Chapter 1: Trabajo, bendito trabajo
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23 de febrero de 2017.
Era una fecha especial, una de las pocas que sobresalen en el aburrido calendario que le regalan en la tienda de conveniencia de la cuadra, apenas unas ocho o nueve más que resultaban en colores verdes y morados contra el blanco y negro normal en el resto de días; sabía que no era necesario pues podrían pasar cien años y nunca olvidaría cada una de ellas, pero deseaba darle un toque de personalidad.
Se toma un momento de más observando las opciones que cuelgan del gancho junto a la puerta principal, donde siempre dejaba sus bufandas. Siempre había gustado por verse bien, eran de esas cosas residuales del entrenamiento, más cuando es el aniversario del momento en que comenzó su verdadera vida. Se detiene a medio nudo de la bufanda seleccionada en piloto automático — Mi vida — en algún punto se acercó más a la mesilla del recibidor, donde sus llaves descansaban, un vistazo distraído al espejo ovalado que cuelga sobre el mueble. Se toma su tiempo viendo el reflejo de unos cabellos rojos rizados contra un rostro de piel pálida manchado por multitud de pecas —. Tu vida — le dice al reflejo antes de ver esos ojos tan familiares que durante años no pudo reconocer como suyos. Estira su mano para acariciar el frio cristal justo donde estaba reflejado su corazón —. Nuestra vida — y no podía evitar sonreír porque ese año se cumplían quince años desde que aprendió a respirar.
Con una confianza que no sabía que necesitara ser restaurada, tomó las cosas que le faltaban y salió de su apartamento, lista para pasar una agradable velada.
No le sería difícil llegar a su destino, era una dirección que conocía a la perfección, tanto que ya lo consideraba como su hogar, aún más que el complejo de los vengadores donde pasaba la mayoría de sus días. Por lo cual también sabía dónde detenerse para conseguir las cosas que le pidieron llevar para la cena: unas cuantas cervezas, frituras, un aderezo para ensalada y las indispensables pastillas para la acides estomacal, algo fundamental cuando un anciano esta por probar algo más condimentado que una ración de hospital.
Tenía fe en llegar a la hora esperada, ya conocía a la perfección cuanto tiempo le tomaría el llegar a su objetivo, pero claro, no tomó en cuenta que en la tienda aparecieran, convenientemente, un grupo de admiradores de los vengadores más que deseosos por hablar con ella, agradecerle por todo lo que hacía y claro pedirle alguna foto o autógrafo. También olvido que era una heroína y que por tanto no iba a dejar pasar a un tipo tratando de robar un auto, no hizo falta la violencia pues el chico salió corriendo en cuanto se percató de quien le estaba frustrando su gran golpe, quizás no sería un buen ladrón de autos, con una técnica tan mala que Natasha se sintió tentada a darle una lección de cómo abrir una puerta sin llamar tanto la atención, pero no era idiota, o bueno, no lo suficiente para creer que podría enfrentarse a una viuda negra sin morir en menos de un minuto.
Fue así como entre pequeños encuentros, escaramuzas que resolver y perder el tiempo cotilleando entre vitrinas de tiendas, Natasha terminó con un retraso de casi media hora que la obligo a correr como si los chitauri hubieran regresado.
Entre maldiciones en ruso e inglés la pelirroja se la paso esquivando a personas igual o incluso más apuradas que ella, saltándose semáforos rojos, evitando chocar contras algún auto. Su urgencia iba más allá del sentimiento de culpa por el retraso, eso era lo de menos, lo que le preocupaba era la reacción de quienes la esperaban, no deseaba preocuparlo, no tras un año tan estresante con todo el tema de las filtraciones respecto a la habitación roja y HYDRA, no cuando la mayoría de ex agentes de SHIELD estaban por su cuenta, desprotegidos mientras los Vengadores y otras ramas de gobierno buscaban que hacer con ellos. Quizás a las puertas no había una nueva invasión alienígena ni una nueva gran amenaza, pero seguían siendo tiempos inestables.
Haciendo malabarismo entre las bolsas por fin llega a su destino, la tercera casa de una calle tranquila de una zona fina de la ciudad que nunca duerme, un pequeño lugar de tranquilidad entre el normal ruido de los autos. Se detiene un momento para tomar aire, más como un reflejo que como una necesidad gracias al suero que tantos años atrás le habían dado. Tras comprobar que no haya nada roto en las bolsas y teniendo ambas manos ocupadas, usa el talón de su bota para dar tres golpes seguidos en la puerta, espera un par de segundos y deja caer otros dos, dando el inicio de un código que conocían a la perfección. Le dejan esperando un ratito antes de que le regresen el golpeteo y la puerta por fin se abra, dejando ver un rostro que conocía a las mil maravillas, una persona a quien le debía tanto que no sabía cómo podría algún día pagarle.
— Laura — se le escapa un suspiro que no sabía que estaba guardando —. Perdona la demora, ya sabes cómo es esta ciudad —.
— Un lugar ruidoso y que huele mal — ambas sonríen, no pueden evitarlo, menos en una noche como esa, cuando no hay mejor momento para recordar viejos chistes —. Vamos, pásame una de tus bolsas, parece que estas a punto de causar un desastre —.
El departamento se sentía como un abrazo, cálido y reconfortante. Un suspiro se le escapa cuando la puerta se cierra y el calor de los focos le ayuda a ahuyentar los restos de frio que se le habían incrustado bajo el abrigo; no puede evitar quedarse unos segundos colgada viendo el recibidor, esas fotos que colgaban de las paredes, flores o paisajes, conocía la mayoría, había estado presente en más de una de esas tomas. Un aroma exquisito le remueve las entrañas y le acelera el corazón mientras sigue avanzando por la casa al lado de Laura, solo cuando entro al comedor y su estómago rugió con toda la fuerza que tenía es que se dio cuenta de que estaba hambrienta.
— ¡Clint, Natasha acaba de llegar, puedes dejar de preparar tus flechas! — no alcanza a ser un grito, es más una advertencia a pulmón suelto. La nombrada no puede evitar sentirse un poco culpable, tanto que incluso sus mejillas se ponen a juego con su cabello, es lo que pasa cuando una se siente segura, puede dejar salir sus reacciones naturales, esas que durante tantos años le obligaron a retener y esconder bajo amenaza de muerte.
Mientras escucha pasos pesados y apurados acercándose a ellas se toma el tiempo necesario para poner las bolsas que aun cargaba sobre la mesa central, justo a tiempo para recibir un suave, no tan suave, golpe a su hombro — Con un demonio mujer ¿qué te hizo tardar tanto? Ya estaba listo para llamar a Steve y comenzar a buscarte —.
No puede evitar que aparezca una sonrisa en sus labios, tampoco es como que quisiera esconderla, ya no — ¡Tan dramático como siempre! — le regresa el golpe, eso sí, con más tacto y cuidado, no quería romperle nada al anciano — Ya sabes cómo es la ciudad, un intento de robo por aquí, un fanático por allá y ofertas irresistibles por todos lados — su mente se aleja por un instante, regresando a ese abrigo negro que le esperaba en una tienda a cuando calles, tan perfecto, sin duda serviría para aguantar varios inviernos y ni hablar de lo que podría esconder tras él.
— ¡Cyka! Te preocupas de las cuentas como si no tuvieras suficiente para comprar toda la tienda —.
Y ahí estaba, la voz que tanto deseaba escuchar. Se le acelera el pulso mientras se gira sobre sus talones. Hay un detalle sobrenatural que cubría la fecha sin importar cuantos años pasaran, ese algo siempre le altera, en algunas ocasiones incluso le robaba el sueño ¿qué hubiera pasado? Esa era la maldita pregunta que le taladraba la cabeza ¿qué hubiera pasado si Clint no hubiera dudado? La respuesta era tan sencilla como aterradora ¿qué hubiera pasado si su operador de entonces hubiera sido alguien menos ineficiente? Lo había pensado tantas veces que ya sabía la respuesta con todos los detalles posibles ¿qué hubiera pasado si la misión hubiera salido como debía de salir? Lo mismo que la anterior, sabia la respuesta, era horrible ¿qué hubiera pasado si María hubiera decidido seguir el plan? Se le hunde el estómago ante la idea, no podía imaginar un mundo donde eso hubiera pasado, no creía ser tan fuerte para poder vivir en un mundo como ese.
— Nat, tranquila — una mano vuelve a ponerse sobre su hombro, aun teniendo por medio el cuero de su chaqueta pudo sentir ese calor familiar que durante años se le brindo —. Estas aquí, en New York, en West Side, es febrero y todos vamos a tener una agradable cena de aniversario — sabe lo que está pasando, lo había vivido tantas veces que debería saber cómo evitarlo, pero parecía que no importaba cuanto entrenamiento adicional le dieran nunca podría evitar que su mente se escapara en el abismo de fatídicas posibilidades.
— davay, sestra, ne dramatiziruy — y ahí está de nuevo, la única voz que siempre le regresaría a tierra firme —. Puedes pelear contra un ejército de alienígenas con una 9mm de mierda, pero no puedes soportar tus propios pensamientos — chasque su lengua al tiempo que niega con la cabeza —. Te estas volviendo toda una americana —.
— ¡Yelena! Deja de torturar a tu pobre hermana —.
— Su cuenta bancaria no dice que sea precisamente pobre — una última broma que consigue sacarle una sonrisa a Natasha a pesar de seguir a medio viaje entre el pánico absoluto y la estabilidad —. Está bien sestra — por fin decide darle un descanso —. Estamos en mi apartamento, en nuestro apartamento, nadie nos está persiguiendo — con sus movimientos bien medidos, atenta a no asustarla, la envuelven en un abrazo que comienza como un simple toque —. Los cuatro vamos a cenar el mejor pelmeni que esta ciudad puede engendrar — y nadie puede obviar como un ligero aroma nuevo comienza a inundar la casa, uno que se intensifica a cada palabra —, hablaremos de todo y nada, si queda espacio serviré el pierogi, jugaremos a las cartas mientras bebemos y vemos capítulos repetidos de sex and the city — junta su frente a la de su hermana, dejando que todas sus feromonas cargadas de seguridad se filtren, olvidándose por un rato de todo el entrenamiento que había recibido para tenerlas bajo control —. Y eso está bien, porque hoy hace quince años escapamos de la habitación roja —.
Eso era lo más importante, el especial que durante todo el día le estuvo persiguiendo aunque nunca alcanzo a atraparla. Un dato tan hermoso, tan único, saber que su hermana, su querida Yelena, oficialmente, llevaba más tiempo de vida fuera de habitación roja que en ella. El sueño de cualquier viuda. El sueño más grande de una hermana mayor.
La revelación le ata al suelo, ayudándole a respirar de nuevo, a que sus latidos se alineen en un ritmo compatible con la vida— Bien, bien — solo cuando se da cuenta de que un par de lagrimas se le estaban comenzando a escapar es que vuelve a tranquilidad, haciendo un poco más de fuerza en el abrazo, mismo que duraría solo unos segundos más —. Disculpa por no cargar conmigo una kalashnikov a todos lados — por fin retomo a la discusión inicial —, ya sabes, se supone que debemos ser discretas ¿qué mejor que una pistola del tamaño de mi mano? —.
— Si, si, muy útil cuando estas en una de tus misiones donde haces de princesa atrapada, no cuando estas en un combate abierto, contra un ejercitó necesitas potencia de fuego — se separa un poco del abrazo, consiguiendo verse a los ojos, dejando ver aun el resto de las lágrimas — y no hay mejor bienvenida a la tierra que una ronda de 7.62 X 51 mm entre pecho y espalda —.
— ¡Toda una soviética! ¿aparecerás cabalgando un oso y bebiendo vodka en la siguiente pelea? —.
— Mucho mejor que posar para la cámara cada que pueda, zanahoria con complejo de modelo. Clint debería recordarte que las misiones no son una pasarela de Victoria Secret —.
— ¡No es mi culpa que me salga natural y sea tan eficaz, mis rodillas no están para caer sin amortiguar! ¡Además yo nunca estaría en una pasarela de Victoria Secret! — se queda callada un segundo — Quizás en HyM — esa era su gran preocupación.
Esa discusión se podía tomar toda la noche si así querían, porque ya había pasado antes, por lo cual Laura saltó a intervenir — Chicas por favor, nada de peleas, ni armas esta noche, por favor — unas manos sobre cada una, como un referí lista para detener el combate —. Estamos aquí para celebrar, no para que se la midan entre ustedes intentando ver quien es mejor —.
No puede evitar que se escape ese tono tan particular, al igual que una buena dosis de feromonas. No es que intente ser mala en exceso o tratar de tontas a las chicas al utilizar su modo de madre con ellas, era más bien un instinto que apareció cuando cargo a sus cachorros por primera vez y que nunca le dejaría; algo muy útil para solucionar disputas sin necesidad de una voz de mando.
— ¡Clint! Dile a tu alfa que deje de usar su truco de madre como si fuéramos cachorras — se queja Yelena intentando quitarse esa sensación curiosa que le queda en el cuerpo tras sentir las feromonas.
— Entonces dejen de pelear como cachorras —aparecen esas miradas juzgonas, se les veía tan heridas por tal declaración que de no conocerlas bien ni ser un espía de primera línea se hubiera sentido tentado a retractarse — ¿podemos sentarnos un rato? No le cobre un favor a Steve para estar de pie en la sala de tu apartamento —.
Por fin las hermanas terminan con su abrazo, aceptarían la petición, pero no sin antes tomarse un momento más para molestar al pobre arquero — ¿qué pasa anciano? ¿estás de vuelta en cinta y te está matando la espalda? —.
La idea era ponerlo un poco nervioso, quizás hacerlo enojar, pero cuando lo que recibieron fue un silencio profundo, a Clint girando el rostro para concentrarse en la mano de su alfa y a la propia Laura más interesada en el patrón del suelo que en sus acompañantes, las hermanas no pudieron evitar que la respiración se les atorara y sus pies al suelo se clavaran.
— Deben estar bromeando — fue Yelena la encargada de soltar el comentario socialmente insensible pero que representaba a la perfección lo que ambas sentían —. Perdona que te lo diga, pero Nate no fue precisamente el embarazo más tranquilo en la historia de la medicina y ya estas comenzando a tener una edad que —.
Como la mayor a cargo Natasha la detiene antes de soltar el comentario grosero — Si ese es el caso podemos hacer lo que necesites para que esta vez las cosas no se compliquen, nada de vengadores, ni casería de fantasmas rusos metidos en conspiraciones mundiales. Solo ustedes en su tranquila granja, con dos viudas geniales que les ayudaran en todo lo que quieran —.
— Bueno, yo preferiría mantenerlas lejos de mi cocina — y eso, por sobre todas las cosas, parece herir la sensibilidad de las dos asesinas —. No me malentiendas Yelena, nadie hace pelmeni como tú y estas mejorando mucho en tu técnica para hacer sopas, pero no te confiaría la comida de una semana, tu repertorio sigue siendo limitado y tu paciencia…bueno, creo que Nate es mejor en eso que tu — ser comparada con un niño de apenas un año de edad y salir perdiendo es un golpe muy duro para su ego —. Y tú, Natasha… — se encoje de hombros, como si estuviera por decir una obviedad — tienes muchos talentos, demasiados, pero hacer vendajes y cocinar están fuera de tu liga —.
— ¿No se supone que veníamos a celebrar? — pregunta la pelirroja casi que gruñendo — ¿En qué momento se volvió esto una competencia para avergonzarnos? —.
Por fin vuelven a tomar camino uno que no tenía sentido lógico que se hubiera retrasado tanto cuando eran apenas unos cuantos metros desde la entrada. Las bolsas obtienen su lugar de reposo sobre la mesa del comedor, en automático Clint y Natasha comienzan a sacar las cosas, acomodándolas de la mejor forma posible para que no estorbaran al momento de servir la comida — Ay Nat, tantos años y aun no te das cuenta que siempre intentare avergonzarlas cada que las vea — desaparece junto a Yelena para ir sacando cada una de las cosas que iban a necesitar para la velada — y eso no va a cambiar nunca —.
— Ya somos adultas Laura, solo mírala, le están saliendo canas y pronto comenzara a necesitar bastón — una botella de cerveza sale disparada desde el otro lado del comedor, misma que es atrapada con una mano sin hacer tambalear ninguna de las copas o platos que llevaba cargando en la otra mano — ¿Ves? Le falta fuerza y se ha vuelto predecible —.
Laura mantiene un momento de silencio para concentrarse en la olla a casi rebosar del más simple caldo de verduras que uno puede imaginar, un platillo tan básico que se considera como primero de cocina, de esas cosas que hasta un niño puede hacer — Para mí siempre serán las dos cachorras asustadizas que Clint escondió en el granero — el primer platillo verdadero que Natasha y Yelena habían recibido en sus jóvenes vidas — y más si siguen peleando por cualquier ridiculez —.
Yelena fue inteligente al no seguir picando pues sabía iba a salir perdiendo de cualquier discusión que comenzara en un esfuerzo por defenderse, es así como decide terminar de poner la mesa, con todos los cubiertos puestos y las copas listas para recibir un buen trago. Cuando toma el atrevimiento de pensar en sentarse a descansar y comenzar a comer, alguien vuelve a tocar el timbre — Con un demonio — regresa a su posición de pie —. Más vale que sea algo importante o juro que le meteré un tiro a quien venga a molestar —.
Clint y Natasha no desaprovechan la oportunidad para robarse el asiento que querían, abrir una primera cerveza con la intención de arrancar temprano la noche más esperada del año dejando, de paso, claro que el supuesto embarazo era nada más que un engaño, o eso esperaba. Pero cuando apenas han podido saborear el sabor del alcohol en la boca y la pelirroja apenas está hablando superficialmente sobre el trabajo que estaba realizando su madre cuando un nuevo aroma aparece en la casa, uno que Natasha podría identificar en cualquier lugar. La amargura de un café demasiado cargado para la mayoría de estómagos, una loción que le recuera a los bosques de Ohio, la representación clara de un hogar en persona.
— Te lo digo enserio Yelena, debí haberte acompañado cuando renunciaste, este trabajo es una mierda — la figura de María Hill aparece en el comedor, con esa postura tan segura de si misma —. Perdón por llegar tarde, refundar una organización de defensa nacional no es — Natasha a veces no puede evitar ser una idiota, como diría su hermana, le sale natural serlo cuando la conversación o situación se aleja a las habituales actividades de una espía entrenada, más cuando se tratan de eventos sociales fuera de su papel como viuda negra. Una gran prueba de dichos problemas es su intento de cortesía ante la llegada de María. Natasha se intentó levantar demasiado rápido, tanto que su rodilla golpeo la mesa con suficiente fuerza como para tirarse encima un poco de la sopa con la que iban a abrir la cena, agitando su cerveza provocando que se volviera espuma y comenzara a manchar la mesa, intentando rescatar la situación da un manotazo para sujetar la botella, terminando por tirarla sobre sus pantalones, bañándose en cerveza —. También estoy emocionada de verte, Nat —.
Se le ponen las mejillas rojas como su cabello, trata de decir algo, pero lo único que salen son balbuceos. Yelena rueda los ojos en una combinación entre vergüenza y lastima por su torpe hermana sabiendo que esa iba a ser una cena demasiado larga.
2
Recuerda muy bien el motivo por el cual se retiró de SHIELD y aún más porque se negó rotundamente a ser parte de los llamados Vengadores. Fue la batalla de New York lo que le hizo replantearse la vida tras casi ocho años de excelente e intachable servicio, recuerda a la perfección el miedo profundo, casi animal que le invadió mientras veía a criaturas salidas de una película volar por los cielos, como ella y su hermana casi mueren en más de una ocasión. Yelena no tenía problema con saltar a un campo de batalla contra personas con mejor tecnología que ella, prueba de ello fue en una de sus últimas aventuras con los vengadores en territorio de Sokovia para destruir una de las pocas fortalezas de Hydra que quedaban, pero pelear contra ejércitos alienígenas, eso no estaba no estaba en su contrato y no pensaba agregarlo en la próxima renovación.
Simplemente hubo algo en esa batalla que le removió por dentro, eso que sus compañeros de lucha en SHIELD siempre mencionan como el día en que decidieron descargar el rifle, colgar el chaleco y dedicarse a los escritorios. Una analogía o lo que fuera que le parecía muy estúpida ¿Por qué colgaría el chaleco cuando tienen tantos bolsillos útiles y sabiendo que incluso cuando se trabaja en oficina la posibilidad de recibir una bala es alta?
— Estúpidos americanos con sus estúpidos dichos sin sentido — esa fue la única respuesta que encontró, la única que importaba porque era suya.
Al final la decisión de retirarse se tuvo que aplazar, el mundo estaba mucho más caliente de lo que la gente quería admitir, habían muchas amenazas en cada esquina. Proteger a su hermana fue el principal motivo para quedarse en SHIELD unos años más después de la batalla de New York, tuvo tiempo suficiente para enterarse que esa organización que la recluto, donde conoció a personas increíbles, amigos para toda la vida que se volverían familia, estaba podrida desde la medula, infestada por algunas de las peores personas que existían en el mundo, tuvo la oportunidad de acabar con todo, publicando esos archivos que se habían guardado en receloso secreto, su primera misión para ellos, todos los secretos que conocían respecto a la habitación roja, fue ella y nadie más quien le dio al enter, fue ella quien decidió que el mundo merecía saber y fue por eso que se pudo sentar en cada corte, con la barbilla en alto, retando a cuanto gobierno le quisiera arrestar y saliendo limpia como el alfa astuta que siempre fue.
Y entonces, cuando parecía que por fin tendría sus deseadas vacaciones, Steve Rogers, el pretencioso capitán américa — Un porrista glorificado — como lo llamaba durante mucho tiempo, por lo menos hasta la batalla de Triskelion, le entrego a ella y a Natasha una información que valía millones, un mensaje encriptado bajo centenares de capas, proveniente del soldado del invierno, uno que les tomo meses descifrar, una petición de alguien muy importante, junto con una instrucción clara, volver a Budapest para buscar algo en la que fue la última casa segura que la habitación roja les entrego.
Que aventura fue aquella, un viaje de mil vueltas y dolores de cabeza. Dos hermanas regresando a casa, reencontrando a su primera familia, cumpliendo una deuda que no sabían que tenían, remendando un error pasado. Una gran historia que será contada en otra oportunidad, cuando el mundo se sienta más vació y los recuerdos de personas amadas sea la mejor forma de conectar.
La caída de SHIELD se sintió como una segunda libertad para Yelena, no es que no hubiera disfrutado su tiempo haciendo lo que mejor sabía hacer — Es solo que, de alguna forma, me seguía sintiendo atrapada ¿sabes? — fue la mejor respuesta que le pudo dar a su hermana una tarde cuando por fin se animó a hablar sobre lo que le deparaba el futuro como un agente fuera de servicio. La misión para derrocar a Dreikov y destruir a la habitación roja (parte 2: ahora es personal) fue un escape, nunca mejor dicho, que necesitaba como el respirar, le ayudo a encontrar un sentido en la vida, un motivo para seguir trabajando, una oportunidad para hacer lo único que sabía hacer, trabajar en algo que ayudara a las personas que más le importaban.
El problema de tener a las dos mejores asesinas que la habitación roja alguna vez creo, rastreando, encontrando y liberando a sus hermanas, es que el trabajo se vuelve muy rápido, a cada viuda liberada era otro activo listo para continuar con la misión, una reacción en cadena que termino con una Yelena frustrada pues quedaban pocas viudas que encontrar, las más difíciles en consecuencia, las que necesitaban más trabajo de planeación y por tanto, Yelena tenía demasiado tiempo libre para hacer nada.
Por esa misma falta de cosas que hacer se encontraba en la casa de sus padres en el pequeño Ohio. Haciendo absolutamente nada. Melina y ella revisaban constantemente las redes de información que tenían montadas por el mundo, intentando encontrar alguna pista respecto a las pocas viudas que quedaban, un trabajo complicado aun tomando “prestados” algunos satélites del extinto SHIELD y lento como esperar que el agua se evapore al natural. Alexei era quien más intentaba hacer que el tiempo de Yelena no se sintiera aburrido, invitándola todos los días a hacer alguna cosa por los amplios terrenos de la granja, desde pescar, ir a recorrer los grandes bosques en búsqueda de alguna de las criaturas que según locales aterrorizaban a cualquiera demasiado tonto para perderse de noche en el bosque. Yelena podía ver lo mucho que el alfa mayor se estaba esforzando, lo mucho que trataba de recuperar el tiempo perdido, las cosas que ella y su hermana debieron compartir durante una infancia normal, podía apreciarlo, pero aún le costaba aceptarlo, porque algunas heridas solo sanan con la perdida.
Una mañana tranquila en la casa, la familia reunida para desayunar, Melina hablando sobre los grandiosos avances que estaba consiguiendo en su investigación respecto a un nuevo método de cuidado para sus preciados manzanos, la beta habla con un tono diferente a la habitual frialdad que le caracterizaba — Nos cambiaria por cualquiera de sus árboles sin pensarlo — era la broma habitual de Natasha y en ocasiones Yelena no podía evitar darle la razón.
Mientras iba en la explicación sobre la utilización de flora local para alejar plagas, el teléfono de la rubia comienza a sonar, lo revisa de reojo viendo que es un número que conoce casi de memoria, suelta un gruñido sin darse cuenta para colgar la llamada y en un solo movimiento sacarle la batería a su teléfono — Estúpida tecnología americana —.
— ¿Algún problema? — pregunta Melina ya preparada para comenzar a buscar la dirección de donde salió la llamada que altero tanto a su hija como para hacerle olvidar su entrenamiento y dejar escapar sus feromonas.
— ¿Necesitas que le demos una visita a alguien? —.
— No, no, nada de eso. Es solo una tipa rica que por lo visto se enteró que estoy en paro y quiere darme una “jugosa oferta de trabajo” ¡Ja! Millonarios ingenuos —.
Regresa su atención a su taza de café lechero, dándole un sorbo mientras vuelve a tener el control de sus feromonas, la idea de cambiar de numero resulta tentadora, al fin de cuentas, si algunas de las personas a las que le entrego su número necesitan hablar con ella tienen medios más seguros para contactarla que las mil y una vez revisadas líneas telefónicas.
— ¿Quién te ha estado buscando? — una vez más la madre pregunta.
Se encoge de hombros queriendo restarle importancia — Una tal ¿Bilow? ¿Bishop? Algo así, no le he dado la oportunidad de decirlo más de una vez —.
Y antes de poder asegurar que no es la gran cosa ya tenía a sus padres revisando cosas en la Tablet de Melina y Alexei preparado para hacer algunas llamadas — Eleonor Bishop, directora ejecutiva y dueña de Bishop Security — con el pequeño juguete que alguna vez dejo en New York accede a los registros de la policía estatal —. Sin arrestos previos ni antecedente de conducta ilegal — se detiene un instante ante un documento que fue descartado —, aunque parece que se han tenido sospechas de que su empresa trabaja o colabora con un mafioso llamado Kingpin —.
— Eso se puede decir de toda empresa privada en New York, araña mía, Kingpin parece ser alguien muy bueno al momento de negociar — Melina se queda revisando los artículos que aparecen en los medios convencionales, cosas aburridas sobre acciones y galas honorificas, piensa en dejarlo a un lado hasta que algo llama su atención — ¿Cuándo fue la primera vez que intento hablar contigo? —.
Intenta hacer memoria, intentando rescatar un dato que le parece tan insignificantico entre tantas cosas que estuvo haciendo en los últimos días, ver con su hermana Sex and the city — Hace una semana más o menos —.
— Creo que hemos descubierto que trabajo quiere para ti — proyecta la imagen de su Tablet en un holograma que flota sobre la mesa y las tostadas, un titular del “New York Post” donde se habla sobre el secuestro de una tal Katherine Elizabeth Bishop, heredera de la familia Bishop y bla bla bla — se toma un segundo para confirmar lo que estaba leyendo en la nota —. Parece que la secuestraron hace unos días —.
Yelena observa la foto del reportaje, se notaba que era una chica joven, en esa foto no podía tener más de 18 años, la atención de la espía no se va a los hombres en la foto, ni a la medalla dorada de primer lugar que cuelga de su cuello, tampoco en esa sudadera con la bandera de estados unidos, el uniforme olímpico de los últimos juegos en Rio de Janeiro, si se toma un segundo para observar la mano de una mujer sobre el hombro de la chica que aun sin poder mostrar movimiento al ser una foto, transmite la fuerza con la que se estaba apretando; toda su atención fue a un detalle que no le serviría para nada en su misión, porque ya había aceptado, su atención se quedó en esos hermoso ojos azules que brillaban como luces de navidad — Como un ciervo — susurra tan bajo que no le alcanzan a escuchar. Sigue observando el rostro, guardándolo por siempre en su memoria, sin darse cuenta que, otra vez, había dejado que sus feromonas se filtraran solas llevando consigo ese aroma a canela y vodka.
— Quizás sea un buen trabajo, no creo que te cueste mucho encontrarla y estoy segura que le pues sacar un buen dinero a una americana rica —.
No escucha a su padre de forma consiente, todo a su alrededor se convierte en un susurro borroso que le recuerda a la sensación de estar bajo el aguar. Su mente, no, algo más importante aún, está completamente concentrado en esos ojos azules, intentando detectar cada matiz que la foto entrega mientras que sus manos trabajan sin permiso, poniendo de vuelta la batería a su teléfono, encendiéndolo de vuelta y esperando a que la insistente mujer millonaria le vuelva a llamar.
— Alexei, ve calibrando las mordeduras de nuestra niña, parece que ya tiene una nueva misión —.
Se levanta de un salto con una gran sonrisa en sus labios — A sus órdenes capitana —.
Yelena no tiene tiempo de reaccionar cuando su padre ya está caminando a la armería de la casa y su madre le está consiguiendo un boleto para el vuelo más próximo a New York — ¡Intenta no electrocutarte de nuevo! —.
El sonido de la electricidad activándose, un quejido y luego un golpe seco contra el suelo que sacude la casa entera demuestra que la advertencia llego demasiado tarde, otra vez. Yelena ve a su madre levantándose con toda la calma del mundo, tomar una naranja junto a una botella de vodka y dirigirse a la armería en rescate del alfa. Deja escapar un suspiro ante el cuadro que su familia atípica y disfuncional le entregaba cada que regresaba a casa, pero al fin de cuentas era su familia disfuncional y la amaba tal como era.
3
De vuelta en New York, de vuelta a conductores idiotas, ratas por todos lados, basura por montones y un asqueroso olor a orina y agua estancada. Se pregunta cómo es posible que no se haya enfermado de los pulmones durante todo el tiempo que había vivido en ese maldito pantano de polución. No tiene tiempo de hacer su parada reglamentaria en su departamento, agradece a todas las estrellas que su hermana haya tenido suficiente tiempo para poder pasear a Fanny, ya tendrá tiempo de agradecerle luego, por lo mientras, se encuentra en una sala de espera demasiado lujosa en uno de los últimos pisos de un edificio de oficinas tan alto como el resto en el distrito corporativo de New York.
Como bien había anticipado la llamada no tardo ni media hora en llegar una vez que volvió a encender su teléfono, para su sorpresa no fue la madre angustiada quien escucho al otro lado de la llamada, fue una asistente que no quiso darle mucha información, solo dándole a la asesina una dirección fecha y hora para cuadrar una reunión, misma que acepto.
Llego con un par de horas de anticipación, siendo muy bien recibida por los trabajadores quienes la llevaron hasta el ultimo piso, el que estaba reservado para la presidencia. Le entregaron bocadillos, bastante buenos, una taza de café ¡magnifico! — Algo bueno tenía que salir de trabajar como mercenario para un millonario — tenía que esperar un rato pues la señora Bishop estaba en una reunión muy importante —. Malditos americanos y su impuntualidad — aprovecho el tiempo para volver a revisar toda la información que había conseguido recabar con ayuda de su madre entre el día anterior y la mañana de ese día.
Para su sorpresa no había gran cosa que encontrar o por lo menos no tanto como esperaba de una niña rica y de una belleza innegable. Detiene sus movimientos entre las hojas que había impreso para revisar, sacude la cabeza, intentando olvidar esa vibración extraña que le recorre el cuerpo cada que piensa en esos ojos azules; solo tenía para trabajar un par de registros médicos que le decían absolutamente nada, bueno, saber su tipo de sangre podría ser importante. En diarios comerciales solo habían fotos de ella junto a su madre en eventos benéficos de la empresa, noticias menores sobre torneos nacionales o locales de arquería donde la chica Bishop salía siempre con el primer lugar bajo el brazo y luego estaba la gran noticia, la inclusión de Katherine Elizabeth Bishop en los juegos olímpicos de Rio, donde había colaborado para que el equipo se llevara el oro con una actuación perfecta.
No había indicios de que la chica tuviera algún enemigo, ninguna historia de rivales deportivos que no se hayan solucionado en competencia, eso era lo más admirable, la chica parecía que era respetada por cada atleta con el que hubiera compartido al menos un par de palabras. Por eso mismo tuvo que cambiar de enfoque, señalando y buscando los posibles enemigos que el apellido Bishop pudiera atraer, más en especial los enemigos de Eleonor Bishop y santa Catarina, eran demasiados posibles enemigos, ocupan quince de las treinta hojas que llevaba para mostrar en la reunión.
— ¿Señorita Belova? — la voz de la misma asistente que le había llamado capturo su atención, sacándola de su estado de planificación anticipada — La señora Bishop esta lista para atenderla — la pobre beta parece que se hace aún más pequeña en cuanto la rubia se levanta de su asiento, puede distinguir un ligero temblor de miedo cuando la distancia entre ellas comienza a cerrarse.
No puede evitar que se le suba un poco su ego como alfa. Se queda un momento para observar a la chica, esperando por alguna otra indicación, pero cuando ve que la chica solo se sigue encogiendo, decide terminar con la pequeña tortura pasando de largo y adentrándose en la oficina de quien podría ser su próxima jefa. El lugar es justo lo que se podía esperar de una oficina para una alta ejecutiva, ventanales de vidrio enormes que entregaban una vista perfecta de Manhattan — Demasiado inseguros — es lo primero que piensa, no se va a detener a sentir el cristal, pero puede jurar que no es aprueba de balas solo por la forma en la que la luz de una mañana tan gris se filtra sin recibir apenas resistencia —. Hay edificios más altos, cualquier aficionado podría ponerse con un rifle — sin duda su nueva jefa parecía no ser muy consiente de los posibles riesgos de la locación. El lugar es tan gris como las nubes, nada en particular que pueda ser una seña de identidad, gris sobre blanco —. Que gustos más horribles — una gran estantería de pared al otro lado, cientos de libros que crean una paleta oscura —. Apuesto tres dedos a que son todos falsos — pero si hay un algo que sobresale entre toda la sobriedad, un aroma que se expande por toda la sala, las feromonas de un alfa que intentan, con la mayor desesperación que alguna vez Yelena había olfateado, mostrarse dominante. Se toma un instante para apreciar el aroma y como no lo pudo suponer antes, apestaba a un whisky demasiado caro junto con algún tipo de cuero natural — Genérico como el demonio — eran de esas combinaciones que parecían gritar crisis de la mediana edad.
— Yelena Belova — es un tono seco, justo lo que esperaba, que intenta ser firme, algo típico de los empresarios —. Eres una persona difícil de convencer —.
Una mujer un poco más alta que ella, aunque eso no era ningún mérito, con un cabello castaño ya con varias canas que lo hacen ver más claro de lo que en algún momento fue, con un par de ojos azules apagados muy diferentes a los de su hija — Soy una persona ocupada, Eleonor Bishop, no es fácil captar mi atención — mantiene, como siempre, una distancia provisional entre ambas, con su mano izquierda preparada para activar su mordedura en caso de ser necesario.
— Y a pesar de ello, estas aquí — se levanta de su silla, quizás intentando ser un poco más grande e intimidante, aunque el gesto de mano con el que le invita a sentarse deja en claro que no está muy interesada en iniciar hostilidades.
Acepta el gesto tras una rápida comprobación de que no había ninguna trampa evidente a la vista — Pero aún no he decidido si aceptare su trabajo — se queda un poco sorprendida al darse cuenta que eran sillas mucho más cómodas de lo que esperaba.
— Se cómo funciona esto, señorita Belova, usted viene, me habla de sus exigencias económicas, las preguntas típicas respecto a la vida de la e…de mi hija y después aceptara cuando ponga suficientes ceros en el cheque — ve la postura que toma, una clásica que aparece en cualquier libro barato sobre lenguaje corporal donde intenta verse más seria y firme, capturar una especie de autoridad, por básica que fuera, Eleonor no parecía ser capaz de utilizarla de forma convincente —. Así que hagamos esto rápido, Katherine no…—.
— No tiene ninguna persona que tenga motivos para lastimarla, la mayoría de las personas con las que ha compartido un par de palabras solo dicen cosas buenas de ella — sin dejar de ver a la otra alfa coloco la primera hoja de los documentos —, tampoco tiene historial delictivo ni algún arresto — ahí va otra —, no hay indicio alguno de que se haya metido con personas que no debería ni algún tipo de deuda que pueda haberle llevado a esta situación — entonces decide dejar caer la información pesada —. No puedo decir lo mismo de usted, Eleonor — varias hojas caen —, tiene tantos posibles enemigos que podrían crear un pequeño ejercito ¿Cómo se puede hacer enojar a tantos mafiosos al mismo tiempo? — sigue extendiendo más hojas que parecen no ser suficiente para captar la atención del alfa — Mejor aún, dígame, Eleonor ¿por qué debería aceptar su trabajo? —.
— Escúcheme muy bien Yelena Belova, tengo para usted cien mil buenas razones por adelantado para que acepte este trabajo — recoge de nuevo las hojas que le habían aventado sobre su escritorio —, otros cien mil en cuanto termine el trabajo y te ofreceré otros cincuenta si tomamos este papeleo irrelevante, lo mandamos a mi departamento legal y, mágicamente, desaparece — con movimientos muy bien medidos guarda todas las hojas dentro de un sobre que desaparecerá de alguna forma inexplicable —. Así que dime ¿efectivo, cheque o transferencia? —.
Ve que está tratando con una mujer de negociación rápida, que cree tener todo siempre bajo su control y que no teme en gastar dinero, imagina, más si se trata de la seguridad de su única hija y eso es algo que puede respetar — Preferiría que primero cerremos el cerco respecto a sus posibles enemigos, en cuanto tengamos eso cubierto podemos hablar de dinero —.
— Como gustes — Eleonor se toma su tiempo para ir escribiendo nombres que debían de ser descartados de forma inmediata pues resultaban ser “enemigos de cara al público” —. Resultan muy útiles al momento de que algo salga mal en otra negociación — se salta el resto de opciones posibles, parece que tenía muy claro quien tenía a su hija, lo cual era un poco extraño pues, si estaba tan segura ¿por qué no lo informo a la policía? Su trabajo no era preguntar ese tipo de cosas, su trabajo era saber lo suficiente para cumplir la misión —. Si hay alguien que tenga interés en afectar mi imagen de esta forma sin duda será esta gentuza — regresa una de las hojas que la espía había llevado, pero con el ligero cambio de tener dos nombres encerrados: La Mano y La Maggia —. Son las opciones más factibles —.
Hay algo que le alerta ante las opciones que le presentan, una preocupación que responde a la primera pregunta que tenía pensado hacer pero que no había tenido la oportunidad de hacer — Dígame ¿Hace cuanto tiempo se llevaron a su hija? — la señora esta por responder cuando le vuelve a interrumpir para aclarar un punto importante — No me mienta, ambas sabemos que lo que salió en la prensa no es verdad, así que dígame ¿hace cuanto se llevaron a su hija? —.
Sus miradas luchan, como si intentaran dominarse una a la otra, para desgracia de la señora, Yelena ni lo estaba intentando — Fue hace dos semanas — declara por fin, haciendo a un lado la vista —, cuando regreso de sus vacaciones en Rio —.
— Vacaciones — repite en su mente sabiendo que la señora se refería a los jodidos juegos olímpicos algo que sin duda no eran unas vacaciones — Déjame ser directa, si uno de estos dos grupos está detrás del secuestro de su hija, le recomiendo que se vaya mentalizando en que le traeré un cadáver —.
— Si ese fuera el caso, te pido discreción, ya vere como solucionar la situación si se vuelve una realidad — Yelena estaba sorprendida por la tranquilidad con la que hablaba sobre la posibilidad de que su única hija estuviera muerta, por un momento considero si no había revisado bien el historial de la tal Eleonor, quizás habían omitido algo y en realidad estaba hablando con una ex viuda negra o algún espía con gran entrenamiento emocional, porque esa reacción no era ni medio normal para una millonaria de mediana edad —. No deberíamos considerar a la mafia deportiva como un sospechoso, mis asuntos con su jefe han sido cordiales hasta ahora, pero claro, eres libre de hacer tus propias averiguaciones, aunque si espero que este asunto se solucione rápido, al fin de cuentas, estoy contratando a una viuda negra, no a un aficionado ¿verdad? —.
Es un intento básico de atentar contra su orgullo de alfa y hacerla reaccionar de una forma imprudente, fue tan obvio que incluso un cachorro lo hubiera hecho de mejor manera, por lo que se mantiene callada, analizando sus palabras — Aceptare el anticipo en efectivo, el resto lo quiero como un cheque, ponle prestación de servicios de seguridad — se levanta de la silla, preparada tanto para recibir su dinero como para dar por terminada la extraña reunión. Eleonor se da la vuelta, abriendo algo en la pared detrás de ella, lugar del cual comenzó a sacar fajos de billetes —. Tendrá a su hija de vuelta en máximo cuatro días, hare lo posible para traerla viva, pero si su información es cierta no puedo prometer nada — entrega el bolso donde llevaba su investigación junto a otros souvenirs, donde comienza a guardar los billetes sin detenerse mucho a revisarlos, ya tendría tiempo de hacerlo y de vengarse en caso de que fueran falsos —. Buen día Eleonor Bishop, es un gusto hacer negocios con usted —.
Da por finalizada su reunión de negocios, saliendo de vuelta a esa sala de espera demasiado elegante, no hay rastro de la pobre asistente, bien por ella, se había salvado de otra dosis de una aterradora alfa con capacidades asesinas. Ya en el elevador sigue repasando los acontecimientos de la reunión, comenzando a hilar las ideas para terminar el trabajo lo más rápido posible, saca su teléfono sin dejar de mirar al frente, haciendo lo mejor que podía para no pensar en la foto que había visto de la hermosa omega.
— Sonya ¿tienes algo que hacer hoy? — no había mejor forma de terminar con una investigación aburrida que incluyendo a otra viuda sin nada que hacer.
4
Resulta que tenía motivos más que de sobra para desconfiar del juicio de la estúpida alfa millonaria. Solo necesito mover algunos contactos, cobrar un favor, para enterarse de que ambas organizaciones estaban fuera de la jugada, un gran alivio pues significaba que la misión volvía a ser de rescate y no de recuperación de cuerpo, la parte mala resulto ser que debía empezar una investigación de cero, pero para eso tenía a su siempre fiable y compañera de cuarenta batallas, Sonya.
Sonya fue de las primeras viudas que las hermanas liberaron durante la gran misión para destruir a la habitación roja, fue el primer gran éxito de Yelena en su cruzada, por eso mismo, siempre sintió que tenía cierta responsabilidad con y para Sonya, ayudándola a integrarse al mundo del que había sido privada, estuvo junto a la omega cada vez que sentía que el peso de sus recuerdos era demasiado para ella, algo que había vivido en carne propia, en un inicio trato de convencerla por todos los medios para que se integrara a la vida normal — Eres una chica talentosa, puedes ser sobresaliente en cualquier cosa que te propongas, no tienes que hacer esto solo porque sientas que es lo que debes hacer — fue la conversación que tuvieron cuando Sonya le había pasado a decir que iba a ayudar a liberar al resto de viudas.
El tiempo fue el encargado de hacerle ver a Yelena la gran decisión que su compañera había tomado. Ambas tomaban cuanta misión en conjunto pudieran para aprovechar el tiempo perdido, en batalla eran como si dos se convirtieran en uno, siempre atentas a cubrir la espalda de la otra, sabían leer los movimientos de la otra y anticipar cuando necesitarían ayuda, conocían sus debilidades y como contrarrestarlas para ser un dúo letal, una consecuencia de ser de la misma generación y haber compartido entrenamiento en la habitación roja. Era la única parte confusa en su relación, claro que eran amigas, se consideraban hermanas de lucha, para Sonya resultaba ser lo más cercano a una familia, pero algunos días era extraña la convivencia, pues la perfección detrás de sus movimientos, la casi telepática capacidad de entenderse sin hablar no era para nada normal, no era un resultado natural, era solo una consecuencia más de haber sido robadas del mundo, de ser obligadas a hacer cosas que no querían, de ser obligadas a ser algo que ellas no deseaban ser.
Aun tras casi dos años de haber descubierto la libertad y a Britney Spears, tras demostrar ser una viuda extraordinaria al casi no necesitar apoyo emocional para hacer frente a las consecuencias de la subyugación química, Sonya aun tenía días malos, donde se encerraba en su apartamento y no dejaba que nadie la viera, ni que la tocara, habían días donde el simple hecho de oler a un alfa la ponía de nervios, tanto que por seguridad le debían asignar a otra viuda omega para que la vigilara, manteniendo siempre sus armas descargadas, solo por si acaso y lo que más le rompía el alma a Yelena, días donde Sonya no podía evitar derrumbarse mientras soltaba una misma pregunta — ¿Por qué me dejaste? — una pregunta que ella misma se hacía cada vez que leía los registros de Melina y veía nombres en rojo junto a las siglas KIA. Cada vez que no llegaba a tiempo para regresarle la vida a alguna de sus hermanas.
Pero a pesar de todos los problemas, las lágrimas, maldiciones y dolores callados, cuando tenían que trabajar en una misión volvían a ser la pareja implacable, eficiente y atractiva que siempre habían sido.
Fue así como consiguieron en menos de 48 horas descubrir quien estaba tras la desaparición de la joven millonaria. Resulta que Eleonor no es muy buena negociando con mafiosos pues con quienes consideraba tener una relación cordial en realidad habían secuestrado a su hija.
— ¿Qué clase de puto nombre es mafia deportiva? — pregunta Yelena observando el edificio que por fachada utilizaban los criminales. Una vez descubierto a quienes debían de perseguir solo tenían que encontrar el lugar donde podrían tener a la chica, la metodología era simple, identificar transportes de la mafia, dejar algún rastreador en uno y comenzar a seguir sus rutas para encontrar sus puntos calientes, lugares de alto valor estratégico donde o bien la encontraba o bien encontraban información suficiente para encontrarla — ¿a que se dedican? ¿a amañar partidos de futbol de niños? —.
Es así como habían pasado el tercer día de investigación, siguiendo la señal de los transportes para triangular posibles ubicaciones. Una vieja plaza comercial abandonada desde los ochenta resulto ser el lugar donde más veces llegaban transportes y según su investigación a nivel de tierra, más efectivos armados aterrizaban para sustituir a otros por lo que era evidente que en ese lugar estaba pasando algo grande.
— ¿Por cuánto comprarías un V12? — Sonya ignora la pregunta de su compañera, más concentrada en la revista que tenía en sus manos.
Deja de ver por la ventana del departamento, uno que estaba ubicado a las mil maravillas para tener visual de su objetivo, para centrarse en Sonya quien esta recostada sobre el viejo sofá del lugar, con una revista que la rubia no alcanza a distinguir por la oscuridad entre manos — ¿Qué carajos es un V12? —.
Es turno de su compañera para verse sorprendida, como si de la nada le hubiera salida una tercera cabeza a Yelena — ¿Uno por no decir el motor más potente de la historia? — parece que estuviera hablando de algo tan obvio como el color del cielo — Una de las piezas de ingeniería más elegantes que se han creado — da la vuelta a su revista para mostrar fotos muy alteradas de distintos autos que no podía identificar —. Es casi el estándar para los deportivos — aparece una sonrisa que ronda la coquetería —, ronronea como ninguna otra cosa — los ojos le brillan mientras vuelve a mirar un papel en la otra mano —. Un contacto me está ofreciendo uno en 5 mil, aunque no me está dando mucha información respecto a su estado — se queda pensando un poco, haciendo sus cuentas —, si consigo un poco más podría comprarlo nuevo —.
— ¿De aquí a cuando te interesan los autos? — se le aguda el tono cuando arranca la pregunta haciendo que se avergonzara un poco.
Se encoge de hombros intentando quitarse de encima la atención que acababa de ganar — Creo que fue después de la misión que hice con Ava — un trabajo simple como el demonio, tan aburrido que en un inicio no entendía como es que había aceptado, estar presente y vigilar una convención automotriz en Londres, fueron muchas horas de pie, dando vueltas por el lugar, pero por lo menos tuvo la oportunidad de escuchar cosas cuanto menos interesante y que le dieran una suscripción por un año a la revista que organizo la convención solo hizo que la omega comenzara a tener una nueva afición —. Sabes, se me da bastante bien arreglar cosas, — le sale una sonrisa arrogante — recuerdo que en las pruebas llegue a ser más rápida que tu al armar y desarmar un AK — la rubia rueda los ojos molesta por un dato donde salía mal parada —. Creo que me podría dedicar a esto — Yelena centra toda su atención en su amiga quien como si volviera a ser una niña pequeña, evitaba su mirada, concentrándose en cualquier cosa —, hace unos días ayude a Natasha con su SUV…tenía la correa rota y las bujías estaban pidiendo la hora…fue divertido — el corazón de la rubia late desenfrenado, esa era la conversación que deseaba escuchar desde que la habían liberado y por fin estaba pasando — ¿Tu qué opinas de esto? — fue apenas un susurro, como si tuviera miedo de escuchar una respuesta que no deseaba.
Se retira de su asiento frente a la ventana, unos idiotas con ropa deportiva podían esperar un rato más cuando su compañera estaba permitiéndose sentir — Sonya, escúchame bien — toma sus precauciones al acercarse, observando sus micro reacciones mientras la distancia se acortaba —. Esta es tu vida, sestra, solo tuya y de nadie más. Puedes hacer todo lo que quieras, llegar hasta donde desees llegar ¿okey? — asiente con movimientos rápidos aun sin mirarla — Será un honor que me permitas acompañarte mientras encuentras el camino a tu felicidad — se vuelve valiente para tomar una de las manos de su amiga — y si tu felicidad esta entre grasa de motor y piezas diminutas entonces que así sea, serás la nueva Henrry Ford solo que más sexy y de metro sesenta —.
— Perra, aun sigo siendo mucho más alta que tu — deja escapar el aire que no sabía que estaba reteniendo —. Aunque creo que falta mucho para eso, aun no estoy lista para retirarme y voy a necesitar mucho dinero para hacer algo serio —.
Encuentra la oportunidad perfecta para volver a centrarse — Si ese es el caso, pongámonos de vuelta con este trabajo — se vuelve a levantar, soltándole la mano con mucho cuidado —. Acabemos esto rápido y tendrás cien mil agradecimientos en efectivo para que comiencen a forjar tu sueño —.
Deciden que ya han pasado demasiado tiempo de pasividad, era momento de entrar en ese lugar y conseguir cuanta información pudieran respecto al objetivo a destacar. Un rápido cambio de vestuario, ambas estaban estrenando equipamiento, revisan que sus armas estuvieran bien martilladas, cargadas y listas para la acción, afilan sus cuchillos, cuentan el resto de aditivos, revisan la carga de sus mordeduras, le dan un vistazo más a los planos de la plaza y sin nada más que hacer en el marco de la planificación, salen del departamento con camino al tejado para iniciar una clásica misión de infiltración y recuperación de datos.
Una de las ventajas que implica el saber a qué enemigo se están enfrentando es que pueden saber cuál es la mejor ruta de acción que tomar, una parte del entrenamiento las obliga a tener en mente una opción por cada situación que encuentren en el campo y claro que tenían muchas opciones para enfrentarse a un grupo de criminales que rozan el nivel de un aficionado que se dedica a robar cajeros. La estrategia que siguen es la más básica que existe en los libros de entrenamiento, esa que replican (de forma herrada en muchos casos) en las películas. Buscan la entrada menos vigilada, desactivan las cámaras que puedan delatarlas y se adentran en la nada imaginativa base enemiga.
Yelena va al frente con su arma desenfundada sujetada a dos manos barriendo cualquier posible amenaza que les pudiera atacar por el frente, juntas peinan los pasillos de la primera planta, desactivando algunas cámaras, evadiendo otras, subestimar a sus rivales no estuvo tan mal pues tuvieron la libertad de caminar por todo el perímetro del lugar sin toparse con algún guardia lo cual les permite llegar a la primera parte de su plan con mayor facilidad de la que esperaban.
Su plan era básico y por tanto eficaz:
- Acceder a la sala de vigilancia: un motivo por el cual las bandas criminales o grupos militares de pocos recursos utilizan edificios comerciales como centro de operaciones es para poder aprovecharse de la infraestructura ya existente, el CCTV es uno de los recursos más valiosos para estas organizaciones.
Llegan al lugar sin problema ni retraso, contar con los planos del lugar fue una parte fundamental de la planeación de la misión y tenerlos a la mano en sus PDA era igual de importante. Sonya se agacha para comenzar a juguetear con la cerradura, ella era la experta en eso, si le daban suficiente tiempo podía abrir cualquier puerta o caja fuerte, por suerte la que tenían frente a ella no era más complicada que una cerradura comercial. Un cuarto salido de una película le aparece a la vista, varias pantallas de horrible calidad mostrando imágenes estáticas con un extraño filtro azul a pesar de que la mayoría del lugar tenía electricidad, una silla que le da la espalda a la entrada donde un tipo esta recostado, se toman un momento para observarlo, descubrir si se ha enterado de algo, el ronquido que se le escapa les avisa que siguen en estado de incognito.
Yelena entra con pisadas bien medidas, haciendo nada de ruido, enfunda su siempre confiable CZ75 en la cartuchera, saca de su cinto uno de los tantos cuchillos que carga consigo. Con un solo movimiento inmoviliza al sujeto, una de sus manos apretándole la boca, haciendo que no pueda gritar por ayuda, patalea como si se estuviera ahogando, trata de levantarse, pero la postura de la asesina le juega en contra, deja de luchar cuando siente el frio metal del cuchillo contra su garganta.
— Intenta algo estúpido y será lo último que harás — para dejar claro su punto más allá de las barreras del lenguaje, hace un poco de fuerza con el filo, cortando ligeramente la piel, haciéndolo gemir y sangrar —. Estamos buscando a alguien que ustedes se llevaron y creemos que está aquí — Sonya entra en escena cerrando la puerta para que nadie les interrumpa durante el interrogatorio, frente al pobre sujeto extiende una foto de Katherine Bishop, esa donde acaba de ganar su medalla de oro — ¿Reconoces a esta chica? — tarda más de lo aceptable en responder por lo que mete un poco más de fuerza clavando la punta del cuchillo dentro de la carne, el infeliz quiere patear a la otra viuda quien con fuerte pisotón inmoviliza una de las piernas — No te volveré a preguntar — y el tipo hace lo más similar a pronunciar un sí dadas sus condiciones —. Buen chico. Ahora, vas a señalar la cámara en la que esta, porque no creo que sean tan idiotas como para no tener una cámara viéndola. Vamos, dime donde está — lo dejan pensar un momento, Sonya se aparta para que pueda ver las pantallas, un par de segundos hasta que con un pulso tembloroso señalo una pantalla abajo y a la izquierda. La omega se acerca para revisar la imagen, parecía ser algún tipo de almacén repleto de juegos mecánicos abandonados y cajas, en el centro, perfectamente iluminada por la luz de un par de lámparas montadas una figura, la mala calidad no dejaba ver todos los detalles físicos de la persona, pero tenían suficiente para dar una confirmación visual parcial del objetivo —. Bien, muy bien hecho. Una última cosa — sacan un plano del lugar y le piden señalar el lugar donde tenían capturada a la chica, el tipo no duda ni un instante, señalando el lugar donde se encuentra cautiva la prisionera. Yelena retira su cuchillo de la zona, guardándolo de vuelta en su cinturón —. Te has ganado una recompensa — cambia de lugar sus brazos en menos de un parpadeo pasando a una clásica maniobra de asfixia, le toma unos segundos de gimoteos y manoteos hasta que el guardia cae inconsciente al suelo.
Sonya se apresura para amordazarlo y dejarlo dentro de un armario en el interior. Terminado el trabajo pasa a revisar las cámaras circundantes al almacén, se toma un minuto para identificar el número de guardias, con un poco de suerte las generalidades de su armamento y su patrón de vigilancia — Por lo menos quince tangos confirmados, armamento de baja potencia —.
Entrar a los tiros no era una opción, eso pondría en alto riesgo al rehén, por suerte para ella, las viudas casi nunca entraban a los tiros — Busca la ruta menos protegida, contrastemos el lugar sobre el plano y encontremos una forma de llegar ahí — se toman su tiempo para revisar como los guardias cambiaban de turno cada pocos minutos, alcanza a ver como los guardias están bien armados, subfusiles e incluso un tipo con una escopeta, armamento fácil de conseguir, claro que nada sobresaliente en comparación a lo que ellas estaban acostumbradas pero era algo poco habitual para tratarse de miembros de vigilancia para una simple omega civil.
Definen la siguiente parte de su plan:
- Romper cadenas: una parte sensible en ese tipo de operaciones, más cuando se está en gran desventaja numérica y armamentística, pero un trabajo ideal para las viudas negras. Llegar a donde se tiene retenido al rehén, eliminar cualquier tipo de resistencia y confirmar el estado del rehén. Utilizaran una ruta de mantenimiento cercana que se extiende por gran parte del centro comercial, un espacio estrecho, repleto de tuberías y de más porquerías que dificultarían el escapar en caso de que algo saliera mal. Era el lugar ideal para acercarse, la salida del mismo pasillo les dejaría a penas unos pasos del almacén, según la observación que habían realizado apenas había fuerzas que les impidieran pasar, tres mafiosos no eran ninguna amenaza para las dos.
Sonya había destruido el sistema de cámaras no sin antes haber recuperado toda la información que pudiera de la computadora, nunca se sabe cuándo se tendrán que cubrir las espaldas y la experiencia les dice que la información es mejor que cualquier chaleco antibalas. Un pequeño cachivache de los que le encanta a la omega es dejado, un inhibidor de señal, solo por si acaso, para que a los deportistas les resultara más difícil pedir refuerzos en caso de que la situación se volviera caliente.
Avanzan atentas a cada mínimo movimiento, revisando en el mapa electrónico que estuvieran por buen camino, el momento de acción esta cerca, pueden sentirlo en los huesos. La salida esta a la vista, alguien les hizo el favor de arrancar la puerta entregándoles una vista perfecta del pasillo donde, hasta el final, ignorantes de la amenaza que les aguarda, los dos guardias hablan entre ellos.
En un segundo analizan el terreno, revisan que sus armas estén listas y hacen lo que mejor saben hacer. Dos cuchillos vuelan por el aire rompiendo el silencio con un corto silbido que muere junto a los dos guardias que no alcanzan a saber que ha pasado cuando la vida se les escapa por la garganta abierta.
Se apresuran para llegar a los cuerpos, confirmar las bajas, rebuscan en los bolsillos en búsqueda de algo útil, como las llaves que Yelena captura y esconderlos lo mejor posible dadas las circunstancias. Con cautela comprueban si hay algún bloqueo en la puerta, nada, ni siquiera un pestillo o seguro mecánico. Toman sus posiciones a cada lado de la puerta, confirman que están preparadas para hacer una irrupción de bajo perfil. Sonya abre la puerta cortando el pastel inicial, sin encontrar algún enemigo a corto alcance, Yelena entra tras ella, perdiéndose en las sombras por la izquierda.
La luz en el centro de la sala se siente como una fogata en medio de la tundra siberiana, hay algo primitivo moviéndose en su interior que le exige acercarse más, olvidar el entrenamiento, ignorar el peligro potencial e ir corriendo a atrapar esa presencia bajo la luz de las lámparas. Lucha contra su instinto, le grita a su alfa inquieto que vuelva a tomar su lugar calladito en el fondo de su mente. Barren la sala ocupándose cada una de un lado, Limpian cada pasillo artificial creado por las cajas hasta que por fin, su objetivo, aparece.
Una chica en una silla con las manos tras la espalda, lo cual indicaba que lo más probable es que las tuviera amarradas con cinchos, tiene la cabeza gacha, haciendo que desde su lugar no le pudieran ver el rostro, pero no es que lo necesitaran, aun tenía la ropa con la que había llegado al aeropuerto de New York tras las olimpiadas. Con su cuerpo vuelto loco la alfa da el primer paso para acercarse, liberar a la omega, ver que estuviera bien, sacarla de ahí, pero el sonido de unas llaves abriendo una cerradura le hace volver a su escondite, esperando el momento perfecto para actuar y sin despegar la mirada de su objetivo.
Entran tres sujetos, el primero de apariencia escuálida lleva entre sus manos una bolsa de algún supermercado, a sus lados dos tipos armados solo con pistolas, nada que no pudieran manejar en caso de que las cosas se pusieran delicadas, ambas viudas ya tenían un blanco seleccionado. Parece que el ruido fue suficiente para despertarla a la secuestrada, quien con un movimiento se quita el cabello de la cara, aun negándose a que Yelena la alcanzara a ver bien.
— ¡Eddy, mi amigo! — su voz resuena por el almacén con un tono rasposo, quizás por demasiado gritar, quizás por no haber bebido agua durante mucho tiempo — ¿Qué tenemos en el menú de hoy? ¿pan rancio o quizás pan rancio? La verdad tengo muchas ganas de más pan rancio — su tono se fue modificando, pasando de una cordialidad amistosa hasta un tono lleno de enojo.
— Yo…si, es eso — observa a los otros dos sin disimular mucho —. Lo siento — apenas un susurro.
Hace lo mejor posible para encogerse de hombros, quitándole hierro al asunto — Tranquilo Eddy, ya me estoy comenzando a acostumbrar. Oh, disculpen mis modales, creo que no nos conocemos, soy Kate Bishop, su secuestrada favorita, te daría la mano, pero — hizo el gesto de mover las manos tras su espalda, señalando que no podía moverse con libertad, aunque algo en la forma del contoneo le hizo sospechar a Yelena que había truco oculto.
— Claro que te conocemos, Katherine Elizabeth Bishop — las viudas identifican un acento especial propio de Europa del este.
Un escalofrió recorre a la secuestrada — Diablos ¿qué manía tienen con llamarme así? Enserio Bob, controla a tu chico, tengamos un mínimo de respeto entre nosotros ¿okey? — él secuestrador esta por reclamar, pero ella se adelanta — Se que ese no es tu nombre pero no me lo dirás si te pregunto, así que para mí serás Bob —.
Intenta decir algo más pero un golpe a la mejilla le hace callar — Hablas demasiado, omega — la chica sacude un poco su cabeza, tratando de quitarse su estado de asombro momentáneo —. Claro que te conocemos, te conocemos a la perfección, pero hay alguien que se esta olvidando de ti — extiende la mano para pedirle algo a su compañero, recibiendo un cuchillo de combate en la mano —. Quizás debemos darle algo para que te recuerde —.
Juega con el arma, haciendo que el mismo reluciera ante la luz artificial — En posición, sestra — susurra Sonya por su radio.
— Atenta y a mi señal — dejarían que se dilatara un poco la situación, quizás encontrarían algo interesante. De uno de sus bolsillos, de los tantos que tenía su traje, saco una pequeña grabadora de alto rango — Grabación iniciada — le informa de sus planes a su compañera, algo interesante podrían conseguir.
— Nos cansamos de ser pacientes, así que dime — el cuchillo se vuelve a mover, acercándose demasiado al rostro de la omega — ¿si le mandamos uno de tus ojos, tu madre se acordara de ti? —.
Lo normal en estos casos es escuchar gritos, suplicas y prometer tanto dinero como se podría recaudar con tal de salvarse el pellejo — Le podrías mandar mi cabeza y ni así te daría lo que quieres — pero por lo visto, la chica no era alguien convencional —. Y para tu mala suerte, resulta que necesito mis ojos para seguir compitiendo, así que temo decirte que te quedaras con las manos vacías —.
El tipo comienza a reír, golpea a su compañero para que le haga segunda, tan fuerte que pareciera estar en un muy buen monologo de stand up — Eres muy graciosa, omega — se quita una lagrima de sus ojos — ¿cómo vas a evitar que haga contigo lo que quiera? ¿se te olvida el pequeño detalla de que estas…? —.
Un movimiento dramático, sus brazos van al frente, para las viudas, el movimiento resulto similar a la de un braceo propio de la natación. Muestra sus muñecas a los secuestradores, demostrando que no había nada que le retuviera — ¡Ta-da! — no salen de su asombro cuando Kate demuestra no ser una charlatana. Lanza una patada precisa a la entrepierna de uno, tan fuerte que hace que el tipo se doble vomitando por el dolor, toma de la muñeca al otro para soltarle un puñetazo certero a la quijada haciéndolo tambalear, indispuesta a darle una oportunidad de contratacar le golpea a la articulación del codo, un crujido llega antes de algún grito, soltando el cuchillo por el dolor — Deben contratar a personas que sepan hacer un puto nudo — ya de pie vuelve a patear a la cara, noqueándolo.
Bob alcanza a recuperarse, pasándole un brazo por el cuello, trata de asfixiarla con todas sus fuerzas hasta que un cuchillo se entierra en su rodilla, el grito es tan fuerte que debió ser suficiente para alertar a media ciudad, pero por si acaso alcanza a pronunciar — ¡Guardias, ayuda! — las últimas palabras del buen Bob por un rato pues el rodillazo a su cara lo deja noqueado.
Mientras intentaba recuperar la respiración la puerta se abre de golpe, entran varios tipos con armas en mano, ese hubiera sido el fin de cualquiera, sino fuera porque tenía dos ángeles guardianes en forma de viudas negras — ¡ogon' po zhelaniyu! — cinco entraron, seis disparos salidos de la nada, cinco mafiosos muertos.
Kate salta del susto que le provocaron las repentinas detonaciones, sale pronto de su estado de conmoción, su visión periférica es un gran aliado, le advierte de una figura escondida a su izquierda. Reacciona por instinto, toma el cuchillo por el filo sin importarle la sangre que mancharía sus manos y lo lanza a donde ve a la irreconocible figura.
No sabe sí sentirse sorprendida por la precisión con la que fue lanzado, si no se fuera por su entrenamiento le hubiera impactado de lleno en el pecho. No sabe si sentirse sorprendida por la fuerza con la que fue lanzado, el cuchillo se había clavado en la pared hasta casi la mitad, lo cual necesitaba de un muy buen brazo. Tampoco sabe si debe sentirse enojada porque a quien venía a salvar casi la había matado.
— ¡Katherine Bishop! — parece que eso la sorprende — ¿Así le agradeces a quien te intenta rescatar? —.
Yelena sale de la oscuridad con las manos en alto, sabiendo que si la chica intenta algo Sonya intervendría. Con el corazón desbordado Yelena por fin puede ver a los ojos a esa omega tan enigmática que le hizo salir de sus vacaciones sin decirle ni una sola palabra.
— Es hermosa — es lo primero que puede pensar. Su pulso se vuelve a acelerar cuando encuentra su mirada, esos ojos grandes de un azul que le lleva de vuelta a los estanques de Ohio y que brillan con el recuerdo de un ciervo — Es hermosa — confirma su alfa saliendo de ese agujero donde su entrenamiento obligatorio le enseño por las malas a estar. Ve movimiento tras la omega, alguien corriendo, recuerda entonces donde están — ¡Cuidar, proteger, salvar! — como un mantra las exigencias de su alfa le perforan los tímpanos.
Levanta su arma, lista para eliminar a cualquier infeliz que había secuestrado a la omega. Cuando la mira cuadra al pecho del tipo y su gatillo esta por activar el arma, su omega se interpone en la trayectoria, haciendo que casi tire el arma al suelo — ¡NO! — el grito estuvo cerca de imitar la potencia con la que un alfa utiliza su voz de mando.
— Hazte a un lado, Katherine Bishop — advierte. A la distancia Sonya sale a intentar interceptar al fugitivo, Kate vuelve a demostrar tener una gran visión periférica y una puntería aún mejor, lanzando el arma que uno de los secuestradores dejo caer durante la pequeña pelea, deteniendo a la otra viuda negra.
Se apresura a llegar a donde el pobre muchacho — Eddy, tranquilo, estoy aquí, quédate detrás de mí —.
Ve la determinación en esos ojos azules, la furia con la que miraba a quienes creía eran nuevas amenazas — Hazte a un lado, Katherine, no lo volveré a decir — la otra viuda se apura en tomar una ruta alterna para emboscar a la omega secuestrada—. No podemos dejar que alguien escape —.
— ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? — son las preguntas que más le importan.
— Vengo a sacarte de aquí — y parece que eso la pone más alerta —. Tu madre me ha contratado para rescatarte — eso fue una gran sorpresa, tanto que pierde su guardia alta, lo cual es aprovechado por la otra viuda negra, quien la atrapa e inmoviliza por los brazos. Viéndose sin la protección de la omega, el chico saca un arma de su cinturón, apuntando con manos temblorosas a la rubia — Sika —.
Esta lista para disparar — ¡Su nombre es Edward Brock! — no tuvo que haber sido suficiente para hacer que la alfa se detuviera, nunca le había molestado matar gente de la cual conocía el nombre, pero hay algo en la voz de la omega que no sabe explicar — ¡Su madre tiene leucemia! — una primera vacilación, haciendo que su mira pase del corazón al abdomen — El seguro les negó la cobertura, ha intentado todo para juntar el dinero — se sacude con todas sus fuerzas, golpea a la viuda que la sujeta sin conseguir que la soltaran incluso cuando le intento morder el brazo con el que le retenía —. Nadie lo ha querido contratar, estos idiotas fueron lo único que pudo encontrar. Es solo un mensajero, no le ha hecho daño a nadie, por favor, por favor, no lo hagas — hay algo en la desesperación de su voz que le hace recordar el horrible momento donde la llevaron de vuelta a la habitación roja — ¡Te lo juro, no ha hecho nada malo, por favor! —.
Le asombra esa desesperación con la que habla, como si estuviera suplicando por su propia vida — Baja el arma, niño — le ordena en contra de su juicio, todo sea con tal no escuchar ese tono tan asustado de vuelta. El chico obedece sin dudarlo, volviendo a levantar las manos en cuento la pistola toca el suelo —. Bien — ella baja la suya y Sonya suelta a la chica—. No te puedes ir limpio o pensaran que eres un soplón y créeme, preferirías que te hubiera matado —.
Carga sus mordeduras y justo antes de que fueran disparadas, interrumpe — ¡Espera, espera! — gruñe por la repentina interrupción — Kate, tus cosas están aquí, detrás del caballo. Buena suerte y gracias —.
— Lo mismo digo Eddy, recuerda lo que te dije, ellos te ayudaran —.
El sonido de la electricidad corriendo precede al golpe del cuerpo del muchacho contra el suelo, por fin la situación se tranquiliza, quiere tomarse su tiempo para revisar a la omega, comprobar si ese golpe que le dio el orangután calvo hizo más daño del visible, es una exigencia de su alfa. Desea presentarse en condiciones, establecer un vínculo básico es fundamental en las misiones de rescate para que el rehén pueda confiar en el rescate, además que deseaba ver un poco más esos ojos azules de cierva.
La detonación del arma de su compañera tres veces le regresa de vuelta a la realidad — ¡A menos que quieran hacer más trabajo de reinserción social debemos largarnos ya! —.
Había llegado el momento del último paso de este tipo de operaciones, sin duda, el más difícil:
- Correr y vivir: salir del lugar con malos pisándote los talones y un civil indefenso ¿qué podía salir bien?
Corrían por el centro comercial, resulta que ese lugar estaba a rebosar de chándales muy enojados y bien armados, no era descabellado pensar que no se trataba de un simple piso franco, el nivel de seguridad era más acorde con una base principal. Llevaban más tiempo del esperado dando vueltas entre los pasillos pues los tipos estaban bien coordinados, tanto para no depender de las cámaras para tenerlas bien ubicadas en cada momento.
— ¿Dónde mierda esta la policía cuando se le necesita? — por fin un momento de paz, escondidas en un quiosco de comida en la esquina opuesta a por donde podían salir para escapar rápido — ¿Cuántas? —
Sonya revisa sus cartucheras antes de comprobar el cargador de su arma — Tres y media a uso ¿qué tal tu? —.
— Dos y una a uso — le informa mientras revisa por la cortina del local para ver a la nueva patrulla que pasaba cerca —. Mierda, no dejan de aparecer ¿Cuánta gente tienen aquí? —.
— Es su cuartel de la zona sur de New York, así que deben ser unos cuantos — por fin Kate se anima a hablar compartiendo la información que tenía.
— Solo faltan unos metros más — informa Sony revisando el mapa una vez más —. Si seguimos por aquí tendremos nuestra salida limpia — van con cuidado moviéndose entre sombras con el rehén entre ellas, al asomarse con precaución por la esquina la omega se da cuenta que ya las esperan unos cuantos mafiosos —. Siete tangos al frente —.
Muchos más que los que habían encontrado hasta ese momento — Escucha Katherine Bishop, quédate escondida en ese quiosco — señala el pequeño local de conveniencia al lado de un caballo mecánico —. Nosotros te avisaremos cuando… — el caballo mecánico, deja de escuchar lo que sea que le estuvieran diciendo, sus ojos observan la caja rectangular a un lado del mismo, donde debía estar su arco, con su carcaj, esperaba que no lo hubieran roto, ni que lo hubieran rallado, no tenía mucho que lo había mandado a pintar, sería un fastidio tener que un acabado tan hermoso se arruinara por culpa de — ¿Entendiste? —.
— Sí, sí, claro, no salgo hasta que ustedes lo digan — no tenía ni idea, pero parecía que su respuesta fue suficiente. Espera a que le indiquen y avanza hasta el lugar donde debería esconderse. Se toma un momento viendo como las dos agentes se adentran por el pasillo, justo cuando comienzan a llover tiros, en cuanto salen de su rango visual se concentra en la importante.
Rompe el patético candado con el que intentaron retener a su compañero. Deja escapar un gran suspiro cuando aparece, tan perfecto, tan pacifico; hace una revisión de rutina, la cuerda seguía tensa, aunque quizás debería cambiarla el mes siguiente, las olimpiadas habían sido demasiado exigente, una encerada no le vendría mal y debería revisar que la estructura no estuviera dañada por soportar la tensión de la cuerda durante tanto tiempo sin uso. Un grito a la distancia le recuerda el lugar donde esta, lo que debe hacer. Toma las siete flechas, ajusta las puntas y las guarda en el carcaj mismo que ajustaría a su espalda, quedando preparada para dar la mejor pelea que pudiera dar.
Yelena sale volando, resulta que los incompetentes mafiosos tenían tecnología extraña, no tuvo la oportunidad de revisar si eran armas chitauri o si era tecnología Stark, estaba demasiado ocupada siendo lanzada por el aire gracias a una mierda de ondas. Con sus oídos zumbando se da cuenta que perdió su arma, intenta buscarla, pero su atención cae en Sonya, su compañero igual de desorientada, tratando de luchar contra el tipo con el arma extraña, el mismo que la sujeta del cuello, comenzando a asfixiarla, trata de levantarse, pero otro mafioso aparece frente a sus ojos. El tipo intenta ahorcándola con el rifle que llevaba, la alfa pone las manos para empujar, tiene más fuerza de lo que pensaba o quizás la contusión cerebral que le había causado el arma le debilito más de lo esperado. Sigue forcejeando, no necesita ganar la pulsada, solo angular lo suficiente para utilizar su picadura — Solo un poco más — se dice. Debe actuar rápido, Sonya la necesita —. Solo un poco más — el tipo tiene mucha más fuerza al no tener una contusión cerebral en proceso y un mejor ángulo. Cuando por primera cree que quizás no gane, que patética forma de morir, el zumbido de una flecha rompiendo el aire le hace reaccionar.
El proyectil le atraviesa el hombro al tipo, dándole la oportunidad dorada a Yelena, dos golpes perfectos para quitárselo de encima, recuperar el aliento y más importante aun, ver a su omega al otro lado de la sala quien con su arco en manos, pone otra flecha y dispara, dándole de lleno a otro mafioso que iba a ayudar a su compañero caído — ¡Hey rubia despierta que tenemos problemas! — cambia de posición, obteniendo una perfecta vista del pasillo y de la sexy morena luchando por poder respirar. Es rápida en pensar, viendo los obstáculos, calculando el ángulo y la fuerza necesaria. Un tiro complicado, si le erra por una pulgada terminaría en el cuello de su salvadora o perdida en el fondo, lo cual podría ser incluso peor, tenía que dar la flecha en un espacio muy pequeño, a la articulación para conseguir que soltaran a la chica — Blanco chico fallo chico — se recuerda antes de soltar la cuerda, dejando que la flecha siguiera su rumbo.
Un tiro magnifico, en cuanto la punta paso la carne Sonya consiguió volver a respirar, tiempo suficiente para sacar un cuchillo y apuñalar al tipo hasta dejarlo hecho un colador sangriento en el suelo. Yelena observo todo con la boca abierta, sin poder evitar detallarle hasta el último de sus cabellos, la alfa no se consideraba una persona fácil de sorprender, pero joder, Katherine Bishop había conseguido apantallarla — Momento de irnos — solo consigue salir de su estado de, digamos, shock, cuando su alfa se encarga de recordarle el peligro que vivían, ordenándole poner a salvo a su omega.
Siguen corriendo, pero no parecen dos personas escapando de una muerte inevitable, Kate y Yelena parecían más bien danzar entre golpes, coberturas, disparos y flechas; era simple y sencillamente perfecto, un enlace sin igual donde cada una sabía cuándo la otra necesitaba recargar (tomar una flecha ya usada en el caso de la omega), respirar para continuar atacando, cuando cubrirse o cuando atacar. Ese nivel de coordinación no lo había sentido ni siquiera cuando trabajaba con su hermana.
Escapan del lugar por los pelos, menos mal que nadie se robó las ruedas del auto de fuga que habían dejado listo para cuando salieran. Asegurada al rehén las viudas comienzan a manejar por las rutas más abandonadas de New York no sin antes dejarle a la mafia deportiva un último regalo en forma de explosión en el sistema de gas que destruiría la zona de la entrada al lugar — Como en Budapest — le recuerda su memoria, aunque esperaba no haber pasado por alto algo que en el futuro le amargara sus días como si lo hizo en aquella misión.
— ¡Fue increíble! — ya podían considerarse a salvo tras dar muchas vueltas por la ciudad, escondiéndose entre el trafico y lugares abandonados — ¡Es lo más divertido que he hecho en mi vida! —.
Yelena observa a la chica por el retrovisor, viendo esos ojos azules brillando como una tienda de focos, tampoco parecía ser capaz de quedarse quieta, daba pequeños brincos en su asiento, incluso llegaba a temblar como si se estuviera congelando. La combinación de desorden, hiperactividad, junto a una reacción poco habitual a la de la mayoría de rehenes que había rescatado en su vida, casi le saca una sonrisa a la alfa, casi.
— Y que lo digas, Kate, tienes muy buena puntería — es la otra omega quien se anima a continuar con la plática —. Creo que te debo una — se pasa la mano por el cuello donde los indicios de moretones comenzaban a aparecer — y para que lo sepas siempre pago todas mis deudas —.
Se encoge de hombros — No es nada, hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar — ambas viudas saben que eso es una gran mentira, muy pocas personas lo hubieran hecho incluso si hubieran tenido las habilidades, porque cunado el peligro se acerca muchos prefieren salvarse el pellejo —. Solo dime tu nombre y estamos tablas, porque es un poco extraño que sepan el mío y yo no sepa el suyo, a menos que quieras que te llame agente caliente uno y agente caliente dos —.
Una carcajada áspera por la omega — Está claro que yo sería agente uno, mi encanto es superior ¿verdad compañera dos? — se concentra en la calle a pesar de estar en un semáforo en rojo, todo con tal de no reaccionar, apretando el volante con más fuerza de la necesaria — Soy Sonya, solo Sonya —.
— Todo un placer, solo Sonya — extendió la mano para un apretón con cuidado de no molestar a la conductora —. Kate Bishop, para lo que necesite y pueda hacer —.
— Gracias, ya me di cuenta de lo eficaz que eres. La amargada enana aquí a mi lado es Yelena — un ligero volantazo que hizo que la viuda se golpeara contra el cristal — ¡Sika! Por eso es que yo quería manejar —.
Consigue su objetivo, hacerlas callar solo un instante, tiempo suficiente para que ella pudiera tomar la palabra — ¿Cómo te encuentras Kate Bishop? ¿necesitas una revisión médica? —.
Unos movimientos exagerados en piernas y brazos — La última vez que revise todos los huesos estaban bien — quiere estirar su espalda, pero hay algo que le hace cerrar los ojos y detenerse —. Bueno, ignorando mi pobre espalda, una herida de mi primera competencia de gimnasia — Yelena repasa el expediente de la omega, ese que había aprendido de memoria, donde sabía que no existía registro alguno de una lesión de espalda.
— Podríamos hacer que te revisen, tardaría un rato, pero podría descartar alguna lesión nueva —.
— No hay cuidado, se identificar a una vieja amiga cuando la siento, además, ya se encargarán de ello en la comisaria…a menos que haya sido mentira eso de que venían a salvarme —.
— Temo decirte que no habrá comisaria de por medio — ve como la mano de la omega se acerca al seguro de la puerta, quizás lista para saltar y correr —. Fuimos contratada específicamente por tu madre para rescatarte y llevarte con ella —.
Y por primera vez parece que algo comienza a superar su entrenamiento pues la nariz de ambas viudas se mueve de forma instintiva, en el caso de la alfa, el aroma amargo le resulta tan desagradable como la fruta podrida o quizás más bien como la gasolina — Oh…ya veo — su voz convertida en un susurro sin rastro alguno de esa energía apabullante que acababan de ver —. Eso…claro, entiendo — intenta hacerse pequeña en su asiento, abrazando sus piernas contra su pecho, descansando la mejilla contra la rodilla, los ojos azules parecen empañarse por una capa brumosa de algo que deseaba no conocer.
El estado de Kate se lleva toda su atención, tanto que Sonya necesita corregir el rumbo del volante para no terminar en la banqueta. Llega a hacer algo tan impropio de ella como olfatear sin reparo ese aroma es desagradable, tanto que su estómago le duele, su alfa le advierte casi con un aullido que ese es el aroma del miedo de su omega.
5
Kate Bishop tiene miedo. Eso podría tener sentido para cualquier persona, al fin de cuentas acababa de salir de una experiencia traumática que afectaría hasta al civil más valiente, incluso personas entrenadas como militares o policías llegan a sentir miedo cuando pasaban por ese tipo de situaciones. Pero eso no le hacía sentido, durante el escape, no había detectado ninguna muestra del mismo, algo que no es que fuera imposible pues varios omegas aprendían por las malas a mantener oculto su aroma a toda hora para evitar ser vistos por alfas incapaces de comportarse en sociedad. Esa idea tampoco es buena, no le gusta pensar en que algo así le hubiera pasado a la omega, algo tan malo que le obligara a esconder una parte tan fundamental de su personalidad.
Ambas estaban subiendo por el elevador del penthouse de la familia Bishop, el guardia no hizo ni una pregunta quizás porque frente el apareció una rusa conocida por media ciudad debido a la batalla de New York o quizás porque apareció su inquilina favorita, en realidad no importaba. Kate no había dicho una palabra desde la revelación a medio camino, el cambio tan repentino seguía siendo el motivo de su propio silencio, tratando de encontrar una respuesta que no le hiciera sentir mal.
— Quizás sea porque sabe que pronto estará con su madre — era la opción más lógica, que se sintiera a salvo con ella, que sintiera que podía ser vulnerable y por tanto dejaba de fingir no estar asustada, si, eso era lo más factible.
Estaban ya en el piso de la familia, a pocos metros de la puerta y era evidente que la chica estaba caminando tan despacio como le era posible, retardando, aunque fuera unos segundos más el inevitable encuentro. La omega parecía haber cambiado en su totalidad, su postura más recta y Yelena no puede evitar preguntarse si eso no le lastimaba por la lesión que había mencionado. Su mirada estaba fija en el suelo, como si sus propios zapatos fueran la cosa más interesante del mundo. Yelena quiere preguntar, quiere asegurarse de que todo este bien, tratar de preguntar que hay en esa casa tan lujosa que le pone tan nerviosa, pero no lo hace, porque su trabajo es llevar a la chica, recibir su pago y entonces, quizás, conseguir una forma de contactar con la omega.
Llama al timbre en la combinación que le había informado a su jefa temporal por mensaje, se escucha con claridad pasos del otro lado, siente como la omega se esconde tras su espalda como no lo hizo cuando estaban peleando contra los mafiosos. Kate Bishop es una persona valiente, de eso no tiene duda — Espero que sea por algo bueno — la puerta comienza a abrirse, la voz de Eleonor se apodera del pasillo —. No me gusta esto de recibir información sin una notificación previa — Kate Bishop es una persona valiente, se dio cuenta de ello cuando encaro a tres mafiosos sola aun cuando uno de ellos le amenazaba con un cuchillo en la cara, es por eso que se sorprende mucho cuando siente a la omega temblar ante la vista de su madre —. Entren, ahora — y hay muchos cambios en un segundo, Eleonor pasa de su general mirada de cansancio a una de sorpresa solo para volverse una mueca de enojo antes de volver a una teórica neutralidad.
El lugar es cuanto menos hermoso, deslumbrante y con una apariencia que le hacía recordar lo estúpidamente rica que era esa familia. Se toma un segundo antes de acompañar a las dos pues un cuadro le llama la atención, una pintura de oleo donde se podía ver a la señora Bishop, una versión más joven, sonriente mientras llevaba a una pequeña cachorra en brazos, ambas eran abrazadas por un señor que no conocía, pero era fácil asumir que se trataba del padre de la omega. El cuadro de una hermosa familia feliz.
Cuando ve de nuevo a Kate, quien seguía con la mirada al suelo frente a su madre, está lista para dar su reporte de misión, explicar todos los pormenores del rescate, felicitar a la alfa por haber criado a una chica tan valiente, asegurar la integridad de la chica y preguntar por su pago; pero todo su monologo se apaga cuando ve una mano levantarse en cámara lenta, a la omega cerrar los ojos y el sonido de una cachetada provoca que sus propios oídos comiencen a zumbar.
Yelena es consciente de su propio entrenamiento, siempre lo ha estado y siempre lo estará. Una parte muy importante que enseña la habitación roja, una de las principales reglas que toda viuda debe seguir si quiere sobrevivir un día más en el infierno es a controlar sus reacciones. Mirar mal a un soldado podía suponer un castigo físico que…era mejor ni recordar los que ella misma sufrió, mover de más los ojos cuando a una compañera la castigaban podía hacerte ganar el mismo trato o provocar que las obligaran a pelear hasta la muerte. Incluso en eso Yelena fue sobresaliente, recuerda como le elogiaron por su indiferencia, que en realidad solo era su instinto de autopreservación, ante los asesinatos de compañeras frente a sus ojos. Su temple es tan perfecto que incluso podría ver como asesinan a su hermana frente a ella y no movería ni un dedo si eso significaba terminar la misión, Yelena lo sabe, debe agradecerle a Wanda Maximoff por esa pesadilla que le hizo darse cuenta de lo bien entrenado que esta su temple.
Es por su entrañamiento, por todas las veces que lo ha llevado a la práctica y por las situaciones de estrés inhumano que ha soportado a lo largo de su vida, que Yelena se sorprende cuando, tras la cachetada que recibe Kate, se da cuenta que ya tiene su arma en la mano, lista para dispararle a Eleonor, apuntando justo al cuello de la maldita mujer que se atrevió a golpear a su hija recién rescatada, un tiro que le dolería mucho, que le dejaría una muerte dolorosa pues se ahogaría con su propia sangre, un castigo más que bien merecido. Su sorpresa aumenta más cuando se da cuenta lo mucho que le cuesta regresar su pistola a la cartuchera, era como si hasta la última de sus células le ordenara seguir apuntando, estar preparada para defender a su omega, estar lista para soltar las dieciséis rondas de su arma si vuelven a tocarle un cabello. Pero la termina guardando solo para evitar más problemas, pues por horrible que fuera el espectáculo, no creía que a su omega le agradara ver como su madre muere delante suya.
— ¡No puedes ser tan estúpida Katherine! — el gritó es aun peor que el golpe a su opinión, la sala comienza a llenar del olor a alfa enojada, una combinación que le hace querer vomitar, que le trae recuerdos de la habitación roja — ¡¿Cómo dejaste que esto pasara?! —
— ¡Mamá, pero yo no qui…! —.
— ¡Silencio! — identificar una voz de mando no es difícil, el tono rasposo y grave junto con la explosión de feromonas son imposibles de pasar por alto, siempre es algo doloroso de ver, pero esta tiene algo especial que hace a Yelena querer sacar sus colmillos y saltarle a la yugular. Quizás es la forma en la que los movimientos de la omega se detienen de golpe, quizás sea por la forma mecánica en la que cayó de rodillas a un lado de su madre, como si fuera un perro entrenado — No sabes ¿todas las preguntas que tuve que contestar? ¿toda la vergüenza por la que me hiciste pasar? — una de esas manos huesudas se aferra a la mandíbula de la chica con tanta fuerza que sin duda dejara otro moretón —¡Somos una empresa de seguridad, esto es un ridículo inaceptable Katherine! — Yelena quiere intervenir, en verdad lo quiere, desea hacer cualquier cosa para detener la horrible actuación que estaba viendo frente a ella, de corazón quería hacerlo, pero no encontraba una forma de intervenir sin que ello terminara con alguien muerto. Parece que la mujer se toma un momento para respirar, tratando de tranquilizarse al recordar la existencia de otra persona —. Acompáñame, Yelena, quiero escuchar tu informe, por favor, hablemos en un lugar más agradable — y vuelve a ver a su hija como si quisiera dejarle caer otro golpe o como si fuera la peor cosa que ha existido —. Quieta, omega —.
Ve como tiembla, pero no dice nada, ni levanta la mirada, pareciera que ni pudiera respirar y es imposible para Yelena no compararla con el Alexei bueno (el cerdo), ese que casi moría asfixiado por orden de Melina. Sacude la cabeza con tanta fuerza que se lastima el cuello pues se niega a comparar a una chica tan valiente como Kate Bishop con un cerdo mentalmente controlado.
Se obliga a caminar, pasando a un lado de la omega sin mirarla pues si lo hacía iba a terminar por perder la cabeza y arruinar la posibilidad de hacer algo que le pudiera ayudar. Su alfa solloza al ni siquiera poder decirle unas palabras que le sirvieran de consuelo, pero ya tendría tiempo para eso.
— No puedo hacer más que imaginar el sinfín de problemas que mi hija te ha de haber provocado durante tu trabajo — sin duda esa no era la forma en la que esperaba que la conversación arrancara —. Ser una molestia parece estar en su sangre — rebusca algo en una gaveta de la que termina sacando dos copas y una botella de vino de la nevera —.
— El trabajo fue realizado con la excelencia que me caracteriza — su tono tranquilo es un opuesto total a lo que siente —. Lo que si debo mencionar es que quizás sea prudente que revise el estado de sus relaciones sociopolíticas con según que grupos de dudosa legalidad —.
Parece que eso capta la atención del alfa. Comienza a llenar una copa, hace la cortesía a Yelena, quien no lo duda y acepta el trago — La mafia deportiva — claro que no es una pregunta, parecía que esa era una respuesta natural de las cosas —. Debí suponer que no eran personas de palabra — con una técnica muy poco elegante se pasa la mitad de su copa —. Deberé revisar nuestro acuerdo — parece que eso le duele y pesa más que saber quiénes tuvieron a su hija secuestrada —. Tendremos que mejorar la seguridad, es claro que esa niña no puede ir sola por la calle —.
Nadie le había dejado una asistencia tan clara y fácil de marcar en toda su vida, era su gran momento para hacer su jugada — Kate Bishop es alguien muy capaz, lo demostró durante el rescate, necesitaría de alguien que por lo menos equipare sus condiciones — le parece la oportunidad perfecta para dar su primer trago al vino, un acto de mero faranduleo — y no debe olvidar que la persona a la que contrate debe ser muy discreto, porque no creo que sea de su interés que alguien sepa el tipo de…espectáculo que tiene con su hija ¿verdad? —.
— Hablemos de alfa a alfa, señorita Belova. Ambas somos conscientes de las particularidades con las que cuentan su género, lo que les vuelve impulsivas, poco fiables en muchas situaciones, como su imperante necesidad de demostrar su valía, lo que es aun más grave en el caso de mi hija. Nuestro deber como alfas es mantenerlas en el camino y no dejar que sean muy ¿Cómo decirlo? Ruidosas y para eso, a veces, debemos utilizar métodos más clásicos, estoy segura que me entiendes —.
No. Claro que no la entendía, ni en lo más mínimo, más bien, le parecía una barbaridad lo que estaba escuchando, pero era una espía, fingir estar en sintonía con idiotas era parte de su trabajo — Claro — pero tampoco iba a dilatar mucho más esa conversación —. Sabe señora Bishop, creo que conozco a alguien que cumple con sus necesidades tanto de discreción como de cualificación — le da otro buen trago a la copa, no estaba mal, aunque seguiría siendo por siempre más aficionada al vodka —. Yo misma. No encontrara a nadie mejor que yo por la cómoda cantidad de cuarenta mil netos al mes ¿qué dice, Eleonor Bishop, tenemos un trato? —.
— Le exigiré su atención completa en el tiempo que este contratada, informes cada dos semanas y un contrato de confidencialidad muy riguroso — esas advertencias no le generan nada, pues una posible demanda no era nada comparado a tener un rifle apuntándole la cabeza. La rubia extiende la mano, queriendo dejar cerrado un preacuerdo no formal — ¿Cuándo puedes comenzar? —.
— En cuento tenga el resto de mi pago por este trabajo — Eleonor rebusca dentro del bolsillo del abrigo que llevaba, uno demasiado fino para ser ropa de casa, extiende un cheque ya firmado con el logotipo de su empresa, extendiéndolo en la mesa para que Yelena lo pudiera tomar —. Señora Bishop, ha contratado a una de las mejores guardaespaldas que puede encontrar en el mercado legal —.
Cierran el trato con el apretón de manos, ya luego tendrían tiempo de firmar el papeleo, lo que era en verdad importante es que Yelena iba a estar cerca de la omega para que nadie la volviera a lastimar, nadie iba a volver a ponerle un dedo encima a su omega y esa era una promesa.
Chapter 2: No hay paciencia en America
Summary:
El primer día de Yelena en su nuevo trabajo, Kate demostrando ser una cabeza dura, Eleonor siendo una maldita y una compañera peluda.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Fanny es, sin duda, una de las mejores cosas que le habían pasado en la vida, solo por detrás de haber descubierto los macarrones con queso instantáneos con salsa picante y delante por mucha diferencia de haber escapado junto a su hermana de la habitación roja. La Akita era adorable, una criatura tan curiosa y con tanta energía que seguro podía darle corriente a la batería de un auto si pudiera canalizar esa energía — Es como tú, incluso en lo enana — fue el comentario irrespetuoso, inapropiado, carente de códigos y desalmado que había soltado la maleducada de Natasha cuando Yelena presento a la adorable perrita.
— ¡No es pequeña, solo tiene las patas cortas! — fue lo primero que pudo decir para defender el honor de su compañera, quien no se vio muy agradecida con su defensa — Y por si no lo sabes, Fanny es una cachorra bastante grande para el estándar de su raza —.
— ¿Fanny? — por fin encontraron un tema de conversación que no involucrara atacar la integridad física y la autoestima de la pobre perrita que no había hecho más que poner su mejor cara para conocer a otro miembro de su nueva familia y quizás, solo quizás, tratar de morderle la mano a la pelirroja cuando esta le acaricio la cabeza sin permiso.
— Mason no es la persona discreta que tu piensas, Fanny dos —.
Desde niña había soñado con tener un perro, eran de esos sueños que todos sienten durante una infancia normal, algo que le acompaño en el subconsciente desde la primera vez que le cruzo el pensamiento, hacían muchos años en Ohio, cuando en una salida junto a Alexei vio a una niña jugar con un cachorro terrier, una idea que pensaba pedir como regalo para su cumpleaños, uno que nunca llego, porque la habitación roja las reclamo de vuelta. La idea se quedó en su mente durante mucho tiempo, en cada perro callejero que veía por la calle, en cada paseador de perros que luchaba con todas sus fuerzas para domar a un gran danés; se llego a convertir en un pensamiento tan constante que no entendía porque no tomo la decisión en el momento que le dejaron de asignar agentes de SHIELD como escolta, que en realidad estaban encargados de descubrir si Yelena estaba jugando la carta de ser infiltrada, algo en lo que no fueron nada sutiles y algo que nunca hubiera podido descubrir de ser verdad. Pero cuando la pregunta comenzaba a ser olvidada, dejando paso a sus impulsos que le gritaban que fuera corriendo a la perrera más cercana, miraba sus manos en media noche, recordaba lo que podía hacer, las cosas que había hecho.
Aun tantos años después podía seguir recordando como se sentía el cuello de aquella chica entre sus manos, la forma en la que luchaba por seguir respirando, como esos ojos marrones se oscurecieron entre lagrimas y gorgoteos de la sangre invadiendo la garganta. Podía recordar como por su culpa esa vida se desvanecía.
Claro que eso no era lo peor que podía hacer, aquella primera vez había sido rápida. Sus manos estaban capacitadas para alargar una agonía hasta el punto del shock. Dilatándolo cuanto tiempo fuera necesario para conseguir lo que quería escuchar y lo había hecho en por lo menos una ocasión durante su servicio — Son gajes del oficio — es lo que se repetía cada vez que los recuerdos regresaban, intentando racionalizar sus actos, pero seguían siendo recuerdos horribles con los que vivir, que no los podía dejar a un lado cuando pensaba en adoptar una mascota. Los perros necesitaban de muchos cuidados y aún más atención, necesitaban ser estimulados de forma apropiada para que su conducta no se viera afectada, tener horarios de ejercicio bien definidos para mantenerse sanos y entrenarlos con una disciplina ejemplar para evitar que se conviertan en un peligro para otros o para sí mismos.
Yelena estaba más que capacitada para afrontar el desafió, era una super espía, claro que estaba capacitada para quemar la energía de un perro por muy juguetón que fuera, a ella misma le vendría bien una compañera para salir a correr. Cuidar la alimentación tampoco debía causar conflicto, tenía los recursos para conseguir el mejor alimento posible, los mejores veterinarios, incluso contrataría uno de esos nutricionistas caninos tan mencionados en revistas. El entrenamiento era quizás el único problema de la ecuación ¿Cómo debía de tratarlo? Su pasado en la habitación roja le ordenaría exigir nada menos que la perfección y para conseguirla utilizaría todos los medios posibles, golpes por mala postura, tortura por fallar en un objetivo, repetir pasos de baile hasta que le sangraron los pies y se le rompieran las uñas, aprender a quedarse callada hasta que le ordenaran lo contrario, despertarse antes del sol, matar en la menor cantidad de movimientos posibles. Podía adaptar cada una de las técnicas de madame B, mismas que se habían quedado para siempre en su cuerpo y mente gravadas, para el entrenamiento de un perro, incluso sería fácil, pues un perro no iba a quejarse mucho, ni iba a conmoverla si se ponía seria; pero ningún ser se merecía ese trato, ni siquiera los chitauri, pero a pesar de estar consiente de ello, aun más consiente de que nunca le haría algo parecido a una criatura sin voz ni voto, durante muchos años pensaba que era la única forma en la que podría educar a un animal, por eso mismo es que se tardó tanto en cumplir un sueño de la niña Yelena.
Fanny llego por casualidad.
Una tarde nublada en New York, paseando por central park Yelena solo buscaba una forma de alejarse un poco de la vida en la ciudad sin tener que tomar su auto durante horas. Iba por el camino panorámico a los lagos, permitiéndose estar tan relajada como le era posible sin la utilización de sustancias, por lo visto más que suficiente para que una peluda criatura pasara por debajo de su radar, corriendo tan rápido que le arrebato de la mano la bolsa donde guardaba el cruasán que acababa de comprar antes de que sus oídos pudieran registrar el ruido de las garras contra el concreto. Un segundo para entender lo que acababa de pasar, dos para darse cuenta de que no iba a necesitar su arma, tres para comenzar a perseguir al perro muerto de hambre que se había atrevido a robarle el almuerzo.
Resulto que la criatura tenía buenos pulmones y aun mejores patas pues consiguió mantener a su perseguidora varios pasos detrás de ella a pesar del suero que inundaba las venas de Yelena. Corrieron por varios minutos, haciéndose fintas entre los árboles con la esperanza de perder a la mujer loca del cruasán aunque para la desgracia del perro eso era un imposible, después de muchos árboles, arbustos y uno que otro charco, termino regresando al lugar del cual en un inicio había escapado, casi al otro lado del parque, en una feria de adopción para perros.
— ¡Petunia! — se escucha el grito de una chica en cuanto el perro aparece a la vista — ¿ahora que hiciste? — Yelena apenas alcanza a llegar, necesitan un momento para recuperar el aliento, más de un momento, sujetándose las rodillas en búsqueda de más aire — Señorita ¿se encuentra bien? —.
Necesita un poco más para respirar antes de hilar palabras coherentes — Yo…no es nada, ese bicho me robo mi almuerzo — y entonces se permite ver a su alrededor, en especial al perro que se aleja con paso tranquilo, casi que burlándose de la espía, a un lugar lejos de la mayoría de personas.
— Oh dios, mil perdones señorita, Petunia suele ser muy traviesa — hace señas a uno de sus compañeros quien de alguna forma mágica parece entenderle, llevando una botella de agua —. De verdad, mil perdones, si nos da un momento podemos conseguirle algo para compensarle —.
No es que le hiciera falta el dinero para comprarse otro cruasán, ni tenía tanta hambre para pelear por una perdida tan insignificante, pero tampoco era tonta para rechazar la idea de tener un almuerzo de vuelta, aun cuando eso significaba quemar el tiempo. Ve a la gente pasear por el sendero, mismo que estaba rodeado por corrales plásticos donde varios perros de distintas razas y edades miraban al publico curioso con la esperanza de ser elegidos como nuevo miembro de una familia. Los más pequeños parecen ser los que ganan el concurso de la atención, cachorros humanos, cargando a cachorros caninos como si solo fueran peluches, se toma un segundo para darse cuenta de una obviedad en la que no había caído antes, que curioso puede ser el lenguaje.
Debería haberse irse directo a casa después de recibir un sándwich de pavo como pago por su almuerzo hurtado, en aquella tarde tenía bastante trabajo que hacer, era lo que pasaba cuando destruyes una ex rama de la KGB con redes de secuestro y clientes de perfil internacional, que no tienes mucho tiempo para divertirte. Pero no se va, que le hizo quedarse es una duda que quizás nunca sabrá contestar, en su lugar se puso a caminar por la exposición, viendo a las familias a su alrededor, analizando a cada una de las peludas criaturas. Resulta que Yelena tiene capacidad para ganar la atención de los perros pues estas se ponían en posición cuando los ojos de la alfa se quedaban sobre ellos, como si modelaran para ella en búsqueda de ser aceptados.
Los pastores alemanes eran los primeros que vio, con sus posturas atentas, preparadas para reaccionar como fuera necesario, esa era una de las razas más funcionales que podía haber. Inteligentes, leales, para alguien con su conocimiento resultaban ser una raza fácil de entrenar, perfecta para vigilancia, rastreo y como compañero en misiones, de lo único que se debería preocupar sería de los inevitables problemas de columna que sufrirían. Yelena pasa de largo al siguiente corral.
Un border collie consigue captar su atención a base de ladridos. Son animales hermosos por decir menos, esos ojos azules podrían enamorar a cualquiera. Criaturas muy activas, un reto que la viuda podía apreciar, sociales, leales y muy buenos para cuidar a su rebaño; criaturas muy funcionales, solo debería preocuparse de que el cachorro no se sintiera demasiado agobiado por vivir en la ciudad y no en un gran campo, aunque para eso tenía a su familia en Ohio.
Seguiría caminando un rato, viendo y analizando, demostrando todo el trabajo de investigación que durante los años realizo. La feria resulta que tenía muy buenos especímenes, no solo en cachorros, pues había algunos adultos jubilados del servicio militar o policial, lo cual sería perfecto para Yelena pues se podría saltar esa parte del entrenamiento y seguro que se entenderían muy bien. Pero a pesar de todas las posibles ventajas, de lo conveniente de la situación, había algo en su interior que no le convencía, no sentía esa emoción que creía le invadiría en cuanto encontrara a su mascota perfecta.
— Quizás es un sueño que sea mejor dejar atrás — era algo que no deseaba pues era en parte una promesa que hizo con su hermana tras el primer año libres, tratar de hacer todo lo que alguna vez soñaron, no dejar ni un solo anhelo sin cumplir, pero parecía que había encontrado uno que no estaba destinado a ser. Pero cuando el habitual pesimismo le invadía, dejándola tan deprimida como una papa frita fría, un pelaje amarillento le llama la atención, uno que acababa de conocer —. Con que Petunia eh — el perro que estaba en una esquina durmiendo no hizo mayor esfuerzo que abrir uno de sus ojos para ver a su más reciente victima —. Aunque quizás deba llamarte ladrona de cruasán — y puede jurar que ve al perro sonreír —. Svoloch — no podía dejar escapar una pequeña risa ante la indiferencia canina.
— Ya es una perra adulta — el tipo que custodiaba el corral por fin se acerco después de que la espía se diera cuenta que se le quedara viendo durante varios segundos, debatiendo si ir o no —, no tanto para ser abuelita claro. Ha tenido algunos problemas para socializar y es muy traviesa, eso parece asustar a la mayoría de personas —.
Resulta que la ladrona era una Akita americana de pelaje rubio con negro, una raza que no le era extraña, claro que conocía las características de esa familia de perros, los había investigado como a todos, conocía los usos a los que se destinaban, guardianes en su mayoría, pastoreo en algunos casos. En la humilde opinión de Yelena, los akitas le parecían una raza que les falta cinco para el entero, habían otras opciones mucho más eficaces para cumplir cada posible tarea y era mejor ni hablar de los problemas de conducta que tendían a sufrir, le parecía una carga extra tener que estar atenta a una criatura que constantemente intentaría mostrarse como el animal dominante de la casa.
— ¿Qué necesitaría para adoptarla? — pero a pesar de conocer todas las cosas malas que sabía venían con esa raza, había algo en esa criatura que llamo su atención.
Pareciera que el comentario consiguió captar la atención tanto del humano como del perro, quien levanto la cabeza para voltear a ver a la segunda rubia más linda del lugar detrás de ella misma — Bueno ¿tiene alguna identificación? También necesitaríamos revisar sus referencias de trabajo, solo para saber si es capaz de atender sus necesidades económicas —.
Rebusca en el bolsillo de su abrigo para encontrar su cartera, no está segura de traer consigo alguna identificación, son de esas cosas que aún le cuesta llevar consigo, culpen a su instinto de espía por no traer nada consigo que pudiera delatar su identidad. Le sale una pequeña sonrisa al ver lo que si tenía con ella — ¿Sirve esto? — de su cartera saca la que fue su identificación como agente de SHIELD, con su nombre completo, numero de servicio, nivel de acceso (siete, para el total disgusto de Natasha, quien la mandaba a ser fanática de hacerse la secuestrada) y por primera vez le encuentra sentido a que una agencia de seguridad nacional e internacional con enfoque particular de espionaje y contraespionaje le entregue a sus agentes una identificación con foto.
El chico parece caer en cuenta con quien estaba hablando — Y-yelena Belova ¿esa Yelena Belova? — y resulta ser que era otro alfa quien le estaba atendiendo, se dio cuenta que por la emoción comenzó a dejar escapar todas sus hormonas sin control.
— ¿La rusa más hermosa que ha visto este país? ¿O te refieres a la rusa más hermosa que ha visto este país y que lucho en la batalla de New York junto al resto de los posadores? — ah como le gustaba a Yelena joder con ese apodo que invento durante el almuerzo improvisado tras la batalla. El chico solo puede mover la cabeza dándole la razón a alguna de las dos opciones — La misma y en persona ¿Necesitas algún papel más o podemos ir directo a la interesante? —.
Una de las pocas cosas buenas que tenía el ligero nivel de fama que alcanzo tras aquella primera invasión alienígena del 2012 fue el trato preferencial con el que llego a gozar durante gran parte de su vida, aunque seguía trabajando para recuperar su perfil bajo, un claro ejemplo de dicho privilegio de celebridad fue que el tipo paso por alto la mayoría del papeleo, revisar antecedentes, comprobante de ingresos y todas esas cosas que se tienen que hacer en una adopción regular. Así fue como Yelena paso de haber perdido su almuerzo a regresar a casa con un perro ladrón de cruasanes, recién bautizada bajo el nombre Fanny pues — ¿qué clase de puto nombre es Petunia? —.
Fanny resulto ser una pequeña cabrona. Le gustaba morder los bordes de los muebles, todos los muebles, hacer un desastre cada vez que bebía de su agua y algunos días, solo por joder, se dedicaba a tirar su tazón de comida por todos lados en las mañanas, con tanta suerte suya que siempre coincidían con los días donde Yelena dejaba atrás su entrenamiento para tratar de dormir hasta tarde. Cuando salían a pasear la perra tiraba y tiraba y no dejaba de tirar de su correa, tratando de seguir el camino opuesto al que su dueña le indicaba, menos mal que tenía una fuerza superior al humano promedio o hubiera tenido problemas para soportar los paseos. Durante los almuerzos debía estar muy atenta a que la akita no saltara a la mesa para robarle, una vez más, la comida que trataba de disfrutar. Cada vez que alguien nuevo para el perro entraba al departamento Yelena tenía que tomarse un momento para advertir a los visitantes sobre la bestia peluda que les saltaría encima — Quédate muy quieta, no trates de acariciarla ni la mires a los ojos o te morderá — fue la advertencia que le dio a Sonya cuando estaba por conocer a Fanny, vale la pena decir que las advertencias no sirvieron de nada, la pobre omega termino con una buena mordida en el brazo.
Fanny era una cobrona, eso quedo más que comprobado tras apenas tres meses de convivencia entre ellas, pero también sabia que la akita era mucho más que eso, era quien le esperaba pacientemente todas las noches tras la puerta todos los días. Era quien le acompañaba en el sofá durante los días donde no les apetecía salir del apartamento, era su compañera de piso, su amiga que solo con sentarse en el portón era capaz de asustar a cualquier idiota que tratara de perturbar la paz de su casa. La acompañaba a cada paso que daba. Fanny quizás no era el perro guardián más fino del mundo con su tendencia a morder amigos, tampoco era la criatura más educada con su extraño gusto por morder muebles, ni sabía respetar espacio personal con su placer por dormirse en la misma cama que Yelena; Fanny tenía mil defectos, pero ninguno importaba, porque Yelena no busco al perro más eficaz para el trabajo, ni a la criatura perfecta, Yelena adopto a la cachorra que más quería, de la que se enamoró gracias a un cruasán robado.
2
Yelena no era una pasiva al momento de iniciar un trabajo, menos cuando el trabajo incluye la protección de una persona, necesitaba conocer la rutina de su objetivo, las personas con la que habla de manera regular, los lugares seguros a los que va, las posibles grietas de peligro a las que se ve expuesta de manera cotidiana, todo para poder planificar una estrategia efectiva para mantenerla segura de todos y todo. Claro que podría esperar a que llegara la noche, ir al lujoso pen house de la familia Bishop y recibir toda la información de mano de la principal fuente de peligro que tenía la omega, pero ese no era su estilo.
En cuanto salió el sol un día más en New York estuvo siguiendo cada paso de la familia en compañía y apoyo de Sonya quien parecía no tener nada mejor que hacer. Una rueda de prensa en la mañana donde, para sorpresa de nadie, solo apareció Eleonor leyendo uno de los discursos más artificiales que alguna vez escucharon, agradeciendo y asegurando que su hija estaba en perfecto estado, nada interesante para ellas. Kate Bishop aun tenía que ir a la escuela, eso ocupaba una gran franja de tiempo entre las ochocientas y mil trecientas veinte horas, por lo visto era llevada por alguno de los asistentes de su madre, primer gran error, pues manejaban autos estándar sin ningún tipo de blindaje, perfectos para ser víctimas de algún ataque armado. La universidad de niños ricos era lo que se podía esperar, un lugar grande en una zona relativamente segura de la ciudad, lo único que sobresalía de ese lugar era que no tenían un uniforme propio, otra pequeña brecha de seguridad. No pudieron encontrar nada sobresaliente en aquellas cinco horas aun cuando tenían una vista privilegiada al interior de la escuela, las ventajas de trabajar con miras de largo alcance, la chica parecía no meterse en problemas, hablando con varias personas, siendo el centro de atención para la mayoría de sus compañeras.
— Podríamos infiltrar a alguna de las chicas más jóvenes — sugiere Sonya mientras aleja su mirada del telemetro, descansando un momento su vista —. Seguro que les interesaría ver estos lugares tan finos —.
— Parece una linterna —.
El comentario sin sentido confunde a Sonya — ¿Estás borracha? — solo entonces Yelena se aleja del rifle que obviamente estaba descargado.
Deja escapar un gruñido al darse cuenta que el cometario escapó de su mente sin permiso — Todos esos adolescentes, parecen luchar para que Kate Bishop se fije en ellos — una idea macabra le cruza la mente, misma que le hace lamentar que su arma no tenga balas.
— Es una omega muy atractiva — y Sonya tiene suerte de compartir casta con la chica, pues de haber sido un alfa, los instintos de Yelena la hubieran obligado a actuar —. Campeona olímpica, millonaria y de un carisma innegable ¡Claro que todos quieren ser su amiga! —.
— Que desagradable — un chico se acerca para hablar con la chica, parece que las clases habían terminado. Ve la postura que intenta hacerse más grande, intentando presumir algo de su pobre figura, no sabe lo que dice, pero es evidente que no consigue convencer a la omega que da un paso atrás cuando el chico trata de poner su mano sobre el hombro de Kate, acción que le pudo haber hecho ganador en el sorteo de tiros al pecho que Yelena iniciaría de tener munición a la mano —. Imbécil —.
— Parece que se esta moviendo — se levanta de su posición, recogiendo sus cosas, casi lista para irse cuando detecta algo en el aire —. Para que lo sepas, apestas a alfa, Yelena — ve a su compañera detenerse mientras guardaba el arma, tomándose un segundo para olfatearse a ella misma, dejando escapar un pequeño gruñido — ¿acaso estas cerca de tu rutina? —.
Era un alfa puntual incluso en esas cosas, desde que su casta fue forzada a aparecer siempre tuvo ciclos de celo regulares y puntuales sin necesidad de que los científicos de la habitación roja tuvieran que intervenir, no saben cuánto le agradeció a su anatomía por librarle de ese martirio. Así que ante el cuestionamiento lo único que tuvo es recordar la fecha — No, ni siquiera estoy cerca — faltaban cosa de dos semanas para que llegara —. Creo que me distraje un poco, discúlpame con tu pobre nariz por la carga —.
La siguiente parada estaba a varias calles de distancia, tanto que lo más conveniente sería tomar el metro, pero en su lugar la omega fue andando sin alguien que le acompañe era otra prueba de la endeble seguridad con la que contaba Kate Bishop. Caminaba con una postura tanto firme como relajada, una dualidad perfecta, desde la distancia se podía apreciar como la omega saludaba a las personas a su alrededor, incluso quedándose a hablar con más de una persona en los semáforos o las esquinas. Una fogata de amabilidad en la fría ciudad donde todos están muy ocupados con sus problemas.
El lugar al que tenía que llegar era el campo de entrenamiento de su equipo de tiro con arco, un lugar bastante amplio, donde se necesitaba de un pase de acceso, con algunos guardias de seguridad rondando por el perimetró, por lo menos tenía una zona segura en la que quedarse un rato. Vieron como el resto del equipo estaba esperando en la puerta, quienes se apresuraron a recibir con los brazos abiertos a la omega en cuanto apareció en rango visual, una sonrisa les mancha el rostro a las viudas al ver como tratan a la chica, la preocupación evidente en cada una de sus compañeras y en la misma entrenadora, algo que debió haber hecho la madre de Kate. Conocen el itinerario del equipo, saben que deberían de pasar unas tres horas de entrenamiento, quizás menos ahora que acababan de regresar de un campeonato tan importante. No alcanzan a ver los detalles del equipo, solo ven cuando entran y cuando salen todos menos Kate Bishop, ella se toma un par de horas más para hacer algo en el interior del complejo hasta que por fin, a eso de las mil ochocientas horas, sale con su arco y carcaj personal a espaldas, viéndose indudablemente más cansada que el resto de sus compañeros, se queda en la entrada unos minutos hasta que aparece un automóvil igual de endeble que el de la mañana y se van con dirección a la lujosa casa de la familia Bishop.
— Tu paquete vuelve a casa — menciona Sonya contenta por haber concluido otro exitoso día de trabajo.
— Eso significa que tengo una reunión con la estúpida Eleonor, más le vale que no haga nada imprudente o me tocara hacer inicio del plan matrioska sin Natasha — un nombre un tanto genérico quizás, pero una guía de incontables pasos en caso de que alguna de las hermanas se viera comprometida con el gobierno norteamericano a tal punto que tuvieran que escapar de forma rápida y eficaz. Una aeronave con estado oficial de MIA, con la mayoría del cableado original remplazado por partes de otras naves, de tal forma que resultaba casi imposible de rastrear. Luego estaban las casas seguras, muchas para contarlas de memoria, que se dispersaban por decenas de países en todos los continentes, desde lugares tan distantes como la Patagonia Argentina, la zona olvidada de Siberia, Uganda, Laos y muchos más lugares escondidos por donde podrían escapar a un ritmo constante sin dejar oportunidad a que les atraparan con facilidad. Un camino seguro que construyeron a base de favores por cobrar, vidas perdonadas y algún trabajo de dudosa moralidad. Una contramedida que tanto Natasha como Yelena esperaban nunca tener que usar.
— Hay un piso franco a una cuadra, el que usa Axelle — se toma un momento para volver a confirmar la hora en su reloj —. Ahora está en su trabajo, así que ve, tomate un baño, ponte el puto bote entero de perfume si hace falta y tomate un supresor, en serio, Yelena, apestas a alfa —.
Se toma un instante para olfatear su ropa, sin encontrar algo particular que le alertara — Creo que eres tu quien debe revisar su calendario de celo —.
Se separan al bajar del tercer tejado de la tarde mediante las poleas que utilizaron para subir, Sonya tomo camino a la zona sur de la ciudad, tenía una buena oportunidad en aquella zona, un lugar perfecto para comenzar el negocio que estaba deseando arrancar. Yelena por su parte y en contra de su orgullo decidió pasar al departamento de su compañera viuda para darse una ducha, solo por si acaso, no deseaba dar una mala impresión a Katherine Bishop, que bien se escuchaba ese nombre a sus oídos, ya estaba deseando volver a ver esos ojos azules. Mientras el agua cae sobre su cuerpo la alfa comienza a repasar los puntos fundamentales de su plan de acción frente a la próxima reunión, espera conseguir información importante respecto a la omega, quizás descubrir algo respecto a esa lesión de espalda que menciono durante el escape, descubrir los motivos por los que fue secuestrada o bueno, más bien, saber que tan posible era que volviera a pasar, averiguar qué tan común eran esos cuadros de violencia de parte de Eleonor y aún más importante, descubrir si la omega tenía alguna pareja. Bueno, quizás debía replantear la prioridad de cada punto.
Parecía que el personal del edificio estaba avisado sobre su inminente arribo pues el guardia de la puerta ni la voltea ver y mucho menos le pregunto los motivos por los que iba al lugar. Yelena no se siente intimidada o sorprendida ante la ostentosidad del interior del departamento, la primera vez que estuvo ahí no se concentró mucho en aquellas nimiedades como las innumerables ornamentaciones hechas en mármol contra las paredes y columnas, ni en las esculturas de pésimo gusto y criminal precio. Tampoco muestra reacción alguna ante la fila de licores que le es ofrecido por un sirviente una vez que toma asiento en lo que parecía ser el estudio de la dueña del hogar, su poca reacción es en parte producto del mal gusto en la elección de bebidas, si muy caros incluso para ella, pero de un sabor decepcionante.
Cuando finalmente Eleonor aparece, no puede evitar sentirse decepcionada por la ausencia de la omega — Yelena Belova, espero que te hayan tratado bien — no responde a una conversación tan simple —. Lamento la demora, tengo un negocio internacional que dirigir —.
— Se los detalles generales de su agenda, Bishop, no necesita darme explicaciones más allá del trabajo por el que me esta contratando — la alfa llena un vaso de whisky puro que se baja como si fuera agua — ¿podemos comenzar? — se guarda la verdadera pregunta ante la posibilidad de conocer respuesta de alguna de sus dudas.
— Tan eficiente como tu reputación dice — toma lugar en el sofá que esta al otro lado de la mesilla de café donde el alcohol descansa. Es solo entonces cuando la rubia se percata de la carpeta que llevaba en una mano, del cual salió un primer documento en tamaño carta —. Comencemos con lo más importante para que este trabajo pueda ser beneficioso para ambas — y sobre la mesa aparece un contrato de confidencialidad, largo como las escrituras, Eleonor demostrando como le importaba más mantener sus espaldas cubiertas antes de la propia seguridad de su hija. Revisa los apartados principales de forma superficial tratando de encontrar algo que fura anormal para ese tipo de acuerdos, siempre fue de análisis y lectura rápida, puede entonces comprobar que no hay nada anormal, de todas formas, pedirá una copia del contrato. Toma un lapicero azul que convenientemente estaba en la mesa para dejar caer una de las tantas firmas que alguna vez utilizo sobre la línea donde se indicaba debía ir —. Aclarado esto, podemos pasar a unos puntos particulares que necesito aclaremos antes de que puedas comenzar —.
Lo primero que aparece es un itinerario de viaje con varias ciudades resaltando en negritas, algunas en el país, otras al otro lado del mundo, con fechas de salida fijas y fechas de regreso estimadas — Parece que tiene una agenda ocupada — no es difícil concluir que esos viajes son para una sola persona —.
— Mi empresa se encuentra en vías de expansión internacional, esto es un punto muy importante para cerrar los primeros tratos e ir montando oficinas en otros lugares — hay un espacio en blanco tras lo que podían ser dos o tres meses de viaje —. Ah, esa fecha esta reservada para una gala importante que realizamos cada año, te informare más cuando la fecha este cerca — impidiendo que se tomaran más tiempo sobre un solo punto, Eleonor deja otro par de hojas boca abajo —. Quiero que escuches bien, Yelena Belova, lo que estoy por compartirte es información que muy pocas personas conocen, no tengo intenciones en que el numero aumente más de la cuenta, esto es en parte el motivo por el cual necesitamos un contrato de confidencialidad —.
Espera encontrar una lista detallada de crímenes de los que ha sido participe, quizás sean pruebas de las amenazas por parte de los jefes de la mafia deportiva o quizás, dejando que su mente influenciada por malas series haga su trabajo, documentos que comprueben que Kate Bishop es una hija ilegitima u otra cosa de corte emocionante e impactante. Pero lo que no esperaba era encontrar un registro medico completamente diferente al que pudo encontrar en todos los registros oficiales. Esta versión no contaba con los sellos del gobierno, ni con el formato habitual, más bien, parecía ser un trabajo casero o hecho a las prisas; la mayoría de la información provenía de una Kate de aproximadamente quince o menos años, cuando su casta hizo aparición, ya lo había visto antes, por lo que no entendía que relevancia podía tener en su trabajo, hasta que llego a la última página, donde en negritas resaltaba una aclaración:
TIPIFICACIÓN DE CASTA: OMEGA CAMBIANTE
— ¿Omega cambiante? — nunca había escuchado esa terminología o por lo menos no lo recordaba y esa era prueba suficiente.
— El motivo de la vergüenza de mi hija — y ahí iba el tercer o cuarto trago de la noche, a ese paso iba a terminar en una clínica de alcohólicos anónimos —. No te sientas mal si no entiendes lo que implica, hoy en día pocas personas conocen este sistema que se considera obsoleto, son muy pocas las variaciones que aun existen — y ambas perdieron la cuenta en cuantos vasos de whisky había tomado, tanto así que Yelena decide aceptar uno para acompañar —. Mi madre solía decir que es una maldición, hace que el afectado tenga instintos mucho más desarrollados a cambio de que su intelecto se vea dañado. Sus ciclos de celo son demasiado…exigentes — no puede evitar que una horrible sensación le suba por la espalda ante lo que parecía ser una insinuación macabra —, como te puedes imaginar, no tengo interés en que esa niña se aviente a cada alfa que vea solo porque no puede evitar comportarse como un animal, en esa línea, confió en que puedas mantener tus propios instintos bajo control y puedas contenerla durante sus rutinas — bueno eso le quitaba gran parte de su preocupación.
— No será problema, no es la primera vez que trabajo en la protección de omegas, mis propias exigencias biológicas no comprometerán el bienestar de su hija — un pequeño rasguño metálico al otro lado de la habitación le llama la atención, tanto que gira un poco la cabeza para tratar de ver, lo único que hay en ese lugar es una rejilla del sistema de ventilación, así que descarta el pensamiento creyendo que podría ser algún gato o animal similar —. Puedo intuir que hay algo más, no creo que le den esta designación solo por tener un calor más fuerte que el resto —.
— Claro que hay más — un ultimo papel, unas hojas de calendario con colores diferentes en algunas fechas —. Los días que están marcados con rojo son una ventana de tiempo, noches en las que Katherine puede cambiar —.
Kate Bishop cambiaba durante lunas llenas y noches previas a estas. Cambiar ¿qué mierda significaba para Eleonor cambiar? ¿era acaso una simple calendarización de los celos de su hija? eso no era nada del otro mundo, ella también tenía uno en su casa, junto con el de su hermana y algunas viudas que necesitaban cuidado especial ¿significaba acaso que Kate Bishop en aquellas noches podía alterar su casta? Eso se escucha muy fantasioso, algo de lo que no existía registro en toda la historia conocida de las castas, pero en un mundo donde los dioses existen y los alienígenas invaden la tierra, eso quizás no era tan extraño. Sea como fuere, Eleonor debía aprender a dejar de hablar como si estuviera por rebelar los códigos nucleares.
— Mi hija por lo menos una vez al mes se convierte en un lobo — Yelena necesita un par de segundos para confirmar que ha escuchado bien, luego, un par más para interpretar y por ultimo tiene que morderse la lengua para no reírse en la cara de su jefa por lo absurdo que se escucha lo que acaba de decir —. Ese es el secreto que espero mantengas hasta el día de tu muerte — regresa la seriedad —, esto es algo que nos avergüenza — ese “nos” le suena a manada, pero lo deja pasar —, saber que se vuelve una bestia…es simplemente vergonzoso — hay un nuevo aroma que invade el lugar, muy diferente al que utilizaba para tratar de hacerse intimidante, es más amargo y seco, algo nostálgico que trataba de mover a la rubia en el interior, hacerle sentir mal por la situación y por un momento funciona cuando ella misma piensa en las implicaciones del caso, le es imposible no recordar a Bruce, con todos los problemas que había vivido desde el incidente, lo que tuvieron que vivir ellos al tratar de hacer que regresara a una vida tan normal como fuera posible —. Tendrás que encargarte de ella cuando pase por eso, utiliza tu voz de alfa, eso siempre funciona en ella, hazlo incluso cuando sea humana, no permitas que te desobedezca, es como entrenar a un perro, no puedes soltar la correa nunca — y se fue por la borda toda la posible compasión que sentía por la mujer.
— Según su itinerario saldrá de viaje dentro de dos días, así que dígame ¿Cuándo empiezo? — quería cortar la conversación tan rápido como fuera posible para evitar hacer algo imprudente.
— Mañana mismo, tengo reuniones importantes y no necesito que esa niña tenga distraídos a mis asistentes — por fin lo que parecía ser el último trago y la botella quedo a poco más de la mitad — ¿Alguna pregunta o aclaración que necesites? —.
— ¿Dónde está Katherine Bishop? — es una pregunta que no tenía planeada y se nota pues ambas se sorprendieron ante las palabras que dejo escapar sin pensar, parecía que por fin le estaba afectando pasar tanto tiempo con americanos.
— En su habitación en la planta alta — de nuevo ese ruido en la ventilación, como algo aferrándose a los muros, una cuerda rozando, muy similar al de las poleas cuando se hace rapel, solo entonces se da cuenta del tamaño anormalmente grande de esa rendija — ¿Qué tiene que ver con nuestro acuerdo? —.
— Me interesaba conocer su opinión respecto a esto, saber si hay algo en particular que necesite, al fin de cuentas, si la voy a proteger me debe conocer y confiar en mi — es una explicación sincera que oculta su necesidad por volver a ver esos ojos azules.
— No creo que su opinión importe en este asunto, ella solo obedecerá lo que le diga — de nuevo debe ser paciente, debe respirar de una manera diferente para controlar su necesidad de romperle la nariz —. Mañana la veras y le diremos esto de todas formas, no hay necesidad de dilatar más esta reunión, estoy segura que tienes cosas que hacer —.
Tienen entonces el trato cerrado frente a la negativa de incluir más a su hija. Yelena pregunta unas cuantas generalidades más, como la posibilidad de usar un auto personal para el traslado de la omega. Nada que valga la pena recordar, solo mencionar que al irse un mensaje es mandado, una consulta de parte de la rubia a la mujer más confiable e inteligente que conocía.
3
— Escucha Kate, no quiero que veas esto como un limitante o una muestra de desconfianza por mi parte — la mayoría tiene a Katherine Bishop como una chica imprudente y sin cerebro, lo cual es verdad, a medias, porque imprudencia podría ser su tercer nombre, prueba de ello las veces que se ha metido en peleas difíciles de ganar, pero ¿sin cerebro? ja, no escapas tres veces seguida de un secuestro orquestado por mafiosos, obligándolos a retenerte en uno de su cuarteles, siendo una descerebrada; en su humilde opinión, se consideraba alguien de pensamiento rápido, eso siempre le había ayudado durante sus competencias y la vida diaria, problema en el que se metía, problema del que se inventaba una solución, era lo que siempre hacía, excepto cuando se trataba de su madre, era necesario cambiar el enfoque con ella a uno más silencioso y precavido —. Solo estoy preocupada por ti, no quiero que algo te pase, no de nuevo — puede ver como sus ojos se empañan pasando a tener un tono gris, un simple cambio que hace que a la chica le duela el corazón —. Veló como una oportunidad, seguro que hay algo que puedes aprender de ella —.
La idea no le gusta para nada, le hace sentir como si fuera una niña que necesita que una niñera le siga a todos lados para que no se meta en problemas, lo peor de todo es que, cuando cachorra, esa decisión podía tener sentido ya que esos días su energía era tanta que podía hacer auténticos desastres solo para tratar de gastar un poco de su energía contenida, una evidencia temprana de la maldición que dormía en ella.
— Claro, seguro que es interesante — se vuelve a concentrar en su desayuno, almendras, espinaca, rúcula, pasas. En la billa olímpica se comía mucho mejor, pero no tenía corazón para rechazar lo que su madre hacía por ella.
— Pronto la podrás conocer, es un activo fantástico para cuidarte, créeme, me encargue de ello — no es que necesitara una presentación porque, una vez más, Kate era alguien astuta, durante las reparaciones tras… eso, tuvo la oportunidad de descubrir las particularidades arquitectónicas de la casa de su madre, como los grandes ductos de ventilación hechos en hormigón, tan espaciosos que aun tras tantos años podía entrar en ellos con un poco de esfuerzo, fue gracias a eso que la noche anterior pudo escuchar a su madre hablar con la tal Yelena, que ironía, su salvadora se acababa de convertir en su carcelera.
Kate se retira tras un rato a su habitación, tenía que terminar de acomodar algunas cosas importantes para afrontar su día, uno más tranquilo en apariencia superficial con el anterior pues la universidad le exigiría menos de su pobre atención para dedicar mayor parte del día a sus tan amadas actividades deportivas. Por ese mismo motivo se puso un conjunto cómodo y practico para que llevarlo todo el día, uno que sabía su madre iba a desaprobar en cuanto lo viera. Ese inevitable acontecer fue suficiente para retenerla un buen rato en su habitación, revisando tres y cuatro veces su bolso de deporte con su ropa junto a las libretas, lo hizo cuantas veces fue posible antes de que la alarma de su reloj sonara, indicando que tenía poco menos de un minuto para bajar antes de que su madre se comenzara a irritar.
Mientras baja las escaleras con su bolso en su espalda el timbre de la casa suena, entregando una distracción para que su madre no la viera como su principal objetivo. Escucha pasos mientras se detiene un instante para tratar de escuchar algo, identifica una conversación tan lejana que es imposible para su oído, debería exponer el pellejo si deseaba descubrir algo. Pisadas medidas para no hacer ruido, cruza un par de arcos hasta llegar a la sala donde lo primero que ve es una cabellera rubia trenzada contrastando con la tela de la espalda de un abrigo verde.
Esta segura de no haberse delatado, porque su madre aun no la había visto a pesar de estar de cara a ella, pero de alguna manera parece que no fue suficiente para que la rubia pasara por alto su presencia. Un giro dramático, como si estuviera en una alfombra roja, una pieza de arte exponiéndose a su escrutinio y joder, si fuera por ella dejaría hasta el último centavo de su fondo fiduciario, claro, si no fuera porque apenas lo podría tocar cuando cumpliera veintiuno ¿aceptaría un cheque a dos años?
— Kate, por fin bajas — ve como la sonrisa se va desvaneciendo mientras le recorre de arriba abajo.
— Hoy tengo más de un entrenamiento — se justifica sin que se lo pidan, anticipando lo que podría convertirse en una larga discusión —, necesitaba algo que pudiera usar todo el día — su voz se vuelve un susurro mientras ve una mueca comenzar a formarse en su cara, de esas donde puede jurar que su madre necesita morderse la lengua para no despotricar.
— Seguro que recuerdas al alfa Yelena Belova — claro que sí, era una mujer difícil de olvidar y de icónicas formas de presentación, aunque el apellido era algo que desconocía, no recordaba que lo hubiera mencionado durante el escape ¿por qué le era tan familiar entonces? Podía jurar que lo había escuchado antes, en algún lugar, quizás era uno común, claro no en estados unidos, pero si en el mundo, ¿de donde podría provenir? Le sonaba a algo ruso, aunque podría ser lituano o moldavo, aunque también podía ser ucraniano. Sus pensamientos se detienen de golpe ¿acaso acababa de mencionar a media URSS? Que irrespetuoso, no porque una persona tenga un nombre peculiar significa que deba venir de Europa del este, perfectamente puede que la rubia que huele a vodka frente a ella venga de Alabama…no quizás no, pero sin duda podría ser de un lugar tan normal como el para anda extraño Ohio… sí, bueno ¿Belova era un apellido normal en Polonia?
Escucha como le chasquean los dedos casi en la cara, sacándola de un trance en el que no sabía que había entrado, prueba de ello los parpadeos rápidos que necesita para reubicarse a pesar de no haberse movido. Cuando vuelve a coordinar su lugar en el mundo, debe estar muy atenta para no saltar del susto al darse cuenta de lo cerca que estaba su madre — Si, si…si — parece que no sabe decir nada más que eso —. Yo soy — intenta volver a presentarse, como si estuviera obviando el punto principal de que ambas ya se habían conocido.
— Katherine Bishop — como odia que la gente haga eso de llamarla por el nombre completo, aunque el acento que sin duda debe provenir de rusia hace que no se escuche tan mal y por lo menos no fue tan descortés como para decir el segundo —. Nos volvemos a encontrar y parece que en una situación más normal —.
Desea decirle lo emocionada que está, porque claro que deseaba volver a ver a su salvadora misteriosa, pero detiene su boca al recordar su situación. Tiene a su madre a un lado, ya enojada por su pequeña desconexión con el mundo, así que no puede decir más de lo esperado, a lo que debe sumar que Yelena Belova está trabajando para su madre y eso significaba que debía ser cuidadosa con la que dijera. Así es como decide que, por el momento, mantenerse en silencio es la opción más sensata.
— Ella se encargara de tu seguridad, te acompañara a cada lugar que vayas y se asegurara de que todo este bien ¿entendido? — en una familia rica normal eso debería de haber sido un intento por tranquilizarla, dejándole ver que estaba en buenas manos, que podía confiar en la persona que habían contratado, pero en la familia Bishop aquellos puntos eran una amenaza y advertencia. No se anima a contestar, quizás hace mal, porque cuando Eleonor se le acerca con los brazos medio abiertos, se da cuenta que hablar hubiera sido una mejor opción —. Regresare en un mes — es un abrazo rígido, que en ningún momento intenta ser solo eso. Durante un segundo, quizás dos, quizás tres, mierda, Kate siente que dura mil años, siente como la nariz de su madre se pega contra su cuello, buscando una señal, una simple muestra de que su hija tuviera las feromonas de otro alfa sobre ella —. Mantente bien hasta entonces —.
— Claro, tú también cuídate, mamá — no puede verla a los ojos por miedo a ver algo que no le gustara y le asustara.
— Yelena, te encargo a mi hija, confió en que puedas hacer valer hasta el ultimo centavo de tu salario — un retó de alfa a alfa como tanto le gustaba.
— Créame Eleonor, cuando termine considerara barato lo que esta pagando — revisa su reloj en la muñeca izquierda — y para eso debemos ir saliendo o se nos hará tarde ¿Tienes todo Katherine Bishop? — solo mueve su cabeza en forma de respuesta, ya había hecho todas las revisiones necesarias — Perfecto, que tenga un buen viaje, Eleonor Bishop —.
Kate Bishop se mantiene en un silencio inquebrantable mientras sigue a la alfa unos cuantos pasos atrás, quien le da una vista de reojo cada tanto para comprobar que siguiera ahí. El silencio de la omega no era producto de su desconfianza con su niñera, algo tan banal como eso no iba a ser suficiente para contrarrestar a su instinto parlanchín, no, era algo aun más ridículo como la vergüenza paralizante que la escenita de su madre olfateándola con tanto descaro había provocado. Eso fue demasiado para ella, tanto que solo deseaba que un asteroide la callera en la cabeza con tal de no volver a pensar en lo que paso ni tener que darle explicaciones a Yelena, porque sabía que más temprano que tarde iba a preguntar por eso, solo deseaba que eso tardara unas cuantas horas en llegar.
En un parpadeo resulta estar en el estacionamiento del edificio, lo que pasa cuando te pierdes en tu mente mucho tiempo, Yelena la guio a un auto que no había visto antes, no preguntó, tomando su lugar en la parte trasera, lo que si hizo fue ponerse a revisar el interior, los cristales gruesos junto a la sensación de peso al abrir la puerta le hacia suponer que el vehículo estaba blindado en algún nivel, las puertas tenían seguro desde el interior, podía asumir entonces que si el alfa así lo quería no podría abrir las puertas a voluntad, eso iba a ser un problema que ya vería como solucionar, por lo mientras tenía algo más importante que atender. Rebusca en uno de los cierres del bolso hasta encontrar un frasco blanco con el etiquetado en algún momento verde ya desgastado por todas las veces que lo había agarrado, lo agita un poco solo para confirmar que tuviera suficientes antes de sacar una pastilla que se puso en la boca mientras buscaba su botella de agua para dar un trago y por fin dejar que la magia de la medicina moderna hiciera efecto en todo su cuerpo.
Deja escapar un largo suspiro, faltaba poco para comenzar a sentirse de vuelta en control, no se había dado cuenta de que la alfa ya estaba dentro del auto, pero si alcanzo a ver algo, no se le hizo saber en ningún momento en lo que duro el viaje hasta la universidad de Kate. Su carrera no era la cosa que más le emocionara en el mundo, pero tampoco era un suplicio, una ingeniería en software le daba la gran oportunidad de mantenerse atenta en algo que le desafiara en más de un sentido. Las clases podían llegar a ser tan complicadas como tratar de reparar una ventana rota con lapis y desodorante, pero no era nada que no pudiera solucionar con largas sesiones de estudio en la tranquila soledad de su casa.
— Estaré dando rondas por el campus en todo momento para garantizar tu seguridad — le informa cuando el auto se detiene en una de las esquinas más cercanas a la puerta principal —. El rector está enterado de mi presencia…parcialmente, así que no debes preocuparte por la posibilidad de que mi estancia te cause problemas — se mantiene el silencio. Por el espejo intenta encontrar la mirada de la omega, sin éxito. Se siente frustrada, tanto que tiene que contener un gruñido, había aceptado el trabajo por algo y ese algo no lo estaba consiguiendo. Se da cuenta del lugar donde los ojos de la omega están atentos —. Las puertas no tienen seguro de niños, Katherine Bishop, sería algo muy peligroso que se te limitara la posibilidad de salir cuando lo consideraras necesario — por fin una pequeña mirada, solo ver la periferia de esos ojos azules le hace sentir tranquila, más fuerte, joven, valiente —. En caso de que necesites ayuda — rebusca en uno de los bolsillos de su abrigo —, marca este número y estaré ahí antes de que te des cuenta — y le entrega la tarjeta intentando volver a verla a los ojos.
— Lo tendré en cuenta — es imprecisa al extender su mano, tocando más de lo necesario la piel ajena. Como si hubiera tocado metal caliente retiro la mano, pero guardando la tarjeta —. Debo irme —.
— Suerte en tus clases, Katherine Bishop — la chica baja casi de un salto, azotando la puerta y corriendo como si acabara de sobrevivir a otro secuestro. La ve marcharse, se concentra en respirar ¿Cómo era posible que algo tan insignificante le hiciera sentir tanto? El lugar donde la piel se había tocado estaba un poco caliente ¿tenía algún sentido? Alguien detrás de ella comienza a pitarle para que se mueva —. No hay paciencia en América —.
4
Kate vuelve a revisar los papeles entre sus manos, repasando punto por punto intentando encontrar algo que a futuro le pudiera causar problemas, era quizás la cuarta o quinta vez que volvía a leer y la culpa de ello estaba en el maldito zumbido en sus oídos que se instalo desde que se bajo del auto de Yelena Belova. Era su segundo día de clases tras su pequeño cuadro de privación de la libertad y por lo visto ayer no fue más que un espejismo. Kate no era ingenua, sabía que la noticia iba a hacerle acreedora de una atención que no deseaba, se mentalizo para tener que responder muchas preguntas, más con la marca del anillo de boda de su madre aun fresca en su mejilla, pero no era nada que no pudiera manejar, estaba acostumbrada a las miradas de preocupación llenas de compasión, de discursos ensayados y promesas vacías respecto a una ayuda que ella nunca pidió, desde los trece años que podía con ello y eso había sido un tema mucho más serio, sonreír y agradecer por la preocupación proveniente de un secuestro ineficiente debería ser un juego de niños. Pero que durante su primer día de regreso a la facultad nadie fuera en extremo insistente con el tema, al punto de que parecía ser un tema que nunca ocurrió le hizo bajar la guardia, le hizo creer que alguien se interesaría por la medalla de oro conseguida con tanto esfuerzo, en lugar de levantar aún más la barrera, se permitió dejar su emoción florecer, no le digan a nadie, pero durante la madrugada incluso fingió participar en una entrevista en la comodidad de su cuarto, practicando un guion que fue inventando sobre la marcha, muy emotivo si a alguien le interesara preguntarle, con espíritu de camaradería para con el resto del equipo de tiro con arco, la emoción palpitante al ver a tantas personas atentas a su postura, repasando cada movimiento, lo que significaba para ella alcanzar el podio tras años de callarse lesiones, malos tiros y entrenamientos horribles; quizás alguien pudo haber hecho una obra de teatro al respecto, si a alguien le hubiera importado.
En su lugar fue bombardeada por esa maldita compasión que nunca iba a pedir, abrazos no deseados, convirtiéndose en el centro de atención para media universidad, se sentía asediada como un terrón de azúcar en un hormiguero, feromonas por todos lados, gente tomándose demasiadas libertades, tanta compasión, ¿por qué no podían entender que no necesitaba que la acompañaran a cada lado? Todo en tan poco tiempo. No podía obviar la espeluznante presencia de una rubia a la lejanía, la cual hace siete minutos estaba parada en el patio que se podía ver desde la ventana de la oficina del rector, se había movido en cuanto la puerta se cerró, la distancia entre ambos puntos estaba a más menos cuatro minutos, por lo que, los pasos que escucho antes acercándose por el pasillo y deteniéndose al otro lado de la puerta eran una prueba clara de que la alfa estaba a tan solo unos pasos de ella. Era asfixiante y solo provocaba que el zumbido en sus oídos se intensificara, mutando a los inicios de una migraña que no sabía si podría librar.
— Sabes que no es necesario que hagas las pruebas ¿verdad? — entonces intenta hacer a un lado el molesto sonido para escuchar al rector — Acabas de ser parte de la comitiva nacional, estás más que calificada y sería un completo honor que nos representaras en los torneos —.
Claro. Por eso le citaron en la oficina del rector en cuanto terminaron sus clases del día. Vuelve a revisar las hojas y oh que sorpresa por fin tenían sentido las palabras en ellas. La primera era el afiche con la convocatoria para unirse a los múltiples equipos deportivos, se especificaban los documentos a presentar, las fechas principales y todas esas cosas importantes para la burocracia universitaria.
— No se preocupe, puedo encargarme de las pruebas sin problema — la segunda parte de las hojas incluyen las generalidades respecto a las competencias más próximas a jugarse —, hay que mantener la transparencia en la selección —.
— Por favor Kate, acabas de regresar de las olimpiadas, con un gran rendimiento si me dejas decirlo, nadie dirá algo si te damos pase directo al equipo, es más, la entrenadora está desesperada por tenerte en el equipo, dice que nos volveríamos tan buenos que debería ser ilegal —.
— Si, quizás nadie se molestaría, por yo sí — son pocas las veces en la que se puede escuchar a Kate con ese tono carente de su habitual emoción electrizante, volviéndose una persona seria y tan madura como le era posible —. No importa lo que hice ayer, importa que lo pueda seguir haciendo mañana. Déjeme hacer las pruebas — insiste una vez más, lo haría cuanto fuera necesario.
Entiende que sus intentos de persuasión no fueron efectivos — Tampoco es como si te pudiera prohibir algo — y se retira de una batalla que estaba perdida desde antes de iniciar —. Solo quería saber tu opinión sobre la convocatoria y confirmar tu interés por participar —.
Sale de la oficina unos minutos después aun con las hojas entre sus manos, digamos un recuerdo de la reunión junto con el maldito ruido que paso de ir del espacio dentro de sus oídos hasta el interior de sus sesos, taladrando y martillando. Apenas tras cruzar la puerta vuelve a centrar lo que le restaba de concentración en buscar algo dentro de su bolso, agradece encontrar el frasco, agradece que su coordinación fuera suficiente para abrirlo, toma una pastilla y se la pasa en seco para disgusto futuro de su garganta. Se recarga contra el muro un rato, concentrándose en la forma en la que su corazón latía, tenia tiempo, claro, tenía tiempo para llegar a su entrenamiento, tenía tiempo para respirar, esperar a que el ruido en su cerebro se alejara poco a poco, que su corazón soltara una punzada antes de latir con normalidad.
Pasa un minuto o quizás seis hasta que el milagro de la química farmacéutica hiciera efecto, deja escapar un suspiro por haber dejado ir su problema, se agacha para recoger su bolso, lista para irse y continuar con su día — Katherine Bishop — la voz le hace saltar del susto, por obra divina no le lanza el frasco a la cara — ¿qué paso con tu gran visión periférica y reflejos de gato, Katherine Bishop? —.
El accidente del cuchillo, claro que lo iba a recordar — Supongo que la estoy reservando para mi siguiente secuestro —y aparece una pequeña sonrisa en los labios de la rusa, tan similar a la primera que compartieron.
— Tus clases terminaron — no puede decir que se sienta muy sorprendida respecto a la seguridad de dicha afirmación, pero aun así estaba dispuesta a preguntar —. Vas a ir a los entrenamientos del club de acondicionamiento físico, un nombre muy ambiguo si me lo permites, hasta las mil setecientas cuando regresaras a tu casa —.
— Tienes copia de mis horarios — era la intuición más simple de su vida desde que intuyo que el agua mojaba y el calefactor calentaba.
— Buena hipótesis, Katherine Bishop — en cuanto su apellido es pronunciado le comienza a temblar el ojo derecho —, sigue así y serás un gran detective —.
— Por favor, deja de hacer eso — estaba harta —. Si vamos a hacer…esto — señala entre ellas como si fuera una forma perfecta de comunicación y no solo un manoteo —, deja, por lo que más quieras, de llamarme Katherine — le corre un escalofrió por la espalda —, solo mi abuela me llamaba así y no es que nos lleváramos muy bien que digamos —.
De nuevo esa maldita sonrisa — Como tú quieras Eliz… — no pudo terminar de hablar pues cuando iba a medio nombre, un bolso morado salió volando directo a su cara, con tanta fuerza que casi, resáltese el casi, le hace perder el equilibrio y no porque le hubiera tomado con la guardia baja, porque eso nunca pasaba a menos que estuviera con Natasha.
— No, no, no y mil veces no. Prefiero que me arrojes de un tejado antes de que me llames…Elizabeth — tiembla por un escalofrió que le mueve todos los huesos solo de escuchar un segundo nombre que se esforzaba por mantener bien enterrado —. Seamos cordiales en esto ¿okey? — no contesta, muy interesada en ver como terminaba ese parloteo — Solo dime Kate, todo el mundo lo hace — todo el mundo menos su madre cuando esta enojada, lo que es la mayoría del tiempo —, creo que incluso así me tienen registrada en la matricula…debería preguntar por eso ¿tendré algún problema por estar utilizando un apodo? —.
Que americana más entrañable. Ese es el principal pensamiento que le viene en mente mientras la chica sigue hablando, preguntándose mil cosas que no parecían tener sentido con la conversación original — Kate Bishop — consigue detener el parloteo —. Tienes veintitrés minutos para llegar a tu clase de nombre ambiguo —.
No se sorprende al descubrir que ella sabe su horario, era lo menos extraño de todas las cosas en realidad. Regresa a tierra, sintiéndose avergonzada por su pequeño arrebato y por estar haciendo un espectáculo tras la puerta del rector — Claro, claro — se acerca un poco con la intención de tomar su bolso, pero la alfa solo da un paso al lado, colgando la bolsa a su hombro, dándole indicación silenciosa para que caminara. Deseaba reclamar, quizás pelearle, pero tampoco iba a cambiar nada y podía reconocer que estaba siendo un poco idiota con para ella —. Entonces — alarga un poco la s intentando encontrar la pregunta a hacer — Yelena…algo, porque estoy segura que no me dijiste tu apellido. Excelente rescatadora, buena tiradora, muy buena combatiente —.
— ¿Solo buena? — no puede mentir, su ego se sintió herido desde la raíz por ese comentario — Soy la mejor tiradora que conocerás en tu vida, Kate Bishop —.
— Tienes acento ¿Europa del este? —.
— Kak i vse khorosheye — y la utilización de un idioma que se escuchaba tan inentendible como el ruso le confirmaba a la omega que no era una prejuiciosa por creer que la rubia de apariencia rusa venia de rusia.
— Muy buena en combate a corto alcance para ser policía ¿ejercito o agente de la FSB? —.
— Algo así— Yelena se caracterizaba por ser precavida con su información, aunque cuando deseaba ser directa con ella, no sentía que dejar escapar ese tipo de información en un lugar público fuera lo mejor para su seguridad —. Hablas mucho, Kate Bishop — no es que fuera una crítica, tenía un tono de voz agradable, así que tenía todo el derecho de compartir su voz.
— ¿Hasta cuándo me vas a llamar por mi nombre completo? — hasta el día en que la música muera es lo que el alfa de Yelena le exige contestar, dejar caer una declaración de intenciones, dejar de ser tan cobarde y demostrar el tipo de alfa que eran — ¿o lo vas a seguir repitiendo para demostrar que lo sabes? Tu también puedes preguntar, Yelena “inserte apellido aquí”, esto no es una dictadura —.
— Belova — decide ser justa, ambas necesitaban conocerse bien si iban a convivir por meses. Ve como Kate se detiene un momento, pensando en el nombre, repitiéndolo en su cabeza, como si buscara algo en el tejido indescifrable de su mente —. Y si fuera por decir cosas para presumir que las sé, — por fin habían salido del edificio, tendrían que rodear la mitad del campus para encontrar el gimnasio de la universidad — estaría hablando hasta mañana —.
No quiere ser obvia, no desea demostrar la forma en la que ese comentario le perturbo, las implicaciones al respecto más allá de lo que había alcanzado a escuchar durante su pequeño espionaje. Claro que su madre le iba a dar acceso a toda su información, no debería sorprenderse si el día anterior la alfa a su lado inspecciono su habitación, hizo el apunte de revisar hasta la ultima esquina en búsqueda de cámaras o micrófonos, nada del otro mundo, teniendo la familia que tenía eso se convertía en una actividad normal.
— Supongo que tendrás un informe muy detallado de mi persona ¿algo especial? —.
— Medallista olímpica, campeona en decenas de campeonatos estatales y nacionales desde temprana edad. Seguro que tienen una habitación repleta con tus medallas — no consigue la reacción esperada, Kate solo aleja la mirada, perdiéndose durante un instante en sus pensamientos —. Estudiante de una ingeniería en software con notas aceptables — la omega aprieta uno de sus puños dentro del bolsillo de su sudadera, esperando que no diera cuenta del simple gesto —. Tienes un historial médico con poca información, sorprendente para ser una atleta desde hace tantos años — traga en seco, una ola de miedo le recorre el cuerpo ¿acaso su madre sabía sobre el detallito de su espalda? — Tu color favorito es el morado — y eso si que le sorprende, no esperaba que saltaran a algo tan relajado —, buena elección, aunque no tan buena como el verde —.
Yelena debe darle puntos a quien fuera que hubiera conseguido las concesiones para la universidad y darle otro par de puntos al arquitecto encargado de construir el lugar. La vista era cuanto menos agradable cuando dejaban atrás la sección de edificios, un campo amplio que le recordaba a una versión de bajo presupuesto de las granjas de Ohio, con algunas colinas pequeñas dispersas en el área, gracias a que estaba siendo un fin de invierno sin nieve pudo ver un pequeño estanque casi a la frontera del terreno, donde arboles con pocas hojas pedían a gritos la llegada de la primavera para volver a renacer. Un lugar agradable, un poco más de vegetación en la jungla de cemento que era la ciudad que siempre olía mal, seguro que a Fanny le encantaría pasear por ahí, ya tendría oportunidad de preguntar si podía traer a su perro a la universidad de Kate.
