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La luz del sol entra por mi ventana deslumbrándome; olvidé cerrar las cortinas durante la noche, otra vez. Intento abrir mis ojos hinchados y pego un salto para jalar la tela de lino y cubrir la ventana para luego envolverme nuevamente en la oscuridad.
Cuando vuelvo a enrollarme en las sábanas alguien golpea mi puerta.
—¿Boe? —Pregunta una voz conocida, Aiden.
—¿Qué quieres, cabrón? —escupo.
—¡Vaya! ¡Qué humor! Sólo quería avisarte que los de segundo están sirviéndose el desayuno. Será mejor que te pares o te quedarás con las sobras, otra vez.
Escucho sus pasos alejarse.
Rememoro qué ropa limpia tengo disponible para ponerme, cosa que hago en menos de dos minutos, luego cepillo mi cabello, que, cómo cada mañana queda totalmente esponjado así que me pongo un gorro y observo con detenimiento mi reflejo en el espejo del baño.
Juraría que ayer no tenía estas ojeras, pero ¿Qué más da?
Mientras camino hacia el comedor escucho cómo todos golpean la mesa al ritmo de su estúpido coro de "Sube, sube, sube". Son todos una bola de idiotas.
Al momento que tomo un plato y me sirvo algo de fruta, escucho a Deuz hablar de cómo metió a una chica a escondidas a su cuarto y, a todos los residentes de su piso declarar que escucharon "todo". ¿Y qué es "todo"?
Sexo.
Esta es una tradición estúpida en la que cada que alguien tiene algún tipo de contacto sexual con una chica, está prácticamente obligado a contarlo a todos en la residencia durante las comidas. Estúpido. Todo esto es estúpido. Me siento, ignorando el bullicio de todos y añorando inmensamente el silencio de mi cama.
—¿Y usted, Príncipe Boe? — Me pregunta alguien que vagamente conozco. —¿Cuándo invitará a alguna chica?
—No estoy interesado en esas cosas. —Respondo sin apenas levantar la mirada de mi plato.
Sigo masticando a pesar del coro de abucheos primales de todos en la mesa.
—¡Oh, claro! —se mofa Oxy Belmonte — Estos intereses de plebeyos son demasiado banales para el Príncipe Coronado.
Suelto un chasquido con la lengua; decido no contestarle a pesar de morir de ganas de hacerlo. No tiene caso y no creo que sea algo que yo deba decir. Aunque llegué tarde, termino de comer antes que todos y camino hacia mi habitación rápidamente para buscar mi toalla y ser el primero en las regaderas. Desgraciadamente, al ser el primer día, estoy obligado a usar el uniforme de la escuela y más aún teniendo en cuenta que hoy tendremos la visita de mis padres.
Nuestro instituto está basado en el modelo académico de Hillerska, un internado en Suecia; donde asisten mayormente los hijos e hijas de familias importantes del país; ya sean políticos, empresarios y, por supuesto, la familia Real; aunque no en su totalidad. Supongo que es alguna manera enfermiza de ponernos "entre iguales". Dentro del campus existen algunas residencias donde se alojan los alumnos, en los cuales nos proporcionan todos los servicios, incluidas las comidas.
Por lo general se les da prioridad a los alumnos de tercer año; les damos privilegios como servirse comida antes que todos, duchas exclusivas, permisos para salir del plantel y, como algo más interno, se les permite asistir a fiestas que ellos mismos organizan. Es algo que los alumnos deciden o no hacer, pero supongo que nos importa muy poco como para oponernos.
No es precisamente obligatorio para mi familia que asista a este instituto, pero ha sido así desde mi bisabuela, seguida por mi abuelo, mi madre y ahora yo. De hecho, mis padres se conocieron aquí. Cliché. De cualquier forma, una visita del Rey de España y la Reina Consorte junto con la Princesa Camila, mi hermana, es algo importante aquí.
Creo que es claro quién decidió los nombres de los primogénitos de La Realeza. Al ser yo el primer hijo varón de la familia, Papá decidió darle gusto a mi madre y la dejó decidir mi nombre: Boe Barceló. Honestamente, ¿Quién se llama "Boe"?
Claro, supongo que Mamá buscaba un nombre igual de original y delicado como el de ella: Brigitte Barceló. No voy a negar que suena bien; y por supuesto, el Rey, Antonio Barceló llamó a mi hermana "Camila", simplemente "Camila". Supongo que gané al tener el nombre más corto, pero preferiría un nombre más común, menos... monarca. Ya es suficiente con el apellido.
Salgo de las regaderas con el cabello aún mojado, algunas gotas de agua caen directamente sobre mi playera de Fall Out Boy; Papá dice que no debo usar nada de ropa con estampados de bandas o marcas en público para evitar malentendidos, pero sinceramente no podría importarme menos.
Ya dentro de mi cuarto, me pongo una toalla en la cabeza para evitar mojar el uniforme perfectamente planchado y me veo al espejo otra vez mientras cepillo mi cabello. Aun puedo notar las ojeras.
Voy al gran comedor donde ya se encuentra mi familia sentada esperándome. No puedo evitar detectar la sonrisa fingida de la directora mientras les acerca más tapas —un platillo típico — a mis padres quienes, para mi sorpresa, sí están comiendo.
