Chapter 1: One-shot
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Hacía calor. Demasiado calor para ser marzo.
John echaba de menos el calor templado de la primavera. Añoraba la forma en que el mundo volvía a la vida después de una larga helada. La forma en que el aire mismo parecía derretirse. Extrañaba ver los azafránes, los galantos y los árboles floreciendo. California era tediosa, con su sol implacable todos los días. Se sentía mal, que siempre fuera tan hermoso. Sentía que no se lo merecía.
John soltó una bocanada de humo hacia el cielo violeta, mientras apoyaba sus antebrazos en el borde de la azotea. Una brisa cálida le apartó el cabello castaño de la frente, acariciándole las mejillas. Entrecerró los ojos para mirar el sol escarlata por detrás de sus gafas oscuras. Desde allí arriba, podía oler la sal en el aire, que le quemaba ligeramente la nariz. Alcanzaba a escuchar el eco lejano de las olas rompiendo, un ritmo constante e hipnótico. Divisaba las palmeras que se balanceaban perezosamente a lo largo del malecón, moviéndose al compás de la marea del Pacífico.
En la planta baja, Harry lo esperaba.
John había aceptado la invitación de Harry al estudio junto al mar con una única condición: nada de malditas jam sessions. Solo estaba allí para ayudar a Harry con algunas tomas, no para grabar. De todos modos, las jam sessions eran horribles: nadie sabía qué hacer. La gente tendía a tocar encima del otro en un caos desorganizado, el ruido era casi insoportable. Sin mencionar que no era precisamente fácil entrar en ritmo con gente nueva... Se había acostumbrado tanto a leer la mente de alguien y que le leyeran la suya a cambio. Cualquier otra cosa se sentía incómoda.
A pesar de sus mejores esfuerzos, lo descubrieron alrededor del mediodía. Aparentemente, Stevie Wonder y su banda estaban grabando justo al final del pasillo. A John le caía bien Stevie, así que todo estaba bien. Después de un poco de charla y ponerse al día, John aceptó, a su pesar, tocar un rato. Tenía que admitir que sonaban bien. Muy bien. Tan bien, de hecho, que John se olvidó de su única regla y tomó una decisión estúpida.
Había llamado a Paul.
Ahora, en la azotea del estudio y con unas copas de más, se arrepentía de su decisión. Se arrepentia profundamente.
John dio un sorbo a su vaso de whisky mientras observaba cómo el cielo se teñía de un púrpura cada vez más oscuro. ¿En qué demonios estaba pensando al invitar a Paul? ¿Qué era esto, una maldita telenovela? En el fondo, sabía que no estaba ni remotamente preparado para tocar con el tipo. ¿Por qué... por qué diablos lo había llamado así? Seguro que ya venía en camino, acompañado de Linda. No había nada que John pudiera hacer para detenerlo ahora.
John había recibido la llamada telefónica unos meses atrás. No le había sorprendido saber de Paul, la verdad es que no. Se habían acomodado en un ritmo constante de contacto durante los últimos años, una o dos llamadas telefónicas cada dos meses. Era agradable, en realidad. Sus charlas eran de las pocas veces que se sentía él mismo en estos días.
Sin embargo, fue una sorpresa cuando Paul le reveló que él y Linda estarían en Los Ángeles esa primavera. "Band On the Run" había sido disco de platino, le dijo Paul, con un dejo de suficiencia en la voz. Habían sido invitados a recibir un premio en Capitol Records. ¡Qué va!
—Al final acertaste con ese disco, ¿eh Macca? —lo había provocado con sarcasmo, pero secretamente estaba bastante orgulloso. También con celos, por supuesto. Pero orgulloso.
—¿Quizás nos pasemos por allí entonces? —había dicho Paul, más como una afirmación que como una pregunta.
—No lo sé, Paul —había tartamudeado John, sorprendido por la sugerencia. Sería la primera vez en más de un año que estarían en el mismo continente—. He estado bastante ocupado, sabes.
—Oh, lo sé, John. Leo los periódicos, ¿sabes? —había bromeado Paul con una risita en la voz—. Saliendo de parranda, según veo. Un repentino rubor de vergüenza invadió a John en ese momento. Se aclaró la garganta.
—Sí, bueno. Tratando de divertirme un poco, ¿ves? Pensé en intentarlo por una vez: divertirme.
—Claro, por supuesto… —la voz de Paul sonaba cortés, pero había algo más allí. Algo herido. El estómago de John se retorció. No lo había querido decir así, como si nada de lo que había hecho con Paul, con The Beatles, hubiera sido agradable. Como si hubiera sido un completo miserable todo el tiempo. Solo quería decir que… había sido un año difícil.
Paul continuó.—Linda y yo estaremos allí por varias semanas, ¿de acuerdo? Nos alojaremos en el Marmont. Te enviaré nuestro número, ¿sí? Llámanos alguna vez.
—Está bien, entonces —había dicho John, distraídamente. Sintiendo ya un familiar cóctel de pavor y emoción retorciéndose en sus entrañas.
Habían pasado semanas de eso. Desde la llegada de Paul a Los Ángeles, solo se habían visto unas pocas veces.
Había estado ese almuerzo incómodo junto a la piscina en casa de John durante la primera semana. Bajo el brillante sol de California, a John le había costado incluso mirar a Paul. Con la mayoría de sus conversaciones ocurriendo por teléfono en estos días, había comenzado a pensar en Paul solo como una voz crepitante que vivía dentro del auricular de una máquina fría.
Escuchar esa misma voz retumbar de una boca real, cálida y devastadoramente familiar, era desorientador. Su cerebro parecía no poder procesar el hecho de que el hombre frente a él era, de hecho, el mismo chico de ojos brillantes con el que había crecido. Los rasgos de Paul eran demasiado vívidos, demasiado definidos, demasiado reales. Estaba bronceado, lo que intrigaba a John de una manera extraña. Tres meses en Nigeria podían hacer eso, incluso al más pálido de los británicos, supuso. La luz del sol moteado se reflejaba en la piscina y bailaba sobre el rostro suave de Paul, iluminándolo de una manera que resultaba distractora. De hecho, le había dolido mirarlo.
Luego estaba la vez en el hotel de Paul y Linda. Eso había sido un poco mejor. Paul, Linda, él mismo y May holgazaneando, mezclando bebidas y fumando hierba. John había observado con un aire de satisfacción como May y Linda parecían congeniar. También Paul, según se dio cuenta, parecía disfrutar de pasar tiempo con May. No paraba de hacerle preguntas sobre cómo era crecer en Nueva York, genuinamente interesado en sus respuestas. En realidad, fue agradable. Muchas conversaciones interesantes y risas.
Cuando se iba, Paul lo había detenido, agarrándolo del codo antes de que saliera por la puerta.
—Mientras esté aquí —titubeó Paul—, deberíamos… uh... tocar alguna vez, sabes…
John se había congelado y le había lanzado una mirada vacía.
—Juntos —aclaró Paul al ver que John no respondía. Éste solo asintió, sin saber qué pensar de la invitación de Paul. Paul le soltó el codo entonces.—Solo piénsalo —le ofreció gentilmente.
John simplemente asintió de nuevo y le dio una palmada en el hombro a Paul.
—Buenas noches, Paul —murmuró antes de cerrar la puerta y alejarse, abrazado de May.
Deseaba que la idea de tocar con Paul no se sintiera tan difícil. Desearía que fuera algo casual. La verdad es que anhelaba sentarse frente a Paul. Perder horas mirando sus manos, anticipando qué acorde vendría después basándose en el ligero movimiento de sus elegantes dedos. Tenía tantas ganas de volver al ritmo familiar de asentimientos, contacto visual y frases a medias que dejaban a todos los demás confundidos. Sería tan fácil. Como memoria muscular.
La verdad del asunto era que no había nadie que lo estimulara como Paul. Pero ese era el maldito problema, ¿no? Trabajar con Paul era simplemente demasiado intenso. Siempre lo había sido. La intensa cercanía que exigía su asociación. La forma en que habían compartido cada pensamiento, cada sentimiento con el otro…
Era un poco como hacer el amor, pensó extrañamente, para sí mismo. El nivel de intimidad que se exigían el uno al otro. Una especie de cosa rara, desnuda, algo que no podía - y no lo haría - con nadie más. Una parte de sí mismo reservada solo para Paul, y una parte de Paul reservada solo para él. No era algo que se pudiera replicar o recrear fácilmente de la noche a la mañana con alguien nuevo.
Pero habían pasado demasiadas cosas en los últimos cinco años. Se habían dicho demasiadas cosas que nunca se podrían retractar. Esa cosa sagrada entre ellos se había roto, quebrado. ¿Y lo que tenían ahora? Claro, eran amigables. Pero era un hilo delicado, demasiado frágil para ser puesto a prueba.
La verdad es que se había sorprendido a sí mismo llamando a Paul esta noche. De hecho, la realidad solo lo golpeó después de colgar - horrible y real. Paul venía hacia aquí. A tocar música. Con él. Para cuando la cruda realidad lo golpeó, ya era demasiado tarde. Ya había bebido demasiado e inhalado unas líneas de coca. Esto estaba sucediendo y tendría que aguantarlo.
***
Era como si él puediera sentir la presencia de Paul antes de verlo. El pelo de la nuca de John se erizo segundos antes de que Paul y Linda cruzaran el umbral de la puerta, tomados de la mano. Un murmullo de intriga mal contenida recorrió la habitación.
Era extraño, de verdad, ver a Paul en el estudio. Se sentía como un sueño extraño, pero a la vez absurdamente familiar para John. A través de la nube del alcohol, intentó actuar con normalidad, saludando a Paul con un breve movimiento de cabeza. Tragó saliva con dificultad, luchando contra la ansiedad que crecía en su garganta.
—¿El intrépido Paul McCartney, supongo? —había dicho él, estúpidamente. Una referencia tonta a uno de los primeros especiales navideños de los Beatles. Pero Paul había respondido inmediatamente con:
—¿Sir Jasper Lennon, supongo? —y maldita sea, John sonrió-en serio sonrió, como un pobre patético.
***
John hizo pasar a Paul, esforzándose por no delatar su embriaguez. Con un vago gesto de su mano, le indicó a Paul que eligiera un instrumento.
—Coge el que quieras —arrastró las palabras.
Paul simplemente asintió y se arremangó las mangas, cruzando la habitación para estrechar la mano de Harry.
John pidio permiso entonces, al darse cuenta de que estaba demasiado borracho para esto. Esperaba que una o dos dosis de coca lo enderezaran.
En la intimidad del baño, inhalo unas cuantas rayas más y masticó los restos del paquete de drogas. Su corazón ya estaba acelerado y su estómago se retorcía en nudos. Necesitaría mucha ayuda para superar esto.
Se echó un vistazo en el espejo del baño y se inclinó hacia adelante, dándose un repaso general. Se veía como la mierda. Tenía los ojos inyectados en sangre y los labios agrietados y descamados. Sacudió la cabeza, como si eso pudiera aclararle la mente, y se mojó las manos en el lavabo. Bruscamente, se pasó los dedos mojados por el pelo y se lamió los labios varias veces, en un pobre intento de hidratarlos. Todavía se veía como la mierda. Soltó un suspiro entre dientes. Tendría que bastar con eso. Pasándose una mano por la cara con exasperación, abrió la puerta del baño y se tambaleó de vuelta al estudio. Al doblar la esquina, la vista que lo recibio le hizo dar un vuelco en el estómago. Paul estaba sentado en la batería de Ringo.
Se detuvo en seco. No sabía qué se había esperado... No esperaba ni de broma que Paul compartiera un micrófono con él, no estaba demente. Sabía cuál era la situación entre los dos. ¿Pero la batería?. El bajo, claro. El teclado... bueno, Stevie se encargaba de eso. ¿Pero la batería? Era como si Paul estuviera tratando de decir: solo esto es lo que tendras. Le dolió. John se mordió la lengua, supuso que era lo que se merecía.
Haciendo como si no lo notara, John cogió su guitarra y empezó a afinarla. Si Paul quería tocar el maldito tambor, no había nada que John pudiera hacer para detenerlo. No tenía voz ni voto en nada de lo que hacía Paul en estos días, ¿verdad? No podía decidir nada. Ya no.
**
La jam session era un caos. Tal y como John había temido, nadie tenía ni idea de qué tocar. Harry estaba ocupado sacando un riff de guitarra, Stevie estaba tocando una escala sin relación y Paul estaba golpeando los toms sin sentido. La cacofonía de ruido era suficiente para volver loco a un hombre sobrio.
Además, todo estaba dolorosamente tenso. Harry, May, incluso los técnicos, todos seguían mirando a Paul. Nadie parecía creer que estuviera allí. Cuando no estaban echando ojeadas furtivas a Paul, estaban haciendo un peor trabajo robando miradas a John. Estaban siendo observados. John odiaba que lo observaran. Le costó todo el autocontrol que pudo reunir, con la coca y la bebida encima, no gritarle a todos que se largaran. En cambio, se refugió en sí mismo, sirviéndose otro trago. Tal vez esto había sido un error.
Él había querido esto, se recordó a sí mismo débilmente. May le había asegurado que sería extraño, la primera vez que volviera a tocar con Paul. Había dicho que ni siquiera tenían que sonar bien, que hacerlo era principalmente un gesto de buena voluntad. Se repitió estas garantías a sí mismo distraídamente, mientras se ahogaba en otro vaso de whisky. Definitivamente un error. ¿En qué habia estado pensando? Toda esta maldita gente dando vueltas por ahí, era demasiado, de verdad.
—¡Que alguien me dé una pastilla! —gritó John por encima del ruido de los toms y el tintineo de las teclas—. O un polvo —añadió, escapándosele una risa desesperada.
Harry se limitó a reír y le pasó la pequeña bandeja plateada, con 4 líneas blancas preparadas para él. Bajó la nariz para aspirar una.
Se tambaleó, con la visión borrosa, hacia Paul, con un brazo extendido.
—Está circulando —le ofreció, dudando que Paul aceptara.
Para su honesta sorpresa, Paul cogió la bandeja e inhaló una línea, frotándose el dedo bajo la nariz para limpiar su bigote recortado.
¿Qué demonios pasaba con ese maldito bigote, de todos modos? No se parecía en nada al que se había dejado crecer para Pepper. Ese sí que era elegante. Éste estaba recortado demasiado pequeño, no pegaba con su cara ovalada, dándole un aspecto un poco de roedor. ¿Y qué hay de ese peinado? ¿Un mullet, era? Parecía ridículo, pensó John. Como Bowie, pero sin que Bowie lo llevara con estilo.
A pesar del peinado y el vello facial cuestionable, Paul realmente no había cambiado demasiado. Los contornos de su rostro aún eran suaves, sus pómulos altos, sus ojos redondos y soñadores. Los pliegues de la piel que se arrugaban de manera atractiva cuando se reía parecían un poco más profundos, pero eso era todo. Se veía un poco más maduro, tal vez. Solo en la forma en que se comportaba, notó John. Mirarlo fijamente durante demasiado tiempo despertó una extraña sensación en el pecho de John, a la vez extraña y familiar.
En comparación, John pensó que se veía completamente diferente. Se había afeitado la barba y rapado la cabeza hace tres años. Una purga, por así decirlo, en esos primeros años separados. Su cabello finalmente había comenzado a crecer de nuevo, ahora haciéndole cosquillas en las cejas y las orejas. Pero no había dejado que su barba volviera a crecer por completo. Había adelgazado, luego recuperó el peso. Los ángulos de su rostro habían ido y venido. Estaba con May. Las cosas eran diferentes. Él era diferente.
Se cuestionó brevemente cuánto del Paul que no podía ver, si es que habia uno, había permanecido igual.
Llevaban unos buenos cinco minutos dando vueltas sin rumbo fijo antes de que John tomara el control de la sala, repentinamente ansioso por empezar.
—¿Quién tiene un micrófono además de mí? —John habló directamente a su micrófono, su voz resonando por la habitación. Su mirada se dirigió frenéticamente de Harry a Stevie—. ¡Vamos! —instó, con la frustración burbujeando en su voz.
Ambos se encojieron de hombros, cada uno satisfecho con su posición.
—¡Que alguien se una! —John instó ahora, señalando vagamente con la mano para que uno de los técnicos les trajera otro micrófono.
—¡Ey! —una segunda voz retumbó, haciéndole saltar. Se giró y vio que Paul había encontrado un micrófono. Por supuesto que lo había hecho. Probablemente uno de los técnicos, con sus propios planes, le había colocado uno delante. Bien. Así que iban a tocar juntos, y estarían armonizando. Claro que esto no era demasiado. Para nada.
Paul marcó el compás y, antes de que John se diera cuenta, estaba cantando una versión perezosa de "Lucille". Al principio, fue extraño escuchar el tono de tenor de Paul canturrearle a través de los auriculares. Esto provocó en John una sensación extraña, similar a la que uno podría experimentar al percibir el aroma de la habitación de su infancia. Algo tan innatamente familiar, tan reconfortante y cálido, pero seguido rápidamente por una nota de melancolía. John bebió un gran trago de whisky para enterrar la sensación.
Después de unos compases, John comenzó a relajarse un poco, e incluso a divertirse. Se salió de sí mismo para intentar escucharlos tocar, y se le ocurrió que no sonaban nada mal. Por supuesto que no, ¿cuántas malditas veces habían tocado "Lucille" en Reeperbahn? No lo habría podido tocar mal ni aunque lo hubiera intentado.
Pero, de repente, y de la nada, John se quedó sordo. No podía escuchar nada. Veía a Paul mover los labios, pero apenas podía oírlo cantar. Todo sonaba apagado y enmudecido en sus auriculares. Señaló a la cabina de sonido para que subieran el volumen, pero no logró captar la atención de nadie. Refunfuñó frustrado para sí mismo, no podía cantar la armonía de esta manera.
Hizo todo lo posible por terminar la canción, pero sin el equilibrio adecuado en los oídos, estaba intranquilo. Alguien, tal vez él mismo, sugirió "Stand By Me". Pero en ese momento, con la cabina de sonido ajena a sus peticiones de equilibrar el sonido, John estaba empezando a perder el control. Hizo que el grupo parara y comenzara demasiadas veces, y se dio cuenta de que la gente empezaba a molestarse con él. Pero no podía parar. Sentía que Paul se impacientaba, llenando cualquier silencio con redobles de batería y ruido ensordecedor. Cada choque de platillos ponía a John cada vez más nervioso.
¡Su sonido no funcionaba, por el amor de Dios! Paul estaba ahí, tocando la batería, estaban armonizando joder, el sonido en sus auriculares estaba muerto y nadie en la cabina de sonido lo escuchaba. Sintió que la irritación comenzaba a subir por su columna vertebral como una llama. Su corazón latía con fuerza en su pecho. Era demasiado.
Se sirvió otro trago de whisky hasta el borde y se lo bebió de un solo sorbo, tambaleándose un poco hacia atrás mientras tragaba. Finalmente, el idiota de la cabina de sonido arregló su maldito balance para que pudiera escuchar algo decente e intentó volver a empezar.
Pero estaba borracho. Y estaba drogado. Y era jodidamente extraño que Paul estuviera allí.
Se escuchó a sí mismo gritando en el micrófono, desafinado y trastornado. Gimió y canturreó lastimeramente. Intentó alcanzar una nota alta y su voz se quebró. Lo estaba arruinando todo, ¿verdad? A través de la niebla de su estupor, podía ver que estaba haciendo el ridículo, pero no podía parar. ¿De quién era el trabajo de controlarlo, de todos modos? Yoko no estaba allí. No era el papel de May. Y, desde luego, ya no era el trabajo de Paul. Así que ahí estaba, sin deberle lealtad a ningún maestro, emborrachándose como un estúpido, arruinando su primera oportunidad de tocar con Paul en más de tres años.
A John se le ocurrió vagamente que esta jam session era patética. Él era patético. No podía creer que Paul estuviera presenciando este desastre, viéndolo así. Su canto se apagó y se silenció en el micrófono. Los músicos a su alrededor continuaron tocando, llenando el estudio de sonido. John volvió a mirar a Paul, quien estaba absorto en su batería, apenas mirándolo. Echó un vistazo a la cabina de sonido y vio a Linda, charlando distraídamente con May, observando a Paul con adoración y una media sonrisa en los labios.
Algo se rompió en John. No podía hacer esto. No podía tocar casualmente con Paul, todo era un gran error. Todo había sido un error. Visitarlo en su hotel en Los Ángeles, invitarlo a almorzar, invitarlo aquí. Las cosas habían estado mejor con un continente y un océano separandolos de por medio. Esta proximidad... Era demasiado intensa, demasiado pronto para John. Yoko tenía razón, debería mantenerse alejado de Paul. Simplemente era demasiado.
