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Language:
Español
Stats:
Published:
2021-08-09
Completed:
2022-07-10
Words:
6,448
Chapters:
7/7
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2
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10
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2
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232

En la mira

Summary:

Colección de pequeñas historias con los temas de la semana Zutara, regresaré después con un mejor título... espero.

Día 1: Cabello

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: Día 1: Cabello

Chapter Text

I.

Desaliñado. Burdo. De mal gusto.

Sobre todo, salvaje. Salvaje como solo podría serlo algo perteneciente a una tribu primitiva y atrasada, de plebeyos que vivían en un rincón del mundo abandonado por los espíritus. La melena castaño oscuro de la chica sólo podía ser domesticada (a duras penas) al constreñirla en una trenza apretada que ningún ciudadano respetable usaría jamás en la Nación del Fuego.

Él odiaba admitirlo, pero por mucho que pudiera criticar de su cabello y la forma en que lo peinaba... ella tenía una profunda fortaleza, y tal vez ella misma no se daba cuenta dehasta qué punto.

 

1.

Estúpido. Pretencioso. Ridículo.

El furioso chico estaba obviamente obsesionado con cuidar el estado de su absurdo peinado. Sólo una “civilización” arraigada en la guerra y la violencia podría concebir un estilo tan espantoso para acomodar su cabello, negro, largo, liso y brillante como el pelaje de verano de una serpiente-visón. Eran tan indignos de confianza como el animal, todos y cada uno de ellos.

Ella esperaba, con sinceridad y fervor, no tener que verlo con frecuencia. Aunque él fuera malvado y vil y tuviera un gusto tan cuestionable (para los peinados), también era uno de los primeros chicos de su edad que había visto... y por el fuego que ardía en sus ojos, ella sabía que le sería difícil mantenerlo lejos de su mente.

 

II.

Feroz. Cuidadosamente peinado. Aún de mal gusto.

Una cosa nueva que tuvo que admitir fue que el pueblo de la chica era capaz de crear exquisitas piezas de artesanía. Mirar fijamente no le había dado ninguna otra información, pero al pasar tantas horas examinando con detenimiento el collar que ella dejó tirado una vez, él se familiarizó con el diseño, con sus impecables y suaves curvas, delicadamente talladas en la piedra. Se preguntó si las pequeñas cuentas con que ella ataba los mechones en su frente (un peinado primitivo, por supuesto, ahora que él lo había notado, pero ella debía hacerlo por alguna razón) habían sido talladas por manos tan hábiles como las que hicieron el collar, y cuánto tiempo tardaría ella en peinar y acomodar su cabello de esa manera cada mañana.

Los piratas ofrecieron una copiosa suma de dinero por el collar, reconociendo el valor del trabajo en la piedra. Él podría haber aprovechado el dinero; le quitaría algo del peso de los gastos que enfrentaba su tío. Aún así, se negó a venderlo, con palabras poco amables. Odiaba la idea... podía querer usar el collar para obtener información de ella, pero él no era un ladrón.

Si tan sólo ella no estuviera tan decidida a oponerse a que él alcanzara su destino... entonces él podría permitirse pensar en el rubor (y sus posibles implicaciones) que amenazaba con subir a sus mejillas cada vez que June decía que la maestra agua era "la novia del príncipe".

 

2.

Tenso. Marcial. Exhaustivo.

Y de todos modos muy, muy feo. Sin embargo, el dueño del peinado más feo que ella jamás hubiera visto en su vida no era tan indigno de confianza como ella había pensado en un principio. Por supuesto, ella podía confiar por entero en que él aparecería, sin importar qué tan rápido se movieran o qué tan bien se escondieran, y también podía confiar en que él siempre tendría malas intenciones.

Un pequeño rincón de su mente susurró una pregunta, con voz traicionera: si él hubiera estado en el lugar de Aang, ¿le habría ocultado a Sokka y a ella la carta de su padre? Las mentiras de Aang le habían dejado un sabor amargo en la lengua, que no desaparecía del todo a pesar de que ella trataba con tesón de perdonar ese rompimiento de su confianza.

Pero Aang era bueno; Aang nunca se aliaría con piratas, o con personas malas... a diferencia de él , que no se detendría ante nada para intentar arrinconarlos. ¡Tuvo el descaro de atarla a un árbol, de burlarse de ella con el collar de su madre, de tocarlo! Eran las manos del enemigo.

Y él regresó una vez más, hasta la pacífica abadía, acompañado por una chica pálida y sonriente y su extraño animal compañero, que se parecía a un topo. Katara sonrió, mirando hacia el patio, inundado de perfume. Al menos, ahora él olería bien, aunque aún trajera ese horrible peinado.

 

III.

Elegante. Práctico. Lleno de espíritu y vida.

No era para menos. Se necesitaba mucho espíritu para oponerse a Azula. La larga trenza se balanceaba como el agua que usaba para pelear mientras ella y sus aliados seguían  empujando a su hermana y sus ataques hasta atraparla contra una pared.

