Chapter Text
Bastión de tormentas. Año 283 después de la Conquista de Aegon.
Lord Stark partió esa mañana. Renly escucho detrás de las puertas del solar de Talya, que se dirigía hacia Dorne. Lady Lyanna se encontró atrapada en medio del desierto. Al parecer, el príncipe Rhaegar la había escondido en las tierras de su señora esposa durante toda la guerra. Tal vez Renly no entienda mucho sobre los matrimonios, pero sabía que era de mala educación llevar a cabo una de las “cariñosas”, como las llamaba Robert, al hogar de su esposa.
Renly se decepcionó. Esperaba que fuera Robert quien viniese a ahuyentar a los Tyrell y sus flotas. Cuando en la oscuridad de la noche, el dolor en su estomago lo llevaba a gimotear como un bebe en los brazos de su hermana, Renly soñaba con Robert. Sería su hermano mayor quien atravesaría con su martillo a los soldados de verde que hicieron que Talya se viera tan pequeña en su vestido dorado.
Robert, tan alto como una montaña y fuerte como las tormentas que azotan la habitación de Renly.
Robert, con su siempre sonriente rostro y risas que resonaban en el comedor de bastión de tormentas.
Robert, que lo levantaría entre sus robustos brazos y lo lanzaría tan alto que casi podía pensar que volaba.
Robert, quien Renly confundió como su padre.
Solo había tenido 3 onomásticos entonces.
Robert no volvía de su última visita, por lo que le pregunto a Talya cuando su padre volvería de sus aventuras en el valle. Ella solo lo miro fijamente. Solo cuando las uñas recortadas de su hermana se clavaron dolorosamente en sus hombros, es que se soltó bruscamente de su agarre. Su hermana le pidió perdón y le dijo con una mirada sombría que Robert no era su padre, sino su hermano mayor.
Su señor.
Renly no entendió nada
Fue cuando Talya lo llevo a ver un retrato muy bonito de una pareja. Resultaba que ese señor tan parecido a su hermano era su padre y la dama con el cabello miel su madre.
¿En dónde están ellos? Le pregunto en ese entonces confundido. ¿Por qué no están con nosotros? ¿Se fueron a ver al rey? ¿Cuándo volverán?
“Murieron” había susurrado escuetamente.
“No volverán, los dioses decidieron llevarlos”.
Talya le dijo entonces, que cada vez que deseara saber cómo eran sus padres, solo tenía que venir hacia su retrato.
El maestre Cressen le mencionó una vez, que si el retrato de sus padres desaparecidos en el salón no era suficiente, solo bastaba voltear a mirar hacia Robert para imaginar cómo era Steffon Baratheon.
Pero la mujer en el retrato era un caso distinto. Su largo cabello ondulado, difería del lacio recortada de Talya que Renly tiraba cuando era un bebé, como decía su niñera. Los rasgos no eran los mismos, madre tenía unos lindos labios regordetes “hechos para ser besados” como decía Robert cada que miraba melancólico el retrato. La fina línea de Talya en su rostro, como cuando Renly quiso saber a qué sabía el jugo de limón favorito de su hermana, no se pareció a los de la mujer sonriente en el papel. Su rostro en forma de corazón, no era la misma a la mandíbula cuadrada de Talya, incluso si Renly volteaba la cabeza para tener un mejor ángulo.
Hasta los ojos eran desiguales. Tanto Robert como Talya compartieron la misma mirada azul del hombre en el retrato. Ojos azules como el mar. El mar que se llevo a los padres de Renly. La bella dama sobre el lienzo tenia esmeraldas por ojos. Verde como el bosque lluvioso luego de una fuerte llovizna. Al igual que yo.
Miraría fijamente a Talya, esperando que sus orbes cambiarán al verde brillante como los hombres sin rostros pudieran hacer. El hijo de la cocinera le dijo una vez que, cuando estaba nublado, sus ojos marrones se veían más claros de lo normal. Renly espero entonces. “Le dio tiempo al tiempo” como decía el maestre Cressen.
Espero los días oscuros que solo traían las fuertes tormentas en los aposentos de su hermana.
Espero en el patio de entrenamiento bajo los asoladores rayos del sol a Talya pasar seguido por sus damas.
Espero las frías brisas que azotaban la bahía de los náufragos tomando su merienda junto a la dama de Bastión de tormentas.
