Chapter 1: Uno
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Una tarde de agosto, cierto rubio caminaba por las afueras de Londres buscando un poco de paz, ya que en su casa, sus padres vivían discutiendo. A pesar de ser verano, soplaba una brisa muy fresca en la sombra, por lo que para descansar de los calientes rayos solares, se metió en una especie de bosque ligero para refrescarse.
Se recostó en un árbol, bebió un poco de agua y de su mochila sacó un cuaderno. Tomó una hoja y se dispuso a escribirle una carta a su mejor amigo.
Ron,
¿Qué tal? Ya sé que te escribí ayer, pero ya sabes como soy, ja! Yo ya quiero que llegue septiembre. Acá sigue todo igual o peor, así que te debes dar una idea de como estoy.
Aún no me dejan ir a visitarte, una mierda, pero bueno, ya nos pondremos al tanto en el Expreso de Hogwarts.
Nada, estoy en este lugar tan tranquilo y me acordé de tí. Te extraño amigo.
Si, ya se, muy cursi, pero que se yo
Chau
Dobló la carta en cuatro y la metió en su bolsillo para enviarla cuando volviera a su casa. Ron se había convertido en su mejor amigo desde primer año, y aunque ya habían pasado cinco años, sus padres aún reprobaban esa amistad porque era un "traidor de sangre". Pero a él no le importaban esas cosas, si tan solo supieran lo buena gente que era su familia, cambiarían de parecer, pero sabía que eso nunca sucedería.
Escuchó unas risas que venían de atrás pero no le dio mucha importancia. Se puso de pie, guardó sus cosas y encaró el camino de regreso a su casa, pero agudizó el oído al escuchar que una de las voces se referían a él.
— Rubio, ¿me das la hora?
El joven se dio vuelta y vio a cuatro muchachos altos y robustos con una malévola sonrisa en el rostro.
— Son las... — dijo mirando su muñeca, pero fue lo último que hizo antes de que alguno de los jóvenes le pusiera una bolsa de tela en la cabeza y atara sus manos detrás de la espalda — ¡Suéltenme!
— ¿A dónde lo llevamos Big D?
— Aquella casa, en el bosque — dijo Dudley tomando al rubio que no paraba de gritar que lo soltaran.
— ¿Qué es esto, rubito?, ¿Una carta de amor? — se burló una de las voces haciendo ruido de besos con su boca.
— Les pagaré si me sueltan, les juro. Sólo no me hagan daño.
Pero ninguno contestó, sino que de una patada abrieron una puerta de un lugar que, a juzgar por el olor, estaba abandonado. Lo hicieron caminar hacia dentro de la casa, hasta dirigirse al piso de arriba, donde abrieron otra puerta y lo metieron dentro.
El rubio sintió olor a naftalina y a ropa húmeda a su lado, por lo que supo que se encontraba en un armario. Sabía que si pedía salir no lo dejarían en paz, así que esperó a que los grandulones se fueran para poder intentar salir de aquel lugar. Mientras esperaba, craneaba alguna manera de soltarse las manos y sacarse la bolsa de su cabeza, pero era imposible.
Al cabo de unos minutos que las risas de los cuatro jóvenes se escuchaban a lo lejos, se dispuso a buscar la puerta del armario pero no la encontró. Se paseó dentro del armario chocándose con el montón de abrigos colgados entrando en desesperación porque parecía que fuera un armario sin fin y él, al estar dando vueltas, había perdido la noción del espacio. Decidió hacer silencio y escuchar los pájaros que debían estar cantando todavía afuera para saber a qué lado dirigirse.
Le tomó unos minutos distinguirlos entre su respiración y empezó a moverse. Dio unos cinco pasos y comenzó a escucharlos más fuerte, así que siguió caminando siguiendo el sonido de las aves. Luego de un par de pasos más, los escuchaba a su lado, y se había dado cuenta que ya no sentía los abrigos a su lado. ¡Había salido! Si bien le pareció raro que los jóvenes hayan dejado la puerta abierta del armario, no se detuvo mucho a pensar, sino que tomó su varita del bolsillo trasero del pantalón y con un torpe movimiento, pronunció "guíame". Sabía que la varita le guiaría al primer lugar donde hubiera gente cerca suyo. Ya más tarde le explicaría a su padre la carta que le llegaría del Ministerio por haber usado magia fuera del colegio, pero esto era una emergencia: estaba atado de manos y con una bolsa en la cabeza, y no sabía cómo llegar a su casa.
El hechizo que salía de la varita lo llevaba a suave empujones hacia donde debía dirigirse, y luego de una hora caminando, los empujones cesaron.
— ¡¿Hola?!, ¡¿Hay alguien ahí?! — gritó esperando que alguien lo escuchara.
Oyó unos pasos en el césped y giró hacia donde vino el sonido
— Por favor, ayúdame, me han atado y no sé cómo volver a casa. Estoy muy cansado.
— ¡Por las barbas de Merlín! — dijo una suave voz femenina que corrió hacia el rubio y con un movimiento de varita le quitó sus ataduras. Luego hizo aparecer una botella de agua y se la entregó
— Gracias.
— ¿Quién te ha hecho eso?
— No tengo idea.
— ¿Te encuentras bien?, ¿Te han herido?
— Sólo me encerraron en un armario — dijo negando con la cabeza.
— Aquí tienes un caramelo, te hará bien algo dulce — dijo la muchacha — ¿Cómo te llamas?
— Draco. Eres muy amable. Gracias.
Una vez se hubo recuperado un poco, miró con detenimiento a la muchacha. Tenía el cabello castaño oscuro, un poco voluminoso, y vestía un uniforme escolar, similar al del Hogwarts, pero de color gris claro y con unas rayas en las mangas de color azúl marino. El rubio frunció el ceño pensando
— ¿Por qué traes puesto eso?
— Es el uniforme del colegio — contestó encogiéndose de hombros.
— Si, lo sé. Pero es julio... Aún no comienzan las clases.
— ¿De qué hablas? Las clases empiezan en marzo.
Ambos se miraron extrañados.
— Creo que debería enviar una lechuza a mi padre para que me venga a buscar, estoy un poco perdido.
— De acuerdo, ven al castillo y puedes hacerlo allí.
Ambos se dirigieron al lugar que mencionó la castaña y en el camino, Draco se percató que donde se encontraban antes era las afueras del colegio. Ni bien se acercaban más al gran castillo, se veía más personas vestidas igual que la joven, solo que algunos tenían las rayas de las mangas de otro color. Draco comprendió que era el color de las casas.
— ¿En qué casa estás? — preguntó el rubio.
— En Aire.
— ¿Cómo?
— Es parte de los elementos de la naturaleza. Somos Aire, Fuego, Tierra y Agua.
— Ya veo. ¿Y dónde está tu sala común?
— En una de las torres. Pero no es la sala común de Aire. En primer año se sortea dónde dormirán los alumnos. Entonces tengo compañeros de las otras casas en la sala común. Es para que no haya rivalidad entre casas y que todos podamos compartir entre todos. Aquí todos somos iguales, sólo que con características diferentes.
— Vaya. Entiendo.
— Aquí estamos. La lechucería está subiendo esta escalera. Esto es Dogwarts — le aclaró.
Draco subió frunciendo el ceño, ya que todo esto le parecía muy raro. Una vez allí escribió una carta a su padre y buscó en su bolsillo la carta para Ron, pero le habían robado los bravucones. Así que bajó y se encontró con la muchacha que lo había estado esperando.
— Si quieres, puedes esperarlos en nuestra sala. La directora te avisará cuando lleguen seguro.
— De acuerdo. Oye, ¿cómo te llamas?
— Hermione — dijo y lo guió hacia la sala.
El castillo era muy parecido a Hogwarts, con escaleras movedizas, pasadizos secretos y fantasmas. Entraron por una pintura al final del pasillo del cuarto piso y se dirigieron dentro de la sala, donde estaba la chimenea encendida en el medio del lugar y unos sillones alrededor de ellas.
— ¡Mione! Te estábamos buscando. Necesito que me ayudes a terminar mi ensayo de pociones — dijo un joven de piel morena que se puso de pie al verla entrar — Oh, ¿quién es tu amigo?
— Él es Draco. Esperará con nosotros hasta que lo vengan a buscar — se giró hacia el rubio —. Ellos son Blaise, Luna y Harry.
Los últimos saludaron desde los sillones y el slytherin los imitó y observó. Luna era una joven rubia de pelo muy largo, tan risueña que parecía que estaba drogada, y Harry, simplemente lo dejó con la boca abierta. Era un muchacho bajito, pero muy apuesto, con un rebelde cabello oscuro que lo hacía lucir un poco desalienado, y unos ojos verde esmeraldas detrás de unas grandes gafas.
— ¿Qué escribes? — preguntó Draco a Harry y éste se ruborizó y cerró su cuaderno.
— Escribe un fanfic — explicó Blaise — Sólo que no nos deja leerlo.
— Es que no les va a gustar; no es del género que les gusta — se excusó tímido Harry.
— No, lo que pasa es que escribe cochinadas entre personajes y después le da vergüenza.
— Cállate, Blaise — dijo el pelinegro arrojándole una almohada al tiempo que su cara quedaba muy colorada.
— Igual, a mucha gente le gusta leerlos — dijo Luna con una voz suavecita —. Hasta tiene un grupo de fans, en la plataforma que lo publica, que le piden que haga más historias. Sólo que usa un pseudónimo.
— Muy astuto — comentó el rubio y Harry sonrió.
— ¿Y tú a qué escuela vas, Draco?
— Se llama Hogwarts, sólo que las clases aún no comienzan; recién en septiembre.
— ¿Y tienes muchos amigos ahí?- preguntó Luna
— Tengo dos, Ron y Pansy. Ella va a la misma casa que yo y él a otra, pero nos hicimos amigos en el tren al colegio en primer año.
— Qué lindo —dijo la rubia — algún día podemos juntarnos todos.
— Sería una buena idea — dijo Draco — aunque estamos pasando por un tiempo difícil.
— ¿A qué te refieres? — inquirió Hermione
— A Tú-Sabes-quién.
Los cuatro muchachos le quedaron mirando con la frente fruncida
— ¿No saben quién es?
— Y pero si ni nos dijiste el nombre... — dijo Blaise.
— Es que nadie lo hace. Es un mago tenebroso, que está matando, torturando y Merlín sabe qué más a mucha gente. ¿De verdad no saben quién es?
Los cuatro negaron con la cabeza
— Vaya que viven en un termo.
— ¿Estás seguro que es aquí, en este país? — preguntó Luna.
— Si, en Inglaterra.
Los cuatro se miraron entre sí.
— Draco... no estamos en Inglaterra — aclaró Hermione.
— ¿Cómo dices?
— Estamos en Narnia.
A Draco le da un vuelco al estómago. Había oído rumores de un tal Narnia una vez; lugar infernal, lleno de magia oscura y animales parlantes. Pero lo que más asustaba era que nadie sabía exactamente dónde se encontraba la entrada, pero lo que sí sabían era que nadie nunca volvía de ese lugar.
— Oye, ¿estás bien? — preguntó Hermione poniendo una mano en su hombro trayéndolo a la realidad
— ¡Si! Pfff, ¡claro que estamos en Narnia! Estaba jugando con ustedes — mintió forzando una risa tratando de no echarse a llorar allí mismo.
— Bueno, es hora de cenar, ¿vamos? — dijo Harry poniéndose de pie al igual que sus amigos.
— Ustedes vayan, yo quedaré esperando a que me busquen.
— De acuerdo, gusto en conocerte Draco. Ojalá nos volvamos a ver — dijo Luna.
— Adiós, Draco.
— Adiós — dijo el rubio y espero que no hubiera nadie en la habitación y rompió en llanto desesperado.
Luego de una hora, se dirigió a la biblioteca a buscar información. Allí estuvo hasta la madrugada investigando posibles salidas o nombres de lugares que le indiquen una salida de aquel lugar.
— No creo que encuentres nada ahí — dijo una voz detrás suyo.
— ¡Hermione!. — se asustó poniendo la mano en el pecho — ¿qué haces aquí?
— Imaginé que estarías aquí intentando buscar respuestas. No eres de Narnia, ¿verdad?
— No, soy de otro país, de Inglaterra.
— Draco, ese lugar aquí no existe. Es como... otro mundo o algo así.
— ¿Cómo lo sabes? Y ¿Cómo supiste?
— Leo mucho — dijo encogiéndose de hombros — Además aquí no hay registro de esa otra escuela de magia y hechicería que nombraste, imaginé que debías ser de otro plano o universo.
— ¿Plano o universo? Espera, espera. Eso es imposible. No pude haber llegado caminando.
— Quizás los que te ataron tuvieron algo que ver.
— No lo creo, no notaron mi varita ni hicieron magia. Creo que eran muggles.
— No lo sé entonces, pero la lechuza con tu carta nunca se fue, eso quiere decir que no hay nadie aquí con el nombre que le diste.
— ¿Estás intentando asustarme o algo así?, ¿Es un truco con tus amigos?
— No, Draco. Te digo de verdad. Ya ha habido personas que vinieron de otro lado.
— Necesito hablar con ellos, ¿dónde los encuentro?
— Están muertos.
—¡¿Qué?!
— Si no me crees, busca en la sección de causas perdidas. Busca el nombre de Snape. Fue el último que se registró — dijo y se marchó.
Draco se levantó a toda prisa y buscó en las diez cajas que estaban en el estante de causas perdidas y encontró recortes de periódico de hacía trece años con la foto de un hombre de pelo un poco largo y grasiento con nariz en curva. Después de leer por horas sólo obtuvo la información de que el joven adulto apareció en Narnia buscando a alguien de Inglaterra, pero unos grifos lo encontraron y hablaron con él, lo que hizo que el hombre pensara que estaba loco y se tirara de un acantilado.
Un vacío lo apoderó y recordó el momento en que su madre le había dicho que tuvo un padrino llamado Severus Snape quien huyó por cobarde y nunca más volvió. Luego de eso, su padrino fue Goyle, el padre de un compañero suyo.
Draco salió de la biblioteca con un sabor amargo en la boca. No entendía nada de lo que estaba sucediendo ni por qué. ¿Sería una especie de prueba que le estaba dando la vida? Si bien todas sus vacaciones deseaba estar en otro lugar para no soportar las peleas de sus padres y su enojo por no poder ver a sus amigos, esto se había ido de las manos.
En la sala común, estaban Harry y Blaise comiendo dulces y jugando al UNO con otros tres compañeros más que no los conocía.
— ¡Draco! — lo llamó Blaise al verlo entrar —. Pensé que ya te fuiste.
— Eh... aún no. Mis padres... — no sabía qué inventar — están de viaje y vendrán en unos días.
— De acuerdo. Ven, hazte amigo.
El rubio miró a los cinco muchachos que lo recibían con una sonrisa en el rostro, y luego de asentir, se sentó entre Harry y Blase. Vio que los muchachos jugaban entretenidos al juego de cartas y no entendía por qué de a ratos decían palabras como espejito y otras veces permanecían callados, comunicándose con señas.
La noche noche en el extraño lugar era mucho más fresca que en su ciudad, lo cual extrañó a Draco porque agosto era pleno verano, pero ahora que no estaban con las túnicas, observó que los muchachos estaban abrigados, con cardigans o hoodies, y él simplemente con una remera. Frunciendo el ceño se tomó de los brazos para darse calor con sus manos al recordar que no tenía otra muda de ropa además de la que tenía puesta.
Cuando terminó la ronda del juego y se preparaban para la siguiente, Harry se dirigió a Draco que estaba a su lado ya tomándose de las rodillas.
— ¿Quieres jugar?
— No, gracias. Sólo miraré porque aún no entendí de qué va.
— De acuerdo. Oye, ¿tienes frío? Puedo prestarte un abrigo.
— Eh... — dijo un poco avergonzado — si no es molestia, te lo agradecería.
— ¡Claro que no! Ahora vuelvo.
Draco observó al pelinegro subir de dos en dos las escaleras y volver con un buzo con capucha negro en la mano al cabo de unos minutos.
— Quizás te quede un poco corto de mangas — advirtió Harry entregándole el abrigo.
— No hay problema. Gracias, de verdad.
Harry sonrió y volvió a sentarse a su lado a repartir las cartas. Draco, por su parte, se colocó el abrigo y suspiró aliviado al sentir calor en su cuerpo helado. Inspiró profundo el aroma de Harry que estaba impregnado en el buzo, al pasar su cabeza por el cuello del mismo, luego colocó sus manos en los bolsillos y sintió que había algo dentro de ellos. Era una especie de llavero con una figura de un perro y un lobo enganchados en una gran argolla.
— Oh, lo siento. Olvidé de sacarlo — dijo al verlo observar con detenimiento el llavero.
— No te preocupes. Lo volveré a dejar aquí.
Harry volvió a sonreír y comenzó a jugar con sus amigos.
Draco se sentía un poco mejor al no estar pasando frío, pero se perdió en sus pensamientos recordando todo lo que había sucedido en el día. "Ojala sea todo un sueño", pensó.
Al cabo de una semana de no recibir respuestas, Draco fue aceptando lentamente la realidad en la que se encontraba. Decidió hablar con los amigos de Hermione sobre su situación, y para alivio suyo, parecía que le creyeron. No entendían mucho, pero no lo tomaron por mentiroso.
Hermione había hablado con la directora Minerva sobre lo ocurrido y ella aceptó tenerlo como alumno. Al parecer tampoco le sorprendía la noticia, pero les pidió que mantuvieran todo en secreto y que lo presentaran como un alumno de intercambio.
Harry solía acercarse cuando lo veía cabizbajo. Draco apreciaba ese gesto un montón, porque habían días en que le agarraba mucha angustia o ataques de ansiedad porque se sentía muy sólo y de a ratos se perdía en pensamientos intentando encontrar una manera de volver a su lugar.
Una tarde, el pelinegro lo encontró afuera, cerca de una playa que daba a los terrenos del colegio, recostado en una enorme roca, escribiendo una carta.
— ¿Te encuentras bien?
El rubio asintió y guardó la carta
— Escribía a mi amigo, aunque sé que no le llegan las cartas, me hace sentir un poco mejor. ¿Tú?
— Iba a practicar vuelo, ¿quieres venir?
— ¡Claro!
Ambos se dirigieron al campo de Quiddich y se subieron en unas escobas que estaban guardadas en el armario de las escobas. Practicaron piruetas, pasarse la quaffle y caídas en picada por casi una hora. Draco no había visto nunca a nadie de su edad volar como lo hacía el pelinegro. Se notaba que tenía habilidades innatas.
Luego de la práctica, se dirigieron a los vestidores donde se encontraron con un grupo de muchachos cambiándose para entrenar. Draco pudo distinguir una cabellera rojiza entre ese grupo y una alegría le invadió el ser y corrió a abrazar al joven llamándolo por su nombre, pero al hacerlo, el pelirrojo se giró extrañado.
— Lo siento, pero no soy Ron.
Draco lo soltó avergonzado pidiendo disculpas por la confusión.
— No hay problema — dijo el joven con una leve sonrisa y se fue al campo con sus otros compañeros dejando a Draco y Harry solos.
Harry comenzó a cambiarse y observó al rubio que se había quedado tieso. Ya el color rosado de sus mejillas se habían esfumado y lentamente empalideció. El rubio se tomó del pecho respirando con dificultad y lágrimas en sus ojos. El pelinegro se dirigió a su lado, tomó sus manos y lo ayudó a sentarse en una de las butacas del vestidor.
— Tus manos están heladas — comentó preocupado.
— Mis manos... están... adormecidas — dijo Draco con la respiración entrecortada.
— Tranquilo.
— ¿Qué me pasa?, ¿Me voy a morir? No me quiero morir, necesito decirle a mis padres que no los abandoné, que los amo. Tengo miedo. No me dejes — el rubio comenzó a llorar levemente
— No te dejaré. Toma mi mano, siéntela; no te estás muriendo. Trata de recuperar el aire.
— No puedo. Tengo miedo.
Harry tomó suavemente la otra mano del rubio y se la colocó en su pecho.
— Intenta seguir mi respiración, de la manera que puedas — y tomando aire y exhalando de manera profunda y lenta, le fue guiando al rubio quien había cerrado los ojos.
— Puedes marearte si cierras los ojos. Mírame. - aconsejó Harry y Draco obedeció. Al principio se sentía un poco incómodo fijar su mirada en aquellas esmeraldas que lo miraban preocupadas, pero luego se perdió en ellos, concentrándose en observarlos con detalles y al cabo de unos minutos comenzó a calmarse. Harry no apartó la mirada del rubio también apreciando aquellos ojos grises que lentamente fueron secándose y abandonando el color rojizo del llanto.
Cuando ya había recuperado su respiración, el pelinegro despegó la mano de Draco de su pecho, y con ella tomó de su bolsillo algo envuelto en papel dorado y se lo entregó.
— Come, es chocolate. Te sentirás mejor — explicó sonriendo levemente.
El rubio soltó la otra mano que sostenía la de Harry, desenvolvió el trozo de chocolate y lo comió de a mordiscos pequeños. Luego volvió a tomar la mano del pelinegro quien le acariciaba con el pulgar mientras Draco se terminaba el chocolate.
— ¿Te encuentras mejor?
— Si, gracias. Luego te devuelvo el chocolate.
— No te preocupes — lo tranquilizó Harry con un gesto de mano —. Remus me manda una caja casi todas las semanas.
— ¿Quién es Remus?
— Uno de mis padres, su amigo y mi padrino, Sirius, es mi otro padre. Es un poco complicado. Digamos que son más bien mis tutores.
— ¿Y tus otros padres?
— Murieron en un accidente.
— Yo... lo siento, no quise...
— No hay problema.
— ¡Ahí están chicos! Los estábamos buscando — interrumpió Blaise quien había entrado al vestidor.
— Estábamos practicando — explicó Harry — ¿Qué ha pasado?
— El Señor y la Señora Castor nos invitan a cenar esta noche. Dicen que habrá eclipse o algo así.
— De acuerdo. ¿Quieres ir, Draco?
— Seguro.
— ¿Hay que llevar algo, Blaise?
— Creo que no. Lu hizo una tarta y Mione muffins.
La casa de los castores estaba en el bosque, al lado de un angosto riachuelo que desembocaba en la playa. Era circular pero tenía planta baja, subsuelo y entrepiso, todo hecho de ramitas y lodo. Pero eso no le quitaba el encanto, ya que la Señora Castor había decorado el interior con flores, jarrones, coloridas cortinas, además de los muebles de una casa común. Draco encontraba aquello fascinante, ya que nunca había imaginado que los animales pudieran tener un hogar tan equipado como los humanos.
— Bienvenidos, chicos. Pasen — los recibió el Señor Castor en la entrada.
Los muchachos se encorvaron un poco para pasar a través de la puerta y luego fueron a sentarse alrededor de la larga y ancha mesa de la cocina, donde los esperaba la Señora Castor con un delantal y manoplas puestas, sosteniendo una humeante fuente de vidrio.
— ¡Qué alegría tenerlos aquí!. Siéntense, la cena ya está lista.
— Así es, jóvenes. Decidimos cenar temprano para ir al borde del riachuelo a ver el eclipse.
— Oh, cariño —dijo la Señora Castor dirigiéndose al rubio — ¿Y tú quién eres?
— Eh... Soy Draco — dijo nervioso tendiéndole la mano.
— Nuestra nueva adquisición — bromeó Blaise.
— Es un nuevo integrante de nuestro grupo — dijo Hermione.
— ¡Qué lindo!, entonces serás parte de nuestra familia también.
Draco se ruborizó y no supo qué responder, pero no hubo necesidad ya que Blaise los distrajo a todos tropezandose y tirando un par de jarrones al suelo, lo cual provocó un estruendo.
— Lo siento. Reparo.
— No hay problema, cielo. Bueno, buen provecho.
Comieron un delicioso pastel de papas hasta reventar. Luego comieron la tarta de crema y durazno que hizo Luna, y cuando pudieron moverse, salieron a posicionarse para esperar el eclipse mientras comían los muffins de Hermione.
Todos se habían sentado en el césped en fila a lo largo del riachuelo mirando hacia arriba. Draco había ocupado el lugar de la punta de la fila y Harry, a su lado, el ante último.
— ¿Estás bien? — preguntó el pelinegro y Draco asintió.
— Es raro... todo esto. Pero se siente bien
Harry rió y lo observó por unos segundos. Luego se dio cuenta que fueron más de lo que debían haber sido y esquivó la mirada.
— ¿Qué ocurre?
— Nada, nada.
— ¿Tengo algo en la cara?
— No. Es que la luz de la luna hace que tus ojos se vean más...
— ¿Lindos?
— Iba a decir brillantes, pero "lindo" suena mejor.
— ¿Estás coqueteando conmigo? - preguntó divertido Draco.
— ¿Quieres que coquetee contigo?
El rubio se mordió el labio inferior sonriendo y riendo por la nariz.
— ¡Oye, Harry! — gritó Blaise desde la otra punta — ¿cuánto apostamos a que escribes sobre un eclipse en tus historias cochinas?
— Vas a tener que leerlas para averiguarlo.- dijo Luna.
— ¿Cuánto apostamos, Lu, a que le termina gustando? — preguntó Harry.
— ¡Ni a palos, Lupin! - se quejó el moreno.
Harry reía al ver la cara de su amigo. Luego volteó a mirar a Draco que había estado observándole todo ese tiempo.
— ¿Qué? — preguntó el pelinegro.
— Tus ojos también se ven lindos con la luz de la luna.
Ahora fue Harry quien se mordió el labio inferior sonriendo y riendo por la nariz. Luego ambos miraron hacia el cielo viendo como la luna comenzaba a taparse lentamente.
Chapter 2: Dos
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Era el cumpleaños de Hermione, pero como caía un miércoles, y tenían muchas actividades por realizar, decidieron hacer un picnic y almorzar en la playa. Ya se sentía el calor de la primavera, lo cual les permitía meter los pies en el agua. Los cinco amigos se encontraron en la entrada del castillo para dirigirse caminando al destino.
— ¡Feliz cumple, amiga! — gritó Blaise saltando y apoyando las manos en los hombros de la muchacha.
— Gracias Blaise, pero ya me saludaste temprano.
— Y lo seguiré haciendo hasta que termine el día.
— Bueno, pero hazlo más despacio. No quiero que se entere todo el mundo.
— Oye — dijo Blaise ignorando el comentario —, ¿Te envió algo tu pollo?
— Ay, ni me hagas acordar — dijo Hermione.
— ¿Hermione sale con un pollo? — le susurró Draco a Harry quien se tentó y no pudo parar de reír.
— Pollo le suelen decir a los candidatos — explicó Luna que había escuchado —, pero es broma, porque no lo es.
— Es un admirador secreto que le envía cosas... raras — explicó Harry una vez que se serenó.
— ¿Raras en qué sentido?
— Me envía cartas. Pero esta vez no puso nada malo, escuchen — dijo y abriendo la carta leyó en voz alta — " Feliz Cumpleaños, hermosa. Si quieres, te puedo prestar mi vela para que la soples"
Los tres chicos estallaron en risas mientras Hermione les miraba confundida.
— No entiendo, chicos.
— Hermy... - dijo Harry — este es igual de guarro que los anteriores...
— Ah, ¿son todos los mensajes así? — preguntó Draco.
— Si, una vez le escribió — dijo Blaise — " Tienes cara de ser el nueve que le falta a mi seis".
— Pobre, Mione, estuvo días pensando el significado, hasta que se animó a mostrarnoslo.
— Bueno, pero no me dijeron qué significa éste.
— ¿A qué te hace acordar una vela? — preguntó Blaise
— Qué sé yo, a una vela.
— Dale un tinte sexual, amiga.
— Bueno, si, pero... ¿soplar?
— Es lo mismo que lo que te expliqué del "tirame la goma" — dijo Harry.
— ¿Le escribió eso? — preguntó Draco alzando las cejas.
— Si, una guasada. Algo como "tirame la lima, tirame el limón, tirame la goma, mi corazón".
— ¡Merlín! — exclamó Luna.
— Igual, ¡soplar no tiene sentido! — repuso indignada Hermione — ¿Por qué los hombres no pueden escribir como gente normal?
— Oye, yo no te escribiría ese tipo de cosas — dijo Harry ofendido.
Blaise haciendo que tosía, decía entre tos "fanfic". El pelinegro se abalanzó hacia él, pero el moreno era más rápido y no pudo alcanzarlo.
— ¿Y sabes quién es la persona que te lo envía? — preguntó Draco
— No. Al principio pensé que era Blaise haciendo una broma.
— ¡Hey!, ¿Me crees capaz de hacer esas cosas?
— De eso y mucho más, diría yo — dijo Luna.
Blaise la miró sorprendido haciéndose el ofendido.
Luego del almuerzo, se fueron a clases. Pero en los momentos libres, como el camino a otras asignaturas, aprovechaban para seguir comiendo torta de cumpleaños. Y al final del día, en la sala común, entre todos le cantaron a la agasajada.
Luego de una clase de herbología, la profesora Herb había pedido a Draco y Luna que devolvieran los libros que habían utilizado a la biblioteca. Harry, Hermione y Blaise no cursaban esa asignatura, así que, como de costumbre los esperarían en el gran salón para merendar.
Mientras iban de camino a la biblioteca, con los libros flotando a su lado, se encontraron con dos jóvenes de segundo año besandose y tocándose de manera apasionada. Luna, que era prefecta, carraspeó con la garganta para llamar la atención.
— Disculpen — dijo y la pareja se separó de un salto —, pero creo que no deberían estar así en los pasillos. Hay muchas aulas vacías si no desean estar en sus salas comunes.
Ambos asintieron y salieron corriendo. Draco rio por la nariz.
— Jóvenes enamorados... — dijo Luna.
— Ojalá nunca me pase.
— ¿Enamorarte o que te encuentren así?
— Ambas.
— ¿Nunca te enamoraste?
— No y menos mal, porque dicen que es puro sufrimiento.
— No creo que sea tan así. A mi me gusta, te da otra energía. Claro, que si no es correspondido duele, pero creo que vale la pena.
— ¿Cómo sabes cuando te gusta alguien?
Luna quedó pensando en una respuesta.
— Pues, creo que te das cuenta en cómo empiezas ver a la otra persona de manera diferente.
— ¿Como que la otra persona cambia?
— Más bien, empiezas a observarla más, los detalles, cosas que antes no las habías visto. Y después no dejas de pensar en ella; cuando se acerca te pones un poco nervioso; si te toca te dan mariposas en la panza.
— ¿Nervios y cosquillas en la panza? Eso no suena nada lindo — dijo. Sin embargo, por una extraña razón, pensó en el pelinegro mientras Luna explicaba, pero decidió ignorarlo.
— Cuando lo sientas te darás cuenta que si.
Una vez que dejaron los libros, se dirigieron al gran salón, pero antes de llegar, al doblar una esquina se toparon con Harry y Blaise que iban caminando hacia ellos.
— Los estábamos buscando — dijo Blaise — Hay que anotarse para salir mañana a la ciudad, ¿o pasarán Halloween encerrados?
— No entiendo — dijo el rubio.
— Todos los años nos disfrazamos y vamos de paseo a la ciudad a buscar dulces y esas cosas — explicó Blaise —. Luego volvemos y hacemos una fiesta en la sala común compartiendo las cosas que conseguimos.
— ¡Vaya! Suena bien, pero no tengo ningún disfraz.
— Te puedo prestar mi capa invisible, si quieres — ofreció Harry.
— De acuerdo.
Al día siguiente, el colegio era un solo alboroto. Como todos los años, no habían clases el 31 de octubre ni el siguiente día, para que los estudiantes pudieran celebrarlo sin problemas. Pero no solo los alumnos lo festejaban, los profesores también se divertían en sus disfraces y se rumoreaba que hacían una fiesta privada en la sala de profesores protegida con magia para que nadie entrara ni se escuchara nada.
Hermione se había pintado la cara tipo las calaveras mexicanas, imagen que había encontrado en un libro. Luna iba de araña; se había hecho unas patas de alambre y las forró con peluche negro, y se las ató a la cintura. Blaise se había aclarado la piel con una pintura e iba vestido de vampiro. Harry y Draco decidieron compartir la capa dejando al descubierto solamente las cabezas, por lo que parecían cabezas flotantes, y con una linterna desde abajo se las alumbraban para generar distorsión.
Todos los alumnos se dirigieron a la ciudad más cercana a pie y se unieron a los demás habitantes que también celebraban Halloween de la misma manera que ellos. Se encontraron con muchos niños correteando disfrazados de monstruos y zombies. También vieron algunos animales que iban en busca de dulces y comida al festivo lugar.
— Aún no entiendo qué tiene de infernal este lugar — comentó Draco.
— Quizás como es un lugar que nadie de los tuyos conoce, se imaginan que es terrorífico. O quizás alguien que pudo volver justo vino para esta fecha — dijo Hermione.
— No sé, a mi de chico me asustaban diciendo que me iba a venir a buscar un hombre lobo si no me portaba bien — dijo Blaise.
Los cinco rieron.
Al llegar a las casas, Hermione y Luna se aseguraban de juntar dulces mientras que Blaise compraba comida y bebidas alcohólicas en los kioskos. Harry y Draco se encargaban de juntar todo en una caja bajo la capa.
— ¿Ustedes cómo celebran Halloween? — preguntó Harry
— Simplemente se adorna el colegio y a veces hacemos reuniones en nuestra sala común. No solemos disfrazarnos ni salimos a buscar dulces. Eso lo dejamos a los niños.
— Oh vamos, si es divertido hacerlo de grande también — dijo Blaise que traía una bolsa y metía todo debajo, a los pies de las dos cabezas flotantes.
— Ahora veo que sí — respondió Draco —. A Ron y Pansy les encantaría hacerlo. En Hogwarts lo que solíamos hacer era asustar a los de primero.
— ¡Qué malos! — dijo Harry riendo.
— A nosotros también nos hacían eso cuando recién fuimos al colegio — dijo el rubio encogiéndose de hombros riendo — Ah, ¡cómo los extraño!. Sobre todo a Ron. No es que no quiera a Pansy, pero él es mi confidente, my person, ¿entiendes?
— Si, entiendo. Con Blaise es algo parecido. Sólo que hay cosas que aún no me animo a contarle.
— ¿Como lo del fic? — preguntó divertido viendo como las mejillas del pelinegro se tornaban coloradas.
— Si. Sé que no me juzgará, pero... no sé. Es raro.
— Sé a lo que te refieres. En mi caso pasa algo parecido. Ron no sabe que tengo una obsesión con un chico.
Harry levantó las cejas
— No la clase de obsesión que te imaginas, ¿eh?. Es que... recuerdas que les había dicho que hay un villano en mi mundo, ¿no?
— Si, el sin nombre.
— Bueno. Hace dieciséis años, él tenía planeado matar a un niño, un bebé.
— ¿Qué daño podría hacerle un bebé?