Parpadeando para sí mismo sin ver nada en particular, murmuró en voz baja:
—Al carajo esto.
Luego, un poco más fuerte, aún sin dirigirse a nadie en concreto, volvió a decir:
—Al carajo esto.
Nadie lo escuchó por encima del ruido de la música.
Sin decir una palabra más, John dejó caer el micrófono al suelo, provocando un chirrido de realimentación en la sala. Salió tambaleándose del estudio y se dirigió al pasillo, con la cabeza dando vueltas. Su visión se nubló de vergüenza mientras comenzaba a subir las escaleras hacia la azotea. A mitad de camino, escuchó que la música se detenía. Alguien se había dado cuenta de que se iba.
Empujó la puerta de la azotea y una ráfaga de aire salado lo golpeó en la cara, aclarándole un poco la cabeza. Buscó los cigarrillos en el bolsillo de su pecho y encendió uno, dirigiéndose al borde del tejado. Llevando un único cigarrillo entre los labios, inhaló profundamente, con las mejillas hundidas. Exhaló lentamente, apoyándose en la barandilla.
El sonido de la compuerta del techo al abrirse de golpe lo sobresaltó. Con el corazón latiéndole en el pecho, se giró bruscamente, esperando ver a May o tal vez incluso a Harry venir a calmarlo.
Pero allí estaba Paul, con la camisa hawaiana desabotonada en la parte superior, dejando ver un bronceado poco habitual por debajo. Se quedó de pie mirando fijamente a John, con una expresión de desconcierto en la cara.
John se dio la vuelta, deseando que Paul lo dejara en paz. Solo quería fumar un cigarrillo y que lo dejaran solo. En cambio, Paul se acercó a John y apoyó sus antebrazos en la barandilla, con los codos a solo unos centímetros de distancia. Con un suspiro, John fijó su mirada obstinadamente hacia el océano. No quería dar explicaciones, no quería tener que decir ni una palabra. No a Paul.
Se sentía inestable, el aire del mar apenas lo ataba a su hilo de sobriedad. La ira, la decepción y algo más inidentificable se arremolinaban bajo su piel, llenándolo de un zumbido de ansiedad. Antes de darse cuenta de lo que hacía, se escuchó hablar. —Esto es una basura —dijo arrastrando las palabras—. Lo doy por terminado.
Paul, ecuánime como siempre, suspiró profundamente antes de responder:
—No seas así, John. Todos están aquí.
Sus palabras sonaron suaves con la brisa del Pacífico.
John solo soltó una risita burlona, su aliento agrio por el alcohol.
—Ese es el maldito problema, ¿no es así? —Paul lo miró sin comprender, con las cejas fruncidas en una preocupación petulante.
—Todo esto está un poco jodido, ¿sabes? Todos mirándote a ti, mirándome a mí... probablemente hasta lo estén grabando —John se burló en voz baja, volviendo a dirigir su mirada hacia el agua. Dio otra larga calada a su cigarrillo, con los hombros encorvados contra el viento.
Las cejas de Paul aún estaban fruncidas, la confusión nublando su rostro.
—Estás enojado.
La voz de John se alzó en desafío.
—¿Me puedes culpar? Primera vez en tres años, y es frente a un maldito público.
Paul no respondió, solo negó con la cabeza ausente unas cuantas veces. John echaba humo, el borde de concreto clavándose ahora en sus antebrazos. Paul pareció contemplar sus próximas palabras, pasando un dedo por sus labios rosados dos o tres veces antes de hablar.
—Tú me invitaste —Paul finalmente soltó para sí mismo, un poco exasperado.
John solo podía quedarse allí y hervir de rabia. No debió haber llamado. Era demasiado, demasiado pronto.
—¿Y fue un error, de acuerdo? —John gruñó, su voz llena de disgusto. Aplastó su cigarrillo en el borde, retorciéndolo con ira contra el concreto. Su guardia estaba baja, el alcohol y la cocaína corriendo por él, animando sus impulsos y amplificando sus emociones. Sintió su boca moverse y se escuchó decir en la oscuridad de la noche—: Debimos haber sido solo nosotros dos.
No supo que eso era lo que sentía hasta que lo dijo. La verdad, lo que había querido.—Tú y yo —agregó, con el rostro pétreo ante la admisión.
La cabeza de Paul giró bruscamente para mirarlo, con una expresión de desafío en el rostro.
—¿Un poco descabellado, no te parece? —su voz sonó cargada de amargura.
John simplemente se encogió de hombros, sin apartar la vista del océano.
—Tú eres el que me seguía rechazando en Nueva York —Paul se burló, cruzando los brazos sobre su pecho ahora—. Me dijiste que me largara quién sabe cuántas veces...
John no podía estar seguro, pero pensó que había escuchado un toque de dolor en su voz.
Aún negándose a mirar a Paul, John exhaló bruscamente antes de replicar:
—Las cosas eran diferentes entonces.
—¿Cuando mamá hacía las reglas? —Paul replicó, su voz con una nota burlona inusual. Casi mordaz.
La ira de John se desató y le respondió:
—Yo tomo mis propias malditas decisiones.
Paul se limitó a reírse para sí mismo, y por alguna razón eso enfureció mucho a John.
—¡Así es! —se giró para enfrentar a Paul entonces, con los ojos destellantes—. Y yo decido que esta reunión tan conmovedora —hizo un gesto hacia Paul, moviendo un dedo de un lado a otro entre ellos—, se acabó. Puedes largarte de nuevo al Marmont.
Paul soltó un bufido de exasperación y se metió las manos en los bolsillos de forma agresiva. No se movió, solo se giró para apoyarse en la barandilla, sin apartar la mirada de John.
—No debería tener que decírtelo, John, pero ya no me puedes decir cómo uso mi tiempo —se llevó un dedo a la boca para mordisquearse la uña, mirando fijamente a John mientras bromeaba—. Parece que me estás confundiendo con otra persona.
El rugido de la marea desgarró el aire.
John solo pudo murmurar en voz baja:
—Oh, vete a la mierda.
Paul soltó un resoplido frustrado, pero no respondió. Los insultos de John quedaron suspendidos en el aire entre ellos. La brisa del océano les silbó en los oídos durante un largo rato antes de que Paul volviera a hablar.
—¿Cómo iba a saber yo que eso era lo que querías? Tú nunca... —su voz se apagó por la frustración.
John puso los ojos en blanco e hizo un sonido despectivo, pero Paul, cada vez más impaciente, pareció estallar, acercándose a John en su evidente irritación.
—Al contrario de lo que todos piensan, John, en realidad no puedo leerte la mente, ¿sabes? A veces tienes que decirle a la gente lo que estás pensando.
—Vete a la mierda —John volvió a decir estúpidamente. Se estaba quedando sin respuestas.
Pablo se rió sin humor.
Bajó la barbilla para mirar a John a los ojos.
—Sabes que tengo razón —dijo, con un poco menos de enojo en su voz ahora.
John sostuvo la mirada de Paul, firme y serena. Sus ojos eran pozos negros interminables, sin fondo. Sintió que se tambaleaba, como si pudiera caer en ellos si no tenía cuidado. Agarró la barandilla con más fuerza con una mano.
—Deja de hacer berrinches y vuelve adentro —Paul puso una mano gentil alrededor del codo de John—. Vamos, John, será divertido... Me estoy divirtiendo.
Pero el orgullo y la borracha terquedad de John se negaron a ceder. Se apartó la mano de Paul de un empujón, repentinamente incómodo por la familiaridad del toque de Paul. Paul lo intentó de nuevo.
—Lo he extrañado, para ser honesto. Tocar juntos.
Ante estas palabras, John sintió que su ardiente ira comenzaba a enfriarse en algo más. Algo peor. Humillación. Los hombros de John se desplomaron, la pelea desapareció de inmediato. Dejó escapar un suspiro tembloroso y se llevó una mano al puente de la nariz. Avergonzado, gruñó:
—Sueno como la mierda, es humillante.
Paul se enderezó, respondiendo inmediatamente al cambio de humor de John. Se acercó a él y le dio una palmada en la espalda para tranquilizarlo. John podía oler su champú desde esa distancia, un aroma nuevo que no reconocía.
—Suenas bien, John. A quién le importa de todos modos.
La frustración de John persistía. "A mí me importa, Paul. Señor 'Wings sobre todo el puto universo'. A mí me importa."
—¿De eso se trata esto, John? Del maldito... —Paul se detuvo abruptamente, al darse cuenta de que había tropezado con un raro momento de vulnerabilidad y se aclaró la garganta—. Bueno, a mí no me importa, John. Es solo un poco de diversión, ¿sabes?
El comportamiento de John se suavizó un poco más cuando se giró para mirar a Paul. Sus ojos recorrieron la suave pendiente de sus mejillas, la curva descendente de sus ojos, buscando algo importante, sin saber qué.
—¿Entonces por qué no se siente divertido? —preguntó John derrotado.
—John... vamos —pareció arrullar Paul, acercándose aún más ahora. Colocó sus cálidas manos sobre cada uno de los brazos de John, y se veía más grande que la vida en la visión borrosa de John. El calor de las manos de Paul pareció quemar la piel de John.
John apartó a Paul de nuevo, retrocediendo visiblemente.
—No me jodidamente toques —gruñó, alejándose—. Tú no puedes tocarme.
Paul bajó las manos, desconcertado. Su boca se quedó abierta en estado de shock, los labios separados en forma de "o". Después de un largo silencio, Paul habló con un tono de exasperación:
—Cristo, John. ¿Qué te pasa?
Se reacomodó contra la barandilla, un poco más lejos esta vez. Sacudió la cabeza con desconcierto mientras miraba el agua negra.
—¿Pensé que estaba bien tocar, ¿recuerdas?
Algo se encendió en John al escuchar a Paul devolverle sus propias palabras así. Lo puso nervioso. Solo pudo responder de manera evasiva. —No así...— Sus palabras apenas eran audibles contra el rugido de las olas. Sus ojos estaban fijos en algo lejano.
Paul permaneció en silencio, claramente confundido, dejando espacio para que John hablara.
Pero John no dijo más. En cambio, giró la cara y le lanzó a Paul una mirada tan mordaz, tan devastadora que Paul se vio obligado a apartar la vista, un rubor subiendo por su cuello.
El silencio se instaló entre ellos mientras observaban las olas romper contra la costa. El sol se había ocultado bajo el horizonte, bañando la azotea con una luz fría y plateada.
John no le había pedido a Paul que lo siguiera hasta allí. No necesitaba que Paul lo calmara así, como si volvieran a tener 21 años en la parte trasera de un club. Deseó que Paul lo dejara en paz, que se diera la vuelta y se marchara. Podía manejar la situación, maldita sea. Sin embargo, al mismo tiempo, podía sentir cada fibra de su ser tendiendo hacia Paul, deseando que se quedara. Rogando que dijera algo, cualquier cosa. Lo correcto. Lo que podría hacer que todo esto se sintiera bien. Como antes.
Paul, moviéndose incómodamente, finalmente habló.
—Bien... —respiró, pasándose una mano por la cara—. No tenemos que volver a bajar. —Señaló vagamente hacia la puerta de la azotea y en cambio miró fijamente a John. John sintió que su cara se erizaba bajo la atenta mirada de Paul. Paul continuó, instándolo ahora—. Vámonos de aquí entonces.
John apenas podía creer lo que estaba escuchando.
—Enviaré a Linda de vuelta al hotel, ¿de acuerdo? Tú y yo podemos volver a tu casa. Solo nosotros dos.
La expresión de John pasó del desafío a una leve sorpresa. No esperaba que Paul sugiriera algo así... ¿y su oferta de mandar a Linda de vuelta? Durante todas las veces que se habían visto en los últimos cinco años, nunca habían estado realmente solos. Yoko siempre estaba presente, con Linda a menudo a lado.
Lo consideró. Lo que podría significar estar a solas con Paul. Cómo se sentiría. Si estaba preparado. ¿Era eso lo que realmente quería? Sabía que era un territorio peligroso. Todavía estaban en terreno inestable, el más mínimo paso en falso podría significar un desastre. A John todavía le costaba mirar a Paul a la cara. El hecho era que no estaba ni cerca de estar preparado para algo así. Lo sabía objetivamente. Pero algo en él lo empujaba hacia adelante. Algo ansioso que no se podía negar. A pesar de todo lo que había pasado esa noche, sintió que asentía, una media sonrisa tirando de su boca hacia arriba.
Paul dejó escapar un suspiro de alivio.
—Le diré a Harry —dijo, con algo irresistible brillando en su mirada, ese mismo encanto sin nombre que lograba aplastar a John cada vez. Paul mostró su diente frontal torcido en una sonrisa tímida y con un movimiento de mentón agregó—: Ve a meterte en el auto, idiota.
John no se movió enseguida, todavía aturdido por el giro repentino de los acontecimientos. Sintió una mezcla de ansiedad y emoción que comenzó a arremolinarse en su estómago, burbujeando a través del alcohol y la cocaína.
—Te veo en unos minutos —dijo Paul, y sus ojos parecieron brillar en complicidad bajo la luz de la luna. Mierda, John nunca pudo resistirse a ese tipo de mirada en el rostro de Paul.
—Sí, sí —a pesar de sí mismo, John se dio cuenta de que estaba sonriendo con suficiencia—. Ya voy —murmuró para sí mismo mientras Paul le palmeaba dos veces el hombro. Continuó mirando las olas de cresta blanca mientras escuchaba los pasos de Paul alejarse, los tacones de sus botas sonando contra el concreto. Después de que la puerta de la azotea se cerrara de golpe, John se apartó de la pared de un salto y se frotó los ojos con furia. Necesitaba un café y una ducha fría. Bostezó y bajó las escaleras, y después de una mirada culpable al estudio, John se escabulló por la puerta lateral.
***
—John.
La voz de Paul atravesó el sueño embriagado de John y lo despertó de golpe.
—Ya llegamos.
Debió haberse quedado dormido en el auto de regreso a casa.
Levantó su cabeza y se limpió la cara, avergonzado al descubrir que había estado babeando. ¿Cuándo se había dormido? Por Dios, ni siquiera recordaba haber salido del estudio. Solo bajó por las escaleras y salió por la puerta.
—El conductor dice que prácticamente te derrumbaste en el taxi. Tuvo que levantarte un poco la cabeza para que entraras —bromeó Paul con buen humor.
John continuó sentándose, su cabeza nadaba con los restos del sueño y la bebida. Al enderezarse, se dio cuenta de que su cabeza había estado descansando directamente sobre el muslo de Paul.
Carajo.
¿Cuánto tiempo había estado así, con la cabeza apoyada en el regazo de Paul? ¿Y encima había babeado en su pierna? ¡Dios santo! ¿Por qué Paul no lo había movido?. Apartándose de golpe de Paul, giró la cabeza para ver que, de hecho, habían llegado a su alquiler junto al mar.
La fachada de piedra blanca brillaba iridiscente en la noche y el techo de terracota estaba salpicado por las sombras de la luna. Sabía que la casa debía estar vacía; con Harry de vuelta en el estudio junto a Klaus y Ringo fuera por la noche. Salieron del auto, el golpe de la puerta devorado inmediatamente por el aire denso y húmedo. El sonido de las olas era aún más fuerte aquí, audible incluso desde la carretera.
Entraron y la realidad de la situación comenzó a calar en John. Estaban solos. Realmente solos. Por primera vez en años. John no sabía cómo sentirse: una extraña combinación de familiaridad e inquietud comenzó a subir por su espina dorsal.
—¿Té? —preguntó Paul, aparentemente despreocupado.
—Ahora tomo café —respondió John, antes de desplomarse en el sofá blanco. Observó a Paul moverse por la cocina, estudiándolo con atención. Era un hábito que nunca había abandonado, ese impulso de tratar de entenderlo.
—Un muchacho estadounidense de pies a cabeza, ¿eh? —comentó Paul, exagerando un pésimo acento americano. —Total, no tengo idea de cómo preparar esa bazofia, así que te tomas un té. John simplemente se rió por lo bajo. Era el único que había llegado a apreciar el sabor del café; a Paul siempre le había parecido repulsivo. Hay cosas que no cambiaban.
Mientras John se recostaba en el sofá, observaba a Paul moverse por la espaciosa cocina, siguiendo sus movimientos graciosos. Su elegancia juvenil, la manera en que inclinaba la cabeza, mordía su labio, fruncía el ceño, todo era tan casualmente coquetón. Hipnótico incluso. Le resultaba incómodo notar estas cosas. Había pasado tanto tiempo desde que tuvo la oportunidad de notarlas de cerca y en persona. Olvidó cuánto se daba cuenta de ellas. Probablemente demasiado. Desde aquella primera noche ahumada en el escenario, cuando notó lo hermoso que podía verse Paul bajo las luces del escenario… nunca dejó de notarlo. De hecho, había pasado la mitad de su vida notando a Paul. Notaba cómo movía las manos, cómo marcaba el ritmo con el pie, cómo movía la cabeza. Ya debería estar cansado de ello, pero nunca parecía envejecer.
La habitación se llenó lentamente del reconfortante aroma del té que se preparaba, y John no pudo evitar sentir una rara sensación de déjà vu. Era como si lo hubieran transportado en el tiempo a una noche lluviosa en Liverpool, en Mendips, después de un concierto. La sensación era extraña, como volver a visitar un viejo pueblo solo para darse cuenta de que todas las tiendas han cambiado y nada está exactamente en el mismo lugar de siempre.
Paul regresó al sofá y le ofreció a John una taza de té humeante como si fuera una ofrenda de paz.— Toma,— dijo con una sonrisa forzada, acomodándose en un sillón frente a él. Se sentaron en un silencio incómodo por un momento, ambos bebiendo sus bebidas con delicadeza, sin saber qué decir.
El incansable choque de las olas afuera continuaba.
Paul se aclaró la garganta, rompiendo el silencio.— Sabes, John,— comenzó, la duda en su voz era evidente,— no vine aquí esta noche para arruinarte el día ni nada de eso, ya sabes. Solo quería divertirme un poco, eso es todo.
John permaneció en silencio, el vapor de su té empañando sus lentes. No sabía qué responder a eso. La sonrisa de Paul vaciló, parecía un poco nervioso.
—Esta noche ha sido todo un circo —dijo con una risa forzada, dejando su taza de té en la mesa. Hubo una breve pausa en la que pareció considerar si seguir hablando. John pudo ver el momento exacto en que decidió continuar reflejado en sus ojos—. Maldita sea, John, he extrañado esto... —y tragó saliva con dificultad—. ...y no me refiero a la música, amigo. Me refiero a ti.
Se aclaró la garganta bruscamente y volvió a tomar la taza a toda prisa, como si pudiera acelerar el tiempo para escapar de lo que había dicho.
John permaneció sentado en silencio, dejando que Paul se pusiera nervioso. Necesitaba más que eso antes de tomar una guitarra y tocar con él. Entrecerró los ojos y sonrió con suficiencia por encima del borde de su taza.
—¿Ah, sí? —dijo con evasión.
Paul carraspeó con exasperación y se removió en su asiento.
—Por Dios, John —comenzó, con la frustración apenas oculta—, solo he estado tratando de hablar contigo durante los últimos tres años, amigo. Siempre que sugería algo así, decías que no.
John lo miró, todavía con las defensas en alto.
—Como te dije, eso fue antes de...
La paciencia de Paul se estaba agotando.
—Otra vez con esto, John. Te diré una cosa, no esperaba estar aquí esta noche. No entiendo qué quieres.
La garganta de John se secó ante las palabras de Paul. Era cierto, había estado alejando activamente a Paul durante años, manteniéndolo a distancia, rechazándolo en el Dakota, esquivando sus numerosos intentos de reavivar cualquier tipo de cercanía. Y, sin embargo, cuando finalmente estaba cara a cara con el tipo, guitarra en mano, se encontró enfadado porque su reunión hubiera sido tan tumultuosa. No sabía qué pensar de su propia reacción.
John respiró profundamente y decidió compartir una parte de la verdad.
—Paul, tienes que entender —comenzó con cautela—, Yoko, ella pensó que necesitaba algo de espacio, para... retirarme, desintoxicarme por completo, como quieras llamarlo.
El ceño de Paul se frunció, su curiosidad despertó.
—¿Retirarte de qué, John? ¿De la heroína?
John negó con la cabeza, luchando por encontrar las palabras. Esta era la parte que él mismo no entendía del todo.
—No exactamente.
—Ilumíname, John —Paul se había reclinado en el sofá, con un musculoso bíceps apoyado detrás de la cabeza a modo de almohada—. ¿Alejarte de qué? ¿Desintoxicarte de golpe?
