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La llave se presiona suavemente contra la cerradura, Barry sólo debe tirar un poco más fuerte para que la puerta del apartamento de su novio deba abrirse.
Lo primero que hace es asomar suavemente la cabeza y llamar a su novio para asegurarse de que había llegado y no se había olvidado de su compromiso.
Cuándo escucha el ruido de los platos sonando unos contra otros y la ligera maldición de Hal sonríe satisfecho.
Cierra la puerta detrás de él y comienza a caminar con dirección a la cocina, la cuál realmente tiene un olor que destila calidez y amor, algo que Hal siempre decía no poseer, pero que eran dos palabras que habían comenzado a describir su relación desde que comenzaron a salir.
No tarda más que un par de minutos en dejar su maletín sobre el sofá de su mejor amigo, quitarse su estorboso abrigo y dirigirse a la cocina.
Hal le sonríe cuándo lo ve entrar mientras mueve sus pies de forma impaciente e infantil, ocultando sus manos en su espalda con extremo recelo.
Barry alza una una ceja con confusión al notar ese comportamiento fuera del habitual lenguaje coqueto y despreocupado de su novio.
—¿Pasa algo?
—¿Qué habría de pasar?—replica de inmediato de una manera evidentemente defensiva, lo que confirma a Barry que hay algo sospechoso.
Ahora sólo falta saber el qué.
—Hal…
—Todo está bien, Barry—replica rápidamente—. Ve a sentarte y yo llevaré todo.
—¿No prefieres qué te ayudé?
—Hombre, yo te invite a comer—insiste—, déjame a mí atenderte como lo mereces.
Barry frunce los labios con evidente sospecha, puede leer como Hal parece darse cuenta de esto, pero ninguno de los dos dice algo más y Barry camina en dirección a la pequeña mesa del comedor, que realmente no es que esté muy alejada de la cocina.
Sin embargo se sienta ahí consternado mientras cada minuto se siente eterno hasta que Hal aparece con los platos para ambos.
Mientras Hal deja su plato en su sitio, Barry logra darse cuenta de algo inusual y su cerebro de inmediato lo cataloga como el posible problema, por llamarlo de alguna forma.
Esta idea se refuerza cuándo Hal inmediatamente oculta esa mano de una forma discreta, pero notoria.
Al principio Barry se debate sobre si debería mencionar algo cuándo la cena comienza con tensión, pero tranquilidad.
Hal suspira y como si fuera una especie de campo minado que busca no despertar comienza a hablar sobre su día para disipar la tensión, lo cuál realmente ayuda.
Eventualmente la conversación fluye con completa naturalidad que Hal olvida mantener su secreto y extiende las manos sin pudor alguno, usando sus acostumbrados ademanes mientras se queja de algo o alguien, sólo es ahí cuándo Barry logra ver los curitas malcolocados y atravesados llenos de dibujos infantiles.
Hal no tarda más que un par de minutos en darse cuenta de su error y se queda callado.
Ambos se miran con astucia y cautela.
Azul contra marrón.
—Bien—cede Hal después de un par de segundos de silencio mortal—, me lastime.
Barry afirma lentamente mientras mastica los espaguetis.
—¿Cocinando?
Los labios de Hal se aprietan en muestra de inconformidad y protesta, como si tratará de decidir si debía revelar la verdad.
Finalmente suspira y Barry sabe que acaba de decidir decirle la verdad por más vergonzosa que esta podía ser.
—Hoy fui a visitar a mi hermano—comienza a hablar mientras Barry afirma con la cabeza lentamente, mostrando que realmente estaba prestando atención a su conversación—, no pasó la gran cosa, hablamos un poco, comimos y después de unas horas llegaron sus hijos de la escuela, eso realmente mejoró todo el día.
Barry sonríe ante la mención de los sobrinos de Hal.
No ha tenido la oportunidad de convivir demasiado con ellos, pero por lo poco que lo ha hecho, puede darse cuenta de lo mucho que su novio quiere a los niños, en especial a la pequeña Helen.
