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El profe

Summary:

Baji, fiel a su principio de no creer en el amor, se desconcierta al descubrir que no puede olvidar al rubio de ojos celestes que conoció una noche. Cuando el universo, casi como una burla, lo vuelve su profesor particular, acaba atrapado entre su escepticismo y la sonrisa magnética de Chifuyu.

Notes:

Bueno, este es mi primer fic así que no sé bien cómo va a ir quedando, pero espero que les guste <3 los diálogos tienen modismos argentinos y hay referencias a lugares de buenos aires, si no entienden algo me pueden preguntar.

Que lo disfruten!!! <3

Chapter 1: Uno de tantos viernes por la noche

Chapter Text

Los chicos ansiaban entrar al boliche mientras se aproximaban a pie a la entrada y, en el trayecto, observaban con variados tintes de disimulo las personas que hacían fila para entrar.

Baji, por su parte, estaba más concentrado en tener el código de reserva de entradas a mano, pero de pronto lo distrajo el sonido de una risa vivaz. Sonaba dulce y armoniosa, aunque rebosaba de energía.

Esa carcajada acalló todos los sonidos a su alrededor, y Baji sintió como si tirara de su mentón con un hilo imaginario, obligándolo a ralentizar abruptamente el paso para encontrar la persona que acababa de reír así.

—¿Qué pasa capo, se te perdió algo? —exclamó Draken algo irritado por haberse chocado con Baji.

—No, no… no es nada.

Sin embargo sí era algo, y justo cuando estaba por darse por vencido vio un muchacho de cabello rubio lanzar otra risotada, para luego revelar unos brillantes y preciosos ojos celestes enmarcados en un semblante risueño y despreocupado.

Kazutora vio a su amigo embobado, siguió su mirada y, al darse cuenta, le palmeó el hombro mientras se dirigía a los demás:

—Qué grande, ¿vieron? Ya anda buscando una presa.

—¿Cómo que "presa", boludo? Sos un ridículo, —protestó Draken, aunque no pudo esconder la media sonrisa que le sacaba ver a Baji tan completamente ido.

—Dale, juntá la mandíbula y vamos, que vos tenés las entradas —concluyó, agarrando a Keisuke del brazo y llevándoselo con los demás, que ya se estaban adelantando.

 

A Baji le dolían los cachetes.

Estaba un poco alegre por la marihuana, otro poco por el alcohol, bastante más por la compañía de sus amigos, y ver a Kazutora "bailar" en el medio de la ronda como un ridículo no hacía más que sumar al combo.

De pronto lo empujaron desde atrás, aunque no lo suficiente como para que creyera necesario armar un escándalo, así que lo ignoró.

Al rato, otra vez. Lo ignoró también.

A la tercera, esta persona se le apoyó con mucha confianza en la espalda, y aunque era bastante obvio que no era más que algún borracho que había perdido el equilibrio, ya no pudo evitar darse vuelta. No era alguien paciente, y menos en lugares como este.

—Perdón, perdón… —balbuceó el desconocido, tratando de tantear los hombros de Baji para obtener un mejor agarre, equilibrarse y poder dejarlo tranquilo. La escenita le parecía un poco vergonzosa, pero estaba tan borracho que ganaba la gracia del momento, y no aguantaba muy bien la risa.

Mientras tanto, el semblante cada vez menos amistoso de Baji desapareció por completo al darse cuenta de quién era el chico que intentaba sostenerse en él. Aunque esta vez reía más suave, de forma intermitente, y la luz que los rodeaba era completamente diferente a la del exterior, supo sin lugar a dudas que era el mismo chico de la fila.

Quienes parecían ser sus amigos amagaron a llevárselo, pero al ver el rostro de Baji intercambiaron fugaces miradas cómplices antes de que uno de ellos se despidiera:

—¡Te lo dejamos un rato!

—¿Qué…?

Baji, extrañado y ligeramente agradecido, salió de su ensimismamiento con bastante rapidez y sostuvo al chico con ternura improvisada mientras acomodaba su expresión para sacar todo rastro de hostilidad, si es que quedaba alguno.

—¿Qué pasó, hermano? ¿Qué tanto tomaste? —inquirió, pero ya no pudo evitar sonreír; las risitas ebrias y despreocupadas del desconocido eran contagiosas, y más si Keisuke estaba más alegre que de costumbre.

¿Será este el chico que ví en la fila? se preguntó, más por incredulidad que por no conocer la respuesta.

—Y… —intentó responder genuinamente, para acabar soltando una risotada en su lugar, y Baji no pudo evitar espejar esta reacción.

—Está bien, está bien. Vení, la barra no está muy lejos, te voy a pedir agua, —anunció, para luego tomarlo firmemente de la mano y llevarlo consigo.

El muchacho se tomó unos segundos para pasar de las risitas a una confusión momentánea, procesando con retraso todo lo que estaba sucediendo. Lo único que entendía era que la estaba pasando muy bien, que estaba sonando Lady Gaga, y que ahora había un chico lindo que lo llevaba de la mano.

—Chifuyu, —gritó lo más cerca del oído de Baji que pudo.

—¿Qué?

—¡Chi-fu-yu! Me llamo Chifuyu.

—Ahhh… ¿qué?

—Dale pelotudo, —rió.

Baji respondió con otra carcajada. —Un placer Chifuyu, qué bueno que puedas hilar varias palabras.

—¡Basta! —volvió a gritar Chifuyu, esta vez riéndose antes de terminar de hablar.

Ya en la barra, Baji se encargó de pedir dos vasos con agua bien fría, mientras Chifuyu aprovechaba para concentrarse en lo poco que podía distinguir del rostro de quien parecía decidido a cuidarlo: pelo largo, negro, llovido sobre los costados del rostro; delineador negro, sombra de ojos negra y algo que definitivamente era glitter. Se preguntó si eso que colgaba a un costado de su cabeza era un pendiente, y sintió el impulso de correrle el cabello detrás de la oreja para comprobar si tenía más piercings ahí. Si tiene el septum, capaz tiene más piercings…

Sus pensamientos se interrumpieron con la mirada intensa de unos ojos oscuros fijada nuevamente en él, con una curiosidad sutil que el alcohol en sangre de Chifuyu no lo dejó notar.

—Tomá, está fresca, te va a hacer bien, —aconsejó, finalmente soltándole la mano y llevándosela hacia el vaso, como si buscara facilitarle el trabajo.

—Está bien, puedo solo, no es como si estuviera borracho… —se defendió Chifuyu, para luego casi volcar el vaso como si eso de alguna forma probara su punto.

—Sos un boludo, —dedujo Baji en voz alta, con una sonrisa plantada en el rostro.

Un jean ajustado, una musculosa de un color indescifrable, las uñas negras, las pulseras variadas en cada muñeca, los bíceps marcados, el choker, los aritos, el rubio que no coincidía con el color de las cejas y unos ojos celestes que lo miraban atentamente, como jactándose de haberlo atrapado in-fraganti observándolo detenidamente.

Es cierto que aprovechó el momento de distracción para mirarlo bien sin quedar como un desesperado, pero para su propia sorpresa, no le molestó que el otro lo notara. Y a Chifuyu tampoco parecía molestarle; de hecho, sus ojos habían cambiado de intención.

—¿Querés el otro vaso? —Preguntó Baji al ver que el primero ya estaba vacío, y que el chico no hacía nada más que clavarle la mirada.

Sin responder, Chifuyu se le acercó como si no se hubiese estado tambaleando minutos atrás, con todos sus sentidos concentrados en una sola acción.

Con movimientos tranquilos que parecían hasta ensayados, fue directamente por un beso. Sin embargo, lo que un ebrio interpretaba como la propia tranquilidad, usualmente era simple lentitud, y en este caso le dio a Baji tiempo de sobra para reaccionar.

Lo tomó del rostro con renovada ternura, pero también con firmeza, sin ninguna invitación a continuar.

—No rey, no se puede, —habló con delicadeza y un arrepentimiento que amenazaba con romper el límite en cualquier segundo— Mirá cómo estás…

Chifuyu seguía firme mirando los labios de Baji, como si su fuerza de voluntad fuera suficiente para, tarde o temprano, acercarlos a él.

—Ey, mirame —Baji tomó el mentón de Chifuyu y logró el contacto visual— Creeme que no es que no quiera, y no es que yo no esté borracho también, o drogado —rió apenas—, pero te estás sosteniendo parado porque te apoyás en la barra y con mi ayuda, así que ahora me parece que no da, ¿entendés?

Baji quería que se lo tragara la tierra. Era una persona que no le diría que no a un poco de placer inofensivo, y estaba más que acostumbrado a besar a desconocidos en este lugar, disfrutando la sensación revitalizadora del sabor de labios nuevos y sus variadas maneras de besar.

De día, comentaba con genuino desinterés que no creía mucho en el amor.

De noche, se encargaba de disfrutar a fondo de la belleza ajena, como si eso probara su punto, o como si fuese lo único que le hacía falta.

¿Qué le pasaba ahora?

Chifuyu tampoco parecía querer facilitarle las cosas, optando por combinar una mirada casi suplicante con una mano en la cintura. Esta estrategia difería notablemente del hambre con el que lo había mirado segundos atrás.

Baji suspiró.

—No eu, dale. Estoy siendo un caballero, ¿no te gustan los caballeros? —suplicó.

—No, —mintió Chifuyu por reflejo, pero la borrachera le jugó en contra nuevamente y no lo dejó reprimir la sonrisa que se le escapó.

Baji respiró aliviado y le dio un beso en la frente, fugaz como si incluso eso fuera un crimen.

—Ahora tomate el agua, flaco, por favor.

—Dios, está bien, está bien, —accedió Chifuyu, guardándose la atmósfera lograda y rompiendo la cercanía, aunque por alguna razón se sentía contento de todas formas.

Su frente cosquilleaba apenas, y su mirada, aunque considerablemente más tranquila, no dejó de posarse en su nueva compañía.

Las sustancias en el cuerpo de Baji también parecían haber comenzado a irse junto con la tensión de momentos atrás, pero no dejaría que ocurriera; al menos eso sí podía controlarlo. Pidió otro trago.

—No me digas que ahora te vas a poner en pedo vos…

—Shh, dejame, es temprano todavía, —se defendió con simpleza y una sonrisa.

Lo cierto era que comenzaba a sentir algo similar al temor y eso lo desconcertaba completamente. Las noches en este lugar eran su momento de soltura y despreocupación, y no le gustaba la posibilidad de hacerse planteos disparatados con suficiente lucidez como para volver sobre ellos al día siguiente. Si voy a pensar boludeces, mejor que ni me las acuerde, concluyó.

Justo cuando cambió de estrategia decidiendo no ordenar sus pensamientos en absoluto, un par de manos se aferraron torpemente al brazo de Chifuyu.

—Zzifuyuuu… —balbuceó el recién llegado, con el pelo alborotado y la cara hecha un desastre de lágrimas. Baji se preguntó si era un ritual de su grupo de amigos tomar hasta no poder estar de pie.

La mirada relajada y curiosa de Chifuyu se posó en su amigo a la vez que se transformaba en atención, seriedad y un tinte de preocupación. Baji habría jurado que ese chico jamás había estado ebrio. Chifuyu le dijo unas palabras que parecían tener la intención de reconfortarlo, su amigo asintió derrotado, pero ya no lloraba, y se fue.

—Perdoname, —se excusó devolviendo la atención a su acompañante— a veces se pone así cuando se emborracha y extraña a la novia. ¿Vas a… andar por acá? Nos podemos ver en un rato.

Baji se aferró a esa sugerencia final para olvidar la humillación que había sentido al decepcionarse genuinamente cuando parecía que sus minutos con el rubio se habían terminado.

—Dale, de una, no hay drama. ¿Seguro que está todo bien?

—Sí, sí, tranqui. Pasa siempre.

Una sonrisa genuina, una mano cargada de energía posándose fugazmente en el hombro de Baji, una mirada de soslayo, y Chifuyu desaparecía entre la multitud.

Casi como si el barista hubiese estado esperando este momento, colocó el vaso sobre la barra. Baji vio como el chico ya no estaba por ningún lado, y se bajó el vaso completo en cinco segundos.

Momentos después, cayó con dos vasos enormes llenos de alcohol a la ronda de sus amigos, provocando una combinación de recriminaciones en broma por haberse ido con alguien, y festejos por el alcohol recién llegado.

A lo largo de la noche Baji fue recordando intermitentemente que debía buscar a Ojitos Celestes, sólo para distraerse y olvidarse a los pocos segundos, entre el renovado efecto del alcohol y las ridiculeces de sus amigos.

La música y el disfrute fueron dando paso a la fatiga y la noción cada vez más incómoda del calor que hacía allí, de alguna que otra canción repetida, y cómo la gente se iba retirando de a poco.

—¿Cerramos boliche?

—Escuchame una cosa, Kokonoi, pedazo de puto, —Draken se lo quería comer crudo.— Andá a buscar las cosas del guardarropas, a tu novio, y vamos de una vez.

Las carcajadas de los demás le quitaban seriedad. Koko hizo un falso puchero y se defendió con descaro.

—Ya te dije que Inupi no es mi novio, y me duelen las piernas, no puedo ir al guardarropas-

—¡VAMOS! —interrumpió Draken, exasperado, mientras se llevaba a Koko del brazo en dirección a donde parecía que encontrarían a Inupi, que era el único que faltaba del grupo.

Baji se acordó un poco tarde de echar un vistazo a la reducida multitud, sin resultado alguno. Seguro ya se fue, deben ser como las seis y media.

Salía el sol. Ya no era momento de pensar en Chifuyu; esa era su regla.

Un Kazutora sorprendentemente borracho pero bajo control lo sacó de sus pensamientos para contarle espontáneamente por qué Draken estaba enojado con Koko, pensando tal vez que esa era la razón por la que Baji parecía pensar en otra cosa. Este agradeció tener algo más a lo que prestar atención.

Esa misma tarde de sábado, cuando Baji despertó tras recuperar algunas horas de sueño, su primer imagen mental fue aquel par de ojos celestes bañados con las distintas luces oscuras del boliche, y se preguntó amargado para qué había gastado tanta plata en alcohol si todavía se acordaba de él.

Sin embargo, la amargura le duró unos segundos hasta que miró el reloj y vio que se encontraba a pocos minutos de llegar tarde al taller mecánico de su amigo.

Por primera vez en muchos fines de semana agradeció tener que trabajar después de salir a bailar.

Chapter 2: Un número de teléfono

Chapter Text

—Baji…

No hubo respuesta.

—¡Baji! —repitió Draken.

—¿Qué, qué? Uh, estaba en otra. Decime.

—No, nada, justamente te quería hablar de eso. Mirá, vamos a dar una vuelta y de paso tomamos aire, que no nos vendría mal con esta resaca.

La alusión a la noche anterior sí que le venía mal, pero era un capricho tonto; no tenía por qué quejarse, y sabía mejor que nadie que cuando Draken dejaba ver su lado comprensivo era mejor aprovecharlo, por poco que durara.

—Dale, sí… tenés razón, esperame cinco minutos que me limpio un poco.

Minutos después, Draken suspiró y decidió no retrasar más la cuestión.

—¿Qué te anda pasando?

Su amigo no se molestó en disimular la preocupación, tanto en su tono como en su semblante. Baji lo apreció.

—Bueno… ¿te acordás cuando te conté que andaba complicado con la facultad?

—Sí…

—Resulta que me confié mucho, ¿entendés? Dije "es un curso de ingreso, lo apruebo de taquito", y las pelotas que lo aprobé de taquito. Mi vieja se puso bastante triste y yo me frustré, por mí y por ella. Es una pelotudez eh, no te preocupes, pero viste que uno a veces divaga para el lado equivocado, y me puse a pensar que capaz no me daba la cabeza, no es la primera vez que intento aprobar esto. Yo me esperaba que la carrera de veterinaria fuera difícil, sí, pero no tanto el ingreso…

—Mirá hermano, ya te dije banda de veces que sos muy capaz, ¿no?

Baji asintió.

—Sé que es más fácil para mí hablar, que para vos hacerlo, así que no te voy a hinchar los huevos con eso. Cuando uno se estresa, se estresa; pasa todo el tiempo. Si necesitas descontracturar y que salgamos uno, dos, o diez viernes y nos tomemos hasta el agua de la zanja, vos decilo y ahí vamos a estar, y si necesitas…

Draken fue frenando de a poco y puso su mejor expresión pensativa.

—¿Qué pasó?

—Pará… ¿sabés que creo que me acordé de algo? Había visto un… —empezó a chasquear los dedos, intentando acordarse— un coso de esos… ¡Un cartel! ¡Un cartel de un profesor particular, boludo!

—Ahhh… ¿vos decís? —Baji no sonaba muy convencido.

—Sí, yo digo, pero ayudame a buscar, que se me va…

—¿Qué cosa se te va, boludo? —Baji no pudo evitar reírse apenas; de repente su amigo estaba muy comprometido con la causa.

—El lugar donde lo ví… ¡Ya sé! Creo que me acordé, vení, volvamos al taller y sigamos de largo para la casa de Inupi, por ahí era creo.

Baji lo siguió, avergonzado y agradecido. Al menos no hizo falta que siguiera hablando y le agregara más peso melancólico a la tarde.

De paso, también agradeció no haber llegado a un punto donde fuera inevitable contar que todavía se acordaba de un chico de la noche anterior, y ni siquiera se habían besado. ¿Qué le pasaba?

 

—¡Acá está! —gritó golpeando una pared con varios carteles pegados, y se dio vuelta tan rápido que la trenza casi le golpeó la oreja.

—A ver, dejame ver… —Baji leyó el volante y se esperanzó. Parecía que se trataba de un estudiante de veterinaria de segundo año que daba clases particulares de todas las materias del ingreso, aunque sólo lo iba a necesitar para dos de las primeras tres, y rezaba que no fuera ninguna más.

—Ya sé que parece que me lo saqué del culo, —aclaró Draken— pero lo ví de casualidad, y en este momento es lo único que puedo ofrecerte en temas de estudio. Si necesitás podemos buscar…

—No, no. Creo que está bien.

Baji sacó el teléfono y agendó el número. Anoche debería haberle pedido el número a Ojitos Celestes. ¿Cómo se llamaba? Bueno, no importa. Mejor si no me acuerdo.

—Listo, capo. En casa le mando un mensaje, te agradezco. Vení, te merecés una cervecita.

Draken hizo una mueca. Casi que la mención de alcohol le recordó a su resaca que tenía que hacerle doler la cabeza un poco más.
Pero una cerveza era una cerveza, así que se dejó llevar del hombro por su amigo, agachándose un poco por pura costumbre.

 

La luna brillaba, y Baji se habría ido a dormir más temprano que nunca si no estuviese cocinando en aquel momento.

Bañado, algo descansado y revitalizado, preparaba la salsa para acompañar los fideos, cuando el sonido tenue de su celular vibrando sobre la mesada captó su atención.

"Hablale al profesor, salamín" leía la vista previa del mensaje. Baji sonrió mientras se preguntaba cómo supo Draken que se le había olvidado.

Unos minutos después, Baji se comunicó con el número nuevo, y otros minutos más tarde el intercambio había terminado.

El resultado fue simple:

Un nombre, Chifuyu Matsuno. Sintió que quizás había varios chicos llamados de forma similar, porque el nombre le sonaba, pero dejó pasar el pensamiento.

Una dirección, no muy lejos de la facultad, y a una distancia aceptable de su casa. Le servía.

Amabilidad. Claro que también le servía.

Un día, una hora, y un cronograma de estudio claro y ligeramente intimidante que demostraba sin lugar a dudas que el muchacho se tomaba en serio lo que hacía.

Debería haberle preguntado la edad, pensó. No era importante, pero era una curiosidad válida. Debería haberle pedido el número a Ojitos Celestes, pensó también, y le dieron ganas de pegarse una cachetada por volver a divagar.

Se forzó a concentrarse en sólo dos cosas: la esperanza de aprobar, y que no se quemara la salsa. Otra vez.

Chapter 3: La otra cara

Chapter Text

Ese mismo sábado, Chifuyu despertó en la casa de Takemichi.

La cabeza le daba vueltas e incluso tardó un poco en tener noción de dónde estaba. Había tenido un merecido descanso, aunque todavía necesitaría algún analgésico.

No obstante, giró en la cama y se aferró a un sentimiento que no parecía querer abandonarlo. Era extraño lo que recordaba, si es que podía llamarse recuerdo, porque sólo había retenido la propia sensación que le había dejado una persona. Se esforzó por reconstruir su imagen pero no tuvo éxito. Quería, necesitaba recordar su aspecto; no le alcanzaba tener la certeza de que le había gustado mucho.

Sólo recordaba pinceladas de la noche; un vaso de agua, una risa burlona, unas manos sosteniéndolo, un beso en la frente. ¿Qué más? Estaba desesperado.

Una almohada impactó contra su cabeza.

—¿Qué es esa cara horrible? No me vayas a vomitar el colchón, —advirtió Takemichi.

—Pará, salame, no estoy resacoso… bueno, sí, pero no voy a vomitar.

Se sentó en el colchón tras correr las mantas y se frotó los ojos, como si así pudiera aclarar los recuerdos borrosos que veía bajo sus párpados.

—¡Loco, una cara pido! ¡Una cara! —verbalizó sin querer, frustrado. Tampoco le importó mucho; con Michi había confianza.

—¿De qué hablás?

Chifuyu suspiró. No sabía por dónde empezar.

—Bueno, andá a preparar el desayuno…

—…son las cuatro de la tarde…

—¡Decía! Andá a preparar el desayuno, yo acomodo esto. Tengo chismes.

Así de sencillo era: al chismoso se le iluminaron los ojos y accedió alegremente.

~

La noche anterior se había manifestado, inicialmente, como cualquier otro viernes. Chifuyu y sus amigos aguardaban en la fila para entrar, entre carcajadas, chistes malos y un par de botellas de vodka con jugo.

—Chifuyu… ahí hay un chico que te está mirando mucho, ¿le pasará algo?

Smiley rió. —No hace falta que suenes tan preocupado, hermanito, —comentó casualmente, dándole una palmada en el hombro a Souya para luego dirigirse a Chifuyu.— Creo que sólo te miraba, aunque no me dí cuenta si estaba a punto de estamparte contra la pared y succionarte todo el cuello o si le daba mucha vergüenza acercarse.

—Ahh sí, los dos géneros: vampiro o cagón, —acotó Mikey.

—Claro, —coincidió Nahoya riendo.

—Son dos boludos, el único con derechos acá es Angry. ¿O no, Angry?

—¡Che! ¿Y yo, qué? —protestó Takemichi.

Souya salía por primera vez y tomaba por primera vez, así que tenía una pizca extra de preocupación sobre prácticamente todo. Aún no había entrado al ambiente suelto y bromista que habían creado los demás.

—No seas malo, todos tenemos derechos…

Chifuyu rió fuerte. —Sos lo más, sos lo más. —Los demás lo imitaron también: Angry, a estas alturas, era como su protegido.

—Eu igual, Chifu, no te duermas ahí, ¿eh? Fijate si podés buscarlo cuando entremos, porque estaba bastante lindo el muchacho, —añadió Smiley.

—¿Sí? ¡Quiero ver!

—Entonces no tomes tanto, sino lo único que vas a ver es el piso, —zanjó Mikey, quitándole la botella de la mano como si le estuviera haciendo un favor.

 

Entre el calor de la gente, envueltos en la música y tras varios tragos, el grupo ya estaba dentro, sintiéndose como en casa. Takemichi extrañaba a su novia, Mikey se apoyaba contra la pared y escaneaba el lugar como si fuese suyo, Hakkai bailaba suavemente al ritmo de la música, Angry estaba tan nervioso que parecía querer irse, y Nahoya y Chifuyu esperaban su turno en la barra para comprar más tragos. Todo marchaba como de costumbre.

—Ya te dije que no hacía falta que vinieras, Chifu. Te llego a dar un par de tragos para que me ayudes a llevar y se te van a caer de las manos, si es que no te los tomás antes.

Chifuyu soltó una risita sin arrepentimiento. —Dejame disfrutar, ¿si?

—Sí, sí, estás alegre, me acuerdo… ¿Sabés de qué me acordé también? El chico alto ese, ¿por qué no lo buscás?

—¡Ahhh… cierto! Cierto… no veo un carajo, —confesó, rompiendo en una risa que se le contagió a Smiley.

Otros tantos tragos después, con la ronda completa, Takemichi estaba ya triste, a Mikey no se lo veía por ningún lado, Hakkai bailaba con más ganas y Angry se vería exactamente igual si no fuera por la lentitud de sus movimientos y el notorio sonrojo en su rostro.

—Es su primer pedo, ¿no? —quiso saber Chifuyu, curioso, mientras abrazaba a Takemichi. Este último gesto estaba impregnado en su memoria muscular, y surgía automáticamente cuando su amigo mostraba el menor signo de tristeza, incluso aunque fuese más un drama de la ebriedad que algo realmente malo.

—Sí, —respondió Smiley con una carcajada. —Tiene que soltarse un poco.

Empezó a sonar "Judas" de Lady Gaga, y pareció que a Hakkai le encendieron la mecha. Le encantaba esa canción, e incluso quiso arrastrar a Angry a moverse también, acabando por empujar a todos en un alegre y torpe intento por contagiarles la emoción. Los demás estaban muy acostumbrados a esta versión de Hakkai y rieron con ganas.

Lastimosamente, Chifuyu tenía dificultades para mantenerse en pie, y se habría caído si no fuera por una espalda firme que oportunamente se encontró en el trayecto de sus movimientos erráticos. Más de una vez.

~

—¡Nooo, boludo! —exclamó Takemichi en su pijama mientras mordía una tostada y masticaba sonoramente— ¡No me digas que te caíste encima! ¿Cómo no te ví?

—Sí —rió—, creo que te había soltado en algún momento pero ni me acuerdo qué onda. Bueno, ¿me dejás que te siga contando?

Takemichi asintió con atención.

~

Sus amigos, tan atentos como siempre, lo habían abandonado tan pronto Smiley se dio cuenta de con quién se había chocado.

Momentos después, Chifuyu estaba en la barra bebiendo el agua que ese chico lindo tanto le había suplicado que tomara, y en un punto, plenamente consciente de su elevada temperatura corporal, decidió que quizás sí era buena idea enfriarse la cabeza y sacarse de encima la tensión que le nublaba aún más la mente.

Lo estudiaba fijamente mientras se hidrataba y pensaba en alguna manera coqueta de pedirle su nombre y quizás el número, cuando Takemichi entre lágrimas lo sacó de su ensimismamiento.

Tras explicaciones y una breve despedida, Chifuyu notó que Takemichi había parado de llorar pero seguía ebrio, así que quizás necesitara un poco más de su compañía y la del resto. No obstante, el resto se reducía cada vez más.

Smiley y Hakkai conversaban entre risas tranquilas, y ya no había rastro de la ronda. Chifuyu se había adelantado y los alcanzó junto con Michi, así que les explicó brevemente que él estaba bien, mientras este se veía miserable y parecía querer desmentir a su amigo. Los demás entendieron; esto pasaba muy seguido.

—Eu… ¿y Angry? —quiso saber Chifuyu, dándose cuenta de que estaban sólo ellos cuatro. Por Mikey no hacía falta preguntar; siempre se iba sólo cuando salían, y a veces terminaba yéndose con alguien para luego por la mañana aparecer fresco y casi renovado.

Hakkai soltó una risita cómplice con tintes de orgullo, y fue Smiley el que respondió:

—Ahhh, te lo perdiste, hermano. Primero le vino a hablar un chabón, bastante alto y creo que tenía poca ropa, el nene casi se muere. No sé qué hablaron pero después el pibe se fue-

—Yo casi lloro, boludo, —acotó Hakkai. —Era pintón, se la re perdió el chiquito.

—Sí, posta. Resulta que después vino otro, y al principio pensé que era el mismo, pero no, flasheé mal; era más bajito y tenía anteojos. Y nada, como que Angry aflojó bastante ahí, ni idea por qué. Cuestión que yo pensé "bueno, por fin está hablando tranqui con alguien" y no terminé la frase que se lo estaba comiendo con todo…

Hakkai se rió a carcajadas. —Tendrías que haberlo visto, boludo; primero Angry no entendía nada y después como que fue agarrando viaje, y al final ni idea, se fueron, creo, ¿no? —miró a Smiley.

—Sí, sí, creo que sí. Igual, menos mal; si pasaba a mayores no daba que siguieran acá.

—Ese es mi pollo, la segunda es la vencida dicen, —acotó Chifuyu, también orgulloso— Es tan capo que no llegó a la tercera.

Takemichi, que prácticamente no había estado prestando atención, captó un poco las últimas palabras y rió suavemente. "Bien," pensó Chifuyu.

~

—Ahhh, ¿sabés que creo que me acuerdo de eso de Angry? —comentó Takemichi como si pensara en voz alta.

—Sí, creo que andabas más atento. Yo después colgué una banda en buscar al chabón este…

—Encima sí me acuerdo bien que cayó Angry después con alcohol y re tranquilo, ¿no?

—Sí, —rió Chifuyu. —Lo debe haber atendido bien ese de anteojitos.

Takemichi asintió entre risas. —Ah, pará. ¿Y entonces qué pasó con tu chico?

—¿Mi chico? Ojalá. Nada, quedó ahí. Estaba tan dado vuelta que no me acuerdo la cara, no me acordé de pedirle el nombre, ni el número, ni de volver a buscarlo. Tampoco lo ví de casualidad. No puedo ser tan salame.

—Nooo, que no decaiga compañero, hoy a la noche miremos películas para levantar ese ánimo, ¿sí? Además, capaz algún otro viernes te lo volvés a cruzar.

—Sí, pero no me acuerdo la cara, ¿mirá si me lo cruzo y no me doy cuenta?

—Bueno pa, te vas a tener que producir a full para que, si va, te vea él y no pueda evitar acercarse. Andá en bolas si es necesario, aparte es imposible tener tanta mala suerte como para que ninguno de los dos se acuerde.

—Sí… tenés razón. Voy en bolas, ¿no? ¿Ese es tu consejo? —respondió Chifuyu formando lentamente una risita mientras terminaba de hablar.

 

Esa noche, durante la cena, Chifuyu brindó con Takemichi por Keisuke Baji, el nuevo alumno de clases particulares que, tras un breve intercambio de mensajes, empezaría la semana siguiente.

Chapter 4: Se te está...

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Era miércoles al mediodía y Baji recitaba mentalmente un combo variado y colorido de insultos; se había tenido que quedar más tarde de lo normal en el taller, y para colmo el colectivo no venía.

"Hola, ¿cómo estás? Te quería avisar que voy a llegar un toque tarde, tengo que pasar a comprar algo para picar ahora y encima el bondi no viene. Disculpá que se me hizo tarde."

Baji presionó "Enviar" y ya estaba a punto de empezar a recitar los insultos en voz alta, como si fueran un mantra. Sintió que si el colectivo no aparecía en cinco minutos iba a golpear la cabeza contra algo.

Su celular vibró.

"No te hagas drama, ¿querés comer en casa? Justo estaba cocinando y no me dí cuenta que hice comida de más. Comés fideos, ¿no?"

A Baji se le iluminaron los ojos y su estómago rugió tan fuerte que la señora que estaba en la parada junto a él se dio vuelta y lo miró extrañada.

Estaba a punto de responder, pero se detuvo. Sintió que en realidad se trataba de una simple cortesía, y que debía responder que no. Se acomodó los lentes.

"No, está bien, no te quiero caer de confianza a comerte la comida jajaja. Si me bancás 5 o 10 minutitos que almuerzo, yo caigo."

Respiró, levemente decepcionado consigo mismo.

"Disculpame pero estoy cocinando para dos, no puedo leer lo que dice ahí." Fue todo lo que leyó en la pantalla de las notificaciones. Se preguntó si estaba bromeando con él, y justo llegó otro mensaje:

"En serio, no hay problema con que vengas a comer, de paso relajás antes de empezar y nos concentramos mejor. Suerte con el bondi."

Baji estaba acostumbrado a que la gente actuara intimidada con él cuando iba arreglado, con el pelo suelto, ropa que le marcaba el cuerpo trabajado y los múltiples piercings. También estaba acostumbrado a que actuaran distantes o que directamente no lo notaran cuando iba extra casual a estudiar, con sus anteojos y el pelo recogido. Era prácticamente otra persona.

Lo que no habituaba era que le hablaran con tanta soltura, y aunque quizás fuera porque aún no se habían visto, y quizás el chico fuera de esos profesores descontracturados que destilaban buena onda, igualmente lo desconcertó por un momento lo suficientemente largo como para que perdiera de vista el colectivo que tenía que tomar mientras este pasaba de largo junto a él.

Lo notó demasiado tarde, insultó al aire con las ganas que se venía guardando y suspiró; iba a ser una tarde larga.

 

Algunos minutos después de la hora acordada, el timbre sonó. Chifuyu estaba probando la salsa y por poco se ahoga. Al final no llegó tan tarde como pensaba.

—¿Sí? —preguntó tras abrir la puerta unos centímetros, aún con la traba puesta, y se quedó con la sonrisa congelada un segundo de más.

—Hola, soy yo, Baji.

—Joya, ya te abro, —anunció, y cerró la puerta para destrabarla y abrirla nuevamente con una sonrisa—. Buenas, ¿cómo va?

Al verlo comenzó a dudar si lo conocía de algún lado, pero luego pasó a analizar si tenía sentido pensar que su aspecto era demasiado común y poco llamativo, a la vez que lo acompañaba con un aura levemente intimidante, volviendo muy difícil quitarle los ojos de encima.

Baji, por otro lado, se quedó congelado como si aún estuviese aguardando que su profesor contestara el timbre, sólo que también palideció y le clavó una mirada incrédula al chico que tenía en frente.

Era él.

Con cruel rapidez su mente escogió los pensamientos más inoportunos, como el recuerdo de la mano del rubio en su cintura, o las ganas con las que lo miraba. Para peor, la sonrisa que estaba viendo no tenía la menor variación con respecto a la que todavía recordaba.

Dos segundos después, su rostro pasó de blanco a un tono rojizo, y la sonrisa del Chifuyu flaqueó un poco.

—¿Pasás…?

—¡Sí! Sí, me colgué, perdón. Hola, permiso, —respondió Keisuke apresurado, rendido a la vergüenza mientras entraba a la casa.

Chifuyu cerró la puerta y rió suavemente. —Hoy no es tu día, ¿eh? Y encima te tenés que clavar cuatro horas de clases…

Otra vez esa sensación. Su aspecto era de lo más normal, y ya había descartado haberlo visto antes, pero había algo en su estudiante nuevo que le hacía olvidar lo que estaba diciendo, y estorbaba con su naturaleza de sacar conversación fácilmente para ayudar a que los alumnos pierdan la tensión que podía acumularse teniendo una primera clase a solas con un desconocido.

Baji tragó saliva y sintió que se había escuchado en toda la casa. Olió el aire un par de veces y reconoció un aroma de origen desafortunado y tristemente familiar.

—Se te está… quemando el tuco.

Chifuyu salió de su ensimismamiento y fue a ver la salsa en una combinación de movimientos apresurados y algo torpes que le sacaron una sonrisa a Baji. Era como si el chico estuviera hecho para hacer sentir como en casa a cualquiera que se le acercara.

—Dios… la salvé justo. Bueno, ponete cómodo, dejá las cosas por ahí, donde quieras. Yo ya puse la mesa y los fideos, así que en un toquecito comemos.

Chifuyu aprovechó la nueva calma para seguir analizando al chico, sin resultados. La sensación que tenía en el estómago era a la vez familiar e inexplicable.

Por el momento, decidió aferrarse a lo familiar y tomó el teléfono para mandar un breve mensaje al grupo que tenía con sus amigos, su reporte del día: una única captura de pantalla de una escena de Shrek 2, que leía "Es un papucho, su cara parece tallada por los mismos ángeles."

"¿TU ALUMNO?" Takemichi fue el primero en responder. Chifuyu alcanzó a replicar velozmente un "Sí" antes de que su invitado volviera.

La cabeza de Baji era un recital de rock en las afueras de la capital de Buenos Aires, un lavarropas funcionando ruidosamente con bolitas de metal adentro, un Fiat 600 al borde del desmantelamiento espontáneo andando por una calle adoquinada. Todo al mismo tiempo.

No lograba deducir si el chico lo recordaba o no, si fingía que no, si sólo lo miraba porque le había llamado la atención, si intentaba acordarse de él o si se lo estaba imaginando todo. Se sintió un idiota por haberse olvidado del nombre que Chifuyu le había dado esa noche, y por no haber unido los puntos hasta que fue demasiado tarde.

¿Realmente no se acordaba de él?

Con el nivel de ebriedad que tenía, tampoco le sorprendería.

Optó por dejar de hacerse tanto la cabeza, aunque fuera por cinco minutos.

—¿Te ayudo en algo?

Los dos no tardaron mucho en quedar inmersos en una charla casual que sorpresivamente no era incómoda ni tediosa, mayormente gracias a Chifuyu que había recuperado sus habilidades sociales naturales como por arte de magia e intercalaba sonrisas genuinas, risas espontáneas y temas de conversación simples pero interesantes. Este se apoyaba de espaldas en la mesada, algo cerca de las hornallas, y Baji conversaba con él desde el umbral de la entrada de la cocina; no tardaron mucho en sentir que esa distancia inicialmente adecuada había quedado obsoleta en tanto la confianza se abría paso.

La comida estaba lista.

Un buen plato de fideos con tuco después, Baji había recuperado todo el color, bastante soltura y la certeza de que estaba delirando: definitivamente Chifuyu no lo recordaba. No sabía si sentirse aliviado o decepcionado; mejor dicho, no quería reconocer su decepción, no si significaba la oportunidad de volver a su zona de comodidad libre de sentimientos.

Y a Chifuyu se le retorcía cada vez más el estómago, y no de hambre, ni porque la comida estuviera mal. Conversaba tranquilamente, mientras un grupito de sus neuronas se concentraba en averiguar si su tipo eran los que tenían pinta de nerd, porque no recordaba que lo fueran, pero este chico…

A decir verdad, ni siquiera sabía su tipo. El alcohol lo soltaba bastante, y era el único detonante para hacerlo buscar compañía. Se terminaba el efecto, y volvía a poner la cabeza en su día a día. Nunca había conocido a alguien que le gustara realmente, y tampoco sentía que lo necesitara, así que ni siquiera buscaba.

Pero este chico…

—¿Qué hacés?

—Te doy una mano, —anunció Baji mientras levantaba las cosas de la mesa—. Y ni se te ocurra decirme que no, dejame ayudarte un poquito.

Chifuyu no pudo decir que no.

 

Habían transcurrido ya dos horas. La frustración por no entender algunas cosas era visible en la expresión de Baji, quien estaba aún más irritado porque no podía sujetarse bien el pelo. Acabó recogiéndolo en un rodete y asegurándolo con el primer lápiz que manoteó, el cual pertenecía a Chifuyu. Baji no pareció darse cuenta, y su profesor no vio necesario recalcarlo.

—¿Querés que descansemos un rato? De paso hago unos mates.

A Baji se le iluminaron los ojos.

—Mirá, te conozco hace… ¿Cuánto? ¿Un par de horas? —continuó Chifuyu— Y ya me dí cuenta de que tensaste y aflojaste los hombros un montón de veces, mirá, esperame…

Fue a poner agua a calentar, y volvió directamente a enfatizar su punto presionando con firmeza sobre uno de los hombros de Baji, cerca del cuello. Este hizo una mueca de dolor casi instantánea.

—¿Ves? Si te hago así, aflojás. —Dicho esto y sin pensarlo mucho, pasó a hacer la misma presión con ambas palmas, una en cada hombro. —Fijate de soltar los hombros lo más que puedas y vas relajando.

—¿No te parece que sos un toque bruto? —comentó Baji, mezclando la expresión de dolor con un intento de sonrisa atenuante. En verdad sí estaba contracturado.

Así como así, Chifuyu comenzó a hacerle masajes mientras le hablaba de trivialidades. Baji tardó en procesar lo que ocurría, y sintió que la renovada tensión en sus hombros, tenue pero notable, delataba cada uno de sus pensamientos. Se preguntó si realmente no lo recordaba, si estaba jugando con él, o si simplemente él mismo era alguien con excesiva mala suerte.

Por fuera, sus respuestas estaban en piloto automático. Por dentro, lo estaban matando los breves momentos de contacto con su piel cada vez que a Chifuyu se le iba un poco la mano por sobre el cuello de su camiseta. No parecía hacerlo a propósito, pero tampoco parecía arrepentido, y esa actitud a Baji le ponía todos los sentidos en alerta, llenándolo de curiosidad por saber qué otros lugares de su piel podría recorrer con esa mesura y delicadeza.

Con qué facilidad se olvidaba de la frustración.

Sintió el impulso de alcanzar las manos de Chifuyu y tirar suavemente de ellas hacia abajo, para atraerlo a sí.

¿Desde cuándo…?

—Ah, mirá quién apareció. La arisca de Padme, la reina de la casa.

Las palabras de Chifuyu hacia su gata, evidentemente sarcásticas pero siendo pronunciadas con un tono que rebosaba ternura, fueron como un cachetazo a los pensamientos de Baji, que estaban virando bastante rápido en la dirección opuesta.

Sus hombros dejaron de sentir el peso y Baji se quejó mentalmente, hasta que su profesor se puso de pie frente a él con una enorme gata en brazos, totalmente negra.

—Te presento a Padme. Mirá, tiene el mismo color que tu pelo… —comentó Chifuyu, acercándole la gata e inevitablemente acercándose él también. Baji olió su perfume y su estómago sintió un tirón. La cercanía no le estaba haciendo bien.

—Bueeeno, así como viene, se va, —habló el rubio tras mirar con expresión de derrota cómo la gata se escurría de entre sus manos y se alejaba. ¿Te aflojó un poco? O sigo…

Baji quería que siguiera. —No, está perfecto, me aflojó bastante ya.

—Ahh, te vinieron bien mis masajes, ¿eh? Preparo el mate y estamos.

—Sí…

—Repasate un poco lo último que vimos así ahora te hago un par de preguntitas rápidas y seguimos.

Baji ya no quería estudiar por hoy. Quería que se lo tragara la tierra, entre otras cosas. Aún quedaban dos horas. Se preguntó dónde se había metido, y barajó la posibilidad de no volver, aunque su fuerza de voluntad en extremo debilitada lo instó a descartar esa idea en segundos.

 

Eran pasadas las seis de la tarde. Habían terminado con las lecciones hacía un ratito, y simplemente conversaban como si no se hubiesen conocido ese mismo día, o eso pensaba Chifuyu.

Ya a punto de irse, el rubio iba detrás de Baji mientras se dirigían a la puerta, y vio que este aún tenía el pelo atado con su lápiz. Por impulso se acercó y simplemente lo tomó, como habría hecho con cualquiera de sus amigos para sorprenderlo y reírse un poco.

Baji, concentrado en limpiar sus lentes mientras caminaba, fue tomado desprevenido al soltarse todo su pelo de repente. Volteó y vio a Chifuyu con una sonrisa radiante y levemente juguetona.

—Casi te llevás esto, —aclaró mientras sostenía el lápiz en alto y lo movía ligeramente.

—Ah… cierto, perdón, —rió mientras se tocaba la nuca sin razón, lugar donde segundos atrás se posicionaba su pelo recogido. Se había sobresaltado lo suficiente como para no notar la expresión que cruzó el semblante de Chifuyu al verlo sin los anteojos y con el cabello suelto: unos nervios que alcanzaron a darle vuelta el estómago en una milésima de segundo, y a la siguiente, ya la había cubierto nuevamente con su sonrisa, que no dejaba de ser genuina.

—Bueno, nunca te pregunté cuándo querés pasar otra vez. ¿Te parece todos los miércoles? ¿O preferís dos veces por semana?

—Dos veces, —replicó Baji automáticamente. Cuando lo pensó, ya era tarde. Claro que no necesitaba venir dos veces por semana.

Chifuyu sonrió otra vez. —De una, después te mando mensaje entonces.

Una breve despedida casual y cada uno estaba nuevamente a solas.

Chifuyu bombardeó el chat grupal con sus amigos mandando varios mensajes con signos de exclamación y un audio hablando maravillas de su primera impresión sobre el chico. Él siempre había sido espontáneo, pero aún así sus amigos se sorprendieron: nunca, en años, había tenido interés en nadie. Al menos no estando sobrio.

Baji hizo todo el camino hasta su casa y unas cuantas acciones rutinarias con la mente en blanco. Recién reaccionó por la noche, cuando su madre llegó a casa y tuvo que saludarlo tres veces para lograr que espabilara.

Esa noche le costó conciliar el sueño. La situación parecía estar tornándose más de lo que su cabeza quería soportar.

Notes:

Me puse a pensar un equivalente argentino del yakisoba ese que comen ellos, y dije FIDEOS CON TUCO no podía dejar pasar la oportunidad. Espero que les guste!!! El viernes que viene hay capítulo un poco más largo!!!

Chapter 5: El Templo del Pop

Notes:

Si tienen música a mano y quieren reproducir los temas que voy nombrando MEJOR van a tener la full experiencia homosexual!!! que lo disfrutennn

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Habían pasado dos meses de clases, y Baji marcaba el número de teléfono de Chifuyu para darle las buenas noticias: había aprobado la primera tanda de exámenes parciales.

Estaba reunido con sus amigos cuando recibió la última nota, y todos lo miraron extrañados durante breves segundos por la naturalidad con la que hizo una llamada completamente innecesaria. Baji era el tipo de persona que avisaba todo por mensaje de texto, y reservaba la comunicación telefónica para emergencias.

Podía decirse que Baji y Chifuyu se habían vuelto buenos amigos. La química con la que interactuaban era difícil de comprender, ya que no habían tardado casi nada en tratarse como si se hubiesen conocido de toda la vida. Se entendían a la perfección, tenían sentidos del humor parecidos y compartían gustos, sin mencionar el esfuerzo que ambos ponían a las clases, tanto en enseñar como en aprender, y lo mucho que disfrutaban de los resultados.

Chifuyu no había podido sacarse de encima la atracción que sentía por él, pero la situación tampoco daba pie a que se detuviera a pensar al respecto. Ellos dos se juntaban por razones académicas y tuvieron la suerte de hacerse amigos, eso era todo.

Lo cierto era que, además de todo aquello, Chifuyu había cometido el error de prejuzgar a Baji. Lo imaginaba experimentado, confiado, y alguien que no dudaría ni un segundo en ir a buscar a alguien que quisiera. Así fue como consideró que, si aún no había avanzado, era porque no le interesaba de esa manera.

Y estaba bien. Al fin y al cabo, Chifuyu no tenía casos previos para comparar, así que, acostumbrado a la soltería, decidió aceptar la situación y dedicarse a disfrutar casi secretamente la compañía de su alumno preferido. Además, ni siquiera estaba seguro de qué tan profesional sería de su parte hacer un movimiento sobre él. Se preguntó si había alguna regla tácita al respecto.

Baji aún seguía en negación. Buscaba asignarles cualquier nombre a sus sentimientos, siempre y cuando no fuera nada que se pareciera al "amor". El amor no servía para él, quien tenía de este un concepto en extremo pesimista. No importaba cuántas veces sus amigos le dijeran que lo que ocurrió no volvería a repetirse, él ya había decidido su camino. Afecto físico, una única vez, y un "que te vaya bien" era todo. Debía ser todo.

Algunas veces se preguntaba por qué no había ocurrido eso con Chifuyu, y se regañaba mentalmente por pensar en eso, por confundirse de esa manera. "Sólo es lindo," se decía a sí mismo. "Lindo, amable, dulce, divertido… Es un sol, y te encandiló. Es sólo eso, no flashees."

Ambos disfrutaban estar juntos, y lo hacían con una soltura a la vez sorprendente y aterradora. Sin embargo, por diversas razones, ninguno de los dos creía que valiera la pena ir más allá, así que se habían detenido justo donde comenzaba la tensión, mientras disfrutaban del paisaje.

Bajo ese panorama, se les escapaban miles de pequeñas acciones y detalles que no alcanzaban a ser cubiertos por su afán de pretensión, y que provocaban en el otro aleteos en el estómago, sólo para ser ignorados momentos después; masajes no solicitados pero necesarios, interacciones recurrentes fuera de las clases, conversaciones larguísimas que jamás aburrían, invasiones de espacio personal totalmente consensuadas y recíprocas, e incluso una caja de bombones que Baji llevó una vez "como agradecimiento por la paciencia."

Ambos querían autoconvencerse de que así estaban bien.

—¿Este viernes? ¿O sea, mañana? —se escuchó decir a Baji en el teléfono.

Se sabía que Kazutora era un chismoso, y también que Mitsuya no podía evitar hacerle compañía, o al menos apoyo moral, a cual fuera el amigo que tuviese cerca. Eso lo convirtió en Chismoso #2, conversando con Tora sobre de qué podría estar hablando Baji.

Koko invadía el espacio personal de Inupi, al igual que siempre, a propósito molesto pero bienintencionado. A estas alturas, era probablemente el único que aún creía que sus acciones provocaban una molestia genuina en su amigo, a la que este se había acostumbrado y, resignado, ya no reaccionaba.

Inupi, por su parte, consideraba que el afán de molestia que Koko siempre tuvo con él había enraizado con fuerza, afectando permanentemente su conducta involuntaria y provocando que siempre se le encimara como acto reflejo.

Él no era alguien que se dejara pisotear ni tolerara cosas que realmente le causaran molestia. Ni siquiera contaba con mucha paciencia.

Pero no se quejaría nunca de Koko.

Uno de los pasatiempos favoritos de Draken era observar a estos dos idiotas no entender nada de lo que ellos mismos hacían, y vivir con ello como si nada.

—Bueno, reyes…

—Nada de "reyes", putito. ¿Con quién hablabas? —se burló Koko, apoyando todo su peso sobre el hombro de Inupi y suprimiendo innecesariamente el espacio entre los costados de sus cuerpos. El otro ni siquiera pareció notarlo.

Baji suspiró. —No me dejan pasar una, ¿eh? Es el profe particular, le fui a contar lo de las notas, y justo venía…

—¡Ayyyy, el profe particular! —comenzó Kazutora, provocando las risas de todo el grupo, y pasando a cantar la canción "El Profe", de Miranda, mientras se abalanzaba dramáticamente sobre Mitsuya y este no podía aguantar la risa.

—Yo quiero ser tu profe, mejor dicho, profesoooor…

—El que te enseñe el amoooor, —continuó Koko, divertido.

—Basta, mierdas, —cortó Baji, tajante, en un intento pobre de ocultar su risa.

—Cómo la tenés con el profe, ¿eh? ¿Ya culearon? —aventuró Draken.

—Son todos unos putos, ¿me pueden escuchar? —Baji aún reía; de otra manera, su leve sonrojo habría provocado otra ronda de chistes.

Todos asintieron, aunque a Kazutora se le había pegado la canción y la tarareaba suavecito.

—Mañana vamos a bailar, y sí, viene el profe —anunció, pronunciando con tono exageradamente burlón estas dos últimas palabras—, y también todo su grupo de amigos. Y se llama Chifuyu, ¿sí? No me hagan pasar vergüenza ni se pongan a cantar esa canción rancia, que todavía tengo un poco de dignidad…

—¿Qué dignidad, boludo, si con medio vaso de cerveza ya estás cantando todas las canciones de Miranda a los gritos? Y esta también te gusta, ¿qué te hacés? —inquirió Inupi, divertido.

—Dale, hermano, ¿vos también? —replicó Baji, incapaz de defenderse.

—Mañana nos producimos bien entonces, hay que conocer al domador de fieras, mirá que para hacerte que lo llames… —bromeó Koko.

—Uy, dios, no me los banco más.

-

—Che Inupi, te falta un accesorio me parece —acotó Draken, aludiendo a la ausencia de Koko en el grupo. Había ido a comprar algo para tomar en la fila, mientras esperaban para entrar al boliche.

Como única respuesta, el chico puso los ojos levemente en blanco. No solía responder cuando la broma se trataba de Kokonoi, pero nadie indagaba más profundo que eso, como si fuese una especie de acuerdo tácito dentro del grupo.

—Ya volví, trolas.

—Hablando de Roma… —comentó Mitsuya, al mismo tiempo que Koko le alcanzaba una botella.

—Tomá, vos que sos el más responsable y el menos gil, tenela. —Acto seguido, le alcanzó a Inupi una lata de cerveza. Esta marca era más bien difícil de conseguir, y eso explicaba por qué había tardado más de la cuenta en volver. Sin embargo, ninguno de los dos dijo nada al respecto, actuando como si ese gesto no fuera nada.

Inupi agradecía en silencio que Koko, a pesar de todo, lo cuidara sorpresivamente hasta con detalles tan poco significativos como lo quisquilloso que era con el alcohol.

Koko simplemente actuaba por impulso.

—Eu, Draken, hay un pibito que te está mirando mucho… creo que viene para acá, —comentó Mitsuya de repente, y tras un distraído “¿Mm?” por parte de Draken, un chico rubio bastante más bajo que él pasó caminando demasiado cerca, sin quitarle los ojos de encima, y lo chocó intencionalmente, con aires de estar preparado para pelear con él en cualquier momento, y ganar.

—Perdón, —dijo, mordaz. Antes de que toda la expresión de bronca de Draken terminara de tomar forma, el chico soltó una risita tan juguetona como diabólica y siguió caminando. Ni siquiera volteó a ver si quien acababa de provocar lo estaba persiguiendo, y teniendo en cuenta la considerable altura y aspecto amenazante de Draken, Mitsuya se quedó mirando la espalda del chico conforme se alejaba y profirió un silbido de admiración.

—¿Qué le pintó? —se preguntó Inupi en voz alta.

—Andá, rompele la cabeza, —sugirió Kazutora con emoción. Baji le pegó un codazo.

—Dejalo, debe ser uno de esos borrachos quilomberos, —agregó. —¿Lo conocés?

Draken suspiró y cambió de tema. —¿Quién tiene las entradas?

 

Hakkai se encontró con Mikey a mitad de camino.

—Estaba yendo a buscarte, ¿dónde fuiste, salame?

Mikey rió. —Fui a ver si estaba el boludo ese, y si podía ir a hacerle saber que vine. Mirá, es ese, el alto que tiene un tatuaje en la cabeza… —Mikey gesticuló con la cabeza, y cuando Hakkai siguió su mirada, no pudo apreciar correctamente al “boludo”, sino que su vista se detuvo una milésima de segundo en un chico más bajo, con el pelo teñido de un color lila grisáceo, que justo estaba mirando para su lado.

—Ahh… bueno, vamos, —demandó Hakkai, nervioso de repente.

 

Tiempo después, el grupo de Baji estaba adentro, y él cabeceaba por encima de la gente para buscar a su más reciente amigo. Sospechaba que con el cambio de aspecto quizás sería difícil reconocerlo.

Smiley hablaba con Angry de trivialidades para intentar nuevamente que se relajara y entrara en ambiente, cuando apareció una mano estilizada en el hombro de su hermano y le provocó un leve sobresalto.

—Disculpame… —el chico era sorprendentemente alto, su cabello descansaba largo sobre sus hombros y llegaba hasta apenas después de donde terminaba la tela de su crop-top. Observó a Smiley con intriga, y justo antes de que el silencio misterioso se volviera incómodo, habló nuevamente—. ¿Te molesta si me lo llevo? —Mientras formulaba la pregunta, deslizó la mano descaradamente de un hombro a otro, acabando por colgar el brazo alrededor del cuello de Angry y atraerlo con calma hacia él.

Smiley tardó en reaccionar, era mucha información de golpe, pero lo más impactante era el esfuerzo que estaba haciendo para no estallar en carcajadas, ya que Souya no parecía estar prestando atención a nada más que el torso adornado y ampliamente descubierto del chico a su lado, con la musculatura marcada y notable incluso con las luces tenues del lugar. Nahoya pensó que su hermano estaba a punto de babearse y, a juzgar por la velocidad con la que había vuelto a relajar el cuerpo después de que el desconocido apareciera, decidió que estaba en buenas manos.

—No, tranqui, los dejo —replicó, sonriendo burlón hacia su hermano que parecía haberse olvidado completamente de su presencia. No pudo evitar mirar fugazmente al muchacho, que parecía haber ido con el único propósito de llevarse todas las miradas, y también parecía disfrutarlo. "¿De dónde los saca? Qué pendejo con suerte..." pensó mientras volvía su atención a los demás.

—¿Ustedes vieron eso? —preguntó al resto, con una mezcla de incredulidad y admiración.

Hakkai parecía estar a punto de temblar, y no tenía nada decente para decir, sólo pudo suspirar mientras los veía alejarse. —Sí… —se las arregló para responder.

—Al final el chiquito la vive mejor que todos nosotros, —rió Chifuyu.

Segundos después, mientras el chico lo llevaba de los hombros, otro par de manos se posicionó en su cintura. Souya dio la vuelta, y vio al muchacho con el que se había besado la vez anterior. Ambos desconocidos intercambiaron una mirada significativa, y Angry podría jurar que escuchó una risita por parte de quien aún lo abrazaba, justo antes de que lo soltara y se dirigiera a la barra.

—Ran ya vuelve, fue a buscar unos tragos, —anunció con suavidad el otro, a la vez que apoyaba la cabeza en el hombro de Souya y la cercanía a su oído hacía que, a pesar de la música, casi no fuera necesario gritar.

Angry sentía el calor de su aliento.

—¿Lo conocés? —preguntó extrañado, conforme se daba vuelta. Su compañía no parecía querer soltarlo, y lo cierto era que a Angry no le molestaba realmente.

El muchacho rió. —Ahh, creo que se te escaparon algunos detalles. Empiezo por el principio, ¿sí? Yo soy Rindou, él es Ran, ¿y vos sos…?

Angry se quedó pensando en los dos chicos. Había besado a uno de ellos, y la única razón por la que no había hecho lo mismo con el otro era por la excesiva cantidad de nervios. Ahora resultaba que ambos se conocían, y para colmo no pudo evitar tener muy presente el momento en que sintió tanto las manos de Rindou como el abrazo de Ran, al mismo tiempo. Las luces del boliche ocultaron su renovado sonrojo. Le pareció enigmático que ambos eran diferentes, pero tenían un casi imperceptible parecido.

—Souya, igual mis amigos me dicen Angry…

Rindou reía de manera tal que parecía no ser capaz de abandonar la expresión ligeramente lasciva incluso si algo genuinamente le causaba gracia. Angry no podía sacarle los ojos de encima, y ya conocía de primera mano sus limitaciones con él.

—¿Qué, por la cara? Sí, puede ser que tengas cara como de enojado todo el tiempo… —mientras hablaba, sostenía su mentón con dos dedos, como si lo analizara, y como si no fuese obvia la excusa para el contacto físico.

Angry sintió como un par de brazos se apoyaban gentilmente sobre sus hombros.

—Volví, traje tragos para todos, —anunció Ran, risueño.

—Se llama Souya, —aclaró Rindou, quien por fín verbalizaba una de sus tantas miradas hacia Ran.

—¡Ah, las presentaciones! Me había olvidado, —admitió este. Volvió la atención a Angry antes de seguir hablando. —Perdón, lindo. ¿Cómo no te pregunté tu nombre?

Mientras Ran hablaba, jugueteaba con un pequeño mechón enrulado que salía de la nuca de Souya, mientras el resto de su mano descansaba sobre la piel. Souya se estaba hipnotizando.

Ran tenía una expresión similar a Rindou, sólo que sus intenciones eran inconfundibles. No había sutilezas: el más alto de los tres parecía estar a punto de devorar a alguien, y Angry percibía claramente ser el primero en la fila.

Angry tampoco era un corderito inocente, y Rindou aún no quitaba las manos de su cintura.

Unos tragos después, sonaba "Yo Te Diré", de Miranda, y Angry comenzaba a olvidar la sensación de no tener el tacto de dos personas a la vez. Souya se soltaba, tentado por lo fácil que reía Ran y por la suavidad con que sonreía Rindou, soltura y sutileza combinadas de alguna forma en dos personas diferentes.

Angry estaba ebrio, su pantalón se sentía más ajustado que antes, y era la primera vez que tantas manos recorrían su cuerpo, con entusiasmo sorprendentemente bien recibido.

A Ran le gustaba mucho esta canción, y no dudó en acompañar la letra, especialmente porque era él quien estaba frente a Souya.

—"Yo te diré, lo que podemos hacer, amémonos a escondidas, nena, estemos donde nadie esté, hagamos de nuestro amor, el secreto más profundo aunque lo cante todo el mundo, ¿y qué?"

Angry se divertía con esto, y no pudo evitar notar las miradas que estos chicos compartían. No huían al tacto del otro, ni parecían querer disputarse nada.

—Chicos… ¿ustedes son pareja, no?