En esos primeros meses separados, John había sido un completo desastre. Vacío y muerto por dentro, se internó en la clínica de Janov la semana en que Paul confirmó la ruptura. Fueron unas noches largas y dolorosas. Incapaz de dormir, se sacudía con sollozos, acurrucado como un feto contra el vientre de Yoko. Separarse de Paul había sido físicamente doloroso, como si algo dentro de él tuviera que ser exorcizado. Recordaba la vasta e interminable nada en la que había existido, marcada solo por oleadas de angustia o paranoia de que Yoko lo abandonara. Sin embargo, ella se quedó, frotándole la espalda durante cada ola insoportable. Recordaba aferrarse a ella como a un salvavidas, sabiendo muy bien que sin ella se ahogaría de verdad. Había estado tan débil, tan vulnerable. No podía creer que se hubiera enredado tanto con Paul que hubiera necesitado una jodida rehabilitación para separarse del tipo. Mientras tanto, Paul había estado en Escocia, teniendo hijos y ordeñando vacas. Sin inmutarse. Prosperando. Había sido un infierno.
Paul no tenía ni una jodida idea. Ni idea de lo duro que había sido para él. John le resentía por eso, por llevar la separación tan bien. Había sido él, no Paul, quien la había pedido en primer lugar. Entonces, ¿por qué John había sido el que más había sufrido? No era justo, maldita sea. Luego, en un momento de resentimiento y enfado, John se inclinó hacia delante, con la voz cargada de amargura.
—De ti, Paul. Necesitaba alejarme de ti —dijo John, haciendo una pausa para que sus palabras calaran hondo. Los ojos de Paul se abrieron de par en par con una mezcla de sorpresa y dolor. John continuó, gesticulando entre ellos con la palma abierta—: De nosotros, de todo lo que éramos. Era la única forma de seguir adelante.
Sintió un nudo en el estómago al escuchar sus propias palabras; era lo más cerca que había estado de compartir la verdad fuera de la oficina de Janov.
Paul negó con la cabeza, sin decir nada por un rato. Se acarició el bigote y pensó con cuidado lo que iba a decir a continuación.
—No lo sabía, John. No me di cuenta...
—Bueno, no solo fue de ti, ¿sabes? —dijo John, sintiéndose retroceder, de repente incómodo por su admisión—. Necesitaba aclararme las cosas, lejos del grupo. Yoko lo entendió.
—No solo fue de mí —repitió Paul sin vida. John asintió, con expresión aún sombría. Permanecieron en silencio un tenso momento más, las cejas de Paul fruncidas. Ahora mordía frenéticamente el interior de su mejilla. John se dio cuenta de que estaba procesando algo en su cabeza, tratando desesperadamente de unir las piezas del rompecabezas. Lo observó con un nudo de ansiedad en el estómago. Finalmente, Paul habló.
—¿Pero no necesitabas espacio de George? ¿No tuviste problemas para grabar con él en esa maldita canción?
John se removió incómodo ante las palabras de Paul.
—Eso fue distinto, Paul —empezó en plan defensivo.
—Claro —los ojos de Paul recorrieron el rostro de John, con una mezcla de confusión y dolor en la mirada—. Dices que no fui solo yo, que necesitabas espacio del grupo. Pero esa canción no era sobre el grupo, John. Era sobre mí.
A John se le cayó el estómago al suelo; estaba peligrosamente cerca de la verdad. Paul se levantó y se puso a caminar de un lado a otro para situarse detrás de su sillón, con los brazos cruzados para apoyarse en el respaldo.
—No era precisamente una canción de amor, ¿o no? ¿Qué se supone que piense un tipo, John?
John se retorció bajo las palabras de Paul, incapaz de mirarlo a los ojos. Su mirada estaba distante, por encima del hombro de Paul hacia el mar. Paul se enderezó y comenzó a caminar de un lado a otro. Eso inquietaba a John.
—Me dolió, ¿sabes? Nunca dije nada, pero hirieron mis malditos sentimientos —John tragó saliva con dificultad ante el nudo que se le formaba en la garganta—. No era sobre mí... por favor. ¿Podemos ser honestos por una vez?
Paul terminó metiéndose las manos en los bolsillos de manera agresiva, girando sobre sus talones para enfrentar a John. John levantó la vista brevemente para encontrarse con los ojos de Paul antes de apartar la mirada. Había demasiado dolor reflejado allí. Se odiaba a sí mismo por eso.
A John se le hizo un nudo en el estómago. Sabía que era el momento de ser honesto, incluso aunque no tuviera del todo claro lo que eso significaba. Respiró hondo y lo intentó de nuevo.
—Como te dije, necesitaba alejarme...
—De mí, aparentemente. No de George, no de Rich —interrumpió Paul, con la voz cargada de enfado ahora. John miró hacia él y vio que la frustración le había hecho subir el color al cuello—. ¡Lo peor es, John, que sigo sin entender qué demonios te hice para que me odies tanto!
John se mordió el labio inferior, luchando por encontrar las palabras. Sabía que ya no podía andar con rodeos, incluso si era algo que él mismo no acababa de entender. Una parte de él resentía tener que decirlo, que Paul no lo supiera ya.
—Es... diferente contigo, Paul —respondió John en voz baja, con un tono ahogado—. Ojalá pudiera explicarlo mejor, pero no puedo.
Eso pareció dejar callado a Paul. No dijo nada, en cambio, caminó hacia la ventana y la abrió con fuerza. Una brisa fresca y salada llenó la habitación, John sintió un escalofrío recorrerlo.
Paul se encendió un cigarrillo y comenzó a fumarlo inquieto junto a la ventana.
La luz plateada de la luna iluminaba su rostro, proyectando sombras en sus mejillas donde las espesas pestañas atrapaban la luz. Pálidas columnas de humo ascendían a su alrededor, envolviéndolo en una extraña bruma etérea. John no podía deshacerse de la sensación de que el propio Paul podría evaporarse en humo, apenas presente, apenas real.
—¿Te arrepientes de haberme llamado esta noche? —preguntó Paul después de un largo rato.
John respondió con su propia pregunta.
—¿Te arrepientes de haber venido?
Paul le lanzó una mirada de reproche, así que añadió:
—Yo no, no me arrepiento.
Los hombros de Paul parecieron relajarse ante eso. Insistió:
—¿Pero no dijiste que era un error? —Sacudió la ceniza del cigarrillo por la ventana.
John suspiró.
—Simplemente pensé, ya sabes, pensé que... si íbamos a tocar juntos... debería ser un asunto más privado.
Paul negó con la cabeza y dejó caer los hombros en derrota.
—Deberías haberlo dicho así, amigo.
John refunfuñó para sí mismo en voz baja. Paul regresó al sofá, apagó su cigarrillo en el cenicero de la mesa de centro y se acomodó en los cojines frente a John. Su pie golpeaba ansiosamente contra el suelo, y John podía ver que no había dejado de mordisquearse el interior de la mejilla. Se instaló un largo y tenso silencio. John deseaba con desesperación que ese momento terminara, quería relajarse con Paul, reír con Paul. Quería tocar algo de música con Paul. Sin embargo, estaba claro que nada de eso sucedería hasta que aclararan las cosas por completo. Totalmente claras
—¿La batería? —John rompió el tenso silencio, entrecerrando los ojos hacia Paul. No había podido dejar atrás ese detalle. —Primera vez que tocamos juntos en tres años, ¿y eliges la batería? Es como si hubieras querido asegurarte de que hubiera el mayor maldito espacio posible entre nosotros.
Paul soltó una carcajada seca y sin humor.
—Dios, John, ¿alguien te ha dicho alguna vez que tienes tendencia a darle vueltas a las cosas? Pensé que eso era lo que querías. Nunca me dejaste entrar al Dakota con mi guitarra, yo pensaba...
—No otra vez —John hizo un gesto despectivo hacia Paul, recostándose en el sofá.
—Necesitabas espacio. ¿Verdad? —Paul repitió con desdén.
—¡Correcto! —John repitió enfáticamente.
Paul se quedó quieto, su pie dejó de moverse. Permaneció sentado en silencio, asimilando todo lo que había escuchado, con un solo dedo recorriendo el contorno de su boca. Luego, después de una cuidadosa reflexión, preguntó:
—¿Pero... ya no necesitas espacio?
La voz de John sonó amarga.
—Ahora que mi matrimonio se desmorona, supongo que no tiene sentido seguir alejándome.
Paul se aclaró la garganta con bastante ruido y apartó la mirada de John, evidentemente incómodo. Un tono rosado tiñó sus mejillas, producto de la vergüenza, la ira o... John no estaba seguro.
Era una cosa extraña de decir, la verdad. Sugerir que ahora era seguro estar cerca de Paul porque Yoko ya no estaba en escena. No tenía mucho sentido, pero al mismo tiempo, era lo único que había dicho en toda la noche de lo que estaba completamente seguro. ¿Cuántas veces le había dicho Paul a John que se había sentido apartado en cuanto conoció a Yoko? ¿Cuántas veces le había dicho Yoko a John, sin rodeos, que se sentía amenazada por la presencia de Paul en la vida de John? Era simplemente un hecho; uno no podía existir en la vida de John si el otro también lo hacía.
Paul dio una palmada. John pegó un brinco.
—¿Crees que esa guitarra se levantará y cantará para nosotros, o tendremos que tocarla? —Soltó la frase con una sonrisa forzada. Era una broma horrible. Terrible, en realidad. Paul claramente estaba desesperado por cambiar de tema, por seguir adelante, pero no sabía cómo.
John exhaló y decidió dejar pasar la obvia desviación.
—¿Un poco ansioso, verdad, Macca? —preguntó con las cejas levantadas.
Paul fingió rodar los ojos mientras se levantaba para cruzar la habitación. John notó que Paul se secaba las palmas en los pantalones, y eso le produjo una especie de satisfacción petulante. Siempre imperturbable, a Paul solo le sudaban las palmas cuando estaba realmente nervioso. La idea de que Paul pudiera estar tan ansioso, tan nervioso como él, le hizo sentir un poco mejor.
Paul cogió una de las guitarras apoyadas contra la pared y la llevó de vuelta al sofá. En cuestión de segundos, en cuanto el instrumento aterrizó en sus manos, ya estaba rasgueando las cuerdas, haciendo música casi como un impulso que no podía controlar. Era como si la música viviera justo ahí, debajo de la piel de Paul, lista para brotar.
Los labios de John se curvaron en una media sonrisa al comenzar a reconocer la melodía. Era una de sus propias composiciones, una canción de la que estaba bastante orgulloso.
—Mucho más joven que hoy... —cantó Paul, rasgueando suavemente. La interpretación era lenta, melancólica y honesta, tal y como John se había sentido al escribirla.
—Nunca necesité la ayuda de nadie de ninguna manera... —sonaba casi a blues, por la forma en que Paul la estaba tocando. Era agradable.
El impulso reflexivo era imposible de ignorar. Después de un momento o dos, John se sintió levantarse y caminar hacia el piano de cola que se encontraba en el extremo más alejado de la sala de estar.
—Ahora que estos días se fueron, me siento tan inseguro... —La voz de Paul resonó.
—No estoy tan seguro de mí mismo —cantó John por encima de Paul, corrigiéndolo.
Paul levantó la cabeza de golpe, sorprendido, y esbozó una sonrisa, riéndose con un deje de aire en voz baja para sí mismo.
—Ha pasado un tiempo —murmuró antes de continuar.
—No estoy tan seguro de mí mismo... —corrigió Paul, sus ojos avellana brillando con diversión.
John no pudo evitar sonreír ampliamente. Se giró y respiró hondo. Esto estaba sucediendo, entonces. Después de años separados, de todos los rodeos y evasivas, finalmente estaba sucediendo.
Una ligera duda vaciló en John, pero la reprimió y atacó algunos acordes de blues en el piano. Una vez que comenzó, no hubo forma de parar. Era como intentar parar un río en plena crecida: imparable e irresistible. En poco tiempo, cerró los ojos y dejó que la música los inundara. El impulso de armonizar con Paul lo dominó, como si fuera una respuesta automática. Más de una década de colaboración guio sus dedos, y John descubrió que aún podía predecir los sutiles cambios en la melodía de Paul como si estuvieran conectados psíquicamente. Se sentía tan increíblemente bien, como darse un baño caliente después de estar mucho tiempo en el frío.
Tocaron la canción entera, sus voces fusionándose de una manera dolorosamente familiar. Cuando terminaron, John mantuvo los ojos cerrados, dejando que el momento perdurara.
—Bueno, no fue un completo desastre, ¿verdad? —comentó Paul con una risa nerviosa, dejando su guitarra a un lado.
La espalda de John estaba hacia Paul, pero no pudo evitar reírse para sí mismo.
—No, no del todo —respondió John, abriendo los ojos y girando las piernas para mirar a Paul.
Una sonrisa infantil comenzó a extenderse por el rostro de Paul y, de repente, John juraría que lucía exactamente igual que el día en que se conocieron. Por un segundo, ambos volvieron a ser simplemente dos chicos. Los mismos chicos que salían corriendo de la escuela, arrojaban sus mochilas y olvidaban los deberes en un rincón de sus habitaciones para encender la radio. Juntaban las cabezas e intentaban aprender la primera canción de rock que escuchaban.
—¡Es Mi menor, Paul, te lo digo!
—¡No, no, John, escucha! ¡Es Mi mayor!
Eran los mismos chicos que habían vendido chatarra y recolectado hasta el último frasco de mermelada en Liverpool para poder comprar el último LP de Elvis en NEMS. Habían compartido la custodia de ese disco, John lo tenía entre semana y Paul los fines de semana. Se lo pasaban en el autobús todos los lunes por la mañana y los viernes por la tarde. Cuando apareció ese misterioso rasguño en la mitad de All Shook Up, casi llegan a los golpes, cada uno culpando al otro por ser demasiado descuidado con su posesión más preciada. Más tarde descubrieron que había sido el estupido de Mike.
Eran los mismos dos chicos que compartían un amor por la música casi patológico, un amor tan fuerte que básicamente los alejó de todos los demás, pero no importaba, porque se tenían el uno al otro.
Ahora, un calor comenzó a propagarse por John. Sonreía amplia y radiantemente, y Paul le devolvía la sonrisa. Paul abrió la boca como si quisiera decir algo, pero luego pareció pensárselo mejor y la cerró de golpe.
De repente, el sonido del teléfono rompió la quietud de la habitación. John se levantó bruscamente, aún con los nervios crispados, y cruzó la sala para contestar.
—Será May —murmuró John en voz alta, sin apartar los ojos de la figura familiar en el sofá.
Al otro lado de la línea, la voz de May sonó apresurada por la curiosidad.
—¿Hola? ¿Qué tal va todo por ahí?
John sonrió, aunque May no podía verlo. Ella había sido la fuerza impulsora detrás de todo esto, creyendo que ya era hora de una reconciliación.
—Tan bien como se puede esperar, creo.
John podía escuchar la curiosidad en su marcado acento de Manhattan mientras preguntaba:
—¿Han tenido la oportunidad de hablar?
John vaciló, su conversación con Paul aún estaba inconclusa. Observó los dedos de Paul danzar sobre las cuerdas de su Gibson.
—Más o menos —respondió John finalmente, con cautela.
May captó su vacilación de inmediato.
—¿Crees que necesitas más tiempo?
John soltó un fuerte suspiro. Sabía que lo más seguro sería parar ahí y mandar a Paul a casa mientras las cosas iban bien. Pero algo en él se resistía... Algo sobre la forma en que Paul se veía sentado en su casa, en su sala de estar, tocando su guitarra en su sofá...
—Sí, un poco más de tiempo —mintió, manteniendo un tono casual—. Ya sabes cómo es.
La risa de May, cálida y cómplice, se extendió por el teléfono.
—Escucha, Linda y yo vamos a volver al Marmont. Tengo el presentimiento de que también quiere hacerles espacio a ustedes dos.
John no pudo evitar soltar una carcajada ante la idea de que Linda pudiera estar haciendo de casamentera.
—¿Entonces todo el jodido mundo está involucrado en esta reunión?
La voz de May crepitó con diversión.
—Ya era hora, ¿no?
John asintió con una pequeña sonrisa, a pesar del teléfono.
—John —agregó ella, su voz volviéndose gentil—. Tómate todo el tiempo que necesites. Me quedaré a dormir en el Marmont si lo quieres.
—Gracias, May —murmuró John, y lo decía en serio—. Por esto. Por todo.
Era agradable escuchar la voz de May, tenía un efecto calmante en él. Era amable, era sencilla. Y lo más importante, entendía lo importante que era este reencuentro para John, aunque él nunca lo hubiera dicho en voz alta. Ella lo sabía porque era intuitiva y porque realmente se preocupaba por él, por Julian, por sus relaciones, por su mundo fuera de ella. John sabía que tenía suerte de tenerla.
—Por cierto,— la voz de May bajó a un susurro.—Linda dijo que él, eh... que no ha dejado de hablar de ti desde que llegaron a la ciudad.
John no respondió, simplemente siguió mirando a Paul, quien tenía la cabeza ligeramente echada hacia atrás, perdido en la música que tocaba.
—Oh —fue todo lo que pudo articular. Tragó saliva con fuerza para contener la sensación que hacía que su estómago se revolviera, como si eso importara algo.
—Recuerda intentar divertirte un poco —le animó May, con una sonrisa en la voz. Luego, con un clic, colgó.
—Divertirme —repitió John sin vida en el tono de marcado. Antes de colgar, John le echó un último vistazo a Paul. Tenía los labios fruncidos en un silbido y se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, como si su cuerpo fuera solo una extensión de la música. La imagen de Paul pareció ejercer una atracción física sobre John, prácticamente exigiéndole que se acercara.
John se aclaró la garganta con decisión y se dirigió al carrito del bar junto al sofá.
—May parece una chica agradable —comentó Paul casualmente, dejando su instrumento sobre la mesa.
John estaba de espaldas a Paul.
—Es brillante, lo es. Toda esta idea fue suya, sabes —cogió una botella de ginebra y se giró, haciéndole un gesto a Paul para que la aprobara.
Paul enarcó una ceja, impresionado.
—¿Y la escuchaste? Buen chico, Johnny. —Entonces, reconociendo el ofrecimiento de bebida, asintió con la cabeza en señal de acuerdo.
John se dio la vuelta hacia el carrito de bebidas y sirvió dos copas fuertes. Para este punto, el alcohol y las drogas de antes se habían pasado, y el reloj marcaba ya después de las once de la noche. La noche aún era joven, y May tenía razón, probablemente debería intentar divertirse. Esta noche no se trataba solo de tocar música; se trataba de curar viejas heridas. Era surrealista, de verdad, tener a Paul aquí con él después de todo este tiempo. La imposibilidad de la situación golpeó a John de repente. Incluso hace unas semanas, la simple idea de tocar con Paul no era más que una patética fantasía. Pero aquí estaba, justo enfrente de John, tangible y real, sentado con las piernas cruzadas en el sofá, su sofá, en los Ángeles de todos los malditos lugares. Esto estaba sucediendo, y John no podía deshacerse de la molesta sensación de que debía aprovechar esto al máximo, o si no, se arrepentiría por el resto de su vida.
John giró sobre sus talones y se acercó bailando a Paul juguetonamente, balanceando las caderas de lado a lado mientras sostenía la bebida en alto con los brazos doblados. Paul miró a John y arrugó la nariz como siempre hacía cuando se sorprendía a sí mismo riéndose. Cuando Paul estiró la mano para coger su vaso, John le retiró la mano juguetonamente, bebiendo un sorbo primero antes de dárselo. Paul miró a John con una mirada juguetona y enfadada.
—¡Tu maldito bromista! —se quejó, petulante. John le guiñó un ojo y la sonrisa de Paul se amplió aún más.
—¿Te acuerdas de la diversión, Paul? —preguntó John mientras se giraba, moviéndose hacia la radio ahora—. ¿Te acuerdas de eso?
Paul se levantó entonces y se frotó los ojos furiosamente, una sonrisa tímida se dibujó en su rostro.
—¿Diversión, dices? —preguntó, su voz cargada de sarcasmo—. Suena familiar, ahora que lo mencionas.
—Teníamos eso cuando éramos jóvenes, o eso creo —gritó John por encima del hombro, encendiendo la radio y cambiando de canal como un loco. Encontró una emisora que ponía el nuevo disco de Bowie y le subió el volumen a tope.
♪Tiempo - Él está esperando en las alas ♪ La canción brotó de los altavoces, lo suficientemente fuerte como para que John tuviera que gritar. —Vamos, Paul, intentémoslo. Diversión, o como lo llamen los jóvenes hoy en día.