— Nunca creí que mi color favorito fuera un dato importante para que mi madre lo pusiera en el informe —.
— Oh Kate Bishop, no te confundas — y ambas se detienen un momento para voltearse a ver —, cada dato de ti es importante para mi — ella misma se sorprende, no sabe de qué foso de valentía salió ese comentario —. Además, ese dato va por mi cuenta, valóralo, porque mis servicios de investigación no son baratos —.
Aún tenía muchas preguntas por hacer, las más pesadas de todas claro, pero tendrían otro momento, uno más privado, no esperaba soltar en publico “Dime Kate Bishop, ¿cada cuanto te pega tu madre?” y que la omega le contestara sin incluir varios insultos o que directamente escapara, en esa línea de pensamientos, tampoco iba a preguntar sobre la ausencia de un padre en su vida, ni del espectáculo que armo Eleonor al olfatearla sin reparo, algo que evidentemente perturbo a la omega como normal al afrontar una situación anormal. Lo que si deseaba preguntar era algo respecto a su particular condición, quería saber todos los detalles alrededor de esa cosa tan extraña de convertirse en un animal cada tantas lunas llenas, se escuchaba como algo fascinante, quería descubrir cada detalle de eso, no podían culparla, era la vena científica que su madre le había heredado. Pero se tuvo que guardar su metodología de investigación para otro momento, pues habían llegado al gimnasio universitario para afrontar una clase de nombre ambiguo.
5
Durante su tiempo en el salón rojo convirtieron a Yelena en una luchadora sin igual, claro que todas las viudas eran buenas en CQC, era una de las primeras cosas que se les enseña una vez pasan la selección preliminar, esa donde dos cuartas partes de las reclutas tendían a morir o ser asesinadas. Por si sola una viuda podía enfrentarse a varios enemigos al mismo tiempo sin importar diferencias de tamaño o equipamiento y salir victoriosas o en su defecto conseguirían no ser capturadas con vida por el enemigo. Si bien todas las viudas eran buenas viudas, como todo en esta vida, había quienes sobresalían en algo en particular, ahí estaba Sonya, una autentica manitas, capaz de armar y desarmar cualquier arma o equipo que se le entregara en tiempo récord, tan buena abriendo cerraduras que había instaurado una marca que por fortuna nadie nunca más sería obligado a igualar o superar. En cada área que les enseñaban siempre iban a tener una experta en ello, como Stella y su talento para desaparecer cuerpos, Sofia y su maestría en tortura, muchas más que no conoció y muchas más que no deseaban hablar de eso.
Yelena era especial incluso en eso, la consideraban una viuda hiper calificada, su récor de tiro con fusil era el más lejano que alguna vez se vio, nadie estuvo ni cerca de igualarlo, con una pistola era maestra del desenfundado rápido, cada bala iba a donde ella deseaba, consiguió volver el apuñalamiento en un arte y el lanzamiento de objetos punzo cortantes en una diciplina muy bien apreciada dentro de las filas de la habitación roja. De entre todas las cosas su capacidad para luchar era el gran orgullo de sus entrenadores, su técnica era temible, la furia de sus golpes, legendaria, podía derribar a cualquier soldado que le mandaran, podía esquivar cuantos golpes trataran de acertarle y siempre golpeaba para matar; madame B le tenía en consideración por sus capacidades, tanto que, se enterarían muchos años después y tras confirmar la muerte de aquel demonio, que ella junto a Dreikov consideraban volver a Yelena la entrenadora principal de la habitación roja, pero por fortuna ella había escapado junto a su hermana mucho tiempo antes de que eso siquiera estuviera cerca de ocurrir.
Cuando estuvo trabajando para SHIELD paso por muchos cargos diferentes, ascendiendo más rápido que nadie al demostrar que era alguien que cumplía las misiones sin contratiempos, por su habilidad para retener información y porque era una persona confiable. Uno de los tantos puestos, uno de los últimos en realidad, fue dentro de las áreas de reclutamiento y preparación, ella era la jefa de la sección, quien le daba el visto bueno a los aspirantes nuevos y quien los ponía a prueba para saber si iban a dar la talla para ser agentes de campo o su valor estaba tras un teclado. Una broma de muy mal gusto por parte del mundo si lo piensas un poco. Había visto a ex soldados fanfarrones demostrando tener la misma técnica de combate que un recién nacido, muy confiados en sus armas para querer ensuciarse las manos, regresarlos a la realidad era una de las cosas favoritas de su trabajo, ver a un policía entrando con sus ojos desorbitados por el increíble lugar, solo para terminar de espaldas en el suelo diecisiete veces seguidas, era un bono mejor que cualquier cheque con muchos ceros.
Es por su conocimiento como entrenada y entrenador que Yelena Belova puede confirmar que Kate Bishop tiene una técnica de pelea cuanto menos, interesante.
Resulta que ponerle un nombre ambiguo a la clase de nombre ambiguo fue una buena decisión, otro motivo más por el que felicitar a la administración de esa universidad, pues en la inmensidad del gimnasio, durante cuatro horas seguidas, se daban lecciones de distintas técnicas de combate y defensa personal de corte civil. Había seis maestros para tres técnicas diferentes, ya se encargaría de buscar sus expedientes, nunca se sabe cuándo el peligro está cerca y su línea de trabajo le exige ser precavida.
La mayoría de alumnos presentes parecían ser nuevos en estas cosas pues soltaban varias preguntas por minuto y la mayoría no iban vestidos acorde a la actividad que les esperaba. Kate Bishop por su parte fue directo a una de las esquinas donde se entrenaba MMA, una buena elección, levanto la mano desde un metro antes para saludar al maestro, un alfa, por lo que pudo oler, un gruñido casi se le escapa cuando el tipo abraza a la omega y se pone a hablar como si la conociera de toda la vida
Yelena toma su lugar en las gradas más cercanas, no sentada, de pie en el primer nivel, lista para saltar en contra de cualquier amenaza como lo estuvo haciendo todo el día. El entrenamiento previo a entrar en contacto es tan tranquilo como se puede esperar de una actividad que no está pensada para entrenar soldados en la tragedia de matar, algo tan básico que a cualquier viuda no le serviría ni como calentamiento, aun así, puede apreciar la forma en la que Kate se esfuerza para hacer cada ejercicio no lo más rápido posible, sino en búsqueda de la forma más beneficiosa para su persona. No podía decir lo mismo de todos sus compañeros, era evidente que algunos nunca antes habían practicado ese tipo de actividades, motivo por el cual les costaba un poco más intentar llevar el ritmo de una atleta consagrada, podía respetarlos porque lo estaban intentando y no estaban tratando de ingresar a una agencia de espionaje internacional.
Tras un buen rato de entrenamiento de preparación, repasar los movimientos básicos de cualquier técnica de pelea, quedando el grupo listo para la parte más interesante: hacer grupos para practicar un combate de media baja intensidad. El entrenador no le parecía una mala persona, se preocupo en saber quienes se sentían preparados para tal ejercicio y quienes preferían ser observadores, demasiado amable en opinión de Yelena.
— ¿Cómo te sientes Kate? ¿preparada para hacer una demostración? — pregunta una vez dimitieron quienes no se sentían preparados para el contacto.
La nombrada levanta la cabeza, estaba en una posición de descanso, sujetándose las rodillas para tratar de calmar un poco el dolor que se implantaba en su espalda baja — Temía que no preguntaras — se retira la sudadera para estar un poco más cómoda, tan concentrada en lo que estaban por hacer, que no se dio cuenta de que en las gradas un alfa la veía como si fuera la obra más hermosa de la historia — ¿A puntos o por tiempo? — es la gran duda que se necesita resolver antes de que comenzaran a compartir golpes.
— Que sea a puntos, para hacerlo interesante — el tipo despeja el área, prepara su propio equipo y se acerca a la omega para preguntar algo que Yelena no pudo alcanzar a escuchar, al igual que la respuesta —. Buena suerte, Bishop, he estado entrenando — se pone el protector vocal y termina de ajustar sus guantes.
— No necesito suerte para volver a ganarte — hace lo propio, con su conjunto morado.
La pelea comienza tras un golpe amistoso de puños y Yelena vuelve a tomar su actitud más profesional. Durante el escape no tuvo la oportunidad de revisar la técnica de pelea de la omega, tanto porque los mafiosos de cuarta no volvieron a tener la oportunidad de acercársele, tanto porque estaba mucho más interesada en sacarla de ese lugar en una pieza, así que esa era una oportunidad de oro para saber que tan buena luchadora era su omega.
— Uno a cero —
Desde los primeros ejercicios del entrenamiento se dio cuenta de que Kate Bishop tenía bases sólidas en el arte de la pelea y ahora que el enfrentamiento arrancaba podía confirmar algunas cosas. Kate Bishop tenía una postura firme, con una guardia salida del boxeo, los puñetazos que le mandaban parecían ir en cámara lenta para la omega que los esquivaba siempre una fracción de segundo antes de que fuera justo a tiempo, las patadas eran anguladas a la perfección. Una defensa bastante solida, más enfocada en esquivar que en cubrir, Yelena le daba un punto.
— Tres a uno —
Las ofensivas eran una cosa aparte, mucho más cautelosas, usando solo un brazo en combinaciones cortas, una vez más, le traía recuerdos del boxeo. Ve al entrenador lanzarse de vuelta al ataque, siendo esquivado casi a la perfección y se dice casi porque uno de los golpes le llega al abdomen, lo que debería haberla hecho tambalear, aunque fuera un poco, pero en cambio le termino entregando un espacio ideal en el que recibió dos golpes de zurda consecutivos al pecho. Buen contragolpe, mala decisión de objetivos, de haber pensado un poco más pudo ir directo a la mandíbula para intentar con la pelea lo más rápido posible siendo que estaba en desventaja de peso y casta.
— Tres a tres —
Las cosas pueden cambiar muy rápido en el combate, por eso siempre se tiene que tener la guardia bien en alto. Un golpe simple, absurdamente simple, digna de una pelea de escuela primaria conecta de lleno al rostro de Kate, haciendo que pierda un segundo la compostura, dando oportunidad para que le patearan a la pierna, tirándola al suelo. Yelena arque una ceja, ese golpe fue anunciado desde que se originó en el hombro, uno que Kate tuvo que haber visto, no había forma humana para que no lo viera. Una maniobra en el suelo para volver a conseguir su postura de pie, si el golpe dolió, no hay nada en ella que lo demuestre.
— Tres a cuatro —
Otra vez, un golpe al rostro que le paso entre los antebrazos y Yelena puede ver a la perfección como los ojos de Kate detectan el movimiento, como su brazo izquierdo se mueve por instinto para cubrir el impacto, más importante, ve como la omega baja el brazo, dejando que el golpe siguiera su trayectoria, hasta impactar directo a su mejilla. Kate apenas y se mueve, manteniendo su postura, volviendo a cerrar su guardia, en cambio se lanza de vuelta a la ofensiva con mucha más fuerza.
— Cuatro a cuatro —
Parece que el golpe fue el inicio de su ofensiva, quizás algún tipo de estrategia muy cuestionable, pero estaba funcionando. La última parte de la pelea dio inicio y ninguno de los dos quería perder. El alfa trato de hacer una estrategia de desgaste, lógico pues tras conectar golpes con tamaña facilidad lo más lógico era irse encima en búsqueda del título, la omega es consciente de ello y lo aprovecha como si su vida dependiera de ello. Vuelve a fintar de mil maravillas, creando más y más espacio, en la defensa de su rival, busca, busca, vuelve a rebuscar, hasta que por fin llega, una apertura ideal entre los brazos del entrenador, la oportunidad dorada, lanza, el brazo derecho sabiendo que le iban a interceptar solo para sorprender con un zurdazo directo al esternón.
— ¡Cinco a cuatro, Kate Bishop gana! — anuncia el chico que estaba haciendo de arbitro.
Ve a la omega dejar caer los brazos con un suspiro, dejando escapar toda la tensión que la situación le acumulo en el cuerpo y su expresión cambia en un segundo, volviendo a esa sonrisa tranquila que parecía ser normal en la omega.
Yelena necesita tener más tiempo para realizar un análisis profundo de las técnicas y estrategias del aspirante al puesto, pero si que podía entregar un análisis preliminar respecto a su CQB:
Excelentes reflejos utilizados de una manera eficiente al momento de luchar. Maestría de angulación y perfilación con respeto a la postura del rival. Equilibrio decente por decir menos, rápida en corregir errores, no se quedaba mucho tiempo en el suelo cuando conseguían hacer que cayera. Varias cualidades muy buenas para un agente de campo, empañadas por un problema que ella pondría en mayúsculas, negritas y subrayado solo para que no pasara inadvertida al momento de leer el informe.
BLOQUEAR CON LA CARA NO ES UNA DEFENSA EFECTIVA. SE REQUIERE TIEMPO EXTRA DE ENTRENAMIENTO PARA CORREGIR TECNICA.
A pesar de dicho gran detalle, Yelena concluye en base a sus años de experiencia como reclutadora que, con el entrenamiento adecuado, Kate Bishop podía llegar a ser un agente de primeria línea, mucho mejor que Clint en su nada humilde opinión, aunque claro, no es como que fuera algo muy difícil superar al hombre pájaro y hacía falta que la omega pasara por más pruebas para tener una conclusión acertada, pero al fin de cuentas Yelena era muy buena para identificar talento y claro que su juicio no se veía nublado por la forma en la que su alfa aullaba ante cada sonrisa coqueta que dejaba escapar la omega en top deportivo. Claro que no tenía nada que ver.
Y antes de darse cuenta, las clases llegaron a su fin, gracias a que el clima parecía estar en vías de empeorar, lo cual hizo que las actividades al aire libre a las que iba a asistir la omega fueran suspendidas para prevenir que algún alumno se enfermara ante la repentina bajada en la temperatura, algo que arruinaba la agenda de la chica. Puede darse cuenta de lo enojada que estaba por la situación, es evidente en la forma en la que se retira las vendas de sus manos, tirando con más fuerza de la necesaria, en la forma en la que apretaba los dientes. Lo ve en el silencio que se instaura entre ellas mientras caminan al estacionamiento, se alarga cuando inician el trayecto y se mantiene durante el atasco que les atrapa en el centro. Cuando todos los citadinos deciden que hacer sonar el claxon les ayudara de alguna forma a moverse más rápido.
Usa el espejo para tratar de averiguar si hay algo mal, busca en las micro expresiones alguna señal de dolor por las heridas en su rostro, moretones a medio formar, mucho más oscuros de lo que deberían ser para el tiempo pasado tras impacto y por la protección que los guantes entrega. Había tomado una pastilla al salir del gimnasio, no pudo ver el frasco pues la omega había recuperado su bolso y desde el interior saco la pastilla, esperaba que no fuera el mismo que le vio tomar desde la mañana, porque de serlo tendría que anotar uno más al conteo de supresores de aroma que la omega había tomado en el día. No podía confirmar que ese fuera el contenido del frasco, no tuvo la oportunidad de revisarlo con el detalle que su profesión exige, pero tampoco era una idea descabellada, al fin de cuentas existen pocos medicamentos con el tipo de estampado verde y rojo que inicien su nombre de marca con la palabra Omega bien en grande. No era una hipótesis descabellada cuando recordaba la ausencia de aromas provenientes de la omega, que se quede como un secreto, Yelena se había esforzado en intentar capturar cualquier matiz diferente al desinfectante que representaba el miedo en esa omega tan hermosa, un aroma que deseaba nunca volver a olfatear.
— ¿Comida favorita? — pero como con muchos otros temas que tenían pendientes en la agenda, no era un tema que pudiera preguntar a la ligera, menos cuando podía notar que la chica tenía sus defensas altas. Así que en cambio fue por el lado de la paciencia. Ve un pequeño salto en la omega, como si la hubiera asustado a despertado de un sueño inesperado — No todas las cosas están en el informe y no soy fanática de regalar mi trabajo —.
— Pizza de doble queso — no tardó mucho en contestar, tanto que incluso podía parecer que contesto sin querer — ¿Invierno o verano? —.
— Soy más de otoño — ahí estaba de vuelta la Kate Bishop parlanchina que había conocido durante el escape — ¿Festividad favorita? —.
Una buena pregunta pues la chica se toma su tiempo para pensar la respuesta, suficiente para estar cerca del paso de cebra — Adoro la navidad — muy típico si le preguntaban a la rubia —, aunque Halloween era muy divertido — parece que esta a nada de aparecer un filtro de tristeza —. Copio pregunta ¿la tuya? — pero corta cualquier malestar a cambio de preguntar.
— Año nuevo — recuerdos de cada fiesta que tuvo desde niña, en Ohio fue esa festividad la primera en la que se agregó una foto al álbum familiar que estaba destinado a ser una mentira para la galería. Cada 31 era un momento perfecto para unirse un poco más, tratar de perdonarse en lo que faltaba y hacer promesas que se esforzaban en cumplir —. Sabor de helado favorito —.
Hay unas cuantas opciones en su cerebro, pero una sobresale de entre todas — Chocomenta — y Yelena mete un frenazo, volteando a ver a la omega como si acabara de revelar que era parte de la realeza — ¿Qué? — no habla la alfa, sigue viéndola de arriba abajo hasta que hace reacción — ¡Oh por favor! ¿porqué todo el mundo se extraña cuando digo este sabor? —.
— Nunca espere que tuvieras tan mal gusto, Kate Bishop — vuelve a centrarse en el camino, ya estaban bastante cerca del penthouse, por fin podría dejar a la omega descansar un rato. Alcanza a ver una tienda en la vereda, una pizzería de las miles que hay en la ciudad, lo cual le trae a la mente un dato no menor —. No has comido nada desde el desayuno — no puede ver la reacción de la omega, no alcanza a percibir la forma en la que su cuerpo se tensa — ¿quieres comprar algo? Se ve que es bastante buena si tiene tanta gente —.
Kate se debate entre lo que quiere decir y lo que debe decir, pero el recuerdo de su madre se superpone a lo que su estomago siente — No gracias, estoy bien, ya comeré más tarde —.
Yelena no esta convencida, para nada, pero tampoco quiere meterse de más en un lugar donde puede terminar hiriendo una confianza que estaba cercana a nacer — Como tu quieras, Kate Bishop, si cambias de opinión, avísame y buscaremos otra — no queda mucho espacio para seguir hablando, doblan en una esquina y ya estaban listas para dar por terminado el día. En el camino del ascensor desde el estacionamiento al piso de la familia la alfa no puede dejar de ver esa herida en el pómulo derecho, se estaba inflamando, el color se intensificaba y podía jurar que veía la forma de los nudillos de aquel tipo con quien había luchado, había sido un milagro que la herida a media cicatrización producida por el anillo de Eleonor no se hubiera vuelto a abrir —. Quédate aquí un momento — estaban en la puerta de entrada, se reviso que el recibidor no estuviera comprometido —, revisare que no haya alguien esperándonos — es entonces cuando revela un secreto que tenía bien escondido en su abrigo, su fiel pistola y de su manga, una pequeña navaja.
Sin cerrar la puerta para poder reaccionar rápido en caso de que la omega la necesite, limpia la sala, cada esquina en búsqueda de alguna amenaza, confirmando que el lugar era seguro, regresa con ella para hacer que pasara, cerrando con seguro la puerta — ¿Llevabas eso cuando estabas en la universidad? — no recibe respuesta mientras es guiada al sofá más grande de todos, frente a la chimenea — ¿Acaso terminamos nuestra sesión de preguntas y respuestas? —.
— Considérala en una pausa temporal — se aleja un momento, apurándose a buscar la pequeña mochila que en la mañana, cuando la madre no miraba, dejo escondida con cosas que sabía en algún momento podría necesitar —, por lo menos hasta que revise ese golpe —.
Reaparece y se pone de rodillas para que ambas estuvieran a la misma altura — Puedo hacerlo sola — cuando la mano del alfa intenta tocarle la cara, por puro instinto, se aleja dejando que en sus ojos se filtrara una capa de miedo —, no es la primera vez que me lastimo entrenando —.
Saca las cosas que iba a necesitar con movimientos más lentos de lo necesario — Se que puedes hacerlo, Kate Bishop — es cautelosa al poner su mano sobre la de ella, siente un cosquilleo nacer en sus muñecas, expandiéndose por todo su cuerpo, erizándole los bellos de todo su cuerpo —, pero, que sepas hacerlo sola no significa que debas hacerlo sola — y parece haber tocado un punto sensible, porque por fin consigue ganarse el favor de la omega más hermosa que alguna vez había nacido —. Déjame hacerlo por ti, Kate Bishop — ojos azules, un océano dulce al que se lanzaría sin dudar, tan profundos que siente que se hunde, que se podría ahogar y morir si se perdía mucho tiempo en ellos. Una gloriosa forma de morir. No parece estar del todo segura mientras mueve su cabeza, dando permiso, así que debía ser cuidadosa —. Primero quiero revisar la zona, mueve un poco la cara para que pueda ver — obedece sin dejar de verla mientras se desinfecta las manos con gel —. Voy a tocar la zona, solo para comprobar que no sea una lesión mayor, si te duele demasiado avísame y parare — es precavida al aplicar presión, nunca más de la estrictamente necesaria, esquivando la pequeña costra, espera ver alguna reacción por pequeña que fuera cuando pone sus dedos en la parte más oscura, donde los nudillos impactaron de lleno, pero no hay ni un parpadeo —. Parece que tienes la cara dura, Kate Bishop, no hay nada roto — claro que eso era algo fácil de deducir, pues de haberlo estado la omega estaría muy inflada y morada, pero en ocasiones vale la pena decir lo obvio —. Necesito desinfectar el área, solo por si acaso, no queremos que se infecte ese corte — es la forma en la que se nota tensa a cada cosa que sale de su mochila, la forma en la que por un segundo se le altera la respiración y traga en seco, que Yelena decide que debe hacer algo para distraerla un poco —. Dime Kate Bishop, esta pregunta es muy importante para saber como nos vamos a llevar ¿eres de perros o gatos? —.
No puede esconder el suspiro que se lleva la tensión adicional. Se queda un segundo pensando, alejando la vista por primera vez de la mochila — ¿Ambos? —.
— ¿Me lo preguntas o me lo dices? — una sonrisa en respuesta, punto para Yelena — Tan americano el no poder tomar una postura —.
— ¡Hey! Claro que puedo tomar posturas — y la alfa espera a que lo demuestre —. Digo, quizás no con este tema, nunca he tenido una mascota así que no se cual de los dos sea mejor para mi — aunque pareciera una estupidez, estaba funcionando, Kate se había distraído lo suficiente para que pudiera continuar con los pasos necesarios para cuidar el golpe.
— Voy a ponerte un analgésico en gel sobre la zona, te ayudara a que no te duela tanto — toma el pequeño tuvo, dejada unas gotas sobre sus dedos y en círculos cuidadosos acaricia la piel lastimada —. Yo nunca he pilotado un F-22 ni un Su-57 y se cual de los prefiero —.
— Siempre me han gustado los perros — confiesa con más vergüenza de la que debería —, son adorables — y Yelena piensa en la bestia esponjosa que aguarda por ella en casa —. Mi madre nunca me dejo estar mucho tiempo cerca de uno, dice que puede ser peligroso —.
Limpia su mano con una gasa para quitarse los restos del medicamento, ya estaba por terminar — Puedo entenderla — el corazón de la omega se aprieta, contiene la respiración —, que te muerda un perro es una mierda — deja escapar su respiración en un suspiro tembloroso — y las vacunas contra la rabia duelen como una bala — a pesar de haber vivido lo que había vivido, Yelena pecaría de ingenua —. Voy a ponerte un curita, solo para asegurarnos que tu herida cicatrice bien sin nada del exterior que le pueda molestar — porque nunca podría llegar a ver a la omega de la misma forma retorcida en la que su madre lo hacia —. Listo, Kate Bishop, como nueva, no debes preocuparte por el agua, resistirá bien a menos que te lances a un lago…si lo vas a hacer avísame para que te pueda sacar —.
Una sonrisa le cruza la cara — No te preocupes, no esta en mi agenda — la mención del agua le hace recordar que sigue con la misma ropa sucia, con el sudor aun pegado sobre su piel, aplastando cada centímetro de su cuerpo —. Me tengo que duchar, tu puedes irte, seguro que tienes cosas que hacer — es buena anticipando cosas, es un tipo de don —. Me quedare en casa el resto del día, tengo que ponerme al corriente con las materias, te avisare si salgo, no quiero que mi madre te despida —.
Ve a Kate levantarse, estirarse un poco y quejarse, tomar un momento para respirar y apretar los dientes al tratar de recoger su bolso — Deja que te ayude — le ahorra el trabajo que obviamente le lastima, sabe que esta por reclamar —. Vamos, aun no he revisado la planta alta, no sabes donde se pueden ocultar los peligros — una pequeña mentira que ambos reconocían como tal, claro que lo había hecho pues tenía acceso a las cámaras de seguridad, nunca sería tan imprudente como para exponer a la omega por una imprudencia.
Sin energía para discutir, apenas suficiente para estar de pie, acepta. Caminando hasta el segundo piso, atravesando el pasillo con cuadros demasiado feos para ser tan caros, fotos de una boda que ocurrieron muchos años atrás, una puerta a la que tenía prohibido entrar y otra a la que nunca se metía por voluntad propia. Guía en silencio a la alfa hasta su rincón de mundo en la lujosa casa, al final del pasillo, abre la puerta, ofreciendo el paso, uno que, de quererlo, la rubia podría conseguir sin preguntar.
Una sonrisa le aparece en la cara a Yelena al ver los posters que decoran las paredes — Se muere si se lo cuento — piensa al ver otra foto en grande de Clint sujetando su arco —. Toda una fan — confirma cuando ve una figura de acción del vengador y en un estante comics que por titulo llevan el nombre ya no tan secreto del hombre pájaro.
No quiere mortificar a la omega, no ese día por lo menos, ya tendría tiempo de reírse de su fanatismo cuando su relación fuera más natural, si es que algún día llegaban a eso claro. Deja la maleta en el suelo a un lado del marco de la puerta.
— Servida, Kate Bishop — da otro vistazo, el lugar estaba mucho más vació de lo que esperaba de una joven adulta millonaria, demasiado oscuro a pesar de tener ventanas que apuntaban a una vista que sin duda valía unos miles de dólares gracias a unas cortinas cerradas a cal y canto —. A menos que me vuelvas a necesitar, nos veremos mañana temprano para tus clases —.
— Claro, claro — es increíble como una persona se podía ver más y más cansada a cada segundo que pasaba, comenzaba a reclamarse por no haber insistido en comprar algo para comer —. Gracias, Yelena, nos vemos mañana, cuídate —.
Tomándolo como una petición silenciosa, decide irse sin tratar de alargar más el momento, pasando a un lado de la omega, cerrando la puerta al cruzar el umbral. La ausencia de sonido le hace arquear una ceja, revisa el pomo, cayendo en cuenta de la carencia de una cerradura real, la manija era una mera decoración para tratar de hacerla ver como una puerta cualquiera. Le invade unas nauseas que hace mucho no sentía, mientras baja las escaleras debe ir tranquilizando su respiración, había sido un día demasiado intenso a su parecer, el incidente extraño de la mañana, las pastillas, lo callada que parecía ser Kate Bishop en su vida cotidiana, el silencio absoluto en el inmenso penthouse, que solitario.
6
Es así como vuelve a casa, con varias preguntas que le rondan la cabeza, la mayoría relacionadas con los documentos que le esperaban en la mesa cuando llegara a su departamento, lugar donde comenzara a investigar por propia cuenta el punto más extraño de entre tanto papeleo, ese que incluía el cambio de cuerpo a la de un lobo, una investigación que por si sola le iba a tomar mucho tiempo y a la que le debía sumar las cosas extrañas que había visto durante el día.
Al llegar a casa es recibida por una bestia peluda de 50 kilogramos de puro amor, consigue que la cena de ambas llegue segura a la cocina, deja calentando agua para café mientras se cambia la ropa tras un largo día y espera a que su madre le conteste su mensaje de consulta. Sabiendo que la respuesta puede tardar un poco, y ya teniendo su ropa de noche puesta, se deja caer sobre su cómodo sofá frente a la televisión para ver algún capítulo de Gossip girl junto a Fanny mientras ambas disfrutan de una cena especial. La televisión se vuelve un sonido de fondo mientras Yelena va comiendo su cruasán de queso y espinaca, pues su mente parece tener algo mucho más importante en lo que centrarse que en uno de sus programas favoritos, ese algo tiene nombre, apellido, unos hermosos ojos azules y una familia de mierda por lo visto.
Saca su teléfono debajo del cojín donde había quedado escondido, lo desbloquea sin pensar, navegando en automático hasta la galería donde la foto guardada más reciente captura toda su atención, la foto de una Kate Bishop sonriente, levantando las manos de sus compañeras mientras entre sus dientes presume su medalla de oro olímpico. Una foto hermosa, no por el excelente trabajo del fotógrafo al encontrar el ángulo ideal para que la luz favoreciera la escena, ni por ser tan paciente de esperar a que se soltaran los festejos, fue perfecta por el modelo al centro.
— ¿Tu qué opinas Fanny? — la perrita al escuchar su nombre deja de comer la primera parte de su propio cruasán de pan integral y jamón de pavo, saltando al mueble para ver lo que su compañera le quiere mostrar — Es linda, verdad — la Akita se queda viendo la foto unos cuantos segundos antes de gruñir un poco, apartar la cara y volver a su comida —. Claro que no más linda que tú, pequeña egocéntrica —.
Quiere quemar más tiempo en ver la foto, tanto que la imagen quede grabada a fuego en sus ojos, más cuando el día había estado repleto de pequeños roses, momentos cercanos que le hizo revolotear el corazón, sin darse cuenta de que pasarían un par de horas, hasta que la pantalla de su teléfono se pone en negro antes de que aparezca el icono de una llama entrante por parte de un número que conocía a la perfección. Necesita un segundo para apagar su televisión, uno más para acomodar su teléfono de una forma apropiada para que su madre le pudiera ver sin problemas y ella pudiera ver. Tras las necesarias correcciones acepta la llamada, viendo al instante aparecer a su madre, con ese moño alto siempre elegante, sentada con una postura impecable y su rostro sereno.
— Pequeña araña, buenas noches —.
Había varias cosas por las que admiraba a Melina, sus impecables habilidades para el combate, espionaje, sabotaje e investigación era sin duda algunas de esas; tanto que podía decir que, a nivel profesional, era su ejemplo a seguir, pero claro que tenía más motivos que escapaban al campo del espionaje — Hola, mama — como por ejemplo la facilidad con la que se acoplo a esa dinámica desde el día uno, como si siempre hubiera sido una realidad — ¿Cómo van las cosas? — se pregunta si igual que para ella, los primeros años en Ohio fueron una realidad.
No era la mujer más expresiva del mundo, quizás una de las menos expresivas que conocía, identificar si algo le agradaba o emocionaba iba mucho más allá de las reacciones tradicionales, por ejemplo, cuando un tema le interesaba, parpadeaba más rápido, en secuencias de cuatro seguidos, como justo lo hizo tras la pregunta de Yelena — Parece que por fin tendremos una camada de cerdos en la granja, los indicios son positivos, la conducta se ha modificado como se espera y ahora debemos comenzar a trabajar en las ampliaciones necesarias para traerlos en óptimas condiciones —.
— ¿Alexei por fin aprendió como montar una cerda? — esa sí que era una gran noticia — ¿A qué magia antigua tuviste que recurrir? — ve como está a nada de responder, pero se hace callar con la misma velocidad, Yelena se regaña un poco al darse cuenta de la terminología utilizada y como impactaba en su madre.
— Solo necesitamos unas clases particulares con ejemplos visuales, resulta que el internet de los americanos es un lugar muy curioso — sin duda prefiere no enterarse en qué tipo de páginas se mete su madre, por mucho que sea en nombre de la ciencia —. Fanny, parece que estas un poco más delgada que antes —.
El perro levanta la cabeza al escuchar su nombre, aplastando a su dueña en el proceso — La deslane hace unos días, supongo que eso la hace ver más pequeña — mueve un poco a su mascota para acomodarla mejor y evitar que le lastime con sus garras — ¿Has encontrado algo respecto a lo que te comenté? — ese mensaje fue mandado el día anterior en cuanto la reunión con Eleonor terminó.
— Más de lo que esperaba de fuentes más confiables de lo que esperaba —
Los omegas cambiantes eran o son, según el investigador al que se le pregunte, una variación muy extraña dentro de la casta de los omegas. Se considera un vestigio de los tiempos lejanos cuando las sociedades humanas comenzaban a crearse y una respuesta radical contra la mayoría de las limitades físicas de los omegas. Hay registros constantes de esta subespecie hasta tiempos del renacimiento europeo, a partir de entonces, los informes se vuelven ocasionales hasta desaparecer en su totalidad a inicios del siglo XVI, a partir de entonces, los omegas cambiantes se convierten en nada más que rumores y cuentos de hadas. Aunque a mediados del siglo veinte se vieron unos cuantos casos contados, nada que pudiera indicar que esta variación volviera a ser la norma. La forma más simple para identificar a una omega cambiante es, precisamente, cuando cambia de forma, durante las lunas llenas tienden a mutar su cuerpo a una forma de lobo.
— Un lobo — repite Yelena interrumpiendo la explicación de su madre, lo cual confirmaba que las historias de su jefa no eran solo historias de locos — ¿Debería avisarle a Natasha? Seguro que se vuelve loca cuando se entere de esto — un recuerdo del 2008 le hace aparición, de cuando comenzaban a tener mucha más libertad para moverse como personas normales, ocasión que su hermana aprovecho para ser partícipe de uno de los eventos cinematográficos de la década, el estreno de la primera película de crepúsculo.
— ¿Puedo continuar? — su hija claro que da el, digamos, permiso y Melina continua con la información que había conseguido —. Como decía, la forma más sencilla para identificarlas es en el momento en el que pasan por su conversión cada tantas lunas llenas, se cree que de este tipo de omegas se crearon los mitos del hombre lobo y otras historias similares, aunque, a diferencia de estos cuentos, los omegas cambiantes no pueden “infectar” a otros con su condición, pues esta es algo con lo que se nace, ni siquiera se puede confirmar que sea hereditaria. Según algunos testimonios que se pudieron conservar en el tiempo, que son muy pocos por cierto, parece que esta transformación responde a las necesidades de la omega como un mecanismo de defensa ante situaciones que no puedan afrontar físicamente, una forma de escapar, aunque no hay tanta información al respecto, parece que la mayoría de omegas cambiantes no estaban muy interesadas en ser participe en investigaciones, más tras la edad oscura…parece que fue una mala época para ellas — debe haber encontrado cosas realmente malas para que no fuera algo que quedara fuera de conversación.
— ¿Eso es todo? — era información que podía contrastar con lo dicho por Eleonor, descartaba algunas cosas y podía llegar a confirmar otras.
— Todo lo que pude encontrar de fuentes mínimamente confiables — aparta las hojas que había utilizado para recopilar los datos y en su lugar pone su taza de té, de la que toma un trago antes de volver a hablar — ¿Me dirás ahora el motivo de esta investigación? —
Duda un instante — ¿Está Alexei cerca? — su madre niega y eso le da un poco más de confianza para hablar — Me contrataron para proteger a una persona, resulta que es una omega cambiante y necesitaba información respecto a ellas para saber si debo tener algo adicional en cuenta —.
Melina se toma un segundo para mover los engranajes de su mente, atando dos puntos tan obvios como un océano en un mapa — Katherine Elizabeth Bishop — claro que no era una pregunta, era una declaración, una teoría que confirma como cierta cuando su hija hace esa cosa extraña de apretar los labios y parpadear rápido, un pequeño gesto que desde niña tenía —. No se cuánto tiempo este bajo tu supervisión, pero deberías revisar mejor sus registros médicos, las alteraciones en su cuerpo pueden llegar a provocar perdida de su masa ósea y un desgaste superior al normal de sus huesos, a largo plazo podría traerle problemas, por no hablar que, el cambio tan radical podría provocar una tendencia a que sus células muten, no es una locura creer que eso pueda favorecer la aparición de enfermedades genéticas tanto en ella como su decendencia — nota la tensión que aumenta cuando menciona la necesidad de acudir a un medico —. Si la situación lo requiere podría encargarme de revisarla personalmente —.
Eso se escucha como una muy buena idea, mucho mejor que ir a un hospital…blanco, con doctores, bisturís, atentos al cuerpo de su omega. Detiene sus movimientos, se regaña por haber hablado en esos términos — Si claro, eso estaría bien. Te avisare si llegamos a necesitar tus servicios, mamá —.
— Hay algo más que te molesta —.
Yelena desearía poder enojarse con Melina por ser tan buena leyéndole la cara, pero claro, no solo estaba hablando con una de las mejores viudas salidas de la habitación roja, estaba hablando con su madre — Si, hay mucho más…cosas que no se como explicar — es ignorante a como su mano diestra se mueve hasta quedar sobre su corazón, dando una pista a Melina —, cosas que no se si estoy lista para hablar — recuerda las reacciones inesperadas de su cuerpo ante cosas tan simples como verla a los ojos.
Baraja la forma en la que encarar la situación, sabe lo que su entrenamiento le pediría que dijera, pero también sabe lo que ella de corazón quiere decir — Dime cuando estes preparada para hablar, te contestare de inmediato y podremos afrontar tus preocupaciones afectivo emocionales —.
Una sonrisa se le escapa junto con un suspiro — Gracias ma, algún día te contare — desvía un poco la mirada para ver el reloj digital en la pared, dándose cuenta de que el tiempo para descansar se le estaba acabando —. Fue un largo día, mañana quiero hacer unas averiguaciones temprano —.
— Necesitas mantener tu horario de sueño estable para evitar la aparición de alguna enfermedad en el mediano plazo, el suero que les dieron no es tan eficiente en la prevención de enfermedades como ellos creían — y por primera vez en muchos años, aparece algo diferente a la fría calma en los ojos de Melina —. Duerme bien, hija, te amo —.
Antes de siquiera poder analizar, comprender lo que su madre acababa de decir, la llamada se termina de forma repentina producto de que Melina apago su Tablet tan rápido como era posible sin comprometer la integridad del dispositivo. Yelena vuelve a suspirar, su corazón aun más acelerado al haber escuchado esas palabras que su madre tan pocas veces había pronunciado.
Notes:
Espero haber cumplido al decir que Eleonor es una maldita y espero que la experiencia les haya gustado.
No se si hare todos los capitulos tan largos como estos dos, pues la extensión ha sido una necesidad por mi parte para mostrar cosas que deseaba contar, quiza a futuro las actualizaciones sean más cortas.
Chapter 3: La perezosa Kate
Notes:
Disculpas por el restraso, en general intento que los capitulos salgan cada quince día, pero ya saben, problemas de la vida adulta.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Cuando la alfa sale Kate espera en silencio, siguiendo el ruido de los pasos hasta la puerta principal, donde el sonido de la puerta siendo cerrada le indica que un peligro se ha alejado. Pero aun no se mueve, resiste al sudor que le empalaga el cuerpo, a los cabellos pegados en su frente y la comezón que le produce las costuras de su top; resiste largos minutos que se sienten horas, hasta que la luz del reloj digital de su cuarto parpadea tres veces seguidas, confirmando lo que su audición ya le anticipaba con la carencia de ruidos en la sala: estaba sola. Una muy buena notifica tras unos días tan complicados.
Sintiéndose más tranquila por fin se puede quitar su sudadera, agradeciendo que le haya protegido la piel, reclamándole por haberla hecho sudar tanto. Quiere agacharse a recoger su bolso, tratar de ser más ordenada como su madre siempre le reclamó, pero en cuanto flexiona las rodillas, el maldito dolor en su espalda reaparece, haciéndole cerrar los ojos del dolor que casi la tira al suelo y le hace chillar. Recupera su postura original como si fuera un resorte, en búsqueda de aplacar, aunque fuera un poco, su malestar. Hace lo mejor que puede para concentrarse en lo que necesita en lugar de solo caer desmallada por agotamiento, bueno, quizás necesitara dormir un poco, pero solo después de limpiarse. Al fin de cuentas no era una bestia.
Batalla más de lo normal para poder abrir el pequeño cerrojo del que debería ser su espejo de baño, tres o cuatro intentos, hasta que lo consigue, aparecen entonces muchos frascos, cajetillas, con nombres y colores que se ven demasiado similares para ella, sabe lo que necesita, sabe dónde los pone cada mañana cuando revisa que aun tenga suficiente ibuprofeno, gajes de ser atleta. Toma dos pastillas de una sola vez con gran ayuda del agua del grifo; su cabeza se va volviendo más liviana mientras se acerca a la tina de baño, tanto que ya no es consciente de las pequeñas cosas, como el lugar al que ha ido a parar su ropa, ni que aún tiene puesto un calcetín, tampoco se percata de la temperatura del agua en la que se sumerge, apenas y puede sentir algo más que el zumbar en sus oídos, el pinchazo tras sus ojos que se extendía a su nuca y ese punto entre los huesos de su columna palpitando.
Dentro de un agua casi tan fría como el clima en el exterior Kate no puede evitar que se le complique el realizar una tarea tan simple como mantener los ojos abiertos o respirar. No pueden culparla, bueno, nadie a excepción de su madre podía culparla, acababa de salir de dos semanas de cautiverio, catorce días donde apenas y pudo cerrar los ojos unos minutos, días estando en alerta máxima ante las amenazas que la rodeaban, días de comer pan duro cada dos días.
Kate solo quería descansar de verdad, cerrar los ojos y abrirlos cuando estuviera por llegar el ultimo día de la humanidad, pero como eso era demasiado dramático incluso para ella, se iba a confirmar con desmayarse en una bañera repleta de agua helada perfumada con olor a rosas por lo menos hasta que llegara la madrugada.
Pero tenía que ponerse al corriente con la escuela ¿a quien mierda la importan las materias cuando acabas de salir de cautiverio? La respuesta era tan simple, tan obvia y dolorosa, a su madre, a su madre si le importaban, sus notas estaban por encima de todas las cosas. Culpen a Kate por eso, pues cuando decidió que quería dejar las clases de ballet a cambio de practicar artes marciales y arquería, su madre fue muy clara al respecto — Si vas a meterte en tan inapropiadas para una dama no quiero que descuides ni por un segundo tus estudios, Katherine. Dame tu palabra que mantendrás tus calificaciones — y ella claro que lo hizo, lo juro por lo más sagrado que una niña de siete años podía tener, un peluche que muy probablemente se perdió unos pocos años después de eso.
Claro que la niña no esperaba que con el tiempo esa promesa significara tener que alcanzar la máxima nota en todas sus materias hasta que terminara su carrera universitaria. Buscar la excelencia en cada cosa que hiciera, quemarse las pestañas leyendo libros mil veces porque, a palabras de Eleonor, era demasiado estúpida para no poder recordar cosas tan simples como poder recitar de memoria los activos de una compañía multimillonaria de la que no tenía interés; hubo una ocasión, cuando tenía dieciséis, a las puertas de un campeonato de arquería nacional, en el cual se rumoraba iban a estar presentes ojeadores del equipo olímpico, donde tuvo la osadía de sugerir el relajarse un poco con la escuela para poder concentrarse en lo que podía ser la entrada a las grandes ligas de su diciplina favorita.
Obviamente, fue una mala idea, cúlpenla por ser ingenua, estaba bien con eso, sabía que era una estúpida. Lo único que consiguió fue tener que presentarse a las pruebas con un moretón en la cara y un dedo fracturado, nada que no pudiera superar. Ya lo había hecho antes y sabía que lo haría después, pregúntenle al médico familiar, ese que guardaba su verdadero registro medico bajo llave, las veces que la tuvo que atender por cortes profundos o huesos rotos.
Kate entendió el mensaje a la perfección, nunca bajar el pie del acelerador, seguir, seguir y seguir. Su madre quería a una hija perfecta, que compensara todas sus debilidades naturales de ser una omega, ser la más inteligente, la más linda, la más amable, ser perfecta; era su obligación intentar hasta que lo consiguiera o muriera, por algo su madre había gastado tanto dinero en ella y no era para fracasar. Pero algunos días solo necesitaba un respiro.
Sus parpadeos se comienzan a volver más lentos, ocultando sus ojos de la luz blanca de los focos del baño, necesitaba eso, así que se permite el lujo de quedarse dormida, espera que nadie la juzgue por ello, solo quería descansar un rato.
Fue un buen sueño, mejor que las últimas dos semanas, carente de cualquier sueño o recuerdo que le hiciera doler la cabeza, mucho mejor sin duda que el de los últimos dos días, es lo que pasa cada que su madre usa su voz de alfa, una experiencia desagradable que le deja paranoica durante días, así era casi imposible descansar. Pero como todas las cosas en su vida, no duro mucho, el problema de estar dormida en agua es que tu cabeza puede caer en ella en cualquier momento, eso fue justo lo que ocurrió, despertando de golpe, saliendo de la bañera casi de un salto, comenzando a toser con tal fuerza que podría expulsar su pulmón.
Tras unos segundos de recuperar aire, escupir el agua que le entro en la nariz, comienza a sentir los efectos del frio, mala suya por estar en agua helada, siente que el corazón se le detiene, había sido demasiado ruidosa, demasiado descuidada, era tarde en la noche, seguro su estúpida necesidad de hacer ruido, llamar la atención, despertó a su madre.
Kate es muy buena escuchando, desde que era una cachorra lo demostró, así es como se enteró de los problemas entre sus padres años atrás, así se enteró de la intención de Eleonor de mandarla a un internado de reeducación de omegas tras una travesura de quinceañera; Kate se mantiene en silencio, deteniendo su propia respiración lo más que puede con tal de no dejar que se filtre algún ruido innecesario.
Escucha el goteo del grifo, el crujir de la madera del suelo de su cuarto producto del frio que entraba, un pequeño zumbido de la bombilla del baño. Pasan treinta segundos, más del tiempo de respuesta habitual de su madre y como no escucho la puerta siendo abierta, podía comenzar a barajar sus dos opciones: o bien su madre no estaba, lo cual deseaba desde el fondo de su alma que fuera la respuesta, o su madre estaba borracha.
De verdad esperaba que no fuera la segunda opción.
Sale a su cuarto mientras comenzaba a temblar de frio, culpa suya, estaban como a cinco grados fuera y fue demasiado estúpida para no meter ropa cuando entro al baño por primera vez. Por lo menos su toalla era suficiente para no sentirse en total vulnerabilidad, no tarda en escoger su ropa, algo que le hiciera entrar en calor, con bolsas para poder calentar sus dedos que se tornaron de un pequeño color morado, muy lindo si quieren saber su opinión. Es cautelosa al salir de su habitación, espía por la rendija de la puerta antes de poner un pie fuera, comprobando que su madre no le esperaba afuera; cada paso está bien medido, esquivando esos puntos chirriantes del suelo, perfilándose con la pared para dificultar el ser vista baja las escaleras, no hay nada en la sala principal, tampoco en el recibidor, cruza a la cocina y una vez más, no hay nada.
Un suspiro que estaba reteniendo demasiado tiempo, tanto que le estaba doliendo, aún quedaba un lugar al que revisar, esa pequeña sala panorámica que daba una vista perfecta a la zona comercial de la ciudad, ese lugar repleto de turistas deseosos de vivir uno de los lugares más icónicos de New York. Esa sala donde su padre…
Se muerde el labio, con fuerza suficiente para hacerle lagrimar, incluso se sacó un poco de sangre, no importaba, cualquier cosa era buena si mantenía su mente lejos de eso. El punto es que no iba a entrar ahí, por ningún motivo, tenía años que no lo hacía y no iba a empezar solo por miedo a su madre, prefería volver a sentir la voz de mando de Eleonor antes de poner un pie ahí.
Las cosas estaban un poco más claras entonces. Su madre no había regresado a casa, tras media hora de su momento limite podía dar como un hecho que no la volvería a ver hasta que volviera de su viaje de negocios, justo para la gala a inicios de mayo. Un gran problema que resolvería en otro momento, de mientras, debía enfocarse en la inmediatez de la vida y la inmediatez le recordaba que no había comido nada desde la mañana. Pero también tenía trabajo pendiente, mucho trabajo pendiente, debería aprovechar las horas restantes del día…debería.
Se acerca al refrigerador con más respeto del que debería, es cuidadosa al poner sus dedos contra la goma y tira con la menor fuerza consiguiendo con éxito que la puerta se abra sin hacer ruido que le pudiera delatar. El interior hace que le dé una vuelta al estómago, que visión más deprimente, tanto que solo saca una de las botellas de agua antes de dejar la escena del crimen. Por lo visto iba a ser una noche de jugar a la alumna responsable, volver a ser la mejor de todas, pero antes de regresar a su pequeño espacio, hizo una parada técnica en una gaveta de la cocina, donde su madre guardaba aperitivos, al fin de cuentas, necesitaba que su estómago dejara de rugir si iba a estudiar y que mejor que una combinación tan bien conocida como el arco y la flecha. Agua fría y almendras.
Que su madre no esté en casa implica varias cosas, la mayoría beneficiosas para Kate, una de ellas es que puede hacer ruido, no debe ir pisando como si estuviera en un campo minado, puede ponerse a divagar en voz alta cuando sea necesario, aunque el dolor de garganta que comenzaba a llegarle por su estupidez en la bañera le pedía mantener el silencio al que estaba acostumbrada, pero más importante aún, le daba la libertad de escuchar algo mientras trabajaba.
Rebusca en uno de sus estantes, quitando comics, libros y figuras a su paso en búsqueda de un pequeño amigo que no recuerda donde estaba guardado, maldita sea su incapacidad para dejar todo en un mismo lugar por más de una semana. Llevaba un buen rato rebuscando en todo su cuarto, mismo que se convirtió en un auténtico desastre que más tarde que temprano le iba a dar otro dolor de cabeza. Se arroja a la cama en búsqueda de un poco de calma, eso quizás le dé la chance de arreglar su memoria y pensar con claridad.
Desde su posición de descanso tiene una vista perfecta de su pared que da a la cabecera de su cama, una pared repleta casi de punta a punta con posters de, para disgusto de su madre, Los vengadores, aunque hay algunos logos de bandas y carteles de películas. De entre todas las opciones que pudieran captar su atención, es el que está colgando al centro el que consigue cautivarla, una imagen tomada en medio del caos de los momentos finales de la batalla, el equipo en fila, como si supieran que les están grabando. Los siete de pie, listos para afrontar el peligro, tan geniales, se queda un rato en Hawkeye, viendo los detalles del traje, la forma en la que sujetaba el arco Tan genial tras unos segundos pasa a ver a su segundo Vengador favorito, Black Widow, pero entonces una mancha rubia le llama la atención.
Una rubia pequeña, pero más grande que la pelirroja aunque fuera por un poco, cargando en manos un arma que no podía reconocer pero se veía imponente, el rostro un poco sucio por tierra y sangre, una mirada de enojo cansado que hace resaltar sus ojos verdes Que guapa No entiende como la había pasado por alto tantas veces, quizás si era demasiado fan para notar algo más que sus superhéroes favoritos, rebusca en otros posters, dándose cuenta que la rubia en cuestión no vuelve a hacer aparición, así que se centra en la única existente, la detalla tanto como es posible para una mente cansada y temblante, hasta que una revelación aparece, una tan obvia que no entiende como no lo vio antes — Se parece a Yelena — su garganta se lastima ante una frase tan simple — ¿Sera fan de ella? — porque claro esa era la respuesta más lógica al parentesco entre ambas rubias.
Entonces su mente decide ir a otro lugar muy lejos del caos de la habitación, de esa caja que no podía encontrar, teniendo como destino los recuerdos de esa rubia que le iba a seguir a todos lados hasta solo su madre sabía cuándo.
Kate es una persona que sabe adaptarse a las situaciones que se le vienen, sabe tomarlas, buscar lo mejor de ellas para convertirlo en su combustible para seguir avanzando y en su defecto, cuando la cosas es en verdad mala, sintetizar todo el malestar que le generan para seguir peleando a base de resiliencia. Eso hizo cuando su padre, eso hizo cuando su madre comenzó a beber tanto que tenía que cargarla a su cama porque se desmallaba, eso hizo cuando se revelo omega y su madre no pudo esconder lo decepcionada que se sentía, eso hizo la primera vez que se convirtió en una bestia. En comparación a eso, tener una niñera rusa con entrenamiento militar, no parecía gran cosa.
Yelena Belova. Que nombre más lindo, fácil de apodar, buena en el arte de cuidar un moretón, presumida, egocéntrica. Muy alfa de su parte. Un escalofrió le recorre al recordar la casta. Era algo que podía pasar por alto, pues en las pocas interacciones que habían tenido no llego a sentir el gancho al estómago que de normal le lanzan los alfas con su estúpida manía de dejar cuantas feromonas puedan ahí donde van, debía agradecerle por eso, era un gesto que apreciaba. Recuerdos del secuestro le invaden, más específicamente, del escape, la cosa más divertida que hizo en mucho tiempo, poner a prueba cada una de las habilidades que durante años entreno, demostrar su puntería infalible, una actuación tan buena que se gano elogios de parte de una hermosa omega calificada para matar Le podría preguntar por ella una suma fácil es ejecutada por su mente, una omega y un alfa con capacidades similares, que parecen confiar su vida la una a la otra, lo lógico sería que fueran pareja, una hermosa pareja si quieren saber su opinión.
Un susurro en el fondo de su mente hace acto de aparición, tan ligero que no alcanza a ser una voz reconocible, pero es más que suficiente para hacer que se levante de un salto, yendo a rebuscar en su bolso su frasco de supresores, del cual se tomaría uno más ¿el sexto quizás? Daba igual. Solo seguía las ordenes de su médico, tomar cuantas pastillas fueran necesarias en cuanto los primeros síntomas de su celo estuvieran cerca, eso debería ayudar con bueno, todo, los dolores previos, la sudoración, acallar a su omega, esconder su aroma, lo más importante para su madre y mantener su ciclo bimestral en orden. Pero no tenía sentido, sus síntomas no deberían estar llegando tan temprano, aún falta mucho para que ella se volviera eso.
Cuando el medicamento hace callar la voz, se vuelve a sentir en control de todo, decide dejar para después la búsqueda, igual que el desorden, necesita concentrarse en su tarea. Toma su lugar en el escritorio, despeja algunas hojas basura, saca sus libros y cuándo esta lista para comenzar con su estudio, encuentra, a un lado de su computadora, el CD que tanto estaba buscando.
Quizás su madre tenía razón cuando la llamaba idiota sin remedio.
Vuelve a levantarse para ir a la cómoda donde descansaba su consola de videojuegos, regalo de su madre tras ingresar a la universidad como la mejor en el examen ¿Ven? Eleonor no era una mala madre. Con todo el cuidado del mundo saca el disco de su caja para introducirlo en el lector, mismo que empieza a trabajar tras unos segundos, dejando que los primeros acordes de Under Pressure de Queen comienza a salir por las bocinas de la pantalla. Sin miedo a ser regañada sube el volumen, tanto que pueda escucharse con claridad hasta la cocina, justo como le gustaba a su padre que escucharan lo que él llamaba “El mejor mix que alguna vez alguien podrá escuchar”.
Tenía diez cuando lo escucho por primera vez durante un viaje de carretera desde una pequeña casa de vacaciones en las afueras de Pensilvania, el mejor viaje que alguna vez tuvo, solo su tiempo en Rio se podía comparar con lo que sintió durante esas horas en camioneta recorriendo las carreteras secundarias con tal de alargar aunque fuera un poco el regreso a la gran ciudad.
Reinicia la canción porque estaba por terminar y no había prestado atención. Con los repiques de un bajo siendo acompañado por un teclado Kate se pone de lleno en la misión recuperar el tiempo perdido, una operación larga, que sin esperarlo ni desearlo llevaría a que la omega pasara varias horas despierta, revisando apuntes, contrastando información, buscando videos que le explicaran lo que no entendía (sea tres de cada cinco temas). No se levantó de esa silla hasta tener cada tema resumido, sintetizado y memorizado.
Kate vería con orgullo como las hojas en blanco de su libreta se convertían en lo que tanto necesitaba para que el semestre fuera nada menos que excelente. Se le escapa un bostezo, el cansancio por fin le volvió a atrapar, se acuesta en su cama entre las cosas que había dejado botadas, se le cierran los ojos en cuanto las sabanas le reciben, unas horas de sueño le vendrían bien.
Kate Bishop siempre había sido buena escuchando. No como esos amigos que sirven como psicólogos sin licencia a quienes se les podía contar cualquier problema pues no iban a juzgarte hasta que terminaras de hablar solo para darte el mejor consejo que un amigo puede dar sin ser un profesional. No, Kate no era confiable, eso es lo que su madre decía. Kate Bishop era buena escuchando como algún tipo de extraño acosador que debería estar encerrado en una prisión de máxima seguridad, pues siempre estaba atenta hasta al más pequeño de los ruidos que se pudieran dar dentro de la casa de su madre, tan alerta que podía identificar cuando su madre se despertaba solo por el crujir de la madera.
Kate Bishop es buena escuchando el caos de alguien en la planta baja adentrándose en la sala moviendo un manojo de llaves y murmurando algo en un idioma que no consigue entender, tanto ruido antes de silenciarse en lo que intuye fue la zona cercana a la cocina.
Piensa en sus posibilidades, quizás era alguno de esos mafiosos que volvieron por la quinta demostración de que ella era mucho rehén para delincuentes tan de cuarta, si ese era el caso no iba a tener mucho problema, tenía suficientes flechas escondidas por la casa que se podría deshacer de ellos y en caso de que se viera superada, recurriría a las tantas rutas de escape que tenía planeadas, ventajas de vivir en un lugar con tantas ventanas, siempre había una por la cual saltar. También estaba la posibilidad de que tras el ruido se encontrara su madre tomando la extraña decisión de volver a casa, bueno, si ese era el caso estaba jodida, porque seguro había escuchado el ruido, porque no iba a tener tiempo de organizar su cuarto.
Espera veinte segundos en búsqueda de su respuesta, eso es lo que su madre se tardaría en subir para que comenzara a regañarla y tiempo suficiente para que un criminal, por incapaz que sea, pudiera subir a revisar. Siente el corazón en los oídos retumbar, no puede evitar rezar a una deidad en la que no cree para que sea el primer caso pues entonces tendría algo contra lo que luchar, contra lo que gritar y golpear, podría hacer algo.
Pero el tiempo pasa, nadie sube ni se escucha el ruido habitual de un robo o el de su madre. Se levanta de la cama para tomar su arco que le esperaba a un lado de la puerta, se acomoda el carcaj a la cadera, no era su posición favorita, pero le ayudaría a tener sus flechas más cerca.
Con una flecha contra la cuerda vuelve a repetir el camino que minutos atrás realizo con una intención similar, aunque la situación podía ponerse mucho más interesante en esta repetición. Llega a la cocina ya con el arco a medio tensar, más que preparada para disparar, ve una figura de espaldas a ella, ocupada en revisar algo en la encimera, la oscuridad le juega una mala carta, solo un fino halo de luz pálida se filtraba por una de las ventanas cercanas, demasiado brillante para ser de una farola a ras de suelo, pero la omega no se fijó en ello pues era esa silueta desconocida lo único que le importaba.
Quiere preguntar antes de actuar, seguir el consejo que dice eso de que su mente se anticipe a su accionar, pero cuando ve a la figura meter la mano en su bolsillo, haciendo el amago de darse la vuelta, deja que su instinto actúe, con el pánico ante lo que parecía ser un ataque inminente, permite que la flecha vuele. Pero la figura es más rápida, consigue hacerse a un lado justo en el momento exacto para no terminar atravesada, Kate maldice su fallo estúpida, lenta, idiota; trata de buscar otra flecha, pero cuando está preparada para volver a intentar, unos fuertes brazos la toman por el estómago empujándola contra la pared más cercana, una mano se cierra contra su garganta con una fuerza testimonial, inmovilizándola parcialmente. Se le escapa un quejido por el golpe en su espalda, esta por tratar de regresar la afrenta, apuñalar un costado con la flecha en su mano, cuando escucha a su atacante hablar.
— Debes dejar de dispararle a quien te intenta ayudar, Kate Bishop — hace un poco más de fuerza, la justa para sentir en ella el cuerpo de la omega — ¿Qué haces tan temprano despierta, malen'kaya polyn'? — no puede evitar que la pregunta salga con una voz un poco más grave que su tono habitual.
Trata de responder pero no encuentra forma de hilar pensamientos, todo su ser se encuentra concentrada en que un alfa le está aplastando, en la textura liza de su ropa contra su piel expuesta, en los cabellos rubios haciéndole cosquillas en la barbilla — ¿Te comió la lengua un ratón? — en el pecho de Yelena apretado contra su abdomen, en la mano que le sujeta con delicadeza en su espalda baja haciendo pequeños movimientos circulares con la punta de sus dedos justo en el dobladillo de su sudadera, una invitación esperando a ser aceptada y jura que siente la piel en llamas. La flecha cae al suelo mientras un escalofrió le envuelve de pies a cabeza por las vibraciones de esa voz con acento hablando tan cerca de su garganta.
— Voy a soltarte, Kate Bishop, a cambio, no me volverás a disparar hoy ¿okey? — duda, duda por unos segundos, pues algo en sus entrañas le exige que no se atreva a separarse del calor digno de una chimenea que emana de cada poro de la alfa, quiere quedarse ahí, que le aplaste más, comprobar si puede calentarle los huesos, pero su razón gana, por fin una victorial al historial y termina asintiendo en respuesta.
— Buena chica — y Yelena es consciente de la forma en la que el cuerpo ajeno tiembla, es aun más consiente en la forma en la que la omega extiende su cuello, presentándolo para ella. Piel pálida, de una suavidad digna del algodón, tan largo que parece estarse burlando, tan vulnerable que le estaba provocando. Era una invitación para clavar sus colmillos, una petición para dejar su marca y que todo el mundo la vea, una invitación a poner su nariz y olfatear cada matiz del aroma que Kate Bishop pudiera generar, dejar atrás ese asqueroso tono neutro producto de químicos que no debería tomar. Su propia respiración se sincroniza con la de su omega, agitada, áspera y llena de necesidad. Sus instintos le gritan que no sea estúpida, que no desperdicie una presa que se entrega pasiva a sus fauces, que saque los colmillos y muerda.
Pero Yelena no es el tipo de alfas que se deja llevar por instintos. Sobre todo lo anterior, es consiente de la forma en la que Kate aprieta sus puños hasta volver más pálidos sus nudillos, en la forma en la que tiene los ojos cerrados con tal tención que parece doler, esperando por un ataque para tratar de regresarlo al instante, ve como de tensa tiene la mandíbula y para confirmar su suposición, vuelve a hacer aparición ese aroma a desinfectante que le hace picar la nariz, ese toque de combustible que le hace sentir nauseas. La omega estaba asustada.
— Fue un buen tiro, Kate Bishop — lo más importante era marcar distancia entre ellas y eso es justo lo que hace, dando varios pasos atrás, regresando a la cocina, encendiendo la luz en el proceso, poniendo la isla como una barrera natural —. Aunque algo muy simple para atrapar a alguien tan genial como yo — juega con el astil, haciendo temblar la flecha, misma que se había clavado bastante profundo en la pared —. Pero seguro te sirve contra novatos —.
— ¿Qu-e…qué haces tan tarde…aquí? — demuestra que aún se estaba recuperando de aquel descontrol compartido.
Levanta una ceja, quizás se estaba volviendo loca o el extraño movimiento de sus feromonas le estaba afectando. Revisa su reloj solo para confirmar que sin duda el problema no era de ella — Son las setecientas quince, Kate Bishop — y solo entonces se permite ver con detalle a la hermosa omega. Sus ojos que estaban bien abiertos por la sorpresa se mostraban un tanto irritados, su piel más pálida que de costumbre, tanto que rozaba un ligero tono verdoso y puede jurar que alcanza a identificar unas nacientes ojeras —. Vine a tiempo para revisar que estuvieras bien antes de ir a la facultad — solo entonces puede darse cuenta de la incomodidad que inunda ese hermoso cuerpo —. Te ves cansada, Kate Bishop —.
Yelena no puede ni imaginarse cuan cansada está en realidad.
— Estoy bien — su voz no es estable, se mantiene en un constante temblor —. No tienes que preocuparte —.
— Mi trabajo es preocuparme, Kate Bishop — toma la flecha de la base y comienza a tirar, tratando de sacarla de su lugar, resulta que es un trabajo más difícil de lo que parece a pesar del suero —. Maldito palo —.
Claro, todo se resumía en eso, en un trabajo más por cumplir.
No quiere ver un accidente en la cocina de su madre, eso sería doloroso en muchos sentidos. Se acerca para ver el panorama, quedando a un lado de la alfa, revisa bien el impacto, tuvo un poco de suerte, la punta no se hundió en exceso, saca de uno de los cajones un pequeño cuchillo que estaba destinado para pelar frutas, apoya la punta en el pequeño tornillo que unía cuerpo con cabeza, necesita de un par de intentos hasta que encuentra el apoyo necesario, da un par de giros, hasta que por fin puede sacar la longitud del proyectil.
— Lo arreglare cuando vuelva — deja la vara dentro de su carcaj, mismo que se desata de la cadera para que pueda descansar, junto a su arco, sobre la isla de la cocina —. Solo…no le digas a mi madre —.
Parece que algo le hace dudar, la omega se comienza a regañar por sugerir algo tan descabellado. Esta por decir que se olvide de lo que acaba de decir, cuando decide que es momento de hablar — Vamos Kate Bishop, siéntate un rato, necesitas algo que te levante si vas a ir rebanarte los sesos durante horas — antes de que pueda reclamar, mentir diciendo que ella entrena en ayunas, Yelena ya tiene la cabeza metida en el refrigerador — ¿Cómo pueden tener tan pocas cosas si son millonarias? —.
— Mi madre pasa poco tiempo en casa y yo prefiero pedir comida — un intento de defender a su familia.
— Tan americano — saca las pocas cosas comestibles y utilizables —. Vamos, Kate Bishop, siéntate o ayúdame, no te quedes estorbando — así es como la omega decide ponerse a un lado para poder ver cada movimiento, aceptando su rol como una teoría asistente de cocina —. Bien, entonces dime, Kate Bishop ¿conoces la mejor manera para romper un huevo? — claro que lo sabe, su madre durante unos meses le había obligado a tomar lecciones de cocina porque eso era lo que necesitaba para ser una buena omega. El brillo de los ojos verdes le hace mentir, negando con la cabeza, que gran decisión, porque en sus labios una hermosa sonrisa apareció y no es que le estuviera viendo los labios más de lo normal — Siempre, escucha bien Kate Bishop, siempre sobre una superficie plana —.
Sigue explicando con todo lujo de detalle cada paso para conseguir un homelet perfecto y Kate no quiere dejar de escuchar, porque esa voz se estaba convirtiendo en una de sus sinfonías favoritas.
— ¿Café frio o caliente? — no iba a ser inútil en la casa de su madre.
— Caliente, de agua, sin azúcar, tres cucharadas — una mueca le aparece en la cara solo de imaginar el sabor de eso —. Déjame adivinar, eres más de bebidas llenas de azúcar, caramelo y jarabes para diabetes — mueve los labios intentando de encontrar palabras para defenderse — ¡Tan americana! — claro que con eso dan por terminado el debate. Kate se concentra en su tarea, teniendo cuidado de medir cada cucharada a la perfección y que la temperatura no se pasara ni por un grado — Quisiera hablar contigo respecto a eso de contarle cosas a tu madre. Mi objetivo es garantizar tu seguridad por sobre todas las cosas, tu madre considera que para ello debo informarle sobre tus actividades. Yo no estoy de acuerdo. No hay motivo para hablar sobre como mataste la cara pared de la cocina — una sonrisa se les escapa a ambas aun sin darse cuenta —. Se lo que es querer mantener tu privacidad, Kate Bishop y se lo horrible que se siente el estar siendo vigilada todo el tiempo —.
— Haces buen trabajo para pasar por lo bajo. Si no fuera porque te busco de forma consiente, no me daría cuenta que estás ahí —.
— Lo se, soy demasiado talentosa como para que hacerme notar —.
— Que presumida — ofrece la taza de café ya lista, humeante y amarga.
— Es lo que hace la genialidad, Kate Bishop, te da el privilegio de presumir — da un primer trago y joder, acababa de descubrir algo de lo que la omega podía presumir —. Vamos Kate Bishop, come algo antes de que se te haga tarde —.
— ¿Qué hay de ti? — el aroma del desayuno hace que su estómago ruja con tal fuerza que tiene que agarrarse para tratar de aliviar el dolor — No quiero que estes todo el día de pie… —.
— Comí antes de venir — o bueno, lo mejor que pudo siendo que Fanny había despertado con ganas de probar un poco de su granola — y existen los puestos de comida, por si no lo recuerdas — solo para no mencionar que estaba más que capacitada para pasar días sin comer antes de comenzar a sentirse mal —. Vamos Kate Bishop, se enfría y ahora sí que tendremos un problema — la omega no quiere discutir más, toma su lugar en un taburete para comenzar a comer y el primer bocado parece ser las puertas al cielo para la omega quien deja escapar un quejido mientras cerraba los ojos — ¿Bueno? —.
Asiente con frenetismo antes de meterse otro trozo a la boca — ¡La mejor homelet de mi vida! — y aparece esa amplia sonrisa que muestra los dientes relucientes, inflando un poco sus mejillas, el gesto más hermoso del mundo, se le acelera el pulso y no puede evitar sentir que ese gesto se debía preservar por los siglos de los siglos en el rostro de la omega. Ella se iba a encargar de que así fuera.
2
Yelena solo necesito de una semana para darse cuenta de todos los problemas que rondaban por la cabeza de su omega. No fue algo difícil, pues Kate Bishop no era nada sutil al tratar de ocultarlos, solo hacia falta ver la forma en la que tomaba esas pastillas de manera casi religiosa, cinco la mayoría de días, seis en algunas ocasiones y no dudaba que fueran muchos más pues en las noches no tenía oportunidad de observarla a detalle, porque claro que se quedaba un rato cerca del lujoso penthouse haciendo guardia para confirmar que la omega estuviera bien, al fin de cuentas nunca se es demasiado precavida, pero no tenía forma de ver lo que pasaba al interior, o bueno, tenía las cámaras de seguridad, pero no quería entrometerse tanto. Era preocupante, casi que desesperante.
Kate Bishop parecía ser una persona con muy buenas capacidades sociales, lo demostraba cuando se tomaba varios minutos en hablar con los vendedores al momento de pagar por algo, por la forma en la que podía comenzar una conversación con cualquier extraño que se le acercara siempre y cuando no se viera como alguien amenazante o “demasiado alfa” para lo que podía soportar; era una persona sociable que parecía esforzarse de forma consiente para auto exiliarse.
Los aromas eran algo muy importante para la sociedad, eran una carta de presentación con y para el mundo, una forma de declarar intenciones, de mostrar una parte de la personalidad de cada uno, de informar al resto sobre su estado de ánimo. Los supresores cortaban de lleno con eso, crean una barrera antinatural que bloquea cualquier aroma proveniente de quien los tome, eran una herramienta útil cuando a los omegas y alfas se les acercaba la fecha de celo, ayudaba a evitar accidentes engorrosos en público, ese debería ser el único uso de los supresores, ser una medida cuando el celo esta cerca. Pero por lo visto, Kate Bishop los usaba de formas un poco diferentes, tomando diariamente las pastillas, Yelena se pregunta si acaso Kate ha visto el reverso del frasco, si alguna vez se ha puesto a ver la lista de efectos secundarios de los supresores, no sabía si era mejro saber que nunca lo había hecho o que si lo había hecho pero le dio igual y seguía tomándolos como si fueran dulces.
Pero claro que ese no era el único de todos los males. Esas ojeras, que en un inicio eran nada más que una pequeña mancha, se estaban convirtiendo en un pegote tan marcado que parecían maquillaje y mejor no hablar sobre lo irritados que estaban esos lindos ojos.
Desearía poder preguntar al respecto, en verdad que lo desea, pero cada vez que hacia una alusión a su evidente estado de cansancio la omega cambiaba de tema al segundo, hablando de cualquier cosa menos importante. Esa era otra cosa que cambio entre ellas tras el pequeño accidente en la cocina, Kate Bishop se había vuelto mucho más parlanchina, más similar a como era cuando se conocieron por primera vez. Una Kate Bishop deslumbrante, atractiva por su gentileza sin esforzarse.
Este tiempo que compartían también le comenzó a alterar, habían cosas diferentes en ella, cosas que nunca antes vivió. Podría comenzar por el profundo miedo que el infecto hasta los huesos después del gran accidente, sigue sin entender como es que se dejo llevar tanto, quería culpar a la omega por tomar esas estúpidas pastillas que le volvían invisible para su nariz, podía culparla porque eso provoco que su primera reacción fuera mucho más violenta ya que no la había reconocido hasta que pudo tocarla, pero no la podía culpar por lo que hizo después de inmovilizarla, no podía culparla por haberse pasado de, digamos, cariñosa acariciando la piel disponible cuanto fuera posible. Era solo culpa suya el haber estado a nada de ceder para marcarla y tampoco era culpa de Kate que desde entonces Yelena buscara como una desquiciada cualquier gota de aroma que pudiera escapar de la prisión química en la que se metía por voluntad propia. Tampoco podía negar que se había vuelto un poco más paranoica, en su defecto dirá que se preocupa aún más por su cliente, a la mierda con cliente, eso ya no estaba en la ecuación por poco tiempo que haya pasado, esto ya no tenía nada que ver con la jugosa cantidad de dinero que le iba a llegar, se había convertido en algo mucho más simple y a la vez, mucho más importante:
Quería cuidar de Kate Bishop, porque merecía que la cuidaran.
El clima había estado empeorando en los últimos días. Parecía que febrero se iba a despedir con más de una nevada, por eso mismo, para desgracia de la omega, las actividades al aire libre seguían posponiéndose día tras día, lo cual la desanimaba al tiempo que la ponía ansiosa, no la culpen, correr, disparar y hacer deporte era la mejor forma que tenía para liberar su nerviosismo. Por lo menos tenía su momento de lucha en el gimnasio, era su lugar donde ir a despejarse, relajarse y claro, perfeccionar lo que sabía, era el mejor momento del día. Hasta que la calefacción del gimnasio decidido suicidarse y solo entonces cuando los directivos se comenzaron a cuestionar si fue buena idea construirlo con materiales que retenían tan mal la temperatura interior.
Por orden del rector no pudo tener su tan deseada sesión de golpes y es así como estaba, junto a Yelena como no podía ser de otra forma, sentada en una cafetería a una manzana de la facultad. Aquel día no tuvieron la oportunidad de tener su desayuno en pareja junto a la pared apuñalada, maldigan a las calles casi congeladas que provocaron el retraso de la alfa.
Yelena había propuesto la salida bajo la excusa de “aprovechar el tiempo muerto” la verdad era un poco diferente, en realidad no confiaba del todo en que Kate Bishop hubiera desayunado algo por su cuenta, es más, ni siquiera confiaba que hubiera comido algo el día anterior. Fue una idea que se comenzó a instalar en su mente desde el primer día cuando reviso ese refrigerador y las gavetas, encontrando poca cosa, apenas suficiente para una persona durante un par de días repitiendo comidas. Con el pasar de la semana continúo viendo las mismas cosas en la misma cantidad, solo alterándose cuando ella tomaba algo.
Hizo sus preguntas con temor a presionar demasiado, consiguiendo respuestas que parecían ensayadas por la poca fiabilidad de las mismas — Pedí comida — mentira, no había rastro de basura en el penthouse y ningún repartidor subió hasta su piso — Sali a comer cuando te fuiste — falso, ella nunca salía cuando se quedaba sola.
No quería molestar a la omega metiéndose en un tema que podía resultar delicado y peligroso para navegar sin tener la confianza necesaria. Solo por eso fingía ignorar las pistas que estaban a vista de todo el mundo. Incluso la que se estaba desarrollando frente a sus ojos; el lugar era bastante agradable, lo que se podía esperar de una cafetería cercana a una universidad cara de una ciudad aún más cara. Kate se había ofrecido a pagar — Por algo tengo tarjetas de crédito — había argumentado antes de tomar la carta y fingir leerla. No le iba a llevar la contraria, ya que estaba la oportunidad no iba a desaprovecharla.
Hubo una importante diferencia al momento de hacer el pedido a una camarera que parecía estar mucho más interesada en sacarle conversación a Kate Bishop que en tomar bien un pedido, lo cual hacía enfadar, más de lo que debería, al alfa de Yelena, quien estaba mucho más activa, susurrándole en la mente, exigiendo que alejara a todos de su omega. Su lado racional seguía ganando, alegrándose de ver la faceta más extrovertida de la chica, hablando con una sonrisa a la alfa pelirroja que intentaba coquetear solo para ser rechazada con amabilidad en cada intento. Era otro de los cambios que estaba notando desde que comenzaron a pasar tiempo juntas, la actividad de su alfa y la cantidad de feromonas que dejaba escapar si bajaba aunque fuera un poco su guardia.
— ¿No pedirás nada más Kate Bishop? — cómo se decía, había una gran diferencia entre ambos pedidos, con Yelena habiendo ordenado los platillos que ella consideraba básicos para poder evaluar la calidad de una cocina, en un esfuerzo que nadie le pidió de comprobar si el lugar podía justificar sus precios o era solo otra estafa americana.
— Comí bien antes de salir, Yelena Belova — en cambio, Kate solo había pedido uno de sus tan aclamados cafés repletos de azúcar, algo con supuesto sabor a calabaza — ¿Cómo haces para nunca cansarte de decir mi nombre completo? Apenas lo dije hoy y no quiero volverlo a decirlo en todo el día — la omega estaba jugando con una bolsita de azúcar que había sobre la mesa, poniendo toda su atención en ella, por tanto, sin voltear a ver a quien le hablaba.
Cambiar el tema parecía ser una de las estrategias favoritas de la omega cada vez que se veía a las puertas de algún tema que le pusiera en una situación incómoda — Es lo que pasa cuando tienes un nombre que sabe bien en boca, Kate Bishop — el comentario se le había escapado de la mente, dejando que el alfa se encargara de hablar por ella, consiguiendo un tiro perfecto pues las mejillas de la omega se pusieron rojas.
— El tuyo tampoco suena mal…solo creo que es menos ¿frio? Si te llamo por tu nombre de pila — le da un sorbo a su café, dejando escapar lo más cercano a un ronroneo que la omega podía desarrollar sin caer en sus defectos. Su mirada pasa más allá de Yelena, observando el cielo que a segundo que pasaba se volvía más y más oscuro — ¿Crees que caiga una nevada? —.
— Según el pronostico del clima no debería caer mucho más que una pequeña capa — ante la relativa seguridad de Yelena el cuerpo de la omega se agito un poco, si no fuera por los supresores seguro se habría olido el claro aroma de la ansiedad — ¿No te gusta la nieve? —.
Tarda más de la cuenta en contestar, dándole más vueltas a la arrugada bolsa de azúcar — Me trae recuerdos — es lo único que dice al recuperar la voz tras unos cuantos segundos —. Seguro que tu estas muy acostumbrada a la nieve ¿es cierto lo que dicen de que en rusia cae tanta nieve que llega hasta un tercer o cuarto piso? —.
No puede evitar que se le escape una carcajada — Que chica más curiosa eres, Kate Bishop ¿Quién te ha contado ese disparate? Espera, espera, seguro que también te contaron que peleamos con osos por deporte verdad o que no tenemos bebederos públicos y en su lugar hay fuentes de vodka — el sonrojo vuelve a aparecer, extendiéndose por la mitad inferior de su rostro, llegándole hasta las orejas, el alfa de Yelena deja escapar otra duda, una demasiado inapropiada para ser pronunciada — ¿Qué otras partes de ella se sonrojaran? —.
— ¡Era mera curiosidad! No hacía falta humillarme si no querías contestar — un puchero digno de ardilla, parece que ese día Kate había decidido coquetear con Yelena de forma descarada y accidental.
— He visto algunas muy fuertes, de esas que no te dejan ver más allá de tu nariz y caminar cuesta horrores, pero nunca algo como lo que dices — su mente le juega una mala carta, quiere seguir bromeando respecto al absurdo comentario, pero le llegan claros recuerdos de los días de su entrenamiento, las largas carreras en la fría Siberia, con ropa tan fina que se rompían si la tocabas demasiado, recuerda a sus compañeras cayendo del agotamiento, no podían ayudarlas a levantarse o serian castigadas, solo podía seguir corriendo, pasado a su lado, viendo como morían congeladas, solas, niñas abandonadas en la nieve.
— ¿Yelena? — la mención de su nombre, con ese tono tan particular, sirve como una cuerda de rescate, sacándola de un lugar al que odiaba llegar — ¿Estas bien? — quiere contestarle, incluso siente que intenta hablar, consiguiendo nada más que murmullos. Sabe lo que esta pasando, odia que eso pase, quizás era el karma por haberse burlado de su hermana en algunas cuantas ocasiones.
Consigue encontrar un rastro de cordura en medio de lo que puede definir como caer por el acantilado más grande del mundo, sacudiendo la cabeza con tanta fuerza que jura se podría haber lastimado una cervical, el pequeño pinchazo que se vuelve en algo caliente derramándose por su nuca es el encargado de avisarle el daño que se pudo haber hecho — Estoy bien, Kate Bishop. La nieve también me trae recuerdos — se concentran entonces en continuar con su comida, el silencio entre ellas deja en claro que hay temas que ninguna esta lista para hablar.
La valoración de Yelena tras el segundo platillo, uno de pasta que se promociona como algo casero, le deja muy en claro que estaban sentadas en una de las tantas estafas de la gran manzana. Pero eso mismo le entrega una gran oportunidad a partir de una pequeña e inofensiva mentira — Debes probar esto, Kate Bishop, está bastante bueno, para estándares americanos claro — ve la duda que cruza el rostro de la omega, la forma en la que aprieta con más fuerza el vaso de su azúcar con café —. Vamos Kate Bishop, es de mala educación rechazar comida — es, una vez más su lado más primitivo el que toma el control de sus palabras, ese que le exige se encargue de que no le falte nada a su omega.
El comentario no debería de alterarle tanto, no debería hacer que su corazón se apriete con dolor, no debería hacer que se sintiera avergonzada y que por un momento, mientras acepta el tenedor repleto de espagueti, se vuelva cautelosa ante los movimientos de Yelena, estando preparada para apartarse o bloquear; no debería, pero aun así sucede y aun sin saberlo la alfa se da cuenta de ello.
Mastica más de lo normal, como si le pesara, pero aun cuando se lo propone, no consigue engañar a sus sentidos, cuales le hacen gruñir por el sabor — Mierda, si que esta bueno — se pasa la pasta con mayor facilidad y antes de darse cuenta ya tiene su propia porción en otro de los platos que Yelena había terminado de usar — ¿Cuánto me cobraran por darme la receta de la salsa? —.
Podría burlarse de Kate Bishop por no poder reconocer el sabor de una salsa enlatada, podría reírse hasta el fin del mundo cuando le dijera que estaba comiendo la salsa de bote más consumida en los Estados Unidos, pues claro que Yelena podía identificar el sabor de las marcas, era así de genial, pero ninguna burla es tan importante, ni bale tanto como ver a Kate más relajada, alejada de ese miedo precavido que le cruzo el rostro, hablando de cualquier cosa, habiendo olvidado el tema de comprar una supuesta receta secreta, para hablar sobre una de las bromas estúpidas que había hecho uno de sus compañeros de clase mientras come su pasta con la tranquilidad de cualquier otra persona. Yelena puede sentir a su alfa acicalarse, dar vueltas en su cabeza y ronronear, por la vista frente a ella.
Dos mensajes llegan al teléfono de Yelena haciéndolo vibrar. Por primera vez en lo que va de día algo más allá de Kate Bishop consigue capturar su atención y aprovechando que la nombrada está de vuelta concentrada en la comida, decide averiguar quién le está molestando en horario laboral. Una pequeña mueca le aparece en los labios al leer el contacto:
Posadora pelirroja: mil horas, mañana, punto común.
Claro que iba ponerse a jugar con su dramatismo barato.
Buenos días para ti también, sestra.
Claro, no es como que yo también tenga una vida.
Es importante, Yelena Belova.
Eso solo pasaba unas cuantas veces, muy pocas, es más, entre ellas lo normal era olvidar sus nombres, refiriéndose solo como hermanas, pues era lo que más les importaba.
Nombre completo eh ¿es tan malo?
Puede serlo.
Vere lo que puedo hacer.
— ¿Paso algo malo? — la voz de su acompañante es lo que le hace despegar la vista del teléfono, regresando por un instante a su faceta del trabajo.
— Nada de lo que tengas que preocuparte, Kate Bishop — no quiere escucharse hostil, no es su intención, pero parece que termina siendo un poco brusca por la forma en la que Kate aprieta los labios y mira para otro lado, un gesto que le exige corregirse —. Solo mi molesta hermana que quiere hablar conmigo —.
Aparece un movimiento que durante el tiempo que la venia protegiendo podía identificar como característico de la omega. Dos parpadeos rápidos, seguidos de una inclinación de cabeza, solo unos pocos grados, para volver a parpadear; una combinación que no podía evitar asociar con un lindo cachorro, similar a lo que hacía Fanny cuando le llevaba un nuevo bocadillo.
— ¿Se encuentra bien? ¿necesita que le ayudes con algo? ¿o acaso no se llevan bien y esto es una trama de reconexión familiar? Digo, no sabía que tuviera una hermana, no la habías mencionado antes, eso sería normal si no se llevan bien, digo, no es que deban hablar siempre para llevarse bien pero…si, eso — a Yelena le asombra la facilidad con la que la omega puede ser tan entrañable.
— Cuando estas dentro de este campo de trabajo lo mejor es hablar poco de la familia, Kate Bishop. Se encuentra bien, solo quiere hablar conmigo, seguro es una tontería que podríamos resolver por mensaje y que ella se empecina en hablar cara a cara —.
Una vez más Kate juguetea con la bolsa de azúcar — Puedes ir con ella si lo necesitas, mi día esta casi terminado y puedo tomar un taxi a la casa de mi madre, no hace falta que sacrifiques tiempo con tu familia por mi culpa —.
Su alfa aúlla de dolor ante la idea de alejarse de la omega y por saber que su omega se estaba flagelando por algo que ella no controlaba — Tranquila Kate Bishop, mi sestra tiene un horario poco flexible, apenas mañana tendrá su primer día libre en varias semanas, así que puedes resignarte a que seguirás atrapada conmigo por lo menos durante las próximas cuatro horas, Kate Bishop —.
No entiende porque, ni como, pero esa idea no se escucha mal, algo en el fondo de su mente se siente bien ante el hecho de que Yelena no haya aceptado salir corriendo lejos de ella en cuanto le dio la oportunidad, ese algo que se mueve escapa tanto de su control que provoca que por primera vez en mucho tiempo, algo se filtre alrededor de su mente, sentirlo dar vueltas por su cerebro, contento, dejando escapar aullidos de felicidad, dando pequeños saltos. Era su omega personificada en su mente, con esos ojos tan brillantes que le pedían a su lado racional dejarla salir, volver a sentir el calor de la alfa, correr por un campo verde, olfatear toda la ciudad, ser libre como solo ella podía ser. Kate mueve su mano dentro de su mochila que colgaba de la silla, tomando el frasco de supresores, su concentración en mantenerse cuerda, en no permitir que se filtre su aroma, en no gruñir, es tal que no se da cuenta de que, tras tomar dos pastillas, el frasco se había quedado a un par de píldoras de estar vacío.
— Pues entonces prepárate que aún tenemos muchas cosas que hacer hoy —.
3
Yelena se había ido poco tiempo después de que llegaran al penthouse, tras volver a insistir en que podía comprarle alguna pizza para que pudiera cenar, la omega le agradecía por ser tan atenta sin ser intrusiva en exceso, muy diferente a como era Eleonor, pero a pesar de la amabilidad, no podía evitar sentirse irritada de tener que dar las mismas explicaciones tres, cuatro o cinco veces antes de que la rusa por fin aceptara su palabra. A comparación de las noches anteriores le fue imposible llegar a descansar, tenía demasiada energía en el cuerpo, se sentía demasiado despierta a pesar de no haber dormido bien durante toda una semana. Kate acepta que no es la mejor persona para afrontar problemas o momentos de estrés, ese es otro de los tantos defectos que provienen de su naturaleza como omega cambiante, sus instintos tienen una respuesta a estos momentos, pero no es una a la que le guste recurrir, pues implicaría demasiado pelo y cosas extrañas, por eso es que no le gusta relajarse cuando el peso de la vida que su madre quiere para ella le aplasta los hombros, porque eso le obligaría a dejar escapar al animal en ella.
Había terminado todos sus pendientes académicos, incluso había conseguido organizar su closet y cama, había vuelto a limpiar su arco, revisar las cuerdas y sus flechas. Hizo tanto pero no se sentía suficiente y no quería ir a sentarse al sofá para perder el tiempo hasta que el cansancio le atrapara, eso tomaría demasiado tiempo, necesitaba ir a quemar toda esa energía que durante la semana no pudo ir sacando, además y quizás más importante aun, debía quemar la pasta que había comido. Demasiada para su gusto, no entiende porque acepto cuando Yelena le ofreció, aunque estaba muy buena, ahora resultaba un problema del que tenía que encargarse.
Kate era una persona querida y apreciada por la mayoría de personas con las que entablaba conversación, era alguien fácil de querer con su actitud tan positiva, dispuesta a no juzgar a las personas, ofrecía toda la ayuda que podía recabar y era un banco en el que apoyarse cuando era necesario, eso claro que incluía a los trabajadores del edificio, a quienes conocía casi de toda la vida y por tanto era muy fácil relacionarse con ellos, la mayoría la tenían en alta estima como una chica amable y que no ocasionaba muchos problemas, muy diferente a la mayoría de inquilinos. Es por esta reputación que Kate tenía ciertos privilegios, como el de tener una copia de la llave del gimnasio del edificio y tener la oportunidad de entrar en el cuanto tiempo necesitara siempre y cuando mantuviera un nivel de ruido bajo para evitar molestar al resto de inquilinos.
Es así como paso su noche de viernes, encerrada en una de las plantas inferiores del edificio, con sus audífonos puestos a un volumen que le permitieran tanto disfrutar de la música como ser consiente del ruido que provocaba. Originalmente solo quería pasar un par de horas, quizás hasta la una o un poco antes, solo lo necesario para quitarse el exceso de energía que le cosquilleaba bajo la piel y le hacia temblar, pero al final, las cosas se le fueron un poco de las manos.
Kate no era la persona más cuidadosa del mundo en varios aspectos, como al cruzar las calles que siempre olvidaba mirar a ambos lados, a veces las aceras eran demasiado ruidosas, con demasiadas luces y demasiadas personas que dejaban escapar feromonas como si le pagaran, era difícil concentrarse en ambientes como ese. Otro ejemplo era cuando tomaba su café, nunca atinaba el momento exacto para beber, siempre se quemaba un poco. Eran cosas pequeñas, cosas que no hacia a propósito, como la que paso durante la noche de entreno en la que, durante su larga sesión de golpear el saco de boxeo se olvidó por completo de algo tan básico como vendarse las manos, algo de lo que no se daría cuenta hasta que un golpe de diestra termino provocando que su mano se sintiera en llamas, se detendría para ver sus nudillos rojos, la piel rota y levantada en ciertos puntos. Que estúpida había sido. Eso iba a ser difícil de ocultar.
Toma ese accidente como la señal del mundo para descansar, recoger todas sus cosas, regresar a casa, tomar un baño y dormir hasta que su alarma de fines de semana le despertara. Pero antes de eso iba a encargarse de que todo estuviera justo como lo había encontrado al llegar, tomándose su tiempo se puso a limpiar las maquinas que utilizo, sobre todo la bicicleta estática que se encargó de hacer sus piernas llorar de dolor. Acomodo todas las mancuernas que utilizo, limpio el suelo que lleno de sudor (que bueno que sabía abrir puertas para poder sacar los productos de limpieza). Observo su obra de limpieza con orgullo, tan bien hecha que no había rastro de que ella hubiera estado en el lugar.
Deja escapar un suspiro, lista para irse cuando algo le hace saltar del susto — ¿Señorita Bishop? — una voz con acento, de tono tranquilo, que casi le provoca un paro cardiaco por lo inesperado que resulto el llamado — Oh perdone señorita — la omega se dio la vuelta en el mismo movimiento, encontrándose con una de las empleadas de limpieza del edificio quien llevaba consigo un carrito de limpieza —, no era mi intención asustarle —.
Necesita un segundo, quizás por el cansancio residual, para respirar bien, calmar su corazón que late con pinchazos dolorosos — Esta bien Helen, esta bien, solo es que no esperaba a nadie — por fin consigue que su pecho le deje de doler, dando paso a una duda genuina — ¿Qué haces tan tarde aquí? ¿acaso te están obligando a limpiar antes de tu hora de entrada? Puedo poner una queja si quieres, no es justo que te tengan trabajando —.
— Son las siete, señorita Bishop — su discurso sobre hacer valer los derechos laborales es cortado de golpe por una revelación inesperada que le deja atónita, desconcertada por la forma en la que el tiempo había pasado tan rápido, había empezado a entrenar a eso de media noche ¿Cómo diablos había estado tanto tiempo? Era sin duda su marca de tiempo récor, diablos, ni siquiera podía imaginar que eso fuera beneficioso de alguna manera — ¿Se siente bien señorita Bishop? —.
Una de esas preguntas que le habían hecho tantas veces en su vida que ya las consideraba parte natural de su vida, tanto que ya estaba acostumbrada a contestar de forma casi automática — Estoy bien, no se preocupe — no importaba el contexto ni la situación en la que se lo preguntara, era la respuesta que siempre debía contestar —. Solo quería entrenar un poco, ya sabe, nunca es suficiente preparación — claro que sumaba unas cuantas cosas en forma de explicación solo para no levantar tantas sospechas.
— Vimos lo de tu medalla — plural pues durante las olimpiadas el personal se organizo lo mejor que pudieron para tener en cada televisión la competencia en la que participaba la mejor inquilina que el edificio había visto en generaciones —. Felicidades, niña, perdón por no haberte felicitado antes, lo hiciste muy bien —.
Kate quiere ser agradecida, no ser una omega malcriada como tanto se esforzó su madre en evitar que fuera, pero hay un peso en su estómago que se traspasa a su pecho y le da mal sabor de boca ante los elogios que recibe — Lo agradezco, pero que sepas que esto no es lo ultimo, la próxima vez lo hare mejor, lo juro — entonces cae en cuenta respecto a la hora que se menciono — ¡y para eso tengo que irme ahora, mi arco espera por mi! —.
Pasa a un lado de la beta, tomando su bolso de entrenamiento que descansaba en el suelo para salir corriendo rumbo al piso de su madre para tomar un baño y preparar todas sus cosas para continuar con su día.
Llega a su piso sintiendo las piernas temblando, el dolor en el resto de su cuerpo por haberse ejercitado hasta el limite le da estaba gritándole a cada nervio, pidiéndole que descansara un poco, que se meta en las sabanas y duerma un rato para recuperar su lastimado cuerpo. Aplaza la solicitud, hay cosas que debe arreglar antes, como darse una ducha, sería muy irresponsable de su parte no quitarse el sudor.
Cuando el agua helada aun escurre de sus cabellos se pone a arreglar su bolso, saltando entre eso, arreglar su carcaj, revisar su arco y buscar la ropa que se iba a poner. Termino su frenesí de planificación después de un rato que para ella se sintió como algo que solo duro un par de minutos. Por fin había terminado, claro que podía irse a dormir, descansar un rato, apagar la cabeza. Eso es lo que pasa en cuento toca el colchón, la habitación se llena de sus ronquidos, seguro que iba a ser un excelente sueño lleno de flechas, pizza y flores moradas, un sueño hermoso, pero antes de que consiguiera llegar a un punto lejano de descanso, donde su mente se podía alejar tanto como su subconsciente necesitara, el vibrar de su teléfono le obliga a levantarse de golpe, buscando en la cama para encontrarlo, una lucha de segundos hasta que consigue apagar su alarma, misma que le avisaba ya eran las diez de la mañana. Debía apurarse si quería hacer lo que tenía agendado para el día y eso era más importante que el haber dormido menos de un par de horas.
Uno de los motivos por lo que Kate estaba tan frustrada por la constante cancelación de actividades era que las pruebas para ingresar al equipo de arquería estaban a la vuelta de la esquina y ello no había estado practicando una mierda, a menos que dispararle a Yelena por accidente se pudiera considerar como un entrenamiento apropiado, claro que no lo era. Debía volver a practicar, no podía estar de perezosa, tampoco debía poner de excusa el mal clima, ella podía y debía esforzarse un poco más a menos que deseara hacer el ridículo frente a toda la universidad. Claro que no.
Tenía muy claro lo que estaba por hacer, iría al centro de tiro con arco desde temprano para aprovechar todo el tiempo que iba a estar abierto, menos mal que tenían una galería bajo techo lo suficientemente buena como para que le fuera de utilidad a Kate. Regresaría a la casa de su madre por la tarde para concentrarse en repasar para los futuros exámenes y solo después de haber hecho todo eso podría descansar un rato.
Cuando llega a la puerta con todas sus cosas listas, se detiene un instante a pensar en alguien más. La noche anterior Yelena le había pedido, con mayor insistencia de la que esperaba, que le mandara un mensaje o le llamara si decidía salir en algún momento del día, bajo la excusa que eso le mantendría más tranquila y que de ser necesario la alcanzaría en cualquier lugar que necesitara con tal de garantizar su seguridad. Se toma unos segundos para deliberar consigo misma, pensando si es buena o mala idea el no avisar a Yelena sobre sus planes, algo le dice que obviamente es mala idea, que debe mandar por lo menos un mensaje con su ubicación y estaba por hacerlo, ya tenía su teléfono desbloqueado, lista para digitar un número que tenía claro en su memoria, pero entonces recordó el motivo principal por el que Yelena no estaba a su lado, más allá de ser fin de semana. Yelena estaba pasando tiempo con su familia, tiempo que ella le robaba durante la semana por haber sido demasiado estúpida para dejarse secuestra. No, no iba a molestar a Yelena en su día libre.
Al fin de cuentas iba ir a un lugar para gente rica, donde todo el mundo la conocía, no muy lejos de la casa de su madre, un lugar con personal de seguridad e iba ir en un horario con mucho sol ¿qué es lo peor que podía pasar? Con su optimismo recargado, tras revisar que llevara todo en su bolso, sale de la casa de su madre, casi brincando de la emoción ante lo que creía iba a ser un sábado tranquilo de arquería.
4
Una detonación de rifle precede al dulce sonido del casquillo golpeando contra el suelo, con ese campaneo metálico que le estimulaba los sentidos. Puede mantenerse concentrada en su trabajo al frente, mirando por los binoculares el objetivo que terminaba por ser impactado por la bala, fallando la diana por cosa de un par de centímetros, un tiro que de haberle llegado a una persona hubiera sido letal, pero como era un entrenamiento, resultaba ser un intento de ocho sobre diez.
— Ajusta dos a la izquierda y uno arriba — escucha unos mormullos enojados a su lado antes de que se siguieran las instrucciones —. No entiendo como pasaste las pruebas de tiro — un cerrojeo precede a otra detonación y esta vez la bala llega al centro del blanco, aunque no impacta justo al punto radial —. Pudo estar mejor — y hace saber su nada humilde pero si muy profesional opinión.
— Tu lo que eres es una autentica cabrona —.
El punto común entre ellas era un lugar muy acorde a sus personalidades: un campo de tiro en algún lugar entre Pensilvania y New York, donde nadie les molestaría sin importar cuanto ruido hicieran, con todas las comodidades que se podía esperar que recibiera una vengadora conocida a nivel mundial y una agente de SHIELD retirada con un carisma natural. Ese era el lugar al que asistían cuando las cosas se complicaban, cuando necesitaban despejar la cabeza y claro, cuando necesitaban hablar entre ellas con total sinceridad.
— Y tú te estas poniendo vieja, no se si te queda mucho tiempo como personal de campo, hermanita — da un cambio de roles, dejando los binoculares en la mesa para buscar su propio rifle.
— El clima no es el ideal para disparar y estas obsoletas miras se empañan muy rápido —.
— Lo único que escucho son excusas, no me parece muy propio de la gran Black widow — en realidad era verdad, el cielo gris, tan cargado y espeso advertía a todo el mundo que en cualquier momento iba a caer una nevada pesada, esa idea le hizo temblar, no quería que según que recuerdos le invadieran, aunque bueno, estaba junto a su hermana, nada malo iba a pasar — ¿Cómo van las cosas con María? —.
Una de las grandes diferencias que existen entre las hermanas, además de la cuestión de gustos personales y cosas físicas evidentes, es la capacidad que tienen para mantener bajo control sus feromonas cuando entre ellas hablan de cosas que les pueden emocionar. Es por eso que el aire invernal pasa de estar lleno de esos toques de humedad y frio propios de la temporada, a quedar repleto del aroma de Natasha, uno cargado de notas dulces, flores frescas, algo de cereza, tan jodidamente empalagoso que más de una persona molesto a Natasha preguntando si en realidad no era una omega. Ignorando las bromas de los insensatos que no temían por su vida, Natasha Romanov tenía un aroma que siempre había hecho que cualquier omega, incluso otros alfas, cayeran a sus pies, un aroma muy acorde a la imagen de seducción letal que había formado durante los años.
Yelena saca un pequeño frasco de desodorante, tirándolo en contra viento para que bañara a su hermana con un tono más neutral, porque de seguir tragándose sus feromonas iba a terminar por vomitar.
— Las cosas están bien, muy bien — los recuerdos deben ser muy reconfortantes para no haber reaccionado ante las acciones de la rubia —. El trabajo le esta pateando el trasero, pero ella puede salir de eso, parece que han encontrado un buen lugar para comenzar a tener un centro de operaciones para la nueva SHIELD — sale entonces el primer disparo al blanco más próximo, la bala impacta justo en lo que debería ser la cabeza —. Diez puntos —.
— ¿Y usted tiene el nivel de autorización para saber eso, agente Romanoff? — pone la siguiente bala, lista para su segundo tiro.
— Eres una estúpida, Yelena — aparece entonces un momento de duda, se pregunta si debe contar lo que tanto le estaba quemando dentro, cuando ve que su hermana esta lista para disparar, con ese gesto de retener la respiración, decide que es el momento perfecto para hablar —. Estoy pensando en comprar una casa para nosotras —.
Menos mal que es buena en concentrarse sin importar lo que pase a su alrededor, pues consigue meter un tiro al centro de lo que debería ser el pecho a pesar de la sorpresa — Natasha Romanoff saliendo de su departamento de soltera veinteañera eh — niega con la cabeza —. Entonces le quieres proponer que se vayan a vivir juntas — un simple si es la respuesta que recibe —. Ya te habías tardado, llevan que ¿dos años saliendo? — más o menos respondería Natasha — y se conocen desde hace más de diez años — en ese punto no quería contestar nada más, ni siquiera moverse — y aun no te has apareado con ella —.
— Quiero esperar al momento perfecto, no la voy a marcar así de la nada, deber ser algo especial — de nuevo se había fracturado esa postura firme y fría que debía caracterizar a LA viuda negra.
— Toda una caballero, un alfa de novela — ve como uno de los casquillos olvidados en el suelo vuela contra ella, consigue alejarse a tiempo para que no le pegara —. Pero habla Natasha, habla, dime lo que tienes pensado, estas cosas se cuentan enteras o no se cuentan —.
— Estoy pensando entre dos lugares, Pensilvania y Ottawa, para mantenernos cerca de New York en caso de que nos necesiten por cualquier emergencia. María me ha contado que le gustan los lugares tranquilos y quizás a mi también me pueda gustar, cambiar un poco después de tanto tiempo en una ciudad tan ruidosa. Espero encontrar un lugar grande para que tanto tu, como nuestros padres y Wanda tengan un lugar cuando lo necesiten —.
— Había olvidado a la callejera que rescataste ¿sigue viviendo con ustedes? —.
Uno de los casquillos usados vuela por el aire e impactan directo en la cien de la tiradora — No le digas así, Yelena Belova — resulto evidente que acababa de tocar un tema sensible, por lo que no hizo mucho drama por el pequeño golpe que se había llevado, quizás se lo había ganado —. Se que no te agrada Wanda, no puedo culparte…las visiones fueron…horribles — ambas se quedan calladas, un instante para aceptar o alejar aquel momento de sus mentes —. Pero ahora mismo necesita ayuda, acaba de perder a su hermano, su única familia y lo que le hizo HYDRA es solo demasiado para que este sola —.
Durante el discurso de su hermana se concentro en preparar el arma, escuchando bien todo lo que decía Natasha — No lo decía como algo malo, es como nos llamaba Clinton, cachorros callejeros que llevo a casa, por lo menos tu no la escondiste en el cobertizo — Yelena nunca iba a dejar pasar la oportunidad de burlarse un poco del hombre pájaro —. Era cuestión de tiempo para que una de las dos debía continuar con su legado y claro que iba a ser la super posadora — solo quedaban dos blancos listos para ser asesinados — ¿Cómo se encuentra tu cachorra? — sabía lo que estaba por decir así que se adelanto — No intentes negarlo, Natasha, desde que la reclutaste en Sokovia la tratas como una parte de la familia, de una forma muy diferente a como tratas a, por ejemplo, las viudas que rescatamos —.
— Tiene días peores que otros — decide dar por perdida la pelea contra Yelena —, aun tiene pesadillas con la muerte de Pietro, con lo que paso con sus padres — y el silencio que se crea entre ellas es un amable recordatorio de sus propios problemas, de las noches sin dormir que pasaron tiempo atrás —. Nos estamos dando cuenta que es claustrofóbica, por eso intentamos que siempre tenga vistas al jardín del complejo y la llevamos a turistear, no queremos que se sienta prisionera —.
— No me imagino una persona mejor que tu para ayudarla, sestra — estaba por disparar cuando un detalle le llega a la mente — ¿Han considero hacer que vea a un profesional? —.
Natasha responde primero con la cabeza que con palabras — Si, pronto comenzara a ir con un terapeuta, una que me recomendó la doctora Grace —.
La psicóloga que se encargaba de atender a las hermanas durante sus primeros años en SHIELD — Entonces no tienes que preocuparte, tu cachorra estará mejor pronto — dan por parcialmente cerrada la bifurcación que crearon, la rubia tenía ganas de seguir con el tema de sentar cabeza — ¿Ya hablaste de tus planes con mamá? —.
— Aun no, mudarme con María aun es algo nuevo, solo lo sabes tu y papá — puede ver de forma clara como Yelena se tensa, lo que debió ser una señal para cambiar de tema pero solo resulto en una oportunidad para tocar un tema delicado entre ellas —. Vino al complejo hace unos días, parece que por fin podrá boxear contra Steve como tanto presume haber hecho, nunca lo había visto tan emocionado. Pregunto por ti de hecho — no consigue ninguna respuesta, aunque los dos disparos que siguen e impactan contra la cabeza del blanco dejan en claro los sentimientos de Yelena ante la situación —, quería saber cuando los iríamos a visitar, tiene ganas de pasar unos días con nosotras, algo de robar una limusina e iniciar un “viaje de hijas”, sea lo que sea eso —.
— ¿Me hiciste salir a congelarme el trasero un sábado para hablar sobre Alexei? — un gruñido es con lo que concluye su pregunta, mostrando un poco sus colmillos, dejando en claro a Natasha que era mejor no continuar por ese camino.
Deja escapar un suspiro antes de afrontar el tema que dio nacimiento a la reunión — ¿Podemos ir adentro? Me comienza a doler las rodillas con este clima —.
Dispara su ultimo tiro, uno perfecto al centro, dejando claro quien de las dos había ganado la pequeña competencia. Acepta la petición, descarga el rifle y le coloca el seguro antes de cargarlo al brazo como el entrenamiento dictaba que se debía hacer con un arma de medio largo alcance. El lugar al que llegaron era una pequeña cabaña cerca del campo, no más grande que un cobertizo que fungía como refugio de emergencia en caso de nevadas repentinas, como la que amenazaba con caer dentro de poco. No había grandes decoraciones, apenas un par de sillas con una mesa y muchas cosas para afrontar el frio, por fortuna, era más que suficiente para que Fanny se la pasara bien mientras su compañera y la insufrible de Natasha (según su valoración cien por cien objetiva) perdían el tiempo en la intemperie.
En cuanto entran a la cabaña la akita se levanta de su cama para saltar sobre Yelena, lamiéndole la mano, golpeando su cabeza contra las piernas de la rubia, dando vueltas a su alrededor y dejando escapar pequeños ladridos de emoción. Yelena acaricia a su mascota, dejando escapar pequeñas palabras en ruso alagando a la hermosa criatura. Natasha trato de replicar el gesto, creyendo que tras el tiempo bajo el cuidado de su hermana la criatura se volviera menos enojona, pero la mordida que le lanzaron con todos los dientes y su fuerza fue una clara demostración de que seguía siendo una persona non grata para la cachorra.
— Antes de que Fanny decida que quiere una pelirroja de aperitivo, dime, ¿qué eso tan urgente de lo que querías hablar? —.
— ¿Recuerdas al general Ross? —.
Se toma un segundo para, en teoría, apelar a la biblioteca de sus recuerdos — ¿El super americano que quiso lanzar una ojiva nuclear sobre la ciudad más poblada de su país? — ve que su hermana esta por contestar pero es más rápida — ¿el general Ross que ha estado intentado matar o experimentar con Banner desde que apareció Hulk? — conociendo el juego de Yelena responde con un simple sí dejando que hablara cuanto quisiera — ¿el mismo Thaddeus Ross que intento convencer a Fury de que nos fusilaran en cuanto tocamos Estados Unidos? — otra vez un sí — ¿el Thaddeus que cuando cayó SHIELD fue el primero en querer arrestarnos por lo que hicimos como viudas? — ya a ese punto se queda callada — ¿el gran héroe de guerra americano que cuando se entero que destruimos la habitación roja quería que le entregáramos la información sobre la subyugación química? —.
— Yelena, por favor no seas tan…tan tu — parecía que había tocado las fibras de su hermana, justo lo que la rubia esperaba.
— Sí, creo que lo recuerdo ¿qué hizo ahora? ¿de casualidad te hablo sobre un nuevo equipo o una mierda de las suyas? —.
— ¿Viste el accidente que tuvo Wanda en la última misión que tuvimos en Lagos? — claro que lo hizo, nunca despegaba un ojo de las imágenes por satélite cuando su hermana estaba en el campo, más en esos tiempos donde ya no le podía acompañar con tanta facilidad para cubrirle las espaldas — Bueno, después de eso parece que Ross se puso a hablar con la ONU — se ahorra la broma fácil para escuchar —, algunas de nuestras misiones y sus consecuencias han levanto la preocupación de, bueno, todo el mundo —.
— No puedo culparlos, Sokovia no fue nuestro trabajo más limpio — demasiadas bajas civiles, demasiada infraestructura irreparable.
— Ross quiere que firmemos unos acuerdos para que los vengadores pasen a trabajar bajo las órdenes de la ONU — Yelena necesita un momento para corroborar si escucho bien —. Cree que esto podría ayudarnos a estar más controlados, reducir daños a los civiles y concentrarnos en ayudar a la mayor cantidad de personas posibles —.
— Hasta que el consejo de seguridad decida que una misión no es conveniente a sus intereses ¿verdad? — necesita levantarse a buscar algo en uno de los estantes cercanos — Que pasara el día que ocurra un desastre en una nación que sea geopolíticamente crucial para este país, una crisis que pueden aprovechar para poner alguien que cumpla con sus intereses — una botella de vodka, dos vasos, la mejor compañía para una conversación importante — ¿el equipo se quedara mirando como cientos de personas mueren? —.
— Estaríamos trabajando para la ONU no para un solo gobierno —.
— Oh por favor Natasha, no juegues el papel de estúpida conmigo — le entrega su primer trago mientras juega con el suyo propio —. Sabes, tan bien como yo, que esos acuerdos los volverían sirvientes de cinco naciones que no se ponen de acuerdo ni para la hora de las reuniones — comienza a beber su trago, cerrando los ojos, tratando de calmarse, aunque sea un poco —. Estas considerando la oferta — se ríe ante su mal juicio —, no, ya aceptaste la idea —.
Y esas simples palabras parecen haber sido suficiente para que la cabaña se volviera tan fría como el Ártico. Yelena le da vueltas a la idea, tratando de encontrarle sentido a lo que había escuchado — ¿Por qué? — es una pregunta sencilla, muy sencilla.
Se pasa lo que queda de su trago — Creo que estamos perdiendo el norte, vamos de un lugar al otro tratando de hacer algo por las personas pero no parece ser suficiente — vuelve a llenar su vaso —, a donde vamos terminamos causando más problemas, solo mira lo que paso en Lagos, en Chipre, mierda incluso causamos problemas dentro del país, solo recuerda lo que paso en Luisiana y mejor ni hablar de Sokovia — un suspiro que es acompañado por el temblar de sus manos, demostrando la tensión que ha estado guardando —. Siento…siento como si volviera a tiempos de la habitación roja — y ahora es Yelena quien comparte la tensión —, ir de un lugar a otro, hacer lo que se supone que debemos y causar caos ahí donde vamos —.
— Entonces que ¿me trajiste aquí para convencerme de firmar unos documentos que no he leído? — de nueve pone ese semblante más serio, dejando ver sus colmillos a cada palabra que pronuncia, teniendo a la vista el objeto más cercano para atacar o defenderse.
— ¡NO! — levanta las manos dejando en un intento para dejar de verse como una amenaza — ¡no, no, no! Solo necesitaba hablar con alguien en quien confió, alguien que me pudiera dar una segunda opinión sobre esto — con movimientos lentos se pone a buscar algo en la mochila que llevaba consigo bajo la atenta mirada de su hermana que seguía en alerta máxima — y si lo necesitas — una tableta se pone en la mesa —, ahí esta el documento, por si lo quieres revisar —.
Acepta la oferta y se pone a leer, agradeciendo que siempre fue de lectura rápida, pasa una hoja tras otra, buscando, encontrando y entendiendo los puntos más importantes de los acuerdos, también fue algo bueno que supiera cuantas de esos cientos de paginas no eran más que paja. Natasha no pudo encontrar reacción alguna en su hermana, a lo mucho como se detenía más de lo normal sobre un renglón, leyéndolo una y dos veces.
Deja escapar un largo suspiro cuando llega a una de las partes finales del documento, después de haber leído los puntos más engorrosos de los acuerdos — Esto destruirá tu equipo — apaga la tableta y se la regresa —. Lo sabes ¿verdad? — el semblante de Natasha se torna lúgubre, lleno de angustia, mientras sus ojos se quedan fijos en su vaso de vodka — No hay poder en este universo que pueda obligar a Rogers de firmar esta cosa, ni Antoni, no hay nada que pueda… —.
— Tony fue el primero en firmar — parece que ese es un golpe inesperado para la menor quien se queda callada en un estado similar al shock —. Rhody también esta de acuerdo y Visión cree que es la opción más lógica — la mirada de Yelena es la que se pierde, alejándose, dando vueltas en el tema, seguro que le estaba comenzando a doler la cabeza —. Somos mayoría, seguro si le explicamos las ventajas…si encontramos la forma de hacerle ver que esto es una buena opción, podemos evitar que esto sea algo que nos separe, esto no tiene porque ser el fin de los vengadores... de mi familia —.
En todos los años que se conocían, después de tantas batallas, de tantas torturas y lamentos, nunca había visto a su hermana tan angustiada, tan despojada de sus defensas, tan vulnerable al mundo, lo más cercano a ese grado de angustia fue durante Budapest, cuando le habían disparado a Yelena o cuando escaparon del país al final de la misión en Ohio. Yelena no puede hacer más que sentirse mal por ella, sentir pena por su hermana, tanta que no duda en dejar escapar sus feromonas calmantes a cuanto su cuerpo podía generar en un intento por evitar que Natasha entrara en pánico, más con lo que estaba por decir.
— Nat, el equipo esta roto desde Sokovia — la nombrada detiene sus movimientos, en algún momento se había levantado, comenzado a dar vueltas para calmarse —. Se rompió desde que Banner y Stark no pudieron hablarnos sobre sus planes para hacer un robot asesino. Se rompió desde que Steve y Stark no pudieron comportarse como adultos, hablar sobre el siguiente paso y en su lugar se pusieron a medirse los colmillos. Se rompió cuando se pusieron a pelear para decidir que iban a hacer con Visión. Mierda, tuvo que bajar un dios del cielo para que dejaran de luchar — le duele ver la forma en la que Natasha aprieta los ojos, escondiéndose cuanto puede, mejor ni hablar del aroma que deja escapar —. El equipo ya esta separado, Nat, eso — señala la tableta donde se guardaban los acuerdos — solo es un formalismo —.
Ve crecer el dolor en su hermana, uno tan fuerte que comienza a temblar en respuesta, con mucho cuidado, tanto como puede tener, se acerca a su hermana con los brazos abiertos. Tras escapar de la habitación roja Natasha se volvió mucho más física, siempre que algo malo pasaba necesitaba de la presencia de alguien de confianza, léase Laura o su hermana, para poder calmarse. Eso no cambio durante los años y Yelena no lo había olvidado. Con cuidado rodea a Natasha, abrazándola con la fuerza suficiente para mantenerla unida a la tierra y sentirse segura mientras sigue dejando escapar sus feromonas con la esperanza de poder calmar un poco del inmenso dolor de su hermana.
— No se que hacer, Yelena — son las pocas palabras coherentes que consigue pronunciar entre los sollozos que comienzan a nacer de lo más profundo de su pecho —. No…no quiero perderlos — se aferra con fuerza al chaleco de su hermana, apretándolo tanto que podría romper las costuras si tirara —. Son como mi familia — el corazón de la rubia se aprieta —, no quiero que esto termine con nosotros, yo no podría soportarlo — la aprieta un poco más contra su pecho, dándole un lugar en el cual desahogarse y ocultarse del mundo que le exigía ser la alfa estoica, la heroína inquebrantable, LA viuda negra de hielo — ¿Tu qué harías? —.
Es apenas un susurro que consigue escuchar por la cercanía — Yo por algo me retire, te ahorras de estas molestias — un pequeño golpe en su costillar derecho. Se toma un momento para pensar, dejar que su mente corra para formular una respuesta —. No los firmaría por nada del mundo, porque me parecen un despropósito, lo dejaría en claro y me iría del complejo sin mirar atrás —.
— No puedo hacer eso — es una respuesta inmediata —. No puedo dejarlos atrás después de todo lo que han hecho por nosotras — un lo se escapa por los labios de Yelena — ¡¿Entonces que hago?! — ya entra en el campo de la franca desesperación.
— Sigue tu corazón, Natasha. Si sientes que firmar los acuerdos es la mejor forma de proteger al mundo, de cuidar de la gente que te importa y seguir siendo la heroína que siempre has sido, entonces hazlo, fírmalos y vive con las consecuencias, porque esto va a cambiar tu vida, nuestra vida, para siempre — no sabe bien de donde salieron sus palabras.
En silencio la pelirroja considera las palabras de su hermana da vueltas sobre ellas hasta que se da cuanta de una coincidencia — Papá me dijo lo mismo — sabe que el comentario va a causar molestia en la rubia, por lo que se apura en corregir un poco —. En verdad necesitaba de tu franqueza desmedida y tu total desprecio por la autoridad —.
— Lo sé, lo sé. Mi genialidad es muy apreciada hoy en día y por muchas personas. Considérate afortunada Natasha Romanoff porque mi conocimiento esta muy bien valorado —.
Se permite tomar unos cuantos segundos más para utilizar a su hermana como un ancla a tierra, permitirse dejar escapar un poco más del malestar que le estaba enfermando — ¿Desde cuando te volviste tan buena con las palabras? — solo se encoje de hombros como si en verdad nunca hubiera pensado en eso —. Siempre dije que tu hubieras sido una mejor vengadora que yo — una sonrisa con colmillos se le escapa al saber que iba a contestar —. Pero eres demasiado genial para los posadores. Si, Yelena, todo el mundo lo sabe ya —.
— Lo repetiré hasta el fin del mundo para que les quede bien claro — cuando por fin se separan Yelena es cuidadosa al ayudar a su hermana para que se siente de vuelta en la silla —. Sobra decir que si en algún momento necesitas ayuda de inteligencia o de equipamiento, puedes contar conmigo — mientras habla vuelve a llenar ambos vasos —, solo te pido que no esperes que levante mi arma contra alguno de ellos. Serán unos idiotas pretenciosos con complejo de modelos, pero respeto a la mayoría de ellos y no pienso salir de mi retiro para pelear contra antiguos colegas —.
Acepta su trago que comienza a beber, una gran forma de relajar un poco su cuerpo — Nunca te pediría eso, más ahora que estas tan concentrada con tu trabajo como guardaespaldas — intenta ver si el comentario hace reaccionar a su hermana, siendo experta en leerla puede ver como arruga un poco la nariz antes de volver a su semblante inexpresivo, una prueba de que estaba tocando un punto sensible — ¿Cómo es cuidar de una niña rica malcriada? —.
Sabe que le esta provocando para decir más de lo que quiere decir — No es tan malo, es alguien interesante, pero seguro que ya sabes todo eso — hay un dejo de hostilidad, quizás porque Kate Bishop se estaba convirtiendo en ese pequeño secreto que no deseaba ocultar, pero se sentía bien que solo ella conociera o porque sabía que acercar a Kate Bishop a esa mundo donde luchaban contra gobiernos fascistas y amenazas de otros mundos era ponerla en peligro mortal.
— Pues para tu sorpresa, no se gran cosa, solo se que rescataste a alguien y ahora eres su guardaespaldas, Sonya no ha querido hablar sobre eso y parece que ninguna otra viuda sabe algo útil de esto —.
— Además de mi empleadora, solo Sonya y mamá saben sobre ella, y tampoco es como que Melina sepa demasiado —.
— Estas siendo bastante precavida —.
— Es parte del trabajo, hermana, cubrirle las espaldas de los problemas que mi nombre puede atraer — entre menos personas conociera a su Kate Bishop menos atención tendría, era mejor tener que lidiar con una mafia medio pelo neoyorkina a luchar contra los restos de HYDRA.
— Ten cuidado, Yelena, recuerda que siempre es bueno tener gente que te cubra — sabía que su hermana tenía un punto, quizás era demasiado paranoica, idea descartada, solo era muy precavida aunque eso significaba que tenía menos personas a las que recurrir en caso de que algo pasara y necesitara que alguien cuidara a Kate Bishop, pero eso no iba a pasar, no existía fuerza en la tierra que le hiciera alejarse mucho tiempo de la omega y suponiendo que eso pasara, solo una amenaza nivel vengadores conseguiría que Sonya y Melina no pudieran cuidar de Kate Bishop —. Recuerda que cuentas conmigo Yel y si es alguien importante para ti la cuidare con mi vida si hace falta —.
Ella lo sabe, Natasha podría encargarse de su omega en caso de que algo pasara y pensar en el peor de los casos era lo normal siendo quien era — Quizás en otro momento te lo pueda decir, cuando tenga claro si realmente hay un algo que contar —.
Yelena no sabía que esta decisión que pasaría por insignificante, tendría consecuencias.
5
Se despide de su hermana un par de horas después teniendo ya muy en claro que quizás deba hacer las pases con la idea de que más pronto que tarde tendrá sobrinos corriendo entre sus piernas, preguntándole cosas que no sabrá como contestar. La idea es un poco aterradora, los cachorros siempre eran un tema que le confundía bastante pues por un lado cuando estaba cerca a uno no sabía como actuar, ejemplo de ello cuando conoció a Cooper, quien la estuvo observando tras las piernas de Laura durante tanto tiempo que llego a pensar que en realidad era un muñeco o que estaba congelado en el tiempo, no supo iniciar una conversación con el chico, tampoco quiso acercarse demasiado por miedo a lastimarlo, un temor que se repitió cuando llego Lila, aunque su convivencia ocasional con ella fue una experiencia mucho más satisfactoria, pues desde que pudo abrir los ojos y entender un poco del mundo que le rodeaba, la pequeña se sintió muy interesada en su tía Yelena, era una niña con la que las cosas eran más sencillas, solo hacía falta hacer alguna filigrana con un lapis en lugar de con un cuchillo (norma que le puso Clinton tras un pequeño accidente donde la cachorra quiso copiar el movimiento genial de su tía genial) para volver a Lila en toda una fanática, la chica estaba aprendiendo arquería con su padre, Yelena se había ofrecido como blanco para el juego de la manzana en la cabeza para tratar de hacer que la pequeña confiara más en su puntería, vale decir que ni hija ni padre aceptaron la idea por ser “demasiado peligrosa” — Americanos aburridos — es como los llamo esa tarde.
No puede evitar que su mente haga una pequeña pausa para hacer un ejercicio de comparación entre Lila Barton y Katherine Bishop. Dos buenas arqueras, una más probada en campo y la otra en vías de serlo, ambas con cierto grado de fanatismo por los vengadores. A ella le parecía haber encontrado un parecido razonable.
Mientras va entrando a New York algo le obliga a obviar a Nataniel de su lista de pensamientos, no es porque no quiera al adorable cachorro, mas una extraña sensación de intranquilidad le recorre le medula, susurrándole a su alfa para que haga un algo que no sabe que es. Intenta mantenerse centrada en el camino que a minuto que pasa se llena de más y más nieve, la tormenta ya estaba sobre la ciudad, era fácil darse cuenta que no iba a ser una tranquila.
Esta por incorporarse en una de las principales que le llevaran a casa, agradecida por no encontrar apenas acompañantes en las calles casi abandonadas, cuando su teléfono comienza a sonar las primeras notas de piano de American pie. Se toma un instante para estacionarse, poner las intermitentes, acercarse al espacio de guardado frente a la palanca de cambio y antes de contar observa quien le está llamando. La intranquilidad que se arremolinaba en sus huesos se dispara cuando ve el nombre, por lo mismo, contesta al instante.
— Sonya — saluda — ¿qué puedo hacer por… — su intento sonar tranquila e informal se corta de golpe.
— Tienes que venir con Kate — siente como se le congela la sangre ante esas palabras, da vueltas y vueltas alrededor de ellas, como si su amiga estuviera hablando en un idioma que nunca antes hubiera escuchado —. Ahora —.
Es como si volviera a estar bajo la subyugación química, las acciones que realizar son automáticas, su mente racional no tiene ninguna función en ello. Con mayor imprudencia de la que debería conduce tan rápido como le es posible, girando en ángulos complicados, por instantes derrapando por el asfalto congelado, ignorando los llamados de su compañera que cada vez parecían estar más y más angustiada. Llega al edificio en tiempo récord, seguro que en cuanto se le pasara su estado de preocupación casi psicótica tendría que pagar más de una multa, pero daba igual, solo tenía que descubrir si su omega estaba bien.
Se estaciona al frente de la entrada principal es poco menos que un milagro que Fanny tuviera tiempo para saltar tras su dueña antes de que se cerrara la puerta del auto; él portero ni se atreve a tratar de detener ni a la alfa ni al perro, pues nadie avanza a paso tan apurado por una recepción si no tiene un buen motivo para hacerlo. El ascensor iba a tardar demasiado, no había tiempo, Yelena corre como hace años que no corría por las escaleras del edificio, sube un piso tras otro, hasta que llega al que corresponde a la familia Bishop.
Ve a su compañera en el pasillo frente a la puerta, dando vueltas sobre si misma, justo antes de detenerse para ver el lugar del que se escucho tremendo estruendo de otra puerta golpeando la pared. Intenta hablarle, comenzar a explicar la situación, pero Yelena es mucho más rápida, cerrando distancia en apenas unas cuantas zancadas, tomando los brazos de la omega con más fuerza de la necesaria, al tiempo que dejaba escapar sus feromonas cargadas de angustia en forma de una duda silenciosa.
— Salió de casa a eso de las once mil con destino al club donde practica arquería con todas sus cosas. No hubo ningún accidente entre el horario de llegada y su salida a las mil ochocientas. Hizo una parada a medio camino en una farmacia a un par de calles de distancia, no se que estaba comprando, un grupo de alfas la interceptaron — las pupilas de Yelena se contraen mientras aun más de sus feromonas salen de su cuerpo —. Ella se encargó del problema en cuanto intentaron ponerse físicos, tenías razón, es muy buena peleando. Me acerque a ella para ver cómo se encontraba pero parecía estar perdida en su mente, detecte muchas feromonas alfa sobre ella. No hablo conmigo en todo el camino, ni me volteo a ver, parecía estar perdida en su mente y se encerró en el penthouse antes de que pudiera detenerla. Me preocupa que este pasando por un estado de bloqueo y creo que es algo que te puede importar —.
Su instinto se sincroniza con su mente para reaccionar de la mejor forma posible, sabe que es lo que debe hacer. Busca en el bolsillo de su abrigo de donde saca un manojo de llaves, las llaves de la casa de su omega, menos mal que las había tomado esa mañana antes de salir de su propia casa — Sígueme, quizás necesite que otra omega este ahí para calmarla —.
Entendiendo que la situación estaba más cercana a la de una misión que de un simple accidente, no se atreve a llevarle la contraria a Yelena, aceptando en silencio, posicionándose a un lado para seguir sus pasos en cuanto la puerta se abre y ambas entran con cuidado en el penthouse. La alfa avanza con pasos cuidados, tratando de hacer suficiente ruido para dejar clara su existencia, el aire del lugar tiene notas de olores desconocidos para su nariz, olores desagradables, olores de alfa, tan genéricos que le causaban nauseas, va a medio camino de la recepción cuando encuentra la sudadera con capucha de Kate, tirada en el suelo en una bola arrugada, de ese manojo de tela es de donde sale la mayoría de esos aromas desagradables, Yelena deseaba prenderle fuego.
Avanza hasta la cocina donde encuentra algo más, pero no lo que deseaba ver, la bolsa de entrenamiento de la omega junto con su arco y carcaj, hay algo extraño pues el arma estaba tirada en el suelo como si no fuera la cosa más importante en el mundo de Kate Bishop. El área entrega algo diferente a su nariz, un aroma diferente, más familiar, igual de desagradable, el aroma a combustible y antiséptico, el miedo de Kate se extiende como un camino claro, tan marcado que podría materializarse en el aire, uno que asciende por las escaleras cercanas rumbo al segundo piso. Los instintos de su alfa le gritan que avance, que la encuentre, que vea lo que pasa, se concentra en esa tarea tanto que no ve como su compañera se distrae con algo cerca del lavabo, una cajetilla extraña que estaba tirada de tal forma que dejaba ver las tiras de aluminio.
Sube por las escaleras con el corazón explotando en sus tímpanos, su estomago dando vueltas y un sabor desagradable en la boca, acorde al aroma del miedo. Cree que tendrá que entrar al cuarto de la omega, por una vez tendrá que agradecerle de algo a Eleonor, pues en caso de no contestar no tendrá que perder tiempo abriendo la cerradura. Pero eso no es necesario, cuando esta a unos cuantos escalones de la sima, ve un par de piernas estiradas por el suelo, unos pantalones de deporte morados, unos que eran muy fáciles de identificar.
Salta los escalones, cae al suelo de rodillas haciendo resonar el golpe contra la madera por toda la casa, no le importa el posible dolor o proteger sus articulaciones — ¡Kate! — es un grito que escapa de su control. Toma a la omega entre sus brazos, levantándola del duro suelo — Kate — pasa a ser un suspiro. Se toma un instante para ver a la omega. Su piel estaba pálida, mucho más que de normal, un tono que va más allá de lo achacable a una falta de comida o calor, tan blanca que comienza a tornarse verde, sus labios con un tono azulado.
Otra vez el recuerdo, otra vez la nieve, el viento silbando, Siberia a sus pies tomando la vida de una niña olvidada.
Eso no puede estar bien, no puede significar nada bueno. Con manos temblorosas intenta tomarle el pulso, necesita más de un intento, primero por no alcanzar el lugar preciso, luego porque no lo sentía por sobre el suyo propio, cuando al fin siente algo entiende porque fue tan difícil, es apenas un ligero golpeteo, tan suave que no alcanza a ser más que el aleteo de una mariposa o el goteo de una tubería contra el océano —. Kate Bishop — se le escapa un poco sin querer, un accidente que parece funcionar, un pequeño revoloteo tras los parpados le indica que la conciencia esta cercana —. Eso malen'kaya polyn', necesito que abras los ojos, malenkaya, por favor — Kate lo intenta, mueve los labios en un intento de habla, ladea la cabeza —. Bien, bien hecho Kate Bishop, vamos, déjame ver tus ojitos —.
Se rostro se altera en un seño fruncido, un gesto de profundo dolor, la respiración, tan lenta que asusta a la alfa se atasca en un par de intentos desesperados por obtener más aire. Se sienten como horas hasta que por fin se dejan ver esos ojos azules. Una mirada desorientada, tan perdida en el vacío del mundo, mira de izquierda a derecha con sus cuencas desorbitadas y están por cerrarse hasta que regresan a lo más cercano, un punto de interés.
Yelena ve los labios moverse, balbuceos incomprensibles que le destruyen el corazón a la alfa — Perdón — de ser esa la respuesta que iba a recibir prefería que se hubiera mantenido en silencio —. O sabia, o sabia que ya era lunes — se retuerce en brazos, intentando alejarse —. Mis cosas — Kate estaba tratando de ver a la alfa, era evidente el esfuerzo que hacía para tratar de enfocar su vista, pero era una tarea inútil, una mala actuación era lo máximo que pudo entregar, ojos que no veían nada en realidad —, deja que vaya por mis cosas — por fin consigue hilar palabras claras, intenta levantase, sus piernas se mueven en débiles pataleos que parecen no ser capaces de mover ni una hoja. Un lastimoso quejido, vuelve a intentarlo, se aleja un poco girando a la izquierda solo consiguiendo resbalarse de los brazos de una Yelena en shock, azotándose contra el suelo —. Lo siento — vuelve a susurrar, antes de cerrar los ojos.
Esta preparada para volver a despertarla cuando unos pasos pesados y apurados suben casi que corriendo por las escaleras — ¡Llévala al baño! — una orden cargada de desesperación, Sonya aparece casi tropezando — ¡Rápido, Yelena, llévala al baño! — decide seguir ordenes, tomando a su omega con cuidado por la espalda y las rodillas para dirigirse al cuarto al final del pasillo. Abre la puerta golpeándola con el hombro, seguro tendría que cambiar la chapa — Junto a la taza, de rodillas y sujétale el cabello —.
Coloca a Kate como le piden, pero su alfa le exige preguntar, averiguar — Que pasa Sonya, que estas… — la omega no le hace caso, con un movimiento rápido aprieta la unión de la mandíbula de Kate, haciendo que abra la boca, Sonya intenta poner dos dedos dentro, pero Yelena es más rápida, atrapando la muñeca de su amiga casi con toda su fuerza disponible, deteniendo la amenaza — ¡¿Qué mierda intentas?! —.
Una pequeña caja le golpea en la nariz, apenas librando la frente de Kate — Supresores de emergencia, diez miligramos — con pulso tembloroso extiende las tiras donde se guardan las pastillas, de las tres, dos estaban vacías —. Hay que hacer que las expulse ahora antes de que le dé un infarto o fallo hepático —.
No lo duda ni por un instante, cruza los brazos por el pecho de la omega, sujetándole el cabello con una mano y con la otra comienza a hacer el horrible trabajo. Las arcadas aparecen desde el primer intento, el sonido retumba en el baño, le destroza el alma a Yelena y mejor ni hablar de la mierda de persona que se sentía ante la inconsciente lucha de Kate, intentos de codazos, ladear la cabeza, ni siquiera es capaz de mantener la cabeza firme, morderle los dedos. Yelena pronuncia pequeñas disculpas en cada idioma que conoce, intentando quitarse la culpa por estar obligando a su omega a hacer eso.
Pasan un par de minutos, la tarea resulta ser más fácil de lo que se podía esperar, hasta que Kate había soltado todo el contenido de su estómago, en su mayoría solo bilis, Yelena no se atrevería a ver el interior de la taza, de eso se encargo Sonya, suspirando aliviada cuando justo antes de tirar de la cadena observo como cinco pastillas a media disolución se iban por el drenaje.
— Voy a ir a buscar carbón activo, solo por si acaso, por lo mientras — su cabeza da vueltas, eso había sido demasiado en muy poco tiempo —, por lo mientras llevala a su cama, ponle cuantas mantas puedas, necesitamos subir su temperatura —.
Escucha en silencio las indicaciones sin moverse, apretando con más fuerza a Kate contra su pecho, escondiendo su rostro contra la melena oscura, luchando por contener sus propios sentimientos — Sonya — es un chirrido, un quejido lastimero digno de un canino, era la voz del alfa de la rubia buscando consuelo.
Deja salir sus feromonas calmantes, llenando el baño de un aroma a avellana — Tranquila Yel, los supresores de emergencia son de absorción retardada justo para evitar que pase algo como esto, llegamos a tiempo, ahora solo vigílala en lo que regreso ¿okey? —.
Cuando se compañera sale necita de un par de segundos, se queda en silencio haciendo que en el baño solo se escuchen las respiraciones entrecortadas, erráticas y temblorosas de la omega, los temblores que invaden a la pequeña omega. Se aferra al frio cuerpo para levantarla en brazos — Demasiado liviana — susurra su alfa con una advertencia de la realidad. A pesar de la estatura, a pesar de ser una chica tan atlética, cargar a Kate era apenas un poco más difícil de cargar que Lila una niña. Se toma una parada técnica para limpiar los labios de Kate, retirando cualquier resto de suciedad y aprovechando para limpiar su mano con la que le obligo a vomitar.
Tras la limpieza pasa a entrar al cuarto donde un desastre digno de publicar en un programa de casas abandonadas u ocupadas aparece tras la puerta del cuarto, con flechas esparcidas por el suelo, zapatos, botellas de agua vacías ahí donde mirara; la cama no estaba mucho mejor con libros, cajas de DVD, ropa y de más cosas sobre ella — Te ayudare con este desorden luego, Kate Bishop — hace un esfuerzo digno de todas sus habilidades para no dejar caer a la omega y despejar un poco la cama, consiguiendo crear un pequeño espacio seguro donde deja a su omega descansando. Ante la pérdida del calor natural del cuerpo de Yelena deja escapar un quejido lastimero, mismo que es aplacado por el peso y calor de sus sabanas moradas.
Yelena se apura en tomar algunas cosas que estorbaban en la cama, las más frágiles y que podían llegar a molestarla. Planea dejarlas sobre el escritorio donde descansaba la computadora, no le importaba ser muy ordenada, solo poner donde no estorbaran, una pequeña sonrisa aparece en sus labios cuando ve un diccionario inglés – ruso con varias tiras de plástico de colores, una guía por esas palabras que capturaron la atención de la omega. Anota el dato, tendrá bastante tiempo para enseñarle a Kate Bishop las maravillas de su lengua, pero primero debe recuperarse. Su alfa le exige que vuelva a estar a un lado de la cama, tomando la mano de su omega, dándole la seguridad que necesitaba y aun cuando Yelena no es el tipo de alfa que se deja llevar por sus instintos, no puede ignorarlo en esta ocasión, es por eso que ignora la taza llena de almendras que tras tanto tiempo de haber sido olvidadas se encontraban repletas de hongo; en cambio termino sentándose en la cama, acariciando el cabello de Kate Bishop, soltando todas sus feromonas para tratar de hacerla sentir segura mientras dormía y, para sorpresa de cualquiera que la conociera, dejemos que sea un secreto, ronroneando como nunca antes lo había hecho.
Quién lo diría, un alfa tan temido con Yelena Belova había dejado a un lado sus orgullos para actuar como un cachorro solo para tratar de ayudar a una omega que no sabía cuanto era deseada.
Notes:
El autor volvio a ver We live in a time y tomo notas.
Chapter 4: En una escala de cinco estrellas
Notes:
El capitulo donde Kate conoce a Fanny, donde Yelena descubre cosas nuevas y donde Sonya comienza a odiar a Eleonor ¿porque quien no la odiaria?
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Ver a Kate Bishop dormir era una experiencia tanto preocupante como fascinante. La chica se movía mucho en ese estado, giraba en la cama de un lado al otro, sacudiendo la cabeza, llenándose la cara de cabello en más de una ocasión, dejaba escapar balbuceos. Esa era la parte adorable, que le recordaba a cuando cuidaba a uno de los hijos de Clinton. Luego estaba todo lo demás, los constantes temblores, los quejidos de cachorro herido, los jadeos en búsqueda de más aire, pequeños cuadros de toz y la palidez persistente en su rostro. Esa era la parte horrible que le recordaba demasiado a los malos tiempos.
La ausencia de Sonya le fue de gran ayuda, no la mal entiendan, claro que apreciaba la ayuda de su amiga, pero necesitaba esa intimidad con su omega, necesitaba encargarse en soledad de su seguridad. Es así como cada media hora le tomaba el pulso, contaba respiraciones e incluso comprobaba la temperatura de Kate, solo por si acaso; la tormenta afuera había empeorado a tal punto de hacer las ventanas temblar por las ráfagas de aire, ruidos tan intensos que parecían alcanzar a perturbar entre sueños a la omega durmiente que parecía estarse obligando a hacer pequeña. Quizás se le podría considerar una mala amiga por preocuparse más por la chica que descansaba entre finas sabanas que por la chica que estaba caminando en la intemperie en búsqueda de una farmacia abierta. Que le arrestaran si así era, ya tendría una forma de
Debía concentrar su mente en algo más aparte del deplorable estado de Kate si no quería volverse loca por la preocupación, es así como decide que la mejor opción es tratar de arreglar un poco el desastre de cuarto, comenzó con las cosas más simples como podían ser lo que consideraba basura, botellas, empaques vacíos y similares, una actividad que le dolió pues entre todas las cosas no pudo identificar nada que pudiera alimentar aunque fuera un poco a la omega, a lo mucho unas cajas de jugo de uva, sus favoritos, iba a comprarle algunos en cuanto despertara, que supondrían un pequeño golpe de calorías, quizás lo más cercano a una comida para Kate. No pasa por alto las tabletas de ibuprofeno vacías por el escritorio y las cómodas, tantas que esperaba, por el bien del hígado de Kate, que fueran producto de basura acumulada en el tiempo.
Se tomo la libertad de ser un tanto fisgona en su recoger, al fin de cuantas era importante investigar bien a su objetivo a cuidar, no debe moverse del escritorio para encontrar algo que capte su atención, los cuadernos cerrados, de los que sobresalían algunas hojas y trozos de colores son lo primero que se pone a revisar, descubriendo que eran apuntes de clases redactados en una caligrafía por lo menos cuestionable, con rayones que supuestamente unían cosas dentro de la escritura, hojea intentando encontrar algo que le pudiera interesar, pero termino siendo demasiado repetitivo, nada que fuera importante o que tuviera que tener a considerar. Quiere buscar un lugar donde organizarlos, piensa en ponerlo por los estantes, quizás buscar la mochila de Kate, aunque claro, si la omega los había dejado ahí seguro era porque los estaba utilizando, sí, eso tendría sentido. Aun así se pone a tirar las pequeñas basuras que restaban sobre el escritorio, se queda un momento viendo el pequeño bote repleto de lápices y lapiceros que parecían no haber sido utilizados en mucho tiempo por las motas de polvo que se le acumulaban sobre ellos, quizás solo una curiosidad más de su omega.
Dejada atrás las libretas con pegatinas y muchas notas revueltas apiladas, la atención de Yelena pasa por las estanterías. Hay cosas de Kate Bishop que son difíciles de olvidar, en el caso de Yelena, son muchas las que puede recordar pero eso es única y exclusivamente culpa de su alfa alborotado, pero había algo que cualquier persona que conociera a Kate Bishop podría recordar tras unos minutos de charlotear y eso era que Kate Bishop era una atleta, es una importante de su personalidad, en su apariencia, pero no es algo que se refleje en su cuarto. Ella esperaba ver fotos de sus campeonatos por todos lados, medallas colgando de cada pared y trofeos utilizados como pisapapeles como una forma de presumir sus logros, es más, cuando por primera vez había entrado en esa lujosa casa, Yelena había esperado encontrarse con decenas de reconocimientos, fotos, algo para presumir con los invitados sobre los increíbles logros de Kate Bishop, pero como no tardo nada en descubrir, Eleonor y ella tenían ideas irreconciliable sobre lo que merecía o no ser presumido.
Ahora bien, ella creía que la carencia de un lado sería la abundancia de otro, si la casa no iba a ser un monumento a la majestuosidad de la primogénita, que su propio cuarto lo fuera, es por eso que la mente de Yelena se vuelve fría al no encontrar ningún trofeo o medalla, ninguna de las tantas fotos que existían en internet decoraba el espacio, si cualquier desconocido entrara no podría adivinar que estaba en el espacio de una campeona olímpica, aunque bueno, había una repisa vacía que seguro podría ser utilizada para eso, una oportunidad sin utilizar que ella a futuro trataría de aprovechar.
Pasa por largo los comics, no estaba de humor para ver versiones distorsionadas de historias que conocía de primera mano, aunque las figuras de acción eran algo mucho más interesante, sobre todo por el gran favor que le hacían a Clint, dándole una apariencia mucho más joven, más intimidante, era tan diferente que apenas podía reconocerlo, las libertades artísticas tenían sentido siendo que era un agente secreto, aunque bueno, a Natasha le habían hecho una interpretación bastante acertada — Creo que ya sabemos porque te descontinuaron, Clinton — concluyo al hacer una simple suma de todas las cualidades excepcionales de su hermana con la simpleza y normalidad estética de su compañero, para quienes no lo conocieran, cualquier tipo con un arco podría pasar por Hawkeye.
Tras haber insultado a su amigo en silencio como de costumbre lo hacía, sus ojos terminan viendo los libros que estaban en los estantes restantes, basándose en los títulos era lógico que casi todos estaban relacionados con su carrera, una pequeña curiosidad le decía que se pusiera a hojear esos textos aun cuando seguro no llegaría a entender, todo fuera con tal de encontrar algo que le distrajera, pero justo cuando se estaba resignando a tener que adentrarse en el interesantísimo tema de la programación en Java y Umi, sea lo que fuera eso, un lomo muy diferente a la formalidad académica captura su atención. Resulta ser un libro mucho más pequeño, por las dimensiones del mismo podía intuir se trataba de una edición de bolsillo, con cuidado extrae el libro sin terminar tirando el resto, confirmando entonces que no se trataba de otro ejemplar académico, en cambio entre sus manos tenía un poemario de cuerpo lizo con un tono morado lavanda y que en la portada tenía, en grandes letras blancas, un nombre: Emili Dickinson.
Nunca había sido una persona muy interesada en la literatura, en su juventud intento eso de adentrarse en los libros para despejar su mente de los recuerdos de la habitación roja, eso de encontrar un lugar seguro que le distrajera de la realidad y esas cosas que su terapeuta le había recomendado, pero simplemente nunca termino de funcionar, quizás era por su línea de trabajo donde su propia historia de vida parecía mucho más interesante que cualquier montón de páginas que se pudiera imaginar un escritor o solo una cicatriz más del entrenamiento que le impedía poner toda su atención en algo tan simple como leer por entretenimiento.
Tampoco es como que Yelena fuera una total ignorante del tema, conocía más que suficiente para defenderse en una discusión literaria, sobre todo los clásicos. Es por ello que reconoce el nombre de la autora, las generalidades de la obra y su historia. No puede hacer un juicio respecto a si es una lectura muy tipo Kate Bishop o si solo es una lectura típica de cualquier americana en sus veintes. Sea como fuere, parecía ser su mejor opción para tratar de distraerse en lo que la omega despertaba o Sonya regresara.
Al momento de abrir el libro algo se cae del interior, tan de improviso que no consigue reaccionar a tiempo para evitar que toque el suelo. Masculle una maldición antes de agacharse y tomar unos cuadros de papel que se escaparon del interior del libro, queriendo saber si había algo importante les da la vuelta encontrándose con unos dibujos que no esperaba encontrar. Tres aves diferentes, dos de ellas dibujadas a color, la última, más similar a algún tipo de impresión. Es cuidadosa al interactuar con el dibujo del ave marrón y negra, no quería arruinar un trabajo tan bien hecho, en la parte baja de la hoja, escrito con tinta negra se encuentra un nombre “Jacana Jacana” y una fecha “ enero del 2017. Rio de Janeiro” y por ultimo una firma “K.B”. Deja el libro en el suelo para poder darle toda su atención a la siguiente imagen, otra ave, mucho más pequeña en comparación a la primera, una criatura de colores marrones grises, un gran camuflaje contra troncos, aunque ese pequeño mechón rojo entre los ojos podría delatar su posición a un buen tirador; al igual que en ultimo caso, a pie de pagina estaba el nombre del ave “Picumnus cirratus” junto con la misma fecha y lugar que la anterior.
La ultima de todas es quizás la que menos le interesa, un papel mate del tamaño de una postal que tenía bien en grande y a color la imagen de un ave que si que podía reconocer, en parte, gracias al lema que estaba en un lateral, un faisán siamés, ave nacional de Tailandia. Revisa el reverso una vez más y encuentra lo que esperaba, una dedicatoria “Saludos desde Phuket, hasta New York. Con amor y admiración – Ubon”.
Un gruñido se le escapo de la garganta mientras sus colmillos se alargaban, una señal de que su alfa exigía saber quien era la persona que le mando la postal a su omega para darle una visita y pasarle el mensaje de que no se acerque a su omega. Necesita cerrar los ojos, repetir un momento sus ejercicios de respiración para recuperar la compostura, volviendo a hacer callar a ese lado posesivo que a cada día que pasaba se estaba volviendo más y más fuerte. Junta los papeles tras conseguir mantener la cabeza fría aunque si necesito ignorar la postal como si nunca hubiera existido, deja las tres imágenes seguras sobre una cómoda, con el peso de un lapis para que no se fueran volando por el aire. Observa a su alrededor ya con el libro en su mano, no era la primera vez que estaba en el cuarto de Kate, pero sin duda era la primera vez que se paraba a pensar en el lugar, la primera vez que se daba cuenta de lo vació que se veía, la primera vez que se daba cuenta de que ese era el único lugar de la casa que daba una pista de la existencia de Kate
¿Cómo es que no la exponían como el diamante en bruto que era?
¿Cómo era posible que su propia madre la escondiera como un secreto?
¿Porqué Eleonor no podía ver lo mismo que Yelena?
Toma asiento en la silla del escritorio, en un ángulo perfecto para tener vigiladas las entradas claras a la habitación, lista para defender a la omega, pero aún más importante, lista para tratar de conocer un poco más de Kate, en lo que pintaba a ser un día superlativo en tal misión.
No se sorprende cuando, al volver a abrir el poemario, encuentra varias tiras de plástico de colores marcando ciertas páginas con una triada que usaba como base un morado intenso para destacar los que intuía eran sus poemas favoritos, valoración que saca tras ver que era el color que menos se utilizaba y siempre apuntando a los títulos en vez del número de página. Luego seguía un verde claro a pie de página, mismo que se repetía varias veces de poema entre poema, apareciendo en su mayoría en la primera página, indicando una unión entre las obras que no podía vislumbrar, ya tendría tiempo para preguntarle a Kate cuando despertara. Por último, estaban las esporádicas notas naranjas que saltaban de nuevo entre titulo y titulo de los poemas, una vez más, creando líneas que ella no podía ver; en cambio, lo que si podía ver, era que Kate Bishop era de las personas a las que les gustaba rayar sus libros, lo cual le hizo soltar más de un gruñido por el atentado estético que suponían los rayones entre renglones, las palabras encerradas y los garabatos en los márgenes. A pesar de su critica a la vandalización del papel, mientras va leyendo, no puede evitar sentirse ansiosa ante lo que encontrara junto al último párrafo de cada poema, quizás una carita feliz, quizás una triste, nota que cada tanto aparecen pequeños dibujos de lo que parece ser el rostro de un perro o quizás alguna pequeña flecha junto a un arco, una diana o alguna flor. Es divertido, como cuando de niña trataba de adivinar que estampilla le tocaría cuando abriera el paquete de galletas que su padre le compraba a escondidas de Melina porque “no era verdadero alimento para una niña pequeña”; se obliga a alejar el recuerdo de ella sentada sobre el maletero del auto jugando al quien es quien hasta que consiguiera adivinar que personaje estaba en la estampa, no estaba ahí para pensar en Alexei, estaba ahí para cuidar de alguien.
Quizás la clase de literatura norteamericana del siglo XIX le atrapo más de lo que esperaba pues no se dio cuenta de como la puerta del piso inferior se abre ni de como alguien regaña a un perro por intentar robarle una bolsa. Solo se da cuenta de que ha vuelto a tener compañía cuando la puerta del dormitorio se abre con un ligero gruñido de las bisagras, lo que le hace reaccionar sacando uno de sus cuchillos, levantándose y estando a nada de lanzarlo, cuando su amiga la detiene hablando.
— Ah claro, yo soy la que sale a congelarse el trasero en la peor tormenta de nieve que se ha visto en años y encima me quieres apuñalar —.
— ¿Tan malo? — no sabía que tanto podía confiar en la palabra de Sonya pues era alguien con una gran tendencia a exagerar las cosas con su dramatismo natural.
— Solo escucha como el viento silva, allá afuera apenas y podía ver lo que había delante de mí — cae en cuenta de toda la nieve que su amiga tiene sobre el cabello y contra su abrigo —. Conseguí hablar con Melina cuando estuve en la farmacia, vendita sea la comunicación satelital encriptada —.
Hay algunas decisiones que debe tomar y que no le gusta tomar — Hablemos abajo, necesitas recuperar calor antes de que te de un algo — esa era una decisión que no quería tomar pero que debía tomar —. Volveré pronto, Kate Bishop — aprieta con un poco de fuerza la mano libre, un acto que le es correspondido a pesar de la barrera del mundo de los sueños —, solo sigue descansando — deja el libro en la silla colocando un pequeño trozo de papel entre las paginas para recordar en que pagina se había quedado.
Cierra la puerta con suficiente cuidado para no provocar ruido alguno, mantienen un silencio precavido para evitar ser culpables de terminar un sueño que sin duda necesitaba Kate Bishop. Cuando llegan a los últimos escalones aparece una peluda criatura asomándose por la entrada de la cocina a saludar a su dueña con un lastimero quejido, buscando distraer a su dueña de su propio malestar.
