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Un rey de noche y fuego

Summary:

Max se la juega por amor a su hermana y ofrece un trato a todas luces mediocre. Pero prefería hacer el ridículo que saber que no hizo nada para detener el futuro matrimonio de Charlotte con un desconocido que le llegaría a doblar la edad. Por eso le sorprendió tanto cuando semanas después llegó el príncipe Yuriy, buscando al prometido del rey Kai Hiwatari.

Notes:

Estoy en la etapa de mi vida en la que menos debería estar haciendo fanfics, pero también estoy en la etapa de mi vida en la que más los necesito.

PD: esto es un romance, no una serie de drama histórico e intriga política. Aquí venimos a ver a Kai y Max enamorarse el uno del otro y ser jotos juntos.

Gracias a mi amigx SilentGambler por checarlo.

Chapter Text

Max estaba jugando con Charlotte cuando lo encontraron.

—La reina te ha mandado a llamar.

La mirada de Emily, seria pero con un deje de nerviosismo, le dijo a Max un poco de lo que posiblemente estaba pasando, en especial considerando que horas antes había llegado la nave con el emblema del reino de Zlatoy. Sintió miedo. Miró a su hermana y ella a ellos, preocupada.

—Tengo que ir a ver a mamá —le dijo, de cuclillas y con una mano en su hombro. Sonrió— ¿podrías cuidar a Genbu por mi?

—Sipi —contestó asintiendo enérgicamente con la cabeza. Charlotte adoraba a la pequeña tortuga púrpura y Max sabía que jugar con ella en el lago la distraería lo suficiente de lo que estaba sucediendo.

—Perfecto. Quédate con ella —le dijo a Emily al ponerse de pie—. Genbu puede cuidarla perfectamente bien, pero a mi mamá no le gusta que esté cerca del lago sólo con él.

Emily le dijo que sí, pero cuando pasó a su lado la chica lo detuvo tomando su muñeca. Un escándalo para otros posiblemente, pero un gesto normal entre ellos después de tantos años conociéndose. Lo miró con molestia.

—¿Qué hiciste?

Max sonrió nuevamente y, en un gesto que intentando ser reconfortante, tomó la mano de su amiga entre las suyas.

—Nada malo.

—Dos horas de discusión después de la llegada sorpresa de un príncipe no son por "nada malo", Max.

Él se encogió de hombros.

—Según yo, nada malo.

Emily quitó su mano de manera brusca, resoplando.

—Ve de una vez, Eddie te escoltara.

Max asintió extrañado, no por la actitud de Emily, porque así es ella y al rato se le pasa, sino por Eddie. Y si no fuese suficiente extrañeza, al llegar al marco de mármol que marcaba la entrada a los jardines observó que el chico alto y de piel oscura lo esperaba de pie con los brazos a ambos costados, pose rígida y viéndolo directamente. Cuando lo vio acercarse, simplemente se inclinó levemente y con un "su alteza" lo saludó antes de retomar su pose anterior. Max empezó a asustarse otra vez. Eddie sabía que podía relajarse con la familia real, que mientras no hubiera ceremonias y extraños, bien podía saludarlo haciendo un candado en el cuello y revolviéndole el pelo.

¿Y si cometió un error?

—¿Qué tan mal está?—preguntó.

Eddie hizo una mueca.

—Realmente no lo sé, pero tu mamá insistió en que fueras lo antes posible. Ninguna distracción.

Max asintió, resignado, pero tomando valor para enfrentar lo que sigue. Después de todo era su culpa.

Sólo había una razón por la cual el recién nombrado príncipe de Zlatoy llegaría sin avisar, acompañado del consejero del rey ni más ni menos, y esa era la carta que Max había mandado directamente al monarca meses atrás.

¿Se arrepentía de mandarla? No.

¿Había esperado que funcionara? Tampoco.

Pero una simple carta con un "no" hubiera sido suficiente, no mandar a un príncipe en una nave de la flota real.

¿Habría ofendido al rey?

Max tragó saliva. Sabía que el joven rey tenía fama de ser un joven serio y amargado, despiadado con quienes se le oponían y que no perdonaba fácilmente las ofensas.

Pero estaba desesperado, y le pareció un curso lógico. Ambos reinos necesitaban la alianza después de todo, y la idea de Max sólo aseguraba que sucediera de manera menos "desconfiada" y más inmediata.

—Max, ya llegamos —oyó el susurro de su viejo amigo.

Max iba detrás de Eddie, y este estaba frente a las dos grandes puertas color ostión ornamentadas en detalles dorados que abrían paso al despacho privado de su madre. Ese que usaba para tener encuentros privados con nobles e intelectuales involucrados estrechamente en las investigaciones y proyectos que supervisaba, o con mandatarios de otras naciones o reinos.

Max se frotó las manos contra su pantalón para quitarse el sudor, después se paró un poco más erguido, repasando mentalmente los protocolos enseñados desde que era un niño. Entonces miró a Eddie y asintió, este lo imitó, después tocó.

Pasaron los segundos más largos de la vida de Max antes de que la puerta se abriera.

—Max…

—Pa, padre —corrigió en el último momento. Su padre lucía atormentado.

Oh no. ¿Qué he hecho?

—Gracias Eddie.

—Su majestad —el muchacho inclinó la cabeza, antes de hacerse un lado y tomar su lugar usual a un lado de la puerta.

El corazón de Max empezó a latir como loco, sintió como si una piedra le cayera en el estómago y… su padre lo tomó del hombro, en una rara muestra de informalidad dadas las circunstancias, y lo dirigió adentro.

El despacho de su madre era grande, lo suficiente para poder albergar cuatro mesas, tres en perpendicular a la entrada (despejados de los libros, planos, herramientas y pequeños aparatos mecánicos que su madre solía tener ahí para sus investigaciones), y el escritorio en paralelo donde su madre estaba sentada. Delante de ella, ocupando dos de las tres sillas disponibles, estaba un joven pelirrojo y un hombre de cabello morado.

Cuando ella se puso en pie, los hombres le siguieron.

Max sintió la mirada de su madre primero. Por un momento, por menos de un segundo, lo que sintió fue una aguja perforándole el pecho. Pero su madre había desarrollado la habilidad de poder mantener una máscara delante las visitas, y la había recuperado tan pronto Max se sintió afectado por ella.

Después sintió como si alguien lo mirara, posiblemente el príncipe y el consejero, pero antes de que pudiera comprobarlo su madre lo interrumpió.

—Su alteza, Lord Volkov, permítanme presentarles a mi hijo, el príncipe heredero de Tyvia

—Max Tate, un placer príncipe Yuriy —su voz logró salir serena, aunque podía sentir su propia sonrisa un poco tiesa. Se acercó y tomó la mano ofrecida. Sin embargo, fue al verlo directamente a los ojos que sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El tipo estaba sonriendo y realmente no era una sonrisa agradable, era más bien burlona.

—No hay porque ser tan formales. Después de todo, pronto seremos familia, ¿o no?

Max se quedó petrificado.

No… no… no…

No podía ser cierto ¿o si?

—Su excelencia, no hay porque precipitarnos —la voz del hombre a su lado derecho lo trajo de vuelta a la realidad. Max al fin se separó del príncipe y cuando se giró a ver al consejero, pudo ver una severa mirada dirigida a ambos.

Tragó saliva.

Su madre los invitó a tomar asiento, y como si fuera planeado, le habían dejado la silla de enmedio. Max se sintió como un niño pequeño otra vez, como cuando su madre lo regañaba por salir a jugar sin permisos, o como la vez que había salido a enseñarle a nadar a Charlotte sin llevarse a nadie más. Había hecho algo indebido, por más buenas que fueran sus intenciones.

Pero sentir la presencia reconfortante de su padre detrás de su respaldo le trajo un poco de tranquilidad.

—Max, se honesto conmigo —cuando su madre dijo esas palabras, mientras tomaba una carta abierta sobre su escritorio se quiso morir.

Oh no, oh no…

—¿Tú escribiste esta carta?

...no, no, no…

—Sí.

No pudo ver como su madre tragaba saliva casi a la fuerza, no vio como su padre apretaba sus manos contra el respaldo de su silla, o como la sonrisa del príncipe se ensanchaba un poco más y la expresión del consejero se agriaba.

—¿Con tu puño y letra?

...no, no, no…

—Así es.

Su madre se quedó callada por un segundo más y, miró la carta antes de volverlo a ver a él.

—¿Y estas dispuesto a cumplir con tu palabra?

...oh...

—Sí, madre.

El silencio de la habitación podía cortarse con un cuchillo. Su madre cerró los ojos por primera vez, dejando ver una renuente resignación. Max sintió la pesada pero reconfortante mano de su padre en su hombro, cuando se giró a verlo, vio una sonrisa triste, aunque notaba algo de orgullo en los ojos verdes de su padre.

—Entonces creo que está todo arreglado ¿o no?

La voz del príncipe Yuriy lo regresó a la realidad. Su madre se había recompuesto y ahora miraba atentamente al pelirrojo.