Él saboreó la poco común sensación de una victoria contra su hermana, por improbable que fuera la alianza que lo había permitido, hasta que vio —demasiado tarde— la luz azul en las manos de Azula y el objetivo que ella había elegido. Por supuesto que ella escapó un segundo después de eso, dejándolo solo y tratando frenéticamente de evitar que la vida de su tío se escurriera como arena entre sus dedos.

Katara se acercó a ofrecer su ayuda, generosamente, pero él no pudo aceptarla. Ni siquiera podía soportar mirarla, a ella con toda su buena voluntad, que era la prueba misma de que una plebeya de una Tribu Agua tenía más compasión que cualquier persona de la Nación del Fuego con la que él se hubiera cruzado jamás.

Así que le  gritó, lanzó bolas de fuego y los amenazó hasta que se fueron.

Todos en la corte pensaban que Jeong-Jeong el Desertor era un lunático, y todo lo que decía eran desvaríos absurdos y aberrantes. Ahora... ahora, sin embargo, él tuvo que pensarlo de nuevo. Si el fuego era algo más que destrucción, ¿por qué estaba a punto de arrebatarle a su tío? ¿Por qué todas las personas del Reino Tierra lo temían y lo odiaban? ¿Eran cicatrices lo único que el fuego podía dejar a su paso?

Envolvió con cuidado una venda alrededor del torso de su tío, sobre la herida, y sacó algo de comida de la nueva bolsa de provisiones, con gratitud amarga hacia la ayuda que ella lo había obligado a aceptar.

 

3.

Frenético. Desarreglado. Algo… perdido.

Él se veía mucho más normal con aquel cabello corto y rebelde. Lucía similar a un tiempo después de que los hombres hubieran sufrido de una broma pesada, o tras afeitarse la cabeza tras perder una apuesta... incluso si su ceño fruncido negaba que algo gracioso hubiera tenido nada que ver. Sin embargo, le recordó a su hogar, a una época antes de que su padre tuviera que irse.

Al principio, ella se mantuvo en guardia contra él. La violencia estaba en su naturaleza; tal vez que uno de ellos quedara inconsciente era la forma en que los hermanos se saludaban en la Nación del Fuego, o las lenguas de fuego eran el saludo común entre tíos y sobrinas.

Pero incluso los maestros fuego eran humanos. Cuando la princesa disparó un rayo azul, en la mayor demostración de poder que Katara había visto, y el ataque aterrizó justo en el pecho del hombre mayor, supo que no era así. No, la intención de matar era real y tenía una razón más profunda, y tal vez tuviera que ver con el nuevo peinado de Zuko.

La hostilidad en sus ojos cuando rechazó su ayuda estaba llena de amargura, furia y desesperanza y… no era más que la desesperación de sentirse acorralado. Ella se retiró, no sin antes asegurarse de dejar accidentalmente una bolsa de suministros, con la esperanza de que ellos dos la encontraran.

 

Chapter 2: Día 2: Disfrazado

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

IV.

Largo. Esponjoso. Inusual.

Aunque el cabello oscuro de Jin, (des)ordenado en un moño, no era tan inusual como el hecho de que una chica le pidiera una cita mientras él fingía ser Lee, el asistente de Mushi en la Casa Familiar de Té de Pao. Ni tampoco tan inusual como que él encontrara dicho peinado desordenado... bonito, de algún modo.

Por otro lado, no era para nada inusual que él mostrara su talento natural para decir las peor frase posible y  así avergonzarse frente a personas a las que hubiera preferido impresionar.

Tal vez aquella fue la razón por la que decidió, en un momento de capricho, encender para ella las velas en la fuente, y también la razón por la que se escondió detrás de un cupón de té: para que sus recuerdos vergonzosos relacionados con una chica y una fuente no aumentaran.

Aún así, cerró los ojos cuando ella se lo pidió.

Sus labios eran suaves, gentiles y cálidos. Ese beso fue una de las cosas más agradables que el Reino Tierra le había ofrecido aquel momento. Él le devolvió el beso, con suavidad, disfrutando de la breve pausa que podía permitirse sólo gracias a un nombre falso y a sus prendas de color verde. Los ojos de ella brillaban cuando se separaron, pero el brillo se atenuó cuando ella notó su gesto conflictuado.

—¿Qué ocurre? —preguntó ella, toda sinceridad, preocupación y candidez, y él deseó que decirle la verdad no abriera en él una herida que aún no podía confiar en sobrevivir.

—Es complicado —fue todo lo que le dijo antes de darse la vuelta y alejarse.

Y alejarse fue aún más difícil algunos días después, cuando liberó al bisonte del Avatar, y se deshizo de la máscara del Espíritu Azul para siempre. Después de todo, mientras que el príncipe Zuko podría haber necesitado ambos disfraces, el de Lee y el de Espíritu Azul, el príncipe Zuko ya no existía.

Lee, el camarero de la tienda de té, no necesitó un segundo disfraz.



4.

