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Sirius estaba trasladando sus objetos personales de la casa de los Potter al piso que le había dado su tío Alphard, a quien le habían detectado una enfermedad incurable y se pasaría el resto de lo que le quedaba de vida viajando.
James se había ofrecido a ayudarle, pero había quedado con Lily y aunque le había dicho que podía cancelar la cita, Sirius no se lo permitió. Sabía cuan importante eran para James sus pequeños avances con la pelirroja y deseaba que su amigo fuera feliz después de lo mucho que lo habían ayudado él y su familia. Por lo que quería causarle el mínimo de molestias posibles. Así que decidió pedirle ayuda a Mckinnon.
Sirius y Marlene tenían una relación de tira y afloja. Ambos se vacilaban o molestaban constantemente y estaban enamorados, al igual que Lily y James. Pero mientras que James proclamaba por los cuatro vientos su amor por la pelirroja, Sirius era demasiado orgulloso para declarar su enamoramiento por la rubia. Además de que todo el romaticismo le parecía una enorme cursilada; y a Marlene también. Y esa era otra. Jamás se llamaban por el nombre, siempre por el apellido. Pero sabían que podían contar el uno con el otro para lo que necesitarán. Y eso hizo Sirius; llamar a la rubia mediante la red flu para que le ayudara a preparar su piso.
Sin dobles intenciones, tuvo que aclarar al ver la cara que puso la rubia.
…
― ¿Dónde pongo estás cajas, Black? ― Marlene se acercó al azabache levitando unas cajas a su alrededor.
Sirius leyó la etiqueta que había en ellas "Quidditch" y le señaló la habitación que estaba a su derecha. Marlene entró y dejó las cajas allí, habían quedado que ella no colocaría el contenido, pues eran los objetos personales de Sirius y su casa. Ella solo llevaría las cajas a las habitaciones.
Mientras, el pelinegro levitaba unas cajas con las que iba hacia el dormitorio. La habitación estaba limpia, como el resto de la casa, el tío Alphard le habría ordenado a su elfo doméstico que lo dejara todo limpio para la llegada de Sirius. Así que con un movimiento de varita, colocó las sábanas; hechizo que le enseñó la señora Potter.
― ¿Quieres? ― Marlene estaba apoyada en la puerta liándose un cigarro, encendiéndolo y llevándoselo a la boca soltando una pequeña calada.
Black asintió y extendió la mano. Marlene, lio otro cigarro, lo encendió con la punta de la varita y se lo dio.
Ambos echaron una calada, acto seguido Black abrió la caja que contenía sus calzoncillos y los colocó en el primer cajón de la cómoda. Hizo lo mismo con los calcetines.
― Ya están todas las cajas en las habitaciones. Solo te queda colocar lo que hay dentro.
― Bien. Gracias, Mckinnon. ― agradeció el sangre pura mientras sacaba los pijamas de una caja y los guardaba en el armario.
Marlene se acercó a ver algo que le llamó la atención.
Los pantalones estaban muy gastados mientras que la parte de arriba del pijama estaba casi nueva.
― No duermo con la parte de arriba del pijama ― aclaró el ojigris.
― Que curioso. En mi caso es al revés. Solo uso el jersey del pijama.
La rubia sonrió y se tendió en la cama echando otra calada de hoja de mandrágora.
Sirius terminó de colocar todo el contenido de las cajas en la habitación y se tendió en la cama al lado de la rubia.
― Una habitación menos, Black. Te quedan muchas más. ― rio Mckinnon.
Black bufó. Por mucho que su tío fuera tan rebelde como él, era un miembro de clase alta de pies a cabeza. No viviría en una casa pequeña.
Cuando terminaron de fumar sus cigarros, los hicieron desaparecer con un movimiento de varita.
Se giraron. Se podía ver el brillo en los ojos de ambos deseando tener contacto físico.
Empezaron a besarse. Primero eran besos cortos, que pasaron a ser con lengua, agarrándose de las nucas para acercarse más.
