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Less misplaced than misguided; Menos fuera de lugar que equivocado.

Summary:

Tristemente, con sarcasmo, Ivan dice: "Nunca vas a prestarme atención, ¿verdad?" Y es en ese momento que Till sabe que ha metido la pata de manera irrevocable e inequívoca.

 

A Till le entra la fiebre de los bebés y decide adoptar.

Después de todo, no tiene ni idea de lo que supone una relación decente entre padre e hijo.

Notes:

Esta es una traducción, no es de mi autoría, el idioma original es el inglés, yo solo lo traduje.

 

- Muchas gracias por dejarme traducir esta obra, disfrute mucho leerla, realmente lo aprecio mucho, de todo corazón <3

Work Text:

Cuando Till tiene dieciséis años, deja la escuela y consigue un trabajo.

Esto lleva a una pelea feroz con su padre, como era de esperarse. Urak ha estado decepcionado de él desde que aprendió a hablar. La decepción solo se volvió más visceral a los catorce años, cuando Till se presentó como omega.

Till acepta la golpiza con un orgullo terco. Su jefe se muestra preocupado por los moretones, pero Till le explica que no volverá a ocurrir. Lo que realmente quiere decir es que se esforzará más en ocultar las heridas que recibe durante los arranques de ira de su padre.

Le toma dos años ahorrar suficiente dinero para irse. Una vez más, Till y Urak se enredan en una feroz discusión a gritos, pero eso apenas importa. Till ha hecho todo lo posible para asegurarse de poder firmar el contrato de arrendamiento de un apartamento y pagar el depósito sin que su padre interfiera.

De los dieciocho a los veintidós años, la vida es pura dicha. Till trabaja arduamente para llegar a fin de mes. Por primera vez en su vida, tiene la libertad de elegir a sus propios amigos, experimentar con relaciones y salir a donde quiera.

En algún momento de este período, conoce a Mizi. Ella es una alfa y está felizmente emparejada, lo que hace que su aroma sea cálido y acogedor. Mizi lo anima a hacerse un chequeo médico para asegurarse de que todo esté bien, después de que Till cancela sus planes de almuerzo por tercera semana consecutiva.

Till agradece la capacidad de Mizi para observar los detalles y enfrentarlo cuando está actuando con tonterías. Termina visitando a varios médicos para abordar sus recientes cambios de humor. Le diagnostican un padecimiento completamente común para su designación. Se mencionan varios términos elegantes y conjugaciones en latín, pero, en resumen, se trata de algo similar a la ”fiebre de bebés".

Till nunca se ha considerado un hombre de familia. A pesar de ello, las personas en su círculo de citas comienzan a mostrarse más intensas. Casi todos con quienes Till hace conexión parecen estar apurados por casarse y tener hijos, como si compitieran contra el reloj. Hay limitaciones biológicas, obviamente, pero él no entiende por qué tanto alboroto.

De repente, tiene veinticuatro años. Al día siguiente de lo que podría haber sido la peor cita de su vida, Till ayuda a Mizi y Sua a mudarse a su nueva casa. Es un terreno hermoso, con parterres de flores dignos de un jardín extravagante y un amplio patio trasero.

No tiene la intención de hacer tantas preguntas sobre sus planes futuros —cuántos hijos quieren tener, lo difícil que ha sido el embarazo de Sua, aunque apenas está en su primer trimestre—, pero no puede detenerse una vez que comienza. Pacientemente, ellas dos lo escuchan, haciendo lo mejor posible por ser educativos.

Tan pronto como se tranquiliza, Mizi le coloca una mano en el hombro. "¿Has considerado el proceso de subrogación?"

Con vehemencia, Till niega con la cabeza. Llámalo anticuado, porque si no puede enamorarse, crear un vínculo y tener un hijo de esa manera, no está interesado.

Después de un momento de tensa y cargada silencio, Sua sugiere: "¿Y qué tal la adopción, entonces?"

La pregunta lo golpea como una tonelada de ladrillos. "Nunca lo había considerado."

Sintiendo su estado emocional tenso, percibiendo la ansiedad que emana de él, deciden dirigir la conversación hacia otro tema.