Fatuo. Presuntuoso. Engreído.

Jet y su carismático cabello no habían cambiado desde que ella lo congeló a un árbol, y se maldijo a sí misma cuando su corazón dio un salto cuando lo reconoció.

Estaba lista para congelarlo contra una pared; sus mentiras no la tomarían desprevenida nunca más. Sin embargo, Toph dijo que estaba diciendo la verdad. Y como Toph no había comentado la reacción de Katara al ver a Jet, se sintió aún más inclinada a creerle, incluso si contradecía sus instintos. Al parecer, él estaba siendo sincero.

Se apresuraron al Lago Laogai, en una cacería de sombras. Excepto que eran mucho más que sombras, a diferencia de todo lo que decía Long Feng cada vez que hablaban con él. Y ver a Appa de nuevo deshizo otro nudo en su pecho… Appa hacía que Aang se sintiera mejor; Katara daría cualquier cosa por no verlo de nuevo en el estado Avatar que la angustia le provocaban.

Solo deseaba que encontrar a Appa no le hubiera costado la vida a Jet.

Más tarde, después de reagruparse y decidir un plan, buscaron al Rey Tierra.

Parecía que había pasado toda una vida desde cuando ella se había enorgullecido de su apariencia, el día en el spa, o con el elegante vestido que Toph había recomendado para su pequeña infiltración en la fiesta. Se había sentido como un juego emocionante, de pretender ser una joven refinada de una familia rica.

Una ilusión, una mera pausa en la realidad de la guerra cuya existencia el Rey se negaba a reconocer. Pero ella notó y apreció la confianza que le había dado el disfraz elegante.

Y de acuerdo con el plan, se quedó en Ba Sing Se. En su camino desde el Anillo Superior al palacio del Rey Tierra, vio una tienda de té. Decidió que, dado que ya no había disfraces, al menos un buen té le levantaría el ánimo.

Se quedó paralizada en la puerta, todos los pensamientos acerca de té desvaneciéndose.

Zuko e Iroh. Justo en el corazón de Ba Sing Se.

Corrió tan rápido como se lo permitieron sus piernas. Tenía que advertir al Rey.



Notes:

Nuevo título, nuevo hilo conductor. Todo es cabello por el resto de la semana.

Chapter 3: Día 3: Resplandeciente

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

V.

Familiar. Característico. Casi como un espíritu.

Bajo el brillo de esos extraños cristales, le pareció que ella lucía exactamente como la recordaba, y al mismo tiempo, muy diferente de la última vez que la había visto, trenza y mechones en la frente y delicado collar incluido.

Azula sabía que él y su tío estaban en Ba Sing Se; la esperanza de una nueva vida se había hecho añicos. Él intentó dejar atrás su identidad, enterrar su título y su misión y hasta el conocimiento de que había una guerra fuera de los muros de la ciudad. Pero el pasado siempre regresaba para abofetearlo. Su madre tenía razón: nunca debía olvidar quién era en realidad.

Pero, ¿quién era él en realidad?

Zuko estaba enterrado, literal y no figurativamente, en esa cueva, junto con Katara. La dejó desahogarse. Viniendo de ella, él prefería una paliza verbal sobre una de agua control. No porque estuviera asustado, por supuesto; simplemente, era que ella ya había descubierto la fuerza que él había intuido en ella durante su primer encuentro, y el enfrentamiento en el Polo Norte lo había dejado claro.

Luego, ella mencionó a su madre y se disculpó. Él reunió el valor de acercarse a ella, y cuando estuvieron frente a frente, ella sacó un frasquito de agua, haciendo que el aura de espíritu alrededor de ella se acentuara. Viéndola, así, era casi fácil creer en sus palabras… ¿podría librarlo de su cicatriz?

Nunca lo sabría.

Hogar significaba más que la promesa de una extraña, incluso si esa extraña lo había ayudado a salvar la vida de su tío, y aunque quien le prometía hogar también fuera la que lo había herido en primer lugar.

El rugido del fuego ahogó el susurro de las dudas que se agolpaban en su mente.

 

5.

Desaliñado. Más sereno. Incongruente.

Su cabello era más largo, su comportamiento mucho más tranquilo.

Y aquello la hizo enojar.

El cambio en él era mucho más profundo que la mera apariencia de su cabello. Cuando finalmente pudo ver más allá de su propia ira, se vio a sí misma en su dolor, admirada a regañadientes de su determinación, encontrando una especie de bondad, un lado más suave que nunca esperó encontrar allí. Después de eso, pareció absurdo considerar que él estaba aliado con Azula.

Su oferta de usar el agua del Oasis emergió de un pozo lleno de experiencias compartidas y de trayectos reflejados. Él pertenecía a la Nación del Fuego, sí, pero podía sangrar y herir y amar y extrañar a su madre de maneras muy reconocibles para ella. El pequeño frasco resplandecía en blanco, un charco de luz en medio del desconcertante resplandor verde de los cristales a su alrededor..

Ella nunca llegó a destaparlo.

