Chapter Text
Takemichi corre, con la respiración apenas reteniéndose dentro de su pecho.
Sus pies están desnudos, sucios y duelen por todo el trayecto que ha tenido que hacer. Tuvo que fingir que estaba a punto de tomar una siesta para tomar desprevenidos a sus cuidadores; no le dio tiempo de volver a ponerse los zapatos.
Le sorprende que aún no lo hayan disparado conociendo lo facil que es para esos hombres el apretar el gatillo, si hicieran ello su única preocupación seria solo tener que recoger el cuerpo de un omega débil en vez de perseguirlo, pero supone que no hacer eso tiene más que ver con el miedo a la posible -definitiva- ira de Kisaki que una misericordia para él.
Las escaleras parecen interminables mientras más avanza y con cada segundo que pasa la ansiedad lo carcome más. Sabe que si lo atrapan no hay más escapatoria para él; ha tenido que jugarse todas las cartas en su mano para conseguir una misera migaja de la confianza de Kisaki. Había hecho cosas que lo dejaban llorando en el baño y que durante la noche lo dejaban sin dormir. Soportó demasiadas experiencias traumáticas como para que esto no sucediera. No había otra salida para él.
Escucha a los lejos los gritos de los hombres uniformados, los zapatos que repiquetean en el edificio. Han descubierto que ha escapado. No tardaran en llegar a donde él está.
Takemichi quiere gimotear cuando escucha los sonidos más cerca.
Se ha iniciado una alerta, dentro de poco Kisaki se enterará de lo que ha hecho; siente las lágrimas que queman los contornos de sus ojos y su omega interno gimotea con miedo. Se muerde el labio inferior con fuerza para detenerlas, pero estas corren libremente. La vergüenza y la rabia se enroscan dentro de su estómago, pero son el impulso que necesita para seguir corriendo.
Siempre ha tenido una facilidad para llorar que nunca había prestado atención en el pasado. Sus amigos incluso le habían dado el sobrenombre de llorón como un apodo cariñoso. Takuya siempre los había regañado para que lo dejarán en paz cuando se sobrepasaban. Realmente nunca le había tomado atención a las lágrimas hasta que Kisaki le había confesado cuanto le excitaba cuando lo veía llorar.
Desde ese momento había generado un verdadero asco hacia si mismo cada vez que lloraba. Cada lágrima que caía se sentía como un algo más que el monstruo de ojos agudos le arrebataba. Una pequeña pulgada suya que desaparecía y era moldeada al gusto de él. Takemichi se mordió la mejilla interna de la boca y se reprochó por pensar en ello cuando no había tiempo para llorar, no había tiempo para más.
Falta poco, solo dos pisos más y podrá llegar a su destino.
“Uno, dos, tres, vamos, Takemichi, estás casi ahí. Un poco más, un poco más.”
-¡Está cerca, corten su camino! ¡Todavía no le avisan a jefe, debemos de detenerlo!
Alguien dispara y la bala impacta cerca de Takemichi. Los hombres de abajo maldicen. Los ojos azules del omega se empapan cuando sus pies se tropiezan por la sorpresa y su cabeza golpea con el suelo. La sangre cae de la herida que se ha ocasionado en su frente, es un corte doloroso que humedece todo el suelo de rojo, pero el hombre se limpia con brusquedad la sangre que cae sobre sus ojos con su mano cuando se levanta.
El mareo por la pérdida de sangre provoca que Takemichi pierda segundos valiosos, pero se recupera y se obliga a empujar su propio cuerpo para llegar. Su omega interno está arañando por salir a defenderse, pero él no lo deja, no sabe si por el vínculo intentará ir con Kisaki. Takemichi ignora los gritos agudos que lo aquejan y sigue caminando. Llega a la puerta y empuja con fuerza.
-Hijo de puta, ¿Por qué disparaste? ¿quieres que nos corten la cabeza, sabes quién es él?
-Mierda, atrapenlo. Si el jefe…
El aire de la tarde es frío. El clima cada día más gelido con la cercanía del invierno. Takemichi respira agitado todo lo que puede sin perder la consciencia. Su cuerpo menudo se tambalea con cada paso que traspilla. Aunque ha ganado un saludable peso desde su encierro, nunca se ha sentido más frágil en sus tres décadas.