— Le conseguí comida a tu Cerbero, no creo que puedas salir de aquí por un tiempo — Yelena la lleva hasta el sofá más cercano a la chimenea, donde le obliga a sentarse —, según lo que decían las noticias parece que estará nevando hasta el lunes — cuando se enciende la flama por gas y el calor se filtra por la estanza Sonya deja escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo en primer lugar, afuera hacia apenas un poco menos del frio del que ella podía soportar.
Va a la cocina para tomar un trapo limpio, mismo que le ofrece a Sonya para que pudiera secar su cabello para que no se enfermara — Hablaste con Melina — recuerda un punto importante de la conversación que estaban por tener —.
— Cuando estaba en la farmacia hable con ella, le conté sobre lo que le paso a Kate — un gruñido se escapa de la garganta de Yelena, tan fuerte que, de no haber vivido todo lo que habían vivido juntas, le habría puesto la piel de gallina —. Tranquila semental, que solo le conté lo suficiente para que pudiera aconsejar. Resulta que tu omega compro los mismos supresores que usamos la mayoría de viudas omegas, ya sabes, por eso de la histerectomía y los celos sin control — es la tranquilidad con la que Sonya habla de esos temas una de las cosas que le envidia a su amiga, que a pesar de como todas tener días horribles intentaba ser la persona más tranquila del mundo, viendo con optimismo lo que hay frente a su vida —. Claro que ella no debería haber tomado en esa dosis, demasiado fuerte incluso para mi, pero Melina dice que si conseguimos que expulsara la mayoría de pastillas no deberíamos preocuparnos demasiado, a corto plazo por lo menos, aunque dice que es mejor evitar que tome más supresores o medicamentos en general para darle un descanso a su hígado — ese iba a ser el gran problema a enfrentar —. Seguir monitoreando su respiración, regular un poco su temperatura, mantenerla bien hidratada y tu omega debería estar perfecta para el martes —.
— Deja de llamarla así — es una petición en contra de sus propios deseos —. No creo que le haga mucha gracia si lo escucha — pues estaba a punto de comenzar a creerlo.
— Sabes, es extraño, en todos los años que te conozco, nunca te había visto actuar así cerca de una omega — observa la postura que intenta verse indiferente a sus palabras, pero de una forma tan forzada que es imposible tomarla enserio — y eso que has estado muy cerca a otras omegas — no era secreto para nadie que Yelena tenía un gran atractivo físico, era fácil para ella levantar pasiones en omegas sin esforzarse en ello, era algo natural — ¿qué te esta pasando con Kate Bishop? —.
— No esta pasando nada — su mirada se va a una de las paredes cercanas, negándose a ver a su amiga pues de hacerlo podría dejar ver algo que le pudiera delatar.
— Tus feromonas dicen todo lo contrario, desde que la rescatamos nunca antes te había olido dejar escapar tantas feromonas, pareciera que hubieras perdido el control — quiere saltar a defenderse, pero claro que tenía más que decir —, ni hablemos de que gruñes más que Fanny o que tus colmillos están tan crecidos como cuando estas cerca a tu celo —.
— ¿Por qué me has estado viendo los colmillos? — a pesar de la confianza, de los años de entreno, saber que alguien estuviera fisgoneando en una parte tan intima de su ser le pone las mejillas coloradas.
— No es algo tan difícil, cada que sonríes los dejas ver. Es como cuando Aulia esta con escotada, se deja ver y uno no es ciego ni puede hacerse el tonto — en ese punto Yelena se comienza a cuestionar si su amiga conoce la palabra prudencia o decencia —. Pero dime ¿qué te esta pasando con esa omega? —.
— Ya te dije que no esta pasando nada, Sonya —.
— Pero quieres que pase algo ¿verdad? — mueve sus cejas en ese gesto juguetón que resulta tan provocador que la rubia debe contener un gruñido — Vamos, dímelo y te podre ayudar a hacer tu sueño realidad —.
— No vas a dejar de preguntar hasta que te lo diga ¿verdad? — la sonrisa de tiburón que recibe es respuesta más que suficiente — No creo que este pasando algo — acepta que la mejor forma de salir de esa discusión es enfrentarla —, por lo menos no algo bidireccional — se toma un segundo, pensando si irse por las ramas, hablar de todos los pequeños cambios que había vivido, de la forma en la que se le aceleraba el pulso cuando pensaba en Kate —. Mi alfa esta loca por ella — la decisión es ir por la línea más sencilla —, desde antes de conocerla, solo hizo falta ver una foto suya para volverla loca — el suspiro que se le escapa hace temblar el resto de su cuerpo —, no para de aullar, gemir y lamentarse cada que estoy lejos de Kate Bishop, ni siquiera cuando estoy cerca suya parece suficiente, siempre quiere más y más —.
— Lo supuse cuando querías asesinar a un universitario por hablarme a tu omega —.
— ¡Estaba demasiado cerca de ella, era totalmente irrespetuoso y desconsiderado, una amenaza potencial! — su conciencia le recuerda que ella no es mucho mejor a ese adolescente, para nada es mucho mejor, imágenes de ese accidente en la pared, lo alerta que estaba Kate, el miedo que dejo escapar.
— Pues dime ¿Cuál es tu plan de acción para evitar que quieras asesinar a cualquiera que se acerque a tu omega? —.
Necesita darse un momento para mitigar su tono para no actuar como una inmadura — Creo que Kate Bishop no tiene la mejor relación del mundo con los alfas, su madre es todo un cuadro — una escena en particular hace que le duela el estomago del enojo —, le gusta abusar de su voz de mando, parece no conocer lo que es el espacio personal —.
Sonya abandona su semblante relajado y despreocupado, su rostro más tenso junto cortando de raíz las feromonas que dejaba escapar cuando estaba en paz — ¿Qué más sabes? — incluso había permitido que su asentó se volviera más marcado.
— No tengo confirmación visual de ninguna otra actividad sospechosa, puedo señalar que la ausencia de una cerradura en la puerta de su cuarto como un indicio de ello. La vi golpear a Kate en una ocasión aunque no se si esto sea una constante — sabe la propuesta que iba a dar y debía pararlo antes de que se pusiera sobre la mesa como algo factible —. No vamos a asesinar a nadie, Sonya —.
Un bufido a medio camino de ser un gruñido — ¿Por qué no? Sería una solución para que se olvide de sus malos problemas con alfas y nos libraríamos de un alfa despreciable —.
— No podemos matar a su madre Sonya — vuelve entonces el recuerdo de Kate contra la pared, vuelve a sentir el frio cuerpo contra sus manos —. Porque no creo ser mucho mejor que ella — se mantiene en silencio, exigiendo una explicación detallada a menos que quisiera llevarse un golpe —. Hace unas semanas quizás la atrape contra una pared, en mi defensa, era muy temprano, estaba oscuro y parece que Kate Bishop sabe como ser silenciosa cuando se lo propone —.
— Ah toda una semental, ni un mes conociéndola y ya la estas empotrando contra un muro, mi amiga, tu si que sabes aprovechar el tiempo — una carcajada se escapa mientras se le pintan las mejillas de rojo a Yelena — ¿Y ya? ¿ese es la prueba innegable de que eres una mala alfa que abusara de ella? Por favor Yelena, ten en mejor consideración tu capacidad de ser mala — así de simple parecía estar cepillando una preocupación que estuvo atormentándole el alma — ¿Entonces qué? ¿intentaste marcarla de forma descarada? ¿la manoseaste como si fuera masa de pan? —.
— Estuve tentada, muy tentada — quizás si era verdad eso que confesar cosas hace que la vida sea más ligera —. Mi alfa me exigía morderla, más cuando ella me presento su cuello — cejas levantadas, un ladeo de cabeza y una sonrisa pequeña aparecen — ¡Eso no significa nada, Sonya! — se levanta de su asiento, comenzando a morderse las uñas, quizás el tema si le había estado afectando más de lo que ella creía — Lo único que puede indicar es que soy peligrosa para Kate Bishop —.
— Detente ahí Yelena, detente justo ahí. En el ultimo año y medio te he visto ayudar a decenas de omegas profundamente traumatizadas, con problemas para siquiera aceptarse como omega, a pasar el primer celo, te has tragado más feromonas que cualquier persona en el planeta y nunca, escucha bien, nunca, has siquiera intentado propasarte con alguna de ellas incluso cuando te ponían en situaciones acaloradas — memorias incomodas de momentos incomodos, un gaje de su oficio —. No me vengas que es porque son nuestras hermanas o bueno, hazlo si quieres. Las veces que hemos salido a beber, he visto a omegas arrojarse a tus brazos para que te las tires y ni así te has propasado con alguna hasta que estes segura de que es una petición consiente —.
— Esto es diferente Sonya, ella no estaba en celo, ni siquiera podía olerla, pero yo quería sentirla, tenerla —.
Con cuidado se había estado moviendo hasta quedar cerca a la rubia, suficiente para poder arroparla con sus feromonas — A veces olvidas que eres humana, Yelena, puedes tener esas flaquezas por tu instinto, lo importante es que nunca te dejas guiar por el — poco a poco comienza a dejar de morder sus uñas, aunque mantiene un ligero temblor en su pie izquierdo —. Y bueno, que no te haya golpeado sin duda es una buena señal, quizás ser aplastada por un alfa no fue su experiencia favorita, pero no tan horrible como para tratar de deshacerse de ti —.
— Seguro que estaba demasiado asustada como para hacer algo — un pequeño golpe en su hombro le saca un quejido y esta a nada de preguntar a cuento de que venía tal afrenta a su persona cuando Sonya se adelanta.
— No subestimes a tu omega, Yelena, es el primer paso para alejarla. Hoy vi como le pateo el trasero a tres alfas más altos que ella mientras temblaba por su celo, has visto lo malditos que son esos calambres y apenas se despeino. Si ella hubiera querido seguro que por lo menos te hubieras llevado un puñetazo — hay algo nuevo en Yelena, una tranquilidad fría que se extiende por su mente, recordar que su Kate Bishop era alguien que se defendía ante quienes trataban de imponerse a ella, era algún tipo de consuelo —. Ahora dime ¿Cuál es el plan para cortejar a tu omega? —.
— Esperaba que tu tuvieras algo en mente siendo que te veías tan emocionada con la idea — se arrepiente en cuanto ve la sonrisa de gato de su amiga volver a aparecer —. Oh no, en verdad tienes uno —.
— ¡Claro que tengo uno! Sabía que tarde o temprano iba a necesitarlo, solo necesitamos una hoja de papel, que te sientes y te prepares para una catedra magistral para enamorar una omega, impartida, por una omega experta — se toma un momento para desaparecer a la cocina para buscar algunas cosas, regresando tras unos segundos con la bolsa de compras de la farmacia, sacando dos bebida para el disfrute de las dos —. Debemos empezar por la parte más importante: descubrir que necesita tu omega. No todas somos iguales, quizás necesite un alfa protector, quizás necesite uno más de soporte, quizás necesite a uno que le empodere o quizás necesite uno que le domine; son muchas opciones, muchas posibilidades —.
— Podría necesitar cualquiera si consideramos su historial familiar —.
— Y es por eso que necesitas hacer tu trabajo de reconocimiento, interactuar con ella, ver la forma en la que reacciona contigo y con el mundo. Es ahí donde empieza nuestro plan — usa el ticket de compra para escribir con la ayuda de un lapis que encontró sobre la isla de la cocina —. Debes convertirte en una persona de seguridad para ella, que te vea como algo más que la alfa que su madre contrato para vigilarla —.
— Entonces tenemos medio paso cumplido, no creo que Kate Bishop fuera tan despreocupada conmigo —.
— Aprovechemos eso para el segundo paso: identifica sus debilidades, lo que le atormenta y afecta para volverte la persona que le ayude con eso —.
— ¿Quieres que juegue la carta de “se que puedo arreglarla? — no puede evitar que su tono sea un poco más burlón de lo que debería — ¿Cuántas películas cliché americanas sobre el amor adolescente has estado viendo? —.
— La mayoría de los ochenta hasta los dos mil, pero eso no viene a cuenta ahora, lo que es importante es que debemos hacer que tu omega te asocie con algo positivo, algo que vaya en contra a sus problemas, una solución, un escape —.
— Me estas haciendo considerar revisar mensualmente lo que vez en internet —.
Lanza la tapa del lapicero casi alcanzando a golpear a Yelena — Deja de cuestionar mis métodos y escucha bien mi plan —.
Se quedaría a escuchar parlotear a su mejor amiga, verle explicar sus tácticas rebuscadas con enfoques imprácticos con la pasión de un director de orquesta, más con tanta gesticulación, al fin de cuentas, era parte de la amistad que compartir, una de ellas se arriesgaba a ser apuñalada y la otra se tenía que tragar todo el melodrama. Una buena amistad, magnifica amistad.
2
Ser secuestrada es una experiencia que Kate no le recomendaría a nadie, si existiera un tripadvisor de actividades propias de una mafia le daría dos de cinco estrellas al secuestro, al fin de cuentas había sobrevivido con todos sus dedos, sin lesiones mortales, una ganancia en toda regla, aun cuando quizás no había regresado del todo bien de la cabeza, ante lo que sus secuestradores podían argumentar, sin fallar a la verdad, que cuando la capturaron ya estaba un tanto trastornada y Kate no tendría forma alguna de negar una realidad clara como el cristal.
Había una cosa que sin duda no estaba antes de que se la llevaran y era toda culpa del secuestro.
El simple acto de despertar era una de esas cosas que se estaban volviendo cada vez más complicadas en la cómoda vida de Kate Bishop. Su relación con el sueño siempre había sido, por lo menos, compleja, de cachorra tenía tanta energía que le costaba cerrar ojo hasta altas horas de la madrugada, su padre intentaba cada truco existente en los libros para intentar ayudarla a que pudiera descansar bien, con ella no valía eso de leche tibia antes de ir a la cama o tomar té, el pobre Dereck tenía que o bien ponerse con su hija a practicar cualquier juego que le agotara la energía o resolver los ejercicios más ridículamente posibles que podía encontrar en internet, solo eso conseguía hacer que la pequeña Kate terminara rendida al sueño, momentos guardados en su memoria que, ahora como adulta, no puede le hagan sentirse mal por haber sido una niña tan insoportable. Tras la batalla de New York las cosas cambiaron, ¿pero que cosa en su vida no cambio tras ese día? Dormir se había vuelto, en apariencia, mucho más sencillo, su mente atormentada por lo ultimo que vio de su padre se apagaba en cuanto la noche baja y su cabeza tocaba la almohada en búsqueda de un consuelo que no podía alcanzar despierta, por desgracia, resulta que ese fue un truco barato de su mente, pues cuando ya no podía controlar los pensamientos que fluían por su cerebro los recuerdos del edificio temblando, el estruendo tras las paredes y el recuerdo de la persona que más le había querido muerta a sus pies, le hacían levantarse de la cama gritando, bañada en sudor y sin poder respirar; su madre la odiaba por eso, no podía culparla, ella había perdido un padre, pero Eleonor había perdido a su omega, su única pareja, y lo que menos necesitaba era que su hija le despertara a altas horas de la noche cuando tenía que levantarse temprano para sacar adelante una compañía ella sola. Con el tiempo aprendió a evitar las pesadillas, quedándose despierta hasta que la cabeza le diera vueltas y no pudiera enfocar la vista, incluso pasando más de un día sin dormir, su mejor estrategia para evitar ser una molestia tan grande para su madre.
Era así como seguía viviendo, sintiéndose agotada durante todo el día para asegurarse que las pesadillas nunca regresaran y eso era algo con lo que podía vivir, claro que no era perfecto, le dolía la cabeza todos los días a todas horas, tanto que ya no podía imaginar lo que era vivir sin sentir como si su cerebro estuviera siendo aplastado bajo la presión del mar y tomar Advil se había convertido en un acto reflejo, pero era algo con lo que podía vivir.
Se toma un momento para intentar identificar el lugar donde se encuentra, la suavidad del colchón, la calidez de sus mantas son un buen indicio, suponía que no existía en la tierra un secuestrador que se esmerara en buscar un lugar tan agradable para retener a alguien. Abre un poco su ojo izquierdo aprovechando que es el que tiene más cerca de la cama, podría pasar por dormida en caso de que su miedo fuera realidad, la abundancia de color morado le confirma que esta en la relativa seguridad de su cuarto, aunque eso no tiene porque significar algo bueno por si mismo.
Su cabeza palpitaba, sus ojos dolían al interior de su cráneo, sentía la boca seca y con un gusto pastoso. Tan similar a esa vez en la que la secuestraron. Aquel había sido un momento extraño en su vida, algo que nunca espero que le ocurriera, quizás una prueba de que era demasiado ingenua pues era hija de una de las grandes millonarias de la ciudad con un apellido que estaba muy bien cotizado en bolsa, visto así, no era ninguna locura y quizás debería agradecer lo mucho que tardo en pasarle.
Fue una experiencia desagradable que comenzó en cuando arribo al aeropuerto de New York junto al resto de sus compañeros de equipo, se supone que nada mala debería de haber pasado, al fin de cuantas, eran una delegación nacional que iba con seguridad privada y estatal, no debería de haber supuesto un gran problema el separarse un momento de sus compañeros para ir al baño, incluso le había avisado a uno de sus entrenadores. Eso no fue suficiente para evitar que alguien le siguiera, que le tomara desprevenida cuando iba entrando, le clavaran una aguja en el cuello, misma que le hizo desmayarse a los pocos segundos para terminar despertando en un cuarto oscuro que apestaba a humedad, el primer lugar del que consiguió escapar. No fue la última vez que la drogaron, cada vez que la movían de lugar lo hacían, y cada vez que despertaba la sensación que le quedaba era peor que la anterior, pues cada que vez que comenzaba a salir del sueño forzado se tomaba un momento para fantasear, por no decir rezar, para que, al abrir los ojos, estuviera de vuelta en la comodidad de su casa, cada vez que no pasaba su desesperación aumentaba, la idea de que podía morir se reafirmaba y le aterraba.
No quiere decir que se ha vuelto paranoica ni nada por el estilo, no quiere pensarlo porque significaría tener que lidiar con muchos problemas nuevos, solo sabe que despertar es una actividad que le cuesta mucho más que antes. Cuando su mente consigue escapar de la somnolencia no abre los ojos al instante, se toma tanto tiempo para confirmar que en verdad está en su casa, en su cama, que a su lado en la mesita de noche, escondida bajo una revista que nunca había leído, estaba una pequeña navaja que años atrás había comprado, una medida de seguridad que apreciaba tener tan cerca. Vuelve a dar un pequeño vistazo con su ojo izquierdo, solo para confirmar que la visión no cambio durante el momento de su parpadeo. Si pudiera reclamarle a sus secuestradores, les tiraría en cara su pésimo trato con sus reclusos más al momento de trasladarlos, pudieron ser más amables, por lo menos pudieron buscar una forma en la que no le dejara secuelas una vez en libertad, aunque quizás fue su culpa, nadie le mandaba a tratar de escapar cada vez que tenía la oportunidad.
No es que la experiencia le volvía paranoica, no seria una locura decir que ya lo era desde antes, pero sin duda se había vuelto algo persistente, algo peor. Sus instintos se habían puesto en alerta máxima tras unos segundos de conciencia, un susurro convertido en un frio que le recorre la columna, una reacción que podría ser respuesta a mil cosas, pero Kate sabe que es una advertencia, su cuerpo informándole que dentro de su cuarto había una persona más, alguien que le observaba desde el fondo, una posible amenaza. Debía pensar bien lo que estaba por hacer, moverse poco a poco hasta conseguir tener su arma en rango, reaccionar rápido para ver donde estaba su rival, lanzar el chuchillo y apurarse a reducirla, luego iba a buscar su arco, de ahí en más tocaba improvisar.
— Sabes, esta es una lectura muy interesante, Kate Bishop — es una voz conocida, tanto que le hace levantarse casi de un salto, algo muy malo pues su dolor de cabeza empeoro producto a la aparición de un fuerte mareo —. Oír el canto de una Oropéndola puede ser algo común o solamente divino — Yelena sabe las cartas con las que cuenta, no es estúpida, lo demuestra al forzar un poco su voz para hacer que su acento natural aparezca, porque sabe que las entonaciones inusuales y los picos de ruido en las r, son un foco de interés para la omega recién despertada —. No depende del pájaro que canta lo mismo, desoído que ante la multitud —.
— La condición del oído atavía lo que oye de oscuro, o de claro — conoce de memoria ese poema, sabe en qué página del libro esta, en esa que tiene tres rayones en morado y verde, claro que sabe cuántas palabras tiene y sabe todo lo que significa para ella.
— Una lectura muy tuya, Kate Bishop — con cuidado cierra el libro no sin antes colocar el separador que había encontrado pues estaba sin duda iba a continuar leyendo en otro momento.
Hay un zumbido en sus oídos, quizás en su cerebro, quizás en todo su cuerpo o quizás flotando libre en el cuarto, es por su culpa que no consigue concentrarse del todo, el mundo sigue siendo borroso, pero sobre el malestar consigue escuchar lo suficiente para no saber si sentirse alagado u ofendida — ¿Qué haces aquí? — pero sobre cualquier sentimiento esa pregunta es lo que más le importa — ¡¿Ya es lunes?! — la idea aparece de golpe como la respuesta más lógica a su propia pregunta bueno, una respuesta que le aterra.
Patea sus sabanas con mucho más esfuerzo del que debería hasta conseguir liberarse de ellas, está por intentar levantarse de la cama cuando una mano se pone sobre su hombro, empujándola con ligereza para que se volviera a acostar. Acción ante la cual desea reclamar, quizás preguntarle como hizo para moverse tan rápido, pero el calor que emanaba de la mano callosa le hace suspirar, su cuerpo se restriega contra el tacto, buscando un poco más en contra de su buen juicio — Tranquila, Kate Bishop — es la maldita forma en la que pronuncia su nombre o quizás lo hambrienta que estaba porque alguien le tocara, le acariciara, abrazara, que le tocaran sin sentir que le iban a lastimar, como cuando era una niña, como cuando su padre aun vivía y le tomaba en brazos cada vez que se lastimaba, cuando la abrazaba por la espalda par felicitarla cuando conseguía clavar una diana; sea como fuere, algo en esa simple acción le hizo temblar y suspirar al mismo tiempo ante el toque de Yelena, deseando que nunca alejara su mano de su piel —, sigue siendo sábado, aunque ya no queda mucho tiempo —.
El zumbido desapareció en algún punto para dar a paso a que sienta como estar con los oídos tapados, como cuando saltaba a una piscina, aunque no era una actividad que hiciera a menudo, nadar no era uno de sus fuertes, en realidad era uno de sus grandes defectos. A pesar de ello consigue entenderla, analizar sus palabras y aparece otra duda mucho más importante — ¿Qué haces aquí? — su estómago duele como si hubiera recibido una patada — ¿no ibas a ver a tu hermana? —.
Su mente es muy rápida en comenzar a hablar, llamándola idiota, reclamándole por separar a Yelena de su familia, insultándola por querer llamar la atención como siempre decía su madre que hacía, recuerda a la perfección la primera vez que se lo dijo, tras sufrir un esguince de segundo grado en su tobillo izquierdo durante una práctica de gimnasia, tenía once, su padre no estaba para cuidarla y tuvo que hacer que su madre dejara el brunch con sus amigas para ir a buscarla. Se intenta hacer más pequeña, sus instintos le avisan que el alfa debería estar enojada con ella, que debe prepararse para recibir un castigo.
Yelena puede ver el tren de pensamientos moverse tras los ojos de Kate, tan veloz que se termina por descarrilar en lo que solo puede describir como el arranque de un cuadro de pánico, así lo confirman las feromonas que se escapan de la omega — No te preocupes por mi molesta hermana, hable con ella todo lo que quería, resulta que si era algo que pudimos solucionar por teléfono — mantiene su mano en el hombro de Kate, sintiendo su piel cosquillear por el calor del cuerpo ajeno —. Venía de regreso a la ciudad cuando me entere de lo que te había pasado —.
Lo que te había pasado.
¿qué era eso exactamente? Su memoria estaba en Narnia, tan perdida que de milagro conseguía mantenerse funcional, las ultimas horas de su vida no eran más que una mancha, un boceto que se borraba y redibujaba tras cada parpadeo. Recordaba su arco, el tiro cuarenta, la nevada comenzando a ser una mierda, caminando por un lugar que no sabía identificar, el cartel de una farmacia, el olor de tres alfas desconocidos, tan desagradables que estaba a nada de vomitar solo por el recuerdo, el fantasma de una mano envolviéndose en su cadera le pone los pelos de punta, recuerda el dolor de su mano al golpear la mandíbula de alguien; después de ese punto todo era una mancha imposible de identificar.
Pero aun sin tener pleno conocimiento respecto a la brecha en su memoria, tenía en claro un detalle por lo menos importante — ¿Cómo sabías lo que estaba pasando? — es la gran pregunta, la del millón.
— Le cobre un favor a una compañera para que se asegurara de que estarías bien en caso de salir, tengo que avisarle que aun no cobro el favor, porque que mal trabajo hizo —.
Quizás es la sonrisa en los labios de Yelena o las implicaciones de la respuesta lo que le hace enojar tanto que tenía granas de gruñir — Me estabas vigilando — hay un dejo de dolor en su voz y en las feromonas que deja escapar —, pensé que confiabas en mi —.
Aparece la traición en el tono, el alfa de Yelena se lamenta en respuesta, exigiéndole a su lado racional para que solucione la situación — Soy una persona desconfiada por naturaleza, Kate Bishop, nunca saco un ojo de las personas que me importan — se vuelve alguien un poco más valiente, alejando la mano del hombro de la omega, deslizando sus dedos por el brazo desnudo, se fascina por la suavidad de la piel, se detiene por instantes al encontrar pequeñas cicatrices, sintiendo las irregularidades y trata de imaginar cómo es que pasaron — y utilizo todos los medios con los que cuento para garantizar su seguridad — sigue bajando, siendo consiente del frio de la suave piel, sintiéndose orgullosa al ver que a su omega se le erizaban los bellos por donde pasaba sus dedos —. Es un gaje de la vida que he tenido, espero que puedas perdonarlo, Kate Bishop —.
La mano de Yelena llega a estar sobre la de Kate quien no puede apartar la vista de una acción tan simple, de un gesto básico en el repertorio humano que parece ser la cosa más íntima que ambas han hecho en sus vidas, el tacto se sentía tan bien que parecía pertenecer al reino de lo sobrenatural, sus manos encajan a la perfección, los anillos de Yelena son resguardados entre los dedos de Kate, sus pieles sensibles parecen estar destinadas a juntarse. A Kate le debería dolerle, sus nudillos seguían rojos y estaba segura que su piel estaba irritada por su imprudente sesión de entreno, a pesar de ello el tacto de Yelena se sentía como un bálsamo calmante que en forma de cosquilleo le sube por todo el brazo, un muy buen analgésico para un dolor que comenzaba a reaparecer.
— Claro, me imagino que ser militar te ha de volver un poco…ya sabes — fuerza que su cuerpo tiemble como si eso sirviera de algo para expresar lo que deseaba decir, claro que en realidad no fue la forma más eficaz de comunicar su mensaje —. Solo…apreciaría que me hubieras avisado, no habría hecho falta que estuviera escondida, le pude haber invitado a comer algo —.
Ahí estaba de vuelta, su omega amable, preocupándose más por el contrario que por ella misma — Seguro que tendrás la oportunidad de agradecerle en otro momento, sé que lo agradecerá — ya podía escuchar a Sonya ordenando toda la carta de un restaurante caro.
La idea le pone feliz, poder compensar por un problema que no recuerda, pero sabe fue su culpa, el tacto de Yelena se mantiene en su mano siente el pulgar acariciando sus dedos, es un acto tan relajante, reconfortante, que se permite bajar su guardia siempre alta. Lo que sigue es un proceso simple en la anatomía humana, al estar en un ambiente tan reconfortante, sentirse tan segura, las feromonas de Kate se modifican en ese sentido, dejando escapar un aroma florar, claveles frescos lo más probable, acompañado por un toque frutal, un cítrico muy similar a la naranja, una combinación que no se dejaba oler desde hacían muchas lunas.
Su aroma, el que le identifica como omega, el que por naturaleza tenía, duro apenas un par de segundos en el aire, los mejores segundos en la vida de Yelena pues nunca había olido algo igual, un aroma que le hiciera sentir hambrienta, un aroma que le llevara a un lugar tranquilo, donde nadie le pudiera lastimar, se le escapa un ronroneo sin importar lo vergonzoso del mismo, desea acercarse más al cuerpo ajeno, restregarse y olfatear hasta que pueda recordar el aroma de su omega todos los días por el resto de su vida.
Dura apenas un par de segundos antes de que cambiara por el ya común pánico — Oh mierda — se sienta en la cama de golpe y seguro con bastante fuerza, alejando en el proceso la mano de la alfa —. Mis supresores — rebusca a ambos lados tratando de encontrar o bien su frasco de pastillas o su mochila —, necesito mis supresores — estaba por levantarse cuando de nuevo, una mano le obligo a bajar — ¿Yelena? —.
— Parece que no recuerdas lo que te paso — volvió a tener una cara más seria —. Te encontré desmayada en el pasillo, habías tomado tantos supresores de emergencia como para tumbar un caballo — y ahora que por fin consiguió encontrar el aroma base de Kate, no puede entender como puede privar al mundo de la mejor fragancia que la singularidad había creado.
— Eso…eso se escucha mal — deja escapar un suspiro mientras algunos puntos negros de su memoria comienzan a rellenarse con pequeños momentos del día —. No debes preocuparte, no volverá a pasar, solo dame mis supresores, los regulares, los necesito, por favor — al fin de cuenta esos no eran los que tomaba de forma regular.
— Kate ¿alguna vez has leído la hoja de advertencias de las pastillas que tomas? — intenta contestar la pregunta buceando en su memoria para tratar de ver si alguna vez había hecho tal cosa — Nauseas, vómitos, dolores de cabeza, migrañas, ausencia de aroma, sensibilidad en las mamas, sangrado ocasional, cambios del estado de ánimo, atrofiamiento de los receptores de aromas, anemia, insomnio, aumento de peso — es más que consiente en como el cuerpo de Kate se vuelve tenso ante el ultimo de todos los efectos secundarios, algo que sin duda recordaría más adelante —; tromboflebitis, embolia pulmonar, hipertensión, accidentes cerebrovasculares, hipotensión, trombosis venosa, posibilidad de infarto cardiaco — mientras más hablaba más pequeña a cada palabra que se pronunciaba —. Puedo continuar un buen rato si quieres, aun no he arrancado con la displacía de cuello uterino y su posible factor cancerígeno o de como tu hígado ha de estar pidiendo la hora con tanto medicamento —.
— Solo hago lo que me ha dicho el doctor de mi madre — aleja la mirada, casi que escondiéndose contra una de las sábanas pero aun volviendo a buscar la cálida mano de la rubia —. Llevo años así y nunca me ha pasado nada —.
— Hoy te pudo haber dado un fallo hepático, entrar en coma o haberte muerto de un fallo respiratorio — se esfuerza bastante para mantener su tono lo más tranquilo posible, lo que menos necesitaba era asustarla —. Te he visto tomar el equivalente a la dosis mensual recomendada para tres omegas en el tiempo que llevamos conociéndonos. No hay forma en la tierra que eso sea saludable y quizás tengamos que revisar la licencia de ese maldito doctor, siempre lo he dicho, no son confiables — en eso sí que estaba de acuerdo, no podía ser confiable un médico que se prestara a falsificar documentos, ocultar su historial y con prácticas muy poco agradables al momento de atenderla, pero su madre confiaba en él y eso debería ser lo único que importara —. Tu cuerpo necesita un descanso, Kate Bishop, no puedes seguir tomando estas pastillas a todas horas — Yelena aprovecha el pequeño espacio libre que se creó para sentar en la cama sin aplastarla, recargando su espalda contra la cabecera y volviendo a tomar su mano como tanto podía ver que la otra anhelaba —, podemos darte alguno cuando estes pasando por las etapas más fuertes de tu celo, pero nada más —.
— No me gusta tener un celo — tiembla un poco ante la idea, tanto por una corriente de frio que entra al cuarto como por los recuerdos de la ultima vez. Agradece que no le juzguen cuando apoya su cabeza contra el muslo de Yelena, buscando un poco más de calor —. En verdad lo odio —.
— Hay muchas formas para que puedas llevar un celo de la forma menos dolorosa posible sin necesidad de pastillas — puede darse cuenta que hay algo más que los habituales malestares que algunas omegas presentaban en sus celos lo que atormentaba a Kate, sus ojos no mentían y podía jurar que Eleonor Bishop tenía algo que ver con ese miedo reservado — ¿Cuándo es tu próximo ciclo? Seguro que podemos encontrar lo que te ayude hasta entonces, podemos prepararnos —.
Siempre era un poco complicado hacer las cuentas cuando sus supresores se ponían de por medio, era tener que ir atrás en su memoria para buscar la última vez que se permitió tener uno, sumar y restar días, hacer un calculo más malo que bueno — Debería llegarme en dos o tres semanas — no puede negar que le avergüenza un poco no poder decir con exactitud la fecha pues era algo tan ligado a su existir que debería conocer absolutamente todos los detalles de dicho proceso —, se supone que aplace todos los de este mes —.
Con que ese era el motivo profundo tras las pastillas, no entiende como es que no lo pensó antes, tenía bastante sentido y explicaba el uso constante, no eran una medida de emergencia, eran un método de regularización, uno que estaba lastimando a su omega.
Mueve su mano hasta el hombro, donde comienza a acariciar de arriba abajo, tratando de calentarla un poco más — Eso nos da mucho tiempo para idear algo — es consiente de como se erizan los bellos por los que su mano pasa, su orgullo es alimentado y continua con los movimientos tratando de transmitirle la seguridad que sentía por un plan al que le faltaba mucho para ser más que una idea suelta —. Intentemos evitar más pastillas ¿okey? Llevaremos esto de la forma tradicional — escucha un pequeño quejido escapándose por lo bajo, un sonido que le hace sentir dolor directo en el corazón —. Confía en mi, Kate Bishop, me encargare de que pases tu celo de la mejor manera —.
El coqueteo descarado es una de las principales cualidades de Yelena, algo que le sale de forma natural, se podría decir que nació con dicha habilidad y está muy orgullosa de ella, más cuando se da cuenta que funciona bien con su omega a quien se le tiñeron de roja las mejillas seguro al pensar en el doble sentido de una declaración tan atrevida.
Se siente aun más orgullosa cuando no se aleja, cuando en respuesta le regresa el apretón con sus fríos dedos contra su rodilla y se acerca un poco más al cuerpo de la alfa, restregándose como un cachorro, dejando su aroma que había vuelto a su caudal frutal y floral contra la tela del pantalón — Estas caliente, Yelena —.
La declaración resulta ser inesperada, tanto que baja las defensas de la alfa y es su turno de sonrojarse — Y tu aun estas muy fría, Kate Bishop — por fortuna sabe recomponerse rápido de su caída, siguiendo por el mismo hilo pero sin poder ocultar que tiene las orejas coloradas por la vergüenza —. Te traeré otra manta y algo de beber — eso se escuchaba como lo más cerca al cielo que podía estar en ese momento —, por ahora descansa un poco más, te sigues viendo cansada, Kate Bishop —.
Desea decir algo más, quizás mentir y asegurar que podía levantarse para acompañarla al piso de abajo, demostrar que no necesita ser cuidado, que ella puede encargarse de sus propios asuntos, que puede ser útil, que un malestar no le detendrá. Pero cualquier intento de replica o apelación es inútil cuando Yelena abandona el cuarto, cerrando con cuidado la puerta y dejando escapar unas cuantas más de sus feromonas, un aroma agradable, el más agradable.
El fantasma del calor de la alfa se mantiene en las mantas, convenciendo a Kate de quedarse ahí durante unos minutos, cuanto tiempo fuera posible para poder sentir un poco más de Yelena, una de las alfas más peculiares que había conocido en su vida, tan diferente a lo que solía ver, tan enigmática. Quiere hacerle caso tanto por orden de su omega como por sugerencia de su lado consiente, le gustaría quedarse ahí, dar vueltas y enredarse en la tela llena de aroma; pero hay un aullido a lo lejos, tras las persianas ve la sombra del algo pasar a gran velocidad y un recuerdo le aplasta las entrañas, hace que apriete las manos en puños, le ordena que cierre los ojos, que se esconda bajo tierra o por lo menos bajo su cama, que finja que ya no esta ahí.
Rueda lo suficiente para estar fuera de la cama, necesita salir de ahí, ir a cualquier lugar, lejos de las ventanas de su cuarto, lejos de la vista a una ciudad destrozada, lejos de algo que no podría controlar. Caminar se vuelve algo extraño, lo siente tan natural como siempre pero cada paso que da es más complicado que el anterior y bajo sus pies descalzos jura sentir como el edificio tiembla ante cada golpe, cada explosión. A medio camino debe detenerse, tratar de recordar como respirar, aferrándose a la pared intentando sobrevenir al temblor del lugar.
Arco. Flechas. Necesita encontrar su arco y flechas.
Correr. Encontrar. Evacuar. No dejara que vuelva a pasar.
Su padre, debe sacarlo de ahí, ¿Dónde estas papa?
Servir, proteger y defender para eso entreno, para eso sobrevivió.
Llegar al ultimo escalón es más una prueba de su conocimiento enciclopédico y de sus reflejos que un acto consiente, ella no puede saberlo o mejor dicho, no puede verlo, pero sus ojos están perdidos en la inmensidad de la nada. Su mente solo busca el arco, algo con que defender, servir y proteger a su familia; es por ese mismo estado de desconcierto, por culpa de la neblina mental que le rodea, que no se da cuenta de que hay alguien más en la casa, alguien que le toma por los hombros, un tacto muy distinto al de Yelena pues este carecía de esa fuerza típica cargada de protección y firmeza, muy distinto al de su madre con esa presión desmedida que le ha sacado más de un moretón.
Reacciona más rápido de lo que hubiera podido de estar a plena conciencia. Se gira para comenzar a luchar, lanza un codazo por la derecha para tratar de golpear a la cara o cuello, se da cuenta que falla por la carencia de contacto, pero por lo menos consiguió que le soltaran. Intenta lanzar otro golpe ahora de zurda, mientras se gira para poder tener de cara a la amenaza.
Proteger, servir, defender.
Su mantra se repite en su cabeza mientras intenta continuar en ofensiva, misma que se termina más rápido de lo que esperaba, cuando le tomando de las dos manos, apretándola y lanzándola con cuidado contra el sofá más cercano. Estaba por intentar levantarse de vuelta cuando una voz interrumpe sus intentos.
— ¡Vaya, vaya, Key-Ket, tan fiera como te recordaba! — es quizás la sensación de su cuerpo al haber golpeado con algo o el dolor residual por el agarre en su cuerpo lo que consigue sacarla de su mente nublada.
La conoce, identifica su rostro en cuanto sus ojos consiguen enfocar. La recuerda aquella noche en la que Yelena le había rescatado, era su compañera, una omega, le había salvado aquella noche cuando disparo una flecha a la articulación de un tipo alto con un horrible peinado y un mal teñido rubio; también recordaba que fue un muy buen tiro, casi perfecto que consiguió que el tipo soltara a la chica que le había rescatado.
Recuerda tantas cosas de aquel día, pero sigue olvidando lo importante, necesita varios segundos para excavar en su cerebro, buscar un hilo para encontrar el gran detalle extraviado — Sola — la omega ladea la cabeza, intentando entender lo que acababa de escuchar —. Sonya — corrige tan rápido como es posible —. Solo Sonya — repite aquel simple dicho.
Una sonrisa que muestra los colmillos mientras cruza los brazos bajo el pecho — La misma e inigualable, Key-Ket. Fue un buen intento, te falto un poco de velocidad, pero no estuvo mal — el tener que centrarse a buscar lo que olvidaba le desconecto del presente, su confusión comienza a convertirse en un dolor de cabeza, en un pinchazo tras su ojo derecho, por fortuna Sonya le tiro una cuerda de la que agarrarse —. Tu intento para golpearme — por fin consigue hacer sinapsis —, fue buena idea lo de lanzar golpes seguidos, muy útil para romper guardias malas — Kate desea sufrir una combustión espontanea, es vergonzoso saber que ataco a una persona que le quería ayudar —. Yelena me ha dicho que practicas artes marciales y que eres muy buena —.
Saber que Yelena le hablaba a su omega sobre sus gustos y logros pone a Kate casi que eufórica, quitándose los restos del malestar que le había obligado a salir de su cama — Hago lo que puedo — mantener las expectativas bajas es siempre una buena idea ya sea porque ayuda a que la subestimen y eso le de ventaja o porque es una forma de protegerse en caso de ser derrotada.
— Las noticias de tus medallas me obligan a rechazar tu modestia — con una tranquilidad propia de ella se deja caer a un lado de Kate en el sofá alargando la espalda todo lo que puede contra el respaldo, tanto que sus cabellos terminan colgando y Kate se permite ver lo hermosa que es la otra omega —. Deberíamos entrenar juntas, me estoy aburriendo de hacerlo con Yelena, siempre los mismo viejos trucos, necesito nuevos retos, seguro que lo entiendes —.
Obvio que lo entiende. La idea le emociona tanto que le brillan los ojos — ¡Claro, cuando quieres, sería genial, me encantaría pelear contra un exmilitar! — Sonya mueve un poco su mirada, intentando encontrar a su compañera, intentando encontrar una respuesta que no llegaría — Hay un gimnasio abajo, podemos ir ahora mismo, claro si no tienes algo que hacer o si tienes ganas de entrenar, podemos hacerlo después si no quieres o nunca si solo lo decías para socializar —.
— Eres curiosa Key-Ket, muy curiosa — se le pone un poco roja la cara al conseguir identificar la palabra en ruso, por lo visto sus horas memorizando su diccionario no fue tiempo desperdiciado —. Entrenaremos, pero antes debemos vendarte esas manos, parecen ser una perra de heridas —.
Vuelve a ver sus dedos con la piel despellejada, roja y con moretones nacientes — ¡Oh! — en ocasiones se sorprende por su capacidad por ignorar problemas o malestares en su cuerpo, una contradicción fundamental, como muchas que le rodean — No tienes que preocuparte, no son la gran cosa, podemos dejarlas… ¡auch! —.
Sonya era buena moviéndose a simple vista, era una de las tantas habilidades que su largo tiempo en la habitación roja le dejo y la aprovecho para alcanzar una de las manos heridas, presionando con una fuerza mínima en el espacio entre el dedo índice y medio, provocándole a Kate un pinchazo que le recorrió todo el cuerpo con un escalofrío doloroso.
— Pues eso no se escucha precisamente bien a mis oídos — con eso dan por cerrado un intento de discusión —. Iré por vendas, debemos arreglar esas lindas manos —.
Kate vuelve a quedarse sola, ahora en la sala, sabiendo que tenía personas cerca de ella, por lo menos ya no tendría que asustarse por las ráfagas de viento y las sombras que le recordaban al peor día de su vida.
Hay bastante movimiento en la cocina, puede escuchar moverse cosas, el fuego de la estufa encendida y más importante aun, a la pareja hablar entre ellas en un ruso fluido. Kate no se siente culpable por esforzarse en escuchar la conversación, consiguiendo traducir apenas unas cuantas palabras sueltas que entre ellas apenas conseguían sacar algo: ty dolzhen skazat’ yemu (debes decirle), simpatichnyy (bonita o guapa. Por lo menos eran sinónimos), neostorozhnyy glupyy (la que sin duda era Sonya acababa de llamar a alguien estúpida, esperaba que no fuera a ella).
Se deja de escuchar ruido cuando reaparece la omega llevando en manos un par de vendas y lo que parece ser un pequeño frasco. Tiene la oportunidad de ver la forma en la que se mueve en un ambiente menos frenético que un escape, fascinándose por algo tan simple como es la forma en la que pisa sin causar apenas ruidos, pasos firmes con una coordinación sin igual, un ligero movimiento en sus caderas que le recuerda a una pasarela. No puede negarlo, Sonya es cuanto menos impresionante, hermosa y brutal, una perfecta pareja para Yelena.
— Me sorprende que hayas podido disparar con las manos así ¿enserio no te duele al cerrar el puño? —.
La verdad es que le dolía bastante, no solo en sus dedos, cuando hacia demasiada fuerza un pinchazo se le extendía hasta el antebrazo, sabía era producto de haberse lastimado por lo menos un nervio en alguno de los golpes contra el saco de boxeo — No es la gran cosa, no tienes que preocuparte, mientras tenga dos dedos sanos puedo seguir disparando — y eso lo comprobó en más de una ocasión.
— Seguro que podrías, pero no hay necesidad de lastimarse de forma innecesaria — se agacha sobre una rodilla frente a Kate comenzando a tratar las heridas —. Una vez corrí por diez minutos con un tobillo roto, fue una mierda — los largos dedos de Sonya se hunden dentro de un ungüento que nunca antes había visto y comienza a esparcirlo por sus heridas, dejandole un frio reconfortante sobre su piel lastimada algo muy diferente a colocarse hielo o verdura congelada, aliviando un dolor que se había estado guardando en su mente como una piedra que por instantes le mantenía unido a la tierra como un ancla —, esto fue lo único que me pudo aliviar el dolor y créeme que dolía como la mierda —.
— Deberás decirme donde comprarlo, esa cosa es increíble —.
— Por desgracia para ti, es un secreto familiar, aunque eso se podría solucionar muy fácil — no consigue la reacción que esperaba conseguir, una que le indicara si había un hilo del cual tirar, por tanto, debía apostar el doble —. Eres bastante linda — la declaración le pone las mejillas rojas a Kate —. Seguro que tienes a muchas personas haciendo fila para tener tu número o cualquier cosa tuya — y aunque sonara ridiculo, es algo que si que había pasado, en pequeña escala claro, solo media docena de chicos y chicas queriendo invitarla a un baile de graduación al que no podía asistir por orden de su madre — ¿hay algún alfa en tu vida? —.
Sus defensar se levantan al instante en el que comprende la pregunta, su aroma se encarga de hacerle saber a Sonya que esta entrando en terreno minado — No, no hay ninguno, mi madre me mataría si lo hubiera —.
— Vamos, no seas tímida, seguro que hay alguno por ahí que te mueva las hormonas, alguno que te vuelva loca y te pida aullar a los cuatro vientos solo con tenerla cerca — a pesar de las advertencias sigue caminando, considerando que una posible explosión es un pequeño riesgo a correr por una gran recompensa.
— No soy un animal — es una declaración con más desesperación que seguridad —. Puedo mantener mis piernas cerradas, no soy un animal — sin quererlo las palabras de su madre le recorren el cuerpo y las pronuncia de forma obligada, sin rastro de su tono habitual, usando en cambio uno más mecanizado, podría decirse robótico, como si estuviera bajo una voz de mando.
Para Sonya es imposible no relacionarlo con la forma en la que sus hermanas hablan cuando siguen controladas — ¡Ah por favor! Socializamos oliéndonos, gruñimos más que hablamos y la mayoría del tiempo se resuelven las cosas a mordidas ¡Todos somos un poco animales, Key-Ket y no hay vergüenza en ello! — menos mal que es tan buena actriz para poder continuar con su acto sin verse alterada por el parecido aterrador que encontró.
Otra vez con eso — ¿Qué significa? — su pregunta consigue agarrar al destinatario en curva — Key-Karl, por fonética intuyo es un apodo para mi nombre, es bastante cercano, pero la segunda parte ¿kerl? ¿karl? —.
— Ket — corrige con una sonrisa —. Es una forma de decir gato/gata y Key es una forma aun más corta para tu nombre, Kate. El ruso y sus conveniencias —.
Hay un instante de duelo, tantas emociones pasando tras esos ojos azules. Confusión, duda, enojo; todas al mismo tiempo — ¿Me has estado llamando gata? —.
— Sí, lo he hecho y lo seguiré haciendo — abre la boca, indignada por tal desfachatez — ¡es que solo mírate! Cabello negro, alta, ojos azules, con esos reflejos tan buenos y una extraña energía nerviosa — de nuevo aparece su sonrisa coqueta, misma que aparece por un recuerdo —. Carajo la primera vez que nos conocimos me trataste de morder y casi apuñalas a Yelena —.
— ¡No fue mi intención, acababa de escapar y ella — señala a la alfa que estaba saliendo de la cocina, misma que no pudo alcanzar a ver o escuchar, ni siquiera oler, simplemente la sintió acercarse — me asusto cuando apareció de la nada con un arma! —.
— ¡Justo como un gato! No tienes que darme más pruebas Key-Ket —.
— Perestan´bespokoit´— la voz de Yelena le mueve por dentro, tanto que le es imposible traducir siquiera una palabra de un idioma que parecía sagrado al ser pronunciada por ella —. Kate Bishop, pensé que ibas a descansar — entonces recuerda el motivo por el que salió de su cuarto, un silbido más allá de los muros le hace temblar, volviendo a sentirse un poco aterrada por los recuerdos — ¿ocurre algo? —.
Se apresura a negar, no es que en verdad estuviera pasando algo, ya había pasado, solo era su estúpida mente la que no podía superar algo que paso mucho tiempo atrás — Solo quería estirar las piernas, no me gusta estar mucho tiempo acostada — y eso le hacia sentir mejor, porque no era del todo una mentira.
Una mano se acerca un poco demasiado rápido a su rostro, se mueve en respuesta, alejándose y encogiéndose, levantando su media guardia. Su mirada busca la amenaza, una que dura poco tiempo, porque recuerda donde está, con quien esta, la vergüenza sobrepasa al miedo instintivo y esta a nada de disculparse cuando Sonya se adelanta.
— Tranquila ket, solo quiero ver si ya has recuperado un poco de calor — muestra sus manos, comprobando que no tiene nada con que lastimarla, aunque eso era una pequeña mentira pues esos brazaletes oscuros en sus muñecas eran en realidad una de las tantas herramientas letales que tenía a su disposición, pero eso era algo que Kate no sabía, un secreto profesional que se iba a quedar como tal — ¿puedo revisar? —,
— ¡Claro, claro! Perdón, no tienes que preguntar — se levanta el flequillo mal peinado y se acerca un poco para facilitar la tarea.
Sonya se guarda sus comentarios, solo hace su trabajo, tomando unos cuantos segundos para comparar la temperatura entre ambas para poder sacar una conclusión clara — Por lo menos ya no eres un tempano de hielo — es cuidadosa en sus movimientos para retirarse, siendo ya consiente de lo fácil que resulta asustarla cuando se trata de algo físico —, aunque te vendría bien otro abrigo —.
— Acabo de terminar una sopa que te ayudara a entrar en calor — por fin podía compartir la vital información por la que había salido de la cocina —. Andando, Kate Bishop, necesitas comer algo caliente y nutritivo, nada de tus sándwiches de mal gusto o tu azúcar con café — quiere replicar, mentir y asegurar que estaba bien, pero su estómago le traiciona, gruñendo cual bestia, es lo que tiene no haber comido nada en teóricos dos días —. Vamos, antes de que se enfríe —.
Sabiendo que no hay forma en la tierra en la que pueda llevarle la contraria a dos militares rusas de atractivo sin igual, Kate obedece, sintiéndose más libre y relajada que cuando se levantó de su cama, más tranquila que en los últimos días. Pero como siempre que parece estar cerca de encontrar algo cercano a la paz, un evento excepcional aparece, rompiendo con su normalidad. Es primero el ruido de algo rasguñando el suelo, luego una maldición en ruso propinada a sus espaldas, luego un pequeño gruñido que es seguido por una serie de ladridos.
— ¡khavatit! — un perro, es lo que había roto la nueva paz — ¡khavatit! — la repetición es suficiente para que la criatura deje de ladrar, pasando a solo estar pisando con todas sus fuerzas el suelo bajo sus patas — Tranquila, vse yeshche — los pequeños ojos del animalito no dejan de ver a Kate, evaluando a cada segundo si estaba frente a una amenaza y la humana hace lo propio, aunque en su caso, solo trataba de ver cada detalle, cada mancha en el pelaje, cada bigote, incluso los detalles que se alcanzaban a ver de sus colmillos con la esperanza de poder grabarlos en su memoria como siempre que veía algo por suficiente tiempo —. Discúlpala, Kate Bishop, es un tanto antisocial —.
— Igual que su dueña — Sonya pica un poco a espaldas de la alfa, recargándose en la pared, lista para ver lo que sin duda será otro espectáculo canino.
Prefiere pasar por alto el comentario, concentrándose en alguien más importante — Se llama Fanny y es una ladrona maestra de cruasanes — le acaricia el espacio entre sus orejas, consiguiendo por un instante que su atención pase a su dueña, moviendo la cola de felicidad —. Disculpa que la haya traído sin preguntar, estaba conmigo cuando Sonya llamo y no iba a dejarla en el auto en medio de una tormenta de nieve —.
— Oh no, tranquila, me alegra saber que no abandonarías a una cosita tan linda en este frio — ya sabe que podrá recordar a la Akita, cada uno de sus detalles durante meses antes de que necesite darle otro vistazo — ¿puedo acariciarla? —.
Puede ver la duda en el rostro de Yelena, como se queda callada discutiendo consigo misma hasta que por fin consigue tener una respuesta — Claro, solo, ten cuidado, como dije, es antisocial y a veces reacciona mal con desconocidos — se pone de rodillas, quedando a una altura similar a la de la cachorra para seguir acariciándola con mayor facilidad —. Acércate con cuidado, a pasos lentos, nada de movimientos bruscos — Kate obedece, siguiendo las ordenes al pie de la letra, una secuencia que, fue bien recibida por la cachorra pues no comenzó a gruñir a diferencia de las muchas otras interacciones que había tenido —. No la mires a los ojos, ofrécele tu brazo para que te huela, te diría las manos, pero no me quiero arriesgar a que te lama y se infecten tus heridas — hace lo que se le pide, poniendo la izquierda en juego, misma que es olfateada con atención, en algo que le recuerda demasiado a las inspecciones que le realizaba su madre desde que se presento su casta, solo de manera superficial pues a diferencia de Eleonor, Fanny solo lo hacía por curiosidad, con inocencia y por su puesto no en contra de su voluntad —. Bien, creo que ahora puedes intentarlo —.
La perra se había sentado, mostrándose más tranquila que en cualquier otro acercamiento, sin duda una buena señal. Kate tiene sus reservas, su corazón late con la misma fuerza que cuando esta por realizar un tiro durante una competencia o cuando escuchaba que su madre estaba de mal humor — Hola amiguita — como siempre hablar era la mejor opción que tenía para calmar su mente —, solo quiero acariciarte y jugar contigo — hay un instante en el que la mirada de ambas coincide, momento perfecto para dar una advertencia antes de que su mano toque el pelaje —. Tú me muerdes yo te muerdo —.
Cuando su palma remplaza la de Yelena, quedando como una presión suave y constante sobre el pelaje de la cabeza de la akita , no pasa nada, la criatura parece tranquila al tacto y su dueña no puede estar más contenta, quizás al fin había pasado, por fin su perra había aprendido como reaccionar a un extraño, dejando atrás ese comportamiento tan violento. Pero sus esperanzas se desvanecen en un movimiento tan rápido que apenas puede registrarlo. Es el ataque clásico de Fanny, una mordida rápida de media amplitud que pesca la extremidad por los huesos, debería seguir por un par de sacudidas, mismas que no cesarían hasta que se aburriera o se cansara, algo que tardaría mucho en pasar.
Yelena está lista para reaccionar, sea dando órdenes verbales como de costumbre o ponerse un poco física si es que era necesario, esperaba que no. Pero antes de que pudiera hacer algo, Kate se anticipa — ¡Te lo advertí! — y ella era una persona de palabra, acerca al perro tirando del brazo que le había atrapado a pesar del daño que pudiera suponerle y entonces, utilizando solo sus labios, muerde a Fanny a la altura de su cuello.
La cocina se queda en silencio.
Kate aumenta la fuerza de su agarre cada vez que el perro lo hace, sacude cuando su rival lo hace, en un intento para dejar en claro que no va a ceder y que, si cae, se la llevara consigo. Fanny la mira a los ojos con una expresión cargada de angustia y confusión, un intento para buscar un poco de compasión, una petición para arrancar a negociar las bases de una tregua; Fanny retira un poco de presión, acción que es replicada. Kate separa los labios, soltando por fin la piel que había atrapado y el perro sigue sus pasos. Se mantienen cerca una de la otra, listas para repeler la agresión en caso de que una decida romper el alto al fuego, eso les da tiempo para reconocerse, para apreciar el valor de su rival, la fuerza de su ataque y la audacia del movimiento. Fanny ha encontrado una digna oponente mejor incluso que su dueña y se lo reconoce al estirarse sobre sus patas delanteras en la seña canina universal de juego, a lo que la omega responde volviendo a acariciarle el espacio entre las orejas.
— ¿Acabas de morder a mi perro? — ambas combatientes voltean a ver a un Yelena que esta sorprendida y horrorizada a partes iguales.
— Yo se lo advertí — se justifica antes de pasar la manga de su suéter por sus labios para quitarse los restos del pelaje que se había llevado puesto — y no veo que se este quejando mucho — se tiene que levantar solo porque un pinchazo en su espalda baja se lo ordena.
Fanny estaba tranquila, caminando entre las piernas de Kate, olfateándola para guardarla bien en su memoria como una nueva amiga — Si hubiera sabido que es tan masoquista como su dueña me hubiera ahorrado mucho dinero en premios — Sonya no sabe si es mayor su indignación o su alegría ante el inesperado primer contacto.
— Es una buena chica — la forma en la que menea la cola ante las caricias de la omega es prueba de que concuerda con tal afirmación —, una buena cachorra, solo es un tanto brusca — se ríe cuando Fanny comienza a saltar para pedir aún más caricias — ¿Tienen comida para ella, una cama, agua, juguetes? Puedo conseguirle cosas, seguro que en la bodega o le puedo prestar alguna cosa —.
Ahí estaba de vuelta, la Kate que habla y habla, que se preocupa más de un perro que acaba de morderle que de sí misma — Sonya le consiguió todo lo que pudo, estará bien, aunque es exigente y nunca para de quejarse — parece que la cachorra no está muy contenta con escuchar sus verdades pues por un momento deja de jugar para verle con la mayor indignación que el rostro de un perro puede producir —, así que no te preocupes mucho si la escuchas llorar —.
— Es culpa de Yelena, la malcría demasiado con esas cosas finas que le compra todos los días — cansada de que se ataque a su honor Fanny toma represalias, cargando contra el tobillo de la omega, mordiendo el pantalón con más fuerza que con la que había atacado a Kate — ¡Pequeño monstruo suéltame! —.
Yelena ve que esta por intervenir para detener la pelea, pero se adelanta tomando a la omega por el brazo — Tranquila, no se harán daño — asegura con una gran sonrisa al ver como continua la lucha entre perro y humano —. Andando, Kate Bishop, debes comer algo, ya luego podemos apostar a quien saldrá mejor parada —.
Es una promesa. Mientras Yelena se mueve entre las gavetas y muebles, buscando los instrumentos necesarios para la comida, un trabajo más complicado de lo que esperaba pues al fin de cuentas estaba en una casa de ricos y eso significaba que hay muy poca cosa con la que trabajar, la mayoría de platos y utensilios terminaban por ser más “lindos” que funcionales. Cuando por fin consigue emplatar una porción generosa de sopa salida de marca genérica se siente como si hubiera derrotado a un ejercito completo, su alfa se revolotea ante la idea de hacer sentir mejor a su omega. Solo con recibir el aroma del platillo comenzó a salivar y a sentir aunque fuera un poco mejor, más tranquila, más en paz, su omega así se lo ordenaba pues tenía a un alfa soñado cuidándola ¿qué más podía pedir? Si hubiera un tripadvisor para acciones cotidianas, le daría cinco estrellas a la experiencia de comer junto a Yelena, Sonya y Fanny.
Se vuelve entonces un tanto despistada, más interesada en acicalar su omega y disfrutar que poner verdadera atención en lo que pasaba a su alrededor, en lo que le pasaba a ella misma y a quienes le acompañaban. No se da cuenta de cómo Yelena habla con Sonya en ruso entre susurros, tampoco de como la morena saca un teléfono extraño y comienza a realizar una llamada. Solo cuando termina su platillo, menos de la mitad de una porción normal, no la culpen si era verdad que no podría salir de casa en un par de días no iba a darse el lujo de comer demasiado si no podía compensar lo ingerido con un entrenamiento a la altura, solo era precavida; Kate solo se da cuenta de que algo esta pasando cuando termina su platillo, esta por preguntar si ha hecho algo malo, quizás hizo demasiado ruido al comer, quizás su poco comer lo interpreto como un insulto a su honor.
Cuando estaba por disculparse, Yelena se adelantó — Dime, Kate Bishop, ¿hay algún piso desocupado en este lujoso edificio? —.
Se le escapa un suspiro y comienza a pensar, recordando a cada uno de sus vecinos — Quizás, es normal que en esta temporada muchos estén de viaje por negocios ¿por qué? —.
— Sonya estaba pensando entrar en algún lugar vacío para pasar la noche, se esta haciendo tarde y no creo que tenga mucha suerte ni para cruzar la calle — una sonrisa le aparece en los labios, un recuerdo gracioso —, menos desde lo que paso en Rockefeller hace un año —.
— Cállate el hocico, Yelena — advierte mientras con su mano comienza a buscar algo que lanzarle a su amiga en caso de que siga con la historia que más odiaba que contaran.
No le importa la advertencia — Resulta que la gran agente, criada y entrenada en nada menos que Rusia, no sabe identificar una acera congelada cuando esta frente a sus ojos, y menos sabe que no debe caer sobre los botes de basura — parece que el mero recuerdo es suficiente para sacarle una carcajada a la rubia —, creo que aun tengo la foto, tienes que verla, Kate Bishop — consigue sacar su teléfono de uso civil, una cosa muy sofisticada cortesía de industrias Stark, desbloquearlo y abrir la galería antes de que una omega muy preocupada por mantener su fachada en pie — ¡Sonya! — grita en cuanto los brazos de su amiga le atrapan por el estomago, en una versión descafeinada de una llave de judo, alejándola del dispositivo — ¡Suéltame, pedazo de loca! —.
— ¡No hasta que me prometas borrar esa maldita foto! — era más alta y tenían la misma fuerza, lo sabía e iba a aprovecharlo.
Y antes de que se puedan dar cuenta, ambas comienzan a pelear, tirándose del cabello, de la ropa o de lo que puedan con tal de que la otra no consiga alcanzar el teléfono que descansaba sobre la isla. Más que una lucha es un jugueteo tonto como el que hacen dos cachorros, sin intención a lastimarse, solo molestándose lo suficiente para ser divertido, así lo demuestran con sus expresiones exageradas al caer al suelo, con las pequeñas risas que se les escapaban cuando la otra tenia por idea lanzarle un sobre de azúcar como arma mortal. La escena es algo propio de las viudas liberadas, ser entrenadas como asesinas no les había dejado espacio para ser niñas, para jugar y molestarse, es por eso que, sin importar la edad con la que habían sido liberadas, la mayoría terminaba jugando de esa forma tan brusca con sus hermanas, usando su entrenamiento, lo único que habían conocido durante casi toda su vida, para divertirse como las niñas que nunca pudieron ser.
Kate y Fanny están juntas en su intriga, la escena es extraña para las dos aunque por motivos un tanto diferentes, la cachorra no entiende porque su dueña puede ponerse a pelear con sus invitados sin que nadie le diga algo si a ella siempre le regañan cuando muerde a las personas, no le parece muy justo. En cambio, Kate, no puede evitar sentir que quizás esta interrumpiendo un momento intimo que debería ser privado, pues desde su lado más que una pelea parecía ser el cuadro más extraño de intimidad conyugal que había visto en su vida, aunque en realidad no había visto muchos así que quizás no era la mejor para juzgar lo que era o dejaba de ser.
Ya estaba lista para ofrecerle a Fanny ir a sentarse frente a la chimenea o quizás llevarla a que vea su cuarto cuando algo más que risas, gruñidos y pequeños insultos sale de las mujeres que peleaban — FRIDAY — el teléfono se vuelve a encender —. Galería, 20 de diciembre del 2015 — Sonya estaba sobre su espalda, tratando de hacer que se callara — ¡Vamos Kate Bishop, mira la foto! — era lo único que le importaba, porque significaría que había ganado otra pelea contra su mejor amiga.
Nadie puede culpar a Kate por tener curiosidad, al fin de cuantas ambas habían montado tremenda pelea que lo único que provoco fue aumentar sus expectativas, no aprovechar la oportunidad que tenía le parecía un gran desperdicio, era algo que no podía dejar pasar, ya tendría la oportunidad de disculparse con Sonya.
No es la mejor foto que ha visto en su vida, esta un tanto borrosa por lo que intuye era un pulso descuidado al momento de capturar el momento, la iluminación es otro asunto aparte con muchos problemas que no tiene ganas de enumerar porque no son importantes para lo que debe ver. Al medio de la toma, estaba la pobre morena, tirada boca al suelo sobre un charco de color desagradable, mirando a la cámara con una expresión de total desconcierto y quizás una pisca de miedo, sobre ella, manchando un hermoso abrigo de color blanco, bolsas de basura, hojas de arboles y lo que parecía ser los restos de una hamburguesa.
Antes de que pueda reírse o sentirse mal por lo que acababa de ver, el teléfono le es arrebatado de las manos por una Sonya más roja que una manzana, quien aprieta con demasiada fuerza la pantalla para borrar la evidencia de aquel accidente.
— No te preocupes que tengo copias para dar y regalar — asegura Yelena mientras se levanta del suelo sacudiendo su ropa — ¿Cómo la ves, Kate Bishop? Se hace la ruda y termino cubierta de basura en su primera visita a New York —.
— ¿Enserio? — deja claro su tono de advertencia — Pues no quería ser yo la que difunda cierto video tuyo vestida de cisne —.
Se le borra la sonrisa al instante, esa amenaza le dejo aterrorizada — No te atreverías — uno de los momentos más vergonzosos de su vida, uno que vivió por culpa del insufrible de Clinton Barton —. Ni siquiera tienes ese video, solo fanfarroneas —.
— ¿Quieres arriesgarte, Yelena Belova? —.
— ¿No podemos negociar? —.
Arrancan a discutir de vuelta, hablando sobre días libres, favores sin cobrar, la atención de Kate se queda atenta a como mencionan algo de ir a buscar refacciones para algo, en algún punto arrancan a molestarse un poco más, eran entrañables, dos mujeres que comprobaron ser más que capaces de terminar con cualquier amenaza que les interpusiera entre ellas y su objetivo, eran muy intimidantes, eran rudas; pero entre ellas se comportaban como chicas normales, como mejores amigas de secundaria, podía entender porque estaban juntas, eran una pareja ideal y por algún motivo, el corazón de Kate se hunde y se retuerce de dolor. Que mala omega, que mala amiga. Su propia mente es la encargada de castigarla por no alegrarse de que una persona tan buena como Yelena tenga a su lado una omega que la ame y aprecie como lo es Sonya, quizás su madre tenía razón cuando la llamaba malagradecida.
— Sonya puede quedarse aquí si lo necesita — la discusión se termina de golpe al escucharla hablar, volviéndose el centro de atención —. Hay una habitación de invitados que pueden compartir, esta al final del pasillo, lejos de la de mi madre y la mía —.
Comparten miradas ante la nueva información, llegando a un acuerdo mutuo bastante beneficioso dadas las circunstancias — Sí, eso puede funcionar — Yelena es la encargada de hablar por las dos —. Tu te puedes quedar con la cama, yo dormiré en el sofá de la sala —.
— Justo después de todo lo que me toco hacer hoy —.
Pero parece que la solución que había encotnrado en realidad solo estaba provocando más problemas — ¡No tienen que preocuparse por mi! — consigue detener el inicio de otro debate interminable entre las dos — Pasen la noche juntas, Fanny se puede quedar conmigo, tendremos una noche de chicas — ante eso la cachorra ladra, menea la cola y saca su lengua, más que emocionada.
— Creme, no hace falta, me interesa más la idea de tu noche de chicas — Sonya recordaba la única ocasión en la que compartió cama con Yelena, vale la pena decir que una de ellas termino durmiendo dentro de una tina de baño.
Pero esto no lo sabía Kate, creía que estaban siendo amables o demasiado respetuosas a la casa que les era extraña — Se que es importante para una omega pasar tiempo con su alfa en…ya saben, intimidad, sin que tengan a una tercera de entrometida molestándoles mientras cortejan — el dolor en su egoísta corazón le hace cerrar los ojos, es la única forma que tiene para no delatarse — ¡Pasenla bien, se supone que es el día libre de Yelena, hagan lo que sea que hagan, no molestare ni nada hasta mañana, no interrumpiré más sus momentos de pareja, una muy buena pareja si me dejan decirlo! —.
Hay un silencio que se instala en la cocina, que se extiende para pasar de ser la cortesía propia de dejar a otra persona hablar para volverse más en una respuesta pasiva cargada de incomodidad, el tiempo es aprovechado por la supuesta pareja para analizar lo que habían escuchado, pasando por todas las etapas del duelo en cuestión de unos cuantos segundos, la alfa más en shock que la omega, repasan las interacciones que han tenido en los últimos tiempos en búsqueda de encontrar que hicieron tan mal como para que esa idea que suena maleficio se materializara en la mente de una persona tan inteligente como la de Kate Bishop.
— Oh mierda — Sonya es la primera en hablar, por lo menos lo intenta antes de que una arcada le recorra el cuerpo, consiguiendo capturar la atención de su compañera de casta — ¿Yelena y yo? — parece la pregunta más obvia del mundo para la más joven, quien solo mueve un poco la cabeza para responder — ¡¿la enana y yo?! — un escalofrío le recorre el cuerpo — ¡No me insultes de esa manera, Kate! — el tono sale más dolido que enojado — Tengo un gusto demasiado bueno como para salir con esta cosa — señala con su mano temblorosa a su amiga que ya tenía la boca abierta, sorprendida por el repentino ataque —. Te puedo dar por lo menos diez motivos por los que nunca, escúchame bien ¡nunca! Saldría con ella — las otras dos ya habían entendido el punto con claridad y querían decirle que no hacia falta que se pusiera a enumerar, pero para su desgracia, Kate había abierto un cajón que no podían volver a cerrar —. Número Uno, es demasiado enana para mi. Lo ciento Yelena, pero yo no salgo con gente que me llega a la barbilla; numero dos, tiene la maldita manía de hacer demasiado ruido a altas horas de la noche, como si no fuera el tiempo perfecto para descansar. Tres, parece que no sabe como se usa un timbre porque siempre prefiere irrumpir por las ventanas o forzar puertas que esperar a que una le abra —.
— ¡Eso solo paso en tres ocasiones, no seas exagerada! — no iba a quedarse de brazos cruzados viendo como se le atacaba.
— ¡Más que suficiente a mi parecer! — retoma la carga — ¡Cuatro! Tiene la horrible costumbre de interrumpir cuando otra persona habla —.
— Solo cuando creo que la otra persona está hablando mierda —.
— Cinco, parece creer que todo el mundo esta equivocado menos ella. Seis, no me gustan las rubias, soy más de personas de cabello oscuro y largo — de reojo mira a Kate, de una forma tan especifica que consigue no ser vista por la omega, un acto que hace enojar un poco más a Yelena —. Siete, tiene la maldita manía de ponerle sriracha a toda la comida sin preguntar antes —.
— ¡Eso si que no, Sonya! Que tengas un pésimo gusto no es culpa mía — sin duda estaban listas para volver a pelearse y esta vez si que llegarían a los puños — ¡Y lo dice la que siempre le pone sal a las cosas antes de probarlas! —.
— Porque me gustan las cosas saladas, no soy una masoquista con todo el picante —.
— A ti lo que pasa es que te faltan pelotas para probar algo más fuerte que la pimienta —.
— ¡Pues claro que me van a faltar, soy una omega, yo no tengo eso, idiota! —.
— Tu no eras la única que tiene cosas que reclamar, yo tampoco estaría contigo ni aunque fueras la ultima omega del mundo —.
— ¡Vendito sea el señor por eso! —.
— Tienes un horrible gusto en alcohol, no soportas nada más fuerte que un par de cervezas —.
— Disculpa que no me pueda pasar una botella de isopropílico como si fuera agua, no todas las rusas somos borrachas. Ocho, eres una maldita cobarde que no puede decir las cosas que siente a las personas que le importan —.
Eso toco una fibra sensible, porque sabía a que se refería, más específicamente a quien se refería — Te voy a asesinar — y sin pensarlo saca uno de sus cuchillos de su cinturón.
— ¡Nueve, solo sabes solucionar tus problemas a base de golpes! — rebusca algo a sus espaldas sin dejar de ver a su mejor amiga por quien daría su vida, tomando un sartén, lista para pelear de verdad — ¡Davay, suka, pokazhi chto ty bol´she chem slova! —.
Mientras en la cocina las dos mejores amigas que se veían como familia, como hermanas, comenzaban a pelear por segunda ocasión en menos de una hora, por, otra vez, una pelea estúpida, Fanny esperaba a que su nueva amiga saliera de su ducha rápida para poder disfrutar juntas, en la suavidad de una cama y envueltas en cálidas mantas de un programa humano que no había tenido la oportunidad de ver pero del que Kate le había hablado con mucho interés mientras se escabullían por las escaleras. La cachorra consigue escuchar como una de las dos locas de la cocina azota contra el suelo, suelta un bufido de fastidio al tiempo que decide que su nuevo humano favorito será Kate Bishop, la chica de morado que se había preocupado por subir sus bocadillos favoritos y que sin duda era menos idiota que su dueña idiota.
Notes:
Disculpas por la tardanza, espero que puedan disfritar del capitulo, estare revisando los anteriores porque encontre uno que otro problema que hay que solucionar. Espero que no se sienta como un capitulo de relleno, deje algunos puntos que seran importantes más adelante y creo que es util para ver un poco más sobre los problemas de Kate y Yelena, ver como comenzara a cambiar la dinamica entre ellas y el como se acoplan Fanny y Sonya.
Chapter 5: Como una pluma en el viento
Summary:
Donde Kate tiene dos citas que no son citas con dos viudas negras, hace de guia turistica, conoce nuevos amigos y recuerda mejores tiempos.
Notes:
TW: en la primera sección de este capítulo se tratan temas sobre problemas de persepción corporal y se dejan indicios de una mala relación con la comida. Por favor, tenganlo en cuenta si alguno de estos temas es sensible para ustedes.
Me gustaría saber si alguien tiene una idea respecto a cual etiqueta debería utilizar para advertir sobr este contenido, no se si la etiqueta "eating disorders" sea la más apropiada para esto que narro y narrare, pero si ustedes consideran que lo es, por favor, diganmelo y la añadire al instante. Gracias.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Kate conoce la ciudad mejor de lo que se conoce a si misma. Se sabe ubicar casi a la perfección en cualquier punto de la ciudad, por tanto, conoce los lugares a los que uno nunca debería ir a menos que no tenga reparo en perder la billetera o el teléfono, sabe identificar una trampa para turistas a kilómetros de distancia. Hay días donde cree que podría ser una buena guía turística, conocía los mejores restaurantes de la ciudad para cualquier tipo de presupuesto, la mejor pizza del mundo, los horarios en los que alguien debería llegar a las atracciones más famosas de la ciudad para comerse el menor tiempo de cola posible, aunque eso era algo que siempre dependía más de la suerte, uno podía hacerse un favor al no tratar de ir a la estatua de la libertad a medio día un sábado.
Saber moverse era algo importante en una ciudad tan poblada y ella se consideraba experta en usar el metro, se sabía de memoria cada línea para gran disgusto de su madre quien nunca entendió porque su hija prefería exponerse en un lugar tan inseguro en lugar de siempre usar a alguno de los choferes de la empresa, tuvieron más de una discusión al respecto, pero bueno ¿por qué motivo no discutían desde que murió su padre? Y de todas formas, termino siendo una pelea perdida después de que la secuestraran.
Volviendo al tema, si Kate fuera guía turística sin duda tendría varios lugares en su lista de imperdibles para cualquier recién llegado o reincidente, siempre pensando en que lugar se estuvieran quedando sus clientes y sobre todo el tiempo que tuvieran para pasear por la ciudad que nunca duerme, pero sin importar lo anterior, sabía que siempre iba a mencionar un lugar que por obligación deberían de visitar, que si fuera por ella debería ser obligatorio firmar un compromiso de visita para poder entrar a la ciudad…bueno, quizás eso era un tanto extremo, pero la idea se entiende.
Dejo de nevar en la madrugada del domingo para lunes, el viento se calmó un tanto y las acciones para quitar los bancos de nieve en las calles arrancaron tan rápido como fue posible, lo cual fue en realidad muy rápido con vecinos que se conocían de toda la vida ayudando a liberar sus calles para que las tiendas pudieran abrir, los niños salir a jugar y para que los adultos con mala suerte salieran a trabajar. Ella fue testigo indirecto de ese pequeño momento de amistad incondicional en medio de la normal apatía citadina, desde la comodidad del vestíbulo del edificio veía como todos trabajaban con esfuerzo y coordinación para dejar la entrada despejada en tiempo récord; le hubiera gustado ayudar, años atrás lo hubiera hecho sin problema alguno con solo pedir prestada una pala, era normal para la mayoría de trabajadores el verla ayudando en algo siempre que tenía el tiempo, lo cual era muy a menudo, pues con tal de mantener su mente ocupada ella incluso se pondría a limpiar los pasillos con un cepillo.
Pero ese año las cosas eran un tanto diferentes, parecía que las personas eran mucho más cuidadosas al momento de tratar con ella, no le dejaban participar en las tareas del edificio como antes bajo la excusa de — Es nuestro trabajo, señorita Bishop — lo cual no le parecía una respuesta aceptable, también lo era cuando ayudaba y no dejaría de serlo si les echaba una mano de vez en cuando.
El no poder ayudar en algo, el no poder hacer nada más que estar en su habitación perdiendo el tiempo, porque los materiales de clase se estaban acabando y ya no tenía muchas cosas que hacer, le había puesto los nervios de punta, era uno de sus grandes problemas, uno del que era muy consiente, su incapacidad para estar quieta por demasiado tiempo en un mismo lugar sin tener nada que hacer en realidad.
Para la buena suerte de Kate, en el último tiempo estaba conviviendo con personas que en verdad se interesaban por alguien más que sí mismas, personas muy observadoras que no dejaron pasar por alto el cómo su conducta cambiaba, en como aparecían en ella nuevos tics nerviosos. Fue gracias a ellas que ese día iba a hacer algo diferente, algo estimulante que le permitiría distraer su mente de los recuerdos dolorosos que danzaban como fantasmas en la casa de su madre.
De pie en la entrada del edificio Kate utilizaba como espejo una de las ventanas intentando revisar en que había fallado al momento de elegir su vestimenta. Sobre sus hombros colgaba su abrigo favorito, una pieza de lana con un patrón de cuadros negros con grises, un genial abrigo completo que no solo era caliente y reconfortante, también tenía bolsillos tanto por fuera como por dentro, no había forma en que una prenda fuera más genial; por debajo de su abrigo, un suéter morado que había utilizado en tantas ocasiones que ya estaba un tanto deslavado, pasando a ser más un lila que el violeta original, le quedaba un poco grande, pero más vale que sobrara tela a que faltara. No hay nada que mencionar con su pantalón, una decisión sencilla cuando reviso su armario, mismo caso con sus botas que podrían ayudarle a no caerse de bruces ante el primer charco que encontrara; mueve su mirada más arriba, con mayor precaución de la que debería, tanto que se toma sus segundos de anticipación antes de ver su rostro. Sobre su cabeza tenía un fiable gorro de lana que le cubría la mayoría, algo muy útil para no tragar frio de más, pero sobre todo le ayudaba a esconder su cabello, ese día había despertado sin ganas de peinarse.
En su totalidad su atuendo parecía ser casi perfecto, cómodo, agradable, que le entregaba seguridad, que le gustaba por la forma en la que su color favorito se combina con el resto de prendas, por la forma en la que sabía podría afrontar el frio. Frente al reflejo se sentía bonita, le gustaba lo que veía, esperaba que a sus acompañantes también les gustara.
Pero todas las cosas buenas que pudiera encontrar se esfumaron encuentro su mirada se encontró con el reflejo de su cara.
Ver su propio rostro es una acción que le resultaba extraña desde hace un tiempo atrás, no es algo que haga muy a menudo por eso mismo.
Su reflejo estaba sonriendo, sus mejillas se inflaban tanto que terminaban enchinándole los ojos, dándole una forma mucho más ancha a su rostro, sigue observando lo que hay frente a ella, observa su barbilla, en la piel que parece inflamarse bajo su quijada, piel que no había estado ahí antes que le hacía ver más grande de lo que debería ser. Para ese punto no podía apartar la mirada por mucho que quisiera hacerlo, sigue observando cada detalle en su cuerpo y por tanto encontrando más y más detalles desagradables, puede jurar que su cuello se ve más ancho que antes, también parecía que su suéter le comenzaba a quedar más pequeño, el corte de la prenda le apretaba la garganta, su pecho se marcaba un poco contra la tela, más de lo que debería y podía jurar que si forzaba un poco la espalda comenzaría a sentirse asfixiada tanto por el abrigo como por su suéter.
Sabe que ha cometido el peor error de moda de la historia, no sabe en que momento le paso por la cabeza tomar tantas cosas sin considerar el punto más importante. No entiende en que momento pensó que a alguien le podría gustar lo que veía en el reflejo del cristal, debería regresar corriendo a la casa de su madre para cambiarse, tomar su sudadera extragrande y olvidarse de problemas por mucho que el frio se filtraría contra la tela fina pensada en ayudarle a liberar el calor que su cuerpo generara. No importaría sufrir un cuadro de hipotermia si eso significaba esconder lo evidente.
— Haz engordado — es una voz en el fonde de su mente la que le habla, con un tono de voz demasiado similar al de su madre que le dice lo que ella no quiere ver.
Le gustaría replicarle, decirle que ha estado haciendo lo que siempre le dice que haga, que ha intentado contar cada caloría que se mete a la boca, que se ha saltado la mayoría de las comidas, que se ha puesto a entrenar en ayunas para quemar toda la grasa posible, incluso le gustaría recordarle que estuvo semanas sin comer más que pan rancio cada tantos días. Le gustaría señalar que eso había sido más que suficiente para compensar su pésimo control durante las olimpiadas cuando tenía que comer tres e incluso cuatro veces al día para no terminar desmayándose en alguna prueba o entrenamiento.
Pero cualquier intento suyo por justificarse resultaría insignificante cuando el espejo reflejaba una realidad muy clara. Había subido de peso otra vez y era culpa suya, no debería haber aceptado los desayunos de Yelena por deliciosos que fueran, ni las salidas donde la alfa siempre encontraba la manera de terminar convenciéndola de tomar algo más que su siempre fiel café.
Un inesperado ataque de nauseas le sube por el estómago hasta la garganta, agradece estar tan acostumbrada a las mismas como para poder mantener el ruido por debajo del radar. Ni eso le pudo alejar la vista de su reflejo, era como estar congelada sin poder hacer nada más que ver como sus defectos se multiplicaban, juraba que podía ver cada parte de su cuerpo que estaba más llena de lo que debería estar para estándares de su madre. Lo peor era que Kate no podía entenderlo, no comprendía como pudo llegar a pasar si había sido buena, había entrenado todo lo que pudo, hizo todo bien ¿Por qué las cosas le tenían que salir mal si había hecho todo bien? Entonces su mente regresa a sus acompañantes y las náuseas regresan con más fuerza, el pánico le invade las venas ¿Cómo diablos pensó que les podría gustar lo que se había puesto? Se veía horrible tratando de entrar en ropa que le quedaba demasiado justa, se burlarían de ella, le recriminarían como la voz de su madre estaba haciendo en su mente. Debía regresar corriendo a casa, debía cambiarse, debía hacer algo, no podía quedarse así, lo sabía, pero entonces ¿Por qué no podía moverse? ¿Por qué su cuerpo no le permitía dejar de ver su reflejo maldito en el cristal?
Algo frio y húmedo le toca su mano izquierda con un golpe con suficiente fuerza para hacer que su equilibrio tambalee un poco, no reacciona al instante, necesita que el contacto se repita y extienda por un par de segundos hasta que por fin parece salir de su pesadilla despierta. Parpadea de forma pesada, la cabeza la siente pesada, un pequeño pinchazo tras sus ojos, es como si hubiera olvidado donde estaba, como se llamaba y que estaba haciendo, un ladrido a su lado termina por ser su seguro a tierra.
Ve un pelaje familiar, consigue relacionar colores con nombre en tiempo récord — Hola pequeña — aun sintiéndose inestable consigue ponerse de rodillas para poder comenzar a acariciar a la adorable cachorra — ¿Quién es la chica más linda eh? — aprendió muy rápido que la mejor forma de conseguir que la akita esté contenta es adulándola un poco, lo justo para que no se ponga muy creída y por tanto rebelde, cuando eso pasaba era buen momento para recordar que ambas tenían dientes.
A diferencia de las sesiones de juego que habían tenido hasta entonces, Fanny no se pone a girar sobre sí misma, ni arranca a mover su cola cuanto puede, en cambio se mantiene sentada, firme mientras observa a su amiga, sus pequeños ojos fijos en las mejillas de Kate por las que se escurrían unas cuantas lagrimas que por lo visto la humana no sabía que estaban ahí.
Los perros se parecen a sus dueños más de lo que las personas creen en realidad, ese es el caso de Fanny quien tiene muchas dudas de cómo reaccionar, no sabe cómo tratar de hacer sentir mejor a su amiga, piensa en las cosas que podría hacer, sin duda morderla no era una opción, lamerle la cara le parecía demasiado vergonzoso para su orgullo, ella era una cachorra demasiado genial como para hacer eso, por lo que prefirió poner una pata sobre la pierna de Kate, como una forma más allá del lenguaje de decirle que está ahí para ella. Las manos de la humana siguen jugando contra su pelaje en patrones irregulares y ha dejado de hablar, Fanny no se queja, sintiendo que si eso de alguna forma ayudara a que su amiga deje de verse tan triste como unos segundos atrás.
El calor que emanaba de la criatura es suficiente para conseguir que Kate recuerde que bajo ella hay un suelo solidó, saliendo por fin del laberinto que de forma inesperada su mente había creado, suficiente para darse cuenta de los restos de agua salada que bajan por su cara, misma que limpia con más fuerza de la necesaria con ayuda de la manga de su abrigo. Esta agradecida con Fanny por su forma tan eficaz en la que ha conseguido tranquilizarla de algo que de normal le costaría varios minutos, incluso una hora, poder tranquilizarse, por eso es que no tenía espejos en su cuarto ni en su baño. Deja un beso sobre la frente de la cachorra como única forma de agradecerle por haberle ayudado, ya tendría la oportunidad de compensarle como correspondía, la llevaría a una de las mejores tiendas para mascotas y le compraría cuanta cosa quisiera. Cerrando su ojo derecho, mismo que le daba vista contra el cristal, consigue alejarse del peligro, repite una serie más de respiración y consigue recuperar su compostura justo a tiempo para la llegada de la última integrante de la empresa.
— ¡Key-Ket! — Sonya no tarda en aparecer, agradece que haya tenido la amabilidad de anunciar su llegada, pues le da a la omega la oportunidad de limpiarse el rastro de las traicioneras lagrimas que aun resbalaban, suficiente para respirar dos veces seguidas consiguiendo estabilizar su corazón lo suficiente y por tanto su tono de voz — ¿Lista para nuestra cita? —.
Con cuidado se gira aun de rodillas, dándole la espalda a la ventana, levantando la vista para ver a su otra nueva amiga. Vestida en azul y negro no parece que el frio tenga algo que hacer contra la elegante figura de Sonya que iba apenas cubierta con una chamarra de mezclilla a tono con su pantalón de un material similar, su cabello con ese corte pixie no parece haber recibido ningún peine en tiempo reciente y sigue viéndose fabuloso.
Sonya era hermosa, con decir eso no estaba descubriendo la panacea al decir aquello, solo era una obviedad que valía la pena señalar en honor de la verdad. Desearía poder ser un poco más como ella, quizás así podría verse al espejo sin sentir que la cabeza le iba a estallar, quizás su madre por fin podría dejar de ver a una extraña en cada reflejo.
— ¿Ocurre algo, Kate? — se anima a preguntar en cuanto esta un poco más cerca.
— ¿Qué? No, todo esta bien — se apresura a aclarar lo que puede ser un mal entendido, segura de haber limpiado su rostro a tiempo, sabe cómo poner una cara tranquila cuando en su mente el huracán del malestar toca tierra, no debería haber forma en la que alguien se diera cuenta, era buena en eso de fingir.
— Tus feromonas huelen a ansiedad —.
Por su puesto que iba a ser eso. No estaba acostumbrada a tener que lidiar con que su cuerpo se ponga a crear aromas según su estado de animo en un intento por facilitar la comunicación con el resto de las personas o por lo menos no estaba acostumbrada a tener que lidiar con ello fuera de competencias de larga duración cuando por normativa tenía que limitar el consumo de supresores, fechas que conocía con meses de anticipación lo que le ayudaba a planificar sesiones para mantener en control sus feromonas, algo poco agradable que rozaba el limite del condicionamiento clásico.
— Supongo que me he sentido un tanto nerviosa, por no tener que estar tomando mis pastillas, es algo casi automático ¿sabes? Un reflejo o mera costumbre, se siente extraño dejar de hacerlo de golpe — no importa que medicamento deje de tomar, su habilidad para improvisar se mantiene ahí, buscando una respuesta que suene creíble —. Además, estoy pensando en que voy a pasear al perro de Yelena, no quiero que le pase algo, se cuánto quiere a esta pequeña — y para rematar metía una segunda opción que fácil pudo ser la mentira principal para poder dividir la atención en dos cosas que no tiene nada que ver con su repentino cuadro de debilidad provocado por algo tan absurdo como ver su propio reflejo — Un intento por llamar la atención — es como lo hubiera llamado su madre.
Kate se considera una buena mentirosa por experiencia, ha tenido que mentir miles de veces desde que aprendió a hacerlo, aunque la mayoría de veces no lo hacía por gusto propio y seguro que es buena para engañar a personas normales que tienen mil problemas propios, incapaces de observar cada micro reacciones, sin duda no puede engañar a una maestra en leer e interpretar el lenguaje corporal. En resumen, Kate Bishop podía engañar a muchas personas, pero sin duda no podía mentirle a una viuda negra.
El entrenamiento le grita a Sonya para que comience a hurgar en el tema, que tome todo el abanico de posibilidades para alcanzar la verdad que se esconde tras una pobre mentira incluso si eso significa tener que ponerse física. Pero ella ya no está en la habitación roja, se lo recuerda cada vez que la cadena de su medallón le toca el cuello con su frio metal, la preciada posesión que tenía el bastardo que la había comprado cuando estaba subyugada, un último recuerdo de una vida que no quiso, una de la que se alejaba cada día un paso más aun cuando había días en los que tenía que volver a empezar.
— Tranquila Key-Ket, Fanny te quiere tanto como a su cuenco de comida, no se alejaría de ti por nada del mundo — y por un instante la cachorra aleja el hocico de las manos de su amiga, para mostrarle los colmillos a la otra omega en un intento de recordarle que la tregua es temporal —. Solo necesitas tiempo para acostumbrarte, los viejos hábitos siempre son los que más gritan cuando los intentas matar — con cuidado de no ponerse en el rango de ataque del perro, se acerca a la chica para ofrecerle una mano para que se ponga de pie, gesto que acepta tras dejarle una última caricia al animal —. Vamos chica, hay mucho que hacer hoy —.
No hace falta mayor incentivo. Toma la correa que Fanny había tomado en su boca, se asegura que la misma estuviera bien atada al arnés, se ajusta la correa de su propia mochila y sin nada más que revisar o comprobar, toma su lugar al frente para guiar a sus amigas en la pequeña aventura del día, una que sin duda le llevaría muy lejos de cualquier espejo.
2
— ¿Sabías que hay más de doscientas especies de aves por aquí? — por fin habían llegado al lugar por el cual habían decidido salir en un día aun tan frio como lo era aquel, al pequeño gran lugar verde que era Central Park — depende de la época del año, como todo, puedes encontrar desde halcones, búhos y lechuzas, carpinteros, palomas…muchas palomas, demasiadas palomas, varios patos y gansos; tienes que tener cuidado con ellos, son bastante enojones cuando están de paso —.
Sonya se mantiene atenta de las palabras de su guía mientras esperaba unos cuantos pasos por detrás de la omega, observando a todos lados cada tantos segundos en búsqueda de alguna amenaza potencial a su seguridad, con su mano izquierda a unos centímetros de su arma, cargada y preparada para repeler una posible agresión. Tiene algunas dudas respecto para quien iba la explicación repentina y no solicitada de la fauna aviar del parque, pues Kate tenía su vista fija sobre la perra que iba caminando al frente tensando al mínimo su correa, tan concentrada que parecía estar olvidando que tras ella había otra persona escuchando.
— De niña vi una vez un agila, era enorme, fue… — se toma un momento para pensar, rebusca en su memoria el mapa del lugar, haciendo un trabajo básico de triangulación — no esta muy lejos de aquí, estaba sobre un cedro, parecía estar buscando algo que cazar ¿sabías que aquí una vez hubo ovejas? — se detiene para voltear a ver a Sonya, comprobando que en efecto no se olvido de ella, la verdad es que estaba demasiado preocupada por la idea de que pudiera perder a la perrita — Si, sí; se que se oye muy loco, fue hace mucho como…como hace ¿sesenta años? —.
— Supongo que eran muy efectivas como podadoras — la idea de ver animales de granja pastando libres en una de los centros de comercio más importantes del mundo, por lo menos no en la ciudad que nunca duerme.
— Eran muy queridas, hay varias fotos rescatadas en internet. Se supone que fueron parte importante del diseño original para darle un aspecto más natural al parque, un supuesto toque de pradera inglesa — se toma un momento para pensar en esa idea, dándole vueltas y vueltas —. No se que tan bien salió, nunca he visto una pradera de Inglaterra — por su parte Sonya si había tenido la oportunidad de ver unas cuantas, las cuales a su parecer no tenían nada de especial, excepto las que estaban cerca al mar, eso si que era impresionante, del resto, si quisiera ver un inmenso campo verde sin nada interesante se quedaría bien el fondo predeterminado de una computadora —. Tienen toda una sección su nombre en el parque, esta…no muy lejos de aquí, podríamos alcanzarlo, seguro que a esta niña le encantaría pasear por un lugar tan grande — un pequeño tirón en la correa es un claro indicio de que su afirmación era correcta —. Hay muchos animales por aquí — retoma su narrativa informativa —, los mapaches son los más comunes, debes tener cuidado cuando vienes a hacer picnic o alguno te puede robar la comida o esconderse en tu mochila, no es que me haya pasado alguna de las dos cosas antes o al mismo tiempo, no, no, es solo precaución — era evidente que estaba mintiendo, pero esa historia vergonzosa se la iba a llevar a la tumba —. Desde hace unos años se han visto coyotes, con esos si que hay que tener cuidado —.
— Parece que conoces muy bien este parque — la interrupción de Sonya aparece justo cuando una pareja de jóvenes alfas pasan a su lado, vestidos de negro y hablando entre ellos no parecen ser una gran amenaza pues cualquiera de las dos podrían reducirlos en un par de movimientos si se daba la situación, por fortuna, no fue necesaria ya que ambos se alejaron sin parar a verlas.
— No mucho más que el neoyorquino promedio, ya sabes es como nuestro gran lugar. Time Square es genial claro, pero es un embudo de turistas, es en festivos cuando en verdad bale la pena ir, los desfiles son geniales — recuerda a la perfección la primera vez que fue a presenciar el desfile de acción de gracias, tenía apenas seis o siete años y fue una de las pocas veces cuando salió con toda su familia en algo que no involucrara cenas refinadas, por no decir aburridas, de la elite millonaria blanca norteamericana. Ella iba sobre los hombros de su padre para que pudiera ver bien cada inflable que pasaba, cada grupo de orquesta tocar, cada persona disfrazada desfilar. Nunca se lo conto a nadie, pero los tipos disfrazados de pavo aparecieron un par de veces en sus sueños como pesadillas, a pesar de esto ultimo, fue una experiencia hermosa, aun recuerda la sonrisa de su madre, ese día se habían tomado una foto juntas donde en verdad parecía que la adoraba como hija y su padre…cree que también estaba feliz, desea que haya sido así.
También fue la ultima vez que fueron al desfile de acción de gracias en familia porque tras eso el trabajo de sus padres se volvió mucho más pesado y sus propias actividades deportivas le consumían demasiado tiempo, tanto que cualquier periodo corto de vacaciones significaban una oportunidad para dormir cuanto necesitara. Una verdadera lastima, debió haberlo disfrutado más, quizás tuvo que haber renunciado a alguno de sus muchos pasatiempos, si lo hubiera hecho podría haber pasado más tiempo con su familia.
— ¿Estas bien, Kate? — la voz ajena resulta ser una forma perfecta para salir de su propia cabeza, girando a ver el lugar de origen — Tus feromonas, otra vez —.
— Oh, claro, eso no es para nada vergonzoso — cerro sus ojos — ¿Cómo diablos hacia para no ir soltándolas por todos lados? — se pregunta en silencio y entonces recuerda que nunca lo hizo, pues desde que se presento como una omega había comenzado a usar medicamentos para ocultar su aroma, primero con parches, luego con los supresores que le habían acompañado durante toda su vida. No puede evitar sentirse como una inútil al no poder controlar algo tan básico en su anatomía, tampoco puede evitar escuchar a su madre llamarla animal y por primera vez en mucho tiempo no podía no darle la razón.
— Es algo normal, Key-Ket, a todas las omegas nos pasa de vez en cuando, es más, a todos nos pasa de vez en cuando, a algunos les pasa demasiado a menudo y otros lo hacen a propósito para molestar a los demás y si ellos no tienen vergüenza de ser unos incivilizados ¿por qué debería avergonzarse una omega tan hermosa como tú por dejar escapar una que otra feromona? —.
Por lo visto su divagación duro un poco más de lo que en un inicio se imaginó pues ya estaban casi al final del primer lago que les daba la bienvenida a los visitantes de la ruta sur — Si pero ya me paso dos veces en el mismo día, es muy molesto — deja escapar un suspiro que le provoca levantar un poco la cabeza para ver el cielo nublado, que coincidencia que justo en ese momento una solitaria ave cruzara el cielo —. Un carpintero — dice en voz alta su apuesta, misma que decidió basándose en la forma en la que movía sus alas para no caer —, se supone que es primavera, así que pronto se podrán ver muchos de ellos, aunque quizás el frio los espante unas cuantas semanas.
— ¿Qué hay del centro, Rockefeller? — no es que haya olvidado el tema del problema de feromonas, lo tiene muy presente, botando en cerebro para que no se le pase retomar, pero si algo ha aprendido en el poco tiempo que conoce a la omega es que cuando un tema le incomoda tiende a cambiar de tema en un intento por calmarse. Es algo que Sonya puede respetar y por tanto seguir — Siempre parece ser un lugar lindo —.
— ¿Incluso después de que te hayas caído sobre la basura en tu visita? —.
Ruda los ojos, molesta por no haber visto venir ese comentario — Es de mala educación responder una pregunta con otra —.
Se toma un segundo para pensar en una respuesta, su memoria se mueve por los años de su vida, los momentos en los que paso su tiempo en el lugar que atraía tantas miradas todos los años — Pasa lo mismo que en Time square, muchos turistas — recuerdos de cuando tenía once, una noche con unas pequeñas motas de nieve, habían instalado la pista de hielo, sujetándose del barandal observaba a su padre moverse con la gracia de un cisne al vuelo mientras patinaba sobre el hielo con la naturalidad de quien camina, entre giros que para su yo infantil parecían imposibles su padre le explicaba lo que debía hacer, era una de las tantas cosas que amaba de él, la forma en la que se podía sentar a su lado durante horas para explicarle cualquier cosa de la que dudara y al final conseguiría hacer que lo entendiera como si siempre hubiera sido de lo más sencillo —, aunque es hermoso en navidad y la patinar ahí es genial, eso no te lo puedo negar, con todo y que hay charcos con los que te puedes resbalar —.
Ante su broma recibe un pequeño empujón en el hombro, con suficiente cuidado como para apenas moverla unos centímetros — Juro que voy a matar a Yelena por enseñarte esa foto — un quiosco abierto captura la atención de ambas — ¿nos paramos a comprar algo? — es una pregunta que ya tenía una respuesta clara, tanto que no había verdadera necesidad de formularla — Entonces nada de Time square, nada de Rockefeller ¿qué queda? ¿la estatua de la libertad? —.
— ¡Ay, no, por favor eso no! Fui tantas veces de niña que estoy segura de saber cuántos tornillos tiene la estatua en total — un paquete de mentas en capsula para ella y una pequeña bolsa de frituras para la otra, por desgracia no tenía nada para Fanny; Kate se apura en entregar un billete que sobrepasa el costo de su compra, en cuanto el tendero la tiene le dice que se guarde el cambio, cosa que no se piensa mucho antes de agradecerle a su clienta por el gesto —. Además, todo el tiempo parece estar llena de —.
— Llena de turistas — se adelanta para completar la oración —, ya entendí tu mantra, nada de turistas, aunque siempre supuse que central park sería un lugar de visita obligada para los viajeros — y como en el mundo hay grandes coincidencias, al tomar la curva en el camino, se encontraron con unas cuantas personas que observaban el estanque a medio congelar como si fuera la primera vez en la que veían agua en sus vidas, tomando fotos mientras una chica que tenía el uniforme de una agencia de guías turísticos local hablaba sobre la historia del lugar — ¿Ves? Turistas, espero que no comiences a estornudar o algo así —.
Es su turno para darle un pequeño empujón a su nueva amiga, gesto que es observado por Fanny, esperando que esa fuera su señal para ir a morder a la morena — No tengo problemas con los turistas — y ante ese dato Sonya levanta la ceja, dudando de la verdad —. Tengo problemas con ir a lugares llenos de turistas, es muy diferente, aquí es muy fácil perderse, si caminas un poco puedes encontrar un lugar en silencio y tranquilidad, lejos de personas molestas, del ruido de los autos y el gris de las calles. Es el encanto, parece que central park siempre tiene un pequeño lugar solo para ti y siempre estará ahí cuando más lo necesites —.
No quiso interrumpir el discurso, escucho con toda su atención a cada palabra, no es difícil para ella darse cuenta de que Kate estaba exponiendo una parte de su vida, dejando oculto el significado profundo — ¿Cuál es tu lugar? — hay un poco más y su curiosidad le pide investigar.
La respuesta es clara, su lugar había estado en el norte, en una de esas pequeñas zonas que parecen ser olvidadas durante la mayoría de los días, escondida por arboles frondosos durante muchos días del año, con una vista privilegiada para ver los caminos del parque y los lagos. Su memoria le impide equivocarse, le lleva a un recuerdo de niña, en tiempos de su más temprana infancia, justo en el limite de lo que es posible recordar. Era una tarde de mediados de primavera, puede recordar la forma en la que el sol brillaba, como su piel se sentía cosquilleante ante la briza del aire, las flores en su apogeo, el canto de las aves que desde entonces le fascinaban pues a su entender infantil no había sonido más hermoso que ese. Su padre le llevaba de la mano, contándole todo lo que Kate alguna vez sabría sobre el parque, la historia de como fue construido, sobre las dimensiones del mismo, en resumen, diciéndole todo lo que recordaría mencionar cuando muchos años después le tocara a ella ser quien presentara tan magnifico lugar.
Ambos se habían sentado en esa pequeña cuesta escondida entre árboles, observando desde un lugar privilegiado a las personas pasar, su padre enumerando cada planta, cada ser que cruzaba su línea de visión mientras Kate disfrutaba de un jugo de uva de una marca que en pocos años sería descontinuada, una tragedia pues la omega se esforzó mucho en intentar encontrar otra que supiera tan bien.
Ir a ese pequeño lugar se volvió una tradición para los dos, cada semana por lo mínimo un día iban ahí a pasar la tarde, en ocasiones solo para alejarse del estrés de la ciudad, en otras, por el simple placer de pasar tiempo juntos. Era un lugar magnifico para que la cachorra Kate quemara su energía, donde aprendió a distinguir cuales eran las ramas que podía usar al escalar un árbol, esos viejos robles serían los testigos del primer duelo de esgrima que tuvo en su vida, era el lugar donde aun iba cuando se sentía mal, cuando necesitaba estar cerca del recuerdo de su padre. Siente la tentación de afirmar que ese es su pequeño rincón de central park, pero su conciencia es la encargada de hacer que se detenga, pues son los mismos recuerdos del lugar lo que le obliga a retractarse. Piensa en ese árbol que en su corteza tenía grabadas dos iniciales, D y E, algo que era solo un poco ilegal, pero de lo que nadie se iba a enterar, ese era uno de los primeros gestos de amor que sus padres compartieron cuando apenas se estaban conociendo; ese mismo pasto que le vio correr y saltar fue el que vio a sus padres besarse por primera vez, los arboles que años después treparía fueron testigo donde se pidieron uno al otro comenzar a salir. No era justo que ella se apropiara de tantas cosas, no podía hacerle eso a la memoria de su padre, ni a la que fue la versión más feliz de su madre. No iba a ser tan mala hija como para hacer eso.
— Supongo — no puede evitar quedarse callada un segundo más, cayendo en cuenta de que la respuesta a la pregunta siempre fue clara —. Supongo que no hay uno para mi — es quizás la ligereza con el que suelta el comentario o la pequeña sonrisa que se le escapa de los labios tras tal afirmación, como si acabara de contar un chiste o como si no hubiera soltado apenas un minuto antes un discurso sobre lo importante de tener un lugar; sea como fuere, la simple resolución hace que las entrañas de Sonya se revuelva, que le suba la bilis hasta la boca y nace en ella la necesidad de abrazar a Kate, decirle que todo estará bien y consolarla si comenzaba a llorar, porque ella sabía de primera mano lo que se sentía no tener un lugar al que pertenecer. Pero antes de que alguno de sus pensamientos pudiera reflejarse en palabras o actos, Kate se anticipa — ¡Mira Fanny, todo un campo entero para ti sola! —.
Una llanura se abre ante ellas, cubierta con una pequeña capa de nieve que pronto se volvería agua si por fin atinaban algo los tipos del clima. Sonya no puede evitar sentirse atraída al tener un campo de visión tan despejado, tan libre que podía de una punta de la pradera a otra, con confirmación visual clara de los edificios al fondo en un contraste de blanco contra gris que le resulta por lo menos atractivo.
— Y mira que coincidencia, nos trajiste a un lugar sin turistas — vuelve a bromear, decidida a que el resto de la mañana y tarde iba a estar alejada de cualquier posible malestar, Kate ya había cargado con suficientes en los últimos.
— Agrádesele al clima — con cuidado se agacha para estar a la altura de la perrita quien hizo el amago de sentarse, sin hacerlo del todo pues no estaba dispuesta a congelarse el trasero con la nieve, alcanza el collar y desata la correa, dejando a Fanny lista para correr y olfatear cuanto necesitara —, aquí suele estar repleto de personas tomando el sol, adolescentes en sus primeras citas, familias enteras y mejor ni hablar de cuando hacen algún evento, hay menos personas en el metro que aquí cuando eso pasa — aprovechando que ya estaba agachada, se quita la mochila de la espalda, dejando que esta caiga sobre la nieve, tarda apenas un pestañeo en alcanzar lo que estaba buscando — ¿Lista, pequeña? — la akita ladra en respuesta, recuperando su postura, sus orejas se levantan en cuanto ve una pelota de tenis salir — ¡Ve por ella! — y hace un lanzamiento digno del beisbol formativo, haciendo que la pelota se volara en la inmensidad del aire siendo seguida de cerca por una perrita más que contenta con estirar las patas.
— Es ahora cuando me dices que fuiste pícher profesional — bromea un poco mientras sigue la trayectoria de la pelota, apostando consigo mismo a que será más precisa en calcular donde caerá que Fanny.
— No exageres, solo fue, ya sabes, un lanzamiento normal — definitivamente no tenía nada que ver que de niña, apenas durante un año o dos, jugo en las ligas infantiles, algo normal teniendo un padre que amaba el beisbol.
— Puede que si, puede que no, pero como eres una no tan pequeña caja de sorpresas debo ir mentalizada en que estuviste por jugar en la liga nacional — la pelota cae al suelo y definitivamente el pequeño demonio amante de morderle los pantalones le debía mil rublos, si es que entendiera lo que era dinero y hubiera aceptado la apuesta claro.
— ¿Una caja de sorpresas? — aprovecha el momento para tomar una primera menta, justo cuando comenzaba a sentir que su estómago gruñía con un poco más del hambre que estaba acostumbrada a pasar.
De reojo alcanza a ver una banca, una opción muy tentadora para descansar un momento, no es que lo necesitara, estaba acostumbrada a pasar mucho tiempo de pie o caminando, pero era su día libre, así que no estaría mal tomarse las cosas con un poco más de calma — Quiero decir, un día me entero que eres medallista olímpica, otro día que haz ganado concursos estatales de artes marciales desde que tienes nueve y ahora que eres patinadora sobre hielo — y ante eso Kate le voltea a ver, curiosa por saber como diablos había descubierto eso —. Lo menos que espero es que me digas que eres una cantante anónima de talla internacional o actriz de cine —.
Casi se le escapa una carcajada ante la idea y decide que no es buen momento para contarle sobre su tiempo tocando el piano — Solo soy lo que se espera de una niña rica americana — porque ella siempre iba a valorar las cosas que puede hacer a la baja — ¿Cómo sabes que patino? — esa era la pregunta importante.
Fanny regresa con la pelota entre sus dientes, moviendo la cola como la cachorra adorable que era solo para Kate, quien la recibe con palabras de animo, acariciándole la cabeza antes de volver a lanzarla. Ese pequeño espacio de tiempo es aprovechado por la viuda para caminar en completo silencio hasta la banca, en la que se sienta tras sacudir un poco de la nieve que ensuciaba la madera.
— No fue algo difícil de deducir, Key-Ket — y parece que la nueva distancia en el sonido de su voz hace saltar del susto a la omega, quien se apresura a buscar a su amiga, suspirando al encontrarla a pocos pasos, como si fuera ella quien tuviera que cuidar de la viuda y no al revés —. Te brillaron los ojos como focos cuando hablase de la pista de patinaje en Rockefeller y lo dijiste textualmente “es hermoso en navidad y la patinar ahí es genial” — intentó copiar el tono de la omega, volviendo su voz un poco menos aguda, pero el resultado sin duda no estuvo a la altura.
Reduce la pequeña distancia que las separa sin sentarse pues sabía levantarse sería un poco complicado, entre el clima, lo que parece haber sido una mala caída cuando se desmayó y quizás haberse excedido un poco en su entrenamiento tenía la espalda destrozada — Lo practicaba cuando era una cachorra — cuando su padre estaba vivo —. Sabes, no me parece justo que tu sepas hasta de qué color me teñí el cabello a los quince y que yo no sepa apenas nada de ti —.
— Soy un libro abierto, Key-Ket, puedes preguntar lo que quieras —.
— Lo tendré en cuenta — promete, una que esta dispuesta a cumplir en algún momento pues hay muchas cosas tras la imagen de Sonya que le gustaría saber, mientras prepara otra pelota de tenis nueva para la cachorra que regresaba a un trote más lento que el primero, quizás el frio le estaba cansando más rápido que de costumbre.
— Yo tengo una pregunta, una muy buena — una que había surgido en lo poco que estuvieron hablando, sobre las explicaciones y peros que Kate dio durante su trabajo de guía turística, en el que sin duda se llevaría una calificación de cinco estrellas —, si es que no te molesta responder una más —.
Gira un poco su hombro para prepararlo para el lanzamiento — Sin problema, pregunta lo que quieras — ya tenía claro hasta donde iba a lanzar la pelota.
— ¿Te gusta vivir aquí? — decide que es la mejor forma en la que soltar su duda, sin rodeos ni espacio a duda. Pero parece que su franqueza no es bien recibida, la postura de la omega falla, casi provocando que se tropezara cuando ya estaba por lanzarle la pelota a la cachorra y el silencio que acompaño a su estabilización le exige volver a hablar — Se que no te conozco desde hace mucho pero…pareces ser alguien más de lugares tranquilos, no de una ciudad tan ruidosa —.
Sonya sigue hablando, intentando corregir algo que en realidad no necesita ser arreglado, disculpándose incluso por meterse donde no el incumbe, sus palabras caen en oídos sordos porque la mente de Kate se ha nublado, concentrada primero en la pelota que arroja por el aire, en la figura de la perra corriendo libre por la nieve, mientras su conciencia se sigue apagando intentando encontrar una respuesta a una pregunta que hasta entonces no se había dado cuenta le costaba mucho responder.
Hablar de New York es hablar de demasiadas cosas. Es ir en el metro siendo aplastada por decenas de desconocidos, ser invadida por aromas extraños que se le pegan tanto a la piel como a la ropa, que no salen de ella a menos que se duche enserio lo que significa terminar con más de un raspón por la fuerza que ejercería, de miradas indiscretas de personas desagradables, de haberse tenido que pelear en los vagones porque alguno de ellos se atrevió a intentar tocar a otra omega o a ella misma, lo cual implicaba terminar con por lo menos un moretón. Era pensar en calles ruidosas que le obligaban a salir con audífonos la mayoría del tiempo aun cuando no escuchara música solo para poder soportar un poco a los autos reventando sus bocinas, a las constantes obras de construcción y charlas que no le interesaba escuchar. Era pensar en la pésima calidad del aire, recordar todas las veces que de cachorra se enfermó por culpa de la polución. New York tenía bajo su nombre el momento más oscuro de su vida, ese abismo sin fondo al que se vio obligada a acercarse hace varios años, cuando por primera vez en su vida en verdad pensó que moriría, lo más cercano al fin del mundo que había experimentando en su joven vida.
Hablar de New York era hablar del fantasma de su padre que rondaba en cada esquina que recorría en su rutina, era ver su recuerdo distorsionado en la mesa de cada restaurante que le gustaba, sintiéndolo como una piedra que le aplastaba el corazón cuando su cerebro le ofrecía una transcripción de charlas con él mientras esperaba a que el semáforo cambiara de color, de creer verlo por el rabillo del ojo cuando andaba entre multitudes, en más de una ocasión había terminado corriendo para alcanzarlo solo para descubrir que lo que vio no fue más que otra ilusión, por fortuna eso ya casi nunca le ocurría.
Hablar de New York en profundidad como algo más que una guía turística amateur era algo que no le gustaba hacer, porque era darse cuenta de lo aterradora que era la ciudad donde creció, con asaltos, robos y asesinatos casi que todos los días; obligarse a recordar que su madre le intento educar para que desconfiara de cada una de las personas que poblaban las calles y por tanto recordar como fracaso en algo tan básico.
New York le ha visto llorar, gritar, sangrar; le ha visto pasar noches enteras despierta pidiéndole a lo que fuera que hubiera creado el mundo que le regresara a su padre. Le ve luchar contra la tristeza de una perdida de la que se siente culpable, una que arrastra ahí donde va.
Y a pesar de todo su respuesta es clara — Es mi hogar — porque nunca se ha imaginado saliendo de la ciudad, es una idea antinatural, porque en esa jungla de cemento fue donde habitan sus mejores recuerdos, era donde encontró su afición por la arquería, donde vio a Hawkeye casi atinarle un tiro a la frente de un dios desde un rascacielos con una flecha —, es todo lo que conozco — porque aunque cada vez le duele un poco más estar ahí, es el único lugar donde puede sentirse cerca del borroso recuerdo de su padre.
El silencio reina otra vez entre ellas. Sonya se mantenía con su alerta alta, como no lo estuvieron desde que salieron del penthouse, observa cada pequeña reacción que pueda aparecer en la omega que mantiene su vista al frente sin llegar a enfocar nada en realidad, aun perdida en los escombros de la disociación de la que acababa de salir tras minutos que se sintieron horas. No le gusto la respuesta que escucho, no es lo que esperaba, ni lo que deseaba, su propia omega se siente culpable por haberse metido en un terreno minado.
— Lo siento — susurra Kate, robándole las palabras a su amiga, antes de sacudir un poco la cabeza, recobrando una pequeña sonrisa en sus labios que no era nada en comparación a su verdadera expresión de felicidad —. Creo que Fanny encontró algo — deduce al darse cuenta que la perrita había dejado a un lado la pelota que le estuvo lanzando en piloto automático, dándoles la espalda a las humanas y observando algo que estaba muy fuera de su rango de visión —, voy a ver que tiene, no sea que este por perseguir a una ardilla y la perdamos, vuelvo en un momento y con Fanny, así que ve preparando para que te muerda —.
La ve alejarse con su mochila de vuelta en su espalda, caminando a pasos largos para ir tentando el terreno antes de poner todo su peso para evitar caerse. El aire le mueve sus cabellos y mientras se vuelve más pequeña a mayor distancia recorría Sonya vuelve a entender porque a Yelena le gusta esa omega ¿Cómo es que alguien no podría querer a una chica tan amable? El malestar que le sobrevino tan escucharla tan resignada se sobrepone a su entrenamiento, permitiéndose dejar escapar un pequeño quejido antes de que sus feromonas sean las encargadas de comunicar la imperiosa necesidad de protegerla que ha surgido en lo más profundo de su propio omega. Luego aparece el enojo, la ira burbujeante por dos motivos diferentes, el primero y más importante esta destinado a la tal Eleonor Bishop de quien ya esta comenzando a investigar a detalle con la ayuda de otra de sus hermanas, tenía decidido que antes de finales del año iban a sacarle tanta mierda como para que le pusieran cadena perpetua con tal de que no se acercara de nuevo a Key. El segundo punto tiene culpables compartidos, nace de la cobardía de Yelena y se extiende a su propia complicidad al no decirle a Kate sobre su identidad como viudas negras, no era justo que no fueran reciprocas con una chica que evidentemente tenía serios problemas de confianza. Pero otra vez se puede poner de lado de su amiga, es agradable tener alguien con quien sentirse un poco más como una persona normal, para una viuda era complicado encontrar personas que no les miraran con miedo una vez que se enteraban de lo que hicieron durante casi toda su vida, es por eso que la mayoría de ellas solo se relacionaba con otras viudas, era más fácil, más practico el compartir tiempo con quienes tienen las mismas heridas que tratar de explicar toda la mierda que hicieron.
Pero que algo sea fácil no lo vuelve correcto, su experiencia le dice que es todo lo contrario y es por eso que saca su teléfono de uno de los bolsillos de su chamarra para mandarle un mensaje a Yelena con una orden, una petición, una exigencia y una amenaza, todo al mismo tiempo “Dile la verdad a Kate o lo hare yo” es lo que se envía, lo que consigue calmar su conciencia con un suspiro que provoca que su cuerpo se relaje como tenía tiempo que no lo hacía.
Suspira al tiempo que cierra los ojos, escuchando la tranquilidad del parque a su alrededor, el crujir de la nieve, el silbar del viento. Esa banca es un lugar tranquilo, uno que puede llegar a apreciar, ya se imagina cuando pase la nieve y la sombra de los arboles cercanos le esconda del sol, quizás junto a alguna de sus hermanas o alguien más, no parece mala idea.
La paz se rompe cuando escucha alguien corriendo en la nieve, los familiares ladridos de un perro que conocía y algo más que no alcanzaba a identificar. Sin estar del todo alerta regresa su mirada al frente y oh que cuadro. Ahí estaba Kate cargando en brazos a una Fanny muy enojada que miraba por sobre el hombro de la humana al tiempo que ladraba.
— ¡Corre! — grita la omega entre jadeos por el esfuerzo y el mensaje parece no ser captado pues se queda en su asiento, observando la secuencia como si fuera un capítulo extraño de alguna serie — ¡Dije que corras! — grita ya histérica mientras sigue corriendo.
Y entonces aparece el motivo de pánico y preocupación, con un graznido tan fuerte que Sonya consigue captarlo, un ave a espaldas del dúo aparece, un cisne, con las alas bien abiertas, lanzando picotazos al aire tratando de alcanzar a alguna de sus presas y muy enojada. No puede evitarlo, comienza a reír a todo lo que daban sus pulmones mientras Kate pasa a un lado de la banca, corriendo como si estuviera siendo perseguida por león, si algún profesional la viera seguro que le pediría cambiar el arco por las carreras de cien planos. Sigue riendo y algunas lagrimas se le escapan de los ojos, sin duda podía entender porque Yelena había caído rendida por ella, Kate Bishop era alguien entrañable, que parecía atraer el caos, algo que sin duda una viuda podía apreciar.
Un graznido mucho más cerca a ella le hace abrir los ojos, apenas tiene tiempo de reaccionar cuando la maldita almohada con pico salta contra ella, con las patas listas para pelear — ¡Idi na hui! — apenas consigue saltar tras la banca, poniendo un poco distancia entre el ave y ella lo cual le da tiempo suficiente para comenzar a correr.
La facilidad se vuelve a derramar en el interior de Sonya, demostrándolo por la sonrisa que lleva en labios mientras se propone para alcanzar a su guía. Nunca se imagino que algún día tendría que usar su entrenamiento para escapar de algo que no fuera un peligro mortal, ni en sus pequeños espacios de alucinación entre dosis de químicos soñó con algo como eso, corriendo por central park con un cisne a sus espaldas tras encontrar su pequeño lugar en la gran ciudad. Debía agradecerle a Kate por darle un regalo tan hermoso, por ayudarle a tener el día más feliz del resto de su vida.
3
Yelena puede mencionar, por lo menos, cuatro muy buenos motivos para haber querido renunciar a su trabajo en SHIELD antes de que la organización se inmolara. Podría arrancar por hablar de los horarios extendidos que le impedía hacer las cosas que le gustaban hacer, ni hablar de lo difícil que era planificar sus vacaciones siendo una agente tan solicitada. Debería continuar por sus propias discrepancias irreconciliables con los métodos y procedimientos reglamentarios para las misiones, consideraba que eran demasiado blandos, tenían demasiadas restricciones que terminaba ocasionando que hacer su trabajo fuera más complicado, más tardado. Por ultimo, porque podía combinar dos en uno, estaba el tema de las comodidades que se les daba cuando debían estar encuarteladas, la comida en la mayoría de bases de SHIELD era, en el mejor de los casos, una mierda, en el peor, una puta mierda y las camas, madre santa, que tortura era dormir en esas camas, sin duda los millones de dólares que se le inyectaba en vena a SHIELD año con año no iban a comodidad del personal, se sorprende que nunca nadie haya intentado hacer un sindicato por tremendo abuso.
Pero había un motivo más importante por el cual había presentado su carta de renuncia apenas unos días después de la primera batalla de los posadores, aun cuando estaba en el mejor momento de su carrera, con un ascenso a las puertas que le llevaría directo al puesto de subdirectora de SHIELD en cuanto el puesto se liberara, cosa que estaba a nada de pasar gracias al magnifico trabajo de su entonces aun no cuñada y por las ganas del pirata Fury de encargarse de la seguridad planetaria en un nivel mayor. Un motivo que se mantuvo cuando tuvo la oportunidad de integrarse a la nueva organización bajo la promesa de ser la segunda a cargo, de poder ayudar a cambiar todas las cosas que se habían hecho mal en SHIELD y ese gran motivo que le echó para atrás era el papeleo, el maldito e infecto papeleo.
En la lista de cosas que Yelena Belova odia el papeleo sin duda estaba justo debajo de la habitación roja, debajo de Dreikov. Era una actividad que a su parecer totalmente objetivo no tenía sentido de existir, no era necesario tener que pasar horas y horas sentada tras un escritorio, observando el vació blanco del documento sin saber por donde diablos arrancar. Odiaba con toda su alma tener que buscar una forma de justificar cada pequeña decisión que tomaba durante alguna de sus misiones, era asfixiante sentir que le escrudiñaban por cada cosa que pasaba en el campo, como si tuviera tiempo de pensar cada posible repercusión de su accionar mientras las balas llovían o estaba escondida tras las líneas y si por lo menos dichos informes llegaran a personas que supieran lo que era tener que escoger entre la vida de su equipo y la del enemigo, lo que implicaba mancharse la manos con la sangre de personas que confiaron en ti, podría entender dicho ejercicio de reflexión pues sabia que podría ayudar a corregir muchas cosas a evitar problemas a futuros agentes, en cambio, llegaban a manos de personas que casi nunca veía, que se escondían tras hologramas para no dar la cara, más preocupados en como se verían sus resultados en la próxima sesión del congreso o si las noticias iban a tomar nota que en leer y entender lo que sus agentes en campo tenían que vivir con equipamiento que parecía quedar cada vez más atrás en comparación de sus enemigos, con recursos de inteligencia que les eran negados bajo el estúpido sistema de nivel de acceso. Viendo el agua pasada se siente bastante estúpida por no haberse dado cuenta de que estaba pasando algo extraño con los dirigentes de SHIELD desde antes de la batalla contra los chitauri.
Una de las cosas por las que no se sintió mal tras Triskelion fue ver terminados sus días de escribir informes de misión, recuerda haberle prendido fuego a cada uno de esos estúpidos papeles tras haber terminado con las audiencias y tener copias digitales escondidas en receloso secreto, solo por si acaso, con una cerveza en mano y viendo los mal nacidos papeles que le provocaron tantos dolores de cabeza arder en el poso más profundo del infierno.
Por desgracia, parece que los desgraciados consiguieron escapar de las llamas, reconstruirse a partir de las manchas de ceniza de su forma mortal original y regresar para atormentarla una vez más.
La nieve por fin había dejado de caer en la ciudad, la que quedaba se derretía bajo la luz de un sol que por fin se dignaba por aparecer por más de un par de minutos, dándole un poco del necesario calor a sus habitantes. Este gran cambio supuso que Kate pudiera retomar con relativa normalidad, algo que sabía agradecía pues era evidente que a la omega no le hacia mucha gracia pasar demasiado tiempo en casa.
No tardo nada en instaurarse de nuevo una rutina similar a la de su primera semana, con Kate yendo de clase en clase, siendo la alumna responsable que era, demostrando lo gran luchadora que era a pesar de seguir con su manía de cubrir golpes con la cara. Nada destacable más allá de su normal excelencia, aun que claro, si había algo diferente, una variación a la ecuación que trajo consigo muchas pequeñas cosas nuevas. Kate ya no tomaba supresores, su aroma floral se esparcía ahí donde iba en pequeñas dosis que era suficiente para provocar que varias personas comenzaran a notar a la omega, saludándola por los pasillos, intentando iniciar conversaciones cuando estaba esperando en la fila para comprar algo de beber, nunca algo de comer a menos que se contaran las mentas como alimento y claro que nadie nunca consideraría un dulce como una comida. Esto le obligo a estar mucho más alerta que antes, observando cada persona que se acercaba a más de cinco metros de su omega, siempre preparada para lanzar un cuchillo en cuanto la más pequeña mota de miedo saliera de ella. Pero Kate Bishop le recordó que no debe subestimarla, pues en cada interacción daba su mejor sonrisa para atender a quien le hablaba, a veces quedándose a platicar por varios minutos lo que le provocaba tener que ir corriendo hasta su próxima clase porque se le olvido que el tiempo seguía andando, al mismo tiempo era bastante rápida y contundente al cortar con cualquier intento de coqueteo que recibía, cambiando su postura, marcando un poco más de distancia, pero nunca dejando de ser la persona amable y sonriente que parecía haber estado escondida bajo los químicos que tomaba.
Todo parecía ser bunas noticias hasta que recordó que inevitablemente debería agregar eso al informe que pronto debería mandar a la jefa que menos ha respetado en toda su vida laboral. No es el primero que escribe para el mismo destinatario, por tanto debería volverse algo más fácil pues ya entendió que cosas son las que le interesan o dejan de interesar, el formato era lo estándar para cualquier tipo de trabajo de oficina y la extensión de su informe respondía directamente a las actividades que realizara el sujeto a la protección.
En base a lo anterior su trabajo no era largo, muy pocas cosas pasaron durante las últimas semanas, ninguna acción destacable en particular, nada que no hubiera hecho antes. Era pues lo que ya no hacia el punto que le ocupaba agregar en su informe.
Kate Bishop ya no tomaba sus supresores y eso era algo que alguien podía ver a simple vista que le estaba ayudando, siendo más libre al momento de hablar con otras personas, viéndose mucho más feliz en general, incluso puede jurar que ve a la chica tener aún más energía que antes y eso ya era decir algo porque vaya energía que se cargaba de normal. Podía jurar que si llevaba a la omega con Melina y le dejaba hacer un chequeo de mera rutina podría confirmar con papel en mano que esa decisión, de dejar las malditas pastillas, había sido la decisión acertada. Pero también tenía claro que eso era algo que a Eleonor no le iba a gustar.
Ya se podía imaginar a la estúpida alfa gritándole a Kate, podía intuir los insultos que iba a utilizar, al fin de cuentas era una mujer demasiado previsible. De misma forma ya era consiente de cuanto se iba a enojar con lo que estaba por pasar, lo mucho que se tendría que contener para no terminar atacándola, porque de dejarse ir aunque sea un poco iba a terminar arrancándole la garganta con sus propios dientes. Mientras redactaba el informe se encargo de resaltar mil y una veces lo beneficioso que era dicha decisión para la salud e integridad de su hija, lo hizo tantas veces que termino replicando hasta tres veces en una misma pagina. Otra parte de ella pensaba en que podría simplemente omitir dicha información, sería una buena forma de evitarse problemas, si nunca se entera, nunca se podrá enojar, pero claro, entonces su cerebro vuelve a funcionar para recordarle que tarde o temprano regresara, más temprano si toma en cuenta el cronograma que le entrego, se dará cuenta del aroma de su hija al instante y por tanto se dará cuenta de que Yelena le mintió, lo que sin duda sería la peor situación posible, porque para poder proteger a Kate debe mantenerse cerca.
No había sido estúpida al creer que ella sola podía encargarse de todo, conocía sus limitaciones, era buena, magnifica, pegando tiros y haciendo espionaje, pero no tenía ni mínima idea sobre como proceder por medios tradicionales y legales en un caso como el que su omega vivía. Por eso mismo, mientras seguía rebuscando dentro de los aburridos documentos, más papeleo, de la empresa de Bishop security en búsqueda de cualquier trapo sucio que les pudiera sacar ¿y como estaba haciendo eso? Fácil, haciendo lo que mejor se le daba hacer, infiltrar a alguien dentro de la organización, por desgracias er aun trabajo lento pues se debían revisar muchos años de papel, pero que iba a entregar resultados inevitables. Pero mientras eso daba sus frutos contacto con una colega de profesión para ir teniendo una idea de por donde se podría proceder para que Eleonor nunca se volver a acercar a Kate y por desgracia todo dependía de los deseos de la omega, de si ella desidia poner cargos contra su propia madre. No hacía falta ser telepata para saber que eso nunca iba a pasar, no por ahora, no hasta que Yelena consiga hacer que Kate Bishop confíe en ella y tome sus conejos y para eso faltaba mucho trabajo.
Por lo mientras, ya tiene su informe terminado y revisado, lo único que hace falta es enseñárselo a Kate para saber si esta de acuerdo con la forma en la que se cuentan las cosas antes de envirarlo, algo fácil, un trabajo infantil comparado con por ejemplo cualquiera de sus misiones. Pero entonces pasa un día, luego dos, luego tres y antes de darse cuenta ya es viernes, se encuentra en la biblioteca de la universidad apoyada contra el marco de una ventana vigilando los alrededores mientras ve a la omega revisar tres libros a la vez mientras toma apuntes en su libreta y corrige otras un documento en su computadora en lo que era una habitual tarde de estudios en la vida universitaria de Kate Bishop.
— Soy multitareas, ya sabes, para aprovechar el tiempo — fue la explicación que recibió cunado por primera vez le pregunto al respecto de lo que consideraba era una técnica de trabajo que a su parecer era cuestionable e ineficiente, una explicación a la que no le dio muchas vueltas pues al fin de cuentas era una asesina, no pedagoga.
El silencio de la biblioteca resultaba un cambio que apreció cuando por primera vez integraron el lugar a la rutina, era un cambio agradable respecto al ruido habitual que solía acompañar a Kate en su día a día, una oportunidad para darle vueltas a sus propias preocupaciones respecto al acto de transparencia que necesitaba realizar, pero ahora, cuando el tiempo apremiaba, no podía evitar sentir que ese silencio era una forma en la que el mundo le juzgaba por su cobardía. Aun así, no se quejaba, porque esas tres casi cuatro horas que pasaban ahí metidas le daba la oportunidad para detallar el perfil de su omega, viendo reacciones que de normal no aparecían, es increíble como una persona que ha visto robots asesinos y alienígenas encuentro más fascinante la forma en la que una chica arruga la frente al estar concentrada, en como muerde su lapis cada tantos minutos cuando encuentra algo que le reta a nivel intelectual — Es lo que pasa cuando encuentras a tu omega — susurra una voz en su cabeza que no debería aparecer hasta su próximo celo.
Ante tal auto ataque provocado por su alfa hormonal su memoria se pone a trabajar en esa labor de sabotaje, entregándole recuerdos de los tiempos donde Natasha y María apenas comenzaban a salir, en particular la forma en la que su hermana se perdía cuando la omega tomaba la palabra durante las juntas, olvidándose de su habitual mirada vacía y esa actitud de robot inexpresivo, poniendo en su lugar una pequeña sonrisa de estúpida, más atenta en ver la figura ajena que en cualquier cosa que dijera o mostrara, recuerda todas las veces que su hermana se llevo un regaño por no saber ni que hora era, un escalofrió le remueve la columna al recordar esa tenebrosa mirada que se le ponía a Natasha cuando era regañada por María, estaba segura que hasta le brillaban los ojos, casi le da una arcada al darse cuenta de que quizás era por eso mismo que durante un tiempo su hermana tuvo cierta tendencia a no seguir las reglas ni en misiones ni dentro de la base.
Yelena desea no estar poniendo una cara tan ridícula ahora que es su turno de estar fascinada por una omega y que, en el dado caso de que si pusiera cara de idiota, su hermana nunca se enterara. Esa sin duda sería su ruina.
Consigue salir de su propia cabeza cuando ve un par de figuras moverse tras su omega. Al instante vuelve a cuadrar su figura, volviéndose más grande e intimidante frente a una posible amenaza, con su mano zurda preparada para activar su mordedura de viuda y la diestra lista para alcanzar su arma bien escondida en el interior de su chaqueta, más que preparada para repeler cualquier tipo de agresión. Su visión se enfoca, descubriendo que son dos chicas quienes les observan a la distancia, morenas, no muy altas que susurran entre ellas lo que parece ser una discusión mientras observan a Kate Bishop de la forma menos disimulada posible. Que fortuna que ella como toda buena espía conozca lo básico y un poco más respecto a leer labios, consiguiendo sacar los puntos clave de la discusión, sacando cosas como que ambas tenían miedo de acercarse — ¿Pero está ahí y no le vamos a preguntar? — es la mejor traducción que puede sacar y sin duda no es algo que le tranquilice en lo más mínimo, al contrario, le hace estar aún más alerta.
La idea de ir directo a ellas para enfrentarlas, saber que demonios quieren con su omega y, en caso de que sea algo que la ponga en peligro, largarlas bajo amenaza de muerte, pero entonces, Kate habla — Yelena — y no hay nada más que le importe en el mundo que escucharla con toda atención.
— Kate Bishop — aparta la mirada de las chicas — ¿Pasa algo? —.
Se apresura en negar, provocando que sus cabellos le saltaran al rostro — Solo quería decirte que ya he terminado por hoy — y entonces se da cuenta de que la computadora ya estaba apagada, los libros cerrados al igual que su cuaderno —. Solo, voy a dejarlos en su lugar, no tienes que acompañarme, puedes esperar en el auto, seguro que estas cansada de estar de pie —.
— ¿Y perderme de ver cosas tan interesantes como las que hay en este lugar? Ja, no seas celosa, Kate Bishop, anda, marca el camino y acabemos con esto —.
Agradece que aparezca una pequeña sonrisa ante su pequeña broma. Por su parte no pasa inadvertido el pequeño amago que hace al levantarse que no queda en nada cuando la omega ya tiene su mochila cargando a su espalda, con libros en los brazos y comenzando a caminar marcando un pequeño recorrido entre estantes tan altos que se necesitaban de escaleras para llegar hasta la ultima de las filas repletas de libros. Tardan solo unos cuantos minutos en terminar con una tarea que teóricamente no debería de corresponderle a la omega, muchos de los ricos y por tanto mimados estudiantes no tenían problemas en dejar un desastre ahí donde pasaban por la biblioteca, en toda la universidad en realidad, pero no Kate, ella se encargaba de las cosas que desordenaba, porque sabía de primera mano lo que era tener que cargar con los problemas de otras personas.
Caminan juntas en un silencio relativo pues cada tantos minutos la omega arranca a repetir en susurros los conceptos que estaba memorizando durante su larga sesión de estudio, es así como vuelven a salir a los campos de la universidad siguiendo su camino hasta el estacionamiento para por fin poder llevar a Kate a casa. Mientras pasaban por el área de puestos y Yelena esta lista para preguntar si no quiere parar a comprar algo, una sensación familiar le recorre la espalda a la alfa, un cosquilleo frio que le mueve los huesos, el familiar sentimiento de estar siendo seguida, algo que vivió tantas veces que ya no le afectaba ni preocupaba, porque sabia que cualquiera que intentara encontrarla se estaba poniendo en un gran peligro.
Aprovecha una pausa en el caminar para ver con detalle el panorama y entonces las ve, “””escondidas”””, nótese y remarque las comillas, en una banca frente a un puesto de comida, un puesto de pizza para ser específicos, las dos mismas chicas que en la biblioteca. Frunce el seño, deja escapar un pequeño gruñido y muestra muy por lo bajo sus colmillos esperando en parte que tal acto de advertencia alcanzara a ser visto a tal distancia sin importar lo improbable que fuera. Repasa cuanto les falta para salir de los terrenos de la universidad donde podrá emplearse de lleno en caso de que continuaran acechando a su omega, no tendría que contenerse a las amenazas ni a sus manos, podría utilizar cada una de las cinco armas que tenia a su disposición para sacarle toda la información que necesitara, de donde habían salido, quienes eran, quien las había mandado para vigilar a Kate Bishop y más importante aun, descubrir quien las entreno para poder meterle una denuncia por estafa.
— ¡Cuidado! — sus pensamientos se detienen ante el grito de la omega, antes de que pueda reaccionar, quizás se estaba volviendo demasiado mayor ¿era eso de lo que hablaba Clinton? Cuando siente que alguien tira de ella con suficiente fuerza para ser apartada de algo que pasa corriendo a su lado.
Ya con sus defensas en alto voltea a ver a todos lado, lista para repeler cualquier agresión, sus sentidos se afinan aun más al ver a una de las chicas extrañas pasa corriendo, su mano derecha empuñaba una de sus armas cuando escucho a la fugitiva hablar, o mejor dicho, gritar — ¡Vuelve aquí pequeño monstruo! — y sigue corriendo tras una mancha dorada que se aleja a toda velocidad, alejándose en el horizonte.
Parpadea una vez, luego dos hasta llegar cinco intentando hacer que su cabeza acomode todas las piezas de lo que acaba de pasar, pero falla en crear una imagen clara — ¿Qué carajos fue eso? — y voltea a ver a la omega que tiene una sonrisa en labios en búsqueda de respuestas.
— Un perro le robo su trozo de pizza — explica en pocas palabras lo que a ojos de Yelena fue un drama más grande que cualquier conspiración contra las que había combatido —, el chico venia hacía ti, preferí apartarte antes de que te golpeara, se ve que tiene bastante fuerza —.
Vuelven a continuar con su camino claro a la salida, uno al que ya le faltaba muy pocos pasos — Con que un perro ladrón de pizza — se escuchaba más ridículo ahora que lo pronunciaba en voz alta —. Que cosa más americana —.
Por sorprendente que fuera, quizás no lo era en realidad, la omega no se rio ante el chiste sencillo — Lo he visto antes, por la facultad y por las calles cerca. Creo que es un Golden — y algo en su expresión es nuevo, diferente a todo lo anterior, un brillo en los ojos clara muestra de empatía, de cariño por la criatura desconocida —, espero que solo le guste pasarse a jugar o que le guste mucho la pizza de acá — y el profundo dolor en sus gestos ante la idea de que el perro fuera un animal callejero, solo, sin familia.
No se anima a decir algo, no quería mentirle por mucho que fuera una piadosa en búsqueda de hacerla sentir mejor, por tanto se mantiene en silencio, esperando a que Kate decida continuar hablando, cosa que no hace y en su lugar sigue caminando. Llegan por fin al estacionamiento, a nada del auto de Yelena, el lugar donde pensaba dejar caer todo el tema del informe, nada mejor como un largo viaje en auto en medio del estresante trafico de la ciudad para dejar caer algo los papeles importantes, pero no tenía tiempo de pensar en una idea más, era entonces o nunca, porque la opción de que la omega fuera ignorante a lo que Eleonor iba a leer estaba fuera de discusión, eso podría destruir la pequeña relación que se estaba formando, Yelena mejor que nadie sabe lo que es entregar confianza y ser traicionada, no iba a hacer eso, iba a ser como Alexei.
Ya tenía las llaves en la mano cuando alguien a sus espaldas habla — Hey, hola ¿Kate Bishop? —
De vuelta sus defensas se activan, ya tiene seleccionada su arma, un cuchillo que están ansioso de tener un poco de acción. Es una de las chicas que le han estado jodiendo los últimos minutos, la más alta por lo que recuerda, de cabello rizado, de un aroma débil que le hace suponer esta tratando con una beta.
— ¿Eh? Si, esa soy yo — contesta como si no supiera que no debe confirmar su propia identidad hasta confirmar la del extraño y su nivel de amenaza.
— Soy Franny — parece que eso debería de haber sido información suficiente por la falta de complemento tras la explicación, pero por la forma en la que Kate se queda en silencio es obvio que no fue tan basta como debería —, tu compañera en clase de ética —.
La omega se toma un momento, estrecha su vista para detallar mejor a la persona que tiene frente suya, busca alguna referencia, algo de lo que sujetarse para no verse como una grosera insensible incapaz de reconocer a alguien con quien debe pasar, por lo menos, ocho horas a la semana. Parece que se esta tomando demasiado tiempo en silencio pues la beta mueve un poco su cuello para rascarse en una clara seña de nervios o ansiedad, dejando ver en el proceso un pendiente plateado que aparentaba ser algo parecido al tayo de una flor o una enredadera y que terminaba en una gema rojo circular con varias vetas en su circunferencia y es simple revelación parece abrirle la mente de par en par. Imágenes del mismo pendiente meneándose mientras la dueña exponía sobre un tema que no recordaba, luego hay mucho más rojo, bufandas, guantes, camisas y zapatos, siempre llamativa, ruidosa al momento de hacer comentarios, ve ese pendiente en los pasillos junto a un cartel amarillo que tenía el dibujo de un gato al centro, en la biblioteca y en bancas por el campus. Quizás no recordaba a la chica, pero si que recordaba haberla visto.
— ¡Claro, claro! — golpe con un poco de fuerza los nudillos de su mano derecha contra la palama de la izquierda — Si,si. Te he visto antes, dios, una disculpa, tengo la cabeza en no se donde ¿sabes? Soy Kate, puedes llamarme Kate — extiende su mano para tratar de formalizar el encuentro sin darse cuenta de lo rápido que hablo ni de lo que dijo sin ser necesario.
Una carcajada estruendosa le hace asustarse un poco por lo inesperado del ruido, intranquilidad que se apaga rápido al ver como Yelena no ha reaccionado de ninguna manera, que incluso tiene su mano lejos de donde sabe esconde su pistola, nada malo puede estar pasando si ella no está lista para reaccionar en consecuencia.
— Eres divertida, chica ¡Claro que conocía tu nombre! — y al saber por qué puede sentirse avergonzada, pintando sus mejillas de un rojo similar al de los pendientes de Franny — Sabes, mi amiga, también va con nosotros en ética, ha tenido ganas de hablar contigo desde que inició el año o bueno desde que regresaste de patearle el trasero a todos en Brasil — aunque pareciera imposible, la pobre arquera se puso aún más roja —, pero se siente, ya sabes, intimidada —.
— ¿Intimidada? — es una necesidad repetir lo que acaba de escuchar, vuelve a hacer un barrido por su cabeza, pensando en la que ha hecho desde que regreso a la universidad, intenta buscar por algun momento en que haya sido desagradable con otras personas, que se haya portado como la niña mimada insoportable que su madre se esforzó en que no se convirtiera. Juraba no haberlo hecho, no quería serlo.
— Oh ya sabes, medallista olímpica, una de las que siempre esta en el cuadro de honor, todo eso dice que te hace “demasiado genial para irte a hablar así como si nada” y déjame sumar que tienes a una alfa demasiado guapa y aterradora a tus espaldas — eso ultimo salió en un susurro que aun así fue escuchado por la implicada quien no pudo evitar que su ego se viera alimentado, aun cuando consiguió retener cualquier reacción —. Hoy se la paso todo el día tratando de encontrar el valor para hablar contigo, pero cuando por fin lo consiguió esa pequeña bola de pelos le robo la comida —
¿Hablar con ella? — Oh bueno, puede acercarse cuando quiera, yo no soy algo así como alguien con problemas para hablar, sabes, puedo ayudarle en lo que sea que necesite, sin problemas — porque claro que iba a pensar que si alguien la buscaba es solo porque quería algo de ella, como por ejemplo conseguir hablar con Eleonor.
— Solo quería ya sabes, invitarte a sentarnos juntas en los descansos o estudiar juntas, nada del otro mundo — su voz es tan honesta que Kate no duda en creerle —. Aunque a mi si me gustaría pedirte algo — de vuelta sus alarmas altas —. Se que seguro es algo que guardas con mucho cuidado y entiendo perfectamente si no quieres sacarla de tus vitrinas pero ¿algún día podrías mostrarnos tu medalla de las olimpiadas? — de vuelta el cortocircuito en la cabeza de la omega que ese día estaba fallando más que red eléctrica sin mantenimiento — ¡Es que me moriría por saber cómo se sienten, son de esas cosas que veo en películas o series pero nunca con mis propios ojos, solo la quiero tocar, saber si es cierto eso de que pesan tanto como la gloria misma! Si no quieres que saque fotos no lo hare o si quieres que vaya hasta tu caso a verla que así sea, solo por favor, por favor, deja que la vea — aprovecho muy bien el silencio para tratar de justificar su petición sin molestarse en cuidar su tono ni la forma en la que sus suaves feromonas escapaban.
Kate la entiende pues aún es vivido en ella el sentimiento de aquella condecoración dorada colgando de su cuello, de como se lastimo un diente al morderla para la típica foto de todo deportista tras conseguir el oro y esta segura que la acaricio tantas veces que podría replicar el patrón exacto si le dieran una hoja un lapis e incluso lo haría con los ojos cerrados — Bueno, yo, lo siento pero ya no la tengo — por desgracia también recuerda el momento en el que la perdió —, cuando me secuestraron estos tipos, ya sabes, solo se la llevaron el resto de mis cosas, supongo que la vendieron o algo así, digo, era de oro y eso hacen las mafias ¿no? —.
El estacionamiento se queda callado durante unos segundos que se sienten como horas para la arquera quien ya se preparo para escuchar cuanto había decepcionado a alguien que apenas acababa de conocer, eso sin duda iba a ser muy patético.
— ¡¿Qué te qué?! — para sorpresa de alfa y omega, Franny ríe como si hubiera escuchado una comedia divina — ¡Chica enserio necesito que me cuentes como paso eso, ahora te escuchas como la persona más genial en esta facultad! Vas a otro país a ganar las olimpiadas sin despeinarte, regresas, te secuestran y sales en una pieza ¿Cuándo te harán una serie en Netflix? No, no, mejor, un documental entero —.
— No es para tanto, no hice gran cosa en realidad — porque su madre siempre le enseño que debía ser modesta al hablar de ella misma, a nadie le gustaba una omega que hablaba solo de si misma.
Es evidente que iba a replicar, seguro con un muy buen argumento, pero entonces el reloj de su muñeca que estaba escondido bajo la tela de su suerte emite una serie de pitidos en la inconfundible secuencia de una alarma.
— Diablos, lo siento, tengo que irme pronto, mi abuela esta en casa y necesita que le ayude con la cena — rebusca rápido en su bolsillo trasero, sacando su teléfono y desbloqueándolo en apenas un parpadeo — ¿me pasas tu número para hablar luego? Enserio quiero escuchar esa gran historia —.
Kate duda por un momento, sabe que barajar las ventajas contra desventajas le llevaría mucho tiempo, tiempo que sin duda no tiene, por lo tanto, busca consejo en alguien con mejor juicio que ella. Mueve un poco su mirada a Yelena, quien ya esperaba dicho movimiento, ve de arriba abajo a la beta una vez más antes de asentir y entonces no hay nada más de que preocuparse, porque si Yelena consideraba que era buena idea darle información a Franny es porque así era.
Toma el teléfono, anota su número en un pestañeo, se toma un poco más en pensar como agregarse, antes de decantarse por su apodo y el pequeño emoji de sagitario, su signo y una gran representación de lo que solía hacer — No dudes en mandarme un mensaje, cuando quieres, si necesitas algo dime y hare todo lo que pueda —.
La sonrisa en el rostro de la beta es suficiente para dejar en claro que le tomara la palabra cuando el momento llegara — ¡Gracias! Le restregare esto a Greer en la cara por ser una cobarde —.
Antes de que se pueda alargar la despedida Franny se ajusta la mochila y sale corriendo rumbo a la salida, muy apurada para no llegar tarde a una reunión familiar donde le necesitan.
Su abrupto escape deja a la pareja un momento en silencio, observándola alejarse por el horizonte y manteniéndose ahí incluso cuando ya ha desaparecido. Es Yelena la encargada de romper el momento al recordar sus propias preocupaciones — Vamos, Kate Bishop, debemos llevarte a casa — ante esto Kate obedece, entrando en la parte trasera del auto, acomodando su mochila sobre sus piernas, apretándola contra su pecho, sintiendo los restos de emoción que el encuentro le ocasiono, un cosquilleo que le erizaba el cuerpo, porque había hecho una nueva amiga, algo que desde cachorra siempre le costo, no era buena para eso, siempre se sentía forzado como algo orquestado por su madre, tanto que su habitual ansiedad que nace ante la idea de regresar al penthouse y encontrarse de frente con Eleonor. Solo sale de su estado de emoción cuando Yelena le vuelve a hablar — ¿Tienes prisa de volver a tu casa, Kate Bishop? —.
La respuesta es si, tiene mucha prisa, el problema, que lo que ella llama casa es donde estaba su padre, vivo y por tanto un lugar al que ya no podía llegar por mucho que se apresurara — No, no ¿necesitas hacer algo? ¿tu hermana esta en problemas de vuelta o quizás Sonya? Puedes dejarme aquí si necesitar irte, juro que no habrá otro accidente de supresores —.
— Me gustaría llevarte a un lugar, esta un poco lejos y puede que nos tardemos en llegar, pero te aseguro que valdrá la pena, pero tu decides, Kate Bishop ¿quieres acompañarme a pasar una tarde? —.
Puede ver por primera vez de primera mano la emoción filtrarse en esos hermosos ojos verdes y su omega se regocija al saber que su respuesta podría hacer que algo en esos orbes cambiara — ¡Claro, sería un placer! — y que buena decisión porque el brillo casi sobrenatural que hace ver sus ojos como luces de navidad es uno que le acompañara en sus próximos sueños.
4
Uno de los recuerdos más lejanos a los que Yelena puede acceder cuando se pone de lleno en trabajar su memoria se remonta a uno de sus primeros años en Ohio, durante el otoño del 95, era una tarde fría, ella llevaba un pequeño abrigo con decoración de osos, iba en los hombros de su padre mientras unos pasos atrás mamá hablaba con su hermana, pero sea lo que fuera que estuvieran hablando no era tan interesante como lo que tenía frente a ella a pocos metros. La ciudad en la que creció, donde se sentía como una persona más, era más bien un pueblo tranquilo en medio de las grandes ciudades del estado, cerca para que su papá pudiera ir y volver del trabajo en auto sin mayor problema, pero demasiado lejos como para ir a disfrutar de las grandes virtudes de la vida norteamericana de finales de siglo, una decisión que se tomo de forma deliberada por los dueños de las viudas. Siendo la distancia algo que todos los habitantes sufrían en mayor o menor medida, fueron ellos mismos que desde tiempos inmemoriales se encargaban de poblar el calendario con suficientes actividades para no caer en la locura y una de las cosas favoritas del pueblo era organizar ferias, siempre encontraban alguna excusa, ya fuera por el cambio de estaciones, de tipo ganaderas o agrícolas, incluso para las industrias estatales, cualquier cosa valía con tal de llenar el centro de puestos coloridos para vender centenares de cosas, colgar luces cálidas entre las farolas y traer juegos mecánicos y de habilidad para el entretenimiento de la población.
Esa en particular era en preparación para Halloween, con calabazas por todos lados, gente presumiendo de haber cultivado la más grande de toda la historia, porque por algún motivo los alfas siempre gustaban de intentar demostrar que tenían la cosa más grande de toda la historia. Yelena, como buena cachorra, esta eufórica, rebotando sobre los hombros de Alexei producto de su necesidad por ir más rápido, quería ver todas las cosas, oler cada fruta verdura y alimento, subirse en esas cosas que iban tan rápido sobre rieles. Padre e hija no dejaron prueba gratis sin aprovechar, terminaron comprando varias de las cosas que les ofrecían pues ambos eran de gran apetito, la comida siempre era la forma en la que se podía ganar a cualquiera de las dos. Los esposos tuvieron una pequeña discusión amistosa, en ese juego de tira y afloja que siempre tenían entre ellos, respecto a cuantas calabazas linterna con caras raras eran demasiadas, sobre cuales podían ser los mejores dulces a comprar para compartir con los cachorros del vecindario, al final, Alexei consiguió llevarse las doce mejores calabazas que alguna vez podrían tener, un lema que repetía cada año, a cambio de hacer dulces sin azúcar como quería Melina para dar una opción menos dañina a los cachorros. Por ultimo la noche se corono con las hermanas tomando un turno para subirse a la gigante rueda de la fortuna que se llevó aquel año desde la que tenían una vista privilegiada del firmamento plagado de estrellas, de su pequeño hogar, cuando se quedaron un minuto hasta arriba compitieron para ver quién podía nombrar más cosas a simple vista antes de que tuvieran que bajar, Yelena perdió dicha competencia pues a mitad de su búsqueda se concentró más en lo que estaba cerca, en su papá abrazando a mamá por los hombros, en como la beta tenía su cabeza apoyada sobre el pecho del alfa, en como Alexei trataba de tomarles una foto con una sola mano y en como Melina les sonreía como pocas veces lo hacía, con esa mirada brillosa y donde el gesto le llegaba hasta los ojos.