♪Habla de cosas sin sentido ♪, Paul estiró los brazos y bostezó. Una parte de su blanca y pálida barriga se asomó por debajo de su camisa holgada. La vista de los pelos oscuros que crecían allí le envió a John una extraña especie de escalofrío. Apartó la mirada rápidamente, esperando que Paul no se hubiera dado cuenta.
—Sí, está bien. Diversión. Lo intentaré.— Paul cogió su ginebra y se acercó a la radio, escuchando la canción. Al reconocerla, se puso a cantar.
—El francotirador en el cerebro, drenaje regurgitante,— imitó el falsete de David, moviendo la cabeza con bravuconería. John no pudo evitar reírse.
—¿Es por eso que te cortaste el pelo así?— John comentó por encima de la canción, señalando la cabeza de Paul.
—¿¡Como qué?!— La mano de Paul subió a su cabello, con una expresión desafiante en los ojos.
—Así— John revolvió el mullet de Paul con la mano, haciendo que Paul entrecerrara los ojos y soltara una risita a pesar suyo. Paul se tambaleó fuera del alcance de John y adoptó una mirada defensiva, con las cejas arqueadas hacia arriba.
—¡De hecho, te informo de que se considera bastante moderno!— Insistió, devolviendo la broma. —No es que tú sepas nada de esas cosas... ¿qué son esos, pantalones de mujer?— Paul señaló los vaqueros acampanados de John.
—¡Son de May!— John exclamó a la defensiva. —Además, creo que me veo bastante apuesto con ellos, ¿no te parece?— Adoptó una pose para Paul, sacando la cadera y dejando caer la muñeca con languidez.
Paul soltó una carcajada en su ginebra y, juguetonamente, intentó empujar el hombro de John. John esquivó fácilmente el empujón y levantó las cejas en desafío, incitando a Paul a seguir adelante. Paul rápidamente bebió su ginebra y la dejó, agarrando de nuevo a John, quien dio otro paso atrás, con una sonrisa plasmada en su rostro. John se rió y bebió su bebida de un trago justo a tiempo para esquivar el siguiente intento de empujón de Paul.
Entonces Paul lo persiguió por la sala de estar. John soltó un pequeño chillido de alegría y corrió a toda velocidad hasta la cocina. Riéndose con regocijo, Paul lo siguió, resbalando por todo el piso de madera con sus pies en calcetines. Corrió alrededor de la isla de la cocina y regresó a la sala de estar, llevando a Paul alrededor de la mesa de centro en una dirección, luego retrocediendo en la otra. Se ahogaban de aire por la risa. En un momento, John pensó que Paul lo había acorralado. Lo había arrinconado hacia un sillón y John no veía ninguna salida, así que fingió ir a la izquierda pero saltó a la derecha y se libró de Paul una vez más.
Una especie de histeria se había apoderado de ambos, apenas podían respirar entre ataques absurdos de risa desenfrenada. John ni siquiera estaba seguro de qué haría si Paul lo atrapaba, no tenía idea cuál era el objetivo de este juego, cuáles eran las reglas, o si es que era un juego en absoluto. Lo único que sabía era que finalmente se estaba divirtiendo. Por primera vez en toda la noche, eran solo dos compañeros, tal y como siempre habían sido. Era palpable, la tensión se había roto, como un dique derrumbado o un globo reventado.
Teniendo ya suficiente, el rostro de Paul se endureció con determinación y se dirigió hacia John; trepando por el respaldo del sofá. Rodando sobre los cojines, cayó al suelo y agarró a John por el tobillo, pero John se escabulló casi de inmediato. En un instante, estaba en el piso y había atrapado a Paul en una llave de cabeza. Paul se reía histéricamente mientras John soltaba una fuerte carcajada de victoria. Luego, jadeando como un perro, frotó su puño por la coronilla de Paul, despeinándole por completo el cabello.
—¡Para, John! ¡Suéltame!— gritó Paul entre carcajadas, y John finalmente lo soltó. Se separaron el uno del otro, tumbados en la alfombra exhaustos. Ambos estaban sonrojados por el esfuerzo de la persecución, respirando con dificultad y con enormes sonrisas en la cara.
La canción de la radio había cambiado.
♪Si alguna vez salgo de aquí ♪... La propia voz de Paul salía del altavoz de la esquina. Sintiéndose más ligero que en toda la noche, John abrió la boca para cantar. —Bueno, la lluvia explotó con un poderoso choque...— Se levantó del suelo y se acercó con paso animado hacia el carrito de bebidas para servirse otro vaso de ginebra.
—¡Oh, Dios, no, John, por favor. Cámbiala! —gritó Paul avergonzado. Se levantó y se dirigió hacia el dial de la radio.
John simplemente ignoró la pregunta y, en cambio, giró sobre uno de sus pies encalcetinados:
—Espero que te estés divirtiendooo —cantó, tomando otro sorbo de ginebra. Se había acabado su segundo vaso. Se sirvió un tercero.
Paul miró su guitarra y luego a John. John asintió con la cabeza en señal de ánimo y Paul fue a buscarla.
Y entonces estaban armonizando una canción escrita por Paul, pero grabada con una banda completamente diferente. Era totalmente surrealista. Pero estaban sonriendo, se reían y John lo estaba disfrutando con cautela. El rostro de Paul brillaba de emoción, asintiendo con la cabeza hacia John mientras avanzaban por la melodía.
—Esta es mi parte favorita, justo aquí —comentó John, señalando la radio. La canción explotó con la voz de Paul ♪ pero nunca seremos encontrados ♪. Paul levantó la vista y se echó a reír, soltando un gutural "¡waaaah!" imitando el grito imprudente que había lanzado en la grabación.
—Suenas como Little Richard, ahí —agregó John, sabiendo muy bien lo que significaría la comparación para Paul.
Paul sonrió ampliamente, un poco de rubor subiendo a su cuello por las palabras de John.
—No puedo creer que realmente la hayas escuchado —sacudió la cabeza con incredulidad. El DJ de la radio apagó la canción.
—Por supuesto que lo escuché. Escucho todo lo que publicas —John se encogió de hombros, como si fuera lo más casual del mundo. Como si no hubiera enviado a May a comprar cada álbum que Paul lanzaba en el momento en que llegaba a las estanterías. Como si no se encerrara en su habitación y los escuchara en repetición. Como si no examinara cada letra, cada nota, cada línea de crédito, buscando algún significado oculto, abierto o críptico.
—¿De verdad? —Paul pareció genuinamente sorprendido, dejando la guitarra otra vez. Tenía esa mirada en la cara, algo tímida y reservada, y John no podía evitar sentir que Paul podía adivinar lo que él estaba pensando, algo peligroso.
La radio sonaba ahora algo lento y melancólico. John la apagó.
—No actúes tan sorprendido, Paul —John puso los ojos en blanco—. ¿Qué hay de esa de cerca del final... cómo se llama? ¿No Words? —La ginebra le estaba ayudando a decir cosas que normalmente se guardaría para sí mismo.
—¿Qué pasa con ella? —John odiaba cuando Paul fingía ignorancia.
—Vamos, Paul —se burló, frustrado porque Paul no lo admitía—. ¿Por qué la sacaste si no pensabas que yo la estaría escuchando? ¿Eh?
Paul simplemente lo miró fijamente, con los ojos abiertos, luciendo un poco como un ciervo deslumbrado por los faros de un auto.
—Denny escribió esa, John. Yo solo ayudé con la letra —se encogió de hombros, mordisqueándose una uña—. Sin embargo, es interesante que creas que esa es sobre ti.
—¿Y por qué es eso? —preguntó John con intención.
—No hay razón —Paul apartó la mirada entonces, un carmesí profundo brillaba a través de su bronceado
Se mordió el labio inferior y se encogió de hombros de nuevo, incapaz de mirar a John a los ojos. Tosió con bastante fuerza y se puso de pie. John pudo ver que el profundo rubor había bajado por su pecho, y a John se le revolvió la idea de que le gustaría mucho tomarle la mano y trazar el contorno de ese rubor hasta donde Paul le dejara. Sacudió la cabeza con fuerza, debería beber menos.
—Entonces, ¿estás escribiendo algo nuevo estos días? —preguntó Paul a John de repente, cambiando de tema en lugar de abordar la pregunta de John.
La pregunta quedó flotando en el aire, y la sonrisa de John vaciló ligeramente. La idea de sumergirse en el proceso de composición, de abrirse a ese tipo de vulnerabilidad... era tentadora y aterradora a la vez.
Paul pareció leer la duda de John.
—Olvídalo, lo siento. No importa —Paul hizo un gesto con la mano con desdén—. Mejor no reavivar esa vieja llama.
—Sí —concordó John, un poco inquieto por la sugerencia—, no hay necesidad de arruinar un buen humor. —Comentó, sirviéndoles a ambos otro vaso de ginebra.
Paul caminó hacia el piano y comenzó a tocar una melodía de Chuck Berry. John exhaló y tomó la decisión de unirse a Paul, sentándose a su lado en el banco del piano. Lo acompañó en la octava inferior, con las manos moviéndose en un ritmo sincronizado. En el pequeño banco, John estaba presionado directamente contra Paul. John no pudo evitar notar lo cálido, lo real que se sentía Paul contra su cuerpo. Podía oler el aroma de Paul tan cerca de él: el toque acre de sudor, el humo de cigarrillo asfixiante y la ginebra penetrante, todo mezclado con algo nuevo y dulce, ese champú floral desconocido. Despertó algo en lo profundo de John, una sensación inquietante y repugnante. Una especie de… anhelo implacable.
Cada canción devolvía a la vida otro recuerdo, otra historia. Paul tocaba una melodía antigua y le añadía su propio toque, desviándose de la melodía familiar para sorprender a John, quien respondía inyectando un ingenioso riff en el piano con una sonrisa traviesa. Lentamente, con cautela, la alegría se filtraba como la luz del sol calentando una habitación y, en poco tiempo, su risa resonaba, brillante y fácil.
En algún momento, Paul silbó la melodía de Michelle y fue a buscar la Gibson. Se puso de pie para cruzar la habitación e inmediatamente John sintió una fría ausencia a su lado. Su pierna y su hombro se sentían anormalmente fríos donde habían estado presionados contra el calor radiante de Paul. Se impacientó por que Paul volviera a sentarse.
—¿Recuerdas cuando intentamos grabar esto en francés? —preguntó Paul, volviendo rápidamente al banco del piano.
—Masacramos por completo la pronunciación —respondió John, acercándose a Paul tanto como creyó que podía sin levantar sospechas.
Paul se rió entre dientes, su hombro chocando contra el de John. —Horrible, ¿verdad? —El recuerdo hizo que a John le saliera una carcajada. Se lanzó a una interpretación de la letra francesa destrozada, con un acento lleno de gargajos y sonidos guturales. La actuación le valió una carcajada de Paul, quien se dobló y agarró a John por la rodilla. John sintió todo su cuerpo ponerse al rojo vivo al tacto, su cabeza zumbando por la ginebra.
La mano de Paul se demoró solo un segundo antes de retirarla para meterla en el bolsillo de su pecho. Sacando un porro, se lo ofreció a John. John arqueó una sola ceja con aprobación y sacó una caja de fósforos del bolsillo de su propia chaqueta, entregándosela. Ahora estaba bastante borracho, tanto por el alcohol como por la compañía de Paul. Se sentía delirante de risa, ebrio de alivio.
Paul encendió el porro y le dio una profunda calada. John observó cómo el porro subía hasta los labios de Paul. Se posó allí, cómodamente entre sus dos labios carnosos, sostenido por nada más que su suave humedad. John se sintió entonces invadido por una increíble ola de envidia hacia el porro, como si lo estuviera provocando. Fue entonces cuando decidió en privado que nada debería estar permitido estar tan cerca de Paul si John no lo estaba también.
Sin darse cuenta de la fijación de John, Paul le exhaló una enorme nube de humo en la cara. John solo pudo toser teatralmente, agitando la mano frente a su cara para darle más efecto. —¡Mis pulmones, mis pulmones! —gritó, con una expresión tonta de desesperación.
Paul solo se rió entre dientes, inspeccionando el porro para asegurarse de que se hubiera encendido bien. —No actúes como si no lo inhalarías directamente de mi boca si te dejara.
El estómago de John dio un vuelco. Sonaba a una invitación; una burla por lo menos. Pero John no podía estar seguro... ahora tenía un buen zumbido y su mente estaba delirando por la bebida, no podía estar seguro de lo que Paul había querido decir, en todo caso.
—No podemos desperdiciar nada de ese preciado brote, Macca —replicó John, arrebatando el porro de la mano de Paul. Un pinchazo le dio en el estómago cuando notó que los ojos de Paul seguían el porro hasta su boca. El vientre de John se llenó de un calor abrasador; le gustaba bastante que Paul lo mirara así, y darse cuenta le envió una especie de escalofrío.
John apretó el porro por el filtro y tomó una profunda inhalación, aguantando la respiración en la parte superior. Con los párpados pesados, los ojos de Paul trazaron el contorno de la boca de John, de la que ahora salía una voluta de humo blanco. El estómago de John se retorció con incertidumbre, pero se tragó la duda e hizo un gesto con una mano para que Paul se acercara.
La mirada de Paul se elevó hasta encontrarse con la de John, una pregunta escrita en sus ojos. John solo enarcó las cejas y lo invitó nuevamente a acercarse. Paul se inclinó hacia él, sus hombros estaban presionados con firmeza, sus rostros ahora a escasos centímetros de distancia. La boca de John se curvaba en una sonrisa pícara. Tenía a Paul justo donde lo deseaba.
John estiró la mano y la posó con suavidad detrás de la oreja de Paul, rozando un mechón de cabello negro azabache con el pulgar. Con la adrenalina corriendo por sus venas, John ladeó la barbilla, indicándole a Paul que abriera la boca. Paul tragó saliva, dudando solo un momento antes de obedecer, separando apenas los labios. John distinguía el brillo de la humedad allí, las puntas blancas de sus dientes. Incluso podía oler su aliento: ácido a ginebra y humo. Su estómago dio un vuelco. Se inclinó lentamente, con cuidado de no acercarse demasiado, con cuidado de no tocarlo, sopló. Mientras exhalaba, Paul inhaló, aspirando el aire que acababa de estar dentro de los pulmones de John. Tenía los ojos entrecerrados y John podía sentir que apoyaba un poquito de peso en la palma que le sujetaba la cabeza. La sensación le envió un dolor inespecífico al pecho.
Entonces, el momento se acabó. Tras inhalar por completo, Paul se enderezó y tosió un poco, apartándose ligeramente de John. John no pudo evitar sentirse paralizado, completamente aturdido por la cercanía que acababa de experimentar con Paul. Era lo más cerca que había estado de él en tantos años. Ahora, un hormigueo innegable le recorría la piel.
Paul examinó a John de arriba abajo pensativamente, y este sintió un cosquilleo bajo su mirada. Tras un momento de silencio, Paul abrió y cerró la boca, midiendo cuidadosamente sus próximas palabras. Finalmente, habló. —En el techo... —comenzó, con un aire un poco perplejo—. Intenté tocarte... ¿por qué no me dejaste tocarte, John?
John se reclinó hacia atrás, entrecerrando los ojos con escepticismo. —¿Estamos llenos de preguntas esta noche, no crees?
Paul rodó los ojos y se encogió de hombros. —¡Lo siento, John! Es solo que... literalmente me empujaste. No pude evitar pensar... —Se interrumpió a sí mismo, llevándose una uña a la boca para mordérsela—. Maldita sea, John, ha pasado tanto tiempo... Siento que apenas te conozco.
John negó con la cabeza y suspiró audiblemente, casi riéndose para sí mismo. —No seas tonto, Paul. Eres el único que alguna vez lo ha hecho.
Los ojos de Paul se iluminaron con las palabras de John, pero la duda permanecía en su rostro. —Entonces, dame una pista, amigo. Siempre dices que el contacto es bueno. ¿De verdad me detestas tanto...?
John sintió que se le hundía el estómago. Esta era la segunda vez que Paul insinuaba el supuesto odio de John hacia él. Le enfermaba pensar que Paul realmente pudiera creer eso, después de todo. —Oh, por el amor de Dios, amigo. No te odio, nunca podría odiarte. Si te odiara, ¿entonces qué tengo? ¿Diez malditos años a la basura y un corazón lleno de arrepentimiento?
—¿No es eso lo que tienes?
—Por el amor de Dios, Paul, no. No te odio, de hecho, me caes bastante bien, ¿sabes? —John se escuchó a sí mismo soltar, con un tono suplicante en la voz—. Y no me arrepiento de nada, ni un maldito segundo. ¡Cristo! —Le dolía pensar que Paul pudiera suponer algo así, que lo odiara, que apenas lo soportara. No podía estar más lejos de la verdad.
—Oh —soltó Paul simplemente, tras un largo silencio. Se encogió de hombros—. No lo sabía. La sinceridad en su voz le rompió el corazón a John. ¿De verdad Paul pensaba tan poco en él?
—¿Entonces cuál era el problema allá arriba en la azotea? Yo... quería, eh, darte un abrazo, John —dijo Paul en voz baja, casi avergonzado. John no supo cómo reaccionar a eso. ¿Un abrazo? ¿De Paul? Era algo nuevo. ¿Desde cuándo a Paul le gustaba el afecto? ¿Era una especie de broma?
—Ajá —asintió John, pero se mantuvo cauteloso. ¿Cuántas veces le había dicho a Paul que era bueno dar abrazos? ¿Cuántas veces había intentado abrazarlo solo para sentir a Paul marchitarse en sus brazos como un trapo húmedo, incapaz de entregarse a ningún tipo de intimidad física? Desde que conoció a Linda, Paul había sido tan cortés con el contacto físico que esto tenía que ser una especie de broma.
—Está bien tocar, ¿verdad? —Paul extendió las palmas hacia John con una expresión de disculpa en el rostro.
Algo en John permaneció firme y sin humor.
— No digas eso como si supieras lo que significa.
La confusión arrugó el ceño de Paul, y luego su expresión se volvió de frustración.
—¿Qué diablos, John? ¡En serio! ¡Estoy tratando de arreglar las cosas aquí! —volvió a golpear las palmas de las manos contra los muslos.
John resopló y se puso de pie, de repente incómodo por lo cerca que estaban sentados en el banco del piano.
—Olvídalo. No lo entenderías.
Paul puso los ojos en blanco en señal de desafío, pasando los dedos por su cabello negro.
—Claro. No puedo entender el complejo funcionamiento interno de la mente de John Lennon. Por favor... pruébame, amigo.
John no pudo evitar soltar una breve carcajada ante eso, pasándose una mano por la cara. Dudó de nuevo antes de continuar:
—Está bien —comenzó, con la incertidumbre recorriéndole la columna vertebral mientras contemplaba cuidadosamente sus próximas palabras—. Es como si estuvieras demasiado reprimido.
—¡A pues, perdón señor! —protestó Paul, molesto.
—Claro que está bien tocar, ¡pero tú eres un desastre! —acusó John encogiéndose a la defensiva.
—¡Que no lo soy! —gritó Paul, con el enfado pintado en la cara.
—Eres pésimo en el tacto —repitió John con un brillo burlón en los ojos.
Decidido a defenderse, Paul insistió:
—¡Te digo que docenas de chicas en Europa y Norteamérica no estarían de acuerdo!
John negó con la cabeza, sonriendo con suficiencia.
—No hablo de un revolcón, amigo, hablo de un abrazo de verdad.
—No puedo ser tan malo, ¿verdad? —preguntó Paul, con desesperación e indignación en la voz.
—Abrazarte... es como si... —comenzó John, con los nervios crispándole el cuero cabelludo—. Estás rígido. Estás nervioso. No te entregas... Te contienes.
Paul parpadeó, genuinamente sorprendido.
—¿En serio?
John asintió.
—Sí, amigo. Eres un desastre en ello —se acercó a Paul con pasos firmes—. No sabes cómo entregarte a ello.
Paul miró a John desde el banco del piano, con los labios ligeramente entreabiertos y las cejas, increíblemente arqueadas, fruncidas con seriedad. John sintió un vuelco en el estómago y, no por primera vez esa noche, se contuvo de extender un dedo para trazar la línea de los labios de Paul. Su cabeza daba vueltas, sus pensamientos eran lentos y espesos por el gin.
—No pensé que podría soportarlo, Paul —se oyó decir, a solo unos centímetros de él—. Con un miserable abrazo de tu parte. No después de tanto tiempo —tragó el nudo que amenazaba formarse en su garganta.