Nunca había tenido grandes expectativas para su vida, no realmente, pero jamás se imaginó que terminaría así. Si el adolescente que soñaba con ser pandillero pudiera verlo ahora, si solo pudiera, habría huido lo más lejos que sus pies daban. Quizás eso hubiera sido bueno, irse tan lejos para jamás regresar, caminar por lugares sin tener que mirar hacia atrás por si alguien lo seguía, sin la necesidad de acurrucarse en si mismo en las noches cuando escuchaba pasos desconocidos.
Quizas si su yo más joven hubiera sido más cobarde, esto no estaría ocurriendo.
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Todo había comenzado con la noticia de la muerte de Hinata Tachibana debido a un accidente con uno de lo camiones pertenecientes a la Toman.
Takemichi había tenido serias dudas durante días sobre su decisión sobre asistir a su funeral. Recordaba a Hinata como una amiga muy cercana a él y también una novia a la que había querido bastante. A pesar de la discordancia de sus géneros secundarios, siendo una beta y un omega, la relación había sido una que caló con mucha fuerza dentro de él. Junto con ella había adquirido más confianza acerca de su género secundario y todo había ido muy bien hasta que llego el día donde él terminó con ella y se alejó de todos.
La culpa por ello se había mantenido a lo largo de los años y su muerte solo había traído ese sentimiento a la superficie.
Al final del tercer día, Takemichi había decidido asistir al funeral, teniendo que agotar, de esa manera, una parte cuantiosa de sus pocos ahorros para el alquilar de un traje para la ocasión.
La ceremonia había sido dolorosa de presenciar. El ambiente cargado de aromas melancólicos y llorosos. La familia más cercana al frente, llorando. El ataúd de Hina en el medio de todos, como si fuera necesario recalcar su partida.
El omega dentro de Takemichi había estado inquieto durante todo ese tiempo, incomodo con todos los sentimientos en el aire. Había salido a fuera para calmarse un poco cuando no pudo soportar las lágrimas, entonces se había encontrado con el hermano menor de Hinata, Naoto, y la reunión solo se había convertido en más incomoda.
-¿Por qué estas aquí, Hanagaki-san?-Naoto le había lanzado una mirada cansada.- No recuerdo que mantuvieras contacto con mi hermana.
-No, yo no soy, quiero decir, yo…-Takemichi habia respirado hondo intentando en vano alejar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.- Quería despedirme.-Terminó en voz baja con un sollozo.
La cara de Naoto se había contraído. Un sentimiento doloroso que rápidamente fue oculto.
-Estoy seguro que ella hubiera estado feliz de verte, ella…-Parpadeó varias veces. -Mi hermana siempre…Oh, Dios, mi hermana- su tono tembló- mi hermana está muerta.-La voz de Naoto se había roto. Sus hombros cayeron y la compostura se disolvió. Atrás quedó el hombre que parecía fuerte entre el grupo de personas conocidas y solo se reveló al chico que había perdido a su hermana.
Takemichi lo había abrazado por varios minutos, pequeñas palmadas en la espalda de Naoto como consuelo. Las lágrimas abundantes cayendo de sus propios ojos en conjunto con el dolor del beta en sus brazos. Había esparcido sus feromonas para tranquilizarlo y es solo cuando su llanto se calmó poco a poco que levanta su cabeza y ve a un hombre con un traje de tres piezas a lo lejos.
Esa debió haber sido su primera señal.
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La segunda ocurrió en un día de trabajo. Había estado laborando en la tienda de CD’s cuando sin aviso alguno un hombre había llegado para darle una oferta de trabajo demasiado buena.
Kisaki Tetta había sido una figura intimidante en la pequeña tienda.
Con su traje costoso y joyería lujosa, el hombre había sido rápidamente el centro de atención. Era demasiado agudo, demasiado inteligente, un hombre encantador sí, pero también escalofriante. El afilado aroma de la menta y el potente limón que se cernía a su alrededor inundó el establecimiento y espantó al par de clientes que Takemichi había cuidado desde que llegaron.
