Chapter Text
Lucius estaba viviendo su vida al máximo.
Si, puede que esté a punto de casarse con su mejor amiga por conveniencia de ambas familias. Si, puede que tengan una desastrosa e incomoda luna de miel después. Y si, su destino ya está totalmente fijado por sus padres sin consultarle antes.
Pero ¿Saben qué? A él no le importa.
Ya no más.
No desde que la conoció a ella.
Sabía que si el mundo se enteraba podría arruinar el nombre de toda su familia. Sabía que estaba mal. Sabía que estaba jugando con fuego, pero ¿Qué podía hacer cuando ya había ardido por completo?
Ama a Narcissa como familia, una hermana, ¿pero amor, de ese romántico? No, jamás y no era que le faltaba belleza, solo... simplemente no pasó. Él de igual forma sería buen esposo y buen padre, le daría a Cissy todo lo que quiera y se quedaría con ella siempre que lo necesite. Ya que, apesar de todo lo que está pasando en el mundo Mágico, antes de todo era un hombre de bien, y el mejor amigo de esa mujer.
Así que no estaba en sus planes conocer a Afrodita, la mujer lo enamoró sin emitir palabra. Y él no era un creyente de esas tontas novelas y comedias románticas muggles, pero en ese minimo instante, en el cual sus miradas chocaron, pudo sentir latir su corazón más fuerte que nunca.
Y ahí lo supo, necesitaba conocer a esa mujer.
Necesitaba conocer a la dueña eterna de su corazón de ahora en adelante.
La oportunidad perfecta apareció con una tétrica reunión de Sangre pura a la que fue -otra vez- obligado a ir en la parte Mágica de Estados Unidos. En está, llena de viejos Lord's y chismosas Lady's. Afrodita se destacaba de todas.
La mayoría de gente en esas reuniones eran hipócritas, personas que no durarían ni un momento en clavarle un Cruciatus por detrás si eso significaba más estatus o poder. Eran falsos, porque eso era el mundo de los Sangre pura, solamente apariencias. Entonces, en medio de todas esas escorias de la sociedad estaba Afrodita, que se notaba a leguas lo pura, lo leal, lo autentica que era como persona.
Era perfecta.
En realidad, esa palabra le quedaba corto.
Afrodita tenía el cabello largo y ondulado hasta la cintura, en un rubio dorado que deslumbraba en toda la habitación. Su piel era tan blanca como la de él y sin ninguna imperfección visible, sus manos, pestañas, boca, todo de ella era tan delicado como una flor. Y mientras pasaba por la pista de baile pudo apreciar sus ojos, unos grises que prometían demasiado como para ser reales, unos ojos grises de los que quedó hipnotizado. Unos ojos grises que jamás podrá olvidar.
Así que como buen Malfoy que era, la invito a bailar. Y por Merlín... hasta eso lo hacía genial. Mientras se balanceaba de un lado a otro con total elegancia le pregunto su nombre, ella al principio no quiso decirle, pero un poco de insistencia le dijo que se llamaba Afrodita, como la Diosa del amor y la belleza.
Eso lo dejo aun más cautivado.
Le pidió si podían volverse a ver, y ella acepto. Los días de citas breves se convirtieron en meses de pareja en secreto, ya había arreglado con Narcissa el asunto y ella no tenía problema si es que no se había publico. Entonces ahí, en ese momento donde la mujer de sus sueños acepto tener una noche de pasión con él, fue que empezó a vivir, a sentir de verdad.
Sin embargo, siempre estaba esa sensación, de que ocultaba algo más, de que ella era algo más. Sus comentarios siempre algo melancólicos de cómo los seres humanos eran tan efímeros, como si tuviera miles de años ya, apesar de tener solamente veintiuno. También estaba la forma en la que, con sólo hacer un solo gesto, como un leve pestañeo de pestañas o con tan solo hablar podia tener a todos en la habitación a su total merced. O como aveces parecía tan irreal con tan solo darle un destello de luz en su cara o cabello, como siempre lograba lucir impecable.
Todo eso era muy raro por si solo, pero decidió ignorarlo. No era su problema y seria hipocrita decirle que dejara de hacerlo, cuando muchas de esas cosas lo habian cautivado a él tambien. Aunque, algunos meses después, poco a poco Afrodita se fue distanciando de él, pero no entendía el porqué, ¿había hecho algo mal? ¿Todo eso era solo un juego? ¿Alguien más se habia enterado? ¿Se enamoró de otra persona? ¿Acaso se había cansado de él? ¿Tenía que irse sin dar explicaciones?
Todas sus preguntas recibieron respuesta un cinco de junio, cuando una canasta con un bebé dentro y una carta llegó a las puertas de la Mansión.
¿Qué significaba todo esto?
Agarro al bebé y se puso a leer la carta mientras le pedía a un elfo cualquiera que llamara a su esposa.
...
Mi querido Lucius,
Sé que estás confundido y lleno de preguntas. Esa misma incertidumbre que hace que los mortales sean tan fascinantes y, al mismo tiempo, tan vulnerables. Antes de que te pierdas en tus pensamientos, permíteme explicarte algo que jamás planeé revelarte.
No soy la mujer que creías conocer. Mi nombre, mi verdadero nombre, no es solo Afrodita como un simple apodo. Soy Afrodita, la diosa del amor, la belleza y todo lo que hace que este mundo sea digno de ser vivido. He existido por siglos, inspirando poemas, guerras y los suspiros de corazones que no saben qué hacer con tanto anhelo. Cuando nos encontramos, no planeaba que nuestras vidas se entrelazaran de esta forma, pero hay algo en ti que no pude ignorar.
Y ahora, ese "algo" nos ha dado un regalo inesperado: nuestro hijo. Draco, como he decidido llamarlo, es mucho más que un simple mortal. Él es un semidiós, con la sangre de los dioses corriendo por sus venas. Posee no solo tu elegancia y fuerza, sino también mi gracia y poder. Será amado, envidiado y, sí, también perseguido por lo que es.
Un hijo prohibido.
No me alejo de él por falta de amor. Lo que siento por ti y por él es eterno, pero mi mundo no es un lugar seguro para un niño como él. Mi presencia solo pondría su vida en peligro, y mi deber como madre es protegerlo, incluso si eso significa mantenerme lejos.
Te confío su cuidado porque sé que, a pesar de las sombras que rodean tu vida, eres un hombre noble, un padre digno. Enséñale a ser fuerte, Lucius, pero no dejes que olvide que la verdadera fuerza proviene del amor y la compasión.
Cuando llegue el momento, él sabrá la verdad sobre quién es y lo que puede lograr. Hasta entonces, guíalo, ámalo y protégelo como solo tú puedes hacerlo.
Con eterna devoción,
Afrodita
....
¿Qué era lo que acababa de leer? No sabía cómo sentirse... ¿traicionado, tal vez? ¿O debería de estar feliz por qué su amor por Afrodita era real y correspondido? ¿Y si solo es una mentira sin gracia?... no, Afrodita siempre tuvo un algo irreal rodeandola, muchas cosas cuadraban si las pensaba bien, ahora con la nueva información... sé dio cuenta de que fue muy estúpido de no sospecharon antes. Aunque no pueden culparlo, ¿cómo lo habría imaginado?
"¿Qué sucede, Lucius? ¿Y qué es...? Ooh" Narcissa hablo entrando a la habitación. "Creo que debes explicar esto, Lucius" Finalizó inspeccionando mejor al bebé. Él solo le tendió la carta, mientras seguía en un estado de shock.
¿Qué, qué significaba todo esto? ¿Era padre ahora? Si, obvio que lo era... ¿Afrodita una diosa de verdad? ¿Su hijo un Semidiós? ¿Eso lo convertía en mestizo? ...
Padre
Esa palabra debería hacerlo sentir algo... orgullo, tal vez. Pero, ¿cómo puedo serlo si ni siquiera sabía que esto era posible? ¿Cómo pudo Afrodita... cómo pudo la mujer que le juró amor dejarlo en la ignorancia? Y, sin embargo, ¿qué derecho tenia al cuestionarla, cuando sabe que nunca fue su igual?
Narcissa levantó una ceja y soltó un leve suspiro. "Bueno, Lucius, si querías un hijo con ojos grises perfectos, bastaba con pedírmelo, no con involucrarte con una diosa" Luego, silbo mientras se acercaba al bebé, añadiendo. "Aunque, debo admitir, esto explica mucho. Su belleza casi duele a la vista. Es como verte a ti... pero soportable" dejó la carta a un lado y tomó al bebé en sus brazos. Observó sus ojos grises, tan parecidos a los de ella y toda su familia, pero con algo más profundo, algo imposible de definir.
"Bueno," murmuró, "si este niño va a ser el próximo escándalo de la familia Malfoy, al menos es un escándalo adorable."
Lucius se obligó a salir de su trance y se acercó. Observó al bebé con una mezcla de miedo y admiración.
"Draco," susurró, probando el nombre en voz baja. "Afrodita lo llamó Draco."
"Draco Malfoy," le respondió la mujer con un leve tono de burla, "un nombre tan dramático como el hombre que lo engendró. Es perfecto" su esposa le tendió al bebé, a su hijo para que lo tomara en brazos, y él con algo de duda lo acepto. Lucius extendió los brazos con cautela, como si el niño fuera a desmoronarse con el más leve contacto. Narcissa le pasó al bebé con una sonrisa tenue, más cálida de lo que él esperaba, como si entendiera exactamente el torbellino en su interior.
El bebé era una combinación perfecta entre ambos. Tenía el cabello algo largo y ondulado como su madre, pero el siempre impecable tono rubio platino que caracterizaba a los Malfoy, era pequeño; y su piel suave de tono porcelana sin imperfecciones, sostenerlo en sus brazos era como sostener a una nube, el peso del niño era sorprendentemente ligero, como si no perteneciera del todo a este mundo, pero su calor en la piel era real, inconfundible; todo lo contrario a la frialdad que él llevaba consigo. Y justo en ese momento, cuando abrió los ojos, tan grises, inmensos y bellos como los de su madre, con un brillo casi raspando lo sobrenatural y el aura que emitia, que le pedia protegerlo, cuidarlo; y amarlo con todo su ser, un eco directo de lo que Afrodita le hacia a los demás. En ese instante supo que se había enamorado del bebé, no como con Afrodita, sino algo más paternal, familiar. Él daría todo por Draco. Su fortuna, su linaje, su vida. Todo por él.
Narcissa se acercó detrás de él, poniendose juntos admirando la belleza de su hijo. Era perfecto. Una perfección que le resultaba casi insoportable. ¿Cómo podía algo tan pequeño, tan vulnerable, llevar la sangre de los dioses y, al mismo tiempo, la mancha de su linaje?
"Draco" susurró, probando el nombre como si fuera un conjuro. "Draco Malfoy."
Narcissa, a su lado, soltó una risa suave, como si esa gravedad que él sentía fuera un drama que sólo él podía crear. "Por Merlín, Lucius, no lo hagas sonar tan amenazante, es un bebé, no un nuevo heredero oscuro"
Él giró la cabeza hacia ella, arqueando una ceja. "No lo entiendes, Cissy. Él... él es diferente."
"Claro que lo es. Su madre es una diosa, ¿recuerdas?" replicó con su habitual sarcasmo. Pero luego su expresión se suavizó, y tocó ligeramente el cabello del niño, que brillaba bajo la luz como un hilo de plata pura. "Aunque debo admitir, incluso entre los Malfoy, esta belleza es... desconcertante."
"Cissy, yo... yo te amo como la hermana que eres para mí, y como tu esposo y amigo no quiero que hablen mal de ti en nuestro círculo. Esto no es lo que prometi cuando aceptaste casarte conmigo. Si... si tu quieres la anulación de nuestro matrimonio yo no dudaré en dártela. Si te alejas ahora, nadie se atrevera a juzgarte" le dijo a su fiel confidente, ella solo negó con la cabeza.
"Lucius, sabes que lo que yo siempre he querido es una familia, y contigo y el pequeño Draco la tendré, además no te voy a dejar solo en esto. Somos un equipo, ¿recuerdas?" Pregunto decidida. "Además, el pequeño ya robo mi corazón, ¿cómo podría alejarme de semejante preciosura?" Río sosteniendo a Draco.
Lucius solo rió, ¿como se habia atrevido a siquiera pensar que su mejor amiga lo abandonaria? La locura Black estaba en sus genes. "¿Cómo puedo recompensará esto, Cissy?" Le devolvió la pregunta con sinceridad. La mujer pareció pensárselo un rato, hasta que una idea llegó a su cabeza.
"Bueno... apesar de no ser mi hijo de sangre, ¿tal vez, yo podría ponerle su segundo nombre?"
"Me parece una gran idea, así estará nombrado por las dos mujeres que más he amado en mi vida" respondió con solemnidad.
"Entonces, se llamará Draco Orion Malfoy".
Antes de que pueda responder, ambos se sorprendieron por el estruendo que resonó detrás de ellos, se giraron con varita en mano hacia donde provenía aquel ruido.
Una mujer apareció en el umbral, no se molestó en anunciarse. No era necesario. Había algo en su presencia que hablaba más alto que cualquier saludo; el aire se volvió denso, cargado de una energía que hacía que la piel hormigueara. Era alta y delgada, con un cabello negro que caía como un manto hasta su espalda baja. Sus ojos brillaban con un tono indescifrable, como si contuvieran todos los secretos de las estrellas. Vestía de negro, pero la tela parecía cambiar bajo la luz, mostrando patrones de runas que Lucius no pudo entender, y eso lo inquietó.
"Bueno, no tengo mucho tiempo y no deberia estar aquí, entonces las presentaciones seran rápidas. Soy Hecate, su Diosa de la Magia y no son necesario sus nombres, ya los sé" hablo la mujer, supuesta diosa Hecate. Con su voz apenas un susurro, pero lo suficientemente fuerte como para romper el silencio sepulcral que había caído sobre ellos. Camino a paso lento, hacercandose mientras continuaba hablando. "Tienen que irse, solo vine para ver a este... niño, es muy especial. Su aroma ya está atrayendo a las sombras. No me corresponde protegerlos; ese es su deber. Pero escuchen mis palabras: el peligro vendrá de donde menos lo esperen. Y cuando llegue, no duden en correr hacia lo mundano, pues allí hallarán su única salvación" no entendio el mensaje entre líneas y Hecate pareció notarlo. "Les recomiendo que se vayan a Estados Unidos, más en específico a la parte no-mag".
"¿'No mag'?" Preguntó Narcissa, temblando un poco pero siempre con él mentón en alto.
"Personas sin magia, muggles o como le dirán aqui" explico la Diosa. "Su aroma es fuerte, seguro que los monstruos no tardan en llegar, así que sí. Vayan con los muggles"
A Lucius le repugnaba la idea siquiera considerar una sugerencia tan absurda. ¿Muggles? ¿Él? ¿Acaso Hecate esperaba que se convirtiera en un vulgar campesino que cultivaba sus propios rábanos? Pero entonces, un movimiento apenas perceptible de Narcissa lo sacó de sus pensamientos: ella estaba aterrada, sosteniendo a su hijo contra su pecho como si fuera el único ancla en un mar de incertidumbre, entendió que no tenían elección. Hecate tenía razón y lo sabia, además seguro que no era buena idea desobedecer a una diosa. Su familia estaba primero, incluso antes que su orgullo, incluso antes de su linaje; incluso ante todo.
Entonces cuando con sólo un chasquido de dedos la mujer desapareció. Decidió poner todo en marcha; le ordenó a los elfos domésticos que fueran rápido a preparar sus cosas para irse , saco todo el dinero que pudo de lo que habia en las cajas fuertes que habian en la Mansión y le mando un mensaje directo al Ministerio para que cuando ellos lleguen, ya tengan listos un traslador hacia Estados Unidos. Narcissa estaba de acuerdo con él, y cuando noto que sus defensas estaban siendo afectadas por un ser alado al que no reconoció fue el momento de irse
Iba a extrañar su hogar, con todos sus lujos y cosas que paso junto a Narcissa, iba a extrañar el lugar en donde se crío, en donde conoció a su esposa y tuvo su primera vez. La Mansión significaba mucho para él, sin embargo, su prioridad ahora era su hijo. 'Su hijo' pensó con una sonrisa en el rostro, que bien sonaban esas palabras.
Con polvos flu los tres cada uno con su maleta -al bebé ya le comprarían cosas alla- se dirigieron directo al ala este, donde estaban el Edificio Para Transportes Repentinos, firmaron un par de cosas y antes de tomar el traslador, se digno a mirar a su esposa.
"¿Estás segura de esto, Cissy?" Pregunto.
No solo dejaban sus vidas como sangre puras, sino como Mortífagos, yendose estaban traicionandolos y más al irse con los muggles. Esa era su decisión, por su hijo. Pero ella era una mujer libre, podía elegir quedarse y hacer como si él la hubiera abandonado, podría salir bien parada de esto. Al irse, estaba declarandose como un objetivo al matar y no quería que ella se sintiera presionada a esto.
"Por supuesto, somos un equipo, Lucius" Finalizó con una determinación digna de los Black.
Entonces, eso hicieron.
Lucius miró por última vez a la ciudad que lo había visto crecer. El Londres mágico, con sus edificios antiguos y su aire de nobleza decadente, parecía tan inmenso como siempre, pero por primera vez se sintió pequeño, insignificante. Su lugar en el mundo ya no estaba allí; lo llevaba en brazos.
El traslador, un simple reloj de bolsillo encantado, empezó a brillar con una luz azulada. Junto a Cissy y el pequeño Draco se aferraron al objeto, y con un giro brusco, sintieron el familiar tirón en el estómago. En cuestión de segundos, se encontraron en un bosque al norte de Nueva York, lejos de cualquier rastro de magia.
El lugar era tranquilo, con el sonido de los pájaros y el susurro de las hojas llenando el aire. Narcissa observó el entorno con cierto desdén, mientras que él aún sosteniendo a Draco, trataba de encontrar alguna señal de civilización.
"Bien" murmuró la mujer ajustándose la capa para evitar que tocara el suelo. "Supongo que aquí es donde empezamos de nuevo. Nunca pensé que un Malfoy pisaría tierra de muggles por voluntad propia"
Lucius asintió, su mirada fija en el bebé que dormía plácidamente en sus brazos. "Tampoco yo, Cissy. Pero por él... lo haría mil veces".
Narcissa esbozó una sonrisa y tocó suavemente el cabello del niño. "Entonces, será mejor que aprendamos a adaptarnos, todo esto es un nuevo país, una nueva vida, y espero, Lucius, que no planees andar con esas túnicas por aquí. Tenemos que encajar" se burlo de él. Por eso era su mejor amiga.
Hizo una mueca, pero sabía que tenía razón. Si iban a proteger a Draco, tendrían que dejar atrás más que sus hogares y costumbres; tendrían que convertirse en algo completamente diferente. Tenían que parecer muggles.
Si alguien alguna vez antes se le hubiera ocurrido decir que en el futuro tendría un hijo fuera del matrimonio y se iría al mundo muggle por voluntad propia, lo habría mandado directo a Azkaban. Pero mírenlo aquí, justo en esa situación.
Ahora comenzaba una nueva era. Una donde el linaje, el poder y la riqueza importaban menos que el amor y la supervivencia. Una donde, por primera vez en su vida, Lucius Malfoy no dictaba el destino, sino que lo seguía, guiado por el pequeño ser que ahora era su mundo.
"Draco" susurró nuevamente, como una promesa. "No importa dónde estemos, siempre serás un Malfoy. Y haré lo que sea necesario para que nunca olvides quién eres".
Narcissa lo miró y asintió, su habitual ironía reemplazada por una determinación férrea. "Y quién serás" añadió con suavidad.
Con el sol ocultándose tras las montañas, Lucius tomó a Narcissa del brazo, y juntos, con Draco en medio de ambos, empezaron a caminar hacia un nuevo horizonte.
Pero antes de terminar, solo quiere decir algo más:
Los estadounidenses son un asco.
...
A la mañana siguiente, en el Profeta salio una noticia que impacto a toda la comunidad mágica de Inglaterra.
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¡ESCÁNDALO! LOS MALFOY DESAPARECEN SIN DEJAR RASTRO
Por Rita Skeeter
La familia Malfoy, una de las más antiguas y prestigiosas del mundo mágico británico, ha desaparecido de manera repentina y sin dejar rastro. Fuentes cercanas al Ministerio de Magia han confirmado que Lucius Malfoy y su esposa Narcissa no han sido vistos en días, lo que ha provocado una ola de especulación dentro de la comunidad.
Se desconoce el motivo de su desaparición, pero rumores apuntan a que el matrimonio pudo haber huido debido a investigaciones pendientes por su participación en la reciente guerra mágica, o un supuesto niño fuera del matrimonio -esto dicho por vecinos anónimos de la pareja-. A pesar de su aparente cooperación con el Ministerio tras la caída de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, hay quienes dudaban de su verdadera lealtad.
"Lucius siempre ha sabido cómo escabullirse de los problemas, pero esta vez parece que ha tomado medidas drásticas", declaró un ex compañero del Wizengamot que prefirió permanecer en el anonimato.
Algunos vecinos de la Mansión Malfoy en Wiltshire reportaron haber escuchado ruidos extraños la noche de su desaparición, lo que ha llevado a la teoría de que no huyeron, sino que fueron víctimas de un ataque. ¿Un ajuste de cuentas? ¿Un secuestro? ¿O algo aún más oscuro?
El Ministerio de Magia ha abierto una investigación formal, pero hasta el momento no han revelado información sobre su paradero. Mientras tanto, el mundo mágico se pregunta: ¿Dónde están los Malfoy? ¿Y qué -o quién- los hizo desaparecer?
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Chapter Text
Draco estaba emocionado.
¿Cómo no estarlo? ¡Iba a ir por primera vez al jardín de niños! A sus padres no les gustaba mucho que saliera, y no entendía el porqué, puede que sea un poco tímido si, pero él amaba la atención, jugar y ser aplaudido. ¡Sé siente muy bien! Le encanta ver como todos están tan orgullosos de él, y esta nueva etapa seguro le gustará.
Entonces si, no pueden juzgarlo por levantarse temprano y alistarse de manera perfecta su uniforme, peinar su cabello rebelde pero lindo a la vista y obvio, oler rico. Sabía que las apariencias no lo eran todo, habia conocido a muchas personas atractivas y la mayoría no eran buenas personas y viceversa. Sin embargo, si consideraba que era un rasgo importante, como dijo su mami "𝘓𝘢 𝘣𝘦𝘭𝘭𝘦𝘻𝘢 𝘦𝘴 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘮𝘶𝘺 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦, 𝘶𝘯 𝘢𝘳𝘮𝘢 𝘥𝘦 𝘥𝘰𝘣𝘭𝘦 𝘧𝘪𝘭𝘰, 𝘢𝘴𝘪 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘴𝘢𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘴𝘢𝘣𝘪𝘥𝘶𝘳𝘪𝘢, 𝘱𝘶𝘦𝘴 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘪𝘭𝘶𝘮𝘪𝘯𝘢𝘳 𝘢𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘰 𝘩𝘶𝘯𝘥𝘪𝘳𝘭𝘰 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘰𝘴𝘤𝘶𝘳𝘪𝘥𝘢𝘥".
Y él la usaría para iluminar el mundo.
"¿Ya estas listo, pequeño Dragón?" Pregunto su padre al entrar en su habitación. Él asintió de manera efectiva. "Pero mira que galán que te has puesto, digno de un Malfoy, chocala" hablo para chocar las palmas.
El viaje a su escuela fue corto, demasiado a su parecer, aunque no podría decirlo bien, se la paso vibrando de la emoción por llegar. Seguro haría muchos amigos o amigas y todo seria genial.
Cuando fue la hora de despedirse de su papá (su mami estaba trabajando en su empresa, era muy trabajadora) él hombre se puso a llorar.
"No llores papi, ya estoy muy grande y me cuidare mucho, lo prometo" dijo el pequeño secándole las mejillas a su padre, con su pequeña manito. Se escucharon arrullos de ternura a su alrededor.
"Yo... yo lo sé, pero eso no significa que no me preocupe igual" lo abrazó por última vez. "Mi pequeño... cuando has crecido, siento que hace solo unos días te tenía en mis brazos" dramatizo. Bueno, de alguien lo tenía que sacar. "Creo que ya tienes que irte, ¿llevas contigo tus lentes especiales?" Hablo parándose. Draco asintió en respuesta, le encantaban esas gafas, ¡era como magia! Hacia que las letras dejasen de moverse por todos lados.
"Adiós papi" se despidió.
"Adiós, Draco" le contesto con una sonrisa.
Y con eso ya hecho, pudo por fin entrar.
El salón ya estaba alborotado de niños y niñas que parecían tener su misma edad, pero que eran muy diferentes entre sí. Todos dentro se quedaron callados con su llegada. Esta bien, no hay nada mejor que una entrada dramática, ¿no?
Una mujer de veintitantos años fue la primera en salir de su trance. "Buen día a todos niños, como verán, el joven aquí será su nuevo compañero, espero que lo resivan y traten bien" hablo tartamudeando un poco, y dándole chance para presentarse.
"Hola a todos, yo soy Draco Malfoy y es un placer conocerlos, espero que seamos amigos" afirmo de manera algo tímida, aunque completamente decidida. Draco pudo notar cómo muchos de sus compañeros actuaban de manera... extraña no había dicho nada de mala educación o insultado a alguien ni ningún comentario sarcástico. Así que no entiende porqué los otros niños lo evitan, no lo ven a la cara y se ponen rojos al verlo, ¿acaso estaban enojados? ¿Les caía mal? Él no les había hecho nada... ¿había algo mal en él? Apenas empezaba las clases.
La maestra le dice cual es su lugar, y él se sienta en una mesa, mirando de reojo a los otros niños. Algunos cuchichean, otros lo miran y desvían la vista, como si quisieran hablarle y sin embargo, ninguno lo hacia.
¿Por qué?
"¿es por mi ropa? ¿o es por mi acento?" piensa al aire, mirándose a si mismo, su uniforme está impecable junto a su cabello y su colonia sigue sintiéndose, además su acento británico solo lo hace sonar más sofisticado, ¿no?
La maestra inicia la clase, sin embargo él se siente incómodo. Esto no era lo que esperaba, no era lo planeado, él quiere impresionar y hacerse amigo de los otros niños, hacerlos reír, y apesar de sus mejores intentos, nadie se le acerca. Pero se la pasan observándolo, sin hacer nada.
Sabía que los niños eran raros, pero esto ya es un limite.
Siguió atrapado en sus pensamientos, hasta que escucho una voz a su lado, era una niña de su edad, con el cabello rubio en una coleta alta y ojos grises intensos, lo observa con los brazos cruzados. No está sonrojada ni nerviosa como los demás niños, Annabeth Chase decía el papel en su camisa.
"Te miran así porque pareces sacado de la televisión o una de esas revistas de gente linda" fue lo único que le dice.
Espera, ¿qué?
"¿Eh?"
La niña Chase lo señala con su lápiz, gesto muy descortés si le preguntan. "Eres demasiado... perfecto. Como los niños en los anuncios de ropa, esos que todos quieren ser y hablan de ellos, esoa que son tan 'inalcanzables' que le tienen miedo de hablar, algo muy estúpido a mi parecer" le explica con calma.
Draco solo se digna a parpadear, estaba sinceramente demasiado confundido, aunque si los pensabas bien tenía sentido. A pesar de eso, seguia sin saber si eso era un cumplido o una crítica.
"Bueno, me gusta verme bien" le responde orgulloso.
Chase lo mira por unos momentos y al final se encoge de hombros. "Está bien, pero si quieres que dejen de mirarte raro, actúa más normal, pareces un principe de loa cuentos así" y señala otra vez, todo su yo. ¡Ey, él no tenía nada de malo!
"¿Más normal?" ¿Qué se supone que significaba eso? ¿qué era 'más normal' para los niños?
Por mala suerte, antes de que pueda responder, la maestra les da un tonto ejercicio de escribir sus nombres en una hoja. Chase vuelve a su cuaderno y antes de empezar a escribir, ambos cruzan sus miradas.
"¿Competencia?" Preguntan a la vez, con las mismas sonrisas depredadoras en sus caras. Claramente diciendo yo seré el ganador.
Los dos terminaron al mismo tiempo, dejando caer sus lápices y se acercan a comprobar quien lo había hecho mejor.
"Mi letra es más clara" le dice la niña.
"Yo escribi mi segundo nombre también" le reprocha, eso tenía que darle algún punto de más. "Y la mía tiene más estilo"
"No importa el estilo, importa la precisión" le responde rodando los ojos.
"A veces lo más bonito es lo mejor" sabía que no siempre era así, por algo el 𝘢𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴.
"No si quieres ser arquitecto" Draco se sorprende. ¿Arquitecto? ¿Qué niño de cuatro años habla así? Y en definitiva, no quería algo tan difícil, mucho trabajo que le quitaría horas de su sueño reparador valiosas.
Y a pesar de eso, algo en ella le agrada. No lo trata con nerviosismo ni lo ignora como los otros.
Ella lo desafía. Y él adora los desafíos.
Cuando llega la hora del recreo, duda si debe ir con ella o intentar hacer amigos con los demás, aunque de manera muy probable sería ignorado. Y entonces nota que Chase también está sola, al diablo los demás, haría de esa chica su amiga. Se acerca, sin decir nada, y se sienta a su lado.
Ella lo mira de reojo pero no lo echa.
"Me llamo Draco Malfoy, ¿quieres ser mi amiga?" Pregunta de manera inocente extendiéndole su mano. Vé como la chica se ríe un poco, y al final para al hablar.
"Annabeth Chase, un gusto, y si, si me gustaría" le responde con una sonrisa igual a la suya, estrechando su mano.
Y sin darse cuenta, ya eran amigos.
...
"¿Estás seguro que no seré una molestia? Escúchame Dracooo" lo llama Annie corriendo detrás de él, que solo se ríe de cómo está exagerando.
Ya tenía seis, casi siete años e iban siendo amigos todos unos dos largos años, y apesar de que aún muchos le seguían sin hablar, ya no le importaba, estaba bien. Eran solo él y Annie contra el mundo. En estos momentos, la esta llevando a una salida de amigos, a escuchado como hay una tensión en su casa, y quería que su amiga saliera a divertirse un poco.
"Annabeth, ya conoces a mis padres, y ellos te aman, no te preocupes. Sabes que somos ricos" le resto importancia. No era para tanto, si quería algo bastaban algunos millones y listo, problema solucionado.
"Eso no significa que no pueda ser una molestia," refunfuñó la rubia, pero sin dejar de seguirlo.
Solo rodó los ojos. "Tonterías. En mi casa a nadie le molestaras, a menos que haga algo realmente imperdonable, como... no sé, tocar el piano de mi padre con los dedos sucios"
"¿Lo dices por experiencia?" Preguntó con una sonrisa.
"Por supuesto"
Aun tenia traumas de esa vez.
Ambos rieron, y Annabeth olvidó su incomodidad cuando entraron a la enorme mansión Malfoy. Su mami los recibió con una sonrisa suave y su padre con su expresión de siempre, una mezcla entre altanería y resignación por tener que lidiar con unos niños hiperactivos. Eso le pasaba por no usar condon.
"Hijo, ¿puedo saber por qué insistes en que salgamos esta noche?" preguntó él con una ceja arqueada, aunque ya estaban vestidos con ropa más casual de lo normal. Draco lo miró con una sonrisa encantadora.
"Porque quiero fortalecer los lazos familiares y pasar tiempo con mi amiga, padre. Es una experiencia enriquecedora para nuestra relación"
Annie lo miró con incredulidad y su madre parecía divertida. El mayor se digno a suspirar.
"No me gusta cuando hablas con ese tono de político"
"Lo sé" le guiñó un ojo. "Por eso lo hago"
Salieron en su limusina y él fue el encargado de darle al conductor la dirección, haciendole un gesto para que se quedara callado. Alfred lo conocia de toda la vida, ya sabia como era, entonces solo guardo silencio y condujo con una sonrisa en la cara. Cuando llegaron al lugar del evento, Annabeth se quedó mirando con los ojos entrecerrados la enorme pantalla con el nombre BON JOVI en letras gigantes.
"Draco" lo llamo empujándolo suavemente por el brazo.
"¿Sí, Annie?"
"Esto no es la ópera"
"Exacto" le respondió intentando ocultar su diversión, cosa en la que terminó fallando increíblemente. "Te dije que nos íbamos a divertir".
"Tu papá va a explotar"
"Probablemente"
Los cuatro se veían completamente fuera de lugar en medio de la multitud emocionada, con su mami sosteniendo su bolso Gucci como si temiera que se lo robaran y su padre mirando a su alrededor con clara desaprobación. Lo que hacia uno por sus amigos, bueno, en realidad no se arrepentía, él también quería hacer algo nuevo, la ópera ya lo aburría.
"Esto es ruidoso y asqueroso, con poca clase..." murmuró su padre en cuanto las guitarras rugieron en el escenario.
Draco, en cambio, estaba deslumbrado, y la palabra no le hacia justicia a lo que sentía en esos momentos. Esos tipos parecían dioses. Energía pura, una multitud que gritaba con ellos, el sonido de la guitarra eléctrica vibrando en su pecho.
"Esto. Es. Asombroso" Grito al aire viéndolos fijamente, sin apartar la mirada. Annabeth también parecía fascinada, moviendo los pies al ritmo de la batería.
.
Desde que llegó, supo que estaba a punto de vivir algo grande.
Las luces de neón parpadeaban con intensidad, reflejándose en la multitud vibrante que saltaba, gritaba y reía como si estuvieran en un hechizo colectivo. El sonido del murmullo general, mezclado con la música de fondo que sonaba por los altavoces, hacía que su piel hormigueara con anticipación.
No tenía idea de qué esperar. Su experiencia musical hasta ese momento se limitaba a ópera, piano, y eventos de gala donde la gente aplaudía con elegancia, como si cualquier muestra de emoción excesiva fuera ilegal.
Pero esto... esto era puro caos. Y le gustaba.
Esto le encantaba.
"Draco, esto es increíble" le gritó Annie por encima del ruido, y él solo pudo asentir con los ojos brillantes.
El escenario estaba oscuro, pero de pronto, una luz azul iluminó el centro, y las primeras notas de la guitarra retumbaron en el aire. La multitud rugió en respuesta. Draco sintió cómo su corazón se aceleraba.
Fue cuando Jon Bon Jovi apareció.
El hombre parecía una leyenda viviente. Su cabello rubio revuelto, su chaqueta de cuero y esa actitud confiada hicieron que lo viera con admiración instantánea. Era como un rey frente a su reino, frente a sus subditos. Y uando tomó el micrófono y saludó a la multitud, el sonido de la ovación fue ensordecedor.
Entonces, fue cuando comenzó la verdadera magia.
La batería marcó el ritmo con un golpe seco y contundente, las guitarras eléctricas rugieron como dragones despertando de su letargo, y la voz de Bon Jovi llenó el lugar con una energía que Draco nunca había sentido antes.
"𝗦𝗵𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵 𝘁𝗵𝗲 𝗵𝗲𝗮𝗿𝘁, 𝗮𝗻𝗱 𝘆𝗼𝘂'𝗿𝗲 𝘁𝗼 𝗯𝗹𝗮𝗺𝗲! 𝗬𝗼𝘂 𝗴𝗶𝘃𝗲 𝗮 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗮 𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲!"
Draco sintió la música atravesarlo como un relámpago.
Fuerte, encantador, asombroso.
Felicidad, perfección.
Era pura adrenalina, sin reglas, sin etiquetas, solo pasión en estado puro.
A su lado, Annie saltaba y movía la cabeza al ritmo de la batería, con una sonrisa tan amplia que parecía que había nacido para este tipo de eventos.
Draco, en cambio, se quedó quieto al principio, observando todo, intentando entender por qué esto le parecía tan diferente, tan impactante.
Entonces, sin darse cuenta, sus pies comenzaron a moverse.
Primero, su cabeza se balanceó ligeramente. Luego, sintió el ritmo vibrando en su pecho y empezó a saltar junto con la multitud que gritaba a todo pulmón.
"𝗔𝗻𝗱 𝗮𝗻𝗴𝗲𝗹'𝘀 𝘀𝗺𝗶𝗹𝗲 𝗶𝘀 𝘄𝗵𝗮𝘁 𝘆𝗼𝘂 𝘀𝗲𝗹𝗹. 𝗬𝗼𝘂 𝗽𝗿𝗼𝗺𝗶𝘀𝗲 𝗺𝗲 𝗵𝗲𝗮𝘃𝗲𝗻, 𝘁𝗵𝗲𝗻 𝗽𝘂𝘁 𝗺𝗲 𝘁𝗵𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵 𝗵𝗲𝗹𝗹. 𝗖𝗵𝗮𝗶𝗻𝘀 𝗼𝗳 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗴𝗼𝘁 𝗮 𝗵𝗼𝗹𝗱 𝗼𝗻 𝗺𝗲 𝘄𝗵𝗲𝗻 𝗽𝗮𝘀𝘀𝗶𝗼𝗻'𝘀 𝘀 𝗽𝗿𝗶𝘀𝗶𝗼𝗻 𝘆𝗼𝘂 𝗰𝗮𝗻'𝘁 𝗯𝗿𝗲𝗮𝗸 𝗳𝗿𝗲𝗲"
"𝗪𝗵𝗼𝗮! 𝗬𝗼𝘂'𝗿𝗲 𝗮 𝗹𝗼𝗮𝗱𝗲𝗱 𝗴𝘂𝗻, 𝘆𝗲𝗮𝗵! 𝗪𝗵𝗼𝗮! 𝗧𝗵𝗲𝗿𝗲'𝘀 𝗻𝗼𝘄𝗵𝗲𝗿𝗲 𝘁𝗼 𝗿𝘂𝗻. 𝗡𝗼 𝗼𝗻𝗲 𝗰𝗮𝗻 𝘀𝗮𝘃𝗲 𝗺𝗲, 𝘁𝗵𝗲 𝗱𝗮𝗺𝗮𝗴𝗲 𝗶𝗿 𝗱𝗼𝗻𝗲"
No pudo evitarlo, miró a todos lados y comenzó a copiar a la gente a su alrededor, moviendo los pies, saltando, gritando, nunca había escuchado la canción y sin embargo, la cantaba como si fuera una de mil veces más que lo hizo.
Se sentía bien.
Se sentía genial.
Todo era tan espectacular, tan eléctrico, tan real, tan hecho para él.
Asi que cuando llegó el estribillo, gritó con Annabeth, sin importarle nada más. Porqué en ese momento no lo hacía.
"𝗦𝗵𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵 𝘁𝗵𝗲 𝗵𝗲𝗮𝗿𝘁, 𝗮𝗻𝗱 𝘆𝗼𝘂'𝗿𝗲 𝘁𝗼 𝗯𝗹𝗮𝗺𝗲! 𝗬𝗼𝘂 𝗴𝗶𝘃𝗲 𝗮 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗮 𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲!"
"𝗜 𝗽𝗹𝗮𝘆 𝗺𝘆 𝗽𝗮𝗿𝘁, 𝗮𝗻𝗱 𝘆𝗼𝘂 𝗽𝗹𝗮𝘆 𝘆𝗼𝘂𝗿 𝗴𝗮𝗺𝗲. 𝗬𝗼𝘂 𝗴𝗶𝘃𝗲 𝗮 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗮 𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲 (𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲). 𝗬𝗼𝘂 𝗴𝗶𝘃𝗲 𝗮 𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲"
"𝗣𝗮𝗶𝗻𝘁 𝘆𝗼𝘂𝗿 𝘀𝗺𝗶𝗹𝗲 𝗼𝗻 𝘆𝗼𝘂𝗿 𝗹𝗶𝗽𝘀, 𝗯𝗹𝗼𝗶𝗱 𝗿𝗲𝗱 𝗻𝗮𝗶𝗹𝘀 𝗼𝗻 𝘆𝗼𝘂𝘁 𝗳𝗶𝗻𝗴𝗲𝗿𝘁𝗶𝗽𝘀. 𝗔 𝘀𝗰𝗵𝗼𝗼𝗹 𝗯𝗼𝘆'𝘀 𝗱𝗿𝗲𝗮𝗺, 𝘆𝗼𝘂 𝗮𝗰𝘁 𝘀𝗼 𝘀𝗵𝘆. 𝗬𝗼𝘂𝗿 𝘃𝗲𝗿𝘆 𝗳𝗶𝗿𝘀𝘁 𝗸𝗶𝘀𝘀 𝘄𝗮𝘀 𝘆𝗼𝘂𝗿 𝗳𝗶𝗿𝘀𝘁 𝗸𝗶𝘀𝘀 𝗴𝗼𝗼𝗱𝗯𝘆𝗲"
Si, esto fue hecho para él.
Los coros del público resonaban como un hechizo poderoso, como si cada persona allí estuviera conectada por la misma emoción. Draco nunca había visto algo así. Era libertad.
De reojo, miró a sus padres.
Su mamá se veía estoica, con una sonrisa contenida, pero sus dedos tamborileaban ligeramente en su bolso, como si la música le afectara más de lo que quería admitir. Su padre, por otro lado, tenía la expresión de alguien que había sido traído a la peor pesadilla de su vida.
"Esto es un ruido infernal..." murmuró con una mueca, cruzándose de brazos con fastidio.
Él le sonrió con sorna.
"Oh, padre, esto es arte"
"Hijo, creo que tienes que redefinir tu definición de arte" Su padre le lanzó una mirada de incredulidad, pero ya no lo escuchaba.
No cuando escucho el mejor sonido de su vida.
Porque en ese momento, la guitarra se tomó el centro del escenario.
El guitarrista, con su chaqueta de cuero y su pose segura, tomó su instrumento y deslizó los dedos sobre las cuerdas con una facilidad hipnótica.
Draco no podía apartar los ojos de él.
Al principio, la música lo había atrapado en su caos vibrante, pero ahora solo podía ver a aquel hombre en el escenario. Su cabello desordenado se agitaba con cada movimiento de su cabeza, la chaqueta de cuero reflejaba la luz de los focos, y sus dedos...
Siguió atento el movimiento de esos dedos con una atención febril. Se deslizaban sobre el mástil de la guitarra con precisión quirúrgica, arrancando sonidos que parecían sacudir el aire mismo. La electricidad de cada acorde se sentía en el pecho, como si la guitarra no solo produjera sonido, sino que lanzara relámpagos invisibles en cada rasgueo.
El hombre inclinó la cabeza hacia atrás en un solo apasionado, dejando que su mano izquierda recorriera el diapasón con la confianza de alguien que había nacido para hacer exactamente eso. En ese instante, lo supo, supo que esa era la sensación que quería para sí mismo.
Él quería tocar la guitarra.
No como un pasatiempo, no como una distracción temporal. Quería dominar ese instrumento hasta hacer que el mundo entero lo escuchara. Quería que la gente lo viera en un escenario y sintiera lo mismo que él estaba sintiendo ahora: esa mezcla de admiración, adrenalina y un deseo incontenible de acercarse más al fuego.
Sintió la piel erizarse cuando las notas explotaron en el aire, rápidas, salvajes, llenas de una emoción que no se podía describir con palabras.
Era como si la guitarra hablara un idioma propio, uno que no necesitaba explicación.
Se quedó boquiabierto.
Era impresionante, imponente, maravilloso... no existían palabras suficientes para describirlo.
"𝗦𝗵𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵 𝘁𝗵𝗲 𝗵𝗲𝗮𝗿𝘁, 𝗮𝗻𝗱 𝘆𝗼𝘂'𝗿𝗲 𝘁𝗼 𝗯𝗹𝗮𝗺𝗲! 𝗬𝗼𝘂 𝗴𝗶𝘃𝗲 𝗮 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗮 𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲!"
"𝗜 𝗽𝗹𝗮𝘆 𝗺𝘆 𝗽𝗮𝗿𝘁, 𝗮𝗻𝗱 𝘆𝗼𝘂 𝗽𝗹𝗮𝘆 𝘆𝗼𝘂𝗿 𝗴𝗮𝗺𝗲. 𝗬𝗼𝘂 𝗴𝗶𝘃𝗲 𝗮 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗮 𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲 (𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲). 𝗬𝗼𝘂 𝗴𝗶𝘃𝗲 𝗮 𝗯𝗮𝗱 𝗻𝗮𝗺𝗲"
"Annie..." logró decir sin apartar los ojos del escenario. Annabeth lo miró de reojo.
"¿Sí?"
"Quiero hacer eso"
Ella sonrió, emocionada.
"Entonces hazlo" se acercó a él, pasándo un brazo por su hombro. "Hagamoslo, tu la guitarra y yo la batería"
Él no respondió, sin embargo en su mente, la decisión ya estaba tomada.
Él iba a aprender a tocar la guitarra.
Y algún día, él sería el que estuviera en un escenario, haciendo sentir a la gente lo que él estaba sintiendo ahora.
Lo jura.
"Por esto eres mi mejor amiga Ann, eres una genia"
Ambos se miraron, y sonrieron a la vez. Era una promesa. Y hasta entonces, seguirían disfrutando del concierto.
.
Después de terminar el show, volver y dejar a su amiga en su casa, no pudo dejar de pensar en la guitarra eléctrica, en cuanto quería aprender y hacer música. Cuando mencionó la idea en la cena, su padre casi se ahoga con su vino. Tendrían que ver su cara.
"¡¿Quieres aprender a tocar qué?!"
"Guitarra eléctrica" repitió con su mejor expresión de inocencia que había estado practicando con esmero.
Su mami le lanzó una mirada de advertencia a su esposo antes de decir con su voz suave aunque igual de firme: "Si eso es lo que Draco quiere, deberíamos apoyarlo". Él cerró los ojos como si le doliera la cabeza.
"Esto es culpa de esa niña Chase, ¿verdad?"
Draco sonrió.
"Obviamente"
Ese día se fue a dormir más feliz que nunca, si, era muy chico todavía, pero ¿Qué importaba? Él lo haría igual, ya sea ahora o en seis años.
...
"Draco... necesito tu ayuda" le hablo su mejor amiga por llamada, llorando. Su voz sonaba rota, ahogada. "Por favor... ven a buscarme, me escape de mi casa y-yo..." no pudo terminar de hablar porque un sollozo se le escapó.
Draco sintió cómo su corazón se paro por un segundo, para recomponerse en un subidos de ira pura. No necesitaba detalles. Él ya sabía porqué Annie, su amiga, su casi hermana estaba así.
"Dime donde estas, llego en cinco" dijo para anotar la dirección en un papel. Corto la llamada y se fue corriendo a buscar a su chófer Alfred, necesitaba llegar rápido y ya.
Aunque el sitio no era muy lejos, los pocos minutos que paso en el auto se le hicieron eternos. No podía esperar, Annie estaba mal, necesitaba ayuda. El silencio del auto solo lo hacía más consciente de su propia rabia, su mano se apretaba en un puño contra su pierna. Annie estaba mal. Annie lo había llamado llorando.
Annie nunca lloraba.
Cuando llegaron, apenas esperó a que el coche se detuviera por completo antes de salir disparado, sus ojos buscaron frenéticamente hasta encontrar una figura pequeña, acurrucada contra la pared de una parada de autobús.
Annabeth.
Su chaqueta estaba mal puesta, como si la hubiera agarrado a toda prisa, y sus rodillas estaban dobladas contra su pecho. El cabello rubio le cubría parte del rostro, pero de igual forma llegó a ver las lágrimas en sus mejillas en cuanto se acercó.
Sintió que algo dentro de él se rompía.
"Annie" susurró, inclinándose junto a ella.
Annabeth levantó la cabeza y, al verlo, todo el control que le quedaba se desmoronó. Se lanzó a sus brazos con tanta fuerza que casi lo tiró al suelo, hundiendo la cara en su pecho. "No podía quedarme ahí" murmuró entrecortadamente. "No podía..."
Él no preguntó más. Solo la abrazó con fuerza, envolviéndola con su chaqueta, como si pudiera protegerla de todo. "Ya está" le hablo con una ternura que no mostraba con nadie más. "Estás conmigo ahora, nadie te hará daño".
La ayudó a ponerse de pie y la guió al auto con cuidado, asegurándose de que Alfred subiera la calefacción. Mientras se acomodaban en los asientos traseros, Annabeth dejó escapar un suspiro tembloroso y apoyó la cabeza en su hombro. Miró por la ventana, con la mandíbula tensa.
Lo que sea que la haya hecho huir... iba a pagarlo.
Lo jura porque es un Malfoy. Y nada ni nadie hiere a alguien preciado de un Malfoy. Nadie.
Pero eso podía esperar. Ahora mismo, lo único que importaba era que Annabeth estaba a salvo.
"Mi casa es tu casa, Annie. No tienes que volver si no quieres"
Ella no respondió con palabras. Solo lo abrazó más fuerte. Y Draco supo que esa era su manera de decir gracias.
.
"Dray, cariño, creo que tienes una explicación para darnos" hablo su madre entrando a casa junto a su papá. "Bienvenida, Annabeth" le sonrió a la chica.
"Bueno, es una larga historia..."
"Tenemos tiempo" le respondió.
Mierda, tenía mucho que explicar. Y a pesar de eso, sabía que si lo tuviera que volver a hacer, lo haría sin dudar.
Y desde ese día, Annie comenzó a vivir con ellos, y si por alguna razón había un problema legal... bueno, por algo eran ricos.
...
Draco Malfoy no era normal.
Lo sabía desde siempre.
No era solo por su cabello casi blanco o porque hablaba como si fuera un adulto atrapado en un cuerpo de niño, o por como parecia hipnotizar a todos con su presencia. Era algo más. Algo que no podía explicar.
Como la vez que, en un ataque de rabia, había hecho que la bicicleta de un chico del vecindario explotara sin tocarla. O cuando, después de una pesadilla, despertó en el techo de su habitación sin saber cómo había llegado allí.
No se lo contaba a nadie. Ni siquiera a Annabeth.
Pero un día, cuando tenía nueve años, la verdad lo encontró a él.
.
Draco caminaba por las calles de Nueva York con su padre, manteniendo la vista baja mientras Lucius hablaba con un hombre de negocios. Se suponía que solo era una salida rápida para comprar algunas cosas, pero él ya estaba aburrido.
Hasta que la vio.
Era una niña de su edad, con el cabello rubio castaño desordenado y una expresión de absoluta frustración. Parecía estar discutiendo con su madre, una mujer de cabello marrón claro y sonrisa paciente. No le habría prestado más atención de no ser porque, en medio de la conversación, la niña agitó las manos con enojo... y accidentalmente hizo levitar una bolsa de papel.
Los ojos de Draco se abrieron como platos.
No era el único.
La niña notó su mirada y entrecerró los ojos. "¿Qué miras?" Le pregunto a la defensiva. Si que tenis carácter.
Él, que nunca se quedaba callado, alzó una ceja. "A alguien que claramente no sabe controlar su..." bajó la voz "magia"
Ella parpadeó levemente sorprendida, y lo observo mejor. "¿Sabes qué es la magia?" Podría hacerse el egocéntrico o sacar el narcisista que tenia en su cabeza, pero algo le decía que esa no era la mejor opción en ese momento. Así que respondió con la verdad.
"No del todo, aunque sé que yo también la tengo" La madre de la niña lo miró con interés, para luego observar a su padre, y algo pareció hacer clic en su mente.
"¿Eres... un Malfoy?"
Su padre se giró con su habitual aire de superioridad, pero su expresión cambió levemente al ver a la mujer. "Brown" murmuró con un leve asentimiento, como si la reconociera.
Esperen, no estaba entendiendo nada, a pesar de eso, la mujer le sonrió con amabilidad.
"Así que tú debes ser el famoso niño, ¿eh?" Le pregunto directamente a él.
"Draco Malfoy señora, un gusto en conocerla" hizo su típico saludo, el que habia practicado con todo su esmero. La mujer soltó un arrulo y se presentó como Elis Brown.
"¡Yo soy Lavender Brown!" Grito poco después la niña con orgullo mirandolo de manera fija. "Y creo que vamos a ser amigos"
Draco la miró con suspicacia.
"¿Por qué?"
"¡Porque eres genial y lindo! Y me gustan las personas geniales y lindas" afirmo. "Además, no importa qué, algún día lo serás, no me voy a rendir" que obstinada.
Aun no entendía muchas de las cosas que estaban pasando, así que se giró a su padre, que la mayoría de las veces tenía una respuesta para darle. Por suerte, esta ocasión no parecía ser una excepción.
"Parece que es hora de explicarte algunas cosas, hijo"
Draco cruzó los brazos y levantó la barbilla.
"Creo que es lo mínimo que podrías hacer"
La niña Brown soltó una carcajada. "Me caes bien, Malfoy" él esbozó una media sonrisa.
"Tú aún estás a prueba, Brown"
A pesar de haber dicho eso, estaba seguro que en el fondo, sabía que iba a gustarle tenerla cerca.
.
Después de aquel primer encuentro en Nueva York, Draco y Lavender se volvieron prácticamente inseparables.
No porque quisieran.
Sino porque la madre de Lavender, que al parecer tenía una historia con su padre (algún día iba a indagar más en eso) insistió en que los niños pasaran más tiempo juntos. Y para él que hasta ahora solo había tenido a Annabeth como amiga, fue... raro.
Aun no presentaba a las chicas, a pesar de siempre asegurarse tener un tiempo para compartir con las dos. No sabía cómo Annie podría tomarse todo esto de la magia, y su mami le dijo que no le podía decir, era algo así como un secreto para todos.
Lavender hablaba mucho.
Y no tenía filtro.
Todavía no decidía si eso era bueno o malo.
"Entonces, espera, ¿realmente no sabías que eras un mago?" preguntó una tarde, recostada en el sofá de la casa de los Malfoy mientras hojeaba una revista de moda que tenía por ahí. Draco que estaba afilando un lápiz con la navaja de su padre (una actividad probablemente peligrosa para un niño de nueve años), le lanzó una mirada de fastidio.
"¡Claro que no! Nadie me lo dijo. Solo sabía que podía hacer cosas raras" seguía un poco molesto por sus padres por no contarle, ya que al parecer también eran importantes en ese mundo por algo de Sangre pura y demás. "Todo es tan raro, sé que soy un mago pero no me siento como uno" seguia todo igual.
Lavender se rió de él. "Eso es tan triste"
"Gracias por tu compasión, Lav" le tiro una almohada.
"Para eso estoy"
Draco puso los ojos en blanco y siguió con su tarea. Desde que su padre le había contado la verdad sobre el mundo mágico, había empezado a leer todo lo que encontraba al respecto, y habían encontrado a un tutor personal para darle algunas clases de magia, y segun decian lo estaba haciendo muy bien. Aunque había muchas cosas que aún no entendía.
"Entonces... ¿a qué Casa crees que iras?" insistió Lavender, incorporándose con interés. "Porque mi madre dice que yo voy a ser Gryffindor, algo como 'que solo ha visto esa valentia y obstinación en los leones' y demás"
¿Casas? ¿Gryffindor? ¿qué tenian que ver los leones en esto? Arqueó una ceja confundido, por favor, que no sea otra de sus cosas raras. "¿Qué es un Gryffindor?" Preguntó al final
Lavender abrió la boca como si él acabara de insultar a toda su familia y decendencia, ¡Dios, no era para tanto!. "¡¿No sabes qué son las casas de Hogwarts?!"
"Voy a necesitar que bajes el volumen, por favor"
Despues de un rato más de su dramatismo, por fin la chica se sento y comenzó a explicarle. "Draco, es lo más importante del mundo. Hay cuatro casas. Gryffindor, que es para los valientes, Ravenclaw, que es para los nerds. Slytherin, que es para los astutos y ambiciosos. Y Hufflepuff, que es para..." hizo una pausa, pensando sus palabras. "Para los que nadie recuerda"
Draco la miró fijamente. Debe de estar bromeando, ¡pobres Hufflepug! O como se diga, esperaba que pronto le llegara alguien que los haga destacar más. "Eso es la peor descripción que he escuchado en mi vida".
"Sí, bueno, no soy profesora" respondió haciendo un puchero. "Y tampoco es como si tuvieras cien años, apenas tienes nueve".
Draco frunció el ceño, sintiéndose extrañamente molesto por la idea de que Hufflepuff fuera una casa irrelevante, ¿por qué? De repente, una idea se le cruzó por la cabeza.
"¿Y si termino ahí?"
Ella se encogió de hombros. "Supongo que te ignoraremos el resto de la vida" se cayó al ver su mirada. "Bueno... no lo creo, toda tu familia fue Slytherin, pero si lo pienso bien no pareces mucho una serpiente, con toda tu historia con Annabeth..." Se quedó callada un rato más. "Si terminas en Hufflepuff, creo que los harías destacar, eres muy lindo, ¡como un muñequito! Y tranquilo, no te ignoraria" le aseguro abarazandolo.
Él la miró con expresión asesina. Le alagaba que pensará que era lindo, porqué en verdad lo era, ¿pero compararlo con un muñeco? Había cosas mucho mejores.
"Dioses, eres insoportable"
"Lo sé" respondió ella con una sonrisa satisfecha. "Pero me quieres así".
Dejó caer el lápiz y se masajeó las sienes. "Voy a necesitar otra amiga"
"Nah, Annabeth ya está ocupada, así que te jodes"
Draco resopló, pero en el fondo, le gustaba la presencia de Lavender. No lo diría en voz alta, claro, la chica ya tenía el ego bastante inflado.. Pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía a alguien más en su equipo.
Y eso, aunque no lo admitiera, era importante para él.
.
Draco estaba en su habitación con Annabeth, practicando en la guitarra. Había conseguido una Fender Stratocaster de primera, en propias palabras de su padre "Puede que no sea de mi agrado, pero sigues siendo un Malfoy; y los Malfoy siempre tenemos solo lo mejor de lo mejor".
"No estás cambiando bien entre acordes" le señaló Annabeth, sentada en el suelo con una baqueta en la mano. Había estado golpeando el borde de una caja vacía como si fuera una batería.
"Cállate, Annie, me estoy concentrando".
"Si tocaras bien, no me quejaría"
Draco gruñó y volvió a intentarlo y Annabeth lo observó con una sonrisa satisfecha cuando esta vez si lo hizo bien. Por eso era su amiga, con cualquier cosa lo hacía mejorar.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe y Lavender entró como si fuera dueña del lugar.
"¡Draco, tu mayordomo casi me echa!" se quejó.
"No es mi mayordomo, es Alfred, y honestamente, debería haberlo hecho" fue lo único que dijo para volver su atención a la guitarra que tenía entre sus manos.
Lavender ignoró su comentario y miró a Annabeth con curiosidad. Oh, habia olvidado que nunca las había presentado formalmente.
"Así que tú debes ser la famosa Annabeth" Annie la miró de arriba abajo, inspeccionandola con su cara sería.
"¿Y tú eres...?"
"Lavender Brown. Nueva mejor amiga de Draco" respondió con ojos desafiantes. Draco resopló.
"No eres mi mejor amiga"
"Lo soy".
Annabeth cruzó los brazos, divertida. "Así que ahora tienes otra amiga, Malfoy. ¿No me reemplazarás, verdad?"
"No" respondió él de inmediato, y luego, al ver la expresión de Lavender, agrego. "Digo... probablemente no" eso era una mejora.
De igual forma Lav le dio un golpe en el brazo. "Idiota".
Annabeth se rió de su miseria, traidora. "Me agradas"
"Obvio que sí" espondió Lavender con confianza. "Pero, ¿qué están haciendo?"
Draco levantó la guitarra. "Practicando"
"¿Música?"
"No, como montar a un caballo" annie lo miró mal y asintió.
"Draco toca la guitarra, yo la batería"
Lavender alzó una ceja. "¿Y tienen una banda?" Ambos negaron con la cabeza. "Genial. Ahora sí la tienen, yo toco el bajo" anunció con una gran sonrisa. Espera, ¡¿por qué no se lo había dicho antes?!
"¿Desde cuándo?"
"Desde que decidí que iba a ser genial como ustedes" respondió con solemnidad.
Draco suspiró y le pasó un bajo que había conseguido, más por estética que por otra cosa. "Vas a tener una prueba" por molestar nada más, obvio que esto último no lo agrego.
"A ver qué tienes, Brown"
Lavender lo tomó con una confianza irritante y empezó a tocar una línea de bajo simple pero sólida. Draco y Annabeth se quedaron en silencio, sorprendidos. Cuando terminó, la chica sonrió con arrogancia. Tenía magia en los dedos. "Bueno, ¿estoy dentro o qué?"
Annabeth sonrió. "Definitivamente"
Draco gruñó. "Dioses, voy a arrepentirme de esto"
Pero en el fondo, no podía evitar sonreír.
...
Estaba -literalmente- atrapado en su Casa.
Draco tenía muchas razones para estar molesto. De hecho, si alguien le preguntaba en ese momento, habría podido enumerarlas todas con una precisión digna de un Ravenclaw (y si, ya podía hacer este tipo de chistes, Lav lo educó bien). Pero lo peor, lo que realmente lo tenía de un humor de perros, era que no estaba en Hogwarts.
Ya había cumplido los once años, y le llegó una carta de esa escuela y otra llamada Ivellmory junto a las de Lavender. Que, por cierto, ahora estaba en Hogwarts. Sin él.
Mientras otros niños de su edad cruzaban las puertas del castillo, asombrados por la magnificencia de los techos encantados y la majestuosidad de las mesas del Gran Comedor, él estaba atrapado en la mansión Malfoy, rodeado de estanterías llenas de libros que ya había leído y de pasillos tan pulcros que daban la impresión de que nadie vivía allí.
No es que odiara su casa, ¡todo lo contrario! Le encanta, pero no podía evitar pensar en todo lo que se estaba perdiendo. Las clases de magia con profesores de verdad, los duelos en los pasillos, los chismes sobre qué profesor era el peor, los secretos que solo los estudiantes compartían en voz baja en la Sala Común. Y todas las cosas que están pasando allí con el supuesgo niño que vivió y un troll, ¡un maldito troll rela! Estaba al tanto de todo porqué su amiga siempre llegaba con una nueva actualización de como le iba en sus clases, con sus nuevos amigos y profesores... Él no tenía nada de eso.
Lo único que tenía era un tutor particular, un hombre de túnica gris y voz monótona llamado Edric Rosier, que debía ser la persona menos emocionante del mundo. Edric no tenía el más mínimo sentido del humor, nunca levantaba la voz ni siquiera cuando cometía un error, y lo peor de todo; se negaba a enseñarle hechizos divertidos. Si, lo hacia de defensa y protección, y algunos eran muy avanzados, ¡pero Dios! Era un niño, que sea un mago no significaba que alguna furia de Grecia vaya por ahí persiguiendolo (aunque, si se a encontrado... criaturas extrañas antes, muchas, no quiere hablar de eso).
"La magia es un arte, no un entretenimiento, señor Malfoy" le repetía una y otra vez, con una expresión de desaprobación cuando Draco intentaba colar algún encantamiento explosivo en la lección.
Y así pasaban sus días: estudiando en una gran biblioteca silenciosa, bajo la estricta supervisión de Edric, mientras Hogwarts se convertía en una leyenda lejana que solo podía imaginar.
Como extrañaba las vacaciones. No supo apreciarlas lo suficiente.
Sus clases consistían en horas interminables de teoría mágica, historia de la magia y pociones. El tutor se aseguraba de que dominara cada hechizo en papel antes de siquiera tocar su varita. Si se equivocaba en una respuesta, Edric lo hacía repetir la teoría hasta que la recitara de memoria.
Había momentos en los que Draco se preguntaba si su padre había planeado esto a propósito, como una especie de castigo por tocar antes todo el dia la guitarra. Su padre rara vez mencionaba Hogwarts, y cuando lo hacía, siempre añadía algo como "No hay necesidad de apresurarse, hijo. Hogwarts no va a desaparecer, y el conocimiento que obtengas ahora te pondrá en ventaja cuando finalmente vayas"
Ventaja Draco bufaba cada vez que escuchaba esa palabra. ¿De qué servía la ventaja si no tenía con quién compartirla? Si no podía experimentar lo que era estar en un grupo de estudiantes, si no podía salir a escondidas de la Sala Común por la noche como Annabeth seguramente estaría planeando hacer en el taller que tenis.
Porque sí, Annabeth sí tenía permitido ir a su escuela y hacer cosas divertidas, a pesar de que no era Hogwarts. Seguían yendo a la escuela juntos y los demás chicos seguian sin hablarles, había escuchado que decían que le tenían miedo o envidia, par de raritos, aunque volviendo al tema, ella después de eso podía hacer lo que quisiera y se la pasaba dibujando casas siempre, él la apoyaba con su sueño, era lo menos que podía hacer.
Él, en cambio, tenía a Edric Rosier, a su lado cada tarde con un libro de Magia Avanzada: Volumen I y a una pluma que raspaba el pergamino con cada línea de texto que se veía obligado a escribir.
Por las noches cuando terminaban sus lecciones, tenía algo de libertad para hacer lo que quisiera, pero ¿qué podía hacer un niño de once años en una mansión solitaria? Annie eran de las personas que se dormían temprano, así que a veces practicaba con su guitarra en su habitación, componiendo melodías sin letra. Otras veces intentaba leer algo interesante, pero la mayoría de los libros en la biblioteca eran sobre magia avanzada o política mágica. Nada que realmente le entretuviera.
Aunque también cuando tenía esos momentos de desesperación, simplemente se acostaba en la alfombra y miraba el techo, preguntándose cómo sería su vida si las cosas hubieran sido diferentes.
Si su padre no fuera tan estricto.
Si su madre no insistiera en protegerlo tanto.
Si hubiera nacido en una familia diferente.
Claro, en el fondo sabía que tenía muchas cosas que otros niños no tenían: comodidades, un linaje prestigioso, una educación privilegiada. Pero lo que realmente quería era ser normal.
Quería hacer bromas con sus compañeros.
Quería quejarse de los profesores.
Quería aprender magia con otros niños, no con un hombre que ni siquiera sonreía.
Pero en su lugar, estaba allí. Solo.
Los chicos lo evitaban por cosas que a pesar de los años seguía sin saber porqué.
Lavender se había ido.
Annie seguia allí, y sin embargo seguia habiendo veces en las que no era suficiente.
Quería más. Podía tener más.
Era asombroso, y con todas estas restricciones que tenía -muchas más ahora que estaba 'consiente de ser un sangre pura'- estaba desperdiciando su talento.
No sabía que hacer. No sabía que sentir.
Amaba a sus padres y tiene la vida que muchos matarían por conseguir, ¿así que por qué no es suficiente? ¿Por qué nada saciaba ese vacío en él?
...
Olvidenlo, él está perfectamente.
Eran vacaciones por fechas festivas y Annabeth no estaba más cargada de tarea por sus talleres, él ya no tenía que aguantar a Edric y Lavender le acaba de enviar una carta que decía que venía a Estados Unidos para pasar las fiestas.
¡Podrían salir todos juntos!
Así que lo primero que fueron al volver Lavender fue ir a su cafetería de confianza, y mientras pasaban por las calles de siempre notaron algo raro en la plaza.
"¡Mira! Son nuestros mismos instrumentos" chilló Lavender con nostalgia. "Chicos..." era claro lo que quería.
"Por mi esta bien, hace mucho que no toco y la practica me hará bien" solto Annie sin mucho problema. "Y no habría problema al usarlo, ahí mismo dicen que es para dominio público" sonaba segura, ¿Él? No tanto.
"¿Acaso tienes miedo, hijo?" Pregunto su madre riéndose. La traición. Ella sabía cómo manipularlo demasiado bien.
"¡Por supuesto que no! Solo que no sé quién va a cantar" y eso era verdad, en sus 'ensayos' nunca cantaban. Ninguno.
Lav y Annie se miraron para luego fijarse en mi, mirándome como si fuera un idiota. "¿Qué no es obvio? ¡Tú!" Me señaló Lavender.
¿Qué?
"Tienes esa... aura, como brillante, abrumadora, nadie que te ves puede quitar los ojos de ti" empezó Annabeth. "Y cuando hablas aveces pareciera como si hipnotizaras a la gente, se quedan impresionados siempre, así que debe ser lo mismo al cantar". Bueno, eso tenía sentido, pero...
"No te preocupes hijo, no hay nadie aquí, entonces si lo haces mal no habrá nadie pars verte" intentó consolarlo. No funcionó.
"Está bien... haremos la de siempre, ¿no?" Termino cediendo, nunca había cantado y no era una mala idea. Fue directo al centro a tomar la guitarra que estaba ahí, perfecta.
Las chicas asintieron emocionadas y lo siguieron, cada una tomando su instrumento correspondiente. Casi se da para atrás al ver a Elis -madre de Lavender- sacar su teléfono para grabar, pero no había muchas personas màs y seguro no lo mostraría.
Entonces se quedó. Lo primero que sintió al tocar la guitarra fue el alivio.
Era como si cada nota se anclara en su piel, como si el peso del mundo se volviera más ligero con cada acorde que rasgaba. La música era su idioma secreto, su hogar, su escape.
Y entonces, empezó a cantar
"𝗢𝗵, 𝗶𝘁'𝘀 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗺𝗲, 𝗺𝘆𝘀𝗲𝗹𝗳 𝗮𝗻𝗱 𝗜
𝗦𝗼𝗹𝗼 𝗿𝗶𝗱𝗲 𝘂𝗻𝘁𝗶𝗹 𝗜 𝗱𝗶𝗲
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝗺𝗲 𝗳𝗼𝗿 𝗹𝗶𝗳𝗲
𝗢𝗵 𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮 𝗵𝗮𝗻𝗱 𝘁𝗼 𝗵𝗼𝗹𝗱
𝗘𝘃𝗲𝗻 𝘄𝗵𝗲𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗶𝘀 𝘀𝗼 𝗰𝗼𝗹𝗱
𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗳𝗶𝗿𝗲 𝗶𝗻 𝗺𝘆 𝘀𝗼𝘂𝗹"
Su voz salió más fuerte de lo que esperaba, con una claridad que lo sorprendió a sí mismo. Draco no había cantado antes, no en serio, no así, pero ahora todo se sentía... natural. Como si hubiera nacido para esto.
Lavender y Annabeth siguieron el ritmo de inmediato, sus ojos brillando con ese tipo de emoción que solo significaba una cosa: acababan de descubrir algo grande, algo que seguramente no le gustaría, aunque haría de igual manera por sus amigas.
𝗔𝗻𝗱 𝗮𝘀 𝗳𝗮𝗿 𝗮𝘀 𝗜 𝗰𝗮𝗻 𝘀𝗲𝗲 𝗜 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱
𝗽𝗿𝗶𝘃𝗮𝗰𝘆
𝗣𝗹𝘂𝘀 𝗮 𝘄𝗵𝗼𝗹𝗲 𝗹𝗼𝘁 𝗼𝗳 𝘁𝗿𝗲𝗲, 𝗳𝘂𝗰𝗸 𝗮𝗹𝗹 𝘁𝗵𝗶𝘀
𝗺𝗼𝗱𝗲𝘀𝘁𝘆
𝗜 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝘀𝗽𝗮𝗰𝗲 𝘁𝗼 𝗱𝗼 𝗺𝗲 𝗴𝗲𝘁 𝗮 𝘄𝗼𝗿𝗹𝗱 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝘁𝗵𝗲𝘆'𝗿𝗲 𝘁𝗿𝘆𝗻𝗮 𝘀𝗲𝗲
𝗔 𝗦𝘁𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗠𝗮𝘅𝘄𝗲𝗹𝗹 𝗿𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗯𝗲𝘀𝗶𝗱𝗱 𝗼𝗳 𝗺𝗲
𝗔 𝗙𝗲𝗿𝗿𝗮𝗿𝗶 𝗜'𝗺 𝗯𝘂𝘆𝗶𝗻' 𝘁𝗵𝗿𝗲𝗲
𝗔 𝗰𝗹𝗼𝘀𝗲𝘁 𝗼𝗳 𝗦𝘁𝗮𝗶𝗻 𝗟𝗮𝘂𝗿𝗲𝗻𝘁, 𝗴𝗲𝘁 𝘄𝗵𝗮𝘁 𝗜
𝘄𝗮𝗻𝘁 𝘄𝗵𝗲𝗻 𝗜 𝘄𝗮𝗻𝘁
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝘁𝗵𝗶𝘀 𝗵𝘂𝗻𝗴𝗲𝗿 𝗶𝘀 𝗱𝗿𝗶𝘃𝗶𝗻𝗴 𝗺𝗲, 𝘆𝗲𝗮𝗵
𝗜 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝘁𝗼 𝗯𝗲 𝗮𝗹𝗼𝗻𝗲, 𝗜 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝘁𝗼 𝗯𝗲
𝗮𝘁 𝗵𝗼𝗺𝗲
𝗨𝗻𝗱𝗲𝗿𝘀𝘁𝗮𝗻𝗱 𝘄𝗵𝗮𝘁 𝗜'𝗺 𝘀𝗽𝗲𝗮𝗸𝗶𝗻𝗴 𝗼𝗻 𝗶𝗳 𝘁𝗶𝗺𝗲
𝗶𝘀 𝗺𝗼𝗻𝗲𝘆 𝗜 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮 𝗹𝗼𝗮𝗻
𝗕𝘂𝗴 𝗿𝗲𝗴𝗮𝗿𝗱𝗹𝗲𝘀𝘀 𝗜'𝗹𝗹 𝗮𝗹𝘄𝗮𝘆𝘀 𝗸𝗲𝗲𝗽 𝗸𝗲𝗲𝗽𝗶𝗻'
𝗼𝗻
𝗙𝘂𝗰𝗸 𝗳𝗮𝗸𝗲 𝗳𝗿𝗶𝗲𝗻𝗱𝘀, 𝘄𝗲 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝘁𝗮𝗸𝗲 𝗟'𝘀 𝘄𝗲
𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗺𝗮𝗸𝗲 𝗠'𝘀
𝗪𝗵𝗶𝗹𝗱 𝘆'𝗮𝗹𝗹 𝗳𝗼𝗹𝗹𝗼𝘄, 𝘄𝗲 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗺𝗮𝗸𝗲 𝘁𝗿𝗲𝗻𝗱𝘀
𝗜'𝗺 𝗿𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗯𝗮𝗰𝗸 𝘁𝗼 𝘄𝗼𝗿𝗸 𝘄𝗵𝗲𝗻 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗯𝗿𝗲𝗮𝗸
𝗲𝗻𝗱𝘀
El sonido envolvió la plaza.
La guitarra vibraba contra su pecho, la madera cálida bajo sus dedos mientras cada acorde lo llenaba con una energía electrizante. La batería de Annabeth marcaba el pulso, firme y rítmica, mientras el bajo de Lavender añadía profundidad a la melodía.
Y él cantaba.
Cantaba como si siempre hubiera estado esperando este momento.
Cantaba con el alma.
Las pocas personas en la plaza que antes estaban distraídas ahora se habían detenido. Miraban. Escuchaban. Se inclinaban hacia adelante como si no quisieran perderse nada. Como si estuvieran hipnotizados, siempre había causado ese efecto en la gente, pero esto era diferente.
Lo entendía.
Porque él también se sentía así.
La música tenía ese poder sobre él. Sobre todos.
Cada nota lo hacía sentir más alto, más fuerte, más 𝘦𝘭 mismo. Era como si todo lo que alguna vez había dudado sobre sí mismo se evaporara en el aire.
No importaba que esto fuera improvisado.
No importaba que apenas estuvieran tocando en una plaza pública.
En ese momento, él era el centro del universo.
Las luces de la ciudad parpadeaban a su alrededor, pero Draco brillaba más.
Era imposible no verlo.
Era imposible no escucharlo.
Y cuando la canción llegó a su punto más alto, cuando su voz se elevó con el estribillo, sintió el fuego en su alma.
Y por primera vez en su vida, Draco Malfoy no tenía miedo de arder.
𝗢𝗵, 𝗶𝘁'𝘀 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗺𝗲, 𝗺𝘆𝘀𝗲𝗹𝗳 𝗮𝗻𝗱 𝗜
𝗦𝗼𝗹𝗼 𝗿𝗶𝗱𝗲 𝘂𝗻𝘁𝗶𝗹 𝗜 𝗱𝗶𝗲
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝗺𝗲 𝗳𝗼𝗿 𝗹𝗶𝗳𝗲
𝗢𝗵 𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮 𝗵𝗮𝗻𝗱 𝘁𝗼 𝗵𝗼𝗹𝗱
𝗘𝘃𝗲𝗻 𝘄𝗵𝗲𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗶𝘀 𝘀𝗼 𝗰𝗼𝗹𝗱
𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗳𝗶𝗿𝗲 𝗶𝗻 𝗺𝘆 𝘀𝗼𝘂𝗹"
𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮𝗻𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝗴𝗲𝘁 𝗺𝗲 𝘁𝗵𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵
𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁
𝗘𝘅𝗰𝗲𝗽𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗯𝗲𝗮𝘁 𝘁𝗵𝗮𝘁'𝘀 𝗶𝗻 𝗺𝘆 𝗵𝗲𝗮𝗿𝘁
𝗬𝗲𝗮𝗵, 𝗶𝘁'𝘀 𝗸𝗲𝗲𝗽𝗶𝗻𝗴 𝗺𝗲 𝗮𝗹𝗶𝘃𝗲
𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮𝗻𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝗺𝗮𝗸𝗲 𝗺𝗲
𝘀𝗮𝘁𝗶𝘀𝗳𝗮𝗰𝗲𝗱
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝘂𝘀𝗶𝗰 𝗳𝗶𝗹𝗹𝘀 𝗺𝗲 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗮𝗻𝗱
𝗶𝘁 𝗴𝗲𝘁𝘀 𝗺𝗲 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆 𝘁𝗶𝗺𝗲
Canto con el corazón, con todo lo que tenia. Canto riendo de cómo esto era lo que necesitaba, canto con Lavender que tenía la misma sonrisa que él, canto porqué por primera vez en mucho tiempo, se sentía 𝘷𝘪𝘷𝘰, se sentía 𝘣𝘪𝘦𝘯.
Él ya no necesitaba nada más. Esta sería su droga por el resto de su vida, este sería su oxígeno desde ahora. Porque 𝘋𝘪𝘰𝘴, no podía explicarlo.
Era nada. Era todo. Era demasiado. Era poco. Lo asfixiaba. Lo hacia respirar. Lo mataba para devolverlo a la vida. Una y otra vez, cada una mejor que la otra.
𝗬𝗲𝗮𝗵, 𝗮𝗻𝗱 𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗹𝗶𝗸𝗲 𝘁𝗮𝗹𝗸𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝘀𝘁𝗿𝗮𝗻𝗴𝗲𝗿𝘀
𝗦𝗼 𝗴𝗲𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗳𝘂𝗰𝗸 𝗼𝗳𝗳 𝗺𝗲 𝗜'𝗺 𝗮𝗻𝘅𝗶𝗼𝘂𝘀
𝗜'𝗺 𝘁𝗿𝘆𝗻𝗮 𝗯𝗲 𝗰𝗼𝗼𝗹 𝗯𝘂𝗴 𝗜 𝗺𝗮𝘆 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗴𝗼 𝗮𝗽𝗲
𝘀𝗵𝗶𝘁
𝗦𝗮𝘆 '𝗳𝘂𝗰𝗸 𝘆'𝗮𝗹𝗹' 𝘁𝗼 𝗮𝗹𝗹 𝗼𝗳 𝘆'𝗮𝗹𝗹 𝗳𝗮𝗰𝗲𝘀
𝗜𝘁 𝗰𝗵𝗮𝗻𝗴𝗲𝘀 𝘁𝗵𝗼𝘂𝗴𝗵 𝗻𝗼𝘄 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗜'𝗺 𝗳𝗮𝗺𝗼𝘂𝘀
𝗘𝘃𝗲𝗿𝘆𝗼𝗻𝗲 𝗸𝗻𝗼𝘄𝘀 𝗵𝗼𝘄 𝘁𝗵𝗶𝘀 𝗹𝗶𝗳𝗲𝘀𝘁𝘆𝗹𝗲 𝗶𝘀
𝗱𝗮𝗻𝗴𝗲𝗿𝗼𝘂𝘀
𝗕𝘂𝘁 𝗜 𝗹𝗼𝘃𝗲 𝗶𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗿𝘂𝘀𝗵 𝗶𝘀 𝗮𝗺𝗮𝘇𝗶𝗻𝗴
𝗖𝗲𝗹𝗲𝗯𝗿𝗮𝘁𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁𝗹𝘆 𝗮𝗻𝗱 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆𝗼𝗻𝗲 𝗿𝗮𝗴𝗲𝘀
𝗜 𝗳𝗼𝘂𝗻𝗱 𝗵𝗼𝘄 𝘁𝗼 𝗰𝗼𝗽𝗲 𝘄𝗶𝘁𝗵 𝗺𝘆 𝗮𝗻𝗴𝗲𝗿
𝗜'𝗺 𝘀𝘄𝗶𝗺𝗺𝗶𝗻𝗴 𝗶𝗻 𝗺𝗼𝗻𝗲𝘆
𝗦𝘄𝗶𝗺𝗺𝗶𝗻𝗴 𝗶𝗻 𝗹𝗶𝗾𝘂𝗼𝗿 𝗺𝘆 𝗹𝗶𝘃𝗲𝗿 𝗶𝘀 𝗺𝘂𝗱𝗱𝘆
𝗕𝘂𝘁 𝗶𝘁'𝘀 𝗮𝗹𝗹 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗜'𝗺 𝘀𝘁𝗶𝗹𝗹 𝘀𝗶𝗽𝗽𝗶𝗻' 𝘁𝗵𝗶𝘀
𝗯𝘂𝗯𝗯𝗹𝘆
𝗧𝗵𝗶𝘀 𝘀𝗵𝗶𝘁 𝘂𝘀 𝗹𝗼𝘃𝗲𝗹𝘆, 𝘁𝗵𝘂𝘀 𝘀𝗵𝗶𝘁 𝗮𝗶𝗻'𝘁 𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼𝗺,
𝗜 𝗱𝗶𝗱𝗻'𝘁 𝗴𝗲𝘁 𝗹𝘂𝗰𝗸𝘆
𝗠𝗮𝗱𝗲 𝗶𝘁 𝗿𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗵𝗲𝗿𝗲 '𝗰𝗮𝘂𝘀𝗲 𝗜'𝗺 𝘀𝗶𝗰𝗸 𝘄𝗶𝘁𝗵 𝗶𝘁
𝗖𝘂𝗱𝗶
𝗧𝗵𝗲𝘆 𝗮𝗹𝗹 𝘁𝗮𝗸𝗲 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝗼𝗻𝗲𝘆 𝗳𝗼𝗿 𝗴𝗿𝗮𝗻𝘁𝗲𝗱
𝗕𝘂𝘁 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝘄𝗮𝗻𝘁 𝘁𝗼 𝘄𝗼𝗿𝗸 𝗳𝗼𝗿 𝗶𝘁 𝘁𝗲𝗹𝗹 𝗺𝗲
𝗻𝗼𝗲, 𝗶𝘀𝗻'𝘁 𝗶𝘁 𝗳𝘂𝗻𝗻𝘆? 𝗡𝗮𝗵
Riendo se acercó a Annie, que lo miraba con una sonrisa en sus ojos mientras seguía tocando, y cuando llegó la siguiente parte, salto con una emoción de la cual no sabía que contenía. Una emoción que no sabía que seguía teniendo, que aún estaba ahí.
𝗢𝗵, 𝗶𝘁'𝘀 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗺𝗲, 𝗺𝘆𝘀𝗲𝗹𝗳 𝗮𝗻𝗱 𝗜
𝗦𝗼𝗹𝗼 𝗿𝗶𝗱𝗲 𝘂𝗻𝘁𝗶𝗹 𝗜 𝗱𝗶𝗲
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝗺𝗲 𝗳𝗼𝗿 𝗹𝗶𝗳𝗲
𝗢𝗵 𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮 𝗵𝗮𝗻𝗱 𝘁𝗼 𝗵𝗼𝗹𝗱
𝗘𝘃𝗲𝗻 𝘄𝗵𝗲𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗶𝘀 𝘀𝗼 𝗰𝗼𝗹𝗱
𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗳𝗶𝗿𝗲 𝗶𝗻 𝗺𝘆 𝘀𝗼𝘂𝗹"
𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮𝗺𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝗴𝗲𝘁 𝗺𝗲 𝘁𝗵𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵
𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁
𝗘𝘅𝗰𝗲𝗽𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗯𝗲𝗮𝘁 𝘁𝗵𝗮𝘁'𝘀 𝗶𝗻 𝗺𝘆 𝗵𝗲𝗮𝗿𝘁
𝗬𝗲𝗮𝗵, 𝗶𝘁'𝘀 𝗸𝗲𝗲𝗽𝗶𝗻𝗴 𝗺𝗲 𝗮𝗹𝗶𝘃𝗲
𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮𝗻𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝗺𝗮𝗸𝗲 𝗺𝗲
𝘀𝗮𝘁𝗶𝘀𝗳𝗮𝗰𝗲𝗱
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝘂𝘀𝗶𝗰 𝗳𝗶𝗹𝗹𝘀 𝗺𝗲 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗮𝗻𝗱
𝗶𝘁 𝗴𝗲𝘁𝘀 𝗺𝗲 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆 𝘁𝗶𝗺𝗲
Miró directamente a la cámara de su madre, sonriendo en grande. Sin importarle ahora toda la gente que se empezó a amontonar cerca de ellos.
No importaba. Él solo sentiría.
𝗟𝗶𝗸𝗲 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 (𝗬𝗲𝗲!)
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝘂𝘀𝗶𝗰 𝗳𝗶𝗹𝗹𝘀 𝗺𝗲 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗮𝗻𝗱
𝗶𝘁 𝗴𝗲𝘁𝘀 𝗺𝗲 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆 𝘁𝗶𝗺𝗲
𝗬𝗲𝗮𝗵, 𝗹𝗼𝗻𝗲𝗹𝘆 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁𝘀 𝗜 𝗹𝗮𝗶𝗱 𝗮𝘄𝗮𝗸𝗲
𝗣𝗿𝗮𝘆 𝘁𝗵𝗲 𝗟𝗼𝗿𝗱, 𝗺𝘆 𝘀𝗼𝘂𝗹 𝘁𝗼 𝘁𝘀𝗸𝗱
𝗠𝘆 𝗵𝗲𝗮𝗿𝘁'𝘀 𝗯𝗲𝗰𝗼𝗺𝗲 𝘁𝗼𝗼 𝗰𝗼𝗹𝗱 𝘁𝗼 𝗯𝗿𝗲𝗮𝗸
𝗞𝗻𝗼𝘄 𝗜'𝗺 𝗴𝗿𝗲𝗮𝘁 𝗯𝘂𝘁 𝗜'𝗺 𝗯𝗿𝗼𝗸𝗲 𝗮𝘀 𝗵𝗲𝗹𝗹
𝗛𝗮𝘃𝗶𝗻𝗴 𝗱𝗿𝗲𝗮𝗺𝘀 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗜'𝗺 𝗳𝗼𝗹𝗱𝗶𝗻𝗴 𝗰𝗮𝗸𝗲
𝗔𝗹𝗹 𝗺𝘆 𝗹𝗶𝗳𝗲 𝗜'𝘃𝗲 𝗯𝗲𝗲𝗻 𝘁𝗼𝗹𝗱 𝘁𝗼 𝘄𝗮𝗶𝘁
𝗕𝘂𝘁 𝗜'𝗺𝗺𝗮 𝗴𝗲𝘁 𝗶𝘁 𝗻𝗼𝘄, 𝘆𝗲𝗮𝗵 𝗶𝘁'𝘀 𝗻𝗼 𝗱𝗲𝗯𝗮𝘁𝗲
𝗬𝗲𝗮𝗵
Podía ver como algunos otros también sacaban sus teléfonos y cámaras para grabarlos, y se aseguraba de mandarle algún que otro guiño directo hacia ellos.
Entonces, miró a Lavender, Lavender miró a Annabeth y Annabeth lo miró a él. Era la parte final, donde lo darían todo.
𝗢𝗵, 𝗶𝘁'𝘀 𝗷𝘂𝘀𝘁 𝗺𝗲, 𝗺𝘆𝘀𝗲𝗹𝗳 𝗮𝗻𝗱 𝗜
𝗦𝗼𝗹𝗼 𝗿𝗶𝗱𝗲 𝘂𝗻𝘁𝗶𝗹 𝗜 𝗱𝗶𝗲
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝗺𝗲 𝗳𝗼𝗿 𝗹𝗶𝗳𝗲
𝗢𝗵 𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮 𝗵𝗮𝗻𝗱 𝘁𝗼 𝗵𝗼𝗹𝗱
𝗘𝘃𝗲𝗻 𝘄𝗵𝗲𝗻 𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁 𝗶𝘀 𝘀𝗼 𝗰𝗼𝗹𝗱
𝗜 𝗴𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗮𝘁 𝗳𝗶𝗿𝗲 𝗶𝗻 𝗺𝘆 𝘀𝗼𝘂𝗹"
𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮𝗺𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝗴𝗲𝘁 𝗺𝗲 𝘁𝗵𝗿𝗼𝘂𝗴𝗵
𝘁𝗵𝗲 𝗻𝗶𝗴𝗵𝘁
𝗘𝘅𝗰𝗲𝗽𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗯𝗲𝗮𝘁 𝘁𝗵𝗮𝘁'𝘀 𝗶𝗻 𝗺𝘆 𝗵𝗲𝗮𝗿𝘁
𝗬𝗲𝗮𝗵, 𝗶𝘁'𝘀 𝗸𝗲𝗲𝗽𝗶𝗻𝗴 𝗺𝗲 𝗮𝗹𝗶𝘃𝗲
𝗜 𝗱𝗼𝗻'𝘁 𝗻𝗲𝗲𝗱 𝗮𝗻𝘆𝘁𝗵𝗶𝗻𝗴 𝘁𝗼 𝗺𝗮𝗸𝗲 𝗺𝗲
𝘀𝗮𝘁𝗶𝘀𝗳𝗮𝗰𝗲𝗱
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝘂𝘀𝗶𝗰 𝗳𝗶𝗹𝗹𝘀 𝗺𝗲 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗮𝗻𝗱
𝗶𝘁 𝗴𝗲𝘁𝘀 𝗺𝗲 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆 𝘁𝗶𝗺𝗲
Y en ese instante, Draco no pensó en su apellido, en Hogwarts, en la magia o en cualquier otra cosa. Solo era él con sus dos mejores amigas, la música y el instante. Se lanzó con fuerza al último verso, sintiendo cada palabra vibrar en sus huesos. Moviendo los hombros al ritmo.
𝗟𝗶𝗸𝗲 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 (𝗬𝗲𝗲!)
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
𝗕𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮 𝗯𝗮
'𝗖𝗮𝘂𝘀𝗲 𝘁𝗵𝗲 𝗺𝘂𝘀𝗶𝗰 𝗳𝗶𝗹𝗹𝘀 𝗺𝗲 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗮𝗻𝗱
𝗶𝘁 𝗴𝗲𝘁𝘀 𝗺𝗲 𝗲𝘃𝗲𝗿𝘆 𝘁𝗶𝗺𝗲
La explosión fue instantánea. Aplausos, gritos, manos en el aire. Draco dejó caer la cabeza hacia atrás, respirando con dificultad, una sonrisa salvaje en su rostro. Annabeth le dio un empujón en el hombro, riendo. Lavender alzó los brazos como si hubieran ganado un premio. Al final miró a la multitud, a sus amigas, y luego al cielo soleado, que hacia que los rayos del sol le den directo en la cara.
Sentía que podía con todo.
No había legado, ni destino, ni nada.
Solo el rugido del mundo respondiéndole.
"Ahora sí lo entendiste, ¿verdad?" susurró para si mismo con una sonrisa arrogante, mirando a la multitud que los aplaudían con fervor.
Los aplausos. El reconocimiento. Todo.
Y entonces, entre el bullicio, alguien gritó
"¡¿QUIÉNES SON USTEDES?!"
Los tres se miraron a los ojos, habían pensado en este día por años, y ya habían acordado un nombre desde hace tiempo. Asi que se inclinó hacia el micrófono con la confianza de un rey y en conjunto respondieron.
"¡Nosotros somos Myth and Fire!"
...
"¿Padre? ¡Papá! ¿Qué te pasa? ¿Qué haces? ¡papá" Grito mientras Lucius lo empujaba junto a Annabeth.
Se había vuelto loco, empezó a buscar algo tirando cosas por todos lados, y cuando vio que eran sus maletas. No pudo evitar preguntarse, ¿qué carajos estaba pasando? No tenían ningún viaje, y él más cercano era en unos dos meses para ver a Lav, ya que terminaba su primer año en Hogwarts.
Su padre comenzó a sacar ropa del armario, algún que otro libro, y -gracias al cielo- no toco sus instrumentos. Annabeth lo abrazaba junto a ella, ninguno entendía nada de lo que pasaba, de lo que lé pasaba.
Por suerte, su madre entró rápido a la habitación, y contra todo pensamiento lógico se puso igual que su padre, metiendo sus cosas a las maletas.
Intentaron hablar, pero no podían. Todo era tan extraño...
"Vayan al auto, ahora" hablo su padre con tono autoritario, ese el que solo usaba con sus compañeros o aliados políticos. Acataron la orden, ¿qué más podían hacer? Al los minutos, ambos llegaron con maletas. No para cuatro sino solo para dos. "Bueno, esta bien, creo que hay mucho que explicar" empezó luego de tomar el lugar de Alfred al volante.
El auto se movía a toda velocidad por la carretera oscura. Draco se abrazaba a sí mismo en el asiento trasero, con Annabeth a su lado, ambos en completo silencio. La tensión era sofocante, y el rugido del motor apenas podía tapar los latidos acelerados en su pecho.
"¿Podemos saber qué está pasando?" Preguntó Annie, cruzándose de brazos.
Su madre apretó los labios y miró de reojo a su padre, pero él solo fijaba la vista en la carretera. Su mandíbula estaba tensa, y sus nudillos blancos por la fuerza con la que sujetaba el volante.
"Hay algo que debieron saber hace tiempo" dijo finalmente, por fin. "Draco... Annabeth... ustedes son..." no llego a terminar porqué de repente, un fuerte ruido retumbó desde el frente. Su padre giró el volante con rapidez, pero no pudo evitar que el vehículo chocara con otro, el sonido de la colisión retumbó en sus oídos, que miró a Annabeth con un brillo de confusión en los ojos.
"¡¿Qué demonios?!", gritó ella, al ver a un chico con una maldita espada y una criatura monstruosa a su lado, el Minotauro, que se acercaba rápidamente.
Antes de que pudiera procesarlo, el Minotauro los embistió con furia, lanzando a su madre contra el asiento, mientras que él, por instinto, saltó fuera del auto, sin pensarlo.
¿Donde estabs su padre?
¿Qué carajos estaba pasando?
Miro por ultima vez a su madre, que yacia ahi en el suelo sangrando. Una ira inconprendible salio de él,su madre lo miro con cariño, como si no sintiers lo mal que se encontraba. El maldito minutauro lo iba a pagar, y con sangre tambien.
Nadie lastima a algo suyo. Nadie.
Sin que nada lo detuviera, se lanzó al monstruo con una rapidez inesperada, usando su agilidad para esquivar el primer embate del Minotauro, clases de educación física, por fin servían de algo.
Lo que pasó después fue un espectáculo de movimientos rápidos y precisos, sin dudarlo mucho, le quito de las manos la espada al chico de antes y atacó con todo lo que tenía, buscando debilitar al monstruo con cada golpe. Annie y el desconocido lo miraban sorprendidos mientras el Minotauro retrocedía. Más vale que retroceda, él lo iba a destruir. No sabía con quién se metió al hacerle daño a su madre.
En un giro final, aprovechó una abertura, se lanzó sobre el monstruo y, con la espada en mano le corto la cabeza de una vez por todas. El Minotauro cayó al suelo, retumbando con su peso.
Estaba respirando pesadamente, muy feo esta vez, todo lo contrario al cansancio después de cantar una canción. Miró hacia donde antes se encontraba Annie con el chico que había llegado con el Minotauro. Ella parecía estar bien, pudo volver a respirar con tranquilidad, ella estaba bien, Annie estaba a salvo. Ahora si, con el desconocido él estaba mirando con asombro, sin palabras.
Bueno, no es por ser egocéntrico, pero simplemente siempre dejaba ese efecto en las personas.
"¡Draco Orion Malfoy! Eres un idiota, no vuelvas a hacer algo como eso" le grito su amiga abrazandolo, pero de la nada, apareció una puerta abierta invitandolos a entrar. "¿Campamento Mestizo?" Preguntaron a la vez.
Estaban en medio de la nada, con un desconocido que aún no hablaba y... "Annabeth, dime que estoy alucinando, ¿ese chico tiene patas en vez de piernas?" Dijo al ver a otro desconocido, genial.
Perdidos y alucinando en medio de la nada con personas que capaz y quieren matarlos. Draco no pudo evitar preguntarse cómo había acabado en ese lugar.
"Perfecto", murmuró, sin saber si su cabeza estaba funcionando bien o si eso todo era parte de algún extraño sueño.
"Esto no puede ser real", añadió Annabeth, pero sabía que ya estaba demasiado inmersa en todo como para hacer marcha atrás.
Sin más opción, sin decir mucho más, ambos se acercaron a la puerta, siendo seguidos por los otros dos.
La puerta los condujo sin más remedio a una vasta explanada, rodeada por árboles que, por alguna razón, parecían tener una presencia casi mágica. El aire fresco y pesado de la madrugada se sentía más denso aquí, como si el lugar mismo estuviera lleno de secretos y por alguna extraña razon, habia muchas personas ahi dentro. Sin embargo, antes de que pudieran reaccionar completamente, algo extraño ocurrió.
Una luz dorada iluminó la oscuridad de la noche, un resplandor cálido que lo envolvió como una manta suave. De repente, el aire a su alrededor se volvió denso, como si el mismo campamento contuviera la respiración.
Él apenas podía comprender lo que estaba sucediendo. Estaba de pie, con Annabeth a su lado y el extraño chico de las patas de cabra mirándolo. Su mente no podía procesar el caos de la situación, y por un momento, todo se detuvo. El tiempo parecía haberse detenido, y los susurros de los otros semidioses se desvanecieron, dejando solo ese resplandor cegador.
"¡No!" gritó Annie a su lado, pero su voz estaba distorsionada, como si proviniera de muy lejos.
El brillo de la luz aumentó, y en un abrir y cerrar de ojos, la figura apareció. Una mujer deslumbrante, vestida con un resplandor blanco y dorado que la hacía parecer una diosa hecha de luz misma. Su cabello era una cascada dorada que caía perfectamente alrededor de su rostro, y sus ojos, como dos espejos, reflejaban una belleza celestial. La misma sensación de calor que había sentido en su pecho se intensificó, como si cada célula de su cuerpo estuviera siendo tocada por una divinidad. La mujer estaba ahí, ante él, mirando con una mezcla de ternura y diversión. Se parecía mucho a...
Afrodita.
¿Qué? ¿Cómo era eso posible?
"Draco Orion Malfoy" hablo ella con una voz suave y envolvente, como si cada palabra que pronunciara fuera un canto. "Has sido reclamado por mí, por la belleza que llevas dentro y fuera" fue lo único que dijo para desaparecer.
Luego de eso, todo volvió como lo era normalmente. Iba a hablar, pero una figura extraña como una momia venia hacia él, haciendo que todos los presentes además de ellos ahí tragaran saliva.
Oh no, una criatura aterradora venía hacia él. Otra vez.
Antes de que pudiera hacer o decir cualquier cosa, una neblina verde apareció.
...
Cuando la estrella del norte y la luna de sangre se encuentren,
nacerá un hijo del amor y la magia,
un lazo entre mundos que no debieron cruzarse.
De ojos de luna y sangre antigua,
su existencia retará las leyes del Olimpo y la magia.
A través de la belleza romperá reinos,
y con la espada protegerá lo eterno.
Un destino escrito será quebrado,
y el curso de los héroes se torcerá como las olas en tormenta.
El que no debía ser, elegirá lo que los dioses temen:
el amor como arma, el sacrificio como condena.
Ni magos ni dioses podrán resistir su voluntad,
y con su elección, paz o caos hallarán su camino de verdad.
...
Con el temor de sonar repetitivo, ¿qué diablos estaba pasando?
Quería decir algo más, pero no pudo. No porque no quisiera, sino que literalmente se desmayo después de eso.
Si le preguntan en ese momento lo que piensa de ese raro lugar, solo dira que tiene un pésimo servicio de entrada.
Notes:
Holiss! Como verán, esto será un poco diferente... aún no sé si para bien o para mal.
Espero que les haya gustado y gracias por darle una oportunidad ;).
Para ambientados bien, los chicos llegaron dos meses antes de lo que sería el canon. Y por si no se dieron cuenta, estamos más por las épocas de Harry Potter, solo que utilizo algunas cosas de más a futuro porque... no entiendo muchas de las de antes :).
Dato: tuve que hacer si o si esa escena de ellos cantando porque perdí una apuesta, así que lo siento si no les gusto.
Nos vemos!
M. S. C
Chapter Text
Okey. No estaba nada bien.
Necesitaba una explicación y rápido. Y seguro la pediría después, le dolía demasiado la cabeza ahora mismo, así que se recostó mejor en la cama, en donde sea que este, no era como la de su habitación que tenía en su hogar, pero estaba pasable.
Se enderezó de golpe, no estaba en su casa o en ningún otro lugar que conociera. Los recuerdos comenzaron a despertar en él. "¿Qué carajos pasó?" Todo eso debía de ser un horrible, nefasto y furibundo sueño, ¿no? Era una pesadilla, en realidad. Se dio la vuelta de manera instantánea al escuchar como habrían la puerta de la aparente enfermería en la que estaba, de allí emergió una niño rubio y bronceado, algo menor que él. "Dime... dime por favor que no está pasando lo que creo esta pasando" fue lo primero -y lo único en si- que le dijo. No tenía tiempo para presentarse, no cuando no sabe que le sucedió a sus padres...
"Eeh... pues, ¿qué crees que está pasando? No, que pregunta más tonta, entonces... si, supongo que si" tartamudeo el niño un poco, parecía estar muy tímido y sonrojado frente a él. Genial, hasta en este extraño lugar seria así. "Tengo que informarte que soy tu medico, asi que te hare un pequeño examen para ver como estas ahora que despertaste. Soy Will Solace, un gusto..." dejó la pregunta al aire.
"Draco Malfoy, el placer es mío" asintió estrechando la mano del niño Solace, quien rápidamente empezó a hacer su examen. Él no le pudo prestar mucha atención, tenía tanto que pensar...
¿Por qué sus padres lo trajeron allí? ¿Qué era ese lugar? ¿Les habia pasado algo malo a ellos? La sola opción de pensar que pudieron salir heridos lo asustaba... eso no lo permitiría, iría al mismísimo Tártaro para recuperarlos si fuera necesario.
¿Cómo había llegado un Minotauro? ¿Quién era el chico al que perseguia y ese otro con... patas de cabra? ¿Dónde estaba Annabeth, ella estaba bien? ¿Por qué esa puerta mágica se abrió a ellos? Según lo que había visto, no parecía estar relacionado con la magia.
Y hablando de eso... ¿Qué fue eso último que pasó? ¿'Reclamado por Afrodita'? ¿Afrodita, como la Diosa griega? ¿Aquella que es llamada la reina del amor y la belleza? Sabía que era lindo, desde siempre, aunque ¿en serio? No le entraba a la cabeza... y también estaba esa especie de momia rara que se le acercó. ¿Qué significaba aquello que había recitado? No era algún tipo extraño de profecía, ¿verdad? No quería ser parte de una profecía...
Y volviendo al principio, ¿cómo carajos era un 'hijo de...'?
"Ey, ey, ¡Malfoy despierta!" Lo sacó que sus pensamientos su doctor chasqueaando los dedos, pareció aliviado al verlo reaccionar. "Sé que tendrás muchas preguntas, y a pesar de eso, será mejor que te quedes aquí, ya que..." Él estruendo de la puerta siendo abierta lo interrumpió.
"¡Dracooooo!" Lo llamo Annie gritando, corriendo a abrazarlo.
"¡Ay, ay, ay! Cuidado con el lisiado" intentó bromear, pero ella no se rió, amargada. Lo miró feo con la mirada y le dio un golpe en el brazo.
"¿Cómo se te ocurre no decirme que eras un mago? Se supone que somos mejores amigos" le reclamo. Cierto, había olvidado ese pequeño detalle, Annie había estado a su lado escuchando todo.
"¿Sorpresa, creo?" Fue lo único que se ocurrió decir, recibió otro golpe en el brazo. "¡Por favor, mujer! Deja de golpearme, o Solace tendrá que hacer más trabajo" apunto al chico que estaba arrinconado en un costado, solo levanto la mano nervioso al ver como Annabeth lo fulminaba con la mirada.
"Ese niño no me podrá hacer nada" afirmo. "Al menos no antes de que yo te lo haga a ti" y salto volviendo a abrazarlo. Se quedaron en silencio un rato. "Creo que ambos tenemos que explicar como son las cosas, ¿no?" Pregunto ella finalmente.
"Eso creo, Ann"
Así que se fueron de ahí (sin el permiso de Solace, obviamente) y su amiga lo guio por todo el 'campamento' según lo llamaba. Fueron en silencio, ya que los cuchicheos sobre él no pasaban muy desaparecido que digamos.
"¿Ese es el chico hijo de Afrodita? Es muy atractivo..."
"¿Por fin despertó? Wow, se ve mucho mejor de cerca"
"El niño rubio es el la profecía, el supuesto mago"
"¿Viste aquel de allá, al niño bonito? Se dice que mató a un Minotauro, aunque seguro ese fue el chico Jackson"
"Si, hijo de Afrodita y todo eso, ¿recuerdas?"
Eran insoportables.
Wow, no llevaba ni una hora despiertos y ya no le caían bien, eso sí que era un nuevo récord. Para su gran suerte y apresurando un poco el paso, finalmente llegaron a su destino, el lago.
Annabeth se sento justo en la orilla y comenzo a hablar. "¿Cómo es que nunca me dijiste que eres un mago?" Directa al grano, como siempre.
"Bueno... No es lo primero que le dices a alguien. 'Hola, soy Draco tu mejor amigo y mago' además, no lo sabía hasta que me encontré con Lavender, y mis padres me habían dicho que era un secreto que no se lo podía contar a los 'muggles'" la chica lo miró raro. "Así se les dice a las personas que no tienen magia".
Annie se relajo. "Tienes razón, es mucho para procesar" respondió con una sonrisa, que se tenso al instante. "Nacerá un hijo del amor y la magia..."
"¿Eso estaba en la profecía, verdad?" No pudo evitar preguntar, ¿por qué tenía una? No quería que eso dirigiera su destino. Annabeth asintió.
"No sé lo que significa, pero eres... único. Es como si los dioses estuvieran rompiendo sus propias reglas contigo, ¿irónico, cierto?"
"Genial. Porque ser hijo de Afrodita ya no era suficientemente complicado" exagero, acostándose en el pasto.
"Vamos, sabes que te gusta la atención" Río ella acostándose a su lado, jugando con su cabello, era un gesto que tenían desde niños y con el paso del tiempo, nunca lo dejó de hacer y él se lo dejó crecer.
"Un poco, por algo tuve la idea de crear una banda" Annabeth se quedo a su lado, más seria ahora. "Ya dilo, se que estas pensando en algo"
"Draco... si eres mitad mago y mitad semidiós, ¿quién eres realmente?" Finalmente preguntó.
Draco se tenso, no se esperaba esa pregunta, no estaba preparado para responderla.
Porque él tampoco lo sabía, no tenía esa respuesta.
Desde que le habían dicho que era un mago después de ocultarse gran parte de su vida, siempre tuvo esa duda. ¿Quién era realmente? No se sentía como un mago, no sabía cómo hacerlo, como ser uno de ellos; pero tampoco sabía cómo ser completamente normal, sin magia, él ya no podía identificarse con eso, no cuando la magia era algo tan magnífico para él. Y ahí entraba ahora el ser... ¿un semidiós? O lo que fuera que sea ahora.
Todo era tan confuso... ¿Qué ser y qué no? ¿Tendría que elegir alguna vez?
"Esa es la pregunta que llevo haciéndome desde hace mucho tiempo..." fue lo único que respondió. Fue lo único que tenía para responder.
Annabeth pareció entenderlo, siempre lo hacía, habían pasado casi la mitad de su vida viviendo juntos como para no hacerlo. "Dray, si te consuela, seguirías siendo mi mejor amigo aunque fueras un feo ornitorrinco"
Río divertido ante eso, "Querida Ann, me duele que digas eso, yo sería un ornitorrinco hermoso" la siguió.
Y, por solo un momento, volvieron a reír como si solamente estuvieran ellos dos en el mundo.
.
"Ann" insistió.
"¿Qué quieres?" Le pregunto aún medio dormida, sin darse cuenta ambos habían caído en el sueño justo ahí en la orilla del lago.
"Tienes que contarme que es este lugar".
"¿Aun no lo sabes?" Murmuró incorporándose más, como si buscara comodidad en el suelo.
"Si lo supiera, ¿te molestaría cuando yo también tengo sueño?"
Annabeth suspiró, frotándose los ojos. "Cierto, tu y tus horas de sueño preciadas" se burlo. "Es el Campamento Mestizo, un refugio para semidioses como nosotros, te enseñan a pelear para defenderte de monstruos y demás criaturas que quieran atraparte. Tu estas en la cabaña diez, que es la de Afrodita" así que al final si era un semidiós. "Ah, y yo soy hija de Athenea"
Draco la miró fijamente, ¿cómo lo decía así como así? Solo se había dormido un día, dioses. "Lo dices como si fuera algo completamente normal"
Ella le devolvió la mirada con una mezcla de cansancio y paciencia. "Porque lo es para mí, al menos ahora"
Se dejó caer la cabeza hacia atrás, soltando un suspiro teatral. "Esto sigue pareciendo una broma pesada. Primero el Minotauro, luego ese oráculo creepy, y ahora resulta que soy hijo de Afrodita. Afrodita, Annabeth. ¿Cómo pasó eso? Y tampoco es como si hubieran pasado años"
Annie arqueó una ceja divertida. "Bueno, cuando un dios y un mortal se quieren mucho-" le lanzó un poco de pasto en la cara jungo a una mirada fulminante.
"Oh, Cállate, Chase"
Ella sonrió divertida, pero luego su expresión se suavizó. "Mira, sé que es mucha información de golpe, pero tienes que aceptarlo. Ya eres parte de este mundo" pensó las palabras. "O bueno, eso me dijeron a mi, no es muy consolador la verdad".
Draco permaneció en silencio por un momento, mirando el reflejo del sol en el lago, fue cuando su amiga murmuró.
"Tenemos que hablar de la banda"
Parpadeó un par de veces antes de incorporarse. "¿Qué?"
"La banda, Draco. Tú, Lavender y yo. ¿No me digas que al desmayarte te afecto el cerebro?"
Él frotó su rostro con las manos. "Ann, acabo de matar a un Minotauro, fui reclamado por una diosa, recibí una profecía de una momia fantasma, me desmaye y dormí sobre pasto. ¿Cómo tienes energía para hablar de la banda?" Si, iba a sacar el tema siempre hasta que se acostumbre. Seguia sonando tan.. irreal.
Annabeth le dio un empujón. "Porque es importante".
Draco la miró con incredulidad antes de suspirar, tendrian que tener esa charla tarde o temprano. "Está bien. ¿Qué pasa con la banda?"
Ella cruzó los brazos. "Lavender no tiene idea de dónde estamos, y no tenemos forma de contactarla. ¿Qué hacemos?"
Mierda, eso era cierto. Se quedó en silencio por un momento, su mirada perdida en el agua del lago. La noche anterior, todo había sido caos y adrenalina. Ahora que tenía un segundo para pensar, se daba cuenta de que estaban completamente aislados. "No lo sé" Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo más de lo que ya estaba. "No podemos simplemente desaparecer y esperar que todo siga igual cuando volvamos" pensó en voz alta.
"Y tarde o temprano, alguien va a notar que nos fuimos. La gente veía nuestros videos, Draco. No éramos mundialmente famosos, pero teníamos cierto público"
"Tienes razón..."
Annabeth de la nada se rio. Fuerte, muy fuerte. "¿Estas bien?" Le pregunto seriamente preocupado, eso era raro en ella.
"Sí, por supuesto, genial. Solo que me acabo de dar cuenta de algo. Eres un semidios, un mago y ahora un músico en fuga" Annabeth sonrió aun más. "¿Sabes? Creo que aún podemos tocar".
Él la miró de reojo. "¿Tocar en un campamento donde entrenan guerreros con espadas? Sí, claro, eso va a salir bien".
Ella se encogió de hombros. "Si vamos a estar aquí, más nos vale hacer que se sienta un poco como casa, y si volvemos oxidados Lavender nos matara" en eso estaba en lo cierto.
Draco se quedó en silencio un momento antes de sonreír levemente. "De acuerdo esta bien, tu ganas. Pero si algún sátiro o cosas que hayan aquí nos lanza una lanza por hacer demasiado ruido, es tu culpa"
"Trató hecho Dray" asintió ella. "Ahora creo que tenemos que ir a entrenar"
"¿Entre qué?"
"No se si sobreviviras aqui". Okey, un voto de confianza en su persona no le vendría mal. "Sígueme, ¿sí?"
.
Se retracta, él no iba a sobrevivir aquí.
Todo el mundo lo mira, por ser 'el único hijo varón de Afrodita' y escuchaba a algunos decir cosas sobre los videos que subían. Además, en duerme en una cabaña, con personas dentro, tiene que limpiar cuando nunca en su vida a agarrado una escoba y tiene que usar esa horrible tragedia a la vida humana a la que llaman camiseta color naranja chillón, ¡no convina con nada! Y ahora, no lo dejan pelear.
Un asco total.
Los campamentos estaban demasiado sobrevalorados.
"¿Por qué no puedo? Todos aquí lo hacen" se giró hacia Quirón con indignación, quien era el supuesgo encargado del campamento. "Estoy aquí para aprender a defenderme, y si no es así ¿qué quieres que haga?"
El centauro suspiró, como si hubiera tenido esta conversación muchas veces antes. "Draco, eres hijo de Afrodita. Los de tu cabaña no suelen entrenar en combate" eso lo ofendió.
"Eso me suena como discriminación. Y aparte de ser el hijo de una Diosa, soy un hombre, soy alguien con derechos que quiere defenderse" respondió con una ceja alzada, él no se iba a rendir fácilmente. No cuando porque tal vez, si él hubiera sabido defenderse su madre estaría aquí con él. Era un Malfoy, no un maldito muñequito de cristal.
"Más bien, es sentido común" intervino otro semidiós. Era un chico corpulento, probablemente hijo de Ares, con una sonrisa burlona en el rostro. "Si eres hijo de Afrodita, deberías estar en el pabellón de maquillaje o chismeando por ahí, no aquí"
Sintió que la rabia le hervía en el pecho. Annabeth lo agarro del brazo antes de que haga una locura. "¿Perdón?" Fue lo único que pudo decir.
"Lo que escuchaste. Ver a un hijo de Afrodita entrenando es como ver a un pez intentando trepar un árbol" se rió el chico. "Así que, ¿por qué mejor no me dices tu nombre, amor?" Iba a golpear a ese tipo si no cerraba su bocota ahora mismo. Antes de que Draco pudiera siquiera responder, otra voz intervino.
"Deberías dejarlo, ¿para qué quieres pelear?" Él desconocido con el que llegó se acercó con las manos en los bolsillos, mirándolo con algo de preocupación. "No necesitas hacerlo, eeeh..."
"Malfoy, Draco Malfoy" respondió Annie por él. "Y este es Percy Jackson".
"¿Qué?"entrecerró los ojos. Por favor, díganle que no escucho lo que cree que escucho, o en verdad iba a hacer una locura.
"Lo del Minotauro fue suerte" soltó el niño Jackson sin pensar. Silencio. Puro silencio reino el campo de batalla.
Genial, esto era completamente genial.
Jackson pareció darse cuenta de lo que había dicho un segundo demasiado tarde. "Es decir, estuviste increíble y te veias genial peleando, pero no es como que... tú... bueno, solo tuviste un poco de suerte" balbuceó, intentando arreglarlo, aunque solo lo empeoró.
Draco lo miró como si le hubiera dicho que su ropa combinaba bien. "¿Suerte?" repitió con incredulidad.
"No quise decirlo así..." el chico trago saliva cuando paso a paso se acercó a él.
"Entonces ¿cómo lo quisiste decir, Jackson?" Gruñó mientras se cruzaba de brazos, con su tono helado. Estaba harto, de no saber que pensar, de querer irse y no poder. Y ahora que solo quería desestresarse un poco, no podía, porque era hijo de la Diosa del amor, olvidándose por completo que Afrodita también es una Diosa de la guerra.
"Es solo que, bueno, no pareces del tipo que pelea" intentó justificarse. No funcionó.
"Claro, ¿y quién si parece un 'tipo que pelea'? No me digas qué tú" se burlo. "Que tengo cara de estrella de cine y buen gusto en ropa, significa que no sé cómo sostener una espada, ¿no? Asi que te necesitare para salvarme siempre, oh, mi encantador principe Jackson" dijo en un tono sarcástico.
"¡No es eso!" Grito avergonzado, bien, debería de estarlo.
"¿Entonces qué es?"
El chico abrió la boca, pero ninguna palabra salió. "Vaya, Jackson, eso fue estúpidamente torpe" se burló el hijo de Ares de antes. Bueno, él estaba mal, estaba estresado y cansado, además de que nunca fue muy bueno controlando sus emociones. Así que no deberían de sorprenderse cuando le pego una cachetada.
"¡Cállate, Meathead!" bufó Annie fulminando al chico con la mirada, ignorando su actitud. Luego se giró hacia su costado. "Vamos, no vale la pena discutir con idiotas".
"¿A quién llamas idiota, Chase?"
Todos se giraron hacia la voz que acababa de intervenir. La chica que acababa de llegar era imponente. Alta, con hombros anchos y brazos fuertes, parecía hecha para la batalla, su cabello castaño oscuro estaba desordenado, como si hubiera salido de una pelea hace cinco minutos (y probablemente así era). Sus ojos marrones tenían un brillo desafiante, como si estuviera buscando el próximo idiota que se atreviera a meterse con ella. Su piel tenía algunas cicatrices de entrenamiento, seguro testigos de todas las peleas en las que había participado. Y aunque su armadura de bronce celestial no era la más elegante, encajaba perfectamente con su actitud de guerrera lista para aplastar a cualquiera que la subestimara.
"Esa debe ser Clarisse La Rue, la chica de la que Annie hablo" se dijo a sí mismo mentalmente. La niña La Rue se acercaba con su lanza en mano, con una sonrisa de desafío en el rostro.
"¿Sabes qué?" Draco giró su atención hacia ella, con una expresión de hastío. "Si otro hijo de Ares me dice que no puedo pelear, voy a arrancarme el cabello"
La Rue se rió con diversión. "Si quieres pelear tanto, pelea conmigo" lo desafío con un tono amenazante. Hubo un murmullo entre los campistas cercanos.
La miró de arriba abajo, inspeccionandola.
"Bien" asintió de manera simple.
"¿Qué?" Ann lo miró con los ojos muy abiertos. "No draco, no quieres pelear contra ella".
"Vamos, Annie, si lo del Minotauro fue suerte, entonces ¿qué podría salir mal?" Tampoco es como si la chica fuera a matarlo, ¿verdad? Además, era bueno en educación física, eso debería de servir de algo, supone.
Ella sonrió con diversión. "Me agradas, Malfoy. Ahora vamos a ver si puedes aguantar" llamo tirándose una espada de por ahí. Él preferiría otra cosa, pero se las arreglaría con eso. "Espero que sobrevivas a esto, sino... bueno, al menos serás un bonito cadáver".
Y así comenzó el combate.
Draco apenas había tomado la espada cuando La Rue se lanzó sobre él. No tuvo tiempo de pensar, solo reacciono. Esquivó por instinto, pero el golpe de la hija de Ares aún le rozó el costado, dejándole un ardor punzante.
No importaba.
No podia perder.
No podia permitirse ser debil.
No cuando su madre no esta con él, y no tiene ni la más minima idea de en donde prodia estar.
Así que apretó los dientes y contraataco, y lo hizo con toda la fuerza que su cuerpo le permitía. No tenía técnica, no tenía experiencia o elegancia en sus ataques, pero tal parecia que tenía algo que La Rue no se esperaba.
Rabia pura.
Una que contenía desde hace tiempo.
Draco estaba sinceramente enojado, eso ni siquiera bastaba, él estaba furioso. No por ella en sí, sino por cómo todo había resultado. Era demasiada información que procesar en tan poco tiempo... y como dijo antes, nunca fue el mejor en sus emociones. Entonces peleo, peleo con todo porqué no tenía nada que perder. Y era mejor golpear a alguien con la excusa de que era solo entrenamiento que hacerlo porque no podía controlarse, porque no podía entender y no sabía si quería hacerlo. La espada temblaba en su mano no por el miedo -aunque si es sincero la chica es en verdad aterradora en una pelea- si no por la cantidad de emociones que estaban hirviendo en su interior.
Cada choque de la espada contra la lanza resonaba en el aire, cada golpe de La Rue era brutal y con una gran precisión, y a pesar de eso, él no retrocedía. No podía; no quería. Porque por fin había dejado salir todo lo que llevaba dentro de sí. Se movía con la velocidad del pánico y la rabia, del dolor, de la frustración, su padre nunca le habai enseñado a luchar "era algo muy vulgar" en sus propias palabras, y no lo había necesitada cuando los chicos no se atrevían a siquiera acercarse demasiado. ¿Pero saben que si le enseño? Lo que era la humillación, lo que era el dolor de perder. Porque administrar una empresa nunca fue sencillo, y a pesar de eso él lo hacía, ya que sabía que era bueno, sabía que iba a ganar. Pero él no, Draco no era bueno, y tampoco sabía si iba a ganar.
Aunque eso no le impidió nada nunca, ya que no era de los que se rendían con facilidad.
Cuando La Rue intento derribarlo con un barrido de pierna, él salto, giro y lanzó un corte salvaje que, aunque fue torpe, la obligó a dar un paso hacia atrás. No podrán culparlo si se emociono por eso, ¡la había obligado a retroceder, carajo! Y no, no es un exagerado. Cree.
Estaba tan inmerso en la batalla y en sus pensamientos, que ignoró por completo todo lo que pasaba a su alrededor. Sabía que a Annabeth no le pasaría nada malo, así que no debía de estar preocupado por nada más que la maquina de lucha que era La Rue.
Sin embargo era muy notorio que la chica no era una aficionada en esto, ella sabía cómo desgastar a un oponente sin experiencia -como él- y 𝘰𝘩, lo estaba sintiendo en cada músculo del cuerpo. Su respiración era entrecortada e irregular, su brazo dolía como el infierno y la hija de Ares sonreía con burla, sabiendo que tenía la ventaja. Draco lo sabía también, pero no le importo, ¿acaso alguna vez lo hizo? Con un grito se lanzó de nuevo contra ella, sus ataques más agresivos, más desesperados. No era bonito, no era elegante ni nada parecido, solamente peleaba con todo lo que no tenía. Su gran amiga adrenalina lo empujaba hacia adelante, para que siguiera por más, incluso cuando sabía que ya tenía la batalla perdida.
Finalmente La Rue bloqueo su espada con fuerza, empujándolo hacia atrás con tal violencia que perdió el equilibrio y cayó al suelo. Antes de que pudiera si quiera reaccionar u moverse, ya tenía la punta de su lanza apuntando hacia su cuello. Sudaba y jadeaba, tanto que podía decir fácilmente que su corazón se salía de sus costillas, con su cabello pegándose en su frente se dio cuenta de que había perdido.
Pero en todo lo contrario de lo que penso, no había algun rastro de burla, desprecio o parecidos al mirar, solo un montón de campistas -¿cuando habían entrado tantos?- que lo miraban con impresión, sorpresa y muchos sonrojos.
Cuando se dio la vuelta para ver a La Rue noto que habai cierto brillo en sus ojos. "No está nada mal para un niño bonito" hablo fuerte y claro, sacando chillidos de sorpresa de muchos, ¿que estaba pasando? Le extendió su mano. "Te falta técnica, experiencia y mucho más" no sabia a donde quería llegar con eso. "Pero tienes furia, tienes agallas y talento"
"¿Gracias, creo?" Fue lo único que se le ocurrió para decir, aceptando la mano que le ofrecía.
"Te estoy diciendo que voy a entrenarte, tonto" finalizo Lu Rue -¿Clarisse ahora?- yendose de espaldas.
Todo el campo quedó en silencio. Que exagerados eh, ¿no debería ser eso muy común por ahí? Se giró en dirección a Annie, que lo miraba con una gran sonrisa orgullosa.
"Supongo que si voy a luchar, ¿eh?" Le pregunto medio en broma, ella se rió y se abalanzó sobre él, que apenas y llegó a agarrarla. "A la próxima mejor avisa con anticipación".
"Eres el mayor idiota que conozco, ¿lo sabes?"
"Lo sé".
Alguien toco su hombro. Se dio la vuelta y vio a una chica de belleza clásica y encantadora, con un aire elegante y dulce. Tenia el cabello largo y ondulado, de un tono castaño oscuro brillante bien arreglado. Sus ojos eran de un azul intenso y expresivos, capaces de transmitir tanto ternura como astucia. Su piel es suave y ligeramente bronceada, dándole un aspecto saludable. "¡Hola! Soy Silena Beauregard, líder de la cabaña de Afrodita y hermana, tu debes ser el chico de la profecía" lo saludo la chica de manera dulce.
Ahora poniéndonos serios, le molestaba el apodo de 'chico de la profecía', pero tenia unas ganas inmensas de ver la cabaña y hermanos. Y a Afrodita si se podría, quiere... Quería verla. Quería entender por qué ella lo había reclamado y qué significaba ser su hijo.
Claro, el reclamo ya había sido lo suficientemente teatral para que nadie lo olvidara. Desde que la concha marina dorada brilló sobre su cabeza, los murmullos se habían convertido en ruido. Él no se molestó en responder a las risitas o miradas de escepticismo. Sabía que todos esperaban que fuera solo una cara bonita sin talento real, como si su pelea con el Minotauro no hubiese pasado.
"Vamos, Príncipe Encantador, tienes que ver la cabaña de mamá" la voz de Silena lo sacó de sus pensamientos, la chica sonreía con esa mezcla de dulzura y picardía, pero sus ojos evaluaban su reacción. Draco arqueó una ceja y, con la misma energía, respondió
"Solo si es más elegante que la de Atenea. No quiero decepciones, Ann ya me la mostró" le sonrió a su amiga.
Annabeth resopló. "Por supuesto que te importa la estética" se rió de él. Solo le dedicó una sonrisa ladeada.
"Ser hermoso es un peso, Annie, pero alguien tiene que llevarlo, y yo me sacrificare si es necesario" dramatizo.
Silena soltó una risa ligera antes de enganchar su brazo con el suyo y guiarlo entre las cabañas. Annabeth los siguió de cerca, claramente irritada susurrando algo de 'no perder a su mejor amigo de vista...'.
"Entonces, ¿te emociona conocer a tus hermanos?" preguntó Silena con aire despreocupado, digna hija de la Diosa del amor y la belleza.
Él no respondió de inmediato, no estaba muy seguro de cómo hacerlo, ¿cómo se debía de sentir?. "No sé si 'emocionado' es la palabra. Supongo que quiero ver si hay alguien interesante" la chica le lanzó una mirada divertida.
"Oh, seguro habrá interés... aunque no sé si del tipo que esperas" Termino susurrando. Annie y él intercambiaron una mirada, preguntándose que pasaría al entrar.
Cuando llegaron a la cabaña, pudo sentir que el aire se volvía más pesado, realmente mucho más pesado. La construcción tenía un aura de glamour exagerado: mármol rosado, flores trepando por las columnas y un perfume dulce flotando en el ambiente, lindo y encantador, aunque el color estaba miy desgastado a su parecer. Pero no fue eso lo que captó su atención.
Fue el grupo de semidiosas que lo observaban desde la entrada.
Miradas evaluadoras. Miradas celosas. Miradas despectivas.
Y Draco, por primera vez desde que llegó al campamento sonrió con auténtica diversión.
Oh, esto iba a ser interesante.
"Hola chicas, me presento, soy Draco Malfoy, un gusto en conocerlas" saludo con una sonrisa confiada, inclinándose un poco, todas las chicas de la cabaña lo miraron de arriba a bajo con una mezcla de incredulidad, admiración y desconfianza. Algunas susurraron entre ellas, mientras otras simplemente fruncieron el ceño.
Drew Tanaka fue la primera en reaccionar, cruzándose de brazos y alzando una ceja con desdén. ,"Oh, por favor... ¿Un chico que se presenta como si fuera un caballero de cuento de hadas?" Su tono goteaba sarcasmo. "Déjame adivinar, ¿te crees especial solo porque mamá decidió reclamarte frente a todo el campamento?"
Tan solo le dedicó su mejor sonrisa encantadora. "No lo creo, querida" respondió con una confianza descarada. "Lo soy".
Un murmullo recorrió la cabaña. Algunas chicas parecían estar a punto de derretirse, mientras otras lo fulminaban con la mirada. Silena, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dio un paso adelante con su característica sonrisa dulce pero analítica. "Bienvenido a la Cabaña 10, hermano" dijo con tono amable, aunque sus ojos brillaban con algo más. Curiosidad. Era algo raro, pero no le disgustaba.
"Ah, qué alivio. Temí por un momento que me harían una prueba de ADN para comprobarlo" bromeó. Y Annie quien se había mantenido a su lado con los brazos cruzados y una expresión entre fastidio y diversión, bufó.
"Sí, sí, muy encantador. ¿Podemos terminar con esto? Tengo que mostrarte más cosas" dijo rodando los ojos.
"¿Celosa Annie? No sabía que querías ser mi compañera de cuarto"
"¿Celosa de estar en una cabaña donde se peinan cinco veces al día? Si claro" le dio un leve empujón divertida, que se tardó en notar las miradas que todas las chicas le mandaban. "Sin ofender"
Silena le lanzó una mirada divertida antes de volver a centrarse en él. "Déjame mostrarte tu cama. Y las reglas, claro, hay nuevas por tu... llegada, no habiamos teniado un niño aqui en un tiempo" enfatizó con una pequeña sonrisa.
Draco la siguió, notando cómo los ojos de sus nuevas hermanas lo seguían con emociones mixtas. Mayormente de disgusto por 'pelear'. Silena lo guió a través de la cabaña mientras se detenía de vez en cuando para señalar ciertos detalles: los espejos dorados en las paredes, los armarios llenos de productos de belleza y ropa, los tocadores llenos de perfumes y demás, él por su parte, asentía con una expresión neutral, pero sus ojos grises analizaban cada rincón. Con los pocos minutos que estuvo ahí dentro ya podía ver que no se llevarían bien muy a futuro, demasiado superficiales. Y no es hipocrita, a él tambien le encanta arreglarse pero, ¿estar en eso todo el día? Era un rotundo no para él.
Finalmente, llegaron a una litera vacía en una esquina alejada, Silena se giró hacia él y cruzó los brazos. "Bien, ahora las reglas" anunció con una sonrisa que parecía más una advertencia. Levanto las manos en alto en señal de paz. "Primero" comenzó ella ", la apariencia importa. Eres hijo de Afrodita. Eso significa que siempre debes verte bien, porque cuando uno de nosotros luce mal, nos afecta a todos"
Draco arqueó una ceja y se pasó una mano por el cabello rubio impecable. "Creo que estoy haciendolo bien en ese aspecto" comentó con diversión.
Silena sonrió con aprobación, pero Drew chasqueó la lengua. "Segunda regla" continuó más seria. "No traigas problemas innecesarios a la cabaña. No nos gusta el drama..."
"A menos que lo creemos nosotros" interrumpió Drew con una sonrisa maliciosa.
"Exacto- continuó Silena, ignorando el tono de Drew." Si tienes problemas con alguien, lo solucionas con encanto. No con peleas tontas".
Annabeth lo miró y él miro a Annabeth, que aún estaba parada con los brazos cruzados en la puerta, como si quisiera asegurarse de que no se lo robaran. No era muy fan de portarse 'bien'.
"Lo intentaré, pero no prometo nada" Termino respondiendo. El que avisa mo traiciona.
Silena asintió como si no le creyera mucho, pero igual satisfecha. "Y lo más importante" añadió, acercándose un poco más, su tono más serio. "No olvides quién eres. Somos hijos de Afrodita, y todos piensan que solo servimos para lucir bien y coquetear. Pero sabemos jugar nuestras cartas. Y tú, Malfoy..." sus ojos brillaron con un destello enigmático ", tienes todas las de ganar".
Le sostuvo la mirada, entendiendo lo que quería decir. Afrodita no solo se trataba de belleza. Se trataba de influencia, de manipulación sutil, de saber cuándo hablar y cuándo quedarse en silencio. Y, por supuesto, de saber cuándo atacar.
Por favor, fue criado por Lucius Malfoy, obviamente sabía cómo hacerlo.
"Oh, créeme" dijo con una sonrisa. "No pienso desaprovecharlo"
La chica le devolvió la sonrisa, y por un momento, vio como Annabeth sintió un escalofrío. Su amiga aveces llegaba a ser muy rara.
Se despidió de todas sus 'hermanas' que no parecían muy contentas con su presencia, a pesar de eso, Silena lo agarro antes de que pudiera salir. "Ya tienes muchos ojos puestos en tí, así que confío que harás sentir orgullosa a nuestra madre" no pudo descifrar ni su tono o el mensaje entre líneas que había ahí. Pero de igual forma asintió y se fue junto a Annie.
No hicieron mucho más el resto de la tarde, y cuando tuvo que hacer una ofrenda a algún dios. Solo se le ocurrió una cosa que decir.
"Para Afrodita, esperó conocerte algún día"
~~~❤︎~~~
¿Dónde estaba? No reconocía el lugar. Hasta que lo hizo.
Era la plaza en la cual había tocado con las chicas por primera vez, no pudo evitar desear volver a ese momento, al menos un rato. Seguro era un sueño... y si era así, nunca había tenido uno tan vivido.
"Hola, hijo" lo saludo por detrás una mujer joven, de figura esbelta y hermosa, con cabello largo, rubio o dorado, y ojos brillantes que reflejan la luz. Con su piel radiante y pareciera que emanar una energía cautivadora, como si fuera una mezcla de la perfección física y un aura casi divina que cautiva a todos a su alrededor.
Era Afrodita, su madre.
"Ho- hola..." no pudo evitar sorprenderse. "Yo, yo no creí que escucharas mi llamado en la cena" Afrodita sonrió al ver la mezcla de confusión y fascinación en suss ojos. Era evidente que, aunque la presencia de su madre divina lo sorprendía, algo dentro de él respondía a su llamada, algo que no podía ignorar. La diosa se acercó con una gracia inigualable, como si el aire mismo la adorara."Entonces... ¿sí eres mi madre?", preguntó Draco, la duda aún presente en su voz, aunque había algo en su tono que demostraba más curiosidad que incredulidad.
Ella rió suavemente, una risa llena de sabiduría y ternura. "¿Acaso lo dudabas? Mírate. Belleza, encanto, carisma... pero también fuego, ambición, rabia. Eres mío, Draco. Y estoy orgullosa de ti. Lucius te ha criado bien" Sus ojos brillaron con una luz especial al decir esas palabras, como si realmente estuviera mirando más allá de la superficie, al corazón y alma de su hijo.
No pudo evitar sonrojarse, una mezcla de orgullo y asombro recorriendo su cuerpo. Siempre había sabido que su madre era una figura poderosa, pero nunca que su madre biológica fuera una diosa tan imponente como Afrodita lo considerara parte de ella... Era algo que nunca había imaginado. Y, de alguna manera, le encantaba. No rechazaba su herencia. Le gustaba lo que veía en él mismo. Era su madre. Su madre, y con ello venía una belleza y una fuerza que lo conectaba con algo mucho más grande.
A diferencia de lo que capaz puedan pensar, a él no le molesta que lo vean como alguien hermoso, lo disfruta. Es el tipo de persona que se mira en el reflejo de cualquier superficie y se arregla el cabello con una sonrisa de satisfacción.
Y si alguien dice que es hijo de Afrodita, nunca lo negará. Él está orgulloso de eso.
"Es... es increíble," murmuró, sus palabras un tanto vacilantes, como si aún procesara la magnitud de la revelación. "Siempre pensé que mi madre era... única. Pero tú... Eres... aún más. Me siento... bien, al saber esto. Quiero decir, me encanta. Eres genial, de verdad."
Su madre lo observó en silencio por un momento, un brillo suave de orgullo iluminando su rostro. "Tu tambien. Claro que lo eres, tienes la misma determinación, la misma fuerza y la misma capacidad de amar que yo. Pero también tienes algo más, algo que te hace diferente, algo que, aunque no siempre comprendas, es parte de lo que serás. Eres magnífico hijo".
Draco, un tanto más confiado por las palabras de su madre, asintió. Aunque habia algo que lo aterraba.
Él acepta que Afrodita es su madre, pero Narcissa también lo es. Y siempre lo será.
"¿Pero... qué pasa con mi mami? Ella es mi madre, y yo también la quiero. No quiero que me juzgue por esto..." si es que sigue viva, continuó en su mente.
Ella sonrió suavemente, comprendiendo la lucha interna en la que se estaba enfrentando. "No te preocupes, Draco. Yo veo lo que has hecho por ella, lo que te importa, y haz hecho mucho por tu madre. Yo misma la conocí, y Cissy es... una mujer fuerte, con una gran capacidad de amor. La respeto. Y ella, también, te respeta, y aunque no sepa donde está ahora mismo, no temas, hijo mío. Yo la ayudaré. Haré todo lo posible, lo que este en mis manos, porque ella de igual forma que Lucius y yo es parte de ti y de tu vida. No sé todavía donde está, y mis hermanos y sobrinos no quieren decirme nada, y a pesar de eso, intentaré ayudarla" hablo mientras se acercaba a él, para abrazarlo de manera fuerte y delicada a la vez.
Se sintió tan irreal, tan... bien, tan perfecto. Nunca había sentido una sensación tan cálida al abrazar a alguien, sin embargo, ella era su madre.
Él la miró con una mezcla de esperanza y ansiedad. "¿Cómo puedes... hacer eso?"
Afrodita se acercó, poniendo una mano suave sobre su hombro. "Dejemos que el amor hable, Draco. Es lo que mejor sé hacer" Y, con una sonrisa llena de misterio, la diosa se alejó unos pasos, extendiendo su brazo hacia él. Con un gesto elegante, sacó de su lado un objeto que parecía brillar con una luz propia. Era un látigo, pero no uno cualquiera. Este tenía un aura especial, algo que le otorgaba poder y autoridad.
"Este" dijo Afrodita, "es un regalo para ti, hijo. He hecho este látigo-espada con la ayuda de mi esposo Hefesto, el dios del fuego y la forja, puede emanar un perfume leve que desorientatá a los demás, mirándote con lo que más lo haces sentir desestabilizandolos. Es una herramienta que no solo simboliza el poder y la belleza, sino también la lucha. La lucha por ti mismo, por tus seres queridos y por lo que mereces. Porque lo que yo te doy, hijo, no es solo un regalo de madre, es un recordatorio de que tienes que luchar por lo que amas. No es solo el amor lo que te da fuerza. Es la determinación de mantener lo que amas cerca, cueste lo que cueste. Te doy esto porque confío en ti, mi protegido, y sé tu valor como guerrero, puedes hacer mucho más de lo que todos creen, de los que tu mismo crees".
Draco, con la vista fija en el arma, sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. El látigo era hermoso, con detalles intrincados en su empuñadura, pero también emanaba una sensación de poder inquebrantable y cuando pensó que pudiera ser una espada, de inmediato se convirtió en una en medio de sus manos, pars después volver a convertirse no en un látigo como antes; si no en un brazalete dorado, lleno de brillo y perlas preciosas pequeñas, con una cadena colgando.
"Gracias, madre," dijo, su voz ahora firme, resonando con una nueva determinación. "En verdad muchas gracias" le devolvió fuertemente el abrazo.
Su madre solo sonrió, tal vez satisfecha de ver que comprendía la magnitud del regalo. "Recuerda, Draco, no solo eres un hijo de la belleza, también eres un hijo de la lucha. Que no todos olviden eso como lo hicieron conmigo. Soy poderosa, como tu también lo eres, y lo seras. Y lo que decidas hacer con tu vida, con tus amores y tus batallas, será siempre lo que te define. Y yo estaré aquí para ayudarte a encontrar el camino...."no pudo seguir escuchándola.
Esperen, ¿qué pasó? ¿Por qué ya no estaba? ¿Dónde se había ido? ¿Acaso...?
No pudo seguir pensando más. Porqué despertó.
~~~❤︎~~~
"¡¿Qué carajos te pasa, imbecil?!" Le gritó a quien sea que lo ha empapado con agua. Alzó la mirada y vio a Clarrisse.
"Despierta niño bonito, tendríamos que estar entrenando en este momento" le soltó.
"Son las malditas cinco de la mañana, déjame dormir" le tiro una almohada para volver a su sueño, tal vez así lograría a ver a su madre de nuevo. Su táctica no funcionó porque Clarisse lo destapó otra vez, y básicamente lo obligó a cambiarse. "Sabes que te odio en este momento, ¿verdad?" Pregunto mientras la seguía al campo. No había nadie más alli por obvias razones, solo un maniático -maniática, en este caso- entrenaria tan temprano en verano.
Cuando llegamos al campo de entrenamiento era dd esperarse que estuviera vacio, lo dirigio a un lugar donde habia una enorme larisse se cruzó de brazos mientras lo observaba con el ceño fruncido. "Bien, niño bonito, elige un arma" le dijo dándole paso para verlas más a detalle.
Pero él no las necesitaba. Su madre ya se había encargado de eso.
Draco se encogió de hombros, pasando de largo entre los estantes llenos de espadas, lanzas y dagas. "No necesito elegir, ya tengo la mía" respondió con claro orgullo en su voz. El latigo-espada era en verdad majestuoso, con mucha utilidad y versatilidad.
Ella no parecía creerle del todo, ya que levantó una ceja, escéptica. "¿Ah, sí? ¿Y cuál es?"
Con una sonrisa arrogante, deslizó la mano por su muñeca apretando un poco la hermosa pulsera que tenía con él, y sacó su látigo-espada. Con un movimiento rápido, el arma se desenrolló con un chasquido en el aire antes de tensarse en una hoja afilada y elegante. Había decidido primero practicar con la espada, esta era larga con una hoja que podia cortarlo casi todo, la empuñadura tenia detalles finos, probablemente dorados o plateados, con un toque estético digno de Afrodita, también era más ligera y rápida que una espada promedio, favoreciendo velocidad y precisión sobre fuerza bruta
Los ojos de Clarisse se abrieron un poco más de lo normal, aunque se apresuró a fruncir el ceño otra vez. "¿Quien te dio eso?" Pregunto sorprendida.
Mentiria si dijera que no estaba disfrutando del breve momento en el que Clarisse no supo qué decir, porque en verdad lo disfrutaba.
"Afrodita, es un regalo de mi madre" sonrió arrogante, orgulloso de que ella lo considerara digno de esto. Ella resopló, pero no con burla, sino con una mezcla de aprobación e incredulidad.
"Eso es jodidamente raro" explicó.
Draco inclinó la cabeza, fingiendo inocencia. "¿Te sorprende que Afrodita sepa cómo fabricar un arma?" Si, omitiria el detalle de que Hefesto ayudo -probablemente hizo casi todo- para molestar a su amiga (porque si, él ya la considera su amiga).
"Me sorprende que le haya dado un arma a ti, rubio" replicó dándole un pequeño golpe.
"Estoy herido, de verdad" dramatizo riéndose.
Clarisse chasqueó la lengua y señaló el campo de entrenamiento con la cabeza. "Ahora que lo tienes, toca ver si sabes usarlo, príncipe encantador" se burlo yendose a esa dirección.
Draco solo onrió y siguiendola se preparó para el combate.
.
Estaba cansado.
"Me estás entrenando o me estás intentando matar, porque hasta mi padre fue más amable cuando me enseñó finanzas" dijo cuando terminaron la última ronda.
"Deja de quejarte y levántate, Malfoy"
Habían estado peleando con dagas y espadas antes de probar su arma -que decidió llamar Asteria, por cierto- por unas dos horas. Así que ahora se quedó en el suelo unos segundos, con el pecho subiendo y bajando con dificultad. Su corazón latía con tanta fuerza que le retumbaba en los oídos, levantó la mirada y se encontró con Clarisse, quien sonreía con diversión mientras apoyaba la lanza en su hombro.
"Nada mal para ser un bonito príncipe de cuna" dijo, ofreciéndole una mano para levantarse. Él resopló y tomó su mano, sintiendo la fuerza de la hija de Ares al tirar de él, sus piernas temblaban, pero logró mantenerse de pie.
"Voy a tomar eso como un cumplido"
"Hazlo si quieres" replicó ella con una media sonrisa. "Todavía te falta mucho para que puedas ganarme"
Solo rodó los ojos y suspiró. "Sí, sí, lo que digas" murmuró, ocultando la sonrisa al escuchar sus palabras, que en su mente significaba que la chica creía que era posible que le gane alguna vez.
Clarisse lo observó con atención por unos segundos y luego entrecerró los ojos. "Tienes un arma, ¿cierto?"
¡Oh, sí! Ya era hora.
Draco asintió y sacó su látigo-espada. La empuñadura era de un elegante color negro con grabados dorados que brillaban con la luz de la mañana. Cuando lo sostuvo con firmeza, el arma se extendió en un látigo largo y flexible, con puntas afiladas como cuchillas. Luego, con un leve movimiento de su muñeca, el arma se contrajo, tomando la forma de una espada delgada y estilizada. Wow.
Clarisse silbó, genuinamente impresionada.
"Demonios, sí que Afrodita te ama"
"Pues si,, soy su hijo, ¿no?" respondió con un orgullo, pasando los dedos por la hoja de la espada con una pequeña sonrisa. Todos los Dioses deberían de hacer cosas igual, ¿verdad?
"No suelen regalarle armas mortales a sus hijos " dijo ella, cruzándose de brazos algo molesta. "En realidad generalmente no hacen mucho nunca por sus hijos" vaya, les tuvo demasiada fe "y a los de tu cabaña solo les importan los encantos y la belleza, no la lucha"
Draco frunció el ceño. "Bueno, yo no soy 'los de mi cabaña', aunque quiera. Parecen odiarme" afirmo recordando la desastrosa noche que tuvo.
Ella soltó una risa seca. "Eso es evidente" le resto importancia y dirigió su vista a su arma. "¿Ya lo probaste?"
Él negó con la cabeza, literalmente se la habían dado en el sueño que tuco antes de que le tirará toda esa agua. "Apenas lo estoy entendiendo no sé cómo manejar un látigo ni una espada".
Clarisse giró los ojos y tomó su lanza con facilidad. "Bien, entonces veamos lo que puedes hacer, niño bonito" y lo seguia molestando con ese apodo.
Decidió ignorarlo y ajustó la empuñadura en su mano, observando cómo la hoja de la espada se retraía lentamente hasta convertirse en un látigo largo y flexible. El arma se movía con vida propia, ondulando con cada leve giro de su muñeca. Ella lo observó con los brazos cruzados.
"Bien, lo primero que tienes que aprender es control. Un látigo no es como una espada; puedes solo agitarlo y esperar que haga lo que quieres. Si no lo dominas, terminarás pegándote a ti mismo".
"Gracias por la advertencia" murmuró recordando las tantas veces que casi se ahorcaba con los auriculares de su teléfono.
Clarisse lo ignoró y señaló un muñeco de entrenamiento. "Golpéalo con la punta. Nada más" aclaró lo último.
Draco asintió y, con un chasquido de muñeca, hizo que el látigo se extendiera con fuerza. CRACK. La punta rozó la cabeza del muñeco, pero sin precisión.
"Otra vez" ordenó su entrenadora personal.
Lo intentó de nuevo. Esta vez golpeó el pecho del muñeco, aunque el látigo no se retrajo bien y se enredó en su propio brazo. "¡Maldita sea!" Grito un poco.
La traidora de Clarisse soltó una carcajada. "Te lo dije. El truco está en la muñeca y el control del movimiento. No necesitas hacer tanta fuerza. Un látigo no funciona con poder bruto, sino con velocidad y precisión".
Draco resopló y sacudió la mano, liberándose. Luego lo intentó otra vez, esta vez enfocándose en el ritmo. "Menos fuerza; más control" murmuró para sí mismo, flexionando la muñeca con más suavidad. El látigo salió disparado con un silbido limpio y golpeó justo en el centro del muñeco.
¡Lo había logrado perras! Tomen eso.
"Eso estuvo mucho mejor. Ahora, intenta envolver algo con él" Señaló una lanza de entrenamiento clavada en el suelo. Draco levantó una ceja.
"¿Quieres que atrape eso con un látigo?"
"¿Tienes otra forma de usarlo?" Respondió con otra pregunta y una sonrisa burlona.
Dio un resoplido y giró la muñeca de nuevo. El látigo salió disparado en un movimiento circular, aunque está vez se pasó de largo y golpeó el suelo con fuerza.
"Demasiado impulso" comentó ella. "Inténtalo otra vez, pero intenta calcular mejor la trayectoria".
A pesar de que frunció el ceño, lo intentó de nuevo, esta vez concentrándose en su objetivo. No en la fuerza, sino en el ángulo. El látigo se enrolló alrededor de la lanza con un chasquido limpio. Pudo jalar la empuñadura y la lanza salió volando directo a su mano.
Abrió los ojos sorprendido. Funcionó.
"¡Funcionó!"
Clarisse sonrió con aprobación. "No eres tan inútil después de todo, Malfoy" él sonrió, sintiendo una extraña satisfacción. "Ahora probemos algo más difícil" dijo de forma rápida. Oh no. "Defiéndete"
Antes de que siquiera pudiera protestar, la hija de Ares lo atacó con la parte trasera de su lanza. Su instinto tomó el control y alzó el látigo, que con un solo movimiento rápido, la hoja volvió a transformarse en espada y bloqueó el golpe en el último segundo. Clarisse sonrió con malicia. Eso no significaba nada bueno para él.
"Esto sí que se va a poner interesante"
Y con eso, el verdadero entrenamiento comenzó.
El sonido del metal chocando resonó en el aire mientras que él paraba el ataque con el filo de si espada, los músculos tensos, el sudor pegando su cabello en la frente. No estaba seguro que cuanto tiempo podría aguantar, pero no iba a retroceder. No cuando por fin habai logrado algo.
Clarisse atacaba con precisión, no solo lo hacía fuerte, sino que lo hacía con táctica y estrategia. Sus golpes iban dirigidos de manera directa a sus puntos débiles y a las aberturas de su guardia. Y aunque no lo notara, su cuerpo no era lo suficientemente rápido para seguir el ritmo. Intento esquivar hacia un lado, pero ella ya lo estaba esperando. "Ella lo había visto venir, mierda" pensó cuando un golpe en la parte trasera de la rodilla lo desestabilizo y su espada chocó contra el suelo con un golpe en seco.
Dolía, en verdad lo hacía.
Pero no quería perder, él odiaba perder sin darlo todo.
Así que con un gruñido rodó a un lado antes de que su lanza pudiera inmovilizarlo. No tuvo tiempo de ponerse de pie antes de que Clarisse volviera a atacar, movió la muñeca en un acto de reflejo y sintió la empuñadura cambiar de forma.
El látigo se desenvolvió en un silbido.
Se movió antes de siquiera intentar pensar, giro el brazo con un movimiento amplio y sintió como el arma cortaba el aire. Su control obviamente era torpe, pero era lo suficiente como para imitar el movimiento que practicaron antes, asi fue como la punta del látigo se enrosco alrededor de la lanza de Clarisse.
Ella no lo vo venir.
Ni él, siendo sinceros.
El latigazo arranco el arma de sus manos y la hizo volar por los aires, finalmente aterrizando varios metros más allá. La chica levantó la mirada sorprendía para luego sonreír. "Bien hecho" fue todo lo que dijo para caminar hacia su lanza y tomarla del suelo.
Por fin pudo relajar los hombros, sintiendo cómo todo el cansancio acumulado comenzaba a caer sobre él. Pero no le importaba ahora.
El entrenamiento había terminó.
Y no pueden culparlo si comenzó a reír de la emoción. Porque por primera vez, no se sintió como un perdedor.
Los aplausos hicieron que se girara de inmediato, todavía con una sonrisa que no había tenido tiempo de borrar. "¡Eso fue increíble!" exclamó una voz demasiado familiar.
Por supuesto. Tenía que ser él.
Percy Jackson estaba ahí, de pie con esa ridícula expresión de emoción en el rostro, aplaudiendo como si acabara de presenciar la batalla más épica de la historia en lugar de un simple entrenamiento. "No sabía que podías hacer eso" continuó el chico acercándose con un brillo de entusiasmo en los ojos. "Digo, Clarisse no es fácil de sorprender, sin embargo tu lo lograste"
Draco parpadeó una vez, dos veces.
¿Jackson... lo estaba felicitando?
Clarisse tampoco parecía saber cómo reaccionar porque frunció el ceño, pero no lo contradijo. "Supongo que tienes potencial, Draco" Le dio una palmada en la espalda que casi lo hace caer. "Si sigues así, podrías ser un digno oponente algún día".
Oh, wow. Ahora sí se sentía especial.
"Qué halagador" respondió con sarcasmo, frotándose el hombro mientras se volteaba hacia Jackson. "¿A qué debo el placer de tu presencia, Jackson?"
Él no pareció notar su tono, o simplemente decidió ignorarlo.
"Bueno, pasaba por aquí y te vi en acción. En serio, fue impresionante. ¿Desde cuándo usas un látigo?"
Oh, dioses.
¿Por qué tenía que ser así de insistente?
Solto un suspiró, pasando el arma de una mano a otra con fingida indiferencia.
"Desde hace unos minutos" y no mentía.
Jackson se quedó mirándolo, parpadeando como si no estuviera seguro de si era una broma o no.
"¿Es en serio?" No, en realidad lo uso desde que dejé de usar pañales, ¿sabes?.
"Completamente" Termino diciéndole.
La expresión del chico se iluminó aún más. "¡Eso es aún más increíble!"
Oh, por el amor de Hecate no. De repente sintió un súbito impulso de enrollar el látigo alrededor de su propia garganta. O de la de Jackson.
Antes de que pudiera decidirse, él dio un paso más cerca, inclinándose ligeramente como si estuviera a punto de decirle un secreto. "Oye, sé que no nos llevamos muy bien, pero... si alguna vez quieres entrenar juntos, podríamos... ya sabes..." El tono casual no engañaba a nadie y alzó una ceja.
¿Jackson quería ser su amigo? Eso sí que era inesperado.
Aunque antes de que pudiera responder -antes de que siquiera decidiera cómo hacerlo, en realidad-, su boca actuó por cuenta propia. "Oh, qué conmovedor, Jackson. ¿También quieres que hagamos pulseras de la amistad?"
Jackson se quedó congelado. Por un momento, solo parpadeó como si intentara procesar lo que acababa de escuchar. Draco le sostuvo la mirada con una sonrisa satisfecha. Y luego, como si alguien le hubiera apagado un interruptor, el chico se puso rojo.
"¿Sabes qué? Olvídalo" se giró bruscamente y se alejó con pasos exageradamente firmes, murmurando algo entre dientes.
Solo lo observó irse con una mezcla de diversión y confusión. Clarisse soltó una carcajada.
"Definitivamente me agradas"
Se encogió de hombros, sintiendo un extraño calor en el pecho. Toma esa Annie, ya se la habai ganado. (Antes habían apostado cuanto tiempo tardaría en hacerlo, ella dijo que mínimo un mes, lo subestimaba demasiado).
Tal vez, después de todo, no estaba haciendo un mal trabajo en este lugar.
Apenas tuvo tiempo de procesar el desastre que acababa de hacer con Jackson cuando una nueva voz interrumpió sus pensamientos. "Interesante elección de palabras, Malfoy"
Ese tono... Su piel se erizó al instante.
Se giró lentamente y ahí estaba Luke Castellan, con los brazos cruzados y una sonrisa enigmática que no le gustaba ni un poquito. Había algo en él... algo en su actitud relajada y apesar de eso demasiado observadora, en esa forma en la que lo miraba como si supiera más de lo que decía.
Y Draco odiaba admitirlo, pero no confiaba en él.
"¿A qué te refieres?" preguntó, fingiendo indiferencia mientras enredaba el látigo en su muñeca. Castellan dio un paso más cerca, con la misma naturalidad con la que alguien se acercaría a un amigo. Sin embargo, Draco no era tan estúpido como le gustaba bromear.
"Nada, nada... solo que fue un poco cruel con el pobre de Percy".
Soltó un bufido. "Oh, por favor. ¿Desde cuándo te preocupas tanto por él?" La sonrisa de él se ensanchó.
"¿Desde cuándo te preocupas tú?" Touche.
Odiaba que respondiera con preguntas. Odiaba cómo lo analizaba. Odiaba...
"Relájate, Castellan. No voy a interrogarte" dijo y él qlzó las manos como si fuera inocente, aunque sus ojos seguían brillando con algo que aun no terminaba de entender.
Y eso lo ponía nervioso.
Había algo extraño en él. Algo que iba más allá de su sonrisa fácil o su actitud de hermano mayor con los del campamento. Así que lo observó con atención, como si pudiera descifrarlo con la mirada.
Y por primera vez, tuvo la sospecha de que Luke Castellan ocultaba algo.
.
El campamento estaba en calma, al menos en apariencia. La brisa nocturna movía las hojas de los árboles, el resplandor de la luna iluminaba los senderos de cabañas y la mayoría de los semidioses estaban en sus respectivas actividades… excepto ellos dos.
Draco y Annabeth estaban frustrados. Muy frustrados.
Habían pasado toda la maldita tarde intentando contactar a Lavender y no había forma de hacerlo. Ni el Iris-mensaje funcionaba, ni las cartas o ninguna otra idea brillante de Annie había dado resultados. Lo que solo sirvió para poner de peor humor alsu querida mejor amiga.
"¡Esto es ridículo!" gruñó ella, dejando caer su daga sobre la mesa de la cabaña 6. "¿Cómo es posible que no podamos comunicarnos con ella?"
Él recostado en una silla con los pies sobre la mesa, (si, Annabeth le habia dado pase libre para estar ahí) suspiró, tampoco tenía una respuesta para eso. "Tal vez está ocupada con algo importante. O, no lo sé, tal vez nos odie y no quiera vernos nunca más en toda su vida"
"¡Lav no haría eso!" Le dio un codazo, ¡auch, si había dolido!
"Ya sé, por eso digo que debe haber un problema". Ann bufó, cruzándose de brazos, él ya la conocía demasiado bien -habían vivido juntos casi la mitad de sus vidas- y notaba como estaba demasiado tensa. Y él también.
