Chapter 1: Akaashi
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Akaashi había amado a Bokuto de forma adolescente e infantil muchos años antes. Bueno, tampoco tantos, pensaba Bokuto si consideraba que él ahora tenía veintitrés, estaba a punto de terminar su licenciatura de grado. Cinco años daban para mucho quizá…
— ¿Os conocías ya? — preguntó Osamu sin soltar la mano de su “novio”. Akaashi miró de reojo a Bokuto, sentado frente a él en aquel Denys cutre.
—Sí, del instituto — contestaron a la vez.
Todo parecía una casualidad absurda, quizá así era. No era como que el moreno fuera a darle más vueltas al asunto de lo que tenía. Pero una parte de él sentía aquella situación como un enredo del destino.
—Menuda causalidad — añadió Bokuto.
Y Akaashi Keiji no pudo evitar reírse, tapándose los labios con la taza de café negro que tenía en frente. Había cosas que no cambiaban nunca.
—Casualidad—le corrigió Atsumu sentado al lado del de pelo bicolor, que le miró con una sonrisa dulce.
Osamu y Akaashi habían empezado a verse hacía poco. Se habían conocido en un set de citas rápidas a las que Atsumu había obligado a Osamu a asistir.
El gemelo rubio, siempre con cierta facilidad, encontraba citas solo saliendo a la calle. Era propio de él, que hasta cuando no hablaba, algún o alguna interesada se acercara valiente a pedir su teléfono. De aquel modo Bokuto Kotaro, se había cruzado en su camino en un seven eleven y habían acabado quedando seguido. Salían desde hacía dos años y la cosa parecía fluctuar para bien.
Pero por lo que hacía al gemelo de cabellos plateados, ignoraba si algún chico alguna vez tenía la osadía de lanzarle ni una mirada furtiva ¿Le pedía el teléfono? Más de una vez, pero raramente contestaba a las llamadas si desconocía quién llamaba. Muchas veces era peor si sabía quién llamaba, pues miraba el teléfono con tedio esperando que se cansaran de llamar, para después mandar un mensaje escueto diciendo que no podía contestar en ese momento y que ya llamaría más tarde.
Por aquel motivo, Atsumu le había obligado a hacer aquel juego de las citas rápidas. Donde evidentemente, más de cinco chicos habían pedido su teléfono. Pero él solo se había interesado por Akaashi.
—¿Crees que en diez minutos podemos saber si hay química? — preguntó Osamu a Akaashi a los dos segundos de estar sentado frente a Keiji. Siempre le habían gustado los tipos con los ojos verdes, no se lo iba a negar. Pero una cosa era echar un polvo y otra conectar con alguien.
—No sé, en realidad creo que puede pasar— dijo Akaashi. Él estaba allí porque su editor le había obligado. Literalmente le había dicho que o llevaba una cita a la cena de empresa o estaba despedido. Aquella había sido su única idea—. A mí me pasó hace mucho tiempo, también es verdad que me gusta la literatura y en la literatura…
—Ah, eres un tío intelectual — le cortó Osamu. Le tenía fascinado, así que él también podía decir que la química se podía dar en diez segundos.
Akaashi sonrió.
—No,que va, solo trabajo para una editorial y escribo algunas cosas— se explicó. Osamu le contó que él estaba estudiando cocina. Quería abrir su propio restaurante.
Y aquello les llevó a otra cita y a otra, y a la cena de empresa. También allí, frente a Bokuto y Atsumu, de casualidad o por la causalidad.
—En una novela esto sería causal — le comentó Akaashi a Atsumu. Le acaba de conocer, pero se parecía tanto a Osamu que casi parecía fácil explicarle las cosas. Eran como dos gotas de agua.
Atsumu puso cara de haber mordido un limón, seguramente pensado en lo pedante que le parecía Akaashi, pero no dijo nada. Seguramente se lo diría más tarde a Osamu, “para un tío con el que sales y es insoportable”. Y Osamu le corregiría “No salimos, solo estamos quedando por si fluye”
Y lo cierto era que para Akaashi Keiji aquel encuentro, aunque nunca fue buscado, no era fruto de la casualidad. Su anhelo andaba detrás de aquel tipo alto de pelo blanco y negro con mirada dorada. Pero como tantas otras veces, sus palabras se ahogaban en un silencio que después escribiría en forma de novela. Novela que después publicaba bajo un pseudónimo femenino, por muy deplorable que fuera aquello. Sanjo Himari. Autora de novelas románticas que no era Sanjo Himari, era Akaashi Keiji.
Aquella noche, en el piso de Akaashi, Osamu preparaba la cena mientras Keiji buscaba su anuario de segundo. Bokuto lo había firmado, y salían juntos en la fotografía del equipo de voleibol.
—Fukurodani es una institución de alto standing, yo estaba becado por mis habilidades como acomodador y mis notas — Le explicaba Akaashi. Lo cierto era que había sacado buenas notas en el bachillerato. Podría haber optado por ir a la universidad, pero enseguida había logrado aquel trabajo como ayudante de editor, como la publicación de su primera novela llevándole a pensar que quizá no necesitaba ir a la universidad.
Sacó el anuario de una caja polvorienta que tenía acumulada bajo la cama de estilo occidental. La portada desgastada y las esquinas estaban algo estropeadas. Aquello había sido culpa de Komi, que había lanzado su refresco al aire cayendo sobre el anuario.
Osamu se acercó, con las manos sucias del relleno de carne de cerdo con especias y cebolleta para las gyozas que estaba preparando y miró una foto de un jovencísimo Akaashi.
—Eras un adolescente atractivo — mencionó acercándose a él y mordisqueándole la oreja con las manos alzadas y separándolas del moreno para no mancharle.
—Estás cocinado — mencionó divertido Akaashi pidiéndole que parase de intentar nada con aquel comentario.
Le gustaba que Miya fuera de esas personas que se dejaba llevar con facilidad. Se acercó y le besó en los labios superficialmente. Osamu le devolvió el beso para después continuar haciendo la cena.
Buscó la foto en la que salía con Bokuto y se la enseñó levantado el aunario por aquella página. Todos uniformados de blanco negro y dorado, casi podía recordar aquel nacional en el que casi ganaron.
— ¿Bokuto era el capitán y llevaba el 4?
—El as del Fukurodani siempre lleva el número 4, es una tradición.
Giró el anuario y lo miró de nuevo. Recordaba la primera vez que Bokuto y él se habían besado, en el último año de Kotaro. En las duchas. Todos se habían ido, y Akaashi había esperado a aquello porque quería ducharse sólo.Recordaba como al salir de las duchas, empapado, se acercó a su taquilla y le encontró sentado en el banquillo mirando a la nada.
— ¿Estas bien? — preguntó Akaashi, mientras acababa de secarse y organizaba su ropa.
—Sí, solo es que estoy un poco de bajona, ya quedan pocos partidos con vosotros y bueno... Me pongo megafonico — dijo aquel Bokuto adolescente.
— ¿Melancólico? — preguntó Keiji. Usualmente era Konoha quien sabía descifrar la palabra concreta a la que Bokuto se refería.
Para Akaashi era desconcertante verle de aquel modo, aunque sí era propio de él entrar en bucles emocionales de sube y baja, no tenía el mismo rostro de siempre. Terminó de vestirse y se sentó a su lado con el pelo aún mojado. Repasó con la mirada el perfil de Bokuto a contra luz. En aquel momento él ya tenía muchos sentimientos encontrados por él, siempre reprimidos y ocultos por el sobre pensamiento constante.
El destello brillante de los ojos dorados de Bokuto estaba grabado en la memoria de Akaashi. Tardó solo dos segundos más en lanzase a besarle dejándole sorprendido. La mano de Kotaro sujetabó su mandíbula, mientras que Keiji se mantenía sin moverse un ápice mientras su mente procesaba lo que estaba pasado.
— Tierra llamando a Keiji — escuchó la voz de Osamu devolviéndole al presente y arrancándole de aquel recuerdo— ¿Sigues entre nosotros?
— Sí, lo siento, a veces sobre pienso demasiado — sonrió Akaashi. Quizá por aquello él rehúya las citas, había estado mucho tiempo colgado de unos pocos besos mal dados en un vestuario de instituto.
Akaashi cerró el anuario. Todos aquellos recuerdos solo eran eso, recuerdos bellos para contar en alguna reunión de exalumnos muchos años más tarde todavía. Quizá el ya habría publicado algo sin pseudónimo, ni miedo a ser reconocido, quizá estaría casado con algún tipo guapo como Osamu, quizá…
Cenaron tranquilamente con música de fondo, charlando sobre los años que los dos habían jugado al voleibol en el instituto. La fama de los Miya bros no dejaba de ser algo conocido. Fukurodani también brillaba en Japón… Pero todo había acabado al graduarse. Tras ver un capítulo de juego de tronos, en la que Akaashi se horririzó por la pésima adaptación y Osamu aseguró que como producto cinematográfico no tenía por qué ser tan horrendo, el gemelo le besó con segundas intenciones.
La música de los créditos aún sonaba tras las respiraciones entrecortadas. Akaashi acarició los brazos de Osamu, para después pasar sus manos por su espalda mientras se sentaba sobre él. La boca del otro chico paseó de los labios de Keiji a su cuello, mordiéndole levemente cuando la mente de Akaashi le jugó una mala pasada. Un recuerdo del pasado, unos labios muy distintos mordían con un poco de más fuerza sobre su piel. Aquel recuerdo le encendió, haciendo crecer su erección pero frenándole en el movimiento. En aquel recuerdo vago, que cada vez cobraba más nitidez en su mente, las manos de Bokuto Kotaro eran las que se colaban en sus pantalones de un uniforme adolescente.
El Akaashi adulto tomó una bocanada de aire ante el contacto de Osamu quitándole la camiseta. Volvió a respirar hondo antes de besar de nuevo los labios de Miya, fijándose en sus ojos azulados.
— ¿Estás bien? — preguntó Osamu al verle algo retraído, o quizá solo diferente a otras veces.
—Estoy bien — aclaró Keiji desnudándole sin querer pensar más de lo necesario.
Aquello de no pensar era un reto para él, pero hacía ya mucho que había aprendido a hacerlo de vez en cuando. Porque la vida muchas veces requería más acción que pensamiento, lejos de lo que la gente te hacía creer ante la necesidad intrínseca de la inteligencia, que sin acción era banal vanidad.
Desabrochó su cinturón con simpleza, levantándose para retirarse los pantalones mirando a Osamu hacer lo mismo. Otro flash del pasado le asoló. Nunca se había acostado con Bokuto, pero le había visto desnudo centenares de veces… Más de una escondiendo el deseo real de tocarle, reprimiendo sus instintos por la situación, por la vergüenza, por el miedo. Un adolescente al final solo es un adolescente… Akaashi se mordió el labio y trató de centrase en Osamu, sentado frente a él.
Keiji sacó un preservativo de la cajita que tenía en la mesilla de café, y se lo puso ante la atenta mirada de Miya. Osamu se puso de espaldas a él, de rodillas contra el sofá, mirándole por encima del hombro. Sintió los brazos de Akaashi rodearle, su respiración sobre su cuello mientras con la nariz repasaba la forma de su nuca. Keiji levantó la cabeza para besarle despacio, mientras su pene rozaba los glúteos de Miya.
Osamu debía admitirle en algún momento a Atsumu que había tenido razón en aquellas citas, aunque tan solo hubiera sido por el sexo. No lo añoraba cuando no lo tenía, una paja en la ducha de vez en cuando podía ser suficiente, pero lo disfrutaba en el momento dejándose llevar. Gimió en las primeras embestidas, sintiendo el placer que le regalaban los movimientos del otro.
Akaashi le penetró repetidas veces, centrado en el momento presente antes de que su mente divagara de nuevo en la espalda de Bokuto. En cómo le gustaba al Keiji adolescente pasar las manos por todos los músculos, resiguiendo sus escápulas, marcadas y definidas, como su cintura… Al percatarse que pensaba de nuevo en aquel compañero de instituto paró en seco.
— ¿Akaashi? — la voz de Osamu era la voz de Osamu, pero su mente reprodujo la de Bokuto de forma absurda. No entendía qué diablos le pasaba y ¿Por qué le había llamado por el apellido? No tenía qué, si hubiera dicho Keiji jamás le hubiera pasado aquello…
—Todo bien, perdona — aclaró Keiji besándole bajo la oreja y sujetando las caderas de Osamu de nuevo para volver a tomar el ritmo.