Ambos parecieron buscar inmediatamente una respuesta en el otro, a la vez que contenían la risa, Ran más que nada. Rindou era el que mejor manejaba las emociones, incluso ebrio, así que se las arregló para voltear a Angry y quedar cara a cara con él, atenuando con caricias la expectativa de respuesta.

—Ehhh… digamos… que sí, —rió un poco, pero fue más una sonrisa que consideraba algo en silencio. —¿Por qué preguntás?

A Souya, ebrio y con un deseo en creciente progresión, eso le bastaba. Si quedaba algo de duda o nerviosismo, acababa de irse.

 

Al mismo tiempo, Baji tenía el corazón en la boca. Ante la imagen de Chifuyu arreglado de pies a cabeza, riendo y a simple vista más suelto de lo normal, recordó la noche anterior en aquel lugar, la noche en que se conocieron.

Mientras lo observaba, lo invadió una punzada de dolor cuyo origen no le interesaba saber, y sólo fue derivada a segundo plano cuando el rubio interceptó su mirada y pareció dudar. Baji le hizo señas con una sonrisa y se le acercó.

Conforme Chifuyu se aseguraba de que ese era Keisuke, su corazón se aceleraba más. Era el ambiente, la luz, la predisposición de la noche, la soltura temporal en su actitud y algo desconocido en su pecho lo que le impulsaban a abalanzarse sobre el otro en ese mismo momento, pero se detuvo.

Ellos eran amigos, y estaban allí también con otros amigos. Probablemente no era buena idea, no sería profesional, y no quería someterse a la posibilidad de que las cosas cambiaran, para peor y de forma permanente.

De repente, un chico alto y de voz resonante habló.

—¡Vos, enano de mierda! ¿Qué hacés acá?

Sin que Baji lo notara, sus amigos, pendientes de sus movimientos e invadidos por la curiosidad, lo siguieron cuando vieron que había encontrado por fín al tan nombrado "Profe". Los amigos de Chifu ya estaban con él, ligeramente dispersos pero presentes, de modo que fue imposible de evitar que Draken viera a Mikey y se le desconfigurara la cabeza.

—¿Cómo que "enano de mierda"? ¿Te quedaste sin insultos? Andá, te llama tu mamá, —respondió Mikey a aquello, divertido y triunfante. Estaba a punto de irse a merodear y buscar alguien con quien entretenerse por un rato, pero ante la buscada reacción de Draken, descubrió que la situación había dado un giro interesante. Hoy se quedaría con ellos.

Mitsuya miraba de lejos; ya tenía suficiente con cuidar a sus hermanitas, no iba a estar cuidando también borrachos peleadores, incluso aunque Draken pareciera estar bastante sobrio. Baji se apresuró a llegar a su amigo antes que Kazutora, que siempre arengaba todas las peleas que podía.

—Boludo, no me armes quilombo, dale…

Draken bajó los humos con velocidad supersónica. —Está bien… tenés razón, tenés razón.

Mikey estaba cada vez más motivado. Mitsuya suspiró aliviado, y disfrutaba tranquilo de la música. Hakkai y Smiley se reían de Mikey, sorprendidos también por el hecho de que él aún siguiera con el grupo. Koko sonreía maliciosamente por el potencial que veía en las chispas que acababan de volar entre su amigo y el otro chico, mientras colgaba del brazo de Inupi como si fuera incapaz de mantenerse en pie de otra forma. Este último observaba a Draken intrigado, con una ceja ligeramente levantada.

—¿Todo bien? —comprobó Chifuyu cuando Baji se le acercó nuevamente.

—Sí, tranqui, no te preocupes. —Se tomó la libertad de apoyar una mano en su hombro, y comenzó a señalar a sus amigos. —Mirá, te los presento rapidito antes de que alguno se me vaya o traigan más alcohol: el alto ese es Ken, le decimos Draken; los que parecen estar pegados con pegamento industrial son Inupi y Koko…

—Draken… Inupi… Koko… —murmuraba Chifuyu en simultáneo, como memorizándolo.

—…el tranquilito ese, el de pelo lila, es Mitsuya; y el que parece que se mandó cuatro líneas de merca es Kazutora, o Tora, o Cazzu, como quieras.

Chifuyu asintió con una de sus sonrisas deslumbrantes y levantó el pulgar. —Listo, bueno, y estos pibes, eh… el quilombero de allá se llama Manjiro, le decimos Mikey; los dos gemelos… uh, falta uno, bueno… el colorado de rulitos es Nahoya, o Smiley; el alto que tiene cara de pancito es Hakkai, y… bueno, faltó mi compa Takemichi, ya lo vas a conocer-

—Así que vos sos el profe de Baji, ¿eh? —se abalanzó Koko descaradamente, abrazando a Chifuyu. Se sorprendió al ver que era bastante amigable y ni siquiera intentó librarse de él, sino que continuó la charla:

—¡Sí! Un gusto, ¿querés un trago? —preguntó mientras le ofrecía de su vaso.

Kokonoi miró a Baji con una expresión que gritaba "Qué buen ojo, ¿eh?", justo antes de responderle al rubiecito, palmeándole el pecho con la otra mano. —¿Sabés qué, Chufi? ¿Te puedo decir Chufi? Vos me caés bien, sos piola, sos piola, gracias.

Así como así, Chifuyu se había librado de la versión cargosa de Koko, y eso significaba que Kazutora tampoco iba a hacerse el gracioso con él, que era una de las cosas que le procupaban un poco a Baji. Estaba maravillado.

Las tensión entre Mikey y Draken podía cortarse con un cuchillo, pero no actuaron en consecuencia; uno por provocación, el otro por respeto.

Hakkai estaba tranquilo hasta que vio que uno de los amigos de este tal Baji era el chico de pelo lila que había visto antes de entrar. Lo agarró del brazo a Smiley, se le acercó y le contó todo para desahogar y quizás obtener algo de ayuda.

—¿Tan trolos iban a ser todos? —Acotó Nahoya. —¿Por qué no vas a hablarle, salamín?

—¡¿Estás loco, boludo?! ¿Vos viste lo lindo que es? Ese perfil, esa cara… ni ahí, si le hablo me hago pis encima.

Desde la lejanía, Mitsuya no oía la conversación, pero sí interceptó su mirada de casualidad y asintió levemente con con una sonrisa suave, a modo de saludo simplemente cortés. Hakkai le apretó el brazo aún más fuerte a Smiley, decidido a no voltear para aquel lado en lo que quedara de la noche.

Terminadas las presentaciones y la novedad de los grupos encontrándose, la polvareda se asentó y tanto Baji como Chifuyu se aproximaron el uno al otro involuntariamente, como si lo extraño fuera la distancia entre ellos. Casi de inmediato surgieron las conversaciones triviales, los comentarios bromistas, unas risas por aquí y por allá, y más temprano que tarde se las habían arreglado para perder la atención en todo a su alrededor, exceptuando quizás la música.

A pesar de haber ido en grupo, Draken notó la manera particular en la que Baji se desentendió del entorno, lo cual no era propio de él. Esbozó una pequeña sonrisa y emitió un suspiro que nadie notó. Se preguntó si era muy pronto, y si las teorías que poco a poco comenzaban a tomar forma en su cabeza eran apresuradas.

—Te veo muy entretenido a vos, ¿y el payaso dónde está? O había espejos acá y no me enteré…

—Mirá, boludito, no sé qué te pasa conmigo… —De todas las posibles situaciones irritantes que podían arrancar a Draken de sus pensamientos, le tocó la más inesperada e irritante: ese chico.

—Daaale, —comenzó Mikey, sin haber borrado la sonrisa mordaz de su rostro ni por un segundo. —¿No te bancás una vos?

—¿De qué hablás, flaco?

—Nada, nada, —replicó Manjirou, emitiendo un suspiro desilusionado pero sin sentir la menor desilusión. —¿Me comprás un trago?

—Vos querés que te cague a trompadas, ¿no?

A Draken se le estaba hinchando la vena de tanto enojo, pero en el fondo sabía muy bien que todo lo que pudiera decir serían amenazas vacías, ya que a este chico en particular no podía pegarle, por mucho que se lo buscara. Era la primera vez que una persona se aparecía tan cautivante y horriblemente irritante al mismo tiempo. Y ni siquiera sabía su nombre. Tampoco le preguntaría.

La respuesta que salió de aquellos labios eternamente divertidos dio la impresión de haberle leído la mente:

—Dejá, voy yo a comprar, y para que no gastes el “boludito” o el “flaco”, podés decirme Mikey.

—¡No te pregunté!

Mikey sólo rió ante esto, y se alejó como si acabara de recibir una lluvia de cumplidos. Draken se preguntó cuál era su problema, y Mitsuya llegó justo para salvar su estado de ánimo.

Mientras Draken ya no prestaba atención a Baji y su profe, estos dos se habían acercado aún más. Era cierto que el volumen de la música dificultaba la conversación, pero esto iba más allá. Prácticamente se habían acostumbrado a sentir el aliento del otro rozar la oreja y el cuello, con la ya pobre excusa de continuar charlando. La música sonaba incansable, el alcohol se ponía cómodo en sus torrentes sanguíneos, y desplazaba las inhibiciones que los acompañaban cotidianamente.

Nunca se dieron cuenta en qué momento comenzaron a bailar, y luego tampoco notaron cuando aquellos movimientos rítmicos y erráticos se volvieron sincronizados, emparejados, compartidos. Reían, comentaban nimiedades y reían aún más. Seguían bailando, y ya fuera por relajación muscular o por algo más, ambos pares de ojos se posaban en el otro con progresiva frecuencia.

Comenzó a sonar “Hola”, y los ojos de Chifuyu se agrandaron de emoción.

—¡Nooo, me encanta este tema! —exclamó con una energía atrayente, aferrándose a los brazos de su compañero sin pensarlo.

Baji hizo su mayor esfuerzo por responder cuanto antes, y no detenerse en la invasiva consideración de que aquel contacto firme y repentino había sido muy bien recibido. —¿En serio? No sabía que también te gustaba Miranda.

La sonrisa del rubio se ensanchó, y Keisuke creyó ver un atisbo de vergüenza en su expresión.

—Me vas a matar… la verdad es que no conozco mucho ese grupo, sólo este tema.

—¡¿Cómo que no?! —Fue el turno de Baji para aferrar los brazos de su amigo. Si le hubiesen preguntado al respecto, no habría podido deducir qué tan involuntario había sido ese gesto.

Chifuyu soltó una de sus carcajadas revitalizadoras, y su contraparte percibió la extraña sensación de que su pecho se sentía quizás un poco más lleno que antes.

—¡No, no! —replicó, aún riendo. —No, sólamente ese tema, ¡pero me encanta!

—¡Pero siempre pasan sus temas acá! ¡Hace un rato pasaron uno!

—”¡Hola qué tal como te va, qué frase más vulgaaaar!” —cantó Chifuyu, aprovechando para evitar dar explicaciones.

Baji mordió el anzuelo, rió también y olvidó toda la cuestión mientras bailaba una canción de su grupo favorito, con alguien que tenía chances prometedoras de escalar también dentro de sus personas favoritas.

Quiso deshacerse de este pensamiento, pero su cabeza estaba ya en otra sintonía y, al contrario, se concentró en ello y todo lo que venía a su mente, así como en la figura frente a él, vestido para la ocasión, con los pequeños e inconfundibles destellos de glitter a lo largo de sus mejillas y el tenue brillo del sudor en su rostro y sus hombros, que aparecía y desaparecía siguiendo las luces intermitentes.

Otra vez esa sensación en el pecho, y un leve pero presente deseo de hacer cualquier cosa que lo mantuviera riendo así.

“…quiero conocerte, cambiarías un poquito de mi suerte. Sigue la corriente, el impulso de tu piel nunca te miente…” rezaba la canción en aquel momento, y Baji pensó que sería una terrible idea.

Sin embargo, ¿quién era él para desobedecer una canción de Miranda?

Se acercó con lenta determinación, captando cada milésima de segundo con cada uno de sus sentidos, no quería perderse nada. Deseaba deshacerse del molesto espacio entre ellos, escaso para un par de amigos, excesivo para lo que él buscaba. Las yemas de sus dedos cosquilleaban con la necesidad de unirse a la piel de Chifuyu, en cualquier otro lado que no fueran sus brazos.

El rubio comenzó a notar el cambio en la mirada del chico frente a él, y pensó que si existía alguna entidad sobrenatural por algún lado, seguramente había escuchado sus plegarias.

Baji deseaba explorar, sentir… y deseaba también haberse equivocado al distinguir por el rabillo del ojo la silueta de uno de los amigos de Chifuyu, que se acercaba enérgico.

—¡Hermano! ¡Eu! ¡¿Vos viste en qué anda Angry?!

Chifuyu no podría haber negado la ligera irritación, pero en un segundo se disipó. Después de todo, estaban en el boliche de siempre, con sus amigos, buena música, alcohol y nueva compañía. ¿Qué tan avaro podía ser, pretendiendo más? Esta noche ya estaba siendo mejor que las demás y, al fin y al cabo, si Hakkai no hubiese aparecido, él habría cometido un error.

Baji se lo quería comer crudo. Pensó que el tipo era alto, pero no parecía intimidante. ¿Qué tan bien pelearía?

Se regañó a sí mismo y se llamó a la tranquilidad. ¿En qué estaba pensando? Más que pegarle, tendría que agradecerle por sacarlo del delirio, hacerlo espabilar y poner los pies en la tierra. Casi podía escuchar la voz de Mitsuya materializándose en su cerebro, grave y determinante: "Flasheaste, amigo…".

La voz de la razón.

Mentalmente le agradeció a Mitsu, incluso sabiendo que este en realidad no se había enterado de nada. Y definitivamente miró a Hakkai con ojos menos hostiles, autoconvenciéndose a toda costa de que este muchacho le había salvado la noche.

—¡Lo están apretando entre dos, y son esos dos que vimos la otra vez! —exclamó Hakkai, maravillado, mientras señalaba con poca discreción la maraña de besos y toqueteos en la que estaban metidos Angry, Ran y Rindou en una esquina de la pista.

Chifuyu no ocultó la sorpresa, parecía que se le caería la mandíbula. Acto seguido, y para sorpresa de Baji, los ojos de su profesor se abrieron aún más.

—No, pará… ¡él se los está agarrando a ellos! Tremendo…

Ninguno de los dos lo podía creer, y Baji no entendía bien exactamente qué era lo que tanto les sorprendía. Chifuyu lo acercó tomándolo del brazo, haciéndolo formar parte del descubrimiento impactante que acababan de hacer, mientras le resumía quién era Souya, cómo era su personalidad y el destape que significaba lo que estaban presenciando.

Sin embargo, casi de inmediato, comenzaron a percatarse de que quizás era momento de dejar de mirar; la situación estaba subiendo de tono, y quizás pronto se convertiría en demasiada información visual.

Así como así, continuaron los tres riéndose del asunto, Baji considerablemente más relajado, y Hakkai aprovechando para mirar de cerca a quien, sin saberlo, había sido protagonista de tantos elogios en su chat grupal. Momentos después se sumó Smiley a la pequeña ronda, con la expresión de quien sí había visto demasiado mientras regresaba del baño, y provocando así las carcajadas del resto.

La noche continuó tranquila, y la tensión entre Baji y Chifuyu se fue diluyendo y mezclando con el leve olor a humo que rondaba por el lugar.

Mikey nuevamente no estaba por ningún lado, Kazutora intentaba coquetear con el barman, y el pequeño grupo de cuatro finalmente dejó de burlarse de Nahoya, pasando a llamar al resto de los amigos de Baji para que se unieran a ellos.

Smiley casi se quedó sin brazo cuando Hakkai, a su lado, vio que el chico lindo de cabello lila se acercaba con ellos, pero pronto todo el grupo se fundió en una combinación tan extraña como divertida.

Inupi, ebrio como estaba, tenía un poco de atención curiosa puesta en Draken y en cómo este lanzaba más miradas de lo normal en dirección a la multitud. ¿Acaso se había fijado en alguien? ¿Era su oportunidad de devolver los comentarios burlones que siempre recibía de su parte con respecto a Koko? La idea lo divirtió, y esbozó una pequeña sonrisa.

El resto de su atención se encargaba de juntar la totalidad de sus fuerzas para no abalanzarse sobre Koko, quien estaba más lindo de lo normal. El alcohol minaba considerablemente su fuerza de voluntad como para permitirle soportar la presencia de aquella belleza tan familiar sin una reacción, sin siquiera una mueca, de modo que se obligó a poner su concentración en cualquier otra cosa.

Koko, mientras tanto, estaba desesperado. Su sentido común brillaba por su ausencia, y tenía la mirada clavada en Inupi a la vez que intentaba bailar para no desentonar, como si así fuera capaz de hacerle llegar un mensaje telepático para que pusiera los ojos en él, aunque fuera sólo un poco, y también en ese crop-top ligeramente ajustado que resultaba ser del color favorito del rubio; aunque eso, según Koko, había sido pura casualidad. Y ni hablar de la misteriosa incapacidad de agarrar el rostro de Inupi y hacer él mismo el trabajo. Simplemente no se atrevía.

 

Eran las cinco y media de la mañana. Ambos grupos de amigos se sentaban adormilados en los bancos de una plaza, cerca del boliche, mientras esperaban hasta las seis, hora en la que abrían las estaciones de subterráneo.

Había dos chicos de más allí, sentados uno a cada lado de Souya, apoyados sobre sus hombros y aferrados a ambos brazos. Los demás tardaron un tiempo considerable en notarlos, y cuando lo hicieron, no contaron con la lucidez ni la energía para preguntar nada. Angry podía escuchar unos ronquidos suaves resonar en ambos oídos, y aquello lo relajaba. Ran se removió a su izquierda, sin despertar.

Draken se encontraba sentado solo, revisando su teléfono, cuando Mikey se le acercó descaradamente, aunque parecía tener considerablemente menos energía. Draken estaba a punto de sisear algo que lo hiciera irse por donde había venido, pero se detuvo cuando el muchacho simplemente se sentó a su lado, apoyó la cabeza en su hombro y comenzó a dormir casi de inmediato.

La escena y el aroma a su perfume hicieron que Draken considerara que quizás, sólo en ese momento, Mikey no era tan irritante como pensaba.

En aquel momento, junto a la avenida 9 de Julio, entre voces respetuosamente bajas y conversaciones adormiladas típicas de una temprana mañana de sábado, se cernió en el grupo la idea de que esa noche había tenido algo de especial.

Notes:

PENSARON QUE IBA A HABER BESO BAJIFUYU pensaron mal jsjajsj bueno ya que estoy aprovecho para aclarar algo

1. si les incomodó lo de los hermanos haitani + angry es momento que vayan dejando de leer el fic, porque eso no va a quedar acá, lo voy a seguir desarrollando

2. va a haber otros ships como habrán notado (ver tags) y los voy a ir continuando en mayor o menor medida, no va a ser exclusivamente bajifuyu, aunque ellos sí son los principales

bueno espero que vayan a escuchar Miranda, nos vemos el viernes (creo) y siganme en twitter @xmakizx !!! besitos

Chapter 6: ¿Nunca viste un chupón?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Hakkai se preguntaba cuántas veces más se perdería yendo a la casa de los Kawata antes de aprenderse el camino.

Habían sido amigos durante casi toda su vida, así que visitarlos no habría sido un problema si ellos no se hubiesen mudado hacía tan poco tiempo.

Las calles de esa zona eran algo confusas, y a él siempre le costaba admitir que también había sido muy mimado por Yuzuha, su hermana mayor, de modo que manejarse sólo no era precisamente su fuerte. Pero lo intentaba.

Tras avisar vía mensaje que llegaría un poco más tarde de lo estipulado, decidió pasar por alguna panadería a comprar algo para compensar a los chicos.

Mientras caminaba se regañaba mentalmente. En el fondo sabía que no se había perdido sólamente por ser despistado; también había estado distraído pensando en alguien.

Quizás la frase "amor a primera vista" sonara casi imposible y por demás empalagosa, pero no lograba sacársela de la cabeza ni encontrar otra forma de describir esa sensación. Para colmo, ni siquiera podía contentarse con la comodidad de saber que no volvería a verlo jamás, ya que era parte del grupo de Baji, y todos sabían que a Chifuyu le gustaba. Era inevitable volver a encontrarse con él.

Mientras comprobaba otra vez el mapa para llegar a destino, captó con el rabillo del ojo que más adelante había alguien colocando un cartel en la vereda. Hakkai lo miró, se acercó y al leerlo, vio que pertenecía a una confitería. Se veía tranquila, tenía mesas en la parte de adentro, y un único empleado en el mostrador, limpiando.

El aura del lugar le transmitió paz, y Hakkai, distraído como era, decidió entrar y ver si a lo mejor podía encontrar allí algo que llevarles a los gemelos.

Al abrirse la puerta sonó una campanilla suave, y la atención de Hakkai se concentró en la decoración: una mezcla sutil y armoniosa de plantas y cuadros con imágenes de prendas de vestir, tanto fotografías como bocetos. El aroma a café recién hecho energizaba sus divagues, y se distrajo con la forma en la que el sol resaltaba el verde vivo de las plantas.

—Buen día, ¿cómo va? Veo que te gusta la decoración.

Hakkai salió de su trance al oír esto, y cuando posó la mirada sobre su nuevo interlocutor, su teléfono celular se deslizó de entre sus dedos, directo al piso. Y ni siquiera lo notó.

—Bueno, parece que viste un fantasma… —rió el chico, al tiempo que salía de detrás del mostrador para ofrecer ayuda. —¿No le pasó nada a tu celular?

—¡Ah! Ah, sí, no, perdón… —se agachó torpemente a levantar el teléfono, milagrosamente intacto, deseando que se lo tragara la tierra.

—Se ve que es una mañana muy de domingo —bromeó el muchacho. —¿Sabés qué…? Te iba a venir a saludar, pero ahora estoy dudando. Vos te acordás de mí, ¿no?

Era imposible no acordarse.

El chico continuó hablando. —Soy uno de los amigos de Baji, Mitsuya. Nos vimos el viernes, decime que te acordás y que no estoy quedando como un boludo…

Era totalmente imposible no acordarse. Y para colmo, Hakkai estaba descubriendo en este brevísimo intercambio que el amigo de Baji era suelto y sociable, transmitiendo increíble calma e invitando sutilmente a conversaciones interminables.

—Sí, sí, obvio, me acuerdo, sí —replicó Hakkai, esforzándose penosamente por no dejar que su tono de voz delatara sus nervios.

Mitsuya no era tímido, pero tampoco se consideraba demasiado confiado, "lanzado" como diría Draken refiriéndose a Koko. Se podía definir como tranquilo, contando con la dosis justa de confianza que le proporcionaba la determinación y la mesura que lo caracterizaban. Sencillo y sin vueltas.

Cuando vio entrar a Hakkai por la puerta de su local sintió que había ganado la lotería. Lo había visto una vez, le había parecido muy lindo, y si bien sólo habían intercambiado un breve saludo unilateral, bastaba para que lo entusiasmara la idea de volver a cruzárselo en alguna salida. Así que, claro que hablaría con él ahora que había aparecido de manera tan casual e inesperada.

En una milésima de segundo, Mitsuya decidió su curso de acción, que solía ser siempre el mismo: buscaría charla, se acercaría cuantas veces pudiera sin cruzar la delgada línea entre interés y desesperación, coquetearía poco como para ser considerado coqueteo, pero lo suficiente como para imbuir en duda la posibilidad de ser catalogado como "amigo". Y por supuesto que le dejaría un espacio de acción, dándole la posibilidad de dar el paso definitivo, de tener la última palabra.

No obstante, el plan tenía ya una falla desconocida para él. Por más cartas sobre la mesa que pusiera la otra persona, Hakkai jamás daba el paso, y jamás lo haría. Inseguro y tímido como era, nunca terminaría de convencerse de que era buena idea encarar a alguien.

Sin saberlo, y sin siquiera haber comenzado a intentar nada, ya se encontraban en un callejón sin salida.

Mitsuya aguardaba ya detrás del mostrador, como si cercanía y conversación ocurriendo al mismo tiempo fueran más bien un lujo reservado para después. —Fenómeno, y… ¿vos eras…? Perdón, hasta ahí llega mi memoria.

—¡Hakkai! Hakkai… perdón, creo que lo grité mucho…

—Cuánto entusiasmo, ¿eh? Ah, esperá, me puse a distraerte con tanta charla y nunca te atendí, ¿qué ibas a llevar?

—¡Ah, cierto! —Hakkai le agradeció mentalmente, sentía que si la conversación seguía cinco segundos más, su rostro comenzaría a sudar. —¿Me preparás…? Eh… dos, tres… ¿Me preparás seis porciones de torta milhojas, porfa?

—Y… ¿no te conviene llevarte la torta entera? Hay una más chica que no es como la común, es más o menos lo mismo y te va a terminar costando menos.

—¿Si? Ay, creo que tenés razón, qué boludo, me salvaste —Hakkai debía tener cuidado si no quería hacer el ridículo, aunque quizás fuera un poco tarde para preocuparse por eso.

—Tranqui, no es nada.

El intercambio terminó con Hakkai acalorado por los nervios, saliendo de la confitería en una especie de huída. Mitsuya había logrado conseguir sugerir que Hakkai anotara la cuenta de Instagram de la cafetería, en caso de que quisiera volver a comprar o incluso etiquetarla en alguna historia. De paso ofreció también su cuenta de Instagram personal, ateniéndose al endeble pretexto publicitario. Sólo restaba esperar.

 

El timbre sonaba por tercera vez, y Angry se estaba impacientando.

—Nahoya, ¿podrías atender, por favor?

—Estoy en eso, estoy en eso.

En la puerta, Smiley se encontró con un Hakkai que, si no lo conocieran bien, pensarían que acababa de presenciar un accidente de tránsito con resultados fatales.

—Traés comida y te noto colorado en vez de pálido, así que asumo que no es nada grave. ¿Qué pasó?

—¡No sabés lo que me acaba de pasar!

—Uhh, ¿qué onda esta bolsa? No conocía esa confitería.

—¡Dame bola!

—¿Qué pasó? —Angry acababa de salir del baño.

—¡Ahora les cuento! ¿Vieron que me per…?

—¿Te per…? —Consultó Smiley ante el silencio abrupto, desde la cocina, mientras buscaba un cuchillo para cortar la torta.

—Boludo, ¿esos son chupones? —Hakkai se había distraído de su historia con algo que claramente tenía más urgencia: el tranquilo, cuidadoso, reservado y casi inocente Souya Kawata tenía esas marcas en el cuello.

El silencio inmediatamente posterior sólo fue pincelado con una carcajada desde la cocina.

Angry se encogió de hombros y colocó una mano en su cuello, como si alcanzara para tapar las marcas, o como si ese propósito fuera a servir de algo.

—¡Nooo, pará! ¿A ver? ¡Vení, dejame ver! ¿Qué onda esto? ¿Qué te hicieron? —Hakkai se debatía internamente entre la preocupación y la admiración.

—Noo, boludo. Estoy bien, no me hicieron nada.

Angry se sentía un poco abrumado, pero agradecía mucho la preocupación. Esta empatía involuntaria que tanto había contribuido a que le asignaran el título de "protegido" en su grupo, le impedía terminar de comprender el entusiasmo orgulloso de su amigo.

—¿Qué pasó, no salieron todavía? ¿No te funcionó eso del peine? —Inquirió Smiley, curioso, mientras servía las porciones.

—¿Ya sabías vos? Dios, ¿qué onda? ¿No comen nada estos pibes que le andan masticando el cuello así? ¿Quiénes son? —Hakkai no frenaba, y Angry estaba empezando a verle lo divertido a su amigo en estado alterado.

—Pará, flaco —rió Smiley— ¿Nunca viste un chupón? Vení a comer.

Angry continuó como si nada. —No, me parece que es una huevada eso del peine.

—¿Posta? Fua… Bueno, ya fue, dejátelo así. Tomá Hakkai, pasale a mi hermano.

—¿Tenés el Instagram de alguno? ¿O el número? —continuó Hakkai.

—Sí, sí, tengo. Pero pará, ¿qué nos ibas a contar?

—Ah sí, eso, contanos —acotó Smiley.

—¡Ah, sí! Dios, bueno, resulta que me perdí, ¿vieron? —comió un bocado y comenzó a gesticular con el tenedor— Bueno, quise comprar algo para que desayunemos porque otra vez los hacía esperar, así que me metí a una confitería re linda que ví justo, no la conocía, y bueno. Resulta que no había nadie, y yo colgué viendo unos cuadritos y unas plantitas…

—Re trolo —Nahoya hablaba con la boca llena.

—Silencio. Decía, colgué viendo la decoración, y en eso escucho una voz profunda que casi me desintegra el bóxer.

Angry casi se ahogó por la risa repentina. Su gemelo estaba muy ocupado comiendo, pero escuchaba.

—¡¿Saben quién atendía en la confitería?!

—¿Quién? —los Kawata hablaron al unísono, en piloto automático, demasiado acostumbrados a guiarle la conversación.

—¡Mitsuya!

—¿Quién? —esta vez la pregunta vino con interés genuino.

—Uno de los amigos de Baji…

—Ah, ni idea —Angry se desentendió automáticamente de la búsqueda de referencias; no había estado prestándole atención al desconocido grupo de amigos esa noche. Seguramente lo haría la próxima, o eso esperaba.

—No lo estaría ubicando por nombre, de pedo me acuerdo las caras —confesó Smiley, pensativo.

Hakkai se indignó. —¿Cómo que no, forro? Te estuve hablando de él…

—¡Ah! ¿Es el pibe con el que me rompías las pelotas? ¿El de pelo lila?

—¡Sí, ese! No le había escuchado la voz, así que cuando lo miré y ví que era él casi salgo corriendo.

—Me imagino —comentó Angry. Si no se tratara de él, habría sonado sarcástico o burlón, pero Souya era genuino cada vez que hablaba, y Hakkai solía agradecer esa personalidad que diluía los pequeños bordes filosos que tenía la forma de ser de Smiley, a veces distraído, a veces poco paciente, a veces mordaz.

—¿Y se acordaba de vos? —quiso saber Nahoya.

—Sí, boludos… arrancó a hablarme lo más bien, y no sé si fue porque se acordaba de mí y asumía que yo también, o porque en realidad es así de amable, por el trabajo que hace y todo eso, ¿no?

—Y… no lo conocí, pero sí es verdad que si trabaja atendiendo gente puede tener más facilidad para charlar —aventuró Angry mientras se servía otra porción de torta.

—Claro.

—Sí, puede ser… sí, ahora que lo pienso, en un momento me preguntó si yo me acordaba, así que seguramente fue una charla cualquiera y yo deliré más o menos, aunque con esa cara… aparte estaba apoyado sobre el mostrador, y tenía una camisa que por la posición le marcaba los braz…

—Concentrate, salamín —comentó Smiley brevemente antes de servirse también él otra porción.

—Sí, bueno. El tema es que… me pasó su Instagram.

Los dos lo miraron al mismo tiempo; finalmente venía lo interesante.

—Ah, entonces te estuvo chamuyando, ¿no? —preguntó Souya.

—¡No! No, no, no. Para nada. Me ofreció el Instagram de la confitería, por si me gustaba la comida y quería subir una historia y etiquetarlos, y también me pasó el suyo por si también quería etiquetarlo.

—¿Por eso nada más? —La sonrisa de Smiley se tornaba levemente socarrona.

—Sí amigo, ni que me estuviese queriendo levantar. Seguro tiene novia, tiene pinta. Seguro lo ayudó a decorar el lugar y todo.

—No me vas a decir que por ser varón no pueden gustarle las plantas y la indumentaria, ¿no? —Nahoya miró de reojo a Hakkai.

—Bueno, sí, tenés razón, no tiene nada que ver eso… bueno, pero igual, no creo que me haya estado chamuyando, sólo me quedé alteradísimo porque desde que lo ví que lo quiero evitar para ahorrarme los mini-pánicos y resulta que me lo cruzo ahí, fue demasiado.

—Y, escuchame, ¿por qué no vas sacándole una foto a esto antes de que muera totalmente? —quiso saber Angry.

—Nooo, queda horrible que la saquemos ahora, no da subir eso.

Mientras hablaban, Smiley había sido el más despierto y el más rápido en actuar. Aprovechando todo lo posible antes de que Hakkai se diera cuenta, tomó su teléfono, buscó el Instagram del chico en la aplicación de Notas y lo siguió.

—Mirá, trolo, tomá —Nahoya le devolvió el celular a Hakkai, y en él estaba el chat de Mitsuya abierto. —Lo acabo de seguir. Yo te recomendaría que le mandes una foto super casual de la torta a punto de acabarse, le digas que no llegó a la historia porque estaba muy rica, lo que sea, y que después pasás a comprar otra, y ahí sí les hacés la promo y todo.

—¡Sos un forro! ¡¿Lo seguiste ya?! ¡¿Cómo sabías dónde lo había escrito?! ¡No lo iba a seguir! ¿Qué le digo ahora? ¡Nahoya!

—Después me lo agradecés, ¿dale? Mirá, justo, te acaba de seguir también…

—¡¿Ya me siguió?! La puta madre, me va a dar un infarto, hoy no la cuento…

Cómo único camino que vio posible, Hakkai hizo exactamente lo que Smiley le había sugerido, no sin borrar varios intentos de mensajes y fotografías, como si no comprendiera bien lo que significaba un mensaje casual.

Unos momentos después, la pantalla del teléfono celular de Angry se iluminó al vibrar con la llegada de una notificación de WhatsApp: un “Buen día lindo” coronado con un emoji de corazón. Ante esto, Souya exhaló un poco más de aire de lo normal, reprimiendo con éxito la leve sonrisa que quiso asomarse en su rostro.

Al mismo tiempo, Smiley se disponía a informar en el chat grupal, con lujo de detalles, lo que estaba sucediendo con Hakkai. No obstante, una respuesta en particular les llamó la atención. “Baji se está cagando de risa, pero le dije que no diga nada.”

Mikey, Nahoya y Takemichi releyeron el mensaje dos o tres veces, con incredulidad, sin saber que estaban compartiendo la misma reacción.

Para sorpresa de nadie, Takemichi fue el primero en responder.

“BAJI ESTÁ CON VOS??? TROLAZOOO”

“Basta tarado, nos juntamos un toque a desayunar para ver algo de las clases en esta segunda parte del cuatrimestre.”

Segundos después, otro mensaje más de Chifuyu:

“Dios por qué les doy explicaciones??”

En aquel momento, Hakkai entró al grupo de WhatsApp de los chicos y toda la atención de la conversación volvió a él.

 

La mesa donde Chifuyu desayunaba con Baji se encontraba en la terraza de un café, y el rubio agradeció la leve exposición al sol, al cual podría culpar de cualquier sonrojo o mueca que apareciera en su cara, fuera de su control.

Baji lucía distinto bajo la luz del sol, y Chifuyu podía distinguir más tonalidades de marrón en sus ojos, expresivos y penetrantes. Por más que no lo aceptara, en el fondo sabía que, mientras más tiempo transcurriera, más esfuerzo le costaría mantener la escenografía mental que montaba para sí mismo, según la cual estaba feliz y conforme con Keisuke Baji siendo su amigo, y nada más.

 

Un poco más temprano esa mañana, otros hermanos diferentes se planteaban el curso a seguir.

—¿Te parece, Ran?

—Siii, me re parece. Podríamos verlo alguna que otra vez más, ¿no? Es un… —el muchacho chasqueó los dedos un par de veces, buscando la analogía correcta—, ¿cómo dicen? Cuando parece un angelito, pero…

—Ahhh, ¿lobo con piel de cordero?

—¡Sí! Eso, es un lobo con piel de cordero —Ran sonreía, divertidísimo—. ¡Tenemos que verlo aunque sea una vez más! No sólo terminó siendo más de lo que pensábamos, sino que le vino re bien estar con los dos a la vez, ni se mosqueó, ¿viste?

—Sí, ahí tenés razón… —Rindou se sentaba en el borde de la cama, y mientras hablaba, pensativo, desenredaba suavemente el pelo de Ran, quien tomaba asiento en el suelo, entre las piernas de su hermano. —Pero le dijimos que somos pareja, yo pensé que después de eso íbamos a tocar para otro lado.

—Bueno, sí… pero no es como si nos fuera a investigar o algo. En vez de estar una vez sola con él, estaríamos… ¿Dos? ¿Tres, como mucho? Y después a otra cosa, como hacemos siempre. No hace falta que le demos información detallada de nada, y antes de que se de cuenta ya se va a haber olvidado de nosotros.

Rindou barajaba las posibilidades.

—Daaale, Rin, ¿no te querés divertir vos también? ¿O me vas a decir que no te quedaste con las ganas de aunque sea un rapidito por ahí? ¡Porque yo sí!

Rindou sonrió. Lo entretenía la manera en la que Ran siempre le leía la mente, y con su personalidad más atrevida era quien verbalizaba los pensamientos de su hermano menor.

Al girar y ver esa reacción, Ran no dudó y tomó su teléfono para escribir un mensaje que no auguraba nada bueno.

Notes:

Si Mitsuya me hablara con la voz que tiene en el anime yo también tiraría el celular a la mierda y entraría en pánico BUENO decía, espero que les haya gustado y espero tener otro capítulo el viernes que viene ♡

Chapter 7: Esa no es la llave

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

El sábado siguiente, por la mañana temprano, Chifuyu se despertó abruptamente por el sonar indiscriminado del timbre de su casa.

—Holaaa, ¿cómo va? —saludó Mikey con una sonrisa cuando Chifuyu abrió la puerta, al tiempo que entraba sin haber sido invitado a pasar.

—No desayunaste, ¿no? —mientras hablaba, Takemichi entraba con un paquete envuelto en papel, y se podía sentir el tenue aroma de facturas recién hechas.

—Son unos cornudos, ¿cómo van a caer a esta hora y sin avisar?

—¡Qué tragedia! ¡Te vimos en pijama! ¡Se te ven los pelitos de las piernas! —vociferó Takemichi, exagerado, haciendo reír a Mikey, que se había sentado en la mesa esperando a que los demás sirvieran la comida. Chifuyu comenzaba a sospechar que las facturas las había comprado Michi.

Desde que a Chifuyu le habían regalado una consola de juegos, sus amigos iban cada vez que podían a visitarlo, o mejor dicho, a jugar un rato. No siempre podían ir todos, pero de alguna manera, Mikey y Takemichi eran la constante de las visitas.

El dueño de casa les preparó café y descubrió que el atenuante de las facturas recién hechas había surtido efecto: ahora estaba de mejor humor.

—Eu, miren que después de comer yo me tengo que ir, ¿eh?

—Ahá —respondieron los dos al unísono, como si fueran zombies, sin quitar la mirada de la pantalla.

Unas horas después, como era de esperarse, tras haber pedido comida para almorzar, Mikey y Takemichi aún seguían allí. Chifuyu ya estaba vestido para irse, y se estaba impacientando.

—Che, dale, posta me tengo que ir, les voy a desenchufar la Play si siguen así…

—¡NO! —gritaron ambos, con impresionante coordinación.

Mikey añadió un comentario que se venía guardando hacía rato. —Te vas con Baji, ¿no?

—Pero… ¿cómo sabías?

—Te pusiste el perfume caro —comentó Takemichi con una media sonrisa, uniendo los puntos poco a poco—, ese que nunca querías usar porque no tenías momento, que era muy caro, que bla, bla, bla.

—Exactamente, y tampoco te vestiste súper elegante, estás más bien casual. Lindo, pero casual. No son las pintas para ir a alguna fiesta, y menos a esta hora, así que sólo podía ser Baji —concluyó Mikey.

—¿Desde cuándo soy amigo de Sherlock y Watson? —Chifuyu suspiró, rendido—. Sí, lo voy a ir a buscar al taller del amigo y después nos vamos. ¿Por qué?

A Manjiro se le encendió una lamparita en el cerebro. —¿Qué amigo?

—Ehhh, ni idea… ¿sabés que no me acuerdo? Pará… era algo con D…

—¿Draken? —aventuró Mikey, ocultando muy bien la chispa de esperanza para que no se notara en su tono de voz.

—Sí, creo que sí, puede ser que sea Drak…

—Listo, vamos con vos.

Takemichi lo miró de reojo a su amigo, pero tampoco era como si tuviese algo que hacer ese sábado, así que no dijo nada.

—¿Para qué…? Ahhh… —Chifuyu entendió casi de inmediato— Querías ver a Draken, ¿no? No dejás títere con cabeza vos.

—Claro.

—Ni ahí, seguro vas a ir a armar bardo.

—Quedate tranquilo, de día no me gusta hacer esas cosas, y aparte no te quiero hacer quedar mal.

—No.

Takemichi escuchaba el intercambio en silencio.

—Dale.

—Dije que no.

Mikey se dio vuelta y miró a Chifuyu con ojos de perrito mojado. Chifuyu era de los menos firmes del grupo, después de Takemichi.

—Está bien, forro, está bien. ¿Vos también venís, Michi?

—¡Sí! Obvio.

—Bueno entonces levanten el culo del sillón, porque si llegamos más tarde no sé si vamos a ver a Draken —mintió Chifuyu, con la esperanza de convencerlos para salir cuanto antes.

Tan pronto como dijo eso, Mikey apagó la consola y se alejó como si no hubiese estado ensimismado en la partida segundos atrás.

 

—¿Seguro que no tenés drama con quedarte hasta terminar? —preguntó Draken, visiblemente preocupado.

En el taller en el que trabajaba con Inui habían recibido un auto para reparación con categoría de emergencia, la cual yacía en la cercanía del cliente con el padre de Draken, quien era dueño del lugar. Los dos empleados trabajaban incansablemente, y se quedarían después de hora si fuera necesario, pero Baji ya había terminado con sus tareas de medio tiempo, así que, técnicamente, podía irse.

—Obvio, ¿cómo me voy a ir? Les doy una mano, entre los tres vamos a terminar más rápido y nos vamos a ir antes.

—Pero, ¿no tenías que encontrarte con Chifuyu? —inquirió Inui, a la vez que agradecía internamente la ayuda del muchacho.

—Sí, pero no pasa nada. Le dije que venga para acá si quería, y que me espere. Creo que estaba viniendo, después me fijo en el teléfono…

—¿Qué te parece, Inupi? ¿Lo ponemos a laburar también? —bromeó Draken.

En aquel momento, como si hubiese sido invocado, el chico rubio hizo sonar el timbre de la entrada.

Al atender la puerta, Inupi se encontró con el invitado, un chico que le resultaba vagamente familiar, y otro que desconocía por completo.

—Hola, ¿todo bien? Vos eras Inupi, ¿no? —saludó Chifuyu.

—Sí, sí. Todo bien, ¿vos? Pasen…

—Permiso —Matsuno tomó la delantera—, él es Mikey y este de acá es Takemichi.

Las formalidades pronto quedaron enterradas en el silencio abrupto que, viniendo de Chifuyu, hablaba a gritos. Takemichi pensó que su amigo se había atragantado y lo observó preocupado, pero pronto descubrió que él sólo había presenciado el momento exacto en el que Baji salía de debajo de un auto. Una herramienta en la mano y el mameluco desabrochado y bajado hasta la cintura, sin cumplir realmente su función, revelando una remera negra sin mangas. Era una situación tan cliché que algunas de sus neuronas reaccionaron lo suficiente como para reírse un poco de sí mismo, y de lo patético que seguramente se veía al mirar boquiabierto el físico de su amigo.

El único de los presentes que no se enteró de esta reacción fue Baji, quien casualmente se frotaba el sudor de la frente y los ojos con el antebrazo, y le dio tiempo de sobra a Chifuyu de salir de su estado de shock. Su rostro había lucido tan penosamente cautivado, que nadie tuvo el valor de burlarse, ni siquiera Mikey; miraron la escena desarrollarse, algo confundidos, hasta que Baji rompió el hielo sin saberlo.

—Banquen un segundo que me voy a lavar bien la cara, por lo menos, así los saludo.

Takemichi no pudo evitar prestar atención a aquello que le había arrancado tal expresión a su compañero, y mentalmente le dio la razón. La manera en la que se le marcaban los músculos de los brazos era realmente criminal. Mikey, por otro lado, si bien era alguien que sabía apreciar este tipo de imágenes, había clavado los ojos en Draken, y lo que estaba ideando en su cabeza bien podría haber sido acompañado por el sonido de la campana de un ring.

Draken buscaba una botella de aceite en las estanterías, que se encontraban en un cuartito pobremente iluminado, con una puerta de metal constantemente abierta y trabada con una piedra, ya que se había roto hacía tiempo y, una vez cerrada, costaba mucho volver a abrirla. Aún no había mirado a los visitantes, cometiendo el error de confiar en que no habría nada que lo perturbaría esa tarde.

—Ahora sí, hola —saludó Baji con un tono de voz considerablemente más suave de lo normal, y una sonrisa de oreja a oreja. —¡Viniste con los chicos! ¿Qué onda? ¡Hola!

Tenía mucha facilidad para sacarles sonrisas a los demás una vez que entraba en confianza y era él mismo, y Takemichi y Mikey no eran la excepción. Casi de inmediato, les ofreció a los tres pasar a la pequeña cocina que tenían allí y prepararles un café. Inui volvió al trabajo y a los auriculares que estaba usando, y no escuchó cuando Mikey dijo que iría luego, porque primero iba a saludar a Draken.

La entrada al cuarto no estaba en absoluto en el campo de visión de Inupi, y cualquier fuente de sonido escapaba a su audición debido a la música que escuchaba, de modo que Mikey tenía campo libre de acción.

—¿Qué onda? Tanto tiempo.

Draken reconoció penosamente el tono de voz antes de ver el rostro, y su expresión cambió a una de desprecio casi inmediatamente, a la vez que bajaba los brazos con lentitud y suspiraba.

—Lo que faltaba. ¿Qué hacés acá?

—Ay, Kenchin, ¿no saludás a la gente vos?

La sangre le subía a la cabeza con impensada velocidad. —Te pregunté algo.

—Nada, nada —replicó Mikey con inocencia mal fingida—, estábamos en lo de Chifuyu y vinimos a acompañarlo. ¿Por qué?

Draken suspiró nuevamente, esta vez para tragarse el enojo, y volvió a lo que estaba haciendo, quitándole la atención a su interlocutor. —No quiero problemas, ¿sí? No sé bien qué te pasa conmigo, pero no me vengas a joder donde laburo… Y no me digas Kenchin —añadió tras una breve pausa.

Lo cierto era que Mikey de vez en cuando tenía ganas de pelear con alguien, y la primera impresión que tuvo de Draken fue la de un oponente que no lo aburriría. Al pasar la primera provocación, y descubrir que el chico parecía tener tanta facilidad para enojarse como para controlar ese mismo enojo, vio en él un desafío, sin pasar por alto lo atractivo que se veía queriendo golpearlo.

Manjiro había querido que él iniciara la pelea, pero este no lo hacía, y si bien habría encontrado frustrante y aburrida esa misma actitud viniendo de cualquier otra persona, con este muchacho en particular sólo lograba que quisiera redoblar la apuesta. Además, no tardó mucho en aceptar que el atractivo de Draken era un punto a favor, y ya ni siquiera sabía exactamente qué tipo de provocación era la que ponía en práctica. Estaba casi seguro de que aceptaría cualquier resultado.

Su mente barajó las posibilidades con rapidez, y se le ocurrió una idea que, según él, sería infalible. Visualizó una llave en un estante cerca de la puerta, y se imaginó que la piedra que la mantenía abierta era una cuestión de comodidad y nada más. La llave parecía encajar en la cerradura, así que la tomó en un movimiento veloz, asegurándose así que podría abrir él la puerta cuando quisiera, o, mejor dicho, dejar salir a Draken cuando quisiera.

Apenas pudiendo reprimir la risa, corrió la roca de lugar y dio un paso adelante, dejando libre el curso de la puerta para que se cerrara con un ruido engañosamente suave.

Sus expectativas no estuvieron a la altura de la reacción de Draken, que se sobresaltó casi de forma exagerada al oír aquello.

—Lo que quiero es saber por qué no intentaste pegarme todavía. Tenés pinta de que te gusta pelear, que sabés hacerlo, y que sos fácil de irritar, ¿entonces…?

Mikey fue completamente ignorado. Draken lo pasó de largo y comenzó a forcejear con el picaporte. —Dios, dios, sos un pelotudo…

—Pero tengo acá la llave, chabón —se defendió Mikey, agitando el pequeño objeto metálico frente suyo para probar su punto.

—¡Esa no es la llave de acá! ¡La puerta estaba trabada por algo! Dios, mi celular está afuera, la concha de la lora…

Mikey suspiró. Lo frustraba que le salieran mal las cosas, pero no lo admitiría jamás, su orgullo era más grande.

—Bueno, pibe, ya nos van a sacar —resolvió sin mucha preocupación. Confiaba en que los sacarían y, si bien tenía su celular encima, tampoco desaprovecharía esta oportunidad tan pronto. Se posicionó más al fondo, donde Draken había estado parado segundos atrás, casi como si intercambiaran lugares.

—Te había preguntado algo —continuó.

Draken sintió que explotaría de furia. Pensó en los posibles motivos por los cuales la vida lo estaba torturando ese día en particular, a la vez que perdía el interés en la puerta y todos sus sentidos le gritaban que golpeara al chico frente a él hasta que se desmayara; después de todo, se lo estaba buscando.

—¡¿No te das cuenta de que estamos encerrados, pedazo de pelotudo?!

—Sí.

—Ah, o sea que te chupa un huevo. ¿Todo tiene que ser sobre vos?

—Sí.

—Dios, te ví un par de veces y me parece que sos el tipo más infumable que conozco —sentenció Draken, sin saber que eso llegaba a los oídos de su compañía como un cumplido.

—A mí me parece que sos un cagón… —aventuró Mikey, aparentemente decepcionado, secretamente expectante.

A Draken se le agotó la poca paciencia que le quedaba y aferró a Mikey del cuello de su camiseta, golpeándolo contra la pared, que estaba ya a escasos centímetros de su espalda. Nuevamente consideró golpearlo mientras aún lo sostenía con fuerza, pero no lo concretó. Emitió un gruñido, mezcla entre frustración y confusión. Observó la sonrisa mordaz del otro, se concentró en la manera en la que nada de lo que hiciera parecía amedrentarlo, y consideró que, probablemente, le costaba lidiar con esta situación porque no estaba acostumbrado a ser objeto de una provocación tan descarada y temeraria.

—Tengo terribles ganas de cagarte a trompadas, pero no puedo, y no sé por qué, punto. ¿Feliz? ¿Ya tuviste tu respuesta? ¿Me vas a dejar de joder ahora?

Mikey estaba satisfecho. Su mente presenciaba un curso intensivo de aceptación sentimental conforme lo miraba cada vez más, convenciéndose de que le estaba gustando, y eso hacía todo más interesante. No tenía la certeza de agradarle, pero, en situaciones donde cualquier persona interpretaría sentimientos completamente lejanos a la atracción, él veía un atisbo de esperanza. Prefería los caminos empedrados.

Además, el hecho de que Draken se enfureciera tanto pero no pudiera concretar nada, y que ni siquiera supiera por qué, era más de lo que necesitaba para aumentar el ritmo de sus pulsaciones. Y de alguna manera, aquello lo sorprendió.

—Draken, ¿estás ahí? —oyeron a Baji hablar desde el otro lado de la puerta.

—¡Sí! Sí, ¿me abrís?

—Otra vez, ¿eh? Ya no sé con qué hay que trabar la puerta esta para que no se cierre… —comentaba Keisuke desde afuera, en parte para sí mismo, mientras buscaba entre las herramientas algo para hacer palanca con la puerta y desatascar el cerrojo.

—¿Está Mikey ahí? —quiso saber Chifuyu.

—Sí —respondieron los chicos encerrados al unísono, Draken con tono exasperado, y Mikey sonando demasiado relajado y satisfecho como para encontrarse en la situación en la que estaba.

Sumado a la irritabilidad, Draken debía lidiar con unos nervios extraños provocados por la mirada prolongada que Mikey parecía clavarle sin el menor reparo, como si le perteneciera. Así y todo, no hacía nada más que eso, aparte de provocarlo. Ryuuguuji quería obligarlo a decirle qué le sucedía y por qué la fijación en él, pero desistió inmediatamente al considerar que así, seguramente, entraría en su juego.

—¿Te parece si hacemos las paces? —sugirió Mikey.

—Mirá… —Draken comenzó la réplica, pero fue inmediatamente interrumpido por la voz de Baji.

—¡Subí un toque la puerta que yo hago palanca de este lado!

—¡Listo, dale! —Draken se sintió aliviado de tener algo que hacer, y tras unos cuantos segundos de forcejeo lograron destrabar la puerta.

—Perdón por eso —se excusó Baji ante Chifuyu, sonriendo, incluso aunque este no le había pedido explicaciones acerca de nada. —¿Nos bancás un rato más que terminamos?

En aquel momento, Inupi salió de su burbuja personal sacándose los auriculares, y se acercó a los demás con expresión preocupada.

—Chicos, ¿Koko no vino todavía, no?

Draken y Baji notaron que ya había pasado la hora en la que Koko solía pasar a buscar a Inupi todos los sábados después del trabajo. Si bien siempre lo molestaban con que Koko y él se la pasaban estando juntos, y soltaban cuantas bromas de nenes de primaria se les cruzaran por la cabeza, siempre sospecharon que había algo serio detrás de su cercanía, algo complejo que ninguno de los dos notaba o quería reconocer, de modo que sabían perfectamente cuándo no burlarse.

—No, ¿por qué no lo llamás? —Draken fue el primero en responder.

Antes de que Inupi pudiera responder, entró una llamada telefónica en su celular: Akane.

El chico se preparaba para decirle que la llamaría más tarde, pero fue interrumpido.

—Koko está acá en casa.

Akane pronunció aquellas palabras con sutil urgencia. Era una mujer ya cansada de ver años de idas y vueltas entre su hermanito y el mejor amigo, que nunca se habían separado pero parecían, de algún modo, empeñados en no unirse del todo. Un muchacho convencido de que la amistad no iría más allá, y otro muchacho confundido y resignado a que sólo podría obtener la atención de su amigo molestándolo, haciéndose ver. Su relación se había vuelto tan compleja a lo largo de tantos años, con la falta de comunicación haciendo cada vez más nudos en sus corazones, que simplemente se habían acostumbrado a vivir cada uno con su propio elefante en la habitación, sin saber que lo compartían.

Para empeorar la situación, cuando eran pequeños, a Koko le había gustado Akane, y si bien había sido tan fugaz como podía ser el enamoramiento de un niño, una mezcla de la inocente admiración de la belleza con una confusión genuina, Inupi aún se aferraba silenciosamente a aquello, sin saber que, de parte de Koko, hacía años que había quedado olvidado.

—Ah… bueno, me quedo tranquilo, después cuando termine voy yo para allá.

—Fijate si podés venir ahora, Seishu.

—¿Por? Iba a venir a buscarme, pero si está allá seguro quería saludarte y charlar un rato con v--

—Seishu —Akane suspiró—, está ebrio, está llorando y está preguntando por vos.

Notes:

Suspiro no me terminó de convencer como hice este capítulo pero buenooo armemos cadena de oraciones por Hajime Kokonoi

Gracias por leer ♡

Chapter 8: Algo infantil

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Mientras Inui sostenía el teléfono junto a su oreja, los chicos vieron cómo sus ojos se abrían un poco más. Emitió una réplica breve, cortó la llamada y fue a buscar el casco y su abrigo.

—Ken, me tengo que ir, creo que Koko no está bien. Termino y vuelvo a ayudarte —sugirió de mientras.

—Ni ahí, hermano. Quedate el tiempo que necesites, acá con Baji terminamos tranqui —respondió Draken.

—Eso. Ni te preocupes, vos andá.

Inupi observó agradecido a Draken y Baji. Se retiró tras saludar también a los visitantes, y al cabo de pocos minutos ya había llegado a su casa.

—No… noo… yo lo espero acá… —oyó decir a Koko, sentado en la vereda. A esta altura, parecía que Akane se había resignado a intentar hacerlo pasar, y le planteaba nuevamente la sugerencia desde la entrada de la casa. Al ver llegar a su hermano, se sintió aliviada y dejó la puerta entreabierta, volviendo a sus asuntos y dándoles privacidad, si es que una conversación en la vereda precedida por un borracho escandaloso podía tener algo de privacidad.

—Eu, ¿qué te pasó, amigo? —inquirió Inupi mientras bajaba de la moto, para luego acercarse e intentar ayudarlo a ponerse de pie. Ignoró la punzada de dolor adicional que sentía por estar viéndolo mal; ya se había acostumbrado a preocuparse como amigo y como alguien que tenía sentimientos, y lo segundo podía barrerlo debajo de la alfombra sin mucho problema.

Koko comenzó una risita juguetona al verlo, pero cuando intentó acercarse, su expresión se ensombreció de repente. —Soltame, soltame, p-puedo solo…

—No, boludo, no podés —Inupi vio los ojos de Kokonoi, hinchados de tanto llorar, y algunos tenues rastros de lágrimas en sus mejillas. El dolor se intensificaba y ya costaba ignorarlo. El contraste de este Koko con el que estaba acostumbrado a ver era devastador.

—¡Soltame, te dije!

La respiración de Inui se detuvo ante esta reacción abrupta.

Y la tolerancia de Koko se había agotado unas horas atrás.

No había una razón puntual para que, la noche anterior, Koko se acostara a dormir llorando. Hacía algunos años que sus noches llenas de lágrimas no tenían ningún disparador en particular; eran el efecto secundario del dolor que lo acompañaba desde que tenía memoria. Tenía experiencia en llorar dos, tres veces por semana, asegurándose de que nadie lo viera, ni se enterara, ni sospechara. Era muy consciente de que la cercanía a Inupi bajo el simple título de “amigo” lo destrozaba poco a poco, día tras día, pero no estaba dispuesto a alejarse. Hacía tiempo ya que había decidido clavarse las espinas necesarias para permanecer cerca de aquella rosa.

A veces se enfadaba con él por no verlo de la forma en que quería, pese a sus esfuerzos. Otras veces, aceptaba la realidad y se repetía “mientras él sea feliz…” como un mantra, sin molestarse siquiera en completar esa frase. En ocasiones diferentes, le abría paso a la desesperación, a la profunda tristeza y la impotencia que sentía al ver que, muy a pesar de su personalidad extrovertida, cuando llegaba el momento de considerar hablar las cosas con Inui, el miedo profundamente arraigado de que se aleje de él era la sensación que tomaba el control, y el pánico le cerraba la garganta. Hablar las cosas no parecía ser una posibilidad.

Sin embargo, todas las mentes llegan a su límite, y el llanto de Koko la noche anterior había sido el último que soportaría dejando las cosas como estaban. No se decidía si estaba enfadado con Inupi, consigo mismo o con qué, exactamente, así que había optado por echar a patadas su sentido común, aunque fuera por unas horas.

Se había embriagado con todo lo que tenía a su alcance un sábado al mediodía, olvidando por completo que debía buscar a Inupi por la tarde en el taller, como todos los sábados. Y así había terminado en su casa, insistiendo en verlo, incluso cuando Akane repetía una y otra vez dónde se encontraba su hermano en realidad.

En este punto, Koko funcionaba pura y exclusivamente por instinto, y este le listaba una mala decisión detrás de la otra. Pero ya no importaba, ya no aguantaba más.

No le dio tiempo a Inupi a reaccionar.

—Escuchame, quiero que… q-que me digas algo… —balbuceó, todo lo enojado que podía sonar con la considerable cantidad de alcohol en sangre que tenía.

—¿Podemos entrar primero?

Koko no respondió. Parecía estar pensando con mucho esfuerzo, y unos segundos después se encaminó hacia la habitación de Inui. Este lo siguió, no sin cerrar la puerta de entrada tras de sí y ganarse una mirada preocupada de su hermana, sin siquiera notarlo.

—Escuchame, vos… ¿me escuchás? —demandó Koko, ya a solas con Seishu. No soportaba esa extraña mirada que Inupi le estaba dedicando, sus sentidos no estaban aptos para captar sutilezas en aquel momento—. No me… mires así.

Inupi no sabía de qué otra manera mirarlo. Sentía que el corazón se le saldría por la boca en cualquier momento.

Él y Koko se habían criado juntos. Habían compartido juegos, travesuras, risas, primeras experiencias, y una en particular que aún mantenía fresca en su recuerdo como si hubiese pasado ayer, como si ocurriera constantemente. O quizás eso deseaba.

Cuando eran pequeños, Koko había intentado besar a Akane y, sin que ellos lo supieran, Inupi los había visto. El ángulo desfavorable desde el cual el pequeño Seishu se había topado con la escena no le permitió distinguir que, en realidad, el beso nunca había tenido lugar. Un cúmulo de sensaciones desconocidas se había comenzado a concentrar lentamente dentro suyo conforme se retiraba de la cocina de su casa, dejándolos solos, dirigiéndose directo a su habitación.