Espero en las arenas cerca de casa, buscando las pequeñas flores que florecerían luego de un día lluvioso en compañía de la mujer que creyó su madre.
Espero
Espero
Y espero
Pero los ojos de Talya seguían siendo los mismos
Zafiros
No esmeraldas
R
enly lloro entonces.
Robert decía que los hombres no lloraban. Pero a Renly no podría importarle menos. Talya no tenía los ojos verdes, por lo tanto, no podía ser la mamá de Renly. No podía ser su madre porque ella estaba muerta y Talya solo era su hermana. Robert y Talya no eran esposos como los Targaryen, eran solo hermano y hermana, no su papá y su mamá.
Talya se iría. Un señor se la llevaría lejos y Renly se quedaría solo, esperando a que Robert bajase de su montaña con su dama lobo.
Fue asi que Talya lo encontro
Con su carita de bebé rojo de llanto, la nariz moqueando y sus orbes esmeraldas inundados de lágrimas.
“Me vas a dejar solo” sollozo aferrándose a su pecho, cuando le pregunto que le paso.
“ Vas a tener otros bebés” tenía 4 años y no le gustaba que lo tratasen como uno, pero si fuera Talya, no le importaría fingir ser un niño pegado a su pecho para que no se fuera. Las mamás no podrían dejar solos a sus bebés decían la septa Meria en nombre de la Madre.
A su hermana no le gustó que la abordaran abruptamente, pero Renly siempre fue una excepción. El podia hacer cosas que otros no podian. Podía porque Talya lo amaba. Y Talya amaba muy pocas cosas.
Fue con este pensamiento que sus sollozos disminuyeron. Talya lo sostuvo con sus brazos, acurrucando su cabeza sobre el nacimiento de su pecho, junto a su corazón. Sus latidos tan tranquilizadores como las ligeras lloviznas. No importaba lo que dijeran todos, ella era su madre y no la dama con la fría sonrisa.
Agotado por el llanto, se durmió.
Cuando despertó en la cama de su hermana, bajo la luz de las velas que extinguían la espesura de la oscuridad, Talya se encontraba sentada en su mesita de té. Pergaminos desparramados por todo el mueble.
Su hermana lo noto de inmediato. Sus ojos rojos del cansancio, nunca de llanto.
Talya nunca lloraba
Le indico que se acercase. Las cartas habían pertenecido al joven Lord Steffon Baratheon cuando cortejaba a Lady Cassana Estermont, la hija del Señor de Piedra verde. Talya le dijo entonces si deseaba saber cómo eran sus padres, las cartas cuando eran unos jóvenes enamorados le permitiría vislumbrar aunque sea un ápice de su carácter.
Que padre era un tonto romántico.
Qué madre de niña había tenido una tortuga como mascota.
Que padre casi quemó a madre en su vestido, al derramar una vela en ella.
Padre la salvó por supuesto, o de lo contrario, ninguno de ellos estaría ahora
Renly guardó en su pequeño corazón las pequeñas historias que Talya tejía sobre ellos.
“No los dejare, madre me pidió que cuidase de ti hasta que ella volviese, padre que vigilase que Robert no hiciera desastres.”
“Pero ellos no volverán”
“Entonces creo que nunca dejare de cuidarlos”
Renly se sintió seguro entonces
Talya nunca mentía
Hizo que Talya le prometiera que cuando llegase el momento de que se fuera para ser la señora esposa de un señor, lo dejaría ir para ser el escudero de su señor esposo.
A cambio Renly sería un tío cariñoso para sus futuros sobrinos
Que vendría de visita a Bastión de Tormentas al menos 5 veces en el año
Renly podría visitar el doble de veces a su incierto hogar por supuesto
Que escribiría dos cartas por luna
Renly aprendería sus letras solo para poder escribirle sus cartas el mismo y no con ayuda del maestre Creseen.
Pero entonces llego la carta con el sello del dragón.
El rey Aerys ordenó que, tanto Talya como Renly, debían ir de inmediato a Desembarco del Rey a jurar lealtad al Trono del Hierro. Que Robert ya no era el Señor de Bastión de Tormentas.
El rey loco quería la cabeza de su hermano.
Renly estaba asustado
Había oído que el rey se estaba volviendo loco. Que tenia uñas tan largas que podría picarles los ojos a Renly sentado desde lo alto del trono de hierro. Que pasaba días y días sin tomar un baño como los niños norteños, no como Renly que disfrutaba de sus baños de espuma.