—Me imagino que sí. Espero entienda que hay ciertos trámites y eventos a llevarse a cabo antes de que Max pueda partir.

—Por supuesto.

Fue entonces que la realidad de la situación al fin cayó de golpe. Por mero instinto tomó la mano de su padre de manera tan brusca que la acción no pasó desapercibida por los presentes, pero no le importó.

Su plan, su loco y patético plan, había funcionado.

...Le parecerá una locura, pero amo a mi hermana más que nada en el mundo…

—Pero entenderá que el rey espera que dado el cambio en el compromiso, no se atrase demasiado.

...pero mi intención no es dejarlo sin una alianza, solo proponerle otra diferente…

—Entiendo ¿dos meses le parece bien?

—Perfecto.

...y si acepta mi propuesta...

—¿Y la boda…?

—Aquí.

...juro por mi vida que no tendrá a más fiel siervo que a mi.

Cuando Max sintió la mirada de los demás en él, fue consciente de lo que dijo. Respiro hondo, y con renovada determinación los miró también.

—Si no es mucha molestia, me gustaría que fuera aquí —repitió.

El príncipe Yuriy pareció divertido con la idea.

—Tendríamos que ver —su sonrisa se afiló a un más— pero no hay nada que no se haga para el futuro rey consorte de Zlatoy.

Chapter 2: II

Notes:

Miren, ¿pude haber investigado más a fondo para darle sentido a todas las pendejadas de world-building que dije en este capítulo? Posiblemente. Pero realmente no lo hice y no me interesa hacerlo.

Todo nombre que no sea un nombre de beyblade me lo sugirió mi amigue y beta SilentGambler. Gracias por tanto.

Chapter Text

En el momento en que oyó la puerta de su habitación abrirse de un golpe, sintió que le venía un dolor de cabeza.

—Dos semanas, Max.

O una migraña.

—¡Takao no puedes entrar así!

Al menos Kyoujyu parecía estar más tranquilo.

—Nos vamos dos semanas y cuando regresamos, vas a abdicar; y encima te vas a casar con el pinche rey de las nieves.

El rubio lanzó un suspiro, mientras terminaba de ajustarse sus botas. Estaba terminando de cambiarse cuando sus amigos entraron como si nada. Se giró a verlos

—No le digas así.

—Es un pinche —insistió.

—Lo conociste cuando tenías como 10 años ¿cuántos años tenía él, 11?

—13.

—A los trece todos somos bien pinches.

—Tú no.

Max le sonrió, algo orgulloso de sí mismo.

—Bueno, eso no lo voy a discutir contigo —le dice con ironía, antes de lanzarle una de sus prendas sucias a la cara una vez que el moreno estuvo lo suficientemente cerca.

—¡Oye!

—Felicidades Max… creo —Max se giró a ver a su amigo de lentes. Era obvio que tampoco parecía estar convencido de la situación, pero al menos no iba a estar tan insoportable como Takao al respecto.

—Gracias, Kyoujyu.

Takao en cambio, era obvio que estaba bastante molesto. Seguía viéndolo con su mueca y de brazos cruzados.

—Pudiste haber hecho otra cosa.

Max contrajo las cejas, y miró a su amigo sumamente serio.

—No Takao, no podía. Era ella o yo, y si alguien tiene que soportar al amargado, despiadado y pinche rey de Zlatoy, prefiero ser yo a que sea Charlotte. Ahora, con permiso, se me hace tarde.

Y se fue de ahí.

.

.

.

Zlatoy era un reino al sur del continente, famoso por lo enorme que era, por que parecía que siempre era invierno allá abajo, pero sobre todo por ser los principales productores de la energía que daba vida a la tecnología con la que vivían: los cristales de Lyrium.

Esa era su mayor fuente de ingreso y tenían que trabajar con otras naciones para poder seguir produciendo.

Tyvia en cambio, por su posición favorecida al Norte, cerca del equatoris del planeta pudo desarrollarse de otra manera. Después de siglos de manejo de recursos naturales, fue posible que en los últimos dos se pudieran concentrar en desarrollar tecnología que pudiera sacar provecho de la energía de los cristales. Después de las naciones en el continente de Ereb era el reino de Tyvia el mayor productor no sólo de naves, y demás medios de transporte pero también en investigación para el desarrollo de otros tipos de uso de los cristales. Trabajando mano a mano con los reinos al Mal'va en el este y Krapiva al oeste.

Pero hace 30 años las cosas cambiaron.

Nadie sabe explicar cómo o porqué, pero el rey Soichiro Hiwatari había corrido a todos los inversionistas extranjeros de su reino. ¿El motivo? El otro recurso natural más prominente y pero no utilizado en Zlatoy: los familiares.

Los familiares eran bestias, diferentes a los animales, que viven en la naturaleza. Son libres y se les respeta, en especial porque se sabe que hay algo en ellas que mantienen vivo el Lyrium. Pero de vez en cuando se apegan a un humano y es por esto que empezaron a llamarlos familiares. Nadie sabe cómo sucede, simplemente un día puedes tener uno y ya. Max tenía a Genbu.

Pero en Zlatoy, todos parecen tener uno. Inclusive se dice que Soichiro Hiwatari tenía una preciosa ave de fuego que se había nombrado protectora de la familia real.

El caso fue que Soichiro decidió que era hora de sacar provecho de ello también. Y entre una mezcla de tecnología y mano de obra de humanos y bestias, lograron seguir produciendo la demanda del mineral.

Y entonces Soichiro enfermó.

Aquello sucedió hace 6 años y sospechosamente los detalles nadie los conoce. Se decía que fue el mismo nieto quien había envenenado a su abuelo, ya que este tomó su lugar de manera inmediata y lo primero que hizo fue detener la producción Lyrium. Zlatoy se vio obligado a vender sus reservas y eso a cuenta gotas, obligando a los reinos de Tyvia, Mal'va y Krapiva a comprar el mineral de otros continentes, haciéndolo todo más caro.

Fue tanto el secretismo y tantas sospechas que eventualmente dejaron de comprarle a Zlatoy. Excepto Tyvia. La reina Judy no había hecho caso a los tenebrosos rumores sobre la enfermedad de Soichiro Hiwatari y prefirió mantener una buena relación con el reino y, a diferencia de los otros dos al este y oeste, Tyvia podía darse el lujo de comprar a dos productores, de momento.

Para cuando Soichiro murió, su nieto ya era prácticamente el rey. Tan así que ni siquiera realizó una propia ceremonia de coronación, pero sí envió misivas a los reinos y nobles del continente, diciendo que abría nuevamente las puertas a la colaboración que su abuelo había dejado cerrado.

Sólo que nadie quiso. Ya sea por desconfianza o por castigo por los últimos seis años, ninguno de los dos reinos aceptó la oferta. Sólo quedó Tyvia.

Tyvia, que ya no tenía tanto dinero como antes para seguir comprando a dos reinos, que se les acababan sus propias reservas al seguir manteniendo sus investigaciones y manufactura y que tampoco podía remodelar o reconstruir las mineras abandonadas de hace 30 años. Tendrían que llevar nuevo equipo y, honestamente, no tenía caso hacerlo si se corría el riesgo de que se volviera a repetir una hazaña como la de Soichiro cuando los corrió.

De ahí nació la propuesta de matrimonio.

Una alianza comercial a partir del matrimonio del rey Kai Hiwatari y la princesa Charlotte.

No era nada raro que esas alianzas se siguieran haciendo, aunque ahora fueran más por fines comerciales que bélicos, tampoco que se planearan con tantos años de antelación… pero el rey Kai era mayor que Max y Max le llevaba como 15 años a Charlotte. Para cuando su hermana tuviera la edad apropiada para casarse, le doblaría la edad.

Max se enfureció. No le habló a sus padres por casi dos meses ni se separó de Charlotte en ningún momento porque sentía que se la iban a llevar en cualquier momento. Entre él, Takao y Kyoujou trataban de distraerla, para que no se diera cuenta de que algo estaba pasando.

Ni si quiera yo tengo un compromiso, y Charlotte que recién cumplió cinco ya está pedida y dada.

Él y Takao estaban en el lago, como siempre. Kyoujou le enseñaba a Charlotte sobre las flores a la orilla del otro lado, Genbu con ellos.

Max arrojó la piedra contra el lago con todas sus fuerzas, pero en lugar de rebotar se hundió.

Honestamente no sé qué decirte. Lo único que recuerdo del príncipe fue que yo fui buena onda y él fue un hijo de la chingada —miró a su amigo—. Peeeero, ¿puedo bromear y sugerirte que te hagas pasar por tu hermana el día de su boda?

Ja-ja —rió con sarcasmo—. Esto es serio, Takao.

Bueno ya —el chico se quedó pensativo— ¿Has pensado en comprometerla con alguien más? ¿O tu casarte con alguien más?

No hay con quien —resopló—. A menos que el rey tenga un hijo en estos momentos, podríamos hacer algo entre el heredero y Charlotte. Pero si Hiwatari accedió a esta locura en primer lugar, me imagino que es porque tampoco tenía otra opción.