Tenían que hacer algo. Y rápido.
"Vamos a buscar algo que hacer" se levantó haciendo un gesto para que lo acompañe.
"¿A las once de la noche?, ¿estas loco?" Le pregunto como si fuera un idiota. Gracias Ann.
Solto un bufido y hablo. "Opción A, seguimos aquí, con cara de deprimidos sin hacer nada u Opción B, encontramos algo divertido para distraernos".
Annabeth frunció el ceño. "¿Cómo qué?"
Draco miró a su alrededor, buscando ideas. Y entonces, lo vio: la cabaña de Apolo.
Oh si, esto iba a ser divertido.
Diez minutos después estaban ahí con una guitarra eléctrica en buen estado, una batería completa y un micrófono funcional.
"¡Aún no puedo creer que hayas convencido al chico Solace de prestarnos la cabaña!" Grito ella emocionada.
"No lo convencí, lo chantajeé" aclaró con una sonrisita. Aveces sus hermanas hablaban en voz demasiado alta y se enteraba de muchas cosas. Como que a Solace le gustaba alguien.
Obviamente él no sabía quién, pero eso nunca le impidió manipularlo un poco para su beneficio. Y Solace no tenía porqué saber que él no sabía.
"¿Con qué?"
"Eso no importa, Annie, lo importante es que ahora tenemos batería, guitarras y todo lo que necesitamos aquí".
Ella rodó los ojos pero no pudo ocultar la sonrisa mientras se sentaba frente a la batería. Él tomó una guitarra eléctrica y probó algunos acordes. Oh si. ¿Hace cuanto no tocaba de verdad? Extrañaba esto.
"Bien, ¿qué vamos a tocar?" Le pregutno afinando un poco su guitarra.
"All I Wanted de Paramore" afirmo feliz. No, en serio, la obsesión de su amiga con esa banda estaba sobrepasando los límites de lo insano. (Aunque él fuera igual con Bon Jovi, no era algo que le diría, no cuando puede seguir molestando la con eso)
Así que se basto con mirarala con el ceño fruncido. Debió de perder la cabeza por completo.
"¿Esa canción donde Hayley Williams grita su alma en el estribillo?"
"Exacto" volvió a afirmar convencida.
"Annie, yo no soy Hayley Williams"
"Dray, solo cállate y canta"
Puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar sonreír. "Esta bien, pero si muero en el intento, pon algo dramático en mi epitafio, como 'Hasta muerto sigo siendo más guapo que tú' o parecidos" Ella le dio un codazo. "¡Para! Que quiero que en mi lápida este escrito 'Causa d ela muerte; se quedó sin aire por cantar, más en específico la nota alta de All i Wanted' ".
Annabeth se rió y le dio anuncio para comenzar. Le lanzo una mala mirada pero no discutió. Se acomodó la guitarra en el regazo, ajustó las clavijas y dejó que sus dedos recorrieran las cuerdas en un acorde inicial.
La primera nota resonó en la cabaña y, de inmediato, un escalofrío recorrió su piel.
Oh si, como extraño esto.
Esto era lo que necesitaba.
Annabeth marcó el ritmo en la batería y él cerró los ojos, dejando que la melodía lo envolviera. Y entonces, comenzó a cantar.
" Think of me when you're out, when you're out there
I'll beg you nice from my knees
And when the world treats you way too fairly
Well, it's a shame I'm a dream"
Su voz salió suave, casi como un susurro, pero con cada palabra sentía cómo el peso en su pecho se aligeraba un poco más. Se sintió bien volver a cantar después de tanto. Y ahí junto a Ann sentía que Lavender estaba con ellos.
"All I Wanted was you...
All I wanted was you..." hablo en un susurro.
Golpe de batería.
Aumento del ritmo.
Fuerte. Intenso. Vivo.
Sus dedos se movieron con más fuerza sobre las cuerdas, perdiéndose en la música. Y una sonrisa no pudo evitar salir de sus labios.
"I think I'll pace my apartment a few times
And fall asleep on the couch
And wake up early to black and white reruns
That escaped from my mouth
Oh, oh"
Jugo un poco yendose y paseando por el 'escenario' en el que estaba. Completa y totalmente perdido, centrado en la música. La guitarra vibraba entre sus manos con cada acorde, la música llenando la cabaña como un eco de algo que había extrañado más de lo que admitiría. La voz salía de su garganta sin esfuerzo, sin miedo, sin la presión constante de ser "el chico que rompe profecías" o "el hijo de Afrodita que nadie toma en serio". Solo era él, Draco Malfoy, haciendo lo que mejor sabía hacer.
Y se sentía vivo.
Annie golpeaba la batería con fuerza, completamente metida en el ritmo, con una expresión determinada y una sonrisa de pura satisfacción. Se había olvidado del mundo, igual que él. Y aunque no le gustaba admitirlo en voz alta, cantar con ella siempre había sido su lugar seguro.
"All I wanted was you
All I wanted was you
All I wanted was you
All I wanted was you" Grito, intentando no alcanzar las nota seas altas. Eso sería para el final.
Bien, estos le habían salido bien. La guitarra le respondía, como una extensión de sí mismo. Cada rasgueo lo llenaba de una adrenalina cálida, una chispa que no había sentido en mucho tiempo.
"I could follow you to the beginning
Just to relive the start
Maybe then we'll remember to slow down
At all of our favorite parts" siguió cantando. Preparándose mentalmente para lo que venía después.
Al terminar fue entonces cuando llegó el estribillo. Apreciando de manera grata los segundos de preparación antes.
Draco inhaló profundamente.
"ALL I WANTED WAS YOOOUUU!!!"
La nota explotó en su garganta y lo dejó sin aliento.
Pero no falló.
Él nunca falla.
La nota resonó con fuerza en la cabaña, llena de energía y sentimiento. Annie golpeó los tambores con más intensidad, haciéndole saber que lo estaba haciendo bien.
Y Draco siguió.
No podía parar ahora.
No cuando por fin se sentía vivo.
No cuando por fin sentía que podía volver a respirar, como si ni lo hubiera hecho desde siempre.
Las palabras fluían de su boca con naturalidad, la música lo envolvía como un torbellino, su respiración se aceleraba con cada golpe de batería.
Su pie marcó el ritmo en el suelo, sus dedos recorrían las cuerdas con rapidez y sentía la vibración en su pecho.
Dioses, extrañaba esto.
Él estaba en su elemento.
No había semidioses, ni profecías, ni amenazas de muerte, ni expectativas aplastantes sobre sus hombros. Solo estaba él, Annabeth y la música, que los unía a Lavender.
"All I Wanted was you..."
La última nota flotó en el aire.
Draco cerró los ojos mientras el último verso salía de su boca. La guitarra tembló en sus manos en el acorde final, la vibración recorriéndole los dedos como un recordatorio de que esto, esto era lo que lo hacía sentir completo.
Un silencio.
Luego, una ovación.
Abrió los ojos de golpe.
Mierda.
Se dio cuenta de que no estaban solos.
Frente a ellos, un grupo considerable de campistas los miraba, algunos con la boca abierta, otros murmurando entre ellos. Clarisse estaba apoyada contra la puerta con los brazos cruzados, pero la sonrisa en su rostro no era de burla, sino de aprobación.
"No estuvo tan mal, niño bonito' dijo con una expresión de suficiencia.
Silena, en cambio, lo veía con los ojos brillantes de emoción. "¡Draco, eso fue increíble! Y Annabeth, no sabía que tocabas así"
Annie se encogió de hombros, aún recuperando el aliento, aunque con una sonrisa satisfecha. "Ella hizo mucho también" intervino él, girándose hacia su amiga con una sonrisa. "No habría salido igual sin su batería" Los hijos de Atenea, que estaban entre la multitud, comenzaron a aplaudir en señal de apoyo. Ann rodó los ojos, y apesar de eso el leve rubor en sus mejillas la delató.
Pero entre toda la gente, una persona en particular captó su atención.
Luke Castellan.
Se había quedado apoyado contra la pared, con los brazos cruzados y una mirada intensa fija en él. No de la misma manera que los demás. No con la sorpresa de alguien que acababa de descubrir que un hijo de Afrodita podía cantar. No con la admiración de alguien que simplemente apreciaba la música.
No.
Era interés.
Un tipo de interés que hizo que Draco sintiera un escalofrío bajándole por la espalda. Castellan aplaudió lentamente, con una pequeña sonrisa.
"Tienes talento, Malfoy. ¿Siempre has sido así de bueno, o solo cuando no hay monstruos atacándote?"
Levantó una ceja, aún con la guitarra colgando de su hombro. "Siempre he sido bueno en todo lo que me importa, Castellan. ¿Quieres una demostración?"
Se rió por lo bajo, sin embargo no respondió. Solo lo observó, con esa mirada que no sabia como leer del todo.
Jackson por otro lado, parecía haber arruinado su propia entrada, porque estaba ahí con la boca abierta, como si quisiera decir algo pero no supiera cómo. Finalmente, se rascó la nuca y murmuró: "Eso fue... genial"
Draco lo miró con cautela. "¿Acaso crees que voy a tocar en tu cumpleaños o algo así, Jackson?" Se burlo. El chico frunció el ceño.
"Solo estaba intentando ser amable".
"Bueno, no lo hagas, es inquietante" respondió Ann por él. Jackson bufó, pero no parecía molesto del todo. Se quedó viendo como la expresión de Castellan aunque era serena, ovultaba algo más. Annabeth le dio un codazo fue lo que lo hizo vovler a la realidad.
"Oh, cállate y admite que lo disfrutaste"
Decidiò ignorar eso y se rió.
Sí.
Lo disfrutó.
Mucho.
.
Draco caminaba con las manos en los bolsillos, siguiendo a Castellan por los senderos oscuros del campamento. No había una razón real para hacerlo. Solo había visto a Castellan salir de la cabaña de Hermes con una expresión de alguien que iba a romper algo y, bueno, su instinto le había dicho que eso iba a ser interesante.
Lo siguió en silencio por unos minutos, observando cómo los músculos del chico se tensaban con cada paso. Cualquiera diría que estaba listo para la guerra, aunque, para ser justos, en este campamento siempre parecían estar preparándose para eso.
Finalmente, se detuvo en seco y suspiró. "¿Por qué me sigues, Malfoy?" preguntó sin siquiera girarse.
Draco ladeó la cabeza, fingiendo que lo pensaba seriamente a pesar de que era obvio que no. "No lo sé, ¿quizá por qué tú caminas como si fueras a asesinar a alguien?"
Castellan dejó escapar una risa breve, sin humor, y al final se volteó para mirarlo. "¿Y si lo hiciera?"
Le sonrió de lado y se encogió de hombros. "Entonces haría lo que mejor sé hacer: cantar sobre ello y ganar dinero" intentó bromear.
El chico parpadeó, como si no supiera si reír o preocuparse. Pero terminó sonriendo, lo tomaria como una victoria.
"Eso es lo más jodidamente egoísta que he escuchado"
"Gracias, me esfuerzo cada día por eso"
El hijo de Hermes negó con la cabeza y comenzó a caminar otra vez. Aunque esta vez parecia que no le molestó que le siguiera.
"Hablando en serio" dijo después de un rato. "No deberías meterte en problemas que no son tuyos" no es la primera vez que me lo dicen, y no será la última tampoco. Pensó al aire, levantó una ceja, no encontraba el porqué decía eso. ¿A qué venía al caso?
"Eso es gracioso viniendo de alguien que parece estar en una crisis existencial"
Castellan no respondió al instante. Caminó hasta llegar a un tronco caído y se sentó, apoyando los codos en las rodillas. Él solo se quedó de pie a su lado, observándolo.
"¿Sabes qué es lo jodido de este lugar?" murmuró el mayor, mirando al suelo. "Que la gente sigue esperando cosas de ti. No importa cuánto hagas, siempre quieren más"
Draco bajó la mirada por un momento. No podía decir que no entendía ese sentimiento, él mismo lo había vivido. Su padre era un buen padre, pero aveces... aveces podía llegar a ser muy estricto con las finanzas o la magia. "Sí, bueno" respondió, con una sonrisa torcida. "Supongo que esa es la maldición de ser increíblemente talentosos" esperaba que su intento de aligerar el ambiente funcionará. Pareciera que si, ya que el otro soltó una pequeña risa.
"Me gusta tu actitud" hablo, mirándolo de reojo. "Pensé que eras solo otra cara bonita..." no eres el único ",no me veas así. Deje de hacerlo cuando te vi pelear con Clarisse. Hay fuego en ti".
Le sostuvo la mirada, desafiándolo sin palabras. "Sí, bueno, eso pasa cuando la gente sigue dándote razones para pelear"
Castellan inclinó la cabeza, como si lo evaluára. "¿Así que eres de los que no se rinden, eh?"
"Depende. Si me aburro, sí"
Él se rió de nuevo, pero esta vez lo estudió con más atención. "Te pareces demasiado a mí, Malfoy" Draco alzó ambas cejas. ¿Eso era algo bueno o malo?
"¿Eso es un cumplido o una advertencia?"
Él no respondió de inmediato, uuh mala señal.
"Solo digo que… te entiendo"
Por un momento, solo hubo silencio entre ellos. Luego, decidio que sentarse en el tronco junto al chico era buena idea, aunque sin mirarlo aún. "¿Y qué hay de ti, Castellan?" preguntó con voz despreocupada. "¿Siempre caminas por ahí como un villano de película dramática o es un pasatiempo nuevo?"
Rodó los ojos. "No me jodas"
"No puedo evitarlo, es mi naturaleza".
Castellan le sonrió, pero luego esa expresión se desvaneció lentamente. "El campamento no siempre fue así" murmuró. "Solía ser más… un hogar" se quedó en silencio. Aunque...
"¿Qué pasó?"
Él apretó la mandíbula.
"Los dioses" No había odio en su voz. No todavía. Pero si llegó a notar algo peligroso en la forma en que sus dedos se cerraron en un puño. "Lo gracioso" continuó con una risa amarga ", es que todos aquí estamos jodidos de alguna manera, y sin embargo actuamos como si este lugar fuera la gran salvación".
Draco inclinó la cabeza. "¿Quieres hacer una competencia?" Pregunto al final. No era su fuerte consolar personas.
El chico lo miró, sorprendido. "¿Qué?'
Se encogió de hombros. "Competencia de traumas. Tú dices algo jodido sobre tu vida y yo digo algo jodido sobre la mía" y aunque tuvo una buena vida, siempre podía hacer algo para que Castellan se sintiera mejor.
"Eres un maldito raro, Malfoy"
"Gracias. ¿Empiezas tú o yo?"
Dio ub largo suspiro, y apesar de eso luego sonrió de lado. "Bien, si quieres jugar…" Se estiró como si estuviera calentando y luego habló. "Mi madre estaba tan obsesionada con profecías que casi me vuelve loco cuando era niño" auch, golpe bajo. Draco asintió, como si estuviera juzgando el nivel de tragedia.
"Interesante. Bueno, mi madre está muerta".
Castellan parpadeó una vez, dos veces "…Mierda"
Él le sonrió con inocencia. "Te toca".
Negó con la cabeza, sin embargo igual continuó. "Estuve vagando por el mundo desde los nueve años"
"Mi padre apesar de quererme, siento que aveces cree que soy una decepción".
"¿Quieres unirte a mi club?"
"¿Tienen membresía con beneficios?" Le siguió y él se rió suavemente.
"No realmente. Pero hay galletas, muy ricas la verdad"
"Carajo Castellan, ya me tienes a tu total merced" bromeó. El chico se quedó en silencio por un momento, observándolo. Luego sacudió la cabeza.
"No dejes que el campamento te rompa" okey, estp parecía el día de decir cosas raras al azar. Arqueó una ceja, divertido y confundido al mismo tiempo.
"No te preocupes, encanto. Si alguien se rompe aquí, no voy a ser yo"
Castellan lo miró por un largo momento antes de reír suavemente. Draco se apoyó en sus manos y miró el cielo oscuro, las estrellas titilaban sobre ellos, indiferentes a las vidas de los semidioses que estaban atrapados en una guerra silenciosa entre sus propios progenitores...
"¿Te puedo hacer una pregunta?" preguntó el mayor con su tono más serio esta vez.
"Puedes intentarlo. No prometo responder" rodó los ojos, pero luego, su expresión se oscureció.
"¿Tú confías en los dioses?"
Dejó escapar un resoplido. "¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Alguien con cerebro lo hace?". No lo malinterpreten, ama a su madre, quien lo visita en sueños y lo ama, sin embargo... a los otros no. Y mucho menos a Ares después de todo lo que pasó Clarisse... y ni hablar de Zeus.
Se le quedó mirándolo, como si estuviera evaluando su respuesta. "No todos los que desconfían de los dioses se atreven a admitirlo"
"Oh, no me malinterpretes. No confío en ellos, pero tampoco soy lo suficientemente estúpido como para ponerme en su contra" no amenos que se metan con mi familia, lo que es mío, termino en su mente.
"¿Y si tuvieras la oportunidad de hacer algo? De cambiarlo todo"
"¿Cambiar qué exactamente?" Preguntó frunciendo el ceño. Castellan se humedeció los labios, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado.
"Lo que está mal. El sistema, la forma en que nos usan y nos olvidan. ¿No te molesta eso?"
"Me molesta, si" admitió. "Aunque también sé que nadie que haya intentado hacer algo contra los dioses ha terminado con una vida particularmente larga"
Él se rió sin humor. "Porque nadie ha hecho lo suficiente" giró el rostro para mirarlo con atención. Eso no le sonaba nada lindo.
"Vamos Castellan, ¿cuál es tu punto?"
Él desvió la mirada, como si estuviera dudando en hablar. Notó la forma en que su mandíbula se tensó.
"¿Sabes lo que pasa con los dioses?" continuó con la voz más baja. "Que están tan atrapados en su propia mierda que ni siquiera se dan cuenta de cuánto daño hacen. Creen que porque nos dan un poco de poder, pueden hacer lo que quieran".
Draco no pudo evitar reír. "Estás actuando como si tuviéramos elección" Castellan lo miró de nuevo, su expresión era extraña, como si estuviera buscando algo en él.
"¿Y si la tuviéramos?"
Solto un bufido "¿Nosotros? ¿Semidioses desechables? No me hagas reír"
El chico entrecerró los ojos. "Tienes potencial, Malfoy. Mucho más de lo que crees: hizo una mueca.
"Si esto es un intento raro de reclutamiento para un club de revolucionarios, lo estás haciendo fatal"
Chasqueó la lengua y negó con la cabeza, como si estuviera frustrado. "No entiendes nada"
"No, lo que no entiendo es qué pretendes" aclaró.
Exhaló y miró al suelo. "Solo olvídalo"
Draco lo miró con desconfianza por un momento antes de encogerse de hombros. "Si me preguntas, la idea de derrocar dioses es un poco ridícula. Pero si de verdad quisieras cambiar algo...: Hizo una pausa, pensativo. "No empezarías una guerra"
"¿Y qué harías tú?" Le pregunto confundido, sonrió con arrogancia.
"Yo jugaría mejor el juego"
"¿El juego?"
"Sí. Si los dioses te joden, jódeles de vuelta. No con violencia, no con guerras, si no con algo peor; inteligencia" eso le había enseñado Annie.
Castellan soltó una risa breve. "¿Quieres vencer a los dioses con astucia?"
"Lo hicieron antes, ¿no? ¿Zeus y sus hermanos no destronaron a Cronos usando estrategias y traiciones en lugar de fuerza bruta?" No era el mejor en mitología griega, pero recordaba algunas cosas por la etapa en la que Lavender se obsesiono con eso.
Castellan se quedó callado, como si nunca hubiera pensado en eso. Él solo se encogió de hombros.
"Solo digo que la historia tiende a repetirse. Y los dioses tienen miedo de eso"
Hubo un silencio antes de que el mayor volviera a hablar. "¿Y si alguien quisiera que la historia se repitiera?"
Draco lo miró con curiosidad. "¿Te refieres a alguien como Cronos? ¿En serio?, ¿de verdad alguien querría darle poder a el tipo que básicamente inventó los daddy issues?, ¿ese viejo amargado que no pudo manejar su ego y fue partido en pedacitos? Sí, suena como alguien digno de confianza para mi" Castellan no respondió de inmediato, él que lo había dicho con burla, no notó la forma en que sus dedos se cerraron en un puño. "Eso sería estúpido" continuó. "Cronos no es mejor que los dioses, es la misma mierda, pero con otro nombre. Solo cambiaríamos un dictador por otro"
"¿Así que no crees que sería una buena idea?" Esperen, ¿acaso el chico no había escuchado nada de lo que acababa de decir?
Entonces resopló. "¿Confiar en Cronos? Prefiero besar a un animal" Castellan sonrió, pero esta vez, su expresión tenía algo más. Algo pensativo, dio un largo suspiró y se pasó una mano por el cabello. "Mira, no soy un héroe y no quiero cargar con el peso del mundo. Pero si en serio quieres cambiar algo, hay formas más inteligentes de hacerlo"
"Eres interesante, Malfoy" Termino por decir él.
"Lo sé" le respondió con una sonrisita.
"Llámame Luke" dijo de repente.
"Entonces tu llámame Draco"
Luke respiró hondo, como si estuviera liberando algo que había estado atrapado dentro de él. "¿Sabes?" Hablo mirándolo de reojo. "Por alguna razón, creo que tú podrías cambiar muchas cosas aquí".
Draco sonrió con diversión. "¿Por qué? ¿Porque puedo romper profecías o porque soy increíblemente guapo?" Bromeó.
Luke sonrió. "Ambas".
Y sin saberlo, esa noche fue el inicio de algo que cambiaría todo.
Notes:
Hola! Este capítulo iba a durar mucho más, sin embargo decidí que me estaba quedando demasiado largo.
Por si no se entiende bien, Draco, Annabeth y Percy llegaron dos meses antes que en el canon, así que por eso no ha pasado aún nada de lo visto en el primer libro.
No sé qué más poner :). Así que supongo que nos vemos!
M. S. C
Chapter Text
Si había algo que Draco Malfoy odiaba más que sudar bajo el sol del campamento, era escuchar a un grupo de idiotas hablar de él como si no estuviera a dos metros de distancia.
"No sé por qué Lady Afrodita se molestó en darle un arma" comentó un hijo de Hermes, recostado contra un árbol con aire aburrido. "Digo, Malfoy no es un guerrero, es un modelo"
Oh si, que original. Rodó los ojos. ¿Acaso tenían una lista de insultos predeterminados y la sacaban a relucir cada vez que lo veían?
"Si, claro"gruñó Clarisse antes de que él pudiera responder. "Díselo al Minotauro que mató. Ah, cierto, no puedes porque está muerto".
Hubo algunas risas, sin embargo no duraron mucho. La mayoría de los campistas simplemente se encogieron de hombros, como si matar a un monstruo no fuera suficiente prueba de su valía. Sintió algo amargo en la garganta.
"Draco Malfoy solo es un niño bonito, no debería estar aquí" soltó otro campista.
Respiró hondo una y otra vez. No era la primera vez que lo decían y no sería la última tampoco. Pero eso no significaba que doliera menos.
"Si vuelves a decir eso, te partiré la cara" gruñó Clarisse, dándole un empujón en el pecho al que había hablado. "Y luego, él escribirá una canción sobre cómo te humillé"
Soltó una risa automática, aunque por dentro, se sentía... cansado. ¿Alguna vez sería suficiente? . "Wow, ese fue el cumplido más raro y violento que me has dado"
"Cállate y sigue entrenando" bufo Clarisse.
Lo intentó, de verdad lo hizo. Pero no podía con las miradas, que seguían ahí. La burla. El desprecio.
"Oh, ¿crees que soy débil por qué mi madre es la Diosa del amor?" Se cruzó de brazos y sonrió al escuchar otro comentario en su contra, a pesar de que por dentro su estómago se retorcía. "Chico, el amor a iniciado guerras y ha destruido reinos. Si Afrodita quiere algo, el mundo se inclina ante ella, así que ten cuidado" Hubo algunas risas, y llegó a notar que muchos no le creían. ""El amor ha derribado imperios, la belleza puede ser más letal que una espada. Y yo tengo ambas cosas. Así que dime querido, ¿quién es el débil aquí?" Nadie pareció escucharlo.
"Uuyy, mira por allá, ahí va el hijo perfecto de Afrodita, que bien se veria si en mi cama..." ni siquiera quiso seguir escuchando. Podía imaginarse como terminaría.
Estupendo, ahora también era un objeto.
"Si, y estoy orgulloso de serlo, porque además de que sé pelear y soy inteligente también soy bonito e hijo de una de las Diosas más fuertes del Olimpo" dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. "A diferencia de ti, que solo eres un bruto que piensa con la de abajo".
El silencio fue pesado, Clarisse se rió y él igual, aunque en el fondo algo en él se encogió.
No importaba lo que hiciera, para ellos nunca sería suficiente.
"Ustedes son tan estúpidos" la voz de Annabeth atravesó el aire como un cuchillo. Todos voltearon. Ella estaba ahí, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, con ese brillo peligroso en los ojos que significaba problemas.
"Oh, vamos, Chase" se quejó uno de los campistas. "No es como si fuera mentira"
"Claro, porque ustedes han matado monstruos y han completado misiones, ¿verdad?" contraatacó ella, alzando una ceja. Silencio. "Draco luchó contra el Minotauro, peleo cada dia desde que llegó y arriesgó su vida para ayudarme y aún así siguen con esta ridiculez" continuó Annie con su voz goteando con desprecio. "¿Y saben qué? No me sorprende, siempre es lo mismo"
"Vamos, Annie, tampoco es para tanto..." intentó decir, pero ella le lanzó una mirada que lo hizo cerrar la boca. No era tan tonto como para meterse con una Annabeth enojada.
"No, sí lo es. Me cansé de oír estas tonterías"
"Vaya, parece que la señorita Chase tiene un nuevo favorito" se burló alguien.
"No me hagas reír" otra voz interrumpió, esta vez con un tono más relajado. "Todos sabemos que ella tiene la razón" hablo.
Luke Castellan.
Draco miró hacia un lado y lo encontró recargado en un árbol cercano, con una media sonrisa. Pero a diferencia del resto, no había burla en sus ojos. Solo... una molestia sutil.
"¿Tú también vas a defenderlo, Luke? " preguntó alguien con una mueca.
"¿Por qué no?" Luke se encogió de hombros. "Lo he visto pelear y he charlado con él, algo que ninguno de ustedes hizo al parecer. No es solo otra cara bonita, o toda la mierda que dicen de él". La manera en la que lo dijo, con un destello de enojo en la mirada, hizo qu sintiera un extraño calor en el pecho. Luke se apartó del árbol y caminó hasta él. "Lo que no entiendo es por qué te molestas en responderles" hablo en voz baja, solo para que él lo oyera. "Sabes que no valen la pena".
Solo soltó una carcajada sin humor. "Oh, no lo hago por ellos, lo hago porque soy fabuloso y me gusta escucharme hablar" intentó bromear.
Luke se rió. "Bueno, en eso tienes razón".
El ambiente ya no era tan hostil. Claro, muchos seguían mirándolo con desprecio, sin embargo Annabeth y Luke estaban ahí, Clarisse igual. Y aunque Draco no lo admitiera en voz alta, significaba mucho.
Pero aún así... algo dentro de él seguía pesando.
Draco caminaba junto a Luke, fingiendo que las palabras de los otros campistas no le habían afectado. Pero lo habían hecho. Claro, él tenía su orgullo, tenía su confianza y demás, sin embargo incluso las estatuas se agrietan si las golpeas lo suficiente. Y hoy le habían lanzado demasiadas piedras.
Clarisse había salido en su defensa, Annabeth también, e incluso Luke. De igual forma eso no borraba lo que habían dicho.
"Bueno, eso fue... divertido" hablo con fingida indiferencia, pateando una piedra en el camino. Luke, que caminaba a su lado con las manos en los bolsillos, soltó un resoplido.
"Si por 'divertido' te refieres a una demostración de estupidez colectiva, entonces sí, si lo fue" le lanzó una mirada de reojo.
"No sabía que tenías tanta paciencia con los de tu cabaña".
Él tensó la mandíbula. "A veces son unos idiotas".
"Oh vaya, qué revelación"
Luke no respondió de inmediato, parecía estar mascullando algo en su mente, como si dudara en decirlo y su mirada tenía un brillo que no podía reconocer. "Lo que dijeron... estuvo fuera de lugar" terminó diciendo finalmente.
Draco levantó una ceja. "Oh, ¿te refieres a la parte en la que me redujeron a un adorno o a la parte en la que alguien sugirió que 'me vería bien en su cama ?" Volvió a bromear, ese era un tema del que había hablado antes con sus padres, recibía ese tipo de comentarios más de lo que le gustaría admitir.
Luke se detuvo por un segundo, apenas perceptible, pero él lo notó. "A ambas" respondió con simpleza, aunque su tono era un poco más seco de lo habitual.
Ooh, eso se pondría interesante. Entrecerró los ojos con diversión "¿Y por qué te molestó tanto?" Pregunto con clara intención de molestar.
"Porque fue una falta de respeto" contestó sin mirarlo. Se cruzó de brazos y le lanzó una mirada evaluadora conteniendo su sonrisa.
"Ajá".
"¿Ajá, qué?"
"Nada, nada..." evitó si mirada. "Solo que, por un segundo, casi sonaste... no sé... ofendido".
Él giró la cabeza hacia él con el ceño fruncido. "No seas ridículo"
"¿Ridículo yo? Por favor Luke, si hubieras estado un poco más cerca, habrías lanzado una daga a la cabeza de ese idiota".
"No exageres"
"Casi pareció personal".
Él resopló y evitó su mirada. Lo observó por un momento antes de decidir no insistir más, aunque antes de dejar ir el tema del todo, se inclinó un poco hacia el mayor, con una sonrisa astuta en los labios.
"Tranquilo, encanto. No me meteré en la cama de nadie sin mi consentimiento" murmuró con fingida dulzura.
Luke chasqueó la lengua y le dio un leve empujón con el hombro. "Eres un fastidio, pretty boy".
Draco parpadeó. "¿Qué?"
Luke ya estaba caminando de nuevo, como si no hubiera dicho nada especial, corrió y lo alcanzó rápidamente.
"¿Me llamaste 'pretty boy'?"
Él sonrió apenas. "¿Y qué si lo hice?"
Lo miró fijamente, como si intentara leer algo en su expresión -cosa en la que falló- Luke solo le devolvió la mirada con esa calma suya que a veces resultaba exasperante.
"Oh, ¿entonces ahora me pones apodos? ¿Debo sentirme halagado acaso?"
"Haz lo que quieras con eso" se encogió de hombros el mayor. Él en cambio ladeó la cabeza, fingiendo pensarlo.
"Bueno, al menos es más creativo que 'hijo de Afrodita' como si fuera un insulto"
"Si, te queda mejor" sonrió Luke de lado, lo observó con una ceja arqueada.
"Eso sonó casi como un cumplido".
Él le sostuvo la mirada un segundo antes de sonreír. "No te acostumbres".
Y con eso, siguieron caminando, como si nada hubiera pasado. Aunque Draco no pudo evitar notar cómo, en algún rincón de su mente, la idea de que Luke Castellan se había molestado más de la cuenta seguía rondando.
.
Draco estaba harto. Y eso era decir poco.
La cabaña de Afrodita era un nido de víboras perfumadas, y Drew Tanaka era la reina de todas ellas.
"No entiendo por qué te molestas en entrenar" había dicho con su tono condescendiente mientras se limaba las uñas. "Ya tienes tu linda cara, Malfoy. Es lo único por lo que la gente te va a recordar"
Él, que había pasado todo el día lidiando con los comentarios de otros campistas, no tenía paciencia para eso. Y sabía que muy probablemente se arrepentiría luego de decirlo, pero lo hizo de todas formas. "Vaya, gracias por el consejo, Drew. Me sentiría halagado si viniera de alguien con relevancia"
Ella frunció los labios. "Solo digo la verdad. Afrodita no nos hizo para pelear. Nuestro trabajo es ser admirados"
"Oh, entonces eso no explica por qué nadie te admira" soltó sin pensar.
Hubo un murmullo colectivo en la cabaña y Drew se puso rígida. Él sabía que había cruzado una línea, aunque sinceramente ahora no le importaba. No con lo que había pasado en el otro día, que se volvió a repetir una y otra vez desde entonces. No cuando no había ni una señal de su madre, que ni siquiera Quirón o Afrodita sabían.
Y si, estaba al tanto de que no era ético o correcto descargarse con sus hermanas, ellas no causaron eso, y no era su maldito culpa, nada lo era. Y sin embargo ahí estaba él, haciendo exactamente eso. Porque no sabía que más hacer, porque ya no tenía el control de antes, porque...
"Si no te gusta estar aquí, ¿por qué no te largas?" espetó ella, con una sonrisa venenosa. La miró fijamente, sin parpadear, hasta que se dio cuenta lo mucho que eso lo podía ayudar.
"Buena idea" respondió sin más.
Y con eso, se fue.
Salió de la cabaña con pasos rápidos, sin un destino fijo en mente. Solo quería alejarse de ahí, rl desprecio de los campistas era una cosa, pero sentirlo dentro de su propia cabaña… eso era otra historia. Se dejó caer sobre un fardo de heno, limpiándose la frente con el dorso de la mano.
Odiaba limpiar. Lo detestaba con cada fibra de su ser.
Aunque después de su desacuerdo con Drew, necesitaba hacer algo que no implicara lanzar una maldición o terminar en otro enfrentamiento que lo llevara a la enfermería.
El establo de los pegasos no era precisamente un lugar glamuroso. Olía a heno, a cuero y a algo que no quería analizar demasiado. A pesar de eso, al menos le daba un respiro de las miradas y los comentarios del resto del campamento.
Apoyó la escoba en su hombro, agarro una escoba de por ahí y recordó el consejo que Lavender le había dado: 'limpiar es mejor si lo haces con música' asi que sin pensarlo mucho, empezó a tararear.
"This ain't a song for the broken-hearted. No silent prayer for the faith-departed I ain't gonna be just a face in the crowd. You're gonna hear my voice, when I shout it out loud"
Sin darse cuenta, su voz se alzó en el establo vacío. Giró la escoba y la usó como micrófono, caminando como si estuviera en un escenario.
"It's my life, It's now or never... I ain't gonna live forever I just want to live while I'm alive" comenzo a imaginar como si ya no estuviera allí. Sino devuelta en casa, sin ser un semidiós o un mago, siendo solo Draco Malfoy, el amantes de la música.
"It's my life..My heart is like the open highway, like Frankie said, 'I did it my way'. I just want to live while I'm alive, It's my life" Se dejó llevar por el ritmo, haciendo girar la escoba en el aire, y cantando junto a los pegasos -apesar de que estos no cantarán en sí.
Al darse la vuelta, Draco se congeló en seco, vio a que estaba Silena apoyada en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa divertida.
"Bueno, supongo que si alguien pudiera hacer su concierto personal en los establos ese serias tú" hablo con una pequeña sonrisa.
"Ah…" carraspeó, diría algo como sabes que tendré que matarte, ¿no? Si no fuera porque medio campamento lo habia escuchado el otro día."No es nada, solo... necesitaba algo para no volverme loco con toda esta limpieza" al final respondió, Silena alzó una ceja, pero no dijo nada más. "¿Qué haces aquí?" Pregunto, según él no muchos venían a esas horas.
Ella se acercó, sentándose en un barril cercano. "Vine a verte. Me contaron lo que sucedió y sé que Drew aveces puede ser… complicada".
Bufó. "Por decirlo de manera elegante"
"Mira, no quiero justificarla. Drew tiene su forma de ser y le cuesta aceptar a alguien nuevo como tú, y no es solo ella. Muchos en el campamento aún creen que los hijos de Afrodita solo servimos para vernos bien y dar consejos sobre relaciones" soltó un largo suspiro. "Sé han visto antes algunos a quienes les intereso luchar, sin embargo ellos siempre dejaban de lado y la cabaña y a nuestra madre, pero viéndote no es tu caso" lo miró de arriba a bajo.
Draco dejó caer la escoba sobre su hombro, observando a Silena con una ceja arqueada mientras ella lo miraba de arriba abajo. No era la primera vez que alguien lo escaneaba de esa manera, pero la diferencia era que esta vez no había intenciones ocultas ni juicio, solo… curiosidad.
"¿Qué?" preguntó con fingida inocencia, aunque ya sabía la respuesta.
Miró de reojo su reflejo en una de las cubetas de agua del establo. Incluso cubierto de polvo y con la camiseta naranja del campamento, que honestamente era un crimen contra la moda, seguía viéndose bien. No era su culpa que todo le quedara tan bien, era un don natural. La tela de la camiseta, aunque de pésima calidad, resaltaba su piel pálida y su cabello rubio desordenado, que, en lugar de hacerlo parecer un desastre, le daba un aire de estrella de rock despreocupada. Sus pantalones, aunque no eran de diseñador (porque el campamento no tenía el más mínimo sentido del estilo), al menos eran lo bastante ajustados como para marcar su figura sin parecer ridículo. Y las botas… bueno, estaban cubiertas de heno y algo que esperaba fuera solo tierra, pero aun así lograban darle un toque de rebeldía.
Lo sabía. Y, aunque no lo admitiera en voz alta, le encantaba
Silena apoyó una mano en su brazo divertida. "Volviendo al caso, muchas veces se olvidan de lo demás. Y quiero demostrártelo"
"¿Cómo?" Pregunto curiosidad genuina.
Ella sonrió. "Ven conmigo"
Arqueó una ceja confundido, aunque igual la siguió fuera del establo. Caminaron hasta un claro escondido entre los árboles. "¿Qué estamos haciendo aquí?"
"Voy a enseñarte algo. Algo que nadie más fuera de nuestra cabaña sabe" uuuh, eso sonaba misterioso, le gustaba. "Los hijos de Afrodita no solo somos rostros bonitos. Tenemos influencia. Podemos cambiar la percepción de los demás sin que se den cuenta"
Frunció un poco el ceño. "¿Manipulación?"
"Me gusta llamarlo persuasión" corrigió ella con una sonrisa. "Solo observa" Silena se giró hacia un conejo que estaba cerca, husmeando entre los arbustos. Con un susurro, el animal se giró hacia ella y, sin dudarlo, saltó hasta su mano.
Draco parpadeó sorprendido "¿Cómo hiciste eso?"
"Le mostré lo que quería ver, que no tenía nada que temer" ella le tomó las manos y las puso sobre sus hombros. "Tú también puedes hacerlo"
"¿Puedo hablar con los animales?" Sonrió expectante, ¡siempre había querido hablar con ellos! Quería saber cómo los peces veían el aire, o no lo hacían tampoco.
"No es solo eso" respondió Silena. "Es carisma, es atracción, es saber leer a los demás y darles lo que buscan" ¿eso significaba que no iba a hablar con los animales?. "Imagina que tienes un aura a tu alrededor" le guió la chica. "Algo que hace que los demás quieran escucharte".
Él intentó visualizarlo. Al principio no sintió nada… pero luego, fue como si un calor sutil se extendiera desde su pecho.
"Ahora prueba con el conejo" susurró.
Acotó su orden y miró al animal pensando solo una cosa: Ven a mi.
Para su sorpresa, el conejo de inmediato dio un saltito en su dirección.
Abrió los ojos, sorprendido. "¡Lo hice!" ¡Lo hizo!.
"Te dije que no éramos débiles" sonrió ella con orgullo y el le sonrió de vuelta. "Lo lograste"
"¿Solo se puede hacer con animales o con personas igual?" Pregunto. "Y si es así, esto podría ser... peligroso".
Silena se encogió de hombros. "Depende de cómo lo uses. Afrodita no solo es amor. Es deseo, es obsesión, es tragedia".
"¿Y hay más?"
La chica sonrió con malicia. "Por supuesto. Sin embargo eso lo aprenderás con el tiempo"
No era la primera vez que pensaba en el poder de su madre, pero sí la primera vez que realmente lo sentía en sus venas
.
El sonido del lago era tranquilizador. No que Draco necesitara tranquilidad, pero después de una jornada de entrenamiento donde casi le volaban un ojo con una lanza y luego un incidente -otra vez- con Drew que lo llevó a limpiar los establos -también otra vez- donde descubrió que la mierda de pegaso era peor que la de caballo común y corriente, pues, un descanso no le venia nada mal.
Así que ahí estaba, sentado en una roca con la vista en el agua, pensando en todas las malas decisiones que lo llevaron hasta ese punto. Empezando con la primera: nacer...
Y luego llegó Luke.
"Vaya, tú en silencio. Eso es nuevo" dijo como saludo.
Rodó los ojos. —No me malinterpretes, estoy disfrutando de la paz antes de que algún otro campista decida subestimarme otra vez, o que Drew por fin decida deshacerse de mi y envenenar mi comida" bromeó, cree.
La cosa es que Luke se rió y se sentó a su lado. "¿Sabes? A la mayoría de los semidioses les gusta el reconocimiento. Tú, en cambio, actúas como si fuera un fastidio, lo que es algo irónico con tu reputación"
"Porque lo es" respondió sin dudar. "Me llaman 'solo una cara bonita' y luego se ofenden cuando demuestro que también sé pelear. Es agotador" dio un largo suspiro. "En cambio con lo otro es diferente, en vez de asfixiarme, me da vida, es el aire".
Él asintió, y hubo un momento de silencio entre ellos, uno que no encontró incómodo. Hasta que Luke lo miró con ese brillo curioso en los ojos. "Dime algo que nadie espere de ti"
Arqueó una ceja, okey eso era raro. "¿Por qué?"
"Porque quiero ver si hay algo en lo que no seas irritantemente perfecto"
"¿Irritantemente perfecto? Vaya Luke, si querías coquetear, solo tenías que decirlo" bromeó. Él puso los ojos en blanco, pero Draco vio la pequeña sonrisa que intentaba ocultar.
"No cambies de tema".
Fingió pensarlo. Luego, con una media sonrisa, dijo: "No me gustan, yo amo las comedias románticas"
Él parpadeó. "¿Qué?"
"Sí, ya sabes, esas como 'Cuando Harry encontró a Sally', 'Mujer bonita', 'Diez cosas que Odio de ti'..."
Luke lo miró como si acabara de confesar que le gustaba la ensalada de... no lo sabía, una ensalada fea.
"No puede ser" parecía en verdad sorprendido.
"Créelo" le sonrió con suficiencia. "La escena de 10 cosas que odio de ti, cuando Patrick le canta en las gradas… Es simplemente perfecta" hablo con un tono soñador sin querer.
Luke se rió, sorprendido aunque no burlon. "Espera, espera… ¿Me estás diciendo que el gran Draco Malfoy, rockstar y sarcástico profesional, quiere un romance de película adolescente?"
"Ni para que mentirte, si. Son tan... no lo sé, solo me encantan y espero algún día vivir uno".
El mayor lo observó, todavía con esa risa en los labios, pero luego su expresión se suavizó un poco. "No lo hubiera esperado de ti"
"Me gusta desafiar expectativas" respondió, encogiéndose de hombros. Si, le gustaría su romance de película
El silencio volvió, sin embargo esta vez había algo más. Algo… que siendo sinceros no quiso analizar demasiado.
Luke carraspeó. "Por cierto, ¿viste lo de Clarisse y Percy?" Lo miró ofendido, ¡obviamente que lo hizo! Clarrisse en el entrenamiento después de eso estuvo brutal. Y Silena le contaba mucha cosas.
"Oh, claro que sí. Percy Jackson ha conseguido el odio eterno de Clarisse. Ahora eso es una declaración de guerra" hablo emocionado. Si, si, si, mala suerte para Jackson. Ahora solo quería saber qué haría su amiga.
Luke sacudió la cabeza, aunque parecía divertido. "Clarisse está siendo un poco intensa con eso". Intensa era algo para quedarse cortos.
"¿Intensa?" se burló. "Ella le quiere arrancarle la cabeza y usarla como trofeo"
"Percy no es tan malo" lo defendió. "De hecho, creo que quiere ser tu amigo"
Draco sintió que algo se revolvía en su estómago. No por Jackson sino por la forma en la que Luke lo dijo.
"Sí, porque necesito otro idiota en mi vida" le respndió con sarcasmo. No tenía nada contra él chico apesar de todo, solo... no les veía mucho futuro.
Luke se rió, aunque había algo tenso en su expresión. "Bueno, si lo rechazas, mejor para mí"
Draco lo miró, afilando los ojos. "¿Celoso, Luke? Tranquilo, solo tengo ojos para tí, y medio campamento" no desaprovechó la oportunidad para molestar.
El mayor desvió la mirada, con una sonrisa misteriosa. "¿Qué dices?"
Draco sintió un cosquilleo en la piel. Oh. Interesante. "Nada, nada" lo miró de reojo y negó con la cabeza.
"Sabes, Pretty Boy, a veces me arrepiento de haberte conocido"
"Sí, claro, encanto. Lo que digas"
Se quedaron en silencio un rato, hasta que Luke suspiró y se pasó una mano por el cabello, mirando hacia el lago. Su expresión era más seria ahora, como si estuviera debatiéndose internamente antes de hablar.
"He estado pensando en lo que me dijiste el otro día"
Él, que estaba entretenido dibujando círculos en la tierra con la punta del pie, arqueó una ceja sin demasiado interés. "¿Sobre lo increíblemente guapo que soy? Si lo sé, y lo entiendo, es difícil sacarme de la cabeza"
Su amigo rodó los ojos, aunque no sonrió como de costumbre. En su lugar, soltó un largo suspiro, como si lo que estuviera a punto de decir le costara más de lo que le gustaría admitir. "Sobre los dioses. Sobre… lo injustos que son"
Dejó de jugar con la tierra y levantó la mirada. Esa sí que no la vio venir, tenía un presentimiento.
"¿Y...?"
Luke apretó la mandíbula, su perfil iluminado por la luz del atardecer. Por primera vez, no lo vió como el líder carismático y confiado que todos admiraban, sino como alguien muy agotado. "Durante mucho tiempo pensé que lo mejor era alejarme de ellos" murmuró al fin, con la voz algo tensa. Le llegó una leve punzada de incomodidad, como que no le gustaba el rumbo de esta conversación estaba tomando.
"¿Alejarte cómo?" preguntó, aunque en el fondo ya sospechaba la respuesta.
Se tardó en responder. Bajó la mirada a sus propias manos, como si ahí pudiera encontrar las palabras correctas. "Había alguien… un dios, o algo peor, que me ofreció una salida. Me prometió que si lo ayudaba, todo cambiaría" ...
Su estómago se revolvió "¿Cronos?" Luke no dijo nada. Pero su silencio fue una respuesta más que clara. Sintió un leve mareo, como si acabaran de darle un puñetazo en la cara. "Por los dioses, Luke..." wow... ¿eso significaba qué..? Esperen, esperen.
Su amigo chasqueó la lengua. "No fue una decisión que tomara a la ligera"
"¿Eso se supone que me haga sentir mejor?" se cruzó de brazos, intentando ignorar la sensación de traición que amenazaba con instalarse en su pecho. Él tampoco era el mayor fan de los Dioses, ¿pero traicionarlos?
Luke alzó la cabeza y lo miró directamente. Sus ojos estaban llenos de algo extraño, como si estuviera desarmándose poco a poco.
"No lo hice"
Frunció el ceño. No lo hizo.
"¿Qué?"
Luke se encogió de hombros. "No acepté su oferta".
Draco lo miró con desconfianza, aunque no quisiera hacerlo. "¿Por qué?" Pregunto al final.
Él solo solto una risa seca. "Pasaste tú" ¿eso era bueno o malo, qué significaba? Parpadeó, confundido.
"¿Cómo que pasé yo?"
"Al principio pensé que eras otro chico mimado que no tenía idea de nada" admitió, con una sonrisa irónica. ¡Ey, si podía ser algo mimado pero no tan malo!. Sin embargo luego de la charla del otro día, y las de después... me hiciste pensar. Sobre si realmente vale la pena tirar todo por la borda".
Podria jurar que casi sintió que su corazón latía un poco más rápido de lo normal. "Así que… ibas a traicionarnos y cambiaste de opinión".
Luke asintió lentamente, él desvió la mirada, sintiendo una mezcla de alivio y rabia. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera logrado convencerlo?.
"Por Hecate, qué drama" susurró al final.
El chico a su lado se rió, con un poco más de alivio esta vez. "Dímelo a mí".
Draco sacudió la cabeza. "Eres un idiota"
Le sonrió. "Pero ahora soy un idiota de tu lado".
Solo rodó los ojos y le dio un ligero empujón en el brazo. A pesar de que en el fondo, su mente seguía dándole vueltas a todo lo que acababa de escuchar.
Luke había estado a punto de unirse a Cronos. Había estado tan cerca.
Pero lo detuvo.
Él.
Respiró hondo, tratando de sacarse esa sensación extraña que le recorría todo el cuerpo.
Porque aunque Luke había tomado su decisión… Algo en su instinto le decía que alguien más no lo haría.
"¿Eso quiere decir que no vas a irte con… él? Solo para confirmar".
Él negó con la cabeza, y sus siguientes palabras fueron claras, firmes. "No. Me quedo leal a ti".
Por un segundo, llegó a sentir que le faltaba el aire. La forma en la que lo habia dicho… no era solo que no fuera a unirse a Cronos; era como si estuviera diciendo que elegía quedarse a su lado. Oh no, no es el momento de pensar que estás en una telenovela Draco pensó para sí mismo.
"Vaya" soltó, sin saber qué más decir.
Luke dejó escapar una risa sin humor. "¿Eso es todo lo que vas a decir?" ¿Acaso tenía que decir algo más?.
"¿Qué esperabas? ¿Una ovación?" Esto no era lo suyo. "Si quieres le digo a Annie y te escribimos una canción".
"No gracias, aunque si te consuelo creo que lo harian bien" le respondio. "Decia algo menos seco, quizá".
Dió un largo suspiró y, con tono más serio, añadió. "Está bien, está bien, me alegra que hayas tomado esta decisión" decir eso estaba bien, ¿no? Su amigo lo miró en silencio un instante antes de esbozar una sonrisa cansada.
"Gracias".
Draco asintió, aunque su mente iba a mil por hora. Sabía que esto no era solo una confesión, Luke no era de los que compartían cosas importantes sin razón.
"¿Por qué me lo dices a mí?" No pudo evitar preguntar. El podía perfectamente quedarse callado y no decirle a nadie jamás.
Luke pareció pensarlo un momento antes de encogerse de hombros. "Porque, de alguna forma, sé que no vas a usarlo en mi contra" ¿eso era una ofensa o un cumplido?
Arqueó una ceja. "¿Y si lo hago?" ¡Podía hacerlo! No, no lo haría nunca.
El mayor le dedicó una media sonrisa. "No lo harás" chasqueó la lengua, el maldito tenía razón.
"Qué molesto que me conozcas tanto" bufo con un puchero.
Él dejó escapar una risa breve. "Es tu culpa por ser tan transparente".
El ambiente entre ellos se alivianó un poco, aunque Draco todavía sentía la tensión del momento. Era extraño pensar que, hace un par de días, Luke aún consideraba ponerse del lado de Cronos. "¿Sabes? Oficialmente, creo que esto me convierte en una muy buena influencia" hablo cruzándose de brazos con fingida arrogancia. "Te convencí de no unirte a un titán arrogante y viejo".
"Sí, sí, seguro fue por ti" se rió de el.
Draco se llevó una mano al pecho con dramatismo. "Me subestimas, Luke, tengo más poder del que crees" y no mentía.
Este le lanzó una mirada burlona. "Tal vez te creere cuando crezcas, pequeñin" le revolvió el cabello con una sonrisa. "Eres como un pequeño saltamontes, o un hurón, o un Dragón"
Entrecerró los ojos. "¿Y cuándo crees que deje de serlo?" Decile qué a los catorce porfa.
Luke fingió pensarlo por un segundo antes de encogerse de hombros. "No lo sé, cuando crezcas"
Continuaron hablando un rato, aunque las palabras seguian suspendidas en el aire entre ellos, que en vez de hacerlo incómodo, solo reforzaba algo que ya sabía: Luke estaba de su lado.
Y por alguna razón, eso le importaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
"¿Interrumpimos algo?" Pregunto una voz conocida detrás de ellos.
Ambos se voltearon al mismo tiempo, encontrándose con Annabeth y Clarisse de pie a unos metros de distancia. Annie tenía los brazos cruzados y una sonrisa burlona, mientras que Clarisse los miraba con una ceja alzada y los brazos cruzados, como si estuviera lista para arrancarle la cabeza a alguien. Esperaba que no fuera la suya, era muy bonito para morir aun.
"¿Qué hacen aquí?" preguntó Luke con su tono relajado.
"Buscándolos, obvio" espondió Clarisse. "Es hora de la cena y nadie los ha visto en toda la tarde" bufo.
"Oh, claro, porque sin nosotros el campamento simplemente deja de funcionar" replicó rodando los ojos divertido.
"No, pero el chisme sí" dijo Annabeth con una sonrisa afilada. ¿Qué chisme?
"¿Chisme de qué?" Sus hermanas le habrían contado, ¿no?
Clarisse lo miró con una expresión que ya conocía muy bien, era la misma que usaba antes de romperle la nariz a alguien en un combate. Y Annie tenía su mirada de 'A qué no te imaginas lo que tengo que contarte...'
"No lo sé, tú dinos Draco. Tú y Castellan solos, a la orilla del lago, mirándose como si fueran los protagonistas de una tonta película de amor"
Abrió la boca para responder, sin embargo Annabeth levantó una mano. "Antes de que lo niegues, por favor, ten en cuenta que te he visto coquetear incluso cuando no es intencional y me obligarte a ver muchas comedias románticas".
Luke dejó escapar una risa nasal, y él le lanzó una mirada de advertencia. "No tengo ni la menor idea de lo que estás hablando".
"h, por favor, Draco" bufó Clarisse. "Casi podíamos ver los subtítulos en el aire diciendo 'miradas cargadas de significado'".
Entrecerró los ojos. Eso no era cierto. "Bueno, qué pena que se lo perdieron, porque justo antes de que llegaran estaba a punto de pedirle matrimonio"
Annabeth sonrió. "Ajá".
"Y Luke iba a decir que sí" añadió sin perder el ritmo. "Íbamos a fugarnos juntos y dejar el campamento atrás" dramatizo.
Luke decidió seguirle el juego, llevándose una mano dramáticamente al pecho. "Pero nuestra felicidad se vio interrumpida por el cruel destino"
"¿Nosotras somos el cruel destino?" reguntó Clarisse, cruzando los brazos.
"Por supuesto" respondió con fingida tristeza. "Como siempre".
"Ja, ja mira como me rio" murmuró ella, y luego le lanzó a Luke una mirada de advertencia. "Y tú, Castellan ¿qué andas haciendo con mi chico? Que el inútil de Jackson no pelee bien no significa que tengas que robarte a mi disipulo" ¿Escucho bien? ¿Clarisse lo había llamado su disipulo? Podía morir en paz.
Luke alzó las manos en un gesto de rendición, con su habitual sonrisa tranquila, como si no tuviera a una semidiosa musculosa con su lanza lista para partirle la cabeza. "Relájate, solo estábamos hablando. Y Percy es muy buen guerrero".
Clarisse entrecerró los ojos. "Sí, sí, claro. Hablando. Como si no supiera reconocer cuando alguien está maquinando algo".
Ahora, esto era interesante. No porque Clarisse estuviera equivocada -en realidad, no lo estaba del todo-, sino porque, para ella, 'maquinando algo' significaba 'intentando convencerlo a de unirse a una causa cuestionable o robarselo' cuando en realidad lo más peligroso que Luke había hecho en esa conversación había sido mirarlo con esos malditos ojos azules y llamarlo leal.
No era como que le importara, por supuesto.
"Clarisse, no exageres", interrumpió Anncon una sonrisa burlona. "¿No ves que si Luke intentara algo, Draco lo haría sufrir?"
Sonrió con arrogancia. "Exacto. Soy irresistible, no indefenso"
Luke lo miró con diversión, inclinándose apenas hacia mí. "Claro, pretty boy, lo que tú digas." Intento ignorar la súbita sensación de calor en su cara y fingió toser.
"¿Ven? Esto es acoso"
Annabeth puso los ojos en blanco. "Deja de hacerte la víctima y apúrense. Si tardan más, se van a quedar sin postre" uuuh, postre.
Y ahí estaba. Su verdadera motivación para moverme: la comida. Porque, claro, después de un día entero de entrenamiento, peleas internas y crisis existenciales, lo único que realmente le importaba en este momento era si había o no pastel de chocolate.
Clarisse le lanzó una última mirada antes de darme un empujón hacia el campamento. "Tú, caminas conmigo" Como si tuviera opción.
Miró de reojo a Luke, quien todavía tenía esa media sonrisa en el rostro, y luego a Annie, que los observaba con algo más que burla en los ojos.
Ella sospechaba de algo, a pesar de que no había nada que sospechar.
Aunque bueno, ese era un problema para el futuro Draco Malfoy.
El presente Draco Malfoy tenía postre que asegura
Así que, con una última mirada entre ellos dos, Luke y Draco siguieron a las chicas de vuelta al campamento. Y aunque no lo admitiera en voz alta, sabía que la conversación que tuvieron antes cambiaría muchas cosas.
Tal vez no en ese momento.
Pero eventualmente.
Y eso le daba una sensación extraña en el pecho.
No desagradable.
Solo… extraña.
.
Draco estaba harto.
De todo.
Del campamento, de los semidioses que lo miraban con burla o sospecha, de no recibir noticias de sus padres, de los dioses que jugaban con sus hijos como si fueran fichas en un tablero.
De él mismo.
No estaba bien.
Y lo odiaba.
Odiaba que los comentarios de Drew aún se quedaran en su cabeza como un eco molesto. Odiaba que la gente siguiera viéndolo como si fuera un fraude, un error en el sistema, una anomalía que no tenía cabida en el campamento. Odiaba que ni siquiera tenía noticias de sus padres y que la posibilidad de nunca volver a verlos se sentía más real cada día.
Porque aunque se repitiera una y otra vez que no le importaba lo que dijeran, que ya estaba acostumbrado a que lo subestimaran, que él sabía lo que valía… no era cierto. No del todo. Había una parte de él que siempre dudaba. Que se preguntaba si, en el fondo, ellos tenían razón.
Si no era más que una cara bonita con suerte.
El peso en su pecho era sofocante, la presión detrás de sus ojos ardía. Se dejó caer en la orilla del lago, apoyando los codos en sus rodillas y hundiendo la cara entre sus manos.
No iba a llorar. Pero tampoco podía respirar.
"¿Cuántas veces te he dicho que cuando te metes en tu cabeza pareces un drama king de telenovela?" Llamo ella. Ni siquiera tuvo que levantar la vista para saber quien.
"Por lo menos siete" sonrió apenas.
Ann se dejó caer a su lado con la naturalidad de alguien que había ocupado ese mismo lugar toda su vida, ya que lo había hecho.
Desde que eran niños, Annabeth siempre había estado ahí. Cuando él era un mocoso testarudo que intentaba competir con ella en todo. Cuando aprendieron a tocar juntos. Cuando el campamento se convirtió en su hogar. Y ahora, cuando él se sentía demasiado roto para fingir que estaba bien.
No dijo nada más. Solo estuvo ahí. Y él odiaba lo mucho que eso le dolía.
"Si vas a soltar una frase filosófica de Shakespeare sobre cómo tengo que 'buscar la luz en la oscuridad' o algo así, ahórratelo. Porq-"
Annabeth bufó y lo corto. "Por favor, te conozco desde hace años y lo sé. Lo único que quiero decirte es que te levantes".
Entrecerró los ojos. ¿Por qué? "¿Por qué?".
Ella sonrió. "Vamos a bailar".
El rubio parpadeó varias veces.
"Annie. Estoy teniendo una crisis existencial".
"Sí, lo noté" Se puso de pie y le tendió la mano. "Por eso vamos a bailar". Draco la miró como si le hubiera pedido que sacrificara a un unicornio. Su amiga era rara, sin embargo nunca lo fue tanto.
"…¿Qué?"
"Bailar, mover el esqueleto, agitar los brazos como un idiota hasta que te olvides de lo que sea que está pasando en tu cabeza" Le dio un empujón suave con el pie. "Anda, arriba".
"Esto es una locura" susurró con una leve sonrisa.
"Y por eso funciona".
Él suspiró, pasó una mano por su cabello y, con toda la resignación del mundo, tomó su mano y se puso de pie. Annabeth sacó su iPod -el bendito aparato aún sobrevivía al campamento- y puso una canción, reconoció la melodía de inmediato.
Draco sintió una chispa de diversión en su pecho, siempre bailaban esa canción para molestar a Lavender, ya que su madre la traemos con tanto reproducirla.
Do-do-doh, do-do-doh, do-do. Do-do-doh (aow), do-do
This hit, that ice cold
Michelle Pfeiffer, that white gold
This one for them hood girls
Them good girls, straight masterpieces
Y entonces ella comenzó a moverse.
No con torpeza, no como alguien que solo agitaba los brazos sin pensar. No, Annabeth Chase sabía bailar, y muy bien. Se movía con ritmo, marcando cada paso con precisión quirúrgica.
Y Draco no se iba a quedar atrás.
Con una sonrisa arrogante, comenzó a seguirla. Primero despacio, como tanteando el terreno, y luego con más confianza.
Hasta que, sin planearlo, se sincronizaron. Era como si sus cuerpos ya supieran qué hacer.
Giraban al mismo tiempo. Daban pasos en espejo. Se inclinaban hacia atrás justo cuando la canción decía don't belive, just watch! y luego se enderezaban con un chasquido de dedos.
"Girls hit your hallelujah woah" corearon juntos, señalándose con dramatismo y ambos rieron a la vez.
Era estúpido, era ridículo. Era perfecto.
Se movieron con más energía, ahora añadiendo expresiones exageradas. En el coro, Ann saltó y él la giró en el aire como si estuvieran en una película musical. Luego ella le devolvió el favor y lo hizo girar -Sí, era igual o más fuerte que él, ya había aprendido a aceptarlo-
Cuando la canción llegó a volver a la parte de don't believe, just watch!, ambos se señalaron el uno al otro con poses dramáticas y luego se llevaron las manos al pecho, como si fueran los protagonistas de un musical de Broadway.
Fue en ese preciso momento cuando la voz de Clarisse rompió la escena. "¿Qué demonios está pasando aquí?" Draco y Annabeth congelaron a mitad de un paso. La chica los miraba con el ceño fruncido, los brazos cruzados y la confusión pura en su rostro.
Él, todavía sin aliento, solo logró responder. "…¿Terapia, supongo?"
Ella parpadeó. Miró a Annabeth, luego a él y luego a su iPod, de donde aún sonaba la canción. Fue cuando con una rara mezcla de horror y fascinación, murmuró: "Por los dioses… ustedes lo tenían planeado"
Draco y Annabeth se miraron. No lo habían hecho. "Obviamente no" dijeron al unísono.
Clarisse frunció más el ceño. "Pero… ¿por qué se mueven igual? Es raro".
"Tal vez porque hemos sido amigos desde que éramos niños y tenemos el mismo cerebro" respondió Annie encogiéndose de hombros. La gente aveces olvidaba eso.
"Sí, es como telepatía, aunque para cosas inútiles" añadió él con una sonrisa.
Ella los observó otro segundo más, como si intentara decidir si eso era una estupidez o una genialidad. Y luego, con el mayor suspiro de resignación que Draco había escuchado jamás hablo. "Por Ares, denme eso".
Antes de que alguno pudiera reaccionar, la chica agarró el iPod y retrocedió la canción.
Los miró con una expresión completamente seria y dijo: "Si van a hacer el ridículo, al menos háganlo bien. Repitamos desde el principio"
Draco abrió la boca, incrédulo. "¿Me estás jodiendo?"
"¿Crees que voy a dejar que ustedes dos sean los únicos con coreografía?"
Y así, sin más, Clarisse se unió a ellos. Sin embargo, a diferencia de Annabeth, ella no sabía bailar con precisión. No Clarisse bailaba como si estuviera peleando con el aire. Cada movimiento era demasiado brusco, demasiado fuerte, vando chasqueó los dedos, casi se disloca la muñeca.
Y cuando intentó girar, estuvo a punto de tropezar con Draco.
Pero aun así… era divertido.
Los tres terminaron el coro con los brazos alzados, sin aliento y riendo.
Y por primera vez en todo el día, no sentía que el peso del mundo estaba sobre sus hombros.
.
Después de la locura del baile y la cena, Draco finalmente tuvo un momento a solas.
El campamento estaba tranquilo a esa hora. Las fogatas aún chisporroteaban en la distancia, y el sonido de las olas contra la orilla era el único ruido constante, se dejó caer en la arena, con la vista clavada en el cielo estrellado. No pensaba en nada en particular… o mejor dicho, intentaba no pensar en todo.
Sus padres.
Su doble vida.
El campamento.
Luke.
Los dioses y sus jodidos problemas.
Su cuerpo estaba agotado, sin embargo aunque quiera su mente no le daba tregua. Cerraba los ojos y veía las burlas, la desconfianza. Sentía la presión de tener que demostrar, una y otra vez, que era fuerte. Que era capaz. Que era más de lo que todos creían.
Un suspiro escapó de sus labios. No podía seguir así.
Y entonces, sin previo aviso, el aire cambió.
No fue un cambio brusco, sino algo sutil, casi etéreo. El ambiente en la cabaña se volvió más ligero, como si una brisa invisible recorriera el espacio, el aroma a rosas frescas, jazmín y algo dulce, como vainilla y miel, llenó sus pulmones.
Ni siquiera necesitó abrir los ojos. Sabía exactamente qué significaba eso.
"Mamá" Su voz salió más suave de lo que esperaba.
El aire pareció vibrar con una calidez reconfortante. No había ninguna figura visible a su lado, pero su presencia era inconfundible. No necesitaba verla para saber que Afrodita estaba ahí. La sensación de su energía lo envolvía como una manta en una noche fría.
"Mi niño hermoso…"
Se permitió a si mismo relajar un poco los hombros. Solo un poco.
Su madre no hablaba con él todo el tiempo, pero cuando lo hacía, él la escuchaba. Siempre. Porque, a diferencia de muchos otros dioses, ella no le hablaba en acertijos ni le daba respuestas a medias solo para confundirlo. Ella lo conocía. Y por mucho que el resto del mundo se burlara de ella, él sabía que su madre no era una diosa frívola y vacía.
"Te he estado observando" continuó ella, con esa voz suave que siempre hacía que se sintiera algo menos solo. "Has estado cargando demasiado peso sobre tus hombros".
Solltó una risa baja y cansada, eso lo sabia. "Bueno, no es como si tuviera opción. Si no lo hago, ¿quién lo hará?"
"Draco" Solo su nombre, dicho con tanta ternura y preocupación, fue suficiente para que un escalofrío recorriera su piel. "No tienes que demostrar nada, mi amor" Draco apretó la mandíbula. "Ya eres suficiente, siempre lo fuiste y siempre lo serás".
Sus labios se separaron, sin embargo no dijo nada. No sabía qué decir. Sus dedos se cerraron en la tela de su camiseta, justo sobre su pecho. Afrodita nunca le pedía que fuera más de lo que ya era. Nunca le exigía que fuera perfecto, que probara su valía, que se sacrificara por ser digno. Ella simplemente… lo amaba. Tal y como era.
Y, maldita sea, qué fácil era aveces olvidar eso.
"Lo sé" murmuró, a pesar de que ni él mismo se lo creyó del todo.
La esencia de su madre pareció brillar con más intensidad. "Draco…"
Él pasó una mano por su rostro, frotándose los ojos. "Estoy bien, mamá" Silencio. Pero no un silencio incómodo, sino uno que se sentía como si ella estuviera eligiendo con cuidado sus palabras.
"Algo malo se acerca".
¿Qué? Frunció el ceño. Su cuerpo, agotado hacía un momento, se tensó de inmediato. "¿Qué tan malo?" ¿Por qué se lo decía?
Hubo un segundo de duda. Un segundo demasiado largo. "Lo suficiente para hacerte dudar de muchas cosas".
Eso no le gustó. Para nada.
Afrodita nunca hablaba en acertijos con él, y esta vez… esta vez su voz tenía un matiz de algo distinto. No solo preocupación. Había miedo ahí.
Se levanto en su cama, apoyando los codos sobre sus rodillas. "¿Me puedes decir qué es exactamente lo que va a pasar?"
"Lo lamento, no lo sé con certeza". Eso solo lo ponía más ansioso, su madre sonaba realmente mal. "Pero pase lo que pase, no dejes jamás que te quiten lo que eres, tu brillo" continuó ella, su tono más firme. "No dejes que te hagan olvidar lo fuerte, lo especial que eres, Draco".
El nudo en su garganta volvió con más fuerza. "Mamá…"
"Estoy aquí mu amor. Siempre lo estaré".
El aire a su alrededor pareció abrazarlo, envolviéndolo en esa calidez única de su madre. Y luego, como una brisa que se disipa lentamente, Afrodita desapareció.
Sin embargo, su esencia permaneció. Exhaló un suspiro largo y cerró los ojos, permitiéndose por un momento creerle, se preocuparía por eso luego.
.
Ese luego llegó demasiado rápido.
El grito de victoria de la cabaña de Ares hizo eco en el bosque cuando Clarisse y su equipo emboscaron a Jackson, Draco observó desde su escondite, disfrutando el espectáculo.
"Lo siento, Jackson. Juego sucio, reglas sucias", pensó con una sonrisa ladina mientras lo veía caer en la corriente del río. Había logrado engañar a Jackson distrayéndolo lo suficiente para que Clarisse y sus hermanos pudieran atraparlo. Aunque, para ser justos, el chico no era tan idiota como parecía. Un poco lento, sí, pero no completamente inútil.
Draco se ajustó la espada y miró a su alrededor. Aún tenían que asegurarse de que el equipo de Atenea no recuperara el estandarte. Fue entonces cuando todo cambió.
Una luz verde y azul iluminó el cielo. entrecerró los ojos, el resplandor reflejándose en sus pupilas. Un tridente brillaba sobre la cabeza de Jackson.
Oh, fantástico.
El bosque entero quedó en silencio. Los campistas miraban boquiabiertos, algunos asombrados, otros aterrados. Clarisse soltó un bufido, sin embargo su expresión traicionaba su incredulidad.
"Poseidón" susurró alguien.
Oh si, sintió que su oportunidad acababa de aparecer frente a él.
Una misión. Jackson estaba a punto de ser enviado fuera del campamento. Y si él lograba convencer a Quirón…
Los murmullos comenzaron, preguntas flotaban en el aire. "¿Un hijo de los Tres Grandes?", "Esto no puede ser bueno", "Habrá problemas".
A él sinceramente le importaba muy poco eso, lo que si trnia su c9mpleta atención era que podía salir del campamento. Podía buscar pistas de donde o qué les pasó a sus padres -y confirmar si su madre murió, aunque le duela-.
Un rato después, cuando se reunieron en el Pabellón, la tensión era insoportable. Quirón explicó lo inevitable: Jackson debía partir en una misión. Y ahí estaba su oportunidad.
"Yo iré con él" hablo con firmeza de inmediato.
Silencio.
Clarisse fue la primera en reaccionar. "No" espetó, cruzándose de brazos. Rodo los ojos, sabía que ella reaccionaria así.
"Bonita objeción, ¿quieres desarrollar tu argumento o eso es todo?" No tenía permitido no ir a esa misión.
"No irás" repitió ella. "No es seguro" apesar de que era claro que se estaba empezando a enojar, había un leve avismo de preocupación en su voz.
"No estamos en un campamento de verano, Clarrise. Nada es seguro"
"Draco…" Luke lo miró con advertencia. "No creo que sea buena idea" Claro que no. Porque Luke sabía. Porque Luke había notado la urgencia en su voz, la forma en que su mano apretaba la tela de su pantalón, el brillo de desesperación en sus ojos.
Draco iba a buscar a sus padres.
Y Luke no quería que él se fuera.
Sintió la presión en su pecho aumentar. No, no, no. Tenía que salir. Tenía que hacerlo. "Puedo ayudar" insistió, con voz más dura.
"Tu profecía…" murmuró un hijo de Hermes. El aire pareció volverse más denso. "Cuando la estrella del norte y la luna de sangre se encuentren, nacerá un hijo del amor y la magia…"
Un escalofrío le recorrió por su espalda, ya le habían dicho todo, el no debía ser. Su existencia retaba las leyes del Olimpo y la magia. Era un caos andante. Pero esa misma profecía decía que con su elección, paz o caos hallarían su camino.
"Justamente por eso" intervino Jackson de repente, con esa mirada determinada que ya estaba empezando a reconocer. "Quiero que venga" Dioses, podría besarlo ahora mismo.
Aunque de igual forma arqueó una ceja, sorprendido. "¿Tú quieres?" Su plan era obligarlo a elegirlo, con algo de que lo maldeciria o algo así. Nunca pensó que el chico lo elegiría por quererlo.
Percy se encogió de hombros. "Eres fuerte. Y… me agradas" respondió apartando la mirada.
Oh, no. No, no, no.
Ese tono. Esa miradita esquiva. Ese sonrojó. Esa maldita sonrisita de cachorro.
Draco decidió ignorar la posibilidad de que Percy Jackson tuviera un crush en él y en su lugar enfocarse en la victoria.
Misión aceptada.
Miró a Annie, quien lo observaba con el ceño fruncido. Sin embargo él no necesitaba palabras con ella, beneficios de vivir juntos por años.
"Déjame ir" no podía hacerlo sin que ella lo acepte. Sus padres fueron también unos para ella.
Ann suspiró, rodó los ojos y, finalmente, asintió.
"Estas loco. Se lo contaré a Lavender"
"Lo sé".
"Si el niño bonito quiere irse a la misión suicida bien por el, adelante. Lo acepto" dijo sin mucho entusiasmo el señor D.
"Gracias por su apoyo señor D, usted siempre tan alentador" le sonrió sarcástico y feliz a la vez.
"Bien" anunció Quirón. "Draco Malfoy, Percy Jackson y Grover Underwood partirán al amanecer"
Cuando pudo volver a respirar una sonrisa triunfal cruzó su rostro. Era su oportunidad.
Y no iba a desperdiciarla.
.
Draco Malfoy no era un ladrón, o de esas personas que se metían a tu casa sin previo aviso.
Bueno… técnicamente sí lo era, sin embargo solo cuando la situación lo ameritaba. Y esta lo ameritaba.
Deslizándose en silencio entre las camas de la cabaña de Atenea, se preguntó si estaba a punto de morir a manos de su mejor amiga. Annabeth no era precisamente dulce al despertar, y considerando que él planeaba sacarla de su cama en plena madrugada para convencerla de romper unas cuantas (muchas) reglas… sí, probablemente lo asesinaría.
Pero no tenía opción.
"Psss, Annie, psss" le toco la mejilla a su amiga. "Despierta Ann, que no tenemos mucho tiempo" le volvió a tocar la mejilla con un dedo, luego con dos dedos, y luego con la mano entera en un intento desesperado de levantar la sin despertar a los otros. "Es hora de la aventura Annie, tenemos una misión que completar y reglas que romper" no recibió respuesta. "Sabes que no me iré hasta que te levantes" Ella gruñó y se revolvió entre las sábanas. Draco rodó los ojos. "Por todos los dioses, mujer, despierta"
Finalmente, sus párpados se entreabrieron y su mirada somnolienta lo enfocó. Primero confusión, luego reconocimiento y finalmente incredulidad.
"¿Qué demonios haces aquí?" susurró levantándose de repente. "¿Sabes la cantidad de reglas que estás rompiendo?"
Él le dedicó una sonrisita inocente. "Ann, querida, ¿me has visto alguna vez preocupándome por las reglas?"
Ella frunció el ceño y se incorporó un poco, frotándose los ojos. "¿Qué pasa?" Y ahí estaba el problema, no sabia como decirlo, si directamente o con alguna broma. Pero Annabeth era su mejor amiga. Sabía la verdad antes de que él la dijera. "Es por tus padres" No era una pregunta.
Draco apretó la mandíbula, si, si lo era. "No puedo quedarme aquí y esperar respuestas que nadie me dará. No sé si están vivos o muertos. No sé nada. Y no lo voy a descubrir si sigo atrapado en este maldito campamento"
Hablarlo en voz alta lo hacía más real.
El campamento mestizo era seguro, y apesar de eso con el tiempo para él se había convertido en una jaula. Y su profecía… la odiaba. Le pesaba sobre los hombros como una condena de la que no podía escapar.
La estrella del norte y la luna de sangre.
El hijo del amor y la magia.
Un destino escrito será quebrado...
Las palabras ardían en su cabeza, así qje las apartó. Se inclinó un poco más hacia su amiga sosteniéndole la mirada.
"Ven conmigo".
Ella ni siquiera intentó disimular su sorpresa. "¿Qué?"
"Tienes tu gorra de invisibilidad, ¿no? Puedes escabullirte con nosotros. Nadie se enterará hasta que sea demasiado tarde".
Annabeth lo miró como si acabara de proponerle prender fuego al Olimpo. "Draco, esto es una locura" intentó razonar, para su mala suerte había llegado dos horas tarde -si, se le había ocurrido mientras dormia-.
"Sí, bueno, bienvenidos a mi vida".
Ella abrió la boca para soltarle una lista de porqués era una idea terrible. Podía verlo en su expresión. Pero también vio cuando su mirada cambió.
No dijo nada. No tenía que hacerlo.
Él la conocía tanto como ella lo conocía a él. Y en ese momento, entre el silencio y la tensión, la conversación ocurrió en un nivel más profundo.
"Por favor" repitio en voz baja.
Ella cerró los ojos, exhaló lentamente… y cuando los abrió, la determinación en ellos le dio su respuesta.
"Está bien" suspiró resignada levantándose de la cama en silencio, preparando sus cosas.
Le sonrió enormemente.
"Sabía que no me dejarías ir solo, Ann".
"Pero le voy a decir a Lav algún día. Y ella si que va a matarte" le devolvió la sonrisa malévola.
Mierda, ella si que era capaz dr hacerlo.
.
"Bueno, parece que esta es la gran despedida" comentó Luke, con una sonrisa torcida, los brazos cruzados sobre el pecho.
Él le sostuvo la mirada. "Nos vemos pronto, rubio" ya pensaría un mejor apodo para Luke luego.
Este se quedó en silencio un segundo más de lo necesario antes de sonreír de lado. "No hagas nada estúpido" ¿en serio? ¿Él, Draco 'odio las estupideces -si no las hago yo- Malfoy? Nunca.
Le devolvió la sonrisa con un deje de burla. "¿Y arruinar mi reputación? Jamás"
Clarisse a su lado bufó y le dio un golpe en el hombro. "No te mueras, Draco. No quiero que Percy Jackson tenga que cargar con la gloria solo. Y si te mueres, dire algo muy feo en tu funeral" Ah, ella siempre tan linda.
"Oh, qué dulce. ¿Eso fue una confesión de afecto, Clarisse?"
"Cállate y vete antes de que cambie de opinión"
Silena, de pie con su perfecta postura, los observó con un aire evaluador antes de sonreír. "Intenten volver enteros. Especialmente tú, Draco, no me gusta la idea de que el hijo de Afrodita ande todo golpeado por ahí" aunque solo dijo eso, sabía que estaba preocupada por él.
"Intentaremos no arruinarnos el cutis, Lena"
Fue entonces cuando Will Solace, claramente incómodo, se acercó hacia él. Con sus manos temblaban un poco mientras sacaba algo del bolsillo. "Hola, Draco" saludo tímido.
Solo lo miró con una ceja arqueada. "Hola, Solace. ¿Qué puedo hacer por ti?" Le caía muy bien el chico, y hablaban mucho en la enfermería, sin embargo presentía algo raro.
Will tragó saliva. "Sé que no hablamos mucho, aunque… quería darte esto. Me la pasó alguien que cree que podrías necesitarla en algún momento"
Draco miró el pequeño objeto en su mano, era un pequeño brazalete que no parecía peligroso, pero la idea de recibir regalos anónimos nunca le había gustado. "¿Quién te lo dio?"
Will titubeó. "No sé exactamente, aunque confían en que te servirá" eso no le daba mucha información, así que decidió dejarlo pasar por el momento.
Le sonrió, tomando la cápsula y guardándola en su bolsillo. "Gracias, Will. Me caes bien, ¿sabes?"
Este parpadeó, sorprendido, y luego le sonrió nervioso. "Ten cuidado, ¿sí?"
Draco asintió antes de girarse hacia Jackson y Grover, que ya estaban listos para partir. Su mirada se deslizó un instante al espacio vacío a su lado.
Annabeth estaba allí, oculta bajo su gorra, esperando el momento exacto para moverse.
Respiró hondo, dejando que la emoción recorriera su cuerpo. "Hora de hacer historia, chicos" bromeó.
Y con eso, cruzaron la frontera del Campamento Mestizo.
Notes:
Holaaa.
Al menos esta vez no tenemos que ver Hogwarts antes que la misión, ¡yeeii! Creo.
Silena ni está al tanto del embruji-habla aquí (más en específico porque recién al escribir esto me acuerdo de eso), aunque si está al tanto de otras cosas.
No se si lo aclare antes, pero solo voy a actualizar esta cosa cuando se me cante el cuando me llegue la imaginación :). Y puesss no sé, ustedes también si quieren pueden tirar ideas para, nose, actualizar más rápido.
Yo les re juro que iba a publicar esto cuando ya este más avanzado, sin embargo me ganaron las ganas 😔 así que aquí esta! Todo parece muy normal aquí, ¿pero en el Olimpo será lo mismo? Están demasiado callados con la Profecía de Draco... y eso no es muy bueno.
Si sienten que cada parte es muy diferente entre si se debe a una razón: las escribía con diferentes playlist cada una :).
Para los que se leyeron mis otras dos historias sabrán de mi sana obsesión por poner canciones o pedazos de estas al azar porque sí. Y con Draco, Ann y Lav con una banda me da una excusa perfecta muajjaja. Solamente lo hago porque mientras escribo en vez de lo que debería ser, me sale la canción y digo "bueno, ¡pum! Momento random donde cantan".
Para los que creen que Draco es muy igual al otro les digo que no. El otro Draco si hubiera usado en su contra lo que Luke le dijo, aunque fuera su amigo.Estoy tratando de disfrutar estos momentos de mis vacaciones antes de que empiecen las clases, estoy segura que este año me romperá el orto -como los anteriores :(-.
Me gusta pensar que semidioses más "normales" se sienten menos al ser comparados con otros. Draco se siente así, ya que un ambiente como ese es demasiado competitivo, mucha presión. O eso creo yo.
Eso es todo! Nos vemos en algún momento.
M. S. C
Chapter Text
"Creo que ya puedes quitarte la gorra, Ann" dijo Draco cuando ya estaban sentados tranquilos en el autobús.
El aire junto a él se distorsionó un segundo antes de que Annabeth apareciera de golpe, con el cabello despeinado y cara de fastidio. Se estiró como si hubiera pasado horas en un espacio minúsculo y luego soltó un suspiro de alivio. "Odio estar invisible tanto tiempo. No poder ver mis propias manos es... desconcertante, y me da ansiedad" se quejó.
Jackson casi se atraganta con su propia saliva. "¿Annabeth?"
A su lado, Grover se golpeó contra la ventana con un chillido ahogado.
"¡Oh, por dioses del Olimpo! ¡Nos van a matar!" Lloriqueo, oh por favor, no era tan malo. "Y cuando digo nos, me refiero a que me mataran a mi" pobrecito.
"Por favor, bajen el volumen, no quiero que me echen del autobús por culpa de un niño cabra en pánico" hablo con una sonrisa divertida. No era para taaanto, solo había hecho que Ann se cuele a una misión.
Grover le lanzó una mirada asesina. "¡Esto es serio, Draco! ¡Annabeth no debería estar aquí!"
"Y sin embargo, aquí estoy" respondío ella con una tranquilidad que no parecía ayudarles en nada.
Jackson la miró como si acabara de decirle que había abandonado el campamento para hacer turismo en Las Vegas. "Tú deberías estar en el campamento, ¿cómo demonios terminaste aquí?"
"Lo mismo que yo quisiera saber" intervino el sátiro todavía en shock.
Él solo sonrió con inocencia fingida. "Digamos que puedo ser muy persuasivo cuando me lo propongo". Jackson parpadeó y Grover titilo el ojo.
"¡Dioses, Draco! ¡Nos van a colgar de los pulgares cuando Quirón se entere!"
"¿Nosotros?" repitió, no creía que a ellos también. "Técnicamente, yo convencí a Annabeth. Tú no tienes nada que ver en esto, diré que la secueste y listo".
Este le lanzó una mirada fulminante. "Oh, sí, eso me hará sentir mejor cuando me castiguen por esto"
Annabeth sacó un mapa y empezó a analizar la ruta con aire profesional, ignorando la pelea. Grover todavía parecía en pánico y Jackson mascullaba algo sobre cómo siempre terminaba metido en problemas. Él, por su parte se acomodó contra la ventana disfrutando el hecho de estar fuera del campamento después de tanto tiempo. Cerró los ojos por un momento, dejando que el movimiento del autobús lo relajara a pesar de los asquerosos olores que habia, pero una voz aguda lo sacó de golpe de su paz.
"¡Oh, por Dios! Esto no puede estar pasando"
Draco giró la cabeza con el ceño fruncido y vió a una chica que lo miraba como si acabara de ver un unicornio en llamas. "Eh… ¿necesitas algo?" Preguntó, intentando sonar lo más educado posible.
La chica le pegó un codazo a su amiga con tanta fuerza que casi la tira del asiento.
"¡Es él! ¡Es Draco Malfoy!"
Jackson a su lado frunció el ceño. "¿Lo conoces?"
Si, exacto. ¿Lo conocen?
"¡Obviamente!" chilló la chica con los ojos llenos de emoción. "¡Es el vocalista y guitarrista de Myth and Fire!"
El chico la miró como si le hablara en otro idioma. "¿Myth and qué?"
Annabeth suspiró con fastidio y se cruzó de brazos. "Nuestra banda, Percy. Draco canta y toca la guitarra, yo soy la baterista y Lavender (una amiga nuestra) toca el bajo" explicó y él la miró como si acabara de decirle que también eran agentes secretos del FBI.
"¿Tienen una banda?"
Le sonrió con arrogancia. "Y somos increíble en eso".
"¡Pero no solo eso!" intervino la chica. "¡Se han vuelto súper famosos!"
Draco parpadeó.
"¿Qué?"
Antes no eran unos desconocidos, ya tenían cierto público, ¿pero famosos famosos? No se consideraría eso. La chica sacó su teléfono y le mostró una página web, tomó el teléfono y escaneó la pantalla con incredulidad.
Su cara, la de Ann y Lavender estaban en todas partes.
Titulares, teorías de conspiración, ediciones de sus presentaciones en vivo con letras de sus canciones.
"Esto es una broma" dijo, con los ojos todavía pegados a la pantalla. Eso era... era wow.
"¡No, no lo es!" chilló la desconocida. "¡Desde que ustedes desaparecieron, su popularidad explotó! ¡Internet los convirtió en un misterio! Hay teorías de que se fueron a entrenar con monjes, que se unieron a una secta, o que se volvieron fugitivos de la ley" explicó emocionada.
Sintió un golpe de adrenalina. "Espera… ¿somos famosos de verdad?" Pregunto. No se lo creía.
"¡Por supuesto! Mira esto" La chica pasó a otro video donde cientos de personas en un "concierto" -ya que, era solo una habitación llena de pantallas donde se reproducian sus videos musicales- coreaban sus nombres.
Annie también miró la pantalla con el ceño fruncido. "No puedo creerlo…"
Él se giró hacia ella con una sonrisa enorme y extendió el puño.
"Ann, somos famosos"
Ella todavía confundida, le chocó los puños sin pensar.
"Esto es surrealista... ¿Lavender lo sabrá?".
Antes de que en verdad pudieran celebrar, Jackson los miró con el ceño fruncido. "¿Y esto no es un problema?"
Él giró el teléfono, mostrándole su propio rostro en una pancarta de concierto.
"Jackson, esto es un gran logro" le dijo emocionado.
Este rodó los ojos con una sonrisa. "Sí, es genial, aunque… ¿esto no significa que la mitad del mundo está buscando a ustedes dos?"
La emoción que tenía se detuvo un poco, pero antes de que pudiera responder, sintió un escalofrío.
Alzó la vista.
Tres ancianas estaban sentadas en los primeros asientos del autobús, no hablaban, no se movían mucho, solo tejían. Frunció el ceño.
Algo en ellas le ponía los pelos de punta.
Jackson también se había quedado en silencio, observándolas con el ceño fruncido. "¿Qué les pasa a esas mujeres?"
Grover a su lado se tensó de inmediato.
"No… No puede ser…"
"¿Grover?" preguntó Annabeth con cautela. Sin embargo este no le contestó. Se aferró a su asiento como si fuera a salir corriendo en cualquier momento.
Las ancianas siguieron tejiendo con dedos huesudos. Y entonces, una de ellas levantó unas tijeras oxidadas y cortó el hilo.
Sintió que se le helaba la sangre, aunque no supiera porqué.
El autobús se sacudió como si algo invisible lo hubiera golpeado.
Grover jadeó. "¡Oh, no, no, no! Esto no puede estar pasando..."
El autobús siguió avanzando, pero él no podía quitarse de la cabeza la imagen de la anciana cortando el hilo. No es que creyera en supersticiones baratas, aunque considerando que estaba metido en un mundo donde los dioses eran reales y un tipo con sandalias aladas intentó matarlo hace semanas, no podía ignorarlo.
Jackson tampoco se veía muy tranquilo. "Grover, ¿qué significa eso?" preguntó en voz baja, aunque su tono dejaba claro que ya sabía que no era nada bueno.
El sátiro tenía la cara pálida y las orejas gachas como si fuera un chihuahua en peligro.
"Significa que alguien está marcado" ¿Qué significaba eso? Alzó una ceja.
"¿Marcado para qué? ¿Un descuento en Starbucks?" Por favor, díganle que era por eso y no algo mucho peor.
A pesar de su intento por bromear, él lo fulminó con la mirada. "Para la muerte, idiota".
Oh.
Bueno, genial. Justo lo que necesitaba en un día normal de camino a la muerte segura.
Iba a hacer otro comentario sarcástico -si, no sabe que más podía hacer- cuando un sonido extraño lo hizo detenerse. Un murmullo áspero, como si alguien estuviera susurrando en un idioma que no entendía.
Miró a su alrededor.
Y las ancianas ya no estaban.
Pero en su lugar, tres figuras de aspecto enfermo y retorcido se levantaban de los asientos delanteros. Sus cuerpos eran delgados y huesudos, cubiertos por túnicas oscuras desgarradas, con ojos amarillos brillaban en sus rostros demacrados y al sonreir dejaron ver dientes afilados y podridos.
Oh, por los dioses.
"No puede ser… susurró Annabeth.
"¿Qué?" preguntó Jackson demasiado lento para procesar el peligro inmediato.
Grover se encogió en su asiento. "Furias".
Chasqueó la lengua, esto era simplemente genial. Iba a buscar a sus padres para que volvieran juntos, no para irse con ellos.
"Perfecto. Lo único que faltaba para arruinar este tan maravilloso viaje en autobús"
Las Furias lo miraron fijamente. Una de ellas, la que estaba en el centro, inclinó la cabeza y siseó.
"Draco Malfoy… y el hijo de Poseidón"
Jackson se tensó a su lado.
"¿Por qué dijeron su nombre primero?"
"Porque yo soy más bonito, obviamente"murmuró en respuesta.
La Furia del centro, que probablemente era Alecto, alzó una garra y lo señaló directamente a él. No sabía si estar contento o no por eso.
"El hijo de Afrodita… el que oculta secretos, el que rompe profecías..." hablo con tono burlón.
Oh, qué sorpresa. Otro ser llamándolo 'hijo de Afrodita' como si eso significara que no sabía pelear o demás.
Se puso de pie lentamente, sintiendo el frío familiar recorrerle la columna. Su látigo colgaba de su mano en el brazalete que siempre llevaba consigo y sus dedos se cerraron alrededor de la cadena.
"Déjame adivinar" dijo, inclinando la cabeza. "No vinieron solo por Jackson, ¿verdad?"
Alecto sonrió. "Tienes más en común con este conflicto de lo que crees, niño".
Mo tenía idea de qué demonios significaba eso, pero tampoco tenía intención de quedarse a discutir. Asi que sacó el látigo con un movimiento rápido y lo hizo crujir en el aire.
Las Furias siseaban, aunque no se movieron de inmediato.
Jackson desenfundó a Contra... o era corna... bueno, el nombre de la espada ni era importante ahora, el chico seguía todavía con la cara de alguien que no entendía qué estaba pasando aunque sabía que era peligroso. Annie ya tenía su cuchillo en la mano, y Grover parecía listo para saltar por la ventana si era necesario.
El autobús se tambaleó bruscamente cuando Alecto dio un paso adelante.
"Entréganos el rayo maestro" ordenó. Ay por favor, Jackson será un idiota aveces pero ni siquiera él haría eso pensó.
El chico a su se tensó. "¡No lo tenemos!"
Alecto siseó. "Entonces entréganos al hijo de Afrodita" no sabía como tomarse eso.
Un escalofrío le recorrió la espalda..
¿A él?
"Lo lamento en verdad, no soy un objeto que puedas comprar y tampoco estoy en adopción" hablo con una sonrisa burlona. "Y mucho menos para lagartijas decrépitas"
La Furia rugió y entonces se lanzó sobre ellos.
Entonces reaccionó por instinto.
Saltó hacia un lado justo cuando las garras de la Furia rasgaban el asiento donde estaba. La adrenalina tomó control. Giró sobre su eje y lanzó su látigo en un movimiento rápido, el cuero se enroscó alrededor del brazo de Alecto, sin embargo ella se sacudió con una fuerza brutal, tirándolo hacia adelante.
Maldición.
Se deslizó por el pasillo del autobús, tratando de recuperar el equilibrio. A su lado Jackson estaba forcejeando con otra Furia, bloqueando sus ataques con la espada, Annabeth también se movía rápido, esquivando y apuñalando con una gran precisión. Apretó los dientes y jaló su látigo con fuerza, en el instante en que se liberó del brazo de Alecto, Draco cambió su agarre. La energía corrió a través del mango, y la magia chisporroteó. El látigo se solidificó en su mano, extendiéndose hasta convertirse en una espada de hoja oscura.
Los ojos de Alecto se abrieron con sorpresa.
Y él no perdió tiempo.
Se impulsó hacia adelante y la golpeó con el filo de su espada, obligándola a retroceder. Ella siseó y trató de contraatacar con sus garras, lo bloqueó y le devolvió el golpe, haciéndola tambalear. El autobús entero se sacudió con violencia.
"¡Tenemos que salir de aquí!" gritó Annabeth.
"¡No me digas!" Le devolvió el grito esquivando un golpe solo por unos centímetros.
Jackson logró derribar a una de las Furias, pero la tercera ya estaba levantando una garra hacia él.
Draco no pensó. Se lanzó hacia adelante y golpeó a la Furia en el rostro con el mango de su espada, ella gritó y se tambaleó.
"¡Vamonos!" gritó Grover, ya corriendo hacia la puerta trasera. Ann y Jackson lo siguieron de inmediato.
Él retrocedió unos pasos más, asegurándose de que las Furias no lo atraparan, y luego giró sobre sus talones y saltó fuera del autobús.
El suelo le recibió con un golpe doloroso, aunque no se detuvo. Corrieron.
El autobús explotó detrás de ellos.
Las Furias chillaban entre el humo y el fuego, pero no los siguieron de inmediato.
Draco respiraba con dificultad, sin embargo no pudo evitar sonreír con arrogancia, se incorporó rápidamente, sacudiéndose el polvo de su ropa, pero en cuanto bajó la mirada sintió que el alma se le iba del cuerpo.
Su campera.
Su campera de cuero negra.
Su favorita.
La que le costó una fortuna y que combinaba perfectamente con todo su armario. La que era tan parecida a la de su tío Sirius, quien de su madre le hablaba...
Ahora tenía un rasgón enorme en la manga y estaba chamuscada por la explosión.
"No…" susurró con horror. "¡Mi campera favorita!" Ahora si que volvería y mataría a esas Furias.
Annie jadeando por el esfuerzo de la carrera le lanzó una mirada incrédula. "¿Es en serio, Dray?"
Él la fulminó con la mirada. "¡Era perfecta, Annie!" se llevó una mano al pecho, como si estuviera de luto. "¿Cómo se supone que enfrente al mundo sin mi campera de confianza?"
Su amiga rodó los ojos,y apesar de eso noto como no pudo evitar sonreír. Ya lo conocía demasiado bien..
"Tranquilo, sobrevivirás".
Suspiró dramáticamente y extendió el puño hacia ella. "Por el trauma compartido" sabía que ella también amaba esa campera.
Annabeth resopló, sin embargo chocó su puño con el de él. "Por el trauma compartido".
"¡¿Qué diablos fue eso?!" interrumpió Jackson con los ojos aún desorbitados por la explosión. Grover estaba doblado por la mitad aún jadeando.
"Agh… Odio a las Furias… Odio los autobuses… ¡Odio mi vida!"
"Te apoyo en lo de los autobuses" le respondió. "Aunque creo que mi campera fue la verdadera víctima aquí".
Jackson lo miró como si estuviera loco.
"¿Casi nos matan y tú piensas en tú campera?" Pregunto incrédulo. Eeeh, ¿sí?
Le dio una palmada en el hombro. "Cada quien tiene sus prioridades, Jackson".
Este lo miró como si considerara seriamente arrojarlo de regreso a la explosión.
Grover gimió. "Chicos… vámonos rápido antes de que las Furias salgan de ahí"
Volvió a supirar y se acomodó la campera destrozada con toda la dignidad que pudo reunir. "Bien, bien. Pero que conste que estoy de luto".
"Sí, sí, campera muerta, lo sentimos mucho" dijo Ann arrastrándolo del brazo. "Ahora corre".
Draco resopló, aunque no protestó. Se lanzó a la carrera con los demás, mientras el humo del autobús seguía elevándose detrás de ellos.
O bueno, eso fue hasta que llego la cana.
Las luces rojas y azules giraban a su alrededor como si estuvieran atrapados en una máquina de pinball. Sirenas perforaban el aire, órdenes gritadas se mezclaban con el zumbido del tráfico y el olor a goma quemada flotaba en el ambiente.
Analizo la escena con rapidez: patrullas bloqueando la calle, oficiales nerviosos con pistolas en mano, un autobús en llamas en el fondo, testigos murmurando y apuntando en su dirección.
"Ah sí, esto definitivamente no parece sospechoso en lo absoluto" murmuró con sarcasmo.
Jackson ahora arrodillado junto a él con las manos en la nuca, le lanzó una mirada de incredulidad.
"¡Esto es malo! ¡Esto es muy malo!"
"¿De verdad, Jackson? No me había dado cuenta".
Grover gimió como si su vida pasara frente a sus ojos. "Nos van a encerrar. ¡Nos van a interrogar! ¡Nos van a inyectar suero de la verdad y luego nos enviarán a una prisión federal de la que jamás saldremos!" Lloriqueo.
"No creo que eso sea legal" murmuró Annie con fastidio. No lo era, ¿cierto?
Uno de los oficiales se acercó con cautela, el arma apuntando directamente a la cabeza de Jackson, genial.
"¡MANOS DONDE PUEDA VERLAS!"
"¡Ya las tienes donde puedes verlas!" exclamó él levantándolas más alto solo por puro dramatismo.
El policía no parecía encontrarlo gracioso. Buuu, ¿dónde están los policías de las series? Ellos se habrían reído.
"¡AL SUELO! ¡AHORA!"
"Estamos literalmente en el suelo" gruñó Ann. "¿Quieren que cavemos?"
Él tuvo que morderse la lengua para no reírse, la situación no era divertida, pero los nervios le daban ganas de soltar un chiste inapropiado y ver qué tan rápido podían dispararle.
No era el mejor en situaciones de estrés, ¿de acuerdo?
Jackson en cambio parecía al borde de un colapso. "¡Annabeth, esto es serio!"
"Sí, lo sé. Y por eso vamos a salir de aquí" susurró ella sin apartar la vista de los oficiales.
Draco frunció el ceño, oh no. "¿Tienes un plan?"
Ella le sonrió. "Por supuesto que lo tengo".
Sintió un golpe de adrenalina y asintió. Ya habian pasado por esto antes -no pregunten cómo o porqué- y sabía lo que su amiga quería decir.
"Está bien, lo que tú digas".
Ella le dio un codazo en el brazo. "Preparado…"
Los oficiales avanzaron con cautela.
"Tres…"
Draco sintió la electricidad corriendo por su cuerpo, lista para explotar.
"Dos…"
Jackson los miró con pánico.
"Chicos, ¿qué están haciendo?" Preguntó con desconfianza.
"¡UNO!" Grito.
Y corrieron.
Él se lanzó hacia un lado en el mismo segundo en que Annabeth rodó por el suelo. Jackson gritó algo incomprensible mientras que Grover se tropezaba en su intento de seguirlos.
Los oficiales tardaron medio segundo en reaccionar. "¡DETÉNGANLOS!"
Sin embargo medio segundo era todo lo que necesitaban.
Literalmente podia sentir la adrenalina bombeando en su sangre mientras se deslizaba entre los autos con la agilidad de alguien que había escapado de situaciones mucho peores -porque, bueno, lo habia hecho-. Saltó sobre el capó de un taxi, aterrizando con un giro elegante antes de lanzarse hacia el otro lado de la calle. Annabeth iba a la par, su agilidad natural haciendo que pareciera que había nacido para evadir la ley.
Por otro lado, Jackson parecia no tenía tanta suerte.
"¡AAAAH!"
Llegó girar la cabeza justo a tiempo para verlo tropezar con una bolsa de basura y aterrizar de cara contra el asfalto.
"¡Jackson, por el amor de los dioses, corre con dignidad!" Se burló aún escapando de los policías.
"¡No me hables de dignidad cuando tú sigues usando esa campera horrorosa!"
Se detuvo en seco.
Se giró lentamente.
"¿Qué acabas de decir sobre mi campera?"
El chico todavía en el suelo, lo miró con ojos desafiantes. "Dije que es horrible. Y que ahora está chamuscada"
Draco bajó la mirada y vio la gran quemadura negra en la manga.
Por un momento, solo hubo silencio.
Luego…
"¡HIJO DE-!"
Antes de que pudiera siquiera terminar, un disparo perforó el aire.
Él instintivamente se agachó, agarró a Jackson del brazo y lo arrastró con él antes de que un segundo disparo hiciera volar pedazos de concreto donde habían estado hace un segundo.
"¡¿QUÉ MALDITOS DEMENTES DISPARAN A UNOS ADOLESCENTES?!" gritó Grover mientras corría con el pánico reflejado en sus ojos.
"¡Bienvenidos a América!" respondió él con una sonrisa y saltando sobre una cerca con facilidad.
Los cuatro se adentraron en un callejón estrecho, las sirenas y los gritos quedando cada vez más lejos. Finalmente, cuando estuvieron lo suficientemente ocultos, se detuvieron, respirando con dificultad.
Ann chocó su puño contra suyo otra ves. "No estábamos listos para que eso se volviera un tiroteo"
Él le sonrió todavía sintiendo la adrenalina entre sus venas. "Sí, pero admitámoslo, fue una salida con increíble, digna de una película de Jonh Wick".
Jackson con la cara cubierta de mugre, solo gruñó.
Grover suspiró resignado. "Voy a vomitar…"
Se alejo del inminente y asqueroso futuro de Grover para dejarse caer contra la pared con una sonrisa de satisfacción.
"Bueno, fue un día interesante" murmuró.
A su lado Percy (si, ya era Percy, no con cualquiera escapas de un tiroteo) lo miró con ojos asesinos.
"Draco"
"¿Sí?" Respondió con toda la inocencia del mundo.
"Cierra la maldita boca".
.
Miren, no es que le guste ser un fugitivo, pero qué gran día para ser él.
Las Furias los habían atacado en un autobús en movimiento, habían sobrevivido de milagro y ahora estaban refugiados en una estación de servicio con olor a panchos rancios y mucha gasolina. El aire olía a aventura en el mejor de los casos.
Se bajé del autobús con toda la dignidad posible (considerando que todavía tenía hollín en la cara) y reviso por un espejo su reflejo. Tenía un corte a la altura de la oreja, probablemente se vería mal en otras personas. Por suerte, él no era 'otras personas', y se le veia genial.
"Genial" resoplo. "Mi cabello está arruinado" no lo estaba, sin embargo lo sentía sucio.
Percy que todavía respiraba como si hubiera corrido un maratón, le lanzó una mirada de incredulidad. "¿Estuvimos a punto de morir y eso es lo que te preocupa?"
"Percy, creo que ya lo dije antes. Tengo prioridades".
Annie asintió con la cabeza, como si mi respuesta tuviera todo el sentido del mundo. Por eso la amaba tanto.
Grover, por otro lado, se estaba desmoronando contra la pared. "Esto es malo… muy, muy malo…" se agarró los cuernos como si su cabeza estuviera a punto de explotar.
"Depende de cómo lo veas" hablo Annabeth, revisando su mochila con toda la calma del mundo. "No nos morimos, no nos capturaron…"
"Sí, y aprendimos que las Furias realmente odian nuestro brillo natural" agregó sacudiéndome la ropa.
"¡Nos van a atrapar! ¡Nos van a meter a la cárcel! ¡Vamos a ser…!" Y volvía con ese discurso pesimista.
"Dioses cálmate, Grovef" le dio un par de palmaditas en la cabeza. "No creo que haya celdas para sátiros en este país" o eso esperaba.
Grover lr lanzó una mirada de pánico absoluto. "¿Y si las hay?"
Abrió la boca para responder, pero en ese momento, Percy se tensó y miró fijamente la televisión dentro de la gasolinera.
"Chicos…" Seguimos su mirada.
En la pantalla, un noticiero mostraba imágenes borrosas de ellos bajando del autobús en medio del humo. Aunque al parecer la parte importante no era la explosión, ni la policía, ni siquiera el desastre del autobús.
Era el texto en la parte inferior de la pantalla:
"¡Myth & Fire regresa! Miembros de la banda desaparecida vistos en Nueva Jersey".
Los cuatro se quedaron callados.
"¿QUÉ?"
Annabeth y yo casi nos lanzamos contra el vidrio.
"Nos están grabando. Nos están grabando. Nos están grabando" susurró Draco con los ojos brillando.
"No es por el ataque" leyó Ann en voz alta. "No es por el ataque ¡A la prensa no le importó el autobús en llamas! ¡Sólo les importamos nosotros!"
Él se llevé una mano al pecho emocionado. "¡Dioses…! Esto es tan... aaah".
Annie se tapó la boca, tratando de contener una sonrisa. "Escuchaste lo que dijeron las chicas en el autobus, dicen que desaparecimos misteriosamente, que algunos creen que nos unimos a una secta. Y ahora que otros piensan que fingimos nuestras muertes para regresar con un nuevo álbum…" se giré hacia ella, maravillado.
"Eso es… brillante".
Annabeth asintió con la cabeza. "Deberíamos considerar esa idea en el futuro".
"¡Definitivamente!"
Ambos se miraron entendiendo que habían descubierto la mejor estrategia de marketing de la historia. Percy por otro lado, parecía a punto de sufrir un colapso nervioso.
"¡No estamos planeando una gira, estamos huyendo!"
"Dioses Percy, sí sabemos, pero ¿entiendes lo que esto significa?" exclamo él casi brincando de emoción. "¡Somos más grandes que la muerte!"
Annabeth dejó caer la mochila y lo tomó de las manos. "Draco, creo que este es un momento para celebrar. Tenemos que decírselo a Lavender luego".
"Ann, tienes toda la razón".
Y sin pensarlo dos veces, la hizo girar en un mini baile improvisado. No sabia qué demonios estaban haciendo, pero en este punto, se merecían ese momento.
"¿En serio?" se quejó Percy. "¿Acabamos de sobrevivir a un ataque y están bailando?" Si, ¿y qué?
"Percy, no cualquier banda logra ser noticia después de desaparecer, esto es historia musical" respondíl con su mejor cara de 'eres un tonto'.
"¡Esto es un problema!" intervino Grover. "¡Nos están buscando! ¡Nos están haciendo más visibles!"
Le lancé un guiño. "Y no pueden atraparnos si no nos dejamos" Annabeth sonrió, era la única que lo entendía. Percy se pasó una mano por la cara, como si estuviera reconsiderando todas sus decisiones en la vida.
"Me rindo"
"Sabia decisión" concordó.
Nada puede ser peor que lo que acabamos de pasar
Oh, qué equivocado estaba.
...
Si había algo que Draco tenía que reconocerle a la misión, era que viajar sin la supervisión de un adulto responsable (o al menos, alguien que aparentara serlo) tenía cierto encanto. Claro, todavía estaba digiriendo el hecho de que la policía ahora los buscaba y de que, técnicamente, eran prófugos de la justicia. Pero, vamos, ¿qué era la vida sin un poco de emoción?
El bus los dejó en medio de la nada, con la carretera extendiéndose frente a ellos como una promesa de problemas venideros.
"Bueno" hablo él ajustándose su campera (la cual todavía tenía rastros de su gloriosa batalla con las Furias, algo que no le perdonaría al destino) ", ¿qué sigue, líder de la expedición?"
Percy que todavía tenía cara de que quería estar en cualquier lugar menos aquí, suspiró y sacó el mapa que Annabeth había conseguido. "Lo mejor sería seguir hacia el oeste y encontrar un lugar donde pasar la noche" dijo Ann con su tono de 'si no piensan con lógica, me dolerá la cabeza' que siempre usaba con Lav y él. "No podemos quedarnos en un solo sitio mucho tiempo".
"¿Y si conseguimos un auto?" Propuso con una sonrisa. No es como si quisiera conducir de forma ilegal y tal vez, solo tal vez estrellar algo. Para nada.
"¿Sabes manejar?" Preguntó Percy arqueando una ceja.
"¿Importa?" replicó alzando las manos. "Soy Draco Malfoy, podría convencer a alguien de que nos dé su auto" y eso, lo llamaba persuasión. Siempre le funcionaba.
"¿De la misma forma en la que convenciste a Annabeth de que escapara del campamento?" Le devoluo la pregunta Grover, lanzándole una mirada de reproche.
Solo volvio a sonreir con fingida inocencia. "Exactamente".
"No vamos a robar un auto" intervino Ann -buu, aburrida- antes de que la conversación se desviara aún más. "Vamos a caminar hasta encontrar una gasolinera o algo útil".
"Qué emocionante" murmuró en respuesta ajustándose la mochila al hombro. "Me encanta sentirme como un vagabundo en medio de la nada".
"Bienvenido a la vida de un semidiós en apuros" respondió el sátiro con una sonrisa amarga.
Draco suspiró de forma exageradamente dramática y se puso en marcha con los demás, dejando que el sonido de sus pasos en el asfalto llenara el silencio incómodo.
La caminata no era tan mala al principio, aunque después de media hora bajo el sol abrasador, empezó a preguntarse seriamente si los dioses podían hacer una excepción y darles un pase de cortesía a una limusina celestial o algo por el estilo.
"Bueno, esto es aburrido" se quejó. "¿No podemos encontrar una forma más… práctica de viajar?"
"Si encuentras un Pegaso, avísame" dijo Percy secándose el sudor de la frente.
"¿Pegaso?" ladeó la cabeza, seria una buena opción. "Oh, me encantaría tener uno. Solo imagina, yo en un pegaso volando directo a Miami para vivir la vida que en verdad me merezco".
Annabeth rodó los ojos. :No creo que los Pegasos quieran ser parte de tu espectáculo".
Fingió estar ofendido. "Ann, querida, si alguien puede convencer a un Pegaso de que me deje montarlo y huir a Miami soy yo" replicó. "Y si quieres te llevo conmigo y dejamos a estos dos varados aqui".
Grover se rió como si pensará que era una broma -no, no lo era- pero antes de que pudiera responder, divisaron un letrero de madera en la carretera.
JARDÍN DE GNOMOS DE LA TÍA EM – A SOLO 1 KM
Percy frunció el ceño. "Eso es… sospechosamente conveniente".
"Oh, sí" murmuró. "Porque claramente este no es el inicio de una película de terror". Fue entonces su estómago rugió. Percy y Annabeth se giraron hacia él, que solo se encogió de hombros. "¿Qué? ¡Tengo hambre!"
Grover olfateó el aire con cautela.
"Huele a comida"
"¿Comida gratis?" preguntó con renovado interés. ¿Hace cuanto tiempo no comía algo decente ya? Habían parecido años.
Annie dudó, mirando la dirección del cartel como si pudiera analizarlo con rayos X.
"Podría ser una trampa"
Draco suspiró y le dio una palmada en el hombro. "Ann, llevamos horas caminando bajo el sol. Si esto es una trampa, al menos nos dejarán morir con el estómago lleno".
Percy miró a Grover, quien olfateó el aire una vez más y luego asintió lentamente.
"No huele a monstruo" eso era más que suficiente para él.
Annabeth apretó los labios, claramente no convencida, aunque finalmente asintió.
"Está bien. Pero si algo raro pasa, nos vamos".
"¿Algo raro?" Repitió con diversión. "Querida, nuestra vida entera es algo raro".
Y con eso, se dirigieron hacia el Jardín de Gnomos de la Tía Em, sin tener idea de que estaban a punto de conocer a una de las criaturas más trágicas y letales de la mitología.
Pero bueno, ¿qué era la vida sin un poco de riesgo, verdad?
.
Draco se sentía inquieto.
Él no tenía nada en contra de la jardinería. En serio, respetaba a la gente que encontraba paz arrancando maleza y plantando flores. Sin embargo, había algo que le decía... que simplemente se vaya de ahí, lejos, muy lejos.
No porque estuviera en un lugar particularmente espeluznante -ya había visto cosas mucho peores en el mundo mágico y en el Campamento Mestizo-, si no porque había algo en el aire, en el ambiente, que le erizaba la piel.
Para empezar, había demasiadas estatuas. No de esas que adornaban elegantemente un jardín de buen gusto que tenía su Mansión (la cual extrañaba, mucho) sino de las que te hacían sentir observado. La mayoría de las estatuas en el jardín tenían algo raro. No porque estuvieran mal esculpidas, de hecho, eran tan realistas que se sentía observado, sino porque las expresiones en sus rostros transmitían puro terror.
Annabeth se movía con cautela a su lado, analizando cada detalle con la misma mirada que ponía cuando resolvía un acertijo. Percy, en cambio, parecía incómodo, como si su instinto también le gritara que debían salir de ahí. Grover se mantenía en silencio, olfateando el aire.
Y entonces, una mujer apareció.
Alta, elegante, con un vestido negro que flotaba alrededor de su figura, como si la tela misma temiera rozarla. Llevaba un velo que ocultaba su rostro, pero incluso así su presencia tenía algo... inquietante.
"Oh, pobres niños" dijo, con una voz suave y melancólica. "Deben estar exhaustos. Entren, descansen".
Él intercambió una mirada con Annie, nadie los había llamado niños en mucho tiempo. "¿Quién es usted?" preguntó su amigs con esa cautela tan característica de ella.
"Pueden llamarme tía Em" respondió la mujer, con una sonrisa casi maternal. "Solo soy una humilde escultora".
"¿Escultora?" Repitió Percy.
"Oh sí" suspiró ella. "Me dedico a capturar la belleza del mundo. Y vaya si ustedes son hermosos…"
Él alzó una ceja y sonrió. "Sí, lo sé"
Tía Em rió suavemente.
"Qué refrescante… Un joven que no teme reconocer su belleza".
"Bueno, la humildad es para la gente fea" respondió con naturalidad.
Percy le dio un codazo (que por si les interesa, dolio) mientras que Annabeth rodó los ojos, seguro acostumbrada a él. Sin embargo tía Em se quedó quieta, observándolo con intensidad.
"Sabes… Me recuerdas a alguien" Esperaba que a alguien bueno.
"¿Sí? ¿A quién?" En serio tenía curiosidad.
La mujer suspiró. "A mí misma".
Hubo un instante de silencio, en el sintió un escalofrío. "Qué deprimente para ti" respondió intentando aligerar la conversación, fallando en el intento y que tía Em no sonrió.
"No. No es deprimente. Es trágico" No supo qué responder. "La belleza..." continuó ella ", es un arma de doble filo. La gente la envidia. La teme. Te condena por ella" Bueno, ese ha sido algunas veces su caso, aunque no le parecía buen momento pars decirlo.
Asi que solo sintió un leve nudo en el estómago. "Te entiendo… Pero en mi caso, usualmente la gente me adora" terminó diciendo porque si.
Tía Em sonrió, aunque era una sonrisa triste. "Por ahora" Y ahí estuvo. Algo en su tono, en su forma de decirlo, hizo que la inquietud que tenía aumentara aún más. "¿Por qué no entran?" continuó ella, con suavidad. "Tengo comida caliente, y pueden descansar".
Grover olfateó el aire y murmuró: "Huele… bien".
"Sí, sí, todo es muy acogedor, pero… ¿por qué nos ayudaría?" preguntó Annabeth con desconfianza. Ann, no es momento de eso, tengo hambre pensó.
Tía Em suspiró. "Porque los dioses no lo harán".
El silencio fue denso y sintió cómo la tensión crecía entre ellos. Algo en esas palabras le golpeó más fuerte de lo que le gustaría admitir.
Annabeth se enderezó. "Creo que ya sabemos quién eres" no, no lo sabemos Ann. Tía Em en cambio inclinó la cabeza.
"Oh, querida… ¿también te lo han contado?"
Draco frunció el ceño, no estaba entendiendo. "¿Contado qué exactamente?"
Su amiga a su lado apretó los dientes.
"Es Medusa".
Draco sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Aaah, claro, ahora todo tenía más sentido. Las estatuas, la obsesión con la belleza, la voz hipnótica. ¿Cómo no se dio cuenta antes? Oh, cierto, estaba demasiado ocupado pensando en lo aterrador que era todo y en comida. Bueno, no pueden culparlo.
Tia Em, ahora mejor conocida como Medusa suspiró.
"Ah, qué lástima… Yo realmente quería que confiaran en mí" se llevó las manos al velo.
Y lo quitó.
Él cerró los ojos al instante, tirándose al suelo. Percy maldijo, Annie rodó hasta una de las estatuas y escucho como Grover chilló.
"¡NO MIREN!" gritó Annabeth.
"¡Qué desastre!" exclamó él. "¡Yo solo quería comer!" Se quejó. Aún seguía teniendo hambre.
"¡Pues ahora vamos a ser la comida!" Le gritó Percy. Medusa rugió.
"Draco, querido… tenías tanto potencial" no preguntara como sabe su nombre. Lo dejará pasar con algo como que es una Gorgona, y estas saben cosas.
Así que mejor sacó su látigo, lo agitó con un chasquido y lo transformó en una espada.
"Bueno, tía Em, todos tenemos defectos".
Y con eso, comenzó la pelea.
El viento se arremolinó en el jardín de Medusa, levantando polvo y hojas secas. Draco sintió cómo la adrenalina le recorría las venas mientras apretaba la empuñadura de su látigo-espada.
La voz de su Clarisse interior resonó en su cabeza.
"¡No pienses, Draco! Actúa. O matas o te matan. ¡No hay espacio para la duda en el campo de batalla!"
No iba a decepcionarla.
Medusa siseó, avanzando lentamente. "Draco, Draco, Draco…" canturreó. "No tienes por qué sufrir, solo acepta tu destino. Serás la estatua más hermosa de mi jardín"
"Aprecio la oferta, tía Em, sin embargo si mi carrera como cantante no funciona, todavía tengo la opción del modelaje, y el mármol no me favorece" respondió con una sonrisa socarrona.
Medusa chasqueó la lengua, irritada. "Pues qué lástima…"
Draco escuchó cómo la grava crujía bajo sus pies mientras se movía en círculos, sin perder de vista los movimientos de la gorgona a través del reflejo de su espada. Sus ojos grises, llenos de cálculo, analizaban la situación.
Medusa era rápida. Fuerte. Letal.
Pero él también.
Piensa como un Batmam. Protege a los tuyos. Encuentra la mejor estrategia.
Piensa como un hijo de Afrodita. Usa el engaño. El estilo. Juega con su mente.
Y pelea como te enseño Clarrisse. Golpea primero. Golpea fuerte. No dejes que se levanten.
Asi que cuando Medusa se lanzó hacia él reaccionó al instante. Giró sobre su eje, esquivando el ataque con la gracia de un bailarín, y lanzó su látigo con precisión. La cuerda de cuero negro se alargó como una serpiente y se enroscó alrededor de la muñeca de Medusa.
"¿Qué-?"
Le sonrió con suficiencia y tiró con todas sus fuerzas, Medusa perdió el equilibrio y cayó de rodillas.
"¡PERCY, ANNIE, AHORA!" gritó manteniendo la presión.
El chico se movió como un relámpago, lanzando una estocada con Contracorriente. Medusa se soltó con un rugido y contraatacó, pero Annabeth ya estaba sobre ella, usando su cuchillo para cortar un mechón de serpientes. El grito de la gorgona fue desgarrador y sintió otra punzada de adrenalina en su cuerpo.
Medusa giró hacia él con furia, su rostro envuelto en sombras. "Oh, querido… me decepcionas"
"Sí, bueno… No sería la primera vez".
Al terminar ella se lanzó sobre él, pero Draco ya estaba listo. Flexionó las rodillas y giró el látigo en el aire, dejando que la magia forjada por Afrodita y Hefesto hiciera su trabajo. El arma se contrajo, las espinas a lo largo del cuero brillaron con un destello carmesí y en un latido el látigo se convirtió en una elegante espada curva.
Medusa se detuvo por un segundo, sorprendida, y él se aseguró de aprovechar bien ese instante de desconcierto. Con una velocidad feroz, se deslizó bajo su guardia y lanzó un tajo ascendente, sangre negra brotó del brazo de la gorgona. Medusa gritó y se tambaleó.
"¡PERCY! ¡LA CABEZA!"
Este no dudó. Draco saltó hacia atrás justo cuando la espada de Percy descendió en un arco mortal, el grito de Medusa se apagó en el aire.
Silencio.
El cuerpo sin cabeza cayó pesadamente.
Por fin respiró hondo, sintiendo el sudor resbalar por su frente. Luego miró su espada, aún vibrando con la magia de su madre y Hefesto y volviendo a mirar a la Gorgona caída.
"Clarisse va a estar tan orgullosa" pensó, y con eso, dejó escapar una risa temblorosa.
El polvo de la batalla aún flotaba en el aire cuando Percy con la espada en la mano y el pecho subiendo y bajando por la adrenalina, miró la cabeza de Medusa como si acabara de encontrar la respuesta a todos sus problemas.
"Tengo una idea" hablo de repente.
Él que estaba inspeccionando los daños en su arma con una expresión de absoluto sufrimiento, levantó una ceja.
"Espero que sea quemarla y fingir que esto nunca pasó" y luego ir a buscar comida agregó mentalmente.
"No" este señaló la cabeza. "¿Y si se la enviamos a los dioses?"
Hubo un silencio. Grover dejó de mordisquear una lata. Annabeth cerró los ojos como si le doliera el alma. Él se enderezó y lo miró fijamente. Luego, lentamente, una sonrisa apareció en su rostro. Eso.. eso era...
"Esa es…" hizo una pausa dramática" una idea absolutamente genial".
Annie a su lado lo miró con el ceño fruncido. "¡No, no lo es! Y no lo alientes!"
"¡Ann, piénsalo!" Extendió los brazos. "¡El pánico en el Olimpo! ¡El horror en sus rostros cuando abran el paquete! La de Zeus en particular… simplemente mítica" tenían más pros que contras.
"¿Lo dices en serio?" Grover estaba horrorizado.
"¡Obvio! Esto es lo más increíble que hemos hecho en toda la semana"
Percy soltó una carcajada. Annabeth resopló y murmuró algo sobre "dos idiotas sin sentido de la autoconservación", pero al final aceptó.
Se inclinó hacia Percy con una sonrisa burlona. "Espero que tengas un remitente falso, porque no quiero que nos fulminen con un rayo cuando lo reciban" no, no lo esperaba en realidad.
"No te preocupes. Me aseguraré de que sea anónimo" le siguió este con una sonrisa acercándose a él.
"Oh, sí, claro, porque nadie sospechará de nosotros, los que supuestamente andamos huyendo con el rayo maestro robado. Muy discreto, Jackson". Percy solo sonrió con total confianza, mientras que negaba con la cabeza, aunque no pudo evitar reír también.
Finalmente, con una nota enviaron el paquete
Suspiró dramáticamente y se cruzó de brazos. "Bueno, si no sobrevivimos a esto, al menos quiero que mi tumba diga 'murió como una leyenda' o algo asi".
Percy rió otra vez, Annabeth solo se masajeó las sienes, y Grover murmuró algo sobre que los sátiros no deberían estar involucrados en esto.
.
El paquete ya había desaparecido en la distancia cuando Draco notó que Percy lo miraba.
No de la manera exasperada en la que Ann lo hacía cuando él decía algo 'demasiado Draco' como lo llamaba ella, ni con la resignación con la que Grover lo escuchaba planear su próximo desastre. No.
Percy lo miraba como si estuviera viendo algo por primera vez.
Asi que ladeó la cabeza. "¿Qué?"
Este parpadeó, aunque no apartó la mirada. "Nada, solo… eres diferente" mmm, tomaría eso como un cumplido.
Hubo un silencio breve. Annabeth que había desarrollado el 'radar de chismes' mejor que cualquier semidiosa llegandole hasta compararse con sus hermanas gracias a él mismo y a Lavender -gracias, gracias-, alzó la cabeza en el acto.
Grover chasqueó la lengua y murmuró: "Ah, no…"
Él por su parte, se cruzó de brazos. "Obvio que lo soy. Soy hermoso" le respondió con burla.
"No lo decía por eso" el chico sonrió, un poco avergonzado.
Y ahí fue cuando Annie entrecerró los ojos, observando todo con la precisión de una científica analizando una reacción química.
Draco no lo notó, porque algo en esa frase se le clavó en la memoria.
Diferente.
No era la primera vez que alguien se lo decía. Porque hace tan solo unas semanas atrás, bajo el sol del Campamento Mestizo, alguien más lo había mirado con esos mismos ojos brillantes, con esa misma sonrisa que no terminaba de formarse en los labios.
Luke.
Sintió un cosquilleo molesto en la nuca.
Era la misma expresión que Luke le había dado cuando le enseñó a cuidar de las fresas, cuando lo había retado a una pelea solo para reírse después y decirle:
"Eres diferente Drsco, creo que por eso me agradas. Eres especial, único".
Ambos habían sonreído como un par de tontos en ese entonces.
Sin embargo, no lo estaba haciendo esta vez.
Frunció el ceño de inmediato. ¿Qué era lo que significaba eso?
"Bueno, Percy" se aclaró la garganta, apartando la mirada ", si tanto te impresiona mi existencia, hazme un favor y ayúdame a buscar comida. Muero de hambre". Él sonrió divertido, pero no insistió.
Annabeth quien era su supuesta amiga sin embargo si lo hizo.
"Ajá…" murmuró, con una sonrisita en los labios. "Interesante..."
Grover se masajeó las sienes. "Annabeth, por favor no…"
"¿Qué? No estoy diciendo nada. Solo que… es curioso, ¿no?"
"¿Qué es curioso?" preguntó él realmente perdido. ¿De qué estaba hablando?
Annabeth y Grover se miraron y este suspiró cuando en cambio Annie sonrió.
"Nada, Draco. Nada en absoluto"
Él los miró con sospecha, aunque luego se encogió de hombros. No tenía tiempo para descifrar sus rarezas.
Ni para pensar en Luke.
Y definitivamente no para analizar la forma en la que Percy lo había mirado.
Siguieron caminando.
Pero Annabeth ya tenía una teoría.
Y no la iba a soltar tan fácil.
...
El camión olía a mierda. Literalmente.
"Dime que ese aroma no es lo que creo que es" le suplico a su amiga arrugando la nariz mientras se encogía en su asiento.
"Depende" respondió Annie. "¿Crees que es excremento de tigre?" Él la miró con puro horror.
Percy bufó, sin embargo se interrumpió cuando el camión se sacudió, haciendo que se golpearan contra los costados de la jaula en la que estaban encerrados. Sí, porque, por supuesto, en lugar de viajar como personas normales, estaban enjaulados como animales junto a una jauría de criaturas exóticas que olían peor que los calcetines de Percy.
"Esto es ridículo" se quejó por cuarta vez frotándose la sien. "Podríamos habernos subido a un bus. O haber robado un auto" no iba a soltar esa idea, jamás.
"Sí, claro, porque eso no habría levantado más sospechas de que somos profugos de la justicia" replicó Annie con sarcasmo.
Draco estaba a punto de soltar un comentario venenoso en respuesta cuando un sonido lo hizo girar. Una cebra lo observaba a través de los barrotes con ojos llenos de súplica.
Parrpadeó varias veces al 'entender' al animal.
"Ah, no, no me mires así, amigo:
"¿Qué pasa?" preguntó Percy, dio un largo pasándose una mano por el cabello.
"Por favor, ayúdanos. Nos tienen aquí cautivos"
"Dice que quiere ayuda" según recuerda, Silena le había dicho que podían entender ciertos animales, no sabe exactamente porqué. Hubo un silencio incómodo.
"¿Qué?" dijeron Grover y Annabeth al mismo tiempo.
Percy, sin embargo, se tensó. "Espera, ¿tú también puedes entenderlo?"
Ahora él lo miró sorprendido. "¿Tú también?" Aunque bueno, Jackson era hijo de Poseidón, tenia algo más de sentido.
Grover los miró a ambos con los ojos muy abiertos. "¡Es porque son mestizos! Algunos tienen habilidades con ciertos tipos de animales"
Percy asimiló eso y luego miró de nuevo a la cebra. "Nos están pidiendo ayuda, ¿verdad?" Él asintió lentamente.
"Los están llevando a Las Vegas para venderlos. No quieren eso" Draco quería ir a Las Vegas (¿quien no? Casinos, juegos, todo lo que puede querer un niño con problemas de la autoconservación) pero no si es para venderlo -aunque, si lo llegasen a vender, sería comprado en un muy alto precio. Lo sabe-.
"¿Y qué esperas que hagamos?" intervino Annabeth. "No podemos abrir las jaulas con nuestras manos" Bueno... con las manos no.
Draco suspiró, observando la cerradura de la jaula con una expresión pensativa. En su estadía en el campamento Silena le había enseñado más que un par de cosas.
Entonces hizo algo muy poco Malfoy.
Se inclinó y susurró algo en el idioma del amor.
Era un truco que le había enseñado más recientemente, justo antes de irse a la misión, una habilidad especial de los hijos de Afrodita para persuadir con dulzura. La diferencia era que él lo usaba para manipular cosas que normalmente no deberían ser influenciadas por el encanto.
Un clic sutil sonó en la cerradura.
Grover se atragantó. "¿Qué...? ¡Por los dioses!"
Él sonrió satisfecho. "Silena me enseñó un par de cosas".
Annabeth lo fulminó con la mirada.
"¿Y no pensaste en usar eso antes?"
Se encogió de hombros. "Bueno, no se me ocurrió" estaba más ocupado quejándose del olor.
Percy rodó los ojos, ¡pero ey! No podían negar que funcionaba.
Asi que uno por uno, fueron liberando a los animales. Cuando finalmente el camión se detuvo en Hecate sabrá dónde y lograron abrir la parte trasera, las criaturas salieron corriendo hacia la libertad. Percy y Grover les desearon buena suerte. Mientras que simplemente se cruzó de brazos y observó con satisfacción.
"Espero que hagan una revolución" le dijo a su amiga.
Annabeth a su lado suspiró. "Eres imposible"
Aunque en el fondo, Draco sabía que a ella también le gustaba la idea.
.
Comer en un restaurante de carretera con pésima iluminación y olor a grasa rancia no era la peor experiencia de su vida… pero estaba en el top 5.
La mesa tenía una capa pegajosa que nadie se atrevía a investigar. Annabeth picoteaba su comida con una mirada perdida, Grover miraba su hamburguesa como si estuviera considerando el tirarse de una ventana en ese mismo momento, y Percy masticaba con su típica cara de "odio a todos los dioses" (o así la había decidido llamar Draco) Él, en cambio, disfrutaba de su batido de chocolate. Porque si la vida te da limones, te compras un batido y finges que por un momento todo está bien.
Fue entonces que el ambiente cambió.
No era algo que pudiera explicar con palabras, pero la energía en la habitación se tensó. Como si alguien hubiera bajado la temperatura unos grados y de repente todos los presentes se hubieran dado cuenta de que algo estaba terriblemente mal.
Percy dejó su hamburguesa a medio camino de su boca y se puso rígido. "¿Lo sienten?"
Annabeth dejó su comida con cautela mientras Grover olisqueó el aire y se encogió en su asiento.
"Sí…" murmuró ella.
Y entonces, las puertas del restaurante crujieron cuando un hombre entró. Era enorme, de esos tipos que parecen haber nacido para intimidar a los demás. Chaqueta de cuero con una calavera en la espalda, botas pesadas, gafas de sol y un aire de 'soy mejor que tú' que se notaba a kilómetros de distancia.
Por alguna razón, los otros clientes bajaron la cabeza. El tipo se acercó con una sonrisa que hacía que toda su alma gritara 'Peligro, peligro, abortar misión'. El hombre se detuvo justo delante de Percy.
"Tienes la cara de tu papá"
Percy se puso tenso.
Él se giro hacia Annabeth, ya que no era el mejor en reconocer a los Dioses de la Mitología. Ella se puso pálida, lo reconoció en su rostro ya que tenia esa mirada que decía 'estamos jodidos'.
"Ares" susurró.
Genial.
Nada como una reunión casual con el dios de la guerra.
"¿No van a invitarme a sentarme?" preguntó el aparente Dios con una sonrisa de tiburón. Ellos solo se quedaron en silencio. Ares no esperó respuesta ya que se dejó caer en la silla más cercana, con la confianza de alguien que sabe que nadie se atreverá a decirle que no. "Vaya, vaya" empezo con tono divertido. "Miren lo que tenemos aquí:
Percy que ya de por sí parecía siempre enojado con la vida, se puso aún más tenso, Grover se tenso de igual forma mientra que el se tomo su tiempo para limpiarse la boca con una servilleta. Si íban a morir, al menos lo haría con la poca dignidad que le quedaba.
Ares se apoyó en la mesa con ambos brazos inclinándose lo suficiente para que su presencia se sintiera aún más sofocante. "Así que estos son los héroes que tienen a todo el Olimpo pendiente" los estudió uno por uno hasta que su mirada se detuvo en Ann y en él. "Los conozco" dijo y su tono no daba indicios de si eso era bueno o malo.
Ambos intercambiaron miradas idénticas. "¿Nos conoce?" pregunto con cautela.
Este bufó. "Mi hija es fan de su música. La ha puesto tantas veces en casa que hasta el perro aprendió la letra, tuve que comprarle una guitarra para que deje de molestar" cuanto amor.
Annabeth a su lado soltó un jadeo entre emocionado y nervioso. "¿Escuchaste eso?"
"Lav se va a encantar" murmuro de vuelta. Bueno... tal vez no podrían decirle nada de eso, pero tampoco tenían porqué hacerlo, su amiga se enteraba de todo de alguna u otra forma siempre.
"En fin" el Dios ignoró su breve conversación y giró la cabeza hacia Percy. "Quiero que hagan un trabajito por mi" eso no sonaba bien.
Tomo otro sorbo de su batido. "¿Te refieres a algo ilegal o solo algo muy irresponsable?"
Ares giró la cabeza lentamente hacia mí y luego sonrió. "Tienes agallas, principito"
Se encogí de hombros, ya lo sabía. "Lo sé. ¿Qué necesitas?"
Este se acomodó mejor en la silla para comenzar a hablar. "Mi escudo. Lo dejé en un parque acuático, ustedes lo traen y yo los ayudo a salir de este basurero".
Parpadeó un par de veces junto a Ann. "Espera, espera…" hizo un gesto con las manos. "¿Me estás diciendo que el dios de la guerra perdió su escudo… en un parque acuático?" Eso no sonaba algo creíble.
"No lo perdi" gruñó este. "Lo dejé allí" o por supuesto, claro.
"¿Para qué? ¿Para que lo usaran de flotador?"
Vió como Percy ahogó una carcajada, y Annabeth le pateó por debajo de la mesa -auch, eso si habia dolido-. Ares, sin embargo, sonrió otra vez.
"Tienes agallas, mocoso" repitió como si no supiera que más decir.
"Sí, ya me lo dijiste. Ahora, ¿qué nos garantiza que no nos vas a joder después de que te lo traigamos? ¿Por qué no lo hace usted, se le rompió la muñeca o algo?"
Este se rió como si en verdad esto le pareciera divertido. "No tienen otra opción, y no voy porque no quiero, me gusta ver a los Héroes hacer el trabajo sucio". El nivel de flojera de los dioses era algo que nunca dejaba de sorprenderlo.
"Hagamos un trato" continuó. "Si recuperan mi escudo, les consigo transporte a Los Ángeles".
Grover, que hasta ahora había estado masticando su hamburguesa en un intento de no llamar la atención, se removió incómodo en su asiento. "No tenemos que hacer esto" murmuró. "Podemos encontrar otra forma de viajar".
Ares sonrió. "Oh, claro, pueden hacerlo. O pueden aceptar mi oferta y llegar a Los Ángeles sin problemas, ¿qué prefieren?"
Percy lo miró con desconfianza. "¿Y si nos negamos?"
"Oh, bueno no pasaría nada, absolutamente nada. Excepto a que…" Él Dios hizo una pausa, como si pensara en algo. "Podría simplemente tomar lo que quiero". Percy frunció el ceño, visiblemente molesto, el aire a su alrededor se volvió aún más pesado. Él, por instinto, llevó una mano a su bolsillo, aunque no tenía nada ahí. "No hablo del rayo, chico. Hablo de él"
Y entonces señaló a Grover.
El sátiro casi se atragantó con su refresco. "¿Q-qué?"
Ares sonrió con una malicia evidente. "Verás, siempre he querido un sátiro mensajero. Son buenos espiando, siempre saben cosas que los demás no deberían saber… y me vendría bien uno".
Grover palideció. "Yo no… no soy bueno en eso".
Este lo ignoró de manera Olímpica "¿Sabes lo útil que sería tener a un sátiro informándome de todo lo que pasa en el Campamento Mestizo? Sobre lo que hace Dionisio, sobre lo que planean los dioses menores, sobre lo que hacen mis propios hijos. Hmm… suena bien, ¿no?"
Percy golpeó la mesa. "¡No puede hacer eso!"
"¿No?" Ares arqueó una ceja, fingiendo curiosidad. "Soy un dios niño. Puedo hacer todo lo que se me venga en gana".
Grover temblaba. Annabeth y él nos miramos. Ya conocía bien ese tono, era manipulación pura. No tenía intención real de llevarse a Grover, solo los estaba obligando a aceptar su trato de la manera más cruel posible.
"Esto es un chantaje descarado" dijo.
El Dios solo sonrió aún más. "Si, ¿y?".
Record[ lo que Silena (e había enseñado. "Los hijos de Afrodita pueden influenciar a los demás. Pueden hacer que te escuchen, que te deseen, que te obedezcan… si lo hacen bien". Se inclinó un poco hacia Ares y le dedicó su mejor sonrisa encantadora, una que decía 'Tú y yo somos amigos, ¿cierto?"
"Ares, querido" hablo con una voz más suave y persuasiva de lo normal. Ni el mismo sabia de donde habia sacado el 'querido' en la oración. "No te conviene llevarte a Grover. Es aburrido, huele a cabra, no va a decir nada interesante y mucho menos va a ayudarte".
El Dios frunció el ceño.
"¿Qué estás haciendo, mocoso?"
"Nada, solo… apoyo un codo en la mesa. "Estoy diciendo que puedes perder el tiempo con él o puedes largarte ahora y dejarnos hacer nuestro trabajo. Tú decides".
Ares lo miró fijamente.
El aire se volvió aún más pesado.
Y entonces, se rió.
"Tienes agallas, mocoso" repitio por tercera vez. "Con razón Dita está pendiente de ti, príncipito". Sintió una extraña calidez en el pecho. Él sabía que su madre lo amaba, Afrodita siempre era cálida, siempre dulce. Pero escucharlo de alguien como Ares, un dios que solo respetaba lo fuerte, era otra cosa totalmente diferente.
"Eres su favorito" continuó este. "Lo ha dicho muchas veces".
No sabia qué cara puso, sin embargo que Annie le chocará su codo contra su brazo con una sonrisita burlona le daba una señal. "¿Lady Afrodita te quiere más que a tus hermanos? Qué sorpresa". Su boca se abrió y se cerró sin sonido, su cerebro estaba en cortocircuito.
Ares rió con burla. "Sí, definitivamente te pareces a tu madre".
Parpadeo. "¿Guapo? ¿Carismático? ¿Rodeado de seguidores?" Intentó bromear.
"Terco y manipulador" respondió este.
Y, contra todo pronóstico, soltó a Grover.
El sátiro se derrumbó en su silla, respirando entrecortado y rl Dios les lanzó una última sonrisa para alejarse luego. En cuanto salió del restaurante, Percy lo miró como si acabara de hacer magia negra, que en términos magos, en realidad sería magia blanca, cree.
"¿Qué diablos fue eso?"
"No lo sé., solo improvisé" respondió.
"Bueno, pues funcionó" susurró Ann apoyándolo.
Grover solo lo abrazó aún temblando. Respirl hondo y miro hacia la puerta por donde Ares se había ido.
"Tú madre está pendiente de tí, principito".
"Supongo que hay que ir por un escudo, ¿no?" Pregunte dejando lo demás de lado.
"Así parece".
Genial, porque ellos siempre eran los idiotas encargados de las misiones aparentemente suicidas.
Notes:
Holaaa, actualización porque si :), bueno, porque creí que este cap era muy aburrido. Creo que es porque lo escribí con más cafeína que sangre en mi sistema. El insomnio es una perra.
A mi nadie me lo va a negar, porque soy la autora más que nada, pero en mi mente, Draco es el favorito de Afrodita. Me gustaría jugar un poco más con la idea de que apesar de que Dray sea hijo de la Diosa del amor, él sea muy malo reconociéndolo.
Y por si no entendieron, Ann es fiel fan del #TeamLuke, apesar de todo lo que digan los demás, y ahí ella estaba reuniendo información para contarle a luego.
Bueno, creo que es un mal momento para decirlo, pero... hace mil años que no me leo los libros de Percy Jackson 😔 así que no me acuerdo de casi nada. Entonces por eso las cosas tan diferentes. Lo siento.
Estoy pensando seriamente si poner a Lavender antes o después de Hogwarts, en verdad.
Nos vemos!
M. S. C
Chapter Text
Las luces de neón parpadeaban sobre la entrada de Waterland, un parque acuático que, en su mejor momento, probablemente había sido un lugar vibrante y lleno de niños corriendo con helados derretidos en la mano. Ahora, sin embargo, tenía el encanto de un manicomio abandonado. La gran reja de entrada estaba cerrada con candado, pero el letrero de "Cerrado por mantenimiento" estaba tan desgastado que apenas se podía leer.
"¿Esto es en serio?" Bufo cruzándome de brazos. "No sé qué es peor; que Ares nos haya mandado aquí o que alguien, en algún momento, haya pensado que esta era una buena atracción turística".
Percy chasqueó la lengua. "No nos mandó de vacaciones, Draco. Solo hay que entrar, conseguir su escudo y salir".
"Claro, porque seguro es tan fácil como suena".
Ann ya estaba revisando el candado con ojos analíticos, probablemente considerando cómo forzar la entrada. Él por otro lado no podía estar tan quieto, asi que dio un paso atrás y examinó el lugar. Era enorme. Desde la reja podía ver un río artificial con botes flotantes llenos de moho, un tobogán altísimo cubierto de telarañas y una piscina con olas que más bien parecía un pantano. Todo tenía un aire de abandono, como si incluso las ratas hubieran decidido mudarse a un vecindario mejor.
Grover olisqueó el aire con la nariz fruncida. "Huele… raro".
"Defina raro, querido" hablo inclinándome ligeramente hacia él.
"A algo que no debería estar aquí" pues nosotros somos los que no deberíamos de estar aquí pensó.
Fantástico. Otro día, otra posible muerte absurda.
Annabeth sacó su cuchillo y lo deslizó entre la cadena, con la mandíbula apretada. "Si Ares nos envió aquí, es porque no quiere ensuciarse las manos. Quiere que hagamos el trabajo por él".
"Vaya novedad" murmuro. "Un dios perezoso"
Percy giró los ojos auqnue no lo discutió, seguramente divertido si se guiaba por su expresión. En cambio, sacó Contracorriente y con un golpe limpio, cortó la cadena. La reja se abrió chirriando como si se quejara por la falta de mantenimiento, y los cuatro con cautela.
Y amte todo pronóstico, el interior era aún peor. Había flotadores desinflados esparcidos por el suelo como cadáveres olvidados y las estatuas decorativas de sirenas y delfines estaban tan agrietadas que parecían sacadas de una película de terror.
"Vamos a hacerlo rápido" dijo Percy. Ares dijo que su escudo está en la Montaña del Amor" que nombre tan original.
Annie le lanzó una mirada como si en verdad pudiera leer sus pensamientos. "No creo que sea lo que estás imaginando".
Lo descubrío cuando la vieron. Era una atracción en forma de volcán con una cascada artificial, supuestamente, los botes flotaban por un canal dentro de la montaña, donde se proyectaban escenas románticas en la cueva. Sin embargo con la electricidad apagada y las luces parpadeando, más que romántico parecía una excelente forma de morir.
"Ares y Afrodita se encontraban aquí" murmuró Ann, como si le costara decirl. "Para sus… citas".
Percy hizo una mueca de asco. "Demasiada información".
No por primera vez desde que salieron del campamento sintió que su estómago se revolvía. No por lo que había dicho su amiga, sino por la imagen mental de su madre con ese tipo. Afrodita era diosa del amor y todo lo demás, pero Ares… era Ares. El concepto de esos dos juntos era como imaginar a un león tratando de bailar ballet.
Sacudio la cabeza. "Solo tomemos el escudo y larguémonos".
Se acercaron al bote más cercano. Era de color rosado con forma de concha marina, y si no estuviera cubierto de polvo y telarañas, hasta podría haberlo considerado adorable.
Percy miró la piscina oscura por donde flotaban los botes.
"Nos va a llevar por el recorrido hasta la montaña, ¿no?"
"No hay otra forma de entrar" hablo con pesar Annabeth suspirando de forma exagerada, tal y como le habai enseñado. Eso sí que le saco una sonrisa.
Suspiro él ambién. "Esto grita trampa por donde lo veas".
"Lo sé" respondió el hijo de Poseidón.
Ambos se miraron.
"Nos subimos de todas formas, ¿verdad?"
"Sí".
Y así, como los cuatro idiotas que eran, abordaron el bote del amor condenados a lo que probablemente sería otra experiencia traumática.
El bote se deslizó sobre el agua estancada, avanzando por el canal con un vaivén lento que tal vez en otras circunstancias, podría haber sido relajante. Pero entre la falta de luces, el eco de sus respiraciones y el hecho de que un dios de la guerra los había enviado aquí con casi nada de información, el ambiente estaba lejos de ser algo romántico. Percy y Annabeth se mantenían en guardia, aunque a decir verdad, no había mucho espacio para maniobras dentro del bote. Grover iba tenso, moviendo las orejas como si estuviera tratando de captar cualquier sonido extraño.
"¿Por qué siento que en cualquier momento algo nos va a caer encima?" murmuró inspeccionando las paredes de la cueva por la que entrábamos.
"Porque nos va a caer algo encima" respondió Annie sin apartar la vista del techo.
No tardó en tener razón.
El bote se sacudió bruscamente cuando pasaron bajo un arco decorado con corazones y la voz mecánica de una grabación se activó con un chasquido de electricidad.
"Bienvenidos a la experiencia más romántica de sus vidas"
Si esta era la experiencia más romántica de su vida estaba dispuesto a ir al mismísimo Olimpo para hacer una buena reclamación, que podría o no incluir unos cuantos muchos golpes e insultos.
"Aquí en la Montaña del Amor, las parejas pueden disfrutar de un recorrido mágico mientras su amor florece como una rosa en primavera"
"Alguien desactive esto" gruñó Percy.
"Disfruten del viaje... para siempre"
Hubo un sonido metálico, y antes de que pudiéran reaccionar, unas cadenas cayeron desde arriba y se enredaron alrededor de sus brazos y piernas.
"¡Pero qué demonios!" Soltó luchando por liberarse.
Percy forcejeó y Annabeth intentó alcanzar su cuchillo, sin embargo las cadenas eran resistentes. Sintió el agua bajo el bote moverse de forma antinatural, como si algo estuviera despertando en las profundidades.
"Es una trampa" grito Grover, con los ojos abiertos de par en par.
"¡Gracias, Grover!" espeto. "¡Nunca lo habría imaginado!" Puede que no estuviera bien responderle así, pero en esas circunstancias no sabía que más podía hacer.
El bote se tambaleó, girando hacia una pared de roca que empezó a abrirse como unas fauces. No tenían ni idea de qué había más adelante, y considerando su suerte, seguro era algo peor.
Pensó rápido. Las cadenas eran demasiado gruesas para que las rompiéramos con fuerza bruta, y aunque Percy tenía su espada, no podía alcanzarla. Miro a su alrededor y vio los mecanismos en las paredes: engranajes y poleas que controlaban el recorrido del bote.
Y entonces, una idea cruzó por su mente.
"Si nos movemos al mismo tiempo, podemos desequilibrar el bote" grito. "Y si logramos que el sistema se trabe…"
Annabeth captó su idea al instante. "¡Podría hacer que las cadenas se aflojen!".
Percy no parecía convencido, pero considerando la alternativa, no tenían muchas opciones.
"A la cuenta de tres" dijo. "¡Uno, dos… tres!"
Se inclinaron hacia la derecha con toda la fuerza disponible. El bote se sacudió violentamente y los engranajes rechinaron, lo repitieron una vez más, y esta vez el mecanismo hizo un sonido preocupante. La tercera fue la vencida. Con un CRACK, una de las poleas se atascó y las cadenas alrededor de sus brazos se aflojaron. Percy aprovechó el momento para sacar Contracorriente y cortar lo que quedaba.
"¡Ahora!" gritó Annie
Saltaron del bote justo cuando el canal se inclinó y el bote fue absorbido por la pared, desapareciendo en la oscuridad.
Se levanté sacudiéndome el polvo. "Voy a necesitar terapia después de esto".
"Todos la vamos a necesitar" concordo Percy.
El escudo de Ares estaba unos metros más adelante, apoyado contra una roca. Lo tomo con cuidado, esperando que explotara o algo similar, pero nada pasó. Todos esos mitos de que si no era 'digno' algo le pasaría eran falsos, buu.
"Sorpresivamente fácil" afirmo, Ann ld lanzó una mirada de advertencia.
"Nunca lo es".
Y como si sus palabras fueran una señal del universo, el agua del canal empezó a burbujear y una sombra oscura se elevó desde el fondo. Sus ojos brillaban con un rojo enfermizo y su piel negra parecía húmeda, como si estuviera hecha de petróleo.
Por supuesto que no podían simplemente irse como gente normal.
"Oh, genial, un autómata acuático" hablo con sarcasmo.
Annabeth me miró con sorpresa. "¿Cómo lo sabes?"
"Porque lo vi moverse como un mecanismo, no como un ser vivo" respondió sin pensar.
Percy desenvainó su espada y Grover retrocedió unos pasos. La criatura salió completamente del agua, revelando una estructura de metal debajo de su piel negra. Sus engranajes rechinaban y gotas oscuras goteaban de su boca.
"Eso no es agua" murmuró el sátiro.
No, definitivamente no lo era.
"¿Cómo lo vencemos?" preguntó el hijo de Poseidón preparándose para atacar.
"Si es un autómata, significa que lo construyó Hefesto" afirmo Annabeth. "Y si lo construyó Hefesto, tiene un punto débil".
"¡Fantástico!" exclamé, aun tenian oportunidad de sobrevivir. "¿Pero y dónde está?"
La chica frunció el ceño.
"Si tuviera que adivinar… los engranajes de su cuello o su pecho".
La criatura se lanzó hacia ellos con un movimiento sorprendentemente rápido. Percy rodó hacia un lado, cortando con Contracorriente, pero su espada solo rebotó contra la piel de metal. "¡No es justo!" gruñó este.
"Nada en la vida lo es, Jackson" Soltó esquivando por los pelos un zarpazo de la bestia.
El agua salpicó a su alrededor y cuando la criatura golpeó el suelo con su puño de metal. Las luces parpadearon y el sonido de engranajes fallando llenó la cueva. Un fallo mecánico.
"¡Necesitamos desestabilizarlo!" Grito. "¡Hacer que se sobrecargue!" Los chicos parecieron entender rápido.
"¡Grover, mantente atrás!" ordenó Ann.
La criatura se giró hacia él, y aunque su instinto le gritó que corriera, se quedé en su sitio. "¿Qué pasa? ¿Te molesta que sea más guapo que tú?" Le espetó, porque su hobbie favorito era hacer enfurecer creaciones de los Dioses.
La cosa rugió y cargó contra él, justo como lo había planeado. En el último segundo, salto a un lado y Percy usó el agua del canal para empujar la bestia contra una de las paredes. La criatura chocó contra un panel metálico y un chispazo iluminó la cueva.
"¡Ahí está!" dijo Annie señalando la parte del pecho donde los engranajes chisporroteaban.
"¡Voy!" gritó en respuesta corriendo hacia allí. Salto sobre un pedazo de escombro, se impulsé y clavo su espada directamente en el punto débil.
El autómata se congeló. Un sonido de engranajes fallando resonó en la cueva para que luego, con un último destello de luz roja en sus ojos, la criatura colapsara en el suelo con un estruendo.
Draco tomó un poco de aire. "Vale… esa fue mi dosis de adrenalina del día".
Percy le ofreció la mano para levantarse y se sacudió el polvo. "Ares va a tener que pagarnos por esto" murmuró a su lado el chico.
Annabeth tomó el escudo y lo examinó.
"Bueno, al menos está entero"
Dio un largo suspiro. "Espero que este maldito escudo valga la pena".
Cuando volvieron al punto de encuentro, Ares seguía ahí, recostado contra su motocicleta como si nada en el mundo le preocupara. Bueno, excepto su chaqueta de cuero, que probablemente amaba más que a sus propios hijos.
"Miren nada más" hablo con una sonrisa de depredador. "¿Les costó mucho trabajo, niños?"
Se saqué una astilla del brazo y le dedico su mejor sonrisa encantadora. "Oh, para nada. Fue una experiencia relajante. Casi como un spa, si los spas estuvieran llenos de trampas asesinas y robots que intentan comerte vivo".
"Suena como un buen martes" respondió este sin inmutarse.
Annabeth cruzó los brazos, con esa cara de "quiero tirarle algo a este idiota" que tanto adoraba. "¿Y ahora qué?"
"Ahora, les pago como se debe" dijo el dios, sacando una llave y arrojándosela a Percy, el chico la atrapó con una mueca.
"¿Qué es esto?"
"El pase directo a una buena noche de descanso, si es que creen en esas cosas" ¿solo eso? No, no, no querido. Después de casi morir quería algo más, mínimo.
Percy lo miró con desconfianza, Annabeth bufó, Grover hizo lo suyo: es decir, intentar fundirse con el aire. Él en cambio, se concentrl en lo realmente importante.
"¿Y mi recompensa?" preguntó seriamente.
Ares lo miró con diversión. "¿Quieres un premio, princesa?" Los Dioses tenían tanta imaginación como sus hijos para ponerle apodos.
"Bueno, después de todo lo que pasé, al menos un piropo decente" respondió con sorna.
Este soltó una carcajada y negó con la cabeza. "Tienes agallas, niño. Demasiadas, para ser hijo de Dita" repitió, parecía que no tenía nada nuevo para decirle.
"Mi madre se llama Afrodita" le corrigió.
"Como sea, se nota que le gustas. Y que te gusta verte en los reflejos de todas las superficies, pero supongo que eso viene con el paquete".
"Eh, si voy a ser secuestrado por dioses, monstruos y mecánicas asesinas, al menos quiero verme bien mientras pasa". Annabeth se atragantó riéndose y el Dios se limitó a sacudir la cabeza.
"Mocoso raro, aunque al menos sabes moverte en una pelea".
Y ahí fue cuando Draco lo notó.
Ares no hablaba con desprecio. No estaba burlándose de él como todos los demás cuando lo veían y asumían que no era más que una cara bonita. No, lo estaba analizando. Como si realmente considerara que valía la pena.
"Te pareces a tu madre" agregó de repente, sin sonreír esta vez.
Eso sí que lo tomó por sorpresa. "Gracias" estaba orgulloso de que lo comparen con su madre.
"No era un cumplido". Genial. Ahora Ares lo estaba insultando. Otro día normal en su vida. Sin embargo antes de que pudiera devolverle la cortesía con su mejor sarcasmo, el dios de la guerra hizo algo inesperado; lo miró con una seriedad que rara vez mostraba. "Escucha, mocoso. No sé qué está planeando tu mamá contigo, pero te diré algo. Ella es lista. Más de lo que creen. Y si tiene los ojos puestos en ti, es por algo".
Eso… eso sí que fue inesperado. Su madre Afrodita era muchas cosas: hermosa, apasionada, y dramática diran algunos. Pero lista no era un adjetivo que la gente solía usar para describirla.
No tuvo tiempo de preguntar más porque este ya se estaba subiendo a su motocicleta. "Nos vemos pronto, príncipito. No mueran todavía".
Y con eso, aceleró y desapareció en el horizonte en una nube de fuego y humo.
Annie le dio un codazo. "Asi que "Príncipito', ¿eh?"
"Cállate Ann".
"Oh, no, mi príncipe, esto no termina aquí".
Grover solo suspiró. "¿Podemos irnos antes de que vuelva con más encargos y misiones demoníacas?" Suplico.
"Buena idea, G-man" respondió y juntos comenzaron a caminar hacia el motel.
Y mientras lo hacíam, no pudo evitar preguntarse qué demonios había querido decir Ares con todo eso.
...
Después de un día de casi morir ahogados, electrocutados y devorados por monstruos marinos, el motel en el que terminaron parecía un paraíso… si ignorabas el letrero parpadeante que apenas y se sostenía por su solo y la alfombra con manchas de procedencia dudosa.
"No es el peor lugar en el que hemos dormido" murmuró Annabeth arrastrando su mochila por el pasillo alfombrado con un patrón de hojas marchitas.