El moreno mantuvo la mente fría, centrado en el placer de su propio cuerpo hasta casi el final del acto. Asustado de jadear un nombre lejano, mordió el hombro de Osamu, corriéndose abrumado de que su mente viajara de nuevo a imaginar el cuerpo de Bokuto.
Miya dejó escapar un leve grito de dolor, que sin embargo no cortó su propio placer, corriéndose también en un orgasmo intenso. Le miró de reojo, dejarse caer sobre el sofá con el rostro incómodo.
—Eso me ha sorprendido — dijo Osamu limpiando el semen del sofá y sentándose al lado de Akaashi.
—Ya, no sé en qué pensaba — mintió de forma casi involuntaria Keiji. Porque sí sabía en quién estaba pensado.
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—Estás deprimido — sentenció Atsumu al ver a Bokuto tendido boca abajo en su cama.
—No, yo ya no hago esas cosas.
—Esas cosas como ¿ser un ser humano? —preguntó Atsumu, dejándose caer al lado del otro. Repasó con sus dedos la espina dorsal de Bokuto hasta llegar a la nunca, donde empezó a masajearle el cuello con suavidad. Estaba tenso, lo notaba.
Kotaro se ladeó levemente a mirarle, con cierta cara de gusto por el masaje.
—He suspendido otra vez estadística y no sé qué hacer — anunció al fin el motivo de su disgusto.
Bokuto Giró sobre si mismo, poniéndose panza arriba y pensando en que ya estaba en cuarto curso y seguía arrastrando aquella asignatura de primer curso como una capa en su espalda, y no precisamente como un héroe.
—Pues le pedimos a Sakusa que te de clases otra vez y listos —Contestó Atsumu pensando en que a él le gustaba Sakusa. Le gustaba como le hablaba a Bokuto, Dándole órdenes y siendo muy claro y contundente.
Bokuto le miró con cara de cachorro apaleado. Él no odiaba especialmente a Sakusa Kiyoomi, pero ya le había hecho de profesor en tres ocasiones y...
—Es que me grita cuando no entiendo las cosas y mi cerebro se cierra más a aprender — se quejó el mayor. Las matemáticas no le entraban ni con colador, y cuando Sakusa hablaba de aquel modo aún se hacía todo más horrible y pesado.
Atsumu dejó escapar una risa divertida. Realmente aquellas escenas le parecían atractivas. Puso su mano sobre el pecho de Bokuto y le acarició hasta llegar a su abdomen. Se acercó a besarle y deslizó sus dedos desde la cadera de Kotaro hacia abajo.
—Atsumu — se quejó Bokuto con una voz infantil y le apartó la mano de encima mientras se incorporaba y evitaba aquel beso —. No es que no quiera que me toques, pero es que no tengo ganas...
—Pero ¿no decías que no estabas triste?
—Ya pero si soy un ser humano — Bokuto estaba en el punto del berrinche.
Estudiaba psicología, estaba sacando buenas notas en todo y tenía muchas ganas de poder graduarse, especializarse en niños con TDAH, TEA y otros trastornos que muchos profesionales medicaban. Él había sido un niño medicado, dificultándole lidiar con su trastorno una vez adulto. Y todo el mundo se quejaba ¿por qué no eres funcional? "Por qué en vez de ayudarme me dieron metanfetamina y se olvidaron que no podían darme eso para siempre".
Y solo había tenido que aprender a lidiar con emociones, sensaciones y dificultades del día a día...
— Joder, siempre igual — se quejó Atsumu dándose la vuelta en la cama sin mirar a Bokuto y haciéndose una bola en la cama.
Toda aquella historia con Bokuto había empezado genial, pero cada vez que se ponía un poco sensible todo se iba a la mierda. Las múltiples veces que de golpe, en mitad del sexo, Bokuto se deprimida pensado en cualquier situación y tenían que parar. O ni siquiera follando ya, sólo en salidas a restaurantes, fiestas, cualquier cosa, implicaban acabar por ver a Bokuto Kotaro decir que quería irse a casa ya. Todo se quedaba a la mitad... Y estaba claro que no siempre era así, pero muchas veces Atsumu se tenía que callar, olvidarse de lo que él quería y priorizar las necesidades del otro. Se suponía que las relaciones iban a favor de los dos miembros de la relación, eran una negociación, no siempre lo que Bokuto quería.
Era fácil tener paciencia cuando el enamoramiento incipiente hacía que se volviera loco por aquellos ojos dorados, pero poco a poco se le iba haciendo todo una bola demasiado grande para digerir. Parecía que Bokuto solo estuviera dispuesto a arrastrarlo a sus vaivenes emocionales, sin tener en cuenta que quería Atsumu. Porque no, no era cosa solo de no follar o de dejar una cena groumet a la mitad.
—Es que no estoy de humor y... — Kotaro se volvió a sentar en la cama y le acarició el pelo a Atsumu, que le miró de rojo.
Bokuto se tendió en la cama y le abrazó.
—¿Y algún día estarás de humor para mí? — se quejó el Miya sin devolverle el abrazo, pero tampoco rechazándole. Bokuto Le besó en la nuca poniéndole cachondo por algo que claramente no iba a ir más allá—. Vamos a cocinar algo, Samu no nos ha dejado tapers y hoy no estará en casa...
Bokuto recordó la última vez que habían cocinado juntos, en los que una sartén se había prendido y habían acabado por discutir por quien se hacía cargo de aquello. Seguramente él había sido el responsable irresponsable, que encendió el fuego y se fue... Asumía sus responsabilidad en todo aquello, por eso prefería hacer las cosas de otro modo.
—¿Vamos a comer algo al izakaya? Y mejor dejamos estar lo de cocinar — acabó la frase en su cabeza "antes de volver a discutir". Porque todo aquello a Bokuto se le hacía también bola. Para que mentise, a veces hasta tenía miedo de decir lo que pensaba con completa franqueza.
Atsumu se giró sobre su cuerpo y miró a Kotaro. Le besó, aún estirados el uno pegado al lado del otro en aquella cama, deseándole y sintiéndose absurdo.
—Pagas tú.
El izakaya al que Bokuto se refería estaba al girar la esquina. Era un local sencillo y pequeño, con una barra estrecha. Sentados el uno al lado del otro pidieron unos yakisoba y esperaron hablando de él próximo partido que jugarían el equipo de sus respectivas universidades. A Atsumu le gustaba la idea de que se enfrentarán en cierto modo, pero sabía que si su universidad perdía estaría de profundo mal humor.
Por contra si la universidad de Bokuto era la perdedora, el estado de ánimo se iría por los suelos y no querría que le hablasen en dos o tres días mientras "gestionaba" su fracaso mirando el techo y literalmente no haciendo nada. Y aquello aún le ponía más enfermo.
—Promete que no te deprimirás si te gano — Le sugirió Atsumu. Él estaba dispuesto a contener su mal humor si perdía, porque a pesar de todo quería a aquel imbécil.
— ¡Ah! Ya sé — Le cortó de golpe Bokuto como si no estuviera escuchándole. Solo que si lo hacía mientras su mente divagaba entre siete cosas más—. AKAASHI SIEMPRE ME AYUDABA EN EL INSTITUTO CON LAS MATEMÁTICAS.
—¿Akaashi? ¿El Akaashi de Samu? —preguntó Atsumu un poco irritado por el repentino cambio de conversación.
—Si —Bokuto ya estaba cavilando en como contactarle. Con Akaashi la estadística estaría aprobada en la recuperación y no tendría que repetir aquella asignatura otro tedioso año— y no puedo prometer te que no me deprima más allá de ¿Tu puedes prometer que no te pondrás de pésimo humor si te gano?
—No es tan factible que ganes ¿sabes?
—No es tan probable que seas consciente de la realidad que vas a vivir jugando contra nosotros— insistió Bokuto.
Era la primera vez que se enfrentaban y sabía perfectamente que él no quería perder delante de Atsumu. En su equipo ya no estaba Akaashi, claro, ni Sarukui, ni Washio, ni siquiera Onaga. Pero seguía teniendo a Konoha y a Komi, sin contar que sus otros compañeros no se quedaban atrás. Para Bokuto, el juego nunca era un uno contra uno, aunque sabía de su valor, también era consciente del de todos los demás. Se sentía tan orgulloso de él mismo como de sus compañeros.
La chispa en la mirada de Bokuto. Cuando sus ojos dorados mostraban aquel brillo especial, Atsumu no podía evitar sentirse más y más atraído hacía él. Todo, hecho una bola de emociones confusas se desdibujaban, para comprender por qué aquella relación tenía sentido.
Atsumu se mordió el labio con la mirada fija sobre Kotaro, haciendo que este se riera. Miya sonrió con seguridad, fuera un llorón o no, tuviera ganas o no, en aquellos momentos Bokuto Kotaro era suyo. Podía negarse mil veces porque estaba triste, pero al final era tan fácil como hacerle olvidarse de qué le había puesto triste.
— Te qui... —empezó a decir Bokuto antes de que Atsumu le agarrara por la camiseta y le besara cortándole las palabras.
Separaron sus bocas para pedir que les pusieran el pedido para llevar.
Subieron al piso, dejando los yakisobas empaquetados sobre la isla de la cocina. Atsumu le quitó la camiseta a Bokuto abocándose sobre su cuerpo, mordiéndole el cuello y colando sus dedos por sus pantalones. Acarició sus nalgas con intensidad. Bokuto dejó escapar varios jadeos, sintiendo la respiración del otro sobre su cuello.
Caminaron besándose y tocándose por encima de la ropa hasta la habitación.
—Ponte tú encima — ordenó Atsumu.
—No, yo no…— se quejó Kotaro. Estaba bien que cambiasen las posiciones, pero a Bokuto siempre le costaba más tomar el rol activo. No era que no le gustase, pero si tenía que elegir no, no lo elegía nunca.
Miya le empujó sobre la cama. Si iba a tener que hacerlo todo él otra vez, lo haría cómo él quería. Se quitó pantalones y calzoncillos. Bajó los pantalones del otro, sentándose sobre él, sintiendo la erección de Bokuto rozándose sobre la propia piel. Volvió a besarle antes de quitarse la camiseta y aferrarse a él.
Atsumu alargó el brazo, palpando sobre la mesilla de noche en busca de la caja de los preservativos, sin dejar de besar a Bokuto. Sus dedos se aferraron a la caja, que vació sobre el colchón sin mirar, para coger un profiláctico. Lo abrió con los dientes, sin apartar la mirada del otro hombre.
—Tsum tsum ¿por qué siempre como tú quieres? — preguntó con voz dulce Kotaro, sintiendo como Atsumu le ponía el preservativo y se sentaba sobre él. El pene de Bokuto entró en el cuerpo de Miya.
— Porque nunca te impones, — contestó Atsumu dejando escapar un jadeo. Una leve sensación dolorosa por la primera penetración, dio lugar a una placentera ascensión. Decía que siempre era como él quería, pero él siempre sentía que todo era como Bokuto quería—. Hazlo y haremos lo que tú quieras.
Bokuto le agarró por las caderas, redirigiendo el ritmo de subir y bajar de Atsumu a su gusto. Fijándose a si mismo en las caras de su pareja, buscando el punto medio en que ambos disfrutaran de aquello. Kotaro le rodeó por la cintura, y empujó a Atsumu, penetrándole más profundamente. Levantó el cuerpo y lo abocó contra la cama, cambiando la posición y colocándose sobre él, dándole exactamente lo que había pedido. Atsumu se agarró a las sabanas dejando escapar sus gemidos a cada embestida.
Cuando terminaron Bokuto volvía a sentirse miserable. No era que el sexo no hubiera estado bien, lo había estado de hecho. Pero se sentía manipulado una y otra vez, como si cada situación fuera redirigida a voluntad de Miya.
Aquella noche, en la mesa de un fast food Bokuto repartía sus cuatro hamburguesas, poniéndolas en orden de preferencia mientras pensaba en aquello ¿Cómo lo hacía Atsumu para que él siempre acabara haciendo lo que quería?
Si a las hamburguesas se refería, primero se comía las que tenían la salsa que más le gustaba, para continuar con las que tenían sus ingredientes favoritos y por último la que reunía todas las cosas juntas.
—Para eso pide cuatro iguales ¿no? — dijo Konoha que apenas había pedido una hamburguesa y no entendía como o porque Bokuto comía tanto.
—Deja vivir a la gente Konoha, no todos somos pobres — Le sentenció Komi que también había pedido cuatro hamburguesas. Pero en su caso las cuatro eran iguales. Con doble de bacon y mucho queso. En el caso de Komi, ni llegar al metro sesenta, pero quemaba la energía solo con respirar y todos aceptaban que necesitaba comer por cinco o se autodigería.