Marlene se puso encima de las caderas de Sirius, notando el bulto que se le estaba formando en su entrepierna. Mientras que el Gryffindor no perdió el tiempo, quitando la camiseta a la rubia dejándola en sujetador. Lejos de remilgarse, Marlene le quitó su camiseta al pelinegro. Siguieron los besos, con Sirius en las manos del culo de Marlene.
Se quitaron los zapatos y los calcetines.
Marlene empezó a desabrochar el pantalón de Sirius, notando como el bulto en la entrepierna del chico se iba haciendo más grande. Una vez hecha la labor, ella se apartó y dejó al chico quitarse sus pantalones, mientras ella se quitaba los suyos; quedando ambos en igualdad de condiciones.
Volvieron a besarse, esta vez con una mano en la nuca del otro, para acercar más sus bocas, Sirius iba tocando los pechos de Marlene. Ahora el izquierdo, ahora el derecho. Marlene apretó con la otra mano la entrepierna de Sirius y moviendo la mano cerca del glande, haciendo soltar pequeños gemidos al chico.
Sirius interrumpió los besos para quitarle el sujetador a Marlene y poder ver sus senos en todo su esplendor. Vio que los pezones de ella estaban duros, como los de él, así que acercó la boca a una de sus tetas y chupó el pezón, haciendo gemir a la rubia, que arqueó la espalda. El chico rio ante la reacción de ella, hizo lo mismo con el otro pecho, volviéndose a repetir la reacción de la chica.
Tocó las bragas y vio que ya estaba mojada.
Marlene estaba tocando el pecho del chico cuando él le agarró los brazos para interrumpirla.
Le preguntó si quería seguir como hasta ahora o quería que la penetrara.
La chica se lo pensó un momento y accedió a que la penetrara.
Ambos sonrieron, pues querían lo mismo.
Sirius bajó las bragas de Marlene hasta las rodillas y mientras ella terminaba de quitárselas, él hizo lo mismo con los calzoncillos. El chico se tumbó y ella se puso a horcajadas encima de él. Empezaron las embestidas. La chica levantó la cabeza soltando enormes gemidos y él la sujetaba de las caderas, mientras miraba su cara y sus pechos, que se movían arriba y abajo. Marlene agarró de los hombros a Sirius y vio su cara. Ambos lo sabían, no aguantarían mucho más. Pero querían llegar al orgasmo a la vez.
― No... creo... que pueda… aguantar… mucho más… ― susurró la rubia entre gemidos.
― Espera.
Sirius aumentó la intensidad de las envestidas, notando que ya le salía el líquido preseminal. Los gemidos de ambos también aumentaron y…
Ambos arquearon la espalda, llegando al orgasmo.
Una vez terminado, Marlene se tumbó al lado de Sirius.
Mientras su pulso y su respiración regresaban a la normalidad, se quedaron mirando el techo.
― Me dijiste que no había segundas intenciones. ― bromeó ella.
― Y no las había. Simplemente ha ocurrido. ― sonrió. ― ¿Te arrepientes? ― preguntó.
― No. ― contestó de inmediato. ― ¿Y tú?
― Tampoco. ― respondió completamente segura de su decisión. Giró la cabeza hacia la ventana. ¿Qué hora sería?
― Deberías volver a casa. Tus padres estarán preocupados.
Conocía a los aurores Mckinnon. Siempre habían sido muy sobreprotectores con su única hija. Era normal. Los aurores se ganaban muchos enemigos y más ahora con El-que-no-debe-ser-nombrado, que cada vez tenían más seguidores. Era muy común entre los enemigos de las fuerzas del Orden vengarse lastimando a los seres queridos de los aurores que los habían metido en Azkaban.
Ella asintió. Se levantó y recogió su ropa. Se vistió, delante del chico y se fue después de dedicarle una sonrisa. Él se quedó un rato más en la cama, desnudo, pensando en lo que había sucedido.
Ese día tuvo consecuencias en ambos, sus vidas cambiaron drásticamente nueve meses después. Pero ambos seguían sin arrepentirse de lo ocurrido.