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El portal del sexto árbol

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Todos los derechos reservados. 

Prohibida su reproducción parcial o total. 

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Es una oportunidad que no se repetirá, Geoff ha organizado unas pequeñas vacaciones en una casa en un bosque profundo. Todos están ahí, los miembros actuales y los ex miembros de Voiceplay, así como sus familias y amigos cercanos como Rachel Potter. Pero el hecho de que todos estén ahí trae problemas por viejos asuntos sin solucionar. Sin mencionar que el bosque que los rodea guarda secretos inimaginables que no tardarán en ser verdaderos problemas.
Esta es la historia de una búsqueda incansable, desesperada, llena de sorpresas de todo tipo por encontrar a alguien a quien no están seguros de si vale o no la pena rescatar. ¿Es posible que el bien de uno pueda pesar más que el bien de unos pocos, o el de muchos?

Chapter 1: Preludio

Chapter Text

Hasta ese momento la había tenido en vilo la tensión de la aventura, pero cuando se vio frente a la última puerta, con el candado abierto en la argolla, sabiendo lo que podría ocultar tras de sí, el corazón se le salió de quicio. Empujó la puerta con la punta de los dedos y dejó de vivir mientras duró el chillido de los goznes. 

La sala estaba tan oscura que Rachel tuvo que entrecerrar los ojos. No obstante, la figura era inconfundible: había un hombre en el suelo, en medio de todo. Era él, lo sabía. No había más hombres en todo este pueblo y ninguno como él. La emoción le acalambró sus miembros y por unos instantes que parecieron una eternidad, Rachel se quedó contemplandolo indecida. Debía estar inconsciente porque cuando ella lo llamó en susurros él ni siquiera dio señales de oírla. Rachel no se dejó desmoralizar tan rápido, se fue colando con cuidado entre los barrotes, como había hecho en su propia celda empujándose para poder pasar adentro. Tenía que averiguar si no era demasiado tarde, si el corazón seguía en su pecho y si aún había vida en él.

Se acercó con cautela, sus pies, sin los zapatos, no hacían ni un solo ruido y si hubiese habido un solo oyente en esa celda, no habría oído a Rachel caminar hasta Tony. Él se encontraba encadenado al suelo, de haber estado despierto no habría podido hacer mucho más que voltear en su dirección y responder verbalmente.

Rachel se dejó caer de rodillas a un lado de él. Si había tenido dudas al principio sobre la identidad del hombre en el suelo, ahora podía estar segura de que era Tony. Podía ser que hace años que ni siquiera se miraban a los ojos, pero podría reconocerlo aun en la noche más profunda. Los brazos de él estaban estirados a ambos lados de su cuerpo y las cadenas estaban sujetas al suelo, realmente estaba totalmente inmovilizado. Su pecho no se movía perceptiblemente, por lo que no podía saber a simple vista si respiraba o no. Rachel sintió un acceso de pánico. Ella llevó su mano hasta la muñeca derecha de Tony, buscando bajo el grueso brazalete de metal el pulso de su sangre a través de las venas. Se sorprendió al sentirlo tan frío.

Las manos de ella temblaban visiblemente, no podía presionar como debía y el latido, suponiendo que lo hubiese, era demasiado débil para estar segura que fuera real y que no se lo hubiese imaginado por la desesperación. Un sollozo se abrió paso en su garganta y de nuevo sintió la pena por no poder llorar, el dolor en su alma era apabullante y ella no podía exteriorizarlo de ninguna forma, solo sentir la angustia. Tomó una decisión apresurada, porque debía saberlo, tenía que decírselo al resto de los chicos, ellos debían saber si estaba vivo o no. Sin detenerse a considerar si era licito que una mujer casada hiciese algo como esto, se inclinó sobre él y colocó su oído sobre el pecho de Tony. En el sitio en donde su corazón debía latir.

Los siguientes segundos fueron de atroz incertidumbre. Su piel estaba fría y tan sucia como la suya, pero nada importaba ahora. Cuando fue recompensada al escuchar el latido bajo la piel, su propio corazón ralentizó su ritmo y al cabo de un instante, se sincronizó con el suyo. Se detuvo ahí, enternecida, agradecida, loca de felicidad porque la vida no hubiera abandonado a su amigo. El latido era constante, calmado, fuerte, normal para alguien que duerme después de una borrachera como la que se había puesto él la otra noche. Debió quedarse más tiempo del debido, escuchando el relajante sonido, porque cuando lo sintió moverse, se dio cuenta de que se había quedado dormida como él al despertarse sobresaltada.

Despegó la oreja de su pecho y lo miró directo al rostro. Tony le devolvió la mirada con sus ojos hipnóticos y claros como lunas verdosas. Por un momento, Rachel olvidó su aspecto y mientras él la miraba tan atentamente como ella a él, pensó con inocencia que su asombro era por ella y no por el ser en el que se había convertido por su culpa.

Cuando Tony habló, su voz sonó rasposa y debilitada.

—Rachel... estás aquí...

Chapter 2: 1: Los secretos del bosque

Chapter Text

Bajó la mirada y encontró que su vaso estaba casi vacío, no se había dado cuenta ni de cuando se lo había tomado. La conversación de una de las esposas de alguien le pareció distante, como si no estuviera realmente ahí. Realmente no estaba escuchando a nadie, su mente se sentía muy por encima de todas las animadas voces alrededor. Se preguntó si había bebido demasiado cuando quiso descifrar la graduación de alcohol en la botella y la vio terriblemente borrosa.
—¿Qué pasa, hermano? Esa ya es tu octava copa.

Los ojos claros de Tony se desplazaron con monotonía hacia el sitio del que salía la voz profunda. Geoff le sonrió, traía el cabello atado con una coleta baja, lo que dejaba ver más su rostro y lo cansado y acalorado que se encontraba luego de casi quemarse vivo tratando de cocinar junto a Earl y la esposa de Eli la carne asada para la parrillada. Contra todo pronóstico, estaba siendo una agradable velada, todos se estaban divirtiendo mucho y la cena no estaba tan carbonizada como parecía.
—Te conozco, tú no tomas más que en ocasiones muy precisas, como cuando estás despechado por alguna chica —continuó diciendo Geoff, media sonrisa torcía sus labios— ¿Qué ocurre? Layne me ha dicho que no has salido con nadie en estos meses, sé que tu perro Fletcher está muy a gusto con tu hermana mientras estamos aquí de vacaciones y a la producción musical le va de maravilla.

Tony rellenó su copa y le dio otro largo sorbo para después cerrar los ojos un instante, el alcohol le quemaba la garganta y tenía dolor de cabeza desde ya, como si la resaca lo estuviera reclamando anticipadamente. No obstante, echó una mirada por encima del hombro de Geoff, a un punto fijo en la lejanía, y luego se llevó la botella a la boca y escudriñó a su interlocutor por encima de ella mientras bebía. Cuando la bajó dijo:
—Agradecería que por esta noche te metieras en tus propios asuntos. —intentó fulminarlo con la mirada, pero no le salió bien. El patio empezó a dar vueltas.

—Ya sé que te gusta mucho el estilo del asocial en las fiestas, pero esta vez no se repetirá. Nunca habíamos hecho una salida de familias como ésta. Deberías disfrutar del momento en vez de beber hasta caer muerto.

Cesar y J se habían vuelto muy buenos amigos y estaban convirtiéndose en el centro de atención de la fiesta. Eso jugaba a favor de Geoff y Tony, que estaban levantando un poco la voz por momentos con su discusión. Nadie les prestaba demasiada atención a ellos por estar atentos a los reyes de la fiesta.
—No es a la primera fiesta a la que he asistido. —replicó con mirada distante en el mismo punto sobre el hombro de su amigo— y he estado en mejores.

—Pero es a la primera fiesta de vacaciones a la que vas, de eso estoy seguro. —le contra atacó Geoff— y puede que aquí no hayan chicas solteras que se quieran aprovechar de ti en ese estado, pero esa no es excusa para no divertirse ¿no ves que esto no se repetirá? Este año ha sido muy bueno, nunca más podremos coincidir en un solo sitio todos. Las hijas de Layne irán a la universidad pronto. Eli y su esposa planean mudarse a otra parte y ni se diga de la nueva ocupación de Earl y su esposo, ¿Te das cuenta de que no los volveremos a ver a todos en solo sitio?



Tony rezongó algo para restar importancia mientras abandonaba la copa vacía en una mesa y se empujaba un trago directamente de la botella, ignorando la conversación y a Geoff. Antes de que se atreviera a hacer algo para evitarlo, le arrebató la botella y la echó completa al bote de basura.
—Hey hey... —gruñó, intentando despejarse para hacerle frente al agresor de su paz— Yo pagué por eso, lo menos que deberías hacer es dejarme consumirla.

Tomándolo de la solapa de la chaqueta, el castaño lo arrastró hasta una esquina más alejada del resto de los invitados, en parte porque Tony estuvo a nada de sumergirse en el basurero para recuperar la botella. Pero también porque la conversación se estaba poniendo algo más seria y Geoff no quería hacer ningún show desagradable delante de los invitados.
Lo miró de forma burlona— No la estabas consumiendo, hombre, te ahogas en ella como en los viejos tiempos cuando aún estábamos en aquel teatro.

—¿Y qué? Déjame ahogarme entonces. —suspiró observándolo con calma.

—Tony, estás más borracho de lo que crees, ya hasta arrastras las palabras. Vete a dormir, mañana planeábamos ir al lago. Y te recuerdo que hay niños aquí. ¿Quieres que la hija pequeña de Layne te vea en ese deplorable estado?

Curiosamente Layne se estaba riendo alto, larga y contagiosamente al otro lado del patio, lo que hizo a ambos hombres mirar hacia él. La pequeña Dory estaba bailando con sus hermanas mayores mientras Layne y otros amigos jugaban a un improvisado rap y beatbox.
No obstante, Tony se soltó del agarre de Geoff, y casi se vino abajo por lo brusco de su propio movimiento.
—No, Dory tiene que seguir pensando que su tío es un hombre sobrio —recapacitó, se pasó la mano por la cara e intentó mirar a la cara a su amigo— mira, no me harás socializar. Tampoco me impedirás seguir bebiendo, tengo otra botella en el auto. Métete esas dos cosas en la cabeza. Así que si quieres sacarme de aquí lo mejor es que yo mismo me vaya afuera.

—Espera ¿no quieres que te ayude a subir las gradas hasta tu habitación? En este estado puedes tener mil accidentes desagradables afuera... —había preocupación en la voz de Geoff— ¿Tony? ¿Sigues aquí?

Tony tenía la mirada levemente perdida por encima del hombro de su interlocutor, otra vez. Geoff se dio cuenta de que realmente no estaba mirando un punto invisible, sino a Rachel que estaba más allá. Por un momento, Geoff se arrepintió de haberla invitado, era obvio que las cosas entre ella y Tony nunca terminaron bien, no fue buena idea ponerlos a ambos en una misma casa después de todo lo que ambos habían hecho para no volver a verse. Si a eso le sumamos el hecho de que Rachel estaba acompañada por su esposo, la razón de la borrachera de Tony era entendible.
—Ah, ya comprendo. Si era despecho. —dejó escapar otra risa con su voz grave y potente— pero ¡Tony! ¿Te das cuenta de hace cuanto fue eso...? Am.. ¿Lo que sea que tuviste con ella? ¿Qué edad tienen sus hijos? ¿Siete, ocho años?

Geoff pensó que su amigo se había controlado mucho para no ir hasta la pareja y decirles todo lo que solo un borracho puede llegar a decir. Si, era mejor que Tony se fuera aunque fuera al estacionamiento, la noche era demasiado perfecta como para que viejos rencores y más alcohol del necesario arruinaran el agradable ambiente veraniego.

Tony le dio un empujón que tenía toda la intención de ser hostil para que se callara, pero en su estado Geoff ni siquiera lo sintió. Cuando se dio cuenta de que no podía hacer a un hombre fuerte y sobrio como él tragarse sus palabras, se dio dificultosamente la vuelta para buscar la salida.
—Por lo menos deja que alguien te acompañe. —se exasperó el castaño siguiéndole— o saldrás por la ventana en vez de por la puerta.

—Que poca imaginación tienes —volvió a balbucear Tony— puedo salir por la pared si me lo propongo.

—Si, claro. —le siguió la corriente Geoff, negando con la cabeza. 

La casa en la que estaban estaba rodeada de tres hectáreas de bosques y después de montañas alejadas. Layne y Earl tenían planeado ir a escalar una de esas montañas y tomarse todas las fotos posibles, pero la dueña de la casa, la que se la había rentando a Eli, dijo que esas montañas tenían muchos secretos. Dijo que mucha gente había desaparecido ahí en circunstancias extrañas. El bosque guardaba secretos oscuros, decía que se había llegado a ver monstruos en su interior, aunque nunca se mostraron pruebas al respecto. Geoff no creía en leyendas, le gustaba oírlas por supuesto pero no les daba credibilidad. No obstante, cuando estaban afuera y echó una mirada a la línea de árboles más allá del estacionamiento, detrás de la casa, se preguntó si no debería arrastrar a Tony al interior arriesgándose a hacer el show que no quería hacer.

Había algo en ese bosque. Algo oscuro y hostil, Geoff seguía sin darle demasiado crédito, porque después de todo ¿Qué se podía ocultar ahí? ¿Venados, mapaches, ardillas? Si no recordaba mal, no había pumas en este lado del lago. Pero a pesar de todo no dejaba de sentirse inquieto.
Tony, tambaleante pero decidido, ya estaba sacando y abriendo la nueva botella de su auto.



—No tienes que cuidarme —le dijo rodando los ojos— ya no tengo dieciséis años ni las hormonas tan revueltas. Regresa a la casa con los demás. Yo me las arreglaré solo.

Khaty, la esposa de Geoff, desde el patio de la casa en donde se estaba desarrollando la fiesta, empezó a llamar a su esposo. Le decía que regresara, por lo visto Earl e Eli estaban intentando bajar a  J de un árbol en donde Cesar lo había retado a subir, se había atorado. Necesitaban ayuda porque los demás creían que aún era una broma.

—¿Escuchaste? Te llama tu madre, ve, corre. —se burló el hombre de mirada clara apoyando la espalda contra la ventanilla del auto. Entonces erró la dirección de la botella y se dejó caer un cuarto de alcohol sobre el pecho— maldición.

Geoff echó otra mirada al bosque. Se seguía viendo oscuro y ominoso, pero no era muy diferente del resto de bosques que él había visto en su vida. No quería dejar solo a su amigo ¿Quién sabía lo que le podía llegar a pasar si seguía bebiendo allí afuera? No le temía tanto a lo que sea que pudiera haber ahí, sino a la sobrada incompetencia en la que se hallaba Tony.
Kathy volvió a llamarlo desde dentro. Esta vez con un poco más de insistencia e impaciencia.

—Tony, tengo que volver. ¿Seguro que no te meterás en problemas? —Él alzó una ceja, pero no dijo nada, solo se empujó otro trago, su expresión parecía levemente atribulada— ¿Tony?

Cuando él asintió por fin, Geoff se dio por satisfecho.
—Sólo no te alejes demasiado ni hagas nada estúpido ¿de acuerdo? Hay más sirenas en el océano, hermano.

—Ni siquiera sabes como es la frase. —se burló el hombre de ojos verdes tomando asiento en una banca frente a los autos.

En lo que a Tony le llevaba ingerir la mitad del contenido de su botella, Geoff fue disimuladamente a quitar la llave del auto de su amigo. Más valía prevenir que lamentar. Tenía que volver adentro, pero se prometió regresar para que Tony no hiciera nada estúpido.
Efectivamente, en la casa las cosas se habían puesto bastante graciosas. Eli estaba con las manos en la cabeza, mientras J colgaba boca abajo y Earl y Cesar lo balanceaban de un lado para otro. Todos se reían, también J, porque a pesar de todo si era gracioso... Hasta que la rama se partió.

Cuando terminaron de ayudar desempolvando a J, ya se habían reído bastante. Geoff tenía aún en mente regresar afuera para confirmar que su amigo estuviera bien, pero de pronto seguían surgiendo problemas.
—¿Escucharon eso? —había murmurado Eli— sonó como el batir de alas de un ave.

Geoff, que estaba por poner rumbo al estacionamiento no había escuchado nada fuera de lo común.
—Fue tu imaginación.
Estaba girando la perilla de la puerta de salida cuando uno de los invitados alzó la voz.

—No, yo también lo oí... Parece como si fuera un ave grande.

—¡Escuchen! —dijo Layne, con media salchicha con mostaza en la boca— ¡Ahí está de nuevo!

Todos hicieron silencio y escucharon. Si, era un batir de alas que sonaba sobre sus cabezas, pero la noche era muy oscura y las luces no mostraban de qué se trataba. Geoff frunció el ceño, ahora él también lo oía fuerte y claro, su mano se apartó de la manecilla y regresó al patio con movimientos lentos.
—Se detuvo... —musitó Cindy. Todos estaban atentos— ¿creen que sean aves nocturnas?



Entonces, de entre los árboles de más allá del bosque una forma negra bajó en picada hasta el patio y subió sobrevolando a los presentes. Todo inició en un segundo, pero se prolongó lo suficiente como para que muchos de los invitados entraran en pánico y gritaran mientras otros se agachaban e intentaban entrar en la casa. Layne hizo inmediatamente que las niñas y Cindy se escondieran bajo una mesa, ya que estaban del otro lado del patio y correr hasta la casa era peligroso. Empuñando el cuchillo con el que había cortado en secciones la cena, dio un paso hacia adelante frente a su familia para defenderlas. No fue el único en pensar en intervenir, Earl sacó una escoba y J e Eli atizadores del fuego. Cesar pensó rápido y fue de gran ayuda ayudando a las personas que corrían en estampida al interior de la casa, a sus habitaciones.

El ser pasó varias veces entre los invitados, volando bajo entre la gente, lo suficientemente rápido para no ver más que un manchón oscuro sin forma aparente, provocando el caos, volcando mesas y rompiendo los jarrones. Cuando derribó la parrilla y el resto de la cena junto con los carbones encendidos ya mucha gente había entrado a casa, pero otros se quedaron a empuñar armas improvisadas y ayudar.

Hasta que se acercó volando a gran velocidad a William, el hijo de Geoff. Su padre lo había estado buscando con la mirada desde que esto comenzó, por lo que cuando vio lo que ocurría, no se lo pensó dos veces. Él no estaba "armado" como los demás, así que cuando el monstruo se encontraba en trayectoria directa a su hijo, corrió hasta él y lo tomó en brazos para darse de inmediato a la fuga. Pero no fue lo suficientemente rápido, el ser, sea lo que fuere, le hirió al impactar con él en el hombro y lo hizo caer al suelo.

Los demás vinieron a ayudar a Geoff y su hijo, al igual que Kathy, que corrió hacia ellos dos cuando vio lo que sucedía. No obstante, el monstruo dio un giro en el aire y entonces alzó el vuelo muy por encima del tejado hasta el límite del bosque, donde finalmente desapareció de la vista. 

—¿Qué clase de bicho era ese? —se exasperó J, sus manos aún apretaban con firmeza el atizador que no había podido usar— nunca había visto un pajarraco como ése.

—No lo sé, hermano, pero no me gustaría averiguarlo. —Eli se secó el sudor de la frente y examinó a los demás con la vista— ¿Todos se encuentran bien? ¿Geoff?

—Estoy bien. —dijo el castaño— no pasa nada. ¿William?

William salió de entre los brazos de su padre y saltó en su sitio en repetidas ocasiones.
—¡Eso fue genial, papá! ¡Ese monstruo no pudo contigo!

Geoff sonrió ampliamente.
—Ni contigo, campeón, le dimos lo que se merecía...

Kathy le puso una mano en el hombro a su esposo, en donde había impactado el monstruo indefinido, había un arañazo grande y largo. La manga de su camiseta colgaba en jirones, estaba empezando a sangrar, Geoff reprimió una maldición. Su esposa tenía toda la apariencia de estar preocupada, pero a pesar de que era obvio que no aprobaba la imprudencia de su hijo y esposo por no haberse escondido cuando pudieron, estaba muy feliz porque estaban bien. Con dulzura le llenó de besos la mejilla.
—Fuiste muy valiente.

Él aceptó orgulloso sus besos y le devolvió muchos otros mientras los chicos lo conducían adentro. 

—Chicos, esto es conmovedor, pero por favor, alguien vaya a tranquilizar a los demás. —impuso orden Eli colocando su atizador en una de las mesas— deben saber que ya se fue.

Layne venía de asegurarse de que sus hijas y esposa estaban bien, las traía consigo. Cargaba en brazos a su tesoro: Dory, que lo abrazaba por el cuello y se mantenía silenciosa como las demás, en shock. Esto había sido toda una historia de terror.
—Yo iré, de todas formas no dejaré solas a mis niñas de nuevo.

—Bien. Diles a todos que no salgan, eso, sea lo que sea que fue, puede volver.

—¿Qué fue exactamente eso que nos atacó? —Cesar salió por la puerta al tiempo que Layne y su familia entraban.

—Al principio pensé que era una cometa. Era demasiado grande —añadió Earl.

—Esa es una buena teoría. Yo pensé que podía ser algún globo, hasta que lo vi coordinar los giros de manera inteligente. —añadió Geoff— y esto no lo hace un globo de ningún tipo.
Ya estaban dentro de la casa, cerraron la puerta del patio después de asegurarse de que nadie se hubiera quedado afuera. Layne hizo que todos en las habitaciones cerraran también las ventanas y las taparan por si acaso. Kathy le estaba desinfectando la herida a su esposo, presentaba arañazos superficiales, pero el golpe bien podría haberle dañado el hombro internamente. Debían esperar hasta el día siguiente para ir en busca de un doctor. Kathy manipulaba con mucho cuidado los instrumentos para prepararla antes de colocar con igual delicadeza un vendaje sobre la herida. No era necesario mucho, pero quería asegurarse de que permaneciese limpia por cualquier infección. 

—Era un murciélago grande. —dijo William y todas las miradas lo encontraron, sentado junto a su padre— medía lo que los brazos de papá cuando los levanta. ¡Así!

Y con sus pequeños brazos mostró lo enorme que el monstruo pareció ante sus ojos.
—¿Y no te asustaste? —tragó en seco J, que de pronto parecía más pálido que nunca.

—¡Claro que no! ¡Papi estaba ahí para darle su merecido a ese feo monstruo!



Los hombres y mujer del patio intercambiaron miradas de severa preocupación. Geoff no respondió ante esto, pero se quedó pensándolo, su hijo era aún muy pequeño y era común que los niños de su edad inventen ideas tan creativas. No obstante, William vio casi directamente a eso que los quiso atacar. Y su hijo no mentía nunca ¿por qué no creerle en ésta ocasión? De pronto se dio cuenta de que tal vez no era tan buena idea permanecer en esa casa veraniega por más tiempo, realmente el bosque ocultaba secretos desagradables. Podría ser peligroso para sus hijos, sus amigos... Tony...

Geoff quiso darse un golpe en la frente por haberse olvidado de su amigo, pero tan pronto como intentó realizar el movimiento, su hombro gritó de dolor. Después de lo que había pasado ya no podía arruinarse la noche más de lo que ya se había fastidiado. Tenían que traer a Tony adentro, borracho, dormido o como fuera, si lo dejaban más tiempo al aire libre podrían lamentarlo.
—Cesar ¿puedes ir a espiar por la ventana? Dejé a Tony afuera, ha bebido demasiado y necesito saber si está dormido o si sigue consciente. Porque hay que traerlo aquí, no me imagino lo que pasaría si ese murciélago lo encuentra en su estado.

Cesar asintió y fue a cumplir las órdenes de Geoff. Mientras tanto, Geoff tuvo tiempo de sentir culpa por su amigo, lo había dejado solo y en un bosque en donde había murciélagos sobrealimentados. Había que preguntarse de qué se alimentaban, pero sólo la idea le daba escalofríos.

Cesar volvió rápido como un suspiro.
—No está.

Todos volvieron a intercambiar miradas. Geoff no le consultó a nadie y se levantó para buscarlo él mismo.
—¿No estaba ni siquiera en su auto? —le preguntó Earl a Cesar, éste último negó.

—A veces se atrincheraba ahí dentro en vez de en el hotel cuando teníamos que dormir en las giras. —comentó Eli saliendo tras Geoff afuera.

—¿Acostumbra irse sin decir adiós?

—No, para nada. —negó J— es buena persona, a pesar de ser un fastidiado a veces.



El estacionamiento fuera de la casa estaba tal y como cuando Geoff lo había dejado antes de entrar. A excepción de que no estaba Tony. Las botellas estaban en los sitios estratégicos en donde las había dejado caer vacías, había estado bebiendo bastante después de que se quedó sin supervisión.
—No está bajo los autos. —se incorporó Eli después de haber estado mirando al ras del suelo.

—Ni en ninguno de ellos... —suspiró con preocupación e impotencia Geoff.

—¿Qué tal si entró a la casa? —preguntó Kathy— comienza a hacer frío aquí afuera, lo lógico es que regresara. Y si no lo hizo por el frío, lo habrá hecho por los gritos del patio.

Los chicos miraron a Layne que regresaba por fin de darles todas las indicaciones a los demás invitados.
—No, no estaba en su habitación ni el patio y nadie lo ha visto desde antes de que J se atorase en el árbol.

Todos guardaron silencio mientras el esposo de Earl intentaba llamar a Tony. Era el único que tenía batería en su celular. Pero nada. Sea donde fuera que el hombre de ojos claros estaba, tenía apagado el celular, estaba terriblemente borracho y solo en un bosque como ése. Todos estaban intentando pensar en qué hacer, cuando alguien más salió por la puerta de la casa al estacionamiento.

Era Rachel Potter. Se sorprendió al verlos a todos los de la banda, actuales y ex miembros, reunidos en el mismo sitio.
—Oh... Hola, chicos. —sonrió avergonzada, era claro que no esperaba verlos ahí— vaya noche ¿no?

—Ni que lo digas. —se quejó Geoff llevándose una mano al vendaje del hombro.

—¿Qué haces afuera? —quiso saber Eli— es peligroso, deberías volver.

Ella se removió incómoda y miró al suelo. Traía puesto aún el vestido rojo que había llevado desde la tarde, cuando llegaron todos juntos a la casa de verano. Pero se había cambiado los tacones por un par de zapatillas cómodas.
—Quería ver a Tony... —confesó evadiendo las miradas de los demás.

—Nosotros también. —se rió Cesar.

Eso llamó la atención de ella, que alzó la vista y miró a cada uno de ellos ahí presentes.
—¿Porqué? pensé que estaría con ustedes.

Ahora fue el turno de Geoff de removerse nervioso.
—Yo lo dejé solo aquí porque estaba bebiendo mucho. No quería que hiciese algún espectáculo vergonzoso delante de todos y arruinase la noche. Después de todo, yo fui el que organizó estas vacaciones, quería que salieran perfectas... Pero no imaginé que nada de esto pasaría.



Todos permanecieron en silencio de nuevo. Lo comprendían. Realmente todos habían estado disfrutando mucho la tarde y la noche, de no ser por ese monstruo, la noche se hubiera alargado hasta mucho después de la hora de dormir de los niños. Kathy tomó de la mano a su esposo y éste tuvo la fuerza suficiente para continuar.
—Creo que puede estar en el bosque. Voy a ir a buscarlo.

—No pensarás ir tú solo ¿cierto? —lo regañó Eli— iremos contigo.

—Puede ser peligroso.

—Tonterías. —negó enérgicamente J— voy por los atizadores de fuego. ¿Quieres uno para ti, Cesar?

—Trae también las escobas —le indicó Earl.

—Y también linternas y fósforos... ¿Sabes que? Voy contigo. Creo que sé dónde están.
Layne y J regresaron a casa. Estaba decidido, todos irían. No obstante, Geoff se las arregló para que Kathy volviese adentro a cuidar de William prometiendo regresar pronto y Earl logró que su esposo también entrase a cambio de que le dejase el móvil para hacer llamadas por si algo pasaba, solo era necesario que ellos, la banda, fueran juntos a arriesgar sus vidas. No tuvieron tanta suerte con Rachel, ella se negó rotundamente a regresar a casa y no ir con ellos.

—No. Quiero ir con ustedes. —dijo con firmeza— voy por un suéter, me pondré unos jeans y traeré algunas botellas con agua o lo pasaremos mal allá afuera.

—Pero será peligroso. —insistió Cesar— ni siquiera sabemos en qué dirección se fue. Borracho dará muchos tumbos aquí y allá. Podemos terminar perdidos nosotros también.

Rachel frunció el ceño y su voz, calmada pero segura, les reveló que lo que decía no era mentira.
—También es mi amigo.

Ellos se miraron entre sí. Geoff sonrió, en secreto se prometió a sí mismo que le diría a Tony el ardor con el que Rachel quiso acompañarlos a buscarlo. Seguro lo haría dejar de pensar tanto en la bebida y la depresión.
Tan pronto como Layne y J regresaron con cuatro mochilas y Rachel con otras dos más, decidieron adentrarse en el bosque.

Chapter 3: 2: La formación de árboles

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Earl se acomodó la mochila con un resoplido.
—¿Qué empacaron? Parece que toda la casa y los invitados están aquí dentro.

J soltó una carcajada.
—Nos encontramos a Cindy en el camino y no quiso que Layne fuese sin algunas cosas para comer, abrigos y muchas otras cosas más.

—Mujer prevenida vale por dos —recitó Rachel, repartiendo dos botellas de agua y linternas a cada uno.

En total, a la expedición de rescate improvisada iban siete personas. Estaba la banda actual: Layne, Geoff, Cesar e Eli. Y también estaban dos de los ex miembros: Earl y J. Todos a excepción de Rachel y Geoff llevaban mochilas, estos últimos dos sólo cargaban sus linternas y botellas. Iban más o menos preparados, pero no demasiado por lo apresurado de todo el asunto.
—Hey chicos, ¿no se han puesto a pensar que quizá Tony no haya ido a ningún sitio al que nosotros podamos haber ido? —les llamó la atención Eli, su mochila también se veía pesada y la cargaba como si fuese una montaña sobre su espalda— es decir... Su mente siempre ha funcionado de manera diferente a la nuestra.

—Lo que nos faltaba. —se rió entre dientes Cesar— ¿Tratas de decir que él no hubiera entrado en el bosque? ¿Qué hubiera hecho entonces?

Eli pensó un momento y luego chasqueó los dedos al dar con una idea.
—Layne, tú eres el que pasa más tiempo con Tony. ¿En donde estarías si fueras él?


Layne se metió el resto de su salchicha con mostaza a la boca, con todo lo ocurrido no había podido terminar de comérsela. Se había puesto serio por toda la preocupación, pero ahora una sonrisa estalló en sus labios.
—Probablemente estaría en el cine viendo BeetleJuice con una hamburguesa y una Coca-Cola light —todos soltaron risas nerviosas. Si, sonaba como algo que él haría.

—Tiene razón, Tony ni siquiera se hubiera metido al bosque. No es estúpido. —asintió Earl, riendo aún— algo ingenioso se le hubiera ocurrido.

—Pero eso nos deja igual. —murmuró Geoff— y pónganse a pensar: Si te encuentras con un monstruo como el que nos atacó hace media hora, estoy seguro de que más de uno correría a donde fuera sin considerarlo ni una vez. Y si a eso le sumamos que el hombre del que hablamos estaba alcoholizado, las posibilidades se reducen aun más.

—El único sitio al que pudo haber ido es el bosque. —asintió Eli, concluyendo— Andando. No quiero ni pensar en lo que le podría ocurrir solo.

—Y sin mencionar que hay pajarracos sobrevolando en la oscuridad. —añadió J con un estremecimiento. 

—Antes de iniciar, déjenme hacer algo. —les pidió Rachel, extrajo de la mochila de Cesar algo como una bola y de ella sacó un hilo que ató al primer árbol más cercano a la casa.

—¿Qué es? ¿Lana? ¿De dónde sacaste eso? —le preguntó Geoff, todos se acercaron para ver, curiosos. 

La lana era de fosforescente color coral, un ovillo grande.
—Se puede decir que asalté el cuarto de Tony —sonrió avergonzada— mi hijo mayor estaba jugando y encontró esto en el pasillo frente a la puerta del cuarto de Tony, esta tarde, cuando fui a devolverlo hace rato fue cuando no lo encontré en su habitación... No me gustaría que nos perdiésemos. Si seguimos siempre la lana sabremos qué dirección tomar al regresar a casa. He tomado prestadas otras. ¿Quién sabe? talvez nos salven el trasero más adelante.

—Quizá fue muy buena idea traerte, Rachel —le sonrió Eli— ¿traes suficiente?

—Si y más. Probablemente un par de kilómetros.

—Perfecto, chicos, andando. No se separen ¿de acuerdo? no quiero más accidentes esta noche.


Encendieron las linternas y se ajustaron las mochilas antes de empezar la expedición. Caminaban con lentitud, atentos a la oscuridad que los rodeaba. Rachel iba de primera, desenrollando la lana para dejar tras de ellos el camino seguro, el resto caminaban a ambos lados de la lana. Cesar estaba siendo picado por los mosquitos, así que lo que se oía de fondo junto al sonido de los grillos, las ranas y sus pisadas silenciosas era como de vez en cuando aplaudía a algún mosquito que se posaba sobre él.

—¿Nadie trae repelente para mosquitos de casualidad, cierto?

—Ni por casualidad —se rió J.

—¿porqué solo te pican a ti? —se unió a la broma Earl.

—Mi sangre debe de ser dulce.

—Si lo que nos atacó en la casa fue un murciélago vampiro, tú puedes servir como carnada ¿sabes? —le sonrió Eli.

—Chicos, silencio, no sabemos que hay en este bosque —les regañó Geoff, que tenía los pelos de punta por los escalofríos del miedo— si hacemos escandalo estaremos dando nuestra posición descubierta.
No se sentía nada bien en ese bosque, se sentía tragado por la oscuridad más absoluta. Cada rama que se partía le parecía que podría ser algún depredador al acecho. La herida del brazo le dolía, y percibía alrededor miradas donde no las había. Era raro. Era ilógico, no sabía qué ocurría, pero su valor se había esfumado de un momento para otro. Agradecía que su hijo y esposa se hubieran quedado en casa, no hubiera soportado estarlos poniendo en peligro ahora. 

—¿No pudo escoger Tony una noche con luna llena para perderse? —se quejó Earl con una risa irónica, ignorando a Geoff— aquí está oscuro como boca de lobo. Aunque pensándolo bien, a él le encantaba la oscuridad ¿recuerdan? Tanto que le gustaba jugar al vampiro.

—¿No tienen miedo, hermanos? —les preguntó con los ojos grandes J, mirando continuamente a todos lados— es una noche horrible, y con esos murciélagos sueltos...

—Yo tendría miedo si no estuviera con ustedes. —confesó Cesar.

—¿Te infundimos valor? —sonrió Eli.

—No, para nada. Sé que si algo nos ataca se comerá a Earl y no tendrá hambre cuando llegue a nosotros.

Earl le hizo una llave al cuello y le restregó el cabello con el puño mientras todos reían. Cuando lo soltó, Cesar estaba terriblemente despeinado pero se reía igual que los demás. Siguieron adelante bromeando de vez en cuando, porque algunos de ellos no se quedaban callados ni aunque Geoff les dijese algo. Quizá porque el único que había salido lastimado para tomar en serio la situación era él. Incluso Rachel y Eli bromeaban para mitigar la preocupación, recordando sucesos divertidos que les había ocurrido con Tony en el pasado. Ni por un momento se les pasó por la cabeza que su amigo la estuviera pasando mal realmente.

—¿Y porqué estaba bebiendo? Ni siquiera bebe. ¿Saben lo que cuesta que ese hombre acepte sostener una botella? —se carcajeó Layne— la ultima vez que lo obligué a que me ayudara a comprar los vinos de la cena navideña me dio en la cabeza con una de las botellas cuando iba a servirme un trago.

Todos sonrieron. Geoff, que sí sabía la razón por la que su amigo se había estado ahogando en alcohol, guardó silencio. Pero miró sin disimular a Rachel cuando esta habló, con cierta nostalgia.

—Cuando yo lo conocí si bebía. Y mucho ¿se acuerdan?

—Lo conocimos al mismo tiempo —asintió Layne— él no habla mucho al respecto. En ese teatro del parque temático donde bailaba disfrazado de varios personajes raros. ¡Y Geoff! tú te disfrazabas de Frankenstein ¿lo recuerdas? te quedaba bien el maquillaje. Entonces te veías monstruoso.

Geoff le dio un empujón amistoso con el hombro bueno, pero la verdad es que no le gustaba recordar esa época. No era muy grata para él, y por lo que sabía, tampoco había sido la mejor para Tony. En ese tiempo, Rachel, Tony, Kathy y él compartieron escenario muchas veces. De ese sitio salieron varias parejas, él y su esposa se conocieron así, hubiera jurado que Rachel y Tony se iban a casar en un futuro, porque entre ellos había ardido algo que parecía destinado al altar. Pero su amigo no era ese tipo de hombre, no era un hombre de hogar, hijos y esposa, sino... Bueno, ni siquiera sabía qué clase de hombre era Tony. Quizá nunca maduró lo suficiente como para sentir la necesidad de formar una familia, como Geoff y Kathy. Y Rachel quizá había dejado de esperarlo.

 

—Chicos ¿ven eso? —les preguntó Earl señalando algo más adelante.
No habían recorrido más de un kilometro, en silencio total, cuando Earl había dicho eso. Todas las linternas apuntaron al frente, al objeto en el suelo frente a ellos. Layne abandonó la formación y avanzó hasta el objeto, estaba enredado en los arbustos más allá, así que él tuvo que caminar un poco mientras los demás esperaban en silencio. 

—¿Qué es? —le apremió con impaciencia J— ¿Qué diablos es?

—No me lo van a creer... —Layne se incorporó y los miró antes de alzar el objeto: era la gorra de Tony. La que decía "New York" en el ala interior. Tenía varias de esa ciudad, pero en definitiva, una de sus favoritas era esa. Rachel profirió un grito ahogado. Esa gorra. Que curioso que fuera ésa gorra específicamente la que encontraran. Era la favorita de Tony desde hacía ya bastante tiempo, de hecho, de los tiempos en los que...

—¿Te encuentras bien, Rachel? —quiso saber Layne— ¿porqué no avanzas?

Ella sacudió la cabeza, los recuerdos eran demasiados para pensar ahora, debía hacerlos a un lado si quería concentrarse en lo que era necesario. Pero aun así, no podía negar que le era un trago amargo que lo que encontrasen ahora de su amigo, fuera esa gorra. Muchos de los recuerdos que tenía con él tenían esa gorra en ellos, era algo que identificaba a ese hombre. Solo entonces se imaginó de verdad la posibilidad de que no pudieran encontrarlo y el dolor que sintió fue real.

—Estoy bien. Sólo... preocupada. —confesó— ¿Qué pasará si no lo encontramos?

J apareció de la nada detrás de ella y le puso la mano en el hombro después de pasársela distraídamente por su frente sudorosa. —No te preocupes, si encontramos algo de él significa que vamos por el camino correcto. 

—Significa que él estuvo aquí. —añadió Earl.

—Y que no tardaremos en encontrarlo. —completó Layne, sonriendo.

Ella les devolvió la sonrisa, mientras se limpiaba con disimulo el hombro. Los apreciaba mucho, eran buenos amigos y su optimismo la recompuso casi al instante.

—Tienen razón. No sé en qué estoy pensando. Lo encontraremos, por supuesto. ¡Sigamos adelante!

—Así se habla —jadeó Eli, que seguía caminando trabajosamente con su mochila pesada.


Layne asintió y se encasquetó la gorra "New York" en la cabeza. Regresaron a la formación y reanudaron el paso por el inexistente sendero del bosque otra media hora más. Eran más o menos las once de la noche, llevaban hora y media avanzando con lentitud. Pero su perseverancia rendía frutos, delante de ellos habían encontrado una especie de camino hecho por alguien que pasó a través de la maleza, probablemente no mucho antes que ellos. 

—Chicos, pausa, por favor... —gimió Cesar, que sin esperar a ver que decían los demás, se desplomó en un tocón de árbol— no estoy en forma para esto.

—Espérenme cinco minutos. —les avisó J antes de caminar hacia los arbustos.

—¿A donde vas? —inquirió Geoff— no es bueno que nos separemos.

—La naturaleza llama, hermano.

—¿Naturaleza? —preguntó Rachel.

—No preguntes. —negó Earl.

 

Los demás tampoco dijeron mucho, solo tomaron asiento en el suelo para descansar, hasta Rachel se sentó sobre un montón de hojas bajo un árbol. Estaba cansada, todos lo estaban, este viaje no les estaba resultando muy fácil. Probablemente, si lo encontraban, no podrían regresar esa misma noche, ya era muy tarde como para que pudiesen desandar lo caminado por otras largas horas hasta la casa sin descansar. Tendrían que averiguar la forma de pasar la noche en medio del bosque para regresar al día siguiente a la casa veraniega. Aunque eso no lo podían pensar ahora, ni siquiera lo habían encontrado.

—No se les vaya a ocurrir dormirse —les ordenó Eli, que se frotaba los ojos bajo los lentes. 

—No se me ocurre, tranquilo. —dijo Geoff, que estaba atento a todo lo que le rodeaba— sería lo último en lo que pensaría hacer.

—Chicos, me quedé sin linterna —les avisó Earl— le han fallado las baterías.

—La mía tampoco durará demasiado —suspiró con frustración Rachel— odiaría quedarme a oscuras en un sitio como este.

Se imaginó a Tony ahí, a oscuras, caminando sin rumbo, tropezando con raíces y piedras. Completamente solo en ese bosque. Se le oprimió el corazón. Sabía que él ya debía contar treinta y nueve años, era un adulto más o menos responsable, ¿se asustaría con tanta oscuridad y soledad? ¿O estaría lo suficientemente borracho como para no estar consciente de lo que hacía? Rachel se dio cuenta de que lo que más deseaba en ése momento era encontrar a Tony sano y salvo, y eso la hizo molestarse consigo misma. No debía estar tan preocupada por un hombre que no era su esposo.

 

—¡Hey! ¿Vieron eso? —todos miraron a Cesar, se había puesto de pie de nuevo y señalaba hacia adelante— creo que vi algo pasar entre los arboles.

Rachel no midió lo que hacía y se puso en pie para gritar— ¿Tony... ? —Geoff le había tapado la boca y no la dejó terminar la frase.

—¿No has visto películas? —le susurró al oído— La chica que grita es la primera que muere.

Ella le apartó la mano de un empujón— Me hubieras dicho que me callara y ya. Creo que tengo pedazos de tierra y hojas en la boca por tu culpa.

—De todas formas no era nada, era J que venía de ir al baño. —se disculpó Cesar.

—Quien sea que hizo la cena, le agregó demasiado picante. —gimió J, que aun se estaba ajustando el cinturón. 

Layne se soltó a reír a carcajadas y Geoff le tiró un puñado de hojas para que se callara. Pero Layne siguió riendo por un rato más. Reanudaron el camino sin más comentarios. El ambiente pronto se tornó levemente pesado después de esas risas, como si el aire estuviese viciado. Los arboles se fueron haciendo cada vez más escasos y con menos hojas. Como si las estaciones hubieran saltado de verano a otoño de un momento para otro. Después el suelo dejó de tener hojas, y se les presentó duro, gris y estéril. Las estrellas en el cielo se veían con mucha intensidad para este punto. Solo se oían las respiraciones de los chicos, agitadas por el cansancio y el aire delgado.

—¿Estaremos ascendiendo? —murmuró Eli— siento como si estuviese respirando a través de una esponja seca.

—La verdad es que yo no he sentido que subiéramos. —negó Earl— es un camino plano completamente.

 

Siguieron caminando en silencio. El ovillo de lana se acabó, e hicieron una parada para que Rachel pudiese atar el comienzo de otro color azul profundo al final del anterior. El resto de los chicos tomaron asiento alrededor de ella y se sacaron de encima las mochilas para descansar solo un momento. Todos querían recuperar el aliento, Eli estaba cabeceando por el sueño y Cesar intentaba mantenerlo despierto haciéndole conversación. Earl tenía ya círculos de sudor en las axilas y el cuello de la camisa al igual que Geoff, que se estaba ajustando el vendaje con cuidado.

Todos estaban distraídos, J incluso se estaba tragando un twinkie que había sacado de la mochila de Earl, hasta que escucharon un grito masculino. La linterna de Geoff cayó al suelo y se estrelló contra una roca, apagándose completamente.

Ese grito les había helado la sangre a todos, no fue hecho por ninguno de ellos, venía de adelante, a unos doscientos metros más adelante. Si hubiera sido un grito común y corriente hubiera sido aterrador, pero este no fue cualquier grito, conocían demasiado la voz de Tony para reconocerla en cualquier situación: había sido él.
Todos intercambiaron miradas de alarmante preocupación. La mayoría habían perdido repentinamente el color de sus rostros.
El primero en reaccionar fue Layne, sacó de su mochila su cuchillo de cocina y corrió hacia el sitio del que había provenido el sonido, gritando el nombre de su amigo. Lo siguiente ocurrió por inercia, el resto de los chicos sacaron sus improvisadas armas, la escoba de Earl y los atizadores de fuego de Eli, J y Cesar, todos corrieron en la dirección en que se había escuchado el grito sin preocuparse porque atrás de ellos se quedaron varias de las mochilas y el ovillo de lana.

Corrieron gritando el nombre de Tony en la oscuridad, guiándose por las estrellas que resplandecían arriba y las figuras negras de los arboles que aparecían cada vez menos. Sea lo que sea que lo había hecho gritar así, no era nada bueno. La desesperación que los hizo presa en ese momento los inundó de la adrenalina suficiente para seguir corriendo sin importar que no supiesen exactamente a donde iban.

Entonces, los arboles quedaron atrás y delante de ellos se abrió un claro en el bosque. La noche no dejaba calcular que tan grande y abierto era.

 

Rachel se las había arreglado para ir de primera en la carrera, y fue la primera en detenerse, sin aliento, y más confundida que nunca. La noche después de aquel grito sonaba en contraposición mil veces más ruidosa. Rachel estaba asustada, su respiración agitada y el terror que sentía la hacían ver hacia todos lados como si algo pudiera salir en cualquier momento de entre la maleza y hacerle daño. Lo peor: estaba sola. Los chicos estaban retrasados, por lo que ella tuvo un instante de privacidad para asimilar lo que estaba viendo. Delante suyo, habían seis gruesos arboles plantados en circulo. Con lentitud recelosa avanzó hacia ellos. No sabía exactamente como, pero tuvo la certeza de que no era la primera vez que los veía. En la penumbra dio unos pasos hacia adelante, su vista aun no se acostumbraba a la oscuridad casi total de una noche sin luna.

Un escalofrío le corrió por la espalda.

—¿Tony?

Entonces él gritó una vez más, y Rachel reanudó la carrera, esta vez sabía hacia a donde se dirigía, hasta el centro de esa formación de los seis arboles. Esta vez la voz de Tony sonaba diferente puesto que esta vez sonó como si estuviera cayendo. Como si estuviera en una caída muy larga hasta un punto en el que ya no se le oía. Ella miró hacia todos lados pero no fue capaz de encontrar el sitio en el que se perdía la voz de el hombre que buscaban, hasta que vio la abertura en el árbol.

A su lado llegó Layne, se le había caído el cuchillo quien sabe donde. De tercero y cuarto, sin aliento, llegaron Cesar y Earl. Geoff, J e Eli los últimos. Todos, como Rachel, se quedaron de piedra al observar los seis arboles. Con la misma impresión ominosamente familiar. Rachel estaba de pie, muy quieta en el centro de la formación de arboles, como si estuviera atenta a algo.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está? —la tomaron por los hombros y quisieron hacerla reaccionar. Ella señaló el sexto árbol. 

 

La única linterna era la de Cesar y esta fue la que usaron para iluminar el sitio en el que se encontraban y hacia donde Rachel señalaba.

Era un circulo perfecto de arboles gruesos y bastante altos. Las bases de cinco de los seis arboles había profundas quemaduras en la corteza. Como si hubiesen sido quemados con fuego abrazador y voraz que los consumió hasta el centro. No obstante, el sexto árbol, el que la única mujer del grupo señalaba, tenía una puerta redonda abierta. Su interior era oscuro y profundo, como si tuviera que caminarse kilómetros hasta encontrar su fondo, ninguno de ellos se acercó demasiado al principio, pues toda la escena era lo suficientemente poética y perturbadora como para mantenerse a distancia. Pero resultaba imposible no querer ver más de cerca, pues la puerta en el sexto árbol tenía una imagen vistosa y extraña. La imagen de una calabaza de Halloween. La típica lampara de calabaza horadada de manera que sus agujeros parecieran una boca congelada en medio de una risa diabólica, con unos ojos maléficos. 

Geoff y Earl sostenían a Rachel, pero antes de que ella pudiera recobrarse completamente del susto, se soltó del agarre de ellos y avanzó con rápidos pasos hasta estar frente a la abertura. Los chicos, alterados por ese arrebato de ella, permanecieron un segundo en shock mientras veían como una luz anaranjada se alzaba desde el interior del sexto árbol y envolvía a Rachel. Un viento huracanado se levantó alrededor de ellos y las hojas secas empezaron a girar en todas direcciones. 

Cuando Ellos decidieron actuar y apartar a la mujer del peligro sin explicación, el viento adoptó una trayectoria definida: el interior del árbol. Los primeros en ser arrastrados fueron Rachel y Geoff, los más cercanos. Layne y los demás no tuvieron tiempo ni de pensar, puesto que sus pies se despegaron del suelo y fueron atraídos al interior junto a las hojas secas.

El viento rugió con estrépito ahogando cualquier palabra que se hubieran querido dirigir los unos a los otros y pareció que caían a una hoguera cuando la luz anaranjada los tragó a todos y la puerta se cerró.

Chapter 4: 3: Al otro lado del portal

Chapter Text

Layne se despertó de golpe y en el acto se incorporó muy lentamente. No había ni una sola luz. La oscuridad reinaba de tal forma que Layne se preguntó por un momento si realmente había abierto los ojos. La cabeza le daba vueltas, no estaba seguro, pero sentía que se había golpeado contra algo muy duro antes de perder la consciencia. Le llevó unos largos segundos recordar lo que había pasado en el circulo de arboles, y aun así, no dio crédito a lo que había visto, sentido y experimentado. Debía estar loco. Talvez se había caído en la carrera que todos habían iniciado para ayudar a Tony. No forzó más su cabeza dolorida, luego averiguaría lo que pasó. Tanteó en la oscuridad, que era peor que la de hacía unos minutos, antes del grito. Un escalofrío ascendió por la espalda de Layne, como si un cubo de hielo hubiese recorrido su columna. Recordó el grito de Tony, instantáneamente se repitió en su cabeza y el pánico volvió a aparecer. Había oído gritos de terror en su vida, pero nunca uno de la garganta de su mejor amigo. De una de las personas que más amaba en la vida.

Como pudo, se obligó a permanecer en su sitio, respirando moduladamente, para tratar de calmar sus atribulados nervios. El hecho de no ver lo que tenía frente al rostro, no hacía más fácil el asunto, todo lo contrario. Mientras los recuerdos volvían a ser claros, recordó que no estaba solo en esta desventura. Sus temores entonces pasaron a sus compañeros de viaje. Lo que esperaba en ese momento era que los demás estuvieran bien, porque quería primeramente la seguridad de sus amigos, y en segundo plano, aunque con igual importancia para él, reanudar la búsqueda de su mejor amigo.

La voz de Earl salió de quien sabe donde en la oscuridad, a su derecha. 

—Chicos, por favor díganme que me escuchan y que están bien.

—Yo estoy bien. —respondió él.

—Yo también. —dijo Eli, más allá— pero creo que se ha roto uno de los vidrios de mis gafas.

—Que estén bien es música para mis oídos, hermanos —se sumó J— por un momento creí que estaba solito.

—Yo también me asusté por un momento ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente, chicos? —les preguntó Rachel— Siento que dormí horas.

—¿Acabas de despertar?

—Si, hace un momento, cuando empezaron a hablar.

—En lo personal, yo también. —murmuró Layne— Esta debe de ser la peor forma de despertar que he tenido en mi vida.

—No lo creo. —se rió entre dientes Earl— ¿Recuerdan O'Hare?

—¿Qué les pudo pasar en O'Hare que fuera peor que esto? —les dijo asombrado J.

—Ah, es cierto, J aun no estaba con nosotros cuando nos pasó —Eli dejó escapar una risa nerviosa.

—Despertamos semi desnudos en un callejón después de que nos dieran una paliza y nos robaron las billeteras. —explicó Geoff, con desgana.

—¿Qué demonios? —exclamó Rachel, con un deje levemente divertido en la voz— ¿Cómo es que llegaron a esa situación?

—Fue culpa de Tony, la verdad —se desternilló de risa Earl— ¿se acuerdan, chicos?

—¿Recordarlo? A veces aun tengo pesadillas —murmuró Geoff.

Rachel, con la curiosidad en vilo les insistió hasta que Layne le contó como después de una jornada larga en O'Hare, después de un vuelo de noche, una madrugada de viaje en camioneta, tres horas de sueño en el camino, un almuerzo insuficiente y ocho horas de concierto, Tony, estresado y fastidiado como solo él podía estar, se peleó a la salida con el integrante de otra banda que había compartido el escenario con ellos esa tarde y parte de la noche. Al principio no le fue tan mal a Tony, demostró que peleaba tan bien como bailaba, pero luego a su oponente se le sumaron el resto de los de su banda.

—¿Y ustedes intervinieron y lo defendieron? —preguntó asombrada Rachel.

—No, no hubo tiempo. —suspiró resignado Geoff.— no nos dijo lo que iba a hacer, cuando inició la pelea nosotros apenas estábamos saliendo del edificio. Lo hicieron papilla entre todos y después nos agarraron a nosotros. A Eli le fue peor, si mal no recuerdo le rompieron un bote de basura encima ¿te sigo crujiendo el cuello, hermano?

—Déjame ver... —En la oscuridad, escucharon el sonido de un crujido. Earl y J se partieron de la risa, luego los demás se unieron con risas sueltas y nerviosas. La oscuridad dejó de ser aterradora por esos momentos, hasta que todos hicieron silencio otra vez. 

—Chicos, por Dios, volviendo a la realidad... Ha sido una fea caída ¿Cómo es que no hemos muerto? —indagó extrañado Geoff que sonaba como si se estuviera dando la vuelta muy dolorosamente en el suelo— porque, quiero creer que lo que recuerdo que pasó no pasó... ¿O sí?

Los demás volvieron a la seriedad que el momento requería y nadie dijo nada. —¿Tengo que tomar eso como un sí? —insistió Geoff.

—Creo que si —concluyó J— porque no hay otra explicación ¿cierto?

—Si hemos sobrevivido todos ¿quiere decir que Tony también podría estar vivo? 

Rachel fue la última en hablar. Pero todos guardaron silencio, pensando. Geoff y Layne, desde sus posiciones diferentes, no evitaron sonreír de lado. No se podían ver entre ellos, la oscuridad era total y no había más pistas acerca del sitio en el que estaban, que el suelo de tierra removida y suelta. 

—Esperemos que así sea. —suspiró Layne— ¿Cesar? ¿Te encuentras bien? no te he oído en toda esta plática inconexa. ¿Cesar? ¿tienes tu linterna de mano? 

—Si, hombre. No hagan tanto escandalo, tengo una orquesta de magulladuras en varias partes del cuerpo y sobre todo en la cabeza. Todo bien por aquí, pero creo que me rompí algo cercano al coxis en algún lugar de esa caída estroboscópica. 

 

Si esta hubiera sido una situación normal Layne hubiera sido el primero en reírse, pero ya no había nada gracioso ahora. La caída había sido real, ahora la recordaba con lujo de detalles, había sido como si hubieran caído por un enorme torbellino al centro de la tierra o a otra dimensión. Él recordaba vagamente sensaciones sin nombre, terror y luego... fue como caer inconsciente. César encendió la linterna y un rayo de luz rasgó la negrura en la que se encontraban. Las caras de todos aparecieron a la vista, con una palidez casi fantasmal, la mayoría tenía tierra en la ropa, cabello y rostro por acción de la caída, pero todos se veían bien. A excepción de Cesar, que parecía como si le hubiesen pasado un rastrillo por la cabeza y las hojas secas, la tierra y uno que otro insecto se hubieran quedado enredadas en su pelo crespo. 

—Fue una caída de locura —murmuró con una mueca J— por un instante, sentí como si flotara.

—Yo también... —murmuró Eli— ¿creen que nos ha absorbido algún tipo de portal interdimensional? Recuerdo haber leído al respecto en un libro. Solo que, era un libro de Ciencia Ficción.

—O quizá simplemente todos estamos muertos —aventuró Earl. J hizo un gemido ligeramente angustiado. 

—Quizá lo mejor sea saber con qué contamos en vez de seguir dándole vueltas a lo que ya pasó... —dijo Geoff— de todas formas, es muy probable que no lo entendamos nunca.

—Excelente idea, hermano. Entonces... ¿De cuantas mochilas disponemos? lo digo porque yo desafortunadamente, perdí la mía —Eli se volvió a colocar los lentes rotos para examinar lo que los demás le mostraban mientras se ponía en pie. A la luz de la linterna, se alzaron tres mochilas tan sucias como ellos— ¿y agua?

Cuando solo Rachel mostró dos botellas llenas hasta la mitad y una más, semivacía, Eli volvió a sentarse a meditar y respiró hondo un par de veces. Después de un momento, empezó a hablar para sí mismo: Tenemos a nuestro favor algunas provisiones. Pero el agua no nos durará más de media hora, somos demasiados.

—Cindy empacó un par de ollas pequeñas de aluminio. —dijo Layne— si conseguimos encontrar un arroyo o río y hacemos fuego, talvez podamos hervirla y rellenar las botellas.

—¿Qué les parece si nos dividimos para buscar una fuente de agua? —añadió Cesar, que se había dado cuenta del estado de su cabello y se afanaba por sacarse lo más grande, que resultó ser un gran escarabajo. Cuando lo tuvo entre los dedos dio un respingo de susto y sin pensar se lo tiró a Earl.

—Otra buena idea. —aceptó Eli— necesitaremos hacer algún tipo de... campamento improvisado.

—¿Qué hay de Tony? —curiosamente, esto lo preguntaron Layne y Rachel a la vez. Los dos se miraron por una fracción de segundo, antes de que Layne volviera a intentar apartar el escarabajo de la camiseta de Earl dándole con la gorra de Tony. Earl le quitó la gorra a Layne, pues solo lo estaba golpeando con ella sin apuntarle al insecto, y sin miedo tomó al escarabajo y lo lanzó lejos.

—Tranquilos, chicos, no he olvidado ni por un momento a Tony. Es por él que estamos aquí. Y ya que... es evidente que él cayó aquí antes que nosotros, no debe andar muy lejos. Planeemos bien lo que haremos y nada más nos sorprenderá. 

—Lo mejor será que regresemos, —intervino Geoff— avisar a la policía de que seguimos su rastro y que oímos el grito y que creemos que está aquí en algún sitio. Ellos están más preparados que nosotros para este tipo de cosas. Además, llevamos varias horas fuera, preocuparemos a nuestras familias.

Layne se puso en pie. Todos lo miraron, Cesar lo apuntó con la linterna.
—¿Qué pretendes? —le preguntó Geoff.

—Iré a buscarlo. —Él se encogió de hombros— No sé si te has dado cuenta, pero tampoco veo forma de regresar por el portal que nos trajo hasta aquí. Y aunque hubiera una forma —insistió él negando enérgicamente— no podemos abandonarlo aquí. Puede ser que hablar a las autoridades sea buena idea, pero creo que ya que nosotros estamos aquí debemos actuar mientras podamos. Aún no es tarde.

—Eso no lo sabemos. —añadió Geoff mirando hacia otro lado.

—Por eso mismo debemos seguir adelante. —reiteró, más firme que nunca, se había encasquetado la gorra otra vez en la cabeza— podríamos llegar a él en el último momento y estamos perdiendo el tiempo... Yo iré. ¡Tony es mi amigo! Ha hecho por mi mucho más de lo que estoy dispuesto a admitir. Y no lo abandonaré ahora, a la primera oportunidad. Y si ustedes no me acompañan, iré solo.

—Layne, por favor, deja de tratarnos como si fuéramos cobardes —sonrió J— no es como si nos tuvieras que convencer, hermano. 

—Tony es amigo de todos, además —agregó Earl.

—No lo dejaríamos aquí por nada del mundo. —secundó Eli.

—Cuenten conmigo —dijo Cesar— aunque no me haya querido prestar su auto, el tipo es agradable. También quiero ayudar a encontrarlo.

Rachel no hacía falta que dijese nada, todos sabían que si estaba ahí era porque quería como todos los demás encontrar a Tony. Geoff, entonces, se dio cuenta de que todos lo estaban viendo a él, que no había expresado su conformismo con la idea de seguir adelante. Ellos continuarían sin él si era necesario y tenía que admitir, que lo correcto era eso.
—Está bien, vamos a salvar a Tony.

El sonido del estómago de alguien les hizo detenerse en seco.
—Pero chicos... Salgamos ahora, para desayunar lo antes posible —les pidió Cesar, sonriendo nerviosamente.


Se dividieron: Layne, Eli, Cesar, Earl y J tomaron dos de las tres mochilas y fueron a dar una vuelta a la redonda, mientras Geoff y Rachel plantaban una especie de campamento improvisado al límite del bosque con otra de las mochilas a resguardo. En el camino, Earl quiso hacer una llamada a la casa, pero no había señal disponible. El móvil era inservible completamente, más que para matar insectos, que seguían picando a Cesar. Cuando regresaron, comenzando a rayar el alba, no habían encontrado ningún indicio de su amigo ni tampoco esperanzas. Pero ahora sabían más del sitio en el que estaban. Era un bosque parecido al que dejaron al otro lado del portal del sexto árbol, salvo que en éste, los arboles parecían retorcerse en formas grotescas, con sus ramas desnudas creciendo por encima de las cabezas de todos. La tierra era dura y polvorienta, pero había indicios de ceniza en varios sitios, además de más madera carbonizada, como los aquellos cinco primeros arboles. Parecía un escenario de pesadilla, o de película de terror. Encontraron un nacimiento de agua más allá, sospechosamente cristalina, pero que su rumor al correr sobre las rocas oscuras no sonaba como ningún arroyo que hubieran oído antes. Con la promesa de hervirla cuando pudieran o purificarla de alguna forma, rellenaron una botellita vacía que descubrieron de coca-cola en el fondo de una de las mochilas y las ollas pequeñas de latón. En un momento, Eli comentó que se sentía observado, sensación que los demás confirmaron sentir también, entonces al volverse de pronto creyó ver algo moverse entre unas rocas, cuando todos miraron en la misma dirección, no lograron ver nada. No obstante, la sensación de no estar solos siguió con ellos cuando regresaron.

Layne estaba desmoralizado cuando regresó y se apartó a una esquina del campamento sin hablar con nadie por un largo rato mientras los demás estaban deliberando qué hacer después. J se encargó de subirle el animo con una zanahoria llavero que tenía en su billetera, pero aún así permanecía alicaído cuando Geoff y él hicieron lo que pudieron con la comida para poder repartir entre todos una ración justa y que quedase lo suficiente para un par de días más de viaje.
Cuando todos estaban sentados alrededor de un fuego acogedor que le había costado a Earl y a Eli más de alguna quemadura, Rachel se sentó al lado de la Layne que estaba vertiendo agua caliente en un par de vasitos térmicos, a la vez que batallaba con la bolsita de ramen.

—¿Necesitas ayuda?

Layne tenía la bolsita entre los dientes y los vasos en una mano y en la otra, protegido por un pañuelo de Geoff, la olla de latón con el agua caliente. Dándose cuenta de que era inútil en esas circunstancias, asintió por fin. Rachel lo ayudó a verter el agua mientras él rasgaba la bolsita de ramen y la dividía entre dos vasos.
—Esta será para Geoff. —le dijo él— ojalá que no se moleste por que sea una sopa sin condimento. Me preocupa su brazo. La verdad es que estoy pensando si no sería mejor que tú y él regresen a la casa para que los demás no se preocupen tanto.

—Sabes que yo no lo haré. —le aseguró ella— ni siquiera sabemos si podremos volver. Pero estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudar a salvarlo.

Layne sonrió divertido, su buen humor volvió lentamente.
—Si no es demasiado tarde, eso lo hará muy feliz, puedes darlo por hecho. —había algo en el brillo de esa mirada que hizo que Rachel pensase que Layne sabía algo que ella no.

Geoff al otro lado del campamento se estaba arreglando el vendaje otra vez, Cesar intentaba ayudar, estaba cortando los pedazos de esparadrapo con los dientes y se los iba pasando a Geoff que los pegaba donde creía correcto. Rachel sonrió, el menor de los dos hombres tenía un pedazo de esparadrapo en la oreja, lo que confirmaba que no sabía ni qué estaba haciendo. Layne se levantó y fue hasta ambos para darle a uno la sopa instantánea y al otro una barrita de algo que ella no vio.
Cuando Layne volvió, le entregó a ella lo poco que podían permitirse en ese momento.
—Lo que dijiste antes fue muy admirable. —le dijo Rachel a Layne cuando estaban comiendo— Tony debe ser como un hermano para ti.

—Es un dolor de cabeza. —Layne sonrió ampliamente, como si recordara alguna broma pasada— Ese hombre se llega a comportar como una colegial en pleno descubrimiento de la pubertad. Cuando se estresa molesta como no tienes idea. Pero es muy divertido, es agradable pasar tiempo con él. Tiene unas ideas tremendamente originales pero siempre piensa en grande, por eso se termina abrumando demasiado rápido si no estoy para ayudarlo... A veces puede molestarme con un asunto hasta cansarme. Otras veces, es mi mayor apoyo cuando las cosas se ponen difíciles, cuando siento que no podré seguir adelante sé que él estará para mi de la misma forma en que estoy yo para él. Nos cubrimos las espaldas... Lo siento, hablo demasiado, pero es que... me preocupa. Ya sabes que es raro encontrar verdaderos amigos en éste mundo tan difícil de enfrentar... Es que Tony es mi mejor amigo. Lo valoro mucho, si le pasara algo... no me perdonaría el no haberlo ayudado.

Rachel se detuvo a pensar un momento, masticando con mucha paciencia la cecina y la crema de maní, terrible combinación, pero era lo que había para llenar el estómago por lo que no se iba a quejar tampoco. Tony, descrito por sus amigos íntimos, se oía como un tipo grandioso, ella misma lo recordaba como un chico increíble cuando eran más cercanos. Se preguntó si aun sería tan dulce y amable como lo había sido cuando ella lo conoció. Cuando parecía que no estaba tan fastidiado por la vida. Si aun era un buen confidente y un mejor amigo irremplazable. Se preguntó si aun pensaba en ella como ella lo hacía muy a veces en él, aunque fuera en sus sueños.


Layne la observaba de reojo con media sonrisa traviesa cuando Rachel se dio cuenta, y ella quiso saber la razón que tenía para verla así, como si él supiera algo que ella ignoraba. Layne negó haciéndose el desentendido por un instante y le dio un par de vueltas con la cuchara a su insípida sopa instantánea. Pero finalmente dijo: Solo recordaba la última vez que Tony me habló de ti.

—¿te habló de mi...?

Layne sonrió, satisfecho de haberla sorprendido— no fue hace mucho ¿sabes? fue justo antes de venir a la casa de verano.

Rachel lo contempló un instante, pensando si Layne tendría algún propósito oculto para mentirle. Pero ella lo conocía y él nunca le había mentido de ninguna forma. Antes de desviar la mirada a Cesar, al otro extremo del improvisado campamento, se dio cuenta de lo que significaba que Tony hubiera hablado de ella. Significaba que talvez no se había olvidado del todo de lo que pasó entre ellos. No obstante, se distrajo intentando prestar atención a Cesar, que masticaba dificultosamente una barrita de almendras confitadas que sospechaba que ya se habían vencido.

—¿Habló de mi, en serio? —quiso sonar desinteresada— pensé que no hablaban más que de trabajo.

Layne fingió exageradamente hacer memoria.— La verdad es que Tony habla de todo cada vez que tiene oportunidad. Y cuando digo todo, me refiero a las cosas más raras que te puedes imaginar. Le gusta hacer bromas sobre el cabello de Geoff o de las modelos demasiado delgadas que han puesto este verano en los teatros y a lucir la ropa de diseñadores. Siempre ha dicho que si de él dependiera, él mismo se pondría esa ropa y modelaría mil veces mejor que ellas. Ya sabes que él recibió un mini curso de modelaje hace una década y que sabe andar en tacones sin romperse los tobillos, desde entonces se cree critico experto.

Rachel dejó escapar una risa ruidosa al imaginarse al hombre del que hablaban vistiendo vestidos de alta costura y luciéndolos en una pasarela ante las cámaras con esa mirada suya hipnótica de ojos verdes y pestañas oscuras. Layne le hizo coro a su risa hasta que ella se calmó por completo. No obstante, Rachel insistió de nuevo, intentando ser sutil y no verse tan interesada en saber la respuesta. El beatboxter no había dejado de sonreír, se hallaba completamente recompuesto emocionalmente para éste momento, y en secreto se lo agradecía. No hacía mucho, había experimentado pánico al no saber si sus amigos estaban o no bien, al no recordar, al sentirse de pronto solo en el mundo. Al pensar que Tony ya no podría ser salvado. Hizo un esfuerzo por no pensar en la idea de que no pudieran salir de ese sitio, ni encontrar una salida para volver a la casa de verano y a su familia. A su esposa y a su Doris. 

Se concentró en Rachel, sentada a su lado, que esperaba una respuesta. Si ella supiera que uno de los temas favoritos de su amigo era ella y que muchas de sus tristezas se debían a ella aun después de tanto tiempo, probablemente en ese momento no estarían en esa situación tan engorrosa. Layne volvió a sonreír.

—Cuando lo encontremos, no le digas que yo te lo dije o me meterás en problemas con él. —le dijo, a modo de confidencia— Pero si, Tony a veces habla mucho de ti.

—No puedo creerlo... —murmuró ella, con voz afectada.

—Créelo. —se sentó al lado de ellos Cesar, se estaba aclarando la garganta, parecía que una de las almendras se le había atorado hacía unos minutos y había renunciado a la tarea de tragársela— te tiene de fondo de pantalla. —entonces se volvió a Layne— te cambio la barra de almendras vencidas por tu sopa sosa.

—Hecho. Pero solo si consigues que Earl te de un cuarto de su Twinkie y que J te entregue una medialuna de pan tostado.

—Subestimas mis dones de convencimiento, hermano. —se rió él corriendo al otro lado del campamento para iniciar un regateo apresurado y lleno de trampas con sus amigos.

—Chicos, si están listos sería este el mejor momento de partir —anunció Eli, echando agua del arroyo a la fogata.

—Ya era hora. —saltó J— ya me estaba aburriendo.

Rachel se mordió el interior de la mejilla. Se daba cuenta de que ya no podría seguir indagando más sin parecer desesperada por saber. Pero lo estaba. Tony quizá siguiera sintiendo algo por ella, después de tanto tiempo y tantos problemas. Un sentimiento agradable floreció en su interior por un segundo, luego, lo apagó de golpe el hecho de que ¿de qué demonios servía que Tony sintiese algo por ella, si Rachel estaba casada y tenía además dos pequeños niños? se sintió culpable por siquiera emocionarse. ¿Era acaso que ella sentía también algo por él? 

Chapter 5: 4: Lodo, discordia y huesos

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Llevaban ya varios minutos caminando, Layne gritando el nombre de su amigo de vez en cuando y entristeciéndose por no encontrar señales de él en ningún sitio. Habían decidido seguir el arroyo, para tener una provisión de agua más llevadera, aunque siempre fuese necesario hervirla por las dudas. Normalmente, según Eli, los pueblos se creaban alrededor de fuentes de agua, por lo que confiaban con encontrar algún asentamiento más adelante. Y si encontraban personas, talvez Tony estuviera con ellos o ellos podrían saber como encontrarlo. La verdad es que se estaban moviendo a base de suposiciones, puras especulaciones sin mucho fundamento, pero ''quien se ahoga se agarra hasta del agua'' cualquier esperanza era bien recibida.

—Caminatas, caminatas... —se quejó J— cuando acepté pasar parte de mis vacaciones con ustedes, hermanos, pensé que nos iríamos a pescar, o nos divertiríamos simplemente hablando o comiendo alguna carne asada o malvaviscos alrededor de una fogata. Las estrellas de noche, el canto de las aves, caray... nunca me imaginé que volverían a las caminatas marciales de la marina.

—Solo piensa que podría ser peor —le aconsejó Earl— siempre podemos hacer eso después, cuando encontremos a ese tonto borracho y podamos volver. Piensa que tuvimos suerte en esa caída, ahora podríamos estar muertos.

—Chicos, no hablen de muerte, me dan escalofríos —les regañó Cesar, estaba tragándose la sopa de Layne a sorbos lentos— le hubieras echado a esto por lo menos el escarabajo aquel. Un vaso de agua tiene más sabor.

Layne se encogió de hombros mientras le pasaba a Rachel el trozo de twinkie y a Eli la medialuna de pan tostado.

—Debiste pensar en eso antes de hacer negocios conmigo.

La forma en la que había contestado dejó en evidencia que estaba bastante desanimado. Incluso irritable y frustrado. Cesar tomó la decisión correcta al no decir nada más. Todos miraron con disimulo. Layne se había mostrado bastante preocupado desde lo del grito, al principio no se lo había tomado tan enserio, pero ahora estaba claro que temía por la seguridad de Tony. Rachel estuvo a punto de acercarse a él para decirle algo, pero prefirió no hacerlo, porque de todas formas ella sufría unos sentimientos parecidos con respecto a Tony, no quería pensar en lo peor, pero a medida que avanzaban sin encontrarlo, la situación se volvía más y más grave. Se preguntó si Tony habría comido algo a esa hora, si habría dormido tirado en algún matorral, si siquiera habría sobrevivido a la caída... Si lo volvería a ver algún día...

Sacudió la cabeza, ya basta de pensar en él. No ayudaba extrañándolo, preocupándose y sufriendo. Los demás chicos sufrían de verdad, por el cansancio y el calor sofocante que se extendía sobre ellos.

—¿Chicos, no sienten el calor? —jadeó Geoff, pasándose el antebrazo por la frente perlada de sudor— creo que poco falta para que me derrita... 

El sol, por encima de ellos, avanzaba a paso tan lento, pero su calor parecía estar intensificado a mil por uno. Como si la cúpula celeste actuara como una enorme lupa que concentraba su mira sobre ellos siete. Rachel había roto una ramita de uno de escuálidos y desnudos arboles cercanos, más o menos recta, y la había usado estratégicamente para hacerse un recogido en el cabello, un moño improvisado, para evitar que se le siguiese pegando penosamente a la nuca por el sudor. 

—Ni lo menciones. —se abanicó J con una mano.

—Ahora mismo, podrían confundirme con un cerdito al vapor. —bromeó Earl.

—Y apestas como uno, hermano. —murmuró Cesar, pasando a un lado de él.

J se echó a reír— miren la cabeza de Eli. —Tenía un circulo rojo en la coronilla, justo en el centro de la cabeza, se había quemado por el sol.

—Demonios... —exclamó este, tocando cuidadosamente la piel enrojecida— es la última vez que olvido traer un sombrero a unas vacaciones.

Layne se sacó la gorra y se la encasquetó a Eli— Esto puede ayudar. Pero bueno, la verdad es que todos estamos iguales... —Y era cierto, todos los chicos empezaban a presentar una tonalidad rojiza en rostro, brazos, cuello, nuca y cualquier sitio sin protección por la ropa. Lo peor era que no había sitio en el cual refugiarse, aunque estaban siguiendo el arroyo, no había ni una señal de vegetación en todo lo que andaban caminando y los arboles no eran más que palos muertos delgados que no ofrecían ni una bondadosa sombra.

—¡Tony! —volvió a gritar Layne una vez más, colocándose ambas manos a los lados de la boca para hacer una bocina y que su voz llegase más lejos. El sonido se extendió por el páramo vacío sin obtener respuesta y Layne, sin rendirse, probaba una y otra vez. El resto de ellos estaba en un mutismo descorazonador, simplemente siguiendo a Layne que daba la ilusión de saber a donde iba. Como si siguiese alguna pista invisible para los demás.

—Estúpido inútil. —gritó de pronto, tomando a todos por sorpresa. Era claro a quien iba ese insulto, quizá el primero que todos los presentes le escuchaban a Layne. Cuando continuó hablando, dio la ilusión de que se dirigía a la tierra, al cielo o a algo en general que los demás no pudieron ver— ¿Por qué lo hiciste... ? ¿Por qué tenías que irte?

Estaba de pie más allá de ellos cuando se llevó las manos a la cabeza, presa de un ataque de frustración, se agachó y se sentó en el suelo. Derrotado. Los demás intercambiaron miradas de consternación. 

—Layne... —Geoff dio unos pasos hacia él— No te fatigues de más, lo encontraremos, solo...

—Tú... —Layne se puso de pie de un salto y se volvió a él, enfrentándolo— Tú lo dejaste solo. Por tu culpa él está perdido y podría estar muerto.

Geoff dio pasos hacia atrás, retrocediendo ante la ira espontanea que Layne le estaba soltando a él en la cara. Sorprendido, alzó las manos en señal de rendición mientras Layne le gritaba cada vez con peor ira todo lo que pensaba de él. Los demás chicos se sorprendieron de igual forma, Rachel se llevó las manos a la boca.

—¿Ah si? —dijo por fin Geoff, saliendo un poco de su estupor— ¿Es mi culpa? Tú eres su mejor amigo, tú debías de estar al tanto de él, no yo. Pero de todas formas, nadie es responsable de él, Tony ya es un adulto y puede emborracharse a su gusto y hacer lo que le de la gana.

—Por supuesto ¿pero quien sabía que él estaba mal? ¿dímelo? Si me hubieras avisado que Tony estaba borracho como una cuba, yo no lo hubiera dejado solo al merced de su mente embotada por el alcohol como hiciste tú.

—¿Y yo como iba a saber que reaccionaría de esa forma e intentaría... no sé, perderse en el bosque?

—Debiste de haberlo supuesto, idiota.

—¿Me llamaste idiota?

Por primera vez pareció haber un brillo de arrepentimiento en el rostro de Layne, no obstante, él siguió arremetiendo en contra de Geoff sin aceptar una derrota.

—Tony está mal, su corazón es débil emocionalmente, no le hacen bien ciertos sentimientos fuertes. Y ni hablar de sus recaídas... Maldición... no es la primera vez que se emborracha y hace estupideces. Tú has estado para verlas ¡Debiste saber que no era buena idea dejarlo solo!

—Layne, por favor, —hizo lo posible por aplacar la fuerza de la ira de Layne— entiende que intenté hacerlo entrar en razón.

—¿En razón? ¿A un alcoholizado? ¿Es que estás mal de la cabeza? 

—¿Y qué si...?

 

Los demás se quedaron boquiabiertos. Una gran bola de lodo impactó en pleno rostro de Geoff, salpicando a Layne en el proceso. Geoff se llevó ambas manos a la cara y con los dedos se limpió los parpados y la nariz, escupiendo la otra parte del lodo al suelo. Todos miraron en la dirección de la que vino eso. Rachel se mordió el labio cuando todas las miradas la encontraron con la mano embadurnada de lodo.

—¿Era necesario? —le inquirió Geoff. 

—Los demás no hacían nada... —se excusó con nerviosismo— fue lo primero que se me ocurrió.

—Pues... tienes buena puntería. —suspiró Geoff, aún quitándose del rostro el lodo. Layne y él intercambiaron miradas, pero en la de Layne seguía brillando cierto resquicio de ira, por lo que cuando le dio la espalda y se fue al arroyo a sacarse las manchas de lodo de la camiseta, él no lo detuvo ni le dijo nada. Rachel, por su parte, se acercó a Geoff con algo de agua en una de las ollas de aluminio.

—Lo siento. —se disculpó— La próxima vez gritaré. O haré que uno de los chicos te den con una sartén en la cabeza.

Geoff la miró captando una sonrisa divertida en su rostro. Él también sonrió.— Eso sería más aceptable.

—En serio, lo siento. —repitió, esta vez dejando de lado la broma.

—No, hiciste lo correcto. —aceptó— pudo haber llegado a mayores y tal vez nos hubiéramos terminado lastimando de verdad. 

—De alguna forma tenías que detenerte, no debiste decirle nada. Hubiera sido preferible que lo dejaras descargarse completamente sin provocarlo aún más. En cierto modo, es comprensible.

—Si, lo sé... tiene razón al decir que soy culpable.

—No, Geoff. No me refiero a eso. No eres culpable de nada, no podías saber lo que iba a pasar. Digo que es comprensible por la reacción de Layne, está asustado. Creo que alguna parte de él se está abandonando a... a la idea de que ya es demasiado tarde.

Él pareció pensárselo, luego volteó disimuladamente hacia Layne, que le daba la espalda y mantenía una postura tensa. Eli, Earl, J y Cesar estaban a ambos lados de él, intentando hacerlo sentir mejor. Geoff resopló— ha estado albergando todos esos sentimientos en su interior, intentando ayudar a todos sin decir como se sentía realmente... Debo disculparme con él.

—No ahora —le aconsejó ella— deja que se calme y beba algo. El calor hace todo peor. Tú mismo deberías hacerlo.

—¿Sabes qué? —le dijo, aceptando por fin la ollita de aluminio— el lodo está bastante frío. Y quizá... bueno, sonará muy loco, ridículo y raro...

—¿Esas no son las tres palabras que más les gustan a ustedes? —le sonrió. Él asintió sonriendo también— continua, cualquier idea puede servirnos.

—Deberíamos... embadurnarnos con éste lodo para protegernos del sol. No solo evitará que nos quememos, también nos refrescará por ser frío y húmedo.

Rachel dejó de sonreír y lo miró sorprendida. Se encogió de hombros— si nos ven en algún pueblo ¿no crees que se asustarían?

—Nos lavaríamos inmediatamente en el arroyo antes de llegar hasta ellos.

—Tiene lógica. —murmuró— habrá que decírselo a los demás.

 

Rachel habló aparte con Eli, que era el más sabio de todos, para consultarle la idea. Eli habló con Earl y este ultimo se lo comunicó a los demás. No obstante, Cesar y J fueron los primeros en probarlo metiendo los brazos completos al fondo del arroyo, apartando la gravilla y las piedras para sacar cantidades de lodo suficiente para embadurnarse entre ellos. Aunque Layne y Geoff siguieron a distancia, todos a su vez se aplicaron capas de lodo húmedo sobre brazos, cara y los sitios descubiertos hasta que terminaron irreconocibles. J y Cesar empezaron a bromear tirándose lodo entre ellos y a reírse de como a Earl se le había metido un poco en la boca como a Geoff y de como Eli se había embadurnado toda la cabeza. 