Empezaron a discutir sobre tonterías y la tendencia a comer de más que al final llevaba a TCAS. Como la mayoría de veces, Komi tomaba una parte real científica y la distorsionaba con su discurso volviendo loco a Konoha. Así mismo, Akinori terminaba formando su opinión en términos reales pero compartiendo muy poco de lo que pensaba de verdad.
A su lado Kuroo Tetsuro se reía, con una única hamburguesa preguntándose donde diablos metían Bokuto y Komi tantísima comida. Si bien era verdad que eran deportistas, no distaba de Konoha o de él...
Estaban allí tras un entrenamiento de la universidad.
— ¿Os puedo preguntar algo? — dijo de golpe Bokuto ignorando completamente la conversación ajena. Se sentía preocupado.
Kuroo asintió fijándose en la cara de preocupación de Kotaro, que miraba las hamburguesas que él mismo había pedido casi desganado.
Bokuto miró a los otros dos, que se miraban con cierto desagrado. No era raro, Konoha y Komi se amaban y se odiaban como dos hermanos que no pueden estar juntos pero tampoco separados.
—El caso es que Atsumu y yo ya solo discutimos y... No sé qué hacer—Empezó a decir Bokuto. No se sentía feliz con aquella relación, sin embargo decir que no quería seguir allí era hablar de más — ¿Debería dejarlo? O ¿Debería encerrarle en una habitación, atarlo en una silla y obligarle a hablar?
—Eso segundo puede ser sexy pero delictivo — sentenció Konoha.
Komi negó con la cabeza.
—¿Como es el sexo? — Le cortó Komi.
—Ausente porque el siempre...
—Déjalo — Le cortó sin más el libero. Para él una relación con poco sexo era una tontería, si sólo quería un amigo tenía solo un amigo.
—Pero no seas bruto — sentenció Konoha. Aunque en su mente se imaginaba que si Tomoko y él dejarán de follar, mayoritariamente discutirán únicamente y la relación sería más agria que dulce.
—No sé, también te tiene que aportar algo bueno ¿no? — Kuroo intentó reflexionar en voz alta. El sexo podía parecer importante, pero para él no era su prioridad— ¿Tu que sientes?
—Yo le quiero, creo.
—Mira, a veces las cosas no son ni blancas ni negras, pero yo te digo si ya no folláis es que ahí hay un problema gordo y con vientres años no es para ir a terapia de pareja, la vida es muy larga— añadió Komi sin dejar hablar a nadie.
Todos lo miraron antes de hablar, esperando a que se metiera algo en la boca. “Cabe la posibilidad de que intente hablar con comida en la boca y nos salpique” pensó Konoha, por lo que se mantuvo callado.
Bokuto dejó ir un suspiro. Miró su hamburguesa favorita, la guardaba para el final pero... Tomó un bocado de esta saltándose su ritual para después continuar con la de salsa barbacoa como si no se hubiera permitido aquel capricho.
—Bueno, antes Atsumu era tu hamburguesa favorita, pero ahora sólo hay salsa barbacoa creo — dijo Kuroo observando a Bokuto. Quizá Komi y Konoha no entendían nada, pero Kotaro sí lo hacía.
—Si, yo creo que eso es lo que te pasa interpretando lo que dices — Konoha creía ver por dónde iba el punto. Si bien él amaba discutir con su novia, y a Tomoko le encantaba discutir también claro. Bokuto no era de disfrutar las discusiones hasta el límite y desear besar a su pareja sólo porque le llevase la contraria—. Se ha ido eso del principio, el enamoramiento principal y estas cuestionando si el afecto merece seguir con algo que ya no está al 100% ¿no?
Bokuto tragó y le Miró reflexionado vagamente si eso podía ser posible. No tenía ni idea. Para él lo del sexo con Miya era una fantasía, iba bien cuando pasaba pero es que no parecían coordinarse nunca para que funcionase bien y no fuera un poco forzado...
—No sé, la verdad es que yo solo quisiera que me entendiera un poco más pero es que hablo y se irrita — la voz de Bokuto sonaba como un lamento.
— Pues déjalo, que la vida es muy larga y solo llevas un cuarto de esta vivo — sentenció Komi metiéndole su hamburguesa favorita en la boca e ignorando que tenía otras tres diferentes en la mesa.
Konoha negó con la cabeza y Kuroo empezó a reírse. Las cosas parecían simples en la teórica, pero a la práctica… Ya era harina de otro costal.
Notes:
Yo pido perdon, porque literalmente escribo de dos maneras:
1. Aporreando el teclado del pc con lo primero que se me cruza con la cabeza.
2. Escribiendo en el transporte publico con el movil de forma abrasiva hasta el punto de que se muere la pantalla.
Como conclusión, a veces no pienso, pero en ambas cosas hay ARTE intrinseco en sentir sin más lo primero que se me pasa por la cabeza. Y bueno lo disfruto, pero a veces parece no tener coherencia. Pero solo lo parece porque tengo una mente privilegiada que me hace conectar el tocino con la velocidad, ya que el cerdo corre y se pueden medir las pulsaciones a través de un electrocardiograma.
En resumen muy resumen, que perdón por escribir esto, pero no me siento culpable. Trabajo muchas horas, tengo una lesión de espalda, una reunión de sesiónes clinicas en el trabajo pero yo solo pienso en Bokuto y Atsumu follando como cerdos.
Me voy a hacer la Sunación. Bai.
Chapter 3
Notes:
Bueno esto ha salido porque yo sigo escupiendo lo que mi mente fluye.
Nope, sigo sin saber a donde me lleva este barco más allá de a ser feliz.
Yo antes escribia bien, pero vivia muy triste y amargado amando a personas que no me amaban y sin amarme a mi mismo. Ahora solo me he divorciado y quiero dormir 15 minutos más, pero el Iphone me dice que 7 horas de sueño no cumplen el cupo y que 7 horas y 15 minutos tampoco. Pero eh, ahora me amo bastante y me dedico canciones de amor ami mismo. Así que si escribir bien es el precio y ahora escribo mal, pues a tomar por culo.
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—Es que... Me siento muy avergonzado — se quejó Akaashi sentado frente a Suzumeda que le miraba con una risa picara en la cara. Aunque en sí la situación le parecía graciosa, le resultaba más gracioso ver a Keiji de aquel modo.
— ¿Avergonzado? No es como si pudieras elegir en que piensas cuando te corres — dijo la chica con naturalidad, viendo como las mejillas de Akaashi se sonrojaban aún más incómodo.
Estaban en la cafetería que ella regentaba. Se la había montado hacia medio año. Ante la imposibilidad de acceder a la Todai no tenía intención de matarse más a estudiar tras tres fracasos consecutivos.
Un negocio sencillo, una cafetería bonita con bubble tea y bollería era un negocio aceptable para ella. Por el momento le iba bien, y no tenía de qué quejarse. Tenía clientes, las facturas se pagaban y bueno, tenía que trabajar de sol a sol, pero ¿no era aquello algo que ya hacían todos los japoneses de bien?
Akaashi ocultó su cabeza entre sus brazos y contra la mesa sintiéndose absurdo.
—Pero es tan ridículo — si pensaba en ello quería desaparecer. No había llamado a Miya desde que aquello había pasado, y estaba mal claro. Pero ¿cómo contestarle? Ya había sido todo muy confuso para él mientras esperaba a que se marchase de su casa.
—Vamos, Akaashi tampoco es tan raro ¿no? — la chica no podía evitar reírse de la situación a aquellas alturas. Podía recordar los ratos en los que ellos hablaban sobre la fascinación que ella tenía por Konoha, mientras que él se obsesionaba con Bokuto Kotaro—. Te pasaste toda la secundaria, toda, fantaseado con Bokuto.
— ¡Yaaa! — emitió aquello como una queja. Toda la secundaria soñando con el chico de tercero que buscaba chavalas en las gradas haciéndole creer que no tenía oportunidades, para luego giñarle el ojo antes de empezar el partido y parándole el corazón—. Para luego darnos tres besos contados con los que...
Se calló al ver a Suzumeda reírse de nuevo.
—Te masturbaste los siguientes años mientras escribías novelas tórridas que te permiten vivir sin trabajar, pero prefieres matarte a hacerlo y hasta evitas publicarlas con tu propio nombre.
—Bueno, son buenas novelas —argumentó Akaashi pensado en sus historias. Por qué siendo objetivo había conseguido atrapar una atmósfera idílica gracias a todos aquellos sentimientos hacía Bokuto. Los románticos y los sexuales, con todos los matices que le añadían sus fantasías. Aunque a veces la realidad superaba a la ficción y no para bueno.
La miró alejarse unos segundos de la barra para servir a un cliente cuando su teléfono vibró. Eran mensajes de Osamu. Le dio la vuelta al teléfono para no ver que le escribía. Se moría de vergüenza, no importaba que Osamu no supiera la verdad, la verdad existía sin más y él la conocía de demasiado.
Suzumeda volvió robándole el teléfono al verlo vibrar sobre la barra y leyendo los mensajes que Osamu le había mandado a Akaashi.
—Que conste — empezó a decir mientras tecleaba y Akaashi sentía que le iba a dar un vuelco al corazón. La consideraba su mejor amiga, pero sabía que podía ser mezquina si hacía falta—, que hago esto por ti, Akaashi Keiji, porque te quiero, eres un buen amigo y no es algo tan relevante.
Ella terminó de mandar la respuesta a Osamu y le enseñó su propio teléfono móvil con una sonrisa radiante pintada en la cara.
Miya Osamu Le había invitado a ver un partido del vóley universitario. El equipo de la universidad de Miya Atsumu contra el equipo de la universidad de Bokuto Kotaro.
No era lo terrorífico, lo terrorífico era ver como Suzumeda, que se llamaba su amiga, había aceptado sin dudar por un segundo que él estaba dispuesto a sentarse en una grada junto a Osamu y ver a Bokuto jugar...
— ¿Pero qué te hace pensar que quiero ver a Bokuto de nuevo? —se irritó tomando su teléfono móvil entre las manos y pensado en qué podía hacer para evitar aquel encuentro, que había aceptado con un "Estaré encantado de acompañarte" que sonaba muy él. Pero no era él.
Y ahora no podía decirle sin más “Tengo un tumor en el páncreas y no podré ir porque estoy muriendo”. Porque a pesar del incidente, él se sentía atraído hacia Miya. A él le gustaba Osamu y podía verse con él en el futuro, pero no con fantasías de Bokuto acechándole.
— ¿La novela tan buena que acabarás escribiendo después de esto?
Miró a Suzumeda reírse. Ah, la odiaba porque la vida no tenía que parase por una tontería así, estaba claro pero...
— ¿Y si salgo herido?
—Te recogeré de la basura, te recordaré que el dinero no es un problema para ti y que el tiempo todo lo cura — añadió ella siendo lo más asertiva que sabía ser.
— ¿Y si hiero a alguien más?
—Tendrá la valiosa lección de que en la vida no todo es tan bonito como en tus novelas y podrás escribir novelas más realistas — aclaró recordando que después de mucha, mucha insistencia ella había logrado que Konoha Akinori la invitara a salir. Había sido un polvo marrano y hasta luego, si te he visto no me acuerdo. Pero todo se superaba.
Ella le sirvió un café con hielo, sin azúcar, junto con un pan de castañas y le sonrió.
—Eres la peor amiga que tengo, pero sigo queriéndote igual.
Dijo aquello mientras se comía lo que ella había servido. A veces si alguien te quiere, te sacará para bien de tu zona de confort, pensaba Akaashi. Aunque muchas veces esa gente solo son idiotas que no tienen miedo a nada, como le pasaba a Kaori. Y acaba en medio de un circo, siendo el payaso triste del número central mientras la gente esperaba que todo empezara.
Si bien ver aquel partido en el que Konoha hacía de acomodador para Bokuto y Komi continuaba siendo un libero excepcional, la nostalgia no hizo mella en la mente de Akaashi. Estaba nervioso, sí, pero tampoco era el fin del mundo. O al menos aquello se dijo él mismo, viéndose sentado junto a Osamu en aquella grada.
Atsumu no le dejó indiferente, ya que era bueno no, lo siguiente.
— ¿Por qué no continuaste con el vóley? —preguntó Akaashi a Osamu, apoyado contra la barandilla frente a él fijándose en la precisión que el otro Miya colocaba la pelota a sus rematadores. Les había visto jugar en la secundaria, Osamu no era particularmente malo.