Paul parpadeó, sus gruesas pestañas aleteando juntas y luego separándose. Siguió mirando a John, como si buscara algo en sus ojos.
—¿Así que me dijiste que me largara?
John suspiró, su tono suavizándose.
—Estaba enojado, ¿no? Y borracho... no lo olvides.
Una tensión rígida los mantenía quietos mientras se miraban el uno al otro, sus miradas firmes e intensas. John descubrió que no podía parpadear, completamente hipnotizado por los infinitos pozos verdes, marrones y negros de los ojos de Paul.
—Oh, vamos, déjame intentarlo de verdad —ofreció Paul de repente, sorprendiendo a John.
John, luchando por dejar atrás su amarga terquedad, vaciló.
—Nah, está bien.
Sin embargo, Paul estaba decidido.
—Vamos...
John lo interrumpió suavemente.
—De verdad, está bien —se dispuso a darse la vuelta.
El tono de Paul se volvió más urgente, con las palabras ligeramente arrastradas.
—Quiero hacerlo, John. Quiero hacerlo. No seas tonto, ha pasado tanto tiempo.
John se volvió para mirar a Paul, quien se movía en su asiento, preparándose para levantarse.
—Yo... yo no lo creo —John tartamudeó.
Paul se levantó, tan cerca de John que este se vio obligado a retroceder para evitar que sus frentes chocaran. Paul tambaleó un poco al ponerse de pie, por lo que extendió una mano para estabilizarse apoyándose en el hombro de John.
—Será mejor que te sientes de nuevo, amigo —murmuró John, muy consciente de la presión de la palma de Paul sobre su camisa, de lo cerca que estaban sus rostros.
Paul negó con la cabeza, sin desanimarse.
—Vamos, John. ¿De qué hablas? Te daré uno como se debe, te lo prometo. No me voy a contener. Será bueno —asentía, insistente, con los ojos un poco desenfocados mientras miraba fijamente a John.
John contuvo la respiración, su aprensión era palpable.
—No sería lo suficientemente bueno —se oyó susurrar, vacilante. De nuevo, el gin le ayudaba a admitir cosas que preferiría no decir.
Paul frunció el ceño, desconcertado.
—¿Qué...?
—Siempre me has mantenido a distancia, amigo. Nunca has estado del todo aquí —aclaró John, su voz sonando lejana.
Los ojos de Paul se nublaron, incapaz de responder inmediatamente a esa acusación. Era claro que las palabras de John habían tocado una fibra sensible. Entonces, en un movimiento repentino, casi desesperado, abrazó a John, acercándolo. El aliento de John se quedó atrapado en su pecho, exhalando ruidosamente contra el pecho de Paul. En su siguiente inhalación, sus sentidos fueron asaltados por... Paul. Su olor, tan dolorosamente familiar, se introdujo en sus fosas nasales. Su toque, cálido y suave pero firme a la vez contra el pecho de John, encendió un devastador calor en su estómago. Se quedó rígido.
—Relájate, déjate llevar —susurró Paul al oído de John, su aliento cálido contra su cuello. Un escalofrío recorrió los brazos de John ante la sensación. Paul frotaba sus manos callosas arriba y abajo por la espalda de John, levantando ligeramente la tela de su camisa antes de volver a bajarla. John solo podía contener la respiración y mantenerse rígido como una tabla.
—Está bien tocar... vamos, John —animó Paul, su voz suave y reconfortante, su aliento acariciando los rizos castaños que crecían alrededor de las orejas de John.
—Sí —finalmente susurró John, sus defensas derrumbándose lentamente. El aroma de Paul a esa distancia lo embriagaba, y se sentía irremediablemente drogado por él. Si antes se había sentido borracho, ahora estaba absolutamente perdido—. La sensación de los brazos fuertes de Paul alrededor de él, cálidos y reales, era casi demasiado para soportar. Lo había extrañado tanto. Una oleada de adrenalina comenzó a correr por su sangre, haciendo que su visión se nublara.
John empezó a ablandarse, recordando finalmente respirar. Los músculos de sus brazos y cuello comenzaron a soltarse, músculos que ni siquiera sabía que estaban tensos. El repugnante peso que había descansado sobre su pecho durante tanto tiempo que había dejado de notarlo, se alivió ligeramente. Sentía como si pudiera respirar de nuevo. La brasa en el fondo de su estómago comenzó a arder cálida y brillante, y en poco tiempo, todo su cuerpo estaba en llamas. Con cuidado, John levantó sus propios brazos y colocó las palmas sobre la espalda de Paul, sosteniendo los músculos que allí crecían, tonificados por años de duro trabajo en la granja, debajo del fino algodón. John podía sentir la respiración de Paul, una ola lenta y constante. Podía oír los latidos del corazón de Paul. Paul estaba ahí, era real, estaba vivo, lo estaba tocando. Era más de lo que John se había atrevido a esperar.
Después de que John pareció corresponder, Paul intentó alejarse, pero John apretó su agarre.
—Ah, ah, ah... no tan rápido. Justo cuando piensas que quieres alejarte, es cuando debes quedarte —insistió, agarrando a Paul con los nudillos blancos, obligándolo a permanecer cerca un momento más.
Paul se rió entre dientes, y ambos exhalaron. Sus ritmos cardiacos se desaceleraron mientras disfrutaban del contacto. John, sin poder evitarlo, giró la cabeza y enterró la nariz en el hueco del cuello de Paul, inhalando profundamente y con placer. La sensación de la piel lechosa de Paul contra el rostro de John le provocó una sensación de pura desesperación. Quería más, y más, siempre más. Se sentia codicioso por Paul, incapaz de soltarlo. Como si absorbiera todo lo que podía de él para aguantar los próximos tres años separados.
Paul apoyó su barbilla en el hombro de John y luego giró para apoyar su mejilla. Los dos hombres se quedaron allí, abrazándose, en un gesto lleno de disculpas y perdón no expresados. Se sentía tan bien tocar a Paul, sostenerlo. Pero John sabía que nunca sería suficiente.
Después de lo que pareció tanto una eternidad como un instante, Paul se apartó. Colocó sus manos en los codos de John.
—¿Suficientemente bien para ti? —preguntó, con un toque de arrogancia juguetona en su voz.
John suspiró, aún sonando algo decepcionado.
—Está bien, sí.
Paul se burló con incredulidad.
—¿Qué más podrías querer de mí? Viajo a Los Ángeles, abandono a los músicos de sesión, dejo plantada a mi esposa, acepto venir a tu casa, ¡te estoy dando un maldito abrazo! ¿Qué más podrías...
Antes de que Paul pudiera terminar la frase, John lo tomó por la cara y lo besó. Fue un beso apresurado y hambriento, que tomó a Paul por sorpresa.
Se separaron, y Paul rió nerviosamente, con el rostro muy rojo y los ojos desorbitados. Se pasó una mano por la boca, pensando que era algún tipo de broma intencionada.
—Tú, maldito avaricioso... Te voy a destrozar —se rió, su mirada subiendo para encontrarse con la de John mientras retrocedía tambaleándose. Pero luego vio la expresión de John, una que no era ni burlona ni juguetona, sino mortalmente seria.
—Oh —murmuró Paul, dándose cuenta de golpe, como si le hubiera caído un balde de agua fría..
La boca de John era una fina línea, y sus ojos estaban fijos en la boca de Paul.
Paul se dio la vuelta, tomó su guitarra y se volvió a limpiar la boca, tratando de recuperar la compostura. Mientras tanto, John, sintiéndose tonto y estúpido, se giró para liar otro porro. Lo fumó en silencio, perdido en sus pensamientos, dolorosamente consciente de la creciente tensión entre ellos.
Justo cuando John pensó que no podía aguantar ni un segundo más, justo cuando estaba a punto de exigirle a Paul que se marchara por el amor de Dios, la puerta principal de la casa se abrió de golpe. Un estruendo de ruido y voces irrumpió en el vestíbulo, y John se puso en guardia.
Ringo y Klaus entraron tambaleándose en la sala de estar, con los rostros enrojecidos por el alcohol. Ringo caminó directamente hacia John con las palmas extendidas hacia sus mejillas.
—Johnny, Johnny, Johnny Boy —canturreó, evidentemente borracho. Tomó la cara de John entre sus manos y plantó un beso descuidado en cada una de sus mejillas. John forzó una sonrisa y lo palmeó en el hombro, luego, levantando las cejas significativamente, señaló con la barbilla en dirección a Paul.
Los ojos de Ringo enfocaron y luego se desenfocaron antes de girar sobre un talón.
—¡Tú! —gritó, la sorpresa y el deleite iluminando su rostro. Paul sonrió, con una mirada de alegría apenas oculta en su cara. —¿¡Qué demonios estás haciendo aquí!? —exigió Rich, tropezando por la habitación en su prisa por abrazar a Paul.
—¿Paul? —llamó Klaus desde el pasillo, con la voz arrastrada e incrédula—. ¿Aquí? —Doblando la esquina, con los ojos desorbitados y buscándolo—. ¡Paul! —gritó cuando lo vio, y corrió hacia el sofá para abrazarlo—. Qué bueno verte, amigo —balbuceó con su acento alemán, y Paul sonrió de oreja a oreja.
—Entonces, ¿estás aquí para verlo? —preguntó Ringo, dirigiendo su pregunta a Paul e inclinando la cabeza hacia John, con la voz aún escéptica.
—Así es —confirmó Paul, arqueando una ceja en señal de afirmación, con la boca apretada en una línea fina de inquietud.
Ringo miró a John y luego a Paul, percibiendo la fricción evidente entre ellos—. ¿Estamos interrumpiendo algo? —preguntó de forma sugerente, mirándolos por encima de sus gafas de sol, que aún llevaba puestas a pesar de ser ya pasada la medianoche.
—Sí —respondió John.
—No —dijo Paul exactamente al mismo tiempo.
Ringo se quedó inmóvil, luego sacudió la cabeza entre risas.
—De acuerdo —miró a Klaus, quien simplemente encogió los hombros.
—Vamos a seguir con la fiesta si quieren quedarse, chicos —anunció, sacando una bolsita de cocaína de su bolsillo y agitándola en el aire.
—Claro —respondió John rápidamente.
—No, gracias —dijo Paul al mismo tiempo.
Klaus y Ringo se rieron de nuevo, esta vez con incomodidad.
—Bueno —comenzó Klaus—, espero que te quedes, ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que estuvimos todos juntos —se arrodilló entonces frente a la mesa de centro y comenzó a verter un fino polvo blanco sobre su superficie. Ringo se sentó frente a él en el sofá y observó.
—No sé, chicos —vaciló Paul, haciendo un gesto de mirar su reloj—. Se está haciendo tarde —se pasó una mano por el pelo oscuro. John sintió que se le encogía el estómago, repentinamente desesperado por que no se fuera.
—Deberías quedarte a dormir aquí, amigo —sugirió Ringo, sin saber el significado de sus palabras—. Acurrucarte en la cama con John, ¡como en los viejos tiempos! —bromeó, justo antes de inclinarse para inhalar una línea. Paul miró a John horrorizado por esa sugerencia, John simplemente se encogió de hombros.
—Sí —alentó Klaus—. ¡Linda no vendrá a buscarte ahora!, ¿verdad? ¡Deja que la mujer descanse!
Los rasgos de Paul se contrajeron, incómodos. John comenzó a entrar en pánico. No soportaba la idea de que Paul se fuera ahora, no después de lo que acababa de suceder. Pero la idea de pasar la noche juntos, en la misma cama, era aún peor.
**
Pasó otra hora. John apenas hablaba. Solo podía sentarse allí, inmóvil, observando a Paul. Paul, que continuaba la conversación con Ringo y Klaus como si nada fuera fuera de lo común hubiera ocurrido justo antes de que cruzaran las puertas. Su alegre charla con Ringo envió un destello de envidia injustificada a través de John. Deseaba con tanta desesperación que su relación con Paul pudiera ser tan sencilla, tan fácil y directa como la relación de Paul con Rich. No había vacilación en su toque, sus sonrisas eran amables y acogedoras. Su charla era ligera, sin la carga del dolor o las verdades no dichas.
Eran más de la una de la madrugada cuando Paul se levantó.
—Estoy hecho polvo —anunció Paul, estirando los brazos hacia el techo—. Creo que es hora de irme a la cama.
John simplemente lo miró y asintió, incapaz de decir nada. Era mejor dejar que Paul subiera primero, que se desvistiera en privado. Mejor evitar cualquier momento a solas. Esperaría aquí abajo con Richie hasta que sintiera que era seguro.
—Buenas noches, Paul —murmuró John, apenas capaz de mirarlo a los ojos.
—¿Te importa si llamo a Linda para decirle que me quedaré aquí? —preguntó Paul.
—Claro, adelante —indicó John, señalando el teléfono en la cocina, con displicencia.
—Gracias —dijo Paul, dando una última calada al porro antes de desaparecer por la esquina hacia la siguiente habitación.
—No me siento bien... lo pasaré durmiendo... No te preocupes, amor... volveré mañana —escuchó John sin querer. El estómago de John se retorció de curiosidad. ¿Por qué mentir así a Linda?
Paul colgó poco después y subió las escaleras. John escuchó los pasos de Paul hasta que estuvo seguro de que había llegado a la habitación. John continuó sentado allí, fingiendo escuchar la conversación desquiciada de Ringo y Klaus por la cocaína, asintiendo con la cabeza en los momentos correctos y riéndose de sus bromas; pero en privado estaba mirando el reloj, esperando a que dé la una y tres cuartos. Eso le daría a Paul una media hora prudente para desvestirse, lavarse los dientes y meterse en la cama, con suerte, incluso quedarse dormido.
Los minutos pasaron y tan pronto como el reloj marcó la una y cuarenta y cinco, John hizo un gran esfuerzo por bostezar y se levantó para excusarse y decir que se iba a la cama.
—Buenas noches entonces —dijo, dándoles una palmada en el hombro a ambos mientras salía de la habitación.
***
John se movió inquieto en el suelo, tratando desesperadamente de encontrar una posición cómoda. Golpeó su almohada algunas veces y luego dejó escapar un resoplido, dejando caer la cabeza sobre las suaves plumas. No había manera de que pudiera dormir en el suelo, ¿por qué demonios había ofrecido ceder su cama?
Ya llevaba un rato intentando dormir, después de haberse colado en la habitación de puntillas. Había echado un vistazo y había encontrado las luces apagadas, con la silueta oscura de Paul durmiendo bajo las sábanas. Se dirigió al baño sin hacer ruido, quitándose la ropa hasta quedarse en sus bóxers y vaciando la vejiga antes de arrebatar una sola almohada de la cama. Robó una manta de la habitación de Richie y la colocó en el suelo. Inmediatamente, supo que era una causa perdida. La alfombra era delgada y apenas proporcionaba protección contra el frío y duro suelo, y estaba drogado, con la mente zumbando por el alcohol y la marihuana. No sentía la menor fatiga, pero sentía que debería intentar descansar.
Se volvió nuevamente boca arriba, retorciéndose para que su hueso de la cadera no se clavara tanto en el suelo. Soltó un gruñido de frustración cuando, cuando dos minutos después, su cóxis comenzó a doler al presionar contra el piso.
—John —el sonido de su nombre hizo que John saltara. Podría jurar que Paul estaba profundamente dormido.
—¿Estás bien, John? —la voz de Paul susurró de nuevo desde algún lugar encima de él. John se mordió la lengua, sin saber si fingir que dormía o no. Su corazón latía con fuerza en la oscuridad mientras consideraba qué hacer.
—Bien —John finalmente murmuró con desdén. Escuchó las sábanas crujir. Luego, con un clic silencioso, la habitación se llenó de un resplandor anaranjado.
—¡Agh! ¡Brillante! —John siseó indignado, la luz de la lámpara de la mesita de noche le lastimaba los ojos.
—¡Lo siento! —Paul se disculpó rápidamente. Cegado, John entrecerró los ojos en la dirección de la voz de Paul, tapándose la cara con una mano.
—¿Qué pasa? —John exigió, aturdido por la luz brillante.
—Esto es ridículo, John —Paul dijo con total naturalidad—. Nunca te dormirás ahí abajo.
—Ehh... —John bufó.
—De todos modos, tus ruidos me mantienen despierto. ¿Por qué no subes aquí? —Paul insistió.
John lo miró fijamente, su visión se ajustaba lentamente. La figura de Paul poco a poco se fue enfocando: su cabello estaba alborotado, mechones apuntando en todas direcciones y sus ojos vidriosos, entrecerrados hacia John en la tenue luz. Se veía tan inocente, tan joven, como solía verse cada vez que se despertaban juntos durante la gira. El interior de John se retorcía. Paul tenía razón, nunca podría dormir en el suelo, pero las posibilidades de poder conciliar el sueño al lado de Paul eran aún más escasas. Dudó, sin estar seguro de qué hacer.
—Está bien, puedo tomar el sofá —dijo rápidamente John, sentándose para recoger su manta y almohada.
—No seas tonto, amigo —insistió Paul, golpeando el colchón dos veces—. Si alguien va a tomar el sofá, seré yo. Intentó incorporarse, pero John simplemente negó con la cabeza, renunciando a su farsa de buenos modales.
—Detente, Paul, no hace falta ser tan caballeroso —extendió la mano para hacerle saber a Paul que podía recostarse de nuevo—. Podemos compartir.
John rodeó el colchón, entrecerrando los ojos contra la luz, y subió con cautela bajo las sábanas. Se recostó boca arriba, lo más lejos posible de Paul como pudo sin caerse de la cama. Equilibrándose en el borde del colchón, se sintió muy consciente del calor que parecía irradiar de Paul a solo unos centímetros de distancia. Cerró los ojos, esperando a que Paul apagara la luz.
La luz permaneció encendida.
A través de sus párpados, John pudo ver la sombra de la cabeza de Paul moverse sobre él, bloqueando la luz.
—¿Qué pasa, Paul? —gruñó John sin abrir los ojos.
—¡Nada! Es solo... —Paul se interrumpió, y John abrió un ojo. Paul estaba mirando hacia abajo, su cabello negro colgando frente a su cara—. ¿Es esta la cama? —preguntó, con una mirada traviesa de intriga en su rostro.
A John le tomó un segundo entender lo que estaba preguntando.
—¿Ya sabes? ¡¿La cama donde Kennedy se acostó con Monroe?! —insistió Paul, sin aliento.
—¿Estás hablando en serio, Paul? —gruñó John, girándose de lado para darle la espalda—. De repente, estaba desesperado por dormir. ¿Cómo podía Paul estar tan despierto?
—¿Bueno? —insistió Paul de nuevo—. ¿¡Lo es?!
—Es la misma —murmuró John, esperando que Paul lo dejara en paz si respondía.
—Maldito infierno —exhaló Paul, claramente lejos de estar dormido. John abrió los ojos y miró sus calcetines, que estaban arrugados en el suelo frente a él. ¿No se suponía que Paul debía estar cansado?
—¿Cómo es? —insistió Paul—. ¿Hacerlo, en la misma cama donde ellos lo hicieron? Su voz era burlona, pero John estaba al límite. Este no era el momento para tener esta conversación. Era tarde, estaba drogado, sabía que tendría resaca por la mañana. Era hora de que ambos durmieran.
—Es genial. Ahora, si no te importa... —John giró para enfrentar a su amigo, y fue entonces cuando se dio cuenta de que Paul estaba sin camisa.
—Claro, claro. Lo siento, John. Solo... no pensé que estuvieras cansado —dijo Paul mientras pasaba los dedos por su cabello. Los ojos de John se desviaron brevemente hacia su pecho, ese bronceado brilloso y desconocido resplandeciendo a la luz naranja. Allí crecían pelos negros escasos en mechones sobre cada uno de sus pezones rosados, erizados y duros contra el aire fresco. Su pecho también estaba bien definido, la tonicidad muscular era evidente en toda esa sombra. Sin embargo, no era todo músculo. Apoyado en su codo, la piel suave del vientre de Paul se doblaba sobre sí misma, proporcionando un suave contraste con la definición que se extendía por sus brazos.
John sintió que le faltaba el aliento.
La realidad de que Paul estaba en su cama, sin camisa y al alcance... le envió una sensación enloquecida de deseo a John, sintió cómo sus dedos se contraían. Apretó el puño y cerró los ojos. Tomando una respiración profunda, sacudió la cabeza.
—¡Apaga esa luz, por favor! —dijo con dificultad, tratando lo mejor posible de no mirar los hombros esculpidos de Paul, los músculos que resaltaban a la luz. Sintió que iba a vomitar.
—Claro, por supuesto. Lo siento, John —Paul estiró la mano hacia atrás y apagó la lámpara. La oscuridad los envolvió.