— No tengo idea. Cuestión es que los padres se escondieron para que no lo encuentre, pero al final los encuentra y bueno, lo mata. Pero, hay algo que no me cuadra en esa historia. No sé.
— ¿Crees que en realidad no murió?
— Algo así. Porque luego de su muerte, los padres como que no se mostraban demasiado compungidos. No sé si me explico. Luego abrieron un Orfanato donde ellos alojan a magos que no tienen familia o niños lobo que fueron abandonados, siempre con una visión positiva.
— Quizás simplemente supieron cómo salir adelante.
— Es lo que todos creen, pero yo estoy obsesionado con ese caso y he investigado mucho, y para mi hay gato encerrado. No sé, como que lo siento. Es difícil de explicarlo, por eso no cuento a nadie.
El rubio vio pasar un par de castores discutiendo sobre qué dulce era perjudicial para sus dientes fuertes.
— Me sigue pareciendo raro ver animales parlantes.
— ¿Cómo te comunicas con ellos, entonces? — inquirió Harry.
— No lo haces. O sea, les hablas pero tienes que imaginarte que entienden y te responden. Algunos les hablan como si fueran bebés.
— Por las dudas no intentes eso aquí o te encajan una piña — advirtió Blaise.
Las chicas se reunieron con los jóvenes luego de unos largos minutos.
— No nos dejarán pasar con eso. ¿Qué pasa si nos revisan? — dijo Hermione desaprobando la caja llena de cerveza, vodka y fernet.
— No seas aguafiestas, Hermione — se quejó Blaise.
— Además, el año pasado también llevamos y no lo descubrieron — añadió Harry.
— Pero este año es mucho más — dijo Hermione viendo como Luna traía unas botellas azules.
— Podemos sacarnos la capa, taparlos con ella y arreglar estas calabazas llenas de dulces de tal manera que parezca que solo acarreamos eso — sugirió Draco
— Ahí lo tienes.- dijo Blaise con una sonrisa triunfante — ¡Uh! ¡Frizze! ¡Qué genia, Lu!
Los jóvenes volvieron al castillo al cabo de tres horas en la ciudad y se dirigieron a su sala común.
Dentro pudieron ver que estaba todo ornamentado con la temática, había música y luces de colores, y mucha comida y bebida.
— Wow — exclamó Draco
— Se lucieron los de séptimo — dijo Blaise.
— Los del último año organizan la fiesta —le explicó Harry — El año que viene nos toca a nosotros.
— ¡Bienvenidos! — dijo una voz del grupo organizador — Espero que hayan dormido bien la siesta, porque esta noche nadie se va a dormir temprano. Hemos preparado karaoke, coreografías y muchos juegos. Pónganse cómodos ¡¡y que empiece la fiesta!!
***
La fiesta había terminado dejando a Harry tocando una suave canción con la guitarra recostado en un sillón, al lado de una soñolienta Hermione, y Blaise recostado en las piernas de Draco que estaba acostado en el suelo mientras Luna le acariciaba el cabello. Habían comido y bebido hasta el agua del florero y casi ni se acordaban de todo lo que habían hecho. Blaise recordaba haber bailado aserejé con tanto ímpetu que le metió el dedo pulgar en el ojo a una compañera que estaba detrás suyo. Hermione había jugado a rebotar una pelotita de ping pong dentro de varios vasos de plástico y como había errado algunos, le tocó beber unos cuantos shots. Luna había cantado I want it that way de los Backstreet Boys de manera bastante desafinada, pero todos aplaudieron su performance. Luego Harry y Draco recordaban con una sonrisa en el rostro el momento que tuvieron que competir, con otro dúo, a pasarse cubos de hielo de boca en boca para ver quién llenaba primero el bowl en un minuto.
— <Dale Haggy que ejtá jrío el hielo> — le había apurado Draco acercándose a él sosteniendo el cubo de hielo con los dientes
— ¡¡Es que no sé qué hacer!! — había exclamado desesperado.
— Andá a comerle la boca a Draco así te pasa el hielo, man! — le había empujado Blaise.
— Pero...
— <agrí la boca> — había ordenado el rubio y el pelinegro obedeció. Sintió el fresco aliento de Draco en sus boca mientras miraba a aquellos carnosos labios que chorreaba agua derretida ofreciéndole el hielo. Harry cerró sus dientes sobre el cubo, se dio vuelta y lo depositó en el bowl correspondiente a su equipo.
Una vez que había cazado la onda, lo hicieron más rápido pero más torpemente. Tanto así que sus labios se habían rozado levemente en un par de ocasiones. Y, por supuesto, ellos ganaron y los perdedores tuvieron que tomar shots de tequila.
— Bueno, creo que me iré a la cama. — dijo Luna y Hermione se puso de pie asintiendo.
— Harry, ayúdame a levantar a Draco — pidió Blaise.
El pelinegro dejó la guitarra a un lado y se agachó para tomar a Draco de un hombro mientras su amigo hacía lo mismo con el otro.
Draco, que había estado todo el tiempo con los ojos cerrados, los abrió y sintió cómo todo se le daba vueltas. Sí que tomó a sus amigos por los brazos hasta que lograron pararlo. Luego se dejó arrastrar escaleras arriba, la habitación, donde ambos lo dejaron en su cama.
— Creo que voy a vomitar — dijo Blaise y se fue corriendo al baño.
Harry hizo aparecer una botella de agua en la mesita de luz del rubio y lo obligó a que se pusiera de costado.
— No vaya ser que te ahogues con tu propio vómito — le había explicado Harry mientras le tapaba con las mantas.
— Gracias por preocuparte. Primero el abrigo, luego el chocolate, después el agua. Debes pensar que soy un desastre.
— ¿Pero qué dices? — dijo chasqueando la lengua y luego tomando un sorbo de agua.
— Eres muy lindo, ¿sabes? No solo físicamente, sino por como eres.
Harry sonrió sonrojado
— Estás borracho, ya mañana pensarás distinto.
— No estoy tan borracho como crees. Además los borrachos y los niños siempre dicen la verdad — dijo cerrando los ojos.
— Que descanses, rubio — lo despidió aún con la sonrisa en el rostro.
Al día siguiente la habitación era un sólo quejido de dolor de cabeza, estómago y mareo.
— No vuelvo a tomar nunca más en la vida — prometió Blaise desde su cama.
— Menos mal hoy no hay actividades — dijo Harry incorporándose
— Oye, ¿cómo es que estás tan bien como para sentarte?- preguntó Blaise
— Me quedé un rato despierto anoche tomando mucha agua.
— Tú y tu santa agua — dijo Blaise arrojándole una almohada.
Harry se giró para mirar la cama de al lado y vio que Draco, en la misma posición que lo había dejado, lo miraba con una leve sonrisa.
— ¿Qué ocurre? — preguntó Harry curioso
Draco negó con la cabeza, tomó la botella que el pelinegro le había dejado en su mesita de luz, tomó un sorbo y luego, mientras Blaise largaba un fuerte quejido, susurró "lindo".
Harry rodó los ojos un poco avergonzado y le arrojó la almohada que su otro amigo le había tirado.
Al mediodía todos bajaron a comer el desayunoalmuerzo y los pasillos se inundaron de risitas y cuchicheo al verse las caras de destruidos de cada uno. En la mesa de profesores solamente se encontraba la directora, quien, con un poco de maquillaje, había tapado sus oscuras ojeras.
Después del almuerzo, los cinco amigos volvieron a sus habitaciones a seguir durmiendo.
***
Luego de un par de días de descanso para recuperarse de la resaca de Halloween, Harry y Draco retomaron las prácticas de vuelo. Esta vez habían reunido a más personas para practicar estrategias y tiradas en equipo.
Ya estaba oscureciendo cuando decidieron hacer las últimas tiradas, cuando una bludger golpeó a Harry, quien cayó de la escoba pegando un grito de dolor, motivo que hizo que todos fueran a socorrerlo
— Lo siento, Harry — se disculpó un alumno de séptimo año que fue corriendo hacia él .- justo me dio un tirón en la mano y pegué muy mal.
— Con permiso — dijo el profesor de vuelo —, ¿dónde le duele, señor Lupin?.
— Cr-creo que me rompí...¡¡ah!! — dijo Harry agarrándose de la mano
— Oh, uh, uy, si. Es la muñeca. — dijo el profesor quién lo ayudó a incorporarse — Ven, iremos a la enfermería. Señor Zabini, puede guardar la escoba del señor Lupin, por favor. Los demás pueden ir a cambiarse, la práctica terminó.
Draco y Blaise juntaron las pertenencias de Harry del vestidor y se dirigieron a la enfermería. Allí encontraron a su amigo sentado en una de las camillas con la mano vendada en una férula de madera
— Muy bien, no olvide tomar esta poción que aliviará el dolor. Pero tiene prohibido retirarse la férula por un mes, ¿está claro?
— Si, señora — dijo Harry y cuando la enfermera se retiró soltó un soplido y dedicó un gesto de frustración a sus amigos que habían entrado.
— Y bueno, amigo — dijo Blaise poniendo una mano en su hombro —. No podrás tocarte por un mes.
— Si pienso en tu madre, no necesito manos.
— Idiota.
A la noche, Harry no estaba de ánimos para bajar a cenar, así que se quedó en su cama escribiendo. Blaise, Hermione y Luna lo habían despedido y se dirigieron al gran salón. Draco, por su parte, salió de la ducha y se encontró con el pelinegro refunfuñando mientras intentaba escribir con su mano zurda.
— Creo que debí haberle hecho caso a Sirius y practicar escribir con las dos manos en caso que pasara algo como ésto.
— ¿Por qué no lo escribes después?
— Porque... — soltó un suspiro — no importa.
— ¿Tu club de fans no puede esperar? — preguntó divertido.
— Algo así — respondió el pelinegro sintiendo la cara caliente —. Es que hace casi un mes que no escribo porque anduve bloqueado y ahora que tengo ideas no puedo.
— Si quieres, te puedo ayudar a escribir... Digo, tú me dictas y yo escribo
— Eh... no, olvidalo. Gracias igual.
— ¿Tanta vergüenza te da tu historia?
—- No es eso, es que... bueno, sí. Es que... plasmo cosas que me gustan o me gustarían y, bueno, tampoco es que tengo mucho conocimiento del tema, y quizás está mal, que se yo.
— No estaría entendiendo muy bien, pero si tú lo dices...— dijo secándose el pelo con la toalla.
— Es que no sé qué pensarás después.
— De acuerdo — dijo el rubio levantando las manos indicando que no insistiría más. Luego se peinó el cabello mientras observaba al pelinegro batallar con la pluma que se le caía de la mano izquierda.
— ¡Ahg! — exclamó con odio Harry.
— Bueno, si no requieres de mi ayuda yo iré a...
— De acuerdo.
— ¿De acuerdo qué? — preguntó divertido. Se moría de ganas de leer lo que fuera que escribía Harry.
— Acepto tu ayuda — dijo cerrando los ojos — pero ningún comentario sobre el tema ni ahora ni luego.
— Hecho.
El rubio tomó el cuaderno y la pluma, se sentó a los pies de Harry y esperó a que empezara a dictar
— Antes que nada, te advierto que... — comenzó Harry mientras se limpiaba el sudor de las manos en la frazada — es una relación entre... dos... hombres. Los de la serie Supernatural.
— ¿No son ellos hermanos?
— Por favor... — dijo bajando la mirada — Ningún comentario.
Draco se mordió el labio ocultando una risa de ternura al ver a su amigo taparse la cara con las manos. Luego adoptó una actitud de seguridad y simplemente dijo:
— Entendido.
Harry suspiró, se recostó en el cabezal de la cama y empezó a dictar lentamente con los ojos cerrados
... Sam pasó a acariciar las piernas del contrario. Primero por las rodillas y subiendo lentamente hacia los muslos. Dean dejó escapar un leve gemido que lo hizo ruborizar, tensarse y taparse la boca como un gesto involuntario.
- No pasa nada, estamos solos tú y yo. — le tranquilizó Sam mientras tomaba la mano de Dean que seguía en su boca y la retiró suavemente. Lentamente probaba acercar sus manos a la entrepierna de Dean, divirtiéndose al sentirlo revolcarse encima de su cuerpo. Pudo notar que el bulto del chico se volvía más grande y se mordió el labio inferior intentando con todas sus fuerzas no abalanzarse hacia el mismo.
Harry entreabrió los ojos para observar al rubio que escribía el relato con la cabeza ladeada y repitiendo por debajo lo que tenía que escribir. Se mordió el labio al notar que Draco intentó acomodarse de manera tal para que su incipiente erección no se notara.
Sam no aguantó más y dirigió sus manos al enorme bulto que sobresalía del calzoncillo del contrario. Una de ellas tomando por la parte de abajo, agarrando suavemente sus testículos y con la otra frotando el pene.
La respiración de Dean aumentó en ese preciso instante, al mismo tiempo que abría sus piernas para que las manos del rubio lo agarraran mejor.
— Gime para mí. — pidió Sam para luego chuparle el lóbulo de la oreja.
Dean negó levemente con la cabeza.
Sam continuó metiendo una de sus manos por debajo del pantalón de Dean, tomando su erecto pene con su mano.
-Oh, Dios...- exclamó Dean tomando fuertemente una de las piernas del contrario con su mano.
Sam lo masturbó con una mano mientras metía su otra para acariciarle los testículos, esta vez sin ninguna ropa entre medio.
Luego, cambiando de posición, se acomodó delante de Dean, tomó de nuevo el pene con sus manos, bajó un poco el prepucio y se lo introdujo en la boca. Lentamente subió y bajó la cabeza succionando suavemente el erecto miembro, acariciando todo el tronco con la lengua y dando leves besos en el glande antes de volver a meterselo hasta el fondo de la garganta.
Dean le hizo saber que estaba por venirse y sin sacar el pene de la boca, esperó a que el muchacho lo llenara de semen para después tragárselo y concluir su trabajo.
Draco dejó de escribir esperando la siguiente oración del texto, pero al ver que Harry se había quedado callado, levantó la mirada y vio al pelinegro con la cara tan roja que parecía que iba a explotar. Podía jurar sentir el veloz latir del corazón del chico, pero al parecer era su corazón el que latía con tanta velocidad.
— Y ahí terminaría el capítulo. Ya quedas liberado para seguir con tus cosas.
Draco asintió tragando, pero se quedó en el lugar. Le entregó a Harry el cuaderno, quien lo tomó y admiró la fina y dibujada letra del rubio.
— ¿Te encuentras bien?
Draco asintió.
— ¿No tienes ningún comentario?
— Me habías pedido que no lo hiciera.
— Bueno, si. Pero ahora quiero saber.
Draco rio tirando la cabeza hacia atrás rascándose la nuez de adán.
— ¿Qué quieres saber?
— ¿Qué te parece?
— Me ha gustado.
Harry asintió.
— Bah, ¿qué más da? — dijo el rubio — Me has dejado re caliente.
— ¿Ah sí? — susurró Harry sintiendo un vuelco al corazón.
Draco asintió mordiéndose el labio y clavando sus ojos en las esmeraldas del joven.
Ambos se quedaron mirándose fijo mientras sus respiraciones se hacían más fuertes. Draco giró la cabeza lentamente hacia la puerta y con un movimiento de varita la cerró con llave. Luego volvió a mirar al pelinegro que había metido su mano izquierda dentro del pantalón. El rubio lo imitó y manteniendo la mirada fija en sus ojos, comenzaron a masturbarse. Harry lo miraba tocarse mordiéndose el labio y dejando escapar un leve gemido que hizo a Draco gemir un poco más fuerte. Las jaladas eran cada vez más rápidas al tiempo en que las pupilas de ambos se agrandaban de placer. El rubio bajó la mirada hacia el erecto pene del pelinegro y murmuró algo como "por Merlín". Harry lo había imitado y al ver aquel ensanchado miembro se corrió en su mano gimiendo despacito. Draco, al ver ésto, también se corrió tirando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos con fuerza.
Se miraron y soltaron una risa nerviosas
— Ay, no me quiero bañar de nuevo, Harry — se quejó Draco quitándose la remera y tirándole en la cara. Luego se levantó y se fue al baño. El pelinegro se quitó la remera de la cara y la olió, saboreando el suave aroma a menta que estaba impregnado en ella.
Una vez que Draco había terminado, Harry se metió a la ducha y al salir ambos bajaron a cenar.
No hablaron del tema ni Draco volvió a ayudarle a escribir, pero durante la cena se lanzaban miradas de circunstancia.
Luego de unas semanas, Draco notó que no podía dejar de pensar en aquella noche en la habitación con Harry, además de que su presencia hacía que un calor recorriera su cuerpo y sus mejillas se incendiaran. Había puesto la excusa que el clima primaveral y veraniego le daban esos síntomas, pero en el fondo él sabía que aquello era mentira.
Draco había aprovechado que se encontraba a solas con Hermione en la biblioteca para sacar información del pelinegro.
— Oye — susurró —, una chica de tercero preguntó por Harry... ¿sabes si le gustan las chicas?
Hermione entrecerró sus ojos observando al rubio con sospecha.
— ¿Quién es la chica?
— No lo sé, no me dijo el nombre — mintió.
— No sabría decirte. Harry es muy reservado con sus sentimientos, pero podrías decirle que se anime y lo encare.
— De acuerdo, se lo diré. Gracias.
Chapter 3: Tres
Chapter Text
Una tarde de diciembre, estaban en la última clase de Historia de Narnia bostezando de lo aburrida que era la asignatura. Las únicas que prestaban atención eran Hermione y Luna; los muchachos se pasaban chistes escritos en trozos de pergaminos para que cada uno vaya completando
Hola, habla la llama que llama (Draco)
¿Podía hablar con el chivo que chiva? (Harry)
O con la pava que pavea (Draco)
O con la araña que araña (Harry)
O con el rinoceronte que rinoceronta (Blaise)
No, Blaise...(Harry)
O con el hipopótamo que hipotálamo
No tiene sentido (Draco)
Blaise soltó una risa gutural cuando estaba a punto de escribir en el pergamino, pero la profesora le sacó de sus pensamientos.
— ¿Podría contarnos el chiste, señor Zabini?
— Lo siento, profesora.
— Bien, como iba diciendo — continuó la profesora —, los cuatro hermanos Pevensie no descubrieron Narnia, pero sí eran parte de la profecía que prometía vencer a la Bruja Blanca y terminar con el invierno eterno. ¿Alguien sabe cómo llegaron en primer lugar a este mundo? Si, señorita Granger
— Entraron por un armario situado en la casa del profesor Kirke, quien, después se revela que él estuvo y fue el primero en descubrir y ver la fundación de Narnia.
— Muy bien, señorita Granger.
De repente, Draco sintió como todo le daba vueltas. Tuvo flashbacks del día en que los grandulones le ataron y taparon la cabeza y metieron en un armario de una casa abandonada. Recordó pensar en lo estúpidos que fueron en dejar la puerta del armario abierta, pero ¿y si sí lo habían cerrado y él nunca había salido?
— El...el armario. ¡El armario, Hermione! — exclamó poniéndose de pie.
— ¿Sucede algo, señor Malfoy?
— No me encuentro muy bien, ¿puedo irme a la enfermería?
— De acuerdo.
— Yo lo acompaño — dijo Hermione.
Una vez que salieron del aula, Draco tomó el brazo de su amiga y la zarandeó.
— No lo entiendes, ¿verdad?
— Claro que sí, Draco. Pero no sabemos dónde está.
— Un momento... ¿tú lo sabías?
— Tenía un leve presentimiento, pero como te digo, no sabemos en qué parte está. Puede que del otro lado sea un armario, pero aquí quizás sea simplemente un arbusto.
— Tienes que venir conmigo a la biblioteca y ayudarme a buscar información.
— Draco... no quiero que te ilusiones... quien sabe cuantas personas estuvieron toda su vida intentando encontrarlo.
— No me pienso rendir.
— De acuerdo, sólo... tómatelo con calma. No desesperes si no encuentras todo en este preciso momento. Recuerdas que tienes que vivir además.
Draco presionó sus labios pero asintió y se dirigió a la biblioteca donde pasó todo el día encerrado.
A la noche, Luna fue asegurarse que seguía vivo.
— ¿No bajas a cenar?
— No, gracias. Debo seguir... — miró a la risueña muchacha y pensó en voz alta —. Creo que a eso se refería Hermione... Bajaré a cenar, si. Dame un segundo que guardo todo
La rubia lo esperó, luego lo tomó del brazo y bajaron al gran salón. Draco lucía preocupado, por lo que la joven comentó.
— Sabes, mi madre siempre decía que las cosas que perdemos tienen una forma de volver a nosotros al final. Sólo que no siempre de la manera que esperamos. Yo creo que encontrarás tu camino de regreso.
— Ojalá que sí. No es que no me guste estar aquí, es que...
— Lo entiendo.
Al llegar al gran salón, se sentaron junto a los tres amigos que había llegado antes.
— Draco, ¿te encuentras bien? — preguntó Blaise y el rubio asintió.
— Simplemente necesitaba un poco de información.
— Oye, rubio — lo llamó Harry —. ¿quieres pasar las vacaciones en casa?
Draco había olvidado que en diciembre terminaban las clases y tenían los tres meses de vacaciones hasta marzo. El cambio de ciclo lectivo le desorientaba un montón y, si bien en Dogwarts permitía a los alumnos quedarse durante todas las vacaciones, no quería quedarse solo sin sus amigos.
— Tu padres,... quiero decir...
— No tendrán problema. Hablaré con ellos y les explicaré la situación
— Recuerda que no podemos decirles que... ya sabes, vengo de otro mundo.
— Oh cierto. ¿Sería muy sospechoso decirles que "tus padres viajaron por tres meses?"
— Yo creo que sí — comentó Hermione.
— Sino — sugirió Blaise —, nos turnamos a hospedarte en nuestras casas. Puedes pasar las fiestas con Harry, luego venir a la mía, mis padres sí que se van de viaje por unas tres semanas en enero, y así.
— Es buena idea — dijo Luna —. Mi padre no tendrá problema que lleve a mis amigos a casa. De todos modos todos seguimos en contacto en las vacaciones, solemos ir de paseo juntos.
—- De acuerdo, entonces.
El 23 de diciembre todos volvieron a sus respectivas casas para celebrar la Navidad con sus familias. Harry había enviado un mensaje a sus tutores avisando que su amigo quedaría esa semana con ellos, ya que su familia "se encontraba de viaje"
En la estación Queen's Cross los esperaban Remus y Sirius con una amplia sonrisa. Cuando bajaron, Sirius abrazó al pelinegro estrujándolo mientras Remus sonreía
— Te hemos extrañado, prongs — le dijo el hombre lobo revolviendo el cabello del joven.
— Yo también — respondió Harry con una sonrisa, luego se giró y con la mano apuntó al rubio —. Él es Draco.
Los tres se saludaron con la mano y Sirius quedó pensativo por un momento.
— Me resultas muy familiar, ¿de dónde dices que eres?
— D-de... — tartamudeó Draco mirando a Harry en busca de ayuda.
— Cerca de los Granger. Quizás por eso te parece conocido.
— Ah, ya veo. Buena gente los Granger. Deberíamos enviarles un regalo de Navidad, ¿no ,Moony?
— ¡Claro que sí! Vamos, chicos.
Los cuatro se fueron a pie, ya que la casa quedaba cerca de la estación de tren. A Draco aún le parecían extrañas las ciudades de ese mundo, llenas de todo tipo de criaturas, todas interactuando entre sí sin ningún problema. Si quien-no-debe-ser-nombrado estuviera allí, de a seguro exterminaba a más de la mitad de la población. Por un lado se sentía olivada de encontrarse en ese lugar, es decir, hacía mucho que no tenía que preocuparse de mortífagos y demás seguidores que solían rondar por todo el país, con miedo a ser capturado o torturado. Aquí simplemente debías tener cuidado de hablar a los animales de manera respetuosa.
— Muy bien — dijo Sirius —, hemos llegado. Draco, te hemos preparado una cama en la habitación de Harry. No tenemos mucho espacio que digamos, pero ya estás acostumbrado a compartir habitación con otros, así que no creo que haya problema.
— Así es, señor. Muchas gracias.
— ¿Señor? Apenas tengo treinta y siete años, muchachin.
— Lo siento.
— Descuida, a Sirius le gusta dejar en evidencia a las personas — lo tranquilizó Remus —. Bueno, pónganse cómodos, nosotros iremos de compras para mañana.
— See you later, alligator — dijo Sirius apuntándolos con el índice y guiñando un ojo.
— In a while, crocodile — respondió Harry desde las escaleras. Luego se giró hacia Draco —. Ven, rubio.
Se acomodaron en la pequeña pero iluminada habitación de Harry que daba hacia las montañas cuyas puntas estaban apenas cubiertas de nieve.
— Pensé que no nevaba en esta época aquí — dijo Draco.
— De noche suele caer un poco en las montañas, pero aquí abajo no llega.
— Ya veo, qué raro una navidad en verano. No puedes hacer ángeles de nieve.
— Pero podemos hacer ángeles de arena.
— Mmm... no sé si me atrae tanto, terminas todo con arena en el culo.
Ambos rieron.
— Si quieres, de tardecita, cuando baja el sol, podemos pegar una vuelta por el centro.
— Me gusta la idea.
Luego de almorzar y dormir un rato la siesta, los jóvenes se dirigieron al centro de la ciudad el cual estaba adornado con luces de colores, árboles de navidad gigantes, banderines y nieve artificial.
— ¿Quieres probar las chipas? — preguntó el pelinegro
— ¿Qué son chipas?
— Como un pan de queso pero más compacto.
Draco asintió y fueron a comprar un par. Luego se sentaron en el muelle que daba al río aprovechando la fresca brisa que había en la zona.
— Oye, tengo una duda existencial — comentó el rubio.
— Dime
— ¿Cómo y dónde publicas tus historias?, Quiero decir, porque escribes en tu cuaderno...
— Ya. Es medio complicado, tienes que hacer un conjuro para que lo escribo en esa página se pase a un dispositivo que tiene una aplicación dentro. Luego haces otro hechizo para que lo que ahora está escrito en la app se publique.
— ¿No puedes escribir directamente en la aplicación¿
— Mm, creo que no. No encontré esa opción por lo menos — dijo encogiéndose de hombros.
— Entiendo. ¿Me dejas ver el dispositivo? No voy a abrir la aplicación — aclaró viendo la duda en la cara de Harry.
El pelinegro mete la mano en el bolsillo y se lo entrega a Draco quien se puso a observarlo con detenimiento.
— Vaya, se parece a esas cosas que usan los muggles. Le dicen teléfonos inteligentes. Que de inteligente no tienen nada, porque son ellos los que tienen que hacer todo el trabajo.
— No entiendo de qué me hablas.
— No te preocupes — dijo con un gesto de mano —. Oye, ¿te molesta si pego una vuelta solo?
— Eh..n-no, claro que no. ¿Quieres que te espere aquí o en casa?
— En tu casa está bien, así tu haces tus cosas.
Harry lo miró extrañado pero asintió y vio al rubio despedirle con una sonrisa y perderse entre la multitud. Luego, se dispuso a volver a su casa y en el camino se encontró con un local que vendían cámaras polaroid y decidió comprar una.
Draco había aparecido a la hora de nuevo en la casa de Harry y como ya era hora de cenar, los cuatro se sentaron en el comedor para entrarle a un pastel de papas que había hecho Remus.
— Prongs, te toca lavar los platos esta vez — dijo Remus.
—- Ya me lo imaginaba.- dijo Harry rodando los ojos.
— Yo te ayudo — ofreció Draco.
— No, no. Tú eres el invitado, no puedes lavar los platos — dijo el pelinegro.
— ¿Cómo que no?- preguntó Sirius — acá el que no aporta a la limpieza de la casa se gana una entrada directo a Azkaban.
— No exageres, Padfood.
Draco levantó la vista hacia los adultos que tenía enfrente. Escuchar ese nombre hizo que su corazón parara de golpe.
— ¿A dónde? — preguntó extrañado Harry.
— Olvidalo, prongs — dijo Remus fulminando a Sirius con la mirada —. Tu padrino ya perdió la cordura.
— En fin. Mañana hay que limpiar la casa para esperar el año nuevo con el hogar libre de mugre — dijo Sirius poniéndose de pie.
— Pero mañana es Navidad, Sirius — corrigió Harry.
— Es lo mismo. Que descansen, muchachines. Night Moony.
Draco miró a Harry con el ceño fruncido
— No te preocupes, Draco — dijo Remus —. Estas épocas nos dejan un poco alterados. Bueno, me retiro. Que descansen.
— Buenas noches — dijeron los jóvenes al unísono.
— No entendí que acaba de pasar — susurró Draco una vez que quedaron solos en la cocina.
— Yo tampoco.
Al día siguiente, limpiaron la casa, la adornaron con luces y banderines y luego fueron de compras. Sirius y Remus estaban un tanto raros, pero Harry explicó que ellos no celebraban las fiestas como los demás, ya que a sus padrinos les angustiaba. Creía que tenía algo que ver con sus padres, pero nunca le dijeron realmente el por qué. Pero a él no me molestaba, ya que lo solían dejar subirse al techo y observar los fuegos artificiales mientras comía muchos chocolates y abría sus regalos.
Sin embargo, esta vez le pusieron un poco más de onda y cocinaron entre todos una deliciosa tarta de choclo con viteltoné y de postre ensalada de frutas con helado de crema americana para colocarlo arriba.
La cena transcurrió tranquila, escuchando bossa nova de fondo. Draco se sentía un poco extraño y de a ratos le quería dar ansiedad al pensar en sus padres y amigos. Pero Harry, como se lo esperaba, a cada rato le hacía cambiar de actividad para que se mantuviera ocupado. La última que propuso fue jugar al dígalo con mímicas
— Dos palabras...¡Primera palabra!... — gritó Sirius al ver que Remus apuntaba a su dedo índice —, ¡mono!, ¡león!, ¡elefante!
— ¡Animal! — sugirió Draco y Remus hizo gesto de que casi le acertó
— Ya, haz la segunda palabra, Moony... mundo... sorpresa... animal sorpresivo...
— ¡Animales Fantásticos! —gritó Harry saltando de la silla al tiempo que Remus aplaudía.
— Ah, yo ya no juego más — dijo Sirius con un gesto de mano — ¿por cuánto nos ganan, siete a cero?
— Doce a cero — aclaró con una sonrisa Draco que era del equipo de Harry.
— Bueno, en año nuevo será la revancha, Padfood.
— Si, tienen siete días para ir practicando — dijo Harry divertido
— Tinin siti diis piri ir prictiquindi. Los vamos a destrozar, ya verás prongs — dijo Sirius guiñándole un ojo.
— Bueno, nos iremos a dormir — dijo Remus — No tomen demasiado ustedes dos, ¿eh?
— Y si lo hacen, beban mucha agua — recordó Sirius. Y tomando a Remus del hombro se dirigieron a su habitación.
Harry y Draco limpiaron los platos y se dirigieron al techo del cuarto del pelinegro donde contemplaron las estrellas y algunos fuegos artificiales que tiraban a lo lejos. Desde arriba se podía ver, además, algunas celebraciones de las casas contiguas y se escuchaba música suave.
A medida que se hacían las doce de la medianoche, se escuchaban cada vez más fuegos artificiales. Luego de que pasaran unos minutos, Draco se giró y miró a Harry que seguía contemplando el cielo con la espalda apoyada en el techo.
— Oye... tengo algo para tí — y el rubio le entregó un paquete rectangular.
— Pero, ¿cómo...?
— Ayer, mientras caminaba por el centro.
— Rubio... — entonó como diciendo "no tenías por qué" —, y me decías lindo a mí. Aunque... yo también tengo algo para tí.
Y una vez que el pelinegro entregó una caja un poco más pesada al rubio, ambos abrieron los envoltorios.
— ¿Qué es esto? — preguntaron a la vez y rieron.
— Es un teclado con puerto USB — explicó el rubio —. Verás, tu dispositivo no tiene teclado táctil, pero si enchufas esto en una de sus ranuras, podrás escribir directamente desde la aplicación sin tener que hacer ocho mil pasos. No sé, quizás funcione.
Draco se encogió de hombros un poco avergonzado y Harry se mordió el labio. Luego tomó la mano del otro joven y acarició con el pulgar
— Eres un genio, rubito — dijo y Draco sonrió. Luego se aclaró la garganta y continuó —. Bueno, es una cámara; es para congelar una imagen, un recuerdo, un momento y luego lo imprime y puedes guardarlos en un álbum o pegarlo en la pared o lo que se te ocurra. Es para que cuando vuelvas... no te olvides de lo que has vivido aquí.
— Créeme que nunca lo haré. Pero esto lo hará mucho más real.
Ambos se quedaron mirando por un momento y luego volvieron a recostarse contra el techo por unos largos minutos.
— Oye, tengo otra duda existencial.
— Dime.
— ¿Qué es "prongs"?
— Oh, son los tipo cuernos que tienen los ciervos. Mi patronus es un ciervo y por eso me llaman así.
— ¡Vaya! Hacer ese hechizo es muy avanzado.
— Es que Remus estuvo torturándome con las prácticas hace un par de años, y con él o lo haces bien, o no lo haces — dijo Harry encogiéndose de hombros mientras reía por la nariz.
— Entiendo — comentó riendo —. Mi padre solía hacer lo mismo.
Permanecieron en silencio contemplando la despejada noche. Draco pensó en sus padres, ¿habrían colocado carteles con su nombre para indicar que lo buscaban? ¿Estarían festejando la Navidad sin él? ¿A quién prepararía su madre el chocolate con malvaviscos esta noche?
Un vacío inundó el alma del rubio quien miró hacia arriba para evitar llorar, pero lo único que consiguió fue que se le formara un nudo en la garganta haciéndole respirar de manera entrecortada. Sin darse cuenta soltó un sollozo que hizo que el pelinegro se girara y se incorporara.
— Draco...
— Lo siento, Harry — dijo entre hipos, intentando a toda costa no llorar.
— No pidas perdón por expresar tus emociones. Ven — e hizo que el rubio se acomodara en su pecho.
Draco comenzó a llorar desconsoladamente mientras Harry lo apretaba hacia sí con fuerza y acariciando su cabellera con la otra mano.
— Los extraño, Harry. Los extraño demasiado y me duele mucho.
— Lo sé — susurró el pelinegro mientras seguía acariciando el lacio y rubio cabello sintiendo como su remera se mojaba por las gruesas lágrimas que caían de aquellos ojos grises que se habían tornado colorados.
Lentamente, Draco fue quedándose dormido debido a las caricias de Harry, y al cabo de unas horas se despertó sobresaltado. Vio que su amigo estaba durmiendo también e intentó moverse despacio para no despertarlo abruptamente, pero no tuvo éxito.
— Mmm... Draco?
— Lo siento, Harry — susurró — es que me agarró frío.
— Oh, si. Suele refrescar un poco de madrugada. Entremos.
