Chapter Text
Las vendas que cubren sus ojos crean un disfraz natural, y hay días en los que tiene suerte, cuando la gente decide ser lo suficiente caritativa como para conseguir una comida caliente.
Lo poco que le queda de sus habilidades de cultivación le permite manejarse lo bastante como para conseguir algún trabajo mal pagado. La gente le deja ayudar con la cosecha y a cuidar el ganado, pero esos trabajos vienen y van.
Con el tiempo, encuentra uno de sus propios templos, abandonado y en mal estado, en un pueblo remoto.
Parece apropiado.
Los granjeros del pueblo le dan trabajo, y cuando no pueden, pasa hambre. Solía pasar muchas noches hambriento cuando era niño, rechazando la comida a causa de su delicado paladar, pero esto es diferente. Esto es un hambre fría que le roe las entrañas mientras está tumbado en el suelo de su templo, esperando que el sueño lo salve de ese dolor sordo.
Pero entonces…alguien empieza a dejarle comida.
La primera vez que se despierta con un plato de fruta al lado de la cabeza tiene demasiada hambre como para hacerse preguntas. A lo mejor algún granjero se apiadó y mandó a alguno de sus hijos a dejarle algo de comer a un mendigo tullido. Devora la fruta con poco orgullo, incluso las bayas que solía detestar de pequeño. Pero cada mañana, hay un plato. A menudo también por las tardes, cuando regresa después de partirse la espalda durante todo el día en los campos.
Fruta. Carne. Cuando hay pan, Xie Lian derrama algunas lágrimas de gratitud.
Después de unas semanas, su curiosidad le supera. Está acurrucado de costado en el suelo del templo, fingiendo dormir, y, en el momento en que escucha el suave clinc de un plato tocando el suelo de piedra, se mueve con la rapidez de una víbora, rodando hacia el lado y alargando el brazo hasta que sus dedos agarran una muñeca, y escucha un jadeo tenue.
—¿Quién eres?
No recibe respuesta.
—¿Por qué me ayudas?
No puede imaginarse la razón; quizás si fuese un acto amable puntual, sí, pero esto…
Es entonces cuando Xie Lian se da cuenta de lo delgada que es la muñeca que agarra. De que la persona está temblando, probablemente por la fuerza del dios. Le suelta, casi avergonzado.
—Lo siento, no tienes por qué tener…
La figura sale corriendo antes de que pueda decir más, y se queda solo sobre el suelo de piedra, con la mano estirada.
—Miedo…— termina, no con poca amargura.
A partir de entonces, le deja la comida en los escalones del templo, nunca muy cerca. Algunas veces, Xie Lian sigue sintiendo una presencia. Al regresar, encuentra el suelo barrido. Un día, hay una manta. No es nada extravagante, pero es mil veces mejor que dormir con trapos finos y raídos.
Una parte de él se pregunta si Feng Xin habría desobedecido sus órdenes y venido a buscarle, pero… Incluso si le hubiese desobedecido, Feng Xin no se escondería de él. Y aquel brazo pertenecía a alguien más joven. De eso sí que está seguro, no podría ser alguien más allá de la mitad de la adolescencia.
Pero, ¿quién le podría estar ayudando ahora, y por qué? Cuando todo el mundo le odia, le ha olvidado.
A menudo, puede sentir a alguien mirándole desde la distancia, sin atreverse a acercarse. Xie Lian se incorpora de donde estaba recogiendo piedras, por el borde de un arroyo, y gira la cabeza lentamente en esa dirección. No puede ver los ojos que están fijos en él, pero puede sentirlos.
—… Sé que estás ahí —le llama con cuidado. Escucha el suave ruido de las hojas, el quebrar de una ramita, como si el desconocido fuese a irse, y su voz adquiere un tono de pánico—, ¡Por favor… ¡
Los ruidos paran, y su voz tiembla.
—Por favor, no te vayas — yo…
Se siente… solo.
Xie Lian no puede recordar la última vez que tuvo a alguien que le escuchase cuando hablaba. Lo que se sentía al tener alguien a su lado. Es patético, en realidad.
Deja caer la cabeza, esperando a que el joven huya, pero…
Ahora, escucha el ruido que el otro hace al acercarse con cautela. No dice nada, pero cuando está lo suficientemente cerca, Xie Lian alarga el brazo, tirando del dobladillo de una manga, suave y desgastada.
—¿…Por qué estás aquí?
Es una pregunta simple, pero el dolor en su voz le añade mucho más peso. La voz que le responde es la de un joven.
—… Para servir a Su Alteza.
La expresión de Xie Lian se congela, y ahora es él el que se aleja, temblando. Pensaba que se había acostumbrado a la vergüenza de caer tan bajo, pero en realidad, tan solo había buscado consuelo en el anonimato.
—¿Tú…sabes quién soy?
La voz suena un poco más segura, incluso algo arrogante. Si Xie Lian no se estuviese peleando con sus emociones, la hubiera encontrado adorable.
—Reconocería a Dianxia en cualquier sitio.
El título hace que se sobresalte otra vez, yendo encogido hacia el borde del arroyo.
—No… no deberías llamarme así.
Siente que el chico empieza a retroceder de nuevo, preocupado por haber ofendido al dios, y Xie Lian agarra esa manga otra vez, sujetándola con fuerza.
—No te vayas— repite con voz temblorosa—, por favor, no te vayas.
—…
En vez de responder verbalmente, el joven se arrodilla a su lado. Xie Lian tiembla de alivio, sus dedos apretando la tela de la camisa, y repite la pregunta una vez más.
—¿Por qué estás aquí?
—… —Puede oír la confusión en el tono del chico—. Para servir…
—¿Por qué? —insiste Xie Lian con voz ronca— No puedo darte nada ahora mismo.
Hay un silencio, y una parte de Xie Lian se pregunta si el chico no se había dado cuenta de eso hasta ahora. Si a lo mejor pensaba que todo esto era un tipo de penitencia autoimpuesta. Después de todo, ¿qué podría saber sobre grilletes malditos? – y ahora, se marchará.
Detrás de las vendas, los ojos de Xie Lian se llenan de lágrimas. Se marchará. Lo hará. Xie Lian sabe que lo hará. Todo el mundo lo hizo. Y los que no, él mismo los alejó hace mucho, mucho tiempo. Ya no queda nadie. Cuando el chico responde, está temblando.
—…No quiero nada.
Al principio, Xie Lian no le cree. Es cuidadoso, desconfiado, como un animal herido. El chico sigue viniendo todos los días. Trae la comida directamente, mañana y noche, y le cuenta las noticias recientes cuando el dios pregunta.
A veces sorprende al chico mientras reza, sin arrodillarse nunca, de pie con la cabeza gacha delante del altar. Xie Lian le recuerda, con un tono bastante amargo, que no puede contestarle. Que, en este estado, ni siquiera puede escuchar los rezos del chico. No puede ver la sonrisa en su cara.
—No rezo por eso.
Xie Lian frunce las cejas, y, aunque es invisible para él, la sonrisa en la cara del chico muestra más fe de la que ningún dios conocerá jamás.
—Dianxia ya respondió una vez a un rezo de este sirviente, eso fue suficiente.
Xie Lian se detiene, mirando a ciegas en su dirección. ¿Cuándo…?
—¿Para qué rezaste?
El chico no alza la cabeza, las manos todavía juntas en gesto de oración.
—Para conseguir una respuesta.
La memoria le pincha, y sus dedos se contraen mientras se esfuerza por recordar.
—…¿A qué?
—Una razón para seguir viviendo en este mundo.
La respiración de Xie Lian se detiene. No ha olvidado aquel día. Solo fue hace unos pocos años, después de todo, pero aun así…
—¿Cuál fue la respuesta?
La respuesta del chico es simple, pero le roba la voz a Xie Lian.
—Tú.
Había sido tan estúpido por aquel entonces, pensando que podía salvarlos a todos. Que él podría…Que Xie Lian podría haber sido el motivo por el que vivir de alguien. Después de todo el daño que ha causado, por culpa de su egoísta arrogancia… Y creer en él no ha llevado muy lejos al chico. No cuando está pasando los días llevándole sobras a un dios caído para sobrevivir.
Eso no es una razón por la que vivir. A lo mejor es una excusa, una obligación, pero no algo en lo que creer.
Cuando finalmente puede volver a hablar, la voz de Xie Lian está llena de tanta autocompasión que le pone enfermo.
—…Supongo que no fue una respuesta muy buena, ¿no crees?
Por una vez, la respuesta del chico es cortante.
—No quiero otra diferente.
Xie Lian no puede entenderlo, pero es la respuesta que el chico siempre ha dado.
—Olvídame.
—¡No lo haré!
—No pierdas el tiempo conmigo.
—Este creyente siempre estará al lado de Dianxia; incluso si me pierdo, siempre volveré’
Nunca le creyó. Siempre pensó que el chico cambiaría de idea, pero nunca lo hizo. Incluso ahora, después de meses viviendo así.
Xie Lian le pregunta, no por primera vez:
—¿Quién eres?
El chico nunca había respondido, siempre objetaba. Se llamaba a sí mismo un creyente, un sirviente. Esta vez, la respuesta no le viene tan fácil. Titubea. Y, finalmente, como si la respuesta pudiese horrorizarle, lo balbucea en voz baja. Si las orejas de Xie Lian no fuesen tan sensibles por aquel entonces, no hubiese escuchado –
—…Hong…
Xie Lian se tensa inmediatamente.
—¿…Hong-er?
Hay un momento de silencio, y lo único que Xie Lian puede escuchar es la respiración temblorosa del chico. Suena un poco húmeda, cargada con algún que otro moqueo, y finalmente –
—¿… Dianxia se acordó de mí?
Su voz ya no es suave, o tozuda, o arrogante.
Es pequeña, asombrada, y llena de lágrimas.
Lo cierto es que se trata de una memoria que Xie Lian casi había olvidado, por el caos que la siguió. Normalmente, cuando pensaba en aquel niño era cuando estaba enfadado con Qi Rong. O cuando, de vez en cuando, se preguntaba sobre qué habría sido de él. Xie Lian había asumido que la plaga se lo había llevado. El hecho de que no fuese así…significa que el niño pequeño y aterrorizado que cogió en sus brazos aquel día, el chico que más tarde se agarró a él, roto y ensangrentado, prometiendo entre sollozos que no estaba maldito…se convirtió en un asesino.
La salvación de Xie Lian claramente no le había ofrecido mucho, pero…
—Te recuerdo, — susurra con labios temblorosos.
Xie Lian encuentra en sí mismo algo que creía que había desaparecido, desgastado con cada error, cada fallo.
La Fe.
Abre los brazos, y el chico titubea, pero termina cayendo en ellos, su cuerpo temblando con sollozos silenciosos. No está solo, su dios está derramando sus propias lágrimas. Se deslizan desde debajo de las vendas sobre sus ojos, trazando caminos brillantes por sus mejillas mientras sostiene a Hong-er en sus brazos.
—Te recuerdo— susurra otra vez, su voz quebrándose mientras Hong-er se agarra a él con más fuerza.
Xie Lian le cree. Cree que este chico a lo mejor puede ver lo que otros no. Que sabe cómo se siente al estar solo, roto y repudiado.
Xie Lian abraza al chico hasta que este, mientras le acaricia el pelo, se duerme en sus brazos.
Notes:
¡Mil gracias a Marta ( @DIANXIA ) por las revisiones y correcciones!
Espero que os haya gustado! Como siempre, los kudos y comentarios se agradecen ^_^
También podéis ir a darle amor al trabajo original ;),, en serio, es una pasada y hay fanarts increíbles al final de cada capítulo.
Chapter 2: Apuesto
Notes:
*Aparece 2 meses tarde con starbucks* Eiiiii gente qué tal andan
Canciones para este capítulo: Through the Eyes of a Child, Ugly, This is How You Fall in Love, July.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Xie Lian empieza a creer que Hong-er no se irá.
Al principio, esa confianza es terrorífica, pero crece con cada día que pasa. El chico le deja espacio a Xie Lian cuando este lo necesita, pero siempre está ahí. Acompaña a Xie Lian a los campos, insistiendo siempre en hacer él las tareas más duras. Xie Lian se entera de dónde venía la comida cuando ve que bastante gente del pueblo ya conoce a Hong-er. Es entonces cuando descubre que el chico ya había estado trabajando por aquí y por allá, y que le entregaba a Xie Lian la comida que le daban a él, así que decide, a partir de ese momento, ser estricto con el chico para que se quede con la parte que le corresponde.
La carne venía de la caza, una tarea tediosa que obligó al chico a aprender cómo fabricar trampas. Puede que Xie Lian no sirva para mucho en ese momento, pero arregla un arco roto y le enseña al chico cómo usarlo. No se da cuenta de cómo le tiemblan los dedos a Hong-er cuando se los ajusta en la cuerda mientras le muestra cómo sujetar bien el arco.
Los pensamientos de Xie Lian están siempre ocupados con Feng Xin en esos momentos. Le echa de menos, también a Mu Qing, pero él solo sería una carga innecesaria para ellos.
Cuando Hong-er consigue su primera presa al darle a un conejo en el ojo, grita victorioso, saltando arriba y abajo.
—¡¿Me has visto, Dianxia?! Le –
Para en seco, incómodo, horrorizado por su falta de tacto, y Xie Lian se echa a reír, con una mano en la tripa para calmar la fuerza de sus carcajadas.
—No, ¡pero ha sonado impresionante!
No recuerda la última vez que se rio sin querer llorar.
Los nervios del chico se calman cuando su dios le alborota el pelo.
—Bien hecho, Hong-er.
Este sonríe, su cara la viva imagen de la felicidad.
El chico se convierte en un buen cazador, hasta el punto en que conseguir carne nunca resulta un problema. Xie Lian no es de mucha ayuda en la cocina, pero puede quitar las pieles, sentado con Hong-er cerca del fuego, contándole historias. El chico escucha con total atención, sin perderse una sola palabra.
Llevan las pieles al pueblo por las mañanas para venderlas, y, con el tiempo, Xie Lian aprende a coserlas para hacerle un par de botas a Hong-er. Él nunca se quejaba, pero los meses se están haciendo más fríos y Xie Lian nota que se está volviendo más alto, y sus cosas viejas probablemente ya no le quedan bien. En verdad, no son nada especiales, pero son robustas. Cualquiera podría pensar que Xie Lian le regaló a Hong-er su peso en oro, por la manera en la que respondió…
En momentos como ese, el dios no se siente inútil.
Las noches se hacen cada vez más frías, y Hong-er sigue durmiendo en las escaleras del templo. Esto preocupa a Xie Lian. Su cuerpo es fuerte, incluso en su exilio, y puede aguantar algo de frío, hambre o heridas; pero Hong-er sigue siendo humano. Eso le da miedo, y la posibilidad de que el chico enferme le llena de angustia.
Xie Lian no quiere estar solo otra vez.
Cada noche durante una semana, intenta convencerle de dormir dentro, cerca del fuego, por lo menos. Hong-er entra a atizar las llamas para que su dios no se resfríe durante la noche, pero siempre se acaba yendo.
Finalmente, Xie Lian encuentra una única solución.
—¿Hong-er?
—¿Dianxia? —Siempre aparece casi inmediatamente cuando el dios le llama.
—Tengo frío.
El adolescente se apresura a atizar las brasas, añadiendo unas pocas astillas del montón que había cortado esa mañana, pero…
—No sirve de nada —suspira Xie Lian tristemente—, ¿podrías… —se desliza hacia un lado, dejando espacio para uno más en la esterilla de bambú —…dormir aquí?
Hong-er se queda de piedra, su expresión una máscara de tentación, añoranza, culpa y ansiedad que el dios no puede ver.
—Este sirviente debería…
—¿Por favor, Hong-er?
Traga con dificultad.
—Todavía tengo frío.
La primera noche, está rígido como una tabla, durmiendo en el borde de la esterilla. Xie Lian no está seguro de si el chico pegó ojo. La segunda y tercera noche las pasan igual, pero…finalmente el chico empieza a dormir con su costado tocando ligeramente la espalda de Xie Lian, con la intención de ayudar a que el dios no pase frío, incluso si nunca cede a meterse debajo de la manta con él. No es perfecto, pero el chico está dentro, cerca del fuego, y Xie Lian duerme más tranquilo. Nunca había compartido una cama, y ahora le resulta reconfortante.
Así no se siente solo.
Con el tiempo, le regaña tantas veces a Hong-er por usar su título que el chico empieza a llamarle gege. Tímidamente, al principio, como si le preocupase que Xie Lian lo encontrase demasiado familiar, pero al dios parece no importarle. Ahora, el exilio deja de sentirse como un castigo.
Ver a Hong-er crecer es un placer. Sigue siendo un adolescente desgarbado, igual que el primer día que Xie Lian intentó agarrarle en el templo, pero está ganando peso, y empieza a ser un poco más alto. Además, se queja cuando empiezan a salirle gallos, callándose con vergüenza. A Xie Lian le parece adorable, y suplica al adolescente que deje de ser tan tímido. Al fin y al cabo, a veces el silencio es demasiado para él y, por mucho que le incomode, su compañero siempre cede.
Y, después de todo lo que ha hecho por el dios, Hong-er sigue sin esperar nada a cambio.
Le molesta cuando necesita la ayuda de Xie Lian. Pasa una tarde entera enfurruñado cuando el dios tiene que ayudarle a alejar a un grupo de matones del pueblo de al lado. Y claro, debe dar vergüenza que te salve un hombre ciego, pero… parece que detrás de su reacción se esconde algo más profundo.
Siempre se lanza delante del dios a la primera señal de peligro, solo para que Xie Lian lo arrastre detrás suya mientras lidia con cualquier criminal de poca monta o demonio de bajo nivel que ha decidido causar problemas. Y, después, el chico está de mal humor durante horas.
Con el tiempo, Xie Lian acaba por darse cuenta de que Hong-er quiere protegerle. Parece una tontería porque, al fin y al cabo, ya no hay mucho que pueda causarle daño al dios, pero la intención le hace sonreír.
Es entonces cuando empieza a enseñarle algo más que tiro con arco.
Se da cuenta de que el adolescente tiene habilidades y experiencia previas. Hong-er explica que fue un soldado de infantería en la guerra, y que adquirió conocimientos aquí y allá. Xie Lian sonríe con tristeza. Eso explica su destreza, sí. También explica por qué la plaga se apiadó de él. Y ese conocimiento, el de las cosas que Hong-er tuvo que haber hecho, cuando era tan joven… Duele pensar en ello.
(Xie Lian olvidó, como lo sigue olvidando tan a menudo, que él también era joven por aquel entonces.)
Aunque solo estén entrenando, el chico muestra una tendencia natural hacia el ataque. Xie Lian le comenta que los sables le serían apropiados, y algo de eso hace que el chico sonría.
La siguiente vez que el dios tiene que defenderle y Hong-er frunce el ceño, Xie Lian sonríe y le alborota el pelo. Ya no tiene que bajar tanto la mano para hacerlo.
—Si entrenas lo suficiente, algún día podrás devolverme el favor y salvarme a mí.
Eso no hace que deje de enfurruñarse, pero parece encender un fuego en el corazón del adolescente.
En algún momento, Xie Lian comenta, con un tono forzadamente alegre, cuánto le gustan ese tipo de cosas a las chicas. Tener habilidades que algún día ayudarán a Hong-er a encontrar una mujer. El adolescente parece que siempre se burla de ese tipo de afirmaciones, y Xie Lian no se sorprende. Él también tuvo esa edad. Cosas como el romance parecían lejanas y un poco tontas. Lo único que le importaba era su cultivación.
Todo eso parece ridículo, ahora.
—No quiero una mujer.
Xie Lian sonríe ligeramente. Claro, es normal que piense eso ahora, y el príncipe es egoísta y feliz mientras tanto. Claro que no quiere que Hong-er esté solo, no quiere que no tenga nada, pero… Una consecuencia de que el chico no tenga a nadie más es que todavía necesita a Xie Lian. Se suele avergonzar de sentirse de esa manera, y debería querer que Hong-er tuviese gente en su vida que le quisiese, debería querer que el adolescente creciese hasta ser un hombre con una vida propia.
Pero crecer…Puede que también signifique dejar atrás a Xie Lian.
Eso le aterroriza.
Xie Lian quiere que él sea feliz. El afecto que ha desarrollado hacia su compañero durante el último año es profundo, significativo. Duda que Hong-er se haya dado cuenta, pero Xie Lian ha acabado por adorar al chico.
Pero tiene tanto miedo de estar solo otra vez, tanteando en la oscuridad.
Aun así, sonríe.
—Cambiarás de opinión, algún día —. Alarga la mano para alborotarle el pelo otra vez, algo que siempre alegraba al chico, pero ahora se aleja, irritado de que le trate como a un niño. El niño que Xie Lian quiere desesperadamente que siempre sea.
—No —murmura tozudamente —, solo necesito a dianxia.
Ay, Xie Lian se siente horrible por la felicidad y alivio que crecen en su pecho. Porque, aunque esas sean las palabras de un niño, eso significa que Hong-er sigue siendo uno. Significa que Xie Lian puede sentirse necesario durante un rato más.
Pero hay cosas que él no puede ver, y, después de todo, el chico tiene dieciséis años, debe de estar mirando a chicas, incluso si no se acerca a ellas. ¿Cuáles le gustan? ¿Es tímido? ¿Es que quiere hablar con ellas, pero no sabe cómo?
Xie Lian no puede prestarle mucha ayuda en ese aspecto, nunca ha deseado a nadie de esa manera. Ha sido recipiente de deseo muchas veces, pero esas cosas nunca le interesaron y…
Estaba tan por encima del resto del mundo, por aquel entonces. Nunca dejó que nadie le alcanzara.
Xie Lian indaga y le aguijonea con voz burlona, sonriendo suavemente. Hong-er siempre se acurruca contra la pared opuesta del templo y Xie Lian nunca ve la manera en la que le mira el chico, mordiéndose la lengua con las mejillas encendidas.
El dios está arrodillado en el suelo, tejiendo. Es una habilidad que adquirió con el tiempo y que se ha convertido en una afición. Es lenta, tranquila. Hong-er le indica en voz baja el color del hilo y el dios usa los hilos para crear las imágenes que se le pasan por la cabeza. Mientras trabaja, Xie Lian presiona con una sonrisa amable.
—¿De verdad no lo has imaginado nunca? Debes tener una idea del tipo de chica que quieres.
(A lo mejor, si Xie Lian sabe qué esperar, podrá prepararse para el abandono cuando aparezca tal criatura.)
—¿Y si no es una chica?
El príncipe se queda en silencio y puede escuchar el corazón del humano latir cada vez más rápido, probablemente con miedo a que le juzgue, al posible rechazo por admitir algo así.
Xie Lian no ignora el hecho de que hay hombres que aman a otros hombres. Hubo momentos en los que él…
Cuando dijo que nunca había querido a nadie de esa manera, era verdad. Pero también fue un chico adolescente, incluso cuando estaba entrenando y concentrándose en su cultivación. A veces sentía fogonazos de calor, sobre todo cuando se pillaba a sí mismo mirando a Feng Xin. Sentía que eso era vergonzoso, sin saber por qué la imagen del cuerpo de su amigo le llenaba el abdomen de calor, pero era consciente de que no debería sentirse así.
Le asustaba. Sabía que Mu Qing le pilló mirando más de una vez. Su otro amigo nunca dijo nada, pero reaccionaba con disgusto, incluso con resentimiento. Y eso solo hacía que la vergüenza fuese a peor. Pero Xie Lian enterró esos sentimientos, recitó sus sutras, y, con el tiempo, pararon. Nunca afectó a su amistad con Feng Xin y el otro adolescente nunca supo lo que Xie Lian había estado sintiendo, pero…
Xie Lian se dio cuenta de que la cultivación era su única opción en la vida, porque le daba una excusa para no mirar a la gente. E incluso si era diferente… nadie lo descubriría. Nunca se convertiría en una vergüenza para sus padres, si nunca tenía una mujer o hijos. Cuando un hombre elige ignorar a las mujeres por ninguna razón aparente, la gente susurra. Cuando lo hace por devoción, la gente le admira.
Nadie pensó que su elección de camino de cultivación fuese intencional, solo era el método que Guoshi practicaba. De esa manera, Xie Lian no sentía que estaba mintiendo o escondiéndose de nadie. Solo se escondía de sí mismo. Por aquel entonces, su orgullo hacía que esas cosas fuesen necesarias. Nunca se perdonó a sí mismo por ser diferente, pero cuando su vida comenzó a estar dominada por otros problemas y otras preocupaciones… ya no había sitio para esos sentimientos. Y cuando todo terminó, él estaba solo. Nunca tuvo que volver a pensar en ello, y casi lo olvidó.
Pero ahora…
Cuando recuerda la vergüenza y el miedo silencioso que le consumía por las noches, casi hiperventilando mientras peleaba contra lo que sentía entre las piernas, negándolo, susurrándose a sí mismo que no era así, que no había nada malo en él…
No quiere que Hong-er tenga que pasar por eso.
Xie Lian no está ciego a lo que significa ser adorado. Sabe que, si le dice al chico que algo es así, Hong-er lo creerá con toda su alma. Si Xie Lian pudiese haber hecho eso consigo mismo, se hubiera ahorrado tanta vergüenza…
—…Eso no cambia nada —. Mantiene la barbilla alta, aunque sus dedos tiemblen ligeramente y les cueste unir los hilos. —Amar a alguien es la cosa más bella que puede hacer una persona.
Los ojos de Hong-er no se mueven de su cara, apenas respira.
—Hombre o mujer, sigue siendo importante.
El silencio que sigue es de esperanza petrificada, y cuando Hong-er vuelve a hablar, es con una felicidad cautelosa que rompe el corazón de Xie Lian.
—¿…Gege cree eso de verdad?
En cuanto a sonreír a través del dolor, Xie Lian tiene ya mucha práctica.
—Con todo mi corazón.