Que gustaba de ver cosas quemarse.
Renly estaba nervioso y como tenía miedo, se aferró a una Talya igual de tensa que empezó a vociferar órdenes al maestre CresSen, a los guardias, a Ser Penrose, a Ser Gawen, a los cocineros y sirvientes. Incluso les gritó a los pájaros para que dejaran de graznar.
“¿Tenemos que ir?” le había preguntado entonces en la cena, apenas había podido probar un bocado.
“No, esperaremos a que Robet venga. Debe de ser algún malentendido. El rey no puede simplemente ejecutarlo.” Ella también apenas había comido con su plato intacto.
El silencio ensordecedor solo había hecho que su pequeño estomago diera vueltas y vueltas.
Y como en esas noches en que los dioses castigaban a los descendientes de Durran, Renly durmió en los brazos de Talya. Ella siempre le permitió la entrada a sus aposentos, le dejaba algunas velas encendidas porque sabía cuánto lo asustaba la oscuridad.
“No hará nada, no puede.”
“Robert no hizo nada malo”.
“No te preocupes, Robert volverá enseguida”.
“No llores tonto, no dejare que te haga daño. Te lo juro Renly”.
Talya nunca mintió
Robert regreso antes de que terminara la luna.
Apenas había estado a solas con su hermana. Talya recorría Bastión de tormentas con su paso firme supervisando el manejo de la casa ante un posible ataque, tratando junto a sus damas a los señores que respondieron el llamado tras el inicio de la guerra. Robert se dirigía a las tierras tormentosas luego de su victoria en Puerto Gaviota.
Renly no había podido prestar atención a sus lecciones con el ambiente tenso que se respiraba en el castillo. Debido a esto, el maestre Creseen lo dejaba terminar antes sus lecciones. Renly iría a sentarse entonces en lo alto de la torre, el silbido del viento ensordeciendo sus oídos, en la espera de Robert.
Fue uno de esos días lluviosos que el volvió.
Casi temió que terminara bajo las fuertes olas como la pareja sobre el lienzo. Que los dioses decidieran llevárselo y devolverlo con la mente revuelta como Caramanchada.
Pero el hombre que traspaso las puertas de la fortaleza bajo la lluvia no era el tonto que hablaba con acertijos.
Era su hermano mayor. Su señor como decía frecuentemente Talya. Tan alto e imponente como siempre sin importar los chubascos que lo atormentasen.
“Bastión de Tormentas es tuya, hermano” exclamo en una reverencia su hermana. Talya en el vestido dorado y negro de la abuela Rhaelle. Talya con las gotas de lluvia mojando su espeso cabello negro. Talya que se encontraba fría bajo la inclemencia del tiempo. Talya quien no flaqueo en ningún momento cuando entrego el castillo a su Señor.
Su hermana que no espero ser atraída a los brazos de Robert.
“¡Espero que hayas preparado una buena comida caliente y vino del rejo! ¡Nada de esos jugos de limón!”
“Robert-”
“¡Suficiente de formalidades, no arruinemos el vestido de la abuela bajo la lluvia!”
“¡Robert!”
“Lo has hecho bien hermana”
“Robert…”
Fue cuando su hermano puso sus ojos en el, que el corazón de Renly saltó como un conejito. Ver los ojos del hombre en el retrato cobrar vida sobre el rostro de su hermano, lo más cercano que tendría del fantasma de Steffon Baratheon. Esos orbes azules tormentosos que lo miraban fijamente. Padre…
Levantando sus cortos brazos para ser recogido, Renly soltó una risa infantil cuando Robert lo hizo rebotar en el aire como cuando era un niño más pequeño. No podría importarle menos mojar su atuendo cuando sentía que podía alcanzar las nubes blanquecinas con sus dedos regordetes.
Esa noche Renly se llenaría la barriga de todos los platos del festín por el regreso del Señor Supremo de las Tierras de las Tormentas. No podía estar más rebosante de alegría por su regreso seguro.
Robert se iría dos veces en el turno de una luna
Primero hacia a Refugio Estival. Tres señores tormenteños se habían unido a la causa del Rey loco y planeaban atacar Bastión de Tormentas.
Robert los derroto uno por uno en un solo día.
