Chapter Text
Los chicos ansiaban entrar al boliche mientras se aproximaban a pie a la entrada y, en el trayecto, observaban con variados tintes de disimulo las personas que hacían fila para entrar.
Baji, por su parte, estaba más concentrado en tener el código de reserva de entradas a mano, pero de pronto lo distrajo el sonido de una risa vivaz. Sonaba dulce y armoniosa, aunque rebosaba de energía.
Esa carcajada acalló todos los sonidos a su alrededor, y Baji sintió como si tirara de su mentón con un hilo imaginario, obligándolo a ralentizar abruptamente el paso para encontrar la persona que acababa de reír así.
—¿Qué pasa capo, se te perdió algo? —exclamó Draken algo irritado por haberse chocado con Baji.
—No, no… no es nada.
Sin embargo sí era algo, y justo cuando estaba por darse por vencido vio un muchacho de cabello rubio lanzar otra risotada, para luego revelar unos brillantes y preciosos ojos celestes enmarcados en un semblante risueño y despreocupado.
Kazutora vio a su amigo embobado, siguió su mirada y, al darse cuenta, le palmeó el hombro mientras se dirigía a los demás:
—Qué grande, ¿vieron? Ya anda buscando una presa.
—¿Cómo que "presa", boludo? Sos un ridículo, —protestó Draken, aunque no pudo esconder la media sonrisa que le sacaba ver a Baji tan completamente ido.
—Dale, juntá la mandíbula y vamos, que vos tenés las entradas —concluyó, agarrando a Keisuke del brazo y llevándoselo con los demás, que ya se estaban adelantando.
A Baji le dolían los cachetes.
Estaba un poco alegre por la marihuana, otro poco por el alcohol, bastante más por la compañía de sus amigos, y ver a Kazutora "bailar" en el medio de la ronda como un ridículo no hacía más que sumar al combo.
De pronto lo empujaron desde atrás, aunque no lo suficiente como para que creyera necesario armar un escándalo, así que lo ignoró.
Al rato, otra vez. Lo ignoró también.
A la tercera, esta persona se le apoyó con mucha confianza en la espalda, y aunque era bastante obvio que no era más que algún borracho que había perdido el equilibrio, ya no pudo evitar darse vuelta. No era alguien paciente, y menos en lugares como este.
—Perdón, perdón… —balbuceó el desconocido, tratando de tantear los hombros de Baji para obtener un mejor agarre, equilibrarse y poder dejarlo tranquilo. La escenita le parecía un poco vergonzosa, pero estaba tan borracho que ganaba la gracia del momento, y no aguantaba muy bien la risa.
Mientras tanto, el semblante cada vez menos amistoso de Baji desapareció por completo al darse cuenta de quién era el chico que intentaba sostenerse en él. Aunque esta vez reía más suave, de forma intermitente, y la luz que los rodeaba era completamente diferente a la del exterior, supo sin lugar a dudas que era el mismo chico de la fila.
Quienes parecían ser sus amigos amagaron a llevárselo, pero al ver el rostro de Baji intercambiaron fugaces miradas cómplices antes de que uno de ellos se despidiera:
—¡Te lo dejamos un rato!
—¿Qué…?
Baji, extrañado y ligeramente agradecido, salió de su ensimismamiento con bastante rapidez y sostuvo al chico con ternura improvisada mientras acomodaba su expresión para sacar todo rastro de hostilidad, si es que quedaba alguno.
—¿Qué pasó, hermano? ¿Qué tanto tomaste? —inquirió, pero ya no pudo evitar sonreír; las risitas ebrias y despreocupadas del desconocido eran contagiosas, y más si Keisuke estaba más alegre que de costumbre.
¿Será este el chico que ví en la fila? se preguntó, más por incredulidad que por no conocer la respuesta.
—Y… —intentó responder genuinamente, para acabar soltando una risotada en su lugar, y Baji no pudo evitar espejar esta reacción.
—Está bien, está bien. Vení, la barra no está muy lejos, te voy a pedir agua, —anunció, para luego tomarlo firmemente de la mano y llevarlo consigo.
El muchacho se tomó unos segundos para pasar de las risitas a una confusión momentánea, procesando con retraso todo lo que estaba sucediendo. Lo único que entendía era que la estaba pasando muy bien, que estaba sonando Lady Gaga, y que ahora había un chico lindo que lo llevaba de la mano.
—Chifuyu, —gritó lo más cerca del oído de Baji que pudo.
—¿Qué?
—¡Chi-fu-yu! Me llamo Chifuyu.
—Ahhh… ¿qué?
—Dale pelotudo, —rió.
Baji respondió con otra carcajada. —Un placer Chifuyu, qué bueno que puedas hilar varias palabras.