Fue ahí, cuando mientras su hermana se burlaba de ella y le restregaba su victoria, que se dio cuenta de lo mucho que adoraba las ferias, de lo tanto que disfrutaba las ruedas de la fortuna y aun más importante, se dio cuenta de cuanto amaba a su familia, a su hogar.
De vuelta al presente Yelena estaba peleando por tratar de estacionar su auto entre el de dos idiotas que debían estar más ciegos que un puto topo para ser incapaces de alinear el eje de sus vehículos dentro de un amplio rectángulo pintado con pintura amarilla. Masculla una última maldición hasta que por fin consigue entrar de tal forma que se asegura una salida al tiempo que jode la de los otros dos, algo que les pasaba por ser tan idiotas.
Un suspiro se le escapa, el nerviosismo silencioso vuelve a aparecer — Llegamos, Kate Bishop — observa por el retrovisor, encontrándose con su omega desparramada sobre el respaldo del asiento, sus cabellos de cuervo desparramados mientras u cabeza esta un poco inclinada, como si se hubiera acomodado para dormir, mostrando su cuello que parece ser la cosa más sensual de la creación, podría pasar por alguien despierta si no fuera porque ella conocía muy bien la calma forzada de su omega cuando duerme — ¿Te encuentras bien, Kate Bishop? — por un momento su voluntad flaquea, viéndola ahí, tan cansada como siempre que regresa de la universidad, se regaña y piensa que quizás debió esperar a otro momento para llevarla ahí — Podemos ir directo a tu casa si lo necesitas —.
La mención de dicho lugar hace que abra los ojos al instante con toda la fuerza que se puede ejercer en un acto tan sencillo — Lo siento — es lo primero que dice antes de estirarse en su lugar para apartar el sueño que estaba amenazando con derrumbarle —, solo cerré un momento mis ojos, ya estamos aquí y no quiero desaprovechar la oportunidad —.
Antes de que pudiera decirle alguna palabra de calma, tratar de convencer a la omega de tomarse un segundo para pensar si en verdad no quería ir directo a dormir, ve como se baja del auto dejando su mochila en el asiento, creando una barrera entre ella y sus posibles intentos de persuasión futuros. Yelena suspira, aparta la duda que le cosquillea las palmas, apaga el auto y decide tomarle la palabra a la omega, ya estaban ahí, debían aprovecharlo.
Kate era una neoyorkina nativa, conocía la ciudad mejor de lo que se conocía a si misma, tenía memorizada la imagen panorámica de un mapa de la ciudad, con los puntos de interés resaltados en rojo, al mismo tiempo, tenía sus propias preferencias, lugares a los que no solía acercarse por un simple tema de comodidad, distancia y gusto personal. Coney Island era uno de esos lugares, demasiado lejano de la casa de su madre, de sus rutas habituales como para poder ir cada día, es más, no podía recordar la última vez que fue a ese muelle repleto de luces y juegos, por lo tanto, al ver que Yelena pasaba tan tranquila, entre la multitud, guiando el camino, decide que estará bien por una vez ser la turista en ciudad natal.
— Vamos, Kate Bishop, antes de que nos ganen los buenos lugares — era viernes, había más personas que de costumbre, lo cual ya era decir un tanto, pero también parecían haber puesto aún más juegos que de normal —. ¿Qué juegos te gustan más, Kate Bishop? Seguro que podemos encontrarlo —.
La pregunta le viene en curva, no estaba segura que responder — Tiene mucho que no voy a un lugar como este, creo que nunca había venido aquí — y un comentario tan simple consigue hacer que el alfa se acicale, que crezca orgulloso al haber conseguido llevar a una nativa a un lugar nuevo, aunque fuera nuevo por olvido —. Así que te lo dejo en tus manos, parece que tu eres la experta, confió en tu buen juicio —.
Un mal sabor de boca le aparece cuando recuerda que dicha confianza no estaba siendo respetada, pero eso iba a cambiar esa noche — Entonces, prepárate para el mejor tour por Coney island que alguna vez tendrás, porque enserio necesitas despegar tu cabeza de los libros un rato, Kate Bishop —.
Yelena nunca podría ser una guía turística. No tiene la paciencia suficiente para estar por horas repitiendo información respecto a un lugar, más sabiendo que la mitad de lo que dirá caerá en oídos sordos, tampoco soportaría el desorden que suele haber en los grupos de turismo, ella se terminaría ciñendo al orden militar, el primero que se alejará sería reprendido y bajo segunda falta dejado atrás, sin duda, solo por eso, su servicio de guía no sería muy redituable. A pesar de lo anterior, sabe que es lo suficientemente buena para hacer que Kate tenga una buena noche en uno de sus lugares favoritos en la ciudad. Algo muy importante para el doble propósito que tenía escondida dicha salida.
La conocía lo suficiente para saber que cosas le gustarían, es por eso que van directo a una de las atracciones más populares del lugar, el carrusel dorado al centro del parque, donde una fila de media duración ya estaba hecha, seguro tendrían que esperar diez minutos o más, una perfecta opción para esa su primera cita con su omega aun cuando no supiera que eso era.
— Sabes, esa chica que te hablo en el estacionamiento, parece ser alguien agradable — pone su atención en la alfa para escuchar un análisis mejor que su propio juicio —, no encontré ningún tipo de mala intención en ella y lo que cobro por mis servicios es prueba de ello — el chiste consigue hacer que se le escape una pequeña risa — y estoy segura que no es para nada buena ocultando sus intenciones, la vi a ella y su amiga viéndonos desde el otro lado de la biblioteca, fue como ver a un elefanta escondiéndose tras una palmera — segunda vez que la omega se reía, Yelena comenzaba a sentirse como la mejor comediante del mundo —. Seguro que te la pasaras bien con ellas —.
Como siempre, es inevitable pensar en su madre, en como reaccionara ante tal noticia, pero por una vez prefiere dejar su preocupación para más tarde — Sí, quizás — ya estaban a nada de llegar hasta el frente, por tanto, quiere buscar en su mochila para atrapar su cartera y pagar lo que costara la atracción a la que le llevaba Yelena, pero entonces se percato de que no la traía consigo, un descuido muy estúpido —. Oh perdón Lena, yo, no, no se cómo, olvide mi billetera, te pagare luego cuando… —.
Tiene cuidado al dejar caer su mano sobre el hombro de la omega como una forma de transmitir seguridad — Tranquila, Kate Bishop, considera esto una cita y por tanto, esto corre de mi cuenta — tiene oportunidad de demostrar lo que dice, pasándole un billete de diez al muchacho que estaba atendiendo, quien se quedó inmóvil un momento viendo fijamente a quien le estaba pagando. Yelena no era estúpida, sabía que le habían reconocido y por tanto reacciona en respuesta, dejando escapar sus feromonas en una clara seña de advertencia, dejando que su rostro muestre más de lo que comúnmente debería mostrar una viuda y por lo visto fue suficiente para hacerle callar, aceptar el dinero a cambio de recibir los tickets.
Cuando sube a la atracción no puede evitar que su emoción suba por sus huesos hasta hacerle casi que temblar, desde que estaba en la fila había puesto la vista en un par de figuras en particular y es imposible para ella resistirse por lo que a grandes pasos llega hasta la pareja de jirafas, tan hermosas, tan lindas, el barniz brillaba ante las luces brillantes del techo, le recuerda al gran peluche que tenía en su cuarto durante años, esa que le compraron durante su cumpleaños numero siete, esa que perdió tras la batalla de New York.
Se sube sin pensarlo, menos mal que Yelena pudo entender lo que sus movimientos anunciaban, subiéndose a la que estaba a un lado, quedando a la izquierda de su omega esperando a que la atracción arrancara.
— ¿Alguna vez has montado a caballo? — pregunta Kate, ya acomodada sobre la figura. Ante la pregunta no le hace falta ni siquiera ahondar en su memoria, tiene una respuesta clara y la expresa meneando la cabeza en negación — Yo solo lo hice una vez, hace mucho tiempo, sabes, es más fácil de lo que puede parecer —.
Pero antes de que pudiera decir algo más complementar su historia o simplemente parlotear como solía hacerlo cuando estaba en confianza, el carrusel arranca tan de improvisto que se va de frente por el tirón, casi golpeándose la cara contra el tubo del que debía sujetarse. Lo cual hace que la alfa se rompa a carcajadas, apretando con más fuerza su propia jirafa para no caer ante su ataque de risa — ¡Ay Kate Bishop, espero que ese caballo que dices tuviera bolsa de aire! —.
La omega le intenta empujar en respuesta, fallando por apenas un centímetro mientras su propia risa sale sincronizada con la de Yelena, algo que se repetiría durante la mayoría de la noche. Mientras daban vueltas ambas iban viendo el mundo cambiar a su alrededor, momentos donde ambas se quedaban viendo fijamente, Yelena encontrando en los ojos de Kate un universo sideral en el que perderse, por su parte Kate sentía como su omega por primera vez encontraba un omega con el que sentirse en paz, segura, aun cuando su conciencia no quisiera llegar a ese punto tan peligroso, porque antes se había sentido segura junto a su madre y eso le termino provocando demasiado dolor.
Su diversión no termina cuando el carrusel se detiene, caminan juntas por el muelle, revisando el resto de los juegos, la omega se para en una atracción que se supone registra la fuerza, tras pagar la moneda esta lista para demostrar que puede romper el récord, algo que casi consigue, quedándose a penas a ocho puntos para igualarlo, no hubo un segundo intento pues Kate proclamo que dicha maquina estaba trucada para que nadie igualara tal puntuación. La alfa demuestra en un juego que el basquetbol era una actividad muy sencilla al encastar tres veces seguidas ganándose un llavero tan feo y barato que sin duda no justificaba los tres dólares que gasto en ello, por un instante valora la opción de regalárselo a su omega como en las películas cliché americanas, pero no, una omega tan buena como Kate Bishop merecía algo mucho mejor.
Con esa idea en mente es como ambas llegan a un puesto típico de feria, dos juegos diferentes, uno de reventar globos con dardos y otro de puntería con pistolas de CO2, como premio, a cambio de pagar el machacante de diez dólares por ronda, se podía ganar un gran peluche de animales extraños que seguro no eran muy compatibles con la naturaleza ni la evolución en caso de que existieran. En retrospectiva, lo que estaba por hacerle Yelena al pobre tendero era casi una estafa digna de citación penal. Pero bueno, seguro que el ya estafo a muchas personas en su vida, visto así, Yelena solo era el heraldo del karma, uno muy guapo, el karma debía tener muy buen gusto.
Kate escoge los dardos al ser el juego más cercano a su actividad predilecta, acción copiada por la alfa que entrega los billetes, revisa su triste rifle de juguete que no se comparaba en nada al tacto o peso de uno real, solo necesito de una vista superficial para darse cuenta de donde estaban los dos primeros trucos del juego, el cañón estaba desviado más menos quince grados a la izquierda y la mira estaba mal calibrada, unos cuantos milímetros a la derecha, algo que quizás un civil nunca podría identificar.
El tendero les da la instrucción para poder iniciar, recordándole a cada una las normas particulares del juego, Yelena tenía cinco tiros, debía tirar cuatro para llevarse un premio. Por su parte Kate tenía cuatro dardos y para llevarse el premio debía pinchar cuatro globos del mismo color, en papel más difícil. Ya con todo claro las dos chicas se concentran en sus competencias, Yelena es rápida en actuar como de costumbre, ya tenía visualizados sus objetivos, evaluados los puntos donde era menos probable que hubiera pegamento o cualquier cosa que dificultara el tirarlos, es por eso que decide ir directo a las latas complicadas, dándole a las esquinas, sabe que necesitara el tiro extra para la gran cabrona de hasta arriba, dispara dos veces seguidas a la misma esquina, consiguiendo que cayera para el terror del vendedor que ve como su fiel trampa fue derrotada y que quizás es momento de ponerle otra capa de pegamento, las botellas de cerveza y antiguas conservas caen como moscas ante las ultimas balas que son disparadas sin mediación, aunque la última, esa que volvía a la alfa una ganadora, es disparada con los ojos cerrados, solo para joderle un poco el ego al vendedor, quien a regañadientes tiene que felicitarla y ofrecerle su preciado botín de peluches para que la campeona escoja el que más le guste. Yelena se siente orgullosa de volver a casa tras una caza exitosa.
Por su parte Kate hizo lo propio, primero midiendo el peso de los dardos en su mano, calculando por tanto cuanta fuerza de penetración podrían tener solo con su masa, la respuesta era buena, no perfecta, ni magnifica, pero suficiente para poder hacer algo. El problema estaba con la segunda norma, no podía tomar mucha carrera antes del lanzamiento, tendría que hacerlo en parado y basándose en la fuerza tanto de su muñeca como de su codo, un buen reto, pero no tanto como lo fueron las olimpiadas, si alguien podía conseguir pinchar cuatro globos con dardos sin filo y mal compensados en lo que respecta al peso, era ella.
Su primer tiro es perfecto, dando al centro para reventar el globo verde, por algún motivo que no entendía pensó directo en ese tono aun cuando había otros que le gustaban más. El segundo es más desviado, entrando en lateral, pero consiguiendo que reventara. El tercero se va sin nada que valga la pena destacar y llega a su ultimo tiro, el más importante de todos, como en la ultima ronda de los juegos olímpicos donde todos dependían de que marcar por lo menos un ocho para irse victoriosa de su set, el ultimo, el que dejaba claro si se coronaba campeona o no. Apunta con ambos ojos, controla su respiración, alista el movimiento y justo cuando esta por soltar el dardo, un pinchazo, como si se hubiera clavado un tornillo entre los huesos, le recorre el brazo desde el codo, haciendo que suelte lo que tenía en mano, perdiendo fuerza y precisión, solo puede ver como el metal se clava en la parte baja de la tabla, las plumas verdes burlándose de ella y su fracaso. Quizás por pena o lastima el vendedor le felicita por casi haberlo conseguido, esa maldita palabra “casi” le causa náuseas y ganas de tirarse a la bahía, y le entrega uno de los premios menores como si Kate fuera una cachorra a la que le deben dar algo para que no rompa a llorar, lo cual era mentira pues en el cartel fluorescente, gigante, que colgaba a un lado del puesto dejaba en claro que si se marcaban tres podías llevarte un peluche pequeño y con cuatro uno grande, pero esa era información que en medio de su auto desprecio la omega había olvidado.
Se vuelven a encontrar tras la pequeña separación, cada una con lo que pudo conseguir. Dos caras opuestas, Yelena sonriendo como pocas veces lo hacía, solo cuando estaba junto a Natasha o con Laura o Melina, llevaba en brazos el premio que capturo, un gran tiburón con pequeñas piernas bajo las branquias, un tiburón terrestre de amplia sonrisa, un premio que esperaba sorprendiera a su omega — ¡Mira, Kate Bishop ¿no es acaso esta una criatura curiosa?! —.
Fuerza que aparezca su propia sonrisa aun sin superar su vergüenza que ahora aumentaba más — Sí, es bastante lindo, Yelena — y se siente fatal por no poderse alegrar con honestidad por lo que consiguió una persona que apreciaba, odiaba ser tan egoísta.
— ¿Tu qué tal? — no paso por lo bajo lo abatida que parecía su omega, gracias en parte a que ahora si podía olerla — ¿qué conseguiste? —.
— No es la gran cosa — advierte en búsqueda de que las expectativas bajen, que no se decepcionen de que una atleta condecorada sea incapaz de lanzar un puto dardo. Con cuidado muestra lo que tenía escondido, un pequeño peluche de cobaya con pelaje marrón en el cuerpo y blanco en el hocico, sus pequeños ojos brillando por la luz de las farolas le hacen parecer más grandes de lo que en realidad eran — ¿Ta-da? —.
Yelena no puede apartar la vista del que le parece ser el peluche más adorable que vio en su vida — ¿Te interesa un cambio, Kate Bishop? —.
Se queda callada unos segundos tratando de saber si ahora su oído le estaba fallando — ¿Disculpa? El tuyo es como, no sé, ¿diez veces más grande? Y seguro que te costó mucho trabajo conseguirlo — no iba a robar el peluche de otra persona solo porque ella había sido demasiado inútil para ganar el suyo.
— Que algo sea muy grande no lo hace mejor, Kate Bishop — primero con algo de doble sentido que parece no ser captado al instante —. Fanny reventaría a este chico si lo llevara a casa, no duraría ni una hora — luego pasa a la argumentación —. Además, siempre me han gusto los animales pequeños, nunca tuve uno porque sé que son difíciles de cuidar y el trabajo no me había dejado tener una mascota— reafirma su argumento y por ultimo —. Y yo ya planeaba darte lo que ganara, porque sabía que iba a ganar, soy demasiado talentosa como para perder en un juego de feria — soltar la bomba.
Al instante se le ponen coloradas las mejillas, más cuando le llegan las feromonas de la alfa, unas cargadas de cariño, de anhelo y un toque de ansiedad, demostrándole que no estaba mintiendo — ¿Por qué lo harías? —.
Le gustaría contestar con toda la verdad, gritarle — Porque tienes vuelta loca a mi alfa y a mi conciencia, me tienes embrujada en cuerpo y alma y no hay nada que quiera más que demostrarte mi cariño romántico e incondicional con este gran peluche de tiburón terrestre — pero sabe que esa opción esta fuera de discusión por lo menos hasta que tenga los cojones de decirle la verdad sobre quien es, así pues decide ir por una ruta secundaría que sigue manteniendo la línea — Porque te lo mereces, Kate Bishop — se da cuenta de que toco un punto sensible al ver como la omega se encoje un poco, con su rostro teñido de sorpresa y los ojos brillosos — ¿y no se supone que ustedes los americanos se regalan peluches cuando consiguen algo? Creo que este chico es buen premio por haber ganado una medalla dorada —.
No puede pelear más contra sus propios deseos, no sin terminar delatando lo deseosa que estaba por recibir por fin una recompensa de alguien que le importara, porque en eso se había convertido Yelena Belova, una persona de la que esperaba aprobación, alguien que le importaba — Vale, si, es perfecto ¡entonces esta cobaya será tu premio por cualquier cosa que estes por lograr! —.
El intercambio se efectúa y ambas están contentas, Yelena ya imagina donde pondrá su nuevo amigo, sobre la cabecera de su cama, donde guarda algunos de sus recuerdos más importantes. Ambas sonríen, están relajadas, es el mejor momento para dejar caer el motivo principal por el que fueron a ese lugar en primer lugar.
— Hay algo más que podemos hacer antes de irnos — revisa rápido la hora, quien lo diría, se llevaron casi tres horas entre juegos y platicas tranquilas, ciento ochenta minutos donde recordó lo maravilloso que es estar viva — ¿me acompañas, Kate Bishop? —.
No responde con palabras, más concentrada en apretar el peluche en sus brazos, captando las motas de aroma de Yelena, consigue estar lo suficientemente concentrada para escuchar la pregunta, mueve la cabeza y sigue a la alfa sin dudar. El destino final no estaba muy lejos, solo tenían que caminar unos cuantos pasos hasta que salían de la parte principal donde la mayoría de personas estaban, para llegar a un punto más tranquilo, repleto de bancas que daban vista al mar, aunque por la hora no se podía ver mucho en realidad, solo el sonido de las olas rompiendo contra las rocas era prueba de que el mar estaba ahí, con una melodía que las arrullaba tanto que a la omega le comenzaban a pesar los ojos.
Con cuidado deja a su acompañante sentada en una banca frente a la playa — Dame un momento, Kate Bishop, ya vuelvo — no iba a alejarse mucho, solo unos metros hasta el puesto más cercano de perritos calientes, ese que tanto le gustaban desde que los probo por primera vez cuando fue junto a Natasha a pasar una tarde tranquila entre hermanas. Regresa a la banca con un perrito en su mano derecha, lista para ejecutar un dos por uno —. Sabes, estos son los mejores de toda la ciudad — se aprovecha de la dirección del viento para que el aroma del aperitivo recién hecho le llegue de lleno a la nariz de la omega, provocando que el estomago le rugiera por el hambre que estuvo acumulando por días —. Vamos, prueba y dime si miento —.
Yelena es inteligente al momento de acercar esa idea, pinchando primero en el orgullo de neoyorkina nativa de la omega con un reto absurdo e infantil, además hay un motivo por el que compro uno solo, para que pareciera poca comida a compartir con dos personas porque esta segura que la chica hubiera mentido cuanto hubiera podido con tal de no comerse uno entero.
Kate Bishop cae en la trampa, tomando el platillo y dándole una mordida reservada, solo lo suficiente para probar el sabor, analizarlo para poder compararlo con los muchos que ha comido en el pasar del tiempo — No esta mal — y no sabe si es porque lleva dos días viviendo a base de sueros con un poco de azúcar o porque en verdad estaba bien hecho, pero le da una segunda mordida mucho más grande —. Aunque hay uno, a tres manzanas de mi universidad que sin duda son los mejores perritos calientes de todo el mundo —.
— Algún día lo probaremos y podre decirte lo equivocada que estas — la omega parece recordar que la comida no es suya, regresándosela a la alfa quien decide separar el perrito en dos para que ambas tuvieran algo que picar. Se toma un instante para cenar, escuchando el mar romper sus olas contra la costa, sintiendo el aire frio menear sus cabellos, se siente en paz, como siempre que vuelve a ese su viejo lugar desde que lo descubrió muchos años atrás, una banca que parece siempre estar libre para ella como una ventana a recordar tiempos de la infancia cuando sus manos aun no se manchaban de sangre en el tranquilo Ohio y su mayor preocupación era intentar encontrar una forma de evitar que su equipo de futbol infantil se comiera otra goleada el próximo fin de semana, cuando tenía un lugar al que llamar hogar —. Sabes Kate Bishop, mi horario de trabajo termina a las mil ochocientas, cuando en teoría todos los días vuelves a tu casa para no salir más — la omega a su lado se encoje, sabe que esta a punto de disculparse y es por eso que se anticipa —. Quería traerte aquí, a esta hora, sabiendo cuanto podríamos tardar para dejarte en claro que, para mi, estar contigo no es solo una misión más — no voltea a verla, porque le falta demasiado coraje, porque no hay entrenamiento que le haya enseñado como ser totalmente transparente con sus emociones más allá de las que debe saber suprimir durante las operaciones —, lo hago porque me agradas, Kate Bishop —.
— Tu también me agradas — interrumpe ante el pequeño silencio que se forma —, eres la primera alfa que me hace sentir tranquila cuando esta cerca — confiesa con un tanto de vergüenza, sintiéndose mal por no dejar que su madre ocupe ese lugar.
— Y es por eso que quiero ser honesta contigo — saca su teléfono del bolsillo, abriendo un documento en particular —. Se que estabas escuchando el día que negocie las condiciones de este trabajo con Eleonor y que por tanto sabes que me pidió que le mandara informes sobre lo que haces o dejas de hacer — ya con el documento legible ofrece el dispositivo que es bien recibido por la omega quien empieza a leer —, hasta ahora no hubo problemas porque bueno, no haces muchas cosas fuera de ir a la universidad y entrenar, pero ahora, con todo lo de tus supresores… — sacude las manos, nerviosa, su alfa estaba alterado, enojado por lo que tenía que hacer en favor del alfa más despreciable que había conocido recientemente — quiero que estes de acuerdo con lo que le enviare, si quieres que cambie u omita algo solo dilo y lo hare ahora mismo, lo que sea, de verdad, lo importante es que tu te… —.
Un apretón en su mano izquierda, un tacto que se siente en un inicio rasposo por lo que supone son callos en la punta de los dedos, luego suave, aterciopelado por la palma que le envuelve su propia mano, un escalofrió le recorre cuando el frio se aprieta contra su piel y un dedo comienza a acariciarle los nudillos.
— Esta bien — la voz de su omega, quien le esta tomando la mano, se escucha más hermosa que nunca, como el cantar de una filomena —. Confió en ti, Yelena — y una simple confesión es suficiente para hacer que se quiera arrancar el corazón con sus propias uñas —, se que no harás o dirás algo que me haga mal, no eres así — porque no puede hacer valer la confianza, no puede responder de misma forma y mostrarle el rastro de sangre que le persigue —. Solo…prométeme que no le creerás ninguna palabra de lo que te diga cuando vuelva ¿puedes hacer eso por mi? —.
— Te lo juro, Kate Bishop — que algún día, pronto, le dirá la verdad —, nada de lo que me diga me importara — y entonces la cortejara de verdad, con todas las cosas buenas que se merece.
Las manos de ambas se entrelazan mejor, quedando unidas para compartir el calor que necesita la omega y la unión a tierra que el frio se le entrega a la alfa. Kate termina su comida, se acerca un poco más a Yelena, recargando la cabeza en su hombro — Gracias — susurra antes de cerrar sus ojos para descansar un poco, deseando que ese momento no durara mucho, solo para siempre.
Notes:
Primera mencion a Lucky, pronto Sir Pizza Dog hara formal aparición y se incluira en esta pequeña pareja.
La referencia a Jeff el tiburon terrestre surgio porque mientras escribia me aprecio un panel de comic donde Kate Bishop interactua con la criaturita y me dio ganas de hacer algo aquí.
Espero que les haya gustado el capitulo, un pequeño descanso que no es tan descanso para Kate antes de que Eleonor regrese para joderlo todo y a lo grande, quedan avisado.
El tiempo que tarde en sacar el proximo dependera totalmente de si este marte el Barcelona le gana al Inter, así que espero me entiendan si me tomo un poco más de tiempo si pierden. Muchas gracias por el apoyo, cualquier comentario, critica o sugerencia es más que bien recibido, que la fuerza les acompañe
Chapter 6: Afortunado
Notes:
Advertencia por una escena de violencia fisica rumbo al final del capitulo.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
La superstición es algo muy ligado al deporte, tanto como el sudar o las lesiones. No importa de que disciplina se quiera hablar, la cávala, la suerte, los mitos, estarán por ahí influyendo más o menos en cada persona. Hay historias muy particulares alrededor es estos extraños rituales previos a competencias, algunas mucho más normales que otras, por ejemplo, se puede rememorar la historia de Peter Crouch y sus calzoncillos de la suerte por los que termino pagan seiscientas libras para que se los entregaran desde Londres hasta Newcastle. Que no se olvide a Serena Williams y su particular gusto por hacer botar la pelota cinco veces antes de su primer saque. Recuerda en particular al portero Stanislav Cherchosov durante la Eurocopa del 96 entrando siempre con un guante puesto al campo antes de cada encuentro, llegando a su área con un salto y evitando tocar el manchón penal en un ritual que se supone aleja los ataques rivales y ayuda a evitar que le caigan goles. Tomando en cuenta que en ese torneo los rusos se fueron calientitos para casa tras perder dos de tres partidos de la fase de grupos y encajando goles en cada encuentro, se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que fue un ritual de mierda.
Como portera la pequeña Yelena no estuvo exenta de caer en cábalas en un intento, muchas veces desesperado, por evitar que el siguiente fin de semana les cayera una goleada, era así de triste el rendimiento. Los rituales que llego a ejercer no iban con la idea de tener una portería en cero, sabia muy bien que eso era pedir demasiado, solo eran para esperar que el resultado no mostrara una derrota por más de tres goles, algo razonable en su nada humilde opinión. Primero fue acariciar el pasto antes de saltar al campo, ocho goles en dos partidos se comieron mientras repetía esa opción, luego intento entrar con espinillas de diferente color, siete goles, el mejor resultado de todos ¿pedirle a su madre que le hiciera trenzas con listones de colores? once tantos bajo palos, caminar en sentido contrario a las manecillas del reloj antes de que iniciara el partido, fue sugerencia de Natasha ¿Y cuántos encajo en esos partidos? Dejo de contar después del trece.
Yelena no sabe bien a quien culpar en su elección de puesto cuando comenzó a jugar en la liga de fútbol infantil, podría apuntar al entrenador que de milagro sabía dar pie con bola y que decidió que ella era perfecta zaguera porque entonces era más alta que la mayoría de sus compañeros de juego, algo irónico pues estaba segura que si se volvía a comparar con las otras diecisiete integrantes ella iba a ser la más pequeña de todas, maldita sea la pésima alimentación de la habitación roja. También podría culpar a Roman Berezovskiy por jugar tan bien durante la primera temporada de fútbol que la cachorra vio en su vida, justo cuando estaba comenzando a interesarse en ese deporte. En esa misma línea podía apuntar a su padre por mostrarle, primero, los partidos de la selección Rusa durante la Eurocopa de ese año y luego más partidos de varias ligas, de distintas competencias, pues Alexei era un gran defensor de la idea de que quien desea aprender a hacer algo debe observarlo, analizarlo y más importante aún, disfrutarlo. Por último, debería apuntarse a ella misma por tratar de demostrarse algo.
Su época como creyente en las cábalas termino tras esa primera temporada, bajo el razonamiento de que o bien esas cosas no servían para nada en el momento en que el balón comenzaba a rodar o que eran tan desgraciadamente malas que ni la suerte, ni los rituales podían hacer algo por ellas. Cualquiera de las dos le ayudaba a motivarse, a intentar mejorar cada partido un poco más, porque si, se comería ocho goles de partido, pero por lo menos salvaría el doble de ocasiones y sería sin duda la mejor del equipo, la última en quien cayera la responsabilidad de la derrota.
Sabe también que la superstición no es algo exclusivo del deporte, tanto en su tiempo como viuda negra bajo órdenes de la habitación roja y después en sus días como agente de SHIELD, observo varios rituales muy particulares. Piensa en Denise, una viuda con la que trabajo en una ocasión en una clásica misión de asesinato encubierto, antes de salir al campo para encontrarse con sus víctimas, la viuda mayor se encargó de armar y desarmar dos veces su pistola, dejando una bala fuera del arma, escondida en el bolsillo de su camisa, cuando tuvieron un momento de privacidad la mayor le confesaría que era una forma de intentar atraer la buena puntería, una forma de pedir buen juicio al tener la desventaja de tener un tiro menos que efectuar.
En SHIELD las cosas no cambiaron, tenía compañeros que nunca se sentaban en esquinas de la sala de reuniones como una supuesta forma de evitar que se les asignara misiones del alto riesgo, otros cuando estaban por entrar al campo, no se ponían el chaleco hasta el último momento, lo cual le parecía muy estúpido, pero tampoco se metía en ello, era cosa suya si se querían comer un tiro a pecho descubierto, a otros les gustaba comer una cosa en particular antes de las misiones producto de que alguna vez hacer eso fue una acción previa a terminar salir vivíos de milagro en una misión y claro que terminaron viendo una correlación en eso.
Siendo entonces que durante gran parte de su vida había visto a personas supersticiosas en ámbitos tan diferentes como podía ser el deporte y el espionaje, no fue una gran sorpresa el enterarse que Kate Bishop era supersticiosa como la buena deportista que era, en cambio, fue algo que tuvo que haber visto venir.
La noticia le llego justo cuando comenzó su jornada laboral.
Tras descansar lo mínimo que necesita su cuerpo, mucho menos de lo que necesita una persona normal, tras despedirse de Fanny prometiéndole que volvería pronto a casa, se dirige directo al penthouse como todos los días desde hace unos días. Como la mayoría del tiempo, ya hay tráfico en las calles que le impide llegar lo rápido que le gustaría a donde su omega, pero por lo menos no es tan insoportable como el de medio día donde solo se puede escuchar el sonido de las bocinas del resto de autos, en cambio el sonido del programa matutino de radio es el que se encarga de rellenar el silencio con noticias que no le parecen del todo interesante, aunque la mención de que por lo visto iba a haber una reunión de emergencia de la ONU le pone en ligera alerta, porque algo le dice que los posadores tienen que ver con dicho encuentro y sobre todo, siente en el fondo de su corazón de que algo va a salir mal.
Piensa en llamar a su hermana en ese mismo momento para tratar de descubrir si sabe algo al respecto, solo para irse mentalizando si debe preocuparse enserio por la seguridad de su familia, pero sus preocupaciones se despejan o mejor dicho, se aplazan cuando el programa pasa un momento a un repaso de deporte internacional, era por eso que le gustaba esa estación, porque se acordaban que no todo era Estados Unidos, para ser exactos, se acordaban de que se había jugado hace pocas horas un partido de primer nivel en la liga premier de Rusia, que conveniente, donde el Zenit de San Petersburgo había perdido el clásico contra CSK de Moscú, Yelena gruñe ante la noticia, sin duda no estaba siendo la mejor temporada de su equipo, menos mal que estaba demasiado ocupada como para ver los partidos porque de tener tiempo seguro que ya se habría tragado muchos disgustos.
En un día normal, como los que estuvo teniendo en los ya casi dos meses que llevaba con su trabajo, tendría que irse directo a la planta baja para tomar el ascensor hasta el piso de la familia y desde ahí esperar un rato hasta que su omega estuviera lista para salir de su habitación para arrancar la jornada. Pero este no iba a ser un día normal. Mientras comenzaba a maniobrar para ir al estacionamiento vio por la ventana del auto a Kate Bishop, ya en la puerta del edificio, con una sudadera morada cubriéndole, sosteniendo en su mano un largo estuche de lona rígida de color negro donde intuía se resguardaba su arco.
Revisa rápido la acera, buscando un lugar más conveniente para estacionar, menos mal que si lo hay, apenas a unos cuantos metros de donde la omega le aguardaba. Mientras se va acercando siente que la emoción en su interior va revolucionando, extendiéndose por lo largo y ancho de su cuerpo en forma de un cosquilleo bajo su piel, una sensación que conoce bien, la que apareció por cuando enfrento su primer mano a mano como portera y de la nada, cuando ya estaba a pocos pasos de llegar siente de golpe la necesidad de hacer algo estúpido, como el no pisar las líneas de la calle o alguna mierda de esas para atraer un poco de suerte, un ritual que le ayude a no hacer el ridículo frente a la omega más hermosa de Norteamérica. Pero ella ya no creía en esas estafas, no tras comerse tantas goleadas, solo creía en su capacidad para resolver las cosas, para crear su propio destino, se negaba a que fuerzas invisibles moldearan su vida, que era suya y solo suya, para hacer lo que quisiera, como quisiera, cuando quisiera.
— ¡Kate Bishop! — canta cuando ya está bastante cerca. Se regaña por no haber avisado que estaba cerca antes de hablar pues la pobre omega pego un grito arrancándose los audífonos que llevaba puesto, negros y de cable, poniéndose en automático en posición de defensa con su guardia alta y el estuche preparado como arma contundente — ¡Ahí están tus reflejos de gato! —.
— ¡Dios santo, Yel, casi me matas del susto! — se lleva la mano al pecho donde muy dentro de ella estaba su corazón, primero como un acto dramático, luego aplicando un poco de fuerza ante un latido que sin duda no debió de haberle dolido.
— Yo pensaba que ver mi hermosa cara te alegraría la mañana — claro que no pasa por alto la forma en la que su omega se toma un instante para recomponerse, como si hubiera sufrido un bajón de energía sin retirar su mano del pecho —. Pero mira que milagro, Kate Bishop esta peinada — de misma forma no paso por alto un gran cambio en su normal apariencia, una coleta sencilla que a simple vista no estaba demasiado apretada, suficiente para sujetar la mayoría de cabellos de cuervo, al frente, dos mechones tirados a cada lado de su rostro; una buena elección, muy diferente a su habitual peinado caracterizado por el caos libre de sus cabellos.
— ¿Esto? — lleva su mano hasta su coleta, golpeándola un poco para que se moviera de un lado al otro — No es nada del otro mundo y para tu información, me peino todos los días, que no lo notes es otra cosa — sujeta sus audífonos, poniendo pausa a la música que estaba escuchando —. Pensé que una investigadora tan buena como tú se daría cuenta —.
Ante la que es una evidente y nada sutil intento de pincharle el orgullo, uno que pudo llegar a funcionar, por lo visto, su omega tenía buena puntería sin necesidad de su arco — Claro que lo pude haber descubierto, pero como ya te dije, no me gusta regalar mi trabajo, no en datos tan irrelevantes —.
— Muy irrelevante y todo lo que quieras, pero no lo sabias hasta que te lo dije — por fortuna Kate se tomó el tema con humor, porque la alfa se arrepintió de la elección de palabras en cuento las pronuncio —. Esto es una victoria en toda regla —.
Rueda los ojos mientras niega — Lo que tu digas, Kate Bishop, ponlo en tu CV si quieres, seguro que te vale de algo — le gustaría mantener su tono enojado, hacerse ver la indignada sarcástica, pero la combinación de la sonrisa de su omega, junto con su aroma tranquilo, le termina sacando una sonrisa, tranquilizándola y hacerle sentir una paz que solo siente cuando esta en la comodidad de su hogar — ¿Nos vamos a quedar aquí paradas todo el día o vamos a comenzar a caminar? —.
— Cierto — levanta su estuche por la correa, tirándoselo a la espalda —. Vamos, vamos, no quiero que se nos haga tarde —.
Ambas suben el auto donde la alfa enciende la radio que reproduce música de inicios del siglo, una canción pop que no le gustaba pero que por lo visto la omega disfrutaba pues iba meneando la cabeza aunque no en perfecta sintonía con el ritmo. Se pregunta cual es el motivo de tras de tanta felicidad, no es que se queje, en realidad le gustaba bastante, es un placer para ella ver y oler algo diferente a la ansiedad combinada con tristeza que caracterizo a la omega durante gran parte de los días desde antes del gran accidente con los supresores.
— ¡Oh cierto! — la omega pega un pequeño salto en su asiento al haber recibido la revelación de que era lo que estaba olvidando — Te quería pedir un favor, Yel — la idea le llama la atención, podía jurar que esa era la primera vez que algo así pasaba desde que se conocían — ¿Crees que podamos ir caminando hasta mi universidad? — es una petición extraña y que no le encontraba mucho sentido — ¡No tenemos que hacerlo si no quieres! — parece que el silencio de la alfa le había alertado — Seguro que es un gran problema, solo, solo, olvídalo, sigamos como siempre —.
Retoma su postura en su lugar, tratando de hacer ver que la negativa que nunca llego no le había afectado, pero una vista rápida a como comenzaba a jugar con sus manos en una muestra clara de ansiedad, un intento que no se traga — Solo avísame cuando quieras que pare, Kate Bishop — comenta al pasar por el segundo semáforo de lo que llevaba de trayecto.
Deja escapar un suspiro que no sabía que estaba reteniendo, sacando de ella el nerviosismo que le tenía cubierta. Tras eso se toma un segundo para pensar, calcular la distancia que resta entre donde están y el lugar al que iban a llegar — Una manzana más y ya estaría bien, por favor —.
Así se hace, se recorre el trayecto restante en silencio mientras una pregunta ronde entre ellas y se extiende mientras Yelena estaciona en el mejor lugar que pudo encontrar, en una zona que le entrega ventaja al momento en que tuviera que regresar, sería muy difícil que les emboscaran pues había una perfecta visión de la zona, las coberturas cercanas eran aceptable y más importante aún, tenía una ruta de escape viable para poner segura a su omega.
— Servida, Kate Bishop — apaga el motor, se quita su cinturón y sale del auto a tiempo para tener un segundo de ventaja contra su pasajera, quien se toma un segundo más para comprobar que no estuviera olvidando nada antes de comenzar a caminar —. Entonces… — arranca mientras observa al resto de ciudadanos que pasan cerca de ellas en búsqueda de amenazas — ¿me dirás a cuenta de que decidiste caminar? —.
Piensa al respecto, sabiendo muy bien cuál es la respuesta — Bueno, es una larga historia —.
Vuelve a aparecer su sonrisa — Pues resulta que tengo mi agenda despejada para escuchar tu historia — para ser exactos, tenían por lo menos veinte minutos de camino hasta la universidad de Kate.
Le da unas cuantas vueltas a la idea, pensando si es buena o mala idea, pero entonces recuerda sus propias palabras, le dijo a Yelena que confiaba en ella y no debía fallar a su palabra, menos con un tema tan insignificante como el de su rutina antes de competencias.
— Bueno… — el recuerdo ya estaba comenzando a correr como la tira de una película en su mente, provocándole un suspiro desde el fondo de su pecho — todo comenzó cuando tenía diez años —.
2
Competir era una de las cosas que Kate Bishop siempre ha disfrutado desde que era una cachorra, no hacía falta que hubiera algún premio de por medio, siempre y mientras tuviera la oportunidad de demostrar que era excelente, no buena, no hábil, excelente en algo, ella iba a aprovechar dicha oportunidad para tratar de demostrarlo.
Eso era algo que le encantaba a su padre, disfrutaba mucho ver que tenía una cachorra tan orgullosa, tan exigente en ella misma y que a pesar de ello seguía siendo una persona amable, no era de las que se burlaba de quien perdía, era de las que daba la mano cuando alguien se caía en una carrera o que siempre se ponía de lado de los que peor jugaban un deporte para tratar de ayudarlos. Quizás esa fue una seña de que tenía cierta vena de egocentrismo o una necesidad ferviente de ser necesitada por otras personas, nunca se ha puesto a pensar mucho en ello.
Su padre se esforzaba mucho para no perderse ninguna de las competencias de su pequeña cachorra, pues sabía cuanto lo disfrutaba la pequeña, la forma en la que le brillaban los ojos cuando terminaba el evento o como iba corriendo a encontrarlo para contarle todas esas cosas que no se podían apreciar desde la distancia era el mejor pago que Derek pudo obtener en su vida. Por desgracia no siempre las cosas podían ser como padre e hija querían, la vida adulta traía consigo grandes responsabilidades que no podían ser ignoradas ni aplazadas por mucho que uno deseara y eso se materializó en el verano del 2008.
En aquellos tiempos Kate apenas llevaba unos pocos meses practicando la diciplina de la arquería, una a la que llego más por una casualidad que por otra cosa, y como en la mayoría de cosas que hacía, ya demostraba ser buena en ello. Ya desde ese momento se comenzaba a ver que podía llegar a ser una arquera aceptable. Demostración de ello era que, tras poco tiempo de práctica, ya estaba por participar en una competencia que si bien no era profesional ni de gran exigencia, seguía siendo una competencia.
Su padre le llevaría en auto hasta el lugar de la competencia, un club de deportes en una zona lejos del centro de la ciudad, se necesitarían por lo menos salir con una hora de anticipación teniendo en cuenta el trafico, algo a lo que ambos estaban acostumbrados, pero por desgracia, ese día fue un día extraño, donde una reunión en la empresa se extiende de forma inesperada ¿Cómo le hacían los directivos para encontrar, a falta de un par de minutos de terminar la junta, mil temas más que se debían tratar con extrema urgencia? Luego, un embrague que decidió dejar de trabajar a pesar de haber recibido mantenimiento y un atasco monumental en la zona comercial, simplemente, Derek no tenía forma de llegar a casa a tiempo para acompañar a su hija, así se lo hizo saber a su alfa cuando ya llevaba diez minutazos dentro de un taxi sin moverse.
La noticia no le cayó en particular gracia a Eleonor, era uno de sus pocos días en verdad libres desde que las cosas comenzaron a ponerse complicadas con la empresa, tenía pensado quedarse en casa, no hacer nada, relajarse un poco, quizás, si encontraba la energía, salir a dar una vuelta por sus lugares favoritos de la ciudad, esta noticia le cambiaba los planes al completo, una desagradable noticia.
A pesar de todo, la cachorra ya estaba vestida, no es como que tuviera muchas opciones, sabía que de no llevarla su omega se decepcionaría de ella, así que estaba atada de manos.
— ¡Katherine! — no es un grito, es más un llamado en voz alta que rinde frutos pues la mencionada apareció corriendo desde el rincón donde sea que estuviera, ya vestida con lo que le parecía ser la ropa necesaria para el deporte, esas que ya vio tantas veces — Tu padre me ha hablado, no podrá llevarte a tu competencia — la noticia parece afectarle al instante, haciendo que sus ojos se pusieran primero vidriosos, luego nublados de pena, jura que si la cachorra fuera un perro tendría las orejas bajas —. Trae tus cosas, yo te voy a llevar —.
Es evidente que tal noticia le sorprende por la forma en la que sus pupilas se dilatan de una manera tan extraña, tan similar a un gato, en la forma en la que parece tener ganas de preguntar, pero solo falta un pequeño gruñido por parte de la alfa para entender que si se queda callada las cosas saldrán mejor. Así es como se da la vuelta para ir corriendo, más bien caminando rápido pues sabe que Eleonor odia que corra por la casa ya que podía romper alguna cosa cara, a su habitación en búsqueda de su arco y de más cosas necesarias para la competencia.
Mientras tanto la adulta se frota el cabello intentando ubicar donde diablos estaba el campo donde debía llegar, piensa en la idea de llamar a su chofer personal, idea que descarta en cuanto recuerda que le había dado el día libre tras varias semanas teniéndolo trabajando casi los siete días, no estaba dispuesta a molestarlo cuando sabía que el pobre beta iba a tener meses demasiado ocupados por venir. Gruñe con frustración mientras revisa una vez más la dirección del lugar donde se supone que debe ir, agradece que su omega fuera tan considerado de dejar escritas referencias cercanas que podía entender, pues si tuviera que trabajar solo con la ubicación del lugar, terminaría dando vueltas por la ciudad todo el día antes de llegar.
La cachorra regresa en tiempo digno de premio ya cargando con todas las cosas, con una sonrisa en sus labios que espera sea suficiente para que su mamá no se enoje mucho. Eleonor no le dirige la palabra, solo señala la puerta para que comience a caminar, listas para enfrentar lo que sin duda fue un buen caos.
Todo lo malo arranco en cuanto abordaron uno de los tantos autos que estaban a propiedad de la pareja y salieron del edificio rumbo a la jungla de concreto. Uno de los motivos por los que Eleonor tenía contratado, con un buen sueldo, a un chofer privado es porque odiaba, de verdad, odiaba conducir por su cuenta, era una de las actividades que más detestaba en todo el mundo, le parecía estresante, teniendo que concentrarse constantemente en meter el embrague al momento apropiado, no equivocarse al cambiar de marcha y que por tanto el auto se parara. Esa no era una gran amenaza pues tenía muchos años que aprendió a conducir y ya era algo que tenía muy bien adaptado en su subconsciente, aun así, era algo muy molesto saber que algo podría salir mal, que podría quedar en ridículo frente a decenas de personas.
Otro motivo por el que no le gustaba conducir era porque ya entonces comenzaba a presentar ciertos problemas de paciencia y quedarse atrapada en el tráfico, ver a alguien sin avanzar cuando tiene la luz verde a su favor o que se ponen en el carril equivocado, tener que soportar a quienes no conocen para que funcionan las putas direccionales, era poner en riesgo su pobre paciencia, un accidente que pasaría en cualquier momento.
Aquel día parece que todos los motivos por los cuales no le gustaba conducir se unieron para hacer que estuviera en todo momento alterada, gruñendo sin control, dejando escapar sus feromonas en el interior del auto cerrado, ignorante de que su cachorra, sentada atrás, se comenzaba a poner un poco muy ansiosa. Porque ante la urgencia de salir rápido para tratar de llegar a tiempo para la competencia, la adulta no tomo en cuenta que la cachorra apenas estaba desayunando cuando salieron de casa.
A pesar de que la ciudad parecía estar en contra de ellas, consiguieron ir avanzando poco a poco, teniendo la mitad de su atención puesta en la nota donde tenía escrita la dirección y la otra puesta en evitar chocar contra algún auto, no cae en cuenta de que el tablero de su propio vehículo estaba mostrando más luces que una discoteca ochentera.
Tantas advertencias se materializan en una realidad justo cuando por fin alcanzaron una calle más despejada que el resto, donde podrían arrancar a un ritmo más constante y terminar el trayecto lo más rápido posible.
Lo peor comienza cuando la caja de cambios hace un ruido extraño al cambiar de marcha, luego con un rugido desagradable al momento de meterle un poco más de potencia al motor y por último cuando comenzó a tironear hasta quedarse parado a media calle. Intenta volver a encenderlo una vez, solo consiguiendo que el motor comenzara a sacar humo blanco antes de volverse a apagar. En ese mismo momento olvida donde esta, en sus oídos se mantiene un pitido que le destroza el cerebro, volviéndola loca, aprieta los dientes con tanta fuerza que los mismos chirrían por la presión, antes de darse cuenta, comienza a golpear el volante con la palma de su mano, en un intento de calmarse aunque fuera un poco.
Lo consigue tras el tercer golpe, aunque su corazón seguía acelerado por el enojo su mente era rápida en señalarle que debía salir de esa maldita calle. Observa por el retrovisor, que suerte que no vinieran autos todavía, luego su mirada pasa al exterior, por la vereda unos chicos caminaban, lo cual le dio una muy buena idea.
— ¡Hey, ustedes dos! — hablo tan fuerte que fue escuchada a la perfección — Les doy veinte si me ayudan a dejar esta chatarra donde no estorbe — sin duda es una exageración llamar chatarra a un Cadillac, es por lo menos una muestra de estar desconectada de la realidad norteamericana, pero siendo que el mismo ya no podía moverse ni un metro, quizás no era una locura. Los chicos no hacen preguntas en cuanto los billetes aparecen en manos de la alfa, al fin de cuenta cuarenta dólares son cuarenta dólares, más cuando resulta ser un trabajo simple una vez Eleonor pone neutral y ayuda al darle la dirección necesaria al auto. Una vez cumplida la tarea aprovecha la oportunidad para hacer una pregunta más, mucho más importante — ¿Saben cómo llegar a esta dirección? —.
Entregó la hoja de papel, ambos extraños se toman un momento para pensar, susurrando entre ellos, haciendo gestos como si estuviera delineando calles hasta que por fin entregan una respuesta clara — Iban bien, todo derecho, tres manzanas y dos a la izquierda —.
— Como unos veinte más o menos a pie — complementa el segundo a las indicaciones de su amigo —. Espera ¿no eran dos a la derecha? —
— No, no. Hombre, a la derecha terminarían dando una vuelta entera — argumenta con mucha confianza —. Es a la izquierda —.
— ¡¿Cuándo fue la última vez que fuiste por ahí?! Yo fui hace un mes, te juro que es a la derecha —.
Empiezan a salir las feromonas, era posible que una pelea amistosa iniciara entre los que se acababan de revelar como alfas, un momento perfecto para dar por terminada la interacción — Les agradezco por su cooperación — saca de su cartera un billete de cincuenta dólares, entregándoselos a los chicos que sin duda iban a comenzar a pelear por dicho dinero —, váyanse —.
Al quedarse de vuelta solas la alfa se ocupa de hacer una llamada rápida a su asistente, avisándole sobre lo que acababa de pasar para que alguien fuera a revisar el auto, saber que diablos le paso y de ser posible despedir a alguien por no haberle podido hacer el mantenimiento necesario a una maquina casi nueva. Se instala el silencio durante un par de segundos, dejando que su enojo se alejara, que sus feromonas volvieran a estar bajo control, quedando lista para volver a poner su fachada de persona ejemplar, elegante y tranquila que era obligatorio para llevar el apellido Bishop como alfa.
Le da la orden a la cachorra para que tome sus cosas y se prepare pues el ultimo tramo del camino iba a ser a pie. Al inicio el cambio no parece ser tan malo como Eleonor se podría imaginar, claro que tuvo que estar al pendiente de que personas se le acercaban, intentando identificar cualquier tipo de amenaza para ella, mismas que nunca podría ver, pues no estaba preparada para eso, no era su especialidad y sin duda no podría ver una verdadera amenaza, aunque la tuviera frente a sus narices. Caminan a buen ritmo, cruzando las calles sin problema, acercándose cada vez más al lugar de la competencia, Eleonor incluso se permite sonreír con naturalidad, con honestidad, volteando a ver a su cachorra quien le regresa el gesto, tan feliz de estar pasando tiempo con su mamá aun cuando tuvo que presenciar un arrebato de ira. Pero entonces llega a la encrucijada olvidada, izquierda o derecha en una avenida principal; no le da la importancia que debió darle, demasiado confiada en sí misma, en su memoria, como para preguntar a cualquier persona cerca para corroborar el rumbo, espera a que el semáforo les de el paso y camina rumbo a su derecha en lo que debería ser un pequeño tramo final.
Resulta que eso no fue lo que ocurrió.
Pasarón por dos de las calles más largas que alguna vez caminaron, llegando a ningún lugar, solo a otra avenida. Eleonor confía demasiado en su intuición, culpando al alfa que le dio la dirección mal en lugar de revisar su propia mala memoria, camina una manzana más, luego otra, antes de aceptar que quizás, solo quizás, se ha equivocado. Lo lógico entonces hubiera sido caminar sobre sus mismos pasos, regresar al punto de partida y tomar la otra ruta, pero hay algo en la situación que le pico en su orgullo, se niega a creer que se puede perder en una ciudad en la que ha vivido por más de veinte años, aun cuando nunca fue de caminar por ella, ni se alejo mucho de los distritos de clase alta en todos esos años
Antes de que se pudiera dar cuenta, estuvo dando vueltas, sobre vueltas, cruzando calles, evitando alguna que estaba cerrada por obras, nada del otro mundo en la ciudad que nunca duerme.
Tras casi veinte minutos dando vueltas, más perdida que pez en las dunas del Sahara, Eleonor siente que la cabeza le va a estallar, no debería estar haciendo esto ese día, debería estar tranquila en su casa, sin tener que preocuparse por tener que llevar a la cachorra a un lugar que no conoce, perdiéndose en el proceso porque claro que no iba a saber ubicarse en medio de una maldita ciudad. Se detienen un momento, observando a todo el mundo moverse, tan tranquilos, tan confiados de saber a donde iban, burlándose de la alfa aun cuando ni la volteaban a ver; mientras barajaba las opciones, descartando al instante el seguir caminando con esperanza en que del cielo le cayera un mapa que indicara por donde continuar, siente un pequeño tirón en su mano izquierda, recordándole entonces, por primera vez desde que salió del auto, que alguien más le acompañaba.
— ¿Qué quieres? — la pregunta le sale con un tono mucho más brusco del que debería aparentar al estar en presencia de personas que podrían reconocerlas, que podrían extender rumores, pero su frustración es tan grande que sinceramente le importaba una mierda lo que otros pudieran pensar de ella.
La cachorra duda un instante, pensando en cómo debería contestar, repasando en su mente como debería de formular sus palabras, que tono debía utilizar, que tanta velocidad debía usar, con tal de que su mamá no se enojara más.
— ¿Puedo comprar algo de comer, ma? — es directa, porque sabe por la forma en la que su mamá tiene la frente apretada, por cómo se muerde el labio con su colmillo, que su mamá esta estresada, alterada por todas las vueltas que han dado y sabe que no ir al grano solo empeorara las cosas — No termine de desayunar, tengo hambre — y también agrega su justificación porque sabe que su mamá detesta que las cosas no tengan un motivo de ser, más cuando esta estresada.
Al entender la pregunta revisa la calle en búsqueda de algún lugar que pudiera ayudar a solucionar el otro problema que Kate había provocado, tiendas de conveniencia de mala pinta, no iba a entrar en una ¿para qué lo haría? ¿para que la asaltaran? No gracias. Piensa en negarse, decirle que se aguante por no haber terminado de comer habiendo tenido todo el maldito tiempo del mundo para hacerlo, pero entonces, su salvación aparece en forma de un pequeño, no tan pequeño en realidad, carrito plateado sobre la acera casi en la esquina de la calle, un puesto de bagels que parece estar en una hora baja, un puesto donde podría preguntar por la dirección a la que debía llegar.
No le contesta a la cachorra, solo sigue caminando con un nuevo objetivo en mente, sabiendo en el fondo que su silencio pondrá nerviosa a Katherine, la idea le gusta más de lo que debería. En cambio, cuando llegan al local le suelta la mano, lista para dar su papel de alfa que se hace respetar.
— Buen día, señor — el tipo era alguien entrando en años, con una barba larga, demasiado para el gusto de Eleonor más siendo que estaba cerca de comida — ¿De qué le quedan? — deduce que está hablando con un beta por la carencia de aroma, aunque quizás este escondido bajo el olor a grasa que desprendía el puesto.
Se toma un momento, parece fastidiado por haber sido despertado de su sueño, como si ese trabajo no fuera el único medio que tenía para pagar las cuentas. Se frota la cara quitándose el sueño antes de contestar — Tocino con espinaca y huevo, jamón y queso, y…ricota con tomate —.
La decisión cae en la cachorra sin necesidad de decir palabras. No es que su decisión sea difícil, tiene clara cuál es la mejor opción de todas — Tocino con espinaca, por favor, señor —.
El vendedor se levanta de su silla, murmurando palabras de fastidio mientras estira su espalda tras haber estado un buen rato sentado — ¿Caliente o frio? —.
— Caliente, por favor — eso le hace tener que esperar un minuto o dos más, moviendo su pie izquierdo en seña de nerviosismo, intentando observar de reojo a su mamá, tan callada, tan inexpresiva, teme que se esté enojando más, es lo que menos desea. Piensa en cómo hacer que este menos enojada, en lo que podría hacer o dejar de hacer, quizás si tomara la iniciativa podría ayudar —. Disculpe ¿sabe cómo llegar a esta dirección? — del bolsillo de su sudadera saca su propia copia de las indicaciones para llegar al club de tiro.
El tipo se olvida de la plancha donde se estaba calentando la comida, observa el papel que le entregaron, hace un pequeño trabajo de memoria — Están tan perdidas que habrían llegado primero a California que aquí — y se ríe con todo lo que sus pulmones dan, y Kate ve la forma en la que su madre aprieta las manos en puños y se da cuenta de que fue una mala idea hablar —. Crucen la calle, dos manzanas de frente y luego todo a la izquierda hasta que lleguen — entonces recuerda el pequeño gran detalle de que a sus espaldas algo podía estarse comenzando a quemar — o pidan un taxi, seguro es más fácil — por desgracia no reacciono a tiempo para evitar que el pan se quemara más allá de lo disfrutable, pero tampoco tenía ganas de ponerse a hacer otro, así que solo ignoro los evidentes problemas —. Son ocho dólares — regresa la hoja y junto a ella, la comida dentro de una pequeña bolsa.
El precio era casi un robo, lo saben ambas en cuanto lo escuchan, pero también saben que pueden pagarlo. La alfa saca los billetes y los entrega sin darle ni una mirada más al sujeto que ataco directo a su orgullo, en cuanto la cachorra tiene su comida, le toma de vuelta de la mano y le jala con una fuerza un poco por encima de la necesaria para que comiencen a caminar para por fin terminar la maldita tortura que fue el perderse en New York. Una vez cruzada la calle, ya en camino limpio para solo tener que ir derecho sin tener posibilidad a equivocarse, Kate decide que es buen momento para desayunar, siente que se le hace agua la boca mientras que su estómago gruñe de hambre, aprovechando que su madre le soltó la mano.
Su anticipación, sus ganas por probar el delicioso bocadillo le hace no detenerse un momento a revisar como estaba su comida, dándole una gran mordida, una que por poco y se lleva el papel de la bolsa. Su sonrisa se apaga tras dar los primeros mordiscos, sintiendo el no muy agradable sabor de pan bagel quemado hasta casi el punto de carbonización. Mastica más de lo necesario, tratando de quitarse el mal sabor que estaba invadiendo cada parte de su boca, considera por un momento escupirlo, quizás usar la misma bolsa para esconderlo, pero su estomago vuelve a gruñir y decide que puede soportar un poco de mal sabor, un precio a pagar con tal de quitarse un dolor que estaba a pocos de años de convertirse en su socio más fiel. La siguiente mordida es la confirmación de la decepción, esperando encontrar un delicioso trozo de tocino, dorado a la perfección para ser crujiente, con su propia grasa sirviendo como condimento, termina recibiendo en su lugar un triste trozo de jamón de pavo; ni siquiera era un buen jamón, estaba agrio, demasiado fuerte para ser disfrutable. Espera que la espinaca sea una solución al problema, un refrescante sabor que le aleje de lo agrio con su suavidad, pero se vuelve a decepcionar cuando escucha el crujido de lo que sin duda es una hoja de acelga, mal lavada, con sabor a jabón, más amarga aún. Y falta un elemento ¿Cómo estaba el huevo? Directamente no estaba.
¿Acaso se confundió y termino pidiendo algo diferente a lo que quería pedir? No sería una locura, no del todo, no era extraño en ella, muchas veces terminaba diciendo algo muy distinto a lo que había pensado.
Da un mordiscó más, llegando casi al final del pobre platillo, casi decepcionante, más cuando no encuentra rastro alguno del huevo que debía incluir; aun así, es suficiente para quitarse el dolor de estomago antes de competir, ese alivio era suficiente para sobrellevar el mal sabor de boca.
Mientras se encontraba sumida en sus pensamientos, masticando mientras realiza su crítica constructiva sobre su desayuno, Eleonor decide — Comes demasiado — es un comentario mordaz, con un tono grave que roza su voz de mando. La cachorra levanta la vista, aun con la boca llena de comida —. Debes cuidar lo que te metes a la boca antes de que te pongas como un elefante — ni la voltea a ver, casi ignorándola, como si no fuera consiente del peso del comentario que estaba dejando caer —. Si engordas te pondrás fea y nadie quiere estar cerca de una niña fea, ni siquiera tu padre —.
Eleonor sigue caminando, ignorando que su hija se detuvo en seco, observándola alejarse con sus ojos vidriosos. La comida en su boca parecía haberse convertido en cemento por el peso que le generaba, no solo entre sus dientes, también en su estómago, el gusto se volvió aun peor, si es que eso fuera posible. Puso todo su esfuerzo en tragar, porque ya casi lo terminaba y quizás el dolor de las palabras de su mamá sería más soportable que lo que le estaba haciendo el hambre. Lo que para Eleonor fue un simple comentario al aire, insignificante, una forma de liberar el estrés que la mocosa le generó, una vendetta por haberle arruinado el día, ignorante de que esa noche fue la primera en la que su hija se fue a la cama sin cenar, algo que se convertiría en la norma de ahí en más.
3
— Ya se lo dije, señor, deme un bagel de tocino con espinaca, pero en lugar de espinaca póngale acelga y en lugar de tocino ponga jamón y no se olvide de quemar el pan —.
El trabajo de reflexión que inicio por petición de Yelena, la alfa más interesante que había conocido en lo que llevaba de vida, una de las pocas en las que confiaba de verdad, no fue tan detallado, había muchas cosas que no podía saber, otras que no deseaba mencionarle a nadie y unas más, pocas en comparación, que no recordaba. Su charla, que se fue bastante por las ramas mientras caminaban por su querida ciudad, tuvo que ser reiniciada en por lo menos dos ocasiones, una vez más en cuanto llegaron a pasar cerca de un puesto de comida rápida, justo el que necesitaba para cumplir con su particular ritual de buena suerte.
— Pero, señorita ¿por qué le daría algo diferente a lo que me está pidiendo? — el pobre vendedor estaba asustado y confundido al recibir dos pedidos en uno.
Suspira al darse cuenta que había encontrado a la persona menos hambrienta de dinero en toda la avenida, estaba segura que si hiciera la misma petición a cualquiera de los otros puestos de la calle, aceptarían su petición sin mirarla más de lo necesario — Bueno, en teoría, no me estarías dando lo que pido si me das lo que te pedí en un inicio ¿verdad? — voltea a ver a Yelena en búsqueda de ayuda, encontrando a la rubia de brazos cruzados, en su rostro se veía una ceja levantada en evidente muestra de confusión, quizás curiosidad, la forma en la que arruga la nariz mientras se encoje de hombros, tratando de deslindarse de la conversación, es la confirmación que necesitaba para saber que el espectáculo no le estaba molestando.
— ¡Eso ni siquiera tiene sentido! — se levanta un poco de su asiento en el interior del carrito, no es que estuviera enojado, solo era algo que realizaba cada tantas horas para darle un descanso a su postura. Quizás se arrepiente un poco de su brusquedad cuando la alfa, tan tenebrosa como enana, hace un simple gesto con su mano en la que se mueve como si estuviera preparada para cargar el brazo e irse a los golpes si se atrevía a poner en peligro a su clienta tan contradictoria — Puedo aceptar eso — intenta ser razonable, pero también tiene una condición —, al fin de cuenta, será usted la que va a comérselo, pero ¡¿quemar el pan?! Eso ¡Jamás! Un Kowalski nunca quema el pan —.
La paciencia de Kate comienza a fallar, algo que tardo mucho más de lo normal en que ocurriera — Vamos, hombre, por favor. Tengo una competencia en cosa de una hora, necesito que me des un bagel de tocino con espinaca pero que tenga en su lugar jamón, acelga y con el pan quemado o ¡terminare haciendo el ridículo frente a toda la universidad! — habla un poco más fuerte de lo que deseaba, suficiente para que alguna de las personas que iban a lo suyo voltearan a verla por un instante — Así que mira, hazme este favor, permítete quemar solo un poquitín el pan y a cambio, la próxima vez que tenga que competir no te escogeré a ti ¿okey? ¡te volveré mi vendedor de bagels de confianza, te recomendare a todo el mundo! —.
Reflexiona un poco, ya tiene más que claro esta es una pelea que no va a ganar y al fin de cuentas, dinero bien ganado es dinero bien ganado — ¿Enserio no me volverás a pedir algo como esto? — las posibilidades de volver a encontrarse no son tan remotas y en verdad espera no volver a tener que lidiar con una omega tan insistente.
— Palabra de explorador — levanta sus dedos para hacer la promesa, entregando la mejor sonrisa que puede dar, misma que crece aún más cuando el vendedor suspira, murmurando algo mientras comienza a preparar el platillo, no sin antes vocear la orden original. Tarda apenas un par de minutos, antes de que ya tenga en su mano la bolsa, entregando en cambio un billete de diez — ¡Gracias amigo, acabas de salvar a una arquera de fallar miserablemente! — no espera el cambio, le hace un gesto simple a su acompañante para que se alejen antes de que el chico pudiera replicar.
Mientras vuelven a caminar, ya en el trayecto final para llegar a la facultad, Yelena se permite bajar un poco, solo un poco su guardia, dejando de analizar a detalla a cada personas que se les acerca, en búsqueda de una amenaza para mantenerlas protegidas de cualquier mal; baja su guardia para centrar mayor parte de su atención sobre su omega, en la forma en la que caminaba con mucha más energía que de normal, tanto que parecía vibrar de emoción, su aroma acompañaba, dejando escapar esos toques florales que le alborotaban la nariz, tanto que incluso tenía que luchar de forma consiente para no ceder a los deseos de su alfa de ponerse a olfatear con descaro en una forma rudimentaria, muy básica, de declarar su interés en cortejar a la dueña de tan exquisito aroma.
Al detenerse en un semáforo, decide que es perfecto momento para romper el silencio — No esperaba que fueras supersticiosa, Kate Bishop — la nombra le voltea a ver, teniendo que agachar un poco la cabeza.
— Comienzo a creer que debería cobrarte por todo el trabajo que te estoy ahorrando — abre la bolsa, debe terminar con eso rápido antes de que ya no tenga tiempo para hacerlo. El bocadillo al fondo le observa como si fuera una criatura acechando a su presa desde la oscuridad, escondiendo sus colmillos y garras. La mente de Kate es rápida en hacer cuentas, calculando cuantas calorías entrarían en ella, cuanto ejercicio debería hacer para compensar y mantener su talla dos o tres por debajo. Su estomago gruñe, pero no por hambre o bueno, no exactamente por eso, es el malestar habitual antes de comer. Suspira dos veces para tratar de calmarse, se recuerda que el día anterior no almorzó ni ceno por un motivo, para poder comer el bagel sin problema —. Dices ser investigadora y que podrías decir cosas sobre mi durante un día entero, pero sigo siendo yo la que te cuenta cosas ¿no merezco una recompensa por tan valiosa información? —.
— Se suficiente de ti para poder decir que nunca fuiste un boy scout, Kate Bishop, y que por tanto tu promesa al tipo del pan sin quemar es solo de palabra —.
El semáforo se pone verde — ¡Hey! Mi palabra vale mucho, siempre cumplo con ella ¿ves? Otra cosa que no sabes y te termino contando yo, enserio, creo que comenzare a hacer una lista con todas —.
— Ambas sabemos que olvidaras la mitad antes de que tengas tiempo de sacar tu teléfono — observa la duda en su omega, la forma en la que se toma su tiempo antes de dar una primera mordida, masticando lento, muy lento —. Y sería un milagro descubrir que tu teléfono funciona, esperaba que siendo millonaria tendrías todo un cajón lleno de ellos, uno para cada día de la semana —.
Sonríe un poco, el comentario le agrada por carecer de un tono de crítica, más juguetón, que intenta picarle sin ofenderla — Muy salido de una parodia ¿no crees? — habla cuando por fin termina de pasar el primer bocado.
— Pues deberías considerar la opción, Kate Bishop, quizás así recuerdes que tienes mi número y podrías avisarme de este plan por anticipado — lo dice con una sonrisa, no busca ser un reclamo, ni le estaba echando en cara nada de lo que estaban viviendo, en realidad, lo estaba disfrutando, romper rutina, de vez en cuando, era agradable. Es más, deseaba que su omega recordara esa información en busca de que, algún día, le escribiera solo por el placer de hablar con ella.
La omega no le entendió de esa manera, su propia sonrisa se apaga, su postura antes recta que le entregaba toda la altura con la que contaba por naturaleza a una más encorvada, pequeña, como si no deseara ser notada — Lo siento — es apenas un susurro, suficiente para lastimar a Yelena, aun cuando esa no era su intención.
Desea buscar la forma en la que solucionar las cosas, es claro que acaba de romper la comodidad del momento, no sabe si decir algo pueda mejorar o empeorar las cosas, lo que si sabe es que no desea dejar a su omega pensando que esta enojada con ella — No tienes de que disculparte, Kate Bishop. No hiciste nada malo — es discreta en dejar flotar sus feromonas de tranquilidad y protección —. Solo avísame la próxima vez, para tener todo bien pensado ¿okey? — mueve la cabeza en respuesta, aun sin animarse a volver a hablar — ¿palabra de boy scout? —.
Una pequeña risa que suena atascada porque Kate estaba comiendo, comiendo más que en los últimos días — Palabra de boy scout — por fin esos ojos azules vuelven a ver a los de Yelena, brillantes, eléctricos, emocionados.
Yelena suspira, sintiendo su cuerpo flotar en una tranquilidad que solo sintió cuando era una cachorra en Ohio — Ojalá todos los días fueran de competencia — es el pensamiento que le resuena mientras llegan a la recta final del recorrido, en línea recta.
Por cuestiones de practicidad en relación con el lugar al que debían llegar tomaron la ruta a la entrada trasera de la universidad, un recorrido diferente al habitual, pasando directo por los campos de fútbol donde ya varias personas estaban entrenando, algunas con el uniforme del equipo universitario, otros con casacas, quienes estaban a prueba para el equipo, intuía Yelena. Su mente se va a los recuerdos de su vida, de los primeros entrenos cuando era una cachorra, sus recuerdos respecto al primer entrenamiento que tuvo le siguen acompañando como una escena divertida, un poco exigente pues aquellos días aún no había probado el dolor de la habitación roja, por lo menos no de forma consiente.
— ¿Qué deportes te gustan? — Kate vuelve a hablar tras lo que fue un buen rato sin que se escuchara algo entre ellas, un silencio que nunca llego a ser del todo incomodo — Claro, si es que te gustan ¿te gustan? —.
— No negare que son interesantes; practique fútbol hace mucho, mucho tiempo. Ahora soy más de verlo que practicarlos. Ya tengo suficiente con mi entrenamiento habitual —.
Los ojos de Kate vuelven a brillar como si fueran luces, acompañados por una gran sonrisa que le cubre todo el rostro — ¡No esperaba que fueras de fútbol! — no está segura de cómo debería tomarse el comentario y parece que la expresión que puso fue evidencia suficiente — Digo, no sabía que en Rusia fuera tan popular — cae entonces la primera pista de que quizás están frente a un problema semántico —. Yo nunca fui muy fanática, lo veo de vez en cuando ¿de qué equipo eres? —.
— Del Zenit de San Petersburgo, desde toda la vida — la respuesta parece ser algo que sorprende pues se le queda viendo durante unos segundos tratando de comprender lo que ha dicho —. ¡Oh Kate Bishop! Sin duda estamos hablando cosas muy diferentes —.
Su mente encuentra los cables y hace una perfecta conexión — ¡Oh! Claro, te refieres al soc… —.
Antes de que pudiera terminar su frase, la alfa le intercepta, quedando frente suya, de brazos cruzados y con una expresión que simula, de una forma muy buena dicho sea, enojo, aunque la forma en la que sus mejillas se inflan un poco, solo lo justo para hacerlo apreciable, le da la pista de que, en realidad, la alfa no estaba de mal humor; el gesto le parece entrañable, pues gracias a el consigue ver nuevas líneas de expresión, ayudándole a apreciar la belleza de metro sesenta que tiene frente a ella, sobre todo, ayudándola a ver los hermosos ojos verdes que son acompañados por una ligera sombra de tono oscuro, que le hace ver más intimidante, más misteriosa; no puede culpar a todos los omegas que se le quedan viendo cuando iban por la calle, es imposible no fijarse en Yelena Belova.
— Kate Bishop — vuelve a prestar atención, preguntándose sobre el tiempo en que estuvo colgada, viéndola con tanto detalle que podría parecer una pervertida — ¿Recuerdas cuando me pediste que no te llamara Katherine? — responde moviendo la cabeza, tras temblar un poco al escuchar su nombre completo — Bueno, ahora yo te pido algo — se pone atenta, contenta con la idea de poder hacer algo por la persona que tanto le ha ayudado —. Cuando estes conmigo, no te atrevas a llamar al fútbol de otra forma que no sea fútbol ¿okey? —.
Hay algo en ella que le gustaría ponerse a discutir, hacer valer la visión del mundo que tenía, explicar porque llamar fútbol a lo que ella conocía como fútbol era perfectamente razonable. Pero de nuevo, el ver la cara de Yelena, con su sonrisa cautivadora, es suficiente para convencerse de que está bien con ceder un poco, aceptar la petición parecía razonable.
— Vale. Me parece que tenemos un trato, Yel. Ahora deja el drama y vamos caminando, que se está haciendo tarde —.
Necesitan dar unos cuantos minutos más de caminata para por fin llegar al lugar de competencia, un amplio campo rodeado a ambos lados por unas pequeñas gradas techadas, escondido tras el gimnasio donde casi a diario los alumnos entrenaban para las clases físicas. En el lugar ya se podían encontrar varias personas ya formadas o dispersas hablando entre ellas, vestidas de forma similar entre ellas, con la ropa deportiva como norma principal y con estuches a la espalda como gran seña de unión entre ellos.
Kate se detiene un momento más para prepararse a realizar el último gran paso de su cábala competitiva. Se quita el estuche de su espalda, dejándolo con cuidado en el suelo, toma entre sus manos su arco con el habitual respeto y cuidado con el que solía manejarlo; revisa la cuerda como si no lo hubiera hecho antes de salir de casa, comprobando que estuviera tensado a la perfección, pasa en segundo lugar a inspeccionar la madera del cuerpo, sintiendo la suavidad del barniz, el relieve de un pequeño grabado que mando a hacer varios años. Tras hacer su revisión de estado, pasa a la última fase de su ritual.
— Cuando llegue a mi primera competencia, Eleonor se dio cuenta que la mayoría de cachorras teníamos un modelo de arco similar. Ya sabes de esos de calidad media, muy útil para quienes apenas están entrando en la diciplina porque son funcionales y no muy caros — rebusca algo dentro del bolsillo de su sudadera, algo importante —; ella temía que perdiera el arco, que lo confundiera por el de otra persona — sabe que para Eleonor, esa pudo ser una vergüenza que no podría soportar, por la que tendría que pagar —, así que le puso un listón, era rojo, lo tenía para amarrar su cabello, le gustaba hacer eso, antes — es justo eso lo que saca, una fina tira de satín que estaba en la línea del color dorado, muy similar al tono del cabello de la rusa —. Desde entonces, cada que puedo, le pongo uno, para atraer la buena suerte ¿sabes? —.
— Algo que te funciono antes y te puede funcionar después — razona el motivo tras el ritual, sin juzgarlo aun cuando no compartía el gusto por dicha actividad — ¿Cómo te ha ido con eso? —.
Sonríe ante esa pregunta — Bueno, por algo soy cinco veces campeona nacional — hace pasar la tela en una primera vuelta — y por algo gane las olimpiadas — le entrega una sonrisa sincera en cuanto termina de amarrar el listón, inconsciente de que sus comentarios calaron dentro de la mente y corazón de Yelena —. Yo, bueno, debo ir a registrarme. Puedes ir directo a las gradas, por la entrada, todo derecho y a mano izquierda por el campo, si alguien te pregunta algo, que no debería, digo, son un espacio libre, solo di que vienes a ver las practicas ¿okey? —.
La alfa no le contesta, pues sabía que su control estaba frágil, que podría dejar escapar algún comentario bien intencionado pero capaz de lastimar la confianza, débil e inestable como estaba descubriendo que era, de Kate. Por eso solo movió la cabeza, alejándose rumbo a las gradas, un lugar perfecto para mantener a salvo a su omega.
De vuelta a tierra, la fila se seguía moviendo a paso lento pero seguro, con algunas interrupciones por personas que no recordaban cual era su numero de matricula, teniendo que buscarla dentro de la aplicación de la universidad, algo que le podría pasar a cualquiera. Kate no era de las que se molestaba por algo como eso, tarareando una canción en silencio mientras sentía como la emoción en su cuerpo aumentaba, como una corriente eléctrica que le recorría la piel y los huesos. Tan concentrada en ella misma que antes de darse cuenta, ya estaba hasta el frente, firmando en el documento, una vez más con su nombre corto, rellenando los datos de su seguro médico, solo por si acaso y, por ultimo, pasando a la parte de revisión de su arco; es un proceso de rutina en cualquier competencia seria, solo para evitar que alguien trate de hacer trampa modificando la principal y más importante herramienta de trabajo para la arquería.
El supervisor le da el visto bueno, entregándole un trozo de papel con un numero bien en grande y rojo al centro, el 16. Recoge sus cosas para entrar a la zona del campo, donde alguien en particular le esperaba para hablar. Ese alguien le llega por detrás, aprovechando, un tanto sin querer, de la distracción de la omega.
Una mano tocando su hombro derecho, más bien, un dedo picándole sobre el hueso, con suficiente cuidado como para no lastimarle, pero que alcanzo a asustarla por ser algo que sin duda no esperaba. Da un pequeño salto, dándose la vuelta con los ojos muy abiertos, su postura lista para defenderse. Consigue tranquilizarse un poco en cuanto ve quien le acababa de robar, sin querer, un par de años de vida. Una chica morena, con una ligera sonrisa, que le observaba con un respeto que no entendía porque recibía, algo que le podía incomodar si se extendía más en el tiempo.
— Hey, soy yo, la única, ardiente omega soltera, Greer — extiende la mano en un gesto simple, informal, señalándole con el índice y pulgar levantado, como si estuviera simulando una pistola —. Mi amiga te hablo de mi… a menos que la muy perra me haya mentido —.
Es por el hecho de estar tan emocionada por usar su arco que no le invade su habitual incomodidad cuando la chica se acerca un poco más, intentando olfatearle para identificar su aroma, en cambio, lo permite, no reaccionaria a menos que estuviera demasiado cerca — Sí, sí. Franny, la recuerdo, muy agradable; hablo bien de ti — los ojos de la chica se ponen un poco brillosos —, parece que le agradas —.
— ¡Ja! Ya me jodería que no le agradara, no sabes cuantas veces le he salvado el trasero a esa pequeña loca ¿te conto como en la preparatoria le prendió fuego a nuestra aula de química o solo se dedicó a decirte lo mucho que me intimidas para avergonzarme? —.
Es turno suyo de sentirse cohibida, de repente, le exploto un golpe de nervios le atravesó, apretando con un poco más de fuerza su arco en su mano — Lo siento — la disculpa le saca una gran sorpresa a quien la recibe —. No deberías sentirte así, no fue mi intención, lo prometo —.
— Tranquila mi amiga, eso fue cosa mía ¿sabes? Apenas el año pasado comencé a practicar con el arco y saber que tenía cerca una campeona internacional se sintió como, no se, tener de compañera a Lebrón cuando empiezas a jugar ¿sabes? —.
Le parece una comparación muy exagerada, convencida que no esta ni cerca a estar a la altura del mero nombre de un monumento del deporte, aunque no sea uno que practique mucho. Quiere replicar, bajarse su propio precio, cuando algo le interrumpe, un silbido demasiado fuerte que le lastima los oídos, casi suelta su arco en favor de taparse los oídos, cierra los ojos por el malestar y por fortuna, tan rápido como llego, el ruido se fue.
Aun mantiene los ojos cerrados, meneando la cabeza intentando quitarse la sensación de que algo le estaba apuñalando en el cerebro, haciendo que le doliera todo en ella — Hey ¿estas bien, Kate? — Greer se preocupa por su nueva amiga, tomándola con delicadeza del brazo, por si el equilibrio le fallaba.
— Sí, sí — su voz sale demasiado temblorosa como para estar hablando con la verdad —. Eso solo…solo fue demasiado fuerte — nadie le dirá que en realidad no fue un ruido demasiado alto, fue incluso suave para estándares de un silbato.
— ¡Ah! Eres sensible a los ruidos. Avísame si necesitas o tienes algo que te ayude, se un poco sobre control y respuesta de sobrecargas sensoriales, por si lo necesitas, aquí estoy —.
Agradece la amabilidad de la chica, es un buen gesto, lo sabe, pero la idea no deja de ser desagradable — No, no. Tranquila, yo… no suelo ser sensible — estaba acostumbrada a los ruidos fuertes, tanto por vivir en una ciudad tan caótica, como por la forma en la que vivió desde que su padre… incluso antes de eso ya era común para ella recibir gritos de parte de su madre. Estaba acostumbrada al ruido, no había forma en que un simple silbato le pudiera alterar tanto, solo era así de sensible cuando estaba cerca de cambiar a la bestia que se convertía cada tanto y eso, según su calendario, estaba muy lejos de ocurrir, los supresores que estuvo tomando se encargaban de ello —. Creo que solo he dormido poco ayer y me asuste un poco —.
Quiere continuar con la charla, tratar de preguntarle sobre como se sentía, intentar hacer algo que le pueda ayudar. Pero antes de que pudiera hacer algo, la entrenadora se para frente a todos, ayudándose de un banco consigue quedar en total ventaja de altura en favor de tener una ventaja de altura antes de arrancar a hablar — ¡Buenos días muchachos, hoy estamos aquí para encontrar a los nuevos integrantes para el equipo universitario de arquería! — eso consigue que todos en la explanada pongan total atención — La mecánica será tradicional, como en cualquier competencia los separaremos en grupos de cuatro, participaran en tres sets, valoraremos sus puntuaciones de cada disparo y en base a eso decidiremos si entran al equipo y, más importante, en cual división del mismo — hay algunos murmullos entre los que recién era su primera vez entrando a un equipo de gran categoría — ¡Debemos señalar que esta decisión no será permanente, dependerá de su rendimiento durante los entrenamientos! — parece que eso consigue aplacar los primeros reclamos que apenas se estaban formando — Un último aviso por parte de la dirección de actividades. Por motivo de agenda que se vio afectada por el clima, comenzaran los entrenamientos el martes tras realizar el último acto ceremonial en conmemoración del cuatro de mayo —.
Si se dice algo más la mente de Kate no alcanza a captar la información pues todos sus pensamientos se han ido en espiral sobre la fecha que se acaba de mencionar. Son recuerdos, sonidos, imágenes, sentimientos que le han acompañado por ya casi diez años. Se le revuelve el estómago al volverse consiente de lo cercana que estaba la fecha, lo que implicaba. No puede creer que ya estuviera por pasar otro año, no era posible, porque muchas veces, aun deseaba que, al despertar, escuchara el ruido de su padre preparando el desayuno, la risa de su madre, un sueño hermoso, imposible de realizar. Por primera vez en mucho tiempo agradece que alguien que no sea Yelena le este tocando, en este caso, agradece que la chica Greer siga sujetando su brazo, porque esta segura que de no tener el apoyo adicional ya se hubiera caído al suelo solo por la avalancha abrumadora de pensamientos, de sentimientos, de recuerdos.
— Hey, Kate ¿tienes algún consejo para una novata? — la voz de su compañera es más un ruido lejano, apenas distinguible mientras hace su mejor esfuerzo para reconectar a tierra antes de que en verdad pierda la cabeza — No se, algo como sujetar la cuerda de cierta forma, girar las flechas, tocar el pasto antes de disparar — hace lo que ella dice, sintiendo la tensión en la cuerda de su arco, la porosidad de sus fibras, no tiene flechas a la mano, en cambio, con su mano izquierda juega con el cierre de su estuche. De alguna forma su corazón baja de tercera a segunda, dejando de latir como si se le fuera a salir —. Enserio, cualquier cosa me será útil — con mayor precaución, da un poco más de fuerza en su agarre, solo suficiente para que su amiga tenga la seguridad de que ella está ahí, que no se está yendo a ningún lado; juega con su respiración, haciéndola más ruidosa mientras inhala y exhala a un ritmo pensado para ser tranquilo, regular. El volumen es suficiente para que Kate le escuche, copiando su cadencia en algún punto mientras la entrenadora contestaba preguntas.
La sensación de haber regresado al presente le recuerda mucho a cuando se cayó a uno de los lagos de central park, cuando aun era peor nadadora. Volver a la realidad le trae una fuerte inhalación, el regreso de su habitual dolor de cabeza y sobre todo, una ligera oleada de feromonas cargadas de la tristeza que sintió gracias a la mención de una simple fecha.
— Entonces… ¿algo que te sirva y que me pueda ayudar? — sigue siendo cautelosa, ahora en el proceso de dejar escapar una pequeña parte de su aroma.
Vainilla, pan recién horneado y quizás algo similar a nuez. Es hogareño, vibrante. Kate respira una vez más, quedando en ese terreno pantanoso que suele acompañarle antes de sufrir una noche de insomnio o de una jaqueca que le deje tirada en el suelo de su baño. Con todo consigue entender la pregunta, busca en su mente encontrar una respuesta aceptable para la omega que le observa como si fuera una superestrella.
Tras unos segundos de reflexión, recordando frases motivacionales que alguna vez ha leído en Tumbler, consigue tener una primera respuesta — Bueno, procura que no se te caiga la flecha. Eso nunca es una buena presentación — ambas se ríen de la idea, es algo simple, rápido, que deja en claro que, a pesar de haber apreciado la broma, no es lo que Greer esperaba —. Solo… concéntrate más en tener claro a donde no quieres que caiga tu flecha, una vez sepas lo que no quieres, lo que deseas se vuelve más fácil de alcanzar — fue una repentina explosión de inspiración para soltar la que le parecía ser una magnifica frase motivacional.
Si iba a llegar alguna critica a su capacidad de palabra, la misma desaparece cuando la entrenadora vuelve a decir algo muy importan — ¡Bien chicos, mencionaremos sus números para que se junten con sus compañeros y comencemos las pruebas! —.
Comienzan a nombrarse números, uno tras otro, creando el primer equipo, sabiendo que solo eran veinte personas, Greer se apura a dar su despedida — Bueno, seguro que no la necesitas, pero igual ¡Buena suerte, Kate! Que tu puntería sea tan certera como puro tu corazón — extiende el puño tras haberle soltado el brazo después de un buen rato, ya segura que ese extraño estado de desequilibrio momentáneo.
Ante el gesto, sonríe, regresándolo y chocando el puño con muy poca fuerza — Deportista sin suerte no es deportista — asegura justo a tiempo para escuchar a tiempo su numero — ¡Y recuerda! — justo entonces llego la frase que mucho tiempo atrás le dijeron a ella — ¡Blanco chico, fallo chico! —.
No consigue llegar a recibir una respuesta cuando ya esta junto a sus nuevos compañeros, dos chicos y otra chica; dos alfas, una beta. Se da cuenta primero por la forma en la que se le quedan viendo con cierto grado de indecoro que se hace presente al revisarla de arriba abajo en dos vueltas, lamiéndose los labios en el proceso, algo muy propio de los alfas más involucionados. Desagradable, pero nada que no haya tenido que soportar antes durante su vida.
Ya con todos los participantes formados con su equipo y en posición, arranca la competencia, por cuestiones de la organización que estaba hecha para respetar el orden de la numeración, Kate iba a ser la ultima en disparar. Algo perfecto para ir haciendo las pases con una cosa que le estaba molestando, una mentira que dijo cuando con toda confianza Greer le pidió consejo, confianza que está segura le costó mucho trabajo reunir. Kate sabe que hay algo en particular que le sirve para ser la arquera que gano una medalla de oro.
Pasa al frente en cuanto se le da la indicación, tomando la flecha del carcaj que estaba apoyado en el suelo con el mismo numero que el que le entregaron al entrar. Hace un rápido trabajo para revisar la flecha, encontrando el punto de equilibrio de la misma, uno que estaba a la bien calibrado, con la punta afilada a la perfección, las plumas suaves. Se coloca en posición de preparación, aun con la mira al suelo, su postura perfecta para evitar que su equilibrio se pudiera ver afectada. Cuadra sus hombros, perfilándose y estirando los brazos justo como había visto hacía un lustro; en cuanto le dan la orden, prepara la flecha, apenas tiene que esforzarse en apuntar pues desde que tomo su lugar ya había puesto su vista justo donde quería que callera su flecha.
El sonido de la flecha silbando por el aire es de sus sonidos favoritos en todo el mundo, es estimulante, le eriza los bellos de su piel con un cosquilleo en sus muñecas. No se sorprende de que el impacto llega justo al centro exacto de la diana, un diez magnifico que ya le ponía en buena posición dentro de la competición, algo que siempre ocurre desde el 2012, aun así, no puede evitar sonreír, porque mientras este en el campo, con el arco en sus manos, no importa que sea una tramposa.
Hay algo ahí que no le había contado a nadie antes, algo que escondió de forma consiente cuando Greer le pregunto por consejo y ayuda para ser mejor al momento de competir. Uno que no esperaba rebelar a nadie por lo menos en un futuro cercano, tenía suficiente con su propio tormento como para tener que soportar el juicio ajeno.
Le toca repetir una vez más su tiro, tiene mucha más confianza, se da la oportunidad de escoger en qué lugar deseaba que su flecha llegara, a simple vista había suficiente espacio, para clavar una más justo al centro, algo que sin duda iba a sorprender a más de una persona y como buena deportista, tenía un gusto por impresionar al resto. Así es como lo hace, marcando otros diez puntos, con lo que ya debería ser suficiente para ser elegida como miembro de primera línea en el equipo, pero eso no es lo que más importara, lo que en verdad quería era igualar o quizás superar su última marca registrada.
Solo quedaba un tiro, por tanto, tenía la oportunidad de relajarse un poco más que en los anteriores, prestando atención a lo que pasa a su derecha, a sus compañeros de competencia, nunca a las gradas. Tiene la suerte de tener una línea de visión perfecta de como la chica Greer se preparaba para realizar su último tiro; puede darse cuenta de que estaba nerviosa por la forma en la que movía una de sus piernas como si estuviera pisando algo con la punta de su zapato, otra prueba estaba en el modo en el que vuelve a ver una y otra vez al objetivo que tiene que disparar. En un momento antes de que se diera la orden de disparar, la otra omega le voltea a ver como lo hizo desde su primer tiro, algo de lo que Kate no se pudo dar cuenta porque estaba demasiado centrada en ella misma; le entrega una sonrisa, intentando que sea algo tranquilizante, luego un gesto simple que pide recuerde cual es la mejor forma en la que puede respirar, inhalando profundo, exhalando fuerte y por ultimo, tras ser copiada en dicha acción, pasa a dar el ultimo gran consejo que puede dar en silencio y entre la distancia. Señala sus ojos, luego al blanco a la distancia, pidiéndole que se concentre únicamente en el lugar al que iba a disparar.
No hay tiempo de nada más, se da la orden de disparar. Greer tiene una buena postura, le permite aplicar la fuerza suficiente para realizar un tiro lejano, sin temblar más de lo normal al tensionar ambos brazos, aunque si podía cuestionar su equilibrio en las piernas, está segura que podría caerse incluso con una palmada en la espalda. Seguro si entrenaba un poco más llegaría a ser una magnifica tiradora. Llega el momento en el que la flecha salga disparada del arco en un vuelo perfecto que se precipita hasta impactar justo al círculo amarillo que le entrega nueve puntos, aunque muy cerca del diez. Greer no esconde su emoción dejando escapar un gran grito de felicidad, levantando las manos, una gran celebración que se extiende a Kate cuando le voltea ver mientras regresa a la fila, repitiendo varias veces el numero que había conseguido a solo una mano.
No hay tiempo para que puedan hablar con comodidad, la fila sigue avanzando, el corazón de Kate comienza a latir a un ritmo más alto mientras se prepara para su tiro final, no tanto por la idea de volver a disparar, a ese punto la confianza que tiene en su puntería del día es tal que sabe podría hacer un Robin Hood con los ojos cerrados, aun cuando el dolor en su codo que le arruino la oportunidad de ganar un peluche en Coney Island volvió a aparecer, extendiéndose hasta su hombro con ese cosquilleante malestar, no, su verdadero nerviosismo viene con el que podría considerarse como el último paso de su ritual de la buena suerte.
Una de las tantas cosas que no le dijo a Yelena, ni al tipo del pan, cuando intento explicar lo que hizo durante su primera competencia fue el final de la historia. No es que no lo recordara, claro que lo hace, sabe que gano el primer lugar después de clavar tres ochos, un resultado que de replicar le parecería decepcionante hasta el punto de necesitar ser amedrentada por tal fracaso, pero entiende a su yo más joven, en ese entonces no conocía a Hawkeye, esa pequeña cachorra aun no había pasado horas y horas viendo videos de Hawkeye disparando hasta poder replicar cada uno de sus movimientos del superheroe a la perfección, consiguiendo copiar al mejor arquero del mundo en cada competencia que enfrentara hasta llegar a las olimpiadas, haciendo trampa, pero llegando. Visto en retrospectiva, esos tres ochos, en su opinión, valían más que cualquier otra cosa que ha conseguido desde entonces, porque los gano de forma honesta, con su propia técnica imperfecta.
Retomando. Lo que no le conto a Yelena fue lo que ocurrió tras su ultimo disparo, cuando la emoción infantil le recorrió el cuerpo, celebrando el logro, con una gran sonrisa en su rostro, volteo a ver a las gradas, justo a la última fila donde la sombra del techo cubría a la perfección al público que fue a presenciar a los cachorros arqueros. Busco con la mirada nublada en euforia a su mamá, deseando encontrarse con una sonrisa, que le estuviera aplaudiendo como la mayoría de personas presentes estaban haciéndolo. Y la encontró, no es que fuera difícil, lo que vio, le rompió su pequeño corazón, ahí estaba Eleonor, su mamá, de pie, perfilada de lado al campo, hablando por teléfono.
Apunta un poco más arriba, en el ultimo espacio que queda al centro para poder clavar una flecha y deja que vuele libre por el aire, la sigue mientras tiembla al volar, girar al caer hasta atravesar la diana justo donde quería que cayera, consiguiendo un triplete de diez.
Kate aun recuerda como el peso de una simple acción como la que hizo su madre hace ya diez años no desapareció de su pecho durante días y semanas enteras, incluso el mero hecho de recordarlo era suficiente para lastimarla, era el motivo por el cual nunca volteaba a ver a las gradas, porque prefería no enterarse si las personas que iban a verla en realidad se distraían con cualquier otra cosa y después de que su padre… ya no había nadie que estuviera ahí viéndola, por eso nunca volteaba a ver a la grada.
Pero algo cambio ese año, algo en su interior le susurraba que se girara, una voz desconocida en el fondo de su mente, una voz a la que le hizo caso con movimiento rígidos, como si fuera un robot oxidado.
Encuentra una visión que le hace olvidarse de todo lo antes vivido, algo que se quedara en su mente. Ahí estaba Yelena, de pie en el primer nivel de las gradas, aplaudiendo en alto, con una expresión que pocas veces le había visto, una sonrisa que mostraba los dientes, los ojos brillantes en algo que hace mucho tiempo no había recibido, orgullo. Parece que se da cuenta de que le esta viendo pues le giña un ojo sin dejar de aplaudir y mientras se aleja de vuelta a la fila, levanta su mano para saludar a su alfa, cerrando un recuerdo que nadie le podría quitar.
4
Por lo visto la universidad en verdad quería agilizar todo el proceso en búsqueda de compensar el tiempo de retraso que estuvieron obligados a tener, era lógico, al fin de cuentas, los días pasaban rápido y antes de que se dieran cuenta ya tendrían el semestre acabado. Es por eso que se les dio la instrucción de no irse del campus, pues en una hora, más o menos, tendrían listos los resultados preliminares de la prueba, ventaja que tuvieran al jurado observando cada tiro. Siendo que vivían en el tiempo de las telecomunicaciones, la mayoría decidió ignorar la petición, al fin de cuentas, alguien grabaría los resultados y lo pasarían al resto, estaban seguros de ello.
Kate por su parte no tuvo reparo en quedarse ahí mismo, recostada en el pasto del campo para darle un debido descanso a su pobre espalda que le estaba doliendo mucho más de lo normal y con una mayor frecuencia, con los ojos cerrados, disfrutando del tímido sol que había salido ese día, calentando un poco su piel de naturaleza fría. Quizás era la única que quedo en el lugar tras el anuncio final pues Greer le había pedido que le cuidara las cosas en lo que regresaba pues debía ir a buscar a Franny y aprovechar para pasar al baño, porque por lo visto las pruebas le había aflojado el estómago.
Hay algo en su mente que le pide seguir alerta, que desplace la tranquilidad que el día le está entregando, que se dé cuenta de que todo estaba saliendo demasiado bien como para ser verdad. Sabe que debe hacerle caso a su intuición, porque es su mejor amiga, la que siempre le ha salvado de muchos problemas a lo largo de su vida, casi como el instinto de las aves de volar lejos cuando algún desastre está por llegar; pero cuando la idea comienza a materializarse, un aroma le invade la nariz, canela y vodka, quizás un toque de menta; el inigualable aroma de un alfa muy especial.
— Yelena — le llama cuando aun estaba a varios pasos de llegar.
La rubia se detiene un momento, sorprendida de que le escucharan acercarse pues había estado pisando justo como le entrenaron para hacer el menor ruido posible, tan poco que ni un micrófono alcanzaría a detectarla. Aprovecha el momento quieto para poder bien a la omega con sus cabellos libres de nuevo, esparcidos por el manto verde que comenzaba a recuperar color tras los días helados. Se toma un momento para ver la paz que invade su rostro, la tranquilidad con la que sus pestañas se mueven aun con los ojos cerrados, el ligero abrir y cerrar de sus labios, el rojo en sus mejillas por la actividad que realizo; una paz que no encontró ni cuando le vio dormir, algo muy extraño en una omega que parecía estar siempre alerta.
— Kate Bishop — se acerca un poco más, lista para romper el protocolo que nunca siguió respecto al trato entre teórico cliente y empleado, sentándose a un lado de la omega, a suficiente distancia para no aplastarle el cabello —. Una vez más comprobando que tienes una gran puntería —.
Se gira un poco, lo justo para quedar de lado, siguiendo el sonido de la voz del alfa, abre sus ojos en un lento gesto de parpadeo, algo tan simple, tan rutinario que hace que Yelena trague en seco, cautivada por el azul más azul que alguna vez vio y que sin duda nunca se cansara de ver.
— No fue gran cosa — asegura sin quitarse la sonrisa de la cara —, pude haber centrado un poco más los tiros — suspira cuando el cabello le cae en la cara, cubriendo su visión, teniendo que soplar un poco para quitarse las hebras que le llegaron a los labios —. Y bueno, hice mi ritual, no había forma en la que pudiera fallar —.
He ahí el gran motivo por el que Yelena detestaba tanto las cábalas y supersticiones, porque eran una herramienta para quitarle merito a una persona cuando consigue algo. No entendía como se le podía dar más importancia a las supuestas cualidades mágicas de un pan quemado y un trozo de tela colorida que a los años de esfuerzo, entrenamiento, posibles lesiones y fallos por las que Kate Bishop debió pasar a lo largo de su vida para conseguir tener una puntería con la que Clint Barton solo podría soñar en medio de un cuadro de alucinación. No le parecía lógico, es más, le parecía estúpido, su omega debería estar celebrando su propia magnificencia, buscando halagos constantes que estaban muy bien ganados, merecía que todos le pidieran una foto, que le alabaran, no que su éxito recayera en lo que daba indicios de ser el resumen de una experiencia desagradable que sufrió de niña.
Extiende su mano, alcanza unos cuantos cabellos, deteniéndose a sentir lo suaves que eran, memorizando el grosor del mismo, su suavidad y si no fuera porque quedaría como una maldita degenerada, memorizaría su aroma. Con cuidado mueve el cabello hasta apartarlo del rostro de su omega, dejándole el mechón tras la oreja.
Y siente que ha mentido durante toda su maldita vida. Es una mentirosa. Porque le ha dicho a todo el mundo que no es estúpida, pero ahí mismo, sentada junto a una omega que apenas conoce de un par de meses, bajo la tranquila tarde de una primavera que por fin llega, siente que va a cometer la mayor estupidez de la historia de la humanidad. Porque no puede dejar de ver el rostro de Kate Bishop, porque sus ojos no pueden apartarse de esos labios y todo en ella grita para que la bese, que se olvide de todo el papeleo social de cortejarla con cuidado y que use el lenguaje universal para decirle todo lo que le ha hecho sentir a ella y a su alfa.
Por un instante jura ver que la mirada de Kate Bishop se va directo a sus labios, le parece una señal y en silencio le pide al mundo que le detenga de cualquier manera si no es el momento. Se acerca un poco más, cerrando espacio entre ellas, lista para dejar de ser cautelosa, para dejarse ser y entonces, su señal aparece.
— ¡Hey Kate! — un grito a la distancia proveniente de una voz familiar fue la señal que tanto necesitaba para despejar, hasta la tercera tribuna, la imprudente idea de besar a su omega — Muchas gracias por quedarte ¿ya han dicho algo? — porque aún quedaban muchas cosas escondidas que necesitaban ser reveladas antes de dar ese gran paso.
La omega aparenta no haber reaccionado a lo que Yelena intento hacer, como si no se hubiera dado cuenta del intento — No, no. Todo está tranquilo, aunque creo que ya tienen los primeros resultados, creo. Hola, Franny, disculpa que no te saludara — es evidente que su mente se encontraba muy tranquila pues en cualquier día normal se hubiera forzado a levantarse por mucho que sus huesos le estuvieran reclamando por descanso, pero estaba siendo un buen día, el mejor día de hace muchos días y por tanto se quedó en el suelo, saludando con una mano y una sonrisa.
— Tranquila, chica, me han contado que hiciste una actuación digna de otra medalla —.
Agradece el halago — Pudo ser mejor, estoy segura que pude haber hecho algo aún mejor, lo demostrare si termino entrando al equipo — pero sabe que debe esforzarse más.
— ¡Hablando de eso! Gracias por recordarme — busca algo en la mochila de su amiga, un par de segundos hasta que saca dos pequeñas cajas triangulares — ¡Ten! — Kate se tiene que levantar para quedarse sentada porque en su primera postura no alcanza a ver de qué se trataba el presente — Por los consejos que me diste ¡No sé cómo nunca pensé en eso! Todo se volvió más simple, más fácil, deberías escribir un libro con consejos, sería un éxito —.
Una caja de pizza, de la que se suele vender dentro de la facultad — No, no. No es necesario, enserio, te doy el consejo de buena fe, no necesitas darme algo — las mejillas se le ponen un poco rojas de la vergüenza.
— Creme chica, si no le aceptas te insistirá hasta el día en que te mueras. Le preste un lápiz en la preparatoria y se la paso todo el año tratando de darme un refresco a cambio —.
—¡Hey! Era un gran trato, un simple lápiz a cambio de una deliciosa lata de doctor pepper —.
— Quizás lo sería si no fuera porque siempre me ofreciste la misma maldita lata —.
Agradece el haber recibido un muy buen ejemplo de la insistencia de la omega, algo que le deja en claro cuál es la mejor respuesta que puede dar. Extiende su mano un poco para tomar la caja — Gracia, Greer, en verdad lo aprecio. Solo recuerda que en verdad no hace falta que me regales nada, me gusta ayudar —.
— Bueno, hay algo más que me gustaría pedirte, un ayudin — mucho más nerviosa de lo que debería estar, ofrece su celular en el cual ya tenía abierta la aplicación de contactos — ¿me podrías pasar tu número? —.
Al inicio le entra la duda de porque no, simplemente, Franny le paso su contacto, pero recuerda el principal motivo bajo el cual se conforma una amistad, la confianza en la otra persona — ¡Claro! — toma, anota y guarda su contacto de inmediato — No dudes en llamarme o mandarme mensajes, intentare contestar al instante, si no puedo, perdón por eso —.
— Oh tu tranquila, que la señorita aquí al lado — empujo a la beta sin cuidar su fuerza, casi tirándola al suelo porque estaba desconcentrada —, me ha dejado en visto durante un mes entero —.
El teléfono de Kate vibra en el bolsillo de su pants, no tarda nada en sacarlo para revisar temiendo que fuera su madre quien le hablaba, en cambio, encontró una notificación de un contacto nuevo, un simple emoji de arco, el contacto de Greer — ¿Quieren ir a ver si ya han sacado algo nuevo? — pregunta la beta, una opinión que todos aceptan, aunque antes, había algo más que aclarar.
— Oh espera, la segunda caja, también era para ti, bueno, no para ti, para tu… ¿compañera? — la omega voltea entonces a ver a Yelena quien estaba viendo la interacción con su mirada inexpresiva como siempre que se encontraba en una misión — Disculpa, es que no se tu nombre —.
— Yelena — dice con mucha cautela, porque debía mantenerse alerta aun cuando ya se había encargado de revisar todo el historial de ambas chicas desde que la beta le hablo por primera vez a Kate Bishop, descubriendo absolutamente nada, nada más que una infracción de tránsito para la tal Greer —. Aceptare tu ofrenda, pero que sepas que hace falta mucho más para comprar mi favor —.
Tras la pequeña broma que se dejó caer, las cuatro caminan rumbo a donde los jueces habían estado dialogando entre ellos. En la pequeña caminata Kate permite que sus pensamientos se vayan a esa pregunta que fue por fin dicha por Greer ¿Qué se supone que era Yelena para ella? ¿una amiga? No sería una locura, al fin de cuentas, no había nadie en quien confiara más y podía jurar que en el ultimo tiempo era la persona que le conocía como nadie más y se supone que eso significa la amistad. Pero tampoco podía olvidar que era una persona contratada por Eleonor con la instrucción clara de vigilarle; su interior gruñe ante la idea, obligándola a esconder ese hecho, recordando las veces en las que la alfa se tomo la delicadeza de mostrarle el informe que le iba a enviar a Eleonor con la intención de que lo aprobara, de no romper su confianza, eso era suficiente para tener claro que su relación no tenía nada que ver con el contrato firmado. Visto así la respuesta era aun más lógica, Yelena era su amiga, su mejor amiga, pero hay algo en el fondo que le molesta ante eso, de vuelta una voz extraña en su mente que exige algo más, algo que sin duda, Kate no quería escuchar.
Por fin llegan a donde los jueces, Kate tiene apenas tiempo para regresar a la realidad, muy lejos de las imágenes de los labios de Yelena moviéndose cuando hablan, de la lengua de la alfa humedeciéndolos tras hablar un rato. Sacude la cabeza antes de prestar atención al pequeño papel que estaba sobre una de las mesas, un documento donde se iban anotando los nombres de quienes fueron aceptados en el equipo.
— Haz los honores, Kate, no creo que pueda leer algo por los nervios —.
Acepta con gusto la responsabilidad, no es que tuviera que buscar demasiado, eran apenas seis nombres los que estaban escritos contra el papel. Encuentra el suyo en primer lugar, la idea de que ya estuviera escrito desde antes de competir le hace gruñir porque no era una idea descabellada. Ignora su propio malestar, más concentrada en cumplir su tarea, una que no tarda mucho en encontrar, justo ahí, en el cuarto puesto de la lista.
— Greer — se queda callada un momento para meterle efectos dramáticos —. Eres arquera universitaria —.
De vuelta un grito de emoción que le pone los pelos de punta por lo repentino que resulta ser, luego se pone un poco nerviosa cuando recibe un abrazo que le tomó por sorpresa, aun así, no reacciona como de normal lo haría, porque su compañera de casta en tan poco tiempo había conseguido demostrar ser una persona en quien quizás podía confiar.
Hablan de un par de cosas más mientras se retiran del campo de entrenamiento, conociéndose entre ellas un poco más, compartiendo cosas importantes como el descubrir que las tres apoyaban al mismo equipo de beisbol, que resulta ser que Franny es la única que no es neoyorquina nativa, que por lo visto nadie esta de acuerdo con que el helado de choco menta es el mejor sabor de helado que ha creado la humanidad.
El momento de despedirse llega cuando arriban a la entrada trasera de la facultad, las dos chicas morenas tenían que irse pronto a sus casas, cada una por un motivo diferente, cuando se despidieron dejaron la promesa de hacer planes para salir juntas. Mientras sus nuevas próximas amigas se alejan en la distancia, Kate suspira, sintiendo como el cansancio del día le comienza a invadir, haciendo que le temblaran las rodillas y necesitara tomarse un momento para recuperar el aliento, con los huesos de su cuerpo palpitando de dolor, eso sin duda era extraño, algo que solo le pasaba muy de vez en cuando, solo cuando cambiaba, pero eso no era posible, faltaba mucho para que eso llegara.
— Pareces cansada — resulta que esa es una de las frases que más veces se habían repetido desde que se conocieron, pero que nunca estaba equivocada —. Dime, Kate Bishop ¿te quedarías aquí esperándome en lo que voy por el auto? Para que no tengas que caminar más — le gustaría replicar, decirle cuanto deseaba acompañarle, señalar que no le parecía justo el tener que dejarla hacer todo el trayecto sola. Pero todo su cuerpo le pide parar, con su corazón latiendo en extrañas punzadas, con sus huesos lastimados y la piel ardiendo; con todo en mente, asiente con la cabeza, sintiéndose tan fatigada de golpe que podría dormirse de pie —. Vale — observa alrededor, guiándola hasta la banca más cercana, en el sendero entre las canchas de fútbol —. Quédate aquí, Kate Bishop, volveré antes de que te des cuenta, si ocurre algo, llámame y estaré a tu lado en un instante —.
En cuanto está sentada en la banca sus ojos se cierran, comenzando a cabecear, supone que es lo que suele pasar cuando no se tiene un buen horario de sueño o quizás lo normal tras haber realizado una actividad tan emocionante como la que acababa de hacer o, aun más posible, algo que solo le pasa a ella, siendo la chica extraña que siempre fue.
No sabe cuánto tiempo mantiene los ojos cerrados, quizás fueron segundo o minutos, solo sabe el motivo por el que los volvió a abrir. Un suave ladrido frente suya. Lo primero que encuentra al regresar al mundo de la conciencia es a una pequeña, no tan pequeña, criatura de pelaje dorado, sentada frente suya; su mente cansada le da un paso en falso, haciéndole creer por un instante que se trataba de la adorable cachorra a la que mordió hace unas semanas, iba a pronunciar el nombre hasta que pudo enfocar la vista encontrando un detalle fundamental, el tipo de orejas de esta nueva criatura eran muy diferentes a las de una akita.
— Hey — saluda mientras sigue viendo al perro de pelaje dorado que tenía frente a ella, un Golden por el tipo de pelaje, por la forma de su nariz y orejas — ¿Cómo estás chico? — hay algo en particular que le llama la atención, más que el pelaje de apariencia descuidado lleno de algunos nudos y manchas de suciedad, ni de esas pequeñas garras largas. Lo que le llama la atención esta en el rostro del perrito, en el ojo izquierdo que estaba cerrado — ¿Puedo acercarme a verte chico? — en respuesta el Golden se estira sobre las patas delanteras, entregando la seña perfecta de juego canino — Gracias amigo — se mueve con cuidado, sin hacer movimientos bruscos que pudieran asustarlo, pero dejando claro una advertencia muy importante —. Muérdeme y te muerdo — como si en verdad le entendiera gira la cabeza, confundido ante la idea.
Cuando por fin acuna el rostro del perro entre sus manos siente el calor de la criatura, la emoción de la misma cuando le golpe la mejilla con su nariz fría y humada, algo que le hace reír por el gesto. Vuelve a su trabajo, con cuidado toca el lugar cercano al ojo cerrado, escucha de forma clara un quejido bajo por parte del perro cuando uno de sus dedos tocó más cerca de lo esperado del parpado, ve una marca clara en el pelaje que recubre el espacio alrededor del ojo, una herida que parecer ser producto de la que en algún momento fue un ataque contundente.
— Oh, chico ¿qué te hicieron? — pregunta en cuanto se atreve a levantar un poco el parpado, encontrado un glóbulo ocular de color grisáceo, no tiene la capacidad de ver todo el ojo herido, porque el perro se aleja un poco en cuanto trata de seguir inspeccionarlo, seguro porque le dolió el tacto —. Perdón, chico, perdón — vuelve a acariciarlo entre sus orejas, algo que parece gustarle en particular ya que su frondosa cola comienza a menearse al instante. La mirada de Kate va rumbo al resto del cuerpo del perro, dándose cuenta de que tenía una apariencia mucho más delgada de lo que es saludable para un cachorro que parecía ser adulto. Voltea a ver a la banca en la que estaba sentada, intentando encontrar algo que le pudiera dar de comer, algo que le pudiera nutrir, lo que encuentra son las cajas de pizza que le regalaron, parece ser la mejor opción —. Vamos amigo, alguien me ha contado que te gusta mucho la pizza — saca la porción que le habían regalado a ella. Se siente mal al saber que alguien gasto dinero para comprarle algo y termino dándoselo a alguien más. Se reconforta cuando ve que el cachorro levanta las orejas y menear aún más la cola; ese era un mejor uso para el trozo de pizza, alimentando a una criatura inocente que parece haber tenido una muy mala pata de cartas, algo mucho mejor que terminar siendo abandonada en el fondo de una nevera que es lo que pasaría en cuanto Kate llegara a casa. Coloca la pizza en el suelo, usando la caja como plato —. Bon appetit, chico — se ríe un poco cuando el Golden come a toda velocidad, haciendo desaparecerla en menos de un parpadeo — ¡Tranquilo, chico, que te vas a ahogar! —.
Verlo comer es una experiencia adorable, le pone feliz ver cuan feliz se siente la criatura al tener algo que llevarse al estómago, por mucho que no fuera lo más saludable para el organismo canino. Se le conmueve el corazón, desearía poder llevárselo a casa, darle una ducha con los jabones más caras que el dinero pudiera comprar, le dejaría dormir en su cama aun si eso significara que ella tuviera que terminar en el suelo, compraría la mejor comida posible y, en resumen, le daría un hogar, sin nadie que le pusiera una mano encima, sin nadie que le vuelva a gritar. Un suave hogar.
Ambos escuchan pasos acercándose en la distancia, la humana alcanza a ver que se trataba de Yelena regresando, lo que le confirmaba que se durmió durante unos cuantos minutos en la banca. El cachorro se estira de nuevo antes de lamerse el hocico, limpiando los restos de queso y tomate, observa a sus alrededores, lo más probable, buscando un lugar donde esconderse a pasar la noche — Busca cerca de las duchas del equipo de futbol, el de verdad, no el que dice Yelena. El armario del conserje tiene la puerta rota, seguro que te puedes colar ahí, chico — un ladrido en respuesta al consejo, un tipo de agradecimiento antes de empujar su nariz contra la mejilla de Kate —. Buena suerte, chico, espero verte pronto —.
Siente el corazón en las manos mientras ve a la criatura alejarse a un paso tranquilo en una dirección muy similar a donde le había indicado que fuera, se siente culpable por no poder llevarlo con ella, lo único que puede hacer es desear que pronto, alguien tenga la suerte de poder adoptar al hermoso cachorro.
Con Yelena habla poco con unos pocos detalles, miente diciéndole que se ha comido su trozo, porque sabe lo mucho que le interesa su alimentación de una forma antagónica a como lo hacía Eleonor. No sabe si la mentira funciona o no, la alfa no le da pruebas de haberle creído o no, en cambio agradece el silencio, porque le da la oportunidad de volver a centrarse en su propio cansancio, en el auto de camino a casa apenas y es capaz de levantar la cabeza, misma que tiene apoyada contra el cristal de su ventana, con los ojos cerrados sintiendo el mundo pasar a su alrededor.
Al llegar al edificio Yelena es tan amable como siempre, primero al esperar un par de minutos en el estacionamiento interior con el auto encendido, aguardando que se animara a moverse primero, que diera la seña de que estaba preparada para ir a la casa de Eleonor. Seña que entrega al estirar su espalda, tomar su bolso y abrir la puerta, comenzando a caminar rumbo al ascensor a pesar de que su equilibrio estaba alterado. Mientras suben por los pisos hay una sensación nueva que se filtra más allá de su cansancio, un deseo que invade cada parte de su mente, una necesidad que no sabía necesitar.
— ¿Tienes mucha prisa de volver a tu casa? — no es tímida al momento de preguntar, su voz sale más firme que nunca antes en su vida.
— No mucha en realidad — la respuesta es inmediata, porque esta ante algo nuevo, una oportunidad que sabe no se puede dejar pasar — ¿Tienes algo en mente, Kate Bishop? —.
Claro que no lo tenía, por tanto, improviso al instante — Bueno, quería saber qué te parece ver alguna película juntas, después de que me bañe, claro, porque estoy sudada como si fuera verano y no quiero ensuciar tu ropa, porque se ve muy limpia ¿cada cuanto lavas tu ropa? — el problema es que improvisando siempre terminaba hablando de largo.
Su cuestionamiento sobre técnicas de limpieza termina cuando el elevador suelta un pitido, avisándoles que han llegado al piso que deseaban. Dan unos pasos para acercarse a la puerta, el silencio le hace sentir a Kate que va a vomitar, ya estaba por retractarse, cuando Yelena se anticipa — Me encantaría ver una película contigo, Kate Bishop — y el corazón se le acelera a ambas por la idea —. Una buena de verdad, nada muy pretencioso ni superficial —.
Mientras pone la llave para abrir una sonrisa le aparece — ¿Has visto Scary Movie? — voltea a ver a la alfa que niega al no reconocer el nombre — ¡Oh creme que te va a encantar! — estaba lista para explicar porque era una de las mejores comedias que se podían ver, incluso se animaría a decirle alguno de los mejores chistes de la primera cinta. Todos sus planes se detienen cuando pone un pie en la casa. Hay algo diferente, lo sabe sin necesidad de ir más allá del recibidor. Lo sabe en la forma en la que sus instintos se ponen en alerta, obligándola a tomar su postura más recta, lo sabe porque su corazón ha comenzado a latir como loco y de repente parece que puede escuchar todo con claridad
— ¿Kate Bishop? — pregunta cuando la omega deja de moverse y de ella comienzan a salir feromonas de pánico.
Sabe que hay algo diferente porque el penthouse tiene un nuevo aroma, el ahora de alguien a quien ha conocido toda su vida — Tienes que irte, Yelena — no suena como su voz habitual, alegre o energética, en cambio, este tono era casi un susurro, temeroso y cauto, como si temiera que algo le encontrara.
Quiere volver a preguntar, saber qué diablos pasaba, ya tenía su arma en las manos, cargada y sin seguro, lista para disparar si era necesario, pero antes de que pudiera hacer algo, una tercera voz se escuchó — ¿Kate? — las letras salen un poco graves, rasposas — ¿Estas en casa? — y arrastradas mientras se pronuncian.
Traga en seco, ya habiendo confirmado lo que tanto temía — Sí, madre. Estoy aquí — habla un poco más fuerte solo lo suficiente para que le puedan escuchar desde la cocina, donde sabe que la encontrara.
Creyendo que Yelena le haría caso a su primera petición, camina sin voltear a ver, dejando en el camino el estuche de su arco. Sus pasos son lentos, cautelosos mientras se abre paso por una casa que apestaba a feromonas de alfa, mientras, en su cabeza, repasa lo que debía hacer a continuación, que palabras no decir, que cosas no hacer, para salir lo más limpia posible de este nuevo cuadro.
Ambas llegan a la cocina y encuentran un cuadro familiar para la omega, nuevo, más no inesperado, para la alfa rusa.
Eleonor Bishop con la cabeza recostada sobre la isla de la cocina, a su alrededor, una botella de vino vacía y dos de whisky a medio acabar, copas junto vasos regados por el mármol, las gavetas donde se guardaba el alcohol abiertas de par en par. No parecía ser la misma mujer refinada que recibió a Yelena en una oficina pretenciosa, ni quien le intento apantallar con lujos tan caros que eran estúpidos, en cambio, lo que tenía frente a ella era una mujer cansada, con la ropa manchada por el alcohol que se derramo mientras bebía, con el cabello hecho un desastre completo y manchas en su propio maquillaje.
— ¡¿Kate?! — vuelve a llamar con un poco más de fuerza, estira su brazo como si tratara de levantarse, intento que solo consigue que tire al suelo uno de los vasos que tenía cerca, rompiéndolo en pedazos.
— Aquí estoy, mamá — sabe lo que debe hacer, se acerca con cuidado, pisando tan ligero como puede para no hacer demasiado ruido ni para pisar algún vidrio roto —. Aquí estoy — revisa de reojo el panorama, calculando cuanto ha bebido, llega a la conclusión de que aún no esta tan borracha como para que tenga que cargarla, solo estará un tanto despistada, menos mal, solo deberá servir de bastón.
— Sabes… leí cosas muuuy interesantes de ti — se pone pálida al saber de qué está hablando, de nuevo, su corazón se vuelve loco latiendo a su máxima cadencia —. Sí, puedo oler que no es mentira — cruzan miradas y Kate siente la necesidad de ponerse de rodillas, mostrar la mayor sumisión que pueda, aun cuando eso pudiera provocar que se clavara un cristal — ¡Ah, Yelena, pasa, pasa! — la omega cierra los ojos, maldiciendo por no haber sido más clara cuando le dijo que se fuera.
— Eleonor — saluda después de guardar su arma, cosa que hizo no sin antes comprobar que sus mordeduras estuvieran listas para ser disparadas.
— Sabes debería subirte el sueldo — se trata de levantar, atrapando el antebrazo de su hija, clavando sus uñas, para tener equilibrio —. No me creo que hayas podido soportar pasar tanto tiempo con esta cosa —.
— Es un trabajo simple —.
Da un par de pasos, jalando a Kate con ella — ¡Seguro que lo es! — tiene su momento de mareo que es solucionado por la omega — Tu informe… tu informe así parece —.
— Puedo detallar cada punto, si gusta, ahora mismo —.
— ¡No, no, no! Nada de eso… acabo de llegar y quiero pasar tiempo con mi hija ¿puedes dejarnos solas? — aun medio borracha, sigue tratando de mantener su fachada amable con la otra alfa.
— Volveré mañana a la misma hora y podemos… —.
— El lunes — interrumpe Eleonor de golpe —. Vuelve el lunes, descansa estos días. YO me encargare de esta —.
Quiere intervenir, negarse, irse a los golpes de ser necesario, pero voltea a ver a Kate, su omega le mira con los ojos llorosos y susurra, en total silencio un simple por favor vete que le obliga a tomar esa decisión. Aceptando que su presencia podría solo empeorar las cosas. Tras unos segundos, Yelena las deja solas, el silencio les invade, no se escucha nada más que las manecillas de un reloj a la distancia, un contador del tiempo que restaba antes de que el infierno se desatara.
Kate trata de hacer lo que suele hacer cuando Eleonor se emborrachaba, tirando un poco de ella para conducirla a las escaleras. Parece funcionar cuando copera, juntas suben hasta el segundo piso, donde le podría llevar a su habitación ya sea para enjuagarle el rostro en el baño o directamente acostarla en la cama. Después iría a buscarle un vaso de agua que le pediría beber y en caso de no conseguir que tomara, lo dejaría en la mesita de noche junto a pastillas para la resaca.
Se debate por cual es la mejor opción para este cuadro que no era inesperado. Un debate que se termina cuando su madre habla — Pequeña zorra — una mano se cierra alrededor de sus cabellos, tirando desde la raíz, se le escapa un quejido por la sorpresa — ¡Tirando tu aroma como una puta barata! — Kate cierra los ojos, aprieta los dientes. Ya no importaba que intentara decir, lo único que importaba era prepararse para lo que estaba por llegar, siendo arrastrada por su madre hasta el estudio — ¡¿Quieres comportarte como una ramera?! ¡Perfecto! — conteniendo las ganas de quejarse cuando fue lanzada contra el suelo y preparándose para lo que estaba por llegar — Te tratare como una — solo esperaba que su mamá hubiera bebido lo suficiente para que se cansara rápido. Cierra los ojos cuando ve el puño de su madre acercarse. El inicio de algo a lo que ya estaba acostumbrada
Notes:
Espero que les haya gustado el capitulo, no negare que me sorprende mucho el haber tenido la oportunidad de utilizar data de futbol en este fanfic, no negare que lo disfrute mucho porque soy gran fan del futbol.
El final de este capitulo me ha costado más de lo que esperaba de escribir, espero que no se haya sentido extraña de leer. Falta poco para que Yelena se de cuenta de todo lo malo que le hace Eleonor a su omega ¿alguien tiene alguna petición particular respecto a lo que Yelena le hara a Eleonor?
Cuidense mucho, espero tenerles el proximo capitulo pronto, apreciare sus comentarios y kudos, nos vemos en las proximas paginas.
Chapter 7: La suavidad del hogar
Chapter Text
Durante un muy buen rato tuvo su vista fija en el reloj que descansaba en su muñeca, uno que tenía en su interior un diseño de reloj de arena en tono rojo, uno de los mejores regalos que recibió en su vida. Se ve obligada a regresar a su cargo, con su perfil perfecto de serenidad formal, en cuanto sus subordinados dejan de hablar, repasando los últimos acontecimientos por segunda ocasión, pero sin responder la pregunta que en verdad le importaba.
— Bien, por muchas veces otra vez ¿Cómo hicieron para que una simple tarea de mantenimiento rutinario terminara con dos quinjets, un F-22 y dos montacargas en pérdida total; tres agentes en la enfermería y por lo menos nueve sets completos de herramientas perdidos en el océano? —.
Lo que Fury nunca le advirtió antes de tomarse sus vacaciones dramáticas, es que el estar a cargo de una organización de defensa y espionaje nacional conlleva tener que solucionar más problemas estúpidos que tramas de conspiración terrorista. En los meses que llevaba como nueva jefa del nuevo SHIELD había estado más ocupada teniendo que explicarle a los reclutas porque no podían usar los armarios de armas como refugio para pasar sus celos, solucionado problemas con los cocineros que se negaban a servir algo del menú que se recomendaba, que en verdad haciendo algo que implicara estar deteniendo a los malos o ya siquiera estar en campo. Era agotador, porque la rutina le molestaba, le desesperaba por sentirse inútil a pesar de su puesto y era mejor que ni hablara de todas las reuniones a las que tuvo que asistir para intentar recaudar más fondos gubernamentales para mejor lo que ya tenían. Era un trabajo tan agotador que ya podía entender porque Nick se había quedado calvo.
Su reloj emite un clic particular que le indica el cambio de hora y con ello, la noticia de que es su hora de salida, por fin — Les suspenderemos temporalmente de cualquier actividad de campo mientras se realiza una investigación interna, repórtense con RH para que les de las especificaciones de las infracciones a las que se pueden hacer acreedores — ambos agentes, jóvenes, recién reclutados, salidos de las secciones de ingeniera, agachan la mirada, incapaces de replicarle algo a la temida directora Hill —. Ahora, largo de mi vista —.
Ambos siguen sus ordenes como sabían que debía hacerlo. De vuelta a la soledad de su oficina se toma un momento para suspirar, frotándose el puente de la nariz, había sido un día muy largo, una semana demasiado pesada. Revisa su escritorio, ya no tenía más papelas que revisa por ahora, la mejor noticia que podía recibir porque significaba que podía irse por fin a casa.
Recoge sus cosas tan rápido como si le estuviera persiguiendo, porque en parte la estaban persiguiendo, tardar un minuto de más podría significar tener que quedarse otro par de horas a cubrir temas insignificantes, alguna nueva pelea entre los agentes más jóvenes o una repentina preocupación por la calidad de las tuberías. Es así como se pone el abrigo sobre los hombros, recoge su maletín, confirma tener en su cinturón su arma, así como su teléfono y cartera en los bolsillos antes de salir de la nueva cede de SHIELD como alma que persigue el diablo.
El camino a casa es silencioso, usando uno de los tantos autos que tiene a su disposición, muy bien blindados y con sistemas de seguimientos especiales que mandaban la señal a personas de confianza. No enciende la radio como si lo haría si el asiento del copiloto, toda su concentración estaba en la oscura carretera que se iba iluminando conforme su auto avanzaba en ella. Disfruta del silencio, lo disfruta desde que era una cachorra, cuando sus padres no tenían mucho tiempo para estar en casa, su madre directora de un hospital, su padre sargento en el ejército, convivir con una gran casa vacía silenciosa y espeluznante le hizo apreciar el silencio, encontrar cierta familiaridad en él, un amigo, un confidente que nunca le abandonaría. Eso se escuchaba mucho más dramático de lo que le gustaba aceptar, pero era su verdad.
Toma las rutas alternas al entrar en la ciudad buscando no tragarse algún atasco en la ciudad que nunca duerme, girar y girar, gastando quizás el mismo tiempo que de haber ido por las calles directas que recomendaba el GPS. No importa porque al fin llega a ese edificio que tan bien conocía, de muros grises, ventanas y pequeños balcones. Estaciona en el lugar que por costumbre ya le pertenece.
Mientras camina al interior del lugar ya tiene la llave en sus manos, jugando con ella como si fuera una moneda, sintiendo una repentina avalancha de nerviosismo mientras iba subiendo las escaleras hasta el tercer piso. Sus nervios son lo que provocan que se tome casi un momento frente a la puerta sin atreverse a entrar hasta que un ligero aroma comienza a filtrarse por debajo de la puerta junto con un recuerdo y una promesa.
Hace el menor ruido posible al entrar, teniendo que ser rápida para atrapar el vaso de cristal que descansaba en un fino equilibrio sobre la cerradura interior de la puerta, una medida de seguridad muy propia de alguien que conocía. En el interior no hay el silencio que esperaba, una canción de rock noventero resuena a volumen medio desde la sala de estar, haciendo compañía a una conversación ligera en un idioma que conocía muy bien tanto por trabajo como por su vida personal.
— No, debes esperar a que el aceite este bien caliente — una voz grave, con tonos rasposos pero que aun tenía muy presente el toque juvenil que venía con su edad.
— ¡Esta burbujeando! ¿Cómo algo puede estar más caliente que eso? — esa era la voz que le perseguía en sueños, con la que muchas veces despertaba, con la que siempre deseaba irse a dormir.
Camina un poco más, pasando del recibidor, asomándose por el pequeño pasillo hasta la cocina donde encontró una imagen muy particular. Dos chicas observando algo frente a la estufa, la más joven vestida con un suéter de color guinda, en su cintura, cubriendo su pantalón de color oscuro, un delantal medio doblado a juego con el suéter. A su lado, mucho más pequeña en estatura, una mujer deslumbrante, con sus cabellos rizados resplandeciendo por la luz cálida del techo, resaltaba como una rosa que crece en un campo nevado, una mancha que podría encontrar en cualquier lugar, en cualquier momento; similar a la más joven llevaba un delantal cubriéndole la ropa, pero en cambio lo tenía puesto al completo, desconfiada de su capacidad para mantenerse limpia en una actividad tan cotidiana como cocinar.
— Pero aun no esta lista — reafirma la chica, poniendo su mano a una distancia prudencial sobre el sartén, suficiente para poder captar la temperatura —. Falta poco para que este a punto de humo, el punto perfecto —.
Suspira ante la visión frente a ella mientras se quita el abrigo con cuidado de hacer poco ruido en un intento para no romper el maravilloso momento. Su arma también se va junto a la ropa adicional, ya no la necesitaba, queda resguardada en un cajón seguro en el pasillo, porque no la iba necesitar, estaba en un lugar seguro. Ambas chicas frente suya siguen tratando de cocinar, la más joven dando clases mientras la adulta demuestra que sabe usar un cuchillo de mil maneras diferentes pero no pelar un champiñón de la forma que su maestra considera correcta; es un momento especial, algo que suele hacerse en el sentido contrario, pero significativo en la vida que se estaba formando y por un instante se siente una intrusa, porque ella no ha estado tan presente como debería, era la primera vez en varios días que podía pasar más de un par de minutos en el mismo departamento con ellas, porque cuando ambas podían ella tenía que trabajar y cuando ella estaba libre, las dos solían estar en el complejo de los Vengadores, entrenando o revisando el proceso de alguna próxima misión.
Cuando la idea de dar un paso atrás y retirarse del departamento comienza a ser una posibilidad, una voz le frena — Buenas noches, Koshechta — la pelirroja seguía dándole la espalda, muy concentrada en terminar con la vida de los hongos que le encargaron cortar mientras la chica tomaba riendas en comenzar a asar algo — ¿Qué tal el trabajo? —.
— Por favor, Nat, no me hagas hablar de eso, parece que cada día que pasa nos volvemos más una secundaria que una agencia gubernamental — da unos pasos más, acercándose al muro de carga, apoyándose contra el mismo para darle un pequeño descanso a su pierna izquierda. Le llega entonces con total claridad del olor de la comida que se estaba preparando, haciendo que su estómago ruja al instante ante un hambre que no sabía que tenía —. Huele bien, Wanda ¿qué estas preparando hoy? —.
La chica entonces se voltea, sosteniendo con una mano el sartén en el cual los ingredientes crujían al verse expuesto al calor del aceite hirviendo, tenía una sonrisa en sus labios, tan honesta, tan sincera, como si en lo que estuviera presentando entregara, en parte, todo lo que había dentro de ella — ¡Strógonoff! — muestra con más detalle la carne que estaba cerca de llegar al punto perfecto de cocción.
— ¿Y qué tipo de hechizo estas usando, malen´kaya ved´ma, para que Natasha no le haya prendido fuego a la estufa mientras te ayuda? —.
La alfa gira al instante ante la afrenta a su persona — ¡Hey! — sostiene en su mano el cuchillo, algo que debería ser una gran seña de alerta, porque estar frente a una viuda negra suele ser una sentencia de muerte y estar frente a LA viuda negra, quien tiene un cuchillo en manos, debería ser una sentencia fatal, la seña de que ha ganado un boleto para morir de una forma horrenda — ¡Eso solo paso tres veces! —.
Pero no para María ni para Wanda, la escena era en cambio adorable, una pelirroja pequeña, con un delantal manchado como si llevara todo el día usándolo en lugar de solo una hora — Creo que tres veces es suficiente muestra par ver que este intento es todo un éxito —.
Decide continuar con la broma — Sí consigues hacer que Nat cocine un huevo sin carbonizarlo creo que puedo llamar a la guía Michelin para que te den tu primera estrella —.
— Son unas pesadas — se da la vuelta, concentrándose en terminar su tarea.
Las otras dos se ríen ante el comentario, felices de haber conseguido molestar lo suficiente a la temida alfa que sigue murmurando con un falso mal humor. En medio de todo Natasha se da cuenta de que ha olvidado sacar una cosa más para cumplir la receta de esa noche, un frasco lleno de semillas de chile, gruñe de frustración al recordar donde tenía guardadas las especias, en esa gaveta alta, demasiado alta para ella. Se pone de puntillas intentando llegar a lo alto, solo consiguiendo rozar la puerta, de normal debería de o bien subirse en la encimera o usar una silla para llegar.
Cuando se le pasa su ataque de risa María se toma un instante para ver la escena, a su alfa estirándose cual tejón, luchando por algo que se escondía de ella en la altura. Decide que es un buen día para probar su suerte, da grandes zancadas hasta quedar tras la pelirroja, coloca sus manos sobre la cadera, espera un par de segundos solo para comprobar que tan cómoda se siente en ese momento ante el contacto físico. No detecta cambio en su aroma, tan dulce, tan apetecible, uno que le pide quedarse pegada a ella y dejarse inundar por el aroma de su alfa. Sabiendo que no desencadenaría una reacción ante su tacto, aplica un poco de fuerza y levanta a Natasha en el aire, algo que le sorprende, haciendo que suelte un alarido en queja más no molesta.
Acepta el gesto, medio avergonzada, medio halagada, extasiada porque su omega sea tan fuerte, tan hábil. Rebusca hasta encontrar el frasco que necesitaba, entregándoselo a Wanda en cuanto sus pies vuelven al suelo, quien agradece sin atreverse a mencionar que fácil pudo usar su magia para alcanzarlo.
María deja un pequeño y rápido beso sobre la nuca de su alfa quien tiembla por el gesto. Pasa entonces a ir buscando cubiertos y platos para ayudar de alguna manera en una tarea que estaba a nada de acabar. Wanda suspiro cuando apagó el fuego, dando por terminada la preparación de la cena. Ahí entonces Natasha consigue tener un rol principal pasando los platos, agregando las guarniciones una vez el platillo fuerte este emplatado; María apoya llevando los platos a la mesa cada plato que esta preparado, tomando un instante para encender la televisión, dejando listo para reproducir el próximo capituló de la sitcom que Wanda estuvo viendo con ella, una que no avanzaba a menos que las tres estuvieran juntas.
Se sientan juntas para cenar, con la serie reproduciéndose para acompañar los silencios que aparecen entre ellas, más que de costumbre, porque han pasado por unos días bastante rutinarios y a pesar de eso, el silencio no termina por llegar, porque aparecerá la risa de María ante algún chiste que le llego profundo, por Wanda diciendo cosas respecto a la serie, repitiendo las bromas que más le gustan y Natasha señalando las referencias profundas a la cultura norteamericana, dándole un poco más de valor a la visión.
Tras mudarse al sofá para continuar con el maratón Wanda no tarda mucho en comenzar a cabecear de sueño, porque han sido días pesado, como lo hacía antes de que cayeran las bombas recarga su cabeza contra el hombro de su mamá, encontrando un lugar perfecto para descansar, un lugar suave, cálido y seguro, igual que su hogar. Ya ha tirado las fichas, solo necesitan de un par de minutos más antes de que la chica se quede dormida, ronroneando en sueños, prueba de que sentía a salvo.
María se queda muy quieta desde que sintió a la cachorra recargarse contra ella, deseando poder mantener la paz, acariciándole el cabello cuando entro en un sueño profundo. Dejan que el capituló continue hasta el final antes de apagar la TV y anotar, por si acaso, el numero de episodio en el que se quedaron. María tiene cuidado al levantar a Wanda, procurando no hacer que chocara contra alguna pared o mueble. Nat le ayuda adelantándose en el camino, abriendo la puerta del cuarto de Wanda y preparando la cama para que solo tenga que recostarla con delicadeza, quitarle los zapatos y arroparla, acciones en las que coopera gracias a las feromonas tranquilas que salían de la pareja que le había adoptado.
— Buenas noches, malen´kaya ved´ma, descansa — se despide de la omega que ya descansa, dándole espacio a Natasha para que pueda hacer lo propio. Observa la interacción desde la puerta, la forma en la que su alfa se encarga de reafirmar que ambas estarán ahí cuando despierte, en como le acomoda los cabellos le hace sentir plena, le hace desear que este momento dure más, que la paz que les permite ser una familia dure no por mucho, solo para siempre.
Ambas regresan a su propia habitación, no muy lejos de la que pertenecía a la cachorra, y al instante Natasha comienza a actuar — Vamos, Koshechta, parece que el día te ha dado una paliza — no era una mentira y en verdad no tenía ganas de replicar, su postura que por entrenamiento era siempre firme se deshace, pasando a una más ligera, dejándose guiar por su alfa hasta el baño del cuarto, donde puede notar que sobre el lavamanos ya le esperaban algunas de sus cosas favoritas para pasar la noche, una prueba inequívoca de que su alfa se estuvo preparando todo el día justo para darle el mejor descanso posible.
Todo comienza con las firmes manos de Nat recorriéndole la espalda en movimientos suaves, acariciándole los músculos tensos y cansados por sobre la tela de su camisa, el acto le hace suspirar, una respuesta silenciosa a una pregunta que aun no era formulada, una que a la mayoría le debería bastar, pero no a Nat.
— Necesito que me lo digas, Koshechta ¿qué puedo hacer por ti? — porque siempre le importaría saber cada detalle de lo que deseaba su omega, no quería dejar medias tintas.
La pregunta le fue susurrada en el oído en un tono suave — Por favor… ayúdame a quitarme esto — su alfa no espera ni un segundo más para comenzar a retirarle la ropa con mucho cuidado, justo después de haber abierto el agua para llenar la bañera a la temperatura perfecta para su querida María. Nat se encargaba de dejar besos sobre la piel que iba liberando, sintiéndose extasiada ante cada suspiro que le sacaba. Consigue que ambas acciones terminen al mismo tiempo, haciendo que su omega no tuviera que pasar mucho tiempo expuesta en el aire frio del baño; le ayuda a entrar en el agua, encargándose de que se recueste sin golpearse con el borde de la bañera, se aleja un momento para ir a buscar las velas de aroma que siempre compraba, pero antes de que pueda retirarse, una mano se aferra a su muñeca, reteniéndola — Alfa… por favor, no te vayas, entra conmigo —.
Sonríe ante la petición, saber que su omega fuera tan vocal como de normal no era — Solo iré por algo al lavabo y volveré contigo, omega mía — se acerca a su mejilla, dejando un pequeño beso que consigue tranquilizarla al instante. No pierde tiempo una vez le suelta, apurándose en tomar las velas y encenderlas para que el baño comience a oler a miel; una vez sabe no hay riesgo de incendio pasa a su parte favorita, desvistiéndose a ritmo lento, gastando un segundo de más con tal de ir presumiendo sus músculos que quedan expuesto, pasando sus manos por su cuerpo de forma exagerada, haciendo resaltar las partes que sabía eran las favoritas de su omega. Termina con su trabajo cuando ya puede oler las feromonas de María más que el perfume de las velas, tomando entonces su lugar en la bañera de tras de su omega, sentándola sobre su regazo, abrazándola por la cadera y descansando sus labios contra la glándula olfativa de María.
A María le gusta dejarse consentir por su alfa, es una de las actividades que más aprecia pues le parece una muestra total de devoción y confianza, no se puede confiar más que en la persona que te lava el cabello con la delicadeza de quien maneja una obra de arte. Es así como disfruta de los minutos que pasan donde Natasha se encarga de limpiarla, masajearla, colmarla de besos en búsqueda de librar cualquier rastro residual del estrés producto del trabajo que sabe ha estado molestando a su omega.
Su misión, como tantas otras que ha realizado en su vida, es un éxito rotundo, pues la omega se va volviendo más parlanchina mientras avanza en su objetivo, contándole detalles más importantes respecto a lo que le ha molestado, soltando comentarios fugases sobre la cena que tuviera, preguntando sobre el estado de Wanda y por ultimo, sobre como iban las cosas en el complejo, pregunta que le hace darse cuenta de que ella no era la única que estaba un tanto tensa.
— Por favor, alfa, dime lo que te pasa — de un movimiento rápido y certero se da la vuelta, quedando cara a cara con la pelirroja, se desploma contra ella, chocando sus pechos contra los de su alfa, provocando que de ambas se escape un gemido, primero por el dolor del golpe y luego por el cosquilleo del roce —. Te noto tensa — y también notaba como algo firme comenzaba a hacer presión en su entrepierna, provocándole unas terribles ganas de frotarse contra ese algo.
— ¿Cómo no voy a estar tensa teniendo a una hermosa omega frente mía? — intenta ser divertida, desviar la conversación a algo menos molesto, hace el intento de dejarle un beso en la clavícula, el inicio de un cortejo, una forma en la que encender la pasión entre ellas, recibe un ligero rechazo, su omega se aleja, exigiéndole que hable antes de intentar cualquier otra cosa y sabe que no sería justo pedir comunicación cuando es incapaz de darla, así pues, acepta hablar de lo que tanto le estaba molestando —. Steve dice que tiene una pista clara de Bucky Barnes, cerca de donde se realizara la próxima reunión de la ONU, quiere encontrarlo antes de que alguien más lo haga —.
— Y tu crees que puede ser una trampa —.
— Se dice que el rey de Wakanda va a revelar algo importante al mundo y ambas sabemos cual puede ser esa revelación. Me preocupa que esta aparición pueda ser parte de otra conspiración, un intento de usar a Barnes como chivo expiatorio —.
— Ambas sabemos que si eso pasa Steve no dudara en sacarlo de esto aunque le cueste la vida — ya entiende el porque de tanto estrés, más porque intuye a donde sigue la conversación.
— Las cosas siguen muy calientes con los acuerdos de Sokovia, Tony esta seguro de que esta haciendo lo correcto y temo que esto desencadene un enfrentamiento directo entre nosotros — María siente al instante como el miedo invade a su alfa, como la preocupación se filtra por sus feromonas —; la polvora esta en el suelo, solo necesitamos una chispa que la detone — y las palabras de su hermana reaparecen, la idea de que su familia de armas llevaba mucho tiempo separado, que esta pelea no era una primera edición, era una revancha.
— Cuando Stark cree tener la razón pocas cosas lo hacen cambiar de opinión — con cuidado se restriega un poco más, copiando la anterior acción de su alfa, deja sus labios sobre la glándula de Natasha, intentando calmarla —, igual que tu — deja escapar una pequeña risa que vibra sobre la piel sensible —, se parecen tanto —.
— Tengo un plan — afirma el secreto que tenía guardado, deshaciéndose bajo ninguna presión como siempre que hablaba con María —. Mi prioridad es nuestra cachorra, nada más que ella importa —.
Algo revolotea en su interior, quizás esos instintos de los que todo el mundo le ha hablado desde que se presento su casta, esos que nunca sintió, nunca, ni cuando sus amigas comenzaron a tener sus propias camadas ni cuando pasaba por su celo. Se siente bien, es reconfortante, como una taza de café tras pasar un día en la nieve, le gusta pensar en Natasha y Wanda como su familia, es una idea que le encanta, construir un suave hogar junto a ellas.
— Firmar unos acuerdos para tener información de primera mano sobre los movimientos de quienes son la principal amenaza contra la seguridad de Wanda — ve la media sonrisa arrogante en el rostro de su alfa —. Chica lista — le entrega un beso como recompensa.
— ¿Qué puedo decir? Si juegas con una viuda pensando que no te va a morder, te mueres por idiota — ambas ríen por el pequeño chiste, ignorando a propósito lo que podría significar para ellas que llegaran a ese punto, tendrían que separarse un tiempo indefinido —. Le pedí a papá que me ayude, en caso de que la situación se comprometa mucho él se encargara de crear una ruta segura para sacar a Wanda del radar — pero era un precio que ambas estaban dispuestas a pagar si eso significaba la seguridad de una cachorra que había pasado por demasiada mierda en apenas veinte años de vida.
Le parece un buen plan, porque intuye su papel en el mismo, en caso de que las cosas se mantuvieran a un nivel donde su posición le permitiera mantener a salvo a su cachorra, pero hay un pequeño detalle que siente se esta obviando — ¿Qué hay de Yelena? — al instante siente el cambio en Nat, la forma en la que vuelve a ponerse un tanto tensa — No puedes ocultarle esto, sabes que no puedes, se enterara de una forma u otra —.
— Si se lo digo va intentar seguirme — ambas saben que eso es verdad, porque siempre han hecho la mayoría de cosas juntas, incluso cuando no están seguras de estar de acuerdo con el objetivo de la misión —. Ella no puede hacer eso —.
— Y tú no puedes tomar esa decisión por ella, Natasha, a menos que quieras que se enoje contigo como lo está con Alexei —.
Siente que se hunde ante el peso de una discusión que parece imposible de evitar, conoce a su hermana, sabe cuanta ira le guardara si en verdad desaparece sin siquiera avisarle, sin darle la oportunidad de despedirse — Lo se y es algo con lo que podre vivir — porque hay algo que María aun no sabe —. Creo que por fin ha encontrado a alguien — eso si que llama la atención de la omega —. No alguien con quien pasar de forma casual su celo o alguien con quien tener sexo cada tanto, alguien que puede ser su pareja — recuerda el ultimo encuentro que tuvieron —. Algo cambio en ella, su aroma es… diferente, como cuando te estaba conociendo a ti. Vi ese brillo en sus ojos que tiene Clint cuando piensa de forma casual en Laura — su vista se va al techo del baño, reflexionando respecto a lo que estaba por decir —. Si… tengo que soportar que se enoje conmigo por irme con tal de que ella pueda seguir con su vida normal, encontrar a su omega e iniciar la vida que siempre ha soñado, que así sea, puedo vivir con ello — pero ambas saben, por la forma en la que su voz se vuelve más chillona por un instante, que la idea de pelear con su hermana le aterroriza y le destroza el corazón, porque es un escenario donde en verdad podrían no volver a verse si es lo que Yelena en verdad quisiera —. Ya me lo agradecerá cuando me presente a mis sobrinos —.
La broma es más un intento para calmarse, de encontrar validación su pareja, que le diga que tiene razón que no es la peor idea que ha tenido en toda su vida y por desgracia, en esta ocasión su pareja no esta del todo segura de que este tomando la mejor decisión.
— Aun ni sabes si tu hermana en verdad esta enamorada y ya le estas atribuyendo cachorros — pero lo que si puede hacer es bromear un poco para calmar el ambiente.
— Hey, confió en mi hermana y sé que es de trabajar rápido, nade de medias tintas, antes de que te des cuenta ya tendrá a sus cachorros corriendo por todos lados —.
Vuelve a su pequeño intento de seducción, levantando un poco su cadera para quedar un poco más arriba de su alfa, dejando que su pecho saliera del agua, quedando descubierto a la vista de un alfa que necesitaba muy poco para emocionarse — No sé si Yelena se tome como un halago que pienses que es rápida al concebir cachorros — se deja caer poco a poco, apretándose más contra la pelirroja, sus labios moviéndose por el rostro y cuello de su alfa hasta que vuelve a quedar sentada sobre un miembro que ya estaba erecto por la emoción — ¿Me repites eso de jugar con una viuda? — posas sus labios sobre la glándula de Natasha, sus colmillos salen a la vista y pinchan de forma superficial la sensible piel, sacándole un gemido a la alfa quien le toma por la cadera, tirando de ella para que su coño se restriegue aun más contra su pene.
— Eres una traviesa, Koshechta — sus manos se mueven solas, detallando el abdomen definido, jugando con ir hasta el sur, cerca del nacimiento de una fina capa de bello, muy cerca de unos labios que piden atención, solo para subir hasta el norte, acariciándole los pechos, masajeando unos pesones que estaban rigidos de excitación y anticipación —. Podría follarte aquí mismo, toda la noche sin cansarme — le besa con desespero, empujándola para frotarse un poco más, amenazando con entrar en ella, sacándole suspiros y gemidos en medio del beso —. Pero has sido tan traviesa, cargándome como si no fuera una asesina entrenada — se separa del beso alejándose un poco, observando el desastre jadeante sonrojado y excitado en el que se había convertido su omega —. Has sido tan mala —.
— Y será aun peor si no me sacas de aquí y me follas hasta que solo pueda pronunciar tu nombre, alfa, mi alfa — eso debería haber sido un incentivo más que suficiente para actuar, pero cuando estaba por pasar sus manos por los brazos de su omega para levantarla cual costal, le envía un incentivo más —. Si me haces venir rápido quizás pueda volver a ponerme el uniforme — y eso excita aun más a la alfa —. Eso te emociona ¿verdad? Agente Romanoff — desliza su mano entre las piernas de la pelirroja, tomando el miembro, viendo como la respiración se le vuelve loca, con las mejillas a tono con su cabello —. Responda o considerare retirar mi oferta —.
— Me emociona, directora Hill — es lo que más ama de tener sexo con su omega, lo rápido que pueden cambiar las cosas, como puede pasar de ser cazadora a presa, aunque muy en el fondo a ella siempre le iba a gustar más ser la que iba abajo.
Y María lo sabía muy bien — Entonces muévase, novata, demuestre que no tiene esa figura de adorno —.
En cuanto le sueltan carga a su omega como tenía pensado, llevándola de regreso al cuarto que compartían, dejándola en la cama, sentándose sobre ella, besándola como si le fuera la vida en ella, acariciando cada parte de su cuerpo como si quisiera memorizar su tacto para la eternidad, entrando en ella con pasión y delicadeza, gimiendo a todo volumen al sentirse recibida por el calor, la humedad y presión de su omega. Cambia de posición, sentada una sobre la otra, postura perfecta para entrar todo lo profundo que le permite el coño de su omega, a una altura perfecta para poder llevarse uno de los pechos a la boca, mamando como cachorro hambriento, sintiendo como las manos de su omega le tiraba del cabello por el inmenso placer que le estaba provocando.
Siente su pene cosquillear en el interior de su omega, señal de que estaba cerca de su primer orgasmo de la noche. Detiene sus movimientos un segundo, suelta el pecho que tenía entre labios, sus manos toman el rostro de su omega, acaricia las mejillas sonrojadas y dice las palabras más importantes que una viuda puede soltar — Te amo, te amo — lo repite dos veces porque sabe nunca lo dirá suficientes veces como para expresar un cuarto de todo lo que siente por su omega — con todo mi ser, María Hill — vuelve a envestir con más fuerza, más rápido, viendo a su omega rebotar, hasta que ambas gimen al mismo tiempo en lo que casi es un grito animal, seña de que ambas habían alcanzado el primero de los muchos orgasmos que iban a tener esa noche.
¿Quién necesita dormir cuando tienes a una hermosa pareja dispuesta a follar hasta el amanecer?
2
Natasha no era buena cocinera, eso se lo habían dejado muy claro la noche anterior y la anterior y la anterior. Melina le decía que tenía más miedo de verla frente a una estufa que tras la mira de un francotirador, ese tipo de comentarios ya los conocía bien, le parecían muy groseros y de mal gusto, pero eran una triste verdad a pesar de lo mucho que lo intentaba; tenía muy en claro cuales eran sus problemas entre sartenes, el principal era que se creía mucho más buena de lo que en verdad era, agregando sal extra a la que decía la receta sin llegar a probar la porción, aumentando la temperatura del horno porque claro, si el lomo de cerdo tarda dos horas a 140°, deberá tardar solo una hora si lo pone a 245°, un ganar ganar que por desgracia no era compatible con el correcto estado de los alimentos.