Nunca supo que Akane había tenido una breve conversación con Koko, disuadiéndolo de volver a intentar algo así con ella, explicándole los motivos, y tratando de guiarlo sutilmente a comprender y seguir su propio corazón, que ella creía y esperaba que estuviese puesto en su hermanito, por pura intuición.

Más tarde aquel día, Koko estaba por irse a su casa, y se paró frente a Inupi, confundiéndolo. En una mezcla de entusiasmo, vergüenza e impulsividad, lo tomó del rostro y lo besó. Segundos después, al separarse, quedaron inmersos en un silencio perplejo, siendo la mente de Koko la que arrancó con más rapidez, y se fue casi corriendo.

Habían sido muy pequeños para ese tipo de cosas, para saber qué hacer a continuación, qué esperar, qué interpretar. Hubo un acuerdo tácito que la incertidumbre forzó sobre ellos, según el cual no volverían a hablar de esa situación, y así fue como ninguno supo nunca qué se cruzó por la cabeza del otro en esos instantes.

Construyeron los años siguientes de amistad en base a suposiciones que no hacían más que justificar su silencio, nacidas del afecto que poco a poco fue echando raíces en sus corazones, mezclado con la incertidumbre que la pubertad convirtió en miedo y cerró aquel asunto bajo siete llaves.

Por su parte, Inupi era el menos predispuesto a la expresividad, y las conclusiones apresuradas que su mente infantil había sacado en aquel entonces permanecieron inamovibles. Principalmente, para él, Koko había besado a Akane. Ni uno ni la otra le habían hablado de aquello, así que, en su mente, era un secreto del que no debería haberse enterado. Ni siquiera en la adultez se detuvo a considerar que su hermana, doce años mayor que ellos, podría simplemente haber dejado que los niños resolvieran lo suyo, si tenían que hacerlo.

Ya habiendo dejado atrás la niñez, la pubertad y la adolescencia, lo que no había dejado atrás aún eran los sentimientos por Kokonoi, mientras los percibía envueltos en el pesimismo más oscuro, y por esa razón huía de ellos todo cuanto le fuera posible.

Al ser reservado, era más paciente con estas cosas. Se había acostumbrado, y era esa misma costumbre la que lo había llevado a asentarse en una certeza: no importaba cuánto Koko se aproximara a él, cuánto quisiera molestarlo para irritarlo, para llamar su atención, o simplemente para estar junto a él. Todo sería meramente amistoso, o bien, nacería de la atracción de su amigo hacia Akane. Inupi sabía que, en el mejor de los casos, era una proyección de un fracaso no superado por completo, de un amor no correspondido cuya herida aún seguía abierta. Y él había decidido tiempo atrás que jugaría ese papel, si eso significaba escuchar la risa de Koko aunque fuera una vez más, y luego otra, y otra más.

Pero ahora Koko no reía, e Inui se sentía completamente desconcertado, desorientado. El faro que siempre lo guiaba se había apagado de repente.

—Bueno- voy a asumir… que me estás escuchando… —Koko lo señaló con el dedo índice, y su imagen era tan patética que se veía como un niño queriendo parecer amenazante y fallando penosamente.

Lo infantil de su aspecto habría divertido a Inupi, si no fuese porque verlo tan mal afloraba sus sentimientos, y ese detestable recuerdo del inocente beso que había tenido lugar tantos años atrás, y que aún le provocaba un cosquilleo en los labios y una punzada en el corazón, inundaba gran parte de su mente. Estaba paralizado, y su natural expresión neutra no ayudaba a dar a conocer ni un ápice de lo que sentía en aquel momento.

—Estoy cansado, ¿entendés? Yo… no sé, estoy cansado de esto… de todo esto —se quejaba Koko, arrastrando las palabras, mientras gesticulaba algo que se veía como si señalara el espacio vacío entre ambos.

Una persona cuyas neuronas estaban mayormente concentradas en mantenerlo de pie, sin ánimos de querer ni poder explicarse adecuadamente. Otra persona con tendencias pesimistas, de pocas palabras, emocionalmente vulnerable. Años de resignación encima, y la completa ausencia de experiencia en la comunicación sentimental. Era una terrible combinación para resolver cualquier problema.

Quizás había sobreestimado su fuerza de voluntad, o había perdido de vista su negatividad natural, pero de alguna u otra manera, la situación activó sus mecanismos de defensa, llevándolo a llenar las incógnitas en el discurso de Koko con sus propias asunciones.

—¿De qué? —inquirió Inui, imperceptiblemente aterrado— ¿De mí?

El estado en el que se encontraba Koko lo volvía presa fácil de ser guiado en una conversación, y al haberse debatido internamente sobre con quién o con qué debía enojarse, las palabras de Inupi fueron un peligroso salvavidas para liberarlo temporalmente de esa duda tan incómoda.

—Sí, también, vos… todo, no puedo más… —Pese a todo, Koko aún intentaba reunir algo coherente y claro para decir, pero lo único en lo que podía pensar era en sus ganas de llorar, y no quería hacerlo en frente de Inupi.

Seishu sólo pudo guardar silencio. Algo se había roto en su interior.

Koko hizo un último intento, presa de la desesperación que aún estando ebrio se colaba a través de sus sentidos difusos, arañando el fondo de su corazón.

—¿Yo t… te gusto? ¿O… no? —exigió saber, lo mejor que pudo, arrastrando aún las palabras.

Su amigo esperaba oír cualquier cosa menos eso. Tan directo, tan repentino, tan demandante, que parecía haberle leído los pensamientos. Seishu, demorando más de la cuenta en formular una respuesta, mientras aún procesaba la situación, sólo logró generar más impaciencia en su interlocutor. Koko no estaba listo para recibir silencio.

—No importa, olvidate que… olvidate que dije eso último… no… no importa, chau.

Koko se retiró, e Inupi creyó ver por el rabillo del ojo una lágrima deslizarse por su rostro. Se mantuvo de pie allí, procesando todo, pensando que tanto dolor de golpe debía ser una broma pesada, considerando que ya era suficiente castigo lo que sufría poco a poco desde aquel beso.

Akane lo sacó de su introspección.

—¿Qué pasó? Koko se fue llorando…

—Nada, no sé, no entendí bien. Me dijo algo de que se cansó, no sé. ¿Me dejás sólo un ratito, porfa? —dijo, con una mano en el picaporte, ya disponiéndose a cerrar la puerta de su habitación.

Su hermana asintió, e Inui se hundió en sus pensamientos.

 

—Bueno pibitos, se me cuidan, usen forro… —comentó Mikey mientras se alejaba de la fachada del taller, arrancando una risa de Takemichi que caminaba a su lado.

Baji rió también, y Chifuyu se quería comer crudo a Mikey.

—Relajate, son bromitas inofensivas —comentó Keisuke, divertido, mientras palmeaba suavemente el hombro del rubio—. Ya entiendo por qué a Draken se le hinchaba la vena de la frente con este tipo, se ve que le gusta joder.

—Sí, es un… Nada, dejá. ¿Vamos?

—Dale.

Ninguno de los dos era capaz de percibir el intenso magnetismo entre ellos, visible incluso en la forma en que se miraban, se entendían y caminaban uno al lado del otro. Sus individualidades habían encajado armoniosamente, pero ambos estaban completamente ajenos a ello.

Cada tanto robaban las miradas más fugaces, como si fueran preadolescentes en el patio del colegio, y sorprendía la manera en que el otro nunca parecía notarlo, y si lo hacía, su mente simplemente le asignaba una razón lógica que nada tenía que ver con que hubiese algo más ocurriendo entre ellos.

Profesor particular y alumno. Futuros compañeros de universidad. Amigos.

Y nada más.

Ya en la casa de Chifuyu, ambos se pusieron cómodos y entraron en su máximo estado de concentración para hacer el repaso que habían pautado para cada semana.

Al terminar, Baji sintió como si se hubiera sacado un peso de encima. —Bueno, Chifu, ¿ponemos la peli ya?

—Pará, emoción —rió—. ¿Tan buena está? Esperá que esté el agua para el mate y miramos.

—Siii, está buena, es distinta… no sé cómo explicarlo, ¡pero está buena!

Unos años atrás, Baji había desarrollado una extraña fijación hacia esa película. Había estado intentando reparar su corazón roto, y se encontró con ella en la televisión, en un momento donde buscaba desesperadamente cualquier distracción.

Su mente adolescente se había centrado dramáticamente en la idea de que el amor era más bien una ilusión, y que si realmente existía, era una crueldad que sólo culminaría en el sufrimiento que él estaba experimentando. De modo que, al encontrarse con una película que trataba sobre la ruptura de una relación, y que al principio advertía que no era una historia de amor, sus convicciones se asentaron con la mayor firmeza.

Además, al ver cómo Tom sufría incansablemente por Summer, pero al final de cuentas aquel sufrimiento resultaba ser un empujón para que buscara una mejor posición en la vida, se convenció de que, después de su propio dolor, vendrían cosas mejores, ninguna de ellas asociadas al amor.

Continuó llorando por su ex-novio, pero comenzó a sentir que era el castigo justo por haber sido tan ingenuo de creer en aquellos sentimientos. Se prometió que no cometería el mismo error, y que se dedicaría a sus amigos, su madre, él mismo, y nadie más.

No tardó mucho en perdonarlo; después de todo, más allá de las cosas que habían sucedido, logró comprender que él tenía razón cuando le dijo que no estaba preparado, ni era el indicado para corresponder los sentimientos de Baji.

Keisuke lo había entendido, como alguien que había decidido pronunciarse ajeno al romance. Y cada vez que lo extrañaba o lo miraba con ojos anhelantes, volvía a ver esa película para no olvidar el disparador de sus convicciones.

Con el tiempo, tuvo alguna que otra discusión con Draken, quien veía a través de él como si fuese transparente, y solía plantearle que no era la mejor idea mentirse a sí mismo y erigir una muralla emocional infranqueable sólo por miedo a volver a salir lastimado.

En el fondo Baji sabía que Draken tenía razón, pero no lo admitía, ni lo haría jamás. Estaba convencido de que así estaba bien. Y Draken ya se había rendido con intentar disuadirlo.

—Bueno, ya está el mate… —anunció Chifuyu mientras preparaba todo. —¿Cómo me dijiste que se llamaba la película?

—500 Días Con Ella.

—Ayyy, ¿es una película de amor? Re putooo —bromeó el rubio, al tiempo que un intrigante y suave cosquilleo estorbaba en su estómago.

—¡No, ese es el chiste! —replicó Baji, risueño y entusiasmado—. Justo al principio aclara que no es una historia de amor. Es súper realista aparte, y es como que te deja recalculando todo al final…

—Fua, posta te gusta, ¿eh? Bueno, miremos.

Al terminar, Baji estaba feliz. Aquella película era una especie de lugar seguro para él, un cable a tierra. Y sin saber por qué, había tenido muchas ganas de compartir ese refugio con Chifuyu.

No obstante, este no sabía cómo sentirse.

A él nunca le había interesado nadie realmente. Las chicas no le gustaban, y no había tenido el momento ni la voluntad de buscar chicos, de modo que, además de lo naturalmente despistado que podía llegar a ser, tampoco tenía ninguna experiencia romántica.

La historia que vieron le abrió un panorama confuso, pero definitivamente comprendió que había algo más grande y quizás preocupante detrás de alguien disfrutando con tanto entusiasmo una película de este estilo.

—Che, Kei…

Era la primera vez que Chifuyu empleaba un apodo tan personal para Baji, pero no se le ocurría otra manera para expresar la preocupación curiosa que sentía.

—¿Sí…? —la sonrisa de Baji fue desdibujándose lentamente.

—¿Qué te pasó?

—¿Con… qué?

—No sé… qué se yo, no siento que sea una película en la que alguien se fijaría tanto, o sobre la que alguien se pondría tan feliz, a menos que te haya pasado algo… ¡Igual! —se apresuró a aclarar—, igual no hace falta que me cuentes si no querés… pero, no sé, me preocupé un poco.

Chifuyu luchaba fuertemente con el impulso de hacerle algún mimo, y tampoco entendía la fuente de ese sentimiento. Sólo lo observaba fijamente, como si no hubiese nada más alrededor, con una expresión que lo invitaba a hablar, a abrirse.

Por su parte, Baji se detuvo a pensar. No le gustaba que vieran a través de él, ni siquiera soportaba que lo intentaran, pero viniendo de Chifuyu se sentía de alguna manera diferente.

—Nada, nada… fue hace un montón. Justo ví esta peli cuando el que era mi novio en ese momento me había dejado, y sentí que me ayudó bastante a terminar de convencerme de que el amor es como algo re infantil y todo eso, ¿viste?

—Uh, mal ahí eso… pero, ¿cómo que “algo infantil”? No entendí.

—Y sí, onda, que pasa sólo en las películas y capaz te lo quieren vender como que esos romances re intensos existen en la vida real, pero no es así. Y bueno, yo cuando era más chico me la re creí, y terminé llorando como un salame. Igual está bien, medio que me lo merecía por ser tan crédulo —rió a lo último, desconcertando a Chifuyu.

Una de las cosas que este había pensado mientras veía la película, era que sentía curiosidad por experimentar el amor, sólo que debía ser con la persona indicada. Otra cosa era que no quería cometer el error de ignorar los signos alarmantes sobre la incompatibilidad con alguien, y aferrarse ciegamente a una persona sin pensar en las consecuencias.

Había sido una experiencia triste, pero de alguna forma motivadora. Y no podía negar que consideró a Baji como una posibilidad, por mucho que lo avergonzara.

Al escuchar a Keisuke decir algo tan poco coincidente con lo que él había estado pensando, no supo si sentirse atacado o si darle la razón. Quizás el deseo romántico sí era algo infantil, o al menos lo sería si se enfocara en alguien como Keisuke Baji, que demostraba no estar para nada dispuesto a ir más allá de una amistad.

Chifuyu se las arregló para introducir una combinación de comentarios agradables y sonrisas deslumbrantes, desviando sutilmente la conversación a cualquier lugar que no fuese tan profundo y peligroso. Baji no protestó, e incluso Chifuyu consideró que su expresión se asemejaba mucho a una de agradecimiento, quizás por el cambio de tema.

Recordó las leves, inconscientes e inevitables chispas de esperanza que en algunos momentos había sentido, y se regañó mentalmente. Se preguntó, con tono de reproche, en qué estaba pensando. Consideró que Baji era un tipo carismático, amable y hermoso, tenía todo para llevar la vida que quisiera, estar con quien quisiera, tener las amistades o las noches casuales con quien se le diera la gana, y al día siguiente seguir con su vida. Si alguien iba a arrancar a semejante hombre de su negación amorosa, sería una persona particular, especial. No él.

A la vez, agradeció haberse dado cuenta a tiempo de que su lugar probablemente no era allí, y que no debía tomar el camino directo a un fracaso anunciado.

Aceptó la situación, agradeció la certeza, pero de todas formas no pudo evitar entristecerse. A veces la ignorancia y la incertidumbre eran, para el optimista, un motor de energía. Y cuando el camino se aclaraba, no quedaba mucho más por explorar.

Profesor particular y alumno. Futuros compañeros de universidad. Amigos.

Y nada más.

Y aún así, Chifuyu no podía evitar querer observar a Baji más de la cuenta.

Notes:

Me dolió tanto escribir esto y releerlo 382 veces para corregirlo jsjsja re divertido escribir!!!
Y sí, hice a Akane 12 años mayor porque se me hacía más cómodo así jiji bueno espero que les haya gustado el angst, un saludito y no prometo actualizar el viernes que viene porque estoy con exámenes pero voy a intentar y ver qué onda
gracias por leer ♡

Chapter 9: Los cuatro fantásticos

Notes:

REAPAREZCO, perdón por no actualizar el viernes pasado, andaba con exámenes

Bueno que lo disfruteeeeeen

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La noche se cernía poco prometedora sobre un muchacho que deambulaba solitario por la vereda.

Kazutora tenía momentos así, donde la ansiedad con la que convivía desde hacía años tocaba a su puerta y lo obligaba a buscar desesperadamente un momento de soledad.

Una caminata, un cigarillo y aire fresco. Eso era todo lo que necesitaba.

Había acordado juntarse con los chicos más tarde, en una reunión urgente y probablemente planificadora, dados los eventos recientes con respecto a Kokonoi e Inui.

Pero Kazutora ya estaba fuera, con el subidón de energía que siempre reinaba en la posteridad de sus ataques de ansiedad, así que consideró que bien podría llegar antes al bar, tomar algo, tranquilizarse y esperarlos allí. Su teléfono y su cabeza tenían batería de sobra.

Al llegar al lugar notó que estaba muy concurrido. Demasiado. No tardó mucho en darse cuenta de que había unas cuantas promociones aquel sábado a la noche, y descartó la pequeña esperanza que tenía de calmarse sin la ayuda de un trago.

 

Más temprano aquel día, tras salir de la ducha, Ran se probaba distintas prendas de vestir frente al espejo de la desordenada habitación que compartía con su hermano.

—¿Qué hacés? —inquirió Rindou, sin despegar los ojos de la pantalla de su computadora.

—Nada… mmm… ¿y si…? —divagaba el más alto frente al espejo, pensativo, mientras barajaba las posibilidades.

Rindou aguardó con una paciencia que parecía ilimitada, y probablemente lo fuera.

—Estuve pensando en Souya —concluyó Ran, a la vez que se le dibujaba una leve sonrisa traviesa en el rostro. Rindou no la vio, y aún así la imitó inconscientemente.

—Estuvieron charlando boludeces, el pibe es copado y todo, ¿pero no te parece que no está interesado? —aventuró dubitativo, mientras aún seguía concentrado en su trabajo. La multiplicidad de tareas se le daba bien.

—¡Ese es el tema! No lo conocimos lo suficiente, es medio difícil de descifrar, ¡me encanta! ¿A vos te gusta?

Rindou suspiró. —La verdad que sí, pero el chamuyero sos vos, ¿qué se te ocurre?

—Mmm, esperame un segundo.

A medio vestir, Ran se dejó caer boca abajo sobre la cama, disponiéndose a revisar algo en el teléfono. Rindou tenía que terminar aquel diseño cuanto antes, pero sus pupilas se empecinaban en desviarse en dirección a los muslos descubiertos del otro. Por alguna razón, la luz de su habitación siempre resaltaba sus curvas, apenas pronunciadas, pero lo suficiente.

—¡Mirá! Hay un bar que tiene promos hoy a la noche —Ran se incorporó para quedar sentado en la cama, frente a Rindou—, ¿vamos?

—Nooo, no. Ni en pedo. Tengo que terminar esto antes del lunes…

—Daaale… —ronroneó el otro, acercándose a la silla. Atravesó una pierna por sobre el regazo de Rin, eclipsando el monitor de la computadora con su torso envuelto en una camisa abrochada a medias, y adornando la imagen con un atisbo del tatuaje de calavera que ambos compartían.

Rindou suspiró de frustración, más por la acumulación de veces que su hermano lo convencía con tanta simpleza, que por la obstrucción del trabajo en sí. Recorrió con el tacto los muslos que ahora lo rodeaban.

—Posta lo tengo que terminar hoy…

—¿Mañana? —Ran deslizó suavemente sus manos, moviéndolas desde los hombros ajenos hasta sostener su cuello con dulzura.

—Hoy, Ran.

—Mañana… —Susurró el otro, con sus bocas a escasos centímetros de distancia.

Rindou quiso adelantarse a buscar el beso que se presentaba tan necesario, pero Ran lo esquivó con celeridad.

—¿Mañana?

—Dale, Ran, no seas forro…

—¿Entonces hoy vamos al bar?

Siempre era lo mismo. No obstante, en el fondo, Rindou disfrutaba dejarse vencer. —Está bien, gil, mañana lo termino y hoy salimos. Pero no lo boludeemos mucho, ¿sí? Parece un buen pibe.

Ran premió a Rindou con un beso y se bajó de su regazo, enérgico.

"Hola bonito, hacés algo hoy a la noche?" escribió en el chat de Angry.

"Holaa, creo que no, por?" respondió este a los pocos minutos.

Ran le habló del bar, las promociones, la ropa que se había comprado y las ganas que tenían él y su hermano de salir a tomar algo. Souya aceptó sin hacer demasiadas preguntas. No era experimentado, pero tampoco era idiota, y si bien no podía decidirse acerca de cuál de los dos le gustaba más, unas cervezas mientras tanto no dañarían a nadie.

 

—Che, Ran, ¿ese no es uno de los pibes que estaba con el grupito de Angry el otro día?

—¿El que está sólo? Mmm, puede ser…

Ambos hermanos habían llegado antes al bar; Ran no lo expresó, pero temía que a Rindou se le terminara el hechizo benevolente y quisiera bajarse del plan antes de salir. Era preferible esperar allí que acabar quedándose en casa.

—Porque la verdad que está bastante lindo… creo que nos había fichado antes de que nos lleváramos a Sou, pero no le dí mucha pelota.

Ran lo consideró. —La verdad que es hermoso, ¿y si…? Pará. Pará, pará, pará. ¿Cómo que “Sou”? ¿Hace un rato te daba paja venir y ahora es “Sou”?

—Dejame en paz —se quejó Rindou. El rubor de sus mejillas era imperceptible, pero allí estaba, suficiente para hacerle sentir una débil punzada de vergüenza—. Souya, Angry, lo que sea.

Ran se preguntó si su intento previo de huir de la salida había sido genuino, o si ocultaba otro motivo.

Rindou no estaba lo suficientemente seguro para admitir, ni siquiera ante su compañero de toda la vida, que el asunto de Souya le daba un poco de miedo. Los Haitani, tanto juntos como por separado, habían estado con suficientes personas como para saber que el poliamor no era moneda corriente, y mucho menos lo eran las relaciónes como la que compartían. Habían decidido jugar de a tres (o más) de vez en cuando, y terminarlo allí, donde nadie se incomodara y donde ellos no tuviesen problemas. El amor que sentían el uno por el otro bastaba.

Sin embargo, muy a su pesar, Souya Kawata le había resultado interesante. Su instinto de supervivencia le gritaba que dejaran de verlo, que no se involucraran, y que mantuvieran la conducta que venían llevando hasta aquel momento. Ponderó la posibilidad de que Ran tampoco estuviera siendo capaz de actuar con claridad, pero aún no estaba listo para preguntarle.

Así fue que, al ver a un chico atractivo de aspecto familiar, pensó que dar rienda suelta a su voluntad y su deseo serviría para darle una imagen desapegada a Souya, y quizás tentarlo sutilmente a que no busque nada serio con ellos, ya que, aparentemente, ninguno de los hermanos era capaz de alejarse por cuenta propia.

 

Kazutora revisaba por arriba los mensajes acumulados en el grupo, percibiendo el disminuir del poco buen humor que le quedaba conforme la temática de la conversación grupal viraba hacia Baji y el chico que, aunque no lo admitiera, le gustaba.

Su amigo planteó una duda y mencionó su película favorita. Aunque hacía tiempo ya que Baji y él habían limado asperezas, habían conversado sobre su noviazgo fallido y habían acordado ser amigos, en noches como esa, donde todo lo que debía estar bien ubicado en su cabeza no lo estaba, la nostalgia manchaba sus pensamientos como un frasco de tinta negra volcado violentamente sobre papel.

Mientras se concentraba en la moción del hielo dentro de su vaso vacío, la insoportable imagen de un Baji preadolescente llorando por él le inundó la mente. Lo habían superado, habían transcurrido años, no había rencores, y sin embargo algo permanecía allí dando vueltas, incansable, rehusándose a irse del todo.

Notó que el barman colocaba otro vaso igual al suyo junto a sus manos, y lo miró confundido. Comenzó a gesticular para llamar su atención nuevamente e indicar que se había confundido, pero un muchacho de anteojos le colocó una mano sobre el antebrazo con suavidad.

—No te hagas drama, lo pedí yo. Te ví ahí medio tristón mirando tu vaso, y no parecías estar pasándola bien.

Kazutora observó cómo aquel chico procedió a beber despreocupadamente de su propio trago, como si desayunara altruísmo a diario y aquello no significara nada en particular. La escena y él fueron tan sutiles ante sus ojos, que si Kazutora hubiese tenido un trago más encima, se habría creído el verso del cliente salvador que rellena vasos ajenos con plata salida de su propio bolsillo.

De todas formas, Kazutora no pasó por alto lo que en realidad sucedía, pero necesitaba desesperadamente tanto el trago como la distracción, y agradeció también que esta última se presentara en forma de un tipo lindo y vagamente familiar.

—¿Te conozco? —inquirió con cautela, aunque ya había girado su torso para quedar frente a su acompañante fortuito.

Rindou lo imitó, sonriendo para sus adentros. Había funcionado.

—¿Sabés que pensé lo mismo? Siento que te ví en un boliche, ¿por casualidad sos amigo de un tal Souya Kawata?

—Mmm, no. No me suena.

—¿Y… te suena Angry?

—Ah… creo que sí, ¿tiene como el pelo azul?

—¡Sí! ¿Es amigo tuyo?

—Nop, pero creo que es amigo del amigo de un amigo… —Kazutora soltó una pequeña risita con pinceladas etílicas al oírse a sí mismo decir aquello.

El sonido endulzó los oídos de Rindou. Después de todo, él también buscaba olvidarse un poco de unos sentimientos que amenazaban con surgir.

Rieron un poco más, ya descontracturados por un poco de alcohol y el hecho de que Kazutora, cuando comenzaba a reir, le costaba volver a su aspecto serio y vigilante. Cuando quisieron darse cuenta, ya iban camino a una mesa en el fondo del salón, sorteando lo que parecía un mar de gente. No recordaban cuándo se llenó tanto el lugar.

—Se tomaron su tiempo, ¿eh? Soy Ran, un… un gustazo —comentó tras una pausa, al ver bien de cerca el largo cabello sedoso del recién llegado, y las mechas decoloradas que enmarcaban su semblante. Le dedicó una mirada cómplice a Rindou, sin el menor filtro, antes de decir:

—¡Veo un patrón acá! —rió, a la vez que sostenía tanto su cabello como el del chico nuevo. Este rió.

Antes de que Rindou pudiera protestar, Ran habló de nuevo: —Perdón, perdón. ¿Cómo te llamás?

—Kazutora —replicó, arrastrando las palabras, risueño y agradecido por haberse librado de la superposición de pensamientos que lo había estado atormentando momentos atrás. Poco podía estresarse ahora sentado con dos chicos hermosos que parecían estar igual de ebrios e interesados. Casi podía jurar que se parecían. La idea le dio risa.

—Hola —anunció Souya junto a la mesa.

La sonrisa de Ran se ensanchó levemente, a la vez que apoyaba su mentón sobre las manos y sus codos encima de la superficie, observándolo.

Rindou perdió un poco la soltura, sintiéndose molesto por el pequeño vuelco en el estómago que sintió al ver a Angry.

—Vení, sentate acá —señaló Rin a su lado, tragando saliva. Souya parecía de lo más tranquilo, así que quizás no notara nada raro. Rindou consideró que debería haberse quedado en su casa.

En los segundos que no le prestaron atención, Ran se había acercado considerablemente a Kazutora y elogiaba su perfume, sin saber que este adoraba que lo hicieran. Rindou le explicó a Angry qué hacía Kazutora ahí, enfatizando un poco en la parte casual que emanaba de haber visto un chico lindo y haberlo invitado a la mesa. A Souya no pareció molestarle en absoluto; de hecho, robó algunas miradas al chico mientras escuchaba hablar a Rindou.

Unos pocos tragos después, todos estaban ebrios, recurrían a más roces innecesarios de los que podían contar, y reían a carcajadas, excepto Angry. Este sólo se limitaba a sonreír, descubrimiento que dejó estupefactos a los otros tres, ya que su rostro sonriente era amoroso. Cuando no aguantaba más la risa, procedía a taparse la cara con las manos, y poco les faltó a los demás para suspirar mientras lo miraban.

El bar estaba cada vez más atestado, Kazutora no tocaba el teléfono desde que Rindou se había aproximado a él, y la lejanía a la barra mezclada con la cantidad de gente le impedía ver que sus amigos ya habían llegado, sin contar que también les era imposible a ellos buscarlo entre tanta gente.

Kazutora no tenía (o no quería tener) la atención suficiente para enfocarse en las breves vibraciones del celular en su bolsillo.

No tardaron mucho en salir del lugar, casi escurriéndose entre la gente, pasando desapercibidos para Baji, Draken y Mitsuya que aguardaban en la barra. Acabaron caminando contra el aire fresco de la noche porteña, diciendo estupideces, riendo más fuerte de lo normal, y abrazándose entre sí demasiadas veces como para ser simple camaradería borracha. Se quedaban mirándose más de la cuenta, sin que ninguno entendiera bien a quién quería besar primero, y no fue hasta que se sentaron en una plaza a descansar los pies que Ran sugirió lo que parecía el plan perfecto:

—¿Y si vienen a casa a mirar una peli?

La energía no estaba para ver ninguna película, todos lo sabían, y fue Rindou el que reaccionó con menos entusiasmo, aunque accedió de todas formas. Su fuerza de voluntad no era tan grande como unos tragos atrás.

El primero en entender fue Souya, pero el primero en responder fue Kazutora. Ran sintió que todo estaba saliendo mejor de lo que había esperado.

Al llegar al departamento, Rindou hizo ademán de convertirse en un intento de anfitrión decente, pero debió haber previsto que Ran no lo dejaría. Tan pronto cerraron la puerta, tomó a Rin del mentón y le dio un beso tan profundo que no permitió percibir lo poco que duró. Kazutora y Angry observaban fijamente, más hipnotizados que atónitos.

—¿Quién sigueeeee? —canturreó Ran, a la vez que los llevaba a ambos de la mano hacia el sillón. Parado frente a ellos, fue Kazutora quien primero extendió la mano, tímidamente, hacia su muslo. Nunca había hecho esto antes.

Ran se sentó sobre su regazo, y Angry observó la pareja con deleite, a la vez que se acomodaba en el sillón. Si alguien viera una fotografía de su rostro en aquel momento exacto, sin saber el contexto, lo último que se imaginaría sería que estaba viendo a dos chicos besarse junto a él.

—Muy buena la peli —comentó Rindou al entrar al living, con tintes de reproche, que se diluyó tan pronto pronunció la frase. Involuntariamente posó su mirada en el rostro de Angry, ansioso por ver algún cambio en su expresión, y se encontró decepcionado al no ver ninguno. Pensó que quizás, en aquel momento, ser lindo, buena gente y tener mente abierta no era suficiente; quería ver excitación.

Mientras Ran comenzaba a moverse lenta y rítmicamente sobre Kazutora y los sonidos de sus besos se hacían paulatinamente más audibles, Rindou se acercó a Souya con la intención de ver hasta dónde podía aguantar su inexpresión. No obstante, este lo sorprendió tomando la parte trasera de una de sus rodillas y atrayéndola hacia el sillón, haciéndolo trastabillar y no dejándole otra opción más que sostenerse con la otra rodilla junto al otro costado de Angry, espejando la posición de Ran.

Rindou se sorprendió con el movimiento repentino, y no alcanzó a emitir ningún comentario, ya que Souya tomó sus labios en un beso demandante. No tuvieron la ocasión de ver cómo el otro Haitani los observaba sorprendido y por demás deleitado, mientras Kazutora le dejaba pequeñas marcas coloradas en la parte expuesta de su cuello.

Continuaron los besos, los suaves gemidos fueron perdiendo la suavidad y los movimientos de los hermanos ganaron cada vez más intensidad, rozando la desesperación. Les encantaba alargar el juego previo todo cuanto fuera posible.

Sin embargo, Angry había cambiado de opinión. Rompió el beso tironeando del cabello de Rin, arrancándole un gemido cargado de sorpresa, y adoptó una expresión pensativa. No llegaba a dar miedo, pero sí era inquietante el hambre con el que ahora parecía observar toda la escena. La parte delantera de su pantalón se percibía más abultada que antes.

Rindou suplicaba mentalmente que retomara el beso, o que alguien hiciera cualquier cosa que lo ocupara y no le permitiera concentrar sus pensamientos en la necesidad que tenía de que Angry volviera a ponerle los ojos encima.

Como si hubiese escuchado su súplica silenciosa, volcó a Rindou sobre el sillón, con firmeza y decisión pero sin alcanzar la brutalidad. Algo se encendió dentro de un ebrio Rin, que no quería perderse ni una milésima de segundo de este nuevo Angry.

Souya pareció ignorarlo por un momento al acercarse a los otros dos, tomar el rostro de Ran con una mano y besar a Kazutora como si no hubiese parecido un ser humano decente y casi inhibido ni bien había llegado al bar. La estupefacción se cernía sobre los demás por la manera en la que Angry parecía haber tomado el control, y aquello les reavivó el fuego.

Con la misma autoridad con la que había comenzado el beso, lo detuvo y guió a Ran hacia el regazo de Rindou, haciéndose lugar sobre Kazutora. Este último estaba lejos de emitir quejas.

La intimidad y la complicidad que compartían los hermanos los ayudó a entender, sin mediar palabra, que compartían la idea de haber subestimado a Souya, quien ahora parecía tenerlos a ambos en la palma de su mano, quizás incluso sin saberlo, y eso era una primera vez para los Haitani.

Tras un beso al que estaba más que acostumbrado, Ran no les dio mucho tiempo a Kazutora y Angry de disfrutarse entre sí, siendo que no tardó mucho en impacientarse y sugerir enfáticamente que lo siguieran a la habitación.

Angry no encontró extraña la cama matrimonial, y Kazutora sacó un par de conclusiones vagas, más concentrado en ayudarse de sus labios para decorar el cuello de Rindou.

Las prendas regaron el suelo alrededor de la cama, y todos parecían estar expectantes ante la iniciativa que podía tomar Souya. Los hermanos comenzaron a compartir la leve intranquilidad de percibirse a sí mismos demasiado pendientes de Angry, y encontraron una oportunidad ideal al ver que este elegía concentrarse primero en Kazutora, posicionado ya entre sus piernas esbeltas, tomándose el tiempo de apreciar la vista, como si le perteneciera.

Tanto Ran como Rindou agradecieron poder centrarse en Kazutora y la manera en que sus cabellos se esparcían delicadamente sobre la almohada, con la suave luz de la pequeña lámpara de mesa proyectándose sobre su cuerpo desnudo y realzando el color de sus mejillas.

Lo único que importaba en aquel momento era darle placer al chico que yacía frente a ellos, y lo que ocurriera el resto de la noche en aquella habitación.

 

Había transcurrido un tiempo considerable, y el Angry pensó que había sido el primero en despertar hasta que miró a su alrededor y notó que faltaba alguien. Buscó a tientas su ropa y, tras vestirse, salió de la habitación, avergonzándose ligeramente conforme los recuerdos de horas atrás lo asaltaban y no lo dejaban pensar con claridad.

Vislumbró a Kazutora en el balcón, apoyado relajadamente contra la baranda, y algo que supuso era el humo de un cigarrillo.

—¿Todo bien? —le preguntó tras acercarse con tranquilidad y posicionarse junto a él, a una distancia prudencial. No tenía el tono de charla casual, no eran ese tipo de palabras vacías; había interés genuino. Se sorprendió al experimentar, durante una milésima de segundo, el deseo de que alguien lo sorprendiera abrazándolo por la espalda. Decidió ignorarlo, y estudió a Kazutora tanto cuanto pudo, sin poder replicar ese anhelo fugaz.

El otro lo miró extrañado, luego rió soñoliento y colocó el brazo libre sobre sus hombros. —Antes no parecías tan educadito, ¿eh?

Angry profirió una queja que podía contener similitudes con un gruñido, y miró hacia la lejanía, entre los edificios. Kazutora rió más fuerte y lo soltó, pero no recuperó la distancia inicial; se mantuvo cerca, con confianza.

—Me caés bien… y sí, todo bien. Sólamente me estoy replanteando un par de decisiones que tomé, y el silencio me ayuda. ¿Fumás?

Su acompañante negó con un gesto de la mano mientras pensaba qué decir a continuación. —¿Te referís a lo de antes?

—Noooo, no. Eso estuvo buenísimo —rió Kazutora—, liberé tensiones a lo loco. Pasa que… no sé, cuando estaba en el bar andaba pensando en… algo, y justo apareció Rin, así que nada, ahora que pasó todo volví a pensar en eso que estaba evitando, ¿entendés?

—Sonás como si extrañaras a alguien —aventuró Souya mientras observaba los autos.

Kazutora agradeció que la atención del chico no estuviera concentrada en él; no estaba de humor para que vieran cómo se humedecían sus ojos, y tampoco sabía frenar las lágrimas si alguien lo descubría intentando hacerlo.

Se colocó de espaldas a la baranda, apoyó nuevamente los codos allí y echó la cabeza hacia atrás, expulsando el humo. Tragó saliva y fue más difícil de lo que debería. —Es información confidencial… —bromeó—, pero sí. Básicamente, extraño a mi ex, y ahora esta saliendo con otro, ¿y sabés qué es lo peor de todo? Ni siquiera puedo agarrarle bronca al otro chabón, porque es un dulce de leche. Vos lo ves y decís, “claro, tiene sentido”. Igual, no es como si me hubiera dejado por él, nosotros terminamos hace años… —se detuvo abruptamente y suspiró—. Me estoy cebando mucho, perdón. Eso es básicamente el problema. Había pensado que Rindou me iba a venir bien para olvidarme un rato, y de yapa vinieron ustedes dos, pero fue eso… un rato.

Souya apoyó la cabeza en su hombro y lo acompañó con una leve palmadita en su mejilla. Fueron sólo dos segundos, pero la simpatía le alcanzó a Kazutora.

—Gracias.

El agradecimiento era genuino. Ahora que Souya estaba calmado, parecía una dulzura, y sintió que podrían ser amigos. Lo miró de reojo y sonrió para sí, divertido con la idea de trabar amistad con alguien que horas antes lo había escuchado gemir escandalosamente fuerte. ¿Qué mejor entrada en confianza que esa?

—¿De qué te reís?

—Nada, nada —Kazutora le sonrió—. Una boludez.

—Bueno… y sobre lo anterior… no sé, no soy el más experimentado, pero si seguís muy enamorado podrías ir y hablar con esta persona, intentarlo una vez más, ¿no? Creo que no perdés nada.

La sonrisa de Kazutora se diluyó de a poco, y si Souya lo conociera mejor, habría notado que la nueva expresión era una leve mueca de dolor. No sabía que lo estaba aconsejando sobre algo que involucraba a uno de sus propios amigos.

Decidió que era mejor darle otro curso a la conversación, y Angry lo siguió. No era difícil conversar con él.

 

Ran despertó primero, y Rindou lo siguió, perturbado por su hermano removiendo las sábanas al estirarse. Este lo notó, y giró lo suficiente para abrazarlo.

—Che…

—¿Qué pasa, Ran? Son las… algo de la mañana, andá a dormir.

—¡Dame bola! Creo que estamos al horno.

Rindou guardó silencio. Sabía a lo que se refería Ran, él también lo estaba pensando. —Lo decís por Angry, ¿no?

—¡Shhh! Me parece que no se fueron todavía, que no te escuche…

—Sí, sí, no se escucha desde afuera… Bueno, no sé qué podemos hacer con esto…

Mientras hablaba e intentaba pensar, dibujaba espirales con el dedo índice sobre la cadera de Ran. Su piel podía concentrarlo y desconcentrarlo, pero ahora ni eso ayudaba. Algo similar al miedo se aferraba con creciente fuerza a su pecho.

—¿Y si nos hacemos los boludos y frecuentamos otros lugares? No lo vamos a ver más —aventuró Ran, pero sus palabras estaban ya despojadas del tono travieso con el que había sabido pronunciar frases similares con anterioridad. Ni siquiera sonaba tan convencido de que él mismo quisiera hacer eso, y su hermano lo notó.

—Mmm… mirá, lo que primero se me viene a la cabeza es que nos hagamos los boludos, pero con nosotros mismos. Capaz flasheamos un montón y listo, estábamos en pedo, estamos aburridos, no sé, puede ser cualquier cosa. Sigamos como si nada, y listo. Capaz nos quedamos con un amigo piola y ya, por ahí no sea buena idea desaparecerle de un día para el otro… y no te noto con muchas ganas.

El desconcierto y el calor de la proximidad los empujó nuevamente al sueño. Los últimos pensamientos que recordaron formular giraron alrededor de la idea de que jamás les había sucedido esto a ambos con la misma persona; siempre uno de los dos se enganchaba, el otro lo consolaba hasta que pudiera seguir adelante, y así habían continuado, evitando los problemas.

 

Horas antes, Baji se encontraba reunido con Draken y Mitsuya en el bar.

—¿Tora no viene? —inquirió Ken.

—No dijo nada… —respondió Baji, al tiempo que revisaba el grupo. El último mensaje suyo que figuraba visto por todos había sido su comentario sobre Chifuyu y la película, y sabiendo que Kazutora había tenido un ataque de ansiedad previamente, lo asaltó una punzada de preocupación.

—¿Pero no dijo que iba a estar acá desde temprano? —quiso saber Mitsuya.

—Banquen un segundo, salgo a llamarlo.

En la vereda, Baji marcó su número mientras miraba a ambos lados de la vereda, con la esperanza de verlo por algún lugar.

—HOLA —vociferó Kazutora del otro lado del teléfono, claramente ebrio, risueño y con otras voces de fondo. Se oía el golpeteo del viento contra el micrófono.

—¿Estás… en el bar?

—JUSTO VOS —respondió, extasiado. Baji habría reído a carcajadas si no se hubiese preocupado minutos antes. —¡Justo estaba pensando en vos! —rió, y quienes parecían acompañarlo lo imitaron.

—Escuchame… ¿vas a andar por acá? Ya estamos con los chicos… —mientras hablaba, Baji se forzaba a concentrarse en la tarea de intentar traerlo al bar otra vez, e ignorar que Kazutora, el “borracho sincero” del grupo, había dicho algo que rozaba peligrosamente sus preocupaciones.

—SI ME LO PEDÍS CON UN BESITO LO PIENSO… Ahhh, te extraño... —Kazutora cambió de tono repentinamente, como si se hubiese quedado sin energía— pero me tengo que ir, NOS VEMOS, CHARLEN USTEDES POR MÍ —gritó esto último, encontrando la vivacidad perdida, y cortó la llamada.

Notes:

meanwhile en la cabeza de baji: AH SHIT, HERE WE GO AGAIN

bueno nada espero que les haya gustado, quise escribir más porno pero es muy estresante con tanta gente al mismo tiempo, así que nada, apelo a su imaginación we

voy a tratar de subir otro el viernes que vieneeee, gracias por leer ♡

Chapter 10: ¿Monoteísmo u homosexualidad?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—¿Qué? —inquirió Keisuke, perfectamente consciente de que la llamada se había terminado, pero incapaz de tragarse la pregunta.

Habían pasado unos años del final de su relación, y esta era la primera vez, desde aquella ruptura, que Baji oía estas palabras. No lo descolocaba el contenido de la frase; después de todo, una de las cosas que había intentado ignorar todo este tiempo era la consideración involuntaria de cómo sería si ambos volvieran. Además, llevaba años ignorando la manera en la que Kazutora lo miraba, que curiosamente no había experimentado cambio alguno después de terminada la relación.

Baji había aprendido a vivir con eso, a veces quitándole importancia al tirón en el pecho que le provocaba.

Esa etapa había cerrado, y por mucho que percibiera algo en su mirada, o por más que le acabara de decir unas palabras que no quería escuchar por nada del mundo, la situación no cambiaba. Sólo le quedaba mantener la amistad como hasta ahora, y lidiar con la insistente necesidad de hacer algo para ayudar a Tora. Ese ya no era su terreno.

—¿Y? ¿Qué onda? —Mitsuya se hizo oír por sobre el sonido de las múltiples conversaciones ajenas.

—Nada… está con otra gente, creo… no va a venir, ¿empezamos?

Estaba claro que la expresión derrotada de su amigo al volver era inconfundible. Ambos compartieron la curiosidad de saber qué le había dicho Kazutora a Baji, a la vez que suponían qué podía ser, y temían estar en lo correcto.

Desde el punto de vista del grupo, el viejo noviazgo de sus amigos aún era el elefante en la habitación. En su momento, por el bien de todos, ellos dos habían acordado seguir siendo amigos y patear debajo de la alfombra todo lo demás, y con el correr del tiempo los chicos se acostumbraron a percibir aquello como lo normal, como los típicos sacrificios individuales en favor del grupo.

Pero la cara que Baji se apresuró por ocultar les revivió sus preocupaciones, y habría pasado incluso con Inui y Kokonoi, si estuviesen allí.

Draken eligió apostar por Baji soltando definitivamente a Kazutora, algún día, así que decidió que la conversación no se tratara de él. Ya le preguntarían directamente a Kazutora qué le había pasado.

—Sí, dale —replicó Draken—. ¿Me hacen un resumen? Leí el grupo por arriba.

—¡Ah, cierto que te quedaste más tiempo! ¿Se te hizo muy tarde? Perdoname, yo me fui tranquilo con Chifuyu y te dejé de garpe ahí…

—No seas boludo, yo te ofrecí que se fueran, sino te ibas a quedar ahí hasta andá a saber cuándo y seguro llegabas virgen al matrimonio.

Mitsuya se atragantó con la bebida.

—Daaale, forro, encima que me preocupo —rió Baji, incapaz de fingir indignación, y agradecido por lo ligero que se sentía el ambiente ahora. No había notado lo tenso que estaba.

—Así que sí la pusieron, ¿eh? —añadió Mitsuya, para nada disconforme con la distracción.

—No, boludo, ya les dije que somos amigos nomás —Keisuke sonrió apenas, y ni siquiera lo notó.

—¿Amigos que la ponen? ¿Cómo se dice, Ken? Amigos con derechos, ¿no?

—¡Sí, sí! ¡Eso!

—Basta, petes. Es un amigo y nada más, aparte el chabón es re perfectito, no sé por qué me quieren emparejar con él.

—¿Cómo que “perfectito”? No entiendo —preguntó Draken con su mejor intento de seriedad, y Baji mordió el anzuelo.

—Claaaro, es el pibe perfecto, ¿entienden? —comentaba mientras jugueteaba con la funda de su celular—. Le gustan los animales, estudia la misma carrera que yo y le va tan bien que da clases, y encima es re bueno enseñando…

—Y fachero también… —comentó Mitsuya, no muy fuerte, para ver su reacción.

—Claro, también es lindo, —continuó—, tiene ese mechoncito que le cae entre los ojos, es re gracioso…

Baji se fue quedando en silencio mientras observaba las expresiones victoriosas de sus dos amigos, y se daba cuenta de lo que había estado diciendo. Le irritaba un poco no poder controlar el torrente verbal que escapaba de sus labios cada vez que Chifuyu era el tema de conversación, pero esta vez se había sobrepasado. Había escupido sus pensamientos más genuinos con una naturalidad que sólo podía tener lugar estando vulnerable por la llamada que había recibido minutos antes.

Maldijo mentalmente a Kazutora, a Draken por ponerlo a prueba y a Mitsuya por ser tan bueno en leer el clima y unirse a él.

—Así que todo eso pensás de tu amigo, ¿no? ¿Si te preguntan sobre nosotros también decís que somos lindos? —bromeó Draken, notando cómo su amigo se avergonzaba.

—Dale Baji, está bien que te re jodemos, pero no somos boludos, onda, nos damos cuenta que algo te pasa con el pibe este, ¿entendés? Si no nos querés contar, todo piola, pero bueno qué se yo, si querés estamos acá…

Keisuke suspiró. Sabía que esto llegaría tarde o temprano.

—Bueno… no hay mucha vuelta que darle, me acabo de exponer como un tarado. Pero sigo sosteniendo lo mismo, onda, me gus-- me caiga bien o no, no quita el hecho de que ni en pedo se fijaría en mí.

—¿Es por algo que dijiste en el grupo hoy? —preguntó Draken mientras le hacía señas al barman.

—Ah, sí, eso. Bueno, básicamente vimos mi peli favorita--

—Jodeme que saliste con que el amor es infantil y que no existe…

Mitsuya observaba el intercambio y daba pequeños sorbos de su trago.

—Bueno… sí, onda… es lo que pienso…

—Y dejame adivinar, ¿te dijo que no piensa lo mismo?

—No… no dijo nada. Ahora que lo pienso, creo que cambió de tema, aunque fue re sutil.

—¿No dijo nada? —esta vez Mitsuya ganó más interés.

—No… creo que puso una cara rara, como… ¿desilusionado? Creo, la verdad no había pensado en eso.

Baji estaba considerando nuevamente esa breve escena con Chifuyu, y mientras más segundos pasaba haciéndolo, más se daba cuenta de que debería haber prestado más atención.

—Puede ser que lo hayas espantado —acotó Draken, para luego suspirar rendido.

—Man, seamos sinceros, el pibe este es un diez, ¿ustedes piensan que, si quisiera algo conmigo, no me habría encarado antes?

Draken lo analizó.

—Es relativo, hay gente que es tímida y listo —ponderó Mitsuya, mirando con un hilo de tristeza su vaso vacío, a sabiendas de que su billetera también lo estaba.

—Pero Chifuyu no parece tímido.

—Draken tiene razón —replicó Baji—, es super sociable y todo, yo creo que si le gustara ya me habría enterado.

Mitsuya seguía sin convencerse, pero barajaba las posibles soluciones en silencio, al igual que Draken.

—Ya fue, chicos, no le den más bola al tema, posta es mejor que quedemos así, aparte es re buen amigo, ¿qué tiene de malo?

—Y… que te gusta, hermano —comentó Draken, genuinamente preocupado—. Hace años que no te gusta nadie, ¿estás seguro de que lo querés dejar así nomás?

Baji tragó saliva. No estaba seguro de nada.

—Sí, vos tranquilo, yo posta estuve bien así y voy a seguir estándolo, ¿podemos hablar de lo que vinimos a hablar, mejor?

—Sí, Koko e Inupi. Cierto.

—Koko e Inupi —repitió Mitsuya—, bueno, te resumo lo poco que sabemos, Ken. Hoy más temprano Akane llamó a Inupi diciéndole que Koko estaba en pedo en la casa buscándolo. Inupi fue, al rato Koko salió del grupo sin decir nada, y al ratito Inupi mandó esto: “Perdonen chicos, está todo medio podrido, me voy a ir también un tiempito, necesito estar solo.” Acto seguido, se fue también, y quedamos los cuatro boludos ahí pagando.

—Tres —acotó Baji innecesariamente.

—Bueno, sí, tres. Pero creo que Kazutora anduvo leyendo, así que por ahí anda. ¿Qué pensás?

Draken lo consideró.

—Bueno, claramente pasó algo, pero podría ser cualquier cosa…

Baji tenía un mal presentimiento. —Miren, yo creo que podrían haber explotado, ¿alguien sabe qué onda ellos dos, exactamente? Tipo, ¿no estaban en algo? O algo así.

—No, onda siempre los jodemos pero creo que nadie fue más allá como para preguntar —replicó Mitsuya, dubitativo.

—Claro, yo lo conozco a Inupi —reflexionó Draken—, y no parecía tan reaccionario cuando lo jodía con Koko como lo es con otras cosas, así que yo seguía. Pero tampoco le pregunté nada porque él es bastante reservado y no le gusta que lo anden interrogando, y sé que eventualmente nos iba a contar si pasaba algo… eso me deja pensando; no creo que sea cosa suya esto. ¿Hay algo de Koko que haya perdido?

—Noo, olvidate, si a Koko le pasa algo se hace el boludo y lo ignora hasta que explota, y encima es re impulsivo, así que seguramente sea tema suyo pero, como es más de escaparse de los problemas, ni en pedo creo que haya dicho algo —Baji suspiró, y consideró que la falta de capacidad comunicativa era contagiosa.

Mitsuya se frotó el mentón. —A menos que sea Kazutora, vieron que esos dos siempre andan metiéndose en quilombos… Me parece que Kazutora sería el más cercano a Koko, quizás sepa algo.

—Yo pensé que se comían y listo —consideró Baji, con una punzada desconocida en la boca del estómago.

Draken esta vez rió. —No lo descarto, ¿eh? Pero es mejor que nada. Igual creo que mañana voy a ir a lo de Inupi, a ver qué onda… Sí, ya sé que dijo que quiere estar solo, no me miren así. Sólamente no puedo dejarlo ahí tirado, prefiero que me saque cagando a dejarlo solo.

Tanto Baji como Mitsuya asintieron, pensativos. No estaban seguros, pero no encontraban una mejor solución.

—Yo la verdad pensé que Koko e Inupi se re daban, y si algún día pasaba algo relevante en el grupo iba a ser porque nos confirmaban que estaban saliendo o algo así, no me ví venir ni en pedo que se iba a pudrir todo —comentó Baji—. Igual, era medio raro, como que Koko siempre le estaba encima y se re preocupaban el uno por el otro, pero a la vez nunca pasaba nada concreto…

—Yo pienso que pocas personas aguantarían eso, y Koko no pinta ser de esos —Mitsuya revisaba Instagram algo distraído mientras hablaba.

Keisuke tragó saliva. —Bueno… Mañana, si quieren, puedo mandarle un mensaje a Kazutora preguntándole si sabe algo, o si puede hablar con Koko.

Tan pronto dijo eso se arrepintió. No había necesidad de hacerlo, simplemente cualquiera podía sugerirle aquello a Kazutora en el chat grupal y eso sería todo. Baji atribuyó su conducta extraña a que estaba cansado, y que la tarde con Chifuyu no había salido como esperaba.

—Bueno, piola, quedamos así. Mañana Draken va a ver a Inupi, y vos le hablás a Tora a ver si sabe algo, ¿listo? —comentó Mitsuya, prestando atención pero a la vez observando la pantalla del teléfono con expresión embelesada.

—Sí —confirmó Draken—. Al final no llegamos a muchas conclusiones, no me había dado cuenta realmente lo metidos en su mundo que están Koko e Inupi, y siento que tendríamos que haber sido más atentos… ¿qué estás mirando Mitsu? A ver…

Mitsuya sonrió un poco más. —Nada… una historia de un pibe, miren —les mostró el teléfono con el pulgar fijo sobre la pantalla—, ¿no es divino?

—¿Ese no es uno de los amigos de Chifuyu? —quiso asegurarse Keisuke.

—Sí, el otro día cayó de casualidad en el café y le pasé mi Instagram.

—Ah, no perdés un minuto vos —rió Baji.

—Bueno, mucho trolo por hoy —se quejó Draken, al mismo tiempo que se ponía de pie y apuraba el resto del trago. Mitsuya lo miró divertido, pero no dijo nada—. Me voy a casa, que estoy hecho mierda y quiero estar fresco para hablar con Inupi mañana.

—Sí, es tarde, mejor vamos —concedió Mitsuya.

Los tres se retiraron del bar. Draken se fue a su casa pensando el mejor curso de acción con respecto a Inupi, Mitsuya se quedó en la entrada esperando un Uber y redactando una breve respuesta a la historia de Hakkai, como había hecho varias veces ya, y Baji caminó hacia su departamento, concentrándose en la noche y no en sus pensamientos.

Más tarde, una vez acostado, la falta de sueño que Baji había anticipado se hizo presente. Había reconocido a regañadientes que le gustaba Chifuyu, pero la sensación lo incomodaba cada vez más. Conforme pasaban los minutos, se le hacía más ajeno y al mismo tiempo más personal, más propio. No comprendía cuándo había ocurrido exactamente, ni la inutilidad de sus esfuerzos por seguir su línea de pensamiento alejada del romance. El rostro de Chifuyu se cruzó fugazmente por su cabeza.

No paraba de darle vueltas, y comenzaba a cobrar peso la idea de que Chifuyu era en verdad alguien inalcanzable, casi una deidad. Después de Kazutora, nadie había logrado captar su atención de esta manera, así que Chifuyu debía ser alguien especial. Además, teniendo en cuenta lo perfecto que era, todo tenía sentido. Baji consideró esperanzado la posibilidad de que el sentimiento fuera platónico, una atracción fugaz y magnética que se disiparía cuando acabara de acostumbrarse a él.

Con todo, estaba seguro de que Chifuyu era mucho para él, y que si tenía la benevolencia de interesarse en algún mortal, definitivamente no sería Baji, y menos luego de haber expuesto tan estúpidamente su escepticismo amoroso.

Ya que no parecía tener posibilidades de dormir, tomó los auriculares y puso en reproducción aleatoria su playlist de Miranda. La primera canción que sonó fue “El Profe”, y pensar en lo grotesco de la letra le hizo soltar una carcajada, incluso a pesar de no poder evitar asociar la canción a Chifuyu. Temía que la idea no abandonara su consciencia por la mañana.

No obstante, unas cuantas canciones después, cuando el cansancio físico estaba venciendo a su hiperactividad mental, comenzó a considerar que, a lo mejor, su atracción por Chifuyu (que se negaba rotundamente a catalogarla como sentimental) podría apaciguarse finalmente si ocurriera algo entre ellos dos. Lo veía imposible, y pensó que el sexo casual era algo demasiado mundano para un chico como él, pero una pequeña parte de su cabeza se aferraba a la forma en la que lo había mirado en el boliche, bajo los efectos del alcohol y las luces bajas del ambiente.

Cuando estaba a punto de conciliar el sueño, la pantalla de su celular se iluminó. Era un mensaje de Chifuyu, que consistía en una foto de él con la gata durmiendo sobre su regazo, mientras estudiaba. Se encontró sonriendo, con su atención involuntariamente centrada en la expresión de ternura que reinaba en el rostro de su "profe" o, mejor dicho, profesor.

Notes:

Baji endiosando a Chifuyu SAME HERMANO igual alguien avísele que sólo está siendo trolo y listo

Escribí este capítulo medio a las apuradas y estoy bastante disconforme con cómo me salió la parte gramatical, pero bueno, espero que les guste, lloro

Y si no conocen la canción El Profe vayan a escucharla ok???? Sino no tiene gracia we

Gracias a lxs que siguen leyendo el fic :( les mando un besito, y 2 besitos a lxs que se toman el tiempo de comentar aaaa lo aprecio muchísimo
Reaparezco el viernes que viene si puedo, adiós ♡

Chapter 11: Se necesita paciencia

Notes:

otra vez no encontré momento en la semana para escribir y lo tuve que escribir hoy mismo AYUDA pero bueno, acá está, tarde pero seguro DISFRUTEN!!!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Al día siguiente, Draken se hallaba en la casa de los Inui, haciendo sonar el timbre. Su última comunicación con Seishu había consistido en un breve intercambio de mensajes:

“Estoy yendo, poné el agua que llevo bizcochitos”

“No estoy de humor hoy Ken, perdoname, podés venir otro día?”

A ojos externos, Draken podría parecer invasivo, pero en realidad era alguien que conocía bien a sus amigos, y tenía las mejores intuiciones sobre cómo actuar cuando alguno de ellos no se sentía bien.

Con Inupi, usualmente, insistencia y bizcochitos agridulces eran la clave.

—Menos mal que viniste —comentó Akane tras hacerlo pasar—, está metido en la pieza y no quiero joderlo mucho, tampoco me contó bien qué pasó, ¿vos sabés algo?

—No, vine por eso justamente —replicó Draken con una nota de comprensión en el tono de voz—. ¿Puedo pasar?

—Sí, sí, andá tranquilo.

—¿Te jodería poner el agua para unos mates?

—No, no hay drama, en un ratito pongo.

Inupi yacía en su cama, apoyado ligeramente contra la pared, con la computadora portátil sobre su regazo reproduciendo un documental al que poca atención le estaba prestando. Se sobresaltó cuando una figura considerablemente alta entró a la habitación, pero no podía decir que se sorprendió del todo.

—Te dije que no vinieras —reprochó, tras suspirar y retirar uno de los auriculares de su oreja.

—Yo te dije que te traía bizcochitos, y no pusiste el agua, ¿a vos te parece? —respondió bromeando, corriéndole los pies hacia un costado para tener lugar donde sentarse, a pesar de haber una silla giratoria perfectamente desocupada frente al escritorio.

Seishu suspiró nuevamente, se quitó el otro auricular y dejó la computadora sobre la mesa de luz. Ya estaba acostumbrado a lo poco que servía intentar cerrarse cuando Draken descubría que pasaba algo y, a decir verdad, una pequeña y remota parte de él quería que todo esto se resolviera, y sabía que no podría solo.

—Así me gusta más. Mirá, ya sabés por qué vine, Inupi; no es que no respete lo que vos decís, pasa que se cae de maduro que… lo que sea que haya estado pasando entre vos y Koko no dio para más. Quiero saber qué onda, y quiero pedirte perdón por haberme hecho el boludo antes, ¿sabés?