Mientras Rachel se aplicaba capas sobre las mejillas, mirándose en el reflejo del agua. Su piel, blanca y pura normalmente, ahora se veía oscura por el lodo. Estaba estudiando su reflejo, concentrada, pensando en ciertos otros ojos verdes claros que aun aparecían de vez en cuando en sus sueños. Sueños de los que nunca habló con su esposo, porque no era precisamente normal soñar con otro hombre que no sea tu esposo cuando tu matrimonio no va nada mal. El problema de Rachel había sido Tony, desde siempre, la debilidad que sentía por él nunca desapareció, solo se acrecentó o disminuyó con el tiempo, pero de alguna forma, se las arregló para permanecer en su corazón aún cuando tuvo que hacerle lugar a su esposo.

Era una situación muy complicada. Lo sabía. A veces pensaba en ello, pero no de más. Estaba agradecida por lo que tenía. Sus dos hermosos hijos, uno tan idéntico a su esposo y el otro a su propio hermano. Su casa, su familia, su vida profesional. No cambiaría nada... ¿entonces porqué Tony seguía apareciendo en sus sueños? ¿Porqué no dejaba de pensar en él? lo seguía amando, no cabía la menor duda. No obstante, creía también amar a su esposo...

 

De pronto, en su reflejo en el agua aparecieron sobre su cabeza dos dedos que alguien le estaba poniendo por detrás. J apareció entonces a su lado con su sonrisa característica. Estaba tan lleno de lodo que parecía más negro de lo que usualmente era. Rachel tenía una amistad agradable con todos los chicos de la banda, pero se podría decir que el que más risa le daba era Jnone, él tenía una carisma y encantos naturales.

—¿No tienes nada mejor que hacer, j? —le sonrió divertida quitándose la mano del hombre de la cabeza e incorporándose para mirarlo.

—En este preciso momento, no. —se rió él.

Rachel disfrutaba la compañía de estos chicos, los amaba a todos como a hermanos y se daba cuenta de que ellos la querían de igual forma por como la trataban. Ella se preocupaba por ellos tal y como ellos por ella. Un sentimiento cálido de amistad y camaradería calentó su alma. J seguía sonriendo cuando se vio a si mismo en el reflejo del agua. Ambos se echaron a reír, se veían terriblemente ridículos, pero no importaba. El lodo funcionaba y eso era lo único importante.

—Oh, demonios —exclamó medio en broma J—, mira, mis placas se han ensuciado. A mi esposa no le gustará eso.

—¿Placas? —preguntó ella. J sacó de entre su camiseta dos placas de metal con manchas de lodo, se las quitó y las lavó en el agua.

—Si, son las que te dan en el ejercito. Ya sabes, tienen mi nombre y mis datos. Por si en algún momento me... me sucede algo —se puso serio y la miró con solemnidad— en servicio, quiero decir. Me identificarán por estas placas... Sabrán a quien llamar para dar el pésame.

Rachel le puso una mano en el hombro a J. Sabía lo que pensaba, que en un sitio como éste, si verdaderamente algo le ocurría, difícilmente habría alguien que pudiese leer esas placas de su collar e informar a su familia. Era una situación bastante delicada, preocupante. Más ahora, por el hecho de que J tenía esposa, y ahora debía estar nerviosa por no tener noticias de él al igual que sus demás seres queridos. 

—No hablemos de cosas tristes —le sonrió y su buen humor regresó casi instantáneamente cuando escondió sus placas otra vez bajo el cuello de su camiseta— Layne está mejor ya, parece que cuando su ira se acabó lo que quedó fue cansancio. Pero se repondrá, no hay de qué preocuparse. Ha dicho que no quiere hablar con nadie. Pero que te envía esto.

Era la ollita de aluminio con agua recién hervida y un trozo de cecina envuelta en una servilleta— Y antes de que digas algo, si, tengo las manos limpias.

—Gracias... —le murmuró. Había albergado el temor de que Layne se molestase con ella por su arrebato, pero quizá las cosas estaban bien después de todo.

—Ah, casi lo olvido, dice también que admira tu puntería. —Rachel se sonrió y le dio un golpecito en broma a J en el brazo antes de que él se fuese a seguir repartiendo la comida.

 

Era medio día aún, el lodo resultó ser el aliado de mayor valor. Dificultaba comer, por supuesto, porque no lo pensaron bien. Si lo hubiesen planeado hubieran comido antes de embadurnarse para que al comer los twinkies y demás provisiones varias el lodo no se resbalase de sus narices hasta la comida o directamente a sus bocas. Cesar fue muy desafortunado en ese sentido, aunque logró intercambiar con mayor suerte esta vez con Layne y consiguió un pastelillo de crema que nada tenía que envidiarle a los twinkies. No hablaron mucho esta vez, Earl se sentó cerca de Rachel y hablaron por unos minutos de como la cecina sabía menos a cartón corrugado si le untabas la salsa de soja que Geoff encontró en un bolsillo externo de una mochila.

Cuando estaba intentando hacer té de hojas de albahaca, con unas hojitas enganchadas de casualidad en la hebilla de otra de las mochilas, J se sentó entre ellos dos. 

—chicos ¿pueden decirme que ven allá? —la pregunta fue dicha tan suave, rápida y atropelladamente que les llevó a Earl y a Rachel un par se segundos entenderla. Miraron hacia donde señalaba. Aguzaron la vista para intentar ver, era un punto algo lejano de su posición, tenían que entrecerrar los ojos para poder hallarle sentido, pero al fin vieron algo, blanco grisáceo, perfilado al pie de un árbol más grueso que el resto.

—No sé que es, está a bastante distancia. —se encogió de hombros Earl.

Rachel no se había percatado, pero J no parecía estar de broma, parecía bastante serio.

—¿No se imaginan lo que es? —indagó, cuando ambos negaron él dijo— es el esqueleto de un ahorcado.

—Si, claro. —le restó importancia Earl.

—No tengo necesidad de hacerte creer nada, hermano, ni a ti Rachel. Pero puedo asegurarte que si antes este bosque me daba mala vibra, ahora... ahora quiero irme.

Eli se les unió entonces, sentándose a su lado. Parecía un hombre de barro, al igual que el resto de ellos. 

—¿Qué opinas de eso? —le preguntó ella.

Él negó con la cabeza— que si él o ella fue de algún pueblo de aquí cerca, no me gustaría la idea de que Tony deambulase solo por aquí.

 

A Rachel le subieron escalofríos y una sensación de profundo desasosiego la aquietó. No, a ella tampoco le sentaba bien la idea de que Tony, o cualquiera de ellos se quedase solo en ese sitio alejado de la mano de Dios. No era seguro. Cesar apareció también y con él, Geoff. Todos se sentaron juntos mirando hacia el mismo sitio. Ahora Rachel podía verlo con claridad, veía cada hueso seco al sol, y era más descorazonador de lo que se pudiera pensar.

—Chicos... —era Layne, que estaba de pie cerca de ellos— quizá no se han dado cuenta, pero hay más de uno.

Los chicos y Rachel miraron a donde señalaba y confirmaron que en arboles circundantes aquí y allá había otros colgados semi ocultos por las ramas desnudas, tan secos, grises y sucios que casi se confundían con la corteza. Una expresión de angustia apareció en el rostro de la banda. No habían tenido tiempo para ver bien y con atención sino hasta ahora y se estaban dando cuenta de que este bosque de los suicidas estaba justo en el camino que ellos estaban trazando al seguir el arroyo. Tenían que pasar por fuerza por ahí más adelante.

—Tengo miedo, chicos. —murmuró Cesar.

—Talvez no será buena idea seguir el arroyo... —añadió Geoff— no me gustaría conocer un pueblo que ha tenido tantos suicidios.

—La verdad es que nada nos asegura que hayan sido suicidios. Fácilmente podrían ser asesinatos. —pensaba en voz alta J, con tono sombrío.

—Pero... Tony... —la voz le tembló a Rachel y todos parecieron regresar a la realidad.

—Seguiremos buscándolo. Estos esqueletos es más que obvio que ya están muertos, no hay porqué preocuparse por huesos secos. —negó enérgicamente Eli— por lo menos no son murciélagos, como el que vimos en casa.

—Aun así —insistió Cesar— no es buen augurio atravesar este sitio.

—No hay alternativa —rebatió Earl— tampoco podemos regresar. Y está más que claro que no nos iremos sin Tony.

—Pues... adelante. —sentenció Eli— Si seguimos pensándolo no lo haremos y es necesario seguir en movimiento... pero manténganse alerta.

Rachel le dio un trago al té de albahaca, amargo pues no tenían azucar, y se lo pasó a Layne, que le dio otro sorbo largo a la infusión antes de meter la ollita en la mochila. Se pusieron en pie y avanzaron de nuevo. Con pasos lentos, sin querer estaban caminando de puntillas, como si cualquier ruido pudiera alertar a los esqueletos de que intrusos vivos caminaban entre ellos. Rachel mantenía los ojos abiertos, inconscientemente se situó detrás de Geoff y delante de Earl, los que sabía que la defenderían ante cualquier cosa si pasaba algo. Pensaba en Tony, y su corazón se llenó de grietas. Cuando llegaron a unos metros del primer esqueleto, éste se volteó a ellos balanceándose débilmente, sacándoles el susto de sus vidas.

—el viento —Rachel escuchó a Eli tragar en seco a su lado. 

—Hermano, no hay ni una ráfaga de aire... —gimió Earl.

—No se detengan. —siseó Eli— no está pasando nada, ustedes simplemente no se detengan.

Sus pisadas sonaban amortiguadas por el miedo que sentían, la tensión era palpable. Rachel no podía evitar ver directamente hacia las cuencas vacías que parecían estar atentas a ella. Como esos cuadros en las casas embrujadas que te siguen con la vista no importando a donde te muevas. Rachel se llevó una mano al cabello, porque una rama baja le había rozado el moño, y el lodo se desquebrajó en su brazo. El sol actuaba rápido y era necesario renovar las capas de lodo si quería seguir manteniéndose fresca. Ya que el paso era lento, se desvió del grupo para meter la mano en el arroyo que se había ensanchado hasta ser más un río que otra cosa.

El fondo estaba más profundo esta vez, por lo que se internó unos pasos para poder alcanzarlo con los brazos. Este lodo era fangoso, más espeso que el de arroyo, quizá aderezado con algas o residuos de algún tipo. Tal vez incluso hubiera peces.

Geoff marcó el alto, por Rachel, mientras los demás se acercaban unos a otros por temor a lo que el bosque, cada vez más tupido de arboles, pudiera ofrecerles. Geoff se mantenía alerta, pero seguía pensando en que verdaderamente todo ese embrollo no hubiera acontecido si él hubiese priorizado a Tony antes que a J en el árbol. Si tan solo no se hubiera acercado a echarle la bronca a Tony por beber, tal vez nada de eso hubiera pasado. Hubiera preferido mil veces que su amigo hubiera hecho un show de borracho con el esposo de Rachel que esto. 

Layne entonces se paró frente a Geoff, sorprendiéndolo. —Lamento haberte dicho... todo eso que te dije.

Él quiso decir algo pero Layne, que seguía molesto, lo detuvo— no digas nada. Ya me disculpé, eso era lo único que quería que supieras. También eres mi amigo y sé que como yo también amas a Tony como a un hermano. Nunca lo hubieras hecho a propósito.

Geoff quiso preguntarle si pensó en algún momento que su intención era producir toda esta situación, pero Layne le cortó de nuevo. —No importa. Sé que no eres capaz. Solo creí que... —un temblor casi imperceptible se apoderó de su cuerpo y al hablar de nuevo, se le quebró la voz— no sé en qué estaba pensando. Perdóname. 

Después de eso, se echó a llorar y su llanto demostraba una congoja enorme. Geoff nunca había visto a su amigo así, destrozado emocionalmente, solo entonces supo que compartían la misma angustia. Sin pensárselo, lo envolvió en sus brazos. Rachel los miraba desde su posición, se había arrodillado para sacar el fango, ya tenía una capa fresca recubriendo sus hombros y cuello, las mejillas y nuca cuando Layne y Geoff se abrazaron. Ella se preguntó si podrían encontrar verdaderamente a Tony, porque si no lo hacían, el espacio vacío que iba a dejar en el corazón de todos iba a ser irreemplazable.

Chapter 6: 5: El pueblo de las pesadillas

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Habían llegado al limite de lo que ellos mismos bautizaban como el bosque de los suicidas, cuando el arroyo podía fácilmente llamarse lago por su anchura. Los pies les dolían, el calor resecaba sus recubrimientos y les provocaba más sed e irritación. La mayoría estaba en silencio. La posición del sol era confusa, debían ser casi las dos de la tarde pero el sol seguía como en medio día. Rachel, Earl, Eli, J y Cesar se habían detenido otra vez. Las pausas cada vez eran más necesarias, el agua tibia tenía de por sí un sabor bastante malo, pero ahora había cada vez más algas en el lago que literalmente tenía un color verdoso. Los chicos sospechaban de su potabilidad aun habiéndola hervido. y se enfrentaban al problema de que la comida solo les alcanzaría para una noche y un día más, si se iban a dormir con el estomago vacío.

Layne y Geoff hablaban en voz baja a unos metros por detrás de ellos. 

—¿Creen que planean la forma de regresar? —indagó Cesar a los demás— no parecen estar hablando de cosas buenas.

—Ni idea —suspiró Earl.

—Pero si lo están planeando ellos dos solos, es que es importante. —pensó en voz alta Rachel.

—Creo que están hablando de las provisiones —dijo Eli— conté solo un twinkie, dos barras de avellanas y como una media luna de pan francés.

Cesar frunció el ceño— por lo menos las avellanas no están caducadas.

—No creas, le faltaban pocos días. —lo desanimó J.

—¿Saben qué pienso? que deberíamos intentar pescar. Hace rato he visto movimientos en el lago, si tan solo pudiésemos hacer una caña de pescar... —Earl le dio un codazo— Hermano, déjame pensar ¿quieres? es importante.

—No es broma, Eli, mejor cállate.

Solo entonces, Eli miró hacia donde todos estaban viendo. Más allá, se acercaba alguien. Un hombre, encapuchado en telas oscuras, polvorientas y muy sucias, casi tanto como ellos. J volteó por encima de su hombro para avisar a Layne y a Geoff, pero ambos ya estaban enterados y se estaban acercando a ellos cinco.

—¿Qué hacemos? ¿nos lavamos rápidamente? —le pidió instrucciones Rachel a Geoff.

—No hay tiempo, y esa agua apesta más que el lodo. Daremos mejor impresión así, como supervivientes.

—Debes estar bromeando —lo miró Earl con los ojos enormes— parecemos vagabundos en tiempos de hambre y malas limosnas.

—¿Creen que pueda darnos indicaciones? Seguro que conocerá algún pueblo cercano... Quizá hasta habrá visto a Tony.

—Eso es mucho pedir, Rachel. —le cuchicheó J— lo máximo que podemos esperar es que nos indique el camino. 

—Con esa esperanza, ya me siento menos perdido —dijo Cesar.

—No se ilusionen, chicos. Parece un viajero. —les aconsejó Layne— no sabemos si él está en circunstancias parecidas a las nuestras.

—Puede ser algún maleante... 

—O un comerciante —le rebatió Eli a Geoff— mira lo que trae, parece que son mercancías. Podría tener algo para ampliar nuestras provisiones y no morir de inanición.

El hombre, cuyo rostro no alcanzaban a ver, por estar cubierto con su capucha, se acercaba cada vez más. Portaba a la espalda un conjunto de canastas de mimbre atadas una a la otra que parecían tan pesadas como lo fueron en su momento las mochilas que los chicos empacaron. Cuando llegó a unos metros de ellos, finalmente los vio. Alzando una mano al aire trazó un circulo a modo de saludo. Los chicos se miraron entre ellos y respondieron al saludo a su manera, agitando una mano.

Estaban sorprendidos. No esperaban encontrarse con alguien vivo a estas alturas, en un sitio tan remoto como este. El hombre se quitó la capucha y mostró su rostro. Era, por mucho, el hombre más feo que todos los presentes hubieran visto en sus vidas, si esta aparición se les hubiera presentado en la noche sin estrellas ni luna en la que despertaron hace unas horas, el susto que les hubiera dado habría valido para sacarles el alma del cuerpo. 

—¿Les interesa comprar una red para cazar overovispulas, caballeros? No hay mejores que las que yo ofrezco. —su voz les recordó al sonido del gruñido de un animal. Fue un sonido inhumano— ¿una poción de verrugas para la dama? ¿Una horrorosa cabeza reducida para sus hijos, caballeros? ¡Es rebaja por tiempo de Ascensión! Nunca se volverán a ver precios tan estrafalario en mil años más.

Después del susto inicial, los chicos se miraron entre ellos. El comerciante los miró de uno en uno, esperando a que alguno dijese algo y sonriendo divertido ante siete adultos sucios de barro semi húmedo— Ustedes de seguro vienen de muy lejos ¿o me equivoco? no se parecen a los seres de por aquí.

Geoff echó una mirada cargada de inseguridad a los demás antes de tomar la palabra, aclarándose la garganta que por los nervios se le había secado como el lodo sobre sus brazos— En realidad no se equivoca, caballero. Somos de Orlando.

—Orlando —repitió el hombre, y pareció como si fuese una palabra tergiversada y de sabor amargo en su boca— debe de ser una celebración muy grande la que el rey calabaza va a hacer, si seres de sitios sin nombre vienen solo para verlo. ¿Orlando, dicen? ¿Hay buenas cazuleas vitricas ahí? Por cierto, yo puedo ofrecerles unas bastante triangulares.

—¿Rey calabaza? —murmuró Cesar.

—Verá... estamos perdidos... —quiso regresar al tema Geoff.

—Eso es evidente. Están casi un día retrasados. Los preparativos profanos y el banquete a la luna nueva ya se han celebrado. Todavía hay que ver, por supuesto, si aligeran el paso, entonces el viaje habrá valido la pena. Pero si se retrasan cinco horas más la ascensión se habrá efectuado y solo verán el aquelarre final. Por cierto que, si aun están a mediana distancia puedo ofrecerles unos espejuelos de larga vista que los harán ver, por un excelente precio, la estrella del demonio como si fuese el sol.

—Preparativos... —Geoff sacudió la cabeza— ¿Sabe donde podemos encontrar un pueblo cercano?

—Esperen un minuto —el hombre se acercó más y miró con ojos intensos a los chicos— ustedes son los cantantes que espera el rey calabaza ¿no es cierto?

En un relámpago de breve expresión, el comerciante sonrió enigmáticamente para sí mismo— ¡Por todas las legiones del tártaro! por supuesto que son ustedes. ¿Quiénes sino? en el pueblo se están preguntando porqué no han aparecido aun. El rey calabaza a amenazado con la muerte en vida a los mensajeros que han dicho que ustedes no vendrían.

Geoff abrió la boca pero Eli se interpuso entre él y el comerciante y sonriendo también de forma convincente le extendió la mano enérgicamente.

—Nos alegra que nos haya reconocido, caballero, hemos recorrido infierno tras infierno para llegar hasta aquí. Un viaje atroz. Oh, inimaginable. Pero se nos ha dificultado más que nunca, nos hemos perdido ¿sería tan amable de darnos la dirección correcta? Estoy seguro de que el rey calabaza tendrá a bien recompensar su generosidad para con nosotros.

—Ya me lo figuraba. —y soltó una larga y mal entonada risa gutural, parecía estar feliz de que por fin se hablase en su idioma— faltaba más, caballeros. Tienen que seguir el borde del lago hasta que vean la fortaleza del centinela hereje, ahí deberán doblar a mano derecha por el camino. No les llevará más de hora y media.

—¡Oh, si estaba tan claro! —entonces se volvió a los chicos— ¿Se dan cuenta? ¡les dije que era de ésa forma! Ay de mi, estoy rodeado de imbéciles.

J estuvo a punto de contestar, ofendido, pero Eli le dio con una botella vacía en la cabeza y Layne le tapó la boca antes de que gritara. Convenía dejar hablar a Eli que tenía al comerciante justo en donde lo quería. Rachel y Cesar hicieron lo posible por aguantar la risa mientras Earl retenía a J. Los chicos se reían internamente, sabían que su amigo era inteligente y que leía mucho, pero no sabían que era tan buen mentiroso. Daba la ilusión de que Eli sabía exactamente de lo que hablaba, como si fuera realidad. El comerciante se tragó la actuación a la perfección e incluso le calló tan bien la promesa de la recompensa que les dio un par de bolsas de jícamas peladas en rebaja por el precio de una y media. Para cuando se había ido, todos respetaban un poco más la inteligencia de su pequeño amigo.

—A tiempos desesperados, medidas desesperadas, hermanos —suspiró, metiendo las jícamas a la mochila con la comida— lo siento, J. Era necesario.

—¿Era necesario darme en la cabeza? —rezongó él.

—Estoy segura de que si hubiera sido yo hubiera recibido el mismo trato, J —le aseguró con una pequeña sonrisa nerviosa Rachel.

—Depende de lo que hubieras hecho, pero es probable —aceptó Eli.

 

J alzó una ceja, pero no dijo nada, él también se estaba riendo con la escena que había montado Eli, aunque a él no le hacía tanta gracia. No obstante, el comerciante no había avanzado mucho después de haber dado a los chicos las indicaciones, aun podían verlo cuando retomaron la marcha, si miraban por encima de su hombro.

—Chicos ¿creen que podamos confiar en ese chiflado? —interrumpió Geoff, hablando en voz baja— ¿Escucharon lo que dijo de un rey calabaza, banquetes y preparativos profanos?

—Todo es posible. —repitió Eli encogiéndose de hombros— peores cosas hemos visto antes en otras ciudades a las que hemos llegado en las giras.

Siguieron con la mirada al comerciante, disimuladamente, hasta que arribó al bosque de los suicidas. Para sorpresa de todos, se detuvo frente al primer esqueleto y se dio a la tarea de saludarlo con el mismo saludo extraño y a ofrecerle su mercancía.

—Está loco de atar —murmuró Cesar.

Entonces la situación se volvió extraña y los chicos contemplaron la escena boquiabiertos.— Chicos ¿están viendo lo mismo que yo? —gimió angustiado Geoff.

Todos estaban viendo como el esqueleto se giraba al comerciante y extendía su huesuda mano a las mercancías ofrecidas y además, perecía regatearle el precio y discutir con él. Tal vez todo hubiera quedado como una casualidad, si a la discusión no se hubieran sumado otros tres colgados más exigiendo un precio justo. De igual forma, la situación no hubiera pasado a mayores, si uno de los esqueletos no hubiera volteado con sus cuencas vacías hacia los siete espectadores.

No necesitaron más para saber que debían correr.

Cuando se detuvieron, la fortaleza del centinela hereje estaba frente a ellos. Era una torre como de quince o veinte metros de altura, hecha de piedra porosa, combinaba con toda el aura del bosque, telarañas, polvo, e indicios de un incendio pasado. Los chicos se encontraban terriblemente cansados para éste momento, a Cesar se le había descascarado su recubrimiento de lodo en gran parte en la carrera y a Rachel se le había soltado el cabello sobre la nuca. Earl se había caído y casi dejan atrás a Geoff.

—Antes de que digan algo, les sugiero que no saquen conclusiones apresuradas. —puntualizó Eli, sentándose en el suelo para recuperar el aliento— un truco como ése lo puede hacer cualquiera. Hemos estado en parques temáticos las veces suficientes para no creer en cualquier estupidez que se mueva, parpadee o reproduzca algún sonido. 

—¿Ni siquiera una que regatea precios? —preguntó Earl, agarrándose el costado por la carrera sin calentamiento que habían tenido.

—Yo creo que ni tú mismo te crees lo que acabas de decir, Eli —se atragantó con su risa Geoff y sonó como un ganso estrangulado— hermano, pasamos entre todos esos esqueletos y varios nos voltearon a ver de la misma manera. 

—Y a mi no me engañas con la excusa del viento —atacó Layne, ligeramente escandalizado. 

—¿Ahora me dirán que todos están seguros de lo que pasó fue real? —les miró sorprendido— Rachel, tú tienes más sentido común que estos locos ¿crees que lo que pasó fue real? 

Ella se encogió de hombros, no había gritado ni dicho nada a causa del miedo, pero ahora se esforzó por encontrar las palabras correctas.

—A simple vista, parecía muy real.

—Dejemos en paz el tema ¿quieren, chicos? —les rogó Cesar, pálido y sudoroso— será otra cosa como la caída, el portal y el murciélago. Cosas que no sabremos explicar de ninguna forma... Yo... yo quiero que encontremos a Tony ¡Para poder largarnos cuanto antes de éste horrible sitio!

—¿Quién sabe qué nos espera en ese pueblo? —se exasperó J negando, aun tenía la respiración agitada— ¿no se han puesto a pensar en lo que encontraremos allá? 

—Esta bien... Está bien... —suspiró Geoff, recuperando la sangre fría— a pesar de todo, lo mejor será que sigamos adelante. Lo que encontremos en el pueblo, sea bueno o malo, es mejor que nada.

—La civilización no está muy lejos, —continuó Eli— además, tal vez podamos organizar algún grupo de búsqueda para poder encontrar a Tony. Si es que no está ya con ellos. 

Rachel sonrió, ligeramente esperanzada otra vez— ¿Tendremos necesariamente que renovar las capas de lodo?

—¿Es que quieres estar presentable para él? —le dijo al oído Layne. 

Ella le dio un empujón y lo miró fingiendo estar ofendida— Si no te has dado cuenta, apestamos a drenaje.

—Y parecemos cosas que se pueden encontrar en el drenaje. —la secundó Earl.

Layne le dio la razón mientras reía, no obstante, Eli insistió en que lo mejor era no exponerse de más al sol abrazador. 

—Solo tendremos que vernos así otras pocas horas más. Cuando lleguemos al pueblo veremos como darnos un baño. Aunque tengamos que hacerlo todos a la vez en una charca igual de asquerosa que esta. 

Reanudaron el camino, con algo más de lodo encima y rellenas las botellas con sopa de alga. No mucho después, los techos de las casas aparecieron en el horizonte. Con la distorsión propia del calor de éste sol sobre dimensionado, parecían espejismos. El lago había quedado atrás, escondido por los ominosos arboles sin hojas. Los pasos de los chicos eran cada vez más cansados y lentos, pero sus esfuerzos fueron recompensados cuando, al subir una colina, pudieron por fin vislumbrar el pueblo. Los siete se subieron a la cuesta, de pie, con el sol aun sobre ellos como si fuera medio día, con el lodo reseco y cayéndose a capas de su piel. Todos se quedaron mudos al contemplar lo que abajo se veía a la plena luz de un día en apariencia interminable. Las casas, la mayoría estaban con el techo derruido, las paredes manchadas por hollín y suciedad. Las calles estaban empantanadas de lodo, ceniza y demás cosas innombrables. No obstante, había bastantes edificios de dos a tres pisos. Si esto era un pueblo, lo fue hace mucho mucho pero mucho tiempo.

Y terrible fue su sorpresa cuando no vieron personas, sino seres monstruosos en la plaza y las calles. Había de todo, desde los monstruos típicos de noche de brujas, hasta seres que se alejaban abismalmente de la comprensión humana. Algunos caminaban a cuatro patas y otros a ocho. Unos tenían la piel azul, otros, verde fluorescente. Unos presentaban dos o más cabezas, otros la cargaban bajo el brazo o a la espalda y había quienes no tenían ninguna. Unos se arrastraban dejando tras de si un rastro de podredumbre, otros flotaban en escobas por encima de las casas. Había cuernos, plumas, escamas, seres sin piel y otros con plantas o serpientes en vez de cabello. El desfile macabro que se extendía frente a los ojos de los chicos, allá abajo, era verdaderamente una pesadilla.

—¿Sigues creyendo que esto es un truco, Eli? —indagó, con la voz afectada Earl. Eli, por miedo a que le temblara la voz, no dijo nada, solo apartó la vista y bajó de la colina. A su espalda escuchó un golpe seco y después una exclamación, pero estaba tan conmocionado que no se volvió para ver qué había pasado.

—¡Chicos! —les llamó Cesar— Geoff se ha desmayado ¿Qué hacemos?

—Primero: bajar de aquí, no es seguro que nos vean —indicó J.

—Exacto —se obligó a decir, Eli— e-exacto. Vengan aquí todos.

Bajaron de la colina y se sentaron, con Geoff en medio de ellos, inconsciente, en un rotundo y fulminante silencio. Layne se tapaba la boca mientras mantenía los ojos firmemente apretados, como si retuviera un grito que pugnaba por salir. Earl y J estaban pálidos echando algo del agua aun tibia sobre la cara de Geoff para intentar reanimarlo. Cesar tenía un ataque de nervios y se había hecho un ovillo junto a Rachel, ella estaba aun en shock. Eli, por su parte, se entretenía en pensar muy lenta y meticulosamente para entender su situación. La lógica no entraba en este asunto de ninguna forma. No había una explicación razonable que se pudiera comprobar con la ciencia a menos de que esto fuera una alucinación colectiva producto del envenenamiento por agua contaminada con algas. Pero dejando de lado el agua ¿Qué era una alucinación colectiva  sino la prueba de que todos al mismo tiempo vieron algo inexplicable que es real? 

Eli se rascó la cabeza y escamas de tierra seca cayeron por su oreja al suelo. Geoff reaccionó de pronto, escupiendo el agua verdosa, mirando hacia arriba a todos los que lo rodeaban— Díganme que nos iremos... Por favor.

Todos sabían que lo que más querían era largarse inmediatamente de ahí. No estaban seguros de haber visto lo que habían visto hasta que ascendieron una vez más y confirmaron sus temores. Pero era claro lo que significaba regresar: abandonar a Tony. Y por supuesto que no querían abandonar a ese borracho fastidiado, pero ahora todos pensaban lo mismo. ¿Tony valía esta desventura que podría costarles la vida además de la cordura?

Chapter 7: 6: El valor de un amigo

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La cantidad de arboles ofrecían una sombra en la que ellos pudieron cobijarse, para intentar pensar en lo que harían. J, Earl y Cesar estaban mudos y Rachel abanicaba a Geoff mientras él bebía a regañadientes el agua asquerosa que Layne le hacía beber, pero ella no estaba concentrada en la acción sino en atar cabos con lo que dijo el comerciante. Obviamente también era algún tipo de monstruo, y debía saber más de lo que les dijo, pero sus alusiones a los preparativos profanos y demás aquelarres eran hasta cierto punto entendible: había una fiesta en cinco horas.

—¿Creen que esa celebración del rey calabaza tendrá que ver con Tony? —Los demás alzaron la mirada, seguían perturbados, no obstante tomaron esa idea como una broma. 

—Pero Rachel... A menos de que lo tomen por bailarín o cantante, dudo mucho la fiesta tenga algo que ver con él. —dejó escapar una débil risa J— es decir, está con resaca. ¿crees que les sirva de algo más que de estorbo?

—Aunque hay posibilidades de que puedan tomarlo para preparar el banquete, —agregó Layne, sombríamente— en cuyo caso ya estaría perdido.

Rachel sintió un dolor inmenso oprimirle el pecho ante tal idea, ante el hecho de que Tony pudiera ser cortado en pedazos y puesto sobre la mesa como un aperitivo en un aquelarre. Sintió nauseas y por un instante, se tomó de ambos lados de la cabeza e hizo acopio de todas sus fuerzas para centrarse en la línea de pensamientos que estaba trazando.

—Me refiero a que... ¿Qué tal si lo necesitaban a él? —intentó otra vez explicarles— No sabemos como ha llegado hasta aquí, después de todo, pero es muy probable que alguien lo haya traído sin todas las pausas que nosotros hemos dado... Talvez porque...

—Rachel, —le cortó Earl— esas son especulaciones. No sabemos siquiera si Tony está allá abajo o si está vivo.

Layne suspiró con frustración— pero es el único sitio en el que puede estar. En la redonda, a más de cinco o seis kilómetros, solo existe este pueblo de pesadilla. Por fuerza tiene que estar aquí o no estar en ningún otro sitio.

Geoff le lanzó una mirada significativa— No es hora de jugar a ser héroes, Layne. Esto es altamente peligroso. Y aquí no nos salvará nuestra astucia ni las habilidades de actuación de Eli.

Eli, talvez traído a la tierra por la mención de su nombre, salió de sus pensamientos.

—Bueno... viéndolo de esa forma... podríamos intentarlo.

—¿Entrar en el pueblo y hacernos pasar por los cantantes que ellos esperaban? —gimió con un hilo de voz Cesar— Eli, tus gafas están astilladas ¿viste siquiera a lo que nos enfrentamos, hermano? ¿Lo has visto?

—Si nos descubren ¿tú crees que nos recompensarán por nuestro valor? —alzó los brazos exasperado Earl— ¡Nos van a hacer pedazos! Sin mencionar las torturas previas.

—Y todo por Tony —no evitó reírse Geoff por lo irónico del asunto.

Los demás debieron detenerse un momento a considerarlo, a pesar de que en todo el viaje hasta ahora estuvieron surgiendo recuerdos agradables con respecto a ese hombre fastidiado, ahora algunos malos estaban pululando en la mente de todos. Porque a pesar de todo, lamentablemente Tony tenía una personalidad bastante cuestionable, decía cosas que herían a los demás y tenía un aire de superioridad que molestaba a todos a veces. Cuando se estresaba podía gritar verdades que todos sabían pero que no decían por respeto. Quizá ese era su mayor defecto, que actuaba en solitario y se valía de si mismo para todo, por lo mismo, tenía esa tendencia a buscar la soledad y a defenderse como un gato panza arriba si alguien lo intentaba molestar de cualquier forma.

De nuevo la pregunta que la moralidad había detenido hasta entonces, regresó a ellos ¿valía la pena todo esto por Tony?

 

—Yo estoy dispuesto a morir por él. —profirió Layne audazmente rompiendo el silencio. Se había recompuesto y los miraba a todos, desafiante— ¿ustedes no?

—Aquí vamos otra vez —rodó los ojos Geoff— ya sabes que sí, que queremos a ese desgraciado, ya sabes que es nuestro amigo y que no por nada estamos aquí quemándonos hasta los pelos de la nariz. Embadurnados en lodo pestilente, con el riesgo de envenenamiento por agua contaminada y escasa comida que no sirve más que para dejarnos más hambrientos de lo que ya estamos. Todo es por él. Todo ha sido por él. Pero estoy seguro de que si Tony estuviera enterado de que estamos padeciendo todas estas inclemencias para ayudarlo, nunca nos pediría que arriesgásemos nuestra vida de tal forma para salvar la suya.

Cesar alzó las manos, rindiéndose— yo voy a donde ustedes vayan, chicos, solo díganme que hay un plan.

—Yo también iré —se unió a regañadientes J— Les recuerdo que no tenemos ni los atizadores de fuego ni las escobas.

—Pero no debemos llevar nada. Entrar armados en ese pueblo será sospechoso. —negó Earl— si queremos pasar desapercibidos no deberíamos llamar la atención de ninguna forma.

—Entrar sin armas será todavía más peligroso —rebatió J— por ahí vi un grandulón que nos podría partir a ti y a mi con la misma mano.

—Chicos ¿en serio están considerando entrar ahí y salvar a Tony sin siquiera estar seguros de que está ahí? —Geoff les reclamó— oh por Dios... De verdad lo están considerando.

—¿Tú no? 

—Yo quiero vivir, Layne. No sé tú, pero yo amo mi vida.

—Yo también. Pero estoy listo para cambiar mi lugar por el de Tony si es necesario. Antes, cuando estaba solo en el bosque, o después en la caída. No lo dudo. Con tal de salvarlo...

—Layne, no te exaltes, iremos. Está decidido —concluyó Eli, haciendo que los demás se callaran para que él pudiese explicar sus razones— Ya estamos aquí y regresar es suicidio, de todas formas. Nunca encontraremos el portal de regreso sin saber exactamente en donde estamos o si lo que atravesamos era o no otra dimensión... Todas las respuestas están en ese pueblo maldito... Ellos deben saberlo. No hay alternativa, lo he pensado mucho, hay que entrar. Si encontramos a Tony, tendremos mucha suerte, sino, lo intentamos por lo menos. Pero necesitaremos más lodo para camuflarnos correctamente. Podríamos hacernos pasar por otros monstruos.

—De eso podemos encargarnos nosotros —dijo J, Cesar y Earl lo apoyaron.

—Perfecto. Haremos una breve pausa, nos prepararemos como lo hicimos después de la caída y... 

—Ya veremos qué pasa después. —asintió Geoff, desmoralizado.

 

Rachel, con la octava capa de lodo fresco en el rostro, pensaba en sus hijos. En su bebé, tan parecido a su tío, el hermano que Rachel perdió, y en su primogénito, idéntico a su padre. Sentada sobre una roca, pensó en quien estaría para ellos si ella no regresaba. Hasta ahora no se había puesto a pensar en lo mucho que estaba sacrificando por Tony. Estaba corriendo peligro de muerte por un borracho, por un exnovio con el que terminaron tan mal hace ocho o nueve años. Debía estar loca. ¿Qué diría su esposo si supiera en el embrollo en el que estaba? quizá se molestaría, pero no tanto por el hecho de donde y con quienes estaba, sino por en quien estaba pensando y en qué forma. Y lo peor es que ella aun sabiendo lo que su esposo diría, y el hecho de que ella no lo culparía por ello, seguía pensando en Tony y sintiendo lo que sentía.

Se recostó en el tronco de un árbol y miró en derredor. Eli seguía pensando, en lo alto de la colina, espiando hacia abajo, en busca de algún plan que urdir para poder averiguar el paradero de Tony y la información necesaria para regresar. Si es que alguien la sabía. 

—Rachel —le saludó Layne, sentándose a su lado— ¿puedes explicarme eso que dijiste antes?

—¿Qué? ¿lo de la celebración?

—Quiero saber en qué involucra a Tony.

Ella se encogió de hombros, se sentía mal emocionalmente. Se sentía culpable y abandonada. Layne estaba en un estado parecido, desde lo de Geoff parecía más reservado con sus bromas, no obstante, no dejaba de ser amable con ella, tratándola como a una hermana menor. Rachel accedió  a explicarle su pensamiento con respecto al hecho de que la celebración inició literalmente hace casi un día, cuando Tony desapareció en el bosque. 

—Crees que querían a Tony específicamente... —resumió Layne— no me malinterpretes, pero es que realmente se me hace rara la idea de que puedan quererlo unos monstruos. Es decir... ¿porqué él? No es que diga que no es especial, porque lo es, nadie sabe hacer disfraces como él, ni bailar mambo o equilibrarse en tacones pero...

Rachel captó la broma y no evitó reírse. Layne le sonrió.

—Lo siento, es muy cínico de mi parte hacer bromas sobre esto, pero no me gusta verte triste o preocupada... —ella le agradeció, pero no aclaró nada más— si lo querían a él, ¿crees que fue raptado?

—Puede que no tenga mucho sentido, pero es que no tenemos muchas pistas. Recordemos que estaba borracho y la distancia recorrida es bastante como para que cualquiera se perdiera. Nosotros necesitamos de la lana para seguir una camino recto. Él no tuvo esa suerte. Sin mencionar que no llevó linterna. Un mal tropiezo lo pudo haber dejado fuera de combate inmediatamente y lo hubiéramos encontrado en breve.

—Pero no fue así... —aceptó Layne, pensando.

Geoff se sentó al otro lado de Rachel— ¿siguen hablando del mismo tema?

—¿De qué otro tema se podría hablar en esta situación, Geoff? —las comisuras de los labios de Layne se curvaron en una sonrisa sarcástica.

—De como nuestras parejas nos matarán cuando regresemos hechos un asco.

Rachel y Layne se rieron ante eso— Pero de eso nos preocuparemos después, Geoff. Mira... Rachel cree que talvez Tony no vino aquí por su propio pie.

El hombre de la voz grave alzó una ceja y miró a Rachel— ¿volando? —Layne dejó escapar una risa explosiva. Rachel se llevó una mano a la cara, pero también se dejó llevar por la risa— solo bromeo, chicos. Ya sé a que se refieren. Si no vino solo ¿están considerando la idea de que alguien más lo trajo hasta aquí?

—Ya hemos visto lo que hay ahí abajo. Ante algo como eso... yo pienso que casi cualquier teoría por descabellada que sea puede ser la correcta.

—Y yo creo que tiene razón —asintió Layne, calmándose después de la risa— pero eso haría nuestro rescate aun más difícil.

—Podrían tenerlo en algún sitio fuera del alcance de los monstruos.

—¿Crees que haya humanos aquí además de nosotros?

—Todo es posible —dijo Earl, acercándose con Cesar y J detrás, traían consigo el lodo dentro de sus camisetas atadas para formar una bolsa. Ellos ya se habían aplicado las capas suficientes para parecer tanto o más monstruosos de lo que pretendían.

—a lo mejor fue raptado, —consintió J— pero yo no creo que quieran a Tony más que para aperitivo.

—Un aperitivo exótico, sin duda —murmuró Cesar— talvez eso es lo que quería el murciélago de la casa. Tomar a alguien para el banquete. Y quiso agarrar a alguien que no pudiera defenderse, como William o un borracho como Tony.

El corazón de Rachel se saltó un latido y miró a los demás. Todos estaban serios para éste punto. Un profundo desasosiego se extendió en su interior.  Earl, Geoff, Layne y J subieron la colina para entregarle el lodo a Eli, que seguía cavilando lenta y concienzudamente. Rachel no se dio cuenta de que Cesar se había quedado atrás hasta que lo escuchó palmear un mosquito en su brazo.

—¿Aun aquí te siguen picando?

—Mi sangre sigue siendo más dulce que la de ustedes —se defendió él con una pequeña sonrisa— no era broma lo de que te tiene de fondo de pantalla.

Rachel se paralizó. Recordaba lo que este chico había dicho cuando interrumpió la conversación antes, pero no había vuelto a pensar en ello hasta ahora. 

—¿Cómo lo sabes?

—Le robé el celular una vez —confesó orgulloso— fue una broma, no te preocupes, se lo devolví cuando se puso a gritarle a J. Fue hace unos meses cuando nos encontramos en un teatro en donde él hacía los disfraces. ¿Sabes? en otra ocasión le escondí la cinta métrica ¡fue toda una locura! 

—Cesar, no quiero ser grosera, pero... ¿me tenía de fondo? No lo creo.

—¿Porqué quieres saberlo? —le sonrió con picardía.

Rachel se ruborizó— por nada, simple curiosidad.

Cesar abandonó su tono burlesco cuando vio lo incómoda que ella se ponía— sigues sintiendo algo por él ¿no es cierto?

Ella se quedó sin aliento un segundo ¿Cómo es que se había dado cuenta tan rápido? Si a ella misma le había costado estar en esta situación, preocuparse por la vida y seguridad de Tony para saber que lo amaba aún en algún sentido.

—No digas nada, no hace falta que niegues nada. Ya sé que no debo entrometerme en este asunto. Pero es que... No sé. Siempre sentí curiosidad por la mujer en el fondo de pantalla del teléfono de Tony. Nunca habló de ti frente a mi, no nos conocemos mucho, ya te imaginarás, soy un poco nuevo aun en voiceplay, pero he visto como se queda observando su teléfono con una expresión diferente a las de siempre. Ya sabes, esa cara de estar fastidiado por todo y odiar a todo el mundo. No la tiene cuando te ve en su móvil. Es como si se desconectara de la realidad. 

Rachel no dijo nada, solo volteó a otro lado, un insecto caminaba sobre el lodo de su rodilla y eso fue suficiente para distraerla. Se lo sacó de un manotazo y volvió a mirar a Cesar.

—Si siento o no algo por él, de nada sirve. Cesar. Por si no te han dicho, tengo cinco años de matrimonio feliz y dos hijos.

Cesar pareció captar la idea, Rachel pensó que era más receptivo que el resto de los chicos, porque no insistió en el tema, pero rodeó lo importante y le siguió contando sobre la cinta métrica. De como la había atado al foco del techo con ayuda de Geoff, de como Tony se había vuelto casi loco buscándola y de como le había tirado las tizas que usaba para marcar la tela cuando supo que el último en estar cerca de él cuando la perdió fue Cesar. Rachel casi sonrió cuando él agregó que Tony aun no sabía en donde estaba la cinta y que él tampoco se lo diría.

Rachel escuchaba sin participar demasiado en la charla, todos esos comentarios y alusiones a Tony la habían regresado a los malos sentimientos de hace rato. De nada servía que ambos se correspondiesen. De nada servía... ¿Entonces porqué se sentía bien pensando en él? ¿Porqué se preocupaba tanto? ¿Por qué la vida era tan difícil y el corazón engañaba tanto?

Chapter 8: 7: Destinos terribles

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Layne tomó del brazo a Rachel, había estado a punto de caerse. Pero cuando vio su rostro supo que realmente había estado a poco de desmayarse. Se arrepintió de lo que estaban haciendo desde el momento en que salieron de los arboles y bajaron al pueblo, pero no había otra alternativa. 

—¿Podrás continuar? Siempre podemos regresar a la colina, Rachel —quiso calmarla dándole opciones, sosteniéndola suave pero firmemente— en cualquier momento. No es necesario que permanezcamos mucho tiempo.

Ella pareció percatarse de que no estaba sola y de que su miedo era compartido cuando miró a Layne, brindándole su apoyo emocional. Pensó en su esposo, que probablemente ahora le estaría recriminando el hecho de estar en un sitio como ese, entre monstruos de diversos tipos, mirándolos de reojo, algunos sin ojos. Pero que estaría ahí para ella como ella no estaba para él en ese momento, sino que en algún sentido lo traicionaba en esta búsqueda incansable por recuperar a Tony: su exnovio de la adolescencia y parte de la juventud.

—Sobreviviré —afirmó con rotundidad, apartando de una manotada los recuerdos y pensamientos turbios. Le agradeció a Layne por ser tan atento— pero... no demuestres demasiada empatía. No creo que estos seres vean con buenos ojos la amabilidad. 

En efecto, varias miradas estaban puestas en ellos. Layne asintió, alejándose de Rachel un metro, pero siguiendo cerca cuando volvieron a caminar entre la gente. Si a esos seres se les pudiera llamar gente. Había muchos, tantos, que ellos dos habían perdido de vista para este punto a los demás miembros y ex miembros de Voiceplay. Eli había dejado muy claro que perderse era una posibilidad segura, por lo que los dividió en parejas para que al menos se apoyasen uno en otro. Así al menos despertarían menos sospechas y pasarían desapercibidos hasta donde fuese posible. Geoff iba con Cesar, J con Earl, Eli insistió en ir solo, porque quería buscar más allá de una fortaleza parecida a la del centinela hereje que habían dejado atrás, pero que se hallaba al otro lado del pueblo. Cada grupo se movería en la búsqueda por las calles, con cuidado y los ojos muy abiertos, en busca de cualquier pista que los sacara de ése mundo o que los ayudara a encontrar a Tony. Eli había visto lo suficiente del pueblo en lo alto como para asignarle a cada grupo unas calles especificas a base de indicaciones: izquierda, derecha y demás.

Layne y Rachel eran el último grupo. Rachel había quedado en blanco cuando Eli les dio las rutas que debían tomar para investigar. Pero por suerte, Layne era más listo de lo que parecía y él la dirigía por entre las callejuelas. Había un punto de encuentro, eso lo tenía claro, que era la plaza y que debían ir hacia allá ante cualquier problema o al descubrir algo. 

Los seres de pesadilla pasaban a pocos centímetros de Rachel y ella tenía que hacerse la desentendida, aparentar que no estaba aterrorizada. Ella misma se veía igual de monstruosa con el lodo semi húmedo encima, pero algo le decía que no era suficiente, que tarde o temprano serían descubiertos. Y la sola idea le encogía el corazón. Después de varias calles, Rachel se dio cuenta de algo bastante raro, su miedo iba en aumento con respecto a los monstruos de aspecto más humano, antropomórfico o los que tenían alguna facción más humana. Porque era en estos en los que se reconocía cierta inteligencia diabólica que helaba la sangre.

Layne por otro lado estaba notando patrones humanos en estos seres extraños. Habían algunos que salían y otros que entraban a las casas. Se dio cuenta de que algunas casas eran en verdad puestos como carpinterías, restaurantes, zapaterías, demostrando que esta era una sociedad que de alguna u otra forma, progresaba y salía adelante sin necesidad del resto del mundo. Un paralelismo sumamente raro. Y había algo más que saltaba a la vista, se estaban preparando para una celebración, se notaba en las decoraciones. Por supuesto, si a telarañas, algas del lago, murciélagos vivos y huesos reales se les puede decir decoraciones. 

 

—¡Usted, dama del infierno! —Rachel dio tres pasos hacia atrás cuando de la nada una mujer se acercó a ella— ¡Oh dama, dama! ¡Su futuro es oscuro! ¡Ah, si! ¡Puedo verlo en sus ojos, está amenazada por la desgracia más terrible! 

—¿Qué? ¿Como...?

La aparición le sonrió con unos dientes filosos de reptil en los que se apreciaba una doble fila en ambos sentidos. Su cuello era un muestrario de collares hechos con insectos de colores que aun movían las patas. De sus orejas pendían grandes argollas de piel de armadillo. Y si eso no hubiera sido suficiente para que su aspecto fuera extraño, su piel era escamosa y de color verde botella. Dos grandes ojos relucientes con pupila vertical la contemplaban guiñando con el tercer parpado.

—Es una pitonisa —le dijo Layne, tan sorprendido como ella— lee el futuro, y por lo visto, no será agradable.

—Es evidente —le respondió Rachel con cierto mal humor por el susto.

—¡Oh Dama, dama! —repitió su mantra con un acento insinuante y viperino— Cosas terribles le aguardan en su pronto futuro ¡Terribles desgracias! Algo que nunca te imaginarías te acontecerá de la peor manera.

—¿Qué hay en mi futuro que sea tan malo? —sucumbió a la curiosidad, Rachel, temiendo la respuesta.

Se halló pensando en todo lo que podía llegar a pasarle. Todo lo inimaginable pasó por su cabeza instantáneamente en flashazos de escenarios terribles con Tony muerto de diversas formas y ella atrapada en ese mundo de horror. Se vio a ella misma sola, el resto de los cantantes perdidos, torturados, sin la posibilidad de ver nunca más a sus familias y ella al merced de los monstruos. Pensó en su esposo e hijos otra vez, una honda desazón se apoderó de su alma.

La pitonisa sonrió al confirmar que tenía la atención de dos clientes— ¡Oh, dama del infierno! ¡Él! ¡Él será el causante de su desgracia!

—¿Quien? ¿Yo? —saltó Layne, desconcertado.

—No. El hombre que han venido a buscar, será tu perdición. ¡Puedo verlo! Sus destinos están tan juntos que son uno solo a partir de ésta noche. 

—¿El hombre que...? —Rachel se quedó lívida— pero...

—Su futuro es terrible, dama, atronadoramente terrible ¡Está a nada de perder todo lo que aprecia! ¡Todo... ! —y agregó en voz baja— Y más... 

El hecho de que el ser repulsivo se estuviese riendo mientras decía tales cosas, no ayudaba a que fuese menos chocante. Rachel no sabía qué pensar ¿Tony sería el causante de su desgracia? Porque era Tony del que hablaba ¿cierto? ni siquiera podía saberlo. La pitonisa detuvo su risa y miró fijamente a Rachel, que se sentía otra vez cerca de desmayarse. De entre los collares y las infinitas patas sacó un instrumento pequeño, como una aguja. 

—Esto te servirá cuando llegue el momento. ¡Oh, dama, dama del infierno! Tómalo y tal vez tengas una oportunidad.

Rachel se sintió de pronto obligada a tomar el instrumento, aunque no quisiera y todo su ser le decía que no debía, se vio a sí misma recibiéndolo y guardándolo en su bolsillo. La pitonisa volvió a sonreír con esa locura desquiciada que todos parecían tener en ese pueblo y de pronto miró a Layne. 

—¡Ah, usted, caballero! —lo señaló con su garra— ¡Mil demonios! su destino es casi peor que el de la dama. 

Soltó tal carcajada de ultratumba que resonó en toda la calle y a las muchas miradas que ya seguían a Rachel y a Layne se sumaron otras nuevas que se concentraron en ellos. Parecía que sea lo que hubiera en ambos destinos, era tan terrible que le hacía infinita gracia a la pitonisa, se reía a carcajada limpia señalándolos a ambos. Layne le arrojó una moneda a la cara para distraerla antes de tomar la mano de Rachel y arrastrarla fuera de esa calle y esa loca. 

 

—Creo que le diste en el ojo —le gritó ella cuando pasaron a otra calle menos concurrida.

—No me importa, por mi le pude haber dado de lleno en la boca, con tal de que se callara. —se detuvieron— Eso que te dio, más vale que lo tires...

—¿Y si de verdad me sirve después? —indagó ella, pasando las manos por encima de la tela de sus jeans.

—También existe la posibilidad de que no sea nada útil —rebatió Layne— muéstramelo al menos.

Rachel, sumisa, obedeció, sacando de su bolsillo la aguja. Lo primero que ambos vieron fue que realmente parecía más una barrita de metal que una aguja. Sus extremos no eran afilados, sino lisos y redondeados, pero había una ranura en uno de ellos que bien podría servir para enhebrarla con algún hilo y coser con ella alguna tela suave.

—Perdimos la lana ¿cierto? —Rachel asintió— nos hubiera servido para tejerle por lo menos una bufanda a Tony para dársela cuando lo encontremos. Pero sin lana no le veo mucha utilidad a ésta cosa. 

—Usado sabiamente, talvez nos sirva como arma —sugirió ella. Layne hizo una mueca— claro que, solo servirá estando muy cerca del oponente.

—Si, talvez pueda pincharle el trasero a Tony cuando lo encuentre por todo lo que nos ha hecho pasar. —ambos compartieron una risa breve hasta que empezaron a atraer más miradas— Rachel, el lodo de tu rostro se está cayendo.

Ella se pasó la mano por la mejilla y varios trozos de barro seco de desprendieron de su mascara improvisada. Una expresión de angustia apareció en sus ojos y aunque Layne no dijo nada al respecto, era obvio que ambos pensaban en lo que la pitonisa había dicho. Un destino terrible, ahora lo último que necesitaban era un presagio tan oscuro como ése. ¿Y qué era eso de que sería Tony el que los arrastraría a ese acontecimiento venidero? ¿De qué forma podría él, que estaba quien sabe donde, afectar más en sus destinos? Rachel se abrazó a si misma y más del lodo seco se desprendió de su piel.

—Debemos regresar lo antes posible, este pueblo es mucho más peligroso de lo que pensamos. —suspiró con frustración.

—Lo del destino... —empezó a decir ella.

—No lo pienses siquiera. —respiró hondo y se llevó ambas manos a la cabeza— si Eli estuviera aquí nos diría que usáramos la razón. Y la razón dice que ese monstruo dijo cualquier cosa para sacarnos dinero. Y de nada le servirá, porque no creo que le den ni un café por esos cinco céntimos. 

—¿Y cómo supo que buscábamos a alguien? —murmuró ella— no digo que le crea ¿Pero no te parece que ha acertado? es decir... ¿Cómo pudo saber que era un hombre?

—No insistas —negó él— Esto no puede distraernos de nuestra búsqueda... Y ahora mismo deberíamos irnos.

Volvieron a caminar y Rachel se abstuvo de hacerlo pensar. Layne no quería ni siquiera concentrarse en la idea de ''un destino'' como lo había llamado esa pitonisa. Y francamente Rachel tampoco deseaba detenerse tanto a considerar eso porque los mil escenarios que antes danzaron en su cabeza regresaban ahora con mayor fuerza. Casi hubiera querido regresar para interrogar como se debe a esa pitonisa, para que le dijese el futuro como era, sin pistas que daban lugar a tanta incertidumbre.

Miró a Layne de reojo y se preguntó a si misma si podía escaparse de él sin hacer mucho escándalo. Pero era obvio que no y además, no era una idea sensata alejarse del único que conocía el camino aunque fuera por indicaciones. Tendría que quedarse con la duda hasta... hasta ésa noche. Poco faltaba, aunque el sol siguiera a medio día, todavía les sobraban unas dos horas a lo sumo. ¿Se ocultaría el sol por la noche? ¿Habría siquiera noche aquí?

—¿Te das cuenta de que si salimos con vida de aquí, nadie nos creerá? —le preguntó, para hacer conversación. 

—Pero será una historia maravillosa para contarle a nuestros hijos —sonrió tristemente Layne— vamos.

Geoff y Cesar fueron los primeros con los que se encontraron en la plaza. Estaban discutiendo algo mientras el menor de ambos balanceaba su peso de un pie al otro. Tenían las espaldas contra un muro de metro y medio hecho de piedra y que rodeaba una estatua de algún dios pez olvidado con formas que recordaban ligeramente a las humanas. A sus pies había una pequeña laguna artificial tan maloliente como la del lago que dejaron atrás. Geoff tenía una expresión de asco por el hedor y se veía fastidiado también por la discusión sin sentido que estaban teniendo con Cesar. 

—No, no y no. —reiteró, tajante, dando un golpe al suelo con el pie. Trozos de lodo seco cayeron de sus pantalones— no te voy a cargar. No tienes seis años, aunque mentalmente así sea. 

—Me lo debes. ¿Quién te auxilió cuando te desmayaste? 

—Earl, J, Layne, Rachel... 

—Okay ya entendí. —le cortó agitando las manos— pero ¿Quién les avisó que habías caído como un saco de patatas al suelo? ¿Eh?

—Se hubieran dado cuenta sin que les dijeras. —puntualizó rodando los ojos. 

—Oh vamos, papá. Estoy seguro de que si Layne te lo pidiese lo cargarías sin pensar. —Cesar hizo un puchero sin rendirse. 

—No soy tu padre aunque a los fans les guste decir eso. Y si no te has dado cuenta, —respondió irritado— tengo un brazo lastimado y estoy tan cansado por el camino como tú. Si tan fatigado estás, siéntate y esperaremos a los demás. 

Cesar se cruzó de brazos y se dejó caer pesadamente sobre el suelo a un lado de Geoff. Rachel casi recuperó su buen humor al verlos discutir por eso. 

—¿Encontraron algo? —les preguntó Geoff, saludándolos, aliviado quizá por no tener que tratar más temas absurdos. 

—Solo una pitonisa loca. —se quejó Layne— que me hizo quedarme sin dinero, por cierto.

—Nosotros no tuvimos mejor suerte —suspiró Cesar— hemos dado vueltas por lo que parecieron horas. 

—''Parecieron'' es la palabra clave. —gruñó Geoff con impaciencia— no fueron más de cinco a diez minutos si descontamos las paradas que me obligaste a hacer. 

Cesar se encogió de hombros, cinco minutos, una hora, poco importaba, todo se resumía en el mismo problema: nadie había encontrado siquiera la más mínima idea con respecto al paradero de Tony. Aunque habían mantenido los ojos abiertos y se habían arriesgado a dar conversación a varios de esos seres extraños, no pudieron llegar a conclusiones muy certeras. Algo era claro, el pueblo se preparaba para la fiesta de esa noche, iba a pasar algo grande, Geoff dijo que oyó decir que le llamaban ''La ascensión'' y Rachel lo corroboró al recordar que el comerciante lo había mencionado también. Cesar agregó que había oído a su vez que unas brujas estaban compartiendo ingredientes para el segundo banquete, el de después de la fiesta. Layne sumó a todo esto el haber hablado él mismo con la pitonisa y contarles el hecho de que la vidente había dicho que ésa noche, el destino de Rachel se uniría al de Tony, y que eso la llevaría a una tragedia.

Todos habían guardado silencio entonces, tratando de asimilar la situación o entenderla. Ellos juntos no eran tan listos como Eli, así que poco podían hacer para pensar. Pero lo intentaban. Era casi seguro que ésa noche podrían encontrarlo, si eran ciertas las palabras de la pitonisa, a las cuales Layne no daba demasiado crédito por la locura que había visto en sus ojos. Pero más les valía poner atención a cada palabra por si contenía algún indicio al respecto. Por supuesto, estas no eran más que chismes, rumores, predicciones engañosas, nada que contarle a Eli cuando lo encontraran.

De pronto, todos escucharon un alboroto que se oía del otro lado de la cuadra. En el tiempo en el que se tardaron para mirar todos en la misma dirección, Earl y J vinieron corriendo desde la otra calle. 

—¡No hay tiempo! ¡Cúbranse! —gritó Earl derribando a Layne al pasar al lado y tirándole a la laguna. J tomó de los hombros a Rachel y a Cesar para que los imitaran y se metieran al agua de los pies de la estatua. Cesar intentó agarrarse de algo y Geoff estaba en su camino. Todos terminaron dándose un chapuzón imprevisto.

No hubo tiempo de decir nada, tres monstruos pasaron por enfrente de la laguna en obvia persecución de los dos fugitivos. Hombres lobo, los más horrendos que se hubieran imaginado en sus vidas. Las películas de terror no los hacían lo suficientemente aterradores. Estos sí que daban terror autentico. Cuando el peligro pasó, Rachel sacó despacio la cabeza del agua y escupió una cantidad considerable de lodo y algas. El ritmo de su corazón era insano en este momento, pero no era lo peor que había estado en esas últimas veinticuatro horas. Sorpresivamente, le acometieron nauseas, el agua de esa laguna era terriblemente amarga como la hiel. 

—¿Porqué? —murmuró Geoff, saliendo de segundo, un alga le colgaba de la nariz— ¿Por qué, Tony, idiota borracho, nos has traído hasta aquí? 

—Algo me dice que donde sea que esté Tony no te escuchará. —le dijo ella, escupiendo.

—Y conociéndolo, aunque me escuchase tampoco me contestaría. —se quejó Geoff.

Layne sacó a su vez la cabeza para reírse de eso. Tony probablemente hubiera dicho algo sarcástico y apropiado para callar a Geoff, pero por supuesto, no estaba para decir nada. J y Earl sacaron de último la cabeza del agua pestilente y amarga. 

—¡Te dije que no tocaras nada! —le recriminó con voz aguda el más gordito, con el pelo pegado a la frente y los ojos rasgados aun cerrados— ¡Te lo dije tres mil veces!

—No exageres, solo fueron dos. —se defendió J, dándose palmadas en el oído izquierdo, ladeando la cabeza, para sacar el agua del oído derecho— si me lo hubieras dicho tres mil veces, lo hubiera considerado. 

—¿Alguien puede explicarme qué pasó? —solicitó Rachel. 

—Esa pregunta no vale, la correcta es: ¿Quién tuvo la culpa? —los miró Geoff, con el ceño fruncido— y ¿a quién le corresponde el puñetazo? 

—¡Te dije que tu brazo estaba bien! —Por lo visto Cesar también había salido del agua— estabas mintiendo para no cargarme.

—Él es el culpable —J y Earl hablaron al unísono y se señalaron entre sí. 

—¿Cómo que yo? Tú fuiste el que agarró esa estupidez —se puso en pie Earl, frotándose los ojos— cuando yo claramente te dije que no lo hicieras, que era peligroso.

—Eso no hubiera pasado si tú me lo hubieras impedido, genio. —puntualizó J poniendo los brazos en jarras— Es con acciones que llegas a cambiar las cosas. 

—¿A quien en su sano juicio se le ocurre agarrar ese tipo de cosas? ¿Un sacabocados vivo? Hermano, esa cosa pudo arrancarte un dedo. 

J alzó la mano, en donde había un par de rasguños pequeños, movió sus cinco dedos completos y le sonrió triunfante— Pero no lo hizo. 

Eli apareció de repente por el borde del muro y se inclinó sobre éste solo para alcanzarlos y darles un guantazo en la cabeza a ambos. No lo suficientemente fuerte como para lastimarlos, pero si como para hacerles olvidarse de todo lo que pasaba.

—¿Quieren callarse? —les gritó entre dientes— están haciendo un escándalo. ¡Y se han quitado el lodo de encima! ¿Quieren que nos descubran? Porque eso es lo que parece. 

Rachel fue la primera en salir, con el cuidado de evitar la ira de Eli. Aunque él no le haría nunca verdadero daño a los chicos, estos sin duda lo sacaban de sus casillas y eran merecedores de más de un regaño. Era como cuidar a seis niños traviesos y algo tontos. 

—Y algo me dice que no encontraron nada ¿o me equivoco? —Todos guardaron silencio, lo que tenían que decir no era mucho— me lo suponía. Pues tienen suerte, yo no anduve jugando a los pececitos, yo si estuve pensando en la seguridad de Tony todo éste tiempo y encontré más de lo que esperaba. Así que salgan, rápido, tenemos que correr sin que nos vean... 

Una mano se cerró en el hombro de Eli. Los tres hombres lobo estaban de vuelta.

Chapter 9: 8: Las fosas de los gritos

Chapter Text

Cuando se habían embarcado en esta aventura en la búsqueda de Tony, de su amigo, nunca imaginaron pasar por estas situaciones tan extrañas. No imaginaron nunca tener que embadurnarse lodo encima o tener que caminar entre monstruos en una ciudad que a lo mejor no existía. Este era por mucho el viaje más accidentado que habían tenido en su vida y seguían adelante, hasta lo impensable, incluso si había unos de ellos que ni siquiera conocían más que de vista a Tony, como Cesar que apenas y había hablado con él para hacerle bromas. Ahí estaban, sin rendirse en ningún momento. Quizá el hecho de que les estuviera yendo tan bien era que permanecían juntos. 

Rachel se precipitó dentro de la fosa cuando fue empujada dentro. Las paredes eran de tierra y el fondo igual, lo que significó para ella un alivio, ya que la caída de tres metros no fue demasiado dura. No obstante, era obvio que resultaría dificultoso escapar. Se llevó las manos a los hombros, en donde los monstruos lo habían agarrado y levantado como a un trozo de papel mojado. El hombre lobo que la había "escoltado" hasta aquí, la miraba desde arriba, con ojos venenosos en los que se adivinaba un brillo socarrón. 

Hubiera hablado, si no hubiera estado bajo los efectos del miedo más terrible. Aun sin incorporarse por completo del suelo, le sostuvo la mirada a su agresor, el monstruo gruñó por lo bajo y siseó algo que sonó como una advertencia antes de irse, no sin antes cerrar la celda en la que estaba el foso con llave. Rachel suspiró de alivio. Por un momento creyó que le harían daño, creyó que la enterrarían viva o que le lanzarían piedras hasta matarla. Imaginó mil cosas escalofriantes que ahora le parecían un poco escandalosas. Pero no se culpaba a si misma, había sentido el aliento del monstruo en su nuca y sus garras a nada de destrozarla durante todo el camino. Pero lastimar no era la intención de esos guardias, eso era lo único claro, porque de haber querido los hubieran matado a todos frente a la laguna de la estatua, en donde los encontraron. 

A pesar de todo, no podía estar segura. Cuando los hombres lobo los habían atrapado, los habían llevado hasta esa otra fortaleza que Eli dijo que quería investigar y en donde supuestamente había encontrado algo. Era, en efecto, una torre alta y sin mucho misterio. Nada más que una construcción de roca polvorienta idéntica hasta la última planta adherida entre las uniones a la que había al otro lado de la ciudad, cerca del lago. No obstante, dentro había unas escaleras hasta un segundo nivel subterráneo que comunicaba a una sala con muchas puertas de metal pesadas, y más guardias igual de monstruosos que los que los trajeron hasta ahí. 

Los habían separado. Un guardia diferente para cada uno de ellos. No había habido tiempo ni para una despedida, porque todo se efectuó rápido y sin que pudieran hacer nada para evitarlo. Cada uno por una puerta diferente, temió que fuera la última vez que vería a sus amigos. Antes de que se la llevasen, vio a Earl luchar con el guardia. Le había conseguido dar un puñetazo en pleno hocico e hicieron falta dos guardias para inmovilizarlo. J y Cesar, quien sabe en qué momento, se habían puesto de acuerdo, ante la distracción de Earl ellos dos atacaron a sus guardias dándoles golpes en el estomago y patadas certeras en la ingle. Geoff y Eli se echaron encima de otro y Layne se libró del suyo para ir en ayuda de Rachel.

El lobo la soltó a ella tirándola al suelo con rudeza para enfrentarse con su oponente. Seguro imaginó que ella no representaría más que un estorbo. Rachel se incorporó dolorosamente para ver la batalla. Se sintió repentinamente orgullosa de sus amigos, eran impresionantes. Contagiada por ese valor, supo que tenía que ayudarlos. Como nadie reparó en ella, sacó de su bolsillo la aguja que la pitonisa le había dado. Si era o no el momento para usarla, Rachel no se detuvo a pensarlo. Cuando el lobo cerró sus fauces en el hombro de Layne, ella actuó con la velocidad de la que era capaz y apuñaló al monstruo en la espalda con todas sus fuerzas.

El acto tuvo el efecto esperado y el lobo soltó a Layne para volverse a Rachel. 

—Vaya, vaya, vaya —gruñó el monstruo acercándose a ella, acechándola como a un conejo— que niña tan traviesa...

Rachel tragó en seco, la aguja se le había escapado de las manos al dar el golpe, sospechaba que había quedado en la espalda del monstruo y que aun seguía ahí, estaba claro que no había infligido mucho daño, pero era suficiente para atraer la atención del monstruo hacia ella. Ahora Rachel estaba desarmada y en problemas, pero le había dado una oportunidad a su amigo. Él había intentado salvarla primero, se lo debía, ahora pagaría su valor con su vida.

Sin apartar los ojos del hombre lobo, quiso saber si Layne estaba bien, pues este se había quedado en el suelo y no hizo más que arrastrarse hasta la pared de tierra más cercana.

—He estado mejor —suspiró entre dientes, con una mano sobre la herida— maldito monstruo ¿he sido demasiado para ti? ¡Termina lo que empezaste!

Ambos, tanto Rachel como el lobo sabían lo que Layne intentaba hacer, volver a centrar al monstruo en él para que ella escapara. Pero era claro que esto se había vuelto personal. El hombre lobo no la iba a dejar ir sino hasta vengarse.

—Disfrutaré destruirte —le siseó acercándose más a ella. La lengua negra como el pelaje del monstruo. Se relamió los dientes afilados con un sonido repugnante.

Estaba ya tan cerca que ella sintió el calor de su aliento fétido y pudo ver las dimensiones de los colmillos del monstruo, gruñía y se acercaba cada vez más. Rachel sintió el aguijón del terror pinchar en su interior y por un momento tuvo la necesidad de huir a cualquier sitio para escapar. Ese era un deseo egoísta, escapar, si lograba en algún momento hacerlo, que lo dudaba, significaría dejar atrás a sus amigos. Y por nada del mundo abandonaría a voiceplay, mucho menos ahora.

La suerte de la batalla ya estaba puesta a favor de los monstruos. Eran más y más fuertes. Earl estaba siendo golpeado por los dos hombres lobos a la vez, mientras otro sostenía a Cesar por el cuello y lo alzaba del suelo. Se veía que hacía un esfuerzo tremendo por respirar, pero aun así, al mirar a su atacante, una sonrisa rebelde apareció en su rostro, había sangre manchando sus dientes, demostrando que no estaba listo para rendirse. J estaba haciendo frente a un monstruoso hombre lobo, le había asestado un zarpazo hiriéndole en el muslo, por encima de la rodilla, que sangraba. Geoff luchaba cuerpo a cuerpo con otro, que lo tenía boca arriba en el suelo, sobre él, e intentaba darle mordidas en la cara o el cuello, pero Geoff mantenía sus mandíbulas abiertas con sus manos y trataba de alejarlo de él con las piernas en el pecho del monstruo. Eli no tenía mejor suerte, el empuñaba una antorcha y la dirigía a los tres hombres lobo que intentaban atacarlo y lo acorralaban como a Rachel.

Rachel nunca había sentido tal miedo en su vida, pero sabía que debía dar pelea. Es lo que debía hacer. Por lo menos moriría de forma honorable, como sus amigos luchando a su lado. Con la idea de que hizo todo lo que estuvo en su poder para salvar a Tony y mantener a salvo a sus amigos.

Sus ojos se desviaron un instante de su agresor y fueron a parar en Earl. Con otro puñetazo había dejado fuera de combate a uno de los hombres lobo, pero el segundo arremetía lanzando zarpazos al aire tratando de herirlo de gravedad. Esa debía ser la pelea con más movimiento, puesto que Earl esquivaba muchos de esos golpes, y sus movimientos rápidos lo llevaron a llegar a lado de Eli con su antorcha. Ahora eran dos contra cuatro hombres lobo. Earl también arrancó otra antorcha de la pared y se aseguró de darle con todas sus fuerzas en la cabeza al monstruo más cercano antes de que sus dientes alcanzaran la pierna de Eli.

El estruendo del metal y los carbones encendidos cayendo al suelo al apagarse la antorcha, más el ruido del lobo desplomándose, resonó en toda la gruta subterránea.

—Deténganse... —rugió atronadoramente el hombre lobo que sostenía a Cesar del cuello, había aflojado el agarre para que él pudiese respirar, pero lo mantenía firmemente agarrado— no tenemos permitido matarlos. Se trata de acatar ordenes. Ya tendrán su merecido de todas formas.

Un gruñido gutural se extendió entre todos los monstruos y, muy lentamente, se retiraron de sus presas. Todos, a excepción del lobo frente a Rachel. Ambos intercambiaron miradas, retándose el uno al otro, pero al final él la tomó del cabello dándole un tirón prodigioso, haciéndola gritar. Se los llevaron a cada uno por una puerta diferente. Rachel fue conducida por su guardia y empujada a la fosa. 

Pasaron una eternidad de minutos en los que Rachel se quedó ahí, sobre el suelo, intentando pensar la forma en la que debía proceder ahora. Esa batalla tan breve mantenía su corazón palpitando adrenalina en sus venas incansablemente desde entonces. Seguía teniendo miedo, por ella y los demás, solo Dios sabía lo cerca que estuvieron todos de morir. No quería pensar en las heridas de J, Layne y Cesar, porque se veían muy mal cuando se los llevaron. Tampoco quería recordar esos dientes a nada de morder a Geoff en el rostro, y aunque él parecía estar en mejor estado que todos, era claro que había tenido demasiada suerte. Eli y Earl no se rindieron en ningún momento y aun siendo escoltados, ningún monstruo pudo doblegar sus voluntades de hierro.

Rachel Pasó los ojos por todo lo que se alcanzaba a ver desde su posición, lo cual no era mucho, lamentablemente, y la luz de las antorchas no era de gran ayuda. Lamentaba la situación en la que estaban. Se preguntaba si valdría de alguna forma la pena. ¿Era esta la desgracia que venía sobre ellos por culpa de Tony? ¿Permanecer encerrados eternamente bajo tierra como prisioneros? ¿Tortura, muerte, sepultados vivos? a cada posibilidad nueva Rachel se sentía más y más impotente. Esto era la peor pesadilla que estaba viviendo.

Hubiera jurado mil veces que los muros de la fosa se estaban cerrando para tragarla, cuando percibió un olor extraño. Era como ácido, un aroma peor que el del lago, peor que nada que hubiera respirado antes, y parecía hacerse cada vez más fuerte. En eso pensaba cuando del borde de la fosa, como una cascada, empezó a bajar un humo espeso, color ocre con movimientos oscilantes que casi se asemejaban al liquido. Rachel se puso en pie de un salto. El sentido de supervivencia le decía que hiciera lo que hiciera, no la tocase, pero era imposible, bajaba y llenaba el ambiente muy rápido. No tardaría en llenar la fosa y asfixiarla. 

El ambiente ahora estaba teñido con ese color ocre profundo, como si esta niebla fuese de alguna forma sangre evaporada que impregnaba todo a su paso, incluyendo la luz de las antorchas que pasaron de iluminar hasta el ultimo resquicio de la celda a ahogarse en chisporroteos pausados y agónicos. Si el miedo que Rachel sentía se apagó algo con el paso de los minutos, ahora se reavivó hasta consumirla por completo. 

Gritos empezaron a resonar de pronto. Rachel jadeó con sorpresa. Eran gritos lejanos, amortiguados, quizá provenientes del otro lado de las paredes de tierra, en otros túneles, lo que le evocó a la mente la idea de un laberinto. Eran ellos. Sus amigos. ¿Estarían acaso en la misma situación que ella? La niebla llegó hasta Rachel y al primero respiro, deseó no haberlo dado. El aroma ácido, corrosivo, le quemaba los pulmones al respirarlo, y ni cubriéndose la boca y nariz podía dejar de inhalarlo.  

********************

Abrió los ojos de golpe y la oscuridad lo recibió. Llevaba quizá unos quince minutos despierto cuando escuchó los gritos.

Solo duraron unos segundos pero la agonía era palpable en ellos, estaban sufriendo y él no podía hacer nada para ayudarlos. En primer lugar, porque él mismo se sentía morir. Antes de que los gritos se extinguiesen, le acometió un punzante dolor de cabeza. Porque los había oído, hubiera deseado no hacerlo, pero evidentemente no podía. Se sentía oscilar entre la duermevela y la alucinación, la espalda lo estaba matando, no sabía cuanto tiempo llevaba recostado boca arriba en esa posición, pero era obvio que sobrepasaba las ocho horas. Se sentía miserable, terriblemente miserable. Había algo agrio en su boca seca que se mezclaba alternativamente con el característico sabor a sangre. Las náuseas bailaban en su interior yendo y viniendo a intervalos demasiado cortos para su gusto. Esta era sin duda la resaca más fuerte que había padecido.

Pero él se lo había buscado, de todas formas, él y sus estúpidos sentimientos. Nunca debió aceptar la invitación de Geoff. Nunca debió guardarse las botellas en el auto. Nunca debió permitirse seguir amando a esa mujer en un principio.

Los gritos cesaron. Él llegó a pensar por un instante si no habían venido de la misma habitación en donde se encontraba por la forma en la que resonaban de muchas y diferentes puntos a su alrededor. Pero ¿era eso una habitación? Realmente no podía saberlo. Había oscuridad. Las paredes estaban demasiado lejos como para poder verlas a los lados de su cabeza, lo que le daba una idea de las dimensiones del sitio en el que estaba, pero nada concreto. El suelo se sentía como de piedra, tierra, polvo y... frío. Parecía tragarse el poco calor que su cuerpo convaleciente producía. Aunque el frío era general, no estaba instalado en el suelo ni en las paredes lejanas, parecía rellenar el ambiente, flotando sobre él como un ser vivo.

Tiró de sus brazos y ante la resistencia que encontró cayó en la cuenta de estar esposado. 

Antes de entrar en pánico, decidió respirar y calmarse. No era la primera vez que después de una borrachera se despertara en una celda esposado, en su adolescencia le había pasado muchas veces, la verdad, antes de conocer el teatro en donde trabajó con Rachel, en donde conoció a Geoff y a los demás. Había jugado al rebelde sin causa muchas veces como para terminar enredado en problemas como ése. La sensación de hecho era bastante familiar. Pero de eso, hacía ya muchos años y la situación actual era completamente diferente a lo que recordaba haber experimentado en sus años de turbulenta juventud. Nunca lo había esposado al suelo. No hubo necesidad, al menos. Talvez esa era cuestión, talvez había sido necesario ¿Se habría puesto violento? no tenía forma de saberlo, no recordaba mucho de lo que había hecho, pero estaba seguro de no haber tenido problemas con la policía en medio del bosque. A no ser que...

Descartó esa línea de pensamiento, era ridículo. Estaban a más de tres horas de la civilización en la casa de campo. Las había contado, era raro conducir por tanto tiempo sin encontrarse con otro auto o el insufrible tráfico tan típico de la ciudad ¿Entonces como carajos estaba ahí?... ¿Lo habrían secuestrado? ¿Y para qué? Si él realmente no era lo que se dice "millonario" ni mucho menos. Su familia tampoco. Su hermana tal vez podría pagar un rescate, pero ¿siquiera sabría que él había desaparecido? es decir, no hablaban mucho, y aunque Fletcher su perro se estaba quedando con ella, no era probable que ella notase raro su silencio hasta que las cosas se pusieran realmente feas ¿Lo sabrían los demás? ¿Sabrían que él ya no estaba con ellos? su presencia nunca fue muy notable, de todas formas.

Ante su falta de memoria, nada sorprendente después de lo ocurrido, debía reunir información de sus atrofiados sentidos: Estaba esposado, eran grilletes lo que rodeaban sus muñecas y estaban apretados, laceraban su piel e impedían todo movimiento. Movió los pies y se encontró con lo mismo, con el agregado de que le faltaba un zapato. No estaba seguro, pero sentía el olor de la tierra mojada, el vomito y el alcohol muy fuertes, lo que le decía indudablemente que él estaba hecho un asco. Se sentía sucio, pero no tanto como lo mal que estaba su cuerpo, luchando con la cantidad desbordante de todo lo que bebió en su sangre.

Volvió a cerrar los ojos. El cansancio que pesaba sobre él sólo era equiparable al de la deshidratación, las náuseas, el dolor general. Seguro que no tardaría en caer dormido, o en coma, lo que pasara primero. Solo esperaba no volver a imaginar a sus amigos gritando otra vez... 

********************

Rachel había caído de rodillas y se había arrastrado hasta apoyar la espalda contra la pared de tierra. Tras la primera bocanada de esa niebla sus pulmones se habían estrujado como hojas secas. Aunque lo había intentado, no pudo resistir la asfixia. Seguía inhalando con rapidez, muy poco profundamente y aunque luchaba por sacar algo de oxígeno del aire viciado, todo intento fue infructuoso. 

No obstante, no moría. 

Eso era lo más extraño. En ningún momento perdió la consciencia, no pudo dejar de experimentar esa agonía. No dejó de escuchar a los demás, sino hasta que inhaló toda la niebla y los demás como ella se quedaron sin aliento para gritar.

Se sentía extraña. El pánico le había dejado los nervios de punta, temblaba y toda la piel del cuerpo le hormigueaba de formas extrañas. Pero a pesar de todo, no dejaba de pensar en los demás. El primero en gritar cuando todo comenzó fue J, después Eli y Layne. Cesar y Geoff se entregaron al terror inmediatamente se dieron cuenta de que los demás no estaban muy lejos, pero que sufrían situaciones parecidas. 

Rachel no había gritado. Estaba demasiado aturdida como para poder concentrarse en dejar salir el aire. Había llorado, eso sí, y había golpeado las paredes con los puños e intentado escapar trepando, pero la tierra dura no resistía su peso. Se había precipitado hacia dentro después de subir a considerable altura en varias ocasiones, pero ya fuera por la desesperación o la adrenalina, no sintió en ningún momento las caídas.

Ya no los oía.

¿Había sobrevivido ella y ellos no? No, no quería plantearse semejante idea. Era horrible. Inimaginable. Aún podía escuchar sus gritos en su cabeza, repetidos uno y otra vez, también escuchaba el grito de Tony, aquel que él profirió en el bosque, en el portal. Tendría pesadillas el resto de su vida. Se llevó las manos a la cabeza y presionó sus oídos, como si de esa forma pudiera detener los recuerdos traumáticos. 

Entonces ocurrió algo extraño. La textura de su cabello. Había cambiado. No era por el barro, algas y tierra que seguramente seguían ahí. Era el cabello mismo el que había cambiado, se sentía raro como... No podía precisarlo. Dio un tirón suave a un mechón para confirmar que era suyo. Lo era, en efecto. Pero no se sentía como cabello.

La nula visibilidad era descorazonada, y ahora mismo, representaba todo un obstáculo. Rachel suspiró, el aire seguía enrarecido, pero por alguna extraña razón, podía soportarlo. Boqueando aun como un pez fuera de su elemento, se obligó a dejar de manosear su cabello y pensar en los demás. Tenía que pensar rápido en un plan, debía salir, debía buscar a los voiceplay. Ya no auguraba muchas esperanzas con respecto a Tony, porque quien sabe qué torturas diferentes le pudieron haber administrado en tantas horas que estuvo él solo... Probablemente ya estaría muerto.