—¡Basta! —volvió a gritar Chifuyu, esta vez riéndose antes de terminar de hablar.
Ya en la barra, Baji se encargó de pedir dos vasos con agua bien fría, mientras Chifuyu aprovechaba para concentrarse en lo poco que podía distinguir del rostro de quien parecía decidido a cuidarlo: pelo largo, negro, llovido sobre los costados del rostro; delineador negro, sombra de ojos negra y algo que definitivamente era glitter. Se preguntó si eso que colgaba a un costado de su cabeza era un pendiente, y sintió el impulso de correrle el cabello detrás de la oreja para comprobar si tenía más piercings ahí. Si tiene el septum, capaz tiene más piercings…
Sus pensamientos se interrumpieron con la mirada intensa de unos ojos oscuros fijada nuevamente en él, con una curiosidad sutil que el alcohol en sangre de Chifuyu no lo dejó notar.
—Tomá, está fresca, te va a hacer bien, —aconsejó, finalmente soltándole la mano y llevándosela hacia el vaso, como si buscara facilitarle el trabajo.
—Está bien, puedo solo, no es como si estuviera borracho… —se defendió Chifuyu, para luego casi volcar el vaso como si eso de alguna forma probara su punto.
—Sos un boludo, —dedujo Baji en voz alta, con una sonrisa plantada en el rostro.
Un jean ajustado, una musculosa de un color indescifrable, las uñas negras, las pulseras variadas en cada muñeca, los bíceps marcados, el choker, los aritos, el rubio que no coincidía con el color de las cejas y unos ojos celestes que lo miraban atentamente, como jactándose de haberlo atrapado in-fraganti observándolo detenidamente.
Es cierto que aprovechó el momento de distracción para mirarlo bien sin quedar como un desesperado, pero para su propia sorpresa, no le molestó que el otro lo notara. Y a Chifuyu tampoco parecía molestarle; de hecho, sus ojos habían cambiado de intención.
—¿Querés el otro vaso? —Preguntó Baji al ver que el primero ya estaba vacío, y que el chico no hacía nada más que clavarle la mirada.
Sin responder, Chifuyu se le acercó como si no se hubiese estado tambaleando minutos atrás, con todos sus sentidos concentrados en una sola acción.
Con movimientos tranquilos que parecían hasta ensayados, fue directamente por un beso. Sin embargo, lo que un ebrio interpretaba como la propia tranquilidad, usualmente era simple lentitud, y en este caso le dio a Baji tiempo de sobra para reaccionar.
Lo tomó del rostro con renovada ternura, pero también con firmeza, sin ninguna invitación a continuar.
—No rey, no se puede, —habló con delicadeza y un arrepentimiento que amenazaba con romper el límite en cualquier segundo— Mirá cómo estás…
Chifuyu seguía firme mirando los labios de Baji, como si su fuerza de voluntad fuera suficiente para, tarde o temprano, acercarlos a él.
—Ey, mirame —Baji tomó el mentón de Chifuyu y logró el contacto visual— Creeme que no es que no quiera, y no es que yo no esté borracho también, o drogado —rió apenas—, pero te estás sosteniendo parado porque te apoyás en la barra y con mi ayuda, así que ahora me parece que no da, ¿entendés?
Baji quería que se lo tragara la tierra. Era una persona que no le diría que no a un poco de placer inofensivo, y estaba más que acostumbrado a besar a desconocidos en este lugar, disfrutando la sensación revitalizadora del sabor de labios nuevos y sus variadas maneras de besar.
De día, comentaba con genuino desinterés que no creía mucho en el amor.
De noche, se encargaba de disfrutar a fondo de la belleza ajena, como si eso probara su punto, o como si fuese lo único que le hacía falta.
¿Qué le pasaba ahora?
Chifuyu tampoco parecía querer facilitarle las cosas, optando por combinar una mirada casi suplicante con una mano en la cintura. Esta estrategia difería notablemente del hambre con el que lo había mirado segundos atrás.
Baji suspiró.
—No eu, dale. Estoy siendo un caballero, ¿no te gustan los caballeros? —suplicó.
—No, —mintió Chifuyu por reflejo, pero la borrachera le jugó en contra nuevamente y no lo dejó reprimir la sonrisa que se le escapó.
Baji respiró aliviado y le dio un beso en la frente, fugaz como si incluso eso fuera un crimen.
—Ahora tomate el agua, flaco, por favor.
—Dios, está bien, está bien, —accedió Chifuyu, guardándose la atmósfera lograda y rompiendo la cercanía, aunque por alguna razón se sentía contento de todas formas.
Su frente cosquilleaba apenas, y su mirada, aunque considerablemente más tranquila, no dejó de posarse en su nueva compañía.