Seishu ignoró la punzada de dolor que acompañó el nombre que pronunció su amigo. Aunque no habían pasado ni veinticuatro horas de la pelea, había experimentado un entendimiento cada vez más crudo de la realidad que lo rodeaba, y lo mucho que necesitaba a Koko junto a él o, al menos, que estuvieran en buenos términos. Demoró en responder por perderse pensando en lo ridículo que se sentía haber pasado de tener una amistad inseparable, a esperar en silencio que le hable una vez más.

—Ah… esperá, ¿hacerte el boludo con qué?

—Claro, amigo, yo te descansaba porque veía que pasaba algo, pero pensaba que estaban culeando y nada más, y creo que estábamos todos en la misma. No me imaginé que iba a explotar así de mal, y nada, capaz debería haberlo considerado como posibilidad antes y haberlo charlado con vos, por las dudas, ¿viste? Así que nada, estoy acá, tarde pero seguro.

Inupi parecía tener una fuente inagotable de suspiros. —No te hagas drama por eso, boludo, es lo de menos. No puedo andar pretendiendo que ustedes me pidan perdón por no saber qué pasa conmigo, si nunca cuento nada… pero bueno, yo sé que si te saco cagando no te vas a ir, así que creo que no me queda otra que contarte —rió, con una tonalidad de amargura.

—Mirá, yo no quiero verte mal, y creo que estamos todos grandes para andar haciéndonos los vuelteros. Al menos dejémonos de joder entre nosotros, que somos todos amigos, y tratemos de arreglar las cosas hablando. No te digo que vayas ahora y le sueltes mil cosas a Koko, pero por lo menos hablalo con nosotros, que para eso estamos, ¿no?

—A veces te quiero cagar a piñas, Draken —respondió Inupi, con la voz llena de afecto.

—Sí, sí, pero primero me contás.

Inupi comenzó por el principio, describiendo con un nudo en el estómago aquel recuerdo tan vívido del inocente beso que Kokonoi y él compartieron de niños. Continuó explicando lo mejor que pudo los sentimientos que mantuvo todo este tiempo con respecto a Koko: anhelo, resignación, amargura, necesidad, dolor, y un afecto que le aterraba reconocerlo como amor.

Draken asintió durante todo el monólogo, comprensivo y paciente, pero se halló desconcertado cuando su amigo le contó el suceso del día anterior.

—¿Se fue? ¿Así nomás? —cuestionó, tratando de unir los puntos en su cabeza.

—Sí…

Koko era un personaje notable dentro del grupo. Era vivaz, algo travieso, un poco más bromista y con un aura de malicia cuya calidad de ficción la hacía entretenida y hasta entrañable para los demás; la combinación perfecta para alguien que deseara tapar sus verdaderos sentimientos, independientemente del motivo.

—Bueno, mirá. Quedamos en que Tora podía preguntarle--

—¡No! No, no le pregunten nada, porfa.

—¿Por qué? —Draken se sorprendió.

Seishu se formuló la misma pregunta. Su réplica había sido impulsiva, y en un principio no comprendió la razón, pero al cabo de unos segundos esta se manifestó lentamente en su corazón, empujando suavemente las lágrimas de sus ojos.

La expresión dolida de Draken era sutil, pero allí estaba. No le gustaba ver llorar a sus amigos.

—Creo que… creo que tengo miedo, Ken. Me da miedo que haya una posibilidad muy chiquita de arreglarnos, y que un movimiento en falso la arruine.

Draken reflexionó a velocidad luz lo que podía añadir a continuación. Ninguna de las opciones era menos dolorosa que las otras.

—Inupi… escuchame. Yo sé que vos sos un pibe inteligente, así que necesito que trates de dejar tus pensamientos en pausa cinco minutos, y me prestes atención. Entiendo que esto es algo que te viene pesando desde que sos un nene, y capaz no te pueda pedir madurez si es algo que viene sin resolver desde tan chico, pero tratá de pensar. No podés dejarlo así, ¿entendés? Todo esto explotó porque dejaron que el elefante en la habitación creciera cada vez más, hasta que los asfixió a los dos y se fue todo al carajo. Ahora, de prepo, ya no lo pueden ignorar, y yo no creo que Koko sea de los pibes que se manejan con toda la tolerancia del mundo cuando están entre la espada y la pared… Mi punto es que, justamente la inacción es lo que los llevó a esto, y dudo mucho que más inacción haga algo por arreglarlo.

Inupi lo miraba, sintiéndose bastante derrotado.

Draken continuó: —Yo sé que esto es reciente, que es doloroso y que les acaba de explotar en sus caras hace menos de un día. Hay que ver bien qué hacer, pero primero que nada, ¿no te gustaría saber qué piensa? ¿No te parece que sería positivo que por lo menos vea que tomás alguna iniciativa? Es más, ¿no me contaste que todo lo de ayer fue un reproche confuso? Sí, estaba en pedo, pero fue un reproche igual.

Seishu suspiró nuevamente. —Tenés razón, pero ahora realmente no puedo, o no sé… no sé qué hacer. Capaz en unos días, ¿no? No… —reflexionó unos momentos— No, en unos días no.

—Ahí me gusta más —evaluó Draken mientras observaba a Inupi tomar su celular, y esperaba que fuera para llamar a Koko. Aguardó una respuesta.

—Bueno… ahí está —anunció Inui, bloqueando el teléfono y dejándolo a un costado.

—¿Qué? ¿Ya está? ¿No lo ibas a llamar?

—Pará, me estás pidiendo mucho, boludo. Una cosa a la vez, ¿sí? Le mandé un mensaje preguntándole si podemos hablar.

Era Draken quien se sentía derrotado ahora. —Bueno… bueno, peor es nada, peor es nada.

—No seas forro —reprochó Inupi arrojándole una almohada con toda su fuerza.

—Está bien —rió—. Escuchame, yo me quedo un rato y después me voy al taller, tengo que terminar unas cosas.

—¿Querés que vaya?

—No, amigo, mirá cómo estás. No te hagas drama, voy yo, pero no te cuelgues en la cama ahí todo el día, te va a hacer mal, aparte tu hermana anda preocupada.

—Sí… sí, tenés razón.

Un termo con agua caliente usado en mates para dos personas, un paquete vacío de bizcochitos agridulces, el fino rastro de azúcar sobre el acolchado que tanto irritaba a Seishu, y la mañana ya había terminado. Akane, con el rostro suspendido sobre un libro y envuelta en concentración, pronunció un vago saludo a Draken, que se retiraba de la casa al mediodía.

No tardó mucho en llegar al taller, y si bien se había lamentado por tener que abrir un domingo por la tarde y trabajar solo, en aquel momento consideró que no era tan mala idea un poco de tranquilidad. Después de todo, la entrada mostraba el cartel de “Cerrado” y él sólo le daría los arreglos finales a un auto; no debería llevarle mucho tiempo.

Aproximadamente media hora después, sintió el lejano pero inconfundible sonido de la campanilla de la puerta. Estaba seguro de que había cerrado la puerta con llave.

—Holaaa, ¿hay alguien acá?

El suspiro cargado de agotamiento que profirió Draken delató su ubicación. Reconoció aquella voz de inmediato.

—¿Qué pasó, pa? ¿Venías a afanar y te cagué el plan? —habló, sin siquiera darse vuelta.

—Daaa, uno viene preocupado y así le pagan, ¿a vos te parece, Kenchin?

Draken no era reconocido precisamente por una abundancia de paciencia, pero cuando se trataba de Mikey, parecía tener todavía menos.

—Ya te dije que no me digas Kenchin, pelotudito. ¿Qué hacés acá?

—Upa, nos despertamos con el pie izquierdo hoy…

—Flaco, dale. El local decía “Cerrado”, por si no te enseñaron a leer o algo. ¿Qué querés?

Mikey rió con ganas; era muy fácil hacer enojar a ese chico. —Nada, pasaba por ahí y te ví abriendo el local un domingo. Pensé que seguro no tenías mucha compañía, ya que ahí —señaló la entrada— dice que abren de lunes a sábados, así que bueno, pasé por acá, y encima ví que la puerta estaba abierta. ¿Contento? ¿Te podés des-enojar ya?

—¿Con qué cara me pedís eso, chiquito? —inquirió Draken limpiándose las manos con un trapo— ¿No venís a romperme las pelotas y provocarme como las veces anteriores?

Mikey actuó como si fuese un invitado totalmente bienvenido. Tomó una silla, la colocó a una distancia prudencial del auto en el que Draken estaba trabajando, y se sentó, suspirando con cansancio y una expresión que fingía inocencia con una gran dosis de caradurez.

—¿Yo? Nooo, hoy vengo tranqui, estoy medio cansado —bostezó—, no quiero pelear, ¿me hacés un café? Ayer creo que tu amigo hizo café.

—Vos estás buscando que te cague a piñas, y la verdad que no te voy a dar el gusto, es más, no te voy a dar pelota. Quedate por ahí y no rompas nada.

—¿Dónde habrá quedado la hospitalidad…? —comentó Mikey, mientras observaba a Draken volver a trabajar.

En realidad, Mikey no había mentido cuando dijo que estaba cansado, pero al ver de casualidad a Draken entrando al taller, y siendo que no le molestaba para nada hacer esperar a su hermano Shinichiro que había decidido usarlo de “che pibe”, no tuvo mejor idea que quedarse un rato con Draken. Parecía el tipo de persona con quien no se aburriría fácilmente.

Transcurrió un rato que tardó poco en superar la incomodidad. Draken dejó de poner tanta atención a qué tan bien estaba ignorando a Mikey, y se acostumbró a la presencia silenciosa del otro, que continuaba sentado en el mismo lugar, con aire relajado, mientras usaba el teléfono celular. Este, por su parte, estaba teniendo éxito en su tarea de hacer tiempo, y comenzaba a encontrar relajantes los sonidos metálicos que hacían algunas piezas y artefactos al chocar entre sí.

No mucho después, Mikey comenzó a reproducir música. Draken lo miró de repente, su paz completamente interrumpida, y le habría dicho algo si no hubiese sido porque la canción que sonaba era de la banda Callejeros. Sostuvieron la mirada unos breves segundos, y Draken volvió a lo suyo sin decir una palabra.

—Ahhh, ¿te gusta Callejeros? Bien ahí, Kenchin, buen gusto.

Draken tensó un poco los músculos al oír el “Kenchin”, pero exhaló para dejar pasar la ira y no darle la atención que claramente quería. A los pocos minutos olvidó todo aquello, y habló casi sin quererlo:

—¿Y qué andabas haciendo por acá?

Mikey no pasó por alto que el chico intentaba sacar conversación, y tampoco ignoró que se tensó tan pronto terminó de hablar, como si aquello no hubiese sido intencional. No obstante, por esta vez se lo dejaría pasar.

—Nada… el novio de mi hermano se quedó en casa anoche, pero parece que trajeron a un pibe más, y hoy a la mañana Shin andaba preparando el desayuno y qué se yo, y me pidió si podía ir a comprar no sé qué a una fábrica de pastas por acá cerca, pero me fui despertando mientras caminaba y dije “¿Para qué chota tengo que ir yo? A mí nadie me cogió para esto”.

A Draken se le escapó una risa.

Mikey sonrió apenas, y continuó: —Entonces me puse a dar vueltas para hacer tiempo, para romperle las bolas nomás, y bueno, me desvié un poco y justo te ví. No me iba a quedar sin alegrarte el domingo con mi presencia, no soy tan cruel.

Draken puso los ojos en blanco y siguió con lo suyo.

Conforme transcurrían los minutos, con Callejeros de fondo, Mikey lo observaba cada vez más confiado en que el otro estaba inmerso en su tarea y no lo notaba.

—¿Qué tanto me vas a mirar? —reclamó Draken, con exasperación renovada. No tenía tanto enojo, pero si había algo indescifrable en su expresión.

—Ah, perdoná, es que estás re bueno —repuso Mikey con tranquilidad. Exageró la frase para ver si se enfurecía otra vez, pero no carecía de verdad. Cualquiera que lo viera se daría cuenta de que era un hombre bastante atractivo.

La irritación hizo que los músculos de Draken se tensaran nuevamente, y una sensación extraña derivó del inesperado cumplido, pero desapareció tan pronto la sintió; después de todo, consideró que no era más que otro intento de irritarlo. Seguramente Mikey era otro nene mimado, un busca-problemas, o simplemente un pibe aburrido. Se preguntó si trabajaba.

Mikey registró para sí mismo la leve reacción de Draken, y añadió: —Bueno, a Shin se le está acabando la buena onda, así que mejor me voy. Gracias por no echarme a patadas del local —añadió, riendo nuevamente—, era definitivamente mejor que morirme del embole caminando sólo por la calle.

—Sí, qué bueno, me alegro haberte ayudado —replicó el otro con exagerado sarcasmo.

—Eu, ¿y si me pasás tu instagram? —Mikey probó suerte.

—Ni en pedo. Acordate de cerrar bien la puerta cuando te vayas.

Manjiro soltó una carcajada. —Ahhh bueno, ya lo encontraré entonces. ¡Nos vemos!

Al irse, llegó a escuchar un “Qué pendejo rompe huevos” murmurado sin mucha discreción.

Draken aguardó unos segundos para asegurarse de que el muchacho se hubiera ido, y se acercó a la entrada para colocar correctamente el cerrojo. En la vereda de enfrente, Mikey se dio la vuelta y lo saludó con la mano, sonriente, siempre provocador. Draken levantó el dedo medio y volvió al trabajo.

Mientras continuaba sus tareas, su cabeza se dividía en dos. Por un lado, aguardaba noticias de Kazutora sobre Koko, y quizás alguna actualización de estado de ánimo por parte de Inupi. Por el otro, su mente divagaba en torno a la consideración de que, a lo mejor, si ignoraba lo insoportable que Mikey podía ser y sus repetidas provocaciones, no era tan mala compañía.

 

Aquella misma mañana, Hajime Kokonoi despertó en una cama matrimonial que no le pertenecía, sufriendo una resaca importante y acompañado por alguien que había conocido el día anterior. Bostezó, revisó el celular, se encontró con un “Qué pasó ayer, pa?” por parte de Kazutora en WhatsApp, y volvió a bloquear el teléfono.

Todavía no.

Notes:

no me hizo feliz ese último párrafo quiero que lo sepan

gracias a la gente que comenta y deja kudos y perdón por tardar siglos en responder, posta cuelgo PERO AMO LOS COMENTARIOS

gracias por leer, espero que no se aburran por los capítulos tranquis y con suerte reaparezco el viernes que viene ♡

Chapter 12: Reclutamiento

Notes:

Técnicamente son las 3 de la mañana del sábado, pero yo no me fui a dormir todavía, así que en mi cabeza sigue siendo viernes, por ende lo publiqué a tiempo y no me atrasé por querer editar una versión del tema de la Gen'ei Ryodan versión cumbia y después terminar llorando por el final de MDZS

(perdón jsjsjsjs)

Disfruten 💜

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—Che, Hakkai, ¿no estarás ojeado ya?

—Basta Nahoya —se quejó el aludido, esforzándose en vano por evitar que se enrojezcan sus orejas.

Bajo el pretexto de ayudar a promocionar la confitería, Mitsuya le había sugerido a Hakkai un descuento para ir a merendar con sus amigos, a cambio de subirlo a alguna red social.

Su coqueteo, aunque sutil, era tan inconfundible que los chicos miraban boquiabiertos cómo Hakkai parecía no detectarlo en absoluto, incluso aunque se volviera una pila de nervios cada vez que Takashi le hablaba.

Hakkai interpretaba las ofertas, las promociones, e incluso las respuestas a sus historias desde la cuenta personal de Mitsuya, como un simple gesto de buena onda, y quizás una inversión: tenía un buen número de seguidores, y no sería sorpresa que llamara la atención de quien quisiera algo de publicidad.

Como si eso fuera poco, la otra cuestión que sorprendía al grupo de Hakkai era la calma con la que Mitsuya digería sus propios comentarios sugerentes ignorados. Colectivamente, compartían una misma incógnita: "¿No se cansa?"

Aquella tarde, Mitsuya los había recibido con una sonrisa, les había asignado una mesa cerca de la zona más decorada e incluso había colocado un difusor de aromas para completar el ambiente.

Takemichi se encontraba visiblemente deleitado, mirando boquiabierto los pequeños detalles decorativos como si fuera un nene en una juguetería.

Chifuyu reía apenas ante la imagen de su amigo, pero también observaba los alrededores, con más compostura.

Para Mikey, aquello no era en verdad su estilo; prefería otro tipo de lugares, más cercanos al taller de Draken que a la cafetería de Mitsuya. Sin embargo, disfrutaba del aroma artificial a vainilla, que se distinguía del natural proveniente de algunas masas y pasteles, pero coexistían en una extraña armonía.

Angry se hallaba tan absorto en los alrededores como Takemichi, sólo que llamaba mucho menos la atención. Smiley se concentraba en Hakkai y el desastre de nervios que era su amigo cada vez que la suave voz de Mitsuya resonaba en los alrededores.

—Ah, me acordé de algo —comenzó Angry—. Los chicos me invitaron a una joda, y me dijeron que podía traer amigos, ¿quieren venir?

—Pará, pará, pará. ¿Qué "chicos"? ¿No somos nosotros Los Chicos? —reprochó dramáticamente Hakkai, hallando finalmente algo más en lo que concentrarse, y formulando una sospecha en su cabeza sobre de quiénes podía estar hablando su amigo.

—Eso, ¿qué chicos? —el tono de Mikey era de genuina duda. Angry no había tenido ocasión de contarles nada a Mikey, Chifuyu o Takemichi.

—Ahhh, no les conté. Bueno, me hice… amigo de una pareja, y…

Los tres estaban expectantes, esperando detalles.

—…nada, me invitaron a una joda. ¿Quieren venir?

Sus expresiones decepcionadas sacaron una carcajada de los labios de Smiley. Hakkai miró instintivamente hacia Mitsuya, temiendo que lo hubiese escuchado, como si ese temor tuviera fundamento alguno. Lo único que consiguió como resultado fue un cruce de miradas, una sonrisa suave y algo compasiva por parte del otro, y sus propias mejillas hirviendo.

—Sí, pero, ¿qué onda la pareja esa? —insistió Chifuyu, interesado— ¿Son los pibes que te estabas apretando esa vez?

—¿Qué pibes? ¿Alguien se estaba apretando a Angry? —Takemichi finalmente había dejado de hipnotizarse por el extraño formato de una planta para concentrarse en la charla.

—No, no; Angry se estaba apretando, no sólo a alguien, sino a DOS pibes —acompañó la frase levantando los dedos índice y medio, como si el número de personas involucradas necesitara todo el énfasis posible— ¿Pueden creer? —esta vez se dirigió tanto a Michi como a Mikey.

—¿Y NADIE ME LO DIJO?

—Basta, Michi —suplicó Manjiro, sonriendo— ¿No ves que Hakkai está a dos escándalos de desmayarse? Cada vez que alguno de nosotros levanta un poco la voz, mira a Mitsuya como si fuese un policía y acá estuviéramos tomando merca, ¡¿NO, HAKKAI?!

Al escuchar esta última frase en un tono contrastantemente más alto, Takemichi entró en un arranque de risas que contagió a Chifuyu primero, y luego a Smiley. Mikey se unió sin quererlo al ver lo rojo que estaba Hakkai, y hasta Angry sonreía. Mitsuya, detrás de la barra, también.

—Dale, Hakkai, ¿te das cuenta cómo te ponés? ¿Qué diría el buen Mitsuya de los simios de tus amigos? Te importa tanto porque querés que te entre como le voy a entrar yo a los brownies que pedí.

—¡Mikey! —Hakkai sonaba indignado, pero el comentario había tocado una fibra sensible: no estaba tan equivocado, y por eso no pudo añadir más que ese endeble reproche.

El aludido sonrió para sí mientras los decibeles de su mesa volvían poco a poco a la normalidad.

Chifuyu aprovechó el momento. —Bueno, ¿entonces, Angry? ¿Qué onda "los chicos"?

Souya no era un gran fanático de hablar de sí mismo, y aunque quisiera hacerlo, no se le daba muy bien.

—Mmm… bueno, se me acercaron, apretamos, y anduvimos juntos toda la noche. Me pidieron el número, hablamos… lo normal.

—"Lo normal" dice —acotó Smiley, con vestigios del ataque de risa.

—Por favor, Souya, sos mi ídolo —concluyó Chifuyu.

—Bueno —comenzó Mikey—. Por lo poco que nos contó Angry…

—O sea, prácticamente nada —acotó Hakkai.

—…estos dos pibes tienen unas vibras bastante dudosas, y eso me tienta a querer ir a la joda. ¿Ustedes qué dicen?

—Ah, me olvidé de contarles, a vos más que nada, Chifuyu —añadió Angry—. Me hice amigo de un amigo de Baji, creo. Y también lo invitaron, así que capaz vaya el grupo de ellos.

—Voy —terció Mikey tan pronto escuchó lo último.

Chifuyu fue el único que no reparó en la velocidad de la decisión de Manjiro. En su cabeza, el nombre de Baji había sonado desafortunado.

Habiendo transcurrido más de dos semanas desde la vez que se habían juntado a ver una película y habían compartido esa conversación para nada agradable sobre el amor, se había propuesto olvidar cualquier tipo de atracción que sintiera hacia él. Consideró que era lo mejor, y en verdad lo estaba intentando, pero cuando se relajaba o desconcentraba, el rostro de Baji asaltaba su mente, acompañado a veces por el sonido de su risa. Algunos días tomaba distancia, y otros, aceptaba que el chico le caía bien, que después de todo eran amigos, y que aquello sencillamente excusaba cualquier acercamiento que no fuera explícitamente romántico.

También había días en los que consideraba su abuso de ese área gris, y lo hábil que había resultado ser para mentirse a sí mismo.

El día de la merienda no había sido de sus mejores con el tema “Keisuke Baji”, así que ya se encontraba un poco sensible al respecto. Se perdió la ola de risas casi inmediata, y lo notó cuando esta se dispersó demasiado rápido, y observó que sus amigos lo miraban, confundidos.

—Perdón, me colgué, ¿qué pasó?

—¿Todo bien? —quiso saber Takemichi.

—Sí, sí, no te preocupes. ¿Qué decían de la joda?

Poco a poco, aunque dudosos, los chicos comenzaron a relajarse nuevamente. El primero en hablar fue Souya:

—Que si querés venir. Va un amigo de Baji, Kazutora se llama, ¿lo conocés?

—Kazutora…

Tras descartar a los dos del taller, al mesero que hoy los atendía y al chico con delineador rojo que lo había abrazado, sólo quedaba el muchacho alto de pelo largo con dos mechones decolorados a ambos lados de su rostro, un lunar bajo el ojo derecho, y un tatuaje de tigre en el cuello. Era aquel que no se le había acercado específicamente para saludarlo, sino que pareció bajar la guardia cuando el otro lo abrazaba confianzudamente.

Nunca se había detenido a considerar que había sido el que menos vio, el único que no fue a saludarlo, y a la vez, el que mejor recordaba. Eso le extrañó.

—Creo que ya sé cuál es —añadió—. Sí, si vamos todos no tengo drama en ir.

—¿Decís que Baji vaya? —quiso saber Hakkai, con una media sonrisa. Chifuyu le siguió el juego; después de todo, ninguno allí sabía de la sensación de intranquilidad con la que convivía ahora.

—Y… seguro que sí, seguro vayan todos, no parece gente que se vaya a perder una joda.

—¡Mitsuya! ¿Venís un toque? —Lo llamó Mikey, descarado como siempre, con más de una idea en mente. La reacción de Hakkai fue tan predecible que dio ternura.

Mitsuya, al llegar a la mesa, no escatimó en observarlo, antes de responderle a quien en verdad lo había llamado.

—¿Qué necesitás?

—Perdoná que te joda mientras estás trabajando, pero acá mi amigo nos cuenta que va a haber una joda, y que conoce a un amigo de ustedes, ¿Kazutora? —miró a Souya y este asintió— Sí, Kazutora. Bueno, resulta que también lo invitaron, ¿vos vas?

—Ahhh sí, sí sí, con los chicos vamos. ¿Nos vamos a cruzar todos otra vez? —rió.

—¿Tu amigo Draken va también, no? —insistió Mikey.

Mitsuya levantó las cejas, pero no dijo nada. Pocas cosas le entretenían más que colaborar con alguien que tuviera la misma soltura que él a la hora de ir tras alguien, pero lo que encontraba realmente divertido era que el objetivo fuera Draken, y que quien intentara algo con él fuese una persona a quien su amigo aborrecía tan abiertamente.

—No estaba seguro si ir o no… —se inclinó un poco, sólo para lograr un efecto misterioso— pero puedo terminar de convencerlo.

Mikey sonrió y se apoyó en el respaldo, asintiendo como si acabara de encontrar a un buen compañero. Mitsuya se enderezó, observó a Hakkai y volvió la mirada a Mikey, sonriendo un poco más y espejando su lento y constante asentimiento. Esperaba que Manjiro hubiera entendido, y lo hizo.

—¿Qué chota fue eso? —inquirió Smiley.

—Nada, nada. Negocios —bromeó Manjiro, eludiendo la pregunta—. Entonces vamos a la jodita, ¿quedamos así?

Todos asintieron.

 

—¿Qué onda, rey bombón? —saludó Kazutora, cariñosamente, como a veces le surgía.

Se habían juntado en un Starbucks. Esa misma mañana, Koko le había respondido el mensaje en WhatsApp más de dos semanas después de haberlo recibido, pero no había problema. Tora era paciente cuando se trataba de asuntos serios.

—Hola lindo, ¿cómo va? ¿Cómo andan todos?

—Y… andamos más o menos. Pidamos primero, y después me contás qué onda todo. No es pregunta.

Koko rió. —Sí, Su Majestad.

Minutos después, con las manos cargando cafés y tibias bolsitas de papel, hallaron una mesa alejada de la muchedumbre.

—¿Me puedo terminar mi pan de queso primero? —suplicó Kokonoi haciendo puchero.

—No, no. Comés y hablás, como cuando estás en pedo.

Suspiró. —Bueno… ¿a vos te había contado qué onda con Inupi?

Kazutora negó con la cabeza.

Koko contó su versión de la historia. El beso a Akane que nunca sucedió, su verdadero primer beso compartido con Inupi, el hecho de que jamás hablaron de ello en todos los años que pasaron, y que, de todos modos, él no había podido olvidarlo. Se sorprendió soltándose cada vez más, añadiendo detalles que no estaban en sus planes y verbalizando algún que otro comentario tan pronto su mente lo formulaba. Kazutora era su compañero de maldades en el grupo, y si bien ya no eran jóvenes bromistas, conservaban ese vínculo, incluso en la adultez. Con todo, jamás se había detenido a pensar que quizás la compañía de Kazutora podía servir para algo más que vandalizar tableros de porteros eléctricos en algún barrio adinerado de Capital Federal.

Tora escuchó todo con atención, mientras se le formaba un nudo en el estómago. No tenía ni idea de que Koko había sostenido un enamoramiento tan profundo y doloroso y una resignación tan frustrante durante tantos años. Se imaginó la cantidad de energía que había consumido en embotellar todos sus sentimientos, y se sintió mal por burlarse de cómo Koko no se despegaba de Inupi, porque ahora entendía que ni siquiera se trataba de que intentara irritarlo sin éxito, o de una dinámica propia de quienes eran amigos de la infancia. Era alguien no pudiendo huir de sus impulsos, exteriorizando lo justo y necesario para mantenerse cuerdo, intentando no arruinar nada y buscando las justificaciones más descabelladas para no separarse del chico del que estaba enamorado, y que, según su concepción, no lo correspondía ni lo haría jamás.

—Y después me cansé —comentó Koko, perdiendo la nota de melancolía al llegar a la parte más reciente de la historia—. Ya no aguanté más. No soporto que no me mire, que no me toque, que no reaccione cuando me tiro encima. Cuando éramos más chicos se enojaba un poco, y yo me reía, porque después sabía cómo hacer que se le pasara, y se le pasaba de verdad. Siento que nos divertíamos. Pero fuimos creciendo, y no sé si se acostumbró o se cansó de reaccionar, pero se volvió más frío. Yo incluso me puse más atrevido, pero no pasaba nada. Por ahí me insinuaba, usaba algo medio marcado, o corto, pero…

—Son dos pelotudos —anunció Kazutora mientras se frotaba el entrecejo.

Koko frunció el ceño.

—¿Me estás diciendo que ninguno de los dos habló nunca del tema? Yo no sé qué le pasará a Inupi porque el que fue a hablar con él es Draken, ¿pero vos? ¡Es tu mejor amigo y nunca le dijiste que te gustaba! Aunque no busques que te corresponda, o no lo esperes, ¿ni siquiera pensaste en que capaz era buena idea decirle, aunque sea para que las cosas no estuvieran raras entre ustedes?

—Pero no estaban raras…

—Eso es lo que pensabas, y mirá cómo están las cosas ahora. No están raras ni nada. No están, directamente.

Su amigo lo observaba, más confundido que irritado.

Kazutora demoró un poco en seguir hablando, y lo hizo luego de suspirar. —Perdón, creo que… creo que me saqué un poquito —admitió, y decidió omitir la parte en la que notó que había proyectado algo de esta situación en su propio pasado—. Igual, es posta que me preocupa que no se hablen, y no te veo muy bien a vos. ¿Estás durmiendo bien?

Evitó casualmente el contacto visual antes de responder. —Sí, ando medio colgado, nada más… y los extraño un poco.

—¿Por qué no volvés al grupo? ¿O por qué no arreglás las cosas con Inupi?

—No, ya está. No quiero condicionarlo. Siento que si le digo lo que realmente me pasa, y las cosas “salen bien”, va a ser sólo porque se preocupa e intenta que yo esté feliz. Y si sale mal, es lo mismo que ahora, así que prefiero no arriesgarme. Sé que soy un pelotudo por no haberles contado nada, pero la posta es que me duele un montón que no me ame, y me duele admitirlo. Pasé tanto tiempo fingiendo que no me importaba, tratando de autoconvencerme de que lo que eligiera estaba bien, que no me dí tiempo a aceptar que lo quiero sólo para mí, a pesar de lo mal que está eso, y ahora que exploté ya no puedo ignorarlo, y sé que ni a él ni a nadie le haría bien estar con alguien así, incluso en el hipotético caso de que me correspondiera. Es mejor así.

—¿Y cómo sabés que no te ama?

—Boludo, cuando éramos chicos lo besé, y me fui. Me habría dicho algo, me habría dado otro beso, o cualquier cosa así. Y si no era en ese momento porque no se animaba, tuvo años después para hacerlo. Hace años que descubrimos la paja, boludo, y hace no muchos menos años que trataba de darle oportunidades ambiguas, testeando el terreno, y nada.

—Vos también cagoneaste igual…

Koko se sonrojó un poco. Tora no mentía.

—Sí… pero igual…

—¿Y si él no te encaraba por las mismas razones que vos no lo encaraste a él?

—¡Pero no puede ser eso! Yo me insinué muchísimas veces, él fue siempre frío.

—Ay, boludo, me vas a hacer agarrar un tremendo dolor de cabeza. ¿Sabés qué? Por hoy ganás vos. Por hoy te doy la razón. Y de paso te cambio de tema, porque si seguís diciendo boludeces te voy a terminar cacheteando. Este finde, jodita. ¿Venís?

—No te pateo por lo último que dijiste nomás, ¿cómo que jodita? ¿Cuándo y dónde?

Kazutora le dio todos los detalles, evadiendo intencionalmente el hecho de que Draken intentaría por su lado convencer a Inupi para ir. Cuando mencionó lo lindos que estaban los anfitriones, Koko pareció ganar unos puntos extra de interés, que sumados a la perspectiva de ver a sus amigos, acabaron por convencerlo para ir.

 

El caso de Inupi fue más breve. Fue Draken quién le avisó de la fiesta, y la conversación se redujo a:

"Che, Inupi, joda este sábado, ¿venís?"

"No."

"A las 8 en casa"

"Dije que no"

"Traé jugo, yo tengo vodka. Ponete lindo."

Inui suspiró de frustración antes de escribir "Ok". Pensándolo mejor, quizás le serviría la distensión.

 

Mientras tanto, los Haitani debatían a quiénes de sus conocidos invitar, ya que el número inicial de personas excedía la capacidad de su departamento.

Ran escribía un mensaje, y Rindou tenía la mirada fija en algún punto de la habitación, con la cabeza llena de su hermano y Angry, y algunas imágenes mentales que, en cualquier momento, harían que tengan que pasar la tarea organizativa para más tarde.

Notes:

Fue muy tranqui el capítulo aaa lo peor es que lo tenía casi listo hace como 4 días pero tenía que chequear unas cosas en los capítulos publicados para usar de referencia temporal y lo pateé hasta el mismo viernes kjjjj menos mal igual, encontré un par de typos

Espero que sean pacientes ya viene la joditaaaa, gracias por leer y comentar <3 les veo el otro viernes probablemente

Chapter 13: Traición (La jodita, parte I)

Notes:

APAREZCO ay gente, entre lo que me costó ordenarme la escena de la jodita en mi cabeza y la falta de tiempo que tuve para escribir, terminé tardando un culo en actualizar y encima me quedó tan largo que tuve que dividir la escena en tres capítulos aaaaaa espero que les guste <3

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Reinaba demasiada paz en la casa de Draken como para ser un sábado a la tarde o, al menos, como para tratarse de los momentos previos a una fiesta que no auguraba nada bueno. La calma antes de la tormenta.

Mientras se preparaba para ducharse, se arrepintió de la soltura con la que había citado a Inupi tan temprano, y si bien recibirlo antes era mejor que no recibirlo en absoluto, eran ya las siete de la tarde, y no tendría mucho tiempo de tranquilidad y soledad para prepararse mentalmente.

Mitsuya le había dado el golpe de gracia comentando, sin poder ocultar el tono burlón, que un tal Mikey había preguntado por él, y que el desenlace de la conversación había consistido en él y todo su grupo anunciando que irían a la fiesta del sábado. A esa altura, no le interesaban más detalles.

Draken sabía que Mitsuya había unido todos los puntos, y sospechaba que lo que lo divertía era que el desprecio entre él y Mikey no mostrara evidencia de ser mutuo. Jamás admitiría lo vergonzoso que aquello se sentía, lo mucho que lo desconcertaba no lograr enojarlo de la misma manera en que lo hacía enojar a él y, principalmente, la difusa sensación de que, en el fondo, no le molestaba tanto como debería.

Mientras echaba la cabeza hacia atrás y permitía que las gotas de agua caliente corrieran por su rostro, divagó sobre las posibles razones de lo que estaba sintiendo. Claramente se trataba de algún tipo de atracción, por mucho que quisiera negarlo, así que se contentó con asumir que, así como Mikey probablemente veía un desafío en provocarlo hasta generar alguna reacción, él también podía jugar el mismo juego. Él también podría desconcertarlo en el momento más inesperado, sólo para fotografiar mentalmente el momento en el que abandonara contra su voluntad la sonrisa socarrona, y así poder conservar algo de su orgullo.

Se conformó con eso. Después de todo, era la mejor conclusión a la que podía llegar sin dejar de aferrarse a sentimientos conocidos y aceptables.

A la hora pactada, Inui hizo sonar el timbre. Draken abrió la puerta con el torso desnudo, prueba irrefutable de que no había reunido la energía suficiente para terminar de vestirse a tiempo.

El proceso que había tenido que atravesar Seishu para asistir esa noche había consistido en forzarse a dejar de lado la tristeza que lo abrumaba, volver a su actitud de todos los días y a su natural “cara de ojete”, como la habían bautizado sus amigos.

Por el momento no marchaba mal, pero la vulnerabilidad seguía allí, latente, esperando para hacerse con el control de su cabeza en el momento menos oportuno. Y así fue como no pudo desviar la mirada de la espalda del otro mientras caminaba delante suyo, atento a la manera en la que los músculos se le marcaban, sin haber captado lo que este estaba diciendo.

—Eu, ¿estás acá?

Inupi reaccionó, y lo avergonzó darse cuenta de lo temprano que era como para estar derrapando así. No sabía qué quería hacer, no tenía nada planeado; sólo quería sentir algo, lo que fuera, mientras no tuviese nada que ver con Koko.

Aunque dirigir esos pensamientos hacia Draken era una exageración.

—Perdón, ¿qué dijiste?

Draken lo miró mal, pero no dijo nada al respecto. —Te pregunté cómo estás.

—Ahhh, y… ya estoy mejor, qué se yo. No terminé de volver a estar como siempre, pero lo pensé mejor, y creo que la joda me va a venir bien.

—¿Seguro? No hagas boludeces eh, ni se te ocurra tomar merca ni nada…

—Sí boludo, vine específicamente para tomar merca del culo del dueño de casa, ¿no sabías? —respondió sarcástico, devolviéndole a su amigo algo de esperanza. Una respuesta así era propia de Inupi, especialmente teniendo en cuenta que la única sustancia que consumía era alcohol de la mejor calidad.

—Sos un puto, se nota que ya estás mejor. Me voy a terminar de cambiar así no me mirás más las tetas. Si querés algo de la heladera, agarrá tranqui.

Inupi tragó saliva y lo ignoró. —¿Tu viejo no está?

—No, no, hoy vuelve tarde.

—Bueno, te espero.

No transcurrieron más de quince minutos y el timbre sonó nuevamente, arrancando un par de insultos de un Draken a medio vestir, que alcanzaron los oídos de Inupi desde la habitación más lejana. Parecía que los demás habían decidido llegar más temprano.

—Abro… —anunció Seishu elevando el tono de voz.

Se encontró con Keisuke, igual de producido que siempre, sólo que con menos glitter encima. Junto a él, la sorpresa era Mitsuya: se había arreglado de una forma tan elegante y sobria que llamaba la atención por la armonía de su aspecto. Era la fórmula perfecta para ser un imán de miradas sin el menor esfuerzo.

—¿Viste lo cogible que se puso este? —Baji señaló a Mitsuya tras adelantarse para hablarle a Inupi— Yo no te la puedo creer, lo que logra un modelito de metro ochenta y tres…

—Todo el camino me viniste descansando boludo, ¿estás celoso? —replicó Mitsuya, ocultando la levísima vergüenza que sentía. Había estado lleno de confianza, hasta que Baji tuvo la amabilidad de recordarle el tipo de ambiente en el que estarían él y Hakkai más tarde, donde valía prácticamente todo. Nadie tenía una seguridad a prueba de balas, y Mitsuya no era la excepción a la regla.

Inupi se limitó a observar a Mitsuya y asentir lentamente. —Buena pinta, buena pinta —apreció mientras cerraba la puerta.

—Qué baranda hay acá, loco, ¿cuántos perfumes distintos se tiró cada uno? —se quejó Draken unos momentos después, apareciendo en el comedor del departamento. Sin embargo su expresión se suavizó apenas, muy a su pesar. Por más quejas o gritos que pudiera proferir a veces, adoraba a sus amigos.

—Bueno, muchachos. Hay birra y picada… —anunció con un tono significativamente más agradable.

—¡Euu! ¡Te re portaste, rey! —exclamó Baji al ver a Draken traer la bandeja en una mano y la cerveza en la otra. Los demás se unieron en un barullo de elogios, e Inupi, el más hambriento, se concentró en cortar el salamín en rodajas, intentando sacarse de la cabeza los pensamientos que había tenido momentos atrás.

—Che, ¿y Tora? —Baji hablaba con la boca llena, lujo que se reservaba sólo para ocasiones especiales: que su amigo invitara una picada era una de ellas.

Involuntariamente, todos miraron de reojo a Inupi durante una milésima de segundo. Continuaba cortando el salamín.

—Ahhh, me dijo que va directo. —Draken se lamentó por no haberles avisado antes, habría evitado el riesgo de que Inupi preguntara por él, o por Koko. Al ser tan pocos, no pasaba desapercibida la ausencia de dos de ellos.

Pero Inupi apenas pareció escucharlos, y Draken se apresuró a cambiar de tema.

 

—¿Ya estás listo? Mirá que no sé si va Inupi, no hace falta que te produzcas tanto.

—Basta, Kazutora. No me estoy arreglando por si va Inupi, me estoy arreglando porque me quería arreglar —replicó Koko furioso desde el baño de la casa de su amigo.

Kazutora sólo rió, y aguardó a que añadiera algo más.

—¿Vos decís que vaya? —continuó Koko, cauteloso.

Kazutora soltó una carcajada por lo predecible que podía llegar a ser Kokonoi, al menos para él, pero aún así no respondió. Por más pequeño que pareciera, el silencio era también una colaboración con la causa, ya que la incertidumbre motivaba a Koko a actuar.

Además, lo había escuchado hablar mal de Inupi tantas veces desde que conversaron sobre el tema, que se sintió confiado con la tarea de reunirlos otra vez y hacerlos dialogar. Tuvo la sensación de que Koko se había acostumbrado a depender de Inupi más de lo que se daba cuenta, y más de lo que querría admitir. Quizás, a esta altura, ni siquiera fueran físicamente capaces de separarse por mucho tiempo.

Kazutora sintió un poco de envidia, y tragó saliva para deshacer el nudo en la garganta antes siquiera de que se formara.

—Dios, estoy quedando como un boludo, pero por lo menos me estoy arreglando como un rey, ¿no?

—La verdad que sí, estás diez puntos —replicó Kazutora finalmente.

—¿Me hacés un favor, Tora?

—Sí, decime.

—No me dejes tomar mucho, no tengo ganas de pasar vergüenza.

Quizás Koko debería haber supuesto que Tora tenía expresas ganas de ir a tomar y pasar vergüenza.

—Mirá… voy a hacer lo que pueda, eso es todo lo que te puedo ofrecer.

—Me sirve, me sirve.

 

—Bueno, Souya, lo único que te voy a pedir esta noche es que no me hagas ver cómo intercambiás fluidos con otra gente, ¿te parece?

El rostro de Angry se enrojeció a una increíble velocidad con el comentario de su hermano. Este último pensó que, después de todo, había cosas en Souya que nunca cambiarían.

—Tranqui, te estoy jodiendo, pa —comentó, dándole unas palmaditas en la espalda—, pasala bien… pero lejos de mí —rió al final.

Angry puso los ojos en blanco.

Chifuyu se acercó a Souya y lo rodeó con un brazo. —Dejalo tranquilo pobre, ¿no ves que la está viviendo?

—Gracias, Chifuyu —respondió Angry, genuino.

—¿Cómo estoy, Michi? ¿Estoy lindo? —Mikey posó de forma casi exagerada.

—¿Justo al paki le vas a preguntar eso? —Chifuyu rió.

—Callate, ¿no ves que fomentás la masculinidad tóxica? —replicó Takemichi dramáticamente, fingiendo indignación y haciendo reír aún más a su amigo. —Sí, estás divino, Mikey.

—Sos un perrito faldero —acotó Smiley.

—Qué malos son, ¿eh? —Hakkai a veces podía ser bastante inocente— Déjenlo tranqui, pobre.

—Ay, Michi, Michi. Si no tuvieses novia, ya te habría amaestrado —bromeó Mikey, palmeándole el hombro.

—Te vas a levantar al Draken ese, ¿no?

—Exactamente, Smiley. Exactamente.

—¿Pero no te odia?

—Exactamente, Smiley. Por ahora.

Nahoya soltó una risotada, y los demás se le unieron. Sabían que de nada serviría decirle algo a Manjiro; la idea ya estaba insertada en su cabeza.

—Bueno, cada loco con su tema… —repuso Chifuyu algo distraído, mientras utilizaba uno de los espejos de la casa de los Kawata para arreglarse el peinado.

—¿Y vos? Me parece que te estás haciendo mucho el boludo con Baji —Mikey se había apoyado en la pared, junto a él, y aguardaba respuesta.

Chifuyu se concentró en continuar acomodando sus mechones de cabello durante el tiempo que fuera necesario.

—Nada, ahí andamos, tranqui. Igual que siempre. ¿Por?

—Y… no sé, últimamente no hablás tanto de él como antes.

—¿Vos decís? No me doy cuenta si hablo mucho o poco de él, la verdad…

—Mmm, ponele que te creo.

Chifuyu rió, pero tuvo el cuidado de no establecer contacto visual. Su acto tranquilo y despreocupado estaba saliendo a la perfección.

Había intentado alejarse un poco de Keisuke y mantener su contacto estrictamente académico, pero si tuviera que ser franco, le resultaba imposible. No podía tomar distancia poco a poco si Baji le enviaba fotos de gatos, videos graciosos y todo tipo de estupideces, aquellas que estaban acostumbrados a compartir.

Se sentía un tonto por no haber detectado antes que, si sucediera algo entre ellos, no iría a ningún lado. Al mismo tiempo, contaba con la certeza de que, incluso si se hubiese dado cuenta, no habría podido escapar exitosamente de su sonrisa cautivadora.

Tenía un nudo en el estómago, y databa desde el comentario tan sencillo y despreocupado que había escuchado de los labios de Baji, aquel donde descartaba el amor, justo cuando él mismo había notado que estaba comenzando a asociar ese sentimiento a Keisuke. El momento y el lugar más inoportunos.

—¿Vos decís que no hace falta que llevemos nada de escabio? —Hakkai quiso saber por tercera vez esa noche.

—No, no. Me dijeron que no hacía falta que yo lleve nada, y que tome tranquilo. Y que lo mismo aplicaba para mis amigos.

—La re pegaste, ¿eh? —Mikey no ocultaba lo interesante que le parecía la idea de emborracharse gratis.

Angry se encogió de hombros, pero cuando todos registraron su reacción y desviaron su atención a otra cosa, se le escapó una sonrisa casi imperceptible.

 

—Entonces vos los conocés, ¿no? —murmuró Koko en el oído de Kazutora, mientras esperaban que alguien les abriera la puerta del departamento. Se oía música desde dentro, y su volumen moderado parecía indicar que la puntualidad significaba, en realidad, llegar bastante temprano.

La puerta se abrió, y Kokonoi observó una figura alta y esbelta sonreírles con calidez. Su aspecto era inconfundible, y supo de inmediato que lo había visto en el boliche una vez. Supuso que cualquier persona que hubiese posado los ojos en él, aunque fuera por un momento, lo reconocería otra vez. Era increíblemente llamativo.

—Hooola, bonito. ¡Llegaste temprano! —el anfitrión saludó a Kazutora con una mano en su cintura. Koko no podía darse cuenta si el chico estaba ebrio o no.

—¡Hola! Un gusto, soy Ran. ¿Y vos sos…?

—Podés decirme Koko, un gusto.

—Ay, qué lindo, un apodo recordable —rió Ran—, y me encanta tu delineado rojo, ¿te lo hacés vos solo? Pasen, pasen…

Koko continuó conversando con Ran, a la vez que Kazutora observaba los alrededores tras escuchar la puerta cerrarse. Aún no se había librado de esa incómoda sensación que lo había asaltado la otra vez en el bar, y lo urgió la necesidad de hacerlo cuanto antes, en especial si tenía que ver a Baji con Chifuyu en una noche como aquella, en un lugar como aquel.

Al no haber casi nadie en el living, su vista se desvió a dos figuras en el balcón. El más bajo, de espaldas a él, parecía observar la noche porteña. El otro, apoyando la espalda y ambos codos en el barandal, era alguien que ya conocía, aunque no recordaba su nombre.

El chico no tardó en verlo y acercarse con una sonrisa, dejando la puerta corrediza abierta al entrar.

—¡Ey, al fin alguien conocido! ¿Todo bien?

Kazutora lo recordaba perfectamente. La combinación de su altura, los pequeños mechones de un rubio apagado en su cabello oscuro y ondulado, y la actitud expectante de diversión habían alcanzado para cautivarlo uno de los viernes que visitó el boliche, pero lo más llamativo de todo habían sido los tatuajes que llevaba en el dorso de cada mano.

—Sí… no me odies, pero posta no me acuerdo tu nombre, aunque sí sé que te conozco.

—Me asustaría si no te acordaras de conocerme, con la jauría entera de galgos que me tiraste esa vez —rió—. Soy Hanma, trabajo los viernes a la noche en La Warhol…

—¡Sí! Sí, ahora me acuerdo —Kazutora se detuvo a observar al otro chico, y creyó haberlo visto girar la cabeza lo suficiente como para mirarlo con su peor cara, antes de volver a darles la espalda.

Lo asaltó la curiosidad. —Perdoname, pero, ¿ese de allá es tu novio o algo?

Hanma siguió la mirada de Kazutora con el sólo propósito de ganar algunos segundos, sabía perfectamente a quién se refería.

—Nah, es mi compañero de trabajo. Es lindo, ¿viste? Pero es un ortiva.

Y hoy está más ortiva que de costumbre, pensó. Ya ni siquiera es divertido, no sé qué le pasa.

—La verdad que no lo ví —confesó Kazutora.

—¿Cómo que no lo viste? —Hanma parecía haber recuperado la expresión entretenida— Cuando me estabas chamuyando en el boliche esa vez, vino Kisaki a quejarse, vos te reíste y le dijiste que si quería también le podías dar un beso a él.

—¿En serio? —Kazutora rió con ganas.

—¡Sí! —Hanma lo imitó, y cambió la manera en la que lo observaba. Parecía estar considerando algo, mientras posó los ojos una vez más en Kisaki, que parecía no tener interés en lo que sucedía dentro.

Finalmente devolvió la mirada a su interlocutor. —¿Vamos a servirnos algo para tomar?

—Sí, me parece bien, hay que aprovechar mientras seamos pocos y no se empiecen a bajar todo el escabio —replicó Kazutora, haciendo reir a Hanma otra vez.

No esperaba que la solución a sus problemas apareciera tan rápido, y tampoco había anticipado que podría tener otra oportunidad con el barman del boliche. Sintió que era una pena que el otro chico no estuviera de humor, pero principalmente, consideró la suerte que tenía de poder distraerse con alguien más, y así evitar el escenario desafortunado de tener que ver a Baji y Chifuyu besuquearse por los rincones mientras él estaba solo con un vaso de Fernet.

 

Rindou Haitani acababa de encargarse de bajar un poco más las luces, viendo cómo iba llegando más gente, cuando el timbre sonó otra vez. Fue a abrir, y se extrañó con la manera en que el corazón golpeó su pecho por un segundo.

Los rulos color celeste de Souya se habían convertido en ondas, disminuyendo considerablemente su volumen y enmarcando sus ojos con más definición. Creyó haber notado que su expresión se relajó por un instante cuando lo vio, justo antes de saludarlo.

—Hola, Rin. Traje a mis amigos —anunció—. ¿Podemos pasar?

Sólo entonces se dio cuenta de que había estado mirando a Souya más tiempo del aceptable, y se percató de que los otros chicos lo observaban con expresiones expectantes.

—¡Ah! Sí, sí, pasen, ¿cómo…?

Angry vio que Rindou estaba demasiado distraído, y esbozó una leve sonrisa que desconcertó a Rin sin que este pudiera procesar el motivo.

—Ah, querés saber cómo se llaman, ¿no?

Rindou asintió, y Angry se encargó de indicarle quiénes eran sus amigos. Mientras tanto, estos aprovecharon para dejarlos solos.

—¿Y Baji?

Chifuyu habría agradecido que dejaran de preguntarle por Baji.

—Ni idea, Michi. No le instalé un GPS en el ojete todavía…

—Fua hermano, no vayas a ser tan buena onda, eh.

—Sí… perdón, perdón, estoy un poco nervioso nomás, ni idea por qué.

Chifuyu se sentía inmensamente culpable por mentirle a Takemichi, pero ni siquiera él había terminado de darle forma a los pensamientos sobre Baji. Aún era muy pronto para sentarse a hablar, y ese definitivamente no era el momento ni el lugar.

—No pasa nada, rey, pero vos ya sabés que podés hablar conmigo.

 

En ese instante, el timbre se hizo oír una vez más, y fue Rindou nuevamente quien abrió la puerta, algo irritado por la interrupción.

—Holaaa, ¿cómo va? Somos amigos de Kazutora —comenzó Baji, sobresaltando ligeramente a Rindou.

—Ah, bien. Pasen, pasen.

—Yo soy Baji, la torre esa es Draken, el galanazo se llama Mitsuya y el de la cara de culo es Inupi. ¿Vos sos…?

Apenas había tenido tiempo de reaccionar, pero se recompuso a tiempo. —Rindou. Mi her… —carraspeó violentamente—, perdón. Ran y yo organizamos la jodita.

Angry no pareció haber notado nada extraño, pero Baji se percató de su presencia y, al observarlo tanto a él como a Rindou, comenzó a recordar lo que había visto en el boliche.

Antes de que pudiera hablar, Draken lo interrumpió. —Muy lindo todo, chicos. Gracias por organizar una joda, por invitarnos —tomó a Baji del brazo y comenzó a alejarse— pero tenemos que ir a dejar el escabio que trajimos, VAMOS —urgió, gesticulando a los demás.

—¿Qué te pasa? —rió Mitsuya cuando estuvieron solos en la cocina, buscando dónde estaba el alcohol para dejar el que habían llevado.

—Parece que viste un fantasma, boludo —acotó Inupi.

Draken se apoyó contra una pared y suspiró. —Nada, que ví a Mikey a lo lejos y no quería que me viera. Es medio grande el departamento, capaz ando con suerte y tengo un rato de paz sin que el gremlin ese me persiga. Es muy temprano y estoy demasiado sobrio para esto.

—Che, desde que te conozco nunca tuviste problemas para defenderte de nadie, menos de un “gremlin” como le decís vos, ¿qué onda ahora? ¿Qué te detiene de cagarlo a piñas? —aventuró Inupi, que también comenzaba a formular sospechas—. Aparte, ya sabías que iba a venir, Mitsuya te estuvo descansando bastante. Te empilchaste y viniste igual… yo digo que te gusta el enano.

—No seas boludo, Inui. No tengo ganas de pelearme, y no quiero tener problemas si le rompo un hueso o algo, no parece saber medir a quién provoca.

—¿No serás muy protector vos?

—Tipos de Draken: el presidente de la Asociación Protectora de Gremlins —añadió Mitsuya.

—Gremlins lindos, ojo —Baji ya estaba abriendo una cerveza—, si era feo capaz no lo protegía tanto.

—No sean chupapijas, dale —Draken parecía estar a punto de hundirse los ojos de tan fuerte que apretaba sus lagrimales, cansado.

—Apaaa, estás bastante bueno vos —anunció una voz desde el umbral de la puerta, y su desconocido dueño observaba fijamente a Baji.

—Dale, Iza, es muy temprano para que te pongas a cargosear gente… —se oyó hablar a alguien desde detrás, con un tono resignado.

—¿Ves? Mi novio está todo rapado, me vendría bien sumar a uno con el pelo largo, así, tan lindo como lo tenés vos.

—Disculpá, amigo —interrumpió una segunda voz, ahora también dentro de la cocina: un chico alto y fornido con una enorme cicatriz que atravesaba la mitad de su cara—. Izana se puso en pedo muy rápido.

—No hay drama… —Baji pasó de la sorpresa al entretenimiento.

—Kaku… —comenzó Izana, pero fue interrumpido.

—Vamos, vamos, lo estás incomodando al pibe —suplicó, y se llevó a Izana sosteniendo su cintura con delicadeza.

Chifuyu había querido ir hasta la cocina a servirse algo, y al no poder entrar por el chico de pelo plateado que estaba armando una escena, acabó por presenciar cómo este piropeaba a Baji. No esperaba oír eso, ni esperaba encontrárselo en la cocina, y definitivamente no vio venir la punzada de dolor que lo asaltó. Si fuera más lanzado como ese, capaz habría conseguido algo antes de empezar a flashear amor, pensó amargado mientras reunía fuerzas para entrar a la cocina como si nada.

—Hola —saludó al verlos a todos, y nadie notó que su sonrisa hacia Baji duró una milésima de segundo menos de lo normal.

—¡Hola! —Keisuke se le acercó radiante mientras este buscaba una botella en el freezer— No sabía que ya estabas acá, ¿todo bien?

Después de darle unas cuantas vueltas a todo el asunto, Baji había llegado a la conclusión de que se conformaría con ser amigo de Chifuyu, pero no perdería nada intentando sutilmente “reforzar la amistad”, como le gustaba catalogar a los acercamientos físicos sin ataduras.

En su mente era una idea brillante, así que su humor mejoró considerablemente cuando Chifuyu apareció.

La música comenzó a sonar más fuerte desde el living, y el principio de “I Am The Stripclub” de Iggy Azalea les formuló un recuerdo casi vívido de las noches en el boliche.

Para Chifuyu, ver a Baji dolía. No sabía qué quería hacer ni qué quería evitar, si lo necesitaba fuera de su vista o tan pegado a él como fuera posible. Confundido, decidió que era muy temprano para lidiar con eso. La noche era jóven, el departamento era grande, y los amigos de Baji lo entretendrían hasta que él pudiera decidir qué actitud tomar.

—Sii, todo bien. ¿Te jode si te charlo más tarde? Los chicos me pidieron que les lleve algo para tomar… —alzó la botella en su mano como prueba de lo que estaba diciendo.

—¡Ah! Sí, obvio, obvio, en cualquier momento te cruzo otra vez —rió Keisuke, volviendo con sus amigos. Estaba demasiado deslumbrado con la recientemente descubierta seguridad emocional como para notar algún cambio en la expresión de su amigo.

Aliviado, Chifuyu se dispuso a volver, para lo que debía atravesar un breve pasillo que guiaba a una especie de biblioteca convertida temporalmente en un salón de juegos. En ese pasillo, visualizó a dos chicos que parecían estar a medio camino entre besarse con intensidad y desgarrarse la yugular. Sin quererlo, se distrajo por un cuello al descubierto iluminado por las luces bajas, y al notarlo adornado por el tatuaje de un tigre, se dio cuenta de quién era.

Se sonrojó sin quererlo, y comenzó a apurar el paso sin saber bien por qué. Sólo tenía en la cabeza que debía abandonar esa escena cuanto antes.

En aquel momento, Kazutora tomó a Hanma de la remera y se hizo hacia atrás, como si quisiera llevarlo hasta alguna de las puertas cerradas, y en eso se chocó directamente con Chifuyu, haciéndolo tropezar.

—¡Uh! Dios, perdoname, no ví que estuvieras pasando, ¿estás bien? —se disculpó Tora apresuradamente mientras se colocaba en cuclillas junto a un Chifuyu que yacía victorioso en el suelo, sobre uno de sus hombros, abrazando la botella intacta.

—Sí… sí, pensé que se me iba la botella al carajo —Chifuyu se veía y se oía aliviado.

Kazutora comenzó a salir del susto momentáneo, y lo entendió. Observó lo lindo que se veía en una posición algo ridícula, riendo con total naturalidad después de haberse caído, y lo entendió. Se preguntó por qué, alguna que otra vez, lo asaltaron amargos sentimientos de celos hacia Chifuyu, como si pudiera compararse con esa sonrisa radiante. Tuvo la certeza de que Baji, y probablemente cualquiera, caería por un chico así.

Lo entendió. O creyó entenderlo.

—¿Te ayudo a levantarte? —extendió una mano mientras tomaba la botella con la otra y la colocaba a un costado.

Chifuyu aceptó, y consideró lo mala que era su suerte, a la vez que esperaba que el otro no notara el ligero nerviosismo que sentía. Era demasiado para procesar el hecho de estar intentando deshacerse de sentimientos románticos por un lado, y lidiar con una molesta fijación repentina y vana en alguien al azar, sólo porque era atractivo.

Hanma habló, y en ese momento ambos recordaron que el chico también estaba con ellos. —Perdonen, me tengo que ir, creo que mi compa me está buscando. Después seguimos, Tora —se despidió lanzando un beso en dirección al aludido.

Genial. Suspiró resignado.

—Vos sos amigo de Baji, ¿no?

Tora no comprendió bien de dónde surgía la pregunta, y Chifuyu tampoco habría sabido explicarlo.

—Sí, sí, nos conocemos desde chicos, ¿por?

—Ah, no, no. Por nada, quería saber si los ubicaba bien a todos, son varios.

Kazutora sabía que ambos estaban al tanto de que los amigos de Baji eran sólo cinco, no varios, pero optó por no decir nada. Justo en aquel momento, oyó que comenzaba a reproducirse “Traición” de Miranda, y sintió que ese era el pie para retirarse, no sin antes presentar una excusa agradable y creíble, y por supuesto, una pequeña sonrisa.

Hanma se le había escapado de las manos, probablemente para ir atrás del otro chico que trabajaba con él. Había tenido un encuentro no deseado con la primer persona a la que su ex le abría su corazón después de haber terminado su relación, y le había resultado más agradable de lo que esperaba. Y, como si eso fuera poco, había comenzado a reproducirse esa canción, cuya letra era lo último que necesitaba escuchar en aquel momento, sin importar las veces que la había bailado en otros momentos.