Hong-er se hinca los dedos en las espinillas a través de la tela del pantalón, con los ojos abiertos como platos. Aunque no tiene esperanzas de que su afección sea devuelta, ahora sabe que no será una fuente de disgusto, sabe que no es algo vergonzoso.
Traga con dificultad y se abraza a sí mismo un poco más fuerte, porque que Hong-er ame a alguien, sin importar quién es ese alguien… Xie Lian cree que es algo bello.
Hong-er no ama en voz baja. No puede. Él ama con cada aliento, cada parte de él. Siempre ha sido demasiado emocional, y le falta autocontrol. No puede impedirse a sí mismo sentir cosas, y simplemente le consumen. Y cuando amar a alguien es todo lo que él es, que el mundo le dijese que ese amor era vergonzoso…
Hacía que cada parte de él se sintiese vergonzosa. Obscena.
¿Y cómo podría esperar el amor de un dios, o incluso solo su aceptación, cuando Hong-er sabía, y lo notaba en cada rincón de su cuerpo, que siempre sería un pecador?
Sus lágrimas caen en silencio, pero no vienen de la tristeza.
—¿Es un hombre?
El chico levanta la cabeza, sobresaltado, y Xie Lian sonríe.
—Si hubiese alguien que te interesase, quiero decir.
Antes de responder, parpadea hasta que las lágrimas paran, esperando a que se le tranquilice un poco más la respiración.
—No me importa.
Xie Lian inclina la cabeza a un lado.
—Hombre o mujer —explica Hong-er—, es lo mismo para mí.
Xie Lian pausa, considerando, y finalmente sonríe.
—Ya veo —. Sus dedos vuelven a tejer los hilos con más seguridad—. Pero cuando piensas en el tipo de persona que te gusta, tienes que imaginarte algo, ¿no?
Sabiendo que el dios no puede ver, Hong-er deja vagar su mirada por los hombros de Xie Lian y la larga cortina de mechones oscuros que se arremolinan en el suelo alrededor de él.
—…Pelo… —murmura con la cara caliente.
—¿Hmm?
El chico no se había sentido nunca tan cohibido.
—Me gusta…el pelo largo, supongo.
La sonrisa de Xie Lian es paciente, afectuosa.
—Hong-er, la mayoría de la gente tiene el pelo largo.
El adolescente se remueve, abrazándose las piernas con más fuerza.
—Pero… tiene que ser suave —murmura—, brillante. No todos lo tienen así.
Bueno, eso es verdad.
—¿Y qué más?
—Gege…
Suena tan tímido que Xie Lian no puede evitar que su sonrisa crezca un poco. Es dulce, no, es adorable. No se lo esperaba, viniendo de un joven que raramente se avergüenza por nada.
—¿Cuéntamelo, por favor?
El adolescente se frota la mejilla con un suave gruñido.
—…Ni una persona muy alta… ni muy baja —admite lentamente.
—Es una descripción un poco rara…
—Bueno, no importa que ahora sea más alta que yo —explica Hong-er sin pensar—, todavía estoy creciendo.
Se detiene dándose cuenta de lo extraño que suena, y añade con rapidez-
—Hipotéticamente.
Xie Lian ríe suavemente, y es un ejemplo de su estupidez el no darse cuenta.
—Para alguien que no quería hablar de esto, parece que le has dado muchas vueltas.
—No lo he hecho —gime Hong-er sonando horriblemente tímido—, ¡En serio!
—¿Algo más? —pregunta el príncipe con una sonrisa bondadosa.
—…Inteligente — Hong-er aprieta la barbilla contra sus rodillas—. Fuerte. Amable. Valiente. Esas cosas son las más importantes.
La sonrisa de Xie Lian vacila durante un momento.
—…Son unos estándares bastante altos, Hong-er.
El adolescente se encoge de hombros, sin mostrar la menor inquietud.
—Eso no me preocupa.
—Encontrar una persona así puede que sea difícil.
La timidez parece haberse retirado, y ha sido reemplazada por aquella tozuda seguridad que Xie Lian conoce bien.
—Dianxia, de verdad que no estoy preocupado.
Xie Lian frunce el ceño. Una parte egoísta de él se alegra, porque, después de todo, Xie Lian conoce el mundo demasiado bien. Sabe que alguien amable, inteligente, valiente y generoso probablemente no exista (si solo fuese cuestión de pelo y altura, las cosas serían más fáciles). Pero se encuentra a sí mismo dividido entre el alivio y… no querer que Hong-er se decepcione cuando no consiga encontrar a alguien así. Al fin y al cabo, la única persona que podría cumplir esos requisitos es el propio Hong-er, y él es un tesoro preciado y poco común.
Xie Lian suele sospechar que el adolescente tiene el potencial de ascender, y con cada semana que pasa, cada vez está más seguro de que lo hará. Y cuando lo consiga, ya no necesitará a Xie Lian. Tendrá su propia razón por la que vivir, no necesitará las mismas cosas que antes y, entonces, el dios estará solo otra vez.
A lo mejor, si Xie Lian fuese un poco menos egoísta, ordenaría a Hong-er que se fuese. De esa manera, tendría más oportunidades de ascender. O, por lo menos, podría encontrar a alguien, hombre o mujer, con quien compartir su vida. Hong-er se merece eso.
Pero Xie Lian es un cobarde, y no puede hacerlo. Ha aprendido cómo se siente al dormir al lado de alguien todas las noches, que no necesita ni finas sedas ni palacios dorados; solo a alguien que le escuche mientras habla. A alguien con quien reír.
Y tiene tanto, tanto miedo a renunciar a eso.
Sí que se da cuenta de que el chico nunca muestra interés en hablar con gente de su edad. Nunca hace amigos en el pueblo, incluso cuando Xie Lian le asegura que no pasa nada, que puede ir a divertirse, pero Hong-er siempre se niega, quedándose enraizado a su lado como hiedra en un muro.
Pero, incluso cuando cede a las exigencias de Xie Lian de socializar un poquito, charlando sobre cosas banales con los otros adolescentes cuando están en el mercado, vendiendo las pieles, o volviendo de los campos, Xie Lian se da cuenta de algo: A Hong-er no le gusta que le toquen.
Uno de los otros chicos le dará un golpe alegre en la espalda, y Xie Lian puede sentir el veneno de la mirada asesina con la que le responde Hong-er. Las chicas sonreirán y comentarán sobre lo fuertes que son sus brazos, pero cuando se acercan para tocarle, el adolescente retrocede bruscamente.
Eso hace reflexionar al dios.
Cada día desde que aprendió el nombre de su compañero, siempre ha sido afectuoso con Hong-er. Bueno… lo que Xie Lian puede considerar afectuoso. Creció en un palacio, atendido por sirvientes. Sus padres le querían, pero las muestras físicas de amor eran poco comunes. El hecho de que Xie Lian tenga tendencia a alborotarle el pelo al chico (ahora menos, porque parece que no le gusta) y a darle algún que otro abrazo, es una señal de que el príncipe ha acabado por ver a Hong-er como algo parecido a la familia.
Ahora, se pregunta si el adolescente solo lo está tolerando.
Sus toques se vuelven más cuidadosos, y Xie Lian es más que consciente del desequilibrio de poder que existe en su relación. Hong-er le adora, y Xie Lian sabe que si algo le incomoda, el adolescente no le dirá nada. Tiene que estar más atento, ser más considerado.
Pero Xie Lian no se dio cuenta de cuanto sus acciones iban a molestar y entristecer al chico. Al principio no, pero finalmente, después de que pasaran semanas así y Xie Lian felicitase a Hong-er con una sonrisa, pero sin acercarse a él, sin darle palmadas en la cabeza o un abrazo… Hong-er no puede aguantarlo más.
Se ha convertido en un experto en controlar su voz para ocultar sus sentimientos al dios lo mejor que puede, incluso cuando sus manos están apretadas en puños, temblando de emoción.
—¿Gege?
—¿Sí? —Xie Lian alza la cabeza de donde está recogiendo leña con una leve sonrisa ya en su lugar.
Aunque ahora, Hong-er ya no puede ocultar el dolor en su voz; el miedo.
—¿Le ha ofendido este sirviente?
El semblante de Xie Lian se entristece inmediatamente, han pasado meses desde la última vez que el chico se llamó a sí mismo un sirviente.
—¡No! —agita la cabeza, dejando la leña en el suelo—, ¿Por qué dices algo así?
Hong-er deja colgar la cabeza, casi avergonzado de admitirlo, porque si le da voz a la razón de su preocupación, el dios podría empezar a entender por qué él… lo que él verdaderamente…
(En ese sentido, está sobreestimando enormemente el entendimiento de Xie Lian)
—…Este sirviente nunca espera nada de su alteza —, murmura Hong-er, y Xie Lian frunce aún más el ceño, porque el adolescente siempre es reverente hacia él, pero, cuando está dolido, unas palabras así son signo de que teme ser rechazado.
—Ya lo sé, Hong-er.
El chico traga con dificultad.
—Últimamente…Gege ha estado alejado de mí.
Xie Lian inclina la cabeza a un lado, pensando en ello. Siempre ha tenido tendencia a fantasear, pero eso no es nada nuevo, y tampoco cree que haya estado callado.
—… ¿No entiendo a qué te refieres?
Las manos de Hong-er tiemblan.
—…Este sirviente se refiere a que dianxia ha estado alejado… literalmente —, vuelve a murmurar con el corazón latiendo a toda velocidad, esperando el peor tipo de respuesta, aunque nada puede dolerle más que pensar que su dios está enfadado con él. —…Físicamente.
Xie Lian se detiene, y sus labios forman una ‘O’ perfecta.
—Hong-er…
El adolescente no levanta la cabeza, y el dios se queda clavado en su lugar, boquiabierto.
—Eso… eso no era porque estaba enfadado contigo, no has hecho nada malo.
Es un alivio, pero, aun así, Hong-er se encoge.
—Es solo que… pensaba que te estabas haciendo demasiado mayor para ese tipo de cosas —, admite Xie Lian.
Eso hace levantar la mirada al joven con confusión.
—… ¿Demasiado mayor?
Xie Lian ríe incómodamente, frotándose el cuello con la mano.
—Parecía…que ya no querías que te trataran como un niño. Y nunca dejabas que nadie más te tocase…
—Eso es diferente, —Hong-er nunca le interrumpe, pero esta es la excepción, con voz brusca y sus palabras saliendo con rapidez —. ¡Nunca me importa cuando gege me toca!
—… —Xie Lian frunce el ceño y aparta la mirada, con el estómago retorciéndose por la ansiedad—. No tienes por qué decir eso, yo no… —suspira con pesadez—. No me voy a enfadar contigo por decirme que algo te incomoda. Solo me sentiría mal si me enterase de que no me lo habías dicho porque no querías que me enfadase.
Siendo un príncipe, estaba acostumbrado a que la gente le mintiese sobre ese tipo de cosas. Mu Qing era el que más lo hacía, y eso le creó una ansiedad aplastante, una vez que Xie Lian perdió todo. No quiere que sus seguidores le mientan mientras acumulan resentimiento en silencio. Si está pasándose de la raya, quiere saberlo, para no acabar…
Solo. Otra vez.
—No estoy mintiendo —suplica Hong-er con voz asustada, pero obligándose a hablar de cualquier manera—. Si gege no quiere tocarme, no… no lo forzaré. Pero si quiere…
—…Yo…sí — admite —. Es difícil cuando no…
En gran parte, se ha adaptado a la vida sin su vista. Sigue teniendo algún que otro tropiezo, pero en un sentido práctico, Hong-er le proporciona toda la ayuda que necesita.
Pero no poder ver a la persona que está a tu lado es duro, y algo tan pequeño como el peso de la mano de Hong-er… es tan reconfortante que Xie Lian no puede describirlo. La suave seguridad de que no está solo, de que alguien está con él.
—… Cuando no puedo ver el mundo igual que los demás. —termina Xie Lian—. Pero está bien.
Fuerza una sonrisa brillante, pero tensa.
—No necesito que Hong-er se fuerce a—
No puede terminar la frase. Y entonces, se queda congelado del shock.
Unos brazos le rodean, estrechándolo con fuerza, y Xie Lian titubea durante un momento al darse cuenta de que…nadie le había abrazado de verdad, antes. No así. Hong-er se agarra a él, y no hay mucha diferencia al día en que le dijo a Xie Lian su nombre, pero…
Ahora es igual de alto que Xie Lian. El dios no se había dado cuenta. ¿Cómo es que ha crecido tan rápido?
Y esta vez, en vez de sollozar en los brazos de Xie Lian, aceptando sus consuelos, es exactamente lo contrario.
Xie Lian titubea antes de apoyar la cabeza lentamente en el hombro del humano, frotando la mejilla contra el collar de la camisa de Hong-er.
La única persona con la que estuvo así de cerca probablemente fue su madre, y ahora, en vez de vestidos de seda y perfume, su cara encuentra algodón desgastado y…
Hong-er huele como el bosque. Agradable, terroso, familiar… como un hogar.
Los ojos de Xie Lian están cerrados debajo de las vendas, y, aun así, le escuecen.
Echa de menos a su madre. Echa de menos a sus amigos. Echa de menos su vida de antes. Pero, incluso si no le hubiesen abrazado nunca, hubiera echado de menos estos brazos.
Están temblando, como si Hong-er estuviese preocupado por la reacción de Xie Lian, medio esperando a que le aparte de un empujón. Pero…
Cuando los brazos de Xie Lian se mueven, es para devolver el abrazo. El dios no llora, no, pero sí se hunde hacia delante, permitiendo al adolescente aguantar su peso.
Tener sellado uno de sus sentidos significa que la importancia de cualquier otra sensación aumenta.
Xie Lian aprende a amar el sonido de los pájaros en los árboles, el vaivén del viento por la hierba. El sonido de la respiración de Hong-er, aprendiendo a distinguir cómo cambia con la emoción.
Se ha vuelto extremadamente consciente de los diferentes olores, tanto buenos como malos. Puede rastrear un demonio durante kilómetros, y algunos perfumes le dan tales dolores de cabeza que apenas puede aguantar estar en la misma sala. Pero el olor de Hong-er le tranquiliza y le calma por las noches, cuando intenta dormir.
En cuanto al sabor…bueno, ya tenía mala suerte en ese aspecto, pero el hambre ha curado su sensible paladar. Estos días está un poco mimado, porque solo tiene para comer lo que su compañero cocina para él, y eso nunca le importa.
Pero Xie Lian nunca se dio cuenta cuánto llegaría a adorar el tacto.
Siempre escucha a Hong-er acercarse, pero el chico ha empezado a saludarle con un suave apretón en el hombro. Cuando siente que Xie Lian se tensa, siempre busca la mano del dios, apretándola con ternura.
Sus dedos son más ásperos que los de Xie Lian, y más largos de lo que solían ser, pero siguen siendo familiares.
Antes, el joven apenas parecía aguantar dormir al lado del príncipe, encogiéndose en el lado más alejado de la esterilla de bambú. Ahora, Xie Lian se duerma cada noche con el calor de Hong-er a su espalda. Nunca es demasiado íntimo, solo es un recordatorio constante de su presencia.
A veces, tiene pesadillas.
Antes, se despertaba solo, temblando, tapándose la boca con las manos, gimiendo en la oscuridad.
Ahora, se despierta envuelto firmemente en unos brazos, con una voz susurrando contra su pelo.
—Dianxia, no son reales.
Xie Lian mira a la nada, sin poder ver.
Su respiración es irregular, superficial. Es patético. Una sombra asustada y rota del hombre que solía ser.
¿Desde cuándo son tan fuertes esos brazos?
—Solo es un sueño.
Le tiemblan los labios, y el espejismo de una emoción se remueve dentro de Xie Lian, que este se apresura a aplastar.
Empieza a darse cuenta de todas las pequeñas maneras en las que su compañero le solía tocar cuando no prestaba atención.
Xie Lian ha mejorado bastante al andar sin su vista, pero aun así se tropieza cuando camina por un camino que no conoce bien, y cuando esto ocurre, Hong-er siempre está ahí para agarrarle del codo y estabilizarle con una mano en la espalda y un “cuidado, gege”.
Una de sus pasatiempos favoritos es peinar el pelo de Xie Lian. Todavía ríe como un niño cada vez que el dios acepta, y pasa horas desenredando cada nudo con sumo cuidado.
Hasta aprende a hacer algunos de los peinados más elaborados que el príncipe solía llevar, aunque Xie Lian haya perdido las elegantes horquillas y tocados que tenía antes. El dios siempre le asegura al chico que no es necesario, pero…
Hong-er siempre se alegra cuando le arregla el pelo, así que nunca podría decirle que no.
No es tan habilidoso como lo era Mu Qing, pero lo hace con bastante más delicadeza, hasta el punto en que Xie Lian acaba echado hacia atrás, ronroneando como un gato satisfecho.
(Nunca ve la manera en la Hong-er se sonroja, la manera en la que sonríe sin aliento, como si le hubiesen dado un valioso regalo).
Las estaciones pasan, y Xie Lian no ha pensado ni una vez en su cultivación. Ha olvidado cómo suena su nombre en otros labios que no sean los de Hong-er.
Una parte de él se pregunta si está siendo un cobarde al esconderse del mundo. Al esconderse de sus errores.
Tiene momentos de culpa, vergüenza y tristeza.
¿Qué pasa con la gente que confiaba en él? ¿Con todos a los que decepcionó? ¿Y sus padres? Ni siquiera sabe dónde están ahora, y aunque sabe que Feng Xin no habrá permitido que les pase nada…
¿Cómo puede permitirse ser feliz?
Le cuesta darse cuenta de que ese es el sentimiento que le llena cada vez que Hong-er está a su lado. La ligereza que siente cuando escucha la voz del adolescente, volviéndose más grave con cada semana que pasa, convirtiéndose en la de un hombre.
Solía pasar los días preocupándose en silencio, dándole vueltas a cómo ocultar sus debilidades, a cómo convertirse en alguien digno de ser seguido, porque, si no lo era, Hong-er se iría. De eso estaba seguro, algún día iba a pasar.
Después de un año juntos, Xie Lian está comenzando a darse cuenta de que no lo hará.
Eso es más que mera felicidad.
Xie Lian empieza a reconocerlo como amor, sabiendo que no es romántico. Después de todo, Hong-er todavía es solo un chaval que todavía no ha tenido una vida propia. Aun así… Xie Lian sí se da cuenta de que le ha aportado algo al adolescente con su compañía: Confort, estabilidad, una guía.
Y para alguien que creció sin hogar, sin familia…estar con Xie Lian le ha permitido terminar los últimos años de la infancia con alguien que cuidaba de él.
Xie Lian sabe que le ha dado eso, y que siempre estará agradecido por todo lo que el joven le ha dado a cambio, pero…
Parte de amar a alguien es querer lo mejor para ellos. Incluso si no es lo que quieres. Incluso si hace daño.
Xie Lian sabe que Hong-er le seguirá durante el resto de su vida si el dios no se lo impide. Y aunque eso le alegra más de lo que nunca habría esperado…
Hong-er podría tener más. Se merece más. Debería tener más.
Durante tantos meses, Xie Lian se aferraba a él cuando el chico se alejaba , suplicando para que no se fuese. Ahora, le está animando a hacer justamente eso.
A seguir adelante, a tener una vida propia. A dejar de malgastar su vida en Xie Lian.
Esa sugerencia siempre enfada al joven.
—¿Alguna vez le he dicho a gege que quiero irme?
—No…
—¿Gege quiere que me vaya?
—No, no es eso, Hong-er, yo… — Xie Lian traga con dificultad, negando con la cabeza.
—Entonces me quedo.
Nunca habían discutido antes, porque Hong-er nunca osaba contradecirle, pero la única cosa en la que nunca están de acuerdo es la única que Hong-er siempre defenderá:
Que Xie Lian merece la pena.
Y eso frustra tanto al dios, porque Hong-er está echando tanto a perder.
—¿¡Acaso no entiendes la vida que podrías tener!? —le ladra Xie Lian un día con los puños apretados. Nunca le había alzado la voz al chico, no de esta manera —. Tú – ¿¡es que no tienes la MÍNIMA idea de lo especial que eres!?
Y, por dios, es tan tozudo.
—¡Si soy especial, es gracias a –
—¡Ni se te ocurra decir que es gracias a mí! — Se levanta de golpe, tirando a un lado el tapiz —. ¡A penas te he dado nada, Hong-er!¡En todo caso, te he ralentizado! Todo lo bueno que tienes, es A PESAR de mí, ¿es que no puedes verlo?
Ha maldecido a todo el mundo.
Su familia, su país, su gente. Maldecirá a Hong-er dentro de poco, si no tiene cuidado.
¿Cómo puede ser tan egoísta?
Cuando el chico vuelve a hablar, es con una voz débil y, para el horror de Xie Lian, dolida.
—…¿Cómo puedes decir que no es nada?
Petrificado, el dios se da cuenta de cómo han sonado sus palabras. Lo que sea que haya querido decir, aunque no lo haya pretendido, él…
‘Deja que yo sea tu razón’
No puede ver la expresión de Hong-er, pero sí puede sentir las olas de dolor que emite el chico.
‘Si no puedes encontrar una razón por la que vivir, vive por mí’
En los años que pasaron desde aquel momento, Xie Lian olvidó cómo habían comenzado . Olvidó que cuando Hong-er era el que estaba solo y maltratado, al que le decían que estaba maldito, fue Xie Lian el que le levantó. Aquellas palabras, que a menudo le suenan tan ingenuas…
Definen el universo de Hong-er.
Y, ahora, Xie Lian prácticamente está escupiendo en ellas. Está diciéndole a Hong-er que no significó nada, que su razón no tiene sentido.
Cuando se da cuenta de ello, su corazón se llena de vergüenza y aversión hacia sí mismo y, en contra de sus propias enseñanzas…
El dios cae de rodillas.
—Lo siento —dice con voz ahogada mientras se abraza a sí mismo y baja la cabeza con remordimiento.
Como príncipe, siempre le dijeron que tenía que mantener la cabeza alta, que nunca necesitaba inclinarse ante nadie.
La primera vez en su vida que se arrodilla así, es por un huérfano. Por alguien que no tiene nada.
—Hong-er, yo… —Se pelea con sus lágrimas, respirando entrecortadamente —. ¡Lo siento tanto!
Pero no está arrodillado solo durante mucho tiempo.
Le envuelven unos brazos conocidos, y se avergüenza de lo reconfortado que se siente al ser abrazado, sabiendo que es la última persona que se lo merece.
Hong-er no reconoce sus disculpas.
Solamente repite lo que siempre ha dicho: que no se va a ir. Que nunca querrá hacerlo.
Quiere estar aquí, y Xie Lian nunca entiende por qué.
Le recuerda al joven que podría ascender, y Hong-er se burla de la idea sin creer en esa posibilidad.
—Si los Cielos son tan estúpidos como para no querer a Dianxia, ¿por qué iba a querer tener algo que ver con ellos? —bufa, enojado, apretando los brazos alrededor de los hombros de Xie Lian—. De todos modos, no encajaría con ellos. Tengo mejor gusto.
—Sinvergüenza —Le sonríe débilmente el deshonrado oficial, mientras ríe entrecortadamente.
A pesar de sus palabras, su mano se mueve hasta descansar en el pelo de Hong-er, acariciándolo suavemente, sin alborotarlo como solía hacer antes, y Hong-er murmura con satisfacción.
—Gege siempre me perdona cuando lo soy.
Xie Lian le perdonaría cualquier cosa, Hong-er lo hace tan fácil…
Pero el dios expone otros argumentos, que no son tan fáciles de negar: que Hong-er no podrá conocer a alguien si pasa el resto de su vida así, cuidando de un hombre ciego en un templo polvoriento y abandonado. Que no podrá formar una familia.
—No necesito nada más—le responde siempre.
Xie Lian no lo acepta tan fácilmente. Después de todo, él conoce bien la razón por la que eligió su camino, pero Hong-er…no es un príncipe, y no está en la misma…situación que Xie Lian.
No tiene ninguna razón por la que no pudiera encontrar una pareja. Por la que no pudiera ser feliz.
Cuando el dios finalmente le presiona sobre eso, Hong-er le ofrece una respuesta que le hace detenerse, abriendo los ojos ligeramente detrás de las vendas:
—¿Qué te hace creer que alguien me querría?
La cara de Xie Lian es una máscara de confusión.
—…No entiendo a qué te refieres.
La voz de Hong-er suena irónica, pero la seguridad de sus palabras es real y profunda.
—No soy como tú, dianxia.
—… —Xie Lian ríe en voz baja, inclinando la cabeza a un lado—. No necesitas decirme que somos personas diferentes, Hong-er, pero eso no significa que-
—No soy guapo.
Al fin, el dios se calla.
No se le escapa la implicación de que Hong-er le encuentra guapo, y sus sentimientos sobre eso son…complicados.
Hubo una época en la que Xie Lian siempre se sentía bello. El mundo entero se lo decía constantemente.
¿Y, hasta donde le llevó la belleza?
Cuando las cosas se pusieron feas, ¿qué le trajo la belleza de su rostro? ¿Consiguió mantener a sus creyentes? No.
Amar algo solo por su belleza es siempre lo más fácil. Xie Lian lo aprendió por las malas.
—¿Me sigues solamente porque crees que soy guapo, Hong-er?
No le responde verbalmente, pero Xie Lian puede sentirle agitar la cabeza de lo vehementes que son sus movimientos.
—¿Entonces por qué crees que algo así podría impedir que alguien te amara?
Xie Lian sospecha que la preocupación del joven no está muy justificada.
Puede que esté ciego, pero no está sordo. Ha escuchado a las chicas suspirar y adularle cuando pasa por la calle. Por alguna razón, varias susurran que parece peligroso, lo que Xie Lian encuentra algo extraño. No puede imaginar al adolescente de esa manera, pero…
“Peligroso” no es lo mismo que “feo”.
Esos cuchicheos solían divertirle, pero últimamente los encuentra cada vez menos graciosos, aunque no sabría decir por qué…
—La mayoría de las personas no son como yo, gege.
Oh.
