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Efecto Mariposa

Summary:

Herido y molesto, Will Graham anhelaba una vida tranquila lejos de quienes lo acusaron y despreciaron. En lugar de confrontar a Hannibal Lecter, decidió tomar a sus perros y huir de Wolf Trap sin avisar a nadie después de salir de la cárcel.

Hannibal no estaba feliz con esa decisión. Encontrará a Will y lo traera de vuelta a su lado, esperando que su amado aún pueda perdonarlo.

Notes:

Efecto mariposa, explicación

"Si imaginamos dos realidades paralelas que inicialmente son idénticas, y en una de ellas ocurre un pequeño evento aparentemente insignificante, como el aleteo de una mariposa o una mínima variación, estas dos realidades comenzarán a divergir. Cada una responderá de manera única a ese cambio sutil, desencadenando una serie de eventos impredecibles y evolucionando por caminos completamente distintos e imprevisibles".

En vez de confrontar a Hannibal, Will decide huir

Esta historia tendrá capítulos desde la perspectiva de Will y Hannibal, quizá uno y uno. Déjenme saber sus opiniones, gracias.

Chapter Text

Cuando finalmente se quedó solo en su casa, sin nadie pudiera verlo, Will se dejó caer de rodillas en el frío piso de madera. Los perros corrieron hacia él de inmediato, y Will abrazó al primero que llegó, Max, enterrando su rostro en su pelaje.

No había podido apreciarlo antes, pero el pelaje de sus perros era lo más suave que había sentido desde que estuvo en la cárcel, de la que apenas salió unas horas antes.

Max olía a casa, a seguridad, a todas las cosas que Will había temido haber perdido para siempre. La sensación era tan acogedora, tan reconfortante, que Will no pudo evitar que las lágrimas empezaran a emerger. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas en silencio, empapando el pelaje del perro.

Los otros perros, alertados por su llanto, se acercaron aún más, moviendo sus colas y tratando de consolarlo con su presencia. Buster se acurrucó junto a Will, mientras Ellie intentaba lamerle la cara.

La presencia de los perros se convirtió en un bálsamo para el alma de Will, recordándole que, a pesar de todo, no estaba completamente solo.

El peso de la traición y el miedo, parecía más soportable con sus perros a su lado

Will pasó meses en prisión hasta que finalmente fue liberado ese mismo día. Alana había traído a sus perros y se había ido unos minutos atrás. Verla lo hizo sentir una mezcla de rabia y tristeza. Ella lo miraba con rencor, como si no fuera ella quien estuviera saliendo con un asesino en serie.

Desde que conoció a Hannibal Lecter, la vida de Will se había desmoronado por completo. No lo consideraba exactamente su amigo, pero confió en él, y así terminó en la cárcel, acusado injustamente, alejado de su familia (sus perros) y lanzado a una celda fría a manos de Chilton y Matthew.

El dolor de haber sido ignorado y traicionado por aquellos en quienes confiaba era un peso que lo aplastaba. Will había intentado ayudar, había intentado hacer las cosas bien, pero solo lo fue ignorado, y todos prefirieron escuchar a cualquiera menos a él.

Optaron por confiar en Hannibal en lugar de en Will, depositando su fe en un extraño en vez de en un agente de la ley.

Hannibal no solo jugó con él, lo manipuló cruelmente. Hizo que su mente ardiera por la encefalitis simplemente por pura curiosidad, pudiendo haberle causado un daño permanente. Le dio cuerda a un muñeco y lo dejó caminar, observando con deleite sádico mientras tropezaba y caía.

Por un tiempo, Will realmente creyó que algún día Hannibal podría ser su amigo, o lo más cercano a uno. Hubo momentos en los que Will sintió una conexión genuina con Hannibal, una chispa de comprensión mutua que iba más allá de las palabras. Pero todo eso fue falso, fue una manipulación por parte de Hannibal, utilizada para acercarse más, para retorcer la mente de Will y observar con morbosa fascinación cómo se desintegraba.

Mientras estaba en prisión, los recuerdos de sus interacciones con Hannibal se convertían en pesadillas recurrentes. Cada conversación, cada gesto amable, ahora teñidos con la amargura de la traición. Era doloroso darse cuenta de cuánto había sido manipulado, cuánto había confiado en alguien que solo quería verlo caer.