Consumido por pensamientos sobre la adopción, Till no duerme nada esa noche. A pesar de su insistencia en que no tiene prisa por casarse y embarcarse en un proceso como ese, bebe café y bebidas energéticas hasta que sus dedos tiemblan. Se vuelve delirante al pensar en abrazar a un bebé contra su pecho, criarlo, perfumarlo y volcar todo en él. Varios días después, tras una noche sin dormir, el consiguiente apagón y haber enviado varias disculpas a sus clientes por su repentina desaparición y falta de comunicación, Till se dice a sí mismo: "Está bien. Adopción será".

Existen varias opciones para elegir, pero Till selecciona la más segura. Una agencia realiza una verificación de antecedentes, confirma que su ingreso es estable y lleva a cabo una breve y superficial inspección de su apartamento. Es un lugar pequeño, pero tuvo la previsión de usar la segunda habitación como oficina. Una cuna cabría perfectamente allí.

Dado que el proceso tomará la mayor parte del año, sin importar lo que Till haga, tiene tiempo de sobra para reorganizar. Espera la llamada con ansiedad, torpemente tomando su teléfono cada vez que el identificador de llamadas muestra números desconocidos.

Unos meses antes de su vigésimo sexto cumpleaños, le informan que alguien ha cedido su recién nacido. "Sus padres querían llamarlo Ivan, pero la última decisión es tuya."

A pesar de toda la creatividad de Till, nunca ha sido bueno para poner nombres. "Ivan está bien."

Se apresura a completar los trámites solo después de abrir de un tirón el asiento para el auto que había tenido guardado en el clóset durante años y asegurarse de que la cuna estuviera bien fijada en su oficina convertida en guardería.

Till está sonrojado y agitado cuando le entregan a su hijo. Su hijo, Ivan. Se ríe un poco, porque no se parecen en nada. Ivan es pálido y casi delicado, con los más tenues mechones de lo que serían cabellos oscuros. Los ojos azul-verde de Till se nublan con lágrimas contenidas. Sostiene a Ivan con fuerza, eternamente agradecido por esta oportunidad.

 

(…)

 

Dado lo terrible que ha sido la suerte de Till a lo largo de su vida, espera que Ivan sea un verdadero terror para criar. Por lo tanto, le sorprende gratamente que Ivan sea tan tranquilo.

Es un bebé callado y un niño pequeño igualmente callado. Sus llantos se describen más como gruñidos y balbuceos, meramente comunicativos. Ivan es tan reservado, de hecho, que Till lo lleva a ver a un especialista en desarrollo, quien le asegura que, físicamente, todo está como debería estar.

Ivan aprende a gatear y a leer en tiempo récord. Está sano y fuertemente vinculado, tomando leche y comiendo puré sin quejarse.

Cuando Ivan cumple cuatro años, Till ya se ha acostumbrado a sus peculiaridades. Ivan es increíblemente inteligente y astuto, superando a sus compañeros por mucho. Till le compra libros cada vez más complicados, fomentando el amor de Ivan por la música al inscribirlo en clases de piano.

Para todo el mundo, son padre e hijo. Sin embargo, a Till no le gusta que lo llamen "papá" ni algo por el estilo. Algo sobre respuestas a traumas y viejos recuerdos, bla, bla. Su terapeuta lo explicaría de una forma más convincente.

"Till," dice Ivan, extendiendo las manos hacia él, "Arriba."

El dominio del vocabulario de Ivan significaba que podía decir cosas más avanzadas, pero le gustaba hacerse el coqueto cuando salían. Con un suspiro exasperado, Till espera exactamente treinta segundos antes de ceder.

Ya está creciendo. Realmente grande. Solo será cuestión de tiempo antes de que Ivan sea demasiado pesado para que Till lo levante. Él teme la llegada de ese día.

Planta besos húmedos en ambas mejillas de Ivan antes de levantarlo, acomodándose. Solo están en la tienda para comprar flores y una tarjeta.

Las ilustraciones llaman la atención de Ivan.

"¿Un niño y una niña?"

Ivan ha visto muchas parejas en su corta vida, aunque ninguna con tanta frecuencia como Mizi y Sua. Su hija, Nali, es una compañera de juegos frecuente para Ivan, aunque recientemente se peleó con ella, ganándose la mirada fulminante de Sua porque hizo llorar a Nali.

Till también es culpable de caer en patrones. El hecho de que tuviera una preferencia estética por las mujeres no significaba que ellas lo encontraran atractivo de la misma manera. El destino tiene una forma curiosa de hacer trucos. Afortunadamente, los ciclos de calor de él y de Sua estaban tan distantes humanamente posibles; se turnaban para cuidar a los niños cuando llegaba el momento de encerrarse.