La desesperación hirvió a toda velocidad en su pecho y la adrenalina la puso en pie de inmediato. No podía ni quería aceptar que Tony estuviera muerto. Si hay vida hay esperanza y ella estaba viva, por tanto podía seguir luchando. Decidió que salir era lo primero que debía luchar por trepar, tropezándose al sentir las piernas repentinamente flojas, le llevó un instante recomponerse y poner ambas manos en la pared. Sus dedos, brazos, piernas, todo su cuerpo se sentía extraño, como flojo, como si estuviera dormido y tuviera que detenerse y esperar a que la sangre circulase con normalidad por sus miembros. Pero Rachel tenía prisa.

Volvió a intentar trepar como antes había hecho en su desesperada agonía, esta vez con calma y concienzudamente. Seguro que ahora los segundos valían oro. 

Ni por un momento se detuvo a pensar en la tierra que quedaría bajo sus uñas, ni en el desastre en que se había convertido su ropa, o el cansancio que sentía aun latente en sus músculos por el extenuante día de viaje. Solo pensaba en ellos, pensaba en sus amigos, pensaba en sus hijos que la esperaban del otro lado del portal del sexto árbol, pensaba especialmente en Tony. Le llevó su tiempo, porque el terreno se deshacía bajo sus manos, y caía sobre ella a medida que subía y trataba de asirse y empujarse a si misma hacia arriba. En más de una ocasión se vio deslizada hacia abajo por la acción de su propio peso, pero eso no la detuvo.

Cuando finalmente logró poner el brazo derecho sobre la superficie y luego el izquierdo para subir, se dio cuenta de que las antorchas se habían vuelto a encender y la luz anaranjada inundaba débilmente de nuevo la celda subterránea. Rachel subió y se sentó en el borde del foso a tomar aliento. Aun sentía como si cada respiración no llenara sus pulmones y como si no estuviera inhalando realmente, pero sus pulmones ya no se sentían estrujados como hojas secas en su interior. Eso debía representar en algún sentido un progreso. 

Tomó nota rápidamente de todo cuanto veía. La fosa estaba en una celda con barras toscas y retorcidas de metal herrumbroso. Frente a la celda había una pared, pero a ambos lados de esta se veía que comunicaba quizá a un pasillo de ese laberinto que era su cárcel. Tal vez comunicaba con más celdas. Quizá realmente los demás nunca estuvieron tan lejos como se sintió con los gritos. 

Se incorporó una vez más y, sigilosamente, se acercó a los barrotes de la celda. La textura rugosa del oxido frío y húmedo recibió su piel cuando ella envolvió sus manos en los barrotes. Sólidos, a pesar del deterioro. No había forma de romperlos a menos de que pudiera sacar de sus asideros alguna antorcha, y ambas estaban en el pasillo, fuera de su alcance. Había cerrojo, con un candado extraño que más parecía una pinza de insecto. Rachel ni siquiera lo tocó, en este mundo, fácilmente ese candado podría estar vivo. Además, no tenía forma de abrirlo, si conservara aun su aguja las cosas serían más fáciles.

Se preguntó si clavársela en la espalda al hombre lobo habría sido realmente la utilidad a la que se refería la pitonisa cuando se la entregó. Probablemente no.

Si no podía romper los barrotes ni forzar el candado ¿Qué podría hacer para escapar?

Rachel escuchó un ruido fuerte en el extremo izquierdo del pasillo. Había sido un estruendo seco, metálico, breve, casi sentía que lo había imaginado si no se hubiera vuelto a producir segundos después. No, no lo había imaginado, había sido real. ¿Acaso más guardias? ¿Vendrían a darle el castigo final? 

Tenía que escapar de ahí. Pronto. No había tiempo que perder. Pero... ¿como? 

Se mordió los labios y se obligó a pensar, cerrando los ojos y apoyando la cabeza entre dos barrotes. Alguna forma tenía que haber. Ninguna cárcel era cien por ciento segura, no eran pocos los que se habían escapado de cárceles famosas solo con su ingenio. ¿Porqué ella no podía hacer lo mismo? Claro que podía. Con el tiempo quizá se le terminaría ocurriendo algo provechoso, pero... no disponía de demasiado tiempo ahora. 

Con frustración, apretó los barrotes con sus manos hasta que sintió las rugosidades clavándose en sus palmas. Si tan solo pudiese pasar a través de los barrotes. Algún tiempo atrás si que hubiera podido. ¡Cómo se enorgullecía antes de su cintura tan delgada! pero... esos tiempos se habían acabado. Tener bebés costaba caro en ese sentido, por supuesto que valía al completo la pena. Había aumentado de peso más de lo que le gustaría admitir y ahora era cuando más se daba cuenta de que añoraba su figura de cuando era soltera. Su figura de después de terminar con Tony.

Apretó con más fuerza y echó la cabeza hacia atrás para darse un golpe con los barrotes. No demasiado fuerte como para lastimarse, solo para dejar de pensar en Tony. Nunca le gustó pensar en él, porque sus recuerdos traían consigo el dolor de heridas mal sanadas. No era tiempo para pensar en él, no obstante, era algo imposible, algo que ocurría simplemente. Los ojos, extremadamente claros y profundos de Tony aparecieron en su mente. Cuando eran adolescentes ella le aseguró muchas veces que si él le daba la oportunidad, Rachel lo miraría a los ojos por horas para intentar discernir de qué color eran. 

Echó otra vez la cabeza hacia atrás y se dio un nuevo golpe. Este si que había sido algo fuerte, no obstante, no había dolor. Y quizá por eso sus pensamientos siguieron en torno a él por otros penosos instantes.

A veces creía que los ojos de Tony no eran verdes, porque cuando la luz les daba de forma correcta, parecían grises. Otras veces, parecían dorados si la luz les daba directo. Pero normalmente, eran como niebla verdosa, como un par de lunas que encerraban misterios, secretos, sentimientos que nunca le mostró a nadie. Cuando sus ojos la encontraban y ella tenía la dicha de quedarse contemplándolos, hace ya mucho tiempo, se quedaba sin palabras y era incapaz de apartar la mirada. Era peor que un magnetismo, peor que una hipnosis, era como si ella se sintiese pertenecer a él y que quisiera o no, terminaría regresando a Tony siempre.

Rachel se enojó consigo misma, porque se daba cuenta que esas ideas cuando llegaban no se detenían, que a pesar de hacerla sentir mal, se sentían bien. Porque sus pensamientos seguía con él. Con Tony. Donde quiera que estuviera. Por un momento, Rachel deseó que estuviera muerto, su vida sería más fácil así y podría seguir fingiendo que lo había desterrado de su corazón hasta creerse su propia mentira. Pero ¿a quien engañaba? quería encontrarlo y sacarlo de ese infierno.

No, ella quería olvidarlo. Él era su pasado, ahora estaba casada y tenía hijos.

Pero no podía olvidarse de él así no más, no cuando todos esos recuerdos caían sobre ella reclamando su atención una y mil veces, azotándola por haberlo dejado ir, por haber terminado con el hombre que amaba.

Rachel echó la cabeza hacia atrás para darse un nuevo golpe.

Cuando su cabeza pasó a través de los barrotes, Rachel consiguió lo que tanto deseaba y por fin dejó de pensar en Tony. Ahora debía pensar en como demonios sacar de ahí su cabeza.

Chapter 10: 9: Un poco muertos

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Rachel se dio cuenta de que gritar no valdría para nada, solo daría su posición a lo que sea que estuviera haciendo ese ruido al principio del pasillo. Y por supuesto que no quería eso de ninguna forma. Estúpidos barrotes, por más que tiraba ya no podía sacar la cabeza de entre ellos. En esa posición podía ver hacia ambos lados del pasillo y se dio cuenta de que las antorchas no iluminaban el sitio de donde provenía el ruido, lo que sea que estuviera ahí, ella no podía verlo, pero él a ella si. No obstante, el sonido no se reprodujo otra vez por lo que Rachel decidió creer que sea lo que sea que hubo ahí, ya no estaba.

Con esa esperanza, empezó a volver a jalar su cabeza al interior de la celda. Que humillante era esta situación. Humillante y estúpida. Casi deseaba que los chicos estuvieran con ella para que se rieran pero que la ayudaran. Aguantaría sus risas sin protestas si la hubieran ayudado. Pero no estaban, este dilema era solo suyo.

Rachel bufó por lo bajo. 

De un modo u otro, en uno de sus intentos desesperados, de pronto se le ocurrió empujarse y girar el cuerpo. Grande fue su sorpresa al encontrarse pasando el cuello y los hombros por los barrotes. La luz era mínima, pero no era necesaria para saber que su blusa, sucia, tenía ahora además manchas de oxido. Daba igual, daba muy igual ¡estaba pasando a través! si no se atoraba, podría intentar pasar al otro lado.

Sonrió, no había engordado tanto como había pensado, después de todo y eso también le alegraba.

Hizo presión y se empujó con brazos y piernas. No se lo podía creer, estaba funcionando. Antes de pasar el estómago, contuvo la respiración, pero después de escurrirse entre los barrotes, tuvo la impresión de que sin aguantar el aliento hubiera pasado igual. Cuando solo le faltaba la cadera y las piernas se detuvo, había oído algo. Fue extraño, como un siseo ¿habría en esa gruta del demonio serpientes? porque eso sería la cereza del pastel del horror. No obstante, cuando ella se detuvo, el sonido también lo había hecho. Rachel suspiró con impaciencia, no quería más sorpresas, no ahora después de la violenta batalla con los hombres lobo y la agonía en esa cámara de gas.

Eran suficientes traumas para unas pocas horas. No necesitaba más, no por ahora.

Ni siquiera se había detenido a pensar en el tamaño de la herida de Layne, o porque Cesar tenía sangre en la boca, o si el corte en el muslo de J habría cortado algo importante. No quería pensarlo porque le horrorizaba y a la vez la hacía sentir culpable. Ella había salido indemne mientras sus amigos habían sufrido todo tipo de heridas profundas y dolorosas. 

Por eso mismo tenía que salir de ahí. Para devolverles la ayuda. 

Reanudó su tarea, embutiéndose a través, lentamente. Era muy extraño porque, sentía como su cuerpo se comprimía y recuperaba la forma al pasar. Sin dolor o molestia alguna. Era sumamente extraño, por no decir aterrador. Tenía que ser esa niebla. Todo había cambiado después de respirarla, no obstante, a pesar de las cosas raras que habían pasado, realmente no había cambiado nada hasta donde ella veía y entendía... Pero ¡demonios, estaba pasando al otro lado de los barrotes! ¿Qué más quería? 

 

Casi gritó de alegría cuando cayó al otro lado. Libre por fin, tanto de una situación engorrosa como de talvez una muerte segura.

Se puso en pie de inmediato. Se sentía más ingeniosa que nunca, aunque si sus hijos la viesen se impresionarían mucho y talvez se reirían de como se veía, llena de suciedad de todo tipo, pero sobreviviendo como una guerrera. Se sentía como una guerrera, se sentía lista para todo, aunque no tenía ya armas, ahora confiaba mucho más que nunca en su instinto y su inteligencia. Su intelecto la había sacado de ahí... bueno, no exactamente. Porque su cabeza terminó ahí sin planearlo.

Un nombre surgió en lo profundo de su mente: Tony.

Por él estaba ahí. Por él. Tenía que salvarlo. Ya que estaba viva y era toda una guerrera, le correspondía ser ella la que salvara a sus amigos. 

Se volteó a mirar otra vez los barrotes y se sorprendió. El espacio entre un barrote y otro era de unos quince centímetros. Su cabeza en circunstancias normales nunca hubiera pasado por ahí. Mucho menos sus hombros o su cadera. ¿Entonces cómo es que estaba al otro lado? Ni idea. Lo mejor era no pensarlo mucho porque de pronto le entraban nauseas. 

Entonces Rachel se volvió a detener en seco. 

Una sombra se proyectó sobre el suelo de tierra, tras ella, obstruyendo el paso de la escasa luz de las antorchas. Rachel sintió un escalofrío trepar por su columna. La sombra era grande, alta, se proyectaba hasta tocar los barrotes y acariciar el inicio de la fosa al otro lado. Tragó en seco, había sido demasiado fácil ¿Cómo había pensado que ya estaba libre? nada nunca era fácil. Por un momento, ella deseo estar de nuevo del otro lado.

Se volvió hacia su indeseado acompañante con una lentitud desesperante. Nunca le des la espalda al enemigo ¿no era eso lo que tanto decían?

Los dientes filosos, el pelo revuelto y color tierra. Supo que era otro hombre lobo en cuanto lo sintió tras ella, pero quiso verlo con sus propios ojos. Rachel, de frente al monstruo, retrocedió un paso, luego otro, hasta que su espalda tocó las barras de metal. Tres metros los separaban, pero hubieran podido ser doscientos o más y él hubiese tenido el mismo efecto en ella. Se preguntó cuanto tiempo le llevaría embutirse de nuevo dentro de la celda y atrincherarse en la fosa antes de ser comida vida. 

No obstante, el monstruo no hizo nada, solo parecía mirarla desde su posición. Una de las antorchas estaba por encima de su cabeza e iluminaba su figura, pero mantenía sus ojos medio ocultos por las sombras, no obstante, su mirada era tan poderosa e intimidante que Rachel sabía que la estaba contemplando de hito en hito. Y que como ella, esperaba su próximo movimiento.

Rachel se sintió morir ante esta nueva tensión. No era como la que antes había tenido con el otro lobo, puesto que este era otro, el color de su pelaje era diferente y su actitud era singular. La línea de sus hombros permanecía en tensión, sin embargo no estaba en posición de ataque o alerta siquiera. Sus orejas estaban altas, como un perro curioso. Parecía incluso sorprendido, tanto como ella. 

No supo por qué pero, le sobrevino la idea de que éste ser, no era tan temible como los otros. 

Entonces él se acercó. O lo intentó, porque al dar el primer paso hacia ella gesticuló el inicio de un comentario. Pero a medio acto pareció arrepentirse, cerró el hocico y unió las manos frente a su estómago con ¿inseguridad? Acobardado, se encogió levemente sobre sí mismo desviando la mirada y Rachel contuvo el aliento. A la luz anaranjada de las antorchas, algo relució en el cuello de la camiseta del monstruo. Hasta ese instante Rachel no había reparado en que el hombre lobo no era del todo color tierra, era su ropa la que estaba manchada al punto de parecer parte de su pelaje marrón. Estaba vestido, los demás monstruos no. Entonces Rachel vio que en su cuello relucían dos placas de metal plateado. 

Un jadeo súbito se escapó de su garganta, percibiendo cómo se incrementaba nuevamente su frecuencia cardiaca. En otro sitio había visto esas placas. 

—Dios mío... ¿J, eres tú? 

Las comisuras de los labios del hombre lobo se alzaron apenas en una sonrisa triste. 

—A pesar de todo ¿Aun soy reconocible? 

Rachel no midió lo que hacía y, sin detenerse a pensarlo, se acercó a él. La voz del monstruo era la de J, pero había cambiado de tono. Pero era él. Era Jnone. Le había salido pelo por todos lados, de color castaño oscuro, había cambiado al completo pero era él. Nunca se imaginó verlo así, era alucinante y aterrador. Era imposible. No podía ser J. Ella conocía a J desde el día en que entró a Voiceplay hace casi cinco años, ella estuvo ahí cuando Geoff, Layne, Eli y Earl brindaron por él en una cena que hicieron para celebrar. Recordaba como le agradó desde el principio y como se sintió a gusto hablando tonterías con él. J era uno de sus mejores amigos. Conocía su rostro tanto como el suyo, tanto como conocía a los demás miembros de la banda porque los había visto por años y años. Había compartido tanto con ellos que los reconocería en cualquier sitio. Por eso ahora se hallaba con la boca abierta, encontrando esos rasgos tan conocidos en el rostro lobuno de este ser de película de terror.

—¿Eres tú? —le repitió, con incredulidad— es que... no lo entiendo ¿porqué te ves así?

La sonrisa, si lo fue, se evaporó como si nunca hubiera existido en su rostro. J buscó meter las manos en los bolsillos pero ya no tenía, se habían convertido en zarpas con garras largas. Apenas le cupieron tres dedos. Pero Rachel seguía mirándolo fijamente a la cara. Parecía que no sabían ambos qué decir, porque ¿Qué se dice en estos casos? 

—Quiero creer que me he visto mejor —murmuró él, bromeando. No sonrió, ni nada. La situación no lo permitía.

Esa pequeña broma hizo florecer una endeble sonrisa en ella. Bajó la mirada y descubrió la mancha oscura en el muslo de su amigo bajo el sitio en el que el lobo lo había lastimado. La ropa estaba tirante sobre los músculos fuertes, en el área de la herida, la tela se pegaba a su piel por la sangre. 

—¿Tu pierna...?

—Ahh —J hizo un gesto para restar importancia— nada grave. Sé primeros auxilios y he conseguido que deje de sangrar. He tenido la suerte de que fuera superficial. Un poco más arriba y estaría muerto. 

Rachel cerró el espacio entre ellos y le rodeó con sus brazos el estómago, apenas hasta ahí le llegaba, J había crecido más que antes y ahora ella era menos que un microbio a su lado. J no se movió al principio, pero terminó correspondiendo al abrazo, con cuidado, como si tuviera miedo a romperla. Rachel había pasado un tremendo miedo. Sintió unas rabiosas ganas de llorar que le hirieron por dentro, mientras escondía el rostro en su amigo. J debió comprender todos esos sentimientos que le revolvían las lágrimas, porque la presionó fraternalmente contra él.

—Gracias a Dios que estás bien... —le confesó ella, estrechándolo— pero... no lo entiendo... 

—Puedo asegurarte que yo tampoco. —negó él— aun no puedo... no puedo concebirlo. Es enfermizo. Cuando me di cuenta, creí que había enloquecido.

Rachel se sorprendió de no llorar, porque el dolor que sentía por J era inimaginable. El dolor que sentía por la situación avasalladoramente horripilante en la que estaban y que nunca terminaba era agónico. Se aferró a él, sintiendo como hasta sus abrazos eran diferentes. Se preguntaba una y otra vez en como pudo haber pasado y todas sus ideas la llevaban a la misma conclusión imposible: la niebla. Tuvo algo que ver, era obvio, todo lo extraño empezó a pasar cuando la inhaló. Pero esa niebla, su olor, su acidez, la forma en que estrujaba sus pulmones ¿Cómo es que ella no se había convertido también en mujer lobo? ¿Y porqué J tenía que soportar sobre sus hombros tal maldición? 

—¿Porqué te han hecho esto? —Esa era la pregunta que bullía en su interior— ¿Qué propósito tenían para convertirte?

J se quedó en silencio. Él tampoco lo sabía. No tenía forma de saberlo. Rachel se oprimió contra él y se sintió desamparada. ¿Esto le había pasado también a los demás? ¿Todos convertidos en hombres lobo? Esa confesión le supo amarga a Rachel, había oído sus gritos, junto con los demás de sus demás amigos. Era claro que ha todos les había ocurrido algo igual, sino peor. 

—Solo he cambiado por fuera, o eso espero. Sigo siendo yo. —la tranquilizó.

En algún sentido, agradecía que la personalidad de J fuera la misma. Porque solo de esa forma había podido reconocerlo y aceptado lo que ocurría. Quizá aun se resistía a creerlo. Pero, las cosas que había visto en ese pueblo eran suficientes razones para creer que esto era más que posible. Era real.

—Me alegra que a ti te fuera mejor. 

—¿Mejor? —Rachel aun no se separaba de él— ¿a qué te refieres?

Él hizo silencio y con lentitud la separó de él y la miró a la cara, como si quisiese confirmar lo que antes había visto. Rachel se percató de como los ojos de J eran los mismos, chocolate oscuro, pacíficos, amistosos, con ese brillo travieso que lo caracterizaba, ahora en ellos solo había algo parecido a la consternación.

—¿Es que... no te has dado cuenta? —Ella se soltó del abrazo, no le había gustado como había sonado eso.

Siendo presa del terror más profundo, se miró los brazos y se palpó el rostro desesperadamente. No encontró pelo enmarañado ni un hocico lobuno, orejas puntiagudas ni colmillos afilados, lo que fue un alivio. Pero tampoco encontró lo que esperaba. Al tocarse las mejillas y los pómulos encontró tela. Pasó sus manos reiteradamente por su piel, y una y otra vez fue recibida no solo por la textura de tela áspera sucia, sino el cabello. Ahora entendía lo que tenía su cabello: no era cabello. Era lana. Trozos de lana sucia como la que habían atado al árbol cerca de la casa de campo. Toda su melena femenina se había transformado en lana, hasta su flequillo sobre su frente, no quedaba nada de él.

Horrorizada, regresó las manos a su piel. Había costuras aquí y allá en sus brazos y piernas, en el centro de sus clavículas y en sus articulaciones. Grandes y feas puntadas de hilo grueso de costurar zapatos, atravesaban y mantenían unidos los retazos de tela que la formaban. Estaba hecha de tela, lana y cordel. Y a pesar de esas verdades que ahora la golpeaban en plena cara una tras otra, lo más chocante fue pasar los dedos sin querer sobre sus ojos. Eran de vidrio ¡por eso no habían lágrimas! una muñeca no puede llorar.

Una muñeca... eso era lo que era. 

J le cubrió la boca con su garra cuando supo que Rachel iba a gritar. La rodeó con sus brazos y la estrujó contra él mientras intentaba calmarla.

—Yo también he sentido miedo ¿de acuerdo? —le regañó con paciencia, sosteniéndola con delicadeza— Hace media hora he creído que me volvía loco. Pero seguí adelante. Seguiremos adelante, Rachel. Tú, yo y ellos. Encontraremos a los chicos y los sacaremos de aquí.

—No, no puedo —sollozó desesperada sin lágrimas— ¿Qué es lo que soy, J? 

—Eres Rachel Potter. —le dijo rotundamente y la abrazó con más fuerza— por favor, cálmate. No podemos entregarnos al pánico. No podemos. Te conozco, Rachel, sé que eres más fuerte que todo esto. Y yo estoy para ti, hermana... saldremos de esta.

Ella finalmente se calmó. Las lágrimas nunca llegaron, pero ella las sintió todo el tiempo en el dolor de su corazón y en el nudo de su garganta. Ahora entendía el poder de las lagrimas para liberar los sentimientos, ahora que no podría nunca más hacerlo. Con la respiración agitada, comenzó a entender lentamente lo evidente de todo: Los habían convertido en monstruos. A ella en una muñeca de trapo, a J en un hombre lobo. Esto abría la posibilidad a que los demás chicos, Layne, Eli, Earl, Cesar, Geoff, fueran seres diferentes, pero todos monstruos como ellos dos.

Esta era la desgracia de la que había hablado la pitonisa, sin duda.

—No quiero presionarte —le dijo J— pero aquí estamos indefensos ante cualquier ataque. Hay una luz sobre nuestras cabezas y no tardarán en encontrar mi celda vacía y preguntarse a donde he ido.

Rachel comprendió esto como el momento de soltarse del abrazo y poner los pies sobre la tierra nuevamente. Lo hizo, no se sentía mejor, todo lo contrario, pero no se lo hizo notar a J sino que se sacudió la tierra de la ropa y del cabello de lana al tiempo en que examinaba su vestimenta. Sus jeans, su blusa y sus zapatos eran los mismos al igual que la ropa y botas de J. Eran ellos mismos los que habían cambiado.

—¿Cómo has logrado escapar? —le preguntó, al verlo echar una ojeada al principio del pasillo oscuro, de donde había venido.

—Engañé a un guardia para que entrase a pelear. —murmuró vagamente, del bolsillo trasero del pantalón se sacó algo que le mostró a Rachel— logré quitarle esto antes de dejarlo en mi lugar y cerrar la celda de nuevo.

Rachel contempló a la luz de las antorchas la aguja de la pitonisa. Miró a J a su cara lobuna un segundo antes de tomarla de sus garras. 

—Te vi usarla cuando el lobo atacó a Layne. Nunca hubiera imaginado que una aguja sería un arma, pero está claro que tú si lo supiste —le sonrió apenas— Puede serte útil después.

La historia completa de la pitonisa era demasiado larga para contarla toda de un tirón en ese pequeño y peligroso pasillo, por lo que Rachel se contentó con darle unas efusivas gracias a J y disponerse a guardarla estratégicamente atravesando el borde de su blusa. Donde se escondía a la perfección y podría sacarla cuando le fuese necesario. Un atisbo de luz regresó a ella, si la aguja había vuelto a Rachel significaba que ese momento en el que debía usarla todavía no había llegado.

—¿Tienes algún plan? —preguntaron ambos a la vez. Rachel negó con desaliento.

—Yo tampoco. —suspiró J— Eli nos hace falta ahora. Su cerebro super listo nos sería de mucha ayuda ahora... Probemos con algo más simple ¿Qué debemos hacer ahora?

—Encontrar a los demás chicos. 

—Exacto. No están muy lejos, los oí cuando... —j se cortó antes de terminar la frase y desvió la mirada.

—Yo también —lo tranquilizó— somos dos, talvez cubramos más terreno si nos separamos.

—No sé si es inteligente separarnos —confesó J con cierto recelo— si uno tiene problemas el otro no tendrá forma de ayudarlo.

Rachel se detuvo a pensar que tenía razón. No tenía ganas de encontrarse a más guardias. Pero deseaba encontrar a los demás.

—Hay poco tiempo para que esa celebración de la que habló el comerciante se produzca. —buscó las palabras correctas y cuando volvió a hablar, lo hizo con más confianza— tal vez aun podamos hacer algo por Tony.

—¿Por Tony? —j se arrepintió de su tono burlón en cuanto vio que Rachel se estaba tomando el asunto en serio— lo siento. Pero eso será difícil, Rachel.

—No creo que debamos rendirnos aun —murmuró ella— por eso sugerí separarnos. Solo así tendremos más posibilidades.

—Pero Rachel, esto es un laberinto. Probablemente nos perderemos antes de encontrar a alguno de los chicos.

—Ya estamos un poco muertos, la verdad. Yo más que tú.

Inconscientemente se llevó una mano al pecho, en el sitio en donde se suponía que estaba su corazón. Se sorprendió mucho cuando sintió una latido bajo su piel de tela y entonces se preguntó que habría en su interior. Alguna especia de reloj como en el libro de La mecánica del corazón y ahora ella era alguna especie de fenómeno del que el doctor Frankenstein estaría orgulloso. No le dijo nada de esto a J, no quería alargar inútilmente la conversación.

J pareció haberse quedado mudo con es última afirmación, pareció cambiarle todo el sentido a la situación. Pareció pensárselo mucho. Echó una mirada al principio del pasillo y otra al final.

—Está bien —cedió— pero prométeme que me buscarás si pasa algo. Grita o has cualquier cosa. Yo intentaré... cualquier cosa.

Rachel se sintió profundamente enternecida por la fidelidad y preocupación de su amigo y sin pensarlo más se acercó otra vez a él para abrazarlo una última vez. Pensó en la esposa de J, pensó en su sueño de estar en la marina y en las placas en su cuello. Él le aseguró que todo estaría bien, incluso intentó bromear con la forma en la que le patearía el trasero a Tony cuando todo esto terminase, pero tampoco resultó demasiado gracioso.

—Lo siento, solo cuídate ¿está bien?

—Lo haré. —prometió Rachel.

Se separaron y sin decir nada más, ambos emprendieron caminos opuestos.

Chapter 11: 10: El laberinto subterráneo

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Llevaba ya quizá un cuarto de hora en su caminata a través de los pasillos interminables, había pasado de uno a otro, de una bifurcación a otra, de pasadizos sin salida a interminables pasarelas. Se hallaba justo en una en ese momento, cuando la luz de las antorchas quedó atrás, y solo hubo delante profunda oscuridad por metros y metros. Las antorchas en sus posiciones de la pared estaban apagadas. Rachel podía escuchar aquel siseo característico que antes la había aterrorizado, aun no sabía qué era, pero en el silencio del interior de la tierra lo escuchaba perfectamente. Llegó a pensar que venía de su interior, porque fuese a donde fuese el sonido iba con ella y surgía al moverse, pero no tenía forma de saberlo.

Cuando llevaba quizá un cuarto de hora más, al final del túnel resplandeció una luz anaranjada. Sigilosamente, se encaminó hacia ella, pisando con cuidado. Hacía un par de metros que se había dado cuenta que si se quitaba las zapatillas sus pies de tela hacían menos ruido. Las llevaba en una mano mientras caminaba con cuidado, en algún momento se las pondría de nuevo, pero por ahora necesitaba tener los pies como plumas. Lo que necesitaba en ese momento era pasar completamente desapercibida. Estaba consciente de que gritar los nombres de sus amigos o siquiera murmurarlos sería una imprudencia terrible. Porque no estaba segura de que las celdas que pasaban a ambos lados de ella estuvieran vacías.

El terreno aquí curiosamente era diferente, era más blando, como humedecido. Talvez el túnel laberintico la había llevado hasta debajo del lago o debajo de la laguna de la estatua del ídolo. Pues sus pies se hundían levemente bajo su peso. Rachel estaba segura de que ahora su peso era muchísimo menos, pero aun así estaba dejando a su paso un rastro de huellas que serían fáciles de seguir por cualquiera que la buscara. Había también rocas resbalosas con musgo aquí y allá por las paredes y otros resquicios. Eso no la podía detener ahora, debía seguir adelante, el punto de luz se fue haciendo cada vez más grande hasta que Rachel por fin lo alcanzó. Era una sola antorcha que derramaba su luz sobre un pozo más profundo y ancho que aquel en el que ella había sido lanzada. Se acercó con cuidado hasta el borde, la tierra húmeda casi cedió bajo sus pies de tela por lo que antes de acercarse demasiado, echó un vistazo al interior y lo que vio la sorprendió en sobre manera.

Se cubrió la boca para ahogar cualquier exclamación.

Había seres en el fondo. Eran cuatro, no había luz suficiente para observar los detalles de sus rostros y figuras, pero Rachel podía percibir sus siluetas y perfiles. Dos de esos eran guardias, más hombres lobo que empuñaban grandes alabardas hacia los otros dos. Esos otros dos eran Eli y Earl.

Rachel se agazapó contra el suelo en una posición en la que podía ver la escena, pero no la verían a ella por estar a contraluz. Su cabeza pasaría por una roca más. O eso esperaba que pensaran si en algún momento alzaban la vista a ella. Actuar ahora era suicidio, su sentido común se lo decía, pero algo debía hacer. La hoja de esas alabardas, tan afilada que resplandecía ante la luz crepitante de la antorcha, se acercaba peligrosamente a sus amigos.

No estaba segura, pero creyó estar asistiendo al final de otra pelea. Earl resoplaba con cansancio y Eli también, los lobos gruñían mostrando sus dientes.

—¿Ahora qué, genio? —le dijo Earl a Eli.

—Algo se me ocurrirá —se excusó Eli— ten paciencia.

—Yo puedo tener paciencia, pero no puedo decir lo mismo de ellos.

Y era cierto, los lobos parecían estar a punto de lanzarse sobre ellos. Rachel pensaba apresuradamente a la vez que lo hacía Eli. Algo tenía que hacer, sería demasiado cobarde de su parte si se quedaba ahí, solo mirando. Nunca se lo perdonaría, ahora que había encontrado a dos de sus amigos, tenía que salvarlos a toda costa. No había ido a buscarlos para asistir a una ejecución. 

Sus voces eran diferentes, raras, la de Earl era un poco más gruesa y la de Eli más chillona, como cuando hacía su parte en "The chicken song" y actuaba como un gallito. Eso le indicaba sin lugar a dudas que sus dos amigos tampoco habían salido indemnes de la niebla pero, ni idea de lo que eran. La luz escasa no le permitía saber mucho más. 

Su mano inconscientemente fue hasta el sitio en el cual había dejado su aguja, en la tela de su blusa. ¿Qué haría? ¿Lanzarse a la carga en contra de uno de esos monstruos otra vez, a pincharlo hasta que se volviera a ella y la cortara en pedazos con esa alabarda? No sonaba muy inteligente ese plan. Lanzarles rocas sería algo muy típico, además, por no decir estúpido y desesperado. A menos de que hiciera algo estratégico.

Rachel se levantó con sumo cuidado esta vez y se deslizó por el borde del pozo y desprendió una de las rocas. Cuando lo hizo, el sonido de la tierra cayendo debió llamar la atención de los seres, porque se pusieron alerta y miraron en todas direcciones. Rachel supo que había firmado su propia sentencia de muerte si no actuaba ahora. El gruñido sordo de los lobos se volvió más fuerte y prolongado. No tardarían en encontrarla. Debía actuar ya.

Ella fijó su mirada en el otro lado del pasillo, fuera del pozo, más allá y lanzó la piedra. El sonido fue lo suficientemente fuerte para que los monstruos pensaran que era otro de los fugitivos que trataba de escabullirse al otro lado. Uno de los lobos subió veloz por la pared de tierra en dirección del sonido aun resonante. Rachel lo vio perderse en la oscuridad del pasillo en segundos. Ella respiró un poco más calmadamente entonces, si se pudiera decir que respiraba, pero sabía que era cuestión de tiempo para que regresara sin haber encontrado nada.

El lobo restante los amenazó con su arma para que Eli y Earl se pusieran contra la pared y no intentaran nada, talvez ya olía un engaño. Entonces, Earl alzó la mirada y por un instante sus ojos conectaron con los suyos. Rachel no podía saber si la había reconocido o no, porque segundos después sus ojos volvieron a la punta del arma que estaba a un palmo de su rostro. Pero cuando volvió la vista a ella una vez más, Rachel lo supo.

Estaba claro que planeaban algo apresuradamente, porque Eli mantenía el ceño profundamente fruncido.

 

—Denme una razón —gruñó el monstruo— una. Y los haré pedazos.

Rachel le daría una muy buena, pero aun no sabía exactamente cual ni como. Alzó levemente las manos para indicarle a Earl que no sabía qué hacer, se le habían acabado las ideas, pero les había dado ventaja en el sentido de que ahora solo se enfrentaban a un monstruo. Pero de nada serviría si no lograban hacer nada en ese momento, antes de que el otro se percatase del engaño y regresase a ayudar a su compañero.

—¿Solo una? —espetó irónicamente Eli— puedo darte muchas.

Earl le hizo un asentimiento casi imperceptible a Rachel. Por un instante creyó que se refería a que entendía su incapacidad e inutibilidad, pero entonces vio que lo que hacía era señalarle otra parte de la boca del pozo. La insistencia dejaba claro que eso era exactamente lo que quería. Rachel no estaba segura de entender, pero se imaginó que se refería a la tierra suelta del borde del pozo. ¿Planeaba acaso que le lanzara la tierra y rocas al guardia encima? ¿Cómo? ellos no sabían que ella ahora no pesaba más que una almohada. Si se paraba ahí no produciría más que vergüenza. Si acaso, lo único que haría sería llamar la atención del monstruo y, por supuesto, revelar su presencia. No obstante, algo tenía que hacer y si eso era lo único que se les ocurría, no había otra alternativa.

Además, debía recordar que no disponía de toda la noche, porque el otro lobo volvería pronto.

Rachel se resignó al plan tácito que Earl y ella habían hecho y, con sumo cuidado, se incorporó otra vez. Ahora podía estar segura, el siseo extraño provenía de su interior, cuando se movió volvió a producirlo y las orejas del lobo se alzaron, otra vez, alerta. Ella se paralizó en su posición, consciente de que el menor movimiento condenaría a todos. Eli, quien sabe como, ya estaba al tanto de la presencia de Rachel, porque cuando el lobo hizo ademán de mirar en la dirección de la muñeca de trapo, éste lo acribilló a preguntas.

—¿A qué esperas? No eres capaz de hacer nada con esa arma. Es eso ¿no?

El lobo se volvió de nuevo a Eli. Rachel esperó hasta que siguieran hablando para moverse, entendiendo que su sonido podía ser opacado por las palabras de los demás.

—Lo que más deseo ahora es atravesarlos a ambos con mis propias garras... —el sonido cruel y resonante confirmaba lo que decía, había ansia en él, realmente quería hacerlo— pero de nada serviría.

Rachel se detuvo entonces. ¿Cómo que no serviría de nada? 

—Si, claro ¿tienes miedo de lo que tus jefes te hagan si nos matas? —continuó el interrogatorio Earl— eso no suena a una excusa convincente.

El monstruo apretó las mandíbulas y rechinó los dientes— Buscan hacerme hablar, no soy estúpido. Alguna vez fui como ustedes, sé que harían lo que sea por salvar a ese inservible mortal que capturaron para esta noche.

Todos contuvieron el aliento. Rachel se congeló en su posición, tanto por esa revelación como por el hecho de que oía al otro hombre lobo acercarse. El tiempo se les acababa. Si Eli se sorprendió tanto como ella, no lo demostró cuando contestó.

—¿Eso es lo que crees? Ese idiota no nos importa, lo que buscamos es llegar a tus jefes para hacer un trato. Podemos servirle de ayuda con nuestra nueva forma y nos beneficiaría a ambos.

Si Rachel no hubiera conocido tan estrechamente a Eli se hubiera molestado, pero dudó a pesar de ello. Sonaba tan convencido de lo que decía que fácilmente podría ser cierto que ya no les importase Tony. Lo que decía el lobo era interesante, ella quería que lo hicieran seguir hablando, parecía saber más de lo que decía, pero aun así nada les aseguraba que no fueran mentiras.

Algo parecido a una risa seca y áspera se escapó de ese hocico pestilente y Rachel llegó a estar justo detrás de él en el momento en el que se extinguió la ultima nota de su risa, se hallaba por fin en la posición en la que Earl le había indicado. La tierra humedecida siguió tal y como antes de que ella se situara encima, su peso no era suficiente. Ya ahí, Rachel buscó la mirada de Earl o la de Eli para saber qué hacer, pero ninguno la miraba. Oyó con terror los pasos del otro hombre lobo acercarse cada vez más.

Lo que sea que planeaban, lo debían hacer pronto.

—Si no me engañas a mi ¿crees que lo harás con el rey calabaza?

Earl se dio cuenta del apuro en el que estaba Rachel y desconcertado por que el plan fallaba parecía pensar a toda prisa en una solución. Eli, por su parte, mantenía la vista en el monstruo.

—¿Debo suponer que tu jefe superior es el rey calabaza?

Rachel captó por el rabillo del ojo el movimiento del segundo lobo al salir a la insuficiente luz de la antorcha. Había vuelto y se había sorprendido como ella de verla ahí. Pero ese instante pasó de inmediato, sin decir nada, se abalanzó sobre ella con la alabarda.

—Piensa lo que quieras. No lo verás nunca, antes de que esta noche termine tendrá poder sobre todos los monstruos... y ahora tú eres uno de ellos.

Ella tuvo una milésima de segundo para esquivar el golpe saltando, estuvo a nada de ser cortada en dos mitades, pero su reacción la hizo tropezar y caer hacia dentro del pasillo, por donde había venido. La hoja de la alabarda se clavó profundamente en la tierra húmeda y las rocas con un sonido que hizo a todos, incluyendo al otro guardia, mirar hacia arriba en el momento exacto. Fue el peso del monstruo lo que finalmente hizo el efecto esperado.

Las rocas y la tierra se vinieron abajo haciendo que el hombre lobo cayese al interior del pozo sobre el otro. Ante el deslave de la pared del pozo, se descubrió la entrada a un depósito acuífero subterráneo pequeño que cayó sobre ellos y llenó en segundos el pozo.

Cuando todo terminó, Rachel se levantó de nuevo y fue al borde.

El agua no era suficiente para inundar toda la gruta, pero si para ocultar al completo que ahí hubo algún pozo. El derrumbe se había tragado a los guardias, pero también a sus amigos que ahora estaban bajo el agua. Rachel se sintió presa del pánico otra vez, todo había pasado demasiado rápido como para poder entenderlo al completo.

—¿Earl? ¿Eli? —gritó, esta vez sin contemplaciones al peligro. Se preguntó si debía o no meterse a rescatarlos. Era una muñeca después de todo, probablemente flotaría patéticamente, incapaz de bajar hasta ellos. 

No obstante, debía hacer el esfuerzo, sin pensarlo demasiado localizó con la vista una de las rocas grandes que se había desprendido, coronando la destrucción. Si se aferraba a ella y se lanzaba al agua, talvez podría llegar al fondo y rescatar a los chicos. Pero no fue necesario, Earl rompió la superficie del agua dando una gran bocanada de aire y nadando a brazadas hasta la orilla. Eli iba colgado a su espalda, con sus brazos firmemente asidos de su cuello, ambos calados hasta los huesos por el agua fría.

Rachel los esperó en la orilla, suspirando de alivio. Una sonrisa explotó en sus labios. Ellos llegaron hasta ella un momento después, Eli temblando pero con una sonrisa al acercarse a la antorcha del pozo. Solo entonces pudo Rachel ver lo que realmente eran sus amigos ahora.

En la cabeza calva de Eli habían brotado dos cuernitos pequeños de demonio, rojos como brasas ardientes. Sus ojos claros habían oscurecido considerablemente, pero por la escasa luz no podía precisar su color. Su piel había sufrido un efecto inverso y parecía haberse decolorado hasta parecer blanca totalmente, y sus labios tenían un tono tan azul como una vez lo fueron sus ojos. Y, para rematar toda la transformación, algo se agitaba, entre sus piernas tras de él, que parecía una cola puntiaguda del mismo tono rojo de sus cuernos.  

—Eli, dios mío ¡Estoy tan feliz de que estés bien...! pareces HellBoy —le sonrió ella cuando se abrazaron y se apresuró a decir— no lo digo como insulto.

—Lo sé, tranquila —sonrió de medio lado, sus labios eran de un chispeante color celeste al igual que sus ojos— No son mis comics favoritos, además. No es en verdad lo mejor que me haya pasado. 

—Deberías ver a J, él es un hombre lobo como los guardias.

—¿En serio? —exclamó Earl, dejándose caer en el suelo junto a ellos— eso nos dará problemas para reconocerlo.

Earl era ahora lo que podía ser llamado un orco en los libros de fantasía, pero no era espantoso en ningún sentido, solo su piel había cambiado a un tono verde oliva. Sus orejas se habían afilado y unos colmillos inferiores habían crecido filosos y amenazantes hasta sobresalir de sus labios. Se veía más fuerte de igual forma, sus músculos se veían más duros y voluptuosos. Ahora que lo veía bien, tenía la nariz lastimada y había restos de sangre bajo sus fosas nasales. Era claro que la pelea de antes los había dejado muy lastimados a ambos.

—¿Ustedes sabían que eso pasaría? —indagó consternada.

Earl y Eli intercambiaron miradas.

—Pues... no. Tuvimos suerte —suspiró Eli pasándose las manos por sus nuevos cuernos— aunque eso depende de como veas la situación.

—Nos diste un susto tremendo cuando apareciste —exclamó Earl envolviendo a Rachel en otro gran abrazo— creíamos que todos los demás estaban muertos.

—Esta aventura está claro que será inolvidable —concluyó ella devolviéndole el abrazo— no sé qué hubiera hecho si ustedes no hubieran salido del agua.

—Seguir adelante. —dijo rotundo Eli.

—Exactamente —coincidió Earl soltándola y tomándola por los hombros— si nosotros perecemos, tú tienes que seguir adelante siempre. ¿Entiendes?

—Lo comprendo —asintió— pero no me harán dejarlos ir sin hacer todo lo posible para salvarlos.

—Preferiría que buscaras tu propio bienestar en estas circunstancias —bromeó Earl con media sonrisa— lo que hiciste fue muy valiente.

—Earl, déjala ya. No podemos permanecer aquí mucho tiempo. Esos lobos nos atraparon porque caímos en ese pozo, el ruido atraerá más guardias y cuando vean esto revisarán las celdas. No podemos quedarnos demasiado tiempo aquí. 

Earl soltó a Rachel y fue entonces cuando sus ojos dieron con algo en ella que no estaba bien.

—Oh, Rachel ¡te han herido!

Ella miro hacia donde señalaba y se quedó boquiabierta. Su blusa había quedado definitivamente arruinada, un desgarrón enorme perforaba la tela de su ropa y de su piel. Así que el ataque del lobo si la había alcanzado, aunque solo en parte, si ella no se hubiera retirado a tiempo, la hubiera partido en dos partes. El tajo comenzaba bajo el sitio en donde debía estar su última costilla izquierda y terminaba en diagonal por encima de su vientre. 

No había sangre, de ningún tipo, pero ahora podía ver de qué estaba hecha.

—Hojas... —murmuró tomando y observando la que se había caído— hojas secas de otoño.

Hasta ese momento no se había preguntado qué era lo que rellenaba su cuerpo falso, por lo que esta súbita revelación era especialmente inesperada y bastante extraña. En algún sentido era poético. Una muñeca de tela que dentro conserva las hojas secas que tanto se asocian con el otoño, la época del Halloween. Entonces comprendió que el sonido que hacía no era realmente un siseo, sino un crujido suave, casi imperceptible de las hojas en su interior.

—¿Duele? —se atrevió a preguntar Earl.

—No... no siento nada. —comentó, en un estado parecido al shock— vámonos de aquí, chicos.

—Tranquila, nos iremos pronto. —le aseguró Eli— pero hay que buscar la forma de repararte antes.

Earl dejó escapar una risa leve y ambos lo miraron.

—Lo siento es que... es que pensé que... —intentó explicarse y la risa por fin se extinguió en un gesto de incomodidad— pensé en lo irónico que es que el único que sabe tejer en toda la banda, costurar y esas cosas es Tony. Y es el único al que no podemos acceder fácilmente.

Rachel salió de su aturdimiento con esa idea. Había dejado de pensar en ese tonto borracho durante toda la terrible experiencia. Pero ahora casi sonrió. Necesitaban a Tony.

—Todavía podemos buscarlo. —dijo. Los otros dos la miraron consternados.

—Oh no, Rachel. —negó enérgicamente Eli— lo más loco que haremos será buscar a Layne, Geoff y Cesar, y reunirnos con J. No podemos arriesgarnos de más. Esta situación hace rato que dejó de ser graciosa, ahora debemos tomar en serio todo si queremos salir con vida.

Rachel apretó los labios y bajó la mirada. Tenían razón, por supuesto.

Ella no respondió, solo se detuvo un momento para ir por sus zapatos, los había tirado cuando el lobo intentó partirla en dos, sin lograrlo. Se calzó, aun dubitativa, se habían llenado de lodo y el agua sucia, pero era mejor conservarlos. Realmente andar con ellos o sin ellos era casi lo mismo, si se lastimaba las plantas de los pies no había dolor  ni molestia, solo sensaciones raras. Como ahora con el corte en su estómago. Sabía que no moriría a causa de ello, porque su estado parecía un limbo entre la vida y la muerte bastante perturbador, aunque, quien sabe qué podría ocurrir si perdía el relleno tan extraño que contenía en su interior.

Earl desgarró los bajos de su camiseta sucia hasta hacer una tira del tamaño suficiente para poder atarla a la cintura de Rachel por debajo de su blusa rasgada. No solucionaba el problema, porque para hacerlo hacía falta hilo o cáñamo ya que ya contaban con la aguja de la pitonisa pero sin hilo o lana y sin alguien que supiera como hacerlo, el desgarrón permanecería abierto. Pero este arreglo improvisado si impedía que siguiera perdiendo relleno. Eli la ayudó a atarla con firmeza pero sin exagerar la presión, sus dedos parecían ahora más hábiles que nunca para hacer y deshacer nudos. Ahora que veía con más atención, tenía las uñas un poco más largas y del mismo rojo que predominaba en sus nuevas características.

—Debemos salir de aquí lo antes posible —les dijo distraídamente Eli, finalizando el nudo— tendremos que ser cuidadosos, chicos, muy cuidadosos. Hay lobos por doquier, esta es la tercera vez que nos encontramos con guardias armados. Parecen haber reforzado la seguridad, quizá ya saben que estamos en los túneles y no en nuestras celdas.

—¿Cómo salieron de sus celdas ustedes? 

—Rompí los barrotes —confesó Earl y sacó uno de su bolsillo trasero— lo traigo conmigo porque... porque talvez sirva de algo. Conviene tener algo con lo qué defenderse. Eli, quien sabe como, logró abrir el cerrojo.

—Manos hábiles —se encogió de hombros el mencionado— pero vinieron con la cola y los cuernos, así que no hay de qué alegrarse.

—¿Pero no pueden tus manos servirnos para coserme? —insistió ella, con algo de esperanza en la voz— podemos usar mi aguja y algunos de mis cabellos de lana.

Eli parpadeó y negó— No, no sería capaz. Una cosa es coser un calcetín o pegar un botón en una chaqueta, otra muy diferente es suturar una herida. Y una tan grande como la tuya... Solo pensarlo me hace sentir mareado y tú no quieres que vomite y encima te haga una mala sutura, ¿cierto?

Rachel asintió y no dijo nada más, Earl le dio ánimos— pronto acabará esta pesadilla. Vamos.

Los tres reiniciaron su camino hacia el pasillo oscuro al otro lado del pozo. Rachel estaba barajando sus pensamientos sobre Tony. No necesitaba pensarlo demasiado para saber que ella seguiría buscándolo. Y si tenía que hacerlo por su cuenta, así tendría que ser.

Chapter 12: 11: Riesgos innecesarios

Chapter Text

Tres monstruos caminaban en el interior de la tierra, sus pasos eran lentos, cuidadosos, procurando ser lo más silenciosos que fuera posible. Los pasos del orco eran pesados por naturaleza, así que era sumamente difícil para él no hacer ruido. La muñeca y el diablillo no lo culpaban, era imposible para él, y realmente lo estaba intentando. Pero si el peso de ella había sido reducido a nada, el del orco había aumentado. Por eso, ahora avanzaban con más lentitud, el diablillo no quería que los demás de metieran en problemas, por lo que avanzaba adelante, encabezando la comitiva. Sus pasos al igual que sus manos, eran más rápidos y agiles que antes, y se podía decir que antes ya era bastante ágil, ahora daba pequeños saltos de un sitio a otro. A veces la cola le jugaba malas pasadas, pero en general podía moverse relativamente bien.

Eli, Earl y Rachel hablaban en susurros y por espacio de varios segundos entre conversación y conversación, se habían puesto al día con todo lo que les había pasado hasta ese momento, todo, hasta el momento en el que la niebla los envolvió y se metió en su piel, cambiándolos. Eran temas bastante oscuros, traumáticos para todos, quizá por eso susurraban aun más suave, por temor a lo que decían. Cuando las tinieblas se volvía absolutas y casi solidas al rededor de los tres, contenían el aliento, evitando hacer cualquier sonido de más hasta encontrarse en otro pasillo que tuviera antorchas.

Rachel estaba sufriendo un ataque de nervios tras otro mientras caminaban, no se lo decía a sus amigos, pero temía por lo que pudiera ocurrir después. Extrañaba a J y a Geoff, a Layne y también a ese chico nuevo Cesar. No era como si Earl y Eli fueran malas compañías, porque ella los quería enormemente y ellos a ella, sino porque sabía lo que había en esos laberintos de tierra. Los peligros que encerraban esas tumbas subterráneas.

No era buena idea tomar una antorcha y transportarla porque eso alertaría de su presencia en la oscuridad. Por eso confiaban en Eli, que iba adelante, tan nervioso como los otros dos, pero aparentando mayor seguridad. No obstante, se tropezaba con su cola, cayendo más de una vez hacia atrás sobre Earl.

—Lo siento, tendré que atármela como cinturón —se disculpó tomándola y pasándola por las trabillas del pantalón— créeme que es lo que peor me gusta de esta transformación. Es incómodo y ridículo.

—No te preocupes, hermano —restó importancia Earl— terminarás acostumbrándote a ella tanto que cuando no la tengas todavía la sentirás.

—Eso suena aterrador —gimió Eli toqueteando sus cuernos— pero dudo que sea así, estas cosas son tan antinaturales que la mera idea de tenerlas aun me da escalofríos. Doy gracias por no haberme encontrado un espejo.

—Chicos... ¿Ustedes creen que seremos así siempre?

Los otros tres guardaron silencio por unos segundos. Earl pareció incómodo, su lengua pasó con lentitud por sus colmillos inferiores, extrañamente afilados.

—No me gustaría. —confesó.

—Ni a mi. —bufó Eli— ¿y presentar un show de Voiceplay así? el publico nos ayudaría gritando, pero no precisamente de la emoción a la que estamos acostumbrados.

—Le tendrían que cambiar el nombre a MonsterPlay o VoiceScary. Sus canciones de Halloween serían inolvidables. —Earl sonrió apenas— creo que podría ayudarlos, porque... no creo poder regresar a mi trabajo viéndome así. Sería regresar para que me echen de inmediato.

—Si quieres volver sabes que eres bienvenido —lo consoló Eli, pero sus palabras no servían de mucho— Y eso va para ti también, Rachel. Aunque creo que a ti, no te irá tan mal. Una muñeca de tela es bastante adorable.

—Si puedo mantenerme escondida en casa con las ventanas tapiadas, tal vez no me irá tan mal.

Los demás no respondieron. Cualquier intento de hacer la situación divertida era inútil. Nadie quería seguir así el resto de sus vidas. Ni qué pensar de lo que dirían sus familias y respectivas parejas. Las reuniones familiares serían incomodas. Una muñeca viva rota y sucia, rellena de hojas secas era bastante perturbador, pero un diablito y un orco era otra historia. Rachel sabía que la esposa de Eli lo amaría siempre, aunque se hubiera transformado en sapo, porque la conocía y era una persona muy dulce con él. Lo mismo podía decir del esposo de Earl, y las esposas del resto de la banda. A J probablemente le sería un poco más difícil, aun más que a los demás. No había tenido mucha conversación con la esposa de J, porque no hacía mucho que se habían casado. Esperaba que lo aceptara tal y como era, y que las cosas no fueran tan duras con respecto a su vida juntos.

Eso la llevó a pensar en los demás con mayor rapidez. No sabía en qué condiciones estaban Cesar, Geoff y Layne. Este último era el que les preocupaba, ya que la herida de su hombro había parecido profunda y bastante dolorosa. Recordar la sangre en su herida, le dio un dolor de estómago que no supo si era real o parte de sus sentimientos incapaces de salir que ya la estaban atormentando de nuevo.

—No te veo muy convencida con lo que hablamos. —le murmuró al oído Earl.

Ella lo miró en la penumbra y echó por inercia una mirada a Eli que iba frente a ellos otra vez antes de responder. 

—Sabes que no puedo dejarlo morir aquí.

—Dios mío, no hemos hablado de dejarlo aquí, Rachel —jadeó de sorpresa, asombrado por semejante idea— Eli solo ha trazado un plan para sacar a la mayoría de gente de aquí. Ahora hay perdidos más que el borracho que vinimos a buscar. Cesar, Layne, Geoff, J también. Todos merecen ahora igual importancia que Tony y sabes como es Eli, piensa todo más de tres veces si es necesario y ahora quiere sacarnos a todos de aquí. 

—Entiendo —suspiró ella— no lo llames "el borracho que vinimos a buscar" porque no es de beber mucho como para ganarse ese apodo.

Earl sabía que ella lo decía más como sugerencia que como reproche, pero igual se encogió de hombros.

—No es personal, si eso piensas. Todos queremos a ese hombre, aunque a veces nos de dolores de cabeza. Solo insisto en querer que entiendas que Eli no está dejando atrás a nadie, si puede, él hará todo lo posible por sacar a Tony de aquí si puede, aun a costa de su vida. O la nuestra. Lo sé, lo conozco como a la palma de mi mano.

Alzó su mano grande y verdosa frente a sus caras. Ambos se sorprendieron por lo diferente que era a como debía ser una mano normal, pero ninguno dijo nada. Quien sabe como, pero le faltaba un dedo y la forma del resto se había adaptado a ese dedo faltante de manera que no afectaba su agarre. Aunque no lo dijeran directamente como lo hizo Eli, ellos tampoco estaban cómodos con sus transformaciones. Los hacían sentir como lo que eran, como monstruos. Pero ambos querían creer que como J, en el fondo seguían teniendo las mismas personalidades y que su esencia no había cambiado.

—En fin —murmuró Earl— no lo tomes en contra de Eli. No es culpa suya ni de nadie. No pensábamos que esto iba a suceder, ni por cerca. Confieso que lo máximo que yo había imaginado fueron lobos de los comunes. Pero esto... Da igual. Estoy seguro de que de poder, si se nos presentara una sola oportunidad de salvar a Tony, Eli la tomará. Y no te preocupes, seguro que pronto se presentará la oportunidad. 

—Eso espero.

—Aunque, cabe la posibilidad de que ese hombre de ojos claros también haya sido convertido en algo y venga a nuestro encuentro a gritarnos por la tardanza. ¿Quién sabe si no lo hicieron vampiro, como tanto quería él? —soltó una risita— todo es posible. Y ojalá, porque tal vez un Tony convertido en murciélago use ecolocación y nos ayude a encontrar la salida.

Rachel soltó una risa también, sin poder contenerse. Imaginarse a Tony con colmillos y unas finas alitas traslucidas le hizo dejar de pensar en las cosas tristes que tanto la habían perseguido desde que atravesaron el portal del sexto árbol. Eli miró a ambos con un deje de preocupación. Pero no era por el ruido que estaban haciendo, ni porque se estuvieran susurrando tras sus espaldas. Sino porque frente a ellos el camino se bifurcó en tres pasadizos. No había señales para saber cual era el correcto. 

—Saben, normalmente cuando se escapa de algo se tiende a correr hacia la izquierda —comentó Earl.

—¿En ese caso vamos a la derecha? —preguntó Eli— fácilmente podría ser el camino correcto el de izquierda... Pero nada nos descarta la derecha... 

—O el de en medio —opinó Rachel.

Earl se encogió de hombros— ¿lanzamos una moneda? 

—No me gusta la idea de confiar nuestra suerte a una moneda, Earl... ¿tú crees que será el de en medio, Rachel?

Ella echó una ojeada atenta a los tres pasillos. Daba la impresión de que algo brillaba en el de la derecha, un punto de luz mucho más allá. Si había antorchas, seguro habría algo qué iluminar, eso abría la posibilidad de que hubiera más allá otro pasillo y no otro callejón sin salida. No obstante, vio lo que parecían huellas de lobos en una esquina del de en medio y oscuridad total en el izquierdo.

Cuando les comentó su razonamiento, Eli estuvo de acuerdo.

—Derecha. —decidió Eli después de un momento de reflexión y convencido inició a caminar hacia el pasillo escogido. 

Earl lo siguió detrás. Rachel, no obstante, los siguió solo hasta que entraron, entonces, con más sigilo que nunca, se devolvió en sus pasos y tomó el camino de la izquierda, el más oscuro.

Se disculpó mentalmente— Debo hacerlo. —Se recordó— y ustedes no tardarán en encontrar a los demás... Algo les prometo, yo tampoco tardaré en encontrarlo.

No estaba orgullosa de lo que hacía. Dejar solos a Earl y a Eli era dejarlos desprotegidos y al merced de lo que sea que se escondiera en las profundidades de ese laberinto subterráneo. Pero Rachel quería creer que ellos dos se defenderían bien, ya que eran dos y sus nuevas formas les servirían de ventaja. Rachel por el contrario, se sentía destinada a encontrar a Tony. No lo había pensado demasiado, pero sabía que ellos no se enfocaban en buscarlo sino en salir de ahí y con lo que Earl le dijo, lo confirmó de primera mano.

Ella no, ella quería encontrar a toda costa a Tony.

¿Porqué? ni ella misma lo sabía y eso la frustraba demasiado porque temía arrepentirse de su acto de rebeldía. ¿Quién le aseguraba que no estaba caminando hacia una trampa? talvez más adelante habría alguna base de guardias o algo así y no habría aquí forma alguna de escapar o hacer algo ingenioso.

Solo esperaba que en ese caso Eli, Earl y los demás hubieran tomado el camino correcto.

Caminando en silencio, volvió a rememorar la sonrisa de sus hijos. Últimamente, los recordaba mucho. Muy en el fondo de si misma, talvez pensaba que no podría volver a verlos de nuevo y eso le parecía más oscuro y triste que la idea de morir. Porque en su nueva forma, la alimentación probablemente no sería necesaria, si se perdía en esos laberintos no habría problema porque no le sobrevendría ninguna necesidad y podría seguir buscándolo. 

No sabía porqué, pero tenía la certeza de que Tony estaba ahí. Y sino ahí, pues cerca.

Una antorcha proyectaba una luz diferente más adelante. Era azul. Y crepitaba con abundantes llamas hipnóticas más allá de su posición. Rachel, sigilosa, media sus pasos, pero le había entrado un entusiasmo extraño, no sabía como pero su intuición le decía que iba por buen camino. 

Cuando vio que una de las sombras se agitaba en la pared contraria a la que tenía la antorcha, el alma se le cayó a los pies. Se detuvo en seco y se agazapó contra la pared. Aun estaba muy lejos como para que el brillo azul de la antorcha la iluminara, pero aun así ella decidió observar desde ahí. Nunca estaba de más ser precavida. Aguzó la vista para poder descifrar lo que sea que fuera esa forma que se balanceaba a casi un metro del suelo.

Era extraño, muy extraño, pero había ciertas de sus formas que recordaban a las humanas.

Tardó mucho en entenderlo, pero cuando lo hizo, no evitó exclamar de alivio: ¡Geoff!

La sombra colgada de la pared profirió un respingo bastante dramático cuando Rachel corrió hasta él. Cuando estuvo frente a él, se llevó una gran sorpresa. Ambos lo hicieron.

—Rachel... —exclamó— eres la última persona que imaginé que me encontraría. Pero... tú ya no eres tú...

—No, —se encogió ligeramente avergonzada— soy una especie de muñeca ahora y... creo que estamos en condiciones parecidas —comentó.

—Eso creo —estuvo de acuerdo él con resignación.

Geoff era también lo que se podría decir un muñeco al igual que ella. Pero en vez de ser tela su piel, era un material parecido a un saco. Todavía más áspero que la tela de Rachel, con las mismas puntadas terriblemente mal hechas aquí y allá uniendo las articulaciones pero era algo más tosco que ella. En vez de boca, tenía un desgarrón de una costura que se veía ligeramente perturbadora, pero cómica considerando que era Geoff el que la tenía en la cara. Había una considerable oscuridad trazada en círculos alrededor de sus ojos, como si el material del que estaba hecho se hubiera tornado negro. Con la luz que lo iluminaba, se veía como sacado de una película de terror.

Y colgaba de la pared. Parecía haber un gancho que estaba enganchado a alguna parte de su espalda y lo mantenía suspendido como en un perchero. Cuando se movía, oscilaba y eso disminuía en varios grados lo aterrador que se veía.

—No sabes lo feliz que me hace ver una cara conocida en este infierno. 

—Yo también estoy feliz de verte y saber que estás bien. —le sonrió y él desde ahí arriba le extendió la mano para estrechar la suya en gesto de fraternal alegría y alivio.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —quiso saber él, frunciendo de pronto el ceño, intrigado— ¿porqué nos hemos convertido en esto?

—La niebla de los pozos, eso tuvo que ser.

Él asintió y torció la comisura de la boca al pensar.

—¿Qué le pasó a tu blusa? —le señaló el desgarrón de su estómago y la tela discordante que se entreveía a través.

—Los guardias —resumió ella— hubo un problema bastante aterrador. Pero tuvimos suerte y nadie resultó herido de verdad.

—Pero estás bien ¿Cómo es que estás bien? —le increpó él, extrañado.

—Bueno... No del todo bien —le mostró la venda en su estómago cubriendo su desgarrón— tuve suerte de no ser partida en dos. 

—¿Esa es tela de la camisa de Earl?

—Si, Earl la rasgó y Eli la ató. Los encontré en el camino, igual a J, cada uno es una monstruo diferente. No están muy lejos, si te apresuras seguro te reúnes con ellos.

—¿Y porqué no estás tú con ellos?

—¿Porqué cuelgas de la pared? —evadió su pregunta—  ¿Necesitas ayuda?

—Yo... —Geoff se volvió para intentar otra vez descolgarse llevando sus manos a su espalda en una posición de contorsionista que no le resultó de mucha ayuda— a un lobo le pareció gracioso dejarme aquí.

Ambos intercambiaron miradas antes de que Rachel tuviese un chispazo de inspiración. Del escondite de su blusa extrajo su aguja y antes de que Geoff dijese algo, la usó para trepar en la pared, engarfiándola a la tierra y apoyándose con los pies de igual forma, hasta subir al lado de Geoff. No estaba muy alto, pero si lo suficiente como para que sus pies no tocasen el suelo.

—¿Qué pretendes? —le inquirió él— puedes lastimarte con eso.

—No te pongas así ahora —dejó escapar una risa— de todas formas si me llego a lastimar, no sentiré ningún dolor.

—Yo tampoco, talvez es una ventaja. Por cierto, ese lobo no tardará, me dejó aquí para burlarse de mi porque sabía que no podría bajar. Pero se fue porque escuchó un ruido muy fuerte hace rato. Quizá piedras cayendo y agua, no estoy seguro.

—Fuimos nosotros.

—¿Qué? ¿Cómo? —en el entre cejo de Geoff apareció una arruga vertical de desconcierto.

—Creo que tendré que... ah! ya veo lo que pasa. Estas colgado de un soporte de antorcha. Bastará con hacer esto.

Geoff cayó de su posición al suelo, pero tuvo la suerte de no sentir nada cuando se le aplastó la nariz contra el suelo. Rachel bajó con él y arrancó su aguja de la pared. Si era o no esta la utilidad que la pitonisa había predicho para ella, probablemente no lo sabría aun. Ya no estaba de humor para más sorpresas desagradables. La volvió a colocar en el dobladillo de su blusa.

—Gracias... —dijo él escupiendo tierra y arreglándose la nariz, que se había dado vuelta y ahora estaba en el interior de su cabeza. Le llevó un instante vergonzoso sacarla y devolverla a su estado natural.

—Ni lo menciones. 

—¿Ahora me dirás porqué no estás con los demás?

Ella suspiró. Realmente estaba segura de que no era la mejor idea mentirle a Geoff, no era lo correcto, además, no estaba haciendo nada malo... o quizá si. Pero en algunos casos el fin justificaba los medios. Ante la insistencia de su amigo recién encontrado, decidió decir la verdad.

—Porque quiero encontrar a...

—No me lo digas, —rodó los ojos y bufó con gravedad— al borracho que nos metió en todo esto.

Ella se encogió de hombros— Si existe aun alguna posibilidad...

—Pero Rachel —quiso hacerla entrar en razón.

—No importa —negó ella— te encontré gracias a que me separé de ellos. Era necesario, talvez si sigo encuentre a Cesar y a Layne.

—Pero tú no sabías que eso pasaría. Tú estabas buscándolo a él, eso es irresponsable y peligroso, Rachel. ¿Tienes idea de en todos los líos en los que te pudiste haber metido tú sola vagando por estos laberintos subterráneos? Nunca lo olvidaste ¿no es cierto?

Geoff se incorporó sentándose para mirarla directamente a los ojos mientras la confrontaba. Ahora que sus ojos estaban sobre ella, Rachel vio que eran de vidrio como los suyos, pero de un castaño ligeramente más claro. No era la primera vez que él tomaba un aire paternal con ella y se daba a la tarea de explicarle porqué su conducta no la llevaría a nada bueno. Rachel huyó de su mirada e inconscientemente agachó la cabeza.

No quería responder, porque no sabía qué decir, principalmente porque Geoff tenía razón. Fue irresponsable y estúpida al separarse de los demás, nunca debió de haberlo hecho. Pero se dio cuenta de que no se arrepentía porque su búsqueda no era nada malo.

Para evitar contestar, se colocó tras él para ver el daño de su espalda a la luz de la antorcha mientras él seguía regañándola fraternalmente ante su silencio culpable.

—Todo este embrollo inició por el altercado entre ustedes dos. —gruñó Geoff— estoy de acuerdo en que ustedes dos sean los que arreglen todo. Pero así no son las cosas, Rachel. Me alegra que Earl, Eli, J y tú estén bien. Agradezco al cielo que sea así. Pero insisto en que nos reunamos todos. Es más, insisto en que tú vuelvas a ellos, estarás más segura si todos te protegemos. 

Ella no dijo nada, solo se limitó a intentar trazar una par de puntadas peores que las de sus articulaciones con trozos de la ropa estropeada de Geoff y sus propios cabellos de lana, provisionalmente esto funcionaba. Aun albergaba la idea de encontrar a Tony y que él los ayudase con unas suturas perfectas después. En lo que estaba batallando con las puntadas, y escuchando la regañina, se dio cuenta de que el relleno de Geoff era diferente. No estaba segura de qué era, porque la luz era estorbosamente poca como para saber qué era, pero le pareció ver que algo en su interior se movía de forma extraña. Muy extraña. Era claro que en su caso no eran hojas secas.

—Yo no tuve nada que ver con su borrachera. —dijo al fin, cerrando el desgarrón terriblemente mal, pero satisfecha porque Geoff ya no perdiera el relleno— ni siquiera cruzamos una palabra en todo lo que iba de la fiesta. No tengo idea de lo que hablas.

—Claro que no lo sabes —negó— porque Tony es demasiado cobarde para decírtelo.

—Mira, no quiero saber nada de esto —se exasperó ella— quiero encontrarlo, salvarlo, sacarlo de aquí y regresar con los demás para que nos vayamos y regresemos a nuestras vidas de forma mínimamente normal como antes.

—En eso estamos de acuerdo. Te diré lo que haremos. Buscaremos a Eli y a Earl. Si J está por ahí, lo encontraremos también, pero juntos. No es para nada seguro que tú andes sola por aquí.

Rachel se mordió los labios. 

—Bien —aceptó. Esta vez lo haría en serio. No estaban tan lejos de los demás, ella ya sabía qué camino habían tomado y no le sería difícil ir a buscarlos para reencontrarse todos. No se arrepentía por su arrebato de valentía, se arrepentía por no haber seguido adelante. No lamentaba encontrar a Geoff, al contrario, el hombre era todo un hermano mayor para ella, pero algo le seguía diciendo que Tony no estaba lejos y que si seguía un poco más su búsqueda, daría pronto con él.

—Como extraño a Kathy —suspiró con pesar Geoff— ella habría puesto en su lugar a esos lobos y no me habrían dejado colgado como un abrigo viejo en la pared.

—O un costal. Pero piénsalo, si ella estuviera aquí ahora sería también un monstruo como nosotros —le respondió consternada— o estaría herida como Layne.

—Oh no, tú no la conoces como yo, Rachel, ella hubiera usado uno de los lobos de garrote contra los demás y luego... Ah, por cierto, ahora que hablas de Layne, creo que lo oí hace rato.

—¿A Layne? —ella abrió mucho los ojos.

—Si. Era su voz. Pero sonaba angustiado, como si estuviera muy preocupado.

—¿Dijo algo?

—El nombre de su hija —murmuró con gravedad— Pero luego cambiaba y era como si llamara a su esposa y demás hijas. Antes de que se extinguiese su voz, creo que llamaba a su padre y luego a Tony. Intenté llamar su atención, gritarle, pero no me escuchó y fue cuando apareció el lobo.

Rachel bajó la camiseta de Geoff, destrozada al igual que su blusa, y cubrió su espalda. Ambos permanecieron en un silencio triste en el que pensaban en sus propios problemas y tragedias. Rachel se preguntó si Layne estaría bien, vagando por ahí con esa herida al contacto de la tierra de las paredes, la humedad y tantos guardias. Apreciaba su acto de valentía que lo había llevado a ganarse esa herida, pero se sentía culpable por ello.

Probablemente se habría convertido en algo. Solo esperaba que fuese algo como lo que Geoff y ella eran, muñecos de retazos de tela y saco. Sin dolor, sin necesidades ni posibilidad de morir desangrados.

—Cuando te digo que todo aconteció a raíz de ustedes dos lo digo en serio, Rachel. —regresó al tema, Rachel rodó los ojos— Todo esto pasó porque Tony se emborrachó de despecho al verte con tu familia, la familia que pudo llegar a tener contigo si no hubiera sido tan estúpidamente cobarde. 

Rachel no dijo nada, principalmente porque eso era posible. Ella no podía ponerse en sus zapatos porque Tony no estuvo con ninguna otra mujer después de ella, sino que se cerró en si mismo y no volvió a acercarse a nadie. Pero podía imaginar lo que sintió. Porque era parecido a lo que ella sentía al darse cuenta de que efectivamente esto pudo haber sido de ambos.

—Él no te lo dijo porque supo de tu matrimonio y tu embarazo tarde. Sufrió mucho por mucho tiempo —continuó Geoff— pero dejó de hablar de ti y todos creímos que te había exiliado de su corazón porque realmente parecía estar bien. Layne fue el primero que descubrió que no era así. Tony pasó una mala época después de eso, y tardó en recuperarse, pero eventualmente terminó haciéndolo, por lo menos en apariencia. Lo de anoche ya no pasa tan seguido como hace cinco o seis años, pero sigue pasando. No es la primera vez y tampoco la última que pasará, Layne tenía razón cuando dijo que yo sabía como se ponía Tony con el alcohol y los recuerdos. Lo sé. Es cierto. Pero ha pasado tanto desde la última vez que creí que... Bueno, no importa lo que yo creo o no, el caso es que Tony está en este apuro y nosotros también con él.

Antes de que terminara de procesar lo dicho por Geoff, él le tomó la mano derecha entre las suyas, aferrándola y cuando ella lo miró a los ojos entendió que lo que iba a decir era muy serio.

—Necesito que me prometas que si te digo esto no escaparás en busca de Tony.

Un escalofrío recorrió a la muñeca. Ya había decidido quedarse con los chicos y abandonar su búsqueda infructuosa, pero con lo que Geoff dijo, ella se sintió de pronto encasillada en un callejón sin salida. No podía prometer eso. No quería. Geoff pareció entender perfectamente lo que pensaba porque oprimió su mano entre las suyas con paternal dureza en la mirada que le seguía recordando que no estaba jugando.

—Rachel, necesito que lo hagas. —le reiteró, sus manos de tela de saco eran más ásperas que las suyas— porque sé que cuando te lo diga no querrás abandonarlo.

—¿Tan malo es lo que dirás? —murmuró con voz afectada.

—Es muy malo. —asintió con profunda consternación en la mirada— promételo. 

—Pero estamos aquí por él...

—Rachel, sé honesta contigo misma ¿dejarás a tus hijos sin madre por Tony?

Eso significó una flecha en su corazón ¿Qué clase de pregunta era esa? No quería pensar siquiera en esa posibilidad. Pero debía admitir que nunca lo había pensado de esa forma. No en el sentido de perder su propia vida.

—Ya estoy un poco muerta —reflexionó con lentitud— ya está hecho. Ya no soy la de antes. ¿Cuál es tu punto? ellos ya me han perdido aunque regrese a casa. Ya no soy siquiera una mujer, soy menos que una almohada bonita. Pero eso no significa que voy a anteponer a nadie por encima de mis hijos... Pero si puedo hacer algo por él...

Esto ultimo lo dijo evadiendo la mirada severa de Geoff.

—Tienes que prometerlo y te lo diré porque mereces saberlo entonces, Rachel —suspirando con resignación— porque sé que lo sigues amando pero también sé que eres capaz de ir tras él e intentar aun así salvarlo. Esta escapada que le has hecho a los demás, me lo confirma.

Rachel estaba asustada ¿Qué podía ser tan malo como para que Geoff buscara que ella renunciase a Tony? Ella negó con la cabeza varias veces por miedo de que al hablar le fallara la voz. Un nudo se estaba formando en su garganta y una vez más lamentó no poder llorar porque se sentía terrible no poder sacar esos sentimientos de dentro de su pecho.

—Rachel, tienes que hacerlo. —volvió a presionarla— no quiero ser duro contigo, por favor, solo haz lo que te pido. No podré estar tranquilo hasta saber que no harás nada que comprometa tu vida por Tony.

Se dio cuenta de lo patética que se veía y se obligó a regresar los ojos a los de su amigo. Geoff, como los demás, solo buscaban su bienestar ante todo. Y él la estaba obligando a esto porque sabía que se había escabullido de Eli y Earl y nada le aseguraba que no se escaparía de él también rebelde y estúpidamente. Geoff no era tonto en ningún sentido. Él sabía muy bien como actuaría ella.

También se dio cuenta de que él sabía algo de suma importancia que era mejor saber. Quizá la información no le gustara, pero si eso le servía más adelante...

—Lo prometo —mintió.

Él la observó por unos instantes, a la espera de que ella opusiera condiciones o algo que le diera a entender que lo que decía era mentira, pero Rachel era buena mentirosa, se lo había aprendido a Eli. Le sostuvo la mirada y se obligó a permanecer tranquila, aunque sentía el retumbar de su corazón en su pecho, acelerado por el miedo y la adrenalina de haberle dicho una mentira a un amigo intimo. Pero ya no había vuelta atrás.

Geoff perdió su expresión recelosa al cabo de unos segundos. Suspiró con alivio y volvió a presionar su mano entre las suyas una última vez para después soltarla.

—Gracias —le dijo antes de todo— perdóname por obligarte, pero era necesario. Lo que supe por el hombre lobo es más complicado de lo que creí. 

—¿Qué puede ser tan malo? —murmuró con cautela.

—Querían a Tony específicamente, tal y como imaginaste antes.

—¿Porqué querrían a un hombre con varios kilos de más, cercano a los cuarenta y con más alcohol que sangre en las venas?

Geoff reprimió una sonrisa.

—Les da igual el peso, sangre o edad de Tony. Quieren su corazón... Es todo un plan. Llevan años esperando a encontrar un corazón perfecto. Y Tony reunía quién sabe qué requisitos. Piensan hacer una poción, o eso es lo que dijo el lobo, quieren usar su corazón como ingrediente para dárselo después al rey calabaza. Lo harán esta noche, antes de que amanezca. Esta es la ascensión de la que habló el mercader en el bosque de los ahorcados. 

—Lo asesinarán. —resumió Rachel.

—Así es —concluyó Geoff, con voz grave, demostraba que a él también le afectaba la idea— por eso es que estamos aquí. El rey calabaza sabe que vinimos por él y sabe que somos como él. Es decir, somos seres humanos. Esto ya ha pasado antes, parece que lo hacen cada cierto tiempo y la poción le confiere poder al rey y a la comunidad de monstruos. Está claro que nos encerró para que no lo impidamos, lo que yo no imaginaba era que su plan iba más allá de apresarnos. Quería convertirnos en monstruos para que nos quedemos aquí. En el pueblo.

No supo cuando se había puesto de pie, pero si supo cuando volvió a sentarse en el suelo de tierra del pasillo. Devastada, apoyó la espalda contra la pared y cerró los ojos con fuerza.

¿Porqué esta noticia le causaba tanto dolor? ¿Porqué sentía como si ya hubiera perdido a Tony si se suponía que él ya no significaba nada para ella? ¿Porqué quería aun salvarlo? ¿Porqué le había mentido a Geoff?

—¿Entiendes porque era tan importante para mi que me lo prometieras? —siguió hablando en murmullos Geoff, acercándose a ella y sentándose a su lado, brindándole su apoyo emocional. 

Rachel asintió con aire ausente.

Por un instante deseó ser una muñeca de trapo verdadera, inmune no solo al dolor físico, sino también al del corazón. Lo amaba, no había duda, amaba a Tony porque ahora sentía que su vida terminaría si no hacía algo por él. Por salvarlo.

—Lo siento. —suspiró Geoff.

—No, no te disculpes. —ella estrechó su mano en la semioscuridad— gracias por decírmelo. 

Él se recargó contra la pared de igual forma y permanecieron en silencio otra vez. Si había algo que ella apreciaba eran sus amigos. Geoff, aunque la tratara más como a una hija que a una hermana menor como los demás, se preocupaba tanto por su seguridad como todos. Eso en algún sentido la hizo sentir bien. El hecho de saberse querida por sus amigos. Casi le hacía arrepentirse de su decisión.

—Rachel, vamos —le llamó él— Encontrar a los demás ¿de acuerdo? Eso fue lo que acordamos.

Ella asintió y ambos se pusieron en pie y caminaron de regreso. Rachel aun quería encontrar a Tony, pero Geoff tenía razón, eran un equipo, debían estar juntos. No obstante, cuando caminaban en silencio, ella captó un pasillo que no había visto al principio cuando pasó por ahí.

Si permanecía con la banda, nunca podría encontrar a Tony. Su instinto se lo decía.

Cuando Geoff no miraba, ella se devolvió unos pasos y tomó ese desvío con rapidez. Se arrepentiría, esta vez si, lo sabía muy bien, pero no obstante, debía buscarlo. Su corazón se lo decía y, gracias a su ventajosa forma, llegaría a él en algún momento. Eso quería creer, en esa esperanza confiaba ciegamente.

—Oh Rachel ¿nunca dejarás de cometer locuras? —se preguntó a si misma— ¿te das cuenta de que buscas un hombre que para ti debió morir el día en que te casaste con tu esposo?

Chapter 13: 12: Un lamento en la oscuridad

Chapter Text

Hasta ese momento la había tenido en vilo la tensión de la aventura, pero cuando se vio frente a la última puerta, con el candado abierto en la argolla, sabiendo lo que podría ocultar tras de sí, el corazón se le salió de quicio. Empujó la puerta con la punta de los dedos y dejó de vivir mientras duró el chillido de los goznes. 

La sala estaba tan oscura que Rachel tuvo que entrecerrar los ojos. No obstante, la figura era inconfundible: había un hombre en el suelo, en medio de todo. Era él, lo sabía. No había más hombres en todo este pueblo y ninguno como él. La emoción le acalambró sus miembros y por unos instantes que parecieron una eternidad, Rachel se quedó contemplándolo indecisa. Debía estar inconsciente porque cuando ella lo llamó en susurros él ni siquiera dio señales de oírla. Rachel no se dejó desmoralizar tan rápido, se fue colando con cuidado entre los barrotes, como había hecho en su propia celda empujándose para poder pasar adentro. Tenía que averiguar si no era demasiado tarde, si el corazón seguía en su pecho y si aún había vida en él.

Se acercó con cautela, sus pies, sin los zapatos, no hacían ni un solo ruido y si hubiese habido un solo oyente en esa celda, no habría oído a Rachel caminar hasta Tony. Él se encontraba encadenado al suelo, de haber estado despierto no habría podido hacer mucho más que voltear en su dirección y responder verbalmente.

Rachel se dejó caer de rodillas a un lado de él. Si había tenido dudas al principio sobre la identidad del hombre en el suelo, ahora podía estar segura de que era Tony. Podía ser que hace años que ni siquiera se miraban a los ojos, pero podría reconocerlo aun en la noche más profunda. Los brazos de él estaban estirados a ambos lados de su cuerpo y las cadenas estaban sujetas al suelo, realmente estaba totalmente inmovilizado. Su pecho no se movía perceptiblemente, por lo que no podía saber a simple vista si respiraba o no. Rachel sintió un acceso de pánico. Ella llevó su mano hasta la muñeca derecha de Tony, buscando bajo el grueso brazalete de metal el pulso de su sangre a través de las venas. Se sorprendió al sentirlo tan frío.