¿Y tú?

La expresión del chico se ensombreció.

Hiwatari no tiene familia, más allá de su primo. Y aunque la tuviera, la princesa Mao cumple la mayoría de edad en los próximos meses.

¿Mao? —repitió incrédulo— ¿En serio?

Max asintió.

Michael tiene la carta con la oferta desde hace meses. A primera hora del día de su cumpleaños 18 la va a entregar a Rai.

Takao se cruzó de brazos.

Que fastidio. Si algo agradezco de haber nacido después de Hitoshi es que no tengo que preocuparme por esas cosas.

Max le dio un golpe en el hombro, uno leve.

Espera a que Hitoshi tome el lugar de tu papá, estoy seguro que lo primero que hará es conseguirte un compromiso.

Sí él pudo evadir su propio compromiso viajando por los últimos 10 años, también haré lo mismo.

Y aunque el plan de Takao fue una estupidez, esa noche mientras daba vueltas en la cama tratando de encontrar una solución, Max recordó un detalle bastante minúsculo pero importante. Muy importante.

En ese mismo instante se puso en pie y escribió la carta. Al terminar la selló con su emblema personal y se encargó de dársela a Rick al día siguiente que partiría con otra serie de documentos de carácter urgente hacia Zlatoy. La orden clara: "Esto es únicamente para ojos del rey".

Tal vez no tenía que hacerse pasar por Charlotte después de todo.

.

.

.

Max no mintió, realmente tenía prisa.

A más de una semana de que se había acordado el cambio en el compromiso, Max se sintió bastante intrigado de que no fuera necesaria su presencia. Emily le dijo que no se preocupara, que era normal. Considerando que la razón por la que el príncipe Yuriy y sus padres se la pasaban tanto tiempo a puerta cerrada en su despacho era porque el plan de 13 años de desarrollo se había adelantado un poco, era lógico que habría tratados y convenios que volver a hacer.

Max lo dejó pasar, aunque le gustaría estar más al tanto de los pormenores de la alianza comercial que logró su futura boda. Él había sido bastante claro en su carta sobre el rol que iba a ejercer una vez casado, y si Hiwatari lo había aceptado así, mejor no entrometerse.

Lo curioso era que no había sido la única persona alejada de las negociaciones.

Era bastante común mirar al consejero, Lord Vladimir Volkov, acompañado de un jovencito pelirrojo yendo de arriba abajo del castillo guiados por Emily. Si se iba a llevar a cabo la boda real del rey de Zlatoy en Tyvia, tenían que asegurarse de que todo se viera impecable.

Fue en una de esas ocasiones que Max se lo topó. Pero el hombre estaba solo.

Su excelencia —se inclinó levemente y Max noto el cabello morado debajo de su singular sombrero. El hombre se alzó, una leve sonrisa en su rostro— una alegría poder verlo al fin.

Mi lord —Max estiró la mano. Si iba a ver a ese hombre el resto de su vida, sería mejor establecer un poco de familiaridad.

El hombre miró sorprendido el gesto, pero lo aceptó gustoso.

Bellísimo castillo —comentó mirando a su alrededor admirando el pasillo—. Y después de lo que hemos visto el príncipe Yuriy y yo, no creo que haya ningún problema con la boda.

Max sintió un bochorno en el rostro y maldijo nuevamente que se le notara tan fácil. Honestamente, su petición de llevar a cabo la boda en Tyvia había nacido del miedo y la ansiedad de saber que siempre sería él quien se casaba con un desconocido. Una parte de él que quería aferrarse a lo único que le quedaría de su hogar.

Ahora ciertamente le parecía un fastidio. Tenían que preparar todo en dos meses y la verdad era un poco injusto hacer trabajar tanto a los trabajadores del castillo.

Pero bueno…

Ah yo, lo lamento, en serio.

El hombre lo miró consternado.

¿Sucede algo su excelencia?

No nada es que… yo... sólo lamento hacerlo trabajar tanto por un simple capricho.

Ya veo —el hombre se tornó pensativo—, su excelencia ¿puedo hablarle con franqueza?

Max parpadeó, confundido, pero asintió de todas maneras. Si alguien tenía que ser libre de hablarle con honestidad era el consejero de su futuro… bueno, mejor no pensarlo.

No me lo tome a mal, pero si no está seguro de esto, podría decirlo y cancelaremos el evento de inmediato. Le aseguro que su majestad no se opondría o no lo vería con malos ojos, realmente necesitamos esta alianza, ya sea ahora o en trece años.

Max no tenía nada que pensar, en serio. A pesar de la incertidumbre por vivir por el resto de su vida lejos de su familia, o el miedo horrible y la culpa que sentía de empujar a su hermana al puesto de princesa heredera y volcar en ella todas las responsabilidades que fueron de él. A ojos de Max, era preferible que Charlotte fuera criada para gobernar en su hogar y cerca de sus seres queridos, que en una tierra desconocida a lado de un hombre que quién sabe si podría amarla. Su hermanita no se merecía esa incertidumbre, ni en trece años, ni nunca.

Pero justo cuando iba a contestar con un simple "no hay problema, en serio". Se vio interrumpido por la voz del príncipe pelirrojo.

¡Volkov, aquí estás!

Max creyó verlo fruncir el ceño, pero el hombre ya se había girado a ver al príncipe.

Su excelencia —inclinó la cabeza.

El príncipe no dijo nada, simplemente se acercó mirando al hombre alto con una sonrisa y luego a Max.

Un gusto verte después de tantos días, Max. No te estás escondiendo de nosotros ¿o si?

Max imitó su sonrisa (aunque estaba seguro que la propia era un poco más amable) . El príncipe había tomado la maña de llamarlo por su nombre de pila desde que se confirmó el compromiso. A Max no le molestaba, la informalidad lo hacía sentirse seguro; aunque tenía esta sensación de que el pelirrojo se reía de una broma privada a expensas de él… prefería jugársela.

Para nada, solo prefiero no entorpecer en las negociaciones. Además de que los tutores me están instruyendo en todo lo que debo de saber sobre Zlatoy.

El príncipe se cruzó de brazos, su sonrisa aún más ancha, como si estuviera delante de algo muy divertido. Y aunque para muchos pudiera ser fastidiosa esta actitud, Max podía tolerarlo. Después de todo, aun no recibía un trato hostil por parte del otro príncipe.

Me imagino, pero ¿por qué ir con tutores cuando me tienes aquí?

Por el rabillo del ojo, Max pudo ver que el consejero real se tensaba. Iba a preguntar que pasaba, pero de nueva cuenta se le adelantó Yuriv.

¿Qué te parece un almuerzo?

¿En serio? —honestamente, no le molestaría; tal vez así podría saber más de su futura familia...

¡Claro que lo es! Eres familia, lo mejor es irnos conociendo —el chico miró al consejero— ¿no lo crees, Vladimir?

Por supuesto, su excelencia —contestó el hombre simplemente.

Al rubio le pareció un poco extraño el cambio en disposición del consejero pero lo dejó pasar.

— ¿Qué te parece en tres días?

Y pues ahí estaba, justo a tiempo para verse con su futuro "primo" —aún le sonaba tan raro!— en la entrada de la nave de la flota real.

La maquinaria era impresionante; de color gris oscuro, contaba con alrededor de cuatro niveles. Según se sabe, este tipo de naves eran usadas exclusivamente para el transporte del rey en viajes diplomáticos, y eran operadas principalmente por la energía del Lyrium. Había una serie de banderas asomándose por entre las ventanas con el escudo real.

El escudo que él tendría que portar próximamente.

Max tragó saliva.

Esta sería su nave, esa su bandera y aquellos sus colores. Y por más preparación que hubiera tenido como heredero de Tyvia, por primera vez se sentía intimidado por lo que implicaba la realeza. Porque una cosa era ser el príncipe en una nación que te conocía, que conocías al derecho y al revés.

¿Pero que sabía de Zlatoy? ¿Qué sabía el pueblo de Zlatoy de él? ¿Lo aceptarían? ¿Aceptarían que su rey decidiera casarse con un hombre cuando le habían dado a una princesa en bandeja de plata?

Un silbido lo distrajo de sus pensamientos.

—Mira nada más, güerito y pecoso. Pinche Kai suertudo… ¡Con una chingada, Sergei!

—Ya te dije que no puedes hablar así.

Max no sabe que le sorprendió más, en serio: si lo que le dijeron o que un obvio miembro de la armada de Zlatoy dijera "Pinche Kai". Los dos hombres estaban de pie en el hangar que se encontraba cruzando la rampa que conectaba la nave con tierra. Uno tenía el cabello plateado y era regañado por el otro rubio musculoso que le había dado un codazo por su comentario "apreciativo" hacia Max. Ambos lucían una indumentaria bastante diferente al del resto de los soldados o guardias que veía alrededor, que si escucharon o no el comentario del de cabello plateado no dijeron nada.