Conozco lo mal, conozco lo vil, conozco lo horrible que te hice sentir… sonaba el estribillo, mientras él se servía vodka con jugo de naranja en un vaso, mitad y mitad. Comenzó a deambular hasta que encontró un espacio tranquilo en un rincón de uno de los sillones del living, mientras el ritmo de la canción lo descolocaba. Ya es hora de soltar, se dijo a sí mismo. Es el shock del momento, es la primera vez que lo ves con alguien, se te va a pasar.

Tras ese vaso, fue por un segundo, aumentando el porcentaje de vodka en la bebida en comparación con el trago anterior. No tardó mucho tiempo en embriagarse, justo como quería estar, y dejarse llevar por lo que sea que tuviese ganas de hacer.

Tampoco tardó mucho tiempo más en visualizar a Baji sólo, también algo ebrio, con el aspecto de estar buscando algo con cierta dificultad.

—¿Cómo estás, bombón? —se le acercó, hablando medio en broma, medio en serio— ¿Qué se te perdió? —acompañó la dirección de su mirada.

Momentos antes, Baji había comenzado a dudar de sí mismo con sorprendente velocidad. Algo le decía que Chifuyu lo estaba evitando, y el alcohol en sangre no lo dejaba sacar una conclusión menos dramática.

Se sentía vulnerable, y se encontró necesitando desesperadamente algo seguro, tangible, mientras miraba sin ver hacia donde se acumulaba más gente.

Kazutora apareció justo en medio de sus pensamientos difusos, y la familiaridad de su amigo, que venía construída sobre los cimientos de su antigua relación, lo invadió antes de darle tiempo a usar la cabeza.

A pesar del anhelo incontrolable, Kazutora no estaba tan ido como para ir directo a cometer un desliz con Baji, así que sus intenciones no fueron más allá de saciar la sed de tacto que podía tener de vez en cuando.

Fue por eso que, incluso ebrio, se sorprendió cuando Baji no se corrió de su lado, e incluso pareció hallarse cómodo con la cercanía.

Baji no hizo ni dijo nada al respecto, y si bien esto le habría llamado la atención a Kazutora incluso estando sobrio, ahora lo único que representaba era un aval silencioso, un permiso. Por los viejos tiempos.

Y fue como en los viejos tiempos que se le acercó para besarlo, sólo que dudó a último minuto. Algunas luces en su cerebro seguían prendidas, pero aguardó allí, arrepentido, juntando la fuerza para regresar a su lugar.

Baji no le dio tiempo, suprimiendo la poca distancia entre ellos al acercarse a Kazutora para probar sus labios una vez más.

Sabían justo como lo recordaba.

Notes:

Baji qué hiciste chinchulín no ves que me complicás más todo??? we

"La Warhol" es el nombre del boliche al que van siempre, y existe jajajajja fue mi inspiración

Bueno gente no prometo actualizar el viernes que viene sin falta porque tengo que rendir exámenes y encima me hice las uñas así que tardo más en escribir, voy a gritar, PERO sí tengo intenciones de hacerlo así no se olvidan lo que va pasando, pero bueno, cualquier cosa si me quieren preguntar algo vayan a @xmakizx en twitter !!!

gracias por leer <3

Chapter 14: Romix (La jodita, parte II)

Notes:

VOLVÍ!!! estuve terminando de cerrar la cursada en la facultad y no encontré tiempo ni energía para escribir hasta ayer a la tarde, pero quería actualizar hoy para no dejar pasar más tiempo, así que este capítulo lo saqué con fritassss
Espero que les guste, y tengan algún reproductor de música a mano si quieren, les va a ambientar mejor <3

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El beso transcurrió atrapante. Por razones totalmente diferentes, ninguno de los dos contaba con los reflejos para volver a pisar la tierra y dejar de hacer lo que estaban haciendo, y ambos compartieron la sensación de que este beso había saciado una necesidad, por más pequeña que fuese.

No cualquiera podría detener un beso así como así después de darse cuenta de que lo necesitaba.

La mente de Kazutora se entregó por completo a donde lo llevaran sus sentidos, y en aquel momento, estos estaban siendo lentamente absorbidos por Keisuke Baji.

Él, por su parte, sufría. Pensaba que esto era mala idea, que iba contra sus principios, que le restaba valor a su palabra. Sus manos, por otro lado, no parecían querer obedecerlo, ni daban indicios de estar dispuestas a mantenerse lejos de Kazutora. El arrepentimiento ardía en su pecho, mezclado con culpa, un deseo hasta entonces desconocido, y el dolor que le causaba sentir todo aquello al mismo tiempo y no poder actuar en consecuencia. Su mente se dividía entre querer aferrarse al pasado con Kazutora como si pudiera volver a vivirlo, y las ganas de que Chifuyu estuviera allí.

—Pará… —Kazutora fue el primero en recuperar el sentido común, e interrumpió el intercambio de la manera menos brusca posible, aferrándolo por los hombros— Creo que estás medio alterado, se te nota, y la verdad que esto no es una buena idea. Te la seguí, caí tarde… es mejor que hagamos de cuenta que esto no pasó, y además tu chico nos vio. No sé qué onda eso, pero fijate…

Kazutora se acomodó un poco la ropa levantada, con vergüenza por no haberlo frenado antes, y por lo rápido que su erección se hizo presente. Mientras tanto, Baji tardó unos segundos en procesar que Chifuyu los había visto, y cuando empezó a entender, se alejó abrumado, sin mediar palabra.

Tora lo observó irse y suspiró. Su pecho dolía, sus mejillas ardían, su pantalón le molestaba, pero no tanto como el nudo en su garganta. No estaba listo para saborear el pasado tan descuidadamente, ni para que aquello le hiciera acordar que su corazón no había sanado por completo. Y debía sanar, debía soltar; por su bien, el de Baji, y el de todo el grupo, que ni siquiera habían resuelto el problema entre Kokonoi e Inui. No necesitaban otra fragmentación, y menos por algo que se habían comprometido a dejar atrás hace años.

La alegría despreocupada se había esfumado, pero no el mareo por el alcohol, y el dolor de cabeza comenzaba a abrirse paso como el invitado más indeseable. Kazutora comenzó a deambular buscando una habitación en la que descansar un rato, lejos de todo, y cuando la encontró, no estaba vacía.

La tenue luz del exterior parecía haber sido la única fuente de iluminación, al menos hasta que abrió la puerta y las luces del pasillo se proyectaron en la oscuridad del interior. Reconoció a quien se sentaba en los pies de la cama matrimonial que ocupaba el centro del cuarto, con la mitad inferior de su vestimenta desperdigada por el suelo y una expresión de placer digna de un ninfómano. El movimiento rítmico y el sonido repetitivo se detuvieron bruscamente, y sólo allí Kazutora notó su presencia: el mismo chico distante del balcón, cuya figura se veía ahora completamente desnuda y su cabello ligeramente más despeinado, se encontraba de rodillas entre las piernas de Hanma, tenso.

—No te preocupes, vos seguí —alentó Hanma a su compañero, colocando una mano en su cabeza, gentil. Este pareció dudar, pero continuó, relajándose a cuentagotas.

Tras un suave gemido desvergonzado, Hanma volvió a hablar. —Veo que seguís ahí, corazón. Me estás matando con tanta luz de afuera, ¿sabés? Kisaki se ve tan lindo con la luz de costado… —se detuvo y gimió nuevamente, tomándose su tiempo para observar a Kisaki con adoración y acariciar su mentón con un dedo mientras este no se detenía— ¿Te sumás o te vas?

Kazutora quedó perplejo. No sabía bien qué hacer, pero la primera conclusión a la que llegó fue que no quería irse. Quizás aquello era el analgésico que necesitaba.

Tras un momento de duda, cerró la puerta tras de sí.

Hanma arqueó una ceja, y guió con delicadeza a Kisaki hasta sentarlo sobre una de sus piernas, quedando ambos mirando a Kazutora. —¿Qué te parece, Kisaki? —susurró en su oído, mientras Kazutora sentía el escrutinio sobre él.

—Acercate más —dijo Kisaki, hablando por primera vez, casi como si diera una orden. Su aspecto no encajaba con el tono autoritario, pero quizás eso era parte de su encanto. Kazutora accedió con curiosidad.

Mientras más miraba a Kisaki, más atractivo le parecía, y la imagen completa con Hanma se le presentó como la solución perfecta.

—Estás tardando mucho en responder —ponderó Hanma, leyéndole la mente a su compañero— Te gusta, ¿no?

Kisaki, el único que estaba completamente desnudo en esa habitación, tragó saliva sin quitarle los ojos de encima a Kazutora, y eso fue todo lo que Hanma necesitó para hacerse hacia atrás y llevar a su compañero a sentarse sobre la cama, delante suyo, donde podía abrir sus piernas a gusto, exhibirlo y exponerlo por completo ante los ojos del recién llegado, bañado por la ligera luz nocturna.

—Le encanta que lo miren, ¿sabías? —Hanma comentó casualmente, mientras acariciaba la cara interna del muslo de su compañía, concentrando su tacto en la suavidad de la piel, y usó la otra mano para introducir lentamente dos dedos en su boca— Te dejo la mejor parte.

Hanma no necesitaría repetirse; la vista estaba siento cada vez más irresistible para Kazutora. Se arrodilló frente a la pareja, observando ambos rostros hambrientos, y notando casi divertido cómo la expresión dura de Kisaki se desplomaba con notoria velocidad mientras más expuesto y observado se sentía.

Finalmente, desabrochó su pantalón para dejarse respirar mientras se decidió a tomar a Kisaki entre sus labios, deleitándose con el sonido necesitado que este dejó salir al entrar en contacto con la cálida humedad de su boca.

 

Chifuyu había visto demasiado.

Mientras era él quien ahora descansaba en el balcón, con la brisa nocturna acariciando su rostro y la música sonando levemente más lejana, pensó que ya estaba cansado de sentir cosas. Cada vez que veía a Baji o pensaba en él, su mente se enmarañaba al punto donde no parecía haber retorno. Su cerebro se sentía como un montón de luces de navidad, enredadas a propósito y meticulosamente. Extraer de allí un hilo de pensamientos coherentes parecía más que imposible.

Y si se dejaba llevar por el instinto, el tirón en el estómago que Baji le hacía sentir tampoco se explicaba por sí sólo, y él ya no quería seguir dándole vueltas.

Consideró que sería más fácil si pudiera obedecer la voz de la razón que hablaba en su cabeza: A Baji no le interesa el amor, va a ser un buen amigo y nada más. ¿Por qué no podía deshacerse de sus sentimientos tan sencillamente?

Y verlo besarse con Kazutora no había ayudado a aclarar nada. No sabía qué conclusiones sacar, y si alguien le preguntara al respecto probablemente explotaría.

—¡Chifu! Acá estabas.

Chifuyu se dio vuelta y se encontró con un Keisuke que se aproximaba titubeante, sonriente y tan lindo como siempre. Llevaba un trago en cada mano, y descubrió que ya no quedaba rastro de la fuerza de voluntad con la que había estado evitándolo antes.

—Hola —su tono salió más dulce de lo que esperaba— ¿Es para mí eso?

—¡Sí! Te traje algo para tomar, ¿pasó algo que estás acá solo?

—Nah, sólo quería que se me vaya un poco el pedo cósmico que me agarré —recurrió al recurso de la verdad a medias.

—Ahhh —rió—, la verdad que yo también.

—¿Tienen algo Kazutora y vos? —las palabras se le escaparon de la boca, y cerró los ojos unos momentos, con un poco de fuerza y bastante vergüenza.

Baji casi se ahoga con la bebida.

—Ehhh… ahora no, o sea, salimos un tiempo hace bastante y… eso, ahora somos amigos. ¿Por? —Baji hablaba con cautela.

"Amigos", consideró Chifuyu, pensativo.

—Ahh, no, por nada. Los ví ahí chapando y dije "Epa, ¿me perdí de algo importante en la vida de un amigo?" —rió, quitándole importancia al asunto.

Se preguntó si eso era algo que Baji acostumbraba a hacer con amigos. Ese título y su significación, en su cabeza, comenzaron a experimentar variaciones a una velocidad increíble, tratando de no quedarse atrás en la conversación.

Baji respiró tranquilo, pero de inmediato supo que habría querido que Chifuyu preguntara por Kazutora con otro tono. Y se odió por ello: no hacía mucho aún mantenía la premisa de mantener sólo una amistad, con algún que otro acercamiento, pero amistad al fín. ¿Qué habría hecho si Chifuyu le hubiese preguntado por sus sentimientos? Quizás encontrar el pie para decirle los que tenía por él, y eso no era muy amistoso de su parte.

Mientras tanto, la mente de Chifuyu había encontrado un atajo y lo consideraba con creciente convicción. Baji haciendo ese tipo de cosas con amigos se aparecía cada vez más como un precedente ideal.

—Noo, no te preocupes, no te perdiste de nada —Baji rió y tragó con dificultad.

Chifuyu le sonrió, recuperando su actitud de siempre. Tomó su trago con un plan en mente, creyéndolo infalible, y comenzó a dejarse llevar por la conversación.

No tardaron casi nada en adueñarse del pequeño ambiente entre los dos. Risas, comentarios divertidos y la pérdida de inhibiciones característica de la ebriedad, llevándolos a una comodidad como siempre la habían tenido. Apoyados en la baranda, se fueron acercando poco a poco sin notarlo, hasta que fue Chifuyu el primero en percatarse de que, cada vez que reían, sentía las vibraciones del otro por tener sus brazos pegados. La cercanía acabaría por embriagarlo aún más.

Poco tiempo después, la madrugada los encontró sentados en un sillón en el medio del living, rodeados por una cantidad considerable de gente, pero ellos ni los notaban, sólo conversaban y reían, y no sabían que compartían el mismo tirón en el estómago desde hacía rato.

En aquel momento, el reproductor de música comenzó a pasar "Romix" de Miranda, y los ojos de Baji se iluminaron, haciendo reír a Chifuyu.

—Dejame adivinar, ¿otro tema de Miranda?

—¡¿Tampoco conocés este?!

«Fue tu voz y la manera en que me hablaste
La forma de tus palabras
Provocaron que preguntara por tí»

Baji no pudo evitar mirar a Chifuyu con otros ojos. Después de todo, era Miranda lo que sonaba de fondo.

Chifuyu se sintió observado de manera diferente, y no podía resistirse a Baji feliz, atento a la música, y pareciendo decidido a no posar la vista en otra cosa que no fuera él.

Baji seguía la letra de la canción, casi por lo bajo, hasta que miró al otro con una ocurrencia.

—¡Bailemos! —pidió, poniéndose de pie de repente y con la dificultad típica de quien había estado tomando, y le extendió la mano— ¡Dale!

«Era obvio que llegaría el momento
Adoro cuando las cosas se suceden de manera natural»

Chifuyu tuvo la revelación de que ya no podría soportarlo mucho más, así que tomó su mano y, tras titubear un segundo, se inclinó hacia adelante y lo besó con un hambre que había estado aguantando por lo que parecía una eternidad.

«Me acerqué y seguro te dije algo
Que pienso te habrá gustado
Porque entonces me empezaste a besar»

El cuerpo de Baji reaccionó al instante, y les tomó un segundo llegar a besarse con la confianza de quienes habrían hecho esto mil veces antes.

«Y tu boca pegándose con mi boca
Besándonos ante todos los amigos
En el medio del salón»

Ninguno de los dos parecía capaz de controlar sus manos, ni la energía sedienta con la que se pegaban el uno al otro, no después de tanto tiempo deseándose en silencio.

«La canción que sonaba a mí me gustaba
Y mientras se terminaba
Te pedí me lleves a tu habitación»

Baji podía negarse a muchas cosas, pero jamás a desobedecer a Miranda.

Perdiendo la noción de lo que seguía de Romix, logró separarse apenas, lo suficiente como para hablar.

—¿Querés--

—Sí —fue todo lo que Chifuyu respondió.

 

Con las manos aferradas firmemente y esquivando gente, entre risas y bajo el cobijo del pop, encontraron una habitación vacía. Estaban de suerte.

El sonido amortiguado que venía desde detrás de la puerta cerrada les regalaba un ambiente de intimidad y secreción que no hacía más que aumentar su emoción.

Sus bocas se mantuvieron juntas todo el tiempo posible, separándolas sólo lo indispensable como para deshacerse con éxito de sus prendas de vestir, que interferían con el anhelado contacto piel a piel.

La temperatura aumentaba, sus besos comenzaban a intercalarse con respiraciones agitadas, y fue Baji quien tuvo un instante de reacción para empujar a Chifuyu de espaldas en la cama, arrancándole un tenue gemido involuntario, mezcla de sorpresa y placer.

No obstante, este se adaptó casi de inmediato, acomodándose mejor y luciendo una expresión que inconfundiblemente invitaba a Baji a no dejarlo solo.

Y este obedeció, deshaciéndose de su ropa.

Se perdieron en besos y mordidas desperdigados por la totalidad de sus cuerpos, la intermitencia de jadeos y gemidos, y el aura de placer que los envolvía implacablemente, pronto dejándolos incapaces de frenar sus manos, sus caderas, y los sonidos como diamante en bruto que salían de sus bocas.

 

En cierto punto de la madrugada, Inupi perdió la cuenta de cuántas veces había contemplado abalanzarse sobre Draken y succionarle hasta la última gota de saliva. Quizás, si saltara sobre él, este lo sostendría de ambas piernas y, si tenía suerte, lo estamparía contra la pared.

Pero su sentido común lo detuvo cada vez. Además del hecho innegable de que Draken era un hombre excepcionalmente atractivo, Inupi sabía que, en el fondo, sólo quería llamar la atención de Koko. En cada escenario reproducido en su cabeza, la constante era siempre Kokonoi, en algún lugar, observándolos y deseando hacer algo para detenerlos. ¿Cuándo había caído tan bajo como para comportarse como un adolescente?

Inui había estado toda la noche con Draken y Mitsuya, viendo a Baji, Kazutora y Koko ir y venir esporádicamente. Ya no tenía la debilidad del día en que se pelearon y la mañana siguiente, pero ahora estaba encaprichado, tanto que no lograba darse cuenta de que su viejo amigo también lo estaba.

Koko se encargó de pavonearse durante toda la fiesta, sin ningún resultado. Era ridículo cómo ambos estaban algo enfadados, muy encaprichados y tercamente decididos a que el otro iniciara las cosas.

En cierto punto de la noche, luego del revuelo de risas que los asaltó al ver a lo lejos cómo Baji y Chifuyu finalmente se besaban, y encontrándose extrañamente los cinco en el mismo lugar, el timbre sonó.

Ran, el anfitrión más cercano a la entrada, abrió la puerta sin soltar la cintura de Angry, atrayéndolo para sí, y saludó enérgicamente a dos invitados más.

Inupi vio a los hombres en la entrada, a lo lejos. No los conocía, pero automáticamente notó que tendrían, por lo menos, diez años más que ellos. El rango de edad de la gente en la fiesta no tenía mucha amplitud, así que desentonaron desde el momento en el que pisaron el departamento.

—Fua, quiénes serán, ¿no? —a Mitsuya no parecía importarle mucho.

—Che… el más petiso de los dos, el que tiene cara de virgo, me suena un poco la cara… —Draken se oía pensativo.

En ese momento, observó cómo Mikey se acercaba a los recién llegados, saludando casualmente a uno y deteniéndose a charlar con el otro.

Al verlos juntos, Draken entendió.

—¿Ese es el hermano de Mikey?

Sin embargo, Inupi no llegó a escucharlo. Estaba muy atento viendo cómo Koko, sin mediar palabra, se alejaba de ellos y caminaba directamente a la pareja.

—No sabía que venías, gil, nos hubieses traído en el auto —Mikey se veía risueño.

—Nooo, ¿en serio pensás que puedo ir con Omi, vos y cinco monos más adentro de mi auto?

Mikey rió. —Te estoy jodiendo, Shin. Apúrense que acá están escabiando a lo loco, en cualquier momento se acaba el alcohol —aconsejó mientras se retiraba, provocando una risita aprobatoria de Takeomi. Le caía bien.

No transcurrió ni un minuto y Koko los fue a recibir.

Tiempo atrás, había estado dudando sobre si llamarlos una vez más, desquitarse una vez más, porque tampoco habría podido decir que la había pasado mal.

Pero Shinichiro y Takeomi se aparecieron fortuitamente en aquella fiesta, justo cuando Koko se había quedado sin herramientas para llamar la atención de Inupi pero aún no quería dar el brazo a torcer.

Koko pensó que debería agradecerle a su yo del pasado que, desesperado, había buscado aplicaciones de citas hasta dar con una pareja para encontrarse, sólo para sentir algo. Y había sentido muchas cosas, ninguna relacionada con el corazón. Eso le agradaba, y podría repetirlo, exasperado y necesitado como estaba. Quizás, de paso, Inupi despertaría.

—¡Hola! No esperaba verlos acá —los saludó casi ronroneando, mientras plantó un beso en la boca de Takeomi y otro en la de Shinichiro, levemente más prolongado; este era su favorito.

—La verdad que nosotros tampoco, es una sorpresa grata —acotó Takeomi, deleitado por la imagen que recibían sus ojos, y la forma en la que Koko los miraba a ambos.

—Si quieren les digo dónde está la cocina —la sugerencia vino con un agradecimiento silencioso a Ran por estar visiblemente ocupado con Angry.

—Obvio —replicó Shinichiro, mientras que Takeomi, como única respuesta, acarició el cuello de Koko con el dorso de la mano, mientras la deslizaba hasta el otro lado para reposar el brazo sobre sus hombros.

Al verlos irse, la expresión de Inupi comenzó a mostrar cada vez más claramente el enojo que hervía en su interior.

Notes:

Harta del bardo estoy harta del bardo *escribe más bardo*

Primero que nada, la primer escena se la dedico a Arrocito, espero haber estado a la altura Emoji llorando

BUENO la semana próxima (o la otra) subo la última parte de la jodita y al fin podemos seguir adelante dios la fiesta más larga del mundo, y eso que inicialmente no la iba a dividir en tres ¿?¿? bueno, gracias por la paciencia con mis actualizaciones, gracias por leer y gracias por dejar comentarios!!! cualquier cosa me hablan a twitter (arroba kissjolyne), les tkm ♥

Chapter 15: Quereme (La jodita, parte III)

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—Eu, ¿qué te pasa? —Draken sonaba alarmado.

—Debe ser Koko, se fue con los chabones esos… —Mitsuya había recuperado su atención en todo el asunto.

—De toda la gente con la que podía encamarse, tenían que terminar siendo conocidos, ¿no? —Kazutora sabía lo que había ocurrido. Koko le había contado de su momento de debilidad, como él mismo lo había llamado, pero no había esperado este tipo de casualidad.

Baji estuvo a punto de decirle "Ahora no es momento", pero reparó en dos cosas: primero, ya había hablado e Inupi no le estaba prestando atención; y segundo, algo le cerraba la garganta si intentaba dialogar con Kazutora. Quizás era muy pronto.

—¿Me vas a contestar, o qué? —Draken estaba perdiendo la paciencia. Inupi pocas veces se enojaba de verdad, pero cuando lo hacía, perdía por completo la sensatez. Draken sentía que deberían reaccionar e irse si querían evitar alguna escena.

—Che, ¿te parece que nos vayamos? Creo que ya tuvimos suficiente joda… —Mitsuya intentó persuadir a Inupi, sin saber que pronto eso no sería suficiente.

—Bueno, bueno, al fín te agarro sin que te escondas de mí, Kenchin —Mikey apareció de la nada, sobresaltando a todos, pero especialmente a Draken— Te preguntaría cómo va todo, pero por sus caras--

—Escuchame, chichón de piso, ahora no es momento para tus huevadas —la expresión de Draken parecía asemejarse cada vez más a la de Inupi. Quizás, en otro momento, no habría interpretado con tanta rapidez al rostro risueño de Mikey como un ataque directo, pero ahora la situación no dejaba lugar a ninguna aplicación de la lógica.

—¿Qué carajo te pasa? Estás con un carácter más de mierda que de costumbre, yo vine con la mejor…

—¿Y? Si tantas ganas tenés de “venir con la mejor”, ¿por qué no le decís a los pelotudos esos que dejen de boludear con mi amigo?

—¿Qué pelotudos? No sé de qué me estás habland… esperá, ¿te referís a mi hermano y al novio?

—No te hagas el boludo, ¿y tu grupo dónde está?

—Che… —Kazutora le susurró a Baji, lento y mareado como estaba. Este se alertó, pero se relajó nuevamente cuando notó que la atención de su amigo no estaba puesta en él— ¿Qué hace Draken buscando roña? ¿No era que nos íbamos a ir?

—Sí, yo me pregunto lo mismo, aparte pensé que Draken estaba enojado por lo de Inupi, pero se la está agarrando con Mikey.

—Gente —comenzó Mitsuya— Tratemos de irnos, ¿sí? Se fue de cero a cien todo, y lo último que nos hace falta es tener a los dos calentones enojados.

—Eu, ¿Inupi dónde está? —quiso saber Kazutora, abandonando finalmente la impronta tranquila que el alcohol y la compañía habían provocado en él.

—¿Dónde carajo se fue? —Inquirió Baji por lo bajo, a nadie en particular.

Los tres amigos comenzaron a mirar para todos lados, pero Inupi no estaba por ningún lado, y descubrieron en aquel momento que estaban demasiado cansados como para la búsqueda exhaustiva que tenían en mente.

Kazutora fue el primer valiente en hablar. —Bueno… —suspiró—, vamos a sentarnos por allá, y estemos atentos. Cualquier cagada que se mande, lo sacamos, ¿dale?

Baji y Mitsuya no eran grandes fanáticos de la inacción, pero era lo mejor que les ofrecía su reducida energía.

—Tu hermano es un rancio, boludo —cercenó Draken a su interlocutor, con un tono lo suficientemente fuerte como para dar cuerpo a su enojo, pero lo suficientemente bajo como para no llamar la atención.

—¿Cómo que es un rancio? —Mikey hervía de rabia— ¡Lavate la boca antes de hablar de Shinichiro! ¡No te cago a trompadas por respeto a Souya y los amigos, pero sino ya estarías culo para arriba en la calle, forro!

Draken soltó una risita mordaz, carente de gracia. —Me tenés cansado haciéndote el poronga, ¿sabés?

—¿Y yo qué tengo que ver con eso? No es mi culpa que me prestes tanta atención. ¿Por qué seguís hablando conmigo, boludito?

¿Por qué sigo hablando con él? Draken no pudo evitar reflejar la pregunta en su mente, donde tenía la seguridad para sincerarse. No registró realmente cómo siguió el vaivén de veneno entre ellos, siendo que su mente estaba ocupada buscando desesperadamente una respuesta.

Pero no halló más que otra pregunta: ¿Por qué lo estuve evitando? Ahora no deseaba huir, y no sabía por qué. No estaba tan exasperado como había creído que lo estaría, y ya ni se trataba de Koko o Inupi. El asunto era Mikey, y eso lo irritaba sobremanera.

Mikey lo arrancó de sus pensamientos, dejando sus conclusiones incompletas. —¿Me vas a contestar o no? —inquirió, mientras lo aferraba de las solapas de la camisa para acercarlo un poco más.

—Vos, que te las sabés todas, a ver si esta te la esperabas —murmuró Draken en un tono que Mikey apenas logró escuchar, ya con la mente en blanco. En un movimiento fugaz, le devolvió el agarre a Mikey, lo acercó un poco más y lo besó.

Si Draken hubiese tenido su capacidad de reacción intacta, habría oído cómo Baji se atragantó al verlos, no muy lejos de donde estaban, y también habría detectado los sonidos guturales extraños que tanto Mitsuya como Kazutora dejaron salir en un intento por contener la risa.

Pero Draken, tras unos breves segundos, sólo pudo separarse lo suficiente de Mikey como para admirar la expresión de pasmo plantada en su rostro. En aquel momento, recordó que ese había sido su objetivo inicial, y al notar que, a pesar de haber perdido el control de sí mismo, lo había logrado de todos modos, su confianza subió considerablemente.

Mikey tardó en volver a la Tierra y espabilar lo suficiente como para notar su propia expresión involuntariamente hechizada, y cambiarla a toda prisa. Pero sabía que Draken la había visto en primer plano; su rostro victorioso lo anunciaba a gritos. Le había ganado.

—Soltame —dijo Mikey tras recomponerse, casi como un gruñido.

—¿Qué pasa? ¿Ahora sí tenés miedo?

La mirada de Mikey era inescrutable, pero aún así, su sonrojo era imposible de ocultar.

Al ver que Draken no obedecía, lo invadió la adrenalina del desafío, pero se dijo a sí mismo que no. Por el momento, sólo cabía la retirada.

Mikey deslizó una mano por el cuello de Draken, provocando que entornara los ojos, sospechoso. Tiró de su pelo trenzado, y el otro tuvo que contener la expresión de dolor, liberando la camisa de Manjiro.

—Esto… —anunció el más bajo mientras se alejaba— no queda acá, ¿sabés?

Draken se quedó allí contemplando tardíamente qué acababa de pasar, y al cabo de unos segundos, la vergüenza tiñó su rostro de un color rosáceo.

Sin embargo, a pesar de lo confuso del episodio, ya no estaba enojado.

—No sé ni por dónde empezar a descansarte, hermano —soltó Baji, notablemente divertido, una vez que Draken se sentó junto a ellos. Kazutora y Mitsuya rieron también, preguntándose qué haría a continuación.

—Dios, no te la puedo creer… —se lamentó Draken mientras enterraba el rostro entre las manos, apoyando los codos en sus rodillas.

—Igual, en tu defensa —comenzó Mitsuya—, la caripela de Mikey estaba como para sacarle una foto —rió, y los otros dos lo acompañaron.

—De esto, nada, ¿está bien? Háganse los boludos, por favor se los pido —Draken no sabía de dónde surgía esta petición, y menos considerando que ya estaban grandes para mantener esas cosas en secreto, pero aún así la formuló con una pizca de esperanza.

Los demás rieron otra vez, dejándole un mensaje en claro: sería bastante complicado cumplir con eso.

—Gente —sugirió Baji de pronto, mientras le hizo señas a alguien sin que nadie lo viera— ¿vamos a tomar fresquito al balcón? Vos no, Mitsu, quedate acá.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—¿Sí? ¿Pasó algo? —quiso saber una voz nueva: Hakkai.

Mitsuya se sobresaltó apenas, pero recuperó la compostura en el segundo siguiente.

—No, no, pasa que nos íbamos al balcón un rato —mintió Baji— y Mitsuya tiene vértigo, ¿sabés? Así que estaba pensando cómo hacer, y justo te ví, así que viniste fenómeno para que Taka no se quede solo. ¡Después venimos!

Se alejó prácticamente arrastrando a los demás con él, y Mitsuya se acordó de todos los ancestros de Baji: estas maniobras grotescamente evidentes no eran su estilo, y Baji lo sabía.

Pero Hakkai parecía más confundido que decepcionado, sin tener en cuenta lo deslumbrante de su aspecto, así que Mitsuya decidió trabajar con lo que tenía.

—Hola —saludó Hakkai con mucho esfuerzo.

Sentía que estaba a punto de desintegrarse por la mezcla de miedo y emoción. Había caído en una trampa como las que planean los preadolescentes, y probablemente estuviera tan nervioso como uno.

Estuviste chillando cada vez que te respondía algo por Instagram, y ahora lo tenés en frente. No te mandes ninguna cagada, se dijo, y se sentó cerca del otro.

—Al fin te veo, ¿eh? Es un bodrio estar siempre respondiendo cositas por una pantalla, me gusta más charlar así —rió Mitsuya, acomodándose relajadamente en el sillón, sin dedicar un gramo de atención a nada que no fuese su compañía. En verdad, Hakkai le resultaba hermoso, y había algo adorable en la forma en que su nerviosismo dejaba pequeñas evidencias en su lenguaje corporal.

Hakkai no sabía qué decir. No sólo no tenía experiencia en este tipo de situaciones, sino que su timidez acababa con sus intentos de socializar, temiendo decir algo estúpido y perder así la oportunidad de pasar tiempo con Mitsuya.

No sabía que la paciencia del otro era prácticamente interminable, ni que podía jactarse de su perseverancia. Todo en lo que podía pensar era que si decía el comentario equivocado, Mitsuya perdería el interés.

—Sii —coincidió Hakkai, adornando la breve réplica con una risa nerviosa.

—¿Estás bien?.

—¡Sí! Sí, estoy bien, bien… pasa que, fui a buscar una cerveza y perdí de vista a mis amigos, y… me quedé ahí.

Internamente, Mitsuya se lamentó: Claro que quiere estar con los amigos, vino por eso.

—Ahh, claro, y el boludo de Baji llamándote —Mitsuya habló con tono comprensivo, interpretando que Hakkai no quería estar allí— ¿Te ayudo a buscarlos? El departamento es grande, pero no tanto, seguro están por ahí.

—Mmm… sí, puede ser —replicó Hakkai, pero "No, me quiero quedar charlando con vos" era lo que había querido decir en realidad. Lo único sincero que logró exteriorizar fue el tono con escaso entusiasmo que usó para hablar.

Mitsuya se puso de pie. —Bueno, vamos… ¡Ah! No les habia prestado atención a tus aros, ¿los hiciste vos o vinieron así?

Cada uno de sus pendientes se componía de tres argollas individuales enganchadas sencillamente entre sí, cada una más grande que la anterior; idea de Yuzuha. Mitsuya tomó uno de los adornos entre sus dedos y lo giró, observando con atención. Era muy simple, demasiado, pero nunca se le habría ocurrido y lo fascinó. Hakkai sentía el roce suave de los dedos sobre su cuello, delicado y sin intención, y sintió la temperatura de su rostro elevarse indefinidamente.

—Ah, perdoname —Mitsuya retiró la mano de repente—, invadí tu burbuja personal —y coronó la disculpa con una risa suave y arrepentida.

El corazón de Hakkai se le subió a la garganta. Tragó con dificultad, deseando con todas sus fuerzas poder acotar algo divertido, o hacer algún comentario que le demostrara a Mitsuya que estaba bien, que no debía disculparse, que podía revisar sus pendientes cuanto tiempo quisiera. Pero sólo pudo quedarse allí, congelado.

—Bueno, ¿vamos?

Hakkai asintió y lo siguió. Mitsuya habría comenzado a preocuparse si no hubiese sido porque el sonrojo del otro se veía prometedor. Consideró que conocerlo y ganar su confianza podría llevarle más tiempo del esperado, pero eso no hizo más que entusiasmarlo. Algo en ese chico le decía constantemente que valdría la pena la espera, sin importar cuán larga fuera.

El primer lugar donde se asomaron a ver fue el salón de juegos. No había nadie, pero Hakkai, que venía sopesando la posibilidad de hacer algo, tuvo un momento de iluminación al ver cartas españolas sobre la mesa, y sugirió jugar a algo.

—¿Seguro que no querés buscar a tus amigos?

—Sí… deben estar en la suya, si no los ví juntos ya, o si no me buscaron…

—Bueno, joya entonces, ¿querés jugar… mmm... al Truco?

—No sé jugar al Truco —Hakkai frunció apenas el ceño.

Mitsuya rió con soltura, sin el menor dejo de burla. —No te preocupes, ¿te enseño?

—Bueno… bueno, dale.

 

Inupi comenzó a pensar que debería salir del baño. No era el único en un departamento tan grande, pero probablemente sus amigos comenzaran a preocuparse pronto.

Había tenido ganas de golpear a esos dos tipos, golpearlos hasta descargar todo su enojo, pero sabía que ese simple pensamiento era la alarma que le indicaba que debía calmarse.

Se había dirigido al baño más alejado, había mojado su nuca y su rostro con agua fresca, y se había sentado sobre la tapa del inodoro. No le tomó mucho tiempo comenzar a llorar.

No quería hablar, ni arreglar las cosas, ni llegar a un acuerdo. No le interesaba dejar su corazón expuesto, ni el dolor que sabía que experimentaría. Lo único que deseaba era chasquear los dedos y que todo se solucionara, incapaz de enfrentar el volumen de emociones reprimidas que tenía en su interior, y que no había detectado hasta que fue demasiado tarde.

Años de amor, dependencia, necesidad y un magnetismo desde el centro de su pecho que, ahora que deseaba alejarse, se le aparecía incómodo, inoportuno. ¿Por qué todos los caminos llevaban a Koko?

Kokonoi ya se había aburrido: Takeomi no tenía nada que no hubiese visto ya, y sabía que no podría estar con Shinichiro a solas. Habían servido para su pequeño acto de celos, cuya reacción por parte de Inupi, tristemente, no pudo ver. Pero ya deseaba irse con sus amigos, o buscar alguna otra manera de llamar la atención del rubio, siendo que esa había sido la primera vez en toda la noche que realmente se había sentido motivado para algo.

Mientras intentaba mantener una fachada presente, no pudo evitar fijarse en la pareja junto a él. Los tres charlaban tranquilos en un pasillo, bebidas en sus manos y oídos llenos de música, pero había algo invisible que conectaba a los dos hombres. Se entendían, se veían tan cómodos el uno con el otro, y aunque no estuviesen haciendo nada en particular, la sola presencia de ellos, juntos, destilaba intimidad.

Koko sintió envidia y, como reacción automática, su corazón fabricó la imagen de alguien que no era bienvenido en su cabeza.

Con palabras melosas, se excusó para alejarse solo, sin saber a dónde quería ir, y sin querer pensar realmente en cuáles eran las posibilidades de cruzarse a Inupi.

Se preguntó qué quería realmente. ¿Que todo volviese a como era antes? ¿Que cortaran lazos definitivamente? ¿Que tuvieran una charla adulta? ¿Disculparse?

Las únicas ideas desperdigadas en su cabeza consistían en gritarle, besarlo, hacerlo llorar, y volver a cumplirle cada uno de sus caprichos, como hacía antes. Había un dolor punzante en su interior. Quería golpearlo, aunque fuese una vez, y aunque supiese que jamás podría hacerlo. ¿Por qué no podía ser él quien viniera a disculparse? ¿Por qué debería disculparse, exactamente?

Mientras se aproximaba a una puerta, habiendo perdido la noción de por dónde caminaba, esta se abrió, y ante él apareció Inupi, como si la parte más recóndita de su inconsciente lo hubiera estado llamando. Su gesto se crispó al verlo, se detuvo en seco, y también lo hizo su mente, que había estado trabajando arduamente para aproximarse a alguna postura concreta.

Inupi tenía los ojos hinchados, la boca seca, algunas gotas de agua se deslizaban por su cuello, y su mirada denotaba cansancio. Miró a Koko como si fuese la última persona que habría querido ver en ese momento, y lo era.

Y, por desgracia, Koko lo notó. Conocía esa mirada, y odiaba profundamente que ahora se la dedicara a él. Era la primera vez.

—¡Ah! Disculpame, te estoy importunando, ¿no? —siseó Koko. No necesitaba provocación; aparentemente, Inupi de pie frente a él bastaba. Sentía dolor y enojo, sin saber que ambas cosas estaban directamente conectadas. Quería llorar, pero no lo haría frente a Inupi.

—¿Qué querés ahora? Estuve intentando calmarme, no te dije absolutamente nada, ¿no estabas ocupado con los chabones esos?

—¿Por qué preguntás? ¿Te interesa?

—No —Inupi dio media vuelta y comenzó a alejarse. No se le daba bien mentir.

La sangre de Koko comenzó a hervir. —¡A mí me parece que sí, pero sos muy cagón como para hacer algo!

La garganta de Inupi se cerró en un nudo tan doloroso como las palabras filosas que acababa de oír, pero aún así no reaccionó. Su energía iracunda se había diluído en alguna de las tantas lágrimas que había derramado a solas, sumido en la confusión.

—¿Por qué lo decís? ¿Te interesa? —respondió, girando apenas la cabeza y sin dejar de caminar.

No esperaba una respuesta, pero menos esperó la mano en el hombro que, abruptamente, lo giró y lo estampó de espaldas contra una pared. Koko lo aferró de la ropa, con la mirada desencajada y la respiración acelerada, pero no hizo nada más. Su agarre fue perdiendo fuerza, hasta que Inupi, en silencio, tironeó de su propia ropa para librarla de las manos ajenas. Ambos escrutaban los ojos del otro, y no sabían que compartían el mismo dolor, incapaces de pronunciar una sola palabra.

Inupi fue el primero en dejar de soportar la tensión, y siendo que se debatía entre abrazar a Koko o retirarse, eligió la segunda opción. Kokonoi lo dejó ir, pero no desvió la mirada de la silueta que se alejaba hasta que ya no estuvo a la vista. En un momento, dos lágrimas salpicaron en el piso, junto a sus pies. Jamás las sintió correr por sus mejillas, tan acongojado como estaba por la maraña de sensaciones imposibles de clasificar que inundaban su pecho.

Cuando devolvió su atención a los alrededores, el inoportuno reproductor musical pasaba “Quereme” de Miranda, casi como una burla.

«Quereme, como la tierra quiere al agua
Quereme, como en el mar esa mañana
Quereme, que las disculpas se han perdido
Como perdida estoy sin vos, y tengo frío»

 

A Draken le bastó una mirada de Inupi, un pedido silencioso, para reunir al resto de los chicos e irse de la fiesta. Se acercaban a los umbrales del amanecer, y ya habían tenido más que suficiente.

Rindou le suplicó a Souya que se quedara a dormir, y Ran se sorprendió a sí mismo secundando ese pedido; su estómago estaba hecho un nudo.

Chifuyu terminó jugando al Uno con un Mikey frustrado, un Hakkai feliz, un Nahoya cansado, y los ronquidos de Takemichi adornando la partida, que dormía con la cabeza en el regazo de Manjiro. Poco después, el primer rayo de sol que entró por la ventana y la disminución del gentío les indicó que era hora de irse.

Tiempo después, Kazutora se fue con Koko, y le prometió no contarle a nadie que lo había visto llorar.

Notes:

Ahhhh, saben que esta semana entré en bloqueo, tanto que pensé que tampoco iba a actualizar hoy, pero salí del bloqueo a último momento escribiendo ANGST KOKOINU, cosa que no puedo creer porque es mi ship favorito y no entiendo por qué carajo los hago sufrir DIOS

Bueno, TERMINÓ LA JODA MÁS LARGA DEL MUNDO!!! probablemente le dedique un poco más de tiempo a armar la historia de acá hasta al final, así que si ven que en algún momento tardo bastante en actualizar, es por eso, porque el tema de organizar la historia (en vez de escribirla) me traba bastante, pero voy a intentar que no!!!

Gracias por leer las actualizaciones, por los comentarios lindos que vinieron dejando, y espero que sigan disfrutando el fic <3 les tkm

P.D. recuerden que siempre que quieran preguntarme algo, mi twitter es @kissjolyne!!! besitos

Chapter 16: Don Satur y las entradas

Notes:

Volviiiiii

La verdad que diciembre fue un mes complicado para escribir, estuve las primeras 2 semanas estudiando para los exámenes, y la tercera me fui de viaje con mi novia 😭 tuve intenciones de escribir, pero noté que necesitaba descansar, así que no hubo escritura. En lugar de eso estuve leyendo (Relectura de Carry On y lectura de Wayward Son) y anoche encontré la inspiración para escribir.

No pensé que iba a publicar hoy, pero veo que sí!!! Lo escribí de una y le dí una sola lectura para corregir, así que si ven algún typo o algo raro, me avisan

Que lo disfruten ♡

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Keisuke sorbió y, de inmediato, puso cara de asco.

—Está frío esto —miró detenidamente el mate en su mano—, y lavado —sentenció.

—¿Otra vez? Me parece que no te voy a dejar tocar más el mate, se te lavan al toque —Chifuyu era implacable después de unas cuantas horas de concentración y ritmo acelerado.

Sorbió en el camino a la cocina, sólo para cerciorarse. —Daaale, no está tan frío esto —provocó, fingiendo reproche con una sonrisa que Baji no veía.

—Callate, ya sé que te estás riendo.

Chifuyu soltó una risita.

Llevaban semanas en esta nada significativa, este algo sin sentido.

—Igual —retomó—, ahora que frenamos un poco, veo que venís re bien, ¿eh? El repaso te está viniendo de diez, es más; ya casi terminamos y, mirá, todavía faltan como dos semanas para los exámenes.

—Ni me lo recuerdes… —murmuró Baji, ignorando deliberadamente el dejo de orgullo en la voz del otro. Aunque sí lo registró mentalmente.

Chifuyu decidió apoyarse sobre la mesada mientras observaba, a través del desayunador, cómo Baji se masajeaba la sien derecha con el dedo índice. Puro estrés.

Suspiró con todo el sigilo posible, y los recuerdos lo azotaron. En las últimas semanas siempre lo hacían, y duraba una milésima de segundo, pero alcanzaba para ruborizarlo con delicadeza.

Su mente reproducía con realismo la sensación de las manos de Baji sosteniendo su rostro, besándolo con brusquedad, luego suavemente, luego brutal otra vez. Recordaba los gemidos ajenos resonando dentro de su propia boca, provocados por la urgencia de desnudarlo aún más, la sabida inminencia del contacto piel a piel, la sensación de que aquello recién empezaba y que el aire parecía susurrar "¡Al fín!" en sus oídos, una y otra vez, sin parar.

Todo ocurría en un parpadeo, y a estas alturas, Chifuyu había adquirido la costumbre de no inmutarse cuando estos recuerdos lo abofeteaban en el momento más inoportuno. Para Baji, o cualquiera que lo mirara, bien podría estar pensando en animales, en algún texto académico, en la terrible suba del precio de la yerba, o simplemente en nada.

Baji no podría imaginar que la imagen de su cabello negro flanqueando su rostro asaltado por la lujuria aún acechaba a Chifuyu en cualquier momento, cuando hablaban de cualquier cosa.

Y, ciertamente, ellos hablaban de cualquier cosa.

Cualquier cosa, excepto esa noche.

—Escuchame… —comenzó Keisuke, como iluminado de repente. Chifuyu fingió no darse cuenta de que, un segundo antes, Baji lo observó de reojo con el sigilo de quien no pudiera permitirse esa mirada— no quedaron más bizcochitos, ¿no?

—Ahhh, creo que no —Chifuyu volteó a revisar la alacena.

Baji aprovechó el momento y robó algunos segundos más para apreciar la figura de Chifuyu, tragando con dificultad la totalidad de sus deseos.

—Voy un toque a comprar, así frenamos y merendamos tranqui, ¿te parece? —se puso de pie un poco más brusco de lo normal, tan sólo apenas.

Chifuyu asintió y se encargó del mate, y no fue hasta que escuchó la puerta cerrarse que liberó la tensión en sus hombros. No sabía cuánto tiempo más aguantaría la proximidad de Baji, y de alguna manera agradeció que sólo les quedaran dos semanas. Vendrían los exámenes, y luego no tendrían más razones para verse tan seguido, ni para que el corazón de Chifuyu se desgarrara a una velocidad arrasadora con cada día que pasaba.

 

Baji revolvió su cabello con tanta fuerza que arrancó algunas hebras de raíz. Gruñó ante su propia falta de cuidado, y un suspiro lo hizo encontrarse mentalmente con el elefante en la habitación.

Definitivamente, el sexo casual que buscó aquella noche en la fiesta no tuvo el efecto deseado.

Pensó que podría lidiar con ello. Que era terreno conocido. ¿Cómo podría dudar? Si ese tipo de cosas era el pan de cada día, o, mejor dicho, de cada noche. Conocía como la palma de su mano el hábito de besar a desconocidos, tener sexo con desconocidos, y no volver a repetir la experiencia con la misma persona. Incluso tenía una lista de maneras amables (y no tanto) de sacarse de encima a cualquiera que buscara reincidir. ¿Por qué no había podido aplicarlas con Chifuyu?

Claro que era demasiado tarde, pero aún se lo preguntaba a veces, como si pudiese revertir el hecho de que se había enganchado, y que no sabía qué hacer con eso.

Y la intimidad no ayudó en lo más mínimo.

Se sintió en las nubes, en un cuento de hadas. Era un paraíso donde no existía nada ni nadie más que ellos, esa habitación y la voz de Chifuyu, dulce cuando gemía debajo suyo, y dulce incluso cuando cambiaban los roles, en la severidad de sujetarlo por la garganta con la presión suficiente como para admirar sus ojos entrecerrados de placer.

Encima de él, debajo de él, junto a él. Sentía que había encontrado su lugar.

Pero no pensaba que pudiera permitírselo, que pudiese hacer feliz a alguien como Chifuyu. Se merecía el mundo y más, y él era un sencillo cobarde. No había nada que pudiera ofrecerle.

Pasó de largo dos almacenes y un kiosco, resistiendo la tentación de golpearse la frente.

Finalmente se detuvo en otro kiosco. —Hola, ¿cómo va? Te pido esos Don Satur dulces, porfa.

Intentó respirar profundamente. Esos pensamientos no le aportaban nada bueno, sólo la incipiente necesidad de llorar, y no podía regresar a la casa así.

—¡Gracias! Nos vemos —saludó tras pagar, y comenzó a emprender el camino de vuelta, concentrando toda su energía en no parecer alguien con el corazón chamuscado.

En aquella fiesta en casa de los hermanos Haitani, en algún lugar de su interior, Baji había esperado que algo mágico pasara. Que Chifuyu acariciara su mejilla, hiciera por él la declaración de amor, y todo se desenredara sólo.

Mientras caminaba con la bolsa en la mano, se rió de sí mismo por ello.

La siguiente vez que vio a Chifuyu después de la fiesta, este actuó como si nada. Lo notó apenas tenso, con una pizca de nervios, sin la soltura que tanto deslumbraba, pero Baji estaba nervioso, inseguro, vulnerable, y por lo tanto, incapaz de que esas pequeñas señales le alcanzaran para avanzar.

Entonces, él también decidió actuar como si nada, pensando que ese encuentro había sido un error, lamentando su ingenuidad, y retomando el mal hábito de observar a Chifuyu desde lejos, anhelante, resignado.

 

En la cocina, mientras aguardaba a Baji y el agua hirviendo hacia escándalo, una pequeña lágrima recorrió la mejilla de Chifuyu. No quería hablar, no deseaba intentar nada más. Sentía peligro, y todas sus alarmas le decían que si se acercaba a Baji sufriría, con la obviedad de quien se quemaría si se acercara al fuego.

Era insoportable.

Se preguntó qué habría pasado si hubieran hablado. ¿Estarían juntos? ¿O Baji estaría simplemente disfrutando su compañía mientras él esperaba algo más?

No cree en el amor, se dijo. No lo busca, no insistas.

En aquel momento, Padme se pegó a una de sus piernas, ronroneando. Que la gata arisca saliera de su trono para darle apoyo moral le sacó una sonrisa que presagiaba el cese de las lágrimas, al menos por ahora.

Su teléfono sonó de repente, sobresaltándolo.

—Hola tía, tanto tiempo.

—¿Qué? ¿Hoy? Pero, ¿qué es?

—¿Estás segura de que no tenés a nadie más? No se me ocurre quién--

Baji entró con las llaves en ese preciso instante, y Chifuyu unió los puntos más rápido de lo que sus inseguridades pudieron alcanzarlo.

—Sí, ya encontré a alguien. Más tarde paso a buscar las entradas, ¿cómo está?

Baji cerró la puerta con cautela y lo observó confundido mientras hablaba por teléfono, frunciendo el ceño involuntariamente.

—Ahhh, bueno, menos mal, pero igual andá avisándome cómo anda, ¿sí?

—¡Nos vemos, gracias! —y terminó la llamada, observando a Baji con entusiasmo aterrador.

—Me das miedo —le dijo este— ¿Qué pasó?

—Me llamó mi tía. Tenía unas entradas para una bandita de rock que… la verdad ni idea quiénes son, pero tuvo que acompañar a la Guardia al novio y no van a poder ir. El recital es hoy a la noche, y vos vas a venir conmigo —anunció. Agradecía tener algo que le evitara pensar en su mala fortuna emocional.

—¿Yo qué?

—Que vamos a un concierto hoy a la noche, ¿te gusta el rock? —Chifuyu comenzó a conversar, dando por sentado que irían.

El cambio de planes fue tan repentino, y Chifuyu se veía tan revitalizado, que a Baji le fue imposible discutir. Olvidó sus preocupaciones de momentos atrás tan solo con vislumbrar el brillo en los ojos del otro, y la manera en la que se notaba su intento por no sonreír tanto.

—Bueno —suspiró— Sí, me gusta el rock.

 

Banda desconocida, bar desconocido. Llegaron al lugar tras ciertas dificultades (ninguno era bueno para seguir indicaciones), pero la zona estaba bien, era un barrio agradable. El ambiente allí también lo era.

—¿Qué tipo de rock es? —preguntó Baji por tercera vez mientras hacían fila para ingresar, como si la respuesta fuese a cambiar.

—Ya te dijeee —se quejó Chifuyu, más pegado a Baji de lo necesario—, rock… psicodélico, o algo así, no sé, algo tranqui.

Baji rió. El perfume de Chifuyu parecía hipnotizarlo y dejarlo más idiota que de costumbre.

Sintió que esa noche era un preciado regalo.

Una vez dentro, notaron que el bar era bastante grande, y se habían deshecho de las mesas y las sillas. Quedando sólo la barra, parecía un pequeño boliche. Chifuyu tomó una nota mental: parecía que siempre acababan en lugares así.

Compraron algo para tomar mientras esperaban, y se mecían suavemente al ritmo de la música que pasaban de fondo. Cuando el lugar comenzó a llenarse cada vez más, Chifuyu lo tomó de la mano para que se acercaran al escenario, como si se muriera de ganas de ver a aquel grupo cuyo nombre ni siquiera habían retenido.

La pequeña carcajada sorprendida de Baji le dio a Chifuyu un tirón en el pecho, y se percató de su exceso de confianza. Le soltó la mano, pero dio media vuelta para sonreírle fugazmente mientras se adelantaba, como para compensar. El estómago de Baji pareció pesarle en el cuerpo.

—¿Por qué estás tan contento? —Baji no pudo aguantar la intriga.

La gente los rodeaba cada vez más, reduciendo el espacio disponible, incluso el que había entre ellos dos.

—Nunca fui a un recital… —replicó, mientras observaba cómo hacían los últimos preparativos sobre el escenario.

—¡¿Nunca?!

—¡No! —Chifuyu rió, un poco avergonzado.

La multitud parecía predispuesta a separarlos, así que Baji, casi por instinto, colocó una mano en la espalda baja de Chifuyu para mantenerse juntos. De inmediato, la subió para colocarla entre los hombros. Eso es un poco más decente, se dijo a sí mismo mientras tragaba con dificultad.

Chifuyu también notó el empuje de la gente, y agradeció mentalmente la excusa para pegarse a Baji.

—Gracias —le dijo con soltura mientras devolvía su atención al escenario, expectante.

Baji contempló su perfil unos segundos de más, aún sintiendo que los robaba, que no le pertenecían.

 

La banda era buena, mejor de lo que pensaban.

—Mi tía es muy piola y tiene buen gusto musical, tendría que haber sabido que la banda era buenísima —le dijo Chifuyu al oído casi gritando.

Baji sintió el cosquilleo en su oreja. Asintió sonriente, temiendo acercarse para responderle.

A continuación, comenzó lo que más temía: una canción de amor. Y, como si eso fuera poco, también era lenta.

Algunas parejas comenzaron a abrazarse. No eran muchas, pero Baji las notó. Ellos bien podrían parecer una pareja, y ese pensamiento hizo que su mano titubeara, pero no podía removerla. En cambio, como maniobra desesperada, decidió pasar el brazo por ambos hombros de Chifuyu y dejarlo colgando allí, casual (con esfuerzo), como para justificar el movimiento de su mano. Sólo cuando se quedó quieto notó que aquella posición era peor.

Pero a Chifuyu no pareció importarle. Miraba fijamente a las personas que tocaban y cantaban sobre el escenario, mientras se acomodaba apenas bajo el brazo ajeno.

Baji tragó saliva, y se encontró a sí mismo observando a Chifuyu a la espera de que este hiciera algo. Se regañó mentalmente, pero no podía quitarle los ojos de encima.

Chifuyu sentía que podría comenzar a reír o largarse a llorar. No parecía haber punto medio. Cada parte de él hacía fuerza para no tener ilusiones, y simplemente disfrutar de un momento entre amigos. Dos semanas más, y listo. Aguantá dos semanas más. No va a inclinarse, besarte, declararte todo su amor y volverse el romántico que no es. Basta.

Sintiendo su perfume tan agradable, su calor y la cercanía, embelesado y entristecido por la letra y la melodía, Baji sólo pudo pensar en inclinarse para besarlo, y lo intentó.

Lo tomó suave y lentamente del mentón, algo inseguro pero con una delicadeza incomparable, y Chifuyu lo miró, perplejo.

Baji no tenía manera de saber que lo que le había chocado al otro era el contraste entre lo que estaba pensando y lo que estaba sucediendo. Chifuyu necesitó segundos para acomodarse, y esos segundos de pausa fueron exactamente lo que Baji necesitó para recuperar el sentido común.

En un acto fugaz y desesperado, miró detrás de su amigo como si se cerciorara de algo, y soltó su mentón.

—Perdón —comenzó a mentir—, vi un tipo re dudoso que te estaba mirando de arriba abajo con una cara de pajero, lo quería espantar sin hacer bardo. Encima era muy grande, un asco.

—Ahh… —Chifuyu no estaba en condiciones de detectar el evidente exceso de explicación— ¿sigue ahí?

—No, no. Ya se fue —Baji sonrió con dificultad; no le gustaba mentir. Ni siquiera se dio cuenta de que aferró el hombro de Chifuyu con más fuerza, ni que parecía querer acercarlo más a sí, a la vez que se esforzaba por concentrarse en la banda.

Chifuyu se estaba quedando sin excusas para no llorar. Demasiados deseos imposibles, y demasiadas señales confusas.

Poco tiempo después, Baji anunció que iría al baño, y Chifuyu asintió.

Cuando regresó, Chifuyu no estaba por ningún lado.

Notes:

ÚLTIMO CAPÍTULO DEL AÑO GENTE quiero agradecerle mucho a Mile por bancame en absolutamente todo (te amo Mileee), a Arrocito por la paciencia y el hype, y a la gente que le gusta lo que escribo y me sigue leyendo hasta acá 😭 espero que arranquen muy bien el 2022 y ojo con el covid!!!

Un besoooooo ♡ y cualquier cosita, me pueden hablar en @gialokin en twitter (basta de cambiarte el user flacaaa)

Chapter 17: El cielo y el infierno

Notes:

Holaaa, bueno, hoy es jueves pero voy a actualizar igual, y de paso les cuento lo que quiero hacer.
Estoy buscando la manera de equilibrar apropiadamente las horas de estudio y la escritura, así que voy a cambiar de estrategia a ver si me acomodo mejor los tiempos
Voy a dejar de intentar actualizar todos los viernes, o viernes por medio, y hacer lo que estoy haciendo con mi otro fic (un Hankisa ongoing que se llama Colores sobre gris), en donde actualizo cuando sea que pueda escribir y terminar un capítulo
NO lo voy a abandonar, no me gusta hacer esas cosas y ya tengo más o menos pensado cómo va a seguir todo, de hecho falta poco para el final, así que nada gente, gracias por leeeeeeeer que lo disfruten ♥

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La brisa nocturna acariciaba las mejillas del rubio, algo más fresca allí por dónde se había deslizado alguna que otra lágrima.

Había sentido la necesidad de caminar, de alejarse a pie hasta que sus piernas no soportaran un minuto más sosteniendo el peso de su cuerpo.

No obstante, optó por sentarse en la vereda, no muy lejos de la entrada pero notoriamente fuera del gentío.

Se rió de sí mismo, y se preguntó qué clase de idiota plantaba a alguien a medias, dejándose al alcance. ¿Acaso eso lo hacía más leve? ¿Quería apaciguar lo que fuera que Baji estuviera sintiendo? ¿O era su propia culpa?

No la cagues faltando tan poco, cuando no tengan que verse va a ser más fácil seguir adelante.

Le gustaba mentirse así, lo ayudaba a sobrellevar la triste convicción de que lo suyo con Baji no funcionaría, y el hecho de que igualmente lo quería con todas sus ganas.

—¡Chifu! ¿Qué pasó? —Baji sonaba alarmado, y había pasado unos diez minutos buscando a su amigo dentro del lugar.

Chifuyu se sintió terrible, y peor le hizo saber que tendría que seguir mintiendo.

—Nada… me descompuse un poco y tuve que salir, pero ni te preocupes, en serio.

Baji se sentó a su lado y comenzó a ofrecer una solución tras otra, ya fuera un té digestivo, o recorrer la zona en busca de alguna farmacia abierta.

Cada palabra suya era una punzada de dolor en el pecho de Chifuyu.

—Mejor vamos a casa, ¿sí? Ahora que tomé un poco de aire, pinta que se me va a pasar.