Las manos de ella temblaban visiblemente, no podía presionar como debía y el latido, suponiendo que lo hubiese, era demasiado débil para estar segura que fuera real y que no se lo hubiese imaginado por la desesperación. Un sollozo se abrió paso en su garganta y de nuevo sintió la pena por no poder llorar, el dolor en su alma era apabullante y ella no podía exteriorizarlo de ninguna forma, solo sentir la angustia. Tomó una decisión apresurada, porque debía saberlo, tenía que decírselo al resto de los chicos, ellos debían saber si estaba vivo o no. Sin detenerse a considerar si era licito que una mujer casada hiciese algo como esto, se inclinó sobre él y colocó su oído sobre el pecho de Tony. En el sitio en donde su corazón debía latir.

Los siguientes segundos fueron de atroz incertidumbre. Su piel estaba fría y tan sucia como la suya, pero nada importaba ahora. Cuando fue recompensada al escuchar el latido bajo la piel, su propio corazón ralentizó su ritmo y al cabo de un instante, se sincronizó con el suyo. Se detuvo ahí, enternecida, agradecida, loca de felicidad porque la vida no hubiera abandonado a su amigo. El latido era constante, calmado, fuerte, normal para alguien que duerme después de una borrachera como la que se había puesto él la otra noche. Debió quedarse más tiempo del debido, escuchando el relajante sonido, porque cuando lo sintió moverse, se dio cuenta de que se había quedado dormida como él al despertarse sobresaltada.

Despegó la oreja de su pecho y lo miró directo al rostro. Tony le devolvió la mirada con sus ojos hipnóticos y claros como lunas verdosas. Por un momento, Rachel olvidó su aspecto y mientras él la miraba tan atentamente como ella a él, pensó con inocencia que su asombro era por ella y no por el ser en el que se había convertido por su culpa.

—Te encontré —le murmuró.

—Rachel... ¿estás aquí...? —su voz sonaba rasposa y debilitada, carraspeó y volvió a intentarlo— ¿Estás aquí en mi alucinación? 

Ella se quedó un instante en shock. De todas las cosas que pudo haber imaginado que él diría al verla, esa era sin duda la única en el que nunca hubiera pensado.

—¿Alucinación...? —repitió, sin terminar de entender.

—¿Qué otra cosa puede ser? Mírate y mira a tu alrededor.

Rachel no pudo evitar reírse amargamente al recordar que ahora había dejado de ser ella misma y que era esa la razón para que él la mirase con tanta insistencia. Porque veía frente a él a un monstruo y no a una chica, porque ahora era menos realista que una alucinación mal hecha.

—Lamentablemente... es la realidad.

—Si, como no. —dijo él sarcásticamente echándole una mirada de arriba para abajo, hasta donde alcanzaba a ver con su reducido campo de visión, con recelo— ¿Porqué te ves así? ¿Qué clase de disfraz es ese? Pareces Sally de "The nightmare before Christmas" ¿O que se supone que eres?

—Una... Muñeca de trapo como Sally.

Rachel se encontró inmediatamente avergonzada por su estado. Se sentía haber caído muy bajo en la vida en ese momento y no quería que éste hombre se burlase de ella. No obstante, no había hecho esa conexión mental de ese mundo tergiversado de pesadilla de Tim Burton, de esa película, con toda la situación que les ocurría.

Ahora fue el turno de Tony de reírse.

—¿Y yo que soy?

—Un incrédulo y un imbécil que apesta a alcohol barato, vomito y quien sabe que otras cosas. —le dijo ella con molestia, no obstante volvió a recostar su cabeza sobre el pecho de él y lo abrazó lo mejor que pudo— pero no tienes idea de lo feliz que estoy de haberte encontrado.

Ambos hicieron silencio por unos cortos segundos, Tony había hecho un sonido de asombro cuando ella lo había rodeado con los brazos, pero ahora estaba mudo. Curiosamente, abrazarlo no se sintió incómodo o indebido. Se sintió correcto. Como si fuera lo lógico después de tanto peligro y problemas. No obstante, no fue como cuando abrazaba a sus amigos, a los chicos de voiceplay o a sus íntimos amigos de la infancia. Ni siquiera se podía comparar con los abrazos que compartía con su esposo y eso más que nada la desconcertó.

—Es en definitiva una alucinación. —dijo él, más para sí mismo que para ella— Sólo en un universo creado por mi mente perturbada por el alcohol, el insomnio y la depresión podrías estar tú, ahora, en mi pecho, feliz de encontrarme.

—Es real —le repitió ella y se incorporó para verlo a la cara otra vez— yo soy real, aunque sea difícil de entender, y tú también. Y son quizá más reales los monstruos que quieren tu corazón. He venido a sacarte de éste horrible mundo y llevarte de regreso a la casa. Fui transformada en esto hace menos de una o dos horas. Buscándote. Soy una muñeca por ti. Esta es la desgracia que me dijeron que pasaría por arriesgar mi vida buscándote. 

Tony le devolvió la mirada con atención y los labios ligeramente separados. Estaba más pálido y ojeroso que nunca, su cabello se hallaba revuelto y pegado a la frente por el sudor, su ropa estaba tanto o más sucia que la de ella. Debían de formar un cuadro interesante pero deprimente. Una sucia y abandonada muñequita de trapo de tamaño natural y él, un prisionero con una resaca de locura. No obstante, Rachel se dio cuenta de que lo que aún sentía por él era amor, porque ahora se sentía plena y en paz a causa de tenerlo ahí. Aún no lo había rescatado, pero ya sentía como si estuviera a salvo. 

Tony quiso alzar una mano, pero solo entonces se percató de que sus manos estaban aferradas por pesados grilletes al mugroso suelo. Dio un tirón súbito y las cadenas hicieron un ruido metálico que sin duda le taladró la cabeza porque cerró los ojos y no lo volvió a intentar. 

—Tal vez si... pueda ser real...

Rachel tenía aún una mano sobre el corazón de Tony, por lo que pudo sentir como se aceleraba.

—¡Tony, tu corazón! Esta muy agitado ¿Qué sucede?

Él esbozó media sonrisa y dijo: "Eres tú" Como si se lo estuviera reprochando, pero sin esa intención. 

A Rachel le llevó un instante entenderlo. Pero la emoción de haberlo encontrado vivo le embargó de nuevo y sin el consentimiento ni de su propia razón, subió hasta las mejillas de Tony para cubrirlas con insistentes besos de gratitud. Ella empezó a besarle la frente, la barbilla, la nariz y los ojos, pero tuvo el cuidado de evitar los labios. Si sus ojos de vidrio hubieran podido llorar de alegría, ahora Tony estaría ahogándose con sus lágrimas. 

—No sabrás nunca lo preocupada que me tuviste. —le dijo entre el sonido de los besos, con un ardor propio de la desesperación— ¡A todos! Idiota, grandísimo idiota. No sabrás nunca lo feliz que me hace que sigas existiendo en una pieza.

Tony se quedó sin aliento, quieto, sintiendo solamente y cuando Rachel se detuvo, cayendo en la cuenta de lo que hacía, vio que él tenía los ojos cerrados y que parecía como si fuera a desmayarse. Su palidez se había acentuado y una sonrisa tonta decoraba su rostro. Cuando ella se percató de la posición comprometida en la que estaba, sentada sobre Tony, agachada contra su rostro, besándolo con mucha ternura, demostrando que en efecto estaba terriblemente enamorada aún de él, de un hombre que no era su esposo, se retiró rápidamente. Avergonzada.

Él separó los párpados muy lentamente para después dirigirle una mirada significativa de asombro.

—Creo que tengo razones para seguir dudando de esta realidad...

Rachel no pudo evitar reírse ante eso. Estaba actuando según sus propios sentimientos, es decir, ilógicamente y él le correspondía en su crimen. Bajó de él por completo, no dejaba de sentirse culpable, ni siquiera supo en qué momento se había sentado a horcajadas sobre él, pero ahora retrocedió a distancia prudente y por completo. De pronto quería irse de ahí de nuevo pero ésta vez por vergüenza y no por miedo. Ya no era una niña loca por un hombre, sin medir sus emociones por él. 

—Me he dejado llevar. —se disculpó ella, evitando su mirada, si hubiera habido algo parecido a la sangre en ella, se hubiera ruborizado rabiosamente— he olvidado que tenemos que irnos. 

Las cejas de él oscilaron con placer y abrió la boca para emitir una risa baja, apenas susurrada. 

—¿He de tomar eso como un cumplido?

Un deje de irritación floreció en ella, pero no opacó su vergüenza. 

—Puedes tomarlo como quieras, mientras me dejes sacarte de aquí. No tienes idea de la cantidad de cosas que han pasado hasta ahora una tras otra...

—Lo sabría si me lo dijeras —jadeó calladamente, tranquilizador, incluso.

Rachel hizo el amago de tragar saliva, ya que por lo visto era otra cosa que no podía hacer. E inmediatamente pensó que tal vez Tony no hubiese probado nada en todo el día. Recordó que no traía nada, en absoluto para darle de beber, porque las ultimas mochilas habían quedado tiradas en el suelo de al lado de la laguna.

—Imagino que la resaca te tendrá sediento.

—Tú lo has dicho —murmuró él, que había vuelto a dejar la cabeza reposada contra el pavimento y había vuelto a estar serio, quizá con un nuevo dolor de cabeza— han pasado momentos en los que deseé estar muerto.

—Me alegra que no lo estés. —le confesó, con suavidad, ocultando todo lo que le quería decir en realidad.

—Y a mi que estés aquí. —él usó el mismo tono confidencial de ella— Se está muy solo en éste sitio. Un par de ratas vinieron a visitarme, pero su conversación era muy aburrida. 

Rachel ignoró esa broma. Aunque en el mundo en el que estaban en ese momento, que las ratas hablaran no la sorprendería. Comenzó a sacar su aguja del pliegue de su maltrecha blusa para intentar conseguir que el cerrojo de las esposas se abriese, pero era sumamente dificultoso, no parecía ser nada fácil.

—¿De donde has sacado esa ganzúa? —le inquirió extrañado él.

—¿Ganzúa? —repitió ella mirando la aguja— ¿te refieres a esto?

—¿No sabes lo que es? —la típica sonrisa de Tony volvió a su rostro, esa sonrisa que ella recordaba de hace mucho— es para justamente abrir cerraduras.

Ella se tomó un momento para sorprenderse. La pitonisa supo desde el principio todo, supo incluso el uso que ella estaba destinada a darle a la aguja para salvar a Tony, y para ello necesitaría una herramienta precisa para esta tarea. Sonrió, envalentonada. Volvió a sentirse segura por un instante.

—Que curioso. —murmuró. Si Tony la escuchó, volvió a guardar silencio.

Después de unos segundos, Rachel suspiró, las preguntas bullían en su interior y necesitaba con desesperación saber lo que estaba ocurriendo. Lo que Geoff le había dicho aun le resonaba en su cabeza, y no entendía como era que todo esto se había producido exactamente. Ahora comprendía, por su puesto, la razón de la borrachera de Tony pero no porqué demonios estaba ahí. ¿Habría sido un intento de suicidio o algo así? Ella lo miró, disimuladamente, Tony se veía terrible, y ella estaba segura de que así era como se sentía: terrible.

—¿Porqué lo hiciste?

Tony la miró de nuevo sin comprender— ¿Qué crees que hice?

—Emborracharte y meterte en el bosque.

Él pareció pensarlo, como si tuviera que traer recuerdos de muy lejos en su memoria para contestar a esa pregunta.

—Puedo contestarte a lo segundo —murmuró al fin— pero aun así no estoy seguro de si fue real.

El chasquido de la aguja en el interior del candado resonaba rítmicamente, si atendía a la lógica, se suponía que habría pistones que soltar a base de cuidadosos toques. De vez en cuando acercaba el oído a la cerradura y luego volvía a intentar, cuando se soltó el primero, ella sonrió. Él, por el contrario, negó con la cabeza.

—Olvídalo, es claro que tú no estabas ahí.

—¿En donde no estuve?

—Ya había alucinado contigo anoche... —inmediatamente dio señales de arrepentirse por haber dicho eso, pero no lo retiró ni se corrigió— por eso es que no pensé que fueras real cuando te vi hace un momento, menos así como te ves.

—¿Pero a qué te refieres? ¿Me viste antes? ¿A mi? ¿Estas seguro?

Él volvió a pensárselo y desvió la mirada un momento.

—¿No lo recuerdas? —le preguntó a ella y Rachel negó— entonces tuvo que haber sido otra alucinación.

—¿Pero de qué se trataba? —le insistió.

—Tú fuiste la que me trajo hasta aquí.

Rachel había estado manipulando con cuidado la aguja en el ojo de cerradura de sus grilletes, intentando hacer algo por abrirlos y que él pudiese disponer por lo menos de uno de sus brazos. Cuando dijo eso, ella se quedó de piedra un instante.

—¿Quieres decir que viniste hasta aquí porque yo te traje?

—Se podría decir que si —se encogió de hombros, alzó una ceja— ¿No eras tú? Bueno, olvídalo. Estaba alcoholizado, no es la primera vez que te veo en el rostro de otra mujer...

Rachel sonrió ante el gesto de arrepentimiento de Tony al revelar demasiada información cuando no debía. Era extraño, pero podía no ser nada, a lo mejor había caminado semiconsciente y probablemente había caído por equivocación en el portal del sexto árbol. Sólo que era mucha casualidad. A menos de que alguien lo hubiese atraído hasta ahí y él en su estado tan miserable lo hubiera confundido con alguien más. Con ella. 

Rachel supo que si hubiera tenido sangre, sus mejillas se habrían ruborizado de una forma violenta.

El primer grillete de la mano derecha se abrió y ella se quedó un segundo contemplando la muesca de la muñeca de Tony, en donde el brazalete de metal le había apretado de más y le había herido creando surcos en su piel en carne viva. Tras el escalofrío inicial, sin comentarios, fue entonces al segundo brazo, para repetir el tedioso trabajo de abrir la cerradura. Pero antes de que pudiera hacerlo, Tony se incorporó a medias, tembloroso y con un débil gruñido por las horas de inactividad, el dolor de espalda y cabeza, y usó ese brazo libre para atraerla hacia él. Su brazo subió por la espalda de ella y su mano tomó con delicadeza su nuca, luego su cuello y después su mandíbula.

Rachel lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendida de poder sentir el tacto suave de su piel contra su tejido y el sutil frío de sus dedos. 

Tony estudió su rostro y a cada segundo, dejaba ver incredulidad y luego algo cercano a la comprensión. Sin pensarlo, él pasó el pulgar por encima de las costuras de la mejilla derecha de ella, grandes y muy mal hechas puntadas con cáñamo negro que unían su piel de áspera tela. Observando quizá la forma en que auténticamente entraban con profundidad y salían por el otro extremo. Quizás sintiendo algo más que compasión por ella. Rachel por el contrario, tenía la mente en blanco. Todos sus pensamientos saltaron por los aires cuando Tony deslizó el pulgar por la curva de su mejilla y luego por encima de su labio inferior con una delicada caricia. Una temblorosa oleada de sensaciones recorrió su cuerpo.

Se dio cuenta de que los ojos de él no habían cambiado, tenían ese tono claro, esa profundidad inteligente y ese ligero orgullo. Rachel se sintió desnuda ante esa mirada atenta, pero descubrió que no le desagradaba sentirse observada por él. 

—¿Ahora puedes creerlo? —le preguntó, convencida de que el calor de sus mejillas era debido al contacto humano de la piel de Tony con ella, pesar de él estar tan frío. 

—Ahora estoy confundido. —suspiró él, frunciendo ligeramente el ceño.

Ella alzó su mano a la de él para apartarla de su rostro, porque era demasiado para soportarlo y había poco tiempo, pero él entrelazó sus dedos con los suyos. Ignorando el dolor que seguro debía provocar mover de cualquier forma la mano, con esas heridas ligeras pero considerables en sus muñecas. Quizá cuando sintió que era como sostener una especie de almohada o cuando las hojas secas de su interior crujieron, Tony la soltó a penas, para verla a los ojos pero sin soltarla completamente. 

—¿Acabas de crujir?

Ella asintió, aún algo aturdida por el arrebato de él. Y se soltó por completo para dirigirse por fin al grillete del otro brazo, intentando fingir que nada había pasado. Esta situación se estaba volviendo demasiado difícil. 

—Soy una muñeca de trapo. Estoy rellena de hojas secas, tal y como Sally en la película de Tim Burton. Es algo bastante poético o tal vez patético, depende de como lo veas. —le empezó a contar ella, con vaguedad para que no se diera cuenta de cuánto la había afectado ese toque— no siento ningún dolor ni tampoco puedo morir, por lo visto. Porque es como si estuviera un poco muerta. Sin embargo, hay un corazón, mecánico quizá, que late también en mi pecho. Puede que perder mis hojas sea como desangrarme y entonces si pueda morir, pero créeme que no quiero averiguarlo. 

—¿Puedes mostrarme?

Rachel se mordió el labio y esto atrajo la atención de él a sus labios— ¿Qué?

—¿Ese relleno de hojas secas?

—no es necesario. 

—Pero puedes hacerlo.

—Si —murmuró ella.

—Entonces podrías mostrarme.

Ella sintió calor en sus mejillas ¿porqué le daba vergüenza que Tony viera que ella ya no era humana? después de todo, eran solo hojas de otoño y a los demás chicos ya se las había mostrado cuando recién la habían lastimado. No era algo desagradable como lo que se movía en el interior de Geoff y que ella no se atrevió a averiguar lo que era. Quizá le avergonzaba por quien era Tony y lo que sentía por él, y que a pesar de todo se sentía como una adolescente a su lado, inmadura e inocente. Finalmente, se encogió de hombros y detuvo su tarea para alzar su blusa rota, desvelando solo lo necesario, la venda improvisada.

—Me hirieron, pero antes de que digas algo, estoy bien. Solo que algo me dice que debo evitar que las hojas secas se escapen de mi interior. —Tony pareció querer insistir, pero ella no estaba dispuesta a mostrarle nada, no si aun sentía su corazón mecánico desbocado por su cercanía— Pero no cambies de tema, Tony ¿Cómo es que me seguiste hasta aquí si yo entré después que tú? 

Ella bajó la blusa, cubriéndose, y Tony se encogió de hombros.

—Pudo haber sido mi imaginación.

—Bueno, no importa. —aceptó ella— hay que sacarte de aquí, simplemente. Si no, todo lo que hicimos no servirá de nada.

—¿Hicimos? ¿Hay alguien más aquí contigo?

—Los chicos... —Rachel se preguntó si era buena idea preocuparlo diciéndole el triste destino de sus amigos, pero él siguió preguntando hasta que ella lo dijo— Layne, Geoff, Eli, Earl, J y ese chico más reciente, Cesar. Todos estamos aquí. 

Desde el primer nombre Tony adquirió una expresión sombría— ¿Porqué están aquí?

—¿Tú que crees? —gruñó ella desesperándose levemente por no poder soltar el segundo grillete, tarea a la que había vuelto para evitar mirarlo directamente a la cara, seguía nerviosa y avergonzada. Se obligó a fingir respirar con lentitud una y otra vez, aunque el aire no circulase por su interior, la tarea la relajaba.

—Ellos vinieron a salvarme —cayó en la cuenta y un deje de preocupación tiñó su voz normalmente indiferente— ¿Dónde están? ¿Porqué estás tú aquí sola?

Rachel abrió por fin el segundo grillete, encontrando al sacárselo las mismas heridas leves que presentaba en la otra muñeca. Se detuvo a observar los grilletes, descubriendo un borde afilado en los mismos con rastros de sangre que hicieron que su estómago se encogiese. Sin más pensamientos, bajó hasta los pies mientras hacía tiempo para responder a lo que Tony le preguntó antes, que por la impresión casi había olvidado.

No tenía muchas ganas de revivir todo lo que le había pasado a ella y a los demás, los guardias, los túneles, las alabardas, la pelea con los licántropos, la niebla... había sido bastante traumático. 

—Son monstruos ahora... No todos como yo, si es lo que piensas. Solo Geoff tuvo un destino parecido al mío. Creo que Eli te hará sonreír y J te asustará, pero no te preocupes, siguen siendo ellos mismos, su personalidad no ha cambiado. 

Tony dejó la mirada perdida en el vacío unos instantes. A lo mejor intentó procesar esa idea, pero fracasó y regresó al tema principal.

—Vinieron todos a salvarme... —repitió incrédulo— ¿Porqué? 

—¿Porqué razón sería, tonto? —se exasperó ella, pero una sonrisa de cariño involuntario asomó en su rostro— Porque eres nuestro amigo. Y te amamos, hemos corrido mil riesgos diferentes para llegar hasta ti y... El precio por encontrarte nos ha sido muy elevado. Si tú no hubieses estado persiguiendo una alucinación... 

Se obligó a detenerse. No, Tony no tenía ninguna culpa por lo que les había ocurrido, todos, hasta ella, estaban ahí por voluntad propia. Tony permaneció en silencio otro rato más, sin contradecirla ni tampoco allanarse a su veredicto. Sólo se oía el sonido metálico de la aguja chocando con el interior del cerrojo en el grillete hasta que Rachel logró destrabar el del pie derecho. Las mismas heridas de las muñecas hicieron acto de presencia en el tobillo tan pronto retiró el brazalete, pero esta vez no se detuvo a examinar ni por un segundo la sangre ni en su piel ni en el grillete. Prosiguió tacita e inmediatamente con el siguiente y fue cuando Tony volvió a hablar. 

—Les debía mucho desde antes de que hicieran esto. 

—Ahora también les deberás la vida. —la irritación se desvaneció y ella sintió algo parecido a la esperanza, se encontrarían con los chicos pronto— Habrá que buscar a algunos de los chicos que faltan pero eso será fácil si estamos el resto juntos. O eso espero. No me fue difícil encontrar a J, Earl y a Eli. O a Geoff. 

Tony terminó por sentarse y llevarse las manos a la cabeza y a los ojos. Presionando y tallando para intentar quitarse de encima el estado miserable en el que se encontraba, pero por supuesto, no logró mucho. Rachel tuvo una visión clara de las heridas de sus muñecas que no soportó, por lo que bajó de nuevo la mirada.

—Mencionaste algo sobre mi corazón.

Rachel volvió a morderse el labio ¿era lo mejor decírselo todo? podía asustarse. No, no hacía falta que lo supiera tan rápido, apenas lo había encontrado.

—Después, Tony, ahora tenemos que salir de aquí.

Un quejido se coló en la celda. Rachel se incorporó para mirar a Tony, él le devolvió la mirada con una expresión parecida a la suya. Estaba claro que ninguno de los dos lo había producido. Antes de que pudieran intercambiar más palabras, el aliento de Tony se hizo visible, convirtiéndose en una voluta de vaho, y el frío se extendió a su alrededor. Entonces, de la pared tras de Rachel, una luz opaca entró a la celda.

Rachel, inconscientemente, sacó la aguja, ganzúa o lo que fuera, de la cerradura y la empuñó  como un arma a la luz. Era un fantasma, semi traslucido, con los bordes algo turbios, pálido como un muerto y brillando con la claridad mortecina del alba. Entonces ambos se dieron cuenta de que conocían al espectro. Era Layne.

—Siempre creí que Scrooge exageró cuando vio a Marley traspasar su puerta —comentó Tony, con la voz extraña por ese momento de espanto— no volveré a juzgarlo nunca más.

Rachel no evitó echarse a reír— ¡Layne! ¿Cómo... cómo es posible? No he visto fantasmas en el pueblo.

Layne se acercó a ambos, flotando y los reconoció tras unos instantes. Una expresión de alivio suavizó sus rasgos de alma en pena para luego devolverlos a su anterior angustia.

—¿Qué hicieron contigo, Rachel?

—No importa ahora, Layne, no importa —negó ella dedicándole una sonrisa— encontré a Tony ¿Lo ves? y ahora tú estas también aquí. 

Layne en efecto estaba contemplando a Tony con ojos angustiados. Se acercó a él y Tony tembló en respuesta.

—Tío, que fría alma tienes —tosió.

—Eres tú —Layne soltó una carcajada y la angustia desapareció totalmente de él— realmente eres tú.

Chapter 14: *MENSAJE A LOS LECTORES*

Chapter Text

¡Hola a todos!

Muchas gracias por llegar hasta aquí con la lectura, espero que les esté gustando, porque a mi en lo personal me gusta mucho. Está mal de mi parte decirlo, pero creo que es hasta ahora el mejor fanfic que he escrito. Y no obstante, no estoy segura de saber exactamente lo que me proponía con esta obra cuando la inicié, porque como va hasta ahora no era ni por cerca como lo imaginé al iniciar a escribirlo. Normalmente los libros nunca se parecen a lo que los escritores imaginan, nunca son iguales a esa idea semilla, porque en el proceso cambias una cosa u otra y te queda algo completamente diferente con una ligera similitud a lo que se planeó... Por lo menos así me ha pasado siempre a mi.

Y es que he tenido mil dudas de si esto o lo otro será coherente a la hora de escribirlo, si este personaje se comportaría así o si estaba exagerando una u otra reacción, si este dialogo va bien aquí o si de plano no le ponía diálogos. Ha sido bastante loco, literalmente me he tirado semanas con la cabeza en las clases y con una especie de ventana suplementaria abierta a esta obra todo el tiempo, alerta a lo que se me ocurría, en busca de una solución a cada problema a la que yo misma los metía. 

He llegado a soñar con lo próximo que escribiré en el siguiente capitulo, literal, han danzado esqueletos, murciélagos, muñecos de trapo, orcos, diablillos, fantasmas en mi cabeza por un par de meses y por supuesto, he escuchado todas las canciones de voiceplay en bucle, una y otra y otra vez sin cansarme para inspirarme. He llegado a incorporar cosas que he vivido en mis aventuras oníricas de casi todas las noches, he escrito entre clase y clase, entre insomnio e insomnio, mientras almorzaba o cocinaba, mientras limpiaba la casa o le daba de comer a mis gallinas, mientras trabajaba o estaba con mis compañeros. Y aun así, he borrado capítulos enteros por no estar satisfecha con lo escrito en más de una ocasión. En otras, he mandado todo a volar y me he tomado un descanso. Pero era mentira que me separaría de esta obra, mi cabeza y corazón se quedaban aquí aunque yo estuviera en la universidad o en medio de algo importante. 

Me volví un 60% más insufrible para mi hermana porque en determinadas ocasiones no he dejado de hablar como disco rayado sobre mis planes para Rachel y voiceplay en ésta obra. A ella le agradan, pero no tanto como a mí, así que es comprensible que llegue un punto en que yo tuve necesariamente que callarme y escribirlo todo y solo mostrárselo. A ella le debo un enorme agradecimiento, porque estuve a punto de publicar capítulos llenos de errores que ella me ayudó a arreglar. A veces uno se mete tanto en la historia que se escribe demasiado rápido, y es como si no se pudiera escribir así de rápido y revisar a la vez y terminas con los errores llenando la pantalla, se van sumando uno tras otro porque tampoco te detienes a ver si te faltó un acento aquí o si esa palabra llevaba "m" o "x". Tú como escritor quieres también saber qué pasará después y ese es el meollo del asunto. 

Y si todo eso no era suficiente, me han dado como tres crisis de escritora mientras lo escribía... lol.

Pero por supuesto, tras incontables penurias, puedo decirles que lo que tienen frente a sus ojos es otra obra de la que estoy entera y absolutamente orgullosa. Quizá algunos escritores amamos más las obras que más nos han costado engendrar a las fáciles que terminamos a la semana o al mes, no lo sé, pero algo así es como se siente. Que a medida que el reto sea mayor, mayor es la diversión al crearlo, al vencer obstáculo tras obstáculo y lograr conducir a los personajes hasta la siguiente salida. Transformarlos, tergiversar sus realidades hasta que la situación sea del todo desesperada y sean ellos los que rompan la pared para escapar en lugar de usar una puerta común y corriente.

Mi hermana y yo nos hemos reído mucho planeando la trama, la historia de fondo y lo que viene a continuación, que es de mis momentos favoritos. Yo, con mi tendencia al sadismo, lo épico, lo trascendental, lo profundo en mis libros y ella insistiendo en que tengo que tratar a los chicos de Voiceplay de la mejor forma posible y que no los lastime. Yo, emocionada con las escenas de acción y aventura, teniendo que contenerme para no derramar la preciada sangre de los protagonistas, ella repitiendo lo mucho que le parecen inmorales las acciones de los protagonistas, que yo me empeñé en acercar aunque nada los unía más que un pasado turbio plagado de especulaciones creadas por mi mente desequilibrada.

Ha sido toda una experiencia volver a escribir a los chicos de Voiceplay y a Rachel, lo he tomado como un reto de vacaciones, que se extendió demasiado, y me he divertido como nunca. Le he puesto tanto corazón, que no sé si en algún momento tenga la fuerza para publicar el capitulo final y darla por terminada, porque al terminar un capitulo ya estoy pensando en el siguiente y en el siguiente después de ese y en el final y en lo que pasará cuando... Todo está en mi cabeza, en mis libros de notas, en anotaciones al margen de mis notas de la U, en documentos en mi computadora y en la lista de la compra junto al maíz de las gallinas y la comida para los gatos.

Esto es una pasión terrible, pero sublime, que me resistiré a dejar. Cuando inicié, ya estaba pensando en el final y cuando creé la mitad del libro, supe que sería un preludio maravilloso.

Siento que los fanfics son la mejor forma en la que un escritor puede retarse a sí mismo, tomar personajes que conoce muy bien y llevarlos a sitios a los que nunca han ido para ver si se es capaz de retratarlos en problemas y luego tener el ingenio suficiente para sacarlos de ahí.

Y, en resumen, yo creo que he crecido como escritora con este fanfic tan corto, y que siento un cariño aun más grande por Voiceplay, por Rachel, por Tony y todo este universo ahora que me he vuelto a sumergir en ellos.

Quiero disculparme por los momentos en los que me ausento y dejo de publicar. Mi estado emocional no es lo que se pueda decir saludable, todo lo contrario, y eso afecta mi escritura de formas extrañas, hilarantes y patéticas. Ya he experimentado lo que es hilar un texto bajo los efectos de la depresión más oscura, y sé que eso se quedará para mis novelas de wattpad o inkspired. Sin mencionar que mi defecto profesional más estorboso es mi perfeccionismo, no solo busco escribir bien, estar satisfecha con lo que leo, sino que me transmita los sentimientos correctos. Y esto de ser escritor es un arte, se toca a las personas con ello, y si puedo hacerlos felices como nadie me hace a mi feliz, ¿porqué no hacerlo lo mejor posible?

La universidad tampoco ha sido de mucha ayuda. Solo cuando los exámenes se interpusieron en mi escritura, entonces comprendí porqué muchos dejan la vida académica para dedicarse específicamente a sus artes, aunque éstas no les den ni qué comer. Donde yo vivo, por ejemplo, te mueres de hambre si no estudias como si lo haces así que no me queda mucha opción lol es cuestión de balancear el tiempo y de reducir las pasiones a meros pasatiempos. Por ahora.

Luego de aburrirlos con mi vida, paso a lo importante. Agradezco especialmente a Mélodie malone y al resto de los lectores maravillosos que se han detenido en esta historia y le han dado una oportunidad. No estoy segura de que les esté gustando, yo espero que sí, pero si no, no es ningún problema. Sé que mis ideas siempre se han caracterizado por ser divergentes hasta la muerte, van a contracorriente y no se conforman nunca con la realidad. Así que el hecho de que le desagrade a alguien es completamente normal y esperado, y si quieren decírmelo, no hay ningún problema, mi estado de animo ya no puede empeorarse más. Todo lo contrario, me ayudan a mejorar como escritora, que al final, es el fin de todo esto.

Así que exprésense en comentarios y digan lo que piensan, aquí no vamos a infringir derechos fundamentales... lol

Pero... me temo que debo admitir que no me arrepiento de nada de lo que he escrito aquí. Yo imaginaba juntos a Tony y a Rachel desde que vi por primera vez el fantasma de la opera hace seis años. Cuando metiéndome en el viejo y abandonado Instagram de Tony, descubrí esa foto de hace años de ellos dos juntos con ese hashtag #LoveOfMyLife. Me encantan juntos y entiendo que hayan personas que tengan el efecto contrario, como mi hermana, que prefieren ver a Tony con cualquier otra persona, incluso un chico guapo como Geoff, lo que no está nada mal tampoco, por cierto. Porque ¿quien no quiere a Geoff en mayor o menor medida? 

No obstante, en mi humilde opinión, a mi si me gustan juntos, Rachel y Tony, por eso es que he querido escribir esta historia, porque no encontré fanfics de ellos cuando busqué. He sido pionera en muchos fandoms de todo tipo, así es como me introduje en este mundo de la escritura, porque mi mente es abierta y estoy en todo y en nada a la vez, así que entrar en este fandom y no encontrar una sola historia aquí en Ao3 de Tony y Rachel juntos, me supo amargo, e inmediatamente me puse manos a la obra.

Aunque sea para que haya un solo fanfic del tema, ya me doy por satisfecha. Esa era mi idea. No creí que me enamoraría tanto de esta historia ni que significaría tanto para mí...

Todo lo que van a encontrar aquí lo he hecho con corazón, le he puesto tiempo e imaginación, y he escapado de mi vida aburrida de universitaria sola, depresiva y exagerada para acompañar a mis héroes en otra aventura que he disfrutado como propia en todo momento. Me he divertido tanto escribiendo esta obra, que tengo la certeza de querer seguir escribiendo fanfics Voiceplay otra vez y hasta que me sea posible. Si puedo contribuir a esta pareja imposible que ya nadie shippea, mil veces mejor. 

A veces olvido que el mundo es tan grande, y ver comentarios en otros idiomas es toda una alegría para mi. ¡Me hace mucha ilusión ver hasta que parte del mundo son leídas mis historias! Y también me hace sentir más insignificante que de costumbre, pero esta vez en el buen sentido. De verdad, muchas gracias por leerme y disfrutar (o no disfrutar) lo que escribo... lol.

Pero ya, en serio, fuera de bromas... Realmente albergo la esperanza de que lo que lean en esta historia sea de su agrado por lo menos en un 10% y si es así, voten y dejen algún comentario expresando como les hace sentir a ustedes esta obra loca de "pesadilla"

Sin más que decir, deteniendo mis divagaciones por hoy, esperen pronto los siguientes capítulos. Porque quien sabe, tal vez pueda sorprenderlos.

¡Muchas gracias por sus lecturas y su apoyo!

Chapter 15: 13: La puerta de la celda

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—Eres tú —Layne soltó una carcajada y la angustia desapareció totalmente de él— realmente eres tú.

—¿Quién más podría ser? —le sonrió incómodo, pero a leguas se veía que él también estaba feliz por verlo. 

—Yo que sé. —hizo un gesto de restar importancia mientras reía— da igual, hermano ¡Estás... vivo! Iba a decir que estabas bien, pero pareces un vagabundo. 

Tony abrió la boca para hablar pero la cerró y alzó una ceja. No obstante, él también sonrió. 

—Supongo que tienes razón. 

—Créele —lo secundó Rachel— nunca te has visto peor. 

—Rachel, cuando quiera tu opinión te la pediré —dijo él con brusquedad, si bien no parecía enfadado, sino divertido. Ella sabía que estaba jugando, en sus palabras sonaba una sonrisa. 

Ella se la devolvió con una autentica y decidió seguirle el juego. 

—Ten cuidado, Tony, hemos llegado hasta aquí y podemos irnos sin ti. 

—No pueden —esta vez sonrió también dedicándole una mirada— por qué soy la razón por la que están aquí. 

—Tiene razón, Rachel ¿en qué estás pensando? 

Ambos miraron a Layne, la miraba con gesto interrogante. No había captado que lo que decían no iba en serio. Ambos se rieron entre dientes. 

—Era una broma, Layne, no te pongas así. —se disculpó ella y se apartó un poco de ambos, centrando su atención en el cerrojo del pie de Tony. Sabía que ahora lo que necesitaban ambos era un instante de soledad para que el fantasma le dijese cuanto lo había extrañado. 

Y así fue, Layne volvió a flotar alrededor de Tony y a decirle cuánto había temido que los monstruos se lo hubieran comido vivo y sin ensalada para ese momento. Le hizo saber, y le recalcó, que realmente él no estuvo nunca asustado, aunque los demás miembros de la banda se estaban desesperando, pero que Layne siempre había sido valiente y lo había defendido cuando los demás querían dejarlo y tratar de regresar sin él a casa. Tony sonrió, enternecido, pero ligeramente incómodo ante la alegría de su amigo por encontrarlo. El aire de la habitación volvió a su temperatura normal mientras se concentraban en cosas buenas y el vaho del aliento de Tony dejó de ser visible poco a poco.

Layne tenía esa habilidad de hacer sentir mejor a todo el mundo y por lo visto más aún a su mejor amigo. Tony sonreía levemente, cansado y con una expresión de pacífica felicidad, todavía con náuseas y pálido como un cadáver, pero tan feliz como su condición le permitía.

El fantasma literalmente flotaba a su alrededor emocionado y en una ocasión hasta trató de abrazarlo, pero se dio cuenta de que era inútil, porque estaba claro que lo atravesaría. Le contó en su lugar otros acontecimientos aislados sin seguir la línea de sucesos, como el bosque de los ahorcados o el comerciante. Cuando mencionó que los hombres lobo los rodearon y que ellos lucharon valientemente en su contra, aún a costa de más de un mordisco, Layne le señaló el hombro herido mostrándole los retazos de tela desgarrada y la sangre plateada. 

Entonces la expresión de Tony cambió en un parpadeo. 

—¿Estás muerto, Layne? —exclamó con una repentina preocupación en él— ¿la herida te mató y por eso eres un fantasma? 

Layne se tomó un segundo y luego se encogió de hombros.

—No, no lo creo. No recuerdo haber muerto en ningún momento —le restó importancia— salvo hace unas horas, en la cámara de gas. Pero lo dudo, fue demasiado rápido como para catalogarlo como muerte.

Ante el desconcierto de Tony, Rachel hizo chasquear por fin el cerrojo del último grillete, el que sostenía su pie sin zapato. Al darse cuenta de que estaba libre, Tony dio una patada a los grilletes y lanzó una maldición por el dolor. En ese tobillo también estaban las mismas heridas del resto de sus miembros. Rachel no se detuvo a mirar esas heridas, no quería sentirse peor ahora, así que sacó la ganzúa del cerrojo.

La verdad es que estaba aterrorizada, sus propias manos le temblaban, todo en ella estaba pensando a toda prisa: ¿Qué harían ahora?

Ya habían encontrado al borracho que habían venido a rescatar, pero la nueva meta a alcanzar era sacarlo de ese enjambre de túneles y mantenerlo a salvo en todo momento. Había que recordar que ahora todos ellos estaban un poco muertos. Pero Tony seguía siendo tan mortal como siempre y un golpe cualquiera o un tajo como el que Rachel tenía en su estómago él no lo soportaría en ningún sentido. Esas heridas en las muñecas y tobillos, tan cercanas a esas venas importantes, eran de cuidado.

Apartó esa idea de un manotazo, era perturbadora. Sintió la tan conocida opresión en el pecho y ella también alzó la vista a la herida del hombro de Layne. Hasta entonces Rachel no había comprendido que lo que cubría a su amigo traslúcido, esas manchas plateadas, eran todas de sangre. Había sangrado tanto como ella había imaginado, la mancha plateada bajaba hasta pegar la camiseta al pecho del hombre y sus brazos y cuello también tenían manchas iguales. 

Que tan cerca había estado realmente de la muerte, eso quizá nunca lo sabrían. 

Ella tragó en seco y bajó la mirada.

Había sentido en su interior un sentimiento cálido y reconfortante al ver a Tony intercambiando frases tontas con Layne. Fue una sensación de cotidianidad bastante agradable. Era un paso de regreso a la normalidad en algún sentido, si no se tomaba en cuenta que era Tony en las peores condiciones en las que lo había visto nunca y Layne literalmente flotando a un palmo del suelo con sangre plateada manchándole la ropa. 

Ahora sintió una profunda congoja y culpa. 

—¿Cómo es eso de que estuvieron en una cámara de gas? —replicó Tony lanzándole a ella una mirada significativa— Layne está bromeando ¿no es cierto? 

—Te dije que habíamos pasado malos ratos para llegar a ti —apretó los labios y se puso en pie, incapaz de continuar mirando a Layne. 

—Pero tan malos como para estar al borde de la muerte... —siguió diciendo el hombre de ojos claros con visible incredulidad, se volvió al fantasma— ¿me estás tomando el pelo?

Layne se sonrió divertido, negando— No, no tengo razones para hacerte una broma ahora. 

—Pero te estás riendo —lo miró entrecerrando los ojos— eso no es una señal de honestidad.

Layne en respuesta volvió a reírse. Rachel llegó al otro lado de la celda, hasta la puerta con las barras de metal. A su mente regresaron todos los eventos que habían acontecido desde que entraron al bosque. Toda esa experiencia bastante traumática tenía que servir para que ahora supieran qué hacer, no obstante, parecía como si ahora más que nunca ella tuviera la mente en blanco completamente.

—Rachel, dime la verdad ¿este Gasparin me está mintiendo?

Ella lo volteó a ver. Tony tenía esa expresión con una ceja alzada y el gesto de estar esperando una respuesta convincente, mientras Layne se seguía riendo.

—No, no te está mintiendo —ella también sonrió apenas, pero volvió a ponerse seria inmediatamente— no fue nada divertido. Fue como si los pulmones se estrujaran como hojas secas.

Layne detuvo su risa y la miró a los ojos. Los suyos resplandecían con un brillo opalino y cuando habló su voz pareció llegar desde lejos, como el eco que regresa tras rebotar con la pared del recóndito fondo de una cueva. 

—Yo sentí otra cosa. Fue como si después de inhalarlo, ya no pudiese ni siquiera hacer el movimiento de la respiración. Fue como ser vaciado desde adentro. Como si en mi interior ya no hubiera nada. 

Tony se tornó más pálido que antes y sus ojeras se notaron como dos medialunas oscuras en contraste con su piel. Bajó la mirada y guardó silencio como ellos dos. Rachel se sintió arrepentida por haber cortado la diversión del reencuentro tan rápido, porque hasta ahora había habido risas y bromas estúpidas como cuando antes, antes de todo.

—Soy una aguafiestas. No debí haber dicho eso.

El brillo del fantasma había bajado de intensidad, pero negó amablemente— Nada de eso, era algo que tenía que decirse en algún momento. Pero si te parece bien, preferiría cambiar de tema.

Rachel asintió y se volvió a la puerta, mientras trabajaba abriendo el cerrojo les contó como los demás estaban bien, como los había encontrado a unos de una u otra forma. Les explicó las transformaciones que cada uno había tenido y las formas en las que las ventajas los estaban ayudando a seguir a través del laberinto. Y volvió a explicar el desgarrón de su estómago, la forma en la que había visto su relleno y como Eli y Earl la habían arreglado provisionalmente.

No le pasaron desapercibidas las transformaciones que la expresión de Tony experimentaba, toda esta conversación estaba haciendo mella en él aunque no dijera nada al respecto. No era miedo lo que expresaba, era otra cosa. No había miedo en él, quizá había visto demasiadas películas de terror como para asustarse, quizá todavía no se creía nada de lo que pasaba, quizá simplemente estuviera reprimiendo las arcadas que le sobrevenían cada tantos segundos, pero sus rasgos revelaban que sus pensamientos no eran felices. 

Era claro que le mortificaba que todo esto hubiera ocurrido por él, pero no lo iba a decir, no con palabras por lo menos, pero sus sentimientos estaban escritos en su frente para quien quisiera leerlos. Y Rachel estaba muy atenta a él, aunque tampoco hiciera comentarios al respecto.

—Es un alivio saberlo —murmuró Layne— pero debo admitir que no me extraña que ellos sigan por ahí dándoles guerra a los monstruos. En especial J, él tiene entrenamiento militar y todo. Y Earl siempre tuvo puños pesados ¿te acuerdas, Tony, de cuando en aquel show te paraste demasiado cerca de él cuando cantábamos y te dio ese guantazo sin querer? Eran buenos tiempos, hace ya muchos años, pero buenos tiempos al fin... Después de todo, hemos pasado por cosas peores y podremos con lo que se nos venga encima... ¿Verdad, Tony? 

Él asintió, ausente, pero no dijo nada.

—Yo pude salir así también gracias a que literalmente me hice más liviano que el aire y salí flotando de ese maldito pozo. —exclamó triunfal Layne. 

—¿Y ya has logrado controlarlo? —le preguntó Rachel.

—No, pero puedo reprimirlo si pienso que puedo hacerlo. ¡Ah! ¡También puedo hacer esto, miren! —ante los ojos de ambos, la cabeza de Layne desapareció de encima de sus hombros— ¡Ya no estoy...! ¿Genial, verdad?

Tony y Rachel intercambiaron miradas, Layne creía que había desaparecido al completo hasta que miró hacia abajo y pudo ver sus manos y piernas y el resto de su cuerpo incorpóreo. Luego de reírse nerviosamente, su cabeza fue visible de nuevo.

—Casi lo tienes, sigue practicando —le sugirió ella mientras volvía a su tarea con la cerradura— la verdad es que esa habilidad nos puede ser de mucha ayuda si la dominas.

—Es un poco incomodo, pero bueno —aceptó Layne y lo que desapareció a continuación fue su brazo izquierdo, luego sus pies y por ultimo el estómago.

Rachel no había escuchado a Tony en un rato desde que se mencionó lo de la cámara de gas y por un momento le asaltó el temor de que el hombre se hubiera dormido de nuevo, pero en lugar de eso, él había apoyado la espalda en la pared y miraba las heridas de sus muñecas con expresión sombría. Se veía agotado. Ella se sintió inquieta al verlo así, no le gustaba para nada.

—Estás muy callado, Tony —comentó ella con suavidad. No quería ser molesta ni tampoco insinuar más interés del debido, tenía que recordar que las cosas no habían cambiado, a pesar de que Rachel sintiese que así era por haber por fin aceptado lo que sentía por él. 

Él suspiró— No es nada. Estoy bien.

—No te preocupes hermano, saldremos de este agujero pronto —Layne era en ese momento solo un torso flotante, pero Tony sintió el frío en su hombro cuando posó su fantasmal mano sobre él, atravesándolo pero dejando tras él el frío, y el aliento de Tony volvió a ser visible ante la cercanía del fantasma— ya hicimos lo más difícil, que fue llegar hasta aquí y encontrar tu trasero. Esos monstruos tendrán que vérselas conmigo y los demás chicos si quieren tocarte.

—Te lo agradezco, —sonrió de lado, tiritando, no podía molestarse con Layne— pero no vuelvas a hacer eso. Fue horrible.

—Lo siento. Tampoco controlo muy bien esto de la temperatura, apenas lo acabo de descubrir.

—No te preocupes —volvió a suspirar Tony, tenía una expresión terriblemente desalentada, su aliento seguía flotando tras sus palabras— he vivido peores inviernos.

—Ya casi termino, chicos, solo quedan dos pistones más —anunció Rachel, sin mirarlos— en un momento podremos irnos.

—Pero mira a Layne y mírate tú misma —dijo Tony aun con la voz quebrada— no se pueden quedar así. ¿No hay forma de que regresen a ser normales de nuevo?

—No tengo problema con ser una muñeca el resto de mi vida... —dijo, pero evitó decir "con tal de que tú regreses con vida" 

No tenía que preguntarse nada ahora. Ya estaba segura de que lo que quemaba en su interior por Tony era lo mismo que sintió por él cuando eran un par de adolescentes desenfrenados. Lo sabía porque su felicidad, a pesar del constante temblor involuntario de sus manos por el temor a lo que vendría después, no se detenía en ningún momento y ahora la idea de seguir siendo una muñeca de trapo, no se le antojaba tan mal si sabía que esa desgracia se la había ganado a cambio de la vida de ese hombre.

—Yo tampoco tendría problemas con ser un fantasma el resto de... bueno, el resto de lo que viva un fantasma. Pero da igual, hermano, deberíamos estar agradecidos por ser lo que somos. Tú no has visto lo que hay arriba en el pueblo. —sonrió el fantasma. Había un eco lejano en su voz y su brillo opalino se intensificaba por momentos.

—¿Como? ¿Hay más monstruos afuera?

—Oh —exclamó Rachel— hablando de eso ¿Cómo sacaremos a Tony de aquí? Los demás podremos salir sin problema porque nos mezclaremos entre los monstruos, pero ¿y él?

—Cierto. No lo había pensado... 

—Por lo pronto lo que debemos hacer es sacarlo por lo menos del laberinto.

—Eso no será muy difícil —se encogió de hombros Layne, apareciendo por completo— o eso espero. Solo hay que hacerle algún disfraz.

—¿Y donde se consigue un disfraz bajo tierra? —pensó en voz alta ella.

—Pues si dices que Eli tiene una nueva habilidad con las manos, talvez sepa qué hacer. Puede que nos pida a cada uno una prenda y con ellas haga algo para cubrir el rostro de Tony. Podemos embadurnarlo de lodo también.

—Habrá que cubrir más que eso. Habrá que hacerlo irreconocible. Porque tan pronto como se den cuenta de que falta, lo estarán buscando por todo el pueblo. 

—¿Pero porqué Tony es tan importante para ellos?

—¡Quieren su corazón!

Layne se llevó una mano al estómago y otra a la boca reprimiendo el reflejo de una arcada que no podía acabar en vomito.

—Oh Dios... —hizo el amago de tragar en seco— ¿para qué?

—Hey, no hablen como si yo no estuviera aquí —rezongó Tony, frunciendo el entrecejo tanto como le permitía su dolor de cabeza, volviendo a ser tan fastidiado como siempre, el color sutil de su piel volvía a colorear sus mejillas— están hablando de mi y yo sigo aquí ¿lo olvidan? ¿Porqué quieren ellos mi corazón, Rachel?

Ella dejó lo que hacía para volverse y mirarlo por enésima vez. A este paso, no terminaría muy rápido, pero no le importaba. Tenía que decirle. No obstante, no sabía como. Lo que había dicho, lo había hecho sin pensar, efectivamente por un instante había sentido como si el aludido no hubiera estado ahí mientras hablaba con Layne de él. Ahora además de bocona, se sentía muy tonta. 

—Geoff dijo que un hombre lobo le dijo que quieren tu corazón para una poción. Eres el ultimo ingrediente. —confesó— Harán un ritual y se lo darán al rey calabaza.

Tony apretó los labios e inhaló una, dos, tres veces hondo y muy lento. Su aliento se evaporó en el aire en esa última respiración, y el resto de sus inhalaciones quedaron sin evidencia visible así que Rachel ya no pudo contarlas. Sus ojos pasaron de Layne a Rachel y luego al suelo. Estaba claro que comprendía y que, como Layne y Rachel, él no había pensado que la cosa fuese tan grave hasta el momento. Pero es que era peor, era de vida o muerte, y estaban hablando de una muerte horrible y dolorosa. 

Cuando nadie dijo nada, Rachel volvió a su tarea de destrabar el cerrojo, esta vez con mayor apremio. Todos querían salir, y cuanto antes llegasen a los demás y se largaran de ese infierno, antes podrían dejar de preocuparse por tantos peligros.

—Esto es una pesadilla —gimió Layne— desde que inició lo supe, la salchicha con mostaza que me comí antes de venir me provocó acidez, era un anunció claro de que se venían problemas. Pero como siempre, lo pasé por alto... Pero da igual, vinimos por ti, Tony, y lo conseguimos, te encontramos, eso ya es todo lo que yo y el resto necesitamos. No fue en vano todo si tú sigues bien.

Tony le dedicó media sonrisa— y creo que no podré nunca terminar de agradecerles.

—Yo no estaría tan seguro de eso. —hizo memoria rodando los ojos y desvelando su sonrisa de siempre, medio travieso medio divertido— Creo que Geoff dijo algo de retorcerte el pescuezo cuando te encontrase.

—J dijo también que le dará una patada en el trasero —agregó Rachel con vaguedad, pero ahogó una risa.

—¡Vaya! —suspiró Tony— eso casi me hace sentir mejor.

Los tres sonrieron ante eso, pero no dijeron mucho más. Una vez más, solo se oyó el golpeteo de la aguja dentro del cerrojo. Rachel estaba en esto ya que aunque ella podía volver a empujarse entre los barrotes y Layne podía atravesarlos con facilidad, Tony seguía siendo humano. Y la prioridad, aunque ella ya se obligara a no decirlo en voz alta, era él. Tenían que protegerlo, sacarlo de ahí, aunque les costase otra desgracia futura.

Ella sabía que Layne también sentía ya sobre sus hombros el peso de esa desgracia profetizada por la pitonisa. Estaba claro. No tenían que detenerse a pensarlo, bastaba con alzar una mano frente a los ojos para percatarse del cambio, del precio que ahora pagaban. Y ahora que lo pensaba, talvez si fuera cierto que el destino del fantasma fuera peor, porque él si se podría considerar muerto, aunque tanto Rachel como Layne habían asegurado lo contrario.

—Ah, Tony, por cierto, en el bosque encontramos tu... —layne se sacó de la cabeza la gorra que había llevado en todo momento hasta entonces, dispuesto a ponérsela en la cabeza a su amigo pero esta le atravesó la cabeza cuando intentó ponérsela— oh, vaya... esto es... bastante inesperado.

—Eh —murmuró Tony tímidamente en una risa nerviosa y se llevó una mano a la nuca— creo que... bueno, creo que puedes quedártela. 

—¿En serio? Pero es tu favorita.

—¿Cómo quieres que me la ponga ahora? —alzó una ceja divertido— ¡ni siquiera puedo sostenerla!

—Ah claro... tiene sentido. —se la encasquetó con un movimiento rápido en la cabeza, también tenía manchas plateadas— si vuelvo a ser corpóreo, se la heredaré a Dori. 

Tony dejó escapar una risa ahogada antes de llevar distraídamente las manos a los bordes de las muescas de sus muñecas, en donde los grilletes habían apretado de más y le habían herido creando brazaletes en su piel en carne viva. Rachel sabía que Layne y él tenían una relación muy fuerte y estaba feliz de haber contribuido a reunirlos, también estaba consciente de que Dori era como la hija de ambos hombres y que la sola mención de la niña ya hacía renacer la esperanza en ambos.

El sonido del metal al destrabarse llenó la celda: Rachel lo había conseguido, la puerta de la celda estaba destrabada.

—Vámonos de éste infierno, chicos. —los animó empujando la pesada reja.

—No estoy seguro de si quiero salir a un inferno peor —rezongó Tony entre dientes, no obstante, usó la pared para ponerse de pie con mucha dificultad.

—Da igual el sitio o el infierno si es que hay más de uno —comentó Layne— la idea es salir de aquí. Y arrastrarte afuera si es necesario.

Tony le dedicó una mirada rara que hizo a Layne reír otra vez. Rachel estaba empujando aun, no tenía previsto que la puerta fuese tan pesada ni tan dura. Lo que le pareció extraño fue que no escuchó el rechinido tan típico de esas celdas, las bisagras oxidadas por la humedad subterránea. Estaba segura de que cuando a ella la metieron en su celda, las bisagras de su puerta si chirriaron. En eso pensaba, empujando, cuando se dio cuenta de que si no chirriaba era porque de plano no se estaba moviendo ni un ápice y se le ocurrió que tal vez la puerta no era tan pesada, tal vez ella en su nueva condición carecía de la fuerza necesaria. 

Ahora ella no era más que tela, relleno, lana y dos cuentas bonitas de vidrio. Solo entonces entendió su verdadera fragilidad.

—Tony —se volvió a él que se acercó a ella, tambaleante— ¿puedes ayudarme a empujar?

—Claro —Rachel vio las muescas en sus muñecas cuando él se acercó para empujar la puerta hacia afuera y ella se arrepintió de haberle pedido tal cosa.

Sin detenerse a pensarlo, se interpuso entre la puerta y él y lo empujó poniendo ambas manos en su pecho y alejándolo mientras repetía: Olvídalo, lo haré yo. No quiero que te lastimes.

Tony alzó las cejas, sorprendido— Me acabas de decir que te ayude.

—Es cierto, yo te escuché —se rió Layne— te estás contradiciendo a ti misma.

—No quiero que esas heridas sangren de más. —murmuró acobardada, alejando sus manos del pecho de Tony con timidez.

—Ah... —entendió él y negó sonriendo— tampoco soy tan tonto, Rachel. Mira.

Y antes de que ella hiciese algo, Tony empujó la puerta con el hombro sin usar las manos hacia afuera, entonces se escuchó el chirrido que Rachel esperaba. Solo entonces entendió que no, Tony no era un tonto.

No había terminado de abrirla, cuando ambos, tanto Rachel como él fueron lanzados hacia atrás. La muñeca de trapo se incorporó inmediatamente y miró en busca de respuestas hacia la puerta. Un hombre lobo, de los que los habían traído hasta allí, se había abalanzado en contra de la reja, cerrándola al impacto. Rachel sintió un ligero atisbo de esperanza al pensar que se podría tratar de J, pero por la expresión de ese monstruo, era claro que ese ser y J no se parecían en nada.

El monstruo metió las garras entre los barrotes para alcanzar a Rachel, pero ella se arrastró por el suelo hasta Layne y Tony al fondo de la celda. 

Iba a entrar en cualquier momento, había que evitar que abriese. Rachel pensó rápido y sacó su aguja de su blusa. Cuando se puso de pie y se abalanzó hacia adelante, a la puerta, pero Tony la vio ir y la tomó de la mano, reteniéndola.

—¿Es que estás loca? ¡Te despedazará! 

—Abrirá y entrará ¿tienes una mejor idea? 

—Él no, pero yo talvez si. —Layne desapareció.

Pocos segundos después, el hombre lobo se detuvo y retrocedió. Layne le había soltado una piedra del techo en la cabeza, pero eso no fue suficiente para detenerlo, solo para distraerlo. Rachel sintió como la celda se enfriaba y cuando el lobo se dio la vuelta para intentar averiguar qué había sido eso, ella tomó la puerta y haciendo acopio de toda su endeble fuerza la jaló de regreso mientras atoraba la aguja de extremo a extremo de la puerta y el resto de la celda.

El lobo volvió a lanzarse contra la puerta y Rachel tuvo el presentimiento de que esto lo detendría pero antes de que ella albergase esa esperanza al completo, oyó el sonido del metal cediendo. El lobo era más fuerte de lo que imaginó y la aguja menos dura, no obstante, estaba resistiendo. Pero no por mucho. El hombre lobo ya se había dado cuenta de que de nada le servía molestarse por Layne, que flotaba a su alrededor lanzándole piedras pequeñas y gritándole al oído. Las verdaderas presas estaban a pocos pasos de él.

Tony tomó de los hombros a Rachel y la alejó de la puerta y del alcance del monstruo que aun podía meter las garras para atraparla. La llevó hasta el fondo de la celda, hasta que sus espaldas chocaron con la pared. Ella le agradeció con una mirada, tal era su conmoción que probablemente no se hubiera movido y el monstruo la hubiera roto en pedazos solo con una garra. Tony, en su estado y todo, parecía más activo ahora que antes, por la forma en la que la sostenía y se colocaba frente a ella, protegiéndola, le hizo recordar un suceso acaecido hacía mucho, cuando ambos eran aun adolescentes.

Esa chispa de inteligencia que esos hombres lobo poseían volvía a jugar en contra de ellos, cuando la zarpa fue hasta la aguja de la puerta para intentar zafarla.

—¿Ideas? —murmuró Layne, apareciendo a un lado de ambos, impotente.

—No hay otra salida —jadeó Rachel, mirando con apresurada desesperación las tres paredes de la celda. Nada. Ninguna vía de escape que no fuera la que el lobo cubría con su cuerpo— debí ser más rápida abriendo la reja. Lo siento.

—No podías haberlo sabido —le tranquilizó Tony— fue bueno verlos otra vez, a ambos.

Chapter 16: 14: Desgarrando esperanzas

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—No podías haberlo sabido —le tranquilizó Tony— fue bueno verlos otra vez.

—No, hermano, no te despidas tan pronto —se exasperó Layne— tiene que haber una forma de escapar de esta situación. 

—No veo más formas aquí que no sean las de morir —le dedicó una mirada poco amistosa. 

Rachel se dio cuenta de que Tony le sostenía de la mano, aun frente a ella, protegiéndola. Ella mantenía un agarre suelto y rígido, con los dedos estirados en lugar de ceñidos a los de él por la sorpresa. Él la oprimía con suavidad, como si a través de ese toque le estuviera intentando infundir valor. El peso y el calor de su mano fueron una sorpresa agradable. Rachel tenía ganas de cerrar sus dedos alrededor de los suyos y abandonarse a lo que en breve vendría, pero no obstante, no podía hacerlo. Algo en su conciencia se lo impedía, talvez el hecho de que había aun un anillo en esa mano que Tony le sostenía.

Los tres guardaron silencio cuando el monstruo rompió la aguja y la puerta se abrió. El repiqueteo de los trozos de metal rebotando contra el suelo de piedra produjo un eco largo y agudo que terminó hasta que había hecho vibrar hasta las hojas secas en el interior de Rachel.

El lobo dio un paso al interior y en su hocico, que aun mostraba unos dientes terriblemente afilados, se torció una sonrisa maligna. En sus ojos estaba encendida una llama igual de desagradable que todo en él. El gruñido que escapaba guturalmente de su garganta resonó con el gorgoteo de una risa socarrona. Los tenía. Los mataría, y por la forma en la que los miraba, era obvio que sería de forma lenta y dolorosa, disfrutando cada instante.

—Layne, ve con los demás. —la firmeza y claridad de la voz de Tony los sorprendió a ambos— búscalos y que salgan de este infierno. Rápido, no hay mucho tiempo. No quiero que veas esto.

—Con todo respeto, hermano, puedes irte al demonio si crees que te dejaré.

Rachel los vio intercambiar una mirada desafiante en la que era obvio que se dijeron muchas cosas que solo podían decirse dos amigos que eran como hermanos. En esa mirada, Layne terminó flaqueando finalmente, su expresión cambió a una de frustrada impotencia.

—No, no los dejaré si puedo hacer algo. —Layne se rehusó con violencia rompiendo el contacto visual y adelantándose hacia el monstruo sin saber qué hacer. 

—No seas tonto, ya llegaste hasta aquí y lo aprecio mucho. —Tony decía esto sin mirarlo, con la misma intensidad con la que Layne se resistía— lárgate ahora, vete. No quiero que veas lo que nos pasará... Fue bueno verte por ultima vez.

Layne se dio cuenta en pocos segundos que realmente no había alternativas para él y tampoco quería quedarse a ver el final de sus amigos. Con los labios apretados volvió a negar antes de retroceder y atravesar la pared por la que había entrado antes. Rachel entonces supo que Tony intentaría convencerla a ella también, por lo que antes de que él lo intentase, ella cerró sus dedos alrededor de los suyos y apretó su mano con la misma firmeza con la que Tony había hablado antes. Cuando sus ojos se encontraron, ella le hizo entender que no se iría, que a ella no la echaría así no más.

Tony no dijo nada, no se atrevió, solo apartó sus ojos claros y miró al hombre lobo que seguía riendo, esta vez más estrafalaria y fríamente.

—Dos amantes que se rehúsan a abandonarse, prefieren la muerte antes de separarse. —intervino con voz asqueada— creo que se han equivocado de historia, porque esta no tendrá final feliz.

A Rachel se le antojó repugnante el tono del monstruo, insufrible. Pero mantuvo la boca cerrada, buscaba la forma de salir de esta situación, si algo le había enseñado la poca experiencia que tenía con estos guardias, era que parecían buscar divertirse en todo momento antes de disponerse a matar o lastimar y que si podían, infundían el terror y la tensión hasta que sus victimas no podían más.

Un escalofrío la recorrió. Daba igual, lo mataría y de paso la destrozaría a ella como a una muñeca inanimada de trapo, no había salida. La puerta, aunque había quedado abierta, estaba bloqueada por el hombre lobo, y no había forma de pasar sin que el monstruo los atrapase. A menos de que uno lo distrajese y el otro escapase. En dado caso, solo uno salvaría la vida. Y Rachel ya sabía quien tenía aun vida qué salvar. 

De un tirón, se soltó del agarre de Tony y corrió en circulo a la derecha del monstruo. Éste la vio venir y le cerró el paso. Sus puntiagudas orejas se pegaban a la cabeza y se hallaba encorvado para saltar sobre ella, de los dientes escurría la baba oscura. De un vistazo rápido vio la cara de confusión desesperada de Tony, se había quedado pasmado de la impresión.

—No te quedes ahí ¡Escapa! —le gritó Rachel, antes de que el hombre lobo se abalanzara sobre ella.

Tuvo solo un segundo para apartarse, pero lo usó para avisar a Tony. El Lobo la había derribado y ahora estaba sobre ella, con sus fauces a un palmo de su cuello. Estaba en la posición que Geoff había tenido antes, pero ella estaba segura de no poder esquivar esos colmillos si se cerraban en su cuello. Rachel escuchó entonces los pasos erráticos y apresurados del hombre al que habían venido a salvar, alejándose.

Suspiró aliviada. Él se salvaría y eso era lo que contaba. 

El lobo pasó grotescamente una de sus garras por la mejilla de Rachel, en un gesto que pareció una caricia, mientras se reía con más vehemencia y crueldad.

—¿Me recuerdas, muñequita de trapo? —canturreó con su pestilente hocico cerca de su oreja— tenemos algo pendiente ¿no es cierto? te creíste muy lista ¿verdad? ¿creíste que salvarías a tu príncipe? Oh, que pena. Permíteme destruir primero tus esperanzas antes de hacer trizas este rostro tan bello.

La caricia que le hacía cambió y una de las uñas, largas y afiliadas como hojas pulidas de obsidiana, se deslizó por la mejilla de Rachel y ella sintió como creaba un desgarrón en su piel de tela. No sentía el dolor, pero el miedo era real, la muerte y la tortura eran reales. Se removió desesperada, intentando alejarse del monstruo y salir de debajo de él, pero una de las garras se posó en su estomago y la presionó contra el suelo inmovilizándola. Ella llevó sus manos a esa garra para apartarla, pero todo intento fue infructuoso, su fuerza era ridículamente poca.

Rachel oyó al lobo reírse otra vez.

—Ese hombre es valioso. ¿Crees que lo dejaríamos escapar así sin más? Fuera de esta celda hay mas guardias esperándolo y no lo dejarán salir siquiera al pasillo a tomar aire. El fantasma tuvo suerte, al igual que el resto de ustedes, pero no les durará mucho tiempo. El humano pagará por su intento de escape, al igual que tú, preciosa muñequita. Solo necesitamos su corazón, podemos prescindir del resto de él.

Los brazos de Rachel dejaron de luchar.

No había servido de nada su estúpido intento de heroísmo. Ellos ya estaban un poco muertos, pero Tony todavía había tenido alguna esperanza. Que idiota había sido ella al pensar que podía salvarlo. Que idiota. Cerró los ojos con fuerza, ya que iba a morir, solo esperaba poder aislar su mente de todo. 

La garra libre del monstruo pasó a la otra mejilla de Rachel y estaba por trazar otra línea, esta vez vertical que iniciaría desde arriba de la ceja y bajaría hasta el mentón. Pero no hubo tiempo, porque entonces fue cuando un sonido llenó la celda.

Rachel no abrió los ojos hasta que sintió que la garra dejó de presionar su estómago y el aliento fétido se disipó del aire a su alrededor. 

Algo había tomado al lobo por el cuello y lo había lanzado contra la pared, el estruendo y la tierra y piedras levantadas lo confirmaron. Entonces Rachel lo vio, cuando Tony la tomó por debajo de los brazos y la alzó del suelo sin esfuerzo para apartarla. Earl había aparecido y le estaba dando pelea al hombre lobo, ahora podía con él y con más. Parecía que su nueva forma le permitía rivalizar en fuerza aunque no tanto en agilidad, su piel verdosa era gruesa ahora y sus garras no podían herirlo demasiado. Era suficiente para enfrentarse al monstruo.

Con un puñetazo más, el lobo cayó exánime al suelo como un peso muerto.

—No digas nada —le interrumpió Tony cuando Rachel separó los labios para decir algo, parecía molesto, irritado como nunca, y aliviado a la vez— ¡No quiero oírte! ¿Te das cuenta de lo cerca que estuvo de hundir sus garras en ti? ¡La estupidez que has hecho...!

La miró a los ojos con el ceño fruncido y vio su mejilla herida y su gesto se suavizó, pareció que iba a decir algo más que demostrase su frustración porque ella no le hubiera hecho caso como Layne, pero en cambio la hizo ponerse de pie con una delicadeza que no evidenció lo molesto que estaba. 

—Tenía curiosidad por ver lo que contenías —le murmuró rozando con mucho cuidado la hoja seca que se estaba escapando por ese nuevo agujero en su mejilla antes de apartar la mano con la misma rapidez, Rachel se preguntó si realmente había llegado a tocarla, el toque había sido demasiado sutil y demasiado rápido para catalogarlo como real— no creía que iba a ser de esta forma como me lo mostrarías.

Rachel llevó su mano hasta esa herida y la palpó con atención, devolvió la hoja que se intentaba escapar a su interior e hizo el amago de alisar los bordes del corte, sin éxito, necesitaba sutura y el único que podía hacérsela estaba ocupado regañándola por su imprudencia.

—¿Porqué te molestas? —que pregunta más estúpida, era claro el porqué lo estaba. Tony pareció pensar algo parecido— quiero decir... 

—Da igual, me basta que sigas con vida. —seguía pareciendo molesto, o al menos fingía estarlo, pero fue delicado con ella al limpiar el polvo de sus hombros.

—¿Esperabas que no hiciera nada? ¿En serio? —exclamó ella, retirándose de su toque más por instinto que por querer separarse de él— Layne tiene perdón porque él no puede afectar mucho en el mundo físico, pero yo si. 

—Malditos lobos —gritó Earl, evitando que Tony respondiese, se agarraba el puño con la otra mano— están en cada esquina, cada sombra y cada grieta. Vámonos, Cesar encontró una salida, lo mejor es reunirnos con él.

—Esperen, afuera hay...

—Ya les dimos a todos lo que se merecían, había muchos, pero ya nos los sacamos de encima —Earl se acercó a ella para examinar el desgarrón de su mejilla— nos diste un susto de muerte cuando no te encontramos y Geoff dijo que hiciste lo mismo con él por encontrar a este tonto. Menos mal que fuimos rápidos y que de esa herida no mane sangre, porque sino, estaríamos en problemas. 

—La que está en problemas es ella —rezongó Tony, apoyándose en la pared con una mano, su debilidad era bastante peor ahora, pero aun así se volvió a Rachel de nuevo para seguir regañándola— has estado jugando a hacerte la heroína todo el viaje y ya es hora de que pienses un poco en ti misma. 

—He estado tratando de salvarte —le corrigió ella, comenzaba a molestarse también— un simple gracias no estaría mal.

—Gracias ¿contenta? No puedes poner tu vida al merced de un monstruo por salvarme a mi. 

—¿Porqué no? 

—Porque yo no valgo nada ¿de acuerdo? —se exasperó Tony apretando los puños y perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo de un sentón brusco, no hizo el menor esfuerzo por levantarse ni recuperar la poca dignidad que le quedaba, simplemente siguió con su regaño— mi vida no vale nada, y mucho menos si es en comparación con la tuya, Rachel. Tú eres...

Se obligó a detenerse y miró hacia Earl, que los veía con la boca entre abierta por la sorpresa de que en semejante situación se pusieran a pelear por algo que claramente ya había pasado antes y era probable que pasaría otra vez: el hecho de que Rachel hiciera estupideces por salvarlo. Tony se volvió a Rachel, parecía estar tan cansado como hace un rato, cuando lo encontró. Tan abatido y apaleado por la vida como siempre. Suspiró y relajó la línea de los hombros al tiempo que cerraba un instante los ojos y pegaba la espalda a la pared. Al abrirlos pareció levemente recompuesto.

—No, no debería molestarme el hecho de que me hayas salvado. —aclaró muy despacio— Lo agradezco, es bueno seguir vivo, no sé como ni porqué, pero ha de ser bueno en algún sentido. Pero debes entender que esto no es un juego. Tú tienes un sitio al qué regresar, personas que te aman, que te extrañarán si te pierden, Rachel. Personas cuyas vidas quedarán destruidas si no regresas —le terminó de decir, luego, echándole una última mirada le murmuró— yo incluido.

Rachel apartó la mirada también. No sabía qué decir a eso, pero no podía fingir que no le importaba semejante confesión ni tampoco demostrar la revolución de sentimientos que significaba en su interior. Tony se preocupaba por ella con la misma intensidad que cuando estaban aún juntos, no hacía falta recordar que eso fue hace mucho tiempo, pero Rachel sentía últimamente que debía repetírselo para sentir ese tiempo que había pasado, pero daba igual, parecía que no hubiera pasado tanto cuando ambos se separaron. 

Earl se aclaró la garganta, incómodo y habló entre dientes. 

— ¿Qué parte de Vámonos no entienden? 

Rachel se obligó a pensar también en lo importante y asintió. Habría tiempo después, si, si sacaban a Tony de ahí mientras aun no era tarde. Luego habría tiempo para discutir esto, porque la charla evidentemente aun no terminaba.

Earl tomó a Tony del cuello de su camisa y así lo hizo incorporarse sin dificultad, para él no pesaba ahora más que un trapo seco. Después de todas las protestas irritadas de Tony, los tres salieron de la celda en silencio, no obstante, Rachel regresó sobre sus pasos y tomó las dos mitades de la aguja, ganzúa, o lo que demonios fuera y volvió con los demás. No estaba segura de porqué, pero tenía el presentimiento de que aún le podían servir de algo, no podía descartar aún que hubieran cumplido con su verdadera función. Aunque había que admitir que la aguja había resultado más útil de lo que Layne había supuesto en un principio. 

—¡Los chicos estarán felices de saber que estás bien, tío! —Earl le palmeó la espalda a Tony que lo proyectó hacia adelante con brusquedad— por fin podremos largarnos. Eras tú lo único que nos mantenía anclados en éste maldito infierno. 

—Yo estaré feliz de verlos también —consintió cansadamente él, pasándose una mano por el rostro para quitarse la capa de sudor frío— y más vale que no nos tardemos en más sentimentales reencuentros, extraño la cama de la casa de campo y las botellas. 

—Ya había olvidado tu personalidad tan especial —gruñó Earl con cierto desagrado y cierta complicidad cariñosa— pero no tardaré en acostumbrarme de nuevo. Solo espero que J cumpla su promesa y te de efectivamente una patada. 

—Oye... —se defendió Tony dirigiendo una mirada dura al orco.

—¿Antes mencionaste a Cesar? —interrumpió Rachel— ¿Lo encontraron? 

—Ah, si. —Earl sonrió, después de mirar con los ojos entrecerrados a Tony— no creerán lo que es ahora Cesar. Ese chico siempre ha demostrado ser excepcionalmente original, pero no pensé hasta donde llegaba su creatividad. Debo admitir que su nueva forma es algo extraña y personalmente me costará acostumbrarme después de... bueno, no importa. Tiene sus ventajas, como todos nosotros. Pero por supuesto, no me lo esperaba.

—¿Es algo con alas que pueda sacarnos de aquí con menos tropiezos? —inquirió Tony, sarcástico. 

—Tony, por favor. Harás que Earl se arrepienta de habernos salvado. —regañó ella con preocupación. 

—Nunca me arrepentiría de salvarte a ti, Rachel —se volvió a Tony y le sacudió un guantazo de los que Eli les había enseñado a dar en la coronilla— a ti por otra parte, con gusto te volvería a dejar en dónde te encontró ella. 

Tony iba a ladrarle algo insultante, frotándose la cabeza, pero se detuvo y les dio la espalda. Earl y Rachel intercambiaron miradas, se habían detenido para ver qué hacía Tony, pero él sólo se había quedado ahí de pie mirando al otro lado del túnel. 

—¿Qué? No era en serio, hermano, solo bromeaba —intentó explicar Earl rodando los ojos— ¿crees que después de tantas dificultades te regresaría al hoyo en el que te encontró Rachel? Eso además de estúpido, sería cruel e inhumano, cosa que yo no soy ni tampoco el resto de nosotros... ¿Tony...?¿Tony, me oyes? ¿Ahora nos haces la ley del hielo y no nos hablas? 

Entonces Tony se dobló sobre si mismo y vomitó en el suelo. Colocó una mano contra la pared de tierra mientras llevaba otra a su estómago. Era claro que su estado no mejoraba. Earl hizo cara de asco y apartó la mirada. 

—No importa, ya tienes tu merecido. No hay necesidad de llevarte de regreso a algún pozo o devolverte a los lobos. —Rachel lo interrogó con una mirada asustada— no es nada, solo está crudo, ya sabes. Por la borrachera de anoche. Se le pasará tarde o temprano, depende de su genética, de cuanto tomó anoche, de si conseguimos hidratarlo cuanto antes o no. Pero nadie muere por una resaca... O por lo menos no le ha pasado a nadie que yo conozca. 

Entonces, al túnel entraron por un pasillo adyacente Eli, Geoff, Layne y J. Todos se sorprendieron mutuamente con la visión tergiversada que todos exhibían, como fenómenos de circo, y tuvieron un agradable reencuentro mientras Tony lo pasaba mal a un lado del pasillo y sus arcadas hacían el ruido de fondo más espantoso posible. Geoff envolvió a Rachel en un abrazo de padre o hermano mayor preocupado, no sin antes haberle recordado que se lo había prometido mil veces y aun así ella se había ido sin pensarlo. Ella se disculpó, con el nudo en su garganta incapaz de llorar. Geoff le aseguró que no estaba molesto, que simplemente casi se le sale el corazón por la boca cuando volteó y encontró el túnel vacío antes. Y ambos se soltaron para que los demás la saludaran de nuevo, radiantes por encontrarla en una pieza, o casi.

—¿Cómo nos encontraron? —quiso saber Rachel. 

—Tú olor y el de Earl son inconfundibles. —se carcajeó J, muy orgulloso de si mismo, después de haberla soltado— antes no me había dado cuenta, pero ahora veo que tengo un olfato lobuno. 

—¿Si? Woo... ¿Y a qué olemos? —torció una sonrisa nerviosa ella. 

—Tú, a pesar del lodo y todo, hueles a lavanda, productos para el cabello y algo del removedor de maquillaje que seguro usaste anoche antes de venir y que huele igual al que usa mi esposa. —volvió a reír J, entonces se volvió a Earl— Tú, chico, necesitas un baño. 

Estallaron en risas hasta que una nueva arcada de Tony en su posición aislada de todos les llamó la atención. 

—¡Tony, hermano! —alzó la voz Eli acercándose a él— casi pensamos en dejarte aquí, es todo un alivio verte vivo... o casi vivo.

—¿Qué le pasó a tu zapato? —preguntó Geoff riéndose mal disimuladamente entre dientes.

—Las historias que te podemos contar ahora te dejarán pálido. —exclamó J.

—¿Más? —se rió Geoff con su voz profunda y esta vez se rió abiertamente— creo que ya lo está suficiente. ¿Tony, me oyes? Lo siento por dejarte sin supervisión antes, fue un error calamitoso de mi parte. Pero de ahora en delante te vigilaré hasta en la ducha.

—Geoff, no lo asustes ¿quieres? —se rió Earl— lo harás vomitar más.

—Le hará bien algo de temor si así aprende a no irse de la nada como Rachel. —se encogió de hombros y señaló a la muñeca de trapo— a ti te pondré un rastreador.

—Quiero ver que lo intentes —no evitó reírse ella.

—Tengo una idea mejor, se lo pondré a Tony y donde sea que esté él estarás tú también ¿no es cierto?

Rachel balbuceó nerviosamente algo que nadie entendió pero que les hizo reír a todos menos a Tony que estaba aun muy ocupado sacando todo el contenido de su estómago.

—¿Necesitas ayuda, hermano? —preguntó Layne, acercándose flotando a él con lentitud, no parecía albergar ningún resentimiento hacia Tony— cuando me echaste de la celda, vine a buscar a los demás, pero veo que Earl llegó primero a ti. ¡No sabes el alivio que representa para mí verte entero! Creí que este era el fin de nuestra amistad y que no te volvería a ver... 

—¿Te echó de la celda? —J puso los brazos en su cadera, lo que hizo a Rachel cubrirse la boca con la mano por la risa, nunca se había visto a un hombre lobo en semejante postura tan graciosa— ¿éste patán te hizo eso? 

—Si, ya lo conoces, Tiene ese complejo de superioridad que nadie le quita y cree que sus decisiones son siempre las correctas. —exclamó con sorna el fantasma— aunque debo admitir que en esta ocasión, solo en esta, tuvo razón. 

—Chicos, dejen en paz a Tony. Ya tiene mucho con estar regurgitando el estómago. —llamó al orden Eli dándole a Tony palmadas de apoyo emocional en la espalda— ya pasará, hermano, tranquilo. Cuando regresemos haré que mi esposa te prepare ese batido anti resaca que tan bien sabe hacer y estarás como nuevo.

—En dos o tres días. —tarareó entre dientes Geoff y Eli le lanzó una mirada reprobatoria— ¿Qué? La última vez conmigo así fue ¿lo olvidas? 

—Eso solo fue porque una parte del batido la vomitaste y la otra me la escupiste en la cara. 

—Yo no recuerdo que pasara así —anuló ese comentario Geoff negando. 

—Seguías estando entre borracho, dormido y sonámbulo —se carcajeó Earl. 

—Eso no pasó. —insistió. 

—Lo grabé, hay pruebas y testigos. —estalló en risas Layne y J y Eli lo secundaron. Si Geoff se hubiera ruborizado, lo habría hecho hasta más no poder. 

—Pronto regresaremos al mundo real, Tony, no te preocupes. —le decía suavemente Layne— Dori estará muy feliz de verte, querrá hacerte trenzas otra vez. Y esta vez yo la ayudaré. 

—Layne, deja de amenazarlo —ordenó Eli de nuevo autoritario— está experiencia es lo suficientemente traumatizante para él. Cuanto antes regresemos... 

—Oh Dios, nada me haría más feliz que regresar al mundo real, —resopló Earl interrumpiendo a Eli con una mueca— y retomar la parrillada de la casa de campo que no pudimos terminar por culpa de ese endemoniado murciélago y las ideas suicidas de Tony. 

—¡Oh no, nada de eso! ¡Quemaré esa casa de campo cuando regresemos! —les anunció Geoff, muy decidido— y de hoy en delante, si logramos hacer otras vacaciones juntos, serán en alguna isla paradisiaca sin monstruos de ningún tipo. Sólo nosotros, calor, arena, agua salada y tendremos a Tony en una caja para que no escape. Y Rachel tendrá la llave. 

—Te apoyamos todos —se rieron los demás. Rachel bajó la mirada ¿realmente era tan obvia? 

Si Tony los escuchaba o no, no dio señales de hacerlo cuando por fin reprimió las arcadas y se quedó jadeando, colocó la frente contra la pared de tierra y permaneció en silencio unos largos instantes en los que los demás intentaron darle ánimos. Inhalando dificultosamente, tosió y se irguió con lentitud para mirar al resto de los chicos, les entregó una pequeña sonrisa de agradecimiento, evitando la mirada de Rachel. 

—Vamos. 