—¿Intenta dormir un poco, sí? —dijo hacia la negrura absoluta, con el estómago revuelto por el pavor.
—Seguro —susurró Paul. John solo se quedó mirando fijamente el techo, sin ver nada. Paul se retorció un rato, acomodándose, sacudiendo a John hacia arriba y hacia abajo con cada uno de sus movimientos.
—¿Cómodo? —preguntó John, su voz letal de sarcasmo.
—Lo siento —volvió a susurrar Paul, tirando de las sábanas para cubrirse. El movimiento las arrancó por completo de la espalda de John. Éste gruñó y alargó la mano hacia atrás para recuperarlas.
—¡No las acapares! —Paul se quejó en la oscuridad, buscando a tientas la mano de John. Sus dedos se encontraron con los de John y él soltó las sábanas de inmediato.
—¿Crees que puedes dejar algo para los dos? —se burló John.
—Si no estuvieras tan malditamente lejos... —siseó Paul—, simplemente... —Paul se deslizó unos centímetros más cerca de John, y en el proceso, sus piernas se rozaron. La sensación fue como tocar un cable eléctrico. Se apartó instantáneamente.
—Ahí está —murmuró Paul en la oscuridad, su voz tan cerca del oído de John que podía sentir su aliento caliente en la mejilla—. Sábanas de sobra para los dos.
—Hrmph —resopló John. Su sangre estaba helada, sus músculos tensos mientras se balanceaba en el borde de la cama.
***
John yacía allí en la oscuridad, su respiración entrecortada y superficial. No había esperanza de dormir esa noche. El cuerpo de Paul, pesado sobre el colchón a su lado, era en lo único que John podía pensar. Su miedo paralizante de tocar a Paul luchaba contra su anhelo salvaje e inquietante de extender la mano y agarrarlo. Era como si su cerebro estuviera atascado en un bucle. No te muevas, no te muevas, no te muevas.
Un rato después, la respiración de Paul se calmó hasta convertirse en un ritmo lento y constante. Se había dormido. Su respiración parecía soplar contra la oreja de John con cada exhalación. No te muevas, no te muevas, no te muevas.
En algún momento de la noche, John debió quedarse dormido, porque de repente estaba despierto. Al principio no supo qué era lo que lo había despertado, pero al recobrar el conocimiento se dio cuenta de que había una especie de peso sobre su pecho.
Levantando la cabeza de la almohada, John miró alrededor de la habitación oscura, sin poder ver casi nada. Se sobresaltó al darse cuenta de que el peso sobre su pecho era en realidad el brazo ancho de Paul. Se había movido mientras dormía, sin ser consciente de su entorno, y de alguna manera se las había arreglado para colocarse casi por completo encima de John, sujetándolo al borde mismo del colchón.
De repente, John estaba completamente despierto, con el corazón martilleándole en los oídos. No te muevas, no te muevas, no te muevas.
Se movió un poquito por debajo de Paul, probando para ver qué tan dormido podía estar. Paul solo soltó un fuerte ronquido, pero no se inmutó. Evaluando su situación, John se dio cuenta de que los 76 kilos del peso de Paul habían rodado encima de él: un brazo tonificado atravesado sobre su pecho, y una larga pierna sobre sus muslos. Si no estuviera tan aterrorizado, John podría haber estado contento.
Fue entonces cuando Paul se movió un poco en su sueño, y John lo sintió. Paul estaba duro.
La sangre de John se heló. Paul estaba tan cerca de él, su aliento caliente soplando en su oído, su brazo cruzado sobre el pecho desnudo de John y sus largas piernas enredadas con las de él. John mordió su labio inferior hasta que saboreó la sangre. Su mente se quedó completamente en blanco. El mundo se redujo a la sensación del pene de Paul presionado contra su muslo. El pene de Paul, caliente y palpitante, presionado contra su muslo. La longitud de Paul, separada de John solo por una fina capa de algodón. La sangre rugía en sus oídos, se olvidó de respirar.
De repente, Paul tosió y se despertó. John lo miró de reojo, sus caras estaban a pocos centímetros de distancia. Los ojos de Paul se abrieron brevemente y, en la penumbra, sus miradas se encontraron.
—Tú no eres Linda —graznó Paul, más para sí mismo que para John. John solo pudo gruñir en señal de reconocimiento, aún paralizado por la sorpresa.
Paul ajustó sus caderas alejándose de John en un intento débil de disimular su erección, pero era demasiado tarde. A Paul estaba cayendo en cuenta de lo cerca que había estado de John, y John pudo ver el pánico cruzar por su rostro.
—Qué vergüenza —murmuró, su mano tímida se estiró para presionar su miembro hacia abajo mientras se volteaba boca arriba. John giró su rostro para mirar el perfil de Paul. Parpadeaba rápidamente, su rostro estaba pétreo por el shock.
John solo se limitó a parpadear. A pesar de su propio pánico, no pudo resistirse a meter un poco de cizaña:
—¿Un poco emocionado, eh?
La cabeza de Paul giró bruscamente para mirar a John de reojo sobre la almohada.
—Ah, ya cállate. Es solo físico, lo sabes. Me pasa a veces cuando fumo hierba.
—Ajá —fue lo único que pudo decir. Estaba íntimamente familiarizado con los impulsos y caprichos físicos de Paul; no era la primera vez que estaba en la misma cama con un Paul McCartney excitado. ¿Cuántas veces se habían acostado uno al lado del otro, con los ojos cerrados, y se habían masturbado? Incontables veces. El pene erecto de Paul no le era desconocido. Entonces, ¿por qué su corazón latía tan fuerte? Juraba que Paul podía oírlo. John sostuvo la mirada de Paul y parpadeó varias veces.
—¿Qué? —susurró Paul, con una expresión de súplica en su rostro.
—Nada. Yo... —John se sintió mareado por la inesperada cercanía. La sensación del calor emanando del cuerpo de Paul lo estaba volviendo loco. El pensamiento del cuerpo de Paul, del pene de Paul presionado contra él, le envió un escalofrío por la espalda. Un anhelo desesperado, un deseo doloroso comenzó a acumularse en lo más profundo de su ser. Quería tanto extender la mano y tocar a Paul, dejar que este fuego los consumiera. Pero el miedo y la incertidumbre lo retenían.
Él buscó en su mente por una razón, cualquier razón para poder acercarse y tocarlo, una razón para acercar a Paul hacia él. En la oscuridad de la noche, John pudo haber jurado que eran adolescentes de nuevo. Lado a lado en un solitario cuarto de hotel, alterados después de un show y desesperados por desahogo, solían recurrir el uno al otro.
Hacía tanto tiempo que no hacían nada parecido. Pero en la calma y el silencio de la noche, John no podía evitar preguntarse si Paul sentía la misma chispa de emoción que pasaba entre ellos, esa misma desesperación juvenil. Sería el colofón perfecto para un día pasado reviviendo sus viejas vidas.
—Solo estaba pensando —se oyó decir a John en la oscuridad, sin apartar la vista de los ojos de Paul.
—¿Hm? —Los ojos de Paul brillaron con curiosidad.
John inhaló con fuerza, sintiendo ansiedad en el pecho.
—¿Por los viejos tiempos? —Deslizó cuidadosamente las sábanas y colocó su palma sobre su entrepierna; ya estaba medio erecto.
—No sé, John, ya no tenemos 19 años —los ojos de Paul se dirigieron hacia la mano de John—. No creo... quiero decir, vamos no sería... —Se detuvo, su voz careciendo de convicción.
John movió la palma hacia arriba y hacia abajo por sus bóxers, acariciando su miembro lentamente y con cuidado. Manteniendo contacto visual con Paul, mordió su labio inferior. La respiración de Paul se hizo entrecortada, sus ojos recorrían el pecho de John. John comenzaba a sentirse caliente por completo, su miembro semirrecto se ponía más firme bajo la mirada de Paul. Echó un vistazo para ver que el miembro de Paul aún estaba erecto, temblando debajo de las sábanas.
Sin estar seguro de que pudiera detenerse ahora, incluso si quisiera, John deslizó su mano por debajo de la cintura y comenzó a tocarse, cerrando los ojos para disfrutar de la sensación.
Él podia escuchar a Paul respirando junto a él, sus exhalaciones volviendose irregulares.
Luego escuchó el inconfundible susurro de las sábanas y sintió a Paul moverse en la cama. Abrió los ojos brevemente.
Paul se había hundido contra el cabecero, con los ojos cerrados, y una mano acariciando su miembro erecto a través de la ropa interior. Maldita sea, la visión provocó una oleada intensa en John, su visión se nubló ligeramente. Cerró los ojos de nuevo, antes de perder el valor.
Sintiendose ahora un poco más valiente con sus ojos cerrados, John se escucho preguntar desesperado "¿Qué te excita ahora, Paulie? ¿Hm? ¿Brigitte Bardot?”
Paul casi se rió, soltando un exhalación aguda por la nariz. “Oh, vamos, puedes hacerlo mejor que eso. Ya no tienes diecinueve, ¿recuerdas?”
John abrió los ojos sorprendido por el sentido del humor de Paul. Paul estaba sonriendo con suficiencia a John, y maldita sea, se veía irresistible así.
“Está bien, está bien,” afirmó John, “te voy a sorprender.” Y se incorporó abruptamente para quitarse los bóxers.
Paul observó, boquiabierto y asombrado, mientras John se recostaba de nuevo, ahora completamente desnudo, con su erección visible a la luz tenue de la luna. El corazón de John latía en su garganta, la sangre rugía en sus oídos. Para su sorpresa y emoción, Paul hizo lo mismo. Se sentó, tambaleándose con su cintura, luego se quitó los shorts antes de recostarse de nuevo al lado de John.
Dios santo. Paul estaba desnudo al lado suyo. John no podia ver mucho, el cuarto estaba aún oscuro y sombrio pero por lo que podía distinguir, el miembro de Paul estaba pesado y se recostaba contra su muslo, descansando allí, deseoso de contacto. Le tomó toda la fuerza que pudo reunir para no extender el brazo y agarrarlo, acariciarlo, incluso solo sostenerlo. Quería sentir ese peso en su mano, el calor contra su palma, cada relieve, cada vena. Su cuerpo entero se sentía como si estuviera en llamas; si no se tocaba en ese momento, podría morir.
Sin perder más tiempo, deslizó una mano por su cuerpo. Cuando encontró su miembro, envolvió sus delgados dedos alrededor de él y comenzó a acariciarlo. Y Paul observaba, hipnotizado. La respiración de John se volvió rápida y superficial.
Cuando la mano izquierda de Paul se deslizó hacia el sur, levantó suavemente su propio miembro de su muslo, dejándolo rebotar contra su abdomen. John se sintió un poco mareado. Habían pasado siglos desde la última vez que hicieron esto. Sin embargo, no recordaba que fuera tan emocionante, ni que se sintiera tan prohibido.
"Está bien. Entonces no Bardott," jadeó John, su voz tensa por el placer apenas contenido. Continuó acariciándose, sus ojos recorriendo la oscura pendiente de los hombros de Paul.
Los pesados párpados de Paul revolotearon mientras cerraba suavemente una mano alrededor de su miembro, sus largas pestañas rozando sus mejillas. La visión provocó una oleada de deseo en John, su erección ahora palpitante.
John habló de nuevo, su voz desesperada de deseo, "¿Recuerdas a esa chica en Glasgow?"
Paul tenía su mano izquierda firmemente envuelta alrededor de su miembro, tirando de él con fuerza. Sus ojos estaban oscuros y hambrientos, y se clavaban en los de John con una intensidad ardiente. Sus labios estaban ligeramente entreabiertos, y John se imaginó cómo sería meter la cabeza de su pene entre esos labios. Mientras jugueteaba con la cabeza de su miembro, jadeó: "¿La que compartimos?"
"Claro." Paul logró susurrar. Solo habían hecho ese tipo de cosas unas pocas veces.
"Estaba buenísima, ¿no?" preguntó John, dirigiendo su mirada hacia el miembro de Paul. En sus primeros días, normalmente no se lanzaban miradas furtivas, un pacto silencioso de privacidad. Pero en la oscuridad de la habitación, John se sintió valiente; mantuvo los ojos bien abiertos, sin vergüenza.
"Sí." jadeó Paul, moviendo ligeramente sus caderas hacia su propia mano.
Las palabras de John se volvieron cada vez más explícitas, su voz ahora baja y ronca. "Tenía esos pechos, enormes, ¿eh?
"Sí," croó Paul, su voz volviéndose áspera. John podía escuchar el inconfundible sonido de piel rozando contra piel, podía ver el cuerpo de Paul moverse en la oscuridad.
"No te cansabas de ellos, ¿verdad?" John insistió. Paul dejó escapar un gemido desesperado ante esas palabras, animando a John a seguir. "¿Recuerdas cómo le follaste los pechos, Paul? ¿Recuerdas cómo te dejó metértelo entre ellos?" Al diablo con Brigett Bardott, esto le estaba haciendo suficiente.
"Ajá." La respiración de Paul se entrecortó, y al escuchar eso, el miembro de John palpitó en su mano. Levantó la palma hacia su boca por un momento y escupió en ella, dándose la lubricación que necesitaba. Volvió a la cabeza de su miembro, frotándola en pequeños círculos apretados. Inhaló bruscamente, con olas de placer recorriéndole.
"¿Recuerdas cómo me dejó tomarla por detrás? Mientras te la chupaba a ti?" John continuó con respiración entrecortada, sus palabras cargadas de excitación y deseo. El recuerdo en sí mismo era embriagador, enviando un escaofrio enfermizo a través del cuerpo de John. Era el tipo de recuerdo que se sentía ilícito, uno al que rara vez se permitía volver. Gran parte de esa noche había sido un borrón, pero recordaba todas las partes importantes.
"Lo recuerdo, sí," apenas respiró Paul, su voz temblando. El sonido de su voz, tensa y desesperada por la excitación, era casi insoportable. El sonido le envió una sensación de emoción desenfrenada. Sintiendo audacia, John echó un vistazo al miembro de Paul, ahora completamente erecto. Estaba tenso y palpitante en su mano izquierda. La silueta de su cabeza hinchada, marcada y pronunciada en la luz tenue, envió un profundo dolor a través del núcleo de John. Lo que no daría por alcanzarlo y tocarlo, por ser la razón de que Paul emitiera esos deliciosos sonidos.
"¿Qué más recuerdas?" La voz de John tembló, invitando urgentemente a Paul a sumergirse más en su fantasía compartida.
Paul estaba luchando por mantener la compostura. "Recuerdo que... ella se tragó mi semen, luego te besó a ti."
La voz de John bajó a un susurro sensual. “Oh, mierda, sí. Recuerdo eso. Podía saborearte en su boca.”
“Cristo, John.” Paul siseó entre dientes, su cuerpo temblando contra la cama.
“¿Te excita pensar en eso?”
Paul apenas pudo encontrar su voz. "Sí." Casi era una pregunta, como si estuviera pidiendo permiso para admitir un secreto guardado durante mucho tiempo.
John sintió un deseo frenético que lo empujaba hacia adelante, sus movimientos se volvían más rápidos. "Paul." fue todo lo que pudo decir mientras los espasmos de un placer abrasador recorrían su cuerpo.
"¿Qué más recuerdas?" John jadeaba ahora, con el pre-semen pegajoso en su palma.
Paul apenas se sostenía, su propio placer aumentando constantemente. "Recuerdo... cuando ella te besó, yo miré." Dios, su voz. John podría morir así.
"¿Miraste?" logró croar John. Apenas podía creer que esto estaba sucediendo; todo lo que quería era extender la mano y tocar la boca de Paul.
Paul vaciló, su cuerpo temblando de necesidad. "Miré, sí. No podía apartar la vista. Te veías tan lindo así, John." Un deseo abrasador recorrió a John al escuchar esas palabras. Su miembro palpitaba peligrosamente en su mano, y lo soltó, desesperado por durar más. Soltó un gemido frustrado en la oscuridad.
"Podía saborearte en su lengua, Paul. Eso era lo único en lo que podía pensar." John se escuchó jadear en la oscuridad—la cabeza de Paul estaba echada hacia atrás en éxtasis, su mano izquierda moviéndose incansablemente.
"Carajo." La voz de Paul se volvía impaciente, las palabras saliendo a borbotones de él. "Recuerdo tu cara cuando te hizo venir."
"¿Cómo me veía, Paul?" John jadeó.
"Te veías...ugh mierda. Te veías jodidamente perfecto." Jesús, John estaba cerca del orgasmo. En un momento de claridad, se detuvo, luchando por sentarse derecho. Paul también se detuvo, siguiendo las señales de John.
"John, yo no—" Paul balbuceó, y John lo interrumpió con un tranquilizador "shhhh". Luego, tragando un destello de duda, respiró: "Quiero mirarte."
Lentamente extendió la mano y la acercó a la lámpara de la mesita de noche, una pregunta en su pausa. En la oscuridad, John pudo ver a Paul sacudir la cabeza frenéticamente asintiendo. Con un leve clic, la habitación se llenó de un resplandor pálido. John entrecerró los ojos por un momento, y cuando sus ojos se ajustaron, se sintió abrumado por la vista de Paul.
Su rostro estaba manchado de excitación, parches de rosa y escarlata descendían hasta su pecho. Sus ojos avellana estaban abiertos y salvajes, sus cejas fruncidas en desesperada súplica. Su frente brillaba con una fina capa de sudor, y sus pestañas parecían aún más largas en las sombras de esa luz. Los ojos de John recorrieron el pecho de Paul. Sus pezones estaban oscuros y rígidos. Un deseo frenético de morder uno de ellos cruzó por su mente. Su estómago dio un vuelco. Sus ojos migraron hacia el sur, siguiendo el vello negro que crecía alrededor de su ombligo; más allá, hasta donde crecía espeso, justo entre sus piernas.
La mano izquierda de Paul sostenía perezosamente la base de su miembro. Lo acunaba allí, rosado y perfecto y palpitante, cada vena, cada curva visible ahora para que John lo viera. Era tal como lo recordaba. De nuevo, tuvo que contenerse físicamente del impulso de inclinarse para lamerlo. Quería saborearlo.
Sus ojos luego viajaron hasta las largas y velludas piernas de Paul, que estaban elegantemente extendidas sobre el colchón. Finalmente, los ojos de John volvieron a subir hasta el rostro de Paul. Con una corriente de deseo, notó los ojos de Paul recorriendo su cuerpo de arriba abajo. Cuando los ojos de Paul finalmente se encontraron con los de John, se veían hambrientos. Se lamió y luego mordió su labio inferior, lo que hizo que la cabeza de John se sintiera mareada. Si no tenía más de Paul en ese momento, probablemente moriría.
"¿Qué más recuerdas?" Paul susurró con una voz baja, como si la luz requiriera que estuvieran en silencio. John sonrió con complicidad, contento de no ser el único disfrutando esto.
Lentamente, aún mirando a los oscuros ojos de Paul, John comenzó a mover su mano de nuevo. No estaba seguro, pero Paul pareció acercarse a John mientras reajustaba su antebrazo. Tomando una profunda respiración, John habló de nuevo.
"Recuerdo cómo follaste su boca, tu bonito miembro rosado entrando y saliendo." Paul entrecerró los ojos y mordió más fuerte su labio inferior, preparándose para el placer que amenazaba con explotar dentro de él. La respiración de John se cortó ante la sensación que burbujeaba dentro de él.
"Recuerdo cómo yo... Recuerdo cómo yo..." Por todo lo que John había dicho hasta ese momento, no parecía poder decir esta parte. Paul apenas abrió los ojos, su labio inferior brillando con humedad. De nuevo, a John se le ocurrió cuánto le gustaría frotar la cabeza de su miembro a lo largo de ese carnoso labio inferior. Paul solo lo miró, y con los ojos entrecerrados preguntó,
"¿Cómo qué, John, dime. Qué." Parecía desesperado, sus ojos suplicaban. John ya había cruzado tantas líneas esa noche. Admitir cosas que había jurado no decir en voz alta. ¿Qué era una línea más? De todos modos, Paul estaría en un avión de vuelta al otro lado del mundo la próxima semana. Algo sobre la impermanencia de todo, la imposibilidad de toda la noche, hizo que John se sintiera temerario.
"Cuánto quería tocarte." Declaró, claro como el día. Paul pareció jadear, sus ojos nunca dejando el rostro de John.
"¿En serio?" susurró, su voz y su rostro suplicantes ahora, rogando por una liberación.
John no pudo fingir más. "Carajo, sí, Paul."