En ocasiones extremadamente raras, Till le presentaba a Ivan al alfa de turno con quien decidiera pasar el tiempo. La mirada oscura de Ivan tenía un elemento penetrante y amenazante.

Till lo atribuye a los celos infantiles. A nadie le gusta ver a alguien que les gusta colgado del brazo de un extraño, y mucho menos a su padre. En esos fines de semana, Till envuelve a Ivan en suéteres de repuesto, perfumándolo a fondo.

Volviendo a la conversación, Till sacude las telarañas de su cabeza. El dedito gordo de Ivan sigue firmemente en su lugar. "Algunas parejas son de sexos diferentes y otras son del mismo sexo. Las combinaciones son tan comunes como nuestras designaciones subgénero."

"¿Es una parte más especial que la otra?"

Till tararea, pensando en la pregunta. "No diría eso. Es solo que algunas personas se interesan por partes específicas del cuerpo y los olores."

"¿Pueden los alfas elegir gustar de otros alfas?"

"Definitivamente."

Su ceño se frunce. Una expresión complicada cruza su rostro. Con cuidado, Till presiona un dedo en el pliegue de su frente. Sonríe. "La mayoría de las personas no se presentan hasta que son niños grandes. Diez u once, como mínimo. ¿No me digas que ya estás preocupado por cosas como esta?"

Ivan elige no responder a eso, haciendo un puchero todo el camino de vuelta a casa.

Cuando llegan a la casa de Mizi y Sua, se disculpa, aunque solo sea para mantener a los adultos fuera de su camino. Ellos beben margaritas y observan a los niños jugar, dejando pasar el verano.

Ese día marca el comienzo del curioso interés de Ivan por el sexo.

 

(…)

 

Es cuando Ivan cumple ocho años que Till se da cuenta de que su relación es extraña.

No es una nueva realización. Más bien, es que Till finalmente se da cuenta de cuán extraña es. Las piezas del rompecabezas que habían estado flotando en su cabeza encajan perfectamente un día y Till piensa para sí mismo. Debería hacer algo al respecto.

El asunto es que el hecho de que los niños se impriman en sus padres, adoptivos o no, no es para nada inusual. El hecho de que Ivan lo roce o busque abrazos es un comportamiento típico, al igual que las constantes demandas de cariño. Till no tiene preocupaciones sobre el rendimiento escolar de Ivan, ni sobre sus habilidades sociales.

De vez en cuando, recibe informes extraños que mencionan la baja moral de Ivan, pero Ivan es muy observador y capaz de ofrecer disculpas que suenan sinceras. Los otros niños nunca se quedan molestos con él por mucho tiempo.

Till no puede identificar exactamente qué es lo que lo alerta. Tal vez sea el hecho de que Ivan pasa todo su tiempo libre hablando sobre la historia de las reclamaciones de apareamiento, las marcas de vínculo y el anidamiento. Tal vez sea el hecho de que Ivan llega a casa con una niña diferente cada dos semanas y cada una de ellas se va corriendo porque él está un poco demasiado entusiasmado por contarles lo mucho que su padre elogia sus habilidades para hacer nidos.

Decide hacer de eso un día especial. Las conversaciones difíciles merecían ser seguidas de recompensas, o al menos eso leyó Till en un libro.

Ivan tararea, balanceando la mano de Till mientras caminan. Antes de entrar a la heladería, gira hacia el parque. Le pide a Ivan que se siente en el banco. Obediente, Ivan lo hace.

Till pasa una mano por el cabello de Ivan. Siempre ha sido dolorosamente torpe con este tipo de cosas. Después de un momento, se agacha y suspira, tomando una decisión. "Ivan, sabes que te quiero, ¿verdad?"

"Mm."

"Siempre te querré, pase lo que pase. Incluso cuando crezcas, te hagas viejo y ya no te guste."

Ivan frunce el ceño. "Siempre me gustarás."

Él sonríe irónicamente. Till recuerda muy bien lo que era ser adolescente. Toma las manos de Ivan. "Verás, la cosa es que algún día encontrarás a alguien que te guste más que yo. No puedes seguir trayéndolos a la casa de un omega raro e intentando asustarlos."

"No eres un omega raro. Eres especial."

Till niega con la cabeza. "No puedo ser especial para ti de esa manera."