—Aún juego los fines de semana en una liga amateur —dijo Osamu. Aunque aquella liga amateur apenas sabían que hacían, si lo pensaba con claridad. Pero no quería vivir las presiones del deporte de nuevo, llevarse hasta el extremo para ¿no tener tiempo de estudiar después? — nunca vi jugar a Fukurodani y ahora me arrepiento, seguro eras bueno.
—No se me daba mal, pero no era para tanto.
Akaashi se quedó mirando a Osamu. Le gustaba, le gustaba mucho si lo pensaba sin meterle más información ¿Por qué tenían que pasarle más cosas a la vez? ¿No podía ser normal y tener un enamoramiento clásico? Aunque bueno, esperaba no ser Ana Karenina, por clásico de la novela rusa que fuera la verdad… ¿había sido encontrarse a Bokuto un mal presagio como la muerte del trabajador ferroviario de la novela*? No lo sabía, sabía que estaba allí con Osamu y era él el motivo real por el que se encontraba de nuevo viendo un partido de voleibol tras haber dejado la secundaria alta atrás.
Keiji buscó la mano de Osamu y entrelazó sus dedos con los de él. Osamu le miró sorprendido, pero no le soltó la mano.
Él sabía que sobre pensar nunca era útil, pero se sentía como un conductor que intentaba frenar un coche al que le habían quitado las pastillas de freno. Tan inútil como el sobrecalentamiento de su cabeza, cuando rato después se encontró sentado en mitad de un bar con Bokuto, Konoha, Komi y Sarukui sentados en la misma mesa que Osamu, Atsumu y él.
La mayoría, por no decir todos ya que no era el caso de Sarukui y Akaashi, llevaban más cervezas que la mayoría cuando aquella conversación reventó en la cara del antiguo acomodador del Fukurodani.
—Bueno a ver todos sabíamos que tú y Sarukui tenías algo y acabarías casados y sin hijos porque tú ya eres el crio, Komi — comentó Konoha con indiferencia.
Hasta el momento apenas habían hecho vagos comentarios del pasado. Para Akaashi aquello se parecía mucho a una reunión de exalumnos pasados de vueltas. Aunque añoraba a Yukie y a Kaori.
—Boh, pues como esto dos — saltó Komi señalando a Bokuto y después a Akaashi—. Fijo follabais como marranos en las duchas, porque siempre os quedabais solos hasta el final.
— ¡Que va!— se quejó Bokuto más rojo que un tomate.
Akaashi se rió incómodo ante la mirada de rojo de Osamu ¿Deseaba morirse? No, no era exactamente, realmente tan solo pensar en el él de años atrás era un poco incómodo. Aunque si lo analizaba, tampoco había cambiado tantísimo ¿o sí?
—Akkashi era el tipo más tímido del planeta tierra — continuó Bokuto mirando fijamente a los gemelos, como había hecho toda la noche cada vez que soltaban un anécdota del instituto—. Apenas se dejó dar un par de besos tontos y sí, me quedaba después para ver si pasaba algo pero, NADA DE NADA.
—No, solo es que tú y Komi ibais a saco con todo, además tu siempre buscabas a las porristas ¿Yo que iba a saber que te interesaba?— se quejó Akaashi. Era molesto que le clasificasen como alguien tímido. Él no era tímido, decía lo que era necesario cuando era necesario. Tan solo necesitaba su tiempo —. Yo no soy tímido.
— ¿No? — preguntó de forma irónica Osamu mirándole a los ojos. Si parecía tímido, al menos al principio. Aunque si lo pensaba, Keiji siempre era directo y franco con lo que pensaba. Hablaba de forma clara y contundente, tan solo quizá más despacio de la que otras personas hacían.
—No — contestó Akaashi devolviéndole la mirada.
—Bueno, ya os dejamos el bar para vosotros solos si eso — Atsumu estaba de mal humor. Había perdido y encima estaba allí con todos los tipos que le habían vencido y el estúpido novio nuevo de su hermano que le caía regular.
Bokuto apretó los labios mordiéndose el labio superior. Había hecho al promesa de no irritarse. Pero del mismo modo que él estaría deprimido, a pesar de todo, el Miya rubio estaba enfurruñado.
Komi le miró frotándose los ojos como si llorara y poniendo su cara de suficiencia después. Aquello provocó más la ira de Atsumu, pero se calmó un poco al ver como Sarukui le pegaba un codazo.
— Sois todos insoportables — añadió Atsumu.
—Y eso que no los has visto en su esplendor — añadió Akaashi recordando la vez que Komi, Sarukui y Konoha forzaron a Bokuto en un reto a meterse en la boca la mayor cantidad de panes de leche posibles. O la vez en la que entre todos se habían pintado la cara con rotuladores indelebles mientras dormían en un campamento. O la vez…
—Si lo dices por aquella vez en la que pusimos ratoncillos en el saco de dormir de Kenma… — empezó a decir Konoha intentando excusarse. La idea era haberlos puesto en el saco de dormir de Kuroo pero se equivocaron sin querer a pesar de que nunca solían ponerse cercanos.
—No, lo dice por cuando llenamos de pasta de dientes el asiento del entrenador Nekomata — recordó Sarukui en voz alta. No recordaba a Akaashi más avergonzado en la vida. Le pidió disculpas más de treinta veces mientras el hombre se reía pensado que solo era una niñería.
—Yo pensaba que se refería a cuando drogamos a Onaga y Anahori y los encerramos juntos en el terrado.
—Komi, esa vez podrían haberse matado — le cortó Akaashi. Aquella situación no le parecía esplendorosa, más bien aterradora. Aunque solo acabó con Anahori tratando de agarrar cosas en el aire llamando a las hadas y Onaga hecho una bolita y gritando que los dragones se lo querían comer.
Podrían haber seguido repitiendo anécdotas horrendas, incomodas y mal elegidas. En todos Akaashi ejercía el papel correcto. Aun así, él sentía que era participe de aquellas travesuras, si es que podía decirlo así. En muchos caso, su radar le intuía siempre que Sarukui y Komi tramaban algo, engatusarían a Bokuto y Konoha les seguía hasta el final. Pero nunca les paraba, porque en el fondo disfrutaba de ser el espectador de todas aquellas tonterías.
—Suna Rintaro y yo tratamos de hacer explosivos con caca de gato — cortó el rollo Osamu —. No nos salió porque el bueno en química era Gin, así que guardamos los excrementos sin querer, queriendo, en el saco de dormir de nuestro capitán, que le echó la culpa a Atsumu.
— ¿y nos cuentas esto porque…? — cortó Komi que en realidad se sentía orgulloso de todas aquellas idioteces.
—Quiero sentirme incluido.
Akaashi empezó a reírse y se dejó caer, apoyándose sobre el hombro de Osamu. Le gustaba aquel idiota con brazos hermosos y que amaba cocinar, que no era tan idiota después de todo.
—No es un incluido bonito.
Osamu ladeó la cabeza acercando sus labios al oído de Akaashi.
—Sí, si lo es si te incluye a ti — le susurró al oído mientras observaba a Komi y a Konoha contar otra anécdota de aquellos. De no haber bebido, quizá no le habría dicho aquello, de lo que se arrepintió a los pocos segundos desviando la mirada al techo y agradeciendo la poca luz del bar.
La mano de Keiji se desplazó por el muslo de Osamu, buscando su mano. Sobre la mesa la bajó y volvió a entrelazar los dedos con él. Era posible, en la mente de Akaashi y tal como se sentía en aquel momento, que quizá sí había escrito un montón de historias tórridas pensado en Bokuto, pero aquello no cambiaba que estaba con Osamu y le gustaba estar con él. “Kaori tiene razón, solo me corrí pensado en una fantasía del pasado” pensó para dejarse llevar e intentar no pensar en Bokuto Kotaro más allá de la fantasía adolescente que había sido.
Notes:
*En la novela de Ana Karenina, cuando Ana conoce a Vronsky un trabajador ferroviario muere atropellado y la protagonista lo ve como un mal presagio.
Chapter Text
Sentado en la biblioteca de la facultad de ciencias, Bokuto miraba sus apuntes de estadística con tedio. Estaba todo ahí, lo había leído más de mil veces, pero era como empezar a estudiar ruso.
Una bola de papel chocó contra su frente y cayó sobre los apuntes.
—Tsss, Bokuto — la voz de Komi le sobresaltó llamándole.
Komi estudiaba historia, más como hobby que como por que quisiera dedicarse. Él era actor y ya aparecía en algunas series, además de bailar para algún que otro cantante de j-pop.
Bokuto le miró y después miró de soslayo a Konoha y a Sakusa, que estudiaban a su lado y muy centrados en los volúmenes y hojas que tenían al frente. Casi les tenía envidia, con aquella capacidad para centrarse el todo cuando él tan solo al oír a la bibliotecaria chistar ya se distraía.
Konoha, revisaba tarjetas de estudio y de vez en cuando se le veía mirar al techo mientras trataba de recordar lo que apuntaba en el dorso de las tarjetas. Sus sistemas de mnemotécnica eran buenos, pero a Bokuto tampoco le funcionaban aquellas chorradas. Acababa confundiendo una cosa con la otra y todo le salía mal.
Empezaba a asumir que solo podía estudiar si los astros se alineaban, el contenido le gustaba y encontraba coherencia en este. Pero para ser exactos ¿Para qué iba a necesitar la estadística en consulta? ¿Para cortar a niños por la mitad? No tenía sentido ni que fuera cirujano traumatológico o algo por el estilo.
— ¿Tienes chicles ?— preguntó Komi en voz bajita.
Bokuto negó con la cabeza. Desde luego que Haruki no era el amigo del año si se trataba de centrarse en estudiar, pero debía admitir que le hacía la vida más amena.
— Pues si quieres uno, mira debajo de la mesa — añadió Haruki bajando la cabeza.
Bokuto le imitó y ambos se miraron por debajo de la mesa, para ver un montón de chicles pegados allí abajo. Rosas, morados, blancos y verdes. Secos y encastrados contra la madera de años y años.
— ¿Queréis comportaros? — susurró Sakusa indignado y muy molesto. No le gustaba ir allí con Komi y Bokuto. Para empezar ellos no eran de aquella facultad y para acabar, nunca dejaban a la gente vivir ¿Sabrían hacer algo en la vida? Le daba igual, le exasperaban —. En las bibliotecas se estudia, anormales.
Komi y Bokuto no solían ir a estudiar a la biblioteca a menudo. Y es que aunque el silencio obligatorio de las bibliotecas era propicio a la concentración, ninguno lo consideraba necesario. Era aburrido, hacía más tedioso lo tedioso y raramente podían concentrarse. Komi sentía la necesidad intrínseca de meter ruido, como que aquel silencio era antinatual.
Komi era capaz de memorizar cualquier cosa en el tren de camino a clase. El estrés de última hora era su aliado más pontente. Mientras que Bokuto solía tener de esas mentes privilegiadas que tras leer atentamente una única vez un texto, este se almacenaba en su memoria de forma sencilla. Eso sí, debía ser algo que le gustase, algo que se quedara intrínsecamente ligado a él. Por eso, cuándo se trataba de algo que no le gustaba... Ya podía dedicarle horas, con ruido o con silencio, que si llegaba a salvar un 50 sobre 100 ya podía dar las gracias y rezar.
Los dos estaban allí por quedar bien, por Konoha. Después de aquello se suponía que iban a ir a un restaurante americano, de esos que sirven hamburguesas XXL, costillas de cerdo adobadas, salsas ají y otras recetas que abarcaban todo el gran continente más allá del pacifico.
Bokuto y Komi volvieron a sentarse bien sobre las incomodas sillas, y Kotaro se intentó centrarse de nuevo en los apuntes. Pero aquella era otra gran queja ¿cómo la gente podía estudiar en aquellas sillas tan incomodas? ¿Les gustaba sufrir? Sentía que el culo se le aplanaba sobre la madera plastificada y la espalda se le retorcía sobre ella misma, eliminando su posición natural. Un horror en toda regla.
"Más allá del porcentaje promedio de las..." Empezó a leer pero un gran bostezo cruzó su hilo de pensamiento devolviéndole al aburrimiento puro. No podía hacer aquello, simplemente no había nacido para la estadística. Y es que Haruki se lo había dicho si él tenía dos coches y Boku-chan ninguno, la estadística se emperraba en decir que todos tenían un coche. Y entre gritos de revolución, Komi gritaba que aquello era una falacia. Gritar aquello en la facultad de filosofía e historia era más normal, para aquellas mentes dispuestas a estudiar las ciencias sociales y no como en aquella facultad. Porque sí, la mayoría de los estudiantes filosofía e historia habían perdido más de un tornillo ¿Para que ibas a estudiar algo durante 4 años mínimo que jamás te iba a dar un trabajo? Pero si le preguntaban a Haruki, contestaba sin dudar que los locos eran los de ciencias porque ni se acercaban a ver la realidad del asunto.