Paul soltó un hermoso gemido, bajo y ronco. Luego se quedó quieto, su expresión se ensombreció. Se soltó y lentamente comenzó a sentarse.
"¿Qué estás—no quise decir—" John tartamudeó, su estómago convirtiéndose en plomo. Pero al mirar hacia el rostro de Paul, no vio disgusto, no vio rechazo, solo intensidad y propósito. Cerró la boca de golpe cuando Paul se movió hacia él, una pulgada, otra pulgada—luego estaba justo allí, directamente frente a John. John contuvo la respiración. Podía sentir la respiración de Paul, superficial y rápida, en su rostro ahora. Estaban tan condenadamente cerca. John quería tocarlo—no lo hizo. Paul parpadeó, y John pudo jurar que sintió las pestañas de Paul rozar contra su mejilla.
Moviéndose tan lentamente, dándole a John toda la oportunidad de detenerlo, Paul deslizó una sola mano sobre la de John. Sus dedos se rozaron y John tembló; era como si todo su cuerpo fuera una zona erógena con Paul, incluso el leve toque de los dedos le resultaba erótico. Paul guió la mano de John lejos de su cuerpo y comenzó a tirar de ella hacia el suyo. La realización golpeó a John como un tren en movimiento, y dejó escapar un soplo de aire, recordando finalmente como respirar.
John dejó que Paul guiara su mano hacia abajo, más abajo, hasta que lo cerró alrededor de su polla. Paul soltó un bajo gemido tembloroso, sus párpados parpadeando por el tacto. Su polla estaba pesada y llena; el peso en su mano hacía que John se sintiera mareado, con la visión oscureciéndose en los bordes.
"Cristo, John" jadeó Paul, sus dedos ahora enredados en las sábanas de la cama.
"¿Estás bien?" dijo John, girando la cabeza para susurrar, con los labios rozando la oreja de Paul. Los vellos de la piel de Paul se erizaron. Él asintió con vehemencia.
"John" dijo Paul mientras jadeaba por aire, luego volvió su rostro hacia el de John. El tiempo se estiraba frente a ellos y luego se contraía hasta este preciso momento. John inclinó ligeramente su mentón y su labio inferior rozó el de Paul. Fue como una quemadura química, tan abrasador, tan volátil. Hizo una pausa, esperando, sin respirar mientras Paul temblaba contra él. Los labios de Paul se separaron y John oyó un suspiro casi inaudible de resignación escapar de su boca. Entonces, sus labios se encontraron en un beso ardiente y apasionado. No había marcha atrás ahora.
Los labios de Paul eran increíblemente suaves contra los de John. Su calidez fue tan inesperada, tan increíblemente sorprendente—John se sintió mareado. Paul inclinó su mandíbula para separar aún más sus labios, permitiendo que John entrara. Con el estómago en la garganta, John cuidadosamente sacó su lengua y la rozó contra los dientes frontales de Paul. Sintió a Paul tomar una inhalación aguda por la nariz y luego su lengua chocó contra la de John. John emitió un gemido gutural, la vibración radiando en la boca de Paul.
Paul giró su rostro, profundizando el beso, y eso hizo que la respiración de John se detuviera. Completamente mareado de deseo, tomó el labio inferior de Paul entre sus dientes y tiró suavemente, a lo que Paul respondió con un gemido satisfecho.
"Tienes un sabor increíble" susurró John en la boca de Paul. Apenas podía comprender lo que estaba sucediendo. Todo lo que sabía era que era todo lo que siempre había querido.
"Mmm" fue lo único que pudo decir Paul. Sus bocas se separaron y luego se estrellaron de nuevo con un jadeo hambriento y desesperado. No era momento para ternura, ni para precaución. Ambos hombres parecían entender la naturaleza efímera de este momento, la imposibilidad de lo que estaba ocurriendo, la necesidad frenética de más, más. El beso era tanto aterrador como emocionante, como una tormenta eléctrica en pleno julio.
Luego, sus manos estaban en el cabello de Paul, sus dedos desenredándolo, apartándolo de su frente. Sus dedos se enredaron en los suaves mechones, haciendo que el aroma de Paul se desparramara a su alrededor. El aroma envió una especie de dolor profundo al pecho de John. Sus bocas se movían una contra la otra, su respiración áspera y desesperada mientras Paul se acercaba más a John. Estaban tan cerca, mucho más cerca de lo que habían estado antes. Sus hombros se chocaban y Paul agarró el bíceps de John, apretándolo como si su vida dependiera de ello.
Sus manos se desplazaron desde el cabello de Paul hasta la parte posterior de su cuello, sosteniendo su cráneo mientras tomaba el labio superior de Paul entre los suyos. Luego, viajaron hasta sus hombros, y John podía sentir las fibras de músculo que se desarrollaban allí, tensas, duras y vivas. Apenas podía soportarlo, hundió sus uñas en la piel de Paul, como si pudiera hundirse en él si lo intentaba.
Paul siseó en la boca de John por el dolor, pero John pudo sentir las comisuras de su boca curvarse en deleite, así que John apretó de nuevo, esta vez arrastrando sus uñas por los brazos de Paul. Marcas rojas surgieron en el rastro de sus dedos, pero Paul no parecía importarle; en cambio, extendió la mano para agarrar el rostro de John. Las manos callosas de Paul sostuvieron cada una de las mejillas de John y él pudo sentir cómo Paul las unía, presionando sus labios juntos con una pasión ardiente.
Se separaron solo por un momento, sus miradas hambrientas y lujuriosas. Su respiración era pesada y entrecortada mientras se miraban durante un largo y sofocante momento.
"¿Está bien?" preguntó Paul, sin aliento, como si la realidad de lo que estaban haciendo le hubiera golpeado por primera vez.
"No lo pienses demasiado" instó John, jadeando y salvaje. Eliminando cualquier duda de su mente, empujó a Paul sobre su espalda y se subió encima de él, colocando las estrechas caderas de su compañero entre sus muslos, inmovilizándolo efectivamente.
John gruñó mientras hundía su cabeza en el cuello de Paul, cubriéndolo de besos a lo largo de su cuello y mandíbula. Paul simplemente se retorcía debajo de él, su pelvis buscando presión contra el cuerpo de John. “Lo necesitaba tanto.” Tomó el lóbulo de la oreja de Paul entre sus dientes y tiró de él. Paul gimió. John lo soltó y besó alrededor de la oreja de Paul, incluso arrastrando su lengua rosada por el cartílago. La acción tuvo el efecto deseado: Paul movió sus piernas y giró la cabeza, la sensación lo abrumaba. “No tienes idea cuanto.” Añadió, con los labios justo contra la oreja de Paul.
En el fondo de su mente, John entendía que esto era lo que siempre había querido. Esta era la razón por la que no podía mirar a Paul sin sentir un dolor punzante en el pecho, la razón por la que no podía escribir con Paul si quería estar con Yoko, la razón por la que se sentía tan enojado, tan lleno de veneno tras su separación. Sabía con certeza, en ese momento, que esa era la razón por la cual la proximidad y la cercanía con Paul se sentían imposibles, porque dolía demasiado no poder tenerlo. Dolía demasiado no poder alcanzarlo y abrazarlo, besarlo, sentirlo. Siempre había sabido esto, pensó para sí mismo, pero nunca se permitió sucumbir a ello, nunca se permitió aceptar esa urgente verdad. Una sensación de opresión en la parte posterior de su garganta amenazaba con estrangularlo, pero tragó saliva con fuerza contra el cuello de Paul, empujándolos más cerca en el proceso.
"Idiota " dijo Paul jadeando contra la oreja de John, con un tono burlón que cortaba su incertidumbre. "Yo lo habría hecho mil veces si me lo hubieras pedido". El corazón de John dio un vuelco. No dispuesto a pensar demasiado en la implicación de esas palabras, John solo gimió mientras su boca se movía del mentón de Paul de vuelta a sus labios. Esto era increíblemente bueno, la firmeza de su erección palpitando ahora contra el suave y blanco vientre de Paul.
John se acomodó hacia abajo para estar completamente encima de Paul ahora, sus cuerpos enteramente en contacto, piel con piel, desde las piernas hasta el pecho. Era embriagador, John se sentía borracho y drogado por ello. No podía dejar de besar a Paul, el sabor de él era abrumador, adictivo.
Podía sentir cómo sus erecciones se deslizaban juntas entre ellos de manera deliciosa. Atrapadas entre sus estómagos, la sensación era éxtasis. Las manos de Paul recorrían la espalda de John, arriba y abajo, y John se retorcía contra él, su erección buscando la de Paul con cada embestida. Paul gemía en su boca cada vez que las puntas de sus erecciones se tocaban, era como el paraíso.
John se levantó para mantenerse justo encima de Paul, con los codos extendidos. Miró hacia abajo la visión que tenía frente a él, Paul—el cabello negro pegado a su cara en mechones sudorosos, los ojos rojos y pesados por la lujuria, sus labios hinchados y en carne viva por los besos. Se veía jodidamente hermoso. Era demasiado para que John lo soportara.
"Eres tan jodidamente guapo, Paul " susurró John, mirando a Paul con asombro.
"Cállate y sigue " dijo Paul con una sonrisa, moviendo sus caderas hacia arriba y contra John. El lado de la boca de John se curvó en diversión.
Luego John los tomó a ambos con una mano. Sostuvo sus penes, uno al lado del otro, resbaladizos con saliva y liquido preseminal en su mano áspera y callosa, y Paul echó la cabeza hacia atrás en éxtasis, exponiendo la columna pálida de su cuello. John se inclinó y lo mordisqueó, incapaz de contenerse, la vista era demasiado irresistible. Continuó sosteniéndolos en su mano mientras mordisqueaba a lo largo del cuello expuesto de Paul, desde la manzana de Adán hasta la mandíbula, justo donde su pendiente se encontraba con la oreja. Paul se retorcía y jadeaba debajo de él, moviendo sus caderas para frotar su pene contra el de John. John siseó desesperadamente en el oído de Paul. Mientras los empujones de Paul tomaban el control, la mano de John se quedó inmóvil, cerrada fuertemente alrededor de ambos mientras Paul se embestia desesperadamente contra él.
"Mierda, Paul, vas a hacer que me corra" dijo John en el cuello de Paul, mordiendo con fuerza como advertencia.
"Joder" dijo Paul, haciendo una mueca." Vas a dejar una marca".
"Me importa un carajo" suspiró John contra la dura barba, dejando que raspara contra la piel suave de sus labios—, la sensación es rasposa y electrizante. Pero Paul obedeció, desacelerando sus movimientos debajo de ellos. John se volvió a apoyar y dejó que un hilo de saliva cayera entre sus dedos. El efecto fue inmediato, su mano pudo deslizarse alrededor de ambos con mucha más facilidad. Aceleró el ritmo nuevamente, esta vez con urgencia.
El calor abrasador se acumulaba dentro de él, como si un carbón encendido parpadeara justo detrás de su ombligo. Necesitaba liberarse, lo necesitaba con todas sus fuerzas. John miró a Paul, su visión nublada por su propio placer, y John pudo ver que Paul estaba perdiendo el control: sus ojos estaban bien cerrados y su cabeza se sacudía de un lado a otro sobre la almohada con cada embestida.
"Te ves tan hermoso así, Paul" jadeó John mientras continuaba agarrando y bombeando sus miembros erectos juntos. "Correte para mí, Paul, vente para mí, vamos." Se sentía enloquecido, incapaz de controlarse". Quiero verte llegar al clímax, muéstrame lo hermoso que te ves cuando vienes".
Los dientes de Paul estaban expuestos mientras se retorcía contra el intenso placer que sacudía su cuerpo. John también sentía que se acercaba al borde. Su miembro comenzaba a contraerse y a palpitar, ese carbón bajo su ombligo rugió hasta convertirse en una llama. Estaba jadeando. Paul también.
"Vente para mí, Paul. Te ves tan hermoso cuando te corres" los movimientos de caderas de John se agitaron en su palma, la cabeza rosada brillante de su pene se deslizó desde su prepucio contra el de Paul.
"¡Carajo, si!" exclamó Paul, su cuerpo entero rígido ahora, a solo segundos de explotar. John apretó los dientes, obligándose a contenerse para que pudieran terminar juntos. Sus testículos se tensaron con el esfuerzo.
"Me voy a venir, John." Paul abrió los ojos y levantó la cabeza de la almohada, con las cejas fruncidas en esa hermosa y lastimera expresión de éxtasis. John soltó un gemido desde lo más profundo de su pecho. Paul se apoyó en sus antebrazos, con los ojos fijos en la mano de John— todavía en movimiento.
John no pudo contener su orgasmo ni un segundo más. "Me voy a correr sobre ti, Paul" escuchó decirse, con la garganta tensa y salvaje.
Entonces Paul se estaba viniendo, la blancura resbalando entre los dedos de John. John podía sentir el miembro de Paul palpitar con cada ola de placer, y luego el orgasmo de John lo sobrecogió. Su mente se volvió negra por el placer, el mundo entero reduciéndose a la sensación de pura dicha en la punta de su miembro. Cerró los ojos con fuerza mientras contracciones totales recorrían su cuerpo. A través de su orgasmo, podía sentir a Paul estremecerse debajo de él. Lentamente, comenzó a volver en sí, con la mente borrosa y nublada por el extasis. Una efervescencia eufórica burbujeaba en su pecho, su respiración comenzando a ralentizarse. Dejó que su cabeza se colgara, con los hombros caídos.
"Mierda" siseó Paul, y John abrió los ojos para mirar. Charcos opacos de semen, tanto de él como de John, yacían sobre el estómago de Paul. La mano de John también estaba cubierta con el espeso semen. La vista en sí fue suficiente para hacer que su miembro palpitara una última vez. "Oh Dios" se estremeció, una última ola de orgasmo pasándole por encima.
Paul se recostó contra la cama, su pecho subiendo y bajando, con una expresión de satisfacción y incredulidad en su rostro.
John se giró de lado para separarse de Paul y, se limpió con fuerza la mano en las sábanas de algodón. Miró al techo, sin palabras, su respiración aún entrecortada. Sus brazos seguían tocándose, y John podía sentir tanto el sudor como el calor que emanaban de Paul. Sonrió para sí mismo ante el toque casual, la cercanía automática e inconsciente.
"Bueno... " suspiró Paul, aún mirando al techo." Eso acaba de pasar." John giró la cabeza para mirar a Paul. Estaba parpadeando hacia el ventilador del techo, con una expresión de total shock en su rostro.
"Sí, lo hizo " repitió John vacíamente, sus ojos buscando el perfil de Paul, temeroso de repente de que Paul dijera que había sido un gran error.
"No exactamente como solíamos hacerlo, pero..." titubeó Paul. John simplemente sacudió la cabeza contra la almohada, aún mirando a Paul. Luego, Paul se volvió para enfrentar a John, sus rostros tan cerca que John tuvo que cruzar un poco los ojos para enfocar a Paul. John contuvo la respiración, de repente completamente inseguro de lo que Paul estaba pensando
"Bastante agradable" terminó, sus ojos recorriendo el rostro de John. El corazón de John empezó a latir con fuerza en su pecho, ¿agradable? ¿Había oído a Paul correctamente?
"¿Agradable?" repitió, con una pregunta en su voz. Paul solo asintió, con una sonrisa tímida en el rostro. John exhaló bruscamente por la nariz, con una risa incrédula.
"Está bien el tocar, de acuerdo " se burlo, moviéndose juguetonamente hacia el hombro de Paul. Paul simplemente se rió para sí mismo con los ojos cerrados, una ligera sonrisa en los labios. John también cerró los ojos y se quedó allí, dejando que el sudor se evaporara de su cuerpo. Un silencio cómodo llenó la habitación. Su respiración empezó a ralentizarse, al igual que su latido. Podía sentir el ritmo de la respiración de Paul contra él detrás de la oscuridad de sus párpados. Se sentía agotado, completamente exhausto. El sonido de las olas chocando contra la arena se oía de fondo. El viento aullaba a través del mar. A lo lejos, escuchó un perro ladrar. Antes de darse cuenta de lo que estaba pasando, se quedó profundamente dormido.
***
La tenue luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas medio abiertas, pintando suaves franjas de calor sobre las sábanas arrugadas. John parpadeó y abrió los ojos, con la boca tan seca como el algodón. Se quedó allí, y por una fracción de segundo se sintió ingrávido y satisfecho, pero no podía recordar por qué. Luego, de repente, todo le cayó de golpe. La cara de Paul, su boca perfecta, piel caliente contra piel caliente, cómo había sabido a él, el sonido que había hecho. El fantasma de los labios de Paul en los suyos lo sacó del sueño y lo llevó a la vigilia. De repente, su corazón latía con adrenalina, su cuerpo listo para correr.
John se incorporó de un salto y giró la cabeza por la habitación. Incluso sin sus gafas, pudo notar que el espacio a su lado estaba vacío. La desorientación se convirtió en pánico absoluto. ¿Dónde estaba Paul? Se apresuró hacia la mesa de noche, se puso las gafas redondas y el mundo volvió a enfocarse.
Escaneó la habitación, la ropa de Paul estaba conspicuamente ausente de la silla donde la había lanzado anoche. John sintió cómo el pánico ascendía por su garganta. ¿Dónde estaba Paul?
Dios, era tan malditamente estúpido. ¿Cómo pudo permitir que esto pasara? La habitación parecía cerrarse sobre él mientras comenzaba a entrar en pánico. No había pensado en esto. En el segundo en que salió el sol, Paul debió haber sentido la vergüenza y la humillación, y lo hicieron huir. La garganta de John comenzó a apretarse y sus ojos se llenaron de lágrimas amenazantes. No lloraría, no ahora, no por esto. Sacudió la cabeza, aclaró su garganta. Se levantó tembloroso y respiró hondo, y fue entonces cuando lo vio. Un pequeño trozo de papel amarillo, recién arrancado de un cuaderno, estaba sujeto al tocador por un vaso de agua. Se levantó y lo sacó de debajo del vaso, entrecerrando los ojos para leerlo.
Deberíamos hablar.
xo -Paul
Los ojos de John siguieron la letra familiar de Paul; los bucles altos de las L, la R, la inclinación perezosa de la H. Imaginó a Paul escribiendo esto apresuradamente mientras hacía su frenética escapada esta mañana, desesperado por irse, demasiado avergonzado para quedarse. John arrugó la nota en su puño y la arrojó a la papelera. ¡Mierda! Gritó. En un arranque de furia, pateó el bote con el pie desnudo, pero eso solo le dolió el dedo y soltó una larga serie de maldiciones, saltando de regreso a la cama. Se sentó allí, frotándose el dedo, con el estómago hecho un nudo. Estaba lleno de vergüenza, humillado de haber dejado que las cosas se salieran tanto de control anoche. ¿Por qué no pudo simplemente dormir en el maldito sofá? ¿Y qué quería decir Paul con eso de "fue agradable"? Maldito mentiroso. ¿Dónde estaba ahora?
Esa pregunta no era tan difícil de responder, pensó: solo había un lugar más en Los Ángeles al que Paul podría ir. John se puso su bata, caminó por la habitación y levantó el teléfono.
"Hola" el acento americano de Linda chisporroteó a través del teléfono. Su voz lo sorprendió, como si hubiera olvidado que ella también estaba en Los Ángeles. Su voz era un recordatorio brusco e incómodo para John de que lo que habían hecho anoche estaba mal, era vergonzoso. Sacudió la cabeza y respondió, con un tono de voz frío e impasible.
"¿Cómo te fue anoche?" esperaba no sonar culpable.
" Bien, sí. May y yo nos fuimos a la cama temprano " dijo Linda.
"Genial " John agudizó el oído para ver si podía escuchar la voz de Paul en el fondo, pero la línea solo zumbaba con estática. Se quedó congelado, se le ocurrió que sería extraño preguntar "¿está Paul allí?" Eso podría levantar sospechas. En lugar de eso, solo aclaró su garganta y dijo—: "Escucha, necesito pasar a recoger a May."
"Está bien, suena bien, John" respondió Linda con su voz melodiosa" . Solo estamos tomando café en el balcón.
"Encantador" dijo John, luego": Dile a Paul que traigo algo que dejó aquí.
"Está bien..." Linda sonó desconcertada—. "¿No está contigo?"
"Um... " la confusión de John se profundizó. Si Paul no estaba allí, y no estaba con Linda, ¿dónde demonios...?
Justo en ese momento, el pomo de la puerta del dormitorio chirrió y John se giró rápidamente.
Paul estaba allí, descalzo y con la misma ropa que había llevado la noche anterior, con una taza de té humeante en cada mano. John sintió una estúpida ola de alivio inundarlo. Soltó un profundo suspiro. "Olvídalo " dijo al receptor.