Al verme, Cami corre hacia mí repitiendo muchas veces mi nombre. La última vez que la vi era más bajita, creció al menos unos cinco centímetros y su cabello lila se ve también más corto.
Mis padres desvían la atención de la directora hacia mí y casi puedo escuchar sus quejas sobre algo de mi apariencia, como siempre.
—Boe... Tu cabello, te pedí que lo cortaras. —expresa mi padre con decepción. Mi madre aprieta suavemente su mano antes de dirigirse a él.
—Boe casi cumple dieciséis años, cariño. Hay que darle un poco de libertad. — Papá se frota las sienes con la otra mano y asiente, rendido. Con ese último ademán, vuelven a su conversación con la directora.
Cedo a los suaves jaloneos de mi hermana para que me siente junto a ella, quien de inmediato se arrodilla en su silla para acomodarse frente a mi y comenzar a hacerme delgadas trenzas adornando mi cabello.
—Es injusto que tu cabello se acomode tan bien y sin esfuerzo. A mí me lo tienen que planchar cada mañana. — comenta mi hermana.
Me giro suavemente para mirar los hilos lila que adornan su cabeza. Le llega a los hombros y es ligeramente más largo que el mio. La conversación se interrumpe con el sonar de la campana, avisando que es hora de dirigirnos a la antigua capilla de la escuela donde la banda le dará la bienvenida a un nuevo año dentro del internado.
Poco a poco, salen todos los del grupo sin que nadie destaque en lo absoluto hasta que alguien finalmente capta mi atención. El guitarrista principal de la banda acomoda su instrumento entre sus manos. Es un chico de estatura similar a la mía, tiene la piel morena acendrada y cabello azulado que, con el reflejo de los rayos del sol, parece tener sutiles notas verdes. Me parece que lo he visto antes en el comedor de mi residencia, sin embargo, rara vez miro a mi alrededor o interactúo con alguien que no sea mi mejor amigo, Aiden.
Lo observo de reojo mientras pongo mi atención al profesor de música dando órdenes al chico de la batería y la chica del bajo. Un acorde de guitarra se abre paso entre todos los murmullos y efectivamente, es ese chico. No puedo evitar fruncir el ceño ante el interés que siento hacia ese guitarrista.
Mientras la banda comienza a tocar y puedo ver que el de pelo azul es el único que realmente tiene presencia en ese escenario; si bien, los demás integrantes son muy buenos, es el único que parece disfrutar lo que hace; o al menos eso hace ver.
Radio GaGa es la canción que eligieron para abrir, lo cual me parece adecuado y no tiene que ver con el hecho de que ame Queen. Esto es algo que agradezco de este instituto, contrario a Hillerska, no tuvimos que luchar para agregar otras canciones para presentar en eventos importantes; de hecho, el evento principal es la banda y no exclusivamente un coro como en Suecia.
En la única visita a Hillerska que hice con mi familia, tuve la suerte de presenciar la primera vez que se presentó el nuevo himno de la escuela en un evento; al parecer escrito por un alumno del instituto. Con ese recuerdo en la mente, pongo atención a lo que todos tocan.
Tuve cierta educación musical para poder llamar "integral" a mi formación académica, entonces sé un poco de algunos instrumentos pero me centré en estudiar guitarra. Quizá por eso tal chico capturó mi atención. Tiene años que no tengo práctica, después de un tiempo de sentirme total y completamente apasionado con el instrumento, perdí el interés en ello. Como con todo.
La siguiente canción es una que no logro reconocer, pero que parece ser especialmente disfrutada por aquel adolescente ya que deja salir una media sonrisa.
Y finalmente, el coro hace su aparición para acompañar únicamente al chico de la batería junto con esta persona que me parece que conozco; luego, él toma una guitarra acústica que le tiende el profesor de música y después de afinar comienza a rozar las cuerdas haciendo un arpegio —Notas de un acorde que en lugar de tocarse al mismo tiempo, se tocan una por una.— en... ¿Fa?
El coro comienza su parte cada vez aumentando más el volumen, la batería entra con un ritmo lento y constante antes de darle espacio al chico de la guitarra para tocar unos acordes que por fin son conocidos, el himno de la escuela. Casi sin darme cuenta, mi piel comenzó a erizarse; abro mucho los ojos centrando mi atención en los dedos de aquel estudiante, sus manos se mueven con una agilidad y a la vez suavidad que jamás había visto en nadie con el instrumento; es como si la canción moviera sus dedos y no lo controlara él.
Mis ojos comienzan a mojarse de forma inexplicable, bajo rápidamente la cabeza intentando entender qué sucede pero no encuentro ninguna respuesta. Cuando decido volver a subir la mirada, la canción está por terminar; es solo cuando llevo a cabo dicha acción que me doy cuenta, él me está viendo. Logro sostener su mirada unos segundos antes de sentirme profundamente apenado sin razón, y miró a otro lado.
Todos aplauden la presentación y durante todo el discurso de la directora tuve en la mente aquellos ojos verdes que se posaron en mi hace un momento, los que me dejaron con más dudas que respuestas.