Las primeras lágrimas salieron cuando la luz del agua se extinguió para que el corazón de Aang retornara a la vida, con el frágil aleteo de una polilla-mariposa. Con un sollozo silencioso, estrujó el frasquito con una mano hasta romperlo, sin importarle las gotas rojas que se derramaban de los cortes en su piel. Ya sin energías, no podía curarse a sí misma; tal vez le quedarían cicatrices.

Perfecto. Las cicatrices le recordarían que nunca, jamás volviera a confiar en una de esas  desalmadas, egoístas y traicioneras serpientes-visón..

Ella no permitiría que él volviera a hacerles daño.

Notes:

¡Hola! :D

Chapter 4: Día 4: Tema libre

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

VI.

Desinteresada. Impecable. Perfecta.

Demasiado perfecta. La cabellera de Mai, siempre acomodada en dos moños sobre su cabeza, nunca tenían el más mínimo desarreglo, ni un solo cabello fuera de su lugar, sin importar viento o lluvia. Él sabía que ella había seguido a Azula para cazar al Avatar. Que había contribuido su parte en la caída de Ba Sing Se. Que ella era peligrosa por derecho propio, y que cuchillos, dagas y hojas obedecían sus órdenes con tal presteza que podrían confundirla con algo imposible, como una Maestra Metal.

Aún sabiendo todo eso, le costaba trabajo imaginarla soportando una vida sin los lujos del palacio.

Parsimoniosa y recatada, tenía el aplomo de una auténtica, noble hija de la Nación del Fuego; cada uno de sus movimientos tenía un propósito. Elegancia y eficacia, dos grandes valores de su país… Además de letal, precisa y nacida para ordenar sobre los de menor rango, cualidades importantes también importantes. Como parte de una maquinaria bien engrasada, una herramienta. Como Azula, no como él.

¿Dónde lo dejaba parado eso?

La vida alrededor de Mai (alrededor de Azula y su padre) lo hizo cauteloso. Pensaba muy bien cada una de sus palabras, sin poder realmente disfrutar de su regreso a casa, temiendo incurrir en la fría ira de Mai (y de Azula y del Señor del Fuego). No ayudó que todas sus inseguridades se alimentaran de cada error de su vida. Esa estúpida fiesta había sido más que suficiente para demostrarlo.

Por todo lo demás, Mai había endurecido su exterior. Como una armadura, su rostro siempre sereno no dejaba salir nada. No había grietas… Pero, a veces, él creía ver un atisbo de la niña que había conocido, antes de ser desterrado. Se preguntaba si ella veía en él un destello del niño que había sido y ya no era, y si deseaba que él pudiera ser esa persona de nuevo.

Con cada sesión del Consejo de Guerra al que asistía, y con cada negativa de su tío de hablarle, surgían más dudas.

Un plan comenzaba a tomar forma en su mente.

 

6.

Rizado. Reacio. Vivaracho.

Bueno, vivaracho sólo después de mucho, mucho tiempo de que sólo... existiera. Cuando Aang finalmente despertó, su mal humor caló profundamente entre sus aliados. Aquello no significaba que a ella no le hubiera molestado que él huyera en una tentativa heróica y estúpida. Sobre todo estúpida..

A pesar de todo, mientras se escondían en territorio de la Nación del Fuego, ella disfrutó del baile que compartió con Aang. Él era la alegría que tanto le faltaba al mundo que los rodeaba... el único que recordaba un mundo sin guerra. Katara temía que él nunca llegara a comprender el verdadero significado de eso.

Incluso los niños de la Nación del Fuego habían sufrido las consecuencias de la guerra. Un velo y un poco de pintura roja en su rostro, y podría hacer cosas que Katara nunca hubiera podido intentar, con una identidad más grande y más libre.

Cuando (inevitablemente) la descubrieron, Sokka se puso de su lado. Luego, fue el turno de Katara de hacer lo mismo. La nueva espada de Sokka le dio la confianza que ella había encontrado en la Dama Pintada. Ella pensaba que la espada era innecesaria para que él pudiera sentirse así. Pero tal vez él pensaba lo mismo acerca de ella y su disfraz de espíritu...

La Nación del Fuego siguió sorprendiéndola. ¿Quién hubiera pensado que estar atrapada dentro de una prisión de madera haría mejorar su relación con Toph? O...  ¿o que había otra maestra agua escondida?

¡No solo otra Maestra Agua, sino otra Maestra Agua de la Tribu Agua del Sur! Katara ya no era la última. Ya no estaba sola, ahora ella podía aprender un nuevo estilo, ahora ella... Ella, por primera vez desde la muerte de su madre, sintió vergüenza y temor del poder dentro de ella, del conocimiento que le dieron por la fuerza.

Aún así, el corazón le dolió cuando los soldados se llevaron a Hama.

Cerró los ojos y apartó el conflicto, sellándolo en lo profundo de sí misma, junto a los recuerdos de esa noche de luna llena. La última oportunidad de poner fin a la guerra necesitaba de toda su atención. No tenía tiempo para distracciones.