Renly solo podía esperar para ser un guerrero como lo era su hermano mayor.
Por segunda vez, luego de arrastrar los estandartes derrotados de los señores Fell, Cafferen y Grandison en la mesa redonda y atraerlos a su propia causa; Robert se dirigió hacia el norte.
“Talya, te dejo a cargo, necesito unirme a las huestes de Jon y Ned. A estas alturas ya debieron traer a nuestra causa a los Tully. Partiré en 1 semana, esas escorias endogámicas no sabrán que los golpeo.”
“Robert ¿Estás seguro? No me cegare y hare la vista gorda cuando se que es posible que en caso de un conflicto, la guarnición socavara mi autoridad contra mi solo por no tener una polla.”
“Eres la dama de Bastión de Tormentas. Eres más su señora que yo. Todos ellos te conocen desde que eras más pequeña que el revoltoso de Renly ¿no te crees capaz de resguardarlo?”
“¡Defenderé el castillo incluso si es necesario vestirme con una cota de malla y comandarlos yo misma a la batalla! ¡Bastión de tormentas es mi hogar, no permitiré que ningún señor pomposo profane los salones de mi difunto padre!”
“¡Entonces de que tienes miedo por una mierda mujer!”
“¡De todos! ¡No puedo confiar en que nos arrojaran a los leales al rey loco por sus vidas! ¡El también lo quiere! ¡Nadie desea morir quemado vivo Robert! ¡Yo me lanzaría con gusto a los fuegos si eso significara que no se acercase a Renly!
.
“¿Es por Renly?”
“¿Por quién más seria?”
“¿O no lo sé? ¿Tal vez tú querido hermano mayor? ¡Me rompes el corazón hermana, saber a quién elegirías en caso de vida y muerte! ¡Y maestre Creseen, le darás un infarto al pobre viejo, ni siquiera lo nombraste!”
“¡Robert! ¡No es momento de tus bromas!”
“¡Esta bien! ¡Está bien! Pero no me retracto de mi orden.”
.
“No confió en nadie más”
“¿Es esa acaso una orden de mi hermano o de mi Señor?”
“¿Acaso eso importa?”
“... No”
“Talya…”
“Entonces se hará. Guardare Bastión de Tormentas hasta que regreses, mi señor. Lo protegeré como lo he hecho desde que nuestros padres murieron, cualesquiera que se atreva a atacar, se verá bajo el acero de mi justicia y pobre de la condenada alma que crea que puede herir a Renly bajo mis narices.”
“Mi señora hermana –
“Te lo prometo Robert. Lo juraría bajo el Bosque de Dioses o la estrella de los Siete, pero ambos sabemos cuánto me importan los Dioses”
“Lo harás bien Talya”
“Por Renly”
“Renly”
“Renly”
“¡Renly!”
-¡Renly!-
Renly se despertó bruscamente. Miro desorientado en donde se encontraba, si recordaba bien había estado esperando fuera del solar de Talya a que terminara su trabajo. Quería preguntarle cuando Robert volvería.
-¡Me asustaste tonto!-exclamo angustiada su hermana. Sus largos dedos limpiando su boca con su pañuelo. Los ojos opacos y el cabello quebradizo por el hambre solo hacían que su ceño fruncido por la preocupación la hiciese ver más débil.
-¿Vomitaste?-pregunto Talya levantándolo. Atrás quedaron sus fuertes brazos, solo su familiar toque le confirmaba que se trataba de su hermana y no su niñera quien lo sujetaba.
-¿Eh?-grazno Renly, la cabeza le daba vueltas y vueltas. Sabía que no tenía que haber comido tan rápido como dijo el maestre Creseen, pero había tenido tanta hambre…
-Me duele la barriga.-menciono de repente.
-No te duermas, te daré una sopa que asentara a tu estomago. –respondió mientras que aceleraba su paso hacia las cocinas.
La sensación del hambre aun corroía los pasillos del castillo. Renly lo veía en los rostros de los guardias fatigados, los sirvientes con la piel cetrina, el silencio sepulcral de una guarnición que aun se recuperaba de casi un año de asedio.
Las cocinas que se vieron desprovistas del apreciado alimento, se llenaban lentamente con la llegada de las tropas norteñas que se quedaron esperando la llamada de Lord Stark. Lady Lyanna seguía desaparecida.