Y si bien quizás nunca podría ser igual de buena que Wanda, su cachorra que se movía por la cocina con una elegancia de corte hogareño, siempre segura de lo que debía buscar, de lo que tenía que hacer, era una visión mágica mucho más impresionante que cualquiera de sus poderes escarlata; había cosas que si podía hacer, como cortar los vegetales, limpiar la carne en pieza que la cachorra prefería comprar en lugar de los empaques ya cortados y más importante aun, Natasha era más que capaz de poder encargarse de hacer el café por las mañanas, en por lo menos cuatro presentación y métodos diferentes, algo importante de señalar, que nadie lo olvide; también era capaz de encargarse preparar unos wafles congelados en la tostadora y ese era uno de sus grandes orgullos.
Ahí estaba ella, con el delantal que su cachorra insistió se comprara cuando fueron de compras a una tienda especializada en cocina en búsqueda de suministros para una cocina que, para la cachorra estaba muy abandonada, una opinión que no estaba para nada errada pues antes de su llegada a ninguna de las dos les gustaba cocinar nada más que recalentar la comida que pedían para llevar; frente a la cubierta esperando a que la primera ronda de wafles salieran disparados de la tostadora y vigilando que la moka italiana de su omega terminara de hacer la ronda de café que sin duda iba a necesitar en cuanto comenzara a despertar y todo el movimiento que hizo la noche anterior le cobre factura a su hermoso cuerpo. Esto era algo que solo hacía, una rutina que se realizaba la mayoría, por no decir todas, las mañanas después de que se aparearan.
Una escena que ninguna persona relacionaría con la imagen de la temida viuda negra, una que durante casi una década nunca pensó que podría llegar a volver una realidad, un sueño hecho realidad. Su mano derecha va a buscar algo en su misma muñeca, apretando un pequeño trozo de plata que originalmente fue concebido para ser un collar, pero que fue reconvertido para ser una pulsera improvisada. Aprieta el trozo de joyería entre sus dedos, detallando la forma minimalista de un águila, un regalo de su omega, uno que gracias al frio del material podía volver a conectar con la tierra cuando su mente se comenzaba a alejar demasiado del presente.
Escucha el primer burbujeo de la cafetera, una señal de que el café ya estaba preparado, apaga la estufa, cierra la pequeña tapa para que el calor se mantenga en lo que termina de preparar el resto de cosas. Su búsqueda pasa entonces al refrigerador, sacando el contenedor lleno de frutos rojos para acompañar los wafles que estaba a tan solo un par de minutos de saltar. Su intuición demuestra no estar herrada cuando cierra la puerta y pasa justo lo que anticipo que pasaría; agradece ser una persona organizada, una magnifica estratega, pues ya tenía el plato a un lado de la tostadora donde dejo las porciones que acababan de salir, colocando en el lugar que quedo libre otras dos.
Mientras tomaba la taza favorita de su Koshechta escucha unos pasos acercándose por el pasillo, cautelosos a cada uno que de daba, esforzándose en ser silenciosa sin conseguir serlo para un oído tan bien entrenado como el de Natasha. Sabía bien que no se trataba de su omega por dos motivos muy importantes: primero porque la noche anterior ambas se pusieron muy físicas, fueron muy exigentes, desquitaron hasta la última gota de la angustia que ambas estuvieron cargando, sus moretones en el cuello y los rasguños en su espalda eran prueba de ello.
— Buen día, Wanda — el segundo motivo era que conocía a la perfección la forma en la que su omega pisaba cuando ambas estaban juntas, de una forma que hacía notar su presencia, realizando suficiente ruido para que Natasha le pudiera escuchar, sabiendo muy bien lo nerviosa que se podía poner cuando sentía que alguien trataba de tomarle por sorpresa, algo que le recordaba a sus tiempos en la habitación roja —. Ya casi esta el desayuno, siéntate y deja que yo me encargue esta vez —.
— Buenos días — por fin contesta, con su voz más suave que de costumbre, dejando notar su acento sokoviano pues estaba demasiado por haberse acabado de despertar — ¿wafles? — pregunta tras inhalar el aroma que inundaba la cocina.
— Diez puntos para la bruja — saca entonces otra taza pero que ahora es rellenada por una preparación de café lechero que estaba guardado en el refrigerador para que alcanzara la temperatura perfecta como le gustaba a su cachorra — ¿Tres o cuatro? — pregunta mientras deja la bebida frente a la chica.
Antes de animarse a hablar toma un trago, sintiendo como el azúcar y la cafeína le recorría el cuerpo de arriba abajo, ayudándole a despertar como tanto necesitaba — Cuatro… por favor — susurra, un poco ansiosa al pensar que su petición pudiera molestar a la adulta.
Natasha sabe lo que es pasar de tener apenas la suficiente comida para sobrevivir a tener personas a su alrededor ofreciéndole más y más sin pedir nada a cambio, sin ordenes o actividades a realizar para ganarse el alimento. Es un shock, algo que te pone de los nervios, que te obliga a levantar tus defensas, pues suponer que dichas ofertas no son más que una trampa para romper entrenamiento y ser castigada es lo lógico para personas que han vivido infiernos como el de HYDRA y la Habitación roja.
Como alguien que ha pasado por eso, que aun tiene sus problemas, siente la responsabilidad de ayudar como mejor siente que puede hacerlo.
Primero, moviéndose con cuidado, lento para que la chica pudiera advertir lo que estaba por hacer, coloca su mano sobre sus cabellos, despeinándola como si fuera una verdadera cachorra, sacándole primero un gruñido y luego una pequeña risa. Segundo, regreso a la encimera justo a tiempo para sacar el segundo par de wafles, los últimos para el platillo de su omega, tras emplatar toma un pequeño cuenco lleno de frambuesa con algunos arándanos, un magnifico aperitivo para que su cachorra vaya zaceando su hambre matutina.
— Voy a dejar esto a la dormilona de María ¿okey? Vuelvo en un momento —.
Mastica rápido la pequeña porción de los frutos que había tomado — Puedo ayudarte con la comida, no quiero que hagas todo, puedo ayudar — ya se estaba comenzando a amarrar el cabello, aprovechando la liga para para cabello que tenía en la muñeca cuando no traía sus pulseras.
Antes de que pudiera continuar con sus preparativos, Natasha se anticipa poniendo su mano sobre el hombro de la cachorra, pidiéndole en tacto que no se mueva — Tranquila, Wanda, ya te encargas de hacer el almuerzo y la cena, limpias la cocina y revisas que no falte nada. Haces mucho, más que suficiente, deja que yo me encargue de esto ¿vale? —.
Detecta al instante las feromonas que la alfa deja salir, tan tranquilas, refrescantes y eso le arrebata las dudas que aun le rondaban desde temprano por la mañana — Vale — observa cómo, tras sonreírle, regresa para poner otro par de wafles, tiempo en el que recuerda un detalle importante de la agenda — ¡Casi lo olvido! — su voz se eleva un poco — Hoy es día de compras ¿verdad? — en verdad no necesita que le respondan porque era una fecha que tenía siempre presente, anotada en su diario — Necesito hacer la lista, nada se nos puede olvidar —.
Natasha ya había pensado en ello. En su brazo derecho ya sostenía el plato y taza destinados para saciar a su omega, por tanto, necesita de maniobrar un poco para tomar con la izquierda una pequeña libreta del bolsillo de su delantal, dejándola a un lado de la castaña junto con un lapicero de tinta negra con la elegancia de una jefa de camareros en un restaurante de cinco estrellas. La cachorra le agradece antes de concentrarse en su nueva actividad, dándole vía libre para poder retomar su camino hasta la guarida que comparte con su única omega.
La visión que le recibe en cuanto entra en el cuarto, tras hacer un buen espectáculo de equilibrismo para poder abrir la puerta sin dejar caer ni una gota del café, es uno de los motivos por los que se despierta cada mañana.
Por una de las ventanas se filtra la luz del sol que por fin regresa a la ciudad tras un invierno que fue demasiado largo, dicha luz cae sobre la cama, acariciando la tela de las sábanas, haciendo brillar la blanca piel desnuda de una espalda que mostraba rasguños y chupetones, haciendo que la melena oscura de cabellos enredados se volviera un punto brillante. Ahí estaba su omega, aun dormida, dejando escapar un pequeño ronquido entre respiraciones, tan tranquila, tan relajada, muy diferente a su habitual estado de alerta constante que fue resultado de su entrenamiento.
Da una vuelta completa a la cama hasta llegar al lado que ocupaba su omega, colocando el café y comida sobre la mesita de noche de es lado, una que en la parte superior casi siempre estaba vacía y ese día no era la excepción. Lo que pasa seguido a eso es algo que no le dejaba de fascinar desde que comenzó a vivir junto a su omega. En cuanto la taza de café consigue estar en tierra firme el aroma de la bebida, aun un poco caliente, invade la habitación, llegando a la nariz de la omega que comienza a olfatear aun en medio de su sueño, mismo del que despierta de golpe, quedando sentada con la espalda recta, olfateando con mayor fuerza, buscando su tan deseada y atesorada bebida, ignorando tres detalles, dos de ellos para nada pequeños.
María despierta sintiendo su cuerpo cansado, los músculos de su abdomen y piernas adoloridas por todo el movimiento de la noche anterior, su mente aun un nublada por la constante explosión de feromonas a las que se vio expuestas mientras su alfa le cuidaba y atendía. Dicho aturdimiento era algo normal en ella, le acompañaba durante todo el día después de aparearse con su alfa a menos claro que tomara su preciado brebaje de cafeína que le llevaría de vuelta a la realidad. Es por eso que se despertó en cuanto olfateo la bebida, por eso mismo ignoro totalmente la figura de su alfa aun cuando estaba a menos de medio metro frente a ella. En cambio, se concentra en el calor que la cerámica transmite a sus palmas, al vapor menguante acariciándole el rostro y el sabor de la bebida entre sus labios, en la forma en la que comenzaba a despertar mientras el liquido iba bajando hasta llegar a su estómago.
Solo cuando ya ha tomado la mitad de su taza, estando del todo de vuelta a la realidad, es que se da cuenta de la figura de su alfa que le observa con una sonrisa en sus labios — Buenos días, Koshechta ¿Cómo te sientes? —.
La pregunta se pronuncia con precaución, moderando el tono para que no resultara molesto — Mejor que en mucho tiempo — los recuerdos de la noche le recorren el cuerpo, haciéndola suspirar por la emoción residual —. En verdad necesitaba esto — deja su taza vacía de vuelta en la mesita, ignora el plato de su desayuno, porque en cambio tenía algo mucho más interesante y sabroso frente suyo —, te necesitaba como nunca antes — se abalanza sobre su alfa, rodeándole el cuello con los brazos, tirándola sobre ella para comenzar a besarla con pasión, utilizando su lengua para explorarle la boca, sintiendo los jadeos y gemidos que la alfa generaba —. Aun te necesito — susurra en cuanto se separa del beso, separación que dura solo un segundo o dos.
Antes de que se de cuanta Natasha ya estaba sentada sobre el regazó de su omega, apretándola contra sí en medio del beso, haciendo que María suspirara al sentir sus senos desnudos rozarse contra la franela de la camisa de la rusa. Las manos traviesas de Natasha se estaban moviendo por su espalda acariciando los lugares donde se guardaban los recuerdos de la noche anterior, replicando las zonas donde sus dedos se hundieron en la carne de su omega hasta dejar marcas que tardarían un par de días en desvanecerse, marcas que mostraban que María Hill era su omega, solo de ella.
Cuando siente que las manos de su omega van debajo del delantal para intentar bajarle la bragueta del pantalón, se da cuenta que necesita detener las cosas antes de que se salieran de control. Se separa del beso sintiendo a su alfa llorar ante la distancia que marca, mueve sus manos al rostro de su omega, acunándola como si fuera una pieza de arte invaluable, observa los ojos azules teñidos de un gris más fuerte que de costumbre, dándole un tono que no podía encontrar en ningún otro lugar que en los ojos de su omega, lo más similar son los diamantes que ha visto en algunas joyerías, pero ni esas bien valuadas piedras eran tan hermosas como esos ojos.
— Koshechta — ante el apodo la omega levanta la vista, con la boca abierta y respirando de forma agitada —. Koshechta, debemos detenernos — puede ver que esta dispuesta a discutir y por tanto se anticipa a la confrontación —. Hoy vamos a salir a comprar, sabes cuanto tiempo nos toma eso, necesitas descansar un poco más o estarás como una hoja a media compra — su omega le escucha con atención, consiguiendo que su lujuria producto de varías semanas de estrés se apaciguara un poco, solo lo suficiente para esperar por un motivo más para no dejarse ir por sus sentimientos —, además, la cachorra esta en la cocina, no quiero que nos escuche o algo más y sabes bien que ninguna de las dos podemos estar calladas —.
Como la gran agente que era realizo una acción de balance entre beneficio riesgo de pasar un rato de acción con su alfa teniendo a Wanda tan cerca. La respuesta en realidad es muy simple de encontrar, era demasiado peligroso como para valer la pena, no quería terminar por provocar una escena vergonzosa o que resultara un desencadenante no descubierto de la pequeña sokoviana.
— Vale — termina por aceptar, alejando sus manos de donde había comenzado a jugar, iniciando a hacer trabajos en su respiración para conseguir que su excitación comenzara a bajar —. Pero cuando se duerma quiero tenerte bien acomoda en esta cama — puede ver al instante como su alfa se pone tensa —, de rodillas y en cuatro. Ayer te divertiste mucho, hoy, me toca a mi ¿entendido? —.
— Sí señora — asegura, ya deseosa de que llegara la noche y sintiéndose frustrada por un momento cuando su omega se aleja un poco, tomando la manta entre sus manos y cubriéndose el cuerpo desnudo con la tela, una lastima porque Natasha en verdad amaba esa vista —. Voy a… voy a volver a la cocina, hm, me encargare de que coma bien — se retira de la cama para comenzar a caminar de espaldas, sin dejar de verla evidentemente emocionada ante la idea de lo que esa noche podría pasar —. Tu… ¡tomate tu tiempo! No hay prisa, ven con nosotras cuando estes lista ¿vale? —.
Sonríe como una colegiala siendo cortejada por primera vez por una alfa, aunque no se siente tan avergonzada por su reacción cuando vuelve a ver a la rusa que le temblaban las piernas por el nerviosismo y emoción que le recorría de punta a punta. Darse cuenta que ambas podían ser igual de patéticas cuando caían en los encantos de la otra fue agradable, un bálsamo suficiente para por fin poder concentrarse en el plato que le esperaba con cuatro wafles y seis frutos, espolvoreados con una pequeña capa de azúcar glas, justo como los comía desde que era una cachorra.
Suspira alborotada al recordar una vez más lo atenta que era su alfa. Corta un pequeño cuadro del platillo tomando en el proceso un arándano para llevárselo a la boca y soltar un gemido por la perfecta combinación de sabor y textura. Le agradece en silencio a cualquier cosa que hubiera creado el universo por haberle mandado una alfa tan perfecta.
3
Wanda era una chica joven, ese año apenas había cumplido veinte años y por culpa de todas las cosas que le hizo HYDRA incluso podía pasar por alguien aún más joven de lo que en verdad era. A pesar de que su certificado de nacimiento dijera que estaba apenas dando los primeros pasos de una vida que en condiciones normales sería larga, Wanda sentía que ya había vivido demasiadas cosas y no creía que fuera algo pretencioso decir que la tristeza que se le arremolinaba en su corazón le volvía una persona mucho mayor de lo que su edad decía.
Es por su propia autopercepción que, en ocasiones, más de lo que le gustaba admitir, se enojaba mucho con las nuevas personas que le rodeaban. Detestaba la forma en la que Steve Rogers siempre le trataba como una niña, incluso cambiando el tono de voz para tratar de ser aun más amable, en la forma en la que Clint Barton siempre que le llamaba le decía que podía ir a su granja para pasar el rato si se sentía muy abrumada en la jungla de cemento. Incluso se enojaba con la amable Pepper Pots que de una forma para nada discreta le trataba como si fuera una cachorra, proponiéndole algo tan loco como retomar sus estudios bajo la promesa que industrias STARK se encargarían de cualquier gasto y le llevarían a la mejor escuela de toda Norteamérica. Wanda casi perdió la cabeza, su enojo fue tal que sus poderes estuvieron a nada de salirse de control, le gritó a todo el mundo, enojada por la forma en la que le trataban con tanto cuido, como si fuera una cachorra asustadiza y no una peligrosa bruja que podría controlar la mente de cientos de personas al mismo tiempo y convertir un lapicero en una bomba; lo que entonces no sabía, que incluso ahora dos años después, no entendía del todo que esa reacción y muchas otras que aun sufría eran una respuesta a los traumas que había sufrido en su corta vida. Se enojaba con quienes le trataban como una cachorra en un intento de alejarlos, de protegerse a si misma, pues las únicas personas que le trataban de esa forma estaban muertas y sin duda no quería volver a pasar por lo mismo, no quería encariñarse con una persona con la que se pudiera sentir segura, con quien pudiera olvidar por un instante todos los experimentos que hicieron con ella, todas las agujas, químicos y pruebas que buscaban convertirla en un arma perfecta, algo que muchas veces sentía habían conseguido.
Todo eso fue así hasta que en verdad comenzó a conocer a Natasha Romanoff, no a la viuda negra, a la humana detrás de esa imagen de robot intimidante y letal, la mujer que se sentó afuera de la puerta de su habitación en el complejo de los vengadores intentando ayudarla a recuperarse de un ataque de pánico producido por una pesadilla a media noche. Natasha siempre fue amable con ella, nunca condescendiente o sobreprotectora, entrenaban juntas y la alfa nunca se contenía más allá de evitar ir a matar como hacía cuando entrenaba con cualquier persona, le daba criticas constructivas, le recordaba cuando tomar un descanso e incluso le incentivaba para salir del complejo cuando era necesario y esto era algo que Wanda apreciaba, ser tratada como una igual.
Conoció formalmente a María tras un año en Estados Unidos, en una salida del complejo cuadrada por Natasha, recuerda bien lo nerviosa que estuvo antes de la reunión, le preocupaba que su presencia resultara ser desagradable, incomoda o que incluso se interpusiera en una dinámica de pareja. Todas sus preocupaciones desaparecieron en cuanto las tres se sentaron en la mesa de un café del centro, María era alguien agradable, mostraba una genuina curiosidad por sus habilidades y no tenía reparo alguno en compartir las historias más curiosas de su trabajo.
Tras aquella primera reunión, dos se volvieron tres. En la rutina de Wanda siempre estaban ellas, ya fuera para entrenar, para hacer actividades de estudio teórico antes de alguna misión de los vengadores, en salidas de turismo cuando sus agendas estaban libres y sobre todo, en un cambio sustancial, pasando algunas noches en el departamento de la pareja. Se acoplo a estar en la casa de ambas como si siempre hubiera estado destinada a estar ahí, incluso tenía su propia habitación que pudo decorar como quisiera. Era agradable, reconfortante que le dejaran usar todo en el departamento como si fuera su propia casa, lo que sea que necesitaran se lo conseguían sin rechistar a cambio solo le pedían que se asegurara de mantener en orden lo que usara.
Wanda suspira, revisando una vez más la lista en sus manos, intentando recordar si le faltaba agregar alguna cosa más, ya había revisado dos veces las alacenas así que podía afirmar que tenía todo anotado, aun así, le era imposible evitar morderse las uñas de su mano izquierda en un gesto que desde cachorra hacía. Estaba en su habitación, sentada en su escritorio repleto de cuadernos, lapiceros y pequeñas piezas de joyería que solía dejar ahí para tenerlas a la mano siempre que las necesitara. Decide que darle más vueltas al tema no solucionara nada se levanta, estirando su espalda, toma su chaqueta, esa que le había robado a Natasha durante el desastre de Sokovia, aunque en teoría no se la robo, Steve se la había dado y ella no tenía forma de saber a quién le pertenecía, pero bueno, tampoco se esforzó en regresarla después de eso, así que sí, en teoría, la había robado.
Al regresar a la sala se encuentra con Natasha de pie frente al espejo cercano a la puerta, muy concentrada en colocarse uno de sus en apariencia interminables piercings que adornaba, en este caso, su oreja izquierda, tanto que no se había dado cuenta de que ahora tenía público, mismo que esta interesado en la forma de los adornos dorados que rompían con el patrón de aros sencillos que predominaba con los que estaba luchando por acomodar dentro de unos agujeros que quizás ya necesitaban volver a ser abiertos.
— ¿Necesitas ayuda? — pregunta cuando ve el segundo intento fallido de encontrar el lugar.
La viuda le observa por el espejo — Me vendría bien una mano — ya con el permiso la sokoviana se acerca para recibir con mucho cuidado las dos piezas de joyería dándose cuenta que se trataban de dos piezas diferentes, una de ellas tenía una forma circular como un piercing cualquiera, solo que mucho más grueso y con una inscripción a lo largo, misma que no intento leer porque tomaría demasiado tiempo y no se iba quedar viendo la joya mientras la alfa esperaba; la otra en cambio, colgaba de una pequeña cadena dorada y parecía la punta de una lanza o cuchillo —. Fueron un regalo de mi hermana — explica sin que se lo pidieran pero dándose cuenta de la curiosidad que recorría a su cachorra —, me los dio después de la batalla de New York — suelta una pequeña risa que pareció ser más un bufido —, me dijo que si ahora iba a ser un superhéroe necesitaba algo que me hiciera ver genial y no solo como una alfa en neopreno — Wanda se hubiera reído si no fuera porque estaba pasando el cierre por la carne y obvio no quería provocar un accidente —. Así que me regalo esto, ella tiene su propio juego, a veces lo usamos cuando salimos juntas, aunque no le gusta mucho, siempre me acusa de ser una imitadora y farsante cuando lo hago —.
El recuerdo de su propio hermano, de su querido Pietro, le aplasta el corazón quitándole el aire, en su mente aparecen imágenes de esas noches cuando los experimentos que sufrían eran tan dolorosos que ni siquiera podían dormir del dolor y el estado de alerta en el que se quedaban, cuando lo único que ella podía hacer era llorar en silencio esperando no atraer la atención de algún soldado y en cambio lo único que podía hacer Pietro era hablarle, imaginando sobre el día en que escaparían, las cosas que harían, los lugares a los que irían; ese era su hermano, el optimista que trataba de hacerle sentir bien prometiendo una vida maravillosa que el nunca podría tener.
— Se escucha como una persona interesante — susurra tras terminar de ponerle el segundo arete.
Claro que detecta el malestar que se filtra por su voz, también consigue olfatear la ligera filtración de tristeza proveniente de unas feromonas que en fueron suprimidas al instante en que aparecieron — Lo es, sin duda que lo es — revisa rápido como se ven sus piercings, tan llamativos a su vista, que le hacían sentir en tierra por la presión constante, le daban un aspecto más rebelde, más fuerte, en su humilde opinión —. Gracias por la ayuda y que sepas que, si algún día quieres hacerte uno, estaré encantada de acompañarte con un profesional o hacerlo yo misma, se me da muy bien hacerlos —.
La idea le gusta, más de lo que se podría imaginar aun cuando las agujas seguían sin ser sus mejores amigas, pero si Natasha o María estaban a su lado sabía que podría hacerlo — ¿Qué crees que me quede mejor? — es su turno de poner su vista en el espejo, aprovechando para comprobar que la sombra que puso sobre sus ojos en tonos oscuros y rojos estaba tan perfecta como siempre — Quizás uno en la nariz o en el labio, se verían genial —.
— Pueden ser una desventaja cuando tengas trabajo de campo — una voz a sus espaldas consigue captar la atención de ambas —. Si no me crees, pregúntale a esta traviesa — Wanda observa, muy divertida, como la alfa se pone nerviosa al instante ante la presencia de María, más cuando esta comienza a acariciarle la joyería en su oreja —. No puedo recordar cuantas veces nos causo problemas porque no podía ponerse bien su audífono con tanto metal —.
— Pero si podría quitárselos antes de ir a una misión — argumenta Wanda sabiendo bien por donde iba la cosa y la verdad es que disfrutaba en cierta medida ver a una alfa tan intimidante ponerse tan nerviosa.
— ¡Claro que podría! Lo hace la mayoría del tiempo, pero da la casualidad que siempre se le olvida cuando le tocaba trabajar bajo mi mando —.
Natasha traga en seco ante la forma particular en la que su omega le hablo, con ese tono perfecto para removerla por dentro, no se emociona tanto como de normal pues estaba frente a su cachorra quien se mostraba muy divertida ante la interacción — No me vas a decir ahora que no te gusta como me quedan ¿verdad Koshechta? —.
Sonríe en respuesta, deja un pequeño y rápido beso sobre la frente de su alfa y solo con esos consigue sacarle un suspiro — Claro que no, Nat, sabes muy bien cuanto me encantan — se separa un poco de su alfa no sin antes tomarle de la mano para tener la certeza de que estaba ahí — ¿Lista para salir, malen´kaya ved´ma? —.
Wanda en ocasiones no sabes como sentirse al respecto de ese apodo — Nací lista — asegura antes de tomar su bolso que colgaba junto a una de las bufandas favoritas de Natasha y a una de las gorras que más veces solía usar María, esa con el estampado de un equipo de baseball. La pareja hace sus confirmaciones rápidas, teniendo sus rastreadores activados para que Clint supiera si necesitaban ayuda, cada una alguna arma en caso de que tuvieran que defenderse y claro que llevaran con ellas las cosas cotidianas como llaves y carteras; con todo en orden salen con la idea de pasar una mañana juntas en la peculiar familia que estaban formando.
Una de las ventajas de vivir en una ciudad tan grande, tan poblada y tan popular es que hay centros comerciales por todos lados, no hay nada que no se pueda encontrar y si sabes moverte por las calles la búsqueda se vuelve un trabajo más simple. Una de las desventajas es que la mayoría de lugares en los que uno pensaría para ir a comprar estaban abarrotados de gente los trecientos sesenta cinco días del año y aun más durante los fines de semana, más aun durante un fin de semana de inicio de mes y si a eso se le suma la conmemoración del cuatro de mayo, era claro que los principales centros comerciales estaban fuera de discusión, tampoco es como que fueran a ir ahí de primeras, a ninguna de las adultas les gustaba mucho pasar tiempo en el centro, demasiada atención, demasiados peligros potenciales y esas eran dos cosas que no querían para ninguna de ellas. Por tanto toman la ruta larga a uno de los centros comerciales en la periferia de la ciudad, un lugar que por mera probabilidad iba a estar mucho más despejado que los del centro y que como plus tenía algunas de las tiendas favoritas de las tres.
Y mientras Natasha conduce por las calles y María comenta algo respecto a las medidas de seguridad que se estaban tomando en la ciudad para el quinto aniversario de la batalla de New York, de fondo suena una canción desde la radio del auto, una canción antigua, de esas que Wanda escuchaba cuando aun vivía en Sokovia y su mente le lleva de vuelta a una de las muchas veces que iba con sus padres, con su hermano, en un viaje por carretera rumbo a alguno de los pueblos cercanos a la ciudad en la ya entonces antigua camioneta de su papá, escuchando música que a los adultos les gustaba, Pietro asomando los brazos por la ventana en un intento por sentir con más detalle el viento que les rodeaba; recuerda la mirada de su mamá siempre atenta por el retrovisor, comprobando que ambos estuviera bien, encuentra esa mirada en el presente, la encuentra en una María que siempre esta alerta, más incluso que la viuda negra, observándola por el espejo, sonriéndole cuando se percata de que ha sido descubierta en su vigilia. El recuerdo parase vivir en el presente, en lo que esta construyendo, pero la idea le revuelve el estómago, porque a su lado no esta su hermano para compartir esta segunda oportunidad, porque por mucho que quiera a la pareja que le ha adoptado, hay algo que le sigue carcomiendo, aterrorizándola.
Siente más que ve el momento en el que se detiene el auto, escucha claro como se pone el freno de mano y se apaga el motor, de misma forma, nota el pequeño silencio que se instala en el interior del auto que no llega a ser incomodo, parase más una cortesía que le entregan, porque claro que se habían dado cuenta de que algo andaba mal, fueron entrenadas para saberlo.
Demuestra su agradecimiento al forzarse en recuperarse lo más rápido posible, suprimiendo lo que le ha estado molestando, intentando ignorarlo por lo menos hasta la noche. Iba a ser un día divertido, ella no se iba a encargar de complicar más las cosas.
— ¿Estás lista, Wanda? — pregunta Natasha con su tono más tranquilo posible — Escuche que hay muchos descuentos en las tiendas —.
Un suspiro aparece por parte de la omega — Tu y tus malditos descuentos — niega con la cabeza antes de abrir la puerta para ir saliendo, dando la señal que Wanda tanto necesitaba para poder iniciar la tarde de compras —, pareces una cachorra cuando ves uno —.
— ¡Hey! Los descuentos son muy importantes para mantener nuestras finanzas en orden — argumenta la alfa y antes de comenzar a caminar se encarga de colocar a su cachorra de tal forma que siempre estuviera entre alguna de las dos, segura ante cualquier ataque hasta que entraran en la plaza, donde ya podrían caminar con normalidad.
— Claro, son una gran ayuda, porque nos ahorramos un cuarto de dólar con los comestibles y procedes a gastarte cincuenta en una chaqueta que sin duda no necesitabas — el tono juguetón deja en claro que no le estaba reclamando, pues María sabia lo importante que era para su alfa poder hacer algo tan simple como comprar cuanta ropa quisiera.
— ¡Y podrían haber sido cien si no fuera por los benditos descuentos! — se escucha tan confiada que cree imposible replicar a tal respuesta, pero por lo visto, María tiene una opinión diferente.
Las ve seguir con esa pequeña discusión incluso cuando entran en la plaza y van directo al supermercado del lugar, siguen aun cuando ya están entre pasillos llenos de cosas, Natasha aprovecha su entorno para señalar cosas que están en descuento, explicando como comprarlas podrían ser una gran oportunidad aun cuando ninguna de ellas necesitaba comprar un paquete de pelotas de tenis que costaban un dólar menos de lo habitual y en respuesta María procedió a explicar por lo menos cinco cosas más útiles en las que podrían gastar dicho dinero y Wanda no podría estar más encantada.
Wanda se tomaba el tiempo de ir revisando entre las tantas opciones que había para un mismo producto, aun recordando a su madre revisando siempre primero el precio y por tanto copiando dicha forma de escoger; ignora la mayoría de veces en las que la alfa dejaba algún producto adicional a escondidas en un intento para que María no las encontrara, una competencia de la que disfrutaba ser participe y una mera observadora de una dinámica a la cual se acoplo tan bien que parecía destina a vivir en ella.
En algún punto, cuando ya iban por la mitad de la lista, Natasha se separa del grupo, diciendo que había olvidado revisar algo y que no les quería hacer perder el tiempo dando toda una vuelta cuando ella podía ir y volver, poniendo como punto de encuentro la sección de jardín que era la cercana a donde iban a encontrar las ultimas cosas. Con un rápido beso a su omega y despeinando a su cachorra, Natasha las deja solas en un silencio que no es incómodo, la presencia de ambas es bien recibida por la otra, por eso le agrada María, porque incluso cuando esta callada y con esa mirada sería, es capaz de hacerle saber que no está enojada, pero en esta ocasión dicho silencio no dura mucho, la omega le pregunta sobre su semana en el complejo, analizando con detenimiento cada respuesta más allá de lo verbal en búsqueda de encontrar algo que le de una pista, porque se ha dado cuenta en el poco rato que ha visto a la cachorra durante el día, que hay algo que le está molestando.
Entran al pasillo de enlatados mientras escuchaba a Wanda hablar sobre un ejercicio de resistencia que practico con Sam Wilson, uno que por le visto le dejo tan agotada que termino dormida en las duchas del vestuario cuando de repente la cachorra deja de hablar y de moverse. María se pone al instante en alerta, lista para alcanzar su arma y activar su señal de emergencia que haría que su alfa apareciera en menos de veinte segundos, piensa que quizás había visto a algún ex soldado de HYDRA, no era descabellado porque a pesar de que habían cazado a la mayoría aun quedaba uno que otro suelto por el mundo. En cambio, encuentra una vista más normal, menos letal. Un grupo de jóvenes, imposible identificar sus castas por la distancia, vestidos de blanco, la mayoría de ellos con sombreros chistosos, discutiendo apasionadamente sobre que productos llevar o cuales no mientras alguien les recordaba que debían apurarse.
Alumnos de una escuela culinaria cercana a la plaza, a una distancia tan corta que les permitía ir ahí cuando necesitaban comprar cosas para sus clases. Wanda les observa con curiosidad, no se siente del todo culpable cuando deja que sus poderes actúen, primero escuchando lo que estaban tratando de cocinar para impresionar a su maestro, luego, susurrando en la mente de uno de los chicos para que escogiera la lata de tomate triturado que tenía mayor porcentaje de liquido del resto, la mejor para el tipo de preparación que estaban por realizar. Tras la ayuda que no sabían necesitaban se retiran a paso rápido, pasando al lado de la pareja, ignorándolas, y por un instante Wanda jura ver a alguien, un cabello platinado y mal peinado, una barba de pocos días cubriendo un rostro que había visto durante toda su vida, la sonrisa que tanto extrañaba. Se siente tentada en soltar el carrito, saltar a abrazar a la figura de su hermano, pero tan rápido como vio aparecer a su Pietro, la ilusión desapareció, dejándola de vuelta con el inconmensurable peso del anhelo.
María se da cuenta, conoce la mirada de una persona a quien su mente le ha jugado una horrible jugada y más importante aún, conoce la mirada de su cachorra triste, un gesto que siempre ha detestado ver en la gente que le importa. No busca cambiar de tema, ni intentar hacer que el recuerdo que hay llegado desaparezca, solo le rodea los hombros con un brazo, dejando en claro mediante contacto que esta ahí para ella, que no esta tan sola como en ocasiones puede sentir que esta y Wanda se lo agradece, no en palabras, pero si al no sufrir un ataque de nervios en un lugar público.
Se mantiene en silencio unos momentos mientras revisa las conservas de ensalada jardinera, pensando que podría hacerla ella misma y quedarían con un sabor mucho mejor, pero al mismo tiempo considerando todo el tiempo que se ahorraría al solo tener que abrir y drenar una lata. La practicidad triunfo sobre su conocimiento para hacer cosas.
— ¿Hay algo en especial que quieras cenar? — por fin se anima a romper el silencioso, necesitando como fuera salir de sus propios pensamientos y que mejor que distrayéndose con lo que mejor se le daba hacer — Ayer le toco a Nat escoger algo, es justo que ahora sea tu turno —.
— Sabes que estoy bien con cualquier cosa que hagas, comí durante años las raciones de misión de SHIELD, todo lo que preparas se siente como comerse el cielo — puede ver que el comentario no es del todo bien recibido porque muerde sus labios y se concentra en ver el etiquetado de la lata que tenía entre sus manos —. Cuando era una cachorra mi madre a veces, cuando tenía tiempo, no pasaba muy a menudo, preparaba strudel de manzana — solo recuerde ese platillos durante los primeros cumpleaños de su vida, cuando tenía seis y nueve, durante las primeras navidades, uno de sus mejores recuerdos, tan lejanos que ya estaban difuminados, borrosos e imposibles de detallar —, era de mis cosas favoritas —.
Aprecia lo que escucha porque María siempre le había hablado de muchas cosas, de sus misiones, de las veces que estuvo más cerca de morir, de como detestaba a los alfas que no sabían entender un no, incluso de todas las veces que creyó iba a perder a Natasha; pero nunca hablaba de su infancia ni de sus padres. Dicha mención le lleva a sus propios recuerdos, de los días donde su padre les preparaba avena con manzana, algo tan simple que podría considerarse un básico que hasta un niño debería ser capaz de hacer, pero había algo especial en esas hojuelas, pues a pesar de haberse esforzado mucho en los últimos años por encontrar algo similar, nada le ha traído esa calidez que asocia con las mañanas donde ayudaba a su papá, cuando era tan pequeña que el único trabajo que se le permitía era el de agregar la canela o la miel, cuando tenían canela o miel.
— No soy la mejor repostera — admite al salir de sus recuerdos, ya iniciando el proceso de pensar como hacer la masa y el relleno —, pero podría intentarlo, si quieres, claro —.
Agradece la sonrisa que la omega le da, de misma forma que aprecia que le ponga una mano en el hombro — Si, me gustaría, incluso te ayudare lo mejor que pueda —.
— Porque no me era suficiente evitar que Nat incendiara la cocina — recibe un pequeño empujón, juguetón, que apenas y le mueve unos centímetros — ¡Ahora también tengo que evitar que tu quemes algo! —.
— ¡Hey! No soy tan mala como Natasha, yo por lo menos se cómo no se utiliza un horno —.
Y durante un par de minutos más se la pasarían atacando a la integridad de la alfa, repasando cada accidente extraño del que habían sido testigo en el tiempo que se llevaban conociendo, por mera cuestión temporal, María fue la que más veces hablo, una charla agradable que les acompaño mientras pasaban de la sección de frutas y verduras al pasillo de la mantequilla y por último a comprar más harina pues más valía que sobrara a que faltara. Después de haber conseguido las cosas que en un inicio no se tenía pensado agregar a las compras, toman camino para ir al punto de encuentro con Natasha.
El pasillo llama a Wanda como las bayas llaman a un oso tras hibernar. Su atención se va directo a las pequeñas bolsas de semillas que colgaban en un estante, siente curiosidad por los tomates, que mierda, sentía curiosidad por todo lo que veía, le gustaría llevarse todas y cada una, verlas crecer poco a poco hasta tener suficientes para no tener que gastar en comprar lechuga o tomates y si se le permitía dejar escapar su imaginación, cosa que podía hacer, ya nadie se lo impedía, le encantaría algún día tener un lugar para hacer crecer arbustos de fresa, porque eran su fruto favorito, su lugar soñado, ese en el que comenzó a pensar cuando en verdad era una cachorra en Sokovia, con grandes arboles de manzana, un corral para las gallinas; cierra los ojos permitiéndose ir directo a esa fantasía infantil, de una casa con cerca y un buzón, donde podría tener un perro, un cuarto para toda su familia y un huerto donde ver crecer las plantas. Deja que su mente siga corriendo, buscando cada detalle de su sueño y entonces aparece un cambio que nunca antes había visto, porque deja de imaginar el lugar, las cosas que tendría en su casa, para pensar en las personas que le acompañarían ahí y por primera vez no ve los mismos tres rostros que siempre ha conocido, ve a alguien más, una pelirroja que le entregaba una sonrisa deslumbrante y una morena que le ve con tranquilidad, con esa paz serena.
La idea le golpe como un puñetazo al estomago, haciendo que retroceda unos pasos del estante donde se había quedado colgada durante más tiempo del que pensaba, siendo observada atentamente por María quien se apresuro a tomarle del codo para estabilizarla. Se toma un par de momentos para respirar, recuperando un ritmo compatible con la vida normal, quedando avergonzada ante el pequeño espectáculo que estuvo a nada de presentar.
— ¿Estas bien? — ante la pregunta Wanda solo mueve la cabeza asintiendo — Nos podemos ir al auto si te sientes abrumada o cansada ¿vale? —.
Niega al instante, rechazando la idea, la estaba pasando bien, increíblemente bien a pesar de que ya llevaba dos pequeños cuadros de inestabilidad, pero se seguía divirtiendo, no quería que terminara cuando sabía que podía forzarse un poco más — Estoy bien… estoy bien — asegura al apartarse con cuidado del toque de la omega —. Solo me desconcentre ¿okey? —.
Intenta encontrar una prueba de que la situación sea peor de lo que la cachorra le intenta convencer — Claro, solo recuerda eso, que no estas obligada a seguir aquí si no quieres — no le responde, ni siquiera con un gesto, su mirada se mantiene fija en las plantas y macetas, un punto de interés que quizás les sirva para salir jugando por ahora — ¿Hay alguna que te gustaría tener? —.
La pregunta en apariencia sencilla tenía muchas respuestas — No creo que los tomates se lleven bien con el departamento de Nat — asegura con un dejo de tristeza en su voz.
— Seguro que podemos hacer que alguna hierva crezca lo suficiente — toma las primeras dos opciones que se le vienen a la mente con su casi nulo conocimiento en plantas —. Tu que dices ¿tomillo o albahaca? —.
Piensa en las características del departamento, en la ventana con alfeizar en la que le gustaba sentarse pasado el medio día para recibir todo el calor del sol que entraba por dicha ventana con luz constante la mayor parte del día, el lugar perfecto para una planta a la que le gusta tanto el sol — Creo que el tomillo podría funcionar — pasa su vista entonces a los sustratos que vendían un par de estantes abajo, no hay nada que sea perfecto, pero si suficiente —. Necesitaríamos unas cuantas piedras, ese tipo de suelos son los que le gustan —.
Antes de darse cuenta entre ambas comienzan a buscar todas las cosas que pudieran necesitar para tener una planta feliz, desde la maceta, la tierra, humos para alimentarla, aunque evitaron los pesticidas ya que Wanda tenía bien fresca en su memoria una receta para hacer uno que era mucho mejor que cualquier producto comercial.
Terminan metiendo tantas cosas al carrito de compras que ninguna siente la autoridad de criticar a Natasha cuando reaparece llevando dos paquetes de pelotas de tenis que sin duda no necesitaban, al mismo tiempo no mencionando nada a las nuevas botellas de alcohol que tenía en el otro brazo, al que sin duda si necesitaban y podían apreciar. Confirman que ya tenían todo lo que necesitaban y lo que no necesitaban, mientras se dirigen a la salida Wanda siente que el día ha sido el más largo en mucho tiempo, piensa en las cosas extrañas que sucedieron, en los sentimientos contradictorios respecto a la vida que estaba llevando, a las personas que no le acompañaban, sus preocupaciones son hechas a un lado cuando Natasha le vuelve a despeinar con enésima ocasión, no puede evitar gruñir en reacción, haciéndose a un lado — Ya habrá tiempo de sentirse mal — decide tras terminar de guardar las comprar en bolsas y comenzando a caminar por el resto de la plaza.
9
Cuando regresan a la casa el sol ya avisa que estaban entrando a la tarde profunda, eran entorno a las 1600 horas y por la forma en la que la cachorra parecía estar tan agotada, se podría afirmar que era mucho más tarde. Natasha no le quitaba el ojo de encima desde que estuvieron paseando entre tiendas hasta que entraron en el auto para regresar a casa donde se quedo dormida en cuanto comenzaron a moverse por las calles. No paso por alto que mantuvo los ojos cerrados, casi desmallada incluso cuando estacionaron frente al departamento. No ven nada malo en dejarla dormir cuanto necesitara, dejándola en el asiento trasero mientras se encargaban de llevar todas las cosas que compraron hasta arriba sin guardarlas en donde deberían estar y a pesar del tiempo extra que le entregan a la cachorra, cuando bajan de vuelta, se dan cuenta que sigue dormida.
Les toca entonces repetir lo que paso la noche anterior, cargando a la cachorra que se restriega contra la alfa que le lleva en brazos hasta que le dejan de vuelta en la suavidad de su cama, no siente la perdida pues encuentra en la calidez de sus mantas algo similar al que le entregaba Natasha.
— Deberíamos pedir comida — sugiere la omega mientras acomoda las latas donde su cachorra siempre las ponía —. Parece bastante cansada como para cocinar —.
Por su parte la alfa estaba con la cabeza metida en la nevera, acomodando lo que debería ser refrigerado, sale un instante de su trabajo para revisar un pequeño trozo de cartulina que colgaba bajo el peso de un imán, un calendario de creación cacera, donde lo que se iba rastreando la fecha en la que la cachorra sufría una pesadilla, mismo que estaba despejado desde hace un par de semanas, la racha más larga desde que se conocían.
— ¿Crees que haya sufrido una y no nos hayamos dado cuenta? — es la opción que le parece más posible, más plausible.
— Natasha, ambas sabemos que hubiéramos escuchado si sufría una, siempre estamos alerta con ella — termina por fin con su tarea, tomando la oportunidad para centrarse en su alfa — y nos habríamos dado cuenta, sabemos cómo se cuándo la mañana después de sufrir una — se acerca un poco más a su pareja quien esta muy concentrada viendo el trozo de cartulina, tanto que no se da cuenta de que la nevera comenzaba a soltar un pequeño ruido avisando que llevaba demasiado tiempo abierta —. Lo estas haciendo bien, Nat, debes recordarlo — comienza a soltar feromonas de tranquilidad y seguridad, rodeando a la alfa que responde de inmediato al relajar su postura, recibiendo con todo el gusto del mundo el abrazo que le toma por la cadera, alejándola un poco de la nevera.
— Lo se — asegura mientras tira la cabeza atrás, pegándose un poco más contra su omega —. Es solo que… ya sabes, tengo miedo de estarla jodiendo más de lo que le ayudo — vuelve a la superficie uno de sus grandes terrores, de las más grandes preocupaciones que le acompañaban desde hacían muchos años.
María reacciona en consecuencia, alejando a su alfa de la cocina, llevándola hasta el sofá donde la sienta en su regazo, para tenerla cerca, tranquila y conectada con la tierra. Al instante siente la nariz de su alfa hundirse contra la piel de su cuello, muy cerca de su glándula olfativa, una acción que le termina sacando un pequeño jadeo; siendo consiente en plenitud de las necesidades de su alfa continua con su trabajo de dejar salir sus feromonas en la misma línea de sentimientos reconfortantes.
— No creo que haya nadie en esta tierra que sea mejor influencia para Wanda que tú, cariño — comienza a mover sus manos por su espalda, tratando de tranquilizarla un poco más —. Entiendes por lo que ha pasado, sabes la ayuda que te hubiera gustado tener cuando estabas en su lugar y siempre buscas la manera de mejorar para ayudarla cada día más que el anterior —.
— Podría hacer mucho más — asegura con un tono de voz mucho más bajo, casi asustado o a punto de romperse a llorar, uno que no escuchaba hace muchos años.
La aprieta con más fuerza, tratando de transmitirle toda la seguridad que podría — Hey, hey, Nat, por favor, no hagas eso. Todos podríamos hacer más — le aseguro y vienen a su mente muchas ideas que podría usar como ejemplo —, yo podría ser más abierta emocionalmente con ella, contigo, con ustedes — es abierta dejando que su propio malestar se vuelva visible —. Pero seguimos aquí, ayudándonos unos a otros, lo intentamos y eso es suficiente ¿lo sabes verdad? —.
Claro que lo sabe, muy en el fondo sabe que su omega tiene razón, que esta dando lo mejor de ella, pero su preocupación es superior a cualquier consuelo — Solo… solo quiero que no cometa los errores que Yelena y yo cometimos — ante eso, María pone toda su atención, porque eso era algo que no había escuchado antes —. Ella es joven, tiene toda una vida por delante, una nueva vida, no quiero que un día despierte, se de cuenta de que ha estado gastando toda su vida en el trabajo en lugar de vivirla — habla de si misma, de cuanto tiempo tardo en permitirse sentir algo, en dejar que las personas entraran en su vida y que aun le cuesta mucho dar pasos grandes —, no quiero volver a fallarle a alguien que necesita encontrar su lugar en la vida — y el foco cambia a la figura de su hermana, quien antes de ese año se la pasaba de ciudad en ciudad encargada de liberar al resto de las viudas, tan concentrada en su trabajo que no tenía tiempo ni de pasar por el departamento que llamaba hogar a excepción de las fechas más importantes para ambas —. No quiero que Wanda sea una vengadora — la declaración es pesada, sorprende a María pues recuerda bien como fue la alfa quien abogo por acogerla bajo el estatus de vengadora —, quiero que sea feliz —.
— ¡Oh, Nat! — primero la abraza con aun más fuerza intentando cargar un poco del peso inconmensurable que implicaba luchar por la buena vida de otra persona cuando aun no terminaba de arreglar sus propios problemas — Sabes que no puedes evitar que comete errores — toma el rostro de su alfa entre sus manos, con cariño le masajea sus mejillas —, solo puedes estar ahí para ayudarla a que se levante, a que encuentre su camino a su hogar —.
— La quiero mucho… desearía que nada malo le volviera a pasar, que no le duela nada más — su voz estaba un tanto más tranquila, pero por la cercanía podía sentir el latido de su corazón, identificando su ritmo irregular aun por la montaña de emociones que le acompañaba.
— A mi también, me gustaría que ni tu ni Wanda volvieran a sentir dolor, pero ya sabes lo que dice Melina, el dolor nos hace más fuerte — era de las pocas cosas con las que coincidía con la madre de su alfa, aunque por motivos muy diferente —, porque nos enseña a como evitarlo y a nos muestra la mejor forma para afrontarlo —.
Se toma un momento de silencio, recordando momentos de su vida, errores que le gustaría haber evitado, cosas de las que no se arrepiente y cosas de las que sí, cosas que aun deseaba hacer — Estaremos ahí… para ella — es la necesidad de sentir propias las palabras de su omega aun cuando eran cosas que ya tenía en su mente —, como nadie estuvo antes para nosotras —.
— Sí, estaremos ahí para ella —.
Pasan unos cuantos minutos más en la misma posición, reconfortándose con la presencia de la otra, ambas deseando que el momento durara un poco más, no mucho, solo para siempre. No hacen nada más que acicalarse entre ellas hasta que por fin recuerdan lo cansada que se había visto la cachorra durante el día, de lo que debían hacer para ayudarle a recuperarse en caso de que, como ya habían descubierto que le pasaba a menudo, lo comenzara a somatizar. Deliberan entre cual de las opciones favoritas de la cachorra podrían ser la mejor para una tarde noche de sábado, al final, deciden que pedir uno de sus menús favoritos de un restaurante de comida china.
Mientras María hace el trabajo de llamar al local para realizar su pedido, Natasha toma su lugar en la cocina, comenzando a preparar dos tragos para ir abriendo apetito en lo que llevaba la comida, pero aprovechando un momento para mandarle un mensaje a su hermana.
Hey, sestra ¿quieres venir a cenar? He comprado una nueva marca de vodka y necesito a una alcohólica que me de su opinión, puedes traer a Fanny si no quieres dejarla.
Espera unos cuantos segundos, observando pasar el estado del mensaje de enviado a recibido y por último a leído. Entonces aparecen las burbujas de texto, hay una ligera capa de ansiedad que le remueve el cuerpo mientras ve las burbujas aparecer y desaparecer, el tiempo que tarda Yelena en responder le pone los pelos de punta, obligándola a estar alerta.
Negativo. Misión de vigilancia en proceso.
Al instante revisa que sus viudas estuvieran cargada y preparadas, ya estaba lista para gritarle a María que iba a salir, pero antes de actuar por instinto debe razonar, es lo que su entrenamiento le ha enseñado que debe hacer.
¿Nacional o internacional?
Sigo en la ciudad. Mi misión no esta relacionada con alguna viuda.
Eso le tranquiliza mucho más de lo que esperaba, sacándole un suspiro, pues eso significaba que, primero estaba cerca en caso de que las cosas salieran mal y tuviera que salir a salvar a su hermana y segundo porque el saber que no se trataba de una misión para rescatar a otra viuda implicaba que era poco probable que necesitara ayuda.
¿Cuentas con apoyo cercano?
Siempre tengo alguien cerca, cosas de tener una cara linda.
Ya estaba por regañarla, decirle que estaba hablando enserio, pero por lo visto sus intenciones fueron fáciles de anticipar, porque un nuevo mensaje llega antes de que pudiera comentar algo más.
Tranquila, Natasha, te mantendré informada y si pasa algo pediré ayuda.
Suspira ya un poco más tranquila, sintiéndose en paz al saber que tenía una promesa de su hermana, la seguridad de que podría hacer algo en caso de que las cosas salieran mal.
Cuídate mucho, sestra. Avísame cuando estes libre, me encantaría que vinieras a cenar.
En respuesta solo recibe el emoji de una carita sonriente, una promesa de que tendrá en cuenta su oferta en un futuro próximo y eso es más suficiente para ella, saber que tiene la posibilidad de pasar tiempo con su hermana es más que suficiente. Guarda su teléfono dentro del bolsillo de su pantalón, no sin antes haber subido el volumen de las notificaciones, para que no se le pasara nada ; toma su Cosmopolitan con una mano y con la otra el Martini de su omega antes de regresar al sofá donde ya estaba por iniciar una película de James Bond. María le agradece antes de palmar el espacio a su lado para que se siente y se relaje un rato en lo que esperan que llegue la comida, la idea le gusta a ambas, es agradable más cuando acababan de pasar por una conversación emocionalmente abusiva para ambas, donde se dejaron a flor de piel muchos de los problemas que les rondaban por la mente.
La película avanza llegando hasta el tercer acto, Natasha se emociona cual cachorra a pesar de haber visto la misma película por lo menos en diez ocasiones ¿Quién podría culparla? Sean Connery era un magnifico agente 007. Tan concentrada que no se percata de que alguien llama a la puerta, su fascinación por la película es capaz de superar sus instintos de viuda negra, solo se da cuenta del nuevo elemento en su departamento cuando María le acerca un recipiente repleto de arroz frito, mismo que acepta sin dudar, comenzando a comer sin apartar su vista de la pantalla.
Repite los diálogos en voz baja aprovechándose de su lengua natal para no molestar a su pareja, tan tranquila que siente no hay nada en todo el mundo que le pueda sacar de su asiento junto a su omega disfrutando de una comida un tanto grasosa pero exultante de sabor, ni siquiera otra invasión alienígena le podría llevarle lejos, de eso esta segura, de misma forma que esta segura que el grito desgarrador que proviene desde la habitación de Wanda si que la sacaría de su lugar.
En cuanto sus oídos captan el sonido, su cuerpo reacciona en piloto automático, salta sobre el respaldo del sofá, tirando las cosas que tenía consigo sin importar que pudiera ensuciar la fina tela. Activa sus picaduras mientras corre por el pasillo, trastabillando a medio camino y casi teniendo que arrastrarse hasta la puerta que le separaba de su cachorra. María le siguió la pista, solo que sin tener ninguna arma en sus manos, ya intuyendo que dicho grito no era respuesta a una amenaza física, no por lo menos de una a la que se pudieran enfrentar en el presente.
Ninguna tiene la paciencia ni claridad mental para hacer algún plan de acción, Natasha abre la puerta apuntando con su arma, revisando el cuarto buscando al bastardo que intentara lastimar a su cachorra. Se da cuenta de que no hay nadie a quien dispararle, cambiando su enfoque para acercarse a la pobre chica que temblaba en su cama, pataleando mientras gritaba presa del pánico al que su mente le había mandado.
— ¡Wanda! — su voz sale más fuerte de lo que esperaba, de misma forma que se acerca con menos prudencia de lo que debería — ¡Tranquila, pequeña, estamos aquí! — la mano de la alfa se pone sobre el hombro de la sokoviana, provocando que la tormenta se desate antes de que María pudiera ser capaz de intervenir.
Sucede entonces una repentina explosión de color escarlata, les impacta a las adultas como si acabaran de ser golpeadas por la ráfaga de un huracán de categoría cinco, lanzándolas contra el suelo, tirando los libros en los estantes y las cosas sobre el escritorio. María es la que se llevo la mejor parte, solo golpeando su espalda contra la puerta por la que acababa de entrar, por tanto, se esfuerza en recuperarse lo más rápido que puede, sabiendo muy bien que debía ser rápida para tratar de tranquilizar a la pobre cachorra antes de que pasara algo malo. Observa a la cachorra, flotando en el aire, con los ojos del mismo color que el de sus poderes escarlata que envolvía su cuerpo, haciendo levitar las cosas más cercanas a ella.
— Malen’kaya, escucha, necesito que… — arranca con el apodo que siempre utilizaba, intentando conectar con la chica en pánico con algo familiar para tratar de mantenerla tranquila, por desgracia, su intento no tuvo éxito.
Una ráfaga de magia ataca a la omega, levantándola en el aire, apretándole la garganta, cortándole la respiración, impidiéndole hablar o poder hacer algo más que luchar por recuperar un poco de aire, quedando entonces la situación en manos de Natasha. Observa a ambos lados, intentando centrar su mente, decidiendo entonces cual era su mejor opción para actuar.
— Wanda Django Maximoff. Bruja Escarlata. Sokoviana. — hace algo que no deseaba, hablo en alemán para tratar de capturar su atención, algo que demostró funcionar cuando detecto movimiento en los ojos rojos —. Vengadora — odia tener que recurrir a esto porque sabe la experiencia de su cachorra con el idioma y todo lo que representaba —. Informe de situación ¿Dónde estas ahora? —.
En medio de su pánico una línea de pensamiento se extiende, analizando lo que parecía ser una orden, buscando en medio de la penumbra de su mente hasta que consigue responder — Estados Unidos — su voz sale temblorosa, carente de su tono tranquilo habitual, una voz que Natasha había escuchado muchas veces en cada una de sus hermanas viudas.
— Nombra el estado — su silencio se extiende un momento, le gustaría darle tiempo para responder, sabe que la paciencia es fundamental, pero escucha a su omega quejarse por la ausencia de aire y decide que debe picar un poco más —. Dinos donde estas —.
— ¡New York! — contesta con pánico ante la idea de ser castigada por no contestarle a un superior, dicha reacción trae consigo una reacción evidente en sus poderes, haciendo que el color de su magia se desvaneciera un poco, lo suficiente para darle un espacio a la omega para respirar algo de aire.
— Ultima misión, informa — comienza a moverse, sabiendo que falta poco para que la mayor parte del cuadro de pánico desaparezca.
— Laos, atrapar grupo terrorista, falle, civiles murieron — su voz tiembla incluso en medio de su mejor intento para responder las ordenes de lo que, en medio del pánico, cree que es un soldado de HYDRA. Dicho miedo consigue alcanzar el objetivo por el cual Natasha decidió hacer lo que hizo. La magia de la bruja se vuelve frágil, tanto que termina cayendo sobre la cama, soltando en el proceso todas las cosas que estaba sosteniendo con su magia, permitiendo que la pobre María pueda por fin respirar.
El sonido del largo jadeo y el consiguiente ataque de toz le da a la alfa la oportunidad de cambiar de enfoque, desprendiendo todas las feromonas que calmantes que su cuerpo podía generar, mandando a la mierda el alemán para volver a algo más cercano para ambas — Tranquila, dorogaya, tranquila. Estas aquí, con nosotras — se le rompe el corazón al ver el estado en el que se mantiene su cachorra, con las manos alrededor de su cabeza, apretando en puños su cabello, los ojos cerrados con tal fuerza que seguro dolería un poco —. Vamos pequeña, piensa un poco, dime tres cosas que puedas tocar —.
Da un par de balbuceos, tratando de responder al tono que le suena familiar, consiguiendo apenas identificar que le estaban hablando en ruso, un cambio repentino al primer idioma que escucho. Intenta centrar su mente, enfocarse en lo que su piel tocaba — Madera — es lo primero que puede responder sintiendo la dureza del material contra su espalda — metal — siente que el corazón le va a salir del pecho al momento de recibir decenas de imágenes que relaciona con el frio tacto de cualquier metal, piensa en camillas, en agujas y barrotes; pero la presión del material es muy diferente al resto de cosas que ha sentido, tanto que consigue identificar de lo que se trataba —… de mis anillos… metal de mis anillos — le animan cuando no puede continuar — ¡tela! De mi suéter —.
La respiración de la cachorra por fin se comienza a volver algo compatible con la vida normal. María por fin se recompone, tosiendo una ultima vez, camina hasta estar junto a Wanda, su preocupación se centra en la fuerza con la que apretaba su cabello, no quería que se hiciera daño, por propia experiencia sabía que esa era una posibilidad.
— Lo estas haciendo bien malen´kaya ved´ma, vamos, solo un poco más. Dinos ahora dos cosas que puedas escuchar — de nuevo la bruja balbucea, como si no pudiera encontrar palabras en medio de su cuadro de pánico —. Tu puedes Wanda, solo siente lo que hay aquí, solo siente —.
Es la mejor recomendación que le puede dar a su cachorra, es más que suficiente porque es justo lo que hace, sentir las vibraciones a su alrededor, su propia respiración — Tú…tú voz — y entonces hay algo mucho más claro que llama su atención —. La respiración de ella —.
Ambas intercambian miradas dándose cuenta de la tranquilidad en su ultima respuesta, una calma de la cual debían aprovecharse para por fin volver a traer a su pequeña a la realidad — Bien hecho, Wanda, bien hecho. Ahora dime ¿Quiénes están aquí contigo? ¿Quiénes somos? —.
— Natasha Romanoff y María Hill — su corazón por fin se comienza a tranquilizar, latiendo a su ritmo normal.
Las tres suspiran al mismo tiempo alejando toda la tensión que el cuadro de pánico les había infundido en el cuerpo, pero aun falta una ultima cosa para que puedan afirmar que por fin están seguras — ¿Podemos tocarte, pequeña? — al instante mueve la cabeza, asintiendo en respuesta, pero no es suficiente para ambas — Necesito que nos hables, que nos digas tu respuesta —.
— Pueden tocarme… por favor — al instante siente como alguien le rodea los hombros, el calor del pecho de la alfa que le envuelve junto con sus feromonas calmantes, dos cosas a las que se aferra para alejarse de lo que le atormentaba. Un segundo después siente que alguien le sujeta una de sus manos, haciendo que suelte el puñado de cabellos de los que tiraba sin darse cuenta. Llora en el abrazo combinado por la pareja, aceptando con gusto las feromonas que le envuelven, tan tranquilas, tan frescas, tan familiares; se deja mimar hasta que por fin los rastros de su tristeza se disuelven hasta desaparecer, pero entonces, un sentimiento familiar vuelve a aparecer —. Lo siento, no era mi intención —.
Antes de que la cachorra pudiera volver a caer en espiral, María intercede, buscando detener dicha caída — Oh ved´ma, no hay nada de que disculparse ¿vale? Lo único que importa es que estes bien — desea acariciarle la espalda, como sabe que le gusta, pero antes de poder hacerlo, siente como la cachorra se aleja.
Identifica el tono más rasposo de su voz, señal de lo que acababa de hacer — ¡Pude haberte matado! — gruñe horrorizada — ¡Deberías odiarme! ¡deberías vengarte! ¡deberías largarme de tu casa! ¡deberías castigarme! — y vuelve a llorar, porque sabe que son cosas que deberían pasar, pero su corazón no puede soportar la idea de ver la decepción en el rostro de las únicas personas que le han hecho sentir segura desde que murió su hermano, podría irse, esta segura que si se esfuerza lo suficiente sus poderes podrían llevarla lejos.
— Oh Wanda, si en esta casa nos enojáramos por cada vez que una casi mata a la otra en medio de un ataque de pánico estaríamos todos los días de malas — es la alfa quien se anima a hablar primero y cuando ve que sus palabras captan la atención de su cachorra, sigue hablando, abriéndose con un recuerdo —. La primera vez que María se quedo a dormir… tuve un cuadro de flashback a media noche, creí que estaba de vuelta en la habitación roja, la confundí con un operador y yo… la ataque, siempre duermo con una daña bajo la almohada y bueno, trate de apuñalarla —.
María siente que es su momento de hablar — Hace unos años fui capturada en una misión, salí bien pero me volvió paranoica, esta pequeña loca quiso visitarme así que irrumpió en mi departamento en medio de la noche, la escuche, creí que era alguien que intentaba volver a capturarme y bueno, le dispare, tres tiros, falle por apenas unos centímetros —.
— Y solo porque conseguí ver su arma — le toca por un instante consolar a su omega que se avergonzó por el mero recuerdo —. En esta casa todos tenemos problemas, Wanda, todos hemos dicho cosas que no debíamos decir y hemos hecho cosas que pudieron lastimar al otro. Pero aprendemos de esto, buscamos formas de ayudarnos, y a veces es difícil, pero siempre intentamos hablar de lo que nos afecta, porque hablando es la única forma en la que podemos encontrar ayuda —.
Entiende lo que le piden, mas no le exigen. Se toma unos segundos más, dándole vueltas a sus opciones, el peso de la pesadilla que le hizo despertar entre gritos le aplasta el corazón, decide que no quiere pasar un día más así, no puede — Extraño a mis papás — su voz se vuelve aguda, pequeña mientras sus ojos que volvieron a ser verdes se tiñen de lagrimas —, extraño a Prieto, extraño mi casa en Sokovia, extraño quien era antes de lo que me hicieron — siente como se le cierra la garganta en medio de su ataque de llanto, uno tan fuerte que vuelve a temblar, pero parece que las palabras no pueden dejar de correr —. Y me duele, me duele mucho ¡no es justo! ¿porqué ellos? ¿Por qué tuvieron que irse? —.
Natasha la entiende, sabe cuanto puede corroer ese tipo de dolor, la perdida de una familia es una herida que tarda años en cerrar, incluso en su caso cuando ha conseguido recuperar a su familia, la herida no termina de curar, cicatriza, pero no desaparece. Quería hablar de su propia experiencia tratando de que eso le ayudara a encontrar alguna respuesta que le fuera útil para afrontar su malestar, pero tiene muy en claro que no es su momento, que solo debe dejarla hablar hasta que se desahogue, porque es claro que lo necesitaba.
— Y en verdad adoro esto, las quiero mucho, adoro vivir con ustedes y las comienzo a ver como familia, lo se dentro mía. Pero no puedo dejar de pensar que esta vida es la que Pietro merecía más, la vida que debía encontrar… no es justo que el muriera y yo no, se supone que estaríamos juntos para siempre y siento… siento como si estuviera remplazando a mis padres, a Pietro — esa fue la pesadilla que sufrió, el recuerdo de su familia, reclamándole, gritándole por haberlos olvidado — ¡Y ya no se que hacer para sentirme así! Como si cada paso que diera me alejara de ellos —.
El silencio se extiende entonces, solo interrumpido por el hipo que le apareció tras haber estado llorando tanto tiempo. La pareja se observa entre ella, discutiendo por quien iba a ser la primera en hablar, María toma el cargo en esta ocasión.
— Cuando entre a SHIELD entre con un familiar mío, mi primo, era mi mejor amigo, casi como un hermano, alguien a quien siempre recurría cuando necesitaba a alguien y créeme que fueron muchas veces. Tuvimos una misión juntos, vigilancia y reconocimiento, no debíamos acercarnos, pero yo desobedecí las ordenes, quería demostrar mi valía; terminamos entrando en combate, eran demasiados, conseguimos salir por los pelos pero él… le dispararon, se desangro hasta morir en mis brazos sin que pudiera hacer algo para salvarlo. Fue el peor momento de mi vida, quería renunciar a todo, pero hubo alguien que no me dejo hacerlo — piensa entonces en Nick quien le acogió bajo su ala como el padre que siempre necesito — y me ayudo a entender como hacer las pases con lo que paso, entendiendo que el dolor de una perdida solo proporcional a lo mucho que te importaba lo que perdiste —.
El balón le queda a Natasha más que dispuesta a exponerse una vez más — Yo aun recuerdo el rostro de la primera persona a quien mate, era una cachorra, solo una niña, se llamaba Alisha y tenía siete años, fue una de mis primeras pruebas en la habitación roja… es el motivo por el que no me gusta estar cerca de cachorros, porque veo a Alisha en cada uno, recuerdo lo que hice — observa sus manos un momento, recordando entonces a todas las viudas que no ha podido salvar, todas las vidas que ha visto desvanecerse, años de experiencias, deseos y sueños apagados bajo el insignificante sonido del martilleo de una pistola o el filo de un cuchillo —. Pero mírame, si incluso yo que hice todas esas cosas puedo tener una vida feliz, con personas a quien llamar familia, estoy segura que tú también puedes y mereces tener una vida feliz —.
— Me duele mucho — repite a pesar de haber prestado atención a lo que le decían, en su mente, algunas palabras se iban asimilando, pero sus emociones aun le dominaban.
— Y estoy segura que te seguirá doliendo durante toda tu vida, porque esto es algo que te marca profundo y deja huella — María con cuidado le toma por las mejillas consiguiendo que Wanda le mire a los ojos, quitando algunas de las lagrimas que seguían bajando —, algunos días dolerá más y otros menos, y te enojaras y maldecirás al mundo, estas en tu derecho; pero no puedes dejar que este dolor de detenga, no te sientas culpable por cambiar de pagina, seguir adelante, porque tu familia, la primera de muchas que tendrás, te acompañara ahí donde vayas, en el dolor que sientes, en los buenos momentos, estarán contigo aquí — señala donde su corazón estaba — y aquí — justo en su frente, donde Wanda tenía los buenos recuerdos de ir al parque a jugar con su hermano, de su madre enseñándole a cocinar, de su padre conduciendo por carretera prometiendo algún día enseñarle a conducir.
— Vive una vida que recuerdes, una que te haga feliz, porque ellos están ahí, viéndote ir por el mundo, caerte y levantarte. Vive todo lo que quieras y así, cuando llegue el momento y descubras si hay vida más allá de esta, puedas decirles que viviste la vida que ellos deseaban para ti — concluye Natasha con las mismas palabras que a ella le hubiera gustado escuchar.
El recuerdo de Wanda cambia a una de las ultimas cenas que compartió con su familia, cuando por primera vez la dejara a cargo. No importan los detalles del recuerdo, ni lo que comieron, lo que le importa son las miradas que recibió, su madre mirándole con orgullo, su padre sonriendo y su hermano oh su querido hermano, de brazos cruzados, mirándola como si supiera que su hermana podía hacer cualquier cosa en el mundo. No se siente como un recuerdo, se siente como una revelación, la confirmación de que ellos le seguían viendo con la misma esperanza, con el mismo amor que sobreviviría a todos los años por venir.
— ¿Ustedes… estarán ahí? — su mirada pasa entre la pareja, encontrando las sonrisas que esperaba, esas que le hacían sentir lo que tanto deseaba volver a encontrar.
— Estaremos a cada paso, siempre te cuidaremos — hablan al mismo tiempo, como si hubieran ensayado la respuesta —. Todo el tiempo que nos pidas, para ayudarte a levantarte, dar dos pasos atrás y volver a caminar —.
— No seremos perfectas, cometeremos errores, pero créeme que aprenderemos rápido de ellos — se compromete Natasha, tomando una de las manos de su cachorra.
— ¿Qué familia es perfecta? — bromea Wanda, aceptando por fin lo que sus instintos nacientes le gritaban, que acababa de encontrar la familia que había perdido — Yo… tengo un poco de hambre — se le ponen las mejillas rojas por la vergüenza que le provoca cambiar de tema tan repentinamente, pero es que en verdad sentía que se estaba muriendo de hambre.
La pareja si ríe un poco ante el cambio, contestas por volver a escuchar su tono más tranquilo — Pedimos comida mientras dormías ¿te unes a nosotras o prefieres comer aquí? —.
Escucha que de fondo se filtra la banda sonora de la saga de películas de 007, lo cual le ayuda a encontrar la respuesta — Hm, si, voy con ustedes en un momento… solo quiero recoger el desastre y limpiarme la cara ¿okey? —.
Como siempre, Natasha y María la entienden, salen del cuarto tras volverle a asegurar que no estaban enojadas por lo que paso y que, como siempre, iban a estar ahí y por primera vez, Wanda les cree al completo.
El peso de la platica se volvería visible la mañana siguiente, cuando la pareja encontraría a su cachorra revisando en su computadora información respecto a escuelas culinarias mientras esperaba a que estuviera preparada una avena con manzana y canela, en una promesa no pronunciada de que algún día Wanda perseguiría sus propios sueños mucho más allá de ser una Vengadora. Pero hasta que ese día pasara, las tres estaban felices con compartir espacio en un sofá manchado con los restos de arroz frito, viendo una película, disfrutando de la suavidad de un hogar creado y moldeado para una familia de apariencia disfuncional pero seguía siendo perfecta para ellas.
Notes:
Porque ya les debía mucho a los que leen esto por Natasha y María, aquí tienen, un fragmento de sus vidas, de su dinámica y como Wanda esta involucrada en esta. Agregare nuevas etiquetas porque sin duda hace falta buscar algo como María es la figura materna de Wanda, si es que existe esta etiqueta.
Avanzamos un poco más en la historia previa a los acontecimientos de Civil War, entendemos algunos de los motivos más profundos de porque, en este fanfic, Nat quiere firmar los acuerdos.
Aprovechando la nota quiero explicar por que la casta de Wanda no sea mencionada en ningún punto del capitulo, esto tiene dos motivos, uno diegético y otro extra diegético, el primero es que producto de los experimentos que sufrió con HYDRA y el haber tenido una mala alimentación durante el tiempo formativo, produjo que Wanda no se desarrollara correctamente a tal punto que sigue sin presentarse su casta, siendo por ello que Natasha y María le siguen llamando cachorra, además de ser una cuestión de cariño. La segunda explicación, es porque aun no estoy segura de hacer a Wanda omega o alfa, si alguien tiene una preferencia respecto a cuál casta le quedaría bien, por favor, comparta su opinión para tenerla en cuenta.
Sin nada más que decir, nos vemos pronto, en un nuevo capítulo, que la fuerza les acompañe.
Chapter Text
No es para nadie una sorpresa enterarse que Yelena no siguió la orden de Eleonor, al fin de cuantas, era una persona que siempre había tenido una relación cuanto menos extraña con seguir órdenes. Por un lado, siempre había encontrado cierta familiaridad y seguridad en ellas, saber que alguien más estaba a cargo implicaba que tenía a alguien a quien culpar en caso de que algo saliera terriblemente mal y al mismo tiempo le daba la posibilidad de impresionar a una persona con autoridad, algo importante para ella, que notaran lo valiosa que era, lo genial que era. En contra parte, detestaba sentir que no tenía el control de las cosas que hacía o pensaba, como si estuviera de vuelta en la habitación roja, incapaz de seguir su propia voluntad; es curioso como es problema no se vio reflejado la mayoría del tiempo que estuvo trabajando para SHIELD, quizás fuera porque conocía y respetaba a quienes le guiaban en las misiones, primero Clinton Barton, luego Phil Coulson y por ultimo María Hill.
Eran personas serías, confiables, a quienes respetaba y por quien hubiera dado la vida. En cambio Eleonor era, a lo mucho, una perra rica por quien no sentía nada más que un profundo e irreversible desprecio casi absoluto, lo poco que conocía de ella terminaba construyendo esa visión tan despreciable. Le parecía alguien prepotente, arrogante y se atrevía a intuir que era profundamente sexista; la forma tan diferente en la que le hablaba a ella y a su hija era prueba suficiente para una espía tan bien calificada como lo era Yelena. Una persona así no debería ir por el mundo creyéndose tanto, tan segura, debería en cambio sentirse avergonzada, que las personas le hicieran darse cuenta de que era despreciable, pero en cambio, según lo que iba descubriendo mediante las notas periodísticas, parece que todo el mundo la adoraba, todo el mundo de clase alta por lo menos y eso le molestaba.
— Deberíamos encargarnos, deberíamos hacerle sufrir por lastimar a nuestra omega — esos eran los pensamientos de su alfa, uno que paso de estar emocionado, extasiado, ante la idea de pasar tiempo a solas con Kate, alborotado al saber que su omega quería pasar tiempo con ella más allá de lo que exigía la convivencia por trabajo, a estar en alerta total por encontrar una amenaza inminente para su omega, enojada por no responder como en verdad quería hacerlo, lo cual hubiera implicado mucha sangre y un cuchillo clavado en la aorta, triste por no conseguir saciar la seguridad que tanto necesitaba su omega, horrorizada por haber fallado en mantener a salvo a la omega que tanto deseaba poseer y adorar.
Y fue por todos los sentimientos que se arremolinan en su pecho, aplastándole las arterias y oprimiendo su corazón, nublando su mente con imágenes de la omega, que Yelena no se fue a casa, ni aunque le hubieran apuntado con un arma se hubiera ido a un lugar tan lejos de Kate, en cambio, se coló en uno de los edificios al otro lado de la calle, apostándose en un piso que debería estar vacío, teniendo una perfecta visibilidad de la entrada principal, en posición de espera, deseando ver pasar a alguien a quien le gustaría soltarle veintidós tiros.
Por desgracia no contaba con todo el material que le gustaría tener para realizar una misión de vigilancia, como por ejemplo un arma con suficiente alcance y de preferencia una bala que tuviera el nombre Eleonor B. anotado a un lado o por lo menos algo más que una barra de granola para comer, tampoco le vendrían mal tener compañía para poder evitar que su objetivo escapara por otra salida.
Se la paso durante todo el viernes pegada a la ventana, escondida apenas por la fina cortina que le escondía del exterior, no hubo ninguna novedad respecto a su objetivo, ningún movimiento, absolutamente nada y el estar en soledad en un piso abandonado le dio la oportunidad, más bien, le forzó, a hacer frente a los pensamientos que le rondaban la cabeza y claro eso significa seguir pensando en Kate Bishop. Oh Kate, le parecía tan curiosa, alguien tan abierta y con tantos secretos, una dualidad que le daba un poco de miedo, porque en ocasiones parecía que revelaba secretos suyos sin quererlo en realidad, odiaba cuando la veía perderse en la nada, disociada de la realidad, sus ojos cambiaban un poco de color cuando lo hacía, a un azul mucho más apagado, conocía esa mirada, la había visto en sí misma, en su hermana y en otras viudas, detestaba verla así, porque Kate era una persona amable, una persona que intentaba verse feliz de cara al publico y la felicidad sin duda era la emoción que le quedaba a la perfección.
Las ultimas horas que quedan en el viernes no le entregaron ninguna información que le fuera de utilidad, ni un avistamiento de la despreciable alfa a quien deseaba asesinar, tampoco llego ningún vehículo de alguien que tuviera relación con la misma, nada que le ayudara a saber como estaba su omega y eso casi le vuelve loca. Claro que intento revisar las cámaras que tenían con ayuda de su teléfono desde el cual tenía acceso al sistema, pero ¡oh que sorpresa! Eleonor B. no tenía ninguna dentro de su despacho ni dentro de los cuartos, lo más cercano que consiguió fue la imagen estática que apuntaba al pasillo con las puertas, desde dicho punto no podía encontrar absolutamente nada y eso le hizo perder la cabeza, arremetiendo contra uno de los pocos muebles del cuarto, una pobre mesa de café que fue lanzada contra una de las paredes con tanta fuerza que consiguió despostillar el muro.
Fue un autentico milagro que el ruido que causo no llamara la atención de cualquier guardia cercano a su escondite, más cuando termina arremetiendo de vuelta contra el pobre mueble hasta destrozarlo, dejando solo trozos irreconocibles de madera, nada más que basura o material para leña, una acción que le dejo mucho más tranquila, aun con las manos temblando de furia y sus feromonas alborotonadas inundando todo el cuarto. Siente como si su visión se volviera negra, a sus instintos saliendo a flote, invitándole a abandonar la planificación, volver al penthouse y terminar con el problema de una vez y para siempre.
Sabe darse cuenta de que esta sufriendo un ataque de ira, los conoce muy bien, los ha sufrido durante casi toda su vida por culpa de la habitación roja, de lo que le hicieron ahí, por ese maldito suero que le dieron, mejor recuperación física, mejor resistencia, una fuerza superior al promedio, mejores sentidos; a cambio, una ligera inestabilidad mental que se veía reflejada con, justamente, ataques de ira que podían durar minutos u horas enteras. Fue uno de sus grandes problemas cuando comenzó a estar bajo la supervisión de SHIELD, cuando hasta el menor ruido o presencia de algún desconocido, que eran muchos en aquel entonces, podía provocarle un ataque de ira donde incluso deberían de sedarla en por lo menos un par de ocasiones, debía agradecer a Clinton por haberle ayudado a aprender a sobrellevarlos, a identificar en que momento estaban por suceder y a detenerlos en cuanto estuvieran por suceder, aunque al mismo tiempo debía agradecer a su Melina por encontrar la forma de ir purgando los químicos que le dieron poco a poco.
Repite los ejercicios de respiración que aprendió del hombre pájaro, concentrándose en la forma que el aire entraba y salía de su cuerpo, en la presión de sus anillos contra sus dedos, en series de diez repeticiones hasta que por fin consigue salir de su estado de lucha, recobrando conciencia y alejando sus instintos hasta el fondo de su mente. Vuelve a estar en tierra, lo suficiente para hacer la anotación mental de que, quizás, debería llamar a su madre para hacer fecha a una de las ultimas sesiones de su tratamiento o en su defecto un chequeo de rutina para poder asegurarse de que no tuviera algún arranque de ira cuando estuviera con su omega, no tenía dudas que eso no le ayudaría para nada, lo menos que necesitaba Kate Bishop era otra alfa agresiva en su vida.
Vuelve a tomar su lugar en la sala, recostándose en el sofá abandonado donde le tocaría descansar hasta que consiguiera tener confirmación de que Eleonor B. se había largado y que por tanto podría intentar comprobar cómo se encontraba su omega.
El tiempo en las misiones de vigilancia siempre pasan de forma lenta, son tediosas y aburridas, obligándola a estar concentrada en un punto especifico por horas sin conseguir nada, era como ver la pintura secarse, esta era sin duda el tipo de misiones que más detestaba, pero era lo que se tenía que hacer. La noche de viernes no le entrega ninguna información que le pudiera ser útil para conseguir una respuesta a lo que había pasado, el tiempo muerto durante la madrugada fue aprovechado para pedirle, por solo el universo sabría cual ocasión, a Sonya que se asegurara de darle algo de comer a su perro pues no regresaría a casa, en medio de la conversación de corte formal y profesional, considera si es buena idea explicarle a su fiel compañera lo que vio cuando se tuvo que ir de la casa de Kate, pero eso no ayudaría en nada, solo sumaria a otra viuda con ganas de sangre que posiblemente terminaría por desconcentrarla y volviéndola aun más imprudente de lo que ya estaba siendo, por tanto, no da mayor información respecto a su ausencia y claro que su mejor amiga no le preguntaría nada al respecto.
La noche la pasa en vela, incapaz de cerrar los ojos por la preocupación, no es que tuviera gran problema con ello, estaba entrenada para pasar días sin dormir antes de siquiera comenzar a notar los síntomas de cansancio, dos noches sin apenas dormir no la iban a despeinar. Gran parte del sábado le resulta desalentador, manteniendo la calma que fue la norma durante el día anterior, revisaba las cámaras cada tantos minutos, quedándose horas frente a la ventana esperando que algo ocurriera, encontrar la pista que le diera luz verde para actuar, una pista que apareció pasado el mediodía del 2 de mayo.
Eleonor hizo por fin su aparición, saliendo por la puerta principal con un vestido rojo muy llamativo, tanto que parecía estar pidiendo a gritos que Yelena pusiera a prueba la distancia efectiva de su pistola. Observa la forma en la que camina, muy distinto a su habitual elegancia, se veía en cambio pesada, un tanto desnivelada, lo cual era prueba clara de que estaba sobrellevando una resaca y los anteojos oscuros que tenía puestos no hacían nada más que confirmar sus sospechas. Le observa hablar por teléfono con mucho interés, intenta leerle los labios, sin conseguirlo del todo por culpa de la distancia y las personas que pasaban enfrente de su víctima, lo poco que consigue obtener esta tan disperso que no le sirve para nada; sigue observando hasta que un auto aparece frente a la alfa, el conductor se apura en salir, dar la vuelta y abrirle la puerta a la millonaria que entra sin darle ni una mirada a su empleado. El auto se aleja por la calle apenas unos segundos después, tomando camino a cualquier lugar, dándole la señal que tanto necesitaba para por fin iniciar con la parte interesante de su plan, solo esperaba tener tiempo suficiente para ejecutarlo.
Abandona su escondite en cuanto el auto desaparece de su rango visual. Sale como si nada del cuarto, regresando al pasillo del edificio donde se ocultaba, caminando con la naturalidad de quien ha vivido ahí toda su vida, tan confiada que incluso el personal con el que se encontró durante su escape termino por no hacer ni una pregunta, convencidos de que la desconocida seguro debía ser alguien nueva en el lugar. De vuelta a la calla se tome un instante para barajar sus opciones, la lógica de un civil sería ir por la puerta principal, el guardia ya la conocía, no le haría ninguna pregunta, pero eso daba espacio a que Eleonor se enterara de que estuvo ahí cuando le habían ordenado marcharse, no sería algo tan difícil, solo necesitaría revisar las cámaras o preguntarle a cualquiera de los miembros del staff del lujoso edificio, ese era un riesgo que no podía correr, porque no era uno que le afectara a ella, le afectaría directo a su omega.
Le da la vuelta a la manzana, concentrada en pasar inadvertida a las cámaras supuestamente escondidas en la fachada hasta llegar a la parte trasera, donde podía encontrar el callejón de servicio, un lugar oscuro, con contenedores de basura y agua estancada cargada de basura, el lugar perfecto para realizar su nuevo plan. Comprueba que no hubiera cámaras en el callejón y entonces observa la inmensidad de la construcción frente a ella, observa la arquitectura del exterior, lleno de rendijas entre las placas de hormigón, con florituras cada tantos pisos, pequeñas terrazas y de más cosas de las que se podría aferrar.
Sigue observando el inmenso edificio mientras agradece no haberse puesto abrigo ese día al mismo tiempo que comienza a mover sus brazos, calentando sus músculos antes de hacer frente a una gran prueba física. Intenta calcular el tiempo le tomaría llegar hasta el piso donde se retenía a Kate, cuantas veces necesitaría descansar si no quería terminar aplastada en la acera. Deja escapar un suspiro que tiene más tono de gruñido que de otra cosa, revisa sus mordeduras, encontrando por fin utilidad en eso de tener distintos tipos de disparo en dichas herramientas, gira un poco los brazaletes hasta por fin seleccionar lo que necesitaba, el tiro con un pequeño arpón y cable, no iba a ser suficiente para llegar hasta arriba, lo más probable es que el cable apenas y pudiera llegar a un piso más arriba, pero bueno, peor era nada. Mientras se comienza a colocar el cable sobre su cinturón, el mismo que utilizaba todo el tiempo, el que estaba pensado para las misiones, decide que a partir de entonces iba a llevar consigo todos los putos cachivaches que tuviera a su disposición, porque si Kate Bishop ya le estaba obligando a tener que trepar un maldito edificio, no sería sorpresa que algún día la tuviera que sacar del rio Hudson.
Solo tenía dos tiros, porque claro que solo iba a tener dos, eran herramientas de emergencia no estaban pensadas para ser la única herramienta disponible durante una misión que requiriera subir a algún lugar alto. Debería ser suficiente, no había de otra, tenía que serlo. Ya con todo tan preparado como puede estar, se mentaliza para iniciar con su largo camino ascendente. Sus botas se apoyan contra el muro mientras sus pobres dedos deben hacer todo el esfuerzo para sujetar su peso desde las uniones, tirando de ella hacia arriba en un proceso de escalada que resultaría ser mucho más cansado de lo que esperaba cuando la idea se materializó en su mente.
Debe agradecer a muchas cosas, es la conclusión a la que llega cuando iba por el tercer piso, primero debía agradecer que el suero que le dieron aun estuviera en su sistema, aunque ya un tanto diluido gracias al tratamiento, pues es quizás el único motivo por el cual puede mantener un ritmo constante de escalada sin equipo de apoyo, ni siquiera tenía guantes y segundo, debía agradecer que la ciudad de New York estuviera acostumbrada a ver escenas extrañas y surrealistas desde hace muchos años, pues es gracias a que los neoyorkinos estaban curados de espanto que nadie llamo a la policía cuando consiguieran ver a una rubia de pequeña estatura subiendo por el lado de un edificio, esa era una gran suerte.
En el noveno piso se toma su primer descanso, apoyándose en una pequeña saliente y recargando la espalda contra la columna de la que se estuvo apoyando para ir subiendo, aun le quedaban muchos pisos, si mal no recordaba, otros ocho pisos antes de por fin llegar a su objetivo; se toma un momento para observar el horizonte, las nubes gruesas pasando por el firmamento, el viento frio le tranquiliza, relaja un poco su cuerpo lastimado, si cierra los ojos y se concentra en ignorar el ruido que explota a ras de suelo, podría creer que esta de vuelta en Ohio subiendo alguno de los tantos arboles que rodeaban la propiedad donde vivía con su familia, una de sus actividades favoritas, algo en lo que tenía un talento natural, algo que la habitación roja no le enseño.
Un pequeño chillido agudo le saca de sus recuerdos, haciéndole abrir sus ojos aun cuando no sabía que los tenía cerrados, no es difícil encontrar el causante del ruido, una pequeña ave que descansaba a su lado, plumaje azul casi negro contrastado con blanco en su pecho, un ave que le observaba sin una pizca de miedo. Extiende su dedo y el pájaro salta para subirse en el, permitiendo que Yelena le vea con mayor detalle, le es imposible saber de que especie se trata, porque no es experta en aves, pero sabe muy bien quien podría tener la respuesta — Hola bicho — un chillido en respuesta —, sabes, no tengo ni puta idea sobre lo que eres — como si le entendiera da un par de saltos, rotando sobre su eje, mostrando su plumaje e incluso abriendo las alas —, ¿vives por aquí cerca? — un chillido en respuesta — porque se dde alguien que seguro sabe todo sobre ti. No vive muy lejos, seguro es vecina tuya y todo — mueve su otra mano, confiando plenamente en su equilibrio, acariciando la cabeza del ave quien sin duda estaba acostumbrada al tacto —. Es la omega más hermosa que ha existido en el planeta — el ave gira la cabeza — ¡Te lo juro y no exagero! — suspira ante el simple hecho de recordarla — Su madre acaba de llegar, estaba borracha — el ave se aparta un poco — ¿Viste o escuchaste algo de lo que me tenga que preocupar? — el ave suelta un chillido antes de abrir las alas y volar hasta la siguiente cornisa, desde la que observa a Yelena.
La compañía es bien recibida junto con el pequeño reto, volviendo a subir por los muros, esforzándose todo lo que podía para llegar lo más rápido que le fuera posible mientras el ave marcaba el camino saltando siempre al lugar del que era más fácil para la humana agarrarse. Tarda unos cuantos minutos más, varios en realidad, solo por como el sol se movió durante la espera se podía calcular que tardo una hora, casi dos, hasta llegar al lugar que necesitaba, dejando tras de ella un seguro en el piso diez. No tiene tiempo para celebrar el logro atlético que acababa de hacer, uno que sin duda era de gran merito con o sin suero de bajo presupuesto, en cambio se mantiene concentrada en no ser un blanco fácil, asomándose con extremo cuidado por la ventana a la que había llegado, observando tanto del interior como podía desde su incomoda postura colgando de la saliente. No le es difícil saber que esta viendo, ha pasado tanto tiempo en ese lujoso inmueble que ya puede identificar sin problemas las diferentes alas del mismo y por tanto descubre que estaba viendo esa sala lateral de aspecto mucho más acogedor que la principal que estaba diseñada para aparentar, para recibir desconocidos y apantallarlos con muebles finos que apenas tenían uso, estaba viendo la sala a la que Kate nunca entraba.
No consigue ninguna información útil para ella, ninguna pista sobre el estado de su omega, por tanto, debía seguir avanzando, subir un piso más pues claro que el maldito penthouse de la familia Bishop debía ocupar dos plantas, quería dejar escapar un gruñido, maldecir porque en verdad estaba cansada, quien podría decirlo, subir edificios es un gran esfuerzo para el cuerpo humano; pero no había tiempo para rendirse ni patalear, solo le quedaba hacer un ultimo esfuerzo para ver a su omega y así se lo recuerda el ave al dejar escapar un graznido más ruidoso que los anteriores, volando frente su cara y tirando de uno de sus cabellos antes de seguir marcando el camino. Se va moviendo por la fachada, perfilándose para alcanzar la ventana que tanto necesitaba, subiendo el ultimo peldaño de su viaje extremo y de carácter desesperado.
Las dos ventanas del cuarto de Kate Bishop estaban cubiertas por dos cortinas de gruesa tela color gris, tan bien colocadas que no dejaban ver ni un centímetro del interior de la pieza. Agradece al arquitecto que haya diseñado justo esa parte del edificio por colocar un bordillo tan ancho que podía colocarse de rodillas sin caerse, algo que le ayuda mucho cuando realiza el primer intento de abrir la ventana, lo hace con todo el cuidado que su entrenamiento le permite, sintiendo antes que escuchar como el pestillo pone resistencia, indicando que estaba cerrada. Gruñe con molestia al tener frente a ella un obstáculo tan simple, tan ridículo, que le separa de su objetivo.
De su cinturón saca uno de los tantos cuchillos que tenía a su disposición, uno un poco más pequeño que el resto pero más grueso, perfecto para hacerlo pasar por debajo de la rendija, levantándola tanto que consiguió crear un espacio suficiente para pasar otra de sus herramientas, otro cuchillo, pero con una forma distinta al resto más curvada y similar a la garra de un ave rapaz; es meticulosa en su trabajo, buscando perfilar el filo justo como necesita, raspando el pestillo de la venta unas cuantas veces hasta que por fin consigue atraparlo, tirando de el y abriendo la maldita ventana.
Guarda sus dos armas en sus respectivos escondites antes de abrir la ventana con tanto cuidado que apenas y hace algo de ruido, aparta las cortina, consiguiendo entonces una vista clara del cuarto de Kate y lo que ve es un desastre que no esperaba encontrar. Había un caos sin igual dentro de la habitación, con cosas tiradas por todos lados, no como si fuera un simple caos producto de alguien que tenía problemas para organizar como podía serlo Kate Bishop, no, era más como el resultado de alguien intentando encontrar algo, había claros signos de que se estuvo rebuscando por toda la pieza, ejemplo de estas pruebas los cajones salidos de su lugar, una de las cómodas dada vuelta contra el suelo y la silla frente al escritorio tirada contra una de las paredes.
Yelena sabe que es paranoica, por mucho que no le guste utilizar ese término en particular, en cambio suele decir que tiene un magnífico instinto. Por esto mismo en cuanto vio el estado del cuarto se puso en alerta máxima, desenfundando su arma, quitando el seguro y tomando uno de sus cuchillos; su lógica le dice que algo está irremediablemente mal, hace un acto de memoria para tratar de descubrir si alguna de las pocas personas que entraron al edificio tenían apariencia extraña, posibles peligros de los que debería encargarse en otro momento, cuando descubriera donde estaba Kate Bishop.
Antes de adentrarse en la habitación coloca su ultimo cable por si tenía que salir rápido y esta lista para agradecerle al ave que le ayudo como guía, pero al asomarse a la cornisa no encontró rastro alguno de la misma, ni arriba ni abajo. No le da muchas vueltas, suponiendo que hizo lo que las aves hacen, volar en búsqueda de mejores lugares.
Se adentra más en la habitación, cuidando de no hacer ruido mientras caminaba sobre un piso repleto de cosas, observando con detalle en búsqueda de cualquier prueba de pelea, algún rastro de sangre o algo que le pudiera dar una pista irrefutable de lo que había pasado, algo a partir de lo cual podría comenzar a investigar y planificar. En medio de su investigación, mientras veía con interés ese conducto de ventilación anormalmente grande, mismo que nunca antes había visto pues estaba cubierto por una cómoda ahora volcada, un ruido a sus espaldas le llama la atención, es un quejido previo a un golpe contundente contra una pared; se gira al instante con el arma en alto y el dedo a un lado del gatillo, apuntando a la puerta del baño desde la que vino el ruido que le alerto. Se toma un par de segundos para tratar de discernir si lo que escucho fue verdad o solo una mala jugada de su mente como la que sufrió el día anterior, sus dudas se alejan cuando vuelve a escuchar el gruñido.
Hay algo extraño en el cuarto, en un inicio no se dio cuenta de ello, no del todo por lo menos, quizás su subconsciente si lo hizo, eso explicaría porque sintió un cosquilleo recorriendo sus brazos, algo que descarto al racionalizarlo como una consecuencia del gran esfuerzo físico que acababa de hacer. El pensamiento de que hay algo extraño reaparece, con mucha más fuerza, como el golpe de un martillo, reaparece cuando había dado nuevos pasos, quedando tan cerca que solo necesitaba estirar la mano para abrir la puerta desde la que se escucho aquel ruido. Pero hay algo extraño en el cuarto. Algo más allá del caos, del desorden y ese algo le esta afectando. No es un veneno disuelto en el aire, porque sabe muy bien como se sienten ese tipo de sustancias, tampoco es el inequívoco sentimiento de estar entrando en una trampa, eso era algo mucho más desagradable que el cosquilleo de corte eléctrico que se extendía por su cuerpo, naciendo en su pecho, subiendo y bajando de tensión al ritmo de los latidos de su corazón que le ponía los pelos de punta. Otro gruñido se escucha desde el interior del baño, un sonido que le recorre todo el cuerpo, que le invade la mente con una sensación de tranquilidad casi narcótica, una reacción que sin duda no debería tener al haber escuchado un posible peligro, pero, aun así, sucede.
Extiende su mano para tomar el mango de la puerta y se queda quieta, la temperatura de su cuerpo sube un par de grados, su corazón aumenta sus revoluciones y el cosquilleo que le recorre es tal que siente la imperiosa necesidad de rascarse la piel hasta los nervios si con eso dejaba de sentirlo. Hay algo detrás de esa puerta, algo que le está llamando, que susurra su nombre, que gruñe por su alfa, por su presencia y ella no puede hacer nada para contrarrestar la atracción gravitacional que le atrae la omega que le aguarda tras la puerta de ese baño. Su cuerpo reacciona ante la atracción, haciendo que sus feromonas se produjeran al máximo que su cuerpo podía soportar en un momento aun tan lejano a su celo, aumentando la temperatura interna hasta el punto donde podría pasar por tener un cuadro leve de fiebre y provocando que sus colmillos aparecieran a su máximo tamaño, listos para ser utilizados.
Tras esa puerta estaba su omega, estaba segura, su instinto así se lo indicaba, su omega estaba pidiendo por ella, la estaba llamando con desesperación y estaba más que dispuesta a atenderla, darle todo lo que necesitara para hacerla sentir mejor. Con eso en mente abre la maldita puerta que se había convertido en una de las cosas que más odiaba en el mundo, ignora su entrenamiento que le exige revisar que no haya otra amenaza adentro, entrando de lleno a la habitación solo para encontrarse con algo que, en retrospectiva, no debió asustarle tanto.
Una criatura de pelaje oscuro le recibe, enroscado sobre su propio cuerpo, acostado dentro de la bañera del baño, tan grande que apenas y podía entrar correctamente dentro de la tina. Los ojos de Yelena se abren de la impresión, tanta que sin querer suelta su pistola — Que carajo — pronuncia aun sin creer lo que estaba viendo. La combinación del ruido de una pistola azotando contra el suelo y de su tono de voz alto fue suficiente para despertar a la criatura. Los gruñidos reaparecen, poniendo alerta a la viuda, quien antes de poder pensar en que debía hacer, se ve atacada por la extraña criatura.
Agradece no recibir ninguna mordida de primeras, no agradece el fuerte golpe que le impacta justo en el estomago, mismo que le tira al suelo y es un milagro que su cabeza no se haya estampado contra algo al caer. Apenas estaba en el trabajo de entender bien lo que había pasado, luchando por intentar conseguir un poco de aire, cuando los colmillos de la criatura aparecen, atacándole directo a la cara en feroces mordidas que resuenas como eco cuando los dientes chocan. Durante los primeros ataques se esfuerza en colocar sus brazos en tal posición que pueda protegerse un poco su hermoso rostro, girando al lado contrario de donde provienen las mordidas, pero no tarda mucho en darse cuenta de que su atacante no busca hacerle daño, las fauces siempre se cerraban bastante lejos de su cuerpo, nunca tan cerca como para poder representar un peligro real y lo comprueba cuando deja de poner resistencia, la acción le recuerda a cuando juega con Fanny de forma brusca o cuando su perro esta estresado.
Los ataques falsos, más bien, de advertencia, le dan tiempo para tranquilizarse, tomar aire e intentar entender que pasaba. Sus pensamientos se enfocan en su propia seguridad, consiguiendo recordar que aun tiene su cuchillo en la mano, podría apuñalar a la criatura en el cuello o directo al corazón y se libraría del problema en un par de segundos. Pero en cuanto ese pensamiento cruza por su mente, su alfa le obliga a tirar el arma, lanzándola contra una de las paredes cercanas, todos sus instintos le obligan a mantenerse quieta, a observar al ser que tiene sobre ella y aun cuando su buen juicio no estaba de acuerdo, lo hace. Su mirada se pierde en el montón de pelaje oscuro que se arremolinaba en rizos en la zona del pecho y lo que podría llamarse melena, que se vuelve más fino y puntiagudo en el resto del cuerpo, siguiendo por una línea similar, le es imposible no poner atención a la fuerza de los músculos que se hacen visibles bajo el pelaje y debe decir que la vista es espectacular, le gusta lo que ve, se permite imaginar que tan rápido podría correr, que tan alto saltar y cuando daño podría hacer solo con sus garras. Su vista entonces se levanta, observa un hocico dentro el cual se muestra un juego de filosos colmillos blancos que sin duda son un magnifico medio de disuasión para cualquier posible amenaza que fuera demasiado estúpida para ponerse en su camino, resulta que ella es, en este caso, la estúpida amenaza que intenta ser disuadida. Avanza un poco más, solo lo justo para encontrar los ojos de la criatura y cuando los ve, siente que el mundo le da una vuelta.
Dos ojos marrones le observan con la intensidad de quien esta listo para luchar por su vida, la visión le perturba en lo más profundo de su ser, pues puede ver el miedo, la curiosidad, ansiedad y… ¿esperanza? Arremolinándose tras esos orbes marrones que le observan con una intensidad que nunca, en todos sus años de vida, había visto provenir de un animal, una mirada tan humana, tan sincera, que le hace pensar que quizás lo más lógico es pensar que se ha vuelto loca después de dos noches sin dormir. Pero antes de que ese pensamiento siquiera pueda asentarse en su mente como una posibilidad, su memoria se encarga de mandarle un recuerdo especifico, la vista de un documento extraño, una información sacada de un cuento de hadas y una conversación que le revelo que en un mundo donde los alienígenas invaden el cielo y puedes ir a comer shawarma con el dios del trueno, que alguien se pueda convertir en lobo no se escucha muy loco.
— ¿Kate Bishop? — la pregunta sale pronunciada en un susurro tan bajo que un humano apenas habría conseguido oírle, pero claro, la criatura frente a ella sí que lo consiguió. Dos esponjosas orejas hicieron aparición, quedando erguidas por la curiosidad al escuchar su nombre — Kate Bishop — repite y confirma que el lobo frente a ella es su omega, pues al instante en que vuelve a escuchar su nombre se aleja del cuerpo de la alfa, retrocediendo varios pasos de regreso al baño, dándole la oportunidad de recomponerse y más importante aun, de entender lo que estaba pasando.
No es tan difícil de entender cuando ya no tienes una criatura que daba la apariencia de pesar unos sesenta kilos, con garras puntiagudas que te sacan más de un rasguño con el simple hecho de presionar sobre tu piel. Kate Bishop era una omega cambiante y si bien en un inicio dicho nombre parecía ser el inicio de un mal chiste, era una realidad y significaba que más temprano que tarde ella haría justo lo que su designación avisaba, cambiaría, un cambio de forma a la de un lobo, al lobo que tenía frente a ella y que le observaba con miedo mientras seguía retrocediendo a pasos cortos, con las orejas aplastadas hacia atrás y con la cola, de apariencia muy esponjosa vale la pena señalarlo, escondida tras sus patas traseras en lo que a parecer de Yelena era una señal clara de alerta. Era una criatura asustada, alerta, hermosa al presentar su visión más peligrosa, pero seguía siendo su omega, la omega que pedía por ella desde antes de abrir la puerta.
No es como que tenga experiencia tratando con ese tipo de criaturas, ni SHIELD ni la habitación roja le habían preparado para estar frente a un lobo asustado que le podría matar en una o dos mordidas. Se regaña por no haberse tomado por lo menos un par de horas al día para conseguir información que le pudiera servir, su madre le había advertido que este momento llegaría y era su responsabilidad como viuda, como agente altamente cualificada, como alfa cortejante, tener en consideración cualquier excentricidad que pudiera interponerse en el cumplimiento de su misión, este había sido un error que no debió haber cometido. Baraja las pocas opciones que tenía a la mano, podría dejar a su omega encerrada en el baño, una idea que no le gustaba pues por lo visto la misma yo lo había intentado y no había salido bien. Su mente pasa rápido, solo dando un vistazo a lo que Eleonor le había dicho el día que firmo su contrato, la sugerencia de usar su voz de mando le pareció tan horrenda que estaba dispuesta a pegarse un tiro en la rótula antes de si quiera considerarla, por ultimo, la opción más sensata, resulta ser, rezar para que la versión lobo de su omega reaccione bien a un acercamiento clásico, muy similar al que hacía su hermana cuando trataba de calmar a Bruce Banner en sus momentos de volverse gigante y verde. Por un instante la idea de copiar a Natasha le aterra mucho más que el lobo que tiene frente a ella.
— ¡Kate Bishop! — levanta un poco la voz para que la criatura le escuche, cosa que consigue pues vuelve a ver como sus peludas orejas se levantan apuntando al techo — Que sorpresa tan peluda me has dado hoy — siente unaa terribles ganas de reír cuando ve la forma en la que sus orejas se mueven para enfocar el lugar del que venía su voz —. Sabes, no esperaba que me recibieras con garras y colmillos, Kate Bishop — se arrepiente de su elección de palabras cuando el lobo reacciona volviendo a enrollar su cola y con sus ojos teñidos de vergüenza —. Pero está bien, está bien, sabes que me gusta el peligro, lo encuentro atractivo a decir verdad — comienza con su plan, bajando a nivel de estar de cuclillas, con las manos en alto —. No te voy a hacer daño ¿okey? No estoy aquí para lastimarte — da un pequeño paso al frente, ante el cual la omega responde retrocediendo — Hey, hey ¡mira! No tengo nada con que lastimarte — una vez más, esa era una pequeña mentira —. Estoy aquí para cuidar de ti — y es evidente que dicho comentario emociona a la loba que le observa con curiosidad, sin dejar atrás el miedo que parecía dominar la mayoría de sus movimientos — ¿Puedo acercarme, Kate Bishop? — pasan segundos enteros en silencio, uno tenso y cargado de nervios por parte de la alfa que ya estaba viendo como debería volver a pelear contra la criatura con tal de no llevarse un mordisco, hasta que por fin aparece una buena señal, la loba se sienta sobre sus patas traseras con la cola todavía enrollada pero con las orejas un poco más levantadas, en un gesto de curiosidad — Ahí voy, Kate Bishop, intenta guardar esos lindos colmillos para otra ocasión ¿vale? —.
Es cuidadosa con cada paso que daba, revisando a cada segundo en caso de que su omega volviera a enojarse por invadir su espacio personal que sin duda parecía haberse vuelto un tema mucho más importante para ella en esa faceta más peluda. Se tuvo que detener en por lo menos tres ocasiones, cuando la loba volvía a gruñir y mostrar sus dientes, espacios de tiempo donde tuvo que repetir una y otra vez palabras de calma, recordándole porque estaba ahí.
Y cuando por fin consigue llegar a estar frente a su omega ya siente que su emoción es tan grande que le van a estallar los nervios ante la idea de estar viviendo una experiencia nueva, algo surrealista que nunca pudo prever a pesar de lo extraña que había sido su vida hasta ese día. Su curiosidad es aun más grande que su emoción, desea ponerse de lleno en la actividad de explorar a la criatura frente a ella, saber cómo se sentirá el pelaje bajo su palma, tiene gran curiosidad por revisar esos largos colmillos que casi le muerden, tenía muchas ganas de descubrir todo lo que se escondía en esa versión tan desconocida de su omega.
Pero antes de poder saciar su curiosidad necesitaba asegurarse que ambas estuvieran en la misma línea para que ninguna de ellas saliera lastimada. Extiende sus manos con movimientos pausados, acercándolas a la nariz de la loba, quien observa su gesto con cautela antes de comenzar a olfatear el cuerpo ajeno que se le acerco por voluntad, la alfa no desaprovecha la oportunidad, dejando escapar unas cuantas feromonas más, intentando facilitar la tarea de reconocimiento. Se mantiene en su posición de espera unos cuantos minutos más, intentando hacer todo lo posible para no verse como una amenaza, hasta que por fin hay un cambio producido en la forma en que una fría nariz impactando contra su mano izquierda.
Deja escapar un suspiro que no sabía que estaba reteniendo, su cuerpo se destensa mientras siente como el pelaje de Kate le hace cosquillas en las manos, esta claro que la loba estaba emocionada, lo demuestra mientras suelta gruñidos juguetones y mediante la efusividad, por no decir descuido, con el que se frota contra la humana, con tal brusquedad que parecía más cabezazos que intentos de buscar mimos.
— ¡Tranquila, Kate Bishop, eres una loba no una cabra! — ante el comentario la loba se aparta un instante, viéndola con cara de pocos amigos, una indignación tan humana que sin duda no podría ser transmitida por ningún lobo normal. Para tratar de tranquilizarla, resarcir el daño a su orgullo, comienza acariciarle el espacio entre las orejas, lo que sin duda es una buena idea por la forma en la que una de las patas traseras de la loba comienza a moverse en respuesta al tacto — Vamos Kate Bishop, dime ¿Qué hacemos aquí encerradas? — continua acariciándola, concentrada en intentar identificar sus reacciones, cualquier señal que fuera suficiente para entender lo que pasaba dentro de la mente de su peluda omega ahora que les separaba la barrera del lenguaje humano animal.
Ante la pregunta la loba se retira del tacto que estaba disfrutando, dándose la vuelta para tener la vista apuntando a la bañera, en una clara muestra de que Yelena había dicho algo mal y se arrepiente de sus palabras aun cuando no entiende en que se había equivocado. La loba actúa como si estuviera sola en el cuarto, observando con interés la bañera, calculando en silencio antes de levantarse en patas y dar un pequeño salta para quedar dentro, de vuelta a la seguridad que había formado, pero frustrada porque aun faltaba algo para estar completamente satisfecha. Sus ojos marrones observan a Yelena con la intensidad de un incendio forestal, buscando una forma de explicar lo que necesitaba y lo mejor que puede hacer es estirar una de sus patas, braceando como si estuviera rascando el aire.
Yelena consigue entender el gesto, tampoco es que fuera tan difícil, era como cuando un niño pequeño trataba de llamar la atención de un adulto, se levanta de la posición que había adoptado en un inicio, relajando un poco sus extremidades que fueron muy exigidas en muy poco tiempo. Tras el crujido de sus huesos consigue ver a la perfección el cuadro que tenía frente a sus ojos; como de costumbre su atención se va directo sobre la figura de Kate Bishop, como lo hacia siempre que sabía que su omega estaba cerca, en este caso estaba a la mitad de la bañera, con el cuello apoyado sobre el borde la bañera, observándole con toda la curiosidad del mundo, parpadeando en intervalos largos.
Aun cuando la visión de Kate Bishop vuelta un lobo era algo que valía ser el centro de su atención y quedaban muchas dudas por responder, su mirada va más allá de la criatura de oscuro pelaje, agradece a toda la creación por haber tomado la decisión de seguir mirando. En una de las esquinas de la bañera, recargado contra la curva de la cerámica, encuentra el peluche de tiburón con patas que le había obsequiado a su omega durante la primera cita, que no fue una cita, en Coney Island hacían un par de semanas. Siente que su corazón se alborota al volver a ver al trozo de tela y felpa, porque en todos los días desde aquella salida nunca lo había vuelto a ver e incluso llego a considerar que quizás a su omega no le gusto el tributo que le había entregado, ese le hubiera roto el corazón pues en contra parte, aquel pequeño hámster que recibió se había convertido en una de las cosas que más apreciaba, lo tenía sobre su mesilla de noche, lo observaba cuando se iba a dormir, cuando despertaba, lo abrazaba siempre que necesitaba pensar en su omega pues, de alguna forma, parte del aroma de ella se quedo pegado sobre la tela del juguete; por tanto, volver a encontrar al tiburón de felpa le despejaba cualquier duda y hacía que su alfa se acicalara en orgullo.
El peluche no era lo único que había en la tina, bajo el, hecha girones en la base de la tina, una pequeña sabana de color morado y de buen grosor, sin necesidad de tocarla o cargarla, podía darse cuenta que seguro pesaba un tanto, nunca la había visto antes, parecía ser algo que su omega guardaba para los inviernos porque estaba segura que esa manta no era parte del mobiliario habitual de la habitación.
Por lo visto el tiempo que ha pasado observando la combinación de cosas en la bañera fue mayor al que imagino, pues la loba termina cambiando de posición, estirándose sobre el suelo de la tina, enrollándose sobre sí misma y terminando por esconder su cabeza entre el peluche y la manta, lugar desde el que deja escapar un sonido de felicidad antes de resoplar, restregándose aun más contra las telas. Tras tal acción reaparece ese sentimiento de estar siendo llamada por Kate, ese que le vuelve a alterar los sentidos, dilatándole las pupilas y obligándole a inhalar profundo, haciendo que su cuerpo tiemble de anticipación, de una emoción casi animal. Una vez más sus instintos son los encargados de darle sentido y claridad a lo que estaba pasando en ese cuarto de baño — Un nido. Tu omega esta haciendo un nido — su alfa le susurra la repuesta que tanto necesitaba, una que no entiende como no se le ocurrió por su propia cuenta — Nuestra omega nos esta enseñando su nido — y esa es una de las mejores cosas que ha escuchado en su vida.
Los omegas no se toman los nidos a la ligera, son espacios seguros, donde juntan las cosas que le hacen sentir en paz, cuando estos están emparejados o en proceso de cortejo suelen llenar sus nidos con prendas de su alfa con la intención de poder olfatear las feromonas de su alfa, algo muy útil pues los nidos suelen ser construidos por un omega en temporada de celo y por tanto, cuando más necesitaba sentir cerca el aroma de su alfa para conseguir un poco de consuelo hasta que pudiera saciar su calor. Si las cosas fueran mucho más serias y se tratara de una omega en una etapa avanzada de embarazo podría ser una señal clara de que esta por dar a luz a su camada y necesita crear ese espacio seguro para recibir sus cachorros al mundo, esa situación sería, por lo menos incómoda para los médicos, pues de no detectar rápido los intentos de la omega, tendrían que cambiar de enfoque, pasando de un practico parto asistido por todo un equipo medico con todos los beneficios de la medicina moderna, a un parto en casa con todos los riesgos que eso supone y mejor ni hablar de las incomodidades propias de ese tipo de partos, ni de las posibles complicaciones postparto.
En este caso, el que Yelena tiene frente suya, esta claro que no es ninguna de las dos principales razones por las que un omega puede haber necesitado hacer un nido. Esta segura de que no es una respuesta por celo por la carencia de feromonas rondando el cuarto, aunque bien ese magnetismo que sintió podría ser algún tipo de sustituto a las feromonas que se genera al momento de cambiar de forma, no lo sabe con certeza, porque hay muy pocas personas que entiendan la totalidad respecto a las omegas cambiantes y esta claro que ella no es una de las que entiendan. Aun así, descarta la idea porque la reacción que estaba viendo era muy diferente a cualquier cosa que se pudiera imaginar respecto a una omega a medio celo; la segunda posibilidad era ridícula por si misma, porque estaba muy segura que esa chica, su omega, nunca había estado de esa forma con un alfa, no teniendo una madre como Eleonor B. respirándole en la nuca, era simplemente imposible, ilógico, pues debería de estar en una de las ultimas etapas del embarazo y para entonces Yelena y todo el mundo ya se habría dado cuenta.
Una vez más las palabras de su madre regresan a su cabeza, la explicación sobre bajo que tipo de situaciones una omega cambiante podría cambiar a su forma animal, en una en particular, la más importante para el tipo de omega cambiante con el que estaba tratando: situaciones estresantes que no pueden afrontar y que por tanto recurren al cambio como forma de escapar. Eso tenía todo el sentido del mundo, su omega había hecho un nido para tratar de sentirse segura durante su momento de cambio — Nos esta presentando su nido — su alfa le recuerda que eso es lo más importante de todo lo que estaba viendo. Estaba frente a un nido por estrés, una situación atípica en la mayoría de la población que nunca sufriría tanto como para necesitar esconderse en un nido.
Sale de su estado de reflexión cuando siente algo tirarle desde la tela de su pantalón, estaba tan concentrada en intentar encontrar una respuesta a la extraña situación que estaba viviendo para saber como enfrentarla, encontrar la manera ideal en la que ayudar a su omega, que se olvida que justamente, tiene a su omega frente a ella, en su forma peluda, recostada dentro de una bañera, casi que abrazando al peluche que le regalo durante su primera no cita; aunque bueno, la postura ha cambiando un poco, la loba ahora vuelve a tener el cuerpo medio sentado, observándole con cuidado, sus colmillos estaban ejerciendo una fuerza mínima contra la tela del pantalón de Yelena, tirando un poco, buscando acercarla más a ella, tratando de decirle lo que necesitaba sin poder pronunciar ninguna palabra y estaba claro que ese detalle le frustraba hasta el punto de enloquecerle.
— ¿Qué ocurre, Kate Bishop? — siente que es la pregunta más estúpida que ha formulado en su vida pues la destinataria es incapaz de contestarla por mucho que así lo deseara. En respuesta la loba tira una vez más del pantalón antes de rendirse, pasando a rasguñar el espacio vació en la bañera, como si tratara de excavar en búsqueda de algo oculto o, más bien, como si estuviera señalando algo — ¿perdiste algo, Kate Bishop? — la broma es respondida con un gruñido por lo bajo y la visión rápida de sus colmillos — Era un chiste demasiado fácil como para dejarlo pasar — el comentario no le hace suficiente gracia, pues le sigue observando con el rostro apretado y los ojos enchinado — ¿quieres que entre contigo? — el comentario iba más pensado como una broma que como una opción pero entonces los movimientos de la loba se detienen, sus orejas bajan un poco y le entrega una mirada que pensaba solo podían hacerse en las caricaturas, con sus ojos más grandes que de normal, brillosos de la emoción — ¿es eso lo que quieres, Kate Bishop? — por lo bajo se escuchan una serie de gruñidos, en una respuesta imposible de entender del todo — Dame un momento, ahora vuelvo —.
Se apresura a salir del baño, intentando no apartar la mirada de su omega hasta el ultimo momento, deseando que su acción no fuera malinterpretada. De regreso al cuarto lleno en caos, busca por dos cosas en particular que necesita no solo para poder entender lo que intentaba decirle su omega en la inmediatez, eran dos cosas que serían muy útiles por todo el tiempo que durara esta particular situación. El primer objeto aparece rápido, tanto que casi lo pisa y se cae con el, un cuaderno de los que usaba para sus apuntes escolares, revisa que no sea uno de los que estaban llenos, contenta por ver suficientes hojas en blanco arranca unas cuantas y teniendo el papel es fácil encontrar un lapicero con el cual comenzar a escribir las palabras que le servirían de puente con su omega.
Regresa al baño en tiempo récord ahora con las manos ocupadas con cuatro hojas de papel listas para ser presentadas. En verdad agradece no encontrar a la loba triste o enojada, en cambio, seguía justo como la dejo cuando salió del baño, con esos ojos llenos de curiosidad y emoción — Muy bien, Kate Bishop, esto — extiende el papel para que su loba pueda ver las palabras escritas con tinta morada, porque claro que tenían que ser morados los lapiceros que encontró — solucionara nuestro problemas de comunicación — expande las hojas sobre el suelo del baño, captando la atención de la loba que aun sin salir de su nido se asoma para revisar bien lo que estaba pasando. Yelena termina con su trabajo, exponiendo las cuatro piezas que tenían gravadas cuatro palabras “si”, “no”, “quedarse” e “irse”; a su opinión era un plan perfecto para poder comunicarse, pero entonces una duda que no había considerado, no le pregunten porque estaba siendo tan descuidada ese día, aparece — ¿puedes leer esto? — la pregunta sale un poco más bajo de lo que esperaba, pero sigue siendo suficiente para que le escuche — Señala con una de tus patas la respuesta, si es que puedes claro —.
Kate entonces suelta una serie de gruñidos cortos, se estira sobre sus patas delanteras, molesta por tener que hacer lo único que en verdad no quería hacer, salir de su nido aunque fuera solo por unos segundos y a pocos centímetros de distancia. Observa con detenimiento los papeles frente ella, claro que podía leer a la perfección, al fin de cuentas seguía siendo consiente y como era consiente decidió era pertinente alargar un poco la revelación, moviendo la cabeza y fingiendo que se tenía que esforzar para leer, pequeños actos que hacían que la alfa frente suya se pusiera un poco más nerviosa, como si temiera que su gran plan resultara inútil. Estira una de sus patas justo como le indicaron que hiciera, decidiendo que la tortura fue suficiente cuando consigue identificar el claro cambio en aroma de su alfa, volviéndose más amargo en clara seña de ansiedad.
Yelena suspira aliviada al ver como las garras golpean contra el gran sí morado, consiguiendo romper una barrera que las estaba separando, la resolución de una gran pregunta — Vale, vale. Entonces me entiendes a la perfección ¿verdad? — vuelve a obtener el mismo sí de respuesta, aunque ahora con aun más fuerza, como si la sesión de preguntar y respuestas que apenas comenzaba ya le estuvieran alterando — ¡Tranquila, Kate Bishop, no queremos que te rompas tu manicura! — en respuesta la loba le vuelve a mostrar los colmillos, como si no temiera usarlos — Que agresiva te pones cuando te crecen bigotes — la loba enchina su mirada, justo como cuando es humana —. Bien, entonces, dime, eso — señala la bañera donde se guardan tan pocas cosas — ¿es tu nido? ¿me estas mostrando tu nido? — quizás eran preguntas muy obvias, pues las respuestas ya las había deducido basándose solo en lo que pudo observar y lo que sabía, pero tener una confirmación era tranquilizadora, una que recibe al instante, con dos señalamientos al mismo papel — ¿quieres que te traiga algo más para tu nido? — por primera vez se señala la negativa antes de que la loba vuelva a intentar usar sus dientes para alcanzar cualquier parte de la ropa de Yelena y tirar de ella, lo cual le da una muy buena idea de lo que en verdad deseaba su omega — Quieres que entre en tu nido —.
Por primera vez la respuesta no es inmediata. En cambio la loba deja escapar un sonido lastimero, casi avergonzado, antes de volver a sentarse con las orejas bajas y la cabeza agachada, en una respuesta tacita que seguía sin ser suficiente para la alfa — Vamos, Kate Bishop, si eso es lo que quieres con mucho gusto lo hare, lo que sea por ti. Solo necesito que me digas si eso es lo que quieres, tener tu confirmación, nada más que eso necesito — la seguridad con la que habla Yelena resulta contagiosa, pues la omega se siente contagiada por la misma, estirando una de sus patas hasta el sí que tanto deseaba decir —. Bien, quieres que este en tu nido — es un gran honor, uno de los más grandes que un alfa puede recibir de un omega, una muestra de confianza, una forma de expresar la máxima confianza que un omega puede sentir —. Solo una cosa más… ¿recordaras esto cuando seas… ya sabes, menos peluda? — la pregunta no le hace gracia a la loba, quien se le demuestra con esa mirada tan humana y con el amago de lanzar una mordida, pero a pesar del posible disgusto que le estaba causando, responde, apuntando justo al centro entre el sí y el no, en una respuesta ambigua que aun así consigue ser descifrada — Más o menos — la loba le da la razón a su conjetura.
Se toma un instante para revisar las cartas que tiene, con que puede jugar y con que no. Por un lado, esta segura, muy segura, que no podrá alejarse de su omega en este estado, no cuando la misma le esta invitando a entrar en su nido, le resulta imposible siquiera considerar rechazar la idea a un nivel biológico, su alfa se lo prohibiría y tampoco es como que su lado consiente estuviera dispuesto a negarse. Pero en contrapeso aparece primero una duda que necesita respuesta — ¿Sabes cuando volverás a ser humana? — en respuesta una negativa y eso complica un poco más las cosas, porque teme que ese momento llegue de repente, que su omega no recuerde nada de esta extraña interacción y responda como suele hacerlo, asustándose, golpeando y escapando; no es que tema por ninguna de estas respuestas, sabe que podrá controlar la situación, solo desea evitar que su omega pase por más estrés que sin duda no necesita — Bien. Solo intenta no asustarte mucho si vuelves a la normalidad ¿vale? — un sí como respuesta y la oportunidad de hacer una broma — Si te despiertas y me muerdes porque olvidaste esto, yo te morderé de vuelta Kate Bishop —.
Parece que recibir la misma medicina que ella siempre repartía en cada interacción con perros le pareció gracioso por lo menos, pues volvió a mover su cola tan rápido como su anatomía le permitía sin lastimarse antes de levantarse y volver a frotarse contra Yelena quien recibió con mucho gusto la muestra de cariño tan físico, regresando el acto al acariciarle el pelaje del cuello y antes de que pudiera centrarse en su tan deseada investigación, sintió como le agarraban del pantalón. Deseando preservar el buen estado de sus queridos jeans se dejo arrastrar como si no fuera capaz de detener a la loba, aunque en realidad no esta segura de poder detenerla, porque con ese simple acto de tirar se da cuenta de lo fuerte que es la criatura, tanto que quizás pueda superar a la viuda si así lo deseara.
Se toma un momento para revisar la tina, las pocas cosas que se guardaban en el interior, solo el peluche y la manta, nada más, sus huesos se quejan al instante ante la idea de tener que recargarse únicamente sobra la cerámica durante lo que sin duda serían horas. Si fuera por ella traería una almohada más o por lo menos un par de sábanas para ayudar a la comodidad de ambas, pero eso era algo que ella no podía hacer, porque los nidos son sagrados para las omegas, solo ellas pueden agregar o quitar cosas, el único contexto en el que una alfa podría modificar el nido de una omega es que ambas fueran una pareja consagrada, con mordidas de apareamiento ya hechas y esta claro que ese no es el caso entre Yelena y Kate, aun no.
El espacio a ocupar es otro asunto a tener en cuenta, si bien es la tina más grande que ha visto en un tiempo, mucho más que la de su propia casa — Millonarios americanos y su necesidad de hacer todo enorme — es la critica mordaz que guarda en su cabeza como si ella no viviera en un barrio caro de la ciudad, con una casa que tenía varios ceros en el precio, pero eso era muy diferente, porque ella no era como Eleonor B. eran personas muy diferentes — ¿Estas segura de que me quieres ahí adentro? — ve al instante como la mirada de la loba se vuelve más cautelosa, como si temiera el motivo por el cual se le hacía dicha pregunta — No quiero hacerte daño, Kate Bishop y aquí no hay mucho espacio para las dos, puede que te termine aplastando y te puedo asegurar que este cuerpo esta hecho de musculo solido —.
A su opinión, para nada humilde, es una preocupación genuina, bastante lógica, pero para la loba eso suena como una completa estupidez. Ignora los trozos de papel que habían servido de intermediarios en esa pequeña pero extraña interacción que nunca soñó tener. En cambio se da la vuelta para regresar a su nido como tanto lo deseaba cada parte de su peludo cuerpo, dando una vuelta en el interior de la bañera, demostrando que tenían espacio suficiente para las dos y por ultimo volviendo a recostar su cabeza sobre su peluche, su cuerpo se había doblado para quedar como una perfecta baguette, permitiendo que su cola golpeara el espacio que quedaba libre a su lado invitando a la alfa a que se dejara de tonterías y cumpliera de una vez lo que ambas querían que hiciera.
— Yo te lo advertí, Kate Bishop, no quiero ver ninguna cuenta en mi seguro si te lastimo porque fui demasiado pesada para ti — mueve rápido sus manos para sacar de los bolsillos de su pantalón las cosas que ya le estaban molestando desde la escalada, dejando las llaves de su casa y auto, junto a su cartera y teléfono, sobre el lavamanos, aunque se toma un instante para revisar si tenía algún mensaje importante, resulta que sí, su molesta hermana le estaba invitando a su departamento a comer y aunque en otro momento podría ser una oferta interesante, debe rechazarla dadas las circunstancias, aunque si se permite dar una explicación, no quería preocupar a su hermana.
Terminada la conversación deja abandonado su teléfono antes de ir deshaciendo su trenza, sacudiendo sus cabellos para que caigan sobre sus hombros con libertad y no pasa por alto la forma en la que la loba le observa, como mueve su cola de emoción — Toma una foto, Kate Bishop, te durara más — una sonrisa le cruza los labios, marcando las líneas de expresión en sus mejillas —. Aunque sin pulgares seguro te cuesta mucho trabajo ¡una lástima! Espero que puedas recordar mi hermosa figura — por ultimo se quita sus botas, contenta por al fin poder descansar sus pies lastimados.
Escucha con claridad como la cola de su omega golpea con más fuerza contra la base de la bañera, en clara muestra de que deseaba se apurara en terminar lo que sea que estuviera haciendo, no puede negar que le hace gracia verla tan ansiosa, por no decir desesperada, ya que era algo muy diferente a la normal calma casi espectral, propia de un pisapapeles, que caracterizaba a su Kate Bishop. A pesar de la gracia que le hiciera, decide hacerle caso, metiendo una marcha más mientras se limpiaba la cara solo con agua y jabón, algo que no pudo hacer la noche anterior y que tanto deseaba. Cuando por fin tiene la cara limpia, más fresca, siente de repente como el cansancio le comienza a invadir de golpe, sintiendo sus parpados pesados así como su cuerpo en general. Ya estaba lista así que no le da más vueltas, pronuncia un rápido — Permiso — en su lengua natal mientras se iba hundiendo en el nido al que le habían invitado a estar.
La loba se acomoda al instante, quitando su cola, moviendo sus patas y extendiendo su cuello para dejar que su alfa la usara casi como almohada, teniendo su nariz cerca de su hombro, lugar perfecto para poder olfatear las feromonas de la rusa. Yelena no se queja para nada de las intenciones de su omega, pasando un brazo bajo la loba, abrazándola, sintiendo sus manos cosquillear ante el suave y aterciopelado pelaje que podía acariciar, las mueve de norte a sur, de este a oeste, apretando un poco, jalando; queriendo que se mantenga grabado a fuego la mejor sensación que alguna vez tocó, es natural, se siente bien, así lo reconoce su alfa, estar en el nido de Kate Bishop, acariciando su pelaje mientras la loba comenzaba a dormitar, se sentía natural; el cansancio del día anterior le alcanzo con la fuerza de un tren, como si no hubiera dormido en semanas.
Su alfa se regocija, incitándola a descansar, olvidando su entrenamiento que le exigía a estar alerta en todo momento, sustituyéndolo por una sensación extraña, de familiaridad sin igual, todo en ella le susurraba que ahí, en una bañera, abrazando a una peluda criatura, era donde debía estar, porque se sentía como encontrar un hogar — Descansa, lobo feroz — deja un pequeño beso sobre el pelaje del cuello de su omega, donde como humana estaría su glándula antes de cerrar los ojos y dejarse llevar al sueño.
2
Yelena es de sueño ligero como la gran mayoría de viudas. Sus ojos se abren antes de que el mismo sol salga por el horizonte, a las cinco de la mañana o incluso antes. Al mismo tiempo, lo más normal para ellas era salir de su estado de ensoñación ante la mínima provocación, eso podía ser algo tan simple como una corriente de viento más fuerte que de costumbre, el crujir de la madera ante los cambios de temperatura o tener el eco de un paso cerca suya, cualquier cosa es un gran motivo para que una viuda se levante al instante en posición de firmes, borrando cualquier rasgo de expresión en su rostro y con un arma preparada en la mano para deshacerse de la amenaza que su subconscientes crea haber detectado.
Es un gaje del entrenamiento, de los cientos que tiene, uno del que, sin medicación para dormir largo y tendido, es casi imposible liberarse.
Por su parte, Kate es bastante similar a ella en lo que respecta a sus problemas de sueño, aunque no idéntica. A Kate le cuesta mucho trabajo conciliar el sueño, da vueltas y vueltas en su cama durante horas sin poder cerrar los ojos por más de un par de segundos antes de volver a abrirlos. Tampoco importa mucho donde intente descansar, sea en su casa, en alguna habitación de hotel o incluso en la villa olímpica, le era imposible dormir antes de que se cuerpo haya entrado al limite de su aguante, lo cual sería tras uno o dos días sin dormir y con la cabeza a punto de estallar, cuando llegara a ese punto tampoco descansaría mucho tiempo pues lo más probable es que se terminara despertando por una pesadilla tras unas cuantas horas.
Alfa y omega son tan parecidas, por motivos muy diferentes, que resuenan entre ellas, en tantas aristas que les convierten en personas muy similares, aun no lo saben del todo, solo tienen pistas sueltas girando a su alrededor, pero faltaba muy poco para que se dieran cuenta de lo similares que eran.
Con esto en mente, es sorpréndete que Kate Bishop consiguiera despertar mucho antes de que la viuda lo hiciera y fue incluso más sorprendente que ambas hubieran conseguido dormir más allá del mediodía. La loba salió de su sueño de forma tranquila, refregándose contra el borde de la bañera para rascar el repentino picor que sintió entre sus orejas, deja escapar un suspiro que termina con algo similar a un aullido en bajo tono, un rápido movimiento de su lengua para limpiar sus labios, saliendo en pocos movimientos de los restos de su ensoñación, una que había sido de las mejores que tuvo en toda su vida, un sueño donde era abrazada por una alfa maravillosa, una alfa de película que no le tenía miedo, que la veía como una persona y nunca le pondría una mano encima, una alfa excepcional; esta lista para estirar su espalda, conseguir un poco de agua del lavabo y aburrirse hasta que por fin llegue la noche, pero su cuerpo no consigue moverse todo lo que deseaba, hay una fuerza cálida que le aprieta y por un instante se asusta, tanto que amaga con sacar sus colmillos para empezar a gruñir, pero un aroma le rodea, el vodka, la canela. El inconfundible aroma de Yelena Belova.
Se queda quieta como si le estuvieran apuntando con un arma, incluso aun más quieta pues ya sabía lo que era tener un arma apuntándole a la cabeza, su mente canina es muy rápida en hacerle entender lo que estaba pasando en realidad. Su alfa estaba ahí, había ido a su rescate, aun cuando no se lo había pedido, paso la noche a su lado, acepto estar en su nido por mucho que no fuera lujoso, ni muy grande ni muy acolchado ni muy grande ni muy cálido ni muy agradable ni muy ni muy ni muy… deja escapar un quejido por lo bajo, suficiente para que su alfa reaccionara, apretándola un poco más a la altura de las costillas, lo cual le pone en alerta, no deseaba despertarla, no quería molestarla ni un poco más, ya había sido una molestia muy grande para alguien tan buena como Yelena. Ese pensamiento le ronda la mente, poniéndole las orejas de punta y hace que decida que debe hacer algo por su alfa.
Para Kate el cambio es algo mucho más profundo que un “simple” cambio físico que reacomoda su cuerpo, hace que le salga mucho pelo y le entrega una cola y orejas. No, la transformación por la que pasa cada tanto tiempo es algo que le modifica a un nivel mucho más profundo, altera la manera en la que se dan sus reacciones, en cómo responde o actúa frente a ciertos estímulos, volverse un lobo le hace perder su capacidad para evitar hacer según que cosas que como humana si podría contener. La loba se mueve con cuidado, un movimiento a la vez hasta, con sus dientes había tomado por la cola a Jeff, el peluche tiburón terrestre, hasta que termina siendo sustituto de su propia presencia, para que su alfa tuviera algo a que aferrarse mientras continuaba durmiendo.
Como loba, Kate tiene sus instintos naturales mucho más despiertos que de costumbre, tan a flor de piel que se convierten en necesidades imposibles de saltarse, uno de esos instintos que sobresalen entre todos, uno que estaba anclado muy en el profundo de su ser, es la necesidad de cuidar, proteger y sobre todo ser útil. Es algo que ha sentido desde que era una cachorra de diez o menos años, siempre le gustaba hacer cualquier cosa por sus padres con tal de sentir que estaba siendo útiles para las personas más importantes en su vida, funciono en la mayoría de ocasiones, sobre todo con su padre, pocas veces con su madre. Teniendo esto en cuenta, Kate se toma un segundo más para ver a la alfa dormir dentro del nido, algo que le anima, por contradictorio que se escuche, a salir del cuarto de baño, abriendo la puerta con sus patas delanteras haciendo un sorprendente poco ruido, dando rienda suelta para su peluda aventura.
En su forma de lobo Kate se escabulle por su habitación, saltando los ropajes que había utilizado durante el día, los mismos que tuvo cuando habló con su madre, como si tuvieran pulgas de la peste. Se asegura de no pisar nada que le pudiera hacer tropezar y con la elegancia propia de la raza lupina en la que se convertía, escapa de su cuarto en completo silencio, preservando el sueño de su alfa, con rumbo fijo a la cocina escaleras abajo para conseguir algo muy importante para demostrar que era una buena omega.
Baja con toda la seguridad del mundo sabiendo muy bien que su madre no estaba en casa, le escucho salir el día anterior y no había regresado, al mismo tiempo, su nariz aun más sensible que cuando es humana no consiguió encontrar nada que advirtiera había alguien más que ellas dos en casa, los rastros del aroma que rondaban el aire no eran para nada frescos, así que estaba a salvo, podía caminar por la casa con total tranquilidad; llega hasta la cocina a pasos rápidos que resuenan por las habitaciones, lugar perfecto para ejecutar su plan.
Arranca con un paso simple, calculando antes de saltar sobre la isla de la cocina, empujando sin querer una de las botellas vacías que gracias a un milagro no se rompió al azotar contra el suelo. Se vuelve a perfilar una vez esta con esa altura, tiene un objetivo claro, hace el calculo necesario, tanto como su mente de lobo puede computar, suficiente pues su salto es perfecto para llegar a la mesada, justo lo que necesitaba; es una gran fortuna que no tirara nada, al mismo tiempo lo es el que Kate consiga tener tan buen equilibrio en sus patas traseras, suficiente para levantarse sobre ellas en un espacio tan pequeño como lo puede ser una mesada, si fuera capaz de mantenerse mucho tiempo en su forma de lobo seguro que podría hacer algún espectáculo fuera del metro y ganar mucho dinero. Hasta que eso pasara, se conformaría con ser una magnifica ladrona de bocadillos.
Por eso estaba ahí, porque sabía que su alfa iba a tener hambre en cuanto se despertara, no debía ser una erudita para intuirlo, porque sabia que Yelena no había usado la puerta principal para llegar hasta su nido, no tenia tiempo para teorizar al respecto porque era una loba y sus pensamientos estaban más enfocados en conseguir su objetivo, la maldita bolsa de palitos de pan que se le estaba resistiendo más de lo esperado. Lanza un par de mordidas infructuosas solo consiguiendo raspar la punta del empaque, esperaba no tener que esforzarse mucho, porque esforzarse mucho implicaba que quizás terminaría causando un desastre, pero que más daba, su madre ya la había castigado una vez, seguro no lo volvería a hacer y aunque lo hiciera sabía que podrías soportarlo, más si ese era un castigo que debía soportar a cambio de hacer feliz a su alfa.
Da un par de salto más, casi se cae en al menos una ocasión, pero al final consigue su objetivo, atrapando la bolsa. Se siente emocionada, más que feliz, pero entonces se da cuenta de que había otras bolsas más atrás observándola como si se burlaran de su incapacidad de llegar, un reto que estaba más que dispuesta a afrontar. Busca a su alrededor una respuesta para tremendo puzle que tenía frente suya, la primera respuesta llega al ver la silla frente a la mesada, una solución simple y eficaz. Regresa entonces al suelo, cuidadosa de no pisar ningún trozo de cristal que pudiera lastimarle las patas, arrastra el mueble con la ayuda de sus colmillos hasta dejarlo recargada en un ángulo perfecto para obtener toda la altura extra que iba a necesitar. Le toma unos cuantos minutos hasta que consigue saquear la totalidad de los bocadillos que se guardaban en la despensa, pero al final lo consigue sin mayor problema que deber recuperar el equilibrio en una ocasión o dos y haber tirado una o dos latas que por fortuna no llegaron a romper al caer. Termina regresando por las escaleras camino a su nido con la boca llena de bolsas de palitos de pan y una de papas fritas, meneando su cola de felicidad al saberse como una buena chica que era capaz de llevarle algo bueno a su alfa.
Entra a la habitación igual de silenciosa que como salió, teniendo que retener sus gruñidos de emoción y alegría mientras se adentraba en el baño, donde por fortuna su alfa sigue durmiendo abrazando el peluche de tiburón, susurrando palabras en ruso que seguro ni como humana podría entender, debía esforzarse un poco más en terminar su diccionario inglés-ruso. Deja los bocadillos en una de las esquinas del nido al cual le gustaría mucho entrar, es una necesidad, pero más grande es su necesidad por quedarse afuera, sentada frente a la puerta, con las orejas en alto y los dientes preparados para atacar, lista para proteger a su alfa, algo que hará con todo el gusto del mundo.
No está segura de cuento tiempo pasa en verdad, como loba era muy buena en el arte de dejar el tiempo pasar como si ella no existiera en verdad, aun mejor que cuando es huma, por tanto, se mantiene concentrada únicamente en la madera que les protegía del mundo exterior. Pudieron ser horas, pudieron ser días si no fuera porque estaba atenta a como cambiaba la luz que se filtraba desde la pequeña ventana superior del cuarto de baño, misma que se mantuvo con la misma coloración típica de un día por la mañana o a lo mucho una tarde temprana. El punto es que escucha con claridad un quejido escapar de los labios de su alfa, seguido por más palabras en ruso que comienzan a tener un sentido reconocible y se gira para ver a su alfa, interesada en llevar registro de lo que pasaba, observa entonces como la rusa busca algo en el interior de la bañera, soltando al pobre Jeff, parece que no encuentra lo que tanto deseaba pues las feromonas de la alfa demuestran un estado de profunda preocupación, miedo, y eso es algo que Kate no quiere oler, por tanto se apresura en levantarse para cerrar la distancia entre ambas.
Cuando ya esta por poner su hocico sobre el hombro de la otra, Yelena se despierta de golpe, levantándose hasta quedar de pie con su guardia ya preparada, un sonido extraño invade el baño mientras observa como los curiosos brazaletes que siempre llevaba se encienden con un tono azulado mientras un pequeño laser rojo se materializa en el aire. La loba es inteligente al mantenerse muy quieta en su lugar, reconociendo que el abrupto despertar era respuesta del miedo que por algún motivo había invadido a su alfa, por tanto, lo único que hace es dejar escapar cuantas feromonas puede para ayudar un poco a la rubia.
Resulta que su decisión de no hacer nada es la correcta, menos mal porque de haber hecho algo más las cosas hubieran sido mucho más dolorosas. Tras unos segundo Yelena consigue entender lo que pasaba, respondiendo la gran pregunta que le hizo saltar del susto ¿Dónde estaba su omega? Eso fue lo que le puso tan alerta antes siquiera de en verdad recuperar su conciencia tras un largo sueño que fue más intenso que la mayoría de los que solía tener. Apaga sus mordeduras al instante en el que su cerebro se ve inundado por las feromonas de su omega, recupera una postura más relajada en cuanto sus ojos reconocen a la loba de pelaje oscuro y ojos marrones, tan hermoso, que le observan con clara preocupación desde su lugar sentada frente a la bañera.
Suspira de forma audible, dejando escapar la tensión que le restaba en el cuerpo, que bueno que era capaz de hacer a un lado sus emociones con tanta facilidad, antes de hablar con la confianza que le caracterizaba — Buenos días, Kate Bishop ¿Cuánto tiempo llevas viéndome dormir como una pequeña acosadora? — por un momento lamenta que su omega este convertida en una loba, pues le es imposible saber a ciencia cierta que tan eficaz fue su broma, es muy difícil leer las expresiones de un lobo, pero aun así decide continuar — Ya te lo dije antes, deberías tomar una foto — entonces consigue ver como los ojos de la loba se enchinan un poco. Le gustaría reír, seguir bromeando, pero necesitaba entender si algo estaba mal — ¿Paso algo, Kate Bishop? ¿Necesitas que te ayude en algo? —.
Ante las preguntas que recibe, la loba busca a sus espaldas donde los papeles que el día anterior fueron creados, no le es muy complicado, sabía muy bien donde los había dejado, por tanto, toma la hoja que indica negativa entre sus dientes con cuidado para no romperla y enseñarla a su alfa que no necesita particular ayuda para entender. Tras dejar su respuesta en el suelo se da la vuelta para buscar el botín que salió a buscar durante su cacería, presentando con absoluta felicidad los bocadillos que encontró. Una sonrisa le cruza el rostro mientras observa aquella escena que nunca, en tantos años de vida teniendo que hacer cosas imposibles, imagino estar viendo, le parece entrañable la forma en la que una criatura tan intimidante se puede ver tan adorable y al mismo tiempo le sorprende como puede ver tantos rastros de la Kate humana en dicha criatura.
— ¿Es para mi? — pregunta algo obvio, no la culpen, sigue estando cansada por haber dormido como pocas veces había dormido, con la misma calma que le entregaría la medicación contra el insomnio que tanto se negaba a tomar. La loba mueve la cabeza con tal efusividad que teme por las cervicales del lobo, pero al ver como la cola de Kate se movía con frenetismo no podía importarle menos un daño que no tenía indicios de haberse suscitado — Toda una caballera — toma entonces el paquete de palitos de pan, reconoce la marca, conoce el sabor y el mero recuerdo hace su boca salivar —. Gracias Kate Bishop, no sabes cuanto lo agradezco — y el mayor placer en ese momento no es ver saciada su hambre que comenzaba a florecer, sino lo es ver la evidente felicidad de la loba al ser alagada —. Dime ¿qué planes tenemos para hoy? — suelta la primera pregunta tras comer el primer palito — ¿quieres quedarte a dormir en tu nido o te gustaría hacer algo más? — se da cuenta al instante de la imposibilidad de recibir respuestas ante una pregunta formulada de tal manera y por tanto, reformula.
— ¿Quieres salir de casa? — la negativa es automática — ¿podemos salir de tu nido? — esta claro que la pregunta es más complicada que la anterior pues se toma su tiempo en responder hasta que al final, con un pulso vacilante, señala el sí escrito sobre papel — Siempre podemos regresar a tu nido cuando lo necesites ¿vale? — recibe de vuelta la misma afirmación — Bien, me quede con ganas de ver esa película que mencionaste ¿te apuntas? — y claro que los lobos no ladran de misma forma que los perros, ellos lo utilizan como un medio de advertencia con un peso similar que el de sus gruñidos, dicho entendimiento de la comunicación lupina se mantiene presente en Kate y por tanto no ladra para demostrar su emoción, en cambio, suelta pequeños aullidos mientras da pequeños saltos en el poco espacio que tenía de maniobra, rodeando a la alfa incluso llegando a empujarle con su cabeza para que se levante — ¡Parece que entre más pelo más impaciente te vuelves! —.
Yelena no puede evitar que le aparezca una sonrisa mientras va de regreso al cuarto de la omega, llevando en sus brazos los bocadillos que le fueron entregados casi que como un tributo. Necesitó tomarse unos cuantos minutos para poder ordenar, solo un poco, lo suficiente para que ambas pudieran tener un lugar cómodo sobre la cama sin terminar por enterrarse nada en el proceso. Durante la tarea resulta que Kate la loba estaba más que dispuesta a ayudar, tomando unas cuantas cosas entre sus dientes para esconderlos en una esquina olvidada o debajo de la cama, donde sea pero que no molestaran hasta que llegara el momento donde tendría que volver a ordenar a profundidad. La alfa no pasa inadvertido la forma en la que su omega se esforzaba por esquivar un montón de ropa que estaba hecha girones sobre el suelo, un simple olfateo cuando pasa cerca es suficiente para entender el motivo de tal miedo, las feromonas de una alfa inundaban las telas, feromonas cargadas de enojo, furia, odio, las feromonas de Eleonor; cuando la omega no estaba viendo, peleando por tratar de acomodar unos libros sobre programación que estaban tirados en una esquina, aprovecha para tomar las prendas y meterlas dentro de una bolsa que encontró entre todo el caos, escondiéndola en un rincón que recordaría, esa ropa no se la iba a regresar hasta que borrara hasta la ultima pizca de esas feromonas, cambiándolas por las suyas propias de ser posible.
Cuando por fin terminar Yelena es la encargada de buscar la película, no fue muy difícil, al fin de cuentas era alguien capaz de encontrar casi cualquier cosa siempre que tuviera suficiente tiempo para concentrarse en ello. Recargada contra el cabecero, encargada de llevar el control sobre la película, con una mano ocupada en tomar algún bocadillo cada tanto tiempo para saciar su hambre y con la otra acariciaba la peluda cabeza de su omega que descansaba sobre su regazo, abrazada al peluche de tiburón, observando la pantalla, dejando escapar gruñidos extraños que debía traducir como risas cada tantos minutos ante las situaciones surrealistas que pasaban una tras otra en la pantalla.
Era una escena extraña, de las más raras que alguna vez ha tenido en su vida, no sabe si algún día viva algo más extraño, pero tampoco es que le importe pues, al mismo tiempo, era una de las escenas más entrañables que había vivido en sus prontos veintiséis años de vida, un momento donde podía olvidarse del caos del mundo, donde el peso de su vida pasada no era más que el de una pluma. Solo importaba que estaba ahí, pasando tiempo con su omega, a quien su alfa había escogido antes siquiera de verla.
3
La paz se alargó por un buen tiempo entre ambas, las primeras dos películas de la saga de comedia pasaron como si no duraran nada entre risas y preguntas que, en la mayoría de ocasiones, se quedaban sin respuesta gracias a las incapacidades físicas de un lobo, a pesar de lo cual estaba siendo una magnifica forma de pasar un domingo. Las horas fluyen como un rio desbordado, pasando una tras otra sin que se dieran del todo cuenta de como el tiempo cambiaba, llegando entonces a una tarde moribunda que estaba a nada de convertirse en noche temprana; durante dicho tiempo las imágenes que se reproducían dentro de la pantalla cambio después de que vieran la segunda película de la saga, mostrando entonces los primeros capítulos de Gossip girl, elección de Yelena tomada casi de manera unilateral en nombre de la democracia.
Estaban pasando por una pausa pues la loba quería tomar agua y dicho sea, el espectáculo que vio le saco más de una sonrisa a Yelena, con la gran loba sobre sus patas bebiendo del chorro que salía del lavamanos, tirando lengüetazos contra el liquido creando un total desastre dentro. Yelena revisa la hora, hace cuentas rápidas tras asegurarse que nadie le hubiera mandado algún mensaje, sería una gran lastima abandonar la habitación de su omega cuando, por una vez, no parecía una cueva sin iluminación natural, por fortuna, no tenía ninguna misión a la que llegar, nadie a quien rescatar más que a su omega.
Pero claro que dicha tranquilidad no podía durar por mucho tiempo, al fin de cuentas el caos parecía ser la razón por la que se conocieron en primer lugar, dicho compañero familiar reaparece para romper su tranquilidad justo cuando estaban apareciendo los créditos del tercer capitulo de la primera temporada. Kate se levanta de la cama con un salto, de forma abrupta e inesperada, sacándole un susto tremendo a la alfa que sin duda no esperaba dicha acción. Un cosquilleo repentino había aparecido casi de la nada, recorriendo sus huesos de punta a punta hasta hacerle castañar los dientes a la loba, no puede decir que le duela, es más como la incomodidad que llega tras un ligero calambre, pero en todo el cuerpo, abrumando su mente, extendiéndose a cada segundo que pasaba; pierde el equilibrio, algo más que lógico con todos los temblores que le invadían, cayendo al suelo con un fuerte golpe que solo es opacado por el quejido que deja escapar al impactar contra la madera.
Yelena se siente impactada, casi paralizada por el miedo aun cuando no tenía frente suya ningún enemigo evidente, incapaz de entender lo que estaba pasando frente suya, solo regresa a la realidad cuando escucha otro golpe, más seco, se repite el sonido y entonces ve como se origina. Ve con claridad ve como por tercera vez su omega impacta su cabeza contra una de las paredes de su cuarto con toda voluntad y sin intentar tener cuidado en dicha acción. No iba a permitir que eso siguiera sucediendo, apurándose para llegar al mismo nivel de la loba, impidiendo el cuarto impacto — ¡Kate, basta! — escucha el gruñido cargado de claro enojo, quizás una advertencia, pero no como que consiga su objetivo pues sus manos no se mueven — No dejare que te hagas daño, Kate Bishop, no lo permitiré — la loba entiende lo que dice, no deja de empujar contra las palmas de su alfa mientras sus temblores aumentan, volviéndose tan constante que necesita y debe recostarse sin hacer fuerza con sus patas que se volvieron tan poco fiables como unos palillos para sostener un edificio — ¿Qué puedo hacer Kate? — pregunta — ¿qué necesitas que haga? — vuelve a formular sin ser consiente de que obviamente es imposible conseguir una respuesta, aunque resulta que si consigue algo similar a una respuesta.
La loba abre sus ojos, mismos que se mueven de un lado al otro, buscando algo a que aferrarse, algo que consiga calmarla un poco, mismos que contienen algo similar a una respuesta. Sus ojos habían cambiado, fue algo muy evidente, Yelena se dio cuenta al instante, en donde antaño estaban dos orbes marrones, más acaramelados o más achocolatadas dependiendo de la luz, ahora había uno azul, el derecho para ser exactos, con una tonalidad que la alfa conoce a la perfección con el que ha soñado en más de una ocasión. Yelena desea poder formular otra pregunta, quizás encontrarle una respuesta clara a dicho cambio que no tenía sentido, pero ¿qué de todo esto tenía sentido? No es como que todas las personas tuvieran a una omega con la capacidad de convertirse en un lobo.
Su asombro resulta ser una brecha de oportunidad que su omega cambie de posición, dándole la espalda mientras los espasmos continúan, mientras se escuchan los quejidos que se escapaban en todo momento. Los temblores se intensifican, ganando potencia hasta volverse casi igual a violentas convulsiones, mientras los aullidos de sufrimiento aumentan en volumen y frecuencia, Yelena ya estaba considerando llamara a su madre para que fuera a ayudarle, pero antes de poder iniciar a buscar el teléfono, el crujido de un hueso le hace detenerse, conoce muy bien el sonido particular, lo ha provocado en tantas ocasiones que ya es un lugar común para ella, aun así se aterra al escuchar tantos huesos romperse, reacomodarse, todos al mismo tiempo.
Es tan abrumador que incluso siente la necesidad de llorar, vuelve a sentirse como una cachorra, recién arrancada de su hogar en Ohio, viendo como mataban a otra cachorra frente suya. Los ruidos aumentan, su respiración se convirtió en algo superficial, entonces un detalle muy curioso hace aparición, en medio de su pánico Yelena se da cuenta de como manchas blanquecinas, no, piel clara, aparece en medio del oscuro pelaje, misma que se va expandiendo con el pasar de los segundos y entonces parece entender algo a pesar de la preocupación que le genero el similar recuerdo del sonido de huesos rompiéndose. Su omega estaba cambiando, otra vez, frente a ella.