Ambos bajaron del techo y entraron a la cálida habitación. Draco se sentó en su cama y observó a Harry, a través de sus hinchados ojos, abrir una caja de chocolates
— Ten, te sentirás mejor — dijo entregándole un trozo sentándose a su lado.
El rubio lo tomó, rozando los dedos del joven, lo que hizo que le diera como una descarga eléctrica en sus entrañas. Observó de reojo como los músculos de la mandíbula de Harry se marcaban al tiempo en que mordía otro trozo de chocolate. Estaban tan cerca que podía oler el aroma del shampoo que había usado el pelinegro a la hora de bañarse antes de la cena navideña. Draco cerró los ojos escuchando el ritmo de las mordidas de Harry, evitando a toda costa girarse y comerle la boca, ya que temía ser rechazado y ya se sentía mal por haber estropeado el lindo momento en el techo con sus llantos, y no quería arruinarlo de nuevo. El pelinegro se acomodó mejor en la cama, subiendo las piernas y cruzándolas, le tendió otro pedazo de chocolate, el cual tomó rápidamente para luego inclinarse de costado hasta apoyar la cabeza en su regazo.
Este movimiento dejó a Harry sin aire, temiendo lo que pudiera llegar a despertar bajo la cabeza del rubio, así que se concentró en nombrar hechizos al azar que conocía para pensar en otra cosa. Al dar otro mordizco al chocolate, un pedacito cayó entre los rubios cabellos de Draco.
— Uy, lo siento — dijo mientras metía sus dedos entre los mechones para sacarlo. No pudo evitar sentir la suavidad de aquella cabellera y sin pensarlo, una vez que retiró el pedacito de chocolate, acarició suavemente el cuero cabelludo de Draco dejando que las hebras se entrelazaran en sus dedos.
El rubio se giró al sentir la caricia observando al dueño de las esmeraldas que lo miraban fijo al tiempo que dejaba su mano quieta, como quien es encontrado con las manos en la masa. La mano tiesa de Harry quedó a centímetros de la boca de Draco, quien con un leve movimiento de cabeza, atrapó uno de sus dedos con los labios y lo chupó suavemente sin apartar la vista de sus ojos verdes.
El corazón del pelinegro latía velozmente mientras acercaba otro dedo a la cálida y mojada cavidad bucal del otro joven, quien con prisa lo recibió y comenzó a chupar de igual manera que el anterior.
Draco vio que el muchacho esquivó la mirada al tiempo que sus mejillas se sonrojaban, y una dureza bajo su cabeza confirmó el motivo.
Ambos jóvenes saltaron del susto en la cama al escuchar unos golpes en la puerta. Draco se levantó para dejarlo ponerse de pie a Harry que se dirigió a la puerta y la abrió.
— ¿Remus?
— Harry, ¿te molesta si intercambiamos? No soporto sus ronquidos, y tú tienes el sueño más pesado.
El pelinegro gruñó despacio, se giró hacia Draco que parecía estar dormido, luego se volvió a su tutor y asintió de mala manera.
— Gracias, prongs. Te debo una.
Chapter Text
Al día siguiente, al bajar a desayunar, Harry se encontró con Draco, Remus y Sirius en la mesa hablando sobre unos centauros que habían pasado a ofrecer galletas navideñas.
— Oye, muchachin, me dolió la patada que me diste anoche.- dijo Sirius
— Es que no cerrabas tu maldita boca.
— Oh sí, lo siento. Suelo roncar más cuando estoy cansado.
Draco le miró con complicidad a Harry quien intentó reprimir una sonrisa.
— Bueno, chicos — comenzó Remus —, al parecer, en la víspera de año nuevo va a estar despejado, no lluvioso como prometía el pronóstico, lo cual significa un problema porque sería luna llena.
— Entiendo — dijo Harry — pero, ¿y la poción?
— La tomaré, si. Pero de todas maneras no me siento del todo seguro. La última vez no pareció haberme hecho mucho efecto. No sé qué pudo haber pasado.
— No ha pasado nada, Harry — lo tranquilizó Sirius al ver su reacción — simplemente se sintió mal, pero por precaución, iremos a la casa del faro cerca de la playa para asegurarnos.
— Es por eso — continuó Remus —, que hablamos con los Zabini y se quedarán con ellos. Deberías avisarles a tus padres, Draco, para que no te busquen de aquí.
— Eh...c-claro, les enviaré una lechuza.
— Muy bien, así que si quieren buscar sus cosas, en unas horas los llevaremos.
Ambos juntaron sus cosas y se dirigieron a la mansión de los Zabini. Harry había convencido a sus tutores que le dejaran quedarse las tres semanas con Blaise, asegurándoles que no harían fiestas clandestinas ni tantas travesuras en la ausencia de sus padres, que simplemente era para aprovechar la piscina olímpica de la millonaria familia.
Las vacaciones con Blaise fueron geniales, aprovecharon las hectáreas de propiedad para acampar, jugar al paintball, andar a caballo, nadar y construir cosas como barcos o naves "espaciales".
La última noche, invitaron a las chicas a quedarse a dormir, cosa que no hicieron por quedarse hasta tarde jugando y bebiendo tirados en la sala de estar de la casa.
— Mi turno — dijo Hermione —, yo nunca nunca...besé a una chica.
Blaise y Luna tomaron un shot de vodka. El moreno, luego de hacer cara de asco por la bebida la miró sorprendida.
— ¡¿Con quién, Lu?!
— Top secret. Tu turno.
— Bien — dijo Blaise —, yo nunca nunca sentí algo por un amigo.
Draco y Harry bebieron al instante.
— Espera, espera. Harry, ¿sentiste algo por mí?
— Dijiste "amigo", Blaise, no tu nombre...
— Bueno, pero soy tu único amigo — Harry chasqueó la lengua —. Dinos, ¿quién fue?
—- Creo que no entendiste bien el concepto del juego — comentó Draco — Ese es "verdad o consecuencia".
Harry lo fulminó con la mirada.
— ¡Tienes razón! — dijo Blaise — juguemos a ese.
— Yo no juego — advirtió Harry.
— ¡Oh vamos, nene! Si no quieres decir la verdad, elige la otra opción.
— De acuerdo — dijo gruñendo.
— Bien, Hermione. ¿Verdad o consecuencia?
— Verdad.
— ¿Es verdad que una vez le dijiste "lunática" a Lu?
— Si, una vez. — susurró Mione con las mejillas sonrojadas y Luna puso su mano en el hombro de su amiga —. Blaise, ¿verdad o consecuencia?
— Consecuencia.
— Haz un baile sexy a Harry.
— ¿¡Qué?!, ¿qué es un baile sexy?
— Como un stripper — dijo Luna haciendo un movimiento de varita que hizo que sonara la canción Back in Black de AC/DC a todo volumen.
— Vaya, nunca creí ver tus mejillas coloradas — dijo Harry burlonamente al ver al moreno acercarse quitándose la remera dejando ver una camisilla blanca pegada a su abdomen lampiño y apenas inflado al final, lo que él solía llamar "panza chopera". Se paró de piernas abiertas dejando las del pelinegro entre ellas, puso una de sus manos en el hombro del joven y con movimientos circulares descendía y bajaba hasta casi sentarse en sus rodillas.
A pesar de todo, Blaise no se movía para nada mal e hizo una buena performance de su baile erótico mientras los demás aplaudían al ritmo de la música.
— Uff — dijo Blaise cuando se sentó abanicándose con las manos — Eso fue vergonzoso. Draco, pregunta a Harry.
— Mmm, ¿verdad o consecuencia? — dijo girándose al pelinegro con una sonrisa atrevida.
— Consecuencia — dijo pensando aliviado que no era Blaise el que elegía la prenda.
— Bésame.
A Luna y Blaise se le cayó la boca al piso y se miraron mutuamente. Hermione, sonreía mirando hacia abajo y Harry parecía como si se hubiesen dado con una bludger en la cabeza.
— Anda, Harry — le apuró Mione que puso otra música más lenta, Sexual Healing de Marvin Gaye, mientras Blaise atenuaba las luces.
El pelinegro los fulminó con la mirada y luego se giró hacia Draco y medio gateando se acercó, tragó en nudo de la garganta con dificultad y cerró los ojos al sentir el contacto de la mano del rubio acariciar su barbilla. No demoró en saborear los labios del joven que se estamparon sobre los suyos al instante en que cerró los ojos. El aroma a menta y frescura que desprendían de la piel del pálido muchacho debilitaron todas fuerzas de represión del beso, permitiéndole a esa lengua juguetona que delineaba sus labios entrar y acariciar la suya. Harry tomó la cara del otro y comenzó a besarlo de la misma manera sin importarle que estuvieran sus amigos observando.
Luego de unos minutos que parecieron horas, se separaron y volvieron a su lugar, el pelinegro todavía jadeando por lo que había sucedido.
— Bueno — se aclaró la garganta Draco —, tu turno Harry.
El nombrado se abanicaba la cara con las manos al igual que lo había hecho su amigo.
— Emm... Lu, ¿verdad o consecuencia?
— Verdad.
— ¿Es cierto que Blaise fue tu crush en segundo?
— Eso no vale, ella ya me lo había dicho — reclamó el moreno.
— ¿En serio? — preguntó Draco incrédulo.
— Si, me gusta encarar a las personas, es lindo ver cómo no se lo esperan. Y, aunque nunca tuve éxito, es agradable sentir la adrenalina que te produce antes de decírselo.
— Vaya.
— Oigan, creo que deberíamos empezar a tomar agua — sugirió Harry.
— Tú solo quieres que te baje la calentura, Lupin.- dijo Blaise tirandole un almohadón.
— Cállate.
— Callame — y recibió el almohadón de regreso en la cara.
— Mione se durmió — comentó Luna susurrando observando a la castaña recostada sobre la pata de la mesa.
— Vayamos a dormir, yo la llevaré — dijo Harry.
Todos, ni bien apoyaron la cabeza sobre la cama, durmieron al instante. Sin embargo, su sueño no duró mucho ya que al día siguiente fueron los padres correspondientes a buscar a sus hijos de la casa Zabini. Draco permaneció oculto hasta que se fueron todos para después ir a lo de los Lovegood disimulando que sus padres lo habían dejado allí hacía unos segundos.
En casa de los Lovegood, había vuelto a tener una especie de ataque de ansiedad, pero Luna lo ayudó a recomponerse. Draco le explicó su miedo de no volver a ver a su familia y quedarse sólo en aquél lugar, y ella entendió y le regaló una cadenita con un dije que decía "URLOVED"
— ¿Tú eres amado? — preguntó Draco leyendo el dije.
— Si, me lo hizo mi madre cuando en primaria me molestaban mis compañeros y pensaba que nadie me amaba.
— Yo... no puedo aceptarlo, Lu.
— Claro que sí. A mi me hizo bien recordar que en donde quiera que esté, alguien me ama. Y ahora tú lo necesitas más que yo.
— Prometo devolvértelo cuando me encuentre mejor.
— No, mejor hazlo cuando no necesites que te recuerden que eres amado.
A pesar de todo, la estadía en la casa de los rubios estuvo tranquila, ya que el señor Lovegood trabajaba casi todo el día y Luna se la pasaba pintando las paredes de su habitación con una imagen de su patronus corpóreo. Draco decidió ayudarla de vez en cuando, y otras, se iba a visitar a Harry cuando sus tutores se encontraban trabajando.
Ya faltaban unas tres semanas para volver a clases cuando el rubio fue a visitar al pelinegro una siesta de febrero. Ambos se habían tirado en el sofá mirando una película, pero Draco se durmió a los diez minutos. Harry por su parte, tomó su dispositivo y continuó escribiendo su fic.
— Oye... — dijo el rubio que había despertado y lo había observado tras unos largos minutos. — Tengo una...
— ¿... duda existencial? — preguntó divertido.
— No es mi culpa que aquí hagan todas las cosas de manera diferente.
Harry rodó los ojos
— Y, ¿cuál es tu duda?
Draco se mordió el labio inferior
— Cuando te pregunté si te daba tanta vergüenza tu historia, dijiste algo como: — y haciendo una voz más finita, dijo — "tampoco es que tengo mucho conocimiento del tema, y quizás está mal, que se yo"...
— Mi voz no suena así — se quejó Harry arrojándole una almohada.
— ¿... a qué te referías?
— Y, a que no tengo conocimiento de cómo, ya sabes, lo hacen los hombres... o sea si, pero como nunca lo hice o me hicieron, hay cosas que no sé si realmente son así. No puedo escribir "y sintió su mojada boca rodear su...eso", cuando no sé si se siente mojado, ay no sé cómo explicarlo — dijo al fin, al ver una sonrisa en el rostro del rubio.
— ¿Por qué te avergüenza decir pene?
— No me avergüenza.
— ¿Ah, no? Pues dilo.
— P...pene – susurró
— Dilo más fuerte, hombre.
— ¡Agh! Pene
— ¡No te escucho!
— ¡PENE, PENE, PENE!
Ambos rieron.
— En fin, entiendo. Imaginé que iba por ahí la mano. Pero si es por eso, es fácil de solucionarlo.
— ¿A qué te refieres?
— A: Draco por la ciencia — dijo levantando las cejas de manera pícara.
— No entiendo.
— Por eso no estás en Ravenclaw... Ven aquí y te explico mejor — tendiéndole la mano
Harry dejó el dispositivo en la mesa ratona tomando la mano del rubio. Se incorporó de manera torpe y se acercó a su amigo que lo hizo sentarse en su regazo colocando sus piernas en sus costados. Draco tomó el rostro del joven y comenzó a besarlo con pasión, haciendo al contrario sentir que su corazón explotaría. Sin saber muy bien qué hacer, el pelinegro comenzó a frotarse contra el rubio, sin dejar de besarse, haciendo que ambos miembros se endurecieran.
— Ponte de espaldas a mí y apóyate en mi pecho — le ordenó Draco y Harry obedeció — ¿Cómo era?, ah, si.
El rubio recordó las palabras que el pelinegro le había hecho escribir cuando necesitó su ayuda e intentó replicarlas, por lo que comenzó a acariciar sus muslos observando el pene semi erecto del joven pararse por completo. Una vez así, metió sus manos dentro del pantalón de Harry, con una mano tomó sus testículos y con la otra comenzó a masturbarlo al tiempo que besaba su cuello y chupaba el lóbulo de la oreja, sacándole tímidos gemidos.
— ¿Quieres...que te la chupe?
La simple pregunta hizo que el pelinegro se revolcara en su pecho, por lo que el rubio sonrió y lentamente se retiró debajo del joven. Se puso de rodillas frente a Harry que había quedado sentado en el sofá con las piernas abiertas, y comenzó a quitarle los pantalones y calzoncillos.
— Espera. Dime qué debo hacer contigo.
— Luego te encargas de mi — dijo Draco quien se inclinó hacia la pelvis y se metió el jugoso miembro en la boca, acto que hizo que el pelinegro pegara un fuerte gemido. El rubio lo masturbaba al tiempo que subía y bajaba la cabeza succionando el delicioso e hinchado pene . Con su lengua, hacía círculos en el glande y con la mano libre acariciaba el perineo del muchacho.
— Si sigues así... — advirtió Harry.
— Hazlo, en toda mi cara.
— Pídemelo.
— Córrete en toda mi cara, Harry — dijo Draco y dejó de succionar el pene para colocarlo frente a su cara mientras lo masturbaba velozmente. Luego de unos segundos sintió la cara húmeda y cálida con el semen del muchacho que gemía a todo pulmón.
— Eso... estuvo.... Ufff — dijo el pelinegro recuperando el aliento mientras Draco se limpiaba la cara — Ven, quiero chupártela yo ahora.
Draco se incorporó, se bajó los pantalones con todo y calzoncillos y se paró frente a Harry quien tomó su pene con las manos y comenzó a lamerle los testículos obligándolo a abrir un poco las piernas. Luego ordenó a Draco a darle la espalda y apoyar las manos en la mesa ratona exhibiendo así su tierna entrada, por la cual Harry pasó su lengua y dio unas leves chupadas sin dejar de masturbarlo. El rubio se arqueaba cada vez más para sentir su lengua intentar entrar dentro suyo; sentía la cara entera del pelinegro en su trasero.
— Date vuelta y acábame en la boca — dijo, metió el erecto e hinchado pene que apenas entraba en su boca y comenzó a succionar de tal manera que no tuvo que esperar mucho hasta que el rubio se corrió dentro de aquella cálida y suave cavidad.
Luego de tantas emociones, se tiraron en el sofá a recuperar el aire, se miraron y rieron. Tras de unos minutos, Draco no le dio tiempo a recuperarse del todo y ya comenzó a toquetearlo de nuevo, pero en ese momento sintieron que Remus y Sirius llegaban a la casa. Harry no tuvo mejor idea que ocultar al rubio debajo de la capa invisible que estaba a su lado y se puso de pie para saludarlos.
— Oh, ¡hola!. estaba mirando... — Le dio un vuelco al corazón al ver que la tele estaba apagada — una peli muy aburrida, por eso la apagué.
Draco, que estaba detrás suyo, oculto por la capa, había metido la mano debajo del pantalón de Harry jugueteando con su entrada.
— Ya veo. Regresamos antes porque Sirius tenía dolor de cabeza...¿Te encuentras bien prongs?
— Eh... si, estoy bien, solo que un poco...
El rubio había mojado su dedo y comenzado a hacer círculos, dando leves empujones hacia dentro del pelinegro. Harry comenzó a moverse levemente hacia abajo, como "sentándose" sobre el dedo de Draco.
— ¿Un poco...?
— Eh... acalorado, creo que el aire acondicionado no anda.
— Pero si está apagado, muchachin.
— Tienes razón, ¡qué torpe soy!
Sus tutores intercambiaron miradas.
— Para, rubio — susurró Harry.
— Si te encanta — le susurró Draco.
— Eh... creo que me voy a mi habitación — dijo el pelinegro y caminó hacia las escaleras, pero algo le impidió subirlas. El rubio se había puesto delante de él y al ver que los tutores del pelinegro se dirigieron a la cocina, extendió la capa y metió a Harry dentro de ella.
— Draco, vamos arriba.
— Mmmm, me apetece un poco de aventura — dijo arrodillándose y metiendo el ya erecto pene del pelinegro en la boca, sin dejar de dedearle.
— Nos... pueden.... escuchar — dijo Harry tomándole por la cabellera.
— Quizás lo pescamos viendo porno — dijo Remus desde la cocina.
— ¿Tú crees?
— Vamos, Padfood, ya tiene dieciseis...
— ¿Te gusta como te meto los dedos? — le susurró Draco desde sus rodillas.
— Para, no voy a aguantar.
— Córrete y gime fuerte.
— No puedo.
— ¿O te cagás? — preguntó con una sonrisa en el rostro.
— Draco, voy a...
— Grita mi nombre.
— Oh, Draco — dijo suavemente Harry.
— ¿Escuchaste eso? — dijo Lupin y sacó su cabeza para observar las escaleras, pero como ellos tenían la capa, no los vio.
— Estás delirando, Moony. Nuestro Harry nunca haría...Oye, no me mires así.
— ¿Acaso olvidas que fuiste un adolescente...?
Harry y Draco se escabulleron hacia la habitación de arriba, donde se sacaron la capa. El pelinegro tomó del rostro del rubio y lo besó con pasión.
— Me vuelves loco, rubio.
Luego de una larga sesión de besos, el pelinegro pidió al slytherin que volviera a hacerle "eso con los dedos", como habían sido sus palabras, y Draco encantado lo hizo. Le excitaba tanto verlo derretirse de placer al tiempo que lo penetraba con los dedos, que ni bien tomó su propio pene para masturbarse, se corrió al instante sin siquiera jalarsela. Harry por su parte también se había corrido al no resistir más y escuchar los suaves gemidos del rubio a su lado.
Se taparon con la capa nuevamente y se acostaron enfrentados en la cama.
— Ahora ya tienes varias ideas para escribir — dijo Draco aún con la respiración agitada.
— ¿Pero no sería plagio?
— No si escribes sobre nosotros — contestó sonriendo y cerró los ojos.
Más tarde, bajaron las escaleras, Draco debajo de la capa, y se dirigieron a la puerta de entrada. Harry fingía que iba a abrirla para recibir a su amigo que venía a visitarlo.
— Hola, tanto tiempo — dijo Draco desde la puerta entregándole disimuladamente la capa.
— ¡Si!, entra, me cambiaré y buscaré las cosas.
El rubio entró a la casa de nuevo y se dirigió a la cocina a esperarlo.
— Buenas tardes, Draco — lo saludó Remus — ¿Van de paseo?
— Eh, iremos a volar un rato al campo de atrás.
— ¡Qué divertido! No sabía que también volabas — comentó Sirius.
— Si, algo sé. Pero Harry me da muchos tips. Se nota que tiene un talento innato.
— Tienes razón — dijo Black asintiendo, e inmerso en sus pensamientos continuó — Es tan Potter que duele.
El corazón de Draco dio un vuelco al escuchar ese apellido. Ya era la segunda vez que lo escuchaba nombrar algo de su mundo.
— ¿Cómo dices?
— Olvidalo Draco — dijo Remus mirando fijo a Sirius que se había tapado la cara con la mano —. El dolor de cabeza le hace decir tonterías.
— ¿Harry es... Harry Potter?
— Ya lo dije, Draco. Sirius ya perdió la...
— Si, la cordura. Al igual que cuando mencionó a Azkaban, ¿cierto?
— ¿Cómo... qué sabes tú de eso?
— Tanto como ustedes.
— Espera, espera — habló por fin Sirius apuntándole con el dedo — Con razón me resultabas conocido... Eres un Malfoy.
— Y ustedes son unos mentirosos.
— Oye, no dejaré...
— Tranquilo, Padfood.
— ¿En serio?, ¿Que Lily y James Potter murieron en un accidente?
— ¿Quieres bajar la voz? — Lupin miró hacia las escaleras asegurándose que Harry no bajara todavía.
— No tuvimos opción, habría querido buscarlos.
— ¡Naturalmente! — levantó la voz el rubio.
— Era peligroso, Draco. Quien-tu-sabes no iba a parar hasta matarlo por lo de la profecía. Tuvimos que hacerlo.
Escucharon a Harry bajar las escaleras.
— Todo listo, ¿vamos? — el rubio asintió — ¿Todo bien?
— Vayan antes que anochezca, prongs. Te esperaremos para la cena.
Ambos volaron por un par de horas practicando picadas y jugando a atraparse en el vuelo. Luego se dirigieron a la extensa playa que culminaba en el castillo de Dogwarts. Ya estaba por atardecer, así que se sentaron en la arena y contemplaron el anaranjado cielo que brillaba en las pequeñas olas del mar.
— ¿Te encuentras bien, rubio? — Draco sonrió levemente, pues le gustaba que lo llamase así.
— ¿Te puedo hacer una pregunta?
— Dos, si quieres.
— ¿Qué sabes de tus padres?
— Uff... no mucho la verdad, además del accidente. En su momento quise buscar información sobre ellos pero no encontré nada.
— ¿Sabes siquiera sus nombres?
Harry sacudió la cabeza.
— Según lo que le dijeron los del orfanato a Sirius y Remus, no llevaban consigo documentos así que no pudieron registrar sus datos.
Draco resopló por la nariz.
— ¿Fuiste a ese orfanato?
— No, Padfood y Moony me dijeron que cerraron hace años.
— Qué conveniente.
— ¿Cómo?
— No quiero que te lo tomes a mal, pero... ellos no te están diciendo toda la verdad.
— ¿De qué hablas?
Draco tomó aire y soltó lentamente
— ¿Recuerdas lo que te conté del bebé del que estaba obsesionado? — esperó a que el pelinegro asintiera — Yo tenía razón... nunca murió. Bueno, si dejó de existir en mi mundo, pero aquí no.
— ¿Encontraste aquí información de él?
— Harry, ese bebé eres tú.
— O sea... espera, espera.
— Tus padres viven, se llaman James y Lily Potter.
Harry lo quedó mirando perdido en sus pensamientos y luego fijó la mirada en el horizonte.
— ¿Por qué me cuentas esto? Si ni siquiera sabes cómo volver, eso significa que nunca podré verlos.
— Puedes ayudarme a encontrar el armario, atravesarlo y conocerlos.
Permanecieron en silencio incómodo por un momento.
— Quizás Remus y Sirius tampoco lo saben, y simplemente me encontraron aquí.
— Harry, ellos son de donde vengo. Mencionan cosas que son de allá, pero te lo estuvieron ocultando todo este tiempo.
— ¿Y se supone que tengo que creerte? Ellos son padres adoptivos, no me mentirían.
Draco presionó los labios. No esperaba ese golpe de palabras.
— ¿Por qué crees que te mentiría yo?, ¿qué ganaría con eso?
— Yo que sé.
— Yo los conozco a James y Lily. Los ví. Sé tu historia. En mi mundo...
— ¿Existe siquiera ese mundo?
— ¿Es en serio?
— ¿Qué tal si solo... solo quieres...?
— ¿Llamar la atención? Esperaba que supusieran eso de mí, pero no viniendo de tí — dijo poniéndose de pie.
— Quizás solo estás mal de la cabeza — contestó Harry enojado levantándose y tomando sus cosas.
Los ojos plateados de Draco se llenaron de lágrimas y se giró para caminar lejos del pelinegro. Pero a los pocos pasos que dio, se volvió.
— Voldemort, es quien intentó matarte. Menciona ese nombre frente a ellos y verás que fui sincero.
Draco volvió a retomar su camino y se perdió de vista. Estaba muy angustiado, y no sabía cómo manejarlo. Hacía unas horas estaba revolcándose, hundido en placer con el pelinegro, había encontrado la respuesta a su mayor obsesión, y ahora todo se había desmoronado. Odiaba que no lo creyeran, y más odiaba las palabras de Harry. No recordaba cuántas veces esas frases lo golpearon en lo más profundo, en especial cuando su padre le decía "estás mal de la cabeza", "deja de llorar, solo quieres llamar la atención".
Comenzó a llorar desconsoladamente sin dejar de caminar. Necesitaba a Pansy, ella entendía a la perfección el poder de esas palabras, ya que sus padres también la usaban contra ella. Eso de ser de slytherin y pertenecer a las familias más prestigiosas tenían sus consecuencias. Se sintió muy solo y abandonado, odiado y defraudado.
— Sólo quise ayudar, Harry, la puta madre — dijo en voz alta —. Si hubiese sido al revés te habría agradecido y habría ido en busca de mi madre.
Pero por otro lado entendía al pelinegro, pues era demasiada información nueva y amenazante. Siguió caminando hasta que la playa terminaba en unas rocosas paredes. El sol ya se había puesto, por lo que sacó su varita e hizo un hechizo de iluminación y rodeó la pared, entrando al bosque, para dirigirse al castillo, lugar donde se quedaría por el resto de las vacaciones.
Habían pasado más de una hora y aún no encontraba la entrada a los terrenos del colegio. Estaba exhausto y perdido, así que se apoyó sobre el tronco de un árbol, bebió agua, se la tiró en la cara y continuó su recorrido.
La tenue luz que salía de su varita no dejaba llegaba a alumbrar todo la espesa negrura del bosque, por lo que con un movimiento de varita dijo guíame y el hechizo comentó a dar leves empujones para que avanzara. Luego de unos minutos, vio algo entre los arbustos; una especie de chispitas amarillas que flotaban en el aire. Deshizo el hechizo para que dejara de empujarlo, estiró la mano e intentó tocarlas, pero no se movieron.
Con el ceño fruncido volvió a tomar con firmeza su varita para seguir pero de pronto sintió un leve aroma a naftalina proviniendo del lugar donde estaban las chispas. Le dio un vuelco al estómago y dio un paso hacia adelante, tanteando en la oscuridad. Sintió el aroma un poco más fuerte, así que, decidido, comenzó a caminar hacia adelante. Muchas ramas de arbusto impedían pasar, golpeándole la cara, pero eso no evitó que continuara. Luego de un par de minutos luchando con el arbusto sintió el suave roce de piel de animal. Eso asustó a Draco a tal punto que pegó un grito, pero se sintió un tonto cuando se dio cuenta que eran los abrigos. Con fuerza los corrió para hacerse paso entre ellos y sintió la dura puerta de madera. Su corazón latía velozmente y con cuidado la abrió.
Cegado por el resplandor de la luz del sol de la habitación, entró y cerró el armario, dejando el bosque atrás.
Permaneció quieto por unos segundos observando a su alrededor. Estaba en la misma casa abandonada donde lo encerraron y, al agudizar el oído, escuchó unas risas de lejos. Con precaución se acercó a la ventana que daba al no tan frondoso bosque y vio a los grandulones alejarse descostillándose de la risa.
Desorientado, bajó las escaleras y salió de la casa y se dirigió a la carretera, donde se había sentado a apreciar la paz del lugar hacía casi medio año. Sin embargo, el clima era exactamente el mismo que cuando había estado en su mundo por última vez, motivo por lo que se sintió aún más extrañado. Una vez llegó al lugar, supo cómo volver a su casa y echó a correr.
Sin aliento, luego de varios minutos, llegó a su casa y entró empujando la puerta con fuerza.
— ¿Draco?
— ¡Mamá! — corrió a abrazarla. — Lo siento, no fue mi intención irme por tanto tiempo, es que el armario, y... y...
— Cielo, tranquilo. ¿Qué pasa?
— ¿No estabas preocupada por mí?
— Ahora si lo estoy.
— Quiero decir... ¿cuánto tiempo estuve fuera?
— Mmm, quizás tres horas
— ¿Cómo? — preguntó jadeando.
— Me estas asustando, querido.
— Draco... — una voz masculina se hizo presente en la habitación. - me acaban de informar que estabas en la zona muggle. Exijo explicaciones.
— Eh... lo siento, es que unos tarados me encerraron en un armario y no podía salir.
— ¡Por Merlin! ¿Te han hecho daño?
— Estoy bien ahora, pero estuve en otro mundo o plano, no estoy seguro, por meses.
— ¿De qué hablas? — preguntó bruscamente su padre.
Chapter Text
Harry se dirigió a la casa de Blaise, quien estaba en la piscina disfrutando de la entrante noche.
- Cariño, Harry vino a visitarte.- avisó su mamá que salió al patio seguida del pelinegro quien le sonrió y se acercó con aire preocupado hacia su amigo.
- ¿Qué ocurrió? - preguntó el moreno al ver las esmeraldas de su amigo llenarse de lágrimas. Salió del agua, se colocó una toalla en el traje de baño mojado y fue a abrazar al joven.
Ambos se sentaron en el césped con las piernas cruzadas y Harry explicó lo que hablaron con Draco entre hipidos mientras su amigo lo observaba preocupado.
- Pero... nene, ¿qué pasaría si fuera verdad?, ¿Hablaste con ellos?
- No. No puedo ir a casa, necesito tranquilizarme y pensar cómo hablar con ellos porque me aterra la respuesta que me puedan dar.
- ¿Te aterra la respuesta o confirmar si Draco está loco o no?- se burló el moreno
- Tonto.- dijo dándole un empujó con la mano.
- Si quieres, voy contigo y te acompaño mientras hablas con ellos.
- ¿De verdad lo harías?
- ¡Claro! Estaré ahí tomando tu mano fuerte.- el pelinegro sonrió. - Y después sobaré tus lágrimas y te comeré la boca.
Harry le dirigió una mirada como diciendo "really?" pero un really que significaba "¿y crees que te dejaré hacer eso?"
- ¿Qué? - dijo haciéndose el desentendido. - ¿O es que esos deliciosos labios ya tienen dueño?
El pelinegro rodó los ojos.
- ¿Por qué simplemente no me preguntas lo que quieres saber y ya?
- ¿Me responderás con la verdad?
- Veremos
- ¿Se besaron?
- Si
- ¿Y pasó algo más?
- Pasó algo más.
- Ah, picarón. - dijo tocándole el hombro varias veces con su dedo índice
- Cállate.
Ambos fueron a la casa de los Lupin, donde los esperaban dos adultos enojados por haberse pasado de hora fuera de la casa sin avisar.
- ¿Dónde estabas? Habíamos quedado en que vendrías a cenar, Harry. - dijo Lupin
- Ya, lo siento.
- Siempre lo sientes, pero vuelves a hacernos lo mismo.
- ¡Sólo fui a lo de Blaise, no hice nada malo!
- No, primero saliste con Draco a volar, no sabíamos lo de Blaise, por eso pedimos que nos avises.
- De acuerdo, no saldré más, ¿contentos?
- No se trata de eso, Harry. - acotó Sirius. - es que si apareces dos horas después, habiendo ido a volar... pensamos que te caíste de la escoba o algo así. Fuimos al campo de atrás y no estaban.
- Sin contar que es peligroso andar por ahí solo de noche.
- ¿Y qué puede pasar? ,¿Que venga Voldemort y me mate?
De no ser por escuchar las respiraciones, Blaise habría jurado que los adultos estaban bajo efectos de un hechizo inmovilizador.
- ¿Qué te dijo Draco?
- Malditos Malfoy...- dijo entre dientes Sirius.
- ¿Estuvieron vivos todo este tiempo y no me lo dijeron?- Harry intentó que su voz no le temblara.
- Cariño, escucha. - dijo Remus acercándose al pelinegro que retrocedió y se pegó a su amigo que estaba detrás suyo.
- Te contaremos todo, Harry. - dijo Sirius. - pero ven, siéntate en la mesa, yo prepararé té.
Blaise, como había prometido, no se despegó de su amigo, y se sentó a su lado tomándole de la mano con fuerza. Remus se sentó frente a ellos, seguido de Sirius que entregaba a los cuatro tazas de té. Explicaron lo relacionado a la profecía, el plan de Voldemort de matarlo, el escondite de los Potter y la traición de Pettigrew.
- Padfood y yo no los dejamos solos en ningún momento, pero esa noche era luna llena y Peter sabía que estaríamos lejos de la casa por precaución.
- Pero, lo que Peter ni Moony sabían era que James me había encomendado una tarea. Él no confiaba que su guarida fuera oculta por mucho más tiempo, así que me dio la capa y me dijo "Cuando llegue el momento, llévatelo al armario que dijo Dumbledore".
- Para que entiendas, prongs, Albus, el director de la escuela y mago más poderoso, le había revelado la existencia de un armario mágico que lleva a otro mundo, para que pudieran ocultarte hasta que él encontrara una manera de vencerlo.
- El director estaba destruyendo varias almas separadas de quien-no-debe-ser-nombrado, pero aún le quedaban un par, así que le dio a tus padres esa posibilidad de escapar, pero ellos pensaban que sería muy sospechoso que los tres desaparecieran de la faz de la tierra así como si nada, así que me dieron esa tarea a mi.
- Sirius tendría la capa que usaría para ocultarlos y traerlos aquí, que en ese momento no sabíamos qué tipo de mundo era, sólo que sería uno sin tu-sabes-quien.