Los labios de Xie Lian se levantan con algo de ironía. Es el primer cumplido que el joven se da a sí mismo, y solo es para justificar por qué nadie le podrá amar.
El dios se acerca un poco más, y retira su mano del pelo del joven. Hong-er había acabado sentándose cuando estaba tranquilizando a Xie Lian, y ahora se apoya contra la pared de piedra del templo.
El dios se endereza un poco con expresión seria.
—Vale, entonces déjame ver.
—…
Hong-er se queda mirándole, confuso, preguntándose si el dios va a quitarse las vendas y decir ‘¡sorpresa! ¡Llevo todo este tiempo poniéndote a prueba!’.
Pero el dios no hace eso. Se acerca sin pensar en que, bueno…
En que la acción le deja sentado a horcajadas sobre el regazo del adolescente. Está de rodillas y no se está apoyando en él, pero…
La respiración de Hong-er se acelera y su corazón late a mil, mientras sus manos forman puños, temblando. Al fin y al cabo, solo tiene diecisiete años, y esto… es mucho para procesar.
Xie Lian apoya sus palmas contra las mejillas del joven, y este se queda aún más mortificado por lo cálidas que están, pero el dios no comenta sobre eso. En cambio, toca ligeramente las vendas que le cubren la cara.
—¿Hong-er, te has hecho daño? —pregunta, su voz teñida de preocupación.
Xie Lian recuerda que el chico también estaba vendado, cuando se conocieron hace tantos años. Pero ambas veces estaba ya herido. ¿Las…las lleva puestas todo el tiempo?
—…No —, responde el adolescente débilmente tras una pausa silenciosa.
Xie Lian frunce el ceño y tira suavemente de las vendas.
—¿Puedo?
Su respiración es poco profunda y la cabeza le da vueltas, pero…Hong-er asiente.
El príncipe desenvuelve las vendas, que cubren gran parte del lado derecho de su cara, con cuidado, y las deja a su lado en el suelo. El chico está perfectamente quieto, intentando hacérselo más fácil, pero…
A Xie Lian le duele el corazón cuando siente como está temblando el joven. Lo nervioso que está.
(Obviamente, bendito sea, Xie Lian no entiende para nada la razón de ese nerviosismo)
Las yemas de sus dedos comienzan, lentamente y con determinación, el proceso de trazar la cara de Hong-er. Es diferente a la del niño que él recordaba.
La mandíbula es algo más cuadrada, los pómulos más afilados.
Tiene unos labios suaves y carnosos que tiemblan bajo los pulgares de Xie Lian, tratando de ser bueno, de estar lo más quieto posible para él.
Su barbilla es ligeramente afilada, probablemente por falta de peso, y sus ojos tienen buenas proporciones, con largas pestañas que revolotean como alas de mariposa bajo su tacto.
Cejas estilizadas, un flequillo que se le cae a la frente tan a menudo que Xie Lian tiene que apartarlo con suavidad cada vez. El pelo de Hong-er es un poco más áspero que el suyo, un poco rebelde, pero a Xie Lian no le disgusta. Si acaso, le hace sonreír con cariño.
Pero también hay cosas que él no puede ver. Como la manera en la que el pecho de Hong-er se mueve con esfuerzo, lo oscura y sonrojada que se ha puesto su piel, las pupilas completamente dilatadas .
Xie Lian puede escuchar la respiración agitada y los latidos desbocados, pero… No puede ver cómo el adolescente está mirando sus labios, lo cerca que están sus caras.
La nariz es larga, fina, un poco torcida con un bulto en el puente, como si se hubiese roto muchas veces.
Hay una textura en su piel, pero no es acné, como hubiese esperado Xie Lian, no…
Son cicatrices.
Hay bastantes, y algunas son profundas.
Pero esas cosas no son feas.
Xie Lian ha aprendido a mofarse de lo resplandeciente, nuevo e impoluto.
Él fue así, hace tiempo. Todavía lo es, en muchos aspectos: su cuerpo borra constantemente todo recuerdo de su pasado.
Los pequeños signos de sufrimiento en la cara del adolescente… cuentan una historia.
Una que duda que Hong-er esté dispuesto a contar, pero eso no significa que las marcas sean feas.
El adolescente respira con agitación mientras observa la cara del dios, esperando a que Xie Lian se ría incómodamente y le haga un cumplido amable pero falso; o que diga algo favorecedor sobre su personalidad, pero…
La sonrisa no desaparece de su cara. Solo se suaviza, con un tipo de afecto profundo que Hong-er solo ha conocido de los labios de su dios, y este murmura…
—Apuesto.
La respiración irregular y agitada de Hong-er se detiene, y Xie Lian se inclina hacia delante, acariciando las mejillas de su seguidor con los pulgares.
Xie Lian nunca había hecho más que abrazar a Hong-er, teniendo siempre cuidado de mantener un grado de separación entre ellos. Y esto… es la manera en la que Hong-er siempre ha soñado que su dios le tocase, el tipo de contacto del que siempre se ha sentido demasiado avergonzado como para querer pedirlo.
Hong-er siente los labios de su dios sobre su frente.
—Mi valiente y apuesto Hong-er.
El adolescente suelta un suspiro tembloroso, y sus ojos se inundan de lágrimas.
No suena como una mentira. Él sabe que tiene que serlo, pero… suena tan sincero.
No le cree.
Hong-er cierra los ojos con fuerza, dejando que Xie Lian le abrace.
Él siempre creerá en su dios, le seguirá hasta el fin del mundo, sin importar lo que tenga que perder. Sin importar lo que Xie Lian diga o haga. La fe de Hong-er es ciega. Interminable.
Pero no le cree cuando Xie Lian dice que él es apuesto.
Valiente, sí. Hong-er siempre ha sido valiente. Es fácil serlo, cuando ya has tenido que pasar por lo peor que el mundo te puede ofrecer.
Pero Hong-er sabe que es feo. Siempre lo ha sido. Es la razón por la que todo esto ha pasado. Por la que él…
‘Mi Hong-er’.
Oh, oh….
Incluso si una palabra de esa frase había sido una mentira…
‘Mi’.
Mi.
Por favor…
¿Lo siente de verdad?
El corazón del adolescente sigue latiendo con agitación horas más tarde, mientras su dios duerme entre sus brazos. Todavía tiene una mano apoyada suavemente, con cariño, sobre la mejilla del adolescente.
¿Por favor, de verdad quiso decir eso?
Incluso si él no es apuesto, ¿podría Xie Lian…haber dicho lo demás en serio?
¿Podría él, alguien sin nada, sin suerte, ni riquezas, ni poder, ni nombre, siquiera…?
¿Podría ser digno de pertenecer a alguien como él? ¿Merecérselo? Por supuesto que no. Pero, por algún acto de locura… ¿Podría querer Xie Lian eso de todos modos?
En ese momento, un movimiento en la noche le saca de sus pensamientos.
Xie Lian nació príncipe. Ascendió hasta convertirse en dios. Después volvió a caer. Y en todo ese tiempo, y en los años que seguirían, cada vez que le preguntaban diría que sus años más felices fueron aquellos en los que no tuvo nada. Cuando estaba sin un duro, tullido, durmiendo en un templo abandonado y polvoriento.
No por alguna resplandeciente superioridad moral, o por asombrosamente darse cuenta de que las riquezas y la fama no significan nada, no…
Fue solo por el chico que dormía a su lado. El chico que creía en él. El chico que le salvó y se quedó junto a él.
Xie Lian tendría que haberle hecho marchar.
Tendría que haberle recordado lo que él era. Lo que amarle podía hacer a alguien. El daño que su mera presencia podía causar.
Pero no lo hizo.
Estaba tan desesperado por tener compañía, por tener a alguien que se preocupase… y la devoción de Hong-er era como una droga, que hizo que se relajase, pero también le hizo olvidar.
Por primera vez en meses, Xie Lian se despierta solo.
Notes:
Mil gracias a Marta ( @dlanxia ) por la betación <3
Chapter 3: Los fuegos fatuos no dan calor
Notes:
Avisos de contenido para este capítulo: descripciones no gráficas de violencia, elementos de terror sensorial.
Prepárense, gente. A partir de aquí vamos cuesta abajo y sin frenos :))))
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Al despertar, Xie Lian está cubierto con sumo cuidado con la manta, pero, en cuanto se endereza, puede oler el humo y las cenizas que arden en el fuego.
Hong-er nunca permite que se apague tanto.
Gira la cabeza mientras se echa el pelo hacia atrás, llamándole.
—¿…Hong-er?
No hay respuesta.
—…
El dios tambalea al ponerse de pie, recogiéndose el pelo con dificultad mientras da vueltas por el templo. Se había acostumbrado a tener a alguien que se lo peinase.
—¡Hong-er!
El silencio es abismal, y le asusta.
Algo muy, muy mal. Lo puede sentir.
Sale del templo, y está tan preocupado que se olvida de los obstáculos del camino que hacía tanto tiempo había memorizado . Se cae. Se raspa las palmas de las manos, las rodillas, las mejillas. Esta vez, nadie le atrapa antes de tocar el suelo.
—… — Le empiezan a temblar las manos, y llama un poco más alto — ¡Hong-er!
No está donde el arroyo. No está en la senda del bosque que siempre toman. Xie Lian pierde la cuenta de todas las veces que se cae, deteniéndose un momento sólo cuando se tuerce con tanta fuerza el tobillo que siente que algo se rompe, pero no puede dejar de buscar.
¿Y si le ha pasado algo? ¿Y si está atrapado en alguna parte, y no puede pedir ayuda? ¿Por qué se ha ido sin despertarle? ¿Por qué no ha esperado? Nunca ha hecho algo parecido, ¿y si…?
Xie Lian para en seco, con el corazón helado por el terror.
¿Y si simplemente…se ha marchado?
Después de todo, Xie Lian le dio bastantes razones la noche anterior. Las cosas que le dijo…lo ingrato que fue…tan patético y autocompasivo…
«¿Cómo puedes decir algo así?»
—… — Xie Lian se cubre la boca, y sus hombros tiemblan de la vergüenza.
Y si, una vez que tuvo tiempo para pensar…
… ¿decidió que no podía perdonarle?
¿Y si había hecho caso a los consuelos de Xie Lian de que no era feo, se había dado cuenta de lo lamentable que era el antiguo dios…y decidió que no le necesitaba?
¿Y si las palabras de Xie Lian finalmente tuvieron efecto? ¿Y si le hizo caso?
El dios se encorva hacia delante, hiperventilando.
¿Eso es lo que él quería, no es así? ¿No debería estar contento, si eso es lo que ha pasado? ¿Tan cobarde es? ¿Tan pocas esperanzas tenía en el chico? ¿Tan egoísta era su amor? ¿Es que no ha cambiado nada? Él…
No.
Se tira del pelo mientras la cabeza le da vueltas sin parar.
Si esto hubiese pasado hace un año, lo hubiese creído. Habría caído al suelo, desesperado, sintiéndose patético.
Ahora, aprieta la mandíbula con determinación.
—No… —Le tiembla la voz, pero está llena de la seguridad que le dio Hong-er—. Él no me abandonaría.
Aunque está temblando, repite esas palabras. Cada vez que se cae, o cada vez que se equivoca de camino.
Él no me abandonaría.
Él no me abandonaría.
Él NUNCA me abandonaría.
Xie Lian tardó tanto tiempo en creérselo. Hong-er se esforzó tanto para convencerle.
Si se rinde ahora, estaría menospreciando sus esfuerzos. El chico no se merece eso. Él creía incondicionalmente en Xie Lian… así que Xie Lian no se va a dar por vencido. No le va a abandonar.
Pero, cree en eso viene con otra pregunta, mucho más aterradora:
Si él no se ha marchado… ¿por qué no está aquí?
Su pánico crece, y cada vez que Xie Lian descarta un lugar detrás de otro, eliminando las posibilidades una tras una, el terror se apodera de él.
—¡HONG-ER!
Esta vez sí grita, jadeando, resbalándose y cayendo otra vez, aterrizando de manos y rodillas, arañándose la mejilla con una zarza.
¡¿Dónde está?!
Le corre sangre por la barbilla, y no se molesta en limpiarla.
Pero hay algo que sí lo hace. Bueno, lo intenta. Una presión fría y temblorosa contra su mejilla. Xie Lian se aleja con un estremecimiento, sin reconocer lo que es, jadeando con esfuerzo mientras mira desorientado a su alrededor.
—¿Hong-er? —Su voz es débil, temblorosa—. Si… si eres tú, no me voy a enfadar, pero, por favor, solo necesito que me respondas, no puedo soportar esto…
Esa presión extraña le da otro golpecito en la mejilla, pero cuando Xie Lian alza la mano, no encuentra nada.
Un sollozo le desgarra la garganta.
—Si esto es un juego, no es divertido…
Hong-er ya se ha escondido de él otras veces, de broma y nunca demasiado lejos, permitiendo que Xie Lian le encontrase guiándose solamente con su oído y olfato. Ese juego era divertido. Este no lo es.
Xie Lian no escucha a nadie más respirar. El único latido humano es el suyo.
Algo frío le roza el brazo.
Se le escapa otro sollozo mientras se aleja bruscamente, mirando a todos los lados con urgencia.
—Hong-er… si eres tú, yo… para ya, por favor, tengo… —Se encoge sobre sí mismo, temblando como una hoja—. ¡Tengo miedo!
Ya no nota nada frío, pero tampoco le contesta nadie. Xie Lian se queda quieto un momento, tiritando.
Ralentiza su respiración, pero por mucho que agudice el oído, solo escucha los ruidos naturales del bosque. Sin embargo, cuando inspira profundamente percibe un olor que casi había olvidado.
Poder espiritual. Pero… ¿por qué aquí?
Alarga la mano con dedos temblorosos… y algo aterriza en su palma. Algo ligero, que crepita como una llama, pero fría.
Xie Lian frunce el ceño mientras acerca la mano a su cara… y algo frío le vuelve a rozar la mejilla.
Un… ¿un fuego fatuo?
El dios se queda perplejo. ¿Qué hace un fuego fatuo en una aldea perdida en la montaña?
No hay ningún campo de batalla cerca. Tampoco hay cultivadores o comerciantes que los usen como mercancías. ¿Cómo…?
Xie Lian se detiene, agitando la cabeza con fuerza para aclararse. No tiene tiempo para esto.
El dios aparta la llama mientras se pone de pie.
—¡Hong-er!
El fuego le sigue con persistencia, incluso cuando Xie Lian se disculpa, explicando que no le está buscando a él. Si está buscando paz, necesita encontrar a otra persona para que le ayude, Xie Lian no tiene tiempo.
Y ahora, necesita algo que tampoco tiene: ojos.
Fue tan orgulloso al principio… demasiado orgulloso. Huía cada vez que le tendían la mano, huía de aquellos que querían ayudarle. Solo pudo aceptarlo de un desconocido. De alguien que no tenía nada que perder.
Ahora aporrea cada puerta de la aldea, gritando.
—¡Ayuda! ¡Por favor!
Con manos temblorosas, jadeando con tanta fuerza que apenas puede hablar.
—Por dios, por favor… ¡ayúdenme!
Los granjeros y sus familias han llegado a conocerle bien durante el último año. Salen de sus casas, mirando con preocupación al taoísta, que todos veían como el amable pero desafortunado inválido local.
—¿Qué pasa, chaval?
—¿Ha pasado algo?
—¿Dónde está ese amigo tuyo?
A la mención de Hong-er, Xie Lian deja escapar un grito de pánico y niega débilmente con la cabeza.
—No-no lo sé… No puedo… ¡No puedo encontrarle!
Un mercader frunce el ceño mientras se frota la barbilla.
—Abandonar a un hombre ciego a su suerte… —echa un vistazo a Xie Lian, a sus rasguños y moratones, a su cojera, y niega con la cabeza, decepcionado—. Menudo sinvergüenza.
Aunque Xie Lian ya no puede lanzar miradas airadas, su expresión se oscurece cuando gira la cabeza en la dirección del hombre.
Los habitantes solo le conocen como alguien con voz suave y temperamento tranquilo, así que les sorprenden sus pisotones cuando se acerca al hombre y le agarra por la camisa con tanta fuerza que casi le levanta del suelo.
Y le gruñe.
—¡No hables de él de esa manera! —Xie Lian agita al hombre violentamente. — ¡NUNCA hables de él de esa manera!
—Tranquilo, hijo, él no quería…
Se callan cuando ven que el joven está temblando, e incluso en su furia… su voz se quiebra.
—¡Él no me abandonaría!
Xie Lian puede sentirlo en los ojos que le observan: lástima.
Suelta al hombre y da un paso inestable hacia atrás. Sus labios tiemblan mientras vuelve a repetir…
—Hong-er… —se tropieza—, ¡él no me abandonaría! —alguien le atrapa antes de pueda caerse.
Pero no es la persona que él quiere.
—Tiene razón —dice el granjero mientras le aprieta los hombros para tranquilizarlo. Todos lo miran, y el hombre se aclara la garganta —. Estos dos trabajaron todos los días en mis campos durante la última cosecha… aquel chico estaba completamente dedicado a este pequeño sacerdote.
Xie Lian se atraganta con un sollozo.
—No se habría marchado.
La multitud murmura entre sí… y todos empiezan a buscar.
El grupo recorre de nuevo cada metro del bosque. Del templo. Del río. Del camino que lleva a la aldea.
Cada vez que Xie Lian siente ese roce frío contra su mejilla, lo aparta de un empujón; está demasiado impaciente como para sentir pena por el espíritu.
—¡No puedo ayudarte! —le ladra—. ¡Busca a otra persona!
Está afónico de tanto gritar el nombre de Hong-er, pero no se detiene. No se rinde, incluso cuando empieza a oscurecer, cuando el aire es tan frío que puede ver su respiración condensada.
Alguien menciona parar y continuar por la mañana, pero cuando ven que Xie Lian no se detendrá… se quedan.
Tiene el tobillo hinchado y le sangran los pies. Cuando el frío llega al bosque, le empiezan a castañear los dientes.
Los aldeanos le presionan para que vuelva a casa a descansar, para que espere hasta la mañana… y Xie Lian rechaza sus sugerencias cada vez.
No tiene ninguna casa a la que volver, no hasta que encuentre a Hong-er.
La noche es cada vez más profunda. Se adentra aún más en el bosque. Le llama hasta que casi no le queda voz… y nunca recibe una respuesta.
Hasta que alguien le contesta.
—… ¿Gege?
Gira la cabeza con brusquedad hacia la voz, con el corazón sobresaltándose de la esperanza, pero…
No es la voz que él busca.
Es la del hijo de uno de los granjeros.
Xie Lian se frota la sangre en su mejilla, que está ya casi seca.
—¿Qué pasa?
—Le… —el joven titubea y… no parece que esté dando buenas noticias—. Le hemos encontrado.
—… —El poco color que quedaba en la cara de Xie Lian desaparece lentamente y, si antes hacía frío, ahora…
Parece que ya no queda nada de calor en el mundo. Parece que el sol ha muerto después de desaparecer tras el horizonte, para no volver a alzarse jamás.
Eso es algo que ya no le importa a Xie Lian.
—¿Dónde…? —No puede esconder el miedo que invade su voz—, ¿Dónde está?
El joven no le responde verbalmente, simplemente le toma por el brazo y le guía de vuelta por el camino.
Le trata con cuidado, como si fuera un pájaro herido.
—¿Dónde–?
—Está aquí —responde otro aldeano, y…
Xie Lian puede oír a gente llorar.
Avanza a trompicones y cae de rodillas. Solo le atrapan dos de los granjeros, hasta que…
Lo siente.
Su mano entra en contacto con una bota en el suelo… y Xie Lian siente una parte sin nombre de su ser romperse.
Xie Lian conoce esos zapatos.
Fue él quien los hizo.
Todavía hay una parte de él que se niega a creer lo que está pasando. Un pensamiento histérico que cree que su amigo puede estar en algún otro lado, deambulando sin zapatos, pero…
Se arrastra hacia delante, tanteando frenéticamente–
Xie Lian conoce esas manos.
Le han guiado tantas veces.
Un gemido estrangulado se escapa de su garganta, y cuando sus manos llegan a la cara del cuerpo…
Xie Lian aprende algo.
Tener el corazón roto no es una metáfora. Es algo literal.
Lo sintió. Sintió el momento en que su corazón murió. Más que un hueso roto, más que perder una extremidad.
Reconoce esa cara.
La forma de esa mandíbula. La curva de esa boca. El pequeño bulto en esa nariz. Las…
Las cicatrices.
Xie Lian mira a los lados, preguntándose si hay un terremoto o, por un instante, si está ascendiendo otra vez. El suelo no para de temblar. ¿Pero…?
Ah.
Es solo él.
Está temblando.
Todo el mundo se calla, sin saber qué decir, y, entonces…
Se escucha un grito.
De manera distante, Xie Lian se pregunta por qué nadie está buscando de dónde viene el sonido. Alguien podría estar herido. Podría necesitar ayuda. Siente al hijo del granjero moverse, pero no dejan que se acerque.
Ah.
Es solo él.
Está gritando.
Su dolor no es bonito. No cae de rodillas ni solloza bellamente en los brazos de alguien.
Xie Lian aúlla, con tanta fuerza que hasta los cielos deben de haberle oído.
Bien.
Quiere que le escuchen.
Quiere que el mundo entero se detenga. Quiere que el cielo se haga añicos. Quiere que su dolor explote.
Sería más fácil que esto.
Cuando era niño, no soportaba que le dijesen «no». Solo escuchaba «a lo mejor». Le ayudaba a mantener la esperanza, aunque fuese en vano.
Siempre pensaba que, al final, las cosas acabarían bien para él.
Xie Lian creía en los finales felices, tanto grandes como pequeños.
Eso hacía que fuese difícil para él aceptar que las respuestas no iban a cambiar. Gimotearía, apretaría los puños y lloraría.
Como si eso fuese a arreglarlo. Y, normalmente, lo hacía. Xie Lian casi siempre conseguía lo que quería si lloraba.
Pero esto no es lo mismo que tener una pataleta.
Da igual cuanto grite y llore, no va a obtener lo que quiere. Nadie va a aparecer con una sonrisa amable y hacer que el dolor se vaya. Lo que Xie Lian quiere… nadie puede dárselo.
Nadie puede devolverle a Hong-er. Simplemente, se ha ido.
Ya está. Es el final. Xie Lian no puede dejarle ir.
Cuando vuelve en sí, se encuentra arrodillado en el suelo, agarrando a Hong-er con fuerza. El cuerpo ya se ha vuelto rígido y frío.
Apoya el oído en el pecho del adolescente, y solo encuentra el silencio.
Todavía huele igual que siempre. La muerte todavía no se ha llevado eso. Como el bosque. Fresco, agradable, familiar.
La cara de Xie Lian está empapada de lágrimas. Huele como su hogar.
Cuando la furia le abandona, solamente queda un vacío. El dolor es un constructo canibalístico. Te deja hueco, vacío. Entumecido.
Cuando habla, es un sonido sordo, áspero.
—… ¿Cómo ocurrió?
Nadie parece querer responder, y Xie Lian abraza a Hong-er un poco más fuerte, apretando la mejilla contra el hombro del adolescente. Como solía hacerlo, cuando estaba dolido.
Por aquel entonces, era Hong-er quien le abrazaba.
Abrázame, piensa con desesperación y cegado por el dolor.
¿Por qué no me está abrazando?
Tras un largo periodo de silencio, echa un vistazo alrededor, sin ver nada, claramente, pero sí volviendo sobre sus pasos.
—… Ya había buscado aquí —murmura mientras acaricia el pelo de Hong-er. Se le ha vuelto a caer el flequillo por la cara. Tendrá que peinarle otra vez cuando vuelvan a casa, al chico siempre se le olvida—. No estaba aquí antes.
—… Le movimos —explica con cuidado uno de los hombres, mirando al joven con simpatía… y con cautela.
Xie Lian mira ciegamente hacia delante, intentando comprender… pero no puede.
—¿Por qué?
La pregunta es seguida por más silencio, y Xie Lian sujeta el cuerpo con más fuerza. ¡¿Por qué no le responde nadie?!
—… Era mejor para ti que no le encontrases de esa manera —le responde finalmente un hombre, y Xie Lian…
No lo entiende.
Hong-er ya…
Ya no está.
¿Qué podría ser peor que eso? ¿De qué creen que necesitan protegerle?
El silencio se alarga hasta que Xie Lian no puede aguantarlo más, y, con la cara contorsionada por la emoción, grita:
—¡CONTÉSTENME!
No habla como un mendigo, o como un hombre ciego. Lo hace con la autoridad de un rey… y la ira de un dios. Varios granjeros dan un paso atrás, pero uno se mantiene a su lado.
—… Lo siento tanto —murmura, y una de sus manos se apoya en el hombro de Xie Lian. Este se aparta bruscamente.
No quiere que le toquen. Las únicas manos que quiere se encuentran inertes contra su costado. Frías. Inmóviles.
—El chaval sufrió.
Nadie quería decírselo, pero ya no pueden evitarlo.
Hasta ese momento, a Xie Lian no se le había ocurrido que fuese algo más que un horrible accidente. Que, por alguna razón, había salido de noche, se había caído y no había podido pedir ayuda.
La peor opción era que le hubiese atacado un animal. O que…
—¿Cómo pasó? — pregunta Xie Lian otra vez, tembloroso.
Porque sabe que Hong-er no se habría marchado sin despertarle. Y, para empezar, ¿cómo pudo Xie Lian dormir durante todo eso? El chico era silencioso, y Xie Lian estaba lo suficientemente cómodo con él como para dormir profundamente, pero aun así…
Su corazón se retuerce por la culpa.
¿Cómo… cómo es que Xie Lian no pudo mantenerle a salvo?
Él sabe lo frágil que es una vida humana. Incluso estaba tan aterrorizado de que el chico enfermase que no le dejó dormir en las escaleras.
¿Cómo ha podido pasar esto?
Las lágrimas no dejan de caer.
¡¿Cómo ha podido dejar que pasase esto?!