Los chicos tampoco dijeron mucho más, asintieron y reemprendieron el camino, solo que sabían que en parte, ya habían hecho lo más difícil de toda su misión: salvar a éste fastidiado. Nadie lo dijo, pero todos sentían un bienestar agradable, se sentían victoriosos desde ya. Ahora debían largarse, lo antes posible. Reemprendieron el camino, en silencio esta vez, Layne y Eli iban a ambos lados de Tony, que avanzaba a paso muy lento y errático dando traspiés de vez en cuando, mientras Geoff y J hablaban en murmullos. Earl y Rachel iban al final, intercambiando palabras sueltas. 

—¿Ya han pensado en qué haremos al salir? —le inquirió ella— es decir ¿a donde iremos? 

—Creo que tendremos que averiguarlo... ¿Escuchaste eso? 

—¿Qué? 

—Creo que viene del techo... Tal vez hay más túneles arriba de nosotros. Podría jurar que escuché pasos. 

Rachel estaba preocupada, por lo que podría llegar a pasarles si no tenían cuidado. Antes se habían reído en medio del pasillo, como si no estuvieran en una situación delicada. Se llevó una mano al rostro, las hojas secas se estaban saliendo y ella no se había percatado de ello hasta entonces. Se preguntó si no estaría dejando un rastro tras de sí que los guardias podrían encontrar y usar para seguirlos. Se cubrió con una mano, y siguió a la comitiva hasta que dejaron de haber antorchas en el pasillo. 

—Esto no me da buena espina —murmuró Geoff. 

—Sonaré como disco rayado, chicos —dijo Eli— pero esta vez va muy en serio, chicos: no se separen. Tony, tú más que nadie. Es más, chicos, quiero que dos de ustedes lo sostengan en todo momento, no quiero arriesgarme a nada inesperado ahora.

El aludido no dijo nada, había estado en silencio toda la caminata. Fueron Earl y J los que lo sostuvieron de ambos brazos, uno a un lado y el otro al otro. Tony no había vuelto a vomitar, por suerte, pero estaba muy mal para éste punto. Debía descansar, pero en ese instante lo menos que debían hacer era detenerse. Rachel temía por su seguridad, podía ser que nadie muriera por una resaca, pero si por deshidratación o agotamiento. 

La obscuridad los absorbió y arropó hasta dejarlos sin ninguna visibilidad.

Ahora se encontraban juntos, de nuevo, faltaba Cesar, pero los chicos decían que él había encontrado una salida, así que solo debían ir y reunirse con él para estar todos juntos de verdad de nuevo.

Chapter 17: 15: Siete monstruos que no asustan

Notes:

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Chapter Text

Habían caminado mucho rato, o eso les parecía, cuando al final del pasillo hubo un resplandor nacarado, débil y demasiado suave para iluminar realmente. Pero una guía suficiente para que ellos pudieran seguir adelante hasta alcanzarla. Al llegar hasta él, Rachel se percató de que esa tenue claridad eran los escasos rayos de luz de luna que penetraban por los huecos de unas grietas en una de las paredes. El polvo bailoteaba en la claridad como un enjambre de hadas diminutas. 

Rachel se sorprendió. ¿Tan tarde era para que ya hubiera salido la luna? No debía extrañarle, puesto que antes el sol de medio día los acompañó todo el día hasta casi freírlos. Si acaso, lo único que seguía siendo como en el mundo normal, era el cielo y sus astros. El hecho de que sus movimientos y horarios fuesen terriblemente distintos, era otra cosa. 

—¿Dónde está Cesar? —inquirió Layne. Su voz, normalmente dulce, sonó agitada de nuevo, como un alma en pena. 

—Estaba aquí hace un momento... —comenzó a decir Eli, rascándose la cabeza, cuando una voz surgió de un extremo del túnel. 

—Oh, chicos, son ustedes ¡por fin! ¿En que ocuparon tanto tiempo? Han pasado por aquí cinco guardias ya —murmuró apresuradamente y acechó inquieto a su alrededor— y no podré seguir enterrándome ahora que ya perdí la pala. 

Rachel se quedó boquiabierta. Todos se volvieron para ver de donde venía esa voz. Layne, Rachel y Tony no habían visto aún en que se había convertido el chico nuevo.

—Bien... Esto no me lo esperaba —admitió Rachel, mirando absorta a Cesar, de hito en hito cuando se levantó. 

Cesar había estado, literalmente, enterrado en un agujero de la tierra al pie de la pared de tierra. El agujero no debía de medir más de medio metro hacia abajo, pero había sido suficiente para ocultarlo. Cuando había estado ahí metido, solo se había desarmado e inmediatamente ocupaba menos espacio que antes. Era un esqueleto como los que habían "adornado" el bosque de los ahorcados, pero con ropa, zapatos y cabello. Hasta su barba seguía de alguna forma en su mandíbula y el cabello estrambótico en su cabeza. No obstante, no era tan aterrador como se podría pensar ya que era Cesar de quien hablábamos, no podía haber muchas cosas aterradoras con respecto a él de ninguna forma. Así que el agregado de los decorados en sus huesos, como filigranas de colores vistosos, era casi casi casi hilarante. 

En resumen, Cesar era, lo que se podría decir en México, un catrín. Solo le hacía falta una ropa y sombrero tradicionales para ser todo un ser sacado de las ofrendas del día de muertos. Incluso, sobre esos huesos decorados había todavía una fina capa de algo que se podría catalogar como piel, pero era traslucida y había aparecido al reconstruirse, como si estuviera cubierto por una delgada película de polvo moreno sobre la que también había filigranas de colores. Era más hermoso que aterrador, incluso, sus ojos seguían en sus sitios al igual que sus pestañas, quedándose con él esa mirada seductora que a veces le gustaba hacer.

Francamente, si se veía bien, Cesar era él mismo, pero su piel se había tornado ligeramente traslúcida, de manera que se podían ver sus huesos. No era una visión desagradable, solo ligeramente perturbadora. Esa piel semi invisible no había estado cuando él se había desarmado, pero Rachel no podría precisar en qué momento volvió a cubrir sus huesos o si realmente no había estado ahí en un principio, porque si lo veías así a la semioscuridad, debías esforzar la vista para captar lo que recubría sus huesos. 

Su ropa le quedaba más un poco más holgada de lo que le hubiera quedado la de Earl si hubieran intercambiado vestimentas, pero solo al principio, antes de que volviese esa piel traslucida a cubrirlo de nuevo. Dándole a pensar a Rachel que en efecto no había estado ahí antes. Estaba más sucio y polvoriento que el resto de ellos porque hacía un momento había estado escondido en ese agujero. Literalmente sepultado. Había un terrón marrón sobre su nariz respingada que salió volando cuando él hizo un mohín antes de estornudar y presentaba manchas en sus mejillas, pero fuera de eso, hasta se veía como una obra de arte.

Después de rearmarse, sacudirse la mayoría de la tierra de su piel y huesos pálidos, al ponerse de pie de nuevo, Rachel sonrió al ver que, a pesar de todo y como todos los demás, Cesar seguía siendo el mismo. 

—¿Nadie se va a disculpar por dejarme enterrado, es decir, plantado? ¿Eh? —se llevó una mano a la cadera, en un gesto de drama Queen y alzó una ceja inquisitivo, pero no le salió como esperaba pero que conservó esa aura de él tan característica— si, eso pensé. ¿Saben qué? Vámonos de una condenada vez... Hola Tony, un placer volver a verte. 

—Igual. —murmuró Tony, embelesado como había quedado un momento por la belleza perturbadora de Cesar como Layne y Rachel. Se inclinó hacia Geoff y entre dientes le preguntó— ¿Quién es? 

Geoff le dio un golpe en el hombro que lo hizo oscilar hasta quedar apoyado contra Eli. 

—¡El chico, el nuevo! ¿Cómo no lo vas a conocer, tonto? 

Tony se sacudió ofendido, encogió los hombros y negó— no es como si yo recuerde a todos los chicos con los que me reemplazan.

—Hey ¿eso fue un insulto? —saltó J desde su posición.

—Es el chico que te hizo la broma del teléfono —Rachel sonrió de lado, con cierta travesura. 

Tony se tensó en su lugar y la buscó con la mirada para confirmar que no era una broma lo que decía antes de regresar los ojos al semi esqueleto—Ahh... Tú. ¡Ahora te recuerdo!

Cesar le hizo un saludo infantil agitando los dedos con diversión y emprendió el camino hasta las grietas de la pared sin detenerse a dar explicaciones. Tony dio un paso hacia adelante, con los labios apretados, el ceño fruncido y más determinación de la que tenía realmente, pero Layne le puso una mano en el pecho que lo hizo retroceder inmediatamente, estremeciéndose. 

—¡Layne! —le riñó y su aliento volvió a ser visible al toser por unos instantes de nuevo mientras temblaba y castañeteaba al hablar— ya habíamos hablado de eso.

—También habíamos hablado de lo del teléfono celular antes. —intervino Earl, interponiéndose en el camino de Tony— ¿recuerdas? dijimos que fue una simple broma.

—¡Y habíamos acordado que a Cesar no le gustaba que lo agarrasen por el cuello de la camisa! —dijo Cesar, hablando en tercera persona sin mucho interés en la conversación pero con una ligera molestia.

Rachel dejó de prestarle atención a Tony, solo por un momento, y se volvió a fijar en Cesar. De todas las transformaciones que ese chico nuevo le podían llegar a pasar, tantas, se convirtió en catrín muy original. Su voz era la misma, bonita y edulcorada, a pesar de que quien sabe como hacía para hablar sin garganta o cuerdas vocales visibles, pero su tono cantarín era el de siempre, con ese sutil acento. J le dio un codazo leve a Rachel, solo para llamar su atención mientras se aguantaba la risa. 

—¿Aterrador, no? Casi me mata del susto. 

El tono de broma de J no dejaba lugar a dudas, Rachel también soltó una risita nerviosa. Realmente ninguno de ellos asustaba en lo más mínimo, ni siquiera el mismo J o Eli. Ni mucho menos Layne o Geoff. Todos eran como eran, pero por el simple hecho de ser quienes eran, que no había ningún tipo de maldad en ellos, que todo en ellos era extraño y original pero nunca aterrador. Tenían corazones buenos y eso marcaba la diferencia, Rachel no sabía si eso aplicaba para ella también, porque no estaba enteramente segura de que una buena persona pensara en otro hombre que no fuera su esposo.

Se volvió hacia Tony, llevaba monitoreándolo con disimulo en todo el camino. Él se había apoyado otra vez contra la pared ahora que los chicos no lo ayudaban y había cerrado los ojos de nuevo, el arrebato que había tenido con Cesar le pasaba factura, aunque solo había sido un instante de ira detenido por el frío de Layne. Había recuperado algo de color con la caminata, pero seguía viéndose fatal. Había dejado de temblar y su aliento ya no era visible, pero eso no le quitaba esa imagen de estar a punto de desmayarse o desarmarse peor de lo que lo había hecho Cesar antes. Él sí, Tony sí asustaba. Pero solo en apariencia, su personalidad era la que Rachel recordaba, fastidiado y estresado, pero no mala persona. 

La primera reacción de Rachel fue de acercarse a él para reconfortarlo de cualquier forma, pero supo antes de hacerlo que no había nada que ella hiciera que pudiera ayudarlo sin mencionar que no era buena idea hacerlo. Así que ni siquiera se movió de su posición. Solo lo observó en silencio. Cualquier cosa que hubiera podido hacer, llegaba tarde, algo así como nueve años para ser remotamente exactos. 

—Si no me equivoco, piensan escapar por aquí, ¿no? —preguntó Tony.

—Esa es la idea, pero aun no sabemos como. —pensó en voz alta, Eli.

—Mira, tal vez si metemos algo delgado y apalancamos... —improvisaba Geoff, señalando las grietas e introduciendo un dedo de tela en medio de un resquicio— así tal vez lo lograremos más rápido. Y silencioso. 

—Oh, no, no tenemos nada lo suficientemente delgado como para hacerlo —le contradijo Earl, con gesto de inconformidad— a menos de que Cesar nos preste un fémur de sus piernas. 

—Te oí, y no es gracioso. —se cruzó de brazos el aludido, picado— ¿porqué no usas alguna de las tuyas? ¿Mm? 

—¿Y como demonios dices eso? sabes que no puedo —se exasperó.

—Tú empezaste. —se rió Cesar.

—Basta ustedes dos, —regañó Eli— ya sé que están bromeando, pero esto es en serio, hermanos. No sabemos si los guardias ya saben que estamos aquí. 

Cesar y Earl se retaron con la mirada pero ambos rieron después, sin proponérselo. Layne se estaba desternillando de risa por como se veían las cejas de Cesar en su piel semi traslucida al fruncir el ceño y como los colmillos de Earl sobresalían más al sonreír de lado tan típicamente.

—Layne, amigo, has algo productivo, ve afuera y busca alguna vía de escape —aconsejó J, que palmeaba y daba golpecitos a la pared mientras pegaba su oreja puntiaguda a la pared, buscando un sonido que le indicara el punto débil de la pared, sin encontrarlo— eres nuestro mejor soldado estratégico ahora, hermano, enorgullécenos. 

Layne asintió riendo haciendo un saludo militar exagerado y seguidamente se lanzó y pasó a través de la pared agrietada. Rachel aun no se acostumbraba a verlo incorpóreo, así que por un momento, pensó que se daría contra la pared cuando se lanzó e inconscientemente ella hizo el movimiento de ahogar un grito, sin detenerse a recordar que ya no respiraba.

—Se divierte ¿eh? —opinó Cesar.

—Es parte de su naturaleza —asintió Tony— todo le divierte.

Cesar y Tony intercambiaron miradas extrañas, había una tregua tacita en esa mirada que hizo a Rachel sonreír de nuevo. Estaba segura de que tan pronto como el hombre de ojos claros recuperara sus fuerzas, volvería a hacer pagar a Cesar su valentía, aunque fuera con su silencio, y que Cesar planearía otra broma para fastidiar a Tony de la que los demás se reirían y recordarían por mucho tiempo. 

—Muy optimista de tu parte creer que realmente podremos salir de aquí —le dijo Geoff, negando suavemente, a J— dudo que podamos salir sin hacer ruido.

—Y muy pesimista de tu parte creer lo contrario —soltó una risa nasal J que sonó a un ladrido— de alguna forma lo haremos, solo que... aun no sabemos como. Esto es estrategia, hermano, y ahorrar tiempo. Con Layne afuera sondeando la ruta de escape, saldremos más rápido de aquí.

—Bien, ahora solo debemos buscar una solución para éste problema. —meditaba en voz alta Eli— lo que nos deja en la misma posición.

—No es que sea pesimista —suspiró Geoff, con frustración— créeme que intento ayudar.

—Y lo sabemos —le animó Earl, que espiaba con un ojo a través de la grieta— ahora necesitamos ideas.

—¿Qué ves? —inquirió Eli.

—A Layne. Y... Sombras y formas confusas.

—Bien... ¿y ahora? —insistió J unos segundos después.

—Ahora... Ya no veo a Layne...

Rachel desvió su atención de los chicos, ocupados y en círculo alrededor de la pared del callejón sin salida, a Tony. La preocupación la movió aún antes de pensar siquiera en lo que hacía, ya estaba a su lado al instante. 

—Tony... —lo llamó con suavidad. 

Él dio un ligero respingo y la observó con los ojos entrecerrados por el cansancio, no obstante, una pequeña sonrisa iluminó su rostro. Ahora, aún así, sus ojos parecían dos espejos de plata. Algo opacos, tristes y cargados de secretos, pero muy bellos. Parecía habérsele pasado un poco el fastidio que antes había tenido y ahora sólo parecía muy agotado. Rachel lo miraba sin ocultar su preocupación, no sabía qué hacer con él. 

—Estoy bien, si eso es lo que vienes a preguntar. —volteó a los demás, y frunció el entrecejo, como si quisiera aparentar que no le alegraba su presencia.

—No lo pareces.

—¿Gracias? —tarareó con cierto sarcasmo, pero ambos sonrieron— no te preocupes por mi. No me pasa nada, solo tengo un dolor de cabeza alucinante.

Rachel había tenido resacas antes, porque su vida social era muy activa y tenía muchas amigas y amigos de muchos sitios diferentes que hacían fiestas cada que podían o la llevaban a sitios para divertirse simplemente. Aun así, sus resacas nunca habían llegado a las dimensiones como las que le estaban taladrando la cabeza a Tony. Ella podía asegurarlo.

—Si tuviera la mochila conmigo, el agua y las provisiones, créeme que haría todo para ayudarte. —intentó inútilmente sustraer de sus palabras el anhelo que sentía por ayudarlo, pero Tony evidentemente lo notó porque dejó de sonreír, sorprendido. Casi se podría decir que enternecido. 

—Rachel, ya me has quitado esos grilletes, has hecho más que suficiente. —su voz tenía la misma calma pacífica de cuando ella lo encontró, dejando claro que la que necesitaba consuelo era ella y no él. Pero volvió a desviar la mirada, no dejaba que sus ojos conectaran por mucho tiempo con los suyos. Aparentaba una entereza que evidentemente no poseía, una de sus manos tocaba distraídamente los bordes de las miserables vendas que cubrían las heridas de su otra muñeca.

No habían tenido forma de ayudarlo con esas heridas, ni siquiera de observarlas con cuidado, Eli se había encargado de vendarlas con retazos de la ropa hasta el momento más limpia, la de su camiseta interior. Esa era otra preocupación de Rachel, perder a este hombre de las formas más fáciles que la naturaleza conocía. Porque esas heridas necesitaban atención medica real, desinfectante, vendas limpias y puntos de sutura. No obstante, no sangraban, no eran tan profundas como para haberle cortado las venas, gracias al cielo, pero si como para lacerar la piel y crear surcos considerables que dejarían unas cicatrices bastante feas. 

—Si me deshidrato hasta caer en un estado camatorio, —continuó diciendo él, con lentitud— te aseguro que no será por tu culpa. Fácilmente llegará a ser culpa de los chicos, pero no tuya.

Ella trató de sonreír, pero no lo consiguió. Rachel sabía que Tony intentaba sonar despreocupado, y hacerla reír. Pero los pensamientos de ella le impedían cualquier tipo de diversión en torno a ese tema. Los chicos eran un poco descuidados como para cometer todo tipo de negligencias, pero nunca intencionalmente. Los ojos de ambos fueron a parar a los chicos que seguían dándose ideas los unos a los otros y contradiciéndose en murmullos apresurados. Eli soltándole un guantazo a Geoff y a J cuando empezaron a molestarse el uno al otro al ponerse nerviosos. 

—Me gustaría ser de mayor ayuda. —le confesó Tony, pero ella sintió que hablaba más para si mismo que para ella.

Rachel lo miró de nuevo, a él, directo a su rostro aunque él mantenía la vista en los chicos. A pesar de estar como estaba, sucio y a nada de caer rendido, no había cambiado nada. Era el mismo de hace años. Se atrevería a decir que era el mismo adolescente que saltaba en un escenario como un potro juguetón, sin vergüenza a caerse frente a los demás o a que en media canción se le saliese una nota de más o una palabra altisonante. Seguía siendo el mismo, tan familiar como la visión del cielo, tan conocido como su propio reflejo. E incluso su reflejo, si lo encontraba en algún sitio, y esperaba que no, ahora le devolvería una imagen suya que nada tenía que ver con lo que había sido ella siempre. Pero Tony seguía siendo él, el hombre que aparecía a veces en sus sueños...

—Ayudarías más si dejas de quejarte por todo —le murmuró ella, tratando de que el reproche no fuera demasiado duro. 

—Lo sé —gruñó él, ladeando la cabeza mientras rodaba los ojos. Tragó en seco y se limpió las palmas de las manos en el pantalón, ligeramente evasivo— yo... Yo creo que... 

Ambos hicieron silencio un instante, pero él no completó su frase y ella no lo presionó. Rachel pensaba en que lo mejor sería evitar a Tony el resto del rescate. Aun se sentía de formas extrañas en su presencia, y eso no era bueno, ya se había dado cuenta de que su cordura se perdía tal y como le pasaba antes con él. Así que lo más prudente era alejarse, nada debía pasar entre ellos dos, eso era obvio, y tampoco era lícito que pasara. Y ella no debía olvidar que Tony, aunque era obvio que le correspondía, no debía ser para ella ahora más que un viejo conocido, aunque su corazón mecánico dijese lo contrario. Y si ella permanecía a su alrededor, pasaría algo, no sabía qué, pero estaba segura de que algo pasaría y ni ella ni Tony lo impedirían.

De todas formas, ya lo había salvado, ahora les correspondía a los demás el sacarlos de ese infierno.  Con eso en mente, se retiró a la pared contigua a la que Tony ocupaba, para poder vigilarlo y a la vez estar alejada de él. Pero al hacer el movimiento de irse, Tony le detuvo. 

—Espera... —Pero volvió a interrumpirse, vacilante, y al final pareció cambiar de idea.

—¿Necesitas algo? —Cualquier cosa que pudiera hacer por él... Tony le sonrió y evitó su mirada volteando hacia otro sitio. El chico que no tenía vergüenza de decir y hacer estupideces en el escenario o en cámara, rehuía la mirada de la muñeca de trapo. 

—¿Puedes... puedes decirle a Earl que venga aquí? No tengo fuerzas para gritarle y tampoco sería prudente. 

Rachel asintió, había pensado que a lo mejor se trataba de otra cosa, pero no dijo nada al respecto e hizo lo que Tony quería. Earl se acercó a él, solicito, y Tony dialogó con él un instante. Rachel se había retirado por fin, seguía atenta, pero apartada de él. Le pareció cómico que Tony se detuviese un instante a mirar sin disimular groseramente los dientes puntiagudos de Earl cuando él hablaba, pero por suerte para él, Earl estaba muy concentrado en lo que estaban planteándose el uno al otro, que no se percató de como los ojos claros se clavaban en él. A la conversación se sumó Eli, traído por Earl y después el resto de los chicos.

Rachel los contempló a todos, nunca había visto la banda Voiceplay tan numerosa y tan unida. 

Entonces todos se hicieron a un lado y le abrieron espacio a Earl, el cual dio unos pasos hacia atrás antes de correr hacia adelante y darle de lleno a la fisura más grande de la pared con el hombro. El túnel entero se estremeció. Entonces Earl se hizo a un lado y fue J quién descargó a la pared un puñetazo que tuvo el mismo efecto. 

La tierra suelta se desprendía del techo y las paredes en forma de polvo que caían sobre ellos y el ruido llenaba el laberinto subterráneo con ecos que se sucedían unos a otros, regresando a ellos una y otra vez. Rachel pensó si era realmente una buena idea. Esto era peor que gritar en donde estaban, quizá, el ruido alertaría a todos los guardias. Pero no los contradijo, no hizo ningún comentario al respecto, porque confiaba en ellos en todo sentido, aunque por ahora fuera una locura su plan. 

No sabía si esto era idea de Tony, talvez no, pero ella no iba a preguntar y demostrar interés ahora. No quería contradecirlos, sabía que si Eli lo había aprobado entonces era una buena idea. No obstante, no dejó de lanzar nerviosas miradas al pasillo oscuro y a cada uno de los chicos. A la tercera ronda de golpes, Earl al final logró que el agujero fuera tan grande como para que los demás salieran al exterior sin mucho esfuerzo.

—Vamos, ahora o nunca. —los animó J, que con sus manos enormes con garras, más apropiadas para un oso que para un lobo, lograba agrandar aún más la abertura.

—Bien hecho, chicos, muy bien hecho —cuchicheó Eli entregándoles palmaditas de aprobación a Earl y a J que jadeaban de cansancio.

—Es fácil para ti decirlo —resopló J— no te has desollado los puños a golpes.

—Y tampoco lo hubiera hecho, hermano, sabiendo que tú podrías hacerlo tal y como ya lo hiciste. —Earl iba a opinar algo, pero Eli rechazó con movimientos de manos cualquier otro comentario— Vamos, ya saben quien debe pasar primero.

Rachel siguió con la mirada el penoso avance de Tony por el agujero, Eli le repetía que se diera prisa mientras Geoff lo ayudaba a pasar. Las heridas de las muñecas no ayudaban a la hora de gatear por el interior del agujero. Rachel creyó ver que se creaban manchas rojizas en el vendaje a medida que avanzaba. El hombre de ojos claros había dicho algo entre dientes sobre cómo él no necesitaba ayuda, y menos de las manos rasposas de Oogie Boogie, Geoff le había contestado algo que Rachel no escuchó pero que hizo reírse como foca a J y a Earl y enrojecer a Tony, gruñir, despotricar algo y rodar los ojos al estar afuera por fin. Dijo algo de que simplemente necesitaba echarse en el suelo, dormir de nuevo y quizá beber algo. Pero nadie lo escuchaba, todos estaban iniciando la salida al exterior entonces. 

Rachel pasó tras Geoff, y como si no estuviera lo suficientemente sucia para ese momento, un terrón grande se desprendió sobre ella deshaciéndose en tierra suelta que le cubrió gran parte de la espalda. Si sus compañeros de huida no hubieran estado en iguales o peores circunstancias, habría sido vergonzoso. Si hubiera respirado aún, probablemente habría tosido o estornudado a estas alturas, otra ventaja imprevista. Cesar sostuvo su mano para ayudarla a pasar y Earl la ayudó a ponerse de pie, ella les dedicó una sonrisa a ambos, a pesar de las circunstancias, la seguían protegiendo.

Una vez afuera, acechó a su alrededor como alguien que tiene la sensación de que el peligro aun no ha acabado. La oscuridad no era tan solida como lo parecía en el túnel, todo lo contrario, había una luna tan grande como el sol se había visto antes, pero aun así la luz no era diferente a la luna que ellos veían en su dimensión. Las ramas desnudas de los arboles formaban sombras azules en la tierra grisácea. Parecían estirarse para envolverlos y atraparlos, pero Rachel se sentía segura, con ellos, sus amigos. Por quien temía, era por ese tonto que estaba ahora por fin fuera de ese túnel de pesadilla.

—Rápido, muchachos —apremiaba Eli a cada uno a medida que iban pasando hasta ser él el último en quedarse atrás.

—¿Porqué han hecho esto? —inquirió ella a Cesar— ¿No era más peligroso hacer ruido y delatarnos?

—Lo es. —asintió él.

—¿No había otra forma?

—No una tan rápida como esta. —Eli pasó de un salto a través del agujero, nadie supo como lo hizo y él tampoco se los diría porque era evidente que no lo sabía— Para cuando lleguen a nosotros ya habremos escapado y estaremos muy lejos. O eso espero. Vamos, larguémonos.

—¿A donde? —Rachel estuvo agradecida de que Geoff alzase su voz esta vez e hiciese la pregunta que ella temía hacer.

—A un sitio que ustedes no creerán posible. —apareció Layne de la nada sacándole el susto de su vida a J que chilló como un cachorro al que acaban de pisar. Se cubrió el hocico y miró a los demás con los ojos muy abiertos.

—¿Qué descubriste? —preguntó con curiosidad Earl, ignorando amablemente la vergüenza de J.

El brillo fantasmal de Layne había aumentado de intensidad, siendo más luminoso que la enorme luna. Por lo visto, ya dominaba el hacerse invisible a voluntad, o quizá lo había hecho sin querer y no se había dado cuenta, porque no parecía feliz por eso sino por el hecho de que de pronto sabía el camino a tomar. 

—Por ahora, será mejor que vayamos rápido, habrá tiempo después para explicaciones. Síganme. 

Los chicos intercambiaron miradas, pero no opusieron resistencia sino que tomaron de inmediato la partida tras de la luz de Layne que les iluminaba el camino a través del bosque. Eli había mandado que ahora fueran Geoff y Cesar los que ayudasen a Tony a avanzar para que no se tropezara con tanta frecuencia. Rachel iba tras ellos, J iba a delante con Eli y Earl cerraba la formación. Layne, con su luz nacarada, lideraba la comitiva. Caminaban rápido, sin contemplaciones.

A la lejanía se alzaba el bullicio del pueblo más allá. Debían de haber salido por una ruta cercana a la colina por la que habían contemplado por primera vez la población de engendros de pesadilla. Desde ahí, fácilmente podrían darse a la fuga si querían, si supieran qué camino tomar. Risas macabras y gritos se oían desde el pueblo, sonidos que helaban la sangre y de los que convenía alejarse lo más rápido posible.

Había un silencio atípico, como de que en cualquier momento algo saltaría sobre ellos. Sin embargo, si se agudizaba el oído, se podían percibir rumores apagados que provenían de ellos mismos. Sus pasos, el sonido de la ropa, el traqueteo seco de los huesos de Cesar, las hojas secas en el interior de Rachel y lo que sea que había dentro de Geoff. Hasta Layne hacía un misterioso sonido como de ruido blanco muy quedo, tan sutil, que Rachel solo lo logró percibir cuando hicieron una nueva pausa para que Tony se recompusiera. Si acaso, parecía que el único diseñado para estas circunstancias era J, como un cazador al acecho, se movía más calladamente que todos juntos. Talvez se lo debía a sus patas lobunas.

Rachel pensaba que había esperanza. Al igual que Layne y Geoff, Cesar, Earl, J y Eli, incluso Tony se sentía mejor en algún sentido. Ahora estaban juntos de nuevo, todos juntos, unidos por la fraternal amistad que los había traído hasta ahí para ayudar al más fastidiado de ellos. No era el final de la aventura, en ningún sentido, pero ya habían logrado más de lo que pensaban que serían capaces de hacer. Ya tenían a Tony de nuevo, ya sabían para qué macabra cosa lo tenían ahí y que había un camino a seguir. Eso, por poco que fuese, les daba esperanza para seguir adelante.

Notes:

¡Hola a todos!
Espero que les haya gustado, porque yo no sé si me he vuelto loca (lo que de pronto es más probable) o cree una historia increíble. Solo para aclarar, quería mostrarles la imagen de la que me inspiré mayormente para crear la transformación de Cesar. No estoy segura de haberlo descrito bien, tampoco soy tan experimentada en ese sentido y aunque me gusta dejar a criterio propio del lector algunas cosas, en ese caso si tal vez se necesite algo de apoyo visual... les dejo la imagen de pinterest, no es en sí como me imagino la transformación de Cesar, pero es una base para el mismo. Ustedes pueden imaginárselo como deseen, después de todo al leer la historia se corre como una película en tu cabeza y puedes interpretarla e imaginarla como mejor te parezca. Yo puedo decir que Cesar como un catrín como en Coco, mezclando cultura mejicana con otras ideas mías, me parece increíble. No aterrador, pero si perturbadoramente cool.

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¡Gracias por leer, sus votos, visitas y comentarios son profundamente apreciado! ❤

Chapter 18: 16: El latido de un Corazón mecánico

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Layne, adelante, le comentaba en murmullos a Eli parte de lo que había visto. El resto de los chicos de voiceplay, seguían en el silencio que apenas podían mantener para poder escuchar retazos de la platica. Los arboles parecían querer saber de qué iba la conversación, porque cada vez estaba más juntos a ellos y resultaba difícil sortearlos y evitar que la ropa no quedase atrapada entre sus ramas. Aún así, nadie podía decir de qué hablaban esos dos. J se les unió poco después y los tres siguieron así por unos minutos. Rachel empezó a descubrir pareidolias en algunos troncos, en los que las arrugas de la corteza y la luz de la luna, formaban ilusiones ópticas de caras humanas donde no las había. O talvez ella quería creer que no las había. A medida que avanzaban, el muro por el que habían escapado desaparecía más de la vista, hasta que ya no se veía para nada tras los arboles.

No estaba segura, pero creía entender que el laberinto dejaba de ser subterráneo en algún punto y realmente habían escapado. Pero las cosas no eran así de fáciles, nunca lo eran. Por eso Rachel estaba con los ojos muy abiertos, alerta, cosa que el resto de los chicos también imitaban. 

La esperanza que sentía seguía viva y crepitante, pero el miedo también estaba ahí, y seguía con ella, clavando sus garras frías en sus hombros y manteniéndose sobre ella a pesar de que sus amigos la rodeaban y protegían. Cuando ellos estaban en silencio, se daba cuenta de que los sentía en un estado parecido al suyo, con el corazón latiendo desbocado. En el caso de Cesar, se oía el repiqueteo de sus huesos al temblar. Entonces alguien hablaba y la tensión se disipaba por el breve trecho que duraba la charla entre ellos, entonces volvía el silencio y con él, el terror.

Resultaba que Geoff tenía malos presentimientos desde hace horas, cuando entraron al bosque en primer lugar, y ese silencio le ponía sus cabellos de lana en punta. Por eso, se hallaba distraído en vez de sostener como se debía a Tony y ayudarlo por su lado como también lo tendría que hacer Cesar del otro lado. Por eso, en más de una ocasión, el hombre de ojos claros, se había estado tropezando con la naturaleza que se interponía en su camino y lo hacía sentir como el extraño que era en ese mundo alejado de toda la realidad. El único hombre entre los monstruos. Cesar por el contrario, parecía estar atento a todo cuanto ocurría, pero con una fascinación propia de la curiosidad infantil que lo caracterizaba. Ni Geoff ni Cesar estaban ayudando mucho a Tony, porque mucho de lo que hacían era arrastrarlo sin que él pudiese poner bien los pies en el suelo, sin ver tampoco que lo estaban llevando por la parte del camino más accidentado que el resto de los chicos que iban adelante y atrás evitaban.

Entonces, en medio de todo, a Cesar se le soltó una costilla que bajó por su ropa y cayó en el camino de los pies de Tony, que dio un traspiés y soltó una maldición por el dolor de las heridas que también tenía en los tobillos, sin mencionar que uno de sus pies no tenía zapato y ya eran varias las piedras que lo hacían gemir.

—Oh Dios... te juro que eso fue un accidente —estalló en risas trémulas Cesar soltando el brazo de Tony y dejándole todo el trabajo a Geoff que se balanceó con el peso del otro hombre y terminó yéndose hacia atrás contra el tronco de un árbol.

—Accidente, accidente —repitió en convulsa ira Tony, con los dientes apretados por el dolor, señalando a Cesar con un dedo acusador mientras se ponía de pie dificultosamente usando la cabeza de Geoff para apoyarse en él e incorporarse, aplastándolo como a una almohada— te diré lo que es un accidente... Accidente será cuando mi puño encuentre tu cráneo y entonces... 

Geoff debió asustarse con la repentina intervención del hombre de ojos claros, porque en el forcejeo para que dejara de aplastarlo y gritar lo acalló tapándole la boca con la mano de una palmada rápida. Tony calló al otro lado del árbol y Geoff por el lado contrario. 

—Pudiste haberme dicho que me callara. —rumió entre dientes Tony poniéndose en pie de un torpe salto— ¡además! ¡Quien comenzó fue el chico nuevo! 

—El chico nuevo tiene nombre —se desaplastó Geoff, jalando con una mano de un mechón de su cabello hacia arriba y con la otra del sitio en donde debería estar su clavícula hacia abajo, con un sonido extraño. Su voz por un momento había sonado a una corneta caricaturesca. Se sacudió y le lanzó a Tony una mirada de irritación. 

—Si hubiera sido intencional, te habría ido peor —Cesar seguía riéndose— pero no lo fue, deja ya de quejarte, no todo gira al rededor de ti, principito. Imagina si se me hubiera soltado la columna o la cabeza. Eso sí habría sido un lío. 

—No es personal, Tony —le dijo Rachel desde atrás. Recuperó la costilla empolvada del suelo, había quedado semi clavada en la tierra, y se la devolvió a su dueño— realmente no fue intencional. Y lo de la palmada tampoco. 

—De hecho —se unió a las risas Earl— Geoff le hizo lo mismo a Rachel antes de venir aquí.

—¿Y qué querían que hiciera? —se defendió Geoff, hablando con voz nasal, tirando de su nariz para sacarla del interior de su cabeza y devolverla a su estado natural— Es que ustedes no ven películas de terror ¿cierto? eso te incluye a ti, Cesar, no se puede andar riendo maniática e irresponsablemente por ahí en los bosques profundos plagados de espectros y monstruos de todo tipo.

Cesar se levantó la camiseta, revelando la caja torácica vacía, cubierta por esa piel transparente e intangible a la vez y colocó la costilla faltante en el sitio que creyó que era el indicado. El hueso se ajustó con un chasquido seco y él bajó la camisa sin ninguna contemplación, volteando a los demás sonriendo. Como Layne, Cesar aún no dominaba sus habilidades para desarmarse. Por supuesto que no había sido intencional, pero era Tony el que tenía al universo en su contra, eso era evidente.

—Yo creo que tú has visto demasiadas películas —se rió Earl, desde más atrás— todos los monstruos están ahora al otro lado de esta colina, en el pueblo y no en el bosque, preparándose para ese aquelarre en el que esperan tener un corazón que ya se les escapó.

<<Confiemos en qué así sea>> pensó Rachel. 

—Pero mis conocimientos en películas me servirán ahora que estamos dentro de una —dijo con orgullo Geoff, los demás, exceptuando a Tony, no pudieron evitar una sonrisa al percibir el orgullo en su voz— nadie nos atrapará por hacer más ruido del necesario. Y bajen la voz.

—¿Saben de qué estoy agradecido? —les preguntó Cesar, ignorando alegremente a Geoff.

—¿De no haber perdido ningún otro hueso convenientemente en mi camino? —dijo Tony, con un tono ligeramente sardónico y amenazador. Geoff le tapó la boca de nuevo de una palmada y tras el susto inicial, él se soltó de golpe, ofendido— ¡¿Era necesario?! 

—No, pero fue gracioso.

Los demás aguantaron la risa lo mejor que pudieron. Layne, Eli y J que iban más adelante no los oían pero los habrían regañado por estar haciendo ruido si no hubieran estado hablando de cosas importantes. Tony, furibundo, se cruzó de brazos y se negó a decir nada más por un rato. Rachel no evitó pensar que se veía muy gracioso con el ceño fruncido de esa forma y los labios apretados hasta fruncirlos de manera muy extraña pero igualmente cómica. A veces, se comportaba como un niño grande considerablemente malcriado, pero a pesar de ello, ella pudo ver que una sonrisa asomaba en sus labios delgados. A él también le había hecho gracia toda la broma aunque no lo admitiera.

¿Cómo no iba a confiar ciegamente Rachel en ellos, en los chicos de VoicePlay, si solo sus tonterías y diversiones podían evitar que el miedo los atenazase a todos en ese bosque oscuro? El ver a Geoff, mesándose la nariz magullada a pesar de no sentir ningún dolor, era suficiente para reírse por un buen rato. 

—¿Quieren saber o no? —insistió Cesar, aun riéndose en murmullos. Cuando Earl y Rachel lo animaron a continuar, él dijo— estoy agradecido de haber caído en esta idea de Tim Burton y no en otra de sus pesadillas y ustedes también ¿no es cierto?

—Umm... no por mi parte —objetó Earl— suponiendo que este universo estrafalario, rimbombante y caricaturesco realmente fuera una de las ideas de Tim Burton y hubiéramos podido elegir entre todos sus demás universos, no me habría caído tan mal ir a parar en la del hombre manos de tijeras, así al menos estaríamos armados y los hombres lobo se lo habrían pensado dos veces antes de atacarnos y meternos en esos pozos.

—Pero imagínate caer en El jinete sin cabeza y ser hombres comunes al merced de un mercenario psicópata que regresa del infierno a cortar cabezas. —murmuró inquietamente Geoff, llevándose la mano a las costuras exageradas de su garganta— en ese sentido si tiene razón Cesar.

—Yo siempre tengo razón, hermanos, que se den cuenta hasta ahora es otro asunto.

Rachel semi sonrió, hubiera preferido caer en cualquier otra historia en donde no se convirtiera en muñeca de trapo rellena de hojas de otoño. Porque se sentía muy vulnerable ante todos los peligros posibles, sin forma de defenderse o reaccionar. Sin habilidades a su favor como J o Cesar, sin dedos hábiles como Eli o fuerza sobre humana como Earl. Sin la exigua protección hasta de la aguja de la pitonisa. De hecho, estaba a la misma altura en ese sentido con Geoff, ambos eran ahora trapo, costal, lana, vidrio y relleno, lo que no los alejaba mucho de almohadas. Pero debía admitir que peores historias había y por montones, y que pudieron tener peores suertes, por supuesto. Ella también estaba agradecida por no ser una zombie Frankenstein, o un murciélago o una vampira que no pudiera salir de día, o estar cerca de Tony sin presentar el deseo de chuparle la sangre, eso si habría sido un problema.

—Chicos, hay algo adelante... —murmuró Tony.

Los demás miraron en esa dirección al mismo tiempo. Layne, J y Eli se habían detenido y los demás les imitaron. El camino, si se le podía decir así a la trayectoria aleatoria por la que los había llevado Layne por entre los arboles desnudos y amenazantes, discurría hacia una choza apostada contra una piedra grande como toda una colina. Y frente a la entrada, había una figura encapuchada con telas raras, la luz lunar impedía una vez más ver detalles, pero Rachel se hubiera atrevido a decir que vestía harapos desgarrados, sucios y viejos, tal y como terminaría la ropa de todos ellos si pasaban más tiempo en ese pueblo de pesadilla.

Layne flotó más cerca de la figura y pareció decirle algo. La figura, erguida e imperiosa, asintió levemente. El fantasma, serio como nunca, le hizo señas al resto para que se acercaran a su vez. Ellos obedecieron, no sin cuidado. Pero antes de llegar a la figura, se detuvieron a prudente distancia.

—Quiere verlo. —les dijo y todos, por alguna razón, supieron exactamente a quien se refería sin que dijese su nombre.

Tony alzó una ceja. Hace rato que había dejado de fingir estar enfurruñado, pero ahora Rachel percibió en sus ojos una pizca del desasosiego que los había acompañado a todos hasta ese momento ahí.

—¿Puedo preguntar para qué y quién quiere verme? —inquirió receloso. 

—Has lo que te dice —le regañó entre dientes Eli— es importante. 

—Tengo derecho a saber porqué. —reiteró. No había ni una pizca del dramatismo teatral de antes, su voz era modulada, pero expresaba toda la desconfianza que Rachel y los demás sentían. 

—Tony, tienes que hacerlo —gruñó J— es la única forma... 

—¿De qué? Ahora solamente estoy preguntando porque ¿me negarán también esa información? 

—¿Podemos confiar? —interrumpió Rachel, dando un paso al frente. Ella tampoco se fiaba tan pronto de extraños y su leve paranoia la impulsaba a desconfiar tanto o más que Tony. 

—¿No te ha servido la herramienta que te di? 

Todos miraron a la figura que desveló con lentitud parte de su rostro, mostrando que se trataba de la pitonisa de la plaza. Las escamas reptilineas de su piel lanzaron familiares brillos puntiagudos. Aquella mujer vidente que le había guiñado con el segundo par de parpados y le había hablado de un futuro horrible, era ella, no cabía duda. Una sonrisa afilada mostró sus dientes tan agudos como anzuelos y la lengua viperina se agitó saboreando el aire entre el especio entre los incisivos.

—Usted... —y tras el largo plazo que duró su sorpresa se volteó, incrédula, a ver a Layne con gesto interrogante— ¿Porqué nos has traído con ella? ¿tú mismo no confiabas en nada de lo que dijo antes?

El fantasma asintió, parecía nervioso, volvía a estar serio y pensativo— Ella es como nosotros.

Todos miraron a la pitonisa con expectación. ¿Qué significaba el ser como ellos? La reptil, viéndose asediada de preguntas que sólo ella podía contestar, comenzó a hablar con lentitud, sin pausa pero deteniéndose en cada palabra, como si estuviera pesando en la siguiente para no equivocarse. 

— Esta situación en la que se ustedes están envueltos no ha ocurrido una ni dos veces. Viene sucediendo desde hace siglos, siglos y siglos atrás. A nosotros también nos ocurrió. Éramos cinco, y una de nosotros fue raptada por la noche como les ocurrió a ustedes. Nosotros vinimos aquí para salvarla, pero no lo conseguimos. Yo y mi hermana todavía conservamos nuestras memorias, pero los otros dos hombres que nos acompañaban ya son parte del pueblo ahora. 

Hizo una pausa en la que pareció formársele un nudo en la garganta que disimuló de la mejor forma, carraspeando en un siseo cascabelesco antes de proseguir. 

—El rey calabaza usó su corazón para hacer la poción de las mil auroras que le confiere el poder sobre cada ser animado en todo este mundo. No pudimos hacer nada por ella, nos capturaron como a ustedes en el laberinto, nos convirtieron en lo que ahora somos y nos obligaron a presenciar el sacrificio de Rosaura. 

Volvió el silencio y la pitonisa volvió a adquirir esa aura afilada y taimada que hacía desconfiar a Rachel. 

—Lo mismo, o peor, les pasará a ustedes si no aceptan mi ayuda.

Rachel se quedó estática un instante, asimilando. Los segundos pasaron, uno tras otro, lentamente, al compás del sonido mecánico de su corazón que nadie más oía. Cesar se movió para echar una mirada en lontananza y las vertebras de su cuello sonaron como ramitas rompiéndose o algo así como piedra sobre piedra. Pero de nuevo, fue lo suficiente como para sacar a Rachel de sus pensamientos.

—Layne... —llamó ella, el aludido prestó atención— ¿le crees? 

Él se encogió de hombros. 

—Su predicción ha sido acertada. Tú y yo tenemos encima una desgracia, merecida y aceptada, porque es el precio justo por la vida de un buen amigo. —Tony bajó la mirada— lo llevo pensando mucho rato. Y creo que no nos queda nada más... No hay más salida. 

—¿Cómo sabemos que no nos miente al ofrecernos ayuda? —murmuró ella a los demás, desesperada— el hecho de que haya pasado por lo mismo no es una garantía sólida para confiarle la vida de Tony a ella ¿Cómo creerle?

—Layne nos lo explicó, pero bueno... En primer lugar —enumeró Eli, alzando sus dedos pálidos— no tenemos idea de a donde ir y ella es la única que sabe donde puede escondernos. En segundo lugar, ya nos ha ayudado antes, te ha dado esa aguja que ha sido de mucha ayuda...

—Y si mi intención inicial hubiera sido delatarlos —añadió ella con un tono ligeramente edulcorado— lo habría hecho desde que los vi en la plaza, cuando caminaban evidentemente perdidos y mal disfrazados entre los monstruos.

—¿Porqué te hiciste pasar por una pitonisa? —quiso saber Rachel, la miraba fijamente, con los ojos entrecerrados, tratando a toda prisa de discernir si era o no prudente confiar en ella.

—Fue lo primero que se me ocurrió para llamar su atención. —siseó— De eso trabajaba antes de venir aquí, de actriz en teatros ambulantes, de eso trabajamos todos nosotros, la verdad. Una de las habilidades que adquirí con el tiempo al transformarme, ha sido la clarividencia real. Y me fue fácil darme cuenta de quienes se suponía que eran ustedes y qué les esperaba a cada uno. Planeaba atraerlos hasta la tienda y ahí revelarme e intentar ayudarlos, darles indicaciones sobre lo que tenían que hacer para no terminar como yo. Pero ya veo que no sirvió de nada mi intento, el rey calabaza los ha marcado y no hay mucho qué hacer al respecto.

Marcado... que desagradable sonaba eso. Sonaba a que ahora eran de su propiedad, que ya no había nada más que hacer. 

Pero tenía sentido. Todo lo que la pitonisa decía tenía sentido y encajaba de la manera retorcida en la que trabajaba esta nueva realidad en la que estaban. Parecía un cuento de hadas muy rebuscado y mal hecho... Pero era real. Era real que habían caído a través del portal, que habían entrado en contacto con seres aterradores de pesadilla y que ellos mismos se habían contagiado de esa existencia perturbadora. Ninguno se había salvado. Pero todos estaban ahí, con ella, más muertos que vivos, con habilidades que nunca soñaron pero que tampoco deseaban. 

Era comprensible que esto ocurriese antes, y que la pitonisa fuera producto de una desgracia parecida a la de ellos tampoco era imposible. Habilidades de clarividencia no eran más imposibles que un esqueleto parlante, un fantasma o un par de muñecos animados. No obstante ¿quería decir eso que podían confiar en ella? Realmente nada le aseguraba que lo que decía era cierto o no, aunque tuviera sentido, fácilmente podían ser mentiras bien elaboradas. 

Si Rachel hubiera respirado, sus inhalaciones ahora habrían sido poco profundas y muy rápidas. Temía por Tony, no quería que se acercase a la reptiliana, no sabía cuales eran sus verdaderas intenciones. No quería que lo lastimara.

Ella estaba ahí, quieta, como perdida, por el desgarrón de la mejilla se asomaba el borde de una hoja marrón rojiza. Su mirada seguía fija observando a la pitonisa, horrorizada, como si a pesar de todo, su historia tan semejante a la suya y la tristeza de no haber podido salvar a su amiga, albergara no obstante el propósito oculto de matar a Tony a la menor oportunidad. ¿Quién le aseguraba que esta mujer no estuviera trabajando para el rey calabaza y sólo pretendiera distraerlo el tiempo suficiente para llevarlos ante él? ¿Quién le aseguraba que el corazón de Tony estuviera a salvo si aceptaban la ayuda de ese monstruo? 

Rachel pasó su mirada a ese hombre, que, silencioso, estaba atento a ella. De pronto, se percató de que todos los chicos estaban atentos a lo que ella dijera. 

—¿Qué es lo que ustedes piensan? —les preguntó. Por qué ella no había llegado a ninguna conclusión viable. 

—No creo que tengamos alternativa —comentó Earl.

—¿Qué otra opción podemos tomar? —añadió Geoff— si no aceptamos lo que dice...

—Estaremos solos —terminó Cesar— y ya hemos visto que solos no nos ha ido bien.

—Además, ella lleva aquí un siglo, conoce este pueblo y a sus habitantes —dijo Layne.

—Y no es por molestarlos, pero no estamos muy lejos del laberinto, —les recordó J— si nos rastrean darán con nosotros rápido si no vamos directo a un escondite y los despistamos.

—Y nadie puede entendernos mejor que alguien que haya pasado por una situación parecida. —opinó Eli— de verdad, Rachel, si tuviéramos otra alternativa nunca pondría mi confianza en ella pero... no hay ninguna otra opción.

Rachel miró a Tony otra vez, éste le devolvió la mirada. Sus hipnóticos ojos verde grisáceos seguían inquietos, pero Rachel supo que él estaba de acuerdo con los demás. Cuando él asintió y se encogió de hombros, ella también aceptó.

—Esta bien... —se rindió.

—Solo pongo una condición, —aclaró la pitonisa— que al irse, me lleven a mi hermana y a mi con ustedes.

Rachel miró a todos y todos asintieron. No era un precio difícil de pagar, ellos mismos ya eran monstruos ¿Qué más daban dos más para llevar al mundo real?

Tony, aun cauteloso, avanzó hasta estar frente a la figura de la pitonisa encapuchada. Ésta sacó de entre los jirones de ropa harapienta, sus manos de seis dedos con membranas traslúcidas entre cada uno, con uñas afiladísimas verde oscuras. Sus manos estaban repletas de escamas y relucientes a la luz lunar, como si estuvieran húmedas de un viscoso líquido pantanoso. Esas garras se aferraron a los hombros del hombre de ojos claros mientras lo miraba directamente a los ojos, pasaron de ahí hasta las muñecas, haciéndolo extenderlas ante ella, y con movimientos que nadie vio, se deshizo de las vendas improvisadas, que cayeron al suelo.

Pareció sisearle algo que Rachel no comprendió pero que arrancó una débil sonrisa en él. Luego de un intercambio corto de murmullos, Tony asintió tomando aire. 

Rachel sintió el deseo de intervenir cuando Tony hizo un gesto de repudio y dolor ante los dedos húmedos de la reptiliana en sus heridas. Pero Eli la tomó del brazo y le impidió hacer nada, sea lo que sea que la pitonisa le haría, debía pasar si querían que los ayudase a salvar su corazón. Ella tragó en seco y desvió la mirada. Intentó calmarse a sí misma regañándose por ser tan sensible en un momento como ese. Era evidente que la pitonisa no le haría ningún daño a Tony... ¿O si?

Escuchaba los latidos de su propio corazón mecánico, demasiado fuertes, demasiado veloces. 

Escuchó un jadeo por parte de Tony, que fácilmente podía haber sido de dolor o de alivio, pero cuando ella regresó la vista, la pitonisa lo había soltado y estaba de pie ante él. Él estaba sentado sobre sus talones, con las rodillas en el suelo, los brazos extendidos sobre los muslos, el mentón sobre el pecho. Y después se derrumbó, desmayado, una vez más.

—Levántenlo y síganme. Pero sean rápidos. 

Rachel no se acercó, dejó que fueran Earl, Layne y J quienes lo examinasen antes de cargarlo e iniciar de nuevo la marcha. Rachel no quería seguir viéndolo sufrir, pero entendía que, de alguna forma, lo que la pitonisa había hecho, había sido curarlo y que ahora las cosas irían a mejor. O eso quería creer.

Chapter 19: 17: Cuando los árboles susurran

Notes:

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Chapter Text

Rachel había estado cerca de los demás, quienes llevaban a Tony inconsciente en volandas por el camino. Aún no superaba su ligero temor por él y por eso se mantenía cerca, no demasiado, pero si lo suficiente como para ver que las heridas de una de sus muñecas ya no era visible. No pudo confirmar si el resto habían desaparecido de igual forma, pero tampoco se acercó demasiado, no quería ser evidente. Con saber que Tony seguía respirando y su corazón latiendo en el sitio que correspondía, en el interior de su pecho, ya era bastante para ella. 

No quería alejarse de él, seguía preocupada , desconfiada con la pitonisa y cohibida con el nuevo silencio que los rodeó. Había algo en el ambiente que presagiaba la calamidad, se sentía pesado, demasiado silencioso para ser un bosque normal. ¿No había animales? ¿No había grillos y sapos? ¿Era real un sitio tan muerto como éste? ni siquiera había algo para llenar el estómago, aunque ella no lo necesitaba, algunos de los chicos si y en ese camino no había ni siquiera plantas.

Cuando la pitonisa se detuvo, ellos se detuvieron también. Pero todos se preguntaban en donde estaban y qué sitio era ese para esconderse, era el mismo bosque que antes salvo que ahora había más separación entre un árbol y otro, pero era el mismo bosque de árboles desnudos sin más ni más. 

La pitonisa entonces se volvió a ellos. Sus ojos de pupila rasgada los observaron un instante, a cada uno por turnos de varios segundos. Como si pensara que podían traicionarla, como si pudiera con solo mirarlos ver lo que había más allá de su exterior. ¿Quién sabe si podía o no? Rachel se contentó con sostenerle firmemente la mirada, si podía ver algo o no, lo vería de todas formas aunque ella no lo consintiese. Entonces, la pitonisa se volvió a los árboles de nuevo. 

—¿Le temen a lo desconocido? 

Nadie respondió, todos parecían sorprendidos por la pregunta, ella continuó— por qué esto es algo parecido e igual de peligroso. Solo durará unos minutos, pero deben mantenerse tranquilos e intentar no escuchar ninguna voz que escuchen. 

Y reanudó el paso, los chicos la siguieron, con igual cuidado y sigilo. No habían entendido a que se refería hasta que, de entre la espesura de la noche surgió un sonido que hizo a Rachel temblarle hasta la última hoja seca de su interior: Oyó susurrar a los árboles, eran indudablemente ellos, con voces que parecían hechas de tierra y de aire, con retorcidos sonidos que se asemejaban al crujir de la madera semi podrida. Un súbito miedo se apoderó de todos, como un agua negra, salobre, cuando después del susto inicial, comprendieron algunas de las palabras pronunciadas por ese nuevo bosque que atravesaban.  

—Bien, éste es el sitio. Esto solo durará un instante, pero espero que no sea demasiado para ustedes... —advirtió la pitonisa y sacando de un bolsillo secreto un frasco con trozos de huesos negros en su interior y tapa de rosca, lo abrió y depositó un gramo de su contenido en el suelo a sus pies. Esto rápidamente fue absorbido sin dejar rastro alguno, como si las raíces de los árboles se las hubiera tragado. 

Rachel se estaba preguntando cómo eso les serviría de escondite cuando sucedió. 

De pronto, Eli gritó. Todos vieron como una rama baja se había asido con firmeza a la camiseta del diablillo y tiraba de él con fuerza hacia arriba y aunque él trataba de zafarse, el árbol no tardó en suspenderlo en el aire. Geoff fue en su ayuda, tomando una roca del suelo con dificultad e intentó golpear y romper la rama, pero otra lo tomó por el hombro tan repentinamente que dejó caer su arma. 

Rachel fue la siguiente, cuando dos ramas con sospechosa forma de manos se aferraron a su cabello de lana y a sus jeans haciendo el mismo procedimiento de antes y suspendiéndola en el aire. 

J fue agarrado por la cola, lo que lo desconcertó por un momento y eso fue suficiente para que otros dos brazos se enredaran en su hocico y otra en el muslo herido haciéndolo gritar. Earl dio patadas y golpes certeros por doquier intentando llegar a los demás para poder ayudar, pero fue inútil cuando las ramas lo tomaron por los tobillos haciéndolo caer pesadamente hacia adelante y luego suspendiéndolo boca arriba en donde su barrote robado no era de mucha ayuda. 

Cesar gritó algo cuando fue derribado y tomado de igual forma de una mano y suspendido como los demás, pero su articulación se soltó sin problemas y lo hizo caer al suelo. 

—¡Hey! —le gritó al árbol que sostenía la mano esqueleto en el aire— Devuelve eso ¡no es tuyo! 

La pitonisa rodó los ojos y de dos pasos estuvo bajo Rachel que batallaba por soltarse, contorsionándose mientras gritaba como los demás. Se zafaba de una rama para ser atrapada bruscamente por otra.

—¿Qué están haciendo? 

—¿Cómo que qué estamos haciendo? —chilló ella con la voz tanto o más aguda que Earl— tratando de escapar ¡ayúdanos, maldición! 

—Sosténganse, chicos —les ordenó Eli— tarde o temprano nos soltarán. No entren en pánico. 

—No es tan malo, —restó importancia la pitonisa— antes era peor, cuando esas ramas tenían púas. 

J gimió algo como un gruñido o un aullido tratando desesperadamente de romper el bozal de ramas que aprisionaba su hocico lobuno, pero tampoco era posible. 

—Sea lo que sea que dijo J, lo apoyo —gritó Earl, intentando por quinta vez doblarse sobre si mismo y alcanzar así las ataduras de sus tobillos para darles con el barrote o romperlas. 

—Eli, los va a lastimar. ¿Qué hago? —gritó Layne a quien, por supuesto, no habían podido atrapar las ramas, aunque no por no haber intentado. 

—¡No lo sé! Espera, ya se me ocurrirá algo. Si tan solo estás desgraciadas ramas... 

—Si no lucharan sería más fácil —sugirió confusa la pitonisa, aparentemente tranquila viendo el espectáculo. 

—No importa lo que diga esa bruja, sucia traidora —escupió Eli, a quien una segunda y tercera rama tomaron de la cola, que se había zafado de las trabillas del pantalón en el forcejeo, y el antebrazo— que no cunda el pánico. ¡Esa es mi cola, maldición! ¡suéltala! Saldremos de esta como lo hemos hecho en otras ocasiones. 

Geoff gritó más fuerte que todos juntos, y considerablemente más bajo, de puro terror cuando una rama se metió bajo su camiseta y le hizo incómodas cosquillas en el estómago. Rachel no podía evitar gritar tampoco, mucho menos cuando vio que el árbol la había suspendido en lo alto hasta la copa y que ahí, en el final del tronco había una oquedad más negra que la misma muerte y que era ahí hacia donde la dirigían las ramas. 

De pronto en esa oscuridad, algo se agitó y desperezó con ritmo pausado. Rachel tragó en seco. 

—Devuélveme mi mano ahora, estúpido árbol. Te crees muy grande y bravucón ¿eh? De nada te servirá esa mano, sabe tocar el piano, si, pero aquí no hay —César despotricaba en el suelo dándole golpes al tronco, era el último en pie. Entonces otra rama lo tomó por atrás, por la camisa y lo alzó del suelo. Cesar no tardó ni un instante en desarmarse completamente y caer al suelo— no me dolió, pero ahora si me enojé. Te las verás conmigo.

Iba a arremeter en contra del árbol, cuando más ramas tomaron una a una todas las piezas de Cesar y las alzaron del suelo. Earl resultó ser más pesado de lo que el árbol podría soportar, por lo que en el forcejeo, las ramas se habían asido a sus pantalones y se los había rasgado en algunos sitios mientras lo tenía suspendido aún. Eli logró quebrar la rama que sostenía su camisa, pero no lo soltó sino hasta haberle arrancado una gran parte de la tela. 

De la oquedad frente a Rachel salieron algo así como quince tentáculos blanco azulados, temblorosos pero ágiles, que se agitaron hacia ella con la intención de agarrarla y meterla dentro del agujero. Qué pasaría ahí dentro era algo que ella no deseaba averiguar nunca.

—Chicos, dudo que quedarse quieto o luchar haga ninguna diferencia. —jadeó y un tentáculo se enroscó por sobre su rodilla y tiró de ella hacia abajo. Rachel gritó una maldición y pateó con la pierna libre el tentáculo hasta que otro se asió de la misma forma de su pantorrilla, inmovilizándole ambas piernas.

Layne estaba intentando ayudar, pero su influencia en el mundo físico era tan pobre que no conseguía hacer mucho más que el ridículo intentando mover piedras para lanzárselas a los árboles que susurraban palabras escalofriantes. La impotencia se mostraba perfectamente en sus rasgos fantasmales, se sentía exactamente como en la celda, incapaz de salvar a sus amigos, esta era una situación semejante, aunque a mayor escala. Si no se apresuraba, podría perderlos a todos. Siguió intentando, mientras los demás luchaban a su manera.

En la única ocasión en la que pudo levantar una roca lo suficientemente grande como para hacer daño, erró el tiro y le dio a Geoff en el estómago. Si hubiera tenido aire en los pulmones, seguramente se lo habría sacado con ese golpe, pero al no tener más que relleno en su interior, Geoff no sufrió el menor daño. No obstante, con eso, la rama que había estado jugueteando bajo su camisa se rompió y él casi suspiró aliviado. 

—¡No te detengas, sigue intentándolo! —le apremió. Geoff estaba al borde de suplicarle— ¡funciona! No te detengas. 

Los árboles susurraban con más intensidad un cántico que sonaba ansioso y cruel, como el de mil bocas sin labios, ocultas, expectantes, hambrientas que los iban a devorar en breve a todos. Layne también las escuchaba, eso era indudable, porque vaciló un segundo antes de asentir e intentar una vez más. Ya le había cogido el truco, debía usar proyectiles más pesados ¿Cómo no se le había ocurrido antes? si tan solo no estuviera tan nervioso con todos esos gritos... Entonces, antes de poder siquiera intentarlo, el fantasma fue absorbido por un viento helado que lo convirtió en una voluta de humo platinado para después ser encerrado en un frasco que tenía a mano la pitonisa. Le puso un corcho, apretándolo con ambas escamosas patas de rana y seguidamente se lo metió al bolsillo. 

Geoff no tuvo tiempo de gritar nada, aunque quiso hacerlo, porque fue lanzado a una oquedad parecida a la que se estaba por tragar a Rachel. Lo mismo les ocurrió a los demás y a cada hueso y ropa de Cesar hasta que solo quedó Rachel forcejeando inútilmente, asestando patadas certeras con toda la poca fuerza de la que disponía. La desesperación y el terror que la hacía luchar aún era ahora más fuerte, aunque sus esperanzas habían desaparecido por completo cuando más tentáculos subieron a ella. 

La pitonisa apoyó el hombro izquierdo contra un árbol mínimamente normal, con todo ese jaleo desesperado, gritos y demás, Tony había sido olvidado contra ese tronco al lado de la pitonisa, aún inconsciente y laxo como papel mojado. Rachel se apercibió de esto. No quería que Tony se quedase a expensas de esa traidora, era seguro que lo entregaría al rey calabaza cuando acabara con todos, había sido un error confiar en esa bruja. Pero no podía hacer nada si era devorada por lo que sea que habitaba dentro de ese tronco podrido. 

—¡¿Por qué?! —le exigió respuestas— dijiste que querías ayudarnos. 

La pitonisa se encogió de hombros y su lengua venteó el aire unas cuantas veces antes de sonreír. Fue entonces cuando las ramas soltaron a Rachel en el interior de la oquedad y todo se desvaneció. 

Por un momento, ya no escuchó nada, fue como caer al agua, sus oídos no recibieron ningún estímulo. De igual forma pasó con sus ojos: Negrura, mucha oscuridad negra la rodeó. El resto de su cuerpo se vio avasallado por muchas otras sensaciones. Sensaciones sin nombre volvieron a atormentarla, sentía el resbalar de los tentáculos por brazos y piernas, cayendo sin poder evitarlo hasta que ya no sintió nada por unos segundos. Los tentáculos, ramas, el bosque entero, todo quedó atrás.

Notes:

Casi 70 mil palabras en esta historia... es alucinante. Y podrían ser más si mi síndrome del impostor no me hubiera llevado a borrar los capítulos después de escribirlos... Cosas que pasan.

Este capitulo iba a ser muy largo, superaba las cuatro mil palabras, así que lo partí a la mitad y ahora ambos quedaron cortos, pero quería dejar algo de misterio. He cuidado muchas cosas de esta historia y he olvidado poner el toque de misterio al final de los capítulos.

¡Muchas gracias por sus lecturas, votos y comentario, son profundamente apreciados!

❤😊

Chapter 20: 18: La ingravidez de una sombra

Notes:

¡Hola a todos!

Soy consiente de que me perdí por días, otra vez, lo admito. No me gustan las excusas, porque siento que nunca son suficientes para justificar nuestra falta, no enmiendan nada ni cambian la imagen que le dejamos a las personas de nosotros mismos siendo lo que somos, personas imperfectas y, en mi caso, inconstantes.

Por eso no pondré excusas esta vez y probablemente en ningún momento, solo les ofrezco mis disculpas de siempre, sinceras y humildes. No son suficientes, pero por eso les traigo este pequeño capitulo nuevo. Algo me dice que su potencia compensa en algún sentido su longitud.

Mi hermana me ha dicho que lamenta que la historia sea un fanfic y no una novela, porque ella y yo sabemos que le he puesto más vida de la necesaria, vida que podría haberle impreso a mis novelas de wattpad y en las que curiosamente no hay nada tan sentido como lo que esconde esta historia. No obstante, ya sé que tal ves molesto al decir esto una y otra vez, pero estoy enteramente feliz de poder compartírselas como lo que es, un fanfic de Voiceplay imposible de los que me encanta hacer.

Espero que tengan una semana maravillosa y que todo les esté saliendo bien, yo sigo adelante como puedo, así que no les garantizo capítulos muy a menudo, porque estoy en una época de mi vida en que soy más inconstante que nunca y debo aprovechar mi tiempo, sacar hasta de donde no hay para cubrir todo lo pendiente. Si todo sale bien, tal vez las cosas mejoren para mi en algunos días más... Por eso, hoy les traigo este capitulo, pronto habrá más y del largo normal, tres mil a cuatro mil palabras, eso lo prometo... solo que no sé cuando... lol.

¡Feliz lectura y gracias por sus visitas, votos, comentarios y subscripciones!

Todo es profundamente apreciado.

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Chapter Text

Tony abrió los ojos. 

Lo primero que vio fue fuego, a sus pies, a pocos palmos de él. Fuego blanco que danzaba con una luz mortecina, inquietante, agitándose al son del viento. Era alimentado por corrientes de un liquido oscuro que se movía por canales en la piedra, siguiendo un camino lento y soporífero hasta quien sabe qué sitio en el suelo. Tony no podía precisarlo, pero parecía ser aceite por la forma en la que las llamas la devoraban con tanta insistencia, aunque se renovaba con la misma rapidez con la que se consumía. Entonces se percató de estar sobre una plataforma de piedra llena de filigranas en roca negra.

Ambos brazos estaban atados de nuevo, y cuando alzó la vista, vio que una cuerda tan negra como el vacío del espacio se los mantenía levantados por encima de la cabeza en una posición vulnerable e incómoda. La cuerda estaba atada a una argolla encastrada en medio del ángulo de lo que parecía un umbral en forma de triangulo equilátero de piedra idéntica al resto de la habitación. Sus pies estaban atados para que imitaran la forma del triángulo, con un pie apuntando a cada esquina con cuerdas idénticas, más apretadas aún. A pesar de eso, estaba totalmente suspendido en el aire. Le habían quitado la camisa y su piel desnuda resplandecía pálida, perlada de sudor, ante la luz de las llamas blancas.

Hasta entonces, no había visto que los canales del suelo provenían de debajo de esa plataforma en la que él se hallaba... y de que el liquido que corría a sus pies podía ser sangre.

No estaba seguro, pero por su debilidad, podía ser suya.

El aura inquietante que flotaba en esa habitación vacía le hizo darse cuenta de que estaba en las peores circunstancias que nunca le hubieran sobrevenido hasta ese momento. 

Las paredes y piso eran de piedra de obsidiana, pulida como un espejo, con un ligero tono rojizo tornasolado, como los reflejos que lanzaba a sus ojos el liquido en llamas del suelo. Pero las uniones de las esquinas eran de la misma piedra pero opaca, como ahumada, como espejos negros sobre los que se hubiera condensado su aliento. Estaban puestas de manera que él mismo no se reflejara en ellos, tampoco ese triángulo en el que estaba sujeto, sino parte del techo formando una ilusión de espejo infinito. El techo a su vez, era una espiral hacia arriba, de manera que le daba la sensación de estar metido en una especie de pirámide extraña.

Tony estaba aterrorizado, no sin razón. Ya sabía porqué estaba ahí y lo que le harían.

Cuando el sonido profundo de piedra sobre piedra lo hizo alzar la vista, dejó de respirar. Tierra y polvo se desprendieron de las uniones de las enormes losas, el techo sobre su cabeza se abría en espiral, separando los tres rayos de los que estaba compuesto, revelando la bóveda celeste y las mil millones de estrellas que solo podría ofrecer una noche sin luna, en medio de la nada, sin ningún tipo de contaminación lumínica. Su brillo era increíble, Tony nunca imaginó ver tantas nunca. Estaba seguro de estar contemplando un brazo entero de la vía láctea como debieron contemplar en la antigüedad los astrónomos griegos. Un aglutinamiento de luces de indescriptible belleza.

El viento le azotó la cara, enfriando el ambiente, y las llamas del suelo bailaron con mayor insistencia, con anticipación.

Poco tiempo le tardó enterarse de como las estrellas se reflejaran en el suelo y en las paredes puestas de manera que todo encajase a nivel matemático. La ilusión que se creaba era magistral, tan bella, como aterradora. Tony tuvo la sensación de estar suspendido en medio del espacio, con las titilantes luces rodeándolo. Como un planeta errante en la inmensidad, sin ninguna dirección o norte, ingravidez total, como si no estuviera atado, como si en algún sentido hubiera libertad para él, una libertad en la no existencia. La sensación era de ser menos que nada, de ser una mota de polvo en la inmensidad, pero a la vez de ser uno con todo.

Era extraño, pero era real hasta la última sensación. Las estrellas brillando a su alrededor parecían confirmárselo, cuando esto acabara, él sería parte de ellas.

Entonces, el sonido de piedra sobre piedra se reprodujo otra vez y Tony vio como las paredes se movían todas a la vez hacia la izquierda, revelando pasillos eternos y tan oscuros como todo a su alrededor. Era como ver aparecer de la nada hoyos negros en el espacio profundo, portales a otros universos. De ahí, surgieron acompañados de corrientes de aire fétido, como de tumbas abiertas, sombras traslúcidas colosales que se arremolinaron a su alrededor. 

Las paredes volvieron a sus lugares, deslizándose soporíferamente sobre sus uniones hasta volver a su estado original y encerrar a Tony con estos seres de pesadilla. El miedo corrió por sus venas a la misma velocidad con la que la sustancia del suelo se quemaba. Las sombras, no hacían el menor susurro, pero existían, las veía, se movían, se retorcían como volutas de humo, frías e inmisericordes como demonios. Se movían tan rápido, que al colisionar y traspasarse una con otra parecían romperse y crear más de ellas. Las sombras se juntaron frente a Tony, traspasando las nervaduras del suelo en llamas, sin quemarse, sin apagarlas, pero cubriéndolas. Algunas pasaban tan cerca suyo que podía sentirlas rozándole, como plumas muy finas, pero avasalladoramente frías que dejaban a su paso una sensación ardorosa. Luego comprendió que rasgaban su piel en diminutas líneas que comenzaban instantáneamente a sangrar.

Las estrellas se apagaron todas a la vez, y por un instante, su luz fue opacada por las presciencias oscuras. Pronto eran tantas que por un momento, Tony creyó que la oscuridad se apoderaría de su alma. 

Si esto era el aquelarre del que le hablaron, era peor de lo que imaginaba.

Si hubiera podido, hubiera gritado con fuerza, pero estaba paralizado. El horror que se presentaba ante sus ojos era lo último que había esperado presenciar. No estaba seguro, pero algo le decía que los seres se burlaban de él, que sabían su estado y disfrutaban torturándolo lentamente, haciendo de su muerte más agonizante si era posible. Tony, desesperado, tironeó de sus ataduras. Era inútil, obviamente, pero su inteligencia estaba embotada por la niebla del terror y no le permitía darse cuenta de que hiciera lo que hiciera nada lo salvaría. 

Notes:

Como dato curioso puedo decirles que originalmente el preludio actual se parecía más a este mini capitulo. Porque en mi cabeza, cuando la pensé por primera vez hace casi siete años, esto era una historia con su toque de Lovecraft más que de Tim Burton. Quería abrir la obra de una forma alucinante y mística.

Es a esto a lo que nos referimos cuando decimos que la historia toma el rumbo que le apetece sin preguntarle antes al creador... lol

Chapter 21: 19: Más allá de la corteza podrida

Chapter Text

Las losas frías de piedra la recibieron y supo que de no ser por su condición de muñeca de trapo, hubiera sufrido daños dolorosos al rebotar en el suelo de esa forma. Tan pronto se supo quieta, se incorporó de un salto y después de sacudirse vigorosamente la sensación de los tentáculos, miró en derredor. No se había recuperado del susto, para nada, seguía temblando como una hoja y sus ojos debían estar desorbitados por buscar algo en lo qué concentrarse en esa eterna oscuridad.

Entonces, una luz anaranjada surgió y Rachel pudo ver las paredes de la cueva en donde estaba. Amplia, rocosa, oscura, húmeda, seguro plagada de murciélagos y escolopendras venenosas. Rachel se encogió en su posición y se abrazó a si misma en un movimiento espasmódico antes de volverse con lentitud al rededor para buscar la fuente de la luz.

Alguien la tomó por el hombro por detrás y ella no evitó gritar de nuevo, quitándose de encima la mano de un golpe al volverse a su agresor. La mano se destrabó del brazo y salió despedida al suelo. 

—Oye, gracias, pasé mucho tiempo intentando quitársela a ese estúpido árbol, solo me faltaba que tú hicieras eso. —resopló Cesar yendo a traer su mano de esqueleto del rincón en donde había caído. 

—Oh... Lo siento... —se disculpó lo mejor que pudo. Seguía trastornada por todo lo pasado así que evitó hablar durante los primeros instantes. Cesar tenía una lampara de aceite, quien sabe de donde la había sacado, pero iluminaba lo justo. Rachel se acercó a la luz por instinto y se sentó en el suelo junto a Cesar.

El esqueleto, con esa piel traslúcida tan extraña que atraía la vista, parecía tanto o más cansado de sustos que ella y Rachel apreció su silencio tanto como él su compañía.

—¿No te falta nada? —le murmuró, cuando se hubo calmado— es decir... 

—Sé a que te refieres. Y no. No que yo sepa, pero nada es seguro. No estudié medicina así que si hace falta alguna pieza no tengo como saberlo. —César se ajustó la mano a la muñeca con un sonido seco.

—¿Dónde crees que estarán el resto?

—No tardarán en encontrarnos, —le aseguró— los escuché en las otras galerías. No sé como pero esa vieja nos lanzó a otro laberinto subterráneo. Talvez sea el mismo laberinto del que acabamos de salir, quien sabe.

—Confío en que los chicos no estén lejos —suspiró— ¿de donde sacaste esa lampara?

—Estaba apostada en la pared, como las antorchas en el laberinto. Seguro Eli encuentre una conexión entre esto y algo que nos dé una pista sobre en donde estamos. Pero por el momento no quiero cansar mi cerebro pensando de más.

—Yo tampoco —acordó— solo quiero saber... ¿porqué? ¿Porqué lo hizo la pitonisa? Yo sentía que lo haría, que nos traicionaría, quiero decir, pero parecía con buenas intensiones. Parecía que no pretendía hacernos daño, incluso le cerró las heridas a Tony ¿porqué ayudarlo si al final nos traicionaría? No tiene sentido, ningún sentido...

Rachel empezó a hablar atropelladamente, un borbotón de palabras salieron nerviosamente y Cesar la tomó por los hombros y la detuvo.

—No tengo ni idea. Pero espera, tomate un momento para respirar. Los chicos vendrán pronto.

Ella se tomó un instante para observar sin disimulo los filigranas de los huesos de Cesar. Pero su mente se hallaba en todo. Los había traicionado, la pitonisa sabía que eso ocurriría y aun así se quedó a observar, solo a observar como los arboles se los tragaban. Pensar en eso, le hizo hervir la sangre, si se podía aplicar esa frase a alguien sin sangre con posibilidad de hervir.

—¿Cómo lo sabes? —su voz surgió de la semioscuridad, nerviosa— ¿Cómo estás seguro de que ellos vendrán?

—Los conoces, no se irán sin antes intentar buscarnos.

Lo que más le dolía era que Tony se había quedado arriba... lo habían dejado y era culpa de todos, de ella también, no debió en ningún momento ni siquiera aceptar esa aguja de las manos repelentes de esa asquerosa reptil. Esa bruja. Esa desgraciada bruja los había engañado. Sus puños se apretaron y se encogió más si era posible sobre si misma.

—Rachel, Cesar ¿están ahí? —era la voz de J. 

Ella soltó la presión de sus manos y se relajó. Los chicos, ¿porqué dudaba que aparecerían? Cuanto le alegraba siempre escuchar sus voces, si en algún momento salían de esto, querría escucharlos todos los días para saber que estaban bien y que no se habían quedado en esa pesadilla.

—Aquí estamos. —alzó la voz Cesar— menos mal que fueron ellos los que nos encontraron, yo no hubiera tenido el valor de intentar buscarlos en estas cavernas.

Rachel estuvo de acuerdo, no había tenido ella la disposición para hacerlo tampoco, seguía en una especie de shock. El resto de los chicos se acercó a ellos de entre una caverna contigua, todos parecían más asustados que nunca. No fue difícil para el silencio volver a cobijarlos, porque a pesar de todo, verse de nuevo era bueno, era reconfortante, era agradable. 

—¿Cuál es la insistencia en dejarme plantado? 

—Ahora no te pongas quejica como Tony, quieres, Cesar —suspiró irritado Eli, al acercarse con los demás— da gracias que estemos juntos de nuevo y todos estamos bien.

—Doy gracias, créeme. Pero hubiera agradecido más que no tardasen tanto. Tuve tiempo hasta de encontrar a Rachel y esta lampara.

—Calma, hermano —le instó J— no nos sirve de nada estar otra vez peleando entre nosotros.

—Lo siento —murmuró Cesar, llevándose las manos al cabello— simplemente estor alterado y estoy diciendo lo que se me viene a la mente.

—Todos lo estamos —añadió Geoff— tengo un desgarrón en la nuca y otra en el pecho ¿Dónde está Tony? bien me servirían sus nada masculinas habilidades con la aguja y el hilo.

Rachel no se dio cuenta hasta que J se lo señaló, el forcejeo con los arboles aflojó la venda de su estómago, estaba perdiendo sus hojas secas sin darse cuenta. Eli se había herido una de las manos al intentar romper las ramas, por lo que fue incapaz de volver a anudar la venda improvisada. Tendría que esperar a que Tony volviese en si para pedirle ayuda, sería vergonzoso, pero parecía la única forma. Mientras, Cesar la ayudó lo mejor que pudo con un nudo diferente, menos perfecto, pero de igual función.

—¿Quién te dice qué eso no masculino? —le recriminó Earl frunciendo el ceño.

—Era broma —se defendió en un gruñido ofendido Geoff— yo tampoco estoy pensando lo que digo antes de decirlo. Da igual, se me saldrá el relleno si Tony no me da una mano ahora con lo que sea.

—Tony se quedó arriba —murmuró Rachel. 

—No, la pitonisa lo lanzó conmigo —dijo Eli y se hizo a un lado para que Rachel viese a Tony, aún inconsciente a toda esa pesadilla— llegó hace un momento.  

Earl lo colocó en el suelo con cuidado y Rachel olvidó todos sus pensamientos por el nerviosismo y prácticamente cayó sobre él para examinarlo. Seguía inconsciente, lo que era mejor, el trauma que se habría llevado lo habría vuelto loco quizá. La alegría que le daba a Rachel ver a ese hombre de nuevo solo era equiparable a la que sentía por el bienestar que la compañía de los chicos le ofrecía. Intentó no ser brusca al tocar brazos y piernas de Tony, intentó no ser molesta de igual forma, pero al encontrarlo bien, su animo mejoraba a pasos agigantados. No había más heridas que las que seguro se había hecho en el bosque después de la casa de campo, es decir, raspones y débiles heridas superficiales. Cuando ella levantó su mano derecha para observar esas heridas que ocasionó el borde cortante de los grilletes, se sorprendió al no encontrarlas. En su lugar, había cicatrices, las que ella imaginó que le quedarían, pero después de algunos meses, no inmediatamente. 

—¡Pero esto es asombroso! —exclamó Rachel, y bajó apresuradamente la voz al observar la preocupación de los demás— vean... Ha cerrado sus heridas, las ha curado. Y lo ha lanzado con nosotros. 

—No concuerda. —se devanaba los sesos Eli pensando— Yo también lo he pensado.

—Creíamos que tú sabrías qué pasaba. —dijo Cesar.

—No esta vez. —negó Eli— antes dije que estamos todos. Pero no es así.

—Layne... —murmuró Geoff y todos intercambiaron miradas solemnes ante la falta que hacía el miembro de la batería en la garganta.

J se acariciaba las marcas que las ramas dejaron en su hocico y examinó su cola, que hasta ese momento parecía haber ignorado su existencia. Eli hacía lo propio, pero con sus gafas, ya estaban astilladas desde la caída del portal del sexto árbol, pero ahora había perdido el cristal del lado derecho. 

—Piensan que los traicioné ¿no es cierto? —La pitonisa estaba de pie en una esquina. Todos dieron unos pasos hacia atrás, no supieron como, pero algo les indujo a creer que ella ya estaba ahí antes de que ellos se apercibiesen de su presencia— pueden juzgar por ustedes mismos. Los traje a un escondite secreto perfecto, como acordamos. Además, los árboles hablan, pero su idioma se perdió hace eones, nadie sabe al completo lo que dicen así que tampoco nos delataran. 

Geoff iba a decir algo, pero se detuvo y se llevó una mano bajo la camiseta antes de sacar una rama que se seguía agitando y la lanzó al suelo con un quejido de repugnancia. Earl le dio un pisotón que envió vibraciones que todos los presentes sintieron en los pies y la rama rota dejó de moverse. 