- Esa noche, cuando lo vio al malvado mago fuera de la casa, envió un patronus a nosotros que estábamos no muy lejos de allí, dejé a Remus en un lugar, me aparecí en tu habitación, te tomé y aparecí con Moony nuevamente, y buscamos el armario.
- ¿Y se lo creyeron así sin más?- preguntó Harry
- No lo sabemos, prongs. No hemos podido volver.
- ¿No encontraron el armario?
- No. Volvimos varias veces al lugar donde creímos que se encontraba pero no vimos nada.
El pelinegro permaneció callado, inmerso en sus pensamientos.
- ¿Qué piensas, Harry?
- ¿Y ustedes aceptaron todo esto así sin más?, ¿Sin nada a cambio?
- ¿Cómo que sin nada a cambio? Te tenemos a tí.
- Si, pero... renunciaron a su vida, a sus amigos, que se yo... a sus parejas.
Ambos intercambiaron miradas.
- Prongs, sabes que Padfoot y yo somos...
- ¿Amigos?
- Si, igual de amigos que tú y Draco. - dijo Blaise por debajo, pero Sirius escuchó y ahogó una carcajada en la garganta.
- ¿De verdad no sabías? - inquirió Remus y Harry sacudió la cabeza avergonzado.
- Oh vamos, Harry. ¡Si duermen juntos!
- Bueno, pero yo duermo contigo casi todo el año y no significa nada.
- ¡¡¡Pero Harry!!!- exclamó su amigo descostillándose de risa y los adultos se unieron. - ay me duele... la panza.
El pelinegro rodó los ojos.
- Definitivamente no te hubieran puesto en Ravenclaw, muchachin.
Harry recordó que era una frase muy recurrente en Draco y le dio un vuelco al estómago acordarse de la cara que expresaba desilusión del rubio.
- Y por último, - interrumpió las risas Remus. - tu padre también es un animago, y su animal era un ciervo, al igual que su patronus.
- Prongs – susurró Harry
- Exacto.
- Escucha, Harry.- dijo Sirius. - Sabemos y aceptamos, porque es tu derecho, de que quieras saber más de ellos... pero debes entender que es casi imposible encontrarlos. Podrías quedar demente intentando encontrar una salida. Yo lo he intentado y me ha llevado mucho tiempo recuperarme.
- Entiendo.
Los tres Malfoy se dirigieron a la casa abandonada del bosque guiados por Draco; aún no había anochecido, por lo que encontrarla les resultó fácil. Una vez adentro, el joven corrió escaleras arriba con el corazón acelerado y sus padres lo siguieron.
- Ese es el armario, por él puedes atravesar e ir a Narnia.
Su padre lo miró como si fuera una asquerosa criatura y se dirigió al gran mueble de madera oscura que estaba cerrado. Lo abrió y metió la cabeza dentro hasta toparse con el fondo del armario, y con sus manos tocó y golpeó la maciza madera del fondo y costados. Luego retiró su cabeza del interior y se giró para mirar a su hijo.
- ¿Qué clase de droga consumiste?
- ¡No consumí nada!
- ¡Aquí no hay lo que dices!
- Quizás hay que entrar y cerrar la puerta. - sugirió Narcissa que miraba con preocupación la situación. Su hijo había sonado muy convencido y atemorizado cuando llegó a la casa, pero también era verdad que parecía que todo fuera un invento.
- Entra, Draco.
El joven rubio se metió dentro del armario y cerró la puerta. Intentó caminar en su interior pero lo único que consiguió fue chocarse contra los abrigos y las cuatro maderas.
- ¿Consigues ver el portal, hijo?- preguntó su madre desde afuera, pero él no contestó. Se estaba desesperando al no encontrar la salida que había encontrado meses atrás.
- Esto es una tomada de pelo, ¡sal de ahí Draco!.- gritó su padre.
Tembloroso, el rubio abrió la puerta. Deseaba desaparecer y no enfrentarse a su enfurecido e incrédulo padre. ¿Por qué no puedo entrar?, pensó. Al salir vio la desaprobación en el rostro de su padre que seguramente seguía convencido que se había drogado.
- Te juro que yo atravesé el armario.
- No tengo tiempo para tus estupideces.
-Lucius...
- ¿Me vas a decir que crees sus fantasías, Narcissa?
- ¡No son fantasías!- exclamó Draco.
- Cariño, - le dijo su madre. - ¿Estás seguro que es aquí?
- ¡Que lo está inventando, Narcissa! Sólo busca llamar la atención. Hijo. - dijo dirigiéndose al rubio menor. - déjate de tonterías. No estamos en épocas ni edad para tus juegos. Ya estás grande. Deberías prepararte para la guerra.
- No quiero hacerlo.
- No tienes opción. Los traidores a la sangre están poniendo resistencia y...
Draco ya no lo escuchaba. Tenía un nudo en la garganta que no lo podía disolver, pero apretó fuerte sus dientes para que no se desencadenara en un llanto. No podía estar pasando eso, todo lo que había vivido era real, no su imaginación. Era imposible. Deseó con toda su fuerza tener su cámara polaroid consigo para demostrarles que era verdad, pero estaba en la casa de los Lupin, o por lo menos eso era lo que creía.
Su madre tomó su mano, lo cual hizo que volviera a la realidad, pero cuando lo hizo, los tres desaparecieron y aparecieron fuera de la mansión. Su madre lo miró a los ojos que seguían angustiados, acarició sus mejillas y le dio un beso en la frente.
- Te prepararé chocolate.
- Deja de consentirlo, Narcissa.
- Tú no me dirás cómo tratar a mi hijo, Lucius.
Y tras haber dicho eso, se dirigió con el adolescente a la cocina.
Draco intentó mantener la calma el resto del día y decidió tomar una poción para dormir a la noche para no maquinar sobre lo que había sucedido. Sin embargo, al otro día, mientras sus padres no estaban en la casa, se dirigió al bosque a probar entrar en el armario, nuevamente sin éxito alguno. Lentamente fue deprimiéndose ante la idea de nunca más volver a ver a quienes conoció y lo aceptaron con todo el cariño que pudieron darle. Ya el enojo y desilusión con Harry se estaba desvaneciendo porque entendía que el saber que sus padres se encontraban con vida sólo haría que quisiera encontrar el armario, pero éste parecía haber perdido la magia y no funcionaba.
Se dispuso volver a su casa a enviarle una carta a Ron, no para ponerle al tanto sino para hablar con alguien de cualquier cosa. No estaba seguro de contárselo por cartas, sino que esperaría un par de semanas más hasta que estuvieran solos en el colegio.
Como aún era menor de edad y no podía aparecerse, camino de regreso a su casa y en el camino se encontró con un par de mortífagos que controlaban las identificaciones de las personas que pasaban caminando para asegurarse que todas fueran sangre puras.
- Señor Malfoy, sabe que no puede andar solo por la ciudad a estas horas. El toque de queda comenzó hace cinco minutos.
- Pero mi casa es aquella de enfrente.
- Haré una exposición de su situación.
- No, por favor. Son sólo cinco minutos.
Pero el mago hizo caso omiso y escribió en un pergamino mientras Draco lo observaba con odio. Había olvidado que en este plano había toque de queda y que mortífagos deambulaban por todo el país en busca de sangre sucias. Ya no se podía salir a caminar o hacer actividades recreativas porque sospechaban de que se estuviera haciendo un ejército de resistencia contra el Innombrable.
-No, por favor, juro que soy sangre pura. Mi padres son sangre pura también. ¡No me lleven, por favor! - escuchó gritar a un joven moreno que era arrastrado por dos mortífagos y desaparecían de la vista.
- La próxima serás tú, jovencito. - dijo el que tenía delante suyo. - Ya puedes irte. Entrega eso a tu padre y más le vale que me lo traiga mañana a la oficina o también lo llevaremos a la fuerza.
Harry había ido a la casa de los Lovegood el día siguiente de su charla con Remus y Sirius, pero no lo encontró allí. Habló con el resto de sus amigos pero ninguno sabía dónde se encontraba, lo cual preocupaba al pelinegro. Hermione lo tranquilizó diciendo que quizás se encontraba en el castillo y que necesitaría tiempo a solas, sugiriendo que él hiciera lo mismo, al fin y al cabo faltaban pocas semanas para el regreso a clases.
El pelinegro intentó con todas sus fuerzas darle el tiempo a su amigo, ya que sabía que había herido sus sentimientos, pero la espera lo agonizaba, por lo que pasó el resto de las semanas escribiendo y actualizando capítulos de su historia.
Una noche en que Remus había ido a dormir temprano porque se encontraba cansado después de la luna llena, Sirius se dirigió a la habitación de su ahijado, pero no lo encontró. Sin embargo, vio que la ventana que daba hacia el techo estaba abierta, por lo que salió por ella y lo vio boca arriba mirando las estrellas.
- ¿Puedo? - preguntó y el joven asintió sentándose de piernas cruzadas. - Qué linda noche, ¿no?
- Si.
- ¿Te encuentras bien?
- Si. - mintió.
- ¿Qué ocurrió qué no vinieron o fuiste a visitar a tus amigos?
- Están todos ocupados.
- ¿Incluso Draco?
Harry soltó un suspiro.
- ¿Quieres hablar de eso?
- No lo sé.
- Sabes que puedes contarme lo que sea. No voy a juzgarte.
El joven soltó otro suspiro. Sirius le dio su tiempo pero al ver que el joven no hablaría, decidió hacerlo él.
- Cuando... yo tenía tu edad me enamoré perdidamente de Moony, pero tenía miedo de confesárselo. Él se daba mucho con tu madre, Lily, y pensaba que él gustaba de ella.
Harry se giró para verlo mejor. Nunca había escuchado la historia entre ellos ni su tiempo con sus padres y no quería perderse de nada.
- Tu padre se dio cuenta, obviamente, y me dijo que me iba a ayudar con Remus. Aunque, a decir verdad, lo único que hizo fue decirle "che, Padfood te tiene ganas". - Harry rió y su padrino lo imitó. - Si, lo odié. No quería que fuese así, sólo quería saber si le iban los hombres.
- Pero al parecer funcionó. - dijo el joven.
- Sí pero no. Moony sabía el riesgo que nos ponía al pasar tiempo con nosotros, por lo que nunca se imaginó siquiera tener una relación por el mismo motivo. - Sonrió recordando. - Recuerdo que esa noche habló conmigo y me explicó que él no era una persona segura, que sólo traería problemas, que debía buscar alguien mejor y bla bla. Pero nunca me dijo que él no sentía lo mismo, así que lo besé.
- Vaya.
- Fue el beso más excitante de mi vida y confirmé que él también me tenía ganas porque, bueno... ya sabes.
Harry rio por la nariz un poco avergonzado.
- Pero bueno, él cortó el beso, repitió sus excusas y me destrozó el corazón. Luego de eso, me fui deprimiendo y alejándome lentamente de ellos. No podía verlo, ver su sonrisa, su cuerpo, sus ojos. Así que solía convertirme en perro más de seguido,e iba a pasear por el bosque, lo cual me mantenía ocupado. Y ahí encontré otra persona.
- Viste que sí tenías parejas...
Sirius rió.
- Tampoco duró mucho. Es decir, no era una relación sana. Él me amaba como yo a Remus y yo nunca pude darle lo que él quería. Era una persona bastante conflictiva, y constantemente tenía debates internos sobre su orientación y esas cosas... yo solo quería sacarme las ganas, cosa de la cual no me siento para nada orgulloso.
- ¿Y Remus se enteró y luchó por tu amor?
- No. Nadie lo supo. Mantuvimos nuestra relación en secreto por un año, hasta que tu padre se agarró con él porque llamó a tu madre sangre sucia.
- ¿Qué es eso?
- Los llaman así de manera despectiva a los que no son magos de sangre pura. Es un insulto muy grave en nuestra comunidad mágica. - Harry asintió comprendiendo. -James lo golpeó y humilló y yo no lo defendí. Parte porque también me había ofendido, es decir, tu madre era mi amiga, pero por otra parte porque nadie debía saberlo nunca.
- ¿Siguieron después de todo eso?
- No. La rivalidad que tenían con tu padre hizo que me alejara. Después terminamos el colegio y cada uno se fue por su lado. Lily se lo encontró años más tarde y me dio a entender que seguía interesado.
- ¿Entonces ella sabía?
- Imagino que lo habrá sospechado, pero nunca me dijo nada. Creo que en el fondo ella quería que luchara por Remus. Siempre nos shippeó, o por lo menos conmigo solía bromear.
- ¿Y cómo convenciste a Moony?
- Por cansancio. - ambos rieron. - Una vez que vinimos aquí, tuvimos que compartir más cosas juntos y... pasaron cosas.
- Entiendo.
- Supongo que al haber sido más mayores, nos dimos cuenta de lo que realmente nos importaba.
- ¿Nunca dudaste que él sería correcto?
Sirius rió.
- Al principio pensé que quizás fuera un amor adolescente, que se me pasaría con los años. Pero me fui dando cuenta que no era una fase y que por más que era un amor adolescente, no significaba que mis sentimientos no fueran reales. Luego comprendí que quizás siempre fue el correcto, solo que no era el momento o lugar, y que debía aprender otras cosas antes de sellar nuestro amor.
Ambos permanecieron en silencio por un largo tiempo contemplando el estrellado cielo azúl. La brisa fresca con aroma a fin de vacaciones les hacía cerrar los ojos e inspirar profundo para no olvidarse hasta el próximo verano.
- Eres joven, Harry. Ve y comete errores. Dile que te gusta y si te pone excusas, comele la boca para que se calle.
- Está enojado conmigo porque lo lastimé.
- Sana sus heridas.
- No soy cursi ni romántico.
- Si sigues poniendo excusas tú, lo llamaré para que te calle de un beso.
- Tengo miedo, ¿de acuerdo?
- ¿Y tu crees que yo no lo tuve?, ¿o Remus, o tus padres?. De haber sido por eso ninguno de los tres estaríamos acá.
- ¿Y si no funciona?
- Tienes a Blaise.- dijo encogiéndose de hombros.
- No le van los hombres.
- ¿Será? Yo creo que aceptaría una mamada tuya.
Harry lo empujó de costado por el hombro mientras su padrino se descostillaba de la risa al ver sus mejillas sonrojadas.
Dreik,
Me alegro que tu padre solo te haya castigado sin dejarte salir,
pensé que te enviaría a Azkaban, ahre.
Aguanta tres días más y ya estaremos lejos de ellos por un buen tiempo.
En casa está todo bastante mal. Echaron a mi padre del trabajo porque disolvieron el Departamento del uso Incorrecto de Objetos Muggles. Era eso o lo disolvían a él.
Mamá esta que camina por las paredes, ya no nos queda casi nada de la huerta, solo ruega que vuelvan las clases para que estemos a salvos y nutridos.
Perdón la carta re depre, amigo.
Nos veremos en un par de días
Ron.
Draco dobló y guardó la carta en su cajón y se dirigió piso abajo, en la sala-comedor, donde se encontraban sus padres. Su madre había desplegado un montón de documentos y fotografías a lo largo de la kilométrica mesa, mientras que Lucius estaba en una punta leyendo El Profeta tomando una taza de café.
- ¿Qué haces, madre?
- Acomodo unos archivos de la familia Black para entregárselos al Ministerio. Han estado indagando en los árboles genealógicos buscando nacidos de muggles.
- ¿Qué harán con ellos?
- Exterminarlos. - contestó Lucius sin despegar la vista del periódico.
Draco lo observó por un momento, pero luego una foto llamó su atención.
- ¿Quién es el? - dijo apuntando a un joven de cabello oscuro, ondulado y largo hasta los hombros, con aspecto roquero, ojos celestes y tatuajes en los brazos. En la foto estaba de espaldas a una pared y miraba fijo a la cámara, luego reía de lado y miraba hacia abajo, gesto que reconoció al instante, pues había compartido una semana con aquél hombre.
- Sirius Black. Un primo mío.
- Un puto. - volvió a hablar Lucius detrás de las grandes hojas grises.
- ¿Cómo es que nunca lo conocí?
- Falleció hace muchos años. Un hombre lobo lo comió.
- Literal y figurativamente. - acotó su marido y Draco arrugó la frente.
- Remus Lupin, su amigo. - aclaró su madre. - se rumoreaba que era...
- Otro puto.
- Lucius...
- ¿Qué? Si es cierto. Menos mal tu tía murió antes de enterarse de todo eso, no lo habría tolerado. Yo no lo haría. Además desde cuándo eres tan...
- Nadie ha pedido tu opinión, Lucius. Simplemente estoy contestando a mi hijo su pregunta.
- Gracias, mamá. Creo que volveré a mi habitación.
Mientras Draco subía las escaleras, escuchaba a sus padres discutir por enésima vez en el día. Cerró la puerta de un portazo y se tiró en la cama mirando al techo. Al cabo de unos minutos sintió un leve golpecito en la puerta, el famoso "toc tototocto... to tó", lo que indicaba que del otro lado se encontraba su madre.
- Adelante. - dijo sentándose en la cama.
- Cielo, te traje un poco de chocolate caliente.
- Gracias.
Hubo un silencio.
- Siento que tengas que escuchar nuestras discusiones. Tu padre es imposible, pero no puedo hacer nada. Sé que intentaría robarme la tutela y no me dejaría verte, por lo menos hasta que seas mayor de edad. Y no soportaría perderte.
Draco no contestó, sino que se limitó a beber su chocolate.
- Qué curiosa cadenita. - dijo su madre acercando la mano al cuello y tomando del dije para observarla mejor.
- Me la dio L... L-la atenta de Pansy.- mintió y un calor se apoderó de todo su cuerpo.
- Que linda. Me cae bien Pansy. ¿Te gusta ella?
- No, mamá.
- ¿Te gusta alguien siquiera?
- No hablaré de eso contigo. - dijo poniéndose de pie para dirigirse a la puerta indicando a su Madre que debía retirarse.
- ¿Por qué no? Sabes que puedes confiar en mí.- luego sonrió divertida. - ¿Eres virgen?
- Adiós.
Chapter Text
Harry había puesto al tanto a sus amigos sobre su historia familiar en el camino de regreso al colegio y una vez que llegaron a destino, fueron a la sala común a buscar a Draco y como no lo encontraron, se separaron y lo buscaron por todo el castillo.
- Al parecer nadie lo vio, Seamus Finnigan que pasó las vacaciones aquí dijo que lo habría visto, pero no fue así. - dijo Hermione.
- Quizás no quiso estar aquí y se fue a otro lugar. - acotó Blaise.
- O regresó.- dijo Luna con una voz suave mirando a Harry.
El nombrado le devolvió la mirada por unos segundos, luego dio media vuelta y se alejó. Hermione quiso seguirlo pero Blaise le tomó del brazo negando con la cabeza. Luego los tres se fueron al gran salón a cenar y presenciar el sorteo de casas y salas comunes de los de primer año. Los tres amigos decidieron darle a Harry su espacio sin tocar el tema. El pelinegro se limitaba a bajar a comer y dirigirse a las respectivas clases, para luego volver y dormir.
Una mañana temprano, Luna salió a los terrenos a alimentar unos bebés tejón que habían abandonado cerca de la playa hacía unos días atrás.
- Gracias Luna. - le habían dicho los tejoncitos cuando ella les entregó un vaso de leche y porciones de pastafrola.
- Hablé con la directora, y dijo que pueden quedarse en los terrenos, sólo que no entrar al castillo. Así que traje estas maderas que encontré e intentaré hacerles una casita.
- Siempre tan tierna, Lu. - dijo una voz detrás suyo.
- Harry. No te había visto.
- Si quieres te ayudo a armar la casita.
Luna asintió con una sonrisa y se pusieron manos a la obra. Con ayuda de clavos y un par de hechizos, lograron hacer una hexagonal, alta y amplia casita para los tejones, casi del alto de los jóvenes, resguardada bajo una palmera y al lado de una enorme piedra lo cual les protegía de la marea y lluvias intensas.
Los tejones saltaron de alegría y se metieron a decorar con hojas y ramitas su nuevo hogar, mientras que los adolescentes se sentaron en la arena mirando al revoltoso mar.
Harry inspiraba el aroma a playa de manera profunda para pensar en otra cosa, pero últimamente no lograba despejar su mente y lentamente sus ojos se llenaron de lágrimas. Intentó con todas sus fuerzas no llorar pero un par de lágrimas llegaron a caer dejando una fina y húmeda línea en sus mejillas. El pelinegro aprovechó que su amiga se inclinaba hacia el suelo contemplando de cerca unos bichitos minúsculos que aparecían y desaparecían entre los granos de arena, y se limpió cualquier rastro de lágrimas en su rostro.
- No estarás pensando que llorar te hace más débil, ¿no?. - dijo su amiga sin despegar la vista de aquellos bichos.
- No me gusta hacerlo frente a otras personas, y menos frente a tí.
- ¿Crees que me burlaría?
- No, no por eso. Es que... me da vergüenza llorar por estupideces cuando tú... tú has perdido a tu madre y estás todo el tiempo feliz y ...
- Oye, espera. -dijo y dirigió la mirada hacia su amigo. - Primero, no desvalorices lo que sientes solo porque crees que otra persona está pasando peor.
- Pero tú...
- Pero yo... quizás encontré una manera de sobrellevar ese peso. La extraño, pero la siento conmigo. Pinto porque sé que a ella le gustaba que lo hiciera y siento que lo ve y se alegra. Hablo con ella todos los días, por eso me decían Lunática, porque hablo sola, me rio sola, pero porque me imagino que ella está aquí.
»Mi padre me decía que era una actitud de una niña pequeña, pero no sé, me funcionó y funciona, y no pienso dejar de hacerlo, pues me hace bien. Quizás tú debes encontrar esa manera de sobrellevar hasta que entiendas y aceptes esa pérdida. Draco, por ejemplo, escribía un montón de cartas a su amigo aún sabiendo que él no las recibiría, pero le hacía bien.
- Ahora me siento más estúpido.
Luna rió.
- ¿Recuerdas en primer año, - volvió a hablar la muchacha. - que estaba triste porque se había muerto mi gatito?
- Mmm, lo había olvidado.
- Todos me criticaban y decían que sólo era un gato y que había vivido conmigo por un año, pero tú me dijiste "aún así haya vivido contigo por dos días, tú le diste todo el amor que tenías para dar, y es lógico que duela."
Harry sonrió.
- No es poca cosa lo que viviste hace unas semanas, Ha. Pasaste meses con una persona a la que quieres y se ha ido. Luego te enteras de la posibilidad de que tus verdaderos padres estén vivos pero sin la chance de verlos. Yo no veo lo estúpido en eso.
- Es que ni siquiera los conozco, pero siento como si hubiesen estado toda la vida conmigo y desaparecieron de la nada. - dijo comenzando a llorar.- muero por encontrarlos y ver... ver... qué se yo...
- Respira...
- ... preguntarles por qué no vinieron conmigo. Siento que me abandonaron y a la vez me siento una basura porque es como si no valorara a Remus o Sirius y todo lo que hicieron por mí, alguien que ni siquiera se anima a decirles "te quiero" o esas cosas...
» Y Draco... se fue sin decir adiós y sé que es por mi culpa, pero ahora no sé dónde estará, no se si le agarró otro ataque de pánico sin saber qué hacer... ¿Quién le dará chocolates para que se tranquilice? Pero es que me creo tan importante, que seguro ni se acuerda... tampoco es que éramos algo en concreto...
- El no tener un título de rol en la vida del otro solo complica las cosas, pero no quiere decir que lo que vivieron fue intenso o real. Yo siempre dije que perdí a mi mejor amiga, pero nadie aceptaba que la considerara así a mi madre. Para las personas la madre tiene que ser madre, no otra cosa.
»El tema es qué es lo que tú sientes o crees y ser fiel a eso. No busques poner una etiqueta, busca simplemente querer, amar, disfrutar. Fíjate nada más... amaste a Remus y Sirius como tus padres adoptivos y ahora te enteras que no fue tan así, ¿cambió algo de lo que sientes hacia ellos?
- N-no. - dijo tras sonarse fuertemente la nariz.
- Yo sinceramente no creo que Draco se haya ido por estar enojado. Quizás descubrió el camino de regreso y fue al encuentro con su familia.
Harry asintió y la miró a través de unos hinchados y colorados ojos. Luna tomó su mano.
- Lo volverás a ver, tengo un buen presentimiento.
- ¡Dreik! - dijo Ron que fue corriendo a abrazarlo en la estación King's Cross.
- No te das la idea de cuánto te extrañé, Ron.
- "Ta bien, ta bien, ya cálmate".- recitó el colorado la frase de Burro de Shrek.
- Ven, busquemos a Pansy.
Dentro del Expresso de Hogwarts, encontraron a su amiga despatarrada en los asientos del compartimiento leyendo un libro electrónico.
- Disculpa, ¿te importa? El tren está lleno. - dijo Ron poniendo cara de perrito mojado a su amiga.
- ¡¡¡Ay!!!, ¡¡¡amigos!!!- gritó de manera aguda la pelinegra y fue a estrujarlos con abrazos. - Oye Draki, estás más cambiado, ¿qué hiciste todo este verano?
- No tienen idea...
Draco les contó todo lo que había ocurrido en Narnia, exceptuando la parte en que se entera que Harry era Potter, y, bueno, que le gustaba. Ante su sorpresa, sus amigos creían fielmente en sus palabras y desaprobaban la actitud de su padre. Ron estaba fascinado con la idea de hablar con animales y sólo preguntaba sobre ellos, en cambio, Pansy insistía en que había algo en él que parecía diferente.
- Mmm, no sé, un brillo en los ojos quizás. - había dicho su amiga. Pero los muchachos solo intercambiaron miradas dando a entender que su amiga era muy mística y soñadora.
El rubio se sentía de nuevo como en casa al estar de nuevo con sus amigos. Se pasaba horas escuchándolos hablar de las vacaciones que por momentos olvidaba todo lo que había pasado dentro del armario. De momentos se sentía mal por no recordar, como si los estuviera fallando, pero Ron no lo dejaba en paz nunca, por suerte, por lo que no tenía tiempo de deprimirse por mucho tiempo.
Ese año tendrían clases de Pociones con el profesor Slughorn, quien se pasaba regalando pociones a quien realizaba alguna complicada en la clase. Pansy y Ron no eran muy buenos en pociones por eso nunca ganaron nada, pero Draco se lucía y competía con Diggory y Thomas, dos compañeros de Hufflepuff que también eran muy buenos en la materia.
- Oigan, - preguntó el rubio mirando a todos lados. - ¿dónde está Dean?
- A él y a su padre los atraparon. - susurró Ron.
- ¡¿Cómo dices?!
- Su padre es muggle y él mestizo.
- Pero... él es un mago, le llegó la carta, no rogó a nadie para entrar aquí.
- Si, Draki, -agregó Pansy. - pero recuerda que aquí las cosas son un tanto diferentes. Se llevaron a todos ellos.
- ¿A dónde?
- Sólo Tú-sabes-quién lo sabe. - dijo Ron.
Y a decir verdad, Draco se había percatado que ese año había menos gente en el castillo. Un gusto amargo apareció en su boca al saber que su padre también estaba detrás de todo eso.
Ese año, los profesores se desquitaron con los alumnos y les dejaban millones de tareas para hacer, tanto así que ni los fines de semana tenían para salir a pasear a Hogsmade o siquiera a los terrenos del colegio. Pero, lentamente cada uno fue agarrando su ritmo y encontraban, de noche, unas horas para escabullirse y aprovechando que eran Prefectos y debían controlar que todos los estudiantes estuvieran en sus dormitorios. Ron y Pansy de vez en cuando intercambiaban túnicas y corbatas y se colocaban pelucas del color de pelo del contrario para que el colorado pudiera pasear por los pasillos con Draco.
- Te noto bastante cabizbajo, amigo. - le había dicho una noche Ron.
- Puede ser, si.
- ¿Por lo de tus padres?
- Creo que no. Aunque debo admitir que fue un bajón en las vacaciones.
Caminaron en silencio por un buen rato.
- ¿Te enamoraste, verdad?- escupió Ron
- ¿Cómo?
- Andas con la misma cara que pone Pansy cuando se enamora de alguien.
El rubio rió negando con la cabeza recordando a su amiga cuando suspira al ver pasar a su crush. ¿Será que él se veía de esa manera al verlo pasar al pelinegro? Si de algo estaba seguro era que no suspiraba, y los gemidos no contaban como suspiro porque eso era algo de la intimidad de ellos. Sonrió al recordar esas experiencias con Harry, sorprendido de lo bien que había resultado todo a pesar de no haber tenido experiencia alguna sobre el tema.
- Ya me lo imaginaba. - dijo el colorado palmeando su espalda.
- Bah, no estoy enamorado, Ron. Sólo... extraño un poco a una persona.
- Ajá... ¿la misma que nombras cuando sueñas?
Draco quedó congelado abriendo los ojos como platos mientras su amigo se descostillaba de la risa al ver su reacción.
- Tranquilo, era broma. - El rubio le dio un empujón y siguieron caminando.
- ¿Y qué hay de tí?
- Recuerda que aquí sólo pasaron horas cuando tú estuviste fuera, así que está todo como lo dejaste.
- Ya.
- Pero si, espero encontrar a una persona divertida, que me haga reír con pavadas que dice, que baile bien, tenga piscina en la casa...
- Blaise sería tu tipo entonces.
- ¿En serio?, ¿Es linda?
- Es un chico. - contestó entre risas.
- Idiota.
Una tarde de invierno, Draco paseaba por los pasillos del castillo acompañado de Ron y Pansy que iba inmersa en la lectura del libro electrónico que sostenía a centímetros de su cara.
- Oye, ¿cómo sabes por dónde vas?
- Soy mujer, puedo hacer varias cosas a la vez, Draki.
El rubio rodó los ojos y cuando vio que su amiga volvía a perderse entre palabras, se arrebató el aparato queriendo ver qué era lo que llamaba tanto la atención a su amiga.
- ¡Dámelo, es mío!
- Sólo quiero leer un poco.
- ¡¡No!!- gritó y saltando intentaba tomar su libro que estaba en la mano que Draco había elevado para que no lo pudiera alcanzar. - ¡No lo leas!
- ¿Por qué no?
- Porque... es erótico.
- Nah, ¿en serio?- dijo irónicamente. - Hasta Ron se dio cuenta de eso.
- ¡Oye!
Las mejillas de Pansy estaban enrojecidas, hecho que dio ternura al rubio y le devolvió su libro.
- Merlin, me recuerdas tanto a...
Draco sonrió y se perdió en sus pensamientos recordando al pelinegro que se moría de vergüenza que leyeran sus historias.
- ¡Sabía que tenías un crush!- lo expuso Pansy. - ¿Es tan linda como yo?
Draco rodó los ojos e intentó darle una leve patada en el trasero, pero como era algo que solía hacer, ella pegó un salto hacia atrás lejos de su alcance. Su amiga le sacó la lengua y luego pegó un grito cuando un sonido salió de su libro electrónico.
- ¡Wooh!, ¡Prongs publicó nuevo capítulo!
Al rubio se le paró el corazón y volvió a arrebatarle el aparato a Pansy.
- Oye...
- ¿Has dicho prongs, qué es eso?. - dijo observando el libro buscando el nombre en algún lugar.
- Es el autor de una de las historias que leo y ese es su nombre de usuario.
- Muéstrame las historias, por favor. No es para reírme, de verdad.
Pansy dudó pero al fin le mostró el perfil del usuario el cual contenía más de quince historias cortas. Draco fue leyendo rápidamente los títulos, entre ellos "Super Unnatural".
- C-cuéntame sobre esta historia. - pidió a su amiga entregando el libro con las manos temblorosas.
- Es la historia de amor de dos hermanastros, Dean y Sam. Es un fanfic de la serie.
- ¿Qué clase de cosas lees, Pan?. -preguntó Ron con cara de asco.
- ¿Publicó algo más últimamente?
- Si, comenzó a escribir una historia un poco diferente, yo apostaría que es sobre su vida, se llama "Escribe sobre nosotros". Cuenta cómo se enamora de su amigo extraterrestre.
- ¡¿Qué carajos?!- exclamó Ron.
- ¿Puedes hablar con el autor?,- su amiga lo miró con el ceño fruncido. - quiero decir, para hacerle sugerencias o comentarios...
- Si, sugiérele que vea un psicólogo.- comentó Weasley.
- Mmm, creo que no, Draki. Sólo se interactúa con botones tipo like - dislike - quiero más - ya escribe otro capítulo, mierda – JAJAJAJA – intentando no reírme porque estoy en clases...
- Ya, entiendo.
- Uff, ya debo ir a clase con los Ravenclaw. - dijo Ron. - Nos vemos en el almuerzo.
- Adiós, Ronnie. - lo saludó Pansy con un beso en la mejilla.
- Nos vemos, amigo. - dijo Draco y esperó a que el gryffindor doblara la esquina para girarse y dirigirse a su amiga. - Oye... cuando termines... ¿podrías prestarme tu libro?
Pansy exhibió una amplia sonrisa.
- ¡Claro que sí, llévatelo! Le pediré prestado el suyo a Astoria. ¿Entramos a clases?
- De acuerdo, gracias. Te lo devolveré pronto.
- No hay problema. ¡Oh! Es conveniente que hagas un hechizo para que pasen solas las páginas, a veces es difícil manejar el libro con una sola mano.
Draco rodó los ojos y su amiga rió.
Una tarde de lluvia, los cuatro amigos fueron a tomar el té con la Señora y el Señor Castor, quienes los esperaban con pan recién salido del horno y deliciosas mermeladas que había hecho ella. La pequeña casa estaba adornada con banderines de aniversario y flores por todos lados.
- ¡Wow! ¿Están de aniversario? - preguntó Hermione
- Nosotros no, querido. - contestó con una suave y grave voz la Señora Castor. - pero es que se celebran quinientos años de que los hermanos Pevensie trajeron paz a Narnia.
- Oh, cierto. - dijo Blaise. - con razón me llevo Historia a rendir.
- ¡Así es! Mis tatara, tatara... - dijo con voz rasposa el Señor Castor. - tatarabuelos los recibieron aquí a los cuatro. Es una maravilla.
- Me hubiese encantado haber estado aquí en esa época. - dijo Luna con aire soñador.
- Si, igual no todo era color de rosas, -comentó la Señora Castor. - no la pasamos bien por un tiempo y luego, cuando hubo paz, se fueron. De la nada.
- ¿Se murieron?- preguntó Blaise.
- No, es como si la tierra los hubiese tragado.
- Se rumorea que cruzaron el portal, porque años más tarde, volvieron pero más rejuvenecidos.
- ¿Y nunca supieron dónde está ese portal?- preguntó Harry.
- No, querido. Muchos intentaron buscarlo, pero dicen que tiene una magia particular
- Según el libro que escribió Tumnus, sólo hay que seguir al faro que está incompleto.
- Si, querido, pero te digo que muchos encontraron el faro, pero no la salida. Quizás es magia oscura.