"Eso no es tranquilizador" señaló.
Grover olfateó el aire y frunció el ceño. "Huele a moho… y a algo más raro".
Percy giró la llave en la cerradura y empujó la puerta de nuestra habitación, los cuatro asomaron la cabeza dentro. La habitación tenía dos camas dobles con cobertores color mostaza, una mesita de noche con una lámpara torcida y un viejo televisor apoyado en una cómoda de madera despostillada. Había un gran ventanal con cortinas de tela gruesa, demasiado polvorientas como para tocarlas sin riesgo de muerte por alergia.
"Yo duermo en el suelo" dijo Grover automáticamente. Esta bien, bien por él.
"No seas ridículo" bufó Ann a su lado. "Nos acomodamos como siempre".
Eso significaba que ella y él compartiríamos una cama, mientras que Percy y Grover tomarían la otra. No era la primera vez; desde niños, Annie y Draco habían dormido en sofás, colchones de muy buena calidad y hasta en autos (limosinas) cuando nuestros padres decidieron que "vacaciones familiares' significaba 'peregrinación caótica por carreteras, pero refinadas ya que tenemos dinero' ventajas de tener padres ricos.
Tiro su mochila a un lado y se dejo caer en la cama, sintiendo cómo sus huesos crujían de alivio. "Oigan, esto no está tan mal" murmuro hundiendo la cabeza en la almohada.
Percy que parecía más animado ahora que no estábamos en peligro inmediato, sonrió. "Así que tú y Annabeth duermen juntos siempre, ¿eh?"
"Toda la vida" respondió con los ojos cerrados. "Y antes de que preguntes tonterías, sí, soy gay. No, no es contagioso. Y no, no haré una lista de chicos guapos para que la analices" ya habia tenido tantas veces esa conversación que se la sabia de memoria. Desventaja de que tus mejores amigas sean chicas.
Hubo un silencio. Luego, este exhaló como si le hubieran quitado un gran peso de encima. "No iba a preguntar eso… aunque lo último suena interesante".
Annie se rió y le lanzó una almohada en la cara. "Tú y tu mente de pez, sesos de alga".
Grover, que ya estaba acomodándose con su manta de lana, miró a Percy con diversión. "Admítelo, estás emocionado".
"¡No lo estoy!" ¿no estaba emocionado de qué?
"Percy, estás sonriendo como idiota" comentó sin abrir los ojos apesar de ni saber a qué se referían. No iban a molestar al chico sin él.
"¡No es cierto!"
La discusión continuó mientras Annabeth sacaba un mapa y comenzaba a planear la ruta del día siguiente. Draco la escuchaba a medias, disfrutando del calor de la cama y de la seguridad momentánea de estar con sus amigos. Por un instante, se permitió olvidar que el mundo estaba en peligro, que un dios de la guerra los estuvo manipulando y que, en el fondo, tenía la sensación de que algo más estaba observándonos desde las sombras.
Porque este era uno de esos momentos donde se podía permitir disfrutar ese poco de paz que aún quedaba en sus vidas.
.
El ruido del tráfico afuera se fue apagando poco a poco. Percy y Grover ya estaban dormidos; el primero roncaba suavemente, y el otro se había hecho un ovillo, murmurando en sueños algo sobre comida.
Annabeth y él seguían despiertos.
Estaban acostados en la cama, mirando el techo descascarado. La luz tenue de la lámpara de la mesita de noche proyectaba sombras alargadas en la pared, y en ese instante, el mundo afuera del motel no existía. No había dioses, monstruos ni profecías. Solo elloss dos, como cuando eran niños y susurrában en la oscuridad sobre los secretos del mundo.
"No los hemos mencionado en toda la mision" murmuró ella de repente.
No tenía que preguntar a quién se refería.
"Lo sé" respondió con un nudo en la garganta.
"¿Crees que ellos estén bien?" Preguntó su amiga con la voz rota.
Se quedé en silencio un momento, escuchando el zumbido del viejo televisor apagado. "Ya conoces a padre, es un paranoico. Siempre tiene un plan. Y mamá… ella no se deja vencer fácilmente".
Annabeth asintió, pero su rostro estaba tenso. "No puedo evitar preocuparme. Y... y aunque no lo diga mucho son como mi familia también, Dray"
Sus palabras le hicieron apretar los labios. A veces olvidaba que Annabeth había pasado tanto tiempo junto a ellos luego de que escapara de la casa de su padre que sus padres eran como los suyos también. Que cuando lloraba de niña, mamá la acunaba igual que a el. Que Lucius le enseñó a jugar ajedrez antes que a él porque ella se obsesionaba siempre con ganarle.
Ann no solía mostrar miedo. No lo permitía. Sin embargo ahora, en la penumbra de una habitación de motel barata, la veía con el ceño fruncido, la mandíbula apretada, y supo que estaba tan asustada como él mismo.
"Van a estar bien" le dijo esta vez con más convicción. "No dejarían que nada les pase".
Ella suspiró y se frotó los ojos con el dorso de la mano. "Odio esto. Odiar no saber. Odiar sentirme como una niña de cinco años otra vez". Se giro hacia ella y le dio un suave codazo en el brazo.
"Siempre fuimos niños prodigio, Annie, técnicamente, nunca tuvimos cinco años"
Eso la hizo soltar una risa baja.
"Idiota"
Sonrió satisfecho.
"Pero soy tu idiota favorito"
Rodó los ojos, aunque cuando la vi acomodarse bajo las sábanas, supo que su plan había funcionado. Había algo reconfortante en saber que seguían teniendo esto: noches de conversaciones en voz baja, en las que podían ser solo Annabeth y Draco, sin títulos, sin profecías, sin misiones. Solo ellos dos.
Ella cerró los ojos. "Buenas noches, Dray".
"Buenas noches, Ann".
Y mientras se dejaba llevar por el sueño, por un momento, se sintió a salvo otra vez. Como cuando eran niños.
.
El mundo se desvaneció sin previo aviso.
No fue un cambio brusco, sino más bien un desliz silencioso, como si la realidad hubiera decidido que ya no era el momento de estar despierto. Un momento estaba en el motel, escuchando la respiración tranquila de Annabeth a su lado, y al siguiente flotaba en un espacio que no tenía arriba ni abajo, lleno de niebla y sombras.
Y entonces, la vio.
Hécate.
No había duda de quién era. Su presencia tenía un peso que se sentía en los huesos, una energía que zumbaba en el aire como la electricidad antes de una tormenta. Su cabello oscuro flotaba en el viento inexistente, y en cada mano sostenía una antorcha con llamas de un morado espectral. Su vestido negro parecía tejido con la misma oscuridad que la rodeaba, y sus ojos… sus ojos eran como el reflejo de todas las noches sin luna que alguna vez habían existido.
Trago saliva. "No recuerdo haber pedido una reunión" intentó bromear.
Hécate sonrió, y no fue exactamente reconfortante. "Oh, Draco, siempre con ese ingenio encantador. Sin embargo, esta reunión no era opcional".
Se cruzo de brazos, tratando de ignorar la sensación de que el suelo bajo sus pies no era real.
"¿Por qué? No soy tu hijo".
La diosa inclinó la cabeza con un gesto casi condescendiente. "¿Y eso qué importa?" Sus ojos lo recorrieron con un brillo astuto. "He estado contigo desde que abriste los ojos a la magia por primera vez. Desde que empezaste a comprender que la magia no es solo varitas y palabras elegantes".
Fruncio el ceño, ¿a que venía todo eso? "Eso no responde nada".
Hécate chasqueó los dedos y la niebla se arremolinó a su alrededor. Imágenes aparecieron flotando en el aire, como recuerdos arrancados de su propia mente. Vil a su yo de más chico en la biblioteca de la mansión Malfoy, con libros antiguos abiertos frente a él. Vio sus manos moviéndose en el aire, dibujando runas con dedos temblorosos. Vio la primera vez que logró hacer levitar un objeto sin varita, la emoción burbujeando en su pecho.
Y luego, la niebla cambió.
Vio a su yo actual, con el latigo en mano, esquivando ataques en el campamento mestizo. Vio a Clarisse mirándolo con emoción, a Annabeth con orgullo, a Silena apoyandolo en la lucha con algunas de sus hermanas, y vio a Luke...
Vio cómo había dejado atrás la magia.
"Tú no eres tan solo un semidiós, Draco Malfoy" su voz resonó como un hechizo en la oscuridad. "Eres un mago. Y lo estás olvidando".
Su garganta se secó. "Yo…"
"Te has sumergido tanto en este mundo" continuó ella. "Has aceptado ser un guerrero, un hijo de Afrodita con una espada en la mano, un cantante muggle. Pero la magia es tuya por derecho, y no puedes ignorarla".
La imagen de Hogwarts apareció frente suyo, era la primera vez que lo veia pero con tan solo eso podia reconocerlo. Torres imponentes, pasillos interminables, un cielo encantado reflejando las estrellas.
"Vas a ir allí" afirmo la diosa, con la certeza de quien ya ha visto el futuro. "Y cuando lo hagas, yo me aseguraré de que recuerdes lo que eres".
Exhalo espacio. "¿Y si digo que no?" Obviamente no se iba a negar, peor le gustaba ver sus posibilidades y hacerle la contra a las personas de paso.
Hécate soltó una carcajada baja, llena de algo que no pudo identificar.
"Oh, pequeño Malfoy… no tienes opción".
El mundo comenzó a desmoronarse a su alrededor, como si la niebla se deshiciera en el aire. La diosa inclinó la cabeza, su mirada intensa perforándome hasta el alma.
"Nos veremos pronto, niño de la magia. No me hagas esperar demasiado"
Y entonces, despertó.
.
Si le hubieran dicho que el viaje de su vida incluiría pelear contra criaturas mitológicas, huir de dioses irritables y dormir en moteles de dudosa higiene, probablemente habría respondido: "¿Y qué más? ¿Una invasión alienígena?"
Pero aquí estába, después de días de correr como loco, de casi morir en un parque acuático y de lidiar con Ares (el tipo necesitaba urgente terapia de manejo de ira), entrando en un hotel de lujo en medio de Las Vegas.
Y cuando dice lujo, se refiere a lujo con mayúsculas y neones brillantes. Alfombras tan gruesas que sentías que flotabas, lámparas de cristal del tamaño de un elefante, y botones que nos recibieron con sonrisas tan perfectas que debían haber sido esculpidas por Hefesto en su tiempo libre.
"¡Bienvenidos al Casino Loto!" canturreó uno de los empleados, entregandoles unas tarjetas doradas. "Todo está pagado, disfruten a lo grande".
Annabeth arqueó una ceja, claramente en su modo esto es demasiado bueno para ser verdad, sin embargo Grover por otro lado ya estaba mirando un plato con hamburguesas gratis como si le hubieran anunciado la segunda llegada de Pan.
Él por supuesto, estaba en su hábitat natural.
Básicamente se había criado en hoteles de lujo y parecidos, y Ann lo sabía ya que lo habían pasado juntos. "Dioses, este sitio es fabuloso" susurro pasando la mano por un sofá de terciopelo. "Me siento como en casa".
Percy resoplo lanzándole una mirada entre divertida y exasperada.
"Por supuesto que sí".
Le dedico una sonrisa angelical y le dio un pequeño codazo. "Relájate, Jackson. ¿Cuándo fue la última vez que te diste un lujo?"
Él frunció el ceño, como si realmente lo pensara, y luego negó con la cabeza. "Nunca" mmm pobre -literalmente-.
"Exactamente. Déjate llevar un poco".Este no parecía muy convencido, pero Grover ya estaba a medio camino de la zona de buffets y Annie exploraba la arquitectura del lugar como si quisiera hacerle una auditoría a la decoración.
Draco por su parte tenía otras prioridades.
Necesitaba un buen trago (obviamente imposible, porque tenía 12 años y los dioses no eran tan benevolentes) y una distracción. Y entonces lo vio.
Un chico, alto, bronceado, con cabello oscuro y una sonrisa que gritaba "peligro" en mayúsculas, apoyado contra la barra mientras giraba despreocupadamente su tarjeta dorada entre los dedos.
Oh, esto se ponia interesante.
"Volveré en un segundo" anuncio alejándose antes de que Percy pudiera decir algo. Este no le dijo nada, aunque su lo sintió mirándolo.
Y así, sin saberlo, estaba dando el primer paso hacia mi perdición.
.
El casino Loto tenía algo extraño. Algo en el aire, en las luces, en la forma en que la música se colaba en su cabeza. Era fácil perder la noción del tiempo ahí… y de todo lo demás. Él debería de haberlo sabido.
Y sin embargo, cuando el chico también se le acercó con esa sonrisa en su cara, lo último que penso fue en la cautela.
"Eres nuevo por aquí" no fue una pregunta. Se giró lentamente y se encontró con su mirada oscura y calculadora. Alto, con el cabello despeinado de forma perfectamente caótica y una actitud que gritaba problemas con más que solo unas piernas largas.
"¿Tienes una fijación con los novatos o soy una excepción?" respondió él con una media sonrisa.
El chico inclinó la cabeza divertido. "Digamos que me gustan las sorpresas. Soy Mark, un gusto" beso su mano. "Y tú, Draco, pareces ser una bastante interesante".
Oh, así que ya sabía su nombre.
"Vaya, qué eficiente" dijo sin poder evitar el tono burlón. "¿Tienes a alguien pasándote información o te especializas en hechizar a la gente?"
Mark se acercó más, lo suficiente como para que su perfume caro se mezclara con el aroma de cigarrillos y whisky del ambiente. Se notaba que tenía dinero, eso le sumaba muchos puntos.
"Digamos que tengo mis talentos…" su dedo rozó su muñeca, un toque ligero y eléctrico a la vez. "Pero tal vez tú también los tengas".
No sabe si fue su tono de voz o la forma en que sus ojos parecían medir cada uno de sus movimientos, sin embargo sintió una adrenalina diferente recorriéndo todo su cuerpo. "Bueno, Mark" hablo con un aire de desafío. "Si realmente crees que soy interesante… tendrás que demostrar que puedes seguirme el ritmo" le guiño un ojo.
Y así, terminaron en la pista de baile.
La música era rápida, con un ritmo envolvente, y Mark bailaba como si hubiera nacido para ello. Sus movimientos eran seguros, fluidos, perfectamente sincronizados con los suyos propios.
El aire vibraba con tensión.
Cada vez que el chico le daba un giro, su mano quedaba un segundo más de lo necesario en su cintura. Cuando los cuerpos de ambos chocaban en un movimiento rápido, su sonrisa se volvía más traviesa.
"Dime, Draco…" susurró cerca de su oído. "¿Siempre eres así de fácil de tentar?"
Su propia sonrisa se amplió. No lo era, solo que había tenido varios días malos y quería algo más. "No. Solo cuando quiero jugar".
Sin embargo justo cuando Mark lo guiaba a otro giro, una mano firme le agarró del brazo y jaló fuera de la pista. ¿Pero qué mamada?
"¿Qué carajos crees que estás haciendo?" Preguntó Percy. ¡Por Hécate! ¿No podía despegarse de Draco solo por unos minutos? Se estaba divirtiendo.
Draco se giro con el ceño fruncido, aunque el chico ya le estaba lanzando dagas con la mirada a Mark. "Oh, tranquilo, héroe" hablo este con una sonrisa burlona. "No lo iba a secuestrar… a menos que él quisiera".
"Vete al demonio" gruñó Percy, apretando la mandíbula. Mark levantó las manos en un gesto de rendición y le lanzó una última mirada que definitivamente era una promesa de "esto no ha terminado" antes de desaparecer entre la multitud. Percy lo soltó bruscamente y se giro hacia él con los brazos cruzados "¿Quieres decirme qué diablos te pasa?" ¿Estaba escuchando lo que creía que estaba escuchando?
"¿Qué me pasa a mí?" soltó una risa incrédula indginado. "¿Qué demonios te pasa a tí?" De repente, sintió un leve dolor de cabeza. "¿Sabes cuánto tiempo llevamos en este lugar?" Preguntó más calmado ahora.
"No, aunque asumo que tú tampoco".
Percy lo miró con una mezcla de frustración y algo más que no pudo descifrar y tampoco quería en realidad.
"Esto no es normal. Este lugar… nos está haciendo olvidar".
Antes de que siquiera pudiera formar alguna oración para responderle, una ráfaga de luces parpadeó alrededor y la música cambió de golpe.
Se dio cuenta demasiado tarde.
Porque, de alguna manera, ya no estaba con Percy.
.
Este era su maldito mundo.
La guitarra se sentía como una extensión de su cuerpo, el peso perfecto sobre sus hombros, los dedos deslizándose con precisión sobre las cuerdas. El sonido resonaba, poderoso, vibrante.
El primer acorde se expandió en el aire como una explosión eléctrica.
Y entonces, la multitud gritó.
Draco no había pensado en cómo había llegado allí, no había cuestionado por qué tenía una guitarra en sus manos o cómo sabía que la canción que iba a tocar sería perfecta.
Solo importaba la música.
"Well I could see, you home with me... but you were with another man, yeah!"
La voz salió de él sin esfuerzo, como si siempre hubiera estado esperando el momento exacto para hacerlo. Porque lo había hecho, semanas en el campamento, días en la misión... no tuvo tiempo de pensar en eso que tanto amaba. La música.
Y el casino entero reaccionó.
Algunas personas dejaron caer sus tragos, otras se giraron lentamente hacia el escenario, con la boca entreabierta y los ojos fijos en él. Y luego, el ritmo golpeó fuerte y nadie pudo resistirse.
Una ola de energía recorrió la sala. Había visto a miles de artistas en el mundo muggle, había analizado cómo algunos parecían tener el poder de doblegar a la audiencia con solo una nota. Pero jamás imagino sentirlo en carne propia.
Era puro poder. Cada acorde de la guitarra era un latido en su pecho. Cada golpe de la batería, un impulso que hacía que la adrenalina le quemara las venas.
El público bailaba sin darse cuenta, atrapado en el hechizo de la música. Mujeres, hombres, hasta los encargados del casino dejaron lo que estaban haciendo para moverse al ritmo de la canción.
Y Draco lo sabía.
Sabía que estaban atrapados en él.
No en el hechizo del casino. No en la lujuria de los juegos.
En su voz.
"I know we ain't got much to say, before I let you get away..."
Dio un giro sobre el escenario, con la guitarra deslizándose perfectamente en su cadera. Sus dedos cambiaron de acorde con naturalidad, y la gente gritó como si acabara de hacer magia frente a sus ojos. Oh, si ellos supieran. La siguiente estrofa salió de sus labios con un tono más bajo, más sugerente.
"Are you gonna be my girl?"
El público rugió.
Había pasado tanto tiempo, tanto tiempo escondiéndose en el mundo muggle, tanto tiempo equilibrando todo en su vida, tanto tiempo aprendiendo a ser un semidiós o un mago, que había olvidado lo que era estar en casa.
Y ahí, con el calor de las luces sobre su piel, con la música en sus huesos, con los aplausos retumbando en sus oídos…
Se sintió vivo.
Se sintió inmortal.
Que podría quedarse allí para siempre y seria feliz.
No había preocupaciones, no había monstruos, no había misiones, no había expectativas. Solo él y la música, solo la euforia del escenario.
Sonrió para si mismo. Dió otro giro con la guitarra en alto y la risa se mezcló con la energía del público.
Ya que por primera vez en mucho tiempo, Draco Malfoy no era un semidiós, ni un mago, ni el hijo de Afrodita. Era simplemente Draco, el apasionado por la música.
Y por los dioses, no quería que terminara nunca.
"¡DRACO!"
La voz le llegó como un eco lejano, pero no le importó, siguío cantando. La multitud estaba en sy poder, sus cuerpos moviéndose como si la música fuera parte de su ADN. Él era el centro de todo, el escenario, la guitarra, el sudor sobre la piel, el ritmo en su pecho.
"¡DRACO, BAJATE DE AHÍ!"
Algo lo jaló bruscamente del brazo. Su boca se despegó del micrófono, la guitarra resbaló de sus manos, y de repente la magia se rompió. Un fuerte murmullo recorrió la multitud. Algunos parecían confundidos, otros frustrados. Sus ojos todavía estaban nublados, como si despertaran de un sueño.
Percy lo tenía agarrado del brazo con tanta fuerza que penso que le dejaría un moretón. "¿Qué demonios crees que estás haciendo?" exigió jadeando otra vez.
"Oh, no lo sé…" respondío con una sonrisa irónica. "Tal vez, dar el mejor show de mi vida, ¡es genial!"
Este rodó los ojos y tiró de él. "Nos vamos. Ahora" ¿Qué? ¡no! No quería, así que se resistió. ¿Salir? ¿En serio? Este lugar era mi paraíso.
"Percy, ni lo sueñes".
"¡Draco, este casino nos tiene atrapados!"
Se encogió de hombros, como la mayoría de cosas en su vida, eso no le importaba.
"¿Y eso qué? Si el precio de mi alma es un escenario así, dala por vendida".
"¡Por los dioses, Draco!" El hijo de Poseidón lo empezo a sacudir de dorma violenta. "¡Nos han tenido aquí por días y ni siquiera lo notamos!"
Su sonrisa se congeló.
"… ¿Qué?"
"Draco, no han sido unas horas. Han sido días"
Su estómago se hundió y miro a su alrededor. La gente, sus rostros… algunos tenían el maquillaje corrido, otros parecían exhaustos, como si hubieran estado bailando durante semanas sin parar, cada uno con diferentes tipos de ropa, de diferentes décadas... años.
El hechizo. No era solo la música, el casino en sí los tenía atrapados.
Entonces se volvio hacia Percy, quien lo miraba con urgencia.
"Annabeth y Grover están afuera" Su agarre en su brazo se tensó. "Nos vamos ahora".
No quiero irme
Era perfecto aquí.
Sin embargo, algo en la expresión del chico lo hizo tragar saliva. "Te necesitan... Jackson, el niño cabra, Annie, Lav..." algo le susurró en su mente.
Suspiro dramáticamente.
"Ugh, está bien" termino cediendo. "Pero me debes una Percy, y una muy grande".
Adiós, mi paraíso.
Este puso los ojos en blanco y tiró de él, se abrieron paso entre la multitud, que seguía aturdida, como si el hechizo se estaba rompiendo. Algunos parpadeaban con confusión, otros intentaban recordar por qué estaban ahí.
Su piel se erizó. Ya que tal vez si los atrapaban antes de salir, no los dejarían ir.
"¡Corre!" gritó Percy, Draco no dudo ni un segundo en hacerle caso.
Salieron disparados hacia la salida del casino, con los gritos de la multitud siguiéndolos. Y en el último segundo, las puertas se cerraron detrás de ellos con un estruendoso golpe.
Estában afuera... y ahi fue cuando lo comprendió.
El casino era un paraíso perfecto… aunque si se quedaba, nunca volvería a salir.
¿Pero estabas seguro de querer irte?
.
El aire fresco de la noche lo golpeó el rostro como un balde de agua fría. Se detuvo respirando entrecortadamente, con el corazón martillando en su pecho, por poco y no la cuentan.
"¡Draco!" Annie lo agarró de los hombros con tanta fuerza que casi se tambaleo. "¡Por los dioses, Dray! ¿Qué demonios estabas haciendo ahí dentro?" ¿Acaso las personas no sabían que más decir? Se lo perdonaba solo porque es su amiga, y porque su voz tenía un tono entre enojo y preocupación.
Grover que estaba al lado, olía a puro pánico. "Pensamos que te habíamos perdido" dijo con sus orejas de cabra temblando.
Apretó los labios, deberás decirles que... no, no era necesario hacerlo, no era necesario decirles que le encantó estar ahí, que la energía de la multitud, el sonido de la guitarra, la sensación de control absoluto… había sido mejor que cualquier cosa que había experimentado en su vida. Que si Percy no lo sacaba, tal vez nunca habría querido salir.
"Draco no me digas que..." murmuró Grover.
"Estaba en mi elemento" dijo en respuesta encogiéndose de hombros. "¿Es un crimen? Al final si decidí venir" y tenía la opción de no haberlo hecho.
Annabeth lo fulminó con la mirada, oh no. "¡Draco, casi te quedas atrapado en un hechizo eterno!"
"Y yo pensaba que exageraban con eso de 'las trampas de los dioses' " se burló intentando aligerar el ambiente.
Percy no se reía, lo miraba con una mezcla extraña de… algo.
Ira. Confusión. Algo más que no entendí del todo.
"Si no hubieras salido cuando lo hice, ¿te habrías quedado?" preguntó, en voz baja.
Abrío la boca para responder.
Pero no tenía una respuesta.
La idea de nunca salir del casino… debería de horrorizarlo. Sin embargo una parte de él, la más silenciosa, no lo hubiera lamentaba.
Así que simplemente desvio la mirada y se encogio de hombros. "¿Quién sabe, Jackson? Tal vez habría sido el próximo Elvis" trató de bromear. Este apretó la mandíbula y le lanzó una mirada fulminante antes de darse la vuelta.
"Genial genio, ahora estana molesto. Tonto" le dijo una parte de su conciencia. En cambio la otra...
"¿Qué le pasa al loco ese? Si, po pensé, ¿y qué? No lo hice, listo, ya fue, superalo. Además a él que le importa lo que..." era mejor no seguir escuchando esa parte de si mismo.
Ann suspiró, pasando una mano por su cabello rizado. "Tenemos que irnos. Perdimos demasiado tiempo aquí".
Grover asintió frenéticamente. "Sí, sí, sí. Demasiado tiempo. Amo el casino, pero nunca más" me dio una suave mirada de reojo.
Percy ya estaba caminando hacia la calle, Draco miro por una última vez hacia la entrada del Casino Loto.
Una parte de él quería volver.
Pero la otra parte, la que todavía recordaba quién era, lo hizo dar media vuelta y seguir a sus amigos.
Porque aunque su paraíso había estado en ese escenario… sus amigos estaban aquí afuera.
Y no estaba listo para perderlos.
.
Draco se dejó caer sobre la cama con un suspiro largo, dejando que la adrenalina de la fuga del casino desapareciera poco a poco. Percy estaba en la otra cama, mirándolo con el ceño fruncido, Annie, sentada en el suelo revisaba su cuchillo con gesto pensativo y Grover ya roncaba con la boca abierta. Solto un bufido y bajo la mirada hacía su muñeca. Ahí estaba el brazalete que Will le había dado antes de salir del campamento, lo giré entre los dedos con una idea en mente.
"Tal vez esta cosa sea útil después de todo" murmuró alto.
Ann alzó una ceja. "¿Crees que con esto podamos contactar al campamento?"
"Solo hay una forma de saberlo".
Percy los miró, pero no dijo nada. Ann me ayudó a activarlo, tocando el colgante y murmurando en griego. Un resplandor azul se extendió por la habitación, y de pronto, sobre la mesita de noche, apareció alguien en una imagen inestable.
Luke.
"¿Draco? ¿Todo bien? ¿Estás bien?" Fue lo primero que pregunto.
Él sonrió sin querer. Su tono tenía una preocupación real, como si de verdad le importara lo que le pasaba. O como si supiera que, de ellos cuatro, Draco era el más propenso a meterme en problemas. Lo cual, en su defensa, era solo parcialmente cierto, porque ¡por favor! Ahí también estaba Perseus Jackson.
"Oh, Luke, ¿acaso te preocupas por mí? Qué halagador, y tranquilo, sigo teniendo mi linda carita intacta" respondío el saludo con una sonrisa pícara, sin darse cuenta del todo de cómo sonó hasta que vio a Annabeth abrir los ojos como platos y a Percy endurecer la mandíbula.
Hubo un breve silencio en el canal antes de que Luke soltara una risa suave. "Siempre me preocupo por ti, Drack. Nunca se sabe en qué lío podrías terminar" ay, que confianza en su persona.
Annie a su lado ahogó una risita, dándole un codazo. "Creo que alguien aquí tiene un... oh por los Dioses, ni siquiera te das cuenta" murmuró con cansancio en su oído.
Dracl le di una patada disimulada para que se callara, sin embargo Percy ya había aprovechado el momento para intervenir, suerte que él llego antes. "Sí, hablando de eso" dijo con un tono seco. "¿Sabes dónde terminamos? En un parque acuatico con Ares porque es un perezoso, con monstruos, explosiones y Percy haciendo estupideces… Lo normal".
"Luke, caímos en una trampa" interrumpió Annabeth. "Un casino en Las Vegas, nos atrapó con un encantamiento del tiempo. Perdimos días en el Casino Loto".
El silencio en la línea se prolongó.
"Eso no suena bien" dijo finalmente Luke, con un tono más serio.
"Oh, no, no lo fue" continuó Percy, con la voz goteando indignación. "Porque mientras Annabeth y yo tratábamos de descubrir cómo salir antes de envejecer un siglo, Draco estaba demasiado ocupado… bailando con un chico" ¡ay niño por favor! Suéltalo ya, han pasado.... ¿dos horas?
Luke tardó un segundo en responder. "¿Un chico?" Oh por supuesto, porque eso era lo más importante ahí.
"¿Otra vez con lo mismo?" exclamo alzando los brazos en exasperación que parecia más cansancio. "¡Sí, Luke, un chico! Existen, caminan entre nosotros, respiran el mismo aire. Te sorprendería saber que el mundo está lleno de ellos. De hecho, Percy es uno de ellos. Una revelación increíble, lo sé".
"No es eso" respondió este aunque su tono sonaba raro. Como si estuviera procesando la información más de lo necesario. "Es solo que… No esperaba que te distrajeras con algo así en medio de una misión" touche, eso era jugar sucio.
"¡Gracias! exclamó Percy, señalándolo como si acabara de probar su punto. "¡Exactamente!"
Ann rodó los ojos. "Oh, por favor, sesos de alga, Draco es libre de hacer lo que quiera. No estábamos exactamente en una carrera contrarreloj" y por eso la amaba tanto, siempre defendiondolo, esa mujer era su heroina.
"¡Nos estaban atrapando en una burbuja atemporal!" insistió él chico.
"A ver, a ver" interrumpio, sintiendo que esto se salía de control. "Técnicamente, ninguno de nosotros notó que el casino nos estaba atrapando. Si no hubieras encontrado a ese tipo de la Segunda Guerra Mundial, probablemente seguiríamos apostando a los caballos de carreras en este momento".
"Eso no cambia el hecho de que te estabas dejando seducir por un extraño en medio de una misión" gruñó este. Y no lo soltaba más.
"Bueno, alguien tenía que divertirse" respondió esta vez, con una sonrisa descarada. "No todos tenemos que fruncir el ceño todo el tiempo como tú, Jackson".
Percy parecía a punto de responder, pero Luke intervino antes de que la conversación escalara más. "Lo importante es que ya salieron" dijo, aunque su tono era más frío de lo normal. "¿Cómo planean seguir el viaje?"
Me encogí de hombros, recostándome con dramatismo en el suelo. "Sigamos con el plan que acabamos de inventar, Ann dijo que había por la mañana un camión que podíamos tomar para salvar el mundo luego, lo usual".
"Después de dormir" interrumpió Grover con la voz pastosa. "Porque juro por Pan que si siguen discutiendo sobre la vida amorosa de Draco, voy a caminar directo al mar y dejar que las náyades me adopten".
Solté una carcajada y Luke suspiró. "Bien. Solo… tengan cuidado. No confíen en nadie".
Algo en su tono me hizo fruncir el ceño. "Luke, ¿pasa algo?"
"No, nada" dijo rápidamente. "Solo… me alegra que estés bien".
No supe qué responder a eso. Annie me lanzó una mirada divertida, Percy frunció el ceño aún más (lo cual parecía imposible) y Grover ya estaba roncando de nuevo. Antes de que pudiera decir algo más, la conexión se fue.
"Bien" dijo sacudiendo las manos. "Ahora que terminamos con el drama telefónico, ¿qué tal si dormimos un poco antes de que nuestro transporte ilegal nos lleve al siguiente desastre?"
El sátiro murmuró algo que sonó como "sí, por favor", Ann asintió y el hijo de Poseidón aún seguía frunciendo el ceño, pero no discutió.
Se acomodaron como pudimos en la gasolinera. Cerró slos ojos, sin embargo algo en su pecho seguía sintiéndose… extraño. Como si la conversación no hubiera terminado del todo, como si algo estuviera mal todo el tiempo.
Y tenía la molesta sensación de que alguien más había escuchado todo.
Pero bueno. Era un problema para el Draco del futuro.
Ahora, solo quería dormir
Notes:
Hello, again, friend of a friend, i knew you when...
Bueno, pasando a las notas. Me emocione mucho por escribir el casino y siento que lo hice super hiper mega corto 😔 porque es de mis partes favoritas, y no sé porqué salio así :(. Y como no podía faltar en ninguna de mis historias con Draco por protagonista, ¡apareció Mark! Ya tenía que en algún momento ponerlo, y el casino me pareció una buena opción.
Si, no recuerdo nada, así que si. Esto será más corto de lo que creía en un principio, lo siento.
Últimamente he estado pensando algunas cosas, así que estoy haciendo algunos cambios a futuro que todavía no se verán. Creo que ya se sabe bien quien ocupará el lugar de Luke, no?
Eso es todo por hoy! Nos vemos.
M. S. C
Chapter Text
Entraron al edificio con la discreta elegancia de un grupo de adolescentes empapados, oliendo a cloaca y con cero sentido de la dirección. El vestíbulo era oscuro y deprimente, con paredes de mármol negro y un silencio que gritaba "este es un lugar en el que no deberías estar". Una recepción con vidrio polarizado y un mostrador largo bloqueaban la vista de lo que había más allá. Había un letrero con letras doradas que decia:
NO SE ADMITEN VIVOS.
"Bueno, qué acogedor" murmuro sacudiéndose un poco la suciedad del pelo. Ann resopló y Percy simplemente ignoró su comentario.
Se acercaron al mostrador, y allí estaba él: Caronte, el barquero del inframundo. Y, sinceramente, él esperaba a un anciano encorvado con una capa negra y una hoz, pero en su lugar tenía en frente a un hombre alto, de piel olivácea y pelo negro cuidadosamente peinado hacia atrás. Vestía un traje italiano tan elegante que hasta él que crecio entre políticos y empresarios que se creen la élite de la moda tuvo que admitir que le quedaba espectacular. A simple vista, parecía un modelo que había salido directamente de una revista de moda para caballeros. Sin embargo cuando sus ojos oscuros se posaron en ellos, sintió un escalofrío. Había algo inhumano en ellos, una profundidad fría que recordaba que, a pesar del buen gusto para la ropa, seguía siendo el barquero de los muertos.
"Pásalo rápido" murmuró Annie a Percy.
Este en su infinita gracia, tosió y se aclaró la garganta. "Um, buenos días, señor Caronte. Nos preguntábamos si podría... bueno, ya sabe... llevarnos al Inframundo".
Caronte ni siquiera parpadeó. "Oh, claro. De inmediato. ¿Les gustaría también un tour guiado y una bolsa de regalos?" Okey, el tipo le caía bien.
"Ehh..." Percy parpadeó, procesando el sarcasmo. Ann puso los ojos en blanco y le dio un empujón a Draco.
"Adelante, casanova. Usa tu magia".
Solo sonrió y se apoyó en el mostrador con aire casual. "Vamos, Caronte" hablo con voz melosa ", no puede ser tan malo hacer un pequeño favor de vez en cuando, ¿no?"
Él lo miró con expresión aburrida. "No intenten hacerme chantaje emocional. No funciona conmigo".
Ignoró deliberadamente su advertencia y sonrió aún más, inclinándose un poco más cerca. "Sé que los dioses son un fastidio. Apestan. Nos hacen la vida imposible a todos, ¿verdad?" ladeó la cabeza con un aire de complicidad. "Estoy seguro de que a usted no le pagan lo suficiente para este trabajo. Apuesto a que Hades se gasta todo en remodelaciones inútiles".
Por primera vez, la expresión de Caronte se suavizó y lo miró con más interés.
"Ese hombre nunca piensa en lo importante" Bufó, cruzándose de brazos. "¿Saben cuántos siglos llevo pidiendo una oficina decente? Y todavía tengo que trabajar aquí, con estos suelos espantosos y un aire acondicionado que no sirve".
"Una total injusticia" asintió apoyando una mano en el mostrador. "Un trabajador de su calibre merece algo mucho mejor".
Caronte suspiró, mirándome con algo que no supo si era fastidio o admiración.
"No sé cómo lo haces, pero eres peligroso. Y eso me gusta".
"Me lo dicen mucho" dijo. "Entonces, ¿trato hecho?"
Su expresión se endureció de nuevo. "Si tienen monedas de oro, por supuesto, si creen que voy a romper las reglas por un simple halago, están muy equivocados".
Annabeth me pasó algunas monedas de oro, que coloqué en el mostrador con un movimiento elegante.
"Considerelo un adelanto".
Caronte miró las monedas, luego a mí. Tomó el dinero con aire pensativo.
"Muy bien, chicos. Vamos a dar un paseo".
Sonrío en grande y le guiño un ojo. "Qué amable. Me encanta el trato VIP".
"Muévete antes de que cambie de opinión, encanto" murmuró Caronte, aunque puede jurar que su tono era un poco menos hostil.
Se subieron al bote, mientras la embarcación se alejaba de la orilla, sintió la mirada de Caronte sobre él como si evaluara algo que aún no entendía.
Y por alguna razón, tuvo el presentimiento de que el verdadero problema no sería llegar al Inframundo.
Sino salir de él.
.
El bote se deslizaba silencioso sobre las aguas del río Estigia, avanzando con esa calma inquietante que solo los lugares malditos pueden tener. El ambiente era... pesado. No solo por la presencia de Caronte, que los observaba como si estuviera evaluando cuánto tiempo durarían antes de convertirse en almas errantes, sino porque todos estában pensando en lo mismo.
"Así que…" comenzó Annie cruzándose de brazos. "¿Quién cree que sea el traidor?"
Percy frunció el ceño. "¿Traidor?"
Annabeth suspiró con cansancio. "Percy, el rayo maestro no se robó solo. Alguien tuvo que ayudar desde dentro".
Grover hizo un ruidito nervioso. "Chicos… ¿deberíamos estar hablando de esto aquí?"
Caronte sonrió de lado, entretenido. "Oh, no me detengan. Me encantan los dramas mortales".
Ignoraron su comentario.
Percy se removió incómodo. "No lo sé. ¿Cómo sabemos que hay un traidor en primer lugar?"
"Porque todo apunta a que alguien le dio acceso a Cronos" insistió Annabeth. "Y no me sorprendería que todavía esté en el campamento".
Caronte dejó escapar una risita. "La desconfianza es algo hermoso".
Percy le lanzó una mirada de advertencia, pero este solo sonrió con suficiencia y se acomodó el cuello del traje.
Él… él trato de no mostrar nada en su rostro. Sin embargo las palabras de Annabeth le dejaron un nudo en el estómago.
Un traidor.
Cronos.
Luke.
No.
No podía ser.
Su mente empezó a repasar cada conversación que había tenido con él. Desde que llegó al campamento, Luke había sido el que lo acogió, el que lo entendía. El que lo miraba con una mezcla de diversión y complicidad cuando los demás solo veían a un niño bonito. Él no lo miraba como si solo fuera una cara atractiva. Y tampoco miraba a los dioses con adoración.
Recordó una de sus conversaciones bajo la sombra de los árboles, cuando le pregunto por qué nunca hablaba de Hermes con emoción.
"Los dioses no se preocupan por nosotros" había dicho Luke, con una sonrisa amarga. "Jugamos en su tablero, seguimos sus reglas, y al final, solo somos piezas desechables".
En ese momento, pensó que solo estaba molesto. Resentido. ¿Quién no lo estaría, considerando la relación promedio entre los dioses y sus hijos?
Pero ahora…
Sacudió la cabeza.
No.
Luke no era un traidor. No podía serlo.
Él no haría eso.
Él le había dicho que no lo haría, y Draco le creía.
Volvio a la conversación justo cuando Annabeth murmuraba:
"Si el traidor sigue en el campamento… eso significa que podría estar observándonos en este mismo momento".
Percy se puso tenso, Grover también. Él mantuvo la expresión neutral, aunque su estómago se revolvía.
¿Y si estaban equivocados?
¿Y si no era Luke?
O peor aún…
¿Y si lo era?
El bote llegó a la otra orilla. Caronte los miró con diversión. "Bueno, bueno, no se maten entre ustedes antes de entrar. Adiós encanto" se despidió este.
Se bajaron y mientras lo hacían, sintío un escalofrío recorrerle la espalda.
Algo estaba mal.
Y tenía que averiguar qué era antes de que fuera demasiado tarde.
.
Cruzaron el umbral del inframundo con toda la confianza de cuatro adolescentes que claramente no deberían estar allí. No iba a mentir, el lugar tenía su encanto: rocas afiladas, un cielo de ceniza perpetua, y un ambiente general de "si resbalas, caes en un pozo eterno de sufrimiento". Muy gótico todo. Si no estuviera ocupado intentando no morir, se habría inspirado para componer una nueva canción o algo. Era extrañamente relajante.
Fue ese el momento en que lo vio. Tres cabezas, tamaño de un dinosaurio, colmillos que harían llorar a cualquier dentista. Un amor. Cerbero, el guardián del inframundo, ladrando con la emoción de un cachorro asesino.
"¡Lo quiero!" Exclamó deteniéndose en seco.
Percy, Gorver y Ann se giraron hacia mí como si acabara de decir que me uniría al club de fans de Zeus.
"¿Disculpa?" Su amiga frunció el ceño.
"Es un buen chico, mírenlo. Solo necesita amor, cuidados y tal vez menos contacto con almas errantes. Además, imaginen el respeto que impondría en el campamento. ¿Quién se atrevería a tocar mi guitarra si tengo un perro del tamaño de un camión de dos pisos?" Definitivamente Drew no.
Cerbero gruñó y bajó la cabeza hasta quedar a la altura de sus rostros, lo cual era adorablemente amenazante. Percy agarró su espada, Annabeth, en cambio, se adelantó con el aplomo de quien claramente había hecho la tarea.
"Mira lo que tengo, Cerbero" sacó una pelota de goma roja de su mochila y la agitó frente a sus tres hocicos. "¿Quieres jugar?" Los ojos del perro infernal se iluminaron con un brillo de felicidad canina. ¡Funcionaba! Annie comenzó a hacer trucos con la pelota, lanzándola al aire y atrapándola. Cerbero, en una demostración de ternura inesperada, agitó la cola con la fuerza de un tifón.
"¿En serio? ¿A mí me gruñe y con ella juega?" murmuró cruzadose de brazos.
"Shhh" me mandó a callar Ann antes de lanzar la pelota al otro lado de la entrada. Cerbero salió disparado tras ella como si su existencia dependiera de ello.
"Me siento traicionado" Resoplo mientras corrían a través de la puerta que el perrito-demonio había estado custodiando.
"Draco, no puedes adoptar un perro infernal" Percy sonaba tan harto que casi se río.
"Claro que puedo. No es mi culpa que tenga buen gusto en mascotas. No todos queremos una rata…" respondio recordando lo que Lavender le había contado en una de sus cartas.
"Nadie tendría una rata de mascota y ese es otro tema" Percy le cortó antes de que pudiera añadir más.
Los cuatro atravesaron la entrada sin incidentes mayores -gracias a la distracción de Ann, obviamente-. Pero mientras se adentrábanmás en el Inframundo, no pudo evitar mirar atrás, Cerbero los observaba con sus tres pares de ojos brillantes y la pelota ya olvidada a su lado. En una de sus bocas había un rastro de baba sospechosamente dirigido hacia mí.
¿Lo acababa de adoptar el perro a él? Porque no iba a quejarse.
...
Draco siguió a Percy y Annabeth en silencio, sintiendo el aire cada vez más pesado a medida que se adentraban en el reino de Hades. La presencia de las almas errantes flotando alrededor le erizaba la piel, y aunque trataba de mantener su usual porte confiado, no podía evitar la sensación de que algo lo observaba. Grover igual se veía más tenso de lo habitual, sus orejas temblaban y sujetaba su flauta con fuerza, como si eso pudiera protegerlo. Le lanzó una mirada de reojo y le dio un leve codazo en el brazo. "Relájate, Grover. No creo que vayan a comernos"
"Eso díselo a ellos", murmuró este señalando con la cabeza a las almas errantes que los rodeaban, susurros apagados llenando el aire.
Percy y Annabeth caminaban al frente, guiando el camino hasta el palacio de Hades. Él observaba las sombras moverse, preguntándose si entre esas almas vagabundas estarían sus padres. La idea lo estremeció. Había aceptado esta misión con la esperanza de encontrar respuestas, y ahora que estaba allí, no estaba seguro de quererlas.
Finalmente, llegaron ante el imponente trono del dios del Inframundo. Hades los observó con frialdad, su presencia llenando la sala con un aura sofocante. Su mirada se deslizó por cada uno de ellos, pero cuando sus ojos oscuros se posaron en él, hubo un leve destello de interés.
"Así que han venido hasta aquí" hablo él Dios con voz profunda y resonante. "Supongo que no es por una visita de cortesía".
Percy tragó saliva antes de dar un paso adelante.
"Señor Hades, venimos por mi madre. Sabemos que está aquí" y por otras cositas, si.
Hades entrecerró los ojos y sonrió con burla. "Ah, sí, la mujer mortal. ¿Y qué me ofrece a cambio de su liberación, hijo de Poseidón? ¿El Rayo Maestro de tu tío?"
Levanto una ceja y miró al chico de reojo. "Vamos Percy, di algo inteligente por favor" pensó con impaciencia, este frunció el ceño. "Nosotros no tenemos el Rayo Maestro. Lo estamos buscando porque alguien lo robó y lo hizo parecer como si fuera culpa de mi padre".
Hades soltó una carcajada fría.
"¿Y por qué debería creer en las palabras de un niño? Tu padre y sus hermanos siempre han sido traicioneros. El Rayo Maestro no está en el Olimpo. Y además..." se inclinó hacia adelante ", no tengo solo a tu madre. También alguien me robó algo a mí".
Eh? Los cuatro intercambiaron miradas. Annabeth fue la primera en hablar.
"El Yelmo de la Oscuridad" susurró.
Este asintió con gravedad. "Me fue arrebatado, y sin él mi autoridad sobre los muertos se debilita. Lo que me propone, hijo de Poseidón, es un trato: si me traes de vuelta mi Yelmo, te devolveré a tu madre. Si no, ella permanecerá aquí... para siempre".
Percy apretó los puños, su mandíbula tensa de frustración. Draco que hasta ahora estaba callado, decidió intervenir, su tono desenfadado contrastando con la gravedad del momento.
"Oye, ya que estamos hablando de objetos robados, ¿no se supone que el Inframundo debería estar mejor protegido? Digo, ¿qué clase de dios de los muertos deja que le roben el casco? ¿No tienes cámaras de seguridad o algo?" Un pesado silencio cayó sobre la sala. Annie se cubrió el rostro con una mano, Grover soltó un gemido de terror y Percy casi se atragantó con su propia respiración. Bueno, lo que preguntaba dentro de todo tenía cierto sentido si se lo pensaba bien.
El Dios lo miró con una mezcla de sorpresa e indignación. Luego, para asombro de todos, dejó escapar una leve risa seca.
"Eres valiente para hablarme así, hijo de Afrodita. O quizás solo insensato".
Solo se encogió de hombros. "Probablemente ambas cosas".
Hades entrecerró los ojos. "Interesante. No todos se atreven a dirigirse a mí con tal descaro. Sin embargo ten cuidado... mi paciencia tiene límites".
Levanto las manos en señal de inocencia.
"Solo digo lo que todos están pensando" dijo, y asi era, aunque... "Bueno, ya que estamos en el tema de los objetos robados y las personas atrapadas aquí abajo" comenzó cruzándose de brazos y fingiendo que no le importaba en absoluto que estuviera a punto de interrogar a un dios del inframundo ", hay algo que quiero saber".
Hades levantó una ceja, como si estuviera decidiendo si tenía suficiente paciencia para soportar otra de sus intervenciones.
"Habla".
Tomó aire. No tenía idea de cómo hacer esto sin parecer desesperado, lo cual, para ser honesto, probablemente ya era. Pero tenía que preguntarlo.
"Mis padres" habló finalmente, con un tono que intentaba ser casual, aún que le traicionó con una ligera aspereza. "Narcissa y Lucius Malfoy, y desde ese accidente de auto nadie me ha dicho nada concreto. ¿Ellos... ellos están aquí?"
El salón se quedó en silencio. No el tipo de silencio incómodo, sino el tipo de silencio que hace que el aire se sienta más denso, como si el mundo entero estuviera conteniendo la respiración. Hades me miró fijamente, como si estuviera calculando cuánto decir. Finalmente, apoyó un codo en el brazo de su trono y sonrió con burla.
"Tu padre sobrevivió".
Sus pulmones se congelaron por un segundo, su corazón latió con fuerza, como si hubiera recibido un puñetazo en el estómago.
Su padre... vivo.
No se dio cuenta de que había exhalado hasta que sintio que se mareaba por contener la respiración. Se forcé a recuperar la compostura y a mantenerse relajado, aunque sus manos temblaban un poco.
"¿Y mi madre?" preguntó con la voz más tensa ahora.
El Dios inclinó la cabeza, y por primera vez, vio algo parecido a… ¿curiosidad? ¿diversión? ¿lástima? No lo sabía, y eso le puso los nervios de punta.
"Ella también esta viva".
Era demasiado. El alivio lo golpeó tan fuerte que sintió que las rodillas le flaqueaban. Se permitio cerrar los ojos solo un segundo, lo suficiente para asimilarlo. Mi madre estaba viva, ella esta viv-
"O más bien… lo estuvo".
Abrió los ojos de golpe.
"¿Qué?"
El dios de los muertos sonrió, sin embargo no era una sonrisa amable. Era la clase de sonrisa que te da un adulto justo antes de destrozarte con una verdad que no quieres oír.
"Zeus ordenó su ejecución" dijo con simpleza.
Como si estuviera hablando del clima. Como si no importara. Como si eso no significara que mi mundo acababa de romperse en mil pedazos.
Todo a su alrededor pareció desvanecerse en un segundo. El aire se volvió pesado, como si el Inframundo mismo intentara aplastarlo. Había escuchado mal, tenía que haber escuchado mal.
"¿De... de qué estás hablando?" Su voz sonaba extraña, lejana.
"Zeus la consideró un castigo necesario, una advertencia. Su vida fue tomada por decreto divino".
Su cerebro se negó a procesarlo. No. No, no, no, no.
Su madre no podía estar muerta.
Su madre no podía haber sido asesinada como si no fuera nada.
Su madre...
El suelo pareció tambalearse bajo sus pies. Annie dijo su nombre en un tono bajo, cauteloso, como si tuviera miedo de que se rompiera en pedazos ahí mismo. No estaba seguro de si tenía razón.
Él se quedé en silencio, sintiendo cómo todo dentro de suyo se comprimía en una bola de fuego y veneno. Quería gritar. Quería destruir algo. Quería reírse, porque claro, claro que esto tenía que pasarle. ¿Porque por qué no?
Pero lo único que hizo fue sonreír.
Era una sonrisa vacía, afilada y peligrosa.
"Ah. Bueno. Genial". Percy lo miró como si estuviera esperando que explotara, Ann estaba tensa y Grover ni siquiera se atrevía a respirar. Hades lo observó con calma, como si estuviera esperando a ver qué haría. Se forzó a soltar una risa baja y sin humor. "¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?" Habló sin dirigirle la pregunta a nadie en particular. :Que todo este maldito tiempo, pensé que si hacía lo correcto, si me esforzaba lo suficiente, si jugaba según las reglas, encontraría respuestas. Y ahora resulta que la respuesta es que los dioses solo hacen lo que les da la gana y joden a quien se les antoje".
Se giró hacia Percy, cuya expresión oscilaba entre la confusión y la preocupación.
"Cambia de objetivo, Percy. No necesitamos el Rayo Maestro. Necesitamos conseguir el Yelmo de este tipo y largarnos de aquí.
Este tragó saliva, aunque asintió de igual forma. "Sí… sí, está bien".
Hades sonrió con satisfacción. "Sabia decisión".
Pero Draco no lo escuchaba.
Todo dentro de él estaba gritando.
"Yo me quedo aquí" afirmo, no era una pregunta. Percy lo miró como si hubiera dicho que planeaba casarse con Medusa.
"¿Qué?"
"Tengo algunas cosas de qué hablar con el dios de la muerte" dijo con una sonrisa cortante. "Ustedes vayan a hacer lo que tienen que hacer. Yo me pondré cómodo".
"Draco…" Ann empezó, con su tono de advertencia de "no estas pensando bien, sin embargo no lo diré porque tienes el derecho de hacerlo".
"Annabeth…" la imito con sorna. "Estoy perfectamente bien".
Lo cual era, obviamente, una mentira gigantesca.
Grover soltó un gemido bajo. "Esto no es buena idea" Percy frunció el ceño, claramente debatiéndose entre insistir o dejarme hacer lo que quisiera. Aunque al final, suspiró con frustración y asintió.
"Está bien. Pero no hagas nada estúpido".
"Jackson, por favor" bufó. "Nunca hago nada estúpido".
Este puso los ojos en blanco con tanta fuerza que casi los perdió en la parte de atrás de su cabeza, pero no dijo nada más. Con una última mirada de duda, él, Annie y Grover se giraron y empezaron a alejarse. Espero hasta que sus siluetas desaparecieron en la penumbra antes de volverse lentamente hacia Hades.
El dios lo observaba con esa sonrisa suya, la de alguien que ya ha visto todas las tragedias posibles y no se impresiona fácilmente.
"Así que quieres quedarte a conversar" dijo con tono indiferente. "Qué valiente… o qué insensato" repitió.
Le sostuvo la mirada, cruzándose de brazos. "Digamos que tengo algunas preguntas. Y sería una lástima desperdiciar la oportunidad de hablar con alguien que tiene todas las respuestas" a pesar de todo, intentaba no pensar en las palabras anteriores del Dios.
"Ella también esta viva"
"O al menos.. lo estuvo"
"Zeus ordenó su ejecución"
Hades apoyó un codo en el brazo de su trono y le estudió con ojos oscuros y fríos.
"Habla".
Su garganta se sentía como si hubiera tragado arena, sin embargo no iba a echarme atrás ahora. Su madre no lo habría hecho.
"Quiero saber exactamente qué pasó con mi madre. Toda la verdad. Del por qué el estúpido de tu hermano la mató. Y por qué mierda le hiciste caso"
Hablo con furia, tristeza, sin filtro, con la garganta ardiendo de furia y los puños cerrados hasta que las uñas se clavaron en sus palmas. Cada palabra era veneno. Cada respiración, un incendio contenido. No le importaba que estuviera frente a al mismisimo rey del Inframundo, ni que estuviera desafiando a un dios en su propio reino. Si tenía que morir aquí, lo haría con respuestas.
Hades lo siguio observando con esos ojos oscuros e impenetrables, su expresión era una máscara de calma. Pero Draco no era un idiota, vió el destello en su mirada, el reconocimiento de alguien que ha visto esa ira antes.
"Tus palabras rozan la insolencia, muchacho".
Solto una carcajada vacía. "No me importa. Contéstame".
Silencio.
"Ya lo dije, Zeus la condenó" respondió al fin, su tono carente de emoción. "No solo a ella. A ti. A toda tu sangre".
Cada músculo de su cuerpo se tensó.
"¿Qué?"
"No fue solo un castigo para ella, creo que Narcissa no tenia nada que ver en esto. Fue un castigo para ti, para tu padre, para la misma Afrodita".
Sus pulmones se sintieron como si estuvieran llenos de plomo.
"Eso no tiene sentido".
"Para los dioses, el castigo no necesita tener sentido. Solo necesita ser un ejemplo".
Nego con la cabeza, con su mente trabajando a toda velocidad, buscando una salida, una forma de entender.
"No. No. No. Él no tenía ninguna razón para hacer algo así. Mi madre no era una amenaza. ¡No era una maldita amenaza para el Olimpo!, ¡ella no había hecho nada!"
"¿Y eso qué importa?" La voz de Hades fue grave, pesada. "No se trataba de ella, se trataba de lo que representabas. Un error, un desafío a la voluntad de Zeus".
Su respiración se volvió errática.
"No…"
"Zeus no perdona, Malfoy, él no olvida. Cuando supe que había dado la orden, ya era demasiado tarde".
El aire se volvió sofocante. Su visión se volvió borrosa.
"¿Dónde está... dónde está ella?" Hubo un silencio. "¡¿Dónde está, maldita sea?!" gritó con la voz quebrada por la desesperación.
Hades lo miró con un destello de algo que no pudo descifrar.
"Zeus la destruyó. Aunque no permití que desapareciera del todo, no del todo".
El mundo se derrumbó bajo sus pies. "¿Qué significa eso?"
"Que si alguna vez regresas al Inframundo, puede que encuentres lo que buscas".
No sabía cuánto tiempo estuvo en silencio, no sabía cuánto tiempo pasó sintiendo cómo la furia, el dolor, la impotencia se enredaban dentro de él hasta que todo lo demás dejó de importar.
Sus labios se movieron antes de que pudiera detenerse.
"Juro por el Río Estigia que algún día haré arder al Olimpo".
El trueno retumbó en la distancia.
Hades sonrió.
"Entonces lo estaré esperando con ansias".
...
No recuerda exactamente cómo salió del Inframundo, ni cómo fue que termino de vuelta en el Campamento Mestizo. Solo sabía que un instante estaba en la cueva oscura de Hades y al siguiente, sus pies tocaban la hierba húmeda del campamento.
Era de noche. Todo estaba en silencio, salvo por el susurro del viento y el leve murmullo del lago. Pero dentro de él, un caos rugía como una tormenta descontrolada. Su pecho ardía con una furia que no podía contener, una ira corrosiva que lo devoraba desde dentro.
Su madre habia muerto. No por un monstruo, no por un descuido, ni siquiera por un accidente de auto, sino solamente porque un dios lo había decidido. Porque Zeus, con su ego descomunal y su justicia retorcida, creyó que su castigo era válido. Creyó que su palabra era ley y que nadie jamás se atrevería a cuestionarlo.
Pero Draco Orion Malfoy no era nadie.
"¡MALDITO SEAS, ZEUS!" Su voz desgarró la tranquilidad de la noche como un trueno. No le importó quién me escuchara. No le importó si los campistas se despertaban. El dolor lo ahogaba, y la única manera de respirar era escupiéndolo con cada palabra, con cada grito. "¡Eres un cobarde, un engreído de mierda que cree que puede hacer lo que le dé la gana solo porque tienes un par de rayos y una corona inútil!"
El cielo crujió. Un trueno retumbó en la distancia, sin embargo eso solo avivó su furia.
"¡Tú, con tus reglas, con tu supuesto 'orden', no eres más que un tirano patético! ¡Mataste a mi madre solo para castigarme a mí, a mi padre, a Afrodita! ¡Porque no soportas que las cosas no sean como tú quieres, porque no puedes tolerar que algo esté fuera de tu control!" Sus puños estaban tan apretados que las uñas se me clavaban en las palmas, pero no le importó, no lo detuvo. "¡Eres una basura de dios! ¡Un rey sin honor, sin alma, sin nada más que poder vacío!"
Los relámpagos rasgaron el cielo como látigos de luz. El viento se levantó, agitando los árboles y haciendo crujir las cabañas. Aunque como antes, no se detuvo. Que le partiera un rayo si quería. Al menos tendría el placer de decirle a la cara lo que nadie más se atrevía.
"¡Nadie aquí tiene las pelotas ni agallas para decírtelo, pero yo sí! ¡Eres la razón por la que este mundo está podrido! ¡Eres peor que cualquier monstruo! ¡Hades al menos acepta quién es, en cambio tú te escondes detrás de reglas que tú mismo rompes! ¡Te crees justo, y solo eres un imbecil rencoroso que no sabe qué hacer con tanto poder!"
Los truenos rugieron tan fuerte que el suelo tembló. Un relámpago cayó cerca del pórtico de la Casa Grande, haciendo saltar astillas y prendiendo fuego a un árbol. El viento se convirtió en un huracán que arrancó banderas y sacudió el lago con olas violentas. Los campistas salían de sus cabañas, algunos en pijama, otros con armas en las manos. Se miraban entre ellos, confundidos, temerosos. Sin embargo Draco solo tenía ojos para el cielo.
"¡¿QUÉ, EH?!" grito con toda la fuerza de sus pulmones. "¡¿ESO ES TODO LO QUE TIENES?! ¡MÁTAME SI QUIERES! ¡MÁTAME COMO HICISTE CON ELLA! ¡PERO SABES QUÉ, ZEUS? NUNCA VAS A SER MÁS QUE UN DICTADOR INÚTIL, UN GOBERNANTE DE CUARTA QUE SOLO SABE IMPONER SU MIEDO PORQUE NADIE TE RESPETA DE VERDAD!" Un trueno retumbó demasiado cerca suyo en su costado. "¡BAJÁ, LA MALDITO BASTARDO TARADO, BAJÁ Y DAME LA CARA, HABER SI PODES!" rugió al cielo, sintiendo la garganta desgarrarse con el esfuerzo. "¡DALE, PEDAZO DE FORRO, DE CAGÓN! ¡SI SOS TAN MACHO PARA MATAR A UNA MADRE, A UNA MUJER, A UNA PERSONA INOCENTE, TAN MACHO PARA HACER LO QUE TE SE VIENE EN GANA SIN CONSECUENCIAS, ENTONCES BAJÁ Y DECIME EN LA CARA QUE LO VOLVERÍAS A HACER, HIJO DE MIL PUTA! ¡MUJERIEGO, EGÓLATRA, INFELIZ DE MIERDA! ¡SABÉS LO QUE SOS, NO? UN DÉSPOTA BARATO, SOLO UN IDIOTA QUE SE CREE EL MEJOR Y NO ES MÁS QUE UN VIEJO GRUÑÓN QUE NECESITA QUE TODOS LE CHUPEN EL CULO PARA SENTIRSE IMPORTANTE! ¡NO ERES UN DIOS, ERES UNA MALDITA BROMA!, UN PEDAZO DE BASURA CON CORONA, UN DÉSPOTA EGÓLATRA QUE JUEGA CON LA VIDA DE LOS DEMÁS COMO SI FUERAS SUS FICHAS DE AJEDRES. ¿ESO TE HACE SENTIR PODEROSO? ¿ACASO TE LLENA ESE VACIO DE ALMA, SI ES QUE ALGUNA VEZ TUVISTE UNA? ¡CAGÓN, BASTARDO, INÚTIL! ¡TODO EL OLIMPO TE CHUPA EL ORTO PORQUE TE TIENEN MIEDO, PERO YO NO, PORQUE SOLO SOS UN CHISTE DE DIOS NO ME HARÁ NADA YA QUE SOS UN COBARDE! ¡OJALÁ TE ATRAGANTES CON TU PROPIA SOBERBIA, ZEUS! ¡OJALÁ TE PUDRAS EN TU TRONO DE MIERDA! ¡Y NO TE ATREVAS A MIRARME DESDE ARRIBA, PEDAZO DE CORNUDO INÚTIL, PORQUE EL DÍA QUE TE ROMPA LOS DIENTES, TE LOS VOY A HACER TRAGAR!".
El viento me empujó con fuerza, casi tumbándome de espaldas. Clarisse y Luke aparecieron entre los campistas, empujando a la gente para acercarse a él. Clarisse tenía el ceño fruncido, aunque no con molestia, sino con preocupación. Luke se quedó a unos pasos, como si no supiera si debía intervenir o dejarlo desahogarse. Probablemente la última, porque Draco no sabía lo que era capaz de hacer en ese momento.
"Draco…" intentó Luke con su voz baja, sin embargo como a todo lo demas, él no le presto atención. Todo su ser estaba consumido por la furia, por el odio, por la impotencia.
"¡TÚ, CON TUS 'CASTIGOS JUSTOS' Y TUS SENTENCIAS ABSOLUTAS BARATAS! ¡ERES PEOR QUE LOS TITANES! ¡ELLOS AL MENOS NO PRETENDÍAN SER MEJORES!" Sus gritos ya no tenían el mismo filo de rabia, sino que empezaban a resquebrajarse, a teñirse de algo más profundo, más doloroso. "¡Ella no hizo nada, Zeus! ¡Ella nunca tuvo nada en su contra, no era una amenaza! ¡Ella no merecía esto! ¡Era una buena persona! ¡Era mi madre…!"
Sus piernas temblaron. Se tambaleó un poco, sintiendo cómo su propia voz se rompía en pedazos junto con su furia. Ya no quedaba grito en él. Solo el dolor, puro y desnudo. Su garganta ardía, sus ojos picaban, su pecho se sentía como si lo hubieran partido con un hacha.
Los truenos seguían rugiendo, aunque con menos intensidad. La tormenta se mantenía, no con el mismo ímpetu de antes, como si incluso Zeus no supiera cómo reaccionar a lo que acababa de pasar.
Bajo la mirada al suelo, sintiendo las lágrimas subir, sin embargo se negó a dejarlas caer. Apretó los dientes respirando entrecortadamente.
"Será mejor que aproveches tu gloria, supuesto Padre de los Dioses" su voz fue apenas un susurro, y apesar de eso venia con un peso inquebrantable. "Disfrútala mientras puedas".
Un último trueno sacudió el cielo. Luego, todo quedó en silencio.
Los campistas no se movían. Clarisse fruncía el ceño, con un brillo de preocupación en sus ojos. Luke dio un paso adelante, tendiendo una mano hacia Draco, que no la tomó. No necesitaba su compasión.
Se quedó ahí, de pie, sintiendo el viento helado contra su piel, sintiendo el peso de su juramento en cada fibra de mi ser.
Y al parecer por primera vez en mucho tiempo… Zeus no tuvo respuesta.
..
Cuando abrió los ojos, la luz tenue de la enfermería lo obligó a entrecerrarlos. Se sentía agotado, con un peso insoportable en el pecho, como si todavía le aplastara la ira de la noche anterior. Se incorporó con lentitud, su cuerpo protestando, pero la habitación estaba vacía. El campamento nunca estaba completamente en silencio, sin embargo ahora, el murmullo que llegaba desde afuera tenía un matiz diferente, más tenso. Se arrastró fuera de la cama y caminó hacia la puerta, abriéndola con cautela.
Todos estaban reunidos en el centro del campamento, susurrando entre ellos. Podía sentir las miradas fugaces, los comentarios que se cortaban en cuanto me notaban. El ambiente se sentía sofocante.
"Dicen que hay un traidor…" susurró alguien.
"¿Será verdad? ¿Cómo lo saben?"
"Los dioses lo dijeron…"
"¿Y si es él?"
Frunció el ceño. ¿De qué estaban hablando? Draco caminó entre la multitud, con pasos pesados. En cuanto lo vieron, la gente se apartó, como si de repente no supieran qué hacer con él, algunos lo miraban con lástima, otros con incomodidad.
Entonces lo vio.
Luke.
No se había dado cuenta de lo rápido que se había movido hasta que lo tuvo en frente suyo, con el pecho subiendo y bajando como si hubiera corrido todo el camino desde la cabaña de Hermes. Sus ojos estaban rojos, tenía la respiración agitada, y antes de que pudiera procesarlo, cayó de rodillas frente a él.
El campamento entero quedó en silencio.
Sintió sus brazos rodear su cintura con desesperación, su rostro enterrado contra su abdomen. La primera reacción que tuvo fue la sorpresa, luego... sólo aún más sorpresa, sin embargo antes de que pudiera decir algo, lo escucho.
"No soy el traidor, Draco" susurró, su voz temblorosa. "No soy el traidor. No me importa lo que digan los dioses, ni lo que murmuren los demás. Solo me importa lo que tú pienses..."
Draco no supo qué responder. El agarre de Luke en su camisa era fuerte, como si temiera que se fuera a desvanecer en cualquier momento. Su cuerpo estaba tenso, y cuando trato de dar un paso atrás, él se aferró con más fuerza.
"Me tienes que creer…" Su voz se quebró, y mi corazón tambaleó ante el sonido. Luke Castellan nunca sonaba así. No en público, no frente a los demás.
No lloraba. Luke no lloraba jamás.
Pero sus hombros temblaban.
"Me tienes que creer, Draco… Por favor… No me importa si me dan la espalda, si me odian, si me sacan de aquí" Su agarre se volvió más desesperado, sus manos subiendo hasta su cuello, sus brazos, su rostro. "Solo me importa lo que tú pienses".
Su frente chocó contra su abdomen, sus dedos enterrándose en la cintura de Draco, como si soltarlo significara romperse en mil pedazos.
"Si crees que fui yo… si de verdad piensas que te traicioné, entonces dime que lo haga. Dime que me vaya y lo haré. Dímelo y juro por todos los dioses que no volverás a verme jamás" se aferró aun más. "Pero si no lo crees… si hay aunque sea una parte de ti que me cree… dime que no me odias".
Su boca se abrió, aunque nada salió, su mente seguía atascada en la noche anterior, en la furia, en el dolor. Pero esto… esto era otra cosa.
La gente seguía mirando. No sabía qué esperaban que hiciera, qué esperaban que dijera. Sus manos se cerraron en puños a mis costados.
"No pienso que seas el traidor" dijo al final, con voz ronca.
Luke dejó escapar un sollozo ahogado.
No sabía qué hacer.
Así que hizo lo único que le pareció correcto en ese momento.
Se inclinó y pasé una mano torpe por su cabello, como si eso pudiera calmarlo.
Y por un momento, pareció que sí.
"Te creo" afirmo, no solamente para hacerlo sentir mejor, sino porque en verdad lo hacía.
Fue entonces que las lágrimas se desbordaron. Rodaron por su rostro, cayeron contra dus manos, contra su pecho. Algo dentro de Draco se retorció al ver a Luke de esa forma.
Asi que lo abrazo.
Sin pensarlo, sin dudarlo, simplemente lo sostuvo en contra de sí. Y Luke no lo soltó.
Es más, se aferró a su espalda, a su cuello, a todo lo que podía tocar, enterrando su rostro en su hombro.
Los campistas miraban en silencio. Algunos parecían sorprendidos, otros incómodos. Clarisse que estaba a un lado fruncía el ceño, como si entendiera qué estaba viendo y se sorprendiera a la vez.
Pero no le importaba.
Luke sollozó contra su piel.
"No me dejes.... por favor, no me dejes Draco... no tú".
No supo qué decir.
Asi que solo lo abracé más fuerte.
"No lo haré, ¿si? No lo haré nunca, Luke".
.
El aire seguía cargado con la electricidad de la tormenta. Podía sentirlo en cada fibra de mi cuerpo, un recordatorio constante de lo que había hecho. De lo que había gritado. De lo que Zeus había respondido.
Pero en ese momento, lo único que tenía delante era a Luke, aferrado a su ropa como si fuera su única ancla en este mundo. Sus dedos, todavía temblorosos, no parecían tener intenciones de soltarlo. Su rostro seguía encendido de emoción -se miedo, de súplica, de algo que no podía (o no quería) descifrar en ese instante-. A su alrededor, los campistas todavía susurraban, murmurando cosas entre ellos. Algunos miraban a Luke con recelo, otros con confusión. La sospecha estaba sembrada, creciendo como una sombra que lo envolvía y amenazaba con tragárselo entero.
Y Draco no podía pensar con toda esta gente alrededor.
Apreto los dientes. "No podemos quedarnos aquí".
Luke alzó la vista, la desesperación brillando en sus ojos todavía enrojecidos. "¿Qué...?"
Se inclinó un poco, bajando la voz solo para él.
"Si de verdad quieres que hablemos, no va a ser con todos estos mirándonos como si fuéramos un espectáculo" el chico parpadeó, aturdido. Como si solo ahora procesara la cantidad de ojos clavados en él.
Detrás suyo Clarisse resopló.
"Finalmente alguien con sentido común".
Draco no se detuve a discutir, mo era el momento. Simplemente pasó un brazo por los hombros de Luke y lo empujó a caminar, este se dejó arrastrar sin resistencia, con la respiración todavía entrecortada contra su cuello.
Clarisse los siguió inmediatamente, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada de acero. :Obviamente no los voy a dejar solos".
Él rodo los ojos sin detenerse. "¿Y ahora qué?"
"Que no confío en él" respondió sin titubear. Su tono era tan duro como siempre, pero cuando la miro de reojo, vio algo más en su expresión. No solo desconfianza. También preocupación.
No por Luke.
Por él.
"Y tampoco en ti" continuó. "No después de que casi explotaste el campamento a gritos anoche" por suerte, la chica no preguntó nada del porqué lo hizo.
Luke se tensó a su lado, su agarre en la ropa se hizo más fuerte. "No voy a hacerle nada" dijo, y su voz sonó baja. Casi quebrada.
Clarisse lo fulminó con la mirada, sin rastro de piedad.
"¿Y yo cómo carajo sé eso?"
Este tragó saliva, como si intentara encontrar las palabras correctas. "Porque lo único que quiero es que me escuche" su voz era... frágil. Rota. No derrotada, no vencida, sin embargo al límite de algo.
Su amiga y mentora lo estudió un momento, como si estuviera decidiendo si valía la pena molerse los nudillos contra su cara. Luego chasqueó la lengua.
"Da igual. De todos modos voy con ustedes".
Resopló otra vez sin detenerse. "¿En serio?"
"Sí. Considera que estoy protegiendo la santidad de mi discípulo"
Draco se detuvo en seco.
"¿Qué?"
Clarisse se encogió de hombros, como si fuera la cosa más obvia del mundo. :¿Tú crees que voy a dejar que el cerebro derretido este intente cualquier cosa contigo? Por favor, como si no se notara que te mira como si fueras un maldito oasis en el desierto" esta bien, eso lo avergonzaba.
"Clarisse..." intento pararla, pero ella ya estaba en su propio monólogo.
"Soy básicamente tu hermana mayor. No voy a dejar que pierdas la cabeza por un tipo que claramente está dos segundos de ponerse a llorar por ti" Miró a Luke, que para ese punto estaba con los ojos brillantes, todavía aferrado a él como si pudiera desaparecer en cualquier momento. Clarisse se rió por lo bajo.
"Draco, si tú lo miraras así, ya estarían casados".
Decidio ugnorar el ardor en sus mejillas y seguío caminando por su bienestar mental. Se alejaron del bullicio, encontrando un rincón apartado donde nadie los escucharía, se cruzó de brazos y miró a ambos.
"Esta bien. Ahora sí, explíquenme qué carajo está pasando".
Clarisse se apoyó contra un árbol con los brazos cruzados, mirándoloscon el ceño fruncido. Luke aún estaba a su lado, aunque al menos había aflojado su agarre. Aunque todavía tenía los ojos vidriosos, como si las lágrimas estuvieran ahí, al borde de caer.
"Bueno, veamos si lo entiendes rápido, Draco" dijo ella girando el palillo de madera que siempre tenía en la boca. "Justo después de que te desplomaste como un saco de papas, apareció el Señor D"
Frunció el ceño. "¿Dionisio?"
"¿Cuántos Señores D conoces?"
"Continúa"
Ella bufó, pero obedeció.
"Apareció como si nada, con su cara de que no le importa nada el mundo, y suelta así de fácil que los dioses creen que hay un traidor en el campamento". Llegò a notar como Luke se tensó y sus nudillos se pusieron blancos al apretar el dobladillo de su camiseta.
"¿Qué...?"
Clarisse asintió con la cabeza. "Sí. Así, casual, como si estuviera comentando el clima, dijo que alguien aquí está pasándoles información a los titanes".
Respiro hondo, procesando. "¿Dio nombres?"
"No. Pero ya sabes cómo es la gente. Apenas lo dijo, alguien tuvo la brillante idea de soltar que si alguien aquí tenía razones para traicionar a los dioses, ese alguien era él" Señaló a Luke con un movimiento de cabeza. Él se quedó completamente quieto, Draco se quedó completamente quieto, y el primero no hizo ningún sonido, solo bajó la cabeza.
Su mandíbula se apretó. "¿Quién fue?"
"No lo sé. No me importa. Sin embargo en cuanto alguien lo dijo, todos empezaron a estar de acuerdo".
"Idiotas".
Clarisse resopló. "Bueno, sí, aunque es cierto que nunca has sido fan de los dioses".
Luke respiró hondo, pero no levantó la cabeza. "Eso no significa que sea un traidor" susurró.
A Draco no le gustó su tono. Qsi que se arrodillo un poco y puso una mano en su espalda, frotando suavemente.
"Hey. Te creo"
Su respiración se agitó por un momento, como si se le hubiera formado un nudo en la garganta.
"Draco…"
"No es justo que te culpen solo porque te molestan los dioses, a mí tampoco me agradan mucho los dioses y eso no me convierte en un traidor, ¿cierto?" Luke negó con la cabeza. Sus hombros temblaban un poco. "Entonces tampoco a ti".
"Pero..." su voz se quebró, y su respiración se hizo inestable otra vez. "¿Y si sí lo creen? ¿Y si me miran siempre así? ¿Y si...?"
Lo rodeo con un brazo, presionándolo en contra de él.
Clarisse chasqueó la lengua. "¡Ay, por favor!" Y de un solo tirón, los separó.
"¡Hey!"
"Ni 'hey' ni nada, Malfoy. ¡No te pongas demasiado cariñoso sin supervisión!"
"¿Supervisión?" Repitió confundido.
Ella lo apuntó con un dedo. "Si Annabeth estuviera aquí, me mataría si dejo que pase algo más sin que ella esté presente".
Luke se frotó los ojos con las mangas de su chaqueta, todavía respirando hondo, pero ya más estable. "¿Annabeth y los demás?"
"Aún no llegan. Sin embargo cuando lleguen, seguro querrán matarte o abrazarte. O las dos cosas".
"Genial".
Clarisse giró los ojos.
"Mira, Draco, no sé qué pasa entre ustedes dos. Pero hasta que sepa que el rubio de aquí no va a hacer una estupidez, voy a estar muy cerca".
"Como una hermana mayor protectora" bromeó.
"Exactamente".
Dio un largo suspiro "Bien. Pero por ahora, lo único que tenemos que hacer es esperar a Annabeth y los otros" Miro a Luke, su cara seguía enrojecida, sus ojos hinchados, aunque al menos lo miraba. "Va a estar bien".
Él intentó sonreír. Fue débil, insegura, pero estuvo ahí.
Esperaba que fuera suficiente por ahora.
.
Como si el destino se empeñara en seguir jodiéndolo, la llegada de Annie al campamento no tardó en añadirle más caos a su día. La primera señal de que algo andaba mal fue el alboroto. El murmullo de los campistas llegó a sus oídos en oleadas, susurros emocionados que anunciaban la llegada de Percy, Annabeth y Grover. Normalmente, habría ido a recibirlos con algún cumplido y una sonrisa ladina, sin embargo después de todo lo que había pasado, lo único que quería era desaparecer. No le dieron esa opción.
No había pasado ni un minuto cuando la vio correr hacia él. No caminando, no acercándose con mesura, no con la arrogancia de siempre. Corriendo. Su cabello rubio estaba más despeinado que de costumbre y sus ojos grises estaban cargados de una intensidad que no le gustaba. Su mirada lo recorrió de arriba abajo, buscando heridas, signos de algo que no podía identificar, y cuando llegó a su rostro, su expresión cambió.
"Draco" su voz era baja y tensa. No fue una pregunta ni un saludo, fue una afirmación, un recordatorio de que estaba aquí y que no iba a dejarle esquivar esto.
No pudo evitar soltar un suspiro exasperado. "Si has venido a preguntarme qué pasó, mejor ve a preguntárselo a Zeus, seguro él tiene una versión más entretenida".
"No es gracioso" dijo entre dientes, cerrando los puños a sus costados. "¡Draco, Zeus está furioso contigo! ¿Tienes idea de lo que hiciste?" Esperen, déjenlo pensar. Listo, ya lo hizo, y si.
"Oh, lo sé perfectamente, Annabeth. Le grité al viejo de los rayos en medio de la noche, desperté a medio campamento y básicamente firmé mi sentencia de muerte con fuegos artificiales incluidos. ¿Se me olvida algo?" Se cruzo los brazos, esperando su respuesta.
Pero Ann no se dejó intimidar por su actitud, lo conocía demasiado como par hacerlo. Le sostuvo la mirada con más fuerza, como si intentara descifrarlo, como si pudiera leer cada grieta en su fachada. Odiaba cuando hacía eso.
"Te escuchamos" dijo al fin, y sus músculos se tensaron sin querer. "En el Olimpo. Escuchamos todo. Vimos la tormenta de Zeus, su reacción" Draco se rió al imaginar la cara del Dios, su amiga lo golpeó. "¡No te rías idiota! Tienes que pensar más, pudo haberte matado. Y si no piensas por tí, hazlo por mi, por Lavender, ¡eres nuestro mejor amigo!" Le reclamo ", pero también vimos a otro dios disfrutar cada segundo de lo que decías".
Sabía perfectamente a quién se refería. Se mordió el interior de la mejilla y desvió la mirada. "No me digas… déjame adivinar. Hades estaba feliz".
"Feliz es poco. Parecía que estaba viendo su obra maestra en vivo" resopló, como si decirlo en voz alta le diera aún más rabia. "Y no es solo eso, Draco. ¿Tienes idea de lo peligroso que fue? Zeus podría haberte fulminado ahí mismo. ¡No puedes seguir haciendo esto! No puedes ponerte en la mira de los dioses una y otra vez y esperar que todo salga bien".
"¿Y qué se supone que haga, Ann?" Su voz salió más grave de lo que esperaba. "¿Inclinar la cabeza, pedir perdón por existir, pretender que no pasó nada? ¡Mató a mi madre! ¡Quería castigarnos solo porque existimos! ¿Esperas que me quede callado como todos los demás?"
"¡Espero que sobrevivas, idiota!" gritó ella, con los ojos brillantes de frustración". ¡Espero que pienses por una vez en ti mismo antes de lanzarte a una pelea con el maldito dios del cielo!" Su voz sonaba preocupada. "¡No eres solo tú, idiota egoísta! ¡Es Lavender, es Lucius, soy yo! ¡Eres importante para nosotros!" Draco la miró sin saber qué decir. Annabeth nunca se mostraba así con él. Claro, discutían todo el tiempo, se retában, pero eso… eso era preocupación pura. Ella estaba asustada. "No estás solo en esto" su voz bajó un poco, aunque aún mantenía su intensidad. "Por más que actúes como si pudieras cargar con todo tú solo, no puedes. Y no quiero ver cómo terminas en el suelo porque fuiste demasiado terco para dejar que alguien te ayude".
Sus palabras lo golpearon más fuerte de lo que esperaba. Su respiración era pesada, su pecho se sentía como si una piedra gigante lo estuviera aplastando. No quería esto. No quería que se preocuparan por él.
Un ruido a su lado me hizo girar, y ahí estaba Luke, observándolos con una mirada que no pudo interpretar. Su rostro estaba tenso, como si quisiera decir algo pero no se atreviera. Clarisse, por su parte, resopló y se cruzó de brazos, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.
Suspiró. Solo quería dormir.
"Entonces" hablo mirando a su amiga ", ¿vas a seguir gritándome o me vas a explicar qué más viste en el Olimpo?"
Ella lo observó por un momento más antes de soltar un suspiro y sacudir la cabeza. Su expresión se suavizó, aunque la preocupación seguía ahí.
"Hablaremos después. Pero Draco… prométeme que no harás nada estúpido otra vez".
No le respondío. No porque no quisiera, sino porque no podía prometer algo que no estaba seguro de poder cumplir.
Y eso, Annabeth lo sabía.
...
La voz de Silena era un susurro envolvente, tan suave como la seda, pero con un filo oculto que no paso por alto. Lo había llevado lejos de los demás, lejos de Luke, de Ann, de Clarisse. Decía que estaba preocupada, que quería asegurarse de que estuviera bien, aunque ahora que estában solos, algo en su mirada cambió.
"Dime Draco, ¿alguna vez pensaste en qué harías si los dioses te fallaran?" preguntó con una calma inquietante.
El frunció el ceño. No esperaba esa pregunta de ella. De todas las personas nunca pensó que de Silena.
"No hace falta que lo piense. Ya lo hicieron" Respondió sintiendo cómo la furia volvía a encenderse en mi pecho.
Silena inclinó la cabeza, como si ya esperara esa respuesta. Sus ojos brillaban con algo que no podía identificar del todo, pero que le heló la sangre. "Exacto. Zeus quiere verte muerto. Puedo decir con seguridad que no eres el favorito de Hades luego de lo que le dijiste en el Inframundo. Incluso Afrodita..." hizo una pausa, dándole una sonrisa suave y afilada. "¿No crees que solo te reclamó porque eres bonito?"
Sentía el impacto de sus palabras como una bofetada. No fue la primera vez que alguien insinuaba algo así, pero viniendo de ella... de su propia hermana.
"Si eso fuera cierto, entonces no serías mi hermana" replico con su voz más fría de lo que esperaba. Ella rio suavemente, como si nada de esto fuera serio. Como si yo no estuviera a punto de perder lo poco que me quedaba de confianza en alguien.
"Draco, no estoy en tu contra. Al contrario, quiero ayudarte" Dio un paso más cerca. "He visto lo que sientes por los dioses. Tu odio, tu rabia. Solo piénsalo... ¿Por qué servirlos cuando podrías destruirlos? ¿Por qué aceptar sus migajas cuando podrías reclamar el mundo para ti?"
No respondió. No porque no tuviera nada que decir, sino porque temía lo que podría salir de su boca. Sabía que tenía razón en algo: odiaba a Zeus. Odiaba a la mayoría de los dioses. Sin embargo traicionar el campamento... no.
"Si los dioses son tan terribles, ¿por qué no demuestras que eres mejor que ellos en lugar de unirte a un equipo de villanos clichés?" murmuro intentando entender en qué punto Silena había cruzado esa línea. ¿Cómo no se había dado cuenta?
Sus labios se torcieron en una mueca de decepción. "No sé qué estás intentando, pero no puedes salvarme. No puedes cambiar lo que soy".
Le sostuvo la mirada, sin parpadear.
"No intento salvarte, Silena. Solo intento recordarte que todavía puedes elegir".
Hubo un instante en el que casi pareció dudar. Un solo segundo en el que pensé que tal vez había llegado a ella. Sin embargo fue eso, un solo segundo. Su expresión se endureció y vi la decisión final en sus ojos.
"Entonces, supongo que estamos en caminos distintos" Su voz ya no tenía la dulzura de antes. No era la voz de su hermana. Era la de una traidora. "Eres fuerte, hermano. Pero no lo suficiente. No cuando ellos te han debilitado" Su tono tenía algo entre lástima y triunfo.
Antes de que Draco pudiera responder, un dolor punzante se extendió por su costado. Bajó la mirada y vio la daga hundida en su abdomen. Silena la sostuvo con firmeza antes de girarla lentamente, asegurándose de hacer el mayor daño posible.
"Siempre supe que serías testarudo, e igualmente tenia la esperanza de que recapacitaras, Dray" susurró con un suspiro teatral.
Él se tambaleó, con un jadeo ahogado escapando de sus labios. La sangre caliente empapaba su camisa mientras ella lo sostenía un instante, acercándose para susurrarle algo más al oído.
"¿Cuánto crees que te queda? ¿Sesenta segundos, tal vez?" Una risa burlona se escapó de sus labios. "Aunque, conociéndote, seguro harás un drama de ello"
Con un empujón, lo dejó caer de rodillas al suelo. Draco apretó los dientes, luchando contra el ardor en su abdomen. Con su último esfuerzo, levantó la vista y vio a Silena retroceder hacia un portal oscuro, su silueta iluminada por el resplandor dorado del sol.
"Adiós, hermanito. Pudimos haber conquistado el mundo juntos" se despidió con una sonrisa melancólica.
Y entonces, ella desapareció.
Notes:
Hellooo
Creo que muchos ya se venian venir que Silena sería la traidora, para mí era la opción más fácil y obvia.
Me re gustaría decirles que quede conforme, sin embargo no fue así. Tipo, estuve esperando un montón pars escribir el inframundo y lo hice en dos patadas, creo 3mil palabras como mucho. Me quería pegar tres tiros.
También me re jode no poder poner todos los insultos que quería cuando Draco lo hizo con Zeus 😔 será algo que nunca me perdonaré cambiar. Porque creo que apenas en esa escena son 900 palabras, creo. Y en la otra versión era 2500 😔 solo yo sabré todo lo que pasó ahí.
El próximo capítulo será el último de este verano... ya quiero ver a Lavender, no se si mostrar un pequeño capitulo desde su perspectiva, para al menos saber un poco más de ella.
Nos vemos :)!
M. S. C
Chapter Text
La sangre empapaba sus manos.
Era cálida, pegajosa, y el dolor en su costado se extendía en oleadas lentas e implacables, como si cada latido de su corazón fuera una campanada que anunciaba el tiempo que le quedaba. Sabía que la herida era profunda, sabía que Silena lo había hecho a propósito. No había sido una puñalada rápida y descuidada; había sido calculada, pensada, girada en el ángulo exacto para causar el mayor daño posible. No lo quería muerto de inmediato, ella quería que sintiera cada segundo.
La sensación de traición ardía tanto como la herida.
Había visto el titubeo en sus ojos antes de hacerlo. Un solo instante en el que había pensado que podía llegar a ella, un segundo en el que casi parecía que recordaba quién era, quiénes eran. Pero después, la máscara había caído, su voz no tenía la dulzura de antes, sus palabras no eran las de una hermana. Eran las de una traidora, no al campamento, a su madre, a él mismo.
"Podríamos haber conquistado el mundo juntos, hermanito".
¿Seguía teniendo derecho a llamarle así después de esto?
El eco de su despedida flotaba en el aire mientras la silueta de Silena desaparecía en el portal oscuro. La luz dorada del atardecer iluminaba su figura, haciéndola parecer casi irreal, como si no acabara de hundir una daga en su carne, como si no le hubiera mirado a los ojos mientras lo hacía.
Intentó respirar profundo, sin embargo el dolor lo atravesó como un relámpago y lo dejó sin aliento. Se tambaleó y una risa amarga escapando de sus labios. "Maldita seas, Silena…" su voz apenas era un susurro. No sabía si era una maldición, una súplica o una despedida.
No escucho cuando los pasos se acercaron. Solo cuando una mano firme le sostuvo por el brazo, evitando que cayera por completo. Draco levanto la vista y vio unos ojos grises llenos de furia y desesperación.
Annie.
No había visto ese nivel de pánico en su rostro ni siquiera cuando casi los devora un grupo de dracaenae en su primera semana ahí juntos. Su mano presionó con fuerza la herida y una maldición escapó de sus labios cuando vio la sangre fluir entre sus dedos.
"¡Draco, mírame!"
"Hola, Ann… ¿quieres una historia dramática? Porque tengo una buena…".
Ella apretó los dientes. "Cállate".
"Qué grosera" tendría que ser más amable cuando su mejor amigo estaba malherido y podría morir, buu.
La chica no lo dejó seguir hablando. Hundió los dedos en la herida y el dolor explotó en su abdomen como fuego líquido. Gritó entre dientes, arqueándose involuntariamente mientras intentaba apartarse.
"¡Demonios, avisa antes de hacer eso!" ¡que si duele! ¡y mucho!
"Deja de quejarte y aguanta".
Sus manos temblaban. Ella nunca temblaba.
Sus párpados se hicieron pesados. El mundo parecía inclinarse en ángulos muy extraños y... "Annabeth…" apenas pudo formular.
"¡No te duermas!"
Parpadeo con dificultad, no quería hacerlo, pero... "Solo… cinco minutos…"
Annabeth le dio una bofetada.
Y no una simbólica, una real. Una muy fuerte.
Que amor de persona que era, pegándole a un moribundo.
El sonido resonó en el aire y su cabeza giró por la fuerza del golpe. El ardor en su mejilla fue suficiente para sacarlo de su letargo por unos segundos.
"Si te mueres, te juro por todos los dioses que buscaré tu fantasma y te mataré otra vez" grandes palabras.
Draco rio de manera débil. "Eso… eso no tiene sentido".
"¡Tú y esto no tienen sentido!"
Ann intentó cargarlo, y aunque a pesar de ella ser fuerte, no podía sostenerlo del todo. Al final terminaron en una especie de desastre torpe donde ella lo arrastraba mientras qué él trataba de no desmayarse -de nuevo-.
"Eres más pesado de lo que pareces".
"Y tú menos paciente de lo que creía…"
No respondió, no hacía falta. Sabía que estaba luchando con su propia desesperación. El sonido de voces acercándose fue lo último que escucho antes de que el mundo se volviera completamente negro.
"¡DRACO!"
.
El despertar fue extraño.
No fue como abrir los ojos después de una noche de descanso ni como recobrar la consciencia tras un desmayo. Fue más bien como nadar desde el fondo de un lago helado, con la presión de algo invisible pesando sobre él, empujándolo hacia abajo, resistiéndose a dejarlo ir.
Sus sentidos volvieron en fragmentos. El calor de la manta sobre su cuerpo. Había un aroma familiar de rosas y miel, mezclado con algo más denso, más antiguo, como el incienso quemado en rituales olvidados. El sonido del fuego crepitando suavemente en un candelabro cercano...
No estaba en la enfermería.
Parpadeó varias veces sintiendo cómo la luz dorada del lugar le hería los ojos, y poco a poco enfocó el techo abovedado decorado con relieves de constelaciones antiguas. Definitivamente no era la enfermería, pues obvio que no, si estoy en el maldito hogar de humty dumpy pensó.
Trato de moverse, pero un dolor punzante le recorrió el abdomen robándole el aliento.
La daga. Silena.
El recuerdo golpeó a Draco con la fuerza de un camión de carga, junto con la sensación de su filo hundiéndose en su piel, el tono burlón de su voz, la mirada que ya no le pertenecía.
"Pudimos haber conquistado el mundo juntos, hermanito" resonaba una y otra vez en su mente. Su respiración se entrecortó, y fue entonces cuando noto las dos presencias a sus lados.
"Tranquilo mi amor. No te levantes tan rápido"
Su voz era dulce y familiar, suave como un vendaval de pétalos. Afrodita estaba sentada a su lado, con la mirada recorriéndolo con una mezcla de ternura y preocupación. Su cabello dorado resplandecía con la luz del fuego, y su vestido flotaba con un movimiento que no parecía seguir ninguna corriente de aire. Al otro lado, Hécate permanecía de pie con su túnica negra ondeando levemente como si la noche misma se aferrara a ella. Sus ojos, oscuros y profundos como el infinito lo observaron con una intensidad calculada, como si evaluara cada fragmento de su existencia con solo una mirada.
Las dos diosas, diferentes como el día y la noche, se encontraban juntas.
Y casi parecian... ¿aliadas?
"¿Dónde…?" Su voz salió más áspera de lo que esperaba. Afrodita acarició su mejilla con ternura.
"Un espacio fuers del tiempo, un lugar seguro para tí, hijo".
Un escalofrío ld recorrió la espalda. No era difícil entender el subtexto. 'No estas seguro en el campamento'.
Cerró los ojos un instante, dejando que el peso de las palabras se hundiera en él.
"Draco" Hécate habló por primera vez, con su tono bajo y pausado. "Has estado inconsciente por horas. Cualquier otro estaría muerto con una herida como la tuya".
No era una exageración.
Podía sentirlo. El daño seguía allí, profundo, como un veneno persistente que se aferraba a sus entrañas, ¿su hermana de verdad le había puesto veneno a esa daga? Sin embargo, también sentía algo más, algo que ardía bajo su piel, algo que no le dejaba hundirse por completo.
Sus poderes.
Los de Afrodita.
Había extendido el límite al máximo, aferrándose a la vida con cada fragmento de fuerza que su linaje le permitía.
Afrodita bajó la mirada, sus labios presionados en una fina línea. "Lo que hiciste, Draco… fue valiente, yo misma he querido hacerlo cientos de veces. Pero también fue muy peligroso".
"No me arrepiento".
Las palabras salieron sin esfuerzo, firmes, definitivas. Porque no lo hacia. Nunca lo haría.
Su madre exhaló un suspiro pesado. "Lo sé mi amor, sin embargo ahora hay que ser inteligentes..."
Hécate asintió.
"Zeus no es el tipo de dios que olvida fácilmente. Y tú lo desafiaste frente a todos"
Afrodita le tomó la mano con delicadeza, como si temiera que fuera a romperse ahí mismo. "No puedes quedarte aquí, cariño. No después de lo que hiciste, él te quiere muerto lo más pronto posible".
Sintió que el vacío bajo sus pies se abría un poco más. "¿Entonces qué hago?" No podía enfrentarse al Dios (no ahora).
Ambas diosas intercambiaron una mirada. Y luego, en perfecta sincronía, respondieron:
"Tienes que volver a Gran Bretaña".
Apretó los dientes.
"No".
Las diosas no parecieron sorprendidas por su respuesta. Afrodita suspiró suavemente, mientras Hécate alzó una ceja, como si hubiera esperado exactamente esa reacción.
"Draco..." su madre apretó su mano con más fuerza. "Lo lamento, pero no es una opción".
Se incorporó con dificultad, ignorando el ardor en su abdomen.
"Mis amigos están aquí" dijo mirando directamente a Hécate, como si fuera ella a quien tenía que convencer. "Mi vida entera está aquí".
"¿Tú vida?" repitió la diosa de la magia, con un deje de diversión oscura. "¿La misma vida que acaba de ser atravesada con una daga y dejada a morir en el suelo?"
No tenía respuesta para eso.
Porque era cierto.
Silena lo había apuñalado.
Su propia hermana.
Y aún así, la idea de irse de ahí... De alejarse de todo.
"No pueden pedirme esto".
Afrodita acarició su cabello con un gesto lleno de ternura.
"No te lo estoy pidiendo cariño, te lo estoy diciendo, por tú bien".
Su pecho se apretó. "Mis amigos estan aqui, Luke está aquí, tú estas aquí" Su voz salió más baja de lo que esperaba, de lo que quería. Afrodita no dijo nada, aunque el dolor en sus ojos fue suficiente para que Draco se diera cuenta de que ella lo entendía.
"Te prometo que nada podrá separarte de lo que realmente amas" susurró. "Yo estoy en todas partes".
Él se quedo en silencio.
Ella era el amor. El deseo, la pasión, la lealtad, la belleza. No importaba dónde estuviera, porque su presencia nunca desaparecería de su vida.
Cerró los ojos con fuerza, tratando de ignorar la sensación de vacío en el pecho que comenzaba a instalarse.
Afrodita bajó la mirada, y por primera vez, vio algo en ella que nunca imagino ver en una diosa como ella.
Duda.
"¿Soy una mala madre por hacer esto? ¿Por hacer todo? ¿Por todo lo que no hago?" Su voz era apenas un susurro, la pregunta lo tomó por sorpresa, porque su madre en verdad sonaba afligida.
"¿Qué?"
Afrodita respiró hondo, como si ni siquiera ella pudiera creerse lo que estaba ocurriendo. "Silena... mi hija, mi bebé. Ella era buen, bondadosa... ¿es... es mi culpa lo que paso? ¿Por mi ella decidió llegar a tales extremos? Y ahora estoy aquí contigo, diciendo que abandones todo lo que conoces... ella, ella era mi pequeña" Se cubrió los labios con una mano, como si las palabras la ahogaran. "... y ahora la he perdido".
El peso de esa confesión era tan grande que, por un momento, Draco olvidó todo lo demás.
Porque vio algo que muy pocas personas han visto.
Afrodita, la diosa eterna, perfecta, radiante…
Dudando de sí misma.
Negó con la cabeza, con la garganta cerrada por la rabia. "No. No es tu culpa, nunca lo será".
Ella lo miró con los ojos llenos de algo que nunca antes había reconocido en ella.
Dolor.
Miedo.
"¿Y si si lo es? ¿Y si en verdad le falle?"
Tomo su mano con fuerza, con la misma desesperación con la que lo había aferrado a la vida cuando su cuerpo sangraba en el suelo.
"No fallaste, eres la mejor madre que alguna vez nos pudo tocar".
Afrodita soltó un tembloroso suspiro. No le creyó. No del todo. Pero lo dejó sostener su mano.
"No estarás solo en Gran Bretaña" dijo Hécate de pronto. Draco levantó la vista y la vio observarlo con la misma intensidad de siempre. "Yo te ayudaré".
Él parpadeó sorprendido. "¿Tú?"
"Ya te habia dicho que te enseñare magia" declaró, con una sonrisa enigmática. "Magia de verdad".
Su pecho se apretó con algo que no reconoció de inmediato.
No era enojo.
No era dolor.
Era una pequeña chispa de algo que había sentido hacía un tiempo.
Esperanza.
"Así que... ¿serás mi mentora?"
Hécate sonrió levemente, con un brillo de travesura en sus ojos oscuros. "Puedes decirme tía Hécate si quieres".
Su madre soltó una suave risa, y él no pudo evitar sonreír un poco también.
Tal vez no era el final.
Tal vez…
Tal vez eso era un nuevo comienzo.
.
El mundo se sentía pesado.
No, Draco se sentía pesado.
Parpadeo lentamente, con su visión adaptándose a la luz dorada que entraba por la ventana. Su cuerpo dolía con cada respiración, aunque al menos ya no sentía la agonía punzante en su abdomen. Lo primero que noto fue que -esta vez- si estaba en la enfermería. El techo sobre él tenía las vigas familiares del campamento.
Lo segundo fue que había alguien junto a él.
Giró la cabeza y vio a Will sentado al borde de la cama, con el rostro pálido y los ojos hinchados. En cuanto notó que había despertado, su labio tembló y apretó los puños sobre su regazo.
"Draco..." su voz se quebró y antes de que pudiera decir algo, se inclinó hacia adelante, cubriendo su rostro con las manos. "Lo siento".
Entrecerro los ojos aún con la mente nublada. "¿Qué?"
Will sollozó y negó con la cabeza con desesperación. "Es mi culpa. Todo es mi culpa" este se inclinó aún más, como si el peso de su culpa fuera demasiado. "Yo... yo te di el brazalete" susurró. "El que Silena me pidió que te diera".
Un escalofrío recorrió su espalda. "¿Qué?"
El chico se cubrió la cara con las manos, sin poder mirarlo a los ojos.
"No lo sabía. No tenía idea de que ella... de que ella era la traidora" se dejó caer contra la cama, respirando entrecortadamente. "Era un brazalete, uno muy bonito, y no pensé que… que..." se detuvo, respirando con dificultad. "Podía escucharlo todo" Will sollozo y se seco las lagrimas. "Todo lo que decías, todo lo que escuchabas".
La mente de Draco iba a toda velocidad, repasando cada conversación que había tenido con ese maldito brazalete en la muñeca.
Cada plan, cada secreto, cada palabra que había confiado en mis amigos, cada cosa que Silena había escuchado.
Will lloraba sin poder mirarlo. "Lo siento, Draco".
Apretó los dientes, su mano inconscientemente llevándose a la muñeca desnuda, recordando el peso del brazalete que había llevado sin cuestionar demasiado.
Hubo un silencio largo. Sin embargo al final, lo único que salió de sus labios fue un suspiro cansado.
"No pasa nada".
Este levantó la cabeza con los ojos rojos. "¿Qué?"
Draco se encogió de hombros, sintiendo la punzada en su costado. "No podías saberlo" el chico lo miró con incredulidad, como si esperara que le gritara o lo culpara.
Pero, ¿para qué?
No había cambiado nada.
Silena ya se había ido.
Lo que había hecho, lo que habían perdido... ya estaba hecho.
No tenía sentido enojarse con Will cuando él solo había sido otra víctima de su engaño. Este cerró los ojos y exhaló con fuerza.
"Gracias" susurró.
Pero antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió de golpe.
"¡Solace, muévete!" Clarisse entró como una tormenta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. "Dale espacio para respirar". Will se apartó rápidamente, frotándose la cara mientras intentaba recomponerse. Entonces, vio la segunda persona que entró detrás de ella.
Luke.
Su pecho se apretó de inmediato.
Él no dijo nada.
Solo lo miró.
Y en su mirada había una mezcla de enojo, preocupación y algo más profundo que no supe identificar.
"¿Cómo te sientes?" preguntó este al fin.
No respondío de inmediato, porque no lo sabía. Su cuerpo dolía, su cabeza estaba llena de mil cosas, su hermana (la unics con la cual mo peleaba cada diez minutos) lo había apuñalado. Y él tenía que irse.
"Bien" mintio.
Clarisse bufó, aunque no discutió mucho más. Luke, en cambio, no apartó su mirada de la suya, lo conocía lo suficiente como para saber que no era cierto.
"Draco..." Se sentó en la silla junto a su cama, con el ceño fruncido. "Sé que lo que pasó con Silena fue…" hizo una pausa, buscando la palabra correcta "una mierda".
Soltó una risa seca. "Vaya, gracias. No lo había notado".
Luke rodó los ojos, pero no se dejó distraer.
"Solo quiero que sepas que estamos aquí para tí" sus ojos se suavizaron por un momento. "Yo estoy aquí". Algo se removió en su interior, lo empujo lejos, muy lejos.
No podía hacer esto ahora.
No cuando todavía tenía algo que hacer.
Todavía tenía que hablar con Annabeth.
Ella tenía que saberlo antes que nadie.
.
El aire fresco de la noche golpeó su piel cuando se alejo de la enfermería, caminando con pasos lentos hacia el lago (ignoremos el hecho de que fue una salida ilegal y a escondidas). Su mente seguía procesando todo lo que había pasado en tan poco tiempo.
Silena.
Su madre Narcissa.
Su madre Afrodita.
Hécate.
Luke.
Irse.
Lo sabía desde que desperto y vio a Afrodita y Hécate juntas. No había vuelta atrás. Zeus estaba furioso, y aunque su madre lo intentara minimizar, él lo sabía. Si se quedaba aquí, solo pondría a todos en peligro. Pero más allá de la amenaza de los dioses, más allá de lo que había pasado con Silena...
No podía seguir aquí.
El Campamento Mestizo había sido mi hogar por un tiempo, sin embargo algo dentro suyo le decía que su camino estaba en otro lugar, al menos por ahora.
En Gran Bretaña.
Con Lucius, su padre.
Pero había algo que tenía que hacer antes de irse.
O, mejor dicho, alguien.
Encontró a Annie donde siempre la encontraba cuando necesitaba pensar, sentada en la orilla del lago, con las rodillas contra el pecho y la mirada perdida en el reflejo del cielo nocturno sobre el agua. No giró cuando se acerco.
"Sabía que vendrías" dijo en voz baja.
Soltó una risa cansada. "¿Porque soy predecible o porque me espías?"
"Las dos cosas" respondió, y esta vez hubo una pequeña sonrisa en su rostro.
Draco se sento a su lado sin decir nada, sintiendo la brisa mover su cabello, y por un momento, ninguno de los dos habló. Solo miraron el lago, sumidos en el tipo de silencio que solo puedes compartir con alguien que realmente te conoce. Aunque al final, fue él quien rompió el silencio.
"Voy a irme".
Annabeth no reaccionó de inmediato, sus dedos se apretaron ligeramente contra la tela de su pantalón, pero su expresión no cambió.
"Lo sé" dijo simplemente.
Esperen, ¿qué?
"¿Lo sabes?"
Ella giró la cabeza para mirarlo, sus ojos grises reflejando la luz de la luna. "Dray. Te conozco" se inclinó un poco más hacia él. "Desde que despertaste, desde que pasó lo de Silena... lo supe".
Apreto los labios, desviando la mirada.
"Si te quieres quedar, lo entiendo".
Annie bufó, como si la idea fuera ridícula. "¿Estás bromeando?" ¿Debería de hacerlo?
"No hablo en serio"
La chica lo fulminó con la mirada. "Draco"
Exhalo con frustración. "Annabeth, tu vida está aquí"
Ella levantó una ceja. "¿Y la tuya no?" Abrio la boca, pero no encontró una respuesta, porque no la tenía. Su amiga dio un largo suspiró. "Draco, ¿qué pasa contigo?"
Decidio que mirar el reflejo de las estrellas en el agua era más interesante.
"Solo quiero que hagas lo mejor para ti".
"¿Y tú crees que quedarme sin mi mejor amigo es lo mejor para mí?"
No respondío.
Ann lo observó con paciencia, como si estuviera esperando a que lo entendiera por si mismo. Y entonces, suavemente, dijo:
"Voy contigo"
Levantó la cabeza para mirarla. "Annabeth..."
"No" Sacudió la cabeza. "No voy a dejarte solo en esto".
Su expresión se suavizó, y su voz bajó un poco.
"Tú y Lucius son mi familia desde que tengo siete años"
Su garganta se apretó, no supo qué decir, así que solo asintió. Y en ese momento, supo que sin importar lo que pasara, no estaría solo.
"¿Y qué le diremos a Lavender?" Preguntó ella de repente. Y... oh no, mierda.
.
El aire dentro de la Casa Grande estaba denso. No era la primera vez que enfrentaban algo difícil ahí, sin embargo esta vez era distinto. Esta vez, se iban.
Annabeth y Draco se detuvieron frente a la mesa donde Quirón los esperaba con su usual expresión de sabiduría y paciencia, aunque en sus ojos había algo más: resignación.
Pero el que lo puso nervioso fue el otro.
El señor D estaba recostado con desinterés, girando su copa con lentitud, aunque sentía sus ojos fijos en él. Nunca supo bien qué pensaba realmente de él, a veces parecía no soportarlo y otras… otras tenía esa mirada extraña, casi entretenida, como si supiera algo que Draco no.
"Nos vamos" dijo sin rodeos.
Quirón cerró los ojos un momento antes de asentir. No discutió.
"Lo suponía" murmuró.
El señor D, en cambio, soltó un largo suspiro dramático antes de tomar un sorbo de su copa. "Ah, qué lástima" hablo sin sonar realmente afectado. "Draco Malfoy, el semidiós, el mago, el músico… abandonando la vida heroica".
Le lanzo una mirada poco impresionada. "El campamento es un hogar para muchos, pero no es el mío ahora".
Él le sostuvo la mirada por un instante, luego sonrió, ladeando la cabeza.
"No, supongo que no lo es. Aunque..." su voz se volvió más suave, más peligrosa ", ¿de verdad crees que afuera estarás más seguro?"
Draco se tensó por un momento.
"No es cuestión de seguridad. Es cuestión de familia" bueno, y de seguridad también en sí. Pequeños detalles.
Los dedos de Dionisio se deslizaron por el borde de su copa. Había algo en su expresión, en la forma en que sus labios se curvaron apenas, que hizo que su estómago se revolviera.
"¿Y qué hay de mí, Draco Malfoy?" Mmm, no lo sé, ¿vete a beber? ¿O no puede? ¿Como se supone que lo sepa? El Dios no se molestó en disimular su diversión cuando vio su reacción. "Después de todo, yo también he velado por ti" ¿en qué momento?
Su boca se abrió ligeramente, aunque no supiera qué responder. ¿Era broma? ¿Era en serio? Con él, nunca podía estar seguro.
Annie le dio un codazo sutil, sacándolo de su trance. "Gracias por todo, Quirón" dijo ella.
El centauro sonrió con tristeza. "Cuídense, muchachos".
"Lo haremos" prometí.
Cuando se giró para salir, seguia sintiendo la mirada del señor D clavada en su espalda. Y algo en su interior le decía que esto no era lo último que vería de él.
.
No debería ser tan difícil. Decir "me voy" y largarse sin más. Ya lo había hecho antes. Pero aquí estaba, frente a Clarisse y Luke, esperando la reacción que sabía que no le iba a gustar.
"¿Que qué?" Clarisse cruzó los brazos, mirándolo como si acabara de decir que me uniría al Circo del Sol.
"Que me voy" repitió porque claramente la primera vez no fue suficiente.
"Eso escuché, rubio, no estoy sorda. Lo que no entiendo es por qué demonios" gruñó. Luke, por su parte, no dijo nada de inmediato. Solo lo observó con esa expresión suya que nunca lograba leer del todo. No ayudaba el hecho de que tenía los brazos cruzados y la mandíbula apretada, como si estuviera conteniéndose de decir algo mucho más fuerte. "¿Y ya está? ¿Te vas y nos dejas aquí con estos idiotas?" preguntó Clarisse, chasqueando la lengua.
"Te va a encantar saber que Percy me miró con cara de cordero degollado, así que lo tienes ganado por abandono. Felicidades" respondío con una media sonrisa. Definitivamente fue más fácil hablar con el chico y el sátiro.
"No me jodas, Draco".
"No puedo prometer eso".
"Dame una razón para no noquearte aquí mismo".
"Porque soy demasiado guapo como para arruinarme mi linda cara".
Luke soltó una risa breve, más por la sorpresa que por diversión real. Clarisse, en cambio, pareció considerar si valía la pena lanzarle un puñetazo de despedida. Al final, solo bufó y desvió la mirada.
"Eres un imbécil" gracias, me lo dicen mucho.
"Y tú lo vas a extrañar" agregó Luke, con un tono que casi parecía acusador.
Draco se giró hacia él. "¿Y tú no?"
Fue rápido, casi imperceptible, sin embargo noto el ligero cambio en su postura. La forma en que su peso se desplazó de un pie al otro, la forma en que sus labios se separaron apenas antes de volver a cerrarse.
Clarisse miró la escena con una ceja arqueada. "Oh, esto sí que es interesante".
"Lárgate, Clarisse" dijo Luke sin mirarla.
"Con gusto. Pero si lo besas antes de que se suba a ese barco o tren o lo que sea que los británicos usen, juro que te golpearé yo misma" Y con esa joya de despedida, los dejó solos.
El silencio entre Luke y Draco se extendió.
"Entonces..." empezo sin saber bien cómo continuar.
"Entonces..." repitió él, como si eso aclarara algo. Un viento frío pasó entre nosotros, revolviendo su cabello. "Si de verdad te vas..." comenzó, aunque se detuvo, dudo.
"¿Qué?'
Luke apretó los labios y negó con la cabeza. "Nada. No es importante".
Una parte de él quería empujarlo a decirlo. La otra... bueno, la otra parte ya tenía suficientes problemas emocionales como para lidiar con esto. Así que solo sonrió con suficiencia y se encogí de hombros.
"Si de verdad quieres decirme algo, puedes escribirme una carta. Con perfume y corazones, por favor".
Este rodó los ojos, pero había algo en ellos que no había visto antes. Algo que no quería analizar en ese momento.
"Cuídate, Malfoy".
"Siempre lo hago".
Se dio la vuelta y empezo a alejarse, sintiendo su mirada en su espalda todo el camino.
Y lo peor de todo es que no pudo evitar sonreír ante eso.
"¿Estás lista?" Preguntó al ver a Ann en la salida del campamento.
"Siempre".
Y con eso, fueron a casa.
...
Regresar a casa después de todo lo que había pasado se sentía… extraño. No porque la mansión hubiera cambiado (seguía tan grande, elegante y un poco intimidante como siempre), sino porque Draco había cambiado. Y ahora que estaba de vuelta, con Ann a su lado y una sensación de urgencia latiendo en el pecho, todo le parecía más intenso.
Lucius estaba aquí. Su padre estaba ahí.
Habían pasado meses desde la última vez que lo vieron, y la sola idea de estar de nuevo con su padre le llenaba de una mezcla de emoción y nerviosismo. No porque temiera su reacción (él no era ese tipo de padre), sino porque no sabía cómo empezar. ¿Le decía primero que lo extraño? ¿Que casi lo matan varias veces en los últimos días? ¿Que al parecer es el hijo de una diosa del amor y tiene que irse todas las vacaciones a un campamento para semidioses?
La respuesta llegó antes de que pudiera decidirlo.
Bajaba las escaleras.
Lucius Malfoy.
Su padre.
Vestido de manera impecable, como siempre, aunque su cabello estaba un poco más revuelto de lo normal. Sus ojos se encontraron con los suyos y, por un segundo, su rostro no mostró nada más que incredulidad. Como si no pudiera creer que realmente estaba allí.
Y entonces, lo notó.
El alivio.
La tensión desapareciendo de sus hombros.
La forma en que cruzó la distancia entre nosotros sin dudarlo.
"Papá".
Fue todo lo que dijo antes de que lo atrapara en un abrazo fuerte, como si no estuviera seguro de que era real hasta que lo tuvo entre sus brazos. Por un momento, dejó de ser Draco Malfoy, semidiós, mago y estrella musical en proceso. Solo era su hijo. Un niño que había estado demasiado tiempo lejos de casa.
"Draco" murmuró contra su cabello, con la voz quebrada.
Y fue entonces cuando lo sintió: estaba temblando.
Lucius Malfoy no temblaba. Nunca.
Tragó saliva y apretó los puños contra su espalda, sintiendo que algo dentro suyo se rompía un poco más.
No supp cuánto tiempo estuvieron así, pero cuando se separó lo suficiente para mirarlo, noto que su mirada se suavizaba al ver a Annie de pie a su lado.
"Ann..." dijo su nombre con una calidez que muy pocas personas conocían en él. Annie que no era precisamente una persona sentimental, le sostuvo la mirada con firmeza. Y, en un movimiento que lo dejó sorprendido (y a la vez no), él la atrajo hacia él en un abrazo protector. "Te extrañé, niña lista".
Annabeth que rara vez se permitía momentos como este, cerró los ojos por un instante antes de asentir contra su hombro. "Yo también".
Y así, con esa simple frase, sabia que Ann jamás se quedaría aquí en Estados Unidos. Porque esta era su familia tanto como la suya.
Lucius los soltó suavemente y los miró con una expresión que no pudo descifrar.
"Vamos a mi estudio. Tenemos que hablar".
Y ahí estaba. La parte difícil. Se dirigieron al estudio, un lugar que siempre había sido sinónimo de conversaciones importantes en su vida. Tomaron asiento, pero su padre permaneció de pie, observándolos con una mirada que le hacía sentir como si ya supiera todo lo que iba a decir.
"Papá…" hablo sin saber cómo empezar.
Él alzó una ceja. "Sé... sé lo que ocurrió con Cissy".
Su garganta se cerró. "¿Cómo…?"
"Dita me lo dijo todo". No sabe por qué ee sorprendía. Afrodita no era precisamente de las que se guardaban información importante. Su padre suspiró, pasando una mano por su cabello, un gesto que solo hacía cuando estaba realmente preocupado. :Sé que no fue un accidente. Sé que fue Zeus. Sé que estás, estamos en peligro". Sentía que el aire se volvía más pesado. Por supuesto que lo sabía. "Y sé que ahora tienes que ir a Gran Bretaña". Su tono era tranquilo, sin embargo había algo en sus ojos que dejaba claro que no le gustaba la idea. Para nada.
"Lo siento" murmuro aunque sabía que no era culpa suya, bueno, lo era técnicamente, pero... eh ¿tenía sus motivos?
Lucius negó con la cabeza.
"No. No tienes nada que lamentar" Sus ojos se endurecieron un poco. "Si Afrodita dice que es necesario, entonces es lo que haremos".
Fruncio el ceño. "Papá… ¿Desde cuándo sabes que soy un semidiós?" Hubo una pausa antes de que respondiera.
"Desde que naciste".
Lo miro, completamente desconcertado. "¿Qué?"
"Draco, ¿realmente creías que no sabía quién era tu madre?" Pues... ¿si? ¿Alguna noche de borrachera? Ha escuchado esa historia antes.
Sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Annabeth soltó un suspiro y murmuró:
"Obviamente".
"¿Cómo que 'obviamente? ¡Yo no sabía nada de esto!"
Su padre le miró con paciencia, como si estuviera explicándole algo a un niño pequeño. "Afrodita me lo dijo desde el principio. Siempre supe que eventualmente tendrías que ir al Campamento Mestizo".
"¿Y nunca se te ocurrió mencionarlo?"
"No era necesario hasta hace unos meses, que fue cuando los lleve".
Se llevo una mano a la cara. "Por los dioses".
Lucius se permitió una ligera sonrisa antes de ponerse serio de nuevo.
"Lo importante es que sé lo que tenemos que hacer. Vamos a Gran Bretaña".
Hubo un silencio pesado. "¿Nosotros?" preguntó Annabeth. Exacto, ¿nosotros?
Este la miró como si su pregunta fuera innecesaria.
"No voy a dejar que vayan solos"
Annasintió, satisfecha.
Draco, en cambio, aún estaba procesando todo.
"Entonces… supongo que nos vamos".
Lucius colocó una mano firme en su hombro y lo miró con determinación.
"Nos vamos".
Y en ese momento confirmo sin lugar a dudas, que sin importar lo que pasara, su padre estaría con ellos.
...
No.
En definitiva, no podían irse.
No porque fuera imposible, sino porque había algo fundamentalmente incorrecto en la idea de regresar en silencio. Ellos eran Malfoy's. Y Ann era un miembro honorario de la familia. No pasaban desapercibidos, no sabían lo que era la baja exposición mediática, no sabían ser humildes.
"Hijo, debes relajarte" le dijo su padre con su tono más elegante, como si no acabára de decidir en menos de cinco minutos que iban a reaparecer en la sociedad mágica británica como si nunca se hubiéramos ido (aunque, técnicamente Draco es solo un rumor en la alta sociedad Sange pura, esta consciente de todos los chismes, ¿okey?)
"Papá, te amo, pero ¿cómo se supone que me relaje cuando estamos a punto de hacer la entrada más dramática del siglo?" Sí, solo le gustaba hacer drama.
Lucius se acomodó el cabello con una calma envidiable.
"Draco, cariño, somos Malfoy. Ser dramáticos es una obligación".
Se cubrio la cara con una mano. "No sé si estoy emocionado o si quiero vomitar".
"Ambas son emociones válidas" intervino Annabeth, sin levantar la vista de su libro, porque por supuesto que estaba leyendo en medio de su crisis. Se giró hacia ella con el drama fluyendo en cada célula de su cuerpo.
"Ann, por favor, entiende el nivel de problema en el que estamos a punto de meternos".
"No es un problema si tú y Lucius quieren hacerlo".
"¡Exactamente, niña lista!" Exclamó este satisfecho de que alguien lo entendiera.
Lo miró fijamente.
"Padre, por favor, dime que al menos tienes una estrategia".
"Oh, por supuesto".
"… ¿Que no sea sonreír y actuar como si no hubieras fingido tu muerte?" Ya que si, los medios británicos los creían muertos.
"Draco, Draco, Draco... ese es el plan".
"Dioses, vamos a morir" se dejó caer en un sillón, procesando el hecho de que en menos de veinticuatro horas iba a estar en la portada de El Profeta con un titular como 'Los Malfoy regresan de entre los muertos: ¿qué color de túnica usaba Lucius?' Porque sí, eso sería lo más importante.
"Draco, cálmate" Annie otra vez, con su paciencia limitada para su dramatismo completamente justificado.
"Ann, cariño, ¿te has detenido a pensar en la verdadera víctima de todo esto?"
Ella suspiró. "Déjame adivinar. ¿Tú?"
""¡No!" Se ofendío por exactamente dos segundos. "Lavender Brown".
Ella frunció el ceño.
"¿Qué tiene que ver Lav en esto?"
Se puso de pie de un golpe, lleno de pánico real. "¡¿CÓMO QUE QUÉ TIENE QUE VER?! ¡Me desaparecí! ¡te desapareciste! ¡Sin decirle nada! ¡Y ahora vamos a reaparecer como si no fuera el peor amigo de la historia!"
Annie lo miró, con su rostro perfectamente inexpresivo. "Y todavía no le has escrito".
"NO ME PRESIONES, ESTOY SUFRIENDO".
Lucius los observaba con un aire de diversión.
"Hijo, creo que tal vez deberías enviarle un mensaje antes de llegar". Se llevó ambas manos a la cara.
"Me va a matar. Me va a matar".
Annabeth cerró su libro con un suspiro. "Si te sirve de consuelo, lo más probable es que solo te grite, muy fuerte".
"No, no me sirve de consuelo".
Su padre le palmeó el hombro. "Vamos, hijo, enfrentemos esto con dignidad". Draco lo observó con absoluto horror. "Papá, la dignidad no me va a salvar de la ira de Lavender Brown" Annabeth asintió, como si por fin hubiera dicho algo sensato.
"Eso es cierto".
Se giro dramáticamente esta vez hacia la ventana, viendo la mansión, su hogar, por última vez antes de embarcar en lo que, sin duda, sería el regreso más caótico de la historia de la magia británica. Su padre se acomodó la túnica con aire de importancia.
"Bien, es hora de regresar".
Él se volvió a Annie con desesperación en los ojos. "¿Me darías un funeral bonito si muero en cuanto Lav me vea?"
Ella le palmeó la cabeza. "Claro, Dray".
"Gracias".
Tragó aire. Esta bien.
A afrontar la desgracia con estilo, como dice su padre.
.
El Ministerio de Magia era un hervidero de murmullos, miradas furtivas y bocas que se abrían y cerraban sin emitir palabras coherentes. Era fascinante.
Había algo casi poético en la forma en que los magos se congelaban al verlos pasar, como si hubieran visto un fantasma. Bueno, en su defensa, era casi exactamente eso. Lucius Malfoy, el hombre que todos creían muerto, entraba con la cabeza en alto, con ese andar majestuoso que siempre había tenido. Y a su lado… él.
Draco Orion Malfoy Black.
La confirmación de un mito.
Un niño que nadie había visto, un rumor que nunca se pudo probar, una pieza perdida en la historia de una familia que jamás pasaba desapercibida. Y luego estaba Annabeth, que caminaba con la misma seguridad que su padre y él mismo, porque, bueno, ella era parte de esta locura desde el inicio. Criada con ellos, moldeada con la misma mentalidad de somos superiores y lo sabemos.
Los chismes volaban alrededor de ellos.
"¡Es el hijo de Lucius Malfoy!"
"¡Pero si decían que nunca existió!"
"¡Y ahora míralo! ¡Es como si Afrodita misma lo hubiera esculpido!" Bueno... ¿como le dice qué...?
"¿Por qué… por qué se ven tan bien con ropa muggle?"
"¡¿Llevan ropa muggle?!"
Porque sí, los tren iban vestidos decentes, con elegancia y clase, aunque al puro estilo moderno. Nada de túnicas pesadas y anticuadas en colores apagados (Silena sabe que- bueno, ella no sabe nada, no quiere hablar de eso), sino trajes bien ajustados, cortes limpios, materiales que gritaban lujo. Su padre estaba en un conjunto de tres piezas negro impecable, Annie venia con un conjunto beige que le quedaba perfecto, y él… Bueno, Draco llevaba un abrigo largo de color oscuro, con una bufanda casualmente sobre los hombros, la camisa desabrochada en el punto exacto para ser 'insinuante pero no vulgar' como diría su madre, y lo suficiente para que su padre no pueda decirle nada.
Despues de todo, había que darles espectáculo.
Lo más divertido era que Annie también lo disfrutaba. Caminaba con un aire de 'miren, por supuesto que pertenezco aquí' sonriendo de lado cuando alguien la observaba con demasiada insistencia. Porque, por supuesto, las preguntas había surgido.
"¿Quién es ella?"
"¿Es su hermana?"
"¿Pero no parece ser una hija de un muggles?"
"¿Qué hace con los Malfoy?"
Annabeth se limitó a levantar la barbilla y sonreír. "No puedo evitar que la gente quiera saber más sobre mi" murmuró con autosuficiencia.
"Bienvenida al club, querida" le respondió con la misma actitud.
Y entonces, ocurrió. El momento exacto en que se dio cuenta de que su presencia en este país iba a ser interesante.
Un chico, de unos quince o dieciséis años, alto, de cabello oscuro y ojos intensos, lo miró desde el otro lado del vestíbulo. Lo recorrió con la mirada, como si estuviera analizando cada maldito detalle de su existencia, y luego… le guiñó un ojo.
Ah.
Bueno.
No esperaba eso.
Por un breve instante, se quedé en blanco. Porque no era el típico coqueteo discreto. No. Fue algo descarado, confiado, con una pequeña sonrisa de medio lado que sugería que, si se acercaba, probablemente terminaría en situaciones cuestionables.
Y lo peor es que su primer pensamiento no fue 'es atractivo'.
No. Su primer pensamiento fue 'es mayor'.
Interesante. Su padre que obviamente vio todo (porque su padre lo ve todo, no sabe como, solamente lo vé), soltó un suspiro teatral. "Un muchacho encantador" comentó con una sonrisa ligera. "Me gustaría un yerno como él".
Hizo una pausa. "¿En serio?".
"Sí, aunque más joven".
Su expresión se desmoronó en dos segundos. "Padre".
"¿Sí, hijo?"
"Creo que acabas de arruinar mi vida amorosa antes de que siquiera empiece".
Este le sonrió con serenidad. "Es parte de mi trabajo como padre".
Annabeth se carcajeó en mi cara. "¡Oh, por los dioses, esto será divertido!"
Mientras ella se reía, su padre solo actuaba como si no acabara de destrozarlo psicológicamente, mientras el chico misterioso se alejaba con una última mirada de diversión, el resto del Ministerio seguía murmurando sobre ellos.
Sobre Lucius Malfoy de vuelta en el país. Sobre el hijo perdido de los Malfoy que resultó ser una obra de arte viviente. Sobre por qué diablos vestíannropa muggle y, peor aún, por qué les quedaba tan bien.
Sin embargo lo que nadie decía en voz alta, lo que todos pensaban, era lo que realmente importaba.
¿Dónde estaba Narcissa Malfoy?
Y eso…
Eso era un problema que, eventualmente, tendrían que enfrentar.
.
Como dijo antes, la entrada al Ministerio de Magia no fue discreta. No es que quisiéra llamar la atención… bueno, no tanta. Pero considerando que Lucius Malfoy había desaparecido durante doce años y ahora caminaba por el atrio con su hijo oficialmente confirmado a su lado, una chica desconocida y (lo peor de todo) ropa muggle, era de esperarse que todos se quedaran mirándolos como si hubiéramos descendido de los cielos.
Los susurros comenzaron (otra ves) al instante.
"¡Es Lucius Malfoy!"
"Pero… ¿cómo? ¿No estaba muerto?"
"¡Es su hijo! ¡Mira su rostro!"
"Por Merlín, es hermoso".
"¿Quién es la chica? ¿Una amante?"
"¿Por qué están vestidos así? ¿No son Sangre pura y odian a los muggles?"
"Esos abrigos… les quedan divinos". (Al menos alguien apreciaba la moda).
Su padre se movía con la elegancia de alguien que no se rebajaba a escuchar chismes, pero él tenía oídos finos, y Annie también.
" '¿Una amante?' "murmuró ella con una mueca. "¿Cuántos años creen que tengo?"
"No te preocupes, Ann. Para ellos, si no eres una Malfoy registrada, eres un misterio ilegal".
Ella sonrió como si le gustara la idea. "Me agrada ser un misterio ilegal".
Draco también sonrió. Ese fue un momento en el que un auror se les acercó. "Señor Malfoy…" Hablo con el tono de alguien que no sabía cómo abordar la situación. "Necesitamos que pase a una reunión con el Ministro".
"Por supuesto" respondió su padre, con su habitual tono aristocrático. "También mis hijos".
"¿Sus… hijos?"
Annabeth y él intercambiaron miradas de satisfacción. Eran parecidos, y sus ojos grises hacían la mentira aún más creíble. Definitivamente, eran malas influencias el uno para el otro.
Al llegar, noto que era un despacho elegante, con documentos organizados en pilas perfectamente ordenadas. El Ministro -un hombre de mediana edad con expresión tensa- los miraba con incredulidad.
"Lucius Malfoy. Creíamos que estabas muerto"
Su padre sonrió con esa tranquilidad que confundía y aterraba a la gente. "Me temo que los rumores de mi muerte fueron exagerados" Hubo un silencio incómodo.
"Necesitamos explicaciones".
Lucius inclinó la cabeza, como si le diera pereza tener que hablar de eso. "Después de la guerra, mi esposa y yo decidimos dejar Gran Bretaña. No queríamos criar a nuestro hijo en un entorno lleno de prejuicios y viejos conflictos. Nos mudamos a América y empezamos una nueva vida".
"Pero Narcissa Malfoy…".
Aquí venía la parte difícil.
Su padre respiró hondo, y aunque su rostro no cambió, su tono se volvió más grave, y hubo un altivismo de tristeza en su mirada. "Mi esposa falleció en un accidente automovilístico hace unos meses".
El Ministro se quedó en silencio, y los otros magos en la sala bajaron la mirada con respeto. Nadie cuestionaría esa historia. Draco solo miró a su padre con atención, evaluando si debía decirle la verdad. Que su madre no murió en un accidente, que Zeus ordenó su ejecución, que todo fue un castigo divino.
Pero Lucius ya lo sabía.
No lo miró, sin embargo sentía el peso de su conocimiento en la forma en que cerró los ojos un segundo más de lo necesario, Afrodita se lo había contado. Asi que decidió no decir nada, no era el momento, no ahora, no aún.
El Ministro pareció aceptar la versión oficial y continuó. "Entiendo. En ese caso, necesitamos registrar oficialmente a su hijo en Gran Bretaña".
Él asintió. "Ya he enviado los documentos. Está inscrito en Hogwarts".
"Y… la chica".
Todos giraron la cabeza hacia Annabeth, ella no pareció inmutarse por la atención. "Annabeth Chase Malfoy" dijo con confianza, Chase seria su segundo nombre, y entre tantos magos que tenian nombres aún más raros no habria diferencia. "No soy británica, sin embargo puedo afirmar que los Malfoy son mi familia".
El Ministro frunció el ceño. "¿Eres una bruja?" ¿En serio?
Lucius intervino antes de que Ann pudiera responder. "Annabeth es una gran bruja, una que puede hacer muchas cosas que un mago común no puede hacer, puedo confirmarlo. Ha crecido con nosotros y ha desarrollado habilidades extraordinarias como mi hija". El Ministro no parecía convencido, pero la forma en la que su padre lo dijo hizo que nadie se atreviera a cuestionarlo. (Lo divertido es que no era una mentira. Annie realmente podía hacer cosas imposibles para un mago común… solamente que era porque era semidiosa).
"Muy bien" hablo el Ministro finalmente. "Pero necesitarán varitas".
Su padre lo miró levantando una ceja. "Draco, ¿no tienes una?"
Sonrió con inocencia. "He aprendido a manejarme sin una".
Eso causó otra oleada de murmullos en la sala.
"¿Magia sin varita?", "¿Es posible?" O "¿Eso no es… ilegal?"
Lucius suspiró como si hablar con gente de inteligencia limitada lo agotara. "No es ilegal si nadie puede demostrarlo".
El Ministro masajeó sus sienes. "Bien. Pueden pasar a la Oficina de Varitas y registrar a sus hijos oficialmente".
Su padre se puso de pie con elegancia. "Será un placer". Salieron de la oficina dejando a todo el Ministerio en un estado de confusión total.
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La primera sensación al entrar a la Mansión Malfoy fue abrumadora. No por el tamaño (aunque definitivamente podría perderse y jamás ser encontrado), sino por la historia que respiraba cada rincón. Las paredes eran de piedra antigua, pulida por siglos de magia, y estaban cubiertas de retratos que parecían observarlos con una mezcla de sorpresa y desaprobación. El techo del vestíbulo principal era tan alto que las lámparas de araña parecían flotar en el aire, brillando con una luz encantada que hacía que todo reluciera como si estuviera recién limpiado. Y en realidad, probablemente lo estaba.
Apenas cruzaron la puerta, una docena de elfos domésticos aparecieron de la nada.
"¡Amo Lucius!" gritaron varios a la vez, con lágrimas en los ojos.
"¡Joven maestro! ¡Está en casa!"
"¡La señorita joven ama es bienvenida!"
Draco parpadeó, Annabeth parpadeó, pero su padre solo sonrió con esa expresión de "Sí, lo sé, soy grandioso".
"Estamos en casa" dijo él con calma. Los elfos corrieron hacia ellos y en un segundo se encontraba rodeado por pequeñas manos que intentaban arreglar su ropa (que ya estaba perfectamente en su lugar) y asegurarse de que no le faltara nada.
"¡El joven maestro necesita descansar! ¡Debe estar agotado!"
"¡Debemos preparar un banquete!"
"¡Hay que limpiar su habitación! ¡Y la de la joven ama!"
Annabeth se impresiono al verlos, aunque la arquitectura de la Mansión la entretuvo más.
"Basta de formalidades innecesarias. Estoy feliz de verlos a todos, han cuidado bien de la casa" Los elfos se quedaron con los ojos muy abiertos, claramente no acostumbrados a que un Malfoy dijera esas cosas. Y luego, como si alguien hubiera activado un hechizo, todos empezaron a llorar.
"¡El Amo Lucius es bueno con nosotros!"
"¡El joven maestro es hermoso y amable!"
"¡La señorita joven ama también!"
La mansión ya era un caos… y habían llegado hacía cinco minutos.
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Después de sobrevivir al asalto de elfos emocionales, lograron sentarse en el salón principal. Un lugar que parecía haber sido diseñado para recibir reyes. Su padre se acomodó en su sillón, con la gracia de alguien que pertenecía a ese lugar, y los observó con una leve sonrisa.
"Entonces, ¿cuándo empieza tu curso en Hogwarts?"
Annabeth y Draco lo miraron con la misma actitud.
"¿Tú no lo sabes?" preguntó lentamente.
Este se encogió de hombros, con la elegancia de un hombre que jamás ha tenido que preocuparse por calendarios escolares.
"No he estado pendiente de esas cosas" y señoras y señores, ahí tienen al padre del año.
Annabeth suspiró cansada de ellos. "Por supuesto que no".
"No lo creí necesario".
"Porque no eres tú quien tiene que ir".
"Exactamente".
Draco se recosto en el sillón mirando el techo. "Bueno, al menos Annie no tiene que preocuparse por eso, no tiene que ir a Hogwarts".
Ella asintió con satisfacción. "No es mi problema".
Lucius levantó una ceja. "Entonces, ¿qué harás en este tiempo?" Esos eran los problemas de haber salido demasiado rápido de Estados Unidos sin un plan.
Ann se encogió de hombros, como si la decisión fuera insignificante. "No lo sé. Lo pensaré, me gusta la arquitectura. Tomaré algún curso sobre eso, aunque no estoy segura, me vendria bien un sabático después de este verano".
Él la miró horrorizado y con diversión. "Annabeth Chase, ¿acabas de decir que no tienes un plan?" Esta le fulminó con la mirada.
"Relájate. Puedo darme el lujo de improvisar de vez en cuando".
Su padre asintió con aprobación. "Una sabia elección".
Draco simplemente pusl una mano en su pecho, como si le hubiera dado un ataque. "¿Mi mejor amiga está diciendo que improvisará su futuro? ¿Quién eres y qué hiciste con mi Annie?"
"Si sigues hablando, haré que un elfo te encierre en un armario, puedo pedirle eso, ¿no?"
Draco decidió cerrar la boca era su mejor opción.
.
Después de unos minutos de discusión sobre qué demonios harían ahora, Annabeth de repente se giró hacia él con una sonrisa maliciosa.
"Por cierto, yo le escribí a Lavender antes de venir".
Sintio que el mundo se detenía. "¡¿Tú qué?!"
"Te dije que lo hicieras".
"Pensé en hacerlo".
"¿Y lo hiciste?"
"… No".
Hubo una pausa. Lucius tomó un sorbo de su copa de vino con una expresión demasiado divertida. "Oh, hijo. Qué lástima"
Ann se cruzó de brazos. "Lavender te va a asesinar" canturreo.
"No, no lo hará" no lo hará ¿verdad?
"Sí, sí lo hará".
"No lo hará"
"Draco".
Se hundió en el sofá con un largo suspiro. "Si me mata, espero que hagan un lindo funeral, con una buena foto mia. Y que Bon Jovi asista"
Su padre asintió. "Por supuesto. Aunque preferiría que siguieras vivo".
"Yo también lo preferiría, gracias".
...
Nunca había estado ahí antes. Nunca había pisado esas tierras, caminado por estos pasillos, visto esas paredes de piedra que parecían tan antiguas como el mundo mismo. Nunca había llamado hogar a esa mansión. Sin embargo, aquí estaba.
Su padre los condujo a través de los amplios jardines, con su elegancia habitual, y por un momento, el ambiente casi lo hizo olvidar la razón por la que habían venido. Pero no importaba cuánto intentara distraerse con lo impresionante que era todo (la arquitectura impecable, los ventanales góticos, los muros cubiertos de enredaderas), nada podía borrar la opresión en su pecho. Annabeth caminaba a su costado en silencio, su mirada analizando cada detalle del lugar como si tratara de memorizarlo todo. Supuso que era su instinto de arquitecta en formación, aunque también sabía que estaba evitando mirarle directamente.
Porque si lo miraba, si él la miraba a ella…
Tendrían que aceptar lo que estaba sucediendo, lo que hizo.
Cuando las puertas principales se abrieron y entraron, otro grupo de elfos domésticos apareció al instante. Estos a comparación de los otros vestían túnicas elegantes, sin harapos ni la mirada abatida que ya había visto en otros elfos de sangre pura en el pasado. Uno de ellos, una elfina de grandes ojos azules, les hizo una reverencia antes de hablar con voz suave.
"Bienvenidos a casa, amo Malfoy".
Su padre asintió, con una expresión de orgullo en el rostro. "Gracias, Dyra. Asegúrate de que todo esté preparado para mis hijos".
Los elfos desaparecieron con una reverencia, y Draco se quedó en el vestíbulo, sintiendo que el aire le pesaba más de lo normal. La casa olía a madera antigua y cera de velas, un aroma elegante, imponente… pero desconocido.
No era su hogar. No era su hogar.
No como lo había sido su casa en Estados Unidos, con las fotos en las paredes, las mantas desordenadas en los sillones, el sonido de su mamá cocinando algo porque no confiaba en que su padre supiera freír un huevo sin incendiar la cocina.
No como ella.
Un vacío se asentó en su corazón.
Su mamá nunca estuvo aquí. Nunca caminó por estos pasillos, nunca arregló flores en estos jarrones, nunca se asomó por los ventanales. Nunca lo llamó para cenar desde esas escaleras, ni dejó un libro olvidado en esa mesa de mármol.
Ella no estaba ahí.
Y nunca jamás lo estaría.
No sabe cuánto tiempo estuve parado ahí, mirando el suelo sin realmente verlo, hasta que sintii una mano en su brazo. "Dray" la voz de Annie era suave, casi dudosa. Levantó la mirada y vio sus ojos grises observándolo con esa mezcla de entendimiento y dolor compartido. Y fue ahí cuando cayo en cuenta de que tenía que moverse, porque si se quedaba un segundo más en ese lugar, sus piernas cederían y no estaba listo para eso.
Su padre los guió hasta el ala familiar, donde estaban sus habitaciones. Pasaron por largos pasillos adornados con retratos de generaciones de Malfoys, con candelabros que proyectaban sombras danzantes en las paredes de piedra. "Esta será tu habitación, Draco" dijo abriendo una puerta doble y lo dejó pasar primero.
Entro y lo primero que noto fue que la habitación era inmensa. Una cama con dosel en tonos oscuros dominaba el centro, flanqueada por cortinas de terciopelo. Había un ventanal enorme con vista a los jardines, estanterías llenas de libros antiguos, un escritorio de madera oscura con detalles dorados.
Era perfecta.
Era fría.
Era extraña.
Y en una de las mesas, junto a una lámpara, había un florero con narcisos frescos.
Draco se quedó paralizado. Su garganta se cerró, Ann entró detrás de suyo y también los vio, tampoco dijo nada. No necesitaba hacerlo.
"¿Padre… los pones siempre?" preguntó apenas reconociendo su propia voz.
"Sí" la respuesta de este fue simple, aunque el peso de esa sola palabra lo golpeó más fuerte de lo que esperaba.
No se movió, no respiro.
Los narcisos siempre fueron las flores favoritas de su mamá. Cuando era niño, ella le contaba que los dioses griegos creían que representaban el renacimiento y la memoria. Que nunca se marchitaban realmente, que siempre volvían a florecer.
Pero ella no volvería a florecer.
No esta vez.
Annabeth se acercó y sin decir una palabra, tomó su mano y lo arrastró hasta la alfombra frente a la chimenea, su padre ya conociendolos los dejo soloa. Ambos se sentaron allí, con las piernas cruzadas, como lo hacían cuando eran niños. El silencio era pesado.
"A veces" dijo finalmente ", olvido cómo sonaba su voz".
Su amiga apreto la mano. "No la olvidarás".
"Pero ya no la escucho como antes".
"Eso no significa que se haya ido".
Hablo sin siquiera pensar "¿Crees que nos está viendo?"
Annabeth tardó un momento en responder, sin embargo cuando lo hizo, fue con una sonrisa triste. "Si alguien tiene la capacidad de vigilar desde el más allá, es Narcissa Malfoy".
Solto una risa entrecortada, ya que tenía razón. "Sí. Ella no dejaría que papá se saliera con la suya sin supervisión".
Ella también rió, y por un instante, la presión en su pecho se aligeró.
.
El fuego crepitaba suavemente en la chimenea, llenando la habitación con una luz cálida y dorada. Fuera, el cielo estaba oscuro, y la mansión entera parecía un castillo encantado en medio de la nada. Annabeth y él seguían sentados en la alfombra, con sus sombras alargándose en las paredes por el resplandor de las llamas. No habían dicho mucho más en los últimos minutos, simplemente existiendo en el mismo espacio, procesando todo lo que había pasado desde que... bueno, ya saben.
La mirada de Draco se deslizó hacia el florero con narcisos sobre la mesa de noche. No podía dejar de mirarlo.
Su mamá amaba los narcisos, ¿lo había dicho ya? Los tenía en casa todo el tiempo. En la mesa del comedor, en la ventana de la cocina, en su escritorio cuando escribía en su diario. Solía decir que simbolizaban el renacimiento, pero eso era una mentira bonita que la gente se contaba para sentirse mejor. Su mamá no iba a renacer. Estaba muerta. Y Zeus, el gran y todopoderoso dios del cielo, el que se supone que debía proteger a los suyos, había sido quien ordenó su ejecución.
La ira le quemó la garganta, amarga y densa como humo negro. No podía cambiar lo que había pasado, no podía traerla de vuelta. Pero podía asegurarse de que nunca la olvidaría. Asi fue como la idea apareció en su cabeza como un relámpago, rápida y electrizante.
Oh no, tu padre va a matarte. ¡Tienes doce malditos años Draco Orion Malfoy! Le gritaba su Ann interior. Es una mala idea... una muy mala idea Dray, una que te recordaré por el resto de tu corta vida si tu padre se llega a enterar replicó también su Lav interior.
Lo sabía, era una mala idea, una muy tonta y estúpida, una que juro nunca hacer, sin embargo ahora...
Un tatuaje no parecía ser tan malo.
La imagen de un narciso y el nombre de su madre, grabados en su piel. Algo que siempre llevaría consigo, algo que nadie podría arrebatarle...
Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, la idea expandiéndose en su mente como tinta en el agua.
"Ann, tengo una idea".
"Draco, no".
"Aún no dije qué es".
"No me importa. Sea lo que sea, te conozco y la respuesta sigue siendo no".
Suspiró y se levantó de la cama con teatralidad, ignorando cómo le dolía el cuerpo después de días de estrés y viajes. Draco camino hasta la chimenea, donde estaba la vela que había usado antes para practicar magia sin varita. Hécate le había enseñado algunos trucos básicos, cosas pequeñas para que no fuera un completo inútil, pero lo suficiente como para saber que si concentraba su voluntad de la forma correcta, podría hacer algo grande.
"¿Qué estás haciendo?" preguntó su amiga desconfiada.
"Honrando la memoria de mi madre" o un acto de impulsividad, ambas tal vez.
"Draco, si dices que quieres hacer lo que creo que quieres hacer, te juro que-"
"Me voy a tatuar un narciso. Y su nombre" afirmo con una sonrisa.
"¡Eres un idiota! ¡Lucius va a matarte!"
"Un idiota sentimental, gracias".
Ann se puso de pie de golpe y le quitó la vela de las manos antes de que pudiera hacer siquiera algo. "¿En qué parte de tu única neurona defectuosa creíste que esto era una buena idea?"
"En la parte que extraña a mi madre y quiere tener algo permanente de ella".
Su expresión vaciló un poco, aunque solo por un segundo antes de que volviera a fruncir el ceño. "Existen los collares, las pulseras, las fotos, los diarios, las cartas, las cosas normales para un niño".
"Ann, me conoces desde que tengo memoria, ¿cuando en mi vida he hecho algo normal?"
Ella dudo un poco antes de finalmente responder. "Punto válido, ¡pero eso no significa que esta sea una buena idea!" Annabeth se levantó de un salto y se interpuso entre Draco y la vela.
"Por si se te olvido, tenes doce años, Draco. ¡No puedes tatuarte!"
"Técnicamente sí puedo".
"¡No sin un adulto, ni con una aguja, ni con magia sin varita, ni con nada! ¡No hasta que seas mayor de edad!".
"Hécate me enseñó algunos trucos-" intentó justificarse, no estaba taaaaaaaaaaaaaaan mal, ¿no? ¿Verdad? Por favor, díganle que no.
"¡Por supuesto que lo hizo!" exclamó, levantando las manos al cielo como si estuviera implorando paciencia. La vela se encendió en su mano con un chasquido de magia. "Draco, NO."
"Draco, SÍ."
Antes de que pudiera detenerse, trazó en el aire la palabra Narcissa en un fuego dorado tembloroso y dibujo un narciso debajo. Annie casi le arrancó la vela de la mano, sin embargo se movío rápido y la alejo -enseñanza de Clarisse, por cierto, luego le tendría que agradecer porque, indirectamente, ayudo a que no lo detengan en tatuarse, aunque si ella se enterara... mejor no decirle nada-.
"¿Dónde te lo piensas hacer?"
"Aquí" Levantó la manga de su camisa y señaló la parte del brazo donde le ponían las vacunas. Annabeth puso una expresión que solo podía describirse como puro horror.
"Esto es estúpido. Esto es lo más estúpido que has hecho en tu vida, y eso incluye saltar de la ventana del segundo piso para 'demostrar' que podías aterrizar como un gato".
"Funcionó, ¿o no?" Dentro de lo que cabe, lo había hecho.
"Te quebraste el tobillo". Draco decidió que era mejor ignorar su negatividad y concentro su magia en la llama. "Lucius está en la casa, Draco. Si nos descubre-"
"No nos descubrirá. Me descubrirá. Tú puedes fingir que no sabías nada".
"¡Claro, porque tu padre se traga todas mis mentiras!"
Rodó los ojos, lo hacía la mayoría de las veces. "Ann, cariño, amiga de mi alma y corazón, solo relájate" Ella bufó, pero no lo detuvo cuando comenzó (aún no sabe si es porque su amiga sabe que cuando se le mete una idea a la cabeza no hay más remedio y está resignada a ello, o porque planea hacer algo mucho peor, ambas opciones son válidas).
Sentía el calor en la piel, pero no como quemadura; más bien como si la magia entendiera lo que estaba haciendo. Como si también quisiera dejar algo de Narcissa con él. El narciso tomó forma primero, luego su nombre, con la caligrafía más parecida posible a la suya. Y cuando terminó, se quedó viendo el resultado maravillado.
"Dime que esto no es arte"
Annabeth cruzó los brazos y lo miró con el ceño fruncido. "Dime que no eres un completo imbécil".
Sonrió . "No puedo".
"Si eso se infecta, no pienso ayudarte" mentirosa, si lo ayudaría. Así que solamente rió aliviado por primera vez en días.
Puede que su madre ya no este, pero esto, esto era suyo, algo que no podrían quitarle jamás.
"Ahora dime genio, ¿cómo piensas ocultarle esto a tu padre?" La pregunta de Annabeth cayó sobre él como un balde de agua fría.
"Oh"
Oh, oh, oh...
Oh, no.
Ella cruzó los brazos y arqueó una ceja. "Sí. Oh"
Bajo la mirada a su brazo. El narciso y el nombre de su mamá brillaban con un dorado tenue antes de asentarse en la piel, completamente definidos. Lo flexionl un poco y maldijo en voz baja. No dolía exactamente, sin embargo definitivamente lo sentía.
Annabeth suspiró con frustración. "Eres un idiota".
"Gracias, Ann, es lo que me motiva a seguir adelante."
"No me llames Ann, solo los que no son idiotas que se tatuan con magia que pudo haber salido mal a los doce años con su padre en casa me pueden llamar Ann" hablo desviando la mirada.
"Por supuesto, Annie".
Se llevó las manos a la cara, probablemente para no estrangularlo. "Draco, tu padre tiene ojos, y unos perfectamente funcionales"
"¿Ah, sí? Pensé que se guiaba por ecolocalización" intento bromear, su papá no sería capaz de matarlo si se enteraba... ¿cierto?
"¡No es gracioso!"
"Claro que lo es, pero no es el punto".
Annabeth le señaló el brazo como si fuera una bomba a punto de explotar. "Lucius. Te va a ver hoy, mañana o algún día de estos, él tarde o temprano lo sabrá".
"Sí, pero…" guardo silencio, porque realmente no tenía un pero. "¿Será mejor que se entere más tarde que temprano? Estoy dispuesto a averiguar cuanto tiempo se tarda..." su amiga tenia razón, su padre iba a verlo. De hecho, seguro esperaría que se cambiara de ropa para la cena. Y considerando que Lucius Malfoy tenía una visión de águila para notar cualquier cosa fuera de lugar, definitivamente no iba a ser una conversación fácil. "Oh, no. Mierda".
"Bienvenido al club de las personas que piensan antes de hacer estupideces, aunque en tu caso llegaste demasiado tarde" ironizó su cómplice del crimen.
Draco se pasó una mano por el cabello, empezando a sentir el peso real de su decisión. "Okey, necesito un plan" en realidad, necesito terapia, ocho horas de sueño, estabilidad emocional, más sol, dejar de tomar desiciones impulsivas que lo lleven a estas situaciones y un gran plan.
"Necesitas sentido común, pero eso ya es un caso perdido" ignoró su comentario y comenzo a caminar de un lado a otro.
"Mangas largas" así nunca lo vería.
"Estamos en pleno verano" carajo.
"Brazalete" o como se llame esa cosa.
"Muy sospechoso" verdad.
"Maquillaje" ¿siquiera tenía eso?
"¿Sabes maquillarte?"
"¿Tú sí?"
"Buen punto".
Ambos se quedaron en silencio un momento. "Tal vez yo podría... ¿hacer un hechizo de ocultamiento?"
Annabeth frunció el ceño algo dudosa "¿Sabes hacer uno?" No, pero es su única opción ahora.
"Hécate me enseñó un par de cosas" repitió, esperaba que la Diosa no decidiera vengarse... oh, ¿qué pasaría si su madre -Afrodita- se enterara? ¿Acaso lo revuviria para matarlo luego de que su padre lo haga?
"Repito, por supuesto que lo hizo".
Tomo un poco de aire y se volvió a concentrar en su magia en la piel, intentando canalizarla como Hécate le había enseñado. Al inicio sintio un leve cosquilleo y por un segundo pareció que el tatuaje desaparecía.
"¡Funcionó!" La chica se inclinó para mirar más de cerca y frunció aún más el ceño.
"Draco" uuuh, ese tono gritaba malas noticias.
"¿Sí, Annie?"
"Está… parpadeando".
Draco miró inmediatamente su brazo justo a tiempo para ver cómo el tatuaje se desvanecía y volvía a aparecer a medio camino, como una bombilla fallando. "Oh, por todos los dioses".
"Tu magia es un maldito desastre".
"¿Y ahora qué hago?" Lloriqueo, eso tuviste que pensarlo antes de hacerlo, ¡idiota! Le grito su Lavender interior.
Annabeth suspiró, claramente arrepentida de haber decidido seguirlo a Gran Bretaña. Eso le pasaba por hablarle primero en el kinder. "Solo cruza los dedos y espera que tu papá sea demasiado educado para hacerte levantar la manga en la cena".
Se recargo contra la cama, sintiendo el pánico que empezar a crecer más y más... "Voy a morir".
Su amiga asintió con solemnidad. "Sí. Sí, lo harás".
.
La cena en la Mansión Malfoy era, por supuesto, un evento digno de una portada en Magos de Alta Sociedad..La mesa era larga y de madera oscura con detalles dorados, estaba decorada con un centro de flores blancas y velas flotantes que daban un aire solemne al comedor. La vajilla de porcelana tenía el escudo de los Malfoy grabado con detalles en plata, y los cubiertos probablemente valían más que el auto en el que casi muerireron alguna vez (ese chiste en algunos años será gracioso, lo sabe, pero no ahora luego de que pues... ya saben).
Los elfos habían preparado un banquete impresionante, como si los estuvieran dando la bienvenida con una fiesta en vez de con una cena casual. Probablemente su padre les había dicho que estában en duelo, pero como ellos no eran el tipo de personas que lloraban en la oscuridad, sino que preferíann hacer catarsis con dramatismo y vestimenta espectacular (y malas decisiones, ¿pero que más da?), el ambiente era una mezcla extraña entre luto y celebración.
Annabeth miró alrededor con expresión neutral, aunque Dracl la conocía lo suficiente como para notar el brillo de curiosidad en sus ojos. Esa era la casa de una de las familias más antiguas del mundo mágico, una estructura con historia en cada pared, en cada candelabro, en cada maldita baldosa. Casi podía ver cómo su mente de arquitecta estaba analizando la distribución del lugar. Y él por otro lado, estaba tratando de no mover demasiado el brazo izquierdo. Hasta ahora, su intento de ocultar el tatuaje había funcionado a medias; seguía teniendo un leve resplandor que parpadeaba como si estuviera considerando si revelarse o no. Su pasre no había notado nada aún, sin embargo el hombre tenía la mirada afilada de un halcón. En cualquier momento, su sentido arácnido paternal podía activarse, y Draco estaría en problemas.
Les sirvieron el primer plato, una sopa de calabaza con un toque de especias que probablemente costaban más que la educación de muchos. Lucius tomó su copa de vino y los observó a ambos con su típica expresión medida.
"Me alegra tenerlos aquí" hablo con calma, como si fuera una verdad absoluta del universo y no un comentario más.
"¿Qué pasará ahora?" preguntó Annie siempre práctica.
Su padre dejó su copa en la mesa y se acomodó en su asiento. "En cuanto a Hogwarts como sabes Draco, ya envié todo lo necesario para tu admisión. No habrá problemas. Y tú Ann, puedes decidir qué hacer. No estoy seguro de qué opciones tienes en cuanto a educación para semidioses, pero esta casa siempre será tuya si decides quedarte a estudiad aquí".
Esta asintió con una leve sonrisa. "Muchas gracias"
Dracl movio su cuchara en la sopa, sintiéndome un poco ansioso.
"Y... ¿qué pasa con el mundo mágico?" preguntó más porque si. Lucius entrelazó los dedos sobre la mesa y los miró con una expresión calculada.
"Esa es una pregunta interesante" él nunca usaba ese tono, nunca con ellos. "He estado considerando" continuó ", organizar una recepción para formalizar nuestro regreso".
"¿Una recepción?"
"Una fiesta" aclaró.