El pelaje se retrae, los huesos crujen hasta romperse, se reacomodan uno contra otro, el cuerpo se extiende en el espacio que antaño ocupaba, las formas son destruidas hasta convertirse en algo reconocible de vuelta, la figura de una persona humana. Aparece poco a poco, tan lento para la vista de Yelena que se siente como si el cambio durara días enteros, primero los brazos y piernas, obteniendo largo, grosor, perdiendo pelo y consiguiendo su tono natural; por ultimo reconoce la forma de la espalda de su omega, estirándose a lo largo hasta alcanzar su estatura normal, quedando erguida, sentada sobre sus piernas, solo quedaba una cosa, el detalle de una cabeza pasando de lobo a humano, un cambio repentino, de apariencia violenta mientras se reducía el tamaño y las facciones se reacomodaban, hasta volver a ser una imagen similar a la Kate que siempre conoció.
Similar, no igual, porque hay dos detalles particulares que sin duda no existían antes, que eran un nexo entre el lobo y la persona, un par de orejas peludas en la cabeza, la cola esponjosa naciendo sobre la parte baja de la columna.
Observa la aparición de Kate Bishop, una que fue inesperada, que seguía respirando con clara dificultad, dejando escapar quejidos de dolor cada tantas exhalaciones. Sus ojos se concentran en ver lo que tiene frente suya, recorre la espalda desnuda de Kate, aunque no hay tanto que ver, los cabellos oscuros parecían haber crecido un poco más de la noche a la mañana, siendo tan largo que le cubría hasta la espalda baja. No puede evitar ir un poco más abajo, en las piernas de su omega, en la suave piel pálida, en la evidente fuerza que se guardaba bajo la superficie, su corazón se acelera ante la visión, aun más cuando encuentra la unión entre cadera y piernas, una curva tan sensual que le saca un fuerte suspiro que sin duda fue escuchado por su omega, una curva que parece susurrarle para que ponga sus manos ahí y sujete con fuerza. Nunca había caído en cuenta de lo largas que eran las piernas de su omega, en verdad que no, sabía que lo eran pues debían serlo por la estatura de Kate, pero poder verlas en todo su esplendor le hace darse cuenta de lo sexi que le parece su omega y esta segura que sus feromonas lo estaban demostrando.
— Ropa — la voz de su omega, más gruesa que de costumbre, rasposa y con un toque congestionado, le saca de sus pensamientos más básicos que estaba produciendo respecto a la hermosa figura desnuda frente suya —. Por favor — y entonces recuerda justamente eso, que su omega estaba desnuda, aterrada y avergonzada.
No contesta al instante, se levanta de su lugar, teniendo que sostenerse de la mesita de noche para poder estabilizarse, mira a todos lados hasta que encuentra algo que podría serle de utilidad, una sudadera con capucha, de color, adivinaron, morado. Se acerca haciendo suficiente ruido sin dejar de ver la particular apariencia de su omega, quien reacciona a tiempo cuando ambas están suficientemente cerca, gira para encarar, con sus dos brazos cubriendo su estomago, olvidándose por completo de su pecho desnudo, más interesada en evitar que alguien vea su estomago. Por fortuna no necesitaba preocuparse mucho respecto a su desnudes, porque Yelena no presta atención a los senos de su omega, su atención esta en su rostro, donde ve un moretón sobre el pómulo, un corte justo arriba de su ceja izquierda y claras marcas de dedos o uñas sobre sus mejillas. Su mirada no se aparta mientras su omega se coloca la sudadera pues al tener que mover sus brazos consigue ver más moretones, ahora a la altura de las costillas, en los brazos e incluso alcanza a ver más de ellos sobre sus rodillas, evidentes e inconfundibles marcas de golpes.
— Tu… tu no deberías ver esto — el repentino hablar de la omega le asusta, tanto porque le saca de su inmersión como si fuera una patada —… no deberías ver esto — y ante la repetición una duda fundamental aparece ¿a qué se refiere? ¿qué no debería ver? ¿se refiere a que no debería ver sus moretones, su estado de desnudes? —. Lo siento. Tu no… yo — hace una pausa forzada producto de un ataque repentino de toz y ante eso los instintos de la alfa se ponen en alerta, reaccionando para buscar alguna botella que pudiera llenar de agua, la encuentra y esta lista para ir al baño por agua, pero entonces, su omega vuelve a hablar — te hice daño ¿verdad? — no es una pregunta, no en realidad, esta convencida de haberlo hecho, solo quiere una confirmación mientras se abraza más fuerte a si misma — Lo siento —.
No encuentra palabras para responder por mucho que tuviera en claro lo que le gustaría decir, porque siente la angustia de su omega y la única respuesta que se le ocurre en ese momento es hacer lo que sabe funcionaba cuando Kate era una loba hace apenas un par de minutos atrás. Camina hasta su omega, olvidando por completo la botella que iba a llenar, esa era una necesidad de segunda lineal que en otro momento podrían solucionar. Kate tiembla al ver a Yelena agacharse frente suya quedando ambas a la misma altura, su cola se eriza, sus orejas bajan, una respuesta física que ambas pueden entender como una respuesta de puro miedo, la rusa se toma un instante esperando a que su omega se acostumbre a su presencia, no abusa de sus feromonas pues algo le dice que ser bombardeadas por ellas, aun cuando estén cargadas de protección y seguridad, no le traerán ningún buen recuerdo a su omega si su teoría es cierta y este cuadro de transformación tiene algo que ver con la responsable de los moretones que manchan el hermoso cuerpo de su omega.
La pobre Kate termino cediendo como de costumbre, levantando el rostro, exponiendo al completo los daños que le quedaban, más moretones extra de los que se podían ver a simple vista, una herida en su labio; levanta el rostro y ladea la cabeza, exponiendo su cuello en clara muestra de sumisión y claro, las orejas dobladas es una prueba más de ello — Soy demasiado talentosa para que me puedas lastimar, Kate Bishop, seas un lobo o seas un toro — una de sus manos van hasta la barbilla de la omega, tomándola con sumo cuidado entre el pulgar y el índice, sin aplicar fuerza alguna, más que suficiente para poder revisarla, intentando evaluar que tan lastimada estaba — ¿Qué te ocurrió, Kate Bishop? — esta muy segura de saber cual es la respuesta, quiere escucharla para poder dar una opción definitiva al gran problema.
— Me caí por las escaleras… cuando estaba llevando a mamá arriba — su respuesta se pronuncia con tal seguridad, tan convencida, que incluso con sus grandes capacidades para leer el lenguaje corporal, maestra en el arte de poder identificar una mentira, es incapaz de identificar algún rastro de falsedad en su voz, tan rasposa, tan sincera que le aterra — ¿Qué haces aquí? ¿no deberías estar aquí? Tu no deberías de ver esto —.
— Oh Kate Bishop, créeme cuando te digo que he visto cosas mucho peores que un lobo y una chica con orejas y cola — intentar ir por un comentario sin peso, casi cómico para conseguir tranquilizar el ambiente antes de querer retomar la conversación pesada. Pero su omega se anticipa, soltando una bomba que le impacta al corazón.
— ¿Cuántas veces has visto un monstruo? — la pregunta sale de la nada, toma por sorpresa a Yelena quien se mantiene muy quieta mientras las palabras resuenan en su cabeza, tanto que apenas respira. Y piensa en una respuesta, no se mantiene congelada como idiota, busca en su memoria de todos las cosas que ha visto, piensa primero en los chitauri, en esos extraterrestres tan horrendos, en los gusanos gigantes que destruían edificios como si fueran castillos de arena, que disparaban a matar a cualquier cosa que se moviera. Esos eran monstruos — No debías ver lo que soy — piensa en Strucker con sus experimentos en gente inocente, en cachorros, quien no tenía una pizca de humanidad tras sus ojos y a quien ella hubiera matado sin dudar si no fuera porque tenían la orden de llevarlo vivo para que tuviera su juicio en La Haya —. Pude hacerte daño… pude… pude matarte — piense en Ultron, en su plan retorcido para alcanzar la paz por la que fue programado, en la carencia de alma en su forma en hablar, en su incapacidad de entender a profundidad lo que hacia humano al humano, lo que le daba vida a la vida —. Lo siento… lo siento mucho — piensa en Madame B, un demonio en la tierra, que a pesar de haber pasado por lo mismo que todas las reclutas no tenía ningún reparo en continuar torturando a cada pobre cachorra desgraciada que fuera arrastrada a ese infierno, como si ella nunca hubiera sido una de las que suplicaba por piedad, pensar en Madame B era pensar en alguien que no era humano, en algo que nació de las mismas llamas del infierno, un demonio dispuesto a consumir a cualquiera que estuviera cerca, era un manifestación del mal a quien con mucho gusto le vació las veintidós balas de su pistola en nombre de su hermana, de su madre y de todas las pobres chicas que había torturado, martirizado y asesinado — Yo… yo ¡me encerrare mejor la próxima vez! Lo juro lo hare mejor — piensa en Dreykov y si Madame B le parecía un demonio, Dreykov era la materialización misma de la maldad, el anticristo, una cicatriz maldita que rompía por la mitad el significado de la humanidad que infectaba con su podredumbre a miles de chicas alrededor del mundo, el monstruo bajo la cama que mantenía a las viudas despiertas no importaba cuando tiempo llevaran lejos de aquello, la mirada que sienten en la nuca aun cuando están solas, el causante de tanto dolor, de tantas vidas arrebatas, de que todas tengan pesadillas, que nunca puedan entender lo que es ser personas normales. No había humanidad en aquel, no había empatía, la vida bajo sus garras no era más un instrumento que una vez consumida podía ser remplazada por una nueva. Un monstruo nacido de una fractura en la humanidad —. Di algo… por favor —.
¿Cuántas veces has visto un monstruo? Era la pregunta que le mantenía en silencio. Muchas veces. Debería contestar. Cada vez que me veo en un espejo. Debería contestar. Seria una respuesta sincera, una respuesta verdadera, pero ello implicaría romper con un secreto que de alguna forma se ha mantenido entre ambas, que mantienen un velo de tranquilidad en su particular relación que nunca antes ha tenido con alguien más. Exponerlo es levantar la capa, mostrarse tal como es en realidad, que las manchas rojas a su andar se vuelvan visible para una omega que le ve como si no fuera algo más que una maquina de muerte perfeccionada, es demostrarle como se ve la monstruosidad.
— ¿Qué sabes sobre las viudas negras, Kate Bishop? — un secreto que no puede durar un segundo más — No de las arañas — aclara solo por si acaso.
— Solo lo que pude leer de los documentos que se filtraron hace unos años — contesta sin estar del todo segura, aun con su garganta irritada, esforzándose para tranquilizarse — ¿qué tiene que ver con…? —.
— El proyecto de La habitación Roja, conocido como programa Viuda Negra, programa soviético de lavado cerebral, adoctrinamiento y entrenamiento especializado para el espionaje. Comenzó en los años treinta y se extendió hasta el año pasado con la muerte del bastardo que lideraba el proyecto, impacto de bala, 9 mm, cinco tiros al pecho uno a la frente. Al inicio tomaban a cachorras huérfanas, incluso tenían el favor de informar los pormenores a algunas victimas. Durante la guerra fría, secuestraban a cualquier cachorra que pudiera encontrar, siempre mujeres, solo mujeres — deja escapar un suspiro mientras los recuerdos de su entrenamiento fluyen en su mente, causándole nauseas —. Era un destino peor que el infierno, de una clase de cien menos de la mitad se graduaba ¿y cual era su premio? Si eran omegas, una histerectomía, si eras alfa, implantes de inhibición de celo — su cuerpo tiempla ante el recuerdo del constante dolor que sentía cuando tenía esa pieza retorcida de ingeniere dentro suya, la profunda y constante incomodidad que no se iba con nada —. Era una prisión, en más de setenta años nadie había escapado, hasta que dos personas aparecieron — con cuidado mueve el rostro de su omega hasta que pueda ver el poster que colgaba sobre su cama — Natalia Alianovna Romanoff — señala con pulso firme a su hermana que en la foto sostenía sus files glocks, lista para afrontar la invasión chitauri — y… — apunta a la foto de ella misma, a espaldas del grupo, como el soporte o miembro de reserva que siempre fue por decisión propia, antes de que pudiera contestar la omega se anticipa.
— Yelena Belova — susurra su nombre, dejando escapar la sorpresa por la revelación que se escondía a simple vista.
Mueve su cabeza, incapaz de salir del discurso que estaba improvisando segundo a segundo — Tenía diez cuando mate a mi primera víctima, una compañera en la habitación roja, nuestra instructora nos obligó a luchar y cuando gane… tuve que matarla… ella era… eran solo una cachorra — suspira para calmar los nervios que le acompañaban al recordar aquel mal momento —. Colabore en un plan para utilizar a una cachorra inocente como cebo para tratar de asesinar a Dreikov, el director de la habitación roja, sobrevivió y esa cachorra pago el precio — ya estaba lista, el velo había caído y solo faltaba darle un sentido a este vomito verbal —. Si tu eres un monstruo por tener orejas y cola, yo soy Satanás caminando en la tierra —.
— ¡No lo eres! — se apresura a contestar, apartándose un poco, por fin alejándose de las manos de su alfa, aunque la distancia se recupera al instante, poniendo sus manos sobre los hombros de Yelena, para dejar muy en claro que estaba ahí — Tu… tu eres una buena alfa, una buena persona ¡eras una superheroína! —.
Una pequeña sonrisa, cargada de tristeza, le aparece en el rostro — Te equivocas, Kate Bishop. Mi hermana, Natasha, es la heroína, de quien las niñas se disfrazan en Halloween, la inspiración, la vengadora. Yo no soy más que el resultado de la habitación roja, una espía, una investigadora, una asesina —.
Claro que tenía más cosas que explicar, que decir, pero una vez más, su omega se anticipo — ¡Tu no lo pediste! Tu no escogiste volverte una viuda negra — es algo simple, algo tan obvio pero que resuena en Yelena, aun cuando no era la primera vez que lo escuchaba —, no puedes… no puedes culparte por hacer lo que tenías que hacer para sobrevivir ¡cosas que Natasha y tu hermana también tuvieron que hacer! —.
Le da un pequeño toque de orgullo darse cuenta lo mucho que conocía a su omega, porque desde un inicio intuía que Kate iba a ser como de costumbre, muy amable con todos menos con ella misma — Bueno, si ese el parámetro, tu no eres un monstruo, porque estoy segura que no firmaste una petición para que te salgan orejas y mucho pelo —.
Se le ponen las mejillas rojas ante el comentario, ve el sentido, claro que lo ve, lo entiende, pero aun así, lo que su mamá le ha dicho durante años se sobrepone a las palabras de su alfa — Es diferente… muy diferente — asegura con toda la seguridad del mundo, el peso de lo que estaba por decir —. Yo soy peligrosa, incontrolable —.
No le convence que esa sea la gran disonancia entre ejemplos que su omega había anticipado, aunque si ve que es suficiente para afectarla pues lo que explicaba le parecía algo muy contrario a lo que experimento durante las horas que convivio con la loba — Me has visto matar personas, Kate Bishop, cuando te rescate lo hice, durante mis misiones lo hago y si tuviera que hacerlo lo haría sin pestañar — la carencia de empatía, la banalidad con la que ve la vida humana del enemigo, es una prueba de la monstruosidad.
Kate lo recuerda, claro que lo recuerda, el terror absoluto que le recorrió por un instante al ver los cuerpos sin vida, el sonido de los disparos, pero no le costo mucho tiempo hacer las pases con lo ocurrido, porque eran ellos o ella, no le gustaba, pero lo entendía — ¿Me matarías? — la pregunta sale de golpe y de esa forma la recibe Yelena, al instante comienza a negar y aunque no lo hubiera hecho se habría dado cuenta por la reacción que tuvo ante la interrogante — ¿saldrías a la calle y matarías a cualquier persona? — consigue la misma respuesta, una rotunda negativa — Por eso es diferente, tu eliges, haces lo que haces por un motivo, no eres una bestia que… hace cosas que no puede recordar al amanecer, que se comporta como un animal, que hace cosas que no quiero hacer. Tu no dejas de ser tú, sigues siendo humana —.
Encuentra una resonancia entre el discurso de su omega y lo que le han contado sus hermanas cuando están lidiando con las repercusiones de haber sido subyugadas mentalmente, algo desagradable por lo que escucho, con una constante sensación de no pertenecer a su propio cuerpo. Ella misma había llegado a sentir algo similar, durante sus primeros años tras escapar de la habitación roja; eran situaciones diferentes, muy diferentes, pero que podían ayudarles a levantar un puente para encontrarle un sentido a la monstruosidad.
— Sabes, eres mucho más mansa de lo que piensas, Kate Bishop — y el comentario más relajado le toma por sorpresa, las orejas de la omega se levantan de golpe, interesadas ante lo que escuchaba mientras que sus mejillas se ponían rojas como el vino —, incluso respondías mis preguntas a la perfección, quizás debamos ampliar las opciones de respuestas, es algo muy complicado formular preguntas de sí y no — su atención vuelve a ponerse sobre los recuerdos del día anterior, las sensaciones maravillosas que sintió durante esas horas —. No eres el lobo feroz que crees, eres más bien como un cachorro brusco y adorable — la omega se pone aun más roja si es que eso era posible, tanto que intenta esconderla entre sus manos, pero Yelena lo evita, acunándolas entre las suyas, lista para dar un paso más —. Hagamos un trato. Tú te veras como yo te veo — significa mucho, con varias cosas que aun no salen a la luz —, y yo me vere como tu me ves — pero la rueda comenzaba a girar y era cuestión de tiempo para que ambas encontrar la verdad — ¿Vale? —.
No hay nada que le obligue a seguir o siquiera aceptar el trato que se le proponía y aunque lo aceptara, no había algo que le obligara a ser sincera, que le invitara a no mentir respecto a lo que sentía o dejaba de sentir sobre lo que habitaba dentro de ella. Pero ahí estaba, una alfa que le observaba con total confianza a pesar del pasado que acababa de descubrir, con una sonrisa cautivadora que le aceleraba el pulso, con esos ojos brillosos que eran lo único que recordaba del tiempo que había pasado como loba.
— Yo… no se si pueda ver como algo más que un monstruo — porque las palabras de Eleonor se incrustaron profundo en ella, aun recuerda la primera vez que cambio, lo horrorizada que quedo su madre —. No mientras no me vea… normal — era el ultimo rastro de duda que restaba en ella.
Se toma un instante para pensar — Podemos intentarlo — no le parecía justo que una persona tan amable se tuviera en tan mala consideración por algo que no puede manejar —. No importa cuanto tardemos, solo importa que tratemos hasta que algún día te permitas verte como mis ojos lo hacen — el corazón de Kate se acelera, no le duele como de costumbre, se siente como tomar té tras salir de la nieve, como chocolate caliente en la mañana de navidad se siente como un lugar — y si nunca lo consigues nos podemos ir a una cabaña en medio del bosque, seremos los monstruos que asusten a los cachorros traviesos ¡los mejores y más atractivos monstruos del continente! ¿vale? — tener a Yelena Belova, la viuda negra, la vengadora, se siente como encontrar un lugar al que llamar hogar.
Y esa conjunción, esa epifanía a la que llega, que resulta de la fisión fundamental entre los instintos de una loba que gritaron en silencio por la alfa y la conciencia de la humana que se ha sentido cautivada por la presencia de Yelena desde la primera vez que la conoció, le entrega la respuesta, una respuesta que deseaba dar desde antes de que la interrogante siquiera se formulara en el universo sin fin de las ideas por venir.
— Vale — afirma con la voz más firme que pudo generar. Al instante en el que termina de hablar su cuerpo pierde toda la fuerza, un escalofrió le recorrió de arriba abajo, haciendo que se desplomara contra su alfa, olvidándose de cualquier posible rastro de vergüenza, por fortuna, su alfa le acepta, permitiendo que su barbilla descanse sobre su hombro —. Estoy cansada — susurra con la dificultad de quien acaba de correr una maratón — y quiero… preguntarte cosas… pero estoy cansada — de golpe una serie de temblores le recorren el cuerpo, un rastro del particular caso de abrupta transformación que había vivido.
Yelena lo ve más que razonable — Podemos hablar cuando te sientas mejor, no hay prisa, no me voy a ir a ningún lado, no mientras aun quieras que este contigo — y Kate le cree, se permite sentir esperanza en que algún día las cosas puedan sentirse un poco mejor, que algún día dejara de sentir miedo de ella misma. Hasta que ese día llegara, se conformaba con estar siendo abrazada por la alfa de sus sueños.
Notes:
Hola muy buenas gentes que siguen este pequeño, no tan pequeño en extensión, fanfic, espero que se encuentren muy bien. Este capitulo resulto particularmente difícil de abordar, me han quedado muchas cosas por fuera que deseaba explorar pero que serán retomadas en el siguiente, lo importante es que por fin estas dos se han conocido en su totalidad y a partir de aquí su relación pasara de primera a tercera. Gran emoción por lo que esta por venir.
No se preocupen si sienten que la aparición de Kate la loba fue muy corta, aparecera muchas veces más durante los capitulos, esta solo fue una presentación fugaz.
Les agradezco de corazón por los kudus y comentarios, cualquier duda, critica o sugerencia es más que bien recibida. Nos leemos en el próximo capitulo. Que la fuerza les acompañe.
Chapter 9: Nimiedades
Summary:
Donde Kate tiene algunas revelaciones, hace algunas pases y llega a malas conclusiones. También conocido como mi carta de odio a Eleonor Bishop.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
— ¿Quieres volver a la cama? — al instante deja escapar un simple aja en respuesta. Yelena le ayuda a ponerse de pie, le gustaría haberla cargado, pero la falta de ropa en la parte inferior le tiro para atrás, eso pudo ser muy incómodo.
En la tranquilidad del colchón, atrapada por el calor de las mantas, sus palabras vuelven a salir con naturalidad — Lo siento — un pequeño ataque de toz le obliga a dejar de hablar un instante, tiempo suficiente para que la alfa apareciera con la botella llena a un cuarto de su capacidad, le ayuda a poder beber aun medio acostada sobre el colchón y una vez su garganta deja de sentirse como si estuviera llena de fuego, consigue continuar con su disculpa —, por volver a arruinar un fin de semana —.
— Oh Kate Bishop, no creo que hubiera mejor forma de pasar mi fin de semana que en el nido de una loba feroz — se maldice, por un instante, al soltar una pieza de información que, en ese momento, creía era algo perdido en ese limbo entre loba y humana.
El silencio que muestra parece ser prueba de que ha metido la patada, por fortuna la omega vuelve a hablar — ¿Puedes pasarme algún pantalón? Es incomodo no tener nada — y sin duda le deberían entregar un récord por ser la persona que más tiempo seguido ha tenido las mejillas rojas.
No tarda mucho, es una tarea muy simple para una viuda — ¿No te molesta tu cola? — niega con la cabeza, sin ganas de dar una larga explicación, estaba viendo fijo a una pared, para darle a su omega tiempo en privacidad para vestirse, pero también tiempo perfecto para hacer una vez más la pregunta más importante — ¿Cómo te hiciste esos moretones? —.
— Caí por las escaleras al ayudar a mi mamá — da la misma respuesta que dio la primera vez, con la misma seguridad en sus palabras, algo que hubiera convencido a cualquiera menos a Yelena.
No estaba convencida, para nada, sabía identificar el moretón provocado por un golpe y otro provocado por caída, aunque era verdad que algunos de los que vio correspondían con la segunda categoría. Le gustaría presionar más, sabía que era capaz de sacarle la respuesta que quería sin tener que ser demasiado agresiva, pero ve a su omega temblar de vuelta, dejando escapar un quejido al instante siguiente y se da cuenta que debe dejarlo pasar, por ahora, lo importante era ayudar a su omega, ya tendría tiempo de preguntar después.
Una idea le ronda la cabeza y sin duda necesita conseguirle una respuesta, porque las cuentas no son para nada buenas en su cabeza — Kate Bishop ¿no tienes hambre? — la omega ya estaba a nada de quedarse dormida, volviendo a verla en cuanto escucha la voz de su alfa, aunque no había escuchado del todo bien la pregunta inicial, lo demuestra al mover su cabeza cual cachorro — Orejas tan grandes y ty ne slyshish’ gudok — tras el pequeño comentario que no terminaba de entender la pobre americana, Yelena repite su pregunta una vez más, lo cual fue suficiente para hacer que le entendiera y la respuesta llega al instante en una afirmación rápida que es cambiada en un instante por una negativa, una clara mentira que Yelena ve con la claridad de una mira —. Oh moy bol’shoy zloy volk — pone una de sus manos en su cabeza, comenzando a acariciarla, para tratar de calmar un poco a su omega, la forma en que cierra sus ojos y como se apega más contra la palma que le acariciaba es un fiel recordatorio de que su omega en verdad disfrutaba del contacto físico, algo importante — ¿Qué te parece una pizza? — las orejas de Kate se yerguen al instante, algo que le saca una sonrisa a la rusa — Creo que eso es un sí — revisa rápido alrededor del cuarto, tomando una mochila que parecía vacía a simple vista — Doble pepperoni, volveré en unos minutos, mientras, ni se te ocurra seguir viendo más capítulos sin mi ¿vale? — la medio loba menea la cabeza, recordando entonces el detalle de que estaban viendo una serie, recordaba suficientes cosas para no estar perdida — Gracias. Volveré pronto ¿okey? Solo lo que tarde en hacer nuestra comida — aunque claro iba a aprovechar la salida para conseguir unas cuantas cosas más.
Yelena comienza a caminar, lista para irse en búsqueda de su misión, Kate ladea un poco la cabeza al ver como su alfa se acercaba a la ventana, cuando en realidad esperaba que, como cualquier persona normal, usara la puerta — Eh, Yelena, la puerta esta del otro lado — sus instintos se ponen alerta en el momento en que Yelena se sienta, en posición de cuclillas, sobre la alfeizar, dándole la espalda al inmenso vació — ¿Yelena? —.
La nombrada le voltea a ver, con una sonrisa encantadora, como las que siempre le entrega y eso no hace nada por tranquilizarla a pesar de que le gustan mucho esas sonrisas — No me extrañes mucho, Kate Bishop — hace un rápido gesto de despedida, un símbolo de la paz con sus dedos y sin esperar a que la loba haga algo, da un pequeño salto para precipitarse al vacío.
Kate se apresura a correr a la ventana, deseando poder hacer algo, quizás aún estaba colgando del borde o estaría cerca para que la pudiera levantar de vuelta, al asomarse al vació su alma regresa a su cuerpo al verla ahí, bajando entre pisos de salto en salto, agarrándose de cada bordillo como si no fuera un gran esfuerzo físico, en un momento, la rubia voltea hacia arriba, sonriendo al ver a su omega ahí arriba, a quien saluda antes de llegar al suelo y tomar camino a la más cercana pizzería para saciar el hambre que afectaba a su omega. Mientras el corazón vuelve a latir a un ritmo normal y un suspiro se le escapa por el momento tan intenso que acababa de vivir, un comentario se le escapa — Que alfa más dramática— es lo único en que puede pensar mientras ve a la rusa alejarse como si no acabara de bajar por un inmenso edificio—, toda una vengadora — es la reflexión que consigue ligar —. Sería una gran actriz — concluye mientras se aleja de la ventana, algo importante pues no estaba dispuesta a quedar expuesta a las personas que le podrían ver desde la lejanía, regresando a su cama, tomando a Jeff el tiburón terrestre entre sus brazos, inhalando el aroma de su alfa, a la espera de que su alfa regrese.
Por su parte, Yelena, en cuanto llego a tocar suelo firme se dio cuenta que se sentía como la persona más ligera del mundo, como si su cuerpo estuviera lleno de helio en lugar de músculos viseras huesos y todo eso. A su vez, New York parecía haberse convertido en el lugar más brillante, con el aire más fresco y las calles más campiranas que el mismo Ohio. Se sentía de nuevo como una cachorra que emocionaba asistía a la escuela tras las vacaciones de navidad, burbujeante en éxtasis por contarle a sus amigos los grandes regalos que había recibido. Caminaba por las calles con una sonrisa de estúpida en la cara, de oreja a oreja, pensando en la interacción que había tenido apenas unos minutos atrás, ajena a la realidad solo podía imaginar el abanico inmenso de oportunidades que acababa de crear, todas las cosas que le podría contar a su omega, las cosas que ya no debía esconder, podía ser del todo sincera. Resulta que estaba tan en los cielos que apenas se da cuenta de que estaba caminando en piloto automático solo hasta que escucha la bocina de un auto reventándole los tímpanos, descubriendo entonces que se había alejado varias cuadras de donde vivía su omega y estaba cruzando una avenida teniendo el cerde a favor de los autos. Un pequeño descuido.
Cuando la conciencia le regresa al cuerpo y pone su cuerpo en un lugar donde no le pudiera atropellar un taxista sin comerse por lo menos un cargo penal por ello, se pone en acción respecto a las cosas que necesitaba. Lo primero y más importante era identificar cual era la viuda más cercana a su ubicación y que estuviera en disposición de hacerle una pequeña entrega, revisa entonces su teléfono que estaba enlazada a la red de comunicaciones de las viudas liberadas, no es difícil encontrar una candidata con quien se contacta para coordinar lo que se clasificaba como abasto de emergencia en campo. Necesitan apenas un par de mensajes para tener un lugar de encuentro y un medio de entrega para recibir lo que sin duda era un pedido que le iba a ahorrar mucho sufrir.
Retoma camino a una ruta más común para ella, la que había memorizado desde antes de que tuviera su primer día de trabajo, deteniéndose frente a esa pizzería que la mayoría del tiempo estaba a rebosar de gente y que esa tarde, oh que fortuna que casualidad, apenas tenía unas cinco personas entre clientes sentados y gente esperando por hacer fila.
Mientras se formaba tras una pareja joven que estaba hablando sobre algo respecto a lo agotadora e inhumana que era la escuela preparatoria, una preocupación muy ajena a todo lo que sentía familiar o conocido, Yelena vuelve a encender su teléfono, buscando un contacto en especifico, de esos que tenía siempre listo para marcar rápido, no hace una llamada, en cambio, manda un mensaje muy simple pero que revelaba un hito fundamental en la vida adulta resiente de la alfa — Le dije lo verdad — es lo que Sonya podría leer en el chat que compartían, cuando se le antojara encender el maldito celular. No tienen tiempo de observar como las palomitas se vuelven azules como seña de que su mensaje había sido visto pues la voz del trabajador le pide que ponga atención mientras toma lugar frente a la caja registradora, se toma un instante en revisar las opciones que se mostraban en carteles de plástico que parecían no haber sido cambiados en veinte años, mientras sus ojos rondan por las opciones recuerda la visión de su omega, lo delgada que se veía sin tela que le cubriera el cuerpo y es por eso mismo que decide agregar a su orden unos palitos de pan con ajo, unos que esperaba fueran del disfrute de su omega.
Una vez pagado su pedido y con un tiempo de espera en torno a la media hora o cuarenta minutos, toma asiento en una de las mesas del fondo, cerca de los baños y desde la que tenía una vista perfecta de quienes entraba y salían de la pizzería, un lugar magnifico para esperar a que ambos pedidos llegaran a sus manos. Su mente agradece el haber encontrado un pretexto para salir un momento del cuarto de su omega por mucho que sus instintos y su corazón no quisieran hacer más que fundirse ahí, no era porque le desgradara pasar tiempo con Kate, era obvio que disfrutaba estar cerca de ella, pero la situación le estaba sobrepasando, su mente seguía inundada por la imagen de la omega desnuda, de las largas piernas que deseaba haber tocado aunque fuera un poco para descubrir si eran tan firmes como su vista le hacía creer que eran, esa simple visión casi fue suficiente para hacerle perder el norte y aventurarse a tierras desconocidas, acariciar a su omega, besarla, acariciando cada centímetro de su cuerpo, hacerse suya y hacerla suya; algo que claro que no podía hacer, porque les faltaba mucho para llegar a ese momento, había dado un primer paso al decir la verdad, pero aun faltaban varios más que dar. El descontrol de sus hormonas fue la parte buena por la que necesitaba salir del cuarto, la que al cerrar los ojos le sacaba un gruñido de emoción y una explosión de excitación que corría libre por sus venas hasta ponerle duro su miembro dentro de sus pantalones; pero claro que no todo podía ser bueno, porque el otro motivo de su escape tenía que ver con los moretones en el cuerpo de su omega, en las marcas de daño, un gruñido cargado de enojo le invade como le invadió cuando las vio por primera vez, estaba a nada de ir a buscar a Eleonor, terminar con todo y asegurarse que su omega nunca volviera a ser golpeada, pero, de nuevo, aun no era momento para ello, necesitaba convencer a Kate de que debía alejarse de Eleonor, convencerla para que le hable sobre las cosas que le ha hecho para poder hacer las cosas de una forma que no implicara el asesinato o cualquier otra actividad ilegal o por lo menos, que su omega no la odiara mucho por cometer un asesinato.
Odiaba tener que ocupar su mente en una persona tan desagradable como Eleonor, pensar mucho en ella le provocaba nauseas, pero al fin de cuentas era algo que tenía que hacerse. Revisa su teléfono un instante para mandar un mensaje a otras de sus hermanas, para ser exactos, a las que le hicieron el favor de infiltrarse dentro de Bishop security, con una pregunta clara e importante — ¿Cuándo podemos reunirnos? Necesito saber si han descubierto algo — esperaba que no tardaran mucho en contestar, porque era un tema que paso de ser una simple petición amistosa a un tema tan importante como descubrir alguna conspiración internacional.
Mientras terminaba de acordar fecha y lugar para dicha reunión, su visión periférica se activa con la precisión del mejor sensor existente en el planeta, centrando su atención en una chica que acababa de entrar por la puerta, vestida con ropa informal y sus largos cabellos negros despeinados, sostenía en una mano una bolsa de papel café, lo que podría pasar por basura de algún local al que hubiera entrado antes. Sin levantar mucho su vista, fingiendo que no estaba prestando atención en su presencia, la rubia escucha como habla con el cajero, pidiendo una pizza y refresco antes de preguntar si podía usar el baño, petición a la que claro aceptan sin darle muchas vueltas. Vuelva a concentrarse en su teléfono para pasar inadvertida mientras su compañera viuda llega al encuentro, dejando, en la fracción de un segundo, un pequeño trozo de papel con palabras garabateadas en una perfecta cursiva rusa, mismo que Yelena no dudo en leer en cuanto su compañera entro al baño.
— Segundo cubículo, dentro del deposito. Me debes una grande por hacerme buscar estas cosas. Quiero información de primera mano sobre esa omega de la que todas hablan. T.M — sonríe un poco ante el mensaje, guarda bien el papel dentro de su bota, fingiendo que estaba acomodando la lengüeta de la misma, haciendo el apunte de recordar el favor que debía.
Espera un minuto o dos antes de levantarse de su asiento, tomando la mochila de su omega en un solo hombro, justo a tiempo para que su compañera viuda saliera del baño, aun con la bolsa de papel en la mano y el teléfono en la otra, muy concentrada en lo que fuera que estuviera viendo, ignorando a Yelena y caminando directo a uno de los asientos individuales frente al mostrador. Para el público en general, una inexistente interacción entre dos desconocidas, para ellas, otra puesta en escena de sus habilidades de coordinación. Se adentra al instante en el cubículo que se le había indicado, no sin antes comprobar que no tuviera compañía, no puede evitar enojarse un poco con su hermana por haber escogido un lugar tan desagradable para esconder los materiales, retira la tapa del depósito con cuidado, observando una bolsa oscura de material plástico en el fondo del agua limpia, baja de la cadena para deshacerse de la mayoría del líquido, consiguiendo total libertad para meter la mano y sacar el paquete que le iba a ayudar.
Sus ojos se mueven primero a la pistola de gancho que le observaba en el interior, con el tamaño un poco más grande que el de una Glock, pero con materiales pesados, se trataba de una pistola de ganchos que las viudas utilizaban en misiones que les exigían alcanzar lugares altos con mayor fiabilidad que la función de sus mordeduras, aunque claro, seguía sin ser tan precisa como un rifle de cuerda, lo bueno era que no necesitaba tanta potencia de penetración ni tanta extensión en el cable. Con mucho cuidado guarda el arma en el interior de la mochila junto a los dos ganchos de munición, más que suficiente para alcanzar el departamento de Kate. Las otras cosas que se iban a guardar eran, sin duda, menos alarmante que un arma extraña, siendo estos unos pequeños contenedores dorados y circulares que estaban diseñados para ser colocados en su cinturón y que en el interior guardaban herramientas de vital importancia para el desarrollo de la trama. Abre con cuidado la primera, encontrando un recambio para los cables de sus mordeduras, mismos que colocaría en cuanto llegara a un lugar seguro, el segundo contenía un doble cierre hermético, lo cual comprobaba que se trataba del ungüento que Melina les daba a todas las viudas para tratar las lesiones de impacto. Había dos más con el mismo contenido, guarda los contenedores en la mochila, ya se los colocaría en su cinturón cuando estuviera en otro lugar; quedaban dos cosas más en el cargamento que había pedido, un juego de ganchos para rapel que se podría poner para tener mayor seguridad al momento de escalar, junto a ellos, unos guantes sin dedos, hechos de un material perfecto para hacer fricción contra la cuerda por la que iba a trepar sin lastimarse las manos en el proceso.
Ya teniendo todas las cosas bien guardadas en la mochila de su omega, se encarga de poner todo en su lugar, borrando cualquier evidencia de que ella hubiera hecho algo extraño en ese baño, yendo directo al lavabo para quitarse cualquier suciedad que pudiera encontrarse en ese baño, agradeciendo que por una vez encontrara jabón en un baño de negocios americanos. Al retomar su lugar en la mesa, con la misma tranquilidad que con la que se fue, su teléfono comienza a vibrar, primero con una foto mandada junto con un mensaje que sin duda era una broma que atentaba contra su integridad — ¿ahora qué hago con el paquete de bolas que te iba a regalar? — en la imagen un tubo de pelotas de tenis. Deja escapar un pequeño bufido en respuesta, está a punto de contestar cuando le llega la llamada de su querida Sonya.
Acepta la llama sin dudarlo ni por un momento y al instante comienza a escuchar el claro ruido de unos aplausos muy teatralizados, estruendosos y exagerados — Que día más increíble — escucha a su amiga hablar —, nunca creí vivir para escuchar esto — otra serie larga de aplausos — ¡A Yelena Belova le salieron pelotas para decirle la verdad a una omega! — rueda los ojos mientras aleja un poco el teléfono antes de que se le reventara un tímpano por tanto ruido — ¿Debería agregarlo a mi calendario o quizás contarle a todas nuestras hermanas sobre este tremendo acontecimiento? —.
— Pensé que ya habías pasado la vos a todo el mundo — comenta recordando la nota que le paso Tania —, es una sorpresa que no hayas montado hasta una obra al respecto —.
— No es mi culpa que tengas la cabeza en otro planeta desde que conociste a Key-Ket, no es difícil darse cuenta de que estas más colocada por ella que un adicto al cristal — de nuevo un pequeño cuadro de risa —. Entonces qué ¿hasta que bace avanzaste? ¿ya debo hablar con Melina para que organice la fiesta de revelación de genero para tus cachorros? —.
— Por los dioses, Sonya, no seas idiota — niega con la cabeza sin importarle que la omega no le pudiera observar —. Solo le dije que somos lo que somos, aun no le he contado lo que siento por ella —.
— ¡Ah entonces aun te puedo mandar el paquete de pelotas que te hacen falta! — deja escapar un gruñido, enojada por el comentario que acababa de soltar — Enserio Yelena, no te puedes poner una medalla por revelar algo que en condiciones normales cualquiera hubiera podido descubrir, enserio, tuviste tu cara por todos lados durante un tiempo, en noticias, periódicos, no entiendo cómo es que Key-Ket no pudo saber quién eras tu ¡ni siquiera usaste un nombre falso! —.
Una pequeña sonrisa le sale en sus labios — ¿Qué puedo decir? Tengo un talento natural para pasar inadvertida, algo con lo que tuno con el que tú, hermanita, solo puedes soñar — escucha una serie de quejidos casi infantiles —. Pronto tendré una reunión con nuestras hermanas que están infiltradas en la empresa de Kate, necesito obtener algo contundente contra quien tu sabes y pronto, porque parece que las cosas se están poniendo peor —.
— Dame la información, quiero estar en esa reunión, dile a tu omega que hare todo lo posible para alejarse de esa maldita que tiene por madre — hay un instante de silencio que se extiende durante un par de segundos —. Pero dime entonces, ¿qué paso para que le contaras que eres una viuda negra? Porque no me creo que se lo hayas dicho así como así ¿Cómo reacciono? ¿qué te pregunto? Vamos chica, dame todos los detalles —.
— Si me dejaras hablar con gusto te contaría que la vi cambiar — escucha un gritillo del otro lado de la línea —, fue algo increíble —.
— ¿Entonces si se convierte en lobo? ¿con orejas y todo? —.
— Con orejas y todo — asegura antes de acomodarse un poco mejor en su silla, lista para relatar las cosas que sabía podía contar respecto a uno de los fines de semana más curiosos que había vivido en su vida y mientras iba contando sobre su técnica para trepar edificios utilizando el menor equipo posible, su mente se mueve un momento a otro lugar, pensando y deseando saber ¿Cómo se encontraba su omega en ese momento?
La respuesta a tal cuestionamiento es más simple de lo que se podría esperar siendo que Kate se estaba ganando la fama de ser alguien que se ve atraído a situaciones poco favorables o que ponían en riesgo su integridad. En esta ocasión las cosas eran más normales, Kate se encontraba en el baño, no en el de su habitación pues se estaba bañando para quitarse el sudor que surgió producto del cambio sufrido y no hubiera podido deshacer su nido, sus instintos aun seguían pidiendo por ese lugar, susurrándole para volver a el por unos minutos más, por lo menos hasta que su alfa regresara. Es por eso que utilizo el baño de visitas, al fondo del pasillo, donde dejo que el agua fluyera así como fluía la música de su teléfono.
Tardo más que de costumbre en limpiarse pues era un incordio el tener que lidiar con sus orejas, esas que eran tan sensibles al tacto, tanto que se movían de forma casi compulsiva ante cada gota de agua que caía sobre ellas, provocándole cosquillas, sacándole gruñidos de desesperación y haciendo que su cola se moviera de una forma incontrolable, sin duda ser media bestia era una molestia. Aun con los problemas la ducha resulto ser algo muy útil pues le dio tiempo de reflexionar respecto a lo que había estado pasando en los últimos días, cosas en las que no hubiera pensado de no haber tomado ese tan necesitado descanso, lo primero en lo que piensa tiene nombre y apellido, Yelena Belova, pensar en ella es sentir su corazón acelerarse y que en su cuerpo un calor agradable le invada de punta a punta, su omega se retuerce solo con la mención de su nombre, prueba de ello la forma en la que su cola se mueve en completo estado de emoción, quiere agradecerlo por todo lo que ha hecho por ella, por haber escalado un maldito edificio solo para verla, por pasar tiempo a su lado aun cuando la mayoría hubiera escapado despavorido solo con ver el pelaje.
Sus feromonas se alteran al instante, escapando con un perfume de emoción, excitación ante el recuerdo de las manos de su alfa acariciándola, tocándola, un tacto tan firme, tan poderoso, que le hacía desear sentir más. Su boca saliva al imaginarse rodeada por sus brazos y su conciencia se apresura a regañarla por comportarse como una puta barata; las palabras de su madre regresaron en contra de su voluntad, poniéndola firme como si estuviera en el servicio militar, alejando todos esos pensamientos indecorosos e impropios de una buena omega como su madre tanto se estaba esforzando en educar. Pero un susurro le hace recordar algo lógico, que su madre no está cerca, la voz es casi un susurro, más suave que su voz normal, es fácil entonces darse cuenta que es la voz de su omega. Kate no suele dejar que su omega hable, ni que se altere, es algo que solo ocurre cuando le llega un cuadro de celo, mismo que durante mucho tiempo no ha sentido gracias a los supresores que su madre le enseño a utilizar para ser una omega decente. Pero estaba siendo un fin de semana más extraño que un billete de tres dólares y además, estaba sola, en el baño, dejar salir a su omega un rato no iba hacerle daño a nadie.
Su omega al instante de sentir un poco de libertad se regocija en ella, acicalándose al mostrarle recuerdos de aquella noche borrosa en la que Yelena le conoció como ninguna otra persona había hecho antes, suelta un suspiro al sentir el fantasma de las manos de la rusa acariciándole, es un estado tan hipnótico que llega a ronronear, por primera vez en muchos años, producto de la paz que el recuerdo le entrega. Su cuerpo tiembla un poco de anticipación, más que deseosa por volver a tener la dicha de estar cerca de Yelena, aunque sea por un rato más, tanta emoción que su cola se vuelve a mover de un lado al otro con total frenetismo, la necesidad de volver a su nido reaparece, con más fuerza que cuando salió de su cuarto por primera vez, es tan fuerte que incluso considera mandar a la mierda su baño aun cuando ya estaba empapada en agua y sin duda necesitaba enjabonar su cabello. Su omega seguía susurrándole un claro mensaje que parecía ser mucho más importante que cualquier cuidado capilar — Sal de la ducha — exigía con firmeza —. Busca algo bueno que ponerte — un tono más seductor, lleno de anticipación —. Regresa a tu nido y prepárate para tu alfa — es una orden innegociable.
Pero la conciencia de Kate vuelve a tomar las riendas, sus movimientos se detienen de golpe justo cuando estaba cerrando la llave de la ducha, cortando el agua para que tuviera tiempo suficiente para limpiar su cabello. Su mente vuelve a repasar lo que su omega había dicho, la idea de ver a Yelena como suya, como su alfa, su pareja. Algo en su estómago se retuerce al instante, como si hubiera comido algo que le cayera mal o mejor dicho, como si no hubiera comido en varios días. La idea da muchas vueltas en su cerebro, rebotando en su cráneo una y otra vez, sacando en claro algunas cosas en particular. No le resulta desagradable, mentira, le parece una idea maravillosa pues Yelena era sin duda la mejor alfa que alguna vez conoció, una persona amable, era tan protectora que le hacía suspirar solo con recordar cualquiera de las ultimas interacciones que tuvieron entre ellas, tampoco olvida la forma en la que su cuerpo reaccionaba solo ante su presencia, ejemplo claro, que recibe con imágenes claras por parte de su memoria, esa ocasión cuando la alfa le aplasto contra la pared, cuando apenas llevaban unos cuantos días de conocerse y sus instintos se pusieron de acuerdo para mostrar su cuello en acto total de sumisión.
Sus mejillas se ponen rojas al recordarlo, al mismo tiempo que su corazón late un poco más fuerte, pidiendo por un acto que nunca llego, por sentir la presión de los colmillos de la alfa contra su cuello, un deseo tan profundo que le saca un suspiro. Sus recuerdos no se quedan fijos en un mismo lugar, se siguen moviendo, pasando entonces a un lugar más especial, a esa noche donde creyó ver las estrellas nacer frente a sus ojos, cuando el mundo se detuvo a pesar de estar girando, cuando lo único que existía era Yelena y ella. Alumbrada por la cálida luz del carrusel, ignorante del mundo a su alrededor, encontrando en los ojos avellana de Yelena la primera alfa en años que le hizo sentir a salvo y en paz, que consiguió, solo con una sonrisa y una mirada, hacer que las palabras de su madre se borraran de su mente.
Le gusta Yelena.
Es una resolución tan simple de alcanzar que suena como una obviedad — Me gusta Yelena — y decirlo en voz alta no hace que se rompa la ilusión, se siente bien decirlo, porque su omega que ha estado tanto tiempo suprimida había aceptado a la rusa antes siquiera de que la idea de sentirse atraída por ella apareciera en su conciencia. Su corazón se acelera y por un momento deja de sentir el habitual frio que siempre le recorre el cuerpo —. Es agradable — susurra su revelación —. Que nos guste Yelena es agradable — completa su omega.
Su estado de felicidad idílica producto de la epifanía no dura mucho tiempo, es algo normal, los buenos momentos nunca duran mucho tiempo en la casa Bishop, supone que es algo que viene con el apellido. Le es imposible arrancar a realizar comparaciones, recordando la confesión que su alfa había hecho, recordando que Yelena era una viuda negra, una mujer que había sido secuestrada, torturada, entrenada en contra de su voluntad para ser una asesina en favor de una agenda que ella nunca acepto, despojada de todo lo que una persona normal debería tener, sin nadie que se preocupara por ella; Yelena Belova era una vengadora, una heroína que se enfrentaba al peligro todos los días, sin importar como o donde se presentara. De golpe su mente hace correcta sinapsis respecto a esa pequeña gran noticia, volviendo sencillo el recordar fotos y videos de los vengadores donde aparecía, casi siempre al fondo o por pocos segundos, la figura de la pequeña rubia. Se siente estúpida al no poder darse cuenta de quien era Yelena, sus mejillas se ponen rojas al darse cuente de que su alfa ha visto que es toda una fanática de los vengadores, ha visto que duerme viendo posters de sus compañeros, no es una persona creyente, pero siente que debería agradecerle a algo por hacer que Yelena no se burlara de ella por ser una niñata.
Ahí estaba el motivo de porque forzar tanto sus neuronas mientras estaba en la ducha. Yelena era una alfa con una historia a sus espaldas, una cargada de tragedias, de dolor y sufrimiento, de heroísmo por mucho que ella no lo viera de esa forma. Necesitaba a alguien que pudiera darle todo lo que necesitara, que le diera la seguridad que le fue negada de cachorra y hasta solo ella sabe cuanto tiempo, alguien que pueda ofrecerle un hombro en el que desahogarse, alguien a quien le pueda contar todas sus preocupaciones, alguien que le haga sentir en paz. Yelena merece una omega excepcional, que sea fuerte y este a la altura de salir con una persona como ella, que sea confiable y que este capacitada para afrontar los fantasmas que seguro persiguen a una viuda y ante el peso de las conclusiones Kate se dobla un poco, sabiendo que en ella no había nada de lo que necesitaba Yelena. No hace falta que se vea en un espejo para saberlo, conoce tanto sus propios defectos que podría enumerarlos uno por uno incluso dormida, en por lo menos dos idiomas. Se sabia como una persona en la que no se podía fiar, no cuando la mayoría de los días sentía que estaba caminando sobre hielo con el simple hecho de respirar, prueba de ello que su mamá aún seguía viéndose obligada a corregirle y recordarle como comportarse como una buena omega; no era una persona que pudiera ser ese apoyo emocional que Yelena tanto necesitaba, prueba de ello era que en el tiempo que llevaban conociéndose todo se había tratado de ella y sus estúpidos problemas, siempre molestando a la alfa con nimiedades, quizás su madre tenía razón cuando la regaño por ser una persona tan egoísta ¿y que le quedaba si no podía ser lo que Yelena necesitaba? Ni siquiera era alguien atractiva para pensar que tenía una mínima posibilidad. Kate no encontraba en ella misma nada que valiera la pena salvar, nada que le volviera la omega excepcional que alguien como Yelena Belova merecía tener a su lado, solo era una niñata rica, incapaz de seguir una dieta y que seguía llorando por problemas que, en comparación a los que había vivido su alfa, no eran nada más que nimiedades, solo una prueba más de lo egoísta que era.
— ¡Ay! — grita con tanta fuerza que seguro un vecino le llego a escuchar — ¡ay, ay, ay! — abre la llave tan rápido que es un milagro que su muñeca no se hubiera lastimado en el proceso. El motivo de su dolor es, por lo menos, bastante ridículo, pues Kate había olvidado que el mundo no se detienen mientras reflexiona en sus defectos, si eso pasara seguiría teniendo dieciséis años, su estado de reflexión fue tan intenso que olvido por completo la espuma de shampoo que se iba escurriendo por su cabello llegando a su cara e inevitablemente entrando en sus ojos, causándole un escozor que sin duda deseaba haberse ahorrado. Lo más gracioso es que ni recordaba cuando se puso el shampoo en el cabello.
Se esfuerza para mantener los ojos abiertos mientras el agua a presión de la ducha se encarga de quitarle los rastros del químico y de golpearle las cuencas, porque claro que el agua no le iba a ayudar de gratis, mejor ni mencionar como sus pobres orejas se llenaron de agua, provocándole esa maldita sensación de estar buceando con los tímpanos obstruidos y un horrible cosquilleo en todo el conducto auditivo. Tarda un par de minutos entre parpadeos rápidos y lentos, de más o menos presión, hasta que por fin consigue aplacar el malestar, dejando solo el recuerdo del dolor como único problema al que enfrentarse, es mejor afrontar un corte que una astilla. Esa fue su gran señal para ponerle fin a su baño, en realidad no, solo fue una sugerencia de apurarse en limpiarse antes de que pasara otro accidente y así lo hace, terminando con la rutina en el menor tiempo posible.
Una vez fuera de la ducha, frente a un espejo que estaba cubierto por la sudadera que su alfa le había dado para ocultarse, tan bien cubierto que era imposible que pudiera ver siquiera una esquina de su reflejo, con su cola envuelta en una toalla de mano, porque enserio, si no hacia eso sería un incordio tener que estar aguantando su pelaje enredado justo en una parte tan sensible y ya había tenido suficiente con aguantar jabón en sus pobres ojos y agua en sus desgraciadas orejas; Kate hace un ultimo trabajo de reflexión, uno muchísimo más corto y concreto, enfocado en algo en particular.
— Yelena seria nuestra alfa soñada — hace las pases con su omega en ese punto, aunque eso no significaba que la iba a dejar salir con mayor libertad solo porque tuviera un momento de brillantez —. Debemos ser mejor — esa es la parte más importante e implica ponerse de lleno a arreglar muchas cosas, tantas que le tomaría mucho tiempo concluir con su lista de defectos, pero hay algunas con las que puede comenzar a trabajar en ese mismo momento, podría iniciar por ir directo al gimnasio, porque se había estado descuidando un tanto de su rutina y podía notar las consecuencias de ello con solo bajar la mirada. Estaba decidida a ser una mejor omega para Yelena, eso quizás no sería suficiente para que la alfa se fijara en ella, pero por lo menos bastaría para saber que hizo todo lo que estaba en su poder. Se iba a esforzar con todo su ser, como hacía siempre que se embarcaba en cualquier actividad, hasta el fondo y hasta las ultimas consecuencias.
Su emoción vuelve a aparecer, más que dispuesta a irse directo a la planta baja para empezar a entrenar sin importarle que aun no fuera del todo humana y todos los problemas que podría provocar si alguien le viera en ese estado, le da igual, ya encontraría la forma de esconder su cola y orejas. Se estaba poniendo su suéter con estampado de un perro dentro de una flecha, un extraño diseño pero que le encantaba, cuando otro quejido se le escapa por los labios, menos sonoro que el que dejo escapar por culpa del jabón, más parecido al siseo de una serpiente cuando intento doblar su espalda para que la prenda pasara más fácil. El dolor le recorre toda la piel con la precisión de una prensa hidráulica aplastando sus huesos, recordándole que tenía casi toda su espalda, por no hablar de su abdomen y costillas, llena de moretones.
No necesita un espejo para saber cual de todos sus hematomas es el que más le molesta, nunca lo necesita, es tan consiente de su propio cuerpo que puede sentir cada defecto en el incluso antes de que aparezca, eso debería contar como un superpoder. En ese momento le estaba jodiendo y mucho el que se provocó cuando su madre le dio una patada, directo a la espalda, apenas arriba de esa vertebra que llevaba años lastimada y que nunca se hizo revisar, porque de hacerlo su madre le hubiera obligado a dejar de practicar gimnasia, y esa era de sus cosas favoritas en el mundo, una pequeña caída de medio metro, quizás dos, contra un potro de madera no le iba a impedir seguir practicando. Aplica un poco de fuerza con sus dedos sobre el moretón, queriendo saber que tan fuerte había sido, decidió que fue un buen golpe cuando el solo hecho de pasar los dedos por encima le saco otro quejido, pero le parece justo, se lo gano por no poderle contestar una simple pregunta a su mamá — Obtienes lo que mereces — es lo que siempre decía su mamá y Kate sabía que no era mentira.
Claro que, al mismo tiempo, Kate ignoraba que el motivo por el que le fue físicamente imposible contestar la pregunta fue porque Eleonor uso su voz de alfa para hacer que se quedara callada mientras la golpeaba.
Hace un esfuerzo más para pasar su suéter, mordiéndose el labio para tratar de aguantar las replicas del dolor hasta que por fin lo consigue, quedando vestida, ocultando la mitad de su cuerpo del mundo. Su pantalón, que en realidad era el mismo pants, solo necesito de un momento de planeación para dejar su cola por fuera un rato más en lo que el pelaje se terminaba de secar, no tardaría mucho, por lo menos eso esperaba. Sale del baño, con una sonrisa en su rostro, una de las más grandes que ha podido hacer en los últimos meses. Tiene una meta clara, ser la mejor omega que pueda ser con tal de que Yelena no vea tan descabellado tenerla en consideración como posible material de pareja. Sabe lo que debe hacer, su mamá le ha hecho el favor de recordárselo y más importante aun, sabe que puedo hacerlo. Empezara mañana, lo ha decidido, por lo mientras, hasta que el sol baje o su alfa regrese, va a recostarse un rato en su pobre nido, abrazara a Jeff y se relajara aun cuando siente que no se ha ganado dicho privilegio.
2
Yelena debe agradecerle a quien fuera el inventor de las pistolas de gancho, sobre todo al inventor de las pistolas de gancho con punta extraíble y reutilizable. Escalar el edificio fue un trabajo mucho más simple una vez tuvo en sus manos las herramientas necesarias, subir por el lateral se sintió tan fácil como saltar en paracaídas, solo teniendo que preocuparse por mantener el equilibrio en su mano derecha para evitar que la caja de la pizza para su omega no cayera. Se tomo un momento durante la subida para buscar de vuelta a esa ave que vio el día anterior, curiosa por descubrir si la criatura seguiría siendo igual de confiada, por desgracia no consiguió encontrarla. La única parte que le causo un poco difícil fue al tener que caminar sobre la cornisa para encontrar el lado del edificio donde estaba la habitación de su omega y aun así, en comparación a la primera vez, no fue más complicado que un trámite.
No se altera cuando no ve de inmediato a Kate una vez entra por la venta, porque el aroma de su omega sigue fresco en el aire, tanto que podría seguirle la pista, cual perro detector de drogas, hasta el interior del baño donde sin duda se estaba refugiando. Deja la pizza sobre la cama, más bien, sobre la mochila que tomo prestada pues no quería ensuciar las finas sabanas con la grasa que pudiera filtrarse por el cartón. No camino directo al baño en cuanto tuvo la oportunidad, en cambio, se dio el tiempo para volver a encender la pantalla, abriendo la aplicación y dejando listo para reproducirse el capitulo que habían dejado, más que contenta de ver como su omega cumplió con su promesa de no continuar viendo sin ella, algo con la que ya contaba, no sería novedad descubrir que su omega era alguien de palabra.
No va directo al cuarto de baño, se toma unos instantes pare revisar que estuviera presentable para Kate Bishop, acomoda su cabello, reafirma su trenza, no se puso maquillaje ese día, que le disculparan por ello y por ultimo, revisa que nada se hubiera caído de su cinturón. Una vez revisado que todo estaba tan perfecto como era posible que estuviera dadas las circunstancias, abre la puerta del baño con todo el cuidado del mundo para no terminar encontrando una escena vergonzosa o asustar a su pobre omega que sin duda estaba pasando por un momento sensible. Revisa como si estuviera limpiando un cuarto en búsqueda de amenazas, abriendo poco a poco hasta poder ver todo con claridad el interior, encontrando a Kate en el interior de su nido, abrazada a su peluche, no parecía estar dormida, porque no respiraba con la calma que le caracterizaba durante sus cuadros de sueño. Da un paso al interior del cuarto, es inconscientemente silenciosa, un mero reflejo de su entrenamiento, pero aun así, parece que hizo lo suficiente para alertar a la medio loba, cuyas orejas se movieron al instante en que dio un paso en su territorio.
De nuevo se siente muy sorprendida cuando los ojos de Kate se fijan en ella, la había vuelto a detectar en un tiempo de respuesta muy superior al de cualquier otra persona, la mayoría solo se daban cuenta de su presencia cuando esta tan cerca que ya no pueden hacer nada más que morir o quedar incapacitados. Ante cualquier otra persona que pudiera detectarle con tal facilidad Yelena se hubiera asustado, sus instintos le ordenarían ponerse en alerta o escapar, pero como en este caso se trataba de su omega, no siente ni una pizca de miedo.
Da y recibe una sonrisa como primer saludo tras apenas una hora o menos de separación, se acerca con mucha más confianza, misma que le corresponde Kate al momento de iniciar la conversación — Hey, Yel ¿aprendiste a usar una puerta o ahora eres una persona de ventanas? —.
Rueda los ojos en cuanto entiende la broma, niega con la cabeza antes de ponerse de rodillas a un lado de la bañera, lugar perfecto para estar cerca, tanto que podía tocarle el rostro sin mayor problema, pero aun no lo hace, primero que nada debe responder a terrible ataque a su persona — Oh no, nada de eso, solo quería demostrar lo genial que soy entrando por donde yo quiera — se toma un instante para ver si hay alguna herida nueva en su omega, lo que la tela le permite ver parece que no tiene nada de que alarmarse —. Le dicen libre albedrio, deberías probarlo —.
— Ja,ja. Soy una gran defensora del libre albedrio, por si no lo sabías, soy la miembro número uno del club de calcetines impares — ante eso, la rubia baja la mirada, comprobando que en efecto, su omega no mentía, teniendo sobre sus pies un calcetín de color negro y otro de color morado — ¿Ves? Libre albedrío —.
Deja escapar una pequeña risa más similar a un suspiro — Toda una filosofa, deberían cambiar la estatua de la libertad por una estatua tuya — ante la broma la omega responde con una sonrisa aun más amplia en sus labios. Su mirada vuelve a esos calcetines dispares — ¿Qué diría Miranda Pristley si te viera? —.
— ¿Haz visto el Diablo viste a la moda? — parece estar muy sorprendida ante dicha información, como si no estuvieran hablando de una película conocida por medio mundo y en cambio le acabara de volver a confesar que es conocida de un dios nórdico.
— ¿Respiras todos los días? — es la mejor forma en la que puede hacer ver lo ridícula que era la pregunta y por lo visto lo entiende porque se queda callada con el ceño fruncido y los labios apretados. El silencio es una gran oportunidad para que pueda detallar el rostro de la omega, no tarda mucho en que su atención vuelva a estar sobre los moretones que manchaban el rostro de Kate, se debe concentrar para no dejar escapar su gruñido ni sus feromonas, en cambio, levanta su mano izquierda, lista para repetir su protocolo de revisión de daño, algo importante para poder ayudarla. Por lo visto sus movimientos fueron demasiado rápidos o inesperados, pues en cuanto la omega alcanza a ver la mano que se acercaba a ella se encogió de hombros, cerrando los ojos al instante e incluso soltó al pobre Jeff para levantar los brazos en una guardia muy descuidada. Su alfa llora de dolor al darse cuenta del tipo de reacción que le había provocado a quien deseaba con cada fibra de su ser —. Kate, está bien Kate, solo estamos tu y yo — susurra con una voz mucho más baja que de costumbre, intentando no cagarla más.
Su nariz es mucho más rápida que sus oídos en intentar encontrar una forma de salir del estado de alerta total en el que entro por algo tan simple como una mano acercándose a ella. Que chica más rara es en la que se había convertido. Se apresura a recuperar su compostura tan rápido como puede, recordando la promesa de cambio que se había hecho — Oh sí, sí. Lo se. Perdón por eso, es que… me cayó jabón en los ojos en el baño y bueno, hm, estoy algo alterada… por eso… si —.
Es probablemente una de las peores mentiras que ha escuchado en su vida, aunque al volver a prestar atención en esos ojos de color disparejo, ve restos de irritación que confirman que eso del jabón es una verdad, en cambio, duda mucho que algo tan simple sea el causante de tal estado de alerta y miedo. Deja escapar un poco más de sus feromonas, se regocija el ver como su omega las olfatea, relajándose al instante que entran en su sistema, dándose cuanta del buen efecto que tenía sobre su omega — Traje el bálsamo para tus moretones, es el mismo que utilizo Sonya la otra vez — sabe que no necesita preguntar si lo recuerda, porque ha aprendido que su omega cuenta con una muy buena memoria —. No tengo mucho a la mano, resulta que mi compañera viuda había gastado la mayoría de su dotación — sin duda fue una mala suerte que su compañera aun estuviera en servicio activo en sus labores de viuda, lo cual siempre implicaba muchos golpes — ¿puedo ayudarte? —.
— Oh si, claro, claro, no tienes que preguntar, adelante — gira su rostro un poco, quedando de frente a Yelena, mostrando sus heridas, Yelena se guarda sus comentarios, más concentrada en trabajar que intentar explicar porque es lógico que tenga que preguntar antes de tocarla. La atención de la medio loba se dispara cuando ve a su alfa tomando un particular circulo dorado desde su cinturón — ¿Es una… herramienta de viuda? —.
La pregunta es una que ya esperaba que llegara en cuanto mostrara dichos contenedores — Tres puntos para Kate Bishop — pone el primer manchón del bálsamo sobre el moretón de peor apariencia a la altura de la barbilla —, son toda una maravilla, útiles para guardar equipo de respaldo para nuestras misiones, material de costura para heridas, munición extra para nuestras mordeduras, medicamento, bombas de humo; cosas como esas — se alegra de ver como su explicación no estaba cayendo en oídos sordos —. Son ligeros, impermeables, se sellan casi al vacío y resisten muy bien al calor. Algunos incluso tienen la función de autodestrucción —.
Se queda callada, concentrada en aguantar el gemido que todo su cuerpo quería dejar escapar en cuanto sintió el tacto de los cálidos dedos de Yelena, en cambio, intenta encontrar una nueva pregunta — Mordeduras — se olvido de la forma correcta en la que formular una pregunta, por tanto, consigue tomar por sorpresa a la alfa, a quien se le pusieron las mejillas rojas al malpensar lo que dicha pregunta podía significar — ¿Qué son esas mordeduras de las que hablan? — por fin consigue formar la pregunta que en verdad deseaba hacer.
Consciente de que la mejor forma de contestar su pregunta es mediante la demostración, deja libre su mano izquierda, cierra el puño con el pulgar en el interior de su palama, activando el mecanismo mediante presión para activar sus mordeduras, llenando de color azul los cañones cargados con ronda eléctrica, dejando apagados justo los dos que aún no recargaba con los cables — Nuestras mordeduras, Kate Bishop, son nuestra seña de identidad, como tu arco o tus colmillos de loba. Son unas herramientas maravillosas, cuentan con proyectiles eléctricos que pueden ser disparados o usados por contacto, duelen como el carajo y te aseguro que pueden noquear a la mayoría de personas, incluyendo a otra viuda —.
Sus ojos se quedan fijos en el arma que siempre estuvo frente a sus ojos y que cree recordar haber visto funcionar cuando era una loba. Su mente comienza a imaginar el mecanismo con el que se activaban, como era el mecanismo de disparo, la recarga, de donde sacaba la energía para activarse. Se pregunta que tendría que hacer para que Yelena le prestara esos brazaletes para que pudiera revisar su funcionamiento o, en su defecto, algún plano para poder entenderlos, su vena curiosa hizo aparición, deseaba poner sus dedos entre las pequeñas soldaduras y uniones, al fin de cuentas los trabajos prácticos eran su parte favorita de la carrera que estudiaba, aunque no eran tan divertidos como esperaba, era más estar tras un teclado que revisando lo que hay dentro del teclado.
— ¿Nunca te has electrocutado tu sola? — la pregunta era otra que estaba rondando por su mente desde que vio cómo se activaban, le parecía un posible accidente a suceder.
— Oh Kate Bishop, soy demasiado talentosa para caer de una forma tan absurda — Yelena ya tenía claro que iba a presentarle a Kate con su familia, lo hará en cuanto puedan formar una relación, ni hace falta que se apareen, solo en cuanto su omega le deje quererla como su corazón desea. Aun no tiene todos los detalles pensados, quizás sea en un restaurante en New York, cambio de planes, será en la granja que sus padres tienen en Ohio, un ambiente mucho más tranquilo y agradable para todas, sobre todo para Melina que los entornos sociales no son sus favoritos. Sea cuando sea y fuera como fuese, debe recordar avisarle a su familia, bajo amenaza de muerte, que ni se les ocurra mencionar las cinco ocasiones en las que en efecto termino electrocutándose ella sola, solo cinco veces en casi veinte años como viuda le parecía muy buena estadística — ¿Puedes mover tu cola a voluntad o va por su cuenta? —.
Se lo ponen las mejillas rojas de la vergüenza ante la pregunta inesperada. Se toma unos segundos para pensar, más bien, para experimentar en tiempo real — Bueno, supongo que depende del momento. Es como… como los gestos del rostro ¿sabes? Tú puedes decidir poner cara de enojada pero a veces te sale sola —.
Encuentra un parecido más que razonable con una de las actividades normales para cualquier canino doméstico y sin querer se le escapa la mitad — Ah, como los… — se queda callada al instante, dándose cuenta de lo insensible que podría escucharse. Intenta buscar una forma en la que salir del embrolló en el que ella solita se había metido.
Kate se da cuenta de ello, asume sin problema una realidad, la que viene con el comentario que se intento ignorar — Esta bien, Yel, puedes decirlo. Sí, es como la de un perro, lo mismo con estas — se toma un instante para concentrarse antes de mover sus orejas, haciendo que se agacharan y volvieran a levantarse —. He hecho las pases con lo mucho que me parezco a un perro — es una mentira, claro que lo es, o por lo menos no de una forma saludable para su autoestima.
Se toma un instante para no hablar con el corazón, esforzándose en no cometer ningún error. Se aparta un momento para ir a buscar algo en el interior del mueble del lavamanos, se toma unos segundos hasta que por fin encuentra un rollo nuevo, cortando una primera tira y colocándola, con movimientos lentos y bien anunciados, en forma de cruz sobre la herida abierta, no debe preocuparse por desinfectarla con nada más que el ungüento que utilizo, bendita sea Melina y su infinita capacidad para hacer cosas tan útiles.
— ¡Lista Kate Bishop, tiene el rostro libre de golpes! — había quedado muy poco material para trabajar, apenas lo suficiente para tratar una herida más, a lo mucho dos en caso de que no fueran muy grandes — ¿Tienes otro que te duela mucho? — ve con claridad los movimientos de la mente de su omega sucediendo tras su ojos, puede jurar, ante lo mucho que tarda en responder, que la respuesta que obtendrá es una mentira y lo confirma cuando la ve negar con la cabeza, sin verla a los ojos en ningún momento. No puede enojarse con ella, no mucho por lo menos, pues no le mentía por maldad, le mentía para no ser una molestia y eso es algo que puede respetar —. Te dejare los restos por si terminas sintiendo dolor en alguno que no te moleste por ahora — cierra el contenedor para dejarlo sobre el lavamanos junto a la cinta, terminando por el momento el espacio de preguntas y respuestas que en ningún momento inauguraron —. Entonces, tengo sobre tu cama una pizza de doble pepperoni y una vista perfecta para ver Gossip girls ¿te anima a acompañarme o prefieres que nos quedemos en tu nido otro rato? —.
No hacía falta que le preguntaran, tenía muy claro lo que deseaba hacer, se levanta casi que de un salto, volviendo a tomar bajo a su brazo al peluche de tiburón con patas, entregando su mejor sonrisa, ignorando el dolor de su espalda y el resto de su cuerpo. Lista para ir a disfrutar del magnífico plan que le ofrecían. Ambas retoman el lugar que escogieron cuando la omega aun era una loba, necesitan acomodar un poco mejor las cosas para que la pizza no terminara en el suelo, Yelena toma las riendas al romper la parte superior de la caja, para utilizarla como platos improvisados, mala pata suya el haberse olvidado de comprar platos fue sin duda un gran fallo. En un acto de cortesía y caballerosidad, le ofrece a su omega el derecho a tomar la primera pieza, al tiempo que se encarga de mencionar la existencia de los palitos de pan de ajo que trajo como adicional, instándola a que comiera cuanto deseara.
Kate al mismo instante en que ve la pizza frente suya, siente que su estómago se revuelve, con la fuerza del agua en el interior de una lavadora. Entre trescientas y seiscientas calorías. Solo pensar en esas cantidades le hace querer salir del cuarto para correr dos horas en central park o bajar al gimnasio a hacer bicicleta hasta que volviera a sufrir un desgarro muscular — Se buena — le susurra su omega, obligándose a centrarse, a hacer contacto a tierra y concentrarse en el momento que estaba viviendo, en quien tenía a su lado, lo que debía hacer. Busca con la mirada el trozo de menor tamaño, algo que consigue tras unos cuantos segundos, tomándolo en sus manos y colocándolo sobre su plato improvisado — No pasa nada — se aseguro a sí misma en silencio —. Podemos hacerlo esta vez — ya había hecho el plan de entrenamiento mientras se bañaba, tenía claro cuanto ejercicio necesitaría para compensar las dos porciones que tomaría para no levantar preocupaciones en su alfa.
Con todo esto en mente, sintiéndose la persona más segura del planeta, le da el primer mordisco a su porción de pizza, intenta no masticar mucho pues la que era desde siempre su comida favorita le supo a cartón mojado en cuando hizo contacto con su lengua. Mientras come intenta verse lo más tranquila que puede, esforzándose en que sus feromonas no se alteren en ningún momento, ignorando sin querer la existencia de sus orejas peludas que sobre su cabeza se aplanaron en una seña clara de ansiedad que, obviamente, Yelena consiguió ver.
Kate se apresura a volver a reproducir el capítulo en el que se habían quedado pues eso le daba a su alfa una cosa más que exigía su atención, permitiéndole pasar un poco más inadvertida, porque sabiendo que a su lado tenía a una super espía entendía que debía ser el doble de cuidadosa en cualquier cosa que hiciera para no delatarse. Quizás porque era un día libre, quizás porque la mitad de su atención se había quedado clavada en la conversación que tuvo con Sonya, Yelena cae en el cebo, tomando asiento a un lado de su omega, ofreciendo su hombro para que se recostara contra ella, tomando su propio trozo de pizza y un palito de pan. El contacto que tanto deseaba aparece tras dos minutos de programa, un fuerte suspiro le sale de los labios al sentir el peso en su hombro y no se retiro hasta después de varias horas.
Fue un día bastante tranquilo, pasaron horas y horas viendo el programa, tomándose pausas para comentar entre ellas las opiniones que iban sacando, actuando como si ninguna de las dos hubiera visto antes dichos capítulos. A su vez aprovechaban el tiempo que pasaba para hacerse más preguntas que solo rosaban la superficie de quienes eran ellas, pero fundamentales para ir obteniendo datos que más temprano que tarde les podrían ser de utilidad y aunque no lo fueran, en verdad no importaba, pues para ambas las nimiedades no existían cuando se trataba de la otra, incluso saber cuál marca de chicles era su favorita resultaba ser un tema digno de riguroso análisis. Por desgracia para ambas, la paz y tranquilidad no son dos cosas que se puedan relacionar con el apellido Bishop, mucho menos en esa casa donde antes vivan tres.
Aún estaban viendo la primera temporada, iban ya en el tramo final y por tanto el día ya había pasado por la mayoría de sus etapas, entrando en una noche temprana, donde el cielo adquiría esa tonalidad morada que tanto le encanta a Kate observar cuando era una cachorra y la vista desde el penthouse a la calle no le provocaba un miedo primitivo, cuando un ruido apenas perceptible se produjo en la primera planta. Kate fue quien se dio cuenta primero, sus orejas se pararon de golpe ante el estimulo externo, perfilándose al lugar del que venía dicho ruido, mismo que pudo identificar como el inconfundible ruido de unas llaves impactando contra una mesa, seguido por el picoteo de unos tacones picando sobre el suelo de las escaleras.
Se levanta de la cama de un golpe como si la tela estuviera hecha de acero ardiente, tiene poco tiempo y lo sabe, necesita arreglar todo lo que pueda. Toma a Jeff de la aleta, corre hasta una de sus cómodas para esconder al peluche que de ser visto por su madre provocaría demasiadas preguntas que no deseaba contestar y que por tanto le provocaría más golpes de los que podía soportar en un mismo fin de semana. Voltea a ver a Yelena, ya pensando en que palabras utilizara para tratar de explicar lo que pasaba, solo para encontrarla ya de pie, con la mochila a sus espaldas, guardando cualquier cosa que hubiera dejado tirada, habla en voz baja, tanto que es más bien un movimiento de labios para que su omega los lea — Avísame cuando se vaya — y antes de recibir una respuesta se acerca a la venta, saltando por ella para quedar, otra vez, colgando de los cables, mucho más seguros ahora que antes, a una distancia perfecta para escuchar lo que pasaba en el interior.
Kate se queda impresionada por la capacidad de su alfa para borrar los rastros de su presencia, pues si no fuera porque había pasado las últimas horas a su lado, le sería imposible descubrir que la alfa estuvo en el cuarto en primer lugar, incluso le había dado tiempo para acomodar el lado de la cama que utilizo, eso era sin duda un recordatorio de lo genial que era Yelena. Vuelve a escuchar los tacones de su madre, estaba a medio pasillo, se apresura a tomar la caja de pizza y esconderla bajo la cama, no iba a ser el escondite más eficiente, pero esperaba que pudiera servir para algo.
No quedaba pues tiempo para algo más, era momento de hacerle frente a su destino. Un golpeteo seco contra la madera de su puerta le hace bajar un poco la guardia pues no era normal que su mamá tocara, era más de entrar sin miramientos, sin importar la hora que fuera o lo que pudiera estar haciendo, no por nada su puerta no tenía una cerradura funcional — ¿Katherine? — una vez más su guardia se vuelve a levantar, trayéndola de vuelta a la realidad — ¿Estas despierta? —.
Se atraganta con sus palabras, era como si su lengua se volviera metal y no le permitiera respirar con normalidad, por tanto, tardo un segundo o dos en contestar, un segundo o dos más de los que su madre vería como aceptables — Sí, mamá, estoy despierta — va agachando un poco la cabeza, al tiempo que se encorva un poco, deseando mostrarse lo más sumisa que fuera posible sin tener que arrodillarse, en verdad odiaba hacer eso, para evitar que su madre creyera que le estaba retando.
La puerta se abre lentamente, en un acto dramático impropio de su mamá cuando estaba borracha, estado en el que prefería ser mucho más brusca, violenta, acto dramático que se extiende unos cuantos segundos hasta que por fin madre e hija se pueden ver entre ellas. La reacción es inmediata, en el rostro de Eleonor aparece una mueca de total desagrado ante lo que tiene frente suya, con su mirada fija sobre los rastros de lobo que tenía su hija, traga en seco, intentando controlarse y no reaccionar como de costumbre, lo cual implicaría llevar a la bestia a un lugar más oscuro y pequeño que su habitación — Te convertiste — comenta como si no fuera una obviedad.
— Sí, mamá — confirma con la voz baja aun sin voltearla a ver al rostro sabiendo que estaba caminando por hielo demasiado fino —. Nadie me vio, me quede encerrada, aquí —.
No contesta ante lo que acababa de escuchar, alargando el silencio solo para poner más nerviosa a su hija — Levanta la cara — ordena una vez que vio como aparecían los primeros temblores nerviosos en el cuerpo de la omega, quien sigue la orden al instante, de golpe, impidiendo que llegue a pensar que se iba a atrever a llevarle la contraria. Su atención se queda fija en esos ojos tan extraños, tan irreconocibles y tan impropios del humano —. ¿Cuándo te transformaste? —.
— El viernes, después de que te fuiste, mamá — no está segura de sí aguantaría mucho tiempo más antes de entrar en pánico absoluto —. Y volví a cambiar hoy en la mañana —.
— No te pasaba algo como esto desde que eras una cachorra — entonces aparece una pista de felicidad muy en su interior —, quizás por fin te estas volviendo normal — el silencio vuelve a aparecer entre ellas, tan tenso como de costumbre, cargado de expectativa, se alarga tanto que seguro el reloj había cambiado un par de minutos, el tiempo es perfecto para que Eleonor se tomara el tiempo de ver con lujo de detalle los moretones que le había dejado en la cara a su hija. No pone mucho cuidado al extender su mano para tomar la mandíbula de Kate, manipulándola a su gusto —. Sabes que tú me obligaste a hacer esto ¿verdad? — en respuesta la omega arranca a moverse, afirmando sin decir una palabra, sacándole una sonrisa a su madre — No puedo permitir que estuvieras por ahí, comportándote como una puta, manchando nuestro apellido, tenía que hacer algo al respecto ¿lo entiendes verdad? Entiendes que hago esto por tu bien — y entonces aplica un poco más de fuerza en su agarre al hacer esa última pregunta.
— Sí, mamá, lo siento… lo siento mucho, yo, yo… seré mejor, seré mejor, no te hare enojar otra vez — y por primera vez en verdad ve a su madre a los ojos, intentando hacerle ver lo arrepentida que estaba de haber hecho… ¿nada?
— Sabes cuando odio tener que hacerte eso — su mano izquierda se mueve hasta los cabellos sueltos de su hija, comenzando a peinarlos, como hacia su esposo cuando jugaba con la cachorra —, aun así, te perdono, Katherine, solo no me obligues a tener que corregirte por esto de nuevo ¿entendiste? — de nuevo asiente con la cabeza, con los ojos brillando de una emoción que rosaba lo infantil —. Buena chica — y su cuerpo reacciona al instante, es algo automático, casi un reflejo. Ante el elogio de su mamá, uno que no recibía hacían muchos años, su cuerpo se relaja, dejando escapar un largo suspiro tembloroso mientras se recarga más y más contra la mano de su mamá, pidiendo un poco más de contacto ¿sería demasiado egoísta pedir un abrazo? —. Puedes tomarte el día mañana, si hace falta hablare con tu jefe de carrera, solo intenta no holgazanear mucho, porque veo que te estas poniendo un poco gordita — el comentario hiere más de lo que parece a Kate, pero al mismo tiempo, le da más sentido y dirección a la decisión que tomo antes, iba a cambiar, a ser perfecta para Yelena y para Eleonor —. Tengo que ir a una cita de negocios, ya sabes de esas aburridas cenas hasta altas horas, no sé si vuelva, así que espero que no permitas que alguien te vea en este estado — suelta el rostro de su hija, sin ignorar la forma en la que por un instante la omega intento perseguir el cálido tacto que estuvo acunando su cuerpo —. Si para mañana ya no tienes esas cosas — señala las peludas orejas —, espero que puedas acompañarme a la gala en la noche, ponte lo que quieras, solo intenta verte aceptable ¿entendido? —.
Kate entrega la mejor sonrisa que puede crear — ¡Claro! Te avisare y yo estaré ahí, con menos pelo claro — la broma no llega a ningún lugar como de costumbre entre ellas —. Intenta disfrutar de tu cita yo… yo te quiero mucho, mamá —.
Y por un instante vuelve a estar ahí la pequeña Kate, la cachorra que le miraba con fascinación cuando hablaba de cualquier cosa aun cuando eran temas que no entendía — Lo sé, Katherine, lo sé — y sin decir nada más, dando por cerrado el tema, le da la espalda a su hija, tomando camino a su propio cuarto donde tomaría unas cosas que necesitaba antes de ir a su cita con un Jack Duquense que por lo visto estaba muy interesado en invertir en ciberseguridad pues era la quinta vez que se reunían para cenar.
Kate se queda ahí, en el umbral de la puerta, casi temblando de la emoción, moviendo su cola de lado a lado como muestra de dicha emoción, contenta de saber que su madre le había perdonado por ser tan egoísta al no consultarle algo tan importante como dejar de tomar supresores, se alegra de que no le obliguen a volverlos a tomar y está aún más feliz de saber que su objetivo a mejorar es uno genuino, uno que hará feliz a su mamá. Su estado de felicidad es tal que olvida por completo que Yelena estaba cerca, colgando de la ventana, escuchando toda la conversación a la perfección, rechinando los dientes en furia, más que decidida de encontrar la forma en la que alejar a Kate de la hija de puta de Eleonor y maldiciendo por no haber tomado nada con que grabar esta conversación retorcida y manipuladora.
3
Aún recuerda la última clase que tuvo antes del 4 de mayo del 2012, fue un jueves, donde nadie estaba prestando verdadera atención a lo que la maestra de literatura trataba de explicarles, quizás ella era la única alumna que estaba prestando atención de forma consiente. Estaban entrando en materia respecto a la literatura norteamericana del siglo XX, dejando muy atrás la época de su ya entonces poeta favorita, algo que le dolió en el alma — adiós Emili, nos veremos en el imperturbable en el silbar de las aves y el crecer de las hierbas — es lo que había escrito en su cuaderno en cuanto la maestra dio inicio al nuevo tema, momento justo en el que se percató de que su lapicero ya no tenía tinta, por lo menos no la suficiente para sobrevivir a la jornada escolar con todos los dibujos que siempre hacia porque de otra forma le era casi imposible recordar lo que hacía. Ese día había volteado a su izquierda, donde se sentaba una de sus compañeras con quien mejor se llevaba, Stephanie era su nombre, le encantaba el morado tanto como a ella y Brown era su apellido. Recuerda que no hubo necesidad de hablar, era como si su compañera ya supiera lo que le iba a pedir desde antes, entregándole un lapicero de, adivinaron, tinta morada que parecía recién comprado.
— Intenta devolverme este y por ahí regresa los quince que te has zampado — le comento en susurros con una sonrisa en sus labios, haciéndole recordar cómo era una actividad normal escuchar y ver a Kate Bishop pidiendo prestados lapiceros a cualquiera de sus compañeros, tan conocida era por ello que en más de una clase se tenía lista de quien había perdido más lapiceros a manos suya. En respuesta Kate prometió hacerlo luego, en cuanto lo recordara, consciente de que este nuevo premio de caza terminaría en su escritorio junto a los otros diez que había olvidado regresar, incluso bromeo con entregarlo en cuanto se graduaran, como un regalo para que recuerde todo lo que se esforzó para llegar a tener su diploma de escuela media.
Nunca le pudo regresar a Steph su lapicero.
Recuerda la obra con la que iban a abrir el curso de literatura, Manhattan Transfer, la maestra hablo con mucha efusividad sobre la obra, Kate siempre admiro la pasión con la que su maestra hablaba de los temas que trataba, encargándose de que sus alumnos entendieran tan bien como sus nulas capacidades de atención les permitiera, lo cual era muy poco, más un jueves. La clase termino cuando la maestra aun hablaba de lo distinta que era la ciudad en los años veinte, teniendo que dejarles por tarea el leer el primer capitulo del libro, que escribieran sus opiniones y que, de ser posible, buscaran escenarios que en sus trayectos que se pudieran asemejar a lo que leía. Se despidió con una sonrisa radiante, esa que siempre ponía durante su clase, una sonrisa que nunca volvió a ver.
Ese día durante el trayecto a casa hizo una parada en una librería para comprar dos copias del libro a leer, una para regalarle a otra de sus amigas que ese día no pudo ir a clases como un regalo de cumpleaños adelantado. Al llegar a casa se puso de una en la tarea de ir leyendo por mucho que tuviera casi una semana para terminar el capitulo, culpen a la maestra por haberle vendido tan bien el libro, su entusiasmo fue contagioso durante la cena, consiguiendo que su papá se quedara un rato a su lado escuchándola leer la historia en voz alta, terminando a eso de media noche, con la promesa de que al día siguiente continuarían con la lectura.
Ese día nunca llego. Porque el cuatro de mayo del 2012 su mundo colapso. Nunca le pudo regresar a Steph su lapicero, ni al resto de sus compañeros, porque el cuatro de mayo del 2012 la mitad de sus compañeros murieron o se fueron lejos. Nunca pudo terminar de leer el libro. Nunca entrego la copia que iba a regalar, ni pudo festejar el cumpleaños de su amiga. Nunca volvió a compartir una noche de lectura con su papá. Porque el cuatro de mayo del 2012 su mundo cambio para siempre, en un segundo, sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
Los aniversarios no son agradables para ella, nunca ha podido llevar bien la idea de que ha pasado otro año sin su papá, un año más desde que tuvo que asistir a tantos funerales en tan poco tiempo. Es por eso que Kate estaba despierta desde temprano, apenas pudo cerrar ojo en la noche y cuando lo conseguía sus sueños eran inquietos, siempre llenos de recuerdos sobre aquel fatídico día y de los que vinieron después de eso, todas las cosas que cambiaron, que nunca pudo hacer. Estaba sola en su cuarto, Yelena se fue en cuanto entro la noche más por insistencia de Kate que por verdadera necesidad, aunque la alfa no iba a negar que deseaba cambiarse de ropa, de todas formas, estar sola era algo que en ese momento en verdad necesitaba. Eran apenas las seis de la mañana, se acababa de despertar tras otro pequeño ciclo de sueño de menos de dos horas, estaba de pie frente a su escritorio con la mirada fija en los lapiceros que había coleccionado durante ese curso que nunca fue el mismo.
Kate sabía que su memoria era buena, con ver una cosa una vez o dos era suficiente para que lo recordara durante años, es por eso que le aterra el darse cuenta que ya no recordaba el nombre de la mayoría de los que fueron dueños de dichos lapiceros y se estaba esforzando en descubrirlo, dándole vueltas y vueltas en la cabeza hasta que le termino doliendo por el esfuerzo exagerado. Solo podía recordar cosas particulares, como el reloj que llevaba alguien cuando le entregaron el lapicero o el tono del esmalte de uñas que usaron ese día, pero los nombres se habían borrado de su recuerdo, la forma de sus rostros o el sonido de sus voces y eso le parecía aterrador, porque le hacia darse cuenta de lo que más pronto que tarde iba a terminar por ocurrir. Se niega a pensar mucho en ello, se concentra en cambio en la buena noticia que significaba el haber perdido su cola y orejas en alguno de sus cuadros de sueño, porque eso le daba la oportunidad de hacer lo que siempre hacía desde hacían cinco años.
No se arregla mucho, poniéndose una de sus sudaderas, manteniendo su playera del día anterior y unos pantalones de mezclilla un tanto deslavados por tanto uso, un conjunto que le hacía ver como cualquier chica normal en sus veinte. Obviamente al bajar ignora la cocina, al fin de cuentas había comido demasiado el día anterior como para pensar en desayunar y si ese fuera un día cualquiera, ignoraría la pequeña sala que daba vista a la calle, esa donde su madre pasaba mucho tiempo cuando invitaba a alguien, donde estaban las fotos, donde se guardaban libros, donde vio a su padre morir. No es un día normal, por lo que entra a la alcoba maldita, cuenta sus pasos, se detiene en el cuarto y por un instante jura que vuelve a tener quince, vuelve a estar asustada, siente la casa temblar y frente suya no hay una alfombra roja impoluta, en cambio, hay un trozo del techo, una placa que pesaba demasiado para sus brazos, una placa que aplastaba a su padre, recuerda el escozor cuando se corto la mano tratando de levantar el hormigón, recuerda estar llorando, pidiéndole a su padre que le hable, que le ayude a sacarlo, recuerda, con demasiada claridad, el silencio ante sus suplicas, la sangre manchando su pantalón y las lágrimas que caían por sus ojos.
En un día normal esta visión debería ser suficiente para hacerla caer, para derrumbarla en un ataque de llanto sin igual que probablemente terminaría con ella inconsciente en el suelo por haber hiperventilado. Pero no era un día normal. En cambio, solo siente como el peso de la tristeza se engancha en su pecho, hundiéndola, provocando que sus ojos picaran con lagrimas que suplicaban por ser derramadas, una idea que descarta al instante, esa es su señal para alejarse, se borra las lágrimas nacientes con las manos vueltas puños, ya no iba a llorar más, pues al última vez que se permitió llorar no estuvo ahí para evitar que su madre se sumieran en la bebida y no iba a volver a tropezarse con la misma piedra.
Kate sale de la casa de su madre cuando apenas eran las siete de la mañana, no quiere toparse con muchas personas, lo cual es mucho pedir en una ciudad tan poblada como New York, pero bueno, peor era nada. El cuatro de mayo es una fecha extraña para estar en la ciudad, hay algo en el aire que demuestra a todo el mundo que no es una fecha cualquiera. Para darse cuenta de ello solo hace falta ver cómo hay muchos negocios cerrados, desde los más humildes hasta los más grandes, no es extraño ver persianas cerradas, en algunas incluso se pueden ver listones negros en clara señal de duelo. Las casas a la fe religiosa siempre se llenan desde temprano con personas buscando consuelo en su fe, mismo caso con los cementerios que abren sus puertas temprano para que los familiares y amigos que perdieron algo ese fatídico día.
Kate no era de ir a ninguno de esos dos lugares, primero porque no era creyente, desde mucho tiempo antes de que pasara la tragedia ya tenía sus dudas y ayudo que su madre tampoco lo fuera. El cementerio era sin duda un lugar donde ni loca iba a volver a entrar, mucho menos en esa fecha, solo estar cerca sería suficiente para meterla en un espiral de pánico ante los recuerdos de hacían cinco años. Ella tenía su propia forma en la que honrar a su papá durante los aniversarios, a su manera, tan significativa como era a su opinión, como todos en la ciudad. Entra en una tienda de conveniencia, de las pocas que estaban abiertas por la zona y a esa hora, una tienda a la que solía ir a comprar justo ese día, a esa hora, desde hacían cuatro años, la dueña le saluda con la mano, consiente de que su clienta anual no estaba de humor para hablar como de costumbre, Kate regresa el gesto antes de ir directo a la parte de atrás de la tienda, tomando una vela como necesitaba para cumplir con su habitual actuar, en la caja, paga por la vela y por un encendedor, porque claro que iba a olvidar llevar un encendedor.
Solo quedaba una parte de su recorrido, el más corto de todos, un par de cuadras más hasta que llega a un pequeño parque o plaza, más similar a una plaza que un parque, cerca de Rockefeller. Es evidente que ella no es la única en ir a ese lugar, era algo impensable en primer lugar, se da cuenta porque ve a varias personas seguir el mismo camino que ella, algunas llevaban bolsas de compra en sus manos, donde si se concentraba un poco en ver, podría identificar la silueta de velas y cosas similares. El lugar no es muy grande y por lo tanto parece abarrotado en cuanto se juntan unas cuantas personas, rodeado de arboles la plaza conduce en camino recto hasta una fuente que suele ser decorada durante navidad con esferas al centro, frente a esta fuente, al final del camino de la plaza, se encuentra una pequeña placa hecha en bronce y erigida sobre una roca oscura, no hay adornos, no hay escultura, solo un simple mensaje frio — En memoria de quienes perdieron la vida en esta ciudad durante la invasión Chitauri. Que nunca sean olvidados y por todos nosotros honrados — era un mensaje frio, sin gran complejidad ni floritura, justo como lo era morir. Nadie sabie quien puso dicha placa, más porque apareció muy rápido tras la catástrofe, cuando aún se usaba esa pequeña plaza para atender heridos que eran rescatados de los edificios derrumbados y donde se apilaban cuerpos sin reclamar.
Kate termina con la distancia entre la entrada y la placa, ignorando al resto de personas, haciendo fila en espera de su turno para pasar al frente y mostrar su ofrenda. Lugares como ese había muchos por toda la ciudad, era solo cosa de buscar un poco para encontrar los memoriales, algunos eran obras de arte, otros eran tan simples como el que ella visitaba todos los años, cada uno contaba una historia de aquel día, muchas tragedias, pequeños milagros, cada uno lleno de un sinfín de lagrimas, heridas que para muchos nunca han llegado a cerrar.
Mientras Kate espera a pasar su mente se ocupa en llevarle a otro recuerdo de cuando tenía quince, muy lejos de los lapiceros nunca devueltos, pero que involucraba a su escuela. El primer día de clases tras la catástrofe, unas dos semanas después del que para ella fue el fin del mundo. Durante las primeras horas tuvieron un discurso por parte del director y de los maestros, mencionando información sobre grupos de ayuda para quienes habían perdido familiares, amigos cercanos, si se concentra un poco, podría recordar con claridad el enojo que le invadió cuando el director, un tipo en el mejor de los casos incompetente, en el peor, un idiota completo soltó la pero frase motivacional de la historia de la huma — Debemos agradecer por estar vivos, eso es suficiente motivación para no estar tristes — le parecía el colmo de la insensates, de la insensibilidad, más cuando la pequeña Kate había estado escuchando con claridad a su madre haciendo una petición, una pregunta, a un dios en el que no creía.
Su memoria se mueve, pues no es que importara mucho lo que tuvo que decir un tipo del cual solo recuerda esa pequeña parte de un discurso. Su memoria le lleva a su clase de literatura, en la cual había muchos asientos vacíos que antes correspondían a algunos de sus amigos. Recuerda a su maestra, había sobrevivido a la invasión, se veía demacrada, con una sonrisa tan fingida que dolía de ver… es curioso como eso es lo único que puede recordar de ella, no quedaba en su cabeza rastros de como era el rostro de aquella mujer que hablaba con tanta pasión de los libros que presentaba, tampoco recuerda su voz, aun cuando recuerda palabras que dijo, era como leer un guion, sin un actor que las interpretara. No retomaron la lectura que habían dejado, claro que no, nadie había leído el dichoso libro, todos tuvieron que asistir a demasiados funerales como para tener tiempo; en cambio, la maestra les dio una actividad, algo de reflexión que se supone les ayudaría a procesar un poco lo que habían vivido, la instrucción era clara, escribir lo que les gustaría decirle a una persona que extrañen, y si bien no se hizo mención al motivo por el cual extrañarían a dicha persona, todos entendían a que se refería.
Kate recuerda haberse quedado las dos horas que duraba la clase observando sus manos, incapaz de pensar, como si de la nada se hubiera olvidado de como conjugar verbos, de como escribir, concentrada en sus manos que volvieron a estar manchadas por la sangre de su papá, concentrada en el recuerdo de las lagrimas que escurrían por su rostro mientras suplicaba para tener la fuerza suficiente para quitar ese maldito trozo de techo que aplasto a su papá.
Al finalizar esa clase, los pocos que pudieron terminar de escribir algo más que un par de palabras pasaron a leer, fueron mensajes simples en su mayoría, producidos por los pocos afortunados que no tuvieron a quien llorar. Palabras que Kate no escucho porque su mente estaba demasiado perdida entre el recuerdo de su papá y el rostro de los familiares vivos de sus compañeros durante los funerales, una visión que le quitaría el sueño durante meses. Solo alcanzo a escuchar lo que la maestra leyó para todos ellos y para ser exactos, la parte final de dicho discurso, aun lo recuerda bien — Querido William. El tiempo que compartimos fue la experiencia más cercana a la plenitud que he tenido en mi vida, lamento que nuestra historia fuera tan corta, que terminara de esta manera cuando yo deseaba pasar a tu lado los inviernos por venir. Espero que, donde estes, te encuentres en paz, esperando por mi, vigilándome y acompañándome. Querido William, quiero que sepas que vivirás en mi memoria por los años que me resten de vida y honrare tu recuerdo viviendo cada uno de ellos como me hubiera gustado vivirlos a tu lado —.
Fue un buen discurso que en parte ayudo a que la pequeña Kate hiciera las pases con lo ocurrido, dándole un salvavidas del cual aferrarse, una línea de la cual tirar para tratar de afrontar la perdida que sacudió su vida. La maestra cerro la clase, recordándoles que estaba bien seguir llorando, pidiéndoles que buscaran ayuda y animándoles a que concluyeran con la tarea quien no pudieron hacerlo, aseguro que preguntaría por dicha tarea cada jueves, por si alguien deseaba desahogarse y a Kate le gusto la idea, creyendo que tendría la oportunidad de sacar dichos pensamientos en cuanto la rutina de la escuela le ayudara a desplazar los recuerdos a un lugar menos céntrico en su memoria.
Aquella fue una tarea que nunca termino. Su maestra de literatura se suicidó una semana después del regreso a clases. Kate se entero de que había perdido a su omega y que eso fue demasiado para ella, no conoció los detalles, no los necesitaba ni los quería escuchar. Una victima más del día en el que el cielo se quebró.
Al estar al frente Kate se toma su tiempo, igual que el resto de personas, se agacha de rodillas frente a la placa, acariciando la roca donde se levantaba el recuerdo, sintiendo el frio de la piedra, su porosidad y firmeza. Cuando una de sus rodillas tocan el suelo saca la vela que había comprado, colocándola justo al centro, enfrente de las otras dos que ya había sido entregadas en ofrenda, lucha un poco al intentar usar el encendedor, tanto por el aire que estaba llegando del este, como por el mismo temblor que invadía sus manos por la avalancha de sentimientos, de recuerdos, que le saturaban la mente, imágenes de su padre, de momentos que no iban a vivir juntos, de sus compañeras de clase con quienes nunca pudo volver a salir, tantas cosas perdidas por los caprichos del destino. La llama se enciende por fin, encendiendo la vela tras un par de segundos, al colocarla de vuelta en su lugar, siente una necesidad especial por decir algo, por mucho que nadie le escuchara ni prestara atención, las palabras se revuelan en el interior de su garganta, haciendo que abra y cierre los labios cual cachorra que intenta aprender a hablar, pero ninguna de las cosas que le gustaría decir son capaces de salir de su boca como algo más que un balbuceo inconexo. Se toma unos segundos más hasta que por fin decide que ha robado suficiente tiempo, levantándose no sin antes dejar el encendedor por si alguien más lo necesitaba.
No se va directo a su casa después de eso, necesita un rato para tranquilizar su cuerpo, despejar el malestar que le estaba produciendo el día, por tanto, toma asiento en una de las tantas bancas que había en la plaza, una desde la que tenía vista perfecta para el resto de personas que se acercaban a la fuente para marcar sus respetos. Se concentra en sentir como el viento golpeaba su cuerpo, moviendo sus cabellos, enfriando su piel, escuchando el ruido de la ciudad a su alrededor. Escucha las platicas a su alrededor, personas dándose el pésame aun tras tantos años, llantos de algunas otras. Un sonido en particular llama su atención, el cantar de un ave que conoce muy bien, el cantar de un cardinal, un ave que no era común en lugares tan poblados como esa plaza en medio de la ciudad. Mueve sus ojos a todos lados, intentando encontrar el lugar del cual provenía dicho canto armonioso, no tarda mucho en encontrarlo, estaba ahí, en un árbol cercano a la fuente, en una rama delgada que quedaba justo sobre tres personas que nunca había visto, una madre de altura similar a la suya, con cabellos largos de un negro que recordaba al plumaje de un cuervo, de la mano llevaba a dos cachorros, una con cabellos rubios, más alta que su hermano que tenía un tono de cabello idéntico al de su madre.
El ave vuelve a cantar, consiguiendo captar la atención de la madre, quien se arrodilla para quedar a la altura de sus cachorros y señalar al ave, dejando vista perfecta para que Kate pudiera leerle los labios — Cuando vean un cardenal, piensen que es madre quien las viene a visitar — el comentario le conmueve a la omega, como buena amante de las aves tiene su propio repertorio de creencias, ha visto varios escritos que hablan al respecto, ese era uno de los que más le gustaba, porque le gustaba pensar que las personas pudieran visitar a sus familias de esa forma, más en un ave tan bonita como eran los cardenales o en la forma de golondrinas.
El ave vuelve a cantar y ambas mujeres a la distancia cruzan miradas, dándose cuenta de la presencia de la otra. El mundo se siente diferente en cuanto sus miradas zafiro se encuentran, algo en el aire cambia, es como verse en un espejo y encontrar una versión diferente a la que una está acostumbrada a ver. Ambas mujeres encuentran algo similar en la otra, un vestigio del porvenir y un recuerdo de lo que aconteció. No hablan, ni intentan saludarse, solo se miran en respetuoso silencio, dándose el pésame desde la distancia.
El ave vuelve a cantar, rompiendo el momento entre ambas, obligándole a parpadear tras pasar tanto tiempo con la mirada fija en un punto, el instante de oscuridad es suficiente para que la figura de la mujer junto a sus cachorros desaparezca, así como lo hace el cardenal que levanta vuelo, perdiéndose entre las nubes grises de la aun mañana temprana en New York. Kate no siente angustia ante el extraño encuentro, ni siquiera le cruza por la cabeza pensar que algo malo les pudiera haber sucedido a esa pequeña familia que fueron a honrar a una madre fallecida, lo ve como algo normal en la ciudad, personas apareciendo y desapareciendo de su vista, baraja como una posibilidad que sus pocas horas de sueño hayan influenciado en dicha experiencia o, en el peor de los casos, lo asocia a que se está volviendo loca ¿no sería irónico? Que una persona que siempre ha disfrutado de estar fuera, en contacto con la naturaleza, corriendo por todos lados, observando todo, terminara siendo recluida en casa porque se le ha ido la cabeza. Sí, a su opinión sería incluso cómico.
4
Le tomó la palabra a su madre, no fue a su facultad ese día, mando un correo a sus profesores y a la entrenadora del equipo de arco con una explicación muy detallada respecto a una situación familiar que debía ser atendida durante el día, toda información que su madre le había dado por anticipado para construir la excusa perfecta, una que no ocasionara problema, aunque bueno, sus maestros eran más que comprensivos con los alumnos que perdieron familiares en 2012 y claro que todo el mundo sabía respecto a lo que paso con el señor Bishop, la gala conmemorativa era uno de esos eventos de la alta sociedad neoyorkina que recibía mucha atención de la prensa, pues siempre había alguna historia que rescatar de las largas conversaciones entre millonarios, chismoteos a esparcir e hilos de donde tirar para los más conspirativos.
Kate estaba familiarizada con la gala, asistió a todas desde la primera edición por orden de su madre, no por gusto personal, aunque tuvo la oportunidad de saltársela en una o dos ocasiones gracias a los torneos de selección para el equipo olímpico, de las mejores cosas que le habían pasado en su vida. No era fanática de las galas, no las entendía ni las disfrutaba, eran ambientes demasiado alejados a los que le gustaban, demasiado ostentosos y con personas que se esforzaban mucho en fingir ser quienes no eran en realidad y sin duda era mejor que no comenzara a hablar respecto a lo desagradables, irrespetuosos e ignorantes hombres blancos millonarios que se sentían con el derecho de verla de pies a cabeza, deteniéndose donde más les interesara, como si fuera un trozo de carne para leones hambrientos. Absolutamente desagradable.
Es por el recuerdo de dichas miradas que, en parte, escogió por vestuario para la noche un saco que amaba utilizar, de tela negra que se apretaba a la perfección contra su cuerpo, color que se repitió en los pantalones, los zapatos y corbata que amarro en un perfecto nudo Windsor, un vestuario que a su gusto era muy apropiado para un momento de luto como se supone que era el motivo de celebrar la gala, por lo menos ese era el motivo original, conmemorar una tragedia. Sin duda, si le preguntaran diría que no asistiría a una de estas galas ni aunque le pagaran, pero debía hacerlo, porque su madre se lo pidió.
Pero claro que no todas las cosas que rodeaban la gala eran malas, pocas cosas en la vida eran completamente malas, pues tendría la gran oportunidad de pasar una noche elegante, con cosas finas y bonitas, una no cita maravillosa para intentar conocer, cortejar y acercarse un poco a la alfa que deseaba. Fue una gran sorpresa, una gran felicidad el descubrir que la rusa iba a poder estar dentro de la gala, algo sorprendente siendo que de normal Eleonor tiene un férreo control sobre las personas que entraban y salían de dichos eventos, siempre priorizando que fueran personas de alto perfil, interesantes para la prensa que se enteraría al respecto de dicho evento, tanto que incluso se encargaba, junto a sus organizadores de eventos, de crear un esquema perfecto para que el personal no estuviera mucho tiempo en las zonas principales, entrando y saliendo con la sincronía de los engranajes de un reloj.
Kate ya estaba esperando a la llegada de su alfa, estaba mucho más nerviosa que de costumbre, tanto como pocas veces en su vida, solo lo podía comparar cuando participo en las primeras competencias clasificatorias para el equipo olímpico. Estaba en el vestíbulo del edificio donde vivía, observando a la calle tras los cristales perfectamente pulidos, una de sus piernas, su derecha, temblaba desde la punta de su pie, moviendo gran parte de su cuerpo en un movimiento inconsciente, no se daba cuenta de dicho tic nervioso, aunque si se da cuenta de otro, uno que hacia desde más pequeña, peinando uno de los mechones de su cabello sueltos sobre su rostro, jugando con el utilizando su índice y pulgar, tirando con mucha más fuerza que la necesaria, tirando tan fuerte que un pequeño dolor se mantiene constante en su cuero cabelludo. Tiene demasiadas dudas a su alrededor, tantas que no sabe por cual empezar, sabiendo que muchas de ellas son incapaces de ser solucionadas, empezando por la forma en la que su cuerpo se sentía extraño, demasiado cerca de su camisa, demasiado apretado, un recuerdo constante de que estaba subiendo de peso. No se había puesto maquillaje, no era experta en eso, porque para maquillarse tendría que pararse frente a un espejo, ver su rostro, verse a ella, eso sería aterrador, como estar de vuelta en 2012. Al mismo tiempo le daba miedo la opinión de Yelena, vería lógico que se desanimara por verla vestida de una forma tan impropia de una omega, como su madre siempre le decía cuando la veía vestida de maneras similares a la que estaba utilizando ese día y se lo habían repetido tantas veces que le parecía lógico que Yelena pensara de forma similar, aun cuando tenía claro que su madre y su alfa eran tan similares como el día y la noche.
La puerta principal se abre, se da cuenta de ello porque su atención estaba enfocada en la entrada, lo primero que percibe es la sonrisa en los labios de su alfa y eso, algo tan simple, le acelera el corazón como si estuviera en media carrera de doscientos metros, poniéndola un poco más nerviosa. Yelena iba vestida de una forma simple, nada extravagante, un pantalón blanco y una camisa negra de manga larga, con el botón del cuello desabotonado, maquillada como de costumbre, lo que implicaba la presencia de sombras de color verde oscuro y un rímel ejecutado a la perfección. Caminaba a un paso firme, tan silencioso como de costumbre, siempre con ese toque de elegancia mortal.
— ¡Kate Bishop! — ya se estaba acostumbrando a escuchar su nombre completo con frecuencia o bueno, la mitad de su nombre completo. Hay una pequeña pausa, siente la mirada de la alfa sobre ella, sin el morbo normal con el que le miran otros alfas, más con curiosidad — Te queda bien usar traje — afirma de una y sin miramientos, poniéndole las mejillas rojas a su omega ante un halago tan simple —, deberías usarlo más a menudo —.
— B-bueno, no se que tan practico sea practicar arquería con un corte inglés ni me quiero enterar lo difícil que sería hacer artes marciales con un corte italiano ¡Y mejor ni hablar de tener que estar cargando una bolsa para guardarlo en caso de que deba cambiarme! — es la mejor explicación que puede dar al porque casi nunca usa ese tipo de ropa, una explicación que nadie le pidió pero se sintió obligada a dar — ¿Podemos irnos, por favor? — decide cambiar de tema solo para evitar caer en una conversación más incomoda, que pudiera causarle más molestias a la alfa.
— Ah claro, tu te llevas todos los elogios y no queda nada para mi, aun cuando me esforcé mucho en encontrar algo que te pudiera gustar — al instante se arrepiente, porque esas eran las bromas que podía utilizar con su hermana cuando aun trabajaban juntas en SHIELD y Natasha se llevaba toda la atención de María tras una misión exitosa, pero eran bromas que no podía hacer con su omega.
Kate controla su reacción con la misma maestría con la que utiliza su arco, traga el nudo que se le formo en la garganta, contiene las ganas de encogerse y se concentra en pensar en cosas que le hagan feliz, por difícil que eso fuera en un día donde lo único en lo que podía pensar era en que no pudo salvar a su papá y aun así lo consigue, porque sus ganas por no ser una molestia superan por creses el dolor aplastante del día y gracias a eso, consigue dar una respuesta — Te ves bien con cualquier cosa, Yel, recalcarlo sería como decir que las luciérnagas brillan — es turno de la alfa para sentirse cohibida —. Pero enserio ¿podemos irnos? No quiero que mi madre se enoje… no hoy —.
Yelena reconoce el cambio en el tono de la voz de su omega y siente como su enojo tras lo que escucho el día anterior se dispara por las nubes, provocándole unas ganas tremendas por tomar a Kate y llevarla lejos, hasta alguna de sus casas seguras, no, directo a la granja de Clinton, donde Eleonor nunca la encontraría, donde podría ayudarla a verse como la chica hermosa que era. En cambio, acepta la petición de su omega, señalando el camino a seguir con la trayectoria de su brazo, un camino que lo recorren juntas, no de la mano como le hubiera gustado a Yelena, pero tan cerca que cada tantos pasos se daban pequeños golpecitos en el hombro de la otra, una cercanía más que apreciada por cada una.
El lugar donde se realizaba la gala ese año no estaba muy lejos de la casa de Eleonor, unas cuantas cuadras, hasta que hiciera aparición un elegante hotel que se erguía orgulloso y ostentoso muchos pisos hacia arriba, tocando el cielo en una construcción de hormigón y cristal. El viaje no fue largo y fue en silencio, Kate aun guardaba una gran sensación de ansiedad carcomiendo su interior, sabía que no se iría hasta que pudiera regresar a casa a dormir, por tanto, mientras antes entrara en esa maldita gala antes podría volver a la casa de su madre. Se plancha el pantalón con las palmas de sus manos en tres repeticiones que buscaban borrar cualquier arruga que se hubiera formado, arrugas invisibles, que podrían hacer enojar a su madre. Ambas bajaron del auto al mismo tiempo, Yelena se tuvo que tomar un segundo, quizás dos, para encontrar la tarjeta de invitación que la maldita de su empleadora le había entregado, dejando escapar un pequeño sonido de desagrado al presenciar el diseño de corte minimalista en la invitación.
Caminaron juntas hasta la puerta principal del hotel, aun en silencio, Yelena se toma el tiempo para recordar las normas que le había dado Eleonor cuando hablaron esa mañana, la alfa quería que ella se mantuviera cerca de Kate durante toda la gala, que fuera una vigilante constante , encargándose y, ábranse comillas porque Yelena se negaba a que esas palabras fueran interpretadas como suyas aun cuando nadie podía conocer lo que pensaba “Evitar que Katherine se tire sobre el primer alfa que encuentre”, un pensamiento tan desagradable que solo recordarlo le daba arcadas. Esa era la parte agradable de lo que iba a hacer durante la noche, porque claro que iba a haber algo malo, una orden contradictoria respecto a la anterior y una vez más necesitaba que se abrieran comillas “Pero mantente alejada, solo observa, no quiero que piensen que puedes estar saliendo con ella, se que tienes mejor gusto, tengo algunos… inversionistas interesados en Katherine”.
Así que tenía dos cosas claras, que por un lado iba a tener una vista privilegiada de su omega vestida en ese hermoso traje negro que le cuadraba los hombros, que le hacía ver incluso más alta de lo que era en realidad, más segura, que ayudaba a hacer resaltar el hermoso color de sus ojos y que, en resumen, le daba una apariencia digna de salir en una pasarela en Milán. Por otro lado, el negativo, no tendría la oportunidad de hablar mucho con su omega, concentrándose únicamente en observar a la distancia como viejos rabo verde se acercan a su omega, sin poder hacer nada pues de hacerlo las cosas podían salir muy mal para ambas, solo esperaba que ninguno de ellos intentara hacer algo estúpido, que incomodara o lastimara a su Kate Bishop o entonces la gala terminaría peor que el baile final de Carrie.
Ambas fueron guiadas por un trabajador del hotel por los largos pasillos del mismo, obteniendo vistas de candelabros con decenas de rocas relucientes ante la luz, alfombras costosas y ventanas que daban vista a un jardín interior muy bien cuidado y que, a opinión de Kate, era el gran atractivo del lugar. Al quedar frente a la puerta del salón de eventos, el trabajador les deja solas, teniendo la oportunidad de que Yelena le explique la guía básica para pasar la noche dejándole en claro a su omega que siempre iba a estar cerca en caso de que la necesitara y diciéndole cual era la seña en caso de que necesitara un rescate, levantar tras su espalda, tres veces, sus dedos índice y medio, asegurando que estaría al pendiente en todo momento, preparada para saltar por ella, una promesa en la que Kate confiaba ciegamente.
En cuanto la puerta se abre el sonido de música es lo primero que percibe la omega, una tonada desconocida, con características del jazz, flotando a un volumen perfecto para no ser una molestia, sirviendo como un magnífico acompañante en momentos de silencio o a personas que no tenían mucha intención de entablar una conversación. No le molesta, para nada, es algo agradable que escuchar, no tiene mucha oportunidad de intentar encontrar algo que en verdad le moleste en esta gala, porque siente una presencia aterradora, familiar, la inconfundible presencia de su madre.
— Katherine — no se encoje como de costumbre, porque están en publico y en publico debe mostrarse como la buena hija que nunca ha llegado a ser —. Me alegra verte aquí — la mirada de su madre le recorre de arriba abajo, frunciendo un poco el ceño ante lo que encuentra, decepcionada por lo que encuentra, ropa muy impropia para una omega —. Yelena, siempre es un placer tenerte cerca — la rusa le saluda con la mano, decidida a interactuar lo menos que pueda —. Por favor, disfruta de la fiesta, tienes la bebida y comida a tu completa, si alguien te interesa, seguro sabes a que me refiero, estaré encantada en presentártela ¿vale? — asiente en respuesta, alejándose un poco, iniciando con su trabajo de observar desde lejos, siempre alerta y preparada para actuar —. Ahora, vamos Kate, quiero presentarte a alguien — es guiada por el salón, recibiendo miradas mientras caminaba junto a su madre, quien, por cierto, iba vestida con un hermoso vestido rojo que le quedaba a la perfección, resaltando ese estilo aristocrático que le caracterizaba — ¡Armand! Buenas noches — su atención queda puesta en el hombre frente suya, un señor entrado en años, con poco cabello y el que le quedaba estaba blanco, hay algo en el que le parece conocido, como un recuerdo lejano que se ha vuelto borroso —, seguro que recuerdas a mi hija, Kate — entonces gira y la vista de Kate se queda fija sobre un pequeño detalle, sobre el broche que llevaba en la manga derecha de su traje, uno que había visto antes, justo en el funeral de su papá, ese señor le había dado el pésame y un caramelo.
— Oh, claro que recuerdo a la pequeña Kate — le observa de arriba abajo, de una forma muy diferente a como le observaban la mayoría de alfas, más con curiosidad que con otra intención detrás —, aunque ya no eres tan pequeña como te recordaba — el comentario le saca una sonrisa —, veo que te has convertido en toda una joven alfa encantadora — y así como nació su sonrisa, la misma desapareció.
Sienta al instante como el agarre de su madre, que estaba apretado sobre su hombro, se vuelva aun más fuerte, tanto que siente de forma superficial como las uñas de su madre se clavaban sobre la tela, lastimándole un poquito — No es una alfa, por desgracia, Katherine resulto ser una omega — se marca un silencio entre los tres, la única omega hace lo mejor que puede para tratar de mantener su sonrisa, de mostrarse tranquila —. Entonces, dime ¿la amiga que mencionaste nos acompañara en esta agradable velada? —.
Un mesero pasa justo al tiempo que marcaba el cronograma de la anfitriona, entregándole dos copas a los alfas en conversación, ignorando a Kate pues la madre Bishop había dado la indicación de que en ningún momento se le ofreciera alcohol a su hija. Armand toma un primer trago de vino, deleitándose por el sabor — Por desgracia la Condesa no nos podrá honrar con su presencia, tenía asuntos muy importantes que atender en Paris — y Kate siente curiosidad profunda ante esta persona de cargo noble de la nunca había escuchado antes —, aunque es probable que nos pueda acompañar en Julio, si es que tu cronograma se mantiene en pie, claro —.
Una sonrisa un poco forzada aparece en Eleonor, claramente decepcionada por no haber podido iniciar con el plan que tenía en mente para su hija — Mándele mis más afectuosos saludos cuando le sea posible — su atención se dilata a un punto lejano, atrás de donde estaba el alfa mayor con quien habla —. Espero me disculpes, iré a saludar a Jack — eso le llama la atención a la omega, no conocía a nadie con ese nombre y debía ser alguien cercano para su madre por la forma en la que su sonrisa se ensancho y por como sus feromonas saltaron un poco al aire —, espero que encuentres algo agradable durante la subasta, recuerda para quienes va destinado lo que recaudemos —.
— Una labor muy noble, señora Bishop, es una grata sorpresa ver como cada año hay más fundaciones involucradas — hablaban del gran atractivo de la gala, cuando se ponían a subasta obras de arte, autos, cualquier cosa con el objetivo de recaudar dinero que iba para personas que habían perdido todo tras el ataque chitauri. Era, sin duda, curioso como cada año aparecían más y más fundaciones, aunque la mayoría nunca repetirían. Eleonor no se despide de su hija, ni con palabras ni con gestos pues ambas ya sabían que rol debía escoger para la noche, hablando con el resto de invitados, intentando invitarlos a que participaran en subasta o donaciones a las fundaciones, un trabajo agotador —. Entonces, dime, Katie —.
— Kate — interrumpe por reflejo, negando a que alguien más que su padre usara ese apodo en ella.
Una pequeña sonrisa en Armand — Disculpa, Kate, dime ¿ya te estas comenzando a involucrar con la empresa? — y ahí empieza su trabajo de actuación.
Eleonor, desde la primera vez que le llevo a una gala, le entrego una lista muy bien detallada de temas de los que podía hablar con los invitados: la empresa, los esfuerzos de su madre por mantenerla a flote, las ganancias, las actividades benéficas de su madre y, por último, sus propios logros deportivos si es que alguna vez le preguntaban por ellos, en los últimos cinco años nunca recibió una pregunta al respecto y quizás fue muy infantil al pensar que por haber estado en el equipo que gano una medalla de oro en las olimpiadas recibiría por lo menos un elogio al respecto. Su papel es ejecutado con la misma precisión que tiene al utilizar su arco, con respuestas que nunca dicen mucho, encargadas más en resaltar las virtudes de su madre que en otra cosa, con un tono de voz y postura que aprendió bajo amenaza de golpes, literalmente, siempre mostrándose inofensiva ante los alfas que se iban acercando para continuar la charla, nunca interrumpiendo cuando los alfas hablaban, pasando las copas que quienes hablaban pedían, mostrándose servicial como la buena omega que debía ser. Esa era una de las cosas que odiaba de las galas, estar rodeada de tanta comida y bebida que no podía probar ni disfrutar.
Su actuación dura horas enteras, escuchando platicas aburridas entre tipos ricos que solo les interés hablar sobre la omega más “buena” con la que han estado, mierdas financieras que si bien entiende le parecen aburridísimas y una extraña competencia de egos que se basa en cuanto dinero han donado porque les sobra demasiado, como si lo que importara en la caridad fuera demostrar cuánto dinero tenían y no la intención de ayudar a otras personas. Su actuación es magnífica, porque no reacciona de ninguna forma ajena a como su madre le ha enseñado, porque no les dice a la cara lo desagradables que le parecen ni les da un golpe ante los comentarios desagradables que hacen a una de las camareras que resulto ser omega. Se siente mal por no hacer anda, le gustaría poder hacerles callar, pero la presencia de su madre no estaba muy lejos, rondando por el salón, observándole y el temor a lo que le podría pasar es mayor a cualquier cosa. En su humilde opinión, su actuación es tan buena que podría ser actriz, una muy buena, que sin duda se ganaría por lo menos una nominación a los Oscar.
Por fortuna, tras un buen rato de platicas en las que nunca participo más allá de presentarse, fue dejada a un lado tras la llegada de alguien de apellido Osborn que estaba muy emocionado por hablar de las grandes ganancias que su empresa recibiría ahora que estaba en vías de ganar un contrato con el ejército. Menciono algo respecto a algún tipo nuevo de aerodeslizador, un tema que le llamo la atención a Kate quien, si bien estaba estudiando otra rama de ingeniería, seguía siendo competente en la mecánica, pero claro que no le incluyeron a la conversación, se despidieron de ella bajo la excusa de que no querían aburrirla con temas demasiado complejos para una omega, un comentario que le dolió mucho más de lo que debería haber dolido.
Da sus rondas por el salón, quedando encantada por la visión de las columnas altas y talladas, el suelo con ese tono marrón, más bien naranja que contaba con patrones azules y por los candelabros resplandecientes, un escenario que parecía salido de una serie de época. Durante su recorrido no encuentra nada que llame su atención, la mayoría de invitados habían llegados y quienes aun no lo hacían ya se podían dar por descontados. La mayoría de personas se comenzaban a mover directo a una de las alas del salón, uno que estaba destinado para realizar las subastas que ya estaban a nada de empezar, porque a Eleonor le encantaba que el evento principal empezara temprano, apenas a las diez de la noche. Kate no tenía permitido entrar en esa sala, en general porque ella no tenía dinero con el cual participar y más porque en ese lugar se hablaban temas que su madre no estaba interesada en que se enterara.
Algunas personas aun rondaban en la sala principal, bebiendo alcohol caro como si fuera agua, tomando bocadillos como si no hubieran comido en toda su vida, parejas bailando ante la música más movida que la banda en vivo había comenzado a tocar. Esa visión que tenía frente suya era el principal motivo por el cual odiaba las galas, más bien, lo que estaba viendo era el gran motivo por el cual odiaba la gala del cuatro de mayo. No le parecía un evento de conmemoración, de tratar de recordar a las personas que se perdieron durante ese día, en cambio parecía una fiesta cualquiera de personas ricas y eso no le parecía para nada justo, odiaba ver como nadie podía tener la puta vergüenza de siquiera mostrarse un poco triste, no pedía que todos se siguieran sintiéndose tristes y miserables como ella cuando pensaba en su papá, no quería que todos siguieran llorando y fueran incapaces de ver las calles cercanas a su casa desde la ventana porque terminaba entrando en pánico; lo único que les pedía, lo único que desearía, era que una gala en conmemoración a la tragedia fuera acorde al peor día de su vida y el de muchas otras personas, que por lo menos tuvieran la decencia de dedicar unas palabras a la tragedia.
Decide salir del salón, no podía estar mucho tiempo más así, tomando camino al jardín que había visto, consigue llegar más rápido de lo esperado, deberá agradecerle al arquitecto del lugar por tener siempre una salida cercana a dicho jardín desde cualquier parte del edificio, sin duda una decisión inteligente. Se da cuenta de que no estaba sola, en ese espacio había miembros del personal de la gala, tomándose un descanso tras varias horas de trabajo, en una esquina algunos hablaban, otros fumaban y un para solo estaba sentado sobre el pasto; en cuanto la observan entrar todos se levantan de golpe, asustados ante la presencia de la hija de la jefa. Un pobre muchacho de su edad estaba por tirar su cigarrillo cuando Kate se apresura a detenerlo — Tranquilos, tranquilos, vengo a descansar, no tienen que comportarse diferente conmigo — da una mirada rápida al chico con cigarrillo en mano —, aunque enserio deberías considerar dejar de fumar —.
— Lo tendré en cuenta — afirma el joven entregándole una sonrisa antes de voltearse a seguir hablando con su compañero.
Kate termina tomando asiento cercano a una de las esquinas del jardín, justo donde estaba una pequeña mesa circular y de cristal, pensada para personas que desearan salir a tomar algo. El lugar le parece encantador, lleno de pasto cuidado a la perfección, con esos pequeños arbustos que delineaban el camino de rocas que cruzaba el jardín de punta a punta, enredaderas creciendo sobre las paredes blancas y ese gran árbol al centro, viéndolo bien, se sorprendía que las raíces del mismo no hubieran roto nada durante los años. Lo único que podría mejor el lugar, en su humilde opinión, seria que hubiera aves revoloteando por el árbol, quizás un bebedero para ellas, aunque claro, entiende que eso sería todo un marrón para el equipo de mantenimiento.
Algo en su interior se remueve de golpe, un escalofrió placentero que le mueve de punta a punta, no necesita abrir los ojos ni voltear a ver a su izquierda, de manera instintiva sabía quien se acababa de sentar a su lado — Yelena, hola, espero que hayas disfrutado de la bruschetta, escuche que estaba muy buena — porque claro que no la podía probar por orden directa y por voluntad.
— Kate Bishop — regresa el saludo al instante —. No tuve la oportunidad de probarla, no soy muy aficionada de comer en estos lugares, puede ser peligroso — la omega presta atención ante las próximas palabras de su alfa —, es fácil que agreguen algo en los alimentos sin que te des cuentas y termines en una situación poco favorable —.
Entiende a la perfección de lo que estaba hablando, de su vida como viuda negra — ¿Alguna vez te ha pasado? — no puede evitar preguntar, hay muchas ganas de hacer mil preguntas a pesar de no querer verse como una entrometida.
Una carcajada se escucha en el interior del jardín, tan fuerte, tan encantadora que le pone las mejillas rojas a la omega — ¡Por favor, Kate Bishop, soy demasiado talentosa como para caer en un error tan de novata! — quizá había pasado, quizás no, un secreto profesional que deseaba guardar, como no pudo guardar su estomago en una misión en Suramérica.
Kate rueda los ojos al mismo tiempo que comienza a negar con la cabeza, no muy sorprendida por la respuesta que acaba de responder — Claro que sí, que tonta soy por pensar que Yelena Belova, la gran viuda negra y vengadora iba a caer intoxicada por camarones en mal estado — habla en voz más baja que de normal, solo para prevenir que alguno de los miembros del staff escuchara algo de lo que estaban hablando.
La alfa cambia de postura al instante, frunciendo el ceño, viendo a su omega con una mezcla de malestar fingido y genuino, un punto medio que no alcanzo a poner nerviosa a la omega gracias a ese toque de jugueteo que se delataba gracias a su aroma — Yo no soy una vengadora, Kate Bishop, soy demasiado genial para serlo — entonces utiliza por fin la pequeña servilleta que se llevo desde que se sentó por primera vez y recibió su primer trago, lanzando el trozo de papel doblado contra la frente de su omega, quien solo cierra los ojos al recibir el pequeño e inofensivo golpe en su frente —. Soy demasiado pretensiosos, demasiado dramático, con sus poses de héroes y sus salidas de película — suelta una pequeña carcajada —, una vez vi a Rogers saltando por todas las ventanas que veía durante una misión ¡ja! Demasiado dramático para mi —.
En su mente aparece el recuerdo de lo que había pasado el día anterior — Bueno, eso se escucha demasiado como tu estilo — entonces aparece un dato que nunca le había contado a nadie fuera de su madre y cuando lo conto las cosas no salieron muy bien —. Sabes, tengo el sueño de algún día ser una vengadora — la afirmación no toma tan de sorpresa a Yelena, pero aun así le pone tensa al imaginar a su omega en las situaciones peligrosas que lleva consigo la vida de héroes como su hermana y sus amigos porristas glorificados —, lo ha sido desde… desde —.
Y es visible como su sonrisa muere paso a paso, sus ojos su nublan, pierden el brillo que tenía mientras hablaban, su postura se vuelve más encorvada, parece derrotada, como una hoja de papel a la que le tiraron agua y el aroma de sus feromonas deja en claro las emociones que le invadían. Cada parte de su cuerpo, sus instintos, su conciencia, se ponen de acuerdo para intentar encontrar una forma de hacer sentir mejor a la omega — Pasare tu CV si se abre un puesto — no consigue el resultado deseado porque su omega sigue con la mirada borrosa y perdida — ¿Kate Bishop? —.
— Dijiste que todas las viudas fueron separadas de sus familias ¿verdad? — no es una verdadera pregunta porque no espera a obtener una respuesta antes de seguir hablando — Si tuvieras… si pudieras hablar con tu padre… decirle algo… o a tu madre ¿qué le dirías? — la pregunta le toma por sorpresa, algo que no suele pasar muchas veces. Repite la pregunta en más de una ocasión, casi conmocionada, intentando encontrar una forma en la que contestar con honestidad, recuerda una de las ultimas fotos que se tomo con su familia en Ohio, una cena en un restaurante, los cuatro sonreían, eran la familia soñada, apenas unas semanas antes de que su mundo terminara.
No piensa en las personas que le engendraron, esas que o bien la vendieron a la habitación roja o les fue arrebatada, nunca lo ha hecho, es más como una nota a pie de pagina que ignora tanto consiente como inconscientemente, un caso muy diferente al de su hermana que incluso cuando cachorra hacia sus preguntas tratando de descubrir cualquier cosa respecto a su familia de sangre. Para Yelena su familia estaba completa, era su hermana, su mamá, cada viuda que iba rescatando en el camino; no tenía nadie a quien extrañar, aun así se esfuerza, porque sabe por donde va la pregunta, sabe lo sensible que esta su omega, se maldice por no haber ido a encontrarla cuando Sonya le informo de que Kate había salido del penthouse, debió estar ahí, acompañándola en un duelo que sin duda aún no había terminado — Piensa Yelena, piensa — le ordena cada fibra de su cuerpo con desesperación creciente, pero nada aparece. Por un instante piensa en Alexei, su persona favorita cuando cachorra, la primera en traicionarla, una herida que no estaba dispuesta a tocar pero que podía empezar a cerrar en cualquier momento, porque Alexei siempre iba a estar ahí para ella, era el Guardian Roja, nada podía con él, y siempre iba a estar ahí para ella, listo para disculparse mil veces más, listo para seguir a Yelena y recuperar esa relación padre e hija que ambos adoraron como el más valioso de los regalos. Para Yelena, su papá nunca se iba a ir, siempre iba a haber otro día para hablar ¿verdad?
— Lo siento — la voz de su omega le saca de su trance, haciéndole ver a la alfa que estuvo demasiado en silencio —. Discúlpame por entrometerme — observa como se pasa las manos por el rostro, como si se estuviera quitando lagrimas que nunca vio — ¡Voy a ir a la barra, creo que me vendría bien un café! — se levanta de un salto, ocultando su rostro — ¿quieres algo? — y antes de que Yelena pueda contestar, Kate se adelanta — Si claro, le pediré a un mesero que te traiga lo de siempre —.
Y antes de que Yelena pueda decir algo, ve a su omega alejarse a un paso acelerado, escapando de una conversación que nunca termino — Mierda — susurra por lo bajo, frustrada por como no ha dado todo de si para tratar de aliviar el dolor que la fecha le provoca a su omega — ¿Qué diablos hago ahora? — le pregunta al universo y el universo responde con el cantar de un ave. Yelena voltea a ver una de las ramas del árbol, desde la cual le observa un ave que le parece muy familiar que, si no fuera porque todas se parecían entre ellas, juraría que era la misma golondrina que vio al trepar el edificio para ver a su omega, porque claro que investigo hasta descubrir que tipo de ave era.
El ave salta de la rama y aterriza sobre su mano izquierda, observándola con una mirada más allá de lo animal, algo casi humano tras esos pequeños ojos. Su pecho se tranquiliza, con el peso de la criatura, escucha unos pequeños cantos como si tratara de decirle algo — Lo siento pequeño, de Blancanieves solo tengo lo guapa — el ave sigue en lo suyo —. Quiero ayudarla, quiero ser en quien se apoye en momentos como estos — y el ave comienza a aletear en respuesta, emocionada ante la declaración — ¿Crees que pueda hacerlo? — y vuelve a emprender vuelo, dando vueltas a su alrededor, cantando con más fuerza que cualquier ganadora del Grammy, sonidos de felicidad que a oídos de Yelena, parecen ser una clara animación a su favor — Lo tomare como un sí, porque si ni un pájaro creyera en mi me tiraría ahora mismo al Hudson — la golondrina no se queda mucho más, regresando al árbol, lugar donde tomaría fuerzas —. Nos vemos luego, pequeña y espero que te toque escuchar algo más feliz — se levanta de su asiento, dispuesta a ir a buscar a su omega, no la iba a dejar sola por mucho que no hubiera señales de peligro en el lugar.
En cuanto la mirada de la alfa se aleja, otra ave aparece de la nada, un pequeño cardenal rojo que Kate podría haber identificado como el que vio en la plaza. Cardenal y Filomena se acercan, ambas versiones de un mismo recuerdo que sigue flotando entre los vivos en formas muy distintas a como todos le conocieron en vida, intentando ayudar a la que fue la persona que más amó en vida, intentando ayudar a quien más amaría a la persona que más amó en vida.
Notes:
Quiero disculparme por la tardanza, tuve algunos días muy ajetreados en mi vida personal y la verdad sea dicho este capitulo me costo horrores de escribir, en parte porque me enojaba sola al crear la imagen de Eleonor y como trata a Kate, pero por fin ha salido y espero que lo hayan disfrutado. El personaje de Valentina, por ahora, solo esta pensado para ser una mención al fondo de la obra, no creo que haga aparición, pero recalco que es mi opinión a día 15 de julio de 2025.
El personaje de Stephanie es una referencia obvia y descarada, tanto que no creo que se pueda considerar como referencia si no más bien una mención, del personaje de Spoiler de DC, lo agregue porque en el ultimo mes me he estado obsesionando un poco con leer fanfics de Stephanie, si no fuera porque no soy muy fan de leer comics incluso me animaría a escribir de ella.
Por ultimo quiero darles una advertencia a futuro, Mayo, será un mes de mierda para nuestra Kate, en muchos sentidos, aunque puede que le de una dosis de descanso el próximo capitulo, algo como dos personas aprendiendo a bailar muy lento entre ellas juntas. Eso si, advierto desde ahora, Yelena tampoco se va a salvar de tener su mal mes, solo que su momento aun no llega.
Cuidense mucho, agradesco los kudus y los comentarios, espero que nos podamos ver pronto para continuar este viaje entre estas dos enamoradas. Que la fuerza les acompañe 🐱💙.
Chapter 10: Correr y Bailar
Summary:
Advertencias de contenido: Vómitos al inicio del capítulo, mención a problemas de autopercepción corporal, dietas para nada saludables, rutinas de ejercicio para nada saludables en cuanto a repetición, conductas alimentarias de riesgo, autodesprecio, consumo de alcohol por personajes mayores de edad, personaje borracho al final.
Notes:
Donde Kate inicia un camino que solo da vueltas, entrena con sus compañeras, gana una apuesta y sale con una viuda que se prepara para dar su mano en ayuda.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
— Por favor, por favor, por favor — la voz de Kate retumba en el interior de su cuarto, su tono era tembloroso, casi que nasal producto del miedo que estaba invadiendo cada centímetro de su cuerpo ante lo que estaba viviendo en ese momento, algo que le atormentaba hasta hacer que su cabeza le doliera por el estrés que estaba sintiendo ¿Qué era eso que tanto le estaba mortificando a la pobre Kate Bishop? No era estar de vuelta en las manos de una mafia, tampoco estaba frente a su madre enojada, ni estaba viendo como los extraterrestres volvían a invadir la tierra; Kate Bishop estaba enfrentando a un enemigo más peligroso, un ente ante el cual se doblegaba con solo pensar en él, su enemigo ni siquiera tenía una forma humana o que se asemejara, ni podía lastimarla más allá de mostrar la realidad, su enemigo era pues, una báscula, un objeto inanimado incapaz de hacer nada más que reflejar la realidad, una a la que Kate le tenía tanto miedo que sentí estar viendo una sentencia de muerte en lugar de unos simples números digitales.
Desde la primera vez que utilizo una báscula comenzó a tenerle miedo, no tanto al objeto por si mismo ya que era inofensivo, nunca le gustaba lo que venía después de pesarse, la mayoría de veces implicaba recibir horrendos comentarios de parte de su madre, comentarios que le dejarían al borde de las lagrimas toda la noche. Es algo similar a los cachorros que temen ir al medico porque sus padres lo volvieron una experiencia desagradable, tanto que incluso de adultos seguirían teniendo dificultades de ir a ver un doctor por mucho que lo necesitaran. Nadie menos ella sabían que ese también era su caso.
— Tu puedes hacerlo — se asegura con una voz tan temblorosa que era imposible que se creyera una palabra de lo que estaba diciendo, como escuchar a alguien alérgico al chocolate decir lo rico que era —. Debes hacerlo — ese cambio pragmático es lo que necesitaba pues es muy diferente para ella querer hacer algo y tener que hacerlo, si fuera por querer nunca hubiera tenido una bascula en su cuarto en primer lugar. Pone un primer pie sobre el frio cristal, temblando un poco ante la temperatura pero también por el miedo que le daba lo que iba a ver, necesita cerrar los ojos porque su respiración se estaba volviendo loca, temblorosa y su cuerpo se estaba llenando de sudor frio —. Debes hacerlo — se repite con la voz vuelta un sollozo patético, con el recuerdo de su madre ordenándole que se cuidara más consigue poner el otro pie en su lugar, teniendo entonces que esperar firme durante unos segundos antes de conseguir los números que le ayudarían a cumplir con la orden de su madre.
El tiempo se siente lento mientras la bascula hace sus cuentas, mismas que eran tan básicas que no tardarían ni un par de segundos, pero para Kate se siente como si pasaran horas enteras y el pánico se sigue arremolinando en su mente y corazón, haciendo que su pecho lata casi a su máxima capacidad, provocándole un pequeño dolor cada tantas revoluciones, mientras que en su cabeza una migraña le estaba aplastando el cráneo, haciéndole ver borroso incluso con los ojos cerrados — ¿Cómo era posible ver borrosa la oscuridad? — se hace la pregunta por un absurda que se escuche, en su estado de creciente pánico, le parece una pregunta más que valida.
No tiene la oportunidad de hacer mucho más trabajo de filosofía barata respecto a como su migraña le afecta su visión pues un pitido retumba por las paredes del cuarto, poniéndole la piel de gallina ante el inconfundible sonido de su sentencia. No quiere ver, le da mucho miedo saber lo que iba a encontrar, pero sabe que en verdad debe hacerlo, porque ver la verdad será el primer paso para comenzar a cambiar, a mejor como hija para su madre y omega para su Yelena. Sus ojos se fijan en los cuatro números que brillan en una luz digital blanquecina pálida, exhala con tono temblores, convirtiéndose en un gemido lastimero en cuanto lee el peso, su peso, que revela la bascula:
68.7 Kilogramos
Parpadea a gran velocidad, volviendo a leer los números, 68.7, casi cuatro menos que la ultima vez que la pesaron durante su concentración durante las olimpiadas, cuando su entrenador la obligo a subir de peso a pesar de todas sus suplicas. Vuelve a leer, 68. 7 kilogramos, casi veinte kilos por encima de su peso, del peso que su madre le ha inculcado que es el máximo admisible para una omega como ella. Su estomago se revuelve al instante, le sube la bilis desde el estomago hasta la garganta. Salta de la báscula, corriendo por su habitación hasta al baño, tirándose de rodillas a un lado del excusado, ignorando por completo el golpe sordo que provoco al impactar su articulación contra las baldosas del suelo, de misma firma que ignoro el golpe que se dio contra la puerta. Sufre de una serie de arcadas, ruidos desagradables llenando el baño, mientras vacía su estomago en el interior del excusado, nada más que el café que había tomado, eran las tres de la mañana, acababa de regresar a la casa de su madre, y estaba dispuesta a iniciar el cambio que su madre le había pedido.
Eran apenas las tres de la mañana y Kate ya estaba comenzando su caída libre por la madriguera del conejo.
Toce ante los últimos recuerdos de sus arcadas, con el rostro bañado en sudor y pequeñas lagrimas producto de las náuseas que le provoco el darse cuenta de que había subido demasiado de peso. Pero todo estaba bien, no pasaba nada. Se levanta del suelo tras escupir el horrendo sabor que le restaba, tiene que hacer ´por lo menos dos intentos para quedar de pie pues su cuerpo es invadido de temblores que le vuelven a tirar abajo, pero todo estaba bien, porque ella tenía un plan, una rutina muy bien analizada, confiable, pues ya la había llevado a la realidad en un sinfín de ocasiones, un muy estricto régimen de entrenamiento que le daría el resultaba que tanto quería, que tanto necesitaba para que su madre se enorgullecerá de ella y para ser tan atractiva como podía llegar a ser con tal de ser alguien viable para su alfa. Kate se aferra del borde del lavabo, con los ojos cerrados ante los primeros signos de un dolor de cabeza tantea por la superficie hasta encontrar su cepillo de dientes para quitarse el desagradable sabor de la bilis.
Hay un detalle muy importante que debe agregar a su ya bien conocida rutina para bajar de peso, una persona que se había sumado a la ecuación de forma reciente, una muy agradable, bien vista y muy deseable para Kate, pero que podía llegar a ser un gran inconveniente para sus planes, porque estaba segura que no iba a estar muy de acuerdo con lo que tenía que hacer, seguro le iba a mostrar sus preocupaciones, lo había comprobado con su insistencia por conseguir que comiera algo, y sin duda debería hacerle caso a cualquiera de sus consejos lógicos, pero no había lógica en la necesidad de bajar de peso, no había sentido ni razón cuando se trataba de intentar ser la hija perfecta que su madre merecía tener.
Todo iba a estar bien, estaba segura de ello, se lo asegura mientras iba saliendo a su cuarto, tomando su bolso de entrenamiento, lista para bajar al gimnasio y dar el primer paso hasta llegar a su deseado camino, un largo andar que iba a dejar tras de ella sangre, sudor y lágrimas.
Y hay una pequeña voz hablando en el fondo de su mente, quizás era su omega, que se mostraba muy angustiada ante lo que estaba por pasar, intentando convencerla de que era una muy mala idea lo que estaba por hacer, para acallarla, se concentra en recordar las generalidades de la rutina de entrenamiento que estaba por hacer.
5:20 Horas de la mañana: 60 minutos de cardio dividido en dos sesiones de treinta minutos con un descanso intermedio de dos minutos.
6:22 horas de la mañana: polea al pecho, calentamiento de 20 kilos, cuatro series de trece repeticiones a 50 kilos 75 kilos.
6:32 horas de la mañana: remo con mancuerna. Cuatro series de trece repeticiones a 25 kilos.
6:54 horas de la mañana: extensión de muñeca. Cuatro series de trece repeticiones a 20 kilos.
7:00 horas de la mañana: regresar a la casa de su madre para alistarse para su clase.
La rutina de ejercicio de Kate tiene muchas variantes, aunque la mayoría del tiempo tenía un enfoque particular y muy importante que era el obtener fuerza, mantener bien entrenada tanto su espalda, como sus hombros y brazos, era una arquera, eran esas las partes que más esfuerzo recibían durante cualquiera de sus prácticas de tiro, sin contar con los entrenamientos particulares que solo podía realizar al estar dentro del campo y frente a un blanco. En general su rutina no parecía la gran cosa, cualquiera que la viera podría considerar que era apropiada o incluso insuficiente para una chica que tenía desde los ocho años haciendo actividades físicas de alta exigencia, mucho más para una omega que gozaba con la gloria de ser campeona olímpica en su disciplina con una medalla de oro que, de no haber sido robada por sus secuestradores, la tendría colgando en alguna de las vitrinas de la oficina de su madre.
Si bien no parecía ser una rutina muy especial, debía de considerarse unas cuantas variables importantes que iban dándole muchos más puntos de peso e intensidad a su rutina de ejercicio. Por ejemplo, tenía que tener en cuanta que los lunes, martes y miércoles, realizaba un considerable esfuerzo físico al practicar, durante casi tres horas, entrenamiento de artes marciales, con el respectivo calentamiento y ejercicios. Al mismo tiempo, pero separado, los miércoles, jueves y viernes, pasaba casi tres horas realizando entrenamiento especifico para el equipo de arquería de su universidad, lo cual incluía mucho, mucho esfuerzo, tanto en los mismos músculos que entrenaba durante los primeros días de la semana como para el resto de su no tan pequeño cuerpo.
Hasta ese punto, su rutina seguía viéndose como algo razonable para una persona tan acostumbrada al esfuerzo físico como lo era Kate Bishop, quizás un poco exigente, pero nada que no pudiera ser manejado con el suficiente cuidado y con suficiente descanso. Pero una vez más, había otra cosa que debía agregar a la ecuación de su plan de entrenamiento, cuando Kate regresaba a casa, a eso de las cinco de la tarde, minuto y hora más o menos, dependiendo de como fueran las cosas en la faculta, se tomaría cuanto tiempo fuera necesario para terminar con sus tareas del día e ir avanzando en sus estudios para los inevitables exámenes que estaban por llegar y cuando el reloj marcara más allá de las diez de la noche regresaría al gimnasio en la planta baja, lista para volver a repetir cardio y, si su espalda no dolía demasiado (y eso significaba poder levantarse de la cama sin sentir como si sus lumbares ardieran en llamas), ejercicios de cargar peso que le ayudarían a ser la omega perfecta en la que deseaba convertirse.
A ese punto era más que obvio que su rutina no era recomendable, traía consigo muchos problemas, levantaba hasta las nubes las posibilidades de lesión, pero por lo menos, quizás, con una dieta muy bien planeada cargada de suplementos y con mucho, repítase, mucho descanso, podría llegar a ser una rutina beneficiosa para su cuerpo, por lo menos durante un corto periodo de tiempo. Por desgracia, lo que Kate entendía como una buena dieta estaba muy lejos de ser lo que su cuerpo en verdad necesitaba; entrenar era como hacer una escultura con cincel, limando la roca poco a poco, controlando el daño hasta crear una representación solida de la belleza, en cambio, lo que Kate Bishop estaba por hacer era esculpir con dinamita, destruyendo la roca hasta que no quedara nada reconocible, pero suficiente para que una buena artesana consiguiera pudiera reconstruir algo hermoso a su vista avellana.
Todo va a estar bien, lo hacemos para hacer bien. Se asegura mientras se sube a la bicicleta estática, lista para entrenar hasta que su cuerpo no diera para más.
2
Volver a su facultad fue sin duda un soplo de aire fresco. Como todas las personas Kate apreciaba tener fines de semana largos, mismos que no eran muchísimos durante el año, pero el haber tenido que tomarlo debido a su condición de omega cambiante y el recordatorio de la muerte de su padre lo volvió un descanso desagradable, un descanso agridulce cuyos únicos buenos recuerdos estaban ligados a lo amable que fue su madre con ella y claro, lo mejor de todo, lo que le aceleraba el corazón, alguien que solo con su presencia consiguió hacer más entretenido y disfrutable el fin de semana largo que se vio obligada a tomar.
Martes y miércoles fueron días muy tranquilos para ambas, era como si no tuvieran nada de que hablar, lo cual era una gran mentira e inexactitud, pues si ambas decidieran tocar solo por la superficie las ultimas misiones que tomo Yelena en su largo labor para rescatar a sus hermanas, estarían hablando por días con relatos increíbles, aterradores, que mostraban los lados más oscuros del mundo y al mismo tiempo mostraban como la luz podía seguir brillando incluso en las noches más oscuras. Aun así, ambas encontraron mayor placer, mayor gusto, en preguntarse cada día como estaban, para Kate era pedirle a su alfa fotos de Fanny, preguntando de forma casual cuando podría volver a ver a la cachorra que tanto adoraba y por su parte Yelena encontraba un placer sin igual al preguntar si había comido bien, si quería parar en alguna tienda a comprar algo más durante el trayecto de ida o de vuelta de la facultad, nunca pasando por alto la forma en la que la voz de su omega cambiaba un poco al responder, lo justo para levantar sospechas, no lo suficiente para sacar una conclusión.
Kate apreciaba haber regresado a la facultad, porque le mantenía muy lejos de la casa donde nunca se sentía del todo segura, menos ahora que su madre estaba en New York, sin una fecha visible de irse a otro de sus viajes, aunque conociéndola eso iba a pasar antes de que se diera cuenta, esperaba que fuera después del 10 de mayo, porque estaba segura que ese año iba a ser su año. Kate apreciaba haber regresado a las clases, porque en verdad amaba escuchar a sus maestros hablar sobre las maravillas de la programación, las anécdotas de los más grandes eran agradables de escuchar, le gustaba pasar tiempo en el campus, adoraba todo ahí, eran tan deslumbrante, con una arquitectura que le hacia sentir una tranquilidad sin igual, las personas también eran agradables, más entonces que por fin volvía a tener verdaderos amigos, no solo compañeros que se le acercaban de vez en cuando, personas que en cuanto la vieron entrar al campus, porque claro que la estaban esperando, saltaron a saludarla, incluso abrazándola sin preguntar.
Kate adoraba haber regresado a la universidad, pero había algo que en verdad no disfrutaba, un problema muy grande que venía de estar exigiendo su cabeza constantemente ante nuevos conocimientos, con problemas que no entendía e imaginando soluciones tan complejas como innovadoras, memorizando hasta la ultima imagen de las diapositivas que usaban sus maestros, algo que hacía con mayor esfuerzo entonces cuando los exámenes estaban tan cerca de aparecer y necesitaba esforzarse para mantener una calificación perfecta; todo este esfuerzo, esta concentración en la que se ponía le generaba un muy familiar dolor de cabeza, de esos que nacen en la frente y se extienden hasta la base del cráneo y que incluso terminan provocándole un dolor punzante en los dientes; una jaqueca que conocía muy bien, la única cosa que en verdad odiaba de haber regresado a la facultad, pues era muy incomodo levantarse de su silla y tener que sostenerse un instante para conseguir que el mundo dejara de verse borros y darle vueltas, tampoco le gustaba mucho sentir como si le subieran el brillo al mundo de golpe, tan deslumbrante que debía cerrar los ojos para no quedar ciega y el simple intentar ver su computadora se volvía una misión imposible.
Estos problemas, junto a muchos otros que estaban por llegar, ya estaban en su mayoría previstos, eran al fin de cuenta tormentos que acostumbrada a llevar consigo, tenía solución para la mayoría, como el tener siempre cerca de ella agua fría, le era muy útil para aplacar su dolor de cabeza, tanto bebiéndola como colocándosela en la nuca, siempre funcionaba. Lo único que le sorprendía era lo rápido que estaban comenzando a hacer acto de aparición, lo normal, dentro de lo anormal que era llevar para ese punto casi dos días enteros de ayuno, seria que aparecieran tras la primera semana llevando una dieta que se resume a casuales hojas de espinaca y algún sobre de azúcar cuando en verdad se sintiera muy mal, ah y, claro, mucho café.