Notes:

El tema libre me cayó de perlas, para conectar con el tema de mañana...

Chapter 5: Día 5. Reparar

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

VII.

Confiada. Sin trenza. Libre.

La masa de cabello suelto tenía más volumen del que él había pensado, una vez que estaba fuera de la trenza. De todos ellos, era ella quien estaba más enojada con él. Para eso, estaba preparado para eso. Para lo que no estaba preparado era para lo mucho que su ira (la de ella, en específico) pesara tanto sobre su conciencia.

Fueron, simplemente, las previsibles consecuencias de sus propias acciones. La última vez que vio a su padre, había desgarrado lo que quedaba de su necesidad de aprobación. Y la última vez que había visto a Katara, había desgarrado la confianza y buena voluntad con que ella lo había favorecido (y de eso último, buena voluntad, era la segunda vez).

—¡Podrías traer a mi madre de vuelta! —le espetó ella después de demasiados intentos de congraciarse.

Y aunque descubrió algunas cosas que preferiría no saber, Sokka le contó toda la historia. Eso le dio a Zuko una idea.

Se había sentido tan libre después de enfrentarse a su padre. Ya no tenía miedo. Algo similar podría ser bueno para ella... si él podía ayudar en algún grado, sería feliz.

Despertarla después de verla trabajar tan duro para cuidar de todos simplemente no sería amable. Así que preparó todo lo que necesitarían y esperó fuera de su tienda, listo para irse si ella aceptaba.

Aang trató de disuadirla, diciendo cosas sobre el perdón y la fuerza, sobre su propia experiencia y sobre los valores de los Nómadas. De los Nómadas, no Tribu Agua. Ella tenía tanta fuerza, ¿cómo podía el Avatar no ver eso? Que ella sintiera ira no disminuía su fortaleza en lo absoluto.

Esperó su decisión y le prestó su atuendo negro de repuesto antes de que ella tomara las riendas de Appa. Depositó su confianza ciega en ella, esperando que tal vez ella pudiera confiar en él, al menos hasta cierto punto.

Haría cualquier cosa para reparar esa grieta.

 

7.

Más largo. Más esponjado. Peinado por Appa.

En cualquier otra circunstancia, se habría reído. Sin embargo, con las cosas en el estado en que estaban... ¿Cómo se atrevía él a presentarse ante ellos? ¡Su traición les había causado, a ellos y al mundo, un daño inmenso!

Aang podría tener cien años y tener la sabiduría de mil años de Avatares pasados dentro de él, pero era increíblemente ingenuo. ¿Aceptar a Zuko en su equipo? ¿Cómo podría Toph no estar en desacuerdo con eso tampoco?

Parecía que ella era la única a la que le quedaba algo de sensatez. Zuko no podía cambiar, no podía preocuparse por nada más allá de su propio interés.

Hasta que él le ofreció algo en lo que ella había pensado solamente durante las noches más oscuras y solitarias de su vida, algo que nunca le había dicho a nadie. Algo que deseaba con ponzoñosa determinación...

Y planeaba aprovechar esa oportunidad, incluso si era Zuko quien se la ofrecía.

Aang no entendió. Lo que era peor, ni siquiera trató de entender. Simplemente habló y predicó e insinuó que su ira era algo malvado e inaceptable... y ni siquiera su fe en él pudo superar la necesidad de enfrentar la raíz de todo su dolor.

Zuko, en cambio, lo entendía. Durante todo el viaje escuchó, esperó y ayudó, sin juzgar.

No hubo diferencia en la forma en que la miró después de saber que ella podía controlar la sangre dentro de una persona, ni cuando los picos de hielo se cernieron sobre el hombre que había destruido su vida. Zuko se mantuvo firme bajo el domo de agua, esperando, una presencia reconfortante (¿cuándo había pasado de "peligroso" a "reconfortante"?) en un rincón de su vista, listo para apoyar su decisión, cualquiera que fuera.

En su camino de regreso, ella se derrumbó. Y él todavía estaba allí, listo para atraparla. Por una vez, podía compartir el dolor y la carga y todo se sentía más liviano con otra persona.

Al contrario de lo que dijo Aang cuando regresaron, nunca perdonaría al asesino de su madre.

—Pero estoy lista para perdonarte —miró a Zuko, tratando de imitar el aplomo que había mostrado durante el viaje, y lo abrazó.

Esta vez el ocaso lo bañaba todo en luz cálida; sin embargo, ella encontró la misma conexión que bajo la fría luz verde bajo Ba Sing Se.

Él sonrió y ella correspondió. Y no, definitivamente no tuvo que esconder un sonrojo.

 

Notes:

Uf, hoy pude publicar un poco más temprano que de costumbre...

Chapter 6: Espíritus

Chapter Text

VIII.

Suave. Tranquilizadora. Hermosa.