Will se puso de pie y se secó las lágrimas. Observó a su alrededor, sintiéndose vulnerable ante la posibilidad de que el pasado regresara para atormentarlo. En cualquier momento, Jack podría aparecer, exigiéndole que revisara una escena del crimen, indiferente a lo que Will había pasado. Alana también podría regresar, ofreciendo su lastima.

Y Hannibal... Hannibal podría aparecer. ¿Qué haría él entonces? ¿Se burlaría de él? ¿Intentaría jugar con él de nuevo, como lo había hecho antes? La incertidumbre de su presencia era una amenaza constante que colgaba sobre la cabeza de Will.

Después de tomar una ducha reconfortante para aliviar la tensión de su cuerpo, decidió ordenar una pizza a domicilio. Conocía un local cercano a la gasolinera más próxima que accedía a entregar comida hasta su hogar en Wolf Trap, y a veces incluso algunos suministros básicos.

Una vez que la pizza y la comida para los perros llegaron, Will se acomodó frente al televisor junto a sus fieles compañeros, disfrutando de la cena mientras los perros, después de saciar su propio apetito, devoraban los bordes de la pizza. La calidez del hogar y la compañía de sus leales amigos peludos le ofrecían un pequeño refugio en medio de la tormenta que era su vida.

La pizza sabía deliciosa, más de lo que Will recordaba. No había comparación con el pan duro de la prisión o la sopa grumosa grisácea y rancia que solían servirle en ese lugar. Cada bocado de la pizza era un regalo para su paladar, una explosión de sabores que le recordaba la libertad y la normalidad que tanto había anhelado.

Cuando llegó la noche, Will salió a pasear con los perros, lanzándoles un palo de vez en cuando mientras ellos correteaban en la nieve. Observó cómo jugaban entre ellos, su aliento condensándose en el aire frío de la noche, creando pequeñas nubes que se disipaban con cada respiración.

La idea de ir a la casa de Hannibal para enfrentarlo llegó a su mente; la había estado considerando durante todo el día. Iría personalmente a poner fin a Lecter.

Sin embargo, al ver a los perros jugar entre sí, persiguiendo una ardilla despistada y unas mariposas, se dio cuenta de algo.

Quería matar a Hannibal, deseaba acabar con el Destripador, pero estaba muy cansado para hacer eso. Will se sentía abrumado, exhausto hasta el punto en que su sed de venganza y resentimiento eran sofocados por el peso de su fatiga. Solo quería dormir, sumergirse en un sueño reparador y encontrar la paz que tanto ansiaba.

Regreso a casa junto a los perros. Cambio las sabanas de su cama y se acostó a dormir con los perros acurrucados a su alrededor, buscando consuelo en su cálida presencia

Estaba tan agotado por lo que había sucedido y al ser su primera noche fuera de prisión, pensó que se dormiría rápidamente, pero eso no paso.

Se sentía incómodo, su mente agitada por la ansiedad de lo que la noche podía traer. Temía que la policía cambiara de opinión y lo arrestara de nuevo, o que Jack apareciera para arrastrarlo a otra escena del crimen, explotandolo laboralmente sin importarle las consecuencias que Will pudiera sufrir.

No durmió en toda la noche.

 

Pasaron dos semanas, y aquel sentimiento de incomodidad seguía aferrado a él. Will había esperado que con el tiempo se disipara, pero en lugar de eso, se intensificaba día tras día.

Su casa, que una vez fue su refugio, ahora se había convertido en una prisión claustrofóbica. No había ningún lugar donde pudiera correr o esconderse para escapar de esa sensación de opresión, de ese pensamiento constante de que ya no pertenecía allí.

Will se sentía observado constantemente, como si las sombras mismas del bosque lo acecharan. Aunque la encefalitis ya no lo atormentaba con su carga de alucinaciones, aún creía ver a esa criatura humanoide de piel negra, ojos blancos y astas retorcidas espiándolo desde los rincones. Sabía que era solo producto de su ansiedad, pero no podía evitar sentirse acosado por esa presencia fantasmal.  A pesar de todo, los perros permanecían tranquilos, lo que le confirmaba que su mente estaba jugando trucos con él.

Will sabía lo que tenía que hacer. Tenía que irse, alejarse de ese lugar, lejos de Baltimore. No podía quedarse, no después de todo lo que había pasado. Era hora de dejar atrás el pasado y buscar un nuevo comienzo en algún lugar lejano, donde pudiera encontrar la paz que tanto anhelaba.