Él espera que Ivan se sienta molesto, no completamente devastado. Ivan se vuelve no verbal durante el resto del día, pinchando de manera desganada su helado. Till tenía planes de llevarlo a la feria también, pero supone que Ivan preferiría estar solo en su cuarto, lamentándose.

Durante unos años, Ivan deja de traer chicas a la casa.

 

(…)

 

A veces, Till piensa que sería más fácil si Ivan simplemente se rebelara.

Es callado. Bien intencionado. La preadolescencia no ha hecho más que afinarlo aún más. Sus maestros no tienen más que elogios para Ivan —las notas sobre su comportamiento inapropiado en el recreo han quedado en el olvido.

El doceavo año pasa sin preocupación. Su relación se podría describir como fría, y ha sido así desde aquel fatídico día en el parque. Till siente una punzada por la cercanía que tuvieron cuando Ivan era un niño, pero también es consciente de que la distancia es lo mejor.

Ivan pronto será un hombre, y llevará consigo una nueva serie de problemas que acompañarán su adorable rostro.

Su decimocuarto año de vida es igualmente pacífico. Para cuando Ivan cumple catorce, Till empieza a preguntarse si todos los rasgos alfa latentes que notó en su hijo eran falsos positivos.

Luego, unas semanas antes del decimoquinto cumpleaños de Ivan, el aroma más penetrante y abrumador al que Till ha estado expuesto permea su condominio de arriba a abajo.

Till tiene que taparse la nariz para evitar que sus rodillas cedan. Está mareado mientras sube las escaleras, aferrándose a la barandilla por su vida. Es ridículo. No ha sido afectado por un celo así desde que él mismo era un adolescente y está a punto de tener cuarenta años.

Respirando lentamente por la boca, Till agarra la botella de suprimidores que guarda en el botiquín. Siempre es mejor prevenir que lamentar, es su regla básica.

Armado con un vaso de agua, un puñado de pastillas y un pañuelo atado alrededor de su rostro, entra en la habitación de Ivan.

Luce tan miserable como huele. Sudoroso y enrojecido, está llorando. Till anhela abrazarlo, acurrucarlo contra su pecho como lo hacía cuando toda la mano de Ivan cabía alrededor de uno de los dedos de Till.

"Lo siento," dice Till, ayudando a Ivan a tragar, aunque siga derramando agua por su camisa. "Si pudiera quitarte el dolor, lo haría."

Desesperado, Ivan lo agarra. Llora y gimotea. Le duelen los colmillos alargados. Le duele la ingle. Todo le duele. Le arranca sangre al hundir sus uñas tan profundamente. A Till no le molesta.

Tardan cuarenta y cinco minutos en hacer efecto los medicamentos. Con respiraciones superficiales y temblorosas, Ivan regresa a sí mismo, mirando al techo con ira. Desprecia el hecho de que perdió el control. Que Till lo viera perder el control.

El olor de Till se adhiere a su paladar blando, algo picante y vagamente floral. En su mayoría, es algo apagado, bloqueado por los suprimidores.

Ivan daría lo que fuera por oler a Till sin ellos.

 

(…)

 

La tarjeta de identificación de Ivan con el 𝛼 impreso no es una sorpresa. Tras su primer celo tan desagradable y su presentación oficial, viene un crecimiento obsceno que lo hace al menos dos o tres pulgadas más alto que Till, y apenas tiene quince años.

No es la primera vez que Till piensa: La genética es una perra.

Como un joven de cabello oscuro, ojos oscuros, rostro afilado y encantador, que está en camino de hacerse alto, la popularidad de Ivan es algo seguro.

Vuelve a traer chicas a la casa. También chicos.

"Es normal estar molesto cuando tus hijos crecen." le asegura Mizi, los dos tomando café en un café. Es el día de Sua para pasar tiempo con Nali, las dos asistiendo a una clase de cerámica al otro lado de la ciudad.

El problema es que Till no está molesto, está enfadado. No hay nada de malo en que Ivan se jacte de su juego, excepto que Till se ha convencido de que Ivan está trayendo gente activamente solo para fastidiarlo.

Ivan se siente atraído por los tipos más problemáticos. Niños malcriados es como Till se refiere a ellos en la tranquilidad de su mente. Ivan prueba con betas e incluso alfas antes de concentrar sus esfuerzos en omegas, cuyos poderosos feromonas los derriban.