Komi volvió a llamar a Bokuto.
— ¿Has visto a la parejita que se ha colado en aquel pasillo? — Dijo señalando hacia el fondo de la biblioteca—. Van a follar fijo.
—Es que el sexo en público tiene su qué excitante — continuó Bokuto — a Atsumu le gusta que le masturbe en los restaurantes, pone la cara más seria que puede y reprime los gemidos.
Sakusa les chistó de nuevo para que se callaran.
—A Saru le gusta hacerme orales en vestidores de tiendas — empezó a decir Komi, aunque a Bokuto le costaba creer que Haruki reprimiera gemidos por tal de no llamar la atención. Fijo que si alguien miraba a través de la cortina le parecía todo más intenso—. También qué...
—Oye ¿Tengo que escuchar todo esto?— se quejó Konoha cortándoles.
— ¿Por qué tanto drama? ¿A ti no te gusta que te la coma Tomoko?— preguntó Haruki irritado por que no le dejase hablar tranquilamente como si estuvieran en un bar y no en una biblioteca.
Konoha apretó los labios. Siempre estaban igual.
—No, no le gusta que su novia le coma la polla ¡Cállate! — gritó Sakusa incomodo ante la mirada de la bibliotecaria. Bajó la cabeza de inmediato y fijándose en sus apuntes y poniéndose rojo como un tomate.
Bokuto, miró con asco los apuntes y los recogió mientras pensaba en aquello ¿La sexualidad en sí era tanto lo que te gustaba que te hicieran o lo que te gustaba hacer? Porque al final, era verdad que a él las mujeres le decían poco o nada, pero se imaginaba que si una chica le tocaba y lo hacía bien ¿se correría igual? Sin embargo, si se tratase de tocarla él a ella bueno… ¿Sería capaz de hacerlo? Quizá sí, pero le resultaría incomodo, anormal o quizá extraño. Miró a Komi, no era alguien a quien preguntar, después de todo él no hacía distinciones entre hombres o mujeres…
—Akinori…— rompió el silencio con un susurro. Konoha le miró con hastío —. Es solo una pregunta ¿vale?
Konoha recogió sus apuntes, amontonándolos de forma sistemática.
—Nos vamos antes de que nos veten de por vida, yo tomo préstamos en esta biblioteca y tengo necesidad de volver — le aclaró a Sakusa mientras guardaba sus fichas nemotécnicas y organizaba su mochila. Estudiar tampoco era plato de buen gusto para él, pero si tenía que hacerlo lo hacía lo mejor que podía.
Se paró quieto mirando a Bokuto y a Komi recoger felices. Como si de un complot para irse se hubiera tratado, llegando a su cometido de sabotear las horas de estudio.
— ¿Qué querías? — preguntó con cara de hastío todavía.
—Me he olvidado — dijo Kotaro fijándose en el cartel que anunciaba los próximos exámenes de recuperación, cuando Akaashi se le vino a la mente. Recordó el último examen de matemáticas que había hecho con su ayuda, fácil y sencillo lo hizo en una hora equivocándose solo en dos de los ejercicios… El intenso suspiro de Konoha le devolvió a la realidad—. Después de comer creo que iré a ver a Akaashi para pedirle ayuda con estadística, sí él no puede ayudarme abandonaré la carrera y me uniré a un circo ambulante como trapecista.
—Serás un trapecista estupendo, Bokuto, seré tu fan — afirmó Komi mientras caminaban en dirección a la cafetería dónde esperarían a Sakusa, a Miya y los demás.
Ya sentados, y tras un café con exceso de azúcar la mente de Bokuto le devolvió a sus preguntas absurdas.
— ¡Ah! Sí ¡Konoha! los tipos no te gustan pero ¿si un tipo te hiciera la mejor paja del mundo te correrías? O no, ¿porque aunque fuera la mejor paja del mundo seguía siendo un tío quien te la hace?
Komi empezó a reírse. Si él hubiera hecho aquella pregunta, Konoha estaría sacando humo por la cabeza y se habría enfadado, pero la había hecho Bokuto. Konoha le miró de reojo, sabía que estaba pensado.
—Si no supiera que es un tío, quizás sí, el sexo es muy mental ¿no? — Akinori pensaba aquell basándose en que cuando miraba pornografía, pensaba en que los gemidos se le hacían vagos, falsos y no era porque realmente lo fueran. Era porque le gustaban los de Tomoko, y aquello era algo puramente mental.
— ¡Que va a ser mental! — se quejó Komi ante aquella idea que para nada se correspondía con su realidad.
—Vamos, que si te tocara Komi te correrías pero si no supieras que es él quien te toca — aclaró Bokuto en voz alta.
—Especialmente si fuera él, tendría que no saberlo para no horrorizarme y tener un paro cardiaco— aclaró Konoha con una mueca de asco haciendo que Bokuto se riera.
—Pero hasta con un paro cardiaco te correrías — afirmó Komi con chulería exagerada solo para provocar más el asco de Konoha.
Después de comer, Bokuto había ingerido tan cantidad de comida que realmente solo le apetecía dormir hasta el fin de los tiempos. Si bien era cierto que había leído aquel estudio aleatorio que publicó la universidad de Massachusetts sobre la mayor cantidad de conexiones neuronales en los cerebros que dormían siestas pero… Se plantó en la puerta del piso de Akaashi con dos cafés y la esperanza de que estuviera allí.
Nada más tenía aquella dirección de rebote, ni siquiera sabía si estaría pero allí estaba. Dispuesto a lo que fuera por aprobar estadística y no unirse a un circo ambulante.
Llamó al timbre y esperó. La paciencia nunca había sido lo suyo, no porque no quisiera pero se ponía nervioso. Estar quieto frente a una puerta esperando una respuesta era algo contranatural a Bokuto Kotaro.
Así que tras un minuto, las intensas ganas de irse aparecieron, junto con un leve zapateo que ni él mismo notó. El segundo minuto pasó, tensándole los músculos de la mandíbula.
Estaba a punto de irse cuando un Akaashi despeinado y ojeroso le abrió la puerta.
—No funciona el interfono — mencionó antes de quedarse en silencio y mirándole algo sorprendido—. No te esperaba.
Bokuto le enseñó los cafés y sonrió. Sabía que descifrar si era bienvenido o no, era algo que no podría hacer. En general adivinar la mente de otros se le daba mal, pero nunca había podido encontrar el críptico código de la mente de Akaashi que siempre quería conocer un poquito más.
Keiji cogió uno de los cafés e invitó amablemente a Kotaro a entrar. Subieron las escaleras hasta el piso de arriba y entraron a aquel minipiso.
—El café me va bien — aclaró Keiji tomando un sorbo —. Estoy escribiendo una novela que ha salido sola, la verdad es que llevo más de 24 horas sin dormir.
—¿Me dejarás leerla? — preguntó Bokuto de forma instintiva mirando el espacio.
El comedor-cocina estaba perfectamente ordenado. Los vasos estaban alineados y ordenados por colores, así como los libros de la estantería siguiendo el orden alfanumérico.
—¡Ah! He leído los libros de Sanjo Himari— exlamó Bokuto sacando uno de los volúmenes de aquellos libros que Akaashi conocía tan bien—. Son muy cursis, la verdad es que me fascinan y siempre pienso que la autora debe ser guapísima ¿La conoces?
Akaashi se rió. La imaginación de Bokuto seguía siendo activa y maravillosa, como siempre. Le fascinaba.
—Estoy seguro de que si es guapa, pero no tengo el gusto de conocerla es una persona muy discreta aunque trabaje en la misma editorial que yo.
—Jo, qué lástima — se quejó Bokuto quedándose sentado en el sofá con el libro sobre sus piernas.
Así mismo tomó su café y se quedó mirando a Akaashi en silencio. Preguntándose en su mente si lanzar todas las preguntas que le rondaban la cabeza tenían sentido. No era que le diera miedo hacer el ridículo, después de los años, Akaashi seguía siendo Akaashi para él. Pero si bien era cierto que el tiempo había pasado.
— ¿Has venido solo a traerme café? — preguntó de forma directa Keiji. Se mantenía aún alejado, de pie y mirándole.
—No, pero no me había dado cuenta de lo que te echaba de menos hasta que te vi el otro día — las palabras de Bokuto resonaban en la cabeza de Akaashi como si fuera una caja de resonancia, multiplicando la vibración y creando un sonido que no sabía cómo clasificar—. En realidad quería que me ayudaras a estudiar, porque nadie ha logrado meter nada en esta cabeza como lo haces tú.
Bokuto le señaló con la mano para que se sentara cerca de él, cayendo la novela romántica al suelo. Akaashi no quería sentarse a su lado, quería evitarlo al máximo después de su “fantasía” idiota, pero su impulso de recoger el libro y guardarlo en su sitio le puso en un punto aún más incómodo. No tenía ningún motivo para no sentarse a su lado, y aunque podía actuar erráticamente, no quería herir a Bokuto de aquel modo.
Así pues Keiji se encontraba sentado a su lado. En el mismo sofá que había estado con Osamu pensando en Kotraro. Podía sentir su corazón latir con fuerza, el hecho de no haber dormido y estar centrado en uno de sus textos, tampoco ayudaba.
—¿Cuándo tienes el examen? — preguntó intentado relajarse.
—Es el de recuperación, porque la he cagado ya cuatro veces en tooodo, Akaashi, en tooodo — Bokuto recostó la cabeza sobre el respaldo del sofá—. Es en dos semanas…
Él repasó el perfil de Bokuto con la mirada, desde sus cejas apuntadas, las cuencas de sus ojos hundidas, su nariz picuda y algo torcida fruto de algún balonazo, sus labios finos, su barbilla apuntada… Tragó saliva de forma instintiva, quizá de forma más sonora de lo que deseaba. Eran todos los ruidos, que de golpe se le tornaban más fuertes en su mente.
—Te-Tenemos tiempo de sobras pero tengo que dormir antes — aclaró Akaashi. En parte deseaba que Bokuto se arrepintiera, se fuera y no volviese. Deseaba que así fuera porque tenía ganas de besarle, pero todo aquello se contradecía en su mente con Osamu, con el proyecto de vida, con todo lo que quería hacer. Dejó escapar un suspiro.
—Sí, soy igual de pesado que siempre ya lo sé — aclaró Bokuto girándose sin darse cuenta de ninguno de los procesos mentales por las que pasaba el antiguo acomodador de Fukurodani—. Me lo recuerda Komi, todos los días de año.
Akaashi negó con la cabeza. Aquellos chicos no cambiaban, quizá él tampoco si orbitaban cerca de él.
—No eres pesado — afirmó Keiji forzando una sonrisa, que si sentía pero no concordaba con su confusión mental —. No lo has sido nunca, solo que Komi jamás tuvo paciencia.
Por un instante se quedaron mirando fijamente, cruzaron la vista de aquel modo que tantas otras veces había acabado en un beso largo, extraño y sin explicación. Keiji entonces se levantó de golpe sin motivo aparente y volvió a posicionarse en el otro lado de la estancia rompiendo el magnetismo que ambos habían sentido. Bokuto lo observó en silencio, sintiendo como su mente se acallaba ¿tenía aquello sentido? No. No lo tenía.
—Ven mañana por la tarde, cuando haya dormido algo — aclaró el moreno. Así mismo buscó una tarjeta con su número de teléfono y se la acercó a Bokuto. Le miró salir de su piso con el compromiso de verse y lejos de irse a dormir continuó escribiendo.
Bokuto bajó las escaleras aún resonando aquel silencio en su cabeza. Al salir a la calle miró la tarjeta y la guardó entre la funda de su teléfono móvil y este. Seguidamente marcó el número de Kuroo deseando que contestara al teléfono.
—Tío — dijo al oír la voz de Kuroo —. Me acaba de pasar algo extraño…
Notes:
Ander ¿Sigues escribiendo sin pensar? sí, perdón, es que me estoy divorciando otra vez.
Chapter Text
Estirado sobre la cama, la luz tenue de la mañana se colaba por las rendijas de la ventana y le molestaba en la cara. Las sabanas estaban revueltas y el ordenador portátil de Akaashi reposaba cerrado sobre el colchón.