—… Alguien le hizo daño —murmura el granjero con una vaguedad intencionada, y la expresión de Xie Lian empieza a cambiar lentamente. Al fin y al cabo…
No es como si pudiera ver la condición del cuerpo. Solo había tocado las manos de Hong-er. Su cara.
Ahora, comienza a mirar de verdad.
De la única manera que puede.
Las manos le tiemblan mientras las desliza tentativamente por el pecho del chico, sobre su estómago, y ahora… Xie Lian se fija en lo que había estado demasiado frenético como para darse cuenta antes.
Pequeñas rasgaduras en su ropa. La textura conocida… de la sangre seca.
«El chaval sufrió».
Xie Lian fue un soldado durante muchos años. Fue un maestro de la mayoría de armas blancas. Puede reconocer heridas de espada exclusivamente con el tacto.
Pero cuando empieza a investigar las heridas, presionando ligeramente sobre ellas, se da cuenta de que la mayoría son poco profundas. Solo una es mortal.
Esto no fue simple sufrimiento. Fue tortura.
Torturaron a Hong-er.
«No quiero nada más».
Xie Lian baja la cabeza hasta que sus frentes se tocan.
«Gege… ¿me has visto?».
Si el adolescente siguiese vivo, Xie Lian le estaría rompiendo las costillas de lo fuerte que le está abrazando.
Vuelve a haber algo frío contra su mano.
Xie Lian no tiene energía suficiente como para dirigirse a él directamente, así que solo lo aparta de un manotazo sin mirarlo siquiera.
Tiene una pregunta, una que no parece poder entender.
—… ¿Por qué no gritaste? —murmura, aferrándose al pelo del chico.
Si lo hubiese hecho, Xie Lian le hubiese oído. Hubiese venido. Le hubiese salvado.
Entonces, ¿por qué no lo hizo? Tendría que haber sabido que hubiese sido su única oportunidad. Se comportaba como un niño cuando Xie Lian intentaba protegerle, pero nunca… él nunca habría…
Y, en ese momento, Xie Lian lo sabe.
No sucede de repente, sino que poco a poco cae en ello. Como cuando te das cuenta de que te olvidas algo al salir por la puerta, pero no estás seguro de qué. Lo piensas, le das unas vueltas, pero no te acuerdas hasta que ya te has ido, y…
Para entonces ya es demasiado tarde.
Xie Lian sabe por qué Hong-er no gritó.
Si pensaba que era algo de lo que Xie Lian no le hubiese podido salvar.
Si pensaba que el dios estaría en peligro, si intentaba salvarle.
Habría aguantado cualquier cosa en silencio, para evitarlo.
—No… no sé si eras consciente de esto. —interviene uno de los granjeros, y suena… vacilante —. Pero hay un tatuaje.
A Xie Lian se le han agotado las ganas de pelear, así que solo pestañea despacio mientras pregunta:
—¿… Qué?
—¿Crees que tenía… un pasado criminal? No sé, a lo mejor… ¿tenía enemigos?
Xie Lian niega con la cabeza, deslizándose a una extraña calma entumecida.
—No, él… él no era un criminal —explica el dios.
En algún momento ha empezado a balancearle, pero no recuerda cuándo. Como si Hong-er estuviese dormido, y el príncipe solo estuviese intentando que se sintiera cómodo.
—Él…
Xie Lian siente su voz quebrarse, siente las lágrimas caer. Sabe que está haciendo esas cosas, pero al mismo tiempo… todo eso parece que sucede a kilómetros de él.
—Mi Hong-er era un soldado.
Nadie dice nada, y tampoco saben qué pensar de cómo ha formulado esa frase, pero… lo dejan estar.
Finalmente, uno de ellos vuelve a hablar, eligiendo sus palabras con cuidado:
—Hijo, los soldados también pueden tener enemigos.
Xie Lian sabe eso mejor que nadie.
—¿Sabes si él tenía?
Xie Lian se inclina hacia atrás y, por primera vez en años, lamenta no tener su vista.
Solo quiere verle.
La cara en sus memorias es la de un niño. Él…
Xie Lian quiere ver al joven en el que se convirtió. Quiere ver cómo era su sonrisa. Quiere saber cómo eran los ojos de Hong-er, cuando le miraban a él.
Más que el tacto, sonido u olor. Xie Lian quiere todo lo demás. Y, ahora, nunca podrá obtenerlo.
Sus dedos le alisan con cuidado la camisa. Le apartan afectuosamente el flequillo de la cara. Hoy lo tiene hecho un desastre. Tendrá… Xie Lian siente que está empezando a temblar otra vez. Tendrá que peinarle cuando lleguen a casa. Da igual cuántas veces se lo recuerde al chico, siempre se le olvida. Él–
Cada vez respira más rápido, al borde de hiperventilar.
Siempre quiere juguetear con el pelo de Xie Lian, pero nunca recuerda arreglarse el suyo.
—¿Muchacho?
La voz suena como si viniese de muy lejos, como si Xie Lian estuviese al fondo de un lago, mientras alguien le llama desde la orilla. Mira a su alrededor, desorientado, y el granjero vuelve a preguntar:
—¿Tenía enemigos?
—… No —susurra Xie Lian—, pero yo sí.
Xie Lian sabe quién hizo esto. Y sabe por qué. Ya no quedan más preguntas.
—… ¿Deberíamos avisar a las autoridades? A lo mejor pueden–
La risa que se le escapa a Xie Lian está vacía.
Es un reflejo. No tiene nada de regocijo.
—No —murmura —. No pueden hacer nada.
Nadie puede pararlo. Ni ganar contra ello. Ni escapar. Xie Lian ya lo intentó.
Discuten en voz baja sobre cómo bajar el cuerpo al templo, pero Xie Lian niega con la cabeza.
—Yo le llevaré —Su tono no deja lugar para la discusión.
Pero sí que hay una cosa…
Una cosa que no entiende.
—¿Por qué le movieron? —murmura.
Al fin y al cabo, no ha servido de mucho. Xie Lian se acabó enterando.
Vuelve a hacerse el silencio, pero cuando levanta la barbilla en señal de advertencia, no necesita volverse a gritar para obtener una respuesta.
—… No le movimos demasiado —murmura uno de los hombres, y Xie Lian frunce el ceño, las yemas de sus dedos clavándose en la espalda de Hong-er.
—Yo ya pasé por aquí. Y no estaba —susurra.
Si se entera de que le están mintiendo, aunque solo sea un poco, les…
Uno de los más jóvenes, que se encuentra a poca distancia, se estremece. Y cuando habla, suena perturbado; como un hombre que ha visto algo que nadie debería.
—Simplemente lo… lo descolgamos. Eso es todo.
Xie Lian no se mueve. No piensa. No habla.
La frase se repite en su cabeza, una y otra vez.
Lo descolgamos.
Lo descolgamos.
Lo descolgamos.
Cuando habla, su tono de voz es tranquilo. Como si perteneciese a otra persona.
—¿Dónde estaba?
Nadie quiere responder, pero se entiende que no tienen otra elección.
—Ahí… ahí arriba.
Xie Lian levanta la barbilla. Casi parece cómico, porque, obviamente, no puede ver. Pero están en un bosque. La respuesta no es complicada.
—…
Las yemas de sus dedos acarician delicadamente la piel de Hong-er, y se detienen sobre su garganta.
Después de eso, Xie Lian no hace más preguntas.
Nadie le toca. Incluso si quisiesen, Xie Lian no lo permitiría.
Lo baja en brazos por la ladera del monte. Va despacio. Cojea, tiene frío y está cansado, pero no se tropieza. No osa permitir que se caiga.
Los aldeanos son suficientemente amables como para darle espacio. No hacen preguntas.
Están solos durante un tiempo, Xie Lian sentado en el suelo del templo. Antes, era como un hogar para ellos. Uno que construyeron juntos.
Ahora, parece una tumba.
Xie Lian no deja de acariciarle la cara, intentando memorizar los rasgos en silencio.
—… Apuesto —susurra—. No me creíste, ¿verdad?
Aprieta los labios con fuerza, pero nada puede impedir que las lágrimas caigan. Parece que no pararán nunca. Xie Lian desearía poder encontrar la parte de sí mismo que le hace sentir, y arrancarla de raíz.
Sería mejor que esto.
Pero Hong-er era apuesto. Incluso si él no lo creía. Aunque Xie Lian nunca pudiese verle completamente.
Él…
Xie Lian se estremece, sujetándole con más fuerza.
Hong-er era hermoso. De la misma manera que los fuegos artificiales son hermosos. Brillan ardientes en el cielo, centelleando en la noche.
Pero siempre se desvanecen demasiado rápido. Y antes de que de tiempo a verlos al completo… solo queda el humo que dejan detrás.
—… Lo siento tanto —murmura, deseando tener algo mejor que decir… como si…
Como si alguien pudiese escucharlo.
—Debería… —Los sollozos empiezan de nuevo, sacudiéndole el cuerpo. Tardan bastante tiempo en detenerse—. Debería haberte hecho marchar, yo…
Se acurruca contra él, y se da cuenta de que, en algún momento, Hong-er se había vuelto más alto que él. Más ancho de hombros. Y él no…
Es difícil hablar a través de las lágrimas, pero aun así lo intenta… porque no va a tener otra oportunidad.
—Me equivoqué —dice con voz ahogada mientras acuna al adolescente en sus brazos, y recuerda.
La retrospección siempre ha sido cruel con Xie Lian. Siempre ha sido horriblemente injusta.
Hubo tantas advertencias. Incluso si lo que ocurrió a su familia, a Xianle, no hubiese sido suficiente…
Su Guoshi le advirtió.
Aquel día, cuando le habló sobre la suerte de Hong-er. Cuando propuso o que el príncipe se disculpase, o sellar uno de los sentidos del niño.
Le contó que el niño había nacido bajo la sombra de una maldición. Que… que no sobreviviría hasta llegar a la edad adulta.
¿Cómo…?
¿Cómo pudo olvidarlo? ¿Cómo pudo dormir tan profundamente? ¿Cómo pudo ser tan descuidado, permitiendo que un humano se acercase tanto a él?
¿Por qué pensó que, como la guerra había terminado, todo lo demás también? ¿Cómo pudo Xie Lian permitir que esto ocurriese?
—Fui egoísta… —susurra —… porque te quería demasiado.
Y tendría que habérselo dicho. No puede explicar por qué no lo hizo.
A lo mejor era porque… la emoción era demasiado humana, cuando ya existían tantas cosas que le hacían sentirse menos dios. Pero…
Hong-er le adoraba sin que eso le importase. Y Xie Lian… siempre tenía tanto miedo de que, si le daba al chico una razón de más para darse cuenta de que no era especial, de que simplemente era…
Un débil y miserable fracaso. Un cobarde. Tan dolorosamente humano…
Pensó que Hong-er se marcharía.
Y eso aterrorizaba a Xie Lian. Se había vuelto adicto a la sensación de ser querido. De no estar solo.
Xie Lian no pudo admitir que Hong-er se había abierto camino hasta lo más profundo de su corazón; y ahora, al arrancárselo, han destrozado sus cimientos.
Siente una presión fría y afilada contra su espalda. Xie Lian no tiene fuerzas suficientes para apartarla.
Lo único que puede hacer es susurrar disculpas, una y otra vez. Le susurra que le quiere. Que…
Que Xie Lian no le olvidará. Pase lo que pase.
«¿Dianxia se acordó de mí?»
Es difícil recopilar todas las memorias que crearon juntos, pero aun así lo intenta. Pelea por hacer un hueco en su mente para cada una, deseando tener más. Deseando…
Que hubiesen tenido más tiempo.
Finalmente, cae en el silencio, y escucha el leve sonido de la paja, cómo los aldeanos mueven madera fuera del templo.
Es un eco cruel del pasado, cuando Hong-er regresaba de pasar la tarde recogiendo leña, cuando atizaba el fuego.
Él ya no volverá a entrar por esa puerta, y la leña de ahora no es para mantenerles calientes durante la noche.
Los granjeros están construyendo una pira.
Xie Lian desea tener algo más que darle, pero no hay nada. Desea que le quedase algo que no empeñó, que no tuviese que dar sepultura a su último compañero en harapos sangrientos.
Pero, cuando tantea entre sus cosas, sí encuentra algo.
Un pendiente.
Pequeño, redondo; un abalorio de coral.
—Lo… —Xie Lian se muerde el labio mientras hace rodar la joya en su palma. Regaló una. Esa no puede estar aquí, pero esta… —Lo perdí—susurra, intentando entender cómo pudo haber llegado aquí, por qué llegó hasta aquí, y, de golpe…
Lo recuerda.
El día que la perdió. Fue el día que conoció…
La sonrisa que cruza por su cara está llena tanto de agonía como de adoración. Tantea detrás suya hasta que encuentra la mano de Hong-er, y la aprieta con cuidado.
—Sinvergüenza —susurra.
Un granjero es lo suficientemente amable como para dejarle una túnica vieja y, aunque sigue siendo mejor que lo que el chico tenía, el hombre insiste en disculparse.
Al fin y al cabo, incinerar a un joven vestido con un traje de novio parece una broma de mal gusto, como si fuese un recordatorio cruel de la vida que nunca llegó a disfrutar.
La vida que Xie Lian le robó con su cobardía. Su egoísmo. Su descuido.
Este le asegura al granjero que es un gesto amable. Después de todo, el rojo formaba parte de su nombre. Y… a Xie Lian le gusta pensar que el color disimula la sangre.
Tarda bastante en ponerle la ropa nueva; una mujer del pueblo se ofrece a ayudar, pero Xie Lian se niega rotundamente.
No permitirá que nadie más le toque. Nunca jamás.
El cuerpo que yace bajo sus manos ya no es el de un niño escuálido. No es el niño que parecía tan ligero en sus brazos. Incluso cuando cayó del cielo, le resultó tan fácil atraparle.
Estos brazos son fuertes. Xie Lian ya sabía eso. Sentía su fuerza cuando le abrazaban. Las lágrimas se deslizan una vez más por sus mejillas.
(¿Por qué no me está abrazando?)
Es el cuerpo de un hombre. Alguien que podría haber llegado a ser mucho más.
Cuando termina, Xie Lian le vuelve a coger en brazos y desciende con cuidado por los escalones de su templo–
–El templo de ambos.–
–Por última vez. No regresará. No podrá soportar los recuerdos.
Cuando tumba a Hong-er sobre la pira, lo hace con sumo cuidado.
Alisa la túnica, coloca bien las mangas, dobla los brazos cuidadosamente sobre su estómago.
Está … está bastante seguro de que el chico no tenía las orejas perforadas, así que guarda el pendiente en una de sus palmas y la cubre con los fríos dedos.
—… Siempre has sido tan tonto —susurra, y sus dedos tiemblan mientras sujetan la mano de Hong-er—. Te lo habría dado, si me lo hubieses pedido.
Pero a lo mejor no era por eso. A lo mejor era solamente…
Querer una parte de Xie Lian, porque Hong-er sabía que no podía quedarse.
Xie Lian lo entiende, ahora. Cree que no ha entendido algo tan bien en su vida.
Normalmente, Xie Lian pediría permiso antes de hacer algo así, pero…
Él sabe que es el único que llorará por el chico. Sabe que él era su familia.
Toma un mechón de pelo, lo corta cuidadosamente con un cuchillo y lo guarda en su manga. Ya no le quedan escusas para demorarse más, así que…
Se inclina hacia delante y susurra algo a la oreja del joven. Nadie más lo escucha.
Las palabras son solo para ellos dos.
Ahora, tiene que dejarle ir.
Tiene que dar un paso atrás, cayendo de rodillas mientras uno de los vecinos viene hacia delante y coloca una antorcha sobre la paja en la base de la pira.
Siente el calor contra sus mejillas cuando empieza a arder, pero, para Xie Lian, el mundo todavía sigue frío.
Enrolla lentamente el mechón alrededor de su dedo, mientras el viento juguetea con los pliegues de su ropa.
Xie Lian pasó toda su vida humana intentando convertirse en un dios con todas sus fuerzas. Persiguió la inmortalidad por la fama, la gloria. Porque parecía su destino. Porque…
Cuando Xie Lian no sabía nada del mundo, pensaba que podría salvarlo. Que podría cambiarlo.
Ni siquiera pudo salvar a un chico.
Cuando perseguía la inmortalidad, no comprendía lo que era. Lo que significaba.
No son estatuas divinas o fieles. No es la fama o la gloria. Eso es divinidad, y la divinidad no dura para siempre.
La inmortalidad es arrodillarte ante la pira de tu último creyente. Solo. Sabiendo que este no es el final… por mucho que lo desees.
Por primera vez en su vida, Xie Lian verdaderamente desea la muerte.
Siente rencor hacia cada latido de su corazón. Parece un temporizador que mide el tiempo que pasa, inexorable, entre el ahora y el momento en el que el corazón de Hong-er se detuvo.
No sabe cuánto tiempo pasa ahí sentado.
No sabe cuándo empezó a caer la nieve, pero no tarda en cubrir su alrededor, su pelo, sus hombros. Hace que le escueza la nariz, pero todo eso parece tan lejano.
Xie Lian no se mueve hasta que de las llamas solo quedan rescoldos, que sisean cuando los copos de nieve aterrizan sobre ellos.
Entonces, comienza el proceso lento y deliberado de recoger las cenizas, metiéndolas en un pequeño saco rojo. La labor no es ni rápida ni agradable. Se quema los dedos en más de una ocasión.
Pero nunca vacila, hasta que todo lo que queda de Hong-er está cuidadosamente guardado en el saquito, que Xie Lian agarra con fuerza entre sus manos.
Solo queda una aldeana en la escena, una joven con los hombros envueltos en un chal, que mira a Xie Lian con una extraña mezcla de curiosidad y lástima.
—Pero, ¿quién era ese chico para ti? —pregunta finalmente.
Xie Lian tarda bastante tiempo en responderle, con la cabeza gacha. La respuesta que ofrece es engañosamente simple.
—Nos queríamos.
Xie Lian pasó demasiado tiempo asumiendo que la devoción de Hong-er era meramente la de un creyente. Y esa fue la razón por la que Xie Lian nunca pudo decirle al joven cuánto había llegado a apreciarle… porque, para Hong-er, él era más.
Más que un ser humano. Más que simples sentimientos como el amor o el apego.
Todo eso parece tan vacío y estúpido, ahora.
Hong-er le amaba.
Xie Lian aprieta el saquito entre sus dedos. Ya no llora… no cree que le queden más lágrimas.
Él amaba a Hong-er.
Cuando Hong-er estaba con él, no sufría. Era feliz.
Y por esa razón, alguien se lo arrebató.
Xie Lian deja la aldea ese mismo día. Encuentra una pequeña cuerda de cuero para colgar el saquito de Hong-er alrededor de su cuello. No mira atrás.
El fuego fatuo le sigue.
Al principio, es difícil para Xie Lian reparar en él. Este solo tiene energía suficiente para ir detrás suya, y el dios no está buscando otra presencia, ni intentando detectar el olor de la energía espiritual.
Xie Lian solo se entera de que está ahí cuando se choca contra su espalda. Se aleja bruscamente de él, tropezándose, y casi cae al suelo.
Se gira y lanza una mirada airada en la dirección del fuego.
—¡Podrías dejarme–!
Y, entonces, se detiene.
Xie Lian no puede ver la llama, ni siquiera puede sentir calor alguno.
E, incluso si no tuviera el grillete sobre sus ojos, el dolor le ciega.
Antes, solo podía concentrarse en una cosa. Encontrar a Hong-er. No pudo pensar mucho en la pequeña llama. Estaba tan asustado, intentando negar lo que, en su corazón, sabía que había pasado.
Y una vez que encontró el cuerpo, solo había dolor. Le tragó entero. Ahora… el dolor sigue ahí. Es abrumador. Sofocante.
Pero cuando Xie Lian alarga la mano con dedos temblorosos… el fuego se lanza directamente a su palma, produciendo un cosquilleo contra su piel.
Tiene miedo de preguntar. Tiene tanto, tanto miedo de estar equivocado. Pero…
—¿… Hong-er? —susurra.
Es mucho pedir. Sí, el joven fue un soldado, pero no murió en el campo de batalla. Y aunque tenía potencial para cultivar… nunca tuvo la oportunidad.
Es posible que su espíritu pudiese haberse formado así… pero es una posibilidad muy, muy remota.
El Fuego Fatuo no responde.
—…
Xie Lian espera, y espera, y espera. Hasta que sus esperanzas se desvanecen de nuevo, y sus labios se retuercen en una mueca amarga.
Hong-er le respondería. Da igual lo que tuviese que hacer.
Xie Lian le suelta y se da la vuelta. Cuando habla, su tono es helado.
—Si no eres él, piérdete.
Durante un rato no lo vuelve a sentir. Parte de él comienza a preguntarse si la criaturilla le hizo caso de verdad.
Pero entonces siente algo rozándole la palma de la mano ocasionalmente. El olor del poder espiritual en el aire cuando inspira.
Xie Lian aprieta la mandíbula.
Al principio siente tanto rencor hacia la criatura. Xie Lian no puede averiguar por qué le está siguiendo con tanta determinación...
A no ser que sea él.
Y si es él, Xie Lian no puede entender por qué no le contesta.
Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que el dios tuvo que viajar solo… Ya no está acostumbrado.
No es que no duela, cuando se cae. El escozor en sus manos y rodillas no es nada al compararlo con el vacío que siente en lugar de los brazos que solían atraparle.
No es que pasar hambre sea insoportable. El dolor sordo constante en su estómago es solo…
Un doloroso recuerdo de las mañanas en las que despertaría con un plato de fruta al lado, sin saber quién lo había dejado ahí.
Estos días se duerme con hambre, y despierta con hambre.
Son tiempos difíciles. Encontrar trabajo es duro para un hombre sano… e imposible para uno ciego.
La gente no es tan caritativa como antes.
Tiene suerte, si encuentra un pajar donde dormir. Sin embargo, lo más habitual es que Xie Lian pase las noches acurrucado en una cuneta al lado del camino.
Podría ser peor. Estos días se pone una túnica extra, por encima de la suya.
Solía ser de Hong-er.
No es la de aquel día. Xie Lian quemó las ropas sangrientas en un montón separado de la pira.
Esta se le había quedado pequeña ya. Xie Lian había planeado agrandársela un poco… pero nunca llegó a hacerlo.
Todavía huele como él.
Pero, algunas noches, no es suficiente para impedir que el frío se hunda en su piel.
Xie Lian tirita, enroscándose sobre sí mismo mientras la nieve cae a su alrededor. No morirá, da igual cuánto frío haga.
No tiene tanta suerte.
Agarra el saquito que cuelga de su cuello con dedos agarrotados, recordando.
Cómo solía mentir, para que el chico dejase los escalones y entrase al templo.
Cómo tuvo que convencerle para que durmiese a su lado.
Ahora, no hay mentira alguna en su voz mientras tiembla, enroscándose sobre sí mismo para formar la bola más pequeña que puede.
—Ta… tanto frío… —susurra a la noche.
No puede ver cómo el fuego fatuo se apresura a su lado, apretándose contra su pecho… ardiendo con toda sus fuerzas, con todo lo que tiene, pero… es inútil.
Los fuegos fatuos no dan calor.
Notes:
Gracias otra vez a Marta y a Elizabet por la betasión !
Chapter 4: No te creo
Summary:
—¿Tienes algún deseo sin cumplir? —murmura mientras inclina la cara hacia delante. —¿Algo… que te mantenga aquí?
—Sí.
Xie Lian exhala suavemente. Bueno, podría ayudar con eso, si es algo simple. Por lo menos puede intentarlo.
—¿Qué es?
El espíritu vuelve a botar, y unas llamas frías rozan delicadamente la nariz del príncipe.
—Todavía tengo a alguien a quien amo en este mundo.
Notes:
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Chapter Text
En su estado no puede viajar muy rápido y, durante las primeras semanas, no tiene ningún destino concreto en mente. Planear con antelación requiere tener algún tipo de motivación, y él…
Al final, lo que hace que se focalice en un objetivo es el miedo.
Sabe quién hizo daño a Hong-er. Sabe la razón.
Porque Xie Lian… si mirase hacia atrás, si hubiese tomado un momento para alejarse de su propia autocompasión, se hubiera dado cuenta de que estaba sanando.
Tener a Hong-er a su lado… poco a poco, le estaba salvando.
Pero Hong-er no es la única persona capaz de hacer eso. No es la única persona del mundo que se preocupa por Xie Lian.
Y ahora que sabe cuán bajo es capaz de rebajarse esa criatura con tal de llegar a él… tiene que saberlo.
¿Ha encontrado esa cosa a sus padres? ¿A Feng Xin? ¿A Mu Qing?
Así que, siendo consciente de que puede que sea imposible encontrarles en este estado, sabiendo que Feng Xin les habrá escondido bien…
El príncipe heredero regresa a Xianle.
Sin embargo, al contrario que cualquier otro viajero en el camino, su sombra arde en la oscuridad, flotando detrás suya.
Cada vez que el Fuego Fatuo le roza, Xie Lian le posa la misma pregunta, mientras sostiene el espíritu entre sus manos con dedos temblorosos.
—¿Hong-er? —suplica, y apoya la llama contra su frente.— ¿Eres tú?
Siempre suplica, pero nunca le responde.
Durante un tiempo, Xie Lian asumió que era porque el espíritu no tenía suficiente poder para hablar. Pero si eso fuese verdad, ¿cómo le ha podido seguir durante tanto tiempo?
Hay más posibilidades de que le reconozcan aquí, en territorio conocido, y la familia real todavía está siendo perseguida.
Tiene que recurrir a tapar la parte baja de su cara con una banda de seda y, de esa manera, con los ojos también cubiertos, apenas se le ve el rostro.
Muchos se apiadan de él. Asumen que es una víctima de la guerra. Otros creen que es un superviviente de la peste.
Le lanzan sobras al mendigo.
Una noche, le es imposible forzarse a tragar el trozo de pan rancio que se desmiga en sus manos, sin importar lo hambriento que está. Lo tira a un lado y busca cobijo de la lluvia, instalándose debajo de un puente. A lo mejor podrá dormir esta noche. A lo mejor no.