- ¡Pero cómo va a ser magia oscura, querida! Acaso no recuerdas que...
Harry ya no los escuchaba, sino que se había perdido en sus pensamientos sobre el supuesto armario. Le molestaba que no hubiera habido nadie que investigara o hablara de la magia del mueble. Hermione le había dicho que habían muchos aspectos de la magia que ni siquiera los mejores hechiceros llegaban a aprender al cien por cien. Pero ahora, con la información del faro que mencionó el Señor Castor, el pelinegro se sentía con esperanzas de poder encontrarlo. Solamente debía registrar todos y cada uno de los faros que estuvieran cercanos al colegio.
- Beban, que se les va a enfriar. - aconsejó la Señora Castor. - Ayer me visitaron los tejones. Dicen que están encantados con su casa nueva.
- ¡Cuánto me alegro!- dijo Luna.
- Deberíamos ir a visitarlos cuando pare la lluvia. - sugirió Harry.
- Ay, si lo hacen, les prepararé una canasta para que lleven mermeladas y pancito para ellos. - dijo la Señora Castor.
Luego de terminar la merienda, los jóvenes volvieron al castillo, pasando por la casa de los tejones. Más tarde, se dirigieron a la sala común, pero Harry decidió a último momento, desviar e ir a la biblioteca. Allí desplegó un mapa de la zona del castillo de Dogwarts y con un compás dibujó un círculo marcando lugares aproximados donde podría encontrarse el armario.
Harry se tomaba todos los fines de semana para hacer un recorrido hacia los puntos que había marcado en el mapa, pero luego de ocho meses, se dio por vencido. Aún le faltaba la zona costera, pero según lo que había dicho Hermione quien fue la que vio a Draco por primera vez, estaba segura que de ese lado no venía. A sus amigos les partía el corazón verlo salir todos los sábados con aire positivo diciendo "hoy lo voy a encontrar" y volver a verlo el domingo con ojos hinchados de haber llorado hasta el cansancio.
Sus amigos, cuando podían, lo acompañaban, pero solían ser caminatas por horas, sin descanso, por lo que había fines de semana que quedaban a descansar. Sin embargo siempre lo esperaban con la mejor onda y Luna le hacía masajes en las piernas y pies al regresar. Y, si bien les preocupaba un poco la insistencia del pelinegro, habían decidido no contarles a sus tutores, ya que lo único que lograrían era que Harry se enojara.
Un sábado de intenso calor, el joven se tiró al césped a descansar aprovechando que corría una brisa. Se quitó los zapatos para masajearlos y comió y bebió un avío que le había preparado la Señora Castor el día anterior.
Vio unas ardillas pelear por dos bellotas y rio cuando una le arrojó una piña del pino en la cabeza, y la atacada se lanzó hacia la otra y se revolcaron en el pasto cubierto de hojas secas. Luego un viento brusco las arrastró un poco más lejos y desaparecieron.
Algo blanco llamó la atención de Harry, y se acercó al lugar donde habían estado peleando las ardillas. Se agachó y se dio cuenta que era un trozo de pergamino sucio y arrugado. Lo iba a dejar en el lugar hasta que vio una pequeña letra al borde, donde se había rasgado el papel, por lo que lo alisó e intentó leer.
Un vuelco al corazón le dio al reconocer la letra y algunas palabras de la carta.
Ron,
¿Qué tal? Ya se que te escribí ayer,
Acá sigue todo igual o pe
Aún no me dej
Hogwarts.
Nada, estoy o.
Si, ya se, muy c
Chau
Pansy había dado el libro a Draco para que se entretuviera en las vacaciones de invierno, y claro que lo entretuvo, no despegaba la mirada del aparato ni un segundo. Se pasaba todas las noches leyendo las palabras de Harry en las historias que escribía. Pasaba sus dedos por la pantalla del libro electrónico como acariciando esa pequeña esencia que tenía del pelinegro. Le daba rabia que no hubiera aplicación por la cual poder comunicarse, así que se limitaba a presionar todos los días los botones de interacción.
La historia con el extraterrestre era definitivamente la descripción de su relación y lo excitaba tanto como cuando experimentó cada una de las escenas en vivo y en directo con el pelinegro. Tanto así que todas las noches hacía un hechizo silenciador para poder masturbarse tranquilamente.
En varias ocasiones sentía mucho la falta del joven y se deprimía. No entendía cómo podía sentir tanto por alguien que no conocía por mucho tiempo. Ansiaba también las juntadas con los demás, las fiestas y juegos pervertidos, los chistes malos de Blaise, la dulzura de Luna y la inocencia de Hermione. Pero más extrañaba las miradas de Harry, todas llenas de diversión y vergüenza juntas.
Al día siguiente acompañó a su madre a comprar regalos de Navidad e ingredientes para hacer un pan dulce con frutas abrillantadas y pasas de uva. Ahora entendía esa nostalgia que traían las fiestas para quienes no podían compartirlas con todos sus seres queridos.
De camino de regreso a casa su mamá percibió su estado de ánimo.
- ¿Te encuentras bien, cariño?
- Si, madre. Sólo estoy un poco cansado.
- Es que te la pasas encerrado todo el día leyendo.
- Peor sería encerrado haciendo nada productivo.
- Mm. ¿Y leer es productivo?
- ¡Claro que sí!, Aprendes mucho vocabulario, gramática, además de que te transporta a otros mundos, hay aventuras que solamente podrás lograrlo a través de las palabras que lees. - dijo abriendo la puerta de la casa.
- Ya veo, siempre tan soñador. Bueno, me alegro. Quizás después te pida prestado para "transportarme a otro mundo". - lo citó
- Eh...
- Volvieron... - dijo Lucius que estaba de pie en el descanso de las escaleras.
- No, en realidad seguimos en la tienda, pero nuestras almas vinieron a resguardarse del frío.- dijo irónicamente Draco.
- Tu alma debería resguardarse de no ir al infierno.
- ¿De qué hablas, Lucius?- dijo su madre dejando el abrigo en el perchero detrás de la puerta.
- Buscando un libro en el cuarto de Draco encontré esto. ¿Acaso no te contó las cochinadas que lee en este libro?
El rubio sintió como si le tiraran un balde de agua helada.
- Oh, vamos Lucius, seguro que es una de esas historias adolescentes.
- "...Acariciando todo el tronco del pene con la lengua y dando leves besos en el glande antes de volver a meterselo hasta el fondo de la garganta". - leyó el señor Malfoy.
- Papá, eso es de Pansy. - se apresuró a decir. -Se lo olvidó en el tren y se lo guardé.
- ¿Ah sí? - su padre levantó una ceja. - ¿Y debo creerte?
- P-pregúntale.
Lucius dio media vuelta, se dirigió a la chimenea y metiendo la cabeza entre las llamas se comunicó con la familia Parkinson mientras Narcissa y Draco intercambiaban miradas. El rubio intentaba mantener la calma sabiendo que su amiga lo cubriría. Luego de terminar de confirmar que Draco decía la verdad, su padre se incorporó, tomó su varita y destruyó el libro electrónico.
- Pero...
- Su madre me dio permiso para exterminar esa asquerosidad. Ahora... ¿Cuál es el libro que andas leyendo de aquí para allá?
- Eh... est-tá en mi habitación.
- Muéstramelo.
Draco corrió escaleras arriba sintiendo a su padre caminar detrás suyo con paso decidido. Entró como tornado a su habitación pensando a mil por horas en un libro para usar de prueba. Pero le dio un vuelco al corazón darse cuenta que él no leía libros por placer, por lo tanto no tenía ninguno que no fuera de Pociones o Historia de la Magia.
De pronto, todo pasó muy rápido. Escuchó que detrás de la puerta, la elfina le decía algo a su padre quien contestaba de manera enfurecida. Luego, delante suyo apareció su madre colocando un libro en su escritorio y al siguiente segundo desapareció, la puerta detrás suya se abrió de un golpe y su padre entró al cuarto.
- ¿Y bien?
- Eh.. aquí. - dijo entregando el libro a su padre el libro que había dejado Narcissa, aún con el corazón en la boca y la confusión en su cabeza.
- ¿Mujercitas?- leyó Lucius para luego posar los ojos grises en su hijo que sentía como sus mejillas ardían.
- Si, bueno. Mamá me dijo que le abrió la mente en muchos aspectos de la vida así que quise darle una oportunidad.
- Toma. - le entregó de manera brusca el libro. - Y dame el libro de pociones que te presté que lo necesito.
Draco obedeció y se quedó en el lugar hasta que su padre se retiró. Luego suspiró sintiendo las piernas como gelatina e intentó sentarse en la cama al tiempo que su madre entraba por la puerta llevándole chocolate caliente.
- Gracias, mamá.
- Con que... mucho vocabulario y gramática, ¿eh?
El rubio se atragantó con la bebida y pidió con señas a su madre para que le golpeara la espalda.
- ¿Cómo... supiste...?- preguntó con lágrimas en los ojos debido a la tos.
- Tu cara, hijo. Además, tú no lees. -dijo corriéndole un mechón detrás de la oreja.
- Lo siento. - dijo bajando la cabeza. - te he deshonrado.
- Oh, vamos, Draco. Es sólo un libro.
- No es eso. Es que...- comenzó a sentir esa sensación en el pecho que odiaba, aquella que no lo dejaba respirar, lo cual hizo que se ahogara intentando tomar aire.
-Tranquilo, cielo. Recuéstate.
- No me quiero morir, no ahora. - dijo cerrando los ojos y sollozando.
- No pasará nada, amor. - dijo acariciando su cabello.
- No te vayas, tengo miedo.
- No me iré a ninguna parte.
- Quédate conmigo, Harry.
Su madre alzó la vista a la nada pensando en lo que acababa de escuchar, pero luego continuó con sus caricias hasta que el rubio se quedó dormido.
De vuelta en Hogwarts, Draco puso al tanto la situación del libro a su amiga.
- ¿Pero, por qué reaccionó así?
- Que se yo, pero era como si quisiera a toda costa incriminarme por algo. Lo siento mucho por el libro.
- Si, yo también, pero no te preocupes. Compraré otro, sólo tengo que ahorrar un poco.
- Señor Malfoy. - dijo una voz detrás de los slytherin.
- Profesor Slughorn.
- El director desea verte, muchacho. La contraseña es menta granizada.
El rubio se dirigió al despacho de Dumbledore, quien lo esperaba sentado en uno de los sofás que daban a la chimenea de la gran habitación. Al entrar, Fawkes comenzó a volar y se posó al lado del directora
- Buenas tardes, profesor.
- Adelante, Draco. Siéntate.- dijo con una suave voz posando su mano en el sillón a su lado.
- ¿Quería verme, señor? - preguntó sintiéndose un tonto por la pregunta, pero le ponía un tanto nervioso, ya que nunca lo habían llamado.
- Así es. Pero primero, ¿gustas una taza de té?
- Si, claro.
Albus hizo aparecer una taza humeante junto con unas galletitas de manteca.
- Te he citado aquí para preguntarte cómo estabas.
- Estoy bien. - dijo con voz segura. Pero vio que el señor lo miraba por encima de sus lentes en forma de medialuna y no parecía muy convencido con su respuesta.
- Verás, Draco. Últimamente, te he notado... diferente.
- ¿Diferente cómo?
- Tu sabes, como más relajado, lees mucho, te duermes en clases, tus calificaciones bajan...
- No se preocupe, volveré a ponerme al día.
- No es eso lo que me preocupa. Tu brillo y tu esencia parecieran que se quedaron en otro mundo.
Draco se aclaró la garganta.
- Yo... he tenido un verano complicado.
- Ya lo creo.
- Pero ahora que he vuelto aquí y estoy con mis amigos estaré mejor.
- Me alegro que así sea.
Se quedaron en silencio mientras terminaban el té. Draco observaba los cuadros de la amplia habitación. Había cuatro, que se relacionaban, que le llamaron la atención. Parecía un cuadro que demostraba el proceso del nacimiento de un árbol, pero de manera muy extraña. El primer cuadro esa de color madera oscura y habían tres anillos dentro de él, dos de color verde y uno dorado. El siguiente mostraba la imagen de un hueco cavado en el piso y los anillos dentro, como si fueran las semillas. El tercer cuadro mostraba un árbol ya florecido que salía del hueco donde estaban enterrados los anillos. Y el último mostraba una puerta entreabierta sobre el tronco del árbol, del otro lado de la puerta sólo se veía una brillante luz.
- Profesor, ¿puedo hacerle una pregunta?
- Dos, si quieres.
Draco se mordió los labios al recordar que Harry solía contestarle así.
- ¿Ha estado en otros mundos?
El profesor no contestó al instante, sino que miró hacia arriba como recordando o pensando en cómo formular su respuesta.
- Si y no. Sí, en el sentido de estar en el mundo marino. Verás me transformé en una bella sirena y viví en el lago negro por un par de años.
- ¿Lo dice en serio?- preguntó ocultando su risa.
- Desde luego que sí. - dijo guiñandole un ojo. -Pero si a lo que te refieres es a otra dimensión, fuera de este plano, no. Aunque tengo cierto conocimiento de que existen.
- ¿Nunca buscó la entrada?
- Muchas veces, pero la magia con la que se maneja es diferente a la que conocemos.
Draco asintió y quedó inmerso en sus pensamientos.
- ¿Hay algo que quieras contarme, Draco?
El rubio inspiró y a medida que iba largando el aire comenzó a hablar. Con cada palabra que salía de su boca sentía que su corazón iba a estallar. Sus manos se habían enfriado y su cabeza zumbaba como si fuera a desmayarse, pero nada impidió contarle al profesor todo lo que vivió.
Dumbledore escuchaba con atención su relato, como un cura que escucha la confesión del feligrés, sin interrumpir con preguntas ni sonidos. Una vez Draco había terminado de hablar, tomó un largo trago del té que ya se había enfriado.
- Le juro que no estoy loco, señor. Pero no puedo demostrar que fue real. Volví a ir en el receso de invierno, solo y tampoco ha funcionado.
Albus volvió a hacer el mismo gesto de pensar su respuesta.
- Dicen que el armario nos puede dar respuestas a lo que nuestro alma desea. Yo creo que la primera vez que ingresaste, dentro tuyo había una chispa que quería escapar, ya sea de los que te encerraron o de tu vida aquí. Quizás la respuesta que buscabas se encontraba del otro lado, por eso pudiste atravesar. Y lo mismo de regreso.
» Es probable que esa noche tú deseabas volver a tu hogar, sentir el calor de tu familia, en el sentido profundo de la palabra, y por eso pudiste volver. Al día siguiente, con toda la presión de tus padres al ir al lugar, pudo haber hecho que se cerrara. O quizás porque eran muchas personas y todas con una búsqueda diferente. Sinceramente no estoy cien por cien seguro de cómo funciona.
» Hay gente que escapó a través del armario en busca de una vida mejor y, si allí encontraron la paz, es posible que no funcione para volver aquí. Por lo pronto yo te diría que hay dos posibilidades: Tal vez, lo que hay detrás de la puerta no es lo que realmente estás buscando. Recuerda que lo que uno quiere quizás no corresponde con lo que el alma desea. La otra opción sería, que lo que estás buscando, lo puedes encontrar aquí.
Chapter Text
Aquél día en Londres, como el día estaba nublado, oscureció temprano, lo que hizo que cierta castaña se preocupara.
- Harry, creo que deberíamos preguntar a alguien. - dijo Hermione. -Ya hace tres días que atravesamos el armario.
- Mione tiene razón. - acotó Blaise y señalando a los mortífagos continuó. -Además esos encapuchados me dan escalofrío.
Habían estado deambulando por la ciudad escondiéndose entre arbustos y casas abandonadas por un par de días, y gracias al avío que les había hecho la Señora Castor, no pasaron hambre, pero ya se habían acabado todo.
- Allí hay un señor, en la parada de ómnibus. - señaló Luna.
- De acuerdo, vayamos a preguntar. - accedió Harry. De todas maneras, se colocó la capa de invisibilidad.
Se acercaron a la oscura parada de colectivos donde estaba un señor regordete y bajito sentado en la butaca. Cuando los vio, se incorporó y los apuntó con la varita.
- Disculpe, señor. -dijo Hermione con las manos en alto y los demás la imitaron. - Sólo estamos buscando el colegio Hogwarts. ¿Podría darnos la dirección?
El hombre rió en son de burla
- "La dirección". - la citó. - Asquerosos muggles...
- Somos magos. - se apresuró a decir Blaise. - Mire, tenemos nuestras varitas.
- Así es, somos estudiantes de intercambio. - dijo Luna.
- No me digan, ¿y de qué escuela?
Los tres quedaron callados. Sabían que el nombre Dogwarts no era para nada confiable, ya que parecía una burla.
- Colagusano. -gritó un mortifago desde el otro lado de la calle. - ¿Quiénes son esos?
- Un par de adolescentes, yo me encargo.
Los jóvenes aprovecharon la distracción mientras los dos hombres hablaban y se dirigieron a Harry, quien estaba todavía oculto bajo la capa, pidiendo ayuda.
- ¿No te mencionaron otras escuelas Moony o padfood? - susurró Blaise.
Colagusano se giró de golpe y los observó con detenimiento. Luego miró al suelo, a sus pies y vio que al lado del moreno, el césped estaba aplastado en dos lugares continuos. Una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre.
- De acuerdo. Los ayudaré. ¿Ven aquel lugar iluminado? - todos enfocaron al lugar siguiendo el dedo del hombre. -Bueno, es la estación King's Cross. En el andén 9 3/4 podrán encontrar el tren que los lleve.
- Oh, muchas gra... - Luna frunció el ceño. - ¿Y el hombre?
- Habrá desaparecido. - dijo Harry aún debajo de la capa.
- ¡Ah! - pegó un grito Hermione. - ¡una rata me caminó por el pie!
- Creo que deberíamos irnos de este lugar. - sugirió Harry.
Los demás asintieron y comenzaron a caminar hacia la estación.
Cuando llegaron encontraron el lugar casi vacío y sin ningún tren a la vista. Consultaron con un guardia sobre los horarios, pero éste los miró con desconfianza, no solamente por el lugar al que se dirigían, el cuál estaba claro que no lo conocía, sino también porque mencionaron un andén inexistente.
- Quizás debamos esperar hasta mañana. - dijo Luna.
- ¿Podremos quedarnos aquí?- preguntó Blaise.
- Creo que no nos queda otra opción. - dijo Hermione.
Los cuatro se sentaron en las butacas a descansar. Llevaban varios días caminando intentando llegar a algún lugar seguro, pero parecía casi imposible. Ya casi nadie conservaba el buen humor ni las ganas de continuar, pero tampoco planearon volver.
Hermione, Blaise y Luna prometieron a Harry que lo acompañarían en su travesía, incluso luego que el pelinegro se negara varias veces con la excusa de que quizás no pudieran volver a su mundo. Ellos sabían lo importante que era para su amigo ver a sus padres, encontrar respuestas a sus preguntas y estaban dispuestos a correr el riesgo por él, porque él lo habría hecho si fuera al revés.
Sin embargo estaban un poco preocupados, ya que no era lo mismo que irse a otro país y, al parecer, en este universo, los inicios de la guerra se estaban viendo a simple vista.
Los jóvenes se quedaron dormidos a pesar de las fuertes luces de la estación y el fresco viento.
A la mañana siguiente, el alboroto de la gente los despertó e intentaron de nuevo hablar con otro guardia para que los ayude, obteniendo el mismo éxito que con el anterior.
- ¡No puede ser!- exclamó enfurecido Harry.
- Tranquilo, Ha. Lo encontraremos. - lo tranquilizó Luna, pero el pelinegro no se convenció. Entonces se fue a dar una vuelta por el lugar para ver si alguien comentaba algo sobre el mundo mágico mientras sus amigos hacían lo mismo pero por otro lado.
Ya para el mediodía, cansado y hambriento, Harry entró en un lugar cerrado, donde la gente solía esperar los trenes cuando hacía mucho frío. Al principio pensó que estaba vacío, pero en una esquina, de espaldas a él, había una joven madre sentada dando de mamar y hablando a su bebé en brazos. Harry se sentó en otro banco, tiró la cabeza hacia atrás y la apoyó en la pared. Esta exhausto y hambriento. Por un momento clavó la mirada en la chica sin darse cuenta que la estaba mirando de más. Pero, es que había algo en aquella joven que le llamaba la atención, y era su cabello, corto y de color rosa chicle.
El bebé había comenzado a llorar pero algo que hacía ella con la cara le hizo cambiar de humor al instante. Harry hubiera jurado ver una cara de pato, pero supuso que ya estaba demasiado cansado e imaginaba cosas. De todas maneras, intentó disimuladamente prestar atención a su cara por si veía algo extraño nuevamente, y esta vez lo pudo ver mejor. Se acomodó en el asiento al ver que la cara de la chica parecía un cerdito mientras su bebé reía e intentaba tocarla.
La joven se sintió observada y levantó la vista hacia el pelinegro, ya con la cara normal.
- ¿Tienes algún problema?, ¿te molesta que lo alimente aquí?. - dijo a la defensiva ocultando uno de sus pechos que había quedado al descubierto luego que el bebé dejara de mamar.
- No, lo siento. Es que... ¿Puedo hacerle una pregunta indiscreta? - La joven levantó las cejas, pero como no dijo nada, Harry continuó. - ¿Es usted una maga?
Esta vez, la muchacha rió.
- Mas bien una bruja.- lo corrigió.
- Oh, es que bruja para mí es alguien malvado.
- Es válido. ¿Y tú?, ¿No deberías estar en la escuela?
- Oh, estoy buscando llegar a una. Somos alumnos de intercambio.
- ¿Somos?
- Si, mis amigos y yo. Ellos están buscando direcciones por otro lado.
- ¿A qué escuela se dirigen?
- A Hogwarts.
- El tren solo sale los días hábiles de semana a las once en punto. Hoy es sábado, así que tendrán que esperar hasta el lunes.
- O sea... ¿que usted no cree que estoy loco?
- Desde luego que no. - dijo y sentó a su bebé en el regazo mientras movía las piernas arriba y abajo. Harry pudo ver que la criatura tenía el cabello azul igual de chillón que el de la madre. El pelinegro lo sonrió y el bebé lo imitó. - ¿Quieres un poco de agua?. Luces sediento.
El joven aceptó con un movimiento de cabeza y tomó la botella que la bruja le ofrecía. Destapó la botella y sintió un leve aroma a cítrico, pero lo ignoró y bebió ya que hacían más de doce horas que no consumía nada. Devolvió la botella a la dueña y vio que ésta sonreía de lado mirándolo fijo, lo que hizo que el miedo se apoderara de él y empalideciera.
- ¿Estás bien? .- preguntó la joven y Harry solo asintió. - ¿Cómo te llamas?
- Harry Lupin.- dijo apresuradamente. Y frunció el ceño.
- ¿De dónde vienes y a dónde vas?
- De Narnia y me dirijo a Hogwarts para hablar con Dumbledore.- sus palabras salían de su boca sin pensarlas.
- ¿Qué vienes a buscar?
- A mis padres y a a... - intentaba no dar información pero era imposible. - al chico que me gusta.
- ¿Quiénes son tus padres?
- L-Lily y James P-Potter. - y se tapó la boca con las manos.
La puerta del lugar cerrado se abrió y un muchacho de alta estatura y cabello colorado entró, sonrió a la joven y al bebé, y dando grandes zancadas se acercó a ellos.
- Hola, cielo.- dijo dándole un casto beso a la chica para luego alzar al bebé. - ¿Quién es él?
- Nuestro salvador. - dijo sonriendo, pero esta vez era una genuina y llena de alegría.
Hacía mucho tiempo que no tenían libres los sábados para descansar, y es que los exámenes de medio año habían sido durante la semana, por lo tanto la atareada vida escolar volvía a comenzar el siguiente lunes. Draco, Pansy y Ron habían decidido ir a Hogsmade a distraerse, pero el único que parecía no disfrutarlo era el rubio. Desde la charla con Dumbledore, sintió que todo se desmoronó. Había perdido las esperanzas de volver a ver o siquiera saber de Harry. Una vez que no tuvo el libro electrónico para sentirlo más cerca se dio cuenta del vacío que sentía por dentro y lo desesperaba no encontrar una salida a aquellos sentimientos.
Ron y Pansy notaban el cambio en su amigo e intentaban distraerlo con la salidas o mirando peliculas, pero, por más que Draco les agradecía y les decía que la pasaba bien, ellos sabían que no era así.
Aquella noche, el colorado lo invitó a su sala común una vez que todos estuvieron dormidos para que no se sintiera mal ante la cara de reprobación del resto de los Gryffindor. Estuvieron sentados cada uno en un sillón en un completo e incómodo silencio mirando fijamente al fuego de la chimenea.
- Dreik... - dijo al fin Ron. -¿Hay algo que pueda hacer?
Draco sonrió de lado, lo miró e hizo una mueca con la boca. Luego tomó aire como para hablar pero lo retuvo y luego soltó con un suspiro.
- Me da... vergüenza.
- Sabes, una vez la mujer de mi hermano Charlie, Tonks, me vio mal e intentó ayudarme pero no podía hablarle a la cara. Así que me dijo que me sentara en el piso mirando al lugar que más que gustara. Luego ella también se sentó apoyando su espalda contra la mía, así ella no me veía el rostro y yo tampoco el suyo. Y me ha ayudado.
Draco asintió, se puso de pie, corrió el sillón para sentarse en el suelo y quedar mirando al crepitante fuego. Se sentía un poco estúpido hacer eso, pero tenía algo atorado en su pecho y necesitaba hablar con alguien. Ron también se puso de pie y esperó a que su amigo se sentara para darle la espalda e imitarlo. Varias veces sintió, por el contacto con su espalda, como los pulmones de Draco se llenaban de aire, pero luego lo exhalaba lentamente. Sin embargo, esperó a que su amigo encontrara el momento.
-Tenías razón, Ron. Me he enamorado... - El colorado esbozó una sonrisa pero no hizo ni un comentario. Draco jugó un rato con los pelos de la alfombra y suspiró. - de un chico.
El rubio sentía su corazón latir velozmente y, si bien no quería recibir ningún comentario por parte de su amigo, a su vez quería que le dijera algo. Se acordó de cuando Harry le había dicho que no dijera nada de su historia y al final le pidió que lo hiciera. Este recuerdo hizo que se riera.
- ¿Y eso te avergüenza?- preguntó casi susurrando su amigo.
- Si. No quiero que me veas diferente. No es que me gusten otros hombres, sólo me gusta éste en particular. No quiero que pienses que me gusta mirarte o cosas así.
Ron rió.
- Ni que fuera tan lindo para que me mires.- Ambos rieron.
- También me da un poco de vergüenza admitirlo porque... no es que lo conozca hace mucho, pero es como una droga, no puedo dejar de pensar en él y en todo lo que... ya sabes, vivimos.
- Es decir que es correspondido.
- Creo que sí.
- ¿Crees?
- O sea, nos hemos besado y también... - Draco ocultó su cara con sus manos. Luego las retiró para abanicarse por el calor que le había dado confesarlo.
Ron sonrió.
- Entonces si es correspondido, Dreik.
- Bueno, en fin. De a ratos pienso que quizás sea solo un amor adolescente y deba simplemente olvidarme, pero no puedo. ¿Cómo puedo hacerlo?
- Aquí la pregunta sería, ¿quieres hacerlo?
- Debo hacerlo.
- ¿Por qué?
- Porque no podré verlo otra vez y además mi padre... él no aceptaría nada de eso.
- Porque es un viejo anticuado... sin ofender.
- Él dice que está mal.
- ¿Tú crees que está mal?
- No lo sé.
- Cuando estuviste con él, ¿sentiste que no era lo correcto?
- No, sino lo contrario.
- Ahí lo tienes. Amigo, lo que opine tu padre es responsabilidad suya. Tú tienes que ser fiel a tu corazón. Si crees que está bien, pues así lo es. Si sientes que tienes que olvidar, pues lo haces. Pero que sea porque realmente tú lo quieres, no porque otro lo desea.
- Entiendo. No me quiero olvidar, pero es que... quisiera poder estar bien. Dumbledore tiene razón, he perdido mi brillo. No sé como recuperarlo.
- Y, perdona la pregunta, pero... ¿si pruebas salir con otras personas?
- Lo he pensado, pero nadie me gusta. Pan me dijo que Astoria estaba interesada en mí, pero no lo sé. No quiero lastimarla tampoco.
- Pero puedes serle sincero, decirle que buscas algo tranqui porque estas enamorado de otra persona y ya... quizás y la pasan bien.
- ¿Tú dices?
- Qué se yo. - dijo encogiéndose de hombros. - a lo que voy es que no pierdes nada. Si te dice que no está de acuerdo, pues no salen y te olvidas del tema.
Draco resopló
- De acuerdo, creo que lo intentaré.
- Cualquier cosa, sabes que estoy aquí para apoyarte... emocionalmente, digo.
- Ron...
- Lo siento, tenía que decirlo.
Ambos rieron.
- ¿Puedo... - comenzó temeroso el colorado. - ...darte un abrazo?
El rubio asintió y se puso de pie y Ron lo imitó. Las mejillas de Draco se volvieron rosadas al mirarlo a la cara, pero se dio cuenta que realmente necesitaba hablarlo con él y que lo abrazara. Así que extendiendo los brazos, ambos se acercaron y se dieron un largo y fuerte abrazo.
- Gracias.- dijo Draco.
- Gracias por confiar en mí.
Harry, Luna, Hermione y Blaise aceptaron hospedarse en la casa de Charlie y Tonks para esperar el tren del lunes. Los adultos le habían dicho que no era seguro que anduvieran merodeando por la ciudad por si los atrapaban los mortífagos. Y, si bien Harry no estaba del todo convencido de que fuera una buena idea, no tenía opción. Aquellas personas sabían demasiada información y prefería estar con ellos para asegurarse que no los traicionaran.
Una vez llegaron a la pequeña pero acogedora casa de las montañas, se acomodaron en la cocina, donde Tonks les preparó té mientras Charlie llevaba al pequeño Ted a su cuna.
- Deben estar exhaustos, chicos. ¿Hace cuánto llegaron?
- Un par de días.- respondió Blaise.
Charlie apareció de nuevo en la cocina y se quitó el abrigo quedándose con una camisa arremangada en el antebrazo. Hermione ahogó un grito al ver uno de sus brazos cubierto por una piel quemada.
- Charlie trabaja en Rumania con dragones. - explicó Tonks al ver la cara de sorpresa de la muchacha. - Vaya, ¿Y usted?- inquirió Luna.
- Soy Auror. Cazamos a mortífagos y seguidores del Innombrable. Somos la resistencia.
- Esos son los hombres encapuchados, ¿verdad?- preguntó Blaise.
- Así es. Han habido muchos por la zona esta semana, pero son muy escurridizos. - dijo entregando a cada uno una taza humeante de té. - Lamento haberte dado la poción para que digas la verdad, Harry. Debía asegurarme que no fueras alguno de ellos.
Charlie y Tonks se sentaron en la mesa frente a los chicos y miraron con fascinación a Harry, quien se sintió incomodo y miró para otro lado.
- ¿Por qué dicen que Harry es el salvador?- preguntó Hermione.
Los adultos se miraron y Charlie habló.
- Hay una profecía en la que un hijo de Adán vendrá para vencer al mago tenebroso y terminar con la guerra eterna.
- Creo que están equivocados. - dijo Harry. - No soy un héroe.
- Dumbledore está dando una mano, además de que al parecer Tú-sabes-quién no ha escuchado esta profecía.
- ¿O sea que hay otra?- preguntó Hermione.
- Si, la cual le dio el motivo de ir a por los Potter.
- Pero, cualquiera podría ser el "hijo de Adán"- dijo Harry.
- No, según la primera profecía, solo tú podrás vencerlo.
- Es por eso que consideramos que debían ocultarse hasta que puedan viajar a Hogwarts. - dijo Tonks.- Bueno, chicos. Voy a aprovechar que Ted se durmió para hacerlo también. Ustedes deberían descansar.
- Vengan. - dijo Charlie. - les llevaré a la habitación.
El cuarto era pequeño, pero suficiente como para acomodar cuatro colchones inflables que hicieron aparecer. Luna, Hermione y Blaise, ni bien se acostaron se quedaron dormidos, pero Harry aún estaba inquieto, así que se dirigió a la cocina a buscar un poco de agua.
- ...descanses, cielo. - escuchó a Charlie decir en la cocina, seguido del sonido de un beso.
Tonks salió y se encontró con el pelinegro.
-¿Todo bien?
- Si, lo siento. Sólo venía por un poco de agua.
- De acuerdo. - dijo colocando una mano en su hombro y luego se retiró.
- Permiso. - dijo Harry entrando a la cocina.
- Pasa, pasa. Dame un segundo que envío un patronus.- y haciendo un movimiento con la varita dijo. - Ron, mañana hablaré con los demás por lo del cumpleaños de papá. Un abrazo.
Harry vio como el patronus no corpóreo del mago salió de la habitación y se perdió en el horizonte. Al haber escuchado el nombre de Ron, un escalofrío le corrió por el cuerpo y recordó cómo lo había descrito Draco a su amigo; era sorprendente como Charlie se parecía al Ron que Harry había imaginado. De repente sintió alivio y, a pesar de no estar seguro si era pariente del amigo de Draco, algo le decía que los hospedadores eran buena gente.
Una vez que se sirvió agua, se dirigió al colorado.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Claro.
- ¿Sabes dónde están mis padres?
- No sabría decirte, Harry. Algunos aurores están en una misión que Dumbledore les dejó. Creo que ellos son parte de eso. Yo no los veo hace mucho. Desde que nació Ted, Tonks estuvo un poco más alejada.
- Entiendo.
- El lunes podrás preguntar a Dumbledore en persona.
- De acuerdo, gracias. Buenas noches.
- Buenas noches.
El domingo en Hogwarts, Draco esperaba en su sala común a Astoria para invitarla a salir. Ya que no habían muchos lugares para ir además de Hogsmade, decidieron hacer un picnic en la orilla del Lago Negro, rogando que las oscuras nubes no fueran de lluvia.
El rubio no tenía idea de como organizar una cita ni menos cómo comportarse en una, por lo que estaba un poco nervioso. Si bien no pretendía mucho con la chica, no quería que pensara que era un inútil.
- Bueno, - comenzó Draco. - no estoy seguro de lo que te gusta, pero traje chocolates.
- Oh, es muy lindo de tu parte, pero soy alérgica al chocolate.
- Bueno, como opción B, tengo papas fritas.
- No me gustan las papas fritas. -La cara del rubio se tornó roja, no sabía muy bien si de vergüenza o de rabia. - No, mentira. Me encantan.
La chica le tranquilizó posando su mano en la rodilla y el rubio alivió su tensión. Sin embargo, comieron las papas en un incómodo silencio. Luego de media hora sin decir una palabra, Draco habló.