—Una disculpa su alteza, mi compañero no quería ofenderle —dijo el rubio, mirando al susodicho frunciendo el ceño.

—¿Al menos oíste lo que dije? —dijo el otro sin perder la sonrisa burlona— ¿Lo ofendí, oooh su alteza?

El rubio musculoso se golpeó la cara con la palma de la mano. Max parpadeó varias veces, confundido.

—Eh… ¿no?

La verdad era la primera vez que le hablaban asíEl de pelo plateado extendió las manos al frente como diciendo "¿ves?" Pero el otro, Sergei (si mal no recordaba), pareció darse por vencido con su compañero.

—Su alteza —se inclinó levemente, acción que fue copiada por su amigo aunque no pareció hacerlo con la misma solemnidad—. El príncipe Yuriy me pidió que lo acompañara.

—Ah gracias —"creo", pensó.

Cuando Max abordó al fin la nave, fue como si sintiera que algo le apretaba el estómago; sabía que más de un tripulante lo veía aunque trataran de disimularlo. Este era, después de todo, el primer acercamiento con su futuro (nuevo) rey.

El camino a la terraza donde lo esperaba el príncipe Yuriy fue bastante largo, o posiblemente fue largo para él entre los nervios y el apretón en el estómago que no lo dejaba molestar. Se notaba que era la terraza que conectaba con el que era el cuarto principal del rey (que debía de ser ocupado por el príncipe en esos momentos), ya que lucía notoriamente más adornado y opulento que el resto de la nave. La vista era hermosa, podía verse la pintoresca ciudad que rodeaba al castillo.

Yuriy ya estaba sentado a la mesa, una taza en sus manos, y el joven pelirrojo que había visto junto a Lord Volkov estaba de pie de lado de la mesa. Parecía darle unas últimas instrucciones, porque con un asentimiento de cabeza se fue, no sin antes mirar a Max y sonreírle. Le respondió de la misma manera.

—Yuriy —el pelirrojo levantó la vista al oír su nombre dicho por Sergei—, ya está aquí.

—Eso puedo verlo —comentó con ironía, Sergei rodó los ojos. Yuriy se puso en pie y le indicó a Max el lugar frente a él el cual tomó sin problemas— ¿Algún problema en llegar hasta acá?

—Ni uno.

—Boris.

Max se sorprendió, y se giró a ver al rubio que había puesto cara de fastidio. Yuriy soltó un resoplido.

—¿No te dije que lo controlaras?

—¿Quién controla a Boris?

—Touché —cedió el príncipe, luego miró a Max— una disculpa en nombre de nuestro capitán. Es bueno, pero recién fue transferido a la armada real.

—No, está bien. No me ofendió de ninguna manera.

Hasta le había parecido refrescante el cambio en el recibimiento.

Yuriy agradeció a Sergei quien se retiró.

—Gracias por la invitación.

—No tienes nada que agradecer, Max—Yuriy se recargó en su silla y cruzó su pierna derecha sobre la izquierda, en una pose aún más relajada, pero sobre todo, notó Max, una pose más en control.

Fue cuando todo hizo click. Como si se hubiera caído una cortina en ese simple movimiento.

Una cosa es que Yuriy pareciera reírse de una broma privada a expensas del mundo, porque implicaba que esa era su actitud con la vida. Pero lo que tenía enfrente, Max lo supo interpretar a la perfección, porque no fue sólo la pose, fue el tono en la voz...

Miró a todos lados sin mover la cabeza.

Estaban solos. Max estaba solo con el príncipe de Zlatoy sin ningún alma alrededor.

El cuerpo de Max reaccionó por instinto, su espalda más erguida, trató de evitar contraer sus cejas.

—No pongas esa cara —lamentó el pelirrojo en un falso tono de lástima.

Pero no pudo. Max era muy bueno para fingir y decir mentiras blancas, pero demasiado malo para ocultar cualquier sentimiento de sospecha o enojo.

—No fue una simple invitación, ¿verdad? —preguntó derrotado.

Yuriy sonrió de una manera que sólo podía describir como salvaje.

—No, no lo es. Pero tampoco estás en peligro, y mucho menos envenenamos la comida —comentó extendiendo una mano a la mesa entre ellos llena de postres, y bocadillos—. O podemos esperar a que venga Raúl. Sería horrible que no pudieras probar su deliciosa comida por llenarte de aperitivos.

—¿Qué es lo que quieres Yuriy?

—Hablar, obviamente.

—¿De?

—¿Qué te dijo Volkov, ayer? Y quiero la verdad.

Max lo miró perplejo, pero trató de recuperar el control

—¿No te lo dijo?

El pelirrojo se encogió de hombros.

—Bien, no me lo digas —lo miró directamente— pero te interesará saber que el principal retractor de tu boda con Kai es él.

Max lo miró tan sorprendido por la casualidad de las declaraciones que le fue imposible mantener la fachada y se maldijo por ello. Le había dado al pelirrojo la respuesta que quería.

—Volkov no es taaan sútil como él cree; una vez que lo conoces, claro. Pero ya no puede hacer nada. Kai aceptó tu oferta, tu madre ya accedió a dejarte ir...

—¿Y tú, Yuriy? —intervino, el otro lo miró como si no esperaba que lo interrumpiera— Pareces muy interesado en esta boda.

—¿No es obvio que velo por la felicidad de mi primo?

—Si me lo hubieras dicho antes de entrar a esta nave te hubiera creído.

La sonrisa salvaje volvió a aparecer.

—Tu boda con mi primo molesta a muchas personas. Más por lo que implica que por lo que es.

El rubio tragó saliva. Lo sabía.

—Después de todo —siguió Yuriy—, la unión de un hombre con otro hombre, por más posible que sea, carece de uno de los pilares más importantes de los reinos como los nuestros: herederos.

Y fue cuando lo entendió. Max abrió los ojos aún más, y Yuriy seguía con la misma expresión, gozando cada segundo de cómo la mente de Max entendía lo que estaba pasando.

—Sin un hijo que herede la corona, esta pasa forzosamente al siguiente en la línea de sucesión. Y el único candidato disponible es el hijo de una princesa caída en desgracia por casarse con un soldado deshonrado del ejército.

Oh.

—Yuriy…

—Tu boda Max, me hizo heredero de la corona de Zlatoy. Y voy a disfrutar cada maldito segundo de ello.

Chapter 3: III

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Leyó por última vez la carta, suspiró resignado y sin más la quemó en la vela que alumbraba su escritorio.

—¿Ahora qué dijo Tala?

Levantó la mirada más seria y penetrante que se sabía, pero la mujer ni se inmuto. Ella seguía de pie de brazos cruzados, y sonriendo.

—¿Qué haces aquí, Julia? —preguntó.

—Recibiste una carta enviada por Falborg, es de Tala, y la quemaste. Entonces dijo algo que te molestó.

—Que seas la esposa de Yuriy no te da derecho a meterte en mis asuntos. Ahora dime qué haces aquí si no quieres que te eche.

La chica bufó ofendida.

—Grosero —dijo entre dientes mientras se sentaba en la silla disponible delante de él.

Kai enarcó una ceja ante tal acción pero la respuesta de ella fue sonreír complacida por la obvia (aunque pequeña) molestia que le causó sentarse sin una propia invitación.

— Todo está en orden. O lo más en orden que se puede. Ming-Ue está de tour con la ópera y Moses fue con ella. Mystel está en Krapiva.

—Bien ¿qué hay de Garland?

La mujer se removió un poco en su asiento.

—Julia —advirtió. No le gustaba que le contaran las cosas a medias.

—Garland está fuera del continente Kai, no hay manera de que mis contactos puedan alcanzarlo.

Se llevó las manos al puente de la nariz, sintiendo como esa espinita de estrés que tenía desde hace dos años volvía hacia él.

—Aún podemos hacer lo que te dijimos.

Kai bajó la mano de su rostro, su expresión era igual de seria.

—No te vas a ir de tour con Yuriy por todo el mundo. Lo último que necesitamos es a la Corte hablando sobre el príncipe y su esposa “gastando el poco dinero que queda” –lo último lo dijo con más sarcasmo de lo normal.

—Es la coartada perfecta, y lo sabes. 

—¿Algo más?

—Hablé con Hilary, tu traje luce bellísimo ¿no te emociona?

Ni se molestó en dignificar eso último con una respuesta, simplemente se puso de pie, dejándola a ella sentada.

—¡Oye! ¡Uno no se casa todos los días! ¡DEBERÍAS ESTAR EMOCIONADO, KAI!

Cerró la puerta de su despacho de un golpe, pero aún así alcanzó a escuchar una carcajada del otro lado.

.

.

.

Kai Hiwatari, rey de Zlatoy se iba a casar en cuatro semanas y, si todo salía como lo habían planeado, partiría en tres días a Tyvia. Un viaje de una semana, tres de estadía para encargarse de todos los asuntos diplomáticos y protocolarios que un evento de esa clase demandaba, una boda y un par de días más antes de regresar. Honestamente, le preocupaba más el tiempo que estaría fuera de su nación que otra cosa.