Takemichi le había tenido miedo desde un inicio y su omega interno solo había querido alejarse de él, pero el hombre era un cliente y si no quería que lo despidieran, entonces debía de hacer su trabajo.
Kisaki se había reclinado con sus antebrazos sobre el mueble que los separaba a ambos. Una sonrisa algo afilada en los bordes de su boca, toda ella curveada con una arrogancia normal en todos los alfas. Takemichi no le prestaría atención a ello, estando más más nervioso por el espacio personal que se había acortado con su inclinación.
Sería solo tiempo más tarde que vería ese tipo de sonrisas en su captor cada vez que sabía que consiguió algo que quería.
“-Estoy en busca de un asistente confiable que pueda estar acorde a mis necesidades. He escuchado buenas referencias de ti.-Su ojos serían intensos, con un brillo como cuando el gato que caza al ratón. Takemichi se había removido inquieto bajo esa mirada. Su omega se estaba revolcando de la ansiedad y sus manos se contraían con la necesidad de frotarse en si mismo su propio olor para sentirse mejor. El fuerte olor a mente solo provocándole estremecimientos y rigidez en su cuerpo.
-¿Puedo preguntar quien fue, señor?-Kisaki había sonreído. Takemichi lo recuerda muy bien, dientes blancos y expresión encantadora. Fue la primera y ultima vez que pensó en lo atractivo que era.
-Preferiría mantener eso en secreto.”
Despues de la experiencia con Kiyomasa, se había convertido en una persona mas cautelosa y miedosa; por ello, él no confiaba en Kisaki, un alfa que llegaba de la nada y le ofrecía una gran suma de dinero si él aceptaba, así que había rechazado su oferta, incluso si estaba padeciendo con la comida y el pequeño y desastroso departamento que alquilaba dejaba mucho que desear.
Takemichi maldice a su yo más joven por no haber pensado al tomar esa decisión; si solo hubiera dicho que sí en ese momento y luego hubiera escapado del país, ahora todo sería diferente.
Al parecer las negativas no estaba dentro del diccionario de Kisaki, siendo estas solo pequeños contratiempos que él tendía a resolver con violencia. Takemichi conocería mucho de eso más tarde.
Lo despedirían y lo botarían de su departamento y sería dejado de la nada. Todo ello en el transcurso de tres días desde la visita de Kisaki. Entonces, comenzarían a seguirlo. Al principio no lo notaría, pero su omega interno sí y de repente los autos oscuros que pasaban no eran solo una coincidencia. Las personas que a veces se encontraban por las calles no eran solo una similitud o deja-vú.
Lo estaban vigilando y él escapó. Mala decisión.
Duró un poco más de un mes antes de que lo atraparan. Debió ir con la policía, debio escapar del país, pero fue muy tarde para tomar otras decisiones.
El día que lo tendieron en el suelo, a los pies de Kisaki, como un animal para sacrificio, él se rió. Takemichi había grita removiéndose con la cara morada mojada de llanto y mocos.
Un mocasín elevó su rostro y Kisaki se había reído al verlo. Se agachó y con el rostro a centímetros del uno al otro le había dicho.
“-Te tengo, héroe.”
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Luego de eso la vida había sido brutal.
Takemichi descubrió que Kisaki tenía poca paciencia y que al parecer él era muy resistente para los golpes y verdaderamente terco cuando algo no le gustaba. Es esa misma terquedad lo que lo impulsaba a hacer lo de hoy.
La barandilla del edificio es muy amplia y Takemichi suelta una risa histérica, porque debe de agradecer por única vez a Toman por una decisión sensata que ha hecho. El edificio es muy alto y cuando el omega se sobre sobre la barandilla puede ver los pequeños contornos de las personas debajo.
No hay nada por lo que vivir, solo hay dolor y miseria que vienen dentro del cuerpo de un hombre que lo ha lastimado de formas incomprensibles. Takemichi respira hondo temblando tanto por el aire frio como por la decisión que tomará.
-Omega- Alguien gruñe a espaldas de él. Takemichi voltea la cabeza y ve a Kisaki en la entrada, a espaldas de él puede visualizar la siluetas de varios secuaces suyos.
El alfa tiene la frente llena de sudor y su traje desordenado. Takemichi sonríe divertido, él sabe muy bien cuanto Kisaki odia el desorden.