Inspira profundamente por la nariz… y lo siente cerca de él.
Poder espiritual.
—…
Alza la mano sin hablar y, como siempre, el Fuego Fatuo se lanza a su palma, acurrucándose contra su piel. En otra vida, el gesto habría hecho sonreír a Xie Lian.
Ya no le es fácil sonreír.
Lo intenta otra vez, aunque ya no sabe por qué, y repite la pregunta de siempre.
—¿Hong-er?
Esta vez no se sorprende cuando no recibe respuesta. Solo está… cansado.
Aparta al espíritu de un empujón en un ataque de frustración.
Se acurruca formando una bola mientras tira de sus túnicas para taparse mejor. No es mucho, pero cada vez se le da mejor mantenerse en calor.
—¿Si no eres él, por qué estás aquí? —susurra, deseando, desesperado, que la criatura le deje en paz.
Esto duele demasiado.
Se encuentra a sí mismo esperando que la voz de Hong-er le conteste, mientras todo su cuerpo le dice/grita que no debería hacerlo.
Qué cruel es rezar por una cosa así. Que su ser querido no pueda Descansar En Paz. Hong-er se merece por lo menos eso.
Él…
—Su Alteza.
Xie Lian se queda completamente inmóvil.
No reconoce inmediatamente la voz, es débil y susurrante, como si la brisa pudiese hablar.
Suele ser así con la mayoría de espíritus de ese tipo, pero Xie Lian se aferra a ese pequeño resquicio de esperanza de cualquier manera.
—… ¿Me conoces?
El Fuego Fatuo bota ligeramente sobre su palma.
—¡Claro que le conozco!
Tiene un entusiasmo casi infantil. Uno que parece tan ansioso que la esperanza en el pecho de Xie Lian empieza a crecer y lo intenta otra vez, rezando desesperadamente por una respuesta.
—Hong-er, ¿eres tú?
Silencio.
Por primera vez en semanas, Xie Lian nota que le escuecen los ojos. El Fuego puede hablar, pero no responde a ese nombre. No…
Un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas mientras sofoca el último resquicio de esperanza que quedaba en su pecho.
No es él.
No es Hong-er.
Si lo fuese, Hong-er le hubiese contestado.
Pero entonces… ¿por qué le está siguiendo el espíritu?
Por un momento considera la posibilidad de que sea un soldado de Yong’an que haya aprovechado la oportunidad de atormentarle, pero… ha estado siguiendo a Xie Lian desde que dejó la aldea, lejos de la frontera… y no parece malicioso.
Pero, entonces, la boca del dios se llena del sabor amargo de la vergüenza cuando se da cuenta: Xie Lian probablemente es el único cultivador a kilómetros a la redonda. Muchos murieron durante la guerra, y los que quedaron huyeron a reinos más pacíficos, con mejores tierras para la cultivación espiritual.
La pobre criatura probablemente solo buscaba a alguien que le ayudase a cruzar al otro lado, y Xie Lian la ha ignorado todo este tiempo.
—Lo siento —balbucea mientras se limpia las mejillas —, lo siento, te …
Xie Lian traga con dificultad, pensando en todas las semanas que permitió que el espíritu le siguiese, esperando en silencio que se diese la vuelta y lo mirase.
—Te voy a ayudar —dice, arrodillándose y frunciendo el ceño con concentración.
Realiza un breve ritual, es la primera vez que ha pensado en algo relacionado con su cultivación en meses, y empuja al fuego suavemente hacia arriba, animándolo a que flote hacia el cielo, a que siga adelante.
Pero aun así…
El fueguito baja inmediatamente, aterrizando en su palma.
—…
Xie Lian frunce el ceño, intentando recordar qué ha podido salir mal, intentando averiguar por qué sigue aquí.
—… ¿Me he saltado algún paso?
—No.
El dios se sobresalta cuando el espíritu vuelve a hablar, susurrando las palabras a la quietud de la noche.
—Dianxia no ha hecho nada mal.
La arruga entre sus cejas se vuelve más profunda cuando inspira profundamente otra vez, y sus dedos se curvan ligeramente alrededor del fuego cuando lo acerca a sí mismo.
Es interesante. La mayoría de los fuegos fatuos dóciles son los que han fallecido recientemente, cuando todavía están demasiado dispersos para tener una consciencia de verdad, ni pensar en hablar.
Los que sí pueden hacerlo son notoriamente esquivos, conscientes de lo indefensos que están sus espíritus, y lo fácil que sería que los dispersasen.
Pero este es diferente.
Habla claramente, muestra una fuerte consciencia de sí mismo, y aun así parece satisfecho de quedarse sentado en la palma de Xie Lian.
Incluso cuando lo aprieta entre sus dedos, un movimiento que podría aplastarlo con facilidad, el espíritu ni se sobresalta. En todo caso, se apoya más contra él.
Y, cuando Xie Lian lo investiga con más detenimiento, encuentra algo más: trazas de otro espíritu, esta vez…
Claramente demoníaco.
—… ¿Te ha maldecido alguien? —murmura Xie Lian — ¿Es por eso que no puedes pasar al otro lado?
Él no tiene suficiente poder espiritual para lidiar con algo así. A lo mejor Feng Xin o Mu Qing podrían, si Xie Lian lograse encontrarles.
—No — responde esa voz suavemente —, no es por eso.
Xie Lian frunce el ceño, queriendo reflexionar más sobre el tema, porque si el rito se realizó correctamente, el espíritu debería haber…
—Soy yo el que no quiso irse. — La voz tiene un ligero eco, y apenas se le escucha por encima del repiqueteo de la lluvia—. Eso es todo.
Xie Lian siente una dolorosa punzada de afecto en el pecho.
Ha desarrollado una apreciación particular hacia ese nivel de determinación ciega, casi psicótica.
—¿Tienes algún deseo sin cumplir? —murmura mientras inclina la cara hacia delante —. ¿Algo… que te mantenga aquí?
—Sí.
Xie Lian exhala suavemente. Bueno, podría ayudar con eso, si es algo simple. Por lo menos puede intentarlo.
—¿Qué es?
El espíritu vuelve a pegar un bote, y unas llamas frías rozan delicadamente la nariz del príncipe.
—Todavía tengo a alguien a quien amo en este mundo.
—…
Xie Lian aprieta los labios con fuerza para mantener a raya una respuesta emocional.
—Ya veo. ¿Es tu esposa?
—Nunca nos llegamos a casar —responde la voz, sin vacilar. —De hecho… no estoy seguro si sabía cuáles eran mis verdaderos sentimientos.
El dios alza una ceja, escéptico.
¿Con ese tipo de devoción? ¿Capaz de seguir en este mundo, incluso con esta forma debilitada?
¿Cómo de ciego hay que estar para no darse cuenta?
—¿Cómo es eso posible?
¿Quién pelearía tanto para permanecer aquí por alguien que ni se dio cuenta de lo mucho que le importaba?
¿Cómo de bella tiene que ser esa persona?
La llama se tambalea durante un momento, alejándose tímidamente de la mano de Xie Lian, casi con vergüenza.
—No… no sabía cómo decírselo, Dianxia —susurra la voz —. Tenía miedo.
Ah.
Xie Lian siente que el pecho le empieza a doler.
Vuelve a traer al fuego hacia sí mismo, sin preocuparse por el frío.
—Te entiendo —responde, y nunca ha sido tan sincero en su vida.
Él cometió ese error una y otra vez. A veces, cree que, si sus roles se hubiesen cambiado, él también se habría convertido en un fuego fatuo.
Xie Lian no habría podido dejar solo a Hong-er. Incluso si…
Incluso después de ser demasiado cobarde como para mostrar sus sentimientos al joven. O cuán profundos estos eran.
Tras tomar un momento para tranquilizarse, logra preguntar:
—Entonces, ¿cuál es tu deseo?
Si tuviese una respuesta simple, no debería resultar mucho problema, pero…
—Quiero protegerle.
Xie Lian no puede ayudarle con eso. Nadie puede.
No se puede proteger a nadie en este mundo. Ha aprendido esa lección una y otra vez.
—Pero… ya no perteneces a este mundo —susurra.
—¿Y qué?
Los labios de Xie Lian se elevan involuntariamente.
Sabe que no es él. De verdad.
Pero Xie Lian ha sentido ecos de su personalidad varias veces mientras hablaba con este espíritu. Pequeños recuerdos que duelen tanto como le hacen sonreír.
(Sinvergüenza)
—Si te quedas, no podrás descansar en paz —remarca con delicadeza.
—Entonces rezo para nunca descansar en paz.
A Xie Lian le tiemblan los labios, y no parece saber si quiere reír o llorar.
Se siente así cada vez más a menudo.
—Si la persona a quien amas supiese que no puedes descansar en paz por ella… a lo mejor se sentiría culpable. —vuelve a intentar, en vano.
El espíritu no parece muy perturbado.
—Entonces, no dejaré que sepa la razón por la que no me he ido.
Qué infantil. Hace que parezca tan fácil…
—… Cualquiera se daría cuenta de algo así antes o después —remarca Xie Lian.
Es imposible que alguien esté tan ciego.
Cuando el espíritu responde lo hace con una voz seca, casi sarcástica, como si lo hubiese murmurado en voz baja, sin intención de que el dios lo escuchase de verdad.
—Te sorprendería.
Xie Lian se detiene y alza una ceja, pero el fuego continúa como si no hubiese dicho nada.
—Entonces tampoco le dejaré enterarse de que le estoy protegiendo.
—…
Incluso ahora que sabe que este no es el chico al que amaba… Xie Lian no puede evitar emocionarse por una devoción tan profunda y sincera. Pero…
Está claro que este hombre murió joven. En estos tiempos, tuvo que ser o por la guerra o la peste. Y Xie Lian es responsable de ambas.
Además, visto lo amigable que el espíritu es hacia él, lo rápido que le reconoció… seguro que era de Xianle.
—… La guerra te alejó de la persona que amas. Siento no haber ganado —susurra.
Las palabras tañen con finalidad, pues el príncipe sabe que son verdad.
Había olvidado cómo era sentir esta culpa. Hong-er hacía que fuese mucho más fácil vivir con ella. El fuego fatuo se aprieta contra Xie Lian, acurrucándose contra su mejilla.
Los truenos retumban.
—Morir por usted es mi mayor honor.
Los labios de Xie Lian tiemblan una vez más.
Esa frase era la que se gritaba con ánimo una y otra vez en el ejército, para inculcar esas palabras en la mente de los jóvenes enviados a pelear por Xianle.
Morir en el campo de batalla por el príncipe heredero es el mayor honor para un soldado de Xianle.
Ahora parece tan vergonzoso, el enseñar tal cosa a chicos que no eran más que niños. Como si pudiesen comprender lo que la muerte significaba.
Sin embargo, Xie Lian no se da cuenta de que el espíritu no ha dicho nada sobre morir en la batalla, solo que murió por él.
Son dos cosas muy diferentes.
Cuando Xie Lian deduce lo que le ha dicho el espíritu, sus ojos se inundan de lágrimas. Uno podría pensar que ya no le quedarían, pero siempre parece encontrar más.
—Lo siento —dice con voz pastosa, mientras suelta al espíritu—, olvídate de mí.
Siente una llamarada fría cerca de su cara.
—Su alteza, no le olvidaré.
Xie Lian no le cree demasiado. El mundo tiene muy mala memoria para las cosas bellas y resplandecientes.
Eso es todo lo que él fue. Un objeto bello e inalcanzable. Y en el instante que dejó de brillar tanto, le dejaron de lado.
Todos le olvidarán.
—Siempre seré su creyente más devoto.
Esa frase hace que Xie Lian retroceda bruscamente, arrastrándose con dificultad hasta que sus hombros chocan contra los pilares del puente.
—…No —murmura mientras niega con la cabeza —, lo siento, pero no lo eres.
El fuego flota hacia él.
—Sí lo soy.
Xie Lian se encoge sobre sí mismo. Sus manos tiemblan, agarrando con fuerza el saquito que cuelga de su cuello.
—Mi… mi creyente más devoto… —Su voz es muy frágil.
Xie Lian recuerda el tiempo en el que, cuando hablaba, el mundo entero se detenía para escucharle. Ahora, apenas puede elevar su voz sobre la lluvia.
Se encorva hacia delante, sujetando a Hong-er.
El sollozo que se desgarra de sus entrañas viene de un lugar tan profundo que el mismo sonido hace que le duelan los oídos.
—Se ha ido —dice Xie Lian con voz rota, mientras las lágrimas corren por sus mejillas.
El fuego fatuo intenta entrar en el círculo de sus brazos, intenta apoyarse contra él, pero el dios no lo permite.
Se abraza a sí mismo con más fuerza, se encoge mientras le da la espalda al espíritu, temblando sin parar. Cuando la voz vuelve a hablar, se le nota claramente angustiada.
—YO soy su seguidor más devoto, Dianxia.
El pelo de Xie Lian da latigazos con la fuerza con la que niega con la cabeza, incapaz de aceptar tal cosa.
—¡No!
Y, aunque pudiese aceptarlo…
Nadie podría reemplazar a Hong-er. Ni ahora, ni NUNCA.
El fuego fatuo es tan tozudo, repitiéndolo una y otra vez, que Xie Lian ya no puede aguantar más. Así que le escupe una pregunta de la que ya sabe la respuesta.
—¿Eres Hong-er?
Silencio.
La sonrisa de Xie Lian no es alegre. Ya nunca lo es. Eso se acabó.
—Entonces no lo eres —murmura mientras niega con la cabeza—. Y deberías olvidarme.
—No lo haré.
El joven dios hace rechinar sus dientes, y sigue temblando, pero esta vez es de frustración.
—La gente que cree en mí… —Xie Lian alza el saquito en una mano que tiembla de lo fuerte que la está agarrando —¡Acaban ASÍ! —grita—. O se olvidan de mí, o mueren solos, en dolor… ¡y ni siquiera puedo PROTEGERLOS!
Los truenos vuelven a retumbar, aún más fuerte que antes.
Durante un momento, solo hay silencio, y Xie Lian empieza a preguntarse si a lo mejor ha conseguido asustar suficiente al espíritu para que se vaya. Eso será probablemente lo mejor para ambos, él…
—Bueno, Dianxia no se tendrá que preocupar por que yo me muera. —El tono de voz es, una vez más, seco… pero juguetón.
¿Él…?
A pesar de todo, a Xie Lian se le escapa una carcajada.
—¡Yo… Tú! —Entonces, se controla a sí mismo y gira la cabeza a otro lado, sintiéndose como un niño rencoroso que no permite que le hagan reír tras un disgusto.
No quiere reírse. No quiere que le reconforten.
—¡Cállate!
Guarda a Hong-er dentro de su camisa, volviendo a agachar la cabeza.
—Me olvidarás… o acabarás destruido… ¡Así que márchate ya!
La voz ya no es tan juguetona y, aunque el fuego no le vuelve a tocar, tampoco se aleja de él.
—No lo haré.
Xie Lian comienza a sollozar silenciosamente.
—Lo harás —dice de forma entrecortada.
Solo había una persona que pensaba que todo esto merecía la pena. Que Xie Lian merecía la pena.
Y ya no está aquí.
Xie Lian le falló. De la misma manera que ha fallado a todos los demás.
El fuego fatuo sobrevuela sobre su cabeza, como si ahora tuviese miedo de tocarle y, cuando vuelve a hablar, ya no es tan tozudo y creído. Su voz es suplicante, con un deje de desesperación casi familiar.
—¡Dianxia, créame!
El frío roza su pelo, y Xie Lian se sobresalta.
La voz es mucho más pequeña ahora, e insoportablemente triste.
—… Por favor, créeme —suplica, y Xie Lian no puede ver cómo tiembla, cómo su llama pierde intensidad cuando el dios se deja caer al suelo, acurrucado en una bola pequeña y tiritante.
—… No te creo —susurra el dios. No puede hacerlo.
Ni siquiera cree en sí mismo.
-o-
Le lleva meses, pero consigue encontrar a su familia.
O, técnicamente, su familia le encuentra a él.
Xie Lian está sentado en la cuneta del camino, dando mordiscos lentos y reticentes a un bollo que empieza a estar enmohecido. Con toda sinceridad, es horrible, pero…
La última vez que comió algo fue hace cuatro días.
De vez en cuando escucha pasos, o algún carro tirado por bueyes. Hay un pueblo a dos kilómetros camino abajo. Nadie le molesta y, si espera lo suficiente, le suelen tirar un par de monedas, o le ofrecen viajar en su carro.
De repente siente una presión en el hombro y escucha las palabras:
—¡¿Su alteza?!
Está tan acostumbrado a ese espíritu incansable que gira la cabeza bruscamente, listo para escupir un gruñido de ‘¡lárgate ya!’ pero…
Conoce esa voz.
— …— Le tiemblan los labios—… ¿Feng Xin?
La mano sobre su hombro es fuerte y cálida, y, cuando vuelve a escuchar su voz, el pecho de Xie Lian se desborda por las emociones abrumadoras.
—Soy yo, su alteza.
Alivio, consuelo, seguridad.
Por dios, es… de verdad es él.
Han pasado casi dos años desde la última vez que se vieron el uno al otro, y el guardia se asusta al ver cuánto ha cambiado el príncipe durante ese tiempo.
Está tan delgado y pálido… con el pelo suelto y descuidado. Es casi irreconocible de quién solía ser, pero…
Eso no es lo más sorprendente.
Xie Lian nunca fue tan rígido como el rey o tan alejado como la reina. Era amable, empático… pero siempre tenía un nivel de decoro alrededor suyo. Un aire de confianza en sí mismo del que presumen los que nacen a la realeza.
Ahora, el joven se lanza a los brazos de Feng Xin, aguantando las lágrimas.
—Estás bien —susurra, abrazándole tan fuerte que su amigo deja escapar un gruñido de dolor.
—Claro- claro que estoy bien, su alteza, pero… ¡está olvidando su fuerza!
Ah, claro. No ha tocado a nadie vivo desde…
La sonrisa de Xie Lian pierde intensidad, y sus brazos se aflojan.
Feng Xin se inclina hacia atrás para ver mejor la cara del príncipe, y cuando lo hace, frunce el ceño.
—… ¿Qué le ha pasado aquí? —murmura, presionando delicadamente un moratón debajo del ojo derecho de Xie Lian.
El dios reflexiona, entrecerrando los ojos.
—Creo… debe ser de cuando me robaron ayer.
Bueno, ‘robar’ siendo un término general. Lo que hicieron fue vapulearle un poco y llevarse la comida que había conseguido encontrar…
(Siendo esa la razón por la cual estaba suficientemente desesperado para comer un bollo de carne enmohecido).
—¡¿Le robaron?!
Feng Xin suena casi estupefacto… y enfurecido.
—¡¿Quién robaría a una persona ciega?!
—… —Xie Lian resopla con cansancio, y dice con voz seca: —Te sorprendería.
Ha sucedido más de una vez.
Feng Xin se detiene… y frunce el ceño.
No puede recordar a su amigo sonar tan… amargo. Absolutamente cínico.
En vez de tantear la extensión del moratón, ahora su mano acaricia la mejilla de Xie Lian, apartándole con suavidad el pelo de la cara y colocándolo detrás de su oreja.
Para Xie Lian, a quien ya le robaron un sentido, ha sido… difícil… soportar tanto tiempo sin el tacto de otra persona.
El único tipo de contacto que ha tenido desde aquella noche con Hong-er ha sido el frío roce del fuego fatuo contra su piel, o la sensación de un puño estrellándose contra él.
Así que esto… esta pequeña muestra de afecto físico hace que el príncipe no pierda un segundo en acurrucarse contra esa mano, tembloroso.
Feng Xin frunce el ceño, intentando comprender este cambio de comportamiento.
—¿Qué…? ¡AY!
Se aparta de repente de Xie Lian, lanzando una mirada asesina a su alrededor… y el príncipe se queda ahí sentado, intentando comprender lo que está pasando.
—¡¿Feng Xin?!
—Estoy bien, estoy bien. Es solo que… —Se frota la cabeza—. Un fuego fatuo acaba de estamparse contra mí.
El antiguo oficial echa un vistazo hasta que encuentra la criatura, mirándole de mal humor, y Xie Lian suspira.
—Ah… no te preocupes por él.
Feng Xin mira airadamente a la llama verde que flota a una pequeña distancia de él.
—¿Por qué?
—No te hará daño —suspira Xie Lian.
—… Pues no será por falta de intentarlo —refunfuña Feng Xin, sin dejar de frotarse la cabeza.
El fuego se acerca a la cabeza de Xie Lian, y Feng Xin jura que la manera en la que da brincos en el aire parece burlona.
—Pervertido.
Los ojos del oficial se ponen como platos, y alarga la mano rápidamente para atrapar al espíritu.
—¡Pequeño– !
La expresión de Xie Lian cambia por completo en cuanto siente a su amigo intentar agarrar al fuego fatuo.
Acerca el pequeño fueguito a sí mismo con una mano, y aparta el brazo de Feng Xin de un manotazo con la otra.
—¡No le hagas daño!
—… — El guarda se le queda mirando— … Su Alteza…
Este observa la rápida respiración del príncipe, la fuerza con la que está sujetando al fueguito… y el hecho de que el espíritu parece estar perfectamente satisfecho con su situación, pese a que Xie Lian lo podría aplastar en cualquier momento.
—… ¿Se ha ENCARIÑADO de esa cosa?
—… Es que… —Xie Lian tose, enjaulando la pequeña llama entre sus brazos. El frío le solía molestar, pero cada vez hace más calor, y Xie Lian se ha acostumbrado.
—Es molesto y tozudo y estúpido, pero… él es solo…
Feng Xin le mira como si hubiese perdido la olla.
—… un chiquillo travieso —termina Xie Lian, asintiendo con seriedad.
No puede ver la cara de Feng Xin, pero sí puede escuchar su incredulidad.
—… Su Alteza…
Xie Lian murmura mientras acaricia el fuego fatuo de manera despistada, como si ese bicho raro estuviese asustado DE VERDAD.
—¿Hmm?
—… ¿Ha estado bebiendo?
Es difícil discernir la expresión de Xie Lian cuando tiene la cara tan cubierta, pero cuando Feng Xin le observa con más detenimiento, puede ver la forma de una sonrisa incómoda tras la venda de seda que tapa la parte inferior de su cara.
—Ah… no… ¿no intencionadamente?
Feng Xin se inclina hacia delante y olfatea, y definitivamente hay un poco de alcohol impregnando el cuerpo del dios.
—¿Qué se supone que significa eso?
La sonrisa de Xie Lian ya no es incómoda, sino amarga. Su voz también.
—No puedo rechazar lo que me dan, Feng Xin.
Los primeros incidentes fueron bromas crueles. Dale un vaso de licor a un hombre ciego y dile que es agua para ver cómo se atraganta. Xie Lian tenía tanta sed que no se paró a oler lo que contenía, y eso es lo que pasó.
Hong-er pilló a alguien intentando hacerle eso hace unos meses. Le rompió la nariz al hombre, incluso cuando Xie Lian intentó reírse del asunto, diciendo que no pasaba nada.
Xie Lian todavía recuerda su sorpresa ante la fuerza con la que la mano del chico le agarró la muñeca, impidiendo que se llevase la copa a sus labios.
El dios no podría decirte por qué siente calor cuando se acuerda de ese momento.
Lo único que sabe es que recordar al adolescente le llena el corazón de un dolor sordo y desgraciado.
Hasta ahora, Xie Lian no había necesitado llorar por alguien. El dolor es… un proceso formativo. Es parecido a tener un hueso roto. Está bien cuando no piensa en ello. Cuando no lo mueve demasiado.
Pero cuando recuerda a Hong-er, cuando piensa en todo lo que amaba de él, es… El dolor a veces es tan brusco que le asusta. Aun así, prometió que nunca le olvidaría, así que…
—¿Y qué pasa con tu cultivación?
El príncipe mira hacia arriba, recordando de repente de que estaba en medio de una conversación. Ya no está acostumbrado a hablar con nadie… le falta práctica.
—¿Qué?
Feng Xin frunce el ceño.
—Si has estado bebiendo… ¿cómo se supone que vas a cultivar adecuadamente?
No es tan fácil ignorar ese detalle con Feng Xin que con cualquier otro, él es el mejor amigo de Xie Lian, al fin y al cabo… y practican el mismo método.
El príncipe hace una mueca.
En ningún momento ha dicho que esté bebiendo con regularidad, ni siquiera lo ha insinuado, pero…
Feng Xin parece deducir que hay más probabilidades de que le den licor antes que agua. Al fin y al cabo… todavía se están recuperando de una sequía.
(Un tema amargo, obviamente.)
—Yo… eh…
Xie Lian no tiene valor para admitir la verdad: que ni siquiera ha pensado en su cultivación. No lo ha hecho en meses.
Cuando se separaron, la idea era que Xie Lian se concentrase exclusivamente en eso. De lo contrario, Feng Xin nunca lo hubiese permitido.
Para ser exactos, Xie Lian sí que tenía intención de cultivar, es solo que…
Ni se imaginaba lo difícil que iba a ser, estando completamente solo. Y cuando estaba con Hong-er, él…
—He… cambiado de método de cultivación —murmura mientras se frota la mejilla—. El alcohol ya no es un factor.
Feng Xin alza una ceja.
—¿Y qué método está practicando ahora?
—… —El mentón de Xie Lian baja aún más, y balbucea algo en voz baja.
(El método de la «improvisación»)
Su amigo se inclina hacia él.
—¿Qué ha dicho?
El fuego fatuo se lanza repentinamente desde los brazos de Xie Lian. Es tan brusco que Feng Xin no tiene oportunidad de reaccionar antes de que se le estampe en la frente con una fuerza sorprendente, haciendo que el oficial junior se despatarre hacia atrás.
—¡Ha dicho que no te metas en sus asuntos!
Xie Lian observa la escena. (Bueno, más bien mira hacia esa dirección).