La forma en que la luz del sol poniente se reflejaba sobre sus oscuras ondas de cabello, cómo fluían con el viento, la determinación con la que ella rehizo su peinado con cuentas mientras volaban en dirección a Caldera... todo eso bien podía ser la escena más bella que él jamás hubiera contemplado, los signos externos de una belleza interior que los horrores de la guerra no habían logrado sofocar.

De alguna manera, ella siempre sabía qué decir, cómo empujarlo más allá de sus dudas y cómo evocar en él la esperanza del futuro. Que sintiera confianza en su destino, y en su capacidad para llevarlo a cabo.

Tragó saliva, pensando, no por primera vez, que le encantaría considerar su destino como uno compartido con ella, de una manera más profunda que la que implicaba su solicitud de ayuda contra Azula.

—Será un placer —sonrió ella, con tanta determinación en sus ojos. Y él no podía imaginarse a nadie más a su lado.

La costa apareció en el horizonte. La atmósfera latía con una energía inquieta. Katara los cubrió con una nube por un tiempo, hasta que fue obvio que nadie los iba a atacar. Él dirigió una última mirada en su dirección antes de aterrizar; su cabello estaba cubierto de gotas de agua, pequeñas estrellas sobre sus rizos oscuros. No había nada que quisiera más que seguir mirando esos fascinantes destellos.

Se forzó a regresar al presente, sofocando el aleteo en su pecho. Si él quería reflexionar un poco más, aclarar sus pensamientos acerca de ella lo suficiente como para… realmente decirle algo, primero tenían que superar esa batalla.

Fue sencillo encontrar a Azula. Su desafío fue aceptado, de la manera que esperaba. Su hermana había cambiado; no era como las otras veces que había luchado contra ella… o quizá era él quien había cambiado.

—¿Sin rayos hoy? ¿Tienes miedo de que lo redireccione? —se burló él, todos sus sentidos al borde, sintiendo la euforia de que, por esta vez, él tenía ventaja.

—¡Oh, te mostraré un rayo! —Azula gritó, luz azul crepitando en la punta de sus dedos, y él preparó su postura.

Y luego Azula lanzó su ataque.

Jamás se había arrepentido tanto de decir algo. Una fracción de segundo fue suficiente para entender y elegir su siguiente paso.

Él nunca dejaría que ella saliera herida.

El estallido de dolor lo tiró al suelo. Trató de alcanzarla... y la siguiente vez que abrió los ojos, ella estaba allí, llorando.

Colocó sus manos sobre el nudo de dolor ardiente en el medio de su pecho. Sin embargo, el alivio más fuerte provino de verla viva más que de estar vivo él mismo. Gracias a los espíritus, sonrió, maravillándose al darse cuenta de que ella había vencido. Y pensar que en el pasado se había sentido nervioso por las bromas que June hacía sobre él y Katara.

Pero esa conversación sería para más tarde.

 

8.

Estúpido. Estúpido. Estúpido.

¡Qué gran estupidez!

No estaba segura de a quién se refería con aquello. A sí misma, por no quitarse de enmedio a tiempo. A él, por ponerse en la mira de un rayo para salvarle la vida. A los espíritus, por permitir que algo así sucediera en primer lugar.

Su primer instinto había sido acercarse a él, llamar a sus manos el agua que necesitaría para curarlo. Un muro de fuego le cortó el paso, con Azula riendo, amenazadora bajo la luz azul de las llamas en sus manos.

Katara se volvió hacia ella y luchó con toda la fuerza y todos los recursos que tenía, vertiendo su corazón en cada movimiento. Su limitado suministro de agua se evaporó rápidamente bajo el calor de las poco naturales flamas azules. No le quedaba mucho; ¡Al diablo con todo lo demás, Zuko estaba gravemente herido!

Ella se jugó la vida de ambos cuando se congeló junto con Azula. Su aliento la sacó, y los gritos desesperados de Azula se desvanecieron a sus espaldas mientras Katara corría hacia Zuko, las manos ya cubiertas de agua brillante.

El rostro estaba borroso detrás de las lágrimas que seguían cayendo de sus ojos mientras luchaba una segunda batalla, más crucial: curarlo antes de que fuera demasiado tarde.

Esta vez, las maldiciones en su boca tenían un destinatario claro. ¡Malditos espíritus inútiles! ¿No se suponía que debían cuidarlos? ¿Que debían ayudarlos a restablecer el equilibrio del mundo?

¡Y él…! ¡Él había estado a punto de...! ¿No había pensado en lo que significaría para ella vivir en un mundo sin él? ¿Perderlo antes de que ella se acostumbrara siquiera a su compañía y a su apoyo incondicional y la conexión de la que aún quedaba tanto por explorar?

Él abrió los ojos, y ella exhaló un sollozo de felicidad, todas las palabras desapareciendo de su mente.

Todo lo que hizo fue abrazarlo de nuevo, sin intención de soltarlo. Si planeaba arriesgar su vida de nuevo, ella tendría que tomar el asunto en sus propias manos, ya que no se podía confiar en los espíritus para mantenerlo a salvo.