Tienen varias conversaciones sobre límites, espacios compartidos y el uso de protección. "No te preocupes…" dice Ivan. "No tengo intención de cometer semejante error."

Son momentos como este los que hacen que Till se lamente de los años de indiferencia calculada de su hijo. Las palabras de Ivan, cargadas de capas de significado, son confusas.

"Supongo que sí." murmura Till, forzándose a pensar en otra cosa. Cualquier otra cosa. Las sonrisas impertinentes y los dientes afilados de Ivan no sirven.

Hacen una especie de baile, por así decirlo. La tensión no es muy diferente de la que Till siente cuando intenta determinar si una segunda cita es una opción viable, lo cual es una cosa absurda en la que pensar. Ama a Ivan, por supuesto que lo hace, pero no de esa manera.

Por el bien de la decencia, por el bien de su dignidad y respeto propio, guarda ese desvarío en una caja cerrada y tira la llave. Los pensamientos intrusivos son una perra, pero lo que importa es si Till les da credibilidad.

 

(…)

 

Ivan se gradúa como el mejor de su clase. Nali, una graduada del año anterior, está un poco celosa, pero luego, ella toma después de Mizi, en el sentido de que los intereses creativos y físicos le llaman más que la academia.

Eligió la universidad de sus sueños en segundo año. El corazón de Till se llena de tristeza al pensar en Ivan mudándose al otro lado del país. Esto también es una parte esperada de todo el proceso de crecer y hacerse mayor. Comme ci, comme ça.

Están ocupados empacando cosas para el viaje por carretera cuando Ivan se detiene. Till termina de pegar la caja con la que estaba trabajando antes de enderezar la espalda. "¿Qué pasa?"

El rostro de Ivan está serio. A Till le llega de repente que no ha visto a Ivan tan serio en mucho tiempo. "Cuando me vaya, probablemente vas a salir con otras personas, ¿verdad?"

Till frunce los labios. Aparte de encuentros casuales, no ha salido con nadie en años. "Para ayudar con mis ciclos, claro."

El tiempo se mueve en cámara lenta. De alguna manera, parece que parpadea y de repente Ivan está frente a él, sobre él, derramando angustia por sus poros. Duele, duele, duele... "¡Cristo, Ivan, para, eso duele un puto montón!"

Ivan suelta la muñeca de Till solo después de que las palabras procesan. Con los iris teñidos de rojo, los colmillos alargados, parece que se saltó la medicación, pero las tiene en una caja de pastillas y Till sabe que el envase de sábado estaba vacío cuando pasó por el baño.

Tristemente, con sarcasmo, Ivan dice: "Nunca vas a prestarme atención, ¿verdad?" Y es en ese momento que Till sabe que ha metido la pata de manera irrevocable e inequívoca.

 

(…)

 

Cuatro años.

Till esperaba que Ivan volviera a casa al menos para las fiestas, pero no lo hace. Durante cuatro largos años, Ivan lo corta completamente, dejando a Till a la deriva.

El problema es que existen los lazos platónicos. Till había hecho un hábito de regalarle cosas a Ivan, y Ivan hacía lo mismo. Él es el guía, el padre y el mentor de Ivan. Debió haberse dado cuenta de que algo andaba mal mucho antes, en lugar de llegar al punto de que todo explotara en su cara.

Desafortunadamente, hay muy pocas formas en que esto pueda salir.

Till está triste solo de pensarlo, pero la opción uno es cortar toda comunicación. Sin querer, han comenzado a caminar por ese camino, con Ivan enviándole mensajes escasos como única forma de comunicación, contestando el teléfono solo cuando Till lo llama. Nunca contactándolo por iniciativa propia.

La segunda opción depende de que puedan tener una discusión abierta y honesta. Podrían sanar su relación como padre e hijo a costa de cambiar las expectativas. No es como si Ivan fuera a aferrarse a esa pasión infantil para siempre, ¿verdad? Seguramente lo superaría.

Y pasamos a la opción tres: Till enfrenta el hecho de que esto podría no ser solo una fase. Entonces, tiene que lidiar con ello.

"¿Cómo?" piensa, frotándose las sienes doloridas mientras toma un sorbo de su whisky. Ivan es su niño, su pequeño con un humor oscuro y torcido. Puede que tenga veintidós años, pero por el amor de Dios, él tiene cuarenta y siete. El doble de la edad de Ivan y demasiado viejo para esta mierda.