—Si no nos traicionaste ¿Por qué no nos explicaste lo que pasaría? —le increpó Rachel a la pitonisa— habríamos entrado de buen gusto si nos lo hubieras dicho.

—No hay tiempo para eso, arriba ya tendría que haber iniciado el aquelarre y no es posible porque el corazón ya no está. —Todas las miradas bajaron al bello, no tan bello, durmiente— están desesperados por encontrarlo y harán lo que sea para recuperarlo. Los tuve que traer aquí porque mi choza está en el pueblo. Los reconocerían al instante, y las consecuencias para mi y para mi hermana serían tortura y hoguera. Por eso mismo, y más, síganme, esta galería subterránea lleva a la casa, pero todavía hay que caminar un poco. Ahí urdiremos cualquier plan que quieran, pero lo importante es ocultarlos, un día o dos tal vez sea suficiente. 

Los chicos intercambiaron miradas recelosas, era obvio que desconfiaban. La pitonisa podía ver sus pensamientos, talvez no era tan necesario tener habilidades extrasensoriales para saber cuando las personas no creían en ti. De su bolsillo sacó aquel frasco, parecía tener dentro humo platinado y brillante que parpadeaba en diferentes intensidades de luz, como si tuviera encerrado el momento exacto en el que una diminuta nube oscura lanzaba relámpagos antes de la tormenta, y que éstos fuesen eternos. Al abrir la botella, el humo escapó poco a poco y salió al ambiente en donde se condensó como el vaho del aliento en una figura conocida. 

—¡Layne! —dijeron al unísono. El fantasma se tambaleó y por un instante, sus pies se hallaron en el suelo. Miró a izquierda y a derecha y después, sus ojos parecieron enfocar. 

—Ese es mi nombre —murmuró, confuso, su brillo parpadeó. La piedra que sostenía en la mano se resbaló a través de sus dedos fantasmales, atravesándolos y cayendo al suelo— ¿Qué fue lo que pasó? 

—Un fantasma no hubiera sido atrapado por los arboles, tenía que traerlo manualmente. —todos miraron a la pitonisa, semi oculta por las sombras que como si nada volvía a tapar el frasco y a sumergirlo en su bolsillo— No me interesa tener prisioneros. Tomen esto como prueba de que digo la verdad. Y síganme. 

Todos miraron a Eli y él se acercó a la pitonisa para hablarle aparte. La conversación duró poco, pero Rachel notó inseguridad en los ojos de su amigo. Cuando todos estaban expectantes, Eli asintió y Earl se cargó a Tony al hombro mientras reanudaban en silencio la caminata. No hacía falta mucho más para que todos creyeran o se abandonaran a ella. Bastaba con el hecho de que no había alternativa. Pero aún así su desconfianza no se apagaría con tanta facilidad.

Seguía siendo su única opción, pero ahora tendrían cuidado. 

Con dudas, Rachel decidió seguirlos de igual forma, lo último que quería era separarse de ellos... Y de Tony. Layne parecía sacado de onda y cuando J quiso explicarle, tardó mucho en comprender. Su mente estaba embotada, como al salir del efecto de la anestesia. Fuera de eso, parecía estar bien, volvió a flotar en breve, aunque con dificultades para controlar la temperatura que hicieron tiritar a Tony aun inconsciente. 

La galería era mucho más amplia de lo que parecía, abarcaba varias veces la altura y descenso de cualquier montaña que Rachel hubiera escalado, y aún así, valiéndose de la lámpara de aceite, bajaron trecho a trecho el camino pedregoso. El aire estaba saturado de humedad, pero había aún así mucho polvo denso en el ambiente. El frío también era considerable, aunque Layne se controlase, era como si las paredes de piedra se robasen el calor de sus cuerpos a medida que bajaban más. 

Abajo en la oscuridad, una casa surgió. Era pobre y carente de adornos, pero era más humana de lo que había visto hasta ahora en el pueblo, eso era un punto a favor de la historia de la pitonisa, había cierta menos mugre en sus paredes que las de los demás monstruos. Piedra gris, nada más. El camino terminaba ante una puerta sencilla y un muro de piedras planas que le llegaba a Rachel hasta el pecho bordeaba una especie de jardín con hongos luminosos.

—No hay muchas habitaciones, solo podré ofrecerles dos. No hay chimeneas por que no tenemos ventilación apropiada y la caverna se llenaría de humo... lo intentamos hace mucho. Cydonia insiste en que es un agujero terrible, frío, solitario y descorazonador... en eso tiene razón. Pero está libre de monstruos. Hasta ahora, claro.

Los miró a todos otra vez, con esos ojos de pupila rasgada. Abrió la puerta y los dejó pasar. El interior de la casa tenía lamparas de aceite colocadas en sitios estratégicos, Rachel se preguntó si lo habían hecho para evitar las sombras, y que si esta fuera su intención ¿habría seres que en ese mundo retorcido se materializarían mediante las sombras? podría ser así con mucha facilidad. Y Rachel no descartaría ninguna posibilidad. 

Los chicos iban en silencio esta vez, estaban cansados, incluso ella. Sabía que podía dormir aun siendo una muñeca de trapo porque antes se había tomado una pequeña siesta sobre el pecho de Tony, cosa que aún le avergonzaba y que se había prometido nunca decir en voz alta. Pero el cansancio que pesaba sobre ella era más que nada emocional. La casa estaba llena de luz por todos lados, no se podía evitar en ninguna habitación, que no eran muchas, solo cuatro de apenas unos ocho metros cada una. No podían estar todos juntos a la vez en una misma habitación sin estar hombro con hombro y darle un codazo a alguien sin querer. 

Rachel había estado atenta a la aparición de esa hermana de la pitonisa, Cydonia. Se preguntaba si ese nombre se le habría dado al convertirse también en lo que sea que era. Se preguntaba incluso el mismo nombre de la pitonisa, porque no se habían detenido a preguntárselo siquiera. Había tantas preguntas por hacer que la menor de ellas era saber su nombre... 

El interior de la casa estaba llena de pergaminos viejos llenos de inscripciones y retorcidas figuras bastante satánicas que asomaban sus rostros en el papel. Rachel evitó mirarlas, porque tenía la sensación de que le devolvían la mirada. La pitonisa le mostró el cuarto en el que dejaron a Tony, en un camastro de enredaderas secas cubiertas por una manta tan polvorienta, gris y deteriorada como la misma ropa de la pitonisa. En el otro, el resto dormirían unas horas por turnos. 

La moral había bajado mucho, todos estaban sucios, cansados, tristes y agobiados en muchos sentidos. En el débil nacimiento de agua que había tras la casa, J, Earl, y Eli hicieron lo posible para asearse mientras Layne, Geoff y Rachel se quedaban en casa, alrededor del camastro de Tony en silencio. Esto era así porque el primero de ellos tres no tenía forma de limpiarse, y los dos segundos tardarían días en secarse bajo tierra, por lo que por el momento tendrían que quedarse como estaban. Cesar había tomado la iniciativa de lavar la ropa de los chicos, cosa que todos agradecieron mucho. Aunque verdaderamente no estaban seguros de que se pudieran secar en esa húmeda caverna, por lo que pidieron a su anfitriona ropa nueva. Ella les dijo que no tenía nada por el estilo, pero les prestó algunas túnicas suyas para que no anduvieran desnudos, por lo menos. Eli dijo que a lo mejor, esas ropas rasgadas y sucias les servirían como disfraz para pasar desapercibidos a la hora de escapar.

La pitonisa fue a conseguir algo para el estómago de los que todavía contaban con estómago, con la promesa de regresar en breve para que pudieran trazar un plan.

Para sorpresa de Rachel, Geoff calló dormido demasiado rápido sobre el suelo. El cabello de lana sobre la frente y los brazos cruzados sobre el pecho que más parecía el hecho de estarse abrazando a sí mismo que un gesto despreocupado. Daba la apariencia de ser un muñeco de costal de tamaño natural normal y corriente, sin vida, Rachel pensó que se merecía el descanso, debía de haberlo pasado bastante mal, como todos los demás por supuesto. Y es que a ninguno le había ido ni mínimamente bien. Layne le confió entonces a Rachel velar el sueño de Tony mientras él iba a intentar tomar aire fuera de la casa llena del aroma fermentado de las lamparas de aceite, lo que era un poco ridículo, porque nadie en esa habitación, a excepción de Tony, respiraba nada de nada.

Pero los olores podían ser percibidos de alguna extraña forma, así como también podían sentir texturas o temperaturas.

Rachel estaba cansada y ver a Geoff en ese estado inanimado que podía llamarse sueño, le infundía aún más el deseo de echarse una siesta también. Sabía que si tuviera que, saldría en ese mismo momento y podría hacer la caminata de vuelta al punto en donde habían caído desde el portal del sexto árbol. Se sentía capaz, no obstante, el cansancio también era tan real como el hecho de que ella era una muñeca de trapo rota que se desbarataría si se llevaba al limite de sus capacidades... que no eran muchas.

Cada tanto volvía sus ojos de vidrio a Tony, recostado en su sitio. No hacía mucho, se había removido en su camastro y murmurado algo parecido a un áspero regaño a Layne por no haber pagado a los actores o algo así y se había vuelto a quedar tan inanimado como Geoff. Rachel no podía evitar acercarse a él con un sentido de compasión, al verlo en ese estado, pero se conformó con quedarse a un lado de él, de alguna forma, sentía que la calidez de la habitación se debía a él y no a las numerosas lamparas de las paredes. 

La pitonisa volvió con un saco al hombro con algo agitándose en el interior que no paraba de gruñir. Como la vidente no hizo ningún comentario al respecto, Rachel tampoco osó mencionar nada, pero no perdió de vista el saco en movimiento ni cuando la pitonisa le descargó un garrotazo. 

—Cuando se despierte, dale esto —le entregó una jarra cubierta de la que ascendía un humo de olor extraño. Rachel se preguntó si se refería a lo que había dentro del saco, que ya no se movía, o a Tony. Pero eligió creer en lo segundo.

Le entregó además un cuenco que Rachel sospechó que era un trozo de cráneo vacío. Si Tony llegaba a despertar y preguntaba, ella no se lo diría porque estaba claro que le tendría que dar de beber en eso. 

—¿Qué es? —inquirió echándole un vistazo al interior de la jarra por un resquicio en el mantel. Atisbó un liquido de un rojo conocido, caliente, de olor fuerte, almizclado, y se le revolvió su inexistente estómago. Por inercia se apartó y se cubrió la nariz. 

—Vino. —siseó la reptil— con miel. Si algo cura más rápido la resaca es un poco más de alcohol. Le hará falta hidratarse y desintoxicar su sangre. 

Rachel frunció el ceño y miró a la pitonisa. No decía mucho y parecía rehuir a dar otra larga explicación como la que les ofreció en el bosque, y Rachel y el resto necesitaban respuestas, sino, volvería a pasar algo como lo de los árboles. Se estremeció a pensar en esos tentáculos. 

—¿Cómo piensas sacarnos de aquí?

—No será sencillo —bisbiseó— pero los pergaminos dan formas.

—¿Tú también entraste por el portal del sexto árbol?

—Entré cuando los demás portales también estaban abiertos. Pero no por el mismo que ustedes usaron.

Chapter 22: 20: Una cena, gritos y escándalos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Earl estaba tratando de entender qué parte era comestible de lo que la pitonisa le dijo que era un faisán. Porque no sabía qué era cabeza y qué patas, algo le decía que tenía algo así como dos docenas de cabezas y sólo tres patas, pero nada le aseguraba que no fuera al revés y estuviera confundiendo picos con uñas. Eli y J hacían algo parecido, pero con la sopa de olla y legumbres, se suponía que era como un guiso, para comer acompañada de trozos de tortilla y pan, pero... Estaba considerablemente ácido, frío y espeso como engrudo. La cuchara de Eli encontró una patata gris en medio de todo, que se encontraba semi flotando en esa ciénaga que la pitonisa les había puesto en el plato. No estaban seguros, pero ante la falta evidente de algo de beber, de seguro la pitonisa pretendía que bebieran del nacimiento de agua.

Habían aceptado la cena sin parpadear porque sinceramente, era comida al fin y al cabo, y llevaban casi ocho horas sin probar nada real. Pero la cortesía se había ido al drenaje cuando la anfitriona se fue a sacar más ropas para Earl, cuando éste desgarró las costuras al flexionar los brazos. Ahora los chicos comentaban entre sí lo terrible de esa comida.

Todos se habían dado los baños más apresurados de sus vidas con la esperanza de llegar antes a la cena, porque algo les decía que esto iba a ser como un "coma quien pueda" y que si no se apresuraban los dejarían sin nada. Se habían sacado lo mejor que pudieron con retazos de tela y se habían vestido con las ropas de tela áspera que la pitonisa les había proporcionado. Algunas les quedaban muy holgadas y otras considerablemente más angostas, pero algo era algo. Tampoco pensaban quedarse con esos harapos negro ceniza para toda la vida, no pretendían quedarse a vivir en ese mundo de pesadilla por el siglo que durase hasta la siguiente... Lo que sea que fuera eso que pensaban hacerle a Tony.

Cesar estaba frente a ellos, sin la camisa, la pitonisa aun no encontraba una de su talla. Antes de irse había insinuado unir dos trapos de cocina y hacer algo mínimamente usable.

—Ahora un taparrabo me serviría igual —había contestado Cesar, al que se le notaban claramente todos los huesos a través de esa piel traslucida como niebla— los esqueletos que he visto, andaban desnudos.

—Pero tú tienes aun algo de piel sobre esos huesos y puedo asegurarte que nosotros no queremos verte desnudo —le aseguró Earl rodando los ojos.

—Y no los culpo, —se rió él— lo último que necesito es que alguno de ustedes se enamore de mi ahora.

El resto lo había ignorado y habían recibido la cena con esperanza, hasta ver de qué se trataba. Cesar, a la espera de algo para cubrir sus costillas blancas llenas de filigranas, se empeñaba intentando sacarle la mugre a los pantalones de J, restregándolas con sus manos huesudas contra las piedras al lado del nacimiento de agua. Aunque estaba haciendo un buen trabajo, aunque no le hubieran proporcionado jabón, estaba atento a las expresiones de asco que los demás hacían. Sonreía temblorosamente aguantando lo mejor que podía la risa, estaba feliz por no sentir hambre, sino correría con la suerte de sus compañeros a los que les estaba yendo bastante mal. 

J lo descubrió cuando Cesar bajó rápido la mirada y fingió que no se estaba burlando silenciosamente de ellos. El hombre lobo lo miró con los ojos entrecerrados un instante para volver a centrar su atención en la supuesta sopa. 

—Sabes, Eli, yo realmente no tengo mucha hambre... —intentó excusarse. 

—No puedes mentirme —le regañó Eli— he escuchado tu estómago no hace mucho, cuando la pitonisa preparaba estas cosas. Y no quiero pensar en lo que puede hacer un hombre lobo con hambre. Come y calla ¿de acuerdo?

—Pero Eli... Piedad. —suplicó arrugando su nariz lobuna— esto nos enfermará. 

—Realmente ¿te has detenido a vernos? como monstruos talvez no nos haga ningún mal este tipo de comida monstruosa. —reflexionó en voz alta Earl

—Creo que será peor no comer... —reiteró Eli— Quien sabe cuanto tiempo nos tocará aguantar éste mundo de pesadilla antes de averiguar cómo regresar. Y quien sabe cuando podremos comer una... una cena tan completa.

—Pero, Eli, viejo... Mira esto ¿Puedes imaginar una comida peor? 

—J, toma en cuenta que a ti te tocó algo más sencillo —le recriminó Earl, decidiéndose por lo más parecido a una pierna que encontró por fin y arrancándola del resto del amorfo cuerpo, se la ofreció al hombre lobo— ¿Quieres hacer los honores? Podría ser una pierna o un ala o una pata de cabra. ¡Piensa en las posibilidades!

—Quiero una hamburguesa. —puntualizó J, rechazando diplomáticamente ese pedazo de porquería mientras Earl sonreía sardónicamente— o media hamburguesa. Hasta un cuarto de hamburguesa, Dios. O lo que sea menos esto... 

Eli se desesperó y, negando enérgicamente, tomó valor y le dio una probada tímida al engrudo antes de estremecerse visiblemente asqueado. Entonces, ante las risas de Earl y J, se decantó por la pequeña patata gris, le había costado destrabarla de la sopa y después de la cuchara, pero ahora pensaba dar cuenta de ella. 

—Ñom Ñom Ñom —se burló Cesar desde detrás del bulto de ropa, a quien se le escapaba la risa por los poros sin poder evitarlo. La situación era demasiado graciosa. J le lanzó un terrón que había salido de los bolsillos de alguien y le dio en la frente al esqueleto. Cesar, al ser más liviano ahora, se fue hacia atrás al agua con los pantalones de J aun entre las manos. Gritó algo parecido a una nota alta desafinadísima antes del sonido del chapuzón.

J y Earl no tuvieron tiempo de reírse por esa mini travesura, porque tuvieron que ayudar al diablillo. Al intentar tragar la pequeña patata completa, Eli se vio afectado por una sensación de ahogo, y los chicos no estaban seguros, pero probablemente en este mundo también existía la posibilidad de morir por ahogamiento. Earl le dio un certero golpe en la espalda que mandó el pedazo de patata a varios metros más allá, a la ropa limpia que ya había lavado Cesar. 

—Eso... eso fue espantoso... —dijo Eli entre jadeos entrecortados en busca de oxígeno aún— pareció cobrar vida en mi garganta y subir por ella.  

Layne estaba saliendo en ese instante de la choza y vio la escena completa, de manera que fue capaz de saber qué ocurría al integrarse a ellos. En el arroyo subterráneo, el fantasma se acercó a Cesar para ayudarlo a salir. Pero al tocar el agua con las manos trasparentes, esta inició a congelarse muy lentamente en el sitio en el que hizo contacto.

El esqueleto sacó la cabeza del agua antes de que se acabara de congelar y salió de la misma a tiempo. Se sacudió salpicando a todos los presentes en venganza, mientras ellos seguían viendo la capa de hielo que ahora cubría el nacimiento de agua. Por supuesto, Cesar no había sufrido ningún daño. Su cabello, crespo y esponjoso, parecía como si no hubiera ni siquiera tocado el agua. Pero el resto de él estaba calado hasta los huesos... Literalmente. 

—¿Cómo hiciste eso, Layne? —inquirió Eli con los ojos abiertos como platos.

—Ni idea... —se rió nerviosamente el fantasma mirando expectante de la misma forma.

—Eso nos podría servir si lo usamos a nuestro favor —masculló Earl.

—¿Cómo arma? —inquirió J, Earl sin dejar de mirar la capa gruesa de hielo asintió.

—No creo que funcione así, la verdad. —comentó Layne y se volvió al esqueleto— lo siento, casi te sepulto vivo.

—Casi me conviertes en paleta de hueso helado, la verdad. —bromeó Cesar— pero hey, no hay problema. Al final no lo hiciste. Si lo hubieras hecho tendríamos un problema incómodo...

J ahogó una risa al imaginarse la escena de Cesar como una paleta congelada. Cesar le lanzó una mirada cargada de irritación.

—Pero eso no habría pasado de no ser por tu gracioso juego de puntería con el terrón ¿Eso fue una declaración formal de guerra, J? —sacó pecho Cesar, incorporándose y recuperando una costilla de entre las rocas que se había soltado al sacudirse. De pie y completo otra vez, fue y encaró a J, aún escurriendo. 

El hombre lobo se rió por la forma en la que de Cesar bajaba el agua sin tomarlo en serio. 

Cuando la pitonisa salió y la volvió a dejar sola, Rachel se dejó caer en el suelo, como un títere deshilachado, sentada al lado del camastro. No tenía tiempo para aburrirse, pero deseaba algo de paz. Solo eso. La paz que sus amigos dormidos tenían. Así de pacifica deseaba estar. Pero no, su mente tenía ganas de hacer revolución y ella no podría impedírselo. Pensaba tantas cosas que para ella, en poco tiempo habían desaparecido todas las formas de la habitación iluminada.

Rachel veía las líneas de sus facciones, no obstante, no podía dejar de mirarlo. Ya se sabía perdida desde antes, pero ahora, cuando lo contemplaba dormir, se daba cuenta de que su corazón nunca dejó de pertenecerle. Y aunque eso debía en algún sentido de sentirse bien, Rachel estaba terriblemente molesta consigo misma y con él. Se habían alejado por razones diferentes, por supuesto, Tony por sus proyectos, ella, por su familia. Ambos ignoraban los sentimientos que el otro tenía hasta antes de este viaje de vacaciones, pero sus mentes y corazones seguían cerca. Rachel nunca lo hubiera creído, pero ahora casi se arrepentía de haber venido. Si hubiera seguido ignorando a Tony, pensando en que él estaba continuando su vida sin pensar en el pasado y todo lo que ambos habían tenido como adolescentes, sus propios sentimientos no hubieran regresado con la misma intensidad. 

Estaba molesta consigo misma y con él. Porque ahora tenía un problema monumental encima y sabía que lo correcto era volver a separarse de Tony para no arruinar su matrimonio. Sintió deseos de llorar, el dolor que sentía era avasallador, pero no obstante, las muñecas de trapo con ojos de vidrio no lloran. Así que tuvo que dejarse llevar, derrotada, por su tristeza, sin poder sacarla de su alma humana. 

Entonces, el bello no tan bello durmiente se despertó abruptamente con un grito desentonado que hizo a Rachel dar un respingo y por instinto se alejó un palmo de él. 

Tony se cubrió el rostro sin dejar de gritar, se había sentado y pataleaba presa aun de la pesadilla. En ese estado desesperante en el que se acaba de despertar y aun no se han disipado los vapores del sueño por completo y, por unos cortos instantes, crees que es real y que lo que sea que ocurre ahí, sigue sucediendo. A Rachel le tomó un largo segundo entenderlo, pero cuando lo hizo, se acercó a él para intentar calmarlo lo mejor que pudo.

—Fue una pesadilla, Tony, no es real —le dijo colocando tímidamente su mano sobre la rodilla de Tony con la que estuvo a nada de darle en el estómago a ella.

Tony se descubrió el rostro y la miró como si la viese por primera vez en su vida. Aun nervioso y temblando, lentamente el reconocimiento fue inundando su mirada y él por fin se tranquilizó un poco. Parpadeó y frunció el ceño viendo a Rachel como era ahora, como lo había sido desde hace unas horas, y la imagen igual de abrupta de ella y la certeza de todo este mundo le cayeron como un peso enorme. 

—Una pesadilla —repitió, como si aun estuviera en sus sueños.

—Si, no era real. —trató de convencerlo, hablándole con suavidad.

—una pesadilla...

—¿Qué demonios está sucediendo? —chilló Geoff con una voz aguda que por un momento desconcertó a los dos que dejaron la mirada contraria para descubrir que no estaban solos. Escondido tras una lampara de aceite más, Geoff sacaba a penas su cabeza lo suficiente para ver con ojos muy abiertos lo que sucedía. Rachel no había visto cuando había pasado de su inmovilidad total, a ese estado de alerta.

—¿Es él? —continuó el muñeco de costal— ¿es el rey calabaza? ¿o algún otro monstruo?

Los ojos de Tony se desviaron de la imagen levemente caricaturesca de ella y estuvieron atentos al momento de la entrada de los chicos entrando en estampida. Earl casi atropella a Eli y Cesar fue empujado por el hombro de J y su cabeza rodó por el suelo hasta Geoff. Geoff gritó y Cesar también y en un instante la confusión se volvió escándalo. 

En eso, entró la pitonisa. Se quedó congelada en el umbral por unos segundos.

—¿A esto han venido? ¿A destruir mi pacífica casa? —les inquirió con un tono tajante.

El resto, se detuvieron. Hicieron una mirada general para darse cuenta de que estaban haciendo el ridículo.

—... Nada más que una pesadilla. —finalizó Rachel con un prolongado suspiro, con la sensación de haberse quedado sin aliento por tanto intentar llamar al orden.

—Pesadilla —castañeteó Tony, abrazándose a si mismo por el frío— pe-pe-pesadilla que no termina, por lo visto.

—Oh Dios, Tony. —cayó en la cuenta Layne de que Tony estaba por resfriarse— Lo siento, resulta que los fantasmas aquí son más que simples almas en pena y...

—¡Cállate y sube la temperatura! —estalló. Layne obedeció e inmediatamente la temperatura de la habitación se volvió más cálida— como vuelvas a hacer eso, te prometo que...

—Tony, por favor, cálmate. Estás a salvo ahora. —le aseguró Rachel.

—¿Si? ¿Con estos locos a mi alrededor? Si, como no... ¡Auch!

—Somos amigos —Eli, irritado, le había dado un zape— y los amigos no se amenazan entre ellos.

—La sociedad tiene una regresión lamentable en el siglo veintiuno —siseó la pitonisa, antes de salir de la habitación.

El resto de los chicos intercambiaron miradas.

—¿No había ningún monstruo? —Geoff volvió a sacar la cabeza de detrás de la lampara de aceite.

J gruñó por lo bajo— No, no hay nada.

—Los únicos monstruos somos nosotros. —suspiró Cesar, irritado, intentando volver a ensamblar su cabeza en su cuello. 

—¿Y los gritos? —insistió Earl, con la barra de metal en ristre listo para darle a cualquier cosa que pudiera saltar de pronto.

—Tony tuvo una pesadilla —volvió a explicar Rachel, tomando paciencia de donde no había.

—¡Ah! Fue este Tony tonto —le acusó Eli— siempre has sido un dramático. Ahogándote en un vaso de agua.

—No estaba exagerando si eso es lo que piensas. —se defendió como pudo, algo avergonzado— pero da igual, eso ya es tema aparte. Todavía estoy cansado, apreciaría que me dieran cinco segundos de calma como Dios manda. ¿Quieren? 

 Y dicho eso, se cruzó de brazos y dio por terminada la charla. El resto, algo fastidiados por la falsa alarma y la personalidad altanera de Tony, salieron uno a uno de la habitación hasta que solo quedaron Geoff, Layne y Rachel con él.

—Pues bueno, concentrémonos en el hecho en el que pareces estar recuperándote de la resaca y ya no tienes las heridas de las manos. —suspiró Layne— Eso es muy bueno. Me alegra, hermano.

Tony ignoró al fantasma y Layne, sin tomarse en serio su enojo, se acercó por detrás de él y lo atravesó por la espalda con la mano. El hombre de ojos claros dio un respingo teatral por el inusitado frio de la travesura de Layne. Cuando Tony quiso tirarle algo para vengarse, de Layne solo quedó su risa al hacerse invisible.

—Adiós chicos, cuiden a este amargado, yo estaré viendo que el resto se coman su cena. —dijo su voz alejándose rápidamente.

Geoff y Rachel aguantaron la risa y Tony fingió que no había pasado nada. El muñeco de costal negó en silencio.

—¿Saben qué? yo lo acompañaré. Quizá Cesar haya terminado de lavar o la pitonisa pueda darme algo qué ponerme. —antes de irse, pasó la mirada de Tony, enfurruñado en un rincón, a Rachel— intenta que te cosa esos desgarrones, estoy seguro de que eso lo calmará. 

—Tú también estás herido ¿No quieres que te cosa a ti primero?

—No, es que... —se acercó a ella al oído para decirle sin que él escuchase— es capaz de hacerlo mal en venganza. Pero estoy seguro de que no lo haría contigo. Suerte.

Ella se quedó pensando cuando Geoff la dejó sola con Tony. De pronto sintió el deseo de salir también, de huir. Sería muy incómodo que él arreglase sus heridas, no se había detenido a pensar en lo que sentiría si sus manos entraban en contacto con su piel de tela.

Rachel entonces decidió que talvez podía retrasar ese momento lo máximo posible. De todas formas, no era necesario que lo hiciera ya. No era indispensable. Tampoco moriría por perder una o dos hojas secas de su interior.

Tomó entonces el cuenco que la pitonisa había traído para Tony en cuanto se despertara. Humeaba aún y el olor no había mejorado ni un ápice con el paso de los minutos. Él seguía algo distraído, como pensativo, como si no hubiera regresado totalmente a la realidad. Había una frase que Rachel había escuchado hace mucho, que decía que era raro el hecho de que al despertar siguiéramos cuerdos después de pasar por los mundos de la locura onírica. Tony estaba intentando olvidar su pesadilla, eso era evidente, pero Rachel tenía la impresión de que no era una pesadilla común.

—Debiste estar teniendo un sueño muy malo para despertar de esa forma —comentó ella, sirviendo una cantidad mediana en el cuenco y volviendo a cubrir la jarra como antes. 

—Ni lo menciones... —contestó él, se pasaba con insistencia las manos por la cara, tratando de borrar las sensaciones vívidas. 

—¿Solo eso dirás? —quiso sacarle más información.

—Ah... no... es decir, si... —balbuceó, estudiando con repentina insistencia las lamparas de las paredes— mira, realmente no hay mucho qué decir.

—Antes dijiste algo sobre que no estabas exagerando. ¿A qué te referías?

Tony se removió, dubitativo, se frotó las manos después de pasárselas por el cabello. Tragó en seco y buscó con la mirada cualquier cosa que no fuera ella. Rachel temía que esto tuviera algo que ver con el rey calabaza. Tomó un respiro y se sentó a su lado de nuevo. Tony aun no la miraba, pero estaba consciente de su cercanía, se notaba por lo tenso que se había puesto. 

—¿Porqué no quieres decírmelo? —intentó hablar con la suavidad que usaba con sus hijos, pero diferente, era el tono que usaría para hablarle a un animal salvaje para que no se asustara con su presencia. Para calmarlo.

Él evitó su mirada hasta el último segundo, cuando ella puso su mano sobre el hombro de Tony. Solo entonces, parte de la tensión se disipó y sus ojos se encontraron. Estaban muy cerca el uno del otro, pero Rachel intentaba no pensar en ello, quería discernir lo que ocurría con él.

—Solo fue una pesadilla... tú misma lo has dicho.

Rachel supo que la conversación había llegado a un punto muerto en el que no podría sacarle a Tony más que monosílabos, si acaso, y ella no insistiría de más si él se negaba a hablar. Si Tony se cerraba en si mismo, hermético, no había forma de disuadirlo. No quería tampoco agobiarlo.

Se quedó un segundo sin saber qué hacer.

Debía hablar con Eli y con la pitonisa, con todos los chicos. Solo esperaba que esto no fuera el preludio de nada malo. Decidió por fin acatar lo dicho por la pitonisa, y bajó sus ojos al liquido rojizo en el cuenco. No estaba segura, pero por un instante pensó que el contenido se removió perezosamente, como con vida propia. 

Seguía desconfiando de la pitonisa. Nada le aseguraba que Tony estuviera completamente en sus cabales después de haberse despertado. No sabía qué le había hecho además de curarlo. ¿Qué tal si esto era un veneno? ¿Debería ingerirlo ella antes?

Tony miró por unos segundos el cuenco que ella sostenía antes de mirar a la muñeca de trapo. 

—Es una mezcla de vino caliente con miel. —le explicó Rachel— pero eso es lo que dijo ella... ¿sabes qué? no me arriesgo a dártelo.

Él alzó las cejas— ¿porqué? ¿ella te ha dicho algo?

—No me ha dicho casi nada —suspiró ella— se la ha pasado entre misterios...

Tony se acercó a mirar el contenido del cuenco también. Con cierta desconfianza lo tomó de manos de ella. 

—Tony... —intentó prevenirle.

—No tengo nada qué perder —dijo sin mucho más.

Rachel lo miró absorta, aterrorizada, pero tampoco tuvo valor para detenerlo. Tan pronto como sus labios tocaron el brebaje, lo escupió formando un arco que dio en la pared opuesta, atravesando a Layne y salpicando a Geoff en el pecho. Ambos habían entrado en ese momento. Tony miró a Rachel, el rostro distorsionado por el asco. 

Ella tenía los ojos de vidrio muy abiertos.

—Amargo y salado —gimió él escupiendo el resto.

—Nadie dijo que la miel aquí fuera dulce —ella se disculpó— ¿estás bien? ¿No sientes alguna mala sensación? 

Layne estalló en risas cuando entendió lo que había pasado y al hacerlo terminó flotando boca arriba. A Geoff, por supuesto, no le hizo ninguna gracia. 

—Bueno, puede ser que yo me lo busqué. —negando, salió de la habitación. 

—Que asco —murmuró Tony con la garganta seca de pronto, carraspeó y sacudió la cabeza— ¿no hay agua? 

—Me temo que congelé nuestra única fuente —dijo entre risas Layne.

—El lago está muy lejos y el río aún más. —hizo memoria la muñeca de trapo— No es seguro salir, tampoco, de todas formas. Y... 

—Ya entendí el punto —rezongó Tony, cerrando los ojos para tomar valor y luego ingerir de tres tragos todo el contenido del cuenco.

—Que horror —se siguió riendo Layne, esta vez más tranquilo.

—¿Necesitabas algo, Layne? —inquirió Rachel con algo de la irritación de Tony.

—Venía a acompañar a Geoff para asegurarnos de que Tony no lo costurase mal, pero no pensé que esto sucedería ¿ustedes dos ya terminaron lo que sea que estaban haciendo?

Tony se estaba limpiando el mentón con el dorso de la mano, gesto que se congeló a medio camino cuando Layne dijo eso. Rachel tomó el cuenco vacío y se lo lanzó al fantasma a la cabeza, por supuesto que el objeto lo traspasó sin problemas y le dio a Eli que venía entrando otra vez. El cuenco rebotó y fue a dar a una esquina.

—Hey —dijo el diablillo llevándose una mano a uno de los cuernos— quiero creer que no fue intencional. 

—A eso se le llama Karma —apuntó Layne, muerto de risa— ¡Nadie puede conmigo!

—Solo espera a que consiga el frasco de la pitonisa —le sonrió Rachel.

—¿Frasco? ¿Qué frasco?

—Olvídalo —gruñó Tony con los dientes apretados, y el comienzo de un tic en el ojo.

—Chicos, maduren, son adultos. Compórtense como tales.

Rachel se disculpó como pudo y Eli le dijo que no se preocupara. Rachel se dio cuenta de que se veía más limpio y pálido que nunca, pero la ropa andrajosa que usaba parecía ser la vela de algún barco perdido, gruesa y deshilada. Pero más limpia que sus ropas anteriores, sin mencionar que ahora con facilidad podía pasar por uno más de los monstruos de ese pueblo. Solo se acercó a Tony para verlo e intentar sondear su estado. Él intentó soportarlo de manera diplomática, pero cuando Eli lo pellizcó sin querer con sus uñas en la espalda baja, Tony se incorporó de un salto.

—¡Ay! ¡Basta, Eli! ¡estoy entero, no me pasa nada! —se alejó de él.

—No seas llorón, tampoco te di tan fuerte. —negó irritado, se volvió a la muñeca de trapo— Rachel, casi lo olvido. Que Tony te cosa antes de que nos pongamos a lo del plan. He encontrado unas cuantas hojas en la entrada, me preocupa que te quedes sin ellas. Si me necesitan, estaré en la habitación de los pergaminos con la pitonisa.

Tony y Rachel se miraron un instante.

Notes:

20 capítulos... 20... Y la mayoría de más de 3000 palabras. Debo de estar loca, sinceramente.

Uff... es el fanfic más largo, más sentido, más loco y más raro que he escrito... Ya viene siendo hora de acercarse al final... ❤

Chapter 23: 21: Hilando confidencias

Chapter Text

—Yo creo que lo mejor será hacer un túnel de esta cueva al bosque de los suicidas. —opinó Earl— lo podríamos hacer J y yo. No nos costaría más que unas uñas rotas, si acaso.

—Estaremos cavando a ciegas —descartó la idea J.

—Si les soy honesto, yo ya estoy cansado de las cavernas, la tierra y la humedad. —resopló Cesar, ya vestía algo así como una túnica de tela de araña gris cual ceniza— si encontráramos la forma de escapar sin volver a jugar a ser topos, sería genial.

—Apoyo al esqueleto —se rió entre dientes Earl. Cesar sonrió envalentonado— no ha sido lo más agradable del mundo ser ratas en laberintos. 

—Yo opino que Layne haga un reconocimiento de la zona y nos haga un mapa —dijo J— si se hace invisible y recorre flotando la zona, nos ahorraremos encontronazos imprevistos.

—Esa si es una buena idea —reconoció Geoff— Así podremos saber a lo que nos enfrentamos, distancias, obstáculos...

—Enemigos. —agregó Layne con un amago de estremecimiento.

—Los fantasmas son vistos por otros fantasmas aunque se hagan invisibles —apareció Eli por la puerta de la habitación con un pergamino en la mano— lo dice aquí. Y como no hemos visto lo contrario, de seguro debe de ser cierto.

—Mm... No podemos arriesgarnos a que nadie nos vea y —j se rascó la barba en su lobuna barbilla— nada nos augura que los fantasmas invisibles no anden tras nosotros.

—Yo los vería en dado caso. —dijo Layne, escudriñando rápidamente en derredor para estar seguro— y no he visto ni uno solo.

—Por ahora —murmuró Earl sombríamente.

—Pues habrá que pensar en otra cosa, pero cavar es mala idea —dijo Cesar— aunque podríamos efectuarla con tal de salir de aquí...

—Sea como sea, chicos, no podemos simplemente hacer algo a la ligera y esperar a que todo salga bien. —reiteró Geoff, estaba restregándose el pecho de tela con un trapo húmedo para intentar sacarse la mancha del escupitajo de Tony, cosa que por lo visto no estaba logrando. El color había pasado de carmesí a rosa sucio, era un progreso, pero si tomábamos en cuenta de que solo había retirado la capa superficial, podemos entender su frustración. 

—Nadie está haciendo nada a la ligera y sin pensar. ¿Verdad chicos? —esa afirmación llevaba advertencia incluida, los chicos asintieron a Eli— no, nadie se moverá hasta que hayamos creado un plan bien estructurado... Y recopilado información suficiente, información que encontraremos en estos pergaminos.

Con molestia, Geoff arrojó el trapo a un rincón de la habitación y se volvió a Eli— ¿has encontrado algo que nos diga qué hacer para volver a ser humanos? Ser un muñeco de costal es más fastidioso de lo que parece.

Eli resopló una negativa, frunciendo los labios azules— Apenas voy por el principio, hay muchos pergaminos, cantidades industriales, llevamos muy poco tiempo y el cansancio me está dejando fuera de combate. No tengo idea de cuanto tiempo disponemos antes de que nos encuentren.

Los chicos pausaron lo que hacían para ver a Eli más atentamente.

—¿Estás diciendo que crees que nos encontrarán? —inquirió Cesar.

—No puede ser, estamos muy por debajo de sus pies. —casi gritó Earl.

—Algunos no tienen pies —resaltó Layne.

Eli llamó al orden con un movimiento rápido de manos— Estamos en su mundo. Ellos lo conocen mejor que nosotros. Es cuestión de tiempo...

J le dio otra mordida a una pierna de faisán y masticó ruidosamente por unos instantes antes de tragar.

—Tendremos que montar guardia. —anunció.

—¿Cómo estás haciendo eso? —le inquirió Geoff con gesto asqueado— comerte esa cosa, quiero decir.

—Al hambre ninguna pata de faisán la detiene —le dio otra mordisco— además, supongo que es un gusto adquirido.

El resto hicieron caras de asco, pero se rieron con eso. Habían terminado llenando sus estómagos, los que aun tenía, y debían admitir que no había sido tan malo como habían esperado. Excepto las patatas grises de la sopa, esas maldiciones las tiraron todas, nadie quería probar la suerte de Eli.

—Como sea, hermanos. —continuó el hombre lobo— Hay que montar guardia y ser cuidadosos.

—Ya lo hemos sido y mira lo que ha pasado. —le recordó Layne haciendo un gesto con el brazo abarcándolos a todos— parecemos sacados de una película de Halloween de bajo presupuesto.

—Eso ya pasó, chicos, hemos estado demasiado relajados, tenemos que ponernos serios si queremos salir indemnes de esta locura. Propongo acelerar nuestros planes y que todos colaboren para que lo logremos.

—Bien dicho, J, pero... —dudó Earl, una sonrisa sardónica hizo su aparición en su boca colmilluda— no te puedo tomar en serio si tienes el hocico lleno de esa salsa amarga. Límpiate, repite todo y talvez esta vez pueda entenderlo.

Todos se tomaron un instante para reírse mientras J se frotaba las comisuras del hocico con el dorso de la zarpa mientras se reía también. La verdad es que ser serios no era lo suyo, para nada, pero por lo menos se hacían buena compañía los unos a los otros. 

—¿Qué es lo que dicen los pergaminos? —quiso saber Cesar.

—Diversas cosas raras. —dijo Eli pasándole el que tenía en la mano— Están en desorden, he encontrado varios sobre fantasmas, pero nada que valga la pena. Ahora, comprendo la forma en la que la pitonisa hechizó el frasco para atraparte, Layne, pero no hay nada acerca de humanos convertidos en monstruos.

Layne alzó una ceja traslucida.

—No te preocupes, no pienso hacer nada con esa información del frasco atrapa fantasmas. —le restó importancia con un gesto. Ahogó un profundo suspiro y miró a los chicos con ojos adormilados— ¿Alguien más está cansado o solo yo?

—Algo me dice que la falta de sueño que yo tengo es a causa de la luna —dijo J— puedo montar la primera guardia si así lo quieres.

—Yo si estoy cansado. —suspiró Earl— Pero si me necesitan estoy con ustedes, hermanos. 

—Eso es muy considerado de tu parte, los músculos nunca vienen mal —le agradeció Eli.

—Creo que J podrá solo con cualquier cosa —opinó Geoff.

—Y si pasa algo nos gritas y venimos a ayudarte. —le aconsejó Earl.

—Créanme que si me sale por una esquina cualquier cosa rara, gritaré —asintió J con una sonrisa nerviosa— y con fuerza hasta hacer temblar las paredes.

—Yo solo necesitaré que Tony me costure —continuó Geoff— y lograr quitar esta desgraciada mancha y todo estará bien. Y entonces vendré a relevarte. 

—Eso suena bien para mi. —dijo J.

—Si, será mejor así. Yo haré el siguiente turno —se ofreció Cesar— no tengo problema con leer los pergaminos mientras tú descansas, Eli, así podremos invertir mejor el tiempo. Creo que está claro que todos queremos largarnos de aquí lo más pronto posible.

—Genial —bostezó Eli, esta vez sin intentar reprimir su cansancio— genial... Pero los pergaminos están en un inglés antiguo ¿crees que podrás con ello? hay palabras que saben a polvo.

—Yo sé tres idiomas, Eli, no fastidies. —se jactó riendo Cesar— estoy seguro de que podré.

—Genial. Los veré dentro de unas tres horas... —se volvió a ellos mirándolos con los ojos entrecerrados— Ay de ustedes si regreso y los encuentro peleando infantilmente o haciendo cualquier tontería sin razón.

Los chicos le aseguraron que nada malo pasaría cuando él no estuviera y que se fuera a descansar tranquilo. Eli les dedicó una ultima mirada de amenaza antes de irse a la otra habitación, la cocina, y dejar a los chicos en la pequeña sala. En la otra habitación estaban Tony y Rachel, los cuales estaban en completo silencio incómodo. De esos que llenan las habitaciones y se aprietan entre los presentes forzándolos a abandonar la compañía contraria.

Pero ninguno de los dos hizo el menor esfuerzo por hacerlo. A ambos les daba vergüenza.

Tony enhebraba uno de los trozos de ganzúa rota de la mejor manera posible. Resulta que la pitonisa no poseía agujas en su casa, solo ganzúas bastante afiladas que servían más como armas. Lo que si había y en abundancia eran cinceles y picas, con eso había conseguido hacerle una ranura al metal para enhebrar el hilo que Earl le dio de su camiseta arruinada. No estaba seguro de si lo que hacía serviría, no le temblaban las manos, pero su pulso ahora era una locura.

—Si te es demasiado incomodo... —empezó Rachel cuando encontró su voz, pero Tony le cortó inmediatamente.

—No, no, para nada. —le sonrió, pero no tardó ni un segundo en volver a estar serio— lo haré rápido, no sentirás nada.

—Aunque lo hagas lento y sin cuidado, no sentiré dolor si es lo que te preocupa. —le aseguró ella, pero no lo miró al responderle— nada malo me pasará. 

—Solo lamento no tener ni mis lentes de contacto o mis gafas —suspiró frustrado Tony— supongo que quedaron en el auto, al otro lado del portal del sexto árbol. Solo espero no sacarte un ojo... 

Rachel se limitó a sonreír de lado ante la broma. No le dijo nada, solo se preparó cuando él por fin se sentó en una banca de madera al lado del camastro en donde estaba recostada. Se sentía como si estuviera en el dentista, pero peor. Tony quizá lo sentía igual, de alguna forma. Ella prefirió cerrar los ojos, no quería verlo, tampoco quería ponerlo tan nervioso, no quería aturdirlo, ni interferir en su propia curación. Tampoco quería cometer alguna locura, como mirarlo a los ojos y perderse en ellos, teniéndolo tan cerca. Tony inició el proceso, y Rachel sintió desde el primer pinchazo hasta el ultimo. Era raro, porque no era dolor, pero sentía con claridad cada sensación. Casi podía visualizar en su mente el hilo tensando su piel de tela e ir poco a poco suturando la herida solo con las sensaciones.

Tony era cuidadoso, como prometió, pero gracias a ese cuidado olvidó lo de la rapidez.

Rachel sintió como acomodaba su relleno de hojas secas en el interior de su mejilla y como se las arreglaba para lentamente cerrar ese desgarrón con puntadas precisas. Él había exagerado sus preocupaciones, trabajó sin problemas y lo hizo de la mejor forma. Solo que Rachel estuvo a punto muchas veces de decirle que prefería tener la mejilla abierta a sentir su aliento, su respiración, sobre su rostro cuando se acercaba demasiado.

Por supuesto, no era que fuera desagradable, todo lo contrario, pero la mantenía tensa, nerviosa. No podía evitar recordar la infinidad de veces en la que, hace años, ellos dos se habían encontrado así de cerca el uno del otro y no precisamente en una situación tan extraña como esta. 

—¿Estas dormida? —le preguntó de pronto, con suavidad, después de unos instantes de silencio. Su voz sonó en su oído y una onda de escalofríos recorrió a la muñeca.

—No creo poder dormir, la verdad. —le respondió en el mismo tono confidencial.

—Por un momento creí que... bueno, no importa. A veces pareces solo una muñeca bonita. —le confesó, por el sonido, ella supo que se había alejado de su mejilla de nuevo— y me cuesta creer que seas realmente tú. No me malinterpretes, solo es que tu aspecto es bastante chocante.

—No sabes lo que me he negado a acercarme a mi reflejo en el agua. —le confesó a su vez.

—¿Qué te preocupa? No has perdido tu belleza. Sigues siendo tan adorable como siempre.

—Eso no sé si es bueno o no —soltó una débil risa. Si hubiera podido ruborizarse...

—Seguirás rompiendo corazones, te lo aseguro —le murmuró, volviendo a acercarse— muñeca de trapo o mujer, seguirás teniendo esa personalidad dulce, divertida e ingeniosa que me tuvo a tus pies por mucho tiempo.

¿Eso quiere decir que ya no? se preguntó mentalmente Rachel, pero se negó a decir nada. Tampoco sabía qué decir ante eso. Un gracias sonaría seco y hasta presuntuoso, o en el peor de los casos Tony podría tomarlo como sugerente. Rachel ya no tenía ganas de seguir haciendo el ridículo, no a estas alturas de su vida, sinceramente. Esas palabras removían sus sentimientos más olvidados y eso, eso seguía sin estar bien.

Como el silencio de Rachel lo puso nervioso, Tony se lanzó a hablar de nuevo, esta vez un poco atropellado.
—Yo creo que... yo creo que ya he terminado...

Ella abrió los ojos e instintivamente pasó los dedos por encima de la costura. Esta era una costura profesional, como se debía, no como el resto que unían toscamente la tela del resto de su cuerpo. Estas costuras no se veían, estaban ocultas bajo la tela, sin embargo, podía sentir donde empezaba una parte y terminaba la otra. Se preguntó si acaso cuando volviese a ser mujer, de carne y hueso, tendría en su rostro ese trazo atravesando su mejilla, o solo el relieve que indicara que ahí pasó algo grave y bastante desagradable. 

Rachel pensó en agradecerle, pero Tony no había esperado a que ella dijese nada, simplemente había salido de la habitación. La muñeca lo tomó como una tácita petición para que dejase el tema que ella obedeció. No tardó en volver, con una tijera que le prestó la pitonisa. Rachel sabía que él no pretendía hacerle daño, pero por un instante lo dudó. Hasta las tijeras en ese mundo eran raras, aterradoras, parecían las tijeras que un cirujano loco usaría en una autopsia en vez de un pudoroso bisturí. 

—Ya vi los nudos que te hizo Cesar, puede que no sean tan apretados como los que Eli te hizo antes, pero aun creo que no tengo paciencia suficiente para pasarme media hora deshaciendo sus nudos —le explicó mientras Rachel se levantaba la camisa hasta antes del comienzo del pecho— y, estoy seguro de que ambos queremos que esto termine rápido...

Eso ultimo lo dijo en un murmullo tenue, que si Rachel no hubiera estado tan cercana a él, no lo habría escuchado. Y aunque no estaba de acuerdo, no dijo lo contrario. No le podía decir que la verdad era que el toque de sus manos se sentía tan familiar como el sonido de su voz o sus miradas. Pero algo en su interior se sintió levemente decepcionada por el hecho de que él no se sintiese igual. No sabía porqué, pero se limitó a estar otra vez inanimada en este nuevo proceso.

Tony, por el contrario, empezó a hablar sin pensar.

—Estaba soñando contigo cuando apareciste en mi celda. Nos reíamos como cuando recibíamos las primeras pagas en el teatro ¿lo recuerdas? no, es comprensible. Fue hace mucho. Estabas ahí. Bueno, tú siempre estás ahí. En mis sueños, apareces de una forma u otra, a veces como un bonito recuerdo... Entonces al abrir los ojos, realmente estabas ahí. No he tenido la oportunidad de agradecértelo. 

El silencio planea sobre sus cabezas durante unos minutos hasta aterrizar en el suelo con un estrépito ensordecedor. Y allí se quedó, con ellos, hasta que Rachel no lo soportó más.

—¿Porqué me cuentas esas cosas? —estaba haciendo acopio de todas sus fuerzas para no salir huyendo de su contacto, pero tampoco quería ser evidente o infantil. No soportaba tanto dolor emocional.

Tony tomó un hondo respiro antes de seguir hablando.

—Porque... porque probablemente nunca volvamos a estar solos, no si sigues evitándome tan abiertamente como lo has estado haciendo hasta ahora, y cuando volvamos, que aun abrigo esa esperanza, nunca te lo podré decir...

La última puntada cerró por fin la costura de su estómago y dejó terminado el trabajo. Rachel se incorporó cuando Tony apartó sus manos de ella. Se miraron un instante, esta vez ninguno apartó la mirada. 

—Ya sé que sueno como un llorón —le sonrió apenas— pero necesitaba decírtelo... Necesito decirte muchas cosas, la verdad. No era mi plan que las palabras fueran una recriminación. Quería ponerlo de otra manera. Es solo que... se me había quedado estancado en el pecho...

Rachel separó los labios pero los volvió a cerrar con fuerza, no sabía qué decir que no sonara más incómodo. El tiempo se dilataba poco a poco, como una sombra que crecía. Tony se retiró en silencio un segundo, dejándola ahí con sus pensamientos, y después regresó con un pedazo de espejo deteriorado. Manchas de tiempo horadaban la superficie, pero reflejaba la imagen y eso era suficiente.

—Te dije que no quería verme —sonrió de lado.

—Lo sé, pero creí que te gustaría por lo menos ver el acabado final —le entregó el espejo al revés, para que ella fuese la que decidiera verse o no.

Ella se encogió de hombros— bueno, tarde o temprano debía hacerlo ¿no es cierto?

Sin esperar respuesta dio vuelta al espejo y se vio por primera vez en todo lo que había ocurrido. Las costuras de su cuello, garganta, clavícula, hombros, todo en general, eran tan horrorosas y desiguales como si hubieran sido hechas aprisa, despreocupadas, sin pensar. No estaban diseñadas para ser prolijas y bonitas, sino para asustar con lo erráticas e informes que eran, y lo conseguían. 

Siempre sintió una inseguridad latente y opresiva por su aspecto, y ahora literalmente todo su aspecto había cambiado y no precisamente para bien.

Era una autentica muñeca de trapo, como Sally en la imaginación de Tim burton solo que autentica, de tamaño natural. Viva, pensante y sintiente. Y ahora se sentía más devastada que nunca en presencia de ese hombre.

—¡Bueno, di algo de una vez! —la voz de Tony sonó insegura—. ¿No te gusta? ¿Crees que debí apretar menos o usar un segundo hilo?

Rachel despegó sus ojos un instante de su reflejo para ver a Tony, entonces comprendió que lo que él quería era que ella se viese la reciente costura, la que él había hecho, por supuesto. Y lo único en lo que no había reparado era precisamente en esa costura. Sonrió avergonzada y volvió sus ojos al espejo otra vez. Se notaba, pero solo si veías con atención y si tocabas era aun más evidente, pero no tanto como el resto de sus costuras. Se podría decir que esta era la costura más civilizada que su cuerpo ostentaba.

Ubicó el espejo más abajo y observó la costura de su abdomen. Una situación parecida, pero aquí si era más notable puesto que era un tajo bastante más largo que el de la mejilla y la tela estaba algo más fruncida de lo que le hubiera gustado. De todas formas, no necesitaba perfección, solo que su relleno no saliera.

—Has hecho un buen trabajo. —Rachel le aseguró.

El alivio se extendió por el rostro del hombre.

—Bueno, es bueno oírlo. —se llevó una mano al cabello y lo removió un par de veces— por un momento creí que no te gustaba por la cara que pusiste al verte.

—Compréndeme, no me había visto sino hasta este momento. —echó un último vistazo al reflejo de sus ojos de vidrio para entregarle el espejo— y no deseo hacerlo de nuevo... por un tiempo. 

Tony aceptó el espejo y no opinó ni refutó nada al respecto. No volvió a decir que ella seguía siendo hermosa así ni nada y Rachel se lo agradeció, ya era muy incómodo para ambos. Pero tras regresar se sentó frente a ella, parecía tener la intención de decir más, aunque por el momento no supiera qué.

—No bromeaba cuando decía que eras bueno —intentó alivianar el ambiente y desviar la conversación a áreas menos peligrosas— de hecho, me asombras, sabes mucho de esto. ¿Cuántas horas te has pasado cosiendo medias?

Parte de la suficiencia altanera volvió a Tony al oír eso. Su sonrisa se ensanchó con orgullo.

—Te sorprendería la cantidad de halagos que han recibido mis medias. 

—Si, claro —dijo ella con sarcasmo, picándolo con su falsa incredulidad.

—En serio. —intentó convencerla mientras se reía igual que ella, siguiendo el juego— De hecho, hace no mucho subastamos un par y te habrías quedado muda con la cantidad que obtuvimos.

—¿Si? —preguntó ella, tomando interés de pronto— ¿Cuánto recaudaron?

—Algo así como tres dólares. —ella enarcó las cejas y Tony sonrió— ¿pero te quedaste muda ante esa cifra, no?

Ella sonrió, todo rastro de la conversación incómoda había pasado a segundo plano y ambos se quedaron un rato más haciendo bromas tontas como viejos amigos, en vez de viejos ex-novios que terminaron en malos términos y que secretamente, se seguían amando. Se hicieron reír mutuamente por otro poco más hasta que Tony se detuvo.

—¿Qué? ¿Dije algo malo? —murmuró Rachel cuando él se quedó callado y no reaccionó a su broma tonta.

Él había vuelto el rostro a la pared, mirando un punto fijo, sin mirar, escuchando atentamente.

—Ya no se oye nada en la otra habitación. 

—Talvez los chicos están ocupados en algo —sugirió ella.

—Puede ser... pero normalmente no son así de silenciosos... —le dijo, dubitativo— no es broma, no tienes idea de cuanto me costaba hacer que se callaran en el hotel en nuestras primeras giras. Podían hablar hasta caer rendidos, y eso era como a las tres o cuatro de la mañana.

—¿Quieres que vaya a ver? —no estaba segura, pero algo le decía que debía atender a los instintos de Tony.

—No, iré yo. —hizo el amago de levantarse pero Rachel lo hizo primero.

—Tony ¿a donde crees que vas? si pasa algo es mejor que yo vaya. Es a ti a quien buscan. Eres tú el que está en peligro.

Tony iba a decir algo pero ella no se lo permitió, él se cruzó de brazos, levemente fastidiado otra vez.

—Ay, no te pongas así. —se rió ella al verlo haciendo drama.

—Es que me haces sentir como un niño regañado —masculló él, alzando una ceja— como cuando éramos adolescentes. Está bien, me quedaré aquí en mi rincón. 

Rachel reprimió una risa. Estaba segura de que los chicos no estaban haciendo mucho más que estar en silencio pero perdiendo el tiempo en algo de lo que no valía la pena preocuparse. Pero solo quería que Tony se calmara y dejara de preocuparse por las cosas. A pesar de su extraña mejoría, se veía igual de pálido que antes cuando lo encontró y eso le hacía sentir a Rachel que debía seguirlo protegiendo de sus propios pensamientos si era necesario.

Además, de todas formas debía salir a buscar a Geoff para que fuera el siguiente en ser reparado, sus desgarrones eran menos terribles, pero debían ser suturados profesionalmente lo antes posible. Aun no sabía qué lo rellenaba, pero de todas formas no quería que quedase vacío a pausas.

En efecto, la habitación de al lado estaba en silencio, pero porque estaba vacía. Vacía y a oscuras.

Eso no daba buena impresión en ningún sentido. La pitonisa tenía tanta luz por algo y ahora todo estaba extremadamente silencioso y oscuro.

A Rachel le pareció raro. Hacía un momento había escuchado sus risas de fondo cuando hablaba con Tony. Aunque fácilmente podía tratarse de que todos habían salido de nuevo. ¿En donde podría estar la pitonisa? llevaba un largo rato sin verla.

 

 

Chapter 24: 22: Un insecto en una vitrina

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Tony se sentía mejor. Las náuseas y el malestar general persistían como vidrio opalino delante de sus ojos, pero el dolor de cabeza era varios decibelios más bajo que el que lo aturdió en la celda al despertar. Probablemente el brebaje tuvo que ver, desde el instante en el que lo probó, perdió parte de los síntomas típicos de la resaca.

Pero había algo diferente. No podía precisar qué, pero algo que lo hacía sentir mejor aun por encima del ligero dolor de cabeza. Sentía como si estuviera a pocos pasos de estar totalmente bien. Aunque, no descartaba la posibilidad de que fuese también obra de la conversación y presencia de Rachel.

Sus sentidos se estaban normalizando y hasta mejorando porque, cuando la habitación de al lado calló en el silencio más absoluto, Tony supo que algo no andaba bien.

Rachel se dio cuenta tarde de que Tony no estaba tan loco como parecía.

Dio un paso atrás, dos, tres, hasta que regresó corriendo a la habitación iluminada, solo para darse de nariz contra la pared de la oscuridad. ¿Qué había pasado con las lamparas? ¿A donde se había ido toda la luz? 

—¿Tony? 

—Aquí estoy —le respondió, algunos metros mas allá.

Rachel suspiró aliviada— ¿Dónde? ¿Dónde estás? —le apremió caminando sin cuidado hacia su voz.

—En la Punta Cana. ¡Aquí, a un lado de la cama! Donde me dijiste que me quedara. ¿En donde más podría estar?

Rachel no evitó sonreír ante eso— y yo que sé, tonto, después de todo, todo esto comenzó porque no pudiste quedarte en el sitio en el que se suponía que debías estar.

—Buen punto. ¿Qué pasó? ¿Dónde están los demás? ¿Los viste en la otra habitación? ¡Espera, cuidado con eso!

Rachel se tropezó con la banca de madera que Tony había puesto cerca del camastro y cayó hacia adelante, sobre el camastro. Es una ventaja el no poder sentir el menor dolor, ni posibilidad de heridas reales por una caída de esas, de lo contrario Rachel estaría pasando una muy mala experiencia.

—¿Rachel? 

—Tropecé. —se explicó incorporándose a tientas.

—Eso ya lo sé, diste una voltereta impresionante.

—Si, estoy bien, gracias por preguntar, no te preocupes. —rumió ella con sarcasmo al semi incorporarse sobre un codo para intentar recuperar su dignidad— Solo estoy maldiciendo a quien puso eso aquí. 

Una risa seca sonó esta vez más cerca.

—¿No viste la banca?

—¿Tú si la ves? —lo interpeló con sarcasmo un segundo antes de que una mano rozase su hombro. 

—Más que tú, eso es evidente —le susurró antes de alejar su mano de la tela que era su piel al ponerla en pie— No es un apagón de rutina ¿verdad? 

—Lo dudo. —murmuró ella— además, son lámparas de aceite. No es como si con presionar un interruptor... 

—Comprendo. —aceptó él— esperaba que dijeses algo que me tranquilizara. 

Rachel suspiró— ¿y si lo hubiera hecho la situación habría cambiado?

—Al menos estaría más calmado. 

Rachel se mordió el labio. Tampoco le diría que ella se encontraba en cualquier estado menos tranquila. Se sentía inquieta por lo que pudiera ocurrir, temía que ese presentimiento que Tony había tenido antes hubiera sido más que solo un ataque de locura. 

—Gritar a los chicos no sería prudente ¿cierto? 

Tony negó antes de recordar que ella no podía verlo en esa oscuridad de tinta.

—No, no sería lo más inteligente.

—Eso pensé... Pero iré a ver. Has el favor y quédate aquí. —le ordenó tanteando en la negrura— esta no es buena señal.

—Tampoco está tan oscuro.

—¿Bromeas? Esta negrura es más profunda que la del universo.

—Ajá si. —bufó sarcástico— Lo que tú digas... Voy contigo.

—No seas tonto, te matarán si tienen la oportunidad.

—Me capturarán y luego si me matarán, pero contigo no tendrán esa consideración. —el tono de su voz, aunque seguía en el rango de los murmullos, sonaba ligeramente irritado.

—¿Ahora quien está jugando a ser el héroe? —le respondió con la misma irritación ella— seguro afuera estarán los chicos, y lo mejor será reunirse con ellos. Algo me dice que no tenemos ninguna posibilidad si estamos lejos de ellos.

—No. Iré. —las manos que tanto conocía se posaron en sus hombros dejándola paralizada al contacto— Escúchame, no me harás cambiar de opinión. Y deberías comprenderme, tú tampoco quisiste dejarme cuando estábamos en la celda. Esto es lo mismo.

Rachel debió considerarlo poco más de cinco segundos hasta rendirse. Llevó sus manos hasta las suyas y las retiró de sus hombros con mucho cuidado, no podía pensar mientras lo sentía tan cerca y mucho menos si sus manos entraban en contacto con su piel.

—Pero tienes que ser silencioso. —con un movimiento de equilibrio, se quitó una zapatilla y luego la otra— silencioso y rápido.

—Me subestimas, Rachel —se volvió a reír Tony.

Dudó un instante de qué camino tomar, la oscuridad era tal que no podía ver ni su propia nariz. Tony se mantuvo en silencio, esperando, Rachel no quería decirle que al quitarse el zapato había dado un par de vueltas que la habían desorientado de hacia donde ir. Gruñó frustrada por sentirse de pronto tan incompetente. 

—Y... ¿Qué esperas...? vamos. —y se sorprendió al sentir el agarre de Tony en su mano derecha, guiándola con seguridad hacia la puerta y de ahí, habitación tras habitación.

Quizá no era nada que ver con Tony, sino los ojos de Rachel los que estaban mal y por eso es que no podía ver más que la oscuridad. Después de todo ¿Qué se podía esperar de un par de ojos de vidrio que se suponía que no debían ver? No dijo nada al respecto, debían hacer silencio, ser cuidadosos. El hecho de que los chicos no estuvieran era la primera mala señal, la segunda la oscuridad, el silencio atronador se podía contar como la tercera.

Cuando su cabeza dio con una lampara, estuvo a punto de dejar escapar un grito.

—Lo siento. Dejé de estar atento. —se disculpó Tony.

—No importa, igual no lo sentí. —pero si la había asustado más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Ya estamos fuera.

—¿En serio? —Rachel miró en derredor, oscuridad, nada había cambiado a lo que antes veía dentro. Pero el aire frio del exterior la recibió en el rostro confirmándoselo. Si, en efecto, estaban fuera de la casa, aun dentro de la fría cueva. 

—¡Ah, mira esto! —la volvió a sorprender la voz de Tony, sonaba triunfante— He encontrado un soplete, pásame esa lampara, por favor. No nos vendría mal algo más de luz. —dijo Tony soltando la mano de Rachel, ella se sintió de pronto a la deriva en ese mar de tinta negra.

—¿Cuál soplete? ¿Dónde? —masculló ella, frunciendo el ceño e intentando ver algo— me estás gastando una broma para nada graciosa.

Una luz se encendió entonces y las facciones tan conocidas de Tony se perfilaron ante la luz anaranjada de la lampara de aceite recién encendida. Él cerró la puertecita de latón de la lampara y le lanzó una mirada de ligera arrogancia a Rachel mientras alzaba una ceja.

—¿Segura de que no eres tú la que me está engañando?

Rachel se mordió el labio. Francamente no lo sabía.

—Mira, toma, iré a encender otras dentro. —le entregó la lampara y le sonrió— no pasa nada, deja de preocuparte tanto. Talvez volverán pronto.

Ella recibió la lampara sin decir nada, lo dejó irse al interior de la casa. Rachel se preguntó qué estaría pasando con sus ojos, cuando una sombra en la pared de la cueva contraria se retorció un instante antes de fundirse con la negrura. Un escalofrío la recorrió.

Que bueno que Tony volvía a estar dentro.

Rachel dio unos pasos al frente y alzó la lampara para que la luz inundara cada rincón oscuro de esa enorme galería subterránea. Pudo no ser nada, la verdad, sus ojos de vidrio ya habían demostrado no ser del todo confiables, pero uno nunca sabía. La sombra reapareció unos metros más allá, esta vez más clara a su visión y por la forma, la muñeca de trapo creyó saber a qué se enfrentaba.

—¿J? —pronunció suavemente.

En eso un borrón oscuro salió de la nada y voló hacia ella, como controlada por un titiritero invisible. No tuvo tiempo de esquivarlo, cuando entendió lo que era, ya estaba casi en ella. El impacto fue certero y cargado de fuerza. El filo metálico de una lanza atravesó su brazo derecho, el que mantenía alzado con la lampara en alto, empujándola varios metros hacia atrás hasta que su espalda chocó contra la pared exterior de la casa.

Quiso gritar de dolor pero no había dolor de ningún tipo, por más que una sensación lacerante, fantasmal, le inundase el área de la herida. La lampara se soltó de entre sus dedos cayendo al suelo y rompiéndose, la luz no se apagó, sino que el aceite se derramó por el patio de la casa hasta el cerco de piedra y el fuego se extendió de igual forma creando una ilusión dantesca y perturbadora.

No tuvo tiempo de sacudirse el shock de la impresión cuando una segunda lanza fuese lanzada a su muslo izquierdo, con la misma fuerza y precisión. Sin ser capaz de impedirlo, Rachel había quedado clavada a la pared, como una muñequita con alfileres ensartada en la bandeja de un torturador. Y su torturador salió entonces de las sombras.

No tuvo que mirarlo más de dos segundos para poder ver de quien se trataba. Rachel se dio cuenta de qué tan mala era su suerte cuando el hombre lobo de antes salió de entre las sombras hacia ella.

—¿Qué esperabas, pequeña y traviesa muñequita de trapo? ¿Qué no me volverías a ver? ¿Qué podrías escaparte de mi? —el tono de su voz no auguraba nada bueno y Rachel llevó su brazo libre a la lanza de su brazo para intentar soltarla.

Era inútil, por supuesto, de haber tenido un mínimo de la fuerza que antes tuvo como humana, tampoco lo hubiera conseguido. La lanza atravesaba su brazo y había desquebrajado la pared de piedra tras ella, hundiéndose en ella hasta casi la mitad, no había forma de soltarla sin romper o desgarrar su tela en el intento. La desesperación empezó a inundar su pecho ¿Qué podía hacer ahora?

El lobo esbozaba una cruenta sonrisa de dientes tan afilados que eran equiparables a esquirlas de vidrio. Y la miraba como si esperase que las llamas la alcanzaran pronto.

Rachel trataba de pensar a toda prisa en una alternativa, pronto, lo más pronto posible. Ella esperaba poder mantenerlo así, talvez Tony ya estaba enterado de lo que ocurría, era indudable que habría oído algo para éste momento. Si podía darle tiempo, como en la celda, para que escapara, todo valdría la pena. Claro, si esta vez al muy idiota no se le ocurría regresar, quizá podría salvarlo. A pesar de lo que el hombre lobo decía, era obvio que no había venido por ella, lo veía en sus ojos negros en los que se reflejaba el fuego, era a Tony a quien buscaba. Su mirada se deslizaba de ella a la puerta de la casa.

—Está bien —Rachel resopló después de un nuevo intento fallido de sacar la lanza de su brazo— me tienes. ¿Qué piensas hacer conmigo?

—Por el momento, nada —coronó esa frase con una retumbante risa— tu belleza resalta más de esta forma, como un insecto en un vitrina. Hecha para admirarse. Probablemente esa es tu única función... por ahora.

La lengua oscura trazó un barrido por el labio superior antes de volver a sonreír.

—Pero como te darás cuenta, tengo cosas más importantes que hacer que ocuparme de ti ahora. —dio un paso adelante y Rachel gritó.

—¡No! ¡No permitiré que lo toques! —obligó a su voz a mostrar algo del valor que ya no conservaba.

La risa volvió a brotar guturalmente de su garganta como un gruñido— No me hagas reír, estás dando vergüenza ajena con ese teatro, sabes que no puedes impedirme nada. Si yo lo quisiera, ahora mismo te echaría a las llamas, y no me llevaría ni un segundo.

Rachel apretó los puños y desvió la mirada, el fuego casi se apagaba, eso era bueno, no llegaría hasta ella. Pero de la misma forma, la luz se extinguiría con él privando a Rachel otra vez de visibilidad. Tampoco quería eso. No sabía si el hombre lobo hablaba en serio o simplemente quería amenazarla para que no hiciera nada, pero la verdad era que si se ponía a pensarlo, tenía razón. ¿Qué podía hacer ella? Antes incluso de estar ensartada a la pared, antes de convertirse en una inútil muñeca de trapo, era incapaz de nada. 

Para su sorpresa, de la nada hizo acto de presencia la pitonisa, pareció como si siempre hubiera estado tras el hombre lobo al salir de su sombra. Se dispuso a su lado y extendió ante él su mano escamosa. Éste no le dedicó ni una mirada cuando dejó sobre su húmeda garra una llave de plata con figuras de calaveras que sobresalían de su metal como si pequeños esqueletos estuvieran en su interior queriendo emerger a la superficie.

Rachel sabía lo que era, era obvio, era la llave que la sacaría de este mundo. Los había vendido a cambio de su pase fuera.

Una sonrisa de reptil estropeó aun más la faz de la pitonisa al recibir esa paga. Rachel quiso borrársela de un puñetazo, quiso decirle mil cosas diferentes, pero la ira mantenía apretadas sus mandíbulas. De seguro ella era la responsable de que ninguno de sus amigos estuvieran aquí ahora. La llave desapareció en el bolsillo de la traidora. Ésta le dedicó un parpadeo altivo a Rachel con su tercer parpado antes de irse hasta la pared de roca de la cueva y largarse por un pasadizo que se abrió ante ella a su paso.

—Es imposible saber en quien confiar ¿no es cierto, Rachel? —le sonrió el monstruo. Ella, abatida, bajó la mirada— No te culpes, de todas formas, ella estaba involucrada en esto desde el principio. 

Alzó la vista cuando el hombre lobo alzó la garra para mostrarle algo que ella no pudo ver al principio, solo cuando separó las garras y una voluta de humo rojo escapó de entre sus dedos.

—No me has dicho qué te ha parecido mi condensado de pesadilla. —el humo salía a una velocidad considerable y en vez de llenar el ambiente, lo rodeó a él— después de todo, tu nueva forma me la debes a mi. 

Rachel no entendió que era lo que estaba ocurriendo entonces, pero había reconocido la niebla roja desde el principio y eso había capturado su atención. La niebla, espesa y de un profundo color carmesí, se deslizó en carrizos apretados alrededor del hombre lobo, ocultando por un instante su forma lobuna, girando, enroscándose como un ser vivo solo para él hasta que desapareció totalmente. Entonces, pareció ocurrir una regresión del tiempo y el humo, en vez de disiparse, retrocedía de la misma forma en la que en un principio avanzaba a él, de su alrededor a su mano que se convirtió en un apretado puño y el humo se diluyó en el ambiente hasta que no quedó nada.

Tampoco quedaba nada del hombre lobo. En su lugar, una mujer le sonreía a Rachel con petulancia.

Un instante de desconcierto dejó a Rachel en silencio antes de comprender. Frente a ella ahora se hallaba su reflejo exacto. Era otra Rachel, pero no como muñeca de trapo, como mujer. Era Rachel antes de que todo esto ocurriese, de hecho, era ella mucho antes. Quizá nueve años antes.

La mujer que le sonreía era más delgada y más joven. Su piel sonrosada y sana y sus ojos brillantes al igual que su cabello. En su mirada ardía el mismo fuego que en las cuencas malignas del hombre lobo y, en sus ropas oscuras, resaltaban perlas negras. El vestido era largo, soberbio, y más fino que cualquier cosa que ella hubiera usado nunca en su vida, eso era seguro. Y no sabía como, pero sentía que a esa doble le sentaba mejor. La mujer delante suyo rezumaba una belleza demoníaca que solo recordaba la lozana, delicada y afilada de los vampiros, pero al sonreír sus dientes perfectos la deslumbraron.

La Rachel original, la que seguía clavada a la pared, la que observaba boquiabierta a su clon perfecto, comprendió por fin.

—Fuiste tú quien lo trajo hasta aquí —jadeó ahogadamente, no se lo podía creer— cuando él dijo que yo estuve con él, que lo traje hasta aquí... 

—¡Cállate! —gruñó con fastidio, tajante y autoritario— No nos pondremos a recapitular. Ya lo sabes, eso es todo, no lo tienes que presumir.

Si Rachel estaba asombrada antes, ahora, estaba atolondrada. Reconoció su propia voz en esa boca de labios pintados de negro y dentadura perfecta. Pero claro, el tono tenía la misma frialdad burlesca que el del hombre lobo. Porque era él y a la vez esta nueva y mejorada imagen de Rachel... 

—¿Quién eres realmente?

—¿Porqué preguntas lo que ya sabes, niña estúpida? —alzó una grácil ceja al tiempo que la lengua negra volvía a pasarse por el labio superior. Solo eso era lo que quedaba de su antigua forma y le recordaba a Rachel la repugnancia que le inspiraba ese ser.

Rachel sonrió a su vez, pero la suya era una mueca amarga.

—El rey calabaza. —el eco de ese nombre flotó entre ambos, como si ese nombre fuese supremo y su mundo lo reconociera como su señor.

Las femeninas manos se colocaron en sus caderas al reír de nuevo— por fin un descubrimiento del que puedes enorgullecerte. Lastima que no hay premio para ti esta vez. Consuélate con saberlo, es mucho más de lo que le he permitido a la mayoría de los que he traído a mi mundo. Y este juego dejó de ser divertido hace rato. Si me disculpas...

—Una pregunta más, solo eso —casi rogó ella. Tiempo, solo eso necesitaba, debía obligarlo a perder más tiempo para concedérselo a Tony. Era obvio que nada podría hacer por él más que intentar darle de lo que ella misma carecía. 

—Tú dirás —concedió, solícito el monstruo.

—¿Porqué él? ¿Porqué lo has escogido a él? 

Otra sonrisa estalló en su rostro ajeno y el rey de las pesadillas echó la cabeza hacia atrás al reír de nuevo largo y tendido. Un sonido inhumano.

—Es curioso que seas tú específicamente la que lo pregunte. —antes de que Rachel pudiera insistir, el monstruo alzó un brazo y la caverna se llenó de viento. Ráfagas de aire gélido se arremolinaron entorno a ambas mujeres, pero contrario a la Rachel original, el rey calabaza no se veía afectado por el viento huracanado, como si no existiera realmente para él... O ella. 

El cabello de lana de Rachel se dejó mecer al compás movido dócilmente ante el vendaval, y por un instante le impidió ver. Se lo apartó del rostro con el brazo libre justo a tiempo para ver como algo pasaba a su izquierda. Tony. Había salido por la puerta, así sin más ¿Cómo se le ocurría? ¡Lo mataría! ¡el rey calabaza lo sacrificaría ahí mismo!

Estaba hipnotizado, iba hacia su muerte. Rachel gritó su nombre para despertarlo, pero él ni se inmutó. Tony no iba precisamente obligado, él caminaba directo a ella, pero no a la Rachel real sino la que lo dejó hace nueve años. Se volvió a la original un instante cuando ella tiró con demasiada fuerza de su brazo y la tela emitió el sonido seco del desgarre. Tony, dudoso, con el entrecejo fruncido levemente, la miró como si no recordara haberla visto en su vida. 

Entonces, como si despertara de un sueño, se volvió a la Rachel que quería ver. La hermosa, la mujer de la que una vez se enamoró. O eso creía él. El rey calabaza lo esperaba como una princesa a su príncipe, con expectación. 

—Engañoso es el corazón más que todas las cosas —rió atronadoramente al tomar con una de sus manos la garganta de Tony— mira lo que amar te ha hecho, despreciable mortal. Y lo que le ha hecho a quienes te rodean. 

Lo giró con brusquedad a la Rachel original, la que seguía clavada a la pared, la que no era ni el eco de lo que había sido en el pasado, la que no pudo protegerlo. Sus ojos se encontraron y, por un instante, Tony dio señales de reconocerla. 

—Este es un bonito sitio para permanecer por toda la eternidad. ¿No te parece, Rachel? —le dijo el monstruo, dedicándole una mirada de suspicacia— adecuado para ti, una muñeca abandonada para toda la eternidad. Me suena a una buena historia. 

Notes:

¡Hola a todos de nuevo!

La historia avanza hasta el final cada vez más rápido y por fin se están desvelando algunos de los secretos que se habían perfilado desde el inicio. Casi 25 capítulos después, por fin conocemos al rey calabaza y la figura que atrajo hasta aquí a un Tony borracho, aunque sea a través de sus disfraces más estrafalarios. Todavía hay mucho qué contar, espero que puedan acompañarme en estos últimos capítulos ❤✨

Me pregunto si llegaremos a las 100 mil palabras en esta historia para el final o si lo sobrepasaré o me quedaré en 90 u 80 mil, la verdad que sería increíble. Creo que nunca había hecho un fanfic tan largo hasta ahora, pero me está gustando como van las cosas. Eso es raro en mi, normalmente hay mucho que no me gusta en mis historias, pero aquí es diferente.

He pensado en muchas cosas que agregarle ahora que la estoy terminando, cosas que definitivamente no podré poner y otras que me aventuraré a agregar solo cuando la esté editando después de terminarla. Todas las ideas las voy anotando, porque hay algunas que hasta pueden cambiar el rumbo de ciertos acontecimientos. Esto, después de todo, es ensayo y error.

¡Espero que les esté gustando la historia, muchas gracias por leer, votar y comentar, todo es profundamente apreciado!

Chapter 25: 23: El rumbo de esta historia

Chapter Text

Eli se despertó de golpe para encontrarse con la oscuridad más absoluta. Ya se estaba cansando de tanta negrura. Cuando saliera de todo esto, instalaría una luz permanente en su habitación por las noches. Roja. No, amarilla. Daba igual el color, con tal de que iluminara y apartara esas sombras que parecían ondear a su alrededor. Si no lo hacía, de seguro lo acecharían pesadillas cruentas con sacrificios, hombres lobo, esqueletos y quien sabe qué otras cosas más que no estaba dispuesto a aceptar en su cuarto.

No obstante, no recordaba que todo hubiera estado en oscuridad cuando se tomó un descanso para ir a dormir. 

Se sentó. Se había ido a dormir bajo la mesa de la cocina, si a eso se le podía llamar cocina. Sus cuernos rozaron la madera de la mesa con un chasquido. Pero él siguió observando las tinieblas como si estuviera escrita en ellas una historia que no comprendía. No había ventanas, pero el ruido del viento se colaba por entre las paredes de piedra.

—¿Viento? ¿En una cueva? 

Eli se apresuró a salir bajo la mesa. Era claro que había pasado más tiempo del que los chicos habían acordado para despertarlo. ¿Sería esto alguna broma pesada? No, no eran tan tontos como para ponerse a jugarle malas pasadas en estas circunstancias. Pero por si acaso, Eli tomó una de las cazuelas del fregadero. Si no le servía para defenderse de cualquier monstruo, le serviría para poner en su lugar al tonto que apagó las lamparas. 

¿Porqué algo le decía que tenía que ver J o Cesar en esto? eran a los que más les gustaba las bromas, y de pronto y de eso se trataba esto, de otra absurda broma.

Sacudió su cabeza y avanzó hacia lo que creía era el exterior. Todas las habitaciones estaban en penumbras. Pero todo estaba en orden, lo que era raro. ¿En donde estarían los demás?

Un chispazo le llamó la atención a su derecha. Había encontrado la salida. No solo había viento afuera, sino también fuego. Eli se regañó a si mismo por haber dormido tanto. ¿Quién sabe cuanto había pasado en su ausencia?

Decidió acercarse a hurtadillas por una esquina, de manera que quien estuviera afuera no lo viese andando en el interior ni que la luz de las llamas lo delataran. No sabía qué ocurría, pero esto no le daba ninguna buena espina. Siguió acercándose hasta que estuvo a un lado del tosco marco de la puerta, ahí, echó un vistazo.

El viento amainaba hasta desaparecer y el fuego, que cubría todo el patio de la casa de piedra, volvía a tomar fuerza. 

Eli tomó una inspiración y salió de la casa. 

Más oscuridad, como todo en este mundo de horror y pesadillas. Realmente Eli estaba hasta los cuernos de oscuridad. Frunció el ceño analizando la escena. Lo que alimentaba el fuego, era aceite, según lo veía. Más allá estaba la lampara que había producido ese aceite, rota y maltrecha. Hasta ahora era el único destrozo que encontraba en toda la casa, pero de seguro que aquí estaría la pista para entender el problema.

Dio otros pasos afuera, cuidando de en donde pisaba. Aun sin comprender, se dio la vuelta para contemplar la fachada de la casa a la luz del fuego.

Se quedó boquiabierto. Al principio le costó encontrarle sentido a lo que veía puesto que sin contexto, su mente tuvo que trabajar a toda velocidad. Pero cuando lo entendió, se quedó de piedra.

—Oh mi Dios... —jadeó— Rachel...

La cazuela se le resbaló de la mano y al caer al suelo, produjo el sonido suficiente para que él pudiese salir de su asombro y actuar. Inmediatamente se acercó a ella para intentar ayudar. No sabía si podría, pero tenía que intentarlo.

—Rachel... Oh Dios... ¿Puedes oírme? —murmuró, alarmado, frente a ella.