—… Eso no es lo que he dicho —murmura, algo despistado, alargando el brazo para volver a sujetar al fuego fatuo cuando siente que Feng Xin se lanza a por él.
—¡Te he dicho que no le hagas daño!
Feng Xin le lanza una mirada asesina al espíritu, una marca roja formándose en su frente.
—¡Esa cosa es un PELIGRO!
—Lo está pasando mal —murmura Xie Lian.
—¡¿Y por qué?!
—Ay, no sé —responde el dios, sarcástico—. ¿A lo mejor porque está muerto?
Eso hace que Feng Xin se calle de inmediato, con las mejillas ligeramente coloradas, y el fuego fatuo tiembla entre los brazos de Xie Lian…
… como si se estuviera riendo de él.
—¡Eso no es una excusa para hacer placajes a la gente!
—Él ni siquiera tiene un cuerpo —le recuerda amablemente Xie Lian. —Y tú eres el más mayor.
Y ahora Feng Xin se siente como un niño siendo regañado.
—Si quieres pelear con alguien, métete con alguien de tu tamaño.
Xie Lian lo dice de manera cordial, pero lo que implica está claro: si Feng Xin de verdad quisiese hacer daño al espíritu, tendrá que pasar por Xie Lian.
Y, bueno…
Siempre solían bromear que el príncipe podría acabar con un batallón entero con los ojos vendados y una mano atada… pero la realidad es que no había nada de comedia en esa afirmación.
E, incluso ahora, Xie Lian todavía tiene ambas manos.
—… No le molestaré si él no me molesta a mí —gruñe Feng Xin mientras cruza los brazos y, para su disgusto… Xie Lian está acariciando al pequeño espíritu.
—Sé bueno —le murmura, con un tono de voz algo estricto.
Y por la manera en la que el fuego flota de arriba abajo… parece que está asintiendo.
Xie Lian sonríe, mirando hacia arriba.
—No te hará daño.
Feng Xin parece dudoso de esa afirmación, volviendo a cruzar los brazos, pero… suspira, echando un vistazo a Xie Lian.
—¿Qué–?
Antes de que pueda preguntar, el príncipe le interrumpe.
—¿Puedes llevarme con mis padres? —murmura—. ¿Se encuentran bien?
Feng Xin deja escapar un suspiro.
—… Sí—dice en voz baja mientras se pone de pie y toma la mano de Xie Lian para ayudarle a levantarse—. Puedo llevarle hasta ellos.
La sensación de otra mano contra la suya le sorprende y hace que se detenga durante un momento. Ha pasado…
Traga con dificultad, y permite que Feng Xin le ayude a levantarse… Ha pasado tanto tiempo.
Su mano es más grande que la de Xie Lian, cálida, y sus dedos son un poco más ásperos que los suyos, pero… No son las mismas manos que le solían ayudar antes.
El fuego fatuo flota detrás de ellos mientras andan, y Xie Lian no puede verlo, pero…
Tiene un aire abatido.
Feng Xin no es un mal guía (aunque tampoco es que Xie Lian tenga mucho con lo que comparar). No permite que el príncipe se caiga, siempre le estabiliza en cada tropiezo, pero…
Xie Lian se da cuenta ahora de lo cuidadoso que era Hong-er.
Siempre le sujetaba con delicadeza por la muñeca y el codo, siempre observaba con atención el camino para evitar posibles obstáculos, avisando al príncipe cuándo había que pasar por encima de cada uno de ellos. Y si aun así Xie Lian se tropezaba, Hong-er le atrapaba con los dos brazos antes de que el peso de Xie Lian se desestabilizase lo más mínimo.
Feng Xin también es atento, pero no se le da tan bien la delicadeza. Cuando impide que Xie Lian se caiga al tropezarse, agarra su muñeca tan fuerte que le deja moratones, a veces la tuerce sin querer…
Todo esto hace que Xie Lian parezca desagradecido. No lo es. Es que… Xie Lian solo echa de menos a su… su…
A su Hong-er. Eso es todo.
El profundo silencio del príncipe no ha escapado la atención de Feng Xin, ni por asomo. Así que, con cuidado, empieza a preguntar lo que tenía en mente antes.
—¿Su alteza?
—… ¿Hmm?
—¿Qué…? —Feng Xin le echa un vistazo rápido, —¿Qué ocurrió mientras estuvo fuera?
—…
Xie Lian siente alivio y da las gracias por la venda de seda que le cubre la cara, ya que esconde el temblor de sus labios.
—Estuve… en uno de mis templos —murmura— en el norte.
Eso no es todo. Feng Xin se da cuenta de eso.
No es que Xie Lian fuese vanidoso en el pasado. Él… a veces sí que tenía momentos de vanidad, pero siempre estaba dispuesto a mancharse las manos si la situación lo requería.
Sin embargo, ahora mismo, el príncipe de Feng Xin parece haber olvidado por completo lo que solía ser. No habla de la misma manera, su personalidad ha… cambiado.
—¿Qué sucedió mientras estuvo allí? —La voz de Feng Xin no suele ser suave, pero siempre lo es para él. Puede que «paciente» sea más adecuado… de cualquier manera, Xie Lian siempre sabe que puede tomarse su tiempo para responder.
Y sí que le lleva tiempo. Varios minutos de andar en silencio… pero Feng Xin no vuelve a preguntar. Sabe que su príncipe está pensando en ello.
—… Conocí a alguien… muy especial para mí —explica Xie Lian cuidadosamente—. Y… acabamos estando muy unidos.
Los ojos de Feng Xin se abren de la sorpresa.
Que Xie Lian haya conseguido acercarse a alguien no es algo insignificante. Esa era la parte de Mu Qing…
(Le rechinan los dientes, solo por pensar en ese nombre).
Esa era la parte de Mu Qing que siempre exasperaba a Feng Xin. Siempre estaba demasiado absorto consigo mismo como para comprender la situación.
Xie Lian es amable. Siempre ha tenido un carácter agradable, pero la gente suele confundirlo con un carácter abierto, cuando no lo es. Le criaron para entender que todos estaban debajo de él, Mu Qing sí que tenía razón en cuanto a eso, pero…
También le criaron para entender que la gente siempre querrá algo de él. No era común que Xie Lian bajase la guardia. Y como su guardián- no, como su mejor amigo- Feng Xin tampoco lo hizo. Menos aún.
Tomar a Mu Qing bajo su ala fue una gran excepción.
Le llevó tiempo, pero en cuanto empezó a ver al chico que comenzó como un simple sirviente como un compañero de verdad… su admiración y respeto hacia Mu Qing eran obvios. Bueno, obvios para todo el mundo, menos para el hombre en cuestión.
Y pasaron años, hasta llegar a ese punto.
Así que es chocante pensar que alguien pudo acercarse tanto a él, tan rápido, especialmente cuando Xie Lian se encontraba en un estado tan vulnerable.
—… ¿Dónde está ahora? —pregunta Feng Xin, y esta vez el silencio se alarga de tal manera que parece que nunca acabará.
Dura tanto que vuelve a mirar a Xie Lian, y ahora se fija en la cuerda de cuero alrededor del cuello del príncipe, en la pequeña bolsa que cuelga de ella, y alarga la mano hacia ella sin pensar.
—¿Qué es…?
Xie Lian se zafa de su agarre y sujeta fuertemente el saquito con las dos manos.
No habla, y su respiración es rápida y poco profunda, a la par con los temblores de sus hombros.
No puede-
No puede dejar que nadie le vuelva a tocar. Nunca… nunca más.
Feng Xin espera en silencio a que el príncipe se tranquilice, algo que hace con dificultades.
La respuesta a su pregunta está clara.
En una muestra poco frecuente de perspicacia, no le pregunta nada más.
No le lleva inmediatamente a ver al Rey y a la Reina, ya que verle en este estado solo serviría para entristecerles. Así que, antes de eso, le lleva a un riachuelo de montaña cerca de su escondite, un lugar limpio y con privacidad.
El fuego fatuo huye a esconderse detrás de un árbol en cuanto Feng Xin empieza el proceso de ayudar a Xie Lian a desvestirse.
Feng Xin lo sigue con la mirada mientras ayuda a su amigo a bañarse.
—… Debe de ser el espíritu más raro que he visto en mi vida. —murmura el guardia.
Xie Lian no expresa su desacuerdo… pero la sonrisa que adorna su cara es demasiado afectuosa como para intentar negar que se ha encariñado.
—Es… único.
—¿Por qué está tan obsesionado con usted?
—… Creo que obsesionado es una palabra demasiado fuerte —dice Xie Lian frunciendo el ceño, pero… Feng Xin la encuentra bastante apropiada.
Finalmente, se encoje de hombros.
—Fue… uno de mis creyentes, cuando aún vivía.
—…
Feng Xin se centra en enjabonarle el pelo, soltando un gruñido como única respuesta. Sin embargo, es un poco más agradable hacia al pequeño fueguito después de escuchar aquello.
Tiene problemas a la hora de peinar a Xie Lian, ya que, al fin y al cabo, el príncipe tiene muchísimo pelo.
Finalmente tiene que conformarse con el único peinado que controla: una coleta alta y prieta. No le queda nada mal, al contrario, y además hace que Feng Xin se acuerde de cuando todavía eran niños, entrenando bajo su Guoshi en el Monte Taicang.
Hace que parezca más joven. Más suave.
(Si todavía fueran esos niños, Xie Lian se hubiese quejado de que el peso del pelo le tiraba de la cabeza, de que Feng Xin tiraba demasiado, pero… ha echado demasiado de menos a su amigo como para quejarse).
Por fin, pregunta sobre Mu Qing… y la respuesta de Feng Xin es vacilante.
—… Se marchó, su alteza. Poco después de usted —murmura Feng Xin mientras ayuda a Xie Lian a ponerse unas túnicas nuevas. Son de su amigo y demasiado grandes para él, pero…
Hacía meses que no se sentía tan limpio. Tan cuidado.
Xie Lian reflexiona sobre esa revelación en silencio.
—… ¿Dijo por qué?
Feng Xin mira la forma de la espalda del príncipe, deseando poder leerle como lo hacía antes. Ahora tiene algo que le hace parecer una página en blanco.
Aun así, Feng Xin sigue siendo honesto, como siempre.
—No creía que quedarse iba a hacer bien a nadie —murmura.
Es exactamente lo que Mu Qing dijo aquel día… pero Feng Xin no lo ha descrito así hasta ahora. Normalmente es… menos generoso.
—… Ya veo —murmura Xie Lian, y sus hombros están ahora un poco más firmes… aunque su voz suene complicada, lidiando con varias emociones a la vez.
—Eso es… bueno.
Feng Xin le mira fijamente, incapaz de comprender cómo eso puede ser algo bueno.
—… ¿De verdad?
Xie Lian asiente y recoge la bolsita. La había dejado en la orilla del río mientras se bañaba, habiendo memorizado el lugar, y se le hace más fácil respirar en cuanto siente a Hong-er contra su pecho.
No explica por qué, no se atreve a hacerlo, pero…
Al menos… así estará más a salvo.
Incluso una vez vestido, se nota lo delgado que está… pero aun así se le ve más presentable que cuando lo encontró Feng Xin.
Y, entonces, hace algo extraño. Extraño por ser él.
Coge a Feng Xin de la mano.
El joven se detiene, medio convencido de que Xie Lian solo quiere retomar el camino, siendo esta la manera de pedirle a Feng Xin que le guíe, pero…
Xie Lian todavía no se ha movido, y tiene la cabeza gacha.
—¿Les… les estabas cuidando todo este tiempo, solo?
Feng Xin asiente con la cabeza, un movimiento rígido… hasta que recuerda de que tiene que contestar verbalmente.
—… Sí, su alteza.
Xie Lian le aprieta la mano con tanta fuerza que es casi doloroso.
—… Ay, Feng Xin —murmura con voz pesada y afligida—, lo siento mucho.
Su amigo se detiene brevemente, sin saber cómo responder y… sorprendido.
No es algo en lo que Xie Lian hubiese pensado antes. Ni mucho menos disculparse por ello. Pues claro que Feng Xin se quedó, incluso cuando Mu Qing se fue.
Esas eran sus órdenes. Así de sencillo.
Y, a lo mejor, si no hubiese vivido este último año, Xie Lian tampoco hubiese pensado en ello de esa manera.
No hubiese sabido lo que es estar solo, cuando todos los demás te han abandonado. Lo que es sentirse olvidado.
Xie Lian pasó tanto tiempo preocupándose por el futuro de Hong-er, peleándose con el sentimiento de culpa al pensar que se lo había robado: sabía que el chico le seguiría hasta el fin del mundo si Xie Lian no se lo impedía.
Ahora, se da cuenta de que nunca había pensado en el futuro de Feng Xin.
Fue seleccionado y entrenado para su prestigiosa posición en la casa real desde la niñez. Los futuros de ambos siempre habían estado muy entrelazados.
Xie Lian le iba a dar tantas cosas, que este nunca le dio muchas vueltas a todo lo que Feng Xin hacía por él.
Pero eso ya no va a pasar.
Xie Lian no le puede dar a Feng Xin absolutamente nada.
El príncipe calla durante todo el camino de vuelta.
Lo único que él es ahora es una carga hacia la cual Feng Xin siente demasiada lealtad como para abandonar. Y Xie Lian sabe que, si hubiese aprendido la lección… haría que su amigo se marchase. Antes de que vuelva esa cosa. Antes de que Xie Lian esté gateando por el bosque, llamándole a gritos.
Antes de que Xie Lian se encuentre delante de su pira funeraria.
Cuando finalmente llega hasta sus padres, fuerza una sonrisa. Objeta, recatado, cuando su madre se queja de lo delgado que está ahora. Traga con dificultades lo que la reina ha… “cocinado”.
Es difícil para ellos verle de esta manera y… aunque Xie Lian no puede “verlos”, exactamente… tampoco es fácil para él.
Puede oír un ligero silbido cuando su padre respira… y un débil burbujeo en sus pulmones. Cuando le pregunta a Feng Xin sobre ello, este le dice que lleva así bastante tiempo. Cuando le pregunta a su padre, el hombre hace una mueca y gruñe algo sobre que, comparado con lo que le está pasando a Xie Lian, una tos no es nada.
No está seguro si con eso el rey quiere decir ‘Preocúpate por ti, no por mí’ o ‘tú eres el que es débil’.
Más tarde, cuando el hombre ya se ha ido a la cama y Feng Xin está ocupado fregando los platos de la cena, Xie Lian se encuentra a sí mismo sentado junto a su madre, con la mejilla apoyada en su hombro mientras esta le acaricia la espalda, cardando con suavidad la mano por su cabello.
—Mi dulce niño… —murmura—. Te he echado tanto de menos…
La última vez que alguien abrazó a Xie Lian de esta manera, fueron los brazos de Hong-er. Estos tienen una familiaridad suave, maternal. Es un sentimiento que le reconforta, pero…
Por dios, cuánto echa de menos lo que ha perdido.
—… Siento mucho haberme ido tanto tiempo —susurra.
La reina no le hace sentirse culpable por ello. A no ser que Xie Lian se peleara con su padre, nunca le hizo que se sintiese arrepentido por nada.
Su suave palma le acuna la mejilla, acariciando el pómulo amoratado… pero tampoco habla sobre eso.
Sin embargo, sí que tiene una pregunta.
—Algo te está haciendo daño —murmura—, más que antes.
Y, antes, era difícil imaginar que algo le fuese a doler más que la vergüenza del fracaso. Del exilio.
Por aquel entonces, Xie Lian no tenía ni idea.
Se muerde el labio.
—… Amé a alguien.
Es la primera vez que lo admite a otra persona.
Xie Lian no le dice lo que eso significa exactamente. Cree que nunca querrá que ella conozca esa parte de su ser. Pero el tono desgarrado de sus palabras es suficiente para comunicar el profundo dolor que siente.
Su madre le abraza aún más fuerte cuando escucha su voz quebrarse:
—Y… murió.
Él no dice nada más sobre el tema… pero, cuando las yemas de sus dedos acarician la tela desgastada, ella es la única persona que tiene permiso, ahora y para siempre, de tocar el saquito que cuelga de su cuello.
—… ¿Estuvo contigo, mientras estabas fuera?
Xie Lian asiente con la cabeza.
—Me cuidó —dice con voz espesa.
La reina mira al saquito durante un largo instante, antes de preguntar:
—¿Cuál era su nombre?
Parece que han pasado siglos desde la última vez que lo dijo en alto.
—… Hong-er —susurra.
Su madre da un pequeño apretón afectuoso a la bolsita.
—Gracias, Hong-er.
Esa noche, pregunta a Feng Xin con voz llena de vergüenza si puede dormir en la misma habitación que él. Solían hacer eso, cuando eran niños… (Xie Lian siempre fue un cobarde, con respecto a sus pesadillas).
… Feng Xin tampoco protesta ahora, preparándose cómodamente un hueco en el suelo frente a la puerta.
Puede que sea algo reconfortante no estar solo, pero… Xie Lian se da cuenta en ese momento de lo diferente que esto es a que alguien duerma a su lado en la cama.
Es más frío.
Se despierta varias veces a lo largo de la noche, solamente para asegurarse que su amigo sigue ahí. Que no se ha escabullido en la oscuridad. Que no está gritando de dolor en algún lugar, mientras Xie Lian duerme tranquilamente.
Xie Lian no tiene una palabra para describir este sentimiento.
Este terror, constante y recurrente, del que parece no conseguir escapar. Siempre intenta adelantarlo, ser más rápido, para no tener tanto miedo, pero…
Pero Xie Lian siempre tiene miedo. Es fácil, cuando has visto todo lo que el mundo puede hacer.
Cuando Mu Qing viene a visitarles, unos meses más tarde, se sorprende ante la ausencia de malas palabras por parte del príncipe, y no confía en ellas, por lo menos al principio.
También le pregunta a Xie Lian sobre el tiempo en el que estuvo solo… pero su pregunta va al grano.
Cuando escucha que Xie Lian conoció a alguien, y que le perdió, simplemente pregunta:
—¿Estabas enamorado de él?
“Enamorado de él”.
Xie Lian siempre supo que Mu Qing sospechaba de él, pero…
No se muestra disgustado, ahora. No de la misma manera que antes.
Xie Lian se abraza a sí mismo con más fuerza.
—… No lo sé —murmura, deseando… que hubiesen tenido más tiempo. Que hubiese tenido la oportunidad de ver crecer aún más a Hong-er.
Si Hong-er pudiese haber conocido a Xie Lian cuando las cosas aún seguían…
—Creo… creo que sí —admite.
(Más tarde, se dará cuenta de que contárselo a Mu Qing fue un error).
Notes:
:)))))))))
Mil gracias otra vez a Marta y Elisabet por la betasión!
Y los comentarios que dejáis por aquí me dan la vida lo digo muy en serio.
Chapter 5: Todo lo que es un espíritu
Summary:
—… ¿Había hecho esto alguna vez, su alteza?
Xie Lian niega con vehemencia, todavía temblando por la vergüenza.
—No —susurra con voz seca y rota—. Nunca.
—…
Un oficial le da unas palmaditas en la espalda, casi con amabilidad.
—No se preocupe, su alteza.
Xie Lian tirita, encogiéndose sobre sí mismo.
—No se lo contaremos a nadie.
Notes:
TW// de este capítulo:
No ocurre ninguna agresión sexual, pero sí que hay momentos que pueden incomodar a gente con trauma relacionado a AS. También hay menciones negativas del trabajo sexual, pero no reflejan los sentimientos de le autore en cuanto al Trabajo Sexual, sino que son más bien un reflejo del maltrato histórico hacia los y las trabajadores sexuales.
Pueden encontrarme (y a este fic) en twitter en @cataclysmicevie
¡Gracias!
Evie.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El paso del tiempo no cura las heridas. Ya no. Ahora es algo que se arrastra con lentitud… y Xie Lian no está mejorando, sino que está aprendiendo a fingir.
Nadie dice palabra alguna sobre un hombre enlutado, o sobre las maldiciones que le persiguen.
Xie Lian no vuelve a encontrar la felicidad, eso sería demasiado difícil. Sin embargo, sí encuentra estabilidad. Empieza a sentirse a salvo.
Y un incidente es todo lo que hace falta para volver a arrebatarle esa sensación.
Ocurre una tarde, mientras juguetea con unos hilos, sentado en la ladera de la montaña.
Feng Xin ha vuelto a bajar a la ciudad para intentar ganar algo de dinero actuando en la calle. No le permite a Xie Lian que le acompañe o que intente ayudar. Un hombre ciego partiendo rocas en su pecho atrae a menos gente de la que Xie Lian pensaba.
Solo hay una manera con la que Xie Lian podría ganar dinero en estos días…
La mayoría de veces que está en la ciudad, alguien le para para pedírselo. Y, si Feng Xin no está cerca para pegarle un puñetazo a la persona en la cara, el fuego fatuo toma su lugar, empujando hasta que lo tira al suelo.
Xie Lian nunca lo ha considerado con seriedad. Se ha desviado de su sendero de cultivación, pero…
Durante mucho tiempo, ni siquiera comprendía lo que le estaban pidiendo ese tipo de personas. Para empezar, no tenía nada de experiencia con ese tema, y… gran parte de ello eran insinuaciones.
El tipo de mirada, la curvatura de la boca, un pequeño movimiento de cejas.
La primera vez que entendió que cuando alguien empleaba ese tono, significaba algo inapropiado, fue cuando todavía seguía con Hong-er. Un hombre que pasaba por la aldea le había estado siguiendo por el mercado, mencionando algo sobre querer «alivio para el estrés».
Xie Lian estaba algo molesto por la persistencia del hombre, pero aun así le explicó, amablemente, un par de sutras que siempre le ayudaban para la ansiedad.
El hombre no encontró esa respuesta muy satisfactoria, por lo que corrigió su petición, buscando ahora «compañía».
A Xie Lian eso le pareció bastante triste.
Sabía lo que era necesitar compañía desesperadamente… pero en ese momento estaba ocupado. Apenas había empezado las tareas del día y Hong-er le estaba esperando…
No fue hasta que el hombre mencionó «pagar» por su compañía que a Xie Lian le picó el interés.
Para cuando Hong-er le encontró, estaba ya casi fuera del mercado, permitiendo que el hombre le llevara consigo… y cuando Xie Lian le explicó lo que estaba haciendo, comprendió lo que estaba pasando.
Al principio, Xie Lian no entendía la razón del enfado del joven. Pero cuando se dio cuenta…
Sintió vergüenza.
De que, incluso entonces, seguía siendo tan ignorante del mundo que Hong-er, que prácticamente seguía siendo un niño, sabía más sobre ese tipo de cosas que él.
De que el desconocido pensó que Xie Lian era… que él…
Xie Lian rehuyó de esa idea. Iba en contra de todo lo que le educaron para creer. Parecía…
Parecía que estaba debajo de él.
Pero, en aquellos tiempos, no pasaba hambre todos los días. Su padre no estaba enfermo, empeorando cada día. Hong-er le ayudaba, sí… pero no era lo mismo que ver a Feng Xin romperse la espalda trabajando.
Todo eso le ha desgastado. Y, ahora, está pensando en ello.
Sentado, solo, en la ladera, mientras Feng Xin trabaja en la ciudad. Denigrándose de una manera diferente, una que no es opción para Xie Lian.
Juguetea con los hilos que tiene entre sus manos.
Xie Lian no ha vuelto a tejer desde que Hong-er ya no está a su alrededor. Es duro, cuando lo intenta. Recuerda la manera en la que el chico solía acurrucarse en el suelo a su lado mientras trabajaba, mirando al fuego y con su cabeza apoyada en el muslo de Xie Lian, mientras el dios le contaba historias…
Xie Lian podría ganar dinero con eso, Hong-er siempre dijo que se le daba bien, pero…
Hong-er decía que Xie Lian era bueno en todo… y ahora, el dios sabe que eso no es verdad.
Pero cuando piensa en la otra opción… tiene miedo. No…
No quiere hacerlo.
En ese instante, un ruido le saca de sus pensamientos.
En un primer momento, Xie Lian cree que es un animal, pero cuando escucha, no siente los latidos de un corazón, ni detecta a algo respirar. Lo que más cerca está es un gorrión, a nueve metros de allí…
Entonces inspira larga y profundamente.
Está presente, el olor reconocible del poder espiritual. Más fuerte de lo que se ha acostumbrado, pero tampoco es demasiado.
—…
El dios inclina la cabeza a un lado y extiende un brazo, pero no encuentra la presencia fresca y crepitante del fuego fatuo contra la palma de su mano.
—… ¿Va algo mal? —le llama.
No hay respuesta
El fuego fatuo normalmente está con él, y muy pocas veces se va a merodear. No puede entrar en la pequeña casa donde han estado viviendo Xie Lian y su familia, porque su madre siempre ha tenido miedo a los espíritus, pero…
Normalmente, si Xie Lian le llama, siempre acude a él.
Pero cuando vuelve a inspirar… el poder espiritual sigue allí, lo que significa que, sea lo que sea, está más cerca.
Xie Lian no ha escuchado ningún movimiento.
Un demonio o un duende maligno habrían hecho algún tipo de sonido… y la presencia no tiene el olor sucio que asocia con esas criaturas.
El aire en frente suyo se desplaza… como si algo se encontrase allí. No tiene olor, ni un corazón latiente, ni un solo aliento que Xie Lian pueda rastrear. Igual que… un fantasma.
El corazón de Xie Lian da un vuelco, y se le corta la respiración.
Incluso en estos momentos, no puede aprender la lección.
—… ¿Hong-er?
No puede dejar de aferrarse a la esperanza de que, algún día, el chico que conoció le conteste de nuevo.
La esperanza de que Hong-er vuelva a su lado.
Nadie le responde, pero Xie Lian estira los dedos hacia delante, y rozan algo.
Un par de botas forradas de pelo. Xie Lian…
Conoce esos zapatos.
Al instante, sus ojos se inundan de lágrimas.
Los hizo él.
—¡¿Hong-er?! —exclama con voz ronca mientras se lanza hacia delante, y cuando encuentra una mano, sus dedos se entrelazan con los suyos.