"Oh, no" soltó más por su problemita en el brazo que por otra cosa.
"Oh, sí"
Annabeth dejó su cuchara y se cruzó de brazos. "¿Para qué?"
"Para presentar oficialmente a Draco como mi hijo, y a ti, si quieres, como parte de esta familia" le hablo suavemente, ese fue el plan desde un inicio, sin embargo este no quería que Ann se sintiera obligada.
"¿Código sangre pura para 'vean, tengo herederos, y ustedes no'?" preguntó Draco con una sonrisa ladina. Su padre le devolvió una mirada igual de maliciosa.
"Código sangre pura para 'he vuelto y sigo siendo más importante que todos ustedes', hijo".
Annabeth y Dracl se miraron. Hubo un largo momento de silencio entre ellos dos, una conversación muda en la que ambos evaluaban todas las posibilidades. Él no era un sangre pura en el sentido tradicional, no después de haberse criado con muggles y él mismo ser un mestizo. Y Annabeth no era una bruja, pero eso nunca le había impedido meterse de cabeza en cualquier desafío que le pusieran enfrente. Lucius no se inmutó mientras los veía dudar, como si ya supiera cuál sería nuestra respuesta antes de que la pronunciáran. Como siempre.
Draco fue el primero en romper el silencio, con una sonrisa pícara extendiéndose en su rostro.
"Bueno, si vamos a hacerlo… más nos vale hacerlo bien".
Ann se cruzó de brazos, evaluando la situación, luego rodó los ojos y suspiró. "Si tú te metes en esto, alguien tiene que asegurarse de que no termines incendiando la Mansión".
"¡Exacto!" exclamó.
Su padre sonrió no en grande, no como antes, sin embargo con algo de ese brillo en su mirada. "Me alegra escuchar eso".
"¡Oh, esto va a ser genial!" Dijo, ya sintiendo la emoción burbujear en mi pecho. "Quiero conocer más del mundo mágico, quiero ver cómo es la gente, cómo se comportan, qué visten, qué dicen" ergo, estar alerta en todos los chismes de la alta sociedad.
Su amiga con su lado lógico activado, asentía lentamente. "Si vamos a estar en este mundo, necesitamos información. No podemos simplemente lanzarnos sin conocer bien el terreno".
Lucius los miró con orgullo evidente. "Esa es la actitud correcta".
"¡Y la fiesta tiene que ser espectacular!" Hablo ya imaginando los detalles. "Mística, elegante, aunque con un toque moderno, aqui todos son muy deprimentes. No quiero solo viejos estirados hablando de linajes, quiero que cuando entremos, todos nos miren y piensen: 'Oh, por los dioses, los Malfoy han vuelto de verdad' ¿o aquí se dice 'por Merlín'?"
"Y también necesitamos contactos" le siguió Annie. "Saber quién es quién. Yo quiero ver qué tanto entienden los magos sobre los dioses".
"Entonces, mañana comenzaremos los preparativos".
Draco se acomodó en su asiento con una sonrisa satisfecha. "Bueno, entonces… que empiece la fiesta"
Los Malfoy habían vuelto. Y lo harían saber a lo grande.
Notes:
Finalmente llegamos a Hogwarts! Aunque, técnicamente no llegamos aún. De todas formas me alegra saber que estamos avanzando con la historia :) aún más cuando estoy planeando algo en unos años.
Draco se debe preparar para lo que vendrá, Zeus no es un juego lindo. Por fin veremos a Lavender!
No soy buena con momentos serios, soy un maldito asco en eso. No sé cómo se consuela a una persona, ni mucho menos como enfrentar una situación de forma emocionalmente correcta para mi y los demás. Así que no se como abordar esto en la historia :( . Solo sé abordar mis problemas emocionales de forma incorrecta con decisiones impulsivas :).
Vieron cuando en el canon amas a un personaje, pero te lees tantos fics donde es un maldito forro y como que ya no lo podes ver con los mismos ojos? Bueno, eso me está pasando con Jason. Lo se, si, no tiene nada que ver, pero esta afectandome, okey? 🤧 y si algo me afecta no me da para escribir.
IMPORTANTE: Quiero aclarar esto. Estoy completa y totalmente en contra de tatuarse siendo un menor de edad, y mucho menos teniendo doce años. Esto es solo ficción, y no apoyo esto en la realidad, es mejor esperarse a tener tus gustos ya claros y una buena responsabilidad mental y física para hacerte un tatuaje que estará grabado en tu cuerpo durante toda tu vida.
Voy a actualizar menos seguido uno, por la escuela. Y dos, tengo que encontrar la manera de saber todo de los libros de Percy Jackson sin leerlos otra vez (lo siento, me da mucha fiaca leerlos, en especial al Hijo de Neptuno, aunque eso es en mil años).
Nos vemos!
M. S. C
Chapter Text
En este momento, Draco estaba teniendo una crisis de moda.
No una crisis menor, de esas como '¿me veo lo suficientemente bien?'. No, eso ya lo tenía claro. Se veía increíble. El problema era que se veía demasiado increíble.
"Ann, necesito una segunda opinión" dijo girando sobre sus talones para enfrentarse a su mejor amiga. Annie que llevaba ya cinco minutos esperando junto a la puerta, cruzó los brazos con exasperación.
"Draco, ¿te das cuenta de que has tardado más que yo en arreglarte?" Bueno... tenia algo de razón, solo un poquito...
"La belleza lleva tiempo, Ann".
"¿Ya te habia dicho que eres un dramático?"
Le sonrió y volvió a mirarse en el espejo inspeccionando cada detalle de su atuendo. Había elegido una camisa negra, ligeramente holgada aunque con el ajuste perfecto para que no paresca hippie, con bordados dorados en el cuello y los puños. La combinó con unos pantalones oscuros que le quedaban a la medida y unas botas de piel de Dragón (que hizo confirmar a su padre que el Dragón habia muerto por causas naturales y no por una caseria, además de que habia dado un consentimiento) que le daban un aire despreocupado y elegante, parecía salido de una pintura antigua, algo entre lo angelical y lo peligroso. Eso le gustaba.
Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo ligeramente con intención. Sabía que sus ondas rubias caían con la perfección calculada de alguien que nunca tendría un mal día de cabello, pero igual quiso darle un toque más rebelde, por poco y no convence a su padre de no ponerle gel.
Se inclinó un poco hacia el espejo y entornó los ojos. "¿Crees que debería desabrochar un botón más?"
"Creo que deberías dejar de mirarte como si fueras una obra de arte" bromeó ella.
"Annabeth, soy hijo de Afrodita, eso es un hecho". Annie puso los ojos en blanco, aunque él captó la ligera sonrisa que trató de ocultar.
Se giró un poco para mirar su reflejo desde otro ángulo y sus ojos se desviaron a la parte de su brazo donde el tatuaje que apenas se insinuaba bajo la tela. Un narciso, cuidadosamente trazado con magia entrelazado con el nombre de su madre.
"Silena sabría exactamente qué hacer", pensó.
Pero Silena ya no estaba.
Sacudió la cabeza. No era el momento para eso.
¿Y cuando lo será?
"Draco" insistió Ann ", vamos a llegar tarde".
Solto suspiró dramáticamente y le lanzó una mirada con fingido sufrimiento. "Annie, todo el mundo llega tarde a una fiesta".
"Tú llegas tarde hasta cuando no hay fiesta" eso... no era tan cierto.
"Me gusta hacer buenas entradas"
Hubo un golpe en la puerta y su padre entró en la habitación, impecable como siempre, aunque con la expresión de un hombre que llevaba toda su vida lidiando con un hijo que consideraba 'demasiado'. Sus ojos lo recorrieron de arriba abajo y solo por un instante algo parecido a la sorpresa cruzó su rostro.
"Uuuh, te pareces a Sirius" murmuró arrugado la nariz.
Draco parpadeó recordando a su tío preso. "¿En serio?" Este negó con la cabeza, como si estuviera alejando el pensamiento.
"Nada. ¿Están listos?"
"Desde que nací" le respondió con una sonrisa.
Lucius suspiró divertido. "Saben que tienen que comportarse, aquí todo es muy diferente que en Estados Unidos".
Annie y él intercambiaron una mirada idéntica. "¿Comportarse?" repitió ella. "¿Recuerdas con quién está hablando?"
Su padre los ignoró y salió de la habitación. Y él sonrió dándose una última mirada en el espejo.
Sí. Se veía perfecto.
"¿Lista para ir con la banda de viboras?
Annabeth bufó con una sonrisa en el rostro. "Ya sabes la respuesta".
Y con eso, salieron, listos para la fiesta.
.
Draco no caminaba. No. Él desfilaba.
Y si alguien tenía algo que decir al respecto, era solo porque le envidiaban.
El sonido de sus zapatos contra el mármol resonó como si fuera parte de la sinfonía que se tocaba en la sala. Cada paso estaba medido, cada leve movimiento de su cabeza planeado sin esfuerzo aparente. No había necesidad de exagerar. No cuando la propia gravedad de su presencia jalaba todas las miradas hacia él. Podía sentirlo. La pausa en las conversaciones, los ojos siguiéndolo como si fuera un espejismo, algo demasiado perfecto para ser real.
Y lo entendía.
A veces ni él mismo se creía lo hermoso que era.
Pero bueno, la vida tenía que equilibrarse de alguna forma. No era su culpa haber sido bendecido con un rostro que desafiaba la lógica. Su culpa sería no usarlo a su favor. Así que sonrió, porque claro que lo hizo, y más de uno se quedó mirando.
Oh, esto era divertido.
Apenas habían bajado los escalones principales y ya podía notar las reacciones. Las chicas entrecerraban los ojos, como si intentaran descubrir qué era exactamente lo que lo hacía tan... magnético. Los chicos, algunos con curiosidad, otros con algo que Draco reconoció de inmediato como interés. Oh, sí, lo habían notado.
Era demasiado hermoso para ignorarlo.
No de una forma infantil, como lo serían los niños de su edad. No, su rostro tenía una cualidad irreal, algo que incluso la perfección de los Malfoy no explicaba del todo. Era ese brillo en su piel, el dorado leve en su cabello cuando la luz lo alcanzaba, la forma en que sus pestañas proyectaban una sombra oscura sobre sus mejillas cada vez que bajaba la mirada, solo para elevarla de nuevo con precisión quirúrgica. No necesitaba hacer mucho, solo inclinar la cabeza en un ángulo exacto, o rozar su labio inferior con la lengua de forma casi distraída, o jugar con el anillo en su dedo, y ya los tenía.
Fascinados.
Hipnotizados.
Perdidos.
Oh, sí. Draco había llegado.
La atención era suya.
Y eso le encantaba.
Levanto su copa con una elegancia natural, dejando que la luz de las lámparas encantadas destellara sobre sus anillos y la piel de su muñeca. No necesitaba hacer un gran gesto para que todos lo miraran. Bastaba con la forma en que inclinaba la cabeza, con el ritmo pausado de su respiración, con el simple hecho de existir.
En el fondo, sabía que su padre y Annie lo estaban observando con diversión. Claro, podían haber cambiado de continente, podían haber pasado años lejos de la sociedad mágica británica, pero al final del día, había cosas que nunca cambiaban. Y una de ellas era que Draco Malfoy dominaba cualquier habitación en la que entrara.
Digan lo que quieran de la vanidad. Él no la veía como un defecto.
La voz de su padre resonó firme y medida en la mansión al hacer el anuncio oficial. Él lo escuchó a medias, demasiado ocupado escaneando la sala con una sonrisa apenas perceptible. Oh, la gente trataba de disimular su asombro, claro que sí. Un par de madames de sociedad intercambiaban miradas rápidas, susurrándose al oído. Unos chicos de Slytherin -tal vez de su edad, tal vez un poco mayores- intentaban fingir desinterés, aunque sus ojos decían otra cosa.
Y luego llegó el momento.
"Mi hija, Annabeth Chase Malfoy" anunció girándose ligeramente hacia Ann, que estaba a su lado izquierdo.
Y ella con su acostumbrada actitud de guerrera, simplemente inclinó la cabeza con una expresión seria, como si estuviera evaluando a cada persona en la sala. No dijo una palabra. No tenía que hacerlo. Su mirada lo decía todo: No me subestimen, perras (bueno, tal vez no esto último, sin embargo venía a la ocasión).
Los presentes parecieron impresionados. Ya que Annie se presentaba como una Malfoy de pocas palabras, aunque de presencia firme. Y eso era interesante.
Pero su padre no había terminado.
"Y también, mi hijo, Draco Orion Malfoy"
Oh, qué maravilla.
Draco se adelantó con una calma que parecía ensayada, aunque no lo estaba, era natural. Cada paso estaba medido sin que tuviera que pensarlo. Se movía con esa seguridad innata, con el aire de alguien que no solo sabe que es hermoso, sino que sabe cómo usarlo. Alzó la barbilla apenas, sus pestañas descendieron un poco, como si los estuviera evaluando y al mismo tiempo concediéndoles el privilegio de verlo. Sus labios se curvaron en una sonrisa sutil, la clase de sonrisa que dejaba a la gente preguntándose si era un gesto amable o un juego.
Dio su asentimiento de cabeza con una lentitud exquisita.
"Es un placer ver tantas caras distinguidas esta noche".
Silencio.
Y él contuvo una risa. Era increíble lo fácil que era esto.
Los magos británicos, por toda su pureza de sangre y su supuesto porte aristocrático, no estaban preparados para alguien como él. No para alguien que no solo tenía el apellido, sino la actitud, la presencia, el descaro.
Ann que aunque no estaba a su lado, la escucho resoplar muy bajito, como si estuviera reprimiendo la risa. Y no tuvo que mirarla para saber lo que pensaba. Dramático. En cambio su padre le dio un sorbo a su copa con el aire satisfecho de un hombre que sabía exactamente lo que estaba pasando. Su expresión decía algo como: Por supuesto que mi hijo va a dejar a todos en estado de shock, ¿acaso lo dudaban?
Él bajó su copa con calma, jugando con el tallo del cristal entre sus dedos, como si realmente estuviera disfrutando del champán (sin alcohol, por lastima) y no del espectáculo que él mismo estaba haciendo. "Espero que disfruten de la velada tanto como yo" añadió con una inclinación de cabeza milimétricamente medida.
Algunos parpadearon. Un par de brujas mayores parecieron necesitar aire.
Ah. Su madre estaría orgullosa. Ambas.
.
Draco mantenía la sonrisa, el porte relajado, la elegancia natural de alguien que sabe que es hermoso y no tiene miedo de usarlo a su favor. Sin embargo internamente...
¿En qué demonios se había metído?
Él no socializaba.
No, de verdad. No sabía cómo hablar con desconocidos.
Claro, podía acaparar la atención de un lugar con un par de movimientos bien calculados, sin embargo ¿hablar?, ¿interactuar?, ¿mantener una conversación con extraños sin Ann cubriéndole la espalda? Nunca, jamás. Algo irónico si lo piensa bien, ya que le encanta el escenario.
Así que estaba metido en un gran problema, ya que Annabeth no estaba en ninguna parte.
Lo había dejado solo. A la deriva.
Y su padre tampoco era de ayuda. Por qué este estaba demasiado ocupado charlando con unos ancianos de aspecto... dudoso. No en el sentido de "oh, son mortífagos" (Lucius había dejado claro que se mantendría lejos de esas tonterías de ahi en adelante). No, dudoso en el sentido de "probablemente huelen a polvo y humedad y podrían contar historias de hace cinco siglos con demasiados detalles".
Así que se ahogó en su propia desesperación interna, sin perder el porte. Porque no se suponía que esto pasara, no se suponía que él tuviera que manejarlo solo. El plan era claro: Annie sería la sensata y lo arrastraría cuando fuera necesario. Ese era el trato.
Pero no, la muy traidora lo había dejado solo en la maldita mansión Malfoy llena de sangre pura que lo observaban como si fuera algún tipo de espécimen raro. Y justo ahí la vio, la muy ingrata estaba a varios metros, atrapada en conversación con Pansy Parkinson, Millicent Bulstrode y las hermanas Greengrass, intercambiando miradas de "¿me rescatas tú o te rescato yo?" hasta que las dos se dieron cuenta de que ninguno tenía escapatoria.
Draco consideró seriamente fingir un desmayo.
Pero los dioses parecían divertirse con su miseria (esta seguro de que fue Zeus), porque justo cuando pensó en hacer una retirada estratégica, se vio rodeado. Ay, no mamita sálvame donde quiera que estés.
Annabeth volvió a mirarlo con una súplica muda en los ojos.
Un parpadeo. "Haz algo"
Él entrecerró los ojos. "Me dejaste solo" su amiga apretó los labios en una línea tensa, levantó una ceja. "Problema tuyo" La chica le dedicó una mirada de eres lo peor justo cuando un grupo de chicos se acercó a él.
Blaise Zabini, Theodore Nott, Demian Rosier, Vincent Crabbe y Gregory Goyle.
Felicitendlo, había hecho su tares.
Solo los observó sin apartarse ni un milímetro, sabía exactamente lo que estaban haciendo. Los herederos de las familias más antiguas y prestigiosas de la sociedad mágica no preguntaban; evaluaban, medían, analizaban.
Y ahora, sus ojos estaban sobre él.
"Vaya, Malfoy" murmuró Nott con una sonrisa perezosa. "Por fin te dignas a presentarte en sociedad".
Él mantuvo su expresión relajada, aunque la sonrisa que curvó sus labios fue calculada, no podía hacer ver que estaba nervioso. "Bueno, sería de mala educación ignorar una invitación tan exclusiva, ¿no?"
"Así que el acento es real" comentó Zabini, mirándolo con curiosidad. "Te criaste en América".
Draco ladeó la cabeza apenas. "¿Me delata la actitud?"
"Te delata la seguridad" intervino Rosier con una media sonrisa. "Los británicos no suelen entrar a una habitación sabiendo que son la persona más interesante en ella" eso le sonaba a mentira, pero como no se crío aquí lo dejo pasar, le sostuvo la mirada con satisfacción felina.
"Tal vez nunca han tenido algo interesante de verdad".
Zabini soltó una breve risa, Nott apenas curvó los labios. Mientras que Crabbe y Goyle intercambiaron miradas, sin saber bien si debían reír. Rosier inclinó la cabeza con lo que podría haber confundido con respeto, si no conociera mejor a los sangre pura -su padre le había enseñado bien-.
"Tienes razón en algo" hablo con tono ligero. "No eres lo que esperábamos".
Solo sonrió, lanzandole otra mirada disimulada a Annie, que lo ignoró. "Y, ¿qué esperaban?"
Zabini hizo un gesto con la mano. "Un Malfoy más británico, para empezar."
"Uno que no se moviera como si supiera exactamente cómo piensa cada persona en esta habitación" añadió Nott.
"Y uno que no tuviera la sangre sucia impregnada en su estilo de vida" finalizó Crabbe.
El aire se tensó por una fracción de segundo, no lo suficiente como para ser notorio. Sin embargo él lo sintió.
Porque, aunque su sonrisa no se alteró, algo en su interior se enfrió.
Ah, sí, esto.
Esto era lo que lo separaba de ellos.
Porque ahora ellos lo miraban con admiración, con fascinación incluso, porque querían impresionarlo. Pero si se enteraran de la verdad, no lo consideraran un igual.
"La cultura americana es... interesante" dijo Zabini, con el tono de alguien que escoge sus palabras cuidadosamente.
Draco mantuvo su sonrisa perfecta, como si las palabras de Crabbe no hubieran existido nunca. "Claro que lo es, cultura es la palabra clave" ni a él mismo le gustaron sus palabras, y apesar de eso Zabini se rió entre dientes, captando el desaire oculto en su tono.
"Oh, me gusta este Malfoy" comentó con una diversión evidente. Nott lo evaluó con renovado interés y Rosier inclinó la cabeza apenas, los ojos entrecerrados, como si intentara leerlo.
Sabía que, en otro momento, otro lugar, esta conversación hubiera sido distinta. Pero aquí, rodeado de ellos, en la casa que llevaba su apellido, bajo la mirada de todos en la habitación, solo había una opción. Así que sonrió con la confianza de alguien que sabía que lo estaban devorando con los ojos.
Porque a pesar de que él no era uno de ellos.
Ellos lo querían de su lado.
.
Draco sintió el cambio en el aire antes de verlo, y eso le gustaba.
Los chicos frente a él seguían intentando impresionarlo, cada uno a su manera. Nott con comentarios mordaces, Zabini con su actitud relajada y a la vez evaluadora, Tosier con sus sonrisas medidas y sus ojos que parecían querer descifrarlo, mientras que Crabbe y Goyle... bueno, estaban ahí comiendo. Mentiría si dijera que no quería hacerlo también.
Y a diferencia de la creencia popular, él no era tonto.
Sabía cuándo alguien realmente importaba. Y los herederos mayores de varias casas sangre pura pasaron cerca con un andar despreocupado, como si no lo estuvieran inspeccionando. Excepto que sí lo estaban haciendo.
Los sintió evaluarlo de arriba abajo, sus miradas arrastrándose por su ropa, su postura, la facilidad con la que se movía en la habitación. Draco sonrió para sí mismo, ya que no necesitaba verlos para saber lo que estaban pensando.
"¿Este es el Malfoy?"
"No es lo que esperábamos. "
"Es mejor".
Se aseguró de pestañear en el momento justo, bajando la mirada con una sonrisa casi distraída. Solo para hacer que uno de ellos tropezara sutilmente con la alfombra. No era su culpa que su encanto fuera un arma que sabía utilizar.
Y como él nunca busca a nadie, ellos lo buscaron.
"Nos lo vamos a llevar un rato".
La voz se deslizó entre la conversación como un cuchillo bien afilado. Él levantó la mirada, ya sabiendo que se trataba de los mayores. Y los chicos de su edad callaron al instante. Demian, sin embargo, no ocultó su molestia cuando su hermano mayor -Altair Rosier, tenía que ser él- le dedicó una mirada casual antes de posar los ojos en Draco. A su lado estaban también Callum Parkinson y Adrien Bulstrode, formando un trío de sonrisas ensayadas y miradas de evaluación. "No creo que quiera ir con ustede" hablo este con voz relajada, aunque su mandíbula se tensó apenas.
Su hermano no le prestó atención. "¿Y si lo dejamos decidir a él?" su voz era suave y divertida.
Draco los miró a ambos, alzando una ceja con fingido desinterés. "Depende" murmuró deslizando la mirada sobre los tres mayores. "¿Es una invitación o una orden?" No puedo decir que no hay una respuesta equivocada ahí.
Callum Parkinson soltó una carcajada, con esa arrogancia fácil de quien está acostumbrado a liderar en su propio círculo. "Si necesitas que sea una orden para venir, puedo arreglarlo".
Nott resopló. "No puedes pasar una noche sin jugar con fuego".
Él sonrió, disfrutando más de lo que debería el cambio en la atmósfera.
Demian cruzó los brazos. "No creo que sea buena idea."
"Tú no crees muchas cosas, hermanito" murmuró Altair. Luego extendió la mano hacia él. "¿Vienes?" Y como dijo antes, no era tan tonto como para pensar que tenía opción.
No era un no.
Era un cuándo.
Así que aceptó la invitación con una media sonrisa y un leve encogimiento de hombros, dejando que su mano apenas rozara la de Altair antes de apartarla, suficiente para hacer que sus ojos se entrecerraran apenas.
No es su culpa que su madre lo haya hecho así.
Y antes de seguirlos, buscó con la mirada a Annabeth. Su amiga tenía la misma mirada de advertencia que le lanzaba cuando hacía algo particularmente estúpido.
"Tu padre está aquí mismo."
Draco le respondió con un leve movimiento de cabeza que decía: "¿Y qué?"
Annie intentó zafarse de las chicas que la retenían, pero Bulstrode le dijo algo al oído y Parkinson la sujetó del brazo con una sonrisa que claramente decia que no iba a soltarla en un rato. Asi que se despidió con un guiño burlón antes de girarse hacia su nuevo grupo.
Los mayores ya avanzaban entre la multitud, las miradas siguiéndolos.
Draco suspiró.
Solo había venido a jugar con sus mentes.
No a socializar.
Y sin embargo, ahí estaba.
.
Él aanzó junto a ellos, consciente de que estaba entrando en un terreno diferente. Si los de su edad intentaban impresionarlo con frases ensayadas y fanfarronería, estos tres lo miraban como si estuvieran estudiándolo. No con la impaciencia de un niño queriendo demostrar su valía, sino con el tipo de atención que se reserva para algo raro y valioso, algo que uno quiere entender antes de decidir qué hacer con ello. Lo cual... era halagador. Y también ligeramente preocupante.
Adrien Bulstrode fue el primero en hablar, con una media sonrisa que denotaba cálculos tras cada palabra. "Draco Malfoy. Finalmente" el tono tenía el peso de alguien que rara vez tenía que esperar algo.
Entorno los ojos con la medida justa de interés y desinterés. "Me siento halagado por la anticipación".
Callum Parkinson sonrió con esa confianza que solo alguien mayor podía tener, esa que no venía de la nobleza del apellido, si no de saber cómo moverse en un mundo donde la imagen lo era todo. "Oh, créeme, la hay".
Inclinó la cabeza de forma leve fingiendo curiosidad. "¿Porque soy un Malfoy?'
Callum sonrió más. "Porque eres tú".
La respuesta no vino de él ni de Adrien. Fue Altair Rosier quien la dio, con su tono más bajo, más especulativo, con la tranquilidad de alguien que sabía que no necesitaba levantar la voz para ser escuchado.
"¿Y qué sabes de mí?" Preguntó con curiosidad mirándolo a los ojos, el chico sostuvo la mirada con una facilidad irritante, la clase de seguridad que podía desarmar a cualquiera.
"No lo suficiente".
Adrien rió por lo bajo, como si encontrara la conversación entretenida en un nivel que los demás no comprendían del todo. "Deberías sentirte halagado. No todos logran captar el interés de Altair tan rápido."
Draco fingió pensarlo por un momento antes de sonreír con un aire de despreocupación. "Oh, créeme que lo hago".
Callum se cruzó de brazos con un aire pensativo, evaluándolo con una intensidad apenas velada. "Se rumorea que eres diferente".
"Eso mismo me dijeron hace unos minutos" si recuerda bien.
Este inclinó la cabeza con una expresión perezosa, como si apenas estuviera entrando en calor. "Nos interesa confirmarlo."
Dejó que una media sonrisa se deslizara en sus labios. "Qué honor" Altair entrecerró los ojos apenas, no en un gesto de desconfianza, sino más en una forma de calibrarlo mejor.
"No pareces muy impresionado".
"Tal vez me impresionan menos lo que creen"
"Tal vez no lo hemos intentado lo suficiente".
Draco dejó escapar una suave risa, disfrutando el cambio sutil en la atmósfera.
"Oh, creo que lo han intentado bastante".
Altair no se inmutó. De hecho, en cambio parecía más divertido. Callum y Adrien intercambiaron miradas antes de que el primero soltara un suave suspiro, como si todo esto fuera un pequeño juego que le encantaba jugar. "Bien, entonces dime, Malfoy, ¿qué te impresiona?" Se hizo el pensativo un momento, dejándose el lujo de una pausa prolongada. Los miró a los tres, sabían moverse en sociedad, sabían jugar con las palabras y con la imagen que proyectaban.
Pero ¡por favor! Draco era hijo de Afrodita.
Y jugar con el encanto estaba en su sangre.
Así que solo sonrió, de forma lenta y concisa, con una sutileza que no dejaba claro si era un reto, una provocación o simplemente una forma de divertirse.
"Tendrán que descubrirlo".
El cambio en la atmósfera fue sutil e innegable. Ya no había solo curiosidad en sus miradas. Ahora había un reto, un interés genuino, un nuevo nivel de atención. Altair dio un paso más cerca. No demasiado, solo lo suficiente para que él sintiera el calor de su presencia, lo suficiente para que si alguien los observaba de lejos, pensara que estaban compartiendo secretos, lo suficiente para que su diferencia de altura sea muy notable, y maldiga lo injusta que era, pero que al mismo tiempo le encantara que sea tan grande.
"Me gustan los desafíos" murmuró.
Él inclinó la cabeza apenas, con esa confianza que no necesitaba palabras para ser evidente.
"Oh, ya lo sé".
Altair esbozó una sonrisa lenta, Callum y Adrien parecían entretenidos, aunque también más atentos. Ya no estaban simplemente conversando, estaban tanteando el terreno, midiendo fuerzas en un juego que él dominaba sin siquiera intentarlo.
Pero entonces.
Una voz.
"Draco."
El cambio fue inmediato. Altair se tensó de forma casi imperceptible, Callum y Adrien enderezaron la postura de manera automática, con la clase de reacción que solo alguien que ha crecido bajo reglas estrictas puede tener. Draco, en cambio, giró la cabeza con toda la calma del mundo, bueno, o al menos fingiendo tenerla, la necesitaría.
"Padre".
Lucius Malfoy estaba allí, elegante, sereno... y con una expresión que no delataba ni un ápice de sus pensamientos. Lo cual era mala señal. Deslizó la mirada sobre los tres mayores con la misma delicadeza con la que alguien podría evaluar algo que no ha decidido si es útil o simplemente un estorbo. "¿No son un poco mayores para estar monopolizando su atención?"
Altair para su crédito, mantuvo la compostura y sonrió con cortesía. "Solo estábamos conociéndolo, señor Malfoy".
Su padre mantuvo la expresión imperturbable. "Por supuesto" su tono fue impecablemente educado. "Y ahora ha terminado".
Sintió las ganas de reír burbujeándole en la garganta. Aguantó, por poco. Los tres asintieron con la educación calculada que se esperaba de ellos. No discutieron, no desafiaron. Sabían que, en ese momento, su padre tenía la última palabra.
Pero no se sintieron derrotados.
Draco lo supo porque cuando se dio media vuelta para alejarse con su padre, sintió la mirada de los tres siguiéndolo. No con resentimiento, no con molestia. Con interés.
Interés renovado.
Interés divertido.
Interés que no se disiparía tan fácilmente.
Y él, aunque no lo demostró en su expresión, lo sabía.
Su papá le colocó una mano en la espalda y lo guió lejos, su toque ligero aunque innegociable. Cuando se alejaron lo suficiente, Lucius inclinó un poco la cabeza y murmuró, con esa calma que solo los padres pueden usar cuando están realmente fastidiados: "Tú madre estaría orgullosa de la atención se estas recibiendo, sin embargo yo no soy tu madre" lo sabía. "Además, eres demasiado joven para eso".
Esta vez lo miró con diversión. "No hice nada".
Este le acomodó un mechón de cabello con toda la ternura del mundo. "Ese es el problema".
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Draco estaba disfrutando del aire fresco que significaba estar lejos de la intensa mirada de su padre cuando sintió que alguien lo sujetaba del brazo con fuerza.
"¡Eres un maldito traidor!"
Ooh, era Annie. Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que ella lo arrastrara a un rincón más discreto, fuera del flujo principal de la gala. "¡Me abandonaste con ellas!" lo acusó, cruzándose de brazos. "Con las Greengrass, con Bulstrode, con Parkinson. Solas" Bueno, sus hermanos no parecían ser tan malos.
Asi que solo parpadeó con fingida inocencia. "Bueno, al menos no estabas con los Carrow, y tú me abandonaste primero".
Annabeth lo fulminó con la mirada. "No bromees. ¡Sabes cuánto odio estas cosas!"
Se llevó una mano al pecho. "Y sin embargo, te sacrificaste como la heroína que eres. Estoy orgulloso de ti. Además tú también sabes como odio estas cosas" se defendió.
"¡No me habrías dejado ahí si fueras tan orgulloso!" Espetó ella indignada. "Pero claro que sí lo hiciste. Y por qué, dime. Ah, sí, porque te llamaron los chicos guapos y mayores, y no te veias muy triste con ellos". Uuh, touche.
Draco entrecerró los ojos con un aire altivo. "Me llamaron los interesantes."
Ann soltó una carcajada sarcástica. "¡Sí, claro! Y me vas a decir que no notaste cómo te miraban" él es ciego, no ve nada.
Sonrió con suficiencia. "Tal vez solo un poquito"
Su mejor amigs hizo una mueca de asco. "Hombre tenias que ser".
Sonrió más, encantado con su indignación. "Oh, no me mires así. Fue divertido".
"¡Me abandonaste!"
"¡Tú tambien! ¡Y eres la persona más capaz en esta sala!"
"No me importa, ¡estás en deuda conmigo!"
Sabia que la conversacion no llegaria a ninguna parte. "Está bien, está bien, lo compensaré, ¿qué quieres?" Ella lo pensó un momento antes de entrecerrar los ojos con picardía.
"Tus helados el próximo verano en el campamento".
¿Qué narices dijo esa lunática?
"¡Eso es cruel!" ¡y depravado! Él amaba esos helados.
"Y justo".
Puso los ojos en blanco, aunque no discutió, le pediría a Luke los suyos, este siempre se los da.
"Bien. Lo que sea para calmar tu furia"
Annie le dio un codazo. "Ahora vuelve a la fiesta, Romeo". Cuando volvieron, la atmósfera se había encendido aún más. La música sonaba en el fondo, suave aunque lo suficientemente animada como para darle vida al evento. Su padre estaba en una conversación seria con otros miembros de la élite, sin embargo sabía que tenía un ojo en él. Ann también lo notó y sonrió con burla. "Aveces tu padre me da miedo".
"Es su talento especial" murmuró.
La chica negó con la cabeza y antes de que pudiera responder, alguien más se acercó.
"¿Draco?" Él giró la cabeza y se encontró con Callum, Adrien, y Altair de nuevo.
"Ah, miren quién volvió: murmuró Adrien con diversión.
"¿Fue un escape o una misión diplomática?" Preguntó Callum, alzando una ceja.
"Una traición" soltó Annabeth antes de que él pudiera responder.
Altair sonrió con un destello de interés en la mirada. "¿Eso significa que estás libre ahora?"
Le sonrió con una mezcla de arrogancia y travesura. "Depende. ¿Qué tienen en mente?" El chico se inclinó apenas y su mirada atrapándolo en un instante.
"Tal vez quieras descubrirlo".
Draco sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Oh, sí.
Definitivamente le gustaban mayores.
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Él ya no estaba seguro de en qué momento exacto la noche pasó de ser una aburrida obligación social a un juego peligroso y entretenido. Quizás fue cuando Altair le dedicó esa sonrisa lenta y calculada, o cuando Callum se inclinó un poco más de la cuenta para hablarle al oído, i tal vez cuando Adrien le sirvió una copa de zumo de calabaza con la confianza de un anfitrión que ya había decidido que Draco le pertenecía a su círculo.
Lo que sí sabía era que Annie lo estaba mirando con una expresión que decía claramente: Te dije que no confiaras en los chicos guapos y mayores.
Él, por supuesto, la ignoró.
"Así que, Draco" hablo Altair, sosteniendo su copa con una elegancia natural. "¿Cuánto tiempo planeas quedarte en Gran Bretaña?"
"Lo suficiente para hacer una impresión duradera" respondió con una sonrisa que no revelaba nada y lo insinuaba todo.
Callum soltó una risa suave. "Oh, creo que ya lo hiciste".
"Eso es discutible" intervino Adrien. "Todavía no hemos visto si tienes lo que se necesita."
"¿Lo que se necesita para qué?"
"Para sobrevivir aquí" dijo Altair encogiéndose de hombros. "Para jugar en nuestra liga".
Ann hizo un sonido ahogado. Draco casi podía oír su: ¡No caigas en el reto! resonando en su mente. Y el por supuesto, cayó.
"¿Y qué liga es esa exactamente?"
Los tres intercambiaron miradas con aire conspirativo antes de que Adrien sonriera. "Pronto lo sabrás."
Draco sintió un escalofrío de anticipación. Oh, definitivamente estaba metiéndose en problemas. Y le encantaba.
Justo cuando la conversación se estaba volviendo demasiado interesante, un frío familiar recorrió la habitación.
Lucius Malfoy había llegado, otra vez. ¿Su padre tenía ojos en la nuca acaso?
Apenas tuvo tiempo de enderezarse antes de que su padre apareciera a su lado con la elegancia de alguien que no interrumpe, sino que hace notar su presencia. "Hijo" hablo con su tono más diplomático, lo que solo significaba una cosa: Estoy fingiendo calma, pero estoy a segundos de arrastrarte lejos de aquí.
Draco sonrió con su mejor expresión inocente. "Padre" repitió teniendo un breve deja vu.
Lucius dirigió una mirada breve pero significativa a los tres chicos. Altair, Callum y Adrien, que habían estado perfectamente relajados momentos antes, parecieron recordar de repente que Lucius Malfoy era alguien a quien no querían irritar.
"Siempre es un placer verlo, Lord Malfoy" comenzó Altair con la inclinación de cabeza justa para ser respetuosa sin parecer sumisa.
"Un honor" añadió Callum.
Adrien simplemente sonrió con una confianza peligrosa. Y su padre los estudió por un momento antes de inclinar la cabeza en reconocimiento. "Espero que se comporten adecuadamente con mi hijo" hablo con su tono perfectamente educado pero con una advertencia implícita. Oh, claro que lo estaban haciendo.
Draco sintió cómo su libertad se desmoronaba en tiempo real.
"Siempre, señor" respondió Altair con una sonrisa perfectamente encantadora.
Su padre no parecía impresionado. "Draco."
Soltó un suspiro. "Sí, sí. Ya voy".
Lucius le lanzó una mirada, la misma que usaba cuando él intentaba discutir sobre su hora de dormir cuando era niño. Asi que sin más opción, se despidió con una mirada final a los tres chicos, que le devolvieron sonrisas cómplices.
"Nos veremos pronto, Draco" dijo Adrien, con una entonación que hizo que su propio padre tensara la mandíbula. Él sintió satisfacción pura.
Y mientras se alejaban, Annie apareció a su lado, claramente disfrutando la escena. "¿Fue divertido?" susurró con una sonrisa burlona.
Suspiró dramática. "No lo suficiente".
Su padre que había oído todo solo le lanzó una mirada de advertencia.
Y así, la fiesta llegó a su fin.
Pero Draco tenía la sensación de que su vida en Gran Bretaña apenas estaba comenzando.
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La mansión Malfoy estaba en completo silencio ahora. Los candelabros aún brillaban, reflejándose en los mármoles pulidos, pero la vibrante energía de la fiesta había desaparecido junto con los invitados. Solo quedaban ellos tres: Annie, Draco y Lucius.
Él se deslizó hasta el gran piano de la sala, pasando los dedos sobre la superficie con una sonrisa melancólica. Annie ya estaba junto a él, como si supiera exactamente lo que iba a hacer. "¿Una última canción antes de Hogwarts?" murmuró, y su amiga asintió, dándole un pequeño empujón en el hombro.
El primer acorde de Boulevard of Broken Dreams resonó en la sala vacía. Draco cerró los ojos al tomar el micrófono, dejando que la melodía se filtrara en su pecho antes de comenzar a cantar.
"I walk a lonely road..."
El sonido de su voz llenó cada rincón de la habitación. Hubo un instante en el que todo desapareció: no estaba en la mansión Malfoy, no era un semidiós, ni un mago, ni nada. Solo existía la música, vibrando dentro de él, escapando en cada palabra.
Annabeth se unió en el coro, sus voces mezclándose de forma perfecta. Draco siempre había pensado que, si el mundo fuera justo, podrían pasar el resto de sus vidas haciendo esto: cantando hasta que sus voces se volvieran eternas, compartiendo un escenario y la adrenalina de cada nota.
El eco de la última frase se disipó lentamente, dejando solo el sonido de su respiración agitada.
Un solo par de aplausos resonó en la sala. Lucius, apoyado contra el umbral de la puerta, los observaba con una mezcla de orgullo y nostalgia. "Mis niños" hablo con su voz suave y cargada de emociones. "Podría escucharlos para siempre, crecieron tan rápido".
Draco bajó el micrófono con una sonrisa. "Bueno, qué lástima que me tengo que ir mañana a Hogwarts."
Mañana, iría a ver a su otra mejor amiga, pensó y eso le hizo sacar una sonrisa.
...
Draco despertó en su sueño con la resignación de quien ya sabe lo que le espera. La neblina espesa, el aire cargado de electricidad, los perros espectrales gruñéndole como si se deleitaran en recordarle que un mal paso y lo morderían en el trasero... Sí, definitivamente, esto era un sueño de Hécate. "¿No podrías, no sé, invitarme a tomar el té en lugar de arrastrarme a este teatro dramático?" bufó cruzándose de brazos mientras observaba a la diosa de la magia, que lo miraba con una mezcla de diversión y exasperación.
Hécate que estaba envuelta en su túnica negra que parecía hecha de sombras líquidas, chasqueó la lengua. "Draco, sabes que no puedo simplemente enviarte un mensaje de texto. Soy una diosa, tengo estándares".
Soltó un suspiro. "Un poco de sutileza no te haría daño."
"Por favor, tu madre es Afrodita. No vengas a hablarme de sutileza" puso los ojos en blanco, aunque no discutió más. Hécate tenía un punto.
La diosa chasqueó los dedos y la neblina a su alrededor se disipó un poco, revelando el lugar donde se encontraban. No era la nada abstracta de otros sueños, sino un espacio real: una gran sala de piedra, iluminada por antorchas flotantes y decorada con estanterías repletas de pergaminos y grimorios. En el centro, un círculo de runas resplandecía suavemente, entrecerró los ojos confundido, nunca había venido a ese lugar.
"¿Dónde estamos?"
"Digamos que... he movido un par de hilos para asegurarte un acceso especial" respondió ella inspeccionando sus uñas con fingida indiferencia. "Encontré un pequeño rincón olvidado en Hogwarts, un lugar donde los magos de antes practicaban magia de verdad".
Draco sintió que su interés aumentaba. "¿Qué tipo de magia?" Ya tenía una idea de por dónde iba eso... y le gustaba.
Hécate sonrió, ese tipo de sonrisa que le decía que estaba a punto de meterse en problemas. "Magia sin varita, magia antigua, magia oscura, magia familiar, magia que a los magos modernos les da miedo enseñar porque, oh no, ¿y si alguien descubre que no necesitan un palito de madera para lanzar hechizos?" se burló, poniendo voz exageradamente aterrorizada. "Básicamente, es un lugar de entrenamiento avanzado, y tú, querido mío, tienes un pase VIP".
Sintió un cosquilleo de emoción, aunque lo disimuló con una expresión neutral. "¿Y qué tengo que hacer?"
"Encontrarla" respondió ella, dándole un pequeño empujón en la frente con su dedo. "Lo he enlazado a tu presencia, así que solo aparecerá cuando sepas que estás listo".
Parpadeó. "¿Qué tipo de respuesta críptica es esa? ¿No puedes simplemente decirme dónde está?"
"Claro que puedo. Pero, ¿y la diversión?" Aveces olvidad que seguía siendo una diosa.
Solo soltó un bufido. "Definitivamente eres la tía rara de la familia" bromeó.
"Y tú eres el sobrino problemático" respondió ella con una sonrisa burlona. "Hablando de eso..." Hécate inclinó la cabeza y antes de que él pudiera reaccionar, su mirada descendió hasta su antebrazo izquierdo. Draco no tuvo ni un segundo de paz. Apenas el tatuaje en su brazo brilló con ese resplandor inquietante, Hécate dejó de lado su actitud burlona. Su rostro se endureció en un pestañeo, y la sala pareció oscurecerse con ella. Podia sentir un escalofrío recorrerle la espalda. "Draco" Su tono no tenía el sarcasmo habitual.
Él, naturalmente, hizo lo que mejor sabía hacer en situaciones de peligro: fingir que no pasaba nada. "¿Sí, tía favorita?" Intentó sonar lo más normal posible, cosa que le salió muy mal, ya que Hécate no mordió el anzuelo.
"Dime que esto no es lo que creo que es Draco" Esta vez, su voz llevaba una nota de advertencia.
"Está bien, está bien, antes de que me lances una maldición, te juro que no vendí mi alma a ningún dios oscuro ni me inscribí en una secta" y si lo pensaba bien, no era para tanto.
La diosa lo fulminó con la mirada y tomó su brazo sin pedir permiso. Él se quedó quieto cuando ella pasó los dedos sobre la marca, murmurando algo en una lengua que él no reconoció. El tatuaje resplandeció con más intensidad, y Hécate se puso pálida.
"Oh, por los infiernos, ¿cuánto tiempo pensabas esconder eso?"
"¿'Eso'?" Hazte el loco, hazte el loco.
Ella alzó una mano pálida y señaló con un movimiento perezoso su antebrazo. Él bajó la mirada y vio el narciso negro marcado en su piel junto al nombre de su madre, su contorno brillando tenuemente con la luz de las velas.
"Oh, ¿eso?" Preguntó como si fuera lo más normal del planeta.
"Sí, eso, genio".
Draco parpadeó un par de veces, encogiéndose de hombros con fingida indiferencia. "Es solo un tatuaje" que hice con magia, aunque eso seguro que ya lo sabes agregó mentalmente.
Hécate chasqueó la lengua y extendió los dedos. De inmediato, una corriente de magia dorada y violeta recorrió el aire entre ellos, envolviendo la marca en su brazo con un resplandor etéreo. Podia sentur la energía recorrerle la piel, provocando un leve cosquilleo. "Mmm. Interesante".
"¿'Interesante' en qué sentido?"
"En el sentido de que puedo quitarlo... pero no lo haré" ¿estaba escuchando bien? ¿No lo hará?
Entrecerró los ojos con sospecha, debía de haber una razón del porqué no hacerlo. "¿Por qué no?"
La diosa sonrió, lenta y deliberadamente.
"Porque quiero ver qué haces con él".
Bueno, eso tenia sentido, termino suspirando pasando una mano por su rostro. "¿Sabes qué más sería interesante? Si me dieras respuestas claras por una vez en la vida".
"Eso arruinaría la diversión."
"Para ti, tal vez". Hécate rió con suavidad y bajó la mano, dejando que la magia se disipara alrededor del tatuaje. "Escúchame bien niño. Este no es solo un tatuaje, no es un simple capricho ni un homenaje sin poder. Es un canal de magia" ¿canal de qué?
"¿Un qué?"
"Un canal. Un enlace que puede amplificar la magia, enfocarla, hacerla más poderosa si aprendes a usarlo bien" le explico ella, él abrió la boca, luego la cerró.
"...¿Y por qué nadie me dijo eso antes?" Había investigado, y nunca leyó ni escucho nada sobre eso.
"Porque nadie lo había visto antes" respondió ella con una sonrisa traviesa. "Excepto yo, obviamente" beneficios de ser la Diosa de la magia, suponía.
Draco pasó los dedos por la piel marcada, notando por primera vez el leve pulso de energía en su interior. "¿Y si decido quitarlo?" Sabes que no lo haras.
Hécate levanto una ceja. "¿Quieres quitarlo?"
Él pensó en su madre, en lo que Afrodita haría cuando descubriera que su hijo tenía un tatuaje mágico. Pensó en su expresión de desaprobación, en su voz melodiosa volviéndose gélida. Pensó en cómo se había grabado en su piel un narciso por su madre muerta, un recordatorio de lo que había perdido y de quién era en realidad, algo de ella que nadie podría quitarle jamás...
Tragó saliva.
"No".
La Diosa sonrió con satisfacción.
"Bien, tienes potencial, Draco. La magia en ti es diferente, es más... antigua. Afrodita no solo era la diosa del amor, también tenía sus propios misterios. Mezclar eso con mi toque... bueno, lo hace interesante."
"¿Me estás diciendo que ahora soy un experimento andante?" Porque como lo dijo asi sonaba, y pues si eso lo ayudaba no diría nada en contra, pero era bueno saberlo.
"Nah. Prefiero llamarlo... un desafío" sonrió un poco. "Afrodita va a matarte cuando se entere"
"¡Va a matarnos a ambos! Tú me enseñaste" replicó. Si él caía, ella lo haría con él.
"No lo creo, espero" ahora si parecía más dudosa ", si ella te dice algo, dile que estaba complementa en contra de esto, ¿si? Solo por si acaso"
Resopló cansado, aunque no pudo evitar sonreír un poco. "Un día de estos, tía, un día te ganaré en este juego de manipulación" dijo remarcando el tía en la oración.
Hécate le dio una palmadita en la cabeza. "Ese día, querido sobrino, será el día en que los dioses tiemblen".
Él levantó la cabeza, con una sonrisa confiada y desafiante.
"Entonces que tiemblen."
.
Draco despertó en su cama con un sobresalto y la sensación de la conversación aún fresca en su mente. Soltó un suspiro y miró su antebrazo. El tatuaje seguía ahí, silencioso y aparentemente inofensivo.
"Genial" murmuró, pasándose una mano por el cabello. "Ahora también tengo una tía bruja supervisando mis movimientos". Y Afrodita va a matarte le recordó su conciencia.
Sin embargo no podía negar que la idea de ese lugar oculto en Hogwarts lo intrigaba. Tal vez ese castillo tenía más secretos para él de lo que pensaba.
...
Lo primero que vio cuando activo la Mensajería Iris fue a Luke con cara de fastidio y a Clarisse con una sonrisa de diversión pura. Claramente, el campamento sigue en su línea de caos habitual. "Si esto es sobre Drew, lo adiviné hace tres días" dijo antes de que abran la boca. "Y he estado ocupado, y es muy temprano aqui" susurró en delirios.
Luke resopla, masajeándose las sienes. "Lo sabemos, pero Drew está perdiendo lo poco que le quedaba de cordura".
Clarisse asintió con los brazos cruzados. "Está obligando a los de su cabaña a alabarla como si fuera una diosa. Literalmente".
"O sea, un martes normal."
"No, idiota, esta vez los está obligando con su encanto" lo corrigió la chica alzando una ceja.
"Oh" eso sí suena más problemático "¿Acaso quieren que hable con ella?" Porque sinceramente él no quería hablar con ella.
"No, tranquilo" le dijo Luke con esa media sonrisa que no significa nada bueno. "Básicamente está volviendo la cabaña en un club elitista."
"¿Y nadie la ha detenido?"
Clarisse se echo hacia atrás riendo con molestia. "Quirón no hace nada si no es una 'emergencua', el señor D es el señor D y así que tampoco, y los de la cabaña de Afrodita... bueno, digamos que no tienen mucho carácter para rebelarse. ¿Sabes que esta clasificando a todos como 'dignos' y 'no dignos'?" Esperen, ¿qué?
"Y según Drew, tú tampoco eres 'suficiente' para representar a la cabaña" añade Luke con un tono neutral, pero sabe lo que estaba haciendo.
Se quedo en silencio por un momento prosesando las palabras que acababa de escuchad. "...Perdón, ¿qué?"
La chica lo miró con gravedad. "Lo dijimos. Según Drew, tú... no eres digno de la cabaña, solo porque quieres pelear. Hizo todo un espectáculoel otro dia por eso".
"Voy a matarla".
Luke suelta un resoplido divertido. "Haz fila."
"No, en serio, voy a matarla".
Clarisse lo observó con consideración. "Podríamos dejar que vuelva a sus sentidos por sí sola, o... podemos hacer un plan".
"Siempre opto por la segunda opción" le gustaba mucho más la segunda opció, ya le había dado demasiadl tiempo.
"Sabía que me agradabas por algo".
"¿Solo por eso?"
Los tres rieron, hasta que noto la mirada de Clarisse. Había algo en la forma en que la que la chica lo miraba que no le gustaba. No era la expresión asesina que ponía cuando alguien intentaba desafiarla en combate, ni la de satisfacción cuando partía una lanza por la mitad con sus propias manos. No. Era una mirada mucho peor. Era la mirada de alguien que estaba por hacer su vida más difícil.
"Entonces, rubio" hablo con una sonrisita de lado. "Pasando a un tema más interesante, ¿cómo estuvo la fiestita tuya anoche?" Ah, sí, se había olvidado que le shabai dicho.
Hizo una pausa, parpadeando mientras su cerebro intentaba recordar en qué momento habían pasado de 'Drew es una pesadilla' a 'su vida privada está en el centro de atención'.
"Uh... bien".
Luke le miró como si esperara algo más. "Bien" repitió.
"Sí, bien" ¿tendría que estar mal?
Clarisse resopló. "¿Eso es todo? Vamos, estuviste en una fiesta llena de magos, seguramente hiciste algo interesante".
"Bueno, bailé, hablé con algunas personas... lo típico" y hable con unos chicos muy lindos, en realidad agrego en su cabeza, aunque eso no era algo que a ellos les interesará.
"¿Qué tipo de personas?" intervino Luke con tono neutral.
No sabe por qué, sin embargo se sentía un poco... incómodo. No en el mal sentido, sino en el sentido de oh, mierda, esto suena peor de lo que es.
"Uh, bueno... algunos chicos" mayores y atractivos, si.
Hubo un silencio, y Clarisse entrecerró los ojos. "¿Chicos como en 'seres humanos de género masculino' o 'chicos con intenciones específicas'?"
"No lo sé, personas, simplemente personas con las que hablé" porque simplemente hablo con ellos.
"Ajá" asintió Luke despacio. "¿Y estas personas solo querían conversación casual o...?"
"Eran simpáticos" se encogio de hombros, sin entender por qué estában hablando de esto. "Simplemente me hablaron, me sonrieron de forma encantadoramente injusta, y... aunque sé que eran mayores, me gustó mucho cuando hacían notar la diferencia de altura entre nosotros m" respondió recordando esos momento.
Clarisse soltó una carcajada. "Rubio, eso es coqueteo".
Fruncio el ceño. "¿Lo es?" Mmmm si no lo creo no lo fue.
"Sí" intervino Luke, su voz más seca de lo habitual. "Lo es."
"Bueno, no fue mi intención. Solo hablé con ellos".
La chica lo miró con algo parecido a la lástima. "Eres hijo de Afrodita. Siempre es tu intención"
Abrío la boca para protestar, pero, ahora que lo pensaba... bueno, tal vez sonrió demasiado, o tal vez fue demasiado amable, sin embargo eso no significaba que estuviera coqueteando.
"Espera, ¿qué edad tenían?" preguntó Luke, de repente.
"No lo sé, ¿catorce? Tal vez quince..." no le prestó mucha atención específicamente a eso.
"Interesante."
"¿Qué?"
"Nada" respondió ella, aunque la forma en que Luke exhaló pesadamente le hizo sentir que sí había algo. "Bueno, lo importante es que no hiciste nada estúpido" continuó Clarisse. "Porque si hubieras hecho algo... ya sabes, realmente estúpido, estarías en problemas".
"...Defíneme 'realmente estúpido'".
"No sé, algo como... besar a alguien" ¿él? ¡no!
"¡No besé a nadie!" Y su padre llegó antes de que siquiera hubiera alguna insinuación.
"Solo preguntaba" se encogió de hombros con una sonrisita malvada. "Aunque ahora me pregunto por qué te pones tan nervioso".
Luke resopló y se levantó de golpe. "Voy a dar una vuelta, y suerte en Hogwarts pretty boy, espero que tengas un buen año".
Clarisse lo miró con una sonrisa aún más grande. "No vayas a golpear árboles".
"No prometo nada".
Y con eso, Luke desapareció de la mensajería. Draco se quedó en silencio, frunciendo el ceño. "¿Acaso me perdí de algo?" Porque debe ser así, ya que no está entendiendo nada de lo que estaba pasando.
"Oh, Draco, completamente. Ahora, si me permites, voy a salvar un árbol" y con eso, cortó la llamada.
¿Saben? No entendió nada en realidad, y sinceramente era demasiado temprano para pensar en ello.
...
La casa estaba en calma, aunque podía sentir la tensión en el aire. No era la primera vez que se iba, pero esta despedida se sentía diferente. Quizá porque no iba a volver en meses, o porque, por más que intentara ignorarlo, había una parte dentro suyo que estaba nerviosa. "Bueno, supongo que este es el momento en el que finjo que no te voy a extrañar" dijo con una media sonrisa, apoyándose contra el marco de la puerta.
Annie lo miró con una ceja arqueada y los brazos cruzados. "Draco, sabes que puedes enviar mensajes Iris cuando quieras, ¿verdad? No te estás yendo al inframundo".
"Sí, aunque presiento hay algo en Hogwarts que va a hacer que mi vida se vuelva un desastre" resoplo. "Es casi como si la magia atrajera el caos, lo sé".
"Tal vez sea porque tú atraes el caos" lo corrigió con una sonrisa burlona.
Su padre apareció entonces en el pasillo, con su porte impecable y esa forma suya de hacer que cualquier habitación pareciera demasiado pequeña para él. Sin embargo sus ojos tenían un brillo cálido cuando se detuvo frente a él.
"Ya tienes todo listo" afirmó, aunque sonó más como una pregunta velada.
"Por supuesto" asintió.
Lucius exhaló con resignación, sin embargo le dio una palmada en el hombro. "Hagas lo que hagas, hazlo con inteligencia, Draco".
"¿Eso incluye hacer travesuras?"
"Si no te atrapan..." respondió con una leve sonrisa, porque lo conocía demasiado bien.
Su garganta se cerró un poco, pero no lo dejo notar. Por más que a veces fuera frustrante, sabía que su padre lo apoyaba. Nunca le había tratado como un error, como un peso, siempre había estado ahí.
"Te escribiré" prometió.
Este asintió, y antes de que pudiera decir otra palabra, lo atrajo hacia él en un abrazo rápido y firme. No era un hombre de muchas muestras de afecto, pero cuando lo hacía, se sentía como una armadura que se cerraba a su alrededor.
"Cuídate, Draco".
Se obliguo a soltar una risa ligera. "¿Desde cuándo soy yo el que necesita que le digan eso?" Él rodó los ojos, aunque había un brillo divertido en su expresión.
"Si pierdes el tren, al menos asegúrate de llegar a Hogwarts entero."
Ann resopló desde la puerta. "No sé por qué presiento que eso no va a pasar" bromeó. "Y sabes que tienes que insultar a Lavender al menos una vez al día, se pone insoportable si no lo haces..." murmuró con una sonrisa risa. "Recuerdalo bien Draco. Tú eres el sol, no dejes que los magos te cambien, ¿si?"
"Nunca lo haría, Ann".
Sonrío de lado. No porque fuera a perder el tren, no porque su padre se diera cuenta. Sino porque, aunque no lo dijera en voz alta, sabía que tenía un hogar al que volver.
Y con eso en mente, desapareció en un torbellino de llamas verdes.
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Haber, no sabe en qué momento todo comenzó a salir mal, sin embargo... bueno. Sería mejor contarlo en orden.
Todo iba bien. En serio, lo jura. Se había despertado temprano, había desayunado sin prisas, incluso había tenido tiempo de repasar mentalmente la lista de cosas antes de que Annie y su padre lo llevaran hasta la chimenea para usar los polvos flu. Tenía su baúl, su varita, su guitarra (porque no iba a sobrevivir en ese castillo sin ella), y hasta se había asegurado de que sus ropas no tuvieran arrugas. Era un inicio prometedor.
Así que, con toda la confianza del mundo, lanzó el polvo flu y pronunció con claridad: "Estación de King's Cross, lado muggle". Un giro, luces verdes, la sensación incómoda de moverse a toda velocidad sin moverse en realidad, y luego... el suelo. Directo en su cara.
Vale, primer error: nunca aterriza bien con los polvos flu, aunque eso no es nada nuevo. Se levantó rápido, sacudio su ropa y se aseguró de que no había arruinado su cabello -prioridades, claro-, y salío de la chimenea como si todo estuviera bajo control.
Lo segundo en la lista de errores fue asumir que tenía todo el tiempo del mundo.
Verán, estaba tan seguro de que iba temprano, tan convencido de que no tenía que correr esta vez, que decidió darse un mínimo respiro antes de atravesar la barrera al andén 9 ¾. No se demoró demasiado... creia. Reviso el lugar, se aseguró de que nadie estuviera mirándole raro, e incluso aprovecho para comprarse un café porque, vamos, necesitaba un poco de cafeína para soportar el viaje.
Y luego camino con total confianza hacia la barrera.
Solo que, cuando llegó ...
No paso.
No. Se. Movió.
Y termino chocando contra la pared como un completo idiota.
Ahí fue cuando su cerebro hizo clic y finalmente entendió lo que pasaba.
El andén estaba cerrado. El tren ya se había ido.
"Mierda" susurró sintiendo cómo toda la calma con la que había llegado se evaporaba en un segundo.
¿A qué hora había salido el tren? ¿Cómo demonios se le había pasado el tiempo? ¿Había perdido la noción de la realidad en algún momento entre el café y su ego inflado?
Draco dio la vuelta, tratando de no parecer completamente perdido (porque un Malfoy nunca se ve perdido, solo intensamente pensativo) y saco su teléfono. Marqué a Annie de inmediato, porque si había alguien que podía ayudarlo en esta situación, era ella.
Ella contestó al segundo tono. "Ya dime, ¿qué fue lo que hiciste?"
"¡Ni siquiera has dejado que diga hola!"
"Draco, te conosco ¿qué hiciste?"
Suspiro pasándose una mano por el cabello. "Esta bien, lo admito... puede que... tal vez... mínimamente haya perdido el tren".
Silencio.
Y luego: "Eres un desastre."
"Lo sé".
"Un desastre hermoso, pero un desastre al fin". Él se rió aunque la preocupación todavía pesaba en su interior.
"Dime que tienes un plan, por favor" suplico.
Annabeth suspiró del otro lado de la línea. "Dame un minuto... aunque si te sirve de consuelo, estoy segura de que no eres el primer mago en perder el tren".
"Sí, pero me gustaría ser el primero en no ser asesinado por su padre por eso".
Porque ese era el tercer y peor error del día: Lucius Malfoy pensaba que él ya estaba en camino a Hogwarts. Y si se enteraba de que estaba atrapado en Londres con cara de tonto frente a una pared de ladrillos...
Oh, genial.
Iba a morir antes de llegar a su segundo año.
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Vale, tenia que pensar opciones. No muchas que no impliquen que termine muerto o, peor aún, con su padre enterándose. Sin embargo si algo habia aprendido en su corta y caótica vida es que siempre hay una manera.
Opción 1: Usar un traslador
Parece la más lógica, ¿no? Va a algún lugar del mundo mágico, paga a alguien con influencia para que le consiga un traslador a Hogwarts y pum, problema resuelto. Claro, eso asumiendo que a) no le cobren un riñón por ello, b) pueda encontrar a alguien dispuesto a hacerle el favor sin hacer demasiadas preguntas, y c) no termine en medio del Lago Negro por un cálculo mal hecho.
Pros: Rápido, eficiente, sin necesidad de lidiar con muggles.
Contras: Alto riesgo de perder extremidades, ser estafado o de aparecer en un lugar muy equivocado.
Opción 2: Red Flu desde un negocio en el Callejón Diagon.
Técnicamente, la red flu está conectada a Hogwarts, pero el acceso es muy restringido y casi nadie tiene permiso de usarla sin supervisión. Sin embargo... tal vez si encuentra la chimenea correcta -una tienda con dueños que no hagan muchas preguntas- y es muy convincente, podría colarse por ahí.
Pros: Barato, rápido, sin necesidad de salir del mundo mágico.
Contras: Si alguien le ve, pueden reportarlo. Y además, otra vez la maldita posibilidad de aterrizar de cara.
Opción 3: Robar... digo, pedir prestada una escoba
Un poco más dramático, pero no imposible. Si logra conseguir una escoba decente (porque no piensa volar en una Barredora de dudosa procedencia) podría ir a Hogwarts por su cuenta. ¿El problema? El trayecto. No es como si fuera la esquina de la casa, y volar por tanto tiempo no solo es agotador, sino que también sería un espectáculo interesante para cualquiera con un telescopio.
Pros: Total libertad, sin necesidad de depender de nadie más.
Contras: Riesgo de ser visto por muggles, cansancio extremo, y, bueno, podría caerse y morir.
Opción 4: Unirme a un grupo de magos que vayan en carruaje o coche encantado
Algunas familias mágicas viajan en sus propios transportes, y siempre hay magos que llegan tarde o prefieren no usar el Expreso. Si encuentra a alguno en la estación o en el Callejón Diagon, tal vez pueda unirse a ellos.
Pros: Menos sospechoso, no viaja solo, llega con testigos que pueden respaldarle si alguien pregunta por qué llego tarde.
Contras: Riesgo de terminar con una familia rara que haga demasiadas preguntas o que viaje en algo que vuele a la velocidad de una tortuga.
Opción 5: Pedir ayuda a alguien en el Campamento Mestizo
Aquí es donde la doble vida podría servirle. Tal vez Quirón o algún dios menor que le deba favores a sus amigos semidioses pueda ayudarlo a llegar a Hogwarts sin que nadie note su ausencia.
Pros: Acceso a medios de transporte divinos, posibilidad de viajar con estilo.
Contras: Dioses metiéndose en sus asuntos. Y ya sabemos cómo sale eso.
Todas opciones viables. Todas con diferentes niveles de riesgo.
Ahora, la gran pregunta:
¿Cuál lo matará menos?
Creo que ya tiene la respuesta.
.
Él no iba a morir hoy, no señor. Al menos, no por esto.
Sí, había perdido el tren. Sí, si su padre se enteraba, probablemente lo desheredaba o algo peor, pero Draco tenía algo a su favor: era inteligente, encantador y estaba acostumbrado a meterse en problemas.
Así que, en lugar de entrar en pánico, respiró hondo y puso en marcha su plan. "Ann" hablo con calma ", necesito que cubras mi desaparición. Si alguien pregunta, ya estoy en el tren, durmiendo plácidamente".
"¿Cómo planeas llegar a Hogwarts?"
"Voy a hacer lo que mejor se me da".
"¿Meterte en problemas?"
Draco sonrió. "Encantar a alguien."
Del otro lado de la línea, Annabeth suspiró como si ya pudiera ver el desastre que se avecinaba. "Tienes que darme más información, no te quiero ver muerto... ¿sabes qué? Mejor no me digas nada, no tendré que mentir si no sé lo que tramas. Te llamo si necesito más coartadas. No mueras en el intento, por favor".
Y asi fue como colgó y se pasó una mano por el cabello, asegurándose de que seguía impecable. Iba a necesitar todo su encanto para lo que estaba a punto de hacer.
FASE 1: Ubicar una escoba (si, eligió ese plan)
No podía simplemente robar una Nimbus 1999 de la vitrina de Flourish & Blotts, por mucho que le gustara el drama. Necesitaba algo más sutil. Salió de la estación con calma, como si no tuviera prisa alguna, y tomó un taxi hacia el Callejón Diagon. Ahí, entre las muchas tiendas, estaba Qualité Voladora, una boutique de escobas elegantes y exclusivas para brujas y magos con buen gusto. Justo lo que necesitaba.
Entró con paso seguro, recorriendo el lugar con ojos evaluadores, hasta que encontró su objetivo: una hermosa Nimbus 1999, reluciente y lista para volar.
FASE 2: Identificar al objetivo.
La dueña de la tienda era una mujer de unos treinta años, alta, con el cabello recogido en un moño pulcro y un aire de superioridad que le recordó un poco a Narcissa. Perfecto. Si había algo que Draco entendía, era a la gente con estándares altos. Se acercó con una sonrisa encantadora y apoyó un codo en el mostrador.
"Disculpe, señorita..."
"Madame Lavoisier" respondió ella con un ligero acento francés.
"Madame Lavoisier" repitió con suavidad, poniendo su mejor tono de chico educado. "Qué gusto encontrar una tienda con tan buen gusto en escobas. Es refrescante, en realidad".
La mujer alzó una ceja, sin embargo notó que su expresión se suavizó un poco. "Oh, merci, joven. No todos los clientes aprecian la calidad sobre la popularidad."
"¡Exactamente!" exclamó Draco, como si acabara de encontrar a un alma gemela. "Todo el mundo obsesionado con las Saetas de Fuego cuando, francamente, una Nimbus 1999 bien cuidada puede ser igual de impresionante".
La mujer entrecerró los ojos, evaluándolo. "Tienes buen ojo. ¿Eres jugador de Quidditch?" No, nunca.
Solo sonrió y ladeó un poco la cabeza, fingiendo humildad. "Digamos que tengo un talento natural para el vuelo. Pero, desafortunadamente, me encuentro en una situación complicada" suspiró, bajando la mirada justo lo suficiente para que pareciera que hablaba con honestidad. "Mi padre... ya sabe cómo son algunos con el tema del prestigio" hizo una pausa para ver si mordía el anzuelo, y cuando ella asintió con simpatía, continuó ", me prohibió traer mi propia escoba este año. Quiere que use la del equipo, y usted y yo sabemos que una buena escoba es una extensión de su dueño". La mujer asintió, con aire comprensivo. "Así que pensé... ¿qué mejor lugar para encontrar una solución discreta que en una tienda de verdadera calidad?"
Madame Lavoisier sonrió apenas. "¿Estás pidiendo prestada una escoba, n'est-ce pas?"
Draco puso su mejor expresión de 'niño bueno que jamás rompería las reglas'. "Solo por un par de horas. Le prometo que la devolveré sin un solo rasguño" la mujer cruzó los brazos, pensativa.
"No suelo hacer este tipo de favores, monsieur..."
Inclinó un poco la cabeza, con una sonrisa pícara. "Pero yo no soy un cliente cualquiera, ¿verdad?"
Madame Lavoisier lo miró por un largo segundo... y luego, con una leve risa, sacó una llave de su bolsillo. "No sé si eres un encantador o un descarado, pero me agrada tu estilo". Le hizo un gesto para que la siguiera hacia la parte trasera. Ahí, entre estantes llenos de repuestos y escobas de lujo, tomó una Nimbus 1999 y se la entregó. "Solo por esta vez. Y si me la devuelves con un rasguño, consideraré que me debes un favor".
Él tomó la escoba con cuidado, mirándola como si fuera la cosa más hermosa del mundo.
"Madame Lavoisier, es usted un ángel".
Ella rodó los ojos, divertida. "Allez, allez! Antes de que me arrepienta".
FASE 3: Escape elegante.
Draco salió de la tienda con la Nimbus en mano, conteniendo su impulso de celebrar. No tenía tiempo que perder. Se metió en un callejón apartado, montó la escoba y, con una última mirada a su alrededor, despegó.
El aire frío de Londres lo golpeó de inmediato, pero no le importó. Subió más alto, alejándose de la vista de los muggles, y puso rumbo a Hogwarts.
Era un viaje largo, sin embargo valía la pena.
Asi su padre nunca se enteraría.
Y él podría llegar sano y salvo a Hogwarts.
.
Ejem, se retracta, él iba a morir.
No figurativamente, no en un sentido exagerado. Literalmente.
Porque apenas despegó del suelo, la Nimbus 1999 decidió que era el momento perfecto para demostrarle que no tenía idea de cómo volar.
El viento lo golpeó de lleno en la cara, haciéndole lagrimear, y en cuanto intentó inclinarse hacia adelante para ganar velocidad, la escoba se disparó como un condenado meteoro. "¡MIERDA!" gritó, aferrándose al mango con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
El problema no era solo la velocidad; el problema era que la escoba no hacía exactamente lo que él quería. A la izquierda. No, demasiado. A la derecha. ¡No tanto! Arriba. ¡No, no tan arriba!
Se elevó más y más en el cielo londinense, y de repente, la realidad de lo que estaba haciendo le golpeó como un tren de carga.
Estaba en el cielo.
Y si había algo que Draco había aprendido en el Campamento Mestizo, era que Zeus no era fan de que los hijos de otros dioses revolotearan por su territorio, y muchos menos uno que lo había llamado idiota frente a todos.
"Esto fue una pésima idea..." murmuró para sí mismo, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. No ayudaba que el cielo se estuviera nublando sospechosamente rápido.
Ais que apretó los dientes y trató de calmar su respiración. Piensa, Malfoy, piensa. No tenía experiencia con escobas, pero sí con magia.
"Vamos, vamos, conviértete en un Pegaso o algo, haz algo útil, funciona por favor..."
Recordó la spalabras de Hécate, el 'canal' que tenia con su tatuaje, entonces con toda la fe del mundo lo tocó, la Nimbus vibró bajo sus manos y, por un segundo, Draco sintió una chispa de magia recorrer el mango. Fue sutil, casi imperceptible, pero la escoba pareció ajustarse ligeramente a él.
"Oh." probó inclinarse otra vez, esta vez con más confianza.
Y esta vez, la escoba lo escuchó.
No era perfecto. Todavía iba demasiado rápido, todavía sentía que en cualquier momento se iba a dar de cara contra un edificio, aunque al menos ya no parecía que iba a salir disparado hacia el espacio.
Estaba empezando a creer que tenía la situación bajo control, cuando vio luces de coche.
Fruncí el ceño.
"No puede ser..." murmuró.
Sin embargo, si lo era.
Un maldito coche volador venía directo hacia él. Abrió la boca para gritarle al conductor que estaba loco, pero la ventanilla del coche bajó primero.
Y un pelirrojo sacó la cabeza. "¡NO ME JODAS! ¿¡ERES MALFOY!?"
¿Qué?
Desde el asiento del conductor, un chico con gafas le miró con los ojos muy abiertos, como si hubiera visto un fantasma. "¿Qué estás haciendo aquí?"
Draco se tenso. "¿Nos conocemos?" No los recuerda, de nada.
El pelirrojo soltó una carcajada incrédula. "¡JA! ¿Nos conocemos? Malfoy, todo el mundo te conoce".
Parpadeó repetidamente. Él tenía una banda famosa en el mundo muggle y un rostro que había adornado revistas de música, pero la forma en que ellos lo dijeron no tenía nada que ver con eso.
Pusl cara de póker. "Interesante. ¿Por qué?"
El chico de gafas -Harry, según el pelirrojo- lo escaneó con la mirada, como si intentara descifrar algo en él.
"¿Cómo que 'por qué'?"
"Sí ¿Por qué rayos 'todo el mundo me conoce'?"
El pelirrojo se cruzó de brazos.
"Vamos, Malfoy. No me digas que tampoco sabes lo de nuestras familias".
"¿Qué pasa con ellas?"
Este lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión. "¡Nuestras familias son enemigas!"
Draco lo observo en silencio. Porque, sinceramente, ¿y a él qué carajos le importaba eso?
El pelirrojo esperó una reacción, sin embargo cuando vio que no decía nada, se inclinó más por la ventana. "¿Cómo que no sabes?"
Se encogió de hombros. "No me crié en el mundo mágico".
Los dos se quedaron en shock. Harry entrecerró los ojos, todavía evaluándolo. "Si no nos recuerdas, ¿entonces tampoco sabes quién soy?"
"No" respondió con naturalidad, ¿acaso debería?
El pelirrojo soltó un ruido de ahogo, y Harry, en cambio, parpadeó varias veces, como si estuviera procesando lo imposible. "¿No sabes quién soy?"
"No tengo ni la más minima idea" confirmo.
El silencio que siguió fue tan dramático que casi rodo los ojos. "¿Hablas en serio?" susurró el chico, pero no ofendido... sino fascinado.
El pelirrojo, en cambio, parecía a punto de explotar. "¡Es Harry Potter!"
"¿Y quién carajos es Harry Potter?"
Se hizo un silencio mortal. Los dos chicos lo miraron como si acabara de decir que el agua no mojaba.
El pelirrojo parecía a punto de tirarse del coche. "¡¿QUÉ?!"
Harry solo le observó en silencio, aunque su mirada estaba cargada de algo que no podía identificar. Algo que no le gustaba. Era como si estuviera viendo a un fenómeno extraño, una anomalía en su realidad. De pronto, su cara pasó de confusión a... alivio, como si le encantara que alguien no supiera quién era.
"¿No sabes nada de mí?" preguntó, y por la primera vez en la conversación, sonrió.
"No" y tampoco quiere saber, la verdad.
Harry sonrió más.
Genial. Un chico raro y su amigo pelirrojo más raro aún.
Y Draco, en el medio de la nada, en una escoba, hablando con dos niños en un coche volador.
...
Espera.
Dos niños en un coche volador.
Dos desconocidos en un coche volador.
Que lo estaban llamando por mi nombre.
Que insistían en que lo conocían.
El pelirrojo lo miró de arriba abajo. "¿Sabes, Malfoy? Tú no pareces nada de lo que decían de ti".
Okey...
Lavender lo había obligado a ver suficientes películas de suspenso en contra de su voluntad para saber a dónde iba esto.
Primero te hablan, te confunden, te hacen bajar la guardia... y luego te secuestran.
¡¿Acaso lo querían secuestrar?! Dioses, claro que sí, ¿quién en su sano juicio se sube al coche volador de dos niños que no seguramente saben manejar?
Harry lo miró con una especie de asombro. "¿Quieres que te llevemos?"
NO.
NO.
Eso es lo que diría un secuestrador.
"Te llevamos, no te va a pasar nada malo"
Y luego despiertas en un sótano.
"Eh... no, gracias" todos sus órganos se quedaran en su sitio, gracias.
El pelirrojo frunció el ceño. "No seas ridículo, nosotros podemos-".
"¡Que no!" exclamó alejándome un poco en la escoba. Ambos lo miraron confundidos, seguramente preguntándose por qué estaba tan tenso, aunque podían estar fingiendo que no tenían intenciones de secuestralo...
Gafitas pareció notar algo raro. "¿Estás bien?"
"¡Estoy perfectamente bien!" Dijo con una sonrisa tensa. "Sólo... ya saben... prefiero volar solo" aunque no sepa volar muy bien.
"Pero es peligroso-"
No pudo terminae ya que el cielo rugió con fuerza, un relámpago iluminó la tormenta y el aire se volvió pesado.
Oh, no.
Zeus se estaba enojando más.
Definitivamente no era el momento para quedarse a debatir con sus posibles secuestradores. "Fue encantador conocerlos" mintio de forma descarada ", sin embargo tengo que irme ahora".
"¡Espera, podemos-!"
No los dejo terminar, giró bruscamente y salío disparado en la otra dirección con los gritos del pelirrojo y gafitas quedando atrás. Ya que ni de broma iba a quedarse con esos dos.
Si de verdad todo el mundo lo conocía...
Eso solo significaba problemas.
.
Nunca más.
Nunca más en su condenada vida vuelve a subirme a una maldita escoba.
Los truenos rugían demasiado cerca suyo. El aire estaba cargado de electricidad, y cada vez que un rayo caía, sentía un cosquilleo en la piel, como si estuviera a un paso de convertirse en pollo frito celestial.
Y lo peor de todo...
¡Este no era su problema! (Mmm mentira) ¡Draco no tenía absolutamente nada en contra de Zeus! (Mmm, otra mentira, odia al maldito y le volvería a gritar si tuviera la oportunidad, se lo merece). ¡Él ni siquiera creía en ese tipo hasta hace poco! (Mmm, medio verdad - medio mentira, igual antes también le caía mal).
Y sin embargo... allí estaba, jugando al esquiva-relámpagos como si fuera un maldito deporte extremo.
La escoba se sacudió violentamente, y su agarre se tensó hasta que los nudillos se le pusieron blancos. "¡Mierda, mierda, mierda!" El cielo le rugió en respuesta.
Oh, genial. Ahora hasta lo insultaba de vuelta.
¡Él ni siquiera quería estar en su dominio! Es un tonto, tuvo que ir a probablemente ser estafado con un tralador en vez de esto. Si no fuera porque su padre, Hécate y su madre le había obligado a ir a Hogwarts, Draco estaría en el suelo con sus dos pies bien plantados en la tierra y no a punto de ser electrocutado en el aire.
Fue en ese mismo momento entre la tormenta que escucho su nombre.
"¡Draco!"
Un escalofrío le recorrió la espalda. No por el frío, si no porque reconocía esa voz al instante. "¡ANNIE!" Gritó girando la cabeza en todas direcciones. "¿DÓNDE ESTÁS?"
"¡Aquí, idiota! ¡EN EL ESPEJO!" ¿El qué? ¿Qué espejo?
Miró su brazo sin comprender. Y ahí estaba, el tatuaje negro que le recorría la piel... estaba billando con una tenue luz azul. Recordó lo que Hécate le dijo sobre el canal de magia. Y sin pensar, apoyó los dedos sobre el tatuaje e instantáneamente, la imagen de Ann apareció ante a él como un reflejo en el agua.
"¡¿Qué demonios estás haciendo volando en el cielo de Zeus, tarado?!"
Draco estaba demasiado ocupado esquivando otro rayo para responderle. "¡Intentando NO MORIR, GRACIAS POR PREGUNTAR!"
"¡Draco, ¿QUÉ HACES ALLÁ ARRIBA?!"
"¡Y YO QUÉ SÉ! ¡ESCUCHA, SI MUERO, DILE A MI PADRE QUE LO AMO, A LUKE QUE LO QUISE, Y A CLARISSE QUE LE GANÉ EN LO DEL TATUAJE!"
"¡NO VAS A MORIR! ¡MALDITO DRAMÁTICO, ESCÚCHAME BIEN!"
"¡ES DIFÍCIL ESCUCHAR CUANDO ZEUS ME ESTÁ LANZANDO BOMBAS DEL CIELO!"
"¡CÁLLATE Y ESCUCHA! ¡USA TU COSA, ESE CANAL DE MAGIA PARA CONTROLAR LA ESC-"
No la escucho, porque en ese momento, el trueno más fuerte de todos sacudió el cielo, el aire se rompió con un estruendo ensordecedor.
Y entonces...
Vio el rayo.
Viniendo directo hacia él.
Su vida entera pasó ante sus ojos. Fue un pase rápido, como un tráiler de mala calidad.
El jardín de niños con Annie.
Lavender llorando porque alguien le robó su jugo de uva.
El momento en el que prometieron que se harían famosos.
La primera vez que se subió a un escenario.
Los momentos con su madre.
Su llegada al campamento y cuando le dieron esa estúpida profecía.
Como conoció a Luke.
Y ahora, aquí estaba. A punto de ser reducido a cenizas en pleno aire. ¿Es que Zeus no tenía algo mejor que hacer?
"¡NO PUEDES MATARME ASÍ MALDITO COBARDE!" grito con la absurda esperanza de que tal vez, solo tal vez, Zeus tuviera un poco de sentido común, aunque tal vez insultar al Dios no fue la mejor forma de hacerlo.
El rayo ignoró su súplica y siguió viniendo hacia él con toda la furia del Olimpo.
"Usa tu canal de magia" La voz de Annie resonó en su cabeza, pero, ¿cómo se suponía que hiciera eso?
No había un botón de emergencia, no tenía un manual de instrucciones y nunca en su vida había volado en escoba. Sin embargo sí había manejado una guitarra en medio de una tormenta. Los reflejos eran los mismos. No, ni lo eran idiota. El truco estaba en sentir la energía, domarla, convertirla en una parte de si mismo. Ni siquiera lo compares así.
Ignirando su voz interior solto la escoba con una mano y apoyó los dedos sobre el tatuaje negro en su brazo.
Lo sintió.
Magia.
No era la magia estructurada de los magos. Era la magia cruda de los dioses. Y si había algo que Afrodita le había enseñado, era que la belleza no se trataba solo de apariencia, sino de presencia, de magnetismo, de saber cómo moverte en el espacio.
Así que lo hizo.
No pensó en el miedo, no penso en la muerte.
Solo sintio el aire, el viento, la electricidad, la presión atmosférica.
Y entonces, cuando el rayo estuvo a un segundo de impactarlo...
Movio la escoba. Pero no como un mago cualquiera, no con inseguridad, no con la torpeza de antes. Esta vez lo hizo con gracia. Su cuerpo se inclinó con la naturalidad de quien ha bailado toda su vida y la escoba respondió.
El rayo pasó a milímetros de su rostro, iluminando sus ojos con un resplandor blanco cegador. Sin embargo no lo tocó.
Porque Draco ya no estaba ahí.
Se había deslizado fuera de su alcance en el último segundo. Y en ese momento, entendió algo, no necesitaba ser un hijo de Zeus para volar, no necesitaba rogarle que lo dejara tranquilo. Porque él no jugaba bajo sus reglas. Era hijo de Afrodita. Y si la belleza era un arma... él acababa de aprender a usarla en el aire.
"¡VETE BIEN A LA MIERDA, ZEUS!" Eso le pasaba por quitarle a su mami. La tormenta rugió, como si el mismísimo dios hubiera escuchado su insulto, bueno, eso era lo que quería.
Y como si la suerte por fin le estuviera viendo a la cara, vio Hogwarts.
Las torres, el lago, el castillo iluminado como un faro en la noche. Draco casi se pone a llorar ahí mismo de la emoción.
"¡CASI MUERO!" gritó al aire. "¡PERO SIGO SEXY Y CON VIDA!"
Y con una sonrisa salvaje en el rostro, apunto la escoba hacia el castillo.
Hogwarts, allá va.
.
Draco apuntó la escoba hacia el castillo con una sonrisa salvaje aún en el rostro. El viento aullaba a su alrededor, la tormenta rugía como si Zeus todavía intentara matarlo por su atrevimiento, pero ya no le importaba. Porque ahí estaba Hogwarts, iluminado como un faro en la noche, con sus torres imponentes y su lago reflejando la furia de los cielos.
Y él estaba a punto de hacer la entrada más dramática en la historia de ese castillo.
La ventana más grande del Gran Comedor apareció frente a él.
Perfecto.
Él inclinó la escoba, dejó que la gravedad hiciera su trabajo y, justo cuando la estructura de vidrio estuvo a punto de hacerse añicos contra su cuerpo, giró la escoba en el último segundo.
El impacto no llegó.
En su lugar, su silueta oscura cruzó la entrada principal de lo que suponía que era el Gran Comedor con la escoba aún en movimiento, dejando atrás un rastro de agua y electricidad estática.
Las conversaciones cesaron.
El sonido de los cubiertos contra los platos se extinguió.
Cientos de pares de ojos lo siguieron mientras descendía con una gracia casi irreal. Sus botas tocaron el suelo con un ligero eco en el mármol y, con una naturalidad absoluta, sacudió la cabeza para apartar los mechones mojados de su rostro.
Era un maldito espectáculo.
Bueno, no es como si él no lo entendiera.
Tenía el cabello húmedo pegado a su piel, su túnica empapada acentuaba la línea de su cuerpo, y su respiración entrecortada hacía que su pecho subiera y bajara de una manera que parecía sacada de una novela barata. La luz de las velas flotantes titiló sobre él, reflejándose en su piel pálida y en sus labios curvados en una media sonrisa encantadora.
Nadie hablaba.
Nadie se movía.
Pudo reconocer a Altair, Adrien y Callum, sentados en la mesa de Slytherin, lo miraban con incredulidad mal disimulada. Adrien arqueó una ceja con diversión, Callum inclinó la cabeza analizándolo, y Altait tenía la boca entreabierta.
En la mesa de los profesores, una anciana apenas frunció el ceño. Sin embargo Draco notó el brillo de reconocimiento en su mirada, como si algo en él le recordara a alguien más.
Y luego, justo cuando empezaba a preguntarse si todos se habían quedado petrificados, una voz familiar rompió el silencio.
"¡DRACO ORION MALFOY!"
Uy.
Lavender Brown.
Su amada, querida, preciosa mejor amiga.
A la que, tal vez, mínimamente... había olvidado escribirle durante todo el verano.
Uy.
Uy, no.
Ella lo iba a matar.
Se giró lentamente, con la sonrisa aún en su lugar -porque si iba a morir, al menos lo haría con una sonrisa- y la encontró de pie en la mesa de Gryffindor, con las manos en la cintura y una expresión de pura furia.
Su cabello rubio oscilaba como el de una diosa vengativa, sus ojos ardían con la promesa de violencia, y detrás de ella, una chica de rizos castaños -¿Granger? No recuerda mucho, pero Lavender la habia descrito muy parecida a esa chica- la miraba con una mezcla de curiosidad y alarma. Lav saltó de la mesa con una gracia inquietante, abriéndose paso entre los estudiantes que seguían demasiado impactados para hablar.
"¡¿Se puede saber qué carajos te pasó?!" exigió, deteniéndose frente a él con los brazos cruzados. Trató de hablar, pero ella levantó una mano. "¡No, espera! Antes de que abras esa boca de modelo de revista... ¿POR QUÉ NO ME ESCRIBISTE?!"
Oh.
Era eso.
"Lav, escúchame, puedo explic-" Bueno, no podía hacerlo (reglas de Dioses y eso) sin embargo encontraría una buena excusa.
"¡¿NI UNA CARTA, MALFOY?!, ¡¿NI UNA, MALDITO TRAIDOR?!"
Vale, no. No podía explicarlo.
Podía intentarlo, claro, pero a juzgar por el brillo asesino en sus ojos, sus posibilidades de sobrevivir eran... reducidas.
Respiro hondo, se mojé los labios -lo que provocó que algunos alumnos literalmente contuvieran la respiración- y sonrió lo más sencantador que pudo.
"Me extrañaste".
Lavender apretó los puños. "Voy a matarte".
"En mi defensa" se apresuré a decir, levantando las manos ", he tenido un verano complicado."
"¡Pues podrías haberme lo contado, MALFOY!"
"¿Y arruinar la sorpresa?" Intentó dándole su mejor mirada de "sabes que me amas".
"Te odio".
"¿Mucho?"
Ella apretó los labios. "Todavía no lo decido".
Draco rió suavemente y le guiñó un ojo. "Haré que valga la pena"..
El murmullo colectivo volvió de golpe.
¿Ellos se conocen?
¿Desde cuándo?
¿Este no es el primer año de Malfoy?
Y entonces, una voz particularmente irritante cortó el aire como una nota desafinada. "¡Extraordinario! ¡Un joven con una entrada digna de mis mejores hazañas!" Ni siquiera necesitó mirar para saber quién era.
Gilderoy Lockhart. El rubio ególatra de la portada de la mayoría de los libros de defensa. Ya lo había visto de pasada en las librerías muggles y mágicas cuando comparaba revistas de música. No lo conocía, pero ya tenía suficiente información para saber que era un idiota. Aún sin girar hacia él, alzó una mano con un gesto vago.
"Oh, gracias. Pero no doy autógrafos en mi primer día".
Los murmullos se intensificaron, Lav dejó escapar un jadeo ahogado y Lockhart parpadeó. Draco finalmente se giró hacia la vieja -que podía reconocer como McGonagall por lo que le dijo Lavender- con toda la calma del mundo. "Profesora, no me diga que interrumpí algo importante".
McGonagall parpadeó lentamente antes de dejar escapar un suspiro. "Tome asiento, señor Malfoy. Aún falta algo importante."
Ladeó la cabeza con una sonrisa encantadora. "¿Más importante que mi llegada?"
La mujer le lanzó una mirada que decía "no empieces", y él decidió que, por ahora, jugaría bajo sus reglas. Con pasos medidos, se acercó a la banqueta donde lo esperaba el supuestl Sombrero Seleccionador.
"Bien, bien, esto es nuevo..." susurró el Sombrero en su mente en cuanto tocó su cabeza. "No has estado aquí antes, pero qué presencia..."
Levantl una ceja confundido. "¿Eso es un halago?"
"Es una observación... Pero eres interesante. Tienes ambición, tienes astucia, claro que Slytherin te haría brillar, pero... oh... aquí hay algo más". Draco sintió cómo el Sombrero profundizaba en su mente. "Lealtad. No en el sentido tradicional, pero sí en lo que importa. Perseverancia. Y, sobre todo... el deseo de hacer las cosas a tu manera, con tu esfuerzo".
Apretó los dientes.
"No me pongas en Gryffindor" no quería perder su apuesta contra Lavender.
El Sombrero se rió. "No pensaba hacerlo. No, chico. Tú perteneces en..."
El Gran Comedor contuvo el aliento.
"¡HUFFLEPUFF!"
Notes:
Hola! Este y el otro cap me parecieron muy meh y por eso decidí hacer doble actualización :). Me gusta hacer que al menos aveces, los chicos puedan tener algo de "normalidad" que no sea parte de la historia que se nos cuenta en los libros.
Tengo que decir, no se que estado esta el otro capitulo porque no lo escribi en mi mejor momento. Así que por las dudas para aclarar, esta fiesta pasa un día antes de que todos tengan que ir al Callejón Diagon, y Lavender en esos momentos estaba en Estados Unidos junto a su madre. El próximo verano o en algún punto del futuro explicaré más el cómo afecto la traición de Silena al campamento, lo prometo.
Tienen que saber que es su culpa que Dray sea Hufflepuff, ya que en el primer borrador si lo iba a ser, pero luego me arrepentí, y cuando empecé a ver a todos esos comentarios diciendo que sería un gran Slytherin o "no creo que lo ponga en otra casa que no sea Slytherin" chocaron con mi naturaleza contrera, y tuve que si o si mandarlo a otra Casa, así que volvimos al plan original :).
Adrien Bulstrode, Callum Parkinson, Demian y Astar Rosier son personajes que me invente :) así que no son canon en la historia original. No se como cuchas la fiestita duro 5mil palabras, tipo, yo re juraba que iban a ser 2mil como mucho.
Lamento la tardanza con el cap, aunque igual espero que les guste :), nos vemos!
M. S. C
Chapter 10: Bad
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
HUFFLEPUFF!"
El Gran Comedor se quedó en silencio. No de esos silencios cómodos, no de esos tipo 'ah, qué lindo, qué paz', sino de esos que te dan escalofríos y te hacen sentir como si hubieras dicho algo terriblemente vergonzoso en voz alta. Como cuando preguntas por el abuelo en una reunión familiar y resulta que murió hace tres años.
El Sombrero Seleccionador ni siquiera había dudado. Solo gritó su destino con una convicción impresionante, como si estuviera anunciando el final de una guerra. Y ahí estaba Draco, sentado en la banqueta, con la cabeza inclinada hacia adelante, esperando a que su alma abandonara mi cuerpo.
Silencio. Miradas. Más silencio.
¿Un Malfoy en Hufflepuff?
A decir verdad, no le importaba, ¿por qué habría de hacerlo? Él no había crecido en Hogwarts u en el mundo mágico con todas esas ideas de "mi familia ha estado en X casa por generaciones". En el Campamento Mestizo no te ponían en una cabaña según el historial de tu apellido, sino según quién te había engendrado en una muy posible borrachera divina. Así que, en teoría, esto no debería de afectarle.
El problema era que sí iba a afectar a otros.
Ejemplo número uno: la profesora McGonagall.
Podía sentir su mirada taladrándole el cráneo, como si estuviera intentando ver todo su árbol genealógico en busca de alguna explicación para lo que acababa de pasar. A Draco no le sorprendería que en este momento estuviera reconsiderando toda su vida, deteniéndose en el mismo lugar hace unos años con la Selección de su tío Sirius.
Ejemplo número dos: los estudiantes.
De reojo, vio cómo los de Slytherin tenían expresiones de puro asco y horror, como si acabaran de ver a alguien echarle leche a un vaso de jugo de naranja. En Gryffindor, en cambio, había gente que lo miraba como si acabara de confesar que le gustaban los abrazos y los cachorritos -cosa que sí le gustaban, aunque ellos no lo supieran-.
Se levantó con toda la dignidad que le quedaba y se sacudió la túnica, listo para dirigirse a la mesa de Hufflepuff. Pero no había dado ni tres pasos cuando una voz que conocía demasiado bien lo detuvo.
"¡¿A donde crees que vas?!" Lavender se puso de pie en la mesa de Gryffindor, señalándolo con un dedo acusador. "Ven aquí ahora mismo".
Oh, no. "Lav..."
"¡Ahora!" insistió sin darle espacio para negociar.
¿Saben qué? Mejor ni lo intentaba.
Suspiro. Paso uno, paso dos, y ya estaba en la mesa de Gryffindor. Lavender ml hizo sentarse al lado de ella con la precisión de alguien que había organizado toda esta escena en su cabeza semanas antes. Se cruzó de brazos y lo miró fijamente, con el ceño fruncido.
Él solo quería ir a mi mesa y comer en paz ¿era mucho pedir?
"¿Explicación?" exigió, sin rodeos.
"¿Sobre qué?" Miente, miente y miente. Oculta, oculta, oculta hasta que te descubran y... bueno, ya no recordaba más de ese refrán.
"No te hagas el tonto. Primero, ¡Hufflepuff! Ambos perdimos la apuesta, y segundo, ¿dónde demonios estabas, Dracl?" Su amiga golpeó la mesa con las manos con una fuerza que lo hizo saltar. "Me abandonaste. ¡Desapareciste del mapa como si te hubieras evaporado!" Bueno... si Hades no fuera el mejor de sus hermanos pudo haberlo evaporado en el Inframundo, aunque pensándolo bien decirle eso no sería muy inteligente de su parte.
"Fui a Estados Unidos... y me quede allí, siempre lo estuve, ya sabes" empezo a decir tratando de encontrar una excusa decente.
"Sí, sí, eso ya lo sé" lo interrumpió rodando los ojos. "Lo que quiero saber es qué hiciste allá. Porque resulta que vi noticias de ti.
Demonios. "¿Qué noticias?"
"Sí, querido. Noticias. Imágenes de ti con Annabeth y dos chicos raros en cosas nada normales. A menos que incendiar un autobús y escapar de la policía sea considerado algo normal".
Oh, por el amor de todos los dioses, había olvidado ese pequeño e insignificante detalle.
Lavender lo miraba con la intensidad de alguien que estaba a punto de lanzar una investigación criminal.
"Puedo explicarlo" mintio sin tener la menor idea de cómo.
"Más te vale".
Ambos se quedaron en un breve enfrentamiento visual. Era como un duelo de miradas sin varitas. Solo sus pupilas contra las suyas, en un intento desesperado por no sucumbir ante su poder de "amiga de la infancia que sabe tus puntos débiles que te matará por ignorarla".
Draco ya estaba buscando mentalmente una salida de emergencia cuando, como si el universo supiera que necesitaba ayuda, una chica morena con una gran melena oscura decidió hacer su entrada.
"Amiga cálmate, lo estás asustando" hablo con una risa, sentándose junto a ella.
"No estoy asustado" se apresuró a decir.
"Sí lo estás" replicó Lav, sin siquiera mirarlo. "Draco, te presento a mi amiga, ya te he hablado de ella antes, Parvati Patil".
"Oh, si que me has hablado de ella" dijo porque sí, su amiga le habia platicado tanto que básicamente ya se conocian. O, bueno, él la conocía de todas las cartas de Lavender que tenían como tema principal a la chica. "Parvati esto, Parvati aquello, ¿ya te he dicho como el cabello de Parvati estaba hermoso hoy?".
"¡Yo no escribí eso!" Se excuso. "Ni al menos de esa forma" hizo un puchero.
"Ajá, y yo soy hijo de Zeus" bufo cruzándose de brazos.
Parvati soltó una risita y le dio un codazo a la chica que fingió indignación.
"Cállate Dray. Tenemos cosas más importantes de qué hablar".
"¿Más importantes que tus cientos de cartas sobre Parvati?"
"Sí, querido, mucho más importantes".
Sin embargo antes de que pudiera seguir torturándolo, un estruendo sacudió el Gran Comedor. Draco giró la cabeza en dirección al sonido y ahí estaban.
Pecas y Gafitas.
También conocidos como los dos niños que intentaron secuestrarlo en el cielo hace unas horas.
"Oh, por el amor de Afrodita..."
El mismo auto azul volador que recordaba estaba chocado contra un árbol gigante que debería ser el Sauce Boxeador y la mitad de Hogwarts gritaba como si nunca hubieran visto un intento de homicidio vehicular.
La profesora McGonagall parecía estar reconsiderando su vida por segunda vez en la noche.
"¡Todos a sus habitaciones!" ordenó con su voz cortando el aire.
"No creas que te libras de mí, Draco" le susurró Lavender señalándol con el dedo. "Hablaremos, mucho. Y me contarás todo... ¡buenas noches!"
"Sí, sí, lo que digas, Lav" murmuró en respuesta sintiendo la energía abandonarlo.
Y así, después de una noche de revelaciones, miradas inquisitivas y ser salvado, Draco se dirigio a la mesa de Hufflepuff, donde sus nuevos compañeros lo observaban con la misma expresión con la que miras a un unicornio rosa haciendo trucos extraños.
Genial.
Al parecer esta era su bienvenida a Hogwarts.
.
La vida es cruel.
No solo lo habían metido en una casa que, según las miradas de los demás, parecía incompatible con su ADN Malfoy, sino que también ahora tenía que caminar por los pasillos de Hogwarts bajo el escrutinio de todo el mundo.
Y no era paranoia.
Cada tres segundos sentía miradas sobre él. Algunas disimuladas, como si la gente intentara ser sutil, y otras completamente descaradas, con los estudiantes girando la cabeza como lechuzas para seguir viéndolo mientras pasába.
Los de Slytherin lo miraban como si hubieran descubierto que utilizaba un tenedor en lugar de varita para hacer magia. Los de Gryffindor parecían debatirse entre "¿deberíamos reclutarlo?" y "¿nos va a morder?". Los de Ravenclaw analizaban su existencia como si fueran a escribir una tesis sobre él. Y los de su nueva Casa... bueno. Los de Hufflepuff parecían listos para adoptarlo. No sabía si era su espíritu de "todos son bienvenidos" o si simplemente estaban emocionados de tener un Malfoy en su equipo, pero algunos le sonreían con una calidez desconcertante, otros le daban palmaditas en la espalda y una chica incluso le guiñó un ojo. Aunque no es como si no estuviera acostumbrado, siendo sinceros.
"¿Siempre es así?" Le susurró a un chico rubio que caminaba a su costado, unos cuantos años mayor.
"Nah, solo cuando te ven como un espécimen raro" respondió con una sonrisa fácil. "Soy Cedric, por cierto. Cedric Diggory".
Draco levanto una ceja, evaluándolo rápidamente. Alto, guapo, con esa vibra de chico deportista que seguro tenía un ejército de admiradores. Sonreía con una confianza que solo los mayores parecen tener.
Ah.
Sí. Le agradaba.
Pero, siendo sincero, él tenía el problema de encapricharse con todos los chicos mayores guapos que parecían mínimamente agradables. Así que le sonrio un poco, inclinando la cabeza.
"Draco Malfoy. Creo que estoy en tu casa".
"Eso parece" dijo divertido. "No te preocupes, nos aseguraremos de que sobrevivas".
"Qué alivio" respondío con sarcasmo. "Porque honestamente creí que me iban a sacrificar a Helga Hufflepuff en cuanto entrara". Cedric rió y Dioses, qué risa bonita tenía. Siguieron caminando hasta que llegaron a un pasillo que no parecía nada especial. Sin retratos elegantes, sin puertas doradas ni estatuas misteriosas. Solo un montón de barriles de madera apilados contra la pared. Se detuvo en seco. "Esto es una broma, ¿verdad?" No estaba acostumbrado a... eso. No cuando paso de Casa Malfoy - Cabaña de Afrodita - Mansión Malfoy.
"Nope" hablo este palmeándole el hombro. "Aquí está la entrada."
Miro los barriles. Miro a Cedric.
"¿Se supone que debo nadar en hidromiel para entrar?"
"Casi. Tienes que tocar el barril correcto con el ritmo de 'Helga Hufflepuff'. Si lo haces mal, te baña en vinagre" wow... que... interesante forma de entrar.
"sto es un ritual de iniciación, ¿verdad?"
Él sonrió como si se estuviera divirtiendo mucho con su sufrimiento. "Solo hazlo bien y no tendrás que averiguarlo".
Por un segundo, Draco considero mis opciones. Sin embargo luego recordó que, además de mago y semidiós, era un músico. Y si algo sabía hacer bien, era seguir ritmos.
Así que levantó la mano y dio cuatro golpes en el barril correcto, marcando el compás con precisión.
Un segundo de suspenso... y la pared se abrió sin problemas.
Algunos Hufflepuffs lo observaron con una mezcla de sorpresa y admiración.
"Músico' dijo simplemente, encogiéndome de hombros. El murmullo general aumentó un poco
Entro en la sala común y se volvió a detener, observando a su alrededor.
No estaba nada mal. La habitación era cálida y acogedora, con colores dorados y tonos tierra que hacían que todo se sintiera... seguro. No había grandes candelabros ni muebles ostentosos, solo sillones cómodos, alfombras suaves y una vibra de "aquí puedes relajarte sin que te lancen una maldición". Había plantas colgando del techo, algunas en macetas, otras moviéndose levemente como si fueran conscientes. La luz era suave, filtrándose a través de pequeñas ventanas redondas. Definitivamente no lo que esperaba, sin embargo era agradable.
Se giro hacia Cedric, que le observaba con curiosidad. "No está mal" admitió.
"Sabía que te gustaría."
Le lanzo una mirada divertida. "¿Desde cuándo me conoces tanto? Hemos hablado apenas cinco minutos"
Este solo sonrió, y había algo en su expresión que le gustaria decifrsr. "Desde que entraste y vi cómo todos te miraban como si fueras un ángel caído del cielo".
Antes de que él pudiera decir algo coquetamente devastador, un prefecto llamó la atención de todos.
"Las habitaciones son de dos personas" anunció. "Si aún no tienen compañero, se les asignará uno".
No tuvo tiempo de escoger antes de que alguien apareciera a su lado.
"Draco, ¿verdad?"
Dio media vuelta y se encontro con un chico de cabello claro y expresión nerviosa.
"Sí."
"Soy Justin Finch-Fletchley. Creo que seremos compañeros"
Ah. "Genial" hablo intentando sonar sociable y fallando estrepitosamente en el intento, bueno, que su apellido fuera tan dificil no le ayudaba mucho tampoco. "Espero que no ronques" oooh, ¿saben quien si ronca? Drew, y lo hace como camionero borracho. Debería de decir eso en el campamento cuando quiera pasarse de lista.
Finche- Flouth, (nah ni siquiera lo intentara, sera solo Justin) solo se rió con algo de timidez.
Se dirigieron a la que sería su habitación, y al llegar lo primero que hizo fue sacar su varita para devolver sus cosas a su tamaño normal (de algún modo tuvo que transportarlas en la escoba). No era que no pudiera hacerlo con las manos (bueno, no podía con la escoba), pero cargar un baúl del tamaño de un armario después de un día interminable no estaba en sus planes.
"Reducio reverso" murmuro recordando lo poco que Hécate le había dicho con un ligero movimiento de muñeca.
Sus cosas recuperaron su tamaño original de inmediato, encajando perfectamente en su lugar. Un hechizo sencillo, aunque Justin lo miró como si acabara de hacer levitar el castillo entero.
"¡Eso fue increíble!"
Parpadeó confundido "¿Qué, eh?"
"Sí. Hiciste el movimiento tan preciso, como si fuera lo más natural del mundo. ¿A qué escuela fuiste antes?" Bueno... no fui a una escuela, pero la Diosa de la magia me dio algunos tips. Lástima que no podía decir eso.
Bueno, sí. Para Draco usar la varita era tan intuitivo como respirar. Tal vez porque, aunque era hijo de Afrodita, Hécate había decidido que su varita sería una obra de arte. Elegante, flexible y poderosa. Bellísima.
Y como todo lo bello y poderoso, era peligrosa. Eso o por alguna razón la Diosa no le habi dicho el núcleo, solo fue un 'regalo'.
"Oh" hablo restándole importancia mientras guardaba la varita. "Solo... se me salio" Justin asintió.
Draco decidió ignorarlo y sacar su pijama para cambiarme. Pasl una mano por su cabello húmedo y lanzó un hechizo de secado rápido. El aire caliente se deslizó entre sus ondas dejándolas en su punto exacto entre "despeinado con estilo" y "parece que vivo en un videoclip de los años noventa".
Se quito la túnica de un solo movimiento, revelando su camisa blanca y los músculos que el Campamento Mestizo había generosamente esculpido en él. Aveces podría quejarse sobre lo agotador del entrenamiento, pero si que veia sus resultados. Mientras la doblaba, empezó a sentir la mirada de Justin.
No fue descarada, más bien como cuando alguien mira sin querer, y luego no puede dejar de mirar.
Lo dejo pasar, estaba demasiado acostumbrado a eso y mejor comenzo a cambiarse, se bajo la manga derecha, revelando de forma accidental el tatuaje del Narciso en su brazo.
Justin parpadeó. "¿Eso es...?" Oh no.
Draco levantó la cabeza y en un reflejo automático, cubrio el tatuaje con la manga otra vez.
"Nada importante" respondío con una sonrisa casual. Este frunció el ceño con curiosidad, aunque no insistió mucho más. Ajusto su pijama y se metio en la cama, estirándose y cerrando los ojos con un suspiro.
Mañana sería otro día.
Otro día para lidiar con miradas, rumores, preguntas y, con suerte, un Cedric Diggory que le sonriera otra vez y una Lavender Brown que lo dejaría vivir un día más.
Sí.
Definitivamente no sería aburrido.
...
El Gran Comedor estaba lleno de vida, con el murmullo de cientos de voces entremezclándose con el tintineo de cubiertos y platos flotando de un lado a otro. Aún era temprano, pero el bullicio matutino ya era un recordatorio de que Hogwarts nunca dormía del todo.
Draco entró con la túnica perfectamente acomodada y el cabello aún húmedo por la ducha. No hizo gran esfuerzo en peinarlo -el efecto 'recién levantado pero impecable' funcionaba solo-. Se dirigió con calma a la mesa de Hufflepuff, consciente de las miradas que lo seguían. No era su imaginación; lo estaban observando.
Normal. Era nuevo, un Malfoy en Hufflepuff y, por supuesto, absolutamente deslumbrante.
"¿Hola?"
Él se giró levemente, encontrándose con una chica de cabello corto y sonrisa nerviosa tal vez de su misma edad. No la conocía, aunque claramente ella sí a él.
"Buenos días" respondió con su tono más educado, ¿quién es ella?
La chica parecía querer decir algo más, sin embargo antes de que pudiera continuar, otra voz se metió en la conversación.
"¡Draco!"
Giró la cabeza y ahí estaba Lavender, al otro lado del Gran Comedor, en la mesa de Gryffindor, haciéndole gestos exagerados. Primero señaló sus propios ojos, luego su nariz y, finalmente, la mesa vacía a su lado.
Draco rodó los ojos. "Siéntate conmigo", claro.
Levantó una ceja, como si estuviera considerando ignorarla, pero luego suspiró y asintió. Solo porque era su mejor amiga. No porque ella lo arrastraría por todo el castillo si no lo hacía.
Y cuando estaba a punto de levantarse, sintió una presencia extraña. "Eres Draco Malfoy, ¿verdad?"
Volvió a girarse por cuarta vez y se encontró con una chica de cabello rosa brillante, sonriendo con un aire de absoluta confianza.
"Depende, ¿quién lo pregunta?"
"Nymphadora Tonks. Aunque si me llamas Nymphadora, te haré tropezar con tus propios pies".
Draco frunció el ceño. Tonks. Había escuchado el apellido antes.
Y entonces la vio bien. No era solo el cabello rosado o la actitud despreocupada. Había algo en su rostro, en la estructura de sus pómulos, en la forma en que sus ojos brillaban con astucia. Como un eco.
Un eco de su propia madre.
El mundo pareció detenerse por un segundo.
El Gran Comedor, las miradas, las voces, todo se volvió ruido de fondo. Porque ahí, frente a él, estaba una sombra de Narcissa Malfoy en una chica con el pelo rosa y una sonrisa burlona.
El aire en su pecho se sintió pesado, como si hubiera olvidado cómo respirar por un instante.
"¿Eres mi prima?" su voz no sonó como esperaba. No firme, no arrogante. Solo… sorprendida.
"Sip. Bueno, técnicamente mi madre esta desheredara y fuera de la línea de los Black, pero eso es un detalle aburrido".
Él no respondió de inmediato.
Ella no se parecía a la versión perfecta y simple de su madre que adoraba. No era la imagen de elegancia y amor que su madre desplegaba. Pero ahí estaba.
Un pedazo de Narcissa que todavía existía en el mundo.
Y por alguna razón, eso dolía.
...
El castillo de Hogwarts era enorme, sin embargo eso no significaba que uno pudiera caminar tranquilo por sus pasillos sin sentir que lo estaban escaneando de pies a cabeza.
"Deja de caminar como si estuvieras en una pasarela' bufó Lav ajustando su túnica mientras avanzaban hacia el aula de Transformaciones.
"No es mi culpa que la luz en ese ángulo me favorezca" respondío con una sonrisa, aunque la verdad es que sí estaba sintiendo todas las miradas.
No era difícil adivinar por qué. Un Malfoy en Hufflepuff. Un Malfoy caminando con una Gryffindor. Lavender Brown y Draco Malfoy juntos en un pasillo. Era como si alguien hubiera decidido jugar Bingo con las 'cosas más imposibles que pudieran pasar' de Hogwarts y estuviera marcando casillas a lo loco.
"¿Me vas a contar qué demonios hiciste en Estados Unidos o tengo que sacarte la información con Veritaserum?"
Hizo una falsa mueca. "Definitivamente, prefiero el Veritaserum."
Lavender resopló, pero no dejó el tema.
"Vi fotos y hay videos Dray. Tú, Annabeth y esos dos tipos raros en un autobús que no parecía estar en sus mejores condiciones".
Oh, el autobús.
"Técnicamente, lo hicimos explotar por accidente".
Ella parpadeó. "… ¿Cómo?"
"Ya sabes, caos, mala suerte, ¿qué más da?"
Su amiga le lanzó una mirada fulminante. "Te odio tanto."
"Nah, si lo hicieras, no me habrías escrito tantas cartas obsesionada con Pavarti".
Lavender se detuvo en seco y le dio un empujón en el brazo. "¡Cállate!"
" 'Pavarti hoy ha estado muy hermosa, la sonrisa de Pavarti es aún más brillante, ¿sabias que el sabor de helado favorito de Pavarti es la menta granizada?' " imitó su tono con una expresión soñadora. "Eso no fue lo más heterosexual de tu parte, si quieres mi opinión Lav".
Su cara se puso roja como un tomate.
"Voy a asesinarte y esconder tu cadáver en el Bosque Prohibido".
"Ya estoy muerto, cariño" hablo dramáticamente. "Pero bueno, volviendo a cosas más importantes: Annabeth.
"¿Qué con Ann?"
"¿A ella no le dirás nada por desaparecer?" Eso no sonaba justo.
"Ella si me envió una carta explicando las cosas" uuh, buen punto.
Llegaron al aula de Transformaciones y por supuesto ya había estudiantes dentro. Gryffindors y Hufflepuffs mezclados, aunque todas las cabezas giraron hacia ellos apenas cruzamos la puerta.
Ya lo diji anges. Gryffindor, Hufflepuff; Brown, Malfoy.
Lo entendía.
Rodó los ojos y avanzó con confianza, porque si algo me enseñó la vida es que, si la gente te va a mirar, al menos que tengan un buen espectáculo.
Se sentó junto a su amiga como si no fuera la primera vez que ponía un pie en un aula de Hogwarts. Con total seguridad y naturalidad. No porque estuviera cómodo, sino porque así evitaba que los demás supieran que él en realidad no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo.
"Ok, dime la verdad" susurró ella mientras sacaba sus cosas. "¿Cómo es que explotaron un autobús?"
Bueno, este era el momento en donde sacaba su plan de emergencia de supervivencia.
Primera regla de supervivencia: si te van a atrapar, pon cara de ángel.
Segunda regla de supervivencia: si te atrapan de todas formas, asegúrate de que crean que fue un accidente.
"Draco. Sabes que me enteraré de una u otra forma, tengo poderes en el más allá..."
Suspiró mientras también sacaba sus cosas de la mochila.
"Fue un accidente controlado" murmuró en respuesta.
Lav entrecerró los ojos. "Eso no tiene sentido."
"Claro que sí. Ann tenía un plan, y yo confié en el plan" que terminó en una explosión, si.
"…Y explotó un autobús".
"Exactamente."
"¿Y cómo se supone que eso era parte del plan?"
"Técnicamente, la explosión no era el objetivo principal, aunque sí nos resolvió un problema logístico, un efecto colateral".
Su amiga se llevó una mano a la cara.
"A veces me pregunto cómo sigues vivo".
"Con carisma y un poco de suerte" respondío con una sonrisa encantadora.
"Suerte, sí, claro. ¿Y qué pasó después?"
"Corrimos. Mucho. Pero Ann dice que lo importante es que 'la victoria se mide en sobrevivir' lo cual me parece muy inteligente".
"Por Merlín…"
Sonrió. "Oye, hablando de cosas importantes, ¿cómo va la banda?" Lo último que recuerda es que tenían un contrato.... mierda.
Lavender chasqueó la lengua.
"Oh si, la banda. La deje en pausa mientras Annie y tú se dignaban a aparecer. Joey está histérico, dice que si no terminamos las canciones pronto, el productor nos va a demandar" Eso era un problema, suerte que tenia mucho dinero para pagar abogados.
"Típico de Joey, exagerar todo" por eso fueron con él.
"Dray, prometimos entregar las canciones el mes pasado" se había olvidado de eso.
"… bueno, pero en mi defensa, tuve un viaje inesperado" además uno que no pidió.
"Te metiste en un maldito internado en el mundo mágico y solo Hecate sabrá donde más antes" ¿como le dice que en realidad Hécate existe y también lo sabe?
"Sí, eso."
La chica negó con la cabeza. "Vamos a tener que hacer milagros para que todo salga bien".
"Lav, somos músicos. Vivimos haciendo milagros."
Ella rodó los ojos.
"Espero que sepas lo mucho que me va a costar explicarle a Joey que no desapareciste de la faz de la tierra, Ann podría ayudarme en eso".
"Dile que lo quiero mucho y que confíe en mi visión artística".
"Draco, si le digo eso, nos mata a los tres".
Iba a responder cuando un carraspeo los hizo levantar la vista. McGonagall los observaba con los brazos cruzados y una expresión que, sinceramente, no aseguraba nada bueno.
"Señor Malfoy, señorita Brown" hablo con ese tono de profesora que hacía que cualquiera se sintiera de cinco años. "¿Hay algo que quieran compartir con la clase?"
Lavender me miró. Él la miré.
Plan de emergencia: cara de niño bueno e inocente que no mataría a una mosca.
Draco se enderezó en su asiento, abriendo los ojos con inocencia cuidadosamente practicada.
"Solo estábamos repasando la teoría, profesora" dijo con su mejor tono de 'yo jamás haría nada malo'.
McGonagall le estudió con la mirada y él mantuvo la sonrisa perfecta. "Muy bien" acepto al final. "Espero que en esta clase, demuestren su conocimiento con resultados y no con palabras."
"Por supuesto, profesora" respondío con la voz de alguien que jamás en la vida causaría problemas.
Apenas se dio la vuelta, Lavender le dio una patada bajo la mesa.
"¡Auch! ¿Qué fue eso?"
"Por manipulador" Gracias, esa manipulación te salvo de perder cinco puntos.
"No es manipulación si simplemente soy encantador" no era su culpa que no se le notase que juro por el Río Estigia hacer arder el Olimpo y le grito infeliz a Zeus.
"Draco, tienes alma de estafador".
"Y justo por eso todos me creen".
Su amiga rodó los ojos, aunque sonrió. Y Draco sonrió también.
Draco 1, el mundo 0.
.
No era la peor clase del mundo.
Pero definitivamente no era la mejor.
McGonagall hablaba sobre teoría de Transformaciones con una paciencia admirable, explicando la complejidad de cambiar un objeto en otro. Él intentaba prestar atención, lo jura, sin embargo había un pequeño problema: le estaba aburriendo como una mierda. Con todas las letras.
Eso no era como en casa, donde su padre había contratado a un instructor para enseñarle magia antes de venir aquí. Ese tipo era intenso. Ni un descanso, ni una pausa, y cada vez que fallaba en algo, lo miraba como si fuera una gran decepción para la humanidad. Lo odiaba si, pero...
En comparación, Hogwarts se sentía como un retiro vacacional. Además él podía ser un poco masoquista solo en el aprendizaje.
Además tal vez lo había sobrevalorado un poco.
Se removió en su asiento apoyando la cabeza en una mano. Necesitaba moverse, hacer algo, no solo quedarse sentado como estatua. Lavender lo miró de reojo.
"¿Qué te pasa?" murmuró.
"Me aburro."
"Draco, estamos en nuestra primera clase, tú primera clase".
"Exacto, y ya me aburro".
"No puedes ser real".
Intento prestarle atención a McGonagall de nuevo, sin embargo la chica se giró levemente, mirándolo con una sonrisa sospechosa.
"Espera… ¿tú te moviste hasta aquí en escoba, cierto?"
"Ajá" no sabía por dónde iba eso.
"Pero… ¿cómo demonios llegaste exactamente?" Abrió la boca, pero lo interrumpió una voz al otro lado de la mesa.
"¿Tú eres el loco que vimos en el cielo?"
Giró la cabeza y se encontró con Pecas y Gafitas mirándolo con intensidad, junto a una niña de pelo alborotado.
Oh, genial.
"Ah… ¿ustedes eran los locos del auto volador?" preguntó en respuesta. Ellos ni eran precisamente los indicados para llamarlo así cuando robaron un auto. Tú robaste una escoba. La tomó prestada.
Los dos asintieron. Su amigs lo miró como si acabara de decir que la Tierra era plana.
"Espera, espera, espera… ¿qué?"
Suspiro cansado "Mira fue así: yo estaba en la escoba todo tranquilo y cuando en un momento de la nada vi a este par en un auto flotando en el aire. Y pues…"
"¿Y pues qué?"
"Pensé que intentaban secuestrarme" en su defensa, la situación le daba alas a su imaginación.
Los tres lo miraron como si se hubiera vuelto loco. "¿Que intentábamos qué?" preguntó el pelirrojo (Pecas).
"¡Tenía sentido en mi cabeza!" ¡y ellos sonaban muy sospechosos!
Lavender se tapó la boca con la mano, aunque igual se le escapó una carcajada. "Oh, por Merlín, no puedo creerlo"
"No es mi culpa. No sabía que en este mundo es normal que los autos vuelen y que niños los conduzcan".
"Eso no es normal" dijo la niña de pelo alborotado. "Ellos tampoco deberían haber estado volando un auto".
"¡Oye!" protestó Harry (gafitas).
"Bueno, al menos ya entendemos el misterio del chico en escoba" hablo Pecas. "No fue una alucinación."
"No, fue real, y casi me da un infarto" y casi me mata Zeus también agrego mentalmente.
Lavender se dobló de risa sobre la mesa. "¿Entonces por qué no me dijiste nada antes?"
"No sabía que eran estudiantes" se encogio de hombros. "También, honestamente, no era mi prioridad. Además saun tengo que devolver la escoba"
"¿Todavía no lo hiciste?" preguntó la otra niña.
"No. Ni siquiera se cuando se supone que debía de hacerlo"
Ella se llevó las manos a la cara. "Eres un caso perdido".
Pero antes de que pudiera responder, un carraspeo igual de severo que el anterior los congeló a todos en su lugar.
"Señor Malfoy, señorita Brown, otra vez" susurró a gritos McGonagall con los brazos cruzados.
Oh, por todo el amor de los dioses.
Volvió a sonreír con inocencia. "¿Sí, profesora?"
"Si sus conversaciones son tan interesantes, quizá quieran compartirlas con el resto de la clase" Le aseguro, me prestarian más atención a mí que a usted. Draco tenía mucha suerte de que pudiera controlar sus pensamientos intrusivos.
Lavender lo fulminó con la mirada (otra vez). Él se aclaró la garganta.
"Solo discutíamos la importancia de la percepción mágica en los ambientes inusuales".
La ceja de McGonagall se arqueó. "¿De verdad?" ¿Y qué cree usted?
"Por supuesto, profesora."
Ella lo estudió por un momento y por su expresión teniendo un leve deja vu. Draco se aseguró de parecer la persona más honesta del universo.
Finalmente, McGonagall suspiró.
"Cinco puntos menos para Hufflepuff y Gryffindor. Y si vuelvo a verlos distraídos, lo siguiente será una detención" auch.
Espero a que se alejara antes de murmurar:
"Oye, cinco puntos no es tan malo."
Lavender le golpeó el brazo.
"Draco, cállate. O yo te haré perder más que cinco puntos" aunque intento sonar amenazante, la gran sonrisa en su rostro decía todo lo contrario.
Esta bien mundo, podías ganar esta.
...
Lavender tenía clase.
Y Draco no.
Así que allí estaba, vagando por los pasillos de Hogwarts con la misión de encontrar el lugar que Hécate le había mencionado antes.
No iba a mentir: había algo emocionante en caminar sin rumbo por ese castillo, aunque la emoción se veía opacada por la cantidad absurda de miradas que recibía. Ni siquera intentaban disimular, lo notaba en serio. Estudiantes de diferentes casas susurraban entre ellos cuando pasaba y aunque intentaba ignorarlos, era un poco molesto -nah, le encantaba-.
Lo peor es que entendía por qué me miraban.
Primero: era un Malfoy en Hufflepuff, lo cual aparentemente era tan inesperado como ver a un pie grande rapado bailando salsa.
Segundo: su cara. Lo dice con toda la objetividad posible. Es bonito, es un hecho innegable, culpa de Afrodita, su madre divina. Y la gente ahí no sabía manejarlo.
Tercero: los chismes. Oh, los chismes.
Había estado en una sola fiesta y ya todos parecían haber decidido que era un personaje misterioso e interesante. No era su intención llamar la atención (mmm, mentira), pero tampoco podía hacer mucho para evitarlo (mmm, verdad).
Lo bueno es que no tenía amigos allí, y siendo sinceros, tampoco quería hacer más. Ya tenía a Lav, Annie con él y en el campamento estaban Clarisse y Luke. Eran más que suficientes.
Y justo cuando pensaba que su paseo iba a ser tranquilo, la vida decidió recordarle que no podía tener paz.
"¡Mira quién está aquí!" Ah, por favor, no podia ser.
Miró hacia el pasillo de la derecha y ahí estaban: Altair, Callum y Adrien.
Los tres chicos que conocio en la fiesta.
Los tres chicos con los que había coqueteado en la fiesta.
Los tres chicos con los que pensaba que nunca volvería a cruzarse.
Estupendo.
Decidio pasar de largo, asumiendo que ahora que sabían que estaba en Hufflepuff lo ignorarían. Un Malfoy en Hufflepuff no debía ser tan interesante como alguien en Slytherin, ¿cierto?
Ja, Ja, ja, ja.
Porque en lugar de ignorarlo, los tres se acercaron como si fueran tiburones que acaban de oler sangre en el agua.
"Draco" saludo Altair con una sonrisa felina. "¿Nos estabas evitando?"
"No" respondío con la misma sonrisa encantadora. "Solo pensaba que ya no les interesaría hablar conmigo".
"¿Por qué pensaríamos eso?" Callum apoyó un brazo en la pared, bloqueando su camino con una pose descaradamente casual.
Adrien, por su parte, lo miró con un interés que no intentó disimular. "Pensé que eras de Slytherin" comentó con su voz profunda y curiosa. "Aunque… Hufflepuff, ¿eh? No lo habría adivinado jamás".
Se encogió de hombros.
"Aparentemente, sorprendo a muchos".
"Nos encanta alguien que rompe expectativas" murmuró Altair acercándose un poco.
Ah, los coqueteos. Podría acostumbrarse.
"¿Y qué haces por aquí tan solo?" preguntó Callum inclinándose apenas para mirarlo mejor.
"Explorando" dijo con ligereza. "Hogwarts es grande, ¿saben?"
"Podríamos acompañarte" ofreció Adrien con una media sonrisa. "Siempre es más divertido con compañía."
Honestamente, tentador.
Pero justo cuando Draco estaba considerando aceptar la oferta (puramente por diversión, por supuesto), una voz interrumpió el momento:
"Draco".
Todos giraron.
Y ahí estaba Cedric Diggory.
Oh.
Bien.
Eso sí que era una distracción peligrosa.
"Cedric" saludo fingiendo estar completamente despreocupado. Él lo miró con la intensidad tranquila que tenía desde la primera vez que hablaron.
"Te estaba buscando".
Altair, Callum y Adrien intercambiaron miradas.
"Bueno, bueno… parece que tienes planes" dijo el primero con una sonrisa ladeada.
"Nos vemos luego, Malfoy" añadió Callum, guiñándole un ojo antes de alejarse con los otros dos.
Genial. Ahora iba a tener más chismes encima.
Suspiró y se giró hacia Cedric. "¿Para qué me buscabas?"
Este no respondió de inmediato. Era una de las cosas que le desesperaban y le intrigaban de él a partes iguales: se tomaba su tiempo.
"Quería ver cómo estabas" dijo finalmente. Ajustarse a Hogwarts puede ser complicado.
"¿Me estás cuidando?"
"Tal vez."
Sonrio con diversión. :Qué tierno."
Eo mayro se rió entre dientes, aunqie antes de que pudiera responder, algo cambió en el ambiente. Sintió un cosquilleo en la piel, una vibración en el aire.
Una luz particularmente familiar apareció brillando en un pasillo cercano.
Hécate.
Y aunque le doliera en el alma, no era momento para chicos guapos. "Tengo que irme" dijo rápidamente.
"¿A dónde?"
"A… resolver algo"
Cedric frunció el ceño, pero no lo detuvo cuando se dio la vuelta y comenzo a caminar a paso apresurado hacia la luz.
Eso era más importante. Y si Hécate lo estaba llamando… significaba que su entrenamiento especial estaba a punto de empezar.
.
Había muchas cosas en la vida que podía ignorar.
Las miradas constantes en los pasillos.
Los chismes que se esparcían más rápido que un incendio en el bosque.
El hecho de que Hogwarts tenía un serio problema de escaleras traicioneras.
Pero si había una cosa que no podía ignorar, era la magia de Hécate llamándolo directamente.
Esa luz brillante y pulsante era su señal, un eco de su poder, una invitación. Y a pesar de la creencia popular él no era lo suficientemente estúpido como para rechazar una invitación de la diosa de la magia.
Así que hizo lo más lógico.
Corrió.
No camino, no más, corrió.
Ignoró completamente a los estudiantes que se giraban al verlo pasar.
Ignoró a los profesores que gritaban algo sobre no correr en los pasillos.
Ignoró el hecho de que probablemente se estaba ganando otra tanda de rumores innecesarios.
Porque nada de eso importaba.
Lo único que importaba era llegar a la fuente de esa luz antes de que desapareciera.
Su corazón latía con fuerza, sus piernas se movían sin esfuerzo -gracias Campamento-, y por un momento se sentía de vuelta en el campamento Mestizo esquivando proyectiles y espadas en una sesión de combate o captura a la bandera.
El cosquilleo en la piel se hacía más intenso, el aire vibraba a su alrededor. La luz lo guiaba, llevándolo por pasillos que nunca había visto antes, subiendo escaleras que juraría que no estaban ahí hace un segundo.
Y entonces llego.
Al séptimo piso.
La luz se detuvo frente a una pared vacía.
Fruncio el ceño. "¿Me estás tomando el pelo?" Susurró, sin embargo la vibración en el aire le dijo que no. Draco, idiota, usa la cabeza. Tomo aire. Si Hécate lo había guiado hasta aquí, había una razón. Recordó las historias. Una habitación oculta, una puerta que solo se abría para quienes la necesitaban de verdad. "Vamos, vamos, vamos…" murmuro cerrando los ojos y enfocándose.
Necesito entrar.
Necesito encontrar el lugar de mi entrenamiento.
Hécate, abre la maldita puerta.
Y entonces…
La pared cambió.
Una puerta apareció de la nada, sólida y antigua, con símbolos mágicos que reconocía de sus estudios.
Oh sí, nena. Eso estaba buscando.
Y sin dudarlo, cruzó el umbral.
Al entrar, la habitación era… impresionante.
Lo primero que noto fue su tamaño. Amplia, vasta, con techos altos y paredes cubiertas de runas que brillaban suavemente con una luz azul. Estanterías llenas de libros se alineaban a un costado, pergaminos apilados con un orden caótico, como si alguien los hubiese dejado ahí con prisa. En el centro, un círculo mágico tallado en el suelo emitía un brillo tenue, pulsante, como si la magia misma respirara en él. Y a un lado, porque claro que tenía que haber algo que le hiciera cuestionar su cordura, había una serie de armas colgadas en la pared. Espadas, dagas, un arco con flechas negras y una lanza de aspecto ligeramente mortal.
"¿Qué clase de biblioteca encantada viene con un arsenal completo?" murmuro entre fascinado y confundido.
"Oh, vamos, querido, creí que ya me conocías mejor".
Su piel se erizó antes de que pudiera girarse.
Allí estaba ella. Parada detrás de él con esa expresión que solo podía describirse como "la sonrisa de alguien que sabe algo que tú no y le divierte demasiado". La querida tía Hécate, vestida con túnicas oscuras que parecían hechas de la propia noche, su cabello flotando como si el aire a su alrededor estuviera cargado de energía. Sus ojos, brillando con una mezcla de travesura y poder absoluto.
"¿Sabes? Aún no decido si es impresionante o aterrador que puedas aparecer de la nada sin hacer ruido" Le gustaría aprender eso.
"Ambos niño, ambos" respondió inclinando la cabeza con una sonrisa burlona. "Pero no te preocupes, aún no vamos a empezar con el entrenamiento".
"¿Aún no?" ¿así que dejo solo a Diggory para nada?
"Por supuesto. Primero, la charla" Se cruzó de brazos y lo miró como si estuvieraevaluándolo, oh no, no le gustaba por donde iba eso. "Afrodita fue quien pidió que no solo te entrenara en magia, sino también en combate" Fiu, pensaba que era la otra charla.
De igual forma su ceja se arqueó tan alto que casi salió volando de su cara.
"¿En serio?"
"Lo que oíste" dijo sacudiendo una mano con desinterés. "Me dijo, y cito: 'Asegúrate de que mi bebé no solo sea hermoso y poderoso, sino que también pueda partirle la cara a cualquiera que lo subestime' ".
Soltó un resoplido a gusto. "Eso suena… sí, suena como algo que diría mi madre".
"Por supuesto" la sonrisa de la Diosa se atenuo. "Sin embargo hay algo más, sin entero de la cosita ilegal que tienes en el brazo" ¿no diría tatuaje, verdad?
Draco fruncí el ceño. "Espera, ¿cómo se enteró?"
Hécate le sostuvo la mirada por un momento antes de suspirar dramáticamente. "Ah, Draco, esa es la verdadera pregunta, ¿no? Yo tampoco tengo idea. Pero cuando la diosa del amor decide saber algo, lo sabe."
Un escalofrío le recorrió la espalda.
"Mi madre ni siquiera me mencionó nada sobre esto..." no que recordara.
"Y eso" hablo chasqueando los dedos y apuntándolo con una sonrisa que no auguraba nada bueno "es lo que me preocupa".
"¿Afrodita sabiendo cosas que no debería?"
"No. Afrodita sabiendo cosas que tú no sabes que ella sabe y sin decírtelo"
"…"
"Exactamente." Un silencio incómodo se instaló entre ellos. "Pero bueno" continuó Hécate, encogiéndose de hombros ", no es mi problema. Yo solo cumplo con lo que me pidieron y estaba en desacuerdo total con eso. Así que prepárate, sobrino, porque no solo aprenderás magia aquí, sino también cómo defenderte".
Draco observo de nuevo la pared llena de armas. "Genial…"
"Oh, sí, nene, esto será divertidísimo".
Y su sonrisa no auguraba nada bueno.
Hécate chasqueó los dedos y en un instante, todo a su alrededor cambió. Las paredes se desvanecieron, reemplazadas por un paisaje de piedra negra y cielo tormentoso. Sentía un cosquilleo en la piel, como si el aire estuviera cargado de electricidad.
"¿Dónde estamos?" pregunto dando un paso atrás.
"En un campo de entrenamiento ilusorio" respondió con una sonrisa traviesa. "Lo creé solo para ti. Puedes agradecerme después."
"Oh, sí, gracias por transportarme a este escenario de mi posible muerte. Muy considerado de tu parte."
Ella rió. "Empezaremos con lo básico".
"Oh, genial. ¿Levitación? ¿Un Lumos mejorado?"
"Ay si como no".
"…"
"¿Qué? No me mires así, querido. Pensaste que te haría conjurar mariposas al principio, ¿verdad?" Déjenlo pensar... ya lo hizo, y si.
"Bueno… sí".
"Error."
Chasqueó los dedos y de repente algo lo empujaba hacia atrás. No con fuerza, aunque si lo suficiente para hacerlo tambalear.
"¡Hey!"
"Vamos, reacciona" hablo con una ceja arqueada. "Un hechizo ofensivo básico, Draco. Apunta, lanza, boom, magia" Qué gran explicación, eh.
"¿Qué tipo de ataque?"
"Uno con impacto. Algo que puedas usar para repeler a un enemigo, lanzarlo contra la pared si es necesario. Esencial para un semidiós y un mago".
Draco trago saliva al ver cómo la Diosa se ponía en guardia.
"Oye, espera, aún no-"
"¡Depulso!'
La onda de choque lo golpeó directo en el pecho y lo lanzó al suelo de espaldas.
"¡Por el Olimpo!"
Su varita cayó a un lado y Hécate se acercó con los brazos cruzados.
"Regla número uno: siempre espera que te ataquen primero."
Él se frotó las costillas gruñendo. "Eso hubiera sido útil saberlo antes de que me mandaras volando".
Ella sonrió. "Vamos, intenta devolverme el favor".
Respiro hondo y se puso de pie, sintiendo cómo la adrenalina se le acumulaba en el pecho. Levanto la varita, fijándose en el núcleo dorado que brillaba en su interior. Ella no había querido decirle el núcleo, y él no preguntó mucho más.
Apunto a Hécate. "Bien. Depulso" La onda salió disparada… y ella la bloqueó con un movimiento perezoso de la mano.
"Más fuerza."
"Depulso" repetio con más firmeza. Esta vez, la energía salió en un destello más brillante, y aún así ella ni se movió.
"Draco, no es un Lumos. Ponle intención".
"¡Estoy intentando no volarte la cabeza!"
"Ay, qué ternura"
Arrugo la nariz y apretó la varita con más fuerza. Recordó cómo Hécate lo había lanzado al suelo sin dudarlo, cómo su madre había pedido este entrenamiento porque sabía que lo necesitaba. Bueno, y porque no puede insultar al Rey de los Dioses y estar jugando al tuti fruti de vago.
"Otra vez" murmuró.
"Eso es" Hécate sonrió expectante. "Ahora, con ganas".
Respiro hondo.
Apunto.
Sintió la magia recorrerle el brazo, como fuego líquido.
Y entonces, con todo el peso de su voluntad, soltó el hechizo.
"¡DEPULSO!"
La explosión de energía salió disparada con tanta fuerza que Hécate apenas tuvo tiempo de bloquearla. Se deslizó hacia atrás, sus ojos brillando con aprobación. "Eso está mejor".
Desco se quedó quieto, sintiendo la adrenalina bombearle en las venas.
"¿Qué sigue?"
La Diosa sonrió con ese brillo peligroso en los ojos. "Sostén bien tu varita, niño. Apenas estamos empezando".
.
Su brazo temblaba un poco, pero no era por el esfuerzo. Era la adrenalina. La emoción que se acumulaba justo debajo de su piel como una descarga eléctrica. Eso era lo que quería desde que descubrió que la magia era más que lanzar hechizos inofensivos con movimientos de muñeca perfectos. Eso era poder en su forma más pura, cruda.
"Otra vez" hablo Hécate con su sonrisa lobuna.
"¿Quieres que te vuelva a lanzar contra la pared?" espeto todavía con el pecho agitado. "No sabía que eras de esas, tía" remarcó lo último.
"Oh, por favor, sobrino, como si pudieras hacerlo dos veces seguidas".
La odiaba. La adoraba.
Tomo aire, volvio a levantar la varita y dejo que la magia se deslizara por su brazo. Esta vez, no lanzó el hechizo de inmediato. Cerro los ojos, sintiéndola, Hécate no se lo había dicho con palabras, sin embargo él lo entendía. La magia respondía mejor si la sentías primero, si la hacías tuya antes de soltarla como una bala.
"Así se hace" murmuró la diosa. "Ahora piensa. No solo en lanzarme lejos, sino en lo que quieres que la magia haga. El hechizo es solo la palabra. La intención es lo que la vuelve peligroso".
Abrio los ojos y dijo: "Depulso."
La onda de choque salió disparada etsa vez más rápida, más precisa. Hécate la bloqueó con un leve gesto, pero sus ojos se iluminaron.
"Mejor."
Bajé la varita, exhalando lentamente.
—¿Qué más?
"Hechizos de control" dijo finalmente. "La mayoría de los magos solo aprenden lo que sus profesores les enseñan. Protecciones, transformaciones, alguna que otra maldición leve…" se detuvo y lo miró. "Pero la verdadera magia no tiene etiquetas, Draco. No es blanca ni negra. Solo es magia".
"¿Entonces me vas a enseñar hechizos oscuros?" Le gustaba esa idea, le encantaba esa idea.
Hécate se rió con suavidad, una risa que le puso los pelos de punta.
"Te voy a enseñar todo. Empezaremos con algo sencillo, un hechizo de contención, Vinctura."
"¿Vinctura?" repitió, probando la palabra en la boca.
"Atrae y ata al enemigo con hilos mágicos. Grises, si quieres ponerle un color. Ni buenos ni malos, solo útiles".
Alzo la varita. "¿Y si fallo?"
"Entonces acabarás atado tú".
Oh, genial.
Cerro los ojos de nuevo, dejando que la magia fluyera desde rl pecho hasta la punta de la varita. "Vinctura."
Nada.
Hécate chasqueó la lengua. "Intención, Draco. No lances la palabra. Ordena".
Apretó los dientes, concentrándose en la imagen en su cabeza.
Ata.
Detén.
"¡Vinctura!"
Las cuerdas mágicas se dispararon desde la punta de su varita, finas y doradas, enredándose alrededor de un banco cercano hasta dejarlo inmóvil. Bajo la varita lentamente, sintiendo cómo la magia vibraba en el brazo.
"¿Y qué sigue después de eso?"
"Primero dominas la varita, luego la magia sin palabras, después…" se inclinó sus ojos brillando con esa maldita sonrisa de diosa ", la magia sin varita".
"¿Y si alguien descubre que sé todo esto?" ¿Aprender eso no sería ilegal realmente?
"Entonces los dejas temblando" susurró ellas. "Que los dioses te protejan… o que Zeus se cuide las espaldas".
Draco no supo si estaba bromeando o no. Y lo peor era que tampoco le importaba. Quería más.
.
Sus brazos temblaban, las piernas también. Estaba cubierto de sudor, con la respiración entrecortada y el cabello pegado a la frente.
"Bien" jadeo ", ya practicamos hechizos de contención, ataque y defensa. ¿Eso es todo?"
Hécate lo miró como si hubiera dicho la estupidez más grande del mundo. Últimamente muchas personas lo estaban mirando así en realidad.
"Draco, por si no te acuerdas, aún falta la mitad del entrenamiento.".
Sus ojos se abrieron de golpe. "¿La mitad?" Ya habían pasado un buen de tiempo ahí dentro.
Ella sonrió con esa maldita expresión de diosa que significaba que lo iba a hacer sufrir.
"Por supuesto. Falta la parte de lucha".
Draco siguió mirandola un rato esperando que se riera y le dijera que era una broma. No lo hizo.
"No eres Ares. No eres Atenea" soltó incrédulo, aunque dandose cuenta de lo idiota que sono, en su defensa, no piensa cuando esta cansado, ¿tú alguna vez piensas?. "¿Desde cuándo enseñas combate?"
Hécate se cruzó de brazos exasperada.
"Oh, por favor, ¿crees que la magia solo se usa para lanzar hechizos bonitos? La magia es poder. Y el poder se impone. Si un enemigo te acorrala y no puedes usar hechizos, necesitas saber pelear".
"Pero yo…"
"No me digas que no sabes, porque tus entrenamientos con Clarisse La Rue me han informado de lo contrario" Hizo una mueca, sin embargo tenía razón. Clarisse era buena enseñando, o al menos enseñándole a él.
"Maldita sea, ¿me espías en el campamento?"
"Maldito tú si no sacas esa arma en este momento."
Soltó un suspiro resignado a si destino. Estaba cansado, pero cuando Hécate ordenaba algo, lo mejor era hacerle caso. Se llevo una mano a su muleca y desenrollo el látigo. Con un giro de muñeca, la cuerda se tensó y se transformó en una espada reluciente, negra y dorada, con la empuñadura decorada con símbolos de Afrodita.
Hécate silbó con admiración. "Así que es cierto… Hefesto la forjó por petición de Afrodita".
"Sí. Yo tampoco sé cómo lo convencio, esa sería una buena charla en las próximas reuniones familiares".
"Pues ya veremos si eres digno de ella. Y estaré esperando esas reuniones".
"¿Qué significa eso?"
Hécate extendió una mano, y de la nada una lanza negra apareció en su agarre. "Significa que vas a defenderte".
Oh, por todos los dioses.
No tuvo tiempo de protestar ya que ella se movió en un parpadeo y lanzó un golpe con el asta de su lanza. Apenas levantó la espada a tiempo para bloquearlo, pero la fuerza del impacto lo hizo tambalear.
"Lento" hablo con burla.
Gruñio y se giro sobre sus talones, usando el impulso para lanzar un tajo hacia su costado. Hécate lo bloqueó con facilidad y contraatacó, obligándolo a esquivar con un salto hacia atrás.
"Más rápido, Draco. Piensa. No solo es fuerza, es estrategia."
Movio el látigo, cambiándolo de nuevo a su forma flexible y lanzándolo en su dirección. Las puntas doradas brillaron en el aire, sin embargo ella las atrapó con una barrera de energía púrpura antes de que pudieran tocarla.
"Mejor" murmuró. "Pero todavía te falta".
Estaba exhausto, sin embargo la adrenalina le corría por las venas, le dolían los músculos, sin embargo algo dentro de él que ardía con la emoción del combate.
No quería detenerse. Quería ganar.
Apreté los dientes y se lanzo de nuevo al ataque.
.
Los músculos le dolían, su respiración estaba entrecortada, pero no podía detenerse. No con Hécate frente suyo, con su lanza negra brillando con un aura púrpura amenazante.
La Diosa no tenía piedad.
Draco no la quería tampoco.
Movió el látigo en un arco amplio, las puntas doradas cortando el aire con un silbido agudo. Apunto directo a sus piernas buscando hacerla tropezar, aunque en un destello de magia ella desapareció y apareció detrás de a él
"Muy predecible" se burló.
Giro sobre los talones y levantó la espada justo a tiempo para bloquear el golpe de su lanza. La vibración le recorrió el brazo y casi solté el arma. Hécate no lo dejó recuperar el aliento. Atacó de nuevo.
Draco esquivo por puro instinto, rodando a un lado y cortando hacia arriba con la espada. No acertó, pero logro hacerla moverse, asi que aprovecho la apertura.
Sujeto el mango de la espada y cambio su forma. El látigo silbó en el aire cuando lo lanzo hacia su muñeca, enredándolo en un intento de desarmarla. Por un segundo, pensó que lo había logrado. Luego, la magia de Hécate explotó alrededor de su brazo, rompiendo el agarre del látigo con facilidad.
"Bien jugado" dijo ", pero no lo suficiente".
No le dio tiempo de responder. Atacó con una velocidad sobrehumana, obligándolo a bloquear y esquivar con desesperación. Su lanza era un borrón negro y púrpura, cada golpe acompañado de un destello de energía mágica. Draco se movía por instinto. Cada tajo, cada giro, cada bloqueo eran reacciones automáticas, impulsadas por horas de entrenamiento con Clarisse y el maldito captura a la bandera y a los hijos a Athenea contra él. Pero Hécate era un nivel completamente diferente. Cada vez que pensaba que había encontrado una apertura, ella se desvanecía en una nube de sombras y aparecía en otro lado. Empezaba a cansarse, y ella lo sabía.
"Vamos, hijo de Afrodita" hablo con una sonrisa depredadora. "¿Esto es todo lo que tienes?"
"Dame un segundo para escribir mi testamento" jadeo esquivando por poco un golpe dirigido a sus costillas. Ella rió.
No era justo. Él estaba hecho polvo y ella se veía divertida.
Bueno, aunque si recordamos la parte en la que ella era una Diosa con miles de años y él un puberto de doce años la cosa le disgustaba menos.
"Basta de juegos" dijo de repente.
Antes de que pudiera reaccionar, movió la mano y un muro de magia lo golpeó en el pecho, lanzándoli contra el suelo con violencia. La espada-látigo se le resbaló de los dedos, tosió intentando recuperar el aire. Y cuando abrio los ojos, vio la punta de su lanza flotando a centímetros de su garganta.
"Muerto'anunció.
"Genial" gruñó. "Es justo lo que quería."
Ella sonrió y retiró el arma. Draco se sento con un gemido y se pasó una mano por el rostro cubierto de sudor. "Bien, no está mal" admitió. "No eres un total desastre".
"Qué cumplido."
"Pero…" le miró con seriedad ", aún te falta mucho. Tu técnica es buena, sin embargo confías demasiado en instintos y reflejos. No piensas lo suficiente".
"Eso me lo han dicho muchas veces" intento bromear.
"Deberías escucharlo entonces". Rodo los ojos, Hécate se cruzó de brazos y lo estudió por un momento. "La espada-látigo… es un arma difícil de dominar, aunque tiene potencial".
"Sí. Afrodita quería que tuviera algo útil en combate".
"Hefesto hizo un buen trabajo."
Tomo el látigo del suelo y lo observé. Su madre no había dicho por qué insistió en que tuviera un arma. Ahora lo entendía.
"Bien" dijo la Diosa. "Eso es todo por hoy".
"Por fin."
Se lanzó de espaldas al suelo, sintiendo el frío de la piedra en su piel ardiente.
Había sobrevivido. Apenas.
Cuando salí de la habitación, el pasillo estaba sumido en sombras. Fruncio el ceño confundido. Cuando había entrado en aquel extraño lugar del séptimo piso, el almuerzo apenas había terminado. Pero ahora, la luz de la luna bañaba los corredores de Hogwarts, proyectando siluetas alargadas sobre las paredes de piedra.
No.
No, no, no.
Miro hacia atrás, sin embargo la puerta por la que había entrado ya no estaba.
"Perfecto" murmuró
Había pasado toda la tarde con Hécate.
Toda.
No le sorprendía en realidad, aunque tampoco le gustaba. No es que no le interesara aprender de la diosa de la magia, pero perder la noción del tiempo de esa manera lo hacía sentir incómodo. Suspiró y pasó una mano por su cabello aún húmedo de sudor. Lo único que quería era llegar a la sala común, ducharse y meterse en la cama.
Aunque, claro, con su suerte, no sería tan fácil.
Dracl se aseguré de que no hubiera profesores cerca y empezó a moverse con sigilo. Hogwarts de noche tenía un aura completamente diferente, más mística, más inquietante. Las sombras parecían moverse, y los cuadros susurraban entre ellos mientras pasaba.
"¿Ese no es el nuevo?"
"El de Hufflepuff, sí."
"¡El bonito!"
"¿Por qué parece que ha estado peleando con un troll?"
Ignoró a los cuadros y acelero aún más el paso. No tenía energía para chismes en este momento.
Finalmente, llego al pasillo donde estaban los barriles que conducían a la sala común de Hufflepuff. Tocó el ritmo adecuado (gracias, música) y la entrada se abrió.
Y ahí estaba ella.
Su mejro amiga de pie con los brazos cruzados, apoyada contra la pared con la expresión de una madre esperando a su hijo descarriado.
"Hasta que te dignas en llegar, Dray"
Parpadeo sorprendido, ella no estaba gritando, lo cual era aterrador. Entró sin hacer contacto visual y la escucho cerrar la entrada detrás de él.
"¿Dónde estabas?" preguntó con calma. Demasiado calma.
Draco se encogió de hombros, evitando su mirada mientras se dirigía hacia los dormitorios. "Dando un paseo."
Ella lo atrapó del brazo antes de que pudiera escapar. "No te vi desde el almuerzo".
Mierda. Trago saliva y la miro con su mejor expresión de "no pasa nada, todo está bien".
"¿Ah, sí? Qué raro".
"Draco".
Suspiró. "Te lo contaré mañana".
"No. Ahora."
Cerró los ojos y conto hasta cinco. Lavender era persistente, Lavender lo conocía demasiado bien, y Lavender no se iría hasta que le dijera algo.
Se pasó una mano por la cara.
"Está bien, pero déjame ducharme primero."
Ella entrecerró los ojos, sospechosa, aunque finalmente asintió.
"Te espero en los sillones. No te atrevas a dormirte".
Rodó los ojos divertido y se fue directo a los dormitorios.
Había sobrevivido a un entrenamiento infernal con una diosa. Pero Lavender Brown era otro nivel.
Al entrar al dormitorio lo hizo con la delicadeza de un ladrón profesional. Justin dormía, o eso creía Draco.
Avanzo despacio, evitando hacer ruido con sus zapatos contra el suelo. Apenas llegué a su baúl, se deshizo de la túnica y saco ropa limpia. Solo necesitaba una ducha rápida antes de enfrentar a Lav.
Pero cuando se giró hacia el baño…
"¿Dónde estabas?"
Lo jura, Draco casi grita.
Se volteo de golpe y vio a Justin asomando la cabeza desde su cama.
"¡Merlín, Justin! ¿Quieres matarme?"
"No" bostezó ", solo saber dónde estabas.
"Dando un paseo."
Este parpadeó, medio dormido. "¿A estas horas?"
"Es que tengo mucha vida nocturna" soltó con una sonrisa.
Él frunció el ceño pero volvió a acomodarse en la cama.
"Eres raro" si, gracias, se lo decían a menudo.
"Lo sé."
Antes de que pudiera hacer más preguntas, se metió al baño y cerró la puerta.
Tenía que mejorar su estrategia para escabullirme.
.
La ducha fue rápida. El agua caliente relajó sus músculos, aunque su mente seguía dándole vueltas a todo. Hécate, el entrenamiento, Lavender esperándolo en la sala común… y ahora también Justin, aparentemente. Cuando termino, se seco el cabello con la toalla y se puso la ropa limpia. No tenía ganas de ponerse la túnica otra vez, así que solo uso una camiseta negra y pantalones cómodos.
Al salir del baño, se encontró con Justin mirándolo. "¿Qué?"
"Nada" dijo rápido y se giró en la cama. "Buenas noches."
Lo ignoró y salío del dormitorio.
.
Lavender seguía en los sillones, como había prometido. "Tomaste tu tiempo".
"El agua caliente me secuestró.'
Ella le dejó espacio para sentarse y antes de que pudiera empezar con sus interrogatorios, lanzó un pequeño Muffliato alrededor.
"¿Desde cuándo eres tan paranoico?"
"Desde siempre."
Ella cruzó los brazos. "¿Dónde estabas?"
"Dando un paseo".
"Draco."
"Explorando" se corrigió.
"¿Qué hiciste en el verano?"
"Cosas".
Lavender entrecerró los ojos. "¿Dónde está Cissy?"
Sus labios se apretaron. Su amiga le miró en silencio, esperando. Y de repente, Draco se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
Estaba esquivando.
Cada maldita pregunta.
Su mejor amiga estaba tratando de acercarse y él la estaba alejando.
No podía contarle todo, pero podía contarle algo. Así que respiro hondo y por primera vez en la noche, le respondió.
"Está bien, te contaré todo lo que pueda".
"Eso es suficiente para mi"
.
"Mamá murió en un accidente automovilístico".
Lavender se cubrió la boca con la mano. "No…" Sus ojos se llenaron de lágrimas y sin pensarlo se inclinó hacia él y lo abrazó. Draco se quedo quieto. No estaba acostumbrado a eso. Ella lo rodeó con sus brazos como si pudiera juntar los pedazos rotos de su alma con solo sostenerlo fuerte. "Lo siento tanto, Draco…" murmuró.
Tragó saliva y cerré los ojos.
Había aprendido a hablar de la muerte de su madre sin que se le notara en la voz, sin que su rostro cambiara, sin que las emociones se le salieran de control. Pero con Lavender era difícil.
Ella la había querido.
No como Estados Unidos y toda su extravagancia, que había amado la idea de Narcissa Malfoy. No como los dioses, que no la recordaban más que como un nombre entre muchos. Lavender la había querido porque ella la trató con dulzura y le sonrió como si fuera importante.
Se obligó a si mismo a respirar hondo y a apartarse del abrazo.
"Estoy bien" dijo aunque no era del todo cierto.
Su amig lo miró con los ojos rojos. "¿Por qué no me lo dijiste antes?"
"Porque me cuesta decirlo en voz alta." No mintio del todo en eso. Si le costaba, solo… omitio detalles. Lavender asintió, aunque no parecía convencida. Por suerte, tenía un as bajo la manga para cambiar de tema. "Mira esto" hablo subiendo la manga de su camiseta.
La chica parpadeó y luego se inclinó hacia adelante con los ojos abiertos como platos.
"¿Tienes un tatuaje?"
"Sí."
Lo agarró del brazo y lo examinó como si intentara absorber cada línea y cada trazo.
"Es precioso".
"Lo sé."
Lavender le dio un golpe en el hombro. "¡Eres un idiota!"
"¿Qué?"
"Tienes doce, Draco. ¡Tendrías que haber esperado hasta los quince por lo menos!"
Soltó una carcajada. "¿Y eso qué diferencia hace?"
"¡Mucha!" Ella se cruzó los brazos, todavía examinando el tatuaje. "Te queda bien".
"Gracias."
"Sigo pensando que eres un idiota".
"Lo sé."
Se quedó mirando el diseño con el ceño fruncido. "Pero… ¿por qué?"
"Porque quería" otra vez, no mintio. Sin embargo no le dijo que era más que tinta en la piel. Que el tatuaje no solo era un diseño, sino un símbolo de algo más grande, que tenía poder. Pero ella no necesitaba saber eso, no podía saber de los Dioses...
Lavender suspiró y dejó caer la cabeza contra el respaldo del sillón. "Bien. ¿Me dirás ahora dónde estuviste toda la tarde?" Por fin una pregunta fácil.
"Entrenando"
Ella levantó una ceja. "¿Entrenando qué?"
"Combate".
Su amifa parpadeó sorprendida y luego entrecerró los ojos como si intentara encontrar alguna mentira oculta en sus palabras.
"¿Desde cuándo te interesa el combate?"
Se encogió de hombros. "Desde que me di cuenta de que puede ser útil" desde que me vi obligado a ser un semidiós. No parecía satisfecha con la respuesta.
"¿Dónde?" Mmm pregunta difícil.
Se paso una mano por el cabello (otra vez, hacer eso le tranquilizaba) fingiendo cansancio.
"En un lugar donde pasé el verano" era la verdad. O una versión de la verdad.
Lavender se inclinó hacia adelante. "¿Qué más hiciste en ese lugar?"
Reprimió una sonrisa. Era persistente, lo admitía. "Hice amigos".
Ella abrió la boca sorprendida. "¿Tú? ¿Haciendo amigos? No me mal entiendas, solamente que... ¿eres el mismo que me dijo en el desayuno que quería estar siempre conmigo para que las personas no le hablen?" Okey, esta bien, él la entendía, era verdad. Draco está igual de sorprendido.
"No soy tan insoportable".