Me aseguraré de conseguir más Agua Espiritual, murmuró para sí misma.

Chapter 7: Historias

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

IX.

Espléndido. Blanco luz de luna. Tan hermoso como siempre.

Él se lo decía cada día, desde el momento en que apareció la primera cana, y continuó diciéndolo una vez que todo el negro se volvió plateado. No con palabras, no se le daba bien; aún así, ella entendía lo que él quería decir, y lo dejaba claro en la forma en que apreciaba las pequeñas conchas marinas que él ocasionalmente le regalaba, en cómo entrelazaba su mano con la de él con sencilla confianza, en el silencio compartido de su té de cada tarde.

Ella sabía que él la amaba, y lo amaba con la misma fiereza, y él lo sabía porque ella se había quedado.

Los primeros años no fueron escasos en dificultades y obstáculos. Él recibió la corona del Señor del Fuego y ella comenzó a trabajar en muchos proyectos alrededor del mundo. Y él no había dicho nada antes de todo eso.

Cuando finalmente se armó de valor, el problema principal no habían sido los sentimientos de ella (por lo que él estuvo loco de alegría); había sido la resistencia del exterior. Mucha de su gente no quería una extranjera en el trono. Cien años de propaganda los hacía llamarla incivilizada, primitiva, bárbara, ecos de los prejuicios inculcados durante su propia infancia. Aunque su sangre hervía cada vez que escuchaba tales palabras (y no peleó ningún Agni Kai solo porque ella le pidió que no lo hiciera), ella rara vez mostraba signos de que los comentarios la molestaran.

A veces se molestaba, por supuesto. En esas ocasiones, casi se sentía mal por aquellos que habían incurrido en su ira… pero se lo habían ganado ellos mismos.

Dulce, paciente, inquebrantable, conquistó sus corazones tan irrevocablemente como lo hizo con el de él. Ya no era un problema cuando nacieron sus hijas. Primero Kya, con una cabeza de cabello ondulado, de un color mucho más oscuro que el de su madre, y luego Izumi, melena recta y brillante, brillando en un marrón cálido bajo el sol.

Criaron a sus hijas para que eligieran sus propios caminos. Mientras que Kya había tomado una vida más itinerante, viajando entre los polos y Ciudad República, Izumi tenía la corona del Señor del Fuego. Por un tiempo, él y Katara la ayudaron a acostumbrarse a su puesto, de la misma manera que el tío Iroh hizo por ellos al principio. Kya también visitaba a menudo y ellos dos la acompañaban a veces.

Finalmente, decidieron que era hora de dejar el palacio.

Desacostumbrados a la falta de presión, al principio la libertad resultó desconcertante. Sus viajes los llevaron a través de muchos lugares que recordaban con cariño, y se instalaron en una nueva vida, en una manera dual que reflejaba la naturaleza de su vínculo.

Cuando estaban en Isla Ember, asistían a las representaciones teatrales, disfrutaban del mar, exploraban la ciudad. A veces llevaba el pelo suelto, una nube blanca rodeando su rostro; cuando lo ataba en un moño sobre su cabeza, lo ataba con alguno de los broches que él le había regalado en sus décadas juntos. Y siempre había dos gotas de azul sobre su frente; las cuentas con que decoraba los mechones de cabello, muy delicadamente talladas por cierto, a juego con su collar.

Cuando estaban en el Polo Sur, él vestía las pieles azules que el clima requería, incluso si sentía que su presencia era suficiente para mantenerlo caliente. Allí, ella siempre se trenzaba el cabello, usando algunas pequeñas cuentas en dorado y rojo. Hacían un hermoso contraste con los mechones plateados; a lo largo de la trenza se tejían los momentos vividos juntos, palabras susurradas el uno al otro y preciados lazos compartidos… contenía más que la suma de las partes: la historia de su amor.

Por eso, él se sentía con suerte por haber nacido.

 

9.

Noble. Blanco antártico. Una de sus imágenes más queridas.

Su presencia a su lado no había vacilado, ni siquiera una vez durante todo el tiempo que pasaron juntos. El familiar tacto sedoso de su cabello entre sus dedos nunca cambió. El color sí que lo hizo: pasó de negro a gris y luego a blanco, y verlo todas las mañanas tenía siempre el efecto de observar las grandes extensiones prístinas de hielo y nieve en las que había crecido: significaba que estaba en casa.

Él nunca la abandonaría; siempre encontraba un camino de regreso a ella. O tal vez era ella quien regresaba a él como las mareas... Era imposible saberlo.

Ese día de cielos ardientes había terminado con su victoria. Los pocos días que pasó en Caldera para asegurarse de que Zuko estaba completamente curado fueron una breve estadía en el ojo del huracán: en el segundo mismo en que dejó el palacio después de que él fuera coronado, hubo demasiadas cosas que hacer y muy poco tiempo.

Aunque una de sus primeras paradas fue el Oasis de los Espíritus en el Polo Norte, para pedirle a Yue más agua sagrada.