De todas formas no es que le de muchas vueltas al asunto, considerándolo como un problema menor del cual se podría hacer cargo en cualquier otro momento, lo que más importaba es que había llegado el miércoles, era hora de hacer frente a su primer entrenamiento oficial tras retomar su estatus como representante universitaria y todo iba a salir a la perfección y eso iniciaba desde su entrenamiento matutino donde se permitió hacer unos cuantos minutos extra de cardio, suficiente para terminar un rato tirada en el suelo, con las piernas temblando y el corazón tan acelerado que dolía, justo lo que necesitaba para poder rendir a su máxima capacidad. Las clases no fueron ningún incordio, fueron más un suceso de fondo que algo a lo que le prestara atención de forma activa, su atención estaba puesta casi en su totalidad en el pequeño reloj digital que llevaba uno de sus compañeros, observando como cambiaba cada numerito uno por uno hasta que por fin, el momento llego. Se levanto de su asiento en cuanto el maestro dejo de hablar, lo hubiera hecho antes de no ser porque eso se hubiera visto como algo en extremo grosero, tomando sus dos bolsos que llevaba ese día, uno donde guardaba su arco, otro donde guardaba su traje de arquería y de más equipamiento.
Como era de esperar Yelena ya le estaba esperando frente a la puerta, cruzada de brazos, con la mirada de apariencia perdida pero que guardaba total atención a cualquier movimiento en el pasillo, consigue ver como una de sus manos estaba cerca del dobladillo de la camisa verde que llevaba ese día, donde suponía que escondía algún arma con una discreción digna de lo que era su alfa, una agente excepcional. Sus miradas se cruzan al instante y una sonrisa, diferentes en cada una, aparecen al instante, la alfa curvando un poco sus labios y la omega mostrando los dientes en el gesto más sincero que era capaz de crear.
— ¡Kate Bishop! — el natural saludo, con un tono siempre más alto que el promedio de normal hubiera servido para mantener en la omega su sonrisa de cachorra, pero en ese momento, hizo algo diferente, menos agradable, haciendo que su rostro se contrajera en una mueca que duro solo una fracción de segundo pero fue suficiente para levantar preocupación en la alfa — ¿Estas bien? —.
Y justo cuando la pregunta se pronuncia la reacción involuntaria es controlada, haciendo que la rusa se maldiga por seguir preguntando en lugar de asumir lo obvio en base a lo mucho que ha llegado a conocer a su omega — Tranquila, Yel, todo bien por aquí, solo que esa clase en verdad me ha dejado el cerebro frito — le resta importancia al asunto mientras rebusca algo importante, fundamental para poder aguantar el día — y quizás este un poco nerviosa por la practica —.
— ¿Necesitas que queme algún beagel? — bromea aun sin dejar de estar preocupada por el evidente gesto de dolor que su omega generó.
Por fin los encuentra, unos anteojos de marco fino y cristal tintado — Jaja, muy graciosa, Yel, deberían incluirte en la próxima temporada de Comunity — revisa que no estuvieran rallados o sucios en exceso, contenta con el estado de sus lentes, se los pone con un gesto descuidado, cubriendo sus ojos del mundo tan brillante, consiguiendo hacer menguar un poco su dolor de cabeza, suspirando de felicidad.
Yelena se siente cautivada ante la visión nueva que tiene frente suya, le sorprende como un accesorio tan simple puede hacerle ver tan diferente, más intrépida, vivas, obteniendo un toque coqueto y picará, eso se hacia más evidente al sonreír cuando sus mejillas levantaban un poco las gafas — Deberías usarlas más a menudo — no iba a poder mantener mucho tiempo dentro de ella lo que pensaba —, te hacen ver muy buen, Kate Bishop — y siente como la mejor de las victorias ver como las pálidas mejillas de su omega se ponen rojas tras el comentario —. Te hacen ver tan misteriosa — alarga un poco las palabras al final, se acerca un poco más, llegando a compartir aire, tan cerca que podría tocarla sin mucho esfuerzo, el movimiento repentino le pone las mejillas aun más rojas, si es que eso era posible —. Toda una estrella — y afianza aun más su sonrisa, mostrando de forma superficial uno de sus colmillos. Observa como tras los cristales de las gafas moradas, porque claro que iban a ser moradas, la mirada de su omega le recorre todo el rostro, hasta quedar fijos en sus labios, observándolos como si fueran la fuente de la juventud eterna y esa devoción silenciosa es suficiente para que Yelena se sienta como el alfa más imponente e importante de la historia —. No creo que quieras llegar tarde a tu primer entreno, Kate Bishop —.
— ¡Claro, claro! — es la omega la primera en dar un paso atrás, marcando un poco de distancia entre ambas, terminando con el espectáculo que dieron para los alumnos que dedicaron un momento de sus muy importantes vidas a observar el festival de cortejo inocente que estaba sucediendo frente a sus narices.
Salir del edificio principal de la universidad, donde las altas paredes con ventanas que podía esquivar o por lo menos ignorar del todo y pasillos alternativos le protegía lo justo de recibir la luz del sol de lleno, se sintió como volver a jugar Fallout tres, para ser específicos en esa misión donde se sale del refugio y por un instante el personaje se ve cegado ante la primera vista de un sol que el morador del refugio nunca había conocido, ese momento donde la pantalla donde se este jugando solo se ve un blanco brillante del sol que nunca antes se había visto, es muy similar a lo que ve Kate cuando llega a la salida del edificio, esa que daba vista directa a los campos de entrenamiento. Por desgracia ese enfoque de aventura, sorpresa y, porque no decirlo, terror a lo desconocido, no trascendió de la ficción a la realidad, en cambio, lo que Kate recibió al volver a ver la luz natural fue un terrible dolor de cabeza, un ardor terrible dentro de sus ojos que le hacia parpadear como loca, una combinación tan desagradable que sus piernas hicieron el amago de temblar, pero consiguió contener su reacción a base de toda la fuerza de voluntad que su madre le ayudo a formar.
La ciudad por fin estaba consiguiendo días más soleados, con unas pocas nubes en el cielo durante la mayoría del día, el calor húmedo iba en aumento, permitiendo que las plantas volvieran a crecer, las aves migratorias regresaran en búsqueda de un lugar con mucha comida y un clima que les favoreciera para iniciar a procrear. Era una época donde los menús se renovaban, comer helado era lo más común, era una época linda, pero que solo traía nada más que inconvenientes para los planes de Kate Bishop. Ella no era una persona que se llevara bien con el calor, no por lo menos cuando se encuentra de lleno en su régimen de entrenamiento, porque el sol abrazante solo hará que le duela la cabeza aun más que de costumbre, el calor corrosivo le iba a hacer rendir con un rendimiento peor al normal y sin duda se ponía en riesgo de deshidratarse más fácil que cuando el frio era la norma. Muchos posibles problemas a suceder, pero ninguno que fuera capaz de detenerla, ella se iba a encargar de que todo saliera bien. Yelena claro que no tenía ningún problema con el clima, su entrenamiento le mantenía serena en cualquier condición climatológica, aunque como toda persona seguía teniendo sus preferencias y mientras más se alejara del recuerdo del frio al que se vio obligada a enfrentar cuando apenas era una cachorra, mejor para ella.
Ambas terminan llegando al campo de tiro tras unos cuantos minutos de caminar, un peregrinar donde Kate iba casi temblando de emoción, dando pequeños saltos ante la sobrecogedora sensación de estar a nada de volver a estar en el lugar que tanto disfrutaba visitar. En la entrada dos personas le esperaban, dos mujeres, una omega y una beta, quienes se dan cuenta de que se estaban acercando, levantando las manos para saludarlos y una de ellas no dudo ni un instante para acercarse casi corriendo hasta el encuentro con la pareja. Greer fue quien decidió acercarse, ya vestida con ropa deportiva de colores azules, con su arco ya desenfundado en su mano izquierda, aunque por lo visto se había olvidado de tomar su carcaj — ¡Kate! — cuando ya estaba cerca, lo suficiente, abre sus brazos para intentar abrazar a su amiga, aunque se detuvo de golpe pues se percato de la forma en la que la omega cerro los ojos, en la manera en la que se hizo pequeña y como amago, solo por un instante, con levantar su guardia, lista para luchar; eso le pareció extraño, pero no inusual, ese tipo de reacciones las conocía bien, las había visto en demasiadas personas antes de ese momento y por tanto sabe como reaccionar, dando un paso atrás, copiando esa reacción de hacerse un poco más pequeña, haciendo que se viera lo más inofensiva que fuera posible, mostrándolo con sus feromonas y lenguaje corporal, se mantiene de esa forma durante unos segundos, hasta que por fin se anima a volver a hablar cunado los ojos de su amiga ya no parecían estar tan atentos sobre ella — Me alegra mucho verte de nuevo — se toma un instante en caer en cuanta sobre el detalle nuevo en la apariencia de la omega —, lindos lentes, te quedan bien —.
Kate consigue dejar atrás el pánico que le había invadido ante ese movimiento tan rápido que le puso los vellos de punta, suspirando al volver a regresar a tierra y con ella regreso su dolor de cabeza — Greer, el gusto es compartido — le entrega su mejor sonrisa — ¿de qué me perdí el lunes? — era una de las grandes preguntas que no había tenido la oportunidad de contestar durante el día anterior.
— Nada del otro mundo, fue algo muy aburrido, solo hablamos sobre los documentos que debíamos entregar en caso de que no lo hubiéramos hecho ya, los horarios esperados para trabajar y… — guarda un momento de silencio al sentir que se le estaba olvidando algún detalle importante y en cuanto lo descubrió hizo un chasquido de dedos antes de relatar — ¡y hablamos sobre el calendario de competencia! — eso claro que capturo la atención de la omega, tanto que hasta regreso a tomar su postura erguida — Nos toca arrancar la primera vuelta de locales ¡una pena! Quería disfrutar un viaje pagado por la universidad —.
Una pequeña sonrisa aparece en el rostro de Kate — Créeme, no te emociones mucho, si fuera por ellos nos mandarían en aviones de Fedex — el comentario consigue sacarle una pequeña risa a las dos personas que le escuchaban, recordándole a la omega que tenía a su alfa cerca —. Aunque los hoteles que escogen no están tan mal… agradece que tenemos tantos acuerdos de cooperación con hoteles, porque las pocas veces que no tenemos — niega con la cabeza, dándole un toque de dramatismo —, se nota y mucho — vuelven a caminar por fin, llegando a estar muy cerca de la beta que era parte del trio que estaba comenzando a formarse, quien les acompañaría desde las gradas como un apoyo moral y quizás tomando fotos, justo momento para que la omega formulara la pregunta importante —. Déjame adivinar ¿Pensilvania, Jersey e Indiana? —.
— Virginia — ante eso la omega se lamenta al creer que iba a meter un pleno al tratar de predecir los rivales que iba a enfrentar en esa primera vuelta —. Nada mal, nada mal. Deberías entrar a concursos de adivinar palabras y así nos compramos asientos en primera clase cuando nos toque viajar —.
Se toma un momento para pensar al respecto — ¿Siguen existiendo esos programas? —.
Y parece que dicha pregunta fue una sensible para su compañera omega — ¡Claro que existen! Son muy entretenidos, los pasan todo el tiempo ¿Cuándo fue la ultima vez que viste la televisión? —.
— ¿Quieres que te conteste o era retorica? — muestra una sonrisa más pequeña, en contraposición con la expresión cargada de incredulidad.
Entones ambas arqueras comienzan en una gran discusión, en voz baja y siempre en un claro tono de broma, sobre la existencia, popularidad y calidad de los programas de trivia transmitidos por televisión en cable, Greer pone sobre la mesa como estos eran la base del entretenimiento mundial, mejor que cualquier comedia o drama que se pudiera transmitir, lo que sin duda fue echarle queroseno al fuego. Ambas terminaron alejándose hasta entrar en el vestuario del equipo de arquería, olvidándose por accidente de las otras dos chicas que las acompañaban, dejándolas atrás, en silencio entre ellas.
Dentro del vestuario ya había varias personas, pequeños grupos hablando entre ellos sobre como les habían ido las cosas en el día, Greer se apresura a tomar un lugar donde sentarse, deteniendo un momento su argumentación mientras buscaba en el interior de su bolso la ropa que iba a utilizar para el entrenamiento, al momento de encontrarla, se comienza a quitar la camisa que había decidido para dicho día. Esa acción, tan normal y casual para alguien que llevaba toda una vida compartiendo espacio con otras atletas, lo cual significaba haber visto a muchas personas con poca ropa, sigue sin sentirse cómoda con la idea de ser ella quien sea vista, por esto mismo, ya tenía la mitad de su ropa escondida bajo su atuendo del día.
— ¿Tienes puesto una térmica por debajo de una manga larga? — pregunta Greer al ver como su amiga se quita su camisa color gris de tela delgada para revelar esa tela más elástica, más pegada a su cuerpo, no tiene mucho tiempo de ver la figura de Kate pues es más rápida al ponerse por encima otra capa de tela, una playera morada de tela pensada para transpirar — ¿Cómo es que no te ha dado un golpe de calor? —.
Ante la duda se encoje de hombros, restándole importancia al tema — Es muy cómodo — gira sobre si misma, mostrando el atuendo que había escogido como si trajera un vestido de Prada en lugar de ropa deportiva que compro hace años en un Walmart en la sección de rebajas —, así no tienes que perder el tiempo buscando un baño donde cambiarte —.
— Chica. Estamos como a treinta grados, prefiero tardarme tres minutos cambiándome que cargar tres capas de ropa encima — y pareciera que estaban hablando sobre si existía vida después de la muerte con la seriedad que habla, todo mientras se acomodaba bien su cabello para que no terminara siendo una molestia durante entrenaba, acción que Kate iba copiando haciéndose una coleta — ¡Son solo tres minutos, algunos aquí fuimos concebidos en menos tiempo que eso! — dicho comentario consigue atraer la atención de más de una de las omegas con quienes compartían vestuario — ¿No quieres un trago de refrigerante? Digo, no quiero ver que te desmayes por tener el cuerpo sobrecalentado —.
— Muy graciosa, Greer, muy graciosa — se libra del pantalón ancho que había escogido ese día, mismo que le ayudaba a esconder el short largo con el cual completaba su atuendo para practicar arquería, aunque faltaban los accesorios fundamentales, pero esos solo los sacaría de su bolso cunado llegara el momento —. Deberías montar un show de Stand up, seguro que te iría muy bien —.
La idea parece gustarle a la omega, pues se queda dándole vueltas unos cuantos segundos — ¿Hacerle pagar a gente para que me vea sobre un escenario sin necesidad de estar medio desnuda? Mi amiga, eres un genio de los negocios ¿No te interesara ser mi representante? Con mi ingenio y mi belleza y tu ingenio y tu belleza ¿quién nos podría detener? —.
Por desgracia, no hay tiempo para que sigan hablando sobre sus planes para volverse millonarias con concurso o shows de comedia, porque una mujer, mayor en edad que todos en el vestidor se asoma por la puerta. Vestida al completo con ropa deportiva, un chándal en colores rojos y blancos que por un instante le recuerda a Kate la vestimenta que llevaba la mafia que le había secuestrado hace unos meses; colgando del cuello de la mujer había un silbato plateado que le daba la distintiva y autoridad propia de ser la entrenadora del equipo. Ve a cámara lenta como la entrenadora se lleva dicho silbato a la boca, Kate solo piensa en lo mucho que le va a doler lo que esta por escuchar y dicho y hecho, el silbido resuena por las paredes del vestidor, en una frecuencia tan alta que hace que ni taparse los oídos con las manos sea suficiente para hacer menguar, aunque fuera un poco, el dolor en el interior de su cerebro, como si le estuvieran taladrando las neuronas con tanta saña que tiembla.
No duro lo suficiente para dejarla de rodillas ni sacarla lagrimas de dolor, duro apenas lo justo para hacer reaparecer el dolor de cabeza que por unos instantes había dejado atrás entre las platicas con Greer, una pena no poder disfrutar un rato más de tranquilidad. Todas voltearon a ver al origen del ruido, muchas poniéndose de pie ante la presencia siempre intimidante de la entrenadora — ¡Muy bien señoritas, las quiero de pie en el campo en dos minutos, quienes no lleguen a tiempo se quedarán recogiendo el equipo lo que resta de mes! — tan rápido como entro, la entrenadora se fue, sin alcanzar a ver lo que su amenaza provoco, un frenesí de adultas jóvenes apurándose a cambiarse, algunas terminando por poner al revés sus prendas, en algo que sin duda sería producto de vergüenza una vez estuvieran a salvo de castigo.
Ambas amigas caminan a paso apresurado, deseosas por escapar de una responsabilidad que no deseaban cargar, filtrándose entre el resto de personas que salían corriendo como si sus vidas dependieran de ello, consiguiendo llegar al campo de tiro mucho antes que las dos pobres desgraciadas que o bien no escucharon la orden de la entrenadora o se lo tomaron muy a la ligera. El pasto parecía brillar como si fueran luces ante los rayos del sol que se reflejaban por algún maldito motivo, un sonido raro acompañaba el aire, un siseo silencioso, similar al canto de una cigarra, deja escapar un suspiro ya sintiendo las primeras gotas de sudor formándose en su frente, agradece entonces desde el fondo de su corazón que su cuerpo siempre pareciera estar frio por naturaleza.
— Mierda — escucha a su amiga quejarse a su lado, lo cual le hace voltear a verla —. Olvidamos el arco y las flechas y el carcaj y… bueno, todas las cosas — ante ese pequeño listado deja escapar un gruñido de frustración — ¿Crees que nos ponga el castigo si volvemos por nuestras cosas? —.
Voltea a ver al resto de sus compañeras, la mayoría estaban tratando de acomodar sus carcaj, ya fuera a la cadera, opción que en lo personal no era la favorita de Kate para tiro olímpico, o en la espalda, la que era su favorita personal para tiro olímpico, otras estaban emocionadas hasta el punto de dejar escapar feromonas mostrando los arcos que habían comprado o los nuevos detalles que habían conseguido, una ilusión que Kate sabía estaba a punto de desaparecer — Quédate tranquila, no los necesitaremos por ahora —.
Y por un momento pareciera que no hace falta respirar o que se puede beber combustible en lugar de agua. Greer parpadea, voltea a ver a sus lados, tomándose un instante para ver las dianas que aguardaban unos cuantos metros lejos de ellas — La ultima vez que revise, para practicar arquería era un poquito indispensable tener arco y flechas, aunque si has conseguido aprender a utilizar el poder de la imaginación estoy muy interesada en verte convertir un trozo de pasto en arco —.
Una vez más, antes de ser capaz de decirle algo a su amiga, preguntarle si estaba hablando del mismo tipo de poder ficticio salido de un juego de mesa, la entrenadora vuelve a hacer aparición, aunque sin hacer sonar su silbato, algo que el pobre cerebro de Kate agradecía como granjero al ver llover tras una sequía — ¡Muy bien señoritas, veo que muchos están muy ansiosos de disparar en este día tan encantador! — y se escuchan exclamaciones entre el resto de arqueros, algunos incluso levantando sus compañeros de tiro cuales protagonista de alta fantasía — ¡Pues pueden ir dejando sus arcos donde mejor les venga en gana! — y al instante el silencio aparece mientras Kate comenzaba a calentar sus piernas, intentando alistarse para el ejercicio que ya había hecho temprano en la mañana — ¡Dos vueltas al campo, quienes lleguen ultimas harán tres! —.
Y Kate no puede evitar voltear a ver a su amiga, quien resopla a la par por estar aliviada de no ser regañada por haber olvidado algo tan fundamental como podía ser un arco para una arquera y a su vez muy frustrada al darse cuenta que ser parte del equipo no era solo disparar flechas todo el día — Te apuesto diez a que termino antes que tu — extiende una de sus manos para cerrar el trato, mismo que es firmado sin dudar — ¡Te veo en la meta Katherine! —.
La omega sale corriendo con toda la potencia que sus piernas pueden generar, zancadas que le dan una gran ventaja respecto a Kate quien se tomo un instante para verla correr como liebre en lo que creía era una gran estrategia con la cual ganar — Novata — susurra un instante antes de iniciar con el ejercicio, justo como lo hizo durante la madrugada, a un ritmo de trote medio, suficiente para mantener energías.
A pesar del calor, a pesar de que sus piernas llevaban todo el día cansadas, a pesar de que su estómago dolía cual hueso roto, el ejercicio fue bien recibido. Lo hizo con la disciplina que tanto le caracterizaba una vez entraba en competencia, sin quejarse, concentrada en cumplir con las ordenes que le habían dictado al pie de la letra, sin dudar, sin flaquear, nada importaba más que llegar a la meta. Es así como corre, a paso mesurado durante la primera vuelta, quedando al centro entre el resto de sus compañeras, ni muy cerca de los que iban primero ni de los que iban últimos. En la segunda vuelta aumenta un poco la velocidad, aprovechando de sus largas piernas para no tener que hacer tanto esfuerzo, solo a base de zancadas más largas, aun a la velocidad de trote, fue capaz de rebasar a más de una llegando a estar justo en la frontera entre quienes iban en cabeza y quienes estaban en el centro. La tercera vuelta era un tema diferente, justo en esa comenzó a sentir sus piernas pesadas, tensas desde el tendón de Aquiles hasta sus isquiotibiales, una petición silenciosa para detener, una advertencia antes del verdadero dolo; da una profunda inhalación y sube hasta su marcha máxima, aunque sea el máximo en el estado en el que se encontraba, corre como si la vida le fuera en ello, aprovechando al máximo su larga zancada sin perder eficiencia en su movimiento, su mirada queda fija en la marca donde había comenzado el calentamiento. Su dolor se convierte en motivación, en el combustible para cada paso que daba — Entre más rápido llegues más rápido dejara de doler — le susurra su conciencia cuando por un instante considera detenerse ante la tensión insufrible en su pierna izquierda y ese pensamiento es suficiente para que el mundo a su alrededor se desvanezca, solo existe el trozo de pasto siguiente al último paso que da, no siente el dolor de sus piernas, ni los latidos dolorosos de su corazón, ni la carcasa de sus lentes golpeándole en la nariz, por unos segundos no se siente como una tramposa que ha ganado lo que ha ganado copiando al mejor arquero del mundo, ni se siente como un fracaso de omega incapaz de cortejar a una alfa, ni como la peor hija del mundo, solo era ella, la atleta, corriendo hasta cruzar la meta.
Necesita unos cuantos pasos más para frenar pues había llegado con mucha carrera, respira con gran dificultad, pero aun así aprovecha para darse la vuelta, observar a sus compañeras que iban terminando en búsqueda de alguien en especial, persona que aparece tras un minuto o quizás dos, lo cual le saca una gran sonrisa y no espera ni un segundo más antes de hablar — ¡Efectivo o tarjeta, acepto cualquiera! — la pobre omega llega a la meta casi que escupiendo el hígado mientras tose en búsqueda de recuperar el aliento, agarrándose de las rodillas dejando escapar jadeos de profundo dolor — Si es un cheque, deja te paso el numero de mi contador —.
Intenta contestar algo ingenioso, pero le es imposible formular palabra mientras respira de dificultad, necesita un minuto o dos más hasta que consigue formular algo por lo menos entendible — Yo no… tu eres… una maldita maquina — por fin consigue decir algo. Kate aprovecha para tomarla del brazo para que tuviera un buen apoyo mientras caminaban a una de las hieleras que el staff había llevado antes de que las personas salieran para comenzar a entrenar, del interior saca una de las tantas botellas de agua y se la ofrece a su amiga quien da un largo trago que se lleva casi un cuarto del líquido — ¿Cómo diablos hiciste eso? —.
Le entrega un momento más para respirar antes de volver a hablar — Nunca corras con todo en la primera vuelta, a menos que solo debas correr una vez, terminaras agotada antes de que llegues a la mitad, guarda tus energías hasta el ultimo tramo, te da más oportunidades de ganar — ve como vuelve a dar un gran trago al agua, llegando hasta la mitad —. Tampoco tomes tanta agua de golpe, te dolerá el estomago como si te hubiera pateado una mula —.
Parece no haber escuchado el ultimo consejo pues termina bebiendo incluso un poco más — Parece que te gusta mucho correr — por fin podía volver a respirar con normalidad, su mente se vuelve a calmar y entonces, agrega algo que había pasado por alto —. Gracias por el consejo, lo tendré en cuenta, es que no sabes lo mucho que odio correr, solo pensaba en terminar rápido —.
Claro que no la juzga, en cambio le entrega la mejor de sus sonrisas — Cremé que lo entiendo, a mi tampoco es que me guste mucho, pero somos omegas, correr es nuestra mejor defensa — ambas se quedan calladas un instante al comentario, las alarmas de Greer se encendieron ante el comentario, siente la necesidad de preguntar al respecto pero es incapaz de formular palabra alguna pues le interrumpen la línea de pensamiento — ¡Deberíamos salir a correr algún día para que te comiences a acostumbrar! — y esa simple invitación fue más que suficiente para hacer que cualquier otro tema desapareciera de su mente — ¡Perfecto! Hay que cuadrarnos para ir, porque créeme que aquí vas a correr mucho —.
No hay tiempo de nada más pues la entrenadora vuelve a llamar la atención del publico, aunque por fortuna no volvió a utilizar su silbato, fue más que suficiente que se pusiera frente al grupo de personas muertas de cansancio en mayor o menor medida — Buen calentamiento señoritas, buen calentamiento — y algunas de ellas terminan jadeando casi asustadas o sorprendidas al recordar que la carrera que tuvieron que hacer, bajo el sol ardiente de una primavera que ya avisaba precedía a un verano atroz —. Escojan parejas, vamos a hacer trabajos de coordinación, quienes se sientan mareadas o con dolor de cabeza, acérquense a mi para evaluarlas, si alguna se comienza a sentir mal, avíseme de inmediato ¿entendido? — y por un momento Kate cree que esas palabras van dirigidas directo para ella, sus sospechas incrementan un poco al ver como la entrenadora, efectivamente, le miraba de manera directa — Bien muchachas, mientras antes terminen antes podremos comenzar a disparar —.
Le regresan un pequeño golpe al hombro — ¿Lista compañera? — pregunta con evidente emisión en su rostro, levantando las cejas. En respuesta la otra omega asiente antes de extender su mano, cerrando el pacto de colaboración. Kate conocía bien ese tipo de ejercicios, eran bastante tranquilos en comparación al calentamiento que acababan de hacer, algo simple que incluso se podía considerar como otra parte del calentamiento. Se separan un instante, Greer yendo a buscar un buen lugar donde sentarse, tomando en cuenta como se movía el sol para tratar de recibir la menor cantidad de luz posible, entre tanto Kate va a buscar las cosas que se iban a utilizar para el ejercicio, una pelota con peso y unos tapetes que solían usarse para el yoga, sin duda debía agradecer a quien fuera el ser sensato que decidió comprarlos porque en verdad era un tanto molesto pasar tanto rato directo sobre el pasto. Con todas las cosas listas arrancan a ponerse en posición, sentadas espalda contra espalda, arrancan con la primera ronda del nuevo ejercicio, uno simple donde solo se iban a pasar la pelota una a otra, girando al mismo tiempo y en la misma dirección — ¿Porqué hacemos esto y no algo más… no sé, de arquería? —.
Entiende la pregunta, ella misma se lo hizo cuando comenzó a participar en los entrenamientos serios dentro de la disciplina — Es muy importante trabajar esto — deja escapar un quejido al recibir el peso con un poco más de fuerza que las anteriores recepciones —, te ayuda a tener caliente la espalda y los brazos, zonas que creo son importantes para la arquería — es turno de la otra omega para gruñir al recibir un comentario similar —, además es importante coordinar bien entre tu cuerpo y tu cabeza, nadie quiere que termines soltando tu flecha a medio tiro porque pensaste más rápido de lo que reaccionaste —.
Se hace el silencio durante unos momentos, concentradas en seguir con el ejercicio de forma correcta hasta llegar a la ultima serie del mismo, tomándose unos cuantos segundos de descanso, aprovechando que la luz del sol se tapó por una nube vagabunda — ¿Después de esto por fin vamos a disparar? — se levanta un poco la playera para quitarse el sudor que escurría por su rostro — Porque siento que me estoy derritiendo —.
— Compra alguna gorra, la vas a necesitar, estar bajo el sol abrazador es lo común en esta profesión — no contesta de primeras la pregunta inicial, solo por motivos dramáticos —. Pronto, Greer, pronto podrás disparar —.
Por desgracia para la novata ese pronto no daba ninguna certeza de tiempo por un buen motivo, tuvieron que pasar por unos cuantos ejercicios más antes de llegar, como ejercicios de equilibrio, trabajo con cintas elásticas donde emulaban el movimiento de tensar la cuerda del arco; durante cada uno de estos Kate se tomo el tiempo y la dedicación necesaria para dar explicación del por qué tras ellos, ayudando a su amiga cada vez que mostraba alguna muestra de dificultad ante ellos, dándole los mejores consejos que pudiera entregar en medio de su dolor de cabeza y cansancio profundo. Sus consejos eran muy buenos, sensatos por decir menos, siempre enfocados en buscar el bienestar de su amiga por encima de cualquier otra meta teórica que le quisieran imponer o se tratara de autoimponer. Trabajan en una magnifica sincronía en los ejercicios en pareja, dándose ánimos cuando ven a la otra flaquear, aunque en la mayoría de casos eran de parte de Kate para Greer, sea como fuera, consiguen hacer pasar el tiempo hasta que por fin llega el momento de olvidarse del ejercicio libre y concentrarse en la actividad más común e importante en la disciplina de la arquería.
Greer por desgracia ya no estaba tan emociona que cuando inicio el entrenamiento, sosteniendo su estomago ante el dolor aplastante que estaba destrozándole las entrañas, un dolor que Kate le había advertido sucedería, una advertencia que ignoro en su momento y de lo cual se arrepentía. Aun así, decidió rechazar cualquier posibilidad de ir con la entrenadora para pedir algún tipo de baja, ya había llegado hasta ese punto y nada le iba a detener de por fin poner entre sus manos las flechas que estuvo viendo durante muchas horas el día anterior antes de irse a dormir. El resto del equipo se acomoda alrededor de la entrenadora quien les observaba con una sonrisa, muy diferente al habitual seño fruncido con el que estuvo juzgando a cada una de las participantes durante cada ejercicio que realizaban, satisfecha por haber visto tanto esfuerzo por parte de sus entrenadas.
— Esta es la parte fácil señoritas, acomódense en grupos de tres y aprovecharemos todo el tiempo que nos queda, harán un total de cuatro repeticiones, dos en equipo, dos en solitario, uno con estabilizador, otro sin estabilizador, quiero ver el groso de sus habilidades — y eso emociona a todas las personas presentes, demostrándolo con sus feromonas y de vuelta con pequeños gritos de emoción — ¡Vayan por sus arcos, tienen cinco minutos! —.
Menos mal que en esta ocasión no les vuelve a amenazar, ya comenzaba a ser un tanto pesado seguir por la misma línea. Kate sabe la discusión que estaba por arrancar con su amiga, por tanto, se anticipa al instante — ¡Me ofrezco como voluntaria! — habla un poco más alto que de normal, de lo cual se arrepiente pues su cabeza vuelve a palpitar en una nueva ola de dolor — Quédate aquí y ve apartando una buena diana ¿vale? —.
Para asegurarse que no hubiera oportunidad de recibir algún reclamo o que se volviera una discusión que les restaría tiempo, no espera a recibir algún tipo de confirmación, en cambio se da la vuelta y comienza a caminar de vuelta a los vestidores. No es un trayecto muy lejano, menos cuando se dio el privilegio de ir casi trotando, un privilegio que perdió en cuanto estuvo bajo la sombra del edificio. Se detiene de golpe, pues su cabeza había comenzado a doler mucho más que en cualquier otro momento durante el día, su visión es la siguiente en verse afectada, volviéndose borrosa e inestable, tan inestable como sus articulaciones que tiemblan como si estuviera de vuelta el invierno. Kate sabe lo que ocurre, claro que lo sabe, era uno de los pequeños problemas que podían surgir de seguir su dieta, un precio a pagar más que aceptable en su opinión a pesar de lo molesto que era, al fin de cuentas llevaba casi dos días enteros sin comer nada y eso se hacia notar tanto para bien como para mal. Revisa que no hubiera nadie tras suya, el pasillo vació le grita que siga avanzando, con una mano apoyada sobre el muro en un intento de no caer ante la menor grieta o protuberancia, encontrando así camino hasta el vestidor, ignorando el resto de cosas va directo a su bolso, rebuscando con manos agitadas entre los cierres del mismo, no por nada compraba de los que tenían solo tres, en el más pequeño de todos encuentra lo que tanto le ayudaría a poder sobrellevar lo que restaba del entrenamiento. Toma el primer sobre de azúcar blanco, abriendo de un tirón provocando que un poco del contenido cayera al suelo, sin dudar lo que restaba se lo tira en la boca, dejando escapar un largo quejido en cuanto los granos cristalinos hacen contacto con su lengua, no iba dejar que la azúcar se quedara ahí sin nada más pues eso terminaría causando un sabor y sensación muy desagradable, agradece entonces el haber guardado antes una botella de agua en su bolso, de la cual bebe un solo trago suficiente para hacer disolver el azúcar y poder tragar sin dificultad.
Se toma un segundo más, sintiendo como un escalofrío recorre su cuerpo, su dolor de cabeza aun estaba ahí, su mirada había vuelto a ser estable, apenas lo suficiente para poder ver sin sentir que todo el mundo estaba dando vueltas o como si estuviera desarrollando cataratas a tan temprana edad. Necesita sentarse para terminar de tranquilizarse pues no deseaba que nadie le viera como un bicho raro que era incapaz de caminar como una persona normal, prefería en cambio que alguien le viera como alguien que necesitaba descansar un momento, algo mucho más sensato. Se quita sus preciados lentes de aviador, cerrando los ojos al instante en que la luz fría llega a sus cuencas. Kate estaba familiarizada con los efectos secundarios de su dieta, la que sí le sorprendía y mucho era lo rápido en lo que estos había hecho aparición, sabía que los primeros días eran los más complicados donde su cuerpo, que siempre parecía estar interesado en hacer todo lo contrario a lo que era lo mejor para él, haría todo lo posible para pedir comida que no necesitaban, pero ella sabía lo que debía hacer, pequeños sobres de azúcar en su mochila, priorizar el agua fría, café cuando las energías estuvieran en las últimas y comer ensaladas de espinaca y lechuga cada tercer día, un plan perfecto, sin fisuras.
Se levanta justo a tiempo pues dos compañeras suyas entran también al vestidor. Toma el carcaj y arco de su amiga, acomodándolos en su lado derecho mientras que su propio equipo se queda a la izquierda — Vamos a estar bien — le entrega su mejor sonrisa a sus compañeras antes de volver a trotar rumbo al campo de tiro, comenzando a hacer sus ejercicios de respiración —. Vamos a estar bien — se repite cuando la luz del sol le es visible a pocos pasos. Kate iba a salir ahí, demostraría porque había ganado una medalla de oro, demostraría que podía marcar un triple diez aun muerta de hambre como tantas veces había hecho antes.
3
Los espacios que eran utilizados como casas de seguridad variaban mucho dependiendo del lugar, la mayoría tenían características particulares que respondían a las necesidades particulares de las misiones para las que habían sido creadas, al fin de cuentas no era lo mismo tener una casa de seguridad para una misión de vigilancia que para una que implicara la retención de personas un poco en contra de su voluntad, era una muy mala idea tener a alguien secuestrado en una casa de muros delgados. Una de las cosas que si compartían la mayoría de casas seguras bajo la administración de las viudas negras era que eras lugares poco glamurosos, más cerca de lo horrible que de lo pasable, muchas de estas ni siquiera tenían muebles funcionales pues eran lugares pensados para ser una simple fachada antes que un lugar que habitar donde disfrutar, aunque claro que había algunas excepciones, muy pocas, tanto que las podría contar con una sola mano y eran las que estaban diseñadas para misiones de larguísima duración. Ese no era el caso de la casa de seguridad en la que se encontraba Yelena, era un domingo por la tarde noche, el día libre de sus deberes como guarda espaldas, le hubiera gustado pasar el tiempo con su omega, pero ese día tenía que resolver o por lo menos atender, una actividad que había dejado de lado y que era fundamental para conseguir lo que estaba construyendo con su omega.
Dentro de un departamento que pasa inadvertido tres viudas estaban reunidas alrededor de una gran mesa plástica sobre la cual descansaba una botella de vodka que ya iba por un cuarto de consumo, unos cuantos papeles estaban esparcidos y al centro había una computadora sin encender. Las viudas no hablaban mucho pues estaban a la espera de que llegara la ultima de ellas que iba a ser parte de la reunión, este tiempo le estaba desesperando a Yelena quien no podía entender qué cosa estaba reteniendo a su hermana de armas, este tiempo muerto le da la oportunidad de torturarse un poco, dando vueltas a ese momento que se dio durante la noche de la gala, cuando encontró a su omega, frente a la barra del bar del hotel, con la cabeza apoyada sobre una de sus manos en su mejilla, recuerda a la perfección su mirada, perdida al frente, de apariencia acuosa, como si estuviera reteniendo un océano entero de lagrimas, recuerda la forma en la que apretaba sus labios tanto que no dudaba que se estuviera lastimando; esa visión aun rondaba por su cabeza, recuerda como se quedo congelada sin poder acercarse a pesar de su inicial emoción por no dejarla sola, aun tras varios días tras aquella visión se sigue sintiendo fatal pues siente que es la primera vez que ella es responsable o por lo menos cómplice de dicho dolor, porque fue incapaz de encontrar algo que decir, de ser el lugar seguro que necesitaba. Fue una alfa ineficiente y no había nada que más odiara que ser ineficiente.
La cerradura de la puerta principal cruje al haber sido abierta, quizás era porque estaba muy sumida en sus pensamientos o que los recuerdos del malestar de su omega le puso a flor de piel su entrenamiento, sea como fuera, su reacción al sonido fue desenfundar uno de los tantos cuchillos que siempre llevaba consigo, un gesto que fue advertido por una de sus compañeras quien se tensó en respuesta, capturando una postura más firme, lista pare responder ante cualquier amenaza que hubiera pasado por alto.
— ¡Hey, hey, ya llegue! — pero en cuanto el grito cruza el aire del cuarto, todo el mundo vuelve a estar relajada. Tras la puerta aparece la figura de una omega de cortos cabellos negros, que con una sonrisa en sus labios les lanza una bolsa de papas fritas, lo que había dicho que iba a llevar a la reunión a pesar de que nadie se lo pidió.
— Llegas tarde — informa una viuda que sobre su rostro llevaba unos lentes.
— Perdóname la vida, Les, tuve un… inconveniente con un pequeño proyecto — ante eso todas al mismo levantan una ceja, alguna incluso se cruza de brazos, expectantes de saber si les tocaba encargarse de otro desastre, Sonya se da cuenta, rodando los ojos —. No, no le robe el auto a otro mafioso — una gran historia, de las primeras que tuvo la viuda, una historia que sería contada en otro momento —. Solo tuve que ir a… convencer a alguien de que cumpla con su trato — su explicación no es suficiente para ninguna de sus hermanas, se da cuenta de ello, por la forma en la que le miran como si esperaran que había aumentado su recuento de bajas — ¿Se van a quedar viéndome como estúpidas o vamos a hablar sobre la criminalidad de la perra de Eleonor? —.
Ese era el gran e importante motivo por el cual estaban reunidas ese día. Por un lado, las dos viudas, una beta y una alfa, que se infiltraron dentro de Bishop security como empleadas cualquieras, una en la zona de contabilidad y la otra en recursos humanos, llevaban trabajando en la empresa desde que vio a Eleonor golpear a su hija, lo cual ya eran casi tres meses en una labor de espionaje constante, intentando conseguir pruebas que incriminaran a Eleonor respecto a sus lazos con las múltiples mafias de New York, algo que debería ser fácil para dos viudas, para poder alejarla definitivamente de ate y así asegurar su seguridad sin necesidad de recurrir al asesinato.
— Supongo que podemos comenzar — Yelena es la primera en volver a hablar, poniéndose en el frente de la mesa, como la líder que era, lista para escuchar los avances de la misión —. Primero que nada, les agradezco por haber aceptado participar en esta misión personal, que sepan y recuerden que les debo una —.
Ambas viudas se miran por un segundo, llegando a un consenso inmediato — Si por meternos en una oficina durante ocho horas al día, donde nuestra mayor preocupación es que Jessica de programación se esta metiendo con su jefe directo, nosotras qué te deberemos por habernos devuelto nuestras vidas —.
Una pequeña sonrisa cruza el rostro de Yelena, su corazón incluso se conmueve al ver frente suya el gran motivo por el cual se levantaba durante tantos días, saber que sus hermanas iban encontrando un lugar en la tierra le hacía ver que cada golpe, cada herida, sirvió para algo — Y bueno, la verdad es que hasta ahora no hemos encontrado mucha cosa — continua la segunda viuda, esparciendo sobre la mesa dos papeles en particulares que recopilaban información respecto a las visitas personales que recibía Eleonor —. Han asistido en su mayoría otros empresarios de sectores bancarios y otras empresas tecnológicas, todos tan limpios como puede estar un millonario convencional, la mayoría no son empresas originarias de aquí por lo que no parecen tener trato alguno con la mafia local —.
Justo esa fue la seña para que su compañera, la de finanzas, entrara a la conversación con su propio resumen de investigación — Las cuentas de la empresa, a las que he tenido acceso, parecen estar limpias — abre su computadora, misma que se enciende al instante y tras unos segundos de teclear, hace aparecer una tabla de Excel donde había recopilado toda la información respecto a la contabilidad de la empresa —. No hay exuberantes sumas de capital moviéndose a entidades que no sean fácil de identificar, ninguna en algún paraíso fiscal ni grandes retiros de efectivo —.
— Nada que los señale con el lavado de dinero — concluye Yelena, frotándose la frente con su mano derecha, frustrada al ver lo que parecía ser un callejón sin salida.
Justo cuando el pesimismo hacia el amago de querer aparecer, su compañera vuelve a intervenir — Pero, si hay constantes donaciones a múltiples organizaciones de caridad desde las cuentas personales de Eleonor — y eso podría no significar gran cosa pues la mayoría de millonarios lo hacían para pagar menos impuesto o por motivos de marca —, no hay una sola ONG que se repita, son todas diferentes y en su mayoría son de reciente fundación, con muy poca información respecto a sus miembros, aunque de los que se sabe algo suelen tener como punto en común la tenencia de personal eslavo — resaltado en rojo en el Excel estaban los montos, que ascendían a cantidades no desorbitadas más si importantes, en un flujo que siempre cuadraba con los ejercicios fiscales del estado, lo cual daba una pista por donde tirar —. Seria prudente revisar de cerca estas ONG’s en búsqueda de alguna irregularidad o de la presencia de… alguno de sus recientes amigos — una foto se desliza, en ella, un hombre alto cual montaña y de apariencia fornida aparece, calvo como una esfera de cristal, el inconfundible Wilson Fisk.
Yelena se toma un momento para ver bien la imagen, reconociendo que era una que no había visto antes, por lo que podía descartar que se tratara de una de las tantas que hay en internet, se trataba de una imagen autentica tomada con maestría por un lente de largo alcance, con un pulso impecable, pruebas suficientes para hacer ver que fue una de sus hermanas quien tomo la fotografía — ¿Creemos que esta involucrado en estas ONG? —
— Es lo más lógico en base a lo que nos contaste respecto a la relación de Eleonor con la mafia deportiva y vimos a Fisk entrar al bloque de edificios que responden a la dirección oficial de una de estas, lo estuvimos siguiendo desde lejos durante un par de noches porque teníamos nuestras sospechas — informa la de lentes con todo el orgullo de quien hace un buen trabajo.
Yelena se toma un momento en silencio, analizando lo que ha escuchado, hasta que por fin encuentra las palabras con las que continuar su conversación — Bien hecho al descubrir esto. Quiero que mantengan su investigación alrededor del capital que se mueve entre Bishop Security y estas ONG, recopilen cuanto puedan, recuerden que no hace falta encontrar pruebas de asesinato o conspiración para meter a nuestro objetivo tras las rejas o por lo menos sacarla del terreno de juego —.
— Pregúntenle a Alcapone — interviene Sonya tratando de aligerar un poco el ambiente antes de que llegara el comentario inevitable y con el, una posible discusión.
— Si Kingpin esta en verdad involucrado como creemos que lo está, no quiero que se involucren en ninguna labor de vigilancia ni que hagan contacto alguno, es más, no se acerquen bajo ningún concepto — su tono cambio de ser tranquilo, con su acento disimulado a ser más rígido, dejando escuchar su origen ruso, esa voz que siempre utilizaba cuando era la líder de una misión.
Una voz que de normal hubiera sido suficiente para convencer a cualquiera de sus hermanas, pero que en esa ocasión no lo fue pues las dos viudas no encontraban lógica ante tal orden — También somo viudas, Yelena, podemos encargarnos de cualquier combatiente que se interponga en nuestro camino ¿o debemos recordarte lo que hicimos antes de que nos rescataras? —.
Identifica el reto tanto por parte consciente como por su alfa quien le exige comenzar a gruñir, mostrar sus colmillos, para hacerse ver como la dominante en la situación y solo se contiene porque sus hermanas han sido muy amables en todo y al mismo tiempo sabe de donde viene el cuestionamiento a su palabra — Lo recuerdo, se lo capaces que son, pero entiendan que Kingpin es diferente, no es un mafioso cualquiera, por algo sigue en libertad sin que nadie haga algo, ni siquiera en mis tiempos en SHIELD nos animamos a intentar confrontarlo físicamente cuando se involucró con armas químicas, ni Nat ni Clinton quisieron pelear contra él por un motivo — y esa pequeña revelación es más que suficiente para comenzar a aplacar la rebeldía de las otras dos viudas —. Se que son capaces, si lo quisieran le podrían patear el culo a cualquiera, pero también se que tipo de persona es Kingpin, se lo interesado que esta en tener a viuda negra cerca, se el riesgo que supone para ustedes y me niego a ponerlas en ese riesgo. Así que es una orden, no se acerquen a Kingpin bajo ningún motivo ¿entendido o tengo que decirlo en ruso? —.
Hay un momento de silencio entre todas las presentes, como si estuvieran buscando una forma de responder o contraargumentar, pero la postura rígida de Yelena junto a la revelación de que ni la mejor asesina creada por la habitación roja se sintió con la seguridad de poder ganar en una pelea contra Fisk, fueron suficientes motivos para dejar a un lado cualquier intento de discusión —.
— No nos acercaremos a Wilson Fisk — concluye la beta en nombre suyo y el de su hermana, dando por concluida la discusión sin espacio a la duda pues la palabra entre viudas era sagrada.
— Gracias por entender — suspira un instante revisando de vuelta los documentos que tenía frente a ella, la poca información con la que contaba a ese punto aun tras tanto tiempo de investigación — ¿Ven viable intervenir sus comunicaciones o plantar micrófonos en sus oficinas? —.
Se quedan calladas un instante, recordando las rutinas que detectaron por parte de su jefa falsa y más importante aun, recordando las particularidades de la empresa donde estaban trabajando — No creo que sea prudente intervenir sus comunicaciones, tienen muchos medios para mantener control de las líneas, se toman enserio lo de las filtraciones — claro que eso frustra a todas las presentes al instante —. Aunque no creo que sea imposible plantar algún micrófono, solo necesitamos esconderlos un poco y nadie se dará cuenta de —.
Por lo menos iban a sacar una conclusión positiva para lo que iba de reunión — Perfecto, hagámoslo entonces, si no tienen micrófonos pasen por mi casa y tomen cuantos necesiten — ve al instante como le brillan los ojos a una de sus hermanas, por tanto necesita dar una advertencia —. Atrévanse a tocar una de mis botellas de vodka y juro en el nombre de mi perra que les hare desear estar muertas —.
— A veces eres muy aburrida, Yelena — una pequeña sonrisa aparece en los rasgos de la chica de lentes ante una gran pregunta que estaba por formular —. Creo que merecemos una pequeña recompensa por nuestro buen trabajo, así que dinos, ¿Cómo van las cosas con tu omega de quien no podemos hablar? —.
Como si fueran hienas sus tres hermanas sonríen de oreja a oreja mostrando sus dientes relucientes ante la luz de la tarde, por un momento, solo por un momento, la rubia se siente un poco intimidada ante el publico frente suya — ¡SÏ, vamos hermana, háblanos un poco! — la beta hace segunda al instante y sin dudar mientras que Sonya comienza a buscar algo en el interior de la bolsa de lona de donde había sacado las papas que estaban disfrutando — ¿Ya la besaste o ya adelantaste hasta tenerla debajo de ti? —.
La pregunta tan descarada le pone las mejillas rojas cuales manzanas — ¡Claro que no, apenas le revele que soy una viuda! — su voz más chillona que de común ante sus emociones desbordadas y con su corazón acelerado, incluso sus feromonas comenzaban a estar alborotadas, saliendo sin filtro alguno e inundando la sala. En medio de su confusión consigue visualizar un objeto volando contra ella, tiene el tiempo justo para meter la mano impidiendo que le golpeara de lleno, en el suelo a sus pies, un paquete de bolas de tenis — ¿Qué carajo fue eso? —.
— Ah que lastima, incluso esas bolas se te cayeron — y al mismo tiempo las tres viudas explotan en carcajadas martirizando a la pobre Yelena —. Enserio hermana, necesitas hacer algo con ella, pronto, ya te lo dije, es una omega guapa y millonaria, lo lógico es que tenga a mil personas a su espalda —.
Se comienza a llenar una nueva ronda de vodka mientras se dedicaban a limpiar la mesa para no manchar nada de la importante investigación, listas para cambiar a un ambiente mucho más tranquilo y casi familiar — ¿Quién se quedo a cuidarla esta vez? — vuelve a hablar Sonya con genuina curiosidad al darse cuenta que de cuatro de las cinco viudas que suelen estar rodeando el lujoso edificio donde vivía Kate.
Yelena se pasa su trago de un solo golpe como la alcohólica funcional profesional que era — Nadie, me dijo que se iba a quedar en casa así que hoy nadie esta rondando — puede notar la forma en la que sus hermanas le juzgan sin palabras pero aun así ruidosa —. Créeme, no creo que vuelva a pasar lo de la otra vez, comenzó a entrenar con el equipo de arquería de su universidad y parece estar muy cansada la mayoría del tiempo, no me sorprendería que estuviera durmiendo ahora mismo — se vuelve a llenar su baso con más alcohol.
— No me mentiras que preferirías estar junto a ella ahora — la beta hace de vuelta aparición —. Juntas en la cama, abrazadas, durmiendo o “viendo Netflix” — y la mente de Yelena le juega un mal pase, haciéndole recordar esos maravillosos días donde fue una invitada de lujo dentro del nido de su omega, cuando la estuvo abrazando tanto en su forma humana como en su forma de loba , incluso llegan a su memoria imágenes de la omega desnuda, la curvatura de esa hermosa cadera le seca la boca a pesar de aun tener los restos de su trago, le pican las manos ante la primaria necesidad de ponerlas en ese espacio de piel, donde siente que siempre han pertenecido sus manos — ¡Sonya trae agua fría que por aquí apesta a alfa cachonda! —.
A un lado suya alguien lanza un poco de desodorante ambiental a pino, intentando limpiar las feromonas de excitación que había dejado escapar en contra de su voluntad. Sonya reaparece ¿en que momento se había ido? Solo ella sabía, con una taza llena de agua fría, casi preparada para ser lanzada — Hazlo y te daré una paliza que ni en la habitación roja —.
La amenaza es más que suficiente para echarla para atrás, manteniendo la taza entre sus manos e incluso pegándole algún trago al liquido, aprovechando para quitarse el sabor del alcohol de la boca — Ya enserio, Yel, ¿porqué no estas ahora mismo ahí? Podrías ir dando unos cuantos pasos, sabes que no hay nada que pueda hacer Eleonor para intimidarte o lastimarte —.
— Tiene una mala relación con su madre, es claro que la ha manipulado por muchos años, incluso si avanzara con ella, estoy segura que le tiene miedo… no quiero dar ningún paso antes de poder darle un espacio seguro — suspira con pesades antes de darle otro largo trago de vodka —. Necesito encontrar una forma de alejar a Eleonor y entonces, solo entonces, podre hacer algo que dure, algo que le haga olvidar toda la mierda que esa perra le ha metido en la cabeza —.
Se hace un momento de silencio, todas las viudas unidas por una misma persona a pesar de que la mitad del grupo no la conocía de primera mano y lo poco que sabían era a base de anécdotas, pero al fin de cuentas todas en esa casa segura sabían lo que era ser manipulada por una figura de autoridad. En medio de recuerdos de los horribles días, una idea cruza por la cabeza de la otra alfa, una posibilidad más que funcional para lo que su amiga deseaba alcanzar — Tengo un plan — informa en voz alta llamando la atención del resto —. En caso de que no encontremos algo pronto, se cómo nos podemos deshacer de ella —.
Una sonrisa macabra le cruza la cara, digna del gato del país de las maravillas — Ya te dije que no vamos a matarla — repite la instrucción que había dado incontables veces ya a cada una de sus hermanas que descubrían los pormenores de su omega—… no por ahora — lo ultimo es apenas un susurro, dejando claro que tenía en gran consideración dicha opción.
— No, no, tu tranquila que tengo otra idea — hace un momento de silencio por efectos dramáticos — ¿qué te parece un caso de falsa bandera? — eso sin duda capta la atención de todas las presentes — Piénsalo, alguna de nosotras podría aparecer en la empresa, con armas y todas nuestras cosas, podríamos fingir un intento de secuestro para Eleonor, uno que obviamente fallaría porque tu estarías ahí para evitarlo, para decirle el gran peligro en el que esta y que debería largarse de la ciudad antes de que pasara a ser un intento de asesinato; estoy segura que no tiene el coraje de saber que esta en la mira de dos viudas negras —.
— Deberíamos hacerlo durante alguna de sus reuniones y galas, para que más personas lo vean y sean testigos de esto, así podríamos asustar a más de uno — su compañera de trabajo se monta a la conversación —. Es más, que seamos las tres, incluso podríamos actuar otro secuestro de tu omega para que vea lo serio que es el tema —.
— Y no hay que preocuparnos porque hable con los capos, porque claro que no revelaran si estuvieron o no tras dicho atentado — completa Sonya para despejar cualquier duda —. Casandra, eres una maldita genio — ante el halago más que bien merecido la alfa hace una pequeña reverencia.
La idea le da vueltas en su mente, piensa en los pros y contras al respecto de la misma, pero a pesar de las evidentes malas idea, la idea es tentadora — Podría funcionar — asegura tras la debida deliberación en silencio —, solo que no quiero agregar a Kate en la ecuación, no quiero que reviva su propio secuestro — sabe cuanto pudo haberle afectado dicha situación, de misma forma que se hace la ruda al respecto, nunca hablando del tema, pero esta segura que sigue por ahí, esperando a reaparecer y atormentar la estabilidad de su omega —. Intentemos que sea un ultimo recurso, en caso de que no encontremos nada para la próxima gala, les pasare la información en cuanto la reciba —.
— Perfecto, de todas formas tendremos todo listo, por ahora — Sonya se apresura para servir todos los vasos de vodka para proponer un brindis particular —, intentemos hacer mierda a Eleonor Bishop — levanta su vaso, acción que copia el grupo, golpeándolos al encontrarse y bebiendo todas al mismo tiempo — ¡Ahora continúa hablando sobre tus avances con tu omega! —.
Yelena sonríe un poco ante la escena, encantada por tener a su lado tantas personas que le ayudaban en cualquier cosa que necesitara, personas en quien confiar su vida y la de Kate, aunque por un instante se siente amargada al darse cuenta que su hermana no sabe ni una pista de lo que estaba viviendo.
4
La semana se movió a una velocidad mucho más rápida de lo que la rusa se esperaba, quizás tenía que ver con la montaña de actividades en la que su omega se vio sometida, muchas veces parecía que no había dos días iguales o por lo menos similares, algo siempre cambiaba o era al tener que agregar una larga escala en la biblioteca, horas enteras en el gimnasio luchando como la magnifica luchadora que era e incluso pasaba algunas horas en los laboratorios informáticos de la facultad para ir probando las cosas que iban aprendiendo en clase, adelantando a las actividades finales del semestre escolar. Estaban pasando por días de calma donde ambas hablaban de cosas mundanas, aun pasando alrededor de todas las cosas extrañas o pesadas que se escondían detrás de la vida que cada una había tenido, pero la situación no era del todo tranquila, había algo extraño en los silencios, en la forma en la que Kate parecía más nerviosa que antes, más pálida que de costumbre con los labios resecos la mayoría del tiempo aunque lo disimulaba poniéndose bálsamo, uno que se delataba al tener pequeño brillos en colores morados; otra cosa que no paso inadvertida a su mirada fue el evidente dolor de cabeza que le atacaba en cualquier momento durante el día, sobre todo cuando se concentraba en su lectura, cuando pasaba unos cuantos minutos frente su computadora o cuando salían a recibir la luz del sol o con la mera presencia de cualquier fuente de luz cuando no tenía puestos sus lentes de aviador.
Este conjunto de momentos que formaban la tensa situación que vivían atormentaba la mente de Yelena, tratando de encontrar un motivo para el aparente mal estado general de su omega, redoblando sus rondas de vigilancia en el hogar de las Bishop tanto de forma presencial como por las cámaras que coloco desde el otro lado de la calle, incluso algunos días se aprovecho del sistema de vigilancia dentro del penthouse, dichas vistas e imágenes no le entregaban ninguna respuesta, las apariciones de Eleonor por la casa eran meras anécdotas que solían suceder a altas horas de la madrugada, hora en la que esperaba su omega ya estuviera en el quinto sueño, y se iba muy temprano en la mañana. En resumen, no parecía haber ningún motivo por el cual su omega debiera estar pasándola tan mal durante tanto tiempo, por esto mismo estaba ya a nada de mandarle un mensaje a su madre para tratar de encontrar alguna solución para dicho malestar, solo necesitaba encontrar un ultima motivación para hacerlo pues aun no deseaba revelar la totalidad de todo lo que estaba pasando con su omega.
No todas las cosas eran del todo malas, al fin de cuentas estaban pasando por unos tiempos de paz, veía sonreír a su o mega más que de costumbre cuando no le atacaba algún dolor de cabeza, hablaba más y durante las clases se la pasaba muy bien, aunque lo más importante sucedía cuando tenía que ir a presenciar alguna de sus múltiples actividades deportivas, verla pelear seguía siendo un disfrute pues sus habilidades mejoraban a cada clase que pasaba, notaba como el entrenador siempre era más rudo cuando se trataba de Kate, lo cual le hubiera molestado mucho si no fuera porque había una clara diferencia entre su omega y el resto de alumnos, aunque seguía teniendo la maldita manía de bloquear golpes con la cara. Aun más divertido y entretenido era sin duda eran las sesiones de entrenamiento con su equipo de arquería, donde ella solo tenía que estar sentada durante unas cuantas horas sentada en unas gradas que si bien incomodas, le protegían a la perfección de la luz del sol insoportable que estuvo apareciendo durante esa semana y otorgaban una magnifica corriente de aire que le refrescaba de buena manera, al mismo tiempo ese lugar le entregaba seguridad pues siempre le daba una visión perfecta de su omega, cerca para saltar a protegerla en caso de que fuera necesario y, más sorprendente aun, era un lugar donde pudo encontrar agradable compañía. Durante esa semana le tocó hablar mucho más con la chica Franny pues ambas compartían lugar durante varios días a la semana, era inevitable que no terminaran por cruzar palabras aunque claro en ningún momento llego a bajar del todo sus defensas, siempre hablando con prudencia de no compartir información sensible ni dejar ver nada que no quisiera hacer ver.
Hablar no era lo único que hacían, porque tarde o temprano se acabarían los temas más siendo que tenían vidas muy distintas, con la beta era común, una vez el equipo terminara el calentamiento, sacar un paquete de cartas y comenzar a jugar cualquier juego que ambas supieran. Yelena no era la especialista en póker y todas las distintas variaciones que se pueden hacer con un mismo maso de cartas, su hermana era la experta en todo tipo de juego de cartas, por no hablar de los juegos de azar donde incluso la habían vetado de más de un casino por dejarlo sin un centavo, pero aun seguía siendo competente, suficiente para llevarle el pulso a la beta que demostró ser muy buena con las cartitas.
Así fue como llegaron hasta el viernes en el que era el ultimo entreno antes del gran debut del equipo de arquería en el torneo inter institucional. Las dos “amigas” desde las gradas estaban jugando tercerilla, una partida más intensa que las anteriores, empatadas a un punto tras dos juegos, la tan famosa muerte súbita. Yelena estaba a nada de ganar, tenía en sus manos dos cartas, un cinco y un cuatro de diamantes, solo necesitaba una más, un seis y podría cerrar esa primera semana de juegos con saldo de empate, solo una carta más.
Franny se mostraba tranquila, sosteniendo aun dos pares, lejos de una posible victoria mientras sacaba otra carta que servía para lo mismo que una esponja para secar el Volga — ¿Sabes si Kate esta bien? — la pregunta llega de la nada mientras frente a ambas aparece una reina de corazones que no le servía a nadie, tomándola por sorpresa.
— ¿A qué se debe la pregunta? — contesta muy a su manera, tratando de descubrir más información que la que puede terminar por entregar.
Se toma un instante para pensar en su respuesta para que no se escuchara muy mal la duda — Parece… agotada — decide ser directa justo cuando aparece otro as, justo lo que necesitaba —, Greer también lo ha notado y estamos preocupadas por ella, digo, es una atleta olímpica, seguro que se exige como nadie más y eso le puede cobrar factura —.
Eso le da cierta paz porque le hace darse cuenta que no estaba viendo gigantes donde molinos, era algo real, más obvio de lo que podía parecer en primera instancia — Ella dice estar bien pero yo también la he notado algo… dispersa — es sin duda la forma más tranquila de decir lo que en verdad pensaba.
— Sabes, Greer quiere invitarla a tomar algo antes del primer encuentro, para rebajar tensiones dice — la idea le parece bien, sabiendo que podría funcionar para purgar el estrés de su omega — ¿Crees que puedas convencerla? — lo que no le parecía bueno era la forma en la que habían pasado otras dos cartas sin que nada le favoreciera.
Tiene opciones, sabe muy bien que su omega tiene en gran punto su opinión y palabra, lo sabe por la forma en la que le miraba cada vez que proponía algo aunque fuera algo tan básico como cambiar de mesa en la biblioteca — Creo tener una oportunidad ¿Cuándo sería esta salida? Lo más importante es eso para que pueda despejar cualquiera de sus preocupaciones — por no decir que lo que en verdad importaba era asegurar que Eleonor no apareciera a joder.
— Qué tal hoy mismo — sugiere tras un segundo de pensar, levantando la vista de sus cartas —. Su partido es el lunes, hoy revelan lista de quienes van de titular y suplente, sería una muy buena forma de celebrar —.
— Si, eso podría funcionar — una sonrisa aparece en su rostro ante la idea de ver a su omega en un ambiente diferente, más relajada más tranquila, donde quizás podría aprovechar para dar algún paso más entre ambas. Por desgracia su sonrisa no dura mucho tiempo pues la siguiente carta le arruina el estado de animo — ¡Suka! — un diez de corazones, cerrando la ultima tercia para que Franny ganara con una combinación de ases, reyes y corazones — ¡Eti karty, dolzhno byt', poddelany! —.
La beta se encoje de hombros con las manos bien abiertas — Lo siento, chica, no hablo vodka, pero supondré que me estas llamando tramposa — se levanta de su asiento, cansada de haber estado aplastando sus piernas durante tanto tiempo en una superficie tan rígida —. Trae tus cartas si quieres, te daré una paliza de vuelta —.
Yelena se reserva todos los insultos, en tres idiomas diferentes, que tenía preparados para dejar escapar, suspirando en cambio y concentrándose de vuelta en las personas que estaban entrenando, aunque ya habían dejado los arcos en el suelo, algunos estaban tirados de espaldas sobre el pasto descansando con vista al sol acunado entre nubes espesas. La entrenadora estaba al frente con unas hojas de papel entre sus manos, hablándole a sus dirigidas con una calma bien practicada, mientras seguía hablando algunas arqueras parecían decepcionas, al voltear a ver a otro lado, incluso meneando la cabeza, pero todas quedando en silencio, quien no se quedo en silencio fue una omega que al escuchar su nombre pego un grito que se escucho hasta California, levantando los brazos y casi saltando, cosa que no hizo solo porque Kate le sujetaba por los hombros en algo parecido a un abrazo.
— Parece que sin duda será una celebración — resignada Yelena arranca a recoger las cartas que marcaban su derrota —. Pásame la información para poder llevarla, espero que no te moleste que lleve a alguien más, una… amiga, cercana con Kate Bishop —.
— ¡Claro, Greer también llevara a otro de sus amigos! — esa información le hace levantar la vista a la rusa y es tan obvio que parecía haberse olvidado de su entrenamiento — Un alfa, muy agradable, fue en parte gracias a él que Greer le comenzó a gustar la arquería — y la beta consigue observar como un gruñido se formaba en la garganta de la alfa, comprobando que esa pequeña idea que había formado era un realidad —, y esta soltero así que seguro le gustara conocer a Kate —.
Se da cuenta de la situación complicada en la que se metió ella sola, se percata de la forma en la que la alfa le observa como si fuera un insecto al cual podía aplastar con un simple movimiento, estaba en un peligro mortal por culpa de intentar descubrir si lo que creía estar viendo era una realidad o solo parte de su complejo de cupido. Yelena estaba por decir algo, algo que sin duda iba a ser o bien una advertencia o una amenaza, quizás ambas, pero justo cuando estaba por abrir los labios, alguien aparece a salvarle el pellejo a la beta — ¡Saluden a las dos representantes del equipo arquero para el torneo universitario! — Greer hace acto de aparición al lado de la otra omega a quien le sujetaba su brazo derecho, levantándolo como hizo la Bishop para esa foto después de ganar las olimpiadas — Firmaremos solo cinco autógrafos por personas —.
Franny se levanta para comenzar a bajar las escaleras dejando atrás a la alfa en labor de recoger el pequeño desastre que se había generado con los naipes, llegando a sus amigas para felicitarlas, comenzando a charlas entre ellas queriendo obtener todos los detalles de la platica que tuvieron con la entrenadora, una platica tranquila que se extiende incluso cuando la alfa aparece llevando las cosas que la beta había dejado olvidadas arriba en las gradas, van caminando ya rumba a la salida de los terrenos de la universidad, Yelena consigue la información que necesitaba en cuanto entrego el paquete de cartas, recibe una pequeña tarjeta de presentación para un bar en la zona céntrica de la ciudad, escrito en la parte blanca un numero de teléfono, el de la beta por si necesitaba confirmar algo y una hora a la que dar inicio la reunión, justo lo que necesitaba para su plan. Tras unos cuantos abrazos, más palabras de ánimos y felicitaciones, ambas parejas tomaron caminos separados.
El viaje en auto fue tranquilo, más que de costumbre pues en cuanto entro en el auto y se puso su cinturón por insistencia de Yelena, Kate cayó dormida al instante en que se encendió el motor, con la cabeza apoyada contra el cristal, aun con las gafas puestas, con el cuello acomodado en un ángulo incomodo con el respaldo y las brazos cruzados bajo su pecho, dejando escapar ligeros ronquidos mientras su mente iba divagando por el reino de sus sueños; la escena es casi angelical, le hace conducir con aun mayor precaución que de costumbre, a un ritmo lento, subiendo un poco el volumen de la radio para que el sonido tranquilo del violín con el que arrancaba una canción folk que sonaba en la estación. Así es como más le gustaba Kate, tranquila y en paz, sin tener que estar soportando un aparente dolor de cabeza constante, iba a poner el doble de esfuerzo para que esa paz dejara de ser un estado momentáneo y esporádico y se convirtiera en la norma.
Cuando llega al estacionamiento del edificio se toma unos minutos dejándole dormir durante quince o veinte minutos más hasta que la omega comienza a parpadear, quitándose el sueño del cuerpo, estirándose hacia el frente, estirando sus brazos, destensando su espalda, una versión humana de como despertaba cuando era una loba. No hay ningún rastro de vergüenza en cuanto la omega abre sus ojos y se da cuenta que se había quedado dormida, en cambio una genuina sonrisa atraviesa su rostro, una escena como esa se estaba volviendo una escena cotidiana y esa rutina le entrega una paz sin igual a la atormentada Kate quien se revuelve en su asiento, suspirando al sentir que en el fondo de su conciencia su omega le imita, feliz y segura al saber que su alfa había cuidado una vez más de su sueño.
— Dobroye días, malen'kiy yastreb — la omega trato de traducir el resto aunque le fue imposible sin tentar la suerte de sufrir otra migraña insufrible — ¿Tienes algo que hacer esta tarde noche? — toma la decisión de actuar de forma directa sabiendo que Kate, más por miedo a la reacción de su madre que por otra cosa, trataría de negarse si le daba la oportunidad de hacerlo — Me gustaría invitarte a salir — se le acelera el pulso ante las palabras que pronuncio —, a tomar algo, quizás cenar para festejar por ser elegida en el equipo — no pasa inadvertido como sus hombros se tensan ante la mención una palabra tan inofensiva como “cenar”, tampoco ignora la forma en la que aprieta los labios en clara muestra de nerviosismo que al mismo tiempo delataba que estaba buscando una forma para escapar de la situación que se le proponía —. Lo haz hecho bien, Kate — sabe cuales son sus cartas para tratar de conseguir lo que deseaba y en verdad que no le gustaba tener que llegar a ese nivel de ligera manipulación —, estoy orgullosa de cuanto te esfuerzas para ganarte tu lugar en el equipo — y es imposible pasar por alto las feromonas alteradas de la omega que comienzan a salir disparadas con toques florales, muestras de su emoción, misma que se refleja incluso en su rostro sonrojado y sus ojos brillosos —, yo si que estoy orgullosa de ti y mereces salir a festejar un poco —.
Se hace el silencio durante unos segundos, done las manos de la omega se movían ansiosas una contra otra, rasguñando su piel, raspando la piel de sus palmas en búsqueda de alguna respuesta. Sus dudas se despejan en cuanto siente en su nariz las feromonas de su alfa, un aroma suabe que no se impone a ella, en cambio le pide ser aceptado, deseando entregar una calma que sin duda necesitaba y lo permite al dar una inhalación profunda, llenando sus pulmones de tan delicioso aroma — Vale — contesta por fin tras unos cuantos minutos —. Yo solo necesito una ducha, en verdad necesito una ducha ¿A dónde quieres ir debo ir de etiqueta te encuentro allá o nos vamos desde aquí quieres que lleve algo? —.
La omega habla muy rápido, tanto que apenas consigue captar la mitad, si no es que menos, de las preguntas que se realizaron, una reacción que le parece adorable cuanto menos — Tranquila, Kate Bishop, tengo todo preparado, tu solo relájate y ponte cómoda — al instante asiente con la cabeza, con una pequeña sonrisa y demostrando cual cachorro lo emocionada que estaba —. Nos vemos en un rato, Kate Bishop, te llamare cuando este por llegar —.
Y con esto se marca el momento de separación temporal, la omega bajando del auto y casi corriendo rumbo al ascensor para ir a la casa de su madre, la alfa en cambio se queda unos momentos más en el estacionamiento, observando a la nada, por fortuna consigue reaccionar, metiendo reversa y arrancando camino rumbo a su propia casa. En el camino aprovecha para llamar al numero comercial de Sonya, tras los saludos cordiales paso directo a dar la oferta de salida con todos los importantes detalles, una oferta que acepto al instante pues era un cambio agradable a la rutina, aprovechan la llamada para cuadrar las cosas que necesitaban llevar por motivos de seguridad, el plan de acción para siempre mantenerse segura en todo momento. Se despiden cuando por fin llega a casa con la promesa de mandarse un mensaje en cuanto estuvieran por salir al punto de encuentro.
Dentro de su propio hogar es recibida por una emocionada Fanny, lo cual significa tener que estar acariciando a su querida perrita, esquivando mordidas juguetonas y con muchas palabras de cariño incondicional. Dedica un rato en confirmar que su cachorra haya comido lo que le dejo en la mañana, luego en sacarla a pasear por el vecindario a un ritmo tranquilo para atender todas las necesidades de ejercicio vespertino que exigía la akita, un agradable paseo que duro casi una hora; revisa sus canales de comunicación, comprobando que no había nadie a quien salvar, una mala noticia en parte pues le frustraba saber que alguna de sus hermanas seguía controlada, perdiéndose del mundo, de su vida sin nadie que le ayudara. Despeja el pensamiento cuando entra en su baño, no era momento para pensar en las cosas que no podía controlar, debía confiar en que con tantos ojos en todo el mundo, esperando en las esquinas más recónditas y oscuras, más pronto que tarde terminarían por encontrar al resto de sus hermanas.
Sale de la ducha con el cabello envuelto en una toalla mientras su cuerpo estaba escondido bajo una bata de colores blancos, una que se había robado de un lujoso hotel en el que se tuvo que quedar durante una misión con SHIELD, tomando dirección directa a su cuarto donde arrancaba la gran cruzada por encontrar el atuendo perfecto a utilizar, abre su closet y contempla todas sus opciones, desde vestidos a chaquetas de cuero, toda una sección repleta de chalecos, uno que otro abrigo. Hace valoración respecto al lugar donde iba a pasar el rato, un bar, donde no solía haber mucho espacio para maniobrar, menos cuando las personas comenzaban a estar un tanto borrachas, personas que podían sentirse demasiado valientes con un trago o dos en el estómago; toma un abrigo marrón afelpado que le quedaba holgado para poder moverse bien y esconder sus armas a la perfección, lo arroja sobre su cama mientras busca en uno de sus cajones una simple playera blanca gris azulada con el nombre de la ciudad estampado en el centro, toma unos jeans que le quedaba igual que el abrigo. Ya con la roca escogida y a su espera, pasa a la parte más importante, sentándose frente al espejo de su cuarto toma su material de maquillaje, haciéndose las pestañas con el cuidado de un cirujano, se hace el delineado tan filoso como cualquiera de sus múltiples cuchillos, cuando llega al labial hay un instante de duda entre ponérselo o no, siente que quizás sea agregar demasiado, quizás fuera mejor apuntar a un perfil más bajo, se termina poniendo una suave capa de labial rojo oscuro cuando piensa en la posibilidad de quizás acercarse más a su omega, de tenerla tan cerca que pueda poner sus labios sobre ella y con esa opción en mente lo que más desea es dejar marca en caso de poder hacerlo.
Maquillada, vestida y peinada a la perfección, parecía estar preparada para salir a su tan deseada cita que si era una cita, pero aun había una cosa más que hacia falta, algo fundamental para su outfit de la noche. Abre el armario más importante de toda la casa, tras la madera, sujetadas contra la pared, suficientes armas para dotar a más de un escuadrón, pistolas, subfusiles, unos cuantos rifles, cuchillos… muchos cuchillos, más cuchillos que en una carnicería, un remplazo para sus mordeduras y muchas más cosas. Observa cada fina pieza de ingeniería frente a ella, pensando en capacidad, peso, capacidad para esconderla y su propio gusto personal; se detiene un momento sobre una Colt 45 ACP, la descarta al pensar en lo pesada que era en comparación al resto, pasa entonces a la P320, una opción muy tentadora por su pequeño tamaño y facilidad para esconder, la descarta solo porque no le terminaba de gustar el agarre que pude tener sobre ella y porque no estaba para jugar a la ruleta rusa con un arma que tiene la fama de dispararse sola, suelta un suspiro al ver su querida Beretta, un arma tan elegante como eficiente magnifica a su agarre y con la que estaba muy acostumbrada a utilizar, pero la tiene que descartar por temas de peso y comodidad para una misión donde se tendría que esforzar un poco más para esconder el arma; toma la glock a su pesar, pensando en su hermana mientras la revisaba y cargaba, con el arma preparada la esconde dentro de la pistolera que guardaba en su abrigo, toma uno, quizás dos, a lo mejor cuatro, cuchillos que esconde en distintas partes de su atuendo, sin dejar de hablar de sus mordeduras bien calibradas.
— Deséame suerte Fanny que quizás hoy mamá regresa con otra mamá para ti —.
Se revisa una vez más en el espejo, comprobando que le gustaba lo que tenía frente suya, deseando que a su omega también le gustara lo que iba a ver. Toma su cartera y llaves, se despide de su querida cachorra con un beso en la frente que le deja una ligera marca de labial no sin antes comprobar que tuviera agua fresca en su tazón, el aire fresco le saluda mientras subía a su auto, lista para afrontar lo que esperaba fuera una magnifica velada.
5
Yelena llega puntual al edificio de la familia Bishop, estacionando al frente del mismo, entrando al recibidor para esperar por la llegada de su omega quien, conociéndola, llegaría justo a la hora en la que habían acordado. Saludo a los trabajadores del turno nocturno quienes no le hacen ni una sola pregunta respecto a quien era o que hacia ahí, suponiendo bien que si estaba ahí era por algún motivo. Saca su teléfono mientras esperaba, confirmando que Sonya ya estaba en el bar haciendo guardia en una mesa perfecta para las necesidades de control que caracterizaban a las viudas, al mismo tiempo confirma que tanto Greer como Franny estaban en camino junto con ese acompañante misterioso del que solo sabía estaba soltero, un posible rival al que no tendría problema alguno de incapacitar.
Su nariz es la primera en hacerle ver que el momento estaba llegando, fue un pequeño espasmo involuntario, seguido de un olfateo descarado al aire, levantando un poco el cuello para tener un mejor ángulo para ahogarse en el aroma de los claveles. Gira su cuerpo en búsqueda de la fuente, una que estaba saliendo por el ascensor, vestida con un pantalón de mezclilla que se amoldaba a su cuerpo como un guante, cincelando la figura de sus piernas y cadera con la pasión y delicadeza de Miguel Ángel; más arriba aparece una camisa negra de material delgado tanto que esta segura podría ver algo de la piel que abajo se esconde si se acercaba lo suficiente, cosa que no haría pues quedaría como una completa degenerada. No puede descubrir si la prenda es de manga larga o corta pues sobre los hombros de Kate se extendía una chaqueta de color vino granate con la que cerraba un outfit que le hacía ver como la omega más bella del mundo.
Su corazón late acelerado, en su estomago siente que algo se revuelve, le sudan las manos y un cosquilleo le acaricia la garganta. Una combinación de sentires que nunca había probado, un coctel salido de otra realidad, algo tan desconocido que le asusta, que le exige a sus instintos salir corriendo sin mirar atrás, pero no puede hacerlo, corrección, no quiere salir corriendo porque sabe que sin importar donde fuera no sería feliz ya que no volvería a ver la sonrisa que su omega le ofrece en cuanto se dio cuenta de su presencia ¿quién podría querer escapar de una chica tan linda?
— ¡Kate Beshop! — su habitual saludo no sale del todo bien por el estado de nerviosismo repentino — ¿Estás lista para nuestra cita? — se arrepiente un poco de haber utilizado tal titulo al ver como abre los ojos, sorprendida como si acabara de recibir una gran revelación, pero luego ve como se le tiñen las mejillas de rojo y se da cuenta de que en realidad lo único que pasaba es que su omega estaba igual de nerviosa que ella.
— ¡Claro, llevo todo el rato esperando! — confirma lo emocionada que estaba ante la idea.
Se mueve con cuidado, acercándose hasta poder tomar la mano derecha de Kate notando como temblaba ante el tacto pero que nunca hizo el amago por alejarse, acuna la mano como si fuera de cristal, aplicando solo un poco de presión — Entonces no hagamos esperar más la noche, que hay mucho por lo que festejar — y con eso dicho salen del edificio tomadas de la mano, mismas que no separarían hasta que se vieran obligadas al entrar al auto.
El camino es corto a comparación de los trayectos que han tenido que recorrer en anteriores ocasiones, tanto que terminaron tardando más tiempo encontrando estacionamiento en la zona céntrica de la ciudad que llegando a la misma dirección. En cuanto bajan y les toca caminar un poco no vuelven a tomarse de las manos, pero se quedan tan cerca que sus hombros se rozan a cada paso que daban, más que suficiente para ambas. El lugar al que llegan dista mucho de ser algo similar a un club donde la música esta hasta reventar los tímpanos, con filas inmensas para poder entrar y con consumos mínimos que salen a un ojo de la cara; lo que tenían en frente parecía más uno de esos bares donde se reúnen las mismas personas durante años, un escenario sacado de alguna sitcom, con una fachada en ladrillos y un nombre que dejaba claro se trataba de un local con tradición británica, una fachada tan linda que la omega se animo a sacar su teléfono para tomarle una foto en la que ya anticipaba sería una noche a recordar.
Al entrar Yelena siente que se ha transportado a Londres pues la decoración del lugar era una copia idéntica a los pubs de la capital inglesa, la única diferencia clara que podía encontrar es que este local americano era mucho más grande y que contaba con un pequeño escenario donde se comenzaban a acomodar personas con instrumentos y bocinas frente a un espacio vacío que sin duda podría funcionar como pista de baile o para que un publico les observara. Aparta su mirada de tal detalle en búsqueda de algo mucho más importante, dirige sus ojos justo a una mesa cercana a la pared, la que topaba con un muro divisor, una esquina desde la que le observaba su querida hermana. Tras unos pocos pasos más la omega se da cuenta de a quien se estaban acercando y le es imposible contenerse por lo que se adelanta para llegar a la mesa casi que corriendo — ¡Sonya, tenía tanto que no te veía! — declara justo cuando se deja caer al lado de su compañera de casta, tan contenta que podría estar temblando — Que sorpresa verte aquí —.
Una mirada cómplice entre las viudas ayuda a dejar claro cual es la línea argumental que se debe tomar — Que puedo decir Key-Ket, las chicas geniales nos encontramos en todos lados; además, aquí hacen una mula de Moscú bastante buena — eso solo lo pudo confirmar tras su tercera ronda que se bebió solo por motivos de mantener la fachada de un encuentro casual para celebrar —. Veo que vienes con la enana ¿vienen a pasar el rato o se les perdió algo? —.
— Perra — contesta la rubia agredida mientras tomaba asiento junto a su omega, en una distancia perfecta para mantenerla a salvo en el peor de los casos —. Invite a Kate a tomar algo para festejar que representara a su universidad a nivel interestatal — solo da información que ya había dado anterior mente y por mensaje.
— ¡Felicidades, Key-Ket, tienes que darme un boleto para ir a verte patearle el culo al resto del país! — levanta la vista al frente justo a donde estaba la barra del bar — Esto sin duda merece un trago de apertura, cortesía, de esta hermosa omega — levanta su mano izquierda en el aire, capturando la atención de un camarero que se apresura en dejar la charola que tenía en una mano —. Sabes no esperaba que fueras alguien de ir a bares — justo antes de que pudiera contestar el mesero llega listo para tomar pedido —. Dos mulas y un seco para nosotras — señala a la otra viuda sabiendo bien cual era el pedido regular de su hermana cuando salían a tomar a algún lugar — ¿Qué para ti Key? —.
Era entonces momento de contestar la pregunta de su amiga, una respuesta que le daba mucha vergüenza contestar y que por tanto no iba a ser del todo sincera en su respuesta — Un agua mineral, por favor — y pareciera que hubiera confesado que ella mato a Kennedy, pues las tres personas a su alrededor se le quedan viendo en absoluto silencio. Hay un secreto que nadie sabe sobre Kate, uno que ni siquiera le ha compartido a su alfa, y es que odia desde el fondo de su ser el alcohol, las pocas veces que lo ha probado ha terminado teniendo que lavarse los dientes ante el amargo sabor del wiski y la cerveza, apenas puede tolerar el aroma del alcohol sin sentir como el miedo le invade ante los vividos recuerdos de su madre borracha, tirada en el suelo sin saber si estaba respirando o no, cuando tenía que hacer todo el esfuerzo del mundo por llevarla desde la cocina a su cuarto, cayendo por las escaleras una y otra vez, recuerdos de las primeras veces que su madre le golpeo por comportarse como una hija de mierda, recuerdos tan vividos que le volvían a doler los lugares donde antes estuvieron sus moretones y mejor ni hablar de las cientos de calorías que tenían la mayoría de bebidas, demasiado para ella, más cuando el día anterior había comido media taza de espinaca más de la que debería haber comido; el alcohol le recordaba a su madre enojada, a su madre triste y su madre que le culpaba por algo que sabía era culpa suya, por eso lo odiaba y por eso se sorprendió tanto cuando el aroma del vodka comenzó a volver algo agradable para su nariz y mente — ¿por favor? — dice en un susurro mientras se hundía en su asiento, avergonzada y arrepintiéndose de estarle arruinando la noche a su alfa y a una de sus amigas.
— ¡Claro, en un momento les traigo sus bebidas! — termina de anotar en la libreta y decide añadir algo más — Contamos con una carta de bebidas sin alcohol, por si se le ofrece algo más — Kate susurra un pequeño gracias que no alcanza a ser escuchado.
Un pequeño grupo entra al bar justo a tiempo para ver al mesero llegar a la barra para comenzar a preparar el pedido que acababa de levantar. La rubia claro que los ve, sonriendo al identificar a las dos compañeras de su omega, aunque hay alguien más que las acompaña, alguien a quien no conocía y le hace ponerse un poco más en alerta. Desde la distancia identifica se trata de un alfa, del alfa soltero que menciono Franny, el alfa soltero que podría llevarse muy bien con su omega, debe poner mucha concentración en retener el gruñido que nació en su garganta cuando el trio se acerco lo suficiente a la mesa como para llamar la atención de todos. Kate es muy amable de hacer las presentaciones formales, donde solo se debe limitar a regresar el saludo que recibe por el chico sin decir una palabra, continuando con su análisis superficial: se da cuenta que esta ante una persona fornida más allá de un simple gusto por el gimnasio, similar a como se veía su omega ese primer mes durante las practicas de MMA que tomaba, podía suponer que estaba más cerca de los treinta que de los veinte.
No tarda mucho en descartarlo como una posible amenaza, en caso de pelea esta convencida de que no necesitaría ni dos movimientos para dejarlo en el suelo, claro si es que desidia irse a los golpes en lugar de solo dispararle o electrocutarlo como hacia de normal en ese tipo de peleas. El chico parece agradable, sonriente al presentarse, cortés al preguntarles respecto a ellas, inteligente al darse cuenta que tanto Yelena como Sonya no estaban interesadas en dar mucha información respecto a ellas, tomando su coartada de exmilitares con “demasiadas misiones clasificadas como para hablar de ello”, lo cual no era del todo mentira ni del todo verdad. El chico llamado Grills, nombre que le pareció muy extraño, pero no dijo nada, no hablaba mucho con Kate quien se dedicaba a escuchar como de costumbre, intentando pasar inadvertida, un poco ansiosa al estar moviendo su pie izquierdo sobre la punta, pero todo cambia cuando el chico toma su tarro de cerveza y lo levanta para dar un primer trago, mostrando algo que sin duda Yelena no conocía, pero su omega sí.
— Por Russ — comenta en un tono más alto de lo esperado mientras levantaba su propio vaso lleno de agua mineral, capturando la atención del alfa al otro lado de la mesa quien le observa con los ojos un poco más abiertos y a medio camino de su trago.
— Y por el padre de todas las cosas — completa el lema que correspondía al pequeño, no tan pequeño, parche que llevaba estampado en su chaqueta, un cuadrado de tela gris con un lobo rojo — ¿Traidores o leales? — pregunta tras dar un largo trago a su cerveza.
La omega no duda ni un instante en su respuesta — Leales, sin duda — copia la acción tomando un trago de su agua mineral a la que ya le quedaba muy poco para terminar.
— Ultramarines — afirma con total seguridad, tan convencido de eso como de que el cielo es azul —, Salamandras — pero tiene que tirar una segunda opción cuando la omega niega ante la primera, mismo caso con la segunda —, Ángeles Sangrientos — de nuevo una negativa — ¿Manos de Hierro? —.
Sonya se extiende un poco en su asiento, un gesto que es copiado por su hermana, quedando medio escondidas para que pudiera hacer la pregunta que tanto necesitaba le contestaran — ¿De qué diablos están hablando? — claro que esa conversación se iba a realizar en su lengua natal para que no le pudieran escuchar.
La verdad es que no tenía ni idea, se había perdido desde el inicio en el que hablaron sobre lealtades y traidores — Creo que están debatiendo sobre la revolución de invierno —.
— ¡Vamos, dime cuál es tu legión, que no se me ocurre nada! — por fin se rinde tras haberle dado vueltas a las posibles ideas.
Una pequeña sonrisa aparece en sus labios viendo que había vencido — Custodes, son la cosa más genial de todo el imperio — justo entonces aparece el camarero para entregar el resto de tragos que hacían falta por repartir, justo donde pide de vuelta otra agua mineral —. Entonces ¿desde cuándo se conocen ustedes tres? — sale del lugar de conversación para darle oportunidad a hablar de otros temas menos frikis.
— Desde hace años que nos conocemos, creo que desde que éramos niños — Greer fue quien salió para contestar la duda —. Siempre ha estado ahí este anciano con cara de niño ¿ya te dije que gracias a el comencé a practicar arquería? — suspira con felicidad al por fin tener en sus manos su tan deseado coctel. Observa a su amiga negar con la cabeza, lo que le da vía libre a hablar de dicho tema — Oh si, el tipo acá es fan de los juegos de rol en vivo — un pequeño golpe en su rodilla por parte del mencionado, casi una advertencia — y una vez no pudo encontrar alguien para completar su equipo ¡y claro que me iba a llamar a mi para ir a congelarme en Central Park un domingo a las ocho de la mañana! —.
— ¡Hey, te pague el metro, te compre el almuerzo y te di todo lo que necesitabas para poder jugar! — sale con una defensa magnifica a su opinión — No es como que te haya secuestrado para ir a jugar y no puedes negar que te divertiste —.
Ese sin duda era un buen punto a su favor, un punto que no estaba dispuesta a entregarle a su amigo — Sea como sea, me dio un arco de juguete y me dijo “ahora eres una elfa” — intento imitar de la mejor forma el tono de voz del alfa, consiguiendo una pobre imitación que era más una burla que otra cosa — Me encanto eso de llevar un arco y no negare que quizás me obsesione un poco con los arqueros después de eso ¡Y aquí estamos ahora! Celebrando porque estamos por participar en nuestra primera competencia como oficial como compañeras — levanta su vaso y apunta a Kate, quien copia la acción para chocar cristales con un mínimo de fuerza — ¡Deja te que invite algo de beber de verdad! — comienza a hacerle gestos al pobre mesero que esperaba tener un descanso de la misma mesa.
— No, tranquila, estoy bien con esto — vuelven las pequeñas muestras de ansiedad en el movimiento de su pierna izquierda, Yelena responde acercándose un poco más, dándole certeza de que ella estaba ahí.
— Por favor, solo uno, es de la mala suerte negarse a un trago — el comentario resulta ser mucho más efectivo de lo esperado, casi que convenciendo de golpe a la otra omega —. Otro Long island, por favor — le dice al mesero en cuanto estaba suficientemente cerca para escucharle. Todos los presentes que conocían la bebida voltean a ver a Greer con una ceja levantada o por lo menos con cualquier otra seña clara de juicio en su expresión, cuestionándole porque escogió tal trago entre tantos que se puede pedir — ¿Qué? Es algo que sabe suave y no es tan fuerte —.
— Si para ti no es fuerte algo que lleva tres distintos tipos de alcohol, no se que es fuerte para ti — comenta Sonya mientras jugaba con el popote de su propia bebida.
Kate se sorprende al descubrir información tan crucial que no le quisieron compartir con anterioridad, sumándose al grupo de “veamos mal a Greer hasta que se arrepienta de sus pecados” — Bueno, quizás es un poco fuerte, pero sabe bien y solo va a tomar uno, nada malo va a pasar por tomarse un trago un poquito fuerte ¿verdad? — intenta encontrar complicidad en la alfa rubia que estaba tomando vodka en seco como si fuera agua.
Ante la presión de que ahora su omega le observaba en búsqueda de una respuesta clara, Yelena baraja puntos buenos y malos hasta conseguir la resolución más efectiva posible — Es un trago que sabe dulce, no notaras el alcohol pero esta ahí, bastante cargado. No debería pasar nada si tomas uno, solo asegúrate de tomarlo despacio ¿vale? — nota como la tensión no termina de desaparecer del todo, así que se vuelve más valiente, le toma de la mano por debajo de la mesa, apretando suficiente para que tenga algo en que concentrarse para calmar su ansiedad —. Tranquila, Kate Bishop, cuidare de ti en todo momento —.
Se quedan viendo a los ojos, confirmando que sus palabras son tan verdaderas como el asiento donde estaban sentadas, la omega asiente, confirmándole al mesero que podía ir a preparar tal trago. Todos en la mesa son testigos del momento, de la forma en la que los orbes avellana y diamante brillan unos contra otros, como sus respiraciones parecían estar sincronizadas a la perfección, en una sintonía sin igual. Al frente los tres amigos piensan lo mismo — Hacen buena pareja — una declaración que es casi obvia mientras que la segunda rusa solo puede pensar una cosa similar pero menos amable — Consíganse una maldita habitación —.
La noche sigue avanzando después de eso con platicas tranquilas donde se van conociendo un poco más, en estas charlas quienes más participaban eran Kate y Sonya quien muy en su normal forma de actuar comenzó a coquetear de forma descarada con un Grill que tras cada comentario recibido parecía estar más y más nervioso, cosa que ponía más contenta a la viuda omega, entre platicas Kat termina cuadrando una partida de Warhammer, sea lo que fuera eso, comprometiéndose para algún día asistir a una de esas partidas de rol en vivo. Charlas comunes, anécdotas de la infancia y momentos graciosos, una conversación en la que Yelena siente es incapaz de intervenir pues sabe que de hablar sobre su vida terminaría ahogando el ambiente, eso le amarga más que cualquier limón, sentir que aun no puede salir a la vida civil, marginándose en ese tipo de reuniones, le hace sentir que esta fracasando pues a su lado tiene a una de sus hermanas con tan poco tiempo viviendo la vida que se podría comparar con una cachorra y estaba demostrando que incluso subyugada químicamente era capaz de hablar con personas normales sin deprimirse y eso le frustra aun más, porque no entiende que debería hacer para mejorar, por tanto, solo se dedica a escuchar tratando de captar cuanta información útil pueda y bebiendo como si el alcohol fuera agua.
El local se va llenando mientras los tragos pasan, el ruido aumenta por el publico que iba entrando y porque al fondo del bar las personas con instrumentos por fin se animaron a comenzar a tocar unos cuantos covers de música ochentera y noventera americana, música con la que estaba familiarizada y que por tanto podía disfrutar a pesar de que no estaban dando el mejor espectáculo musical. Resulta que Kate no solo era una bebedora novata, sino que era una bebedora muy económica pues apenas iba por la mitad de su Long Island Ice tea y la pobre omega ya estaba muy achispada, riendo a carcajadas ante los peores chistes contados en la historia de la humanidad, arrancando historias para cerrarlas a la mitad e iniciar otras, meneando su cuerpo al ritmo de la música que decoraba el ambiente, incluso cantando letras que desconocía, actitudes que estaba copiando a la perfección Greer quien en un momento de distracción por parte de Yelena para darle una sugerencia a su amiga omega, una idea que no pudo ni quiso rechazar.
Yelena no se da cuenta de que la mesa queda a la practica basia ante su pasividad, estaba demasiado concentrada en sus pensamientos mientras observaba su vaso como si fuera el santo grial. Regresa al mundo cuando escucha un chasquido de dedos a su izquierda haciéndole creer que se trataba de su omega, que gran susto se llevó cuando no encontró nada en el lugar donde se supone que debía estar, revisa el resto de la mesa dándose cuenta de que solo compartía espacio con Franny — Kate esta bien — afirma al instante en el que llegan a ella las feromonas de pánico, aunque solo con ver sus ojos hubiera sido suficiente —. Esta en la pista de baile junto a Greer, Sonya también fue a bailar con Grills — señala detrás suya desde donde se podía apreciar algunas personas bailando al ritmo animado de la música — ¿quieres dar un vistazo? — la respuesta es clara pues la alfa se levanta sin dudar, ansiosa por comprobar que su omega estuviera bien, tan ansiosa que no espera a la chica, apresurándose a pasar entre las personas que se iban acercando a bailar y los meseros que luchaban por sus vidas para no dejar caer nada.
Cuando tiene vista libre al publico no le es difícil encontrar a su omega, porque ha perfeccionado el arte de encontrarla en todos lados, estaba al centro de la pista, sin la chaqueta puesta, las mangas de su camisa arremangadas, moviéndose al ritmo de la música, sus caderas moviendo como un barco en las olas, su cabello largo al viento en gesto que le antoja estar a su lado, disfrutando de que le miren bailar sola con la gran sonrisa que cubre su rostro sonrojado por el alcohol y el calor que la actividad le iba provocando — Es hermosa — dice para si misma — eto krasivo — repite en su idioma natal — bellissima — dice en otra lengua y si por ella fuera lo diría en cada idioma porque en la tierra faltaba verbo y léxico para llegar a darle significado a lo que esa omega le provocaba en el cuerpo.
— Que vista, tan hermosa, tan atractiva, tan cautivante — Franny le sigue hablando, casi que al oído para que le pueda escuchar sobre el ruido de la música y la gente — ¿Cuántas personas darían la vida por poder bailar junto a ella? — gruñe ante la idea de alguien más que ella poniendo sus manos en la cadera de su omega, sintiendo su firmeza, saboreando su aroma, un placer que solo podía ser saboreado por los mejores — Sí, se oye horrible, pero mira a tu alrededor, tantos alfas observándola, betas, incluso omegas, esperando su momento para saltar sobre ella — y en efecto habían varias personas que observaban a Kate mover sus caderas como un barco en las olas, cautivados por el espectáculo que combinaba belleza elegancia y seducción — ¿Te quedaras viendo o serás la valiente que se anime a bailar con esa pequeña demonio vestida de ángel? —.
Franny tras meter una asistencia digna de Xavi Hernández observa como la alfa camina a paso decidido entre el resto de personas, lista para encontrarse con la omega. Sonríe mientras toma un sorbo a su bebida, contenta por ver que sus habilidades de cupido seguían intactas, deja a un lado su trago antes de lanzarse al baile, deseosa de tener su propia aventura nocturna.
Yelena no siente miedo ni ansiedad de ningún tipo cuando por fin esta cerca de su omega, quien le reconoce al instante y le entrega una adorable sonrisa digna de revista, la sonrisa de una chica un poco borracha, solo lo justo para dejar atrás su vergüenza — Kate Bishop ¿me concedes esta pieza? — pregunta de una extendiendo la mano en una oferta que es aceptada casi de inmediato. La omega acuna la mano entre la suya, se da la espalda haciendo que su cabello suelto golpee a su alfa quien se siente aun más cautivada si es que eso era posible, y hace que la mano de Yelena recorra la curvatura de su cuerpo hasta quedar firme en su cadera, donde siempre debió de estar. Ambas sueltan un suspiro cargado de deseo, la alfa prueba limites apretando un poco más su agarre sintiendo como la piel bajo la tela se mueve ante la presión, con los pulgares crea pequeños remolinos en la piel de la espalda que por lo visto le causa cosquillas por las pequeñas risas que suelta — Dime si quieres que me detenga —.
Estira el cuello hacia atrás, mostrando un poco más de esa piel que algún día seria marcada por la mordedura de una viuda y susurra unas palabra sagradas que casi llevan a Yelena a la locura — Antes muerta que parar — y ambas retoman el acto de bailar, Kate dando el ritmo al balancear sus caderas, sus brazos moviéndose en sentido al ritmo de la guitarra al fondo, Yelena marca dirección llevando sus manos tan al norte para terminar agarradas de la mano y tan al sur para tener un control total sobre esa cadera danzante.
Bailan como dos fieles creyentes del rock and roll en búsqueda de la salvación, bailan bajo la mirada de personas celosas y contentas por ver tan perfecta pareja, bailan tan lento que sienten cada reacción del otro cuerpo, bailan juntas como si ese fuera su ultimo día antes de morir. Se restriegan una con otra, se inundan de sus aromas, se impregnan el recuerdo del otro cuerpo. Bailan hasta que las piernas no les permita continuar, cuando la felicidad les exuda del cuerpo y ambas saben que no hay otro lugar en el que quisieran estar más que entre los brazos de la otra. Bailan hasta que se deben ir a casa, terminando una noche que para siempre iban a recordar.
Notes:
Charles Leclerc 🤝 Yelena Belova: perder la cabeza por una curva.
Espero que les haya gusta el capitulo, fue algo complicado de escribir pues tenía muchas cosas que deseaba contar y sentía poco espacio para poder acomodarlas, hay varias ideas que se han quedado por fuera pero espero retomar en los próximos capítulos. Espero que no se note cuan inspirado estuvo la narrativa de episodio por ciertas canciones, sin duda escribir con música a todo volumen es la mejor forma de apelar a la creatividad, por si les interesa les puedo dejar la lista de reproducción que utilizo para escribir esta historia, al fin de cuenta son canciones que reflejan bien lo que paso, esta pasando y pasara dentro de la historia, es solo una idea, por si les interesa.
En este capitulo agregue uno de mis headcanon respecto a Kate y es que es una “nerd”, no del tipo que le gustan las películas de Star Wars y Star Trek, no, del nivel que te puede narrar toda la historia de la alta republica, que te habla klingon como si fuera su idioma natal y, para motivos de este fanfic, te puede decir al derecho y al revés toda la historia de “La herejía de Horus” ¿De donde me saque este headcanon? Probablemente de una noche de insomnio.
Quiero hablar de vuelta sobre el tema del TCA, reiterando que lo que voy a mostrar siempre tratare sea desde el más profundo respeto y siempre basándome en mi experiencia personal, si en algún momento sienten que me estoy excediendo en algo, por favor, díganmelo e intentare cambiarlo.
Por ultimo les dejo el link para que vean las imágenes de referencia que utilice para el vestuario de Kate, porque soy idiota y se que seguro abre olvidado algún detalle: https://pin.it/5EPXiZdBA https://pin.it/4Uy5mv8ng
Nos vemos la próxima en lo que puede que sea un capitulo especial del día de la madre (dentro de la narrativa de la historia claro) con todos los posibles problemas que eso significa. Que la fuerza les acompañe.
Chapter 11: De aristas y ecos el mundo esta hecho
Summary:
El día de la madre es un día de aristas, cada persona, cada familia tiene su forma de celebrar y muchas veces termina con resultados muy distintos entre casa y casa.
Notes:
TW: abuso verbal y emocional
TW: Eleonor Bishop aparece (creo que este tw va a ser muy utilizado)
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
10 de mayo. Una de las fechas más importantes dentro del calendario de cualquier estadounidense, por no decir que en los de todo el continente, donde las tiendas ponen a sus equipos de márquetin a máxima capacidad para promocionar utensilios de cocina, productos de limpieza y cosas similares, porque claro que una madre no tenía ningún interés más allá de dedicarse a las labores domésticas, claro que no, ¿Quién se atrevería a pensar tamaña locura? Tratando de ignorar lo que se instauraba en la sociedad desde la publicidad y los medios de comunicación, el 10 de mayo era una fecha alrededor de la cual las familias construían tradiciones y costumbres que buscaban festejar a la madre. Las celebraciones varían mucho entre las familias, no son pocos los hogares donde directamente no se hacia nada en particular, ya fuera por la perdida de una madre o porque la relación era inexistente entre madre e hija, sea como sea, sin importar la situación en la que alguien se encontrara, el 10 de mayo de cualquier año traía consigo por lo menos una pequeña aventura que vivir y contar.
En Iowa las celebraciones comienzan desde el día anterior cuando Clint va a recoger a sus cachorros a su escuela, la primera parte de su bien pensado plan para conseguir el mejor regalo posible para su alfa, la madre de sus cachorros, quienes claro que estaban invitados para ser parte del proceso de investigación y recolección.
Clint llego temprano a la escuela de sus cachorros, con una gorra sobre su cabello, apoyado contra el capo de su vieja camioneta, la cual compro con uno de sus primeros sueldos con SHIELD, esa pobre Ford había visto pasar muchos inviernos, misiones donde se vio involucrada sin querer, balas, cuchillos y flechas, tantos cambios en el motor que a ese punto parecía que funcionaba por mera gracia divina, pero aun así seguía siendo su fiel camioneta, por mucho que el resto de su manada le insistiera por buscar una nueva e incluso a pesar de sus propios gusto en materia automovilística.
Mientras esperaba que sus dos cachorros salieran repasa de vuelta la pequeña lista de compras que ha anotado en una hoja que le robo a Lila de una de sus libretas, su caligrafía perfecta le muestra las cosas que necesitaba comprar para hacer las celebraciones del día siguiente:
- El vino favorito de su alfa
- La comida favorita de su alfa
- Las flores favoritas de su alfa
- Su regalo para su alfa
Solo cuatro cosas, cuatro simples cosas con las que podría conseguir tener un magnifico día para festejar. Su atención pasa del papel a la acera a su derecha cuando alcanzo a ver dos personas muy conocidas en su periférica. Sus cachorros le saludan con la mano mientras van a mitad de la calle, Clint regresa el gesto mientras presta cuidado a que ningún conductor imprudente estuviera sobre la carretera, solo se relaja en cuanto los brazos de su cachorra le envuelven en un abrazo, eran esos algunos de sus momentos favoritos en los años que llevaba de vida.
— Hola pequeña, yo también de extrañe — sabiendo como le molestaba a su hija que le despeinaran, hace justo eso poniendo su mano sobre los negros cabellos para alborotarlos un poco, provocando que la cachorra se quejara al instante, apartándose para tratar de salvar su preciado peinado — ¿qué tal la escuela? —.
Escucha un pequeño bufido más atrás, el claro gesto de su primer cachorro, lo cual le saca una pequeña sonrisa al comprobar que aun seguía cayendo ante la misma simple provocación — Bien, pa, yo también fui a la escuela, gracias por preguntar — el cachorro murmura unas cuantas palabras más mientras deja su mochila dentro de la batea de la camioneta.
— Justo te lo iba a preguntar antes de que me recordaras que eres todo un adolescente — su cachorra se separa del abrazo para ir a su asiento favorito en esa vieja camioneta, el trasero que quedaba justo atrás de donde su padre iba sentado — ¿Cómo te fue en la escuela? — por fin vuelve a hacer la pregunta desenado escuchar la respuesta.
Se toma un instante para darle vueltas a los acontecimientos de la jornada escolar — Bastante bien, aunque la maestra de lengua no esta muy contenta con mi tarea — en ese momento se arrepiente un poco de haber dejado la mochila atrás, pues de no haberlo hecho podría haber tomado la hoja de su tarea para enseñar las importantes revisiones que le realizaron, todas que iban alrededor de una misma situación fundamental.
Clint frunce el ceño mientras se pone su cinturón de seguridad — Pero si yo te ayude a hacer esa tarea — contesta más que indignado, tratando de recordar lo que tuvo que hacer la noche anterior para realizar la tarea de redacción poética que le pidieron a su cachorro —. Quizás tenga que pasar a hablar con tu maestra — dice mientras entra en su primer intento de encender su camioneta, escuchando los quejidos del motor.
— No creo que haga falta, pa — comenta el chico mientras cruzaba miradas con su hermana, un gesto en el cual quedaban de acuerdo con que el problema no estaba en nadie más que en las capacidades caligráficas de su padre, algo que no comentan, pero todos en la familia Barton sabían. El motor pelea un poco más, no mucho pues apenas iban en el tercer intento para hacerla arrancar, pero es suficiente para llamar la atención del cachorro — ¿Quieres que vaya llamando un taxi o primero a una grúa? — muestra su celular como si solo estuviera esperando la confirmación para hacer la llamada.
Clint no presta atención alguna ante esos desafortunados comentarios contra su amada camioneta — Vamos chica, no le hagas caso, tu sabes de lo que eres capaz — toma con cuidado la llave, girándola con la fuerza exacta para hacer que el motor volviera a crujir, demostrando la fuerza con la que estaba intentando hacer lo que estaba diseñado a hacer —. Vamos, vamos — susurra mientras en los asientos traseros se comenzaban a escuchar unas cuantas risas, pero justo cuando estaban por llegar más comentarios irrespetuosos, el motor cobro vida, ronroneando cual gato afónico, pero suficiente para hacer al auto avanzar — ¡Eso es, eso es! — deja escapar un largo suspiro, dejando escapar la tensión que se estuvo acumulando en su cuerpo en el rato donde estuvo luchando por hacer funcionar el motor — Las cosas viejas tienen memoria — dijo casi que a la nada pues no se digno a mirar a los niños atrás — ¿Listos cachorros? — entonces si los mira por el retrovisor — Tenemos que comprar muchas cosas para mamá — y es evidente la emoción que les provoca la idea pues los ojos de los cachorros brillan —. Hice una lista, por si la quieren revisar —.
Clint hace el gesto de quererles pasar el trozo de papel, pero antes de que pueda siquiera alcanzarlo, Lila se adelanta para hablar — No hace falta, ya la tengo anotada — levanta su teléfono para mostrar la aplicación de notas donde, en efecto, tenía lo mismo que escribió en papel —. Mucho mejor si me lo pregustas —.
Frunce el ceño ante ese último comentario — ¿Qué tiene de malo mi nota? — ambos cachorros se voltean a ver entre ellos, discutiendo por ver quien era el que desidia tomar la responsabilidad de hacerle ver algo que su padre se esforzaba mucho en obviar.
Al fin de cuentas, por ser el mayor, Cooper toma responsabilidad y la evita al mismo tiempo — Porque en digital es más difícil de perder y más fácil de entender — ahí cae el pequeño palo a su padre, esperando que fuera suficiente para un Vengador y un agente secreto —. Estamos en el siglo veintiuno ¿recuerdas? —.
Niega con la cabeza, entendiendo que esa iba a ser otra de las discusiones interminables, como la que tienen cuando se negó durante un buen tiempo a dejar de utilizar su teléfono plegable — Adolescentes — susurra en un tono perfecto para que le escucharan sus cachorros, dando la señal para iniciar el largo camino al centro comercial. Es un recorrido que conocen a la perfección, tras tantos años viviendo en esa región de Iowa ya no quedaban sorpresas dentro de los caminos asfaltados, a lo mucho la aparición ocasional de algún animal poco habitual de ver en los márgenes de la carretera, por tanto, los cachorros se dedican a gastar el tiempo en sus celulares, contestado mensajes, revisando cosas en internet o lo que sea que hicieran los adolescentes de esos tiempo, con la seguridad de que su padre les avisaría si había algo inusual y que valiera la pena observar. El camino es tranquilo, sin mucho trafico para sorpresa del conductor, lo cual provoca que terminen llegando a su destino con varios minutos de anticipo, magnifico regalo del tiempo para ir moldeando la pequeña mentira que le diría a su alfa respecto al motivo de la demora en regresar a casa.
Estaciona en uno de los lugares que tenían un poco de sombra, justo en el medio entre los pocos autos que había en el lugar a pesar de ser un viernes antes del día de las madres ¿acaso todo el mundo prefería comprar de ultimo momento? Si les preguntara a sus cachorros, le dirían que a la mayoría de personas prefieren comprar en línea, más fácil, más práctico, incluso más barato “un privilegio del siglo veintiuno, viejo”, pero por fortuna no les pregunta, en parte porque no quiere que le vuelvan a recordar la edad que ya estaba comenzando a alcanzar — Bien chicos — apaga el motor del auto con mucho cuidado de no hacerlo de forma brusca pues de hacerlo el pobre ya no volvería a prender a menos que le hicieran otra intervención — ¿saben lo que tenemos que encontrar? — asienten al instante guardando sus teléfonos y prestando total atención a su padre — Nos movemos rápido y fácil, no se separen y manténganse alerta, me avisan si ven cualquier inconveniente y actuaremos en consecuencia ¿entendido? —.
— ¿Vamos a comprar cosas o nos están mandando al frente? — pregunta Lila con una pequeña sonrisa que no es correspondida por su padre quien sigue esperando una respuesta — Entendimos papá. No separarse y avistarte de cualquier cosa, fácil y sencillo — su hermano le da la razón levantando un pulgar.
Parece estar contento con tal confirmación, dando entonces la seña para que los tres salieran de la camioneta con rumbo fijo a la plaza donde llevarían a cabo la tan esperada caza de regalos para la mejor madre del mundo, en la nada humilde opinión de los tres. El primer lugar al que van es a la tienda general donde Clint toma la delantera, guiando el carrito de compras, manteniendo los ojos sobre sus cachorros en todo momento, se mueven entre los pasillos tomando las cosas particulares que él necesitaría para hacer el desayuno, comida y cena especial para su alfa, harinas, salsas, más especias por si acaso, cortes de carne y varios vegetales; una acción tan simple como comprar comestibles tenía sus particularidades en la vida de Clint Barton, nada del otro mundo, cosas como revisar siempre primero el precio de todas las opciones antes del nombre de las marcas o sus gustos personales, siempre tomando la variante más barata y la mitad de las veces siempre se detenía unos segundos para pensar cual sería la forma más sencilla para robarse dicho producto sin que nadie se diera cuenta, algo que podría hacer incluso borracho, no porque fuera un espía ni porque fuera un Vengador, podía hacerlo porque lo que de cachorro se aprende bien se queda para siempre. Pero es gracias a sus propios cachorros que recuerda que no hay necesidad de revisar precios en búsqueda de rascar hasta el ultimo centavo, cuando Lila aparece con un paquete de masa para galletas de chocolate en manos, preguntando si las puede llevar, es que recuerda que ya no necesita preocuparse por si habrá suficiente dinero el día siguiente.
Durante el día de compras Clint es un poco más permisivo que de costumbre con los cachorros, permitiéndoles sumar cuantas cosas quisieran, aunque si les deja en claro que espera que la chatarra que compraran les durara hasta la siguiente salida. Es de misma forma más complaciente que de costumbre cuando pasan al resto de tiendas donde iban a comprar los regalos, permitiendo que su cachorra comprara un café que sin duda era más azúcar que otra cosa a sobre precio y que su cachorro comprara una orden de Nuggets de pollo con la única condición de que le guardara uno para después; durante esas horas que pasa junto a sus cachorros se permite ser tan normal como le es posible dada la vida que ha tenido, abraza los momentos cuando sus cachorros juguetean con los grandes y extraños gorros que vendían en alguna de las tiendas, se asegura de recordar la frustración de Lila mientras intenta explicarle la diferencia entre Divergente y Maze Runner, también recordara la mirada orgullosa que recibió al demostrarle a la chica que recordaba suficiente de los Juegos del Hambre como para no tener que ver las películas por decima ocasión. Se encarga de recordar como discute por lo bajo con Cooper, otra vez, respecto a como es mucho más interesante y divertido Star Trek que Star Wars e incluso discuten un poco sobre como iba a irle a su equipo de beisbol esa temporada; un momento de tranquilidad familiar que va apreciar pues sabe lo que esta cerca de llegar.
Así es como termina el día de preparación antes del día de la madre en la casa de los Barton. Los tres regresarían a casa justo media hora antes de que la próxima festejada comenzara a preocuparse por la tardanza, cachorro y padre deben hacer una pequeña actuación al empujar la camioneta desde la entrada y directo al cobertizo con tal de esconder las compras que hicieron, mismas que debían de ser una sorpresa para el día siguiente. Los tres saludarían a Laura cunado esta aparece en el porche, observándoles mover el viejo vehículo, regresándoles el saludo con una sonrisa producto de darse cuenta de que la camioneta no parecía estar más hecha polvo que de costumbre, sin ninguna seña de que en verdad necesitara ser remolcada. Durante lo que quedaba de día hay una sensación diferente rondando la casa, una emoción electrizante que se filtraba entre los habitantes que se materializaba en sonrisas cómplices durante la comida, en excusas inventadas a prisa cuando preguntaba sobre lo que les tomo tanto tiempo fuera, en pequeñas risas cuando sus cachorros hablaban entre susurros, en la prisa que tuvieron ambos por irse a sus cuartos tras cenar, lo cual era anormal ya que ambos siempre disfrutaban de pasar un rato viendo televisión con sus padres, la ultima prueba que necesitaba para comprobar que en efectos los tres estaban tramando algo lo encontró tras ir a revisar como estaba el pequeño Nate, durmiendo tan tranquilo en su cuna, en la cocina lavando los platos pudo olfatear las feromonas de Clint que estaban cargadas de emoción y anticipación.
Laura se queda un momento viéndolo desde la puerta de la cocina, dejando que disfrutara de lo que creía era su propia soledad durante unos minutos más pues eso le permitía a ella disfrutar de ese aroma que de normal su omega se encargaba de mantener bajo candado a base de pura fuerza de voluntad. Se acerca en cuanto ve que solo restaban unos cuantos cubiertos por limpiar, pisando con un poco más de fuerza que la usual con la intención de hacer el suficiente ruido para que le pueda escuchar acercarse, con todo el cuidado del mundo queda tras Clint, abrazándolo por el abdomen, haciendo que detuviera sus movimientos para concentrarse en la sensación de un cuerpo que le brindaba calor, un calor que no sabía necesitar en ese momento. Laura lo abraza con más fuerza apretándolo contra ella, olfateándolo con descaro hasta el punto de poner su nariz sobre la marca de apareamiento que estaba escondida tras la camisa de mezclilla.
— Te amo — dice aun sin separarse provocando que su habla pareciera un susurro, pero la honestidad de dichas palabras es tan fuerte que podría haberle escuchado a la perfección en medio de un bombardeo —. Gracias — vuelve a decir pero en un tono mucho más alto que lo anterior.
— ¿Puedo saber porque me esta agradeciendo mi magnifica alfa? —.
Laura piensa en muchas cosas en muy poco tiempo, recordando los malos días donde su omega era una persona desconfiada, cuando apenas y podía hablar con el resto de agentes en SHIELD, cuando se negaba a entablar conversación con ella porque le veía como una posible amenaza que le haría perder su única oportunidad en años para tener una vida mejor. Recuerda esos primeros años cuando su omega era mandado a misiones cada vez más peligrosas y el hacia cualquier cosa que le ordenaran con tal de demostrar su valía. Recuerda todas las veces que Clint se puso en peligro para tratar de salvar a otras personas, todas las ocasiones en las que estuvo cerca de perderlo para siempre y más importante aún, recuerda el detalle que fundamenta su agradecimiento — Por siempre volver a mi — deja un pequeño beso en su nuca. Recuerda todo lo que Clint ha hecho por ella, lo mucho que se ha esforzado cada día para consolidar lo que han construido, todas las noches malas para dejar atrás sus miedos respecto a repetir en los mismos errores que le arruinaron durante años —, por volver a nosotros —.
— Gracias a ti por estar para mi — responde sin dudar, restregándose un poco más contra su alfa. Se quedan en silencio, disfrutando de la presencia del otro durante unos minutos, disfrutando del calor y aroma del otro. El abrazo solo termina cuando por la periferia el omega alcanza a ver una pequeña figura encapuchada cayendo sobre el pasto del jardín a través de la ventana que daba vista a donde se erigía el granero, no hacía falta preocuparse pues podía identificar esa técnica de caída, la cual aun necesitaba bastantes detalles para volverla perfecta pero más que suficiente para una cachorra tan joven — ¿No te gustaría llevar esto a la habitación? —.
Claro que puede identificar el intento de desviar la atención con una propuesta que apele a su inevitable gusto, por no decir obsesión por el físico de su omega, como si eso le hiciera ignorar que Lila acababa de saltar desde el segundo piso al patio, que lo más probable era que desde ahí iba a ir a donde escondieron la vieja camioneta para envolver los regalos que en “secreto” le compraron y tratar de ocultar las chucherías que seguro le habían sacado a Clint a base de ojos de cachorro — Sí, esa idea se escucha bien — y a pesar de saberlo todo tras tantos años celebrando el día de la madre, sigue disfrutándolo como si fuera la primera vez.
Suben a su habitación entre besos y toqueteos emocionados, cargados de anticipación, emoción pura como si fuera la primera vez que se tocaban. Una noche agradable que le da a los cachorros mayores la gran oportunidad de ir a la camioneta a hacer justo lo que Laura había predicho que iban a hacer con la precisión que solo una madre puede tener.
A primeras horas del 10 de mayo Clint se escabulliría de la habitación, dándose el tiempo de tomar suficientes cosas para poder ducharse en el baño del primer piso, mucho más pequeño y frio que el de su habitación, pero que le daba la magnifica oportunidad de darle unas cuantas horas más de sueño a su alfa en su día especial.
Cualquiera que conociera a Hawkeye más allá de su faceta como vengador o agente de SHIELD, esos pocos que lo conocían como persona, sabían que tenía una particular fijación por el desayuno, cuando el tenía una cocina cerca y despejada se encargaba de hacer realidad eso de que el desayuno es la comida más importante del día, al mismo tiempo, la más abundante del día. Clint no tenía reparo en tardar horas en cocinar cada platillo que necesitaba, desde los huevos revueltos, tantos que había llegado a terminar más de tres cajas en una semana, el tocino hecho a la perfección para estar crujiente sin perder jugosidad sin quedar demasiado grasos, los wafles calientes que humearan firmes a la par de suaves, café para los adultos, jugo o chocolatada para los cachorros, ese día agregaba a la ecuación un pequeño postre, un pequeño panque de naranja que su alfa adoraba. No entiende de donde viene su fijación por hacer desayunos tan abundantes, quizás tenga que ver con esas cosas de traumas infantiles nunca superados de los que su terapeuta al que SHIELD le obligo a asistir durante sus primeros años, pero lo que si sabe y sabe muy bien, es que le encanta hacerlo, le encanta tomarse su tiempo en hacer cada cosa tal como le gustaba a su familia, le encantaba la forma en la que su corazón revoloteaba cuando los veía sonreír mientras comían. Porque para Clint cocinar era una forma de explicar cuanto los quería, cuanto los amaba.
Los cachorros bajaron temprano, tarde para el omega que llevaba desde las seis de la mañana metido en la cocina tras sartenes y manejando la temperatura del horno con la misma maestría con la que manejaba su arco. Cooper es quien salta a ayudarlo en cuento lo ve, era el quien de entre la camada demostraba más interés por ese tipo de actividades cotidianas, Lila en cambio, era la primera en tratar de convencer a su padre para que le enseñara como abrir un candado con una servilleta, truco que decidió no le enseñaría hasta que cumpliera dieciocho, le parecía más seguro enseñarle como hacer un explosivo que poder abrir casi cualquier cerradura. El trio trabaja en sus tareas particulares, buscando la vajilla más hermosa, emplatando cuando las cosas iban saliendo, yendo a buscar las flores y los regalos, realizando ultimas revisiones en cada envoltorio, comprobando que no se les hubiera olvidado nada en la lista de regalos.
Clint agrega un ultimo detalle, una pequeña tarjeta que compro en una gasolinera de camino a casa con un mensaje que, evidentemente, escribió con su puño y letra. Es él quien sube de vuelta a la alcoba con la bandeja de desayuno perfectamente balanceada en su mano izquierda, pues no deseaba que alguno de sus cachorros se encontrara con una escena poco apropiada para sus cortas edades, relegándolos a esperar en la planta baja, atentos a una señal que claro detectarían para gritarle felicitaciones a su madre en cuanto bajaran y, claro, que fueran desayunando en su ausencia.
La privacidad le permite entrar sin tocar la puerta, adentrándose en la habitación como el fantasma que el entrenamiento le permitía ser, colocando el jarrón con flores en una de las mesillas, donde sabía su alfa volteaba a ver la mayoría de veces que se despertaba, abriendo la ventana para que se filtrara el aire frio cargado del aroma de los robles y pasto perfumara la habitación, al tiempo que esparcía los aromas de la comida aun caliente, una combinación que se mostro muy efectiva pues solo necesito esperar unos cuantos segundos hasta ver a su alfa pestañar, mover los brazos por la cama, gruñir y por fin abrir sus ojos, ojos que se encontraron casi de frente con un gran ramo de petunias. La vista le resulta tan familiar como los aromas que su nariz detecta, un magnifico regalo como todos los años.
— Hey — saluda de una forma casual, recargándose sobre un codo para poder tener buena visión de su omega y todas las deliciosas cosas que le había preparado —. Veo que no lo olvidaste — el comentario es irónico pues sabe muy bien que su omega nunca podría olvidar alguna de esas fechas tan importantes.
— ¿Cómo podría? — se acerca, llevándole su parte del desayuno en bandeja, presentándolo como antaño una presa recién casada hubiera sido presentada una presa recién cazada — Feliz día de las madres, Laura — y la mencionada observa la tarjeta que descansaba a un lado de los platos, sacándole una sonrisa —. Los cachorros están abajo desayunando, no tienes que preocuparte por que te vengan a interrumpir y Nate ya esta cambiado y alimentado, podemos tomarnos nuestro tiempo —.
Es justo eso lo que hacen, pasan por lo menos una hora en su cuarto, compartiendo la comida, robándose besos, ronroneos abrazos y feromonas, una rutina similar a la que habían estado ejecutando desde el segundo año de vida de Cooper, una tradición que carecía de excentricidades, no había grandes salidas ni grandes derroches, solo la tranquilidad de un hogar, lo que ambos durante tantos años habían estado deseando encontrar y ahora que lo tenían lo iban a disfrutar hasta el ultimo segundo de sus vidas. Más cuando ambos sabían que un hasta luego estaba por llegar.
Bajarían tras un rato a la planta baja, donde los cachorros saltarían sobre su madre en abrazos de oso que casi le tirarían al suelo, incluso el más pequeño de los tres parecería estar más cariñosa de costumbre, balbuceando palabras similares a las que sus hermanos producían. Abrirían los regalos, sorprendiendo a la alfa no por la existencia de los mismos sino por el contenido de ellos: un ejemplar especial de su disco favorito de Frank Sinatra, regalo de Lila, un nuevo suéter que quizás no necesitaba pero si que quería por parte de Cooper, por Clint, un paquete completo de snickers, el mismo tipo de chocolate que ella compartió con su omega después de una misión en SHIELD, un pequeño acto que desencadeno todo lo que habían vivido en su relación. El día sería perfecto, como de costumbre en la casa Barton cuando había algo que festejar y para la noche Laura tendría la agradable misión de tratar de desencriptar la pésima caligrafía de Clint para descubrir lo que decía la carta que le había dejado.
Un día de la madre maravilloso y familiar.
2
En una de las regiones menos pobladas del estado de New York, entre bosques y riachuelos, se erigía el complejo de los Vengadores. Un lugar pensado para ser un cuartel de operaciones, donde se refugiaban los héroes cuando no había ninguna misión a cumplir y solo deseaban tener un lugar donde descansar sin estar en medio de una población civil. En el complejo había decenas de cosas que ver, desde los grandes laboratorios donde Stark y Banner solían pasar muchas horas del día gastando su tiempo en las investigaciones que tanto les gustaba realizar, salas de entrenamiento que solían ser el dominio de Steve Rogers, siempre atento a quien necesitara liberar energía a punta de golpes y como el tenía en su sangre la mejor versión del suero de super soldado se consideraba la mejor opción para recibir los golpes. Hay una biblioteca incluso, salas de cine, zonas de natación y simulación, mil cosas que volvía el complejo un lugar mucho más agradable que una base militar convencional, más porque no estaban bajo constante vigilancia de militar ni tenían que hacer valer un código de ese tipo de ambientes.
La mayoría del tiempo era un lugar agradable en el que estar, porque siempre se podía encontrar una charla agradable y alguien dispuesto a quemar el tiempo hablando de nada, dar el mejor consejo posible cuando se le pedía o quedarse durante horas viendo repeticiones de programas para relajarse un poco del peso de la vida que cada uno había llevado. Pero esos tiempos comenzaban a ser cosa del pasado. Ya no había tantas personas como antes, el retiro tácito de Hawkeye parece haber desencadenado el cambio, luego fue Bruce quien desapareció con la única explicación de que iba a realizar “trabajo de campo sobre unas betas de radiación cósmica”, solo el sabía donde estaba, Sam Wilson tenía una vida fuera de ser un vengador y por tanto pasaba muy poco tiempo en el lugar, Steve había comenzado a pasar mucho más tiempo fuera desde la reaparición de Bucky, buscando pistas de su mejor amigo. Aun con esas perdidas la situación se pudo haber mantenido, eran suficientes personas en el lugar para mantener el habitual ambiente cálido y reconfortante, porque seguían siendo una familia, pero entonces ocurrió la misión en Lagos y después apareció Ross con su oferta, Steve y Tony discutieron y desde entonces nada volvió a ser igual.
El lugar se volvió más frio, tanto que incluso en los primeros días tras el cambio revisaba el termostato más de una ocasión al día en búsqueda de una solución. Pero no importaba cuando subiera la temperatura las cosas no cambiaron. Dejo de ser un lugar donde se escuchaban charlas a casi cualquier hora, las interacciones entre la totalidad de los visitantes se volvieron algo testimonial y que siempre terminaban con alguien saliendo de la habitación a paso rápido y apestando a enojo en respuesta a quien se hubiera animado a volver a mencionar lo que era mejor que hacer con los acuerdos. La tensión era constante, se sentía en la forma en la que nunca había más de dos personas en una misma sala por mucho tiempo, Natasha detesta con toda su alma tener que hacer la comparación, pero le resulta imposible no encontrar una similitud con las noches en los “dormitorios” de la habitación roja, rodeada de otras viudas, todas tensas, observando a la que tuvieran más cerca en búsqueda de detectar cualquier indicio de amenaza, cualquier muestra de debilidad en alguna de ellas, cualquier cosa de la que pudiera sacar hasta la más mínima ventaja para evitar ser quien muriera esa noche. Odia hacer la comparación con el complejo que había llegado a considerar una extensión de su hogar, pero es una que debía hacer para darle sentido a todo lo que estaba pasando. Podía continuar con la comparativa pues al igual que en sus años de vuelta al infierno de la habitación roja, en esa versión distorsionada y hostil del complejo, había una persona cerca suya que le ayudaba a levantarse cada día, a tratar de mantenerse cuerda y no desmoronarse; antaño, fue su hermana, su pequeña Yelena, ahora, muchos años después, lo era su cachorra, su pequeña Wanda.
Natasha despierta en la madrugada temprana del diez de mayo, parpadeando como si los parpados le pesaran media tonelada cada uno, su cuerpo se siente pesado, demasiada tensión en sus músculos y las articulaciones rígidas, el motivo tras dicho malestar es sencillo de explicar, la noche anterior había dormido en un sillón monoplaza que si bien era muy cómodo para unas cuantas horas, no estaba pensado para utilizarse para dormir ¿porqué Natasha Romanoff había dormido en un sillón? Fácil, para vigilar el tan preciado sueño de su cachorra.
Wanda no había pasado por la mejor semana de su vida, sobre todo con la presión adicional que estaba poniendo el coronel Rhodes respecto a continuar con la burocracia de los acuerdos aun cuando no todos habían firmado dichos documentos. La cachorra había estado teniendo una combinación entre pesadillas y noches de insomnio, lo que solía pasarle cuando el estrés de su vida se disparaba; estos malestares siempre provocaban que la alfa terminara irrumpiendo en su habitación para tratar de tranquilizarla con todas las tácticas que había aprendido en el relativo poco tiempo que llevaban conviviendo. Tras dos días seguidos con dichos malestares apareciendo, fue lógico para Natasha el quedarse a dormir en el mismo cuarto, sabiendo que su mera presencia era suficiente para hacerle dormir un poco más tranquila, por fortuna, en este tiempo no había sufrido ninguna pesadilla tan grave como la que sufrió ese día en el departamento de María.
Se estira cual gato en su cama improvisada, bostezando al tiempo que sus vertebras crujían de forma satisfactoria, liberando presión, provocándole un suspiro de satisfacción. Su teléfono vibra en sintonía a su retorno al mundo de los despiertos, una notificación que fue programada desde hacían meses, un recordatorio por la fecha fundamental que estaba comenzado a vivir.
Que el día de las madres se festejara durante el segundo domingo de mayo no era la norma en todo el mundo, ejemplo estaba en su natal Rusia donde se festejaba durante el ultimo domingo de noviembre, una fecha que se repetía en Sokovia y en unos cuantos países más. Ese detalle debería resultar importante al momento de planificar su año calendario, pero la verdad era que Natasha Romanoff se había adaptado muy rápido y muy bien a las costumbres norteamericanas, tanto que incluso olvidaba, cuando estaba en su estado más relajado, que existían fiestas patrias que debería festejar como “hija de la madre patria”. Hay muchas explicaciones al respecto, la fundamental la tenía muy clara pues respondía a su necesidad de tratar de marcar distancia con todo lo que había vivido en suelo ruso, los peores años de su vida, los dolores más horribles, como si no pensar en cosas tan insignificantes como las fechas dispares marcara distancia a todo lo que le hicieron hacer, en lo que la convirtieron en contra de su voluntad.
Toma su teléfono para hacerlo callar, deseando que el ruido no despertara a su cachorra. Se le escapa una sonrisa mientras ve a la bruja dejar escapar gruñidos animados entre sueños, quien sostenía entre sus brazos una de sus almohadas, porque claro que tenía más de una, como si fuera un peluche, una escena tan linda que le dieron ganas de tomarle una foto, pero no lo hace solo porque era una gran defensora de la privacidad. En cambio lo que si hace es mandarle un mensaje a Melina por el canal seguro que tenían creado, uno donde compartía toda la información respecto a los planes que se encargo de organizar y formular para ese día tan importante.
Vuelve a bloquear el dispositivo sin esperar una respuesta pues sabe que lo más probable era que su papá estuviera en medio viaje de carretera, si es que habían escogido ir por auto, o en medio vuelo si es que habían decidido tomar la ruta del recuerdo aéreo. En cualquiera de ambos casos sabía que su mensaje tardaría un poco más que de normal en llegar al destinatario y mucho más en recibir una respuesta, en ese sentido, se conformaba con saber que la información les había llegado, si surgía alguna duda a partir de la misma, bueno, ya era cosa de que improvisaran.
Algo extraño se remueve en su interior, un malestar que si bien le estuvo acompañando durante la mayoría de su vida pero que, desde la revelación que consiguió respecto a la familia que le trajo al mundo, aun tras casi dos años seguía recordando las palabras de Melina, saber todo lo que hizo su madre por tratar de encontrarla, como perdió la vida con tal de encontrar a su cachorra. Su corazón se aprieta ante el peso del recuerdo, con tanta fuerza que debe llevar una mano a donde se esconde su corazón, frotando la tela como si eso pudiera hacer desaparecer el dolor de nunca haberla podido conocer, de haber tenido la vida normal que se merecía. Aun tenía muchas dudas respecto a esa mujer desconocida, había realizado mucho trabajo de investigación tratando de encontrar hasta la más pequeña pista respecto a… cualquier cosa de su madre, quedándose siempre con las manos vacías, en un callejón sin salida.
Su oído es lo que le consigue sacar del pozo en el que se estaba metiendo sin querer, un pequeño gruñido proveniente de donde descansaba su cachorra, dicho ruido podía ser señal de muchas cosas, desde una solicitud de ayuda como de una forma de hacer ver al mundo que tenía hambre, había muchas posibilidades por tanto no es del todo culpa suya que se haya puesto en alerta máxima cuando la escucho quejarse.
— Operenos días — por fortuna resulta que el gruñido fue solo producto de estar saliendo de uno de los primeros sueños profundos que había podido disfrutar en lo que iba de semana — ¿Qué hora es? — su voz se escuchaba mucho más rasposa, con ciertas notas que le hacía recordar al tono de una persona que estaba al inicio de una gripe, lo cual preocupa un poco mucho a la alfa.
Natasha se levanta del sofá, escuchando el resto de su cuerpo crujir en respuesta — Todavía es temprano, tu tranquila, puedes descansar un poco más si quieres — la cachorra se toma un segundo o dos para considerar la propuesta antes de negar y comenzar a incorporarse en su cama — ¿Pesadilla? — recibe la misma negativa, lo cual otorga una gran tranquilidad a la mente de la alfa. Se hace el silencio durante unos segundos, dándole vueltas al cronograma que tenía bien construido en su mente, buscando motas de valor hasta conseguir suficiente para comenzar a hablar —. Te tengo una propuesta. Hoy tengo un compromiso importante con mi familia, seguro que recuerdas a mi hermana, Yelena, la rubia pequeña con serios problemas de temperamento — claro que Wanda la recordaba, era difícil de olvidar a una persona que intentó asesinarla con un lápiz tras escapar de lo que ella creía era un perfecto control mental —, bueno, también estarán nuestros padres, iremos a cenar para festejar… el día de la madre — lo ultimo lo dice en un susurro, recordando que ese podía seguir siendo un tema demasiado sensible para su cachorra, pone toda su atención en ese rostro que seguía teniendo rastros infantiles, buscando cualquier indicio de haber metido la pata hasta el fondo —. Aun no has tenido la oportunidad de conocerlos y yo… me gustaría que estuvieras ahí — Wanda no dice ni una palabra, con la mirada fija en sus manos, muy interesada en los restos de su barniz de uñas —. Claro que te puedes quedar si lo prefieres, entiendo si no te sientes cómoda con la idea —.
Vuelve a aparecer el silencio en la habitación, el nerviosismo se vuelve evidente, tanto que incluso el entrenamiento le falla a la viuda, dejando que algunos rastros de sus feromonas se escaparan y quizás fue eso lo que dio pie a que la cachorra por fin pudiera contestar — Yo… ¿esta bien que vaya? — aunque en realidad termino por hacer otra pregunta en ves de contestar — ¿No debería quedarme aquí? Por, ya sabes, los acuerdos — completa el motivo de su duda y un rastro de ira primordial nace en el pecho de la alfa.
Se muerde la lengua, incluso se entierra las uñas dentro de la palma de su mano, estímulos que buscaban contener y mantener sus reacciones bajo control — No tienes que preocuparte de eso, Wanda — asegura con toda la tranquilidad que conseguí convocar. Se acerca a la cama, agachándose para estar a la altura de su cachorra —, no es tu responsabilidad pensar en todo lo de los acuerdos. Solo concéntrate en lo que quieres hacer y lo que no quieres hacer. Ni siquiera se han firmados por el resto del equipo ni se han oficializado. Nada te impide salir del complejo, Wanda, no somos HYDRA para retenerte aquí en contra de tu voluntad, las puertas siempre están abiertas — ignora lo que sabe, escondiendo en el fondo de su mente los documentos que Melina le ayudo a encontrar, esos que hablan sobre medios de contención para su cachorra, drogas tan fuertes como las que le dieron a ella en la habitación roja, collares de supresión de poderes, tecnología de Strucker y una prisión en el medio del mar que debería ser invulnerable, ingeniería americana —. La decisión es tuya y no hay respuesta incorrecta —.
Le da vueltas a la situación, pensando en las cosas que podría hacer de quedarse y lo que tendría que hacer en caso de irse, una pregunta más surge en medio de la reflexión, una que le había llevado al borde de aceptar la propuesta, solo necesitaba resolver algo más — ¿No habrá problema con tu hermana? ¿con tu familia? — solo necesitaba despejar esas pequeñas fundamentales dudas.
Toma la mano libre de su cachorra, apretándola con suficiente fuerza para darle algo en lo que entretenerse, que le sujetara a la realidad para evitar que cayera en sus miedos y angustias — He hablado mucho de ti con ellos, Melina esta muy interesada en conocerte — recuerda las decenas de preguntas que la beta le soltó en cuanto se entero respecto a los por menores de las habilidades de la cachorra — y estoy segura que papá no querrá soltarte en cuanto te vea, es un tipo muy emocional — en su mente aparecen escenas de los característicos abrazos de oso que solía darle a cualquiera que se ganara la confianza suficiente para ver algo más allá de su exterior rudo y de apariencia violenta —. Con Yelena… bueno, es alguien rencorosa, seguro se te quedara viendo con cara de perra rabiosa un rato, pero ten por hecho que no hará nada, te doy mi palabra —.
Sus miradas se cruzan, debatiendo en silencio hasta que expresa una simple palabra en respuesta — Vale — la cachorra parpadea rápido, como si tratara de deshacerse de los restos de s u nerviosismo ante la idea de una reunión familiar —. Yo… eh ¿Cuándo debemos salir? —.
Con una genuina sonrisa Natasha se dispone a contar todo el plan que había realizado con varios meses de anticipación. Una reservación en un restaurante de comida ruso, uno bien reputado en la ciudad aun sin llegar a ser de esos lugares tan caros que para asistir si o si se debe ir de gala, algo que era impensado para su papá, quizás su hermana y Melina si que podrían acoplarse mejor a esos ambientes, pero era mejor pensar en la comodidad de la mayoría. Tranquiliza a su cachorra respecto al tiempo que tenía para arreglarse, varías horas en realidad, lo cual le da a ambas la oportunidad de arreglarse cuanto necesitaran, relajarse y desayunar. Tras esa charla ambas se separarían por unos minutos pues la cachorra necesitaba darse un tiempo para realizar su tan necesitada rutina matutina, dejando sola a Natasha, en medio de un complejo que cada día se sentía más hostil, con sus pensamientos respecto a su verdadera madre martillando en su cabeza.
Se esfuerza en no pensar en ello, manteniéndose tan ocupada como puede estarlo durante un día en el que no había nada que hacer. Se toma el tiempo para llamar a Laura, felicitándola como todos los años desde hacían muchos años pues si bien no la veía como una madre, si que tenía muchos motivos para desearle un magnifico día de la madre. Incluso habla con sus sobrinos durante un rato, Clint con orgullo le muestra todo lo que han hecho por la alfa, tal despliegue de cariño hogareño le hace sonreír como tonta, pero cuando la llamada se corta para dejar que los Barton disfrutaran de su día especial, sus pensamientos vuelven a aparecer, una nube negra que cubría el día, que le oprimía los hombros volviendo difícil algo tan simple como caminar o respirar, nublando su buen juicio, hasta llegar a andar por el complejo sin darse cuenta de que se estaba moviendo.
El día de la madre solía convertirse en un día doloroso en cuanto pasaban los años, pues la naturaleza dictaba que las madres terminaran dejando atrás a sus cachorros, provocándoles un inmenso dolor que solo los recuerdos de los buenos tiempos podrían ayudar a aplacar dicho pesar. Pero entonces aparecía Natasha, alguien que no tenía recuerdo alguno de su madre, que no podía tenía nada más que el dolor de una perdida, no tenía el consuelo de la voz de su madre recorriendo su mente, ni mañanas despertando en sus brazos, ni siquiera tenía una foto que observar durante horas intentando encontrar parentescos suyos en otro rostro, ni tenía algún lugar físico al que ir a llorar una perdida que dolía mucho más que cualquier herida de bala.
Un silbido resuena en sus oídos, uno que por un instante le suena muy familiar, tanto que esta por contestar con el mismo sonido, justo como hacía con Yelena cuando ambas fingían ser cachorras normales. El único motivo por el cual no respondió al ruido fue porque el mismo continuo en una tonada que no reconocía. La curiosidad resulta ser un medio más que efectivo para que si conciencia hiciera aparición en su cerebro, saliendo de ese pozo lleno de la añoranza por recuerdos que no tuvo oportunidad de formar. Observa a su alrededor, dándose cuenta de que ya no estaba en el pasillo donde el resto de las habitaciones, ni siquiera estaba cerca de su propio cuarto, tampoco estaba por el ala de entrenamiento; para su total sorpresa se encontraba en una de las tantas salas de entretenimiento, esa con un gran televisor de solo Tony sabía cuantas pulgadas y cuento dinero. Su atención no se centra, en ninguna de las comodidades tecnológicas y muy caras, en cambio, sus ojos esmeraldas se fijan en la gran ventana que iluminaba la sala y daba vista a un pequeño, no tan pequeño, balcón desde el cual se podía disfrutar del clima exterior y de la vista a los bosques cercanos. Natasha se queda fija en algo nuevo que descansaba sobre el barandal de dicho balcón, una pequeña criatura que le observaba desde la barandilla, un ser alado.
Abre la puerta porque algo en su interior le exige hacer eso en lugar de pasar de largo y volver a otro lugar más interesante para quemar el tiempo. Sus movimientos lentos buscaban evitar que el ave frente suya saliera volando asustada, algo que consiguió con mayor facilidad de la esperada pues la criatura no reacciono ante ninguno de sus movimientos y ruidos, manteniendo su mirada fija sobre ella en todo momento, no con la característica precaución de una especie que solía ser depredada por muchas otras criaturas. Camino unos cuantos pasos, mismos que no provocaron ni el ruido más pequeño, manipula su propia postura a una menos intimidante, mostrándose como una amenaza descartable, una técnica que le obligaron a aprender.
— ¿Estas perdido, bicho? — el ave de plumaje rojo, tan vibrante como sus cabellos que había olvidado rizar se le queda viendo como si le entendiera a la perfección y estuviera descartando tal pregunta — Oh entonces decidiste que pasar a descansar en un lugar vigilado por radar era la mejor opción para esta mañana de verano — un ligero cantar, suave y corto, aparece como respuesta —. Tienes mucha suerte de que no tuviéramos ningún vuelo programado o estarías un tanto chamuscado — se ríe de su propia broma, porque claro que Natasha es de las que se ríen de sus propias bromas. Se mantiene en silencio, sin entender que diablos es lo que estaba haciendo ahí en lugar de gastando su malestar en el gimnasio o en el campo de tiro como la persona con mala capacidad para afrontar sus problemas — ¿Tienes hambre? — el ave gira un poco su cabeza, observándole con curiosidad — Tomare eso como si, espero que te gusten los sándwiches de mantequilla de maní o yo misma te pondré en la parrilla — se da la vuelta e intenta caminar, sintiendo que cada paso es un trabajo descomunal, cada musculo y hueso implicado en el caminar parecía estar de acuerdo en que necesitaba quedarse ahí. Pero Natasha es testaruda, sigue dando un paso a la vez, lista para volver a hundirse en su propio dolor entre gruesas paredes de hormigone y luces frías, justo como cuando era una cachorra.
Una brisa más fría que el resto le recorre la espalda, un aroma que nunca antes había sentido le acaricia el cuerpo, poniéndole los pelos de punta y haciendo que se detenga. Un nuevo silbido resuena en sus oídos, más suave que el primero, tranquilo, reconfortante hasta el punto en el que su corazón tiembla y un suspiro se escapa de sus labios, una melodía que le parece conocida a pesar de no haberla escuchado nunca o eso pensaba. Las tonadas continúan danzando con tal dulzura que sus labios tiemblas, un calor cómodo en su pecho que le recuerda a las tazas de chocolate caliente que tanto disfrutaba tomar y hay algo diferente cuando el canto para, un reconocimiento que no sabe de donde llega, que le hace continuar con el canto, silbando en perfecta sintonía, entonada como si hubiera escuchado dicho canto durante toda una vida. Se gira en cuando el silencio aparece de vuelta en el balcón, sus movimientos rígidos, como una roca, encontrándose con una nueva criatura que le observaba.
Tan pequeña que podría entrar en la palma de su mano, de plumaje marrón grisáceo, esponjoso en el pecho y fino en el resto del cuerpo, tanto en textura como composición le recordaba a la cubierta de un latte — Hola, pequeña criatura — no sabe porque, tan de repente, le surgió la necesidad de hablar en su idioma natal, pero así sucede y no se opone a ello — ¿Qué te trae por estas tierras tan extrañas? — en respuesta el ave vuelve a cantar, tan tranquilo, uno que le hace sentir en paz. Responde silbando cuando se la de la indicación entre silencios, en algun punto de ese recital tan particular el pájaro emprende un corto vuelo para acercarse mucho más a la alfa con quien hacía dueto, ella le extiende la mano diestra casi por instinto, quedando fascinada por el pequeño peso que le aplastaba el índice. Se siente fascinada, observa cada detalle del bicho como si nunca antes hubiera visto un pájaro, aunque, en retrospectiva, nunca había interactuado de forma tan… intima, familiar, con uno.
Con la pasión de una arqueóloga que encuentra una fuente divina, Natasha observa y sigue observando, trata de descifrar que es eso que le atrae tanto a la pequeña ave, pone todo de si en una simple labor de reconocimiento, buscando grabar en su memoria el ave que tiene sobre su mano, deleitándose con la canción que recitaba, intentando encontrar algo en esa pequeña aparición. Parpadea con cuidado, forzando su vista tanto como pueda, es rápida en volver a ver, temerosa de pasar por alto algo que no hubiera visto y como muchas veces pasa, eso que teme, termina ocurriendo. Es algo sutil tras un parpadeo, algo cambio, algo que quizás en otra vida donde no fuera una viuda pudo haber pasado por alto; los ojos del ave, negros por naturaleza cambiaron en ese microsegundo donde Natasha no pudo ver, bañados por la luz del sol, cambiaron a un tono familiar, un verde esmeralda que brillaba con la intensidad de una pequeña estrella, con una intensidad que solo ha visto en otras personas. Suelta un jadeo, no de miedo, pues había pocas cosas que pudieran asustar a la viuda negra y por suerte la mayoría eran personas muertas, es un ruido de pura sorpresa e incredulidad ante una mutación que no creía debiera o pudiera ver tan de cerca.
Un análisis simple trae consigo una revelación que no se intentaba esconder, esos ojos verdes, tan vivos y consientes hasta rozar lo sobrenatural, eran iguales a los suyos, con esas pequeñas manchas en su iris que se tornaban azuladas cuando no había mucha luz, con ese destello avellana en caso contrario, tan similares, pero con una intensidad diferente. El ave sigue cantándole a la viuda, trepando más por su brazo, el peso se mantiene igual, pero el calor que emana de la pequeña se eleva, afirmando la sensación de estar siendo acogida entre suaves mantas, como si fuera una cachorra a quien tratan de proteger de un invierno.
La canción del ave vuelve a sonar, con alfo diferente en dicha repetición, algo más familiar, más reconocible, reconoce notas musicales, ritmo, entonación, incluso jura que llega a escuchar palabras entre silbidos, palabras en su ruso natal. Abre los ojos tanto como le es posible, hasta un punto tan cómico que pareciera ser un personaje de comics, su respiración tiembla y de nuevo su corazón convulsiona en una combinación de dolor y ¿cariño? Por fin consigue reconocer la tonada que estuvieron entonando juntas, una canción de cuna, de esas que le cantaban a los cachorros, una que le trae recuerdos, de ella arrullando a Yelena durante esos primeros años en Ohio cuando las pesadillas de sus pocos años en la habitación roja, de ella vigilando al pequeño Nate durante una visita a granja de sus amigos. Algo primordial viene con dicho ataque de reconocimiento, recuerdos que le era imposible tener porque sucedieron cuando aun no sabía lo que era la conciencia, no hay imágenes, pero si una sensación, el sentimiento de un amor que no tuvo la oportunidad de conocer a profundidad pero que seguía latiendo incluso más allá de la cortina de lluvia plateada cristal que separaba el mundo de los vivos de las tierras donde las almas descansaban.
Ojalá siempre haya sol. Por fin puede darle un nombre a la canción que estaba cantando, una canción simple, que funcionaba a la perfección para tranquilizar a los cachorros, una que nunca entendió porque era su primera elección cuando necesitaba arrullar a uno. El ave vuelve a volar, aterrizando sobre los rojizos cabellos con la suavidad de una flor, aplicando un peso que le hacía recordar al de una mano justo en ese lugar. Las emociones se convulsionan en su interior mientras sigue el cantar del ave con palabras en lugar de silbidos, su raciocinio le dice que debería estar alerta, que la situación que estaba viviendo era algún truco mental, algún estado de alucinación o culpa de alguna agencia que decidió poner en marcha el plan de sustituir aves por drones espías; pero su alma le pide que se olvide de todo, para disfrutar de lo que estaba viviendo.
Se hace el silencio de vuelta durante lo que se siente como horas, el calor que le cubre los hombros se mueve, tiembla ante la perdida, una que no dura mucho pues se traslada a sus manos, mismas donde el ave aterriza, acunándose como si fuera un nido. Las miradas se vuelven a cruzar, encontrándose similitudes entre ellas, Nat le sonríe mientras acerca más para tener cerca la sorprendente criatura, deseaba poder decirle algo a la aparición, deseando que esa ave en verdad fuera una visita de esa mujer que nunca pudo conocer. El ave extiende su cuello para frotar su cabecita contra una mejilla, sacándole un suspiro a la humana quien cierra los ojos, lista para disfrutar cada cosa por el tiempo que le quedaba, porque sabía, estaba a punto de vivir otra despedida.
El calor se mueve, como dos manos acariciando su rostro, la sensación de alguien observándole como tratando de guardar para siempre la memoria de su rostro, le hace ronronear para total vergüenza suya. Una pequeña brisa pasa a sus espaldas, una señal, un aviso de que la visita estaba por finalizar y todo en ella quiere gritar, suplicar para que esta extraña situación durara por lo menos un segundo más, daría cualquier cosa por ello, pero se detiene cuando algo más cambia, algo cálido, suave a la par de firme, hace presión sobre su frente, conoce el gesto, un beso en la frente, un gesto tan simple que le hace levantar los brazos y rodear el aire donde debería estar la persona que le besaba.
Le llegan recuerdos, de ella en Ohio esa noche en la que se enfermó, cuando su hermana y Melina le dieron un beso en la frente para que se sintiera mejor, de Laura cuando festejo su primer cumpleaños fuera de la habitación roja, de María cuando se volvían a ver tras una misión peligro. De haber podido Natasha hubiera recordado esa noche de primavera, cuando las estrellas brillaron más fuerte que en décadas, una mujer le cargaba en brazos, envuelta en un juego de mantas mientras balbuceaba intentando replicar la canción de cuna con la que su madre le intentaba calmar, una noche mucho tiempo antes de que tuvieran que separarse.
El aire frio vuelve a correr, un susurro que le saca un quejido, la hora de la despedida había llegado. Siente como el calor que acompañaba su cuerpo se desvanece poco a poco, llevándose consigo la presión, es solo una cosa de segundos hasta que vuelve a estar sola. Un cardenal canta en el momento exacto, el mismo que comenzó la particular visita, el que termina haciendo que Natasha abriera sus ojos para encontrar en sus manos un regalo desde otro mundo. Entre sus manos donde antes estaba el ave de ojos esmeralda, aparecieron algunas plumas, marrones y rojas, una doce de ellas, entre sus manos, un suvenir hasta la próxima vez que se vieran, un reencuentro que su madre esperaba tardara mucho tiempo en llegar.
Se lleva el regalo a su pecho con mucho cuidado de no romperlas, su mente fue muy rápida en descubrir lo que iba a hacer con ellas, un regalo perfecto no solo para Melina sino también para quienes formaban su particular familia. Necesitaría la ayuda de Wanda, pero estaba segura de que en cuanto terminaran serían el mejor regalo del mundo. Se toma un segundo más, dejando que la emoción se asiente en su corazón, secándose lagrimas que no se dio cuenta estaban manchando sus mejillas y cuando cree que no va seguir llorando se da la vuelta y entra al complejo con una sonrisa en sus labios y la seguridad de que, sea donde estuviera su madre, le seguía observando.