"Debatible" concuerda. Ella se acomodó mejor en el sofá, claramente interesada. "¿Cómo se llaman?"
"Luke y Clarisse".
"Clarisse suena como el tipo de persona que podría matarte en cualquier momento".
Se rió entre dientes. "Sí, ella muy probablemente podría".
"Genial. Y… ¿cómo está Annie?"
El cambio de tema lo tomó por sorpresa. "Bien, supongo".
"Supongo" Lavender rodó los ojos. "No la veo mucho, ya sabes. Ustedes dos parecen inseparables, pero a mí me dejan fuera de la ecuación".
"Eso no es cierto"
—Un poco sí.
Se cruzó de brazos. "No es mi culpa que Hogwarts nos haya separado en casas distintas distintas" Sabía que eso no venía al caso.
"Podrías esforzarte más" Lavender bajó la mirada por un segundo antes de suspirar. "Mira, sé que ustedes dos tienen su conexión especial porque se conocieron antes que yo, y porque viven juntos y todo eso, pero… yo también soy su, tú amiga, ¿sabes?"
Algo en su tono lo hizo sentir culpable. Más que nada porque era verdad. A veces pasaba tanto tiempo con Ann que no se daba cuenta de que Lav también necesitaba sentirse incluida.
"Lo sé" dijo con sinceridad. "Y no quiero que pienses que no me importas".
Ella levantó la mirada y sonrió levemente. "Bien." Hubo un momento de silencio antes de que su expresión cambiara, volviéndose más curiosa. "Por cierto, Draco…"
"¿Sí?" Oh, no, eso gritaba 'problemas'.
"Enséñame".
La miró sin entender. "¿Enseñarte qué?"
"Combate. Magia. Lo que sea que estás aprendiendo".
Draco se inclino hacia atrás recordando todo lo que hizo y las veces que ser un semidiós lo ayudo de forma considerable. "No sé si sea buena idea".
"¿Por qué no?" Se cruzó de brazos, con esa expresión desafiante que siempre significaba que no se rendiría de manera fácil. "Vamos, me conoces. No me voy a quedar de brazos cruzados mientras tú te haces más fuerte".
Sonrio. "¿Eso es una competencia, Lav?"
"Si lo necesitas para aceptar, entonces sí".
Rio y asintio lentamente. "Está bien. Pero no te quejes cuando termines adolorida".
"Lo mismo te digo."
Ambos quedaron en silencio por un momento, aunque esta vez fue cómodo. Lavender apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos, y él se quedó ahí, observando el fuego en la chimenea, sintiendo el peso de todo lo que había pasado ese día.
Mentiras.
Verdades a medias.
Amistad.
Y, sobre todo, la sensación de que el mundo se estaba volviendo más complicado.
Sin embargo al menos no estaba solo en esto.
Notes:
Hola! Espero que les guste el cap. No he revisado ninguno de los capítulos, así que si encuentran algún error como poner un verdo en primera persona por accidente, seguro es porque me olvide de cambiarlo (escribo así siempre ya que se me hace más fácil).
Antes que nada, he estado considerando algo ya que nunca he dicho explicitamente la edad de Luke aquí (no que yo recuerde). Al empezar a escribir esto, sabía que estaba mal por su diferencia de edad, sin embargo ahora caí aún más de ese pedestal, y todo me pareció tan... simplemente no. Así que para arreglarlo un mínimo un poco, considere la opción de bajarle la edad canónica a Luke, pero antes de hacerlo quería preguntarles :).
Al principio creí que este capitulo iba a ser re largo, y al final nada que ver. Me sentí estafada conmigo misma 😔.
Draco no es tan amigo del Trío de Oro, así que me parece bien que él tenga sus cosas aparte de ellos, una vida. Poco a poco nos vamos a ir acercando a ellos, aunque no específicamente por Draco...
Mucho relleno, lo sé. Sin embargo van a tener que aguantarme con eso por un tiempo!
Eso es todo :) nos vemos!
M. S. C
Chapter 11: Can't Catch Me Now
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Su primer pensamiento al abrir los ojos fue: Necesito comida o voy a asesinar a alguien.
El segundo fue: ¿Por qué carajos estoy en la Sala Común de Hufflepuff?
Y el tercero fue: ¿Por qué Lavender está acostada encima de mí?
Draco intento moverse, pero tenía un brazo dormido y la espalda hecha trizas. Lavender, en su infinita comodidad, lo usaba de almohada, como si estuviera durmiendo en la cama más cómoda del Olimpo y no parecía que fuera a despertarse pronto.
"Lav…" gruñó dándole un leve empujón. "Lávate las ideas y suéltame".
"Mmm… cinco minutos más, mamá…" murmuró la chica abrazándolo más fuerte. Rodó los ojos con toda la paciencia del mundo y la empujo con más fuerza hasta que, finalmente, se deslizó del sofá con un quejido dramático. "¡Draco!"
"Oh, lo siento, ¿interrumpí tu placentero descanso en mi sufrimiento?"
"Eres tan dramático…" su amiga se frotó los ojos. "¿Qué hora es?"
"Hora de desayunar, que es lo único que importa".
Justo en ese momento, como si el universo conspirara em contra suyo, apareció Cedric, radiante como el hijo no reconocido de Apolo, con su sonrisa de héroe y su maldita perfección matutina.
"Vaya, qué escena tan encantadora".
Draco lo fulminó con la mirada (estaba de malas, ¿okey? Habia dormido mal, tenia hambre y ahora estaba avergonzado). "Si no tienes comida, no quiero escucharte"
"Buenos días a ti también, Draco" se rió este. "¿Noche difícil?"
"¿Difícil? Me desperté con un cuerpo ajeno encima, sin desayuno y con el cuello más torcido que la moral de un político, ¿cómo crees que me siento?"
Cedric sonrió de lado, con esa expresión tranquila de 'yo si dormí en una cama cómoda anoche'.
"Bueno, por si te interesa, el desayuno ya está servido en el Gran Comedor".
"¡Finalmente, un poco de esperanza en este mundo!" exclamó levantándose con la dignidad de un príncipe desterrado.
Lavender bostezó y se acomodó el cabello. "Ay, qué ganas de molestar a alguien que tengl".
"Hazlo después del desayuno" le advirtió. "Primero, necesitamos combustible".
"Uff, sí, tú sin comida eres un peligro".
"¡Exactamente!" Volvió a gritar dirigiéndose hacia la puerta. "Vamos, que no pienso dejar que Justin me robe los panecillos, esos son míos".
Y con eso, se dirigieron al Gran Comedor, porque una cosa era cierta: un Malfoy con hambre no era algo que el mundo pudiera manejar.
.
El estómago le rugía como un león enjaulado y, sinceramente, aunque amará a la chica no tenía la paciencia para lidiar con las tonterías de Lavender tan temprano. Ambos caminaban por los pasillos con ella mirándolo como si él fuera algún espécimen raro en observación, y Draco solo quería llegar al Gran Comedor antes de morir de falta de vitaminas.
"Hubo tensión" canturreó de la nada.
"¿Qué?" frunció el ceño, porque claramente había perdido el hilo de la conversación que ni siquiera sabía que estaban teniendo.
"Con Diggory."
Él se detuvo en seco, parpadeando como si le hubiera dicho que McGonagall se había rapado y ahora bailaba tap en el jardín -lo que fue... una horrenda imagen mental, siendo sincero-.
"Lavender, eres mi amiga así que tengo que decirte esto: ¿te das cuenta de que estás completamente loca?"
Ella solo sonrió con toda la confianza del mundo y se encogió de hombros. "Como dicen en las calles, ojo de loca no se equivoca".
Soltó un resoplido exasperado y volvió a caminar, acelerando el paso como si eso hiciera que la conversación muriera. "Cedric es lindo, eso no lo voy a negar" admitió, porque si seguía intentando ignorarla solo iba a insistir más ", sin embargo ¿tensión, de esa tensión?… no lo creo".
Lavender lo miró como si hubiera dicho que los dementores eran solo murciélagos con mala actitud. "Draco" lo tomó del brazo obligándolo a mirarla. "Te vi. Él te vio. Hubo algo, lo sé"
"Sí, hubo algo: hambre" le recordo, ya que aunque le interesará el chico habia prioridades. "Y sigue habiéndola, así que por favor ahórrame tu sexto sentido y deja que al menos intente llegar al desayuno antes de que me desmaye dramáticamente en medio de un pasillo".
Su amiga estaba a punto de replicar cuando un grito cortó el aire.
Lavender y él se giraron al mismo tiempo hacia el origen del sonido, y sus reflejos de 'niño que fue a una misión sin querer queriendo' activándose de inmediato, tocando el brazalete que tenía a su arma por instinto.
Suspiró.
"Solo quería desayunar en paz".
Zancadas Smart (o Smith, o como se llamara el pobre diablo) se encontraba justo en su camino, apoyado contra la pared con esa sonrisita de suficiencia que le hacía a Draco desear perder la poca paciencia que tenía a esa hora de la mañana.
"Vaya, vaya" canturreó este cruzándose de brazos. "Si no es más que el Hufflepuff de oro y su sombra".
"Ignoralo. Ignoralo. Ignoralo. Es demasiado temprano para este nivel de estupidez". Se repetía una y otra vez en su cabeza.
"¿Qué hacían tan juntitos tan temprano, uh?" continuó con voz burlona. "Déjame adivinar, ¿una cita secreta en la sala común? ¿O es que Malfoy no sabe dormir solo?"
Lavender bufó y lo miró de reojo con la misma expresión que usaba cuando veía a un primerizo hacer algo increíblemente estúpido. "Por Godric, no puede ser tan tonto" susurró.
"Sigue hablando, Smart" dijo él sin mirarlo con una sonrisa cansada. "Me interesa ver hasta dónde llega tu necesidad de atención antes de que alguien te calle" y no precisamente de una forma bonita como yo.
El chico soltó una risita irritante. "Oh, tranquilo, Malfoy. No quiero arruinar tu reputación de chico misterioso y perfecto. Aunque, con esa cara, no tienes que esforzarte mucho, ¿verdad? Debe ser fácil ser un Malfoy cuando todo lo que tienes es una cara bonita".
Ah, ahí estaba.
La frase mágica.
Esa idea absurda de que todo en su vida se resumía a los genes y no a su esfuerzo.
Draco no mordió el anzuelo, estaba demasiado acostumbrado a comentarios como a ese para hacerlo.
"Es un peso, la verdad" respondio con fingida solemnidad. "Despertar cada día y ser claramente mejor que tú debe ser difícil para los demás, pero qué se le va a hacer, no todos nacemos con suerte".
Lavender se rió a carcajadas, palmeándole la espalda con orgullo. Aunque pos supuesto, Smith no supo cuándo detenerse.
"Por supuesto, la linda Lav también está aquí. Dime Brown, ¿te sigue quedando pequeña la túnica o ya aceptaste que los elfos domésticos no pueden hacer milagros?"
El aire alrededor de nosotros cambió. Lavender no era precisamente una persona insegura, sin embargo eso no significaba que los comentarios sobre su cuerpo le resbalaran.
Mi mandíbula se tensó. Le di una última oportunidad para callarse. Pero él siendo el imbécil que era, decidió ir por la medalla de oro en la categoría de “'ersonas con deseos suicidas' arrebatando el título a Percy.
"Aunque bueno, después de todo, Malfoy está acostumbrado a las cosas que sobran, ¿no? Tu familia lo demostró cuando salió corriendo de Inglaterra como ratas cuando la cosa se puso fea".
Se hizo un silencio tan repentino que incluso los cuadros dejaron de moverse. Su amigo lo miró con los ojos muy abiertos, como si ya supiera lo que venía. Lo único que lo detuvo de estrellarle la cabeza contra la pared en ese mismo instante fue la necesidad de disfrutar el momento.
Asi que solo le sonrió.
"Oh, Zacarías" Sacudió la cabeza con fingida tristeza. "Sabes que podrías haber sido inteligente, y en cambio decidiste nacer tú" Lavender jadeó y se tapó la boca, ahogando una risa. "Supongo que no es tu culpa" continuó avanzando un paso. "No todos podemos nacer con cerebro y buen gusto. Y, por lo que veo, tú decidiste quedarte sin ambos" Smith frunció el ceño, pero Draco ya estaba disfrutando demasiado como para detenerse. "Dime, ¿es difícil vivir sabiendo que lo más interesante sobre ti es que compartimos aire?" ladeó la cabeza, fingiendo curiosidad. "¿O es por eso que hablas tanto? ¿Para compensar lo absolutamente irrelevante que eres?"
"Draco…" susurró su amiga, aunque no lo detuvo.
El chico se puso rojo. "Al menos no soy un cobarde como tu padre".
Sonrió aún más.
"Bueno" murmuró rodando los hombros. "Ahora sí estás jodido".
Y con eso, avanzó un paso más, porque era un hijo de Afrodita. Y no hay que meterse con los hijos de Afrodita.
Mucho menos con uno que había dormido en una posición incómoda, no había comido, estaba de mal humor y tenía hambre. Y, definitivamente, nadie en su sano juicio se metería con uno que, además de todo eso, era amigo de Clarisse La Rue.
Así que cuando su puño impactó contra la nariz de Zacarías Smith, no fue exactamente una sorpresa para Draco.
Bueno, para él no, pero los otros... hubo un instante de silencio, uno de esos momentos en los que el universo parece darse una pausa dramática antes del desastre. Como cuando dejas caer un vaso y, por un segundo, todos los presentes se quedan congelados, esperando el estrépito inevitable.
Smith fue el primero en romperlo con un grito de dolor. Un sonido chillón y estridente, completamente indigno de alguien que se creía con el derecho de opinar sobre los demás. Se llevó las manos a la cara, los ojos abiertos en shock mientras la sangre comenzaba a manar de su nariz con rapidez.
Un espectáculo patético, la verdad.
"¡Mi nariz!" sollozó con la voz entrecortada, como si esperara que alguien viniera a salvarlo.
Y a él le gustaría decir que sintió algo de remordimiento, un mínimo atisbo de culpa, sin embargo lo cierto es que no, no después de que insultara a su mejor amiga, no después de que insultara a su familia.
Así que lo calló con otro golpe.
"No es tan divertido cuando no eres tú el que habla, ¿verdad?" Espetó sujetándolo por la túnica y estampándolo contra la pared con más fuerza de la necesaria. Él gimoteó, aunque eso solo lo fastidió más.
Detestaba a la gente que no sabe cuándo detenerse, aunque ahora los entendía mucho mejor.
Sintió un tirón en la espalda y supo que alguien intentaba separarlos, pero movió el brazo con rapidez y lanzó un codazo sin siquiera girarse a ver quién era. El chico de sexto que intentaba hacerse el héroe se tambaleó hacia atrás, llevándose las manos al estómago con una mueca de dolor.
Oh, qué lindo, ¿pensaban que lo podían detener? Habían cometido un error crucial.
Draco no era solo un mago. Era un semidiós.
Era más fuerte, más rápido, más letal. Un guerrero. Y, honestamente, si algo lo diferenciaba del resto de los alumnos de Hogwarts, era que él sí sabía cómo pelear.
Otro estudiante intentó intervenir, sin embargo lo recibió con una patada en la espinilla antes de volver a sujetar a Smith por el pelo y jalarlo hacia él, obligándolo a mirarlo directo a los ojos.
"¿Qué decías de mi padre?" preguntó en voz baja, con su tono lo suficientemente letal como para que su respiración se volviera aún más errática.
"¡Draco!" Lavender gritó su nombre, pero no fue para detenerlo. "¡Eso estuvo increíble! ¡Tienes que repetirlo cuando le cuente a Annie!"
Smith sollozó.
Patético.
"¡D-Deja de-!"
"Oh, ¿qué pasó?" ladeó la cabeza con fingida confusión, tirando de su cabello para que lo mirara. "¿No puedes aguantar las consecuencias de lo que das? Qué pena".
No hubo respuesta, solo una serie de jadeos y más lágrimas. La adrenalina en su sistema aún estaba alta, sus músculos tensos, su mente gritando que aún no había terminado.
Sin embargo entonces una voz tuvo que interrumpir el momento.
"¡Draco Orion Malfoy!"
Y, con ese tono, solo podía ser una persona.
Suspiró soltando a Smith con fastidio y dejando que se desmoronara en el suelo como la miseria humana que era. Draco se dio la vuelta con toda la calma del mundo, sacudiéndose la túnica como si simplemente hubiera terminado de ajustar su vestimenta, y le sonrió con inocencia que pudo reunir a la profesora Sprout.
"Profesora, qué gusto verla".
Ella le lanzó una mirada, luego a Smith y luego al resto de los estudiantes aún paralizados. Se llevó una mano a la frente, respiró hondo y cerró los ojos un momento.
"A mi oficina. Ahora".
Buu.
Estaba apunto de hacer el momento aún mejor.
Su mañana ya estaba lo suficientemente arruinada de todas formas.
.
Nota mental: Noquear a alguien te da aún más hambre.
No es que Draco se arrepintiera de haberlo hecho, claro que no. Solo que, después de una pelea, el cuerpo pide reponer energías. Y considerando que no había desayunado, ahora se sentía como si pudiera comerse a un hipogrifo entero.
Lamentablemente, en lugar de estar en el Gran Comedor con un plato de comida frente a él, estaba escoltando a Smith a la enfermería como si le importara su bienestar.
El cual no le importaba.
Solo estaba ahí porque la profesora había dicho "Esto le enseñara algo de bondad y culpa, joven Malfoy". Sinceramente, una estupidez, ¿por qué el sombrero lo había puesto en esa Casa entonces?
"Qué pena lo de tu nariz, Smith" dijo con toda la hipocresía del mundo. "Deberías tener más cuidado con tu cara".
El chico lo miró con odio, aunque no pudo decir nada, porque justo en ese momento Draco le lanzó un hechizo simple no verbal con un leve movimiento de la varita. Algo sutil, nada muy llamativo. Solo lo suficiente para asegurarse de que Madame Pomfrey tuviera un poco más de trabajo de lo usual.
Lavender lo notó a su lado, ella ahogó una risita. "Draco" susurró divertida. "Eres un desastre, eso no se hace, niño malo" hablo con falsa desaprobación.
"Lo sé" sonrío con satisfacción mientras Smith se tambaleaba, quejándose aún más.
Un par de minutos después, finalmente lo dejaron en la enfermería y se dirigieron a la oficina de la profesora Sprout. Bueno, técnicamente no los invitó a su oficina, sino que prácticamente los arrastró hasta la sala de profesores.
Lo cual, en retrospectiva, no fue una mejora.
Porque al entrar, se encontró con dos figuras que no esperaba ver tan temprano en la mañana: la profesora McGonagall y el profesor Snape.
Genial.
Si ya estaba en problemas, ahora estaba en problemas nivel supremo.
Justo los dos profesores conocidos por su amabilidad y querer a alguien de otra Casa que no fuera la suya, eran los mismo que se quería encontrar ahí. ¿No podía ser Flitwick? Ese hombre le escribió una carta feliz a su pergamino al corregirlo, a Draco le caía bien.
"¿Me explica qué es lo que ocurrió, señor Malfoy?" La profesora Sprout lo miró con seriedad cruzándose de brazos.
Él le dediqué mi mejor expresión de 'yo no hice nada malo, se lo juro'.
"Fue defensa personal".
"Le rompiste la nariz, Draco" su amiga lo miró con incredulidad.
"Exacto" asintio con tranquilidad. "Si lo hubiera hecho alguien más, tal vez aún tendría su nariz intacta".
Sprout exhaló un suspiro largo y pesado, mientras McGonagall lo analizaba con una expresión extraña. De hecho, ahora que lo notaba, tenía el ceño ligeramente fruncido, como si estuviera… confundida. Snape, por otro lado, lo observaba con la misma expresión de siempre: algo entre "me desagrada la humanidad entera" y "por qué desperdicio mi tiempo con adolescentes".
"Malfoy, Brown" McGonagall los miró a ambos. "Por un momento, creí haber retrocedido en el tiempo".
Arqueó una ceja, mientras Lavender sonreía con curiosidad. "¿Sí?"
"Sí" la profesora entrecerró los ojos. "No sé qué es más preocupante, si la actitud o la forma en la que interactúan. Pero por un instante, recordé a Potter y Black".
Draco se quedó en silencio. Lavender, sin embargo, estaba encantada.
"¿O sea que somos legendarios?" preguntó con emoción.
McGonagall le dirigió una mirada de advertencia.
"No es algo positivo, señorita Brown".
"Bueno, yo lo tomo como un cumplido" respondió ella con toda la desfachatez del mundo. Draco, por su parte, no podía evitar pensar en lo que acababa de decir.
Potter y Black. James y Sirius.
Había oído historias, claro. Todo el mundo hablaba de ellos, su madre había hecho algunas comparaciones también. Un par de bromistas carismáticos, siempre metidos en problemas, aunque con talento y presencia como para salirse con la suya.
No sabía si lo que dijo McGonagall era algo bueno o malo.
Sin embargo sí sabía que Snape lo miró con aún más fastidio después de que lo dijo.
"Cómo terminaste en Hufflepuff, solo el Sombrero Seleccionador lo sabe" soltó la profesora con resignación.
"Tal vez sabía que la casa necesitaba una joya" habló con falsa modestia.
Sprout negó con la cabeza y luego suspiró. "Cincuenta puntos menos para Hufflepuff".
"¿¡Qué!?" Exclamó ofendido.
"Y está castigado por el resto de la semana".
Perfecto.
Se cruzó de brazos frustrado "¿Terminamos?"
"Sí."
"Esta bien" se giró hacia Lavender y le tomó del brazo. "Vamos a comer, no puedo pensar con el estómago vacío".
Salieron de la sala de profesores mientras Lav murmuraba algo sobre cómo iba a presumirle esto a Amnie más tarde.
Draco solo tenía un pensamiento en mente: Necesito comida.
.
El desayuno había mejorado su humor un poco. No del todo, porque seguía castigado y con cincuenta puntos menos para Hufflepuff. Aunque al menos tenía comida en el estómago, y eso hacía que la vida fuera más soportable.
Lavender estaba sentada a su lado en la mesa de Hufflepuff comiendo despreocupadamente y de vez en cuando, murmurando algo sobre lo injusto que era todo, sobre cómo "Smith se lo merecía" y "Dray, eres un espectáculo, deberíamos hacer esto más seguido".
Entonces, llegaron las cartas. Y con ellas una lechuza elegante dejó caer un sobre frente a él. Lo miró con una mezcla de curiosidad y resignación.
Su padre no era el tipo de persona que escribía por placer, sin embargo sabía que no sería algo muy malo.
Desdoblo la carta y comenzo a leer.
.
Draco,
Me enteré de tu Selección, y aunque es sorprendente, no quiero que pienses que estoy decepcionado. Cuando yo nunca lo estaría, te amo y espero que nunca lo olvides.
Tu madre y yo hicimos una apuesta sobre dónde terminarías. Ella por algún motivo estaba convencida de que irías a Hufflepuff. Yo aseguré que eso era imposible. Al parecer el mundo volvió a darle una vez más la razón.
No hace falta decir que duele en más de un sentido.
En cualquier caso, confío en que sabrás manejar tu situación con el decoro apropiado.
Por otro lado, Annabeth ha estado acaparando todos los libros de arquitectura en la Mansión. He intentado razonar con ella, pero ya conoces a la niña. Por lo menos es reconfortante saber que sigue practicando con la batería.
Llámala cuando puedas. Tal vez a ti te haga caso.
Mandale saludos de mi parte a Lavender, que me disculpe por la desaparición que tuvimos en el verano.
Finalmente, recibí una carta de una tal Madame Lavoisier.
Dice que quiere regalarte una escoba.
¿Quién es y por qué dice que fue un honor presenciar tu "espectáculo"?
Con mucho amor,
Lucius Malfoy, tu padre.
.
Pestañeo varias veces, volvio a leer la última parte.
Madame Lavoisier. Escoba. Espectáculo.
Mierda, se había olvidado de devolver la escoba.
"¿Por qué pones esa cara?" Lavender se inclinó hacia él tratando de leer la carta.
"Porque aparentemente Madame Lavoisier quiere regalarme una escoba por un espectáculo que di, y mi padre se enterara y me matará..." susurró con horror. "Al menos no tengo que pagar por la escoba" veanle el lado positivo, ¿no? Aunque tampoco es como si le faltará dinero para pagarle.
Lavender se quedó en silencio por un segundo. Luego, chasqueó los dedos. "¡Oh, eso debe ser por la entrada que hiciste el otro dia al Comedor!" Por eso su amiga no estaba en Ravenclaw, aun así la quería.
La miró. "¿Había alguna duda de eso?"
"Sí, Dray. Además creo que se entero porque un alumno de quinto al parecer es hijo de Madame Lavoisier. Estaba fascinado" Se encogió de hombros. "Igual, la historia de lo que le hiciste a Smith ya está corriendo por el castillo. Hay apuestas sobre cuánto tiempo tardarás en volver a romperle la nariz a alguien más"
Cerró los ojos y respiro hondo. "Genial".
Levantó la vista y noto que en la mesa de Gryffindor, Pecas y Gafitas (si, esos apodos nunca se los quitaría) lo estaban mirando raro. Aunque lo más extraño fue que la chica al lado de ellos no lo estaba mirando a Draco.
Miraba a Lavender. Y con una expresión que no supo descifrar.
Genial.
Como si no tuviera suficientes problemas, ahora también tenía que lidiar con eso.
...
No estaba de humor para clases.
Aunque, honestamente, nunca estaba de humor para clases.
Encantamientos con Ravenclaw no podía ser tan malo… o eso creia Draco hasta que el profesor Flitwick empezó a hablar y recordó que había olvidado sus lentes para la dislexia en la habitación. Asi que las letras en su pergamino se retorcían como gusanos, fusionándose y separándose en una danza caótica diseñada específicamente para arruinarle la existencia.
"¿Joven Malfoy?" Levantó la mirada y se encontro con Flitwick, mirándolo con su clásica expresión de 'bueno, a ver qué tienes para sorprenderme esta vez'. "¿Podría leer la teoría del hechizo en la página cuarenta y dos?"
Draco le dio un vistazo al libro. Las letras bailaban y hacían coreografías. Se dio cuenta de que si no decía algo rápido, la gente empezaría a notar que no estaba leyendo nada. "Oh, claro, profesor" hizo una pausa dramática, como si estuviera reflexionando, a pesar de que en su mente estuviera pensando la mejro forma de no leer. "Sin embargo creo que este hechizo es más fácil de entender en la práctica" ¡Eso es! Actúa como si siempre hubieras pensado eso y no se te acabara de ocurrir.
Flitwick levantó una ceja. "¿Sí?"
"Definitivamente" sonrió. "Puedo demostrarlo" ahora era el momento de poner los consejos de Hécate a prueba.
Flitwick dudó, aunque finalmente asintió. "Adelante."
Saco su varita, apunto al cojín que tenía como práctica y murmuró el encantamiento..El cojín salió disparado en un arco perfecto, aterrizando en la mesa de un grupo de Ravenclaws.
Silencio, y luego un murmullo de aprobación. Flitwick sonrió.
"Impresionante, señor Malfoy. A pesar de eso, la teoría sigue siendo importante".
"Por supuesto' asintió con la seriedad de alguien que definitivamente no tenía intención de estudiarla.
Cuando se volvio a sentar, escucho una risa baja a su costado. "¿Qué?"
El chico a su derecha, de cabello castaño y sonrisa encantadora aunque algo dibutativa lo miraba con un brillo de reconocimiento. "Eres algo impresionante, Malfoy."
Parpadeó varias veces, ¿quién 'era ese chico?. "¿Perdón?"
"Michel" se presentó extendiendo una mano de forma que, si veías bien, dudaba un poco. "Michel Corner, un gusto".
Él le estrechó la mano, todavía algo desconcertado. "Draco Malfoy".
"Eso creo que todo el mundo lo sabe".
No era la primera vez que alguien lo miraba como si fuera demasiado interesante. Y aunque a veces le molestaba que las personas se enfocaran demasiado en su apariencia para siquiera atreverse a hablar con él, tampoco se quejaba. Espíritu introvertido y todo eso.
.
Transfiguración debería ser más interesante.
El problema era que el libro de teoría seguía siendo tan ilegible como el de Encantamientos, lo que significaba que la profesora McGonagall probablemente le pediría que leyera algo en voz alta en cualquier momento.
Suspiró resignado a su inminente y cruel destino. A su lado, Lavender revolvía su bolso.
"¿Qué estas haciendo?" Preguntó con curiosidad.
"Dándote esto" respondió su amiga, y al segundo le lanzó sus lentes para la dislexia. Oh, esa chica era un ángel.
"Lavender, eres oficialmente mi persona favorita en este castillo"
"Lo sé, aunque me ofende no haberlo sido antes."
Ignoro su broma para ponerse los lentes justo cuando McGonagall decidió que era su turno de demostrar algo en clase. Aparentemente, la tarea era transformar una cerilla en una aguja.
Fácil. Tomo la varita y lo hizo a la primera. McGonagall se quedó mirándolo con los labios fruncidos. Como si hubiera visto esto antes. Finalmente, dijo: "Señor Malfoy, su talento en la práctica es innegable, sin embargo su teoría necesita mejorar".
"Voy a trabajar en eso, profesora' Lavender dejó escapar un ruidito ahogado, porque sabía que eso era mentira colosal. Era como decir que el Dios favorito de Draco era Zeus, eww.
Rodó los ojos y siguio con la clase.
.
Si había un lugar en el que jamás se le encontraría a Draco voluntariamente, era ese.
El olor a pergamino viejo y tinta flotaba en el aire, y la luz de las velas proyectaba sombras largas sobre las estanterías. A él no lo engañaban. La biblioteca tenía algo de siniestro. Como si los libros estuvieran vivos y pudieran saltar sobre ti en cualquier momento. Pero de todas formas allí estaba, no hace falta decir que Lavender lo había obligado.
"Dray, es necesario para nuestra educación".
"No, no lo es."
"Solo un rato".
"No quieroooo" desvió la mirada y justo encintro al verdadero motivo del porqué su amiga queria ir a la biblioteca. "Mira, ahí está Pavarti Patil".
Silencio. La vio alzar las cejas con una sonrisa victoriosa antes de desaparecer entre los estantes, la maldita lo había planeado. Así que ahí estaba él, atrapado en un mar de libros, sin la menor intención de abrir uno. Se dejó caer en una mesa vacía, apoyando la barbilla en la mano. Cualquier cosa era mejor que la lectura obligatoria.
"¿Draco Malfoy?" Preguntó una voz conocida. No, el vecino del frente.
Levantó la mirada. Una chica con cabello rosa lo observaba con una sonrisa ladeada. No era difícil reconocerla.
"Si, ¿Nymphadora Tonks, no?"
"Solo Tonks" lo corrigió de inmediato arrugando la nariz. "¿Qué haces aquí?"
"Estoy secuestrado."
Ella soltó una carcajada. "Ya veo".
Se dejó caer en la silla de frente suyo sin siquiera preguntar, apoyando los codos en la mesa. Draco solo la observó con más atención.
No era igual a su madre, pero había algo en ella que le recordaba a Narcissa. No en la apariencia. Era más bien la forma en que hablaba, la manera en que sus ojos estudiaban cada movimiento, como si estuviera realmente interesada.
Se removio en su asiento y Tonks entrecerró los ojos. "Tu madre es mi tía".
"Lo sé."
"No la he visto desde que regresaron a Inglaterra" sintió que un nudo se formaba en su estómago. No quería hablar de eso. Sin embargo Tonks siguió. "Mi mamá también está preocupada. Dijo que ni siquiera se la vio en el Ministerio cuando ustedes volvieron".
Tragó saliva. "¿Por qué te interesa?"
"Porque es mi familia." Él se quedó en silencio, Tonks se encogió de hombros. "Quería conocerte. Y también quería saber más de ella".
Respiró hondo. Por un momento, casi le dijo la verdad, simplemente para decirle a alguien. Que Narcissa no se había ido por elección, que la última vez que la vio un monstruo la estaba arrancando de su lado. Pero sj garganta se cerró, no lo dijo. En su lugar, se inclinó un poco hacia adelante, con una media sonrisa.
"Entonces supongo que deberíamos seguir hablando".
La chica sonrió. "Supongo que sí".
Y en ese momento, Lavender regresó con una expresión triunfal y los labios curvados en una sonrisa cómplice. Draco se e lanzo sobre la mesa, porque aunque lo hubiera dejado tirado ahí era más importante saber qué había pasado.
"¿Cómo te fue?'
"¿Con qué? Solo fui a hablar con Pavarti..." esa niña mentirosa.
...
El viento agitaba la superficie del Lago Negro, formando pequeñas ondas que reflejaban el cielo nublado. No sabía exactamente por qué había terminado allí, pero la verdad era que no tenía otro sitio donde ir. El Gran Comedor estaba demasiado lleno. La Sala Común de Hufflepuff también. Y la Biblioteca… bueno, si volvía a ver a Diggory con su séquito de admiradores otra vez, iba a terminar dándole un puñetazo en la cara solo por existir.
Así que, sin pensarlo mucho, Draco se dejó caer en la orilla del lago, observando el agua oscura mientras hacía girar un dracma entre sus dedos.
Quería creer que estaba en mejores términos con Poseidón que con Zeus. Aunque no es que se llevara bien con ningún dios en particular que mo fueran Hécate o Afrodita, sin embargo considerando que el padre de Percy era el dueño de todas las masas de agua y él había estado en su territorio en más de una ocasión sin que le partiera un tsunami en la cara, pues… algo era algo.
Se inclinó hacia adelante y abrió la palma sobre el agua, dejando que una pequeña cantidad corriera entre sus dedos antes de soltar la moneda. "Diosa Iris, acepta mi ofrenda."
El dracma atravesó la superficie y en un parpadeo la imagen de Annabeth apareció flotando en el aire, con su típico ceño fruncido y una pila de papeles detrás.
"Tardaste demasiado" fue lo primero que dijo.
Rodó los ojos. "Cálmate, Einstein. No tenía un sitio decente para hacer esto".
"¿Por qué no en una de esas Sala Común?'
"No quiero ver a Diggory."
Ann frunció el ceño. "¿Quién es Diggory?'
"Un chico de Hogwarts" respondí con desinterés, pero Lavender, que estaba sentada a su lado, soltó una risita.
"Uno de los más guapos".
Ella entrecerró los ojos. "¿Una amenaza para mi pareja predilecta para Draco?"
Él se llevó una mano a la cara. "Por todos los dioses no..."
Lavender solo sonrió con inocencia. "Bueno, si me preguntas, creo que es guapo, y por lo que sé, Draco piensa lo mismo".
"¿Por qué estamos hablando de esto?" gruñó cruzándose de brazos.
Annie sonrió con suficiencia, aunque no insistió más. "Bueno, ¿para qué me llamaste?"
Aprovecho el cambio de tema. "Necesitamos componer y grabar. Joey nos va a matar, y tú necesita sacar tu cabeza de los libros" Ella suspiró, pasándose una mano por el cabello.
"Lo sé, aunque no pueden simplemente escaparnos de la escuela"
"Papá puede mover algunos hilos."
"Ugh, suena tan típico de él".
"Sin embargo, piensa en lo muy efectivo que es" segundo Lavender. Ella asintió con resignación.
"Si logran salir, hay que hacerlo rápido".
Lavender, que había estado jugando con un mechón de su cabello, levantó la mirada con diversión. "Joey debe estar a punto de arrancarse el pelo."
"Seguramente ya está apostando cuántos días nos quedan antes de que el grupo se desmorone" respondió él con una sonrisa de medio lado.
Annabeth se cruzó de brazos y los miró con una expresión que no le gustó nada.
"Por cierto, Draco, Percy te mandó saludos."
Frunció el ceño. "¿Cómo rayos consiguió contactarte?'
"No tengo idea, aunque es muy insistente".
Lavender ladeó la cabeza. "¿Quién es Percy?"
Draco intercambio una mirada rápida con Annabeth antes de responder al mismo tiempo: "Un chico que conocimos en las vacaciones".
Su amiga parpadeó procesando la información.
"Mmm… me suena de algo" Chasqueó los dedos. "Ah, ya sé. Recuerdo que me contaste que conociste a una tal Clarisse y a un tal Luke también".
Annabeth alzó una ceja con una expresión de puro interés. "¿Le hablaste de Luke?"
Se tenso.
"¿Y qué si lo hice?"
La chica sonrió como si acabara de ganar una partida de ajedrez. "Ajá".
"Por Hécate, no empiecen".
"Solo me parece curioso.'
"Sí, claro".
Lavender chasqueó la lengua de repente. "Draco, vete por favor.
Él la miro incrédulo. "¿Qué, por qué?"
"Es mi turno de hablar con Annabeth, ya sabes, cosas de chicas".
"¿Es en serio?"
Annabeth sonrió con diversión. "¿Acaso quieres quedarte y escuchar?"
Draco se puso de pie con un gruñido, sacudiéndome la túnica. Ya se había quedado una vez, y terminó con las cejas depiladas. Ahora no tenían nada para hacerlo, sin embargo conociendo a sus amigas seguro que hayarian la forma, lo sabía.
"No puedo creer que me estén echando".
Lavender agitó la mano con indiferencia. "Te llamamos si te necesitamos, Dray".
Rodó los ojos y se alejo, pero cuando miro hacia atrás y vió a Annabeth y Lavender riendo juntas como desde hacía mucho.... por primera vez en mucho tiempo, todo se sentía exactamente en su lugar.
.
Lavender lo había echado sin la más mínima vergüenza y con pocas opciones, termino vagando por los pasillos del castillo. No tenía sueño, y tampoco tenía ganas de volver a la Sala Común. No tenía ganas de nada en sí.
Las velas flotantes parpadeaban con la brisa helada que se colaba por las ventanas, proyectando sombras alargadas sobre las paredes de piedra. Hogwarts de la casi noche tenía una vibra diferente. Como si la magia que sostenía el castillo se agitara en la oscuridad, cobrando vida propia. Camino sin rumbo, disfrutando la rareza de un pasillo vacío, hasta que algo lo hizo detenerse en seco.
Un sonido..
Algo rascaba en los bordes de su percepción, como una voz lejana deslizándose entre las piedras. Cerró los ojos por instinto y se obligo a escuchar.
…Sshhh… sssshhh…
Eso fue raro, no había nadie, pero el sonido seguía ahí, recorriendo los muros, moviéndose por los cimientos del castillo.
Era tarde t no había nadie alrededor. Estaba completamente solo en ese pasillo helado, con esa sensación viscosa deslizándose por las paredes.
No. No estaba solo. Su cabeza no está callada. Desde que recibio la carta de mi padre sobre la selección, un nudo se había instalado en el pecho, tenso y constante. Actuaba como si no le importara, como si fuese lo más normal del mundo, pero en su cabeza… en su cabeza era otra historia.
¿Qué tal si no era suficiente?
¿Qué tal si me habían elegido solo porque soy un Malfoy?
¿Qué tal si la gente cree que todo me lo dieron de regalo?
El sonido en las paredes se volvió más intenso, como si riera en su cara. Apoyo una mano en la piedra fría y cerró los ojos.
Respira, Draco.
Pero no podía. No cuando el fuego en su pecho todavía ardía con rabia. Zacarías aprendió a la mala que no debía meterse con él..Le rompio la nariz de un puñetazo..No se arrepiente.
Pero tampoco puede ignorar lo que sintió en ese momento.
No fue solo enojo. Fue furia. Una furia densa, sofocante, que vibró en mi piel como si fuera algo que no solo me pertenecía a mí. Algo más grande.
¿Cuánto de eso era mío y cuánto venía de ser un semidiós? ¿Hasta cuando será el día en el que no oo pueda controlar más?
Apretó los puños y se apartarto de la pared, siguió caminando, los pasos resonando en el pasillo vacío, aunque su cabeza seguía su propia guerra.
Tal vez si fuera otra persona, si no tuviera el nombre que tengo, si no hubiera nacido con este rostro, la gente me vería como algo más.
Porque sí, soy bonito.
Soy hermoso.
Soy un Malfoy.
Soy el chico que apareció volando en su escoba en vez de usar el tren, el que capturó todas las miradas desde el primer día.
Hasta Cedric Diggory parece interesado en mí.
Y sin embargo, en los susurros de los pasillos, en las conversaciones que creen que no escucho, en las miradas que me siguen…
Todo lo que ven es eso.
Bonito.
Pero también soy fuerte. Soy inteligente. Soy talentoso.
¿Por qué parece que siempre tengo que demostrarlo el doble que los demás?
¿Por qué siento que, si dejo de intentarlo, voy a convertirme en lo que dicen que soy?
Respiro hondo y apoyó la frente contra una de las ventanas. El jardín se extendía más allá, en la oscuridad, con su superficie tranquila ocultando las criaturas que se movían en sus profundidades.
Un buen lugar para pensar, tal vez para escribir. Porque, al final del día, ¿qué más podía hacer con todo esto? Si cabeza era un desastre, aunque si eso se convertía en música.
Tal vez debería escribir una canción sobre esto.
Tal vez eso lo haría más fácil. O tal vez no. Tal vez nada lo haría más fácil.
Pero al menos sería suyo.
.
'¿Otra vez?c Lavender se inclinó hacia adelante, apoyando las manos en las rodillas y respirando con dificultad. "Te juro que si no fueras mi mejor amigo, te golpearía de verdad".
Levantó una ceja, girando su espada entre los dedos con facilidad (hubo una gran e incómoda platica antes de cómo tenía una espada con él).
"Eso asumiendo que pudieras tocarme".
Lavender le lanzó una mirada asesina y se lanzó de nuevo contra él. Esquivarla era casi demasiado fácil. Draco movía los pies con rapidez, deslizándose fuera de su alcance cada vez que intentaba atraparlo. Ella tenía energía, era puro fuego en cada movimiento, pero no tenía la técnica. No aún.
"¡Draco Malfoy, juro por Merlín que te voy a hacer tragar tierra!"
Él rió agachándose justo a tiempo para evitar su golpe y barrerle los pies. Lav cayó de espaldas con un sonido ahogado, y aprovecho para deslizar la espada ahora convertida en látigo alrededor de su muñeca, deteniéndose justo antes de apretar.
Uy, uy, uy, ahora venía el gran momento que esperaba con ansias, ¡siempre quiso hacer eso!, ¡Clarisse y Hécate siempre le decían eso al entrenar!
"Muerta."
¿Lo sintieron? ¿No? Pues deberían porque fue genial.
Ella gruñó, dejándose caer contra el suelo. "Eres una pesadilla. ¿Cómo te hiciste tan bueno?"
"Práctica."
"No te creo".
Él se encogió de hombros, enrollando su arma con un movimiento fluido. "Digamos que entrené mucho este verano".
Lavender lo miró con atención. "¿Eso tiene que ver con el misterio que no puedes contarme?"
Se quedó en silencio por un momento. No podía hablar de lo que había hecho en el Campamento Mestizo. No podía contarle sobre Clarisse La Rue lanzándolo contra el suelo una y otra vez hasta que aprendía a levantarse. No podía contarle sobre las noches en vela con una espada en la mano, repitiendo movimientos hasta que sus músculos dolían.
Aunqud sí podía decirle esto: "Sí, sin embargo sabes que si fuera por mi te lo contaría, pero oo tengo prohibido..."
Ella le sostuvo la mirada y luego asintió. "Bien. Pero si yo lo descubro por mi cuenta no contaría como un castigo para tí".
Tragó saliva y miró hacia otro lado, sacudiendo el látigo en sus manos. Porque si alguien podía descubrirlo, era ella.
"Deberías probar con uno de estos".
"Pff, ya quisiera. Apenas me dejan usar varita, ¿crees que me van a dar un arma?"
"Bueno, cuando lo hagan, probablemente te golpees a ti misma antes que al enemigo" bromeó.
"¡Te odio!"
Su risa lo siguió mientras se preparaban para otra ronda más de entrenamiento.
.
"No es justo" bufó Lav tratando de secarse el sudor con la manga de su túnica. "¿Cómo es que te ves así después de entrenar mientras yo parezco un trapo sucio?"
Draco se encogio de hombros con una sonrisa ladina. "Magia".
"Eres sinceramente malvado, seguro hiciste un pacto con el diablo"
Él se rió porqué casi hace uno con este si no le hubiera dicho que su madre estaba muerta-muerta y no solo muerta, mientras la escoltaba de regreso a su habitación, notando cómo las miradas se posaban en ellos a medida que avanzaban por los pasillos. Ya se había acostumbrado a eso: cuchicheos, susurros, ojos siguiéndolo como si fuera algún tipo de criatura exótica. ¿Era la chaqueta de cuero? ¿El cabello alborotado de forma intencionada? ¿El hecho de que, objetivamente, se veía increíble incluso después de haber estado entrenando? Probablemente todo lo anterior.
Su amiga se dio cuenta también porque rodó los ojos y bufó: "Por favor, podrías al menos fingir que no te gusta la atención".
Le sonrío con toda la arrogancia posible. "¿Y privar al mundo de este espectáculo? Nunca".
Ella lo empujó con el hombro, pero luego bajó la voz.
"Draco, hazme un favor".
"Depende" con su amiga nunca se sabía.
"Necesito que entres a mi habitación".
Draco se detuvo en seco. "¿Quieres que haga qué?"
"Solo por un rato"
"Lavender, hay reglas, ¿sabes?" Aunque nunca le implicaron mucho, en realidad.
"Oh, por favor, como si eso te importara". Bueno, tenía razón. Suspiró, observando el pasillo con atención antes de sacar la varita y hacer un pequeño truco. Un par de palabras susurradas, un movimiento sutil de muñeca, y listo: solo él podría entrar y no salir disparado para afuera ahora. Lavender sonrió victoriosa. "Sabía que lo harías".
"Me usas por mis talentos".
"Obviamente. Ahora entra".
Cerró la puerta detrás de ellos y se cruzó de brazos. "Bien, ¿qué es tan urgente que requiere violar el reglamento escolar?"
Lavender señaló su cabello ahora húmedo y despeinado. "Necesito una trenza, por favor".
La expresión de Draco se congeló. "No."
"Sí".
"Lavender, a pesar de tus creencias, no soy tu sirviente"
"Pero eres el único que sabe hacerlas bien" susurró con cara apenada.
"No es mi culpa que mi madre me enseñara y ahora esto sea mi condena por toda la eternidad".
"Eres el mejor amigo del mundo, Draco".
Suspiró, sentándose detrás de ella y tomando mechones de su cabello con manos expertas. "Me estas explotando laboralmente" se quejó.
"Y bien que lo disfruto".
Él se rió en silencio mientras empezaba a trenzarle el cabello, aceptando su destino.
"Wow"
Draco ñarpadeó deteniendo sus manos a medio movimiento en el cabello de Lavender. Ya que acababa de darse cuenta que frente a ellos Pavarti Patil los miraba con los ojos entrecerrados, claramente sorprendida. "¿Draco Malfoy en la habitación de las chicas?" arqueó una ceja, cerrando su libro. "¿Cómo demonios lograste entrar sin que los demás se den cuenta? Además con todas las reglas que hay'
Sonrió con arrogancia.
"Soy un hombre de muchos talentos".
"Traducción: hizo algo ilegal" intervino su amiga divertida.
Pavartk dejó escapar una risa y se cruzó de brazos, mirándolo con más interés del que esperaba. Bueno, supone que la imagen era rara. Un chico, en la habitación de chicas, trenzando el cabello de su amiga como si fuera lo más normal del mundo. No es que le importara lo que pensaran, pero definitivamente no era una escena cotidiana.
"Nunca imaginé que serías del tipo que sabe hacer trenzas" comentó la chica inclinando la cabeza.
"Oh, él no es del tipo" Lavender sonrió echando un vistazo por encima de su hombro. "Solo es víctima de una madre muy meticulosa".
"Sigo sin entender por qué no puedes aprender a hacerlo tú sola" murmuró terminando la trenza con un nudo perfecto.
"Porque no me salen tan bien" respondió ella con total descaro. "Y porque tú lo haces mejor, me gusta".
Él rodó los ojos y dejó caer sus manos sobre su hombro. Justo en ese momento, noté algo curioso.
Pavarti estaba mirándola. No de cualquier manera, no como alguien que solo observaba la interacción con interés casual. Había algo en su expresión, en la forma en la que sus ojos se detenían en Lavender un segundo más de lo necesario, en la manera en la que su sonrisa tenía un matiz diferente.
Oh. Levanto una ceja, girando la cabeza sutilmente hacia su amiga.
Lavender, por su parte, estaba haciendo un esfuerzo notable por actuar con normalidad. Sin embargo la forma en la que su tono de voz cambió, la ligera tensión en sus hombros, incluso el modo en que jugueteaba con la punta de su trenza recién hecha, todo gritaba: me importa lo que piense Pavarti Patil.
Oh. Bueno, bueno, bueno. Esto se ponía cada vez más interesante.
Se acomodó en la cama con toda la intención de disfrutar la escena.
"Entonces, Pavarti" habló con un aire despreocupado ", ¿qué estabas haciendo aquí?"
Ella le lanzó una mirada evaluadora antes de responder. "Estaba estudiando. A diferencia de algunas personas, mi vida no gira en torno a la estética y las acrobacias en escoba".
"Qué insulto más elaborado" musito divertido.
Lav carraspeó, claramente queriendo evitar que el tema se desviara demasiado. "Bueno, al menos alguien aquí tiene prioridades claras."
"Oh, no me malinterpretes, Lav" Pavarti le sonrió. "La estética también es importante".
Draco notó cómo el rubor subió apenas un poco a las mejillas de Lavender. ¿Ya habia dicho que su amiga ni siquiera se dignaba en disimular? Porque no lo estabaa haciendo, para nada.
Se reclino sobre sus codos, observándolas con la satisfacción de alguien que acababa de descubrir un nuevo pasatiempo. Esto prometía mucho. Se estiro sintiendo cómo el cansancio del entrenamiento aún pesaba en sus músculos. Era tarde, demasiado para seguir allí sin tentar a la suerte. Ya había burlado las reglas una vez. No tenía intenciones de tentar al destino y terminar con un prefecto regañándolo o, peor aún, McGonagall descubriendo su pequeño truco. (En realidad y en pocas palabras, tenía sueño y extrañaba su cama).
"Bien, es mi señal para largarme" dijoponiéndose de pie.
"Oh, ahora te preocupan las reglas" bromeó Parvati
Le devolvió una mirada divertida, aunque antes de que pudiera responder, un sonido familiar le hizo detenerse.
¡PAM!
La puerta se abrió de golpe. Lavender soltó un gritito ahogado, Pavarti se quedó inmóvil y él se giró con el corazón acelerado. Por favor que no sea McGonagall, por favor que no sea McGonagall...
Y para su suerte, ahí en la entrada con los brazos cruzados y una ceja arqueada con evidente juicio, estaba Hermione Granger. "Zeus, me sigues cayendo mal, pero gracias por esto" pensó, aunque ese pensamiento se fue tan rápido como llegó.
Hubo un gran silencio en la habitación, la chica los miró a los tres, luego a todo el desorden que definitivamente no estaba ahí antes, y finalmente de vuelta a ellos.
"No sé qué es más impactante" comenzó con su tono más impactante posible. "Que Malfoy esté aquí, o que Malfoy esté aquí".
Draco se quedó mirándola.
Lavender también.
Pavarti cerró su libro con calma.
Y entonces, al mismo tiempo, Lav y él soltamos la risa.
"¡¿Qué haces aquí?!" Granger prácticamente chilló al recobrar la compostura, apuntándolo con un dedo acusador.
"Oh, vamos…" Lavender puso los ojos en blanco, claramente exasperada.
"No. No, no, no" la niña negó con la cabeza, mirando alrededor como si esperara que un profesor apareciera de la nada y les impusiera un castigo divino. "¿Un chico? ¿En el cuarto de chicas? ¿Tan tarde? En primer lugar, ¡¿como fue que lograste entrar?!"
"Técnicamente, yo ya me iba" intervino alzando las manos en gesto de rendición.
"¡Exacto!" Lavender le lanzó una mirada de traición al darse cuenta de lo que dijo en verdad. "Espera, ¿qué? No la ayudes Dray".
"Lo siento, Lav, sin embargo esta vez tiene razón" esperaba que el mensaje entre líneas fuera claro 'si me voy, habra menos alboroto y podré volver sin que se de cuenta'.
Granger lo examinó como si no estuviera segura de si debía sentirse sorprendida o si eso la hacía sospechar aún más de él. "Claro que tengo razón" bufó cruzándose de brazos. "Alguien aquí todavía respeta las normas del colegio."
"¡Oh, por favor!" Su amiga puso los brazos en jarra. '¿No puedes relajarte por una vez, Hermione?"
"¿Relajarme? ¿Relajarme?" repitió esta con gran incredulidad. "No es una cuestión de relajarse, es una cuestión de sentido común".
"¡No es como si estuviéramos haciendo algo ilegal!"
"¡Tener a un chico aquí ya es una infracción!"
Draco suspiró, echando un vistazo a la puerta. Podía simplemente… irse. Salir de ahí y evitarse la escena.
Pero.
Siempre tenía que haber un pero.
Si lo pensaba bien, y si esto fuera una película romántica, esta sería la clásica escena de "rivalidad con tensión romántica".
No era su culpa, ¿okey? Annabeth lo había tenido demasiado tiempo metido en la biblioteca y él había visto demasiadas películas de romance como para no pensar eso.
Solo lo pensó por un segundo, ¡lo jura!
Y por solo ese segundo, la idea de un enemies to lovers con peleas intensas y confesiones dramáticas funcionaba demasiado bien en su cabeza.
Dioses, necesitaba urgentemente concentrarse en otra cosa.
"Okey, okey, calma" levanto las manos, tomando una decisión firme. "De todos modos, yo ya me iba" el amor de su vida estaba esperándolo -su gran y cómoda cama-.
Lavender chasqueó la lengua, no muy satisfecha. "No tienes que irte si no quieres, lo sabes".
Granger la miró como si acabara de invocar un dementor en medio de la habitación. "¿Perdón?"
"Oh, sí" Ella sonrió con esa expresión de 'te fastidiaré por deporte'. "¿Qué pasa, Granger? ¿Que es lo que te incomoda de la presencia de Draco?"
La chica entrecerró los ojos.
"No es la presencia de Malfoy lo que me incomoda, sino la violación de normas básicas del colegio".
"Mmm… Suena a que te incomoda Draco".
Él cerró los ojos un momento. Por Hécate, iba a quedar atrapado en esto pase lo que pase, ¿no? Por suerte (y gracias a los dioses, especialmente Afrodita) Pavarti decidió intervenir.
"En realidad, Granger" hablo con calma aunque con un destello travieso en los ojos ", no es para tanto. Draco es amigo de Lavender, no está haciendo nada malo" bueno... en realidad, ya ni siquiera diría nada más. "Además, sabemos que si Potter y Weasley encontrarán la forma de entrar también lo harían".
Lavender sonrió con satisfacción. "¡Exacto! Gracias, Pavarti. Al menos aún hay alguien aquí que tiene sentido común".
Granger frunció el ceño, claramente disgustada con el giro de los acontecimientos. "Eso no cambia el hecho de que las reglas existen por una razón" insistió. "Y si Harry y Ron encontrarán la forma de entrar si, si lo harían, pero con mi total desaprobación".
Él se recargó contra la pared, cruzando los brazos y observando la escena como si fuera un espectador más. Honestamente, esto era mejor que muchas de las películas que había visto.
"Lo que no entiendo" continuó la chica ahora mirándolo directamente ", es por qué Harry y Ron se obsesionaron tanto contigo".
Esperen. Stop. Wait. ¿Qué se había perdido? ¿Dónde se había ido su romance enemis to lovers lesbico? ¿Qué tenían que ver Pecas y Gafitas ahí?
"Creo que escuché mal, ¿qué dijiste?"
"Sí, ¿qué?" preguntó su amiga igual de confundida.
Ella solo suspiró, claramente molesta. "Desde que llegaron, Ron y Harry no dejan de hablar de Malfoy. Como si fuera la cosa más interesante que les ha pasado en la vida" Bueno... en realidad él es lo más interesante en la vida de muchos, la verdad.
Entrecerró los ojos.
"¿Te refieres a Gafitas y Pecas?" Llamarlos 'Harry y Ron' o 'Potter y Weasley' le sonaba tan mal, los apodos que les puso eran mejores.
Pavarti soltó una pequeña risa, sin embargo Granger lo fulminó con la mirada. "Tienen nombres" si, unos muy feos.
"Sí, sí" concordó con un gesto de la mano ", pero lo importante aquí es… ¿obsesionados?"
Eso sí que no lo vio venir. Sabía que llamaba la atención, claro, pero lo último que esperaba era que los dos chicos dorados de Gryffindor anduvieran pendiente de él. La noche se estaba volviendo cada vez más rara.
Lavender y Padma parecían disfrutarlo, mientras que la otra chica se veía a punto de explotar y él… bueno, si tenía que seguir presenciando eso, al menos merecía unos pochoclos.
Granger respiró hondo, claramente tratando de calmarse. Luego, con los brazos cruzados y un aire de escepticismo, lo miró fijamente. "Dejando de lado todo esto, tengo otra pregunta: ¿Por qué llegaste en escoba? ¿Por qué no usaste el Expreso de Hogwarts como cualquier persona normal?"
Draco parpadeó, llevándose una mano al pecho con dramatismo.
"Oh, Granger… No sabes por lo que he pasado"
Lavender, sin perder el ritmo, dejó escapar un suspiro trágico y negó con la cabeza. 'Pobrecitoc.
Padma los miró con curiosidad, sin embargo la castaña solo entrecerró los ojos.
"Estoy segura de que no es tan trágico como harás que suene" habló lentamente.
Él puso su mejor cara de víctima. "Verás, todo comenzó cuando… cuando…" hizo una pausa teatral, como si recordar su 'doloroso pasado' fuera demasiado para él. Su amigs incluso puso una mano en su hombro, como si le ofreciera apoyo moral. "Mis padres y yo" continuó "estábamos en la estación, listos para que tomara el tren, cuando de repente…" Bajó la mirada, respirando profundo como si intentara contener la emoción.
"Un búho cayó del cielo".
Pavarti arqueó una ceja. "¿Un búho?" Preguntó con incredulidad, no porqué le creyera, sino más por pensar que se le ocurriría algo mejor.
"Sí, un pobre búho mensajero, completamente desplumado, con una última carta en su garra."
Lavender dejó escapar un dramático 'oh, no'.
"¿Qué decía la carta?"
Draco cerró los ojos. "Solo dos palabras: corre, Draco".
Granger bufó. "Por favor, es lo más falso que he escuchado en todo el día".
"No, Granger, es en serio" insistió él siguiendo el teatro. "Y, claro, no podía simplemente ignorar una advertencia tan misteriosa. ¡Así que agarré mi escoba y salí volando!" Aunque ahora pensándolo bien, si les contaba la historia donde Zeus intentaba matarlo les estaría contando la verdad, y ellas no les creerian. Lo dejara para la próxima.
Lavender asintió con gravedad.
"Yo no estaba ahí, pero suena muy real".
"Demasiado real" agregó Pavarti con una sonrisita divertida.
La otra chica puso los ojos en blanco. "Sabía que era una tontería".
Draco se llevó una mano al corazón.
"Granger, acabas de burlarte de la peor experiencia de mi vida".
"¿Un búho con un mensaje críptico?"
"¡Podría haber sido una maldición!"
"O solo un búho enfermo."
Su amiga suspiró con exageración. "Qué insensible Hermione".
Esta decidió no seguirles la corriente y simplemente agitó la cabeza con incredulidad. Él en cambio estaba bastante orgulloso de su improvisación. Y más aún de que Lavender lo hubiera respaldado sin dudar. Definitivamente, su mejor aliada en el crimen.
...
El entrenamiento con Hécate lo había dejado agotado, aunque no lo suficiente como para querer encerrarme en su habitación. Así que terminó donde siempre terminaba cuando no quería estar en ningún otro lado: el lago. El agua tenía ese color dorado de las tardes en Hogwarts, con el sol reflejándose en su superficie de una forma casi hipnótica. Se sentó en una roca, dejando que la brisa fresca despejara un poco eu cabeza. El cuerpo le dolía, sin embargo era un dolor satisfactorio, de esos que te recuerdan que estás vivo y que cada músculo en tu cuerpo ha trabajado hasta el límite.
Dracl se quedó así unos minutos, solo escuchando el sonido del agua y de los árboles moviéndose con el viento, hasta que algo captó su atención. Un brillo en la superficie del lago, un resplandor familiar que reconocía al instante. Clarisse apareció en la imagen reflejada, su ceño fruncido y los brazos cruzados como siempre. Su expresión decía lo que su boca no necesitaba: estaba molesta, pero también había algo más en sus ojos, algo que no veía en ella muy a menudo.
"Draco" dijo en modo de saludo.
"Clarisse" respondio arqueando una ceja con aire despreocupado. "¿A qué debo el honor?"
"No hagas preguntas estúpidas".
Ah. Claro, no hacía falta que lo dijera. Ambos sabían por qué estaba aquí, por qué había buscado contactarlo cuando los dos habían evitado hablar de ese tema por semanas.
Se acomodó mejor sobre la roca, aunque sabía que eso no haría que la conversación fuera más fácil.
"Hablaste con Chris, ¿verdad?"
Clarisse apretó la mandíbula antes de contestar. "Sí." Ese monosílabo lo decía todo.
Bajo la mirada hacia el agua, dejando que sus pensamientos giraran sobre sí mismos. No importaba cuánto intentara darle sentido a todo, siempre terminaba en el mismo punto: no lo tenía.
"Silena…" murmuró sintiendo el peso de su nombre en la lengua, como si al decirlo la realidad se hiciera más tangible, más real de lo que quería aceptar.
"No quiero hablar de ella" gruñó ella, y aunque su voz sonó firme, había algo en su tono que la delataba. Mentira. Claro que quería hablar de ella. Claro que lo necesitaba. Aunque tampoco quería hacerlo. Y él entendía eso.
"Tú la querías mucho" dijo más como una afirmación que como una pregunta.
Clarisse soltó una risa sin humor, una risa áspera, como si la sola idea de admitirlo en voz alta le resultara insoportable. "Qué observador".
No respondío. No había nada que decir. El silencio se instaló entre ellos, pesado, denso, más no incómodo. Era un silencio lleno de significado, de palabras no dichas, de sentimientos que ninguno de los dos quería explorar demasiado. Después de un rato, Clarisse suspiró, con ese aire cansado que rara vez le veía.
"No sé cómo no me di cuenta".
"No era algo obvio."
"Debería haberlo sido".
Draco se mordió el interior de la mejilla, debatiendo si decir lo que pensaba o no. "¿Y qué habría cambiado?" preguntó al final.
Su amiga no respondió. No necesitaba hacerlo. Los dos sabían bien la respuesta. Nada habría cambiado. Absolutamente nada.
El agua reflejaba su expresión seria, sus ojos llenos de una mezcla de rabia y tristeza que no le gustaba ver en ella.
"¿Cómo estás tú?" preguntó de repente.
Parpadeo sorprendido por la pregunta. "¿Yo?"
"Sí, tú, cabeza hueca. Silena también te importaba".
Se removió un poco en su sitio, sin saber bien qué responder. "No lo sé".
"Eso es una estupidez."
"Gracias por tu comprensión".
Rodó los ojos con fastidio. "Solo digo que no tienes que hacerte el fuerte conmigo".
Draco volvió a quedarse en silencio un momento, considerando sus palabras. "No me estoy haciendo el fuerte".
"Ah, claro."
Ignoró su sarcasmo. "Solo…" hijo un gesto vago con las manos, buscando palabras que explicaran lo que sentía ", es raro" Clarisse asintió, como si entendiera exactamente a lo que me refería.
"Sí."
"Como si no tuviera sentido".
"Sí."
"Como si de alguna forma tuviera que haber algo más".
"Sí."
Suspiraron al mismo tiempo, como si con eso pudiéran descargar un poco del peso que llevaban encima. Después de un rato, la chica chasqueó la lengua con frustración.
"Voy a encontrar respuestas".
Él la miro de reojo, evaluando su tono, su postura. "¿Eso qué significa?'
"Significa que no me voy a quedar de brazos cruzados"
Él bufo cruzándose de brazos. "Claro, porque eso siempre te funciona".
"Cierra la boca, Draco" Una pequeña sonrisa se le escapó, a pesar de la conversación. Su amigs se pasó una mano por el cabello, exhalando con fastidio. "Solo… tenía que hablar con alguien que entendiera".
Asintio con la cabeza. "Lo sé".
La imagen empezó a distorsionarse un poco, la conexión a través del Iris comenzando a debilitarse.
"Tengo que irme" hablo ella, como si no quisiera hacerlo pero tampoco tuviera opción.
"Esta bien, entiendo".
"No hagas nada estúpido, o lo sabré" le advirtió.
"Esa es mi línea" intento bromear.
Puso los ojos en blanco, sin embargo, por un segundo creyó ver la sombra de una sonrisa en su rostro. "Nos vemos luego, rubio".,
Y la imagen desapareció, dejando tras de sí solo el reflejo del lago, el sonido del viento y la sensación de que nada de esto había terminado todavía.
Apenas Draco se puso de pie y dio un par de pasos lejos del lago, la superficie volvió a brillar. Fruncio el ceño, girándome con cierta incredulidad.
"¿Ya me extrañaste tan rápido Clarisse?" bromeó cruzándose de brazos.
Esta solo volvio rodó los ojos. "]Cállate y dime si ya te enteraste, yo acabo de hacerlo".
"¿Enterarme de qué?"
"De la noticia" que específica.
"Oh, claro" Draco asintió con seriedad, como si supiera exactamente a qué se refería. "El cumpleaños catorce de Luke".
Clarisse parpadeó. "¿Qué?"
"Sí, estoy pensando en qué regalarle" continuó sin darle tiempo a procesarlo. "Tal vez algo simbólico. ¿Un libro? ¿Una espada nueva? ¿Una camiseta con la frase 'Soy la pesadilla de los dioses'?"
La chica del otro lado de la línea lo miró con absoluta incredulidad antes de fruncir el ceño.
"No, cabeza hueca. No me refería a eso".
"Ah, bueno, entonces iluminame".
Ella hizo un sonido de frustración antes de cruzarse de brazos.
"Luke está saliendo con Ethan Nakamura".
La noticia de Clarisse lo había tomado por sorpresa, pero no de la forma en la que ella esperaba. Primero, porque no tenía idea de que Luke y Ethan tuvieran algún tipo de química. Segundo, porque la forma en la que Clarisse se lo dijo fue tan dramática que Draco casi pensaba que alguien había muerto. Y tercero… porque, en serio, ¿cómo no se había enterado antes?
"¡Luke y Ethan!" exclamó sintiendo una emoción genuina burbujear en mi pecho. "¡Eso es genial! ¡Eso es increíble! ¡Eso es lo mejor que he escuchado en semanas!"
Clarisse frunció el ceño. "Espera, ¿qué? Es que creo que acabk de escuchar mal".
"¡Estoy tan feliz por él!" Siguió él ignorando su desconcierto. "¡Esto es maravilloso! ¡Es amor, Clarisse! ¿Cómo no estaría feliz?" Su amiga parpadeó lentamente, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
"Tú…'
"¿Desde cuándo?" pregunto sin detenerse. "¿Cómo pasó? ¿Quién dio el primer paso? ¿Hubo confesión romántica? ¿Fue algo espontáneo? ¡Cuéntamelo todo!" Clarisse lo miró con la boca entreabierta, completamente perdida.
"Tú…'
"¿Yo qué?"
"Nada'se pasó la mano por la cara. "Afrodita, claro que tenías que ser hijo suyo".
"Oye, el amor es lo mejor que existe" se defendió.
"Creo que ya lo sabes, pero a veces te odio un poco".
Él sonrió con satisfacción. "¡Esto hay que celebrarlo!"
"No es para tanto."
"¡¿Cómo que no?! ¡Voy a hacerle una canción de felicitación!'
"Ni se te ocurra".
"Demasiado tarde, ya la estoy componiendo en mi cabeza".
"Draco, por favor".
"No me puedes detener".
Y justo en ese momento, como si el destino estuviera esperando el mejor momento para intervenir, la imagen de la proyección en la llamada de Iris cambió. "¿Detener qué?'
Draco se giró encontrándome con Luke, que los observaba con curiosidad y un ligero ceño fruncido. Clarisse se tensó al instante. Él, en cambio, sonrio aún más.
"¡Luke! ¡Muchas felicidades, en verdad!"
El chico parpadeó. "¿Eh?"
"¡Por Ethan!" exclamo todavía emocionado. "Clarisse me acaba de contar. ¡Me alegro tanto por ti!"
Luke parpadeó otra vez, como si las palabras no tuvieran sentido. "Tú… ¿tú estás feliz?"
"¡Obvio! ¿Por qué no lo estaría?"
"No lo sé, yo…" se pasó una mano por el cabello, claramente confundido. "Solo… no esperaba que reaccionaras así".
Frunció el ceño, fingiendo indignación.
"¿Acaso me ves como un amargado que odia el amor?"
Clarisse soltó una risa sarcástica. "Tienes una definición muy flexible del amor, Malfoy".
"Aunque te quiera mucho, las personas que no creen en el amor no pueden opinar aquí". Sin embargo lo cierto es que no estaba bromeando. De verdad estaba feliz por él. Luke siempre había sido un poco caótico con las relaciones, así que saber que este había encontrado a alguien lo hacía sentir… orgulloso, incluso.
"¿De verdad te alegras?" insistió Luke, mirándolo con una intensidad extraña.
"Luke" habló con toda la sinceridad del mundo. "Te mereces ser feliz. Y si Ethan te hace feliz, entonces estoy feliz por ti".
El chico se quedó en silencio. Algo pasó por su rostro, aunque desapareció tan rápido que no pudo identificarlo. Sus labios se entreabrieron, como si estuviera a punto de decir algo, pero luego los cerró.
Clarisse carraspeó, cruzándose de brazos. "Bueno, ahora que tuvimos esta conmovedora escena, ¿podemos seguir con nuestras vidas?"
"¡Sí! ¡Pero solo después de que Luke me cuente cómo pasó todo!'
Él puso los ojos en blanco, aunque no pudo evitar sonreír. "¿Sabes algo pretty boy? Eres un caso total ucompletamente perdido".,
"Lo sé, lo sé. Ahora, habla. Quiero todos los detalles".
.
Estaba con Lavender en la sala común, tirado en uno de los sofás mientras ella jugaba con su cabello. Bueno, más bien estaba tratando de hacerme una trenza, sin embargo Lav siempre decía que su pelo tenía vida propia y hacía lo que le daba la gana.
"¿Cómo es posible que puedas hacer trenzas perfectas y yo no?" bufó separando un mechón con frustración.
"Talento natural" respondío con suficiencia. "Y años de práctica con mi propia condena contigo, Annie, papá y mamá"
Ella se rió. "Bueno, al menos ahora tienes una habilidad secreta para impresionar a cualquiera que quieras".
"Lav, no necesito habilidades para impresionar a nadie".
"Ugh, lo peor es que tienes razón".
Estaba a punto de decirle algo más cuando la bruma dorada de una llamada de Iris apareció frente a él. El rostro de Annabeth tomó forma y, por la expresión que tenía, supo que algo la tenía escandalizada.
"¡Draco Orion Malfoy Black!'
Oh. Nombre completo. Esto iba a ser bueno.
"¿Qué fue lo que hice ahora?" preguntó acomodándose en el sofá.
"¡Me acabo de enterar de lo de Luke y Ethan!''
Lavender frunció el ceño. '¿Quién es Ethan?c
Ignoró su pregunta porque, honestamente, le interesaba más el escándalo de Ann. "Sí, lo sé, increíble, ¿verdad? ¡Luke finalmente tiene vida amorosa!"
"¡No es increíble, es un desastre!"
Parpadeo confundido. "¿Por qué?"
La chica se llevó una mano a la cara. "Draco, no puedes ser tan denso"
"¿Por qué todo el mundo dice eso últimamente?" Murmuró pensativo.
Lavender le dio un codazo. "¿Me van a explicar qué pasa o tengo que adivinar?"
Annabeth suspiró, aunque luego pareció recordar que Lavender existía y le dirigió una sonrisa. "Mira, Lav" hablo ella ignorándolo por completo. "Imagina que tienes un libro favorito, uno que te obsesiona. Has estado leyendo cada página, analizando cada detalle, esperando que la historia vaya en una dirección específica porque tiene sentido".
"Ajá…" la chica ladeó la cabeza, siguiéndole el ritmo.
"Y de repente, el autor mete un giro de trama que no encaja con nada de lo que se ha construido antes. Algo que se siente… no sé, forzado. Como si solo estuviera ahí para confundir al lector".
Lavender abrió los ojos, comprendiendo de inmediato. "Como cuando te hacen creer que la heroína terminará con el chico principal, sin embargo de repente empieza a salir con un personaje secundario que apenas ha tenido desarrollo".
"Exacto."
"Ohhhh…" murmuró asintiendo lentamente. "Ya veo, ahora todo tiene más sentido".
"¿Qué están diciendo?" preguntó Draco mirándolas con sospecha, porque, siendo sinceros, él no entendió con qué se relacionaba eso con Luke y Ethan.
Annie lo miró con una mezcla de resignación y burla. "Nada, Draco. Solo que algunas historias no siempre siguen la dirección que deberían".
Lav asintió, dándole unas palmaditas en el brazo. "Sí, a veces los autores meten subtramas extrañas para ver cómo reacciona el público".
Él frunció el ceño, sintiendo que le estaban tomando el pelo. "No tengo idea de qué están hablando, aunque de alguna manera siento que me están insultando".
Ambas resoplaron y Ann negó con la cabeza.
"Eres una causa perdida".
"No sé por qué esperábamos otra cosa" añadió Lavender. Draco decidió que por su bien mental lo mejor sería que cambiará de tema, así que lo hizo.
"¿Sabes que solo le dijo 'me gustas'y ya?" Dijo con horror, estaba realmente indignado. "¿Dónde está la gran confesión? ¿El drama? ¿La emoción? ¡No hubo ni una mísera flor, ni una!"
"Por todos los dioses, Draco, concéntrate" replico ella frotándose la cara con ambas manos.
Lavender, que había estado escuchando toda su queba mientras jugaba con un mechón de su cabello, intervino con una sonrisa divertida.
"Entonces, ¿Luke y Ethan están saliendo?"
"Sí" respondió Annie con un suspiro largo y sufrido. "Y este idiota no entiende lo importante que es".
"No es que no lo entienda" se cruzo de brazos ", es que me parece indignante lo poco romántico que fue".
"¡DRACO!" Su amiga se tomó la cabeza con ambas manos, claramente perdiendo la paciencia, ¿y qué habia hecho ahora?. "¿No entiendes lo que esto significa?"
"Sí, que ahora Luke tiene vida amorosa" respondío con una sonrisa satisfecha. "¡Por fin uno de mis amigos encuentra el amor! Esto es grandioso".
Sus dos mejores amigas intercambiaron una mirada.
"Es increíble cómo no lo ve" murmuró Lav.
"Te lo dije" Ann resopló exasperada. "Hombre tenía que ser".
"¿Qué no veo?" Siempre lo decían y decían, pero no decían exactamente qué no veía, así nunca lo haría.
Ann le lanzó una mirada que podría matar. "Nada, Draco. Nada en absoluto" ¿ven? ¡a eso se refiere! Lavender solo sacudió la cabeza con una sonrisa de 'ya te darás cuenta algún día'.
Él no entendía por qué tanto escándalo. ¡Luke estaba en una relación! ¡Era algo bueno! Aunque en serio, qué decepción que no haya sido más elaborado.
...
La oscuridad se disipó como la niebla al amanecer, dándole paso a un resplandor dorado y cálido. Draco se encontró de pie en una pradera interminable, donde el viento cargaba la fragancia de rosas frescas y el cielo tenía el tono exacto de un atardecer perfecto. No había caos, ni responsabilidades, ni expectativas aplastantes. Solo tranquilidad.
Y frente a él, sentada en un columpio dorado que parecía flotar en el aire, estaba su madre. Afrodita.
"Draco". Su voz era suave, aunque tenía el peso de un millón de historias de amor susurradas a lo largo del tiempo. Se sintió como un niño otra vez, protegido, seguro, amado sin condiciones.
"Mamá…" la voz salió con un deje de alivio que ni siquiera intento ocultar.
Ella le sonrió, con ese aire de quien sabe todos los secretos del universo y aún así te deja descubrirlos por tu cuenta. "Hace mucho que no nos vemos, mi amor".
Se acerco sin pensarlo. No solía ser alguien de contacto físico, pero con su madre era diferente. Se dejó envolver por su abrazo, por la sensación de que, al menos en ese instante, todo estaba bien. "¿Estás bien?" preguntó porque después de lo de Zeus, no podía evitar preocuparse.
Su expresión se suavizó con ternura. "Zeus no se atrevería a tocarme, cariño. Pero tú…" le tomó el rostro con ambas manos, su pulgar acariciando su mejilla como si intentara memorizar cada rasgo. "Él es un hombre rencoroso, Draco. Y tú ya lo desafiaste una vez, no, dos veces".
Su pecho se apretó.
"Si me está buscando, que me busque. Pero no quiero que tú estés en peligro por mi culpa".
Afrodita sonrió con dulzura, como si fuera adorable que pensara así. "Mi amor, soy la diosa del amor. Nadie me toca a menos que yo quiera" Draco esperaba que, por favor, eso sea cierto y no solo algo para tranquilizarlo. Así que le creyó, y aún así, la idea de Zeus revoloteando como una sombra sobre su vida le revolvía el estómago. Afrodita cambió de tema con la facilidad de quien ha perfeccionado el arte de las conversaciones significativas.
"Me enteré de tu pequeño Tatuaje"
Tragó saliva, esperando su reacción. "No estoy enojada" habló como si pudiera leerle la mente. "Al contrario. Es un homenaje hermoso".
Un peso invisible cayó de sus hombros. "Es mi forma de llevarla conmigo" admitio en voz baja.
Afrodita sonrió, sus ojos brillando con algo parecido al orgullo. "Tu madre estaría muy feliz de saberlo". Se quedó en silencio, sintiendo un nudo en la garganta. Afrodita pasó sus dedos por su cabello, como si todavía fuera un niño al que podía arrullar. "Pero dime, corazón, ¿qué es esto que escucho sobre Luke Castellan y Ethan Nakamura?"
Draco parpadeó con confusión. "¿Qué hay con eso?
Ella lo miró con incredulidad. "Por todos los dioses, hijo, a veces pienso que te Lucius y Narices te criadon demasiado bien".
Frunció el ceño. "¿Qué se supone que significa eso?"
Afrodita suspiró y se acomodó en su columpio con la resignación de una madre que ve a su hijo cometer los mismos errores que miles antes que él. "Nada, nada..." habloñ con una sonrisa misteriosa. "Solo que me intriga cómo alguien tan inteligente puede ser tan ciego'.
"¿Ciego de qué?"
Sin embargo ella solo rió con dulzura, dándole un beso en la frente.
"Ya lo descubrirás, mi amor. Algún día".
...
El entrenamiento nocturno había sido intenso. Su cuerpo estaba cubierto de una fina capa de sudor, y la respiración aún era irregular mientras caminaba por los pasillos de Hogwarts. Había algo extrañamente satisfactorio en sentir los músculos cansados después de pelear, como una prueba física de que seguía mejorando. Lavender iba a su lado, estirándose con exageración mientras se quejaba en voz alta.
"Juro que si mañana tengo dolores, te haré responsable".
"Por supuesto, porque claramente fui yo quien te obligó a esquivar como si tu vida dependiera de ello" respondío con sarcasmo.
"¡Exacto! Me esforcé demasiado porque no quería quedar en ridículo. ¡Eres un maldito monstruo peleando, Dray!" Él se rió suavemente. Era un cumplido, aunque ella lo dijera como si fuera una queja.
El castillo estaba en silencio, aunque una sensación extraña me recorrió la espalda. Era ese instinto que había desarrollado en el Campamento Mestizo, la certeza de que algo no estaba bien. Se detuvo en seco.
Lav lo miró con curiosidad. "¿Qué sucede?"
Inclinó la cabeza, tratando de escuchar mejor. Un sonido… un susurro, un siseo bajo, como si algo se arrastrara por los muros de piedra. "¿Oíste eso?"
Ella entrecerró los ojos, como si con eso pudiera captar mejor el sonido. "Mmm… nope".
"Qué útil".
"Oye, yo solo soy una simple bruja, no un chico que desapareció el verano y volvió con habilidades aún más locas qje las de antes".
No respondío. En lugar de eso, seguía el sonido, caminando con sigilo por el pasillo. No tenía idea de qué estaba buscando, sin embargo su instinto gritaba que algo estaba allí.
"Draco' susurró Lav, siguiéndole sin dudar. "¿Sabes que estamos en Hogwarts y no en tú Casa, verdad? O sea, si nos metemos en problemas, no podemos usar la excusa de que estábamos paseando por la Casa" Él no se molesto en contestar. Se había detenido frente a una de las paredes de piedra del pasillo. Había algo raro en ella… algo que no terminaba de encajar "¿Qué miras?'preguntó su amiga pegándose aún más a su lado.
Paso los dedos por la piedra fría. Había una ligera hendidura, casi imperceptible. "Creo que hay una puerta aquí".
Lavender chasqueó la lengua. "¿Y qué estamos esperando?'
Antes de que pudiera detenerla, presionó la piedra con ambas manos.
La pared se movió. Se deslizó con un sonido bajo y profundo, revelando un pasadizo oscuro que descendía en una espiral de piedra.
"Oh, mierda" susurró.
Su amiga lo miró con emoción y cero sentido común. "Vamos a entrar, ¿verdad?" Draco negó con la cabeza.
"Definitivamente no deberíamos".
"Lo tomaré como un sí."
Antes de que pudiera detenerla, la chica ya estaba bajando los escalones con una confianza que no tenía ningún sentido. "¿En serio?" resoplo siguiéndola. "¿Ni siquiera vamos a pensarlo dos veces?'
"Mira, tú eres el chico buena en la magia y peleas, yo solo soy una chica con exceso de energía. Si me meto en problemas, tú me sacas".
Rodó los ojos, a pesar de eso continuó bajando junto a ella. La temperatura descendió a medida que se adentraban más. El aire se volvió más denso, más húmedo. Algo en el ambiente se sentía… antiguo. Como si estuvieran entrando en un lugar que había permanecido sellado durante siglos.
Cuando sus pies tocaron el suelo de la caverna, supo que habían cometido un error. Las paredes estaban cubiertas de grabados en parsel, el lenguaje de las serpientes. Columnas enormes de piedra tallada con formas reptilianas se alzaban a ambos lados. La cámara se extendía más allá de lo que podía ver.
Lavender giró sobre sus talones, admirando el lugar con fascinación. "Esto es tan genial".
Dracl no estaba tan seguro. Había algo en este lugar… algo que se sentía mal. "Deberíamos volver " dijo en voz baja.
"Oh, vamos. ¿No te da aunque sea un poco de curiosidad?" Bueno.... su lo ponía así, como que un poquito si.
Abrió la boca para responder, pero entonces escucho algo.
Un sonido bajo, gutural. Un susurro en la oscuridad.
Lavender también lo escuchó, porque se tensó junto a él. "¿Qué fue eso?"
Trago saliva. "No lo sé .
Ambos se quedaron quietos por un momento, esperando. Nada más se movió. Finalmente, la chica se encogió de hombros.
"Tal vez era solo el viento"No había viento aquí, igual decidio no discutirlo..Ella lo miró con una sonrisa cómplice y dio un paso adelante. "Vamos. Solo un poco más".
Draco debería haber dicho que no. Debería haber dado la vuelta en ese mismo instante y arrastrarla con él de regreso a la seguridad del castillo.
Pero no lo hizo.
Porque, seamos honestos… también tenía curiosidad.
Así que, con un suspiro, le siguió el paso.
Sin saber que acababan de entrar a la Cámara de los Secretos.
Notes:
Holaaaa
Este capítulo me costó escribirlo, en serio! Y aunque no tengamos un "harem" para Luke, al menos lo tenemos de novio de Ethan :) y si, esto sigue siendo un LukexDraco.Al final me decidí en poner esa escena donde Draco piensa más de su inseguridad, al principio no quería ponerlo, pero una amiga me dijo "es re plano este tipo, tenes que hacerlo más real, más triste, más bla, bla, bla" y yo estaba como "¿Quieres que lo haga más triste y real? Para eso ya tengo mi vida" aunque como verán, si me logro convencer de hacerlo. Si no les gusto, tranquilos, a mi tampoco. Más que nada porque en sí me cuesta pensar en cómo me siento, así que imagínense escribir como lo hace otra persona. No, no, no, no es lo mío 😔.
Escribí la escena de cuando Draco le rompe la nariz a Zacarías mientras estaba de mal humor, así que como quería romperle yo a varias personas la nariz deje que al menos Draco si sea feliz y lo haga por mi 😔
Tengo que serles sincera, ¿la escena donde Draco entra a la habitación de las chicas y pasa todo lo demás? Es puro relleno, no sabía que más escribir y mientras pensaba que hacer salio eso 😅. Voy a disfrutar cada momento de Hogwarts, ya que aunque el próximo libro de Percy Jackson es uno de mis favoritos, no sé qué pingo hacer :(, así que, ideas? Por favor? Podrían apiadarse de mi miserable alma?
Me da una flojera hacer videos promocionales a cualquiera de mis historias 😔 sin embargo amo sus comentarios, así que para no sentirme culpable por no subir videos me pongo a escribir, pero también me da una flojera ponerme a escribir y al igual que antes, amo sus comentarios, así que al final me pongo a imaginar escenarios y video que tendría que estar haciendo, y por flojera no hago ajsjs.
Puse a Dita al final porque sentí que hace mucho que no la veíamos 😅 y porque estaba escuchando una canción de ella :). Lo de Dray y Lav al final fue algo que leí en un comentario sobre que él podría hablar con los animales y así, y pensé "¿Qué es el Basilisco? Un tipo de animal!" Y pum, de ahí salió :).
Eso es todo por hoy, nos vemos!
M. S. C
Chapter 12: Full Speed Ahead
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El aire se volvió gélido. No un frío normal, no el tipo de frío que sentirías en una mazmorra de Hogwarts, sino algo más profundo, algo que se metía en los huesos y susurraba peligro en cada escalofrío.
Lavender se detuvo a su lado, frotándose los brazos. "De acuerdo, esto sí me da mala espina".
"¿Recién ahora te das cuenta?" susurró aunque sus propios instintos ya estaban en alerta máxima.
El suelo le vibró bajo los pies. Apenas un temblor, sin embargo lo suficiente para que el aire alrededor se sintiera… vivo. Como si algo estuviera respirando allí con ellos.
Y entonces lo escuchó.
Un deslizamiento, un roce sibilante contra la piedra, el sonido de algo inmenso moviéndose en la oscuridad.
Su sangre se congeló.
No.
No. No. No.
Se giró de golpe y sin pensarlo mucho cubrió los ojos de su amiga con una mano y cerró los suyos con fuerza.
"¡Oye, qué-!"
"Shhh" su voz era apenas un susurro y el corazón le latía con fuerza contra las costillas.
Lo sentía.
Algo estaba allí.
Y era grande.
El sonido de escamas arrastrándose contra el suelo resonó en la cámara. Si cuerpo entero estaba en modo alerta, cada músculo listo para correr, aunque sabía que no serviría de nada.
Apenas abrió un poco los ojos lo notó de inmediato.
Un Basilisco.
No podía ser otra cosa.
Lavender estaba inmóvil, aunque su respiración era rápida contra su palma. Y entonces… la presencia se detuvo.
Silencio puro. No como el silencio del castillo en la noche, este era un silencio que se sentía consciente, como si algo los estuviera evaluando.
"Dioses, que maldita cagada. ¿Acaso no había algo más lindo? Como un unicornio o algo así" pensó al aire antes de escuchar una voz.
No una voz humana, no una voz en inglés o en cualquier otro idioma que pudiera reconocer. Era algo más profundo, más primitivo. Un susurro en la oscuridad.
"Hijo del amor…" La respiración de Draco se le atascó en la garganta. ¿Qué? "Tu olor… no es como el de los otros magos…"
Sentía una punzada de pánico, pero también… algo más, algo extraño.
Comprendía las palabras. No estaba seguro de cómo, sin embargo de alguna manera, sj mente interpretaba el siseo bajo y gutural del Basilisco como un lenguaje que podía entender.
"¿Quién eres?" Preguntó con la voz apenas era un murmullo, porque seamos sinceros, siempre estaba la posibilidad de que finalmente se haya vuelto cucu (loco)
"¿Tú quién crees que soy?" respondió la criatura. Esta bien, no sabia muy bien que tenía que pensar. "Tu energía es distinta" continuó el Basilisco. "No eres solo un mago" ¿Cómo lo sabia? ¿Era algo de todas las criaturas míticas y asesinas o solo suya? Aunque viendole el lado positivo, al menos no los había matado instantáneamente, eso ya era un avance.
"Eso… es complicado" susurró en respuesta.
"No es complicado, nada es tan complicado como ustedes creen, son solos tontos ciegos"
Eso lo tomó por sorpresa. ¿Acaso el Basilisco les había salido poeta? ¿O era una especie de mensaje encriptado que se suponía que debía descifrar? Él hacía de la carnada bonita, Annie se encargaba de los acertijos.
Asi qué volviendo al pensamiento normal, esto no no tenía sentido. Sin duda lo que sí tenía sentido era esto: el Basilisco no los había atacado.
Poco a poco, le dio un leve golpesito en el hombro a Lavender, aunque no saco aún las manos de sus ojos. "¿Dray…?" Hablo con la voz sonó cautelosa, y no se movió. "¿Por qué no estamos muertos?"
Buena pregunta.
Y la respuesta era aún más extraña.
"La escuchaste" le dijo al Basilisco frente a ellos.
"Es que como no he visto a alguien hace tiempo, se sintió un poco feo matarlos de inmediato. Por cierto, me llamo Euryale"
Lo primero que pensó cuando la gigantesca serpiente le dijo su nombre fue: ¿Cómo demonios se supone que recuerde eso?
"¿Euryale?" repitió con cuidado.
"Puedes llamarme Eury. Para los amigos" siseó la enorme criatura con una voz profunda y melódica que lo hizo sentir como si me estuviera envolviendo en una manta fría.
¿Amigos? Esto estaba escalando rápido. "Genial, porque no iba a recordar todo lo demás" murmuro Draco antes de carraspear y volverse hacia Lavender, que seguía con los ojos cerrados y una expresión de absoluta confusión. "Bien, Lav. Puedes abrir los ojos. No vamos a morir" creo, agregó mentalmente.
Ella parpadeó con precaución y cuando su mirada finalmente se posó en la criatura frente a nosotros… Bueno.
"Oh por Merlín y Godric Gryffindor, esto es lo mejor que me ha pasado en la vida" jadeó su amiga con una mezcla de fascinación y absoluta emoción.
Eury (que al parecer era hembra) ladeó la cabeza curiosa. "Le agrado"
No podía culparla. La maldita cosa era hermosa, de la forma más aterradora posible. Escamas relucientes de un verde profundo, ojos dorados que reflejaban la poca luz del lugar (y ahora que no te mataban con una mirada, eran bastante bonitos). Su cuerpo era puro músculo, una bestia antigua que debería haber sido un monstruo… sin embargo allí estaba, charlando como si fueran viejos conocidos.
Lav dio un paso adelante. "¿Puedo tocarla?"
"¿Quieres tocar a un Basilisco? ¿Con qué parte del cerebro tomaste esa decisión?"
"Con la parte que dice 'maldita sea, esta es una oportunidad única en la vida'."
Eury siseó una risa. "No me molesta".
Obviamente. Porque su vida nunca era sencilla, le dio un asentimiento de cabeza y Lav levantó la mano con un cuidado inusual en ella y deslizó los dedos por las escamas brillantes. Soltó un pequeño sonido de asombro.
"Draco. Puede que no me creas, pero esto es tan suave"
"Sí, sí. Maravilloso. Ahora que tenemos un nuevo y adorable amiguito, ¿podemos salir de la cueva del terror?"
"¿Pero y si hay más cosas cool aquí?"
"Más cosas cool" claro. Como trampas mortales y magia antigua esperando para matarlos.
Suspiró, volviéndose de nuevo a Eury. "Oye, amiga, ¿puedo preguntarte algo?"
"Por supuesto".
"¿Qué rayos haces aquí abajo? ¿No tienes… no sé, un plan? ¿Una vida?"
Su cuerpo se deslizó con gracia, enroscándose con un sonido suave. "Mi maestro, Salazar, me dejó aquí para proteger su legado. Sin embargo se marchó hace tiempo ya, y nunca volvió".
Hubo un latido de silencio. "Oh" ¿Qué se supone que debe decirle? Necesita ayuda en esta clase de interacciones sociales, por favor.
Eury inclinó la cabeza con su lengua bífida asomando brevemente. "Siempre hablaba de los dioses. Decía que él mismo era uno de sus decendientes".
… Oh. Draco volvió a tragad saliva. Con razón podían entenderse, Afrodita debía estar mirándolos desde algún rincón del Olimpo con una sonrisa de "ajá, sabía que esto te pasaría".
Lavender chasqueó los dedos frente a él. "Ey, ¿qué dice? No entiendo ni una palabra de idioma serpiente"
"Uh… dice que Salazar era un egocéntrico de mierda que la dejó botada" cada día perdía más su fe en los hombres.
La Basilisca siseó un sonido que lo hizo pensar en una risa baja. Técnicamente, no estaba mintiendo.
Lav frunció el ceño. "¿Qué clase de persona abandona a su mascota gigante? ¡Eso es abuso animal!"
"Bueno, Salazar no era exactamente conocido por ser un hombre equilibrado" razono.
Eury dejó escapar un sonido como un resoplido. "Estaba obsesionado con su legado. Y con Godric" susurró lo último con un pesar y dramatismo que hizo a Draco sentirse impresionado.
Lavender y él intercambiaron una mirada idéntica cuando le traducio. "Perdón, ¿qué?"
"Godric Gryffindor. Su compañero. Su corazón y su tormento" siseó la serpiente con un dramatismo que respetó aún más, Lavender le tocó el brazo para que le traduzca.
Abrio la boca y luego la cerró. "El Salazar estaba loquito por Godric" ahora se giró hacia la Basilisca. "O sea que… ¿estaban juntos?"
"Lo estaban" confirmó Eury. "Hasta que no lo estuvieron" uuuh, eso sonaba interesante.
Lav soltó un jadeo exagerado. "¡No me digas que Salazar lo dejó porque Godric le dijo que los hijos de muggles merecían derechos!"
Hubo un silencio significativo.
"Salazar nunca manejó bien los desacuerdos" hablo Eury con un tono casi diplomático.
Él se llevó una mano a la cara. "Por favor dime que al menos tuvieron una conversación adulta sobre esto"
"Mi maestro se fue en medio de la noche sin decirle nada"
"¿Qué?"
Lavender se llevó una mano al pecho, escandalizada. "¡¿Ni siquiera una carta?! ¿Un 'oye, lo nuestro fue lindo, pero me voy a buscar gente más elitista'?"
"Simplemente desapareció" confirmó la serpiente.
"¿Y qué hizo Godric?" preguntó Draco completamente atrapado en la historia.
"Se pasó meses buscándolo. Luego quemó sus cosas y fingió que nunca había existido" Bueno, eso era algo que él también haría, pero ese no es el punto.
Lavender se dejó caer dramáticamente en una piedra cercana. "Por Merlín, qué relación más tóxica"
"Totalmente" asintio con los brazos cruzados.
Eury siseó de nuevo claramente divertida. "¿Ustedes dos siempre son así?"
"Así de fabulosos e intensos? Obviamente"
Su nueva amiga gigante no pareció disuadida en lo más mínimo. "Me gusta"
Lav sonrió y volvió a acariciar su lomo. "Eres oficialmente parte del club"
"¿Tenemos un club ahora?"
"Lo tenemos desde hace diez segundos. Y Eury es nuestra primera mascota oficial"
La serpiente inclinó la cabeza. "¿Eso implica algún beneficio para mí?"
"Mucho chisme y amor incondicional" respondió la chica luego de que le traduciera.
Hubo una pausa. Luego, Eury asintió. "Acepto"
Y justo así, la criatura más letal que Hogwarts había visto en siglos se convirtió en su nueva amiga. Tal vez esto sí era una oportunidad única en la vida.
.
"Así que… ¿te dejaron botada porque un idiota no sabía cómo manejar sus sentimientos? Me suena familiar" Luke...
Eury ladeó la cabeza, sus ojos dorados brillando con un aire pensativo. "¿Has sido abandonado también, pequeño hijo de Afrodita?"
Chasqueé la lengua. "No hablemos de mí. Estamos criticando a Salazar, sigamos con eso"
La serpiente siseó un sonido parecido a una risa. "Eres divertido"
Su amiga estiró los brazos con un bostezo y se acomodó contra una roca cercana. "Es que Draco y yo somos básicamente lo opuesto a esos dos. Yo soy Gryffindor y él es Hufflepuff, y míranos, mejor dúo de amigos del mundo, aunque tenemos a una amiga más, ella si seria tan Slytherin, la quiero tanto" termino soñadora.
Él concordó con satisfacción. "Claramente, la clave para una relación exitosa es saber que puedes debatir sin hacer un berrinche y desaparecer en la noche"
Eury los observó en silencio durante un momento. Luego, siseó suavemente: "Es agradable… ver algo así. No recuerdo la última vez que hablé con alguien sin que intentara matarme, o que yo intentará matarlos"
El comentario los dejó a los tres en silencio por un momento. Lavender fue la primera en hablar. "¿Nadie te ha visitado en siglos?"
"Nadie con quien pudiera hablar de manera civilizada y sin manipulación de por medio"
Se mordió el interior de la mejilla. Genial. Ahora se sentía culpable por algo que había pasado hace cientos de años. Lavender acarició suavemente las escamas de la serpiente con su expresión mucho más seria de lo habitual. "Bueno, ahora nos tienes a nosotros".
Eury parpadeó. "¿Volverán?"
"Obviamente" respondío él como si fuera la cosa más obvia del mundo. "Ahora que sabemos que vives aquí, no podemos simplemente ignorarte. Eso sería de mala educación" y su mami Narcissa lo había educado bien, gracias.
Lavender asintió con energía. "Sí, y además tienes el mejor chisme de la historia, ¿quién más puede decir que ha sido testigo de un drama fundacional de Hogwarts?"
La serpiente siseó de nuevo, y aunque Draco no entendía exactamente cómo funcionaba la expresión en una Basilisca, juraría que parecía genuinamente conmovida.
"Me gustaría que volvieran" admitió con suavidad.
"Entonces es un trato" hablo su amiga con una sonrisa. "Y la próxima vez te traemos algo para comer".
Los ojos de Eury se abrieron un poco más sorprendida. "¿De verdad?"
"Sí. Aunque…" la chica lo miró. "¿Qué comen los Basiliscos?"
Buena pregunta. Se volvio hacia Eury. "Sí, ¿qué comes? Porque si tu respuesta es 'niños traviesos', vamos a tener que reevaluar nuestra amistad"
Eury resopló. "No me interesa comer humanos. Mi dieta consistía en criaturas grandes del Bosque Prohibido… aunque cuando me encerraron aquí, tuve que conformarme con lo que pudiera encontrar, ratones, insectos ".
Lavender puso cara de horror. "¿Te obligaron a sobrevivir a punta de ratones y bichos durante siglos? ¡Eso es inhumano!"
Eury inclinó la cabeza, pensativa. "No soy humana".
"Bueno, injusto, entonces"corrigió Lav con los brazos cruzados. "La próxima vez te traemos algo mejor".
"Sí, pero nada raro, ¿eh?" agregó él. "Nada de 'Draco, ¿crees que le gusten los dulces?' ".
Lavender rodó los ojos. "No soy tan tonta" Luego se volvió hacia Eury. "¿Te gustan los dulces?"
Suspiró, ya la conocia demasiado bien.
Eury parpadeó. "Nunca he probado uno"
"¡Pues eso va a cambiar!"
Él se pasó una mano por la cara. "No me hagas ser la voz de la razón en esto" para eso está Annie, si les interesa.
Lavender ignoró por completo su advertencia y le sonrió a Eury con una energía radiante. "Nos vamos por hoy, sin embargo volveremos pronto con comida. Y solo tendrás que pagarnos con más chismes"
Eury los observó, sus ojos brillando con una emoción que el nunca había esperado ver en una criatura como ella.
"Estaré esperando"
Así fue como terminaron su noche, haciéndose amigos de una criatura muchos metros más altos que ellos que podría matarlos fácilmente.
....
"La belleza no es un adorno, es un arma".
Afrodita caminaba con la gracia de alguien que sabía exactamente quién era y lo que valía. No importaba que estuvieran en un claro del bosque, rodeados por la magia de Hécate y la brisa de la noche, ella seguía pareciendo como si estuviera en la pasarela de la eternidad. Y él, bueno… él era su hijo. Así que debía aprender a hacer lo mismo.
"Sí, sí, mamá, ya entendí" murmuró frotándose las sienes, estaba cansado por las tareas y demás, pero cuando Hécate le dijo que su madre se sumaría a su lección de la semana... bueno, no desperdiciaria una oportunidad como esa. "La belleza es poder. La pregunta es: ¿cómo convierto eso en algo útil en una pelea? Porque dudo que pueda coquetear con un monstruo para que no me coma" aunque eso sería algo gracioso de hacer.
Afrodita le lanzó una mirada de pura decepción maternal.
"Draco, cariño, ¿crees que te traje al mundo solo para que seas un adorno bonito? La gente no teme a lo hermoso porque es frágil. Teme porque lo hermoso destruye sin ensuciarse las manos".
Hécate asintió desde su lugar junto al círculo de fuego azul que había invocado minutos antes. "Tu madre tiene razón. La magia fluye a través de la percepción. La forma en la que te ven, en la que te sientes, en la que te proyectas… todo eso influye en lo que puedes hacer. Si un ejército te ve como alguien intocable, como un rey en su trono de mármol, nunca cuestionará tu poder".
Eso sonaba bien en teoría, aunque…
"Me gusta la idea de ser un rey, sí, claro" dijo alzando una ceja ", aunque sigues sin decirme cómo aplico eso en batalla".
Afrodita sonrió con satisfacción, como si hubiera estado esperando que preguntara eso. Se acercó y le colocó una mano en el pecho, justo sobre el tatuaje de mamá Narcissa.
"Tu magia no es solo magia de semidiós. Es magia antigua, heredada de mí y de tu padre. Y ahora que la sangre de Cronos en mí ha despertado en ti…"
Oh.
Oh, sí.
Sentía la magia moverse debajo de la piel, algo líquido y vibrante, como si su cuerpo fuera un vaso lleno hasta el borde con energía pura. El tatuaje ardió con un calor que no era del todo doloroso, sino intenso.
"Tu canal de magia" susurró Hécate. "Es diferente a los demás".
Él se miró el brazo. El tatuaje de Narcissa no era un simple grabado en la piel. Nunca lo había sido. Se retorcía, se movía con cada oleada de poder, como si fuera parte de él en un nivel más profundo. Como si en lugar de tinta estuviera hecho de pura magia.
Afrodita chasqueó los dedos. "Es hora de que aprendas a usarlo".
Y entonces el entrenamiento comenzó de verdad.
.
"La gente cree lo que ve" hablo su madre mientras caminaba en círculos a su alrededor. "Y lo que ve… lo decides tú."
"¿Quieres que haga trucos de ilusionismo?" Murmuró con brillos en los ojos. Le encantaban los trucos ilusiorios.
Ella suspiró con paciencia infinita.
"No. Quiero que aprendas a controlar la manera en la que te perciben" ¿Eso significaba nada de nada de hechizos ilusorios? Afrodita extendió la mano y con un movimiento fluido, su apariencia cambió. Ya no era solo la diosa del amor, sino algo más. Su porte era regio, su mirada intensa. Su belleza se volvió menos delicada y más imponente, como la de una reina en un trono dorado. De repente, no parecía alguien a quien quisieras subestimar.
"Si caminas como un rey, te tratarán como uno. Si proyectas duda, dudarán de ti. Si sonríes con confianza, aunque no tengas idea de lo que estás haciendo, nadie se atreverá a cuestionarte".
Le pasó una mano por el cabello y lo hizo girar los hombros hacia atrás. "La belleza no es solo un adorno. Es una armadura. Y en tu caso, Draco, es un arma".
Pensó en eso mientras practicaba. No se trataba solo de verse bien (aunque, vamos, eso ya lo tenía dominado). Se trataba de presencia, de actitud.
Cuando volvió a pararse frente a Afrodita, ella sonrió. "Ahora eso está mejor".
Si quería que un enemigo dudara, debía mostrar confianza absoluta.
Si quería que un aliado lo siguiera, debía ser un líder incuestionable.
Si quería que Zeus dejara de joderle la vida… bueno, ahí iba a necesitar un plan a largo plazo.
.
La magia no es estática. Cambia con los sentimientos, con la intención. Afrodita le enseñó que el amor, el deseo, la pasión, incluso la ira, eran combustibles perfectos. Hécate, en cambio, le enseñó que debía ser lo suficientemente astuto para usarlos sin dejar que me controlaran.
"La emoción te da poder" comenzó la Diosa del Amor con una mano en su mejilla. "Sin embargo la estrategia te da la victoria".
"¿Y qué pasa si quiero ambas?" pregunto con una sonrisa.
Ambas Diosas se miraron, para luego sonreír de la misma manera peligrosa.
"Entonces, Draco" susurró Hécate ", estarás destinado a la grandeza".
Y sinceramente, eso no le sonaba nada mal.
..
El entrenamiento con Hécate siempre era un desafío. Nunca le daba las respuestas fáciles. Si fallaba un hechizo, no se lo corregía de inmediato, sino que lo dejaba encontrar la falla por sí mismo. Si su canalización mágica se interrumpía, lo obligaba a empezar de nuevo desde cero. Era frustrante, pero le encantaba. Le gustaba mejorar, le gustaba superarse.
Pero esa tarde, algo se sentía... diferente.
Afrodita estaba ahí. Y no con su actitud usual de madre amorosa y sobreprotectora, en cambio tenia con una expresión calculadora, como si lo estuviera evaluando. Hécate, por su parte, tenía los brazos cruzados y una sonrisita de diversión contenida. No confiaba nada en esa sonrisita.
" ¿Qué pasa?" preguntó deslizándose los guantes de cuero con los que entrenaba.
Su madre ladeó la cabeza, mirándolo. como si fuera una pintura incompleta.
"Mi hijo es fuerte" comentó, y en su voz se notaba un brillo de orgullo. "Eres rápido, preciso… pero no has peleado conmigo".
Ah.
Eso no era una pregunta. Era un desafío.
Fruncí el ceño. "¿Quieres que entrene contigo?" Eso... eso no sonaba tan mal eh.
Afrodita sonrió, y en sus manos aparecieron dos dagas de filos curvos y oscuros. Reflejaban la luz del atardecer con un brillo letal.
"Katastrophí".
El nombre retumbó en el aire como una profecía. Draco sintió un escalofrío recorrerme la espalda mientras que Hécate silbó bajo.
"Así que traes las pesadas, ¿eh?"
"No voy a contenerme" respondió Afrodita, girando las dagas con la facilidad de alguien que había peleado con ellas toda su existencia. "Mi hijo es un guerrero. No lo subestimo'.
Algo dentro de ŵl ardió con satisfacción. Así es como quiero que lo traten. Como un igual. No como un niño frágil.
Sonrió aún más.
"No sé si deba pelear contra mi propia madre" comentl probando la tensión en su látigo-espada antes de desenrollarlo con un chasquido seco. "Sería un poco vergonzoso para ti si pierdes" si algo le habia enseñado Clarisse en el campamento, era el arte de la provocación (Luke decía qje era una mala influencia para él, Clarisse se defendía diciendo que solo sacaba su lado oculto).
Afrodita levanto una ceja divertida.
"Oh, cariño, piensas que tienes una oportunidad".
Y desapareció.
No se movió. No corrió. Simplemente dejó de estar ahí.
El instinto le gritó que se moviera. Giró en el último segundo, apenas esquivando la daga que rozó su cuello. Sentía el corte en el aire, chasqueó el látigo en un arco amplio para alejarla, sin embargo la Diosa esquivó con la gracia de una bailarina.
"No me lo estás poniendo difícil" comentó ella moviéndose con la ligereza de una pluma.
"¿Y quién dijo que iba en serio?"
Afrodita sonrió más divertida aún.
Atacó.
Intento enredar su daga con el látigo, pero era demasiado rápida. Cada golpe que lanzaba encontraba aire vacío o el sonido metálico de sus dagas desviándolo. A su alrededor el polvo se alzaba en remolinos y la energía vibraba con la emoción de la batalla. Entonces todo se volvió un caos.
Afrodita cambió el ritmo. De la danza pasó al ataque. Su velocidad se duplicó. No le dio respiro, no podía pensar, solo reaccionar. Cada bloqueo le costaba más, cada movimiento era más forzado.
Y entonces lo jodieron.
"No te distraigas' hablo Hécate.
El suelo bajo sus pies se convirtió en agua, que pasó a lodo pegadizo. Un segundo estaba en terreno firme. Al siguiente, sus botas se hundían en lodo espeso. Así que como se imaginaran, su equilibrio se fue al carajo.
"¡Oh, vamos! ¿Las dos contra mí?" Eso no le sonaba muy justo, aunque no negaría que le emocionaba la idea de pelear contra ellas a pesar de sus probabilidades de perder.
"No eres tan indefenso" contraatacó Afrodita, lanzándose de nuevo a la carga.
Y él sonrió.
No, no era indefenso. Era un Malfoy, era un hijo de Afrodita, era un semidiós.
La pelea apenas comenzaba.
Y si querían jugar sucio... él también podía hacerlo.
El lodo de Hécate le hundía los pies, atrapándolo justo cuando Afrodita se lanzaba con esas dagas malditamente rápidas. Sin embargo Draco no iba a quedarse quieto como un imbécil esperando a que lo hicieran puré de semidiós.
Así que hizo lo que cualquier hijo de Afrodita con un poco de astucia haría.
"Hágase la luz".
Dijo las palabras con la seguridad de un rey dictando una orden, y su piel se encendió. No en fuego, sino en pura belleza.
Deslumbrante. Radiante. Divina.
La magia de su madre no era solo encanto y manipulación. Era un arma, tal y como ella había dicho. Afrodita se detuvo una fracción de segundo, no porque no estuviera acostumbrada a la belleza, sino porque él acababa de canalizar su propio poder contra ella.
"¡Oh, qué inteligente, amor!" exclamó claramente orgullosa.
Y ese fue el momento en el que Draco aprovecho. Hundió su mano en el lodo, sintiendo la magia de Hécate vibrando en la tierra, y la devolvió. No necesitaba anularla, solo redirigirla. El lodo se volvió mármol sólido bajo sus pies.
Afrodita se recuperó demasiado rápido. Ya venía por él de nuevo con las dagas listas.
Movió el látigo. No para golpear, para distraer. Ella se inclinó hacia un lado para esquivar un golpe que nunca iba a llegar, y ahí es cuando se movió. Él se deslizo hacia su lado ciego y lanzó un puñetazo directo a su abdomen.
La golpeó.
A su madre. A la diosa del amor. A una de las inmortales más viejas del Olimpo.
Y -por un segundo glorioso-, ella pareció sorprendida.
"¡JA!"
Luego desapareció, y su daga estuvo justo en su cuello. Congelado, tragó saliva, pero no se rindió.
"Psique". El hechizo salió con voz baja, aunque la magia lo amplificó, Afrodita parpadeó.
Draco volvió a moverse a la par que Hécate sonrió. Porque sabía lo que había hecho, era el hechizo del alma. No era una ilusión, sin embargo sí algo peor. Durante un segundo, Afrodita vio lo que él quería que viera.
No a él, sino a otra versión suya. Un paso a la izquierda, el tiempo suficiente para que girara su daga en la dirección equivocada.
Entonces lo aprovecho. Pateó su pierna, la empujé y la derribó.
Sk madre, tirada en el suelo. Nunca, en todas sis décadas de existencia (osea, meses en el campamento mestizo y entrenamiento con Hécate) Draco había sentido tanta satisfacción.
Ese sentimiento le duró dos segundos.
Porque Afrodita se carcajeó.
"Oh, mi amor, eso fue MARAVILLOSO!" Y después lo derribó con un simple toque de su mano en su frente.
Él despertó en el suelo. Hécate se inclinó sobre él con su mejor sonrisa de 'te lo iba a decir, pero me pareció divertido no hacerlo'.
"Buen intento, Draco".
Gimoteo levantándose un poco. "¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?"
"Solo un momento, amor" canturreó su madre tomándole de la mano para ayudarlo a levantarse. "Y créeme, lo hiciste mucho mejor de lo esperado".
Se sentó respirando hondo. "Pero perdí."
Hécate bufó.
"Niño, peleaste contra Afrodita y yo al mismo tiempo. Un niño mortal de doce años. Y casi le haces un buen rasguño a la diosa del amor".
Afrodita se sentó a su costado, sonriendo con puro orgullo.
"No vuelvas a subestimarte, cariño. Eres mi hijo".
...
La Sala de los Menesteres desapareció detrás de él con un susurro de magia, y el frío del pasillo lo golpeó de inmediato. Estaba sudado, con la ropa pegándose a la piel, el cabello revuelto, los músculos ardiendo después del entrenamiento. No era una imagen que permitiera a menudo, aunque después de dos horas esquivando hechizos de Hécate y dagas de su madre, lo último que le importaba era verme presentable. Además se veía bien sudado (no lo dice él, pregúntenle a cualquiera y verán).
Y, por supuesto, justo en ese momento tenía que encontrarse con Cedric Diggory. Porque el universo lo odia.
El chico wstaba apoyado contra una de las paredes de piedra, aparentemente casual, como si no hubiera estado esperándolo o siguiéndolo (y claro que no lo estaba, pero su ego lo prefería así). Lo miró y sonrió enormemente.
Su corazón hizo algo raro
Como si… sintiera calor en el pecho.
Oh, no.
"Draco" saludó con voz relajada, cruzándose de brazos. Las mangas de su túnica estaban arremangadas, dejando ver esos antebrazos que parecían sacados de un mito griego.
(Que no tenía derecho a tener. ¿Cómo podía ser tan… tan atractivo y luego esperar que uno simplemente respirara con normalidad? Egoísta de cuarta)
"Cedric" se detuvo a una distancia segura, o relativamente segura. Lo miró con el ceño fruncido. "¿No tienes lugares más interesantes donde estar?"
"Probablemente, aunque me han dicho que los misterios son más entretenidos".
"¿Misterios?"
"Si, por ejemplo... tú".
Draco cerró la boca.
Maldito él y su maldita voz suave.
"¿Yo qué?"
"Desapareces todo el tiempo. A veces, ni tú amiga Brown sabe dónde estás"
Él se encogió de hombros.
"¿Y qué, vas a decirle a McGonagall? No esta prohibido desaparecer que yo sepa" si alguien se atrevía a decir que se puso nerviosos y por eso estaba a la defensiva, Draco le cortaría la lengua.
"No. Pero me da curiosidad" Cedric inclinó la cabeza, analizándolo con esos ojos dorados, ese maldito brillo que no tenía derecho a poseer. Era el tipo de luz que no quemaba, en cambio calentaba. Que te hacía bajar la guardia antes de que te dieras cuenta. Era peligroso.
"Quizá me guste desaparecer" replicó enderezando los hombros. "Y si piensas interrogarme, te ahorraré el esfuerzo. No me gustan los chismosos".
Cedric se rió. "No soy un chismoso."
"Claro, y yo no soy devastadoramente atractivo"
Error.
Porque la sonrisa de Cedric se volvió más lenta, más felina.
"Bueno, en eso no puedo discutir".
Mierda.
El chico no jugaba limpio, pero Draco tampoco.
"Tú tampoco eres feo, Cedric".
Eso sí lo tomó por sorpresa.
Una fracción de segundo, nada más, sin embargo lo vio. El ligero parpadeo, la rigidez en su postura, la manera en la que su mandíbula se tensó. Interesante. Aunque antes de que pudiera regodearms demasiado, le llegó el maldito pensamiento:
No se parece a Luke.
No lo hacía, y a la ve zhabía algo.
Algo en la manera en la que sonreía con la boca y no con los ojos. Algo en la forma en la que miraba y esperaba.
Luke le daba la sensación de una tormenta inminente. Cedric era distinto, no era una tormenta, era un maldito atardecer dorado, envolviéndote en su luz sin que pudieras evitarlo.
Y si había algo que él no podía permitirme, era enamorarse.
No tenía tiempo para eso. No quería tiempo para eso.
Así que hizo lo que mejor sabía hacer:
Fingió que no le importaba.
"Fue un placer verte, Cedric" Le dio una sonrisa de revista, un movimiento despreocupado con la mano. "Aunque si vas a acosarme, al menos la próxima vez ten la decencia de invitarme a cenar".
Y se fue sin esperar respuesta.
Pero sintió su mirada en la espalda durante todo el camino.
.
Draco se recostó sobre la cama con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
Estaba en crisis.
No una crisis de vida o muerte, ni siquiera una de 'oh no, accidentalmente amenacé a Zeus otra vez' (que ya había pasado) o una crisis de moda. No, esto era peor.
Era una crisis emocional.
Y lo peor de todo era que él ni siquiera era una persona emocional.
"Esto es ridículo".
Lavender que estaba acostada boca abajo en la cama de al lado, masticaba una pluma con aire de superioridad.
"Lo es" confirmó con una sonrisa felina.
"¡No deberías estar de acuerdo!" Se suponía que debía de hacerle la contraria y hacerle una linda mentira en la que viviría felizmente, ese era el plan.
"Pero lo estoy".
Tomó una almohada y se la lanzó a la cara. Lavender la atrapó sin esfuerzo y se sentó con la mirada afilada de una bruja que estaba a punto de cambiar si vida.
"Dray, solo escucha con atención".
"No quiero."
"No tienes opción".
Bufo, ¿no podía tener una amiga normal? "¿Esto es otra intervención sobre lo poco que duermo o algo peor?" Porque en realidad esperaba que fuera eso.
"Peor".
Genial. Lavender apoyó los codos en sus rodillas, observándolo como si él fuera un libro interesante que acababa de abrir. Esa mirada lo ponía nervioso. No porque no le gustara ser el centro de atención (por favor, era Draco Malfoy), sino porque su amiga veía cosas.
Lavender siempre veía cosas.
No sabía cómo, ni por qué, sin embargo ella siempre sabía.
"Diggory."
Suspiró pesadamente. "¿Qué con él?"
"Te gusta".
Draco la miró con horror. "Retíra eso por tu propio bien"
"No puedo".
"Retíralo igual."
"No funciona así."
Él solo hundía aun más la cara entre sus manos. "No me gusta".
"Draco" hablo la chica con voz de. advertencia
"Que no me gusta."
"Draco" volvió a repetir.
Se desplomo dramáticamente sobre la cama. "Es ironía cósmica".
Lavender arqueó una ceja. "¿El qué?"
"Que ame las cosas románticas, soy un romántico de primera, amo las flores, las cartas, las.peliculas cliche, cualquier pequeño gesto de mínimo interes" y soy hijo de la diosa del amor y ni siquiera sé qué hacer con el amor, agregó mentalmente.
Lavender se rió de forma fuerte.
Y mucho.
Demasiado.
"No es gracioso".
"Oh, si es muy gracioso".
Draco se lanzo sobre ella con otra almohada, y terminaron en el suelo entre risas y empujones. Sin embargo cuando Lavender lo miró, su expresión cambió. Fue un cambio sutil, casi imperceptible, aunque igual lo notó. Su sonrisa se suavizó. Sus ojos adquirieron un brillo extraño.
"Draco."
Él trago saliva. "¿Qué?"
Lavender veía cosas.
Y ahora lo estaba mirando a él.
"Vas a amar de una manera que te va a doler".
Se quedó en silencio.
Porque no lo dijo como una broma, no lo dijo con ironía ni burla. Lo dijo con certeza.
"Pero no significa que no valga la pena".
Su garganta se cerró. "¿Qué estás diciendo?"
Lav le sonrió con esa tristeza serena de alguien que sabía algo que él no. "Que el amor es la mejor tragedia de todas".
Y luego actuó como si no hubiera dicho nada en absoluto.
¿Ya habia dicho que su amiga era rara?
....
Hay muchas cosas en esta vida que no entiende. Por ejemplo, cómo es que la gente cree que los Crocs son aceptables para la sociedad. O cómo es que Hermione Granger, la bruja más inteligente de la escuela, aún no se da cuenta de que está enamorada de Lav. O cómo es que Lavender Brown, la chica con el mejor cabello de todo Hogwarts, aún no se da cuenta de que está enamorada de Granger.
Es desesperante.
Quiere decir, Draco esta bastante seguro de que ambas se odian. Sin embargo también esta bastante seguro de que esa es la base de muchas historias de amor trágicas y apasionadas.
Él no es tonto, ha leído libros.
(… Okay, ha visto novelas, aunque el punto sigue en pie)
La tensión está ahí.
Es intensa.
Es innegable.
Y sin embargo, ninguna de las dos parece notarlo.
Granger y Lavender se estaban lanzando miradas asesinas por quinta vez en la semana, porque por supuesto que lo estaban haciendo.
"No todo se resuelve con maquillaje, Brown".
"Y no todo se resuelve con libros, Granger".
Ahí está.
La chispa.
El odio.
La represión.
Si esto fuera una de sus historias favoritas, las dos ya estarían besándose. Tristemente, parece que tendra que esperar.
Lo peor es que ellas piensan que su pelea tiene sentido. Que están debatiendo sobre algo importante, pero él sé la verdad, él sabe lo que esto realmente es. Es tensión romántica disfrazada de rivalidad.
Debería escribir sobre esto en su diario.
(… no tiene un diario, aunque si tuviera uno, esto definitivamente estaría en la página principal)
"¿Draco?"
Parpadeó dándowe la vuelta hacia aquella voz, Gafitas lo estaba mirando, esperando una respuesta.
… ¿lo había hablado? ¿En qué momento?
Lo observó con cuidado. Su cabello estaba tan desordenado como siempre, sus ojos verdes parecían aún más brillantes con la luz del sol, su boca estaba un poco tensa, como si estuviera nervioso por algo. Lo miró un poco más, el chico no desvió la mirada, Draco tampoco. Fue un segundo incómodo.
Y entonces…
"¿Vas a comerte eso?" Pecas interrumpió señalando su panecillo.
Le lanzó una mirada aburrida y confundida. "Sí."
Pecas asintió lentamente y no dijo nada más, lo cual era raro. Por lo general, si alguien pregunta por su comida es porque quiere robársela, y a pesar de eso Pecas no intentó hacerlo. Simplemente siguió mirándolo, como si estuviera esperando algo.
¿Qué rayos estaba pasando aquí?
Se giró hacia su amiga y Granger otra vez, que seguían peleando. Por supuesto que seguían peleando, ya que ellas estaban en su propia historia de amor trágica y negada. Y él es el único que lo nota.
Suspiró, apoyando la cabeza en su mano, luego miró su panecillo. Que, por lo menos, no estaba discutiendo con nadie. Volvió a suspirar cansado de ser el único con neuronas en este castillo.
....
Cuando volvieron a lo que sea esa cámara llena de cosas espeluznantes, Eury casi los mata del susto con la emoción con la que se lanzó hacia nosotros. Bueno, se lanzó en el sentido más metafórico posible, porque seguía siendo un basilisco gigante y si intentara lanzarse probablemente los convertiría en una bonita mancha en el suelo. Pero el punto es que estaba feliz de verlos.
"Draco Malfoy, llegas tarde".
Lavender sonrió de inmediato y cruzó los brazos. "Mira, Eury, por fin alguien que le dice eso sin miedo".
"¡Hey!" protestó él ofendido, no debió de haberle dicho a su amiga eso.
Eury ignoró su sufrimiento y se enroscó un poco más cerca, con la curiosidad brillando en su mirada sin pupilas.
"Pensé que te habías olvidado de mí".
Se llevó una mano al pecho, fingiendo estar herido. "Eury, ¿cómo podrías decir eso? ¿Acaso no soy tu criatura trágica favorita?" La basilisco chasqueó la lengua (o lo más cercano que un basilisco puede hacer a eso).
"Quizá, pero he oído rumores de que pasaste demasiado tiempo con un montón de dioses y héroes últimamente"
Lavender arqueó una ceja sin entender, Draco tenía mejores cosas que preguntar. "¿Quién te lo dijo?'
"Tengo mis fuentes".
La miró miramos de reojo. Oh, claro, porque ahora había una red de chismes de serpientes en Hogwarts. Perfecto. "Bueno, no soy yo quien trae los chismes hoy' hablo acomodándode contra una de las paredes de piedra con la naturalidad de quien no está enfrentando a una criatura capaz de matarlo con la mirada. "Eres tú, ¿no?"
Lavender chasqueó los dedos.
"¡Sabía que nos tendrías algo bueno!"
Eury sonrió de la única manera en que una serpiente gigante puede hacerlo: con mucha superioridad.
"Por supuesto. Y este es especialmente jugoso."
Lavender y él intercambiaron una mirada y se prepararon. Siempre que Eury decía eso, significaba que estaban a punto de enterarse de algo masivo.
"Bien" dijo Lav con los ojos brillando. "¿Qué tenemos hoy?"
El basilisco se tomó su tiempo, enrollándose con deliberación antes de soltarlo. "Albus Dumbledore estaba enamorado de Grindelwald".
El silencio que siguió fue glorioso. Lavender lo miró con la boca entreabierta, él parpadeó lentamente, tratando de procesar la información.
"No puede ser" susurró.
"Sí puede ser" confirmó Eury, disfrutando cada segundo de nuestra incredulidad.
Lavender sacudió la cabeza, con una sonrisa de puro caos formándose en su rostro. "¿Dumbledore tuvo un romance épico con el tipo más tenebroso antes de Voldemort y nadie nos lo dijo?"
Eury siseó en lo que casi sonó como una risa. "El mundo mágico no es muy bueno manejando drama gay".
Draco se pasó una mano por la cara. "Esto cambia todo..." ¿su director cascarrabias era un aliado?
"¿Van a seguir diciendo eso o quieren más detalles?"
Ambos se callaron inmediatamente.
"Más detalles" afirmaron al mismo tiempo.
Eury sonrió como la Basilisca dramática y chismosa.que era. "Bueno, entonces siéntense, porque esto se pone mucho mejor".
....
Todo era niebla.
El tipo de niebla que se aferra a la piel como una segunda capa, fría y pegajosa, que se mete en los pulmones con cada respiración. No podía ver más allá de unos pocos metros, sin embargo el aire olía a humedad, como si estuviera en la orilla de un lago… o algo peor.
Se giró sobre sus talones. Nada.
Bien.
Otro maldito sueño raro.
Porque, claro, no podía soñar con cosas normales, como estar en una playa rodeado de chicos atractivos o recibir el Grammy a "Mejor Artista del Año". No, tenía que ser niebla y silencio inquietante.
Y, de repente, él apareció.
Grover. En un vestido de novia.
Casi le da un infarto. Porque no era cualquier vestido de novia. Era uno de esos modelos victorianos, con encaje en cada maldita esquina, mangas largas y una falda que parecía sacada de un comercial de detergente para ropa blanca. Un velo le caía por los rizos, dándole un aire casi místico. Casi. Porque el ramo de flores en sus manos temblaba ligeramente, y su expresión era la de alguien que acababa de ver a la Parca reservándole una cita.
"¿Grover?" Él no respondió. "¿Por qué estás vestido de novia?" Volvió a preguntar, tampoco respondió. "No me jodas, Grover, ¿esto es algún tipo de advertencia? ¿Voy a casarme y no me avisaron?"
Nada.
Solo el sonido del viento susurrando entre la niebla. Y luego… abrió la boca.
"Blaaaaahhh" ¿eh? ¿Qué rayos significaba eso?
"… ¿Qué?"
"Blaaaaahhh".
Retrocedió un paso. "¿Eso es un mensaje en código? ¿Es la contraseña de una sociedad secreta? ¿Grover, por qué mierda estás balbuceando como una cabra con migraña?" Pero él simplemente oo miró, y de repente la niebla lo envolvió como si nunca hubiera estado ahí.
El silencio cayó otra vez. Y entonces, la vio a ella.
Silena, su hermana.
El aire se volvió más frío. No como el frío de un día lluvioso o el de una noche de invierno en Hogwarts. No. Este era un frío que se filtraba en los huesos, que helaba la sangre en las venas y te hacía sentir que, en cualquier momento, algo iba a salir terriblemente mal.
No la había visto en mucho tiempo.
Mucho.
Pero ahí estaba, de pie frente a él, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Su vestido era elegante, negro como la medianoche, ajustado a su silueta con la misma precisión con la que solía manipular a todos a su alrededor. Su cabello caía en ondas perfectas, y su maquillaje estaba impecable, como si la si alianza con Cronos, la traición y el tiempo no hubieran dejado ninguna marca en ella.
Su mandíbula se tensó. Porque la última vez que la vio, ella lo estaba apuñalando.
"Draco" hablo su voz. Y no era el tono dulce que usaba cuando quería algo. Era algo más pesado, más oscuro, algo que se sentía como un cuchillo afilado deslizándose entre costillas (y creanle, Draco sabe como se siente eso).
Se cruzó de brazos. "Bueno, esto es incómodo".
Ella rió, un sonido suave y casi encantador. "¿Es así como me saludas después de tanto tiempo?"
"Bueno, la última vez que nos vimos estabas muy ocupada traicionándome y casi matándome, así que no estoy seguro de cuál es el protocolo aquí. ¿Un apretón de manos? ¿Un 'oye, qué bien te ves desde la última vez que intentaste asesinarme'?" En realidad quería hablar con ella, abrazarla, ayudarla, quería hacer tantas cosas... pero no podía, no era real.
Ella ladeó la cabeza, estudiándolo con esa mirada calculadora que siempre lo ponía de los nervios.
"Siempre tan dramático".
"Siempre tan apuñaladora".
Silena suspiró como si de verdad estuviera cansada de él, y luego dio un paso adelante.
"No confíes en el reflejo en el agua".
La frase lo golpeó con la fuerza de un relámpago. Sentía que su cuerpo se tensaba. "¿Qué?"
"No confíes en el reflejo en el agua".
Su voz era más baja esta vez, más siniestra. La niebla empezó a moverse a su alrededor, como si la estuviera absorbiendo, tragándosela poco a poco.
"Silena" intento mantener la calma, aunque el corazón le latía como un tambor de guerra ", ¿qué significa eso?"
Pero ella solo sonrió.
Esa sonrisa suya, la misma que usó cuando lo vio sangrar.
Y entonces, la niebla la devoró. Draco se despertó de golpe con el corazón martillando en el pecho. El techo de la sala común de Hufflepuff era lo primero que notó, iluminado solo por la luz tenue de la luna.
Su piel estaba fría.
Su respiración era un desastre.
Y la frase seguía repitiéndose en su cabeza, como un eco imposible de ignorar.
"No confíes en el reflejo en el agua."
....
Dos semanas antes de lo previsto, Lab y él habían podido salir de vacaciones invierno.
"¿Cómo es que lograron convencer a nuestros padres de esto?" preguntó ajustando sus lentes de sol mientras se dirigían a la puerta de embarque.
Lavender sonrió con esa expresión de 'soy adorable y salgo con la mía siempre' que conocía demasiado bien. "Manipulación emocional y una presentación bien estructurada."
"Ajá. ¿Y cuántas veces usaste la carta de 'es el sueño de mi vida'?"
"Seis" respondió la chica sin vergüenza.
Sonrío. Hermosa, realmente.
Eloise Brown y su padre los miraban con una mezcla de resignación y complicidad. Sabían perfectamente que este viaje no era solo unas vacaciones. Tenían una misión: reunirse con Annabeth (que había viajado antes que ellos, la muy maldita no se los habia dicho) y demostrarle que la música los llevará lejos.
… Bueno, y también aprovechar para desaparecer de Londres antes de que una Furia lo encontrara.
Sin embargo, claro, tenían un pequeño inconveniente. Habían estado desaparecidos todo el año.
Y no era solo un 'se tomaron un descanso'. No, ellos se habian evaporado sin previo aviso, sin contacto, sin entrevistas, sin ensayos. Ni siquiera habían dado señales de vida a su representante, el buen y sufrido Joey, quien probablemente estaba al borde de un colapso nervioso desde hacía meses.
¿Y lo peor?.Lo peor era que habían reaparecido de la manera más escandalosa posible.
Un video viral. Un video en el que Annabeth y él bajándose de un autobús en llamas.
Así es, en llamas. Porque si íban a hacer una entrada, tenían que hacerla legendaria.
"Nos va a matar" murmuró él mientras subían al avión.
"Pero lo hará con amor" replicó Lav con una sonrisa, y luego agregó: "¡Oh! ¿Ya pensaste qué canción vamos a tocar cuando veamos a Annabeth?"
Rodó los ojos con diversión. "La que ella quiera."
El vuelo fue largo, aunque el entusiasmo hacía que pasara rápido. Y luego, después de horas en el aire y el ajetreo del aeropuerto, finalmente la vieron.
Annabeth Chase, su mejor amiga, la única persona en la tierra que podía desafiarle intelectualmente sin que quisiera estrangularla (bueno, a veces sí).
Y ella gritó. "¡DRACO! ¡LAVENDER!"
Obviamente ellos también gritaron. Y luego corrió hacia ellos como si estuviera en una maldita película dramática. Lavender se lanzó primero, y el abrazo que se dieron fue tan fuerte que jura que alguien saldría con las costillas rotas.
"¡TE EXTRAÑÉ!"
"¡YO TAMBIÉN!"
"¡NUNCA VUELVAS A IRTE ASÍ, MALDITA!"
"¡LO PROMETO!"
Él se cruzó de brazos, fingiendo desinterés. "¿Y yo quién soy? ¿El vecino de al lado?"
Annie lo miró. Y luego oo embistió en un abrazo que casi le sacó el aire.
"Idiota."
Sonreía contra su cabello. "También te extrañé".
Cuando se separaron, Ann los miró con los ojos brillando de emoción.
"Díganme por amor a los Dioses que trajeron sus guitarras".
Lavender y él intercambiaron una mirada sonriendo con picardía.
"Obviamente."
Y justo cuando el momento se volvía más hermoso y emotivo, un tercer grito se escuchó en el aeropuerto. Uno lleno de desesperación, angustia y furia reprimida.
"¡¡¡MALDITOS NIÑATOS!!!"
Joey, su representante.
Con el cabello despeinado, la corbata mal puesta y una expresión de 'les voy a asesinar y luego revivirlos solo para matarlos otra vez'.
Los tres se giraron al mismo tiempo. "¡Joey!'exclamaron con alegría fingida.
"¡NO ME JO…! ¡¿SABEN TODO LO QUE ME HICIERON PASAR?!"
Lavender intentó calmarlo. "Te extrañamos".
"¡LITERALMENTE SALIERON DE UN AUTOBÚS EN LLAMAS Y SE HICIERON VIRALES! ¡¿EN QUÉ MOMENTO PENSARON QUE ERA UNA BUENA IDEA?! ¡OH, Y LUEGO VOLVIERON A DESAPARECER!"
Draco le dio unas palmaditas en el hombro. "Somos estrellas, Joey. Eso es lo que hacemos".
"Voy a llorar…"
Annabeth los miró con diversión. "Bienvenidos a América".
.
El estudio olía a café rancio y cables calientes, con la energía caótica de una tormenta eléctrica en plena formación.
Estaban aquí.
Después de años separados, después de todo (okey, solo uno meses) estaban en la misma habitación, con instrumentos en mano y una misión: hacer historia en ese jodido estudio de grabación.
Annabeth ajustó su batería, golpeando un redoble de prueba que hizo vibrar el suelo. Lavender afinó su bajo, moviendo la cabeza al ritmo de un beat imaginario. Y él… bueno, él miraba las letras de las canciones, tratando de no emocionarse demasiado. Porque eso significaba mucho más de lo que cualquiera de ellos quería admitir en voz alta.
"Muy bien" hablo Annie haciendo girar una baqueta entre los dedos. "¿Por cuál empezamos?"
Lavender y él se miraron.
"Caos primero, emociones después" dijo con una sonrisa traviesa.
"Take me away entonces" afirmo Lav con una carcajada.
Esa canción era un desastre… en el mejor sentido de la palabra. Desde el primer acorde, la energía se disparó por la habitación. Annabeth golpeaba la batería con furia controlada, cada redoble y platillazo perfectamente sincronizado con la locura que era su guitarra. Draco cantábacomo si el mundo se fuera a acabar mañana, y su voz mezclándose en un torbellino de rock y pop punk.
"¡Ey, Take me away!"
Annabeth gritó un "¡VAMOS, MALDITOS!" antes de desatar un solo de batería que hizo que Joey (quien los miraba desde la cabina) soltara un "Dios, ayúdenme".
La canción era una montaña rusa. Un himno al desastre. Y cuando terminaron, los tres estaban sin aliento, mirándose con sonrisas cómplices.
"Dime que lo grabaste" hablo el aunque sea obvio, observando a través del vidrio del estudio.
Joey presionó el intercomunicador. "Lo grabé. Pero me deben terapia".
.
Esta… esta era otra cosa. No era caos, no era locura. Era una carta. Se acomodó frente al micrófono, ajustando su guitarra mientras Lav tomaba su bajo y Ann se preparaba en la batería con un ritmo suave.
La primera nota resonó. El estudio se llenó con un sonido profundo, casi etéreo, mientras la voz de Draco se alzaba en la primera estrofa.
"Oh, Aphrodite, Bring me love and bring me youthm. Oh, Aphrodite, haven't you felt lonely, too?""
Su madre.
Esa canción era para ella. Para la diosa que nunca pude conocer realmente antes, y que ahora estaba siempre para él, para la mujer que estaba en cada reflejo, en cada destello de amor, en cada tragedia disfrazada de belleza.
Lavender cantó el coro junto a él, su voz mezclándose con la suya en un eco de emociones.
"Oh, Aphrodite, Bring me love and bring me youth. Oh, Aphrodite, haven't you felt lonely, too?"
Si ella supiera.
Si supiera que no era solo una metáfora. Que Afrodita no era solo una imagen poética en una balada de rock, cuando terminaron la última nota, el silencio en el estudio fue pesado.
Ninguno dijo nada por un momento. Hasta que Annie, con su forma de decir lo que todos pensaban, simplemente murmuró:
"Esa fue jodidamente hermosa".
Lavender asintió. "¿A quién se la escribiste?'
"A alguien que probablemente nunca entenderá lo que significa para mí".
Lav sonrió. "Dramático. Me encanta".
.
Si íban a hacer esto bien, tenían que hacer una de esas canciones.
Lavender y él, cantando juntos. Un duelo. Una conversación en acordes y letras. Las voces subiendo y bajando, entrelazándose como si fueran una sola. Y Annabeth, como la maldita diosa del ritmo que era, marcando cada cambio con la precisión de alguien que entendía el alma de la música.
Cuando todo terminó, cuando el último acorde se desvaneció en el aire, los tres nos miramos.
Lavender, con el bajo aún colgando de su hombro.
Annabeth, con las baquetas descansando en su regazo.
Draco, con la guitarra aún en las manos.
Después de todo este tiempo. Después de todo lo que pasaron.
Ahí estában.
Juntos.
En la música.
Porque la música era todo.
Y siempre lo sería.
.
La cena tenía un aura de familiar, aunque si alguien los miraba desde fuera, probablemente pensaría que eran un grupo de desconocidos atrapados en una sitcom de comedia. La mesa estaba llena de platos bien servidos (gracias a la insistencia de Eloise, que creía firmemente en alimentar a los adolescentes como si fueran a entrar en hibernación), y la conversación fluía entre risas, comentarios sarcásticos y algún que otro regaño disfrazado de preocupación.
Lucius con su usual postura de hombre refinado pero con corazón blando para su hijo, cortaba su carne con precisión quirúrgica mientras lanzaba miradas de reojo hacia él cada vez que decía algo demasiado sarcástico. Eloise Brown, por otro lado, tenía esa mirada de madre que lo ha visto todo y sobrevivió para contarlo.
Lavender, Annabeth y él… bueno, eran ellos mismo.
"Así que" Eloise apoyó los codos en la mesa, entrelazando los dedos ", ¿qué pasó exactamente con sus vacaciones de este año?"
Joey (quien probablemente se habría unido a la cena si no estuviera al borde de un colapso nervioso) los había estado regañando toda la semana por desaparecer todo el año. Pero escuchar la pregunta de Eloise significaba algo peor: un juicio maternal.
"Oh, no fue gran cosa" hablo Annie con falsa inocencia. "Solo terminamos virales en redes sociales después de saltar de un autobús en llamas" siempre era un momento memorable para recordar.
Su padre dejó su tenedor con un clink contra el plato, a pesar de que estaba al tanto de esp.
Eloise parpadeó y Lavender sonrió como si no fuera su culpa (cosa que, por primera vez en un tiempo, no era).
"Oh, sí, eso" agitó la mano como si fuera un detalle sin importancia. "Nada que un par de cicatrices emocionales y terapia no puedan arreglar".
"¿Y dónde se supone que estaba el adulto responsable en esta historia?" La mujer entrecerró los ojos, claramente reprimiendo un discurso maternal.
"Uhh…" Lavender miró a Annabeth también con curiosidad.
"Técnicamente, éramos nuestros propios adultos responsables" intervino ella con su lógica imbatible.
Lucius suspiró profundamente, frotándose el puente de la nariz. "Y luego se preguntan por qué tengo canas" murmuró.
Eloise se rió, dándole una palmada en el brazo. "Vamos, Lucius, admítelo, te encanta que sean así".
Draco sonrió con una expresión descarada. "Es cierto, padre, admítelo. Te divierte un poco".
Su padre le lanzó una mirada severa. "Draconis" uuh, nombre completo.
Él levantó las manos en señal de rendición, aunque su sonrisa seguía intacta. Lav que había estado callada por demasiado tiempo (una señal de que estaba tramando algo), de repente se inclinó hacia Ann con los ojos brillando de diversión.
"Entonces, Ann, ¿cómo va eso de ser la mejor baterista del maldito universo?"
Annabeth rodó los ojos, sin embargo no pudo evitar sonreír. "Oh, por favor, no exageres".
"No exagero, subestimo, que es distinto" insistió Lav.
"Lav, dijiste que mi solo fue tan bueno que hizo llorar a un dios" viéndolo así, deberían de preguntarle a Afrodita si alguno lloro.
"Exacto. Subestimé."
Eloise soltó una carcajada y miró a Lucius con una expresión de 'mira a nuestros hijos, son un desastre, pero un desastre adorable', por eso amaba a la mujer. Su padre por su parte, simplemente se rindió y tomó un sorbo de su vino.
"No sé cómo sobrevivimos a esto" murmuró.
"Con mucho amor" dijo llevándose un trozo de pan a la boca con dramatismo.
"Y mucha paciencia" añadió Eloise.
"Y probablemente magia" agregó Annabeth guiñando un ojo.
"Y un representante con nervios de acero" siguió Lavender, alzando su copa como si estuviera brindando por Joey, quien en algún lugar seguramente estaba gritándole a un asistente.
La cena continuó con más historias, más risas y más momentos que parecían pequeños destellos de algo seguro.
Porque eran un desastre.
Pero era su desastre.
Y eso era suficiente.
....
Las vacaciones terminaban, o al menos esta parte de ellas. Las maletas estaban listas, las despedidas inminentes, y el aire tenía ese peso extraño de cuando algo bueno está por terminar, aunque no del todo.
Lavender cruzó los brazos, mirándolos con la expresión de alguien que sabe que le están ocultando algo pero que, por ahora, no va a presionar.
"Está bien, no me digan" comenzó con fingida indiferencia. "Me quedaré aquí, esperándolos como la amiga leal y paciente que soy. Pero cuando descubra la verdad (y lo haré), espero una disculpa y un helado de vainilla extra grande".
Annie sonrió con un deje de culpa. "Te lo compensaremos, Lav."
"Sí, sí, sí" agitó la mano. "Aunque háganlo rápido, porque me están abandonando y ahora tendré que lidiar sola con nuestros padres".
"Oh, por favor" rodé los ojos. "Sabemos que amas toda la atención".
"Obviamente" sonrió su amiga ", sin embargo esa no es la cuestión".
Eloise y Lucius estaban cerca, observándolos con esa mezcla de orgullo y resignación que los padres perfeccionan con los años. Su padre miró a Annabeth con algo parecido al afecto paternal.
"Cuida a mi hijo, niña lista".
Annabeth se cuadró como si estuviera aceptando una misión de guerra.
"Siempre".
"No soy un niño, ¿saben?" Hablo a pesar de que nadie pareció escucharlo.
Eloise suspiró, arreglando una arruga inexistente en el abrigo de Lavender. "Bueno, al menos intenten mantenerse alejados de los autobuses en llamas esta vez".
Lav chasqueó los dedos. "Cierto, casi lo olvido" lo apuntó con el dedo. "Nada de videos virales sin mí'.
"Lo intentaré".respondió con toda la sinceridad del mundo (es decir, cero).
El momento de irse llegó demasiado rápido. Annabeth y él subieron al taxi, las ventanas bajadas, las despedidas llenando el aire.
"¡No se mueran!" gritó Lavender con una sonrisa.
"¡Lo intentaremos!" respondió Annabeth con la misma expresión.
El taxi comenzó a alejarse, alejándolos de su familia, de su amiga.
"¡Draco, no hagas estupideces!"
"¡Es parte de mi encanto!"
Ann suspiró, recostándose contra el asiento. "¿Listo para volver?"
Él miró por la ventana, las luces de la ciudad se desdibujaban a medida que se alejában y la idea de regresar al Campamento Mestizo se sentía extrañamente… correcta.
Sonrió. "Listo."
El campamento mestizo está esperando.
Sus hermanos, sus amigos están esperando.
Luke está esperando.
Así que adelante, a toda velocidad.
Notes:
Holaaaaa a todos!
Volví, luego de 20 años de dura espera... espero que les haya gustado el cap :).
Puse lo de que Godric y Salazar tuvieron algo porqué, seamos realistas, algunos más debieron pensar lo mismo que yo. Y si yo le cuento todo a mis perritos, siento que Salazar le contaría de sus líos amorosos a Eury porque nadie más lo aguantaba 😔. Y en medio de su charla me dio un buen de fiaca cambiarle de "esto" a "esto" ajjs.
Al escribir el entrenamiento de Draco solo pensé: Quiero que Afrodita pelee. Y así lo hice :), además de que lo puse para que dejen de estar jodiendo con eso de que Draco no hace nada, loco dejenlo ser feliz mientras pueda.
Ahora una pregunta para ustedes, si Draco y Percy tuvieran una pelea, cual de los dos creen que ganaría?Siendo sincera, no se si poner ahora o luego el segundo libro, asi que toca lanzar la moneda otra vez :). Aunque por las dudas igual puse el sueños con Grover y Lena... ¿hace cuanto no sabíamos nada de ella?
La parte de ellos de vacaciones en Estados Unidos fue total y completamente improvisada :). Porque mi hermano me dijo "che, pone esto y esto" y yo le dije "nah, hacelo vos si queres" y me quito el celular y se puso a escribir él. Así que gracias Noel :), me jodiste la trama que ya tenía.
Él escribió las últimas partes del capítulo, obvio yo le di algunos retoques pero no mucho más (que paja sinceramente, además de que no quería arruinar el trabajo que le costó tanto sudor, sangre y lágrimas 😔). Su plan era que vayan a usa y se despidan y listo, yo me quedé tipo "No, no, no" y lo obligue a escribir algún momento entre ellos, tipo, no habían estado ni 100 palabras juntos y él ya los quería separa (luego se puso a quejarse de que lo explotaba laboralmente, y que era mi historia así que lo escriba yo, él se metió en esto él se queda en esto).
No saben que mis minis vacaciones las tareas que me dejaron, son como un re de hojas y me quiero matar :). Además de que me retaron porque yo tenia que ir a la bandera el 24 (aunque el acto fue el viernes), a pesar de que yo había justificado y avisado de mi ausencia. En fin, profes corruptos.
Al final terminó ganando "Draco Tonks, Manual de Cómo Llevar una Doble Vida" así que en unos días seguro tendrán su estreno 😘 (si, no duermo, nunca lo hago, en realidad soy un vampiro). Sin embargo algo que cambiaré es que al final será un trío entre Percy, Draco y Jason :).
Eso es todo por hoy, nos vemos!
M. S. C
Chapter 13: Almost (Sweet Music)
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Cuando Annabeth y Draco finalmente pisaron el Campamento Mestizo, no pudo evitar soltar un suspiro exagerado de alivio. No porque se sintiera particularmente encantado de estar de vuelta, sino porque, por una vez, estar rodeado de semidioses locos, monstruos ocasionales y actividades extracurriculares que incluían esquivar lanzas y peleas con espadas, era significativamente menos estresante que lidiar con un dios del Olimpo cabreado. Sí, Zeus lo tenía en su lista negra, y aunque normalmente disfrutaría de la atención, preferiría no estar en la mira de alguien que lanza rayos por diversión. Así que, en resumen, se había pasado los últimos días huyendo, divirtiéndose en Hogwarts, disfrutando de su popularidad como cantante y escapando de una muerte inminente. Todo muy normal en su vida.
"Nunca pensé que diría esto, pero extrañaba este lugar" murmuró Annie a su lado, sonriendo mientras miraba las cabañas en la distancia.
Le lanzó una mirada incrédula. "¿Lo dices en serio? Porque yo todavía estoy esperando que alguien me reciba con una copa de champán y una suite de lujo".
Annabeth rodó los ojos, aunque la sonrisa no desapareció. Y en serio, la entendía. Después de tantas semanas de caos, de correr de un lado a otro, de conciertos, monstruos y un posible problema diplomático con Zeus (que claramente no era su culpa, solo para aclararlo), regresar al campamento tenía su encanto. Un encanto muy rústico y lleno de peligros, pero encanto al fin y al cabo.
Aunque, por supuesto, la paz nunca dura en este lugar. Apenas dieron unos dos pasos dentro del campamento cuando una multitud se había reunido alrededor de lo que claramente era una pelea. Los semidioses eran como niños en un patio de recreo: si hay drama, todos corren a mirar. Y aunque generalmente a Draco no le interesaban las peleas a menos que estuviera involucrado, el hecho de que todas las miradas se desviaran hacia él en cuanto entré lo hizo arquear una ceja.
"Oh, genial, me extrañaban" hablo con una sonrisa radiante, saludando con una mano como si fuera una celebridad llegando a la alfombra roja. Lo cual, técnicamente, no era.
"No es por ti, Draco" respondiósu amiga, sin embargo su tono sugería que, en realidad, sí tenía algo que ver con él.
La multitud se abrió un poco, y entonces lo vio: dos campistas dándose golpes mientras otros los animaban. No tenía idea de qué estaban peleando, pero lo interesante era que, en cuanto lo vieron, ambos se detuvieron. Fue casi cómico. Como si su presencia fuera suficiente para hacer que olvidaran completamente que estaban en medio de una pelea a muerte con cuchillos de bronce celestial.
"¿Me perdí algo importante o simplemente sintieron mi aura divina y decidieron que ya no valía la pena pelear?" preguntó con falsa modestia, inclinando la cabeza.
Will, que estaba entre la multitud, se acercó con su típica expresión de 'esto es demasiado caótico para mi gusto, pero aquí estoy'. Ellos no demasiado, sin embargo siempre había sido amable con él. "Draco, ¿qué hiciste ahora?" Preguntó el chico con un suspiro.
"¡Nada! He sido un ciudadano ejemplar. Un modelo de comportamiento. Un…c hizo una pausa, recordando que técnicamente había provocado a Zeus, huido a Gran Bretaña, causado un pequeño incendio en un autobús y posiblemente desestabilizado un par de relaciones sentimentales en Hogwarts. Bueno. Detalles. "Está bien, puede que haya hecho algunas cosas, pero nada que justifique que todos me miren como si fuera una celebridad caída del cielo".
"Porque lo eres" murmuró alguien entre la multitud, lo cual le hizo sonreír. Al menos alguien tenía buen gusto.
Clarisse apareció entonces, apartando a la gente con un gruñido. "Por fin llegaste, rubio. Creí que te habías muerto o algo".
"Casi" respondío alegremente ", pero no te preocupes, soy demasiado guapo para morir tan joven".
Annabeth resopló, y Clarisse solo le dio un puñetazo amistoso en el brazo antes de señalar la pelea que había quedado inconclusa. "Drew estaba haciendo de las suyas otra vez."
Ah. Por supuesto. Drew Tanaka, la nueva jefa de la cabaña de Afrodita, tenía un talento especial para hacerle desear que la adopten en cualquier otra cabaña que no sea la suya. Se masajeó las sienes, ya sintiendo el dolor de cabeza. "No me digas…" murmuró.
"Drew quería echar a una de las niñas nuevas porque 'no era lo suficientemente linda'" explicó Will, cruzándose de brazos.
La expresión en la cara de Draco pasó de la diversión a la furia en cuestión de segundos. Odiaba a Drew. No solo porque era una pesadilla en la cabaña, sino porque insistía en convertir la imagen de los hijos de Afrodita en un estereotipo vacío. Como si su madre solo se preocupara por la belleza y nada más. Y ahora estaba acosando a una niña nueva.
"Voy a matarla" anunció con una sonrisa.
Annabeth puso una mano en su brazo como si quisiera evitar que cometiera homicidio. "Solo… habla con ella primero. Y aunque sé que es tonto decir esto porque te conosco, hazlo sin violencia, o no tanta al menos".
"Por supuesto" le respondío con dulzura. "Hablaré con ella. Muy, muy fuerte".
Y con eso, se dirigió a su cabaña, preparándose mentalmente para otra ronda de 'Draco contra Drew: la batalla de los hijos de Afrodita'. Porque, al parecer, en este campamento nunca había un momento de descanso.
....
Cuando entró a la cabaña de Afrodita, supo que algo andaba mal. No fue el perfume excesivo ni las luces perfectamente alineadas para resaltar su 'belleza natural'. Fue el silencio. Un silencio tenso, denso como el maquillaje de Drew en un día de gala. Y hablando de Drew, ella allí estaba, con su sonrisa de superioridad y una niña temblorosa delante de ella.
"Lo siento, querida, pero aquí hay estándares" canturreó Drew, cruzándose de brazos. "Y, bueno... tú no los cumples".
La niña pelirroja con pecas -como una Weasley, aunque mucho más linda-, que apenas tendría diez años, se mordía el labio intentando no llorar. Y eso lo encendió.
"¡Drew!" Hablo haciendo que todas sus hermanas se giraran hacia él. Camino con calma, sin embargo cada paso fue como un trueno en el suelo. "No me digas que sigues con estas tonterías. Expulsar a alguien de nuestra cabaña porque no encaja en tu ridículo molde de 'belleza'. Vamos, en serio, ¿qué sigue? ¿Exámenes de simetría facial?"
Drew le dedicó una mirada condescendiente, como si él fuera un niño que no entendía cómo funcionaban las cosas. "Draco, querido, no todos podemos ser bendecidos con genes perfectos como los tuyos. Pero nuestra cabaña tiene una reputación. Y si dejamos que... cosas como ella" señaló con desprecio a la niña "se queden, perderemos nuestro lugar aquí".
La pobre niña miraba el suelo, aferrando su mochila como si esperara que la hicieran desaparecer en cualquier momento. "Perdón, no sabía que el bullying era parte de nuestra tradición familiar" respondío con sarcasmo, dando un paso al frente. "No recuerdo que Afrodita nos dijera que solo las personas con un cutis perfecto podían estar aquí. Ah, cierto, porque no lo hizo."
La chica puso los ojos en blanco. "Por favor, no hagas de esto un drama, Draco. No es mi culpa que algunos simplemente no pertenezcan aquí."
La rabia bullía en su interior. "Lo que no pertenece aquí es tu actitud de reina tirana, Barbuda infernal. Afrodita no es solo belleza, Drew. Es amor. Y si hay algo que tú no tienes, es eso".
Drew le sostuvo la mirada, sin embargo notó cómo apretó los labios. Se negaba a ceder terreno. "Mira, sé que te gusta hacerte el héroe, pero no puedes cambiar las reglas. Y hablando de traidores..." Su sonrisa se torció en algo venenoso. "Deberías saberlo mejor que nadie. Después de todo, Silena también pensó que podía jugar a ser la heroína y mira dónde terminó"...
El silencio cayó como una losa sobre la cabaña. Nadie se atrevía a respirar. Sus puños se cerraron con tanta fuerza que sentí las uñas clavándose en las palmas.
No.
Respiró hondo. No iba a darle la satisfacción de verlo explotar. No aquí. No ahora.
"Tú te quedas. Y si alguien te dice lo contrario, dile que venga y se atreva a decírmelo a la cara" La niña asintió rápidamente y tomó su mano. Drew lo fulminó con la mirada, aunque no dijo nada más. Sabía que se había pasado de la raya. Sabía que Draco no iba a quedarse callado.
Salió de la cabaña con pasos largos, sintiendo la presión en el pecho. Lo último que necesitaba era que le recordaran que si hermana había sido quien los había traicionado.
No sabía si Drew lo había hecho para lastimarlo o simplemente porque era una persona horrible por naturaleza, sin embargo no podía quedarse allí.
.
Salío de la cabaña de Afrodita con la pequeña a su lado, todavía sintiendo la tensión en los hombros. Drew había cruzado la línea, lo sabía, pero eso no significaba que la herida dejara de arder. Silena... No era algo de lo que hablaran. No todavía.
Respiró hondo, intentando recuperar la compostura. No podía dejar que la niña viera su enojo. Ella lo miraba con esos grandes ojos celestes llenos de admiración y, por alguna razón, eso lo hacía sentir... raro. No incómodo, sino responsable.
"¿Cómo te llamas?" preguntó mirando hacia abajo para encontrar su rostro curioso.
"Lily, Lily Reinolds"respondió con una sonrisa tímida, ah como el actor. "Y tú eres Draco, ¿verdad? Eres increíble. ¡Me defendiste a mí de Drew como un héroe!"
Él s detuvo en seco y parpadeó. ¿Héroe? No, para nada, aunque verla sonreír así... bueno, supone que eso hacía que todo valiera la pena. "No soy un héroe" hablo con un suspiro dramático. "Soy tu hermano mayor, Lily. Y eso significa que si alguien vuelve a molestarte, me lo dices y lo resolveremos juntos, ¿entendido?" Está bien, Draco tal vez lo resolvería de una manera violenta y con sangre, pero lo resolvería al final.