—¿Seguro? Sigo diciendo, podemos buscar una farmacia, o sino mi mamá tiene estos tés…

—No, no —Chifuyu lo detuvo haciendo un gesto con la mano. Su suavidad era tan ambigua que Baji la interpretaba como parte del malestar, sin saber que procedía directamente de la culpa.

 

Regresaron a la casa del rubio, y este ni siquiera se molestó en encender las luces, dejando que Baji se guiara por el sonido de sus pasos y la iluminación proveniente del exterior.

—Bueno, yo me… tendría que… —Baji comenzó, sorprendiéndose con lo perdido que se encontraba. De repente sintió que sobraba allí, en casa ajena y con alguien que evidentemente necesitaba descansar.

—¿Podés…? —Chifuyu tampoco parecía estar en el culmen de su elocuencia.

—Sí, tengo descargado Uber o Cabify así que seguro pueda conseguir un auto--

—No, no. Me refiero a… si podés… bah, si querés… —intentó, cansado, gesticulando hacia donde se encontraba la puerta de su habitación. La expresión exacta de su rostro no era distinguible.

Baji tardó unos segundos en comprender.

—No… —Chifuyu suspiró— No quiero dormir solo, ¿sí?

Al decir esto, sencillamente fue a su habitación. No era una demanda, ni mucho menos, sino que no quería ver a Baji irse si así decidiera hacerlo.

—Sí, obvio, obvio —accedió finalmente, feliz de tener algo puntual en lo que ayudar.

De todas formas, no pudo evitar quedarse parado en el umbral de la puerta después de cruzar miradas con Chifuyu, dándole a entender que se quedaría, pero incapaz de hacer nada más, ni siquiera entrar.

—¿Te vas a quedar ahí parado? —comentó el dueño de casa, en un intento fallido por bromear. La sonrisa que tenía en mente no hizo más que asomarse con timidez y retraerse de inmediato.

—Tomá —añadió, entregándole a Baji un pantalón largo y gastado, y una camiseta con un estampado borroneado: una imagen pobremente diseñada de la cabeza de un gato en el centro de un copo de nieve. —Espero que te sirva como pijama.

Todo se sentía extraño. Incómodo, pero no tanto. Agradable, sólo que apenas. Por demás confuso. Baji comenzó a intuir que, quizás, a Chifuyu le pasaba algo más. O, a lo mejor, algo distinto a lo que había dicho. Algo que justificara mentir para no decirlo.

O quizás sólo estaba siendo paranoico.

El primero en acostarse fue Chifuyu, y todo su desempeño comunicativo consistió en abrir las mantas junto a él, en una cama de dos plazas de la que Baji se habría burlado largo y tendido si la situación hubiera sido otra.

Tan pronto Baji se acomodó boca arriba, Chifuyu encontró su lugar junto a él, pegado a él. Cabeza en su pecho, brazo atravesando el torso, y un susurro de "Buenas noches" indicaron que nada más sucedería esa noche. Baji respondió con el único gesto de rodearlo con el brazo.

Encajando como dos piezas de un rompecabezas, el silencio y el tenue calor se sentían más íntimos y aterradores que cualquier obscenidad que pudiesen recordar de la vez que tuvieron sexo durante la fiesta.

Chifuyu tragó con dificultad, masticando el placer culposo de no haber dicho la verdad y haberse salido con la suya de todas formas, cumpliendo el capricho adolescente de dormir en los brazos del chico que le gustaba, aunque fuera una vez. Aunque fuera manipulando la situación.

Baji temía moverse, y continuó así durante el largo tiempo que le llevó dormirse, acompañado casi en su totalidad por la respiración acompasada de su amigo, quien pronto abandonó la vigilia.

Vio un hilo de esperanza mientras el calor ajeno se hacía parte de él. Desde que fue consciente de sus sentimientos, siempre había pensado que Chifuyu era inalcanzable, pero, ¿qué tan inalcanzable era una persona que lo elegía para recargar energías en un momento de vulnerabilidad?

¿Qué tan inalcanzable era alguien si quería dormir abrazado a él?

Pensó en las dos semanas restantes. Los exámenes, el estrés final, las felicitaciones y los "¡Buenas vacaciones!". ¿Qué ocurriría después?

Aquella noche, soñó que sostenía el rostro de Chifuyu entre sus manos y lo besaba, lo besaba y lo besaba. Chifuyu reía y sus ojos, apenas abiertos, brillaban bajo la luz del sol.

 

A la mañana siguiente, Chifuyu despertó antes que Baji y le mintió en una nota: "Tuve que irme, me llamó mi tía. Está todo bien igual, no te preocupes. Desayuná lo que quieras."

 

—¡Ya va! Dios, ¡YA VA! ¿Podés dejar de golpear? ¡CHIFUYU DE MIERDA! ¡YA SÉ QUE SOS VOS!

—Ahhh, nada como tu humor de mierda para endulzarme la mañana, Mikey.

—Te voy a cagar a palos —tenía la puerta abierta en una mano y una manta en la otra.

—Está Michi, ¿no? —preguntó Chifuyu mientras entraba, aunque conocía la respuesta de antemano: siempre que Takemichi no estaba en su casa, sabía que lo encontraría en la de Manjiro.

—Si, pasá tranquilo nomás —siseó Mikey sarcásticamente, dando un portazo. Sin embargo, Takemichi apareció en la habitación frotándose los ojos, adormilado y confundido, y al verlo, Mikey volvió a sus cabales instantáneamente. Lo mismo de siempre.

—Mmm… ¿qué pasó?

—Necesito ventilar algo, Michi. Y Mikey, tu opinión me vendría bien también. Vayan que me pongo a prepararles unos panqueques y café, y charlamos.

Los ojos de Takemichi se abrieron definitivamente cuando oyó "panqueques", y Mikey torció apenas la cabeza con la mención del café. Chifuyu, si se lo proponía, podía tenerlos a ambos comiendo de la palma de su mano.

Poco tiempo después, luego de que Chifuyu les resumiera la situación, los tres se sentaban alrededor de tazas y platos vacíos, completamente despiertos.

—Mandate —sugirió Mikey, con una notable falta de convicción.

—¿Así nomás? —Chifuyu era el más perdido de los tres.

Mikey no respondió, no tenía cómo.

—Y… no se puede mandar. Si algo sale mal, capaz pierden la amistad… —acotó Takemichi.

Mikey lo miró de reojo durante un segundo.

—¿Podés decirle la verdad? Ni una cosa ni la otra, sólo… sentarte y hablarlo —continuó, tratando de darle forma a sus ideas y sin percatarse de los ojos de Mikey sobre él.

—Ni en pedo, caemos en la misma de que capaz perdemos la amistad.

—Pero, a ver —finalmente, Manjiro reaccionó—, si le decís bien las cosas, el chabón debería entender. Y si se encula, bueno, es un pelotudo.

—Sí, pero igual, no.

—Bueno Chifuyu, fantasmealo entonces —sugirió, exagerando exasperado.

Takemichi entendió el disparate y rió, pero Chifuyu se veía concentrado.

—¿No estarás pensando…?

Mikey dejó de reír tan pronto escuchó la pregunta, y ambos observaron a Chifuyu incrédulos.

—No es tan malo, ¿eh? Ahora que lo pienso…

—Vos no estás pensando —Takemichi se encargó de enfatizar el no.

—No, sí, estoy pensando, y… Dios, es muy de cagón, pero resolvería todos mis problemas.

—¿Todos? —inquirió Mikey.

—No, bueno, pero se entiende. Yo no sé si son conscientes de la tortura que es estar al lado de ese pibe y que no pase más de ahí.

—¡Porque sos un cagón!

—Bueno, creo que… Mikey tiene razón.

—Obvio que tiene razón, y estoy re cagado de que tenga que repetirme algo que ya dijo, ¿entienden? Yo puedo ir y decirle “¿Sabías que me re gustás?”, y él me va a mirar con pena, cosa que voy a odiar. Y después me va a decir que ya había mencionado que no cree en el amor, cosa que voy a odiar todavía más, porque tendría razón.

—Te estás haciendo toda la película, Chifu, ¿y si cambió de opinión?

—No me parece probable, Michi.

—Mirá Chifuyu, yo sé que vos lo conocés mejor que nosotros, ¿no? Pero no te recomiendo que le hagas eso…

—Es que me siento un pelotudo, Mikey. Viene un pibe que no podría estar más alejado del romance y del compromiso, encima me lo dice re tranquilo, ¿y yo qué hago? Voy y me engancho. Imaginate si encima me confieso. Ya tengo la dignidad en el subsuelo, prefiero al menos ser yo el que corte las cosas y quedarme con un toque de orgullo, en vez de exponerme a que me diga “Noo, Chifu, entendiste todo mal”, y yo sea el arrastrado que hizo lo que se le cantó el orto, ignoró señales y ahora está mariconeando.

Tanto Mikey como Takemichi se quedaron sin nada que añadir. En mayor o menor medida, ambos seguían sosteniendo que desaparecer de la vida de Baji no era buena idea, pero el último planteo de su amigo era difícil de refutar, y más con lo dolido que se lo escuchaba.

Lentamente, la conversación se fue desviando, y no volvieron a tocar el tema. Chifuyu había tomado su decisión, en la que iba incluído el nudo en el estómago que parecía haberse asentado temporalmente.

 

Baji acababa de abandonar la casa de Chifuyu.

Mientras caminaba por la calle, reflexionó un poco sobre la noche anterior. Se sentía extrañamente feliz, a pesar de que el contexto había sido pésimo. No sabía si alguna vez había sentido tantas cosas en un momento tan sencillo como ese, y lentamente se fue convenciendo de que, a lo mejor, podría hacerle caso a Draken y convencerse, aunque fuera sólo por esta vez, de que el amor existía.

Si realmente no existiera, ¿qué sería esto que siento por Chifuyu?

Y tan pronto formuló aquella pregunta, supo la respuesta.

Una tenue sonrisa se asomó por sus labios, y rápidamente dio lugar a los nervios por lo desconocido. No sabía como organizar sus pensamientos, sentimientos, futuras acciones, y como si eso fuera poco, tenía los exámenes encima.

Sin embargo, el nombre de Chifuyu Matsuno se asentaba progresivamente en su corazón, inamovible como la espada del Rey Arturo.

Notes:

Mikey no seas trolo man te pido por favor te lo pido por favor pensá en Hina

Capítulo cortito vieron??? creo que es más transicional, pero bueno, necesitaba separar esas escenitas en un capítulo solo antes de lo que sigue jiji espero que no se hayan aburrido
Gracias otra vez por leer y si alguien deja comentarios se los super agradezco desde yaaa (aunque cuelgue mucho en responder AMO LOS COMENTARIOS dejen mil)
Si alguien en una de esas está muy manija y ve que tardo y quiere asegurarse de que estoy viva y no droppeé el fic, me pueden preguntar amablemente en twitter @gialokin , un besito gente

Chapter 18: Tiempo después

Notes:

Volví, dios, no se imaginan lo que extrañaba escribir (tuve un bloqueo jjsjs), actualizar y A MIS CHIQUITOS los adoro

Espero que lo disfruten <3

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Unos pocos días después, la noche porteña presagiaba una tormenta implacable, momento que tanto Rindou como Ran aguardaban con ansias.

—¿No te parece un poco deprimente cenar eso? —inquirió Ran al entrar a la cocina y toparse con Rindou, quien servía agua caliente dentro de un pote de Maruchan.

Su hermano lo observó. —Tenés lindo olor —fue lo único que replicó antes de devolver la atención a los fideos.

—Obvio que tengo lindo olor, me acabo de bañar. ¿Qué te pasa? —Ran lo abrazó por la espalda y asomó la cabeza por sobre el hombro frente a él. —¿Estás triste?

Rindou se relajó al tacto; aquellos brazos eran su lugar seguro. Posó los ojos sobre la tapa cerrada del pote, como si esperara visualizar cómo la comida se humedecía dentro.

—Me preocupa Souya —admitió al fin.

Ran no pudo sorprenderse; después de todo, le ocurría lo mismo.

—¿Qué te preocupa? —le respondió.

—Todo, onda… quiero que lo sigamos viendo, ¿no te parece? Pero no… —suspiró— no sabe que somos hermanos. Le dijimos que somos pareja porque pensamos que era algo de esa noche, como siempre. ¿Qué tanta explicación le íbamos a dar a alguien que no íbamos a ver más?

—Y después escaló… —concluyó Ran.

Durante las semanas anteriores, ninguno de los dos había dejado de hablar con Angry. Habían decidido hacer un chat grupal, sólo los tres, y explotaba de mensajes todos los días. Souya periódicamente se volvía más charlatán, y los hermanos actuaban cada vez más embobados con él. Las veces que se reunían para ir al cine, a comer o simplemente a pasear, no sucedían grandes cosas, pero a Ran y Rindou les costaba mucho trabajo sacarle los ojos de encima.

—¡Claro! Y siento que nada que hagamos ahora se va a sentir bien. Cortarle el rostro, pedirle ser solo amigos, contarle la verdad… No sé qué onda, pero me da mucho miedo su reacción cuando le contemos, si es que le contamos —Rindou hablaba con evidente frustración, inconfundible en su tono de voz.

Ran suspiró también, y lo soltó para colocarse de espaldas contra la mesada, reflexivo. Él tampoco podía imaginarse un buen resultado.

—El agua sigue caliente, ¿querés…?

Ran asintió, aceptando cada vez más la idea de que, si iban a estar preocupados, era mejor estarlo con comida caliente y rica.

Momentos después, ambos ocupaban sus lugares en el sillón del living, pegados uno al otro, buscando cualquier cosa para ver en Netflix.

—¿Vamos a empezar algo nuevo? —quiso saber Ran.

—No, me parece que es momento de poner Avatar de fondo y hacer de cuenta que nunca lo vimos —respondió el otro, mientras seleccionaba el primer capítulo.

Ran colocó una mano en su muslo para que le preste atención. —Rin, escuchame. Tendríamos que resolver esto.

Rindou se tomó su tiempo para responder. —¿Cómo?

—Mirá… no se me ocurre otra cosa que no sea hablarlo con él. Hablemos todo, porque todo lo que sigamos omitiendo va a caer cada vez peor mientras más tiempo pase.

—Dios, ¿cuándo nos enganchamos tanto?

Ran sonrió. —La verdad, no sé. Pero no creo que haya conocido a un chico tan bonito y bueno como él. Es tan sencillo y así y todo te vuela la cabeza. Y en la cama… la dualidad…

Rindou asintió y rió un poco. —No puede ser que nos hayamos enganchado los dos con alguien más, que sea la misma persona, y que encima estemos tan hasta las manos… hablando de eso, ¿vos…? —titubeó— ¿Vos cómo estás con esto?

—¿Cómo estoy con qué?

—Con que me guste Souya, y a vos también, y con el hecho de que seamos pareja…

—Nooo, corazón, no te pongas inseguro ahora —Ran tomó ambos potes de fideos, los dejó sobre la mesita frente al sillón, y se acurrucó lo más que pudo junto a Rindou, abrazándolo con fuerza.

—Pero…

—”Pero” nada. Estamos juntos hace un montón de tiempo, y logramos sobrellevar una situación con la fuerza necesaria de quienes hacen algo que está condenado socialmente. Te puedo entender que dudes de su reacción, porque al fin y al cabo es alguien externo. ¿Pero entre nosotros? Tenemos dos de los vínculos más fuertes del mundo; si hay algo de lo que no hay que dudar, es de nosotros, ¿no?

Rindou reflexionó sobre sus palabras. De alguna manera, envidiaba la seguridad emocional que blandía Ran cuando sus convicciones comenzaban a flaquear. No podría pedir un mejor soporte que su hermano, ni podía imaginar un amor más puro e incondicional que el suyo. Sin embargo, pensar en añadir a Souya a la ecuación provocaba un confuso burbujear en su interior.

El miedo mezclado con la emoción de una posibilidad.

—Ya sé —añadió Ran, renovando su energía—, lo invitamos a salir, y listo. Por lo menos hagamos eso, porque si nos sentamos acá a comer Maruchan triste —agitó el pote de fideos para enfatizar su punto—, no va a pasar nada. Aparte le gustamos, eso es un plus, ¿no?

—¿Y eso qué tiene? —Rindou sonaba desanimado, aunque aún confiaba en los planes de Ran.

—En toooodas las mejores historias, la fuerza final, la más poderosa, ¡es el amor! Amor verdadero, sano o tóxico, lo que se te ocurra. Los boludos de Romeo y Julieta se murieron por amor. El fuerte sentido de la moral no está ni en segundo lugar después del amor. No garpa, ¿entendés? No emociona. No cautiva. Los griegos veneraban dioses incestuosos. ¡Uno de los personajes más picantes de Game of Thrones se cogía al hermano!

Rin sabía que Ran estaba adoptando su faceta dramática para sacarle una sonrisa, y esto no hizo más que lograr su objetivo con más efectividad.

Ran soltó una risa ligera ante la carcajada de su hermano: sus delirios funcionaron (siempre lo hacían).

—Igual, hablando en serio —continuó—, sí es verdad que le gustamos. No te digo que vaya a ser un cuento de hadas sólo porque así lo sea para nosotros, pero… al menos hay una chance, por más chiquita que sea.

—Puede ser…

—Rindou, no le des tantas vueltas.

—Bueno, bueno… bueno. Está bien. ¿Lo invitamos a salir?

Cuando Rindou formuló la pregunta, Ran ya estaba buscando su teléfono celular entre los almohadones.

 

Draken se golpeó la cabeza contra el capó abierto del auto que estaba reparando.

Nunca fue alguien despistado. Él y Mitsuya eran los que tenían la neurona colectiva, como a veces solía comentar Kazutora. No era propio de él sobresaltarse con el sonido del timbre en el taller, incluso si estaba concentrado en su trabajo.

Lo curioso era que su mente tampoco estaba completamente enfocada en lo que hacía. Con movimientos automatizados, hacía tiempo que su cabeza se había perdido pensando en Manjiro Sano.

Se desesperaba en silencio por darle una forma concreta a sus sentimientos, sin permitirse reconocerlos en su totalidad. Quería deshilachar cada tejido que formaran su mente y su corazón, sin estar realmente dispuesto a reconocer de qué se trataban.

Era como querer matar a un mosquito sin atreverse a abrir los ojos para verlo.

Draken era fuerte, tenía los pies en la tierra y era increíblemente confiable. Daba la impresión de ser una de esas personas que tienen a mano una solución para todo, y la tenía, siempre y cuando no se tratara de sí mismo.

En las semanas transcurridas desde ese beso, se preguntó muchas veces qué era ese extraño magnetismo que sentía con Mikey. Deseaba saber cómo podían coexistir sensaciones tan contradictorias como querer golpearlo y querer besarlo de nuevo, si es que ambas eran reales.

¿Posta le tengo ganas? pensaba a menudo. ¿No es una reacción medio falopa, y en realidad me cae mal? ¿Y si es al revés? ¿Y si estoy flasheando que me cae mal, y en realidad…?

Usualmente sus pensamientos terminaban allí. Evitaban el arduo trabajo de ver el elefante en la habitación.

Y estando en ese callejón sin salida fue cuando el timbre lo tomó desprevenido.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —consultó Keisuke, a unos metros, riendo al ver con sus propios ojos la respuesta a la segunda pregunta.

Draken lo fulminó con la mirada. —¿No habíamos puesto el cartel de “Cerrado”?

Su amigo se encogió de hombros, limpió sus manos con un trozo de tela rugosa y se dirigió a la entrada. Draken le agradeció en silencio.

Conforme se acercaba a la puerta, Baji vio a través del vidrio al artífice del desequilibrio en la paz de aquella tarde, y formó sin darse cuenta una sonrisa cómplice.

—Bueeenas —saludó Mikey cuando la puerta se abrió, y de inmediato replicó el gesto de quien lo recibía. La complicidad era agradable.

—Llegaste justo, nos estábamos aburriendo —comentó Baji.

Draken no alcanzó a oír el saludo de Mikey, y cuando reconoció su voz en conversación con su amigo, ya era demasiado tarde. Algo de calor subió por su rostro.

—¡Kenchin! —saludó Mikey, como si lo conociera de toda la vida.

Cuando Draken había decidido ignorar el nombre que le había pedido reiteradas veces que no usara, notó una presencia invadiendo repentinamente su espacio personal. Se alejó por reflejo, y descubrió que había estado a punto de recibir un beso en la boca.

Baji ahogó una risa y volvió al trabajo. Mikey sonrió como quien tiene infinitas oportunidades de intentarlo otra vez, así como la paciencia para esperar que funcione.

—¿No te cansás de hacer esas boludeces? —le preguntó Draken, aguardando a que Mikey tomara su distancia.

No era la primera vez que sucedía, pero Draken parecía ser el único que aún no se acostumbraba.

Durante los días siguientes a la fiesta de los hermanos Haitani, Mikey se había tomado muy en serio su propia promesa de que ese beso no iba a quedar ahí.

Desde entonces, se dedicó a visitar a Draken y poner en uso sus mejores estrategias para llevarlo al límite de la provocación. Habiendo traspasado la barrera del beso, había poco que no estuviera dispuesto a intentar.

Y siendo que el taller era el único lugar donde podía encontrarlo, Baji e Inui habían tenido que acostumbrarse a estos "ritos de apareamiento", como Seishu los había bautizado.

Cada vez que Mikey se le acercaba, tocaba su cintura, sus brazos, su cuello o su cabello, Draken sentía un escalofrío y se alejaba como si acabara de ser electrocutado. Ni hablar de las veces en las que Mikey intentaba besarlo de repente; mortificado, Draken evitaba los besos cada vez.

—Dale, Kenchin. No te hagas. Siempre te digo lo mismo, ¿qué pasó con el Draken de la fiesta? ¿De verdad sos de los que calientan la pava y no toman el mate? Porque si es así, tranquilamente puedo no molestarte más.

Draken estaba arrinconado. Siempre le hacía la misma pregunta, y nunca quería responderla. No tenía forma de ganar.

—Andá a molestar a Baji.

—A mí no me metas, Kenchin —se burló el aludido.

Mikey rió, y Draken sintió que su sonrisa de ojos cerrados atraía su mirada como un imán.

—¿Qué? —preguntó Mikey, aún sin dejar de reir.

Draken bufó y siguió trabajando.

—Ahhh —Mikey decidió darle un respiro y acercó una silla para sentarse—, ¿cuándo me vas a dar bola?

Draken se detuvo, cerró los ojos e inhaló y exhaló con fuerza antes de responder.

—No soy boludo, Mikey. Me doy cuenta de que me estás rompiendo las bolas nada más, y no voy a caer. No sigas intentando.

Mikey se enderezó en la silla lentamente mientras veía a Draken continuar reparando el auto, creyendo que había zanjado la conversación.

—¿Cómo que "nada más"?

Draken resopló de nuevo. Baji sintió una tensa electricidad emanando de Mikey, y creyó que era un buen momento para ir a tomarse un café a la cocina.

—A ver, ¿vos de verdad pensás que yo te estoy jodiendo por joderte? ¿Cuántos años pensás que tengo? ¿Diez?

—La verdad que sí, Mikey. Te comportás como un nene de diez años, y no de los inteligentes que se sacan buenas notas.

Mikey se reclinó nuevamente en la silla, pero ya no sonreía. Observaba fijamente a Draken en silencio, analizando la situación, y a él. Comenzó a sentir algo muy similar al cansancio.

—O sea que yo sólo te molesto, ¿para qué? ¿Para agarrarte con la guardia baja? ¿Y después cuál sería mi próximo plan maligno?

—No sé, Mikey, si no sabés vos… —replicó Draken, alcanzando poco a poco la concentración.

No obstante, en su cabeza, también se preguntó para qué lo molestaba, y por qué ahora tenía un nudo en la garganta. Algo no andaba bien, y no podía saber qué.

—Claro —concluyó Manjiro, y permaneció en silencio, un silencio cargado de energía.

Al cabo de un rato, cuando había transcurrido tanto tiempo callado que Draken comenzaba a mirarlo de reojo, anunció que se iría.

—¡Gracias! —le gritó Draken mientras se alejaba. Lo había querido decir como alguien que ganó la contienda, contento por finalmente tener paz. Sin embargo, fue tarde cuando descubrió que, en realidad, en su tono le había reprochado a Mikey el hecho de irse sin decir nada más.

Cruzaron miradas confundidas con Baji, y Draken se dispuso a pasar el resto de la tarde odiando la paz que tanto había anhelado.

 

Pequeños restos de brillantina roja descansaban sobre el lavatorio. Kazutora suspiraba apoyado en el marco de la puerta, impaciente.

—¿Ya terminaste, Kokito? ¿Cuántos retoques le vas a dar? ¿Sabías que los borrachos con las luces bajas con suerte te distinguimos la cara?

—No te escucho, disculpame —mintió Koko, mientras perfeccionaba su delineado tratando de no despegar el glitter que tenía sobre los pómulos. Intentaba combinar líneas en color negro y rojo, esta vez marcando la base del párpado para realzar su mirada.

—Algo no me cierra…

—Necesitás máscara de pestañas si te vas a hacer todo el look ese —argumentó su amigo, gesticulando hacia la bolsa de cosméticos que tenía junto a él—, podés buscar ahí.

Después de un momento, continuó hablando. —¿Puedo saber para qué sacás toda la artillería pesada? —mientras preguntaba, Kazutora empujó suavemente a Koko para que le hiciera lugar frente al espejo. Después de todo, era su casa.

—No sé, me quiero poner lindo y listo, ¿no me puedo poner lindo?

Kazutora rió mientras trazaba un delineado modesto en sus ojos, resaltando el lunar que tenía bajo uno de ellos. Él sí tenía algo puntual en mente, y mantuvo una sonrisa pensando en la posibilidad.

Unas horas después, tras emborracharse un poco con nada más que vodka barato, un lento y molesto viaje en Uber, y una igualmente lenta (pero para nada molesta) espera en la fila, Kazutora y Kokonoi se encontraban dentro de “La Warhol”.

El pop sonaba ensordecedor, y los hizo sentir como en casa. El plan de la noche era sencillo: sólo ellos dos, libres de corazones doloridos, y libres también de lo demás que habían decidido callar, incluso en la confianza mutua que tenían. Mejor no hablar de ciertas cosas.

Bailaron juntos un rato, coquetearon sin llegar a nada, como solían hacer, y se sintieron envalentonados para continuar bebiendo.

—¿Me esperás acá? Voy a traer más alcohol —anunció Kazutora en un momento, como si hubiese estado aguantando las ganas de sugerir eso desde que entraron al boliche.

—¡Qué caballero! —rió el otro— Dale, te espero —Koko se reclinó contra una pared, notando en aquel momento que su vaso aún estaba por la mitad.

Se preguntó desde cuándo Kazutora era tan anticipadamente servicial, hasta que descubrió qué estaba haciendo en realidad.

Kazutora se apoyaba sobre la barra con ambos codos, seductor, lejos de la caja donde se suponía que debía pagar la bebida antes de pedirla. Un tipo alto le sonreía mientras volcaba dos latas de Speed en un vaso con vodka, y Koko lo reconoció de la fiesta. Los tatuajes en el dorso de la mano no eran algo que se veía en todos lados.

Al recordar esa noche, un gusto amargo le sacó un poco el deleite que lo envolvía. Pocas cosas eran tan molestas como alcanzar una pseudo-sobriedad repentina a causa de un mal recuerdo.

Miró a su alrededor, esperando reinsertarse en el tipo de ambiente que lo rodeaba, y la lentitud con la que aún viajaban sus ojos lo llevaron a mirar una pareja besarse.

Dos hombres, uno apenas visible detrás del otro. Kokonoi comenzaba lentamente a sentirse como en casa otra vez. Vio que uno de ellos tenía el pelo de un color extraño, rubio y violeta intercalado. Unos segundos después, comenzó a besarle el cuello al otro chico, y notó que este le recordaba a Inui.

Cabello rubio, justo como el suyo. Se arrepintió de pensar en eso. Piernas esbeltas sostenidas sobre un par de zapatos con taco, costumbre que Inui mantuvo siempre. Deseaba dejar de pensar en eso. El cabello largo más allá de los hombros se veía suave, sedoso, tal como lo recordaba, y allí fue cuando lo supo.

La quemadura alrededor de su ojo, marca que buscó desesperadamente sólo para confirmar lo evidente, fue el tiro de gracia.

No estaba imaginando cosas. Estaba viendo al mismo Inupi besar a alguien más.

Sobre la pequeña barra que había contra la pared, dejó el vaso con tal brusquedad que se volcó su contenido. Koko ya se alejaba para ese entonces, pasando estrepitosamente entre la gente y alcanzando a tomar al desconocido por el cuello de la camisa, alejándolo de Seishu.

—¿Qué…? ¡¿Qué haces?! —vociferó Inui cuando logró darse cuenta de lo que sucedía.

—¿Lo conocés? —inquirió el otro, confundido y preparado para lo que pasara a continuación.

—Sí… Waka, mejor andá. Después te busco —zanjó Inupi, y no dejó pasar ni un minuto antes de seguir hablándole a Koko—. ¡¿Qué te pasa, forro?!

—¿Tan fácil es? —acusó Koko— Te hacés el boludo, como te hiciste el boludo siempre. Buscate a alguien nuevo, así no tenés responsabilidad acumulada, ¿no? No hay nada que arreglar si hacés borrón y cuenta nueva, ¡¿no?!

—¡No sé de qué me estás hablando!

En aquel momento, la indignación, la impulsividad y la estupidez se apoderaron de Koko. Destinó un puñetazo directamente al rostro de Inupi, y lo acertó perfectamente, más que nada gracias al factor sorpresa.

No había tiempo de mediar palabras. No cabían insultos, ni preguntas, ni acusaciones. Inupi sólo pudo reunir todo el enojo y la frustración que había sentido estos últimos meses, y la descargó en la devolución del golpe que recibió. La boca de Koko sangraba.

Ninguno de los dos pareció tener suficiente. Amagaron a sostenerse de la ropa para que el otro no se fuera, deseosos de llevar adelante la pelea hasta donde fuera necesario, pero los patovicas los encontraron, y en breves momentos terminaron fuera del boliche, en mitad de la madrugada, sin un alma a la vista.

Inupi tomó lo que probablemente fue la decisión más inteligente de toda la noche, y comenzó a caminar para irse a su casa. Había tenido más que suficiente.

No obstante, Koko no pareció querer dejarlo ir.

—¿Te vas a ir? Vas a seguir cagoneando, ¿no? —provocó, mientras caminaba detrás de Inui intentando alcanzarlo. Comenzaba a notarse el poco alcohol que había tomado Seishu, en comparación con Koko.

—¡Escuchame! ¡No te escapes! —continuó, sin dar indicios de darse por vencido. Inupi seguía sin responder, caminando tan rápido como sus pies se lo permitían.

Doblaron en una esquina, y Koko se le estaba acercando.

—¡Dejá de salir cagando cada vez que pasa algo! —le gritó, ya con la voz al borde de quebrarse. En aquel momento lo alcanzó, e intentó frenarlo con una mano en el hombro. Inui no lo soportó, y tan pronto su piel sintió el contacto, se dio vuelta y lo golpeó nuevamente.

—Dejá de seguirme, dejá de insultarme —terció Inupi, y vio a Koko en el suelo.

No era alguien débil, ni alguien que cayera con el primer golpe. Mucho menos caería con un golpe al que Seishu, conscientemente, no le había puesto mucha fuerza.

Inupi lo observó en silencio, y se dio cuenta de que Koko se había dejado golpear. Tenía una expresión que lo confirmaba. Lo observaba con los ojos llorosos; jamás lo había visto tan vulnerable.

—Al fín me mirás de verdad —Koko habló con indiferencia forzada, y tras decir eso, dos lágrimas cayeron por sus mejillas. No creyó posible sentirse más humillado.

Las palabras de Kokonoi golpearon a Inupi en lo más profundo, y su enojo se disipó en cuestión de segundos. Todos sus sentimientos se agolparon en su garganta, formando un nudo.

Todo le resultó insoportable. Ver a Koko así, la pelea en el boliche, la discusión que los distanció, y todos los problemas que, durante años, no supieron ver. Se sentía asfixiante.

Pero alguien debía dar un paso.

Inupi se arrodilló frente a él, y sólo atinó a limpiar sus lágrimas con los pulgares. Koko tuvo la fortaleza de no derramar más.

—Tenemos que hablar —afirmó Inui.

Ambos lo sabían.

—McDonald’s, Obelisco —ordenó Koko, sin el menor peso en sus palabras, como plumas montando suaves ventiscas. Era toda la fuerza que tenía; el resto estaba siendo usada para no llorar desconsoladamente, en aquel momento y en aquel lugar.

Seishu se puso de pie, le extendió la mano para ayudarlo a levantarse, y comenzaron a caminar.

Notes:

si koko e inupi me golpearan a mí seguro me dolería menos que ESCRIBIRLOS GOLPEARSE no sé por qué lo hago, lo juro

Espero que sigan ahí leyendo, y si lo hacen, les agradezco un montón <3 este tiempo que no estuve actualizando sirvió!!! porque ya tengo planeado y diagramado todo lo que resta en la historia, sólo tengo que encontrar tiempo y energía para escribirlo, pero no queda muchooooooo

Nos vemos la próximaaa besito, cualquier cosa me hablan a @/gialokin en twitter

Chapter 19: Lo estúpido e inesperado del afecto

Notes:

Cómo andaaaaaan les traigo 🤲🏻 otro capítulo, que lo disfruten <3

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La calle Corrientes brillaba a pesar de la oscuridad del cielo, y el Obelisco se cernía firme, vigilando dos grandes avenidas.

Sorprendía ver los alrededores con tan poca gente, siendo que los carteles luminosos atenuaban la sensación de que se encontraban en mitad de la madrugada.

Koko miraba sin ver a través de la ventana, aún sintiendo cómo su labio latía a causa del golpe, y aún así era, sin lugar a dudas, lo que menos le dolía.

Mientras más tiempo aguardaba a que Inupi subiera con su bandeja, más deseaba un par de golpes más, con la certeza de que ese sería un dolor que sí podría soportar.

—Hola —saludó Inupi torpemente. Koko, en su estado normal, le preguntaría con una sonrisa socarrona por qué saludaba, si se habían visto hacía diez minutos.

Ahora, sólo pudo responder con un "Mm", antes de continuar hablando.

—¿Quién va a empezar? —inquirió Kokonoi, mientras vaciaba las papas fritas en la tapa abierta de la caja de la hamburguesa.

—Mirá… creo que deberíamos comer primero —Inupi ya no tenía tanta valentía.

—Ni se te ocurra.

Koko acompañó esta endeble amenaza con una mirada de reojo que le recordó a Inupi, aunque fuera por una fracción de segundo, lo que solía ser su amigo. Hajime Kokonoi golpeado, triste y apagado, sencillamente, no era Hajime Kokonoi.

Seishu suspiró derrotado.

—Me… no. Me vas a cagar a puteadas si te pregunto eso. A ver…

—Preguntá —urgió.

—Koko…

—Preguntá.

—Bueno… bueno. Me gustaría saber —carraspeó— qué fue lo que te hizo enojar en un principio.

Kokonoi sintió como uno de sus ojos temblaba.

—¿Posta me estás preguntando eso?

—¡Te dije!

—¡No esquives el tema!

—Mirá, yo ya sé que me dijiste cosas esa vez, pero la verdad que no fue suficiente información, y encima estabas en pedo. Me dejaste confundido.

—Pero la puta madre…

—Eu, escuchame —Inupi decidió ponerse firme; de otro modo, no llegarían a ningún lado— Creo que en el fondo sabés que tengo razón. Dijiste cosas, pero tampoco dijiste todo. No es un reproche, pero posta me quedé atolondrado.

Y no sabía a quién recurrir, si por primera vez el problema lo tenía con vos. Estaba perdido.

Koko reflexionó, y ya no pudo evitar admitir que su amigo estaba en lo correcto. Durante su primera pelea, había tenido un cuidado inconsciente de no revelar los puntos más importantes; lo último que había necesitado en aquel momento había sido el orgullo herido.

—Bueno, tenés razón. La voy a hacer corta, ¿sí? Me gustaste un montón de tiempo, estaba frustrado por eso, y cuando me puse en pedo me pegó por ese lado. Me acordé de cosas que pasaron, y empecé a flashear. Empecé a proyectar mis necesidades en vos, o algo así.

Inupi tenía muchas preguntas, y no sabía por dónde empezar. ¿Frustrado? ¿Por qué lado le pegó? ¿Qué cosas se acordó? ¿Qué flasheó, exactamente? ¿Qué necesidades? ¿"Algo así"?

—¿Por qué frustrado? —eligió finalmente.

—Porque sí, porque no pasó nada. Yo me insinué millones de veces, y vos nunca mordías el anzuelo. Debería haberme conformado hacía rato con pensar que no estabas interesado, pero tampoco podía ser la única posibilidad, porque no tenía ni idea de cómo se suponía que actuarías si te interesara. Nunca te interesaba nadie, así que no tenía parámetro.

—Ah… —Inui fue asaltado por una oleada de pensamientos, tratando de atar cabos a la velocidad de la luz mientras miraba en retrospectiva una relación que había durado años.

—Igual —Koko continuó, casi de inmediato—, no le pases mucha cabida. Ni siquiera yo me daba cuenta de lo que hacía, si tuve que “estallar” esa vez para poder entenderme. En el momento creo que ni lo pensaba, o no sé… Pero ya pasó, al menos a mí se me pasó.

—Pero… lo que me contás no parece ser algo que pasa así como así. Primero que nada, ¿me podés perdonar por no haber notado nada de eso antes?

—¡Sí! Sí, no seas boludo, cómo no te voy a perdonar —Koko comenzó a temer los posibles caminos que tomaría la conversación, así que sintió la necesidad de darla por terminada cuanto antes, y si era posible, con una solución definitiva.

—Somos amigos —continuó, sin dejarle ni un segundo a Inupi para hablar, o pensar—, y lo fuimos toda la vida. Ni una vez nos peleamos, ¿no? Y los amigos se pelean —forzó una risa, y le rogó a todas las entidades sobrenaturales existentes que Inupi la interpretara como genuina—. Seguro es una de esas peleas. Yo te pido perdón por exaltarme esa vez, ¿sí?

—Sí, obvio —Inupi aún quería decir más, pero las palabras se agolpaban en su garganta, y nada lograba llegar al exterior. De todas las cosas que surgían en su cabeza, se las arreglaba para decir la más inconsecuente.

—Bueno, entonces… —Koko tomó una papa y la masticó con soltura— Todo bien, ¿no? ¿Podemos decirles a los pibes que dejen de preocuparse por nosotros, distanciarse, y turnarse para vernos a los dos? —rió al final.

Inupi lo consideró recién en ese momento. El grupo. Los chicos. El daño que habían estado causando al estar peleados. Lo idiotas que habían sido.

Asintió y rió con su amigo, sólo un poco, mientras se enfocaba de lleno en la comida y la charla casual que Koko había comenzado tras zanjar el problema.

Más tarde, luego de acompañar a Koko a la estación de subte, consideró lo que había sucedido. Paso tras paso, se aseguraba cada vez más de que la electricidad en el ambiente entre ellos no era propia de dos personas que se llevaran de maravilla. Había algo que restaba ver, un nudo que faltaba desenredar, y no supo cuánto aguantaría.

Quizás su incomodidad personal fuera algo que debiera sacrificar para que el grupo vuelva a ser como antes.

Quizás todo aquello que le faltó decir no era en verdad importante.

Quizás el “Alto al fuego” fuera suficiente para preservar la paz entre ellos dos, y estaría dispuesto a aceptarlo como el mejor escenario, si aquello significaba alejarse del riesgo de perderlo otra vez.

Ya en su casa, en la oscura soledad de su habitación, Koko lloró nuevamente, pero sin estar seguro de la razón. Sólo se prometió a sí mismo que esa sería la última vez.

 

Souya Kawata olía a jazmín, y su aroma se anticipó a su imagen en los sentidos de Ran y Rindou.

—¡Qué lindo perfume! ¡Hola! ¿Qué es? —dijo Ran enérgicamente, a modo de saludo.

Rindou sólo rió y asintió; a veces, Ran hablaba por los dos.

Souya los recibió con una sonrisa discreta, tras aguardarlos en la mesa de un restaurante, junto a la ventana. La vista les regalaba numerosas y pesadas gotas ansiosas por alcanzar el asfalto, creando un sonido amortiguado que resultaba relajante.

Los rostros iluminados de los tres contrastaban con las tonalidades grises del cielo.

Angry demoró unos momentos en responder. Siempre le tomaba por sorpresa lo apuestos que eran Ran y Rindou, y pensaba en lo bien que encajaban como pareja. Lindos por separado, aún más lindos juntos.

En ocasiones, sentía una leve punzada en el pecho, pensando cómo sería estar con uno o con el otro. Habían tenido sexo, y lo había disfrutado, pero algo en su interior no se conformaba con eso, y lamentaba fijarse de esa manera en personas que no estaban a su alcance.

Un encuentro casual era una cosa, pero el terreno sentimental era algo totalmente diferente.

Angry intentaba no pensar demasiado en eso, y se contentaba con la pacífica resignación de encontrarse con ellos y disfrutar de su compañía.

—Es de un shampoo sólido que le compré al emprendimiento de la hermana de un amigo.

Ran se acercó descaradamente a oler su cabello, lo cual hizo reir a Souya.

—Me encanta, pido sentarme al lado tuyo —anunció mientras lo hacía, y le sacaba la lengua a Rindou.

Este puso los ojos en blanco, pero al final también rió.

—Hoy se pusieron otro perfume —observó Souya, y algo hizo clic en su cabeza— ¿Es por algo en especial? Me habían dicho que me querían contar algo. ¡¿Se van a casar?!

—¡No! —dijeron los dos al unísono.

—No —confirmó Ran—, no. Es… bueno, es algo que tiene que ver con vos.

—Sí y no —añadió Rindou, dubitativo.

—Un poco… —Ran parecía estar escogiendo las palabras correctas.

—Ah… ¿qué pasó, chicos? —Souya dijo aquello con tal suavidad, que los hermanos tragaron saliva antes de poder seguir hablando. No les estaba facilitando la conversación.

—Rindou, ¿querés…? —Ran intentó ofrecer el lugar de tomar la iniciativa.

Pero Rindou se negó rotundamente con un simple gesto. Los preciosos ojos de Souya, siempre a punto de congelarlo en su lugar, lo habían cautivado otra vez, y se acobardó sólo un poco, pero lo suficiente como para no poder hablar. Su talón comenzó a rebotar velozmente en el suelo, y con ello, toda su pierna. La mirada curiosa de Angry se sentía como una ola de calor sobre su rostro.

—¡Bueno! —Ran tragó saliva. No estaba tan confiado como pensaba— Tenemos que decirte algo primero, y preguntarte algo después. ¿Sí?

Souya asintió con tranquilidad, pero para Ran y Rindou, Souya lo hizo de forma angelical, divina, celestial. Todo lo que hacía lo percibían así.

—¿Chicos?

—Ah, sí. Bueno —Ran se puso serio, y Rindou lo imitó—, sólo te quiero decir que si te lo llegás a tomar mal, no hay problema, lo vamos a entender, ¿sí?

—Sí, pero no me asusten, ¿qué pasó? —Souya comenzó a abandonar la sutil expresión risueña que poblaba su rostro.

—Literalmente no sabemos cómo decirlo, y creo que no debe haber manera, así que te lo digo rápido y todo junto, y vos después te fijás qué hacés. Ahí voy. ¿Te acordás que te dijimos que somos pareja?

—Sí.

—¿Y que nunca te dijimos nuestros apellidos, aunque sabemos el tuyo?

—Sí, es verdad…

—Bueno. es porque somos… —Ran carraspeó, incómodo, pero siguió de todos modos— Somos hermanos. Y lo segundo era si querías sa--

Rindou lo pateó a través de la mesa, e interrumpió lo que intuyó que podría terminar en un desastre.

Ran había intentado decirlo todo de una vez, sacárselo de encima, dejar de dudar y hacerle perder el tiempo a Souya, pero descubrió, al igual que su hermano, que no habían percibido la verdadera magnitud de sus palabras hasta que vieron cómo el rostro de Souya pasaba por confusión, análisis, incredulidad, y confusión otra vez.

—Una cosa a la vez —instó Rindou, y Ran le dio la razón en silencio.

Sin saber de dónde sacaba fuerzas, Rin fue quien continuó hablando. Después de todo, Angry merecía una explicación de parte de los dos.

—Sabemos que esto es algo muy grande, y sabemos que eso de “la mentira por omisión no existe”, no aplica a esto. Somos conscientes de que no mencionar algo así debe ser lo mismo que mentir, o quizás peor, y nunca fue nuestra intención faltarte el respeto.

—Exacto, de verdad —acotó Ran, visiblemente preocupado—. Sólo se nos fue de las manos. Estamos… un poco acostumbrados a hablar con tal o cual pibe en los boliches, bailar, ver a donde pinta, y dejarlo ahí. Nunca vamos más allá, así que nunca damos explicaciones, ni esperamos que las cosas escalen.

—Pero con vos escalaron —Rindou tenía sus cejas juntas, y apenas podía mirar a Souya a los ojos—. Pensamos que no, que iba a ser como siempre, pero nos terminamos encaprichando con vos, y cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos hasta las manos. Y así y todo, no te habíamos contado la verdad.

En aquel momento, el camarero se acercó a la mesa, y los tres gesticularon como que aún estaban decidiendo, para luego continuar hablando.

—Para nosotros, el secretito de que somos hermanos era divertido, algo inconsecuente para la gente con la que no íbamos a llegar a nada, y no nos pudimos sacar el hábito —añadió Ran.

—Esperen —Souya los cortó con una seriedad que sólo habían atisbado en la habitación algunas veces, aunque ahora desprovista de la sexualidad que supo tener en ese entonces.

Los hermanos no supieron qué hacer a continuación, y lo observaron quietos, expectantes.

—Déjenme ver si entendí —continuó—. Ustedes son pareja… ¿y son hermanos también? O mintieron con lo de ser pareja.

Ambos negaron con la cabeza.

—O sea que son hermanos, y pareja. ¿No? —esta vez, Souya bajó un poco la voz.

Ran y Rindou asintieron.

La mente de Souya se encontraba en blanco, pero amenazaba con llenarse en cualquier momento. Su corazón aleteaba, y no sabía por qué, pero tampoco llegaba a entender lo que implicaba todo aquello.

Intentó recordar la palabra que se utilizaba para estos casos, tan ajenos a su día a día que le costó trabajo hacerlo.

Incesto.

Se preguntó qué implicaba eso, y luego, quiso saber qué implicaba para él, personalmente. Recordó todo lo que vivieron juntos. Recordó observarlos y envidiar la química y el afecto que tenían. Recordó lo depravados que podían ser en la cama, al igual que él, y lo mucho que eso le gustaba. Comenzó a pensar que hacían linda pareja, quizás, porque se parecían de alguna forma; no mucho como para descubrirlos, pero lo suficiente como para que ahora todo tuviera sentido.

Sabía que el incesto estaba mal, o eso había oído. Reconocía vagamente lo condenado que fue durante siglos. Se preguntó si eso era importante.

Saliendo de sus conjeturas, se centró en los rostros apenados de Ran y Rindou. Vio sinceridad, temor, y una inmensa cantidad de culpa. Quiso pensar qué cosas habían hecho mal, qué actos condenables había presenciado o sabido, y no se le ocurrió ninguno. No podía ver más que sonrisas, voces amables, tacto suave, y dos pares de ojos que siempre lo habían mirado como si fuera imposible quitarle los ojos de encima.

Su corazón latía acelerado, al mismo tiempo que se sentía confundido, desorientado.

Por su parte, Ran no pudo aguantarlo más. El silencio y la espera, luego de haber dicho lo que más les atemorizaba, se volvieron insoportables.

—Y también queríamos saber si querías salir con nosotros —escupió, a toda velocidad, sin darle tiempo a su hermano para frenarlo otra vez.

Los ojos de Rin se llenaron de algo muy cercano al pánico. Pudo visualizar en su cabeza, con crudo realismo, cómo Angry se levantaba echando la silla hacia atrás y se retiraba del restaurante hecho una furia. No podría culparlo si lo hiciera. Ran, en cambio, se sentía agitado y expectante, deseando comerse cada minuto que osara transcurrir hasta el veredicto final de Souya.

—¿Con… ustedes? —Angry sonaba confundido, como si su cerebro estuviera haciendo cuatro veces el esfuerzo normal para procesar información— Son hermanos, son pareja, quieren que salga con ustedes… —repitió, a modo de pregunta, pero no sonó como tal.

Los Haitani contenían el aliento.

Algo revoloteaba en el estómago de Souya.

Su cabeza intentaba comprender, pero necesitaría tiempo. Sentarse, pensar, entender. Jamás en su vida había tenido ocasión de toparse con estos conceptos, y ahora lo golpeaban en el rostro, de repente, y quería responder, sólo que no sabía exactamente cómo hacerlo.

Además, lo último que deseaba era lastimarlos.

—Chicos… perdónenme, pero tengo que pensar. Es mucha información. ¿Les molesta… si les respondo después?

Rindou y Ran volvieron a negar con la cabeza, incapaces de abrir la boca, y Souya se retiró del lugar, no sin antes musitar otro “Perdónenme” mientras se ponía de pie.

Un momento después, los hermanos se miraron, derrotados.

 

Una vez más, Mikey hacía sonar el timbre de la casa de Takemichi.

Mientras esperaba a su amigo, más serio que risueño, las palabras de Draken resonaban en su cabeza, entrelazadas con otro sentimiento de anticipación, tan incipiente que apenas podía detectar, mucho menos describir.

Lo único que podía establecer, era que esa sensación siempre lo abordaba cuando estaba a punto de ver a Takemichi, y en cuestión de segundos, se disipaba por completo.

Y luego, Draken otra vez. Siempre Draken.

—¡Hola! No sabía que venías, ¿qué pasó? —saludó Hanagaki, mientras hacía lugar para que Mikey entrara.

—Estoy triste, Michi —exageró—, abrazame —pidió luego, dramático, mientras extendía los brazos y suspiraba.

Takemichi estaba acostumbrado, e hizo lo que le pidió mientras reía. Le agradaba pasar tiempo con él.

—¿Querés tomar algo? —le preguntó, aún abrazándolo.

Mikey se despegó, suspiró menos dramáticamente, y volvió a la normalidad.

—No… sólo quiero ventilar un rato.

—Ah, entonces sí pasó algo —confirmó su amigo, ahora preocupado.

—Vamos a tu pieza, Michi, y te cuento.

Momentos después, ambos se sentaban frente a frente en la cama de Takemichi, cruzados de piernas. Mikey se apoyaba contra la pared tras la cabecera de la cama, y Takemichi descansaba su hombro en la pared junto a él.

—Así que te terminó gustando Draken, para sorpresa de nadie —acotó Takemichi.

—¿Qué te hacés el piola? —Mikey le arrojó la almohada, y su amigo rió. Aquello le bajó la hostilidad a velocidad récord—. Mi punto no es ese, mi punto es que no sé cómo hacer para que el forro este se de cuenta. Se piensa que lo estoy jodiendo.

—Y…

—¡¿”Y…” qué?!

—Nada, que al principio sí lo jodiste bastante, y encima esa cara de diablito que ponías, yo un poco lo entiendo.

—Sí, pero tampoco me esperaba que se lo tomara tan en serio. Yo lo estaba jodiendo, y pensé que él no le iba a dar tanta importancia, pero… Ay, encima ni siquiera quiero dejar de molestarlo, es divertido cuando se irrita. Aunque capaz lo molesté demasiado.

—¿Vos decís?

—Y… la verdad, qué se yo, ¿qué te parece a vos?

—Para mí es medio raro que reaccione tanto. Si alguien te jode, bueno, reaccionás un poco y ya. Pero, por lo que vos me contás, parece que se volvió bastante personal para él.

—¿Vos decís que se haya enojado posta?

—No sé si sea enojo… es medio confuso lo que hace, pero capaz podrías tenerle un poco más de paciencia. Seguir insistiendo, darle tiempo para que confíe en vos, ¿no?

Mikey asintió, pensativo. A decir verdad, estaba un poco agotado de tener paciencia. Hacía tiempo que no sabía qué lo asaltaba antes de ver a Takemichi, o lo que sentía cuando lo veía con Hina, o el fugaz impulso que experimentaba en momentos como aquel, cuando su amigo y él compartían algo de cercanía.

Takemichi era de esas personas que llamaban la atención sin quererlo, sin siquiera notarlo, y en eso yacía su atractivo. Mikey lo observaba objetivamente; al menos, la mayor parte del tiempo.

Algo tiraba de su estómago, y a su vez, algo totalmente diferente tironeaba de su corazón.

Sus sentidos estaban en presencia de Takemichi, y lo absorbían cuanto podían, desde la lejanía, sin siquiera molestarse en transmitirle al cerebro sus intenciones claras. Pero su corazón y sus pensamientos reproducían las palabras de Draken una y otra vez, se aferraban de los momentos en los que lograba que lo mirara a los ojos, y la intimidad que robaba durante milésimas de segundo cada vez que se le acercaba abruptamente, un poco por burla, y otro poco por desesperación.

Demoró en responder, y se percató de ello cuando oyó que su amigo tragaba saliva sonoramente, de golpe inquieto en su propia cama.

Parecía como si ver a Mikey pensativo, sin tomar las riendas de la situación, dejara a Takemichi desamparado, nervioso, o con exceso de tiempo para pensar en el reducido espacio que estaban compartiendo.

Para Takemichi, había dos tipos de amigos cercanos. Estaba Chifuyu… y estaba Mikey. Y no tenía la menor idea de qué hacer con esa información.

Sólo sabía que, en aquel momento en particular, deseaba hacer algo con Mikey. Algo insignificante, y a la vez incorrecto. Algo increíblemente estúpido.

—Bueno, ¿sabés qué, Michi? Al final sí quiero tomar algo, ¿hacés cafecito?

Aquello lo sacó de su divague, y lo agradeció.

Mikey no supo describir la extraña energía que su amigo emanó por unos breves segundos, pero sí estaba seguro de que la sintió, y que no era la primera vez.

—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó Takemichi mientras se dirigían a la cocina.

—Va a ser mío —sentenció decidido, como un desafío; para Draken, para sí mismo, y para cualquiera. Draken sería suyo.

Notes:

HERMANAS me abri el corazón a la mitad con los haitani, los quiero en 1 cajita protegidos y cuidados (y pensar que después me imagino a angry dándoles matraca a lo loco)

Also TENIA QUE PONER ALGO DE MIKEY Y TAKEMICHI me estuve aguantando todo este tiempo y no pude más aaaaaaaa la tensión dios me los imaginé y ladré

Bueno, vieron que faltan 6 capítulos??? :0 voy a llorar

Otra vez les agradezco que sigan leyendo y todos los comentarios que dejan 😭💜 nos vemos la próxima!!!

Chapter 20: Nuevo comienzo

Notes:

Hagan de cuenta que no notaron que estoy tardando banda en actualizar ok??? jsdjfsj ahora hablando en serio, perdonen, estoy teniendo varios problemas para administrar el tiempo yyyy me está llevando mucho tiempo escribir. De hecho, se suponía que iban a pasar más cosas en este capítulo, pero mientras escribía empecé a darme cuenta de que me estaba quedando muy larga la primera parte y decidí dividirlo en 2, así que nada, ahí está, no es mucho pero es trabajo honesto. Que lo disfruten <3

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

—¡Aprobé!

La voz alegre de Baji Keisuke cortó toda la actividad mental de Chifuyu. Este sostuvo el teléfono junto a su oreja, habiendo dejado de lado la sorpresa de una llamada telefónica.

—¡¿Todo?! —replicó, emulando el entusiasmo del otro.

—¡Sí! Ah… te juro que no sé qué habría hecho sin vos, boludo. Sos re buen profe, posta. Mirá, te voy a llevar un regalo, ¿qué querés?

—Ni se te ocurra, hermano. Ningún regalo. Es más, tengo una idea mejor.

—¿Qué cosa? —Baji dejó el celular, en modo Manos Libres, para desvestirse y ponerse ropa de entrecasa.

—Joda en casa.

Chifuyu habló primero y pensó después. No había ni un ápice de lógica en su propuesta: no tenía el espacio, ni el carisma, ni las ganas de limpiar el único baño que había. Sin embargo, sencillamente, su impulso tomó las riendas. Incluso antes de considerar lo que significaba proponer una fiesta en su casa, ya había expuesto su intención.

—Naaa, no me amagues con eso, Chifu.

—¡No te estoy amagando! Eso sí, después me ayudás a limpiar.

—¿Posta vas a hacer una joda?

—Se.

—¿En tu casa?

—Se.

—¿En mi honor?

—Bueno, Baji, tampoco te me agrandes…

El aludido largó una carcajada, e hizo que su amigo tuviera que alejarse unos centímetros del altavoz. Consideró que incluso podría limpiar el baño él solo, si eso era necesario para que Baji asistiera.

—Está bien —respondió, después de reir— ¿Vamos todos?

—Sí, vamos todos.

 

Souya Kawata llevaba ya una hora tendido en su cama, reflexivo, con la vista en el techo.

—¿Estás bien? —inquirió Nahoya finalmente, convencido de que observar a su hermano de tanto en tanto desde el umbral de la puerta no lo llevaría a ninguna conclusión.

Angry lo miró formulando una pregunta, como si el otro pudiera leerle la mente.

—Voy a necesitar que me hables —aclaró Smiley con una de sus risitas características.

Ante la opción, Souya suspiró y volvió la vista al techo. La necesidad de comunicación telepática se hacía cada vez más grande.

—Eu —llamó Smiley otra vez, acercando una silla a la cama ajena. Sus ojos se veían risueños, pero su expresión ya no.

—Perdón… —Souya acompañó su disculpa con una pausa indescifrable— Es que es medio difícil de explicar.

—¿Podés intentar?

Angry se sentó en su cama, a cierta distancia de su gemelo, con el cuidado de no mirar nada más que sus propias manos, entrelazadas en un gesto sutilmente nervioso.

—Bueno… voy a serte sincero.

Nahoya no solía ver a su hermano predisponerse para hablar. Souya siempre decía lo justo y necesario, transparente, y no necesitaba prepararse ni anunciar nada. Esto era nuevo.

Souya Kawata, quien siempre veía las cosas claras, quien seguía un enfoque tan sencillo y directo, por primera vez comenzaba a dudar de verdad.

—Mis amigos… los chicos con los que me veo a veces, Ran y Rindou, ¿los ubicás?

—Sí, cómo olvidarlos —rió su hermano.

—Son pareja, aunque eso creo que lo sabemos todos. El tema es que…

Angry se quedó en silencio, intentando encontrar el valor de contar toda la situación y no echarse hacia atrás en el arrepentimiento de haber intentado sincerarse.

—¿"El tema es que"...?

—Son… son hermanos.

—Pará, no entiendo. ¿No eran pareja?

—Sí.

—¿Entonces?

Angry se encogió de hombros, y se concentró aún más en no mirar a Smiley a los ojos.

—¿Me querés decir que te mintieron? —aventuró Smiley tras una pausa.

—No, no. Son pareja, son hermanos, y no mintieron. Son muy buenos pibes, no mentirían con eso.

—¿Eso no es…? —Smiley lucía preocupado. Su rostro ya no hacía honor a su apodo, e intentó encontrar los ojos de su hermano. Intuyó que estaba tan desconcertado como él.

Angry sólo asintió, sintiendo el efecto inoportuno y tardío de la comunicación no verbal; sabía que ambos pensaban en la misma palabra, y el peso que esta tenía.

—Y… ¿vos qué pensás hacer? —preguntó Smiley tras largos minutos de pensar sin llegar a ningún resultado.

—Ese estaría siendo mi problema ahora.

—Ahhh, claro…

Smiley sintió el calor de la vergüenza entrelazada con una incomodidad involuntaria que creptó por su espalda, viéndose plasmada en la mirada que posaba sobre su hermano.

Sin embargo, notó de inmediato que esa sensación no era compartida.

Angry no se sentía incómodo ni avergonzado. Simplemente dudaba, como cualquiera lo haría ante una decisión que no era tan bienvenida en la sociedad.

Se preguntó qué significaba, puntualmente, la idea de “encajar”, quizás por primera vez con tal nivel de seriedad, y supo que sería difícil salir de lo preestablecido; incluso para su hermano, que siempre pareció regirse por sus propias normas.

—No sé cómo funcionaría —Angry rompió el silencio.

—¿Qué cosa? ¿Ellos?

—Sí… y no, más bien, nosotros.

—¡¿Qué tenemos que ver nosotros?!

—No, no hablo de nosotros —Souya gesticuló al espacio entre ellos—, sino de ellos dos y yo. Me pidieron salir con ellos.