Sí, era una boda; sí, era una alianza; pero al final del día iba a suceder tarde o temprano. Casarse era una acción más en su lista de deberes. Y la verdad agradece en parte que se acelerara ese asunto, algo menos de lo que preocuparse. Pero que la dichosa boda fuera en Tyvia sólo agregó otro dolor de cabeza después del que se había ido.

No culpaba al príncipe de haberlo pedido, dada la carta que recibió hasta le hubiera parecido extraño que no lo hiciera, pero si culpaba en todo a Yuriy por no haberse negado. Él sabía que Kai lo menos que necesitaba era dejar sola la capital de Zlatoy por tanto tiempo. Por eso lo había mandado junto con Volkov a Tyvia para arreglar el asunto y traerse al príncipe de una vez.

Ahora tenía que salir y enfrentarse a otra serie de posibles quejas de la nobleza por lo que iba a tener que hacer.

Kai se detuvo hasta que estuvo frente al campo de práctica. Sabía que aunque era muy tarde, había una persona aún entrenando; el sonido del acero contra el acero se lo decía. Antes de avanzar más dio un vistazo al cielo nocturno, moviendo la vista solamente hasta que ubicó el familiar destello rojizo en la noche. Después siguió.

El campo de práctica era enorme, pero había otros campos más pequeños y privados, rodeados de arbustos que usaban precisamente para entrenar a los más jóvenes. Así que no era descabellado buscar a la persona que necesitaba ahí.

—¡PUEDES DEJAR DE MOVERTE!

—¡Tu oponente no será una roca Daichi!

—¡AAAAARGH!

Kai suspiró, sabía que no estaría solo, pero que estuviera precisamente con el niño Sumeragi… era demasiado ruidoso. Y lo que necesitaba más en esos momentos era discreción.

—¡Pegas como vieja, Daichi! OUCH, HILARY NO ME PEGUES

—Vuelvelo a decir, pequeño demonio… nada más vuelvelo a decir...

Y a Ian lejos de ahí también.

Reprimió un suspiro cuando al fin se plantó en el campo privado. Hilary estaba de brazos cruzados en una banca a lo lejos con Ian sentado a un lado de ella, con sus manos aun en la cabeza. Daichi, por otro lado, estaba poniéndose de pie por lo que debería de ser una enésima vez, y delante de él, con una espada en mano y un escudo en la otra estaba la persona que buscaba.

—Wyatt.

Kai raras veces gritaba; en los últimos años quienes lo conocían habían aprendido a hablar sólo lo necesario y lo relevante para que, al terminar, guardaran silencio y pudieran escucharlo. Pero su voz era fuerte y firme, y realmente su presencia era demasiado notoria para evitarla.

Wyatt se puso de pie de inmediato y, como era costumbre, inclinó la cabeza. Hilary le siguió, levantándose de la banca. Los únicos que no se movieron de su posición fueron Ian y Daichi, quienes sólo inclinaron la cabeza, ambos con fastidio.

—Su majestad…

Kai alzó la mano, Wyatt calló. El rey miró a Hilary quien simplemente asintió.

—Daichi, Ian, vámonos.

—Están siendo cero discretos —se quejó Ian.

—¡No he terminado mi entrenamiento! —se quejó el otro.

—Tampoco han cenado ninguno de los dos, vámonos ya antes de que terminen las cocineras y se queden sin nada.

Eso pareció ser suficiente para convencer a ambos chicos de seguir a la castaña fuera de ahí. Cuando pasó a un lado de Hilary sonrió levemente, Kai sólo asintió a modo de gracias. Hilary se dio por satisfecha y se fue pastoreando a los dos mocosos ruidosos lejos de ahí. Honestamente por eso le caía tan bien, si alguien lo conocía y no le molestaba su forma de ser tan estoica y arisca era a ella. 

Kai sin más se acercó a Wyatt hasta que hubo medio metro entre ellos. 

—Iré al grano Wyatt.

El muchacho se enderezó, prestando aún más atención.

—Te tienes que quedar en Zlatoy.

Wyatt frunció el ceño.

—¿Estás seguro?

—Alguien tiene que estar a cargo mientras estoy fuera, y no puedo regresar a Yuriy ni mucho menos a Volkov. 

Yuriy no era idiota, era muy capaz, pero la corte aún se rehusaba a verlo como su príncipe y a un hombre como Volkov no podía tenerlo solo en ningún momento. 

—¿Qué hay de Hilary?

Kai se detuvo de rodar los ojos.

—Hilary puede administrar el palacio y a los sirvientes, pero no puede ver por los asuntos del gobierno.

Wyatt tragó saliva.

—Kai, soy el líder de la guardia real, mi deber es tu seguridad.

—Tu deber es estar donde yo te necesite y te necesito aquí. La fuerza aérea está en Tyvia, así que en teoría estaré a salvo mientras tanto.

Wyatt obviamente no estaba de acuerdo en separarse de Kai pero, también sabía que una vez que Kai tomaba una decisión no se iba a echar para atrás.

—A la corte no le va a gustar que me quede.

—No me interesa lo que les guste o no, me interesa que te respeten y te hagan caso y eso harán.

Eso era más o menos cierto. A Kai le valía lo que los nobles pensaran, sí. Pero que les valiera lo que pensaran no quería decir que iba a imponerles la presencia de Yuriy, de quien se habían estado quejando desde antes de que reclamara su título como príncipe y lo nombrara heredero. El asunto con su primo era delicado, así que aún tenía que tratarlo con pinzas… aunque no quisiera. Y a diferencia de Yuriy, Wyatt tenía cierta estima al ser el último en una larga lista de fieles militares al servicio de la familia real. Solo esperaba que esa estima fuera suficiente para que pudiera encargarse del reino mientras se casaba al otro extremo del continente.

—De acuerdo, lo haré.

Kai asintió. Wyatt supo que quería decir gracias.

.

.

.

Cuando Kai ya iba a su habitación se topó con Hilary ante la entrada de esta, de brazos cruzados y una expresión de fastidio. Kai bufó.

—¿Ahora qué?

—Tenemos que terminar tu traje.

—No tenemos, el sastre no está. Es casi medianoche.

—Sabes a lo que me refiero. Y no juegues conmigo, apenas duermes en las noches.

Kai decidió en ese momento que era mil veces mejor seguirle el juego a Hilary que simplemente ignorarla. Así que simplemente extendió su mano en la dirección por la que había venido y Hilary sonrió con autosuficiencia.

—Te vas en tres días Kai, tu regalo tenía que haber estado listo desde hace días.

Kai ni se molestó en contestarle. Usualmente cuando Hilary se ponía a sermonear, lo mejor era dejarla decir todo lo que quería y ya después decirle sí o no dependiendo de la situación.

Personalmente, Kai prefería estar lo más lejos posible de cualquier trámite de su futuro matrimonio. Y aunque logísticamente hablando que la boda fuera en Tyvia le había traído muchos dolores de cabeza, emocional y personalmente había sido una bendición. Si por él fuera, hubiera preferido mil veces firmar los documentos pertinentes y dar el asunto por resuelto, ahorrarse la ceremonia y la fiesta. No era sociable y la gente ruidosa le molestaba. Pero era el rey de Zlatoy y desde la boda de su abuelo, que había significado la alianza entre las dos familias más poderosas de su reino, no se tenía un evento de esa magnitud. O una novia de tan alta alcurnia. Palabras de la corte, no de él. Eso sin mencionar que, por obvias razones, no podía hacer la boda del ex-heredero de la corona de Tyvia una simple firma de papeles.

Así que helo ahí, cumpliendo con todos los molestos protocolos y tradiciones. Eso incluía la tradición de la nobleza de Zlatoy, donde era la familia del novio quien se encargaba de hacer el traje para la futura pareja. Supuestamente simbolizaba a la familia —no solo el novio— reafirmando su compromiso en recibirle y protegerle y el primer regalo que la esposa recibe de su esposo.

El primer regalo de Kai hacia el príncipe Max.

Cuando entraron a la habitación, Kai no se sorprendió de que ya estuviera iluminada, era obvio que Hilary tenía intención de llevarlo sí o sí esa noche. En el centro de la habitación y pegado a la ventana se encontraban los dos maniquíes con los trajes de la ceremonia. Honestamente a ojos de Kai los dos conjuntos estaban prácticamente terminados. De hecho no hace mucho había ido a que le ajustaran el traje. Miro a Hilary, quien estaba mientras tanto buscando algo en el escritorio donde normalmente iban a terminar las telas que sobraban y recordaba haber visto en algún momento los diseños iniciales. Porque sí algo habría que reconocer fue la velocidad y cuidado con la que hicieron los trajes a pesar del poco tiempo que había.

–¿Qué es lo que hace falta? –preguntó al fin, lo mejor era terminar de una vez. 

–Me pediste algo ¿lo recuerdas?