Su rostro se iluminó como si acabara de recibir la mejor noticia del mundo. Asintió con tanta emoción que su trenza pelirroja se tambaleó de un lado a otro.
"¡Entendido, hermano mayor!"
Sonrió. Por lo menos, algo bueno había salido de todo este desastre. Aunque todavía quedaba un largo camino por recorrer en la cabaña de Afrodita.
..
El aire se sentía más denso de lo normal cuando camino por el campamento, todavía con la adrenalina corriendo por las venas después de la pelea con Drew. Sin embargo, todo eso quedó en segundo plano cuando lo vio.
Luke Castellan.
Se veía exactamente igual, pero al mismo tiempo diferente. Más cansado, quizá, más serio. Y cuando sus ojos se encontraron con los suyos propios, pudo ver algo en ellos que no había estado allí antes: alivio. Como si hubiera estado esperando verlo, como si necesitara asegurarse de que estaba realmente allí. Y luego sonrió, esa maldita sonrisa de siempre, la que hacía que el mundo pareciera un poco menos horrible.
Draco se acercó, él también, ninguno se detuvo. Y antes de que pudiera procesarlo, sus brazos estaban alrededor de él, sosteniéndolo con una intensidad que casi lo dejó sin aire. Obvio correspondió el abrazo, porque era Luke, porque lo extrañaba, aunque no se hubiera dado cuenta de cuánto hasta ahora.
"Estás aquí" susurró el chico contra su cabello, y la voz le tembló un poco.
"Claro que sí, Luke" respondió con una sonrisa, aunque su corazón latía con fuerza. No quería analizar por qué.
Se separó solo un poco, lo suficiente para verlo a los ojos, pero sus manos aún estaban sobre sus hombros, como si temiera que desapareciera si le soltaba por completo. Abrio la boca para decir algo más, aunque entonces alguien más apareció.
Ethan Nakamura.
El novio de Luke.
Su expresión era difícil de leer, sin embargo había algo tenso en su postura. Sus ojos pasaron de Luke a Draco y luego de vuelta a Luke. Y entonces, con una calma forzada, dijo:
"Luke, amor, te estaba buscando" remarcó demasiado el apodo.
Luke se tensó. No quería irse, podía verlo en cada línea de su cuerpo. Aunque Ethan estaba allí, y eso significaba que la burbuja de su reencuentro había estallado.
Draco sonrió, porque ¿qué más podía hacer?
"Tu novio te busca, Luke" hablo con un tono ligero. Como si no pasara nada, como si su abrazo no hubiera significado más de lo que debería.
Este dudó, por un segundo eterno. Luego, con visible renuencia, dejó caer sus manos de sus hombros y dio un paso atrás. A pesar de eso, sus ojos seguían clavados en los suyos, como si quisiera decir algo más, algo que no podía permitirse.
"Nos vemos luego, Draco' murmuró finalmente. Y él correspondió el adiós.
"Eres un tonto" dijo una vocecita a su lado.
Bajo la mirada y se encontró a Lily, su pequeña hermana, con los brazos cruzados y una expresión de superioridad que sólo podía provenir de alguien con sangre Malfoy en sus venas apesar de no ser una.
"Oh, por favor, iluminame con tu infinita sabiduría, pequeña gurú del amor" respondió con dramatismo.
Ella rodó los ojos. "Te gusta Luke."
"Claro que me gusta, es mi amigo".
"No de esa manera, tonto" lo señaló con una sonrisa pícara. "Pero bueno, sigue mintiéndote a ti mismo si quieres".
Draco la miró con el ceño fruncido, sin embargo ella ya se estaba alejando con un saltito divertido en su paso. Suspiró, pasándose una mano por el cabello. No. No le gustaba Luke de esa manera. ¡Claro que no!
… ¿Verdad?
....
Estaban de vuelta en el campamento y, como era de esperarse, la atención sobre él seguía siendo... un poco incómoda. Pero Annabeth y Clarisse estaban ahí para aliviar un poco la tensión, aunque Clarisse parecía bastante menos impresionada que Ann. Siempre había sido un poco más directa y menos expresiva, aunque eso no significaba que no lo apreciara. Al contrario.
"¡Ya era hora de que llegaras, Draco!" Gritó Annie mientras le daba un abrazo que, sinceramente, lo hizo sentir mejor de lo que esperaba. Hacía tiempo que no veía a su amiga y, por alguna razón, sus abrazos siempre tenían un toque de consuelo (aunque, en realidad, sólo habían pasado veinte minutos como mucho).
Clarisse, por otro lado, se quedó cruzada de brazos, mirando a su hermana Lily con curiosidad. "¿Y esta quién es?" preguntó con su tono nada amistoso al principio, aunque él sabía que la chica no era la mejor para tratar con niños.
"Esta es Lily" dijo señalando a su pequeña hermana que, a pesar de su corta edad, parecía tan emocionada por estar en el campamento como él en su primer día.
Annabeth se agachó y le sonrió a Lily.
"Eres muy tierno" hablo con sinceridad.
Clarisse, aunque un poco más indiferente, también asintió. Por supuesto, no era alguien que se derritiera por los niños como Annie, sin embargo era Clarisse, y si la mirabas bien, sabías que tenía un lado protector, sobre todo cuando de élnse trataba.
"Sí, es... mi hermana" respondió intentando esconder el tono raro que salía de su voz. No estaba acostumbrado a hablar de Lily de esa forma, porque literalmente se habían conocido ese mismo día.
Su amiga le sonrió con calidez. "¿Y cómo va todo con Drew?" Le preguntó sabiendo que algo no andaba bien en la cabaña de Afrodita.
La mención de Drew hizo que du expresión se endureciera por un segundo. Claro, ella era la nueva jefa, y todo lo que había pasado con la niña pequeña le había dejado mal sabor de boca. Pero no iba a mostrarse débil.
"Drew... es Drew" Soltó un suspiro, sin querer entrar en detalles. Todos sabían cómo era, y no valía la pena perder el tiempo en su actitud.
Clarisse levantó una ceja, como si supiera exactamente a lo que me refería. "Sí, esa chica tiene una actitud horrible. ¿Te dijo algo de las chicas que 'no eran merecedoras de semejante cabaña'?" Clarisse, siendo Clarisse, no tenía filtro. Y aunque eso a veces le molestaba, sabía que solo decía lo que pensaba.
Annabeth hizo una mueca.
"Es una idiota" se pasó la mano por el cabello, y le dio la sensación de que, aunque nunca lo dijera en voz alta, estaba realmente molesta por lo que había hecho Drew.
Su mirada se desvió a Lily, que estaba mirando todo con una expresión completamente ajena al drama que estaba ocurriendo. "No va a cambiar, y no me importa. Solo... no quiero que mi hermana pase por lo mismo".
Su amiga asintió, y Draco notó que su tono se suavizó. "Lo sé, Draco" sus ojos se suavizaron, como si comprendiera completamente lo que significaba para él. A Annabeth le preocupaba lo que pasaba en la cabaña, lo sabía, aunque también sabía que tenía que mantener la calma. Al final, Drew era solo un obstáculo más.
Clarisse, que había estado observando a Lily, de repente se enderezó y preguntó: "¿Y Lavender? Esa amiga suya".
Él se quedó en silencio por un segundo. No era el momento adecuado, pero ¿quién mejor que Clarisse para ser honesta sobre las cosas?
"Lavender está bien... por ahora" respondió evitando entrar en detalles. Todos conocían que la situación con Lavender era un poco más complicada de lo que aparentaba.
Annabeth lo captó enseguida y levantó una ceja. "¿No vamos a contarle que somos semidioses?" preguntó con el tono de quien sabe que debería hacerse algo, pero no está segura de cuándo es el momento.
Clarisse miró de reojo a Ann. claramente incómoda. "¿Por qué se lo dijeron ya?" Ella no era la más paciente cuando se trataba de cosas de ese tipo. Si algo le molestaba, no se lo callaba.
Se sentía un poco incómodo con el tema. ¿Debía contarle ya? ¿Sería peor si no lo hacía? ¿Cómo lo haría si no podía? Aunque no podía evitar pensar que el secreto de su vida como semidiós no era algo que debiera compartir tan rápidamente luego de decirle que no podía decirlo. Era tan raro. "Cuando sea el momento adecuado" respondió con firmeza, mirando a Annie como si fuera su defensa ante Clarisse.
Clarisse bufó, como si eso no le conviniera, pero no insistió. Parecía que comprendía la tensión que había en la cabaña de Afrodita. Lily, mientras tanto, estaba mirando a los nuevos campistas que los observaban desde lejos. Sus ojos brillaban, y al parecer, estaba disfrutando de la atención. Era una niña que se iba a divertir en el campamento, y eso lo hacía sentir bien. De repente, como si no tuviera idea de lo que había estado pasando, Lily saltó hacia un campista que la miraba. "¡Hola!" Saludo con su gran sonrisa inocente, como si fuera la cosa más natural del mundo.
Clarisse soltó una risa de fondo. La pequeña Lily definitivamente no entendía lo que estaba pasando, aunque a todos los hacía sonreír.
Draco miró hacia los campistas, que ya murmuraban entre ellos sobre él, sobre la historia. ¿La atención me molestaba? Sí y no, aunque por alguna razón, al ver a Lily tan feliz y sin preocuparse por nada, no pudo evitar sonreír de vuelta.
Annabeth observó la escena y luego lo miró fijamente. "A veces no sé cómo haces para sobrevivir con toda esta atención" hablo medio en broma, medio en serio.
Clarisse, como siempre, no se anduvo con rodeos. "No creo que sepa lo que es estar sin atención. Mira cómo se lleva todo el show" su tono era más relajado, a pesar de eso, también dejaba claro que no le molestaba.
Él simplemente se encogió de hombros, tratando de hacer como si no le importara. Y en verdad, no le importaba tanto. Al menos no en ese momento, con su hermana, Annie y Clarisse a su lado. Ellas sí importaban.
"¡Vamos a entrenar!" Gritó cambiando de tema de manera abrupta. No podía quedarse mucho rato en la misma conversación de siempre.
Ann asintió mientras Clarisse se ponía en marcha. "Esta bien, los nuevos tienen que saber lo que significa ser de Afrodita".
Él se rió para sus adentros, mientras los nuevos campistas los miraban, más fascinados que nunca. Aunque al final, todo lo que importaba era que estaban juntos, como una especie de familia. Y eso, aunque rara vez lo admitiera en voz alta, significaba mucho para él.
....
Después de pasar un rato con Annabeth, Clarisse y Lily, las cosas parecían calmadas. Bueno, al menos hasta que una voz resonó a lo lejos, haciéndole detener en seco. Esa voz, ese tono… no podía ser otro que el señor D.
"Maldita sea" murmuró por lo bajo. No tenía ni un minuto de paz en ese campamento.
Se giró hacia el sonido, y allí estaba, como siempre, el señor D recostado contra un árbol con su copa de vino -o jugo de uva, lo que sea que fuera- en la mano, mirando con una expresión que, si no sabía mejor, pensaría que tenía algo más importante que hacer, como ver su telenovela favorita. Pero no, claramente estaba más interesado en él, o al menos eso parecía.
"Ah, sino es nada más ni nada menos que el hijo más hermoso de Afrodita" hablo el Dios con una sonrisa burlona, levantando su copa como si lo estuviera brindando. Él le lanzó una mirada envenenada. ¿Qué quería ahora?
Era un personaje tan extraño, tan… surrealista. Una mezcla entre alguien que no tenia ningún tipo de filtro y un dios con un ego gigante. Además, no parecía importarle más que el vino, sus dramas personales y sus hijos (lo que sorprendentemente, lo hacia mejor padre que muchos otros dioses) (si Zeus, esto es una tiradera para tí). Aun así, Draco tenía que admitir que de alguna manera, sus comentarios siempre tenían ese toque irónico que le sacaba una sonrisa.
"¿Así que el gran hijo de Afrodita ha llegado a nuestro humilde campamento?" Siguió este haciendo una pausa dramática mientras lo observaba de arriba a abajo con ojos vidriosos. Ya sabía a qué venía. La típica charla que le daban cada vez que se veían. "Lo que no entiendo es… ¿cómo es que un tipo tan hermoso como tú sigue sin llamar la atención de la gente?" Hablo con su tono sarcástico impregnado de burla. Al principio, no estaba seguro de si le estaba tirando un halago o un insulto, pero ya estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios.
Resopló, mirando a lo lejos, con la esperanza de que tal vez, solo tal vez, alguien lo sacada de ahí y dejara tranquilo un solo minuto. Aunque, por supuesto no era su día de suerte.
"No todo en la vida es belleza y fama, señor D" respondío con un suspiro, dejando que su tono rebosara de sarcasmo. "Aunque te diré que… aprecio la atención. No todos los días alguien tan importante se toma la molestia de verme"
El Dios soltó una carcajada, dejando que el vino se derramara un poco de su copa. La expresión de su rostro pasó de una ligera curiosidad a un aburrimiento total, como si realmente no tuviera nada mejor que hacer. "¡Ay, Dorian! ¿O era Daniel? Como sea" continuo balanceándose un poco sobre sus pies como si fuera una figura de cera animada. "Sabes que te aprecio, ¿verdad? Eres un tipo interesante, pero... Zeus no parece muy contento de tu llegada. Como siempre, el señorito no está contento con nada, en relación ¿cuándo lo está?"
El comentario del señor D hizo que soltase una risa amarga. Su relación con Zeus nunca había sido precisamente... amigable. Cada vez que se encontraba en su territorio sentía que había una tormenta lista para estallar encima suyo, como si cualquier movimiento en falso fuera a hacer que le descargaran un rayo o algo aún más dramático.
"Quien nunca parece estar contento con nada es usted, señor D" respondió mirando la copa que sostenía con una ceja levantada. "Si no es el vino, nada parece hacerlo feliz".
Este lo miró con una sonrisa torcida, disfrutando de la tensión en el aire. "Tienes razón, tiene sus pequeños placeres, aunque Zeus… Zeus sigue pensando que tu llegada es una gran 'mala noticia', ¿sabes? Y lo peor es que, te guste o no, tu música lo pone de los nervios. Es como si lo estuvieras tocando directamente en su cabeza".
A Draco le pasó un escalofrío al pensar en lo que eso significaba. No era la primera vez que recibía comentarios como ese de Zeus, siempre un tono oscuro, siempre con amenaza en el aire. Estaba claro que el rey de los Dioses no estaba de acuerdo con su presencia en el campamento, y probablemente no lo estaría nunca. Pero le daba igual. Era un dios, y si algo había aprendido de ellos era que no podías esperar simpatía de seres tan egocéntricos.
"Bueno, al menos alguien se divierte con mi música" dijo con una sonrisa en los labios. "Si Zeus no es fan, pues que se aguante. No voy a dejar de tocar solo porque se ponga a gruñir como un perro viejo".
El Dios soltó una risa, casi se atraganta con el vino mientras se recostaba contra el árbol, claramente disfrutando de la situación. "Te gustan los problemas, ¿verdad?" preguntó con la mirada fija en él.
"Yo no los busco, ellos me buscan a mí y cuando eso pasa, yo lo los abrazo" respondió con una sonrisa torcida. "Aunque, ¿sabe qué? Si Zeus quiere que me odie, va a tener que hacer algo más que mirarme feo. No soy un niño asustado".
El señor D frunció el ceño por un segundo, sus ojos brillando con una chispa de algo que no podía identificar. Tal vez admiración, o tal vez solo diversión. Pero, de alguna forma, se sentía como si, al menos por un momento, hubiera ganado su aprobación. "Me caes bien, Malfuego" hablo tomando otro sorbo de vino. "Sin embargo, ten cuidado con lo que haces... Zeus no se olvida tan fácil. Y si algo sé, es que no le gusta nada que no esté bajo su control".
"Lo tendré en cuenta" respondió sin una pizca de miedo. Porque, en el fondo, sabía que nada de lo que le dijera o hiciera Zeus iba a cambiar su vida, no más que la ejecutación de su madre. De alguna manera, él siempre se las arreglaba para salir adelante.
Este solo le dio una palmada en el hombro, dejando caer más vino sobre su ropa. No le importó. Sabía que, al final del día, el vino y las tonterías de los dioses no eran más que eso: tonterías. Pero, como siempre, el señor D disfrutaba de las pequeñas molestias que causaba. "Nos vemos, hijo de Afrodita" se despidió alejándose con su copa en la mano, desapareciendo entre los árboles con una ligera risa de fondo.
Miró al cielo, con un suspiro pesado. ¿Qué esperaba de un dios como él? Si no fuera porque era parte de su naturaleza, le hubiera fastidiado aún más. Pero ya estaba acostumbrado. La vida en el campamento era así: llena de conflictos, chismes y dioses insatisfechos. Y él, por alguna razón, parecía ser el centro de todo. Sin embargo, eso no iba a impedirle disfrutar de sus dos semanas allí. ¡A quién le importaba Zeus!
....
El sonido del metal chocando contra metal resonó en la arena de entrenamiento mientras se movía rápidamente para esquivar el ataque de Clarisse. La hija de Ares no tenía compasión. Nunca la había tenido. Para ella, cada pelea era una guerra, y aunque la de ahora era solo un entrenamiento, si no tenía cuidado, podía salir de ahí con un par de costillas rotas y un moretón en el ego.
"¿Eso es todo lo que tienes, rubio?" rugió Clarisse, balanceando su lanza con fuerza.
Draco salto hacia atrás justo a tiempo para evitar que la punta de su arma le perforara el costado. Sentía el aire moverse cerca de su piel, como un susurro de advertencia.
"¡Te subestimas demasiado, Clarisse!" replico con una sonrisa arrogante, girando sobre sus talones para contraatacar.
Clarisse y él tenían una relación extraña. Si alguien los viera desde afuera, pensaría que se odiában. Pero no. Lo suyo era un equilibrio entre brutalidad y cariño. Ella lo entrenaba porque creía en él, porque veía algo en él que pocos veían. Tal vez era su terquedad, tal vez era su orgullo. Solo que de alguna manera, se convirtió en su mentora.
Y hoy, hoy iba a demostrarle que había aprendido.
Le lanzó una ráfaga de ilusiones con su magia, distrayéndola por una fracción de segundo. No era nada exagerado, solo un pequeño destello de movimiento a su izquierda, una sombra que no estaba ahí. Lo suficiente para hacerla dudar.
Y en ese instante, atacóm
Deslizó su espada en un arco bajo, barriendo con fuerza hacia sus piernas. Clarisse reaccionó rápido, saltando para evitarlo, sin embargo Draco ya había anticipado su movimiento. Se impulso con un giro rápido y, antes de que pudiera aterrizar, lanzó una corriente de energía mágica hacia sus pies. El impacto fue sutil, casi imperceptible, sin embargo fue suficiente. Clarisse perdió el equilibrio y él no la dejó recuperarse. En cuanto cayó sobre una rodilla, le lanzó hacia adelante, colocando la hoja de su espada en su cuello.
Silencio.
Solo se escuchaba sus respiraciones entrecortada y el leve zumbido de la energía que aún flotaba en el aire.
"Ríndete" hablo con una sonrisa ladeada.
Clarisse alzó la mirada, su expresión oscura y tensa… y luego soltó una carcajada.
"¡Maldito mocoso!" gruñó, aunque había orgullo en su voz.
Le tendio una mano para ayudarla a levantarse. Por un tonto segundo, Draxo llegó a pensar que la tomaría. En lugar de eso, ella le golpeó el estómago con su puño, lo suficientemente fuerte como para sacarle el aire.
"¡¿Qué demonios, Clarisse?!" Se quejo llevándose una mano al abdomen.
"Nunca bajes la guardia, rubio" respondió con una sonrisa socarrona.
Rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír también. Lo había logrado. Después de tantos entrenamientos, después de tantas veces en las que ella le había mandado de un golpe al suelo… hoy había ganado.
Y lo mejor de todo: Luke lo había visto.
Estaba de pie a unos metros, con los brazos cruzados y una mirada indescifrable en el rostro. Sin embargo sus ojos… sus ojos estaban fijos en él, llenos de algo que no supe reconocer. Orgullo, admiración, algo más profundo. Tal vez una parte de él quería impresionarlo.
"Te ves satisfecho, Luke" dijo aún recuperando el aliento.
El rubio parpadeó, como si no se hubiera dado cuenta de que lo había atrapado mirándolo. Luego, sonrió de lado. "No está mal, Draco" respondió con su voz tranquila.
No está mal.
Traducción: "Maldita sea, me impresionaste".
Clarisse se rió y le dio una palmada en la espalda, casi mandándolo al suelo de nuevo. "Nuestro chico rubio ya no es un novato" hablo con orgullo. "Te lo dije, Luke. Este idiota tiene talento".
Luke asintió lentamente, su sonrisa aún presente, pero sus ojos seguían clavados en los suyos. Había algo en su mirada que le hizo sentir… diferente. Algo cálido, algo que no supe descifrar. Sin embargo no tenía tiempo para pensar en eso ahora.
Clarisse lo jaló hacia ella y le revolvió el cabello como si fuera un niño pequeño.
"¡Eh, basta!" protestó. Lo estaba despeinando.
"Nah, ahora eres oficialmente mejor alumno. No puedes quejarte".
No lo hizo.
Porque, en el fondo, le gustaba la idea.
....
El cielo sobre el Campamento Mestizo estaba teñido de un naranja suave, con pinceladas rosadas y doradas esparciéndose por el horizonte mientras el sol se escondía tras las colinas. Sentados en el techo de la cabaña de Atenea (porque, por supuesto, Annabeth y Draco no podían simplemente quedarse quietos en el suelo como gente normal), disfrutaban del final del día con el sonido de los campistas entrenando en la distancia y la brisa fresca revolviendo nuestro cabello.
"Percy no está aquí" hablo su amiga de repente, rompiendo el silencio.
Draco la miró de reojo. Estaba abrazando sus rodillas, su rostro inexpresivo, sin embargo sus ojos grises tenían ese brillo analítico que aparecía cuando algo la molestaba.
"¿Y eso qué?" preguntó recostándose con los brazos detrás de la cabeza.
"Dijo que quería una vida normal" explicó. "Unas vacaciones sin monstruos ni misiones. Solo… ser un chico normal por un tiempo".
Él se quedó en silencio, dejando que sus palabras se asentaran en su mente. ¿Normal? No podía imaginarlo.
Giró la cabeza hacia ella, frunciendo el ceño. "¿Y eso por qué te molesta?"
Ann soltó un suspiro y se encogió de hombros. "No sé si me molesta. Solo… no lo entiendo".
Él se rió entre dientes. "Bienvenida al club".
Porque Draco tampoco lo entendía.
La vida de un semidiós, la vida de un mago… era peligrosa, sí. Llena de monstruos, dioses temperamentales y un futuro incierto. Sin embargo era emocionante. Nunca había querido otra cosa. Nunca había deseado ser normal.
Annabeth lo miró con una ceja arqueada. "Con el riesgo de sonar repetitiva y estupida, ¿tú nunca quisiste una vida tranquila?" Su amiga ya lo conocía, e igual preguntó, así que Draxo se digno a responder con la verdad.
"Nunca" respondió sin dudar. "¿Por qué querría eso? Tengo magia, me encanta cantar y tocar, puedo hacer cosas increíbles, peleo contra criaturas mitológicas y deidades inmortales. Y, seamos honestos, me veo espectacular haciéndolo" hechos son hechos.
Ella rodó los ojos, sin embargo sonrió.
"Claro, porque todo se trata de la estética".
"Obviamente."
Ambos se quedaron en silencio por un momento, viendo cómo las luces de las cabañas se encendían poco a poco.
"Creo que entiendo por qué Percy quiere eso" hablo ella finalmente. "Su vida nunca ha sido fácil. Y esto… ser un semidiós, luchar todo el tiempo… quizás solo quiere saber cómo se siente no estar en peligro constante."
Se mordió el labio. "Lo entiendo" dijo lentamente. "Pero no lo comparto. Para mí, lo mejor que puedo hacer es disfrutarlo. Hacerlo divertido. Ignorar todo lo demás". Porque, si se detenía demasiado a pensar en las cosas malas… en la traición, en las pérdidas, en la presión constante… podía hundirse. Y él no quería hundirse.
Annabeth lo estudió por un momento, luego asintió, como si finalmente comprendiera algo sobre éñ que antes no había visto, lo cual no podría ser teniendo en cuenta de que se conocen de toda la vida.
"Supongo que esa es una forma de vivirlo" admitió.
"Y la mejor, claramente".
Ella sonrió y le dio un pequeño empujón con el hombro. "Eres un tonto".
"Pues soy un tonto al cual quieres".
"No lo negaré."
Se quedaron ahí un rato más, disfrutando de la tranquilidad del atardecer. Porque, aunque sus formas de ver el mundo eran diferentes, aunque tenían pensamientos y sueños opuestos, en ese momento solo eran dos amigos compartiendo un momento de paz.
Y a veces, eso era suficiente.
.
Si alguien le hubiera dicho que el Campamento Mestizo, la cuna del heroísmo, las espadas y la tragedia griega en tiempo real, también era un lugar donde las fiestas clandestinas eran prácticamente una tradición… bueno, probablemente Draco habría llegado antes.
La hoguera ardía con intensidad, las llamas cambiando de color con los cánticos que se elevaban en el aire. La música no era exactamente lo que solía tocar con su banda en el mundo muggle, pero tenía su encanto. Algunos campistas bailaban, otros reían en círculos, compartiendo historias exageradas de sus hazañas (o mentiras descaradas, como las de los hermanos Stoll). Y en el centro de todo… él.
No era culpa suya que sus canciones ya fueran conocidas allí. Que cada vez que se subía a una roca y rasgueaba la guitarra (porque sí, ahora siempre tenía una a mano gracias a Will), los campistas enloquecieran. Que cuando empezaba a cantar, incluso los sátiros hacían un alto en su frenesí con las ninfas para corear junto a él.
"Draco, Draco, Draco" canturreó Travis Stoll, dejándose caer en el tronco a su lado.
Travis era el mayor de los gemelos Stoll, los reyes del caos del campamento. Y últimamente, estaba demasiado cerca de él. Aunque no es como si a Draco le molestara.
"¿Sí, mi fiel admirador?" Contesto con una sonrisa encantadora.
Travis apoyó el codo en su rodilla y lo miró con diversión. "¿Sabes? Hemos decidido que oficialmente eres el mejor hijo de Afrodita que ha pisado este lugar".
"Oh, ¿sí? ¿Y qué pasa con Silena?" pregunto aunque su nombre aún quemaba un poco en su lengua.
"Ella era genial, pero no organizaba fiestas con esta frecuencia" dijo encogiéndose de hombros. "Y no hacía que medio campamento se derritiera con una sola mirada".
Le sonrió con coquetería. "Oh, Travis, si querías invitarme a salir, solo tenías que decirlo".
Su sonrisa se amplió. "¿Y si lo estoy diciendo ahora?"
"Pues entonces te diría que te tomes tu turno, porque hay una larga lista de espera".
Él se rió y negó con la cabeza, claramente divirtiéndose con el juego. A unos metros, Clarisse cruzó los brazos, observando la escena con una expresión que mezclaba resignación y diversión.
"Eres un idiota" apesar de la distancia, podia escuchar como lo murmuró con cariño.
"Y sin embargo, no puedes vivir sin mí" respondió guiñándole un ojo.
"No pongas palabras en mi boca, Draco".
Annie, que estaba a su lado, solo sonrió con un suspiro. Lo conocía demasiado bien para sorprenderse de su popularidad repentina. "Solo no rompas demasiados corazones, Draco. No queremos una tragedia griega aquí" dijo.
"¿Y perder la oportunidad de ser una leyenda? No, gracias".
Mientras bromeaban, su mirada vagó por la multitud hasta encontrar a Luke.
Estaba en el otro extremo de la hoguera, con Ethan a su lado. Y si bien su novio tenía el brazo alrededor de su brazo, el cuerpo de Luke estaba inclinado apenas, como si quisiera acercarse a Draco sin darse cuenta. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el ruido del campamento se desvaneció.
Él quería venir. Lo sabía.
Pero Ethan también lo sabía.
Con un suave tirón, Ethan lo arrastró más cerca, inclinándose a su oído para susurrarle algo. Y, como si nada, Luke desvió la mirada.
Le dolió. Sin embargo sonrió de todos modos.
Porque Draco también sabía algo.
No importaba cuánto intentara evitarlo, cuántas veces Ethan lo alejara… Luke siempre encontraba la forma de estar con él.
Y él siempre estaría ahí cuando lo hiciera.
Lily apareció de la nada, aferrándose a su brazo con una gran sonrisa. "¡Draco, vamos a bailar!'
Sonrió levantándola en brazos con facilidad. "¿Cómo puedo decirle que no a mi hermanita favorita?"
Mientras la giraba en el aire y su risa llenaba la noche, supo que, a pesar de todo, estaba exactamente donde quería estar.
....
Okey, dejemos una cosa claea: No era su culpa que fuera tan bonito.
Y tampoco era su culpa que el coqueteo fuera una estrategia de combate efectiva. Quiere decir, Afrodita se lo había enseñado, y Hécate había perfeccionado su control mágico. No era su problema que el resto del campamento no supiera manejarse alrededor de alguien que sabía combinar una sonrisa letal con una patada giratoria.
"¿Eso es todo, chicos?" preguntó con una sonrisa perezosa, inclinando la cabeza mientras giraba su látigo entre los dedos.
Su oponente, un hijo de Ares particularmente confiado, frunció el ceño. Estaba sudando, con el cabello pegado a la frente y el orgullo visiblemente herido. Draco, en cambio, apenas si se había despeinado.
Clarisse, que estaba mirando desde la barrera con los brazos cruzados, soltó una risa burlona. "Dioses, qué patético. ¿En serio no puedes con él?"
"¡Estoy distraído!" gruñó el chico de Ares.
"Oh, ¿te distraje?" puso una mano sobre el pecho, fingiendo sorpresa. "Lo siento, es que a veces no controlo mi encanto".
El hijo de Ares apretó la mandíbula, claramente tratando de no mirar su sonrisa, sin embargo termino fallando miserablemente.
Y ese fue su error.
En cuanto su concentración flaqueó, giró sobre mis talones, moviéndome con gracia. Su pierna se elevó en una patada que lo desarmó con facilidad, y antes de que pudiera reaccionar, ya tenía al látigo cambiando a la espada en su cuello.
"Ups" canturreó.
Clarisse se carcajeó, Annabeth negó con la cabeza con una mezcla de diversión y resignación.
"Eres imposible."
"Soy eficiente" corrigió con una sonrisa.
Le tendió la mano al chico, que la aceptó con el orgullo roto, y luego se giró para ver si alguien más quería intentarlo.
Fue entonces cuando lo vio.
Luke.
Estaba apoyado en una columna cercana, los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión en su rostro que podría describirse como 'molesto, aunque intentando parecer indiferente'.
Ethan no estaba con él.
Interesante.
"¿Te pasa algo, Luke?" Preguntó con una sonrisa burlona.
Sus ojos azules se estrecharon apenas.
"No" respondió demasiado rápido.
Él se acercó un poco, inclinando la cabeza con diversión. "¿Seguro? Pareces... molesto".
"Solo estoy observando."
"Oh, ¿sí?" Dio un paso más cerca. "¿Te gusta lo que ves?" Preguntó con burla, solo para molestarlo como lo hacían antes.
Luke apretó la mandíbula. "Draco…" sin embargo su tono no era de advertencia. Era otra cosa. Algo más denso, más cargado. Algo que casi podía sentir en el aire entre ellos.
Y se habría quedado a jugar con eso un rato más… si no fuera porque, en ese momento, Ethan apareció.
"Luke, te estaba buscando" repitió con voz suave, aunque con una mirada afilada dirigida a él.
Luke se tensó de inmediato, como si lo hubieran atrapado haciendo algo que no debía. Algo como mirar de esa manera.
"Sí, estaba… viendo el entrenamiento" dijo pero su tono no tenía la misma seguridad de antes. Ethan deslizó un brazo alrededor de su brazo y lo jaló un poco hacia él, su mirada aún fija en Draxo como si le estuviera advirtiendo algo.
Draco, por supuesto, solo le sonrió.
"Oh, no se preocupen por mí" hablo inclinando la cabeza con una sonrisa felina. "Sigan con su relación".
Luke le lanzó una mirada que no supo descifrar del todo, sin embargo Ethan simplemente lo apartó de allí, como si quisiera asegurarse de que se mantuviera lejos.
Clarisse soltó un bufido. "Ese tipo tiene serios problemas de inseguridad".
"Lo sé" respondió sin dejar de mirar la espalda de Luke mientras se alejaba.
Lo sabía demasiado bien.
Y también sabía que, aunque Ethan pudiera alejarlo de él físicamente...
En la mente de Luke, Draco seguía ahí.
Siempre.
.
El agua se mecía con suavidad a su alrededor, oscura y fría bajo la luz de la luna. Estaban en medio del lago, solo ellos dos, como antes, cuando el tiempo no pesaba tanto y las cosas eran más simples.
Luke y Draco solían hacer esto todo el tiempo. Colarse en el lago cuando el campamento dormía, deslizarse entre el agua tranquila y simplemente hablar. Sin entrenamientos, sin responsabilidades, sin expectativas. Solo dos niños flotando en la inmensidad de la noche, dejando que el agua los sostuviera cuando el mundo parecía demasiado grande.
Pero ahora, las cosas eran distintas.
"¿Por qué no me lo dijiste antes?" Su voz sonó más dura de lo que esperaba, cortando la calma del lago como una piedra lanzada a la superficie.
Luke apartó la mirada. "No lo sé".
"Sí lo sabes."
Sus labios se apretaron. Lo conocía demasiado bien para no notar el peso de esas palabras que no decía.
"Draco…"
"No, en serio. ¿Cómo es que tuve que enterarme por otros que estabas con Ethan?" Hizó una pausa dramática, intentando disimular con una sonrisa leve el cómo algo incómodo se enredaba en su pecho. "Pensé que éramos amigos" dramatizo con diversión.
Luke se rió, aunque no fue una risa real. "Lo somos".
"Entonces, ¿por qué lo ocultaste?"
Silencio.
Las ondas del lago se movieron entre ellos, creando una distancia que no estaba ahí antes. Luke bajó la mirada al agua, como si esperara encontrar respuestas ahí. Y entonces, sin previo aviso, nadó más cerca.
Y lo abrazó.
No fue un abrazo rápido, ni uno que se sintiera forzado. Fue algo más profundo. Algo que se aferró a él como si tuviera miedo de que se esfumara en el agua. Su pecho subía y bajaba con respiraciones pesadas, y Draco… él no sabía qué hacer.
Lo lógico habría sido apartarse. Hacer algún comentario sarcástico, darle una palmada incómoda en la espalda y soltar un 'tranquilo, amigo' antes de separarse.
Pero no lo hizo.
No pudo hacerlo.
Sus brazos le rodearon con más fuerza, su rostro se escondió en si hombro, y de alguna forma, lo entendió.
Esto no era sobre Ethan.
Esto era sobre ellos.
Sobre el tiempo que pasó.
Sobre lo que dejamos atrás sin darse cuenta.
Sobre todas las veces que Luke había querido hablar y no lo hizo.
Sobre todas las veces que Draco había querido preguntar y tampoco lo hizo.
Porque fueron ellos antes de todo esto.
Antes de Ethan.
Antes de los problemas.
Antes de que el mundo decidiera enredarlos en caminos distintos.
Su garganta se cerró.
No.
No podía pensar en esto de esa forma.
Porque Luke era su amigo. Y eso era suficiente.
Tenía que ser suficiente.
Así que ignoró el calor de su piel contra la suya, ignoró cómo su aliento tembloroso chocaba contra su cuello, ignoró la forma en la que sus dedos se apretaban en di espalda, como si estuviera desesperado por aferrarse a algo real. Y solo por un momento, se permitió quedarse quieto.
Se permitió sentirlo.
Se permitió disfrutar la calidez de sus brazos, la seguridad de su abrazo, el peso de su presencia sosteniéndole en el agua.
Porque, al final del día, Luke siempre había sido su hogar.
No importaba lo que pasara. No importaba cuánto tiempo pasara.
Siempre volverían a esto.
A estar flotando en el agua, en medio de la noche, sin nada más que la luna y ellos dos.
Solo ellos dos.
....
El sol brillaba con fuerza sobre el campo de fresas, cubriendo todo con un resplandor dorado que hacía que las hojas parecieran más verdes y las fresas más rojas. Annie y él estaban arrodillados entre las plantas, recolectando fruta en canastas tejidas a mano. No era la actividad más emocionante del campamento, pero se sentía… tranquila.
"¿Cuándo nos volvimos los campesinos personales de los Dionisíacos?" murmuró observando la mancha de tierra en sus rodillas con resignación.
Annabeth soltó una risa, sacudiendo la cabeza. "Deja de quejarte. No es tan malo."
"Hablas como si disfrutaras esto".
"Porque lo disfruto."
Rodó los ojos, sin embargo no discutió.
El silencio se instaló entre ambos, interrumpido solo por el sonido de las hojas moviéndose con la brisa y el ocasional plop de una fresa cayendo en la canasta. Y entonces, Ann suspiró.
"Draco…"
Ya sabía lo que venía.
"Nos iremos pronto".
Sentía un nudo en el estómago. No porque no lo supiera, sino porque Annabeth lo había dicho en voz alta.
El final de sus pequeñas vacaciones en el Campamento Mestizo estaba cada vez más cerca. Su tiempo allí, con los entrenamientos, las fiestas, las misiones improvisadas y los chismes nocturnos con Clarisse, estaba llegando a su fin.
"Lo sé" admitió sin mirarla.
"Y sé que extrañas Gran Bretaña."
"Tú también".
"Sí, yo también".
Silencio otra vez.
Levantó una fresa y la inspeccionó como si fuera el objeto más fascinante del mundo. La verdad era que sí, extrañaba Gran Bretaña. Extrañaba Hogwarts, la magia, sus amigos de allá. Extrañaba la música, la banda, los escenarios, los conciertos. Extrañaba la sensación de estar en un lugar donde entendía las reglas, donde sabía quién era y qué debía hacer.
Pero al mismo tiempo…
Miro alrededor del campo.
Los campistas caminaban entre las cabañas, riendo, entrenando, viviendo el presente sin preocuparse por lo que vendría después. Ahí, en el Campamento Mestizo, él no era solo Draco Malfoy.
Era el hijo de Afrodita que podía luchar.
Era el cantante que llenaba estadios en el mundo muggle.
Era el chico que podía usar magia de dos formas distintas.
Era alguien que la gente admiraba, respetaba, seguía con la mirada cuando pasaba.
Y una parte suya… no quería dejar eso atrás.
"Lily no quiere que me vaya" hablo finalmente.
Annie sonrió, y por un momento, todo se sintió un poco menos pesado. "Es la cosita más tierna del mundo'.
"Lo sé".
"Te adora.'
"Lo sé".
"Voy a llorar cuando te vea despidiéndote de ella".
"No lo harás".
"Sí lo haré."
"Annabeth'.
"Draco"?
Suspiró rindiéndose. "No hagas esto más difícil".
Ella se encogió de hombros, volviendo a concentrarse en las fresas. Sin embargo él no podía. Se quedó mirando el cielo azul sobre ellos, sintiendo el peso de lo que vendría después.
Pronto, esas dos semanas de vacaciones se acabarían.
Pronto, Ann y él estarían en un tren de regreso a Gran Bretaña.
Pronto, todo cambiaría otra vez.
Y aunque no lo decía en voz alta…
Una parte de Draco no estaba lista para eso.
No todavía.
.
El último día en el campamento siempre tenía un aire extraño. Como si todo estuviera un poco más brillante, un poco más vívido, como si el propio lugar supiera que se iban y quisiera asegurarse de que los lleváramos en cada detalle con ellos. Clarisse estaba parada frente a él con los brazos cruzados y una expresión de fastidio mal disimulada.
"No llores, princesa. Volverás en el verano".
"¿Quién dijo que voy a llorar?" Bufó aunque sabía que su voz no tenía la misma confianza de siempre.
"Pues más te vale" gruñó, mirándolo fijamente. Y entonces, sin previo aviso, lo jaló hacia ella en un abrazo rápido pero fuerte.
Se quedó congelado.
Clarisse no era exactamente del tipo abrazador.
"Si te metes en problemas allá en Gran Bretaña, me avisas y los mataré muy dolorosamente" murmuró.
"Tienes mi número" logró decir.
Se separó de inmediato y le dio un golpe en el hombro que probablemente le dejaría un moretón. "Cierto. Y lo usaré si descubro que te has vuelto un idiota más grande de lo que ya eres".
"¿Esa era tu forma de decir que me extrañarás?'
"Cierra la boca, Draco".
Él se rió, aunque su risa murió en la garganta cuando Lily apareció frente suyo con los ojos llenos de lágrimas. "No quiero que te vayas" sollozó la pequeña.
Y su corazón se rompió en mil pedazos.
Se agachó de inmediato, tomándola en brazos mientras ella escondía su carita en su cuello.
"Oh, pequeña, voy a volver" le aseguro acariciándole el cabello pelirrojo.
"¿Lo prometes?"
"Lo prometo."
Lily sollozó más fuerte, aferrándose a su camisa como si su vida dependiera de ello. Annabeth estaba a su lado, y cuando la miro, notó el mismo nudo en su garganta que Draco sentía en la suya.
La despedida dolía.
Mucho.
Cuando finalmente logro despegar a Lily de él, cuando finalmente la dejó en los brazos de una de sus hermanas, sentía como si le hubieran arrancado una parte de sí mismo.
Y entonces, miro alrededor.
Y no vio a Luke.
El nudo en su estómago se apretó aún más.
¿No iba a despedirse? ¿De verdad iba a dejarlo ir sin decir nada?
Apartó la mirada, intentando ignorar el vacío absurdo que eso le dejaba en el pecho. Pero cuando estaba a punto de subirwe a la carroza que los llevaría lejos del campamento…
"¿Pensaste que te dejaria ir sin más?"
La voz de Luke era inconfundible.
Draco se giró de inmediato.
Y ahí estaba él.
Más despeinado que de costumbre, con una respiración agitada como si hubiera corrido para llegar..Y con esa mirada azul que siempre lo había hecho sentir que el mundo entero desaparecía.
No supo qué decir.
Él tampoco habló enseguida.
Solo se acercó.
Y cuando estuvo lo suficientemente cerca…
Colocó su frente contra la suya.
"Voy a extrañarte" susurró.
Era un gesto íntimo.
Demasiado íntimo.
Pero él tenía novio.
Y Draco… Dracl solo era su amigo.
Así que no se movió, no se alejo. Porque, por un segundo, solo quería quedarse ahí.
Quería quedarse en ese instante en el que Luke lo miraba como si él fuera lo único que importara. Quería quedarse en ese momento en el que su voz sonaba como una promesa rota.
Quería quedarse ahí.
Pero no podía.
Así que sonrió.
Sonrió como si nada estuviera fuera de lugar, como si su proximidad no hiciera que su estómago se retorciera de formas que no quería analizar.
"No te pongas sentimental, Luke" dijo con un tono ligero.
Él sonrió de lado. "Cállate, pretty boy".
Y luego, antes de que pudiera decir otra palabra…
Se apartó.
No demasiado.
Solo lo suficiente para que pareciera un adiós normal.
Y entonces, se despidió.
Como un amigo.
Como si ese momento entre ellos no hubiera significado nada.
Como si no le hubiera dejado con una sensación en el pecho que no podía describir.
Y antes de que pudiera procesarlo más, antes de que pudiera hacer algo más estúpido…
Annabeth elo jaló dentro de la carroza.
El campamento quedó atrás.
Y él…
Draco dejó escapar un suspiro que nadie más escuchó.
Notes:
Holaaaa
Después de cuatro depresiones, un bajón de azúcar y muchas lágrimas, he vuelto con un nuevo capitulo! Así que espero que les guste el capitulo :).
Les diré algo (aunque es más para no sentirme culpable por dejarlos tanto tiempo sin actualizar 😔), si ustedes en esta o cualquiera de mis otras historias no comentan mucho, yo... yo... no voy a actualizar! Si, eso, eso. No, mejor hagamos un trato, como tendré unos inconvenientes de aquí en más y muy posiblemente actualice menos rápido, si ustedes comentan mucho yo seguiré con este ritmo de actualizaciones, ya que si no estas pasarían a ser muchas menos 😔.
Porque soy una idiota que no sabe que hacer con su propia historia, el próximo capítulo se hará desde el punto de vista de Luke ;), así que descubriremos sus más grandes secretos, muajajaj...
Seguramente creerán que la charla con Dioniso es puro relleno y una cagada, pero no. Confíen en mis palabras... 👀. En esa charla dice algo muy importante.
¿Pero saben algo que si es relleno? Lily.
Esque quería hacer ver que Dray si se lleva bien con sus hermanas 😔.Creo que hice a Draco una perrita en el primer borrador, pero tranquilos, Ethan es una perra aún mayor :). Y no, Luke no le será infiel a Ethan.
Lo dije en mi otra historia y lo diré en esta. Soy una mierda con las cosas románticas. Es más en sí porque soy la amiga a la que le dices que tienes problemas con tu novio o él hizo algo y te dice que lo mandes a la mierda, así que lo siento 😔.
Por si no se han dado cuenta ya, este capítulo es el más de relleno hasta ahora :). En mi defensa, si no sé que hacer con mi vida mucho menos con mi historia. Y en un principio si iba a abarcar el segundo libro de Percy Jackson, pero al final me arrepentí 😔, y ahora me arrepiento de no hacerlo 😔, pero sé que si lo hubiera hecho me hubiera arrepentido de hacerlo 😔.
Eso es todo por hoy, gracias por leer!
Nos vemos,
M. S. C
Chapter 14: English Love Affair
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Nunca le han gustado las profecías.
Nada bueno viene de ellas, son como esos spoilers que te arruinan una serie, solo que en vez de saber quién se muere, te dicen que el mundo se va a ir al carajo… y de alguna forma, tú vas a tener la culpa. Genial, ¿no? Así que ahí esta, con su remera de campista medio sucia, el sol dándole en la cara, y medio concentrado en cómo no quedaree dormido mientras Quirón recita algo sobre equilibrio, centauros y un nuevo legado o lo que sea… cuando sucede, y salido de la nada: él aparece.
Un chico. No un chico, sino el chico. Pelo plateado, plateado de verdad, como si la luna se hubiera aburrido de estar allá arriba y hubiese decidido irse de vacaciones en su cabeza. Piel pálida, como si nunca hubiera estado al sol (lo cual a Luke le parece injusto, porque con esa piel uno debería parecer un cadáver… y sin embargo, este parecía una estatua de mármol recién pulida). Y los ojos... los ojos le jodieron todo. No eran azules, ni grises, ni verdes… eran todo eso al mismo tiempo. Como si el cielo, el océano y una tormenta se hubieran tomado shots juntos y dijeran 'vamos a joderle la vida a Luke Castellan'.
Y lo lograron.
No sabe por qué lo mira tanto. Quizás porque nadie más en el campamento se veia así, como si no perteneciera, como si fuera una pintura colgada en medio de un taller de herrería. Hermoso, sí, aunque fuera de lugar, totalmente fuera de lugar.
Y luego viene lo de la profecía.
Estaban todos reunidos, algo de que el Oráculo había bajado de su estantería sin que nadie lo tocara. Drama. Silencio. Y en medio de todo eso, la estatua viviente se tambalea. Abre los labios como si fuera a decir algo -y él contiene el aliento como idiota, no sabe por qué- , y entonces, con una voz que no es suya, que es como un millón de ecos vomitando poesía, dice:
Cuando la estrella del norte y la luna de sangre se encuentren…
Y Luke no escucha mucho más, porque el chico está flotando. Levitaba, sí, levitaba, como si no tuviera la decencia de respetar la gravedad. Los campistas lo miran con la boca abierta, una chica rubia que vino con él susurra 'oh dioses', Ethan deja caer la espada que estaba limpiando, y él... él esta malditamente molesto. Porque ese chico apareció hace cinco minutos y ya está levitando, siendo hermoso y recitando profecías. Él lleva años aquí, ¡años! ¡Y lo más místico que le ha pasado es que el señor D le haya dicho 'buen trabajo' una vez y ni siquiera estaba sobrio!
Luego se desmaya.
Literalmente, así, como un suspiro, cae. Silencio. Corremos todos, Clarisse lo atrapa antes de que se parta la cara (lo cual, por alguna razón, le molesta más… ¿por qué tiene Clarisse mejores reflejos que él hoy?). El chico está inconsciente, sus pestañas como alas cerradas, sus labios entreabiertos… joder. Es guapo incluso desmayado. ¿Eso es legal?
"¿Quién es?" pregunta alguien.
Y Luke no sabe por qué, sin embargo su garganta se aprieta. No sabe quién es, pero lo sabrá. No iba a poder evitarlo.
Porque por alguna razón, su cara ya está tatuada en su cabeza, como una palabra escrita en fuego.
Y tiene el presentimiento -no, la certeza- de que este chico, este desconocido, este ángel de cabello de luna, acaba de joderle la existencia sin siquiera saber su nombre.
.
El nombre del chico es Draco.
Lo supo apenas lo escucho salir de boca de Quirón, como si la palabra encajara demasiado bien en su silueta. Draco: feroz, elegante, peligroso. Como si el universo le hubiese asignado un título en vez de un nombre.
Desde el día de la profecía, Luke no ha podido apartar los ojos de él. Intenta no ser evidente, no lo sigue, no se acerca sin razón, no es un idiota. Pero lo observa, desde lejos, desde cerca, desde donde puede.
Hay algo en él que no encaja. Y no se refiere a la forma en la que camina entre semidioses como si viniera de otro mundo (lo cual, ahora que lo piensa, es probablemente cierto). No, se refiere a cómo parece más real que el resto, como si mientras ellos son páginas de un libro, él estuviera hecho de algo más… vivo. O tal vez Luke simplemente se estoy volviendo loco.
Junto a Draco llegan dos nuevos campistas. Uno de ellos se llama Percy Jackson, con el cabello revuelto, mirada verde que todavía no sabe en qué mundo ha caído. Tiene potencial, lo nota en la forma en la que sostiene la espada aunque nunca la haya usado, en cómo no se deja intimidar por Clarisse, en cómo guarda el miedo en los bolsillos y camina como si el suelo lo estuviera eligiendo. A Luke le gusta eso, podría convertirlo en alguien fuerte, tal vez incluso en un líder. Así que lo toma bajo su ala.
"Vamos, Percy" le dice. "Te enseñaré a no morir la primera semana".
Pero no esta realmente ahí.
Porque a unos metros, Draco se ríe, no es una gran risa, sino algo pequeño, breve. Apenas un suspiro envuelto en música. Está con su amiga (y ahora mia también) Annabeth, esa chica que parece vivir en su propio universo lo hace sonreír. Y a él le golpea en el pecho de una forma que no entiende.
"Luke" lo llama Ethan desde atrás. Tiene un tono de urgencia, como si el mundo estuviera cayéndose a pedazos. "¿Viste lo del entrenamiento de la cabaña 5?" Él no responde, no lo escucha.
Draco acaba de girar el rostro. El sol le toca el perfil y por un segundo el mundo entero se disuelve.
Todo es luz detrás de él.
Todo es sonido apagado.
Todo es… él.
Ethan dice algo más, pero se vuelve un murmullo. Como si estuviera bajo el agua, no puede despegarse de esa visión. Draco existe como si fuera una ruptura en la realidad, un recordatorio de algo que no sabía que estaba buscando.
No entiende qué es.
No entiende por qué le quema mirarlo.
Pero sabe que si deja de hacerlo… se va a perder algo que no va a recuperar jamás.
.
El sudor le cae por la frente, sin embargo Percy no se detiene. El chico tiene agallas.
Estaban en la arena de entrenamiento más alejada, la que nadie usa después del mediodía porque el sol pega justo encima como si el mismísimo Apolo estuviera teniendo un mal día. Pero a él le gusta entrenar allí. Te obliga a resistir más de lo que crees que puedes.
"Otra vez" le repite cruzando los brazos. "Aunque esta vez no mires tus pies. Vas a terminar decapitándote tú solo si lo haces en una pelea real".
Percy asiente. Tiene la espada en alto, mal agarrada, apesar de eso al menos no se rinde. Arremete con fuerza, él bloquea con facilidad. No porque quiera hacerlo sentir débil, sino porque necesita saber si tiene lo que hace falta para sobrevivir en este lugar. La respuesta llega en el cuarto intento, no tiene técnica, sin embargo tiene algo más. Instinto, energía cruda. Y eso, si se pule bien, puede ser letal.
"No está mal" le habla al fin, bajando sj espada. "Para un principiante".
"¿Eso fue un cumplido?" Responde el chico jadeando.
"No te acostumbres".
Se deja caer en la arena y respira con fuerza, los ojos cerrados, el cabello revuelto y brillante de sudor. Tiene esa manera de mirar todo como si fuera nuevo, como si el mundo todavía le debiera explicaciones. Le recuerda a él mismo, o tal vez a la versión de él que existió antes de entender lo cruel que puede ser esta vida.
"¿Por qué me estás ayudando?" pregunta de pronto.
Luke abre los ojos y se queda en silencio.
Podría decirle que es porque tiene potencial, porque Quirón se lo pidió, porque los campistas de Hermes no se ayudan entre ellos y alguien tiene que romper el molde. Pero no es solo eso.
"Porque necesitas a alguien que te enseñe a pelear antes de que el mundo te enseñe a sangrar" responde al fin.
Percy se queda callado, cree que lo entiende. Asi que se sienta junto a él, dejando que el silencio se acomode entre ambos. Hay una brisa que intenta ser fresca y fracasa, la arena se pega a la espada, a sus manos. Cierra los ojos por un momento y se e permite estar tranquilo. En este instante, no hay profecías, ni extraños de ojos grises que lo desvelan por las noches. Solo hay esto: un chico que todavía no sabe lo importante que va a ser, y otro que ya ha visto demasiado.
Tal vez puedan ser algo parecido a amigos. Aunque en este mundo, esa palabra siempre termina costando demasiado.
.
Luke no es de espiar.
O bueno, no era hasta ahora.
Desde que llegó ese chico, el campamento parecía un tablero de ajedrez donde alguien más está moviendo las piezas. Todo cambió, todo se siente raro. Y ahora Clarisse… -si, Clarisse- lo está entrenando.
Se apoya contra un árbol, con los brazos cruzados, observando desde lejos mientras ella le grita instrucciones al chico.
Draco Malfoy. Hasta su nombre suena pretencioso, como si no pudiera simplemente llamarse "Jake" o "Kevin", ¿no? Tiene que ser Draco, tiene que tener ese cabello plateado que brilla como si hubiera hecho un trato con Apolo para tenerlo siempre perfecto. Y esos ojos lunares, profundos, una maldita contradicción entre belleza y peligro.
Clarisse le lanza un ataque sorpresa. El chico lo esquiva, da un giro, levanta su espada y bloquea el golpe con una elegancia que no cuadra con su apariencia de modelo de póster.
"¡Eso es!" grita Clarisse, sonriendo, sonriendo, ella. ¿Qué clase de brujería era esta?
Luke sale de entre los árboles, caminando hacia ellos. No puede soportarlo más. "¿Desde cuándo tú entrenas a los nuevos?" pregunta directo cruzando los brazos.
Clarisse le lanza una mirada de lado, como si no entendiera la pregunta. El chico solo se queda en silencio, respirando con dificultad, con un leve rastro de sangre en la comisura del labio. Y por alguna razón, le cuesta apartar la vista.
"Tiene algo especial" dice Clarisse con simpleza. "Puedo verlo en sus ojos cuando pelea. Y yo también puedo ser una buena maestra, ¿o no?"
Él se queda callado. ¿Qué se supone que diga? Clarisse no hace eso, Clarisse no toma a nadie bajo su ala. Si entrenas con ella, es porque estás a una firma de perder los dientes, no porque le caigas bien.
Pero ahí estaba, de pie junto a ese chico como si fueran un equipo, como si ella supiera algo que él no.
Y para colmo, Percy pasa caminando a unos metros, y lo ve a Draco. Y hay una expresión en sus ojos que le hace apretar los dientes. Curiosidad, admiración, algo más.
No le gusta. Nada.
"¿Está bien si me tomo un descanso?" pregunta el chico con su voz suave aunque firme, mirándole por un segundo antes de seguir con Clarisse.
Su corazón da un salto estúpido. Odia eso.
La chica asiente sin decir nada y él se da la vuelta, se aleja. No le gusta cómo Percy lo mira, no le gusta cómo Clarisse lo entrena, no le gusta lo que este chico está haciendo con él.
Y lo peor… es que no puede dejar de pensar en él.
~~~❤︎~~~
Todo empieza con una caída.
Literal.
Estaba caminando hacia la cabaña de Hermes con un café frío en una mano y el orgullo bien instalado en la otra, cuando escucho un grito ahogado y algo (alguien, más bien) se desploma desde el techo del pabellón de Ares.
"¡Maldición!" grita Clarisse desde abajo, corriendo. "¡Te dije que no saltaras desde ahí, idiota!"
El chico aterriza en el pasto con una caída desastrosamente elegante, como si hasta eso se le viera bien. Se sacude el polvo, con la espada en una mano, una sonrisa temblorosa en los labios y la cara completamente roja. Clarisse llega, lo revisa, lo regaña y é solo se ríe.
Luke debería seguir caminando, no tiene nada que hacer ahí.
Pero se detiene.
Y él lo mira.
Es la primera vez que están tan cerca. La primera vez que lo ve, que él lo ve de verdad.
Su cabello es más claro de lo que recordaba. Su piel, como porcelana. Y sus ojos... Dioses. Sus ojos.
"¿Estás bien?" pregunto, sin pensar.
Mi voz suena más grave de lo usual. "Estúpido, estúpido, estúpido, cayó desde el techo y tú le preguntas si está bien" se corrige mentalmente.
El chico lo mira, pestañea, y sonríe.
Como si su existencia no fuera una completa sorpresa.
"He tenido peores caídas —dice con un acento, seguro por la caída. "Pero gracias por preocuparte, desconocido guapo".
Luke se congeló.
Clarisse resopla detrás de él, dándole una palmada en la espalda. "Este es Luke" dice ella. "Líder de la cabaña de Hermes. No se te ocurra tontear con él, Malfoy".
"¿'Tontear'?" pregunta el chico de manera inocente. "¿Quién dijo algo de tontear?" Y le clava los ojos otra vez. Son plateados, liquidos, remasiado.
Y en ese instante, lo sabe.
Esta perdido.
"Así que tú eres el famoso Luke" sigue alzando una ceja. "Pensé que serías más alto, aunque la actitud compensa" dice apesar de que Luke le saca casi dos cabezas.
Intenta responder y no puede, asi que solo suelta una risa estúpida y nerviosa que no se reconoce.
Clarisse lo mira con horror, y él cree que acaba de presenciar el fin de su dignidad.
"¿Tú eres Draco, verdad?" logró decir por fin.
"Depende" responde ladeando la cabeza. "¿Eso es algo bueno o algo malo?"
Y sonríe.
Sonríe como si acabara de ganar algo. Como si supiera.
Y quizás sí lo sabe.
Porque él…
Él ya no tiene escapatoria.
.
Clarisse lo estaba destrozando.
Y no en el sentido brutal de siempre, que también, sino con una precisión quirúrgica que lo obligó a fruncir el ceño. Cada golpe suyo era una clase de estrategia, y sin embargo, él se mantenía en pie.
Ese maldito chico nuevo de cabello imposible y sarcasmo perenne. Lo vio caer, lo vio rodar, lo vio pelear con esa terquedad estúpida que tienen los que no soportan perder. Y justo cuando pensé que era cuestión de segundos para que Clarisse lo rematara, pasó algo.
El látigo (¿de donde lo habrá sacado?)
Se movió antes de que pudiera entender cómo. Un movimiento torpe, mal ejecutado, aunque con un resultado perfecto: la lanza de Clarisse salió volando como si fuera una ramita inútil. Un golpe de suerte, seguramente, pero uno jodidamente bonito.
Clarisse sonrió, Draco rió. Y por un segundo, sentía... orgullo.
Ni siquiera sabía por qué, no era su amigo, ni su aprendiz. Pero verlo lograr algo, después de todas las veces que lo habían subestimado, fue... satisfactorio.
Y entonces llegó Percy.
Lo escucho desde antes de que abriera la boca. Su voz ya venía cargada con ese entusiasmo torpe que lo caracteriza, como si acabara de presenciar un milagro griego. "¡Eso fue increíble!" Clarisse apenas ocultó su fastidio. Y Draco... ah, Draco. Ese chico tenía una habilidad nata para el sarcasmo, y la forma en que giró hacia Percy fue una joya. No necesitaba decir nada todavía, y él ya estaba entretenido.
Pero lo hizo.
Oh, lo hizo.
"... ¿también quieres que hagamos pulseras de la amistad?"
Percy se congeló. Y Luke tuvo que contener la risa, se mordió el interior de la mejilla para no soltar una carcajada. Porque, sinceramente, no debería disfrutar verlo así, tan confundido, tan herido. Pero lo disfruto. Mucho.
Ver a Percy Jackson, siempre tan seguro de ser el protagonista de todo, quedarse mudo y ruborizado como un niño de kínder, fue genial.
Cuando por fin se alejó, humillado y murmurando entre dientes, Clarisse se carcajeó, él no. Él seguía inmóvil, viendo a Draco con una mezcla de diversión y... curiosidad peligrosa.
"Definitivamente me agradas" hablo la chica.
No fue la única.
Luke se acercó antes de pensarlo, con los brazos cruzados y esa sonrisa que guardaba para momentos en los que algo interesante acaba de pasar, l cuando ve algo que quiere.
"Interesante elección de palabras, Malfoy".
Él se giró, todavía con esa arrogancia natural, aunque sus ojos se estrecharon apenas al verlo, estaba a la defensiva. Perfecto.
"¿A qué te refieres?" dijo enredando el látigo en su muñeca como si eso pudiera protegerlo.
"Solo que fuiste un poco cruel con el pobre de Percy.".
Bufó. "¿Desde cuándo te preocupas tanto por él?"
"¿Desde cuándo te preocupas tú?"
Vio cómo se tensaba, cómo fruncía apenas el ceño, cómo buscaba una respuesta que no lo delatara. Estaba acostumbrado a tener la última palabra, pero Luke no era Percy, ni Clarisse, ni nadie del campamento.
"Relájate, Castellan. No voy a interrogarte".
Alzó las manos con inocencia y no dijo nada más, sin embargo lo observó con atención. Porque ahí estaba, parado frente a él, arrogante y hermoso, filoso como una espada recién afilada, y algo en él le hacía querer seguir mirando.
No debería gustarle esto.
No debería gustarle tanto.
Pero ya era demasiado tarde.
Y mientras él lo analizaba como si pudiera ver todos sus secretos, Luke ya sabía el suyo.
Estaba jodidamente perdido.
~~~❤︎~~~
Nunca le gustaron las noches demasiado tranquilas. Esas donde todo está en silencio, donde el viento apenas se atreve a soplar entre los árboles, como si el propio bosque supiera que estaba a punto de hacer una estupidez, caminó con las manos en los bolsillos, la mandíbula apretada, los pensamientos golpeándole la cabeza como olas en una tormenta. No tenía un destino claro. Solo necesitaba alejarse. Respirar. Pensar en la oferta que aún le quemaba los bolsillos, como si con solo recordarla pudiera empezar a convertirse en otra cosa.
Escucho pasos detrás suyo después del tercer desvío. No eran pasos torpes, eran deliberados y tranquilos...
Se detuvo en seco sin mirarlo. "¿Por qué me sigues, Malfoy?"
Su tono fue ligero como siempre. "No lo sé, ¿quizá porque caminas como si fueras a asesinar a alguien?"
No pudo evitar soltar una risa seca ein humor para girarse hacia el chico. "¿Y si lo hiciera?"
"Entonces haría lo que mejor sé hacer: cantar sobre ello y ganar dinero".
Le miró por un segundo. ¿Estaba bromeando… o no? Con Draco nunca se sabía, aunque a fin de cuentas termino sonriendo. No tenía la energía para molestar. "Eso es lo más jodidamente egoísta que he escuchado".
"Gracias. Me esfuerzo cada día por eso."
Luke sacudio la cabeza y siguió caminando. Esta vez no le importó que lo siguiera. En el fondo, lo agradecía. Aunque no lo iba a admitir. "Hablando en serio" soltó de pronto, sin pensar demasiado. "No deberías meterte en problemas que no son tuyos".
"Eso es gracioso viniendo de alguien que parece estar en una crisis existencial".
Tocó un tronco caído con la punta del pie antes de sentarse apoyando los codos sobre las rodillas. Él no dijo nada, solo se quedó a su lado. Presente. Molesto, sí. Pero presente.
"¿Sabes qué es lo jodido de este lugar?" murmuró. "Que la gente sigue esperando cosas de ti. No importa cuánto hagas, siempre quieren más".
Draco no se rió. Solo bajó la mirada y, para su sorpresa, respondió con tono seco: "Supongo que esa es la maldición de ser increíblemente talentosos" Pudo haber rodado los ojos, prro en su lugar se rió. Le gustaba esa actitud, esa arrogancia que escondía algo más, una herida.
"Pensé que eras solo otra cara bonita... bueno, dejé de hacerlo cuando te vi pelear con Clarisse. Hay fuego en ti".,
Le sostuvo la mirada como si quisiera decirle: '¿y qué?' No lo dijo, sin embargo lo entendió.
"Eso pasa cuando la gente sigue dándote razones para pelear".
"Te pareces demasiado a mí, Malfoy".
"¿Eso es un cumplido o una advertencia?"
Luke se encogió de hombros. "Solo digo que… te entiendo".
Hubo un silencio extraño. No incómodo. Solo… denso. Draco de sentó a su lado al fin, su voz volvió con ese tono despreocupado que usaba para disfrazar sus preguntas reales. "¿Siempre caminas por ahí como un villano de película dramática o es un pasatiempo nuevo?"
Rodó los ojos. No podía evitarlo. El maldito le hacía reír incluso cuando no quería. "No me jodas".
"No puedo evitarlo, es mi naturaleza".
Le sonrió, aunque no duró mucho porque de pronto estaba hablando y Luke… estaba abriendo cosas que nunca decía en voz alta. "El campamento no siempre fue así. Solía ser más… un hogar".
"¿Qué pasó?"
Apretó la mandíbula. "Los dioses" Lo dijo sin odio, pero sí con algo. Algo más oscuro. Una semilla. "Lo gracioso es que todos aquí estamos jodidos de alguna manera, y sin embargo actuamos como si este lugar fuera la gran salvación".
Draco ladeó la cabeza, casi curioso.
"¿Quieres hacer una competencia?"
"¿Qué?"
"Competencia de traumas. Tú dices algo jodido sobre tu vida y yo digo algo jodido sobre la mía".
Puso los ojos en blanco.
"Eres un maldito raro, Malfoy".
"Gracias. ¿Empiezas tú o yo?"
No sabe por qué jugó el juego. Supone que quería ver si era en serio. "Mi madre estaba tan obsesionada con profecías que casi me vuelve loco cuando era niño y por eso me escape de casa".,
"Interesante. Bueno, mi madre está muerta y vi cómo el auto la atravesaba en sus últimos segundos".
Luke se congeló un segundo.
"… Mierda".
El chico le sonrió inocente, cruel, diabólicamente encantador. Siguieron con ese juego extraño. Trauma por trauma, ruina por ruina. Y no sabe cuándo, pero empezo a relajarse. A sentir que podía confiar, un poco, un poco demasiado.
"No dejes que el campamento te rompa."
Draco lo miró raro, él también se habría mirado raro, tal vez se estaba ablandando. "No te preocupes, encanto. Si alguien se rompe aquí, no voy a ser yo".
Le creyó.
Miraron el cielo. Silencio. Luego se atrevió.
"¿Te puedo hacer una pregunta?"
"Puedes intentarlo. No prometo responder".
"¿Tú confías en los dioses?" Se rio. No fue una burla hacia él, sino hacia ellos, buena señal.
"¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Alguien con cerebro lo hace?"
Le observó evaluando. "No todos los que desconfían de los dioses se atreven a admitirlo".,
"No confío en ellos, pero tampoco soy lo suficientemente estúpido como para ponerme en su contra" (irónico que dijo eso y luego le grito con todo a Zeus, eh).
Lo dijo con una calma que casi lo desarma. Casi. "¿Y si tuvieras la oportunidad de hacer algo? De cambiarlo todo".
Frunció el ceño. "¿Cambiar qué exactamente?"
Respiro hondo. "Lo que está mal. El sistema. La forma en que nos usan y nos olvidan".
"Me molesta, sí" admitió. "Pero nadie que haya intentado hacer algo ha terminado con una vida particularmente larga".
"Porque nadie ha hecho lo suficiente" Ahí lo dijo, lo miró con más intención ahora. Él lo notó.
"Vamos Castellan, ¿cuál es tu punto?"
Dudo. No debería decir más. Pero…
"¿Sabes lo que pasa con los dioses? Que están tan atrapados en su propia mierda que ni siquiera se dan cuenta de cuánto daño hacen. Creen que porque nos dan un poco de poder, pueden hacer lo que quieran".
Draco soltó una risa. "Estás actuando como si tuviéramos elección".,
Lo miró fijo. "¿Y si la tuviéramos?" ¿Y si la tengo?
Bufó sin tomarlo en serio probablemente. "¿Nosotros? ¿Semidioses desechables? No me hagas reír".
"Tienes potencial, Malfoy. Mucho más de lo que crees".
"Si esto es un intento raro de reclutamiento para un club de revolucionarios, lo estás haciendo fatal".
Luke negó con la cabeza frustrado. "No entiendes nada".
"No, lo que no entiendo es qué pretendes".
Exhaló bajando la mirada. "Solo olvídalo".
Draco dudó, aunque habló al final.
"La idea de derrocar dioses es ridícula. Pero si de verdad quisieras cambiar algo... no empezarías una guerra".
Él se giro confundido. "¿Y qué harías tú?"
El chico le sonrió con esa maldita arrogancia suya. "Yo jugaría mejor el juego".
"¿El juego?"
"Sí. Si los dioses te joden, jódeles de vuelta. No con violencia, no con guerras, si no con algo peor; inteligencia".
Luke soltó una risa breve. "¿Quieres vencer a los dioses con astucia?"
"Lo hicieron antes, ¿no? ¿Zeus y sus hermanos no destronaron a Cronos usando estrategias y traiciones en lugar de fuerza bruta?" Está vez Luke se quedó callado, ya que nunca hubiera pensado en eso y Draco pareció notarlo. "Solo digo que la historia tiende a repetirse. Y los dioses tienen miedo de eso"
Hubo un silencio antes de que volviera a hablar. "¿Y si alguien quisiera que la historia se repitiera?"
Draco lo miró con curiosidad. "¿Te refieres a alguien como Cronos? ¿En serio?, ¿de verdad alguien querría darle poder a el tipo que básicamente inventó los daddy issues?, ¿ese viejo amargado que no pudo manejar su ego y fue partido en pedacitos? Sí, suena como alguien digno de confianza para mi" esta vez él no respondió de inmediato, solo se quedo esoerando a que siguiera. "Eso sería estúpido" continuó el chico. "Cronos no es mejor que los dioses, es la misma mierda, pero con otro nombre. Solo cambiaríamos un dictador por otro"
"¿Así que no crees que sería una buena idea?" Pregunto, solo para confirmar.
"¿Confiar en Cronos? Prefiero besar a un animal. Mira, no soy un héroe y no quiero cargar con el peso del mundo. Pero si en serio quieres cambiar algo, hay formas más inteligentes de hacerlo"
"Eres interesante, Malfoy" finalmente dijo, porque ahora mismo su cabeza era un remolino de cosas.
"Lo sé" le respondió el chico con una sonrisita.
"Llámame Luke" dijo él de repente.
"Entonces tu llámame Draco"
.
No iba a pegarles, se los jura. No era el plan, solo íban a entrenar, a soltar energía, a mantenerse ocupado para no pensar en cosas que no debía. Pero entonces uno de esos idiotas abrió la boca, Luke lo escucho de lejos, entre el ruido de las espadas, como si el universo decidiera amplificar justo esa frase para él:
"¿Y ese es el hijo de Afrodita? ¿El que se cree modelo? Seguro se rompió una uña en el entrenamiento".
No sabe qué pasó después. Solo recuerda que su corazón se fue directo al pecho y luego al puño. Estaba en el suelo antes de que pudiera contar hasta tres. Y el segundo imbécil cayó antes de que alguien pudiera separarlos. Luke grito algo, cree. No lo sabe, solo sabe que sentía el pecho ardiendo.
Ethan lo jaló del brazo y casi le tumba, le gritá algo, pero la voz de su amigo estaba afilada, furiosa. "¿Qué te pasa, Luke? ¡¿Te volviste loco?! ¡Solo estaban bromeando! ¡Ni siquiera está aquí! ¡No vale la pena!"
"Para tí no vale la pena, pero eso no significa que no me importe a mí, y para mí eso fue más que una broma, y me vale que Draco no esté para escucharlo, yo lo defenderé igual. Nada es demasiado por él".
Silencio.
Lo dijo tan claro que le dolieron los dientes. Ethan lo miró como si acabara de confesar un crimen, y tal vez lo hizo. Tal vez confesar que lo haría todo por él —aunque no lo mire, aunque nunca lo mire— es peor que un crimen ahí. Draco ni siquiera estaba en el campo de entrenamiento. Seguro está en la cabaña o caminando por el bosque, con esa cara de 'yo no necesito a nadie' Y es cierto. Él no necesita a nadie. Pero jura por todos los dioses, que si algún día lo necesita, aunque sea un poco… no va a tener que pedírselo dos veces.
~~~❤︎~~~
Estaba acostumbrado a las espadas. Al acero chocando, al peso de un escudo, al dolor controlado del entrenamiento diario. Pero no a esto. No a este tipo de lucha. A esta tensión silenciosa que se instalaba entre Draco y él cada vez que Percy estaba cerca. Y no porque Draco hiciera algo especial. No, para nada. Él era simplemente... él. Brillante, sarcástico, hermoso de una forma casi insultante. Siempre con una frase lista para hundirte o salvarte. Lo que lo mataba no era Draco, era cómo Percy lo miraba. Con los ojos de alguien que ya había decidido amar. Y eso... eso dolía.
Aun así, entrenar con Percy se sentía bien. Había respeto, había ritmo, peleaban como aliados, como iguales. Le agradaba eso del chico, incluso cuando le hablaba sobre Draco como si no se diera cuenta de cuánto le costaba escuchar cada palabra que Luke mismo habia pensado. Como si no se diera cuenta de cuánto más él estaba dispuesto a sentir, Luke apenas podía soportarlo, porque estaba igual.
Después del entrenamiento, de sentó solo en uno de los bancos cerca del campo de batalla. El sol golpeaba los árboles, tiñendo todo de naranja y dorado. Le hubiera gustado poder pensar en otra cosa. En alguna misión, en el cielo, en cualquier cosa que no fueran los ojos grises de Malfoy. Pero no tuvo tiempo, porque de repente dos sombras se interpusieron entre el sol y él.
Clarisse y Annabeth.
Fantástico.
"¿Qué?" Preguntó antes de que siquiera abrieran la boca. Ya sabía que venían por algo.
"Tú eres tan lento a veces que duele" comenzo Clarisse, cruzándose de brazos.
"Y tan ciego que da vergüenza" añadió Annabeth, con ese tono que usaba cuando hablaba con Percy justo antes de regañarlo.
"¿Y qué hice ahora?"
"No es lo que hiciste" aclaro Annabeth. "Es lo que no haces".
"Exacto" exclamó Clarisse. "¿Vas a seguir pretendiendo que no sientes nada por Draco?"
Pestañeó. Abrió la boca. Cerró la boca. Abrió la boca otra vez.
"¿Draco?"
"¿Draco?" Repitió la rubia burlona. "Sí, Draco. El rubio de ojos grises. El que te hace babear cada vez que se ríe de ti. Ese".
"Yo no…"
"No empieces" lo interrumpió Clarisse. "No con nosotras".
"No es tan sencillo" dijo por fin, bajando la mirada. "Él no siente eso por mí. Y no tiene por qué. Es mi amigo. Y... probablemente yo tampoco lo sienta. No así".
Ninguna de las dos dijo nada. Solo esperaron. Malditas fueran. Sabían que Luke no sabía mentir bien. No cuando realmente me dolía algo. "No sé si soy suficiente para alguien como él —solté de golpe, sin poder contenerlo más—. No sé si tengo algo que ofrecerle. Él es... todo eso que yo nunca fui. Es luz en medio de este caos. Es música en un mundo lleno de gritos. No me necesita. No realmente".
Clarisse fue la primera en hablar, y lo hizo con una voz tan suave que me desconcertó:
"¿Y tú eres idiota?"
"¿Perdón?"
"Tú piensas que él no te necesita porque no lo ves cuando tú hablas. No lo ves cuando tú estás a su lado, y de pronto deja de mirar a los demás. No lo ves cuando se pone nervioso, cuando responde rápido y después se queda callado porque tú estás demasiado cerca. Quizá aún no lo sabe, pero sí te necesita".
"Y tú eres un tonto" añadió Annabeth, sentándose a su lado. "No por sentir eso. Sino por no darte cuenta de que lo que acabas de decir es probablemente lo más romántico que he escuchado en mi vida".
"No lo dije por drama" hablo mirándolas. "Es lo que pienso".
"Lo sabemos" dijo Clarisse con una sonrisa torcida. "Por eso da rabia que no hagas nada".
Luke se quedó en silencio, sus dedos jugaban con el borde de la camiseta nerviosos. "A veces, cuando él canta" murmuró ", me imagino que lo hace para mí. Que cada palabra está escrita porque me vio entrenar, o me escuchó hablar en sueños, o se dio cuenta de lo mucho que lo pienso aunque intente ocultarlo. Y me siento ridículo por eso. Pero también feliz. Como si por un momento, solo uno, yo fuera suficiente."
Clarisse soltó una carcajada suave. "Dioses, estás enamorado y todavía no lo aceptas".
"¡Y es tan evidente!" agregó Annabeth con una sonrisa brillante. "Luke Castellan, el rompecorazones, reducido a esto. Es hermoso, de verdad".
Las miró con una mezcla de terror y ternura. No sabía si agradecerles o rogarles que no dijeran nada. Pero en ese instante, lo único que sentía fue que tal vez, solo tal vez... no estaba tan solo en lo que sentía. Y que ser suficiente quizás no tenía que ver con merecerlo. Sino con atreverse a estar ahí.
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Se encontró subiendo la colina casi sin pensarlo. Sus pies sabían el camino incluso cuando él aún debatía si quería estar solo o no. El viento soplaba con esa mezcla rara de sal marina y tierra de pino que solo puede existir en ese campamento. No traía respuestas, pero algo en ese aire fresco y viejo le ayudaba a respirar un poco mejor.
Y entonces la vio. Erguida, eterna, la única presencia que lo juzgaba en silencio sin decir una sola palabra: Thalia.
Luke se sentó frente a su árbol, como solía hacerlo. Apoyó los codos sobre las rodillas y dejó caer la cabeza hacia atrás.
"No empieces" le dijo con una media sonrisa. "Ya sé lo que vas a decir".
El árbol, por supuesto, no respondió. Sin embargo el silencio tenía la forma perfecta de su voz imaginaria: sarcástica, burlona, levemente preocupada.
"Sí, soy un idiota" continuó. "Me estoy enamorando de alguien que probablemente solo me ve como un amigo... o peor aún, como un un mestizo o rival más con estilo. Porque seamos honestos, Draco se ve mejor despeinado que yo cuando paso dos horas frente al espejo".
Una hoja cayó justo encima de su rodilla. Levanto una ceja confundido.
"¿Eso fue un "lo mereces'?"
Suspiró. "A veces quisiera que estuvieras aquí para decirme en voz alta lo imbécil que soy. Creo que necesito escucharlo de ti. Annabeth y Clarisse ya me lo dijeron, pero no es lo mismo. Tú eras brutal. Tú me habrías empujado cuesta abajo y luego me habrías preguntado por qué no me defendí". Se quedó callado unos segundos, esperando que el viento hiciera su parte. Le hacía falta Thalia. No como símbolo, sino como amiga. La que no lo dejaba quedarse en sus propias excusas. La que habría dicho algo como: 'Entonces dilo, idiota. Díselo y deja de llorar por dentro como un héroe trágico de segunda'.
Se pasó ambas manos por la cara.
"Draco es diferente, Thals. No se parece a nadie. Es como si llevara dentro el caos y la armonía al mismo tiempo. Como si supiera exactamente cómo destruirte y curarte en la misma frase. Y aún así… no tiene ni idea de lo que provoca. A veces lo miro y pienso: ‘¿cómo no te das cuenta?’. Pero tal vez sí se da cuenta, y eso es peor".
Iba a seguir, sin embargo en la distancia, bajando la colina, una figura caminaba entre las sombras. Silena.
No debería haberse puesto tenso. Pero lo hizo.
Desde hacía un par de días, algo en ella no cuadraba. Era demasiado dulce. Demasiado pendiente. Como si intentara mantener una versión perfecta de sí misma. Y eso, viniendo de una hija de Afrodita, podía pasar desapercibido para todos… menos para alguien que conocía bien las máscaras. Silena no caminaba como una semidiosa segura de su belleza. Caminaba como alguien que teme que le miren demasiado de cerca.
Entrecerró los ojos. Había algo en sus movimientos, en sus conversaciones apresuradas con los del Hermès, en sus salidas furtivas por la noche. Como si siempre estuviera por hacer algo. Algo que no quería que vieran.
"¿Y tú qué opinas, Thalia?" murmuró. "¿Estoy paranoico? ¿O estoy empezando a ver sombras donde sí hay oscuridad?"
No obtuvo respuesta, aunque su instinto ya no le pedía silencio, le pedía atención.
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Lo agarró del brazo con más fuerza de la que pretendía. El chico apenas tuvo tiempo de decir algo antes de que lo arrastrara con él por entre los árboles. No le importó que la noche estuviera empezando a caer ni que alguien pudiera verlos. Solo necesitaba que no hubiera más ojos, ni más oídos, ni más voces ajenas entre ellos.
Percy caminaba detrás suyo sin resistirse, pero lo sentía confundido. Casi… nervioso. Lo soltó recién cuando estuvieron lo suficientemente lejos, justo donde el bosque se hacía más denso, donde solo el canto lejano de una ninfa o el rumor de un río podían interrumpir.
Se giró hacia él. "¿Por qué?" Le soltó.
Su ceja se alzó, y puso esa cara de 'no sé qué hice esta vez' que empezaba a detestar. "¿Por qué qué?"
"¿Por qué lo arrastras contigo?" espeto sin molestia por ocultar la rabia. "¿Por qué le pides que vaya a una misión que ni siquiera tú comprendes?"
Luke notó cómo se tensaba. No respondió enseguida, y eso le dijo mucho más que si hubiese mentido.
"Porque es fuerte" dijo finalmente. "Y porque confío en él".
"¿Confías en él… o solo quieres tenerlo cerca?" Pregunto, y la frase se le escapó como un susurro afilado.
Sus ojos se agrandaron. Fue solo un segundo, aunque lo suficiente para confirmar lo que ya sabía. "No es eso" siguió, pero su voz no tenía el filo que antes. Era defensiva. Dolida. "Mira, Luke… él es mi amigo" eso lo tenemos dudoso. "Y tú también lo eres".
Tuvo que reír. Una risa amarga, pequeña, de esas que nacen cuando el corazón ya está muy cansado de pelear por algo que no le correspondia. "No tienes idea de lo que haces" murmuró bajando la mirada hacia el suelo. "No sabes lo que él significa. No para ti".
"¿Y para ti sí?"
Lo miró, directo a los ojos. Y fue entonces cuando Luke se dio cuenta de que no iba a decírselo. No porque no lo sintiera, sino porque no valía la pena gritarle una verdad que ni siquiera él entendería.
"Él es… mucho más de lo que aparenta" corrigió evitando su pregunta. "Y no lo sabes porque solo lo ves cuando te conviene. Porque solo lo buscas cuando necesitas que te salve".
Percy dio un paso hacia él. No desafiante, en vez de eso era con una tristeza que no le conocía.
"No quiero pelear contigo, Luke. No quiero que esto termine así. Si pasa algo, si no vuelvo…"
"No digas eso" lo interrumpió, ¡le enojo que llevara a Draco a eso cuando no debia (cuando este iba por otra razón), pero no lo queria muerto!. "No quiero que te mueras Percy, eres un mocoso… pero eres mí amigo".
"Entonces no me odies por quererlo cerca" susurró.
Luke se quedó callado. Hubo un momento en el que pensó que tal vez debía golpearlo, o abrazarlo. Pero no hizo ninguna de las dos cosas.
Solo asintió.
"Lo que está hecho, está hecho".
Se fue poco después, caminando hacia la cabaña de Poseidón con la espalda recta, sin embargo con la sombra de su rabia siguiéndolo como una advertencia. Y Luke se quedó allí, en medio de los árboles, pensando en cómo alguien tan joven podía arruinar tanto con solo desear estar al lado de Draco Malfoy.
Porque él también lo deseaba.
.
"¿Y si murieron?"
"¿Otra vez con eso?" bufó Clarisse mientras mascaba algo que probablemente ni los dioses sabrían identificar. "No han pasado ni cinco dias completos".
"Cinco días son suficiente para morir" le respondió y trató de no sonar como un chiquillo abandonado esperando una carta de mamá en navidad. "Yo sé cómo son esas misiones, tú sabes cómo son esas misiones".
Ella rodó los ojos, dejó caer la espalda contra la pared de la cabaña de Ares y cruzó los brazos. :Nadie te llamó porque probablemente están demasiado ocupados sobreviviendo, no porque estén muertos. Además, ¿qué quieres que te digan? ¿'Hola, Luke, casi morimos aplastados por un bus en llamas pero Draco se peinó bien mientras corríamos'?"
"Algo así estaría bien" gruñó. Se pasó la mano por el cabello, despeinándolo aún más. "Solo quiero saber si están bien".
Clarisse lo miró de reojo. No dijo nada por un segundo. Solo lo miró, con esa expresión de hermana mayor que pone cuando no quiere admitir que se preocupa también. "Eres un paranoico" murmuró como si eso explicara todo.
"Claro. Perdón por querer noticias del chico que se mete en todos los problemas y que encima aceptó ir a una misión suicida con el semidiós más nuevo del campamento que también es un imán para los problemas".
"Y con Annabeth".
"Considerando que ella es su mejor amiga, no ayuda en este caso".
Suspiró y se dejó caer a su lado. Clarisse lo miró sin girar del todo la cabeza, como si temiera que verla tan humana le quitara puntos a su reputación de ruda sin corazón. Pero entonces soltó, sin mirarlo: "Va a estar bien".
Luke no dijo nada. No porque no quisiera creerle, sino porque estaba demasiado ocupado escuchando el silencio, como si esperara que de él brotara una voz familiar, una señal. Y entonces, como si los dioses hubieran tenido la mínima cortesía de darle un respiro, la esfera de Iris titiló frente a ellos. Un mensaje Iris cargado de estática y luz dorada.
Se lanzó sobre él antes de que Clarisse pudiera siquiera parpadear.
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¿Un chico?
Lo dijo como si no significara nada. Como si esa pequeña bomba no hubiera dejado eco en su cabeza.
Un chico.
Por supuesto que sí. Claro que Draco se distraería con un chico en medio de una misión suicida. Porque esa es su forma de lidiar con la muerte inminente: peinándose bien y ligando. Y lo peor de todo es que no le sorprendía, no del todo, lo conocía demasiado bien. Draco podía coquetear con una esfinge si esta le lanzaba una mirada decente.
Aun así, por un segundo -uno muy estúpido y patético-, se imagino el rostro del chico. Alto, seguro, simpático, probablemente con ojos oscuros y manos grandes. Un tipo que lo miraba con esa mezcla de adoración y diversión que Draco provocaba sin siquiera notarlo. Y sintuó un pequeño puñal, justo donde no quería sentir nada.
Luego, ahí estaba él, con esa sonrisa pícara que siempre parecía sacada de una comedia romántica muggle. "Oh, Luke, ¿acaso te preocupas por mí? Qué halagador..."
Sí, se preocupaba. Más de lo que debería, más de lo que podía admitir en voz alta sin que todo su mundo colapsara. Y cuando Percy intervino (Percy, con su tono seco y esa maldita costumbre de mirar a Draco como si fuera un poema que no entiende pero quiere descifrar), casi le dieron ganas de lanzarle alguna piedra en la cara.
"Bailando con un chico!" Sí, Percy, ya lo dijiste, gracias por repetirlo como si se tratara de un crimen federal. Y él no lo dejaba ir. El hijo del mar con su ceño fruncido y su orgullo herido, haciendo un escándalo como si Draco le debiera algo, como si él no lo viera, como si no notara cada vez que se le escapaba la mirada, cada vez que fingía que no le importaba.
Le habría dado risa. Si no fuera porque... él también estaba ahí.
También le importaba.
Y eso lo volvía todo más ridículo.
Annabeth tenía razón, claro, siempre la tenía. Draco era libre de hacer lo que quisiera, besar a quien quisiera, coquetear con chicos en casinos encantados o pelear con arpías con un peinado perfecto. Pero había una parte dentro suya que no podía evitarlo. Una parte infantil, estúpida y terriblemente humana que quería gritarle: ¿Y yo qué?
Nunca dijo nada, nunca dirá nada, porque no tiene derecho, porque es su compañero, su amigo (esa palabra que suena tan vacía cuando lo mira y piensa en todo lo que no puede tener).
"Me alegra que estés bien" finalmente suspiró.
Lo dijo sin pensar, y al mismo tiempo con todo.
Lo dijo porque no sabía cómo decir 'te extrañé, pensé en ti todo el maldito tiempo, imaginé mil formas en que podrías haber muerto y todas me dolieron'.
Y él se quedó callado, claro que lo hizo, porque para él era una frase más, porque para Draco todo esto era un juego de miradas y sonrisas, y para Luke... para Luke era el caos mismo.
La llamada se cortó y se quedó solo con su reflejo de Iris. Su cara, su expresión, su estupidez.
"Un chico" repetio en voz baja, con un amargo suspiro. "Genial".
Clarisse le lanzó una mirada de reojo, más no dijo nada. Quizá porque, por una vez, no tenía una burla lista. Quizá porque incluso ella entendía que él estaba colgando de un hilo delgado.
Uno que tenía el nombre de Draco Malfoy escrito con tinta brillante y estúpidamente encantadora.
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Luke no esperaba ver eso cuando se asomó al claro. Se había alejado de la cabaña para tomar aire, tal vez para entrenar un poco, despejar la mente… pero el sonido lo detuvo. No eran gritos normales. No era una pelea cualquiera. Era algo más crudo. Más personal.
Se escondió entre los árboles sin hacer ruido, y entonces lo vio.
Draco.
De rodillas, frente a nada, mirando al cielo. No había nadie más cerca. Las antorchas del área chisporroteaban, casi apagadas por la brisa. Las manos de Draco estaban temblando, y aunque no podía oír del todo lo que decía, el tono lo decía todo.
No era el Draco sarcástico, ingenioso, coqueto o molesto. Era alguien roto.
Lo escuchó gritar el nombre de Zeus. O al menos, lo adivinó por cómo el relámpago brilló en el cielo segundos después, aunque no hubo trueno. Luke sintió que el aire mismo se tensaba.
No se atrevió a acercarse. Porque lo que fuera que estaba pasando allí, era sagrado. O profano. O ambas cosas a la vez. Y porque había algo en Draco que lo desarmaba completamente.
Había hablado antes de su madre. No mucho, pero lo suficiente como para que Luke supiera que la amaba más que a nadie. Que era su ancla. Su hogar. Y que su pérdida lo había destrozado de formas que él nunca admitía.
Y ahora, allí estaba, gritando a los cielos, suplicando, reclamando. Llorando.
No tenía derecho a estar allí. Y sin embargo, no podía apartar la vista. Cuando Draco se puso de pie tambaleándose, su rostro bañado en lágrimas, Luke dio un paso atrás, como si lo hubieran descubierto, aunque Draco no lo había notado. Se marchó en dirección opuesta, corazón acelerado, garganta cerrada.
Esa noche, durmió mal.
Y entonces vino el sueño.
Era un templo, pero a la vez una oficina. La mesa estaba llena de papeles antiguos, y había una laptop encendida, con el logo de una mensajería parpadeando en azul. Hermes lo observaba desde detrás del escritorio, afilando una daga con gesto despreocupado.
"Oooh, Luke"
Él frunció el ceño. "Genial. ¿Qué quieres?" Esto era raro, Hermes no era de aparecerse ni en Navidad.
"Buena forma de saludar a tu padre" respondió el dios, sin levantar la mirada. "Aunque no esperaba menos".
"Pensé que me habías olvidado. Como siempre" recordó.
Hermes soltó un suspiro. "No vengo por ti. Vengo por él"
Luke se tensó. "¿Él quién?"
Hermes lo miró ahora. Con esos ojos dorados y tranquilos que a veces ocultaban tormentas. "Draco".
Casi se le baja la presión.
"¿Qué le hiciste?"
"Yo no. Pero más de un dios ya le ha puesto el ojo de diferentes maneras. Algunos de forma… poco saludable"
Luke dio un paso hacia adelante. "¿Qué estás diciendo?"
Este se inclinó hacia él. Su tono ya no era casual. Era un susurro cargado de peso. "Cuídalo, Luke. Cuídalo más de lo que cuidas incluso de ti mismo, Apolo ha dicho algunas cosas... y..."
"¿Por qué? ¿Por qué él?"
Hermes sonrió, pero fue una sonrisa triste. "Porque incluso entre los hijos de los dioses, hay uno que brilla diferente. Y los que brillan… siempre atraen miradas. Algunas buenas. Otras, no tanto"
Luke iba a responder, sin embargo se despertó de golpe. El corazón le latía en los oídos. El cielo sobre su cabeza apenas empezaba a aclararse. Se quedó allí, tumbado en su litera, mirando las vigas del techo.
~~~❤︎~~~
Caminaba sin ver. No escuchaba los murmullos, ni las miradas clavadas en mi espalda, ni el aire cortante que parecía empujarme hacia abajo. Todo era un borrón. Una masa distorsionada de sonidos, luces y rostros que no significaban nada. Solo una idea me guiaba: encontrarlo. Verlo. Ver sus ojos, y no los de ellos. No los de los dioses, ni los de Hermes, ni los de los demás campistas que lo miraban como si ya hubiera sido condenado. Solo quería verlo. Solo quería a Draco.
Cuando lo encontro entre la multitud, algo dentro de mí se rompió. Fue como si todo el peso que había estado cargando, toda esa presión invisible que lo ahogaba desde que Dionisio pronunció su nombre como si fuera una maldición, se hiciera demasiado para soportarla. No lo pensó. No pensó nada. Corrió. Las piernas se movieron solas, el pecho le ardía, el mundo giraba. Cuando lo tuvo frente suyo, el aire se le fue.
Cayo de rodillas.
No por dramatismo, no por vergüenza, sino porque no podía sostenerse más. Se sentía como un edificio a punto de colapsar, como una represa con una sola grieta, a punto de desbordarse.
Y lo abrazó. Se aferró a él como un náufrago a una tabla en medio del océano.
El olor de su ropa. El calor de su cuerpo. La firmeza de su torso bajo sus manos fue lo único que lo ancló. Enterró el rostro contra él y sintió su voz quebrarse, ahogada, apenas un susurro:
"No soy el traidor, Draco..."
No le importaban los demás. Podían estar todos mirándolos, podían estar anotando cada uno de sus movimientos para llevarlos ante el Olimpo, podían estar preparando la pira para quemarlo vivo. Pero nada de eso dolía tanto como la idea de que él creyera que lo había traicionado. Él, que lo había escuchado hablar de su madre por primera vez en años. Que le había curado las heridas. Que le había hecho reír. Que había sido lo más parecido a hogar que conocía desde que era un niño.
"No me importa lo que digan los dioses... solo me importa lo que tú pienses".
Sus dedos se cerraron con desesperación en su camisa. Sentía que si no lo sostenía con fuerza, iba a desaparecer. Que si daba un paso atrás, se desvanecería como todo lo demás. Como la confianza. Como su fe. Como su padre. Sentía las lágrimas picarle los ojos, pero no se dejo llorar. Todavía no. Se aferró a él con más fuerza, como si su cuerpo pudiera contenerlo, como si pudiera evitar que se derrumbara.
"Me tienes que creer" susurro, y su voz sonó tan rota que se desconoció. "Por favor..." y entonces dijo lo peor. Lo más bajo. Lo más sincero. "Si crees que fui yo... si de verdad piensas que te traicioné, entonces dime que lo haga. Dime que me vaya y lo haré. Dímelo y juro por todos los dioses que no volverás a verme jamás..."
Lo miró a los ojos. Quería ver el juicio en ellos, el rechazo, la condena que sabía que tarde o temprano llegaría. Pero no la encontró. Y eso lo rompió aún más.
"Pero si no lo crees… si hay aunque sea una parte de ti que me cree… dime que no me odias".
Su silencio lo mataba. Cada segundo que no respondía era como una daga lenta clavándose en el pecho. Y cuando finalmente lo escuché hablar, cuando su voz rasposa rompió ese vacío insoportable, el alivio fue tan abrumador que Luke sintió que se deshacía.
"No pienso que seas el traidor".
No se contuvo más.
Lloró.
No esas lágrimas controladas, escondidas. No, se quebró, como un niño, como alguien que había cargado con demasiado durante demasiado tiempo. Las lágrimas rodaron sin permiso, sin control. Cayeron sobre él, sobre Draco, sobre todo. Era como si su cuerpo dijera basta después de tanto.
Y entonces Draco lo abrazó.
Lo abrazó de verdad.
No fue un gesto educado, ni por lástima. Fue un abrazo real. Firme. Con los brazos rodeándole, su mano acariciando su pelo. Y Luke... Luke se hundió en él. Se aferró a su cuello, a su espalda, a su calor. Como si fuera lo último bueno que le quedaba, como si aferrarse a Draco fuera la única forma de no caer por completo.
"No me dejes..." susurró, ya sin vergüenza, sin orgullo, sin máscaras. "Por favor, no me dejes, Draco... no tú".
Porque si él lo dejaba, ya no quedaba nada. Y cuando respondió, cuando dijo esas palabras que no sabía cuánto necesitaba oír...
"No lo haré, ¿sí? No lo haré nunca, Luke."
... fue la primera vez, en mucho tiempo, que se permití creer que quizá, quizá, todavía podía ser salvado.
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No sabe exactamente cómo lo supo. Quizá fue la forma en que Clarisse evitó mirarlo, o el temblor en la voz de Chris cuando dijo su nombre. Tal vez fue el silencio en la cabaña de Hermes, ese tipo de silencio que no trae paz, sino que presagia una tragedia. Pero lo supo. Lo supo antes de que nadie le dijera nada.
Silena.
Silena lo había apuñalado. A Draco.
El mundo dejó de tener sentido por un momento. No escuchaba, no pensaba, no razonaba. Todo se volvió rojo. Rojo como la sangre que imaginaba cubriendo su pecho, rojo como la furia que le llenaba el cuerpo, como el grito que se ahogó en su garganta mientras lo tiraban al suelo. No le dejaban verlo. No le dejaban verlo.
"¡Déjenme pasar!" gritó, y cree que rompió algo. Tal vez un banco, tal vez una puerta, tal vez a sí mismo.
Lukr se retorcía entre brazos ajenos, entre voces que trataban de calmarlo, pero no había calma posible. ¿Cómo podía haber calma si Draco estaba sangrando? ¿Si Draco estaba muriendo y él ni siquiera podía estar ahí?
Le dijeron que no podían dejarlo entrar, 1ue estaba inestable, 1ue podría alterarlo, que estaban tratando de salvarlo... como si él no hubiera sido el que se arrodilló frente a Draco, como si él no supiera exactamente qué necesitaba para seguir respirando.
Así que espero, fingió calma hasta que la enfermería quedara en silencio, con la luna ya alta y los murmullos apagados.
Y se coló.
El pasillo olía a medicina, a hierro, a muerte. Se deslizó entre sombras, apretando los puños para no temblar, y cuando empujó la puerta...
Draco.
Tendido sobre la cama, tan pálido que parecía de mármol. La sangre seguía allí, seca en los bordes de su camisa rasgada, en sus brazos, en el cuello. Tenía vendajes en el torso, algunos sucios de rojo, otros aún limpios, esperando el próximo derrame.
"Draco..."
No se movió.
Lo dijo otra vez, más bajo, como una oración que nadie enseñó pero que aún así nace del pecho.
"Draco..." Una mano le tomó del brazo. Se giró como un animal acorralado. Iba a golpear, a gritar, a pedir que lo dejaran solo con él. Pero era Annabeth.
La chica no dijo nada al principio. Lo miró con los ojos húmedos, con las manos temblando, y cuando le sostuvo por los hombros, lo hizo como si él también estuviera a punto de desmoronarse.
"No fue tu culpa, Luke" susurró, como su le leyera los pensamientos
Pero sí lo fue. Lo supo en cada célula, porque Silena estaba cerca suyo, porque él le abrió puertas, porque confío, porque lo cegó el querer cambiar las cosas... y no vio que alguien como ella también podía usar su sonrisa para matar.
Annabeth se arrodilló a su lado, no dijo nada. Solo le dejó hundirme contra su hombro cuando ya no pudo contenerwe más. Lloró por Draco, por la sangre, por el cuchillo que no supe detener. Lloró por él, por haber creído que podía jugar con los dioses sin que hubiera consecuencias.
Draco no se movió.
Solo respiraba, apenas. Como si su cuerpo también dudara de si valía la pena seguir.. Y eso lo está matando por dentro.
Porque Luke sabía. No con claridad, no con pruebas, pero sabía. Que Silena estaba más fría, que lo evitaba algunas veces, que tenía una mirada distinta cuando miraba a Draco. Y él, por miedo, por no querer abrir otra puerta a la traición, por querer creer que al menos una persona seguía siendo leal, no dijo nada. No hizo nada.
Y ahora Draco estaba cubierto de sangre.
Y Luke no puede evitar pensar que, si hubiera hablado, si la hubiera enfrentado, si no hubiese estado tan enfocado en limpiar su propio nombre…quizás Draco no estaría así.
Y eso le duele más que cualquier herida física.
Porque el chico que más quería, al que abrazó llorando en medio del campamento, al que prometió no traicionar, al que sostuvo y le suplicó que creyera en él… ahora está roto, y Luke no pudo protegerlo.
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No debería ser tan difícil, y apesar de eso lo hizo como si fuera cualquier cosa, como si no acabara de dejar caer una bomba en medio del campamento. Pero no. Draco tenía que hacerlo con esa maldita calma suya, con esa sonrisa medio burlona, medio cansada, como si no fuera gran cosa.
Clarisse lo miró como si acabara de anunciar que se uniría al Circo del Sol.
"¿Qué qué?" soltó cruzando los brazos.
"Que me voy" repitió él, como si dijera que iba a la cocina por galletas.
Luke olo lo miró.
No dije nada, no pudo decir nada.
Tenía los brazos cruzados y la mandíbula tan apretada que dolía. Porque si hablaba, no sabía qué iba a salir. Rabia, probablemente. O algo peor, algo que lo haría quedar en ridículo, seguramente.
"¿Y ya está?" siguió Clarisse indignada. "¿Te vas y nos dejas aquí con estos idiotas?"
"Te va a encantar saber que Percy me miró con cara de cordero degollado, así que lo tienes ganado por abandono. Felicidades" respondió Draco.
Intento no mostrar nada, no le iba a dar eso. Pero la tensión en su espalda, en dis manos le delataba. Quería gritarle, quería sujetarlo por los hombros y decirle que no podía irse, que no ahora, que no así.
"No me jodas, Draco" soltó Clarisse.
"No puedo prometer eso".
"Dame una razón para no noquearte aquí mismo".
"Porque soy demasiado lindo como para arruinarme mi linda cara".
Luke se rió.
No debería haberlo hecho, pero lo hizo. Fue una risa breve, seca, más por la sorpresa que por verdadero humor. Porque hasta en esto, hasta cuando se despedía, seguía siendo Draco.
Clarisse parecía debatirse entre darle un puñetazo o dejarlo ir. Finalmente, solo desvió la mirada con un bufido. "Eres un imbécil" murmuró.
Y entonces hablo. No quiso hacerlo, sin embargo salió.
"Y tú apesar de eso lo vas a extrañar".
Draco se giró hacia él. "¿Y tú no?"
Dioses.
Sentía cómo su cuerpo reaccionaba sin permiso: se movió, cambió de peso, abrió los labios para responder… pero no pudo. No encontro las palabras, porque claro que lo iba a extrañar. Claro que se le rompía algo por dentro con cada paso que daba hacia esa estúpida salida. Aunque no lo dijo.
Clarisse lo notó, como siempre. "Oh, esto sí que es interesante" comentó, y Luke quería mandarla al infierno.
"Lárgate, Clarisse" le dijo sin mirarla.
"Con gusto. Pero si lo besas antes de que se suba a ese barco o tren o lo que sea que los británicos usen, juro que te golpearé yo misma."
Y se fue, dejando un silencio que se volvió insoportable.
"Entonces…" empezó él.
"Entonces…" repitio igual de perdido.
Un viento frío pasó entre ambos. Movió su cabello, y quiso alzar la mano para acomodárselo, pero se contuvo. Se contuvo de tantas cosas.
"Si de verdad te vas…" comenzó, aunque no pudo seguir.
"¿Qué?" Preguntó él.
Negó con la cabeza. "Nada. No es importante"
Mentira. Todo era importante. Cada segundo. Cada palabra que no decía.
"Si de verdad quieres decirme algo, puedes escribirme una carta. Con perfume y corazones, por favor" bromeó. Como siempre. Como si eso hiciera que todo fuera más fácil.
Luke rodó los ojos. Pero en el fondo… en el fondo solo quería abrazarlo.
"Cuídate, Draco."
"Siempre lo hago."
Se dio la vuelta, se alejó. Sentía cada paso como un golpe. Y lo peor de todo, lo más doloroso, lo que le jodía más allá de lo que podía explicar... es que se quedó viéndolo irse.
Y sonrió. Porque aún así, incluso en la despedida, él seguía siendo él. Y eso era lo que más iba a doler extrañar.
~~~❤︎~~~
Luke había perdido la cuenta de cuántas veces había comenzado esa carta. El primer intento terminó arrugado en el rincón más oscuro de la cabaña, el segundo fue víctima de una mancha de tinta que él mismo provocó por golpear el tintero cuando se frustró, y el tercero… bueno, mejor no hablar del tercero. ¿Cómo se suponía que debía empezar algo así? "Querido Draco" sonaba demasiado formal, demasiado cursi, demasiado... comprometido. Pero "Hey" era tibio, cobarde, frío. Nada estaba a la altura del revoltijo que tenía en el pecho desde que el idiota de ojos grises había decidido largarse del campamento con esa media sonrisa en la cara, como si no estuviera dejando un agujero tras él.
Frunció el ceño y se pasó una mano por el cabello, cada vez más desordenado por tanto jalarlo. Sentía que algo se le escurría entre los dedos, una oportunidad, una certeza, o quizás simplemente alguien que no se suponía que importara tanto. Pero importaba. Vaya si importaba. Y lo odiaba por eso.
Clarisse apareció justo cuando estaba por rendirse. "¡Clarisse!" gritó con desesperación.
Ella asomó la cabeza por la puerta con una sonrisa maliciosa. "¿Ya te rendiste, Romeo?"
"No sé cómo hacer esto sin sonar como un idiota o como si quisiera robarle el diario a Drew".
Clarisse entró como una tormenta, se sentó a su lado y agarró otro papel limpio. "Yo te ayudo"
Luke arqueó una ceja. "¿Tú sabes escribir cartas de amor?" Vamos, sabía que podía pedirle consejos de cómo matar a alguien, ¿pero esto? Sin intenciones de ofender a la chica, pero preferiría pedirle ayuda a un Dracanae.
"Obvio que no. Pero sí sé decir cosas como "Me gustas, estúpido. Vuelve o te pateo el trasero'. "
"Tan poético..."
"Calla, que estoy inspirada".
La chica se dejó caer a su lado con esa actitud de quien está por meterse donde no la llaman, pero con el descaro de quien no necesita invitación para hacerlo. En el campamento, todo el mundo sabía, o al menos sospechaba. Draco no era exactamente alguien que pasara desapercibido, y Luke... bueno, Luke tampoco había sido particularmente sutil (aunque en su cabeza sí lo había sido). Clarisse tomó uno de los papeles en blanco que aún no estaban manchados ni arrugados, lo apoyó con fuerza sobre la mesa y empezó a hablar mientras él, resignado, tomaba nota.
Se las haré facil: La versión que surgió fue un completo desastre.
"Draco;
No me gustas, pero sí. No preguntes, eres raro. Te extraño. Clarisse dice que eso es normal aunque no lo es porque odio extrañar gente, menos a ti, porque eres tú. Y eso es horrible.
Firmado: alguien que NO te extraña.
(O sí, y no lo admita)"
"Esto es un asco" le dijo a la chica arrugado el papel -otra vez-.
"Un asco es que necesites mi ayuda para hacer esto" respondió su amiga.
Fue entonces cuando Ethan entró, tan silencioso como siempre. Clarisse, en su infinita crueldad disfrazada de curiosidad, lo llamó antes de que Luke pudiera esconder bien la hoja. Y así, sin ceremonias ni excusas, Ethan la leyó. No con burla, no con sorpresa, sino con algo que Luke no supo identificar hasta que fue demasiado tarde: decepción.
El silencio que se instaló después fue peor que cualquier grito, Ethan no dijo nada. No levantó la voz, no exigió explicaciones. Solo lo miró con esos ojos oscuros que parecían entender más de lo que deberían, dejó el papel cuidadosamente doblado sobre la mesa —como si aún así mereciera respeto— y se fue.
Luke no dijo nada. No intentó detenerlo. Tampoco miró a Clarisse, que se había quedado callada por primera vez en lo que parecía una eternidad. Solo apoyó los codos sobre la mesa y hundió la cara entre las manos.
Tal vez merecía sentirse tan ridículo. Tan descubierto. Tan humano. Tan jodidamente enamorado.
.
El campamento estaba insoportablemente tranquilo. Como si, con la partida de Draco, alguien hubiera bajado el volumen a todo. Incluso Clarisse, normalmente estridente como una alarma sin botón de apagado, parecía haberle perdido el gusto a las peleas. O tal vez solo estaba harta de escuchar la misma jodida canción una y otra vez.
"Luke, si vuelves a poner esa canción donde canta como si le hubieran roto el corazón por décima vez, juro que voy a buscar al dios Pan solo para que se lleve tu alma" gruñó desde su litera, aunque no se movió, porque sabía que él no iba a parar. Porque ella también entendía que, aunque el campamento entero se había acostumbrado a la ausencia de Draco, Luke no lo había hecho. No sabía cómo.
La voz de Draco flotaba por la cabaña como un fantasma: suave, melancólica, un poco arrogante, como siempre. Cada nota era una herida abierta, una repetición innecesaria del momento en que lo vio irse sin mirar atrás. Y Luke, masoquista incorregible, la ponía en bucle.
Ethan entro y sin decir nada lo arrastró casi con urgencia, con una mano en el brazo y una mirada que no admitía preguntas. Clarisse levantó la ceja desde su lugar en la cama, aunque tampoco dijo nada. Tal vez pensó que se trataba de una pelea, tal vez supo desde el principio que no lo era.
Ambos chicos cminaron en silencio hasta un rincón escondido, cerca del lago, donde las sombras de los árboles parecían alargar cada segundo. Ethan no lo soltó hasta que estuvieron lo suficientemente lejos como para que nadie más los oyera. Entonces respiró hondo, como si la decisión de hablar le pesara en los pulmones.
"Luke, escúchame. Solo… necesito que no digas nada hasta que termine, ¿sí?" (Oh, oh, no. Desde aquí tuvo que saber que se venía algo feo).
Él asintió, confundido. Ethan parecía nervioso, lo que era raro. Siempre había sido el más tranquilo de todos. Pero ahora no, ahora se veía tenso, como una cuerda a punto de romperse.
"Mira, sé que esto va a sonar como una completa locura. Y que no es el mejor momento, ni de cerca, pero no podía seguir tragándomelo. Ya no" hizo una pausa, bajó la mirada al suelo, pateó una piedra inexistente con el pie (segunda señal para correr y no volver ni mirar atras).
"Me gustás, y desde hace mucho. No sé desde cuándo exactamente, pero... fue antes de que todo se fuera al carajo con Draco. Y lo sé, sé que no es recíproco. Sé que nunca pensaste en mí así, que lo tuyo es él, y está bien. Pero ya no puedo seguir actuando como si no me doliera cada vez que lo nombrás, cada vez que escuchás su música con esa cara de idiota enamorado" (Aquí ninsiquiera Luke sabe porqué sigue ahí). "No quiero que me elijas por lástima, pero tampoco quiero que me sigas ignorando. Porque yo estoy aquí, Luke. Siempre estuve. Mientras él se iba y volvía cuando quería, mientras todos giraban a su alrededor como si fuera el sol. Yo estuve. Y solo quería… que lo supieras".
El silencio que siguió fue tan espeso que casi dolía. Luke abrió la boca, cerró los ojos, la volvió a cerrar. No sabía qué decir. Nunca había visto a Ethan así. Nunca lo había considerado de esa forma. Siempre fue su amigo, su apoyo en las batallas, pero no así. No con ese tipo de mirada. No con el corazón en la mano. Y, por un instante, se odió a sí mismo por no poder sentir lo mismo. Por no poder corresponder. Pero también por no tener el valor de decirlo en ese momento.
Entonces solo murmuró un débil: "No sabía que te sentías así."
Y Ethan sonrió, una de esas sonrisas tristes que no son más que máscaras. "Lo sé. Pero ahora lo sabés".
Y lo dejó ahí. Entre las palabras no dichas y las posibilidades que nunca existieron.
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Luke aceptó.
Ni siquiera él sabe porqué lo hizo, ¡¿okey?!
Lo hizo sin pensar, con el corazón apretado y la garganta seca. Porque Ethan lo miraba como si fuera a romperse si le decía que no, como si fuera la última vez que iba a atreverse a abrirse así. Porque en el fondo —muy en el fondo— Luke siempre había tenido esa maldita necesidad de proteger a los demás, incluso si eso significaba traicionarse a sí mismo. Y pues... porque, en el fondo, muuuy en el fondo de sí mismo una parte le dijo que eso pondría celoso a Draco.
Es una mierda de persona, ¿okey? Lo sabe.
Le dio un sí murmurado, un "vamos a intentarlo" que sonó más hueco de lo que quería admitir. Ethan sonrió, lo abrazó con fuerza. Y Luke sintió cómo algo dentro de él se doblaba un poco. No fue amor. Ni siquiera fue ternura. Fue… resignación, una promesa vacía envuelta en buenas intenciones.
Horas después, cuando Ethan se fue a dormir y él se quedó solo junto al fuego, con los auriculares puestos y la voz de Draco llenándole los oídos, la culpa le cayó encima como una tormenta.
¿Qué acabas de hacer, Luke?
Una cagada, le respondió una vocesita en su cabeza.
Dejó caer la cabeza entre las manos. Sintió el peso de su decisión clavarse en la nuca.
No deberías haber dicho que sí. No si no lo sentías. No si lo único que tenés en la cabeza es a Draco.
Y era Draco. Siempre era Draco. Incluso en la distancia, incluso después de haber dicho adiós, incluso con Ethan a su lado. Su voz, su forma de hablar, su sarcasmo… su maldita sonrisa. Todo lo que lo hacía diferente. Todo lo que lo hacía imposible de reemplazar.
Ethan era bueno. Era valiente. Era constante. Pero no era él.
Y por primera vez en mucho tiempo, Luke deseó haber sido un poco más egoísta. Un poco más sincero. Porque al final, lastimar a alguien con la verdad dolía menos que arrastrarlos con una mentira.
Suspiró, quitándose los auriculares, con los ojos cerrados y el pecho enredado.
¿Qué demonios acabas de hacer, Luke Castellan?
.
Clarisse lo encontró en la orilla del lago, sentado como si no hubiera hecho nada malo, como si no estuviera rompiendo el corazón de su mejor amigo sin siquiera darse cuenta. O, peor aún, dándose cuenta y haciéndolo igual.
"¿Estás saliendo con Ethan?" preguntó sin rodeos, con el ceño fruncido y los puños ya apretados.
Luke apenas giró la cabeza. "¿Y?"
Mal. Muy mal. Clarisse levantó una ceja con lentitud peligrosa.
"¿Y? ¿Y? Castellan, dime por favor que no eres tan idiota".
Él se puso de pie cansado. "No es tu problema, Clarisse".
"Es exactamente mi problema" gruñó dándole un empujón en el pecho. "Porque todos en el puto campamento sabemos que tú no sientes nada por Ethan, y que cuando Draco se entere se le romperá el corazón, porque el tonto es un tonto sentimental".
"No le romperá el corazón..." Solo que tal vez se ponga un poco celoso, pero no quiere que se le rompa el corazón.
"¡Estás saliendo con otro, Luke! ¡Un tipo que lo odia, encima! ¿En qué cabeza cabe?"
Luke apretó la mandíbula. "No tenía..." ni siquiera pudo terminar, porque sabía la respuesta.
"Siempre tienes opción. Y elegiste mal".
Fue lo último que Clarisse dijo antes de que le lanzara un derechazo directo a la cara, Luke no tuvo tiempo de esquivarlo. Cayó de espaldas, con la boca llena de tierra y el orgullo hecho trizas. Intentó levantarse, sin embargo la chica no lo dejó. Le cayó encima como un toro desbocado, gritándole cosas entre golpes:
"¡Eres un imbecil! ¡Un maldito egoísta que..!"
Por sus gritos, la gente empezó a acercarse, primero uno o dos, luego más. Y de pronto, medio campamento ya sabía lo que había pasado.
"¿Luke está saliendo con Ethan?"
"¿Ethan Nakamura?"
"¿El que odia a Draco?"
"¿Pero no estaba colado por Draco?"
Luke logró apartarse, con un corte en la ceja y el labio partido. Se puso de pie tambaleándose, con la respiración agitada. Clarisse, aunque aún furiosa, lo dejó. Ya había dicho todo lo que necesitaba decir con palabras, puños... y mucha violencia.
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Al principio, Luke había pensado que decir que sí sería... más fácil. Que no lo haría sentir tan mal. Pero ahora, con cada día que pasaba, con cada sonrisa de Ethan que no lograba devolverle, entendía lo equivocado que estuvo.
No se trataba solo de no quererlo. Se trataba de la presión constante, de las miradas vigilantes, de las palabras que Ethan usaba como dulces al principio y que ahora sonaban como cadenas.
Frases como "Draco nunca te habría entendido como yo" o "Ahora me pertenecés a mí, ¿no?" que antes le habían parecido extrañas, ahora le resultaban inquietantes.
Y no era el único. Todo el maldito campamento parecía haberlo notado.
Señor D, que raramente prestaba atención a algo que no fuera vino y cartas, lo llamó por su nombre (su verdadero nombre, no una fruta) solo para decirle con esa voz tan suya:
"No puedo obligarte a tener sentido común Castellan, pero esto... esto ya es triste".
Clarisse seguía sin dirigirle la palabra, sus hermanos lo miraban como si estuviera viendo un derrumbe en cámara lenta, y hasta Annabeth parecía decepcionada. Solo Ethan seguía comportándose como si nada estuviera mal, como si el universo le hubiera dado exactamente lo que merecía.
Pero entonces, vino Travis.
Travis Stoll no era sutil. Tampoco era particularmente prudente. Se acercó una tarde mientras Luke entrenaba con la espada (más por costumbre que por ganas) y dijo como si hablara del clima:
"Así que tú y Ethan, ¿eh? Interesante jugada" él lo miró sin decir nada, por lo que el chico continuó. "Supongo que eso libera a Draco, ¿no?"
... ¿eh?
"¿Qué?"
Travis se encogió de hombros, como si nada aunque habka un leve enrojecimiento en su cara. "Draco. Digo, él siempre me gustó, munca dije nada porque pensé que tú y él... ya sabés. Que había algo ahí. Pero ahora que estás con el emo ese, bueno..."
Y se fue, sin más.
Luke se quedó congelado, la espada colgando de su mano. Porque, claro, que Travis dijera eso lo hizo pensar. Pensar de verdad. Ethan no era algo correcto. No lo quería, y lo peor: el cariño de Ethan hacia él... no se sentía del todo sano. Era como si lo necesitara, como si sin él no supiera quién era.
¿Y yo? ¿Estoy con él por culpa? ¿Por no querer romperlo? ¿O porque me convencí de que esto sería más fácil que enfrentar lo que realmente siento?
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El agua del charco brilló con una luz tenue antes de tomar forma. La imagen de Annabeth apareció con claridad, y por un segundo, Luke pensó que tal vez estaba soñando. Pero no, ahí estaba ella, con los brazos cruzados, la ceja arqueada y esa expresión que decía: estás en problemas y lo sabes.
"¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?"
Luke parpadeó, sin tener tiempo de saludar. "Hola, Annabeth. Qué gusto verte también".
"No me vengas con esas cosas Luke, ¿estás saliendo con Ethan?" El tono de su voz era tan cortante que casi dolía.
"No es tan sencillo..." bueno, en realidad si era tan sencillo.
"¿No es tan sencillo? ¿En serio vas a decirme eso?" preguntó, dando un paso más cerca del agua, como si eso la acercara a él. "Tú. Estás. Saliendo. Con. Ethan. Nakamura. El tipo que odia a medio campamento, incluyendo a Draco".
Luke desvió la mirada.
"Él... se confesó. No quería herirlo. Es mi amigo".
Annabeth soltó una risa sin humor alguno. "¿Así que por lástima? ¡Muy maduro de tu parte!" Sacudió la cabeza con furia. "No puedo creer que seas tan cobarde".
"No es eso..." Sí, sí es eso.
"¿Entonces qué es, Luke? Porque te recuerdo algo muy simple: tú no estás con Draco. Nunca lo estuviste. Pero todos, todos saben que te importa. Y ahora te apareces con Ethan, como si nada. Como si no importara".
"No sabía que tenía que pedirle permiso al campamento entero para tomar decisiones personales" respondió con la mandíbula apretada, sintiendo cómo la culpa se enredaba con la rabia.
"No, claro que no. Pero al menos podrías ser honesto contigo mismo" dijo su amifa más tranquila ahora, pero con una mirada aún más dura. "No lo quieres, Luke. No como crees, no como se debe. Y si sigues jugando a que sí, vas a lastimar a todos: a Ethan, a Draco... y a ti mismo".
Hubo un silencio tenso. Luke no pudo responder. Porque ella tenía razón. Porque lo sabía desde el momento en que dijo si y sintió que algo se rompía.
"Draco está bien, por si te lo preguntabas" agregó Annabeth al final, como si le diera una última estocada. "Aunque eso es más de lo que puedo decir de tu sentido común".
La imagen se desvaneció antes de que pudiera responder. Y él se quedó mirando el reflejo del agua, sintiendo que había metido la pata más allá de lo reparable.
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Luke se había quedado unos segundos más frente al lago después de hablar con Annabeth. Aún sentía el eco de su voz en la cabeza, las palabras punzantes, la decepción, el juicio… y la verdad incómoda. No lo quieres, Luke. No como crees.
Qué fastidio. Como si él no tuviera ya suficiente con todo esto. Como si no estuviera enredado hasta el cuello con su propia confusión.
Estaba a punto de alejarse cuando notó que el agua del lago volvía a brillar. Una nueva llamada Iris, al parecer. Se quedó observando por pura costumbre.
Clarisse.
Frunció el ceño.
Y… Draco.
Se quedó en su lugar, a unos pasos de distancia, sin hacer ruido. Draco tenía los brazos cruzados, sonriendo con esa confianza natural suya, esa que le salía hasta sin proponérselo.
"¿Ya me extrañaste tan rápido, Clarisse?" bromeó él.
Luke sintió que se le apretaba el pecho.
¿Cómo puede hacer eso? ¿Cómo puede estar tan tranquilo, tan… bonito? Porque eso era Draco: una tormenta disfrazada de sol.
"Luke está saliendo con Ethan Nakamura" hablo Clarisse con el tacto de un rinoceronte.
Genial. Ahora no solamente todo el campamento lo sabe, sino también Draco. (Pero, ¿no acepto en parte para ponerlo celoso?)
De todas formas, él se preparó para lo peor. Draco lo sabría. Y probablemente frunciría el ceño, tal vez pondría una sonrisa incómoda, tal vez se iría, tal vez lo odiaría.
Pero entonces…
"¡Eso es genial! ¡Eso es increíble! ¡Eso es lo mejor que he escuchado en semanas!"
Luke casi se cae al lago.
¿Qué? ...
¿Estaba… feliz? ...
Esto es solo un sueño, ¿no?
"¡Estoy tan feliz por él!" siguió Draco con entusiasmo real, real. "¡Esto es maravilloso! ¡Es amor, Clarisse! ¿Cómo no estaría feliz?" Luke lo observó con los ojos muy abiertos. ¿Esto está pasando? "¿Desde cuándo? ¿Cómo pasó? ¿Quién dio el primer paso? ¿Hubo confesión romántica? ¿Fue algo espontáneo? ¡Cuéntamelo todo!"
Clarisse lo miraba igual de confundida que él, teniendo en cuenta que lo golpeó porque creían que Draco se pondría mal.
Luke no pudo evitarlo. Dio un paso hacia la imagen y, por reflejo, la llamada se ajustó para incluirlo. "¿Detener qué?"
Draco se giró hacia él, como si no fuera gran cosa, como si no acabara de soltar la bomba del siglo.
"¡Luke! ¡Muchas felicidades, en verdad!"
Luke parpadeó. Una vez. Dos veces. "¿Eh?"
"¡Por Ethan! Clarisse me acaba de contar. ¡Me alegro tanto por ti!"
"Tú… ¿tú estás feliz?" Pregunto, solo por si las dudas.
"¡Obviamente, tonto! ¿Por qué no lo estaría?"
¿Por qué no lo estaría?
Luke abrió la boca. Cerró la boca. Lo intentó de nuevo. "No lo sé, yo…" se frotó la nuca, confundido. "Solo… no esperaba que reaccionaras así" ¡era que tenias que estad celoso, no que saltaras de alegría! Ce - lo - so.
Draco frunció el ceño, fingiendo ofensa. "¿Acaso me ves como un amargado que odia el amor?"
Clarisse resopló. "Tienes una definición muy flexible del amor".,
"Aunque te quiera mucho, las personas que no creen en el amor no pueden opinar aquí" replicó él con una sonrisa radiante.
Y entonces, Luke lo vio.
La sinceridad.
El brillo en los ojos.
La alegría honesta.
"¿De verdad te alegras?" preguntó sin poder detenerse.
Draco lo miró directamente. "Luke, te mereces ser feliz. Y si Ethan te hace feliz, entonces estoy feliz por ti".
Y ahí fue cuando algo en Luke se rompió un poco.
Porque no. No estaba feliz. No con Ethan.
Y ver a Draco así, celebrándolo, convencido de que todo estaba bien… lo hizo sentir como el peor ser humano del planeta.
Porque Ethan no lo hacía feliz. Porque esa sonrisa que Draco tenía —esa de orgullo, de cariño, de admiración— no la había visto jamás en los ojos de su... de Ethan.
Y porque si alguien lo hacía sentir algo parecido a felicidad, estaba justo al frente.
Quiso decir algo. Lo intentó. Sus labios se movieron… pero nada salió.
Clarisse carraspeó. "Bueno, ahora que tuvimos esta conmovedora escena, ¿podemos seguir con nuestras vidas?"
"¡Sí! ¡Pero solo después de que Luke me cuente cómo pasó todo!" Dijo Draco, con esa chispa de siempre.
Luke rodó los ojos. "¿Sabes algo, pretty boy? Eres un caso total y completamente perdido". Y mientras Draco reía y exigía detalles, Luke se dio cuenta de algo.
Estaba completamente perdido también.
~~~❤︎~~~
El día había sido una pesadilla.
Primero, la pelea con Drew y los otros jefes de cabaña, que terminó en gritos, sarcasmo venenoso y alguien lanzando un jarrón (probablemente él, si era sincero). Luego, el silencio incómodo con Ethan, ese tipo de silencio donde las palabras no dichas lo decían todo. Pero nada de eso importó cuando lo vio.
Draco.
El corazón le dio un salto tan fuerte que casi creyó que se le iba a salir del pecho. Draco caminaba por el campamento como si no hubiera desaparecido por semanas, como si no lo hubiera dejado con mil preguntas sin responder y un hueco maldito en el pecho. Se veía igual. O al menos eso quiso creer. Pero también se notaba más fuerte, más presente. Y cuando sus ojos se cruzaron con los suyos, sintió un golpe seco de alivio. Como si su cuerpo entero hubiera estado en pausa y, al fin, pudiera respirar otra vez.
Caminó hacia él sin pensarlo, sin procesarlo. No se detuvo. Draco tampoco lo hizo. Y cuando lo tuvo cerca, cuando lo abrazó, fue como si todo el caos alrededor del mundo se silenciara. Era él. Estaba ahí. Por fin.
"Estás aquí", susurró contra su cabello, aferrándose con más fuerza de la necesaria. Su voz le tembló. No lo pudo evitar.
"Claro que sí, Luke".
La forma en la que dijo su nombre le quemó el pecho.
Se separó apenas lo justo para verlo. Quería memorizar ese rostro otra vez, cerciorarse de que no era un sueño. Sus manos seguían sobre sus hombros, reacias a soltarlo. Estuvo a punto de decir algo, de soltar la frase que le había estado comiendo las entrañas desde que se fue, pero entonces…
Ethan.
No necesitó girarse para saber quién era. Reconocía esa voz en cualquier parte. Cuando lo escuchó llamarlo amor con ese énfasis, el cuerpo entero se le tensó. La burbuja estalló.
Por un momento, deseó que Draco no lo hubiera escuchado. O que Ethan simplemente no hubiera aparecido.
Draco sonrió. Esa sonrisa. Su forma de fingir que todo está bien aunque no lo esté. Con esa voz liviana que usaba cuando algo dolía y no quería admitirlo.
"Tu novio te busca, Luke" dijo como si nada, aunque el subtexto le dio una bofetada en la cara.
Dudó. Su cuerpo no quería moverse, no todavía. Soltó los hombros de Draco lentamente, como si el simple acto de alejarse le costara más de lo que debería. Y aunque ya había dado un paso atrás, sus ojos no se apartaban de los de él. Tenía tanto que decirle. Pero no allí. No con Ethan a un lado. No mientras todavía no entendía qué carajos le pasaba por dentro.
"Nos vemos luego, Draco", murmuró. Como una promesa. Como una súplica silenciosa.
Y Draco, con esa misma sonrisa resignada, asintió.
.
El ambiente era espeso, cargado de electricidad estática no dicha.
Ethan no había hablado desde que salieron de la explanada. Solo caminaba delante de él, los hombros tensos, las manos cerradas en puños como si estuviera conteniéndose. Luke iba detrás, con una mezcla de frustración, culpa y algo que no quería nombrar todavía. Cuando llegaron a la puerta de la cabaña, Ethan se giró de golpe.
"¿Vas a decir algo?" su voz era baja y afilada.
Luke parpadeó. "¿Sobre qué?"
"Oh, no sé. Tal vez sobre cómo estabas abrazando a tu amigo como si fuera lo único que te importa en este maldito campamento".
El tono sarcástico le cayó como un cubo de agua helada. Luke cruzó los brazos, exasperado. "No empieces, por favor".
"No estoy empezando, Luke" Ethan se acercó un paso. "Solo quiero entender qué está pasando. Porque no es normal que casi se te salgan los ojos del pecho al ver a alguien. No es normal que te abraces así con alguien que, según tú, solo es tu amigo".
Luke bajó la mirada por un segundo. Luego volvió a encontrar la de Ethan, desafiante. "¿Y si sí? ¿Si solo es mi amigo? ¿Desde cuándo está prohibido que me alegre de verlo?" Porque Luke Castellan podía ser muchas cosas, pero infiel no era una de ellas.
"No me jodas, Luke" Ethan rio sin humor, cruzándose de brazos. "No soy estúpido, no nací ayer. Tú no sonríes así por cualquiera. Nunca me miraste así ni cuando nos besamos por primera vez".
Eso lo golpeó en seco. Luke frunció el ceño, pero no respondió de inmediato. Ethan suspiró, y por un momento, parecía más cansado que molesto. "Mira…" continuó. "Yo entiendo que Draco te importa. Que fue importante antes de que tú y yo… esto" hizo un gesto vago entre los dos. "Pero yo soy tu novio ahora. Y merezco saber si estoy compitiendo con un fantasma que acaba de regresar".
"No estás compitiendo con nadie" respondió más por reflejo que por convicción.
Ethan lo miró fijo.
Luke tragó saliva. Bajó la voz.
"Draco… es Draco. No puedo evitar lo que siento cuando lo veo, pero eso no significa que lo quiera de una forma en la que te estoy mintiendo. Somos amigos. Punto. Aunque te moleste, no voy a alejarme de él solo para evitarte una inseguridad".
Silencio. Tenso. Largo.
Finalmente, Ethan asintió lentamente, pero su mirada seguía dura.
"Está bien. Solo… espero que eso sea cierto".
Y con eso, se dio la vuelta y entró a la cabaña, dejando a Luke solo en la oscuridad del porche.
.
Él se pasó una mano por el rostro, exhalando con fuerza.
Somos amigos.
Eso le había dicho a Ethan.
Y tal vez se lo había dicho también a sí mismo. Una mentira útil. Una mentira amable.
Pero cada vez que pensaba en el abrazo, en la sonrisa de Draco, y en la forma en que su corazón se descontrolaba…
No estaba tan seguro.
.
Desde la otra esquina de la hoguera, todo ardía. Pero nada como él.
Draco.
Bajo las llamas multicolores, su cabello brillaba como si tuviera luz propia. Rodeado de gente, risas, miradas que querían demasiado de él. Y Luke… Luke no podía dejar de mirar.
Una guitarra en las manos, una sonrisa descarada en los labios, y una seguridad tan insultantemente atractiva que casi dolía. Travis Stoll no se despegaba de su lado, murmurando cosas que hacían que Draco riera con esa maldita voz de cantante de rock que se le metía en los huesos.
Y Luke… no podía moverse.
Ethan estaba a su lado. Lo sabía, lo sentía. Su brazo estaba aferrado al suyo como si Draco fuera una tormenta que pudiera llevárselo si no lo sostenía con suficiente fuerza. "¿Disfrutando el espectáculo?" preguntó Ethan, su tono bajo, casi casual, pero con ese filo en cada palabra.
Luke parpadeó, como si lo hubieran sacado de un trance. Se obligó a mirar a su novio, y sonrió. Una sonrisa pequeña. Falsa.
"Solo es Draco".
Ethan rio. Sin humor.
"Sí. Solo Draco. Solo el tipo que acaba de convertir una fogata en un concierto privado. Solo el tipo que hace que todo el maldito campamento se quede embobado mirándolo, solo el tipo que estabas abrazando como si fuera la única persona en la galaxia".
Luke apretó la mandíbula. No tenía energía para discutir. No hoy.
"¿Quieres irnos?" preguntó, en un intento patético de distraer la tensión que se acumulaba en el aire.
Ethan lo miró como si supiera exactamente qué estaba haciendo. "No. Quiero quedarme y ver cuánto tardas en inventar una excusa para acercarte a él."
Eso lo golpeó directo al orgullo. Luke se giró hacia la hoguera, buscando de nuevo a Draco.
Lo encontró de inmediato.
Estaba alzando a una niña pelirroja, girándola en el aire con una sonrisa pura, brillante, imposible. Todos a su alrededor parecían existir solo por inercia, porque el centro gravitacional de la noche era él.
Y entonces, como si lo sintiera, Draco lo miró.
Los ojos grises encontraron los suyos, y todo lo demás se apagó. Luke no lo dijo. No lo movió. Pero su cuerpo sí.
Se inclinó apenas hacia adelante. Solo un poco.
Y Ethan lo notó.
"Luke" lo llamó, más fuerte esta vez. Tiró de su brazo. Un murmullo al oído. Una frase que no recordaría después. Solo sabía que estaba siendo jalado hacia atrás, lejos del fuego.
Levantó la vista una vez más.
Draco seguía allí. Seguía mirándolo.
Y aunque sonreía, Luke podía verlo.
Ese brillo triste detrás del coqueteo.
Esa promesa muda:
"Aquí voy a estar. Cuando te atrevas".
Luke se dejó arrastrar por Ethan.
Pero su mirada, su alma, sus ganas…
Se quedaron con Draco.
.
Éstaba en el campo de entrenamiento.
Respiraba, contaba, golpeaba.
Espada, escudo, giro. De nuevo.
Todo en automático.
No pensaba en Draco.
No pensaba en su sonrisa la noche anterior.
Ni en cómo sus dedos parecían bailar cuando tocaba la guitarra.
Ni en cómo sus ojos buscaban los suyos en medio de toda esa gente.
No.
Él estaba enfocado. Entrenando.
"¿Tú eres Luke?"
Se giró al escuchar la vocecita.
Una niña pelirroja, de ojos grandes y un lazo demasiado rosado para estar en medio de espadas y sudor, lo miraba con los brazos cruzados. Se le había familiar de algún, lado... solo si pudiera recordarlo bien... "Eh… sí" dijo, un poco confundido. "¿Pasa algo?"
Ella lo observó como si ya lo hubiera juzgado y condenado en silencio. "¿Tú eras el que salía con Ethan, no?"
"Sí, todavía… ¿Qué necesitás, pequeña?" Cambio su respuesta, porque sinceramente no quería hablar de su amig- de su novi... de Ethan.
Ella entrecerró los ojos, cruzó los brazos con más fuerza, y dijo con una claridad que lo desarmó:
"Pequeñas tenés las pelotas y la dignidad, cobarde."
Luke parpadeó enormemente confundido y ofendido. "¿Perdón?"
"Perdón nada. ¿Te creés muy valiente por pelear monstruos, pero le tenés miedo a querer bien? Porque eso, Luke, eso es de gallinas, si, escuchaste bien, gallinas".
"Mirá, no sé quién eres, pero no puedes venir a decirme..."
"Lily, Hija de Afrodita. Y hermana menor de Draco" presumió con una sonrisa radiante, como si acabara de declararse reina del Olimpo. "Y antes de que preguntes: sí, lo sé todo. Draco me cuenta cosas, y yo escucho cosas igual, también soy su hermana favorita" Termino aun más radiante.
Luke se quedó en silencio un segundo más. Luego bajó la espada, exhalando como si se hubiera rendido en una batalla que ni sabía que estaba peleando. "¿Qué te dijo?" preguntó, más cansado que molesto, aunque sentía curiosidad.
"Que te quiere. Aunque no te lo diga así. Que sos un tonto, pero un tonto lindo."
Y que si le rompés el corazón, Clarisse te lanza al lago con piedras atadas a los pies. Eso último lo dijo Annabeth en realidad, aunque no sé si esa parte era en serio, pero... por las dudas, no lo pruebes".
Luke se rió, contra su voluntad.
Ella lo miró como si hubiera ganado un punto. "¿Y Ethan?"
"Ethan te quiere tener solo para él. Draco te quiere feliz, aunque eso signifique no tenerte. Eso es amor. Lo otro es... posesión. Como los perros con los huesos, aunque yo también protegería así a mi comida, en especial de Drew".
"Wow…" murmuró Luke, sorprendido de estar recibiendo terapia emocional de una niña de 10 años. "Eres muy sabia para tu edad".
"Obvio. Soy hermana de Draco. Y leo fanfics de romance escondida en la cabaña. Pero shhh, no cuentes eso".
Luke sonrió. Por primera vez en días, de verdad. "¿Y qué debería hacer?"
Lily lo miró de arriba abajo. "Dejá de ser un cobarde. Hablá con Draco. Terminé con Ethan si ya no lo amás. Y, por favor… bañate. Tenés olor a confusión y sudor. Afrodita lo desaprobaría, Draco lo desaprobaría y cualquiera con una nariz funcional".
Luke soltó una carcajada genuina.
"Gracias, Lily".
Ella asintió como una ejecutiva poderosa, se dio media vuelta y se fue saltando como si no acabara de darle vuelta el corazón a un chico con más cicatrices que planes de futuro. Luke la miró alejarse, con el estómago revuelto y el pecho caliente.
Tal vez era hora.
Tal vez… tenía que dejar de esconderse.
Y si una niña de 10 años podía verlo tan claro, ¿qué excusa le quedaba?
~~~❤︎~~~
Que es un maldito cobarde, esa es su última y única excusa.
El último día de las vacaciones siempre tenía una sensación rara en el aire. Como un eco a punto de apagarse.
Draco se iba hoy. Luke lo sabía.
Había intentado hablar con Ethan la noche anterior. Y la anterior a esa. Y la anterior de la anterior a esa... pero siempre era lo mismo.
"¿Para qué querés hablar de eso?"
"No es el momento, Luke."
"Siempre estás con lo mismo, ya fue."
Luke había tragado el enojo, una y otra vez.
Pero ahora... ahora no podía más.
Estaban en el bosque, lejos de la cabaña de Hermes, lejos de todos. Ethan lo había arrastrado hasta ahí en cuanto lo vio recogiendo una mochila. "¿Así que te vas a despedir de él?"
Lo miró serio. "Es lo mínimo. Es su último día. Es... Draco".
"Sí, claro. Draco" escupió el nombre como si le amargara la boca. "El chico perfecto. El que te hace sonreír como un idiota. ¿Sabés cuántas veces me ignoraste por él?"
"No te ignoré, es más, casi no hable con Draco porque me apartaban siempre. Además yo intenté hablar contigo, todo este maldito verano. Fuiste tú el que no quiso escucharme".
"¡Porque ya sabía lo que ibas a decir! ¡Que estás enamorado de él!"
Luke apretó los dientes.
"No. Iba a decir que no me siento bien con esto, que lo nuestro ya no se siente como antes, que en realidad nunca hubo un antes y te pido perdón por esto".
"No cambies el tema" siseó Ethan ignorandolo. "Estás por ir a verlo. A él".
"Sí, lo estoy" dijo Luke, y sintió cómo le temblaba el pecho, pero no retrocedió. "Porque me importa. Porque no voy a dejar que se vaya sin decirle adiós. No después de todo lo que pasamos".
Ethan frunció el ceño. Sus ojos brillaban de rabia, pero había algo más debajo.
"Si vas… lo nuestro se acabó".
Silencio.
Como si incluso los árboles se hubieran detenido.
Luke lo miró. Por un momento, dudó.
Pero luego pensó en los ojos de Draco al otro lado del fuego. En cómo su voz temblaba cuando cantaba y aún así no dejaba de hacerlo. En cómo lo miraba, siempre como si supiera que él era algo más que una leyenda rota.
"Entonces… supongo que se acabó".
Ethan retrocedió un paso, como si lo hubiera golpeado.
"No lo hagas, Luke".
"Ya lo hice".
Y sin mirar atrás, sin dejar que la culpa lo jalara de nuevo, Luke dio media vuelta y corrió. Corrió hacia el comedor donde sabía que Draco estaba por marcharse, corrió como si el tiempo pudiera alcanzarlo, como si aún quedara una oportunidad, aunque fuera pequeña.
.
El bosque parecía moverse más rápido esa mañana. O quizá era él, corriendo como si su vida dependiera de llegar a tiempo. Había dejado a Ethan en el claro con una mezcla de rabia y derrota pegada a los labios, con el corazón palpitándole de algo que no era miedo pero se le parecía mucho. ¿Había terminado? Sí. ¿Lo había dicho en voz alta? No exactamente. Pero estaba implícito. En su decisión. En su voz firme. En sus pasos alejándose sin mirar atrás. Había elegido. Tarde, como siempre. Pero había elegido.
Y ahora corría.
Porque Draco se iba.
Y no sabía si iba a tener otra oportunidad.
Cuando por fin lo vio —a lo lejos, entre semidioses, carrozas y despedidas— el tiempo pareció hacer algo extraño. Se estiró, se contrajo, se burló de él. Draco estaba ahí, abrazando a una niña pelirroja que Luke reconoció vagamente como Lily, la niña con la que hablo, Clarisse le daba un golpe amistoso en el hombro, de esos que dolían pero que significaban cariño en su idioma, Annabeth estaba cerca, con los ojos vidriosos. Y Draco… Draco sonreía. O intentaba. Esa sonrisa de él, perfecta y rota a la vez, como si supiera que lo estaban viendo y no pudiera evitar fingir que todo estaba bien. Como siempre. Como cada vez.
Por un segundo, Luke se detuvo.
¿Qué podía decirle?
"Perdón por no elegirte antes"
"Terminé con Ethan".
"Te soñé todas las noches y nunca supe cómo decirlo."
"Me haces querer ser alguien mejor.".
Ridículo.
Así que solo caminó. Dejó que su cuerpo hablara por él. Se acercó cuando Draco ya se estaba subiendo a la carroza, cuando parecía que el momento se le escapaba entre los dedos como arena.
"¿Pensaste que te dejaría ir sin más?"
La voz le salió más suave de lo que esperaba. Más vulnerable. Más real. Draco se giró. Y Luke sintió que el mundo se detenía. Otra vez.
Tenía el cabello más revuelto de lo normal, la chaqueta mal abrochada, los ojos grandes como si no supiera si estaba feliz o a punto de llorar. Su Draco. Ese que cantaba desafinado pero con el corazón en llamas. Ese que se enfrentaba a Clarisse sin parpadear y aún así se derretía por una niña con lágrimas en los ojos. Ese que había llegado al campamento como una tormenta inesperada y se iba dejándolo todo patas arriba.
Luke no dijo nada más. No podía. Solo se acercó. Hasta que sus frentes se tocaron. Fue un gesto egoísta. Lo sabía. Pero no pudo evitarlo.
"Voy a extrañarte" susurró.
Y lo decía en todos los sentidos. Iba a extrañar su risa a mitad de la noche. Sus peleas con Annabeth por los libros de estrategia. Su voz burlona que lo sacaba de quicio. Esa forma en la que lo miraba cuando pensaba que él no lo notaba. Iba a extrañar sentir que alguien lo veía de verdad.
Y Draco no se apartó. No respondió con palabras. Solo se quedó ahí, tan quieto, tan cerca, tan dolorosamente cerca que Luke casi deseó que el tiempo se rompiera para siempre.
Pero luego sonrió.
Esa maldita sonrisa de 'estoy bien' que conocía demasiado bien.
"No te pongas sentimental, Luke".
Y él tuvo que reír, aunque le doliera. "Cállate, pretty boy" ¿hace cuanto que no lo llamaba así?
Y se apartó. Porque no podía quedarse más. Porque si lo abrazaba, si le decía la verdad, si se atrevía a decir lo que de verdad quería decir, no iba a dejarlo ir.
Y Draco tenía que irse.
Tenía su vida. Su mundo.
Y Luke… Luke tenía que arreglar el suyo.
Así que se quedó ahí, quieto, viendo cómo Annabeth lo jalaba a la carroza. Viendo cómo se alejaba. Viendo cómo, con cada metro que pasaba, se le escapaba algo que aún no tenía nombre.
No lloró.
No dijo nada.
Solo se quedó con el silencio.
Pero cuando el polvo se asentó y la carroza desapareció, Luke se pasó una mano por el rostro y murmuró, muy bajo, solo para sí:
"Esta vez no voy a dejarte ir del todo".
Porque sabía que esto no era el final.
No podía serlo.
No cuando aún quedaba tanto por decir.
Notes:
Holaaaa
Que no se note que este POV me lo saque del culo porque no sabía cómo continuar :). Y creo que especialmente al inicio se nota que no tenía ni la más mínima idea de cómo quería retratar a Luke, asi que lo siento 😔. Para hacer esto estuvo releyendo todo, y en serio, ¿como pueden ustedes leer esta porquería?
Creo que desde el punto de vista de Draco no tenemos en si su primera charla con Luke, ya que para él Luke era un desconocido más, así que me gustó ponerlo aquí :).
Este capítulo me lo ayudó a escribir un amigo llamado Kevin (gracias, por cierto), así que si ven algo raro, fue él :).
Por un momento pensé en hacer a Luke el traidor, hasta que recordé que ya lo había hecho buenito 😔.
Si ven que nada tiene sentido, es porque no lo tiene :). En parte es mi culpa por escribir todo en una fiesta de cumpleaños con más coca cola que sangre en mi sistema 😔.
Puse la escena donde iba a habla rcon Thalia porque si mi amiga se convirtiera en un pino, yo le hablaría de todo. Y le pediría permiso para dejar que mi perro la mee encima (na mentira, eso no, le preguntaría cual es el mejor compañero árbol/pino para mear).En serio, en serio, en serioo. Yo no quería que quedara tan... no lo se, tan como quedó. Pero okey. Me tarde en el capítulo porque... ehh, porqueee... porque no comentaron! Si, porque no comentaron los suficiente, por eso me tarde :) (y no saben la cantidad de palabras que me tomo, eh 😔).
No saben la BRONCA que me dio escribir la parte donde Luke dijo que sí a Ethan sin sentirlo, tipo, AAAH. Al tipo no se le sube el oxígeno a la poronga o que??
Estoy tan enojada que voy a poner en el futuro a Draco con alguien solo para cagarle la puta existencia, cuando yo en realidad no tenia planeado que Draco saliera con alguien, y para joderlo más será un Dios (va, que cagada decia)Si leemos bien, nos damos cuenta de que Luke pasa poco momentos con Ethan al salir con él, siempre está con otros y si, lo mencionan, pero es un tema del cual no quiere hablar. Y al notar eso nos damos cuenta de cómo lo deja de lado. Hombre tenia que ser.
Ya me iba aponer a pelear pensando que Luke tenia a Draco como segunda opción, hasta que el Kevin me dijo "che, pero como esta y lo trata, Ethan ni siquiera fue una opción" y tiene razón 😔 y me sentí culpable.
Leí solo una parte de eso, y tengo que decir algo: me declaró Hater de mi Luke.
Eso es todo por hoy, nos vemos!
M. S. C
Chapter 15: Lets Get Loud
Summary:
El capítulo es un asco :), se los advierto desde ahora.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Salir del Campamento Mestizo y la Casa se sentía... incorrecto. Como si estuviera abandonando una parte de él que recién empezaba a conocer, como si le arrancaran una costilla, o peor: como si le arrancaran su nuevo abrigo favorito. Draco se ajustó la bufanda alrededor del cuello (por supuesto que combinaba a la perfección con su abrigo de corte italiano, ¿quién creen que es? ¿un salvaje?) y arrastró los pies sobre la tierra del bosque, grabándode cada detalle como si fuera la escena final de una película dramática —sí, de esas donde llora precioso bajo la lluvia—.
Al costado, Annie caminaba en silencio con sus rizos dorados revueltos por el viento y su boca tensa en una línea que conocía demasiado bien: se estaba obligando a no llorar. Como si fuera la más ruda del campamento, la gran arquitecta de acero... y aun así, su mano rozaba la mía cada tanto, buscando un ancla.
Cuando por fin nos detuvimos cerca del final de la Mansión, ella se lanzó sobre él en un abrazo que le sacó el aire de los pulmones. Fue intenso, real. No el tipo de abrazo de "nos vemos luego", sino uno de "por favor no te vayas". Y por supuesto, su corazón traicionero decidió derretirse como helado bajo el sol. La abrazó también, rodeándola fuerte, apoyando la barbilla sobre su cabeza mientras rodaba los ojos hacia el cielo para no largarse a llorar como un personaje trágico de novela barata.
"Vas a estar bien, ¿sabes?" murmuró Annabeth, la voz temblando apenas. "Hogwarts te necesita. Y... nosotros también"
No quiso contestar. Porque si abría la boca, sabía que lo único que iba a salir era un sollozo y probablemente una confesión dramática sobre cuánto la quería. No, gracias. Su reputación de diva orgullosa valía más.
Su padre Lucius los miraba desde un costado, de brazos cruzados, su postura perfecta como si estuviera a punto de dar un discurso diplomático. Cuando Annabeth por fin lo soltó, su padre se acercó, sacudiendo la cabeza con un suspiro como si él fuera un cachorro demasiado terco. Con movimientos pacientes, le acomodó el cuello del abrigo alisando una arruga invisible.y luego dejó sus manos sobre sus hombros, apretándolos. Sus ojos grises, esos mismos que veía cada mañana en el espejo, brillaban con algo que no necesitaba ser dicho. Orgullo, miedo, amor.
"Eres mi mayor logro, Draco" dijo Lucius, su voz baja y privada, como si le estuviera confiando un secreto. "No olvides quién eres, ni de dónde vienes. Y sobre todo... no dejes que nadie apague lo que haces mejor que todos: brillar".
Draco parpadeé y no dijo nada. Solo asintió, apretando los dientes contra el nudo en su garganta, mientras se prometía recordar cada palabra, cada gesto, para cuando inevitablemente el mundo tratara de aplastarlo bajo su mediocridad.
Por supuesto, la magia del momento se arruinó en cuanto el director de Hogwarts envió una tercera carta reclamando su regreso inmediato, con amenazas veladas sobre pérdida de puntos, informes académicos, y lo peor: visitas de profesores de pociones. ¿Acaso no entienden que esta ocupado siendo fabuloso?
Draco se subió al carruaje que Lucius había preparado, echando un último vistazo a la Mansión mientras partía. Allí estaban: Annabeth levantando la mano en un saludo tembloroso y los jardines extendiéndose como una promesa de aventuras que aún no terminaban. Apoyé la frente contra la ventana, dejando que el frío me despertara un poco del drama.
"Adiós, libertad" murmuró. "Hola, educación obligatoria".
Y cerró los ojos dejando que el traqueteo del viaje lo arrullara mientras planeaba en su mente todas las maneras posibles de vengarse del sistema educativo.
.
Hogwarts olía a humedad, a libros viejos, y a la mezcla irritante de emociones adolescentes que ningún hechizo parecía capaz de limpiar. Mientras subía los peldaños de piedra hacia el vestíbulo principal, su abrigo ondeando dramáticamente detrás de él (por supuesto que se había asegurado de hacer una entrada digna de paparazzi), no podía evitar sonreír. El eco de su nombre susurraba entre los corredores como una melodía secreta. No era para menos: en su ausencia, el álbum que había grabado en sus vacaciones extendidas se había convertido en un éxito monstruoso. Había recibido una lechuza de advertencia del Ministerio diciendo que algunos chicos de tercer año se habían desmayado durante la escucha nocturna clandestina en Hufflepuff. Qué puede decir, el talento pesa.
No tardó ni tres minutos en encontrarla. O, más bien, en que ella lo encontrara a él.
Lavender, su sol personal envuelto en glitter y perfume de fresa venía trotando hacia él con una sonrisa tan brillante que casi necesitaba gafas de sol. Sus rizos dorados rebotaban a su alrededor como si tuvieran vida propia, y por un segundo genuino, se sintió feliz.
"¡DRACO!" chilló, como si no hubieran pasado siglos escribiéndonos cartas cada dos días. "¡Estás aquí, estás aquí, ESTÁS AQUÍ!"
Draco se lanzó dramáticamente a sus brazos, porque uno debe saber cuándo dar espectáculo, y Lavender lo abrazó como si quisiera fusionarlos en una sola entidad de drama y belleza. Cuando lo soltó (un milagro en sí mismo), le sujetó la cara entre las manos y lo escaneó con los ojos como rayos X.
"¿Tú sabes que eres famoso, verdad?" susurró en una conspiración a viva voz que hizo girar algunas cabezas. "Famoso, Draco. Nivel 'chicas lloran en la biblioteca' famoso".
Draco se encogió de hombros, disfrutando cada palabra como si fueran bombones. "¿Y qué esperabas, Lav? Algunos nacemos para la grandeza. Otros para vender sapos de chocolate."
Ella rió, echando la cabeza hacia atrás, y entonces, sin aviso, su rostro cambió. Se quedó mirándolo como si estuviera viendo algo que él no podía ver. Algo... más allá. Antes de que pudiera preguntarle qué le pasaba, Lavender murmuró: "Fue raro... te vi besándote con un Potter más lindo..." parpadeó, como despertando de un sueño. "Y después con un chico cabra y un vestido de novia. El primer chico era como sal del mar… y Harry como sal de cocina".
Draco se la quedó mirando y parpadeó una vez, dos veces sin entender nada.
"¿Qué te estás fumando, Lav?" Preguntó finalmente ajustándose la bufanda mientras trataba de parecer sereno. Internamente, si cerebro ya había empezado a empacar una maleta de emergencia.
Lavender soltó una carcajada, como si no acabara de decir nada particularmente inquietante y lo agarró del brazo y lo arrastró hacia el Gran Comedor, lanzando saludos y lanzándose comentarios como confeti.
No sabía —no podía saber— que esas palabras extrañas eran más que un delirio de bienvenida. Que tarde o temprano, todo iba a cumplirse. Que el mar, la cabra, la sal... y el vestido de novia (por todos los dioses, ¿un vestido de novia?) iban a ser parte de una historia mucho más grande.
Por ahora, solo eran dos adolescentes riéndo, pavoneándose entre rumores de fama y miradas curiosas.
Inocentes. Ignorantes. Felices.
Por ahora.
.
Su regreso triunfal a Hogwarts no fue como lo había planeado. No llegó entre fanfarrias ni fuegos artificiales, ni fue cargado en andas por una multitud llorando. En lugar de eso, apareció jadeando en medio de las gradas del campo de Quidditch, arrastrando su baúl, una guitarra colgando de du espalda como un ala rota, y el abrigo ondeando con la actitud correcta pero el timing equivocado (si, Lavender había salido corriendo y lo dejo así).
"¡Llegaste tarde!" gritó Lavender desde una grada más arriba, con la voz de quien ya había planeado una entrada grupal épica y él se la había arruinado. "¿Dónde estuviste, Draco? ¡El colegio casi te declara muerto!" añadió picó después.
"Estaba ocupado conquistando el mundo, ¿te suena?"
Pero ni siquiera termino de subir el segundo escalón cuando su mirada se cruzó con la de él. Ya lo conocen, Cedric Diggory el Capitán de Hufflepuff y la estrella del equipo. Dientes más blancos que la nieve y sonrisa que podría encender farolas, si, bueno, ese mismo le guiñó un ojo.
El frío de Escocia pareció intensificarse diez grados, pero no porque el clima hiciera lo suyo, no. Fue él. Ese maldito guiño. Y luego, con una gracia que solo podría describirse como ilegal, atrapó la snitch con un giro perfecto, alzó el brazo, y gritó: "¡Para ti, Malfoy!"