Llevaba horas escribiendo sin parar, porque no, cuando Bokuto se había largado simplemente no había podido irse a dormir sin más. Menos después de aquel momento tan intenso en el que de no haberse apartado estaba seguro que se habrían besado... Igual que en el instituto.
Keiji palpó sobre el colchón buscando el teléfono móvil, bajísimo de batería porque el mundo se paraba cuando se ponía a escribir. Lo miró curioso, hacía pocos meses si desaparecía apenas nadie lo notaba…
Un mensaje de Osamu que le preguntaba si estaba viviendo todavía o un grupo de la mafia chino lo había secuestrado y asesinado. Una llamada de Bokuto y dos de su editor jefe, Otro mensaje de Suzumeda asegurándole que si iba aquella tarde con Bokuto a la cafetería les espiaría sin vergüenza... “ Como si supieras que es la vergüenza, Kaori” se dijo a si mismo. Estiró el brazo y puso a cargar el teléfono. Así mismo también conectó el portátil a la corriente y se quedó unos minutos estirado en la cama, contemplando la nada y siendo consciente de su respiración. No estaba seguro de gustarle recibir tanta atención.
Un intenso suspiro salió de su boca. No era propio de él vivir a la deriva, pero se sentía que iba de aquel modo sin tener muy claro que hacía. Escribía y esperaba que Suzumeda no se riera demasiado de él.
La imagen de Bokuto sentado en su sofá, sus labios suaves, sus mandíbulas marcadas, el puente de su nariz fino y aquella mirada casi de animal abandonado resonaba en su mente... Se mordió el labio. Siempre había creído que era absurdo eso de que alguien estuviera enamorado de una persona pero quisiera acostarse con otros. Podía recordar las discusiones con Komi en el instituto, diciéndole que aquello era imposible. Le hacía sentir un poco idiota, bueno, inexperto después de todo.
Si no se hubiera levantado del sofá quizá se habrían besado, seguramente sus bocas se habrían pegado como cuando eran adolescentes tontos. La gran diferencia habría residido en como Akaashi no se hubiera detenido allí. Lo sabía.
La idea pasar su mano por el cuello de Kotaro mientras sus bocas se restregaban, descendiendo por el pecho y hasta el vientre... Era solo una fantasía, pero se sentía tan vívida.
Akaashi notó la sangre amontonarse en su entrepierna ante aquella fantasía ¿Había vuelto a tener dieciséis años de verdad? Suspiró tratando de dejar de juzgarse, deslizó la mano hasta su pene y lo agarró.
Le habría gustado hacer aquello con Bokuto, le habría encantado sentir su piel caliente contra su mano, que ahora empezaba a subir y bajar alrededor de su miembro. Acariciaba el glande de forma suave cada cierto tiempo, sintiendo como aquello aumentaba la intensidad del placer.
¿Cuánto tiempo hacia que no se masturbaba? Dios, ni siquiera lo recordaba. Quizá sí, podía confirmarlo ya, había vuelto a la adolescencia.
Sintió la temperatura subir en su propio cuerpo, los músculos de su caderas tensarse obligándole a abrir más las piernas, y sin más la sensación de placer abrumarle cortando el hilo de pensamientos. Un leve gemido escapó de sus labios mientras veía sus sabanas mancharse con su propio semen. Aunque ciertamente, ni siquiera lo pensó. Tan solo dejó que pasara...
Su cuerpo se relajó tras la expansión del placer por su cuerpo y volvió a quedarse medio adormilado unos minutos.
Al regresar a su cuerpo volvió a mirar el móvil para contrastarle a Osamu.
"Si, continuo con vida pero estoy secuestrado en el trabajo. Hoy me veo con Bokuto para ayudarle con algo de estadística que no ha sabido explicarme bien" escribió rápidamente pero borró todo el asunto de Bokuto antes de mandarlo.
¿Estaba mal que se lo ocultase? Una parte de él le decía que si, sin embargo no eran formalmente una pareja ¿Se portaban como una? Sí, pero aquellos límites si no se halaban resultaban tan ambiguos... Quizá Osamu se veía con otras personas. Pensar en aquello casi le hirió, no por las otras personas sino por la falta de franqueza que él mismo también estaba teniendo. Sabía que estaba encaprichado de Osamu, y así mismo era al revés. Así que no decirle nada, era como mentir aunque solo fuera eludir algo. Y lo peor era que no podía engañarse a sí mismo aunque quisiera tenía sentimientos por ambos.
Unos sentimientos románticos y otros sexuales o quizá todo se mezclaba entre los recuerdos del Keiji del pasado que se había quedado con una ilusión rota y las ganas de una vida totalmente diferente. Lo cual no implicaba que no le gustase la que vivía, solo que miles de realidades alternativas se abrían en su mente creativa. Todos aquellos Akaashis Keijis vivían, de forma significativa aquellas posibilidades del “Y si…” pero la vida era la que era.
—Pero a quien pretendo engañar — se dijo a sí mismo en voz alta. Y añadió de nuevo al escrito que aquella tarde se vería con Bokuto. Ni siquiera el mensaje en sí mismo implicaba un engaño propiamente, pero como siempre se juzgaba sin contemplación.
Toda aquella excitación no borraba ni un poco el afecto hacía Osamu, y en parte buscaba aquel concepto romántico en él. Encontrarle al lado cuando se despertaba, cocinar juntos, charlar le las novelas o los besos lentos debajo de la lluvia… Se rascó la cabeza. En sus novelas todo era mucho más sencillo. Sus protagonistas inmiscuidas en triángulos amorosos, no dudaban de verdad. Aunque la excitación y el erotismo de lo prohibido resonaban en las historias, nunca era lo que les hacía dudar del amor que sentían. Quizá porque los héroes y los villanos de sus historias eran personajes polarizados, sencillos y planos. Ojalá tener la profundidad de un charco de la calle, la vida sería más sencilla.
Akaashi se levantó y puso las sabanas en la lavadora sin pensarlo, preparó café y se dispuso a llamar al editor jefe.
—Perdón por no contestar — dijo después de un saludo simple de su jefe —. Tengo ya la mitad de la novela nueva, la que esperabas desde hace tanto pero…
—Ahora mismo no es lo que me interesa — contestó con voz seca. Aquel hombre sabía ser desagradable —. Lo que me interesa saber es cómo piensas recoger el premio que le dieron a tu última historia.
“El susurro de los sueños perdidos” había sido un éxito. Sí. La historia de cómo una mujer de treinta y tantos que hacía un viaje emocional y espiritual para reconectar con ella después de haber dejado de lado sus propios sueños por un amor fallido. Exploraba temas como la rendición, la introspección que te permite revelar tu propia identidad y todas aquellas cosas envueltas en un ambiente onírico. Literalmente era la historia de Suzumeda explicada desde la perspectiva de Akaashi. Tenía un toque profundamente comercial y ya llevaba tres premios seguidos en los que la editorial había recogido el premio en el nombre de Sanjo Himari.
—No voy a ir yo — aclaró Keiji. Aunque se daba cuenta de que cosas en él cambiaban significativamente. Su vínculo con Osamu le había cambiado y reencontrase con Bokuto le había recordado cosas de él que había olvidado. Sin ir más lejos se había masturbado hacía cinco minutos cuando usualmente ya no hacía aquellas cosas… No se sentía listo para recoger aquel premio.
—Deberías hacerlo, a las fans les encantará encontrar un autor sensible que se esconde detrás de un nombre de mujer.
— No, a las fans les horrorizará que me eligierais un nombre de mujer para vender más copias — aseguró Akaashi.
No era aquello lo que le retenía, simplemente no quería que se asociara su cara a su obra. En cierto modo, se avergonzaba del mismo modo que le avergonzaba sentir todas aquellas cosas hacía Bokuto todavía. El Bokuto del que él se había enamorado podía parecerse al que existía en la actualidad, pero era otra persona totalmente diferente. El tiempo existía después de todo y cada día cambiaba a la gente.
—El manuscrito nuevo, te lo enviaré en cosa de un mes seguramente — aclaró calculando que trabajase solo un par de horas al día. Sabía que si le daba una fecha limite tan corta era posible que no le cargara con tareas de corrección de otros autores.
Colgó tras despedirse y ver un mensaje de apoyo de Osamu para la sesión de estudio con Bokuto. Añoraba oír su voz, pero a Osamu no le gustaba particularmente hablar por teléfono. Contestaba a las llamadas, si no había más remedio, pero le daba tedio. “¿Quieres venir a cocinar para mi esta noche?” le pidió deseando que así fuera.
Notes:
Este capitulo es más corto, sí pero es que Mercurio ya deja de retrogradar y gracias perra porque me tenías mal. Espero poder volver a dormir.
Chapter 6: Bokuto
Notes:
En este capi hablo de conceptos de genero como mi profesor de antropología y psicologia social dijo que no se tenia que. Era un señor casposo casi de sarcofago, que me puso un 2 y dijo que aprendiera a argunentar mejor. Asi que sorry si no se entiende que quiero decir. Es que like always, divago mucho.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Sentado en un banco del campus, Bokuto le daba vueltas a lo que él mismo había titulado “MISSIÓN AKAASHI”. Casi se habían besado, y un fantasma fugaz pero más real que el futuro suspenso en estadística le golpeaba en la cara. Sentía un deseo intrínseco de acabar lo que nunca había empezado, pero la cara seria de Atsumu le miraba con una ceja alzada.
Y el problema en sí no era que él estuviera con Atsumu. Ya sabía que aquello tenía los días contados, porque ni el sexo parecía entretenido ya. Era como un trabajo y… Ni pensarlo tenía sentido. Por el contrario Akaashi salía con Osamu… Y Akaashi no iba a ceder a nada fácilmente. No era alguien fácil de convencer.
—Te va a salir humo de la cabeza — señaló Kuroo que venía desde el otro lado del parque. Le había estado observando desde lejos. Le parecía curioso todo lo que le había contado por teléfono la tarde anterior. Era emocionante, como volver a la adolescencia.
Bokuto estiró la mano y robó de las manos de Kuroo una bolsa de pipas que abrió de forma mecánica. Empezó a comerlas de forma compulsiva mientras refunfuñaba.
—¡Es que no sé qué hacer! — gritó Bokuto más para él mismo que otra cosa—. No me quito de la cabeza a Akaashi, como se levantó apartándose y aquella sensación casi de necesidad que teníamos los dos, yo sé que él también…
—Pero ¿es solo que quieres fóllatelo? O ¿hay algo más? — preguntó Kuroo pensado que a veces se daba. Alguien te atraía sexualmente y no podías evitarlo, pero era fácil de solucionar, un revolcón y hasta luego—. Ten en cuenta que si hay algo emocional atascado… Lo mejor es enfrentarlo.
Miró como Bokuto se metía varias pipas con cascara en la boca, dándole un poco de asco pensar en la textura de la cascara en la boca, mezclado con las semilla en sí.
Kotaro no podía dejar de gesticular nervioso, le miró de reojo algo incómodo por cómo le estaba presionado. Quería a Kuroo, mucho, se podía decir que era su mejor amigo, su alma gemela, pero a veces era tan práctico que le molestaba.
— Y ¿no te estarás montando una película? — preguntó de golpe Kuroo para ver enfadarse más a Bokuto, pero disimulándolo con su risa nerviosa.
— ¿Cuándo NO me monto películas? Pero es que es Akaashi — se quejó molesto. Estaba enfadado, pero con él mismo especialmente—. Supongo que las cosas con Atsumu estén tan mal no ayuda mucho…
—Termina con él de una vez por todas — se quejó Kuroo. Abrió la pipa y se la comió pensando con precisión cómo decirlo. No era que Bokuto se fuera a ofender, pero era como una montaña rusa—. No soy el tipo más romántico del planeta, pero si se va a acabar eventualmente ¿Para qué alargar la agonía?
Bokuto se apoyó contra el hombro de Kuroo y agarrarle la mano.
—Es fácil estar con alguien que no espera nada de ti — Miya le parecía la opción fácil. La zona de confort. La discursión sencilla —. Akaashi es más como la lucha contra mí mismo por ser alguien mejor cada día, porque él es especial…
Kuroo aguantó la risa. En el instituto atosigaba a Akaashi hasta para ir al baño, sin ser capaz de decirle todo lo que se le pasaba por la cabeza y… Pasaban los años y todo seguía ahí de estancadisimo.
— Llevas toda la vida con un miedo que te mueres por lo que sientes por Akaashi, no lo enfrentas y ahí está dándote en la cara a la que te despistas— dijo intentando ser lo más empático posible pero retándole —. Así que decídete, independientemente de Miya, o te lanzas a por Akaashi o lo dejas ir y te olvidas.