Kai se quedó quieto unos momentos. Hasta sorprendido. Porque en efecto, le había pedido algo a Hilary, pero entre tantos pendientes, compromisos y nobles estúpidos a los que apaciguar se le olvidó. Se lo pidió un día después de leer la carta del príncipe.

–No entiendo Kai, ¿por qué me das a leer esto?

Misma carta que ella también había leído.

– ¿Qué opinas?

Fue el turno de Hilary de mirarlo extrañada, primero a él y luego a la carta.

– ¿No deberías enseñarla a Volkov? Él es tu consejero…

–Su respuesta sería que la ignorara.

Hilary inclinó levemente la cabeza, luego miró nuevamente el papel entre sus manos.

– ¿Realmente lo estás considerando?

– Es una solución lógica y práctica al reciente problema que tenemos.

– ¿Pero….? –alargó Hilary.

– Necesito más información. No para decidirme, porque lo haré, tomaré la propuesta de ese tal Max. Pero quiero saber quienes son realmente, y sólo hay una persona con esa información –Kai la miró directamente, y Hilary al fin pareció entender que quería.

– Creí que Julia tenía toda una red de contactos –comentó Hilary.

– Julia se va a enterar pasado mañana a más tardar de lo que va a pasar. – Eso y que con todo lo que estaba por pasar, no quería que tuviera más información a su disposición. Que estuvieran del mismo lado no quería decir que le confiaba a su primo y su esposa otros aspectos de su vida–. Tu, en cambio, tenías meses pidiendo permiso para ir a visitar a tu madre.

Hilary asintió, uno de sus brazos cruzados, y sobre este su codo doblado con el que sostenía su mano en su barbilla.

–Muy bien, muy bien. ¿No es mucha coincidencia?

Kai hizo una mueca. Nuevamente, Hilary entendió: la posibilidad existía pero era la opción más desapercibida que tenían. Se la tenían que jugar.

– ¿Algo más?

–Solo eso.

–Está bien, lo haré –Hilary miró una vez más la carta, pero ahora una sonrisa se asomó en sus labios, una compasiva. Kai prefirió ignorarla. La chica tendía a ser muy sentimental por mucho que lo entendiera–. Si realmente quieres saber qué opino –empezó, extendiendo el papel–: creo que es una persona muy noble.

– ¿Por cambiar una corona por otra? –le dice con ironía tomando el papel.

– No, dejar una corona por derecho propio y todo lo que ha conocido –y antes de irse lo mira con una sonrisa ligeramente burlona apareciendo en su expresión–, por tí.

Rodó los ojos sin contestar nada, acostumbrado.

Hilary caminó hacia él, en sus manos un pequeño cofrecito de madera. Se lo entregó y lo ánimo a abrirlo mientras caminaba hacia los dos maniquíes. Kai la siguió en silencio.

–Se vería más propio que entraramos a tan altas horas de las noches al taller que tu habitación, ¿no crees?

La verdad es que no había manera de negar dicha lógica, así que aceptó la solución.

–El Sr. Dickenson te manda saludos y sus felicitaciones –Hilary se giró a verlo con el ceño fruncido–. Así que espero que le hayas enviado una invitación por lo menos.

Kai sólo soltó un sonido entre dientes, cosa que Hilary interpretó como una afirmación. Realmente su mirada estaba en el objeto dentro del cofre de madera: era un broche, se le hacía familiar.

–También me dijo que por muchos años trabajó junto al padre del príncipe Max. Taro Mizuhara es un comerciante de Krapiva pero no solo eso, era un académico; sus investigaciones de Lyrium ayudaron a que el reino pudiera mejorar su propia producción, infraestructura y demás. Naturalmente fungió de embajador y en una de esas conoció a la entonces princesa Judy. Ella le dedicó muchos años a la vida académica antes de tomar el trono.

Kai dejó el cofrecito en una de las mesitas más cercanas que tenía, y siguió examinando el broche. Era de oro blanco, con incrustaciones de piedras preciosas en color azul oscuro.

–Me dijo que fue la pasión por su investigación lo que hizo que se enamoraran.

Kai levantó la vista, y efectivamente, Hilary ya estaba con ambas manos en las mejillas más emocionada por la historia de amor por los reyes que enfocada en darle precisamente lo que había pedido.

– ¿Algo más? –dijo, regresándola a la realidad.

– Perdón. En resumen, dice que dentro de todo la reina Judy era una mujer responsable con su reino y el papá muy amigable. La última vez que los vio fue hace más de 10 años. Y si la felicidad del chico era prueba de algo era que mínimo sus padres lo adoraban, que no duda que el mismo sentido de responsabilidad hubiera sido heredado. Y dado la carta que recibiste, tampoco lo dudo.

– ¿Y esto? –dijo alzando el broche.

Hilary se recompuso y entonces lo miró. –Eso es un regalo del Sr. Dickenson.

– ¿Para mí? –cuestionó.

–Para tu madre –Kai la miró, escéptico–. Este broche fue un regalo de tu padre a tu madre, una promesa– Hilary caminó hasta estar a lado de él, Kai tenía los hombros tensos y su pose estaba aún más rígida que antes. Entre menos hablara de sus padres mejor–. Lady Amelia se la dejó hace mucho tiempo al Sr. Dickenson. Antes de irme me dijo que ya va siendo hora de que regresara a donde pertenece, que a ella le hubiera gustado que la tuvieras.

Entonces recordó dónde lo había visto. Por mucho que su abuelo hubiera intentado borrar todo rastro de sus padres en el castillo y los palacios que le pertenecían, al menos había uno un cuadro que se había logrado salvar. Estaba en la casa de campo de Bakuten, el hogar de Hilary y el Sr. Dickenson. La única propiedad que le perteneció a su madre y por lo tanto lejos de la influencia de Voltaire. El único retrato de los tres. Y ahí, cerca del pecho de su madre, estaba la joya que tenía en sus manos. Lo recordaba con claridad. Había pasado horas en ese salón observando ese cuadro después de todo, memorizando cada detalle para un futuro en el que sabía que no podría volver a verlo.

No querer hablar de sus padres no significaba que quería olvidar quienes eran.

–¿Kai?

Apretó el broche en su mano.

–Gracias, Hilary.

–¿Estás bien? –preguntó preocupada.

– ¿Por qué no debería estarlo?

Supo en el momento en que la pregunta salió de su boca que no era la respuesta que debió haber dado. Hilary después de todo, estaba más acostumbrada a sus silencios que a sus respuestas. Una respuesta podía interpretarse, o mal interpretarse, más fácilmente; una prueba de que, lo que sea que estuviera pasando, lo había orillado a hablar de ello en lugar de solucionarlo…

– No puedo imaginarme toda la presión por la que estás pasando –empezó ella, cerca pero sin tocarlo; ni siquiera lo veía, lo cual apreciaba. La mirada de Hilary estaba en los trajes para su boda. Hasta donde sabía sólo faltaban unos ajustes y quitar algunas arrugas–. Pero no creo que todo vaya a salir mal. Creo que deberías creerle.

Kai caminó para estar cerca de ella, también miraba los trajes.

– Es un desconocido.

Oyó el ligero jadeo de impresión de Hilary. Había dicho algo que ella no se esperaba pero tampoco él. De cierta manera, su amiga —aunque nunca lo dijera con esas palabras en voz alta— sabía qué le preocupaba toda la situación, pero había toda una historia de protocolos y sobre todo de crianza… Kai simplemente no podía permitirse ser tan abierto con quien sea. Y por ese motivo aquella relación había sido construida en base a una serie de puentes que Hilary tenía que cruzar a escondidas y en la noche para que nadie la viera. Él era el príncipe heredero y ella la hija de una ama de llaves, después de todo. 

Pero había estado ahí toda su vida y si alguien sabía todo, era ella. Si alguien lo comprendía, era ella. Y si no podía decirlo ahora, tendría otra carga que lo seguiría desde Zlatoy, hasta Tyvia y su matrimonio. Tenía que decirlo ya.

–Ooh Kai.

Pero nadie se movió.

–Al Sr. Dickenson le pareció un hermoso cuento de hadas –ofreció ella.

–¿Por qué no me sorprende? –dijo con amargura. Ella se encogió de hombros.

–Tal vez deberías creer que también lo es.

–En mi experiencia Hilary, esos cuentos que tanto le gustan al Sr. Dickenson solo han salido mal.

– Sí, pero piénsalo Kai. –Y al fin se posicionó delante de él, mirándolo directamente–, tu abuelo ya no está.

–Está todo lo que dejó.

Y en una actitud nada propia de ella, sintió sus manos tomando las suyas. Temblando, porque años de condicionamiento son difíciles de romper, y ella era la ama de llaves y él un rey. Pero lo miraba de frente, firme, segura y sobre todo honesta.

– Este es tu reino, es tu vida y tu al fin puedes decidir qué hacer con ella. Pudiste haber dicho que no a este matrimonio. Pudiste haberle hecho caso a Volkov hace años y casarte con cualquier otra persona, pero no cediste. No lo permitiste. Y la corte dirá que fueron caprichos, pero tu no le debes explicaciones a nadie. Tu y nadie más que tú va a velar por nuestro bien. Wyatt, Tala y yo, inclusive tu abuelo, por más cruel que haya sido, confiamos en ti. 