Lavender se le acercó arrastrando a Pavarti que se estaba riendo como si hubiera visto algo que confirmaba años de teorías. "¿Te dedicaron la snitch? ¿TE DEDICÓ LA SNITCH?" chilló ella, fingiendo un desmayo más dramático que el suyo.
Draco se llevó la mano al pecho. "No lo sé. No sé si quiero besarlo, desmayarme o poner eso como letra en nuestro próximo sencillo" bromeó.
No tuvo tiempo de averiguarlo porque, como siempre, el caos lo persigue con tacones de aguja. Lavender, furiosa por razones que probablemente solo ella entendía, se giró de golpe y le lanzó una bofetada a Zacarías Smith. Una. Bofetada. Completa.
¿Qué había pasado ahora?
"¡Llámame rubia plástica una vez más y te juro que te pongo la nariz en los tobillos!"
Zacarías se giró hacia ella con cara de "esto-no-va-a-quedar-así" y Draco no necesitaba ni medio segundo más para entrar en escena. Se lanzó entre ellos sin varita, sin pensar, con más estilo que estrategia y más reflejos que lógica. Zacarías intentó empujar a Lav y él le agarró el brazo con una llave que ni en el dojo de Annabeth habían logrado enseñarle.
Lo siguiente pasó tan rápido como el concierto de mitad de año: Zacarías en el suelo, Lavender mirándolo con orgullo y la gente alrededor mirando el espectáculo.
"¿Te parece que necesito magia para bajarte los humos?" le dijo a Zacarías, agachándose con una sonrisa.
Y ahí apareció McGonagall.
"¡Malfoy! ¡Brown! ¡Oficina, ahora!"
"¡Él me defendió!" gritó Lavender, aunque su tono no ayudaba mucho.
"¡Sin varita!" añadió Pavarti, como si eso fuera argumento a su favor.
La profesora McGonagall lo miró como si acabara de patear a un gato. "No me importa si lo hizo bailando tap. Esa conducta es inaceptable".
"Uy, qué moderna está, profesora. ¿Bailando tap?" murmuró justo antes de que lo arrastraran fuera del campo.
"Vienes de familia, ya veo" masculló mientras caminaban lo suficientemente alto como para que lo escuchara.
Draco arqueé una ceja. "¿De familia? ¿Se refiere a Sirius Black o a mi madre famosa? ¿O al hecho de que claramente estoy destinado a cosas más grandes que este colegio gris y dramático?"
No respondió. Pero su ceño se frunció como si tuviera una migraña provocada exclusivamente por su existencia.
Y ahí iba él, Draco Malfoy: cantante, ícono, semidiós, ¿objeto de deseo de Cedric Diggory?, defensor oficial de rubias vengativas y ahora… castigado. Otra vez.
.
La noche había caído como un telón de terciopelo negro sobre Hogwarts, y con ella, el silencio se había instalado… salvo por sus pasos, que resonaban sobre la piedra como si fueran los latidos de un corazón que nunca duerme. Porque Draco no dormía, no cuando tenía entrenamientos clandestinos con dos diosas.
Había una parte del bosque prohibido (ni tan prohibido cuando tu tía cósmica es la bruja primordial del universo) donde las sombras se retorcían con elegancia y las luciérnagas flotaban como espíritus chismosos. Allí lo esperaba Hécate sentada sobre una piedra cubierta de runas que brillaban con un azul helado. "Llegas tarde, otra vez" dijo sin mirarlo, con esa voz que parecía arrastrar el peso de los milenios y el desprecio eterno.
"Disculpe, señora de la magia, pero estaba siendo castigado por defender a mi mejor amiga sin magia, como toda diva ética".
"La ética no te va a proteger de una maldición" respondió sin cambiar de tono. "Enséñame la palma".
Obedecí y las runas aue estaban practicando bajo sus pies parpadearon. Ella levantó una ceja. "Tu control está flojo, estás acumulando magia y no la estás soltando. Eso es imprudente como tu entrada a media partida de Quidditch".
Puso los ojos en blanco con cariño. "¿Acaso las diosas también chismean entre ellas?"
"¿Quién te crees que fue la primera?" dijo una voz suave y cantarina detrás de mí. Un aroma a rosas dulces, con un fondo de perfume caro, llenó el aire. Afrodita había llegado. Vestida en seda brillante, envuelta en luz cálida, caminaba como si el bosque fuera una pasarela y... se veía diferente esta vez, se parecía a alguien... pero Draco no podía identificar bien a quien, así que lo dejo pasar.
"Hola, mami" murmuró, ya con el tono que usaba solo con ella.
Ella sonrió y le besó la frente ntes de tirarle del abrigo. "¿Otra vez castigado? ¿No dijimos que luego de las vacaciones iba a ser diferente?"
"Defendí a Lav. ¿Qué esperaban que hiciera? ¿Dejar que Zacarías la tratara como si fuera un trozo de papel arrugado?"
Afrodita suspiró. "Tienes que aprender a embrujar con palabras, no con golpes, mi amor. Te di ese don. ¿Dónde está tu embruji-habla?"
"Está ahí" gruñó. "Solo que a veces el puño habla más fuerte".
"¿Ah, sí? ¿Y eso lo aprendiste en las bandas muggles o en la cabaña de los rencorosos? preguntó Hécate con su tono venenoso.
"No, eso lo aprendí viendo cómo McGonagall reprime sus traumas en mi cara" murmuró
Ambas lo miraron como si acabara de insultar a un meteoro sagrado.
Afrodita cruzó los brazos y se acercó con una expresión que solo las madres mágicas pueden dominar. "Y ya que estás tan rebelde, ¿quieres hablar de tu tatuaje nuevo, amor?"
Se congeló, hasta el musgo a sus pies se sintió más frío. "¿Qué tatuaje?" intenté, con la sutileza de una liebre nerviosa.
"Oh, no hagas eso. Sabes perfectamente cuál y sabes que lo sé. El que tienes en el hombro, el de Narcissa"
Hécate chasqueó los dedos y, sin aviso, la manga de si camisa se esfumó como polvo de estrellas. El tatuaje brilló bajo la luna: las letras Narcisso en griego antiguo, acompañadas de un narciso.
"No se lo has dicho a Lucius aún" sentenció Hécate.
"¿Y qué querían? ¿Que lo pusiera en la cena familiar entre el pollo al limón y los traumas intergeneracionales?" Intentó.
Afrodita sonrió con ternura, pero detrás de eso estaba el dolorcito que compartían los tres: la ausencia de mamá, la verdadera. La única.
"Te amamos, Draco" dijo Afrodita con los dedos en mi mejilla. "Pero no puedes seguir escapando de lo que sientes, ni de tu rabia, ni de tus poderes."
"Ni de tus responsabilidades mágicas" añadió Hécate que claramente había hecho de ese su eslogan.
Draco asintió mordiéndose el labio. Entonces, Afrodita tocó su frente. "Hoy practicamos el embruji-habla. Vas a convencerme de que no mereces otro castigo. Si fallas… mañana cantas en falsete todo el día".
"¿Eso es magia o crueldad?"
"Soy madre. Sé hacer ambas."
Y así comenzó otra noche bajo la luna, con hechizos lanzados sin varita, palabras tan filosas como encantamientos, y el abrazo de dos diosas que, de alguna manera, se habían convertido en su familia. Y sí, no se lo dij a Lucius. Porque todavía no esta listo para ver la mirada de orgullo mezclada con dolor, porque Narcissa también era suya, porque hay cosas que ni la magia cura del todo.
.....
Hogwarts amaneció con olor a invierno y a drama. De esos que no se dicen, pero que se notan como un perfume barato: demasiado fuerte para ignorarlo, demasiado confuso para entenderlo.
Lavender estaba particularmente radiante esa mañana. Y eso ya era una bandera roja. "¿Qué te sucede, Lav?" preguntó mientras caminábamos por el pasillo rumbo al Gran Comedor.
Ella lo miró como si acabara de preguntarle si la tierra era plana. "¡Nada! Solo que… Parvati se ató el cabello de una forma muy linda hoy. ¿La viste?"
Sí, la vio, todos la vieron. Parvati caminaba como si flotara, con un suéter rojo prestado que claramente no era suyo. Y cuando se sentó en una esquina para hablar con se gemela, Lavender casi se tragó la cuchara. "Me estás mirando raro" murmuró ella.
"No. Solo… tomando notas para cuando inevitablemente se arme una guerra civil con Hermione".
Porque sí, la chica también la estaba mirando. Y no con esa energía de "te voy a hacer una prueba de hechizos", sino con esa vibra extraña que flota en el aire justo antes de un beso… o una pelea.
Y esas dos lo hacían todo menos besarse.
Draco simplemente bebió su jugo de calabaza en paz, con la sensación de que estaba viendo un episodio de telenovela y él era el narrador mudo.
"Oye, Draco" Lavender lo miró de reojo "¿Sabías que tú y Cedric harían una pareja preciosa?"
Se atragantó. "¿Qué? ¿De dónde sacaste eso?"
"De la vida, cariño. Es alto, tú no. Él brilla como el sol, tú como la luna envenenada. Es perfecto".
"¿No estabas babeando por Parvati hace dos segundos?"
Ella se encogió de hombros con una sonrisa. "Una chica puede hacer muchas cosas a la vez".
Justo cuando iba a decirle que era una amenaza para la estabilidad emocional de todos, un destello verdoso apareció junto a él: una carta enviada a través de una Llamada Iris. El papel era de un pergamino elegante y tenía un pequeño rayo dorado dibujado en una esquina. Luke.
Draco lo abrió ignorando el hecho de que Lavender se asomaba descaradamente sobre su hombro.
"Draco,
Se siente raro que el bosque esté tan callado sin tí. Clarisse no para de hablar, y aún así… se siente más vacío. No le digas a nadie, pero ayer miré al cielo y deseé que aparecieras volando como un desastre brillante.
Espero que Hogwarts te esté tratando bien. No dejes que nadie te apague.
PD: ¿Quién es ese tal Cedric?
Luke."
Se sonrojó y sonreí, aunque se hizo el que no.
Lavender, por supuesto, se hizo la que sí. "¿Así que ese es el famoso Luke? Qué poético. ¿Y celoso también? Me gusta".
Antes de que pudiera responder, Lavender me saco los dracmas del bolsillo y conjuro una llamada Iris (recuerdenle porque tuvo que enseñarle eso a su amiga, ahora se arrepiente). Un minuto después, Luke aparecía en un círculo de luz flotante, con el cabello alborotado y los ojos brillando como si no hubiera dormido.
"Draco" dijo con una sonrisa que parecía un parpadeo del sol.
"Luke" respondió contento de verlo.
Lavender se cruzó de brazos. "Así que tú eres el chico que escribe como si fuera un diario con patas".
"Y tú debes ser la amiga que se cree Cupido, Draco me habló de tí. Encantado".
Ambos se miraron como dos gatos que se reconocen en el mismo tejado. Y Draco entre ellos sonrió nervioso. "Lav, Luke. Luke, Lav".
Silencio.
Y entonces, como si no hubiera pasado nada, Lavender soltó: "Draco, ¿te acuerdas que Cedric te dedicó la snitch el otro día? Fue muy romántico, deberías escribirle una canción. ¿Tú qué opinas, Luke?"
El silencio de Luke podría haber congelado el lago. "Opino que Hogwarts tiene demasiadas tradiciones innecesarias".,
¿Acaso…? ¿Estaban compitiendo por él? ¿En serio? No. No, seguro no, seguro era su ego inflado.
O tal vez no.
Draco se pasó una mano por el cabello, suspirando. "¿Alguien más quiere confesar que me shippea con medio Hogwarts, o ya terminamos?"
"No medio, solo Cedric. Y ese chico copia de Potter que vi en un sueño profético".
"¿Qué?"
"Nada. Nada importante" dijo Lavender.
Luke le miró como si quisiera abrazarle y lanzarlo a un volcán al mismo tiempo.
Draco… solo quería desayunar en paz.
.
"¿Estás segura de que tu mamá no va a aparecer flotando y darte un discurso de tres horas sobre el respeto al rostro como templo sagrado o algo así?" preguntó mientras se sentaba al borde de la cama de Lavender.
"¿Mi mamá? Por favor, está convencida de que el maquillaje es obra de Morgana. Pero yo estoy convencida de que fue inventado por Hécate en una crisis existencial, así que aquí estamos" Lavender abrió su maletita de cosméticos como si estuviera revelando un cofre maldito y lleno de tesoros.
Brillos, paletas, brochas, algo que parecía un instrumento de tortura que era para las pestañas… y el caos.
"¿Y qué vamos a hacer hoy?" preguntó más curioso de lo que le gustaría admitir.
"Una cara de "acabo de huir del profesor Snape pero aún tengo tiempo para humillar con el glamour'."
"Wow. Eso es... específico".
Lavender lo miró, y luego sonrió con ese brillo en los ojos que significaba: vas a salir de aquí más guapo que Cedric, te guste o no. "¿Nunca te pusieron algo de maquillaje de pequeño?",
"Lucius me puso bloqueador solar con guantes mágicos y conjuró una barrera de polvo a mi alrededor por si me rozaba el maquillaje de alguna señora en la calle. ¿Eso cuenta?"
"Sí. Como trauma".
Riendo, se dejó hacer. Lavender comenzó a hablarle de las formas de los ojos como si fueran pociones mágicas. La brocha acariciaba sus párpados, y el olor a vainilla flotaba como un hechizo suave.
Fue entonces cuando el espejo junto a la cama vibró. Una llamada Iris.
Lavender chasqueó los dedos y dijo: "Respondo yo. Seguro es Annie mandando memes de gatos vestidos como centauros otra vez".
Y como si lo hubiera predicho, era Annabeth.
"¡HOLA!" gritó desde el espejo como si estuviera lanzando una jabalina de cariño directo al rostro.
"¿Por qué gritas?" murmuró riéndose.
"¿Por qué están en tu cuarto con esa luz tan dramática? ¿Están invocando a una diosa?"
"Más bien al espíritu del contour" respondió Lav mientras le mostraba su colección de cosméticos como si fuera su arsenal de batalla.
Annabeth arqueó una ceja. "¿Están maquillando a Draco?"
"¿Eso es un crimen en tu estado?" le respondió cruzando los brazos con elegancia mientras Lavender le aplicaba iluminador con más pasión que un duelista.
"No" dijo Annabeth. "De hecho, yo te puedo ayudar. Lav, muéstrale el delineado que te enseñé. ¡Y no uses el delineador líquido como si fuera pintura de guerra, por favor!"
Lav alzó el espejo frente a él, y bueno... Draco no iba a mentir. Se veía genial.
Sus ojos brillaban, sus pómulos parecían esculpidos por Afrodita misma, y la vibra era de "sí, puedo lanzar una maldición y verme fabuloso mientras lo hago".
"Es injusto que te quede tan bien" gruñó Lav.
"Es injusto que ustedes se diviertan tanto sin mí" añadió Annabeth. "Aunque… bueno, yo también tengo novedades".
Lav levantó una ceja. "¿A ver?"
Y Annabeth lo soltó como quien se limpia las manos con indiferencia después de lanzar una bomba mágica: "Luke terminó con Ethan".
El silencio fue tan real que hasta el iluminador pareció apagarse.
Lavender se quedó quieta, brocha en el aire. Draco … simplemente no dijo nada. Su corazón dio un saltito extraño, como si alguien lo hubiese pinchado con algo tibio.
"¿Draco?" preguntó Annabeth, pero él no contestó.
Porque estaba sonriendo. Una sonrisa pequeña, automática. De esas que se escapan antes de que uno pueda pensar en ellas, de esas que duelen.
Lavender lo miró, luego bajó la brocha. "Ey…'
Draco tragó saliva. "Qué feo alegrarse por cosas que le duelen a otros, ¿no?"
Lavender no respondió de inmediato.
Solo le tomó de la mano, sucia de glitter y sombra de ojos. Annabeth sonrió, más suave esta vez.
"Él también sonrió un poco cuando terminó. No fue bonito, pero fue sincero" dijo ella.
Él asintió, no porque entendiera lo que sentía, sino porque no sabía cómo no sentirlo. Y ahí estabaj. Una guerrera en llamada, una loca del maquillaje y un chico confundido con delineado perfecto.
Parecía el inicio de algo, o el final de otra cosa. Y el espejo brilló, siguieron maquillando como si no pasara nada.
Pero pasó.
Y lo sabían todos.
....
Draco caminaba por los pasillos como si fuera en dirección a su funeral.
No, peor.
Porque en los funerales al menos la gente se viste de negro con dignidad. Él estaba yendo al despacho de Snape con las uñas pintadas en un tono tornasol violeta-negro que brillaba con cada paso, delineado perfectamente difuminado (gracias Lav y Annabeth), y un humor que oscilaba entre "que me expulsen" e "igual ya me odiaba".
El eco de sus pasos era lo único que le hacía compañía en ese pasillo húmedo y gótico, decorado con cuadros que lo miraban como si fueran a ir corriendo a acusarlo por exceso de estilo. "Maldición" murmuró, ajustándose el cuello del uniforme. "¿Quién me manda a defender a Lavender a puño limpio? ¿No podíamos simplemente lanzar una buena maldición verbal y correr?"
Pero claro, él era Draco Malfoy. Y si Lavender le decía "rompele la nariz, está diciendo que mi dignidad es más inexistente que mi vida amorosa", pues se la rompía. Qué iba a hacer.
Tocó la puerta con un golpe seco. Nada, asi que tocó otra vez. "Entre" hablo la voz de ultratumba.
Draco empujó la puerta con más seguridad de la que sentía, como si no tuviera miedo. Pero lo tenía. Porque Snape no gritaba, no alzaba la voz. Snape usaba el desprecio como si fuera perfume y cada palabra suya te erosionaba la autoestima con precisión de cirujano oscuro. Y lo peor: Draco estaba seguro de que, con o sin castigo, el tipo ya lo odiaba desde que nació.
"¿Sabe qué es lo más humillante de venir aquí, profesor?" Comenzó Draco antes de que el hombre hablara. "Que la piedra de la entrada me miró con más calidez que usted".
Snape alzó la vista y sus ojos negros se posaron en las uñas de Draco como si acabara de entrar un inferi con pestañas postizas. "Señor Malfoy…" empezó arrastrando cada palabra como si fueran gusanos del bosque prohibido. "¿Se ha mirado las manos?"
Él las alzó con fingida inocencia. "¿Ah, esto? Sí, ¿le gusta el color? Se llama Hechizo de Medianoche, aunque si quiere tengo uno con brillitos más de su estilo".
Snape entornó los ojos como si evaluara cuántos puntos quitarle por existir. "Eso no está permitido aquí."
"¿Los colores con brillos? Vaya, Hogwarts es más represivo que el Olimpo en temporada baja. Pero, ¿sabe qué? Tengo otros tonos, azul tormenta, rojo incendio griego, uno que cambia con el estado de ánimo…"
"No se permite usar ningún tipo de esmalte en clase, ni en el castillo, ni durante ninguna actividad académica h mucho menos en un castigo".
Draco entrecerró los ojos con teatralidad. "¿Ni siquiera si el esmalte combina con la túnica? Porque sinceramente, profesor, usted ha estado vistiéndose como una gárgola desde 1883, no creo que esté en posición de hablar de estética."
Silencio.
Un silencio tan denso que Draco sintió que había bajado la temperatura en tres grados. Snape se levantó lentamente, como si cada vértebra crujiera con rencor.
"Usted cree que es gracioso, Malfoy. Que sus palabras pueden protegerlo, pero no olvide de dónde viene. Su padre también tenía esa lengua… y una varita para respaldarla. Usted no es él".
Draco lo miró sin parpadear. "Gracias a los dioses. Yo sí me baño con frecuencia" amaba a su padre con todo lo que tenía, pero tenía que decir verdades.
El aire chispeó con tensión, Snape parecía estar considerando lanzarle un maleficio menor solo para recordarle quién era el adulto en la habitación. "Diez puntos menos para Hufflepuff y usted se quedará limpiando frascos de ingredientes malolientes hasta que sus uñas de princesa se derritan con la bilis de dragón. ¿Le parece suficiente castigo?"
Draco alzó una ceja.
"¿Eso quiere decir que no va a probar el esmalte con brillitos?"
Silencio, otra vez. Snape se giró, murmurando algo sobre "la descendencia arruinada por Salazar sabra quien", y Draco sonrió para sí mismo mientras agarraba una escoba y se preparaba para su muerte lenta entre frascos de esencia de sapo.
La verdad era que no le importaba.
Tenía delineado, tenía uñas perfectas, tenía a Lavender, a Annabeth, a Luke (aunque no sabía cómo), y un historial creciente de castigos con profesores que claramente lo querían ver frustrado y vestido de gris.
.
Draco salió del aula de Pociones oliendo como si lo hubieran sumergido en sopa de mandrágora rancia con esencia de intestino de troll. Cada parte de su ropa parecía tener voluntad propia, y todas coincidían en hacerle la vida imposible.
"Perfecto" murmuró, sacudiéndose la túnica mientras el esmalte de uñas sobrevivía milagrosamente intacto. Eso sí que era magia antigua.
Se arrastró hasta el pasillo, dispuesto a subir a su sala común de Hufflepuff como un alma en pena, cuando vio a Cedric sonriendo y caminando directo hacia él con esa mezcla imposible de carisma natural y calma peligrosa que hacía que todos en el castillo —incluidos algunos cuadros— le dedicaran suspiros.
"¿Sobreviviste?" preguntó, con las manos en los bolsillos y esa sonrisa que no necesitaba ningún tipo de varita para desarmar a Draco.
"Técnicamente. Snape intentó matarme con vinagre de colacuerno, pero no contaba con mis reflejos olímpicos" bromeó Draco, intentando ignorar el hecho de que tenía el pelo pegado a la frente por vapor de pus de moke.
Cedric lo miró de arriba abajo sin disimulo. "Debo decir que hay algo admirable en mantener el esmalte perfecto después de tanto desastre".
"Estoy empezando a pensar que es más resistente que mi dignidad".
"¿Y que Snape?" Cedric ladeó la cabeza. "Porque sobrevivirlo con sarcasmo es algo que no muchos logran".
Draco lo miró.
No con coquetería, no con valentía, sino con auténtica, brutal y confusa vulnerabilidad.
"¿Por qué me coqueteás?"
Cedric parpadeó y la sonrisa no se borró, solo se suavizó. Se volvió más real. "Porque me gustás, Draco. No por tu fama, no por tu nombre. Me gustás por cómo defendés a tus amigos, por cómo te ríes cuando crees que nadie te mira, por cómo caminás como si el mundo te debiera algo… y también por tus uñas, lo admito. Son geniales".
Draco no supo qué decir. No lo había planeado. No había guion para eso.
"Oh."
"Oh" repitió Cedric, sonriendo más aún. "Creo que ese es un buen comienzo, nos vemos mañana, ¿sí?"
Y se fue.
Así, sin dramatismo. Solo dejándole el corazón desordenado.
.
Esa noche, Draco se duchó hasta que el olor a ingredientes mágicos abandonó su piel. Se puso el pijama más cómodo que tenía —una camiseta vieja que decía Afrodita rules en letras doradas— y se dejó caer sobre la cama. Lavender dormía con un antifaz de plumas y respiraba como si acabara de pelear con todo Hogwarts. La habitación estaba tranquila.
Pero entonces…
La luz se volvió rosada, el aire olía a pétalos y fuego. Y una voz familiar susurró en su oído.
"Mi bebé de uñas brillantes…"
Draco abrió los ojos dentro del sueño, sonriendo apenas. Afrodita, vestida en seda y estrellas, lo miraba como una madre que acababa de encontrar a su hijo después de una travesura enorme.
"¿Estás enojada?" preguntó, todavía entre dormido y rendido. "¿Otra vez?'
"No esta vez, aunque sí te pasaste. Tienes talento para el caos, ¿sabías? Pero tus uñas… ¡qué arte, amor mío!" Ella le tomó la mano con ternura, como si fuera lo más precioso del universo. "Defender a Lavender… enfrentarte a Snape… resistir a tus emociones sin derretirte. Me enorgulleces. Pero…"
Su sonrisa se desvaneció.
Y eso preocupó a Draco más que cualquier cosa.
"¿Qué pasa?"
Afrodita suspiró y el sueño vibró. Las estrellas en su vestido temblaron. "Hay problemas en el Olimpo. Se mueve algo oscuro entre los tronos. Y tú, Draco… estás en el centro. No porque quieras, sino porque así fue escrito".
Él se incorporó. "¿Tiene que ver con Luke? ¿Con lo que pasó con Ethan?" Quería que fuera eso mínimo, y no algo más serio.
"No directamente. Aún. Pero hay rumores… y tú sabes cómo es tu tío".
Draco tragó saliva. La sola mención de Zeus le revolvía el alma, ese hombre no lo soportaba desde el día uno. Por ser hijo de Afrodita, por ser "suave", por ser brillante, por ser… él (y definitivamente no fue porque se puso a insultarlo a los cuatro vientos, no señor).
"¿Está enojado conmigo?"
"No más que de costumbre. Pero eso no es lo preocupante" dijo ella, acariciándole la mejilla con ternura. "Lo preocupante es lo que los otros dioses podrían hacer si sienten que tú… estás desequilibrando las cosas".
"¿Desequilibrando?"
Afrodita lo miró como solo una madre puede mirar: con todo el amor del mundo y todo el miedo también. "Amor es poder, Draco. Y tú amas de formas que no entienden. Tienes demasiados hilos conectados a tu corazón. Luke, Cedric, Lavender, Annabeth, incluso esos chicos que aún no se deciden si quieren destruirte o besarte. Zeus teme eso. Teme lo que puedas inspirar".
Draco se quedó callado.
Porque no sabía qué asustaba más. El odio de Zeus o que su amor realmente tuviera poder para cambiar algo.
Afrodita le besó la frente. "Descansa, mi luz. Mañana será otro caos. Pero mientras yo esté contigo, ningún dios podrá tocarte sin que me enfrenten".
Y se desvaneció.
Draco se despertó con un suspiro.
Lavender seguía dormida.
Todo seguía igual.
Excepto su pecho.
Ahí, justo ahí… algo nuevo latía.
Y no sabía si era amor, miedo o ambas cosas al mismo tiempo.
....
La noche había caído sobre Hogwarts como una manta pesada y tibia. Desde la ventana, Draco veía cómo la luna rebotaba contra los techos inclinados del castillo, como si quisiera colarse entre las rendijas y espiar los secretos de los alumnos. Pero él no tenía secretos. Él tenía canciones.
Sentado en el suelo, con una libreta muggle sobre las rodillas y una vela mágica flotando sobre su hombro, Draco escribía. La pluma se movía rápido, como si tuviera miedo de que las palabras escaparan si tardaba demasiado.
"Pour la beauté qu’elle m’a donnée,
je chante des étoiles et du feu."
"'Por la belleza que me regaló, canto a las estrellas y al fuego'"susurró corrigiendo la métrica con la frente fruncida.
Estaba escribiendo una canción, una canción en francés para Afrodita.
Una especie de himno privado, algo que solo ella entendería de verdad, con todos esos toques dramáticos, dulces y brillantes que Draco solo mostraba cuando nadie lo miraba.
"Cambiaría 'feu'npor lumière… rima con prière si decides meter eso en el coro" dijo una voz suave y aguda a su lado.
Lily.
Su hermanita favorita. Medio espíritu, medio semidiosa, completamente intensa. Afrodita la había dejado visitarlo por las noches en sueños o encantamientos suaves. Nadie más la veía. Solo él.
Draco sonrió, girando la hoja.
"¿Y si mejor pongo 'souvenir'? Como en 'la lumière de son souvenir'?"
Lily se tumbó sobre el aire, boca abajo, con el mentón en las manos, como una pequeña musa celestial. "Ufff. Eso suena trágico y brillante, mamá va a llorar y hacer llover corazones durante días. Vas por buen camino, hermanito poeta".
Draco rio bajito.
La risa le duró poco.
"¿Creés que está bien escribirle esto? No sé… siento que está triste últimamente. Y lo del Olimpo, y lo de Zeus, y lo de..."
Lily levantó una ceja. "Ya sé que querés protegerla. Pero también tenés que darte cuenta de que ella te protege a tí, que se preocupa por lo que haces, no solo por lo que sientes. Es tu madre, Draco. Y no hay nadie más orgullosa de sus hijos que ella".
Draco tragó saliva y miró la libreta como si fuera un espejo de cosas que no se atrevía a decir en voz alta. Su hermanita era demasiado inteligente.
"Estoy haciendo esto para que sepa que la veo."
Lily le acarició el cabello con dedos de aire, casi sin tocarlo.
"Ella lo sabe".
Un murmullo hizo que Draco guardara rápido la libreta y la vela se apagara con un chasquido. Del otro lado de la habitación, su compañero de cuartl Justin se removió en la cama, incorporándose como si hubiera escuchado algo salido de una película de terror.
"¿Estás hablando solo otra vez?"
Draco pestañeó con absoluta inocencia. "No estoy hablando solo. Estoy practicando un hechizo de mi familia. Antiguo, muy antiguo. Se hace en voz alta para que funcione".
Justin lo miró, confuso. "¿Y por qué en francés?"
"Es magia francesa. Obvio. ¿Nunca escuchaste de los encantamientos de Borgoña?"
"Eso suena inventado."
"Es que todo en la magia lo es, Justin. Dale, vuelve a dormir".
Justin murmuró algo sobre "este tipo está completamente desquiciado" y se dio vuelta, arropándose hasta las orejas.
Lily se rio bajito desde el techo, colgando boca abajo como un murciélago de luz. "¿Encantamientos de Borgoña? ¿En serio?"
"Funcionó, ¿no?"
"Eres un genio del engaño. Mamá estaría orgullosa."
Draco abrió de nuevo la libreta y volvió a escribir, esta vez más rápido, como si la inspiración estuviera corriendo dentro suyo y no pudiera detenerse.
"Je chanterai jusqu’à ce que les dieux écoutent.
Je suis son fils,
et l’amour n’est jamais silencieux."
("Cantaré hasta que los dioses escuchen.
Soy su hijo,
y el amor nunca es silencioso.")
....
"Draco, ¿tú sabés lo que es un libro?"
Lavender estaba de pie frente a su cama, con una torre de pergaminos, tinta y libros abiertos en los brazos, todos temblando por el movimiento.
Draco, en cambio, estaba boca abajo sobre las sábanas, comiéndose un durazno con crema mágica que sabía a cielo.
"Obvio que sé. Son esas cosas con muchas hojas donde los profesores escupen palabras innecesarias y el conocimiento se va a morir de aburrimiento".
"¡Draco!"
"¡Lavender!" la imitó, y se tapó con una manta como si el dramatismo pudiera protegerlo del mundo real.
La escena se repitió con pequeñas variaciones a lo largo de la semana.
Annabeth le lanzó un libro de Historia de la Magia a la cabeza (que, por suerte, no le dio solo porque estaban en Lamada Irís y no cara a cara), Afrodita le dijo que si no pasaba de año no le regalaría más esmaltes, Justin casi llora cuando lo encontró escribiendo una canción en vez de repasar transformaciones, y Hécate amenazó con convertirlo en una rana si no resolvía al menos una maldición básica sin ayuda. Pero Draco estaba convencido de que el universo conspiraba a su favor, y que, con el talento suficiente, uno podía improvisar lo académico.
El que estudia duda de sus conocimientos, ¿no?
La noche antes del primer examen, Lavender se sentó a su lado y lo observó con los ojos entrecerrados. "¿Qué te preocupa más? ¿Que suspendas o que me vuelva loca y te mate?"
Draco hizo un puchero perfecto. "Me preocupa que no haya más duraznos con crema. O que me caiga un grano antes del examen. ¿Te imaginás? ¡Una espinilla en la frente! Sería una tragedia griega" se burló.
"¡Esto es una tragedia griega!"
Esa misma noche, Draco se durmió temprano. Tan temprano, que se quedó dormido con una pluma en la mano y una hoja en blanco. Y ftfgflh manera que sólo puede explicarse con un caos cósmico o una intervención divina, también se quedó dormido después del examen.
Cuando despertó, estaba solo en la sala común. Lavender lo esperaba en la escalera, con cara de haber considerado y casi ejecutado el asesinato.
"¿Qué haces aún vivo?"
"¿Pasó algo?" preguntó Draco despeinándose con un bostezo. "¿Soñé que estaba volando sobre una montaña de postres y luego Snape me gritaba desde un dragón...?"
"¡Suspendiste todo, Draco! ¡¡Todo!! Historia, Pociones, Encantamientos... ¡TODO!"
"¿Qué? ¿No me aprobaron por mi carisma?" ¿Dónde quedó el privilegio de ser bonito?
"¡Ni siquiera entregaste la hoja!"
Lo increíble, lo realmente increíble, fue lo que pasó después. En los exámenes prácticos, Draco se transformó en una especie de prodigio escénico.
En Duelos, desarmó a tres alumnos sin varita y sin moverse del lugar. En Encantamientos, conjuró una danza de luces musicales que hizo llorar a Flitwick. En Transformaciones, convirtió una almohada en una réplica exacta de sí mismo que le guiñó el ojo a McGonagall. Sacó un quinientos sobre cien en la evaluación práctica.
McGonagall lo llamó a su despacho, lo miró sobre sus lentes, y preguntó: "¿Me explica cómo logró semejante rendimiento cuando no respondió ni una sola pregunta escrita?"
Draco cruzó las piernas y sonrió como si fuera una modelo de revista mágica. "Soy un artista, profesora. El papel y la tinta no son mis instrumentos".
"Esto es Hogwarts, señor Malfoy, no un escenario de ópera."
"Pero podría serlo..."
La decisión final del consejo académico fue... inexplicable, incluso para ellos.
Draco pasaba de año.
No por méritos académicos, sino por "talento extraordinario no convencional". Un nuevo apartado que crearon exclusivamente para él.
A Lavender casi le da un infarto. Cuando Hécate se enteró, apareció en un pasillo detrás de una cortina como si fuera parte de una tragedia griega.
"¿Así que pasaste?"
"¿Sorprendida?"
"Horrorizada" contestó. "Pero al menos algo de mis entrenamientos te sirvió, vago"
"¡Oye! ¡Que no me den ganas de esforzarme no significa que no aprenda por osmosis!"
"Por osmosis te voy a arrancar las cejas como no aprendas a conjurar una barrera decente esta noche" gruñó, tirándole una esfera de energía que Draco atrapó... durmiendo.
Sí.
Porque, en ese momento exacto, se volvió a quedar dormido.
Y la esfera rebotó sola en el suelo.
.
Era de noche. Esa hora mágica en que la Sala Común de Hufflepuff ya estaba en silencio, y la chimenea crepitaba con un ritmo lento, como si tuviera ganas de quedarse dormida también. Draco bajó en pijama, con los pies descalzos y una taza de leche con miel. En sus brazos, un fajo de cartas. Cuatro, exactamente. Cuatro sobres de distintos tamaños, distintos colores, y energías tan diferentes que parecía estar a punto de invocar a los cuatro jinetes del apocalipsis emocional.
Empezó con la más segura: la de Lucius.
"Draco, hijo mío,
Espero que los estudios vayan bien. Tu madre estaría orgullosa, o al menos escandalizada por tus uñas pintadas. He recibido noticias de tus hazañas mágicas (sí, incluso el 'accidente' con el estudiante de séptimo que acabó con una ceja menos). Buen trabajo.
Tus entrenamientos con Hécate están funcionando. Y recuerda: la elegancia está en el detalle. No permitas que te vean cansado. Nunca te disculpes por ser demasiado brillante, y menos por destacar.
Con orgullo (y con una ceja menos, en tu honor),
Tu padre, Lucius Malfoy."
Draco sonrió. Había algo en esa forma tan extraña que tenía su padre de decir "te amo" sin decirlo nunca que igual lo conmovía.
La siguiente carta era de Clarisse. Y por supuesto, fue como recibir un puñetazo emocional directo al pecho.
"Oye, cabello de princesa:
No sé cómo haces para que incluso en fotos se note lo irritante que eres. ¿Te pintaste las uñas de nuevo? ¡Yo te mato, Malfoy! Aunque… están buenas. Te extraño, idiota, no le digas a nadie. Todos aquí se ponen insoportables cada vez que alguien menciona tu nombre, especialmente Luke. Esa tipo parece que se tragó un frasco de veneno desde que no estas.
P.D.: Si no vuelves este verano, juro por Ares que te arrastro del pelo hasta aquí. P.D.2: No estás autorizado a enamorarte de nadie sin decirme antes y que yo lo apruebe, ¿ok?
Clarisse La Rue."
Draco rió. Clarisse siempre sabía cómo decir te extraño sin que pareciera ternura. Pero lo era.
La tercera carta tenía aroma a pólvora, menta y algo que no podía identificar, pero que olía a hogar. Annabeth.
"Dray,
¿Te puedes creer que ya van 20 personas que dicen que estás 'demasiado bueno para ser real'? Llevo ganados 500 dólares vendiendo tu número falso. De nada.
En serio, si tu cara me da más dinero que mis planes estratégicos, renuncio a ser hija de Atenea. Hablando de cosas molestas, ¿me explicas por qué Luke anda todo el día como si se hubiera tragado un poema triste? Lo vi leyendo una carta que claramente era tuya, y luego se fue a mirar el lago. Está raro. Como... demasiado intenso, incluso para él. Aunque te diré algo: me han contado (si, fue Lav) que Cedric también anda preguntando por ti. ¿Qué está pasando allá? ¿Tienes tu propio harem o qué?
Te extraño. No se lo digas a Percy, pero eres la única persona con la que disfruto que me corrijan la gramática.
Te quiero, Annie."
Draco se tapó la cara con la carta, entre sonrojado, orgulloso y dramáticamente asqueado de lo mucho que la quería. Pero también murmuró:
"¡Quiero mi parte del dinero, traidora! Quinientos dólares y ni una comisión…"
Pero entonces… la cuarta carta.
Luke. La abrió con más cuidado, como si algo en su cuerpo ya supiera que venía algo que dolía. Y aun así, cuando empezó a leer, sintió un nudo en la garganta. La letra de Luke era algo más desprolija que antes. Como si no pudiera decidirse entre escribir rápido o borrar todo.
"Draco,
No sé por dónde empezar. ¿Cómo se extraña a alguien que no sabías que necesitabas tanto? Me siento estúpido escribiéndote esto, pero... hay noches en que me despierto esperando verte en la cama de al lado, como en la misión. Y luego me doy cuenta de que no estás y que probablemente estás haciendo reír a alguien más, o escribiendo canciones con otros nombres en la letra.
Vi una estrella fugaz el otro día. Pensé en tí y deseé que estés bien. Y después desee que estés pensando en mí también.
Luke."
Draco cerró los ojos.
Se quedó en silencio por varios minutos.
Las cuatro cartas en su regazo, como si fueran pedacitos de un rompecabezas imposible. Su padre, su mejor amiga, una guerrera salvaje, y un semidiós que le escribía como si supiera que tenía el poder de romperlo con una sola línea.
Y aún así, Draco sonrió. Porque era demasiado para él. Demasiado real.
Y eso… eso lo hacía sentirse vivo.
....
Todo empezó con una excusa bastante mala: Lavender lo había echado de la Sala Común literalmente.
"¡Sal de aquí, vago! Tengo que estudiar sin que estés tocando canciones deprimentes con tu guitarra desafinada".
"¡No está desafinada!"
"¡Draco! ¡La cuerda se rompió y seguías tocando!"
Así que ahí estaba él. Bufanda amarilla y negra al cuello, el cabello revuelto por el viento frío, caminando por los jardines del castillo como si no le acabaran de tirar una almohada mágica en la cara. Draco pateaba piedritas, masticando pensamientos ajenos.
Y como si el destino lo odiara, se encontró con Cedric, con su clásica sonrisa serena, inclinado junto al lago mientras lanzaba piedritas que rebotaban en el agua. Como si no fuera el chico más popular, más perfecto, más molesto e intrigante del universo.
"¡Cedric!" Lo llamó Draco sin pensarlo.
Cedric giró, sorprendido, pero sonrió. "Draco, ¿te echaron de tu reino otra vez?"
"Prefiero pensar que me concedieron una salida diplomática" dijo con su tono teatral. "¿Y tú? ¿Estás contemplando la inmortalidad en el reflejo del agua?"
"Casi. Estaba pensando en ti."
Draco se congeló. El viento sopló en ese momento exacto, como si el universo le dijera "esto es importante, presta atención".
"¿Perdón?"
"Bueno, en ti… y en tus uñas" dijo Cedric, algo nervioso. "Me parecieron geniales. No sé si te lo dije la otra vez. El azul con brillitos te queda… increíble".,
Draco bajó la mirada a sus dedos. Hoy llevaba un tono lavanda claro con pequeños detalles plateados. "Gracias. Pensé que Snape me lanzaría al caldero por ellas."
"¿Y no lo hizo?"
"Lo intentó. Le respondí que si él podía vestirse de gárgola desde los tiempos de Morgana yo podía tener estilo"
Cedric soltó una carcajada. De esas que no se ven todos los días. Y algo en Draco se apretó por dentro. "Me alegra que no cambies" hablo el chico después, acercándose. "Me gusta eso. Que seas tú, incluso si eso significa llevar brillantina al aula de Pociones."
El silencio se instaló entre los dos. Pero no era incómodo. Era un silencio… denso. Cargado. Como si todo el aire alrededor se hubiese llenado de electricidad.
Y entonces, pasó.
Draco se volteó para responderle algo sarcástico. Cedric también giró, demasiado rápido.
Y sus bocas chocaron.
Así. Sin música de fondo. Sin aviso. Sin preparación.
Un beso breve. Un roce apenas. Un instante con sabor a menta y sorpresa.
Ambos se separaron como si los hubieran electrocutado.
"¡Oh, Merlín!" exclamó Cedric, dando un paso atrás. "Lo siento, fue un accidente, yo quería… Pensé que te movías para atrás y… fue culpa mía, ¿estás bien? ¿Estás incómodo? ¿Fue… raro? ¿Lo fue, verdad?"
Draco lo miró, enmudecido.
No por incomodidad.
No por asco.
Sino porque…
Porque no había sido nada raro.
Había sido lindo.
Y eso era lo más aterrador de todo.
"No fue raro" hablo por fin, con voz baja, apenas audible. "Fue... inesperado. Pero no raro."
Cedric parpadeó. "¿De verdad?"
"Sí. Y no te disculpes. O sea, si querés besarme otra vez, la próxima podríamos… no fallar la puntería".
Cedric lo miró con los ojos bien abiertos. Y luego sonrió lento. Como si se estuviera permitiendo hacerlo por primera vez en días.
"¿Eso fue una invitación?"
"Fue una sugerencia."
"Pues tendré en cuenta la sugerencia" respondió Cedric, y esta vez fue él quien bajó la vista, apenas un poco sonrojado.
Draco se dio la vuelta con la dignidad de un gato real y dijo: "Y ahora me voy. No vaya a ser que me guste demasiado esto y termine escribiendo poemas con tu nombre. Ya tengo suficiente drama con Lavender".
"¿Poemas? ¿Con mi nombre?"
"¡Callate, Cedric!"
Pero Cedric solo sonreía. Y Draco caminó de regreso al castillo, con los dedos fríos y el corazón tan caliente que casi ardía.
.
Draco no pudo dormir. El castillo estaba en silencio, y sin embargo, en su cabeza sonaba música, retumbaban latidos, zumbaban pensamientos como abejas con cafeína. No dejaba de repetirse una y otra vez:
"Fue un beso accidental."
"Pero fue real."
"¡Y me gustó!"
"¿¡Y por qué me gustó!? No. Sí. No. Sí. Cedric. Ay."
Y entonces supo que no iba a sobrevivir a ese torbellino mental solo. Tenía que contarle a alguien. Y esa alguien, claramente, solo podía ser una persona.
Lavender Brown.
Así que se levantó en pijama, agarró una túnica cualquiera, y salió disparado de su habitación como si se le hubiera prendido fuego el alma. Tres pisos más arriba y luego de hacer hechizos no muy legales, tocó la puerta de Lavender como si el mundo se estuviera acabando. "¡Lav! ¡Lavender, por favor, me estoy descomponiendo!"
Se escuchó un murmullo, un ruido sordo y finalmente, la puerta se abrió. Apareció Lavender, con cara de sueño y un antifaz rosa en la frente. "¿Draco? ¿Sabés qué hora es?"
"Sí. Hora de que pierdas la cordura conmigo."
Ella parpadeó. "¿Te atacó un Boggart?"
"Peor. Cedric".
Lavender se le quedó mirando. "¿Qué hizo Cedric?"
"Pues... creo que, en realidad no lo sé, fue... creo que nos besamos".
Silencio.
"¿CÓMO?"
Draco entró antes de que ella gritara más fuerte. Cerró la puerta y se dejó caer en el sillón, como si el mundo le pesara e ignorando a las chicas que estaban en las otras dos camas. "No fue un beso-beso. Fue un 'oh, giramos al mismo tiempo y nuestras bocas colisionaron'. ¿Entiendes? Fue un accidente, pero... fue lindl, y me gustó".,
Lavender se quedó congelada. Y luego, empezó a reírse. A carcajadas, a gritos. Saltando en su cama como si se hubiese ganado la lotería. "¡LO SABÍA! ¡LO SABÍAAAAAAAAAAA!" Draco agradecía haber puesto un hechizo silenciar a su alrededor.
"¿Qué cosa sabías?" preguntó cubriéndose con una almohada.
"¡Que te gustaba! Que había tensión. Que esos dos segundos de más en sus miradas eran algo. ¡Y Annabeth me dijo que estaba loca!"
"¿Y tú qué hiciste...?"
"Le aposté diez galeones, un esmalte mágico y una cena en Madame Rosmerta".
Draco la miró horrorizado. "¿Hicieron una apuesta sobre mí?"
"¡Te subestimo con amor, bebé!" gritó ella, y le dio un beso en la frente. "¡Soy rica! ¡Soy victoriosa! ¡Y tu vida amorosa por fin se puso buena! Estoy tan orgullosa".
"Eres una bruja manipuladors con glitter".
"Lo sé."
Draco se dejó caer de espaldas y suspiró. "¿Y ahora qué hago? ¿Le digo algo? ¿Le canto una canción? ¿Le mando una carta? ¿O me mudo a Albania?" Porque sinceramente la última opción le estaba haciendo ojitos.
Lavender se acostó a su lado. "Primero, duerme. Segundo, procesalo. Tercero… pedime mi parte del dinero que gané con el número falso".
"¿Tú también? ¿Como Annabeth?"
"Obvio. Pero yo les doy el número de Justin."
Se rieron. Y por primera vez esa noche, Draco sintió que tal vez, solo tal vez… no todo era un caos imposible. Que había algo emocionante, algo lindo, algo lleno de posibilidades en eso que acababa de pasar. Y tal vez, solo tal vez… no quería huir de eso.
.
Es un mentiroso bipolar, y ustedes ya lo sabían.
Ya faltaban pocos días para que Hogwarts cerrara sus puertas por las vacaciones, y Draco... seguía sin hablar.
No con Clarisse, que le había escrito tres cartas preguntando si estaba bien y por qué no respondía. No con Luke, que llevaba más de dos semanas sin mandarle cartas nuevas. No con Hécate, que probablemente estaba organizando su destrucción mágica en cuanto lo viera de nuevo. No con Afrodita, que últimamente sólo se aparecía en sueños borrosos donde lo miraba como una madre decepcionada pero con pestañas postizas. Y definitivamente... no con Cedric.
O bueno. Más o menos.
Porque lo evitaba. Pero no. Pero sí. Se cruzaban, se miraban, se saludaban. Cedric le ofrecía sonrisas suaves y tímidas, como si no supiera si acercarse o dejarlo ir. Y Draco... se congelaba, sonreía con la boca, no con los ojos. Se hacía el ocupado. Se escapaba por escaleras mágicas como un ladrón con los bolsillos llenos de sentimientos ilegales.
Y Lavender ya no podía más. "Estás hecho un problema emocional con patas" dijo mientras lo empujaba por los pasillos.
"Tu me lo dijiste, estoy procesando" protestó Draco, que ya tenía un tic nervioso cada vez que veía un rayo dorado como el de Cedric a lo lejos.
"Estás huyendo."
"Estoy haciendo lo que mejor se me da: negación y sarcasmo".
"Estás hecho un trapo, Draco".
"Gracias, necesitaba eso para mi autoestima."
Lavender lo miró con los brazos cruzados, y le apuntó con una uña afilada y pintada de verde esmeralda. "¿Sabés cómo se llama esto?"
"¿Crisis existencial?"
"¡Cobardía!"
Draco se detuvo y la miró con ojos grandes. "Perdón... ¿me acabás de decir anti-Gryffindor?"
"No, mi vida. Te acabo de decir cobarde. Y vos no sos un Gryffindor por algo".
"¡Exacto! ¡Gracias por entenderme!"
"¡No era un cumplido!"
Pero Draco no podía. No todavía. Las palabras se le apretaban en la garganta como un nudo de corbata mal hecho. Sentía que si decía algo —cualquier cosa—, el mundo podía quebrarse. Que si aceptaba lo que sentía, lo que pasaba, lo que quiso que pasara... tal vez algo se rompería. O peor: cambiaría para siempre.
Y él nunca supo manejar los cambios.
Lavender suspiró. "¿Sabes qué? Ya me hartaste. Vamos a ver a Eury"
"¿A la basilisca?"
"Sí. Quizá una criatura ancestral que duerme en cámaras subterráneas y tiene una mirada mortal te ayude más que yo".
"La amo."
"Yo también".
....
La cámara estaba fresca y silenciosa. Solo se escuchaban gotas lejanas y el suave arrastrarse de algo enorme. Eury, la basilisco más elegante, sabía cuándo estaban ahí antes de que hablaran. Se deslizó con una calma casi maternal, y Draco sonrió. Lavender se aferró a su brazo apesar de que fue ella quien había dicho que vayan.
"¿Estás seguro que no me va a petrificar?"
"Está medio dormida, no le des drama y todo bien."
La criatura lo miró. Sus ojos tapados por la membrana protectora. Un gesto que, en el idioma de los basiliscos, equivalía a "dimelo todo".
"Estoy... teniendo problemas" dijo Draco en pársel. Lavender lo miró como si estuviera escuchando poesía invertida.
"¿Qué dice? ¿Qué dice?"
"Me preguntó qué me pasa"
"¡Dile que sos un estúpido sentimental!'
Draco tragó saliva. "Me besaron... y me gustó. Pero ahora no sé cómo actuar. No sé qué quiero. No sé si soy valiente para saberlo."
Eury soltó un bufido que pareció un suspiro. Luego habló. Y Draco, con los ojos humedecidos, tradujo:
""Si no te mueves, te quedás en la cueva para siempre"."
Lavender sonrió. "Una sabia serpiente. Más sabia que tú".
Draco rió. "Está bien. Tienes razón, Eury tiene razón, hasta mi ropa tiene razón".
Lavender lo abrazó fuerte. "¿Entonces vas a ir con Cedric?"
"Sí" dijo Draco, al fin.
"¿Y le vas a decir...?"
"Le voy a decir todo"
Eury y Lavender lo miraron con orgullo.
—¡SÍ! ¡FINAAAALMENTE!
Notes:
Creo que se nota que este es el peor capitulo hasta ahora, no? En mi defensa, yo se los advertí, estaban en su propio riesgo.
Lo peor es que solo actualice para seguir con la historia porque quiero llegar hasta cierto punto, y ya después lo que Hécate quiera.
El capítulo es una combinación de momentos nada que ver, como todos los demás pero en este se re nota 😔.
Sé que lo estoy re estereotipando, pero por favor, Draco es hijo de Afrodita y un cantante, algún día tenía que aprender a usar maquillaje. Y Silena los traiciono antes de darle esa lección :).
Creo que doy un re de pistas de lo que esta pasando en el Olimpo y al final nunca digo nada 😔 es re chombi.
Si ven que lo de Francés está mal, culpen a Google, mis conocimientos en el idioma son pocos.
Toda la trama de Cedric me la saque del ojete, así que hay que ver como avanza eso :).
Nos vemos!
M. S. C
Chapter 16: Too Good to Miss
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Draco caminaba solo por los terrenos de Hogwarts, con el paso de quien va hacia su sentencia de muerte… o hacia una película romántica de bajo presupuesto. Todo dependía del ángulo. El viento soplaba como si supiera su dilema, y las hojitas danzaban en su camino como diciendo "¡Ve, tonto, ve!", pero Draco solo podía pensar que quizás debería haberse puesto otra camisa. ¿Era este el tipo de conversación que merecía una buena chaqueta de cuero? ¿O era más de suéter oversized y mirada poética? Ya estaba en camino, no podía regresar a hacer un cambio de ropa. Maldición.
Su destino era el campo de Quidditch. Cedric entrenaba allí a veces por la mañana cuando no tenía partidos ni prefectadas ni clubes de chicos que son demasiado guapos para tener personalidad (aunque él tenía ambas cosas, lo cual era injusto y molesto si le preguntan). Draco se detuvo un segundo, mirando al cielo con expresión de "esto es una mala idea, ¿verdad?". Se llevó una mano al corazón, donde no había ningún dramatismo, para nada, y pensó:
¿Y si le escribo a mamá?
Afrodita siempre tenía la respuesta perfecta, el tono justo, la metáfora poética necesaria y la sabiduría centenaria para convertir cualquier "hola" en una declaración de guerra emocional. Pero algo se encogió dentro de él. No, no esta vez. No podía recurrir a su madre cada vez que sus emociones se le rebelaban como los rizos de Lavender en la humedad.
"No, esto es mío" se dijo en voz baja y firme, como si no se estuviera sudando la vida. "Yo metí el corazón aquí, yo me hago cargo."
Aunque... un consejo tampoco vendría mal, ¿no? Un sugerencia estética leve, un empujón emocional delicado, algo como "¡quédate con él, es hermoso, idiota!" estaría bien. Pero no, nada de eso. Si seguía aplazando este encuentro un día más, Eury lo iba a comer vivo. Literalmente. Y no porque le tuviera hambre, sino porque Lavender ya había dicho con su tono homicida más dulce: "Si no hablas con Cedric antes del fin de semana, voy a despertarte con la cara de Annabeth sobre ti diciéndote que le ganaste en otra apuesta. Ahora ve, mi pequeño cobarde".
La amenaza era real y lo sabía.
Draco se estremeció y suspiró. Ya estaba a medio camino. Los árboles quedaban atrás, y la vasta extensión del campo de Quidditch se abría delante de él como una escena de final de película, con Cedric allí, probablemente bajando de su escoba con una pose que ni las revistas de moda alcanzaban. Draco apretó los puños. No por coraje, sino porque sus dedos temblaban.
No podía seguir huyendo. Era ahora. Cedric Diggory tenía que saber lo que Draco sentía.
… o al menos, algo cercano a eso. Con suerte. Tal vez.
Cuando por fin subió los peldaños de madera y se acercó, Cedric giró el rostro hacia él. Sonrió, claro, el chico siempre sonreía como si su alma hubiera sido diseñada en una panadería: cálida, dulce y con olor a algo recién hecho. Pero había un destello de preocupación en sus ojos, Draco lo notó y su garganta se cerró.
"Hey" soltó con voz torpe, demasiado alta al principio, luego casi un susurro. Se sentó a su lado, sin saber si las piernas le temblaban por el miedo o por el hecho de estar tan cerca de él después de tantos días de evasivas.
Cedric lo saludó con una inclinación leve de cabeza, como si no supiera si debía hablar, o si Draco ya venía a decir "esto fue lindo mientras duró, pero hasta aquí". Como si estuviera preparándose para ser dejado atrás con la misma suavidad con la que alguien apaga una vela.
El silencio entre ellos fue espeso, aunque no incómodo. Era más bien como si las palabras estuvieran revoloteando en el aire, esperando a que alguien hiciera el primer intento de atraparlas. Draco inspiró hondo. Contó hasta tres, no le sirvió. Contó hasta siete y medio, tampoco ayudó mucho.
"¿Qué... qué somos tú y yo?" preguntó al fin, con voz suave, como si tuviera miedo de que la pregunta se rompiera si la decía muy alto. No lo miraba, miraba las manos sobre sus rodillas, las suyas. Las de Cedric, las de ambos, separadas por centímetros. Un océano.
Cedric no respondió de inmediato. Exhaló por la nariz, bajo y largo, como si también hubiera estado ensayando esa conversación. "No lo sé con palabras... pero contigo me siento... bien" dijo finalmente, con esa dulzura tan incómodamente honesta que Draco odiaba y adoraba al mismo tiempo. "Como si no tuviera que fingir ser alguien perfecto. Solo... alguien que quiere estar contigo. Eso".
Draco sintió el corazón como una bola de Snitch que acababa de golpearse contra su esternón. Lo miró, lo miró de verdad. Y entonces, como si eso lo salvara de tener que decir más cosas, extendió su mano y Cedric la tomó sin dudarlo. Fue un contacto sencillo, sin dramatismo, sin explosiones. Pero real. Tranquilo.
Se inclinó, despacio, y apoyó la cabeza en su hombro, con un suspiro que tenía más emociones acumuladas que un torneo de Quidditch en Navidad. Y fue ahí, en ese instante, cuando la paz se rompió con un estruendo.
"¡LO SABÍAAAAAAAAAAA!" gritó Lavender desde abajo, apareciendo de la nada como un cometa con esteroides y vestido rosa (que no deberia de tener, ya que seguían teniendo clases, pero ¿a quién le importa?). Saltaba con ambas piernas mientras señalaba y aplaudía como si acabara de ganar la lotería. Y en cierto modo, lo había hecho. "¡Te lo dije Annabeth, TE LO DIJE! ¡¡Le gané la apuesta a Annie, me deben todos galletas, Draco tiene novio!!"
Draco no se movió. Ni se avergonzó. Ni se enfadó. Solo murmuró, sin despegarse del hombro cálido de Cedric:
"... me va a matar. Annabeth me va a matar."
Cedric soltó una risa breve, y apretó su mano. Y Draco, hijo de Afrodita, dios de la belleza, el encanto y los corazones rotos, pensó que tal vez... solo tal vez... estaba entendiendo eso de querer a alguien de verdad.
.
Lavender no paraba de gritar, y el eco de su voz viajaba como una ola por todo el campo de Quidditch. Y como si Hogwarts fuera una colmena demasiado curiosa, los estudiantes comenzaron a aparecer. Algunos de Gryffindor, dos de Ravenclaw, tres de Hufflepuff (muy confusos, como si no supieran si venían a apoyar o a traer panecillos), y por supuesto, varios de Slytherin que ya sacaban apuestas en voz baja.
Draco no se había movido del hombro de Cedric. Estaba paralizado. El mundo a su alrededor vibraba, pero él era una estatua rubia con el corazón en llamas.
Cedric, sin embargo, era... Cedric.
Se levantó con calma, como si no hubiera alboroto, como si Lavender no estuviera saltando en círculos alrededor de una apuestadora improvisada, como si no tuvieran veinte miradas encima. Se arrodilló frente a Draco, ahí, en las gradas, en medio de todo el mundo. Draco lo miró, los ojos abiertos como dos faros marinos.
"¿Qué estás...?"
"Shh" Cedric sonrió posando un dedo un sus labios. "Déjame". Y entonces, con una serenidad tan pura que hizo que Draco se olvidara de cómo se respiraba correctamente, Cedric tomó su mano con ambas de las suyas. "Draco Malfoy" comenzó, y de pronto todos callaron. Hasta Lavender, incluso el viento pareció aguantarse un segundo el aliento. "¿Me dejarías ser tu novio?"
Draco lo miró como si no entendiera el idioma por un segundo. Sintió cómo el pecho se le encogía, como si tuviera un millón de palabras flotando ahí dentro pero ninguna saliera. Y luego, sin pensarlo, sin calcular, sin miedo, simplemente dijo:
"Sí."
Lo dijo bajito, pero bastó.
Los aplausos estallaron de inmediato, liderados por Lavender que gritaba "¡NUNCA DUDÉ, NUNCA DUDÉ!" mientras los de Hufflepuff levantaban discretamente carteles de "¡Diggory x Malfoy!" (probablemente reciclados de alguna campaña escolar, ¿aunque de dónde los habian sacado?).
Cedric se puso de pie, le ofreció una sonrisa que parecía sacada de un cuento y, sin soltar su mano, se sentó de nuevo a su lado.
Draco se rió. De los nervios, del caos, del universo, de sí mismo. Porque claro que esto iba a pasarle a él. Claro que su primer enamoramiento iba a ser público, inesperado, lleno de magia no mágica, y con un chico que no temía declararse frente a medio colegio.
Y claro que le gustaba todo eso más de lo que jamás admitiría.
~~~❤︎~~~
El castillo tenía ese aroma nostálgico de final de curso: pergamino, ropa húmeda, y una pizca de tristeza compartida. Draco caminaba por los pasillos con pasos lentos, como si al andar más despacio pudiera alargar los días. Aunque en teoría ya debería estar haciendo maletas, él prefería vagar. Los retratos lo miraban con cara de "¿otra vez tú?" y Peeves había empezado a cantar canciones de despedida cada vez que lo veía, todas ridículamente desafinadas.
Extrañaba el Campamento Mestizo, sí. Utilizar su látigo, sus entrenamientos, el bosque y hasta los gritos de Clarisse (aunque eso probablemente significaba que necesitaba terapia). Pero por primera vez... sentía que Hogwarts también era hogar.
Lavender lo arrastraba al comedor solo para planear qué harían durante el verano. Eury le había escupido un calcetín la última vez que Draco intentó hablar del futuro sin mencionarle a Cedric. Y Cedric... bueno, Cedric era una especie de sueño raro hecho realidad que aún no entendía del todo. Pero le gustaba. Le gustaba mucho.
Y ahora tenía que irse.
Estaba tirado en su cama, enredado en sábanas y pensamientos, cuando Justin entró con una caja de grageas Bertie Bott. "Pareces un poema trágico, Malfoy" soltó lanzándole una de las grageas. Probablemente de pescado podrido.
Draco bufó y le lanzó una almohada directo a la cara "Y tú pareces una escultura rota, pero nadie te dice nada".
Justin se rió, tirado ahora en el suelo, mientras sacaba otra gragea al azar. Draco lo miró por un segundo, y antes de que la emoción lo emboscara, lo dijo: "Yo también te voy a extrañar, idiota".
Justin dejó de masticar. Se quedó quieto, como si el universo le hubiese dado una cachetada emocional que no sabía cómo procesar. "Ugh" gruñó al final. Eso fue demasiado tierno, te e stás infectado. Es el amor, Diggory te arruinó".
Draco rodó los ojos, pero no pudo evitar reír.
No eran los mejores amigos del mundo. Ese lugar lo tenían Clarrisse, Lavender y Annabeth bien asegurado. Pero Justin había estado ahí, escuchando sus monólogos dramáticos, aguantando sus canciones de madrugada, y cubriéndolo cuando practicaba hechizos raros por diversión.
Quizá no eran almas gemelas, pero eran algo. Y Draco, por alguna razón, sabía que también lo iba a extrañar mucho.
~~~❤︎~~~
El vagón olía a chocolate derretido, perfume barato (gracias, Lav) y triunfo. Draco se dejó caer en el asiento con la elegancia de alguien que había sobrevivido un año más a Snape sin perder su cabello por el estrés.
"Dos gloriosos meses sin ese hombre" hablo con voz soñadora, estirando los brazos. "Ni su cara de funeral, ni sus comentarios pasivo-agresivos, ni ese olor a sarro y desesperanza".
Lavender soltó una carcajada y se abrazó el estómago. "¡Draco!"
"¿Qué? No lo digo con odio, lo digo con... realismo. Un realismo aromático".
Cedric se rió por lo bajo, tomando una rana de chocolate de la bandeja, mientras su novio (¡su novio!) se recostaba en su hombro con una sonrisa perezosa. Draco lo miró y, sin pensarlo, le acarició la mejilla con cariño, como si fuera algo que había hecho toda la vida. Y Cedric no se apartó. Al contrario, se inclinó un poco más hacia él. Lavender ya tenía la cámara en mano y murmuraba "esto es material histórico" mientras sacaba una foto tras otra.
"¿Quieren ver algo grandioso?" preguntó Draco, sacando su varita con aire cómplice.
Lavender y Cedric asintieron como niños en Navidad. Draco apuntó al vapor que se filtraba por la ventana del tren. Un movimiento rápido de muñeca y una palabra en griego antiguo (una de esas cosas que no debería saber, pero que Hécate le había enseñado en medio de una tarde aburrida), y el vapor se arremolinó en espirales plateadas. De pronto, el humo tomó forma: un cisne, dos, tres… una docena. Se deslizaron por el aire como si nadaran sobre la bruma del tren, danzando en un vals lento que solo ellos podían oír.
Lavender jadeó y Cedric aplaudió bajito. "¿Desde cuándo sabes hacer eso?" preguntó él, con los ojos brillando.
"Digamos que tengo una profesora muy alternativa" respondió con una sonrisa críptica.
Lavender estalló en carcajadas otra vez. "Tú y tus respuestas misteriosas. Si un día dices la verdad de frente me voy a desmayar".
Draco rió también, y sin pensarlo, apoyó la cabeza en el hombro de Cedric, mientras uno de los cisnes de humo se posaba delicadamente sobre el respaldo del asiento frente a ellos. Cedric entrelazó sus dedos con los de Draco con tanta naturalidad que Lavender soltó un "me muero" apenas audible mientras tomaba otra foto.
Y en ese pequeño vagón, lleno de magia y ternura, Draco se sintió, por un segundo, realmente en casa.
.
El cisne de humo dio una última vuelta sobre sus cabezas antes de desvanecerse con un suspiro de vapor. Lavender bajó la cámara, aún sonriendo, y se recostó con los brazos detrás de la cabeza.
"Por cierto" empezó con tono casual, pero los ojos brillándole como si supiera que iba a soltar una bomba. ", este verano Draco y yo vamos a pasar unas semanas en Estados Unidos, con Annabeth."
Draco, que estaba medio dormido sobre Cedric, levantó la cabeza de golpe. "¿Lo vamos? ¿ya es oficial?"
"Más que el sombrero seleccionador" asintió Lav, estirándose. "Mi madre ya le mandó una lechuza a tu papá. Y Lucius dice que no le importa si nos quedamos en su Mansión allí los primeros días. Dice que Annabeth está emocionadísima."
"¡Ay dioses!" Draco aplaudió, con los ojos bien abiertos. "¿Tú sabes el nivel de chisme, helado y sarcasmo que eso va a generar?"
"Lo sé, lo sé" respondió Lavender igual de satisfecha que él. "Por eso llevo dos cámaras."
Cedric carraspeó suavemente, alzando una ceja. "¿Estados Unidos? Qué curioso. Mis padres también quieren que vayamos allá este verano. Dicen que necesitan unas vacaciones mágicamente discretas... están hartos del Ministerio".
Draco lo miró, boquiabierto. "¿En serio? ¿Tú también? ¡Esto va a ser increíble! Cedric, Annabeth, Lav y yo... Vamos a dominar ese país".
"¿No lo hacemos ya?" Preguntó Cedric, con una sonrisa encantadora.
Lavender se llevó una mano al pecho. "Estoy rodeada de belleza, talento y humildad. Qué tragedia".
Pero entonces, como si el universo tuviera un sentido del drama igual de afinado, el tren chirrió suavemente y comenzó a desacelerar. El sonido metálico de los frenos se coló por las ventanas, y la voz mágica del Expreso de Hogwarts anunció su llegada a King's Cross. Draco se quedó en silencio un momento, su expresión todavía brillante por la noticia... hasta que se acordó.
"Genial. Lo único que falta es decirle esto a mi papá" murmuró, con un suspiro teatral. "Probablemente me mire como si le hubiera dicho que me voy a unir a un grupo de danza interpretativa de muggles."
Cedric le dio un apretón suave en la mano. "Si quiere protestar, me puedes mirar a mí. Se me dan bien los padres difíciles"
Draco sonrió, aunque sus ojos mostraban una chispa nerviosa.
"Me encantaría verte intentar eso con Lucius. Tal vez hasta sonríe… justo antes de convertirte en rana."
Lavender ya estaba bajando el equipaje con un comentario tipo: "¿Te imaginas una rana con el peinado de Cedric? Serías adorable igual." Y entre risas, humo disipándose y el leve temblor de los frenos, el verano comenzó oficialmente… cargado de promesas, secretos y la amenaza muy real de una escena con Lucius Malfoy.
~~~❤︎~~~
El vapor del tren aún flotaba espeso en el aire, arremolinándose entre los últimos estudiantes que descendían con baúles flotantes y jaulas medio abiertas. El sol de junio se colaba por los techos de cristal de la estación, dorando la escena como si todo fuera parte de una fotografía perfecta.
Draco dio un paso fuera del vagón y parpadeó, buscando entre la multitud.
Y ahí estaba.
Su padre de pie, impasible y elegante como siempre, con la vara de paseo de plata en la mano, el cabello recogido en una cinta negra y la túnica de viaje sin una arruga. Su presencia no pedía atención. La exigía.
A pesar de todo, Draco sonrió como un niño de cinco años. "¡Papá!" gritó, sin preocuparse si alguien lo oía o no.
Corrió entre los estudiantes, entre los murmullos y las despedidas, ignorando el peso de su baúl que flotaba detrás a duras penas. No le importó si su túnica se arremangaba o si Lavender lo llamaba desde algún lado. Solo quería llegar.
Lucius abrió los brazos justo a tiempo. El impacto fue suave, sin embargo lleno de fuerza contenida. Draco se hundió en el abrazo como si hubiera estado sosteniendo la respiración desde el inicio del curso. Su padre no dijo nada. Solo lo envolvió con los brazos, su mano enguantada quedándose sobre la nuca de su hijo, como si intentara comprobar que estaba entero, que era real. Sus ojos, normalmente fríos como espejos, brillaban.
"Estás más alto" murmuró finalmente, apenas un susurro.
Draco se rió en su cuello, un sonido suave, vulnerable. "Y tú hueles menos a desinfectante de oficina, pero no me quejo"
Lucius no respondió con palabras, pero sus labios se curvaron apenas. Draco lo sintió. Y eso fue suficiente. Por un instante, entre el vapor y los gritos de los demás niños que corrían hacia sus familias, el mundo se volvió tan pequeño como el hueco de ese abrazo.
Draco apenas tuvo tiempo de separarse de su padre cuando una voz lo llamó como un disparo:
"¡DRAY! ¡Foto grupal OBLIGATORIA!" chilló Lavender, agitando una cámara de rollo como si fuera una varita.
Draco giró justo a tiempo para ver a Annabeth ya con los brazos envueltos alrededor de Lavender, ambas riéndose como si no hubieran pasado meses separadas. Annabeth le dedicó una sonrisa enorme al verlo, esa que significaba "te extrañé, pero no lo voy a decir en voz alta porque me niego".
Draco no necesitó más. Corrió hacia ellas, prácticamente embistiendo al trío con una carcajada. Annabeth lo atrapó sin vacilar, entre su brazo y el de Lavender, apretándolo como si fuera una mochila rebelde. Draco dejó escapar un gruñido melodramático.
"¿Así es como me reciben? ¡Acabo de sobrevivir a Snape durante todo el año".
"Y sobreviviste con estilo, lo sabemos" confurmo Annabeth, dándole una palmadita en la cabeza como si fuera un gato persa con corona.
"¡Shh! ¡Quietos! ¡Luz perfecta, encuadre perfecto!" Lavender presionó el obturador mientras Draco hacía un gesto dramático, abrazando a ambas como si fueran estrellas de cine llegando al estreno.
Click.
"¿Vamos a ignorar que hiciste llorar a un prefecto solo con una sonrisa?" preguntó Annabeth, mientras lo soltaba apenas para mirarlo con sospecha.
"No tengo la culpa de ser bello y devastador" respondió Draco, revolviendo su propio cabello con teatralidad. "¿Cómo están mis amenazas favoritas?"
"Vivas" respondió Annabeth. "Y listas para otro verano contigo."
.
El corazón de Draco latía como si acabara de correr un maratón y no solo bajado del tren. A unos metros, Cedric hablaba con una pareja de aspecto elegante pero cálido. Su padre, alto y con la misma mandíbula fuerte que Cedric, le sonreía a su esposa, una bruja de cabello castaño rizado y mirada vivaz.
Draco tragó saliva.
"Voy a morir" murmuró, clavado en el suelo.
"No vas a morir" intento ayudarlo Annabeth, cruzándose de brazos. "Solo vas a conocer a los padres de tu novio. Nada del otro mundo. Nada que no puedas manejar".
"Sí, claro" masculló Draco. "¿Y si no les gusto?"
"Eres tú. Les vas a encantar" dijo Lavender, aunque su tono tenía un ligero temblor de nervios compartidos.
"¿Y si creen que soy un fenómeno? ¿O que tengo un historial escolar sospechoso? ¿O qué sé yo? Mi familia no es exactamente un ejemplo de estabilidad emocional".
"¡Dray!" Lav y Ann lo rodearon. "Cálmate. Solo respira".
No sirvió de nada.
Hasta que una mano cálida se deslizó en la suya.
Cedric.
"Estás bien" le dijo suavemente, con esa calma tan molesta y perfecta que Draco encontraba tranquilizadora y exasperante al mismo tiempo. "Ellos quieren conocerte. Les he hablado mucho de ti. Te van a adorar".
Draco lo miró, tragando otro nudo en la garganta. "¿Y si no?"
"Entonces me los robo y nos fugamos a Francia. Tengo pasaportes" bromeó Cedric, guiñándole un ojo.
Draco soltó una risa nerviosa. Aún temblaba, pero dio el paso. Se acercaron juntos, con los dedos entrelazados. Cedric saludó a sus padres con total naturalidad.
"Papá, mamá. Él es Draco."
Los ojos de la señora Diggory brillaron. "¡Así que tú eres Draco!" Exclamó ella con una sonrisa. "¡Por fin! Cedric no se calla sobre ti desde Navidad."
Draco se quedó tieso. "Oh. Vaya. Espero que... haya sido bueno".
"Solo cosas buenas" contesto el señor Diggory, estrechándole la mano con firmeza. "Me alegra mucho conocerte, hijo."
Y hijo. Le dijo hijo.
Draco sintió que se le aflojaban las rodillas. Pero en lugar de colapsar, logró sonreír. Cedric pasó un brazo por su espalda discretamente.
.
Draco estaba en la cima del mundo.
Había sobrevivido a Hogwarts un año más. No vería la cara de Snape durante semanas (ese hombre huele a sarro y desesperanza, como él mismo había dicho más temprano, haciendo que Cedric se riera tan fuerte que casi le saliera té por la nariz). Se había reencontrado a Annabeth y Lavender, su trío caótico y amado. Sus mejores amigas. Su hogar emocional. Y ahora, parado junto a Cedric, con los dedos entrelazados como si eso pudiera contener todos los nervios del mundo, estaba por hacer lo impensable:
Presentar a su novio (palabra gloriosa, deliciosa, mágica, que no se cansaba de repetir en su cabeza) al padre más intimidante de Gran Bretaña: Lucius Malfoy.
Draco adoraba a su padre. Lo amaba con una fuerza que le era tan natural como respirar. Le había contado de Cedric y no parecía desgastarse tanto, pero eso no lo hacía menos... bueno, Lucius.
Y Cedric sabía. Lo sabía bien. Porque ahora era su novio quien tenía los dedos fríos y la sonrisa tensa.
"¿Estás seguro de que esto es buena idea?" susurró este tragando saliva mientras su padre, imponente y elegantemente vestido, hablaba con una bruja del Ministerio unos metros más allá, con su bastón en una mano y la mirada afilada como una navaja.
"¿Buena idea? No. Es una idea horrible. Estás a punto de conocer a Lucius Malfoy" hablo con solemnidad. "Pero si sobreviviste a tu primer partido de Quidditch contra Gryffindor, puedes sobrevivir a esto".
Cedric lo miró como si eso no fuera precisamente un consuelo.
Lavender y Annabeth observaban desde una distancia prudente, Lavender mordiéndose las uñas con entusiasmo fotográfico (estaban tentadas de sacar la cámara pero sabían que Lucius podía oler un lente a diez kilómetros).
"Si muero, quiero que me entierren con mi bufanda de Hufflepuff y esa carta tuya que huele a canela que tengo en mi mesita de luz" dijo Cedric en un susurro trágico.
"No vas a morir" replicó apretando su mano. "Si lo haces, te revivo solo para matarte yo mismo por rendirte tan fácil."
Cedric sonrió nervioso, y entonces Lucius se giró.
Sus ojos se encontraron con los de Draco. Y como si el universo hubiera decidido darle a la escena una dosis extra de drama, el viento levantó el largo abrigo negro de Lucius y le hizo ondear el cabello rubio platinado como si fuera una maldita estrella de cine.
Cedric se irguió de golpe, como si estuviera por rendir examen frente a Dumbledore, Snape y McGonagall al mismo tiempo.
"Papá" comenzó Draco y ya estaban allí, frente a él. "Quiero presentarte a alguien" Lucius lo miró, y luego bajó los ojos hacia Cedric. Draco tragó saliva. "Este es Cedric, Cedric Diggory. Mi... mi novio."
Y ahí estaba. La palabra en el aire. El bombazo verbal. Como un hechizo sin varita.
Su padre lo miró. Cedric lo miró. Draco contuvo la respiración.
Lucius alzó una ceja con lentitud, analizando a Cedric con la precisión de un cirujano. Los ojos de su padre bajaron, subieron, lo diseccionaron. Cedric no pestañeó. Casi parecía estar usando su mejor expresión de "soy digno de confianza y tengo modales", pero también parecía estar reprimiendo el deseo de desaparecer con un giratiempo.
"Ah... el Diggory" hablo finalmente Lucius, con ese tono que usaba cuando encontraba un vino aceptable. "Tienes una expresión decente."
Cedric parpadeó. "Eh... gracias, señor Malfoy. Es un honor conocerlo".
Lucius no respondió enseguida. Dio un paso más cerca, ahora cara a cara con Cedric. Los ojos de Draco saltaron entre ambos como si fueran jugadores de ajedrez a punto de estallar en duelo.
"¿Tienes buenas calificaciones, Diggory?"
"Sí, señor. Excelentes en Transformaciones, Pociones y Encantamientos."
"¿Eres disciplinado?"
"Lo intento, señor."
"¿Respetas a mi hijo?"
Cedric no dudó ni un segundo. "Muchísimo, señor. Lo admiro, lo quiero. Y siempre voy a cuidarlo."
Lucius lo estudió por un par de segundos que se sintieron como años.
Y luego... asintió.
"Bien."
¿Bien?
"¿Bien?" Repitió Draco, incapaz de ocultar su sorpresa.
Lucius se giró hacia él con una mínima sonrisa, de esas que solo Draco sabía identificar como genuinas. "Podría haber sido un Gryffindor, o peor... un Weasley. Pero te las has arreglado para encontrar a alguien educado, guapo y con buen sentido del equilibrio emocional. Estoy sinceramente impresionado, no te tenía tanta fe."
Draco parpadeó medio ofendido mientras que Cedric soltó una pequeña risa nerviosa. Lucius puso una mano en el hombro de su hijo.
"Estoy orgulloso de ti, Draco."
Y ahí fue cuando supo que, sin importar qué tan desastrosos fueran los años anteriores, ese verano iba a ser uno de los mejores de su vida.
Porque su padre lo aceptaba.
Sus amigas lo esperaban.
Y su novio le sonreía como si fuera la estrella más brillante del firmamento.
La vida era buena.
(Que idiota fue al no disfrutarlo más, todo en él verano se fue a la mierda).
Notes:
Hola :)!
El capítulo es corto? Si. Es un asco? También. Me importa? Sí, pero estoy demasiado cansada como para seguir.
Ha sido una semana de MIERDA con todas las letras, así que lamento no actualizar ninguna de mis historias 😔. Sólo necesitaba un tiempo para mí, y justo me llegó la inspiración :).
Ya vamos a empezar el segundo libro de Percy Jackson! Que, siendo sincera, es de mis favoritos :). Aunque me parece algo raro que este fic, el cual empecé después que el de los Dioses Mitológicos ya este más avanzado, porque en el otro recién vamos terminando la primera misión 🤔.
Todo fue muy feliz y apresurado? Definitivamente, pero si yo no soy feliz, al menos Draco si lo será.
Por si no se dieron cuenta de mi referencia a Olivia Rodrigo en el segundo párrafo, pues... muy mal, muy mal 😔. Y si si se dieron cuenta, pues... muy bien, muy bien, lo pueden presumir :).
Prepárense, que voy a hacer muuuuuuuuuuuuuuuchos momentos Cedric x Draco de aquí en adelante 😘 (según mi psicóloga, estoy bien mal y por eso lo haré, según mis amigos también, pero que quiero una relación apesar de que mande al infierno a cualquier ser del género masculino, y no me animo a hablar con las chicas 😔, asi que me aguantan).
Luke tiene muuucho trabajo por hacer, Cedric ya se ganó al suegro. Tiene que ponerse las pilas que le roban al novio (oh, en realidad ya lo hicieron, ups).
Eso es todo por ahora, nos vemos :)!
M. S. C
Chapter 17: Kiss me
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Draco nunca pensó que elegir ropa para una cena familiar pudiera sentirse como preparar su funeral.
De pie frente al espejo de cuerpo completo se revolvía entre una montaña de camisas, túnicas, chaquetas y opciones mágicamente planchadas con una expresión de agonía en el rostro. Su habitación parecía haber sido invadida por una pequeña tormenta de telas y desesperación. Una camisa de seda negra voló por el aire y se estrelló contra una silla, mientras que un pantalón gris fue descartado como si le hubiera confesado un crimen.
"¿Por qué todas mis mangas son traidoras?' gritó, girando con teatralidad frente al espejo. "¡No necesito moda, necesito camuflaje!"
El espejo, encantado desde tiempos victorianos, respondió con voz somnolienta: "Tal vez deberías simplemente contarle la verdad, niño".
"¡Cállate, Fiona! ¡Nadie te pidió tu sabiduría emocional!"
Porque ahí estaba el problema: el tatuaje. Justo debajo de su hombro derecho, cubriendo parte del bíceps y trepando con delicadeza hacia el brazo, estaba el Narcisso: un dibujo hecho por él mismo con tinta mágica y completado en una noche de fiebre emocional y necesidad estética. Un homenaje a su madre.
Pero no era algo que quisiera mostrarle a su padre, ni a los Diggory, ni sinceramente al reflejo del jarrón maldito que tenía en el pasillo.
"Muy bien" murmuró, sacando finalmente una camisa azul oscuro, con cuello alto, mangas largas y botones discretos. "Oculta el tatuaje. Resalta mis clavículas, me hace parecer un intelectual torturado con excelente piel. Es perfecta." Se la estaba abrochando cuando un destello dorado iluminó la habitación. Draco se giró con un bufido. "¿Otra vez el hechizo del espejo? Fiona, te juro que..."
Pero no era Fiona.
Era Hécate.
Alta, elegante, con una túnica de sombras líquidas y ojos como estrellas estancadas en lo profundo del universo, la diosa de la magia apareció en el centro de su habitación como si fuera dueña del espacio y el tiempo… lo cual, en efecto, era. Draco se quedó congelado a medio botón, como una estatua a punto de ser admirada o ejecutada.
"Hola, Draco" lo saludo Hécate con esa voz que parecía saber todo lo que había hecho, lo que estaba haciendo, y lo que algún día lamentaría.
"¡Hécate!" exclamó, bajando la camisa rápidamente. "Qué... qué agradable sorpresa".
Ella alzó una ceja. "¿Te estás preparando para alguien?"
"¿Es tan evidente?"
"Lo es. También hueles a perfume de canela, angustia adolescente y ambición contenida".
Draco se encogió de hombros. "Me alegra saber que sigo siendo consistente".
La diosa lo miró, recorriéndolo con la mirada como si analizara un hechizo particularmente volátil. Luego, con un tono casual que no engañaba a nadie, preguntó: "¿Ese es el chico con el que estás saliendo? El tal… Cedric."
Draco sintió que el estómago se le convertía en un nudo. "Sí" dijo, con una voz más pequeña de lo que le habría gustado. "Es dulce y muy bueno. Como, ridículamente bueno. Podría hacer sonreír a un basilisco, mis amigos lo adoran. Y él… bueno, él me ve, como realmente me ve. Y no se asusta".
Hécate inclinó la cabeza. "¿Y tú confías en él?"
"Con cosas que no me atrevería a confiarme ni a mí mismo".
Ella asintió lentamente, como quien examina una promesa hecha en el viento. Luego, caminó hacia él, y con un gesto suave, tocó la tela sobre el tatuaje. "Bonito diseño" dijo. "Tu madre estaría orgullosa. Aunque los lirios están un poco torcidos".
"¡Lo dibujé yo mismo!" protestó Draco, sonrojándose por su leve ineptitud en el dibujo.
"Sí, eso lo explica" Hécate sonrió con algo de sarcasmo, pero había calidez en sus ojos. "Has mejorado mucho, pero aún te falta por aprender. Sigues lanzando hechizos con demasiada emoción. Y dejas que tu magia te arrastre, en lugar de dirigirla".
Draco bajó la vista. "Lo intento. Juro que sí".
"Lo sé, pero ser poderoso no es suficiente. Tienes que aprender a ser sabio, porque de nada sirve iluminar una sala si luego incendias la casa".
Y entonces, justo cuando Draco iba a agradecerle —aunque con una queja por lo de los lirios torcidos— una voz familiar tocó la puerta.
"¡Draco! Ya llegaron Lavender con su madre, y Cedric con los suyos" anunció Annabeth, con ese tono de 'tengo buenas noticias y una bomba emocional escondida en la manga'.
Hécate suspiró. "Hora de la función" murmuró, mirando la puerta. "Recuerda, Draco. No tienes que probarle nada a nadie, pero si vas a hacerlo… que sea con estilo". Y con un destello de luz violeta, desapareció.
Draco parpadeó. "Diosa de la magia, y ni se molesta en usar la puerta. Qué elegancia".
Volvió al espejo, ahora completamente abotonado, el cuello ajustado, el tatuaje cubierto, el corazón desbocado. Cedric estaba abajo con sus padres y él tenía que bajar. Sin desmayarse, sin decir algo vergonzoso y sin tropezarse preferiblemente.
Miró su reflejo. "Vamos, tu puedes" murmuró. "Lo peor que puede pasar es que tu padre decida que estás saliendo con un chico muy mayor y te envíe a un internado en las Islas Orcadas"
Fiona, el espejo, soltó un suspiro dramático. "Eso ya te lo dijo una vez. Fue raro."
"Lo sé"
Respiró hondo, se echó perfume, empujó su cabello hacia atrás con estilo, y abrió la puerta. Annabeth lo esperaba con los brazos cruzados y una sonrisita que decía 'te vi hablar solo, pero lo respetaré porque somos amigos'.
"¿Estás listo?" Le pregunto.
"No, pero igual voy".
Y con eso, Draco bajó las escaleras como si estuviera descendiendo al escenario de un teatro con el cuello en alto, el paso firme y los nervios amarrados detrás de una sonrisa cuidadosamente ensayada.
El comedor de la Mansión Malfoy estaba iluminado con decenas de velas flotantes, encantadas para brillar justo con el tono de luz que favorecía a todos, especialmente a Draco (porque Lucius tenía prioridades). La gran mesa de roble oscuro ya estaba ocupada por todos los invitados: Lavender y su madre (que tenía exactamente la misma cara que su hija, solo con más joyas), Cedric, sentado con la espalda recta como si fuera a rendir su T.I.M.O., y sus padres: Amos y Elaine Diggory, la viva imagen de la compostura, la elegancia, y las expectativas silenciosas. Y por supuesto, Annabeth, que había logrado sentarse estratégicamente entre Draco y Lavender, como si supiera que tendría que apagar incendios emocionales a lo largo de la velada.
Draco entró como si nada porque no era el último en llegar, claramente no, eso sería de mala educación. Él simplemente había esperado el momento adecuado para hacer una entrada con impacto visual.
'Buenas noches" hablo con esa sonrisa que usaba cuando quería parecer encantador y no como si estuviera conteniendo una crisis existencial por tener a su novio y a su padre en la misma habitación.
"Draco, querido" dijo Elaine Diggory con una voz dulce y brillante, "nos preguntábamos si te estabas escondiendo de la cena".
"¿Yo? Jamás" respondió él, deslizándose hasta su asiento junto a Cedric. "Solo estaba terminando de domar mi cabello. Hay una línea muy delgada entre 'despeinado con estilo' y 'escapó de Azkaban'."
Lavender soltó una risita. Annabeth rodó los ojos, pero con afecto. Lucius negó con la cabeza, aunque sus labios traicionaron una ligera sonrisa.
Cedric, por su parte, le sonrió como si Draco acabara de decir algo brillante, revolucionario y también le hubiese regalado la luna.
"Te ves genial" murmuró.
"Gracias. Me lo dijo el espejo encantado, así que ya somos dos".
Draco tomó la copa de agua y le dio un sorbo, tratando de ignorar el hecho de que sentía los ojos de todos sobre él. Vamos, Malfoy, has enfrentado monstruos Mitológicos. Puedes con una cena, pensó.
La conversación pronto retomó su ritmo. Los adultos hablaban entre ellos con esa mezcla de cortesía afilada y genuino interés que solo se ve cuando hay alianzas importantes en juego (o cuando uno de los hijos está saliendo con el otro). Lavender le lanzaba a Draco miradas cargadas de significado como si dijera "te aviso si tu padre se pone raro", mientras Annabeth mantenía una expresión neutral, lo cual en ella equivalía a estar en modo vigilancia máxima. Y entonces, como si el destino tuviera ganas de reírse un poco más, Amos Diggory se volvió hacia Draco con una sonrisa amistosa.
"Entonces, muchacho" dijo. "Escuchamos que estás trabajando en un álbum".
Draco se atragantó con la ensalada.
Cedric le dio una palmadita en la espalda, preocupado y adorable. "¿Estás bien?"
"Sí" tosió Draco, recuperando la compostura con dignidad fingida. "Solo… la lechuga me miró feo."
Lavender carraspeó. "¡Sí! El álbum es increíble. Yo lo escuché durante todo el año, ¿te acuerdas, Annabeth?"
Annabeth asintió de inmediato. "Totalmente. Tiene esa canción que suena como si estuvieras corriendo por un campo de batalla, pero con emociones".
Draco pestañeó. "¿Eso es bueno?"
"Sí" respondieron ambas al unísono.
Elaine sonrió con elegancia. "¿Y sobre qué temas escribes, Draco?"
"Ah… bueno" empezó él, con una sonrisa un poco tensa. "Temas variados. La vida, la pérdida, el amor. Los conejos armados con katanas..." si, no sabía muy bien que pensó al escribir eso. Culpen a Joey que lo acepto.
Hubo un pequeño silencio.
Cedric soltó una carcajada. "¡Tiene una canción llamada 'Rabbit Revolution'!" explicó, como si eso ayudara. "Es muy buena, muy poética".
Draco lo miró con gratitud y una pizca de asombro. Cedric lo había dicho con tanto orgullo que casi parecía que él la había compuesto.
Amos levantó las cejas, pero sonrió. "Bueno, suena… interesante".
Lucius tomó un sorbo de vino. "Draco siempre ha tenido una visión única del arte".
"Eso es una forma elegante de decir que soy raro" murmuró Draco, bajito.
"No, eso fue una forma elegante de decir que eres brillante" replicó Lucius mirándolo fijamente.
Cedric le rozó la mano bajo la mesa. Draco no se sobresaltó. Bueno, casi no."Me gusta que escribas sobre cosas importantes" murmuró Cedric, en voz bajísima. "Sobre lo que sientes".
Draco lo miró de reojo. "No sabes cuánto de ese álbum es sobre ti".
Cedric se sonrojó hasta las orejas.
Lavender lo vio y pateó discretamente a Draco bajo la mesa. Él le respondió con una sonrisa burlona. Annabeth, sin mirar, susurró: "Deja de torturarlo o te pateo yo también".
La cena continuó, entre bromas, anécdotas y el ocasional chiste de Lucius que solo entendían los adultos. Draco estaba más relajado ahora, apoyando ligeramente el brazo en el respaldo de la silla de Cedric, los dedos apenas rozando su hombro. Cedric, mientras tanto, se inclinaba hacia él cada vez que hablaba, como si todo lo demás en la mesa fuera un ruido de fondo.
Y cuando Elaine preguntó si Draco pensaba presentar su álbum en Estados Unidos, Draco respondió con una sonrisa traviesa: "Sólo si Cedric promete estar en la primera fila con una pancarta que diga 'me robó el corazón y ahora también el escenario'."
La risa fue general. Cedric escondió el rostro entre las manos.
"Draco" se quejó, riendo. "Mis padres están aquí".
"Lo sé" dijo él, con una sonrisa suave. "Y eso que estoy siendo moderado".
Amos soltó una carcajada, Elaine sonrió con auténtica ternura. Lucius asintió, como si dijera: Bien jugado, hijo mío. Y así, entre risas, vino y bromas, la cena transcurrió. Con todos los ingredientes necesarios para una noche memorable: adolescentes enamorados, adultos curiosos, y un Draco feliz.
.
Los jardines de la Mansión Malfoy no eran simples jardines. Eran un susurro de magia antigua, un reflejo encantado de tiempos en los que las flores no solo florecían, sino que cantaban en silencio. En la noche, bajo el cielo teñido de azul profundo, se transformaban en un santuario: la luz de la luna bajaba como un suspiro a posarse sobre los estanques de agua cristalina, y las luciérnagas —auténticas, pero entrenadas por encantamientos de generaciones— flotaban como pequeñas estrellas danzantes entre los arbustos de lavanda y las enredaderas perfumadas. Las flores nocturnas, despiertas como guardianas del secreto, abrían sus pétalos solo para mirar.
Y ahí, en medio de todo ese escenario que parecía escrito por un poeta con manos de hada, caminaban Draco y Cedric, en silencio, uno al lado del otro.
Habían salido casi sin hablar, con ese lenguaje mudo que sólo tienen quienes se entienden desde la mirada. Lavender y Annabeth les habían lanzado sonrisas cómplices (y en el caso de Lavender, un guiño tan obvio que Draco casi se atraganta), pero ellos no dijeron nada. Solo se alejaron del bullicio, de las preguntas, de los padres, del postre de crema de calabaza y limón que para ser sinceros a Draco le había sabido a nada. Porque había algo más dulce esperándolo afuera. Algo más brillante.
Caminaron entre las hileras de jazmines mágicos que brillaban suavemente al paso de Cedric, como si lo reconocieran. Draco por su parte mantenía las manos en los bolsillos, fingiendo que todo estaba bien, que no tenía un huracán en el pecho, que no sentía que sus dedos estaban hechos para entrelazarse con otros y que ese otro estaba justo a su lado. Y que quizás —solo quizás— también quería lo mismo.
"Tu casa parece un sueño" le dijo Cedric en voz baja, como si temiera romper la atmósfera. "Es como si todo aquí estuviera vivo".
"En realidad, creo que lo está" respondió Draco. "Los hechizos están ligados a la emoción. Hay una capa mágica que responde a lo que sienten quienes caminan por aquí. Si te sientes feliz, las flores se abren. Si tienes miedo, se cierran".
Cedric miró a su alrededor. "¿Y si estás enamorado?"
Draco lo miró, y sus ojos grises parecieron absorber toda la luz del jardín. "No lo sé" murmuró. "Nunca había traído a nadie que me hiciera esa pregunta"
El silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo. Era un silencio lleno de electricidad, de latidos y de secretos empujándose por salir. Cedric caminó un poco más y se detuvo frente a un sauce plateado, cuyas hojas temblaban como si bailaran al ritmo de una melodía que solo ellas escuchaban. Draco se quedó a su lado, sin decir nada, observando cómo la brisa le alborotaba el cabello a Cedric de la forma más injustamente hermosa posible.
"¿Puedo preguntarte algo?" dijo Cedric de pronto, sin mirarlo.
"Depende" respondió Draco con una media sonrisa. "¿Es una pregunta peligrosa o una linda?"
"Ambas."
Draco se encogió de hombros, haciendo que su capa negra ondeara suavemente. "Dale. Tengo un escudo emocional activado. Creo".
Cedric rió, bajito. Luego giró el rostro hacia él, y por primera vez esa noche, lo miró sin titubeos.
"¿Esto que tenemos… es de verdad?"
Draco sintió que su corazón se detenía por un segundo. Luego volvió a latir, más fuerte, más vivo. Y en ese instante, lo supo.
Sí. Sí. Lo que había entre ellos no era un juego, no era un coqueteo de verano ni una distracción mientras grababa canciones tristes con guitarra acústica. Lo que tenía con Cedric era algo tan real que a veces daba miedo. Porque Cedric no era solo un chico guapo que lo hacía reír, o que lo miraba como si fuera la estrella más brillante del firmamento. Cedric era el primero que lo veía completo, sin los hechizos, sin los disfraces, sin los sarcasmos de emergencia.
"Es lo más real que he tenido" afirmo Draco, bajando la voz como si lo dijera a la luna misma. "Y eso me asusta un poco".
Cedric asintió. "A mí también".
Y entonces, como si el universo decidiera que ya era hora, el jardín se iluminó un poco más. No por un hechizo, ni por una varita. Sino por la magia natural de ese instante: las flores nocturnas brillaron más intensamente, las luciérnagas se arremolinaron en el aire como una constelación viva, y una suave brisa les rodeó los tobillos como una caricia.
Draco se giró hacia Cedric, con el corazón golpeándole el pecho como si quisiera salir y gritar '¡esto es amor, estúpido!' Y Cedric lo miró con esos ojos castaños llenos de luz, de ternura, de deseo contenido.
Y fue entonces que se acercaron.
Despacito.
Como si cada paso fuera sagrado.
Como si temieran que al tocarse se rompiera algo. O que comenzara algo tan grande que no supieran cómo sostenerlo.
Draco levantó la mano y rozó la mejilla de Cedric con la yema de los dedos. Su piel era cálida, suave, tan viva. Cedric cerró los ojos un segundo, respirando hondo.
Y luego, se encontraron.
Fue un beso torpe. Un poquito chueco. Un beso que no sabía dónde acomodarse, si en la comisura o justo al centro, si debía durar un segundo o diez mil años.
Pero fue el beso más bonito del mundo.
Porque fue el primero.
Porque fue real.
Porque fue suyo.
Draco tembló un poco al separarse, pero no retrocedió. Cedric abrió los ojos y sonrió, con una ternura que le deshizo el alma.
"No fue perfecto" susurró él.
"Pero fue mágico" respondió Cedric. "Y eso es mejor".
Y entonces, como si Afrodita misma aprobara el momento, una lluvia de pétalos blancos cayó desde los árboles encantados. Cedric levantó la vista, riendo, mientras Draco lo miraba con el corazón lleno hasta el borde.
Sí. Eso era enamorarse.
Y Draco Malfoy, hijo de la diosa del amor, acababa de descubrir lo que eso significaba.
.
Volver a la casa después de un primer beso era sin duda una experiencia extraña. Draco lo pensaba mientras caminaba por el sendero de piedra, de regreso a la cena familiar, con Cedric a su lado. Bueno, decir 'a su lado' era generoso, Cedric estaba pegado a él. Literalmente. Le tomaba la mano, el brazo, el alma. Había enredado los dedos con los suyos desde que salieron del jardín y no parecía tener intención de soltarlos jamás. A cada paso, su hombro rozaba el de Draco con una intención clara: te acabo de besar y estoy oficialmente obsesionado contigo.
Y lo peor (¿o lo mejor?) era que Draco no se quejaba. Nada de sus típicos gruñidos sarcásticos, ni del clásico 'espacio personal, Diggory'. Nada. Solo caminaba con esa media sonrisa de idiota enamorado, como si los árboles fueran más verdes, el cielo más brillante, y el mundo entero un lugar perfectamente aceptable por primera vez en años.
Al llegar a la puerta trasera que daba al comedor, Cedric se detuvo.
"¿Crees que se habrán dado cuenta?" preguntó.
Draco lo miró, arqueando una ceja. "Por favor. Las flores literalmente explotaron en luz rosa cuando nos besamos. Si hay alguien que no se dio cuenta, está ciego, dormido, o muerto".
Cedric rió, le dio un apretón a la mano, y entraron.
Y entonces el caos. "¡Ahí están!" chilló Lavender, levantándose de su silla como un cohete con glitter. "¿Qué hicieron? ¡Lo vi desde la ventana! ¡No me mientas, Draco, vi la lluvia de pétalos! ¿Fue un beso? ¿Fue el beso? ¿Te tropezaste y caíste en sus labios accidentalmente o fue planeado? ¿Lo narró Morgan Freeman en tu cabeza?"
"¡Lav!" Chilló Annabeth, pero estaba igual de encendida. "¡Déjalo respirar! ¡Pero sí, responde, Draco, responde! ¡Lo vi con mis propios ojos griegos! ¡Cedric iba sonriendo como si acabara de descubrir el amor y un hechizo de levitación sexual!"
"¡Eso no es una cosa!" protestó Cedric rojo como un tomate.
"Oh, claro que lo es" dijo Annabeth con voz de sabia milenaria.
Draco se dejó caer en su asiento con una dignidad fingida, mientras Cedric se le acomodaba al lado como si fueran una pareja casada desde hacía cinco años. Literalmente le apoyó la cabeza en el hombro. Draco solo se echó hacia atrás y suspiró. "Ay, Merlín. Alguien tráigame una copa de vino. O dos".
Los adultos, claro, no tardaron en reaccionar.
Amos Diggory que en ese momento se estaba sirviendo un pastel de nuez, alzó la vista y al ver a su hijo acurrucado contra el heredero Malfoy, simplemente sonrió. "Ah. Ya era hora".
"¿¡Perdón!?" exclamó Lucius, que se atragantó con un bocado de queso azul.
Eloine, elegante como siempre, lo miró con una expresión serena. "Lucius, lamento decirte esto pero, era evidente desde el primer momento. ¿No viste cómo Cedric lo miraba durante la cena? Ese chico está más enamorado que yo de mis tacones de gala."
Lucius se levantó lentamente, con el porte de un general a punto de declarar la guerra. "¿Me estás diciendo que mi hijo, mi pequeño bebé, acaba de… de… ser besado por un Diggory? ¿Y que ahora están acaramelados en mi mesa, como si esto fuera un picnic en los jardines de Afrodita?"
"Lucius" hablo Eloine, poniendo una mano firme sobre la suya. "Su hijo no es un bebé, ya está creciendo"
"Y fue besado" insistió Lucius, llevándose una mano al corazón.
"Eso no es lo peor que ha hecho con esos labios, créeme" murmuró Annabeth.
"¡Annabeth!" chillaron todos al mismo tiempo.
Amos se levantó y rodeó la mesa para poner una mano tranquilizadora sobre el hombro de Lucius, que ya parecía estar viendo visiones de pesadillas futuras. "Vamos, Lucius. Mira el lado bueno. Tu hijo es claramente feliz, Cedric está más tranquilo que nunca. No están embarazados todavía".
"¿Todavía?" chilló Lucius, y Annabeth le lanzó una servilleta al rostro.
"¡Relájate! Ni siquiera se puede".
Draco apoyó la frente sobre la mesa con un suspiro sonoro, como si el peso del drama parental fuera superior a él. "¿Podemos todos no hablar de eso esta noche?"
Cedric, a su lado, seguía pegado a él como una lapa, completamente indiferente al escándalo. Le acariciaba el brazo suavemente, trazando círculos invisibles con el pulgar. Draco estaba bastante seguro de que si esto continuaba, moriría en cinco minutos por sobredosis de ternura.
Lavender se dejó caer en la silla con una expresión soñadora. "Yo quiero lo que ustedes tienen, pero con alguien que sepa bailar bachata. ¿Alguien conoce a un chico dominicano?"
"Te puedo presentar a uno de mi clase de Arquitectura que se contonea como serpiente" le dijo Annabeth.
"No, gracias. Ya tuve uno que se movía así y terminé con vértigo".
Mientras tanto, Cedric giró el rostro y susurró al oído de Draco, con una sonrisa tímida: "¿Estás bien? No quiero que esto sea demasiado… invasivo".
Draco se giró lentamente hacia él. "Cedric. Mi padre literalmente acaba de perder cinco años de vida por tu culpa. Estoy encantado".
Cedric rió y apretó su mano con fuerza.
Lucius, viendo la escena, se llevó una mano dramáticamente al corazón. "¡Se están tocando!"
"Lucius, por favor" lo tranquilizo Amos, abrazándolo con aire comprensivo. "Ven. Vamos a caminar por el jardín. Yo también lo viví cuando Cedric me dijo que le gustaban los chicos. Es como una patada emocional en la ingle".
"¡Exacto!" gritó Lucius, con lágrimas en los ojos. "¡Es mi pequeño! ¡Yo le enseñé a usar su primera capa!"
"Lo sé, amigo. Lo sé."
Y así, los dos padres se alejaron de la mesa tomados del brazo, murmurando cosas como 'crecen tan rápido' y '¿ya se besan? ¿¡en qué momento pasó esto!?'
Mientras tanto, en la mesa, Draco tomó una fresa del postre y se la ofreció a Cedric, sin pensarlo demasiado. Cedric la mordió con una sonrisa, y Lavender chilló. Literalmente chilló. "¡ESO FUE ILEGALMENTE TIERNO!"
Draco se giró hacia Cedric, entre risas. "¿Sabes qué?" Preguntó con tono suave.
"¿Qué?"
"Creo que me gustas más cuando no estás tratando de impresionarme".
Cedric sonrió. "Y yo creo que te quiero más cuando dejas de fingir que no estás completamente enamorado de mí".
Draco lo miró fijo. Y luego, bajito, casi solo para él:
"Puede que lo esté".
Y por primera vez en la historia de las cenas Malfoy, hubo un silencio total. Porque ese puede sonó más definitivo que cualquier juramento mágico.
.
La noche comenzó a deshacerse lentamente en el horizonte, como si el cielo supiera que algo importante estaba a punto de decirse. Las luces cálidas del atardecer pintaban de oro los árboles del jardín, y las carcajadas de Lavender y Annabeth se escuchaban a lo lejos, salpicadas de comentarios tipo: "¡Y cuando Cedric le acarició el brazo, casi me da un infarto!" o "Lav, deja de gritar que vas a atraer a los mapaches de nuevo".
Draco se mantenía en silencio. Cedric había pedido hablar con él a solas antes de irse con sus padres, y desde que lo escuchó, su mente se había encendido con mil alarmas. Porque Cedric parecía nervioso, más que de costumbre. Y no era el tipo de nervioso bonito que mostraba cuando Draco se acercaba demasiado o cuando le hacía una broma con doble sentido. No. Este era un nerviosismo serio, el tipo de nervios que precede frases como 'necesitamos hablar' o 'esto no está funcionando' o, Merlín no lo permitiera, 'me voy a casar con una desconocida en Albania'.
Ahora estaban caminando por el mismo sendero donde se habían tomado de la mano por primera vez. Cedric iba con las manos en los bolsillos, mordiéndose el interior del labio. Draco caminaba a su lado con la compostura de quien espera un puñetazo emocional directo al pecho. Sus ojos grises analizaban cada gesto, cada silencio, cada pausa. Finalmente, se detuvieron bajo el arco de glicinas que marcaba la entrada del jardín lateral.
Cedric respiró hondo. "Draco…"
Y ahí viene, pensó Draco, ya preparando su réplica. Si Cedric decía que tenían que 'tomarse un tiempo', él ya tenía toda una escena lista en su cabeza, una damática y digna de los Oscar. Podía decir algo como "claro, toma todo el tiempo que quieras, yo solo fingí que no me importabas para no enamorarme más de ti". Perfecto.
Pero Cedric no dijo nada de eso.
"No sé cómo decirlo sin sonar como un loco, pero necesito que me escuches, ¿sí?"
Draco entrecerró los ojos. "¿Estás comprometido con alguien más?"
"¿Qué? ¡No!"
"¿Tienes una novia secreta? ¿Un esposo? ¿Una vida alternativa como estrella de cine en Canadá?"
"¡Draco!"
"Lo siento, estoy en modo pánico, continúa."
Cedric pasó una mano por su cabello, riendo con nerviosismo. "Me voy a Estados Unidos en unas semanas, pero eso ya lo sabías".
Draco asintió, sin dejar de analizarlo. "Sí. Dijiste que visitarías a unos tíos en Long Island. No pensé que fuera secreto de Estado".
Cedric tragó saliva. "Es que… no voy solo de vacaciones. Voy porque… tengo que entrenar. Porque resulta que… soy un semidiós".
Hubo un silencio.
Draco parpadeó. Una vez. Dos veces.
"…¿Oh?"
Cedric alzó la vista, confundido. "¿Solo un 'oh'? ¿Eso es todo?"
Draco se cruzó de brazos. "Bueno, no es como si fuera tan impactante"
Cedric frunció el ceño. "¿Cómo que no es impactante? ¡Te acabo de decir que uno de mis padres es un dios griego!"
Draco se encogió de hombros con una media sonrisa, quería ver su cara al decirle la verdad. "¿Y cuál? Solo por curiosidad académica"
"Según mi padre, Apolo" uy, como Will.
Draco soltó una risa suave, casi aliviada. "Ah, claro. Ahora tiene sentido por qué sonríes como si iluminaras habitaciones y escribes poemas cuando crees que nadie te oye".
Cedric se quedó congelado. "¿Tú… no estás sorprendido?"
Oh, aquí viene lo divertido.
Draco lo miró, y sus ojos brillaron. "Cedric. Yo soy hijo de Afrodita y Annabeth es hija de Atenea. Nos conocimos antes de ir al Campamento Mestizo. ¿Te suena?"
Cedric se quedó inmóvil, como si Draco acabara de hablarle en Parsel. Literalmente, se le había abierto la boca.
"¿Qué?" dijo estupefacto por fin. En serio, la cata de Cedric era un total poema.
"Ajá." Sonrió picaramente.
"¿Tú? ¿Afrodita?"
Draco lo miró con fingida indignación. "¿Eso fue un insulto o una confirmación?" Porque era hermoso.
"¡No! No, digo… sí, te queda perfecto, pero… ¿cómo que nunca te vi en el campamento? He estado años entrenando en casa porque no me dejaban ir. Este será mi primer verano allá"
Draco asintió lentamente, y por primera vez desde que comenzó la conversación, su sonrisa fue pequeña y sincera. "Eso explica muchas cosas. Yo llegué el verano pasado y entrené como loco. Clarrisse me enseño a pelear con espada, y Annabeth y yo le enseñamos a coordinar atuendos sin parecer una bruja severa. Fue un intercambio justo".
Cedric soltó una risa temblorosa. "No puedo creerlo. ¿Tú también?"
"Y yo pensando que ibas a decir que te mudabas a Bulgaria para casarte con un espíritu del bosque".
"Estuve a punto" bromeó Cedric. "Pero me rechazó por tener demasiada pigmentación".
Rieron juntos, y por primera vez desde que Cedric pidió hablar con él, Draco sintió que todo estaba bien. Más que bien. Perfecto.
"¿Así que este será tu primer verano en el Campamento Mestizo?' preguntó Draco con los ojos brillando.
Cedric asintió, algo más animado. "Sí. Voy a entrenar, conocer mi cabaña, aprender a no morir cada tres días…"
"Oh, cariño. Te vas a morir cada cinco si tienes suerte" dijo Draco, palmeándole el brazo.
"¿Y tú estarás ahí?"
"Claro. No me perdería por nada del mundo ver tu cara cuando conozcas a Clarisse".
"¿Quién es Clarisse?"
"Te lo explico cuando firmes tu testamento".
Cedric rió de nuevo, y esta vez, se inclinó suavemente para apoyar su frente contra la de Draco. "Estoy feliz de haberlo dicho. Me daba miedo que… no sé, pensaras que estoy loco."
"Cedric. Vivo en una casa donde un sátiro puede venir a buscarme para ir a entrenar con un centauro. Loco es el nuevo normal"
El atardecer seguía bajando, y las luces del jardín comenzaban a encenderse automáticamente, salpicando el pasto de reflejos dorados. Era como si el mundo aplaudiera en silencio esa confesión.
Draco lo miró un momento más, y luego sonrió.
"Vamos a hacer un trato".
"¿Cuál?"
"Este verano, te enseño todo lo que necesitas saber para sobrevivir en el Campamento".
"¿Y tú qué ganas?"
"Tu eterna devoción".
Cedric entrecerró los ojos. "¿Solo eso?"
Draco se encogió de hombros. "Y tal vez alguno que otro beso más… si sobrevives a Clarisse".
Cedric se inclinó y lo besó suavemente, justo allí, bajo el arco de glicinas, mientras las luciérnagas empezaban a danzar entre los arbustos.
Y cuando se separaron, Cedric susurró: "Trato hecho".
.
El carruaje de los Diggory ya estaba listo, y los padres de Cedric, Eloine y Amos, se encontraban conversando amablemente con Lucius cerca de la fuente del jardín, intercambiando sonrisas cordiales, aunque Eloine miraba a su hijo y al joven Malfoy con esa mezcla de curiosidad y ternura que solo una madre podía tener cuando su hijo adolescente se enamoraba por primera vez. Amos, en cambio, parecía más interesado en la conversación sobre vinos élficos que Lucius le había ofrecido con una ceja alzada y tono apenas pasivo-agresivo.
Draco, mientras tanto, estaba completamente consciente de que tenía a Lavender agarrada de un brazo y a Annabeth aferrada al otro, como si ambas temieran que saliera volando con Cedric en cualquier momento.
Cedric apareció junto a él con una sonrisa que parecía brillar más que el sol del mediodía, y la presencia de las dos chicas simplemente se disolvió en el fondo de la escena. Draco lo miró, levantando una ceja con diversión.
"¿Vas a llorar?" Le preguntó Draco, en tono burlón.
Cedric lo miró intensamente. "Probablemente. ¿Y tú?"
Draco desvió la mirada con un leve rubor. "Depende. ¿Vas a besarme frente a todo el mundo como en esas películas ridículas?"
Cedric no respondió.
Porque ya lo estaba haciendo.
Con total descaro, con la seguridad de alguien que no se avergüenza de lo que siente, con las manos firmes en la cintura de Draco y los labios cálidos y suaves como la primera vez. Fue un beso corto, dulce, casi casto, pero bastó para que los pájaros se callaran, Lavender soltara un chillido ahogado y Annabeth se cubriera la boca para no gritar.
Y bastó también para que Lucius se diera vuelta lentamente, con los ojos más abiertos que de costumbre y una expresión que oscilaba entre el horror aristocrático y la resignación paternal.
"Y yo que estaba feliz de que no fuera un Gryffindor" murmuró con una exhalación dramática. "Tiene las ganas de morir de uno".
Amos soltó una carcajada, mientras Eloine fingía toser para ocultar la risa. Cedric se separó de Draco con una sonrisa radiante y se giró hacia sus padres.
"¡Ya voy!"
Amos le guiñó un ojo. "Cinco segundos más y te adoptaban".
Lucius suspiró, se alisó la túnica y se acercó a los tres adolescentes que se quedarían. Su figura era imponente como siempre, pero algo en su expresión revelaba un cariño genuino que no siempre mostraba con palabras.
Lucius lo observó en silencio un momento. Sus ojos grises, tan parecidos a los de Draco, mostraban algo nuevo. Quizá era orgullo. O miedo. O ambas cosas. "No sé qué estás haciendo exactamente" comenzó su padre ",pero si te rompen el corazón, destruiré familias enteras sin pestañear".
Draco sonrió con dulzura. "No esperaba menos de ti."
Lucius lo abrazó. "Ten cuidado, amor mío" murmuró. "Tienes demasiado de Narcissa y de mí para que alguien se atreva a subestimarte, pero… aún así, cuídate".
"Lo haré"
El vehículo mágico comenzó a alejarse entre chispas doradas, y Cedric sacó la cabeza por la ventana para gritar:
"¡Nos vemos en el Campamento, Draco!"
Draco levantó la mano, saludando con los dedos apenas, y cuando el carruaje desapareció del todo, bajó la mano lentamente. El silencio se hizo pesado.
Y entonces Lavender soltó un suspiro larguísimo.
"¡NO PUEDO MÁS! ¡ESTOY LLENA DE ENVIDIA, ESTO FUE COMO UNA PELÍCULA DE NICOLAS SPARKS!"
Annabeth se giró hacia Draco con una ceja alzada. "¿Y tú? ¿Estás bien? ¿Estás mal? ¿Estás embarazado emocionalmente?"
Draco no dijo nada. Solo se sentó en el borde de la fuente, con los ojos puestos en el cielo, y un suspiro dramático escapó de su pecho.
"Estoy… emocionalmente comprometido."
"¿Eso qué significa?" preguntó Lavender.
"Que estoy jodido" afirmo Draco, sin perder la elegancia. "Muy jodido."
Y sus amigas se sentaron a su lado, listas para acompañarlo, cuestionarlo, amarlo y acosarlo con preguntas por horas.
Y Draco, aunque suspirara, aunque se quejara, no cambiaría a esas dos por nada.
Porque no estaba solo.
Y eso, por ahora, bastaba.
.....
El cuarto de Draco parecía sacado de una editorial de diseño. Cortinas de lino blanco, alfombra gris perla, luces tenues que colgaban del techo como luciérnagas congeladas y un leve aroma a lavanda flotando en el aire (no porque Lavender estuviera ahí, aunque el chiste ya era interno). Sin embargo, todo ese orden decorativo había sido destruido en menos de quince minutos por la fuerza conjunta de Annabeth Chase y Lavender Brown, quienes tenían el talento sobrenatural de convertir cualquier lugar en el camarín de una diva antes de un show.
La ropa de cama estaba por el suelo, la lámpara tenía un calcetín colgando del cuello (¿de quién era? ¿por qué estaba ahí?), y las tres almohadas principales habían sido convertidas en barricadas para una guerra de miradas y confidencias que llevaba más de una hora.
Lavender llevaba un conjunto rosa pálido de satén que parecía más caro que todo el armario de Draco junto (y eso ya era decir mucho), Annabeth tenía una camiseta negra gigante con la palabra "NO" en letras doradas y shortcitos de cuadros, y Draco, cómo no, lucía como si fuera parte de una editorial de moda de otoño: pijama de dos piezas, azul oscuro con ribetes blancos, y una mascarilla facial perfectamente colocada en la nariz.
"¿Te das cuenta de que pareces una señora rica divorciada de 42?" dijo Annabeth, recostada boca abajo en la alfombra, masticando una gomita en forma de serpiente.
Draco se estiró con elegancia, sin abrir los ojos. "Gracias, es justo lo que buscaba".
Lavender rodó los ojos y lanzó una de las almohadas ornamentales directo al estómago de Draco. Él la atrapó sin abrir los ojos, como si tuviera un sexto sentido para el drama.
"Bueno" empezó Lavender, sentándose con las piernas cruzadas y una sonrisa tan brillante como sospechosa. "¿Vas a contar todo o seguimos fingiendo que no vimos cómo te comieron la boca frente a todos?"
Draco se quitó la mascarilla con una lentitud dramática. "¿Podemos, por una noche, hablar de algo que no sea Cedric Diggory y sus labios perfectos?"
"No" afirmaron las dos al mismo tiempo.
"Perfecto" suspiró Draco. "Me alegra saber que al menos somos consistentes."
Annabeth lo observó desde el suelo, con una ceja arqueada. "¿Entonces? ¿Cómo fue? ¿Qué dijo? ¿Qué hiciste? ¿Tus piernas temblaron? ¿Se te fue el alma del cuerpo?"
Lavender se acercó como una pantera a punto de cazar. "¿Y cómo besa? ¿Lento? ¿Apasionado? ¿Olía bien? ¿Tenía manos suaves? ¿Te tocó la cara como en las películas?"
Draco se llevó una mano al corazón. "Una a la vez, por favor, estoy convaleciente."
Las chicas rieron, pero se quedaron mirándolo, esperando. Porque lo querían. Porque sabían que Draco tenía tantas emociones por dentro que si no salían ahora, probablemente harían erupción en una clase de Encantamientos o peor aún: en una cena formal.
"Fue…" Draco se recostó en la cama, mirando el techo con una sonrisa boba en los labios. "Fue como si el mundo se volviera muy silencioso. Como si incluso mi cerebro dejara de hablarme.'
"¿Eso es posible?" preguntó Annabeth. “"Tu cerebro puede callarse?"
“Por él, sí,” murmuró. “Y cuando se separó de mí, sentí que me faltaba algo. Como si ya no supiera qué hacer con mis manos. O con mi corazón.”
Lavender se tiró dramáticamente sobre él. “¡Te estás enamorando! ¡Esto es horrible y precioso y quiero pegarte!”
Draco gimió, pero no se apartó. Lavender lo abrazó con la fuerza de una boa emocionada, y Annabeth terminó subiendo también a la cama para apretujarlo desde el otro lado.
“Lo odio,” dijo Draco, aunque sonreía. “Lo odio tanto. ¿Por qué no podía ser feo o aburrido o… o no tener ese lunar ridículo en la clavícula izquierda?”
Lavender chilló. “¿Sabías en qué clavícula está el lunar? Estás perdido”
“Y encima tiene buena letra,” añadió Draco con horror real. “Me escribió una nota y la letra es redonda y firme. Yo casi lloro.”
“Esta bien eso sí es ofensivo,” dijo Annabeth. “Los hombres guapos no deberían tener buena caligrafía. Es como si el universo no tuviera filtros”
Se quedaron un rato así, en una pila de cuerpos, risas y confesiones, hasta que Lavender preguntó, bajando la voz:
“¿Tienes miedo?”
Draco tragó saliva. “Un poco. No estoy acostumbrado a que alguien me guste sin reservas. Es… desarmador.”
“¿Y si te hace daño?” murmuró Annabeth, en voz baja.
“Entonces tendrán que esconderlo muy bien,” respondió Draco, y su tono se volvió más serio, más verdadero. “Porque ustedes dos no dejarán ni los huesos”
Las chicas no dijeron nada, pero sus sonrisas eran una promesa silenciosa.
La noche continuó entre confesiones, juegos tontos con las almohadas, debates sobre cuál es el mejor tipo de beso (Annabeth defendía el beso en la frente, Lavender decía que el del cuello, Draco seguía pensando en el de esa noche), y susurros que solo podían existir en la oscuridad entre personas que se aman sin tener que decirlo.
Lavender se quedó dormida primera, abrazando una almohada como si fuera un peluche. Annabeth la siguió poco después, aún murmurando algo sobre cómo asesinar con estilo si Cedric hacía llorar a Draco.
Y Draco, entre ellas, con el corazón latiendo más fuerte que nunca, se permitió cerrar los ojos, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, tenía un hogar.
.
Manhattan. La ciudad que nunca duerme, pero que esa noche, parecía hacerlo.
El jet privado aterrizó sin sobresaltos, sin cámaras, sin flashes. Joey —el manager con más contactos que paciencia— lo había logrado. Lavanda dormía sobre el hombro de Annabeth, quien hojeaba distraída una revista de arquitectura mientras pasaban las luces de la pista. Draco sin embargo, estaba de pie junto a la ventana, con la frente apoyada en el cristal y las manos metidas en los bolsillos de su abrigo Burberry.
“Ya casi llegamos a casa” murmuró, aunque nadie pudiera oírlo.
Y "casa" era un decir. Era su hogar en la medida en que todo lo que dejaba más espacio al dolor que al amor podía llamarse hogar.
La Mansión Malfoy en Manhattan se alzaba entre las sombras de los rascacielos como un relicario encantado, casi imposible de encontrar si no sabías exactamente qué estabas buscando. Gracias a los encantamientos de ocultación y al trabajo de Lucius (que cuando no intentaba controlar el mundo, se dedicaba a ser un padre increíblemente eficiente), la mansión parecía una propiedad modesta por fuera, como si un magnate excéntrico la hubiera olvidado en medio del caos de la Quinta Avenida. Por dentro, era otro cantar.
Pisos de mármol. Columnas griegas. Jardines encantados que olían a menta y néctar. Espejos encantados que no solo reflejaban el rostro, sino también el humor. Y, por supuesto, la habitación de Narcissa.
Draco no tardó en sentir cómo el pecho se le cerraba mientras subía las escaleras de mármol blanco. Ni siquiera se molestó en abrir la puerta de la antigua habitación de su madre, pero su presencia se sentía como un perfume, como una melodía antigua que aún flotaba en las paredes.
"Estoy aquí, mamá" susurró. Y sus palabras no eran un lamento. Eran un juramento.
Annabeth y Lavender estaban acomodándose en sus habitaciones —las mismas que habían tenido desde la primera vez— cuando Draco se escabulló hacia el jardín encantado trasero. Se quitó el abrigo con rabia, como si le estorbara el aire. El tatuaje en su brazo izquierdo, el que ocultaba con tanto empeño frente a Lucius, brillaba débilmente en la penumbra. El nombre de Narcissa parecía hecho con tinta lunar.
Draco se arrodilló sobre la fuente central. No porque necesitara arrodillarse, sino porque su cuerpo ya no podía sostener la rabia. "Yo... yo juré, ¿recuerdas?" dijo, mientras miraba al cielo estrellado entre las copas de los árboles encantados. “Juro por el Río Estigia que algún día haré arder al Olimpo.”
Su voz no temblaba. No por falta de emociones, sino porque el fuego en su pecho era más fuerte que el miedo.
“¿Hablando solo tan temprano, estrella de rock?” preguntó una voz burlona.
Draco giró. Annabeth se acercaba con dos tazas de café en la mano y el cabello recogido en un moño desordenado. Lavender estaba a lo lejos, gritándole a Joey porque había confundido su bajo con un instrumento decorativo.
“No estoy hablando solo” respondió él, tomando la taza con una sonrisa débil. “Estoy hablando con mamá”
Annabeth no dijo nada. Solo se sentó a su lado. “Lucius quiere que cenemos juntos esta noche. Dijo que prefiere organizar las cosas antes de que empiece el caos en el campamento”
"¿Caos? ¿Nosotras? ¡Por favor!” Draco intentó bromear, pero su voz sonó hueca incluso para él.
“Dray” susurró ella. “Estás ardiendo por dentro, lo sé. Solo recuerda que no estás solo.”
Draco giró el rostro hacia ella. Por un momento, no era el vocalista de una banda mágica, ni el hijo de una diosa, ni el novio de Cedric Diggory. Era solo un chico que extrañaba a su mamá.
"¿Sabes?" dijo, bajito. “Nunca le podre presentar formalmente a Cedric, ni a nadie... ¿crees que, donde sea que este, ella lo sabe?”
"Estoy segura de que lo sabe" respondió Annabeth con una sonrisa suave. "Y seguro está orgullosa desde donde esté."
Draco no contestó. Solo se puso de pie y bebió un sorbo del café. El vapor subía con formas suaves, como cisnes de humo flotando hacia el cielo. Sí. Estaba ardiendo. Pero también estaba en movimiento. Y el fuego, si se dirige con intención, puede forjar mundos nuevos.
“Vamos” dijo Annabeth, estirando la mano. “Tienes una cena con Lucius, un manager histérico y dos mejores amigas que te van a robar el postre.”
Draco rió. Porque en ese momento, aún con el corazón lleno de brasas, sintió que podía sobrevivir. Después de todo, aún tenía promesas que cumplir. Y una banda que encendería el mundo.
.
El cielo sobre Manhattan estaba teñido de un azul melancólico, de esos que presagian tormentas o tragedias... o ambos. Draco caminaba con las manos en los bolsillos de su abrigo largo color beige (uno de esos que Lucius amab porque parecía demasiado muggle). A su lado, Annabeth intentaba parecer calmada, aunque sus ojos se movían con precisión calculada, evaluando cada salida, cada sombra. Lavender, en cambio, iba tarareando suavemente, como si intentara espantar los nervios con melodía. Draco le había dicho que solo iban a caminar, a distraerse, a ver vitrinas y comer donas. No que terminarían... bueno, huyendo de monstruos.
Cruzaban por una escuela de aspecto normal, ladrillos rojos y ventanas rectangulares. Nada fuera de lo común. O eso creyeron, hasta que un rugido sacudió el suelo bajo sus pies.
"No..." murmuró Draco, deteniéndose en seco.
Annabeth se puso firme. Lavender miró a ambos, confundida. "¿Qué fue eso..." susurró, y antes de que alguien pudiera responder, la pared de la escuela estalló.
Ladrillos, madera, concreto. Todo voló por los aires. Un rugido gutural llenó el ambiente, y un monstruo de tres metros de altura, piel de roca y colmillos de jabalí cayó en medio de la calle. Tenía ojos color sangre, y olía a carne quemada y azufre. Draco retrocedió, instintivamente. Pero entonces Lavender chilló:
“¡Yo lo veo! ¡Lo veo!”
Annabeth giró hacia ella, sorprendida. Draco también.
“No deberías poder verlo..." dijo él.
Lavender, con las manos temblando, se escondió detrás de él. “Eso me pasa por salir con ustedes... ¡ME HABÍAN PROMETIDO UNA ROSQUILLA!”
Draco no respondió. Apretó los dientes, y con un gesto decidido, levantó la mano izquierda. Una pulsera de oro con forma de rosa se iluminó. El regalo de su madre, Afrodita misma se lo había entregado. Con un destello rosa y dorado, el látigo emergió, elegante y letal. El mango se deslizó a su palma, y la cuerda se movió como si tuviera mente propia. Draco lo giró y el sonido sibilante del cuero cortando el aire llenó el silencio momentáneo.
Annabeth sacó su cuchillo de bronce celestial. “No estás solo” le dijo, sin mirarlo.
Pero no estaban solos en serio.
De entre los escombros salió un chico mojado, de cabello oscuro, ojos verdes y una espada en la mano.
“¡Draco!”
“¿Percy?”
Notes:
Holaaa
No se si se nota mucho que al escribir el capítulo no estaba muy feliz, y por eso se siente tan sin vida. Igual, ya está hecho?
Vieron las escenas con los padres de Cedric? En un momento flashee cualquier cosas y puse a Narcissa también, hasta que recordé que estaba muerta :).
No recuerdo quien, pero ya había una persona que me había descubierto que Cedric era hijo de Apolo 😔, así que por esta vez le di la satisfacción de que si (igual, ya tenía todo planeado con su participación, así que igual lo iba a hacer si o si ).
El beso solo lo puse porque me vi la muerte de mi personaje favorito en una serie :( , y quería algo de vida.
Como verán, aun estamos felices :), solo esperen un poco para lo malo.Adivinen quien por fin aprendió a poner esto: “,”. Exacto, yo :).
Eso es todo por hoy, nos vemos!
M. S. C
Chapter 18: Bad Feeling
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
"¿Percy?"
Percy levantó la cabeza, confundido al principio, y luego, como si el universo mismo hubiera encendido una lámpara sobre su rostro, se iluminó. Una sonrisa sorprendida y auténtica curvó sus labios, y fue entonces cuando Draco notó al gigante adorable que estaba a su lado, un chico enorme de ojos redondos, cabello rizado y camiseta de "Yo amo los ponis" (o algo igual de confuso). El gigante, sin ningún rastro de filtro social, miró a Draco como si hubiera salido de una revista de moda y exclamó:
"¿Este es el chico lindo del que hablas todo el tiempo, Percy? ¡Porque es mucho más que lindo!"
Draco se quedó en blanco por exactamente medio segundo. Percy palideció y le dio un codazo al chico. "¡Tyson! No se dice eso en voz alta..."
Pero no había tiempo para más reacciones ni para dramatismos innecesarios (aunque Draco mentalmente ya estaba archivando ese comentario en su lista de cosas para analizar luego con Annabeth). Porque justo entonces, con el estruendo de una pared cayendo, tres figuras enormes y deformes emergieron del edificio, lanzando escombros y rugidos como si fueran jugadores de rugby malditos.
Los caníbales.
Lavender gritó, cayendo de espaldas contra el bordillo, y Annabeth como un rayo se lanzó hacia ella. Draco sintió un nudo en el estómago. No por miedo o por el monstruo que babeaba fuego delante suyo. Sino por Lavender, su amiga que no entendía nada, que era solo una bruja sin idea de los dioses y los monstruos que acechaban en las sombras.
Giró hacia Annabeth, sus ojos encontrándose con los de ella. No necesitaban palabras.
"Protégela"
Annabeth asintió sin dudarlo. Draco inspiró hondo, giró la muñeca derecha y su pulsera de cuero se encendió con un destello rosado-dorado. De ella surgió el látigo largo, elegante y tan peligroso como el amor que lo había creado. La marca de Afrodita resplandeció débilmente en el mango, y al instante, uno de los caníbales lo señaló con una uña como una daga.
"El engendro de Afrodita..."
"... la cara bonita que arde..."
"... carne bendita"
Draco alzó una ceja. "¿Carne bendita? Qué desagradable. Necesitan mejorar su poesía"
Y con eso, se lanzó.
El látigo silbó en el aire, moviéndose con la elegancia letal de una serpiente enamorada. Golpeó el brazo de uno de los caníbales, que soltó un chillido estridente cuando la piel empezó a arder como si mil pétalos de rosas incandescentes lo hubieran tocado. Draco no necesitaba fuerza bruta: su látigo estaba imbuido de magia divina, y cada golpe dejaba marcas ardientes que brillaban como corazones sangrientos.
Un segundo caníbal se lanzó hacia él, y Draco giró en el aire con una agilidad sorprendente, cayendo sobre un contenedor de basura como si fuera una plataforma de escenario. Su cabello plateado ondeaba detrás de él como una bandera de guerra. Sonrió, una de esas sonrisas coquetas y peligrosas que normalmente reservaba para sus fans o para poner nervioso a Cedric.
El grandote -Tyson, según escucho de Percy- chilló desde lejos, emocionado. "¡Él esta peleando, Percy! ¡Y con un látigo!"
"¡Gracias, grandote!" gritó Draco, lanzando el látigo hacia el rostro del caníbal, que retrocedió con los ojos cruzados y la nariz sangrando.
Mientras tanto, Annabeth mantenía a Lavender detrás de un poste, cuchicheándole cosas al oído para calmarla. Lavender temblaba. Su mundo mágico de varitas, pociones y encantamientos no la había preparado para monstruos que podían masticarte como si fueras un chicle mentolado. Pero no gritaba más, solo miraba. Y eso, Draco pensó mientras se agachaba justo a tiempo para evitar una silla lanzada por uno de los caníbales, era muy Lavender.
El tercer caníbal, más rápido que los otros, logró acercarse. Draco lo miró de frente y dijo, muy serio: "¿Tú también piensas que soy carne bendita? Porque siendo sincero, eso empieza a sonar como una propuesta indecente"
Luego le clavó el látigo en el pecho, y la explosión de luz rosa lo hizo volar hacia atrás, deshaciéndose en polvo brillante. Draco quedó allí, jadeando, con los ojos encendidos por la adrenalina. Los otros dos caníbales, al ver lo que le había pasado a su compañero, intentaron correr. Tyson, emocionado como un cachorro gigante, se abalanzó sobre ellos como si fuera parte de un juego de parque y los aplastó contra el suelo con un grito de alegría.
Silencio.
Solo el sonido de los ladrillos derrumbados y el eco del látigo apagándose poco a poco.
Draco giró sobre sus talones, el látigo desapareciendo con un parpadeo mientras se acercaba a Lavender y Annabeth. Lavender tenía la cara blanca como el papel.
"Estás bien... estás bien, ¿verdad?" preguntó él, posando las manos en sus hombros.
Ella asintió lentamente. "Draco... eso fue... eso no era magia..."
"No. Era algo peor, o mejor, depende de como lo mires."
Y entonces, la voz de Percy: "¿Desde cuándo peleas así? ¿Y por qué ella puede verlos?"
Draco se giró hacia él, respirando aún agitado, el corazón como una batería golpeando en su pecho. Percy estaba más cerca ahora, con los ojos azules clavados en él, serios pero no hostiles. Draco tragó saliva, sacudió el polvo de su ropa y respondió, sin perder el sarcasmo: "Desde que la vida decidió que ser guapo no era suficiente. Y lo de Lavender... larga historia. ¿Me vas a dar una explicación antes de interrogarme, o no?"
Tyson se echó a reír, y Percy se puso rojo. Pero el momento terminó cuando una sirena sonó a lo lejos.
Draco suspiró. "Esto... esto es solo el comienzo, ¿verdad?"
Y Percy, con una sonrisa resignada, respondió:
"Supongo que bienvenido otra vez al caos, Draco."
.
El caos se había apagado, al menos por ahora. El monstruo yacía reducido a cenizas mágicas, el suelo estaba lleno de escombros, y Lavender seguía temblando como si hubiera visto a un boggart con forma de examen final. A su lado, Draco seguía con el látigo aún chispeante en la mano, exhaló con fuerza. Sabía que ahora venía la parte difícil: explicaciones.
"¿Estás bien?" Volvio a preguntar girándose hacia su amiga.
"¡Claro que no!" chilló Lavender, con los ojos abiertos como platos. "¡¿Qué fue eso?! ¡¿Qué fue ESO?! ¡¿Y por qué lo viste tú también?! ¡¿Y cómo tienes un látigo?! ¡¿Y por qué ese tipo gigante parece salido de una película de monstruos?!"
Annabeth suspiró, sacudiéndose el polvo de los jeans rotos con resignación. "Es una larga historia, Lav" dijo calmada acercándose a ellos. "Pero no estamos solos, hay que movernos"
Y no mentía. En el lugar empezaban a agruparse otros estudiantes y adultos, todos tan confundidos como Lavender. Algunos, de hecho, los miraban como si fueran las estrellas de una película indie. Uno de los chicos (alto, con pecas y una camiseta cara) murmuró:
"¿Esos no son los de Myth and Fire?"
"¡Sí!' Confirmó una chica de trenzas rubias. "¡Ella es la baterista! ¡Y él es el cantante con la bajista! ¡Mi prima los ama!"
Draco sonrió incómodo, dándose cuenta de que era inútil fingir que pasarían desapercibidos. Suspiró y murmuró: "Tendré que escribirle a papá. Otra vez".
Lavender giró el rostro hacia él. "¿Qué? ¿Tu papá sabe que peleas con látigos mágicos y destruyes paredes?"
Draco se encogió de hombros. "Papá es... comprensivo. Después de gritarme un rato por preocuparle".
"Y amenazar con destruir al mundo".
"Exacto" sonrió Draco. "Pero al final me da galletitas".
Percy se acercó entonces, aún con una sonrisa que parecía mezcla de alivio y travesura. A su lado, el gigante que antes había hecho el comentario del chico lindo (Tyson, se recuerda a sí mismo) lo seguía como una sombra curiosa. "Oye, Draco" lo saludó Percy, frotándose la nuca. "¿Estás bien? Peleaste increíble. Aunque ya sabía que eras impresionante desde la última misión" el chico siguió hablando y hablando...
Draco alzó una ceja divertido. "Percy...'
"¿Sí?" Preguntó este de inmediato.
'Gracias, pero no hace falta que coquetees conmigo. Tengo novio, ¿recuerdas? Y lo amo mucho. Así con fuegos artificiales y canciones y todo eso".
Percy se detuvo, con los ojos abiertos y una expresión entre ofendido y resignado. "¡No estaba coqueteando!'
"Claro que sí" intervino Annabeth sin mirar. "Coqueteas con él desde que lo viste en el Campamento".
"¡No es verdad!" se quejó Percy, y giró hacia Tyson. "Diles algo".
Tyson sonrió ampliamente y dijo con voz grave: "Yo creo que el chico lindo tiene razón, no eres muy disimulado. Y Draco es como una galleta de chispas de chocolate muy brillante".
Draco se rió, genuinamente divertido. Se giró hacia Tyson y asintió. "¿Ves? Él solo es amable. No quiere robarme el corazón".
"No entiendo bien las metáforas" dijo Tyson, aún sonriente ", pero me gusta tu pelo".
Lavender, mientras tanto, se había aferrado al brazo de Annabeth. "¿Alguien me puede explicar QUÉ ESTÁ PASANDO?"
Y así, mientras caminaban lejos de la escena destruida rumbo al Campamento Mestizo, Draco y Annabeth se turnaron para contarle todo a Lavender. Lo de los dioses, lo de los monstruos, lo de que Draco era hijo de Afrodita (a lo que Lavender reaccionó con un "¡Obvio!"), lo de que Annabeth era hija de Atenea (a lo que Lavender respondió con un "también obvio"). Y que el grandote llamado Tyson era parte del acuerdo de confidencialidad que no podían revelar por cuestiones mágicas, políticas y porque nadie se atrevía a discutir con Hecate cuando estaba de mal humor (eso se lo inventaron, no iban a desperdiciar la oportunidad de gastarle una broma a Lavender).
Mientras avanzaban, el grupo comenzó a relajarse. El profesor de Percy y los otros alumnos y compañeros de este se mantenían cerca, vigilando que nada más apareciera a destruir alguna institución pública. Annabeth, a pesar de sus cejas constantemente fruncidas, comenzaba a sonreír levemente. Draco notó que se mantenía lejos de Tyson.
"¿No te cae bien?"le susurró a Annabeth.
"No es eso. Es solo... no me gustan los secretos, Draco. ¿Y si es un espía de Cronos?"
"¿Y si es solo un adorable grandulón que quiere abrazar focas?" Replicó él.
Annabeth lo miró. "¿Desde cuándo eres tan optimista?"
"Desde que tengo a Cedric y a una bajista aterrada que necesita mimos" y señalo a Lavender, que en efecto había dejado de gritar pero seguía pegada a Draco como si él fuera el último chaleco salvavidas del Titanic.
De todas formas, Draco sabía que tendría que explicarle mucho a su padre, así que ya tenía la carta mentalmente escrita para Lucius: "Querido padre, no te asustes, estoy bien. Solo luché contra caníbales y destruí una pared escolar, Lavender ya sabe todo, y un chico Tyson dice que parezco una galleta. Pd: no me grites. Pd2: Cedric te manda saludos".
Draco sonrió para sí mismo. La aventura solo acababa de comenzar. Y esta vez, su equipo estaba más unido que nunca. Bueno, menos Percy, que seguía mirándolo de reojo con cara de "¿por qué el chico lindo no me ama?", pero eso se resolvería con tiempo. Y galletas. Tyson parecía tener muchas.
"Vamos, chicos" dijo Draco, ajustándose la pulsera con el látigo. "Es hora de volver a casa".,
Lavender, aún asustada, asintió. Tyson sonrió, Percy suspiró y Annabeth, como siempre, lideró el camino.
El Olimpo tal vez no estuviera listo para ellos. Pero eso nunca los detuvo antes.
.
El caos que habían causado en la escuela no pasó desapercibido. Aunque los caníbales habían sido reducidos a cenizas (algunos literalmente), las paredes destruidas, los gritos, y la alarma antiincendios eran difíciles de ignorar. No habían pasado ni veinte minutos desde que habían salido corriendo cuando escucharon las sirenas de la policía en la distancia. Annabeth apretó la mandíbula, sacó un dracma de su mochila con gesto exasperado y miró al cielo.
"Por Godric, esto será una pesadilla mediática" murmuró Lavender, tratando de cubrirse con la capucha de su chaqueta mientras caminaban deprisa por la vereda. "¡La gira! ¡El álbum! ¡Mis cejas! ¿Sabes lo que hace la cárcel con las cejas?"
"Cálmate, no iremos a la cárcel" intervino Draco, aunque tampoco sonaba del todo convencido.
"En serio, ¿no creen que fue demasiado?" murmuró Lavender, con el cabello revuelto y un poco de ceniza en la mejilla.
"Solo derribamos una pared y destruimos media cafetería" respondió Percy sin detenerse (al parecer, ya se habían presentado, Draco solo lo dejará pasar). "¿Qué es eso para un lunes?"
"Lo dice el chico al cual lo expulsan cada año" murmuró Annabeth.
Justo en ese momento, se escucharon las sirenas. Lejanas al principio, pero aproximándose con rapidez. La policía había llegado y no con una patrulla. Se oían varias unidades, delicópteros incluso.
Draco frunció el ceño. "¿Desde cuándo los caníbales traen cobertura mediática?"
"Desde que pelean con una banda de rock semidivina en una escuela pública" le respondió Annabeth sin cambiar de tono. Entonces se detuvo en seco, sacó algo de su bolsillo, y se giró hacia el grupo. "No tenemos tiempo, vamos a necesitar ayuda".
De su chaqueta extrajo un dracma de oro celestial. Lo sostuvo con firmeza, y Lavender abrió los ojos como platos.
"¿Vas a pagarle a alguien? ¿Es soborno? Porque eso explicaría tantas cosas sobre ti..."
"No, Lav" intervino Draco, con media sonrisa. "Esto es otra cosa totalmente legal".
Cree.
Annabeth se giró hacia una alcantarilla cercana, dejó caer el dracma en el pavimento y levantó la voz en griego gritó: "¡Oh, dioses del Olimpo! ¡Por las barbas de Hades, necesito contactar al Carro de la Condenación!"
Lavender parpadeó. "Eso fue dramático incluso para ti".
"Gracias".
Un destello verdoso iluminó el aire sobre la moneda. Una neblina comenzó a girar en forma de espiral, y de pronto, como si rasgara la realidad misma, apareció una grieta flotante en el aire. Durante un momento, no pasó nada.
Y entonces, ¡zas! Un chirrido infernal, como si mil frenos oxidados gritaran al mismo tiempo, llenó el aire. De entre la bruma de la calle surgió un vehículo tan abollado, desgastado y pintarrajeado que parecía haber salido directamente de un basurero mitológico. Era el Carro de la Condenación.
Y al volante, claro, estaban ellas.
Las Hermanas Grises.
Tres ancianas con aspecto de momias con gafas de sol y peinados tan inflados que desafiaban las leyes de la física, compartiendo un único ojo que se pasaban entre sí mientras reían como hienas viejas. Una tenía tatuado en la frente algo que parecía un código de barras. Otra llevaba una camiseta que decía: "La muerte viene sin frenos". Y la tercera le gritaba a los autos normales con palabrotas en griego antiguo.
"A la colina Mestiza por favor" pidió Annabeth sacando tres dracmas.
"¡Vamos, niños, suban antes de que la ley los alcance!" graznó una de ellas, tirando de una palanca que soltó una bocanada de humo morado. Por la plata baila el mono, dicen.
"Por Afrodita, esto es un taxi del infierno" susurró Draco.
"¡Técnicamente, del Inframundo!" gritó la hermana del asiento del copiloto, como si lo hubiera oído.
Tyson aplaudía como si fuera en una montaña rusa, Percy en cambio soltó un suspiro resignado.
"Me voy a marear otra vez" murmuró.
Todos subieron como pudieron, apiñándose entre latas, cuerdas y bolsas de cosas que definitivamente no eran para el reciclaje. Una de las Hermanas Grises metió el ojo compartido en su cuenca y gritó: "¡Sujétense de sus hígados!"
El carro arrancó con un rugido que hizo temblar las ventanas de los edificios. Salieron disparados por la calle como si los persiguiera un Cíclope con patines.
Lavender gritó. "¡No estamos en una película de acción barata, ¡ESTO ES LA VIDA REAL!"
Draco se reía, aferrado al respaldo de un asiento medio arrancado mientras el carro giraba en un ángulo imposible, saltaba una rampa y pasaba por encima de una fuente ornamental.
Annabeth, como la única cuerda de allí, intentaba mantener la compostura. "Lo importante es que no morimos hoy, ¿vale?"
"¡Hoy no! ¡Pero mañana… quién sabe!" se carcajeó una de las hermanas, girando el volante con una garra.
Percy se inclinó hacia Draco. "¿Siempre que viajas es así de intenso?"
"¿Tú viste mi último video musical?" respondió Draco, sonriendo con descaro. "Esto es tranquilo".
Las Hermanas Grises no les dieron tregua: tomaron atajos imposibles, entraron en túneles secretos que ni Google Maps conocía y, por algún milagro (probablemente del tipo en que Hécate mete mano), llegaron a las afueras del bosque que ocultaba el Campamento Mestizo. El carro se detuvo de golpe, lanzando a Tyson sobre Percy y a Lavender sobre Annabeth.
"¡Fin del viaje, niños! ¡Recen a sus madres divinas y no olviden dejar propina!" canturreó una de las hermanas, extendiendo una garra mugrienta.
Draco le dejó un dracma también y una sonrisita. "Gracias por el trauma gratuito".
Las Hermanas Grises rieron como si hubieran escuchado el mejor chiste del siglo y se desvanecieron entre niebla y humo, tan rápido como habían llegado. Frente a ellos, los árboles del bosque se abrían como si susurraran un 'bienvenidos'.
"Bueno. ¿Alguien más quiere montar un caballo infernal?"
"¡YO!" gritó Lavender.
Annabeth y Draco se miraron. "Es oficial. Ella va a encajar muy bien. Draco suspiró. "Hogar, dulce hogar… lleno de monstruos, semidioses hormonales y dioses que no responden mensajes".
"Y tu novio" añadió Annabeth con una ceja alzada.
Draco sonrió feliz. "Sí, y mi novio".
Y con eso, se adentraron en el campamento, sin saber que el verano apenas comenzaba.
.....
El sol caía como brasas sobre los campos del Campamento Mestizo cuando el grupo cruzó el límite mágico. El cielo estaba despejado, pero el aire pesaba con una tensión eléctrica que ninguno de ellos pudo ignorar. Percy, Draco, Annabeth, Lavender y Tyson se detuvieron apenas traspasaron el árbol de Thalía, justo a tiempo para presenciar el caos.
Clarisse estaba con su armadura medio destrozada y el cabello enmarañado de sudor y ceniza, estaba liderando a un grupo de diez campistas en una pelea desesperada contra tres enormes toros de bronce celestial. Las criaturas embestían con furia, echando humo por las narices, y cada pisotón hacía temblar el suelo.
Annabeth soltó un grito ahogado. "Son de Hefesto. Estos toros no deberían poder pasar el límite... ¿Cómo...?"
Percy frunció el ceño. "Esto está mal... muy mal. Ese árbol debería detener cualquier cosa que no pertenezca aquí".
Pero Draco ya no los escuchaba. Había visto cómo uno de los toros había lanzado por los aires a un joven de la cabaña de Ares, y cómo Clarisse gritaba una orden tras otra, sin dejar de blandir su lanza como una posesa. Draco se giró hacia Tyson con una mirada urgente.
"Cuida de Lavender. No la dejes sola".
"Pero Draco..." protestó su amiga con el rostro blanco como el papel.
"No, no hay peros. Confío en ti, Lav. Grandote, ¡te encargo lo más valioso que tengo!" Tyson asintió con una seriedad repentina, y se colocó frente a Lavender como un muro humano. Ella cruzó los brazos, frustrada, pero no dijo nada más.
Draco corrió hacia el campo de batalla, el corazón bombeando con fuerza, la adrenalina recorriéndole las venas. Mientras corría, pulsó el broche en su muñeca: el elegante lazo que había llevado como adorno se transformó al instante en una espada curva, forjada con metal celestial que reflejaba la luz con un brillo pálido y amenazante.
"¡Vamos, Malfoy!" gritó Percy, alcanzándolo con Contracorriente ya desenfundada. Annabeth venía justo detrás, su daga en mano, la expresión decidida.
Los toros eran gigantescos, con los flancos cubiertos de runas que chispeaban al contacto con el aire. Draco sintió un escalofrío; esos grabados eran de protección y regeneración. Iban a necesitar algo más que fuerza bruta para vencerlos. El primer toro embistió hacia ellos con un rugido de vapor. Draco rodó por el suelo, se levantó en un movimiento fluido y cortó una de las patas traseras del monstruo con su espada. El metal celestial penetró apenas la armadura del toro, dejando una estela brillante.
"¡Va por ti, Clarisse!" gritó Draco, justo cuando ella saltaba sobre el lomo del otro toro y clavaba su lanza entre las placas de bronce.
Clarisse giró la cabeza y, por un segundo, su rostro se iluminó al verlo.
"¡Draco!" rugía. "Mira quién regresó a patear traseros".
Draco sonrió de lado. "No podía dejarte toda la diversión".
Percy se lanzó contra el segundo toro, haciendo que tambaleara con un tajo horizontal. Annabeth rodó debajo de él y arrojó su daga hacia una junta entre placas, logrando que una de las patas fallara momentáneamente. Los tres trabajaban como una sola unidad, un ballet de acero y fuego, mientras los demás campistas retrocedían para reagruparse.
Draco sintió el calor del aliento del toro cuando este giró hacia él. Un chorro de fuego surgió de su hocico, y apenas tuvo tiempo de crear una barrera girando su espada en un movimiento circular. Las llamas lamieron su cuerpo, pero su ropa mágica resistió. Maldició por lo bajo y saltó encima de una roca para tomar impulso.
"¡Percy, por la izquierda!" gritó.
"¡Lo tengo!" respondíó el hijo de Poseidón.
Draco aterrizó sobre el lomo del toro como un bailarín, y clavó su espada en una abertura entre las placas dorsales. El monstruo rugió y comenzó a girar en círculos, intentando quitárselo de encima, pero Draco se aferró con fuerza. Entonces, Clarisse.con una sonrisa que destilaba pura violencia, corrió hacia él, saltó sobre el mismo toro y clavó su lanza al lado de la espada de Draco.
Hubo una explosión de chispas.
El toro cayó de lado, retorciéndose, y se apagó con un chirrido agónico.
Ambos se miraron, jadeando, y ella soltó una risa histérica.
"Siempre haciendo entradas dramáticas, ¿eh?"
'Lo sabes, Clarisse. Tengo una reputación que mantener".
Y sin perder tiempo, giraron al unísono hacia el último toro, donde Percy y Annabeth ya lo tenían tambaleando.
La batalla apenas había comenzado.
El humo de los toros aún se elevaba en espirales oscuras cuando Clarisse se acercó aún más cubierta de hollín pero con esa energía imparable que siempre la había caracterizado. Draco, aún con el látigo-espada en la mano, se giró al sentir su presencia. Clarisse lo miró con una mezcla de orgullo y cansancio. "Tienes mejor postura de combate que el verano pasado" dijo con una sonrisa torcida. "Supongo que todas esas horas practicando no fueron en vano".
Draco sonrió, resoplando con orgullo. "Te dije que estaba practicando. Annabeth no me dejaba dormir si no me aprendía al menos tres hechizos nuevos por semana".
"Eso es cierto" intervino Annabeth, todavía jadeando. "Aunque los hacía a escondidas en el salón de Menesteres".
"Aguarda... ¡Él es un cíclope!" exclamó Clarisse de pronto, señalando a Tyson con el ceño fruncido.
Tyson, como si la palabra fuera un golpe, se encogió ligeramente.
"Es bueno' dijo Percy, poniéndose a su lado. "Tyson es... es mi amigo"
Clarisse lo observó por un momento largo, sus ojos evaluando a Tyson como si tratara de ver a través de él. Finalmente, asintió con un gruñido aprobatorio.
"Bueno, si peleó como lo vi hacer, puede quedarse. Alguien debe enseñarles a los torpes de la cabaña de Hermes a lanzar algo sin romperse la pierna".
Annabeth soltó una risita. Draco, sin embargo, frunció el ceño. "Clarisse, ¿Quirón está en la Casa Grande? Necesitamos hablar con él. Esto de los toros... no debería estar pasando".
La chica negó con la cabeza, cruzándose de brazos. "No, Quirón no está aquí. El nuevo director temporal es Tántalo".
"¿Tántalo? ¿El de la maldición del agua y la comida?" soltó Draco con incredulidad, ¿o ese era otro? Reprobó Historia de la Magia, mucho más Historia de la Antigua Grecia.
"El mismo" respondía Clarisse con tono áspero. "Quirón tuvo que irse por... problemas. Yo iba a contarles, pero estuve ocupada con Luke y todo lo que ha pasado".
Al mencionar el nombre de su viejo compañero y amigo, Draco sintió una punzada de nostalgia y preocupación. Luke no le había escrito en semanas, y eso era muy extraño.
Pero no tuvo tiempo de pensar mucho en eso, porque los campistas de Apolo ya llegaban, veloces, tirando de camillas de emergencia y con frascos de nectar y ambrosía. Entre ellos, caminando con calma, como si hubiera salido de un sueño, venía Cedric.
Draco se congeló.
"Oh no" susurró Annabeth con una sonrisita. "Se activó el radar".
Lavender soltó un chillido contenido y le dio un codazo a Percy. "Toma la cámara, vamos a necesitar esto. Es para... documentación emocional".
Draco dejó a Clarisse, Annabeth y Percy conversando con los campistas nuevos y empezó a caminar, rápido al principio, luego corriendo. Cedric lo vio y su rostro, seguro cansado por la batalla y el viaje, se iluminó como si el sol hubiera salido solo para él. Se encontraron en medio del campo de batalla humeante, y se abrazaron con una fuerza que hizo crujir las armaduras. Draco levantó el rostro, y antes de decir una palabra, Cedric lo besó. Fue un beso largo, intenso, lleno de las preguntas no hechas y las respuestas que sólo el corazón podía dar. Los heridos miraban, Tyson sonreía, y un Percy nervioso tomaba fotos bajo la mirada amenazante de Lavender.
Cuando se separaron, Draco le tomó la cara entre las manos. "Pensé que te habías quedado en Londres un poco más".
"No podía" le dijo Cedric, acariciándole el cabello. "Te prometí que estaría contigo, incluso si eso significaba correr por los Estados Unidos persiguiendo monstruos y guitarras desafinadas".
Draco soltó una carcajada emocionada. "Están afinadas. Mis emociones no, pero las cuerdas sí".
"Idiota adorable' murmuró Cedric, y volvió a besarlo.
En la distancia, Clarisse gritó: "¡¿Qué significa eso?!" rugió, casi como si le hubieran dicho que el Ares mismo se había unido a los olímpicos para escribir poesía.
Draco apenas si pudo apartarse un poco de Cedric para mirarla. "¿Eso?" respondió, con esa sonrisa suya entre encantadora y descarada. "Eso es mi novio".
Una frase sencilla, inofensiva. Pero en el contexto de un campamento lleno de adolescentes emocionalmente inestables, profecías, celos, secretos y expectativas… fue como prender una bengala en una habitación llena de gas.
Luke apareció.
Como si fuera una cita con el destino. Como si hubiera estado espiando desde la sombra de algún árbol, esperando el momento justo para salir. Nadie lo esperaba, nadie lo había llamado. Y sin embargo, ahí estaba, caminando con esa media sonrisa que engañaba a los que no lo conocían, con las manos en los bolsillos, como si no pasara nada.
"¿Me perdí de algo?" preguntó con voz tranquila, pero con los ojos ardiendo como carbones bajo el agua.
Draco sintió el frío recorrerle la espalda. "Luke" hablo intentando que su voz sonara relajada. "Este es Cedric. Cedric, Luke. Mi amigo Luke".
Cedric asintió cordial. Luke no le devolvió el gesto.
Lavender murmuró algo a Annabeth como "Uff, esto va a estar bueno".