Si bien tenía muchas cosas en las que ocupar su mente y sus manos, facilitando a su Tribu y al resto del mundo un presente pacífico, ella sentía un anhelo constante por el Palacio del Fuego. Visitaba tan a menudo como podía... y fue la última en darse cuenta de qué (o quién, como Sokka señaló con malicia) era la verdadera razón de ese anhelo.

La época de sonrojos y miradas tímidas finalmente terminó con su primer beso, y la confesión susurrada de un amor que él sabía que había albergado desde el día del Agni Kai.

Al igual que ese día, ella confirmó que él nunca había sido dado a titubeos; todo o nada. Su inquebrantable devoción le proporcionó una base sólida para construir su nueva vida juntos.

Aang estuvo triste y alicaído al principio, pero lo entendía. El resto de su familia se había alegrado por ella, sin problemas para aceptar su decisión. No fue así para otras personas de la tribu.

Muchos trataron de disuadirla, diciendo que su esposo no debería ser descendiente del enemigo, que solo pretendía para atraerla, y luego se volvería violento, peligroso, cruel, como lo había sido su padre. Que ella debería huir cuando aún tenía la oportunidad.

Aquello le rompía el corazón, porque algunos años antes, ella habría dicho cosas similares.

El panorama en la Nación del Fuego era igual de malo, pero dolía menos. Él sufrió con la resistencia de su pueblo, culpándose a sí mismo por sus palabras. Ella le pidió que no les diera tanta importancia; podría encargarse de eso ella misma.

Sin embargo, había algo en lo que todos ellos tenían razón: no había sido fácil estar casada con él. Pero, ¿cuándo había sido fácil la vida? Sus aventuras de juventud habrían hecho que la mayoría de las rutas de la vida fueran insoportablemente aburridas... No, con o sin problemas, no se arrepintió nunca de su decisión; incluso si a veces se sentía como si estuvieran cargando con el peso del mundo, era un esfuerzo compartido. Él le daba la fuerza para continuar cuando su propia determinación comenzaba a agotarse, y ella hacía lo mismo por él.

Ella podía asegurarle eso cada vez: su presencia, su conexión, hacía que todo valiera la pena. Más aún con la llegada de Kya e Izumi, sus rasgos mezclados una prueba más de todo lo que su amor había superado. Y durante sus visitas al Polo Sur, ella sonreía: el evidente amor por ellas había cambiado drásticamente la opinión que su gente tenía de él.

Él, sin embargo, fue más difícil de convencer. A veces había agonía en sus ojos, cuando tomaba su mano y miraba las cicatrices blanquecinas y descoloridas en sus dedos, dejadas por fragmentos de vidrio hace muchos, muchos años. Siempre se disculpaba, ni siquiera necesitaba usar palabras con una mirada tan triste. Ella siempre respondía de la misma manera: poniendo su mano sobre su pecho, justo sobre una cicatriz en forma de estrella. Te perdoné , le decía. Tú también salvaste mi vida.

Su cabello se había vuelto gris antes que el de ella. Por la época en que Iroh murió, también cuando él comenzó a dejarse crecer la barba, y poco antes de que pasara oficialmente su título a Izumi.

Después de eso, visitaron a muchos viejos amigos e hicieron muchos nuevos. Las siguientes generaciones florecían, felizmente intactas por la guerra. Eso siempre la orillaba a las lágrimas.

Él amaba su tierra natal. Ella también, sería muy difícil no hacerlo después de tantos años, pero también amaba su propia tierra y echaba de menos pasar más tiempo allí. Entonces, cuando pudieron, comenzaron a alternar entre ambas.

En el Polo Sur, su peinado habitual fue reemplazado por un peinado típico, la cola de lobo, o por unas trenzas más pequeñas para las que ella le había regalado unas cuentas azules, a juego con las de oro y rojo que usaba para su propia trenza. Durante esa parte del año, le encantaba acurrucarse a su lado. Siempre era tan cálido, como si el sol estuviera dentro de él.

En la Nación del Fuego, se vestían con los algodones y sedas que permitía el clima. Por lo general, él no usaba la corona, sino sólo un broche mucho más simple. El dorado de sus ojos, al igual que la textura de su cabello, no había cambiado en absoluto, ni la forma en que con amor preparaba el té como a ella le gustaba, ni con qué cuidado la ayudaba a cepillar su cabello cada noche.

La suya era una historia construida a partir de otras historias, así de pequeñas y domésticas (con algunas trascendentales que cambian el mundo salpicadas aquí y allá, también) de cómo dos vidas separadas convergieron en una compartida, apoyándose pero sin asfixiarse mutuamente.

Por eso, ella estaría eternamente agradecida.

Notes:

Y bueno... he aquí la tardía traducción de la Semana Zutara 2021. Gracias por leer :)

Notes:

¡Hola! Una disculpa, tengo demasiadas cosas que escribir y muy poca vida para hacerlo... espero que disfruten de esta pequeña historia cuya segunda parte se publicará mañana.
¡Gracias por leer!