Ahora, las lágrimas caen por sus mejillas. Conoce esas manos.
Le han guiado tantas veces.
Se le escapa un sollozo desgarrado.
Un fantasma no podría imitar esto. No con tanta perfección. Es…
Es él.
Por dios, de verdad es él.
Las manos de Xie Lian tiemblan tanto que Hong-er tiene que apretarlas entre sus dedos con más fuerza para tranquilizarle, pero…
¿Por qué no responde?
El dios tira de él, intentando que se acerque… y el chico obedece tan fácilmente, arrodillándose delante de él.
—¿D-dónde estabas? —susurra mientras extiende los brazos hacia él—. Pe-pensaba que estabas…
Cuando pasaron los meses y no apareció ningún fantasma a responder a sus llamadas, Xie Lian pensó… Pensó que su amigo estaba en paz.
Y sabe que debería haberse sentido aliviado. Pero ahora…
Por primera vez en mucho tiempo, está feliz. Una sonrisa llorosa florece en sus labios y extiende la mano para sujetar las mejillas del chico, para contarle todo, todo lo que debería haberle dicho antes de que…
Sus manos no encuentran una cara.
No es la mandíbula cuadrada, la barbilla afilada, o la nariz ligeramente torcida que Xie Lian recuerda. No son las cicatrices, ni las vendas que las solían tapar.
Los dedos de Xie Lian encuentran algo duro y frío. Una máscara.
Una mitad sonríe, la otra llora. Grita.
Es inmediato, horripilante, todo su cuerpo se lanza hacia atrás e intenta alejarse atropelladamente, pero esas manos le envuelven las muñecas…
Como si fuesen grilletes.
Arrastran a Xie Lian hasta él, incluso cuando el joven grita, desesperado por alejarse…
—Nunca me fui.
Los sollozos de Xie Lian ya no son jubilosos… son aterrados. Y… y llenos de ira, porque…
Lleva puestas las botas de Hong-er.
Debajo de esa máscara, es probable que tenga la cara de Hong-er.
Y Xie Lian no puede hacer nada al respecto.
Las manos que agarran sus muñecas le sujetan con aún más fuerza y…
Duele.
Xie Lian se intenta zafar de él, con toda la fuerza que le queda… algo que, incluso con los grilletes, debería ser suficiente para lanzar a un humano con tanta fuerza que la caída sería mortal.
Sin embargo, tiene la impresión de ser un barco de papel luchando contra la corriente de un río que se ha desbordado.
El olor a su alrededor ha dejado de ser suave, el poder espiritual es abrumador y tan demoníaco que casi le dan arcadas.
Y la voz que le habla ahora, ya no… ya no es la de Hong-er.
Es cruel, y dice en voz baja las palabras que más solían reconfortar a Xie Lian.
—Ay. —Una mano suelta sus muñecas para ir a acariciarle la mejilla, y la otra es perfectamente capaz de sujetar a Xie Lian, incluso cuando el dios grita y se intenta zafar del agarre violentamente—. Mi pobre, pobre principito…
Su pulgar le acaricia la mejilla. El pulgar de Hong-er.
Xie Lian solloza.
—No tengas miedo… —canturrea la voz, sus dedos rozando la mandíbula de Xie Lian, solo para agarrarla con fuerza y acercarse aún más cuando el príncipe se intenta alejar.
Si no fuera por la máscara entre ellos y el pánico visible del príncipe, se podría confundir por un momento entre amantes.
—Nunca te abandonaré.
Xie Lian ya no lucha contra él.
Está petrificado, temblando en los brazos de Bai Wuxiang, mientras las lágrimas caen por sus mejillas. La calamidad las limpia con delicadeza, con ternura, mientras canturrea:
—Pase lo que pase, siempre estaré a tu lado.
La primera vez que Xie Lian deseó la muerte, fue porque quería volver a ver a alguien. Ahora, lo que necesita es escapar.
Sabiendo que va a tener que vivir con el conocimiento de que esto nunca acabará.
—… Mátame —susurra, mientras yace inerte entre los brazos de la calamidad —, … por favor, solo... mátame ya.
Por un instante, todo está en silencio. Y la respuesta es… desconcertada. Como si, por alguna razón, algo hubiese sorprendido a la Calamidad que viste de Blanco.
En cualquier otro momento, Xie Lian lo podría encontrar gracioso.
Está reaccionando como un niño que lanza su juguete contra la pared, una y otra vez… y que se sorprende cuando el juguete se rompe.
—… Nunca haría eso —murmura la figura, clavándole los dedos en la mandíbula con aún más fuerza.
Duele.
Xie Lian cierra los ojos con fuerza bajo las vendas.
—¿Por qué?
La calamidad murmura, y Xie Lian se encoje cuando siente el frío borde de la máscara rozar su mejilla. Si no estuviera, el tacto sería… íntimo.
—Porque, un día, estarás a mi lado.
Mientras dice esto, deja de agarrar la otra muñeca y extiende la mano. El príncipe no puede imaginar lo que quiere, lo que hará. Además, está empezando a pensar que puede que no le importe.
Se alimenta de su miedo. De sus reacciones. Si va a sufrir de cualquier modo, ¿por qué iba a darle una?
Pero no es tan fácil.
No cuando Xie Lian se da cuenta de a por qué va esa mano.
Hong-er.
El sonido que escapa de su pecho no puede ser descrito como un gruñido, es más agresivo que eso. Es más parecido a un aullido de ira protectora, que reverbera por el bosque silencioso.
Y no debería ser lo bastante fuerte como para apartar a la criatura, pero cuando Xie Lian empuja a Bai Wuxiang con todas sus fuerzas, le sorprende lo suficiente como para hacerle trastabillar hacia atrás.
—¡NO LE TOQUES! —grita Xie Lian mientras retrocede atropelladamente. —¡No le vuelvas a tocar jamás!
La calamidad se detiene con la mano todavía extendida. Con lentitud, inclina la cabeza a un lado.
—… Qué niño tan tozudo —murmura mientras observa a Xie Lian, quien se acurruca contra los pies de un árbol y sujeta con fuerza el saquito contra su pecho—. Ese pequeño insecto ya no está.
El dios se sobresalta, como si le hubiesen pegado.
—Ya no te puede dar nada. —su voz sigue siendo burlona… pero parece que no es intencional—. ¿A qué sigues aferrándote?
Xie Lian no ve que la criatura ha extendido la mano hacia él, que sus dedos están a centímetros de su cara.
—… Me dio más de lo que tú jamás podrías —murmura, y sus uñas se clavan en la bolsa, sujetándola con todas sus fuerzas.
Esos dedos se detienen… a meros centímetros de su piel.
Cuando Bai Wuxiang vuelve a hablar, su voz es aún más fría que antes.
—Supongo que eso habrá que verlo.
Y, sin más, desaparece.
No hay voz. No hay manos. No hay ninguna presencia espiritual abrumadora. No hay… nada.
Y cuando Xie Lian vuelve a poder oír los sonidos del bosque, el canto de los pájaros, el borboteo del arroyo… se da cuenta de que la calamidad había debido de crear una formación mágica a su alrededor.
Se escucha un débil silbido en el aire, como algo que ha sido lanzado a gran velocidad… y a Xie Lian casi le da un infarto cuando algo choca contra su pecho, pensando que la calamidad ha vuelto, que es un ataque…
Pero solo es frío.
—Dianxia.—Los ojos de Xie Lian se relajan ligeramente bajo las vendas mientras el fuego fatuo se aplasta contra su pecho, su voz temblorosa y angustiada—. ¡Dianxia…!
—Estoy bien —murmura, y sabe que parece todo lo contrario. Está temblando, y su voz también lo está—. Es- estoy bien.
El pequeño espíritu tambalea en el aire bajo los dedos de Xie Lian cuando este intenta acariciarlo, y flota hacia arriba hasta que puede apoyarse debajo de la barbilla del dios.
—Intenté llegar a usted —gime. Su voz es ahora más fuerte que antes. Se parece menos al viento, pero sigue siendo claramente inhumana—. Pero no podía acercarme. Daba igual cuánto me esforzase , no…
Xie Lian tirita cuando el frío envuelve su garganta, pero no se queja. Es…
Es bastante más reconfortante que el tacto que estaba sintiendo hace poco.
—Si lo hubieses hecho, él te habría dispersado —remarca Xie Lian con voz tranquila, exponiendo un hecho.
Eso parece angustiar a la criatura tanto como la idea de no poder llegar a Xie Lian… pero no por miedo a ser dispersado. Xie Lian no puede sentir nada de temor en el espíritu.
Cuanto coraje en una criatura tan pequeña.
Y, frente a su valentía, Xie Lian se siente aún más patético.
Esta criaturita está avergonzada porque es demasiado débil para protegerle. Xie Lian está más avergonzado aún, porque cómo de débil tiene que ser, para que un fuego fatuo crea que necesita protegerle?
En las semanas siguientes, Bai Wuxiang no vuelve a mostrar el rostro. Xie Lian advierte a Feng Xin, quien le escucha con grave seriedad.
—¿Qué quiere de usted, su alteza?
Xie Lian no se atreve a responder.
La tos de su padre está empeorando. Feng Xin pasa cada vez más tiempo en la ciudad, y el dinero que trae de vuelta es cada día más escaso.
La madre de Xie Lian intenta decir que no tiene hambre para pasarle sus porciones de comida cuando no hay suficiente.
Con el tiempo, el príncipe siente que esas líneas rígidas en su interior comienzan a doblarse y difuminarse. Su orgullo prácticamente ha desaparecido, y aunque esté dispuesto a morir por lo poco que le queda…
No es lo mismo que ver a su padre sufrir una muerte lenta y humillante.
Tras ver al rey limpiarse sangre de la barbilla una noche, se despierta la mañana siguiente con la decisión tomada.
Va a hacerlo. Incluso si tiene miedo. Incluso si no quiere.
Cuando se prepara para ir a la ciudad esa mañana, le dice a su madre que va a quedar con Feng Xin.
Y mientras baja por el camino de la montaña, se detiene, estirando los dedos hacia el saquito que cuelga de su cuello.
—…
Le tiembla el labio inferior cuando se imagina cómo habría reaccionado el joven a esto.
Pero…
Hong-er no está aquí.
Xie Lian tiene que recordarse a sí mismo de eso. Hong-er ya no está aquí.
Y si Xie Lian no hace algo, su padre tampoco lo estará.
Aun así, él…
Aprieta el saquito con más fuerza.
No quiere tener a Hong-er consigo cuando lo haga.
Xie Lian levanta la mano, palma arriba, y, como siempre, el fuego fatuo viene a él.
—Necesito que hagas algo por mí —murmura Xie Lian, y siente a la llama vibrar en su mano, escuchando con atención.
—Lo que desee, Dianxia.
Es extremadamente cuidadoso, como si fuese delicado cristal, y esconde la bolsita en el hueco de un árbol, debajo de unas hojas secas.
—Vigila esto por mí —murmura—. Mantenlo a salvo, hasta que vuelva.
El pequeño espíritu vacila, flotando delante de su cara.
—Por favor —susurra Xie Lian.
—… Su Alteza, ¿a dónde va?
El príncipe traga con dificultad, y no responde.
—Dijiste que harías lo que fuese.
El espíritu flota en el aire, sin responder, y Xie Lian se abraza a sí mismo, suplicando una vez más…
—Por favor. —Se muerde el labio—. Es algo muy preciado para mí.
—…
Lentamente, el fuego fatuo se hunde hasta el hueco del árbol, aterrizando sobre el saquito con las cenizas de Hong-er.
—Sí, Dianxia.
La sonrisa de Xie Lian es agradecida, pero no alegre.
Nunca lo es. Ya no.
—Gracias —susurra.
Feng Xin le lavó y peinó el pelo la noche anterior… y su coleta alta, aunque no es nada extravagante, le queda bien.
Y sus túnicas, bueno… por lo menos están limpias.
Xie Lian está preocupado porque, en su estado, a lo mejor no podrá atraer mucho interés. En su momento fue una gran belleza… pero no ha tenido manera de comprobarlo en mucho tiempo.
Por lo que sabe, podría ser horriblemente feo, pero…
No debería haberse preocupado. Encuentra una oferta con rapidez.
Y por más dinero de lo que esperaba. Un mercader local, que parece estar demasiado entusiasmado sobre todo el asunto, pero… Xie Lian no tiene manera de saber eso.
Y, a buen hambre, no hay pan duro.
—… Una cara como esta, ¿y estás trabajando en la calle? —se pregunta el hombre.
Había conseguido convencer al joven mendigo de que se quitase las vendas… por comprobar la calidad antes de la adquisición, al fin y al cabo.
No se preocupa por la venda de los ojos, incluso le gusta; le da un toque… particular a la situación.
Ahora, acaricia la mejilla de Xie Lian.
—Menudo desperdicio.
El príncipe intenta que no le dé una arcada. Sonríe de forma agradable.
Solo es un trabajo. Simplemente es un trabajo diferente, al que no está acostumbrado. Eso es todo.
—Podría presentarte a los encargados de algunos burdeles en la ciudad, si esto sale bien bien. Pagaría mejor.
Xie Lian se esfuerza para no mostrar su disgusto.
—Sería muy amable por su parte —murmura.
El hombre dice algo en voz baja sobre un descuento por referencia, y la sonrisa de Xie Lian se hace un poco más tensa.
El hombre acepta no hacerlo en la ciudad, al fin y al cabo. Está casado, así que no puede arriesgar que le vean. Pero tiene una cabaña de caza, en el bosque. Privada. Apartada.
Xie Lian supone que debería estar agradecido de que no vaya a ser en un callejón, o en el suelo del bosque. El dinero cambia de manos, y el hombre empieza a guiarle, sujetándole por la muñeca.
Intenta no pensar mucho en ello. Intenta ser valiente.
Pero la caminata por el bosque es larga y…
Xie Lian está asustado.
No sabe cómo se llama el hombre, ni siquiera sabe cuál es su apariencia. Nunca ha experimentado algo así, y ahora lo va a entregar por una cantidad de dinero que en el pasado habría considerado calderilla.
No quiere hacerlo.
Xie Lian no tiene palabras para describir lo que esto es, forzarse a sí mismo. No sabe por qué la perspectiva de hacerlo es tan horrorosa para él, cuando la alternativa parece igualmente horrible, pero…
—¿Qué pasa? ¿Tienes frío?
Xie Lian se detiene, perplejo… Ah.
Está temblando.
—…Aah. —Puede escuchar la sonrisa en la voz del hombre cuando inclina hacia él, jugueteando con la coleta de Xie Lian—. ¿Eres virgen?
Esta vez, Xie Lian no puede evitar sobresaltarse… pero eso no parece importar al hombre.
—Eso lo explicaría… —reflexiona—. No te preocupes, amigo mío.
Cuando se acerca para hablarle al oído, Xie Lian siente su aliento contra su piel:
—Tendré cuidado.
Algo de eso hace que una parte de Xie Lian se rompa. La parte de él que podía callarse y aguantarlo. Que podía decirse a sí mismo que no tenía miedo.
Xie Lian se aleja atropelladamente.
—¿Eh? —grazna el mercader—. No hace falta ponerse así, solo estaba jugando-
—No puedo hacerlo —murmura Xie Lian mientras niega con la cabeza con tanto ímpetu que su coleta da latigazos en el aire.
—Yo… ¿qué?
—Lo siento —jadea, sin dejar de alejarse, mientras pelea contra el comienzo de un ataque de pánico—. Pero no quiero hacer esto.
No conoce bien este camino… así que no se da cuenta de la raíz que sale del suelo hasta que se tropieza con ella y cae con fuerza al suelo.
El mercader ya no parece muy entretenido.
—Por si te habías olvidado, ya he PAGADO por ti.
Xie Lian aprieta la mandíbula.
Si es el tipo de persona que cree que puede forzarle… va a perder algo más que su dinero.
—Se lo devolveré…
—No quiero que me lo devuelvas, quiero lo que-
—¿Su alteza?
Ambos hombres se detienen, y Xie Lian siente que su sangre se congela, y su estómago entra en caída libre.
No. No, no, no.
Al principio, Xie Lian piensa que solo es un poco de mala suerte. Que le ha interrumpido un ciudadano que por casualidad le ha reconocido sin las vendas. Eso hubiera sido suficientemente humillante.
Pero cuando Xie Lian inspira, sabe que ha sobreestimado su suerte.
Oficiales celestiales.
Su poder espiritual no es suficiente como para ser dioses ascendidos de la Corte Superior, pero…
Obviamente saben quién es Xie Lian. Este deja colgar la cabeza.
Al principio, todos son horriblemente amables. Incluso corteses. Cuando asumen que la situación era algo mucho más siniestro.
Uno de ellos le echa un manto a Xie Lian sobre los hombros para ayudar a detener los temblores. Otros dos van a contener al hombre, a llamar a las autoridades, ignorando las débiles protestas del príncipe…
Pero, finalmente, el mercader consigue tener la palabra.
—¡No le estaba forzando! ¡Teníamos un acuerdo!
Al instante, los otros oficiales se callan, y Xie Lian… aún no puede levantar la cabeza de la vergüenza.
—¡Ese liante se echó atrás e intentó desplumarme!
Si Xie Lian le hubiese llamado un mentiroso, los oficiales probablemente le habrían creído, pero…
No lo hace.
Rápidamente, toda esa preocupación empieza a pudrirse, y…
Incluso después de que el mercader haya huido, Xie Lian puede sentir cómo le juzgan. Con asco. Incluso con un poco de regocijo sádico.
—… ¿Había hecho esto alguna vez, su alteza?
Xie Lian niega con vehemencia, todavía temblando por la vergüenza.
—No —susurra con voz seca y rota—. Nunca.
—…
Un oficial le da unas palmaditas en la espalda, casi con amabilidad.
—No se preocupe, su alteza.
Xie Lian tirita, encogiéndose sobre sí mismo.
—No se lo contaremos a nadie.
Aunque no es mucho, agradece el consuelo. Ya es suficientemente difícil vivir con el conocimiento de que ellos lo saben.
Cuando regresa a casa, pasa el resto de la noche sin decir palabra. Ni a sus padres. Ni a Feng Xin. Se encierra en su habitación. No come. No duerme.
Solo le da las gracias al fuego fatuo cuando vuelve al árbol a recoger a Hong-er.
Cuanto más piensa en ello, se da cuenta de que sí que hay algo que puede hacer. Puede que no sea por dinero. Puede que no vaya a ser de ayuda a sus padres, pero...
Desde que Bai Wuxiang apareció en el bosque aquel día… Xie Lian no quiere que le vuelvan a engañar. No de ese modo. Fue demasiado horrible.
Quiere asegurarse de que nadie le pueda hacer eso otra vez. Y, claro está, la solución más fácil sería destruir las cenizas de Hong-er, pero…
Xie Lian no es capaz de hacer eso. No podría hacerlo nunca.
La siguiente solución es realizar una invocación, para asegurarse de que su espíritu no permanece en algún lado. Xie Lian ya sabe que ese no es el caso, porque si fuese así, Hong-er ya habría vuelto a su lado, pero…
Necesita confirmarlo de una vez por todas.
No tiene suficiente poder espiritual para realizar la ceremonia. Si lo tuviese, la hubiese hecho hace mucho tiempo, pero…
Ahora, está decidido, así que le dice a Feng Xin que va a cultivar.
No tanto tiempo como antes, solo durante un par de días.
Feng Xin se muestra entusiasmado, simplemente alegre de que Xie Lian quiera salir del cuarto.
Está reticente de que Xie Lian vaya solo, pero eso no le preocupa al príncipe.
Una pequeña llama flota detrás de él mientras toma el camino que se aparta de la montaña, sin alejarse demasiado.
Siempre tiene compañía.
—¿Dianxia? Dianxia, ¿qué ocurrió aquel día?
El pequeño espíritu no deja de preguntar… y Xie Lian nunca le responde.
Al fin, encuentra una montaña con densa energía espiritual: perfectamente auspiciosa. El tipo de lugar cuyas reservas habría consumido con facilidad, cuando todavía era un dios.
Ahora, es más que suficiente para lo que necesita.
Deja su bolsa a un lado y se sienta con las piernas cruzadas en el suelo.
El fuego fatuo merodea por los alrededores, claramente aburrido, hasta que termina por aterrizar, humeante, sobre la cabeza del príncipe
Xie Lian casi sonríe… pero necesita concentrarse.
—… Dianxiaaa —gimotea.
Los labios de Xie Lian se elevan brevemente.
—Shhh.
Xie Lian chasquea con la lengua:
—Tú estás aquí porque me has seguido.
El fuego rueda sobre su cabeza. Xie Lian se da cuenta de que está haciendo pucheros.
—¿Por qué ha venido Dianxia aquí?
Su estado de ánimo vuelve a ensombrecerse.
—… He venido a encontrar a alguien que es importante para mí —murmura mientras levanta el saquito de su cuello, colocándolo con cuidado en su regazo.
Si puede encontrar a dicha persona, claro está. Es muy probable que no pueda.
No tiene oro o comida para realizar una ofrenda… así que usa un par de gotas de sangre en su lugar.
El fuego fatuo gira a su alrededor, siseando con desagrado cuando Xie Lian se corta el dedo, y este pone los ojos en blanco.
—Cálmate —murmura—, apenas es un rasguño.
En especial para alguien que se ha atravesado a sí mismo con una espada. Comparado con eso, Xie Lian no cree que algo le pueda volver a hacer daño.
(Qué equivocado estaba).
Pero, aunque no sea doloroso, la sangre de Xie Lian no es un regalo insignificante. Pertenece a un linaje real antiquísimo, bendecido por los cielos, incluso ahora.
Si Hong-er sigue en este mundo, lo podrá sentir, y debería darle suficiente poder espiritual como para llegar hasta él. Suficiente poder como para hablar.
Este aspecto de la cultivación nunca fue la especialidad de Xie Lian… A Mu Qing siempre se le dio mejor lidiar con tanto fantasmas como espíritus.
(Feng Xin siempre decía que era porque el otro chico era igual de amargo y retorcido que ellos, y Xie Lian siempre le decía que eso no era muy amable por su parte).
Aun así, una ceremonia de invocación como esta no debería ser demasiado difícil, con todo el poder espiritual que hay en el ambiente.
Realiza todos los pasos, ya que ya había preparado todo lo que necesita. Las cenizas de Hong-er, el mechón de pelo.
Alguien que llora su muerte.
Siente el calor que mana de la pequeña formación que dibujó en la tierra mientras se quema lentamente, indicándole que la magia está funcionando; y Xie Lian le llama una vez más:
—¿Hong-er?
Si está aquí, en este mundo, responderá. Xie Lian lo sabe. Lo sabe con cada fibra de su ser. Si no lo hace, significa que… que él…
Silencio.
El ceño de Xie Lian se frunce cada vez más, y las comisuras de sus labios tiemblan ligeramente.
El fuego fatuo flota enfrente de él.
—… ¿Dianxia?
Xie Lian debería alegrarse. Lo sabe. Hong-er… ya…
Bai Wuxiang ya no puede hacerle daño. Ya no puede usarle para hacer daño a Xie Lian. Quizá Xie Lian no podría haberle salvado, pero…
Una lágrima se desliza por su mejilla. Solo una. Cada vez tiene menos lágrimas que ofrecer. Hong-er no tendrá que sufrir más.
La sonrisa de Xie Lian no es falsa… pero duele mucho más que si lo fuese.
—… De verdad estás en paz—, susurra mientras sus dedos se aferran al mechón de pelo —, me alegro.
Y aun así… también siente celos.
Cuando piensa en lo que le contó el fuego fatuo la primera vez que hablaron: «todavía tengo a alguien a quien amo en este mundo».
Es que… sonaba tanto a algo que Hong-er podría haber dicho. Y aunque Xie Lian le regañó al fuego fatuo por ello, desea…
Por dios, cuánto lo desea…
El fuego fatuo flota sobre la formación durante un momento, silencioso. Xie Lian no recuerda cuándo se movió hasta ahí, pero… como no ha funcionado, supone que no importa.
—Dianxia…
Xie Lian no levanta la mirada, solamente asiente la cabeza para mostrar que está escuchando.
—… ¿Dijo que esta persona era especial para usted?
El príncipe asiente, con una mirada dolorida, pero llena de cariño.
—Sí, sí. Lo era. —Xie Lian guarda el mechón en el saquito y lo vuelve a colgar de su cuello—. Siempre quería mantenerme a salvo.
El espíritu suena casi petulante.
—Pues no parece que hiciera un buen trabajo.
No existe método mejor para hacer que Xie Lian frunza el ceño.
—Siempre hizo lo mejor que pudo. Siempre.
Y cuando Xie Lian recuerda lo cuidado que estaba, aunque no viviese en un palacio o no le vistiesen con joyas… se sentía como un tesoro, mucho más que cuando fue un príncipe.
—Pero, ahora está siempre triste—se queja el fuego, sonando… igualmente triste, por alguna razón —. Si fuese un buen compañero, ¿cómo pudo dejarle así?
—… —Xie Lian deja caer la cabeza, y sus manos forman puños en su regazo. Su voz, aunque afligida, es firme—. Nunca me habría dejado.
El fuego fatuo flota en silencio durante un buen rato. Nunca le pregunta a Xie Lian sobre su vida de antes. Aparte de la primera vez que conversaron, prácticamente no han hablado de nada demasiado serio, y ahora…
—… Entonces, ¿qué le pasó? —pregunta el espíritu en voz baja.
Xie Lian se muerde el labio.
—… No pude mantenerle a salvo—susurra el dios sin levantar la cabeza—, no pude protegerle.
—¡No debería haber tenido que hacer eso! —La respuesta es tan rápida y con tanto ímpetu que le sobresalta.
Cuando levanta la mirada, puede sentir olas de frío… como si el espíritu estuviese ardiendo con fuerza.
—… Dijo que él quería protegerle —explica el fuego fatuo mientras su luz pierde intensidad—. Probablemente estaría avergonzado si… si se convirtiese en un lastre para usted.