—¿Y si Akaashi Keiji solo es una excusa para no solucionar lo que pasa con Tsum-Tsum?
Bokuto agitó las manos al aire dejando que la mitad de la bolsa de pipas saltara por los aires y provocara la risa de Kuroo.
—No soy de los que le da vueltas a las cosas Bokkun — aclaró Kuroo. Él solía tomar las decisiones con claridad, viendo el mapa completo de la situación y sin miedo a las malas consecuencias. Perder no era una opción, porque hasta si fallaba en sus propósitos, siempre era capaz de sacar algo bueno —. Miya y tú, tenéis los días contados ¿Te gusta Akaashi? Mueve ficha, a lo peor te rechaza y nos vamos a bailar por ahí olvidándonos de todo como antes.
Bokuto se golpeó en la cara. Kuroo era el mejor, y en otra vida se casaría con él, lo tenía claro. Se sentía triste, e iba a echar de menos las cenas de Osamu, pero no podía reducir su vida sentimental por los adjuntos. Atsumu se tenía que ir y bueno… Realmente no podría nada por intentarlo con Akaashi. Después de todo, era Akaashi.
— No sé qué haría sin ti y las palizas que me metes.
—Mal vivir peor — se rió Kuroo, levantándose del banco y señalándole que era hora de moverse. Ya se habían saltado el entrenamiento de la mañana y más veía que no se saltaran las clases.
Bokuto continuó su día. En el aula de psicología social abordaban la temática sobre el género y la construcción social que suponía. El rpofesor planteaba un dilema a cerca de la percepción social de las construcciones de género y remarcaba la dinámica impensable de las mujeres usando pantalones tan solo hacía 50 años atrás. Así mismo plantaba de como en occidente la construcción social imposibilitaba a los hombres llevar un vestido, cuando al final del día solo era ropa y todo se reducía a un significado adquirido y no inherente.
Todo aquello era profundamente interesante, sin embargo la mente de Bokuto Kotaro rondaba en otro lado. Debía estar tomando nota, aunque no se mentía. Todo aquello era algo que en su mente se desdibujaba con facilidad, la percepción de género al final era una idea personal. Interpretarla más allá, era decidir por los demás, más allá de la percepción social ¿Era posible que redujera el concepto social a una irrelevancia? Era posible, Komi siempre se metía con él por aquello ¿Pero era él menos hombre por que de vez en cuando disfrutara jugando a maquillarse? No. Redundancias de percepción. Aquello añadido al tono aburrido de un profesor que no disfrutaba de la asignatura le mataba. Así que el Asunto de Akaashi le agobiaba más.
Y es que Akaashi Keiji, desaparecido desde que dejó el instituto, reaparecido por casualidad ¿Qué iba a pasar entre ellos? Estaba claro que quería intentar lo que fuera pero también sabía cómo era él. Lo que se salía de la norma… Akaashi si consideraría que era raro que se considerara hombre y se maquillase. Para él el significado de las palabras era exacto, le daba consenso a las cosas. Calculaba el proceso de forma lógica y añadiendo sus valores… Y no era que Bokuto Kotaro no tuviera valores pero era más flexible.
Por aquello se había levantado de golpe cuando casi se habían besado. No era un rechazo. Bokuto lo sabía, era Keiji siendo ordenado. Si existía Osamu ¿Podía existir también Kotaro? Bokuto levanto las manos con ganas de gritar, tenía que dejar de…
— Bokuto ¿Quiere compartir la reflexión que tanto le agobia? — preguntó el profesor con tono molesto. Dudaba que el alumno estuviera atendiendo.
—No, odio como expresa la concepción de género — se quejó Bokuto sin darse cuenta realmente de lo que decía —. No quiero hablarlo porque me molesta.
Se apoyó contra la mesa ignorando al profesor.
Aquel puñetero dese físico que le consumía ¿importaba de verdad que labios besabas cuando besabas? No era como que hubiera una respuesta real, pero sabía que para él SÍ. Aunque solo fuera deseo y no trascendiera a lo emocional, que por desgracia lo hacía.
Y luego estaba el punto ¿Y si acababa profundamente enamorado de Akaashi pero no era reciproco? Después de todo, salía con Osamu… Bokuto volvió a revolverse el pelo, pero intentó no ser tan intenso. Iba a intentarlo, iba a dar su mejor cara.
Atsumu, Atsumu tendría que despedirse de él. Bokuto negó con la cabeza ¿Le heriría? No más de lo que él le hería a él a diario. El timbre sonó y vio al profesor acercarse a la mesa donde se encontraba.
—Me gustaría que participaras si tienes ideas tan claras sobre lo que tratamos — intervino el profesor. Bokuto lo miró curioso —. No es un tema que me apasione, pero nuestras clases están abiertas al debate.
Miró como el profesor le anotaba varios títulos de libros relacionados con el tema y se lo entregaba. Bokuto lo miró sorprendido, quizá algún día…
Salió del aula decidido. Iba a intentarlo con Akaashi, y si salía mal ya lo solucionaría el Kotaro del futuro. Todas las opciones implicaban una postura incomoda, así que ¿Por qué no intentar la que las cosas salieran como más le gustaba?
Llegó a la cafetería en la que se había citado con Akaashi para reconocer a la camarera. Suzumeda le miraba con curiosidad desde el otro lado de la barra. La chica parecía amable, pero lejos de dejarle sentarse donde él quisera, le acompañó a una de las mesas más ocultas de aquel establecimiento.
— ¿Por qué aquí? — preguntó Bokuto un poco incómodo. Aquella mesa estaba apartada, de hecho parecía dedicada al personal de la cafetería y no para el público.
—Verás, esta es mi cafetería y no quiero que molestéis a mis clientes— mintió con completa seguridad en ella misma. Bokuto no cazaría una mentira ni aunque ella fuera la peor actriz del mundo, por suerte no lo era.
Ella solo quería que Akaashi se inspirase, que encontrase en Bokuto su musa. Siempre lo había sido y si bien Osamu le caía bien, no sabía conectar con Keiji de aquel modo que sacaba su lado creativo.
Bokuto miró el reloj inquieto, se le hacía extraño que Akaashi llegase “tarde”. Ciertamente, habían pasado muchos años, y el chico que siempre llegaba puntual bien se podría haber convertido en un hombre que ya no llegaba diez minutos antes a todos los sitios ¿En cuantas cosas más sería distinto? ¿Seguiría teniendo un ritual de dejar lo que más le gustaba comer para el final? ¿Aún le gustaría la mostaza Karashi y el te chai?
—Oye Suzumeda — preguntó Kotaro sintiéndose algo apenado. El tiempo era imparable y la gente cambiaba sin más, lo que en parte era bueno porque te dejaba la oportunidad de conocerlos de nuevo, pero también se le hacía en parte muy desolador— ¿Akaashi sigue siendo el Akaashi de siempre?
La carcajada de Suzumeda le sorprendió. Bokuto la miró agobiado. Realmente estaba decidido a conseguir resolver sus emociones al respecto, pero debía admitir que estaba asustado.
— ¿Acaso sigues enamorado de él? — la pregunta era claramente retórica. No parecía creíble, había pasado tiempo, sin embargo la misma Suzumeda sabía qué era estar enamorada de un fantasma. Una imagen distorsionada de algo que ni siquiera existía, y lo complejo que podía ser dejar atrás aquello —. Akaashi, sigue siendo Akaashi.
Apenas decir aquello, el nombrado entraba por la puerta corriendo. Bokuto volvió a mirar el reloj, dándose cuenta de que era la hora exacta en la que habían quedado. Con el pelo alborotado y casi sin aliento, saludó a Suzumeda y se sentó frente al antiguo compañero de instituto.
Extendieron el temario de estadística sobre la mesa, y Akaashi empezó a leerlo con rapidez mientras Bokuto se comia unos rollitos de canela que Suzumeda había guardado para él. Siempre había sido así. El menor, sin haber dado el temario, lo leía y lo analizaba para luego poder explicárselo al mayor sin ningún problema. Su mente analítica comprendía los números con facilidad, le aburrían soberanamente, pero los entendía bien.
—Akaashi — aquella vocecilla de súplica que Bokuto ponía cada vez que quería la atención de Keiji puso los pelos de punta al segundo, haciéndole viajar en el tiempo. Levantó la mirada y aquellos ojos le hipnotizaron como tantas veces otras. Le detestaba, era “intoxicante” — ¿Te acuerdas cuando jugabas conmigo al vóley? Lo hacías todo tan fácil, para mí era un sueño y aunque ahora también está guay, siempre pienso en cómo me gustaba saber que siempre estabas ahí… Pienso mucho en ello últimamente.
—No te voy a mentir, no lo añoro demasiado — se rió con franqueza Akaashi para volver a centrarse en los apuntes que Bokuto había traído, que claramente no eran suyos. Eran pulcros y perfectos, muy lejanos a la letra desordenada de Kotaro—. Me gustaba, pero el pasado es algo en lo que intento no recrearme, además cuando os graduasteis no fue fácil para mí, aunque ya es agua pasada.
Keiji le indicó que se acercara. Kotaro respondió arrastrando la silla cerca del otro chico, que enseguida empezó a mostrarle de forma práctica los ejercicios de estadística que no le salían. Aun así, la mente de Bokuto no se centraba ¿Lo había pasado mal? ¿Por qué no podía viajar atrás en el tiempo y cambiar sus actos? A veces la vida era injusta, o su atención demasiado dispersa.
— ¿Me estás escuchando?
—No, es que pensaba en lo que has dicho y Me importas, ¿sabes? Siempre me has importado. Y siento que no te lo demostré lo suficiente en su momento — Bokuto y su mente ya ni siquiera podían pensar en el deseo, o las ganas de besar a Akaashi de nuevo o incluso si quería salir con él. Solo en que le habían dejado solo —. A veces, cuando no tengo algo delante de los ojos suelo olvidar que existe, incluso si es alguien tan increíble como tú.
La risa de Akaashi volvió a sonar en aquel espacio. Se sonrojó levemente y desvió la mirada. Su pensamiento evaluó hasta qué punto podía ser sincero sin que aquello se le fuera de las manos, aunque claramente ya sentía que estaba al borde del abismo.
Las manos de Bokuto, más pequeñas que las suyas, sujetaban el bolígrafo con fuerza y su mirada como siempre parecía despreocupada. Decía aquellas cosas con el corazón en la mano y siendo tan sincero, que le descolocaba.
—No fue culpa tuya que me sintiera solo, que solo estuviera allí Kaori y que te… os echase de menos a los demás — su voz sonó vulnerable, después de todo se sentía de aquel modo. Era como si le hubieran quitado la ropa en un auditorio lleno de gente.
—Lo siento, casi nunca pienso demasiado, lo que es pensar de verdad, y cuando lo hago parece que solo es para incomodarte — empezó a reírse Bokuto intentado restarle importancia a la situación. Extendió su brazo y lo posó sobre el hombro de Akaashi—. Pero si lo hubiera sabido, habría estado ahí.
La mano de Bokuto se deslizó desde su hombro, y bajó hasta su mano. Deslizó sus dedos, entre los de Keiji sin decir nada, sintiendo la calidez de estos sobre su piel.
La respiración de Akaashi se agitó, sintiéndose nervioso ¿Deseaba aquel contacto físico? Estaba más que claro que sí, pero ¿Y Osamu? ¿Y Atsumu? Su conflicto mental repasaba todas las posibilidades existentes en aquellas décimas de segundo. Activar así su mente, una práctica adquirida jugando al vóley con Bokuto Kotaro.
—No sé qué es lo que me pasa contigo… siempre me haces sentir…— Akaashi se quedó callado. Ni siquiera era capaz de mirar a Bokuto porque entonces su mente se pararía y no sería capaz de pensar. No tenía claro que con las palabras pudiera resolver aquel cálculo más complejo que las matemáticas del teorema de Fermat.
Una sonrisa de satisfacción apareció en la cara de Bokuto. Se acercó un poco a Akaashi, pero de forma sigilosa.
—Porque dejas que las cosas sean tal cual ¿no? — Los dedos de Bokuto se entrelazaron a los de Akaashi —. Siempre estuve y estoy enamorado de ti, por raro que sea… y volver a verte…
—Bokuto ¿Y Atsumu? — la voz de Akaashi sonaba desesperada. Aunque él sabía que quería decir ¿Y Osamu? Se giró a mirarlo mordiéndose el labio. Decir aquello había sido ridículo, no era que a Kotaro se le pudiera quitar algo de la cabeza así como así.