- Lo siento, de verdad. Esto es un desastre. Pensé que sería más fácil.
La chica chasqueó la lengua.
- No está tan mal. Por lo menos no está llov...
De repente se largó una lluvia torrencial la cual empapó a ambos completamente. Como ya estaban mojados, se tomaron su tiempo de recoger todas las cosas para luego situarse debajo de los árboles.
- Por favor, no escribas esto en la página de "me cogí a un pelotudo". - dijo Draco con un gesto en la boca.
- Lo prometo. - dijo riendo.
La lluvia aumentó por lo que decidieron quedarse bajo aquél frondoso árbol hasta que parara un poco.
- Me dijo Pan que te enganchaste con las historias del libro electrónico.
- Maldita Pansy que no guarda un secreto.
Astoria rió.
- No te juzgo, hay muchas historias lindas. Allí plasman mucho amor, a veces toxicidad, pero te hace pensar sobre la vida que tenes.
- ¿Cómo así?
- Yo por ejemplo leo eso y me siento miserable. ¿Será que conseguiré amar o que me amen de esa manera? A veces me da muchas ilusiones, otras me deprime.
- Yo creo que pueden ser reales. Quizás haya que hacer un esfuerzo o trabajo para que eso funcione. No simplemente dejar que las cosas fluyan.
- Tienes razón. Quizás en algún momento encuentre a alguien con quién experimentar.
- ¿Eso quiere decir que ésto no pasa de la primer cita?- dijo riendo el rubio.
- No lo sé. ¿Quieres que pase?
La sonrisa de Draco se borró del rostro.
- No lo sé. Yo... estoy muy confundido y entenderé si no quieres, pero si quieres podemos intentar. En este momento no puedo prometerte lo de las historias, porque siendo sincero eso lo dejaría para otra persona. Pero, si te va y tienes ganas podemos salir, sin compromiso.
La chica pensó por un momento. Si bien le atraía demasiado el joven, parecía ser un poco torpe e inexperto, lo cual le hacía dudar. No es que ella tuviera toda la experiencia, pero ya no estaba para "desvirgar a nadie", como habían sido sus pensamientos. Sin embargo, no le disgustaba la idea de que la vieran salir con el galán número uno de la escuela. Quizás y hasta la terminaban pasando bien.
- De acuerdo.
La lluvia había menguado por fin.
- ¿Quieres ver una película?- sugirió Draco.- Podemos ir a la sala de menesteres.
- Si, me encantaría.
Una vez llegaron al castillo, hicieron un hechizo pasa secarse y se dirigieron al séptimo piso. Allí, Draco caminó tres veces por delante de la pared pensando en un cine. Una vez la puerta se abrió, entraron y vieron dos butacas amplias y mullidas frente a una gran pantalla. En los apoya-brazos había dos baldes de palomitas de maíz. Ambos se acomodaron en los asientos y la película empezó tras mostrar el título: Deadpool.
Cuando terminó la película, se prendieron las luces. Draco miró a Astoria quien le sonreía.
- ¡Esto ha sido genial!
- Bueno, me alegro que algo haya salido bien.
La chica rió y se mordió el labio inferior, luego bajó la mirada a la boca del rubio y lentamente fue acercándose al joven. Draco cerró los ojos y sintió los cálidos y salados labios con sabor a palomitas en los suyos. En un principio, la imagen del pelinegro apareció en su mente, pero intentó enfocarse en el presente y esa imagen desapareció de la misma manera en la que apareció.
Se besaron por varios minutos hasta que Draco sintió la mano de la chica en su pierna, lo que hizo que cortara el beso y le sonriera.
- Podemos repetirlo, entonces. - dijo el rubio.
- Si, claro. - dijo Astoria un poco confusa por el corte que había hecho el chico.
- Deberíamos volver, enseguida será la hora de cenar.
- Está bien.
Salieron de la sala para dirigirse al gran salón, y en el camino, la slytherin tomó la mano del joven. Se sentía raro, ya que nunca había caminado de la mano con nadie, pero supuso que la incomodidad se iría con el tiempo.
Al llegar al gran salón, Pansy y Ron que los estaban esperando los recibieron con una amplia sonrisa.
Chapter Text
El lunes en King's Cross, estaban los cuatro narnianos junto a la pareja y el bebé Ted esperando que fueran las once para entrar. Charlie les había explicado cómo atravesar la pared de ladrillo y cuando faltaban cinco minutos, él fue primero para esperarlos del otro lado.
Hermione y Luna se miraron, se tomaron de la mano y corrieron hacia la pared cerrando los ojos. Una vez dentro, chocaron contra Charlie y cayeron al piso, pero se levantaron rápidamente al ver llegar a Harry seguido de Blaise. Luego se los unió Tonks con Ted en brazos.
- De acuerdo, aquí tienen sus boletos. Estarán allí en un par de horas. - dijo Nynphadora
- Mi hermano, Bill los esperará en la parada y los acompañará al castillo. Bajo ningún punto de vista mencionen su nombre. - dijo Charlie apuntando a Harry.
- De acuerdo. - dijeron los cuatro.
- Buen viaje chicos. Nos veremos pronto.
Los muchachos entraron al Expresso de Hogwarts que se encontraba vacío y se dirigieron a un compartimiento. Allí intentaron calmar los nervios de llegar al lugar comprando golosinas del carrito. Harry se había vuelto a colocar la capa por si habían mortífagos en el tren, pero por suerte no vieron a nadie.
Cuando llegaron, ya estaba oscureciendo y no tardaron en reconocer a Bill, ya que era muy parecido a Charlie.
- ¡Bienvenidos! Pronto, debemos apurarnos antes de que cierren los portones del colegio.
Al llegar a las grandes rejas de los terrenos de Hogwarts, Bill conjuró un hechizo parecido a un patronus que fue flotando hasta dentro del mismo. Luego, un señor anciano, de cabello largo y mal genio apareció ante ellos
- Señor Filtch, - dijo Bill. - ellos son estudiantes de otra escuela que vienen a hablar con el director.
El hombre gruñó y los dejó pasar abriendo las rejas.
- Gracias, Bill. - dijeron los tres chicos y siguieron al celador que refunfuñaba por debajo.
Los terrenos del colegio parecían mucho más amplios que los de Dogwarts, ya que parecía que habían caminado por horas cuando llegaron a las puertas del castillo. Luego subieron al tercer piso que conducía a la gárgola de la entrada del despacho de Dumbledore.
Mientras caminaban escucharon una explosión y Filtch gritó.
- ¡Peeves! Bueno, doblen esa equina y encontrarán la gárgola. - dijo señalando con su torcido índice. - la contraseña es frutos del bosque.
Dicho eso los dejó solos y salió a correr detrás de un fantasma que reía a carcajadas. Los cuatro se miraron, más bien los tres, y luego emprendieron camino. Pero antes de girar la esquina, una puerta se abrió delante de ellos y vieron salir a Draco tomado de la mano con una chica riendo. Ni bien salieron, Astoria lo atrajo desde el cuello y lo besó.
- ¡Hola Draco! - lo llamó Luna y éste dirigió la mirada a donde provenía la voz y al verla empalideció. - Tranquilo, somos nosotros.
- ¿Q-qué hacen aquí? - dijo recorriendo con la mirada a los tres muchacho y buscando al cuarto.
- Prongs nos trajo hasta aquí. - dijo Blaise.
Draco lo miró con el ceño fruncido y vio cómo al lado del moreno aparecía una cabeza flotante. El rubio empalideció incluso más si se podía al ver al pelinegro parado frente a él.
- Amor, ¿estás bien? - preguntó Astoria. - deberías sentarte.
- No, no. Estoy bien. ¿Podrías, por favor, buscar a Ron y Pansy?
- De acuerdo. - Y luego de darle un casto beso en los labios se retiró.
- ¿C-cómo es posible?
- Prongs encontró la entrada luego de varios meses y decidimos acompañarlo.
- Pero, ¿así sin más? ¿Pudieron pasar los cuatro sin problemas?.
Los jóvenes asintieron.
- Debemos ver al profesor Dumbledore. - dijo Harry sin mirarlo a los ojos.
- Si, claro. Los acompaño.
Caminaron hacia la gárgola, dieron la contraseña, subieron por la escalera de caracol y golpearon la puerta. Una vez que el director contestó que podía entrar, entraron los cinco y Harry se quitó la capa por completo.
- Buenas noches, Draco. ¿Qué te trae por... ?- el director dejó de hablar y enfocó a través de sus lentes de medialuna a los cuatro extraños. - Harry, ¿qué haces aquí?
Todos menos el nombrado intercambiaron miradas.
- Yo... - comenzó el pelinegro.
- ¿Los han visto entrar?, ¿Hablaron con alguien?- preguntó preocupado.
- Nos hospedaron Tonks y Charlie el fin de semana y Bill Weasley nos esperó en la estación. - explicó Harry y el director asintió.
- Y un anciano nos ayudó a encontrar King's Cross. - añadió Blaise.
- ¿Cómo era el anciano?
- Era un señor bajito y gordo. - dijo Luna. - Uno de los encapuchados le dijo algo de Gusano.
- No nombraron a Harry o alguien más delante suyo, ¿verdad?
- No,- dijo Hermione. - Usamos los sobrenombres de cada uno.
- Incluso los de Sirius y Remus?
Los cuatro asintieron y Albus llevó una mano a su barbilla pensando. Luego se dio vuelta y habló con los retratos dándoles la orden de dirigirse a otros lugares para sacar información. Al cabo de unos minutos de conversación con las pinturas se volvió a los jóvenes.
- No deben salir del castillo. Pueden correr grave peligro. Colagusano es quien traicionó a tus padres y es fiel sirviente de Voldemort. A estas alturas, ya se lo habría dicho.
- No entiendo, ¿cómo es posible que supieran?- preguntó Hermione.
- Porque él era amigo de ellos. - dijo Harry intentando contener la calma apretando sus puños.
- ¿Podría hablar a solas contigo, Harry?- preguntó Dumbledore y los demás automáticamente salieron del despacho.
-Intenta encontrar la calma, muchacho. - dijo el director.
- Todo esto es mi culpa.
- Claro que no. Nada de esto es tu culpa. Digamos que simplemente fueron el lugar y momento inapropiado.
El pelinegro sonrió irónicamente.
- ¿Puedo ver a mis padres?
- Me temo que no, Harry. - el joven apretó los dientes. - primero porque se encuentran en una misión que les dejé. Tiene que realizarla para poder acabar con Voldemort. Y segundo no sería confiable.
» Si se enteraran que estás aquí y alguien los embosca, pueden torturarlos hasta sacarles información. Lo más sensato sería que no sepan que estás aquí, para no ponerlos en peligro. Tu estarás a salvo mientras te quedes en el castillo.
- Lo de la profecía...
- Bien, la profecía se cumplirá pero no todavía. Aún necesitamos destruir una vida más de Voldemort. Luego hablaremos de eso.
- Pero dicen que debo matarlo yo.
- Así es. Pero cada cosa a su tiempo. Te prometo que estaré aquí para ayudarte.
- Yo... - dijo tragando en seco. - nunca he matado a nadie.
- Y probablemente no tengas que hacerlo. Trata de no pensar en eso. Mientras tanto tú y tus amigos se quedarán aquí.
- Necesito avisar a mis padres, quiero decir, a Remus y Sirius.
- Probablemente no sepan que estás aquí aún. Los tiempos en otros mundos sueles ser diferentes. -Harry resopló enojado. - ¿Quieres un caramelo? - le ofreció Albus.
- No. - dijo de manera cortante, pero luego se arrepintió. - No gracias, señor.
- No te culpes. Además todo tiene una solución.
- Vine aquí por dos motivos y ninguno pude lograr.
- Tranquilo. Ve a descansar. Mañana será un nuevo día y podrás pensar las cosas con más claridad.
El pelinegro asintió y salió del despacho. Se sentía aturdido y quería salir huyendo. Por fin había logrado llegar y parecía que fue todo en vano. Había pensado que ver a sus padres aliviaría el dolor que sentía tras haber visto a Draco besando a aquella chica. Comenzó a recitar hechizos en su mente para pensar en otra cosa y así evitar echarse a llorar. Mientras bajaba las escaleras, escuchaba a sus amigos hablar, así que decidió poner su mejor cara de poker.
-... horas?, ¿Quieres decir que en todo el tiempo que pasaste con nosotros, aquí sólo pasaron horas?- preguntó Blaise.
- Si. No entiendo muy bien cómo funciona ese armario, pero seguramente que mientras ustedes estén aquí tampoco pase el tiempo allá.
- O Pase el doble. - añadió Luna.
El pelinegro se acercó al grupo que estaba en la esquina del pasillo. Vio a una chica de pelo corto y negro al lado de Draco quien había recuperado un poco el color en el rostro pero aún se notaba nervioso.
- Harry. - lo llamó Hermione. - ¿Qué te ha dicho el director?
- Tú y Luna estarán en Ravenclaw, Blaise en Slytherin y yo en Gryffindor. -
- ¿Te quedarás solo?
- No estará solo. - dijo Pansy sonriendo. - Ron estará contigo. Es un gran amigo.
Harry la miró y forzó una leve sonrisa.
- ¿Te encuentras bien, amigo?- preguntó Blaise.
- Me voy a dormir. Estoy cansado.
- Pero si recién es hora de cenar. - dijo una voz detrás de ellos. Los cinco se giraron y vieron a Ron. - Lo siento, es que amo la comida.
Draco los presentó y todos esbozaron una sonrisa.
- Bien. - dijo el rubio juntando sus manos. - Pansy, ¿puedes llevar a las chicas y a Blaise al gran salón?
- Si, bebé.
- Ron, tu puedes acompañar a Harry a su sala común, - le temblaban las manos y la voz, pues no estaba acostumbrado a usar ese nombre en este plano. - Yo debo arreglar una cosa.
El trayecto hacia la sala común de Gryffindor fue en un completo silencio, lo cual ponía a Ron incómodo, pero a juzgar por la cara del pelinegro, era mejor no emitir sonido alguno. Por este motivo, el colorado se pasó todo el recorrido pensando cuál de los dos extraños jóvenes era el que había robado el corazón de su amigo. Si bien Harry parecía el más atractivo, Blaise era el más divertido. "¿Cómo será que lo hacen los hombres?", pensó con el ceño fruncido, pero no llegó a auto responderse, ya que habían llegado al retrato de la Dama Gorda.
- Para entrar debes decir Tiburoncin uh ha ha.
- Es broma, ¿verdad?
- Ojalá lo fuera, la Dama se la ha pasado viendo películas de Disney toda la semana pasada y decidió cambiarla. Si te descuidas, hasta incluso te la recita entera.
Harry lo miró con cara de "espero que no me pase". Luego de decir la ridícula contraseña, entraron.
- Aquí puedes pasar todo el tiempo que quieras. - explicó Ron mostrando la sala. - y arriba a la izquierda están nuestras habitaciones. Hay una cama vacía que sería la tuya.
- Bien.
- Yo iré a cenar, luego vuelvo.
- Buen provecho.
Ron llegó al gran salón y buscó la mesa de los slytherin donde estaban Pansy y los tres narnianos, y se acercó a ellos.
- ¿Qué ocurre? - preguntó al ver la cara de horror de la castaña.
- Les explicaba que aquí la comida la hacen los elfos domésticos.
- Es terrible. - dijo Hermione.
- ¿Y quién cocina en su colegio?
- Nosotros lo hacemos. - explicó Luna. - Nos separan en grupos de a cuatro y cocinamos ese día un plato. Luego lo multiplicamos con un hechizo.
- ¿Y qué pasa si no sabes cocinar? - preguntó Ron aterrorizado
- Aprendes. - dijo Blaise encogiéndose de hombros.
- Vaya, imagina que tengas que cocinar tú, Ronnie. Terminaríamos envenenados.
- ¡Oye! En las vacaciones hice arroz blanco y no se me pegó.
- Es un avance. - dijo Blaise riendo.
Los cinco comieron mientras intercambiaban información sobre las diferentes escuelas. Luego de una media hora, la comida desapareció dejándolos sólo con los vasos.
- No entiendo por qué la hacen desaparecer tan rápido. - se quejó el colorado.
- Ron, comiste cuatro platos...
- ¿Qué? ¡No es mi culpa que cocinen tan rico!
- Estoy de acuerdo contigo. - dijo Blaise. - creo que me quedaba espacio para un plato más.
Las chicas se miraron entre sí.
- Si me acompañas a las cocinas, puedes buscar más. - dijo Ron. - Yo llevaré un poco a Harry.
- Buena idea, yo haré lo mismo para Draco.
- Me gusta este castillo. - mencionó el moreno mientras iban caminando con el colorado. - Tiene muchos recovecos para esconderse.
- Es verdad, solo que a veces te encuentras con cada cosa en ellos... - dijo abriendo los ojos.
- Ya me lo imagino. - rio.
Luego de salir de la cocina, se dirigieron a las escaleras donde encontraron a Draco.
- ¿Qué onda Dreik?
- Lo estaba esperando a Blaise para ir a las mazmorras.
- ¿Tanto odian a los de la casa verde que los pusieron en ese lugar horrible?
- Es lindo cuando te acostumbras.
- Si tú lo dices. Oh, aquí te he traído comida.
- Gracias, tan amable.
- Bueno, vamos, que debo hablar contigo. - dijo Blaise.
- Si, claro. Vamos. Buenas noches Ron.
- Nos vemos, colo. - dijo y luego tomó al rubio por los hombros con una mano. - Te he extrañado, viejo...
Ron los quedó mirando hasta que doblaron la esquina. Luego subió por las escaleras pensando que definitivamente era el moreno de quien Draco se había enamorado, y no lo culpaba, su carisma y desenvoltura conquistarían a cualquiera.
Una vez llegó a la habitación encontró al pelinegro durmiendo aún vestido en la cama. Se acercó, dejó el plato de comida en la mesita, con un movimiento de varita conjuró un hechizo que la protegía de hormigas u otro tipo de insectos, y cerró las cortinas del dorsel.
A la madrugada, Ron se despertó con los ronquidos de Neville y se fue refunfuñando al baño. Cuando salió, vio al pelinegro en la sala frente al fuego de la chimenea jugando con su llavero de lobo y perro.
- Hola. - dijo el colorado acercándose al joven. - ¿Te encuentras bien?
Harry asintió y sonrió levemente.
- Gracias por traerme la cena. - dijo haciendo girar el llavero en su dedo índice, como las hélices de un helicóptero, pero lo hizo tan fuerte que voló hacia el pecho de Ron. - Uy, Disculpa.
- No hay problema..- dijo recogiendo para luego devolvérselo. - ¿Qué es?
- Son mis padres.
- Ya veo. Draco me habló de los animales parlantes, debe ser genial tenerlos de padres.
Harry se tentó y el colorado lo miró confundido.
- Ellos son de aquí, uno es un hombre lobo y el otro es un animago. - explicó, pero al ver que las orejas del chico se tornaban del color del pelo, añadió. - Pero estaría genial que en su transformación hablaran. Sobre todo Sirius, hay días que se las pasa en modo perro y tienes que andar adivinando qué quiere según los ladridos que pega.
Ambos rieron, pero la sonrisa de Harry se desvaneció casi al instante que recordó a sus padres y el motivo por el cual se encontraba allí. Ron notó su cambio de semblante.
- ¿Quieres jugar al ajedrez? - ofreció.
- Claro.
Ron armó el tablero y jugaron en silencio.
Mientras, unos cuantos pisos más abajo, en las mazmorras, Draco y Blaise conversaban acostados boca arriba en la cama del rubio, apoyando las piernas en la pared del cabezal. Habían cerrado las cortinas y colocado un hechizo silenciador para no molestar a los que dormían.
- Deberías hablar con él. - sugirió Blase.
- Lo sé. Aunque quizás se niegue a hablarme. Debe odiarme.
- Claro que no. Es incapaz de odiar a nadie.
- Siempre hay una primera vez.
- Oh vamos, amigo. Quizás simplemente esté desilusionado.
- Creo que eso es peor a que me odie.
Hubo un silencio.
- ¿Y has hablado con la chica?
- Si. Le expliqué y le dije que deberíamos parar. Ella piensa que es Hermione de quien estoy enamorado.
- ¿Estas enamorado de Harry?- preguntó un tanto incrédulo y divertido a la vez.
El rostro de Draco quedó cual tomate lo cual hizo que el moreno se riera
- Oye, respira que sino tu cara va a explotar. - dijo y Draco pego un bufido. - Entonces, me decías... ¿Mione? Ella creo que le flechó al colo.
- ¿Hermione y Ron?. No creo que salga algo bueno de ahí.
- Si, ¿no?
- ¿Y cómo sabes lo de Hermione?
- Observo mucho.- dijo encogiéndose de hombros.
- ¿Ah si?, ¿Y qué mas observaste?
- Mmm... Luna y Pansy.
- Nah.
- Yo solo digo. - dijo alzando los brazos como alguien que es inocente.
- De acuerdo, ¿y tú?
- Yo nada.
- Ajá. - dijo el rubio irónicamente.
- De acuerdo, de acuerdo... la gárgola del despacho del director.
Draco rodó los ojos.
- Ya te observaré yo a ti y sabré la verdad.
Blaise rió.
- Suerte con eso.
Y sí que la necesitaba, ya que al día siguiente Draco se dispuso a observar con atención a su amigo pero no había indicios de miradas enamoradizas hacia nadie. Era imposible que aquél saco hormonal no tuviera un crush o algo por el estilo.
En el desayuno, se encontraron con las chicas que volvieron a sentarse junto a ellos, al igual que Ron.
- ¿Y Harry?- preguntó Luna.
- No quiso bajar. - dijo Ron.
Los narniarnos intercambiaron miradas.
- Iré a hablar con él.- dijo Blaise poniéndose de pie. Sin embargo, cuando llegó al dormitorio, lo encontró durmiendo.
Durante el transcurso de la mañana, Draco, Ron y Pansy guiaron a los nuevos a sus respectivos cursos, donde tuvieron que asistir a las asignaturas fingiendo ser alumnos de intercambio, tal como lo había hecho el rubio en Narnia. Para las chicas no era nada aburrido, ya que les gustaba leer y estudiar. Para Blaise era un poco más tedioso, pero compartir la clase con los slytherin y gryffindor le divertía.
Al mediodía Harry tampoco bajó a almorzar, y esta vez fueron las chicas a hablar con él, pero sin éxito alguno. Hermione temía que hubiera tomado una poción para dormir porque no lo podían despertar con nada.
Al llegar la hora de la cena y no ver al pelinegro en el salón alarmó a los jóvenes. Esta vez fueron Draco y Ron, pero al llegar se encontraron con la cama vacía. Pegaron una recorrida por casi todo el castillo sin encontrarlo. Ron tranquilizó a Draco colocando una mano en el hombro y se dirigieron de nuevo a la sala común de los leones. Allí, el colorado buscó a sus hermanos gemelos.
- Necesito un favor.
- Dos galeones. - dijo Fred.
- ¡Pero soy su hermano!- exclamó. Fred miró a George.
- Cinco galeones. - dijeron al unísono.
Ron apretó los labios y Draco metió la mano en el bolsillo y les dio el dinero.
- Dime, Ronnie. ¿Qué necesitas?
- ¿Pueden usar su mapa y decirme dónde está Harry... ?- miró a Draco.
- Harry Lupin.
Los gemelos abrieron un ajado y gran pergamino tras haber dicho un conjuro casi inaudible. Desdoblando varias capas el mapa, fueron buscando el nombre, pero no lo encontraron.
- No está tu novio por aquí, Ron. - dijo Fred.
- El único Harry que se ve, es Potter que está en la torre de astronomía.
Ron, tocó disimuladamente el brazo del rubio.
- Oye, ese nombre me suena. - dijo George.
- A mi no, tal vez sea un superhéroe.
- Puede ser, además de que es muy popular hoy en día.
- Tienes razón. ¿Recuerdas que hace unos años los varones se llamaban fulanos y las niñas menganas?
Draco y Ron aprovecharon la distracción y salieron corriendo para dirigirse a la torre. Cerca, el colorado se despidió del rubio y lo dejó solo.
Harry estaba de espalda a la puerta de entrada, mirando hacia el oscuro pero estrellado cielo. Tenía la capa invisible puesta por los hombros dejando ver solamente su cabeza.
- ¿Puedo?- preguntó Draco tocando la puerta abierta con sus nudillos.
El joven se dio vuelta y asintió con la cabeza.
- Es lo más parecido que encontré al techo de mi casa. - explicó mirándolo a los ojos. Draco pudo ver que los tenía brillosos. Se miraron por unos segundos de manera fija hasta que el pelinegro se sonrojó y miró nuevamente hacia adelante. El rubio, en cambio, no podía dejar de verlo. Aún no entendía que aquello fuera real y estaba nuevamente cerca suyo.
- Ten. Te hará bien. - entregó a Harry una barrita de chocolate. El muchacho sonrió y lo tomó.
- Gracias. - dijo para luego morder un pedacito. Luego quebró un cuadradito y le invitó. - Quiero disculparme por haber dudado de ti cuando me dijiste lo de mis padres.
- Tranquilo. - dijo poniendo su mano en la suya que estaba sobre la baranda de la torre. El contacto hizo que un calor recorriera el cuerpo de ambos.
- No. Es que me porté mal. Tú simplemente querías ayudar, en cambio yo te lastimé. Nunca me lo perdonaré.
- Oye... mírame.
Harry intentó desobedecer aquella orden, ya que verlo allí, tan real, tan cerca, solo hacían que quisiera abalanzarse y comerle la boca, como diría Sirius. Pero no podía, pues ya tenían dueña. Sin embargo, apretó los labios y lo miró. Era tan lindo que dolía. Probó enfocarse en sus cejas para que pareciera que miraba a sus ojos, pero es que parecían imanes que forzaban que lo mirase sin importar la resistencia que pusiera.
Draco había olvidado lo que iba a decirle. Sentía que sus piernas eran gelatinas y se aferró a la baranda para no caerse. Parecía que también había olvidado hasta de cómo respirar, pues se dio cuenta que había esta conteniendo la respiración por todo ese tiempo.
- Perdóname. - dijo al fin Harry y Draco asintió apretando su mano.
- No te preocupes. Luego me di cuena que quizás era demasiada información de golpe y debí, nosé, haberlo dicho de otra manera.
Harry sonrió, luego preguntó.
- ¿Cómo encontraste el armario? Te he... te hemos buscado y supusimos que cruzaste para este lado.
- Lo encontré de casualidad. Según dicen, es como un portal que se abre en un momento en específico. Intenté volver pero no pude.
- ¿No encontraste el armario?
- Lo encontré, pero no pasaba nada. Dumbledore me dijo que quizás lo que mi alma buscaba lo podría encontrar aquí.
- ¿Y lo has encontrado?
Draco sonrió.
- Creo que si.
Harry asintió sonriendo pero muriéndose por dentro. Claro. La chica era lo que buscaba. Draco, por su parte, tomó aire para hablar pero no podía. Estaba nervioso. Tenía que confesar su amor pero le aterraba.
- Harry, yo... - titubeó. ¿Cómo a Lu podía gustarle esa sensación?. Seguramente Hermione le diría "ya llegaron al nivel tres y te avergüenza decirle que te gusta?". Blaise, en cambio, le haría señas para que se anime, o quizás añadiría "escúpelo como cuando le pediste que te besara". Si, pero no estamos jugando ahora, Blaise, pensó. ¿Debería preguntar verdad o consecuencia?. No, muy estúpido. Vamos, Draco dile algo, se dijo.
- ¿Tú...?
- Yo...He leído tus historias.
- ¿Cómo?
- Verás, Pan tenía un libro electrónico...
El pelinegro no lo escuchaba, simplemente abría sus ojos cada vez más. ¿Draco leyó sus historias?, ¿sus cochinadas?. Si bien ya una vez le había ayudado, eso no quitaba que se sintiera calmo al saber que leyó el resto.
- ... y la verdad que me han parecido...
- ¡No lo digas! - pidió tapándose los oídos
- Pero si ya...
- No.
Draco se mordió el labio inferior sonriendo. Luego retiró las manos de sus oídos gentilmente y las tomó acercándose a él.
- De acuerdo.
Estaban tan cerca. Harry mió su barbilla que quedaba a la atura de sus ojos, pero luego apartó la mirada hacia sus propios pies y lentamente se alejó del chico soltándole las manos.
Draco abrió la boca para hablar pero escuchó uno pasos en el pasillo y permaneció callado.
- ¡Estudiantes fuera de la cama!
- Ven, ocultate conmigo bajo la capa.
Vieron a Filtch entrar seguido de su gata. El hombre recorrió el lugar con sus ojos y luego de gruñir, dio media vuelta y salió.
- Debemos irnos, - susurró Draco. -Volverá.
En el recorrido hacia las escaleras se toparon con casi todos los profesores que hacían guardia para asegurarse que no hubieran estudiantes rondando por el castillo.
- ¿Es que no duermen?- preguntó Harry.
- No tengo idea.
Siguieron escaleras abajo, dirigiéndose a las mazmorras, donde el pelinegro dejaría al rubio. Una vez llegaron, observaron con detenimiento si no habían moros en la costa y se sacaron la capa.
- ¿Sabes como llegar a tu sala, no?
- Creo que si. Te envío un patronus cuando llegue.
- De acuerdo.
Draco pasó su lengua por su labio inferior y luego los apretó. Harry lo miró y rápidamente se colocó la capa.
- Buenas noches. -le dijo. Draco lo saludó con la mano y esperó a que el leve eco de sus pasos se apagaran para entrar a la suya.
Chapter Text
Al día siguiente, Harry intentó con todo esfuerzo no quedar a solas con Draco. Si bien se encontraban, en las clases y recreos, se aseguraba de estar con alguien todo el tiempo. Había decidido sentarse junto a Ron en todas las clases, ya que era un compañero bastante callado y no le tiraba miradas de inquietud como lo hacían sus amigos. Entendía que estuvieran preocupados por sus últimas acciones, pero no deseaba hablar con nadie al respecto. La charla con Draco le había devuelto ciertas ganas de levantarse aquél día, pero tampoco se sentía muy alegre. Odiaba sentirse así, sin comprender lo que le sucedía. Por suerte el colorado parecía saber sus momentos de crisis internos, ya que siempre que estaba por enloquecer, sacaba de su mochila el ajedrez mágico y se ponían a jugar.
En clases de pociones, Draco y Blaise compartían asiento y el moreno decidió indagar en el tema.
- Oye, ¿has hablado con él sobre ese tema?- susurró para que los gryffindors que estaban sentados delante suyo no escucharan.
- No pude hacerlo. Hoy hablaré con él pero se me escapa. Pareciera que quisiera evitarme. Te dije que me odiaba.
- ¡Claro que no! Sino ni habría hablado contigo anoche.
- ¿Estás seguro?
- Desde luego que sí. Intentaré hablar con él luego de la clase, de igual manera. Lo noto muy... raro; me evade preguntas. Por lo menos hoy se dignó a salir de la cama.
- Quizás está preocupado por sus padres, quiero decir, de Moony y Padfood.
- Puede ser, aunque nunca lo había visto así.
- Blaise, - dijo Harry girándose en la silla.- ¿me prestas tu pluma de repuesto? La mía se acaba de romper.
- ¡Claro! - dijo tomándola y colocándola en la falda del rubio. Harry levantó una ceja y el moreno le guiñó un ojo. Con un rodar de ojos, el pelinegro se dirigió a Draco.
- ¿Me puedes pasar la pluma, por favor?- extendió el brazo.
- Búscala.- respondió divertido.
Harry sentía sus mejillas acaloradas, lanzó una mirada a Blaise quien le respondió levantando ambas cejas, luego volvió a clavarla en los ojos plata de Draco y bajó la vista a su falda. Resoplando se incorporó, y se inclinó en la mesa de los slytherin para tomar con una mano temblorosa la pluma. Luego se sentó de golpe en su silla mientras los pícaros se reían por debajo. Ron se giró para ver qué había pasado y vio a los dos chocando los puños.
Al terminar la clase, Draco hizo señas a Ron para que dejara a Harry solo con Blaise, quien esperó que su amigo juntara todas sus cosas.
- Tenemos que hablar, Lupin.
- Oh, claro que tenemos que hablar... - dijo enfureciéndose. - ¡¿Qué carajos eso lo de la pluma?!
- Tranquilo, man.
- No me tranquilizo nada... Está todo mal y vos solo complicas las cosas.
- En realidad estaba haciendo lo contrario.
- ¿De qué hablas?
- ¿Por qué evitas a Draco?
- Olvídalo. Nos vemos en la siguiente hora.- dijo poniéndose en marcha.
- No, olvídalo nada. - dijo tomándolo del brazo. - ¿Por qué estás tan irritable? Desde que llegamos que estas así.
- No quiero hablar.
- ¿Por qué no? Antes nos contábamos todo, amigo. De repente eres otro. Te volviste frío y sin gracia.
- Pues lo siento, pero todo lo que me está pasando no es para que ande saltando de alegría. Vine a ver a mis padres y ahora ni puedo ver a mis otros padres.
- Entiendo, pero...
- No. Tú no entiendes.
- ¿Cómo que no?. Yo también extraño a mis padres y me desvelo en las noches pensando que quizás no pueda volver a verlos.
- Pues nadie te-
- ¿Nadie me qué?
- Nada, olvídalo.
- Toda esa rabia que te guardas hace que te quedes así. Anda, dilo.
- No quiero decir algo que después me arrepienta y no quiero lastimarte.
- De acuerdo, no insistiré.
- Aunque debería lastimarte, después de que me humillaras frente a Draco.
Blaise estalló en carcajadas.
- ¿Es broma verdad?- intentando contener la risa.
- ¿Por qué lo hiciste?
- Por la tensión sexual que hay entre ustedes, amigo.
- Pues no lo hagas. Me hace mal. Además tiene novia.
- ¿Tu crees que lo haría si no tuviese su permiso? Qué tan poco me conoces.
- No entiendo.
- Que no tiene novia y está disponible para ti.
- ¿Lo dices en serio?, ¿Y por qué no me lo dijo?
- Pues porque lo evitas todo el tiempo, hombre.
- De acuerdo, - dijo bajando la guardia. - Hablaré con él. Yo... gracias. Y perdón por todo esto.
- Sabes que por más canas verdes que me saques, no puedo enojarme contigo, Harry; eres mi mejor amigo.
El pelinegro rió y ansintió.
-Y si. - continuó. - "Nadie me obligó a venir aquí", lo hice porque quería, porque eres importante para mi y quiero verte feliz. Además, me habría perdido de encontrarme un bombón aquí.
- Tiene tu encanto, sí.
- ¿Tú lo sabes? Vaya, pensé que lo ocultaba bastante bien.
- Lo haces, solo que te conozco lo suficiente. Es decir, actúas parecido a cuando en tercero te gustaba Myrtle.
- No me lo hagas recordar. - dijo tomándose de la frente con la mano.
- ¿Le has hablado?