Ella alzó la vista hasta encontrarse con los ojos de Eli. La voz de Eli llegó hasta Rachel desde muy lejos, como si atravesara la niebla del dolor que la envolvía.

—¿Porqué has tardado tanto? —dijo suavemente, como un débil hilo.

Eli iba a decir algo, pero se abstuvo y luego negó— no importa, ya estoy aquí. ¿Quién hizo todo esto?

—El rey calabaza...

—¡¿Que?! ¿El autentico rey calabaza? —se sorprendió tragando en seco del terror.

Mientras Eli hacía lo posible para intentar sacar las lanzas de la pared, Rachel le contó a pausas todo lo que había ocurrido con pelos y señales para que él entendiese la situación tan difícil que atravesaban. Esta vez no había escapatoria, esta vez no podrían salvarlo. El rey calabaza se lo había llevado en persona, hechizado, atrayéndolo hasta sus garras usando la forma de Rachel. Eli, consternado, no sabía qué decir ante tal desesperanzadora idea.

—Oh Rachel... —murmuró, dejándose caer a un lado de ella, exhausto de nuevo por el esfuerzo infructuoso y el desaliento— lo siento.

—¿Pero qué dices? No es tu culpa —le respondió la muñeca de trapo.

—Lo sé... pero créeme que a mi también me duele... No debí irme a dormir como un cobarde. Debí quedarme con los demás montando guardia.

—Algo me dice que el desenlace habría sido el mismo —suspiró ella— yo quedándome aquí por toda la eternidad. Tony muriendo sacrificado como un cordero en un aquelarre.

Eli se estremeció y se abrazó a si mismo. —Se resolverá. —le prometió y esperanzado por su propia afirmación, se puso en pie y volvió a intentar arrancar las lanzas de la pared mientras repetía— Se resolverá.

—¿Cómo estás tan seguro? —inquirió Rachel, extrañada por su cambio de actitud. Ya no tenía fuerzas para hablar más alto. Toda su energía se había evaporado, como si se la hubiera arrebatado Tony al irse. Él se lo había llevado todo.

—Porque las historias no terminan así. Tiene que haber un mejor final o no sería una buena historia. Y las que terminan así, con un final triste, son una basura.

—¿Y crees poder cambiar el rumbo de esta historia así sin más? 

—No si se quedan ahí y siguen perdiendo el tiempo. 

Ambos volvieron sus miradas a la pitonisa, nadie sabía como, pero ahí estaba otra vez. Eli captó una mirada asesina en los ojos de Rachel para ella, pareció cobrar más vida que antes con el odio que de pronto destilaba. Los ojos de la pitonisa refulgía en colores ambarinos, como si los inundara una expectación tan fuerte como la que Rachel sentía por herirla.

—¿Quieres restregarnos en la cara lo que nos has hecho? —imposible ignorar la ira que bullía en esa acusación.

—Das demasiadas cosas por sentado —siseó.

—¿Nos dirás que no nos traicionaste otra vez? ¿Qué todo ha sido otro más de tus engaños? Inténtalo, porque esta vez nadie te creerá. Y siempre supe que tú nos traerías problemas y que no debíamos confiar a Tony en tus manos traidoras.

—Rachel, espera... —intentó pedir tiempo Eli.

—¡Nos vendió al rey calabaza! —si hubiera podido escupir, lo habría hecho, porque sus palabras sonaron de esa forma— no me pasaré la eternidad aquí para que ella se burle de nuevo de nosotros. —se volvió a la pitonisa y volvió a gritarle— Ahora niégalo. Niega que por tu culpa Tony será sacrificado. Nos trajiste aquí con un plan, él me lo dijo, el rey calabaza me aseguró que tú habías estado en este lío desde el principio.

—¿Quieres callarte de una vez y escuchar?

Rachel no quería callarse, tampoco detener su ira, intentó alcanzarla con una patada, pero no lo logró, estaba muy lejos a una distancia prudente. Sintiéndose patética, Rachel bufó de rabia y tristeza. Eli ya no sabía a quien debía apoyar, pero por amistad y predisposición, le creía a Rachel. Y si lo que decía era cierto, se habían vuelto a llevar al idiota que tanto les había costado encontrar y proteger en un principio por esa bruja lagarto. 

La pitonisa también suspiró.

—Estás en tu derecho de molestarte. —aceptó la pitonisa— ambos lo están. Y es cierto, yo y mi hermana trazamos un plan desde el principio. Pero aun no lo han logrado ver como es. 

—No necesito saberlo. —rechazó la muñeca de trapo— nos dirás otra mentira. Yo vi la llave que te dio el rey calabaza, el pase que querías al mundo real. ¿Quieres convencernos de que no lo hiciste por escapar de aquí?

La pitonisa extrajo la llave de su bolsillo y la alzó. Cuando volvió a hablar, lo hizo lentamente para que sus palabras fueran entendidas.

—¿Crees que me iría sin destruir a quien mató a mi amiga y destruyó las vidas de mis mejores amigos? El pase fuera no es suficiente, nunca lo sería. Han pasado cien años, Rachel, allá afuera no hay mucho para mi hermana ni para mi. Y nunca podríamos irnos sin antes habernos vengado. Conseguir la llave fue solo otro paso más.

Rachel quiso protestar, pero Eli le puso una mano al hombro y le susurró al oído— déjala terminar, luego decidimos si creerle o no.

—¿Y si es otra trampa? 

—Puedo jurar que no lo es. —les aseguró la reptiliana— es un plan para destronar al rey calabaza.

Eli y Rachel se quedaron en silencio. 

—Bien, ahora que tengo su atención. Necesito saber si están dispuestos a ayudarme de verdad. Sé que debí decirles antes, pero era necesario conseguir la llave para poner todo en marcha. Y solo de esta forma podríamos engañar al rey calabaza, volver a ser humanos y regresar al mundo real antes de que este mundo se nos caiga encima... —hizo una pausa, sus dedos sostenían la llave de plata con excesiva fuerza— ¿Están dispuestos a ayudarme?

Esta vez Eli y Rachel se quedaron en silencio. Era obvio que esa mujer reptiliana había perdido al completo la poca confianza que ellos le tenían. Les era sumamente difícil siquiera la idea de creerle. 

—¿Cuál es el plan? —la interrogó Eli. Rachel le lanzó una mirada inquisitiva— tenemos que escucharla, por lo menos, no sabemos si es viable o no.

—Oh, lo es —afirmó la pitonisa asintiendo despacio— lo hemos pensado durante los últimos cincuenta y cinco años después de vivir cuarenta y cinco con la culpa de no haber hecho nada. Mi hermana y yo estuvimos esperando éste momento porque es la única forma de destruir al rey calabaza. No hay más margen de error que ustedes, por eso era necesario que no supieran todo hasta que fuera posible. Y aun así estuvieron a nada de echar todo a perder. Si deciden ayudarme será más fácil, eso puedo asegurárselos, porque lo hemos pensado mucho, sino... El resto de sus amigos ya están conmigo y ellos me ayudarán si ustedes no. 

—¿Qué? —saltó Eli— ¿Los chicos nos traicionaron? 

—No, para nada. Tuve que explicarles parte del plan para que accedieran a seguirme. —casi gritó, perdiendo la paciencia— de lo contrario nunca los hubieran dejado solos ni apagado las lámparas. El rey calabaza puede sentir la oscuridad, es su más grande poder, puede estar detrás de cada sombra si se lo propone y estaba en la búsqueda del mortal para el sacrificio, yo sabía que era cuestión de tiempo para que acudiera a mi llamado y se creyera la mentira de que los estaba entregando. Por eso, el primer paso para que esto resultara, era Tony. 

Rachel apretó los puños. La pitonisa continuó hablando ignorando a la muñeca de trapo. 

—Contrario a lo que piensen, Tony no será sacrificado de inmediato. Hay un par de ceremonias que hay que llevarse a cabo antes de que sea el momento de arrancarle el corazón. Tenemos tiempo, no mucho, pero si el suficiente. Pero para que no todo sea en vano deben seguirme y hacer cuanto les diga. 

—Estás insinuando que podemos seguirte —murmuró Rachel— ¿eso quiere decir que puedes liberarme ahora? 

La pitonisa se inclinó hacia la mueca entrecerrando sus ojos.

—Hay en ti un aura hostil —silbó muy suavemente— si te suelto ahora estoy segura de que harás algo imprevisto. 

—¿Cómo tú lo has estado haciendo desde que nos encontramos en la plaza? —le retó Rachel, mirándola amenazadoramente. 

La comisura de su escamosa boca se tensó hacia arriba antes de desgranar una terrible sonrisa afilada. La observó un largo rato sin pronunciar una palabra, y, de repente, Rachel se sintió muy incómoda. Eli, que de pronto se había sentido excluido de la conversación, alzó una ceja. 

—Rachel —intentó llamar su atención, pero ella seguía sosteniéndose la mirada con la pitonisa— necesitamos de los chicos, y ella sabe en dónde están. 

—El diablillo es listo. 

Eli se sintió muy ofendido por el tono tan raro que usó al decir eso, pero no dijo nada ante eso. Solo volteó hacia Rachel de nuevo. Ella era muy testaruda, pero estaba claro que sus razones estaban justificadas. De pronto, la luz de una idea hizo chasquear los dedos a Eli atrayendo sin querer la atención de ambas némesis. 

—Llévanos con el resto de nuestros amigos. Solo entonces veremos si te creemos o no. 

—¿Eli? —preguntó la muñeca, separando sus ojos de los de pupila vertical.

—Estoy seguro de que ellos saben exactamente lo que está pasando, Rachel. Ellos nos dirán si confiar o no. Porque sus razones deben tener, no creo que se hayan dejado engañar otra vez.

Rachel entendió las intenciones de Eli y ella también sonrió relajándose levemente. La pitonisa ladeó la cabeza y los miró como si quisiera sondear profundo hasta el interior de ambos, donde su alma seguía siendo humana. 

—Están pidiendo condiciones, pero creo que no se han dado cuenta de las posiciones que tienen en éste momento. 

Eli y Rachel intercambiaron una mirada. Ella seguía clavada a la pared, él seguía con una de las manos lastimada por la caída de aquellos árboles mutantes. Tampoco era como si fueran los dos miembros más importantes del círculo de voiceplay. 

—De todas formas, todos nos reuniríamos en la torre, fuese o no parte del trato —aceptó la reptil— no había contemplado que fueran tan unidos y tan cabezas duras, por eso los he separado otra vez. Sabía que tú te opondrías desde que no quisiste que lo curara. Pero está bien, los llevaré allá porque así está decidido. Espero que no sigan siendo el estorbo que han sido hasta ahora.

—No molestaremos si no nos mientes. —rebatió Rachel.

—tienes que decírnoslo todo. —secundó Eli, con seriedad— No más mentiras o trucos.

La pitonisa sonrió torcidamente, pero asintió de mala gana.

—Como gusten.

La llave de plata fue guardada una vez más en un bolsillo oculto y de otro extrajo un guante peludo sin dedos que se puso con cuidado en la diestra. Era de un material de lo que parecía piel de oso por el color y la cantidad de cabello oscuro y fibroso. Le quedaba un tanto grande en algunas secciones, pero con una correa se lo ajusto con cuidado.

—¿Qué es eso? —inquirió Eli— ¿eso es...?

—Guantes de piel de hombre lobo. —dijo, como quien habla del tiempo.

Rachel se alegró de que J no estuviera ahí, se habría puesto pálido y quizá le habrían dado arcadas. 

—¿Porqué de hombre lobo? —se atrevió a preguntar eso en vez de en donde los había conseguido.

—En este mundo, el rey calabaza ha establecido muchas reglas, aunque no lo parezca. —luego de haberse arreglado el guante derecho, sacó un segundo guante de iguales características, pero que se veía que no era el de la mano izquierda— Solo los guardias pueden empuñar armas, y los únicos monstruos que se emplean como guardias son hombres lobo. Sus lanzas, espadas, alabardas y demás, están hechizadas para solo ser usadas por hombres lobo. 

—Entonces esos guantes... —comenzó a decir Eli.

—Si —se limitó a decir la pitonisa que alzó ambas manos antes de que un segundo después, dejasen de parecer guantes. 

Rachel no sabía como pero los guantes habían dejado de serlo, era como si se hubieran amoldado a sus manos hasta el punto de transmutarlas en patas grandes y terribles de hombre lobo. Era impresionante, se podía ver el comienzo del brazo, con escamas verdosas semi húmedas hasta las muñecas, en donde lentamente se iban degradando hasta desaparecer y convertirse en pelo y garras marrones oscuro.

—Creo que eso puede considerarse permisos falsos para portar armas en nuestro mundo —se rió nerviosamente Eli. La pitonisa lo ignoró y dio un paso hacia Rachel— Espera ¿no necesitas ayuda?

La pitonisa miró a Eli un momento y asintió— esto les servirá para que confíen y se den cuenta de que no deseo hacerles daño. —llevó una de las garras antinaturales a la otra y se sacó uno de los guantes para pasárselo a Eli— ajústalo hasta donde creas necesario.

Eli así lo hizo, colocándoselo en la mano buena y ajustándola dificultosamente con la otra. Pasados unos instantes, su mano blanca se transformó en una garra lobuna demasiado grande y poderosa para Eli. 

—Has el favor y quédate quieta. —se dirigió la pitonisa a Rachel, la cual obedeció en silencio— dama del infierno.

Rachel no sabía si debía o no ofenderse, pero aun así no dijo nada al respecto. La reptil tomó la lanza del muslo de la muñeca de trapo y Eli la del brazo. Con un solo y contundente movimiento, las sacaron de la piedra a la vez. Rachel, liberada al fin, cayó al suelo de un sentón, exhausta. Había un par de desgarrones nuevos en su piel, pero nada verdaderamente grave, las hojas no se saldrían por esos agujeros. Rachel pensó que si de verdad lograban escapar, salir por fin, rescatar a Tony y evitar que lo sacrificaran (si aún cabía esperanzarse) él se irritaría al verla rota una vez más. Pero para entonces, no importaría. 

—Gracias... —murmuró.

Eli retrocedió unos pasos, había usado más fuerza de la necesaria y había salido proyectado hacia atrás por el impulso. La pitonisa no le prestó a tención, le dio la espalda mientras  examinaba la lanza que tenía en su mano, se había partido y conservaba solo la parte inservible del arma, el resto seguía dentro de la pared de piedra. 

—El rey calabaza de verdad quería que te quedaras aquí por la eternidad. —comentó, pensativa, mientras tiraba a un lado los restos rotos y se quitaba el guante de piel de hombre lobo— pero probablemente te habría traído el cuerpo vacío del mortal aquí para regodearse en su victoria, es muy propio de él.

Cuando la pitonisa se volvió a Rachel y a Eli, lo primero que vio fue la punta, aun afilada, de la lanza. Sus ojos bajaron hasta el portador y Eli le devolvió la mirada. Rachel, aun sentada contra la fachada de la piedra, sonrió cómplice, no había previsto esto, pero le alegró saber que Eli era tan inteligente y astuto como siempre además de hábil con las manos.

—Seguro que no pudiste predecir que haría eso —murmuró Eli.

—Las visiones del futuro no vienen así como así —dijo con mucha calma en un siseo amenazador— ¿Qué significa esto?

—Significa que ya no habrá más sorpresas. —le gritó Rachel, se puso en pie como un suspiro y se puso al lado del diablillo.

—Mi intención nunca ha sido herirlos, no de verdad por lo menos. Y lo he demostrado, los he traído a todos hasta aquí y el resto están sanos y salvos como lo estará ese cretino mortal al que van a sacrificar. —restalló ella con un gruñido silbante que le puso la piel de gallina a Eli—  Les di ese guante y liberé a la muñeca ¿Qué más necesitan para saber que digo la verdad?

—Eso no es suficiente, has estado jugando con nosotros todo este tiempo. Ya no más. —anunció Eli, sosteniendo con fuerza la lanza con una sola mano— No seguirás chantajeándonos para después apuñalarnos por la espalda. Cumplirás tu palabra. Ahora, alza las manos y tira el otro guante hacia nosotros.

—¿O qué? —le retó sonriendo, la pitonisa.

—¿Cómo que "o que"? —se desesperó el diablillo— es obvio. Usaré esto... esto... de la forma que se me ocurra.

Rachel sintió una leve aprensión ante ese titubeo, era claro que Eli no mataría a nadie y menos a alguien como esa serpiente traicionera por más que quisiera, porque solo ella sabía en donde estaban los chicos. Y como destronar al rey calabaza. La pitonisa, con una expresión divertida, les lanzó el guante que había estado usando entre ellos. Rachel probó a caminar y su pierna se resistió al principio, la inusual rigidez la sorprendió, pero ella tuvo que forzarla a sostener su delicado peso cojeando lo más a prisa que podía, recogió del suelo el guante y con rapidez se lo puso en la otra mano a Eli. Tras ajustarlo, él pudo sostener con ambas manos la lanza y apuntarla con mayor firmeza hacia la pitón.

—Bien, hagamos como que me creo esta vuelta de las circunstancias y acepto ser su rehen. —soltó una risa extraña— ¿Qué se supone que harán ahora?

—Nos llevarás con los chicos. —zanjó la muñeca de trapo.

—Sin trucos. —añadió Eli con firmeza.

—Y la verdad —siguió poniendo condiciones Rachel— Más te vale mantener las cosas claras desde ahora.

La pitonisa suspiró, frustrada de pronto por la forma en la que estaba perdiendo su tiempo.

—Solo dense prisa, debemos ponernos en movimiento ya. El sacrificio ya debe de haber comenzado.

—Tú irás primero. —la apuntó Eli con la lanza hasta que la punta tocó la tela harapienta de su ropa.

La pitonisa gruñó guturalmente y apretó los labios escamosos. Rachel se sintió por fin en control de la situación, de alguna forma. Eli había sido increíblemente valiente al hacer esto, era impresionante.

Aunque, pensándolo bien, estaban como cuando iniciaron, en el punto de partida otra vez. La diferencia es que esta vez tenían un plan que llevar a cabo, uno que tal vez les diese las armas perfectas para esta especie de batalla y lograr cambiar el rumbo de esta estrafalaria historia de horror.

Rachel esperaba que esto fuese suficiente para que funcionara. Eso esperaba, sinceramente.

Chapter 26: 24: La llave de plata

Chapter Text

En poco tiempo estaban de nuevo en la superficie y de ahí, bordearon los bosques y el pueblo caminado rápido pero en silencio. La colina por la que habían ascendido para escapar del laberinto estaba a la vista cuando por fin llegaron a la torre. Aquella torre en donde los hombres lobo los habían metido y convertido en monstruos. La torre en donde, según la pitonisa, tenían a Tony. Rachel sentía una mezcla de sentimientos raros. Ira, desolación, miedo, ansiedad. Quizá más, mucho más. Pero pensar en Tony en ese sitio le escalofriaba de maneras muy extrañas.

La visión de la torre, alta, mortecina ante la luz de la luna y las antorchas que regaban las inmediaciones, era como para ponerse a temblar. Pero los tres monstruos no podían darse ese lujo. Eli había estado empujando con la lanza a la pitonisa, sin lastimarla pero aun así, siendo firme y seguro, no permitía que hiciera movimientos bruscos. Ella parecía mostrar un completo desinterés antes la afilada punta de la lanza, solo tenía ojos para la torre a la que se aproximaban, lentamente. 

La luna había surcado ya una gran pare del cielo en toda esta desventura, no faltaba mucho para el amanecer pero tampoco se alejaban tanto de la media noche. Había estrellas, cosa rara, porque antes no habían visto ni  una. Y parecían brillar malignamente. Debían apresurarse, rápido, o no llegarían a tiempo.

Rachel estaba feliz dentro de lo que cabía, por el hecho de que no habían tenido que salir por aquellos arboles de antes. Los que se los habían tragado. Ese bosque bien podría ser llamado el bosque de los susurros, pero la verdad es que había mejores títulos para ese sitio. Todo el camino había sido efectuado por un túnel que se iba abriendo en la roca según la pitonisa caminaba hacia adelante, perforando la roca a su paso y cerrándose tras ellos. La llave que el rey calabaza le había dado a cambio de Tony era una llave maestra, le abría caminos en todas direcciones en el mundo de pesadilla en el que estaban, incluso servía para escapar de él... y regresar si era necesario.

Ahora, serviría para entrar a la torre sin ser vistos e impedir el sacrificio. 

La torre era tal y como aquella que en su momento vieron, la torre del centinela hereje, pero esa estaba al otro lado del pueblo, cerca del lago. Esta otra, era idéntica, salvo el hecho de que había actividad en ella. Cinco guardias se hallaban apostados alrededor de la base de la torre, según podían ver, cada quince segundos se rotaban las posiciones y ellos intercambiaban con el de la derecha. Como si fuera un reloj. Cada uno portaba una alabarda, espada, lanza o cualquier otra arma.

La pitonisa había ordenado el alto un poco antes, tras unos arboles desde donde estaban sondeando la situación. 

—Esto es sencillo, pero tiene que ser rápido. —les anunció la pitonisa— Síganme en todo momento, debemos interceptar a los demás en breve. El resto tendrá que encontrarse con nosotros entonces.

—Espera ¿Dónde están los demás? ¿Adentro? —se sorprendió Eli— ¿Cómo pasaron el circulo de guardias?

—Ellos se lo contarán todo —silabeó ella, en tono mordaz— ahora, debemos ser rápidos. 

Eli y Rachel asintieron y la pitonisa dio un paso al frente con la llave aun asida firmemente en la mano. Sacó de entre sus ropas un frasco como el que había contenido a Layne antes. Grande y de vidrio opalino con volutas de humo brillante en su interior. Eli, inseguro, alzó la lanza en guardia. Pero contrario a lo que pensaron, ella lanzó el frasco lejos, al otro lado de donde los guardias veían. Rachel se cubrió la boca para no hacer ningún sonido esta vez, pero no fue necesario el silencio para que este plan surtiera efecto.

El frasco se rompió más allá, llamando la atención de los monstruos mientras docenas de fantasmas traslúcidos como Layne se escapaban de los cristales rotos llenando toda el área de niebla y algarabía. Los fantasmas hablaban a voz en grito por la confusión y pedían respuestas entre lamentos quejumbrosos, los lobos también exigían respuestas pero a ellos nadie les escuchaba. Reinó el caos por un momento, suficiente tiempo como para que la pitonisa ordenara salir de detrás de los arboles en dirección de la pared exterior de la torre. Rachel, asombrada, siguió de cerca a Eli hasta que se abrió una brecha en las rocas de la pared y ellos pasaron hasta el interior como si nunca hubiera habido pared.

Una vez dentro, reinó el silencio otra vez. Las voces fantasmales no podían atravesar la piedra del muro, Rachel no estaba segura, pero a lo mejor los fantasmas estaban tan desorientados como para poder atravesar las paredes. Si mal no recordaba, a Layne le costó algunos minutos volver siquiera a flotar con normalidad. Tan normal como podía ser flotar para un fantasma, después de todo.

Adentro, volvía a haber oscuridad. Eli masculló algo con respecto a las lamparas cuando la pitonisa los mandó a callar.

—Escuchen. Es un buen momento para que hagan sus preguntas. —les dijo, y una luz se encendió en la penumbra— pero guarden el máximo silencio posible o nos escucharan.

Eli se sorprendió apuntando la lanza a la pared cuando la pitonisa estaba al otro lado de la estancia. Era un sitio que no había sido limpiado en siglos, tanto que se podían ver las partículas de polvo brillando en el aire con la luz de la lampara de aceite. El sitio era estrecho, como de dos metros de anchura y quien sabe cuantos de largo, la luz de la lampara no encontraba un final a esa oscuridad.

—¿En donde estamos? —quiso saber Rachel.

—Entre las paredes de la torre. Es un pasadizo bastante útil. Vamos, síganme, no tenemos tiempo que perder.

El diablillo y la muñeca iniciaron la caminata junto a la pitonisa. El ambiente estaba bastante cargado de polvo, tanto, que la pitonisa se cubrió su boca y nariz de reptil con su misma ropa harapienta. Eli la imitó y Rachel solo podía aguardar la esperanza de que su piel de tela no acumulase demasiado polvo.

—¿Por eso es que no veíamos más fantasmas en el pueblo? —preguntó Eli, con la voz ahogada bajo la tela— ¿los tenías tú encerrados en ese frasco como a Layne?

—No en vano han pasado cincuenta y cinco años de planeación —siseó su guía— ha sido más fácil de lo que piensan. Los monstruos aquí no se preocupan mucho por los demás y no tienen la suficiente inteligencia como para notar que de una década a otra han desaparecido los fantasmas. Por suerte, el rey calabaza tampoco se ha apercibido de ningún cambio.

—¿Y los tenías guardados todos en el mismo frasco? —insistió Eli— ¿Cuándo capturabas uno no se te escapaba otro?

Rachel no evitó una risilla ante la cara de fastidio de la pitonisa.

—Desperdicias tus preguntas, diablillo. —se burló sardónicamente.

—¿Qué es lo que hará éste sacrificio? —preguntó la muñeca entonces— ¿Cuál es su propósito y por qué quieren específicamente a Tony?

Ambos corrían tras la reptil que andaba a hurtadillas entre las paredes, lo más rápido que podían pero sin hacer ruido. La pitonisa daba pequeños golpes a ciertas paredes y cuando se encontraban en un callejón sin salida, ella volvía a empuñar la llave y pasaban sin problemas. Cuando Rachel preguntó eso, la pitonisa se quedó un instante pensativa.

—Volverá a prolongar la vida del rey calabaza otro siglo más. Prácticamente será inmortal hasta que los planetas vuelvan a estar en los sitios correctos, como esta noche. Su vida acaba al salir el sol y con él todo este mundo. —se tomó un momento y luego alzó la vista al cielo raso que no era más que el suelo de madera de uno de los pisos de la torre— Ahí debería estar el ala oeste... Entonces debemos subir en la siguiente vuelta.

—No has contestado a mi segunda pregunta —insistió Rachel, le daba miedo la respuesta, pero aun así deseaba saberlo— el rey calabaza dijo que era irónico que yo lo preguntara. ¿Porqué?

Llegaron a esa vuelta y la pitonisa abrió un segundo pasadizo pero en el techo. Ahí habían vigas que ascendían hacia arriba, casi como peldaños de una rustica y peligrosa escalera que fue construida por un loco. La primera en subir fue la reptil, la siguió Eli y después Rachel.

—Quieren al mortal por su corazón —siseó la pitonisa.

—Eso ya lo sabemos, pero ¿porqué? en esa fiesta habían muchas personas. Estoy segura de que ninguno tenía el nivel de alcohol en la sangre tan alto como el de Tony, pero dudo que esa sea la razón.

—El corazón en el sentido espiritual es más complicado de lo que crees, dama del infierno. —le respondió con una sonrisa en la voz, de esas que se traslucen entre las palabras— para empezar, quiero decirte que hay muchas mentiras en el mundo. Una de ellas es que el bien vence siempre el mal. Esa es la más grande de todas, muchas veces, el mal instaura su reinado y lo mantiene por generaciones sin que nadie sea capaz de detenerlo. Hay fuerzas poderosas, que los que las saben usar, emplean para sus propósitos. Una de ellas es el sufrimiento.

Rachel se estremeció. No le gustaba a donde iba eso. 

—En la antigüedad, los miembros de etnias adoraban dioses y les rendían sacrificios, normalmente humanos. Esos sacrificios tenían la cualidad de poder apaciguar o encolerizar a los dioses. Y de esa forma hacían llover o detenerse la lluvia, que llegase la abundancia o que sus enemigos fueran derrotados en guerras. Pues, ellos quizá no lo comprendían del todo, pero no eran sus dioses quienes hacían esos "milagros" sino la energía del sufrimiento derramado en los sitios estratégicos. En puntos de poder como esta torre, creaban pirámides y demás construcciones en esos puntos energéticos, prácticamente haciéndole acupuntura al planeta, soltando esa energía de las profundidades y aumentándola con la del sufrimiento.

Eli se veía más pálido que nunca, si Rachel no se equivocaba, su amigo estaba pasando por un mal momento. Pero no lo culpaba, a ella tampoco le estaba sirviendo de mucho esta conversación, más que para que su inexistente estómago se removiera.

—El rey calabaza no es idiota, es un mago negro muy experimentado. No por nada es que supo como crear el condensado de pesadilla que después de todo, es el responsable de que nos veamos así. —la pitonisa chasqueó la lengua— ha leído los pergaminos, los que ahora yo poseo. Ya no los necesita, se los sabe de memoria. Ha tenido tiempo para aprendérselos, créanme. Incluso antes de venir aquí era ya un sabio.

—¿Venir aquí? —repitió Eli— ¿es acaso que él no es de este mundo?

Rachel sabía que hacía ya un rato que él había dejado de apuntarla con la lanza, pero no porque estuviera confiado o relajado, el arma temblaba en su diestra lobuna casi imperceptiblemente. La pitonisa miró un instante a ambos, sus rostros trastornados por el peso de esa información. Luego reanudó la marcha, Eli y Rachel caminaban detrás, tratando de seguirle el ritmo.

—Él también fue como nosotros. —parpadeó con el tercer parpado— pero de eso hace quizá un milenio. Talvez más.

Rachel tomó un respiro, aunque no respirara. Subió a una viga alta con una capa considerable de polvo y volvió a insistir— ¿Qué tiene que ver esto con Tony y su corazón?

—El rey calabaza sabe que mientras más sufrimiento, más energía y por tanto más poder. La poción que le dará la inmortalidad, la poción de las mil auroras, se hace con un corazón de una persona que sufre mucho. Y no hay ninguno que sufra tanto como uno roto.

Rachel se quedó de piedra unos segundos. Todo tenía sentido. Ahora comprendía demasiado bien.

Se habían vuelto a detener, esta vez porque la pitonisa volvía a dudar sobre la dirección qué tomar. En ese instante, Rachel estaba procesando lo que todo esto significaba. La pitonisa volvió a hablar entre murmullos.

—Rosaura, la chica que fue raptada de nuestro grupo de amigos hace ya un siglo, también tenía el corazón roto y por eso la escogieron de entre nosotros. Había sufrido un desaire amoroso terrible, por eso estábamos ahí, para animarla. Pero de haberlo sabido... —los ojos de la pitonisa se tornaron vidriosos de pronto, pero fácilmente podía ser a causa del polvo— Esto siempre se ha tratado de muerte de inocentes, de personas reales que sufren para que ese malnacido viva eternamente. Además de hacerlo inmortal, la poción y el sacrificio le confiere el poder sobre cada ser animado en todo este mundo hasta que pasen otros cien años. Por eso es que esta noche y la anterior he podido hacer esto, porque el control del rey calabaza se ha debilitado hasta casi desaparecer. Pero si no hacemos algo, nosotros también seremos sus súbditos hasta que nuestros recuerdos sean borrados al completo y seamos como ellos. Como el resto de los monstruos. ¿Entienden ahora porqué esto es tan importante? ¿Porqué deseo más que nada destruir esta monarquía tiránica y vengarme? 

Eli asintió, contagiado por el deseo de rebelión que inundaba a la pitonisa. Rachel seguía paralizada por esta revelación, pero nadie reparó en su mutismo.

—Si hay más personas con el destinado a ser sacrificado, los obligan a venir para que presencien el acto. Eso, como ya lo habrán imaginado, aumenta el sufrimiento y por tanto el poder del rey calabaza. En este caso, las cosas cambiarán, eso se los puedo prometer. Ahora hay muchos con Tony que no dejarán que sea asesinado.

Los tres se quedaron en silencio, esas últimas palabras eran más fortalecedoras que un soplo de aire fresco. En especial para Rachel que no respiraba. Siguieron adelante, meditabundos y silenciosos, otro tramo más hacia arriba, luego horizontalmente y hacia arriba otro poco hasta que, pasados unos instantes, la torre al completo empezó a vibrar y luego a sacudirse como si se estuviera en un terremoto.

—¿Qué ocurre? —gritó Eli a quien la lanza se le escapó de las manos. Estuvo a nada de caer entre unas maderas sueltas a través del suelo para después desaparecer en la oscuridad, pero quedó atrapada entre las vigas.

—Ya empezó. —la pitonisa dijo una maldición y les instó a que corriesen tras ella— rápido. O no llegaremos.

—¿Y más o menos como es que piensas impedirlo? —murmuró Eli, recuperando nerviosamente el arma antes de seguir a la pitón.

La pitonisa dio un rodeo, como si no hubiera escuchado lo anteriormente dicho y estuviera viendo hacia otro sitio. Rachel repitió la pregunta, con una leve impaciencia. La pitonisa volvió a hacer oídos sordos hasta que volvieron a hacer otro alto para decidir el camino. Entonces ella al fin respondió.

—No he dicho nada sobre impedirlo.

Rachel y Eli se vieron a los ojos, el pánico estaba en ambos con grados parecidos.

—¿Lo dejarás morir? —se escandalizó Rachel.

—No he dicho eso.

—Si no impedimos ese sacrificio ¡morirá! —Eli dio un paso hacia adelante con la lanza— no tiene lógica lo que dices.

—Tiene más lógica de lo que crees. 

—Dijiste que lo salvaríamos. —gritó Rachel. 

—Silencio. Nos escucharán. Y si, eso dije y eso es lo que haremos. —siseó amenazante— pero no lo entiendes ahora, solo...

—¿Qué? ¿Qué confíe en ti otra vez?

La pitonisa desvió la mirada y apretó los labios.

—Les prometí que esto saldría bien y así será. Solo debemos hacer las cosas como lo he planteado y el rey calabaza caerá junto con este mundo. Podrán regresar a su mundo, quizá hasta volver a la normalidad de nuevo.

Eli y Rachel se miraron otra vez. ¿Qué podían hacer ahora? ambos miraron a la reptil, ella les sostuvo la mirada, con seguridad. Era la mirada de alguien que sabía que decía la verdad, que no tenía mucho más qué ocultar, que creía en lo que decía y estaba dispuesta a todo para lograrlo. Con la carrera la tela colocada sobre su boca y nariz se había caído y ahora la lengua viperina saboreaba el aire con astucia. 

Tal vez captó que Rachel volvía a dudar, porque se dio media vuelta y miró por encima del hombro hacia la muñeca y el demonio.

—No tenemos tiempo, apresúrense.

Ambos la siguieron por inercia, caminando rápidamente tras ella. Si la pitonisa no iba a impedir el sacrificio, ¿Cómo es que iban a salvar a Tony? ¿El resto de los chicos sabía que esto sucedería? Rachel tenía mil dudas diferentes, estaba aturdida por la idea y ahora más que nunca quería saber qué ocurría en la cabeza de la pitonisa. ¿Qué intenciones podría tener realmente? 

Los pasillos angostos parecían cerrarse cada vez más a cada paso, o talvez era solo la opresión en el pecho de Rachel, que parecía nunca irse, solo menguar hasta ser pasable para volver con renovadas fuerzas. Eli le puso una mano en el hombro y ella regresó a la realidad, si a eso se le podía llamar realidad.

—Todo va a estar bien —ella asintió en respuesta.

La pitonisa les hizo una señal para que se detuvieran.

—Espero que esto sirva para que reconsideren creerme. —les miró otro instante antes de sacar la llave de plata y dar un paso adelante. Ellos la siguieron.

La sala a la que entraron era aun más angosta que el resto de las que habían estado atravesando hasta entonces. Pero no había nada de tétrico en ella, quizá Rachel no había estado más feliz que nunca. Layne, Geoff, Earl, Cesar y J estaban ahí. Todos juntos. Habían estado esperando en esa cámara por más de una hora a que la pitonisa volviera.

—¡Chicos! —se sorprendió Eli al verlos. Que bueno era ver sus rostros de nuevo, aunque estos fueran los de unos monstruos que se parecían remotamente a los de sus amigos. Ellos también se sorprendieron gratamente y estuvieron a nada de hacer otro escándalo de esos que solo un reencuentro puede hacer, cuando Eli se quitó un guante y arremetió a guantazos a todos.

—Está bien, está bien Eli, ya aprendimos la lección —se cubría Cesar la cara con las manos esqueléticas— ¡De haber sabido que este sería tu recibimiento... !

—Eli, cálmate, hermano —se defendió Earl quitándole el guante. Pero Eli aún tenía otro que se quitó de inmediato para darle esta vez a Geoff.

—También te extrañamos —gimió Geoff, intentando interponer las manos para defenderse. 

—Creo que ya les has dado todo lo que merecen —Layne se cubría su fantasmal boca pero una risilla llenaba toda la diminuta galería.

—¡Se merecen más, buenos para nada! —mascullaba entre guantazo y guantazo.

J sostuvo del brazo al demonio y lo alzó en el aire un metro.

—Eli, estás haciendo el ridículo ¿te das cuenta? —no evitó reírse el hombre lobo, que de paso le quitó el guante— eres un peligro a veces.

—¡suéltame! cuento hasta tres y ya van dos. ¿Cómo se les ocurre irse sin avisar? —explotó Eli, las gafas se le habían resbalado por el puente de la nariz.

—Todo es parte del plan de la pitonisa—resopló Geoff volviendo a sacar su nariz del interior de su cabeza.

—¿y quien les dijo que podían hacer tratos con esa serpiente sin decirnos? —restalló Eli cuando J por fin lo dejó en el suelo.

—Ella nos dijo que ustedes ya lo sabían todo —Earl se encogió de hombros.

Todos miraron a la pitonisa que pasaba sus manos escamosas por las paredes polvorientas, de espaldas a ellos sin mirarlos, completamente ajena a lo que estaba sucediendo, hasta que sus manos se detuvieron en una roca en especifico.

—Es aquí —anunció la reptil. 

Todos miraron la pared de roca.

—¿Aquí qué? —ladeó la cabeza Cesar.

—Creo que quiere decir que aquí hay algo —reflexionó Layne en voz baja.

—Pero ahí... ahí no hay... —Earl se aclaró la garganta al darse cuenta de que estaba diciendo algo obvio— nada. No hay nada ahí.

Rachel ya extrañaba las voces de todos, aunque sonaran levemente monstruosas.

—La entrada. —dijo la pitonisa— el rey calabaza es astuto.

Los chicos se acercaron para observar con atención. Hasta donde alcanzaban a ver, este era otro callejón sin salida más. Tres altos metros de piedra mohosa y polvorienta. No había entrada o salida posible. Si acaso usara la llave de plata para abrir una abertura nueva, pero la pitonisa no la sacó en ningún momento, en lugar de eso, extrajo de entre sus ropas un instrumento más conocido: la aguja.

—Aproxímate, dama del infierno.

Rachel no tenía que preguntar si se refería a ella, solo avanzar hacia ella. La pitonisa le tendió la ganzúa. La muñeca de trapo la tomó de su mano y la observó a la luz de la lampara de aceite. Era su ganzúa, la misma que la ayudó en innumerables ocasiones en todo ese viaje, estaba como nueva, algo chueca, pero considerando que se había partido y estropeado bastante y ahora estaba en una pieza ya era mucho decir.

—Cuando te vi en esa plaza, tuve una visión. —confesó la pitonisa— vi muchas cosas, en realidad. Algunas que no comprendo. Pero entre ellas, te vi a ti usándola. 

Eli se acercó inclinándose para ver la aguja más de cerca y luego a Rachel.

—¿Usarla? ¿Donde? aquí no hay cerraduras.

La pitonisa negó con la cabeza— El rey calabaza tiene un gusto especial por las trampas. Se cuida las espaldas de formas bastante incomprensibles. Esta llave maestra no sirve en esta habitación. —extrajo la llave de plata de su bolsillo y se la entregó a Rachel también.

Los ojos de vidrio conectaron con los de pupila vertical por unos segundos, hasta que esta última parpadeó con el tercer parpado.

—¿Me viste abriendo una puerta a esta habitación? —musitó la muñeca.

La pitonisa volvió a sonreír, no con esa locura desquiciada que todos parecían tener en ese pueblo, sino como una persona que sabe que lo que está a punto de ocurrir era lo que desde un principio debía pasar.

—¿No te dije antes que esto te serviría cuando llegara el momento?

Chapter 27: 25: A lo que se llega por amor

Notes:

¡Hola a todos!

Solo deseo aclarar antes de que inicien la lectura de este tremendo e intenso capitulo, que el rey calabaza aquí no es Jack Skellington de "The Nightmare Before Christmas" porque la obra no sucede como si fuera realmente en ese mundo. Este no es Halloween Town, este es El pueblo de pesadilla, de mis pesadillas, cabe decir. Sólo he tomado lo que necesitaba de la película original, que no es mía por supuesto pero que no está de más decirlo por la política de esta preciosa plataforma de lectura que insiste en que los escritores hagamos un descargo de responsabilidad. ¿Y qué tipo de estudiante de derecho sería si no me acoplo a las leyes desde ya? lol.

"The Nightmare Before Christmas" pertenece al maestro del horror Tim Burton, y en base a esa obra de arte yo he creado mi propio mundo de pesadilla sin que haya navidad... lol. Aunque si lo piensan bien, los chicos ya traen consigo la magia de la navidad, reparten alegría por donde sea que son escuchados y... En fin, da igual, ustedes me entienden.

¡Espero que lo disfruten!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Rachel no sabía qué se ocultaría tras esa habitación, le preocupaba en sobremanera, pero sabía que no había alternativa. Sus ojos pasaron a la pared frente a ella y al sitio que la pitonisa estaba señalando con su garra escamosa. La roca que le señalaba era igual a las otras, si acaso, era la más polvorienta. Echó una mirada al resto de los chicos, recién encontrados, que la miraban con mucha curiosidad. Pero confiaban en ella, por supuesto.

Rachel se volvió a la pared de nuevo para después pasar su mirada a la llave y la ganzúa a la vez. Las mantenía a ambas separadas, una en una mano y la otra en la otra, estudiándolas alternadamente. 

—¿Cómo sabes que funcionará? —murmuró.

La pitonisa parpadeó— ¿Porqué no habría de hacerlo?

—¿La ganzúa es mágica como la llave? 

Ella se encogió de hombros— ¿Porqué no lo averiguas? 

Rachel se mordió el labio. ¿Quién le aseguraba que no era otra mentira de la pitonisa? Aunque debía decir que después de todo, los había traído hasta aquí y eso ya era toda una proeza, todavía en su cabeza no cabía la idea de cómo había hecho para traer a los chicos hasta esa habitación en la torre, y secretamente la admiraba por eso y más. Pero ¿Podría confiar en la veracidad de sus siseos? La pitonisa había dicho ver que la ganzúa le sería útil cuando llegara el momento, y literalmente le había servido en todo ese absurdo viaje. Nada le garantizaba que esta no fuera la ocasión correcta en realidad pero tampoco que hubiera sido verdad esa visión. 

Sintió la cercanía de sus amigos tras ella, inclinados para ver a la luz de esa lampara, qué era lo que iba a hacer al final. En vez de pensar en si esto era o no otra mentira urdida astutamente por esa víbora de pupila vertical, decidió probar su suerte.

Las acercó una a la otra, no sabía qué esperaba que sucediera, pero al ponerlas una junto a la otra y no se unieron mágicamente, se sintió casi estafada. Pero aun así, no se dio por vencida y acercó el conjunto a la pared, y entonces se sorprendió de verdad. Cuando el metal de la punta se acercó a la piedra, fue como si acercase una luz y el cerrojo que escondía, como si siempre hubiera estado ahí, se perfilaba ante los instrumentos. Un cerrojo de metal negro, engastado en la roca que antes había estado tocando la pitonisa. Los chicos atrás de ella dejaron escapar un suspiro de sorpresa.

—¡Que genial! —exclamó Layne— esto sí que es tecnología.

—Es más bien algo mágico —corrigió J— lo que no lo hace ser menos increíble.

—Pero magia de la buena, —agregó Geoff—no de la que nos convirtió en lo que somos ahora.

—¿Ustedes creen en la magia? —murmuró esa pregunta Earl, los demás lo miraron.

—Creo que hemos llegado lo suficientemente lejos en este mundo como para empezar a creer —dijo sombríamente Eli.

—¿Qué esperas? úsala —le instó Cesar emocionado.

—¡Silencio! —los mandó a callar la reptil con un cascabeleo— escucha lo que harás, dama del infierno. Abrirás la puerta solo un poco, lo único que necesitamos es ver lo que sucede. ¿Entiendes? ¿Entendieron todos? debemos ver el momento exacto para entonces llevar el plan a punto. Y para ello hace falta el silencio más absoluto o... o él lo sabrá. Sabrá que estamos aquí y a lo que hemos venido. Y si él se da cuenta, el plan se irá a pique. Y nos torturará... No somos los primeros que intentamos esta osadía, y si fallamos, otros más lo intentarán. Pero de nosotros depende que no se derrame más sangre inocente.

Rachel se preguntó si la reptil decía la verdad o no. Se preguntó si era cierta su historia con respecto a Rosaura, esa chica con la que Tony compartiría el destino si no se apresuraban. Se preguntó si esa hermana que decía tener existía siquiera o si sería otra mentira más para que su historia sonara más verídica al final. Pensó infinidad de cosas, mientras introducía la llave de plata y la ganzúa en la cerradura con mucho cuidado. Pensó en sus hijos, tanto había pasado en tan pocas horas, que ella se preguntó si estarían bien solos en la casa de campo... Con su esposo. También dedicó un pensamiento a él, uno largo y lleno de remordimientos. 

Los chicos seguían como ella, atentos, tanto que habían dejado de respirar, los que aun tenían pulmones qué llenar. Rachel giró con cuidado las dos herramientas y, para su mayor sorpresa, la cerradura produjo un clic suavísimo, como si fuera un mecanismo nuevo y recién engrasado y no hubiera aparecido apenas un segundo antes. Inmediatamente, fue soplado hacia ellos un aire frio del marco interior de una puerta que apareció en ese instante, el polvo los hizo dar unos pasos hacia atrás.

Eli volvió a cubrirse la boca y nariz, J y Earl lo imitaron. Rachel y Geoff acumularían muchas de esas partículas en su piel de tela sin quererlo.

—Yo iré primero y ustedes me seguirán de uno en uno. Cuando estemos ahí, quiero que cada uno se ubique en una entrada diferente. —les ordenó la pitonisa— Habrán suficientes... según recuerdo... Pero deben ser rápidos. ¿Me oyen? Muy rápidos. Y muy cuidadosos. No deben ser vistos y a la vez ustedes deben poder ver todo mientras se mantengan escondidos ¿entendieron? del resto yo me encargo. De mi cuenta corre que el plan resulte o... o fracase.

Los chicos, recelosos de lo que estaban a punto de hacer, asintieron. La pitonisa chasqueó con anticipación la lengua mientras llevaba sus dedos escamosos a un interruptor en la lampara de aceite, apagando la luz en el acto. Solo entonces pudieron ver la claridad mortecina, nocturna, que se colaba por el resquicio ahora creado de la puerta. Rachel tiró de la llave y la ganzúa, ahora trabadas en el cerrojo, tan suavemente como sus manos ansiosas le permitieron y la puerta se abrió un poco.

Afuera de esa habitación estrecha en la que siete monstruos se apretaban entre sí, había mucha luz. Todos se agolparon para intentar ver mejor, la curiosidad los estaba matando. Pero la escena que se estaba llevando a cabo no era agradable en lo absoluto.

Por lo que se podía apreciar a primera vista, la habitación con la cual conectaba la puerta, daba a otra más. Y esta segunda, tenía diversos paneles de piedra que estaban corridos a un lado como puertas a otra habitación más. Esa tercera habitación estaba plagada de sombras oscuras que giraban en descontrol e impedían ver más allá de reflejos de blanquecina luz lunar. Rachel sacó la llave y la ganzúa del cerrojo, cuando al fin pudo hacerlo, y sostuvo con la otra mano la puerta para que no osara cerrarse de nuevo o abrirse más sin que ella así lo quisiera.

No temblaba porque se obligaba a no hacerlo, pero por lo visto no tenía el control de su corazón mecánico. Éste sonaba a paso rápido, demasiado rápido, con una fuerza que martilleaba en su pecho. Como un corazón de carne bajo los efectos de la adrenalina, del miedo, de la emoción. Rachel se llevó la mano con las herramientas al pecho y por unos segundos, mientras miraba hacia afuera con el resto de los chicos a su espalda, sintió más terror del que nunca había experimentado en toda su vida. Pero a la vez, el fuego de la emoción acalambraba su cuerpo por lanzarse a la aventura.

Temía por Tony, temía no llegar a tiempo y perderlo, pero quería con todas sus fuerzas salvarlo y eso implicaba actuar y dejar de permanecer escondida. 

La pitonisa se adelantó un paso y luego retrocedió a los demás. Acercándose mucho a ellos, les susurró, lo más quedo que fue capaz: procuren ser silenciosos.

Entonces reanudó el paso y apartando a Rachel de en medio poniéndose a la delantera, tiró de la puerta, lo más lentamente que pudo, hasta que hubo un espacio suficiente como para pasar en medio. Al pasar, se agazapó al suelo y se arrastró hasta estar a un lado de uno de los paneles de piedra. Con la ropa oscura que portaba, casi pasaba por otra de las sombras. En la penumbra que creaban los paneles, casi desapareció, pero Rachel adivinó su figura entre las tinieblas cuando una mano escamosa se movió en el área iluminada haciéndoles señas para que la siguieran.

Rachel no entendía qué hacían ahí, no entendía nada, no sabía si Tony estaba o no ahí. No sabía si debía o no confiarse a esa serpiente rastrera, pero la imitó y salió con lentitud y cuidado. Hizo lo que le mandó y a gatas por el suelo, ya sabía que se tardaría, porque el siseo de las hojas secas de su interior era un sonido que la acompañaba a donde fuera. Solo moviéndose muy lento, podía reducir ese sonido, pero no el de su atribulado corazón mecánico. Con dificultad pasó por el área iluminada a la oscuridad del panel contiguo al que la ocultaba a ella. Fue seguida por Layne, que apaciguó su luz lo más que pudo, hasta ser solo una figura borrosa, sin líneas, apenas diferente de una sombra pero aún visible, y se fue a ubicar tras el panel siguiente. A éste, lo siguió Earl y el resto de los chicos a su vez. Fue bastante aterrador, la tensión era palpable, por que las sombras aun se movían en círculos en la tercera habitación.

Cuando todos estuvieron fuera, todos aguantaron la respiración. Según se alcanzaba a apreciar con ese claroscuro juego de luces, los paneles estaban ubicados en círculo rodeando la tercera habitación, en la que las sombras hacían su aquelarre. Esa habitación tenía algo macabro, Rachel no se imaginaba bien qué lo haría especial, pero tenía la idea de que podría tener que ver con Tony. 

Rachel llevó ambas manos al pecho como una forma inútil de apaciguar el mecanismo de su corazón. Echó una mirada por el borde del panel y miró atentamente el desfile macabro unos segundos, hasta que el movimiento empezó a amainar. Fue como una corriente caudalosa empezando a apaciguarse de a poco hasta que sus aguas oscuras permitieron ver lo que ocultaban de fondo. 

Y en ese fondo estaba el hombre por el cual todo este mundo estaba esperando esta noche.

Tony se encontraba una vez más atado de manos y pies en el centro de un marco de piedra en forma de triángulo. Se veía tan pálido como nunca antes. Tenía surcos en la piel, rasguños y heridas de todo tipo que parecían recientes, solo que no había ni una sola gota de sangre en ellas. ¿Lo habían estado torturando?

Rachel apretó los puños que tenía sobre el pecho y en un movimiento rápido se dio la vuelta para no ver más, no lo soportaba, era demasiado dolor para ella. Demasiado. Le dolía infinitamente por él y deseó más que nunca, poder intervenir.

Era su culpa, Tony estaba ahí por su culpa.

Si no se hubieran separado y no le hubiera roto el corazón ahora nada de esto estaría sucediendo.

La muñeca de trapo apoyó la espalda en el panel y para su enorme sorpresa, tuvo que ahogar un sollozo. 

Al principio no supo lo que estaba pasando hasta que se llevó las manos al rostro y sintió las tan conocidas lágrimas en sus mejillas. Las contempló en sus dedos, perlas de tristeza que no se consumían en su piel de tela. No eran lágrimas normales, porque no eran lágrimas de mujer, sino las de una muñeca. Entonces Rachel descubrió que las muñecas de trapo, en este mundo al menos, también lloran, pero solo cuando el dolor y la pena son insoportables y su alma humana, en caso de tenerla, no puede contenerlas por más tiempo. 

Sin embargo, llegaron en el momento menos propicio, porque ahora no se podía permitir soltarse a llorar como una niña desamparada, no se podía ni permitir más sollozos si no quería echar a perder todo el plan de medio siglo urdido por la reptil. Debía actuar cuando fuera el tiempo, aunque no supiera si en ese plan había alguna acción para ella. 

Se regañó a sí misma y echó a un lado las lágrimas por tanto tiempo extrañadas y se obligó a ver de nuevo por el borde del panel. Pero al verlo, indefenso y a merced de quien lo quisiera lastimar, las lágrimas regresaron. Fluían como si quisieran limpiar de su corazón mecánico la pena, la añoranza, el miedo. 

En el suelo, diversos canales llevaban de aquí a allá un líquido espeso, oscuro y con leves reflejos rojizos, que alimentaba un fuego blanco. Los paneles que les servían como escondite, reflejaban el cielo nocturno, y mostraban lo cercana que estaba la aurora. Ya casi no había estrellas y había más luz que antes, pero aún debía ser muy temprano. En el centro de la habitación, en el marco de piedra, Tony se hallaba colgando penosamente de sus ataduras como un títere enredado en sus propias cuerdas. Cabizbajo. No podía verle el rostro, pero sabía que era él. ¿Quién si no? 

—Mira a lo que se llega por amor —proclamó una voz sardónica entre una risa gutural— ¿Cuánto tiempo llevas en ese... deplorable estado? ¿Meses? ¿Años? 

La voz no tenía rostro, Rachel no la había escuchado antes y no la reconocía, pero también sabía a quien pertenecía. Solo alguien que sabía lo poderosas que eran sus palabras podía hablar de esa forma tan imponente y a la vez tan burlesca. El rey calabaza estaba ahí, en algún sitio de la sala circular en la que Tony era el centro de atención. El aludido no se dio por enterado, más bien parecía desmayado por lo inerte de su cuerpo. Pero Rachel lo vio tomar una inhalación leve y mover la cabeza para cambiar de posición por lo menos su cuello. 

Estaba consciente.

Hasta ese momento, había tenido los ojos cerrados, pero después de un segundo separó los parpados y sus ojos se fijaron en ella. Fue una mirada que pareció venir del otro lado del universo, encontrándola a ella en la oscuridad, precisamente a ella, para de inmediato volver la vista al frente. Y Rachel, además de la impresión poderosa que esa sola mirada tuvo en ella, percibió en esos ojos algo diferente.

Esos ojos claros le habían transmitido miedo, él sabía que ella estaba ahí y nuevamente estaba asustado. Porque la imprudencia de Rachel la había traído a donde menos debería haber estado. Sus ojos habían sido una tormenta de verdes y grises, luminosos, aunque extraños. ¿O solo le había parecido que así era?

—Pero debo agradecerte. —prosiguió su discurso el rey calabaza, desde algún sitio indefinido de la habitación— Tu mediocridad me hará más fuerte y tu corazón me volverá inmortal por otro siglo. Esta noche eres la estrella que nos alumbra con su presencia, deberíamos inclinarnos ante ti ¿no es cierto? Es lo que se hace en estos casos. 

Parecía que el rey hablaba en nombre de alguien más también. ¿Se refería acaso a las sombras que aún giraban en torno al destinado a sacrificar? 

Fue entonces cuando sus ojos se posaron en un ser de auténtica pesadilla. Rachel se tapó la boca para no gritar. Un gran murciélago negro de algo más que un metro, erguido en dos patas, arrastrando dos enormes alas como la misma oscuridad. Su nariz chata y protuberante como hocico de cerdo, sus dientes agudos como alfileres y chorreantes de baba. Sus ojos negros, mucho más negros que las tinieblas. Y no era cualquier murciélago, era el que los atacó en la casa de campo. El que los distrajo mientras se robaban a Tony. Era el mismo solo que ahora podía verlo con claridad absoluta y le horrorizaba poder hacerlo.

Hubiera pensado que ese sería el rey calabaza si no hubiera visto a un hombre de pie junto al ser de pesadilla. Éste, por el contrario, era un hombre alto, delgado, que no aparentaba ni un día más que treinta años. Vestido con una túnica que se asemejaba mucho a la vestimenta que la falsa Rachel había portado antes. Podía ver sus ojos desde donde estaba, fríos y mordaces, negros como la obsidiana pulida. Éste era el rey calabaza real. El hombre que se dedicaba a reinar el mundo de las pesadillas. 

El hombre hizo una teatral, pero elegante, reverencia sin despegarle los ojos de encima. Tony conectó su mirada con la del rey al alzar la vista. Si bien el rey calabaza destilaba maldad, Tony no se dejaba intimidar, le retaba con la mirada, aunque no respondiera a sus provocaciones verbalmente. El rey lo estudió de arriba a bajo antes de pasar su lengua negra por sus labios otra vez y le sonrió. 

Rachel se preguntó qué esperaba la pitonisa. ¿Realmente quería impedir el sacrificio y todas las cosas que antes había insinuado? ¿O los había traído al fin para que simplemente vinieran a presenciar esta masacre y aumentaran el sufrimiento que le daría el poder al rey calabaza? La muñeca de trapo percibió el sabor del odio en la lengua y en su corazón, como un temblor, y maldijo su propia debilidad.

Si tan solo tuviera la fuerza para hacer algo lo haría en ese mismo momento. 

El rey calabaza se irguió de nuevo y en unos pasos cortos estuvo frente a Tony, a un palmo de él. Y ni entonces sus ojos se apartaron de los del otro. Se estudiaron el uno al otro, con atención, grabando los rasgos contrarios en sus memorias, solo unos segundos antes de que el rey volviese a hablar. 

—Me hubiera gustado conocerte antes —cuando hablaba en voz baja no se adivinaba la fuerza que podía desplegar su voz— si te hubiéramos capturado algunas horas antes... si tan solo la aurora no estuviera tan cercana... hubiera sido divertido. 

Tony alzó una ceja, pero no dijo nada, tampoco desvió la mirada. Cuando el Rey calabaza alzó una de sus manos al rostro del destinado a sacrificar, y vio como estaba a punto de agarrarlo otra vez por la garganta, Rachel se dio cuenta de que era suficiente. 

No supo en qué momento dejó de soportar ésta visión, sólo que sus pies se movieron, esquivando con agilidad el fuego, y la llevaron hasta estar entre la maldad y Tony. La rigidez de su pierna no fue ningún obstáculo que impidiese que Rachel hiciera lo que se suponía que la pitonisa llevase acabo. Se plantó frente a la maldad y disfrutó por un segundo, de la sorpresa en la mirada del rey calabaza. 

—¿Tú no estabas empalada a la pared de esa inmunda choza? —preguntó con aspereza, retirando la mano que hasta hacía un momento iba a cerrarse alrededor de la garganta de Tony. 

—No permitiré que lo toques —remachó la muñeca de trapo con los dientes apretados actuando como un escudo— no harás nada con él si yo puedo evitarlo. No. Lo. Lastimarás. 

—¿Qué se supone que te propones? —masculló Tony, la voz rasposa y cansada, en la que se oía un tilde muy marcado de desesperación. 

Ella no contestó, porque no tenía respuesta para él ni para nadie. No tenía respuesta ni para sus lágrimas que aunque ya no fluían en tormentosa cascada, habían dejado rastro en sus mejillas. Pero sabía que esto era lo correcto, impedir éste sacrificio era lo menos que Rachel podía hacer por Tony, se lo debía ya que por ella él se encontraba ahí. No era la primera ni última vez que ella lo defendería y si podía lo seguiría haciendo hasta que su vida se extinguiera. 

Si tan solo su corazón se calmara, podría creerse su propia valentía.

El rey calabaza la contempló con sumo interés, como si un animal exótico hubiera irrumpido por equivocación en su sala de sacrificios. 

—¿Eso es lo que piensas, niña traviesa? —la voz se tiñó de esa acaramelada seducción que antes el hombre lobo había usado al rasgar su rostro— ¿Piensas que tienes el poder para evitar mi voluntad sobre éste corazón? 

Le contestó el silencio, Rachel no sabía que decir, pero se daba cuenta de que de nada le servirían las palabras más floridas o valerosas. Al final, seguía siendo una triste muñequita de trapo, rota, sucia, mojada, abandonada. Frágil en todo el sentido de la palabra. Si acaso, lo único que podría hacer sería retrasar la muerte de Tony, pero evitarla estaba realmente fuera de sus posibilidades.

De verdad ¿Qué podía hacer ella en contra del mal? 

A la luz del fuego blanco, el rey calabaza alargó su mano al murciélago. Rachel había olvidado la presencia repulsiva de ése ser. Este sacó de entre su ropa una daga de piedra. La hoja parecía de hielo o cristal y lo bastante afilada como para herir a tres hombres de un solo tajo. En algunos lugares aún llevaba adherida sangre de algún otro sacrificio, como un óxido sobre la superficie brillante.

—De todas formas, llegas tarde para salvarlo. —casi ronroneó de satisfacción— Pero no tanto para morir con él. 

—¡Maldita sea, ese no era el plan! —Todas las miradas en la habitación se fijaron en la pitonisa que salió de entre los paneles de piedra hecha una furia.

Con paso altivo enfrentó al rey calabaza como lo había hecho Rachel, solo que su aspecto si aterrorizaba. Se habían desplegado en su cuello dos membranas como semi círculos verde oscuros que la hacían ver como un prehistórico reptil amenazado que estaba listo para dar pelea hasta el último momento. Su cuerpo estaba en tensión, con el ansia de saltar sobre su presa. Los afiliados colmillos prestos a desgarrar y envenenar. Empezó a acechar al rey calabaza acercándose a él y girando a su alrededor, obligándolo a moverse ante su avance y colocarse en guardia como ella, atrayéndolo a un baile peligroso para ambos. Pero Rachel supo que realmente, lo estaba alejando de Tony. 

—¿De qué se trata esto? —reclamó a voz en grito el rey, que no se quedaba atrás en malignidad, sólo sus ojos transmitían la indignación suficiente para que Rachel diese un paso hacia atrás, cubriendo definitivamente a Tony con su cuerpo— ¿Buscas algo más? ¿Otra llave? ¿No te ha bastado el peso de tus propias acciones, traidora.

La pitonisa parpadeó pero no retrocedió— Vengo por ti. Por tu cabeza. No me iré de aquí hasta verte muerto.

—¿Se creen capaces de detenerme ustedes dos? ¿Creen que pueden arrebatarme el corazón que es mío por derecho? —alzó su impresionante voz y todos los presentes se estremecieron en mayor o menor medida— ¡Yo lo atraje hasta aquí! Y él aceptó su destino al seguirme tan voluntariamente. No sean ridículas. Éste hombre morirá y no podrán evitarlo. Seré más fuerte y reinaré por otro siglo sobre ustedes, infelices escorias. Pero las haré pagar su rebelión por el resto de la eternidad con torturas inimaginables. 

Rachel apretó los puños, en un intento por insuflarse a si misma más valor del que realmente sentía. No se movió ni un milímetro. El mundo se había convertido de repente en un lugar vacío con sombras de desesperanza flotando entre ellos como única compañía. La dureza con la que arremetió contra el rey se había esfumado, trayendo de regreso a la muñequita de trapo de nuevo y volviendo a esconder a la mujer empoderada que antes había sido. Pero no se movería. No si aún tenía control sobre su cuerpo.

—Esta historia no ha concluido y su muerte aún no está escrita, —alzó la voz la reptil, destilando el deseo de venganza que por tanto tiempo había envenenado su interior— pero la tuya te la susurraré al oído por lo que le has hecho a Rosaura y a los inocentes que has tomado. Presenciaré tu muerte y nadie más perecerá en esta habitación.

El rey dedicó una penetrante mirada a la pitonisa, como si intentara averiguar qué sangre corría por sus venas para que después de tanto tiempo siendo testigo de las atrocidades que él había cometido en ese siglo, aún conservara la determinación para hacerle frente. Entonces aferró con fuerza la daga de piedra y una sonrisa retorcida se desplegó en su rostro. Sus ojos rebozaban odio y maldad.

—Te enseñaré como se debe tratar a un rey. 

En un movimiento rápido, quiso descargar un golpe contra el pecho de la reptil. Ese golpe tenía toda la intención de ser mortal, iba dirigido al sitio correcto para provocar una muerte instantánea y el mutismo que el rey calabaza ansiaba. Rachel vio la hoja resplandecer al ser alzada y a la pitonisa intentando en vano retroceder, pero no fue lo suficientemente rápida. 

El brazo del rey calabaza bajó con fuerza y arremetió, pero el arma se le escapó de las manos y salió flotando en el aire. Rachel sintió como si el grito que estaba a punto de soltar se le quedara atascado en media risa. Ella sabía con exactitud qué había ocurrido. 

Layne apareció en ese sitio, con la daga en su fantasmal mano. Sonriendo triunfal como un espíritu vengador, agitando el arma asesina que en su mano perdía su apariencia terrorífica y se volvía un mero juguete. 

—Ellas no están solas. —puntualizó con un grito de júbilo y el resto de los chicos salieron de sus escondites y dieron la cara ante el rey calabaza.

—Nosotros las ayudaremos a derrotarte. —Eli alzó su puño lobuno con todo y la lanza.

—Tú reinado se viene a bajo esta noche —se unió a los vítores J. 

—No volverás a lastimar a nadie inocente, brujo inmundo. —apretó sus puños Earl. 

Geoff portaba la linterna apagada, pero se veía igual de seguro que el resto. Cesar, con las manos en las caderas tampoco se quedaba atrás. Eli, de nuevo con los guantes, sostenía la lanza con fuerza. Rachel sintió de pronto, que amaba a esos chicos mucho más de lo que imaginaba en un principio y no pudo evitar compartir una mirada esperanzada con Tony al ver a todos reunidos y listos para la batalla. Aunque no supieran bien como luchar. 

—Somos más que tú y no puedes traer aquí a los hombres lobo —se burló Geoff.

—¿Qué harás ahora, rey moja camas? —continuó la broma Cesar.

El aludido bajó la vista y suspiró en una risa suave que confundió a todos los presentes. ¿Porqué se estaba riendo si ellos literalmente lo estaban amenazando con derrocarlo? Los chicos intercambiaron miradas de preocupación.

—¿Nadie les ha dicho que... —dijo cuando su risa se apaciguó— que nunca deben cantar victoria antes de tiempo? 

Mirando al suelo se llevó las manos al estómago cuando su risa se transformó en el grito escalofriante de un loco. Echó la cabeza hacia atrás y alzó los brazos, abarcando con ellos la inmensidad del cielo nocturno que se veía por la cúpula abierta y las sombras que aún quedaban en el aire girando cambiaron instantáneamente de rumbo e impactaron en el pecho de J y Earl, deshaciéndose en el acto y dejando un aura oscura a su alrededor. 

—¡Pues jugaremos todos!

La lengua oscura volvió a humedecer los labios del rey calabaza al tiempo que una luz negra se encendía en los ojos de los chicos elegidos. 

Notes:

La verdad es que ya no sé si alguien sigue leyendo esta historia, pero de igual forma, quiero avisar que el final (el tan esperado y temido final) está a la vuelta de la esquina. No diré un número de capítulos aproximado, porque es más que seguro que terminaré equivocándome. Aun no he editado todo lo escrito. Podrían ser dos, cinco o con relativa facilidad otros diez. Pero el hecho es que falta poco. Relativamente nada, solo lo más tremendo. Es por eso que las cosas no podían ser tan fáciles, lo lamento chicos.

Ustedes no pueden verme, por supuesto, pero yo estoy más muerta de nervios por éste final que por los exámenes de éste trimestre de la universidad. Y eso si da terror, se los aseguro.

Sinceramente, no sería una verdadera historia si las cosas terminaran rápido y sin que hubiese sacrificios. Eso último lo digo en más de un sentido.

Y como si sigo hablando terminaré revelando demasiado, porque ya me conozco y sé que soy un desastre guardando secretos, aquí me despido.

Si queda alguien leyendo aun ¡Muchas gracias! ¡Sus visitas, votos, comentarios y subscripciones son profundamente apreciados!

Chapter 28: 26: Cuando sus ojos se encontraron

Notes:

Alguien me dijo una vez que hay una diferencia entre una historia larga y una historia alargada. En este punto de mi vida ya acepté que el 90% de mis historias anteriores son alargadas, cosa que estoy empezando a mejorar en esta historia poco a poco, pero esta vez creo que si lo logré. Puedo decir que esta es una historia larga sin más, pero larga porque hubo mucho qué decir y desarrollar... aunque si lo piensan solo pasaron algo así como una noche, un día y otra larga noche.

Aun así, creo que tiene todas las situaciones que debería haber tenido y eso me alegra. Lo que me escalofría es que el final se nos viene encima y yo ya estoy con la emoción de querer publicar todos los capítulos de un tirón. Quien sabe porqué. Probablemente sea ansiedad... lol.

¡Muchas gracias por sus votos, comentario y lecturas, todo es profundamente apreciado!

Chapter Text

J y Earl, los más fuertes de todos ahora eran títeres del rey calabaza. Ambos, despojados de su voluntad, se volvieron contra Cesar, Geoff, Eli y Layne. La pitonisa rechinó los dientes, era claro que esto infringía cualquier plan que hubiera estado urdiendo cuidadosamente por medio siglo. La balanza estaba ahora a favor del rey, y no sería fácil nivelarla.

—Cobarde alimaña de sepulcro —rugió lanzándose contra él que la esquivó sin problemas— Sabes que no podrás con todos ellos juntos. Pelea como el hombre que alguna vez fuiste, deja de jugar sucio.

—Es mi mundo, cariño. —Dos gruesas dagas curvas de obsidiana se materializaron en sus manos de la misma oscuridad— Aquí jugamos con mis reglas.

J, o el J títere, arremetió contra Geoff que sostenía la lampara. El zarpazo iba certero a su cabeza con la intención de dejarlo fuera de combate de inmediato. Pero él logró esquivar el ataque haciéndose a un lado y dando un traspiés hacia atrás, estuvo a nada de pisar las líneas de fuego blanco en el suelo. No tenía ganas de averiguar si podía sentir el dolor de una quemadura, aunque era improbable nada le aseguraba lo contrario. Después de alejarse dos pasos más de la línea que casi había pisado, se volvió hacia J.

—J, hermano... —murmuró el muñeco haciendo acopio de toda su inteligencia para pensar en qué hacer— este no eres tú. ¡Reacciona! Tú nunca nos lastimarías.

J dio un zarpazo certero que lanzó a Geoff más allá, al otro lado de la habitación, pasando por entre los paneles que dividían las habitaciones e impactando en contra de la de la otra habitación circular. Una nube de polvo y tierra se desprendió de él y quedó flotando como Layne en el ambiente viciado de esa sala de sacrificios. Por suerte, había sido un impacto seco, no lo había rasgado ni herido, pero aún podía hacerlo.

—Me harás reconsiderar el reintegrarte al grupo —le gritó levantándose torpemente, algo atontado, pero ileso— ¿Me oyes? No más colaboraciones entre Jnone y Voiceplay.

—¿Estás bromeando? ¡Es el favorito de los fans aun ahora que no está —le contradijo Eli, escandalizado. Él intentaba mantener a Earl a raya mientras Cesar y él pensaban atropelladamente en qué hacer.

—Si me da de zarpazos ¿crees que me quedan ganas de cantar con él? —le gritó en respuesta esquivando otro golpe.

La lampara había caído por ahí fuera de su alcance, y no tenía tiempo para ir a por ella, debía decidir qué hacer ahora, porque el hombre lobo se aproximaba a paso rápido hacia él. Geoff no sabía qué hacer, por supuesto. J era su amigo y lo menos que quería era lastimarlo, así que solo huyó de él.

—Pues mira, tampoco es que lo esté haciendo por querer. —siguió defendiéndolo Eli.

—¡Ya lo sé! —se exasperó Geoff— pero talvez esa amenaza le despierta.

—Amenázalo con dejarlo sin la barbacoa y la subida a la montaña, eso me despertaría a mi.

Layne fue flotando hasta Geoff y se interpuso entre ambos, blandiendo la daga para alejar a J.

—Eres muy lento, tienes que anticipar sus movimientos —le aconsejó mientras blandía la hoja de la daga para evitar los zarpazos de J.

—Tío, te debo una. —gimió Geoff agradecido, escondiéndose tras el espíritu— te besaría, si pudiera, pero... eres una voluta de humo. Porque sino...

—No me des pesadillas ¿quieres? —le chistó el fantasma, aunque con un deje divertido por ese comentario— Aun no digas nada. No pienso herir a uno de mis mejores amigos.

—Tienes razón, yo tampoco —aceptó Geoff y mientras J gruñía y daba pasos cada vez más cerca, se dirigió a él en otro intento para intentar traerlo a la realidad— J, por favor, recuerda quien eres. Recuérdanos a nosotros ¡Somos tus amigos! somos buena onda.

—Algo me dice que esa no es la mejor forma de hacerlo entrar en razón —resopló el esqueleto.

La lampara había caído cerca de Cesar y Eli. El catrín la tomó con firmeza y, ante una nueva embestida de Earl, Cesar le dio en la cabeza. La parte de cristal de la lampara de aceite se quebró en cientos de trozos de vidrio minúsculos que llovieron a su alrededor junto al aceite que avivó aun más el fuego. Las partes metálicas vibraron en sus manos unos segundos sacudiendo todos sus huesos pero a Earl no pareció molestarle en absoluto.

—¡Oye! —le gritó Eli— ¡es de los buenos!

—Ah ¿sí? Díselo a él, parece que no se acuerda. —le gritó con irritación Cesar aún temblando.

El golpe no le había hecho ni cosquillas a Earl, era demasiado fuerte para que algo así lo hiriera. Todo lo contrario, solo sirvió para que supiera en quien colocar su mira. Su gran mano verde se movió rápido a Cesar y con un puñetazo certero, lo hizo caer al suelo desbaratado. Eli, de un salto, se interpuso con la lanza en mano hacia Earl impidiendo que se lanzara a rematarlo.

—¿Estás bien? —le gritó por encima del hombro.

—Creo que perdí un diente. Pero dentro de lo que es estar bien para un esqueleto, pues si, estoy bien —replicó éste recuperando a toda prisa las costillas y vertebras para volver a unirse. Entre ellas, vio una pierna entre el fuego que tuvo que rescatar antes de que fuera quemada— espero que esto no tenga efectos adversos más adelante. 

Rachel no se quedó a mirar, no tuvo corazón para hacerlo. Las peleas se estaban tornando más rápidas, con movimientos certeros con la intención de matar, y aunque los chicos se defendían bien, Earl y J eran muy fuertes y bastaba uno de sus golpes para ganar cada vez más terreno a favor del rey calabaza. De seguir así, estas peleas no terminarían en nada bueno. Se dio la vuelta y silenciosa pero rápida atacó las ataduras de Tony. Él si estaba atento a lo que ocurría por lo que representó una sorpresa para él cuando sintió las manos de la muñeca en las sogas negras de su tobillo derecho.

—Rachel —la llamó en un murmullo y ella se volvió a él— ¿Qué te parece si haces bien el trabajo de heroína? Hay una navaja en alguno de mis bolsillos.

—Me alegra que a pesar de todo aún no pierdas tu buen humor —le sonrió nerviosamente antes de acatar las ordenes, lanzando una mirada furtiva a el rey calabaza y la pitonisa que seguían en una batalla encarnizada y frenética. La muñeca deslizó su mano en el bolsillo derecho donde empezó a rebuscar.

—Estoy por estallar de risa ¡Date prisa, quieres! —había una nota de nerviosismo crónico en su voz— mientras más rápido me desates, más rápido dejará en paz a los chicos. Tenemos que centrar su atención en mi, talvez así evite las muertes de los demás.

—¿Cómo es que tienes tú una navaja? —preguntó para desviar la conversación a algo que no fuera la muerte, a pesar de que el ruido de las peleas llenaba todo el recinto. En el bolsillo derecho habían tres dólares y una etiqueta de Starbucks pero ni rastro de la navaja. Probó con el izquierdo.

—No te ilusiones mucho, quizá se quedó frente a la casa de campo ensartada en el corcho de alguna botella. —masculló atropelladamente con los dientes apretados por la impaciencia— es para lo único que me sirve ¿sabes?

—¿La usas mucho?

—Cada vez que bebo —se encogió de hombros.

—Layne me dijo que ya no bebías —murmuró ella— que era imposible hacerte sostener una botella siquiera. Lo decía feliz, con orgullo. 

—Hay cosas que... Cosas que Layne no tiene que saber —respondió, con voz muy suave, para que sólo ella lo escuchara, pero en la que se traslucía la culpa— se preocuparía otra vez e intentaría sacarme a muchos sitios para que... Bueno. No estoy seguro, pero creo que temía que me suicidara.

Rachel se detuvo un instante por la impresión, pero siguió buscando. Ella también sentía culpa, mucha más de la que podría admitir nunca. Esta nueva confesión le cayó como un balde de agua helada. No tenía que preguntar la razón de que Tony siguiera bebiendo como un pez nueve años después, la respuesta era obvia. Y aun así, el hecho de que él no se lo estuviera recriminando, o culpándola de ello, la hacía sentir peor. Significaba que él de alguna forma ya la había perdonado, pero seguía sufriendo por ella.

Cuando él miró hacia su amigo fantasma, Rachel se permitió un instante de consternación y otra lágrima bajó por su mejilla antes de que ella la apartara. Parecía que, cuando recordabas como llorar, ya nunca podías parar de hacerlo. Pero le consolaba la forma en la que estas lágrimas liberaban parte de su propio dolor emocional.

Pasó al bolsillo trasero cuando el izquierdo no le ofreció más que la identificación y un boleto para una atracción en Disneyland.

—Ay, espera —cuchicheó él, con una respiración ahogada.

—¿Qué ocurre? —preguntó, sorprendida ante su reacción.

—¡Está en mi zapato!

—¿Qué demonios? —casi gritó ella, frunciendo profundamente el ceño— ¿Y me lo dices hasta ahora?

—No hay tiempo para explicar ¡Rápido! —remachó removiéndose inquieto— Ya me estarías desatando.

—Solo tengo curiosidad de saber porqué tienes una navaja en el zapato —se sonrió nerviosa cuando bajó hasta el pie con zapato— ¿seguro que era este y no el que perdiste?

Los zapatos de Tony eran particulares, llevaba años usando la misma marca de acolchados zapatos masculinos. Rachel sospechaba que un bailarín debía cuidar lo que ponía en sus pies, por lo que no le extrañó ver que parecían tan caros como los que usaba cuando eran jóvenes.

—Estoy un sesenta por ciento seguro, —calculó Tony mordiéndose el labio— tuve que sacarla para ayudar a Earl con la carne asada pero la guardé a toda prisa cuando Layne pasó cerca. 

Rachel sintió cierta lastima por Layne, sobreprotegiendo a su mejor amigo y socio en un estado de depresión tal que sospechara que estuviera pensando en acabar con su vida. Y encima, Tony fingiendo una recuperación milagrosa para evitar preocupaciones, pero tragándose sus sentimientos oscuros todos los días para estallar en soledad.

La desgraciada navaja apareció entonces.

—¡La encontré! —sonrió triunfal Rachel, la extrajo y procedió a abrirla.

—Bien. ¿Qué esperas para abrirla? —le apremió.

—Dedos de tela —suspiró frustrada— había olvidado lo inútiles que son...

—Está bien... está bien —inhaló y exhaló en varias ocasiones para calmarse— tomate tu tiempo pero no te detengas ¿de acuerdo? Cuando la abras dale con todo a esa cuerda. Después, ya veremos.

—¿No te preocupa que pueda lastimarte? —Tras un par de intentos de sus dedos de tela meramente inútiles y faltos de fuerza, logró abrirla al noveno intento y Rachel se dirigió a la cuerda.

—Después de esas malditas sombras ya nada puede ser peor. —resopló él— además, será un rasguño que soportar por una buena causa. 

Rachel se puso de rodillas frente a la pierna derecha del destinado a sacrificar y sin pensar echó un vistazo, por curiosidad, a Tony hacia arriba. No había tenido tiempo de examinarlo por la tensión y las peleas alrededor, salvo cuando lo había visto al entrar y disiparse las sombras. Y en ese momento, relucían en su piel anormalmente pálida varias heridas recientes, algunas que le habían parecido hasta profundas y peligrosas. Pero ahora, tan cerca de él, lo miró de arriba a abajo y comprobó que su piel no tenía ni un solo rasguño. 

—Pero... —balbuceó, en confusión total. 

—Rachel, apresúrate —le devolvió la mirada desde arriba, con sus impresionantes ojos que reflejaban su impaciencia— no te distraigas. 

Ella asintió y bajó la mirada, avergonzada en muchos sentidos. Por un instante, esos ojos le habían parecido más atractivos que nunca y se había quedado prendida a ellos demasiado tiempo. Tony tuvo que darse cuenta, porque no le dijo nada más por un momento, como si estuviera pensando, y se dedicó a mirar las peleas de los demás chicos. Rachel empezó a cortar las gruesas cuerdas negras.

El rey calabaza estaba en un duelo a muerte con la pitonisa, se veía a leguas que él estaba ganando por mucho. A la reptil ya no le quedaban fuerzas para seguir luchando, tenía una herida en el hombro y otra en la espalda. Lo había subestimado en gran medida, él era demasiado poderoso. Pero lo que él no se estaba dando cuenta, y que sí era parte del plan de la reptiliana, era la forma en la que el cielo se iba aclarando sobre sus cabezas y el fuego del suelo perdía su intensidad aterradora. 

El murciélago del que todos se habían olvidado hasta ése momento, apareció volando atravesando a Layne y despojándolo de la daga de piedra. Al dejarlos desprotegidos, J tuvo oportunidad de lanzarse contra Geoff y agarrarlo por el cuello. Era obvio que no podría ahorcarlo, pero si despedazarlo con mucha facilidad. Geoff pataleó y llevó sus manos a la garra lobuna que se cerraba con poderosa fuerza alrededor de su cuello.

Por otro lado, Earl tomó la lanza por la punta, sin importarle que le hiriera, y se la arrebató a Eli de un tirón para después lanzársela a Cesar. Este tuvo la suerte de tener muchos espacios vacíos entre las costillas y ningún corazón que palpitase en él para ser lastimado. De lo contrario, habría quedado ensartado a la pared como en su momento quedó Rachel. Pero la lanza dio en el suelo, más precisamente en uno de los canales con el aceite ardiendo, con tal fuerza que levantó gotas de fuego liquido hacia J.

Estas se prendieron de su pelo creando fuego, pero apagándose al instante. La impresión lo hizo soltar a Geoff que salió despedido en el aire, trazando un arco perfecto, hasta atravesar la cúpula abierta del techo y caer por uno de sus lados. Tuvo la suerte de agarrarse al último momento de la cornisa de la misma con fuerza, pero estaba a nada de una caída vertiginosa. Sin mencionar que abajo estaban los demás hombres lobo. 

—Rachel, por lo que más quieras ¡Apresúrate! —Apremió Tony y ella gruño de exasperación.

—Esto es imposible, Tony ¡Tiene muy poco filo! —apretaba con mucha fuerza la herramienta entre sus dedos— ¿Seguro que la utilizabas solo con los corchos o también con tapas de rosca? 