— A Atsumu solo le importa Atsumu — musitó molesto por que le recordara alguien que sentía que él le importaba menos que un tomate pocho.
Bokuto tragó saliva y alargó la mano, acariciando la mandíbula de Keiji, hundiendo los dedos en su pelo revuelto y con intención de besarle.
—Vale, vale, espera— mencionó Akaashi cerrando los ojos y pensando en cómo hacer las cosas mejor. Se adelantó acercándose y le abrazó.
Para él fantasear ya simplemente estaba entre la línea del bien y el mal. Pero besarle le abrumaba, era cruzar la línea. Sabía que no era como que Osamu y él tuvieran una relación con límites establecidos, pero en definitiva necesitaba comunicarse con él antes de que todo pasase.
Se separó de Kotaro, mirándole con su cara de perrito.
—Yo… No te inventas todo esto está pasado vale — empezó a decirle Akaashi preasumiendo que en la mente de Bokuto estaban pasado su película de terror más temida: el rechazo—. Pero yo si necesito hablarlo con Osamu, yo…
—Tienes que hacer las cosas bien — sonrió Bokuto. Era fastidioso pero le fascinaba, le fascinaba muchísimo. En resumidas cuentas, Suzumeda tenía razón: Akaashi seguía siendo Akaashi.
Keiji alargó su mano y enlazó sus dedos con los de Kotaro.
Notes:
Estoy en trauma dandome cuenta de que tengo una relación parasocial con Bokuto Kotaro y Sakusa Kiyoomi. Son mi novio japonés imaginario y mi marido japonés imaginario. Bueno, me han dicho que es toxico, pero bueno ¿Que un personaje te fascine es tan insano?
No entiendo a las personas. Anyways, este capi creo que es porque Bokuto también tiende a tener traumas dudando sobre si tiene o no tiene una relacion parasocial con Akaashi, ya que no deja de ser a veces todo una sensación (?) ¿limerneica? . No sé. Divago, como siempre.
Chapter Text
Ir al apartamento dónde vivían los gemelos Miya no era lo habitual. Osamu odiaba, en todos los sentidos posibles, llevar a nadie allí. Si Atsumu simplemente oía algo, sacaba la cabeza y cotilleaba a quien llevaba sin dar tregua, queriendo sacar toda la información posible de aquella persona.
Por aquello, para Akaashi, estar allí era terreno inexplorado. Aun así, en su mente, aquella conversación solo podía darse en un lugar en el que sintiera que Osamu estaba seguro. No tenía miedo de que hiciera un numerito, él no era así. Tenía miedo de herirle. Tenía miedo de herirle de un modo que no se pudiera perdonar. Porque Akaashi era consciente de sus propios sentimientos hacía él, así como de los que Osamu sentía. Aunque nunca se hubieran dicho una sola palabra.
Sentado en el sofá, Keiji se mantenía con los dedos entrelazados. Pensado en cómo decir lo que tenía que decir. Había cosas que no se decían dejando saltar la libre, había cosas que debían decirse con calma.
—Tenemos que hablar —murmuró Keiji, su voz temblorosa. Él mismo se escuchó como un cliché.
Osamu, sentado a su lado, esperando que el horno acabase de cocinar una quiche de puerros le miró con cierta seguridad. Dispuesto a oír lo que tenía que decir sin más. De algún modo era como si se hubiera anticipado a aquella conversación. Había notado los cambios sutiles en Akaashi desde que había empezado a escribir su nueva novela.
—Lo sé, no he iniciado la conversación previamente porque suponía que necesitabas tu tiempo — contestó con su voz más seria. Le miró con afecto y una casi imperceptible sonrisa.
Keiji desvió la mirada al suelo, sintiendo el peso de aquella conversación. Empezarla podía parecer lo más complejo, pero era como llenar un cesto de pierdas. A cada piedra más pesaba, a cada palabra más costaba.
—Yo.. me gustas muchísimo, pero…— Akaashi tomó aire —. Me están pasando cosas, que no se escapan de mí y siento que si continuo contigo, no estaré siendo sincero conmigo mismo.
—Ya, lo de Bokuto — afirmó Osamu, casi leyéndole la mente—. Es lo que imaginaba entonces.
Akaashi le miró sorprendido ¿Era él alguien tan obvio? Se sentía como si le hubiera traicionado del modo más sucio y ruin. Pero no era algo que él pudiera controlar, solo pasaba. Era perturbador.
— ¿Cómo…? —preguntó, con un hilo de voz.
Osamu sonrió al verle tan confundido. Le parecía simplemente adorable.
—La otra noche me pareció muy… ¿evidente? —Osamu se tapó la cara algo avergonzado mientas pensaba en aquella noche—. Dios, me abruma pensar que me incluí en la conversación solo porque quería que me vieras a mí y no a él.
Keiji sintió que el peso de la culpa se volvía insoportable. Quería hablar, justificar sus sentimientos, pero las palabras parecían quedarse atrapadas en su garganta. ¿Cómo podía haber subestimado tanto lo que Osamu había percibido desde el principio?
—Lo siento — Akaashi se levantó del sofá nervioso.
Osamu extendió su brazo y agarró la mano de Keiji con afecto. No sabía si aquello se sentiría como un contacto posesivo, sin embargo él deseaba que lo sintiera de aquel modo. Porque una parte de él si era de Akaashi, y él quería una parte de él de vuelta. No era una cosa de celos, si Akaashi quería, que estuviera con todo Japón también, pero que le dejase un pedacito.
—No quiero que te sientas culpable por esto, y no me enfada esta situación —dijo Osamu ante la mirada desviada de Keiji—. Los sentimientos no siempre se alinean de la manera que queremos, la intimidad involucra más la vulnerabilidad que el sexo en sí, y no es como que se pueda elegir lo que uno siente, solo te pasa porque no somos robots.
Akaashi espiró hondo, tratando de procesar todo lo que Osamu estaba diciendo. Había esperado una reacción completamente diferente. Nunca pensó que se enfadaría, pero si esperaba verle dolido. Y ahí estaba, sosteniéndolo emocionalmente con una calma y comprensión que Keiji no sabía si merecía.
— Nunca quise hacerte sentir excluido o... no sé — la mente de Akaashi divagaba —. Siempre me ha asustado todo lo que siento por Bokuto…
—Eres la protagonista de tus novelas ¿no? — dijo él riéndose un poco y caidno que Akaashi también se riera. Era consciente de que era de las pocas personas que sabía que él era el autor de aquellas historias tan populares. Y si he había contado aquello, bueno, podía dar por descontado que él era importante para Akaashi Keiji. Porque Keiji siempre era receloso de qué decía y qué no.
Keiji le miró a los ojos. Aquellos ojos fríos, que parecían examinar todo con determinada y analítica precisión. Osamu se levantó, sin apartarle la mirada. Sus dedos se entrelazaron.
—Osamu… yo… —balbuceó Keiji, sin saber cómo continuar.
—Eh, yo estoy enamorado de ti, es la verdad — Osamu desvió la mirada al techo. Le costaba hablar de lo que sentía más de lo que le gustaba admitir, pero tampoco era como que le diera miedo—. Si lo que quieres es que no nos veamos más te lo voy a aceptar, pero me gustaría que entendieras algo antes de tomar esa decisión. No creo que el amor sea algo limitado, no creo que tengas que elegir entre Bokuto o yo como un héroe de novela.
Keiji frunció el ceño, confundido por las palabras de Osamu.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó, genuinamente desconcertado.
En aquel momento Atsumu entró en el piso pegando un portazo. Estaba enfadado. Osamu soltó las manos de Akaashi molesto por la interrupción, pero se acercó al horno y lo paró a consciencia. Seguidamente tiró del brazo de Akaashi y lo arrastró a su habitación, cerrando la puerta tras de ellos. Keiji se sentó sobre la cama y le miró sentarse a su lado.
—Perdón, no me apetece que Atsumu meta la nariz — mencionó intentado volver a centrarse en la conversación—. Las citas rápidas no suelen dar mucho tiempo a las explicaciones, la gente no vamos con carteles de etiquetas y…
— ¿Te imaginas? Yo llevaría una de enamorado desde el instituto del mismo ser humano — se mofó de sí mismo Akaashi sin apartar la mirada de la pared. Osamu se rio pensado en que de ese modo iba a tener poco éxito.
—Bueno, el caso es que la mía seria la del polyamor y por eso creo que si tú quieres podrías estar con Bokuto y conmigo a la vez — dijo Osamu al fin, intentado que Keiji lo entendiera mejor. Su voz era tierna y serena, sin embargo sabía que no todo el mundo recibía aquellos mensajes como podía más de cómo se transmitieran—. No creo que lo que sientas por mí se vea condicionado por lo que sientas por nadie más, y tampoco soy especialmente celoso.
Akaashi jamás se había planteado algo de aquel modo. Si lo pensaba, hasta le había costado comprender que era gay. La idea de amar a más de una persona, de no tener que elegir entre Osamu y Bokuto, era desconcertante. Pero al mismo tiempo, una parte de él se sentía… aliviada. Era como si dejaran de apretarle las tuercas de la cabeza.
—Nunca he pensado en mí de esa manera, la verdad — Akashi dijo aquello en voz alta, aunque sonó más como una reflexión. Estaba en su mundo.
Osamu le pellizcó el brazo, haciendo que se girara a mirarle y le sonrió.
—No tienes que decidirlo ya ¿eh? Solo, considéralo como opción — El Miya podía sentir su corazón dando golpes dentro de su pecho con fuerza. Le gustaba, le gustaba más de lo que tal vez le hubiera admitido a cualquiera y tenía que pelearlo al menos.
Keiji cerró los ojos. No era un o todo o nada, aquí y ahora ¿Por qué él se sentía tan al límite? ¿Eran sus creencias limitantes las que frenaban aquella opción? Crecíamos creyendo lo que nuestros padres nos enseñaban, repetíamos patrones horribles a veces. Suspiró y miró a Osamu. Le ofrecía una salida que no implicaba romper nada, solo construir más.
—Y sí… ¿Y si luego no funciona? — Akaashi necesitaba considerar todas las variables. Asumía que quizá Bokuto tampoco aceptara aquello pero…No, él conocía a Bokuto Kotaro, Bokuto no era así. Era flexible. Además si él le pedía el cielo, Bokuto lo traía en monociclo. Reprimió su risa de aquel pensamiento. Pero le gustaba sobre todo por aquella actitud.
—Hablémoslo entonces, un paso a la vez ¿no? — respondió Osamu, sus dedos entrelazándose con los de Keiji de nuevo.
Akaashi miró sus dedos entrelazados a los de Osamu. No era como que llevaran tanto tiempo juntos, pero parecían encajar a la perfección incluso con aquellas cosas tan extrañas y… ¿Era aquello lo que se experimentaba en un vínculo real? ¿La reprocicidad? No lo sabía, no era como si pudiera contestar a aquello sin más. Pero si podía decir que se sentía comprendido, aceptado en todos los sentidos de lo que él era, pensaba y sentía. Sabía que a pesar de todo lo que sentía por Bokuto, le era demasiado duro entender un mundo sin Osamu.
—No sé qué hacer —admitió Keiji, finalmente—. Pero no quiero perderte.
—Lo entiendo — contestó el Miya —. Entonces, pensemos las cosas paso a paso, juntos.
Los labios de Akaashi se acercaron a los de Osamu. Cerró sus ojos levemente, sintiendo intensamente el contacto de su piel sobre la de él, y dejándose llevar metiendo la lengua en su boca.
Era curioso. El amor que sentía por Bokuto era inquieto, divertido y lleno de deseo intenso como una tormenta de verano que te dejaba totalmente empapado y te hacía preguntarte ¿de dónde han salido estas nubes? El que sentía por Osamu era lento, también pasional, pero más como aquella lluvia fina de primavera, que no entendías cómo, pero te había calado hasta los huesos sin que te dieras cuenta.
Notes:
No soy alguien polyamoroso, pero si atesoro todas las personas de las que me he enamorado en una caja en mi mente. Recuerdo sus cumpleaños, lo que les gustaba en aquellos momentos y a pesar de la perdida y las cosas dolorosas intento quedarme con las cosas increibles que aprendí de cada una de esas relaciones. Muchas veces ha sido un amor propio increible porque mira que me gusta la gente imbécil eh.
No sé si es igual, aunque mi mejor amiga que si es polylove dice que es parecido. Si creeis que hay algo mal, me fascina debatir y aprender, so lets talk about.
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