- No, y no creo que lo haga. Me aterra hacerlo, ya sabes.
- Cierto. Lo había olvidado. - su amigo le sonrió. - Igual puedes aprovechar que estás aquí y si sale todo mal, de todos modos regresaremos.
- ¿Y si no podemos regresar?
- Estaré esperándote aquí para abrazarte fuerte.... "Y después sobaré tus lágrimas y te comeré la boca".- lo imitó. Blaise golpeó levemente su brazo con el puño.
- Idiota.
Luego de la charla, ambos se dirigieron al recreo en los terrenos de Hogwarts. Allí lo esperaban todos sus amigos sentados en un círculo bajo la sombra de un árbol que dejaba pasar algunos rayos del sol por entre la frondosa copa.
Draco estaba hablando, contando alguna anécdota, y al verlos llegar sonrió pero continuó con su discurso. El corazón de Harry latía velozmente. Esa voz y esa sonrisa eran todo lo que estaba bien. Si fuera un perro, se habría hecho pis encima de la emoción de verlo. Esperó a que terminara de hablar observando con detalle al muchacho, sus ojos un poco achinados por el brillo del sol, las pestañas casi blancas curvadas hacia arriba, la nuez de Adán que subía y bajaba conforme una articulando una oración. Sus delicadas y finas manos que se movían al compás del discurso.
De repente, Harry se sintió un salvaje, su cabeza no dejaba de tirarle ideas que intentaba con todas sus fuerzas no hacerlas, o por lo menos delante de los demás. Necesitaba agarrar esa cabellera sedosa tirando su cabeza hacia atrás y besar con furia su cuello, dándole pequeñas mordidas sintiendo, en la nuez de Adán, la vibración que generaba el sonido de su voz. Necesitaba tocar aquellas suaves manos y que ellas lo tocaran también, y que sus dedos entraran en todos sus orificios posibles. Y también...
Draco dejó de hablar. El pelinegro que aún seguía de pie, a diferencia de Blaise que se sentó con el resto, carraspeó para poder hablar.
- ¿P-podemos hab-blar?
- Claro.
Harry se giró y comenzó a caminar hacia una parte donde podían estar a solas; Draco lo seguía.
Una vez que estuvieron fuera de la vista de los demás, el pelinegro se volvió y lo miró. Le sudaban y temblaban las manos, y su cara se tornó roja.
- Oye, si estás molesto por lo de la pluma...
- No sabes lo que me costó tomar esa pluma.
- ¿Por qué?
- Ya sabes porqué.
Draco sonrió de lado y dio un par de pasos hacia adelante lentamente
- ¿Tenías miedo?
- Si
- ¿De qué?
- De... de tocarte de más.
- ¿Querías tocarme de más?- seguía acortando distancia
- ¿De verdad lo preguntas?
- ¿ Y por qué no lo hiciste?
- Pensé que tú... Pensé que no podía.
- ¿Y ahora puedes? - susurró, pero estaba tan cerca que Harry pudo escucharlo perfectamente.
- ¿Puedo?
- Prueba.
Harry bajó la vista a su entrepierna, pero luego volvió a subirla y vio que el rubio lo observaba mordiéndose el labio inferior.
A diferencia de lo que creyó que haría el rubio, el pelinegro tomó su cabeza con ambas manos y comenzó a besarlo. Draco respondió al instante tomándolo de la cintura y ambos se fundieron en un tímido y suave beso. Fue en ese momento en que se dieron cuenta de cuánto extrañaban al otro.
Al separarse, ambos sonrieron y el rubio levantó su brazo para acariciar las mejillas de otro con el dorso de su mano al tiempo que Harry cerraba los ojos para apreciar la caricia. Luego de unos segundos, los volvió a abrir y tomó la mano que seguía delineando su mandíbula. La llevó a sus labios y besó los nudillos. Draco sonrió ante el gesto y observó como el muchacho ahora acariciaba con delicadeza su mano con el dedo pulgar. Recorrió dedo por dedo para finalmente apoyar sus yemas contra las del contrario, y en un rápido pero suave movimiento, entrelazó los dedos. Ambos sonrieron y Draco apretó levemente su mano que ya estaba tomada de la suya.
Sin soltarse del agarre, dieron media vuelta y para volver al castillo ya que el timbre de fin del recreo había sonado hacía unos minutos atrás. En el camino se encontraron con sus amigos que lo estaban esperando. Al verlos, todos menos Ron sonrieron ante la pareja que caminaba hacia ellos tomados de la mano. Si bien Pansy no sabía nada a comparación de los narnianos, saltó de alegría aplaudiendo porque veía la felicidad en el rostro de su amigo. Ron por su parte estaba boquiabierto; miraba a Draco y luego a Blaise con el ceño fruncido. El moreno se acercó y le dio unas palmadas en el hombro.
- Lo superarás, amigo.- dijo comenzando a entrar al castillo
- No, no es eso... Es que... creí que tú... - apuntaba al rubio y a Blaise con los indices de sus manos.
- ¿Draco y yo?. ¿En serio?- lanzó una carcajada.
- Es que cuando estaban juntos, se reían y se abrazaban y esas cosas.
- Se llama amistad, Ronnie. - dijo Pansy que los alcanzó.
- Lo sé. Sólo que al ver a Harry tan callado y sin gracia no pensé que fuera él. Tú eres más gracioso y más... no sé.
- ¿Lindo?
Ron se para en seco.
- Gay panic- dijo Pansy y el colorado negó con la cabeza.
- ¿Me estás diciendo feo?
- No, es que... ¡agh!
- Tranquilo Ron. - dijo entre risas Blaise. - Solo estoy jugando contigo. Entonces, Harry solo tuvo un par de días malos, pero verás que son tal para cual. Además a mi me gustan las chicas.
- Ya, entiendo.
Al llegar a la entrada del salón de Transformaciones, se despidieron de Hermione y Luna que debían irse a Runas Antiguas con el resto de los Ravenclaw.
Una lechuza llegó volando y se posó en el hombro de Harry que estaba a punto de entrar al aula. Con ayuda de Draco sacó la nota que tenía atada a la pata.
- ¿Qué es?
- Dumbledore quiere hablar conmigo, parece.
- De acuerdo, ¿recuerdas como llegar?
- Creo que si.
Draco asintió y besó su mejilla con un fuerte ruido.
- Te veo más tarde entonces.
Harry sonrió y le tiró un beso en el aire, pues no estaba seguro si podían besarse en los pasillos ya que habían varios profesores caminando por ahí. Luego se dirigió al despacho del director.
Al entrar, vio a Dumbledore sentado en su escritorio con ambas manos juntas, como si estuviese rezando.
- Adelante, Harry. - el chico obedeció. - Ven, siéntate aquí.
El pelinegro caminó lentamente como temiendo que el señor lo regañara. ¿Lo habrá visto besar a Draco y por eso lo mandó a llamar? Quizás las reglas en esta escuela eran completamente diferentes a la suya. Sintió el calor en su cara y por lo visto el director también lo notó.
- No te preocupes, no has hecho nada malo.
Harry asintió y se sentó. Esta vez Dumbledore estiró sus dedos y juntó sus yemas, como si estuviera imitando la imagen de una pirámide. En esa posición, el chico pudo ver que su mano derecha estaba completamente negra y achicharrada.
- ¿Qué le ocurrió en la mano, Señor?
- Luego, Harry. Ahora quiero que prestes mucha atención. Voldemort sabe que estás aquí, y tiene de rehén a tus padres, Lily y James.
El pelinegro boqueó como un pez intentando articular lo que acababa de escuchar pero no pudo.
- Él no puede venir a Hogwarts porque está protegida mientras yo viva. Por lo tanto habría que ir hacia donde están ellos.
- ¿Q-qué quiere a cambio?
Dumbledore lo miró pero no comentó nada, sin embargo su mirada lo decía todo. Harry empalideció, pero no podía apartar la mirada del anciano director, era como si tuviera imanes hacia él. Sus ojos parecían mirar lo más profundo de su ser y eso lo aterró por un momento. El señor parpadeó y sonrió levemente.
- Tengo un plan, que no te gustará pero es la única salida.
- ¿Me va a entregar?
- No, Harry. ¿Cómo siquiera se te cruza eso por la cabeza? Solo tú puedes hacer que todo termine, es parte de la profecía.
- No entiendo eso.
- Luego lo explicaré. Mira, - dijo mostrando su mano.- es una maldición que acabará con mi vida en unas semanas. No tengo nada que perder.
- ¿Usted se va a entregar?
- Algo así. Te pediré prestado tu capa para poder esconderme, y también te pediré permiso para tomar un mechón de tu cabello para una poción multijugos.
- ¿Qué es eso?
- Quien lo beba se transforma físicamente en ti.
- ¿Usarán a alguien con mi aspecto de carnada? No lo permitiré.
- Harry, debemos hacerle creer que eres tú. Esa persona no sufrirá heridas, yo estaré delante suyo con la capa, esperando que él lance el hechizo, y entonces yo lanzaré otro hacia él.
- ¿Y usted morirá?
- Lo haré de todas maneras en unos días. - dijo volviendo a mostrar su mano negra.
Harry pensó por unos minutos.
- Le prestaré mi capa. Pero iré yo.
- Harry, si algo te sucede no...
- Usted mismo lo ha dicho, soy parte de la profecía. Además, si Voldemort es un mago tan inteligente como lo dicen, se dará cuenta si quien va con usted no soy yo.
- De acuerdo.
- ¿Cúando será?
- Ahora. Ve a buscar tus cosas y te esperaré aquí.
Harry parecía haber quedado en shock. Clavó sus ojos de nuevo en los del director con la misma sensación de antes. Y esta vez si esta más seguro que podía ver en su interior ya que acertó sus pensamientos.
- Los volverás a ver, pero te daré unos minutos para que te despidas de ellos. Si te pediré que no hables del plan. Debemos evitar que haya cualquier tipo de filtraciones.
El pelinegro asintió y salió apresurado del despacho. Bajó las escaleras con prisa y se dirigió a la sala común a buscar su capa. Su corazón latía a gran velocidad y su mente intentaba procesar todo lo que había escuchado. No entendía muy bien qué acababa de suceder ni qué debía hacer, pero intentó concentrarse en recordar dónde había dejado la capa. Luego de pensar por unos segundos, la sacó del baúl en el pie de la cama y tiró con tanta fuerza que el llavero del lobo y perro salió volando hacia un lado. Se agachó y lo recogió. Con un movimiento de varita hizo aparecer una especie de cadena y lo transformó en un collar. Se lo pasó con la cabeza y metió dentro de la remera. Con su mano apretó el bulto que formaba en su pecho y cerró los ojos.
- Moony, Padfoot, los amo. Cuídenme.- susurró.
Luego echó a correr para dirigirse a la sala de Transformaciones. La clase ya había terminado, lo cual desesperó al muchacho, pero el murmullo que provenía de escaleras abajo le hizo acordar que era hora de almorzar. Corriendo llegó al gran Salón donde vio una cabellera colorada, otra rubia y morena entrando al lugar.
- ¡Esperen!- gritó alcanzándolos.
- Lupin, ¿estás bien?- preguntó Blaise al ver a su amigo agitado y acalorado de tanto correr.
- ¿Dónde están... las chicas?
- Adentro. - dijo Ron señalando con la mano. Se dio media vuelta y les pegó un grito para que se acercaran.
- ¿Qué ocurre, amor? - preguntó Draco posando su mano en el hombro del chico. Tras haber dicho eso, apretó los labios, pues nunca había usado ese apodo con Harry, y si bien le salió del alma, se sintió un poco avergonzado.
Harry estaba como en shock, no sabía bien si por cómo lo había llamado Draco o por lo que estaba por hacer.
- Dumbledore... yo... - tomó aire profundo. - Tengo una misión con él ahora.
- Ahora, ¿ya?- preguntó Blaise y el pelinegro asintió.
- ¿Misión?, ¿De qué?
- No puedo decirlo, rubio. Lo siento. - dijo acariciando su mano que aún estaba apoyada en su hombro. Pero Draco pareció comprendelo al instante.
- No lo hagas, es peligroso.
- ¿De qué hablas, Dreik?
- ¿Es sobre el sin nombre?
- Basta, no me pregunten más, no puedo decirlo.
- Harry... - lo llamó Draco y el nombrado lo miró. De repente parecía que todos en Hogwarts podían comunicarse mediante la mirada porque realmente pudo sentir como el dueño de aquellos ojos grises sabía exactamente lo que iba a hacer. O quizás es porque es más inteligente, pensó Harry, debería estar en Ravenclaw. Draco sonrió levemente como habiendo escuchado sus pensamientos.
Las chicas llegaron desconcertadas y Harry las abrazó a cada una.
- ¿Cómo que te vas? Iremos contigo. - dijo Hermione.
- Esta vez debo ir solo.
- Pero...
- No irás solo. - dijo Luna. - Irás con Dumbledore.
- Toma. - dijo Pansy sacándo una pequeña piedra preciosa de su bolsillo. - Es mi amuleto de la suerte.
- G-gracias. - dijo y la abrazó de nuevo. - Merlin, odio las despedidas. Pero volveré.
- Mas te vale, Lupin. - dijo Blaise y lo abrazó fuerte. Hacía mucho tiempo que no sentía su abrazo reconfortante. Era la especialidad del moreno, hacía sentir seguro a cualquiera dentro de sus gruesos y cálidos brazos. Luego se separó y abrazó a Ron quien le dio unas fuertes palmadas en la espalda.
- Vuelve rápido que es aburrido jugar al ajedrez solo.
- De acuerdo. - dijo con una sonrisa.
Como quedaba saludar a Draco, los demás hicieron una ronda un poco más apartada para darles un poco de privacidad.
- Harry... - dijo con voz quebrada y al borde de las lágrimas.
- Volveré por ti, amor. - dijo acariciando sus pálidas mejillas.
Draco tomó la mano y besó su palma. Harry se acercó aún más y lo besó con delicadeza, esta vez sin importar que hubieran algunos otros alumnos y profesores entrando al gran salón.
- No soportaría volver a estar lejos tuyo. - susurró dejando caer una lágrima
- Será por un tiempito. Ya lo verás. Dumbledore me prometió que no me pasaría nada.
- Ten mucho cuidado.
- Lo haré. - dijo limpiando el trazo de la lágrima con sus dedos. -Y tú no te vayas con ninguna chica.
Draco sonrió, lo cual alivió a Harry. Odiaba verlo mal.
- Te quiero, Harry.
- Y yo te quiero a ti, rubio. - dijo de manera tranquila, pero por dentro estaba saltando y gritando de alegría. Le dio un último beso y se separó.
- Bueno, nos vemos luego. - dijo a todos intentando poner su mejor sonrisa. Sus amigos le respondieron de igual manera, y antes de ponerse aún más triste, se dio vuelta y corrió hacia el despacho del director.
De vuelta con Dumbledore, Harry le entregó la capa de invisibilidad.
- ¿Será tan fácil así, Señor?
- Creo que sí. La parte complicada ya pasó. Verás él había dividido su alma en 6 partes, y junto con la Orden fuimos destruyéndolas una por una.
- Es por eso que su mano está así, ¿cierto?
- Exacto. Ya no tiene manera de ser inmortal. Sin embargo, hay que estar preparados. Sobre todo tú.
- ¿Yo?
- Así es. Debes obedecer todo lo que te diga, Harry. Si te digo que corras y me dejes abandonado, lo haces, ¿entendido?
- ¿Está seguro?
- Necesito que me des tu palabra, Harry.
- Lo haré.
- Bien. También debes saber que intentará manipularte con lo de tus padres. Yo se que es algo difícil para ti, pero si él no los suelta antes de que haya terminado con su vida, debes volver de inmediato.
- No entiendo.
- Nuestro primer objetivo es acabar con él.
- ¿Y mis padres qué?
- Si tus padres están con vida para el momento en que lleguemos allí, el los dejará salir. Pero sino, ya no habrá nada que hacer.
- Sigo sin entender.
- Voldemort es la voz mandante, pero tiene sus seguidores que son tan sádicos como él. Si tus padres viven, tómalos y activa este traslador. - dijo tendiéndole una cajita de música. - sino, lo debes hacer solo. Los mortifagos irán por ti si te quedas y habrá sido todo en vano.
- Pero si matamos a Voldemort ya habría terminado. Eso dice la profecía.
- La profecía dice que terminarás con la guerra eterna. Sus seguidores son parte de esa guerra. Matar a Voldemort solo hará las cosas más simples por un lado, pero por otro desatará la furia de ellos.
- Entonces, ¿qué hay que hacer?
- Debes volver, Harry. Con o sin tus padres. Debes volver aquí y hablarás con el profesor Slughorn.
- Pero...
- No tenemos tiempo, Harry. Debemos irnos.
- De acuerdo.
Tomó el brazo del director y desaparecieron.
Chapter Text
De vuelta al gran comedor, los jóvenes se sentaron a almorzar. Draco había perdido el apetito ante la noticia de que Harry debía completar una misión con Dumbledore. Sabía que eso no significaba nada bueno, ya que era quien-no-debe-ser-nombrado con quien tenían que lidiar en realidad.
El rubio sabía, debido a su padre, que aquél mago no perdía tiempo y haría cualquier cosa por lograr sus objetivos. Claro está que lo menos grave era matar, y que lo que más disfrutaba era manipular y arruinar la vida de los demás de manera permanente.
Si bien Dumbledore era el mago más poderoso de todos los tiempos, ya era un hombre anciano y todo lo que eso conlleva, por lo que tampoco le inspiraba confianza que Harry estuviera en manos de solamente el director. 'Ojala los de la Orden lo acompañen', pensó Draco y se estremeció un poco al pensar qué diría su padre si se enterase que su hijo pensaba de esa manera.
Su padre quien, a lo largo de su historia, simplemente buscaba prestigio, por lo que constantemente cambiaba de bando. Sin embargo, una vez dentro del grupo de mortífagos y demás seguidores, era imposible salir. Él reconocía que su amo tenía ciertas decisiones un tanto absurdas y rebuscadas, pero, no podía negar que consideraba que el mundo sería mejor sin muggles.
Blaise observaba a su amigo dar vuelta los ñoquis en su plato sin sentido alguno y mirando sin mirar a la mesa.
- Tranquilo, Draco. Lupin te prometió que volvería. Sé como es cuando se le mete una idea en la cabeza.
Pero el rubio no contestó. Simplemente se perdió en sus pensamientos esperando a que el resto de sus amigos terminaran de comer. Vio de reojo que Ginny Wealey, se había acercado a la mesa e intercambió palabras con el moreno, pero no le dio importancia.
- ¿Un trabajo juntos? Descuida, - Draco escuchó a Ron decirle Blaise. - mi hermana es la mejor de la clase, así que de seguro aprobarás.
- De todas maneras, imagino que Blaise no dejará que Ginny haga todo el trabajo sola, ¿verdad? - dijo Hermione con la ceja levantada.
- Claro que no Herms. No soy ese tipo de persona.
- Cierto, simplemente eres el que simula no saber una materia para que la chica haga de tutora y puedas sacar provecho de esa situación.
- ¡Oye! Eso fue solo una vez.- replicó con las mejillas coloradas. - Además no fue tan así.
Draco volvió a la realidad y prestó atención a sus amigos.
- ¿Qué pasó? - dijo, luego se giró y miró al moreno. - ¿Y tú por qué estás rojo?
- Porque lo están molestando Draki. - explicó Pansy.
- Tú nunca te pones rojo.- insistió
- Eso no es verdad. - dijo Luna. - ¿te olvidas del baile sexy?
- Si, pero porque estaba avergonzado, no porque lo molestamos. - el rubio frunció el ceño. - ¿Por qué estás avergonzado?
- No lo estoy.
- Si lo estás.
- Dreik, ya déjalo.
- Pero...
- Bueno, - dijo Blaise levantándose aún con las mejillas un poco coloradas. - debo ir a la biblioteca a terminar ese trabajo.
- ¿Qué trabajo?
- Ay, Draco. El que tengo que hacer con la hermana de Ron, que dijo recién.
- ¿De Pociones?
- De Adivinación.
- ¿Por qué cursas esa materia?
- Que se yo, las otras no me gustaban. - dijo encogiéndose de hombros. Luego se dio vuelta y se marchó.
Draco lo observó y luego miró a su amigo que lo evaluaba con expresión sospechosa.
- ¿Estás bien, Dreik?
- No sé, no puedo pensar con claridad ahora.
Sus amigos asintieron y terminaron de comer. Mientras tanto el rubio no podía calmar la sacudida de sus piernas y se mordía la piel de sus rosados labios. De vez en cuando lanzaba un débil suspiro y se pasaba la mano por la cabeza. Ron y Pansy lo observaron aflojarse el nudo de la corbata, cosa que nunca lo hacía y se miraron mutuamente. Draco se levantó de golpe, se excusó y se retiró. Sus amigos hicieron lo mismo luego de despedirse de las nuevas Ravenclaws.
Ron y Pansy encontraron a su amigo en los terrenos, contemplando el lago negro que reflejaba los rayos del sol. Se acercaron, ella apoyó su mentón en el hombro derecho del chico envolviéndolo en un abrazo. Ron, por su parte, lo tomó del otro hombro.
- Si le pasa algo, será mi culpa. - confesó el rubio.
- ¿Por qué dices eso?
- Si no le hubiera dicho que sus padres vivían...
- Yo creo que habría venido de todas formas. - dijo Pansy.
- ¿Tú crees?
- Luna me estuvo contando algunas cosas y estamos seguras de que el fanfic del extraterrestre, es sobre ustedes.
- ¿Qué tiene que ver eso? - preguntó Ron confundido.
- ¿Luna sabe?
- Siempre lo supo. Solo que nunca divulgó su seudónimo.
- Harry morirá de vergüenza si se entera que ella leyó sus historias.
- Querrás decir si se entera de eso.
- Buen punto.
- Sigo sin entender. - dijo Ron.
- Que el pelinegro quiere a Draco más de lo que nos imaginamos y no vino solamente por sus padres.
Draco esbozó una débil sonrisa, pero tomó la mano de Pansy que aún seguía abrazándolo y a Ron que también mantenía su mano en el hombro.
Al llegar el fin de semana, se percataron que Blaise se había ausentado a varias comidas y recreos, ya que estaba completando un trabajo práctico con Ginny, porque cuando apareció, sus amigos sintieron que no lo habían visto desde hacía semanas.
- Ya les dije, estaba ocupado. Pero hemos terminado de realizarlo así que volví a la normalidad.
Draco lo observó y asintió. Ya estaba de un poco mejor de ánimo como para comer al menos dos comidas del día. Sin embargo de a ratos se perdía en sus pensamientos, de los cuales le resultaba muy difícil volver. Sintió a Blaise enderezarse en su asiento y saludar a alguien , pero no le dio importancia.
En la clase de pociones, el profesor mandó a llamar a la chica Weasley, Diggory y Malfoy, a comentar el procedimiento de las pociones que habían realizado esa clase. Cedric y Draco habían sido, junto a Dean que ya no se encontraba en la escuela, los mejores alumnos en pociones porque entendían a la perfección las instrucciones. Ginny, por su parte, tenía un talento innato. Uno pensaría que eso la haría mejor alumna, pero como la chica tenía facilidad, se animaba a probar y experimentar, lo que hacía que algunas cosas salieran un poco de control. Draco estaba convencido que por eso se había ganado cursar Pociones con los que era un año mayor que ella, para que no se aburriera tanto con sus compañeros y así evitar que hiciera desastre en el laboratorio.
Mientras Diggory hablaba, varias chicas cuchicheaban entre sí lanzándole besos en el aire, haciendo que el muchacho comenzara a ponerse nervioso y trabarse con sus palabras. Sin embargo, cuando llegó el turno de Ginny, para su sorpresa, muy pocos muchachos intercambiaron comentarios sobre la chica, a pesar de que fuera atractiva. Supuso que se debía a que la muchacha los maldecía cada que le tiraban un piropo, si a eso podían llamarle piropo. Lo que también notó fue que su compañero de banco volvía a tener su postura erguida en el asiento. Cualquiera que no lo conociera no se daría cuenta, pero haber pasado meses junto a aquél ser encorvado, lo notó al instante. Draco lo observó por un momento con los ojos apenas entrecerrados hasta que Weasley terminó de hablar.
Como era de esperar, cuando le tocó al rubio, Ron y Pansy hacían monerías para tentarlo, por lo que intentó esquivar sus miradas para poder concentrarse. El profesor se dio cuenta de ello y los regañó con la mirada.
Luego de la exposición, el rubio volvió a su asiento con Blaise que relajaba la postura lentamente, casi imperceptible.
- Ginevra. - susurró una vez se sentó a su lado.
- Cómo?
- Te gusta Ginny.
Blaise negó sin mirarlo. Draco volvió la mirada al frente sonriendo de lado ante la victoria.
Al finalizar la clase, Ginny se acercó a ellos.
- ¿Te espero en la biblioteca, Zabini?
- Pero si ya terminamos el trabajo.
La chica se mordió los labios, asintió luego de unos segundos y se retiró.
Draco frunció el ceño y le dirigió a su amigo una mirada de reprobación.
- ¿Qué?
- Sabes que ella sabe que ya terminaron el trabajo, ¿cierto?
- No sé de qué hablas.
- Anda, no disimules más. Ya me di cuenta.
Blaise se tensó y le dirigió una mirada irritante.
- Draco... no.
- ¿Qué tiene de malo? Es linda.
- Basta.
- De acuerdo. - pero sonó más a una interrogación.
- Lo siento, amigo. - dijo al darse cuenta que fue un poco descortés. - Es que las cosas no son como parecen.
- ¿Cómo son entonces?- Blaise lo miró pero no contestó. - Pensé que confiabas en mí.
- Confío en ti.
- Si, se nota.
Blaise soltó un suspiro.
- Me sorprende que no te hayas dado cuenta.
- No estaría entendiendo.
- Olvidalo. - dijo guiñando un ojo. - Nos vemos luego.
- Ahora entiendo cómo se suele sentir Ron. - se dijo.
En la biblioteca, Blaise se acercó con cautela a la mesa donde solían estudiar con Ginny. La vio juntando sus libros, dispuesta a salir de la sala con decepción en sus ojos. Pero al verlo allí, su expresión cambió. Ella guardó los libros y se retiró de la sala sin despegar los ojos de él. Verla girar el cuerpo y caminar hacia atrás manteniendo la mirada, hizo que el moreno se riera, pero la siguiera.
Sin decir una palabra, ella entró a una sala que estaba vacía, seguida de Blaise. Se sentó sobre el pupitre más cerca balanceando los pies mientras esperaba que el chico cerrara la puerta y se acercara. Pero antes que el moreno pudiera decir algo, Ginny habló.
- Esta noche habrá lluvia de estrellas.
- Si, recuerdo que lo dijo la profesora.
- ¿Quieres ir a verlas?. Habrá muchas y con ellas muchos deseos para pedir.
- ¿Y qué tanto deseas pedir?
- Darte un beso
El moreno se sintió atontado, como si de repente sus neuronas dejaran de funcionar. Vio que a esa altura, Ginny se había puesto de pie de un salto.
- Entonces.... ¿quieres?
- Hm, ¿ver las estrellas o el beso?
- Ambos. - dijo encogiéndose de hombros.
El moreno titubeó pero asintió. Luego sintió unos suaves y tibios labios sobre los suyos. Fue un beso casto pero con ternura. Pero luego, Blaise la tomó del cuello y saboreó sus labios haciendo que la chica gimiera despacio. Sintió que sus manos recorrían su pecho hacia abajo, pero ante ese gesto, el moreno la separó delicadamente negando con la cabeza.
- Yo... lo siento, Ginny.
- ¿Por qué?
- Creo que estás, estamos confundidos.
- ¿Cómo?
- Hay cosas que... no puedo ofrecerte.
- ¿De qué hablas?
- Pues, - dijo con voz temblorosa mirando al suelo. - yo no... yo soy hombre trans, y no tengo... eso.
Sintió que el aula le daba vueltas alrededor y pensó que se desmayaría. Solamente había dicho eso dos veces en su vida: a su madre y a Harry. No supo qué lo había hecho volver a decirlo en aquél momento, pero sí sabía que se sentía vulnerable.
Notó el cambio en la cara de la chica pero no se animó a analizarla, sin embargo, el silencio que inundó aquella aula le hizo percatarse de qué podía significar. Levantó la mirada lentamente y tomó aire para despedirse, pero otra vez ella se adelantó.
- Lo siento. No sé... qué decir en este momento.
- Olvidalo. No pasa nada. Me deje llevar. Debí dejarlo en claro antes.
Ella boqueó con las cejas arqueadas intentando emitir alguna respuesta, pero nada salía. Él sonrió apenas como tranquilizándola, apoyó una mano en su hombro y se despidió con un "nos vemos".
Dumbledore y Harry se aparecieron frente a unas ruinas de un gran castillo que estaba rodeado de lava ardiente. El chico pudo ver un largo puente de tablones de madera que hacía de conexión entre el castillo y el lugar donde se encontraban.
Sin mencionar nada, Albus se colocó la capa por encima y poniéndo su mano en el hombro de Harry susurró "En marcha".
Era extraño caminar al lado de una persona a la cual no podía ver y de a ratos temía que se hubiera caído o desaparecido sin que se diera cuenta. El anciano, que parecía leer sus pensamientos, le recordaba con frecuencia que aún se encontraba a su lado.
Al llegar al puente, Dumbledore habló primero.
- De acuerdo, yo iré por delante. ¿Te da miedo la altura?
- No, señor. Lo que me da miedo es caer en ese lago de lava ardiente.
- Tranquilo, lo harás bien. Hagas lo que hagas, no mires hacia abajo.
- Lo intentaré, señor.
Harry escuchó como el puente chilló en cuanto el director apoyó su peso en él. Esperó unos segundos antes de imitarlo para así evitar chocar contra él o pisarle la capa.
Al principio no le resultó tan complicado caminar sobre aquellas tablas, pero una vez que llegó a la mitad del puente y éste cedía un poco, comenzó a perder el control e intentó apresurar el paso lo que hizo que pisara una tabla que estaba rajada y ésta se rompiera.
- ¿Estás bien?- la voz del director se sentía bastante lejana y estaba seguro de que él ya habría alcanzado llegar al otro lado.
- Si, sólo me asusté.
No mires abajo, no mires abajo. Se decía Harry mientras reanudaba el paso.
Luego de lo que le parecieron horas, llegó sano y salvo a tierra firme. El director le dio una palmada en la espalda y continuaron hacia dentro del castillo.
Allí encontraron restos de armaduras, escombros, huesos y manchas de fuego extinto en las paredes.
- Dragones.- susurró Dumbledore.
Escucharon un par de voces provenientes de la torre más alta y se dirigieron hacia allí.
Harry vio a un mago de estatura alta hablando con lo que parecía ser una serpiente que estaba alrededor de su cuello.
Al escuchar los pasos, el mago se giró y esbozó una sonrisa aterradora. Se corrió un mechón que le cayó en los ojos y miró hacia los costados buscando a alguien más.
- ¿Acaso debo creer que viniste sólo, Potter?
Ya a esa altura, el chico no sabía con certeza si el profesor estaba allí o no.
El mago agitó su varita y sin decir una palabra hizo que la de Harry saliera volando directo hacia su mano.
- M-mis padres... - dijo entrando en pánico.
- Accio, varita de Sauco. - conjuró de nuevo Voldemort haciendo caso omiso al comentario del adolescente.
Por suerte, nada ocurrió luego del conjuro.
Harry, que había contenido la respiración por miedo a que los descubrieran, comenzó a hacerlo lentamente. Sintió las piernas como gelatinas cuando dio un pequeño paso hacia adelante.
- ¿Dónde están mis padres?- intentó pronunciar con la voz tan firme como podía.
- Nagini, ve.
La serpiente comenzó a reptar por su cuerpo hacia abajo hasta llegar al piso, donde levantó su enorme cabeza y luego de tirar su lengua hacia afuera, se dirigió hacia el chico con rapidez. El pelinegro retrocedió unos pasos hasta que chocó de espaldas contra una de las paredes pero ella lo alcanzó y se subió hacia el cuello enroscándose de la misma manera que lo hizo con Voldemort. Sintió como apretaba con más fuerza pero de manera lenta y paciente. Luego escuchó un siseo proveniente del mago lo que hizo que la serpiente aflojara el agarre por un momento.
- Dumbledore, ¿dónde está? Sé que vino contigo.
- No lo sé.
- Dime donde está y liberaré a tus padres. Te gustaría volver a verlos, ¿verdad?
El muchacho no contestó, de nuevo comenzó a perder el control de sus pensamientos. ¿Dónde estaba el anciano y por qué aún no lo había matado?, ¿Qué estaba esperando?
De nuevo escuchó el siseo y la serpiente volvió a ejercer fuerza en su cuello dejándolo sin aire al tiempo que sus uñas arañaban su piel intentando liberarse del pesado reptil.
- ¡¿Dónde está Dumbledore?!- gritó por encima de la tos de Harry que intentaba recuperarse. Luego se giró y habló con alguien a quien el chico no veía. - Trae a los Potter. Quiero que vean como mato al hijo.
No demoró mucho en notar a dos siluetas que aparecían en el lugar, pero no tuvo tiempo de observarlos ya que Voldemort conjuraba un Crucio a sus padres, quienes terminaron tumbados en el suelo.
Harry solo escuchaba gritos ya que la gran serpiente le quitaba la visión. Lentamente fue perdiendo fuerza por falta de aire, cayéndose de un lado.
- Haz... algo.- susurró con esperanzas que Dumbledore lo escuchara.
- La serpiente. - dijo la voz del anciano. - Te matará.
- Sólo... hazlo.
Desde el suelo vio como una luz verde iluminó el amplio lugar y los gritos cesaron. Pero de pronto la serpiente se movió rápidamente y lo estranguló con violencia. A medida que todo se iba oscureciendo en su visión, veía destellos de hechizos que lo rozaban y pegaban a la serpiente que se sobresaltaba al recibirlos.
Uno de los hechizos hizo que el reptil permaneciera inmóvil, lo que seguía siendo mala jugada para Harry que continuaba con la bestia en su cuello.
Sintió unas manos frías y suaves que intentaban quitársela de encima pero sin éxito. Puntitos blancos y negros nublaron su visión mientras sentía que alguien lo cargaba y sugería algo que no pudo entender. Sus ojos se cerraron al tiempo que su cabeza se dejaba caer hacia atrás, colgando sobre los brazos de quien fuera que lo cargaba.
Un calor y ardor insoportable lo hizo volver en sí, dándose cuenta que su cuerpo estaba cubierto de fuego. El dolor era tal que se desvaneció. Recordó recuperar la consciencia de nuevo en brazos de alguien que corría frenéticamente mientras a lo lejos se escuchaba el rugir de alguna bestia.
Dragones. Había escuchado decir al director.