—Pues... —Tony dudó un instante, aturdido por las batallas que estaban ocurriendo en esa misma sala. Repitió esa respuesta, como haciendo memoria y miró en varias direcciones mientras pensaba en lo que Rachel había preguntado— Ahh... No sé, pero no importa ahora. Tú intenta, has tu mejor esfuerzo. 

—Eso hago —le reiteró ella apresurando sus movimientos— no dejaré que te lastimen otra vez. 

Tony suspiró ante eso, como si esa afirmación le diese ansiedad antes que esperanza. Rachel podía sentir su mirada sobre su nuca mientras ella trabajaba a toda prisa. Sus manos se agarrotaban levemente, pero conseguía continuar así. 

—No necesito que me recrimines otra vez el que esté aquí. —se adelantó a sus palabras. 

—¿Y de qué serviría? —admitió cansado— Se ve que buscas la aventura sin importar el costo. 

—Te busco a ti, tarado —casi le gritó— estamos en este embrollo para salvar tu corazón.

—Voy a hacer como que no me insultaste —murmuró removiéndose en las ataduras, pero en su voz también había un deje de sonrisa— porque en parte te agradezco que arriesgues todo por mi. Por lo menos por acompañarme. Tal vez los deseos si se hacen realidad. 

—Lo siento.

Tony se volvió lentamente hacia ella. No tuvo necesidad de preguntarle qué había dicho y hacer que lo repitiese, la había escuchado fuerte y claro. La miró a los ojos y ella le devolvió la mirada, él estudió su rostro buscando cualquier señal de engaño. En cambio, vio compasión en sus ojos que nunca había encontrado en ningún otro lugar. Ella bajó los ojos y siguió en su tarea.

—¿Porqué? —indagó él, sin apartar sus ojos de ella aunque ésta ya no lo mirase.

—Porque de no ser por mi, tu corazón seguiría entero y no estaríamos en este problema. Yo te orillé a esto. Es mi culpa —Las palabras se congelaron en el interior de su garganta. Entonces Tony la vio llorar por primera vez en nueve años— lo siento mucho. 

Tony iba a decir algo, pero entonces la primera cuerda se rompió y todo lo que pudo hacer fue gruñir de dolor ante el ardor de la piel magullada. Estas ataduras no dejarían cicatrices, pero si rozaduras ardorosas.

—Lo siento por eso también —murmuró ella, saltó y fue a la otra cuerda, empujando las lágrimas y obligándose a continuar con su trabajo. No había tiempo qué perder. Había encontrado un punto de la navaja que aun conservaba un exiguo filo y estaba usándolo más para hacer fricción que para cortar las fibras, pero tenían la misma función: liberar al destinado a sacrificar.

—No fue tu culpa —respondió— no me refiero a la cuerda. Todo esto está pasando porque así debía ser, Rachel. Yo no te culpo por nada. Son mis decisiones las que me han traído hasta aquí. Yo decidí aferrarme a lo que tuvimos cuando debí seguir adelante como tú lo hiciste y buscar a otra persona y... y talvez formar la familia que nunca pudimos tener. Debí aceptar que ya no me amabas.

Rachel sintió que su corazón mecánico no podría sufrir más y un sollozo se le escapó. No había dejado de cortar la cuerda, pero ya se sentía desesperanzada. Quizá por eso, porque ya no podía soportar más, fue que las palabras salieron solas sin pasar antes por el filtro de su raciocinio.

—Nunca he dejado de amarte.

El rey calabaza sonreía, sus ojos estaban atentos a las respiraciones poco profundas de su oponente así como a sus gestos de dolor. Pero también veía con atención lo que pasaba frente a los ojos de J y Earl, podía sentir como se resistían a su poder pero de igual forma el como eran incapaces de rechazar su control sobre ellos. Pudo ver como lentamente se había deshecho del muñeco de costal, o eso creía él, y ahora también del diablillo que se había desplomado inconsciente por un certero golpe en la cabeza. El fantasma ya no representaba ningún peligro sin la daga y el esqueleto era incapaz de hacer nada de importancia. Tenía todas las de ganar. Por eso no se había molestado en matar de inmediato a su adversaria, sino que planeaba torturarla un rato más, disfrutar su sufrimiento, su sed de venganza frustrada y el como sus cómplices iban cayendo uno a uno.

El murciélago apareció otra vez, con un frasco parecido al de la pitonisa y tardó menos de un instante en aprisionar de nuevo a Layne y guardarlo como se atrapa una mariposa exótica. Cesar era el último, y lo sabía, pero no por ello estaba asustado. Todo lo contrario, al verse acorralado por el hombre lobo y el horco a la vez, no sintió miedo. Alzó ambos puños, listo para contraatacar.

Los ojos de pupila vertical despedían chispas de odio y temor, eso le encantaba al rey. No había nada que adorase más que el ser temido. Lo hacía sentir poderoso, fortalecido e invencible. Le recordaba que nada podría vencerlo nunca. Había escuchado lo del plan de esa reptil y había escuchado los pensamientos de los dos monstruos que controlaba, un plan de medio siglo. Habían estado planeando derrocarlo y escapar. Como si tal cosa fuera posible y con solo planear a medias se pudiese destruir a alguien como él.

¡Que dulce sabía esta victoria anticipada! otra más de miles, pero esta singularmente dulce. Lo veía en esos ojos reptilianos, ella también lo sabía. Sabía que él los aplastaría a todos y reconstruiría su impero sobre sus cuerpos mutilados por otro siglo más antes de repetir la acción otra vez. 

Esos ojos de la pitonisa, se volvieron al cielo con un súbito interés antes de volver a los suyos como si no pasara nada. Entonces el rey calabaza se congeló en su lugar al entender por fin el plan de la pitonisa. Fue como una revelación tardía. La angulosa cara del rey se nubló tan bruscamente que la pitonisa supo en el acto que había cometido un grave error. No obstante, la reptil desgranó una sonrisa filosa al notar el cambio en la expresión de su oponente. 

—El rey calabaza, protector del mundo de pesadilla, quizá un milenio a su espalda de cruel tiranía y sacrificios de inocentes, engañado como un mortal en su propio juego y con sus propias reglas. —se dejó caer de rodillas, con las manos puestas en el suelo, empapada en sudor frío, su corazón latía salvajemente, su respiración entrecortada y un hilo de sangre bajando por la herida del hombro. Pero el cansancio no evitó que le dedicara una mirada altiva de triunfo anticipado con sus pupilas verticales— ¿Quién lo diría? 

—¿Te crees muy lista? —intentó que su voz sonase sarcástica e indiferente, pero quedó reducida al graznido de un cuervo moribundo.

Las facciones del soberano del reino de pesadilla se ensombrecieron de ira, por unos minutos, ella lo había tenido justo donde lo quería, eso ya era suficiente para avergonzarse. Poco quedaba, pero aun había tiempo. El sol no había salido y la muñeca todavía no liberaba al destinado a sacrificar.

—Lo único que creo es que a tu reinado solo le quedan algunos minutos —la pitonisa disfrutó de su expresión y de su odio— y que tal y como lo dije, presenciaré tu muerte y nadie más perecerá en esta habitación.

El rey calabaza adelantó los labios como si paladeara un sabor desagradable. Se le hincharon las venas de las sienes, oscuras sobre la piel casi traslúcida de lo fina que era.

—Haré que ruegues que te mate para terminar tu sufrimiento... Que pidas entre gritos que libere a tus amigos y que los deje en paz cuando escuches sus lamentos y veas su sangre correr. —y descargó un golpe en la frente de la reptil con el mango de una de las dagas que la dejó fuera de combate— Pero no habrá paz ni descanso para ti. Te demostraré lo que pasa cuando desafías a un rey.

La segunda cuerda se rompió al fin pero Tony esta vez no pudo pronunciar nada. Se hallaba anonadado. Rachel también, a su manera, por esa confesión que sinceramente no esperaba hacer. Ella se rehusaba a mirarlo pues sentía sus ojos sobre ella y temía enormemente a lo que estos podrían transmitirle. Temía que él se riera en su cara y le dijera que ya no le importaban sus sentimientos. Aunque en el fondo sabía que eso era mentira. Tal vez temía darle nuevas esperanzas siendo como eran falsas. Rachel no dejaba se estar casada con otro hombre solo porque su corazón siguiera latiendo por Tony.

No se habían percatado del silencio que había en la sala ni de como las llamas del suelo se habían avivado con una violencia infernal, o de como las sombras salían de Earl y J después de haber terminado su trabajo. Ambos títeres cayeron de rodillas al suelo, completamente vencidos como lo estaba la pitonisa en un rincón de la sala.

El murciélago de antes, en un vuelo silencioso y preciso, dejó caer la daga para que el rey calabaza la atrapase en el aire. Las dos dagas que había usado fueron dejadas tras de si, en el suelo, donde ya no eran necesarias.

La muñeca se incorporó para desatar las últimas ataduras de Tony, las que había alrededor de sus manos, cuando sus ojos se encontraron por fin y las palabras sobraron. Ella desvió una mano para acariciar suavemente al hombre que amó por mucho tiempo en la mejilla, él le respondió con una sonrisa calmada, pacifica, como si las respuestas de todas las incógnitas del universo se encontraran en esos ojos marrones.

Antes de que ocurriese nada, o se consumase un final feliz, el rey calabaza tomó a Rachel por el antebrazo y la separó bruscamente de la cercanía de Tony. Sin esperar ninguna reacción por parte de ambos, usó la daga contra el mortal.

Chapter 29: 27: Esto aún no termina

Chapter Text

Rachel separó los labios en un grito ahogado poco antes de ser lanzada lejos por el rey calabaza. Su grito salió desgarrado, como su corazón, cuando el rey calabaza usó la daga contra Tony. La caída le pareció eterna pero al caer finalmente, se incorporó, pero no regresó la vista para confirmar lo que ya sabía. No tuvo la fuerza. Lo poco que había visto antes de ser lanzada fue suficiente para saber en qué había terminado todo y no había sido un final bueno. Tony estaba muerto. Supo que estaba muerto sin necesidad de verlo, solo lo sabía. Nadie sobreviviría a una herida como esa. 

Estaba hecho. Lo que todos habían intentado en vano evitar por dos días, tras incontables penurias, sacrificios, heridas y traiciones. No lo habían logrado. Nada había valido la pena al final.

Rachel permaneció en el suelo, semi incorporada, pero con la mirada fija en el suelo y nuevas lágrimas renovando los húmedos canales que antes habían dejado las anteriores. No podía entender cómo las peores situaciones, las que terminan siempre en desastre, son las que suceden más rápido. Sin darte tiempo a asimilarlo. 

Pero Rachel terminó de comprenderlo después de un instante. Ahora que el hombre que amaba de verdad estaba muerto, ya nada importaba. Nada. Ni siquiera que el rey calabaza cumpliese su promesa de la tortura. No importaba su forma y la de sus amigos, porque todo habría valido completamente la pena si tan sólo hubieran podido salvarlo. Si tan sólo... 

El rey calabaza contempló la herida recién hecha en el pecho de Tony y se dio por satisfecho, pudo haber extraído el corazón con simplemente alargar la mano y tomarlo, pero ¿por qué hacerlo tan rápido si se podía disfrutar más del sufrimiento de la muñeca? sonrió más ampliamente al voltearse a Rachel. De ella emanaba en oleadas la tristeza, opresión, el sufrimiento que él necesitaba. Por lo que, atraído por esos sentimientos, se acercó a ella. Rachel no se había movido, no tenía por qué, no había a donde ir de todas formas. Sus amigos habían sido derrotados antes que ella, como la pitonisa, y con esta también la llave que los llevaría de regreso al mundo real. Aunque... ¿de qué habría servido la llave si al final regresarían sin Tony? 

Ella no había sentido la caída, ni el fuego que quemó su tobillo antes de ser alzada por el hombro. Tampoco el apretón sádico del adversario al hundir las uñas en su piel de tela y reírse en su cara de su shock. El rey calabaza deseaba verla mientras ella se hallaba en ese estado de conmoción, absorber cada gota de su sufrimiento para convertirlo en poder. Nada le divertía más que saberse vencedor de esta contienda.

—Vaya, vaya ¿Quién lo diría? Una muñeca de trapo llorando. Ahora si que lo he visto todo —negó con la cabeza antes de pasar uno de sus dedos por la mejilla de la muñeca y echar un vistazo al cielo. Rachel tenía la mirada perdida en un punto fijo, tan vacía de voluntad como ahora lo estaba Tony. 

—Si te sirve de consuelo —continuó el rey calabaza, sonriendo con esa mirada de locura ya tan conocida— nunca estuviste cerca de salvarlo, ninguno de tus amigos en realidad. Quedan menos de cinco minutos y aun así, lo lograré ¿te das cuenta? Ustedes nunca tuvieron oportunidad. —se acercó a su oído y le dijo, muy quedo pero con la claridad que solo ofrece la seguridad de lo que se está diciendo— Y las cosas son así. Entiéndelo de una vez. El mal gana en la vida real, es así como ha funcionado siempre. 

Mientras el rey calabaza pronunciaba este discurso, el sonido de piedra sobre piedra volvió a sonar en esa sala y Rachel vio a través de sus ojos empañados en lágrimas como un surco circular se abría en el suelo y el aceite en llamas fluía hasta ese sitio, siendo completamente drenado hasta que no quedó una sola gota en los canales. De ese sitio, subió un caldero enorme de piedra negra que ascendió hasta estar completamente fuera y sellar la abertura. Contenía todo el liquido rojizo y oscuro que antes había avivado las llamas, pero que ahora burbujeaba sugestivamente.

Todo este tiempo, la poción de las mil auroras había estado fluyendo frente a ellos con parsimoniosa tranquilidad y ellos no se habían percatado de ello. El fuego blanco bien podría haber sido la forma de concentrar más el liquido aceitoso y espeso. Rachel sabía lo que estaba pasando: era el sacrificio. Por fin ocurría el sacrificio. Y ella ya no podría impedirlo. 

—Es así como debía terminar todo —continuó él, volviendo a acariciarla con una delicadeza que a Rachel se le antojaba repulsiva, pero no tenía ya fuerza para alejarlo, no tenía fuerza para luchar porque no había nada porqué luchar. Si tan solo tuviera esa navaja sin filo, podría defenderse en parte al menos, pero se había perdido en la caída.

—¿Sabes? —el rey no se callaba, aunque faltasen esos cinco minutos, él utilizaría hasta el último momento para torturarla y luego arrancarle el corazón al cadáver de Tony, hacerse su poción y vivir inmortalmente por otro siglo— Creo que ya se me están ocurriendo muchas formas distintas de dar inicio a tu tortura, muñequita de trapo. Es una suerte que aún conserves la figura de una mujer, eso ya es mucho pedir en éste mundo de pesadilla. Desde hoy en delante, me serás de mucha utilidad. —cuando Rachel no dijo nada, él continuó, acercándose mucho a su oído— me gustaría saber como es que has hecho para llorar en un cuerpo de tela y hojas secas, y para ello, tendré que arrancarte muchas más. 

Rachel permanecía silenciosa, pero en su interior había una tempestad apocalíptica que, curiosamente, la estaba haciendo sentir vacía. Ahora lo único que quería era morir como Tony. Daría lo que fuera por otro instante con él, para disculparse como se debía e implorar su perdón. Solo ella tenía la culpa de su sufrimiento, por ella es que había ocurrido todo. Por ella él estaba muerto. Indirectamente, Rachel había matado a Tony y en lo que le quedara de vida, si es que el Rey calabaza se cansaba al final de ella y la echaba al fuego, se lamentaría constantemente.

El rey calabaza lo sabía, sentía sus sentimientos fluir con sus lágrimas y disfrutaba del espectáculo, pero debía darse prisa. Alzó la mano y el murciélago de antes voló, describiendo un círculo pronunciado hacia abajo, y depositó con una gracia insólita en su mano una copa de piedra.

—Me parece correcto brindar por este amor que no fue, pero que pudo haber sido. ¿Te parece que es lo correcto, muñequita de trapo? —pasó sus dedos por su mejilla, descubriendo en ella la costura echa por Tony— ¿No crees que le debes eso por lo menos? No has sido capaz de protegerlo en todo éste viaje, le negaste la paz que su corazón necesitaba antes, después y ahora ¿Por qué te lamentas tanto? Era esto lo que querías ¿no es cierto? Cuando buscaste a otro hombre al terminar con él. Olvidarlo. Querías olvidarte de él. Ahora tendrás toda la libertad de hacerlo, ya eres libre de él.

Rachel cerró los ojos con fuerza y evitó sollozar, no le daría tampoco ese gusto al monstruo que la sostenía con tanta crueldad. Si antes se había sentido a la deriva, con la opresión en el pecho, ahora ni siquiera podía ponerle nombre a lo que sentía. Pero se daba cuenta de que era una sensación que la acompañaría hasta el fin de su vida. Y si el rey calabaza así lo quería, su triste vida duraría siglos solo para su deleite. 

—Pero nunca serás liberada de mi, Rachel, nunca. Tu alma como la de él me pertenece. Lo sabes ¿no es cierto? ¿es que no le dedicarás una sola de tus miradas a tu amado? —preguntó con una cruel risa el soberano de ese mundo— ¿ni siquiera por todo aquello que ustedes dos pudieron pasar juntos? 

La tomó con mayor fuerza y sin consideración la obligó a volver su rostro hacia donde ella menos deseaba mirar. Rachel no quería recordar a Tony de esta forma, derrotado, ensangrentado, muerto. Como un cascarón vacío del alma tan particular que lo había llenado de esa irritante personalidad masculina que tan cautivada la tuvo desde que lo conoció. No quería que esa imagen reemplazara los agradables recuerdos buenos que aún conservaba en su interior de él. Quería que, al recordarlo, Tony fuese el hombre del que se enamoró y no al que no pudo salvar. 

Por eso ahora apretó los ojos cerrados y se negó a mirar tirando del agarre del rey calabaza e intentando soltarse. No obstante, la sorprendió que de pronto, ese monstruo que la mantenía a un palmo del suelo, se hubiera quedado tan repentinamente callado. Ni siquiera su risa sardónica de triunfo se oía y Rachel sintió como aflojaba su agarre de hierro sobre su hombro hasta soltarla. 

Ella se volvió a él, y abrió los ojos. 

El semblante del rey calabaza estaba teñido de sorpresa. Tenía los ojos desorbitados y la boca abierta mirando un punto que Rachel sabía exactamente a dónde correspondía. 

Solo entonces, cuando Rachel se atrevió a voltear a ver a Tony por una vez más, fue que vio lo impensable. En primer lugar, tras él, al otro lado de la habitación, la pitonisa se estaba poniendo en pie. Una de sus manos escamosas apretaba un sitio en su hombro del que manaba sangre y una herida grotesca coronaba su frente de igual forma. Tenía los dientes apretados por el dolor, temblaba, pero era claro que no se había dado por vencida, todo lo contrario, sonreía de una forma que sugería que su plan, fuese cual fuese, aún no estaba del todo arruinado. Aun no había amanecido, aun podía evitar el sacrificio.

Pero ¿de qué serviría? Tony estaba muerto ya, ella había visto la daga hundirse en su piel y escuchado el sonido de su respiración interrumpida de golpe. 

Pero ese hilo de esperanza hizo que sus ojos regresaran a Tony, a la imagen dolorosa del triangulo de piedra para darse cuenta de que en la vida ocurren situaciones imprevistas. El mortal seguía vivo. Tony respiraba profundamente, con dificultad pero en silencio, en su rostro podía leerse el dolor que estaba pasando, su pecho abierto se alzaba y de la misma forma bajaba a un ritmo lento al compas de la herida que se iba cerrando poco a poco. Se estaba curando. 

Tony separó los parpados, y nuevamente, tras menos de cinco minutos, sus ojos se volvieron a encontrar con los de la muñeca.

Rachel murmuró su nombre sin darse cuenta. Quería gritar, exigir respuestas y que se las diesen todas ¿Cómo? ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo alguien sobrevive a una herida de esa gravedad?

—Vives... Estás vivo —sollozó volviendo a recobrar sus fuerzas. 

—No por mucho —zanjó el rey calabaza, que se había recuperado a su vez de la sorpresa y ahora volvía a tomar a Rachel con la misma violencia de antes para evitar que hiciera algo que le costaría la vida. 

Rachel se vio lanzada por quinta o sexta vez en este viaje al suelo. Pero antes de que pudiera levantarse, el rey calabaza ya estaba frente a Tony. La desesperación regresó tan rápido como antes se había ido, ella no sabía cómo ni porqué, pero esto no tenía sentido alguno, el rey lo mataría en serio ahora y ella estaba lista para impedirlo. Se intentó poner en pie pero ésta vez fue su tobillo el que la hizo caer. Ni siquiera sabía en qué momento había pasado, pero no le respondía esa parte de su cuerpo. 

No obstante, la pitonisa, al otro lado de la habitación le hizo un gesto con el brazo, atrayendo su atención. La reptil había sido más rápida y se había ocultado tras un panel de piedra a tiempo para pasar desaparecida por el rey calabaza, pero se hallaba desarmada y herida. No sería capaz de nada si el rey aún conservaba su daga de piedra firmemente sujeta, pero esa conmoción inicial debía ser una ventaja que no se podían dar el lujo de desaprovechar. Y Rachel entendió por las apresuradas señas, que lo que necesitaba la pitonisa era su ayuda, necesitaba una de las dagas curvas que el rey dejó caer antes. Las mismas que le habían herido en la frente, el hombro y espalda. Y solo ella podría conseguirlas sin que el rey se apercibiera. 

Las dagas se hallaban a poco más de seis metros de la muñeca de trapo. Seis metros insalvables para una muñeca coja del tobillo y la pierna rígida, pero eran metros que se obligaría a cruzar por Tony. Su seguridad estaba de nuevo en vilo, no sabía cómo, pero ahora que realmente podía hacer algo por él, nada le impediría ayudar. 

Por otro lado, el rey calabaza sostenía la daga de piedra con fuerza mientras veía la herida en el pecho de Tony cerrarse por completo sin dejar el menor rastro en su piel de inusual palidez. Ni siquiera hubo sangre derramada que marcase el sitio en el cual antes se abría el tajo mortífero. Tony estaba completamente restablecido, cansado, con la huella del dolor aún torciendo sus rasgos, aunque estos se fuesen relajando de a poco, pero como si nada le hubiera pasado. 

—¿Cómo es que estás vivo? —le inquirió el rey, aunque por el nivel de su voz y el tono, bien podría estar hablando consigo mismo. 

No obstante, Tony le respondió, alzando una de sus cejas y sonriendo de medio lado. 

—Si tú no lo sabes ¿Qué te hace pensar que yo si lo sé? —Había algo del sarcasmo típico de Tony en esa cansada respuesta que hizo sonreír esperanzada a Rachel. No sólo seguía vivo, sino que era el mismo fastidiado con ese ligero aire de superioridad de siempre. 

Si al rey calabaza le molestó o no semejante respuesta, no lo mostró de ninguna manera. Solo siguió estudiando a Tony con la mirada mientras él se la devolvía con la fuerza de quien peleará hasta la muerte si es posible. Rachel, con renovadas fuerzas, en un avance lento, gateando, se iba acercando cada vez más en su lento paso por el suelo caliente aún por el fuego y la poción ya apagadas. Pero no evitó lanzar miradas de preocupación a la escena que se desarrollaba en el centro del triángulo de piedra, temía que, como hasta ahora, pasase algo imprevisto que arruinara definitivamente el plan. A todo esto, la pitonisa se estaba acercando tras el rey, aún más lento que el avance penoso de Rachel, se encargaba de no hacer ningún sonido más que el que de seguro hacía su corazón acelerado como el de la muñeca de trapo.

Mientras él seguía aún ocupado tratando de entender cómo era que ésta situación se estaba dando, Tony volvió a mirar a Rachel. Sus ojos más luminosos que nunca, más afilados, pero con los mismos sentimientos que se reflejaban en ellos al mirarla. 

El mensaje era claro: "Esto aún no termina. Pero todo estará bien al final" 

Rachel se preguntó si éste no era desde el principio el plan después de todo. 

El rey calabaza se había quedado quieto de pronto, como si a su mente corrompida hubiera llegado una posibilidad. Entonces, antes de que Rachel pudiera asustarse, el rey dio un paso más cerca de Tony hasta volver a reducir la distancia entre ambos a sólo un palmo. Tony intentó alejarse pero su adversario fue más rápido y lo tomó por el rostro con fuerza, impidiéndole echar hacia atrás la cabeza para evitarlo. 

Rachel se detuvo, presa del terror. Ella ya no podía correr para impedir lo que sea que iba a suceder. Así que ésta vez, se quedó estática, observando la escena. 

El rey calabaza parecía sentir que el mundo había desaparecido, su atención se concentraba en Tony, específicamente en su mandíbula que sostenía con más fuerza de la necesaria. Con su pulgar empujó sin cuidado el labio izquierdo de Tony incómodamente hasta que éste pudo ver sus dientes, revelando los dientes normales del hombre y, para asombro de todos, un colmillo bastante pronunciado que parecía seguir creciendo delante de los ojos de todos. El rey hizo lo mismo con el lado opuesto, mostrando como ahora Tony presentaba una dentadura bastante particular. 

Rachel se quedó boquiabierta, pero también entendió todo al instante: La pitonisa siempre tuvo un plan, uno más elaborado de lo que siempre dijo. 

Tony se soltó de su agarre como si este lo ensuciara y el rey no opuso resistencia, retrocedió como si lo hubiera golpeado, se quedó quieto y abatido sin despegarle la mirada— No es posible... Yo traje aquí a un mortal. 

—La verdad es que todo ha sido más sencillo de lo que cree, su alteza —todos volvieron su atención, una vez más, a la reptil, que decidió revelar su presencia por fin— usted no es el único que domina el arte del condensado de pesadilla.

De repente, sus ojos parecieron brillar con un fuego profano. 

Rachel se dio cuenta de que debía apresurarse, por lo que con la dificultad más grande, se puso en pie y cojeó hasta donde se encontraba una de las dagas curvas justo a tiempo y su mano se cerró en el mango con desesperada fuerza antes de incorporarse y lanzársela con un movimiento torpe, aunque efectivo, a la pitonisa. Tras Tony, en lo alto de la pared norte, un rayo de luz solar calló sobre la escena justo en el momento en el que el rey calabaza se volvía por completo a la reptil, con un gesto de comprensión tardía en el rostro, y la luz tocó su cabeza. 

La pitonisa, parpadeó con ese tercer párpado suyo y después atrapó la daga en el aire apuntándola al rey para que este no hiciera nada imprevisto mientras el sol le daba de lleno.

Se produjo un cambio en la atmosfera que llenaba esa habitación, primero el aire se volvió más caliente, después el viento que antes los había sorprendido en la cueva, vino con toda la potencia de un huracán. Parecía como si la fuerza de la maldad anidada en ese mundo de pesadilla azotara con toda su apocalíptica influencia. Entonces mil formas oscuras escaparon de entre los pliegues de la túnica del rey calabaza, más corpóreas que sombras pero menos que fantasmas, los mismos espíritus negros que antes habían estado en el interior de Earl y J. Los mismos que antes plagaron el aire e hirieron a Tony. A la vez, muchos otros fueron expulsados por la boca y ojos del rey calabaza como liquido oscuro. Casi como si de él escapase toda la poción de las mil auroras que hubiera ingerido en milenios y se evaporase en el aire. Todos los espíritus escaparon ascendiendo en el aire en múltiples direcciones indefinibles perdiéndose en el cielo o en las sombras, desapareciendo tan rápido como habían llegado y el rey pareció perder todo su poder con ese acto.

La copa resbaló de sus dedos para caer después al suelo donde se hizo añicos. Pero el sonido de las voces susurrantes de los espíritus las opacó al completo. Rachel pensó que se parecían a las voces de aquellos arboles, voces de tierra y madera podrida, voces antiguas, escalofriantes.

Al perder su vitalidad, el rey, convertido ahora en un humano como todos los demás, se vino abajo, hincando una rodilla en el suelo con un jadeo. Toda la maldad que antes parecía impregnarlo, se había derretido de su piel, dejando simplemente al hombre que una vez fue. Se veía como si su piel se hubiese vuelto de polvo. Parecía a nada de morir, por debilidad, pero eso no le quitaba esa expresión de odio demoníaco que era parte de su ser. En sus ojos había mil cosas que no podía decir, quien sabe porqué razón, tal vez porque podía romperse en el intento.

Tras ellos, el caldero rebosante había dejado de humear la poción, ésta parecía estarse solidificando ante la luz solar hasta volverse piedra por completo. 

Rachel y Tony se quedaron mudos ante ese espectáculo grotesco, cada uno en su propia posición. Pero ambos sabían qué era lo que debía pasar a continuación. Desde un principio la pitonisa les había dicho cual era el fin de este plan, aunque se hubiese abstenido de relatarles en que consistía ese plan. No obstante, eso no hizo que presenciarlo fuere menos impactante.

La pitonisa se acercó al moribundo rey, siempre apuntándole con la daga. Él pasó dificultosamente su lengua por los labios, aunque esta fuese la de una persona normal, tuvo el mismo efecto desagradable que cuando fue negra.

—Esto es lo que pasa cuando desafías a una pitonisa... —le siseó la reptil acercándose mucho a él y sonriendo como tantas veces había hecho él mismo,  antes de hundir la daga en la garganta del rey calabaza.

Chapter 30: 28: ¿Verdad?

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La reptil tiró de la daga para liberarla y dejó que el cuerpo colapsara contra el suelo. La imagen del todopoderoso rey derrotado por fin era escalofriante. 

La pitonisa siseó algo más, pero Rachel no la escuchó, había emprendido el camino hacia Tony. Rodeó al rey calabaza y a la pitonisa, no sin antes echarle una mirada cautelosa. Pero el soberano de este mundo ya estaba vencido, no había ya qué temer. Era la pitonisa la que ahora parecía el peligro, con sangre tanto suya como del asesinado en sus manos y túnica, aun con esa expresión de venganza satisfecha y la loca felicidad que esto conlleva. Pero cuando sintió la mirada de la muñeca, ella conectó sus ojos de pupila vertical con los suyos de vidrio. No había nada malo en la reptil, solo agradecimiento y también paz.

—Todo ha terminado. —murmuró la pitonisa dejando caer la daga ensangrentada y llevándose de nuevo la mano a la herida del hombro, pero ya no había en ella gestos de dolor— al fin todo ha terminado... como debía ser.

La muñeca asintió. Por fin había terminado.

Caminando a paso lento, Rachel decidió que no debía seguirse preocupando por ella, no tenía razones para ello, solo decidió hacerlo. La reptil ya había cumplido el propósito que la había tenido en vilo por un siglo, ya no había que preocuparse. 

Los oídos aún le zumbaban por el sonido del viento, que se había extinguido con la vida del rey calabaza y la emoción de la pelea. Hizo el amago de respirar hondo un par de veces para recuperarse, cosa que no logró y sospechaba que de haber respirado tampoco lo habría conseguido. Luego se dio vuelta para correr lo mejor que pudo. Llegó hasta él justo cuando a Tony se le ocurrió que su nueva forma no venía solo con colmillos. Tiró de sus ataduras una vez más, destrozándolas como si hubiesen sido hilos de papel mojado y para cuando la muñeca estaba ya frente a él, sus manos estaban libres y él por fin se hallaba con los pies en el suelo de nuevo. Haber estado colgando por mucho tiempo no pareció afectar el equilibrio del hombre, todo lo contrario, al poner los pies al suelo, pareció erguirse más alto que antes.

Pero cuando ambos estuvieron uno frente al otro, dudaron al mismo tiempo. Ninguno supo qué hacer, simplemente mirándose. Había demasiada emoción para poder traducirla en palabras y aun demasiados abismos que los separaban.

El murciélago aterrizó a un lado de la reptil sorprendiendo a todos. Rachel y Tony se habían olvidado de él, de que era el lacayo del rey calabaza y que podía querer vengar a su señor. Ambos retrocedieron varios pasos ante el horroroso ser infernal que chilló agudamente agitando las alas. La pitonisa al lado, volteó al ser, impasible, en calma, como si no hubiera nada qué temer.

Rachel, asustada, pensó en tomar la daga, pero nada en el mundo la haría tocar eso. No había desarrollado una amistad con la pitonisa, pero a decir verdad, ella los había traído aquí, los había ayudado, Rachel había encontrado que le era en algún sentido bueno lo que la unía a esa reptiliana. Y no podía dejar que la lastimasen. 

Pero contrario a lo esperado, la pitonisa y el murciélago se abrazaron fraternalmente. Al separarse y ver las caras de ambos, la pitonisa no evitó reírse. Era la primera vez que oían a la reptil hacer un sonido parecido a la risa. Pero no fue un sonido desagradable.

—Creo que olvidé mencionarles que esta es mi hermana, Cydonia. Ya les había hablado de ella. —el desconcierto de ambos no hizo más que aumentar y a la reptil no le pasó inadvertida esa reacción— en mi defensa, puedo decirles que todo fue parte del plan.

—Un plan del que nos mantuviste a raya durante todo el viaje —refunfuñó Rachel.

—Era necesario. Mientras menos supieran más fácil sería todo. Pero no contaba con que tú amaras tanto a este hombre como para irrumpir realmente entre el rey y él. —todos miraron al cadáver en el suelo y nadie dijo nada por unos instantes— Les contaré todo, porque me han ayudado y mi hermana y yo les debemos nuestra vida. Pero no hay tiempo para eso, tú debes moverte de ahí o el sol te dará y te harás polvo.

Señaló a Tony y este entendió al instante alzando la vista arriba para ver como el sol salía, grande y extraño como era en ese mundo. Iba a refugiarse tras los paneles, pero antes de irse, tomó a Rachel del brazo y la hizo seguirlo. Los cuatro pasaron a la segunda habitación tras los paneles de piedra, donde volvía a haber oscuridad. A una señal de Cydonia, el techo en forma de caracol volvió a cerrarse y los paneles se deslizaron nuevamente a sus sitios, dejando la última habitación sellada nuevamente y a ellos en la oscuridad hasta que la pitonisa sacó de entre sus ropas una vela de cebo que encendió con un fosforo.

La pitonisa extrajo la camisa de Tony de entre sus bolsillos. Al parecer, el rey calabaza se lo había quitado antes en algún sitio y ella la había recuperado a tiempo antes de que la quemaran. 

—La chaqueta supongo que no tuvo tanta suerte —ellas negaron— bueno, eso ya habría sido avaricia. Con la camiseta tengo suficiente. 

—De igual forma en la cueva hay túnicas suficientes para todos ustedes si quieren más. 

—¿En donde están los demás? —quiso saber Tony, que paseaba la mirada por todos lados a la vez que se vestía— creí ver que J y Earl estaban aquí con ese chico nuevo. ¿Dónde está Layne? 

—¿Y qué fue de Eli y Geoff? —añadió Rachel.

—Están en la casa de la cueva. —informó el murciélago que tenía voz de niña— la mayoría están inconscientes salvo el esqueleto que no ha dejado de decir incoherencias y amenazas. Creo que tiene que ver con que se le perdió un hueso, pero no me detuve a escucharlo.

—Cuando les dije que los ayudaría a salir de aquí era cierto. —dijo la pitonisa— Eso al menos si era cierto. Curaré a sus amigos como curé al mortal antes, es fácil y no terminarán dormidos más de la cuenta y todos usaremos el condensado de pesadilla para salir de aquí como humanos otra vez. Tenemos la llave y un mapa en la casa de la cueva. 

—¿Porqué me has convertido en vampiro? —Tony preguntó, Rachel vio su expresión más sombría que nunca— porque fuiste tú ¿no es cierto? con ese brebaje que hiciste a Rachel darme.

—Sabíamos que el rey calabaza no sería burlado tan fácilmente, a menos de que se le acabase el tiempo. El plan en si era hacerlo perder ese preciado tiempo hasta que su inmortalidad se acabase. No intervenir realmente, porque queríamos que el sacrificio tuviese lugar pero que no funcionase, solo de esa forma tendríamos una oportunidad cuando saliese el sol. Sabíamos que el se confiaría en que tenía al mortal listo para el sacrificio, y que probablemente no se le pasaría por la cabeza que era todo menos un humano. Y solo podíamos lograrlo, transformando al mortal escogido en un monstruo que conservase apariencia humana, por lo menos en gran parte. Tuvimos que modificar la receta para que la transformación fuera lenta, para que fuese exactamente un vampiro no tan evidente, y encima que el condensado pudiese ser ingerido.

—Se oye como que batallaron mucho —comentó Rachel, mirando de reojo a Tony, que seguía siendo él mismo y realmente no te darías cuenta de lo que era si no lo veías muy atentamente a los ojos o a los colmillos.

—Nos llevó tiempo, pero era de lo que más disponíamos. —asintió la pitonisa— era necesario. No podíamos dejar nada a la ligera. Pero como siempre, ningún plan sobrevive al primer encuentro con el villano en las novelas que leíamos hace cien años, por lo menos eso de los libros si era real.

—Lo realmente difícil fue hacer que el condensado funcionase como queríamos —añadió la murciélago. A Rachel, sorpresivamente ya no le parecía tan horrorosa— convertimos monstruos en vampiros deformes por algunos meses antes de encontrar el punto correcto del extracto de escarlatina. Pero lo logramos antes de lo esperado. 

—No exactamente. Nuestros amigos perdieron sus memorias antes de que nuestro plan funcionara. Empezamos este plan con ellos, pero solo nosotras lo llevamos a cabo. No es una victoria total. —suspiró la reptil, venteando con su lengua el aire, retiró la mano de la herida del hombro revelando que esta ya había sanado— Cydonia y yo ya habíamos empezado a olvidar también. Por eso queríamos más que nunca que resultase. Ya no había nada más que perder. Hemos pasado los últimos veinte a treinta años repitiéndonos recuerdos viejos de nuestra vida humana una y otra vez para evitar olvidar porqué estábamos aquí.

—Pero a cambio, perdimos detalles de otros recuerdos. —resopló con un silbido el murcielago— Ya hemos olvidado nuestros nombres.

—El plan debía funcionar y para ello, era necesario que nadie interviniese.

—Llevamos fingiendo lealtad al rey calabaza algo así como diez o quince años. —suspiró con pesadez Cydonia— para ganarnos su confianza y estar en primera fila de este espectáculo macabro. Solo estando en medio del sacrificio, entregándole al mortal y a sus amigos, ayudándolo a capturarlo de nuevo, era que el plan surtiría efecto al final. Pero solo al final.

—¿Tú fuiste el murciélago que nos sorprendió en la casa de campo? —inquirió Rachel con una ceja alzada.

—Ha sido una tarea difícil, pero logré ascender hasta ser su mano derecha.

—Yo no tuve tanta suerte —negó la pitonisa, bajó la mano de la frente, la herida también había desaparecido— no es fácil fingir por demasiado tiempo. Pierdes parte de tu humanidad al estar tanto tiempo entre sombras.

—Pero servir a ese rey demoníaco nos permitió espiar las vías que el rey tenía, sus acciones, planes y demás. Y tener acceso al condensado de pesadilla y a su vez a los pergaminos.

—¿Entienden ahora porqué era tan importante? —dijo la pitonisa— Esto no era un juego, aunque ustedes actuaban así a veces.

—¿Por eso tantas mentiras? —Rachel frunció el ceño.

—Como dije, eran necesarias. —aceptó la pitonisa, un poco cansada de explicaciones.

—Todo este tiempo solo nos han usado para su fin —resumió Tony, ellas asintieron— genial.

—¿Te parece genial? —se sobresaltó Rachel mirándolo de manera inquisitiva— ¿En serio? Te recuerdo que estuvieron a nada de matarte en innumerables ocasiones y de formas horrendas y impensablemente dolorosas.

—Hubo dolor, si, más del que nunca he sentido en mi vida. Pero no morí, a pesar de todo. Y todos hemos salido ganando. —se encogió de hombros— Tú y yo estamos bien. Los chicos estarán bien. Ellas saldrán al mundo real, nosotros también. Seremos humanos otra vez pronto y a la vez derrotamos una monarquía. 

—Y siempre has querido ser un vampiro —completó la muñeca mirándolo con los ojos entrecerrados pero con una sonrisa.

Tony no evitó sonreír ampliamente desvelando ambos colmillos— Tienes que admitir que es un sueño cumplido.

—Bien, eso es... bueno de oírlo —se sonrió extrañada la pitonisa como si no pudiera entender porqué alguien querría ser un monstruo— bueno. Cydonia y yo vamos a liberar a algunos de los prisioneros de los calabozos y... con suerte, encontraremos a nuestros amigos para regresarlos a la normalidad de nuevo.

—Es importante que se queden aquí, o el vampiro puede morir por la exposición del sol. —comentó la murciélago.

—¿Tardarán mucho? —murmuró con un hilo de voz Rachel.

—No te preocupes, dama del infierno. Tenemos la llave. No tardaremos más que una media hora. —extrajo de su bolsillo la llave de plata— y aquí aun no puede entrar nadie.

—Si su preocupación es por sus amigos o por el rey calabaza muerto al fin, no se preocupen. —le restó importancia Cydonia— Esto ya terminó. Pero deberemos salir pronto, preparar más condensado, beberlo y largarnos de este mundo en decadencia.

—Sin su rey, el mundo de pesadilla necesitará alguien más que lo gobierne. No son demasiado inteligentes así que es comprensible que entrarán en la anarquía y después talvez los hombres lobo tomen el poder, lo que terminará en la guerra civil. Y quien sabe qué ocurra después.

—Será mejor no estar presente cuando pase eso —asintió Cydonia.

—Ustedes nos esperarán aquí. Por el momento no queremos correr el riesgo de que otros monstruos sepan lo que ha ocurrido o que los lastimen. Por eso iremos solas. Pero prometemos, sin mentir, que regresaremos por ustedes. 

Les desearon suerte y ellas usaron la llave para salir del edificio. Les dejaron la vela para que hubiese algo que ver y poder alejar a su vez a los espíritus de las sombras. Ni ella ni él osaron preguntar a qué se referían con eso, sólo aceptaron la vela. Ambos se quedaron de pie uno junto al otro, pero el silencio inundó esa habitación circular más rápido de lo que ambos esperaron. Rachel jugó nerviosamente con sus manos y, finalmente, las entrelazó con firmeza, desviando la mirada hacia cualquier punto de la oscuridad. Tony se encontraba en un estado parecido, en busca de qué hacer usó la vela de cebo para encender una antorcha colgada en la pared. En cuanto la luz se extendió, se percataron de la presencia de otras más. Cuando se empezara a acabar la primera, encenderian otra y así hasta que definitivamente se quedasen sin ver. 

Tony tomó asiento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, Rachel hizo lo mismo con la pared contraria, quedando frente a frente, aunque habiendo entre ellos una distancia aceptable. 

No obstante, sus ojos se encontraron de nuevo. 

Tony quiso acercarse a ella como si fuera a salir huyendo en cualquier momento, como si ella fuera a desaparecer. Pero ambos se quedaron a distancia, sin saber realmente qué hacer, simplemente mirándose el uno al otro como no lo hacían desde hacía nueve años. 

—¿Qué se siente ser un vampiro? —intentó hacer conversación la muñeca. 

—Mejor de lo que imaginé —susurró él— me siento bastante bien. Si hubiera una palabra para definir lo que siento tal vez sería vitalidad. ¿He cambiado físicamente? 

—No, solo tus ojos. Parecen mucho más verdes y luminosos que antes, pero no de una forma incómoda de ver, sino... Cálidos. Y estás sumamente pálido. —evitó decir que nunca antes se había visto tan atractivo, porque habría sido vergonzoso. Tony le sonrió y mostró sin querer ambos colmillos. Agudos como puñales— No te ves como tu disfraz y maquillaje de Drácula, si eso querías saber.

—Recuerdo que te reíste la primera vez que me viste con ese disfraz —no evitó sonreír. 

—Es que ésa vez teníamos ambos quizá veinte, y tú estabas muy delgado en ese entonces, el papel te quedó como un guante. 

—Tantas veces lo use qué después de un tiempo yo mismo me maquillaba y podría haberlo hecho con los ojos cerrados... Y ahora ¿que opinas? —había algo en esa mirada que Rachel no supo descifrar— ¿soy más aterrador que mi yo embadurnado en maquillaje? 

—Si tuviera sangre en mi interior y no hojas secas, estoy segura de que escaparía de ti —bromeó ella. 

Tony sonrió ante eso— Pero esta vez no huirás de mi como hace nueve años ¿verdad? 

Rachel se detuvo a mirarlo otra vez, y se dio cuenta de que no sabía desde cuando había esperado para esto, a encontrarlo, porque inconscientemente lo había estado buscando estos nueve años en otros hombres, incluso en su esposo, buscándolo a él, siempre a él. Y ahora que por fin estaban el uno frente al otro, que ya sabía como se sentía él hacía ella y ella también le había confesado que nunca lo dejó de amar, Rachel no podía pensar nada coherente, le costaba controlarse, lo que más quería era estrecharlo entre sus brazos. 

—¿Verdad? —repitió Tony, como si él también estuviera levemente confundido. Su sonrisa se había borrado y un gesto de preocupación sustituía su anterior expresión. Fue en ese momento que Rachel comprendió que ambos estaban emocionalmente destrozados. 

Rachel salió de su estupor y se acercó a él en silencio hasta que la distancia entre ambos se cerró y pudo abrazarlo con energía como tanto quería. Él cerró los ojos para concentrarse en las sensaciones que se arremolinaban dentro de su cuerpo ante la cercanía y la atrajo más hacia sí, rodeándola protectoramente. Ella hundió su rostro en el arco entre su cuello y hombro al tiempo en que rompía a llorar, sollozando palabras que él no podía comprender. Tony acarició su cabello, permitiéndose inhalar ese aroma que le era eternamente familiar mientras trataba de calmarla con palabras suaves. 

—Terminó. Ya no tienes que temer. —le murmuraba con voz suave— ya ha acabado. No te va a suceder nada. 

—Eso no lo sabes.

—No sucederá nada mientras yo esté cerca.

—No es eso. No es que siga temiendo. Solo es que... —le dijo Rachel, su voz sonando amortiguada— es que me alegra tanto que estés vivo. Todo ha sucedido demasiado rápido y has estado a nada de morir tantas veces... 

—Gracias a ti y a los chicos estoy aún aquí... para ti —la presionó con dulzura, sin dejar de acariciarla— de lo contrario quien sabe en donde estaría mi alma ahora. Y estoy seguro de que nunca terminaré de agradecértelo como nunca acabaré de amarte. 

El abrazo era tan fuerte que Tony podía percibir los vigorosos latidos del corazón mecánico de la mujer contra el suyo estático. Permanecieron así, en silencio otros minutos más hasta que Rachel se calmó minimamente como para que al hablar él pudiese entender lo que decía. 

—Te amo... Y no debería ser así... —su mano de tela tomó la suya en la oscuridad. 

—¿Por qué no? —en su voz había un tilde de súplica.

—El tiempo no ha pasado en vano. Esto está tan mal... Pero se siente como lo correcto. —suspiró— tú y yo. 

—Rachel... —Su nombre sonaba suave en los labios de él, como seda— hubiera entregado todo por un momento como éste contigo. ¿Te parece bien si lo disfrutamos sin pensar en el después? Simplemente tú y yo —dejó morir la voz hasta un nuevo silencio, pero no incómodo, sino pacifico. 

Ella asintió, nada la haría más feliz. Su barbilla rozó la parte de arriba de su cabeza, depositó un besó en la coronilla, el corazón mecánico de Rachel se comprimió de un modo muy dulce. Una extraña sensación se formó en la parte baja de su estómago, y fue subiendo paulatinamente hacia su pecho. Eran las mismas sensaciones que había experimentado antes con él, cuando eran adolescentes, cuando eran jóvenes, antes de separarse, pero multiplicadas por mil. 

Ambos, al mismo tiempo, buscaron acoplarse mejor al otro en el suelo, aún abrazados. Ese momento era lo más íntimo que habían tenido a pesar de que en el pasado se había besado innumerables veces y habían llegado bastante más lejos en cuanto a caricias, aunque no como hubieran deseado, siempre los interrumpían. Pero nada se comparaba con éste instante en el que estaban cómodos en la compañía contraria. En paz, a pesar de que les era ilícito siquiera mirarse a los ojos. Arrebujados en esa tranquilidad con el único temor de que se acabara.

Rachel volvió a hablar pasado un instante— una vez me preguntaste porqué me había casado. Si a ambos no nos agradaba la idea —comenzó ella a decir y cuando Tony no la detuvo, continuó con voz aún más fina— nos casamos porque me embaracé... No me malinterpretes, amo a mis hijos. No me arrepiento de nada por que ellos me ayudan a seguir adelante... Pero de no haber sido por esa circunstancia... Probablemente te habría seguido buscando en otros hombres. Buscando la forma de olvidarme de ti y de cómo completabas mi vida intentando reemplazarte. Como si eso fuera posible. 

Cómo él no dijo nada, Rachel continuó hablando.

—No he dejado de amarte un solo día de mi vida. 

—Créeme que yo no he podido desterrarte de mi corazón, Rachel. Pero al final de todo esto... regresarás con tu esposo y tu familia y volveremos a separarnos. 

Ahora fue ella la que no respondió, solo se abrazó con más fuerza a él. No quería que éste momento terminara como todo el resto de la aventura. 

—Debí esperarte. 

—Ya es tarde para los hubiera, Rachel. Ya es tarde. —No había rastro de amargura en sus palabras, solo una suerte de cansada resignación.

Rachel se separó de él para poder verlo a los ojos. Ella alzó la mano y le tocó la cara. Sus dedos recorrieron la línea de su mandíbula. Tony la miró, mudo, expectante. Sus ojos, con esa luz vampirica que le confería un magnetismo irresistible, bajaron de los suyos a sus labios. Él murmuró su nombre y Rachel descansó su frente contra la suya. 

—Estoy... —balbuceó él antes de decir — estoy escuchando a la pitonisa regresar. Así que supongo que tenemos poco tiempo... 

Rachel asintió y se separaron, primero sus miradas y después deshicieron el abrazo.

Chapter 31: 29: De este lado del portal

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A su regreso, los chicos en la casa de la cueva se pusieron al día con las circunstancias que los habían traído hasta ese punto. Les costó creerse el hecho de que la pitonisa realmente hubiera tenido un plan que seguir y aún más que su hermana fuera el mismo murciélago de antes. El Tony vampiro de igual forma fue una sorpresa divertida, todos sabían cuanto le gustaba a ese hombre el personaje de Drácula. J y Cesar le rogaron hasta cansarlo que abriera la boca para ver cómo eran realmente los colmillos vampíricos. Tony estuvo tentado a darle un mordisco a J para que dejase de molestar, pero no quería saber qué pasaría cuando su paladar probase la sangre, fuera de hombre o de lobo. Así que los dos estuvieron molestando y haciendo múltiples bromas por bastante rato.

La pitonisa y Cydonia no lograron salvar a ninguno de sus amigos, todos habían olvidado su vida anterior al completo. Era inútil razonar con seres de pesadilla vacíos de conciencia, dominados por instintos básicos. Quizá por eso ambas se hallaban bastante más calladas, no era una victoria total, pero era una gran victoria aun así.

La pitonisa sanó a los chicos que tenían heridas, todos estaban bien. J había sido alcanzado por unas gotas de la poción, pero se hallaba en buenas condiciones, Cydonia le aplicó un ungüento de patas de escolopendra que alivió el ardor en un instante, pero le produjo arcadas por el olor y el hecho de que lo hubiera hecho con unas escolopendras vivas. La mano de Eli no era tanto problema, pero de igual forma se arregló con otro ungüento y un poco de la magia de la reptil. Tony cosió los desgarrones de Geoff y de Rachel ayudado por Eli, repararon las quemaduras de la muñeca en su tobillo con un retazo de un color parecido al de su piel de tela. No hablaron mucho mientras, pero Tony presionó suavemente su mano antes de dejarla sola, un apretón reconfortante que venía siendo lo único que ambos se podían permitir. 

Cesar tuvo que obligar a Layne a descongelar el manantial, para poder limpiar el aceite de los huesos de su pierna. J y Earl les contaron lo mucho que les costó el hecho de tener que lastimarlos y que continuamente se forzaron a desobedecer las órdenes del rey calabaza, sin conseguirlo. A los demás no les importó, sabían que todos eran buenos amigos y que nunca se lastimarían de verdad.

Después, Eli le dio unos cuantos guantazos a Tony, especialmente fuertes, hasta despeinar lo poco que él había logrado peinarse, por sacarles a todos el susto de sus vidas. 

—Eli, ya basta —le gritó éste después del quinto golpe, quitándole el guante de un tirón y lanzándolo lejos— ¡Es suficiente, demonios!

—Demonio tu abuela ¿Suficiente? ¿Eso crees? —se sacó un zapato y le dio en la cabeza antes de darse por satisfecho— ¡Ay de ti si vuelves a acercarte a menos de un kilómetro de una botella! ¿Me oíste?

—De hoy en delante, todos velaremos por tu sobriedad, hermano —reiteró Earl dándole una amplia palmada en la espalda a Tony, proyectándolo hacia adelante.

—Es más, nosotros echaremos todo el alcohol a la basura al regresar a la casa. —proclamó Geoff— y después veremos si quemamos o no la casa.

—¿Todo el alcohol? —se sorprendió Layne con cierta pena— Mejor quememos a Tony y caso resuelto.

—Oye, gracias, mejor amigo —se quejó Tony, pero no evitó reírse a carcajadas como los demás. Casi daba igual las bromas fuera de tono que los chicos decían, todos estaban agradecidos de tenerse los unos a los otros. 

Los chicos, entre risas y bromas, veían a Tony y Rachel de vez en cuando lanzarse miradas desde una punta o la otra de la habitación sin decirse nada. Ellos sabían que había pasado algo entre ambos, aunque no supieran qué, pero parecía que habían llegado a un acuerdo tácito. Aunque desde antes esto de las miradas ocurría a menudo, ya que convivencias como la de la casa de campo se dieron varias veces en esos nueve años, pero estas miradas eran diferentes. Había algo bueno entre ellos, a pesar de que ya ninguno intentase nada. Se notaba que las cosas habían cambiado. Eso, sea lo que fuera, los ponía a todos de buen humor, esperaban que eliminase la posibilidad de nuevas incursiones a bosques nocturnos de la mano de reyes calabaza para Tony. 

—No chicos, no hay necesidad de quemar nada ni a nadie ¿saben qué haremos para evitar estas desventuras a partir de ahora? —sonrió malicioso Cesar, su piel como papel cebolla resplandeciendo ante la luz de las lamparas de aceite— Encadenaremos a Rachel y Tony. Y todos le pagaremos a su esposo el alquiler para que los deje tranquilos.

Rachel desvió la mirada, avergonzadísima, a pesar de que el tono levemente chispeante de Cesar era suficiente como hacerla reír siempre y el hecho de que sus intenciones no eran malas, solo hacer reír, cosa que conseguía sin problemas. Ella no se atrevió a mirar a Tony para ver qué le parecía la terrible idea, pero él contra todo pronostico, se rió también, pero nerviosamente. 

Eli recuperó el guante solo para darle al esqueleto en la cabeza por esa broma, pero también se estaba riendo. Todos intuían, la verdad, que esa pareja solo era posible en ese reducido circulo de amigos que querían su felicidad más que cualquier cosa, pero que al regresar al mundo real, deberían volver a sus vidas de antes y por ello, volver a separarse. Porque al final, era lo correcto. Lo ético. Lo moral. Cosa que, no lo negarían, era un poco triste.

No obstante, se permitían bromas tontas como esas que hacían reír a todos. Los ayudaba a disfrutar el presente. Los hacían olvidar que las cosas no eran tan fáciles. Y que aun les quedaba el regreso, que probablemente sería otra desventura.

Layne y Tony se apartaron del grupo un instante para hablar muy seriamente. Los demás siguieron hablando, pero los miraron reírse un instante antes de que Layne se pusiese de color rojo mientras miraba a su amigo con sorpresa. Después ambos improvisaron un abrazo en el que Tony no evitó estremecerse por el frío y Layne volvía a su color nacarado brumoso natural. Rachel no estaba segura, tampoco preguntaría, pero parecía que Tony le había confesado todo a Layne y se había ganado su perdón. Eso era bueno, era muy bueno, considerando que ambos eran mejores amigos y a pesar de todo, Tony había insistido en guardarle secretos.

La pitonisa y Cydonia tomaron algunas túnicas, comida, agua amarga y el condensado de pesadilla antes de reemprender el camino al portal del sexto árbol. A Tony, lo obligaron a vestirse como una persona del medio oriente, con varias capas de telas oscuras de más, para evitar la exposición al sol, cosa que le granjearía eternas bromas por parte del resto de los chicos porque se veía especialmente ridículo. Geoff lamentó terriblemente la falta de una cámara. La pitonisa le aseguró a Tony que aun así vestido le quedase un bronceado disparejo por unos días, los vampiros en este mundo eran seres de piel muy delicada y por eso debían vivir de noche.

Pasaron a hurtadillas por el pueblo y vieron que en efecto, había caos en ese mundo de pesadilla. El pueblo estaba ya patas arriba y los hombres lobo, con sus armas y todo, no eran capaces de detenerlos. Pero eso fue sólo otra ventaja, porque en tanto relajo, nadie vio al grupo de monstruos pasar por entre las calles atestadas de peleas.

La mayoría de los chicos ahora resistía el sol abrasador, pero para infortunio de Eli, él si necesitó una nueva capa de lodo al llegar al lago. J sentía calor, por culpa de su abrigo lobuno, pero se hallaba mejor que Eli. Earl estaba sudando, pero su piel era tan dura y gruesa que no le afectaba en lo más mínimo el calor. Caminaron todo el día y cuando el sol volvió a estar tan bajo que rozaba las copas de los árboles, arribaron el bosque de los suicidas.

No se detuvieron, no había por qué detenerse, seguían adelante con paso firme y rápido. Los esqueletos no estaban. Todo monstruo se había quedado en el pueblo y por fortuna ellos tuvieron el resto del viaje libre. El río volvió a achicarse hasta volverse un arroyo, a los lados los árboles volvieron a espesarse aunque no a reverdecer.

Encontraron el sitio con aquellos restos de la fogata hecha al despertar, cuando desayunaron. Y más allá, un inquietante círculo de árboles. Como en el círculo de árboles que ellos encontraron en un principio, éste tenía sólo cinco y todos estaban carbonizados. 

—Hemos hecho esto como los árboles del mundo humano por seguridad. Éste universo de terror tiene que quedarse en donde está. —dijo la reptil.

—Nadie más tiene que morir. —zanjó Cydonia. 

—Entonces ¿como saldremos? —preguntó Geoff. 

—Ya lo verán —aseguró la pitonisa. 

La pitonisa y Cydonia sacaron los tarros con el condensado de pesadilla. A Earl, J, Eli y Tony les dieron una jarra a cada uno del líquido caliente y sospechosamente rojizo.

—El hecho de que sea rojo no implica que... —empezó a decir J, pero la pitonisa negó.

—Es peor de lo que crees, así que no preguntes.

Las dos tomaron a su vez dos rociadores extraños e instruyeron a Layne para colocarse entre ellas. Los chicos brindaron por Voiceplay, por el regreso, por la salvación de Tony, por el reencuentro de la banda entera y la vida. Mientras el resto bebían, controlando las arcadas, el fantasma fue envuelto en la niebla roja, el condensado de pesadilla. La pitonisa y Cydonia usaron los rociadores para darle la cantidad correcta de niebla que se arremolinó a su alrededor en carrizos espesos sin dispersarse. Después se alejaron y le indicaron a Rachel, Cesar y Geoff colocarse en sitios individuales, alejados unos de otros para repetir con ellos el proceso. 

Cuando Earl terminó su jarra, eructó, pero en seguida se produjo el cambio. Los colmillos desaparecieron y la piel verde se aclaró y ruborizó levemente, sus músculos volvieron a su tamaño natural. El proceso afectó al resto de igual forma, indoloro, rápido y efectivo, todos volvieron a ser humanos en pocos minutos. El único que no tuvo una regresión abrupta a su forma humana fue Tony, él sólo perdió esa luz en los ojos y sus colmillos se retrayeron hasta volver a la normalidad, de igual forma, se quitó las telas de más y el sol no lo convirtió en cenizas. 

Rachel se sintió igual, la verdad, no hubo esa sensación asfixiante que sintió la primera vez que respiró la niebla. Lo más raro que sintió fue que cuando volvió a respirar de verdad sus pulmones se llenaron como debía ser. Respirar de nuevo era algo bueno, algo maravilloso. Alzó las manos y descubrió que eran de carne y hueso, las costuras grotescas ya no estaban y el cabello volvía a ser el de antes, nada de tela y lana. 

Se hubiera puesto a bailar ahí mismo, como J, Cesar y Earl, que habían iniciado una salvaje danza de victoria que hizo reír a los demás, pero estaba muy ocupada observando su tobillo. El sitio que cambiaron por la quemadura se notaba, la piel ahí tenía un tono diferente al suyo. Intrigada, buscó con sus manos la costura de su estómago y la de la mejilla. Esas no estaban. Ni a simple vista ni al tacto. Habían desaparecido. 

J, por el contrario, tenía la cicatriz de la herida de la pierna y las quemaduras. Pero el resto se hallaban perfectamente. 

El problema vino cuando la niebla se disipó del rededor de Layne. Su amigo había recibido una herida terrible en el hombro y había perdido bastante sangre, cuando volvió a ser corpóreo y humano la herida seguía como cuando se convirtió. A los chicos los tomó por sorpresa verlo desplomarse, pero afortunadamente la pitonisa había trazado un plan para esto también. 

Colocando sus manos escamosas en el área dañada de su hombro, procedió a curarlo a la vez que trataba de impedir que la sangre siguiera saliendo. Tony y Geoff, al igual que el resto de los chicos se quedaron junto a Layne, apoyándolo con palabras tranquilizadoras mientras pasaban los minutos y la herida se iba cerrando. Eventualmente el dolor venció a Layne, calló inconsciente pronto, ya fuera por la pérdida de sangre o por el shock. Sea como fuere, para cuando la pitonisa retiró sus manos, revelando que había pasado el peligro, todos suspiraron aliviados. 

—Había olvidado esto —murmuró Cesar— pudo haber muerto muy fácilmente. 

—Pero yo no iba a dejar que eso pasara. —aseguró la reptil— ustedes me salvaron, mantenerlos vivos a cambio es lo menos que puedo hacer. 

El resto, ensangrentados al haber intentado de ayudar a Layne, asintieron agradecidos. Todos querían enormemente a Layne, haberlo perdido hubiera sido lo peor del mundo. 

La pitonisa y Cydonia, al comprobar que el peligro había pasado, tomaron jarras para si mismas y brindaron a la salud de sus nuevos amigos antes de empujarse el contenido por sus gargantas. La piel escamosa y las alas de murciélago desaparecieron y en vez de monstruos, habían frente a ellos una veinteañera y una niña de algunos nueve años. Ambas se miraron, sin reconocerse al principio y luego se abrazaron felices. Probablemente había pasado tanto tiempo y su memoria estaba tan mala que ya habían olvidado como habían sido antes de que todo hubiera pasado. 

No se detuvieron a celebrar, la pitonisa, mujer ahora, les indicó que se reunieran todos a su alrededor. Geoff y Tony ayudaron a Layne, que había vuelto en sí pero se hallaba debil. La pitonisa extrajo la llave de su túnica para usarla en el centro del círculo, en el suelo. Al principio no pasó nada, sino hasta que el suelo cedió bajo sus pies. Un viento huracanado se levantó alrededor de ellos y las hojas secas empezaron a girar en todas direcciones. Por un instante cayeron al vacío para después aterrizar en un sitio muy parecido al que antes había dejado. 

Al otro lado del portal del sexto árbol las cosas no habían cambiado. Seguía siendo de noche cerrada, sin luna, solo la luz de las estrellas y el silencio de la noche.

Cuando ellos estaban preguntándose si habían regresado de verdad de esa pesadilla, unas luces los sorprendieron, así como voces que misteriosamente los llamaban por sus nombres. Grande fue su recibimiento, todas las familias de cada uno estaban ahí para ellos. La esposa de Geoff y su hijo, el esposo de Earl y el novio de Cesar. La esposa de J y la de Eli además de sus sobrinos qué estaban pasando las vacaciones con ellos. La esposa e hijas de Layne, que se asustaron al ver la cantidad de sangre que lo manchaba y su extrema palidez, pero él les aseguró que no había forma de que pudiera estar mejor si ellas por fin estaban ahí con él. Incluso estaba la hermana de Tony, que lo abofeteó por preocuparla con su desaparición hasta el punto de tener que venir para unirse a la búsqueda, pero después lo abrazó con fuerza y se echó a llorar de alegría. El perrito Fletcher saltaba de felicidad alrededor de su dueño, eufórico de volver a verlo.

Fue un reencuentro maravilloso en el que más de uno lloró de alegría. Pero en el que Rachel, la pitonisa y Cydonia se quedaron a parte.

Emoni y Ashley llegaron a abrazar a la ex muñeca, ellas también habían iniciado la búsqueda cuando no regresaron todos por ir a buscar a Tony.

—Nos temíamos lo peor —lloriqueó Emoni palpando las mejillas de Rachel después de abrazarla fuerte.

—Temíamos que se hubieran perdido, no creíamos que los encontraríamos tan rápido.

—¿Cómo nos encontraron? 

—Por la lana atada al árbol, traza un camino perfecto hasta aquí y cuando se acabó, simplemente seguimos adelante —explicó Ashley— una grandiosa idea, por cierto. 

—Nos sacaron un susto enorme. —seguía lloriqueando de felicidad Emoni— encontramos sus mochilas y linternas aún encendidas y nos asustamos. Es maravilloso ver que no les pasó nada. 

Rachel sonrió, no era como si no les hubiera pasado nada exactamente pero aún así ella no les diría nada para preocuparlas. En todo caso ¿de qué hubiera servido? Layne estaba mintiendo junto a Geoff y J sobre qué la sangre era de que el beatboxter se había caído, revolcado y herido con unas ramas al caer de un árbol para intentar ver desde arriba. La mentira parecía convencer a todos y dejarlos satisfechos, porque ya lo estaban regañando por su imprudencia en vez de hacer más preguntas incómodas. 

Ashley y Emoni le comentaron a Rachel que su esposo no estaba entre el resto porque el hijo mayor de la pareja se había enfermado y él se había quedado cuidándolo. Rachel sintió un enorme cargo en la conciencia, él siempre había sido tan responsable, no como ella a quien en la menor oportunidad ya se estaba reencontrando con su ex novio, avivando el calor de viejas cenizas.

Emoni y Ashley le aseguraron que su hijo no tenía nada grave, solo quería a su madre y estaba haciendo algo de drama. Las tres se rieron un poco antes de fijar sus miradas en Cydonia y la pitonisa.

—¿Y ellas quienes son? —preguntó con amabilidad Emoni. Sonriendo hasta mostrar esa separación de sus incisivos tan característica suya.

—Ellas son... —la pitonisa conectó su mirada con la suya, mordiéndose el labio. Rachel decidió improvisar— Son las que nos ayudaron a regresar. Nos perdimos todos y ellas nos ayudaron a volver.

Emoni y Ashley se mostraron muy agradecidas por esto y las invitaron a que esa noche se quedaran en la casa de campo. Casa a la cual regresarían inmediatamente después de que Cindy terminara de confirmar que su esposo se encontraba bien, que la hermana de Tony dejase de sermonearlo, que Kathy dejase de besar a Geoff por la alegría de encontrarlo, que Cesar y su novio se pusieran al día, que Eli y su esposa se soltaran de ese abrazo que duraba ya algo así como quince minutos, que J dejase de contarle lo valiente que había sido a su esposa y que Earl intentase explicarle a su esposo porque perdió el celular que éste le había prestado al inicio de todo éste viaje. 

—Iremos encantadas, de todas formas no tenemos a donde ir. —se encogió de hombros Cydonia. 

Emoni y Ashley miraron a la niña con ojos sorprendidos. La pitonisa se aclaró la garganta— Tienen una familia bastante grande —murmuró la pitonisa, observando tanta actividad en ese bosque oscuro iluminado por las linternas— Y se ve que se aman mucho —añadió Cydonia. 

—Si piensan eso ahora, imaginen que éstas solo son las familias nucleares de cada uno —no evitó reírse Ashley— cada uno tiene otros cinco o seis parientes más que los interrogarán al regresar. ¿No es verdad Rachel? 

Ella asintió riéndose a coro. Las reuniones familiares eran bastante divertidas, casi se podía llenar un salón de cien personas con las familias de Voicepay. Emoni y Ashley le aseguraron a la pitonisa que serían bienvenidas en la casa de campo mientras se quedasen con ellos antes de irse a saludar al resto de los chicos. 

—Cuando se vayan, nosotras los alcanzaremos después —le avisó a Rachel la pitonisa.

—Um... Bien. —dudó ella— Pero ¿podrán seguirnos después? 

—Nos las arreglaremos. —aseguró la niña— no sería la primera vez que nos perdemos en cien años de exilio. 

—Intentaremos quemar el portal del sexto árbol, —indicó la pitonisa el solitario árbol que aún permanecía abierto. Los ojos negros de la calabaza mirándolas malignamente— será el último portal en destruirse, es necesario que sea así. 

—Nadie más tiene que morir —completó Cydonia. 

Rachel asintió, comprendiendo a la perfección la gravedad del asunto. Justo entonces, todo el grupo, casi treinta personas, empezó a movilizarse. Iban de regreso al bosque, que estaba más allá y después a la casa. De regreso a la civilización. Rachel se despidió de ambas hermanas antes de iniciar la última caminata de ésta historia, pero entonces se le ocurrió algo y volvió al lado de la pitonisa. 

—¿Cómo era tu visión? La que tuviste en la plaza. Dijiste que habías visto a Tony, que nuestros destinos eran uno a partir de esa noche ¿que fue exactamente lo que viste? 

La pitonisa la miró directo a los ojos, sorprendida. Negó una vez y luego pareció recordar vagamente a lo que se refería. Entonces volteó a Cydonia y le tendió a ella la llave de plata. Volvió a Rachel, pero antes de decir nada, suspiró profundamente. 

—No es fácil explicar. Las visiones son una mezcla de sensaciones, sentimientos, luces, olores, sabores e impresiones. —intentó excusarse, evasiva. 

Rachel insistió— intenta, por favor. Necesito saber. 

—¿Quieres saber si realmente tienes una oportunidad más con él a pesar de todo? —se adelantó la mujer, Rachel desvió la mirada, pero asintió.

—Tú sabes el futuro y tu visión parecía tener algo de verdad ¿Crees poder decirme por lo menos qué significa? —le suplicó— O si aplica al futuro. 

—Eso no te lo puedo decir. Fácilmente la visión podía reducirse a estos dos días. La desgracia que predije podía ser el ser convertida en muñeca. Lo de que sus caminos eran uno solo a partir de esa noche se volvió cierto también estos dos días cuando no te separaste de él por más de unos instantes. Y lo de perderlo todo podría haber sido el momento en que el rey calabaza derrotó a tus amigos e intentó matar a Tony. Porque perdiste entonces toda esperanza ¿Ves a lo que me refiero? Muy probablemente esto solo se refería a esta desventura. Nada te asegura que aplique para después de salir del portal del sexto árbol. 

—Entonces el futuro vuelve a ser incierto —murmuró ella. 

—Esa es una buena noticia ¿no es cierto? —le sonrió, ésta vez con una expresión cálida—has lo que debas hacer para que ese futuro sea bueno.

Rachel asintió, pero antes de irse otra vez, volvió a preguntar— ¿Cómo sabías que la aguja era la solución para abrir la última puerta? ¿La viste en tu visión? 

Ella soltó una risa silbante— la verdad es que no. Te vi a ti con la aguja y después a ti abriendo la puerta, si, pero por separado, no sabía si había relación. Pero por eso supe que eras importante para nuestro plan, pero muy a lo mejor pudo abrirla hasta el más tonto de tus amigos con la llave y la herramienta correcta. 

—Bueno... —aceptó Rachel— ¿Y la aguja es mágica? 

—No lo creo, —frunció el ceño— se la compré a un tendero antes de entrar al portal. Hace un siglo. 

Rachel no sabía si reír o sentirse decepcionada, optó por lo primero. Se despidió ella y ambas acordaron desayunar juntas a la mañana siguiente. Algo le decía que se harían amigas de alguna forma. 

El grupo no había avanzado demasiado, solo lo suficiente como para haber dejado atrás el círculo de árboles y haber entrado al bosque. Los separaban unos doscientos metros, pero como el terreno era llano y no había más árboles que los portales, podía aún seguirlos sin perderlos de vista. Rachel emprendió el camino hasta ellos. 

En lo que caminaba se hallaba pensando muy concienzudamente en esa desventura. En sus amigos con los que se habían vuelto tan cercanos después de casi morir todos juntos. Pensaba que les debía mucho más que Tony. Y también pensaba en Tony. Era indudable que su corazón y el suyo seguían juntos, a pesar de todo, y ella se daba cuenta de que ahora lo recordaría más que solo en sus sueños. 

Entró al bosque, todavía podía ver las linternas del grupo adelante, estaba por alcanzarlos porque al ser muchos no querían separarse, caminaban despacio, hablando. Rachel escuchaba parte de sus conversaciones y todas eran animadas, palabras de cariño y amor, se habían extrañado los unos a los otros en gran medida.

Entonces una mano se cerró en su brazo. Rachel sabía quién era sin necesidad de verlo, solo su toque le provocaba esas sensaciones. Se volvió a él y lo encontró en la oscuridad. No podía verlo, otra vez las sólidas tinieblas escondían sus rasgos, los ojos medio ocultos por las sombras, pero su mirada tan poderosa como siempre.

—Quería hablar una última vez contigo... —se explicó. 

Ella se mordió el labio y se acercó a él. Habían quedado inconscientemente tras un árbol por el cual el grupo no los hubiera visto si volteaban hacia atrás. 

—Perdí tu navaja —dijo ella sin pensar. 

Tony no evitó reírse suavemente— De todas formas, ya no planeaba usarla tan a menudo. —Rachel se acercó a él más— he pensado en... En nosotros. Y creo que lo correcto es que nos volvamos a olvidar el uno del otro. 

—Si, es lo correcto. —consintió ella con voz hueca, los ojos aún fijos en los suyos. Ya no tenían esa iridiscencia tan trascendental que antes los envolvía, pero eso no les quitaba que fueran hipnóticos.

—Si —repitió él, como si de pronto se hallase vacío— si... Entonces... Gracias por todo. Me dio mucho gusto verte de nuevo y poder confesarte todo. 

—Igual a mi. 

La incomodidad era palpable y la desazón mucho más. Era claro que ninguno quería que terminara de ninguna forma. Pero lo correcto era olvidar que una vez ocurrió algo y seguir adelante. Olvidarse mutuamente y la próxima vez que se vieran, hacer como si la presencia contraria no los desbarataba por dentro de tristeza y dolor. 

—Y yo... —Tony se quedó un instante más antes de quedarse sin palabras, luchó un momento por encontrar que decir y luego simplemente sonrió con tristeza— si... 

Rachel sonrió también y asintió, antes de buscar su boca en la oscuridad. Cuando la encontró, se preguntó cómo había aguantado tanto tiempo sin besarlo otra vez en esos nueve años. Tony no se alejó de ella, pareció como si ese toque borrase todas las incómodas palabras vacías y "correctas" de antes. Nada más importó que ese instante. Rachel pudo sentirlo conteniendo el aliento al sentir el suave contacto de su boca, y hubiese jurado que pudo sentir sus labios curvarse contra los suyos en una sonrisa. Ese contacto apenas era un beso, pero significó más que cualquier otro que hubieran recibido en toda sus vidas, incluso rivalizaba con cualquiera que se hubieran obsequiado el uno al otro en el pasado.

Tony ladeó la cabeza, aumentó la presión y profundizó su beso.

Entonces Rachel actuó sin pensar y colocó sus manos contra el pecho de Tony, empujándolo contra el árbol que los ocultaba, hasta que su espalda se apoyó en la corteza, acorralándolo totalmente mientras el beso subía de intensidad. Las manos de él cobraron vida y subieron acariciando su espalda hasta pasar los brazos alrededor de Rachel, estrechándola con tal fuerza que apenas quedaba espacio entre ambos.

Sus labios abrasaban los suyos como nunca antes, calentando su sangre y prendiendo fuego a sus sentidos hasta que terminó, con los dos jadeando cuando sus bocas se separaron, pero ambos se negaron a deshacer esta vez el abrazo. Sus frentes reposaron la una en el otro y simplemente se quedaron ahí, respirando agitadamente al compás del latido del otro.

Sus ojos volvieron a encontrarse en esa oscuridad, la intensidad de ambos, el uno por el otro, se veía reflejada en esa mirada que compartían. 

—Puede que termine... —le murmuró ella sobre los labios— y que tú y yo nos separemos. Pero ten por seguro que te encontraré de nuevo... Y no te salvarás de mi. 

Tony se soltó a reír— Me gusta esa amenaza, —respondió con igual dulzura— creo que puedo vivir con ella si la vuelves una promesa. 

—Hecho. 

Él la besó esta vez y siguió besándola con intensidad, con deseo, con infinita ternura, demostrándole cuanto había anhelado ese momento. Cuanto la había extrañado y cuanto necesitaba su cercanía. Y ambos supieron que aquello era más que un beso. Iba más allá de eso, más allá de cómo se sentía él y cómo la hacía sentir a ella. Era un pacto en el que sellaban un encuentro futuro, está vez para siempre. Que éste final era solo el comienzo de una vida juntos, una que vendría después, pero que ambos estarían esperando.

Porque se estarían esperando el uno a otro. 

—Chicos ¡Alto! —les llegó el grito de Geoff más adelante, sonaba altamente alarmado— No lo creo, hermanos ¡Se nos volvió a perder Tony!

Rachel y Tony interrumpieron el beso de mala gana, él dejó escapar un gruñido de fastidio que decía claramente que iba a estrangular a Geoff después. Pero ambos rieron, risas tristes, pero más animados que antes para la nueva separación.

A la vez, ambos salieron de detrás del árbol para reunirse con sus amigos.

 

 

 

 

 

 

EL FIN

Chapter 32: *AGRADECIMIENTO*

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¡Hola a Todos!. 

Después de algo así como medio año, por fin "El portal del sexto árbol" tiene un final. Y a mi juicio, un final que vale la pena esperar por veintinueve capítulos. Aun no supero la cantidad de palabras que ha alcanzado, es una locura, nunca había escrito nada que fuera realmente coherente de este tamaño. Es asombroso, y me hace pensar mucho.

Ha sido toda una aventura, de las mejores, todo un reto de escritura. 

Por eso no me extraña que me haya costado tanto tiempo y vida, si prácticamente me dejé los ojos, el corazón y el alma en estas letras. Y aun así está plagado de errores ortográficos por aquí y allá que tendré que editar en un futuro. Ofrezco un perdón al respecto, pero insisto en que al escribir emocionada como yo lo hago, lo último en lo que fijo mi atención es en si lo que escribí está bien o mal redactado. Espero que para cuando alguien más llegue a leer esta historia, si a alguien le interesa, la encuentre mejor editada y pueda disfrutarla sin problemas. O no disfrutar. 

Siento que me he vuelto a conectar con mi antigua obsesión a Voiceplay con la misma intensidad de cuando tenía dieciséis, cosa no tan sana debo admitir, pero que me ha hecho terriblemente feliz en estos meses. Ha sido maravilloso, de verdad, ha sido de lo más divertido y gracioso que he pasado.

Eso les traza una idea de qué tan aburrida es mi vida como estudiante de derecho... lol.

Realmente espero que el final, el desarrollo, la trama y los personajes originales les hayan convencido. Ya sé que el fandom Tony/Rachel está vacío, y lo lamento, porque intuyo que la mayoría de los que leen la historia no vendrán buscando nada de estos dos sino algo que ver con Voiceplay.  Por eso quise compensar con mucho de mi cariño por estos cantantes acapella. Y escribir de ellos es escribir humor, risas, anécdotas chistosas inventadas y momentos adorables.

Además de eso, me permití crear bromas tontas de las que solo una chica latina levemente perturbada podría hacer. Como juegos de palabras que lamentablemente quizá sólo sean entendibles en español y actitudes y reacciones graciosas. Aunque creo que eso terminó jugando en mi contra, si soy honesta, porque le conferí aspectos latinos a los chicos de Voiceplay que estoy segura, al cien por ciento, que en realidad no tienen. Pero me fue imposible no otorgarle el poder de la chancla dudosamente justiciera a Eli, lol, aunque remasterizado a nivel estadounidense con los "guantazos" y darles al resto de los chicos, de vez en cuando, algún "estate quieto" sólo por diversión. 

Básicamente, solo usé mis pocos conocimientos de ellos, los que he recopilado a base de pura búsqueda en sus redes sociales, especulación, reflexiones constantes, cotilleo en páginas de fans y lo poco que muestran de sí mismos en YouTube. Lo que no sabía me lo terminé inventando.

Por ello, y lo aclaro, verán aquí tantas cosas raras que muy, y también lo lamento, a lo mejor nunca hubieran pasado así en la realidad. Pero que simplemente fueron graciosas y por eso las escribí, porque se me ocurrieron, me encantaron a mi y a mi hermana y nos fue imposible no incorporarlas a la obra. 

Estoy tan orgullosa de esta historia, que la he registrado en SafeCreative. Así es, es ya toda una historia oficial y respaldada por la ley... lol. Aunque ya en serio, no sería la primera vez que alguien me roba una historia. Sería la cuarta o quinta vez, más o menos, por eso esta vez me he guardado las espaldas. ¿De qué sirve estudiar derecho si no te puedes defender legalmente? Pues de nada, no te sirve de nada. 

Así que ahora habrá una etiqueta en el principio que dice:

Esta historia está registrada en SafeCreative© 

Todos los derechos reservados. 

Prohibida su reproducción parcial o total. 

 

He amado tanto esta obra que me es bastante duro tener que darle punto final, sinceramente, más ahora que entiendo que cuando cierras un libro la historia no acaba sino que de alguna forma sigue su propio curso aunque nosotros no lo sigamos leyendo porque nadie la ha escrito. Pero la historia iba ella sola a su final, cosa que yo como humilde creadora no quise detener.

En primer lugar, porque yo también quería saber a qué final conducían las circunstancias a Rachel y a Tony, y creo que éste final, levemente abierto, abre muchas posibilidades. Más adelante quizá escriba un epílogo o un capítulo extra que cuente si esa bonita promesa, con un sabor ligero a amenaza, lol, fue cumplida o no. 

Y en fin... les quiero agradecer, muy cálida y enardecidamente por esto. Por leer esta historia, por darle una oportunidad, por votar, comentar, subscribirse. Y si la disfrutaron, muchísimas más gracias, aunque quizá eso ya es mucho pedir considerando los giros raros que le he puesto. 

Lo único que anhelo es ser escritora algún día, y aun abrigo un rescoldo de esperanza de conseguirlo, esta obra me ha ayudado mucho en este camino y por ello espero seguir escribiendo de Voiceplay (¡mis héroes! ❤🥰) que son los que puedo decir que siento que me han apoyado más que nadie, indirectamente, en estos años.

¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!

¡Feliz vida y feliz lectura!

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