—Hable un poco con Helen antes de que ella me presentará a su nueva mascota.
—¿Tiene una nueva mascota?
—¡Yo tampoco lo sabía!—se queja dramáticamente—. Y te prometo… Te prometo que jamás vas a poder adivinar cuál es su mascota.
—¿Un perro? ¿Un gato?—Hal niega—¿Un conejo?
—Una jodida tortuga—anuncia.
—Bueno no es un animal demasiado extraño para tener de mascota—replica Barry y Hal niega.
—No lo es, pero Helen tiene una tortuga enorme, no una pequeña que puedes meter en una caja y cargar a todas partes—explica y Barry lo observa cómo mueve sus manos, formando con especie de caparazón—. Parece un pequeño dinosaurio traído de la prehistoria misma, pero ella lo ama a pesar de que es bastante feo.
Barry resopla con gracia.
—Bien, la tortuga de Helen es fea, ¿algo más que agregar?
—Ese maldito animal podría dominarnos a todos si él quisiera, quizá un día Janice aparezca sin un dedo también.
—¿Sin un dedo?—pregunta lo que hace que Hal resople con las mejillas sonrojadas cómo si fuera un niño pequeño que acaba de delatar su secreto más oscuro—. Espera… ¿La tortuga de Helen te mordió?
—¡No sabía que podían hacerlo!—replicó indignado—. Estábamos jugando, todo iba bien y de la nada simplemente me mordió y no me soltaba.
Los labios de Barry se aprietan tratando de contener la risa ante el relato cada vez más vivido de su novio, dónde parecía exagerar las acciones del pobre animal para reafirmar sus argumentos.
—Hal, las tortugas son fuertes, claramente no iba a soltarte tan pronto.
—Y me lo dices ahora—bufa con desdén antes de volver a comer con una mueca—. Da igual, lo único que importa es que gracias a “Boby” ahora tengo una cicatriz en el dedo con una historia increíblemente vergonzosa.
Barry ríe entre dientes dándole la razón.
—¿Por eso no querías que la viera?
—Es vergonzoso—insiste mientras pasa su bocado—. ¿Puedes imaginar la cara que pondrán el resto si algún día se enteran?
Barry ciertamente puede imaginar las risas burlonas sobre la historia de Hal y su nueva enemistad con la tortuga de su sobrina.
—Hal, los accidentes ocurren.
—Sí, pero no con una tortuga—réplica rodando los ojos antes de ponerse de pie con su plato vacío, Barry lo sigue detrás habiendo terminado hace más tiempo que él, pero incapaz de irse por el atractivo relato que había sido presentado ante él.
—Yo creo que es una historia divertida.
—Lo dices porque no te ha mordido una tortuga—debate molesto metiendo de mala gana sus platos en el lavavajillas mientras Barry lo mira con una media sonrisa.
No se alegraba del accidente de Hal, pero no podía negar que era adorable cuándo Hal se comportaba tan infantil y avergonzado.
Barry suspira mientras Hal termina con su labor y en un parpadeó deja que sus manos se muevan hacía las mejillas de Hal.
Él moreno resopla insistiendo en su papel de estar indignado, mientras Barry se estira y deposita un beso sobre su nariz.
—No es vergonzoso tu pequeño incidente con la tortuga de Helen, Hal—réplica tratando de consolarlo.
Hal hace un par de muecas antes de que Barry tire de nuevo de él para besarlo suavemente.
Hal no puede continuar con su papel de estar molesto ni un segundo más por lo que termina cediendo ante el beso.
Cuándo ambos se separan, Barry toma con cuidado el dedo herido y ante la mirada marrón besa dulcemente los vendajes con los que el dedo herida había sido cubierta.
Su sonrisa crece cuándo ve a Hal retener el aire lo más que puede.
—Vamos a revisar la herida y ponerle un vendaje más adecuado—anuncia suavemente—. ¿Estás bien con eso?
—Creo que puedo sobrevivir.
Barry no puede evitar rodar los ojos de forma cariñosa y afirmar.