Apretó más su agarre, y miró por encima de su hombro al traje que sería usado por el príncipe Max.

– Ese chico va a dejar todo su mundo por su hermana, pero estoy segura de que si ve al mismo Kai que nosotros conocemos, será una ayuda invaluable. Y si con el tiempo aprende a quererte como te mereces…

– Hilary –le interrumpió pero la chica frunció más el ceño.

– Te mereces a alguien que te quiera, punto. No me importa la opinión que tengas de ti. Esta vida ya es muy difícil de por sí –y al fin lo soltó, se frotó las manos contra su propia falda para al final cruzarse de brazos–. Lo que quiero decir es que por más desconocido que sea, tú tienes todo lo que se necesita para que no sea simplemente eso, y tú mismo leíste la carta. Él estaba dispuesto a todo con tal de que su hermanita fuera libre. A pesar de todos los malos comienzos que pueda haber, este no es uno de ellos. Creetelo.

Kai no dijo más, pero asintió y se dio la vuelta. Hilary se dio por servida.

–Hilary –llamó desde la puerta entreabierta, sin voltearse.

–¿Sí? –preguntó curiosa.

–Yo… merecías estar ahí.

La chica lo miró sorprendida por la declaración, sabiendo perfectamente bien a qué se refería con “ahí”, y con una sonrisa de genuina felicidad le contestó.

–Está bien Kai, de todas maneras lo aprecio mucho, en serio.

Y sin más por decir salió de la habitación. Llegando a su cuarto tendría que guardar bien el broche en su equipaje.

Notes:

No recuerdo que iba a pasar en este capítulo hace más de 4 años, al final terminó donde no lo esperaba pero me ha encantado. Porque en esta casa amamos a Hilary y cremos en una amistad genuina entre ella y Kai.

Chapter 4: IV

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Normalmente, el nombramiento de Charlotte como princesa heredera implicaría una ceremonia en el castillo real delante de todas las casas reales y al menos la presencia de cada uno de los representantes de cada familia noble de Tyvia. Sin embargo, la boda de Max era en poco más de tres semanas, Tyvia no contaba con los recursos o la logística de atender a tantos invitados por tanto tiempo y su madre consideró que era innecesario hacerlos viajar dos veces cuando el recorrido podría resultar tan extenuante para algunos. Por ese motivo, la ceremonia se había reducido a un evento privado en la sala de los espejos. Un amplio salón con grandes ventanales que daban a los jardines y del otro una serie de espejos (de donde venía el nombre) y esculturas que adornaban la pared. En uno de los extremos se encontraba un escritorio cubierto con un mantel rojo de terciopelo y adornos dorados, sobre el cual había una serie de papeles que legitimaban la abdicación de Max y el nombramiento de su hermana como única heredera a la corona. 

Charlotte miraba con curiosidad el escritorio. Llevaba un vestido pomposo que la hacía parecer una muñeca. Su madre, por su parte y como nunca, llevaba un vestido largo y su corona de gala. Max por protocolo llevaba su atuendo formal, con una banda de color rojo que atravesava su pecho de hombro a cadera, con sus condecoraciones y broches que representaban sus títulos. Su padre estaba detrás de su madre, junto con otros consejeros, como el conde Douglas, quien había elaborado los papeles a punto de ser firmados. Y los únicos invitados: Takao como príncipe de Mal'va y Kyoujou, y por supuesto el príncipe Yuriy y Lord Volkov.

Max miró discretamente a Yuriy. El pelirrojo mantenía una expresión tan neutral y serena… como si no estuviera divirtiéndose con todo lo que pasaba. Sorprendentemente, Volkov lucía igual.

—¿Estás lista Charlotte?

La pequeña regresó la atención a su madre. Asintiendo, aunque luego miró a su hermano con tristeza. El chico se permitió romper el protocolo y se hincó en una rodilla a lado de su hermana.

—Todo estará bien, Charlotte. Lo prometo.

—Te voy a extrañar –dijo en voz baja, y Max le tomó la mano.

—Yo también. Pero aún tenemos tiempo juntos.

Charlotte aspiró fuertemente por la nariz, y pudo ver cómo sus ojos verdes empezaban a tornarse más y más brillosos. Antes de poder decir cualquier otra cosa, su madre ya estaba del otro lado de su hermana, en posición de cuclillas.

—¿Recuerdas lo que hablamos? —le dijo su mamá, con voz suave llamando la atención de su hija y calmándola un poco.

—Max se va lejos pero jamás me olvidará —luego miró a Max— y no pierdo a mi hermano, sino que ganó a otro.

Max se giró a ver a su madre, sintiendo el bochorno, la indignación y sobre todo como se le subían los colores al rostro. Pero Judy ni lo volteó a ver, al contrario miró hacia el otro lado como reprimiendo una sonrisa y podía jurar que al príncipe Yuriy estuvo a punto de carcajearse de no ser por la situación.

—Princesa, necesitamos su huella en el papel...

La voz del concejal Douglas los regresó a la realidad de la situación. Charlotte ya estaba más calmada y segura, así que asintió. La reina, feliz con la situación, se puso en pie y regresó a su lugar. Max también se enderezó. Douglas se acercó a Charlotte con la pequeña brocha de tinta lista para manchar el dedo índice derecho de la pequeña. Ella lo hizo sin chistar y después se acercó a la orilla del escritorio donde su madre había acercado el decreto donde iría la mancha de su dedo. Al finalizar, Max se acercó y firmó sobre su nombre. Los siguientes fueron su madre y por último, el mismo Douglas, quien lo tomó y lo extendió frente a sí.

—A día de hoy, en el treceavo día del sexto mes, la reina Jude V, ha aceptado oficialmente la abdicación del príncipe Maxwell en favor de su hermana Charlotte, quien de ahora en adelante ostenta el título de princesa heredera al trono de Tyvia.

Max no sabía que tanto entendía su hermana más allá de que él se iba a casar y viviría lejos de ahora en adelante. Dudaba que dimensionara lo que implicaba el nuevo título o la corona que era puesta sobre su cabeza por manos de Michael. Para ella solo era un accesorio nuevo y brillante que la hacía más parecida a su madre.

—El presente documento oficializa el decreto, pero esperaremos a que la princesa cumpla la mayoría de edad para hacer la ceremonia de nombramiento correspondiente que contenga su firma.

Y entre los aplausos de la corte que celebraban el nuevo futuro de su hermana, Max pensó en el suyo, y en su prometido que llegaría mañana.

.

.

.

Después de la ceremonia hubo un banquete considerablemente más pequeño de lo que sería su boda pero con la cantidad necesaria de invitados para que la promesa del nombramiento de Charlotte como la nueva heredera no pase desapercibida. Al menos no por la nobleza local.

Las felicitaciones por el reciente compromiso y boda no se hicieron esperar. Desde que se hizo el acuerdo Max no había salido mucho del castillo. Con toda la cuestión política y administrativa que su madre tendría que arreglar decidió ayudar a Emily con la organización de la boda. Así que técnicamente era la primera vez que los nobles de la capital de Tyvia tenían oportunidad de felicitar al que pudo ser su rey.

Y juzgarlo.

Claro que nadie lo iba a decir abiertamente. La reina y el primo del rey de Zlatoy (que no había hecho ningún esfuerzo en ocultar lo mucho que le emocionaba la próxima boda) estaban ahí, y futuro rey o no de Tyvia, sería rey consorte de un imperio poderoso. Pero lo veía en la sonrisa tiesa, en los ojos que se achicaban tratando de emular genuina felicidad. Era una serie de felicitaciones que se sentían vacías. Había renunciado a una corona después de todo, y aunque le había entregado a Tyvia la alianza comercial que tanto necesitaban en menos tiempo que antes, esta solo duraría lo que él rey Kai durase en el trono.

Las palabras del príncipe Yuriy no le habían molestado tanto hasta que al fin pudo analizarlo fríamente con el paso de los días.

“[...]la unión de un hombre con otro hombre, por más posible que sea, carece de uno de los pilares más importantes de los reinos como los nuestros: herederos

Charlotte hubiera puesto en el camino al trono de Zlatoy a un Hiwatari-Tate. Un nieto de la reina Judy que no le hubiera dado la espalda a sus primos en el trono de Tyvia.

Ahora habría un Ivanov.

Afortunadamente Charlotte ya estaba cayendo dormida antes de que el evento terminara, así que se ofreció a llevarla a su recamara. Antes de que alguien pudiera objetar se fue de ahí.

Cuando arropó a Charlotte, la niña se acurrucó. Sonrió conmovido. Ya después su madre vendría a cambiarla. La cosa fue que justo cuando cerraba las puertas del cuarto de su hermana, su madre estaba ahí, asustandolo.

—¡Mamá!

—Tranquilo, Max —le dijo divertida.