El día de la madre estaba destinado a convertirse en un día de pena y tristeza con el pasar del tiempo, donde los recuerdos eran lo único capaz de hacer la carga un poco más soportable. Natasha no tenía esos recuerdos de su madre, ni una foto ni un nombre ni un lugar al que ir a llorar por la perdida, pero lo que si tenía, era algo invaluable y que pocas personas tenían, la oportunidad de construir esos recuerdos que le faltaban, tenía alguien a quien llamar madre por mucho que no compartieran sangre, alguien que le amaba por mucho que le costara expresarlo a veces. Tenía en sus manos, en cada palabra y cada acción, la oportunidad de tener la vida que le trataron de robar, con una familia por la que se tiraría desde un acantilado si eso significaba poder salvarlos. Tenía una oportunidad de ser feliz y no la iba a desperdiciar. Construiría recuerdos del día de la madre para poder mostrárselos a su madre cuando se encontraran en la vida más allá.
3
Yelena conoce a su hermana tan bien como conoce a su propio cuerpo o a su pistola favorita, sabe las cosas que le gustan, las cosas que le molestan, lo que suele hacer y lo que siempre prefiere evitar. Una de las tantas cosas que sabe bien de Natasha es que era una tacaña incomparable, había muchas pruebas de ello, como su gusto inequívoco por la ropa de segunda mano, las tiendas de un dólar, los pasillos de descuento en los supermercados y claro los cupones de descuento; es por todo ese conocimiento que ha adquirido durante tantos años que sabe no hay nada en la tierra que le pueda hacer rechazar una oferta para ir a comer a un restaurante caro, de esos a los que le encantaba ir cuando tenía la oportunidad.
La tarde noche fue el momento escogido para dicha reunión entorno a la celebración americana por el día de la madre, aunque los preparativos de dicha reunión empezaron tiempo antes para la pobre Yelena quien había ofrecido su hogar como lugar de estancia para sus padres, mucho más seguro para Melina que un hotel y mucho más practico para Alexei que el pequeño departamento de su hija mayor. Tener tal responsabilidad implicaba que tuvo que pasar horas de minuciosa limpieza, una mayor a la que solía hacer, para no levantar disgustos en la beta que iba a llegar e iba a revisar cada rincón para comprobar que su hija se estuviera comportando como una adulta responsable, implico tener que pelear para que Fanny le dejara usar la aspiradora sin que la cachorra entrera en duelo con su enemigo jurado, implico tener que ir al supermercado más cercano para rellenar sus despensas con mucha comida pues si ella era alguien de gran apetito Alexei parecía un maldito agujero negro, tuvo que esconder sus grandes provisiones de macarrones con queso en caja pues sabía que a Melina no le causaría nada de gracia saber que su hija comía eso de forma tan constante y más importante aun, necesito rellenar todas sus reservas de vodka, porque tener a tres rusos en casa con poco vodka era una receta para el desastre. Tardo horas hasta que su casa estuviera a las mil maravillas para recibir visitas, terminando por descubrir que tenía el lugar en peor estado del que ella pensaba, cosas de haber estado con la cabeza en otro lado, pero al final el resultado fue más que satisfactorio.
La reunión se acordó para que coincidiera con las ultimas horas de sol del día, justo cuando el atardecer comenzaba a dar paso a la noche temprana. Yelena fue la primera en llegar al restaurante, aprovechando de ser la única que no llevaba otra persona bajo su cargo. Llegar temprano a la cita implica, por desgracia, el llegar demasiado temprano en comparación del resto de sus compañeros, algo por lo menos curioso siendo que estos eran todos agentes o exagentes del más alto nivel con años de entrenamiento. Por fortuna puede entrar en el lugar sin mayores problemas solo dando el nombre falso que utilizo su hermana en esa ocasión, uno nuevo o que por lo menos no había escuchado antes. Es guiada por un camarero joven, demasiado amable para su gusto, hasta la mesa que estaba reservada para su familia, dándole entonces el privilegio de poder escoger donde sentarse, tomando esa que quedaba de cara a la entrada principal, una vista perfecta a cualquier posible amenaza que tratara de joderle la noche.
Decide la noche, pidiendo un trago y luego dos, el lugar es tranquilo, agradable, sin mucho publico a pesar de ser un día tan importarte en el país, supone que dicho flujo bajo respondía a que, quienes irían a festejar el día de la madre a un restaurante ruso irían justamente cuando se festeja en Rusia, una conclusión más que lógica en su nada humilde opinión. Entre los dos primeros tragos y la calidez de las luces amarillas que brillaban en el techo la conciencia de Yelena termina por irse más allá de ese momento, quedando invadida por lo sucedido unas cuantas noches atrás, la situación era tan similar que era imposible no compararlas, cierra los ojos y vuelve a verla, a su omega moviéndose de una forma tan natural, un contoneo tan excéntrico que le vuelve loca, sus manos sudan al recordar las formas que recorrió, la suavidad de la piel que volvió a tocar, suspira como si acabara de disparar, los recuerdos estaban listos para seguir reproduciéndose, provocándole un cosquilleo en los labios en lo que fue su intento de autocontrol para no terminar besando a la omega ahí en medio de la multitud. Hubiera continuado, si no fuera porque escucho un crujido particular, el inconfundible sonido de alguien acercándose a su mesa — Tres personas — se dice a ella misma, preparando su arma en caso de que sea algún tipo de amenaza — Cinco pasos antes de mi mesa — reconoce mientras pone su mano libre en la madera, lista para tirarla y usarla como cobertura —. Columnas a ocho pasos — recuerda la cobertura ideal más cercana. Pero entonces escucha un crujido particular que era producto del gran peso de dicha persona, un crujido que conocía a la perfección tras haber vivido durante años de su entonces tierna infancia, el inconfundible ruido de un suelo de madera quejándose baso el paso de Alexei.
El reconocimiento no le hace sentirse menos tensa, tampoco le hace alejar la mano de su arma, lo único que si hace es abrir sus ojos, alejando los pensamientos de la magnífica noche que paso con su omega para un momento más agradable, reconoce al instante a su madre y Alexei junto a ese demasiado amable mesero quien se retiró tras unos segundos. Los tres se quedan viendo en un tenso silencio, como si estuvieran esperando una indicación para continuar con la interacción, Alexei sonríe como si no pudiera visualizar esa ira ardiendo tras los ojos de Yelena, una que por combustible utilizaba la traición infantil; por su parte, y como de costumbre, era la persona más calmada del grupo, con una expresión fría, sin mostrar la más mínima emoción, hace por tratar de sentarse, pero su camino es interrumpido por el alfa a su lado que se apresura a sacar la silla, con tanta urgencia que termino provocando un chirrido desagradable que provoco malas caras en todos los que estaban cerca.
Le entrega una sonrisa al alfa, pequeña, que dura solo un instante antes de sentarse — Tu hermana fue a estacionar, dice que no confía en el valet parking — explica la evidente ausencia, más cuando era la pelirroja quien los iba a llevar al restaurante para evitar que se perdieran.
Deja escapar un pequeño resoplido —Tan temprano y ya esta rascando hasta el ultimo centavo — niega, sintiéndose mal por el pobre trabajador que de seguro paso un momento vergonzoso por culpa de una alfa que estaba indispuesta a gastarse diez dólares —. Vayan pidiendo algo de beber ahora antes de que venga a preguntar por el alcohol a punto de caducar — sus padres le toman la palabra, llamando la atención del camarero para pedir sus bebidas — ¿Qué tal el viaje? —.
Hablan sobre la tranquilidad que tuvieron durante las horas que estuvieron en carretera, observando el ambiente cambiar por la ventana, escuchando música que les recordaban, algunos puntos del relato son muy familiares, tanto que pueden verse como claros recuerdos de su infancia cuando los fines de semana se daban la oportunidad de salir de la ciudad, dando vueltas por cualquier lugar para disfrutar del estado. Un recuerdo que en la mayoría de días le hubiera sacado una sonrisa le termina por amargar. Se esfuerza en buscar algo que le reconfortara, que le dejara fuera del pozo de pensamientos, que suerte la suya de encontrarse con un manchón rojo entrando al restaurante, la inconfundible cabellera de su hermana; deja escapar un suspiro de felicidad ante dicha aparición, relajándose por un instante, alejando su mano del arma, pero entonces ve a alguien más, muy cerca de Natasha, más alta, de cabellos lisos — La bruja — concluye en cuanto tiene la oportunidad perfecta para ver a esa niña.
Como tantas veces en su vida, deber concentrarse para dejar tras suya sus deseos, pues de haberlos seguido hubiera terminado muy mal, en el mejor de los casos con una bruja electrocutada, en el peor, con ella y Natasha agarrándose a tiros. Su cuerpo se queda tan teso que incluso le dolía, quedando con los nudillos blancos y los dientes rechinados; si incomodidad ante la presencia es tan evidente que Melina le pide, en un susurro, que se comporte, una indicación que iba a intentar cumplir.
— Mamá, papá… — comienza en cuanto queda frente a la mesa, cuidando con su cuerpo a la bruja —, les quiero presentar a alguien — como la dramática que siempre fue se tomo un momento antes de moverse y dejar ver a la jovencita que con ojos de perro observaba a cada persona en la mesa —. Ella es Wanda Maximoff — pone sus manos sobre sus hombros, protectora, dándole fuerza a la recién presentada — y esta bajo mi tutela —.
Era evidente que eso ultimo no respondía del todo a la verdad, la forma en la que Natasha había inflado el pecho al decir cual era la relación que tenían entre ellas, pero por el momento era la mejor forma de explicar la peculiar situación en la que vivían. De todos, es Alexei el primero en reaccionar, levantándose de la mesa de forma brusca pero con suficiente control para no terminar tirando ni rompiendo la pobre silla, pero tan rápido que termina asustando un poco a la cachorra que no tiene tiempo de reaccionar antes de que dos fuertes brazos le rodearan por la espalda, levantándola del suelo como si pesara lo mismo que una manzana deshidratada; la pobre cachorra deja escapar un quejido resultante de una perfecta combinación entre miedo, sorpresa y algún toque de risa inesperada.
Natasha se queja al instante, golpeando al alfa en la espalda mientras le pedía que bajara a la pobre cachorra, el abrazo dura unos cuantos segundos más, con varias vueltas hasta que por fin la deja de vuelta al suelo, a tiempo para que pudiera respirar y antes de que sus costillas en verdad le comenzaran a doler — Cualquier amiga de mi hija es mi hija — afirma con una de esas malditas sonrisas que parecen ser sinceras, mostrando los dientes, tan relajado y amable que nadie pensaría que ese tipo podía reventarle el cráneo a una persona sin esfuerzo.
Repite en su mente lo que Alexei había dicho y la ira se vuelve a encender en su pecho, con mayor fuerza que la que sintió con la bruja. En su mente cargada de enojo aparecen muchos comentarios mordaces que podría decir — No te encariñes mucho que te mandara de vuelta a HYDRA con una promesa de gloria — esa era una de las dos principales opciones — No le creas que quizás te terminas enterando que esta actuando en una misión secreta — tiene muchas ganas de decir esas y muchas otras cosas que resultarían desagradables, que matarían el ambiente de la cena. Hay un único motivo por el cual no habla, dejando escapar un enojo infantil creado por una traición que ocurrió muchos años atrás; dicho motivo estaba frente suya, en la tranquila sonrisa de su madre mientras observaba la presentación. Era el día de la madre americano, un día especial para Melina y ella no lo iba a arruinar con una pelea que en cualquier otro momento podrían tener.
— Yo… yo le traje algo — la cachorra consigue hablar aunque necesitaba tomar un poco de aire antes de iniciar —, señora ¿Vostokoff? ¿Romanov? — la confusión que surge ante la heterogenia de apellidos dispersos en la mesa termina por sacarle una sonrisa a Yelena.
— Puedes llamarme Melina — se apresura a cerrar la ronda de preguntas y confusión —. No era necesario que trajeras algo, el solo conocerte ya es algo… fascinante — sus ojos brillan en un tono que la familia conocía a la perfección, ese que surgía cuando les hablaba de sus investigaciones, cuando les sentaba en la sala de esa granja en Ohio y les daba una exposición de hora y media hablando sobre alteraciones cerebrales para condicionar el comportamiento de los cerdos, estímulos que los volvieran más eficientes al realizar según que acciones o sobre las variaciones genéticas que probaba en las plantas que cultivaba; era el brillo de una científica que tomaba los manuales de ética más como una vaga sugerencia que como una obligación —. He visto tus habilidades y tengo varias teorías que me gustaría… —.
— Mamá — Natasha se apresura en interrumpirla al tiempo que se acercaba más a la cachorra, tomándola de la mano con suavidad, como tratando de aferrarla a la realidad —. No sigas por ahí — su voz es una advertencia firme, una primera y última.
Entonces la mirada de Melina vuelve a cambiar, volviéndose cálida, comprensiva, viendo a la bruja con la misma compasión con la que miraba a las viudas que necesitaban ir a Ohio para adaptarse a tener de vuelta el control de su cuerpo; esa calma le trae recuerdos de otros tiempos a Yelena, cuando regreso a casa con las mejillas rojas y con manchas de lagrimas escurriendo por su rostro. Había caído de un árbol que trato de trepar, no fue una altura suficiente para que se rompiera algo, pero le dolió y mucho, aun tras tantos años y sucesos agrupados en su memoria podía recordar el haber recibido una mirada igual que la que estaba recibiendo la bruja, el tacto de su madre tan cuidadoso como eficiente, tan cálido como reconfortante. No se siente celosa de que Wanda este recibiendo ese cariño, porque es una adulta que puede soportar que su madre muestre cariño con otras personas, tampoco se siente celosa porque sabe lo que la cachorra ha vivido y sabe que si alguien necesita cuanto cariño se le pueda entregar, eso sin embargo, no significaba que no pudiera ser cautelosa en su presencia.
— Anotado — le contesta a su hija despejando cualquier preocupación, lo cual se refleja en el suspiro que la viuda deja escapar —. Wanda Maximoff, bienvenida, es un placer conocerte, mi hija a hablado mucho y muy bien de usted — se levanta de su asiento, extendiendo su mano para señalar los lugares vacíos con la palama abierta como si fuera la anfitriona de una cena lujosa —, por favor, tomen lugar —.
— Oh, gracias, solo… — la cachorra revisa a su alrededor, comprobando que no hubiera muchas personas viéndole. Comprobado que esta segura mueve sus manos, dejando ver ese resplandor rojo escarlata, mueve sus dedos como si estuviera amasando y de la misma nada aparece un ramo perfecto de flores rosadas con rojo al centro, tan hermosas que brillaban — Tenga, Melina, feliz día americano de la madre —.
El ramo es presentado con manos temblorosas, con gran expectación a como la beta reaccionaría. Las flores son aceptadas tras unos cuantos segundos de contemplación, llevándolas a su nariz para disfrutar de un aroma que resultaba familiar — Gracias, Wanda Maximoff, es un regalo más que reconfortante —.
Ese simple regalo hace que una línea de pensamiento comience su camino a toda velocidad.
Yelena recordaba la primera vez que hizo algo para el día de la madre. Fue en Ohio, claro que iba a ser ahí, tendría cinco o a lo mucho siete años y todo había empezado por las actividades de su escuela, recuerda que la maestra era muy agradable, tan rubia como ella y no muy alta, les hablo sobre la festividad con mucha paciencia, extendiéndoles entonces una actividad muy importante, hacer una tarjeta para sus respectivas madres, con recortes, dibujos y cuanta cosa quisieran. Yelena recuerda muy bien la emoción que sintió ante tal actividad, hablo con su hermana durante todo el camino a casa sobre la misma, diciendo en voz alta sus ideas para darle un magnifico día a su mamá, su emoción era tal que termino por caminar con pequeños saltos, moviendo las manos durante su discurso, una emoción infantil que termino por ser contagiosa. Las cachorras se desviaron ese día del camino, tomándose un buen rato para adentrarse en los campos, corriendo de un lado a otro, buscando las flores más hermosas que pudieran para crear un ramo sin igual, que nadie podría comprar en otro lugar, fuera verdad o no.
Cuando llegaron a casa no pudieron evitar presentar el regalo de una y sin miramiento, sin darse cuenta de que su ausencia había preocupado a Melina, mismas que se disipo cuando tuvo en sus manos el maltrecho ramo lleno de rosas sirias, pequeñas flores de manzanillas, uno o quizás dos cardos y varias hiervas que daban volumen y consistencia a su regalo. Melina le tomo más de una foto a dicho regalo, las puso en un florero justo al centro de la mesa, presumiéndoselas a Alexei cuando llego a casa ese día y las imágenes terminaron por ser agregadas a ese álbum de fotos que estaba destinado a ser solo una coartada pero termino por convertirse en una de las posesiones más preciadas en esa pequeña casa de Ohio, un monumento a la maravillosa vida que llevaron por unos cuantos años, con cada buen momento que algún día les dolería como una bala.
Yelena vuelve a la realidad cuando escucha el chillido de las sillas volviendo a moverse, dándose cuenta de que por fin todos estaban sentados y oh que coincidencia, la brujita había terminado sentada justo a su izquierda. Era más que evidente que la pobre estaba más tensa que un pavo en vísperas de acción de gracias, recta cual tabla y volteando a verla cada pocos segundos como si estuviera esperando a cualquier movimiento de Yelena para salir corriendo. Dicha reacción no le desagradan, le pone muy feliz que sus capacidades de intimidación siguieran tan intactas como siempre, sería una pena que la estuviera perdiendo porque vaya que estaba orgullosa de dicha capacidad. Dicho lo anterior, no quería que toda la velada estuviera rodeada de dicha tensión, al fin de cuentas era un día de celebración americano.
— Escucha brujita, no trates de volver a meterte a mi cabeza y no tendremos problemas — arranca de una vez y directo al grano para dejar en claro las condiciones del alto al fuego que nunca habían tenido tiempo de acordar tras la batalla de Sokovia —. Inténtalo, aunque sea por un instante y descubrirás cuanto pude dolor la mordedura de una viuda —.
La bruja mueve la cabeza en primera respuesta, un tanto asustada al imaginarse lo que le podría deparar en caso de que la volviera a hacer enojar. La rubia estaba por seguir hablando, quizás para dar otras normas, pero entonces la voz autorizada de la mesa vuelve a hablar — Yelena, deja de intimidar a Wanda y baja los codos de la mesa, Natasha deja de encorvarte, Alexei deja de jugar con tu barba — en menos de un segundo, casi todas en esa mesa se llevo un regaño sin advertencia previa y por la cara —. Empecemos la velada, sin accidentes ni armas ¿entendido? —.
No hay una respuesta verbal, en cambio cada una de las personas se encargan de seguir las ordenes de Melina, la hija mayor tras acomodarse levanta la mano llamando la atención del mesero quien se acerca con una gran sonrisa en su rostro, sabiendo que se iba a llevar una buena propina en cuanto terminara la noche. La velada pasa a ser una magnifica noche familiar, los platillos van pasando mientras las platicas van avanzando con una calidez que no se había visto en muchos años, es tal la tranquilidad que marca la noche que Yelena incluso se permite escuchar las fantasiosas historias de Alexei sobre sus años como El Guardian Rojo, de las que sabe la mitad son mentira y la otra mitad mucho más aburridas, esas que de normal terminaban hartando a Yelena provocando alguna pelea, pero esa noche no iba a pelear, no en la mesa por lo menos pues era el día especial de su madre y no iba a ser ella quien lo arruinara.
Yelena termina siendo durante mayor parte de la velada una oyente más que participante, al fin de cuentas las cosas que ella hacía en su vida cotidiana eran de las que no se podía hablar en publico ante la posibilidad de que alguien terminara o llamando a la policía o compartiéndolo en internet. No le desagrada ese rol pues disfrutaba de ver las reacciones del resto de los integrantes de la mesa mientras disfruta de la comida, le encantaba tener la posibilidad de quedarse observando, encontrando similitudes con los recuerdos de su infancia, le alegraba ver como su familia había resistido a pesar de las grandes grietas que los dividían y que incluso fueron capaces de expandirse; lo que observa mientras las horas pasan es un cuadro agradable, feliz, casi idílico y aun así, siente que algo le falta. Es un cosquilleo que empieza en su mano y va subiendo por su brazo hasta instalarse en su corazón, que por fortuna no es un infarto ni nada similar, lo que le impide disfrutar de la noche en plenitud, es sentir que algo falta en esa mesa, el fantasma de alguien tomándole de la mano acariciando su piel con el pulgar tratando de calmar su ansiedad, una frente que se recargara contra su hombro cuando el alcohol, si es que tomaba, hiciera efecto o cuando el cansancio de la semana le alcanzara ante la tranquilidad de la velada, extrañaba tener a su lado a alguien que comenzara a parlotear como toda una fanática respecto a los compañeros de trabajo de su hermana, pidiendo información o anécdotas sobre Hawkeye; era evidente lo que pasaba, Yelena estaba extrañando a su omega, deseaba con toda su fuerza tener a su Kate Bishop a su lado, presentándola con su familia deseando que fuera aceptada y protegida como tanto merecía.
Suspira con frustración ante una fantasía que no podía hacer realidad quizás por cobardía, quizás por ser demasiado cautelosa, sea como fuera, lo único verdadero era que su omega estaba no tan lejos, a unas cuantas calles pasando el día con Eleonor. Una llama de preocupación arde de golpe en su pecho con la fuerza de una llamarada solar — ¿Cómo estará? — es la pregunta más estúpida de su vida. Esta segura que no esta bien, conoce suficiente de Eleonor para saber que el día de la madre americana sin duda iba a ser un horrible día para su omega — No debimos dejarla sola — le hecha en cara su conciencia —. Estas siendo pasiva, ineficiente, la estas dejando sufrir — una voz más, demasiado similar a la de Madame B habla para torturarla con lo que estaba haciendo o dejando de hacer para su omega, entrando en un circulo que sin duda no le iba a llevar a ningún buen lugar.
Yelena se mantiene serena aun cuando su mente estaba alterada, con la mirada fingiendo estar atenta a los ruidos de quienes hablaban a su alrededor, podría pasar por estar atenta a la charla, esperando por un momento para intervenir, pero eso era una simple fachada producto de su entrenamiento y cualquiera que tuviera un entrenamiento similar sería capaz de darse cuenta de dicha actuación, ese era justo el caso de un Alexei quien siempre estaba muy atento a lo que le ocurría a la rubia cuando estaban en un mismo lugar — Lena — el apodo parece ser más que suficiente para regresarla a la tierra, provocándole parpadeos rápidos muy similares a lo que hacía cuando se despertaba — ¿estas bien? —.
La pregunta le parecía una broma de pésimo gusto, le encantaría responder con furia, decirle que claramente no estaba bien — ¿Claro que estoy bien? ¿Por qué no estaría bien después de que mi padre que no es mi padre me entregara a la puta habitación roja sin voltear a ver? — es lo que le hubiera encantado contestar y eso hubiera dinamitado la noche — ¡¿Claro que estoy bien fingiendo que no me hiciste pasar por los peores años de mi vida y nunca te disculpaste por eso?! — era otra opción con la que le encantaría contestar — Todo bien, Alexei — es lo que termina por contestar pues aun estando medio disociada ha sido capaz de darse cuenta de lo feliz que estaba melina, lo demostraba al no estar tan tensa como de costumbre, incluso había llegado a encorvarse un poco abandonando esa postura siempre perfecta que aprendió a base de golpes.
Yelena se traga sus comentarios y posibles respuestas porque era el día americano de la madre y quizás no significaba mucho dentro de su cosmovisión a pesar de haber vivido mucho tiempo en el continente, pero era indiscutible que ese día estaba significando algo, mucho, para Melina, a quien estaban festejando a favor de quien debía moverse el día. El día de la madre, sin importar en que fecha se festejara era un día donde en ocasiones se deben formar puentes, declarar alto al fuego aunque fuera por unas cuantas horas, no para tratar de ignorar el dolor que pudiera provocar las peleas y rencores, sino para intentar tener una festividad en paz y tranquilidad. La cena continua con absoluta tranquilidad, la rubia interviene con mayor frecuencia, contando sus propias historias sobre la maravillosa vida que ha llevado, llegando incluso a bromear con Wanda hasta hacerla sonrojar con comentarios descarados sobre cierto androide que parecía muy interesado en ella; cuando llego el momento de ir a su casa para continuar con la reunión con sus padres en el asiento de atrás se toma algunos instantes para voltear a ver el asiento vació a su lado, sintiéndose triste por no tener a su omega a un lado en una fecha tan importante para los estadounidenses, convencida que de haber estado ahí hubiera sido el alma de la reunión, porque su omega tenía esa capacidad de hacer todo un poco más brillante con su mera presencia.
— El año que viene será — afirma mientras estaciona frente a su casa —, quizás en noviembre — sale su lado más optimista — pueda traerla a mi familia — sonríe como una tonta mientras apaga el auto y se queda viendo el extraño amuleto de plumas que su hermana le entrego antes de salir del restaurante, acariciando las plumas de un ruiseñor ruso, convencida de que iba a hacer realidad sus pensamientos.
4
Las fechas festivas suelen estar rodeadas de cierto grado de ansiedad y nerviosismo en todo el mundo, pues alrededor de esas fechas hay expectativas a cumplir tanto por el festejado como por quien organiza el festejo, al fin de cuentas, nadie quiere decepcionar a alguien durante un día especial. Kate Bishop estaba más que acostumbrada en sentir dichas emociones la mayoría del tiempo, casi todos los días en todas las horas, más cuando estaba en su casa con la presencia de su madre cerca, tan común era para ella el vivir de dicha manera que, para ese punto, debería de ser inmune a la ansiedad, aunque por desgracia no era así como funcionaban esas cosas.
El segundo domingo de mayo era una fecha particular en el calendario de la que antaño fue una familia, pues en dicho día se conjugaban dos grandes motivos de festejo, uno internacional, el día de la madre, y uno particular que quizás era incluso más significativo, el aniversario de la primera cita entre Eleonor y Derek Bishop. La historia detrás de dicha fecha era una que se conto varias veces durante le pasar de los años, una cita en un lujoso restaurante de la ciudad, entre dos jóvenes amantes que se reunían para escapar de los malos recuerdos y situaciones complicadas que ambos vivían en sus respectivos hogares, fue una velada más que agradable, donde ambos comenzaron a crear los puntos que les volverían pareja, encontraron comprensión en alguien que llevaba una vida similar; se convirtió en una costumbre repetir dicha cita durante el pasar de los años, tratando siempre de encontrar la misma mesa, pidiendo los mismos platillos, una rutina que les traía una paz sin igual y entonces, ambos recibieron a su cachorra, la presencia de la pequeña implico hacer varios cambios, convirtiendo en algo más anecdótico el asistir a dicho restaurante, pue era un lugar donde una cachorra recién nacida no debería estar, pero claro que eso no impidió que la pareja siguiera festejando, sumando más motivos por el estatus de madre que Eleonor acababa de recibir. Derek fue sin duda quien más se esforzaba, tomándose horas en preparar el mismo platillo que su alfa había pedido en aquella primera cita, huevos benedictinos de platillo fuerte y un soufflé de chocolate de postre, un reto que disfrutaba afrontar desde el primer día pues Derek era alguien quien siempre disfruto de los artes culinarios. Los días de la madre en la casa Bishop mientras el omega vivía eran días felices, siempre cargados de emoción ante una comida maravillosa y una cálida tranquilidad hogareña.
Durante ese tiempo la cachorra estuvo presente en cada una de esas comidas, aprendiendo del proceso de elaboración en cuanto consiguió adquirir suficiente conciencia para entender que era una salsa holandesa. Eran momento de gran unión entre padre e hija, hora donde se la pasaba explicando cada secreto que conocía funcionaban para hacer cada platillo con una esperanza oculta de transmitir la pasión que el sentía, deseando algún día encontrar en su cachorra una compañera de cocina y quien sabe quizás poder tenerla a su lado cuando decidiera dejar atrás esa aburrida vida de oficina que siempre detesto, extender vuelo a un sueño que siempre quiso volver realidad.
Los sueños de Derek no llegaron a ningún lado, porque el murió antes de que su cachorra en verdad pudiera descubrir si la cocina era algo que le apasionara.
Kate vio llegar el día de la madre en primera fila, apenas había podido cerrar los ojos durante un rato la noche del sábado, su cuerpo estaba agotado por la carga de ejercicio que se ponía sobre los hombros, sus músculos ardían y sus huesos palpitaban al mínimo rose; su cabeza se sentía como un barco perdido a la deriva, manchas negras, luego brillantes con colores fluorescentes aparecían cada tantos segundos, su estomago había dejado de rugir, el dolor de algo aplastándole los intestinos apareció para hacerle relevo, apenas había comido algo desde el viernes y su cuerpo estaba hambriento.
Es curioso como funcionaban dichos factores en ella pues por separado pues cuando debía entrenar al máximo que su cuerpo le permitiera terminaba tan cansada que en cuanto dejara de estar de pie caería dormida y afuera en el asiento de un auto, en su cama o incluso en el suelo por mucho que su espalda se lastimara; mismo caso cuando volvía a adoptar su dieta, pues dormir temprano y mucho tiempo resultaba ser una forma magnifica de ignorar el inevitable dolor que ocasionaba el hambre. Y entonces se combinaban ambos, dejando a Kate con sus extremidades tan temblorosas que no se podía levantar de la cama sin terminar cayendo al suelo, con su estomago tan sensible que podría vomitar en cualquier momento, con su vista vuelta un desastre borroso incapaz de enfocar por cerca o lejos que estuviera dicho objeto que deseara ver y con su cerebro siendo martillado con tal furia que le era imposible cerrar los ojos sin sentir la combinación de tanto dolor. Se quedo durante horas tirada sobre su cama, viendo el tiempo pasar sin poder hacer algo, intentando encontrar algún consuelo abrazando a Jeff, fracasando como siempre.
A pesar de lo anterior, cuando su teléfono sonó a las siete de la mañana haciendo que su dolor de cabeza empeorara en quince puntos más, uso cada gramo de voluntad que tenía en su cuerpo para salir de la cama, con las piernas temblorosas, vistiéndose con gestos lentos y rígidos, para bajar a la primera planta con una misión más que clara, intentar hacer un buen desayuno para el día de la madre.
Por fortuna en la cocina le esperaban todas las cosas necesarias para hacer los platillos que durante muchos años vio a su padre elaborar con la maestría del mejor cocinero del mundo. Fue inteligente al haber comprado todas las cosas que fuera a necesitar con anticipación, tanta que solo debía concentrarse en hacer lo más importante. Se amarra el cabello, lava bien sus manos, remanga el suéter con el que había dormido y se pone de lleno en seguir una receta que conocía a la perfección; sus movimientos son medidos con precisión milimétrica mientras corta el tocino en el grosor exacto para que su madre no se sienta asqueada por tener exceso de grasa, dejando las tiras dentro del horno a la temperatura justa para que en unos minutos terminaran en esa textura que Eleonor tanto disfrutaba. Bate con cuidado los huevos junto al limón y el agua en la cantidad exacta al baño maria, haciendo círculos suaves pero constantes evitando que la mezcla terminara cuajándose, retirando la mezcla del calor cuando era necesaria, agregando la mantequilla en el momento preciso como había visto en los videos de cocina hasta tener una holandesa maravillosa, resguardada en un termo del clima, manteniendo su calor hasta que fuera solicitada en acción. Después de todas las partes anteriores de la receta el hacer unos huevos pochados no es nada del otro mundo, es incluso sencillo, el agua caliente justo antes de comenzar a burbujear, con un pequeño chorro de aceite de oliva, y con suficiente corriente para hacer girar al huevo recién cascado es la encargada de realizar gran parte del proceso, volviendo a Kate una mera observadora, muy atenta eso sí a cualquier imprevisto que pudiera suceder y a encontrar el momento justo para sacar la parte esencial del platillo. Trabajaba sin descuidar el reloj interno que se había programado, cuidando de cada segundo entre paso, de tiempos de reposo y preparación, coordinando cada movimiento para que estos sucedieran en el momento perfecto; su precaución con el tiempo a utilizar tenía motivo, uno muy importante, que su madre iba a llegar a las nueve a recoger sus cosas antes de volver a salir de viaje, por muy temprano llegaría al cuarto para las nueve, y quería recibirla con el desayuno que tanto se merecía.
Quien le viera en ese estado de frenesí funcional, batiendo y probando, observando y emplatando, pensaría que estaba frente a una maestra cocinera, alguien que se estaba probando en las mejores cocinas de New York, pensarían, con toda la razón del mundo, que estaban frente a alguien que disfrutaba cada pequeño paso en el arte de cocinar. Quien le viera y pensara eso, estaría equivocado hasta puntos cómicos, porque no podrían ver el sentir de la omega cuando los olores le llegaban a la nariz con la fuerza de un codazo, haciendo que todo su cuerpo rugiera en suplicas por comer algo, aplastando su estómago, haciéndole sentir mareada, tampoco podrían saber el repentino asco que le llegaba cuando se llevaba a la boca algo que necesitara si o si probar, menos sabrían el dolor de cabeza que le estaba provocando el estar recibiendo el calor de un horno y los fogones — Creo que va a llover — comenta la omega con su voz temblorosa, llevando una mano a su espalda, presionando con su palma sobre sus lumbares, en un intento por aliviar un poco el dolor punzante que le comenzó a surgir desde que se agacho para encender el horno por primera vez. Esa es otra cosa que nadie podría ver: lo mucho que le dolía hacer algo tan simple como estar cocinando algo más simple que un sándwich de queso.
Tuesta el pan, coloca el tocino y emplata con la misma precisión con la que dispara una flecha, justo a tiempo para escuchar el inconfundible ruido de una puerta abriéndose, el golpeteo de unos tacones sobre el suelo y la voz de una mujer bastante frustrada. Kate se pone firme como si fuera parte del ejercito, ignorando el dolor constante en su espalda, las manos al frente y sujetadas, la cabeza un poco inclinada en un intento por verse tan pasiva como sea posible frente a la alfa. Eleonor entra a la cocina dando explicaciones agitadas por teléfono, ignorando a la omega y todo lo que había en ella mientras toma un vaso de las gavetas y rebusca un licor en la nevera; se traga el alcohol como si fuera agua, procede a insultar a quien este del otro lado de la línea y por fin cuelga, dejando escapar un gruñido que asusta solo un poco a Kate.
— Mamá — llama tras haber recaudado todo el valor que le fue posible, su voz no era más que un susurro temeroso cauteloso a una reacción que nunca llego, Eleonor solo se sirvió otro trago —. Mamá — tiene que subir un poco su voz lo cual hace que su pobre corazón suba directo a la quinta marcha, pero no consigue ninguna respuesta —. Mamá — un ultimo intento, con toda su fuerza.
Los ojos de Eleonor pasan de estar fijos en sus manos a centrarse en la unica persona con la que compartía casa. Enojo y rencor es lo único que se podía ver en los ojos de la alfa, una furia digna del tornado más grande presenciado por la humanidad — ¿Qué Katherine? ¡¿Qué?! No tienes que gritarme como si estuviera sorda — y la respuesta natural es guardar silencio ante el pequeño arrebato, lo cual sin duda no termina por ayudar mucho a calmar los ánimos — ¡Y ahora te quedas callada! — se levanta de su asiento, clavados los codos sobre la mesada — ¡Vamos! ¡¿Qué era tan importante para no dejarme descansar un maldito momento?! — vacila al tratar de contestar, abriendo la boca pero incapaz de contestar — ¡Habla! —.
Una palmada sobre el mármol acompaña la voz de mando que se filtra en la conciencia de la omega quien no tiene otra opción que hacer lo que le ordenaban — Yo… yo solo quería… te hice el desayuno… por el día de la madre —.
Eleonor entonces observa más allá de su hija, encontrándose con el platillo frente suya y por un instante sus facciones se relajan, deja de producir feromonas de enojo, aflojando los efectos de su voz de mando, dejando que la omega respire con tranquilidad, permitiendo que por unos instantes la esperanza apareciera en esa joven mente que solo quería una cosa; y cuando esta segura que ha conseguido se relaje lo suficiente, Eleonor vuelve a hablar — ¿Sabes cual es tu problema? — la pregunta toma por sorpresa a la chica — que te sigues comportando como si fueras una cachorra — es evidente que no entiende de lo que esta hablando y ella estaba más que contenta en explicarle punto por punto —. Sigues corriendo por ahí intentando que te alaguen por todo ¡Oh miren hice un Split! ¡oh miren le gane a otro en karate! ¡mírenme, puedo usar una bicicleta! — utiliza momentos reales, recuerdos que sabe son importantes para su hija — Te la pasas pidiendo atención por nimiedades, como una cachorra ¿Cuándo piensas hacer algo de tu vida? ¿conseguir algo que valga la pena presumir? — un anzuelo.
— Gane una medalla de oro en las olimpiadas — un anzuelo que pico.
El tono fue más alto que de normal, clara muestra de que le había molestado, una excusa perfecta para ser tan cruel como quisiera — Ah claro, ganaste un trozo de metal después de que YO gastara cientos y miles de dólares en ti ¿Cuántos entrenadores tuviste en tu vida? No estoy segura, pero si recuerdo que fueron muy caros. Tuviste el mejor equipo que te pude pagar, la dieta que tanto necesitabas para competir ¿tenías que irte a otro estado para llamar la atención del comité? YO pague por eso ¿necesitabas ropa especifica? YO pague por eso ¿Quién puso su cara frente a tus maestros cuando debías ausentarte semanas de clases? YO. La medalla que tanto presumes es lo mínimo que debías ganar con todas los atajos que ¡YO te conseguí! — se toma un momento para respirar, comprobando el estado de la omega que había cambiado su postura a abrazarse a si misma, con la mirada gacha mientras apretaba los labios con fuerza — ¿y ahora te olvidas de tus compañeras de equipo? ¿alguna vez piensas en como se han tenido que esforzar el doble que tu y no se la pasan pidiendo que la traten como si hubieran conseguido la paz mundial? — sabe que llego el momento justo, la oportunidad de oro para dejar escapar en forma de crueldad el dolor que le provocaba el recuerdo de los buenos años, cuando era su esposo, su omega, quien volvía el segundo domingo de mayo un día maravilloso — No se que he hecho mal contigo, Katherine, en verdad no lo sé; pero sí sé que tu padre estaría muy decepcionado de ver en lo que te has convertido —.
Hay un instante de silencio, como si el mundo hubiera dejado de girar, Kate se quedo quieta, congelada en el tiempo, con las palabras de su madre. No hay lagrimas, no hay hipo ni temblores, ni un quejido, ni siquiera parpadea, porque lo que escucho fue demasiado, tanto que ya ni sabía si era capaz de pensar algo, su mente estaba en blanco mientras su corazón latía en dolorosos golpes, olas rompiendo contra la costa.
— Claro, la ley del hielo, muy maduro de tu parte — gruñe con molestia, ofendida por lo irrespetuosa que estaba siendo —. Me parto la espalda trabajando solo para que seas una malagradecida, ni siquiera por el día de la madre puedes comportarte — el silencio continua, no había nada más que pudiera decir que consiguiera lastimar a Kate, lo sabía y a pesar de ello seguía enojada. Su mirada entonces pasa al plato, a esos huevos que tenían una apariencia digna de una revista culinaria y que sin duda le llamaban la atención a su nariz. Con un movimiento brusco estira su brazo, tan rápido que la omega cierra los ojos y tiembla pensando que estaba por recibir un golpe, justo como lo había planeado; alcanza el platillo, junto a los cubiertos, atrayéndolos para catar el regalo que le habían dado. Corta un trozo, descubriendo que la yema estaba en el punto exacto para seguir liquida pero estar cocinada, la cubierta de holandesa espesada a la perfección para ser una masa suave al corte, el tocino crujiente justo como le gustaba y el panecillo era el perfecto contraste para darle estructura al bocado; el sabor le lleva a buenos recuerdos, de primeras citas y primeras veces teniendo una tercera en la mesa, casi sonríe, casi deja atrás todo su enojo, pero cuando levanta su vista no encuentra la mirada tranquila de su esposo, no ve la pequeña sonrisa de su omega, ve en cambio a su hija con la mirada perdida, el recuerdo vivo de lo que había perdido y eso es suficiente para que saboree cartón en lugar de comida; tira los cubiertos sobre la mesa antes de tomar una servilleta cercana para sacarse el bocado —. Le falto sal — una mentira que se siente realidad. Empuja el plato con demasiada fuerza haciendo que se resbalé hasta caer al suelo, rompiéndose al impacto, causando un desastre, su hija vuelve a temblar, tensándose, asustada hasta la medula y eso de alguna forma hace sentir mejor a Eleonor —. Vaya día de las madres — se levanta de su silla, no tenía más tiempo que perder, tenía un viaje muy importante que hacer — ¿Qué hice mal para merecer esto? — se aleja por el pasillo, rumbo al segundo piso, dejando atrás el recuerdo vivo de quien debió morir aquel lejano 2012.
Kate se mantiene quieta, no podría moverse aunque quisiera, se queda en su lugar, escuchando los pasos de su mamá, la escucha hablar sola, maldecir e insultar, la escucha volver a bajar y por un instante cree que esta por recibir la segunda parte del castigo, pero por fortuna los pasos se alejan de vuelta a la entrada y con portazo que le hace temblar del miedo, Eleonor se va tan rápido como llego.
El lado racional de su mente toma control después de lo que pudieron ser horas estando sentada en el mismo lugar. Su mente seguía en blanco y por tanto era más sencillo irse concentrando en lo que debía hacer, intentando encontrar una forma de solucionar lo que había provocado — Limpiar nuestro desastre — habla en voz alta sin darse cuenta, porque no era capaz de escuchar nada más que el propio latido de su corazón siendo silenciado por estática en su cabeza —. Claro, mi desastre, sí, mi desastre — movimientos rígidos como si por primera vez estuviera aprendiendo a como coordinarse. Toma la olla, drena el agua en la batea y la limpia con la concentración de un cirujano, hace lo mismo con la bandeja donde había preparado el tocino, tirando a la basura el papel grasiento. El termo donde había guardado la salsa fue todo un caos, esta segura de ello a pesar de que no podría recordarlo, las cucharas en cambio fueron una labor sencilla. Todo parecia estar limpio, listo, pero entonces aparece el palto roto en el suelo, los huevos estrellados sobre el suelo desparramando la yema, esa salsa que tanto le costo aprender a hacer, arruinada —. Sal, claro que le iba a faltar sal, estúpida — con servilletas en mano se agacha para limpiar los restos —. Jabón, sí, debemos limpiar con jabón — es justo eso lo que hace dejando impecable el suelo de la cocina —. Pobre plato, debemos ir a comprar otro, otro igual, a mamá no le gusta tener pocos platos — mientras recoge los trozos de cerámica no se da cuenta de las pequeñas gotas que caen sobre ellos, porque su mente aun no ha terminado de procesar todo lo que ha pasado.
Ve con lastima los restos de comida en la basura, las observa tanto tiempo como le es posible, queriendo disculparse con cada ingrediente malgastado, porque no era su culpa que ella no fuera una buena hija — El soufflé, oh pobre soufflé — recuerda entonces el postre que había dejando reposando en el horno, oculto como una sorpresa — ¿Qué será de él? — debería tirarlo, porque nadie en esa casa se lo iba a comer y dejarlo ahí solo causaría problemas — Pero esta recién hecho — quizás podría guardarlo en la nevera y dárselo al día siguiente a alguien del personal del edificio — Si… buena idea — quizás incluso podría dárselo a Yelena. Abre el horno que ya estaba frio tras tanto tiempo de haber sido apagado, toma el molde del postre mismo que estaba en perfecto estado y lo observa, tan esponjoso, tan prolijo, tan lindo, tan indeseado — ¿Cómo piensas que le gustara a alguien cuando ni tu propia madre lo quiere? — sus labios tiemblan, así como sus hombros, la presa se rompe de golpe; de improvisto un quejido agudo se le escapa de la garganta, el alarido adolorido de un ave cayendo a su muerte, un pequeño grito mientras las lagrimas corren libres por sus mejillas. Entre hipos y llanto Kate abraza ese pequeño postre, se abraza a ella misma tratando de encontrar consuelo al peor dolor que alguna vez había sufrido.
Quien le hubiera visto cocinar unas horas atrás, en ese estado de frenesí funcional, batiendo y probando, observando y emplatando, y hubiera llegado a pensar que estaba frente a una maestra cocinera, nunca hubiera podido adivinar que Kate odiaba cocinar; porque era exponerse a las críticas, exponerse a decepcionar a otras personas, eran fallar por mucho que se quemara las pestañas revisando recetas, nunca poder ofrecer lo suficiente, un miedo que al medio día del diez de mayo se hizo realidad y le dejo llorando hasta desmayarse, más agotada que nunca en su vida.
El día de la madre era una festividad donde se podían ver las aristas de la vida. Familias recién formadas que afrontaban cambios para los que nunca se esta del todo preparado, familias que encuentran encanto en una rutina sin importar los años que se hubiera repetido (porque uno nunca se aburre de lo que ama); es un día donde hijas lloran a sus madres perdidas, lamentándose por todo lo que no pudieron hacer (encontrando quizás la oportunidad de honrar un recuerdo perdido en el hecho de festejar) , un día donde otras se esforzaban en hacer las paces con la familia para que sea un buen día aun cuando tenían la festividad anotada en otra fecha (porque el día de la madre puede ser cualquier día de la semana), un día donde madres lastiman a sus hijos de las peores formas conocidas aun cuando no hicieron nada para merecerlo, porque en ocasiones no importa cuando se esfuercen las hijas no encuentran el amor que necesitan en los brazos de quien llaman mamá.
Notes:
Juro solemnemente dejar de utilizar la imagen de las aves por un rato, lo siento pero es que siempre me ha gustado utilizar las aves como símbolo de personas que hemos perdido en nuestra vida y nos visitan desde el más allá, fue algo que me ayudo cuando murió mi abuela materna, ver una palomilla en mi ventana siempre me saca una sonrisa incluso cuando más la extrañaba.
Para este capitulo intente volver a ver Black widow para refrescarme las ideas respecto a la dinámica que tenían Natasha y Yelena con sus padres, descubrí que me es físicamente imposible ver más allá de la primera media hora, mi ansiedad se disparo y me fue imposible continuar ¿porqué paso eso? No tengo ni idea, ¿tendrá algo que ver con que soy hermana mayor? No tengo ni idea ¿Por qué comparto esto? Porque me pareció una anécdota curiosa.
Espero que les haya gustado el capitulo, lamento haberme tardado tanto, intentare traerles pronto nuevas actualizaciones, aunque ahora que vuelvo a clases puede que se me dificulte un poco más. Por ahora, les dejo a la espera del primer encuentro del torneo. Cuídense mucho y que la fuerza les acompañe
Chapter 12: Un lio de saberes y entenderes
Summary:
Yelena siente que algo malo esta por ocurrir, pero no tiene pruebas de ello. Kate debuta con su equipo y se pone aun más peso sobre su espalda.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
La lluvia comenzó a caer en medio de la madrugada, tiempo después de que en el primer piso las ultimas botellas de vodka quedaran vacías, las conversaciones se acabaran y cada persona en la lujosa casa terminara cediendo ante el cansancio acumulado tras un día tan ajetreado. Comenzó como una pequeña llovizna que de haber continuado en ese ritmo no hubiera alcanzado a provocar nada más que un charco, una cortina ligera que brillaba ante la luz de las farolas y las luces de autos vagabundos, insonora e imperceptible para quien no tuviera visión clara del suceso; tras unas cuantas horas el cielo rompió a llover con estruendosas gotas pesadas impactando contra lo primero que encontraran, el viento apremio y a la distancia se podían escuchar el ligero tronar del cielo advirtiendo por quizás una tormenta eléctrica. El ruido no era tan estruendoso como para perturbar el sueño de la mayoría de personas que vivían en una ciudad que solía ser ruidosa por naturaleza, podía incluso resultar relajante y ayudar a conciliar el sueño para algunas personas. Ese no era el caso de Yelena quien abrió los ojos casi al mismo tiempo que las primeras gotas pesadas impactaron contra el cristal de su ventana, despierta al instante, tomando conciencia del ultimo lugar donde debería de haber estado, aferrándose al arma que siempre tenía escondida bajo su almohada, esta por comenzar a barrer la habitación en búsqueda de amenazas cuando escucha un quejido proveniente de su fiel mascota que dormía a pies de la cama, el sonido de una cachorra que también acababa de ser despertada por el sonido de la lluvia o quizás por las feromonas nerviosa que su dueña desprendía, solo la akita sabe la respuesta.
Tranquila al saber que de haber alguna amenaza en el cuarto su perra hubiera sido la primera en saltar a morder y ladrar, deja el arma en su escondite, acto seguido se pasa la mano por la cara para despejar las motas restantes del sueño, revisa su reloj y deja escapar un gruñido al darse cuenta que apenas eran las trescientas horas, demasiado temprano para querer salir a adelantar cualquier cosa, demasiado tarde como para tratar de volver a dormir.
Un trueno hace retumbar la casa, provocando que cerrara los ojos ante el repentino ruido, Fanny se queja casi al mismo tiempo, detectando de vuelta el malestar de su dueña se levanta sobre la cama estirando su espalda y acercándose a la humana que tenía la vista fija en la ventana al otro lado de la habitación, donde su escritorio se encontraba. No es que Yelena tuviera un miedo especifico a los truenos o tormentas, porque era una viuda negra y las viudas negras le tenían mido a muy pocas cosas: a Dreykov, a madame B, a los operadores, a la habitación roja; por fortuna, la mayoría de cosas a las que podía temer una viuda negra estaban muertas, destruidas y convertidas en un recuerdo borroso.
Fanny se levanta y camina con pasos cuidadosos, siempre se sorprendía con la instabilidad del terreno en la que sus humanos dormían. Va entre las mantas hasta quedar frente a su tercera humana favorita, interrumpiendo la línea de visión que se había mantenido clavada en una esquina del cuarto. Cavando entre las mantas consigue quedar recostada sobre el brazo de su humana, intentando hacer que desaparezca ese desagradable aroma a ansiedad que había olfateado muchas veces más de las que su mente canina era capaz de recordar.
Su vista no es el primero de sus sentidos en avisarle respecto a la familiar presencia aun cuando dicha estaba frente su cara, tampoco fue el tacto que debió haber reaccionado al contacto con el siempre suave y bien peinado pelaje de la perra; en cambio, el primer sentido en reaccionar a la presencia de Fanny termino por ser su oído, cambiando de enfoque de la lluvia en el exterior a el pequeño quejido angustiado que la criatura generaba desde su garganta en un intento más que exitoso por acaparar la atención de la habitación. Yelena parpadea de forma compulsiva, tantas veces que le termina doliendo un poco la cabeza por los cambios de iluminación, mira a todos lados, entendiendo que se había perdido un rato en algo que no podía recordar, encuentra con gran rapidez el motivo de su segundo despertar, entre sus brazos, un hermoso pelaje, pequeños ojos que le miraban con adoración y una evidente preocupación — Mi pequeña ladrona — le saluda con un apodo mientras se reacomoda en la cama, cambiando de postura para poder abrazar a la perfección a la criatura que aun no dejaba de producir esos pequeños quejidos —. Estoy bien, amiga, estoy bien — le susurra mientras le acariciaba el lomo con la palma abierta, peinándola. Un pequeño rugido por su parte le hace ver a la humana que no le cree ni una palabra —. Bueno, no estaba bien — reconoce con un poco de vergüenza —. Me trajiste de vuelta, gracias, mi pequeña ladrona — deja un beso entre sus orejas, lo que consigue animarla haciendo que moviera su cola con frenetismo mientras se restregaba más contra su dueña.
Se quedan en silencio durante un rato, apreciando la presencia de la otra mientras en el exterior la lluvia continua. Intentar volver a dormir resultaría un trabajo sin sentido, era imposible que pudiera relajarse lo suficiente para poder entrar en sueño y sin duda tenía suficiente descanso acumulado en su cuerpo para no verse dañada por sumar unas cuantas horas sin descanso. Le da un pequeño golpecito en la cadera a la cachorra, pidiéndole en silencio que se hiciera a un lado, una orden que no responde al instante, produciendo algunos ligeros gruñidos de inconformidad antes de justo hacer lo que le pedían. Ya con su brazo libre, mismo que pudo haber retirado a la fuerza, se levanta de la cama dejando escapar un suspiro ante los pequeños crujidos de su cuerpo, tensión acumulada durante el día anterior, nada de que preocuparse; se apresura en encender la lampara de luz que tenía junto a la cama, llenando la habitación de un tono amarillento y cálido producto de la bombilla incandescente, se escucha un ligero quejido por parte de Fanny cuando la luz aparece muy de golpe en su canina opinión, problema que no compartía con su dueña.
De pie en medio de su habitación bien iluminada se toma un segundo para decidir que podía hacer para quemar las horas que debería de aprovechar durmiendo. Camina con convicción a la esquina contraria a su cama, abre la puerta del armario y su mirada ignora el resto de cosas que ahí se guardaran por caras o curiosas que fueran, yendo directo a esa esquina donde descansaba un instrumento al que no le había dado la atención que se merecía en las últimas semanas. Regresa a la cama con la guitarra bien sujeta entre sus manos, la cachorra le recibe con gran atención, moviendo la cola mientras se reacomodaba en el lecho esponjoso, dándole el espacio que su dueña iba a necesitar para su recital que estaba por dar. Se sienta sobre la cama con las piernas cruzadas dejando el espacio necesario para poder sostener bien el instrumento; cuando ya esta en posición se toma unos momentos para pensar en lo que iba a tocar, tamborea sus dedos sobre la madera mientras en su mente pasan las distintas canciones que conoce a la perfección, las notas de entrenamiento y de más cosas. La decisión aparece al mismo tiempo que otro rayo cruza el cielo y un trueno ruje entre la oscuridad.
Da una gran calada de aire, recuperando oxigeno en sus pulmones necesitados, Yelena solía aguantar la respiración cuando necesitaba tomar una decisión, no sabe cuándo comenzó con dicho habito, solo sabe que nunca ha podido dejar de hacerlo por mucho que lo ha intentado.
Relaja un poco sus hombros mientras sus dedos se afirmaban contra las casi nuevas cuerdas de la guitarra, cuando estaba por comenzar a tocar, recuerda que necesitaba asegurarse de que estuviera bien afinada la guitarra. Murmulla una maldición mientras hace sonar las cuerdas buscando que su bien entrenado oído, capaz de escuchar el impacto de un casquillo a un muro de distancia, encuentre alguna nota disonante. Ante un acto preparacional tan simple como ese un recuerdo hace acto de aparición en su periferia mental, sacándole una sonrisa ante la imagen de un Clint Barton tratando con más esfuerzo que el normal de afinar una guitarra tan vieja como él. Aprieta una clavija con extremo cuidado hasta por fin alcanzar la armonía musical que tanto deseaba encontrar.
Ya teniendo todo preparado se toma un ultimo segundo para decidir que canción iba a tocar, necesitaba algo bajo pues no estaba demasiado lejos de donde dormían sus padres, y su hermana, y su cuñada, y su aun no oficial sobrina; todas personas con un sueño tan o más ligero que el suyo, personas a quienes sin duda no quería despertar. Le da vueltas a sus opciones favoritas, esas que ha memorizado a la perfección casi desde la primera vez que leyó los acordes, un rayo lejano alumbra la noche con una luz azulada, Yelena parpadea al mismo tiempo que el trueno llega a romper el silencio, en medio de la oscuridad generada por el reflejo automático un par de ojos azules aparecen desde su recuerdo, iris de un océano profundo donde se ahogaría sin poner resistencia.
Su mano se ajusta en el tono deseado y con un movimiento ligero el primer acorde retumba, una C perfecta que es repetida dos veces antes de ser acompañado por otra acorde Dm, luego F, G7, C, de vuelta C, Dm, F, G7, C; se detiene a la mitad de su canción, reacomodándose para tener una mejor posición, dándose la oportunidad de respirar mejor, algo que iba necesitar para poder dar el espectáculo que tanto deseaba entregar — Starry, starry night. Paint your palette blue and gray — los acordes salen a la perfección, acomodándose en el momento justo para acompañar su voz sin importarle dejar salir su acento que tanto se esforzaba en mantener —. Now I understand, What you tried to say to me, And how you suffered for your sanity And how you tried to set them free — Fanny mueve su cola con absoluta adoración ante lo que estaba viviendo, acercándose hasta dejar su cuello sobre una de las piernas de su dueña, cerrando sus pequeños ojos mientras seguía cantando. La mente de Yelena era capaz de llevarla a varios puntos al mismo tiempo aun si estaba haciendo algún tipo de actividad que requiriera mayor atención o coordinación, es gracias a ello que mientras iba por la parte final de esa hermosa canción su mente le entrega imágenes de ojos azules que brillan y se enchinan ante sonrisas honestos, sonrisas que no había visto aparecer durante los últimos días, algo que le preocupaba tanto como cualquier posible amenaza que pudieran poner en peligro a su querida Kate Bishop.
Llega entonces al final de la canción, poniendo un poco más de atención que en el resto del concierto — They would not listen, they're not listening still. Perhaps they never Will — y se da el privilegio de seguir tocando unos cuantos acordes más dilatando el momento.
Un suspiro se le escapa cuando por fin sus dedos dejan de moverse, permitiendo que la habitación se llenara por el sonido de la lluvia cayendo, los rayos seguían apareciendo pero según sus conocimientos de climatología parecía que la tormenta eléctrica comenzaba a alejarse, aunque la lluvia no tenía muchas ganas de irse junto a los rayos — Parece que el clima no quiere que tomes tu paseo matutino — ante tan insensata sugerencia la akita se levanta en la cama, con las patas abiertas y las orejas afiladas, se gira a ver a la ventana donde la lluvia rebota y gruñe como si estuviera por saltar a morder el cristal, si no fuera tan tarde o si Fanny fuera una perra con menos luces en la cabeza, se hubiera puesto a ladrar sus exigencias a las nubes hasta que dejara de llover, en cambio, lo que si hizo fue volverse a su dueña y comenzar a pegarle a la altura de la rodilla con sus patas delanteras — ¡Hey, para! — por un instante se le escapa el tono y habla más fuerte de lo que debería, no pueden culparla tiene a una bestia muy enojada aplastándole la articulación que más se ha lastimado en su vida con todos sus cincuenta kilos de enojo — Era un chiste, era un chiste — y solo tras emitir una serie de gruñidos cargados de indignación es que Yelena puede dejar de sentir la presión sobre sus pobres huesos —. En verdad te debo mandar con un psicólogo —.
Tras dejar en claro que así ocurriera el apocalipsis nada le iba a privar de su paseo matutino la cachorra vuelve a tranquilizarse, acostándose de vuelta sobre su dueña con total tranquilidad. Juntas pasan varias horas más escuchando acordes sueltos, canciones famosas siendo replicadas a la perfección, otras que resultan ser improvisaciones salidas directo del genio de la viuda, un ambiente tranquilo que contrasta y luego se acomoda con la tormenta en el exterior, tormenta que comienza a menguar cuando la mañana aparece con los primeros rayos de sol.
A las quinientas horas la música se detiene con un acorde alargado y una sonrisa en el rostro de la interprete. Le da una pequeña palmada a la perra para que se haga a un lado y ambas se levantan de la cama listas para prepararse para el tan deseado paseo por el que casi terminaban a las mordidas; después de que Yelena se limpiara la cara, se pusiera las botas y se pusiera crema en las manos para que no le quedaran muchas marcas de desgaste por las cuerdas de la guitarra, y luego de que Fanny tomara cuanta agua necesitara, ambas salen del cuarto, corren por las escaleras haciendo muy poco ruido para la velocidad con la que se movieron y salen de la lujosa casa, listas para iniciar su día.
En el exterior aun se veían las claras marcas de la tormenta pasada, charcos tan grandes que aun con botas no se animaría a pisar, aceras inundadas, cascadas provocadas por el desagüe de las azoteas y un ambiente frio que esperaba se mantuviera durante el día y la ciudad no se convirtiera en una vaporera en cuanto el sol subiera. Mientras caminaban por las calles que tan bien conocían una suave llovizna seguía cayendo, empapando el pelaje de Fanny y los cabellos de Yelena, algo que no les preocupaba mucho pues no es que se fueran a morir por mojarse un poco, eran demasiado geniales para eso. El paseo es tan largo como se pueden esperar por parte de una viuda negra con un suero de super soldado diluido entre sus venas y una perra con evidentes problemas de hiperactividad y de actitud; dan vueltas por sus zonas favoritas, algunas caminando, otras trotando y las ultimas corriendo, pasan así poco más de una hora y media en la intemperie hasta que por fin el cansancio necesario les comienza a golpear al mismo tiempo, más rápido que en cualquier otro momento pues ambas habían salido a correr en ayunas, una decisión plenamente consiente. Mientras iban de regreso los pensamientos de Yelena vuelven a moverse a un mundo de ensueño, se imagina estar viviendo un día igual a ese con todo y el insomnio pero con un pequeño gran cambio, se imagina un día igual a ese con la presencia de Kate Bishop despertando a su lado en la cama, quedándose despierta con ellas para escucharle tocar la guitarra, algo muy cliché en su nada humilde opinión, caminado por las calles lluviosas, se la imagina riendo ante los chapoteos que provocaba la akita en todo charco que veía, se imaginando tomando la mano de su omega para tratar de darle un poco del calor que tanto parecía necesitar de forma habitual. Un sueño que estaba decidida a hacer realidad a la brevedad — ¿A ti también te gustaría volver a ver a Kate Bishop? — la reacción fue instantánea, fue como si la perra hubiera recibido una dosis de cafeína en vena, su cola se mueve de forma compulsiva y los alegres ladridos son respuesta más que suficiente — Si, ya me imaginaba que si — le acaricia la cabeza tratando de reconfortarla —. Le preguntare, seguro que no se niega, te ama casi tanto como ama su arco —.
De regreso a casa esperaba ver una escena de tranquilidad, una casa silenciosa que estaba preparada para recibirla a ella y a nadie más, pues claro que había olvidado, en medio de sus ensoñaciones y cansancio, que tenía una gran visita en su hogar. El ruido es lo primero que llama su atención, no le asusta pues reconoce con claridad las voces que discuten en el interior, el tono estruendoso de Alexei junto al tranquilo aunque firme de Natasha. Al entrar en casa y llegar a la zona de cocina se encuentra con una escena que le saco una genuina sonrisa: Melina en la cocina junto a Wanda, la viuda le explicaba sobre las técnicas de cocina que conocía y dominaba mientras la escucha anotaba a gran cadencia la información que se le iba entregando; cerca de ellas, encorvada sobre la encimera, María parecía estar peleando contra su cafetera y contra el sueño, tan cansada estaba la pobre omega que estaba a nada de colocar el azúcar dentro del filtro, menos mal que la bruja uso sus poderes para pasarle lo que buscaba, la pobre omega además estaba perdiendo la pelea contra la resaca, quien le manda a querer competir contra Alexei; hablando del único hombre en la casa, él estaba dándole la espalda a la entrada principal, hablando con Natasha entre susurros demasiado altos como para pasar inadvertidos, pero bien controlados para no dejar escapar mucha información. Yelena se da cuenta que la postura de su padre no era la habitual postura relajada y casi desinteresada que solía tener incluso cuando estaba en trabajo de campo, sus hombros se mostraban tensos, sus piernas parecían firmes como si estuviera preparado para correr. Frente al él estaba Natasha que hablaba mucho más bajos e incluso con una mano frente a su boca, evitando que pudieran leer sus labios, aunque solo hacía falta ver sus ojos, brillando con un toque de clara preocupación aun cuando su rostro se mostraba tan inexpresivo como de costumbre, para darse cuenta de que estaba hablando de algo muy importante, algo que le preocupaba. Algo que estaba indiscutiblemente mal.
Los instintos de Yelena le ponen en alerta inmediata, tensando su cuerpo, poniéndole los bellos de punta, acelerando el pulso de su corazón. Estaba por dar un paso al frente para exigir un reporte de situación, pues debía ser algo muy malo para poner tan nerviosa a una viuda negra, pero al instante en el que da un paso al frente alguien interviene — Yelena — la inconfundible voz de Melina le hace detenerse de golpe, girando a ver a su madre con evidente sorpresa de haber sido interrumpida —. Ve a ducharte antes de que te enfermes — no es una sugerencia, es una clara orden con tono amable —, baja a comer en cuanto termines, no debes llegar tarde a tu trabajo —.
El recuerdo de que tiene un trabajo al que ir, uno donde terminara viendo de vuelta a su omega hace que se olvide de sus preocupaciones anteriores. Le desabrocha la correa a su mascota quien ante la libertad se va directo a un lugar donde haya menos personas y mucha más comida, estaba por dar un primer paso para alejarse de la cocina cuando una vez más le interrumpen sus planes — Hey, tengo que ir a una reunión en la torre Stark ¿crees que me puedas dar un aventón? — Natasha es quien le interrumpe con una pregunta más que simple.
Solo asiente con la cabeza en respuesta, tomando entonces camino directo al piso superior y entonces la mañana se vuelve un frenesí borroso de emoción. Platicas rápidas, platillos siendo preparados con precisión y rápides, en cuestión de minutos todos están de vuelta reunidos en la mesa del comedor, con un desayuno típico americano al centro para que vayan tomando lo que quisieran. Yelena regreso en el momento exacto para no quedar ultima para comer, le encantaba lo que veía, gente feliz, dándole vida a una casa que muchas veces se sentía vacía, le encanta ver a su hermana apoyada sobre el hombro de su omega, a una cachorra escuchando con genuina curiosidad historias muy falsas sobre el guardián rojo; le gusta lo que ve, con sus grietas y sus rechazos claros, léase Alexei cinco de cada siete días, le encanta la familia que ha formado, era una vida maravillosa que cualquiera con su historial desearía tener. No puede evitar que su mirada se mueva al espacio vació a su derecha, donde una silla extra podría entrar, su mente soñadora se mueve más allá de ese momento, imagina una escena igual con alguien a quien tomar de la mano entre bocados, se imagina a Kate Bishop tan nerviosa por la presencia de dos vengadoras que apenas podría sostener su cuchara, se la imagina tratando de bromear en todo momento para disimular su nerviosismo, esta segura que alguna estúpida broma terminaría siendo muy efectiva con Natasha y de ahí en más la plática fluiría como agua; Yelena sabe que en esa casa y en cualquier otra que decida habitar en el pasar de los años siempre habrá una silla despejada para su querida omega.
Ese día sale más temprano que de costumbre al trabajo sabiendo que iba a tener que hacer una parada técnica a medio viaje, se despide de la familia con un simple gesto mientras que su hermana se toma todo el tiempo del mundo en abrazar y despedirse, como la dramática perdida que era Natasha. Dentro del auto el silencio entre las hermanas fue el único acompañante, una calma falsa pues en el fondo ambas comparten instintos, comparten entrenamientos, casi comparten neuronas, Natasha sabe que Yelena siente que algo está mal y Yelena sabe que Natasha sabe que ella sabe. Todo un lio de saberes.
El viaje es anormalmente rápido, como si todo el tráfico habitual de un lunes se hubiera desvanecido para que ambas no tuvieran la oportunidad de hablar de otra cosa que no fuera el elefante en la habitación. Llegan en tiempo récord a la torre de los vengadores, donde ambas habían pasado buenos momentos incluso cuando la rubia nunca quiso ser vista como parte de ellos, el auto no se apaga al instante, de misma forma que la puerta no se abre, se quedan ahí, existiendo incomodas una con otra.
Como muchas veces antes, Yelena decide ser la primera en hablar — Entonces… ¿el hígado de tu omega sobrevivirá una noche más? — es un comentario que consigue sacarle una pequeña carcajada a la pelirroja, suficiente para despejar un poco la tensión que se había acumulado en el interior del auto, pero el silencio vuelve a aparecer, se mantiene entre ellas, decidido a quedarse hasta que toquen el verdadero tema — Estabas hablando con Alexei sobre los acuerdos — afirma con total seguridad, el tiempo en el que estuvieron calladas fue suficiente para que llegara a tal conclusión, no era muy difícil pues no podía pensar en muchas cosas capaces de poner a su hermana tan nerviosa — y estas aquí por los acuerdos —.
Natasha no se sorprende en lo absoluto, sabía que fue descuidada durante la mañana, su control flaqueo ante una noche de insomnio donde no pudo hacer nada más que vigilar el sueño de su cachorra, mordiéndose los nudillos ante la idea de no poder mantenerla a salvo — Siempre fuiste la mejor deduciendo cosas, podrías abrir una agencia de detectives ¿lo sabes verdad? — no hay ninguna reacción por parte de su hermana — No es nada de qué preocuparse, por ahora. Tony me pidió que viniera a revisar algunas cláusulas de los acuerdos, quiere mi opinión sobre los tecnicismos legales—.
— Porque se nos da tan bien seguir el marco constitucional — se anima a bromear —. Se que hay algo más y se que Alexei esta involucrado — la pequeña sonrisa en los labios de su hermana es respuesta más que suficiente —. Tu sabes lo que te diré respecto a él y se que no me escucharas porque tienes esa manía de salvadora de intentar ver las cosas buenas en las personas, incluso cuando no se lo merecen —.
— Alguien hizo eso por nosotras — el nombre queda flotando en el aire, hace efecto en la rubia quien relaja su cuerpo en reconocimiento al punto que estaban tocando — y no se equivocó, había algo que salvar y creo… no, se que hay algo en Alexei que vale la pena salvar —.
Vuelve a hacer aparición el silencio, no tan tenso como el anterior, solo un poco incomodo ante el pequeño choque de posturas sobre una misma persona — Siempre fuiste la más observadora de las dos — reconoce sin atisbo de vergüenza —, espero que tu vista no te este comenzando a fallar. Solo prométeme que, si algo malo pasa con estos acuerdos, con el equipo, me avisaras — puede notar que quiere replicar, quizás negarse y apelar a su propia negativa inicial a pelear en caso de que las cosas se pusieran tan mal —. Solo eso te pido, Natasha Romanov, que me avises, si haces alguna estupidez, si tus amigos presuntuosos hacen alguna estupidez, no quiero enterarme por la radio —.
— Tranquila, serás la primera en enterarte si algo malo pasa — esa simple afirmación resulto ser suficiente para despejar la tensión en su cuerpo, dando entonces la oportunidad de que fuera ella quien pidiera un compromiso singular —. Tu prométeme que me contaras las novedades sobre esa misteriosa omega de la que papá y mamá se niegan a hablarme — su enfoque resulta ser muy efectivo pues las mejillas de la menor se ponen rojizas y el interior del auto se llenan de feromonas de aroma dulzón, muestra de clara vergüenza —, no quiero enterarme por la radio que ya tienes cachorros — las mejillas se le ponen rojas a la menor al instante, el comentario le había tomado con la guardia tan baja que fue imposible preparares y ante tal vergüenza Natasha reacciono como la mejor hermana, riendo aun más fuerte y molestando un poco más —. Te escuche tocando la guitarra en la madrugada ¿calentabas los dedos antes de ver a tu omega? ¡Toda una profesional del amor! — un puñetazo sale disparado con dirección a la mandíbula de Natasha, mismo que es esquivado a la perfección — ¡Tranquila hermanita, que violenta te pones cuando te esta por llegar el celo! —
Ese comentario final le parece extraño pues su celo aun estaba muy lejos de llegar, pero lo ignora en favor de tratar de recuperar su orgullo — ¿Qué no se te hace tarde para ir a algún lado? — su agarra sobre el volante se volvió un poco más fuerte ante las rizas de su hermana. El suspiro que sale después del pequeño ataque de risa vuelve a enfriar el ambiente, mientras sus mejillas recuperan su tono natural en la mente de la rubia vuelve a aparecer esa sensación de que había algo pasando bajo la superficie — ¿Nat? —.
La nombrada menea la cabeza, regresando a la realidad aun sin haber avisado que se había ido en primer momento — Si claro, claro — se quita el cinturón de seguridad, abre la puerta del auto y antes de dar un primer paso para irse hace un movimiento brusco, acercándose a abrazar a su hermana pobre quien termina erizada cual gato ante lo repentino del acto —. Te quiero, hermanita, cuídate ahí afuera —.
Yelena se queda en un estado que rosaba el shock, el contacto físico entre ellas no era inusual, para nada, a ambas le resultaba reconfortante poder sentir la presencia de la otra, pero hubo algo extraño, ese abrazo no se sintió tan bien como debería, un simple susurro que reforzaba aun más la idea de que algo malo estaba pasando. Observa la figura de su hermana alejarse por la calle hasta entrar en el imponente edificio, en un susurro su instinto le pide salir corriendo para ir tras ella, meterla en el auto de vuelta aun si no quisiera y obligarle a que le dijera lo que en verdad pasaba; cuando estaba por llevar su mano a su cinturón, lista para seguir su instinto, una alarma suena desde su teléfono, el simple tono de un reloj, la opción de fabrica en las alarmas que nunca utilizaba pues tenía un control perfecto sobre su sueño, un recordatorio de que debía llegar rápido a donde su omega. Gruñe por lo bajo, aun con la certeza de que algo se le estaba escapando, pero contenta al saber que iba a tener el consuelo de volver a pasar varias horas junto a la mujer más hermosa que había conocido.
El trayecto es tan rápido que incluso le parece un desperdicio de combustible el no haber dejado el auto estacionado frente a la torre de los vengadores. Al llegar a su destino tenía la esperanza de encontrarse con su omega directo frente a la fachada como había ocurrido la primera vez que se alistaron para ir a competir, la experiencia anterior le había dejado un listo de expectativas, tanto en lo que tardarían en llegar a destino como de posibles peligros que podrían encontrar en un viaje que era de lo más tranquilo como de la puntualidad con la que se manejaba la arquera; gracias a esos mismos listones es que se lleva una gran sorpresa cuando ve la calle sin presencia de alguien vestida de morado, vuelve a comprobar la hora, estaban sobre el tiempo limite para poder llegar a tiempo, pero claro, ese día Kate Bishop no debía preocuparse por las clases, solo debía concentrarse en ser tan genial como siempre era con un arco entre sus manos. Le parece lógico intuir que su omega se había quedado dormida, sería sorprendente si tomaba en cuenta lo estricta que la omega era con su propia rutina, pero tampoco era nada que le obligara a preocuparse en exceso, podría dejarla dormir un rato más antes de ir a tocar el timbre de la casa ya que claro, no había de que preocuparse, aunque claro, su trabajo era preocuparse.
Al entrar al edificio tenía la intención clara de irse directo al ascensor como si fuera de vuelta una soldado en medio de una misión con la intención de ignorar a todo el mundo hasta que consiguiera descubrir si su omega estaba bien. Pero por desgracia sus planes habían comenzado a salir más mal que bien. Consiguió llegar al elevador sin problema alguno, en soledad fue subiendo por los primeros pisos en lo que sentía era una velocidad demasiado lenta a comparación del resto de días, ante tanto tiempo muerto aprovecho para revisar el maquillaje que se había puesto en el espejo a sus espaldas, es esa la primera vez que agradece que los millonarios tengan gusto por poner espejos en todos lados, hace algunos retoques en su sombreado, nada del otro mundo pues en casa se había aplicado sus productos a la perfección, en el tono verdoso que tanto le gustaba ponerse.
Justo cuando llego a la mitad de su recorrido las puertas se abrieron y tuvo que aguantarse un gruñido de frustración al ver que su destino había tenido una desagradable interrupción. Al pequeño espacio entro un chico vestido con el uniforme de los recepcionistas y personal de apoyo del edificio — Buenos días, señorita — saluda con una sonrisa que rozaba la fina línea entre amabilidad y falsedad, por su parte la alfa regresa el gesto con un simple movimiento de su cabeza, sin ganas de hablar con nadie que no conociera. Se mantienen en silencio durante un rato mientras los pisos siguen subiendo, durante esos cuantos segundos el chico no dejaba de ver a la alfa con una expresión que dejaba en claro que estaba pensando en algo muy importante —. Yo te conozco — suelta de golpe justo cuando el ascensor se había detenido, tres plantas por debajo de la que necesitaba. Yelena se pone en guardia alta, pensando en todas las posibilidades alrededor de esta persona desconocida, lista para reaccionar ante cualquier muestra de amenaza —. Trabajas con la señora Eleonor ¿verdad? —.
Un pequeño escalofrió le recorre el cuerpo, que le relacionen de forma directa con una persona tan horrible como ese intento de alfa le hace sentir enferma y por tanto decide dejar clara su postura — Me encargo de preservar la seguridad de Kate Bishop por todos los medios a mi disposición — habla con el tono más neutro posible, como si estuviera en una misión y no deseara dejar ver ningún punto de su personalidad.
Se encoje de hombros quitándole importancia a dicha distinción — ¿Hay diferencia? — la pregunta resulta ser retorica pues antes de que fuera capaz de contestar a tal incertidumbre, el chico vuelve a hablar — Mira, estoy un tanto… retrasado con mi trabajo, es increíble que tienen una sola persona para repartir tanta correspondencia para tantas personas ¿piensan que me puedo teletransportar o algo así? — no responde ante la broma, quedándose callada a la espera de lo que evidentemente era solicitar algún tipo de favor — Bueno ¿Crees que podrías llevar la correspondencia de la señora Eleonor? —.
Unos cuantos sobres y folletos publicitarios aparecen entre ambas, Yelena da una muestra de reacción levantando una ceja ante el ofrecimiento cuestionándolo sin decir palabras — Estoy segura que es una gran brecha de seguridad que entregues así de fácil posible información confidencial de los residentes —.
— Vamos amiga, si Eleonor Bishop deja que tú, una alfa, este casi todos los días cerca de su hija, una omega, seguro no le molesta que te enteres que le llegan catálogos de belleza — le tiene que dar un punto al chico, había encontrado un punto lógico y lo aprovecho muy bien —. Si me haces este favor, a cambio me encargare de decirte cada vez que Eleonor este por llegar, más cuando llega de sorpresa, casi siempre llama para pedir que le tengamos despejado sus lugares de estacionamiento, seguro que eso les interesa — le da vueltas a la idea, no es que lo necesite en particular pues ya tenía bien creada su propia red para tenerla vigilada en todo momento, más después de aquel accidente que provoco que su omega se volviera loba —. Les puedo prestar las rutas de empleados por si quieren salir sin que nadie se entere —.
Eso ultimo sin duda le interesaba mucho más — Creo que tenemos un trato… — se da un momento para revisar la placa en el pecho del chico — Matthew, tenemos un trato — extiende la mano para tomar las cartas que se le habían ofrecido, tomándolas con sumo cuidado para no romper ninguna.
Una gran sonrisa aparece en el rostro del chico justo a tiempo para que las puertas se abran, marcando el momento para que se separaran — Gracias chica, eres la mejor — sin decir nada más sale al pasillo listo para seguir cumpliendo su trabajo, dejando entonces un ligero rastro de feromonas que demostraban que se trataba de un omega.
Tras volver a quedarse sola el movimiento se hizo, aparentemente, más rápido que antes, llevándola a su destino antes de que se diera cuenta. En el camino a la entrada se pone a revisar las cartas que habían llegado bajo la justificación de buscar cualquier posible amenaza en dichos sobres, sin encontrar nada interesante para su análisis, solo invitaciones a eventos benéficos, reuniones de alta sociedad y como bien advirtió el chico antes, un catalogo de belleza. Deja caer las cartas sobre la mesilla del recibidor en cuento entra al penthouse sin importarle si alguna se perdía o se arrugaba, su atención estaba puesta en cosas mucho más importantes como podía ser el magnifico día lluvioso que iba a tener con su omega, ese era el pensamiento importante en mente hasta que llegó a la cocina con la esperanza de ver a Kate desayunando algo y su nariz bien entrenada detecto los rastros moribundos de las feromonas opresivas de una voz de mando, entonces su mente paso a estar enfocada en la primitiva necesidad de encontrar a Kate, comprobar que estuviera bien.
Barre el primer piso con su arma preparada para disparar, quedando decepcionada al encontrando el lugar vació y sin pruebas de la presencia de Eleonor, sube hasta la segunda planta preparada para eliminar cualquier posible amenaza y en cuanto llega a la habitación objetivo abre la puerta con todo el cuidado posible, generando el menor ruido durante el movimiento de la madera, consiguiendo tener una vista aceptable del lugar que por primera vez en mucho tiempo no parecía estar hecho un caos total, la dueña de la habitación hace aparición cuando la cama se vuelve visible desde su ángulo y el alma le regresa al cuerpo a la pobre Yelena.
Aun recostada entre sabanas, dándole la espalda a la puerta la chica dormía con una respiración tranquila que apenas y se notaba, sin vergüenza alguna Yelena confesaría ante un tribunal el haberse quedado viendo a la omega mucho más tiempo del necesario para comprobar que la bella durmiente siguiera viva. Da un paso atrás para cerrar la puerta con cuidado el mismo cuidado con el que la abrió, se toma unos segundos para calmar sus propias feromonas que se habían desatado del fiero agarre bajo el cual solía tenerlas, guarda su arma y tras un minuto decide golpear a la puerta con la fuerza exacta para no sonar muy agresiva, solo quería despertarla, no causarle un infarto. Teniendo un oído puesto sobre la madera alcanzo a escuchar un ligero movimiento al otro lado, pequeños gruñidos, signos suficientes de que estaba despertando — Kate Bishop — habla solo un poco más alto para que le puedan escuchar bien — ¿Puedo entrar? — escucha balbuceos que evidenciaban que aun estaba medio dormida, pero entre sonidos sin sentido consiguió entender suficiente para saber que le estaban dando permiso — Permiso, permiso —.
La puerta se abre con un chirrido que no se había escuchado la primera vez, se filtra la luz del pasillo iluminando el interior, Kate se gira para ver lo que pasaba, una pequeña figura resplandeciente contra luz, cabellos brillando como si fueran oro puro, una sonrisa tan cálida que seguro era la culpable del derretimiento de los casquetes polares y una seguridad al andar que ni en mil vidas podría igualar. Kate no es la persona más lucida al estar despertando tras muchas horas de sueño, ocho en este caso, por tanto, su mente nublada por un instante cree estar en las puertas del paraíso, frente a un ángel que le guiara a su lugar de descanso eterno, esa ilusión se rompe solo un poco al momento en que la mujer se arrodilla frente suya, quitándole algún cabello del rostro y ese toque tan suave le hace darse cuenta que por desgracia seguía respirando.
— Hey — saluda a la alfa con una voz más rasposa por el sueño. Parpadea lento para tratar de entender que era lo que estaba pasando, su ultimo recuerdo claro le llevaba a ella estando de pie en la cocina, preparando algo que sin duda no iba a comerse — ¿Qué haces tan tarde aquí? —.
La sonrisa de Yelena se ensancha aún más — Tu y esa maldita pregunta, Kate Bishop — ve la inconfundible muestra de confusión, angulando un poco la cabeza, jura que puede ver un par de orejas peludas moverse al mismo tiempo —. Es lunes, Kate Bishop — es una revelación simple —, debes alistarte — porque ese día era un día muy importante —, hoy debutan en competencia —.
Los ojos azules se mueven a ver el reloj en la mesita cercana. Estaba sobre la hora, seguía en la cama, ni siquiera se había cambiado, aun tenía que bañarse, iba a ir caminando o fracasaría y ya tenía muy poco tiempo para hacer todo eso.
La habitación se queda en silencio durante un largo momento, pero el pánico es evidente en los ojos de Kate, una tormenta de ansiedad que ya estaba a nada de explotar. La alfa trata de decir algo que pueda tranquilizar, su deseo era señalar que afuera seguía lloviznando lo cual seguro terminarían aplazando el inicio del evento, le hubiera gustado poder recordarle que el cronograma entregado especificaba que el llegar temprano solo importaba para hacer trabajos de calentamiento, actividades de cohesión de grupo y poca cosa más; por desgracia ninguno de sus intentos por tranquilizar a Kate hubieran sido efectivos pues la omega salto de la cama con la agilidad de un gato, aterrizando en el suelo con la gracia que los años de gimnasia le había dado — Mierda, mierda — es lo único que se escucha en el cuarto mientras el frenesí de emoción se desata.
Kate es muy consiente de su espacio, sabe donde están la mayoría de las cosas la mayoría del tiempo por tanto debería ser sencillo poder alistarse en poco tiempo — Arco, estuche, carcaj, flechas, ropa — es el mantra que comienza a decir en su mente aun mientras el mareo matutino intenta tirarla al suelo — arco, carcaj, flechas, estuche, ropa — gira al otro lado de la cama encontrando su estuche, tirándolo sobre las mantas mientras va en búsqueda del resto de cosas, recolecta dos más antes de encarar su armario. Sabiendo que estaba compitiendo contra el tiempo se va quitando el pantalón de su pijama, que en realidad solo era la ropa que utilizo el día anterior, mientras va buscando su atuendo de arquería, desesperándose al no encontrarlo en los primeros tres segundos, termina de pasar el elástico por los tobillos y justo entonces ve el montón de tela morado escondida tras una de sus tantas sudadera — ¡Al fin! — grita emocionada mientras hace el repaso — Toalla en el baño, arco listo, estuche listo, flechas listas — se pone bajo el brazo su ropa y estaba por comenzar a quitarse el suéter que llevaba puesto cuando un susurro en el fondo de su mente se vuelve audible y le recuerda un pequeño detalle rubio que estaba en la habitación.
Como si se tratara de algún robot al que nunca le dieron un cambio de aceite en años la omega gira con movimientos rígidos, la omega se gira con los ojos bien abiertos los labios apretados en una expresión que podría pasar por la de un cachorro, un Golden retriever que acababa de ser atrapado a media travesura; las mejillas se le ponen roja al tiempo que sus ojos brillan en la perfecta combinación entre vergüenza y ansiedad al encontrarse con la alfa de la que se había olvidado. Por parte de Yelena las cosas no están mucho mejor, sus ojos se mantienen fijos en la piel que se presente ante ella de golpe y sin esperarlo, sus pupilas dilatadas no dejaban de subir y bajar sobre esas largas piernas, su respiración se había vuelto más trabada, casi congestionada mientras que su rostro se mostraba sonrojado hasta el punto de parecer estar a medio golpe de calor. Las miradas se cruzan tras unos segundos de reconocer lo que estaba pasando, un choque de reacción ante el pequeño accidente inesperado.
Kate reacciona lanzando la ropa que tenia en sus manos, un lanzamiento que resulta ser muy efectivo al golpearle directo a la cara a la alfa quien recibe el impacto como un regreso a tierra para girarse a un lado dándole la privacidad que tanto necesita la omega — ¡Lo siento! — pone una mano para bloquear la vista a su derecha — Yo-yo — la voz le tiembla como si fuera una quinceañera, no le gustaba verse tan patética, no es como si esa fuera la experiencia con menos ropa que le involucrara con una omega, si hacia un ejercicio rápido de memoria, podía decir que estaba viviendo la experiencia más inocente con una omega que encontrara atractiva, ni siquiera era la primera vez que veía a Kate con poca ropa — ¡te dejo para que te cambies! — se gira rápido a la salida, asustada por la situación, tan alterada estaba que olvida que ha cerrado la puerta y termina estampándose de cara contra la madera, un golpe tan fuerte que resonó en todo el cuarto — ¡Blyat! — se lleva la mano a la nariz, apretándose el tabique adolorido, un instante de debilidad antes de volver a abrir la puerta — ¡Te espero abajo! — dice con la voz más aguda, saliendo rápido y cerrando casi con un golpe.
Separadas apenas por un trozo de madera ambas tienen una reacción similar a la situación, ambas se acercan a esa frontera física, recargándose contra la puerta, si no hubiera nada entre ellas estarían apoyadas espalda con espalda. Ambas se deslizan hasta quedar sentadas en el suelo con las manos llevadas a la cara sobre los ojos, con las mejillas inundadas en sangre, ambas muertas de vergüenza por lo que acababa de pasar, sus corazones laten a la misma frecuencia acelerada y aun más importante, sus feromonas danzan por el aire, se filtran por la rendija de la puerta, fusionándose en el cuerpo de la otra, ayudando a tranquilizar a la otra, sus aromas pasan con tal facilidad que ninguna de las dos se da cuenta de que ocurría. Retiran sus manos un momento de sus rostros para ver al frente, recordando todo lo que había pasado en tan poco tiempo, un pequeño ronroneo se les escapa al mismo tiempo, su respectivo alfa y omega se regocijan ante la particular experiencia, una situación tan extraña para una pareja que parecía estar rodeada de situaciones y particularidades extrañas.
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Las chicas no tuvieron la oportunidad de sentirse muy avergonzadas por la peculiar situación que habían vivido, al fin de cuentas iban bastante tarde para cumplir con el horario de la omega quien, como la persona responsable y exigente que era, no podía soportar la idea de llegar siquiera un minuto tarde a tan importante compromiso por el que ya se había esforzado tanto. En la intimidad de su cuarto y baño solo se dio un par de segundos para pensar en lo ocurrido, recordando la mirada de Yelena, congelada como si estuviera hipnotizada, le es imposible evitar sentirse halagada por ver que era capaz de provocar que una alfa, una vengadora, una viuda negra, terminara comportándose como una adolescente inexperta; si no fuera porque tenía tan poco tiempo, sin duda hubiera estado acicalándose el orgullo por dicho logro.
Mientras el agua corría rápida y helada por una ducha de mano, limpiando el cuerpo de la omega, en la planta baja, Yelena estaba haciendo lo que podía para tratar de tranquilizarse, algo que de normal debería de ser pan de cada día, una parte tan simple de su entrenamiento que incluso se enseñaba en todas las escuelas del mundo para evitar que las alfas y omegas terminaran reaccionando como bestias descabezadas ante estímulos que fueran repentinos y muy, valga la redundancia, estimulantes para sus instintos primarios y ¡Claro que ver a la omega de la que se está enamorada desde antes de conocerla cuenta como un gran estímulo para los instintos de Yelena! Comienza con lo más básico, respirando a una cadencia corta en búsqueda de que su pobre corazón se calmara un poco, de conseguir que sus mejillas dejaran de ser rojas y, más importante aun, tratar de controlar su desquiciado sistema hormonal que estaba vaciando todas sus reservas de feromonas. No fue suficiente, claro que no, tuvo entonces que concentrarse en hacer algo, poner su mente y cuerpo ocupados en buscar las cosas que su omega iba a necesitar, llenar botellas de agua fue lo primero en la lista, se había dado cuenta de que la arquera tomaba mucha, muchísima agua, en un día tranquilo donde no tuviera que hacer ejercicio la había visto rellenar su botella de un litro por lo menos en seis ocasiones y como no compartían la totalidad del día juntas pudo suponer que bebía aun más de lo que veía; llena dos botellas diferentes, una con el agua que agua fría y otra con la temperatura que le apeteciera al grifo sacar.
Algo tan simple no termino por ser suficiente para tranquilizarla, si bien sus feromonas habían vuelto a quedarse dentro de su cuerpo, donde bien debían quedarse hasta que estuviera en un lugar más privado, los rasgos de su descontrol que persistieron fueron más físicos e incomodos como podía serlo el calor persistente en sus mejillas vueltas rojas ante la repentina aparición de imágenes sugestivas de las ocasiones en las que la ropa escaseo entre ellas y cierta tensión asfixiante entre sus piernas le hace grulle con frustración por la sensibilidad aumentada en la zona. Para poder tranquilizarse con total eficiencia debería de tomar entre sus manos alguna de sus pistolas para desarmarla con su habilidad que rozaba casi la memoria muscular, debería repetir por lo menos en tres ocasiones hasta por fin alcanzar un estado de totalidad serenidad sin más problemas incomodos entre sus pantalones ni sonrojos en su rostro. Por desgracia, cuando ya estaba alcanzando la funda que colgaba en su espinilla, su atención se centro en el claro ruido de unos pesados y furiosos pasos acercándose a gran velocidad, en un vistazo rápido alcanzo a observar como la omega se deslizaba por el barandal de las escaleras, tan raído que termina aterrizando con un pequeño salto tan bien ejecutado que parecía esperar puntaje por un jurado.
La visión de la omega no hace nada por tranquilizar a Yelena, apareciendo con el cabello aun suelto y húmedo a sus espaldas, brillando por los rastros del agua que aun quedaban, su traje de arquera con tonos morados en lo alto y oscuro abajo se asentaba en su cuerpo con un ligero vuelo, apenas uno o dos centímetros, algo que debería pasar inadvertido con cualquier otra prenda pero siendo que, intuía, el traje se trataba de una prenda a medida esa pequeña diferencia entre tela y piel que iba más allá de un habitual margen de comodidad no paso por debajo de los radares de Yelena. En otro momento podría haber comentado algo al respecto, hubiera interrogado sobre la prenda para tratar de descubrir si estaba viendo las pruebas de un problema o si solo estaba volviéndose loca, en cambio, reacciono como la alfa aun emocionalmente inestable que era desde el pequeño accidente, se quedo inmóvil, observando a la omega moverse por el lugar como si vivieran en el… observándola comprobar que tuviera todas sus cosas preparadas como si no hubiera nadie más en el lugar.
Se obliga a regresar a la realidad cuando su teléfono vuelve a hacer ruido con una ultima alarma de advertencia, estaban sobre la hora — ¿Lista Kate Bishop? — la nombrada que estaba revisando la gaveta donde guardaba sus botellas salta un poco ante el ruido repentino, demostrando que se había metido muy profundo en su mente — Tienes tu agua lista en la nevera —.
Es rápida en entender las instrucciones, tomando apenas unos segundos para tener el tan preciado liquido al alcance de la mano, solo entonces voltea a ver a la rubia — ¡Claro! Lista y preparada — entrega la sonrisa más radiante que puede generar tan temprano en la mañana, como si el pequeño accidente anterior nunca hubiera pasado.
Dicha calma es sin duda un gran alivio para la alfa quien no dudo en responder el gesto, aferrándose de vuelta a las llaves de su auto — Entonces movámonos que no hay más tiempo que perder —.
El estatus de paz es proclamado en silencio, dejando en claro que ambas deseaban dejar atrás el desastroso inicio de mañana el camino a la universidad fue mucho más simple aunque eso sí, el silencio se extendió más de lo normal mientras caminaban por las ajetreadas calles de la ciudad. Durante el trayecto hacen su pausa reglamentaria en esa avenida repleta de puesto de puestos de comida rápida, deben hacer una primera parada en el puesto del chico en contra de quemar el pan Kowalski, a quien le pidieron una importante orden para llevar donde por fortuna ninguno incluía pedidos contradictorios o pan carbonizado, la arquera se llevaría una caja llena de sus mejores ejemplares de beagles, incluyendo un par vegano pues sabía que una de sus compañeras lo era, en lo que le parecía ser un magnifico presente para debutar en competencia al mismo tiempo que cumplía con su palabra de hacer correr la voz sobre el puesto del buen Kowalski; su propio pedido debió de hacerse esperar a unos cuantos pasos más delante en un puesto poco concurrido y con una persona que no le importo mucho cumplir con las particulares exigencias.
Haciendo a un lado que apenas y habían dicho alguna palabra durante el viaje, algo extraño siendo que a buena por la mañana era cuando más se le soltaba la lengua a la omega, el viaje estaba siendo uno de lo más normal. Aunque había otro detalle mínimo, casi insignificante, que sumaba al pequeño tarro de preocupación en la mente de Yelena: la lentitud con la que iba comiendo el pequeño bocadillo, algo que sin duda pudo haber dejado pasar como algo insignificante, más teniendo en cuenta que la omega nunca había demostrado ser alguien que comiera como si fuera su ultima comida en vida, era más de las personas que se tomaba su tiempo, desmenuzando el platillo durante minutos, solo revolviéndola en momentos, solo troceando la comida hasta hacerla más pequeña; aun con dicho historial la omega estaba rompiendo sus propias marcas, solo daba pequeños mordiscos que resultaban menos que pellizcos, como un polluelo que apenas comienza a comer por su cuenta y solo sabia picotear de forma superficial. Dicho retraso se vuelve notorio cuando ambas ya estaban a menos de una manzana de la facultad y el beagle aún estaba completo casi a la mitad. Alcanzo a notar como la respiración de la omega fallar un poco cuando se quedaba viendo el platillo, volviéndose temblorosa como un quejido doloroso justo antes de dar bocados más grandes, Yelena se alarma un poco cuando parece sufrir una pequeña arcada al tragar las ultimas partes de su desayuno y una pequeña capa de sudor hace aparición para mancharle el rostro, sudor que sin duda no era producto de la temperatura ni de la actividad para nada exigente que estaban realizando — Solo estoy nerviosa — respondería la omega cuando Yelena le cuestiona sobre su estado de salud, esquivando la verdadera respuesta con un pase de seguridad que podría haber servido para despejar las dudas de cualquier persona normal. Pero para desgracia de la necesidad aprendida de ser lo menos molesta posible, a su lado tenía a alguien que iba más allá de las capacidades de una persona normal, Yelena anoto cada detalle, lista para ir creando un caso, en búsqueda de una prueba que resolviera el acertijo del aparente mal estado de su omega.
Cuando el ultimo trozo de pan desaparece de la existencia material para trascender al cielo de los panes ambas llegan a su tan esperado destino. Los campos de entrenamiento estaban aun más llenos que la primera vez que tomaron ese camino, muchos equipos ya estaban calentando aprovechando que la llovizna por fin había decidido dejar de caer sobre la ciudad, justo al tiempo exacto para que las actividades se pudieran retomar sin ningún retraso. Que conveniente.
La despedida temporal llega por mucho que ambas lo odiaran, llega en cuanto el listón verde avellana, tan similar al tono de ojos de la alfa, se termina de enrollar sobre la agarradera del arco. Yelena le desea la mejor de las suertes antes de verla alejarse rumbo al campo donde la omega siempre se veía más tranquila y en cuanto la distancia entre ellas es mayor a un par de metros, un quejido bajo se le escapa de la garganta tan de repente que le es imposible reaccionar para evitar que se escuchara, con las mejillas rojas de vuelta y una mano cubriendo su boca la pobre alfa se aleja a las gradas lista para volver a comenzar con alguno de sus métodos para tratar de tranquilizarse un poco.
En cuanto dio el primer paso por el verde pasto todo rastro de nerviosismo u ansiedad desaparecio del cuerpo de Kate, su mente no pensaba en nada más que en la competencia por llegar, en salir y demostrar que ella había ganado su medalla de oro, que era solo suya y de sus compañeras. Una Kate concentrada resulta una Kate peligrosa, sus compañeras del equipo olímpico siempre hacían una comparación tan acertada como odiosa para ella: Una Kate concentrada es como un perro de caza. Tenía sentido si lo pensaba, pues al momento de salir al campo casi terminaba teniendo visión de túnel, no había un mundo más allá de los limites de donde compitiera, no existía la voz de su madre haciéndole sentir miserable, no había basculas que le recordara lo fea que era, solo estaba ella y una meta que iba a alcanzar en cabeza aun si le costaba sangre llegar a ella. No le gustaba la comparativa con un perro por lo cercana que era a su maldición, por tanto, en su opinión, su estado de alta concentración era más como la de un halcón al cazar, tomando altura una vez encuentra su presa, cayendo en picada con la seguridad de que iba a conseguir atrapar a su presa. Esa comparativa le gustaba mucho más. Rápida, paciente, precisa y letal; mucho mejor que pelos por todos lados y pulgas.
Entra al vestuario maniobrando como si fuera bailarina, empujando la puerta con el apoyo de su bolso que descansaba en su espalda baja mientras hacía equilibrio con la gran caja de comida que había comprado, consiguiendo entrar sin que algo cayera y haciendo el menor ruido posible. En el interior ya esperaban unas cuantas personas, la entrenadora a la cabeza repasando algunas cosas en su pizarra de donde colgaban fotos de las integrantes del equipo contrario y por lo visto no estaban muy concentradas en dicha tarea pues su llegada capto la atención de todas en el interior, tanto que incluso se escuchan algunos suspiros una vez que la puerta se cierra. La caja encuentra su lugar de reposo sobre la pequeña mesa al centro del lugar y en ese instante la entrenadora se da la vuelta para ver a sus dirigidas.
— Muy bien chicas, tenemos un poco más de tiempo mientras esperamos a que el terreno se asiente tras toda esta lluvia, así que vamos a ir adelantando la charla táctica — empuja con mucho cuidado la pizarra móvil, mostrando entonces toda la información que se había recopilado respecto al rival —. Este encuentro es el más difícil de los que tenemos en esta primera vuelta y que mejor que tenerlo para iniciar — señala entonces la primera foto —. Ella es su cabeza de lanza, tres veces campeona nacional de arquería, estuvo en la lista previa de las olimpiadas con Inglaterra, aunque no entro por una lesión de hombro, este es su regreso oficial. Suele buscar los nueves con una precisión superior a la media. Es una gran amenaza, sin duda la mejor tiradora rival —.
— Menos mal que tenemos nuestra propia amenaza — la voz de Greer resuena con un claro rastro de cansancio desde la puerta, un jadeo acelerado que demostraba que la chica había corrido hace poco.
La entrenadora le mira como si acabara de decir la estupidez más grande registrada en la historia — Llegando tarde a tu primera competencia, parece que tenemos una novata a la que le gusta tentar su suerte —.
— Bueno, si nos ponemos técnicos llegue justo a tiempo ¿no? — intenta dar la mejor de sus sonrisas para calmar el ambiente — Digo, aun no estamos disparando y el rival aun ni ha llegado —.
Un fuerte suspiro precede a una pequeña filtración de feromonas cargadas de estrés por parte de la entrenadora quien se frota la cien en búsqueda de paciencia — Pase y tome asiento antes de que la mande a cortar leña —.
Entendiendo que no estaba para tentar su suerte se apresura a caminar por el lugar con una sonrisa traviesa en sus labios, saludando rápido a las otras chicas dentro del vestidor hasta llegar justo al lado de Kate, quien en efecto no presto atención a la incursión, concentrada en ver las estadísticas de todas las competidoras. Era una mala suerte el que tuvieron que competir primero contra un equipo tan empecinado en querer repetir campeonato, acompañando a la casi olímpica estaba una chica a quien reconocía, una alfa con la que compitió durante sus años formativos, fueron pocas las veces en las que se vieron cara a cara, pero suficientes para que pudiera recodar que era una magnifica tiradora, por lo menos una de sus tres flechas iba siempre ,o por lo menos la mayoría de veces, justo al diez lo cual obligaba al rival a igual el nivel. La ultima arquera se podía ver como el eslabón más débil para quien fuera tan imprudente de creer que hay eslabones débiles a ese nivel de competencia donde se solían forjar una clara diferencia entre quienes tenían madera de competir al máximo nivel y quienes solo estaban ahí por diversión, mismos solían salir rápido de los cuadros tras los primeros encuentros de la temporada, era una novata, sin mayor información que compartir, aunque saber que no había tenido experiencia previa a la universidad ya era un dato que ayudaba a planificar.
La entrenadora fue un poco conservadora al decidir utilizar una alineación de rival a rival, de forma descendiente desde la arquera con mayor experiencia a la de menos. Por tanto Kate iba a ir en cabeza, dándole la vital responsabilidad de ser la encargada de dar la cara por su universidad, por sus compañeras, por su madre y todo el esfuerzo que había puesto sobre ella hasta llevarla a ese lugar. Una gran responsabilidad con la que podía cargar un día más, como lo había estado haciendo la mayoría de su vida.
— Bien. Voy a salir a hacer una revisión del campo, ustedes salen a calentar en diez, solo harán un trote lento ¡No quiero ver ni una sola carrera, la que se termine lesionando a minutos de debutar va a desear estar muerta! — todas las chicas entendieron al instante, respondiendo de forma verbal como no verbal. Es una gran ventaja que la entrenadora resultara ser una beta pues gracias a ello podía hablar con gran libertad a su equipo sin preocuparse por terminar provocando que las omegas se sintieran obligadas a someterse o que las alfas encontraran en el tono algún tipo de reto que terminara en pelea —. Aprovechen para comer lo que Bishop les trajo quienes no han desayunado y cualquier duda que tengan respecto al valor de la competición respecto a las olimpiadas, pregúntenle a Bishop —.
Ante la ausencia de la entrenadora el vestuario se convierte en un lugar demasiado grande para apenas cuatro personas, aunque no va a ser quien se queje mucho, era mejor eso que estar a la intemperie con el calor naciente. La invitación a comer fue aceptada casi al instante, las chicas agradecieron por el desayuno ya fuera con palabras o con gestos, en cambio, la invitación de cuestionar respecto a cuanto podría ayudarles a llegar a la escuadra olímpica nacional resulta ser inefectiva pues cada una de las presentes ya sabía las respuestas que recibirían, bendita sea la tecnología, prefiriendo utilizar ese tiempo en concentrarse y tratar de despejar los nervios naturales de la competición.
Kate agradece el silencio. Su cansancio estaba volviendo a hacer mella en su cuerpo, el maldito bagel que había comido estaba apuñalándole el estomago y mejor ni hablar de cuanto le dolían los ojos, por eso detestaba dormir tiempo de más, por eso detestaba comer más de la cuenta.
— Oye, una duda — por desgracia o por fortuna, pues sus pensamientos se estaban acercando de manera rápida a un lugar por lo menos peligroso, su amiga decide romper el silencio, capturando su atención — ¿Nos entregan los uniformes antes de salir o debo ir a buscarlo? — las pequeñas expresiones en el rostro de Kate hablan más que mil palabras — Debía comprarlo por mi cuenta — intuye con evidente molestia, tanto que inclusos sus feromonas salieron a la superficie por unos instantes y en tan pequeña cantidad que fueron imperceptibles para el olfato regular, pero siendo que Kate tenía una nariz por encima de la media, por culpa de su maldición de bestia, consiguió detectarlas — ¿de cuanto estamos hablando? —.
No le gustaba ese aroma, no le gustaba pensar en que las personas estuvieran triste, lo detestaba, y siendo que ella tenía algo para hacerla sentir mejor se apresuro a tranquilizar las dudas — No usamos uniforme — la declaración rápida corta de lleno el torrente de feromonas —, bueno, si los usamos, pero solo cuando jugamos de visita o en cuadro de eliminación y solo porque es en campo neutral… si es que eso tiene sentido — Kate se queda a pesar respecto a dicha decisión de buscar terrenos neutrales, algo sin sentido a su forma de ver pues no es como que la arquería fuera tan popular como para tener sus aficionados que pudieran poner en desventaja al visitante.
Un suspiro aliviado consigue traer de vuelta a tierra a quien cuestionaba las decisiones de la organización — Menos mal, no sé qué hubiera hecho si tuviera que pagar algo ahora. Pero dime, ¿Cuánto cuesta? ¿Dónde lo compro? —.
— Oh no, tu tranquila, Bishop security dono los fondos para nuestros uniformes y material para la temporada — una sonrisa es lo primero que aparece, orgullosa de poder ayudara a sus compañeras en algo que puede resultar ser un dolor de cabeza, el equipo para competir podía llegar a ser caro como el carajo. Su sonrisa no se movió de su rostro aun cuando en su mente se movió a un lugar distinto, a las palabras de su madre tomando todo el merito por lo que había conseguido como arquera y estando ahí, rodeada de personas que se benefician de las generosas aportaciones económicas de su madre, no puede evitar darle la razón a Eleonor por mucho que le doliera. Porque ve imposible que la entrenadora decidiera no escogerla en competencia a sabiendas de que su ausencia podría terminar por hacerle perder el dinero que se necesitaba para competir a ese nivel. Tenerla en el equipo era tener un cheque garantizado a fin de mes. Tenerla en el equipo era tener feliz a Eleonor Bishop.
Un cheque caro, ese era el único valor que podía entregar a su equipo.
Esa realización le amarga la boca, hace que le duela el pecho con la contundencia del golpe de un martillo, sus feromonas, poco experimentadas en expresar sus emociones con eficiencia se asoman por los poros de su piel, intentando advertir a las personas a su alrededor sobre su estado de angustia y ansiedad. Pero su lado consiente hace aparición en cuanto siente su temperatura subir medio grado, más entrenado, más preparado, se apresura a buscar una forma de esconderse, de alejarse como siempre hacia desde cachorra cuando parecía volverse demasiado para el mundo.
Un mundo donde a la gente no le regalan las cosas como a ella.
Se levanta del asiento, haciendo uso de toda su fuerza mental para acallar sus instintos animal, por mero reflejo y costumbre hace por buscar sus frascos de supresores en su maleta solo para encontrar el bolsillo vació porque claro que olvido que le había prometido a su alfa — no es tuya, deja de llamarla tuya — que iba a dejar de tomarlos después de que casi se terminara matando por tomar una dosis demasiado alta solo porque fue demasiado estúpida al salir de casa sin revisar que aun tuviera sus supresores regulares, culpa suya el haber provocado a esos alfas que se volvieron locos por su aroma ¡Kate Bishop damas y caballeros! Un cheque en blanco que provoca demasiados problemas a todo el mundo.
— La entrenadora te pedirá tus medidas cuando estemos por iniciar los juegos de visita — mientras da por terminados el asunto de los uniformes comienza a realizar unos ligeros estiramientos para su espalda adolorida mucho más que en otros días —. Ahora, apúrate a comer que debemos salir a calentar —.
Una genuina sonrisa hace aparición en los labios de la otra omega, justo antes de hacer un saludo de corte militar llevando su mano a la frente — ¡Capitán, si capitán! —.
Los minutos pasan entre el grupo de arqueras entre silencios y platicas ligeras. Cumplen los parámetros indicados por la entrenadora, trotando a un ritmo lento solo en búsqueda de tensar un poco el cuerpo, la temperatura en la ciudad comenzó a subir junto con el sol, evaporando la lluvia que horas atrás había caído, pobres de las deportistas que tuvieron que soportar dicho cambio climático. Una pequeña tregua llego justo cuando dejaron de dar vueltas y se encontraban haciendo su trabajo de estiramiento, el viento comenzó a soplar con suficiente fuerza para que la copa de los arboles se menearan y se tuvieran que estar quitando cabellos de la cara cada tantos segundos, refrescando a las arqueras, algunas incluso terminaron agradeciendo por dichas ráfagas de aire, viéndolas como una intervención divina para evitarles un golpe de calor. Dicha felicidad no fue compartida por las más experimentadas quienes vieron un nuevo reto para cuando llegara el momento de disparar.
El equipo rival llego justo al momento en que los locales se comenzaban a retirar de vuelta a los vestuarios para la ultima charla. Tuvieron apenas un momento para que los equipos se pudieran reconocer a la distancia, tres mujeres caminando de forma relajada, como si estuvieran en el recibidor de su casa, con sus bolsos en la mano, aparentemente ignorando a quienes le veían desde la distancia. Atractivas, sofisticadas, concentradas y profesionales; son esos algunos de los calificativos que usaría Greer para describir a sus contrincantes mientras iba entrando de vuelta al vestuario, mucho más nerviosa que al inicio, mordiéndose las uñas mientras caminaba en círculos, sintiendo por fin los verdaderos nervios pre debut.
Por su parte Kate parecía ser la viva imagen de la tranquilidad, había vuelto a entrar en su visión de túnel, repitiendo en su mente cada uno de los videos que había visto de Hawkeye disparando, videos que observo en bucle hasta que le ardieron los ojos de lo concentrada que estaba durante su tiempo de aprendizaje. Sus manos estaban jugando con la cuerda se arco, tensándola de forma suave para que rebotara un poco sin llegar a lastimar la estructura rígida. Su mente estaba muy lejos del mundo físico, concentrada en la técnica perfecta que había copiado, haciendo estimaciones respecto al ajuste de trayectoria que tendría que realizar al tirar, ignorante pues del pánico que comenzaba a inundar a sus compañeras, pero su nariz si que estaba presente y más que activa al recibir de forma constante las feromonas ansiosas del resto de sus compañeras obligo al lado consiente de Kate a regresar a tierra para actuar en favor del equipo como la capitana que era.
Kate toma la invitación que las feromonas entregaban con la misma naturalidad con la que toma su arco, levantándose de su asiento, firme cual soldado, da largos pasos hasta estar frente a sus compañeros quienes le observan como venados en la carretera viendo a los faros de una camioneta. Los ojos azules observan a sus compañeras, recuerda la particular situación que estaba viviendo cada una de ellas, lo cual le ayuda a formar su discurso — Bien chicas, escuchen. Es nuestro momento, nuestra primera prueba de fuego, la primera competencia a gran nivel para algunas de ustedes. Nuestro rival es complicado, tienen experiencia, tienen conocimiento y tiene orgullo — más de un suspiro se escucha, uno cargado de nerviosismos al comprobar que sus preocupaciones respecto al rival eran verdaderas —. No será fácil, la victoria se decidirá por décimas, por los pequeños milímetros que separan la meta del camino — el pesimismo parecía estar reinando, hacía lo demuestran las feromonas que se vuelven aun más intensas y lúgubres —. Menos mal que nos gustan los retos, porque si no nos gustaran estaríamos en nuestras casas — las miradas se levantan, los ojos recuperan brillo y las feromonas se calman un poco —. Tienen elementos experimentados, pero la experiencia mal comprendida crea arrogancia, tienen a sus novatas excitadas por demostrar su valía y eso les puede volver imprudentes — las chicas se inclinan un poco, prestando atención a las palabras de la más experimentada — ¡Diez flechas! Eso es lo que tenemos, diez vidas, hagan que cuenten ¡y hacer que cuenten no significa que todas sean un diez! Preferimos un cinco seguro que errarla de lleno buscando la diana — esa aclaración fue suficiente para que más de alguna se calmara —. Somos un equipo, disparemos como tal, nuestro existo es tanto de quien dispara antes y después — anticipando el final las chicas se ponen de pie, acercándose un poco más a la oradora — ¡ahora solo les pido que salgan ahí y disparen con confianza, no con arrogancia! Y más importante aun — da una pequeña pausa dramática, inhala para comprobar como las feromonas recuperaron esa chispa eléctrica de emoción, justo lo que necesitaban — ¡Salid y disfrutad, que cada debut es un evento que recordaran! —.
Las chicas salen entonces entre pequeños vitoreo y risas, con Kate a la cabeza caminando con la seriedad de un caballero listo para cargar contra el enemigo, protegiendo a sus chicas de cualquier apresurado ataque.
Se encuentra con la entrenadora que les da su propia charla previa, animándolas aun más, avisándoles sobre el estado del clima, consejos sobre corregir trayectoria en caso de que aumente la velocidad del viento datos útiles respecto al rival, información importante que Kate ignora pues, otra vez, se ha concentrado, ha tomado altura entra las nubes, lejos de la vista del roedor que es una presa sin saberlo.
Mientras recibe el banderín con la heráldica de la universidad rival por parte de la capitana y ella entrega el de la suya, sigue repitiendo en silencio el mantra que ese día quizás le llevaría a la victoria — Si no somos más que un cheque, hagamos que valga hasta el ultimo centavo — son las palabras que un buen oyente podría escuchar ser pronunciadas en susurros por Kate mientras una flecha impacta el centro de la diana marcando el primer diez de aquella moribunda mañana.
3
Desde las gradas la historia de cómo se da el tan esperado debut del torneo nacional de arquería por equipos a nivel universitario se vive con una emoción que sobrepasa a lo regular para ese tipo de eventos. Al ser una edición que contaba con el debut de más de una de las competidoras y el regreso a campo tras lesión de otra, el publico asistente resulto superior a la media, nada que rivalizara ni se acercara un poco a los eventos más taquilleros del calendario deportivo universitario estadounidense, pero veinte gentes viendo a seis chicas competir con un arma prehistórica era sin duda un buen numero de espectadores.
Yelena estaba en la parte más baja del graderío, recargada sobre el barandal lista para saltar a defender a su omega en caso de que algo ocurriera, su vista estaba fija a tiempos iguales entre el campo donde las flechas volaban y con el resto de los espectadores, solo su vista periférica era necesaria para identificar si había alguna amenaza inminente entre ellos y sin duda no necesitaría de toda su atención para neutralizar al supuesto peligro. El noventa porciento de su atención debía estar puesta exclusivamente en una persona que se había colado por debajo de su piel aun antes de que se conocieran en persona.
El cable se tensa. Los músculos de la espalda se contraen y bloquean. Ralentiza tu respiración, exhala y relaja tu mano.
Las palabras de Clinton se repiten en su mente sin permiso mientras la omega realiza su segundo disparo con la misma precisión que el primero, incrustándose en el circulo más pequeño de la diana como si midiera un kilometro en vez de unos pocos centímetros. Un gruñido de frustración se le escapa a Yelena al pensar que tuvo una charla de casi dos horas con el anciano solo para tener conocimiento fresco respecto a la arquería para poder saber que tan bien estaba haciendo las cosas su omega. Un suspiro de adoración se le escapa al sentirse estúpida al pensar que encontraría algún fallo en su omega.
Gracias a su expertis como asesina, espía en SHIELD, miembro de apoyo no oficial ni registrado ni afiliado a los vengadores y como una persona que había pasado mucho tiempo en campo junto a Clinton, Yelena podía afirmar que Kate Bishop era una arquera mucho mejor que el anciano; estaba segura de que si los ponía a competir seguro terminaría adelantando el retiro de su amigo para gran gusto de Laura Barton. La broma que se dijo a si misma le llevo a recordar la declaración de Kate sobre sus sueños de formar parte del tan presuntuoso equipo de héroes que defendían el mundo con resultados cuestionables y por un instante el miedo fue la emoción principal que inundo su cuerpo, otra vez, igual que aquella vez. Yelena conocía de cerca lo que era la vida de una vengadora, noches sin poder dormir pensando en lo cerca que estuviste de morir, era revivir momentos para nada heroicos que te hacían preguntar si en verdad estabas haciendo el bien o si solo te mentías mientras destrozabas vidas, era vivir con el fracaso de nunca poder salvar a todos, era cerrar los ojos y ver a amigos, compañeros, familia, gente que confió en ti, muertos por no haber sido lo suficiente para salvarlos; era una vida dura, una vida que destrozaba a los que la habitaban poco a poco, donde las personas eran consumidas hasta no dejar nada más que un cascaron vació e inexpresivo que se refugiaba en el alcohol como única forma de afrontar la vida o renacían como algo mucho más grandes que ellos mismo.
El resultado de que pasaría con su omega si entraba en esa vida era uno que Yelena desconocía, una respuesta que el azar y el destino guardaban con receloso secreto. Yelena deseaba encontrar la dirección del dichoso destino y azar para dejarles un regalito en forma de munición HE a 905 metros por segundo.
Sus preocupaciones nacían del profundo cariño y adoración que sentía por Kate tanto por parte de su ser racional como de sus instintos de alfa que gritaban por protegerla hasta de los molestos rayos del sol, instintos que se intensificaban cada vez que recordaba la forma en la que se conocieron y en las desventuras que habían vivido en el tiempo que llevaban conociéndose. Eran preocupaciones honestas, no malintencionadas, pero egoístas de principio a fin, sabía bien que si su omega decidía vivir su vida como una vengadora lo iba a lograrlo así le costara el pellejo, porque su omega era alguien comprometida, veía ese fuego primigenio ardiendo tras esos helados ojos cuando se concentraba en completar algo por pequeño que fuera, veía esa dedicación que se necesita para arriesgar la vida por otras personas sin esperar siquiera un gracias por ello, era la misma mirada que ponía su hermana cuando saltaba al peligro en contra de una orden directa solo porque vio a un civil en peligro, ambas tenían la mirada de alguien dispuesta a enfrentar a un ser de poder cósmico con las manos desnudas aun si les costaba la vida con tal de poner a otros a salvo. Su hermana ya había demostrado que era capaz de dicha omisión a los principios básicos de autopreservación en más de una ocasión, solo esperaba que, por el bien de su salud cardiovascular, Kate Bishop tardara muchísimo tiempo en pelear contra algún ser de poder más allá de lo sobrehumano.
Una pequeña mancha oscura se mueve a su izquierda, un movimiento suave y rápido, no necesita de ningún dato adicional para saber de quien se trataba. Con un simple movimiento lanza una pequeña bola de papel que estuvo formando, sin darse cuenta, con una de las servilletas que consiguió del puesto del hombre que nunca quema el pan — Llegas tarde — su mirada sigue el encuentro, la amiga de su omega estaba por disparar, su contrincante acababa de marcar un sólido diecinueve de puntuación general, lo cual sin duda sumaba mucha presión a la pobre debutante.
— Yo aun veo flechas volando, creo que llegue justo a tiempo — la postura de la debutante no es tan buena como la de Kate, su codo se levanta un poco más de lo necesario su brazo tiembla ante la tensión extra que ejerce sobre el arco dificultando tener un tiro limpio, pequeños errores que sin duda eran muestra de su inexperiencia, por no hablar que aun debía recordar abrir ambos ojos antes de disparar — ¿Cómo van las cosas? —.
— Cuarto set, van tres puntos a tres, la muy cabrona de su rival acaba de meter un nueve y diez — la omega relaja la mano y la primera flecha sale disparada a gran velocidad, volando por el aire hasta clavarse justo en el circulo del ocho.
Se va preparando el segundo tiro, no hay tiempo para poder regocijarse por conseguir una buena puntuación — En un idioma del siglo veintiuno ¿qué diablos significa eso? — Sonya se reacomoda para copiar la postura de su amiga consiguiendo poner su total atención en la competencia.
La espalda estaba inclinada unos cuantos grados de más hacía atrás, muy poco para que alguien que no fuera un agente entrenado para encontrar aquellos detalles en la postura de una persona pudiera notarlo con claridad, pero suficiente para terminar afectando un poco al tiro, la cuerda se suelta y la flecha vuela hasta volver a encontrar su destino final de vuelta a la zona del ocho, un buen set por parte de las chicas, pero no suficiente — Para que tu pequeño cerebro lo entienda — ladea un poco su cuerpo para esquivar el golpe juguetón que trato de conectar su amiga —, ahora solo les sirve ganar el siguiente set para irse a ronda de desempate —.
Entre los equipos se muestra una clara diferencia entre los estados de animo, las visitantes ya se estaban relamiendo los bigotes ante lo que parecía ser una victoria cantada. Por parte de las locales era evidente el nerviosismo e incluso cierto grado de frustración por haberse complicado tanto la vida en el primer encuentro de la temporada y eso también se notaba en el publico donde las visitas estaban eufóricas, alargando el aplauso cuando se anunció el marcador. Yelena tiene que resistir al impulso de girarse y mostrar los colmillos a todos los imprudentes que parecen regocijarse con el teórico fallo del equipo de su omega, se obliga a recordar que su omega es alguien competitiva, alguien que se concentra aun bajo suma presión, observa a su omega hablar con sus compañeras y aun cuando no puede saber lo que dice desde tan lejana distancia sabía lo que estaba haciendo, sabía que les estaba dando ánimos, lo notaba por la postura que tomaba, aun más recta, más firme, alzándose en toda su altura como una montaña que roza el cielo.
Yelena tiene la certeza de que ese encuentro iba a terminar a favor de su omega desde que la ve jugando con su flecha mientras espera a que le den la indicación para que pueda disparar su primera flecha.
El cable se tensa. Los músculos de la espalda se contraen y bloquean. Ralentiza su respiración, exhala y relaja su mano.
La primera flecha vuelve a encontrar el punto exacto del centro de la diana, otra vez, como en los anteriores ocho tiros y como terminaría siendo tras los diez tiros totales y parece pasar inadvertido el merito de tan buen disparo hasta que el segundo sale igual de bien y entonces los murmullos comienzan a llegar en el público. La rival de Kate se encarga de hacer que las cosas sigan tensas, demuestra de vuelta porque estuvo tan cerca de llegar a las olimpiadas al clavar de vuelta un doble diez, como lo hizo casi en todos los tiros. El desastre parece cernirse sobre el equipo cuando llega la segunda tiradora, el viento aumento su fuerza de forma repentina, justo en el momento en que se realizo el disparo, la flecha se desvía del centro, tanto que cae hasta el cinco, la frustración de los locales es más de evidente mientras que el publico visitante comienza a regocijarse ante el suceso, el según disparo se realiza tras unos segundos llenos de meneos de cabeza por parte de la tiradora, la postura resulta ser más insegura que en intentos pasados y eso se refleja cuando la segunda flecha sale disparada hasta impactar en el siete, una sumatoria que resulto más que decepcionante cuando el rival metió un doble nueve, un resultado que dejo a las locales al borde de la tragedia.
El peso de toda la esperanza del equipo recayó sobre la novata. Necesitaba hacer una magnifica ronda y todavía debía cruzar los dedos para que su rival no terminara haciéndolo aun mejor. No era una situación agradable, ni los arqueros más experimentados gustaban de estar en tal posición y a quienes les gustaban se les debía considerar como masoquistas.
Greer se toma su tiempo, nadie le apuraba, solo el árbitro tenía ese poder y sin duda les daban suficiente tiempo como para ir haciendo el testamento a su carrera en caso de que fallara. Niega con la cabeza, no puede permitir que su juicio quede nublado por su pesimismo, el equipo dependía de ella, lo sabía muy bien, Kate dependía de ella, era su gran momento de demostrar que no estaba en el equipo solo porque le invito una amiga.
Da un paso al frente para tomar su lugar en la posición de tiro, coloca la flecha en posición de espera, su vista se queda centrada sobre la diana mientras recordaba los consejos que Kate le entrego durante sus entrenos, se concentra en delimitar el punto al que quiere disparar, entre los ocho y diez puntos para ponerle presión a su contrincante, le seguía pareciendo mucho espacio, mucha posibilidad de fallar, así que cierra un poco más el circulo mientras carga el arco y comienza a tomar postura, decide un objetivo: el nueve, iba a clavar la maldita flecha justo en el nueve.
El cable se tensa. Los músculos de la espalda se contraen y bloquean. El codo se alinea a la altura perfecta, dando estabilidad y maximizando fuerza. Corrige puntería para que el aire no moleste, usándolo a su favor en vez de contra. Ralentiza su respiración, exhala y relaja su mano.
La flecha vuela casi que en cámara lenta, temblando en el aire, girando un poco hasta romper la tela de la diana con un suave golpe en la línea más alta del nueve. Un tiro limpio. Tan fino, tan en el limite que el juez y arbitro necesita tomarse unos cuantos segundos para deliberar respecto a un veredicto, Greer estuvo casi disociada durante dicho tiempo, decidida a que su concentración no se viera interrumpida por un mero tramite. La decisión pasa por debajo de su radar, no reacciona cuando le designan un diez, su primer diez en toda su corta carrera como arquera, no hay tiempo para celebrar cuando ya esta cargando su ultima flecha. El segundo disparo es ejecutado con mayor velocidad, solo necesita unos cuantos segundos en cuanto le dan permiso para ponerse en posición, había encontrado la zona, sabía a donde y como disparar, había conseguido solucionar lo más difícil, así pues, en cuanto le dieron la luz verde volvió a dejar ir su flecha. Una pequeña sonrisa, cargada de orgullo, aparece cuando ve que el tiro impacta de lleno al nueve, cerrando una magnifica ronda, cargando con responsabilidad al rival.
En las gradas las emociones se reflejaban de forma descarada por sonidos y por olores. La ultima ronda resulto ser excelente en materia de espectáculo, la debutante visitante termino por verse afectada por la vara alta de Greer, siendo incapaz de replicar lo ocurrido en el cuarto set, clavando únicamente un siete y un seis, dándole la victoria a las locales en el quinto set por apenas un punto de diferencia, dejando el marcador final cinco a cinco.
— Para ser un deporte tan antiguo, debo decir que es más emocionante de lo que esperaba — Sonya se reclina aun más, queriendo afinar aun más su vista para no perderse ningún detalle —. Entonces, desempate —.
Yelena ve con una sonrisa como su omega vitorea al conseguir llevar el encuentro a un punto de muerte súbita, felicitando a su novata con una gran sonrisa e incluso tomándola por los hombros, casi abrazándola — Van mano a mano, un solo tiro, el que llegue más cerca de la equis al centro gana — deja escapar un largo suspiro, liberando tensión que no sabía que había adquirido durante todo el rato de la competencia. Cuando su atención vuelve al frente ve al árbitro hablando con ambos equipos, haciendo un gesto a su reloj, marcando entonces la pausa de hidratación previa a la definición, un descanso que sin duda todas las participantes necesitaban con el sol abrasador brillando sobre ellas. Hace el apunte mental de conseguirle algo más de agua a su omega, quizás electrolitos, el riesgo de que sufriera un golpe de calor estaba latente —. A todo esto ¿qué hizo que te tardaras tanto? — por una vez su atención se aleja del campo para ver a su amiga.
Sonya deja escapar un resoplido de puro cansancio, llevándose una mano a la cara, frotándose los ojos — Termine un trato hace poco, compre un auto a un precio que era una absoluta ganga — nota al instante la emoción que emana por sus feromonas y le gustaría preguntar sobre los detalles de tal compra, pero siendo que en una ocasión confundió una pick-up con un SUV, prefiere quedarse callada reconociendo que estaba en campo desconocido —. Para hacerla corta, el muy idiota le estuvo poniendo diésel al auto ¡diésel! Tengo que purgar todo el maldito motor de punta a punta y para colmo, el muy bestia no le hizo un cambio de aceite en tres años — se lleva las manos a sus cortos cabellos, tirando de ellos un poco, dejando ver una que otra pequeña mancha en sus manos de lo que podía ser aceite —. Me hubiera salido mejor gastar más en uno recién salido de agencia —.
— ¿Qué no se supone que esas cosas son las que debes preguntar antes de dar un dólar? — un pequeño gruñido se escucha en advertencia, advertencia que es ignorada — ¡Es más fácil estafarte a ti que aun cachorro! — un puñetazo más sale en su dirección, un puñetazo más que es esquivado a la perfección — Oh por favor, hermanita, no te enojes conmigo, no es mi culpa que tengas la habilidad de negociación de un borracho —.
Sonya vuelve a gruñir, apretando los dientes un poco y susurrando maldiciones inteligibles, a excepción de una muy especifica — Eres insoportable cuando te esta por llegar el celo —.
Ante tal declaración es turno para que Yelena sea quien saque algún gruñido por lo bajo — Primero se te estropea el instinto de canje y ahora el olfato, amiga mía tienes más fallas que una Sig —.
— Por favor Yelena ¿hace cuanto nos conocemos? — la respuesta no requiere ser pronunciada, la respuesta esta fresca en la mente de ambas: siete años, cinco en la habitación roja, dos desde que se reencontraron, ocho meses, ciento treinta días — Se muy bien como apesta tu pre celo y ahora mismo hueles como si te hubieran sacado del basurero de la promiscuidad —.
Las alarmas de Yelena se encienden porque que una persona se equivoque al olerla puede ser algo casual, aun si esa persona era su hermana que la conocía de toda una vida, pero que dos personas se equivocaran en el mismo día y que ambas fueran viudas negras entrenadas para detectar feromonas incluso en medio de una tienda de perfumes era casi una sentencia de que quizás ella misma era quien estaba equivocada.
No tiene la oportunidad de hacer más preguntas al respecto pues un silbato a lo lejos les indica que la competencia estaba por reanudarse.
El campeonato tenía la facultad para tener sus normas particulares en secciones particulares como podía serlo la ronda de desempate en los encuentros. En la mayoría de competencias cuando se llegaba a esas instancias de resolución lo normal es que se eligiera, de forma previa, una arquera designada para realizar dicho disparo y una suplente en caso de que sucediera alguna lesión inesperada a medio juego; en cambio, lo que hacían en la competencia era algo un poco más… emocionante a la par de sencillo, la tiradora final se escogía al azar entre ambos equipos pero, muy importante el pero, si se daba la situación en que ambos equipos tuvieran un miembro debutante, serian ellos quienes deberían decantar la victoria. Una decisión un poco controversial por la presión inmensa que ponía sobre gente que apenas comenzaba a competir, pero que busca fomentar cierto espíritu de competencia y hacer sentir más importantes a los jóvenes competidores.
Greer recibe ánimos por parte de Kate, palabras firmes que se encargan de recordarle sus puntos fuertes como arquera, repasando los consejos que le entrego desde la primera vez que se vieron en el campo. Las instrucciones que entrega parecen surtir efecto pues la novata avanza hasta su marca con un paso que gritaba confianza y seguridad a cada pequeño movimiento de sus piernas. Se realiza una nueva ceremonia, porque si algo sobraba en los deportes además del ego eran las ceremonias, un apretón de manos para desearse buena suerte antes de que el árbitro les diera luz verde para tomar sus puestos y se alistaran para disparar.
La pausa resulto ser beneficiosa para Greer, el tiempo en paz le ayudo a afianzar los pequeños errores que estuvo teniendo durante la competencia, las palabras de Kate hicieron que se afianzara en ella la confianza de que sus habilidades eran más que suficientes. Con la flecha cargada y el brazo preparado la orden de disparar llega con la naturalidad de un amanecer, su espalda se inclina, el cable se tensa, los músculos de su espalda se contraen y bloquean, realentiza su respiración y relaja su mano para que la flecha vuele hasta su destino.
Ambos tiros salen casi al mismo tiempo, la diferencia es tan pequeña que se vuelve insignificante, los ojos de todos los presentes se centran en los trozos de fibra de carbono que zumban por el aire casi en cámara lenta por algún efecto extraño del cerebro humano ante momentos de tensión y a pesar de ello el impacto llega demasiado rápido. Greer no aparto la mirada ni por un milisegundo, observo de primera mano como su flecha se clavaba a milímetros del punto exacto del centro, era un tiro de diez, el segundo tiro de diez que conseguía en toda su vida, su emoción burbujea bajo su piel como agua hirviendo. La retiene cuanto puede, la mantiene incluso cuando el árbitro da el veredicto que le convierte en vencedor, solo reacciona de verdad cuando unos brazos le rodean por la cadera, con tanta fuerza que le levanta del suelo, palabras de agradecimientos, elogios sinceros resuenan mientras un ligero aroma le rodea, es entonces sencillo para ella percatarse de que es Kate quien le levantaba, quien le esta agradeciendo, quien la esta adulando. Una campeona olímpica, una estrella entre estrellas, le estaba agradeciendo y sin duda esa era la mejor recompensa que alguna vez podría recibir.
Desde las gradas la escena es más que cautivadora, le fascina lo que ve, la forma en la que su omega pasa de estar en la euforia absoluta felicitando a sus dos compañeras por el resultado obtenido, a estar serena y tranquila para saludar al equipo rival con absoluto respeto, estrecha las manos de cada una e intercambia palabras, gestos pequeños que dicen mucho más que las palabras. Habla de una persona honorable tanto en el ganar como en el perder.
En una sola tarde Yelena había visto muchas cosas, vio la furia, el fuego de valentía y pasión de alguien que se atrevía a ponerse como escudo humano por una persona que conocía de días y que había colaborado con sus secuestradores solo porque sabía que había algo que salvar en él. Había visto la serenidad de alguien que pude hacer un tiro milimétrico para salvarle la vida a una amiga en medio de una pelea de vida o muerte contra enemigos mejor equipados y en superioridad numérica. Había visto el temple de una líder que se encargaba de respetar al rival y ser un apoyo constante para sus compañeras, sin arrogancia, sin condescendencia, solo respeto y confianza.
Yelena sabe que su juicio puede verse un poco afectado porque nunca se había sentido tanto por una persona en toda su maldita vida, sabe que estaba enamorada de su omega, no era una locura, era la respuesta lógica al estar tanto tiempo cerca de una omega tan hermosa, tan cautivadora; a pesar de todos los sentimientos que se pudieran interponer, sabe que su juicio sigue claro al decir que en esa competición vio en su omega todas las habilidades necesarias para ser una heroína, una vengadora como dijo que quería ser y esa revelación le aterra hasta el fondo de su alma. Piensa en el dolor, la perdida y el peligro que conlleva estar en esa vida, en las noches de insomnio plagadas de rostros de gente a la que no pudo salvar, en las constantes dudas respecto a si se pudo haber hecho algo más, repasando cada error hasta llegar al borde de la obsesión, piensa en la culpa que consumido a cada viuda que no ha podido salvar, a cada buena persona que merecía vivir mucho más que ella ; pensar que su omega tenga que experimentar así sea una fracción de todo eso hace que su cuerpo tiemble de terror.
Yelena era una viuda negra y las viudas negras le tenían miedo a muy pocas cosas: a Dreykov, a madame B, a los operadores, a la habitación roja; por fortuna, la mayoría de cosas a las que podía temer una viuda negra estaban muertas, destruidas y convertidas en un recuerdo borroso.
— Le dijiste que querías entrenar con ella — sus palabras son tan repentinas que terminan sorprendiendo a la segunda viuda quien solo necesita de unos segundos para entender de lo que se estaba hablando —. Despeja tu agenda cuan rápido puedas y cumple con tu palabra —. A su lista de temores había que agregar un nuevo integrante, joven y vivido.
— ¿Quieres el paquete completo o nos quedamos en un área? — no necesitaba que se lo dijeran dos veces, en cuestión de segundos ya tenía claros todos los días en los que podría cumplir con su promesa.
— Por ahora solo quédate en el cuerpo a cuerpo, controlado pero sin limitaciones — El miedo de ver lastimada a su Kate Bishop hace que su alfa interior lloriquee como un perro apaleado —. Si después de eso sigue con confianza le llevaremos al campo de tiro —, le paraliza desde los huesos pensar que su omega se meta en un mundo tan peligroso.
Yelena sabe que no podrá mantener a su omega lejos de esa vida tan peligrosa si en verdad quiere adentrarse en ella, a las personas con gran voluntad es complicado hacerles cambiar de opinión en cosas tan decisivas, solo por la fuerza podría conseguirlo y eso es algo que Yelena se negaba rotundamente a siquiera considerar, ella no era así, no se iba a imponer a los deseos de Kate solo porque sus propios temores le dominaran. Ella era más grande que sus miedos.
— Seguiré la metodología de Melina, me encargare de que aproveche cada segundo — nota la tensión en los hombros de su amiga, no es que fuera muy difícil, así que hace lo mejor que puede al poner una palma contra su espalda para tratar de mantenerla unida a la tierra —. Esta en buenas manos, Yel, me encargare de que este bien —.
— Se que lo esta — preparar a su omega para cuando llegue el día en que salga a pelear por quienes no se pueden defender es lo mejor que puede hacer —, porque se que sabes lo que pasara si la lastimas de verdad —. Si no puede evitar que el peligro golpee a su Kate Bishop por lo menos la preparara para regresar el golpe con más fuerza —. Haz el ofrecimiento de forma discreta, que no piense que es idea mía ¿entendido? —.
— Entendido jefa, hare que tu omega pueda tirar a un marine como si fuera un cachorro —.
Si su Kate Bishop quería ser una vengadora, ella le ayudaría a ser la mejor y más genial vengadora de la historia.
4
Tras un buen rato en el vestuario donde se realizó un correcto e importante análisis del encuentro, donde se dieron notas individuales y se dio retroalimentación y tras una ducha rápida para que se pudieran sentir un poco más humanas de vuelta, las arqueras volvieron a salir a la luz. Greer iba en cabeza, hablando con evidente emoción, repitiendo muchas veces lo genial que había sido ese último tiro, el resto no dejaba de darle la razón porque había sido un muy buen tiro.
— ¡Esta victoria se merece un trago! — la omega en cabeza suelta la magnifica propuesta, deteniendo el paso a unos pocos metros del camino principal.
— Apenas es lunes y ya estas pensando en emborracharte — reclama la Susan con una sonrisa en sus labios, con poca voluntad para negarse a una oferta tan tentadora.
Greer se encoje de hombros, quitándole importancia al tema — Ya sabes lo que dicen, el mejor día para comenzar a beber fue ayer —.
Una pequeña carcajada surge entre ambas — Oh Greer, eres toda una borracha —.
— Vamos, será divertido ¡una actividad de cohesión de grupo! — da una palmada para llamar la atención de las dos, algo tan efectivo que consiguió sacar a la ultima omega de su estado casi disociativo, con toda la atención ganada se prepara para dar su oferta final — ¡Yo invito los tragos! Pero por favor, salgamos a distraernos un rato —.
Esa idea suena más que tentadora a oídos de Susan — Si lo pones así… que más da, acepto ¿para que venimos a la universidad si no es para beber en cada oportunidad? — ambas comparten una sonrisa tan grande que parecen salidas de alguna película de terror — Una cosa, rápido, ¿te importa si llevo a una amiga? — Greer le interroga una mirada por lo menos sugestiva — No es ese tipo de amigas —.
Levanta las manos, haciéndose la inocente a pesar de que había ido con toda la intensión de molestar — Yo no dije, no dije nada. Claro, lleva a tu… amiga — resuelto el tema pasa su mirada a su otra amiga quien no había dicho ni pio —. Hey, Kate ¿te nos unes a celebrar? — la mencionada se sobresalta al escuchar su nombre, demostrando que su atención había estado muy ocupada en otro lugar. De forma casi instintiva la mirada de la omega rebusca por todo el campo, intentando encontrar una figura que su mente conocía a la perfección, la buscaba para conseguir un poco de seguridad, la buscaba para conseguir la confirmación de que su respuesta era correcta, era apropiada, la buscaba para tener en que sostenerse en caso de que las cosas se complicaran. Greer lo noto, claro que lo hizo y por tanto se apuro a querer facilitar las cosas —. Puedes invitar a Yelena, es agradable, un tanto espeluznante, pero agradable—.
Encuentra a su alfa a la distancia, demasiado lejos para que pueda ser consciente de lo que se estaba hablando, era imposible que pudiera ayudarle a decidir — Si, claro, porque no — la respuesta nace desde su instinto, de su núcleo omega que ronronea al recordar esa noche de fiesta, cuando el calor natural de la alfa se apegó a su espalda aliviando el frio que le consumía los huesos por llevar días sin probar más de un par de bocados, la misma noche en que las manos de su alfa se colaron por su cadera sujetándola con una firmeza que le hacía sentir segura, con una delicadeza que le hacía sentir querida, apreciada, incluso deseada — ¿Al mismo lugar que la otra noche? —.
— Me leíste la mente, aunque no es tan difícil, no hay muchas cosas aquí arriba por ahora — por fin llegan al encuentro con las personas que les habían estado observando durante todo el tiempo que duro la competencia, entre ellas, una pobre beta que acababa de salir de un examen demasiado exigente para un lunes tan temprano y que para colmo tuvo que correr como si le fuera la vida para tratar de llegar a ver por lo menos un segundo de la competencia, cosa que por desgracia no consiguió — ¡Hey Franny, adivina quien convenció a dos atletas para salir a emborracharse un lunes! —.
La omega se aleja casi a galope para encontrarse con su amiga, emocionada por contarle su magnifica experiencia en la competencia y comenzar a hacer sus juegos para tratar de convencerla para que se una a ellas — Más vale que no le escuche la entrenadora o te tocara tener dos compañeras nuevas para el próximo encuentro — comenta Susan en un intento de broma, pero dejando ver cierta amargura ante su desempeño.
— Hey, lo hiciste bien — su tono se volvió serio, como si estuvieran hablando de un caso de vida o muerte —, cualquiera pude tener una mala ronda y eso no significa que haya fracasado —.
Una pequeña sonrisa aparece en sus labios, tan pequeña que apenas se nota — Lo dice la que medio cien puntos en total —.
No era un comentario mal intencionado, lo sabia por la ligereza con la que fue pronunciado, pero aun así alcanzo a lastimar un poco — Soy la más experimentada, hacer un pleno es mi obligación — porque no quería ser solo un cheque caro —. No seas tan dura contigo misma, aprende de tu error y antes de que te des cuenta estarás marcando diez hasta con los ojos cerrados —.
— Ya veremos, ya veremos — un suspiro profundo antecede a la despedida inminente —. Tengo que irme, tengo cosas que hacer, dile a Greer que me mande la hora y dirección y nos veremos en un rato — Kate asiente con una sonrisa, comprometiéndose a hacer lo que le pidieron —. Cuídate Bishop, no queremos perder a nuestra estrella para la siguiente competencia —.
Simples palabras terminan siendo las que más repercuten en ella haciendo que su corazón se acelere sin lastimar, feliz de recibir de vuelta palabras amables, elogios que la mitad del tiempo no sentía que mereciera recibir, incluso las que acababa de escuchar se olvidarían en un par de horas, dando lugar a su molesto pero habitual ciclo de autoexigencia e inconformidad consigo misma, aun así, iba a disfrutar del estímulo por poco que durara.
— ¡Kate Bishop! — entonces aparece un estímulo aun mayor, uno que le hace reaccionar como si le hubieran vuelto a convertir en bestia, irguiéndose en su máxima altura, levantando la cabeza, buscando a su alrededor para encontrar a su alfa, incluso sintió el fantasma de un par de orejas peludas moviéndose en favor del ruido y en cuento la encuentran, con esa postura que emanaba seguridad, las manos cruzadas al frente, siempre cerca de algún arma, preparada para atacar ante cualquier amenaza, con una sonrisa juguetona en los labios, labios tan bien pintados; todo en ella era tan perfecta que Kate no creía fuera del todo humana — Tierra llamando a Bishop —.
Al segundo llamado por fin regresa a la realidad, con las mejillas coloradas al igual que sus orejas verdaderas — Oh, yo si, si, Bishop, yo soy, yo — le sale un tartamudeo extraño, sus mejillas se ponen aun más rojas, menos mal que el bronceado que le provoco el sol llego a esconderle un poco de su vergüenza.
Yelena no oculta su sonrisa, más que contenta por verla en un estado tan… alterado — Claro que lo eres Bishop, nadie se parecer ni un poco a ti, Kate Bishop — se anima en acercarse un paso más, quedando cara a cara, tan cerca que pueden sentir la respiración de la otra —, ty unikal'naya zvezda — le susurra cerca del oído antes de alejarse, marcando suficiente distancia para que pudiera reaccionar como necesitara.
El cerebro de Kate estaba frito, tanto que se le olvido todo el vocabulario ruso que había aprendido desde que Yelena llego a su vida, lo cual no era precisamente poco, había devorado más de un diccionario para no perderse ninguna información importante, pero por desgracia, estaba un tanto cansada para poder recordar lo que sabía — ¿Qué significa eso? — pregunta de forma directa, porque sentía que era algo que necesitaba saber.
Una gran sonrisa cruza por su rostro justo antes de darse la vuelta, comenzando a marcar el camino para irse — Tendrás que descubrirlo por tu cuenta, malen'kiy yastreb — con un simple gesto se despide de las amigas de su omega quienes le replican el gesto y Greer le recuerda de la cita que ya tenían agendada. Se van alejando por un camino que ya conocían muy bien, el silencio entre ellas dura apenas un par de minutos antes de que la evidente pregunta saliera a la luz — Con que tienes una cita eh —.
El rostro de la omega no había dejado de estar un tanto rojizo por culpa del calor residual que le había estado absorbiendo durante toda la competencia, menos mal que ya no estaba utilizando su traje grueso y en cambio tenía una camisa morada de algodón y una sudadera liviana — Ah, eso… las chicas quieren salir a beber por nuestra victoria, al mismo bar al que fuimos la otra noche… les dije que si… eso… ¿esta bien? — la voz de la omega se fue haciendo más y más suave, perdiendo volumen hasta volverse una mero susurro al llegar a la pregunta.
— Kate Bishop, claro que esta bien. No hay nada de malo en que quieras salir con tus amigas, tampoco me debes pedir permiso, solo avisarme y yo me encargare de ir a dejar y recogerte. Ese es mi trabajo — esperaba que esas palabras pudieran tranquilizarla, pero en el fondo solo acentúo la idea que le estuvo dando vueltas desde antes de comenzar a dispar.
Aun así trato de ser un poco más valiente, intento ser un poco más valiente — Quiero que vengas conmigo ¡será divertido! Claro, si no tienes planes, si tienes planes no hay problema, ni siquiera tenía tantas ganas de ir, no quiero interponerme con tus planes — por desgracia no le duro mucho el valor.
Se apresura a evitar que su omega siga hablando, no porque no le guste su voz ni porque no le guste escucharla, solo porque sabe que estaba tratando de desviar el tema, dejar en el olvido el profundo deseo que había declarado casi por accidente. Un apretón de manos, es todo lo que necesitó para estabilizar a la omega, la presión suave le hizo callar como si fuera un interruptor, el suabe movimiento de un pulgar contra sus nudillos, una válvula que liberó toda la tensión en su cuerpo, arrastrando un suspiro en el proceso — Kate Bishop, escúchame bien. Hoy, mañana, pasado mañana y siempre, será un placer ser tu cita para la noche, Kate Bishop — el aroma a flores reaparece, le envuelve por completa, nota el dulzor de profunda emoción de felicidad y seguridad — ¿entendido? — es una trampa juguetona que su omega pisa al asentir sin dudar y a tan alta velocidad que termina con el flequillo despeinado. Con la mano libre le acomoda los cabellos rebeldes, deja uno hasta el final y en cuanto lo pone tras la oreja de su omega, suelta la bomba final — Buena chica — la respuesta es automática.
Kate se deshace como un algodón de azúcar en el agua. Sus ojos se cierran, un pequeño temblor le recorre de punta a punta y su aroma se vuelve aun más fuerte, en una ofrenda que Yelena recibe con los brazos abiertos al inhalar profundo, satisfaciendo sus instintos con tan dichosa fragancia.
Una reacción adicional hace aparición, algo que comenzaba a hacerse costumbre cuando las cosas se ponían más emocionantes entre ellas, Kate ladea el cuello un poco hacia la derecha, dejando expuesta la zona donde se encontraba su glándula odorífera en una silenciosa invitación para que la alfa frente suya rompiera su piel, clavara sus colmillos bien profundo y la reclamara como suya. Yelena se relame los labios mientras un gruñido se filtra entre sus labios, sabe que esta perdiendo un poco los papeles, su omega tiene ese poder en ella, con un simple gesto, con un poco de presión, podía volverla en una bestia. Se comienza a acercar un poco más, su agarre sobre la omega se hace más fuerte, la única línea de cordura que le restaba pide, suplica e implora, por una intervención universal que le detenga si se estaba adelantando demasiado, que cualquier cosa le sacara del trance si lo que estaba por hacer era un error.
Un tintineo extraño se escucha a su alrededor y justo después un suave ladrido, suficientemente fuerte para que ambas recuperen la conciencia, recuperando la compostura, es turno de ambas de quedar con el rostro colorado cual tomate maduro. La omega es la primera en apartar la mirada, centrándose en la dorada criatura tuerta que le miraba con la sonrisa más sincera que un perro podía producir — Hola amiguito — su voz sale un poco más aguda que de costumbre, muestra de su vergüenza por lo que pudo haber pasado — se separa un poco de la alfa para agacharse y comenzar a acariciar al Golden —. Tenía mucho que no te veía — ante eso el perro levanta una pata, ofreciendo su mejor truco —. Aww, buen chico, eres un buen chico verdad — la cola se mueve aún más rápido, demostrando que le gustaba el apodo —. Perdón amigo, pero no tengo pizza que compartir contigo — un pequeño quejido lastimero sale de la criatura ante tan terrible noticia — ¡Pero puedes acompañarme, si encuentras algo que te guste te lo compro! — se levanta al instante, contento con la invitación, ladrando para dejar en claro que aceptaba y dando los primeros pasos rumbo a la salida.
— Oh Kate Bishop, que Fanny no se entere o se pondrá tan celosa que le tendrás que comprar un camión de golosinas — su voz no es tan firme porque los nervios también le afectaron a ella.
— Por tu chica compraría una fábrica entera — al tratar de levantarse un pinchazo en su espalda le hace detenerse lo justo y necesario para que Yelena le ofrezca una mano para ayudarle, gesto que acepta sin dudar — y algo me dice que estos dos se llevarían de maravilla —.
Yelena no replica, ni desmiente, ni confirma, solo lo acepta confiando en el buen juicio de su omega. Sin decir nada más ambas se retiran de los terrenos de la universidad, saliendo a afrontar el no tan largo camino hasta el auto con la guía de un perro tuerto muy emocionado, con una tranquilidad anormal para dos personas que habían estado a nada de marcarse como pareja. Durante el viaje nunca se soltaron la mano, el contacto les sintió tan natural que no lo notaron hasta que tuvieron que separarse para que Kate buscara su cartera e incluso después de ello sus manos se estuvieron buscando a cada paso que daban.
Hubo una cosa más que no notaron, porque estaban demasiado concentradas en la otra como para atender al mundo real, una van en particular, de la que se escuchaba salir muchas veces la palabra “bro” y que casualmente siempre se estacionaba unos metros atrás de la pareja aun por consagrar. Ninguna de ellas se dio cuenta porque lo más importante en el mundo estaba justo a su lado, pero hubo alguien que si se dio cuenta, el agente pizza dog lo vio y lo escucho. Cuando la despedida con las amables humanas se da, su nueva misión comienza, porque un perro como el no sobrevive en la calle solo con su cara bonita, sabe identificar el peligro y esa extraña van apestaba a peligro, un peligro del cual iba a tratar de proteger a las dos humanas tan amables que le ofrecieron comida aun sin tener que hacerlo, porque era un buen chico y eso es lo que los buenos chicos hacen.
Notes:
Una disculpa por la ausencia, en parte sucedió porque he regresado a la universidad y al trabajo, lo cual me deja con pocas energías para escribir, pero en parte sucedió porque había estado perdiendo la motivación para escribir; pero bueno, siempre digo que no hay problema que sobreviva a media botella de alcohol.
Déjenme sus opiniones respecto al capitulo, lo que sientes que les depara a estas pobres almas enamoradas. Voy adelantando que en los próximos capítulos Lucky conseguirá su nombre y hogar, ya tengo la escena de la adopción redactada, igual que ya tengo ideas para el entrenamiento entre Sonya y Kate, solo espero no tardar mucho en consagrar todas estas ideas.
Hubo una pequeña modificación en el formato utilizado para esta historia, sobre todo en materia de idiomas, la cursiva se utilizara cuando dos o más personas estén hablando un mismo idioma que no sea inglés, porque están en estados unidos, y todos los participantes entiendan, como puede ser toda la conversación entre Yelena y Sonya; cuando las palabras aparezcan en su idioma original será porque por lo menos una persona en la conversación no consigue entender lo que se esta diciendo, como pasa cuando Yelena llama a Kate “eres una estrella única (ty unikal'naya zvezda)”, intentare dejar las traducciones en las notas para evitarles molestias. Por ultimo, las secciones que estén en cursivas y tachado pueden ser vistas como pensamientos intrusivos o representación de sus instintos que rompen con el monologo. Espero haberme dado a entender, cualquier duda estoy más que contenta en responder.
Por ultimo, antes de despedirme, quiero decir algo más. Etiqueta de “smut eventual”, calienta que entras.
Muchas gracias por el apoyo y la paciencia, espero que nos veamos pronto en una aventura más de estas dos tórtolas aun sin anidar. Que la fuerza les acompañe.