—¿Con "ellos"? ¡¿En plural?!

—Sí, sí —Angry meneó apenas la cabeza, como señal de que ese no era el problema—. Yo no sé… si aceptar, porque no me gustaría desequilibrar el vínculo que tienen, y no sé qué debería hacer o no hacer, si quieren mantenerlo en secreto… o qué, exactamente, quieren mantener en secreto…

—¿...eso te preocupa?

—Sí, ¿por qué?

—Souya… son hermanos.

—¿Y? No son mis hermanos, y no están jodiendo a nadie.

Smiley se quedó pasmado, mirando fijamente a su hermano, a la espera de que enviara algún signo de estar bromeando.

Pero no lo hizo.

Y en aquel momento, Nahoya lo vio desde otra perspectiva.

Claro que para Souya eso no estaba mal.

El incesto estaba condenado socialmente, y lo que más se le aproximaba eran chistes al respecto, graciosos justamente por lo delirante, irreal y degradante que sería una situación así.

Pero ese tipo de limitaciones no eran las cosas que frenaban a su hermano de hacer lo que sintiera correcto, y Smiley supo por su impronta preocupada que de verdad los quería.

En toda esta situación no dudaba de ellos, no los juzgaba, ni se planteaba lo extraño que podría ser estar de novio con dos chicos a la vez. Lo que le preocupaba era que ellos estuviesen bien, y que no sufrieran ese estigma social del que él, a pesar de no darle importancia, sí era consciente.

—Está bien, creo que a estos pibes Dios los miró a los ojos, porque para encontrarse justo con vos, entre todas las personas…

—¿Yo qué?

—Vos, que no tenés prejuicios, ni nada de eso. Ves a la gente según tus propios criterios, y a ellos los querés porque sabés que son buena gente; lo demás te chupa un huevo. ¿Sabés cuánta gente hay así?

—No…

—Muy, muy poca. Yo los sacaría cagando si me vinieran con eso, la verdad. Pero vos no.

Angry lo miró, dubitativo.

—Salame, no vas a hacer nada que les traiga problemas o que "rompa su vínculo". Si es posta todo lo que me decís, debe estar recontra charlado eso de proponerte salir con ellos. Cada loco con su tema…

Angry le dio un golpe de puño en la rodilla, extremadamente suave, y esbozó una tímida y casi imperceptible sonrisa segundos después.

—Seguí lo que tu cabeza y tu corazón te digan. Eso es lo que hacés, y eso te funciona.

—Dos novios… —murmuró Angry unos momentos después, pensativo, sopesando la posibilidad.

—Al final es posta, el que come callado come dos veces —acotó su hermano, más para sí mismo que para Souya, y le contagió a este su risa.

Al cabo de un rato, Smiley se puso de pie. —Bueno, me voy a dormir. ¿Estás mejor?

Angry no respondió, pero le dedicó una mirada significativa, esperanzada, llena de anticipación. Nahoya se retiró con una risita de suficiencia.

Ya sólo en su habitación, Souya tomó el teléfono y fue la primera vez que era él quien traía una propuesta al chat grupal.

"Chicos, mañana estan?" escribió, y presionó Enviar. Su estómago estaba a punto de explotar.

—¡Souya! —llamó su hermano, golpeando fuerte la puerta a propósito y riendo en silencio.

El aludido se sobresaltó

—¡¿Qué?!

—Dice Chifuyu que el finde hay joda en su casa. Si querés deciles a… tus amigos, o lo que sean.

—Bueno… —la mente de Angry comenzó a correr carreras con la nueva información.

 

—EY, eu, ¡EU! ¡RINDOU! ¡DESPERTATE!

—Qué… ¿qué…?

—¡ESCUCHAME!

—Pará… pará, boludo, ¿qué hora es?

—Son las tres de la mañana, no importa eso. Levantate, necesito que veas esto.

—¿No puede esperar hasta mañana?

—¡No!

Rindou hizo lo que su hermano tanto le insistía, se deshizo de las mantas y se sentó en un costado de la cama.

—Bueno, ¿qué pasó?

Ran prácticamente corrió a sentarse junto a él, a pesar de haber estado durmiendo bastante cerca. Tenía el teléfono celular en la mano.

—¡Mirá!

Primero Rin no entendió, e incluso le costaba enfocar lo que veía, pero al cabo de unos pocos segundos, comprendió: un mensaje de Souya en el grupo que compartían los tres.

—¡¿...?!

—¡EXACTO! —exclamó Ran— ¿Qué hacemos? ¿Le respondemos ahora? ¡Pregunta qué hacemos mañana! ¡¿Qué hacemos mañana?!

—¡Si es para Souya, no hacemos nada mañana! ¿Le contestamos? ¿Quién escribe? ¿No es muy tarde?

—Dejá, no tengo mucha paciencia, corazón —anunció Ran mientras escribía un mensaje a la velocidad de la luz. Envió un "Hola" seguido de tres emojis de corazón, seguidos a su vez por un "No, no hacemos nada! Por?", y se dispuso a dormir lo antes posible, ansioso por despertarse en la mañana y, con suerte, leer su respuesta.

—¡SIGUE DESPIERTO! —exclamó Rindou antes de darle tiempo a reaccionar, cuando vio en su propio celular que Angry estaba respondiendo; no tendrían que esperar mucho.

"Quieren juntarse a desayunar?” decía el mensaje siguiente, y los hermanos se miraron, atónitos, mientras sentían sus corazones acelerarse.

 

A la mañana siguiente, Souya aguardaba en la entrada de un café, tiritando de frío y ocultando así los nervios que lo abrumaban. Miraba el teléfono, comprobaba la hora, y lamentó haber llegado quince minutos antes de la hora pactada; los segundos se hacían eternos.

La noche anterior habían organizado verse, sin muchos detalles por parte suya, pero con la mejor predisposición de Ran y Rindou. Su pecho era el lugar más cálido de su cuerpo.

Vislumbró a los muchachos caminando a lo lejos, aferrados del brazo, casi como una misma entidad. Soltó una diminuta risa, nerviosa, aliviada, aterrada, confundida, curiosa.

—¡Hola! —saludó Ran tan pronto se encontraron cerca. Parecía que Rindou lo sostenía sutilmente para evitar que se abalanzara sobre Angry; habían pactado darle, primero, su espacio para hablar.

—Hola chicos —saludó Souya con cierta ternura en su voz.

La anticipación hizo que los estómagos de los Haitani se hicieran un nudo, pero aún así decidieron comer.

Los tres tomaron asiento en una mesa más bien alejada, a pesar de que el lugar no estaba muy concurrido. La calefacción del café se volvió demasiado, de repente, producto de los nervios.

El camarero se acercó de inmediato, pidieron para desayunar, y una vez solos, Souya habló:

—Bueno… voy a tratar de ser breve. Tengo que decirles algo.

Tanto Ran como Rindou asintieron, a punto de implosionar de los nervios.

—La última vez que nos vimos tuvimos una charla seria, ustedes me contaron algo suyo, y me hicieron una pregunta… —repasó, sin dejar en claro si era un recordatorio para ellos, para él, o una simple introducción.

Los chicos asintieron nuevamente, sincronizados, a la espera.

Souya suspiró y frotó una de sus sienes con los dedos. Intentaba buscar las mejores palabras y la forma más adecuada de expresarse, pero los hermanos comenzaron a prepararse para el inevitable y esperado rechazo. Sus expresiones tomaron un tinte de derrota; tragaron saliva y relajaron su postura. La poca esperanza se les iba escapando como agua escurriéndose entre los dedos.

—La verdad es que… todavía no termino de entender qué está bien, o mal, o si eso es relevante. Supongo que lo veré sobre la marcha. Lo que importa —inhaló, exhaló, y pareció necesitar toda la preparación del mundo para continuar— es que, para mí, no hay nada malo en que sean hermanos y estén juntos…

Esto era nuevo para él. La atención, tener la palabra, el peso de la expectativa. Se sentía en terreno desconocido.

Pero haría el esfuerzo. Por ellos.

—...sí es un poco inusual, ¿no? Pero los ví muy preocupados, y la verdad que, todo bien con eso. Los conozco y sé que son buena gente, eso es lo que importa. Ahora —inhaló aún más fuerte, y largó aún más aire en una exhalación temblorosa—, sobre lo que me preguntaron, mi respuesta… es que podemos intentarlo. No es un sí rotundo, porque necesito tiempo para pasar de nunca haber tenido novio a… tener dos, ¿entienden? Pero sí me gustaría, y me gusta pasar tiempo con ustedes, y… me gustan ustedes. Los dos.

Tanto Ran como Rindou se quedaron petrificados. Estaban demasiado absortos en Souya hablando con ellos, diciendo lo que decía, con seriedad, preocupación y compromiso. Apreciaron los pequeños gestos que delataban sus nervios, aún menores que los de ellos, pero aún allí, como prueba irrefutable de lo genuino de sus sentimientos.

Por un momento perdieron la noción del entorno. No había mesas, ni sillas, ni gente. Ni siquiera había oxígeno, ni gravedad. Sólo Souya Kawata, hablando lo impensado, diciendo aquello que, con seguridad, estaban muy lejos de merecer. Ahí estaba él, contra todas las probabilidades.

No se había espantado, no los había insultado, ni habían herido sus sentimientos.

En su momento, habían pensado que sentir había sido la receta del desastre, el error primordial. Ahora, en ese café, sentados frente a Souya, descubrieron que no. Que estaban más cerca del cielo que del infierno.

—¿Vos…? ¿Es…? ¿Estás…? —balbuceaba Ran, siempre el primero en dar natural rienda suelta a sus expresiones.

Rin le propinó un codazo leve. —Sí, no lo hagas cambiar de opinión —acompañó su comentario con una risa nerviosa, y de inmediato vio que había roto el hielo.

Souya rió sonoramente. Era muy inusual, y un espectáculo deslumbrante. La risa perfecta; ni muy breve, ni muy larga, ni muy escandalosa, ni ruidosa, ni muda. La música más dulce.

—¿Qué? —respondió, aún sonriendo.

Estaban avistando una estrella fugaz.

—¡No puede ser! ¡Pellizcame! ¿En serio dijiste que sí? —inquirió Ran tomándolo de la mano con gran ímpetu, con su recientemente recuperada capacidad de hilar oraciones.

Rindou lo pellizcó.

—¡Vos no, boludo!

Angry les regaló otra risa, y sus nervios comenzaron a disiparse. Para su sorpresa, comenzaron a ver que había algo bueno más adelante, y que, quizás, se merecían el amor de alguien más.

Tal vez el mundo ya no tenía que ser sólo ellos dos.

Notes:

Bueno gente mientras terminaba de revisarlo para subirlo terminé llorando 2 veces, porque este es el primer ship que tiene su cierre y eso significa que oficialmente estamos en la recta final aaaaaaaa encima estos tres pupicielitos que los amo tanto ??? bueno, nada, el próximo capítulo retoma lo de la jodita de chifuyu no se preocupen, y voy a hacer mucho esfuerzo por no tardar 69 años en actualizar SIGO SOSTENIENDO QUE NO LO VOY A ABANDONAR por si se lo preguntaron, pero nada eso, gracias por leer <3

Chapter 21: Justo frente a los nachos de Kazutora

Notes:

buenooo hagan de cuenta que no ven que estoy aumentando el límite de capítulos porque me quedan más largos de lo que pensaba y los tengo que cortar jiji que lo disfruteeeeeeen

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El sábado siguiente, la única fuerza que sacó a Baji de entre las cálidas mantas fue saber que esa noche había una pequeña fiesta en la casa de Chifuyu, y que, como si eso fuera poco, dicha fiesta era para él.

Keisuke era perfectamente consciente de lo exagerado que sonaba el plan. Ningún profesor particular planeaba fiestas para sus alumnos, por muy bien que les fuera. Tampoco era usual que los amigos celebraran con tanta dedicación un logro académico tan inicial como aprobar el primer cuatrimestre del Ciclo Básico Común.

Y el tono impulsivo que Chifuyu empleó, adrede o por error, no dejaba lugar a dudas. Baji pensó que, si estaba de suerte, su amigo tenía algo planeado para él.

Draken realizaba los últimos arreglos del auto en el que había estado trabajando, y su amigo aguardaba junto a él.

—¿Te ayudo en algo? —inquirió, sin dirigirle la mirada.

Baji soltó una breve risa, detectando al instante la irritación en su voz.

—¿Qué te pasa? ¿Hay algo que quieras compartir con la clase? —bromeó, aunque ya sabía la respuesta.

—No me rompas las bolas, Baji. Ando cruzado hoy.

—Bueno, entonces supongo que no vas a lo de Chifu, ¿no?

Draken no respondió, expulsando aire por la nariz. Su silencio expresaba a gritos lo arrinconado que se sentía.

—Bueno… entonces supongo que vas —terció Keisuke, victorioso.

Había visto y escuchado suficiente. La tensión entre Manjiro y Ryuguji podía cortarse con un cuchillo, y Baji no veía la hora de que desataran cual fuera el nudo que había entre ellos. Se llevaban bien, y a los cinco minutos dejaban de hacerlo. Eran dos infantes en cuerpos adultos; temperamento de hombres, razonamiento de niños.

Además, Baji conocía muy bien a Draken. Se necesitaba mucho para sacarlo de sus cabales de esa forma, y transformarlo en un idiota consagrado. Mikey no parecía ser cualquiera.

—Se —coincidió Draken, dándose por vencido.

 

Luego de unos últimos arreglos, un trayecto a pie y un par de duchas, Baji y Draken se preparaban para la noche, cada uno en un espejo distinto.

—Tendríamos que haberle hecho caso a tu vieja —comentó Draken—, cuando nos dijo que nos cortáramos el pelo.

—Sí, pero no le podés hacer nada si está cortito. Prefiero tardar un poco más arreglándome, pero quedar bien fachero —mientras decía esto, se acercó a su amigo, tomó una de las solapas de su saco estampado y lo abrió apenas— ¿Cómo estoy? —quiso saber, al mismo tiempo que daba una vuelta en el lugar.

—Estás re bien, ¿pero no es mucho? Pensé que era una jodita tranqui.

—La verdad que sí, pero no se me ocurre dónde carajo voy a usar el traje este que me regalaron.

Draken rió, dándole la razón. Un estudiante que trabajaba a medio tiempo en un taller mecánico probablemente no dispondría precisamente de innumerables ocasiones para lucir un traje de tres piezas, rojo oscuro, con un patrón de líneas curvas en color negro.

Descartó el chaleco blanco y negro, decorado con dibujos aún más intrincados que el saco. Removió la camisa negra desde dentro de sus pantalones, aflojó su corbata (que combinaba con el chaleco, pero sin este, resaltaba distintiva), y coronó la personalización de su elegancia colgando una cadena de su cinturón, como cualquier punk de los 2000.

Draken había elegido un aspecto más modesto. Una camisa color vino con dibujos pequeños y simples, al azar, delineados en rosa pastel y sólo visibles de cerca, combinada con un pantalón de jean marrón oscuro, fácilmente confundible con el color negro. Sus Vans daban la advertencia de que su look seguía siendo casual, y que el rey del desfile sería Baji.

Cuando llegaron sus amigos, Keisuke comprobó que era él quien destacaba. Zapatillas, pantalones de jean y camisas o camisetas, contra un traje cuya modificación no le había quitado lo deslumbrante.

El único que había puesto algo de empeño en su aspecto era Kokonoi. Fijador, maquillaje, pendientes, una camisa de seda de un verde oscuro, y unos pantalones negros tan ajustados al cuerpo que Inupi estaba atravesando un calvario intentando mantener la vista al frente, especialmente después de que Kazutora comentara "¡Ehh! ¡Altísima cola, hermano!" ni bien se había encontrado con ellos.

Los tacos, como siempre, se los dejaba a Seishu.

Lo cierto era que todos se alegraban de tener a Koko e Inupi de vuelta en buenos términos (o, por lo menos, en términos aceptables: una tregua).

Habían extrañado la presencia algo distante de Inupi, de quien esperaban que tuviera un comentario cercenante en la punta de la lengua, sin importar cuán prolongado fuera su silencio.

Definitivamente habían extrañado los destellos que provocaba Koko: sus accesorios, el brillo de su cabello, su mirada traviesa adornada con delineador rojo, e incluso la sonrisa que precedía algún comentario desafortunado. Ocultando irremediable e impecablemente su verdadero estado emocional, probablemente fuera el actor más constante y dedicado, pero ya los había estado privando demasiado de su frescura.

Mitsuya y Draken atraparon a Inupi dedicándole sigilosas miradas a Koko, más de lo normal, y definitivamente más de las que le dedicaba antes de su pelea. Se preguntaron en qué términos estaban en realidad, pero todos los presentes eran suficientemente inteligentes como para no indagar aún.

La tregua era demasiado reciente, y la noche demasiado joven.

Koko, resignado a valorar más la paz que sus necesidades, ya no le prestaba tanta atención a Inupi, no queriendo encontrarse con una mirada ajena a su presencia, y deseando evitar sentir otra vez ese dolor de no poder obtener su atención.

Ahora, Inui era el que estaba más atento que nunca, y era Koko quien, deliberadamente, siempre que podía, posaba sus ojos en cualquier persona y en cualquier lugar, menos en Seishu.

Sin embargo, había una diferencia.

Kokonoi había caído en la resignación; en cambio, la perspectiva de Inui se había completado. Todas las piezas del rompecabezas flotaban en su mente, y tenía al alcance las herramientas para completarlo.

—Bueno, Baji —bromeó Koko—, ¿qué onda? ¿Vamos a lo de Chifuyu, o a la Met Gala?

—Tal cual, me hubieses avisado y me ponía la otra camisa —añadió Mitsuya con una sonrisa mientras comprobaba su reflejo en un espejo.

—Basta, chicos. Es como le dije a Draken: literalmente no sé dónde más usar este traje, y lo tengo juntando polvo ahí.

—En vez de tenerlo juntando polvo, lo usás para echarte un polvo, ¿no? —comentó Kazutora, quien había estado guardando un sospechoso silencio hasta aquel momento.

Rió apenas por su propio comentario, un poco más cuando le arrancó una carcajada sincera a Koko, y se relajó por completo cuando incluso Baji lo miró, en una risa silenciosa, reconociendo su derrota.

Tora agradeció haber roto el hielo, y haber podido escapar momentáneamente de ese impulso de idiotez que lo estaba engatusando para observar a Baji más de lo debido. Esta era su noche y, seguramente, la de Chifuyu también. Kazutora no tenía nada que hacer allí, sin importar lo bien que se viera Baji, ni la sensación indescifrable que lo invadía con creciente frecuencia.

Nada que no pudiera arreglarse con fumar un cigarrillo bajo el cobijo de la noche.

—Bueno, gente, ¿ya terminaron de ponerse perfumito? —ironizó Inupi— ¿Podemos ir? Diez minutos más acá y me voy a terminar yendo a dormir.

—Cuánta amarguraaaa —bromeó Koko, contribuyendo aún más a que el grupo se sintiera más ameno.

No obstante, mientras todos se disponían a salir, Seishu no pudo evitar pensar en lo ensayado y meticulosamente ejecutado que pareció ese comentario, con más nerviosismo que calidez, con la risa de repuesto en vez de la real, y un extremo cuidado por no compartir miradas ni un segundo más de la cuenta.

Y a pesar de notar esto, a Seishu le costaba cada vez más quitarle los ojos de encima.

Ahora veía todo de manera diferente, en un tardío reconocimiento de la realidad que lo rodeaba.

Kokonoi pensó que había engañado a todos, y se felicitó mentalmente por eso, pero algo de preocupación aún seguía allí. ¿Voy a aguantar toda la noche así? se preguntó.

 

—Cheeee, estos boludos están llegando re tarde —puntualizó Mikey, a medio camino entre una queja regular y un berrinche.

—Mirá —señaló Chifuyu, para poder disponerse a lidiar a solas con sus propios nervios— ¿podés cuidar que Michi no se coma todos los chizitos?

La mención de Takemichi, en ocasiones, hacía magia con Mikey.

—Ah, está bien —accedió, permitiéndole a Chifuyu respirar tranquilo.

Lo cierto era que Mikey estaba en lo correcto, y Chifuyu, muy a su pesar, comenzaba a impacientarse.

La única buena noticia era que, por lo menos, nadie parecía notarlo. Mikey ponía su atención en Takemichi, y este, a su vez, aún miraba los chizitos con anhelo. Nahoya dialogaba con Hakkai, un poco reconfortándolo, y otro poco riéndose de lo nervioso que estaba. Souya parecía estar habitando una burbuja personal con sus novios recientemente adquiridos (y Chifuyu los observaba con admiración, aún sin poder creerlo). Las bebidas alcohólicas seguían en su lugar, y Padme juzgaba a todos los presentes desde arriba de una estantería.

Poco tiempo después, el tan esperado sonido del timbre se hizo oír en el living. Hakkai se tensó de una manera que no pasó desapercibida para su amigo, y Takemichi pasó a segundo plano en la perspectiva de Mikey, quien ahora miraba de reojo la puerta, como si estuviera en guardia.

Sin embargo, quien sentía que poco faltaba para desmayarse, era Chifuyu. Había repasado el plan en su cabeza, más veces de las que le gustaría admitir, y si bien algo le decía que la estupidez probablemente se apoderaría de la situación, no veía otro camino posible.

Seguro que después todo se acomoda solo, pensó, a pesar de que sus hilos de pensamiento parecían estar más enmarañados que un montón de luces de navidad.

Sus nervios al abrir la puerta no fueron sencillos de ocultar, y sólo tuvo la suerte de que la energía grupal que invadió el ambiente logró tapar lo inquietante de su expresión, inmediatamente reemplazada por el indispensable papel de anfitrión.

—¡Hooola! —lo saludó Baji, efusivo, enérgico, inmovilizándolo por unos segundos con un abrazo que lo tomó por sorpresa. Mitsuya y Kazutora pusieron los ojos en blanco, y Koko no pudo frenar el impulso de buscar a Inupi con la mirada, esperando inconscientemente la concordancia silenciosa y las consiguientes sonrisas cómplices.

En eso, atrapó a Inupi mirándolo a él. Sus intenciones impulsivas y el consecuente arrepentimiento fueron enterrados bajo el sentimiento que brotó de una simple pregunta: ¿Qué hacía mirándome?

Kokonoi, en un día cualquiera, se lo habría preguntado directamente, con descaro y su típica sonrisa socarrona. Pero el contexto actual no se prestaba para eso, y sólo pudo desviar la mirada, rogando que sus nervios no dijeran a gritos lo que él intentaba callar.

El inesperado intercambio de miradas resultó ser un golpe al corazón, más doloroso de lo que habría podido anticipar.

—Bueno, chicos, en un ratito vuelvo… —anunció Mitsuya, con su atención ya puesta en el objetivo.

Smiley, quien lo vio venir antes que Hakkai, acabó por cruzar miradas con Chifuyu, y compartieron una breve risa mientras el gemelo se alejaba de su amigo, dejándolo desconcertado.

—¿Smiley…? ¿Dónde vas?

El más sutil… pensó Takashi sarcásticamente, mientras se aproximaba, en un reproche sin malicia dirigido a quien acababa de dejarlos a solas. Temía que la situación fuese demasiado brusca y expuesta para la evidente naturaleza tímida de Hakkai.

—Tu amigo no me quiere —observó Mitsuya, sobresaltando a Hakkai.

—¡Ah! Ay, perdón, es que pensé que te había visto en la puerta, no me dí cuenta que te acercaste.

Las palabras de Hakkai se pisaban unas a otras, y Takashi vio una oportunidad.

—¿Entonces… me estabas viendo?

El color subió por el rostro de Hakkai como si se tratara de un dibujo animado. Mitsuya rió relajado, y decidió que ese sería su único "permitido" fuera de la mesura con la que venía desenvolviéndose.

—¡Es un chiste! Es un chiste, tranqui —apaciguó Mitsuya, aún riendo.

Hakkai sólo tenía ruido blanco reproduciéndose en su cerebro. Ni un pensamiento a la vista.

¿Se rompió? pensó Mitsuya, desconcertado, y decidió insistir.

—¿Estás ahí? Vení, vamos a agarrar algo para picar, no sea cosa que te me caigas redondo acá.

Hakkai comenzó a seguirlo, y finalmente pudo recobrar la capacidad verbal. —Perdón, creo que no dormí bien —mintió.

Sólo intentaba salvar algo de la incomodidad del momento, sin saber que Mitsuya jamás se sentiría incómodo con él.

Y Mitsuya pudo ver la intención, sintiendo cómo su propio corazón latía un poco más fuerte con anticipación.

 

Para ese momento, Chifuyu ya había tenido que tragarse el nudo en la garganta, y no se hallaba lejos de dejarse llevar por la atracción. El atuendo de Baji se habría visto demasiado extraño y fuera de lugar si se tratara de cualquier otra persona, pero era Baji Keisuke quien lo lucía, y lo había hecho propio. Si le dijeran que había sido confeccionado a medida, Chifuyu lo creería.

—Bueno, ¿cómo fueron esos exámenes? —logró decir, viendo que el grupo había terminado de dispersarse poco después de que Mitsuya se alejara.

Estaban en la cocina. De fondo sonaba música movida, una playlist con sus ocasionales e infaltables canciones de Miranda. El sonido de las conversaciones comenzó a aliviar al anfitrión, quien se impacientaba con sorprendente velocidad y su "plan" parecía cada vez más inminente.

Una vez más, y listo. Es lo mejor, se repetía. Es lo mejor.

Chifuyu estaba cronometrando sus acercamientos, tratando de no abalanzársele a su amigo demasiado pronto. Se tomaría la noche con calma, y por el momento, sólo se concentraría en charlar y rellenar el bowl con chizitos.

No obstante, descubrió que su compañía no pensaba igual.

—¡Bien! Los hice en un toque, fueron más fáciles de lo que pensaba —replicó Baji, invadiendo con toda confianza el espacio personal ajeno.

Chifuyu se hallaba de pie frente a la mesada, en el proceso de abrir el paquete de Cheetos, y Baji se posicionó de espaldas contra la superficie, junto a él, extremadamente cerca. Tenía toda la mesada para apoyarse, y cualquier lugar dentro de la cocina, pero allí estaba, en un aparente esfuerzo deliberado para que Chifuyu no dejara de sentir su perfume.

—No me digas —comentó Chifuyu, fingiendo concentración.

Algunos chizitos escaparon del recipiente, y se esforzó para no mirar mientras Baji se los llevaba a la boca. Podría haber jurado que este sí lo estaba observando, sin el menor disimulo.

—Sí, la verdad que fueron más jodidos tus repasos que el examen. Sos estricto, pero sos buen profe —añadió Baji, sin sacarle la mirada de encima.

—Escuchame, galanazo, ¿llevás esto a la mesa? Yo llevo las botellas que me quedaron acá.

—Dale, ¿lejos de Takemichi? —rió Baji mientras recibía el bowl.

—Sí, sí, por favor —suplicó con una media sonrisa.

A solas, Chifuyu decidió aprovechar para respirar hondo. Noche tranquila con amigos, comida, bebida y música. No tenía por qué entrar en pánico. Ni siquiera comprendía la totalidad de sus sentimientos o qué lo inquietaba, pero no se detendría a dudar; no estaba preparado para lidiar con la incertidumbre.

Se subió a un cajón de cerveza vacío para alcanzar la parte superior de la alacena, donde guardaba algunas botellas más. Uh, tendría que haber usado la silla que es más alta, pensó mientras se esforzaba por llegar. Cuando finalmente pudo hacerse con una botella e intentaba sacarla, descubrió que había sido una mala idea guardar cualquier cosa allí, y en ese momento perdió el equilibrio, colocando por error uno de sus pies en el borde del objeto sobre el que se sostenía.

Una violenta inhalación de aire, producto del susto, y su balance se había reestablecido, con un adicional par de manos sosteniendo fuertemente un costado de su cintura, del mismo lado hacia el que se habría caído.

Cuando Baji y Chifuyu se miraron, este ya se las había arreglado para abrazar la botella con todas sus fuerzas. Era un hábito ya incorporado.

Chifuyu recobró el aliento y se dispuso a bajar, pero Baji estaba teniendo dificultades para quitarle los ojos de encima, y tampoco se movía. Cinco segundos de mirada intensa, sintiendo aquellas manos familiares en su cintura, y Chifuyu volvió a perder el equilibrio.

Esta vez, el cajón resbaló de su lugar en dirección opuesta a Baji, y Chifuyu cayó de lleno sobre él, haciendo que este tuviera que mover un pie hacia atrás para aumentar el balance y evitar caerse también.

Baji lo observó agitado mientras lo sostenía de forma extraña, producto del susto, y rompió en risas cuando vio lo bizarro de la situación: una mezcla de cliché de novela romántica, y un chico borracho y torpe que parecía valorar más la botella entre sus brazos que su integridad física.

Chifuyu rió también, pero una parte de él deseaba arrancarse los pelos al ver que Baji no demostraba tener ninguna prisa en soltarlo.

Eventualmente lo hizo, al cabo de unos segundos y sin dejar de reír, y Chifuyu no pudo discernir si sentía alivio o decepción.

Comenzó a dudar de su plan, demasiado influenciado por la embriagante presencia del otro.

—Por favor, no vuelvas a hacer eso —dijo Baji, aún riendo—. Voy a traer una silla del comedor, y te bajo yo las botellas, ¿sí?

—Sí, está bien —respondió el otro, riendo nerviosamente y disponiéndose a salir de la cocina.

 

—Me parece que lo voy a cagar a palos —sentenció Mikey.

Smiley lo miró. Conservaba su sonrisa característica, pero su mirada era la de alguien que no creía una palabra de lo que escuchaba.

—¿Estás seguro? —intentó.

—Sí. Al final es un pelotudo. No puedo creer cómo le tuve ganas, ¿por qué le tuve ganas? No caza una, vive malhumorado, es un denso de mierda, ¡y no capta indirectas!

—Bastante directas, encima… —coincidió Smiley.

—¡Claro! Dios… le quiero volcar algo encima por lo menos, y arruinarle esa camisa linda que trajo.

—¿Perdón? ¿Qué pasó con la camisa? —Smiley guiaba la conversación, divertido.

—¡Esa camisa horrenda! —respondió Mikey, señalando despectivamente a Draken, sin el menor cuidado por ser sutil o bajar la voz. En realidad le gustaba cómo le quedaba la camisa, pero había encontrado la forma de llamar su atención.

En ese momento, Draken se hallaba sentado no muy lejos de él, casi de espaldas. Kazutora y Koko compartieron miradas confundidas, observaron que Draken parecía no haber oído nada, y luego ambos miraron a Inupi, sin saber si debían prepararse para pelear, irse, o hacer como si nada.

Inupi sonrió apenas, puso los ojos en blanco y negó suavemente con la cabeza, una expresión que se traducía en “No les den bola.”

Kazutora volvió a su trabajo de atacar el bowl con nachos, que había posicionado cuidadosamente en su regazo, pero Koko se detuvo unos segundos, mirando ningún lugar en particular. Extrañaba compartir miradas y expresiones con Inupi, extrañaba la comunicación no verbal, y esa sensación de que los unía algo invisible, que podían compartir chistes, bromas, o simples muecas, y que la confianza entre ellos era inquebrantable.

En aquel momento, sintió que poder apreciar las raras expresiones de Inupi correspondía más a una mirada robada que a una intimidad recuperada. Y que Inupi lo observara a él con tanta facilidad, justo como él siempre había querido, no ayudaba en nada.

—Entonces, ¿te quiere coger? —Kazutora le preguntó a Draken, viendo que este hacía como si nada ocurriera, mientras todos los presentes sabían indudablemente que lo había escuchado. Aquel comedor no era tan grande, y Mikey no estaba hablando precisamente bajo.

Por un momento, casi pudieron visualizar cómo se le hinchaba una vena de la frente a Draken, pero intentaba mantener la calma. Meneó la cabeza, arrugando la nariz y entrecerrando los ojos, y dio por finalizado el tema.

Pero Mikey no se daba por vencido. Smiley comía cada vez más pochoclos mientras Mikey pensaba en cosas que insultar sobre Draken: su camisa, su peinado, sus zapatillas e incluso el arito que llevaba en una de sus orejas.

Al cabo de unos minutos, Draken ya estaba de pie frente a un Mikey que seguía sentado, observándolo como si la diferencia de altura estuviera, en realidad, a su favor.

Para ese momento, el único que podría haber pensado que Draken y Mikey pelearían de verdad, estaba algo ocupado dentro del armario de artículos de limpieza y herramientas, contando con buena compañía.

Su hermano seguía disfrutando de los pochoclos, dulces como a él le gustaban, mientras observaba a Draken debatirse entre emociones contrapuestas, y a Mikey lucir tan provocador como siempre.

—¿Cuándo me vas a dejar de romper las pelotas? —amenazó Draken.

—Cuando te saques esa camisa horrible, capaz.

Draken fue el único que interpretó ese comentario ambiguo como un insulto. El rostro de Mikey delataba su verdadera intención, y todos los presentes se dieron cuenta. Draken, sin embargo, aún seguía empecinado en pensar que estaba siendo atacado.

Koko e Inupi lo notaron a la vez, boquiabiertos, y por costumbre recurrieron a mirarse el uno al otro para compartir la reacción. El encuentro de sus expresiones sorprendidas desencadenó risas genuinas, compartidas, llenando de calidez sus pechos con el vívido recuerdo de cómo solía ser todo.

De inmediato notaron lo que sucedía, y Koko fue el primero en avergonzarse. De todas formas, ninguno pudo desviar la mirada inmediatamente. Kokonoi tragó saliva, arrinconado, mientras los intensos ojos de Inupi lo observaban en una súplica silenciosa.

Kazutora contempló a los dos, con la boca llena de nachos, y sigilosamente se retiró a otro lugar. La fortaleza del vínculo entre sus dos amigos era tal que le hacía saber a cualquiera cuando era el momento de que se quedaran a solas.

—Vení, vamos a hablar a la terraza —ordenó Draken, aún en el mismo lugar.

—Daaa, ¿en serio? Pensé que querías hacer un numerito para todos acá.

—A la terraza —sentenció Ken, dándose vuelta para subir la escalera, sin comprobar si Mikey lo seguía o no.

Este suspiró, esbozó una sonrisa victoriosa y se puso de pie para ir tras él.

Abrieron la puerta con barrotes que se hallaba sin cerrojo, y ninguno de los dos pareció interesado en encender las luces. Iluminados sólo por el tenue destello que regalaban las calles de la cercanía, se distinguían apenas.

Draken se preguntó si se estaba equivocando, o si era un buen momento, pero entendió que no podía pensar. La sangre le hervía por el enojo, y cuando algo en él hizo clic, algo superior a ese sentimiento hizo hervir su sangre aún más.

—Ahhh —suspiró Mikey con falsa inocencia—, pensé que te tenías más confianza. ¿No querés que vean cómo te cago a palos?

Draken no respondió. Quizás sí era un buen momento.

Se dejó llevar por aquella sensación superior, y tomó a Mikey del cabello, sosteniendo en un puño los mechones que crecían en la parte trasera de su cabeza. Tiró de ellos con fuerza bruta, pero sólo lo suficiente como para que sus miradas de encontraran directamente. Lo observó desafiante, y vio que los ojos ajenos también le plantaban un desafío.

“¿Qué vas a hacer?” preguntó Mikey con la mirada.

En aquel momento, sin aflojar el agarre, Draken tomó el mentón de Mikey con su otra mano y fijó su rostro para inclinarse y asegurarse de silenciarlo con un beso.

Notes:

IMPULSOS OSCUROS DRAKEN IMPULSOS OSCUROOOOS mikey al fin consiguió que lo manhandleen dios, bueno ACTUALICÈ VIERON??? ahora deséenme suerte con los exámenes 🙏🏼 oremos

also, man leyeron el 252 de tokyo revengers? CLOWNKUN WAS FOUND DEAD IN A DITCH

gracias por leerme corazones <3

Chapter 22: Mejor dicho, Profesor

Notes:

Ahhhh reaparezco!!! Mi capacidad de atención y de organizar mis tiempos brillan por su ausencia, así que no encontré la energía ni el momento para escribir, pero mi cerebro decidió dármela ahora, aunque esté con exámenes encima, así que tuve que hacerle caso y entre ayer y hoy escribí y edité este capítulo. Espero que les guste!!! besito

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

En un principio, la situación fue difícil de percibir con claridad, y sin duda no habrían podido atribuírselo al alcohol, siendo que estaban más sobrios y alerta que nunca.

Los besos y los jadeos ocurrieron sin pausa, con una sed de piel que pronto se transformó en un particular tono de brutalidad en tácito acuerdo. Se medían, se provocaban, a la vez que demostraban soportar lo que fuera necesario y, a pesar de todo, daban rienda suelta a las ganas que habían tenido durante un tiempo ciertamente insoportable.

Mikey saldría de allí con hematomas en la cintura, teniendo en cuenta la fuerza con la que Draken lo estaba sosteniendo. También tendría en su espalda las marcas del relieve de la pared contra la que estaba siendo presionado. No podría importarle menos.

El cuero cabelludo de Draken tampoco saldría ileso. Un rincón de su mente continuó pensando una y otra vez que debería haberse cortado el pelo, o a lo mejor debería haber previsto que a Mikey le gustaría tanto tirar de su pelo.

El calor entre ellos les hizo olvidar que estaban en una terraza, y el hecho de que la única luz allí estuviese rota los salvó a ellos y a Chifuyu de tener que dar explicaciones luego.

La oscuridad en aquel rincón era perfecta, y la ropa estorbaba cada vez más. Mikey decidió encargarse él mismo de deshacerse de la camisa de Draken comenzando por desabrocharla, aunque había mentido cuando dijo que no le gustaba. Su piel parecía hervir, y entrar en contacto con ella envió cosquilleos por todos sus canales nerviosos.

Había estado deseando esto por más tiempo y con más intensidad de lo que pensaba.

Draken comenzó a sentir que no era suficiente. Su necesidad de abarcar con sus manos cada centímetro de piel creció con increíble rapidez, y el aire entraba con creciente dificultad. Con la garganta seca y su cabeza latiendo, extendió sus manos por la espalda de Mikey, levantando su ropa. Se extendió cada vez más arriba, arañando ocasionalmente, optó por deslizarse hacia su pecho, y aún así, nada de eso era suficiente.

Manjiro perdía notablemente la concentración cada vez que Draken lo tocaba, teniendo dificultades para reprimir los gemidos que tanto se esforzaban por sonar. Los agarres de Mikey pasaron de desafiantes a suplicantes, y Draken, manteniéndolo firme en su lugar, le desabrochó el cinturón e introdujo una de sus manos en la abertura que dejaba su cierre bajo.

 

Kazutora se alejó de Koko e Inupi con una sonrisa en su rostro, apenas visible, pero presente de todos modos. Deseó de todo corazón que ambos dejaran de ser tan imbéciles y fueran sinceros el uno con el otro, mientras trazaba su camino lentamente hacia la cocina. Había alcohol en el comedor, pero quizás tuviera la chance de encontrar una cerveza recién sacada de la heladera.

La escena que encontró allí no era para tanto. Algo común, que había hecho varias veces y visto unas cuantas más. ¿Qué sería de una fiesta sin que ocurriera algo como eso?

Sin embargo, él se consideraba otro tipo de imbécil (el tipo sensible), y frente a él eran Baji y Chifuyu quienes se estaban besando.

No supo qué pensar. Cuando su mente se puso al nivel de sus sentimientos impulsivos, descubrió que no estaba sintiendo tanto dolor como debería. Una sensación extraña lo invadía, mientras permanecía allí, paralizado, por lo que parecieron incontables minutos.

No obstante, exactamente cinco segundos después, fue Chifuyu quien lo notó, y su rostro se enrojeció al instante. Baji se separó, notando el cambio de energía, y luego él también vio a Kazutora allí.

Este hizo su mejor intento para fingir que todo se encontraba bien.

—Ah, no se preocupen chicos, no quería interrumpir. Vengo a buscar algo de la heladera nomás.

—Noo, no pasa nada —respondió Baji, visiblemente incómodo, al tiempo que Chifuyu apoyaba la moción con toda la expresión que pudo canalizar: una risa nerviosa.

Chifuyu observó algo alterado cómo Kazutora guiaba una conversación trivial con Baji, con la compasión de alivianar la incomodidad lo antes posible. Se notaba que se conocían demasiado bien, y Baji no tardó mucho en relajarse.

Formó parte de la conversación sólo lo justo y necesario, mientras intentaba dejar de sentir el calor de la vergüenza, que sus pantalones dejaran de apretar tanto, librarse de los pensamientos que Baji le había generado cinco minutos antes y, principalmente, averiguar por qué había reaccionado tanto.

Aunque Baji ya parecía haberse relajado, a Chifuyu le costaba trabajo quitarle los ojos de encima a Kazutora. Y ahora él lo estaba mirando en silencio.

—¿Chiiifuuuyuuu? —canturreó este, inclinándose un poco hacia su rostro para que sus miradas estén al mismo nivel.

Baji también lo observaba, algo confundido.

—¡Ah! Sí, perdón, no estaba escuchando. ¿Qué…?

—¿No habrás tomado mucho vos? Estás colgadísimo, y encima colorado —rió Kazutora con suavidad—. Nada, te decía que si me puedo llevar esta birra de la heladera…

—¡Sí! Sí, obvio, llevate tranqui lo que quieras.

—Qué generoso —Kazutora rió otra vez— Gracias, chicos —saludó finalmente mientras dejaba la cocina.

—Perdón, no sabía que te ponía tan nervioso que te vieran —Baji comenzó a disculparse, viendo como estaba Chifuyu.

—No te hagas drama, no te hagas drama. ¿Llevamos esto que nos queda, mejor? Creo que no es tan buena idea apretar en la cocina —bromeó, aún algo inquieto.

Baji asintió, y Chifuyu, mientras lo seguía hacia la sala con unos bowls con gomitas, no pudo evitar pensar en qué había significado la expresión compleja en el rostro de Kazutora, por cuánto tiempo los había estado viendo, y qué importancia tenía eso.

 

Mikey estaba intentando reunir las dos neuronas que aún funcionaban para decirle a Draken que se detuviera, o haría un desastre con su ropa, o la de él. Justo en ese momento dejó de sentir la mano sobre su miembro, pero la oscuridad y su esfuerzo mental concentrado en otra cosa no le permitieron anticipar los labios que la reemplazaron, y antes de que pudiera intentar contenerse, o incluso advertirle, la húmeda calidez de la boca de Draken lo llevó al clímax, a la vez que este se las arregló para cubrirle la boca a Manjiro con una mano, sólo por si acaso.

No supo qué decirle cuando Ken se puso de pie, y menos aún cuando este lo hizo verlo tragar con una sonrisa victoriosa.

Y la victoria era genuina. Toda la boca de Draken sabía a la fuerte calidez de Mikey.

—No me diste el lujo de verte arrodillado más de lo necesario, ¿no, hijo de puta? —fue lo primero que Manjiro logró formular.

Draken rió sonoramente y lo observó con otros ojos, con más detenimiento. Mikey sintió que quería saber más, averiguar más, conocer más.

Todo, si era posible. Todo de Draken.

—Me parece —convino Ken, mientras se agachaba lo suficiente para recoger los pantalones bajos de Mikey y hacerle el favor de subírselos—, que tendríamos que bajar. Tengo la sensación de que en cualquier momento se nos acaba el turno, y nos vamos a quedar mirando las caras con otros dos que hayan tenido la hermosa idea de venir acá arriba a mirar las estrellas —ironizó.

Se lo notaba relajado, y Mikey también lo observó distinto. No sabía si quería seguir provocándolo, sólo por diversión, o si quería explorar más allá. Pero algo en su pecho revoloteaba y, contrario a lo que Draken podía pensar, él también se sintió victorioso.

 

Kazutora no conocía la música que sonaba en aquel momento, pero encontró libre un sillón junto a una planta preciosa, y decidió disfrutar allí de su cerveza, intentando ser invisible por diez o quince minutos. Estaba casi sobrio, y no pudo dejar de reproducir una y otra vez la escena que acababa de presenciar. Debería sentir dolor, celos, envidia, o una combinación de las tres cosas. Ya había aceptado, muy a su pesar, que no había superado a Baji tan bien como querría creer; sólo había aprendido a ocultarlo muy bien.

Pero no sentía lo que se suponía que debía, y la visión de Baji acercándose a él no le permitió más análisis.

—¿Cómo va? —saludó este.

Kazutora se preguntó si su intento de tranquilizarlo y el perfume nuevo que se había puesto habían alcanzado para que Baji empezara a pensar en términos irracionales. Lo último que debería estar haciendo, con su novio allí, en su misma casa, era venir y hablar con el ex.

—Perdón por cortarte el mambo —Kazutora se disculpó otra vez, sintiendo que tras algunos minutos y en la soledad relativa que tenían, era importante volver a remarcarlo.

—¿Qué? Nah, ni te hagas drama por eso, estábamos medio fuera de lugar nosotros, mala nuestra. Yo vine porque te ví acá, en una, y no sé si estabas en esa de estar sólo, o si te sentías mal por alguna cosa. Te veo raro.

Sí, yo también me veo raro.

—No, o sea… ni idea, debe ser un pedo raro que me agarró, así que me voy a empedar bien bien para que sea uno como la gente —rió, intentando con mucho esfuerzo restarle importancia al asunto. No quería pensar en eso, y definitivamente no quería problemas.

Vio como Baji le hacía señas a Chifuyu para que se acercara, y tragó con dificultad.

Fue vaciando la botella de cerveza a medida que conversaba con ellos, y para el momento de tomar el último trago, Kazutora los sintió como los mejores amigos del mundo. En un abrir y cerrar de ojos, se había ido y había vuelto con más alcohol, para los tres.

Risas, mejillas enrojecidas, bromas y conversaciones con un flujo tan natural que asombraba.

Y Kazutora comenzó a asustarse, justo cuando recordó lo que había hecho con Baji la última vez que se emborrachó. No había chance de que se permitiera otro papelón similar, y menos en frente de Chifuyu, quien era la última persona que se merecía algo así, tan amable y maravilloso cómo había resultado ser.

Vio a Takemichi medio dormido en otro sillón, y encontró la oportunidad perfecta para retirarse, con una excusa entre risas, como si tuviera algo que hacer con él. Su corazón aún golpeaba su pecho cuando llegó a su objetivo.

—¿Qué onda, capo? No estarás por vomitar vos, ¿no? —intentó conversar.

La respuesta que obtuvo: un leve espasmo de los hombros. Luego otro.

—¿Estás… llorando?

—Nnnooooo… —respondió Takemichi, con un tono que parecía resignado hasta de su propia inutilidad para ocultarlo.

Kazutora se sintió incómodo. No tenía un vínculo especial con Takemichi, apenas lo conocía de nombre, y ciertamente no tenía la lucidez ni tranquilidad mental o emocional como para consolar a un borracho. Se preguntó si los cuatro vasos vacíos delante suyo eran todos de él. ¿Dos litros de alcohol? Ojalá fuera jugo.

—Bueno, bueno… —intentó, con una palmada en la espalda— ¿Qué… te pasó?

—Nnnhhaaaaagh… —respondió Takemichi, entre el llanto, la queja y la resignación. El alcohol lo sensibilizaba, pero no hacía más que magnificar lo que ya estaba allí. Una confusión.

—Bueno, pero en español si podés…

Takemichi suspiró. —Nnno me quieeereeeee… —declaró antes de esconder la cara entre las manos.

La mente de Tora viajó a toda velocidad, siendo ya muy tarde para no involucrarse. Quiso entender de quién hablaba, y tras unos segundos lo recordó.

—¿Quién? ¿Tu novia?

—Nnno… —aún ocultaba su rostro.

—¿”No” que no te quiere? ¿O “no” que no hablás de tu novia?

Takemichi lo miró, logrando contener las lágrimas por puro efecto de la confusión. Sus húmedos ojos de cachorrito le declaraban silenciosamente que no había comprendido.

—Quiero decir, ¿estás hablando de tu novia?

Como respuesta, obtuvo otro arranque de llanto.

—Bueno, todo el mundo tiene problemas de pareja, normalment--

—¡Nnnooo! Hina nooo… —y comenzó a llorar otra vez. Kazutora estaba desorientado.

A modo de salvavidas, Draken se manifestó en su campo de visión, y Kazutora estableció un contacto visual desesperado, seguido de un gesto con la cabeza en dirección a Takemichi. Ken entendió y se encargó de buscar a Mikey.

—¡Michi! ¿Michi? Ey, ¿qué pasó? ¿Tomaste mucho? —quiso saber Manjiro, al rescate, arrodillándose en el piso frente a él para tener más chance de que Takemichi lo mirara.

Este corrió las manos de lugar, lo observó sonreír compasivo, y se largó a llorar más fuerte.

Mikey suspiró, miró a su alrededor, vio la cantidad de vasos vacíos y abrió más los ojos.

—Ah, claro. Vení, vení —se paró y tiró de uno de los brazos de Takemichi para ponerlo de pie, colocándolo alrededor de su cuello— Vamos a ir al baño, pa. En cualquier momento quebrás.

Takemichi paró de llorar sólo para protestar. —¡No tomé tantoooo--

La arcada que interrumpió sus palabras confirmó las sospechas de Mikey.

—Después lo llevo a la casa, ¿sí? —le dijo a Draken al pasar junto a él—. Nos hablamos.

 

Chifuyu notó que Baji finalmente había perdido todo vestigio de culpa por el momento incómodo, y él mismo logró olvidar sus propias dudas. Todo lo que había en su campo de visión era Baji, con quien conversaba, y cuyas palabras cada vez oía menos, en tanto que aumentaban sus ganas de ejecutar su plan.

A esta altura, sintiéndose tan al límite, olvidó sus propios cuestionamientos a sus decisiones. Todo tenía sentido, y las partes más complicadas de aceptar habían acabado por ser meros componentes de adrenalina. Todo se acomodaría por sí solo después.

—¿Me estás escuchando? —rió Baji, sospechando que la respuesta era “no”. Parecía tener una sonrisa coqueta fijada en el rostro.

Chifuyu rió, sabiendo que sólo estaban retrasando el tiempo. Por más que lo pensara, e incluso a pesar de cualquier decisión que hayan tomado o fueran a tomar, la química y la atracción eran innegables.

—No —respondió al fín, deslizándose desde el apoyabrazos del sillón hasta el regazo de Baji, sentado allí mismo— ¿Me lo podés repetir?

Keisuke sintió la temperatura de su cuerpo elevarse. Había percibido electricidad entre ellos desde que llegó, y sintió que no podría soportarlo mucho más.

—Mmm, no sé si me vas a escuchar bien acá, hay mucha gente… —susurró en el oído de Chifuyu, con una voz ronca que no había planeado tener, pero que definitivamente contribuyó a sus intenciones.

Chifuyu lo observó, sintiendo escalofríos, y sonrió.

—Vení —dijo mientras se bajaba de las piernas ajenas y tomaba su mano.

Baji sonrió, impaciente.

Mientras se dirigían a su habitación, Chifuyu tomó su celular, que estaba pasando la música en el parlante, y colocó una canción tres veces en la fila. Para la buena suerte, pensó.

En el pasillo, de camino a la habitación, Baji aferró la cintura de Chifuyu como si su vida dependiera de ello, pegándolo a sí mismo con tanta fuerza que este casi tropieza. Cuando lo observó, Baji aprovechó para aferrar su rostro con la otra mano y empujarlo lentamente hacia la puerta cerrada, sellando sus bocas con un beso apasionado que le exigió el mayor de los esfuerzos a Chifuyu para intentar abrir la puerta detrás suyo.

No había nadie cerca, la música se escuchaba poco pero lo suficiente, y dejaba espacio para sus voces ebrias de alcohol y anticipación.

Al entrar, no demoraron en cerrar la puerta. Una vez más se encontraban solos, en la oscuridad, sintiendo la atracción y un cosquilleo tan excitante como indescifrable. Baji intentó arrojar a Chifuyu sobre la cama, pero este usó el impulso para girar y tirarlo a él, acercándose gateando mientras Baji, sorprendido y encendido, se hacía hacia atrás hasta topar con el respaldo de la cama.

—Te veo muy entusiasmado--

Las palabras de Baji fueron interrumpidas por lo que estaba escuchando.

—¿Eso es…?

Yo sé que nunca te lo dije, sí
A veces canto solo para mí
Sólo quisiera que me oigas ahora que sigo mi instinto

—¡¿Pusiste ese tema?! —exclamó Baji mientras la sonrisa de Chifuyu se ensanchaba. El tono de Keisuke mezclaba diversión y vergüenza, no habiendo podido admitir realmente lo mucho que le gustaba esa canción tan cuestionable.

—No sé de qué me hablás —replicó Chifuyu mientras alcanzaba su cuello con los labios.

Baji intentaba contener la risa y hablar a través del placer que sentía por los besos ajenos. —¡Pusiste “El Profe”! ¡Sos un rancio!

—¿Me estás diciendo que no querés… —y se detuvo para escuchar dónde estaba la canción.

Quisiera que me mientas cuando pregunte tu edad…

—...mentirme cuando pregunte tu edad? No vas a ser mi alumno preferido —bromeó Chifuyu.

Baji soltó una risotada e intentó empujarlo con una fuerza casi nula; por otro lado, su temperatura corporal no había hecho más que subir.

Chifuyu mordió su cuello, distrayéndolo demasiado rápido de lo bizarro de la situación. Se sentó sobre su regazo y lo besó con algo parecido a la desesperación, como si fuera el último beso de sus vidas, mordiendo sus labios y acariciando de tanto en tanto sus mejillas, sin que faltaran los tirones de aquel largo cabello sedoso que enmarcaba el rostro de Keisuke.

Cuando Baji envió sus manos a los pantalones de Chifuyu, este las apartó de un golpe.

—¿No escuchaste lo que dijo Ale Sergi? “Yo quiero que te toques para mí, quiero tocarme y acabar en tí…”

—¡Noooooo! ¿Cómo vas a intentar recrear esa canción?

—”...¡Ay! Si superas como me emociona de sólo pensarlooo…” —continuó cantando Chifuyu, enternecido por ese pequeño rastro de vergüenza que mostraba el otro— ¿Cómo vas a ir en contra de Miranda?

—¿Y por qué tenés que ser vos el profe? —intentó defenderse Baji, mientras se aferraba a las piernas de Chifuyu, ligeramente dócil.

—¿En serio me estás preguntando eso? —inquirió Chifuyu, aún manteniendo la sonrisa socarrona, mientras lo agarraba del mentón y se acercaba.

Baji no pudo hacer más que obedecer, y alcanzó sus pantalones para desabrocharlos. Chifuyu comenzó a trabajar en sí mismo, inclinado ligeramente hacia atrás, dejándose apreciar por completo y sin romper el contacto visual.

Keisuke lo copió, haciendo su mejor esfuerzo por no distraerse y dejarse llevar por los repetitivos movimientos de cadera que Chifuyu comenzaba a efectuar inconscientemente.

“El Profe” había terminado de reproducirse por tercera vez hacía rato, y sus manos aún en movimiento estaban a punto de rozarse. Chifuyu tenía ahora el torso desnudo, y se aferraba del respaldo de la cama, por sobre el hombro de un Baji que no sabía a dónde mirar primero.

—Pará, te voy a manchar… —dijo Baji de repente, y Chifuyu pensó que era lo más estúpido y tierno que podría haber salido de sus labios en ese preciso momento.

Al ver que estaba disminuyendo el ritmo, Chifuyu soltó su agarre para tirar del cabello de Baji en una orden silenciosa, mientras le era imposible contener los gemidos.

Keisuke se quitó la camisa ya desabrochada y la arrojó sobre su saco, que había estado en el piso hacía rato. Sus frentes se apoyaron una contra otra, al tiempo que Baji aumentaba su velocidad a la par de Chifuyu.

Minutos después, ambos se besaban agitados, sintiendo un revoloteo intenso en sus pechos, la humedad salpicada sobre sus abdómenes, y la certeza de que necesitaban más.

El primero en actuar en consecuencia fue Chifuyu, quien comenzó a desnudarse por completo.

—¿Podés? —fue lo único que dijo, mientras volvía a besar y morder el cuello de Baji, y su erección respondía la pregunta por sí sola.

—M-hm —replicó, aún sediento.

Notes:

Si alguien a esta altura no conoce el tema "El Profe" de Miranda, VAYAN A ESCUCHARLO CON LETRA. Ahí van a entender un par de referencias jiji
Y Ale Sergi es el cantante de Miranda, por si alguien no lo conoce.

Ayyyy queda poco!!! queda saber cuál era el plan de Chifuyu!!! cuál será??? lo sabremos pronto!!!

Pobre takemichi, cuando se entere que el bombonazo de kazutora lo vio hecho un desastre se pone a llorar denuevo.

Bueno nos vemos la próxima, ESPERO QUE PRONTO ,,, pero tranquis que queda poquito para el final. Besos <3

Chapter 23: En pleno invierno

Notes:

estoy viva!!! ya falta poquito!!!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El invierno fue agrio, tedioso.

Después de la fiesta, Baji se sentía en las nubes. Había aprobado sus exámenes, tenía por delante unas tan ansiadas vacaciones, y parecía haber algo de esperanza con el chico del que se había enamorado. No todo estaba perdido, como había creído en su momento. A lo mejor, ese ángel de ojos claros no era tan inalcanzable como parecía.

Dos meses después, Baji pensó que bien podría haberse dejado consumir por sus inseguridades.

Convivió con nada más que sus pensamientos sobre Chifuyu, sus sentimientos y sus recuerdos juntos. Todas las cosas que había querido decirle estaban atoradas en su garganta, y su mente se había sumido en un círculo vicioso de repasar cada acción, cada palabra, cada gesto, para intentar encontrar qué había hecho mal.

Fueron dos meses de desilusión paulatina, de saltos esporádicos entre tristeza, resignación y enojo; de un creciente cúmulo de incertidumbre.

Cada tanto abría su chat de WhatsApp. En lugar de su foto de perfil, había una silueta minimalista color gris. Los mensajes no le llegaban. No podía ver sus estados. Las llamadas no ingresaban. A veces revisaba su cuenta de Twitter, con la esperanza de encontrar su perfil y no un mensaje de “No puedes ver los tweets de esta cuenta porque te ha bloqueado”.

¿Qué había hecho mal?

 

—Dejame adivinar —respondió Kazutora a través del teléfono—. ¿”Las Sombrías Aventuras de Billy y Mandy” y pochoclos para matar el bajón?

Baji sonrió. Era la cuarta vez en el último mes que llamaba a Kazutora.

—Yo diría… que mejor traigas chocolates —replicó Baji.

Una hora después, caía el sol de domingo y Kazutora hacía sonar el timbre.

—Tienen que hacer algo ustedes, ya está pasando demasiado tiempo —comentó, a modo de saludo, mientras entraba.

Baji resopló. —¿Por qué sos el único de los pibes que sigue hablando de “nosotros”? ¿No te parece que está dejando en claro que soy yo por un lado, y él por el otro?

Kazutora se posicionó en el sillón tras haber dejado la bolsa con chocolates sobre la mesa. —Mirá, ya te dije esto antes. Está bien que no lo conozca como vos, eso lo entiendo —su silencio antes de seguir hablando duró dos segundos más de la cuenta—, pero yo ví cómo te miraba, amigo. Como me mirabas vos a mí hace años, pero más intenso, ¿entendés? No seré su amigo del alma, pero tengo ojos, Baji.

—Yo me inclino más a lo que dicen los pibes. Ya está, me fantasmeó, ¿qué más hay que hacer? ¿Quién le deja de hablar por dos meses, y contando, a alguien que le interesa?

—¿Sabés qué pasa Baji? Vos hablás como alguien resignado, creés que tenés que resignarte, pero claramente no sonás resignado. Sonás lastimado, y capaz se pueda analizar algo más que te ayude a sentirte más en paz.

—Yo no creo que tenga que hacer nada, es él el que se alejó…

—Hagamos esto. Te ayudo yo, ¿sí? Para que no tengas que hacer nada. ¿Me dejás intentar pensar en algo?

—¿Por qué te importa tanto?

—Primero, porque me llamás a cada rato —Kazutora comenzó a contar con los dedos. —Segundo, porque sos mi amigo, y no me gusta verte así. Y tercero…

Se detuvo.

—¿Tercero? —inquirió Baji.

—Nada, me gusta comer y mirar dibujitos, ¿qué tiene?

Baji rió, y se quedó contemplando la situación deprimente durante unos minutos.

—Me alegra que hayamos seguido siendo amigos —dijo al fin, con suavidad.

Kazutora sólo sonrió, y le palmeó la rodilla con un mensaje suplicante: “No sigas hablando.”

 

Mikey estaba de pie junto a la pequeña estufa de su cuarto, con una sonrisa de suficiencia.