Decide pensar en las cosas de una forma diferente.

Punto A: Ivan ha sido siempre una persona con una concentración única. Cuando decidía que quería hacer algo, se entregaba a la tarea sin descanso. Necesitaba saber hasta el último detalle sobre sus intereses, aunque eso significara sacrificar su horario de sueño para investigar.

Punto B: Es leal. Cuando odiaba a alguien, lo odiaba para siempre. Ninguna cantidad de perdón lo devolvería a la buena gracia de Ivan. De manera similar, amaba con fuerza. Nali es como una hermana para él. Más de una vez, Ivan asustó a los chicos nerviosos y patéticos que querían invitarla a salir.

Punto C: Suponiendo que Ivan esté hablando en serio con respecto a Till, lo cual Till teme que se está volviendo más obvio con cada minuto, Till tiene que decidir cómo se siente acerca de Ivan.

Para poder hacer esto, tiene que dejar de lado sus complejos de culpabilidad y de salvador. También el prejuicio por la edad. Incluso la legalidad.

Si ninguno de esos factores estuviera en juego, ¿cómo manejaría Till esto?

Ivan es un joven atractivo. Extremadamente atractivo. Muy a su tipo, por más que Till odie admitirlo. Recuerda con total claridad el primer celo de Ivan, recuerda cuánto trabajó para no desmayarse en los brazos de Ivan.

Aquí está la peor cosa que Till ha estado tratando de no admitir durante cuatro largos y dolorosos años.

Ha pensado en ello.

En que Ivan lo tocara.

“Joder,” maldice Till en voz alta, apoyando la cabeza en la encimera.

Nunca quiso admitirlo, el hecho de que pensaba en las manos de su hijo cuando otros alfas lo tocaban. El hecho de que el aroma de Ivan, enmascarado por ambientadores, ventiladores y medicación, se quedara flotando, borroso, durante días después de que Ivan saliera de su habitación tras su celo.

Till ha estado pensando en eso más y más desde que Ivan se fue a la universidad. Sabe que Ivan—sabe— que esta es la razón por la que Ivan ha estado distante.

Ivan tiene a Till justo donde lo quiere. Pensando.

Lo ha manipulado.

De todos modos, no es como si Till pudiera saltarse la ceremonia. Ivan no le pidió ni un céntimo —no lo necesitaba. Las becas cubrían su matrícula y más. Es el mejor promedio de nuevo. Till hace el largo viaje para ver a Ivan cruzar el escenario, con la radio bajita.

Till nunca se siente como él mismo con ropa formal; juguetea con sus puños y corbata hasta que se siente un poco más humano. Ivan está todo sonrisas, estrechando la mano del decano después de su discurso. Los estudiantes salen en un orden más o menos organizado, el bullicio llenando el recinto. Todo el asunto hace que Till se sienta terriblemente viejo.

Ivan lo ve. Se detiene por un breve momento. Till se pregunta si alguien más puede notar que las fosas nasales de Ivan se ensancharon o si ese privilegio es solo suyo. Till aprieta los dedos en puños, su pulso saltando en su garganta mientras Ivan se acerca. Sus túnicas ondean. Es más alto de lo que Till recordaba.

Su respiración se entrecorta cuando Ivan invade su espacio personal. Ivan huele a un desastre esperando ocurrir, humo de hickory y pólvora lista para disparar. Sus ojos están cálidos. Su sonrisa es afectuosa.

Está a punto de entrar en su celo.

“He estado soltero,” murmura Ivan, frotando su pulgar sobre el aro en la oreja de Till, “todo este tiempo.”

Till suelta una risa, la incredulidad pintada en su rostro. “Es cierto.” La parte testaruda de Till trata de resistir la atracción, pero la biología es una droga poderosa. Cada hueso de su cuerpo desea a Ivan con tal intensidad que casi no puede pensar. “Me alegra que finalmente hayas aprendido algo de autocontrol.”

“Pensé que, si quería que me gustaras, tenía que empezar siendo respetable.” Maldito y provocador mocoso. “¿Y tú?”

La pregunta resuena en los oídos de Till. El eco ensordece todo lo demás. La gente a su alrededor. La absurda situación.

Reservó una habitación de hotel por dos días. Solo hay una cama. Ostensiblemente, la excusa es que tiene que ayudar a Ivan a empacar sus cosas en su dormitorio para que pueda regresar a casa.