Las sustancias en el cuerpo de Baji también parecían haber comenzado a irse junto con la tensión de momentos atrás, pero no dejaría que ocurriera; al menos eso sí podía controlarlo. Pidió otro trago.
—No me digas que ahora te vas a poner en pedo vos…
—Shh, dejame, es temprano todavía, —se defendió con simpleza y una sonrisa.
Lo cierto era que comenzaba a sentir algo similar al temor y eso lo desconcertaba completamente. Las noches en este lugar eran su momento de soltura y despreocupación, y no le gustaba la posibilidad de hacerse planteos disparatados con suficiente lucidez como para volver sobre ellos al día siguiente. Si voy a pensar boludeces, mejor que ni me las acuerde, concluyó.
Justo cuando cambió de estrategia decidiendo no ordenar sus pensamientos en absoluto, un par de manos se aferraron torpemente al brazo de Chifuyu.
—Zzifuyuuu… —balbuceó el recién llegado, con el pelo alborotado y la cara hecha un desastre de lágrimas. Baji se preguntó si era un ritual de su grupo de amigos tomar hasta no poder estar de pie.
La mirada relajada y curiosa de Chifuyu se posó en su amigo a la vez que se transformaba en atención, seriedad y un tinte de preocupación. Baji habría jurado que ese chico jamás había estado ebrio. Chifuyu le dijo unas palabras que parecían tener la intención de reconfortarlo, su amigo asintió derrotado, pero ya no lloraba, y se fue.
—Perdoname, —se excusó devolviendo la atención a su acompañante— a veces se pone así cuando se emborracha y extraña a la novia. ¿Vas a… andar por acá? Nos podemos ver en un rato.
Baji se aferró a esa sugerencia final para olvidar la humillación que había sentido al decepcionarse genuinamente cuando parecía que sus minutos con el rubio se habían terminado.
—Dale, de una, no hay drama. ¿Seguro que está todo bien?
—Sí, sí, tranqui. Pasa siempre.
Una sonrisa genuina, una mano cargada de energía posándose fugazmente en el hombro de Baji, una mirada de soslayo, y Chifuyu desaparecía entre la multitud.
Casi como si el barista hubiese estado esperando este momento, colocó el vaso sobre la barra. Baji vio como el chico ya no estaba por ningún lado, y se bajó el vaso completo en cinco segundos.
Momentos después, cayó con dos vasos enormes llenos de alcohol a la ronda de sus amigos, provocando una combinación de recriminaciones en broma por haberse ido con alguien, y festejos por el alcohol recién llegado.
A lo largo de la noche Baji fue recordando intermitentemente que debía buscar a Ojitos Celestes, sólo para distraerse y olvidarse a los pocos segundos, entre el renovado efecto del alcohol y las ridiculeces de sus amigos.
La música y el disfrute fueron dando paso a la fatiga y la noción cada vez más incómoda del calor que hacía allí, de alguna que otra canción repetida, y cómo la gente se iba retirando de a poco.
—¿Cerramos boliche?
—Escuchame una cosa, Kokonoi, pedazo de puto, —Draken se lo quería comer crudo.— Andá a buscar las cosas del guardarropas, a tu novio, y vamos de una vez.
Las carcajadas de los demás le quitaban seriedad. Koko hizo un falso puchero y se defendió con descaro.
—Ya te dije que Inupi no es mi novio, y me duelen las piernas, no puedo ir al guardarropas-
—¡VAMOS! —interrumpió Draken, exasperado, mientras se llevaba a Koko del brazo en dirección a donde parecía que encontrarían a Inupi, que era el único que faltaba del grupo.
Baji se acordó un poco tarde de echar un vistazo a la reducida multitud, sin resultado alguno. Seguro ya se fue, deben ser como las seis y media.
Salía el sol. Ya no era momento de pensar en Chifuyu; esa era su regla.
Un Kazutora sorprendentemente borracho pero bajo control lo sacó de sus pensamientos para contarle espontáneamente por qué Draken estaba enojado con Koko, pensando tal vez que esa era la razón por la que Baji parecía pensar en otra cosa. Este agradeció tener algo más a lo que prestar atención.
Esa misma tarde de sábado, cuando Baji despertó tras recuperar algunas horas de sueño, su primer imagen mental fue aquel par de ojos celestes bañados con las distintas luces oscuras del boliche, y se preguntó amargado para qué había gastado tanta plata en alcohol si todavía se acordaba de él.
Sin embargo, la amargura le duró unos segundos hasta que miró el reloj y vio que se encontraba a pocos minutos de llegar tarde al taller mecánico de su amigo.
Por primera vez en muchos fines de semana agradeció tener que trabajar después de salir a bailar.