Incluso después de haber tenido intimidad y haber disuelto las tensiones, él y Draken aún seguían compitiendo en todo, para ver quién resistía más. El día de hoy, la competencia parecía ser sobre quién mandaba mejores nudes. Manjiro había pasado un tiempo considerable buscando una buena pose frente al espejo, con menos ropa de la que debería usar con ese clima, y ahora pagaba el precio junto al calefactor.

Pero había valido la pena. Se estaba divirtiendo.

Mientras aguardaba alguna respuesta, comenzó a revisar la sección “Para Tí” de TikTok, deslizando la pantalla vagamente buscando un video suficientemente llamativo. Se topó con uno de esos videos que graban las parejas para mostrar qué tan felices son, y en un principió exhaló con intolerancia, siendo que siempre le habían irritado esas empalagosas demostraciones de afecto.

Pero se topó con un sentimiento nuevo.

Anhelo.

Ya había pasado por cinco videos después de ese, y no pensaba regresar, pero aún lo tenía presente. Dos chicos y las pequeñas cosas domésticas que hacían como pareja. Era tonto, pero su mente no lograba soltarlo.

Visualizó a alguien en ese escenario, y luego le ajustó la altura mentalmente para que se asemejara a Draken. Rió un poco al imaginárselo en esa situación, tranquilo, en una casa compartida, tragándose las ganas de pelear con él. Le resultó adorable.

No obstante, lo inquietó un poco lo lejano que parecía Draken a ese tipo de vida, y le costaba imaginar una relación distinta a la que tenían. Se preguntó si cambiaría con el tiempo, si la tensión disminuiría, y si eso le gustaría en absoluto. Quizás no todos estaban hechos para las relaciones.

Se rió de sí mismo por estar pensando en una relación. Llevaban dos meses de fotos subidas de tono, encuentros sexuales, y conversaciones desafiantes tan ambiguas como de costumbre.

Finalmente, decidió que esa costumbre influía en sus prejuicios. Debía conocerlo, confiar, abrir la cabeza, y estar dispuesto a tener paciencia. Algo bueno saldría de esto; después de todo, Draken le gustaba.

En aquel momento, oyó sonar el timbre. Mientras iba a atender la puerta, refunfuñando porque aún no había entrado en calor, se preguntó si, de casualidad, habría invocado a Draken.

Al abrir la puerta principal, se encontró con Takemichi hecho un mar de lágrimas, como si fuera un niño pequeño.

Todos sus pensamientos pasaron a segundo plano. Se acercó, lo abrazó sosteniendo su cabeza con una mano, con la máxima preocupación en su rostro; Takemichi solía llorar, pero rara vez lo hacía de esa forma.

—¿Qué te pasó? —quiso saber, y sólo logró que su amigo enterrara la cara en su hombro, llorando aún más.

—Está bien, está bien, pero esperá —continuó Mikey—. Entremos, y llorás todo lo que quieras, ¿sí? Tengo la estufa prendida, y podemos pedir algo rico para comer.

—¿Tenés vino? —preguntó Takemichi, con unos ojos de cachorrito robados de alguien que no acababa de pedir alcohol descaradamente.

Mikey sonrió. —Te estás adelantando. Vamos adentro, dale.

Lo guió con una mano en la espalda.

Ya en la habitación, Manjiro descubrió que la urgencia se había acumulado demasiado rápido en su pecho. —¿Entonces?

Takemichi lo miró con ojos confundidos, como si estuviera considerando algo por primera vez.

—¿Qué? ¿Qué tengo? —quiso saber Mikey.

—Nada… mirá, pasó que… —Takemichi no pudo terminar la frase, y comenzó a llorar otra vez.

Después de tres intentos y unas palmaditas en la espalda, Mikey pudo aliviar su curiosidad.

—Hina… Hina me dejó —anunció Takemichi al fin.

Manjiro creyó haber oído mal, y su expresión confundida sólo obtuvo como réplica un rostro cada vez más miserable.

Había escuchado bien. La relación que más tiempo llevaba, de ese tipo de parejas que parecían ser inseparables, complementarse y quererse infinitamente, había terminado. Su amigo estaba destruído frente a él, y lo único que Mikey deseaba era que se sintiera mejor lo antes posible, de la manera que fuese.

Incluso sintió culpa por haber pensado tanto en Ken y qué ocurriría con él, como si pudiera haberlo previsto. Como si todo esto tuviera algo que ver con él.

Decidió abrazarlo. —Noo, Michi. ¿Por qué? ¿Qué te dijo?

A Takemichi le costó otros tantos intentos fallidos de hablar sin llorar, hasta que consiguió hilar una frase coherente.

—Fue porque… me dijo que… que no estoy siendo honesto con mis sentimientos.

—Pero… vos no le dijiste nada, ni fuiste vos el que la dejó, ¿no?

Takemichi negó con la cabeza y comenzó a limpiarse la nariz con pañuelos descartables.

—¿Entonces? —presionó Mikey.

—No, o sea… piensa que me gusta otra persona.

—¡Literalmente no hablás con ninguna otra piba! —Mikey se esforzaba por no sonar exasperado.

—Ese… es el problema, un poco…

—¿Cómo va a ser ese el problema?

Takemichi suspiró e intentó con todas sus fuerzas retener permanentemente sus ganas de llorar. No estaba logrando explicarse bien, y si seguía así, la frustración invadiría su cabeza.

—A ver, básicamente… ¿Cómo te lo explico…? Digamos que piensa que… piensa que la quiero de otra forma… y… —carraspeó— piensa que no me gustan las chicas.

Mikey se atragantó.

—¿Por qué piensa eso?

—O sea… —Takemichi se ponía cada vez más nervioso— más que nada, piensa que me gustás vos.

El silencio de Mikey invitó, sin quererlo, a que el otro siguiera explayándose, encontrando la manera de que los nervios fueran cada vez menos impedimento.

—Onda, piensa que no entiendo qué me pasa, y sabe que la quiero mucho, pero no cree que sea románticamente, y prefiere que seamos amigos antes de salir más lastimada… ¿me estás escuchando, Mikey?

—¡Sí! Sí, me quedé pensando… Es muy raro todo esto, no sé de dónde lo saca, ¿querés que hable con ella?

—No sé si sirva. Ya le dije que sólo somos amigos, pero no sonaba convencida, y me pidió que trate de no seguir intentando convencerla de eso.

—Pero está siendo terca, ¿se va a cerrar en eso?

Takemichi suspiró y miró hacia la ventana, con las cejas bajas en total frustración. Sabía que Hina tenía razón.

No estaba seguro de no haber amado a Hinata, pero cuando ella nombró a su amigo, inmediatamente supo que no era un capricho suyo. Realmente sentía algo, y descubrió que había sido por tanto tiempo, que no recordaba desde cuándo.

Sus sentimientos por Mikey siempre habían estado ahí, disfrazados de amistad, mientras intentaba inconscientemente disfrazar de amor su amistad con Hina.

Se sentía mal por ella, se sentía un imbécil, y también lamentaba no haberse dado cuenta antes. Ahora Mikey no negaba que fueran sólo amigos, y ni siquiera quería pensar en que él y Draken estaban comenzando algo. Era demasiado que procesar, y temía que Mikey cuidando de él ya no fuera suficiente para traerle alivio.

—Bueno, basta. Pidamos comida, miremos una peli, y ya nos vamos a ir encargando de lo demás. ¿Te va?

Takemichi asintió.

No sabía exactamente qué hacer, pero supo una cosa: nada podría ser tan terrible mientras se mantuviera cerca de Manjiro Sano. Como el amigo llorón, como el ebrio ridículo que siempre necesitaría que lo lleven a casa, o como el parásito que se comería toda su comida. Siempre que él quisiera incluirlo en su vida, las cosas no saldrían tan mal.

 

Hajime Kokonoi detestaba el clima caluroso, pero tampoco era fanático de morirse de frío.

Estaba acurrucado en un sillón individual, bajo una manta, leyendo un libro sobre distintos cristales y sus propiedades, cuando se sobresaltó por el tono de llamada de su celular.

Siempre olvidaba ponerlo en silencio cuando volvía a su casa. —¿Hola? —atendió distraído, sin mirar quién era.

Hola, Koko —saludó Inui del otro lado.

Kokonoi tragó saliva. Estaba todo bien con él, no había razón para ponerse nervioso. Sin embargo, lo estaba.

—¡Ah! Sos vos, hola —replicó con una pizca extra de alegría— ¿Qué pasó?

Esta “tregua” era más soportable que todo lo demás, pero, de alguna manera, aún sufría. Se llevaban bien, Inui era una cucharada de miel con él, y en vez de tomar el alto al fuego como un paso hacia la superación, sentía que Seishu nunca había estado tan al alcance como en ese momento. Sólo tenía que estirar la mano.

Mirá, estaba pensando… quiero ser honesto con vos. Nos llevamos bien ahora, pero… nunca hablamos de verdad. Sobre nada de lo que nos pasó. Y yo no aguanto más. Tengo cosas que necesito decirte, o siento que voy a explotar. Y también tengo preguntas. Sé que capaz la llamada es muy invasiva, y no quiero venir a meter presión, pero, si te parece bien, ¿podríamos juntarnos? Tomar un café, o algo.

—Sí —respondió Koko de inmediato.

Inupi rió. —¿Así nomás?

Esa risa genuina podría derretir a Koko en cualquier momento. Rió también, algo nervioso. —Sí, ¿no querías juntarte para hablar? ¡No preguntes ahora!

Su amigo rió aún más. Koko no pudo evitar espejarlo. Se sentía bien.

—Cortemos la llamada y te mando ubicación, hay un café que quiero visitar hace banda y nunca fui. ¿Te parece?

Dale, de una.

—Gracias… —llegó a decir Inupi, pero Koko ya había cortado.

Se encontró abriendo con anticipación el chat de su amigo para ver lo que le había enviado. Mientras revisaba el lugar en el mapa, cómo ir y acordaba con Koko sobre a qué hora encontrarse, sintió que el corazón estaba a punto de salirse de su pecho.

 

Kazutora descansaba en una plaza mientras caía el sol. Esta vez, había elegido Parque Las Heras.

Se había apoyado mucho en la intemperie, el aire fresco y la impersonalidad de estar por su cuenta en un lugar apenas concurrido, a medio camino entre la compañía y la soledad. Fumaba su cigarrillo, descansaba las piernas de tanto haber caminado, y sentía la ansiedad escurrirse por sus poros. Agradeció que nunca empeorara.

Sus auriculares reproducían una canción de una banda que había descubierto hacía poco, y había sido como un amor a primera vista. La letra de “No.1 Party Anthem” de Arctic Monkeys se coló en sus pensamientos, encendió su imaginación, y el ritmo lento se sentía como golpes lentos y sádicos en su corazón. Pensó que podría haber sido su historia, de alguna manera, si las cosas hubiesen salido de otra manera.

Pero esa canción parecía más la historia de Baji, y no con él, sino con Chifuyu. Pensó en la envidia, en los celos, pero lo cierto era que no sabía qué sentir, ni hacia quién. Percibía todo muy confuso, y el humo que exhaló en aquel momento parecíó ser lo único real allí.

Ansiaba que Baji y Chifuyu resolvieran sus problemas. Genuinamente lo deseaba. Pero había algo más que siempre se le escapaba, que nunca lograba identificar, y eso lo exasperaba cada vez más.

¿Qué tengo que hacer?, pensó.

 

La risa de Hakkai llenaba el ambiente de la cafetería.

No hacía otra cosa que reir genuinamente de todos los comentarios que hacía Mitsuya quien, con deleite, lo observaba divertirse y sentía una inmensa calidez en el pecho.

Mientras él preparaba un pedido para entregarle al chico del delivery, Hakkai comenzó a revolver su café, lleno hasta la mitad, mientras su risa mermaba a una sonrisa avergonzada al haberse dado cuenta de que, quizás, se había reído demasiado fuerte.

Mitsuya se sintió a punto de explotar, y decidió que aquel era el momento.

Hakkai, sentado hacía rato en la barra de la cafetería de Mitsuya, notó que este se le acercaba del otro lado del mostrador, con una expresión que combinaba decisión y emoción.

—Hakkai… tengo que decirte algo, ¿sí?

Este asintió, encontrándose nuevamente con el nerviosismo al que estaba acostumbrado.

—No es nada malo, sólo que estuvimos hablando un montón estos meses, y nos llevamos bien, y… la verdad que me parecés una persona increíble. ¿Te gustaría que seamos novios?

Hakkai se quedó completamente pálido en cinco segundos.

Había decidido que, por una vez en su vida, no sobre-pensaría nada con respecto a Mitsuya. Disfrutaba el tiempo que pasaban juntos, y él le gustaba cada vez más, pero el miedo de dar un paso en falso lo había estado privando de dar cualquier tipo de paso. De alguna forma, por ese miedo había encontrado comodidad en no hablar de nada serio, y en aquel momento, se sintió acorralado.

La expresión que Mitsuya tenía frente a él no era lo que había esperado, y distaba tanto de la sonrisa tímida que la había precedido, que sintió su pecho hundirse.

—Perdón… ¿te ofendí con algo? —quiso saber.

—No, no no no —replicó Hakkai rápidamente, pisando sus palabras— Es que… es… no. No estoy… no sé, perdoname, ¡perdón! Pero yo no--

Mitsuya lo tomó de las manos y lo miró con una intensidad que lo petrificó. Su rostro era serio, decidido. Hakkai guardó silencio cuando sintió que sus manos eran apretadas ligeramente.

—No te preocupes. No quería que te pongas así. No pidas perdón, no hay ningún problema, ¿sí? Perdoname vos a mí por soltarte la pregunta así nomás —Mitsuya lo soltó con delicadeza, y adoptó nuevamente una postura relajada, mientras se disponía a secar algunas tazas—. Necesitás estar un rato sólo y tranquilo, ¿no?

Hakkai una vez más asintió. Ahora que fue forzado a pensar, estaba más que alerta de todo lo que su amigo hacía, más todo lo que había hecho en estos meses, que había decidido ignorar. Mitsuya en verdad era la persona más atenta y cuidadosa que había conocido jamás. Paciente y perseverante como nadie.

Asintió nuevamente, por las dudas, y logró juntar fuerzas para hablar a pesar de sus nervios. —Igual, perdón… después te hablo —anunció mientras se iba, con la expresión más apenada que Mitsuya había visto—. En serio.

Él le dedicó una cálida sonrisa desde detrás de la barra. —Me parece bien.

Aproximadamente tres horas después, Mitsuya recibió un único mensaje en WhatsApp.

“Hola Taka, mil perdones por la escenita que hice. Me puse re nervioso y no está bueno eso, pero te quería decir que sostengo la idea de lo que dije. Pensar en ponerme de novio me da ganas de salir corriendo jajajajaj pero es algo que se puede trabajar, creo, bueno… lo que quería decir es que, más que un no, creo que es un ‘no, por ahora’, se entiende? Es muy pronto para mí, y sé que avanzamos muy lento, pero se sigue sintiendo mucho porque no me dejé pensar en esto hasta ahora, dios qué largo!!! En fin, sí me gustás, y me gusta pasar tiempo con vos, así que espero que no me odies, y perdón por decírtelo por mensaje, no podía sino :(“

La sonrisa de Mitsuya se ensanchaba mientras leía el mensaje, y al terminar, soltó una risita involuntaria.

Deseó que Hakkai supiera que no le molestaba esperar una semana, un mes o diez años. Mientras él siguiera dándole la oportunidad, seguiría intentándolo.

Al instante supo que no tenía por qué desearlo. Podía hacérselo saber de mil maneras distintas.

Notes:

bueno mis panas es momento que sepan que va a haber una parte 2 de este fic :] así que si ven cosas que quedan abiertas o cuestiones nuevas ES A PROPÓSITO, algunas cosas van a cerrar en esta parte y otras en la próxima (hablando de las historias secundarias eh)
gracias x la paciencia corazones!!! no me odien!!!

p.d. busquen el tema de arctic monkeys traducido es BUENISIMO

Chapter 24: El último viernes por la noche

Notes:

asdakjfkds

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La tarde, inusualmente calurosa para ser mediados de agosto, presagiaba una buena salida.

Hajime Kokonoi estaba de pie frente al espejo, arreglando una y otra vez el cuello de su camisa, como si no estuviera perfecto, como si no fuera una tonta excusa para ignorar sus nervios.

Sabía a dónde iría la conversación. Al mismo tiempo, lo que había sufrido y lo que había estado a punto de perder le impedían tener seguridad. Tanta duda era impropia de él, pero aún sentía el dolor de la herida que le causó ese tiempo alejado de Inui.

Su vista a futuro se nubló, y se preguntó qué haría con esa dependencia suya.

 

Seishu Inui llegó treinta minutos antes. La anticipación lo dominaba, y la impaciencia se apoderó de él. Si de él dependiera, se abalanzaría sobre Koko, le diría sus sentimientos en dos palabras y le daría el beso más desesperado que pudiera existir.

Pero debía tomárselo con calma. Era conocedor de lo despistado que había sido, de las tonterías que había creído, y de la forma estúpida en la que, inconscientemente, se había convencido de cosas y había ignorado otras, sólo para que nada se arruinara.

No tenía idea de cómo podría recompensar tantos años equivocado, y tanto daño que le había causado a la persona más importante que tenía. Pero algo debía intentar, y sentía que debía ser cuanto antes.

De todas formas, había también intranquilidad en su corazón cada vez que pensaba en la mesura y la distancia con las que Koko había comenzado a tratarlo desde aquella “tregua”. Ese, ciertamente, no era el Kokonoi que conocía.

De pronto, su corazón se aceleró y su cabeza fue ocupada únicamente por las alarmas que sonaron al ver que su mejor amigo entraba por la puerta del café. El sol hacía que su cabello deslumbrara, y el viento había movido algunos mechones de su lugar. Estaba radiante.

—¡Hola! ¿Todo bien? ¿Hace mucho que estás esperando?

Koko había llegado quince minutos tarde, y a pesar de la impaciencia de Inupi, este no tenía ni una pizca de reproche.

—Nah, no mucho. Pedí dos cafés y un waffle para compartir, hace cinco minutos igual, ¿te parece bien?

A Kokonoi se le iluminaron los ojos, e Inupi rió. Aquello bastó para disipar una parte considerable de la tensión que ambos tenían, y que al mismo tiempo notaban en el otro.

—Bueno —comenzó Koko, aún sonriendo— ¿De qué querías hablar?

Seishu pensó que quizás no tendría que hacer tanto trabajo guiando la conversación. Tal vez no era el único que sentía impaciencia, y se preguntó si, a lo mejor, a su compañía también le dolería el estómago tanto como a él.

—Bueno… vos sabés que no se me da bien hablar… —comenzó, más avergonzado que nunca, pero la sonrisa conocedora que recibió como respuesta le dio un poco de fuerza para seguir— La cosa es que necesito pedirte perdón. De verdad.

Inupi observaba sus manos entrelazadas sobre la mesa, intentando no enfocarse en el rostro que ya no sonreía frente a él. ¿Se había nublado de repente?

Carraspeó y continuó. —El beso que nos dimos cuando éramos chiquitos… supongo que no era para tanto, o eso supuse toda la vida. Supuse que seguir dándole importancia era una chiquilinada, y que también lo era pensar que te gustaba mi hermana. Éramos nenes… y desde entonces yo supuse, y supuse… y no. No tendría que haber supuesto nada.

No pudo aguantar levantar la vista, y en esos ojos vio un océano nocturno, tormentoso. Lo único que pudo distinguir en Koko fue que lo estaba escuchando atentamente.

—Primero pensé que lo que sentía era normal entre amigos, después pensé que se iba a ir, y después sólo intenté convencerme de eso para que nada saliera mal. No quería malinterpretar nada, ni quería salir lastimado, ni quería perderte. Quería que todo siguiera igual, que siguiéramos siendo amigos, y perdí la capacidad hasta de ver lo que hacías, mucho más de pensar en dónde estábamos, ya sin ser un par de nenes--

—Pará… pará —interrumpió Koko.

La anticipación que Inupi había estado sintiendo fue reemplazada por una desesperación creciente. No podía leer el rostro frente a él, sin importar la cantidad de años que había pasando observándolo. Era confuso, indescifrable, y el tono que usó lo hizo creer que la conversación tenía posibilidades de salir mal.

—¿Vos me estás diciendo que yo te gusté toda la vida y no actuaste, ni reconociste lo que yo hacía, por… cagón?

Inupi tragó saliva. —Sí…

—Yo a vos te tengo que matar —sentenció el otro, con voz temblorosa. Tomó sus manos y las sostuvo con fuerza —Te mato, boludo. ¡No podés ser tan boludo! —exclamó en un susurro, y apretó aún más sus manos, como si fueran a desaparecer en cualquier momento.

Inupi se quedó allí, sin saber qué hacer o decir, mientras Kokonoi lo observaba intensamente con algo que parecía el preludio de un llanto. El brillo en sus ojos mezclaba incredulidad, enojo y esperanza. Seguía sin soltar sus manos.

—¡Sos un pelotudo! ¡Sos un tarado! —siguió Koko, en algo que se transformó en una especie de berrinche.

La situación sobrepasó los nervios de Inupi, y este se echó a reír. Ni siquiera entendía por qué, pero, de alguna forma, todo se sentía más liviano.

—¡¿De qué te reís, pelotudo?! —exclamó Koko otra vez, susurrando mientras se inclinaba sobre la mesa— ¡Dios! —apoyó ambos codos sobre la superficie y su frente en sus manos, que aún aferraban las manos de Inupi. Este rió todavía más.

—Yo me vestía para vos, te andaba encima, ¡no sabía si eras heterosexual, asexual, o un hijo de puta! ¡Me estabas haciendo desear!

—No… —comenzó Inupi, pero fue interrumpido.

—Ya sé, ya sé que no. ¡Igual te quiero cagar a palos! Me hiciste pensar que eras inmune a estas carnes —susurró Koko.

—¿Qué cosa?

—¡Que me hiciste pensar que eras inmune a estas carnes! —susurró aún más cerca, y más urgente, dedicando un breve ademán con la cabeza hacia su propio cuerpo. Sus manos seguían unidas.

Inupi soltó una carcajada que Koko no había escuchado en años. Fue natural, suelta, y tan cargada de alivio que transmitía el sentimiento fuerte y claro, casi palpable. Koko también comenzó a reir, y luego comenzó a golpearle suavemente las manos, el castigo más leve del mundo.

—Yo te amo desde que supe lo que significaba amar —soltó Kokonoi de repente, y el rostro risueño de Inupi fue reemplazado por uno de incredulidad—. Yo tampoco quería que nos separáramos, tenía miedo que te pusieras de novio, que estuvieras con otras personas, que… que sonrieras para otros. No fui tan boludo como vos, pero siempre actué desde la dependencia hacia vos, y vos… si me veías o no me veías, siempre estabas. Siempre hacías lo justo y necesario para que no quisiera dejarte ir, y un poco más también. Y la pelea que tuvimos… —sacudió la cabeza— no.

Seishu tardó en replicar. —¿”No”, qué?

—No estuvo bueno. Me fui un poco al carajo, y se fue todo al carajo. Perdoname.

—¡Yo te estaba pidiendo perdón a vos! —se quejó Inupi, y Koko hizo un pobre intento de aguantar la risa.

—¿Y? Yo también te pido perdón.

Inupi comenzó a digerir toda la situación. La naturalidad, la rapidez con la que las piezas encajaban, la forma en la que ambos funcionaban como un engranaje bien aceitado. No había esperado que Koko volviera a ser el de antes con tanta sencillez, y se dio cuenta de lo mucho que extrañaba la ligereza con la que este rompía el hielo y hablaba por los dos, o la comodidad que encontraba en su mirada, sus risas, y cada una de sus palabras. Lo que había tenido y a la vez anhelado toda su vida, ahora se presentaba frente a él de la manera correcta.

—¿Te podés quedar conmigo? —preguntó Seishu, sintiendo que su cuerpo era un globo de helio.

—¿Dónde?

—Siempre, donde sea. Sólo… quedarte conmigo. ¿Por favor?

Koko lo observó unos segundos.

—¿Qué decís, Inupi? Siempre estuve con vos, y vos siempre estuviste conmigo. Es lo mismo de siempre, pero sin ser dos boluditos, ¿no? Vamos de frente, culeamos como tiene que ser, y listo.

—¡Qué romántico! —exclamó Seishu sarcásticamente, mientras levantaba las cejas. Tampoco le disgustaba la idea, de todas formas.

Kokonoi soltó una risita de suficiencia, relajado por primera vez en meses, ansioso por dejar los malos momentos atrás. Besó ambas manos de quien ahora era… lo que tenía que ser. Amigo, mejor amigo, compañero, amor, pareja. Probablemente todo.

Ya hablarían de eso.

Inupi percibió un cosquilleo casi eléctrico allí donde los labios de Koko entraron en contacto con el dorso de sus manos, y finalmente, después de años caminando en la cuerda floja, se sintió en casa.

Ambos estaban en casa.

 

 

Chifuyu había pasado las peores semanas en mucho tiempo, y, por sobre todas las cosas, se sentía un hipócrita por sufrir.

Había llevado a cabo su plan. Confesarle a Baji que sentía por él aquello en lo que él ni siquiera creía, le había parecido tonto y sin sentido. Alejarse tampoco era la solución ideal, pero la desesperación de concretar algo lo había hecho ver que era la única salida.

Planeó alejarse, pensó que sería lo mejor para ambos, y cuando vivió las consecuencias de sus acciones, la culpa y el arrepentimiento comenzaron a invadirlo. Y ni siquiera tenía el coraje de deshacer las cosas. Se hallaba atrapado en un círculo vicioso de malas decisiones, y no sabía qué o quién lo sacaría de allí.

 

Otra noche, otro viernes, otra Warhol.

El propósito había sido animar a Takemichi, pero, de alguna manera, Takemichi era quien estaba animando a Chifuyu.

—¿Qué pasa Chifu?

Chifuyu no tenía cara para darle voz a sus problemas, y de alguna forma, el hecho de que Takemichi fuera el único que no lo había juzgado realmente, hacía que no pudiera abrirse particularmente con él. No cargarlo con la necesidad de decir “te lo dije” era lo mínimo que podía hacer para agradecerle.

Los demás, cada uno a su manera, desaprobaban lo que había hecho. Mikey le había repetido hasta el cansancio que no hablaba en serio cuando lo sugirió, mientras que Angry le había dicho “¿Por qué…? Podemos arreglarlo, si querés” y Nahoya se había limitado a decirle “Sos un tarado” una sola vez. Hakkai lo había mirado con expresión de sufrimiento, y Takemichi fue el único que lo abrazó, suavizando a su vez los reproches de Manjiro.

Sólo Angry se ofrecía cada tanto para ayudarlo a resolver las cosas, y Chifuyu tenía tal nudo en la garganta que no podía hacer nada más que rechazarlo amablemente y apresurarse a cambiar de tema.

Si todo había sonado tan bien en su cabeza, ¿por qué ahora se sentía extremadamente mal?

—Nada, nada, nomás estoy un poco cansado… ¡mirá! Se está moviendo la fila, ¿vamos? —replicó al fin, agradeciendo la distracción.

Avanzaron lentamente hasta que lograron entrar, y la pista aún estaba considerablemente vacía.

Todos se propusieron disfrutar la noche, y aunque se necesitó cierta cantidad de alcohol, pronto comenzaron a olvidar las pequeñas tensiones, la incomodidad de Chifuyu, y las ganas que tenían de repetirle más y más veces que hiciera algo con Baji. Al cabo de una hora, con mucha más gente alrededor y la temperatura subiendo, un Takemichi ebrio se aferraba a Manjiro como si su vida dependiera de ello.

—¿Qué pasa? ¿No podés caminar? —bromeó Chifuyu con sarcasmo, teniendo cada vez menos dificultad para ignorar sus problemas conforme sus sentidos se volvían difusos. Sorprendentemente, aún le quedaba algo de lucidez para comenzar a atar cabos.

—No… —replicó, sopesando sin sutileza las posibilidades de estar ebrio y dependiente, incluso sin estarlo del todo. No le disgustaba la idea de Mikey cuidándolo toda la noche, al menos hasta que quisiera irse a dar una vuelta, o quizás…

—¡Ah! ¿Va a venir Draken? —preguntó Takemichi, olvidando por completo su idea de fingir ebriedad extrema.

—Ah… ¿sabés que no sé? No creo. Como salíamos nosotros, no le dije. Aparte capaz iba a querer venir con los pibes… —observó a Chifuyu de reojo, y este desvió la mirada.

Takemichi sintió una pequeña alegría mezclada con culpa.

—¿Tus pibitos no vienen? —le preguntó Mikey a Angry, que acababa de llegar con dos vasos de alcohol.

—Sí, deben estar por venir… —Souya observó entre la multitud, y le pareció ver un chico alto con cabello largo, rubio, recogido en una trenza. Tragó saliva y decidió ignorarlo, convenciéndose de que se lo estaba imaginando.

—¡Apa! ¡Mirá lo que me encontré! —exclamó una voz melodiosa y profundamente embriagada, observando a Chifuyu desde atrás— ¿No serás Chufi vos?

Chifuyu se dio vuelta lentamente, temiendo que sus ojos confirmaran lo que sus oídos percibieron, y lo que probablemente llevara aparejado.

—Ah… ¡Koko! Qué sorpresa —saludó, fingiendo una sonrisa con el mayor esfuerzo.

Kokonoi estaba allí, sosteniendo la mano de un Inui que poco podía hacer por ocultar su perplejidad. Koko parecía haberse olvidado por completo de todo lo que sucedía, de lo peligroso que podría ser encontrarse en el boliche y, específicamente, del hecho de que Baji había decidido que no quería verlo más.

Aunque Inupi había percibido muy poca convicción en sus palabras, y Kazutora tenía la seguridad de que ni siquiera estaba siendo sincero, el grupo había escuchado, había entendido, y se suponía que actuarían para garantizar aquello.

Sin embargo, bajo el cobijo de la noche, aturdidos por los altos decibeles, e influenciados por el alcohol, sus juicios no estaban necesariamente en el lugar adecuado.

—Chufi, Chufi… hace mucho que no te veía. ¡Estoy con Inupi, mirá! —anunció, levantando sus manos entrelazadas.

El aludido no pudo evitar sonreir y observarlo, mientras que Chifuyu sintió un puñal en su corazón: la pareja frente a él se veía tan bien, tan natural, incluso después de haber estado peleados, que se preguntó si acaso había bajado los brazos demasiado pronto.

 

—¿No querés ir al medio de la pista a bailar un poco? —propuso Draken, al tiempo que la frustración lentamente se hacía presente.

—No, no. Estoy bien acá —replicó Baji. Oía la música, se había posicionado suficientemente cerca de la barra, y observaba a lo que quedaba de su grupo de amigos bailar aburridos, claramente lidiando con una noche por debajo de sus expectativas.

Se suponía que saldrían para distraerse, para despejarse. Kazutora lo había propuesto, notando cómo Baji se veía como si se lo llevaran los demonios. Con sólo ellos seis, “la noche de los pibes” se veía prometedora.

No obstante, el ambiente le trajo terribles recuerdos a Keisuke. Aquella noche calurosa en la que lo habían atrapado el sonido de una risa angelical y un par de ojos celestes aún permanecía grabada en su cabeza, y dolía. Apoyado contra la pared, sentía una mezcla de irritación ante la posibilidad poco probable de encontrarlo en el mismo lugar, y esperanza de tener una noche libre de Chifuyu.

Nadie le había dicho, no tenía por qué aparecer allí. Sin embargo, quizás esa irritación fuera el nombre que su consciencia le había puesto al anhelo de verlo una vez más, como si eso arreglara algo.

No podía sacárselo de la cabeza.

—Escuchame, Taka y Kazutora están ahí en una. Ya desaparecieron los otros putos, que mucho no los podemos culpar porque están recuperando tiempo perdido. Somos nosotros cuatro, ¿tenés ganas de ponerle un poco de onda? Sino podemos irnos, vos sabés que no hay drama con eso, el tema es que vos te relajes hoy…

—Estoy relajado, estoy relajado —respondió Keisuke, totalmente tenso—. Deciles a los chicos que se acerquen, mejor así.

Draken accedió, tragándose el suspiro que estaba a punto de ejecutar. Se reunieron los cuatro junto a la pared, bebidas en mano, Todrick Hall de fondo.

 

Inupi había olvidado lo escandaloso y despistado que podía ponerse Kokonoi cuando se embriagaba, pero, sólo por esa noche, le importaba muy poco. Lo seguía a donde fuera, se mantenía firmemente aferrado a su mano, y no se animaba a pincharle la burbuja pidiéndole que se alejaran de Chifuyu, en caso de que Baji quisiera ir a buscarlos. Las estrellas en los ojos de Inui al ver a Koko tan feliz, tan deslumbrante y tan cerca de él, lo cegaban por completo.

—Te veo cara larga, Chufi. Tomá, ¿querés? —ofreció Koko, extendiéndole su vaso.

—Acá nomás hay hielo —rió Chifuyu.

Pensó que, a lo mejor, Kokonoi e Inui habían ido solos. Hacía tiempo que se les habían acercado, y estaban riendo y bailando con ellos. Nahoya se divertía en la ronda, Takemichi reía con cada chiste de Koko, y Mikey no podía preocuparse demasiado con Michi tan cerca. Souya, como de costumbre, no estaba por ningún lado, y Hakkai esperaba paciente y algo silencioso a que el DJ decidiera pasar alguna canción de Chromatica.

—¡Nomás hay hielo! —exclamó Koko— Vamos a comprar más, dale, ¡vamos! —arengó a todo el grupo a acompañarlo a la barra, siempre sosteniendo firmemente la mano de Seishu.

 

—Che, ¿ese no es Koko? —quiso saber Mitsuya, algo aburrido, mientras miraba hacia una multitud no muy lejana. Había escuchado su risa.

—Creo que sí, me parece que están por allá —señaló Draken, empleando su altura para ver en dirección a la muchedumbre que se agolpaba en la barra—. Pará… ¿ese no es tu chico?

—¿A mí me decís? —quiso saber Mitsuya.

—Sí… fijate.

—Es… ¡Sí, es! ¡Es Hakkai!

La respiración de Baji se aceleró en un instante, y sintió un escalofrío ante la mera posibilidad de que Hakkai no hubiese ido solo.

Draken y Mitsuya se percataron de lo que podía significar y guardaron silencio, intercambiando miradas con Kazutora, y un Baji que ya no les estaba prestando atención.

 

Después de tanto tiempo con la atención puesta en Koko, fue sorprendente para el grupo oir de repente a Hakkai exclamar un “¡Ay…!”, para luego verlo cómo se tragaba el resto de la oración, mirando hacia un punto fijo en los alrededores.

Quiso que lo tragara la tierra, al mismo tiempo que intentaba apresurarse por desviar la mirada, pero era difícil hacerlo cuando se trataba de Mitsuya, incluso a la distancia, y ese tiempo que le tomó volver en sí fue suficiente para que Koko siguiera el curso de su mirada.

—¡Ah, ahí están los chicos! —exclamó, habiendo olvidado lo que debía recordar, y habiendo dejado dos vasos atrás la capacidad de leer el ambiente.

Inui ya no podía ignorarlo, y se acercó a su oído. —Koko… no, acordate que Baji no lo quiere ver…

El rostro de Koko cambió. Se percató de repente de lo que podía llegar a pasar, y cuando sus ojos se posaron en el rostro de Chifuyu, este ya lo había visto. Buscó entre la multitud a Baji, y lo encontró contra la pared, tenso, con sus ojos fijos en la última persona que había deseado ver esa noche.

Notes:

no me la contessssssssssssss

also, puede ser que haya lagrimeado con el cierre del kokoinu NECESITABA ESO PARA SER FELIZ me estaban partiendo al medio dios los amo
bueno ya ,,, ya queda poco

Chapter 25: Debilidad

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La respiración entrecortada de Baji se hizo insoportable en cuestión de segundos. Rompió el contacto visual, se separó de la pared y comenzó a dirigirse hacia la salida del boliche.

Draken alcanzó a detenerlo sosteniendo uno de sus brazos. —Pará, ¿a dónde vas?

—Donde siempre, no te preocupes. Pero no me vayan a buscar, por favor. Necesito estar solo.

Observó a su amigo con una frustración suplicante, y Draken lo soltó.

Ningún miembro de ninguno de los grupos podía ya fingir que no se habían visto. La compra de bebidas quedó postergada, y se reunieron en un costado de la pista, lejos del alboroto.

El ánimo era tenso: todos habían visto irse a Baji. Chifuyu se hallaba sentado a solas en el sector de sillones, sintiendo que algo en su interior estaba a punto de estallar. Había ido más allá de las ganas de llorar, había sobrepasado niveles inimaginables de arrepentimiento, y su estado actual era la total inacción.

En su cabeza, en lugar de la música que sonaba, flotaban las palabras de todos sus amigos reprochándole el claro error que había cometido. Reconocía que tenían razón, y aquello le había carcomido el corazón lentamente, día tras día. No obstante, también había vivido en carne propia lo difícil que era actuar cuando lo invadía la cobardía.

A pesar de todo, lo que más dolía era la infinidad de posibilidades de qué podría decirle Baji si lo enfrentaba. Ya no había respuesta correcta, y la idea de afrontar cualquier reproche lo aterrorizaba indescriptiblemente.

Descubrió de la peor manera que el amor lo volvía increíblemente estúpido, al punto de herir a la persona que amaba. Se preguntó qué era lo que estaba haciendo, y a dónde pensaba llegar.

 

Draken saludó a Mikey con un beso breve pero intenso, y una mano en su cintura que no abandonó su lugar.

—Perdón por toda la escena, no podíamos tener más mala suerte —comentó.

—Sí… ¿está bien Baji? ¿No quieren ir con él?

—Alguien debería —comentó Kazutora, algo tenso, pero más que nada exasperado, impaciente.

—No —terció Draken—. Dijo que no lo busquemos.

—Vos sabés que Baji habla mucho, ¿no? —discutió Tora.

Draken suspiró.

—¿Y a dónde fue? —inquirió Mikey, tomando una decisión.

—Donde va siempre que se quiere despejar, a Costanera Norte.

Casi como por arte de magia, Kazutora tuvo una idea y adivinó, arriesgándose, que era la misma que Mikey. Cruzaron miradas urgentes, Kazutora asintió apenas y se alejó, evitándole problemas a Manjiro y, a la vez, dejándolo con Draken a modo de distracción. Draken actuaba con la cabeza, cuando no se trataba de él, pero la intuición y el corazón de Kazutora le decían otra cosa.

 

—Hola, Chifu —escuchó mientras escondía el rostro en sus manos, refugiándose en la casi nula iluminación de los sillones.

Levantó la cabeza, y vio que Kazutora se sentaba junto a él, finalmente bloqueándole la vista de una pareja de chicas besándose una encima de la otra.

—Hola… —saludó sin ganas, y volvió a su posición. Su mente iba a doscientos kilómetros por hora, y sentía que cada minuto que pasaba sin actuar era una nueva sentencia de muerte. Lo último que necesitaba era una persona más que viniera con algún reproche, pero, al mismo tiempo, no podía pretender otra cosa.

—Cuando te sientas listo, si es que te sentís listo en algún momento, y si no me equivoco… debería estar en Costanera Norte. Le gusta ir allá, especialmente si se tiene que despejar.

Chifuyu volteó lentamente para verlo, y notó que Kazutora no lo estaba mirando. Se fijaba en puntos al azar entre la gente, con una expresión a medio camino entre soñadora y melancólica. Apoyaba los codos sobre sus rodillas, con las manos entrelazadas frente a él.

Kazutora, alguien tan cercano a Baji, no sólo no lo había juzgado, sino que se había acercado a lanzarle un salvavidas. Lo observó perplejo, mientras este continuaba sin devolverle la mirada.

—¿Me vas a seguir mirando? —bromeó Kazutora, aún fijándose atentamente en el gentío.

Chifuyu rió nervioso. —Perdón, es que… no esperaba eso.

Kazutora sonrió. —No pasa nada. Me imaginé que no querrías hablar con nadie, pero… nada, digamos que tengo fe —se puso de pie—. Lo dejo en tus manos.

Chifuyu vio cómo Kazutora se alejaba, y no pudo describir la sensación de agradecimiento que sintió.

Se tomó unos momentos para envalentonarse. Seguía atemorizado y continuaba lleno de dudas, pero la oportunidad que se le había presentado en la forma de Kazutora ayudándolo no era algo que podía desperdiciar.

Minutos después, temblando apenas, decidió finalmente ponerse de pie y dirigirse a la puerta. No sabía hacía cuánto tiempo se había ido Baji, pero esperaba poder encontrarlo allí.

Al salir, se lamentó haber olvidado que su abrigo estaba en la mochila de Hakkai, aún en el guardarropas. Temblaba por diferentes razones, pero el frío no ayudaba. Se las arregló para escribir un mensaje en el grupo, aprovechando la recién recuperada señal.

"Me voy antes, después les cuento qué onda."
"Voy a hacer algo con Baji, recen"

 

Baji había recurrido desesperadamente a su lugar preferido. No solía contarle eso a todo el mundo, y tampoco había una razón en particular. Sólo que la relativa calma de la oscuridad del agua a lo lejos se tornaba contagiosa. Un tiempo allí, tomando aire, sintiendo la brisa nocturna, y estaría como nuevo.

El taxi lo había dejado allí hacía un rato, y no había casi nadie deambulando por la calle. Quizás vería el amanecer ahí, aunque prefería estar durmiendo para entonces.

Se inclinó sobre la baranda de piedra y observó la lejanía. Estando solo y tranquilo, las lágrimas finalmente corrieron por sus mejillas.

Era ridículo lo mucho que le había costado reprimir las ganas de abrazar a Chifuyu en el momento en que lo vio. Descubrió tanto miedo, dolor y arrepentimiento en sus ojos, que cinco segundos de esa mirada bastaron para hacerlo querer volver atrás.

Sin embargo, su sentido común era el último obstáculo que lo frenaba. La forma en la que Chifuyu había desaparecido aún dolía con intensidad. Hacía semanas que se obligaba a olvidarlo, y aún más ahora que sabía lo que le causaba, pero no era capaz.

A lo mejor debía sufrir por Chifuyu toda la vida, como castigo por haberse convencido de algo tan estúpido como la inexistencia del amor.

Ahora el amor era tal fuente de sufrimiento que deseaba echar la cabeza hacía atrás y gritar que lo entendía, que ya había aprendido la lección.

Rápidamente comenzó a odiar la soledad. Siempre había preferido llorar solo, pero cuando había alguien con quien estar vulnerable, la soledad tenía un sabor amargo. Y nunca había sabido tan desagradable como ahora.

A fin de cuentas, derramando lágrimas en la intemperie, pensó una vez más en que le habría gustado una explicación, un motivo. Podría incluso dar una segunda oportunidad, si tan solo le hablara.

Poco después, oyó el sonido de un auto estacionar cerca suyo. Se preguntó quién más podría sentirse tan miserable aquella noche, y volteó con desgano en dirección al taxi que, ahora, se alejaba sin pasajeros.

Al principio, creyó estar viendo un espejismo. En el fondo tenía tantas ganas de verlo, que creyó que se lo estaba imaginando. Lloró sin reparos, aún convencido, hasta que el espejismo habló, y Baji supo que Chifuyu en realidad estaba allí.

—Baji… —comenzó, tembloroso.

Baji sintió una maraña de emociones. Parecía que había manifestado su presencia, y agradecía aquello, pero al mismo tiempo estaba tan enojado que las palabras se agolpaban en su garganta, no pudiendo salir.

Volteó hacia la oscuridad del río, sin responder, en un vago intento por hacer que se fuera, incluso sin quererlo realmente.

Chifuyu carraspeó, y Baji no notó lo mucho que le temblaban las manos. Su presencia hacía estragos con el corazón de Chifuyu, y sentía más frío del que realmente hacía. Su estómago era un nudo.

—Quería… quería pedirte perdón… y explicarte… no sé en qué orden, en realidad… no sé si querrás escucharlo —suspiró—. Bueno, voy a intentar hacerla corta.

Baji aún no volteaba, pero todos sus sentidos prestaban la mayor atención a la voz de quien se acercaba lentamente, con sumo cuidado.

—No quería decirte que… tenía sentimientos por vos. Ok, eso es medio obvio… o capaz no… pero la posta es que sentía cosas… desde bastante temprano, la verdad, y esa vez que me contaste que para vos el amor no existía… me agarré mucho a eso y me fui asustando, y tuve miedo de que si te lo decía, vos ibas a alejarte o algo. En un momento ya no estaba aguantando, y no veía posible algo entre nosotros, y… me desesperé y desaparecí. No lo justifico, obvio, estuvo como el orto, y tampoco espero que me respondas ni me perdones ni nada, sólamente quería decirte… eso.

Baji inhaló y exhaló, en un intento de frenar sus lágrimas, y de frenar su cuerpo que quería acercarse a Chifuyu. La distancia entre ellos quemaba.

—No sé quién te dijo dónde iba a estar —pronunció al fin, con gran dificultad—, pero te voy a pedir que me dejes solo.

Chifuyu creyó haber estado preparado para una respuesta así. Prácticamente había vivido miles de escenarios similares en su cabeza durante las semanas que pasaron, y antes también. Y allí estaba, su más grande miedo, haciéndose realidad.

Pensó que lo merecía. Por miedo a salir lastimado, había sido él quien lastimó a Baji, y ahora este se lo devolvía. Era justo. Al menos, Baji tuvo la oportunidad de rechazar a Chifuyu. Al menos le había devuelto ese pequeño poder.

Apenas percibiendo la tibieza de las lágrimas en sus mejillas, Chifuyu dio media vuelta y comenzó a alejarse, pero no tardó muchos pasos en detenerse y percatarse de algo.

¿Qué estaba haciendo? Sentía como si su pecho estuviera siendo desgarrado, unido y desgarrado otra vez. Pensó en las historias mitológicas que hablaban de torturas eternas, donde el dolor no causaba daño, sólo persistía y persistía, en un sufrimiento interminable. ¿Dejaría que eso lo consumiera? ¿Y qué ocurriría si Baji sufría lo mismo? ¿Dejaría que eso también sucediera?

Baji no llegó a aflojar la tensión de su cuerpo, y percibió que Chifuyu no se había ido. Miró de reojo en su dirección y lo vio de espaldas, detenido.

—No… esperá.

Chifuyu volvió sobre sus pasos, procesando cada vez mejor lo que pensaba hacer a continuación. Algo le decía que esta era una oportunidad que no podía desperdiciar y, justamente, alejarse había sido el error en un principio. Podía aceptar que ninguna cantidad de disculpas pronunciadas alcanzaran, pero tampoco podía conformarse con eso. No podía irse a casa con una disculpa rechazada y nada más, dando la impresión de que Baji le había hecho un favor facilitándole las cosas.

—¿Que espere qué? Te pedí que te fueras.

—No me puedo ir… no, mejor dicho, no me quiero ir.

Baji no podría aguantar más sin largarse a llorar como un bebé. No quería nada de esto, sólo quería que las cosas estuvieran bien. Deseaba eliminar los últimos meses, sintiendo que no había forma de arreglarlos.

—Escuchame una cosa--

—No. Perdoname, pero necesito que me escuches en esto. No te quiero faltar el respeto ni cagarme en lo que me pedís, pero… quiero hacer algo más que pedir disculpas, aceptar la respuesta que sea, darme la vuelta e irme. Sé que me lo estás pidiendo, pero quiero… quiero demostrarte que me arrepiento, y que lo que hice fue un error de pelotudo que tuve en un momento de desesperación. No te lo digo para justificarme, te repito. Sólo te lo digo para que veas que no quiero repetir eso.

Baji estaba aguantando la respiración, sintiendo calor en sus ojos.

—Quiero que veas que no voy a salir corriendo a la primera de cambio. Incluso si después seguís sin cambiar de opinión, sólo quiero que sepas… lo que me pasa. Esta vez sí quiero que sepas lo que me pasa.

—¿Y por qué no sos totalmente honesto? —inquirió Baji de repente. Sentía que Chifuyu aún daba vueltas para poner en palabras exactas “lo que le pasaba”.

En aquel momento, Chifuyu pudo vislumbrar la realidad, que le cayó encima como un balde de agua fría. Se quedó en silencio, entendiendo que todas sus preocupaciones habían sido en vano. Baji no tendría esa expresión, ese tono de voz, ni las lágrimas a punto de caer, si lo que le dijo una vez fuese la verdad.

—¿Y por casa como andamos? —replicó, sin poder controlarlo. Si lo hubiera pensado, no lo habría dicho, pero el daño ya estaba hecho.

No obstante, Baji fue atrapado con la guardia baja. No podía ignorar aquella pequeña parte de lo que Chifuyu le había dicho momentos atrás: su alardeo sobre no creer en el amor no había sido más que una hipocresía defensiva de su parte, algo que nunca había querido enfrentar, y que había acabado por plantar incertidumbre y resignación en la persona que le importaba.

Chifuyu se había comportado como un imbécil y un cobarde, pero tenía toda la razón en formular esa pregunta.

Baji fue relajándose, dejando entrar la melancolía en estado puro que toda la situación le generaba. Las lágrimas cayeron, otra vez, pero estaba muy concentrado en buscar la manera de explicar lo que él también debía explicar.

—Tenés razón… tenés razón —Baji suspiró y se frotó los ojos con pulgar e índice.

Chifuyu esperó un momento que parecía que se prolongaría indefinidamente. —¿Entonces…? —preguntó, perdiendo la confianza que había tenido su tono de voz segundos antes.

Baji lo observó, sopesando las posibilidades, pero ya no tenía fuerzas para pensar. Todas las paredes que había levantado se habían disuelto por completo. Estaba vulnerable, involuntariamente cooperativo, y plenamente consciente de que ese era el momento para hablar.

—La verdad que todo eso del amor era una boludez de la que me había intentado convencer una vez que me rompieron el corazón, y no me había dado cuenta de que no pensaba eso realmente… hasta que te conocí. Pero incluso en ese momento tardé mucho en asumirlo del todo, y para el momento en que supe lo que realmente me pasaba, ya te había contado esa huevada, y ni siquiera se me cruzó por la cabeza que me habías tomado en serio. Tampoco quise ir a preguntar… simplemente lo dejé estar.

—Pero, ¿qué pasó?

—Nada… o sea, cuando éramos más chicos nos pusimos de novios con Kazutora, pero él… no estaba preparado para tener una relación. Además de que éramos unos pubertos, él tenía una conducta medio inestable. Después descubrimos que era ansiedad no tratada y un par de cuestiones más que no me corresponde contar, pero en ese momento él no entendía, y yo no entendía tampoco. Teníamos trece, o catorce, no me acuerdo bien. Yo dramaticé todo, creo que los dos lo hicimos. Nos peleábamos, discutíamos, todo horrible. Cuando cortamos, los pibes nos ayudaron a reconciliarnos como amigos, también porque éramos del mismo grupo. Por suerte crecimos y dejamos eso atrás, pero cuando acabábamos de terminar, justo ví esa película, la que vimos, ¿te acordás? ¿”500 Días con Ella”? Y bueno, era un pibito con el corazón roto que vio la fórmula mágica para no volver a sufrir así. Nunca volví a destapar esa olla…

El tono de Keisuke se fue atenuando hasta desaparecer. Inmerso en el relato, no se había dado cuenta de la naturalidad con la que volvía a hablarle a Chifuyu, extrañamente feliz de tener esos preciosos ojos posados en él, prestándole atención. Había un brillo urgente en ellos, una preocupación, pero todo su lenguaje corporal indicaba que Baji era el centro del mundo en aquel momento, y él lo pudo percibir.

Observó a Chifuyu con otros ojos. Sin las barreras emocionales, sin más secretos, con las explicaciones que él tanto había necesitado, y las que se había guardado durante tanto tiempo… La distancia entre ellos ya no quemaba como antes, sólo sentía la necesidad de acortarla.

Su cabeza gritaba lo mucho que lo había extrañado, y su corazón no podía evitar confiar.

—¿Baji…?

—Sí, perdón… me colgué un poco. Ya terminé…

—Mirá, yo también te quiero decir algo, si querés escucharme.

Baji asintió, sintiendo más que nunca la falta que le hacía la piel de quien tenía frente a él.

—De verdad me arrepiento de la cagada que me mandé, pero no quiero escaparme ni nada. Aprendí por las malas que hay que enfrentar todo lo que venga, y más si lo último que quería era lastimarte. No quiero actuar por desesperación, no quiero que me consuma el miedo a nada, ni quiero suponer sin preguntar. Y tengo que decirlo como lo que es: me enamoré de vos.

No quiso decir que los últimos días habían sido terribles. Que había tenido un nudo en la garganta y se había guardado toda su tristeza por no pensar que era digno de compartirla. No podía convertir en víctima al victimario. Sin embargo, trató de decir lo necesario.

—Ahora sí —continuó—. La decisión que tomes yo la respeto, no te voy a joder con nada. Sólo que si quisieras que volviéramos a intentar algo, yo--

Baji ya no podía soportarlo. Acortó la distancia en dos breves pasos, tomó el rostro de Chifuyu y lo besó. Fue brusco, necesitado, desesperado, y sobre todo, bien recibido. Chifuyu aferró la camiseta negra de Baji a la altura de la espalda, agolpando secciones de tela dentro de ambos puños y acercándolo aún más.

Keisuke rompió el beso y se deslizó hacia un abrazo. —Esto fue una cagada —comentó, mientras rodeaba con los brazos a Chifuyu.

El otro asintió, con medio rostro oculto en el pecho de Baji.

—¿Me perdonás? —preguntó, con un leve temblor en su labio inferior y el estómago haciéndose un nudo. Su voz sonaba amortiguada.

Baji se separó, sostuvo otra vez su rostro y lo observó. —Estoy en eso —admitió tras una pausa pensativa.

No sanaría de la noche a la mañana, sin importar cuánto se hubieran sincerado el uno con el otro. Pero supo que lo haría tarde o temprano, quizás más temprano que tarde. Le bastaba con tener algo en lo que trabajar.

—Si querés… podemos empezar otra vez —propuso Chifuyu. También sentía dolor por las preocupaciones en vano, por todo aquel tiempo inútil que había pasado pensando que molestaría a Baji con sus sentimientos. Sin embargo, le importaba más la proximidad de Baji que cualquier otra cosa. Capaz ninguno de los dos era muy inteligente, al final de cuentas.

—¿A qué te referís?

—Podemos hablar por WhatsApp, volver a acercarnos de a poco… capaz podemos tener una cita un día de estos, ¿no?

Baji sonrió por lo tonto que sonaba. Podían tomarse tiempo para pensar, para entender y para sanar. Quizás esto era una segunda oportunidad.

Por un momento, la imagen de Kazutora cruzó por su mente. No supo bien por qué, pero recordó que debía agradecerle. Al fin y al cabo, había sido el único que había tenido fe en Chifuyu y él, contra todo pronóstico.

Chifuyu también sonrió, con los ojos vidriosos llenos de alivio. Otra oportunidad.

—Dale, está bien —accedió Baji.

Chapter 26: Qué suerte que nunca me fui

Notes:

les recomiendo que escuchen la canción que nombro, posta es muy linda !! La tengo reservada para este capítulo hace MESES qué belleza
disfruten ♥

(See the end of the chapter for more notes.)

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Al cabo de un mes, Chifuyu Matsuno y Keisuke Baji tuvieron una cita.

La mañana de domingo estaba siendo gentil con ellos. Llevaban cuatro días de iniciada la primavera, y los rayos de sol se colaban entre los árboles frondosos de los bosques de Palermo.

La idea de comenzar de nuevo resultó más divertida de lo que habían imaginado. Disfrutaban de haber recuperado las conversaciones y las risas, y de haberse encaminado a deshacerse lentamente de las incomodidades. Algunos días tenían conversaciones serias sobre lo que habían hecho, qué había dolido y cómo evitarlo a futuro, y si bien aún les costaba trabajo abrirse del todo, ambos eran conscientes de la fuerza que tenía su confianza mutua.

No obstante, en general, se comportaban como adolescentes con cursilerías y regalos, chistes compartidos, miradas cómplices, y podían pasar poco tiempo sin estar uno encima del otro.

La realidad era que la segunda oportunidad que se habían dado había sido una apuesta. Y parecía que estaban ganando.

Cuando se encontraron para su cita de picnic, rieron por lo tonto que era todo. Lo sabían, y precisamente por eso lo estaban disfrutando. Llevaron todo tipo de comida, bebida, un clásico mantel a cuadros, e incluso Chifuyu había cocinado galletitas de avena. Baji quedó deleitado.

—¡No puede ser! Yo no te traje nada, perdoname.

Chifuyu rió. —No hacía falta, salame. Traje comida porque quise.

—¡No, no! ¡Sí hace falta! Mirá, es temprano todavía. ¿Querés que almorcemos en mi casa? Te cocino.

—Naa, no te vas a poner a cocinar…

—¡Te cocino! —exclamó Baji, entusiasmado. Hizo reir a Chifuyu otra vez.

—Está bien —accedió.

Lo que quedaba de la mañana transcurrió en un abrir y cerrar de ojos. Estaban dejando atrás los malos recuerdos, reemplazándolos por la confianza, la sensación de estar empezando algo, y el hecho innegable de que, en realidad, se conocían hace tiempo. Se sentían casi embriagados con la naturalidad en la que sus mentes conectaban.

 

Alrededor de las once de la mañana, luego de esperar diez minutos en la parada de colectivos, lograron subirse al que los llevaría hacia la casa de Baji. Encontraron dos asientos vacíos, los ocuparon, y Keisuke propuso escuchar música, con un auricular para cada uno.

—¿Vas a poner Miranda? —quiso saber Chifuyu, mientras tomaba el auricular que Baji le estaba ofreciendo.

El otro rió mientras buscaba su playlist, y finalmente seleccionó una canción en particular. “Enamorada.”

Chifuyu no conocía esta canción y se sorprendió con lo tranquila que parecía, pero lo que lo cautivó de inmediato fue la letra.

Se quedó mirando a través de la ventana, escuchando la voz de Julieta Gattas sobre un tranquilo ritmo de pop.

Al llegar el estribillo, Chifuyu ya se había convencido de que la canción estaba hecha para ellos dos.

”Como de repente todo se ha ordenado
desde que has llegado mi vida cambió”

Mientras la letra comenzaba a ocupar su cabeza, tomó la mano de Baji.

”Ya no soy la misma que tu conociste entonces
Ahora estoy mucho mejor”

Baji entrelazó sus dedos, y apoyó la cabeza sobre la de Chifuyu.

”Porque me di cuenta que tuvo sentido
Haber recorrido lo que recorrí
Si al final de cuentas él era mi recompensa
Qué suerte que nunca me fui”

Chifuyu apretó con fuerza la mano de Baji, sin moverse de su lugar. Cerró los ojos y respiró profundamente. Qué suerte que nunca me fui…

 

 

Aquel mismo domingo, Kazutora preparando la cena en su casa cuando llegó un mensaje al grupo de WhatsApp de sus amigos.

“CHICOS, LE PREGUNTÉ SI NOS PONÍAMOS DE NOVIOS Y ME DIJO QUE SI” leía el mensaje, seguido de un sticker.

Era Baji.

Kazutora redactó un breve mensaje de felicitación, honestamente aliviado con que todo estaba mejorando entre sus dos amigos, pero sintió que algo se rompía dentro de él.

Se había acercado a Chifuyu desde que él y Baji habían retomado las cosas. Más puntualmente, Chifuyu se había acercado a él, aclamando que había conseguido la valentía necesaria gracias a él. Kazutora continuaba repitiendo que no era nada pero, de todos modos, el agradecimiento siguió llegando, y así obtuvo un amigo más.

Tenía dobles razones para estar feliz, y lo estaba. No obstante, sentía que también tenía dobles razones para estar triste, y ese pensamiento lo confundía. Ya había perdido la cuenta de la cantidad de cosas que lo confundían.

Dejó el teléfono y se dedicó a remover el guiso que estaba preparando.

Decidió que, pasara lo que pasara, él estaría feliz por sus amigos. Feliz y nada más.

Notes:

SE TERMINÓ estuve escribiendo a la velocidad de la luz ayer y hoy para poder terminarlo hoy 30 de julio que se cumple un año de la fecha en la que lo publiqué, Y SE PUDO!!!
De verdad estoy muy contenta y muy agradecida con toda la gente que me estuvo leyendo y dejando comentarios, pasaron muchas cosas en el transcurso de un año y me alegra que hayan seguido firmes junto al pueblo (el pueblo = el profe)
Espero que les haya gustado el final, no prometo empezar ya con la 2da parte porque necesito descansar un poquito pero seguro sea más corta, eso sí.
Les quiero mucho ♥ Y mención especial a mi novia que me bancó TODOOOOOO la amo, muak