A casa, donde Ivan pertenece. “Nadie,” confiesa Till, soltando su labio inferior de sus dientes después de un momento. “Esto es una locura. Sabes eso, ¿verdad?”

Ivan se encoge de hombros, sin alterarse. “No me importa.”

Till gira sobre sus talones.

De forma obstinada, Ivan lo sigue.

Sus manos se rozan mientras salen del edificio.

 

(…)

 

Iván le besa como si estuviera hambriento, como si llevara toda la vida deseando probar el sabor de Till.

A Till se le ocurre que probablemente sí. Demasiado para una conversación apropiada.

Su hijo lo sujeta a la puerta del hotel en cuanto se cierra y lo acaricia a través de la ropa, apretando los pliegues de Till a través de sus capas.

Está chorreando cuando Ivan lo desnuda. “Ivan. Deja de jugar conmigo”.

Ivan tiene la audacia de reírse. Una molestia.

Afortunadamente, él obedece; Till ya ha tenido suficiente de ser baboseado. Ivan mete dos dedos sin fanfarria, follando a Till con ellos lánguidamente. Se abre y presiona, ensanchando a Till. Está apretado, muy apretado; en serio, ha pasado demasiado tiempo.

Ivan se lo toma como un reto. ¿Y qué si Till ha pasado su mejor momento? ¿Y qué si está fuera de práctica? Ivan es joven y ansioso y condenadamente bueno con sus manos. Till se queda sin aliento en un santiamén.

Para cuando Iván arrastra a Till hasta su nudo, Till se siente medio loco. “¿Cuánto tiempo?”, ronca, tirando del pelo de Iván. Chupando la manzana de Adán de Iván.

“Desde que tengo memoria”, murmura Ivan, mordiendo el hombro de Till, con los dientes afilados sacando sangre.

Se folla a Till de adelante hacia atrás, de lado, contra la pared. Se folla a Till tan fuerte que Till no está del todo seguro de que sus caderas sigan funcionando. Iván hace la mayor parte del trabajo, tirándolo como un muñeco de trapo. Till aúlla cada vez que el nudo de Ivan se abre, sollozando porque mierda, se siente jodidamente increíble.

Till no ha sido follado así en mucho tiempo. En realidad, nunca. La culpa, la injusticia y el puro placer sin adulterar se mezclan en un cóctel que le hace delirar.

Cuando Iván dice: “Voy a anudarte y llenarte con mis cachorros”, Till se desmaya.

Es su orgasmo más duro de la noche.

 

(…)

 

Cada acción tiene sus consecuencias. Acostarse con su hijo es un delito denunciable, así que quedarse en su ciudad natal ya no es una opción. Por suerte, Till tiene una carrera que puede desarrollar en cualquier parte. Cuando Ivan recibe una oferta para una empresa del Fortune 500 a veintisiete horas en coche de Mizi, Sua y Nali, Till se inventa una excusa para seguirle. Allí hace mejor tiempo, o algo así.

A Till nunca le han gustado los collares, pero es eso o que la gente le haga preguntas sobre su compañero. Las cejas se levantan al ver a Ivan, atrozmente guapo y de lengua de plata, tocando el cogote de Till con despreocupación, pero el olor de Till se agudiza cada vez que Ivan hace eso. Se revuelve un poco, aunque sólo sea porque odia retorcerse en público, reprimiendo el impulso de cerrar los ojos y dejar que la excitación siga su curso.

Como omega masculino, su tasa de fertilidad siempre ha sido cuestionable. Años de supresores y anticonceptivos la han hecho aún más dudosa. Aun así, Iván actúa como si los números no significaran nada, revolcándose en la cama con Till la mayoría de las noches. Arrastra a Till al nido que él mismo ha hecho, cubriéndolo con su maloliente ropa. Sube los muslos de Till y se desliza sin pedir permiso, follando a Till hasta que llora una y otra y otra vez.

Es horriblemente lascivo. Es una forma de amor, Till está seguro, pero una deformada, y no puede dejarlo pasar.

Till se acurruca alrededor de Iván mientras éste ronca. Tiene un aspecto dulce mientras duerme, como cuando era joven. Es entrañable.

Es agradable volver a estar cerca de él. Está contento de que Iván le haya dejado entrar.

Si hay más «consecuencias» en el camino, que así sea.

Till se ocupará de ellas cuando llegue el momento.