"Está bien, John-" comenzó a decir Linda, pero John ya había colgado. Se sintió como si pudiera vomitar, estaba tan aliviado de ver a Paul.
John solo miró a Paul, incapaz de moverse. Paul se quedó allí y lo miró de vuelta, finalmente levantando una taza en dirección a John." Pensé que podrías querer algo" dijo, con los ojos aún somnolientos. Dios, se veía tan bien por la mañana.
John no dijo una palabra, solo asintió. Con una sonrisa tímida, Paul caminó hacia él y se dejó caer al lado de John en la cama. Le entregó una taza, y sus rodillas se rozaron suavemente. John miró hacia donde se tocaban y, inexplicablemente, se sintió terriblemente triste, inseguro si el contacto era bienvenido o no. Solo pudo tomar el té y sostenerlo, acunándolo con ambas manos. El vapor calentaba su rostro.
Se sentaron allí un rato, lado a lado, el silencio interrumpido solo por los sonidos de ellos sorbiendo el líquido caliente.
"Pensé que te habías ido" dijo John finalmente, mirando a Paul por encima del borde de sus gafas.
—No seas estúpido —dijo Paul con buena disposición, rebuscando en el bolsillo de sus pantalones. Parecía encontrar lo que buscaba y extendió el puño hacia adelante. John solo levantó las cejas, así que Paul lo abrió, revelando dos aspirinas. John casi llora por la amabilidad del gesto. Se sentía tan malditamente aliviado de que Paul aún estuviera allí, de que no hubiera huido. De hecho, había estado allí todo el tiempo, haciendo té para ellos, buscando medicina. Era abrumador cuánto no odiaba a este hombre.
Las palabras se convirtieron en cenizas en su lengua. Las reglas habituales de la conversación no se aplicaban aquí, ¿verdad? Cada momento parecía estar punctuado por un temor palpable de que si reconocía que algo había cambiado entre ellos, el mundo podría terminar. John solo bebió su té y movió los pies, cuestionando cada palabra que pudiera decir, cada mirada que intercambiaban. Era como si fueran dos extraños conociéndose por primera vez, en lugar de compañeros de toda la vida que acababan de compartir un polvo.
—Nadie puede enterarse —dijo John finalmente, un poco desesperado. Paul no se movió por un momento, luego asintió. John continuó—: Especialmente May. Si May se entera, Yoko se enterará. May no puede mentirle. Y si Yoko se entera, dios, no sé qué haría. No puede enterarse, ¿de acuerdo?
Paul solo siguió asintiendo, con una expresión solemne. John miró a Paul, deseando que hablara. Paul llevó la taza a su boca para un último sorbo, luego se inclinó para colocar la taza en el suelo.
—Bien. Eso es... Tengo algo que decirte, John —dijo Paul, aún de espaldas a John. El corazón de John se hundió, esa era la voz de “voy en serio” de Paul. Era la misma voz que Paul usó cuando le dijo a John “me voy a casar con Linda.” John solo podía mirar, con el té enfriándose en sus manos.
Paul se enderezó y miró a John, quien parecía resignado, incierto. "No te he dicho la verdadera razón..." Se detuvo y sacudió la cabeza, corrigiéndose. "Una de las razones por las que vine aquí, a California..."
John solo lo miraba, sintiendo cómo el nudo en su estómago se hacía más grande. "Tuviste ese evento de Capitol Records", respondió John por él, como si eso lo explicara todo.
"Sí, correcto... lo tuve, sí..." Paul asintió, mirando hacia una esquina de la habitación. "Pero también estoy aquí para entregar un mensaje, por así decirlo". Sus ojos cayeron en su regazo. "Ni siquiera iba a decírtelo, no quería meterme en esto..."
"Suéltalo ya".
"Es Yoko, John. Ella te quiere de vuelta". La sangre de John se heló. "Quiere saber si todavía la amas", terminó Paul. Las palabras quedaron flotando en el aire entre ellos. Era lo último que John esperaba que Paul dijera.
"¿Hablaste con Yoko?" preguntó John, atónito. Ni siquiera podía imaginarlo, una llamada telefónica entre Yoko y Paul.
"Vino a Escocia", dijo, con los ojos abiertos y disculpándose.
"¿Qué?!" gritó John, escupiendo su té de vuelta en la taza, completamente incrédulo. Luego, de repente, el peso de las palabras de Paul pareció golpearlo. ¿Yoko lo quería de vuelta? ¿Quería saber si aún la amaba? ¿Después de todo? Finalmente era jodidamente feliz de nuevo, estaba haciendo música, se había enamorado perdidamente de May, por el amor de Dios, ¡y ahí estaba Paul, de entre todas las malditas personas, Paul! Ahí. Justo frente a él. Algo que nunca pensó que fuera posible mientras había vivido bajo el control de Yoko. ¿Y ahora ella lo quería de vuelta? ¿Se habría aburrido finalmente de su baterista? ¿Se dio cuenta de que él no podía darle el mismo acceso a la fama y notoriedad que John? John de repente se levantó, furioso, sintiendo cómo el enojo bullía bajo su piel.
"Esto es una mierda", decidió, con fuerza, su voz bastante alta. Sus manos temblaban, y la furia burbujeaba dentro de él como veneno. Comenzó a caminar de un lado a otro, recogiendo distraídamente un calcetín y metiéndolo en un cajón.
Paul simplemente se quedó ahí en silencio. John no podía soportarlo. ¿Esto era lo que Paul quería hablar? ¿Esta era la razón por la que Paul estaba aquí? El maldito idiota, el maldito mentiroso. Había venido con falsas pretensiones, el muy cobarde. No podía creer que había caído en la trampa, que en verdad pensó que Paul vendría solo para visitarlo porque lo extrañaba.
"¿Por qué me estás diciendo esto?" escupió John, deteniéndose en seco en medio de la habitación para gritarle a Paul. Paul simplemente se encogió de hombros. "Yo- yo..." balbuceó.
"Y después..." John se quedó callado, incapaz de terminar la frase. "No puedo creer esta mierda". Ahora estaba sacudiendo la cabeza, con la cara enrojecida por la ira. "Con Yoko... me dijo que me fuera, que saliera con May. Y ahora esto." Hizo un gesto salvaje entre los dos. Los ojos de Paul se agrandaron, llenos de tristeza.
"¡No lo sé, John! Ella es tu esposa. Pensé... si no te lo decía y después te enterabas de que te lo había ocultado, yo..." Paul se interrumpió, sacudiendo la cabeza para sí mismo. "Me odiarías por ello." Finalmente admitió, con un encogimiento de hombros desganado.
John dejó de caminar y dejó que esas palabras calaran en su mente.
Paul debía haber entendido que al facilitar una reconciliación con Yoko, básicamente aseguraba el aislamiento continuo de John con ella. Y, sin embargo, ahí estaba, entregando el mensaje de todos modos. Ahí estaba, haciendo lo que creía mejor para John... A John se le ocurrió que era realmente desinteresado. Siguió contemplando a Paul, con los ojos tristes, el ceño fruncido y ansioso. A través de la niebla de su ira, John se dio cuenta de que todo lo que quería hacer era sentarse junto a Paul y abrazarlo, decirle que todo estaría bien.
"No puedo volver con ella, no ahora", dijo John con firmeza, sacudiendo la cabeza rápidamente. "No después de..." Tragó saliva, y se movió para sentarse junto a Paul. "No después de todo lo que pasó anoche." Su rostro se sonrojó, todavía inseguro si estaba permitido mencionar lo que había sucedido.
Paul levantó la vista hacia John, con los ojos llenos de lágrimas. ¿Estaba a punto de llorar? El corazón de John se encogió ante la idea.
"¿Y qué pasa con May?" preguntó Paul, simplemente.
¿Qué pasa con May? John sintió una punzada de miedo atravesarlo. A pesar de sus mejores esfuerzos por mantener las cosas casuales con May, en algún momento del camino se había enamorado perdidamente de ella. Su corazón dolía ante la idea de tener que elegir entre May, Paul, Yoko... Era demasiado.
"No sé lo que quiero, Paul", susurró John, apretándose el entrecejo. Paul pareció desinflarse al escuchar esas palabras. "Pero esto..." añadió John, usando la única palabra que conocía para describir lo que había entre ellos. Paul lo miró de nuevo, con un brillo de esperanza en sus ojos, asintiendo en señal de ánimo.
John examinó el rostro de Paul, abierto, amable, hermoso. Sus pestañas se alzaban como elegantes arañas, su boca redonda y roja como una cereza madura. El nudo en su pecho se aflojó un poco.
"May nunca puede enterarse, Paul. Yoko nunca puede enterarse." De repente, fue profundamente consciente de lo cerca que estaban en la cama, sus rodillas tocándose, sus dedos a solo unos centímetros de distancia. El cuerpo de John registró la cercanía y pudo sentir su corazón acelerarse, su pulso agitado.
"Linda tampoco", susurró Paul, sus enormes ojos recorriendo la boca de John. John sintió que algo en él se soltaba, y comenzó a caer libremente en las pupilas de Paul. Su respiración se cortó, y sin pensar, enganchó su dedo meñique con el de Paul. El más pequeño toque envió escalofríos por todo el cuerpo de John. La boca de Paul se curvó en una sonrisa cómplice, y tomó la mano de John, su pulgar rozando suavemente sus nudillos. "Nadie lo sabrá, John." Susurró, su aliento caliente contra el rostro de John. Algo en el vientre de John rugió con vida. De repente, nada más en la Tierra importaba, excepto el rostro de Paul, sus ojos, sus labios. Dios, sus labios.
"No Linda, no May... no Yoko. Debes estar con May, John..." Paul llevó la mano de John hasta su boca y plantó un beso en su palma. John podía escuchar la sangre rugiendo en sus oídos.
"Claro," jadeó, mientras Paul plantaba otro beso en su muñeca.
"Pero eso no significa que no podamos hacer esto..." Paul levantó su mano hasta la cara de John. Los callos ásperos de su palma rasparon su mejilla, y John inhaló bruscamente. Los ojos de Paul eran tan grandes, tan infinitamente amplios, John estaba cayendo indefenso en ellos. "...Una vez más", terminó Paul, su voz cargada de deseo.
John no podía negar la excitación que ya sentía en sus pantalones. Estaba medio duro ya, solo con una mirada de Paul. Ahora estaba completamente perdido en él, totalmente entregado.
Paul se inclinó, pero John lo encontró a mitad de camino, aplastando sus labios contra los de Paul en un beso frenético y abrumador. Cayeron de nuevo sobre la cama, con las manos descontroladas y las bocas en todas partes. La mente de John se quedó en blanco con la éxtasis, deleitándose en la sensación todavía emocionante y nueva del cuerpo de Paul contra el suyo. Tan fuerte, tan cálido. Su erección se endureció en su bata, ansiosa y lista para Paul de nuevo. Se apretaron desesperadamente, cada uno incierto de cuándo tendrían otra oportunidad para hacer esto. Todo lo que John sabía era que si no conseguía que la maravillosa boca de Paul estuviera alrededor de su polla, en ese momento, probablemente moriría.
Alejándose solo un momento, levantó la camisa de Paul y se la quitó, luchando por quitarse la suya. Luego, mirando con hambre la boca de Paul, metió un dedo entre sus labios. La suavidad húmeda allí era increíble. Paul cerró su boca alrededor del dedo de John y le permitió meterlo y sacarlo, explorándolo con su lengua en respuesta. El pene de John palpitaba al pensar en cuánto deseaba que fuera su miembro el que estuviera dentro de la boca de Paul, en lugar de su dedo.
“Quiero que me la chupes.” Susurró, con la voz temblando. Miró a Paul y se sorprendió al ver el deseo intenso reflejado allí. Los ojos de Paul estaban entrecerrados y lujuriosos mientras usaba su lengua para humedecer su boca, su saliva brillando en esos hermosos labios de cereza.
Sin decir una palabra más, Paul se enderezó y se deslizó fuera del colchón. John lo observó mientras se movía hacia el borde de la cama, una sola mano apartando su cabello negro de la frente. Dios, era tan jodidamente guapo. Paul estiró la mano y colocó las piernas de John para que colgaran del colchón, tirando de él por la cintura. El estómago de John se retorció. Mierda.
Paul comenzó a arrodillarse, doblando una rodilla y luego la otra, mientras mantenía contacto visual con John. Sus ojos eran agujeros negros, atrayéndolo con tal fuerza que nada podía escapar, ni siquiera la luz. Su rostro bronceado estaba abierto, invitante. John contuvo la respiración, incapaz de creer que esto era real.
Paul corrió sus manos por los muslos desnudos de John, sus dedos alcanzando y metiéndose debajo de los pantalones cortos. Sus dedos estaban fríos, la sensación era embriagadora. John echó la cabeza hacia atrás, su polla ya dura como una roca ante la anticipación de lo que estaba por venir.
“¿Quieres que te lama?” preguntó Paul, mortalmente serio.
La cabeza de John nadaba en lujuria, solo capaz de pensar en las manos de Paul sobre sus piernas. Viajaban por todas partes, arriba y abajo y a través de su entrepierna, provocando, provocando, sin tocar el lugar que más deseaba que tocaran.
“Sí, joder, Paul. Pon tu boca en mi pene.” John miró hacia arriba de nuevo y se echó hacia atrás sobre los codos. Paul mordió su labio inferior hinchado mientras metía los dedos debajo de la cinturilla de John. Joder, John se iba a desmayar si Paul no lo tocaba pronto. Nada más en el mundo importaba. Nada excepto la boca de Paul en su polla.
“¿Cuánto lo deseas?” susurró Paul, tirando ligeramente del elástico, provocando de nuevo.
“Tan jodidamente mal, Paul.” John suspiró, mordiendo su labio con desesperación. Paul esbozó una sonrisa traviesa y fue bajando con lentitud la tela de sus pantalones cortos, tan lentamente, arrastrando su polla hacia abajo en el proceso, hasta que se deslizó fuera, el pene de John volviendo a levantarse erecto contra su estómago.
“Carajo” John rió y gemía a la vez. Paul observó su premio con hambre, lamió sus labios en preparación y la polla de John palpitó.
Paul estiró la mano y sostuvo la erección de John entre dos dedos, delicado, educado. Miró hacia arriba a John y John maldijo de nuevo. La vista de Paul, arrodillado para John, con sus enormes ojos mirándolo a través de las pestañas medio cerradas, su labio inferior lleno y brillante a solo unos centímetros de la cabeza de su polla. Sintió que el líquido preseminal comenzaba a salir de él.
Paul notó y se rió para sí mismo, “Casi no te he tocado, John.”
“Soy dolorosamente consciente de ello” gruñó John, sentándose para ver mejor. Paul solo levantó las cejas y comenzó a bajar su boca hacia John. Incapaz de contenerse, John estiró el dedo índice y bajó el labio inferior de Paul, asombrado por su suavidad, lo jodidamente sexy que era. Paul sonrió a John y, como si pudiera leer su mente, Paul inclinó la polla de John hacia su boca y la deslizó contra la plenitud de su labio inferior.
“Dios, Paul.” John se estremeció, su polla ya temblando peligrosamente. No duraría mucho más en este mundo.
Paul sacó su lengua y la pasó en círculo alrededor de la punta hinchada de la polla de John, enviando una ola de placer directamente por la columna de John. Paul fue de un lado a otro, frotando a John contra sus labios y luego dándole una gran lamida a su polla. La sensación era tan jodidamente buena. John había tenido muchas mamadas en su vida, más que la mayoría de los hombres tendrían jamás, pero nada que hubiera experimentado se comparaba con esto. Ya estaba listo para acabar, después de solo unos segundos con la boca de Paul alrededor de él.
Paul se alejó por un breve momento y le dio a su polla un apretón saludable con una mano. “Estás tan duro para mí, John.” Comentó, moviendo su muñeca arriba y abajo un par de veces. John se retorció ante el movimiento, sus piernas moviéndose reflejamente. Estaba maldiciendo en voz baja, una sarta de groserías y expletivos saliendo de su boca mientras sentía que su orgasmo se acercaba rápidamente.
“Boca, Paul.” Jadeó John, apenas capaz de hablar. “Tu boca.” Los ojos de Paul se iluminaron con una especie de travesura peligrosa y, sin decir una palabra más, metió toda su boca alrededor de la longitud de John. Jodida santa mierda. Si pensaba que la lengua de Paul se sentía bien... esto era pura éxtasis. El calor y la humedad de su boca envolviendo completamente su polla dolorida era el fin de él. Paul llevó a John hasta la parte de atrás de su garganta por un momento antes de deslizar su lengua áspera de regreso a lo largo de su longitud mientras subía. John sintió una contracción casi explotar de él. Paul sacó a John de su boca por solo un segundo, con los ojos salvajes.
“Sabes tan delicoso, John” Susurró antes de sumergir su boca sobre él una vez más.
John solo pudo estremecerse en respuesta mientras se venia en la boca de Paul, su orgasmo desmoronándolo. Con los ojos cerrados, se permitió explotar en la calidez de la lengua de Paul. Gemía ante el agonizante placer, la imposibilidad de todo ello.
Paul lo lamió y besó en cada una de sus olas de placer.
Luego, sin perder el ritmo, se incorporó, tragando la carga de John y lo besó dulcemente en los labios. John podia saborarse asi mismo allí, en los labios de Paul.
Sabía a perdón.
Chapter 2: Memes
Summary:
Como dice el titulo lol
Chapter Text
¡Holaa chicxs! Abisal reportandosee. Un gusto saludarles y agradecerles por haber tomado su tiempo para leer esta traducción. (Si aplique la de John y me desaparecí por un buen tiempo pero volví xd) Espero que en este tiempo la que hayan pasado re bien e incluso si talvez las cosas no sucedieron como pensaban, no se preocupen, se que podrán con todo :). De igual manera, siempre agradecida con 15clubsadays por darme los respectivos permisos para traducir su obras divinas. Si pueden ir a la obra original y darle un Kudos a la obra de ella tmb estaría re genial 😸 .
En fin, creo que esto se hará un habito pero acá va la sección de memes!
Nadie:
Absolutamente nadie:
Paul tratando de mandar indirectas a John, estando horny sin tratar que se vea sospechoso:
KASJD bro trataba de ser casual xD
Escenas eliminadas si Ringo hubiera subido al cuarto tipo
ATRAPADOS EN ULTRA 4K, SE LE VE TODO, VENGA LA ALEGRIA 🗣️🗣️🗣️
ok, basta aksjdh (Me pregunto si Ringo, o Klaus habrán escuchado algo xD 💀)
Que era el sonido del viento cualquier cosa decian, los lobos marinos eran aksjdh
--
Gente no sé porque me imagine cuando John le paso el humo por la boca a Paul como este meme:
Paul: Pero yo no sé fumar 😦
John: Yo te puedo pasar el humo por la boca 😍
Paul: mejor ya dime que me quieres besar 🤨, MARIHUANO MAÑOSoO😡
La idea de este meme no es mia sino créditos a @wtq.2 que vi su tiktok y me acorde xd
(https://www.tiktok.com/@wtq.2/video/7371644090934447365?is_from_webapp=1&sender_device=pc&web_id=7351553327278360070)
---.
John cuando Paul se le echó encima todo dormido tipo:
KAJSDH pobrecito el marihuano mañoso, pero al final tuvo final feliz 💑.
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Uno ultimo y ya ajsdh
La escena be like:
"¿Intenta dormir un poco, si?" Dijo hacia la negrura absoluta, con el estómago revuelto por el pavor.
Lo que John quería decirle a Paul por estar despierto en la noche tipo:
JASDHJHD (mi humor esta roto perdonen F)
John internamente solo queria desaparecer xD, él se queria shushear de la vida en ese momento F
...
En fin gente, capaz haga más memes acá o capaz en la traducción siguiente. Me tomara un tiempo supongo, pero bueno a darle nomás. Además, con la bendición de la autora puedo hacerlo con tranquilidad :))
Anyway, espero que tengan un bonito día y que les vaya re bien🫶🫶
Y hasta la próximaAa
Me voy como la lechuza haciendo shh shh aksjdh
ok ya basta xd
byee ❤❤❤
anonymous1986 on Chapter 1 Mon 09 Sep 2024 12:04AM UTC
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Abisal on Chapter 1 Mon 09 Sep 2024 04:42AM UTC
Last Edited Thu 12 Sep 2024 04:22AM UTC
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15clubsaday on Chapter 2 Thu 19 Jun 2025 09:10PM UTC
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Abisal on Chapter 2 Fri 01 Aug 2025 08:59AM UTC
Last Edited Fri 01 Aug 2025 09:45AM UTC
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