- Es imposible salir de aquí. - escuchó la voz de una mujer. - Estamos rodeados.
- El... el trasla...traslador.- dijo Harry con un hilo de voz. Le dolía respirar.
- Se quemó, Harry. Y no podemos aparecernos aquí - contestó una voz masculina.
- Ustedes vayan al puente. - dijo la voz del director. - Yo me encargo del dragón.
- Albus, espera. - dijo el hombre.
- Vamos, James. No hay tiempo.
A los pocos minutos escuchó el rechinar de las maderas del puente y el vaivén que éste producía. Hubo un estruendo y se sintió caer. Cuando su cuerpo se estrelló contra las maderas y cuerdas del puente, el dolor punzante volvió y perdió el conocimiento nuevamente.
Lo siguiente que recordó fue abrir los ojos y ver seis cabezas de distintos colores mirándolo desde arriba. Todas sonrieron al verlo despertar y luego, lentamente fueron retirándose de su vista hasta que quedó solo una de ellas.
- Te prometí que volvería.
Draco no contestó, sino que cerró los ojos y se inclinó hacia adelante apoyando su frente contra la de Harry.
Permanecieron de esa manera por un buen rato, sin decir nada y atesorando la calma que encontraban en cada uno hasta que el pelinegro se quedó dormido.
Al día siguiente, se despertó y volvió a encontrar las caras sonrientes de sus amigos que rodeaban la cama. Madam Pomfrey se acercó cuando notó que dio señales de vida para entregarle una poción contra el dolor.
- ¿Cómo te sientes del uno al diez?
- Menos un millón.- intentó reír ante su propio chiste y sintió como le estuviera despellejando. Hizo una mueca y miró a la enfermera.
- Quemadura de dragón.- dijo.- Tiene suerte de estar vivo.
- ¿Sabe qué ocurrió?
La enfermera miró hacia el costado donde estaban las demás camas. Harry la imitó y vio a sus padres tendidos en ellas durmiendo.
- Dijeron algo de una serpiente. La única manera de quitársela era con fuego de dragón. Algo con magia negra y el Innombrable.
Harry asintió y miró fijo a un punto intentando entender lo que acababa de escuchar. Luego se miró el cuerpo y notó que estaba vendado desde la cintura hasta el cuello y su brazo izquierdo.
- Mi hermano Charlie tuvo una quemadura parecida. - dijo Ron interrumpiendo sus pensamientos. - Dice que la zona siempre continúa afiebrada, pero que la leche de amapola ayuda a que se cure más rápido y detenga el dolor momentáneamente.
El pelinegro recordó el brazo del pelirrojo y una sensación de desolación le inundó al imaginarse todo su torso y brazo de la misma manera.
- Disculpe, - dijo una voz detrás de ellos. Era el profesor Slughorn - Señor Potter. No quisiera interrumpir su recuperación, pero es urgente. Mañana, a primera hora en mi despacho.
Harry asintió. Había olvidado que el director le había dicho que hablara con él.
Sus amigos lo miraron confundidos.
- La guerra aún no termina. -les dijo.
Chapter 11
Notes:
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Chapter Text
Cuando se incorporó en la cama luego de una larga siesta, Harry supo que lo que le había dicho Ron era cierto, por más que el día anterior había pensado de manera diferente ya que su cuerpo ardía de manera descomunal. Con su mano derecha que estaba libre de vendaje, tocó su torso y brazo izquierdo para comprobar su nivel de dolor. Luna había notado que era un acto un tanto interesante ya que uno realmente sabe que duele y que al tocar dolería aún más, pero la curiosidad es más fuerte que cualquier otro sentimiento.
Bajo la palma de su mano sintió como, si de una estufa se tratase, su cuerpo irradiaba calor, sin embargo, el ardor y dolor habían disminuído. Hizo ademán de querer quitarse las vendas para observar su piel pero la enfermera apareció de la nada para regañarlo. Resignado, miró al costado y vio que las camas a su lado estaban vacías.
- Se despertaron hace unas horas y se reunieron con los de la Orden.- dijo Draco que se encontraba a su lado. -Volverán enseguida.
Harry asintió y acarició su barbilla con su mano libre. El rubio lucía desalineado y ojeroso, lo que lo hacía aún más atractivo, notó el pelinegro.
Draco tomó la mano que estaba en su barbilla y entrelazó los dedos.
- ¿Qué hora es?
- Pasada la medianoche.
- ¿Me avisas cuando amanezca? Por si me vuelvo a dormir.
- Claro. - dijo sonriendo de lado. - ¿ Qué debes hacer con el profesor Slughorn?
- No lo sé. Dumbledore me dijo que fuera con él.- frunció el ceño cuando nombró al anciano. - ¿Él está...?
- No dijeron. Pero no está aquí. Mejor por él, porque lo habría asesinado por llevarte a una misión suicida.
Harry sonrió.
- Lamento no habertelo dicho. Me hizo prometer que no lo hiciera, porque arruinaría el plan.
- Pfff, de entrada ese plan no tenía sentido. Demasiado Gryffindor.
- ¿Y aquí ocurrió algo?
- Los miembros de la Orden vinieron a custodiar el castillo. Si Dumbledore está muerto, los hechizos de protección se desvanecieron por lo que los seguidores podrán aprovechar y atacar Hogwarts.
- ¿Por qué lo harían?
- Venganza. - dijo encogiéndose de hombros.
- ¿Se habrán enterado ya?
- Lo notan en la marca tenebrosa que tienen en sus brazos.
- ¿Cómo sabes de eso?
- Bien señor Potter, - interrumpió Pomfrey que traía un pote de una espesa crema dentro. - Hora de hidratar esa quemadura. Señor Malfoy, puede retirarse.
- ¿Podría dejar que se quede, por favor?- preguntó Harry sin soltar la mano del chico.
La enfermera soltó un bufido y le hizo señas a Draco para que le dejara espacio.
Con un movimiento de varita, hizo que Harry se incorporara y levantara los brazos sin poder bajaros; luego su vendaje desapareció con un cosquilleo. Si bien el pelinegro quería ver su piel, no se animó a hacerlo, y clavó sus ojos en los de Draco que estaba de costado contra la pared que daba a la cabecera de la cama.
Los finos y fríos dedos de la enfermera esparcieron la crema que olía fatal por toda la quemadura. Al hacerlo, Harry se dio cuenta que abarcaba mucho más de lo que había pensado. Desde la altura de su ombligo, por todo el pecho, el cuello, hombro y brazo izquierdo, y la punta de su oreja.
El olor de la pomada se le quedó impregnado en lo más profundo de su cerebro dándole dolor de cabeza. Sin embargo, no se quejaba ya que sentía un gran alivio tenerla puesta.
Luego de terminar de hidratar la quemadura, nuevas vendas esterilizadas envolvieron su cuerpo y tras un último movimiento de varita, volvió a bajar los brazos y recostarse contra la cama.
- ¿Luce muy mal?- preguntó en un susurro a Draco luego que Pomfrey los volviera a dejar solos.
- Estás vivo, es lo que importa, ¿verdad?- pero vio que el chico hacía un gesto con la boca. - Me sigues pareciendo lindo si es eso lo que te preocupa.
Harry rio mirando hacia abajo, ocultando su acalorado rostro, que estaba seguro no se debía a las quemaduras.
Alguien carraspeó detrás del rubio lo que lo hizo levantar la mirada y se encontró con dos adultos que lo miraban con ternura. Draco, que se había volteado a ver quieres eran, se volvió a Harry, apretó su mano y los dejó solos. Harry no creía haber visto una cabellera más roja que la de Ron y sus hermanos, pero se equivocaba. EL cabello de Lily, no solo era rojo, sino que parecía del tono del fuego mismo, como si hubiese tomado una llama y colocado en su cabeza. James, en cambio tenía el cabello completamente oscuro y tan rebelde como el suyo.
- ¿Cómo te encuentras, cariño? - preguntó su madre acercándose a su cama con cautela. Tenía una voz suave, y grave, a diferencia de los alaridos que la había escuchado dar. Sacudió la cabeza para quitarse esos recuerdos desagradables.
- Un poco mejor. ¿Ustedes?
- Bien. -dijo su padre con un hilo de voz. No se había movido de donde estaba, parecía que temiese acercarse al chico. Harry notó que luchaba contra unas lágrimas que querían asomar en sus ojos.
Lily se giró para mirar a su esposo y lo sonrió, luego volvió hacia Harry.
- ¿Cómo llegaste hasta aquí, cielo?
El chico les resumió su encuentro con Draco del otro lado del armario y cómo él le contó de su existencia. James esbozaba una sonrisa al escuchar los nombres de sus mejores amigos en el relato y Harry podía jurar, a juzgar por su rostro, que se sentía orgulloso de cómo lo criaron. Lily tampoco dejaba de sonreír observándole con detenimiento, como si estuviera estudiando cada uno de los detalles de su hijo.
- ¿Qué ocurrió con el sin nombre y eso?
- Dumbledore pudo acabar con él.- explicó Lily. - Su plan falló un poco y no quería atacarlo mientras tenías la serpiente encima. Ella contenía parte de su vida. Y tal como lo sospechó, una vez que lo derrotó, ella quiso... bueno...
- Le tiramos todos los hechizos posibles pero era muy resistente, hasta que hubo una mezcla de hechizos que la dejó petrificada, pero aún ejerciendo fuerza en ti. No creímos que trasladarnos con ella en tu cuello fuera lo ideal, por lo que Albus sugirió fuego de dragón.
- Fue algo sin pensarlo, una solución rápida que apareció, cariño. Él no quería que te pasara nada. Y al exponer la serpiente al fuego, también te expusimos a ti. El traslador que tenías se quemó junto con el resto de las cosas.
- ¿Y Dumbledore?
Lily lo miró en silencio por unos segundos, luego negó con la cabeza y miró hacia abajo.
- ¿Ahora qué pasará? El profesor de pociones me ha llamado.
- Estamos trabajando en ello.- dijo James, esta vez dando un paso hacia adelante.- Sabemos que los mortífagos ya saben que estamos desprotegidos sin Albus, no tardarán en atacar. No sé muy bien qué hará Slughron, pero seguro tiene instrucciones de Dumbedore.
Harry asintió y se tomó unos minutos para procesarlo.
- ¿Por qué...? - comenzó pero se dio cuenta que no deseaba organizar así su pregunta. - ¿Nunca intentaron...atravesar el armario? Quiero decir, entiendo que no hayan podido ir conmigo, pero años más tarde... quiero decir.
- Hemos pensado en ti todos estos años, Harry...- dijo James
- Pero, ¿no lo buscaron?
- Teníamos miedo, cariño. Los rumores del armario son conocidos por todos, pero muy pocos lo entienden. Creímos que lo encontrarían y lo llevaría hacia ti.
- ¿Cómo lo convencieron cuando era un bebé?
- Transfiguré al gato en una especie niño. Él pensó que eras tú.
Harry volvió a asentir perdiéndose en sus pensamientos intentando amar toda la historia en su cabeza. Luego de unos minutos en silencio volvió a hablar.
- Gracias... por... darme esa oportunidad.
- Habríamos dado nuestra propia vida por ti, cielo.- dijo Lily y James asintió mostrando apoyo. Harry los observó, eran parecidos a los que había imaginado cuando los describían, sonrió levemente al recordar aquella imagen en su mente.
- ¿Vendrán conmigo una vez que esto termine? No creo que pueda quedarme aquí, mis padres estarán preocupados. - tras decir eso abrió los ojos. - Lo siento, quiero decir...
- Claro que si, hijo. - dijo James. Lily lo miró, luego sonrió y se inclinó hacia el chico.
- Descuida, es un poco celoso. - le guiñó y luego le besó la frente. - te dejaremos descansar. Debemos ir a hablar con los de la Orden.
- De acuerdo.
A la mañana siguiente, Harry se incorporó, se vistió como pudo entre tantas vendas y se dirigió al despacho del profesor.
Si bien lo había visto un par de veces, podía jurar que nunca lo encontró en el estado que lo hizo aquella mañana. Pensó que se debía a que era temprano, pero aquellas ojeras y suciedad no eran de unas buenas horas de descanso. Tenía el cabello revuelto y parado, como si se estuviera preparando par air a un concierto de música punk, la vestimenta manchada con lo que solo Aslan sabría y el interior de su despacho era un desastre total.
- ¿Profesor?- dijo entrando al lugar. El señor no le respondió, sino que lo llamó con la mano para que se acercara a un enorme caldero que tenía delante de sus ojos. Humeaba pero aún no hervía y olía peor que la crema para la quemadura de dragón. - ¿qué es eso?
- Esto lo detendrá. Esto lo detendrá. Esto lo detendrá.- decía sin parar. Harry lo observó de cerca, parecía que no parpadeaba. Se preguntó si estaría en shock, que quizás la muerte del director había afectado su salud mental.
- Si quiere, vuelvo más tarde. - dijo girándose y encarando hacia la puerta, pero el profesor lo tomó del brazo con fuerza.
- Tú. La profecía. - Harry frunció el ceño. Slughorn señaló el caldero. - La Maldición Oscura.
- ¿Cómo dice?
- Termina con todos los magos.
- ¿Los va a matar?
- Tú lo harás.
- ¿¡Cómo dice?!- repitió espantado y soltándose del agarre. - Dumbledore dijo...
- Dumbledore está muerto.
- Pero...
- Es la única forma, señor Potter. Solo así terminaremos con los mortífagos y demás seguidores.
- ¿Y qué pasa con los inocentes?
- Necesito... ¡ah! Aquí está. - dijo hablándose a sí mismo, haciendo caso omiso a la pregunta del chico.
- Profesor, debería haber otra forma. - buscó su varita pero recordó que se habría quemado con el fuego de dragón. - ¿No se puede evacuar a los que no tienen nada que ver?
- ¿Y a dónde los llevarías, muchacho? No hay refugio seguro.
- Yo podría...podría...- vio con horror que el señor iba a agregar otro ingrediente al caldero. - ¡No lo haga!
Corrió y intentó arrebatarle el frasco de las manos, pero el profesor no le dejó. Forcejearon un momento sin éxito. Ante la fuerza que ejercía el señor, Harry se dio la espalda contra un armario lleno de frascos de diferentes colores y aromas. Rápidamente tomó uno de ellos y lo acercó al caldero.
- Si no deja eso, arrojaré esto a la poción.
- Hazlo. - dijo encogiéndose de hombros. Harry esperó a que bajara el ingrediente pero no lo hizo, mas bien se apresuró a tirarlo, pero el chico fue más rápido.
El contenido del caldero cambió a un color marrón al instante y el humo se hizo más espeso. Como si la propia poción supiera que todos sus ingredientes estaban listos, creó una especie de cúpula que impedía que cualquier otra cosa cayera dentro.
Harry sonrió triunfante y el profesor rió.
- No lo arruinará. Sólo cambiará su consecuencia. Eso es extracto de valeriana. - Harry frunció el ceño. -Acabas de hacer una que desvanece la magia y todas las memorias que tienen con ella.
- ¿Un Obliviate?
- Algo así, y también destruirá todo objeto mágico.
- ¡Esto es su culpa!
- No, señor Potter. Esto ya estaba escrito.
El contenido del caldero comenzó a hervir, dejando ver unas pequeñas burbujas. Harry se acercó a ver, luego miró al profesor.
- Tic-toc. - dijo.
El pelinegro salió corriendo del despacho. Le dificultaba un poco moverse con tantas vendas, pero apresuró el paso y se dirigió a la sala común de gryffindor.
- ¡Ron! Despierta, rápido. - gritó tomándolo de los hombros y zarandeándolo para que despertara.
- ¿Qué ocurre?, ¿estás bien?
- El profesor... la maldición... hay que advertirles a todos. Debemos escapar.
- Espera, espera. Tranquilízate... - dijo sentándose en la cama tomándolo de un brazo.
- ¡No hay tiempo! ¡Vamos!
Arrastrando a Ron, se dirigieron hacia el despacho de la vice rectora Sprout para avisarles de lo sucedido. La profesora pidió que se tranquilizara, pero eso sólo hizo que perdiera la paciencia y echara a correr hacia las mazmorras. Debía hablar con Draco y Blaise, ellos le creerían.
-... pero, ¿estás seguro que podremos pasar?
- No lo sé, Blaise. Pero habría que intentarlo.
- Harry tiene razón.
- Debemos advertir a todos, entonces.- dijo Blaise.
- ¿Puedes hacerlo con los del colegio?- preguntó Harry. - yo avisaré a los de la Orden y ellos a los demás.
- Y-yo iré con mis padres. - dijo Draco quien recibió un asentimiento de ambos.
- No te demores. - le dijo Harry tomándolo de la mano. El rubio negó con la cabeza, le dio un beso casto y se dirigió a la chimenea donde tomó la red flú y desapareció.
- ¿Cuánto tiempo tenemos, amigo?
- No lo sé. Pero encontrémonos en la puerta de entrada en cinco.- dijo y lo abrazó dándole palmadas en la espalda. -Tampoco te demores.
Harry corrió hacia la sala de profesores, donde le dijeron sus padres que se reunirían con los miembros de la resistencia. Para su alivio, todos tomaron la situación con urgencia y se pusieron en marcha. Al cabo de dos segundos todos habían abandonado el lugar dejándolos a los Potter solos. Cuando salieron de la sala, escucharon gritos desesperados y personas corriendo de un lado al otro. El chico supuso que Balise ya había hecho correr la voz.
Los tres corrieron hacia la entrada donde estaban esperando los narnianos junto Pansy, Ron y sus hermanos. De camino se escuchó una explosión proveniente de pisos de arriba. Lentamente Harry sintió el horrible aroma que había olido hacía unos minutos en el despacho del profesor Slughron.
- Rápido. Tómense de las manos todos. - dijo James haciendo lo mismo. - Nos apareceremos cerca del armario.
Antes de que todos estuvieran listos, Harry movía la cabeza de un lado a otro intentando encontrar una cabellera rubia. Al no ver nada, se volvió a Blaise que estaba a su lado.
- Vendrá. - le dijo asintiendo.
Sintió que las tripas se le saldrían por la boca al momento de aparecerse.
En la casa abandonada ya había un gran número de personas intentando cruzar el armario. El pelinegro buscó con la mirada a Draco pero tampoco lo encontró allí.
- ¿Alguien ya ha entrado?- preguntó Lily?
- No.- respondió una bruja con un bebé en brazos. - Matthew intentó entrar pero no pasa nada.
Lily y James miraron a Harry en busca de una respuesta.
- No sé muy bien cómo funciona, pero creo que deben pensar en que buscan un lugar donde refugiarse.
Un par de personas intentaron pero sin éxito. Harry estaba entrando en desesperación a medida que llegaba más gente al lugar.
- Probemos, chicos. - dijo Luna con calma. Tomó la mano de Blaise, Hermione y ésta la de Pansy. Ron titubeó pero se tomó de la última y sus hermanos lo imitaron.
Tal como si nunca hubiera una pared de fondo, los jóvenes entraron al armario sin problemas. Ésto dio ánimos a los demás, que volvieron a intentarlo, esta vez con la misma suerte que los chicos. Harry pensó que quizás una vez abierto el paso, todos podrían pasar, porque nadie volvió a tener problemas.
James no supo cuántas personas habían entrado ya, pero de seguro eran muchas más de las que había previsto. Miró a Harry ,que seguía buscando a Draco con la mirada, luego a Lily que se encogió de hombros, y luego hacia afuera, donde veía como una tormenta se avecinaba.
El viento soplaba fuerte, haciendo que techos y trozos de maderas volaran por todas partes. Los arboles se agitaban de un lado hacia otro de manera peligrosa y a lo lejos, como viniendo de una colina, se veía una especie de humo denso de color marrón claro dirigiéndose hacia ellos lentamente.
- Harry. - lo llamó James, pero el chico no lo escuchaba. Se mordía las uñas mirando hacia afuera esperando que los Malfoy aparecieran.
Era imposible que toda la comunidad mágica haya pasado por el armario, pero ya la fila de personas que esperaban entrar por el portal era más corta. Harry veía a través de la ventana varias familias aparecerse y correr escaleras arriba para entrar con menor frecuencia que hacía minutos atrás.
Vio la nube densa que estaba más cerca y entró en desesperación.
¿Dónde estarán?. Tenía que volver, no podía irse sin él.
"También destruirá todo objeto mágico", había dicho el profesor. ¿Será el armario un objeto mágico?
¿Tú qué crees?. Se preguntó con amargura.
La maldición llegaba al inicio del bosque. Ya no habían personas esperando entrar a excepción de ellos tres.
- Harry. - esta vez lo llamó su madre. - Debemos entrar.
- Espera.
- Quizás ya entró y no lo vimos.
- Yo lo habría visto.
- Harry... - la mujer miró a su marido y luego hacia afuera. El humo estaba a metros de la casa, el viento se hizo más fuerte y sentían el piso temblar.
Los dedos de Harry ya estaban lastimados de tanto morderse. No despegaba la vista de la ventana.
- ¡Harry!- gritó su padre.
- ¡Allí están!- lloriqueó el chico. Viendo a tres cabezas rubias aparecerse en el pórtico de la casa, a centímetros de la nube marrón.
Sus padres arrastraron al pelinegro al armario a medida que escuchaba pasos acelerados subir las escaleras.
Los vidrios de la ventana explotaron y un viento gélido entró al lugar.
Harry desde dentro del armario, con un pie ya en narnia, extendía la mano para alcanzar la de Draco que iba por delante de sus padres también con su brazo hacia adelante.
Y de repente, la puerta del armario se cerró y una explosión se escuchó del otro lado.
Harry seguía con la mano extendida, con la boca abierta. No entendía qué había pasado.
Lentamente, los abrigos, que eran parte del interior del armario y que estaban a su lado, se desvanecieron dejando ver los pinos del bosque narniano. La madera de la pared del armario se había hecho trizas, y sólo quedaba una gran astilla en el suelo, a sus pies.
- ¿Q-qué...?- articuló el chico sin emitir sonido.
- Harry... - dijo la voz de su madre atrás suyo.
Se negaba a voltear, debía esperar a que Draco tomara su mano y apareciera allí.
Un nudo en la garganta le impidió respirar con facilidad. Escuchó unos pasos lentos a su lado y una mano cálida en su hombro.
- No. - dijo en unsusurro.
- Harry...- la voz, dueña de la mano que sostenía su hombro, era diferente a la de su madre. Estaba aturdido, no sabía quién era. Un momento de ilusión apoderó su ser pensando que quizás era el rubio que había pasado, por lo que se volteó y vio la cara de incredulidad de Blaise. Harry negó lentamente, y luego con más violencia.
- No. - esta vez se escuchó. - No, Blaise. Dime que no.
El moreno no respondía, lo miraba fijo, sin soltar el agarre. Harry dejó caer los hombros y miró al suelo y así se quedó por un buen rato.
Sus padres intercambiaban miradas y sus amigos se acercaron de a poco y lo rodearon en un abrazo que él no devolvió. No lloraba, ni reía. Su cabeza parecía que había dejado de funcionar, no podía pensar. Tenía la mente vacía.
Blaise se agachó y tomó el trozo de madera astillada que quedaba del armario y lo examinó. Se lo quiso entregar a su amigo, pero éste no lo tomó.
Al cabo de lo que parecían horas, porque ya estaba anocheciendo, otras voces se unieron al grupo que estaba en el lugar. Oyó que hablaban con otras personas pero no logró escuchar.
No quería escuchar.
Sus amigos que se habían quedado a su lado todo, se alejaron un poco cuando otra persona se acercó
- Prongs... - escuchó decir a Remus y luego todo se volvió oscuro.
Remus lo sujetó cuando se desmayó y lo cargó en los brazos al instante. Dio indicaciones a los demás que irían a la casa para encontrarse allí si lo quisiesen.
Harry se encontraba en el lugar donde había estado alguna vez la entrada al otro mundo. Estaba sentado con las piernas flexionadas a los costados. Tenía entre sus dedos el trozo de madera que le había dado su amigo una vez se recuperó.
No recordaba cuánto tiempo había pasado tendido en la cama como un vegetal. Sólo se levantaba para ir al baño cuando ya no aguantaba más. Las comidas las rechazaba sin importar la cara que pusiese Remus. Y no hablaba con nadie.
Una mañana temprano, cuando todos dormían, decidió salir. Era una mañana fresca y soleada. Le gustaba el olor matutino del bosque. No estaba seguro qué esperaba encontrar allí, pero era el único lugar donde quería estar en ese momento.
Luego de un par de horas de calma, escucho unos pasos cortitos que se acercaban. Luego, sintió una respiración insistente en su cuello y una nariz fría y húmeda lo tocó sin querer haciéndolo sobresaltar.
Sirius en forma perruna se sentó primero quedando a la altura de un Harry que lo miraba un poco inquieto, para luego recostarse en sus patas colocando la cabeza en la pierna del chico. Este gesto hizo sonreír levemente al muchacho que comenzó a acariciarlo por un momento. Su padre hizo un sonido, como un leve llanto que él comprendió enseguida.
- No lo sé. Quise venir y ver si... no sé qué creí encontrar la verdad. Es obvio que no volverá a pasar.
Sirius se removió un poco.
- Lo sé. Sólo me queda ese consuelo. Por lo menos cambié la poción a una que borra la memoria, no los mata.
El perro hizo una especie de chasquido de lengua.
- Estaba loco ese profesor.- dijo encogiéndose de hombros.
Harry lo miró a los ojos por un momento hasta que éstos se llenaron de lágrimas. El perro se puso de pie al instante y se acercó y refregó su cara en el cuello del chico. El pelinegro lo tomó con fuerza y dejó escapar el llanto acumulado que tenía de hacía días. Sirius temblaba bajo el abrazo de Harry, dándole pequeñas lamidas para recordarlo que todo iba a estar bien.
Una vez se calmó un poco, sonrió y el perro lo miró con la cabeza ladeada.
- Me animé, ¿sabes?- dijo con las mejillas un tanto encendidas. - Y resultó que él sentía lo mismo.
El perro soltó un suave ladrido moviendo la cola y luego, se puso delante de él y comenzó a escarbar. No hubo necesidad de que le indicara qué pretendía que hiciese con aquel pozo, porque el chico lo comprendió al instante. Colocó el trozo de madera dentro y lo cubrió con la tierra suelta. Después buscó un par de piedras e hizo un cantero con ellos para que aquél sea un lugar para recordar y que nadie lo olvidara.
Una vez que terminaron, Harry acarició la cabeza del animal y volvieron a la casa.
- Cuéntame de nuevo.- pidió Draco tumbado de lado en el césped.
- ¡Pero si te la sabes de memoria!- respondió Harry sentado con las piernas cruzas arrancando pedazos de césped con sus dedos.
- Es que siempre tengo nuevas preguntas.
- De acuerdo.
Harry habló por largos minutos mientras Draco lo miraba con fascinación y cerraba los ojos para imaginárselo todo.
- ¿Entonces todos tus amigos pudieron escapar con sus familias?- preguntó el rubio
- Si, casi todos.
- ¿Y qué hicieron después?, ¿les gustó el nuevo lugar?
- Algo así. Es más amplio que donde estaban muchos de ellos. Construyeron casas y ahora viven tranquilos, aunque aún les cuesta acostumbrase.
- Me imagino. Debe ser raro, sobre todo hablar con los animales.
Harry rió.
- Es la parte más difícil.
Draco miró hacia atrás girándose levemente.
- ¿Ya tienes que irte?
- Si, creo que es mi alarma. Espera que la pospongo.- el rubio se incorporó e hizo algo con las manos.
- ¿Tienes exposición hoy de nuevo?
- Si. - dijo volviéndose al pelinegro. -Me fue bien ayer. A muchos les gustó. Algunos me preguntaron quién era el chico de lentes y ojos verdes que pinté en varios cuadros. - dijo sonrojándose.
El otro chico rió y lo miró con ternura.
- Y ¿qué les has dicho?
- La verdad.- se encogió de hombros. - Que es alguien con quien sueño con frecuencia.
Harry asintió y lo observó ponerse de pie. Luego él lo imitó.
- Nos veremos seguro esta noche de nuevo, ¿no?
- Aquí te esperaré.
- Nos vemos, Harry.
- Adiós, rubio.
Draco se desvaneció dejando al pelinegro solo en el lugar. Harry cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir encontrándose en su habitación. Suspiró y miró hacia la mesita de luz, donde estaba la poción de sueño que había creado para poder aparecerse en los de Draco.
Se levantó y dirigió al baño. Hacía rato que no se veía al espejo y estaba agradecido por eso, ya que lucía fatal. La poción del sueño no lo dejaba descansar por lo que sus ojeras eran ya casi permanentes. Había adelgazado bastante debido a pasar horas soñando. Su cabello y barba estaban largos, como el de Sirius.
Salió hacia el bosque, donde se dirigió hacia el lugar donde había enterrado la madera. Sonrió al ver un árbol de su tamaño que salía del pozo que habían hecho con Sirius. El tronco estaba rodeado de las piedras que hacían de cantero. Se acercó y vio que en el más grande nudo del tronco, la visión era un poco borrosa. Metió su mano y la vio desaparecer. Luego la retiró.
Según lo que le habían dicho especialistas forestales, el árbol había renacido del pedazo de madera que había enterrado hacía quince años, por lo tanto contenía parte de su magia. Habían hecho varios experimentos con el nuevo portal, y llegaron a la conclusión que funcionaba correctamente, solo que al pasar del otro lado, la persona pedía la memoria relacionada a la magia, junto con sus artefactos mágicos.
El chico volvió a su casa, donde estaban sus cuatro padres ya desayunando, esperándolo.
- ¿Tienes todo listo, Harry? - preguntó Sirius.
- Si, me anoté todo en un pergamino y también me escribí en los brazos por si el pergamino es un objeto mágico para el árbol.
Sus otros tres padres lo miraban con orgullo y tristeza. Sabían lo que ocurrirían ni bien pisara del otro lado del portal.
- También anoté sus nombres para cuando quieran verme con la poción del sueño, así sé quienes son.
Sabía que aquellas palabras no eran las que un padre quería oír jamás, pero le alivió verlos asentir. Todos se tomaron su tiempo para abrazarlo y despedirlo como era debido. Luego lo acompañaron hasta el bosque.
Allí se encontró con sus amigos. Blaise, estaba abrazado a su esposa, Ginny. Luna y Pansy tomaban la mano de un pequeño centauro que habían llamado Draco en honor a su amigo. Hermione y Ron, que habían tenido una relación amorosa pero luego se había terminado, estaban allí también a pesar de todo.
- En estas agendas, - dijo Luna, tendiéndole un par. - hemos escrito todo lo que has vivido aquí y parte de lo que vivimos en el otro lado. Para que puedas leerlo y aprender más de ti y Draco.
Harry les agradeció y abrazó a los tres. Luego se despidió de su mejor amigo con un largo y apretado abrazo. Hizo lo mismo con su esposa y con su hermano. Hermione no paraba de llorar al abrazarlo y desearle toda la suerte. Le tendió un llavero que hizo, con ayuda de Sirius y Remus, donde habían cuatro personitas de madera, una pelo castaño, otra rubia, un moreno y un pelinegro.
El muchacho se lo guardó todo en el bolso que llevaría consigo. Se dio vuelta mirando al árbol. Sintió los pasos de sus padres detrás.
- Tengo miedo.
- Todo irá bien, cielo.
- Sabes que siempre estaremos aquí.
- Nos veremos cuando duermas, prongs.
- Ve y comele la boca.
Harry sinrió y los despidió de nuevo con un abrazo. Luego tomó el bolso, respiró hondo y cruzó sin mirar atrás.
Estaba un poco confundido. Frunció el ceño porque no reconocía el lugar. Estaba de espaldas a un árbol diferente al resto de los del bosque. Éste era de tronco más oscuro y grueso, y la copa parecía que despedía lucecitas doradas al compás del viento.
Se miró la mano y vio que tenía un papel en ella, la abrió y leyó. Supuso que era una dirección a la que tenía que dirigirse. Tomó un colectivo que pasaba por allí y se dejó llevar.
Al llegar a lo que él imaginaba era el centro de la ciudad, se bajó. Buscó con la mirada la altura del lugar que tenía indicado en el papel y lo vio.
El edificio era espejado y se podían apreciar cuadros pintados a mano desde la vereda. El joven rubio que hablaba a un grupo de personas le resultaba sumamente familiar.
Es como un sueño. Pensó. O el sueño de un sueño.
Entró al lugar con toda la confianza, como si supiera que era allí donde debía estar. Draco lo vio y sus ojos se encontraron. El rubio quedó petrificado en su lugar, hasta que reaccionó y se acercó al pelinegro boquiabierto.
- ¿E-eres t-tú?
- ¿Soy yo?- dijo riendo.
Draco se tapó la boca con la mano.
- Lo siento, siento que nos conocemos, pero...
- Oh, claro que nos conocemos.
Harry frunció el ceño. Y miró por encima del hombro de Draco observando los cuadros. Todos y cada uno de ellos tenían una persona muy parecida a él. Algunos eran solo ojos de color esmeralda, otros eran dos personas – un pelinegro y otro rubio- montados a lo que parecían escobas.
Qué absurdo. Pensó. Había otra donde habían dos castores cocinando, que le dio gracia.
- ¿De dónde sacas todas esas ideas?
El chico rió.
- De ti, claro.
La frente del otro joven se frunció pero una sonrisa apareció en el rostro. Estaba muy confundido pero no lo preocupaba. Había algo en él que le hacía sentirse como en casa.
- Oh, ese no está a la venta, señora. - lo escuchó decir. Harry se acercó a ver de qué cuadro hablaban y vio a los mismo jóvenes de los cuadros anteriores, uno recostado en el césped y el otro sentado con las piernas cruzadas, como arrancando el pasto con sus dedos.
Harry tomó asiento lentamente y lo observó. Era tan conocido; sentía que se conocían de toda la vida. Draco terminó su exposición de cuadros y se juntó con él que lo esperó. No tenía ningún otro lugar a donde ir.
- ¿Vamos?- preguntó Draco tendiéndole la mano.
- Vamos. ¿A donde?- la tomó y se puso de pie.
- A casa.
- ¿Puedo quedarme ahí?
- Así es. Tengo todo preparado para ti.
- ¿Cómo? ¿Sabías que vendría?
- Claro. Me lo dijiste hace mucho que lo intentarías.
- No recuerdo haberlo hecho. - dijo pero sin sonar preocupado, sino más bien divertido.
- Claro, porque has perdido la memoria al cruzar el portal.
Lo miró con el ceño fruncido.
- Descuida, te lo explicaré todo. Me has contado esa historia mil veces. Me la sé de memoria.
Fin
Notes:
Si llegaste hasta acá, te lo agradezco♥
Espero que les haya gustado ^^
dramalovesme13 on Chapter 11 Tue 26 Apr 2022 03:56AM UTC
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DoubleTrouble80 (fur3) on Chapter 11 Tue 26 Apr 2022 07:03PM UTC
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