Sentándolo en la mesa, Talya sirvió ella misma de la gran olla de sopa de vegetales un plato para Renly. Estaba lista para darle de comer como un bebé cuando las cocineras se agruparon detrás de Talya.
-Mi señora.- dijo la criada. Tara recordó Renly. Luego del asedio todos dentro del castillo se conocían entre ellos.
-¿Si Tara?- respondió Talya. Le estaba dando de beber un vaso de agua para sacar el mal sabor del vomito.
-Los norteños preguntan cuantos días más comerán solo sopas. Que la hospitalidad de la dama de Bastión de Tormentas deja mucho que desear.
-Si ya no desean comer más sopas, pueden venir y preparar sus comidas ellos mismos. Tengo a la mitad de la guarnición medio muerta de desnutrición.
-¡Pero mi señora! Sé que no es mi lugar aconsejarle, pero ¿Qué dirán los norteños si no encuentran satisfactoria la recibida del castillo del nuevo rey?-intentó objetar la cocinera.
-Que está por debajo de ellos presionar una casa que acaba de soportar un asedio de casi 1 año. Me ocuparé de ellos yo mismo, no os preocupéis-dijo Talya, observando sus extenuados rostros-.Pueden descansar luego de servir la comida, no es necesario lavar los trastos. Después de todo, ya no hay ratas que roen los restos.-las despidió con una mueca irónica.
La espesa sopa de verduras se vio tan apetecible. Antes de que Renly se viera obligada a comer a su caballo favorito, sus niñeras y Talya batallarían para que terminara sus vegetales. El aroma que despedía le provocaba náuseas y sentía su boca salivar ante la expectativa de una comida caliente.
-Pequeños bocados por ahora-indicó su hermana-. El maestre Cressen dijo que nuestros cuerpos deben acostumbrarse a digerir los alimentos.
Talya le llevó tres cucharas a la boca cuando grabó porque se quedó fuera de su solar.
-¿Cuándo volverá Robert?
La cuchara se quedó a mitad de camino a su boca. Talya solo lo observe. Temiendo haberla molestado con sus preguntas, había estado tan cansada, Renly atrapó el utensilio con la sopa como los peces más grandes hacían con los pequeños. Sintió como una fina línea se escurría por la comisura de sus labios.
Avergonzado por comportarse como un bebé que no podía alimentarse por sí mismo y, su continuo parloteo sobre Robert, Renly lamento que sus mejillas se encendieran tan fácilmente como mencionó el tío abuelo Harbert.
-De eso quería hablarte-respondió Talya. Y empezó a limpiar su rostro con el pañuelo.
Podía sentir como sus huesudos de dedos trazaban sus mofletes desprovistos de carne y los huesos afilados que sobresalía ahora de su rostro infantil. Renly descubrió que tanto su hermana como la dama en el lienzo y él, compartían los mismos pómulos. Quién diría que tiene que morirse de hambre para notar un parecido entre ellas.
-Lord Stark me informo que nuestro hermano quiere que nos dirijamos a Desembarco del Rey cuando estemos listos.
-Entonces… ¿mañana nos iremos?-pregunto esperanzado.
-Por supuesto que no. No te llevaré medio niño, medio esqueleto a nuestro hermano el rey-resoplo exasperada-. La guerra aún no termina. La reina Rhaella se encuentra en Rocadragón junto a una leal guarnición con su hijo Viserys haciendo quién sabe qué y la prometida de Robert aún no aparece.
-Robert… ¿Es ahora un rey?-preguntó confundido.
Qué raro. Cuando su hermano partió a la guerra, era solo el Señor de Bastión de Tormentas y ahora era el Rey de los Siete Reinos. Tal vez, si Renly se fuera podría volver como un contrabandista como Ser Davos y navegar por todo el mundo vendiendo melocotones. Se llevaría a Talya y, con un poco de suerte, ella volvería siendo su madre.
Parecía que los siete de arriba le sonreían al más pequeño de los hermanos Baratheon.
-Sí, y como los hermanos del nuevo Rey, es nuestro deber actuar según sus órdenes. Así que no quiero oír ninguna queja de que te quieres ir de inmediato -expresó Talya severamente, sus manos sujetando sus hombros-, no nos iremos hasta que hayas ganado algo de peso.
-¿Me estás escuchando a Renly?
Renly solo sonrió.