—¿Nos estabas siguiendo? —preguntó recobrando la compostura.

Su madre asintió, antes de pasar de él para asomarse al interior de la recámara de su hija más joven. La sonrisa que se formó en sus labios indicaba que la pequeña seguía plácidamente dormida. Naturalmente tal escena alegraría a su madre. 

—Max, ¿me acompañas a la fuente?

El rubio la miró sorprendido, pero asintió.

 

.

.

.

Tala cerró la puerta tras de sí con fuerza, respiró profundamente y se llevó una mano por su cabello alborotandolo. Estaba cansado por no decir agotado.

Por más que la idea de incomodar a Volkov le encantaba, era sumamente tedioso lidiar con la nobleza y los protocolos, ya sea en Zlatoy o Tyvia. Era la misma mierda al final del día.

Una parte de él detestaba la idea de heredar el trono solo por eso. Pero la otra, esa que se alimentaba con cada mirada de desdén, cada insulto atorado en la garganta de Volkov o los demás nobles que sabían la historia… esa parte era la que lo mantenía ahí, en todo ese teatro.

Escuchó el toque en la puerta. Uno, fuerte y certero. Frunció el ceño pero abrió de todas maneras.

—¿Qué quieres, Boris?

Soltó dejándolo entrar, el capitán de la armada real de Zlatoy entró como si fuera dueño de la habitación. Tala cerró la puerta rodando los ojos, no porque realmente esperara que Boris acatará las reglas de etiqueta sino porque actuaba como si alguien estuviera ahí viéndolo romperlas. 

—Mañana llega Kai —dijo como si eso realmente respondiera su pregunta.

—¿Y?

—Julia también —Y se sentó en la cama, usando sus manos para soportar su peso en lo que se inclinaba hacia atrás.

¡Ah!

Tala lo meditaba, pero aún así su cuerpo respondió en automático en lo que llegaba a una conclusión. Se acercó a la cama, hasta estar delante de Boris de brazos cruzados. El otro sonreía como si se hubiera salido con la suya.

Si como no.

—Tienes muchos huevos si crees que me arriesgaría aquí.

—¿Arriesgarte a qué? ¿A qué se esparza el rumor de que tienes un amante?

—A que Volkov le de más razones a esos hijos de su puta madre de que nos corran —soltó irritado, subiendo su pierna derecha a la cama, a ese espacio entre las piernas del otro, quien no reaccionó, al contrario sonrió más.

—Eres el heredero al trono —le recordó.

—Hasta que Kai no firme el decreto no lo soy —sentenció, inclinándose hacia el frente, con la pierna en la misma posición—. Y hasta que lo haga sigo siendo su primo recogido de la calle. 

Y extendió su brazo, alcanzando la chaqueta del uniforme del Boris, jalandolo hacia sí.

—Hasta entonces Boris, te aguantas —advirtió con voz grave.

Además, no iba a ensuciar la cama un día antes de que llegara Julia. Lo mataría.

.

.

.

“La fuente” era el jardín privado de su madre. Bueno, técnicamente del rey en turno de Tyvia. Así que eso lo hacía de su madre ahora. Su nombre era en honor a las fuentes de tortugas en el centro. Max recordaba haber pasado mucho tiempo ahí durante su infancia, y especialmente recordaba el día que Genbu lo encontró. Su madre no lo pudo creer en su momento. Genbu tenía generaciones en el castillo, ella misma había crecido conociendo a la tortuga pero tenía más de 200 años sin ser familiar de alguien. Su abuela le había dicho en su momento que la unión entre un humano y un familiar era especial pero no rara, aunque se necesitaba cierto tipo de alma para que esas criaturas confiaran en ti. Que por cierto, ¿donde estaba la vieja tortuga?

Su madre ya estaba sentada en el cerco de la fuente y realmente no tuvo que decirle nada, Max se sentó a su lado inmediatamente. 

Era la primera vez en semanas que tenían la oportunidad de sentarse ellos solos. 

—¿Cómo te sientes, Max?

Lo que para muchos podría parecer una pregunta demasiado genérica, Max sabía que su madre buscaba ir al grano. Y aunque consideró mentirle y decir que estaba bien, que estaba listo para su futuro y lidiar con las consecuencias de sus decisiones… La verdad es que Max no quería ser el príncipe contestándole a su reina y sabía que su madre no la había traído a ese lugar en medio de una fiesta para escuchar esa versión.

—No sé si lo que hice estuvo bien —confiesa.

—Bueno, yo tampoco estaba segura de casarme con tu padre —dijo con ligereza, pasando su brazo por sus hombros y para acercarlo a ella. Max lo agradeció.

—No es precisamente la boda, mamá.

—Lo sé.

Judy pasó su otro brazo por en frente de él, Max se dejó consentir por su madre, fundiéndose en el abrazo y disfrutando la calidez y suavidad de este. Su mamá suspiró profundamente, moviendo su mano de arriba-abajo en su espalda.

—Ay Max —y su voz temblaba—, lo que daría porque las cosas hubieran sido diferentes para ti

—Mamá, me iba a casar con una desconocida como quiera—le recordó, pero no era un reproche en sí. Max había aceptado la realidad de su puesto y que la suerte y el capricho de sus padres había sido eso, un golpe de suerte que no se repetiría con él o con su hermana.

Al menos no ahora.

—¿Pero así, Maxie? —le preguntó, aunque ambos sabían la respuesta. De otras ser las circunstancias, la boda real posiblemente solo se hubiera atrasado unos meses y quien estaría de visita sería la familia real de Kapriva—. Max, quiero que sepas que no estoy molesta. ¿Lo entiendes verdad?

Max no contestó, no creyó que podría, así que sólo abrazó más fuerte a su mamá.

—Claro que hubiera preferido que me lo dijeras —su pecho vibró con la ligera risa que salió de sus labios—. Imagínate lo que fue para mi ver entrar al primo del Rey de Zlatoy pidiendo ver a mi hijo. Pero no, nunca estuve molesta. Al contrario –Max sintió la barbilla de su madre sobre su cabeza y una gota cayendo en su pelo—, estaba tan contenta de ver lo mucho que amabas a tu hermana, tu padre y yo por igual.

Max al fin se separó, para ver a su madre, con los ojos llenos de lágrimas igual que él y con una sonrisa un tanto mal hecha entre la tristeza y el orgullo.

—Mamá, yo… yo no, ¿pero si solo empeoré las cosas? —dijo al fin, sus lágrimas cayendo una trás otra, la voz acelerando en cada palabra y su respiración más agitada— ¿Y si sólo es una solución temporal a un problema más grande? Yo nunca pensé en lo necesario que era que tuvieras un nieto en Zlatoy, o…

—¡Max, basta!

Y cerró la boca. Su madre puso una mano en cada mejilla, centrándose.

—Respira hondo, y lentamente deja salir el aire.

Max hizo caso a las indicaciones de su madre, y las repitió una y otra vez hasta que al fin respiró bien. Las manos de su mamá ahora tomaban las suyas.

—Max, nuestro futuro con Zlatoy es eso, parte del futuro —sus pulgares haciendo círculos sobre sus manos, ofreciéndole un poco de consuelo—. Y honestamente, Hiwatari aceptó no solo un plan de matrimonio dentro trece años, sino que lo cambió por tu plan— y apretó un poco más sus manos—. Así que piensa que no es algo con lo que lidiar solo.

—¿Tu crees que funcione? —su plan, la boda, su matrimonio, pensó.

—Estar enamorado ayuda, no te diré que no. Pero creo que hay un buen comienzo, tus abuelos empezaron con menos, por ejemplo, y aprendieron a ser muy felices —sintió nuevamente la mano de su madre en su mejilla, y pasando por su cabello con cariño—. Y no es porque seas mi hijo, pero Hiwatari sería un idiota si no aprecia al guapo que se le ofreció como marido sin pedir nada a cambio.

—¡Mamá! —soltó avergonzado.

—Max, por más noble que fueran tus intenciones, Douglas, Michael y yo tuvimos que hacer grandes esfuerzos por arreglar tu oferta a un trato equitativo.

—Lo siento mamá —dijo con pena. Definitivamente no había pensado bien en todo aquello.

—Está bien cariño —y le besó la frente—. Por eso estoy aquí.

—Gracias, mamá, por todo.

Se arrojó a los brazos de ella una vez más, sabiendo que volvería a abrazarla, que aún quedaban días de convivencia, temas que tratar, consejos, sugerencias… pero sería una conversación más tranquila, posiblemente su padre o su hermana estarían con ellos. Una conversación de reina a príncipe, de una persona casada a alguien por casarse. En esos momentos era su mamá nada más, y él aún podía ser un niño. Mañana conocería a su prometido y futuro esposo, mañana empezaba la cuenta regresiva a su futuro, pero en esos momentos todo estaba bien, en los brazos de su madre todo estaría bien.

Notes:

No lo voy a negar, se iban a conocer en este capítulo, pero hay escenas que se escribieron solas y mejor lo dejé donde se quedaron.