Nunca había hablado tanto, con semejante pasión o en frases tan largas. Xie Lian no se había dado cuenta, pero…
Se ha estado volviendo más fuerte, ¿verdad? Probablemente sea lo suficientemente fuerte como para tomar forma corpórea dentro de poco.
Cuando lo consiga, probablemente irá a encontrar a su amor otra vez. Eso...
Eso hace que Xie Lian se alegre por él, aunque esté… un poco triste. Ha acabado por sentir cariño hacia el espíritu.
Le echará de menos cuando se marche. Al fin y al cabo… todos lo hacen.
—… Parte de querer a alguien es querer protegerle—murmura Xie Lian—. Y si uno de los dos era un lastre… tendría que serlo yo.
—Dianxia nunca podría ser una carga para nadie.
Xie Lian casi sonríe.
—Él también dijo eso.
Nunca había hablado tanto de Hong-er con nadie. Pero… casi no duele hablar de él con el fueguito. Parece… parece que lo entiende.
Cuando vuelve a hablar, su voz ya no es petulante. Es… profundamente triste.
—Debería olvidarse de él, Dianxia.
Esa sugerencia le sorprende, aunque está claro que el espíritu no lo ha dicho con malas intenciones.
—… ¡No lo haré! —exclama mientras sujeta con fuerza la bolsita que cuelga de su cuello. —¡Se lo prometí!
—Se sentiría mal, si supiera que Dianxia sigue triste por su culpa…
Xie Lian aprieta la mandíbula.
—No es como si pudiera enterarse.
Puede que devolverle sus propias palabras al pequeño espíritu sea un poco inmaduro y tozudo, pero… la criatura parece captar la indirecta.
—… Dianxia, si de verdad él le quisiese… no le gustaría ser algo que le causa dolor.
Xie Lian se detiene brevemente, porque…
Nunca había dicho que Hong-er le amase.
Sí, lo que dijo Xie Lian implicaba devoción. Lealtad. Pero no amor. No en la manera a la que el espíritu claramente se refería.
Frunce el ceño:
—¿Cómo…?
Sin embargo, todas sus preguntas desaparecen en cuanto escucha los pasos que se aproximan.
—¡Ajá, ESTO sí que es un lugar auspicioso para cultivar! ¡Siempre encuentras los mejores sitios!
Xie Lian escucha a otros oficiales graznar en asentimiento, mientras el grupo sube por la ladera de la montaña.
Por lo que puede escuchar, deben de ser más de 30.
—…
Xie Lian suspira con pesadez, echando atrás la cabeza. Nunca es divertido ver oficiales celestiales estos días. No cuando su cuerpo está así… y especialmente con la memoria de su último encuentro todavía dando vueltas en su interior, pero…
Les dejará en paz.
Lo único que necesita es un momento para descansar, y después podrá escabullirse. Al fin y al cabo, no había realizado una ceremonia como esta desde que le exiliaron, y además logró absorber un poco más de poder espiritual del que pretendía. Solo necesita…
—¿Su alteza?
Xie Lian deja escapar un suspiro irritado.
Pues claro que ya le han encontrado. Es como si el universo resintiese la idea de dejarle a Xie Lian tener un minuto de descanso.
—… Hola —murmura, forzando su voz a sonar más agradable de lo que se siente. —¿Qué están haciendo todos aquí?
Varios oficiales se revuelven ligeramente, incómodos.
—… Cultivando, su alteza.
Xie Lian está empezando a darse cuenta de que nadie emplea ese título con respeto. Ya no. Casi suena…
Siente como su estómago se hunde.
Cruel. Suena burlón, de alguna manera, aunque… ellos— ellos probablemente no lo pretendan.
—… Ya veo, —sonríe, intentando mantener un tono ligeramente entretenido, como si todo esto fuese… normal. No hay nada triste ni incómodo en el asunto. —No me había dado cuenta de que la cultivación se había convertido en un evento social.
La tensión en el ambiente es palpable. Al principio, no entiende por qué.
—Y, ¿qué está haciendo aquí, su alteza? —pregunta uno de los oficiales.
La sonrisa en la cara de Xie Lian se hace aún más artificial.
—… También estaba cultivando —murmura, sin querer explicar que…
Entre los cultivadores, no se mira con buenos ojos molestar el descanso de los muertos. Realizar una ceremonia de invocación por razones personales, en vez de oficiales… es considerado inapropiado. Incluso egoísta.
Xie Lian ya sabía que lo era.
Por alguna razón, su respuesta causa un revuelo.
A lo mejor piensan que es tonta la idea de que vuelva a cultivar llegados a ese punto. A lo mejor piensan que la mayoría de oficiales no vuelven a ascender tras ser exiliados, incluso cuando todavía tienen la vista intacta.
Xie Lian no está en desacuerdo. También piensa que es improbable… pero no cree que le culpen por intentarlo.
Espera, asumiendo que irán a tratar sus asuntos si él se mantiene en silencio y después, tras un pequeño descanso, podrá hacer una retirada pacífica. Ellos no le molestarán y Xie Lian…
No quiere molestar a nadie.
Aparentemente, ha sobreestimado la amabilidad de sus antiguos colegas.
Después de un par de minutos de conversar entre ellos en voz baja…
(Xie Lian no puede captar muchas palabras, le pone nervioso que tanta gente hable a la vez).
… uno de los oficiales junior más jóvenes se acerca:
—… Su alteza…
—… ¿Sí?
El hombre se muestra incómodo, y mira hacia el grupo de cultivadores detrás de él, donde unos cuantos le hacen señas de ánimo.
—Teniendo en cuenta lo… fuerte que es su método de cultivación… ¿no cree que sea un poco injusto para el resto de nosotros?
Xie Lian casi se ríe. Injusto.
Con toda honestidad, si estuviese remotamente cerca del cultivador que solía ser, habría absorbido toda la energía espiritual en esta montaña antes de que ellos llegasen.
Y siguen pensando que hay suficiente para treinta de ellos. ¿Cómo puede ser él una amenaza?
—… No se preocupe —murmura Xie Lian mientras sus hombros se tensan ligeramente. —. Nunca había pensado llevarme más de lo que me corresponde.
—Eso nunca le detuvo en los viejos tiempos. —murmura amargamente un oficial.
“A lo mejor en los viejos tiempos deberías haber sido un cultivador más fuerte”.
La mordacidad de ese pensamiento sorprende a Xie Lian… y siente alivio por haber conseguido mantenerlo en su interior.
—… Con todos los que estamos aquí—explica el oficial cruzando los brazos, incómodo —, incluso si usted solo se lleva su parte, sería…
El fuego fatuo que flota junto al príncipe caído… tiene una presencia sorprendentemente amenazadora, ¿no? Pero…
No es nada por lo que preocuparse.
—…
Xie Lian no puede impedir sentirse algo irritado.
—Si estaban preocupados por algo así, ¿por qué cultivar en un grupo tan grande?
—No esperábamos encontrarnos con usted —dice otro oficial—. Todo iba bien, cuando solo éramos nosotros.
Pues claro, porque un cultivador ciego es lo único que hace falta para desequilibrar la situación.
Después de esto, Xie Lian ya no puede seguir haciéndose el tonto.
—… ¿Están pidiendo que me vaya? —murmura con incredulidad… y se queda atónito cuando nadie le contradice.
Es…
Xie Lian nunca había planeado cultivar aquí, así que sabe que el argumento que están empleando es irrelevante.
Pero que alguien tenga tan poca educación…
—… Su alteza, sea razonable—
Xie Lian suelta una risa brusca e incrédula:
—¿Cómo… cómo puede ser algo de esto razonable?
Después de todo lo que ha tenido que aguantar en los dos últimos años. Después de todo lo que ha sufrido… ¿es que no pueden dejarle en paz? ¿por algo tan insignificante?
Ha permitido que tantas cosas pasen sin confrontarlas, ha soportado tantas humillaciones, y…
Él estaba aquí sentado, solo, llorando por alguien al que amaba. Y ellos están molestos porque puede que les quite una pequeña fracción de Poder Espiritual.
Qué ridículo. Qué egoísta.
—… No me voy a ir —, responde con un tono que ya no es tan amigable—. Yo estaba aquí primero.
Puede que incluso vaya y consuma toda la energía del lugar. Ellos no se la merecen. Qué…
Qué vergonzoso, que los representantes de los cielos se comporten de tal manera.
—Su alteza, —suspira una voz, exasperada por su terquedad. —No haga esto más difícil de lo que tiene que ser. No le estamos preguntando.
Ah.
La sonrisa de Xie Lian está llena de más amargura de la que se creía capaz de sentir.
¿Así que ahora le están dando órdenes?
En el pasado, Xie Lian probablemente no hubiese tenido palabras para expresar su ira. Pero se ha estado recociendo en su propia tristeza durante tanto tiempo… y no…
No puede evitar recordar a un niño, completamente solo en un templo, gritando a un grupo de niños que le estaban provocando. Diciéndoles que se marcharan.
Que podría vencerles a todos, si querían pelear.
El pecho de Xie Lian se retuerce de dolor.
Qué niño tan valiente y tan cabezota.
Tenía mucho más valor que cualquiera de los oficiales que están frente a él.
—… Saben, mi Guoshi solía decirme una cosa cuando era joven. —murmura Xie Lian.
Un oficial mira a los otros, irritado por el tiempo que están perdiendo en esta discusión, pero sus compañeros le hacen señas para que lo tolere.
Deja que el pobre desgraciado hable todo lo que quiera, tendrá que marcharse de cualquier manera.
—Dijo que la mejor manera de juzgar el carácter de un hombre es observar cómo trata a los que están debajo de él —explica.
Incluso cuando estaba en lo más alto, por encima de todos los demás… nunca trató a nadie de esta manera. Ni una sola vez.
—¿Cuántos de ustedes suplicaron por la oportunidad de simplemente estar en mi presencia? —Su tono de voz es grave… peligroso.
La tensión es tan espesa que se podría cortar con un cuchillo… pero Xie Lian no ha tenido suficiente. No lo entienden. Siguen tan concentrados en sus pequeñas vidas estúpidas y egoístas.
—Qué valientes —dice, arrastrando las palabras, y…
Su voz parece la de otra persona.
—Solo hacen falta treinta de ustedes para decirle a un ciego que se quite del medio —una risa queda burbujea por su garganta—. El nivel de la corte celestial debe ser muy alto estos días, para acumular a un grupo tan generoso y amable como ustedes.
—Esto no es necesario.
El primer oficial que se dirigió a Xie Lian parece seguir queriendo resolver el asunto sin más disputas… pero se nota por su tono que también él se siente algo insultado.
—¿Es que no ha ofendido suficiente a los cielos? ¿Por qué se está empeorando las cosas?
—No estoy ofendiendo a los cielos.
Xie Lian levanta una mano a la altura de sus ojos, limpiando la tierra de debajo de sus uñas… en realidad es pura bravuconería. No puede ver nada, pero le proporciona un aire de elegancia, de calma… algo que no ha intentado proyectar en años.
—Ninguno de ustedes ha ascendido. Si fuese así, no estarían aquí.
El príncipe inclina la cabeza a un lado, escuchando la oleada de sonido cuando empiezan a cuchichear entre ellos.
—El mismo Jun Wu me levantó de esta tierra. He estado a su lado en el Gran Salón Marcial. ¿Les ha conocido alguna vez? ¿Acaso se sabe alguno de sus nombres?
Ha aprendido a golpear donde duele.
—¿Cómo osa hablar de esta manera? —suelta uno de ellos, dando un paso hacia él. —¡Mire el estado en el que está antes de empezar a hablar como si fuese mejor que cualquier otro!
—Era mejor que usted —responde Xie Lian tranquilamente. Es un mero hecho—. Yo era mejor que cualquiera de ustedes. Podrían consumir cien veces cada uno un lugar como este y nunca llegarían tan alto como yo.
Xie Lian sabe hasta dónde se alzó. Sintió cada peldaño cuando cayó de vuelta al suelo.
—Y aun así caí.
El silencio está repleto de una mezcla de enfado ofendido… y ansiedad causada por la idea que Xie Lian está instilando en sus mentes.
—La única diferencia que hay entre cualquiera de ustedes y yo, es el tiempo.
Él era igual de arrogante que ellos son ahora. Podría ocurrirle a cualquiera.
El fuego fatuo flota en círculos emocionados a su alrededor, como si estuviese vitoreando sus palabras.
—… Si su alteza cree que se parece a nosotros —dice uno con voz socarrona—, sobreestima su propia importancia.
Xie Lian esboza una vaga sonrisa.
—Entonces, hagan que me marche. —les dice… y el silencio es la única respuesta.
—Si soy tan débil comparado con ustedes… hagan que me marche.
Su vacilación se nota en el ambiente. Puede que sea porque a todos les parezca de mal gusto pelearse con un ciego, o puede que sea…
Porque ninguno podría derrotar al príncipe heredero de Xianle en una pelea justa, incluso en este estado.
Debe de ser una verdad difícil de aceptar.
Sin embargo, no puede ser cuestión de su ceguera… porque uno no tiene reparos de aprovecharse de eso.
Una mano le empuja por la espalda… y el oficial debe de haber saltado para colocarse detrás de él, porque Xie Lian no había escuchado pasos…
No estaba esperando el golpe, y cae de rodillas, raspándose las manos en el suelo.
Aprieta la mandíbula tan fuerte que le rechinan los dientes.
—¡Tú–!
—Ay, gracias a los cielos —le corta uno—, eres tú. ¿Podrías lidiar con él, POR FAVOR?
¿Quién…?
Xie Lian queda inmóvil cuando escucha quien le contesta.
—¿Qué está pasando aquí?
Ah.
Su corazón se encoge, esperanzado. Es…
Es Mu Qing.
—¡No se puede razonar con él! —se queja uno de los oficiales—. Ya le hemos explicado por qué tiene que irse, ¡y nos ha estado insultando a todos! ¡Es vergonzoso!
Xie Lian aprieta los puños mientras se pone en pie con dificultad, escuchando los pasos de Mu Qing acercarse.
—¿Es eso verdad, su alteza?
Bueno… la parte de los insultos, sí. Pero Xie Lian no siente ningún remordimiento.
—… —Alarga un brazo para agarrar la manga de Mu Qing, sintiéndose reconfortado por la presencia de su amigo.
Todo…
Todo está bien. Ya no está solo. Mu Qing…
Mu Qing le ayudará.
—… Yo estaba aquí primero—explica, sabiendo que no está equivocado, que están siendo injustos. Y… y él…
Xie Lian se acerca más, bajando la voz para que solo su amigo pueda escuchar…
—No estaba aquí para cultivar —murmura—, solo… solo estaba intentando llegar a él.
Xie Lian no puede ver la expresión en la cara de Mu Qing, la manera en la que el joven oficial se debate entre emociones… y cuando el antiguo sirviente vuelve a hablar, también lo hace en voz baja.
—¿… A él?
Como prueba de hasta dónde llega su confianza en Mu Qing, Xie Lian le toma la mano… y la coloca sobre el saquito que cuelga de su cuello.
Sabe que su amigo lo comprenderá. Han hablado sobre ello. Mu Qing… él sabe lo importante que es, que Xie Lian no mentiría sobre algo así.
—…
Hay un largo silencio durante el cual Xie Lian espera a que su amigo regañe a los otros oficiales por su horrible comportamiento. Y, en cuanto lo haga, Xie Lian podrá marcharse y lavarse las manos de todo el asunto…
—… Su alteza —dice Mu Qing con voz tensa—, no ponga las cosas difíciles.
A Xie Lian le cuesta reaccionar – y no puede saber lo difícil que es para su amigo ver el cambio de expresión en su rostro cuando empieza a darse cuenta, haciendo una mueca de dolor y…
Y de decepción.
—¿… Qué?
Mu Qing no le aparta, sigue permitiendo que Xie Lian se apoye en él, pero…
—… Es obvio que no le van a dejar cultivar aquí —murmura Mu Qing, incómodo—. Entonces, ¿para qué quedarse y armar un escándalo?
Xie Lian se queda de piedra, y está tan conmocionado que su estómago no para de retorcerse. Mu Qing…
Mu Qing lo sabía.
Sabía lo importante que era.
¿Cómo…?
¿Cómo ha podido hacer algo así?
—De… —La voz de Xie Lian vacila por un solo instante, y Mu Qing hace una mueca—. ¿De verdad vas a…?
Se alza una voz… y Xie Lian siente cómo su sangre se congela.
—De verdad has tenido las agallas de decir que somos iguales que tú.
El color desaparece de la cara del príncipe caído.
Es… Es el…
Es uno de los oficiales de aquel día. Por… ¿por qué no había dicho nada antes? Xie Lian no hubiese dicho NADA de eso si hubiera sabido…
—Aunque alguno de nosotros cayese, nunca llegaríamos tan bajo como para vender nuestros cuerpos. —dice burlonamente.
Xie Lian no ve al fuego fatuo quedarse completamente inmóvil a su lado, congelado en el aire.
No ve como los sentimientos encontrados de Mu Qing se transforman en furia, porque, en ese momento…
De verdad que iba a defender al príncipe.
Porque eso… eso es pasarse de la raya. Insultar al hombre de esa manera, cuando nunca—
Xie Lian deja escapar un grito ahogado.
Débil, horrorizado… y lleno de vergüenza.
—Dijo… —Su voz tiembla brevemente, y se hace añicos—. ¡Dijo que no se lo diría a nadie!
Mu Qing tiene la boca abierta y los ojos como platos.
Aunque no puede ver la expresión de su amigo, aunque no puede ver el disgusto con el que le miran los oficiales que le rodean… es demasiado para el príncipe.
No puede soportarlo.
Suelta la manga de Mu Qing, se da la vuelta… y huye.
El fuego fatuo no le sigue inmediatamente. Se mantiene en silencio, pero ahora arde con tanta fuerza que uno de los oficiales tiene que cubrirse los ojos. Algo así debería llamar más la atención, pero…
Todos están algo distraídos por lo que acaba de ocurrir.
Así que no le ven.
No ven la manera en la que sobrevuela lentamente el grupo, deteniéndose un momento al lado de cada uno de ellos.
(Memorizando sus rostros.)
Xie Lian había llegado hasta la mitad de la montaña cuando tropieza y cae con fuerza en el suelo, desgarrándose las manos y las rodillas con piedras y ramas.
No muestra ningún indicio de que se haya hecho daño.
Se ha acostumbrado a caerse. Ya nadie le atrapa.
Xie Lian se incorpora, tapándose la cara con las manos. Es…
Incluso si llegase a volver a ascender, ¿cómo podrá volver a mostrar la cara?
Le tiemblan los dedos mientras sujeta con fuerza el saquito que le cuelga del cuello.
Lo único bueno, de todo esto, es que Hong-er no tiene que verle así. Por mucho… por mucho que Xie Lian confiase en él cuando el joven dijo que nunca le abandonaría, que siempre creería en él…
Probablemente nunca se dio cuenta de lo bajo que Xie Lian podía caer. Incluso si…
—¿Su alteza?
Hace solo unos minutos, la voz de Mu Qing le trajo un enorme consuelo.
Ahora, le hace encogerse.
Su amigo se acerca con cautela hacia el dios caído, arrodillado en el suelo, con la cabeza gacha y las manos cubiertas de tierra.
Es… duro, verle en este estado.
—… — Inspira profundamente antes de arrodillarse—. No debería montar esas escenas cuando sigue así.
Apoya una mano en su espalda… y no pregunta sobre lo que fue dicho.
—¿Sigue necesitando invocarle? Puedo–
Xie Lian se aparta de él.
—No —solloza, gateando para alejarse —. ¡No me toques!
Mu Qing no se ha movido, su mano sigue en el aire, donde había estado apoyada en la espalda del príncipe heredero.
—¿Qué…? —farfulla, frunciendo el ceño —. Su alteza, ¿Qué esperaba que hiciese?
—Tú… —Xie Lian sacude la cabeza y las lágrimas que corren por sus mejillas, por primera vez en meses, no son de tristeza. Son amargas, provocadas por el enfado y la traición.
—¡SABÍAS lo importante que era! ¡Te- te HABLÉ sobre él!
Y aun así no le ayudó. Ni siquiera entonces.
—Es por eso que…
—¡No me IMPORTA el porqué! —escupe Xie Lian, sacudiendo la cabeza de un lado a otro —. ¡Ya da igual!
Porque a quien necesitaba era a Mu Qing, y su amigo no… no hizo… Después de un momento, este pregunta en voz baja:
—¿Era verdad?
Xie Lian se queda de piedra, tembloroso.
—¿Lo que ese hombre dijo… era verdad? —Su tono de voz no es de enfado, sino cauteloso… como si…
Las uñas de Xie Lian se clavan en la carne.
Como si Mu Qing se estuviese compadeciendo de él.
Y Xie Lian…
No puede aguantar mucho más.
—¿Qué esperabas? —murmura con voz espesa.
No importa si Xie Lian lo hizo o no. Ese día no paró porque pensaba que el asunto era demasiado indigno como para alguien como él. Xie Lian sabe que ya no está por encima de nada.
La única cosa que estaba entre él, y eso, era el miedo. Y Xie Lian se arrepiente de ello.
Porque si no hubiese montado un numerito… esos oficiales nunca se hubiesen enterado. Habría podido comprar más medicina para su padre.
Xie Lian no puede intentar decirle a Mu Qing que nunca cayó tan bajo, porque sí que lo hizo.
Está aún más bajo que cualquiera que trabaja en un burdel… porque no tuvo las agallas de hacerlo. Fue… fue demasiado cobarde.
Pero eso no le impide arremeter ahora.
—Mírame. —Se golpea el pecho con una mano, lanzando una mirada asesina hacia la dirección de Mu Qing—. Tú eras el que siempre me trataba como si fuese tan inocente, como si no conociese nada del mundo… ¿Es que NUNCA pensaste en cómo iba a sobrevivir?
Al fin y al cabo… ya no puede encontrar un trabajo normal. Ni siquiera puede actuar en la calle. Mu Qing tiene que entenderlo.
Esto no era imprevisible.
Una vez que empeñaron todo, Xie Lian ya no tenía nada que ofrecer. Excepto… Excepto la única cosa que su exilio había dejado intacta.
Su belleza.
Dios, nadie sabe cuánto rencor siente hacia el hecho de que le llamaban bello.
—Yo no… —balbucea Mu Qing — Cuando me marché, pensaba que Feng Xin… —deja de hablar durante un momento, negando con la cabeza.
—Pensé que te lo diría, me fui porque pensaba que–
—Eso no me IMPORTA —Xie Lian gime mientras niega con la cabeza.
—Él me dijo… y yo…
Es una bendición, el hecho de que no puede ver el dolor en los ojos de Mu Qing. Hay muchas maneras en las que un hombre puede estar ciego. Xie Lian…
Incluso cuando su vista estaba intacta, había muchas cosas que nunca pudo ver.
—¡Me ALEGRÉ cuando escuché que te habías marchado! —solloza mientras se abraza a sí mismo.
Porque dejarle sería lo mejor para todos. Porque significaba que Xie Lian no podría arrastrarle a él, también.
—Fue un alivio —llora—, así que, ¡márchate!
Mu Qing no responde hasta que el príncipe le empuja, una y otra vez.
Porque no puede soportarlo. Ya no puede aguantar más.
—¡MÁRCHATE YA!
Al final, lo hace.
En silencio, sin decir ni una palabra más.
Xie Lian tarda un poco más en moverse, acurrucado en el suelo, sollozando. La humillación… la autocompasión…
De verdad, no puede soportarlo más.
Una sensación familiar de frío le roza la nuca.
Xie Lian se estremece, y se tapa la cara con las manos.
—¿Tú… tú también lo escuchaste, a que sí? —gime, apretando las rodillas contra su pecho. Como si aún fuese un niño que puede cobijarse debajo de las sábanas y esconderse del mundo.
—Te… ahora también te irás, ¿no?
El fuego fatuo se acurruca contra su cabeza, ardiendo suavemente.
—Nunca —susurra la voz, rodeándolo lentamente hasta que llega a las manos de Xie Lian, golpeándolas con suavidad hasta que descubren sus mejillas.
La frescura de las llamas calma su piel, que estaba ardiendo de mortificación. Roza sus labios, secos y agrietados.
Lo más parecido a un beso que el príncipe ha tenido nunca, y viene de las llamas de un fuego fatuo.
Los hombros de Xie Lian se sacuden mientras llora con aún más fuerza.
—Por favor —suplica—, deja… ¡deja de creer en mí!
A lo mejor, si lo hiciese, ya no habría nadie en el mundo que creyese en él.
Entonces, cuando sus templos y altares ardieran, cuando el mundo siguiese a delante, Xie Lian podría desvanecerse. Este cuerpo no le sustentaría.
Dejaría de doler. Podría descansar.
El fuego fatuo nunca se va. Simplemente le acaricia la cara, calmando el dolor y el sonrojo hasta que Xie Lian está demasiado cansado como para seguir llorando y su respiración comienza a calmarse.
—Lo siento, dianxia —, susurra la voz. Xie Lian mira al frente, sin ver nada.
—Lo siento… pero no puedo.
Al fin y al cabo, no puedes pedir a alguien dejar de ser quién es.
Y su fe en Xie Lian… es todo lo que es este espíritu.
Notes:
Muchas gracias como siempre a Marta y Elizabet por las revisiones <3
Y muchas gracias también por los kudos y comentarios aaaa 333

witchxchuu on Chapter 1 Mon 28 Mar 2022 01:27PM UTC
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Randasita on Chapter 1 Fri 15 Apr 2022 06:05AM UTC
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NoaVel on Chapter 1 Mon 18 Jul 2022 10:13PM UTC
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Mayela (Guest) on Chapter 1 Wed 21 Dec 2022 10:28PM UTC
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Islaofnofucksgiven on Chapter 1 Thu 22 Dec 2022 08:03AM UTC
Last Edited Thu 22 Dec 2022 08:04AM UTC
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Effy29 on Chapter 2 Sun 22 May 2022 01:50AM UTC
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