Kisaki suspira con fuerza y trata de ocultar su furia. Rueda los hombros hacia atrás y le da una sonrisa tensa. Avanza un par de pasos.
-Takemichi, mi omega.-Endulza su voz; su mandibula se aprieta dolorosamente por un momento.- Baja de ahí, puedes caerte, ven aquí antes de que me moleste.- Avanza otro par de pasos y los ojos azules brillantes lo observan fijamente.
Kisaki llega a la mitad del trayecto y hay un silencio pesado en el ambiente. Los hombres a su espalda se remueven incomodos y con una morbosa expectación.
Kisaki es muy temido dentro de la organización por sus brillantes logros y crueles represalias. Es la persona que siguen y quien les da órdenes. No se sabe casi nada sobre él, solo la presencia de cierto omega con el que se vinculó hace un par de años, quien lo suele acompañar a con regularidad a donde él vaya. Incluso el rostro del omega es información que pocos han conocido y se mantiene en total anonimato.
Sin embargo, ahora, es este mismo omega que ha sido oculto por él quien está sobre la barandilla de la azotea listo para saltar al vacío.
Hace estremecer a varios cuan aterrador tiene que ser Kisaki para que incluso su propio omega vinculado quiere suicidarse a continuar con él.
-Omega- Gruñe Kisaki con un comando alfa en su voz.- Baja. De. Ahí. Ahora.
Takemichi tira la cabeza hacia atrás y se rie, se rie con tanta fuerza que traspilla y escucha la inhalación en conjunto de varias personas. Su omega grita cuando escucha el comando, pero el morocho se ha convertido en muy bueno al ignorar lo que quiere su omega.
-¿Qué baje? ¿Para qué, para seguir siendo tu mascota? ¿Para seguir lamiendo el piso por donde caminas para conseguir un poco de decencia humana?- Él niega la cabeza divertido.- No, no bajaré por ello.
-No tienes por qué hacerlo, las cosas desde ahora cambiarán. Ven, baja y hablemos sobre ello. Dime lo que te ha estado molestando y lo resolveré.-Kisaki ahora está solo a unos cuantos metros de Takemichi y él no esconde la burla de su rostro.
-¿Hablar? ¿Alguna vez hemos hablado, Kisaki? ¿Cuándo no han sido solo mandatos de tu parte y castigados recibidos por mi? Tú nunca podrás hablar con alguien, eres solo…
-Pero lo haré por ti, cambiaré por mi omega.-promete. Kisaki lo mira con ojos agudos y su atención se traspasa desde el omega en peligro a los pocos centímetros que están sus pies de caerse. Siente su cuerpo contraerse de la tensión.
Takemichi no cree ni una sola de sus palabras.
-¿En serio?-pregunta sonriendo con cansancio.-¿De la misma forma como cuando te rogué que no matarás a mis amigos?.
Takemichi cierra los ojos con dolor al recordarlo.
Recuerda perfectamente cada muerte que sucedió, cada orden no cumplida que llevó a ello. Ya no había más personas cercanas con las que amenazar.
-¡Cambiaré!- Grita Kisaki irritado.-¡Así que baja de ahí ahora o te juro que haré que te arrepientas incluso en la muerte por tu decisión!-Está a solo unos pasos de él.
Takemichi lo mira a los ojos y sonríe, sonríe de una forma que no lo ha hecho desde que era adolescente.
-Hazme.-Reta y se tira hacia atrás con los brazos abiertos y el viento revolviendo su cabello. Kisaki se tira un segundo antes que él para detenerlo, pero con la distancia que los separa llega tarde. Sus dedos apenas lo rozan.
Takemichi muere escuchando el rugido de rabia de Kisaki.
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Se supone que luego de la muerte debe de haber dolor, vacio o quizás oscuridad.
Takemichi cree que está muerto, pero entonces por qué sus ojos se abren.
El omega cree que murió, porque él murió. Nadie sobrevive a esa altura, entonces porque su pecho se eleva rápidamente con cada respiración que da.
Takemichi sabe que está muerto, ¿entonces por qué está vivo?
Hanagaki Takemichi grita.