Decidido, comenzó a organizar todo para irse.  Sabía que dejar a los perros sería lo más difícil, pero tenía que hacerlo, ellos merecían una vida mejor que la que Will pudiera ofrecerles.

Afortunadamente, su vecino más cercano, un hombre adulto acompañado de su hijo adolescente, a veces se encargaba de cuidar a los perros en su ausencia. El chico tenía una afinidad especial con los animales y Will confiaba en que los cuidaría con amor y dedicación.

Mientras hacía los arreglos pertinentes, Ellie lo observaba con atención, ladrando y moviendo la cola, como si intuyera lo que estaba por suceder.  Will apretó los puños y se mordió el labio inferior.

Era muy injusto. Hannibal ya le había arrebatado tanto de su vida, y ahora, ¿iba a obligarlo a abandonar también a sus queridos perros, a la familia que había formado con ellos? El pensamiento le resultaba insoportable

No podía llevarse a sus perros, aunque lo deseaba con todas sus fuerzas. Merecían un lugar estable y feliz, algo que él no podía ofrecerles en ese momento.

Pero no pudo dejarlos

 

Pese a las dificultades, Will finalmente logró hacer los arreglos necesarios. Vendió su coche y se ocupó de los trámites para obtener el dinero de la indemnización del FBI. Fue un proceso largo y agotador, pero unas semanas después, finalmente logró reunir todo lo que necesitaba para partir hacia su nuevo comienzo, lejos de Baltimore y de los fantasmas que lo atormentaban.

No se llevó mucho, dejó atrás la mayoría de sus posesiones materiales. Empaco sus pequeñas figuras de cerámica de perros junto con las fotos de sus perros. También guardo la foto de su graduación junto a su padre, quien sonreía con orgullo.

Los documentos importantes, como sus certificados y papeles médicos, encontraron su lugar en la maleta.

También se llevó algunas prendas de su ropa, aunque dejó la mayoría, usarla ahora solo le traía malos recuerdos, tendría que comprar nueva ropa una vez que se estableciera en su nuevo destino.

Su joven vecino se encargaría de vaciar la casa, llamaría a alguien para que se llevara los muebles. Le había permitido quedarse con lo que quisiera de la casa como un gesto de agradecimiento.

Aunque Will abandonaba la casa, el terreno seguía siendo suyo. No podía venderlo, ya que estaba cargado de recuerdos que aún no estaba listo para dejar atrás. Era un pedazo de su pasado que guardaba celosamente, quizás con la esperanza de algún día regresar

Imaginaba el día en que pudiera regresar al lugar que había sido su refugio contra el mundo: su pequeña cabaña. En ese retorno, en ese mundo aparte, estaría lejos de la influencia de Jack, Alana o Hannibal. Esos nombres no tendrían poder sobre él. Era un pensamiento reconfortante, una luz en la oscuridad de su incierto futuro.

—Nos vamos, chicos… No sé a dónde vamos, pero yo los cuidaré. No tengan miedo —dijo Will con voz suave, mientras colocaba su collar a Buster

Los perros lo siguieron afuera, confiando en su líder para guiarlos hacia un nuevo comienzo.

Will había comprado la camioneta vieja de su vecino, no había sido muy cara y era espaciosa. Will la encontró perfecta para asegurar la comodidad de sus perros durante el viaje y para proporcionarle un refugio temporal mientras buscaba un lugar estable para asentarse. Dejó su propio auto estacionado frente a la casa, ya no lo necesitaba.

Antes de subir los perros a la camioneta, Will los llevó a dar un último paseo por los alrededores de la casa, permitiéndoles despedirse del lugar que había sido su hogar durante tanto tiempo.

No tenía un lugar fijo a dónde ir. Su primer pensamiento fue Luisiana, un lugar conocido y familiar donde sabía que tenía un refugio seguro mientras encontraba su propio camino.

Con una última mirada al que había sido su hogar durante tanto tiempo, Will arrancó la camioneta y se alejó, el ruido del motor rompiendo el silencio de la mañana.

No se atrevió a mirar atrás. Se obligó a mantener la compostura, negándose a permitirse más lágrimas o dudas en ese momento.

Aunque no podía deshacer el pasado, estaba decidido a forjar un nuevo futuro, lejos de las sombras que Hannibal había arrojado sobre su vida.

Si hubiera tenido un deseo, cualquiera, habría sido no haber conocido nunca a Hannibal Lecter