Y Draco, por primera vez en semanas, no supo qué decir. No por el beso, ni por Clarisse gritándole, ni por Percy con cara de "¿qué acaba de pasar?". No. Fue por la forma en que Luke lo miraba. No como solía hacerlo, con esos ojos entre protectores y burlones, ni como lo hacía cuando entrenaban juntos o cuando compartían conversaciones largas en la cabaña. Esta vez lo miraba con rabia, con celos, con una punzada de traición que dolía más que cualquier insulto.
Y ahí estaba Lily, la pequeña hermanita de Draco, apareciendo como si la hubieran invocado con un hechizo de oportunidad.
"¡Dray! " exclamó, saltando entre la multitud y sujetando su mano como si eso lo pudiera salvar del caos emocional que se cernía sobre él. "¿Por qué no me dijiste que tenías novio?"
Drew, justo detrás de ella, arqueó una ceja. Su rival, su archienemiga, la peor de las chicas de su cabaña (bueno, tañ vez exagera, pero se entiende su punto). Pero en lugar de hacer un comentario venenoso… se aclaró la garganta.
"Draco" comenzó con una voz seria, inusualmente sincera. "Me equivoqué contigo. No sabía que... bueno. Lily me hizo pensar algunas cosas. Perdón por todo, por lo... lo que dije de Silena y de tí".
Silencio total.
"¿Drew Tanaka se está disculpando?" Preguntó Annabeth, casi con horror.
Draco no supo qué responder. Porque justo cuando estaba a punto de tomar la mano de Cedric otra vez, justo cuando pensaba que, por fin, había encontrado un poco de equilibrio entre el desastre que era su vida… Luke habló.
'Bonito momento, Draco. Me alegra que... tengas a alguien contigo."
Y se fue.
Así. Sin más.
Clarisse se giró para mirar a Draco, todavía confundida, pero no dijo nada. Lily le apretó la mano, como quien recuerda a su hermano que aún tiene aliados, Drew se cruzó de brazos y murmuró algo como "esto va a traer cola", Cedric le agarro la mano, simplemente estando con él.
Y Draco, hijo de Afrodita, heredero de una casa de magos puristas, semidiós y estrella de rock en otro mundo… solo pudo asentir, y pensar que el drama apenas comenzaba.
.
Draco no sabía que volver al Campamento Mestizo lo haría sentir tan extraño. Era como regresar a una casa de la infancia y darse cuenta de que la habían reformado por completo, de que ya nada estaba donde debería estar. El brillo dorado del atardecer no lograba tapar lo sombrío que se había vuelto el lugar. Lo notó al instante, apenas pusieron un pie en los terrenos. Donde antes había risas, carreras y un ambiente de caos alegre y despreocupado, ahora había un silencio incómodo, espeso, que lo abrazó como una niebla. Y no era una de esas nieblas que solía esconder cosas a los mortales, no. Era una niebla emocional, una tristeza colectiva que se respiraba. Como si el mismo suelo estuviera de luto.
Clarisse iba a su lado, con las manos cerradas en puños. Aunque todavía tenía una ceja levantada por todo lo que acababan de vivir ni siquiera eso parecía importarle ahora. Había cosas más urgentes, cosas que la tenían tensa incluso para ser Clarisse. Y eso ya era decir bastante. Draco apenas y la escuchó murmurar entre dientes que el árbol de Thalía había sido envenenado. Que algo muy malo estaba pasando.
El impacto lo sintió en el pecho. Porque si algo era sagrado en ese campamento, era el árbol. No solo era una defensa mágica vital, sino un símbolo. De fuerza, de sacrificio, de esperanza. Y ahora, verlo envenenado... era como ver una estatua sagrada quebrarse. Como si el corazón mismo del campamento estuviera sangrando.
Draco frunció el ceño mientras avanzaban. Las cabañas seguían ahí, los campos de entrenamiento también, pero todo tenía un aire distinto. Más... gris. Había más armaduras colgadas, más escudos apoyados contra las paredes, más armas al alcance de la mano. Era como si se hubieran convertido de la noche a la mañana en un cuartel militar. Un ejército en guerra.
El ambiente era denso. Algunos semidioses que estaban entrenando se detuvieron un instante al verlos, los miraron con curiosidad, pero enseguida bajaron la cabeza y volvieron a lo suyo. Nadie les sonrió. Nadie gritó "¡Draco, regresaste!" como él se había imaginado, como solía ocurrir en otras veces. Ahora todo era trabajo. Tensión. Seriedad. Draco lo sintió en la médula.
Lo más curioso, quizás lo más contradictorio, era que no todos estaban desanimados. Lavender iba con los ojos tan abiertos como si estuviera en Disneyland. Caminaba dando vueltas sobre sí misma, admirando todo como una niña frente a una tienda de caramelos. "¿¡Me estás diciendo que TODO ESTO ha existido desde SIEMPRE y NADIE me dijo nada!?" exclamaba cada dos minutos. Estaba tan emocionada que por poco abraza a una dríade que pasaba por ahí.
Tyson, por su parte, sonreía con esa dulzura tan pura que a Draco le costaba mirar sin derretirse un poco por dentro. Miraba todo con reverencia, como si el campamento fuera un paraíso sin importar que ahora tuviera el aura de un campo de batalla. Era hermoso cómo lograban ambos ver lo bueno incluso cuando todo lo demás se estaba cayendo a pedazos.
Annabeth y Percy, sin embargo, estaban tan serios como Clarisse. Apenas llegaron fueron directamente a la Casa Grande. Iban a hablar con Quirón. Draco no estaba seguro de qué tanto confiaba en ese centauro. Nunca le había caído mal, pero tampoco le inspiraba simpatía. Lo respetaba, eso sí. Como cuando respetas a un profesor que no te gusta, pero que sabes que es inteligente y justo. Clarisse parecía tener una opinión parecida, porque ni intentó seguirlos.
Así que el grupo se dividió. Draco, Clarisse, Lavender, Tyson y Cedric se quedaron atrás, caminando por uno de los senderos menos transitados, buscando un rincón donde pudieran hablar con calma..Y ahí estaba Cedric. El sol le daba en el rostro con esa perfección cinematográfica, y si Draco no lo conociera, pensaría que estaba actuando. Pero no. Cedric era así. Naturalmente amable, tranquilizador, atento.
"¿Estás bien?" le preguntó, bajando la voz para que solo él lo oyera.
Draco asintió, aunque no muy convencido. "Estoy de vuelta... y sin embargo, todo está distinto, es extraño" murmuró.
Cedric le lanzó una mirada que decía que entendía exactamente lo que sentía. No necesitaba decir nada más. Sólo caminó a su lado, sin soltarle la mano que le había tomado casi sin que Draco lo notara.
Se sentaron finalmente cerca del lago, lejos de las cabañas, en un claro entre árboles donde la brisa parecía menos cargada de tensión. Tyson se sentó en el suelo, cruzando las piernas como un niño en un cuento. Lavender se recostó contra un árbol, sacando una libreta para "anotar todo para no olvidar ni un segundo de este sitio increíble". Clarisse se mantuvo de pie, los brazos cruzados, mirando al campamento como si pudiera escanearlo con la vista. Draco y Cedric se quedaron juntos, en silencio por un momento.
"¿Qué crees que pase ahora?" LE preguntó Draco, mirando el reflejo del cielo en el lago.
Cedric tardó un poco en responder. "No lo sé. Pero estamos aquí. Y si algo aprendí en todo esto... es que juntos podemos con lo que sea".
Draco lo miró de reojo, Cedric seguía siendo el mismo incluso cuando el mundo parecía colapsar, él era ese faro. Y eso, en ese momento, fue todo lo que Draco necesitaba. Respiró hondo, y por primera vez en días, sintió que podía hacerlo sin que doliera.
Aunque todo estuviera cambiando.
Aunque el mundo estuviera ardiendo.
Cedric seguía ahí. Y mientras lo tuviera a su lado, Draco sabría que todavía había cosas por las que valía la pena luchar.
~~~❤︎~~~
Luke estaba ahí. Quieto, inmóvil, como una estatua desgastada por el tiempo. El sol brillaba alto, abrasando las copas de los árboles, dorando las armas que colgaban de los estantes, pero él no lo sentía. Todo el mundo seguía con sus tareas. Algunos chicos entrenaban, otros salían en misiones o se encargaban de mantener el escudo mágico, pero a Luke… a Luke el mundo se le había desmoronado con un solo vistazo.
Apenas había salido de la Casa Grande después de una llamada frustrada con Hermes —quien, como siempre, no tenía tiempo para él— cuando lo vio. Fue como si el tiempo se hubiera ralentizado. Draco estaba allí, riendo. Tenía esa risa que Luke se había aprendido de memoria, esa risa que no necesitaba escuchar para recordar, porque la sentía. Cada vez que sonaba, algo en su pecho se llenaba. Esa risa significaba hogar, refugio, cosas que él nunca tuvo. Pero ahí estaba… dándosela a otro.
Cedric.
El chico nuevo. El de sonrisa perfecta y abrazos cálidos. El que había llegado con una mirada encantadora y modales exquisitos. El que había atrapado a Draco sin que nadie lo notara. Luke observó cómo Cedric le acariciaba el rostro como si fuese de cristal fino, como si Draco fuera la cosa más preciosa del mundo, y lo odió. No porque lo tratara mal, sino porque lo trataba bien. Tan bien como Luke nunca se atrevió a hacerlo.
Y entonces se besaron.
No fue un beso cualquiera. Fue lento, sentido, con las manos entrelazadas y los cuerpos ligeramente inclinados como si ambos temieran que el momento se rompiera. Luke sintió cómo su pecho se contraía, como si alguien le hubiese arrojado una lanza en pleno esternón. Bajó la mirada, pero fue peor. Apretó los dientes y desvió el rostro. Su estómago era un nudo imposible, sus pulmones parecían incapaces de tomar aire. El aire del campamento olía a metal caliente, a madera quemada, a piel sudada… y a traición.
No. No traición. ¿Cómo podía llamarse traición algo que nunca fue suyo?
Porque Draco nunca fue suyo. Jamás. Solo fue un juego de miradas, un par de misiones compartidas, una noche bajo las estrellas en la que hablaron hasta que salió el sol, una vez en la que Draco lo llamó "idiota adorable" y Luke se convenció de que eso significaba algo. Pero no. Draco tenía a Cedric ahora, como Luke tuvo a Ethan.
Ethan, con su mirada afilada, sus labios callados y esa maldita forma de leerle los pensamientos sin decir nada. Ethan no era malo. De hecho, era demasiado bueno. Le cocinaba cosas simples cuando se le olvidaba comer, le traía agua cuando se encerraba en el campo de batalla, y sí; no lo dejaba hablar con nadie que se viera interesado en él, ni mucho menos entablar conversaciones, lo quería. Pero… no era Draco.
Y ahora frente a él estaba su castigo. El karma por no haber tenido el coraje de decirle a Draco cuánto le importaba. El precio de haberse escondido detrás de su fachada de líder, de fuerte, de invulnerable. El resultado de no haber dicho "me gustas" cuando tuvo la oportunidad. Cedric lo hizo, Cedric lo dijo.
Luke apretó los puños. Sentía las uñas clavándose en sus palmas, pero el dolor físico era lo único que lo mantenía anclado. Porque si se soltaba, lloraría. Y no podía hacerlo. No aquí. No ahora. No cuando todo el campamento dependía de su ejemplo. Clarisse lo miraba de reojo, y aunque su cara era la de siempre —gruñona, seca, feroz—, Luke sabía que ella sabía. Todos lo sabían. Que algo en él se había roto. Otra vez.
"Tonto…" murmuró sin pensarlo. Apenas un susurro, un eco de sí mismo.
Era un tonto por haber esperado tanto. Por haber querido ser el héroe cuando siempre fue el villano de su propia historia. Por haberse conformado con menos de lo que merecía, y por haber creído que podía tener algo tan brillante como Draco Malfoy para él solo. Draco, con sus ojos de tormenta y su sonrisa ladina. Draco, con su carisma y su aire de estrella de rock. Draco, que era caos y arte en una misma persona.
Una parte de él quería marcharse. Irse al bosque, entrenar hasta sangrar, hablar con Hermes, aunque supiera que lo ignoraría otra vez. Pero no se movió. Se quedó allí, observando la escena como si fuera un castigo autoimpuesto. Como si necesitarlo ver fuera la única forma de entender que había perdido. No en una batalla con armas. Sino en el campo más cruel de todos: el del amor.
Cuando Cedric le acarició el cabello a Draco y este le sonrió de esa forma en que lo hacía cuando estaba verdaderamente feliz, Luke bajó la mirada.
Su corazón se rompió. No con ruido. No con drama. Se rompió como lo hacen las cosas que se han agrietado por años y que, con un simple toque, se desmoronan en mil pedazos.
Y aunque sabía que nadie lo miraba, que todos estaban ocupados o fingían no ver, que su rostro seguía impasible… Luke lloró. Por dentro. Como lloran los líderes, como lloran los hombres que no pueden mostrar debilidad.
Porque, después de todo, era Luke Castellan.
Y estaba solo.
Notes:
Hola!
Lo sé, siempre lo sé. Pero en mi defensa, me desmaye hoy :).
Tenía que terminar esto, y no llegaba con las palabras, así que me dije "como Luke va a ir a la misión con Percy y Annabeth, estaría bueno poner desde ya su perspectiva". Así que lo hice :v.
Muy rápido = muy malo, no necesariamente, pero esta vez... ni yo puedo defenderme 😔.
Luke me cae mal :).
Pregunta para los hermanos mayores que no tiene nada que ver con el capítulo, pero, ¿ustedes tienen un hermano favorito? Atte: una hermana mayor.
De todas formas, ya me olvidé lo que quería decir, así que... adiós :)!
M. S. C
Chapter 19: Boss Bitch
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Draco caminaba con una seguridad encantadora por los senderos de grava que llevaban hacia la cabaña más bella de todo el Campamento Mestizo: la de Afrodita. El sol descendía lentamente en el cielo, tiñendo las nubes de tonos rosados, naranjas y púrpuras, como si incluso el atardecer se arreglara un poco más cuando él pasaba. Y a su lado, Cedric caminaba con esa sonrisa boba que ponía cada vez que Draco lo tomaba de la mano, como si ese gesto pequeño le robara todo el sentido común, dejándolo reducido a una masa de encantamiento y mariposas en el estómago.
Draco, por su parte, tenía un solo objetivo: presentar oficialmente a Cedric ante sus hermanas. Si iba a vivir su feliz noviazgo semidiós-edición, entonces más le valía hacerlo bien. Cedric lo seguía encantado, dejándose guiar con la confianza absoluta de quien sabe que está justo donde quiere estar. Cada paso lo daba sin mirar mucho alrededor, embobado con la silueta de Draco iluminada por el sol de la tarde. Era como una comedia romántica en plena marcha, con menos violines y más olor a madera quemada y perfume de rosa.
"¿Estás seguro de que no estoy demasiado despeinado?" preguntó Cedric por quinta vez en menos de un minuto, pasándose una mano por el pelo castaño con ansiedad.
Draco rodó los ojos con una sonrisa. "Cedric Diggory, si llegas a tocarte el cabello una vez más, juro por Afrodita que te beso aquí mismo hasta que te olvides cómo pronunciar la palabra 'peinado'." Cedric se detuvo en seco, rojo como una amapola. "Ajá, eso pensé" añadió luego con una carcajada suave, jalándolo otra vez de la mano hacia la cabaña.
La puerta de la cabaña de Afrodita se abrió con un leve crujido y, como era de esperarse, todo dentro olía a canela, pétalos recién caídos y un poco a drama adolescente embotellado. Las luces eran suaves, doradas y brillaban sobre los espejos que adornaban las paredes como si compitieran por ver quién devolvía mejor la imagen perfecta.
Draco entró con la cabeza en alto sin soltar la mano de Cedric, el cual miraba todo como un turista entrando al Palacio de Versalles. Al notar la presencia de su hermano —y su melosísima actitud de la mano de un chico alto, guapo y visiblemente enamorado—, las hermanas de Draco, una docena de semidiosas arregladas de punta en blanco, se quedaron en silencio absoluto.
Demasiado silencio.
Era el tipo de silencio que precede a una tormenta de comentarios picantes.
"¡Ay, la pasamos bien hoy, eeeh!" dijo Lily, la menor de las hermanas de Draco, levantando una ceja con malicia y una sonrisa como de quien ya estaba tomando nota mental para una ronda de hermanas chismosas que seguramente tendrían luego.
"¿Nos presentás al Ken humano o solo viniste a presumirlo?" añadió Julia, mientras se acomodaba una trenza rubia perfecta detrás de la oreja.
Draco bufó, pero no soltó a Cedric. Más bien se apoyó en él con descaro, dejando que su cabeza reposara contra su hombro por unos segundos. "Chicas, este es Cedric. Cedric, estas son mis hermanas. No te aprendas sus nombres, cambian de perfume y de personalidad cada tres días".
"¡Draco!" Chilló Lily, pero no con enojo real. Era más una mezcla de orgullo de hermana y vergüenza infantil.
"Encantado" dijo Cedric haciendo una pequeña reverencia que provocó un par de suspiros de las chicas.
"Es apuesto, educado y reverente. Confirmado, hermanas: Draco tiene buen gusto" murmuró Julia.
"O buen karma" bromeó otra desde el fondo.
"O simplemente mucha suerte" agregó Lily con una sonrisa que desbordaba alegría sincera. Avanzó hacia Cedric con elegancia natural y le dio un abrazo, suave pero firme. "Gracias por hacer feliz a nuestro hermano. Es un poco insoportable cuando se pone dramático" le susurró, aunque Draco escuchó cada palabra.
"¡Lily!" protestó él fingiendo indignación mientras Cedric se reía y la abrazaba de vuelta.
Lo que siguió fue una serie de escenas que parecían sacadas de una comedia romántica. Las chicas lo bombardearon con preguntas: ¿De dónde vienes? ¿Te gusta el bronceado natural o el falso? ¿Usas perfume o solo hueles bien naturalmente? ¿Sabes hacer trenzas? ¿Qué opinas de los esmaltes con glitter? ¿Qué signos zodiacales compatibles con Virgo conoces? ¿Sabes cocinar?
Draco observaba toda la escena con una sonrisa relajada que rara vez se permitía mostrar. Estaba contento, verdaderamente contento. Había traído a Cedric a su cabaña, a su mundo, a su gente. Y lejos de sentirse incómodo o fuera de lugar, Cedric estaba ahí, brillando, riendo, encajando como si siempre hubiera pertenecido. Una de sus hermanas incluso le pintó una uña como ritual de bienvenida. Cedric se dejó hacer, entre risas, mientras decía algo sobre cómo ni siquiera en Hogwarts lo habían tratado tan bien.
Draco, recostado en uno de los sofás rosas con cojines bordados, observaba con los ojos entrecerrados, la cabeza recostada en una mano.
"¿No estás celoso de toda la atención que le están dando a tu novio?" preguntó Lily, sentándose a su lado.
"¿Celoso? No, orgulloso más bien. Mira qué bien nos quedó" respondió él, sonriendo de medio lado.
"¿Nos quedó?" repitió ella, divertida.
"¿Qué? Uno no se encuentra un Cedric cada día. Esto es trabajo de equipo".
Lily le revolvió el cabello con cariño apesar de que él fuera el mayor. "Draco… estás brillando mucho. ¿Te das cuenta?"
Draco la miró con sorpresa, y al tocarse la mejilla, notó el más mínimo rastro de polvo de estrella que Afrodita siempre decía que los hijos suyos exudaban cuando estaban felices.
Y lo estaba.
Por primera vez en mucho tiempo, sin espadas, sin gritos, sin secretos, sin presiones… sólo él, Cedric, y su desquiciada pero adorable familia. Claro, el Campamento podía estar colapsando, los dioses podrían estar ignorándolos, el árbol de Thalía envenenado y Luke cada vez más distante… pero por una tarde, solo por una tarde, todo se sentía bien.
Y eso, para Draco, era más valioso que cualquier profecía o misión.
Cedric se le acercó y se dejó caer a su lado con un suspiro satisfecho. "Tus hermanas son… intensas".
"Bienvenido a mi mundo."
"¿Puedo quedarme a dormir aquí?"
Draco alzó una ceja. "¿Para estar conmigo o para que te pinten las uñas de nuevo?"
Cedric se rió y le dio un beso rápido en la mejilla. "¿Por qué no decir ambas cosas?"
Y Draco no necesitó decir nada más. Porque ese era el tipo de felicidad que no necesitaba explicación.
.
El aire de la tarde comenzaba a refrescar, suavizando el calor del día mientras el sol se hundía perezosamente en el horizonte. Las hojas de los árboles crujían con la brisa y el cielo se pintaba en tonos cálidos que iban del durazno al púrpura. Draco había decidido que ya era hora de sacar a Cedric de entre la nube de perfumes y pétalos en la que lo habían sumergido sus hermanas.
"Vamos afuera" dijo con una sonrisa traviesa, tomando su mano. "Antes de que alguna de mis hermanas se ponga poética y decida escribirnos un soneto".
Cedric se rió, dejando que Draco lo guiara por los escalones de mármol blanco, aún con rastros de brillos en la ropa por alguna broma de Lily. Ambos salieron con paso ligero, aún entrelazando los dedos, y al bajar del pórtico se encontraron con dos figuras que se aproximaban del otro lado del claro: Annabeth, con su clásica expresión de 'todo está bajo control aunque el mundo se esté cayendo a pedazos' y Lavender, que rebotaba con una energía contagiosa.
"¡Ustedes!" exclamó Lavender con una mezcla de alegría y acusación. "¿Este era el gran secreto?! ¡¿Un campamento mitológico oculto en el bosque donde luchan con espadas, tienen cabañas según sus padres divinos y chicos guapísimos por todas partes?! ¡¿Y no me contaron?!"
Draco la abrazó, sin dejar de reír. Cedric se hizo a un lado para saludar a Annabeth con un leve gesto de cabeza, y la hija de Atenea lo respondió con cordialidad. "Ya le avisé a tu padre" dijo Annabeth sin rodeos, mirándolo fijamente divertida. "Le dije que estamos bien, que llegamos al campamento. Está calmado… bueno, tan calmado como puede estar Lucius Malfoy".
Draco asintió, apretando los labios. Había tantas cosas que explicar aún, pero en ese momento prefería centrarse en la felicidad de su amiga. Lavender miraba a su alrededor con la emoción de una niña en una juguetería.
"Esto es increíble. Todo. Los pegasos, las espadas, la casa de los árboles. ¿Por qué nunca me lo contaste?"
"Porque técnicamente estaba prohibido" repuso Draco, rodando los ojos. "Y porque pensé que no ibas a creérmelo. Además, ¡teníamos once años cuando me trajeron por primera vez!"
"Y aún así" replicó ella ", me lo habrías dicho si hubieras querido. Pero está bien, te perdono, soy benevolente. Aunque solo si me das un tour completo".
Antes de que Draco pudiera contestar, un sonido grave y metálico retumbó por todo el campamento: la campana.
Annabeth enderezó los hombros de inmediato. "Hora de la fogata" dijo. "Hay que ir a formar".
Lavender ladeó la cabeza, claramente confundida. "¿Fogata? ¿Formar?"
Draco sonrió y le hizo un gesto para que lo siguiera. "Vamos. Te explico en el camino. Ahora eres oficialmente una recién llegada sin reclamar" le habló teatralmente ", así que te toca ir a la cabaña de Hermes. No te preocupes, ya es tradición. Ahí te encontrarás con todos los otros nuevos. Y, por suerte, con alguien que ya conoces".
"¿Quién?"
Draco señaló con la cabeza. "Luke."
Cuando llegaron frente a la cabaña de Hermes, la multitud de chicos y chicas semidioses estaba comenzando a salir en dirección a la zona de la fogata. Algunos saludaban a Draco al pasar, otros simplemente lo miraban con curiosidad. Claramente, el hecho de que el hijo varón de Afrodita ahora caminara del brazo de un hijo de Apolo era algo digno de chismes para al menos tres días.
Luke estaba de pie junto a la entrada, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, como si estuviera lidiando con una ecuación imposible. Su expresión se suavizó ligeramente cuando vio a Draco acercarse.
"Hey'" lo saludó con una voz más baja de lo usual.
"Luke" saludó Draco de vuelta, sonriendo. "Mira quién llegó al campamento".
Lavender se adelantó sonriente, aunque sin esconder su leve disgusto. "¡Hola! Finalmente nos conocemos en persona, después de todas esas llamadas donde intentabas parecer más misterioso de lo que en realidad eres".
Luke parpadeó sorprendido. Luego, una sonrisa se asomó por sus labios, débil pero genuina. "Sí, te recuerdo bien, tú eres Lavender. Draco no se callaba sobre ti".
"¿Ah, sí?" Preguntó ella, lanzándole a Draco una mirada de '¿me hablaste bien, al menos?'. Él solo alzó las cejas con inocencia.
Por un momento, Luke se quedó callado, como si estuviera procesando todo al mismo tiempo. Lavender, Draco, Cedric, fogatas, el árbol de Thalia, Ethan. Todo parecía acumularse sobre sus hombros, sin embargo al final simplemente suspiró y asintió.
"Ven" le dijo a Lavender. "Te muestro tu litera. Pero cuidado, algunos de estos chicos roban calcetines".
Lavender soltó una carcajada y le lanzó una mirada traviesa a Draco. "Bueno, por lo menos si me roban, que sea guapo el ladrón".
Draco sonrió contento. Luke se giró para guiarla dentro de la cabaña, y por un momento, volvió a ser su Luke. El que bromeaba, el que sonreía torcido, el que era todo lo que Draco había admirado el año anterior, con armadura emocional y ojos grises demasiado grandes para su propio bien.
Cedric se acercó por detrás y rodeó a Draco por la cintura. "¿Estás bien?" Le preguntó susurrando.
Draco apoyó su cabeza en el hombro de su novio. "Sí" respondió. "Creo que sí. Solo que hay muchas piezas de ajedrez en movimiento".
Cedric besó su sien. "Entonces haremos jaque juntos".
Draco se rió bajito, permitiéndose cerrar los ojos por un momento. Porque sí, las cosas estaban cambiando, y muy rápido. Pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que quizás, solo quizás, todo estaba encajando.
.
La campana retumbó en el aire como un recordatorio de que, a pesar de los momentos personales, el Campamento Mestizo no se detenía por nadie. Cedric le acarició el dorso de la mano a Draco una última vez antes de soltarlo. Los chicos empezaban a organizarse para marchar hacia el anfiteatro donde cada cabaña se ubicaría con su grupo. Algunos iban perezosamente, otros con entusiasmo, otros porque no les quedaba de otra.
Draco, como buen hijo de Afrodita, se ajustó el cabello, alzó la cabeza y avanzó entre la multitud con el paso grácil de quien sabe que está siendo observado. Y por supuesto, lo estaba. Incluso en medio del caos, tenía esa habilidad de atraer miradas, aunque hoy la suya buscaba a una en particular.
Percy no era difícil de encontrar. No cuando su presencia arrastraba tras de sí al adorable gigante de un solo ojo que lo seguía con una sonrisa alegre y un palo en forma de palo. Tyson.
"Percy" le llamó Draco, acercándose a él con determinación.
Percy volteó sorprendido, mientras que Tyson agitó la mano con entusiasmo.
"Hey, Draco" respondieron casi al mismo tiempo.
'Quería saber qué hablaste con Quirón" dijo Draco directamente, con una mirada cargada de seriedad. Su tono tenía una nota preocupada, porque Draco, aunque sonriera, sabía reconocer un ambiente enrarecido cuando lo olía. Y el campamento ya no tenía ese aroma a pino y aventura. Olía a presión, a guerra.
Percy abrió la boca para hablar, pero fue interrumpido por una voz áspera, ligeramente arrastrada, como quien ha visto demasiados siglos como para disimular el aburrimiento.
"¡Oh, por favor, Johnson! ¡No necesitas contarle cada palabra de lo que hablamos!" intervino el señor D, apareciendo de la nada como un mal pensamiento. Su copa de uvas flotaba a su lado, convenientemente llena. A su lado, un hombre que Draco no había visto antes venia con cara de piedra y ojos muy atentos, observando cada movimiento. El señor D siguió hablando, sin que nadie le hubiese dado permiso alguno: "Aunque debería admitir que Johnson necesita supervisión constante. Tan impulsivo como siempre, tan dramático" Suspiró, con la teatralidad de un dios aburrido. "Aunque debo decir... él" señaló a Draco ", no está tan mal".
Draco arqueó una ceja, Tyson parpadeó sin entender nada.
"No tan mal... Gracias por tanta pasión, señor D" replicó Draco con sarcasmo.
El dios ni se inmutó. "Al menos, Malfoy sabe decir lo que queremos escuchar. Sabe cuando cerrar la boca y sonreír. Sabe lo que es decente" Hizo una pausa, lo suficiente para mirar de reojo a Percy. "Johnson en cambio..."
"Percy también tiene buen juicio cuando hace falta" afirmó Draco, de inmediato. Su tono era amable, pero firme. No le gustaban las comparaciones, ni siquiera cuando salía bien parado. "Además, ambos queremos lo mismo: que se respete a los nuestros".
Tyson, sin comprender del todo aún, sonrió ampliamente. "Draco me trajo un pastel hace un rato, era de fresa. Muy rico".
"¡Y era de los buenos!" dijo Draco, guiñándole un ojo.
El hombre junto al señor D, quien no había hablado hasta ahora, intervino finalmente con voz grave: "Aún así, necesitamos mantenerlos separados, al menos durante la fogata. Hay decisiones que se están discutiendo".
Draco apretó la mandíbula. "Ah, claro. Separar a los que se entienden. Idea brillante. Dividir para conquistar, ¿verdad?"
Percy le puso una mano en el hombro. "No vale la pena discutir ahora. Está bien, Draco. Nos vemos después".
Draco le lanzó una mirada de advertencia, como si le dijera 'esto no se ha terminado', y dio media vuelta hacia su mesa, la de la cabaña de Afrodita. Percy, resignado, fue con Tyson hacia la suya.
Detrás de ellos, el señor D susurró al hombre que lo acompañaba: "Te lo dije. Uno finge, el otro pelea. Ambos pueden volverse peligrosos".
Y mientras la noche comenzaba a extenderse sobre el cielo del campamento, las chispas de la fogata aún no habían sido encendidas, pero las brasas en el corazón de algunos semidioses ya ardían con fuerza.
.
El aroma del estofado flotaba en el aire, denso y especiado, mientras las cabañas comenzaban a sentarse en sus mesas respectivas. Draco se dejó caer con elegancia junto a las chicas de su cabaña, su cabello rubio platino perfectamente peinado a pesar de las agitaciones del día. Claramente, estaba acostumbrado a mantener la compostura incluso en medio del caos. A su lado, Lily hablaba animadamente sobre Cedric, lanzando miraditas curiosas de vez en cuando hacia la mesa de Apolo donde el chico se encontraba.
"Entonces, ¿van en serio?" preguntó una de sus hermanas, sonriendo de oreja a oreja.
"Parece que sí" respondió Draco con una media sonrisa, dejando que su tenedor jugueteara con las verduras en su plato. Se sentía extrañamente feliz, en paz, como si por fin algo hubiera encontrado su sitio en medio de ese mundo caótico.
Pero su momentánea tranquilidad se vio interrumpida por un chirrido agudo. Tantalo se levantaba al frente, su figura huesuda destacando contra las llamas que crepitaban suavemente en el centro de la zona de fogata. Su voz sonó afilada, casi burlona. "Queridos campistas, me complace anunciar que retomaremos las carreras de carros esta semana".
Un murmullo recorrió las mesas, y no de emoción precisamente. Draco alzó la vista con una ceja arqueada. Clarisse, desde la mesa de Ares, se levantó de inmediato con los puños apretados.
"Tres muertos y veintiséis mutilados. ¿Y ahora quiere volver a hacerlas?"
"Clarisse tiene razón" la siguió Draco, poniéndose de pie con elegancia. Su voz cortó el aire como una flecha. "No estamos listos para eso. El campamento no es el mismo y todos lo sabemos".
Un silencio incómodo siguió sus palabras. Tantalo simplemente se acomodó el manto con fastidio. "Ah, siempre tan valientes, Clarisse y Draco. Su preocupación es… enternecedora. Pero esto es el Campamento Mestizo. El peligro es parte del menú, igual que el estofado".
Se escucharon unas risas tímidas aquí y allá, pero Draco notó que eran por nerviosismo, no por gracia. Sus dedos se cerraron en un puño sobre la mesa mientras se sentaba otra vez, lanzando una mirada de apoyo a Clarisse, que se dejó caer con un resoplido.
Entonces Tantalo se giró hacia Percy. "Ahora, respecto a... bueno, esta cosa" Draco se tensó. Sus ojos se fueron hacia la mesa de Hermes, donde Tyson comía con devoción, riendo de algo que Lavender le había dicho. Se veían tan felices, tan fuera de lugar en medio de todo ese ambiente cargado. "La cabaña once tiene espacio, ¿no?" comentó Tantalo. "Podría quedarse allí con los demás... hijos de nadie".
Draco sintió un escalofrío. No porque Tyson le molestara, al contrario: el cíclope era uno de los pocos en ese campamento que parecía ver la vida con ojos de niño, sin esa sombra de tragedia eterna que todos parecían arrastrar. Pero sabía que en la cabaña de Hermes siempre estaban apretados, con colchones en el piso, mochilas por todas partes y un aire denso de incomodidad constante. No quería que Tyson pasara por eso, no con lo que podrían hacerle.
Antes de que pudiera alzar la voz, una luz se derramó sobre la cabeza de Tyson. Una luz marina, que se torbellinaba como olas atrapadas en un remolino celestial. En medio de todos los suspiros, el tridente de Poseidón apareció flotando sobre él. Todos se quedaron inmóviles.
Desde la mesa de Atenea, Draco escuchó a Annabeth contener el aliento, y su mirada fue directa a Percy. El chico estaba tan paralizado como los demás, su rostro una mezcla de shock, pánico y algo más que no quería reconocer. Draco creía -o quería creer- que era felicidad, al fin y al cabo, era su hermano. Ya no estaba solo.
Él tragó saliva. No sabía cómo se desarrollaría todo eso, sin embargo sabía que en ese instante, las piezas del tablero habían cambiado por completo. Esperaba, sinceramente, que Percy pudiera mantener la calma, porque el campamento se tambaleaba en un hilo delgado, y lo último que necesitaban era un heredero de Poseidón perdiendo el control.
Se recostó en el banco, cerrando los ojos por un segundo. Lo que daría por estar de nuevo en su casa, en su cuarto, con su guitarra sobre las piernas y sin tener que preocuparse por maldiciones, dioses ni profecías. Pero ya no era ese chico. Y ahora, no podía escapar de la guerra que estaba comenzando a formarse.
Porque si algo había aprendido en ese campamento, era que el destino siempre encontraba la forma de tocar la puerta.
Y esta vez, estaba tocando con fuerza.
....
Draco estaba agotado, pero satisfecho. Su cuerpo dolía, sus músculos quemaban como brasas encendidas, y tenía un pequeño corte en la mejilla que Clarisse le había hecho por accidente en medio del entrenamiento. Pero estaba feliz. Porque cada vez que se movía con esa precisión, con esa seguridad, sentía que la magia de Hécate y el encanto de Afrodita no eran opuestos, sino partes de un todo que le daban forma. Él.
Clarisse era la mejor maestra que podía haber pedido. Brutal, intensa, pero respetuosa. Ella no lo subestimaba. Ella lo empujaba, lo exigía, y eso a Draco le gustaba. Él quería ser más que la cara bonita. Quería que lo tomaran en serio, incluso si para eso tenía que entrenar hasta que le sangraran las manos.
"No está mal, rubio" dijo Clarisse con una sonrisa apenas visible, mientras él le quitaba la espada con un golpe de látigo limpio, preciso.
Draco respiró hondo, con el pecho agitado, y sonrió satisfecho. "Lo mismo digo, Clarisse. Pero deberías saber que el lado izquierdo tuyo sigue siendo más débil".
Ella soltó una carcajada ronca y le dio una palmada fuerte en la espalda que casi lo tira al piso. "Cállate, princesa".
Lavender corrió hacia él como si acabara de ver una obra de teatro de Broadway protagonizada por su mejor amigo. Lo abrazó con fuerza, emocionada. "¡Draco, eso fue increíble! ¿Siempre podés hacer ese giro con el látigo? ¡Porque eso fue de película! ¡Estabas como...!" hizo un gesto exagerado, girando sobre sí misma con los brazos extendidos "¡Pam!"
"Sí, bueno..." Draco fingió modestia, aunque en el fondo se sentía como un protagonista de anime tras una buena pelea.
Annabeth se acercó también, asintiendo con respeto y orgullo. "Bien hecho, Draco. Has mejorado bastante desde la última vez que te vi con una espada en la mano".
Draco le guiñó un ojo. "Es porque ahora tengo a Clarisse gritándome al oído y a Hécate susurrándome estrategias en sueños. Es una mezcla rara, pero útil".
Sin embargo, mientras hablaba con ellas, algo lo distrajo. O mejor dicho, alguien.
Luke estaba a unos metros, observándolo. O al menos, eso creyó al principio, porque en cuanto Draco dirigió la mirada hacia él, el hijo de Hermes giró la cara, como si hubiese estado mirando otra cosa. ¿Una flor? ¿Una nube? ¿Un árbol particularmente interesante?
Draco frunció el ceño, Luke no era bueno disimulando. Y algo en su forma de encogerse de hombros, de caminar hacia la dirección opuesta, de mantener la mandíbula apretada, le hizo pensar que algo no andaba bien.
"Vuelvo en un segundo" murmuró Draco, alejándose de las chicas con un gesto rápido. Lo alcanzó en unos pasos largos, todavía con el sudor pegado a la nuca y la adrenalina vibrando en los dedos. "Luke" lo llamó con un tono amable, aunque firme.
El hijo de Hermes se detuvo, aunque no lo miró. "Hola, Draco"
"¿Todo bien? Estás raro desde hace días".
Luke se encogió de hombros. "Estoy ocupado. Cosas del campamento, ya sabés cómo es".
Draco ladeó la cabeza. "¿Y eso te impide decirme hola o mirarme a los ojos?"
"No seas dramático".
—Yo nací dramático. Hijo de Afrodita, ¿lo recuerdas?
Luke apretó los labios, y hubo un silencio tenso entre los dos. Draco lo miraba con atención, esperando una grieta, una respuesta, algo. Luke finalmente habló, cruzándose de brazos.
"No me gusta Tantalo".
Draco se sorprendió por el giro brusco. "Bien, algo en lo que estamos de acuerdo".
"Se obsesiona contigo. Siempre habla de vos en las reuniones, como si fueras una figura decorativa que hay que vigilar. Y todo.... no lo ayudan mucho".
—¿Perdón?
"Le sonreí, le hablas lindo, te haces el diplomático. Eso lo alimenta. Le das motivos para seguir hablando de vos" Luke bajo la mirada. "¿Pero qué estoy diciendo? Yo... lo siento, solo... pasan cosas".
Draco parpadeó, confundido. "¿Quieres que le escupa en la cara? ¿Que lo ataque con el látigo?"
Luke se mordió la lengua. Luego, murmuró: "No. Es solo que... no sé".
Eso detuvo a Draco en seco. "¿Qué?"
"Olvidalo".
Draco entrecerró los ojos, con los brazos cruzados ahora él también. "¿Esto es por Cedric? ¿Por qué no te dije que venía? ¿Por lo... lo de Thalia?"
Luke lo miró, pero no respondió. El silencio hablaba más que cualquier palabra. Y ahí estaba Draco, mirando a su amigo, a ese chico que le había ofrecido una sonrisa en medio del caos, que lo había cuidado cuando nadie más lo hacía, que había sido su compañero, su ejemplo, su salvación... y que ahora lo evitaba como si fuese contagioso. Pero no entendía, no del todo. Solo sentía una punzada rara en el estómago, como si las piezas no encajaran, como si le faltara algo.
"Luke... ¿por qué no me lo dices directamente?"
"No hay nada que decir."
Y se fue.
Draco lo vio alejarse.con el ceño fruncido. No era enojo, era una confusión silenciosa, como si hubiese leído mal un libro que siempre creyó entender.
Suspiró. Miró al cielo. Cerró los ojos.
"¿Por qué todo el mundo se comporta raro conmigo últimamente?"
No tenía respuestas. Solo muchas preguntas. Y Luke, por alguna razón, era parte de todas ellas.
.
El sol brillaba con fuerza sobre el campamento Mestizo, y el olor a madera caliente y pasto recién cortado se esparcía por el aire, mezclándose con el eco de gritos y risas —o lo más cercano a risas que podían escucharse desde la llegada de Tantalo—. Draco estaba con una coleta baja y una espada brillante colgada de su cinturón, caminaba de un lado a otro frente a la cabaña de Afrodita. Su capa ondeaba con estilo, pero su ceño estaba levemente fruncido mientras hablaba con energía.
"Vamos, Drew" le decía, agitando los brazos como si con eso pudiera convencer al universo entero. "Esta puede ser nuestra oportunidad de redención. Imagínate: nosotros" miró también a Lily ", arriba de un carro brillante, maquillados, armados y peligrosos. Podríamos demostrar que la cabaña diez no es solo belleza. Podemos ganar esta vez. Sería legendario".
Sorprendentemente, Drew no lo miraba con desdén ni le soltaba algún comentario pasivo-agresivo. En cambio, se encogió de hombros, ladeando la cabeza con algo parecido a un atisbo de duda razonable. "Supongo que... si tú lo haces, quizás, podría intentarlo." Miró a Lily de reojo. "No quiero que digan que siempre me echo para atrás".
Lily, emocionada, aplaudió en silencio.
Draco sonrió, ligeramente orgulloso de sí mismo. No estaba acostumbrado a tener tanto éxito convenciendo gente, pero, honestamente, desde que Cedric le tomaba la mano en público, algo en él brillaba más fuerte. Caminó con tranquilidad hacia la enfermería, donde sabía que encontraría a su novio probablemente atendiendo a alguien o perfeccionando el arte de doblar vendas. Como había esperado, Cedric estaba ahí, sentado en la sombra, revisando una lista con ungüentos. Draco lo abordó sin aviso, le lanzó los brazos encima y se acurrucó a su lado, dejando escapar un suspiro largo.
"Estoy exhausto. Convencer a Drew de hacer algo sin amenazas es un acto de guerra diplomática, ¿sabes?"
Cedric soltó una risa suave y acarició la cabeza de Draco con ternura, enredando los dedos entre sus mechones.."Estoy orgulloso de ti. ¿Te dieron problemas tus hermanas?"
"Las usuales miradas de 'ay, ahí va Draco intentando ser protagonista otra vez'... pero nada más. Lily es un sol, y Drew está en esa etapa de redención sospechosamente agradable. Estoy nervioso".
Se quedaron así unos minutos, Draco acurrucado, recargando energía. Pero cuando se separó para volver al entrenamiento, notó una escena al otro lado del campo que hizo que se le apretara el estómago.
Percy estaba sentado solo, justo donde solía hacerlo con Tyson. Un grupo de chicos pasaba cerca, susurrando entre risas, lanzando miradas cargadas de burla. El nombre de Tyson se deslizaba entre los comentarios, y las carcajadas que siguieron no eran amables. Draco frunció el ceño.
Dejó a Cedric con un beso en la mejilla y cruzó el espacio con paso firme hasta llegar a Percy.
"¿Puedo sentarme?" preguntó señalando el espacio vacío a su lado.
Percy le lanzó una mirada que parecía querer evaluar su intención, pero al final asintió. "Sí, claro"
Ambos se quedaron en silencio un momento, observando cómo algunos campistas entrenaban más allá.
"¿Todo bien?" preguntó Draco finalmente.
Percy bufó. "¿Tú qué crees?" dijo con ironía, y luego se corrigió con un gesto de disculpa. "Lo siento. Es solo que... Tyson. La gente no deja de reírse. Dicen que es un monstruo, que es torpe, que no debería estar aquí. Me da rabia" Draco se mantuvo en silencio, dejando que Percy soltara lo que tuviera dentro. Era lo menos que podía hacer. Después de todo, él también sabía lo que era cargar con lo que los demás decían. "Y tú debes saberlo, ¿no?" continuó Percy, girando para mirarlo directamente. "Lo de los hermanos. Silena te apuñaló por la espalda el verano pasado, literalmente".
El comentario le llegó como un latigazo. Draco sintió que el aire le fallaba por un segundo, pero solo sonrió con delicadeza, bajando la mirada. Había aprendido a hacer eso. A sonreír como si no pasara nada, a parecer que nada dolía.
"No fue tan literal... pero entiendo a qué te refieres" murmuró, jugueteando con una hoja en la hierba.
Percy se dio cuenta demasiado tarde. "Oh, Draco, no quise decirlo así. Es solo que... pensé que entenderías"
"Lo hago" Levantó la vista con una pequeña sonris. "Y no pasa nada. Silena tenía sus propios demonios. Yo simplemente... fui una de las víctimas colaterale".
El silencio que se instaló luego fue espeso. No incómodo, pero lleno de cosas no dichas. De heridas aún abiertas. A veces las palabras tenían más filo que una espada.
Finalmente, Draco rompió la tensión. "A mí Tyson me cae bien. Tiene un corazón enorme, literal y figuradamente. Y Lavender lo adora, creo que si pudiera adoptarlo como un peluche gigante, lo haría sin dudar".
Percy sonrió apenas. "Sí. Lo sé. Solo... es difícil. No estoy acostumbrado a tener hermanos. Y mucho menos uno como él".
"Lo vas a estar" Draco se levantó y le tendió la mano. "Y si no lo estás pronto, te ayudaré. Después de todo, ¿quién más va a recordarte que ser un héroe también implica cuidar a los tuyos, incluso cuando no encajan en tu imagen perfecta?"
Percy lo miró en silencio, luego aceptó la mano y se levantó. Draco no lo dijo, pero sabía que lo había herido ese comentario. Lo había sentido como una daga bien lanzada. Pero también sabía que Percy era impulsivo como un fuego mal contenido, y uno no se enfadaba con el fuego por quemar cuando no sabía cómo brillar.
Con una sonrisa más real, Percy murmuró: "Gracias, Draco".
"No hay de que" Y, sin agregar más, se alejó en dirección a la cabaña de Afrodita, sabiendo que aún le quedaban muchas cosas por procesar. Pero al menos, había una pequeña parte de él que seguía construyendo puentes, incluso si a veces se quemaban al final.
....
Las carreras estaban a la vuelta de la esquina, y Draco Malfoy había cometido el grave error de pensar que todo sería sencillo. Estaba equivocado.
Muy equivocado.
Desde el momento en que Tantalo anunció con una sonrisa demasiado satisfecha que las carreras volverían a celebrarse, incluso después de los tres muertos y veintiséis mutilados (palabras exactas de Clarisse hace tan solo días), el campamento entero pareció entrar en un estado de frenesí colectivo. Como si la sangre y los huesos rotos fueran parte del encanto de la actividad. Una tradición, lo había llamado. Una herencia heroica. Draco había rodado los ojos con tanta fuerza que casi vio su propia nuca.
Y ahora, ahí estaba él, rodeado de sus hermanas, viendo cómo cada cabaña sacaba lo mejor de sí misma en todos los sentidos.
"Clarisse tiene un carro que parece un tanque" le murmuró Lily mientras miraban desde la colina de los manzanos. "¿Eso es legal? ¿Tiene lanzallamas?"
"Creo que sí" respondió Drew, sorprendentemente sentada a su lado sin hacer ningún comentario venenoso. Últimamente estaba... rara. Rara en el buen sentido, como si hubiese comprendido que ser la versión de sí misma menos desagradable era, en efecto, posible. Tal vez aún no se ganaba el título de 'reformada', pero al menos ya no era 'pesadilla andante'.
Draco entrecerró los ojos al ver el vehículo de la cabaña de Ares avanzar con un estruendo metálico. Clarisse iba al frente, gritando órdenes, mientras tres de sus hermanos clavaban espadas decorativas al chasis del carro. Probablemente solo para intimidar. Clarisse no necesitaba armas, su cara era suficiente.
"La de Annabeth parece un Transformer" dijo Lily con sus ojos verdes brillando.
"Un Transformer con complejos de superioridad" murmuró Draco, al ver cómo su mejor amiga había montado una plataforma aerodinámica con estructura de titanio celestial. ¿Quién le había dado acceso a eso? ¿Y por qué se movía solo?
Cedric, por su parte, ya había puesto manos a la obra con su equipo de sanadores. Su carro brillaba como una ambulancia mágica, con pociones burbujeantes, vendas flotantes y un sistema de amortiguación que hacía que Draco quisiera fingir una lesión solo para subirse. Estaba claro que los hijos de Apolo jugaban para ganar.
Y Luke... Draco frunció el ceño al ver el carro de la cabaña de Hermes. No solo era hermoso, estaba cuidadosamente diseñado, con una estructura ligera pero firme, cubierto de detalles dorados, azules y verdes que brillaban como la misma aura de Hermes. Pero lo peor no era eso. Lo peor era ver a Luke y Lavender trabajando juntos.
¿Desde cuándo eran tan cercanos? ¿Desde cuándo hacían 'treguas'? ¿Desde cuándo Lavender, su mejor amiga y confidente de cabellos perfectos, sonreía de esa forma alrededor de Luke?
Traición, eso era. Una traición absoluta.
De todas formas, Draco era feliz porque se llevaban mejor.
Y luego estaban Percy y Tyson. Su carro parecía un cacharro al principio, pero cada vez que uno se acercaba notaba que, entre chirrido y chirrido, había una inteligencia escondida. Tyson había reforzado la parte delantera con placas resistentes y Percy... bueno, Percy era Percy, y de algún modo siempre terminaba saliéndose con la suya.
Draco suspiró derrotado, y volvió la vista a su propio equipo. "¿Qué tenemos nosotros?" Preguntó, como si no supiera la respuesta.
Lily levantó una cajita rosa con brillantina. "Pegatinas. Y esta cosa que hace burbujas con olor a cereza".
Draco asintió. Genial. Con eso iban a ganar, sí, claro, absolutamente. Sarcasmo, por supuesto.
Fue entonces cuando lo decidió.
Ya entrada la noche, mientras sus hermanas dormitaban entre planos y glitter, Draco se escabulló de la cabaña como solo un hijo de Afrodita con entrenamiento en dramatismo sabía hacerlo: con una túnica vaporosa, pasos silenciosos y mucha, mucha intención. Se dirigió al bosque, como ya había hecho antes, y encontró una pequeña hondonada iluminada solo por la luna. Sacó una vela color violeta de su chaqueta (¿quién no carga una vela mágica en el bolsillo?) y la encendió con un susurro.
"Querida Tía Hécate" murmuró, con solemnidad. "Me dirás que no debería molestarte, pero esto es importante. El honor familiar está en juego. Y también mi ego, que para efectos prácticos es lo mismo".
Una ráfaga de viento apagó la vela. Y luego, con un chisporroteo de luz oscura, apareció ella.
Alta, majestuosa, con ojos que contenían galaxias enteras y un bastón retorcido entre los dedos. Su cabello se agitaba como si estuviera bajo el agua y olía a incienso y a secretos.
"¿Otra vez tú?" preguntó la Diosa, con media sonrisa. "Debería haberte dado una tarjeta de visitas".
"O un espejo encantado, como en los cuentos" replicó Draco, cruzándose de brazos. "Aunque seguramente estarías muy ocupada criticándome el peinado cada vez que lo usara".
Hécate rió, con ese tono oscuro y elegante que hacía temblar la hierba. "¿Y bien? ¿Qué deseas esta vez, sobrinito?"
"Es que.... estoy en el dilema de usar magía, no sé si esta bien hacerlo' murmuró agachando la cabeza avergonzado. "Tengo que ganar esa carrera. Y no solo por mi ego" mintió un poco. "Hay algo más. No voy a dejar que se burlen de mi cabaña una vez más".
"Podrías usar perfume envenenado" sugirió Hécate, divertida por su miseria.
"Ya lo probé" respondió Draco suspirando. "Lo único que hice fue atraer a un par de sátiros confundidos".
Ella chasqueó la lengua y se acercó, bajando su mirada hasta quedar cara a cara con él. "Por supuesto que puedes usar magia. Eres mi aprendiz, después de todo. ¿Para qué crees que te enseñé todos esos trucos? Haz que tu carro vuele, si quieres".
Draco parpadeó. "¿En serio?"
"Sí. Claro que sí. Vuélvelo invisible, indestructible, que lance rosas explosivas. Lo que desees. Solo no lo uses para cosas aburridas".
"¿Y hay algo aburrido en querer aplastar a tus enemigos con elegancia?"
"Nada" afirmó ella con una sonrisa torcida.
Pero algo no estaba bien. Draco la observó con más atención. Sus manos estaban tensas alrededor del bastón, su mirada divagaba por momentos, y cuando un trueno retumbó en la distancia, Hécate se irguió como si algo la hubiera herido.
"¿Qué pasa?" preguntó Draco con el ceño fruncido. "¿Está todo bien?"
Hécate lo miró por unos segundos... y luego simplemente negó con la cabeza. "No te preocupes por eso, pequeño Malfoy. Preocúpate por tu carro".
Y con un destello de oscuridad púrpura, desapareció.
Draco se quedó solo con la vela apagada y una incomodidad creciente en el pecho. Algo no estaba bien. Y no solo porque Luke y Lavender se habían aliado para destruirlo con sonrisitas sarcásticas.
Algo mucho más grande se avecinaba.
Pero bueno... primero lo primero: burbujas explosivas.
.
El carro de Draco era, objetivamente, una obra de arte.
Un arte con ruedas, alas retráctiles y una capa de pintura que cambiaba de color según el humor del conductor, en serio. Si Draco estaba feliz, el carro brillaba con tonos dorados. Si estaba molesto, adquiría un sutil tono rojo que parecía emanar calor. En ese momento estaba entre azul celeste y púrpura pastel. Un intermedio emocional que solo podía describirse como ansioso, pero fabuloso.
La estructura del carro flotaba ligeramente sobre el suelo, apenas unos centímetros, como si no quisiera ensuciarse con el barro. Tenía detalles de plata encantada, inscripciones arcanas a lo largo de los ejes y unas ruedas que giraban incluso cuando estaban quietas. Drew había llamado a eso "innecesario", pero Draco prefería el término "estéticamente superior".
Había encantado el interior con un hechizo de amortiguación tan eficaz que podrían estrellarse contra un Pegaso furioso y apenas sentirían un empujoncito. También tenía un compartimiento secreto con pociones, vendas y una caja de chocolates por si acaso. Porque, como decía su madre, uno nunca debía subestimar el poder de un buen dulce en medio del caos. Sin embargo, a pesar del espectáculo que era su carro, Draco estaba arrodillado frente a Lily, que sorbía por la nariz y trataba de no llorar mientras abrazaba una tiara con forma de alas.
"Lils, vamos" dijo con su mejor tono de hermano mayor. "Ya lo hablamos. Eres la mejor diseñadora de pegatinas, tienes el sentido estético más afilado de toda la cabaña, y lo sabes. Pero el rol de copiloto implica peligro".
"¡Pero tu podrías protegerme con magia!" sollozó su pequeña hermana con un puchero.
"Sí, pero qué clase de hermano sería si te lanzo a una carrera llena de espadas, carros voladores y Clarisse con cara de 'hoy quiero aplastar cosas'." Le limpió una lágrima con el pulgar. "Serías un blanco fácil y no tengo suficiente hechizo protector para eso. Ni aunque le pida ayuda a Hécate otra vez".
Lily suspiró con una mezcla de resignación y drama digno de su linaje. "Está bien... pero quiero que uses mis burbujas".
"Por supuesto que voy a usar tus burbujas" le sonrió, apoyando su frente contra la de ella. "Serán nuestra arma secreta".
La niña sonrió finalmente, se limpió la nariz y lo abrazó fuerte antes de salir corriendo para sentarse con el resto de las hermanas y animar con pancartas brillantes que decían 'Team Draco o Nada' y 'El Hufflepuff más guapo del campamento'. Draco no recordaba haber aprobado esa última, y nunca lo hubiera hecho. Al fin y al cabo, Cedric estaba también ahí.
Drew estaba vestida con una armadura encantada y gafas de sol innecesarias, se subió al carro y se acomodó con toda la actitud de quien iba a arrasar o morir fabulosa en el intento.
"¿Lista?" preguntó Draco, ajustando una palanca mágica.
"Si muero, asegúrate de que mi epitafio diga 'Tenía mejor estilo que tú' " respondió ella.
"Trato hecho".
La tranquilidad momentánea se vio interrumpida por una carcajada demasiado ruidosa. Clarisse caminó entre los carros, con los brazos cruzados y una sonrisa tan arrogante que provocaba alergia. Detrás de ella, su carro parecía salido de una pesadilla steampunk con ruedas hechas de espadas y una corneta que lanzaba fuego.
"Vaya, Draco.. pensé que esto era una carrera, no un desfile de carrozas del Orgullo" gruñó Clarisse sin verdadera burla, examinando el vehículo flotante.
"Oh, Clarisse" dijo Draco con una sonrisa dulce mientras se apoyaba con teatralidad en el carro. "Me alegra que hayas notado el diseño. Siempre es bueno tener una opinión honesta de alguien que claramente viste en la oscuridad".
La risa de Drew se escuchó como un disparo.
Clarisse chasqueó la lengua ocultando su diversión. "¿Sabes qué va a pasarle a ese carrito bonito cuando lo pise con mis ruedas de guerra?"
"¿Te refieres a las ruedas con ese horrible patrón de pinchos que parece sacado de una tienda de segunda? Estoy temblando".
"¡Ya verás!" gruñó Clarisse y se alejó con una sonrisa emergente.
Justo entonces apareció Cedric, ajustándose su capa de sanador con una sonrisa reluciente, el tipo de sonrisa que Draco detestaba cuando no estaba del todo seguro si era para él o para alguien más.
"Suerte, Draco" dijo con sinceridad.
"Gracias, Cedric" respondió Draco con una sonrisa medida. "Pero no me contendré en la carrera" y entonces, porque el universo no lo dejaba en paz, Cedric agregó:
"¿Dónde quedó tu lado Hufflepuff?"
Antes de que Draco pudiera responder, Lavender pasó trotando al lado de los dos, agarrada del brazo de Connor Stoll. "Nunca lo tuvo" dijo sin voltear. "Solo le dieron la túnica para mantener la estética de la casa" Draco puso los ojos en blanco, pero se rió junto a su amiga.
Y ahí estaba Luke. Siempre con esa sonrisa entre irónica y cálida, el tipo de sonrisa que parecía esconder algo, o todo. Caminó junto al carro de Draco y, sin decir mucho, le dio una palmadita en la espalda.
"Buen juego, Draco".
Draco se giró, desconcertado. "¿Solo eso? ¿No vas a decirme que vas a ganarme o que me prepare para llorar?"
Luke rió suavemente y se encogió de hombros. "Ya sabes que sí. Pero estoy intentando ser más misterioso últimamente" Y se alejó riendo por lo bajo, con las manos en los bolsillos.
Genial. Misterioso ahora, como si ya no fuera lo suficientemente atractivo. Draco suspiró y giró sobre sus talones. Buscó con la mirada a Annabeth y la encontró unos metros más allá, inclinada hacia Percy, hablando rápido pero en voz baja. Él asentía con una mezcla de confusión y atención, como si no supiera qué hacer con tanta seriedad junta. Pero entonces ocurrió: Annabeth levantó los ojos y miró directo a Draco. El aire se volvió más denso por un instante.
"Te lo diré luego", decía su mirada.
"¿Lo prometes?", respondía la suya.
Annabeth asintió, y luego bajó la vista. Algo estaba mal. Pero ahora no era el momento.
Draco volvió al carro, se subió junto a Drew, ajustó las palancas, giró una perilla que hizo que el carro emitiera un suave zumbido mágico. Estaban listos.
En la tribuna, Tantalo se aclaró la garganta con entusiasmo y se paró sobre una caja de madera. "¡No tan queridos semidioses!" exclamó con su voz de director. "¡Bienvenidos a las legendarias carreras de carros del Campamento Mestizo! ¡Hoy, solo uno podrá llevarse la gloria! ¡Y probablemente una pierna rota! ¡Eso es tradición!"
Draco entrecerró los ojos. "¿No podría simplemente comerse una sandía y quedarse callado?"
"No lo tientes" respondió Drew mientras ataba su cabello. "Ya sabes que si se aburre puede decidir que todos deben correr sin carro 'para agregar dificultad'."
Tantalo alzó su copa. "¡A sus posiciones! ¡A la cuenta de tres! ¡UNO... DOS... TRES!"
El cuerno de guerra sonó como el rugido de un dragón.
Y el carro de Draco se lanzó hacia adelante.
.
Si algo había aprendido Draco en sus muchos veranos en el Campamento Mestizo, era que las reglas eran... interpretables y muy flexibles. Totalmente opcionales si tenías el suficiente carisma, una túnica bien planchada y la bendición silenciosa de Afrodita flotando a tu alrededor como un perfume caro. Así que, apenas el cuerno de inicio retumbó por todo el Valle, Draco se lanzó hacia adelante sin mirar atrás. Literalmente su carro flotó en línea recta durante los primeros cinco segundos mientras él ajustaba un espejo para asegurarse de que su cabello no se desordenara con el viento. Prioridades.
"¡A la izquierda, Draco!" gritó Drew, ya medio colgada del borde, lanzando burbujas encantadas que explotaban con destellos de color.
Draco giró con elegancia, rozando una piedra gigante que habría destrozado cualquier otro carro. Pero no el suyo. Su carro desvió la roca por sí solo, como si se ofendiera de que algo tan vulgar intentara tocarlo. "Trampa número uno" murmuró Draco en voz baja, mientras murmuraba un hechizo y la rueda de su carro emitía un chirrido, lanzando un pequeño rayo en dirección al carro de Charles Beckendorf.
El chico de la cabaña de Hefesto lanzó una maldición: su carro dio un salto descontrolado y casi aterriza en una zanja. Drew alzó una ceja.
"¿Eso fue legal?"
"¿Importa?"
"... Cierto. Dale con todo".
A unos metros adelante, Cedric cabalgaba en su carro, impecable, con una elegancia casi mágica. Su copiloto parecía un modelo salido de una revista de Semidioses y Músculo, y eso irritaba a Draco profundamente. Así que, como todo Hufflepuff bien entrenado por la vida, apuntó su varita con discreción, murmuró "Glisseo", y de pronto la superficie bajo las ruedas de Cedric se volvió resbaladiza como un pasillo recién encerado.
El carro de Cedric patinó, se inclinó peligrosamente y se volcó de costado en cámara lenta mientras el muchacho rodaba por el barro como si hiciera una pasarela acuática.
"¡LO SIENTO, CARIÑO!" gritó Draco con una sonrisa resplandeciente mientras pasaba zumbando.
Drew soltó una carcajada incontrolable, casi cayendo del asiento. "Tienes un lugar reservado en el Tártaro" dijo entre risas.
"Sí, pero con cortinas de terciopelo".
El viento les golpeaba el rostro. El carro de Draco emitía un zumbido armónico como si lo acompañara una orquesta invisible. Estaban dejando atrás a casi todos, cuando Drew, que entre todas sus cualidades tenía una visión de halcón, frunció el ceño mirando al cielo.
"Hay palomas raras ahí arriba" le informo ella.
"¿Palomas?"
"Sí, y muy grandes. Demasiado organizadas".
Draco alzó una ceja. "Drew, soy semidiós, mago y una estrella de rock en mis tiempos libres. Si hay algo que no me quita el sueño son las palomas".
"Después no digas que no te advertí."
En ese momento, dos carros se acercaban por los flancos: uno pilotado por Luke y el otro por Charles Beckendorf, que claramente había conseguido reincorporarse. Ambos parecían decididos a sacar a Draco del juego.
"¿Quieres que me encargue de ellos?" preguntó Drew, ya preparando una burbuja ácida.
"No" dijo Draco con una sonrisa astuta. "Este es mi momento diplomático" Se puso de pie sobre su carro (completamente innecesario) y extendió los brazos con teatralidad. "¡Luke! ¡Charles! ¡Están perdiendo su tiempo! ¡Yo nací para esto! ¡Y ustedes, ustedes tienen un lugar especial en mi corazón… pero más atrás en la carrera!"
Luke, por un segundo, pareció sonreír genuinamente.
"Estás completamente loco" le gritó.
"¡Gracias! ¡Tú también luces guapo hoy!"
Y con un elegante giro de muñeca, Draco lanzó un hechizo que liberó una nube de perfume mágico sobre ambos carros, cegándolos momentáneamente. Charles rugió, Luke estornudó y Drew simplemente se recostó, disfrutando el espectáculo.
"¿Y Lavender?" preguntó Draco para sí mismo, girando con fuerza una palanca. La vio justo después de preguntar. Lavender venía enfundada en una chaqueta de piel de arcoíris, y al parecer había reemplazado a Luke como piloto. Iba a toda velocidad, y no parecía tener intención de frenar. "¡AY, NO!" gritó Draco mientras el carro de Lavender giraba con estilo, pasándolos por la izquierda.
"¿Sabías que venía?"
"¡Claro que no!" Respondió Draco mientras su carro se tambaleaba ligeramente. "Es como una ex que aparece cuando estás a punto de superarla".
Su amiga le respondió algo que Draco no llegó a escuchar, porque al instante Lavender fue derribada segundos después por un pegaso salvaje que entró volando, confundido y molesto. Draco suspiró, medio aliviado, medio culpable.
"Lo lamento, pero era necesario para el drama". En el horizonte, vio a Annabeth. Ella iba adelante, concentrada y tensa. Su copiloto parecía mantener la estabilidad del carro mientras Annabeth esquivaba obstáculos con la precisión de una cirujana cerebral. Draco apretó los dientes. No podía perder, no ahora. "¡Vamos!" exclamó, mientras empujaba el carro al máximo. La magia vibró a su alrededor como un campo eléctrico. Drew se agarró como pudo.
Pasaron a Percy y Tyson como si fueran parte del paisaje. Percy lanzó una queja ahogada.
"¡ESO ES TRAMPA!"
"¡TODO ES TRAMPA EN EL AMOR Y EN LA GUERRA!" gritó Draco sin mirar atrás.
Solo quedaban dos al frente.
Annabeth… y Clarisse.
Draco alcanzó a Clarisse, que iba con cara de querer matar a todo el mundo, como siempre. Ella lo miró de reojo. Sonrieron, pero no era una sonrisa bonita. Era una sonrisa de guerra. Los carros se golpeaban, rozaban, lanzaban chispas. Los dos luchaban por cada centímetro. Drew gritaba instrucciones. Clarisse insultaba con cada palabra que conocía (y algunas nuevas que Draco anotó mentalmente para usarlas luego). Estaban codo a codo. La línea de meta al fondo.
Y cruzaron.
Al mismo tiempo.
Un silencio helado los rodeó. Pero no duró.
Porque, segundos después, el cielo cambió.
El sonido de aleteos se hizo más fuerte. No eran palomas. Eran aves de metal, con picos afilados, alas dentadas y ojos que brillaban con odio ancestral.
Pájaros de Estínfalo.
Drew palideció. "¡Yo te lo dije!"
"¡No puedes culparme por ignorar a las aves asesinas que parecían palomas mientras tenía a semidioses intentando derribarmos al lado!"
Las criaturas descendieron en picado, lanzándose sobre los carros, picoteando ruedas, desgarrando escudos mágicos. Gritos estallaron por todo el valle, los semidioses corrieron. Clarisse sacó su lanza, Percy desenfundó su espada, Annabeth maldijo entre dientes, Luke estaba ya a mitad de camino en dirección opuesta y Draco, en su carro glorioso, cubierto de polvo mágico, sangre de pegaso y perfume de batalla, se paró lentamente, varita en alto.
"Perfecto..." murmuró con calma. "Justo cuando iba a celebrar".
Y entonces todo fue caos.
El cielo era un desastre. Un campo de guerra de alas metálicas, chillidos estridentes y caos absoluto. Los pájaros de Estínfalo descendían en picada como cuchillas vivientes, desgarrando todo a su paso: telas, madera, piel. Algunos semidioses intentaban defenderse con espadas, otros se acurrucaban bajo escudos improvisados, y varios más simplemente huían, cubriéndose la cabeza con los brazos, esperando que pasara.
Draco giraba sobre su eje, varita en mano, conjurando escudos efímeros que apenas duraban lo suficiente para que uno de esos demonios alados rebotara y se alejara por segundos. Drew temblaba junto a él, con los ojos abiertos como platos, el maquillaje corrido y las manos vacías.
"¡Drew!" gritó Draco, sacudiéndola del brazo. "¡Necesito que vayas con nuestras hermanas! Protégelas, haz burbujas, lo que sea, pero no te quedes aquí".
"Pero… tú… ¡Draco, son pájaros con cuchillas! ¡NO TENGO UN PLAN PARA ESO!"
"¡Yo tampoco!" Respondió él con una sonrisa desafiante. "Pero me las voy a arreglar igual. Vamos, Drew. Sé tú misma, pero más dramática".
Ella tragó saliva y salió corriendo, casi a regañadientes, como si su instinto le dijera que quedarse con Draco era peligroso pero dejarlo solo también lo era. Draco observó cómo se alejaba y luego inhaló profundo. Algo estaba al borde de su memoria. Una frase, una advertencia…
"Necesitan ruido para alejarse."
¡Eso! Annabeth lo había dicho una tarde, en voz baja, mientras hojeaban un libro de monstruos raros en la biblioteca del campamento. "Los pájaros de Estínfalo odian el ruido. No cualquier ruido. Ruido fuerte, rítmico. Así los venció Hércules..."
Draco maldijo por lo bajo. ¿Y de dónde sacaba ruido en medio de un campo lleno de gritos y heridos?
Se giró. Clarisse luchaba no muy lejos, su lanza brillando con cada embate, su cabello suelto convertido en una maraña de furia y sudor. Draco corrió hacia ella, sacó su varita, murmuró un hechizo rápido, y su espada se alargó, se dobló, y con un chasquido brillante, se transformó en su látigo encantado, serpenteando en su mano como un animal vivo.
"¡Clarisse!" gritó.
Ella lo miró, gruñó y sonrió. No necesitaban decir más.
Lado a lado, avanzaron entre los carros volcados, cortando el aire con espadas y látigos, creando estallidos rítmicos, metálicos, como tambores de guerra. El ruido comenzó a hacer efecto: los pájaros de Estínfalo vacilaron, algunos se alejaron. Pero no todos, no todavía. Draco giró con su látigo envolviendo a uno de los pájaros y lanzándolo contra un árbol, donde explotó en una lluvia de plumas de acero. Otro bajó en picado hacia su cuello, pero Clarisse lo empaló en el aire con una precisión que hizo que Draco alzara una ceja con respeto genuino.
"¿Siempre fuiste tan buena?" Preguntó en broma, jadeando.
"Siempre. Solo que tú estás muy ocupado siendo bonito para notarlo".
"Tienes razón. Es agotador mantener este rostro."
Y entonces vio a Luke.
Estaba solo rodeado por dos pájaros, defendiéndose con una espada en una mano y un cuchillo en la otra. No tenía escudo, no tenía a nadie cubriéndole la espalda.
Draco no lo pensó mucho. Corrió hacia él, usando su látigo para apartar un ave, cortando una de sus alas. Saltó sobre una roca, cayó al lado de Luke y alzó su varita en el aire.
"¡Yo cubro tu espalda, Luke!"
"¿Draco? ¿Qué haces aquí?"
"Salvarte el culo, claramente. Intenta no morir antes de darme las gracias".
Lucharon como si lo hubieran hecho mil veces. No hablaban. Solo se movían al unísono, instintivamente. Luke lanzaba estocadas rápidas, y Draco barría el aire con su látigo, desviando ataques antes de que siquiera rozaran a su compañero. Las aves eran veloces, inteligentes, llenas de odio, pero ellos dos eran como una sinfonía de filo y fuego.
"Esto no está funcionando" gruñó Luke.
"Necesitamos más ruido" respondió Draco, jadeando. "Música, gritos, explosiones, un concierto de rock, algo".
Y como si el universo los escuchara… ocurrió. Desde la Casa Grande, de pronto, brotó una melodía. Fuerte y amplificada. Era una canción que Draco reconocía pero no conocía, una que había escuchado de Quirón un millón de veces antes, una especie de marcha de tambores que sacudía el aire vibraba bajo sus pies, hacía que todo el campo temblara. Draco se giró con el corazón palpitando a mil.
Percy y Annabeth estaban allá arriba juntos. Ella con el rostro decidido, él con la mirada clavada en el campo, como si lo vigilara todo. ¿Habían activado la música ellos? ¿Se habían colado a la Casa Grande?
La reacción fue inmediata. Los pájaros de Estínfalo comenzaron a aletear con nerviosismo, se replegaron. El sonido los desestabilizaba. Caían contra los árboles, contra el suelo, tratando de huir del estruendo. Algunos chillaban y salían volando hacia el cielo, desapareciendo entre las nubes como una tormenta que se disipa.
El campo quedó en silencio de repente.
Salvo por el sonido de la canción… y los quejidos. Muchos semidioses estaban en el suelo. Otros caminaban tambaleantes, cubriéndose los brazos o el rostro, algunos sangraban. Draco vio a Lily llorando, con una herida fea en la pierna. Corrió hacia ella y se arrodilló.
"¿Lily? ¿Estás bien?"
Ella asintió con la cabeza sollozando. "Me dolió... me dolió mucho, Draco..."
Él la abrazó, acariciando su cabello lleno de tierra. "Ya pasó. Te tengo, ¿sí? Ya pasó".
Y entonces lo escuchó. El ruido seco de pasos en la tierra, autoritarios, como si no acabaran de pasar una invasión aérea de aves mitológicas asesinas.
No podía ser nadie más que Tántalo. Este llegaba con su toga perfecta, sin un solo rasguño, caminando por el campo de batalla como si fuera un desfile. Rodeó los carros destruidos, los restos de plumas de acero y cuerpos lastimados, sin mirar a nadie a los ojos. Hasta que llegó donde estaban Draco y Clarisse.
Levantó ambas manos. "¡Aquí los tenemos! ¡Nuestros ganadores!"
Hubo un murmullo colectivo. No un aplauso, no una ovación. Solo confusión.
"¿Qué...?" susurró Clarisse.
Draco no dijo nada. Estaba demasiado ocupado notando que algo no encajaba. Tántalo nunca hacía nada sin tener un motivo estúpido escondido. "Dos valientes que no solo corrieron hasta el final, sino que lucharon, resistieron y vencieron. ¡Clarisse de Ares! ¡Draco de Afrodita!" alzó los brazos de ambos como si fueran campeones de boxeo.
Draco, cubierto de polvo, con el cabello hecho un desastre y sangre en los brazos, no pudo hacer otra cosa que levantar una ceja. Algo no iba bien. Esto era demasiado... teatral, incluso para Tántalo.
"Gracias, supongo" murmuró.
Pero entonces, Tántalo dio un paso al frente. Bajó la voz. Y clavó los ojos directamente en Percy y Annabeth, que aún estaban en el balcón de la Casa Grande. "Y ahora" dijo, con una sonrisa desagradable ", es momento de castigar a los alborotadores que interrumpieron la carrera con sus acciones imprudentes, provocando caos, desobedeciendo órdenes, y manipulando elementos sin autorización".
El mundo se detuvo.
Percy y Annabeth se miraron. Todos los semidioses en el campo también. Nadie entendía.
Draco sintió cómo la rabia se acumulaba en su pecho como fuego comprimido. "¿Qué significa eso?"
Pero Tántalo ya caminaba hacia la Casa Grande.
Y la verdadera tormenta apenas comenzaba.
Notes:
Hola :).
Casi un mes sin ningun aparato tecnológico y sin actualizar... en realidad, me lo merecía. Pero eso es otra historia.
Las primeras 3mil palabras son puras bobadas que escribí en una noche de insomnio 😔, y el resto no está mucho mejor. Odio el bloqueo escritor/lector, aún más cuando tengo que también buscar para elegir mi secundaria 😔.
Como que no sé como seguir, y quiero dejar la historia... pero saben lo que más me jode? Es que esta historia tiene potencial para ser buena, soy yo el problema porque no lo se aprovechar 😔.
Les mentí, odio este libro. No sé qué hacerrr
Me gustan las carreras :), solo no se escribirlas 😔. (Ya estoy abusando de este emoji, verdad? 😔).
Nos vemos!
M. S. C
Chapter 20: See The Future
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
El cielo sobre el Campamento Mestizo se extendía como una sábana vieja y bien lavada, manchada de nubes blancas que no amenazaban tormenta, pero tampoco prometían tranquilidad. Era uno de esos días de junio donde todo parecía estar suspendido en una calma inquietante. Los caballos comían sin apuro, las ninfas se reían a la distancia, y las palomas... bueno, las pocas que no habían sido reducidas a plumas aún se veían volando erráticamente como si ellas también sospecharan que la paz no duraría mucho.
Draco estaba sentado sobre uno de los bancos de piedra que rodeaban la fuente central, con las piernas cruzadas con elegancia, las uñas de una mano pintadas de un morado oscuro que Annabeth había elegido con deliberación, mientras Lavender trabajaba con precisión sobre la otra mano añadiendo pequeños diseños de estrellas.
"No entiendo por qué no más campistas hacen esto" murmuró él, observando sus dedos con una sonrisa satisfecha. "Honestamente, es sanador. Casi terapéutico".
Annabeth alzó una ceja, pero no discutió. En lugar de eso, dejó escapar un suspiro y, con los ojos fijos en el barniz, soltó: "Percy está teniendo sueños otra vez".
Draco no respondió de inmediato. En su mente, la palabra sueños resonó con un eco incómodo. Porque él también los había tenido. No con Percy, claro. Draco soñaba con otra persona. Una persona que no deberían aparecer en su subconsciente tan claramente, como si aún existiera completa y normal. En su último sueño, Silena le había sonreído con esa tristeza resignada tan suya y le había dicho: "Los pájaros fueron solo el principio. Despierta". Luego se desvaneció como tinta en agua.
"¿Y con qué sueña ahora el príncipe de Poseidón?" preguntó al fin, manteniendo el tono liviano.
"Con Grover" dijo Annabeth, arrugando la frente. "Dice que está en algún lugar atrapado, con miedo... algo lo persigue. Creo que está en peligro".
"¿Grover es el sátiro, cierto?" intervino Lavender, soplando suavemente sobre la uña que acababa de terminar. "El ue huele como queso de cabra y llora viendo comerciales de árboles".
Draco y Annabeth intercambiaron una mirada, mitad risa, mitad afirmación. "Ese mismo" le confirmó Annabeth. "Fue quien nos ayudó a nosotros el inicio del verano y en la misión el año pasado. Y no es tan llorón".
"Solo cuando está despierto" añadió Draco con una sonrisa socarrona.
Hubo una pausa, no incómoda, sino cargada de algo más: una pregunta que flotaba entre ellos desde hacía un rato. Y al fin, Annabeth la soltó.
"Estoy pensando en pedirle una misión a Tántalo para ir a buscarlo. No puedo dejarlo solo allá afuera".
Lavender detuvo el pincel.
Draco giró la mano para mirar directamente a su amiga. El gesto fue simple, pero bastó para comunicar que había escuchado cada palabra con atención. Y que no estaba segura de lo que sentía al respecto.
"¿Van a hacer lo mismo que el verano pasado?" preguntó Lavender, bajando la voz. "¿Vas a irte?"
Annabeth no respondió. Solo apretó los labios.
Draco bajó la vista a sus uñas recién pintadas, que brillaban como una galaxia en miniatura. Lo pensó, lo pensó realmente. "Yo mo lo sé" murmullo finalmente. "Este es el primer verano de Lavender aquí, también el de Cedric. Por una vez, me gustaría que no todo girara alrededor de salvar el mundo".
Annabeth levantó la vista. "¿Y tú? ¿No te sientes... no sé, inquieto? Como si algo estuviera gestándose bajo la superficie".
Draco rió, pero fue un sonido seco. "Por supuesto. Siento que voy a vomitar magia negra desde el segundo día que llegué. Sin embargo también quiero un verano donde pueda jugar cartas con mis hermanas, pintar mis uñas sin tener que esquivar monstruos, y tal vez... tal vez besar a mi novio sin que un oráculo explote detrás de nosotros".
Lavender se rió bajito y le apretó la muñeca con afecto. "Aww, Draco modo sentimental no es algo que se vea todos los días".
"No digas eso, estrella fugaz" le respondió él, dándole un leve empujón con el hombro.
Annabeth asintió, aunque se veía algo culpable. Siempre tenía esa expresión cuando debía elegir entre la lógica y su instinto, y odiaba sentir que estaba dejando a sus amigos atrás.
"Entiendo si no quieren ir" dijo en voz baja. "Yo solo... estoy pensando".
"Y está bien" respondió Draco. "Piensa todo lo que necesites. Pero si decides irte, solo te pido una cosa".
Annabeth levantó la mirada. "¿Cuál?"
"No te mueras sin avisar" dijo él con una media sonrisa. "Es muy poco considerado".
Ella rió, aunque con un nudo en la garganta. En silencio, Lavender retomó su trabajo, esta vez en los pies de Draco, que aceptó su destino con dignidad.
"De todos modos, creo que te verás involucrado" afirmó ella de repente.
Draco frunció el ceño. "¿Por qué dices eso?"
Lavender simplemente negó con la cabeza, sin dejar de aplicar el barniz. "Solo lo sé".
"Eso es perturbador hasta para tí, Lav" señaló Annabeth, alzando una ceja.
"Y vago" añadió Draco.
"Gracias" dijo Lavender, como si le hubieran hecho cumplidos.
Y por un momento, hubo algo cálido entre ellos, una burbuja. Un pequeño rincón seguro lejos del caos, los dioses, las profecías y las carreras que terminaban en picotazos de pájaro. Un instante robado a la tragedia, donde solo importaban las uñas brillantes, los dedos entrelazados, las bromas que servían de escudo, y la certeza de que, pasara lo que pasara, siempre estarían juntos en la misma línea de partida.
Aunque la línea de meta... aún era un misterio.
.
La cena en el pabellón del campamento estaba, para sorpresa de todos, inusualmente animada.
Después del desastre con los pájaros, cualquiera habría esperado un silencio incómodo, rostros apagados, murmullos de dolor y vendajes mal puestos. Pero Draco había decidido, con toda la determinación que podía reunir entre un puñado de servilletas y una flor de cerezos robada de la mesa de Deméter, que eso no iba a pasar. No, señor. No en su guardia.
Así que se puso de pie con el dramatismo digno de un actor shakesperiano, carraspeó con elegancia y ante la mirada confundida de media mesa de Afrodita y un par de campistas de Hermes que aún se limpiaban plumas de las orejas, anunció: "Como sobreviviente condecorado del ataque de las gallinas asesinas" hizo una pausa para mirar al cielo con fingido pesar ", exijo el derecho sagrado de cantar una canción cursi y ridícula en honor a los caídos. Y por caídos me refiero a mis pestañas, porque esas cosas casi me dejan calvo".
Una risa brotó, primero de Cedric, luego de Annabeth, y como una chispa en un bosque seco, la mesa entera estalló en carcajadas. Lavender lo animó desde el otro extremo con dos dedos levantados en señal de victoria, mientras Clarisse rodaba los ojos pero no podía ocultar la sonrisa torcida que le dibujaba la boca. Incluso Luke, más apartado de lo usual, alzó la copa en dirección a Draco, dándole un pequeño brindis silencioso.
Funcionó.
Funcionó de verdad.
La tensión se alivió. Las conversaciones volvieron a fluir como pequeños riachuelos de bromas, quejas y chismes compartidos. Draco se permitió relajarse, al menos un poco. Su plan había sido simple: distraer. Porque si nadie hablaba del miedo, del árbol de Thalia, de lo que Lavender aún no decía, entonces podrían disfrutar una maldita cena sin pensar que el mundo se estaba cayendo a pedazos.
Y por un momento, lo lograron.
"¡Luke!" gritó Draco de pronto, señalando con la cuchara. "¡Sé que tienes voz de barítono escondida en ese pecho de chico problema!"
"Yo no canto y lo sabes" respondió Luke con una media sonrisa, bebiendo tranquilamente.
"Mentir" interrumpió Annabeth, sin levantar la vista del pan de ajo. "Lo escuché tararear a Queen la semana pasada".
"¡Sabía que los escuchabas en la ducha!" respondió Draco escandalizado.
Las risas no se hicieron esperar. Luke, finalmente vencido por el ambiente, accedió. Se puso de pie, chasqueó los dedos como un presentador de televisión de los 70 y entonó un pedacito de 'Somebody to Love' con suficiente carisma como para que todos en la mesa lo corearan.
Pero algo cambió cuando Draco, sin pensarlo demasiado, empezó a cantar con Cedric. Cedric tenía esa voz suave, limpia, como un trazo de acuarela, y juntos armonizaban de una forma que no era precisamente profesional, pero sí mágica. La clase de sonido que hacía que el viento se detuviera por un segundo para escuchar. Digno de un hijo de Apolo.
Luke dejó de cantar.
Él lo vio con el rabillo del ojo. Bajó la mirada, se sentó, y dejó su copa de jugo en la mesa con más fuerza de la necesaria. Annabeth lo notó, Draco también, pero ninguno dijo nada. Porque si algo había aprendido Draco en este último año, era que los silencios eran a veces más honestos que las palabras. Y ese silencio, justo ahí, gritaba celos con todas sus letras.
No lo pensó más, no quería arruinar la velada. Y cuando la cena terminó, se estaba preparando mentalmente para una noche tranquila, quizá con cartas, uñas nuevas y sarcasmos al aire.
Pero Percy, como siempre, no podía dejar pasar la oportunidad de estropearlo todo. En serio, Draco le tuvo demasiada fe al pensar que lo dejaría para mañana, lo que sea que fuera a hacer.
El chico se adelantó entre las mesas, como si no estuviera interrumpiendo una especie de milagro social. Como si el ambiente no pudiera arruinarse en cuestión de segundos. Y con el tipo de valentía que a veces bordeaba la idiotez, se plantó frente a todos, elevó la voz y declaró:
"Quiero pedir una misión".
El silencio cayó como una daga.
Tántalo, que estaba en plena pelea con un racimo de uvas que lo esquivaba mágicamente, levantó la vista con un gruñido cansado. "¿Una qué?"
"Una misión" repitió Percy. "Para recuperar el Vellocino de Oro".
Ahí sí, el escándalo estalló. Incluso Draco se atragantó con un bocado de pan. Annabeth, para sorpresa de nadie, se puso de pie de inmediato. "Sabemos dónde está. Podríamos traerlo de vuelta y salvar el campamento. Grover podría estar allá también".
'¡Es una locura!" Intervino Tántalo, ahora claramente molesto. "Nadie ha ido allí en años. Está custodiado por monstruos. Es territorio peligroso, no un picnic".
"Pero si sirve para proteger la barrera..." empezó Luke.
"Yo estoy de acuerdo" añadió Draco desde su sitio, alzando una ceja con elegancia. "Ya fuimos atacados por aves asesinas. A este paso, mañana nos embosca un ejército de patos armados con navajas. Algo hay que hacer".
Tántalo apretó la mandíbula. Estaba harto y se notaba. Harto de los campistas, del caos, del hecho de no poder comerse unas malditas uvas en paz. Se puso de pie con un manotazo exagerado y dijo:
"¡Está bien! ¡Que haya una misión! ¡Pero no la liderarán ustedes tres!" El silencio volvió. Y Draco ya tenía un mal presentimiento. "Clarisse. Draco" anunció Tántalo con voz grave. "Ustedes dos serán los que irán. Han demostrado su capacidad, han enfrentado enemigos y han ganado una carrera imposible. Tienen disciplina, lo merecen".
Clarisse gruñó, sorprendida pero no exactamente descontenta. Draco... simplemente se quedó mirando al cielo por unos segundos. El viento sopló, las nubes pasaron. Una ardilla se deslizó por una rama. Y en ese silencio, su mente solo pudo formular una frase.
Maldita sea, Lavender.
Claro, por supuesto. Ella lo sabía. Ella lo sabía, siempre.
Y por supuesto, ya se lo había advertido.
Cuando Tántalo los despidió con un gesto severo y los mandó a presentarse ante el Oráculo a la mañana siguiente, Draco no dijo nada. Solo se acercó a Lavender, que lo esperaba junto a Annabeth con una cara de 'yo no fui'.
"¿Quieres decirme por qué y cómo lo sabías?" preguntó, con los brazos cruzados. No enojado, solo resignado.
"¿Saber qué?" Respondió ella, con una sonrisita inocente que no engañaba ni a una gorgona miope.
"Lavender" repitió él, con voz baja y peligrosa. "Estoy a dos segundos de lanzarte a una fuente con todo y esmalte".
Ella se encogió de hombros y le dio un beso en la mejilla. "Dije que estarías involucrado, ¿no?"
Draco cerró los ojos. Respiró hondo. Y en su mente, el título del capítulo se escribía solo:
"Maldita sea, Lavender".
~~~❤︎~~~
La noche caía como un telón pesado sobre el Campamento Mestizo.
La cena ya había terminado hacía horas, pero Luke seguía despierto. Sentado al borde de su litera, en la cabaña vacía de Hermes, sus pensamientos eran tan ruidosos como un centauro borracho. Afuera, el bosque dormía, o al menos lo intentaba. Las criaturas nocturnas cantaban con voz baja y húmeda, y la brisa traía el olor familiar del mar mezclado con hojas de pino. Pero dentro de Luke, nada estaba en calma.
Tenía las manos apoyadas en las rodillas, los dedos entrelazados, la espalda encorvada, y los ojos puestos en la madera vieja del suelo. Parpadeaba poco. Su respiración era lenta, contenida, como si tuviera miedo de soltar un suspiro y que el mundo entero se desmoronara.
Draco.
Ese era el pensamiento que más se repetía. Draco riendo, Draco cantando con Cedric, Draco brillando en medio de una mesa llena de gente herida y preocupada, como si él solo pudiera detener el derrumbe de todo con una sonrisa bien colocada.
Y por un segundo, Luke lo había creído. Por un segundo, se había dejado llevar por la voz de ese maldito británico de acento perfecto y humor punzante.
Y luego Cedric se había unido.
Y Luke se había callado.
No porque no pudiera cantar. No porque no quisiera. Sino porque tenía miedo de que, si cantaba con él, no podría... no podría hacerlo, ganar.
Frunció el ceño. Apoyó los codos en sus muslos y se inclinó hacia adelante.
Y luego estaban las otras cosas.
El árbol de Thalia.
El veneno que se esparcía rápido y seguro, como si el mismo mundo olímpico se estuviera pudriendo desde dentro. Las defensas del campamento bajaban. Lo sabían todos, incluso los más pequeños sentían el cambio. Los monstruos estaban más cerca, más valientes, más violentos.
Y todo eso mientras Draco pintaba sus uñas con Annabeth y sonreía como si tuviera tiempo. Como si fuera eterno.
Luke no podía permitirse ese lujo. Ni de reír. Ni de tener tiempo.
Necesitaba salir.
Se puso de pie con un impulso seco. Agarró su chaqueta y cruzó la cabaña en silencio, como si temiera despertar a alguien que no estaba allí. Cuando abrió la puerta, el aire frío de la noche lo recibió como un puñetazo suave, cargado de sal marina y oscuridad.
No sabía a dónde iba. Solo necesitaba ir.
Sus pasos lo llevaron cuesta abajo por la colina y el campo de entrenamiento. Cruzó cerca del bosque, bordeó los establos y llegó casi sin quererlo a la playa. Las olas rompían con suavidad sobre la orilla, y la luna colgaba sobre el agua como un farol tembloroso. Por un momento, se quedó ahí, respirando, permitiéndose sentir la soledad.
"¿Luke?"
El sobresalto fue mutuo.
Percy estaba ahí, sentado en la arena con una rama en la mano, trazando formas que el mar borraba a cada rato. Estaba sin armadura, solo con su camiseta azul oscuro, descalzo, los rizos húmedos como si hubiese estado en el agua. Lo miró como quien ve a un fantasma.
Luke no se movió.
Percy tampoco.
Luego, el hijo de Poseidón tragó saliva. "¿Estás bien?"
La pregunta lo desarmó más de lo que debería. No porque fuera profunda, sino porque era sincera. Y Luke ya no estaba acostumbrado a la sinceridad.
"Solo necesitaba salir" murmuró finalmente.
Percy asintió. Hizo un gesto con la cabeza. "¿Quieres sentarte?"
Luke dudó un segundo. Luego caminó hacia él y se dejó caer a su lado, con las piernas estiradas hacia la espuma. Pasaron algunos minutos en silencio. El tipo de silencio que no incomoda, sino que acompaña.
Percy fue el primero en hablar. "No puedo dormir".
"Yo tampoco."
"Hay muchas cosas… pasando" Luke asintió. "El árbol..." dijo Percy.
Luke apretó la mandíbula. "Sí."
"¿Crees que la misión funcione?"
El hijo de Hermes miró el agua, pensativo. "No lo sé. Solo sé que no tenemos muchas opciones".
"Clarisse y Draco" murmuró Percy pensativo. "¿Por qué ellos dos?"
Luke entrecerró los ojos. Recordó la imagen de Draco con las uñas brillantes, la risa de Cedric, la forma en que Tántalo lo nombró sin dudar.
"Porque Tántalo cree que puede controlarlos. Y porque Draco tiene el hábito molesto de hacer lo imposible cuando nadie lo espera, mientras que Clarisse... ya se explica solo".
"¿Te molesta?"
Luke giró la cabeza. Percy lo miraba con honestidad brutal, no había juicio en su voz, solo curiosidad.
Luke dudó. Luego habló despacio. "No me molesta que lo elijan. Me molesta que lo merezca".
El silencio cayó como una ola más.
Percy miró al frente. Dibujó un pez con la rama. "A veces pienso que Draco tiene todo lo que yo no tengo" dijo de pronto, tan rápido que Luke casi no lo entendió. "Él… dice lo que piensa. Brilla. Todos lo siguen. Hasta tú".
Luke alzó una ceja. "¿Yo?"
"Sí" Percy se encogió de hombros. "No lo sé. Cuando él habla, tú escuchas".
Luke soltó una risa sin humor. "¿Y tú no?"
"Sí. Pero tú lo haces diferente".
Luke lo pensó un momento. "Draco me recuerda que todavía hay cosas buenas en este lugar. Que aún puedo sentir algo… humano. Y eso da miedo. Porque cuando uno se acostumbra a la guerra, a la pérdida… la felicidad se siente como un campo minado".
Percy asintió. "Te entiendo más de lo que crees".
Y Luke, por primera vez en mucho tiempo, le creyó. Se quedaron así, sentados lado a lado, como si fueran dos soldados viendo cómo se apaga el mundo. El mar les lamía los pies, el viento les revolvía el cabello.
Y por primera vez en semanas, Luke no se sintió tan solo.
.
El murmullo del mar todavía los envolvía cuando escucharon la voz.
No era una voz común, no era un grito, ni una advertencia. Era una voz que no venía del cuerpo, sino del aire mismo. Como si la noche hablara, como si el viento se hubiera cansado de ser espectador y hubiera decidido intervenir.
"¿Saben qué es lo más frustrante de los héroes?" Dijo la voz, con una sonrisa que ninguno de ellos podía ver, pero que ambos sintieron clavarse en los huesos. "Que hacen preguntas demasiado tarde".
Luke se tensó al instante. Percy se incorporó como si hubiera recibido un balde de agua helada.
Del aire, casi materializándose entre la bruma salada, apareció Hermes.
Vestía con la misma soltura que siempre: túnica clara, sandalias aladas, una mochila de cartero cruzada al pecho. Su sonrisa era plácida, su expresión amable, pero sus ojos… sus ojos eran viejos. O infinitos, posiblemente ambas cosas a la vez.
Luke no dijo nada, Percy tampoco. Hermes los miró como un padre que contempla a dos hijos sucios por pelearse en el barro del patio.
"Podrían decirme que estoy interrumpiendo un momento sensible, una charla profunda entre compañeros, tal vez incluso un tímido intento de autoconocimiento..." suspiró. "Pero, sinceramente, no hay tiempo para eso".
Luke frunció el ceño, Percy entrecerró los ojos. "¿Qué haces aquí?" preguntó Luke al final, cansado.
"¿Qué clase de padre sería si no apareciera en medio de un dilema moral de alto riesgo con potencial catastrófico?" Hermes esbozó una media sonrisa. "Escuché lo del Vellocino. Clarisse y Draco al frente. Muy... innovador".
Luke bajó la mirada. El nombre de Draco todavía le dolía como una astilla bajo la lengua.
"No es nuestra misión" le dijo Percy. "No podemos ir".
"Ah... esa parte" Hermes sacó algo de su mochila. "Resulta que no poder es una frase muy elástica. Especialmente cuando hay una serpiente gigante apestando los límites del campamento y un árbol maldito que parece listo para prenderse fuego".
Con un gesto limpio, sacó varios objetos. Un termo metálico, grabado con símbolos antiguos. Un frasco de vitaminas, con una etiqueta que decía 'Multinutrientes: Para sobrevivir a lo imposible'. Cuatro drajmas de oro, relucientes, y un pequeño estuche de cuero que no parecía importante… hasta que lo abrió y dejó ver un conjunto de pergaminos con runas brillantes.
"¿Qué es esto?" murmuró Percy.
"Herramientas" habló Hermes, como si fuera obvio y ellos unos tontos. "El termo guarda vientos del oeste, en caso de que necesiten una salida rápida. Las vitaminas son exactamente lo que parecen, pero no recomiendo tomarlas si no están a punto de morir. Los drajmas… bueno, siempre es útil hablar con el Inframundo en un apuro. Y los pergaminos... consideren eso un comodín".
Luke lo miró de forma ladeada, desconfiado. "¿Por qué estás haciendo esto?"
Hermes parpadeó, más dolido que sorprendido. "Porque soy tu padre, Luke. Y porque he fallado antes. No me gustaría hacerlo otra vez".
"Fallaste más de una vez" murmuró él en respuesta. "En más de una vida".
Hermes tragó saliva con dificultad. Percy miró hacia otro lado, incómodo, como si hubiese interrumpido algo privado.
"Tienes razón" afirmó el dios. "No puedo cambiar lo que hice, ni mucho menos lo que no hice. Pero sí puedo estar aquí ahora y darles una oportunidad".
En ese momento, un grito desgarrador cruzó el aire.
Era Tyson a lo lejos desde el bosque. A su lado, una voz más reconocible aún: "¡Chicos! ¿Qué pasó?" Era Annabeth.
Luke se puso de pie de inmediato, Percy lo imitó su acto igual de alarmado.
"¿Qué fue eso?'
Hermes guardó los objetos en una bolsa y se la entregó a Percy. "No lo sé exactamente" dijo. "Pero ustedes tienen cinco minutos para decidir si harán algo al respecto... o si se quedarán aquí, mirando cómo todo se desmorona desde la seguridad de la arena".
Percy miró la bolsa como si pesara toneladas. Luke no la tocó.
El hijo de Hermes tenía la mandíbula tensa, los puños cerrados, los recuerdos girando como cuchillas. Las veces que su padre no estuvo, las veces que sí estuvo, pero no hizo nada. Thalia mueriendo, Annabeth, Draco quedándose. Él, traicionado por su propio corazón. Por su esperanza.
Hermes, como si pudiera leer sus pensamientos, lo miró con calma. "No estoy aquí para redimirme, Luke. Estoy aquí porque todavía estás vivo. Y eso. todavía significa algo".
Y en los ojos de Luke, por un segundo, la rabia bajó la guardia.
No dijo que lo perdonaba.
No lo pensó.
Pero sí se movió. Se giró hacia Percy.
"¿Tú qué vas a hacer?"
Percy tragó saliva. Sus ojos brillaban como si el mar le latiera en el pecho. "Lo que sea necesario".
"Entonces vamos" lo animó Luke, tomando la bolsa. "No podemos dejar que Draco tenga toda la gloria otra vez".
Y juntos, sin mirar atrás, corrieron hacia adelante.
.
La carrera improvisada que habían improvisado no tenía dirección clara al principio, solo una urgencia insostenible latiendo en el pecho de cada uno. Muy pronto Tyson y Annabeth los alcanzaron, así que tuvieron que explicarles rápidamente su plan -el que acababan de realizar, por cierto, esa parte no le gusto mucho a Annabeth-. Luke iba adelante, como si supiera exactamente hacia dónde ir. Percy le seguía, sosteniendo la bolsa que Hermes le había dado como si fuera una bomba de tiempo. Tyson corría a su lado descalzo, sin quejarse. Y Annabeth… bueno, Annabeth era un torbellino de pasos firmes, respiración controlada y pensamientos desordenados que no dejaban de gritarle una cosa que Luke compartía: tienes que decirle a Draco.
"Tenemos que avisarle" afirmó ella, frenando en seco.
Luke giró la cabeza, sin dejar de correr. "¡No hay tiempo!"
"¡Es Draco! ¡Y Lavender! ¡Van a notar que no estamos!"
"Precisamente por eso" gruñó Luke. "Que lo noten y que esperen. Esto es una misión encubierta, no una excursión. Cuantos menos lo sepan, mejor".
Annabeth apretó los puños. Percy la alcanzó y le tocó el brazo. "Annabeth… yo también quiero avisarles. Pero Luke tiene razón. Ya no hay vuelta atrás".
Ella lo miró con el ceño fruncido, respirando como si estuviera subiendo el Monte Olimpo. Pensó en Lavender. En sus ojos siempre brillantes y la forma en que se adelantaba a las cosas que aún no habían pasado. Pensó en Draco, en cómo había dicho que no quería irse de misión. Que esta vez quería paz. Pensó en su sonrisa cuando le pintaban las uñas, y cómo siempre encontraba una forma de hacerla sentir que no estaba sola, incluso cuando sí lo estaba.
"Lo siento, Draco" pensó. "Esta vez no hay otra opción."
Cuando llegaron al límite del bosque, el sonido las arpías se escuchó como una orquesta de pesadillas: chillidos, alas desgarrando el aire, aullidos extraños que no eran humanos, pero tampoco del todo monstruosos.
Luke miró al cielo, midiendo el tiempo. Annabeth se giró hacia Percy. "¿Tienes algo en mente?"
"Estaba por intentar... algo" dijo él, sacando uno de los drajmas que Hermes le había dado. Se acercó al agua. El lago brillaba bajo la luna con un resplandor azul plateado, quieto y profundo. Percy cerró los ojos y extendió la mano. "Papá" susurró. "Sé que estás ocupado. Y que no siempre puedes aparecer cuando te necesitamos. Pero… si alguna vez vas a escucharme, que sea ahora. Por favor".
Nada.
El viento se detuvo por un segundo.
Y luego, sin previo aviso, el agua estalló.
Una ola gigante se alzó como si el lago hubiera decidido convertirse en océano por un instante. Annabeth dio un paso atrás. Tyson soltó un "¡Aaaah! ¡Caballos pez!" con una mezcla de pánico y felicidad. Luke alzó una ceja, visiblemente impresionado. Del agua emergieron tres criaturas magníficas: hipocampos. Grandes como caballos de guerra, pero con cuerpos de escamas tornasoladas que brillaban bajo la luz lunar. Tenían cabezas nobles, crines hechas de algas doradas, y sus ojos… sus ojos eran tan profundos como el océano mismo.
"¿Ponys pez?" murmuró Annabeth, sin poder evitar sonreír.
"¡Papá me los mandó!" gritó Tyson, saltando de alegría y abrazando a uno que parecía reconocerlo. "Este se llama Arroz, y el otro es Albóndiga"
Percy parpadeó. "¿Qué?"
"Así los llame, espero que papá me deje elegir".
Luke ya estaba trepando sobre uno de ellos, con esa agilidad felina que parecía natural en él. Se giró, impaciente. "¿Vamos o no?"
Annabeth trepó después, sin dejar de mirar hacia el bosque. Imaginó a Draco saliendo en ese momento, con el cabello alborotado y esa mirada entre sarcástica y preocupada.
"No es justo" susurró.
Percy montó al último hipocampo y Tyson se subió con él. Estaban listos.
Y entonces, como si el mismo campamento se despidiera de ellos, una ráfaga de viento les revolvió el cabello, levantó las hojas, y por un segundo el mundo quedó en silencio.
Después, las arpías gritaron, más cerca ahora. Corrían, volaban, avanzaban.
"¡Vamos!" gritó Percy.
Los hipocampos se zambulleron en el agua con un estruendo. El lago se tragó su presencia en cuestión de segundos, y el mundo se convirtió en oscuridad salada, burbujas, corrientes veloces, y la sensación de que estaban cayendo, pero hacia adelante.
Era como volar bajo el mar. Los hipocampos nadaban con fuerza, esquivando rocas y arrecifes, cruzando túneles de luz líquida que parecían sacados de una pintura. Tyson no paraba de hablar con ellos, dándoles indicaciones y elogios, como si fueran perros fieles.
"¡Albóndiga tiene hambre!" gritó. "¡Quiere peces eléctricos!"
"Dile que se aguante" respondió Percy, sujetándose fuerte.
Luke no decía nada. Estaba adelante, pero sus pensamientos eran un huracán. En su mente, Draco seguía apareciendo. En la fogata, cantando. En el entrenamiento, riendo con Clarisse. En las mañanas, con la voz ronca y la camiseta arrugada. Él había dicho que no quería una misión. Que quería paz. Luke se preguntó si eso lo volvía más sabio… o más cobarde.
"O tal vez solo más cansado que nosotros", pensó Luke.
El viaje se sintió eterno y breve a la vez. Atravesaron la frontera mágica del Campamento Mestizo sin obstáculos. El Mar de los Monstruos estaba esperándolos, oscuro, agitado, y lleno de promesas peligrosas.
Cuando emergieron cerca del crucero abandonado (el que Hermes había mencionado) el aire cambió. Olía a sal, a hierro oxidado, y a magia antigua. El barco flotaba como un cadáver en el agua. Era enorme. Tenía nombre, pero estaba tapado por algas. Parecía haber sido olvidado por los dioses… o quizá enviado por ellos a propósito.
Annabeth lo observó con cautela. "Si esto es una trampa" murmuró ", es una muy buena".
Luke suspiró, bajando del hipocampo. "Entonces mejor entremos antes de que se ponga peor".
Percy ayudó a Tyson a bajar. Los hipocampos se alejaron un poco, nadando en círculos como si esperaran su regreso. Y mientras todos se alistaban para abordar el crucero, Annabeth sacó de su bolsillo una uñita pintada que había guardado de broma el día anterior, cuando Lavender había intentado pintarle una mano y había fallado.
La miró. Luego la cerró en su puño.
"Lo siento, Draco" susurró.
Y subieron a bordo del barco.
~~~❤︎~~~
Draco se levantó temprano esa mañana. O mejor dicho, no había dormido. Su insomnio no era nuevo, pero esta vez tenía nombre propio: misión. La palabra pesaba en su pecho como una piedra invisible. Aunque no lo había dicho en voz alta, lo que más deseaba antes de salir era verlos a todos una última vez. Decir algo rápido, mordaz, tal vez burlón. Algo como 'traten de no morir mientras yo hago todo el trabajo importante". Que ellos se rieran, que Annabeth se quejara, que Percy hiciera una broma mala, que Tyson le ofreciera una piedra de desayuno, que Luke…
Luke.
Draco se arregló el cabello con las manos frente al espejo empañado del baño. Se puso una camiseta negra vieja que olía a humo de fogata, y una chaqueta que probablemente nadie había visto en todo el verano. Salió de la cabaña con paso decidido, aunque en el fondo no sabía exactamente a dónde ir. Solo sabía que necesitaba verlos.
Comenzó por la cabaña de Hermes. Golpeó la puerta. Nadie contestó.
"Luke" lo llamó en voz baja.
Golpeó otra vez. Y nada, solo silencio. Frunció el ceño y se acercó a la ventana. No había movimiento. Ni un zapato tirado, ni una manta en el suelo, ni rastro del desorden habitual. Vacía.
Draco sintió algo desagradable en el estómago. Caminó a la Cabaña de Atenea. Nada. La cama de Annabeth estaba hecha, los libros alineados. La lámpara de noche apagada. Y, sobre la almohada, una horquilla de bronce que Draco había visto usarle hacía unos días. Parecía colocada a propósito.
Fue entonces cuando se encendió la alarma en su pecho.
Corrió.
Literalmente corrió hacia el comedor, luego al campo de entrenamiento, luego al borde del bosque. Miró el lago.
"¡Tyson!" gritó.
Pero ni rastro del cíclope. Ni burbujas. Ni risa estruendosa. Ni hipocampos.
Draco estaba jadeando. Su corazón le latía como si fuera a romperse en las costillas. Dio media vuelta y se topó con Lavender, que venía caminando con una taza de algo caliente entre las manos.
"Hey, Draco. ¿Ya te vas tan temprano?"
Él la miró, descompuesto. "¿Dónde están?"
Lavender frunció el ceño. "¿Quiénes?
"Annabeth, Percy, Luke y Tyson, ¿Dónde están?".
Lavender parpadeó. Bajó la taza. Algo en su mirada cambió de inmediato.
"No…" murmuró. Draco se adelantó, como si las palabras pudieran arreglar algo. "No están. No hay huellas. Sus cosas no están. Las camas están vacías. Y Lavender… hay un clip de bronce en la cama de Annabeth. Lo dejó ahí".
Lavender no dijo nada durante un largo segundo. Luego tragó saliva.
"Sabían que no podían decirnos".
"¿Qué?"
"O no debían. No lo sé. Tal vez era una de esas decisiones en las que el tiempo vale más que la verdad".
Draco se echó para atrás, como si hubiera recibido una bofetada. "¿Y eso es todo? ¿Nos dejan una horquilla como nota de despedida y eso está bien?'
"Draco…"
"¡No!' alzó la voz, sin importarle que algunos campistas cercanos voltearan a verlo. "¡No está bien! ¡Yo iba a irme también! ¡Iba a arriesgarme también aunque no quisiera, e iba a despedirme! ¡Ellos ni siquiera se molestaron en decir adiós!" Lavender lo miró con dolor, pero sin decir nada. Sabía que Draco no lloraría. No aquí, no ahora. Lo conocía demasiado bien. "¿Y si les pasa algo?" susurró él, bajando la voz de pronto, como si se le hubiera acabado el aire. "¿Y si…? ¿Y si el mar se los traga? ¿Y si Tyson no puede con todo? ¿Y si Percy hace alguna estupidez? ¿Y sí a Annabeth le pasa algo? ¿Y si Luke…?" Se detuvo por un segundo. "¿Y si Luke no vuelve?"
Lavender se acercó. Le tomó el brazo con suavidad. "Ellos sabían que tú también tenías una misión. Tal vez pensaron que iban a distraerte si te lo decían, tal vez querían protegerte. Ya sabes cómo es Annabeth".
Draco soltó una risa vacía. "Sí. Siempre creyendo que sabe más que todos".
Lavender sonrió con tristeza. "Draco…"
"¿Qué, Lavender?"
"Tú y yo sabemos algo que ellos olvidan a veces. Tú no te rindes. Y si esto sale mal… tú los vas a encontrar".
Draco la miró. En su mirada no había rabia esta vez, sino algo más peligroso: determinación. Esa que aparece cuando el dolor se convierte en motor. Cuando el abandono se convierte en combustible.
"Voy a encontrar a Luke" dijo, con voz baja pero firme.
"Y a los demás" corrigió Lavender.
Draco alzó una ceja. "Sí, claro a los demás también".
Y se giró para marcharse.
Mientras se alejaba, sintió el peso del silencio detrás de él. Y en el fondo de su mente, el eco de una voz que no estaba, que no había dicho adiós.
"Idiotas. Podrían haberme despertado."
Notes:
Holaaaa.
Siendo sincera, tengo un sueño 😔. Casi casi y no actualizo, porque tenía que corregir todos los capítulos y me dio fiaca, así que no lo hice :). Perdón, perdón.
Aveces me siento como una impostora al ver cómo muchxos otrxs escritores lo dan todo por sus historias y planean hasta el último detalle... yo solo escribo lo que salga y rezo para que tenga sentido con el capítulo anterior 😢.
De todas formas... yo ya les había avisado del POV Luke :), así que espero que lo disfruten.
Creo que cuando publique este capítulo ya habré sacado mi historia Perco de la Odisea, así que les diré una cosa que ya saben: Luke me cae super mal. Maldito perro pendejo pedazo de salame.
Y si Cedric se sigue ganando mi corazón... me temo que tendré que hacer lo que no quería hace 😔.
Me da una re paja leerme todos los libros de PJ otra vez, y creo que se nota. En especial al escribir la escena con Hermes... no me acuerdo nada de eso 😅.
Capítulo corto? Sabemos que siempre soy así :).
Nos vemos.
M. S. C
Chapter 21: My Shot
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Draco no era de los que se emocionaban con las despedidas, al menos no en voz alta. En silencio, eso sí… ya era otro tema. Caminaba por el sendero de tierra del Campamento Mestizo con su capa ondeando detrás suyo, como si incluso el viento supiera que ese día tenía que dramatizar todo por él. A su lado iba Clarisse, con la espada al hombro, bostezando como si no estuvieran a punto de embarcarse en una misión suicida. "Un día más en el paraíso", había dicho ella hace un rato. Draco no le había respondido, pero estaba de acuerdo. El paraíso tenía olor a ambrosía, campistas sudados y a la resaca emocional de los que no querían decir adiós.
Primero fue la Cabaña de Afrodita.
Drew los esperaba con las manos en la cintura, al pie de los escalones. Parecía más una reina que una semidiosa lider de la Cabaña. Sus labios estaban firmemente apretados en lo que parecía una línea de autoridad mal disimulada, aunque cuando Draco bajó la cabeza y le susurró algo en el oído —algo como "cuida a Lily, por favor, o te arranco cada pestaña postiza una por una"—, ella simplemente sonrió. "Lo haré" respondió. "Y te juro que si llegás a morirte, te mato".
Drew le dio un beso en la mejilla. Y eso fue todo lo que necesitó para saber que estaba dejando su cabaña en buenas manos.
Pero Lily… oh, Lily.
La niña lo abrazó como si no quisiera soltarlo jamás. Era bajita, con sus ojos verdes gigantes y una fuerza de apego que ni un pegamento mágico podría igualar. Draco le acarició el cabello con ternura, deseando poder llevarla con él, sabiendo que eso era imposible.
"No llores, por favor" le dijo bajito, y ella lo miró con los ojos húmedos. "Volveré, ¿sí? Voy a regresar más fabuloso que nunca, y te traeré algo hermoso de la misión. Tal vez un peine mágico, o una daga que se convierte en tiara".
Lily se rió entre lágrimas, y él le dio un beso en la frente.
"Prometelo por el río Estigia" le exigió con un temblor en la voz.
Draco sabía lo que significaba jugar algo por el Estigia, ya lo había hecho una vez.. y para algo mucho peor. Así que lo hizo. Juntó su dedo meñique con el de ella y lo prometió.
"Lo juro por el Río Estigia, yo volveré."
Después fue el turno de Lavender.
Ella estaba rara, y no por el peinado (aunque tampoco le perdonaría esos moñitos desalineados). Estaba demasiado callada, demasiado contenida. Él la conocía: su mejor amiga no era de las que se guardaban nada. Le preocupó, aunque no había tiempo para muchas preguntas.
"¿Estás bien?" le preguntó, levantando una ceja.
"Por supuesto" respondió ella, sin embargo, no lo miró a los ojos.
Draco no insistió, solo la abrazó. Se entendían sin hablar a veces, y ese era uno de esos momentos. No tenían que decirse nada, solo recordar que siempre estaban el uno para el otro. Aunque ella ocultaba algo, aunque no pudiera contarle ahora.
Y luego, por último, pero no menos importante: Cedric.
Cuando lo vio venir, Draco sonrió de esa forma suave que solo le salía con él. No era sonrisa de sarcasmo, ni de burla, ni de esas que usaba para manipular políticos o molestar a Percy. Era sonrisa pura, de las que le salían desde la garganta y se le subían al pecho.
Cedric lo abrazó como si no hubiera un mañana. "No quiero que te vayas" susurró Cedric.
"Tengo que hacerlo, amor" le respondió Draco, apoyando la frente contra la de él. "Pero te juro que voy a volver. Te necesito para molestar a Percy y para... todo lo demás".
Y entonces, se besaron.
Pero no un beso casto y rápido de película familiar. No, no. Fue un beso con fuego, con intensidad, con ganas de gritarle al mundo que estaban vivos y enamorados. Los labios de Cedric eran cálidos y seguros, y Draco se aferró a él con ambas manos en la nuca, sintiendo que el campamento desaparecía por unos segundos.
El aire vibraba. Las miradas se desviaban.
Clarisse tosió.
"Esta bien, esta bien, guarden la pasión para la luna de miel" gruñó, rodando los ojos. "Vamos, Romeo, ya fue suficiente teatro".
"Ni siquiera empezamos con el segundo acto" le gritó Draco, sin soltar a Cedric.
"Ya, rubio" dijo Clarisse, tomándolo del brazo con una fuerza que prometía moretones. "Si no nos vamos, la misión la hace Tantalo en pantuflas".
Draco resopló, pero soltó a Cedric con una última caricia en la mejilla. "Te amo" le susurró Cedric.
"Y yo a vos" respondió Draco, con una sonrisa deslumbrante que podría haber curado la tristeza de un monstruo.
Finalmente, se dirigieron a los dioses aburridos que tenían que desearles suerte. El Señor D apenas levantó la vista de su copa.
"No se mueran" murmuró. "Sería un papeleo innecesario".
Tantalo los observó con ojos brillantes de falsa solemnidad. Draco ya estaba acostumbrado a ese tono. "Recuerden que esta misión es de alto riesgo" murmuró, como si no los estuviera mandando a una probable muerte. "Espero que honren al campamento".
Draco sonrió, porque claro, ¿qué otra cosa iba a hacer?
"Honrar al campamento, darlo todo, no morir, sí sí, lo tenemos anotado" dijo mientras empujaba a Clarisse por los hombros hacia la salida.
Y así partieron.
Caminaron lado a lado, en silencio al principio, dejando atrás la seguridad del Campamento Mestizo, con los recuerdos aún cálidos en la piel y los nombres de quienes amaban grabados en el corazón. Draco no lo decía, pero lo sentía: algo estaba por cambiar.
Y no solo en la misión.
.
El barco era... otra cosa.
No porque tuviera dragones de bronce tallados en la proa, ni porque el mascarón de guerra tuviera incrustaciones de rubíes en forma de ojos que parecían seguirte con desconfianza militar. No. Eso era lo esperable, teniendo en cuenta que era un regalo directo del mismísimo dios de la guerra, Ares. Lo que lo volvía raro —lo que lo hacía absolutamente, indiscutiblemente y desvergonzadamente Draco— eran los cortinados de terciopelo carmesí que ondeaban en cubierta, con bordes dorados y diminutas flores bordadas a mano que brillaban con cada rayo de sol. Había columnas de mármol blanco decoradas con relieves de corazones y espadas cruzadas, y el aire olía a una mezcla embriagadora entre perfume caro y aceite de combate.
Era como entrar a una boutique de lujo justo después de una guerra campal.
"Esto es un crimen estético" declaró Clarisse, cruzada de brazos, su lanza en la espalda y la cara completamente seria mientras examinaba la cubierta.
Draco, a su lado, giró sobre sus talones con la gracia de un bailarín de ballet en su escena final.
"Es arte" corrigió, con una sonrisa radiante. "Afrodita y Ares colaboraron, ¿lo puedes creer? Es como si me hubieran tejido un barco con el alma. ¡Mira ese detalle de espinas metálicas entre las flores! Impecable".
"Sí, como una trampa para osos envuelta en terciopelo" gruñó ella, subiendo a bordo como quien se sube a una trampa mortal con resignación.
Draco la siguió, encantado con cada rincón. El piso de madera barnizada brillaba con reflejos dorados. En las paredes laterales del pasillo principal, estandartes rojos flameaban mágicamente, con el emblema de Ares en uno y el de Afrodita en el otro: una lanza cruzada con un espejo.
Clarisse notó aquello con un resoplido. "¿Tu madre puso su insignia en un barco de guerra?"
"Mi madre adora la guerra… cuando la hacen hombres atractivos"dijo Draco, sin una pizca de vergüenza.
Caminaron hasta la sala principal, una especie de combinación entre salón de estrategia y salón de té. Había un mapa encantado proyectado sobre una mesa circular, rodeado por sillones mullidos tapizados en cuero negro con costuras en rosa metálico. En el centro de la mesa, justo sobre un pequeño pedestal, descansaba una nota cuidadosamente doblada, con cera púrpura y un pequeño sello en forma de luna creciente.
"Tía Hécate" susurró Draco, emocionado. Rompió el sello con rapidez y leyó:
> "Draco, mi niño brillante. Sé encantador, sin embargo no confíes en todo lo que brilla. Las sirenas pueden cantar bonito, pero siguen comiendo carne. Clarisse, no lo mates. A menos que se lo merezca.
P.D.: La cubierta inferior tiene un compartimiento con sorpresas, pero no lo abras antes del segundo día. Mucha suerte, brujo."
Clarisse se acercó, leyó por encima del hombro de Draco y resopló.
"Tienes a tu mamá y a una tía dándote regalos de dioses… ¿tienes alguna idea de lo odioso que eres?"
"Un poco, sí" respondió Draco, doblando la nota con una sonrisita satisfecha.
De pronto, un crujido los interrumpió. Provenía de más abajo, donde se encontraba el compartimiento de carga.
"¿Eso era un barril?" preguntó Clarisse, ya sacando su lanza.
"O un polizón" dijo Draco, desenrollando con gracia su látigo encantado, el mango brillando con luz suave.
Los dos descendieron al unísono, uno a la izquierda, otro a la derecha. El compartimiento estaba tenuemente iluminado por lámparas flotantes, y el ambiente olía a madera vieja, metal… y perfume. Un perfume conocido.
Ambos se tensaron.
"¿Escuchaste eso?" Susurró Clarisse.
"Sí. Y también huelo... algo floral" la siguió Draco, frunciendo el ceño. "Muy sospechoso".
Más pasos, un movimiento entre las sombras.
"¡AHORA!" gritó Clarisse.
Draco giró hacia la derecha, su látigo silbando en el aire hasta envolver la cintura de una figura encapuchada que intentaba escabullirse entre los barriles. Clarisse, al mismo tiempo, se lanzó hacia otra silueta, y en un parpadeo tenía la punta de su lanza presionando contra la garganta de otro intruso.
"¡No se muevan!" ordenó Draco, tirando del látigo para inmovilizar a su objetivo. "Están a bordo de una embarcación divina y completamente decorada. ¿Quién demonios son?"
"¡Draco!" gritó una voz familiar, con una mezcla de desesperación, susto y enojo.
"¡CLARISSE, NO ME MATES!" gritó la otra figura, agachada contra la pared.
Los dos semidioses se congelaron.
Draco entrecerró los ojos, tiró un poco del látigo, y el capuchón cayó hacia atrás.
Cabello rizado castaño, mejillas sonrojadas, ojos grandes y culpables.
"... ¿Lavender?"
Clarisse giró con brusquedad su lanza. La capucha del segundo intruso se deslizó hacia abajo.
—... ¿Cedric?
El silencio cayó como una roca. Draco abrió los ojos como platos, Clarisse resopló. Los cuatro quedaron en la penumbra, en una escena tan ridícula como inesperada. Lavender sonrió tímidamente desde su rincón, con las manos en alto. Cedric, aún atado con el látigo, soltó una risita nerviosa.
"¡Sorpresa!" dijo Lavender.
Y entonces, Draco soltó la única palabra que tenía sentido en ese momento:
"¿Qué?"
Clarisse estaba tan roja como el estandarte de su cabaña. Tenía los brazos cruzados, la mandíbula tensa, y esa vena en la frente que Draco conocía muy bien palpitaba con furia sagrada. Lavender se había acomodado a su lado, sonriendo con esa dulzura empalagosa que usaba como escudo, mientras Cedric —aún sacudiéndose las marcas del látigo encantado de Draco— trataba de parecer inocente. Draco, por su parte, estaba radiante. No había forma de ocultarlo: la felicidad chispeaba en sus ojos como si su cabello rubio platinado estuviera acumulando electricidad estática.
"¡¿Se puede saber qué demonios les pasa?!" gritó Clarisse, señalando a ambos polizones con la lanza. "¡Esto no es un paseo romántico en góndola, es una misión peligrosa autorizada por un dios! ¿Y ustedes dos se cuelan como si fuéramos a un picnic?"
Lavender bajó la cabeza… solo un poco. "Clarisse, por favor… no queríamos causar problemas. Solo… no podíamos dejar que ustedes dos se fueran solos. Podemos ayudar" dijo, con una voz tan suave que Clarisse frunció aún más el ceño, como si le doliera admitir que le afectaba un poco.
"No quiero ayuda de nadie que no haya sido designado por Tantalo, y mucho menos de ustedes dos, que podrían haber hecho que nos castigaran a todos" respondió Clarisse, entre dientes.
Draco dio un paso al frente, levantando las manos en una súplica dramática, aunque con esa elegancia tan suya que parecía más bien una reverencia teatral. "Clarisse, por favor, no te enojes con ellos. Están aquí porque les importamos. Y tú sabes tan bien como yo que Cedric es un excelente sanador, y Lavender tiene una puntería mejor que medio campamento".
"Y una tendencia a ignorar órdenes y colarse como ratas de puerto" bufó Clarisse.
Draco sonrió. No para calmarla, sino porque sabía exactamente cómo desarmarla. "Clarisse... si Afrodita y Ares pudieron trabajar juntos para este barco, ¿no crees que tú podrías tolerar la presencia de dos personas que nos quieren y nos respetan?" Le pregunto con esa voz baja y envolvente que usaba cuando quería que la gente pensara lo que él quería que pensaran.
Clarisse lo miró largo rato, un músculo le temblaba en la mejilla. Finalmente, rodó los ojos. "Me vas a matar de una úlcera. Está bien. ¡Que se queden! Pero si uno de ellos mete la pata, no me responsabilizo de lo que mi lanza les haga" gruñó, señalando a Cedric y Lavender con un dedo firme.
Ambos, aún contra la pared como niños atrapados robando galletas, asintieron con entusiasmo.
"¡Gracias, Clarisse! ¡Eres lo máximo!" Exclamó Lavender, lanzándose a abrazarla.
Clarisse dio un paso atrás, alarmada.
"¡No, no, no...!" pero ya era tarde. La chica se le había colgado del cuello como una enredadera brillante. Clarisse se quedó tiesa durante dos segundos eternos antes de suspirar y palmearle la espalda con torpeza. "Está bien... ya. ¡Bájate!"
Draco observó la escena con ternura. Aunque luego, su atención se desvió. Y cuando volvió a posar la vista en Cedric, su expresión cambió completamente.
Cedric estaba parado ahí, mirando a Draco con esa mezcla de culpabilidad, alivio y amor desesperado que lo hacía ver tan vulnerable. Draco caminó hacia él, lento y felino, como si cada paso fuera un verso en un poema maldito.
"¿Tú... enserio te colaste a un barco de guerra encantado por dos dioses solo para venir conmigo?" preguntó Draco con una ceja arqueada y una sonrisa de medio lado que prometía fuego y gloria.
"No podía dejarte ir solo. No sin saber que estabas bien" susurró Cedric, sin dejar de mirarlo a los ojos.
Draco ya estaba a un paso de él. Le levantó el mentón con un solo dedo, y luego acarició su mejilla. Los dedos pasaron por su cabello suavemente, enredándose con lentitud. Cedric tragó saliva.
"Eso fue muy peligroso..." continuó Draco, acariciándole ahora el cuello con suavidad. "¿Sabes que podrías haber activado una maldición, o hecho que Tantalo nos condenara a los cuatro?"
"Lo sé, pero... eres tú" balbuceó Cedric.
Draco sonrió. No la sonrisa amable de hace un rato, sino esa sonrisa encantadora, letal y dulce con la que había conseguido —literalmente— el favor de una diosa.
"Siempre tienes buenas excusas" susurró, y lo besó.
Y no fue un beso dulce. Fue un beso que le robó el aire a ambos, un beso que parecía gritar 'estás aquí, gracias a todos los dioses', con las manos apretadas entre telas y corazones latiendo como tambores de guerra. Cedric respondió con la misma intensidad, abrazándolo fuerte, con la espalda contra la pared y las manos en la cintura de Draco como si no pudiera dejarlo ir nunca más.
"¡AHORA SÍ YA ESTÁ BIEN!" gritó Clarisse, separándolos a la fuerza con un brazo entre ambos como un portón humano. "No frente a mis ojos, no con este nivel de mugre romántica. ¡Los niños que pelean a mi lado deben tener la cabeza fría, no la lengua caliente!"
Lavender no podía parar de reír.
"¡Déjalos! Están enamorados" dijo, secándose una lagrimita de risa.
"¡No en mi barco!" gruñó Clarisse.
Draco, completamente recompuesto como si el momento anterior no hubiera existido, le guiñó un ojo a Cedric, luego se sacudió la ropa con elegancia. "Vamos, Clarisse. No es nada que tú no hayas visto en tus pesadillas".
"¡Exacto! ¡En pesadillas! ¡No en una misión oficial!" bufó ella, volviendo a encaminarse hacia el puente de mando. "Y ustedes dos: ¡a lavar la cubierta! Ya que están aquí, serán útiles o carnada para sirenas".
Lavender y Cedric se miraron y se encogieron de hombros, mientras Draco soltaba una risita orgullosa.
Y así, entre berrinches, promesas y besos robados, el barco de Ares y Afrodita zarpó oficialmente. Con una lanza, un látigo, y ahora también, dos chicos más a bordo.
°•°• ♡ •°•°
Para cuando llegaron al Princesa Andrómeda, el cielo seguía envuelto en un manto azul oscuro con pinceladas grises que apenas comenzaban a aclarar. Para el resto del mundo seguía siendo de noche, pero Luke sentía como si hubieran vivido ya una semana entera en esas últimas horas. Apenas pisaron la cubierta del lujoso crucero, Tyson chilló de emoción y bajó de Rainbow —o 'el coso' como lo llamaba en su mente— con un salto que hizo temblar la madera.
"Gracias, Rainbow, buen pececillo pony" dijo Tyson acariciando su cabeza con ternura.
Rainbow relinchó, sacudió su crin marina que chispeó con sal y espuma, y desapareció bajo las aguas con una última mirada cargada de... ¿melancolía? Luke no sabía si estaba muy cansado o si realmente estaba empezando a proyectar emociones humanas en criaturas con aletas.
"¿Ya está?" preguntó Luke, girando hacia Percy.
El hijo de Poseidón asintió, cruzándose de brazos mientras se acercaba. "Le dije que debía irse antes de que nos metamos en problemas. No sé si entendió, pero creo que sí".
"Entendió" aseguró Tyson, muy orgulloso. "Rainbow es muy listo. Mejor que la mayoría de humanos."
"Gracias, Tyson" murmuró Percy, sin saber si tomarlo como halago o insulto.
Luke sonrió, aunque sus dedos jugueteaban con el pomo de su espada mientras avanzaban por la cubierta silenciosa.
Era todo demasiado... limpio.
No había personal, ni pasajeros, ni siquiera sonidos típicos de un crucero. Solo viento y el ocasional crujido de la madera bajo sus pies. Hasta las luces tenían un tono extraño, pálido, como si no fueran del todo... reales.
"Esto no me gusta nada" murmuró Annabeth, deteniéndose a su lado.
Luke la miró de reojo. "Tampoco a mí. Está demasiado vacío".
"¿Y si es una trampa?" Preguntó Percy en voz baja.
"¿Más trampa de lo que ya es meterse en un barco encantado sin plan ni permiso?" Respondió Luke con ironía.
"¡Oigan! ¡No teníamos otra opción!" replicó Annabeth, dándole un leve codazo a Percy. "Draco y Clarisse ya partirán mañana, y si de verdad creemos que el Vellocino está donde soñó Grover, no podemos quedarnos de brazos cruzados".
Luke suspiró. No porque no estuviera de acuerdo —él fue el primero en aceptar subir al barco, después de todo—, sino porque su mente no podía dejar de pensar en Draco, en cómo se vería ahora mismo, posiblemente despeinado por el viento del mar, apoyado en la baranda de algún barco hecho por dioses, lanzando miradas sarcásticas a las olas.
Claramente, Draco debía estar teniendo una mejor noche que ellos.
"Tyson" lo llamó Percy ", ¿hueles algo?"
El cíclope se detuvo, alzó su naricita chata y aspiró el aire como si estuviera oliendo una flor gigante. "Mmm... huele a... monstruo, y a metal. Y a perfume barato".
"¿Perfume barato?" repitió Luke, alzando una ceja. Tyson se estaba juntando demasiado con Draco.
"A como huelen los malos" respondió Tyson encogiéndose de hombros.
"Lo que dice no es tan raro" murmuró Annabeth. "Los ciclopes tienen sentidos parecidos a los de los sátiros. Si Tyson dice que hay monstruos, hay monstruos".
"Y perfume barato" añadió Percy, encogiéndose.
Luke tragó saliva. A pesar del humor, no podía dejar de tensarse.
A lo lejos vieron un cartel que decía 'Habitaciones para invitados'. Todas estaban vacías. Puertas abiertas, camas impecables, luces tenues... aunque ni una sola señal de vida.
"Este lugar parece una casa modelo" murmuró Percy.
"O un decorado de película" añadió Annabeth.
"O un manicomio abandonado con buena iluminación" suspiró Luke.
Eligieron una habitación triple para los chicos, y otra, un poco más pequeña pero igual de lujosa, para Annabeth.
Luke no se sintió del todo cómodo dejando que ella durmiera sola, sin embargo tampoco podía imaginarse a Annabeth aceptando dormir junto a Tyson y su constante ronquido nasal. Ni con Percy, que no podía ni doblar bien su ropa. Y mucho menos con él, claro.
"Oigan" dijo mientras ella entraba con su mochila al hombro ", si algo llega a pasarte mientras estás sola aquí… Draco y Lavender me van a matar. Y honestamente, con la fuerza emocional de Lav y el ingenio mágico de Draco, no me sorprendería que lo lograran" le dejo la mochila. "Y... me importas."
Annabeth giró para verlo. Se quedó un momento en silencio y luego... sonrió. "Ellos me matarían si te pasa a ti, Luke" respondió, enarcando una ceja. "Y tú también me importas".
Luke le devolvió la sonrisa. No dijo nada más, pero esa respuesta pesaba un poco más de lo que quería admitir.
Se despidieron con una leve inclinación de cabeza, como si fueran soldados a punto de entrar a una batalla. Y quizás lo eran. Aunque por ahora, su enemigo era el cansancio. Luke entró a su cuarto con Percy y Tyson, y por un momento todo pareció calmarse. Tyson ya roncaba en menos de un minuto, abrazado a una almohada con un dibujo de delfines bordado en dorado. Percy se sacó los zapatos y se tiró a la cama más cercana con un suspiro de agotamiento.
Luke se quedó parado un rato, mirando la ventana. Desde allí solo se veía el mar oscuro y el reflejo de la luna. Sus pensamientos, sin permiso, regresaron a Draco. ¿Estaría bien? ¿Había comido algo? ¿Lavender lo estaba cuidando? ¿Clarisse se aseguraría de que no se cayera por la borda mientras lanzaba hechizos dramáticos?
"No es justo que siempre te metas en mi cabeza, Draco" murmuró en voz baja, como si eso lo hiciera más real.
Se quitó la chaqueta y se recostó también. El colchón era increíblemente suave, y aún así, el sueño no venía fácil. Algo dentro de él seguía alerta. Como si el barco mismo respirara muy bajito… esperando.
.
Dormir en un crucero abandonado nunca fue idea brillante, pero el cuerpo de Luke no dio más. Entre el ruido monótono del mar, la respiración pesada de Tyson, y el leve roce del metal del barco deslizándose sobre el agua, su mente, contra todo pronóstico, se dejó arrastrar hacia la inconsciencia. No fue un descanso profundo ni reparador, sino uno de esos sueños que se sienten como una caída lenta por una pendiente resbaladiza, donde las imágenes son tan vívidas que no hay forma de distinguir realidad de delirio. Al principio solo hubo oscuridad y un eco que golpeaba como un tambor lejano. Luego, ese eco tomó forma, y cuando la imagen se aclaró, Luke se encontró en el interior de una cueva, una cueva inmensa, de techos altísimos y estalactitas goteando algo que claramente no era agua potable. Había una humedad densa, casi pegajosa, y un hedor agrio, como a queso podrido, sudor de monstruo y abandono. Y allí, en medio de todo, estaba él, sintiendo el corazón martillándole el pecho y la certeza inmediata de que ese lugar no tenía intención de dejarlo ir fácilmente.
Frente a él, a escasos metros, estaba Clarisse. Su lanza estaba alzada y su postura era la de una cazadora preparada para clavarla en el cuello de alguna criatura horrible. Parecía tensa, concentrada, contenida en su furia. Hasta ahí, todo bien. Pero entonces... entonces pasó Grover. Luke parpadeó varias veces porque no podía estar viendo bien. Pero sí, ahí estaba: Grover Underwood, su amigo sátiro, con un vestido de novia blanco que parecía sacado de una telenovela de mediodía. El velo le tapaba un cuerno, y llevaba un ramo de flores (marchitas, por supuesto) apretado entre las pezuñas. Caminaba con dificultad, como si intentara no pisarse la cola del vestido. Murmuraba con voz temblorosa que todo iba a salir bien, que lo tenía todo bajo control, que seguro Polifemo caería en la trampa. Luke no sabía si reír, gritar o llorar. ¿Era esto una visión? ¿Una broma del universo? ¿O acaso su cerebro estaba colapsando del estrés?
Y entonces vio a Draco.
Con otro vestido de novia.
Pero claro, a diferencia de Grover, Draco no parecía incómodo ni fuera de lugar. Draco lucía como si hubiera nacido para usar encaje blanco, corset ajustado, velo vaporoso y maquillaje perfectamente aplicado. El cabello rubio peinado con ondas suaves le caía sobre los hombros, y su rímel era tan resistente que ni el apocalipsis lo haría correr. Estaba recostado sensualmente sobre una roca plana, con una pierna cruzada sobre la otra, mirando a Polifemo como si fuera un chico tímido en un bar, y no un cíclope caníbal de cinco metros de altura. Su voz, cuando habló, fue tan dulce como una cucharada de veneno: "Hola, grandote. ¿Esos músculos son de verdad o estás compensando por otra cosa?" Y Polifemo, como cualquier criatura sin defensa mágica contra el encanto de un hijo de Afrodita, quedó hipnotizado.
El cíclope gruñó algo que sonó peligrosamente parecido a "serás mi esposa" mientras extendía la mano hacia Draco con una ternura escalofriante. Luke quiso gritar, quería correr, sacarlo de ahí, recordarle que esa no era una telenovela, que los monstruos no daban anillos de compromiso. Sin embargo, sus piernas no respondían, ni su voz. Solo podía mirar. Clarisse se movió detrás de una roca, acechando con su lanza, murmurando maldiciones y ajustando su puntería. Draco, por su parte, mantenía la compostura con una gracia absurda: se dejaba agarrar por Polifemo como si fuera un ramo de rosas, aunque gritaba con el tono exacto entre molestia y coquetería: "¡Ten cuidado, bestia! ¡Si me arrugas el vestido, juro que Afrodita misma bajará a matarte!"
Luke no podía dejar de mirar.
¿Qué era este sueño?
"¡¿Draco?!" intentó gritar, pero no tenía voz.
Y entonces, sin advertencia, Polifemo giró de golpe.
"¡NO TOCAR A MI NOVIA!" rugió el monstruo.
Clarisse apenas alcanzó a tirarse hacia un lado antes de que una manaza la estampara contra una roca. Draco chilló —elegantemente, claro— y retrocedió, aunque Polifemo lo atrapó. Lo levantó con un solo brazo como si fuera una muñeca de trapo.
"¡Oye! ¡Cuidado con el peinado!" Gritó Draco.
En ese momento, una sombra apareció a un lado de Luke. Una figura bajita, con el cabello revuelto y un brillo feroz en los ojos.
Lavender.
"¡Muévete, tonto!" Le gritó, y lo empujó con toda su fuerza.
Ambos rodaron por el suelo de la cueva, justo a tiempo para evitar una piedra gigante que cayó desde lo alto.
"¿Qué haces tú aquí?" Logró decir Luke, sintiendo que el suelo temblaba.
"¡Lo mismo que tú! ¡Sobreviviendo al desastre que Draco llama plan!"
Luke cayó de espaldas, justo a tiempo para esquivar una roca que se desplomó desde el techo. Cuando se levantó, el caos era total. Grover corría con el velo enredado entre los cuernos, Draco colgaba de la mano de Polifemo haciendo pucheros, Clarisse ya había apuñalado al cíclope una vez y parecía lista para repetirlo, y por alguna razón, una voz gritaba "¡que alguien le dé una peluca mejor a Cedric!"
"¿Cedric?" susurró Luke, confundido.
Y ahí estaba Cedric apareciendo entre las sombras, como si nada. Cabello despeinado, daga en mano, mirada firme, listo para salvar al amor de su vida... vestido de camarero. O algo parecido. Luke no podía distinguirlo bien porque el humo se hacía más espeso, y el sonido de los gritos se volvía confuso, lejano. Alguien gritó su nombre. O el de Draco. O el de Clarisse. No lo supo. Lo único que sintió fue un nudo en el estómago, como si supiera que algo estaba a punto de ir muy, muy mal.
Y entonces todo se desvaneció.
Un grito final, desgarrador, fue lo último que escuchó.
Y se despertó, bañado en sudor, con el corazón acelerado.
.
Despertar en un crucero embrujado tenía su encanto. Claro, si uno tenía el sentido del humor lo suficientemente retorcido como para encontrarle gracia a la humedad permanente, los crujidos ominosos del metal oxidado y el ocasional reflejo fantasmal en los espejos. Luke no lo tenía. Se había despertado con el corazón agitado por un sueño ridículo —aunque perturbador— que incluía cíclopes, vestidos de novia, Draco lanzando besos mientras lo atrapaban unos brazos monstruosos, y Grover haciendo pasarela como si fuera una cabra en America's Next Top Model.
Se había levantado sin decir palabra, asegurándose de que Tyson no pisara a Percy dormido (otra vez), y apenas Annabeth salió de su habitación, él ya tenía el ceño fruncido, la daga lista y el estómago revuelto por una mezcla rara de ansiedad y mal augurio. Guardaron sus cosas en la habitación con la solemnidad de cuatro adolescentes a punto de asaltar una tumba egipcia, y luego salieron.
El crucero estaba irreconocible.
La noche anterior estaba vacío, parecía una carcasa hueca abandonada en el mar. Pero ahora... ahora había gente. Demasiada. Tripulación vestida con uniformes perfectos, pasajeros sonrientes con trajes de gala, luces encendidas por todos lados, bandejas flotando en manos de camareros que no parpadeaban ni respiraban. Todos se movían con una sincronía mecánica, como si fueran engranajes de una misma máquina oxidada. Luke lo notó al instante: ninguno de ellos tenía verdadero brillo en los ojos. Era como mirar marionetas humanas. Con piel y dientes perfectos, aunque huecos por dentro.
"¿Qué... qué es esto?" susurró, mirando a su alrededor.
Percy, junto a él, frunció el ceño. Annabeth, por otro lado, tenía una expresión que Luke conocía bien: esa mezcla peligrosa entre reconocimiento, miedo y furia silenciosa.
"Me recuerda al Casino Loto" dijo ella, en voz baja, y Luke sintió un escalofrío recorrerle la espalda, incluso sin entender la referencia del todo.
"¿Casino qué?" preguntó él.
"Una pesadilla" respondió Percy, con una sequedad que no necesitaba explicación. Tyson solo murmuró algo sobre que 'seguro que el helado ahí era muy bueno', pero por el tono, tampoco sabía muy bien qué era.
Continuaron avanzando, manteniéndose cerca, evitando el contacto visual con los pasajeros o el personal. Había algo en sus sonrisas perpetuas que los hacía sentir como si una niebla espesa les estuviera entrando en los pulmones. Las voces en el altavoz del barco cambiaban constantemente, pero de repente, entre ofertas de cócteles y actividades de recreación, escucharon con claridad:
"Ejercicios de destripamiento en el salón de lujo, cubierta tres. Los cuchillos se proveerán al ingresar."
Los cuatro se congelaron. Annabeth le echó una mirada rápida a Percy, Percy alzó una ceja, Luke se tensó.
"¿Destripamiento?" susurró Tyson con voz infantil.
"Tal vez escuchamos mal" murmuró Percy, sin mucha convicción.
"Sí, seguro dijeron... destripamiento de peces" intentó Luke, aunque la palabra pez no sonaba nada parecido a lo que acababan de oír. Ni en griego antiguo ni en inglés básico.
Sin embargo, antes de que pudieran decidir qué hacer, Luke se detuvo, sintió algo. No un sonido, no una visión. Algo instintivo, como un susurro en el oído que no podía explicar.
"Al baño" ordenó de golpe, mirando a todos.
"¿Qué?" Replicó Percy.
"Al baño de chicas".
'¡¿Qué?!" Insistió Percy, con un gesto ofendido.
"Vamos" interrumpió Annabeth. Tyson ya se estaba metiendo sin objeciones, así que Percy los siguió resoplando como si fuera una víctima de una injusticia divina.
Se encerraron los cuatro en el baño que, por suerte, estaba vacío. Luke apagó las luces con un gesto rápido, y Annabeth se apoyó contra la pared, agachándose para escuchar lo que fuera que se acercaba.
"¿Estás loco?" le susurró Percy a Luke.
"Calla" replicó Luke. "Hay algo mal, algo grande. No lo ves, pero lo sientes".
Y entonces, la oyeron.
Una voz femenina.
Conocida, afilada. Tentadora y letal al mismo tiempo.
"¿Seguro que Quirón no sospecha nada?" preguntó la voz. Luke sintió como si le hubieran lanzado un cubo de hielo directo al pecho.
"Silena..." murmuró, bajísimo.
Annabeth apretó la mandíbula.
"No puede ser" dijo Percy. Tyson gimió muy bajito.
'Te digo que sí. Silena esta planeando algo aquí".
Luke se asomó por la rendija de la puerta. Y, en efecto, ahí estaba Silena. Con el cabello peinado como si nada hubiera pasado, con la espalda recta y la sonrisa más falsa que jamás había visto. Estaba hablando con un tipo enorme, cubierto de cicatrices, probablemente un ogro con nombre. Lo llamaba Agrius, y su voz era como una sierra raspando metal.
"Ambos sabemos que caerá pronto" decía Silena, como quien habla del clima. "Y cuando eso pase, todo será más fácil".
Luke sintió cómo el estómago se le anudaba.
"Tenemos que atraparla" susurró Annabeth. "Llevarla ante el Olimpo. Que vean lo que esta haciendo".
"¿Estás loca?" dijo Percy. "¡Nos matarán antes de dar un paso!"
"O nos convertimos en los únicos que pueden demostrar que todo esto esta pasando aquí y hora" intervino Luke, con los ojos encendidos.
"¿Y cómo la atrapas sin que te desmembren?" preguntó Percy.
"No lo sé" murmuró Luke. "Pero esto... esto ya no es una misión. Es una guerra. Y ellos tienen la ventaja".
El silencio en el baño era tenso, denso, lleno de miedos no dichos. Luke apoyó la cabeza en la pared fría y cerró los ojos por un momento.
Silena estaba actuando.
Y todos sabían que no era la única.
.
Había cosas que no podían esperar, cosas que no podían ser ignoradas. Silena era una de ellas.
Después del espeluznante encuentro en el baño, no hubo descanso para nadie. Luke apenas dejó que sus compañeros se recostaran en las camas antes de reunirlos de nuevo. Él estaba parado con los brazos cruzados, la mirada fría y enfocada, como si en su cabeza ya estuviera trazado un mapa detallado de lo que debían hacer.
"No podemos quedarnos un día más en este barco" afirmó, como si fuera una orden. Y lo era.
Percy, aún adormilado, frunció el ceño. "¿Y qué vamos a hacer? ¿Tirarnos por la borda?"
"Buscaremos una salida" le explicó Luke. "O encontraremos a Silena. Lo que pase primero".
Annabeth, que se había sentado en una esquina a afilar su cuchillo con paciencia metódica, levantó la vista sin decir nada. Luke sabía que ella también lo sentía: esa tensión creciente en el ambiente, como electricidad antes de la tormenta. Tyson solo abrazaba su escudo, sin entender completamente, pero dispuesto a seguirlos hasta el fin del mundo.
Salieron en formación. Annabeth se puso la gorra de invisibilidad y caminaba en el medio junto a Tyson, manteniéndolo a salvo. Percy iba detrás, con los dedos crispados en la empuñadura de su espada. Luke lideraba, atento a cada sombra, a cada rincón.
El crucero, de día, era aún más retorcido que de noche. El brillo dorado, las luces artificiales, los decorados de mármol falso... todo parecía una farsa. Como una máscara elegante que ocultaba algo podrido. Pasaron por varias cubiertas, evitando al personal del barco —que seguía con esas sonrisas inquietantes— y llegaron a la parte más alta del barco: la sección del Almirante. Una puerta pesada con inscripciones en griego antiguo bloqueaba el paso, pero Luke conocía bien ese tipo de cerrojos. En sus años como hijo rebelde de Hermes, había aprendido a abrir cualquier cosa, desde cajas fuertes hasta cerraduras mágicas. Bastaron dos toques, un susurro en latín antiguo, y la puerta cedió.
"Aquí" murmuró Luke. "Escóndanse detrás de los barriles. Rápido".
No necesitó repetirlo. Todos se movieron en silencio, entrenados por los años en el Campamento. Luke se apoyó contra la pared, con un oído pegado a la puerta entreabierta. Silencio... y luego, pasos. Una pareja discutía en voz baja, sin embargo con ese tono agudo de pelea adolescente.
"¡Te digo que soy su favorito!" decía un chico alto de cabello rizado. "¡Silena me dijo que tenía un brillo especial!"
"¿Brillo especial? ¡Por favor! A mí me dijo que era su futuro general de confianza, que eso significaba más que brillo" replicó la chica, cruzándose de brazos.
"Tú ni siquiera entrenabas bien en el Campamento" resopló él. "Yo fui campeón en las carreras tres veces".
"¡Cuando no estaba Clarisse compitiendo!"
Luke los reconoció de inmediato. Ex-campistas. Habría apostado su daga a que ambos habían sido puestos en la cabaña de Hermes como no reclamados. Se les notaba la incertidumbre, la falta de dirección y la necesidad dd validación. Gente fácilmente moldeable, ansiosa por destacar. Justo el tipo de reclutas que un traidor inteligente podría convertir en peones.
Mientras los observaba desde su escondite, una sensación punzante le subió por el estómago. Silena les había mentido. Les había prometido un lugar, importancia, algo que ellos nunca habían sentido de verdad. Y ellos se lo habían creído. Se habían unido al enemigo convencidos de que estaban haciendo lo correcto.
Y Luke... Luke sabía perfectamente lo que era estar en ese lugar.
Por un segundo, se vio reflejado en ellos. Porque él también había sentido ese vacío. Esa rabia muda, esa sensación de ser ignorado, de ser usado. Él también había querido rebelarse, había querido gritarle al Olimpo que existía. Y por poco, por muy poco... lo había hecho.
Recordó su propia voz, hace meses atrás, mientras pensaba en lo fácil que sería unirse a Cronos. En lo tentador que era decirle sí al poder, a la venganza, a la oportunidad de ser algo más que el hijo olvidado de un dios mensajero.
Recordó las noches oscuras, las cartas que casi escribió a Cronos, antes de que ella los traicionara de verdad. Y recordó también la primera vez que vio a Draco entrar al Campamento.
Ese chico extraño, arrogante y encantador, con los ojos grises que parecían saber más de lo que decían, con las palabras afiladas como dagas y el corazón más grande que jamás admitiría tener. Draco había entrado en su vida como una tormenta, trayendo consigo caos, belleza y luz, todo en un solo paquete perfectamente imperfecto.
Y, de algún modo, había salvado a Luke.
Porque había alguien que finalmente lo veía, que no quería nada de él. Que solo... lo entendía.
"¿Estás bien?" la voz de Percy lo sacó de golpe de sus pensamientos.
Luke parpadeó. Ni siquiera se había dado cuenta de que tenía los puños apretados contra la pared.
"Sí" mintió. "Solo estaba... pensando".
Percy lo miró con escepticismo, pero no dijo nada más. Luke asintió hacia la puerta, y se movieron con sigilo.
Silena no estaba allí. Pero ahora sabían algo más: no era la única. Había más como ella. Más chicos del Campamento atrapados por promesas vacías y carisma falso. Y tal vez, solo tal vez, aún se podía hacer algo por ellos.
.
El crucero parecía estirarse infinitamente. No importaba cuánto caminaran, cuánto bajaran por escaleras o giraran por pasillos decorados con mármol falso y alfombras demasiado limpias, siempre parecía haber otro tramo más, otro piso, otra sombra más densa. Luke caminaba al frente, una mano en el mango de su espada y la otra en el bolsillo, cerrada con fuerza. El ambiente era pesado. Demasiado tranquilo, como si los ruidos del mar hubieran sido silenciados a propósito.
Annabeth caminaba a su lado, todavía cubierta por la gorra de invisibilidad, mientras Tyson y Percy iban atrás, hablando en susurros. Tyson olía el aire como si algo no encajara —y probablemente era cierto—. Fue entonces cuando escucharon el estruendo. Un sonido seco, como metal destrozando madera. Luke levantó la mano en señal de alto. Todos se detuvieron, pegándose contra la pared, mientras el sonido se hacía más claro.
Venía desde una habitación más adelante, una sala con puertas abiertas y luces parpadeantes. Se asomaron con cuidado... y lo que vieron dejó a todos en silencio.
En el centro de la sala, un chico despedazaba un maniquí vestido con una remera naranja del Campamento Mestizo. Lo hacía con una rabia tal que las astillas volaban en todas direcciones. Era como si el maniquí le hubiera hecho algo personal. Alrededor de él, una docena de criaturas lo observaban con admiración y sed de sangre. Dracanaes. Mujeres con colas de serpiente, garras afiladas y ojos de lagarto. Aplaudían con cada golpe, algunas silbaban, otras se reían entre murmullos sibilantes.
"Él…" murmuró Luke con los dientes apretado. "Se llama Bastian, Bastian Reeve. Era de la cabaña de Ares, uno de los más salvajes… y más perdidos".
Annabeth frunció el ceño bajo la gorra. "¿Qué hace aquí?"
"Probablemente lo mismo que los otros" murmuró Luke. "Silena debió haberlo traído. Tap vez le prometió poder, ovenganza".
Percy dio un paso adelante. "¿No deberíamos intentar hablar con él? Tal vez aún..."
"No." La respuesta de Luke fue firme, cortante. "Mira lo que lleva puesto".
Y Percy lo notó: la camiseta desgarrada que colgaba del maniquí era la misma que Luke llevaba puesta. La misma remera naranja. Bastian no estaba peleando con un maniquí. Estaba mandando un mensaje.
Tyson gimió bajito, como un cachorro asustado. "Nos vio…"
Luke negó con la cabeza. "No, no aún. Pero si nos quedamos, nos verán. Necesitamos encontrar a Silena antes de que se enteren de que estamos aquí".
Y entonces, siguieron su camino rn silencio, con pasos más sigilosos que nunca. Luke pensaba rápido, como Hermes le habría enseñado de niño: con estrategia, con astucia, con cálculo. No podían enfrentarse a todos. Tenían que encontrar una ventaja.
Apenas doblaron la esquina, Tyson olfateó de nuevo. "Silena… cerca."
Avanzaron por un pasillo alfombrado, giraron hacia una zona con ventanales y candelabros grotescos, y ahí estaba. Una puerta. No decía nada, pero el aura que emanaba era clara. Oscura. Peligrosa. Luke asintió con la cabeza, y Tyson, con sus enormes manos, golpeó la puerta suavemente.
"¿Sí?" preguntó con voz sorprendentemente aguda, imitando con precisión a uno de los chicos que habían escuchado discutir antes. "Silena, quieren que le lleves el informe. Está esperando".
Durante un segundo, el silencio fue absoluto.
Y luego, la voz de Silena respondió desde dentro, furiosa:
"¿Ahora? ¡Estoy ocupada!"
Tyson gimió y murmuró: "Lo siento, señorita Silena… pero es urgente".
Luke no supo si reír o salir corriendo. ¿Cómo hacía ese niño para sonar tan convincente?
Dentro de la habitación hubo un gruñido. Luego pasos que claramente se acercaban. Luke hizo una señal rápida. ¡A esconderse!
Percy, Tyson y Annabeth entraron a la habitación contigua. Luke, que ya sentía que algo iba mal, no los siguió. No por miedo, sino por instinto. Algo no encajaba. Esa voz de Silena no sonaba sorprendida, no preguntó quién llamaba, tampoco. pidió identificación.
Entonces él lo supo.
Silena sabía que estaban allí.
Luke retrocedió hacia la sombra más cercana, agazapado entre las cortinas pesadas. Su corazón latía con fuerza, y por un instante todo pareció ralentizarse.
La puerta se abrió.
Silena caminó como una reina entrando en su salón. Su cabello negro estaba perfectamente peinado, su armadura relucía como si acabara de salir del Olimpo, y su espada brillaba con una luz enfermiza. A sus costados, dos acompañantes la seguían: uno de ellos era el chico que había discutido más temprano por ser su favorito. El otro, uno de los antiguos campeones de captura en la bandera del campamento. Silena miró directamente al lugar donde estaban escondidos Percy, Annabeth y Tyson. Como si sus ojos fueran capaces de ver más allá del cristal, más allá de la tela.
"¿Saben?" Comenzó, con una voz dulce y engañosa. "Me decepcionan. Pensé que serían más discretos, pero no importa" Desenvainó su espada. La punta brilló con un resplandor plateado. "Siempre supe que ustedes volverían por mí. Solo no esperaba que trajeran a… tantos".
De pronto, apuntó directamente al pecho de Percy.
Luke, desde las sombras, contuvo el aliento.
Percy se puso frente a Annabeth sin dudarlo. Tyson rugió. Y Luke sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: impotencia.
Iba a saltar. Iba a atacar. Iba a detenerla. Sin embargo, justo entonces, un grupo de Dracanaes entró a la habitación desde otro pasillo, bloqueando su camino. No podía moverse. No sin arruinar cualquier posibilidad de salvarlos sin causar una matanza.
Silena sonrió. Fría, hermosa, mortal.
"¿Quieren decir algo, héroes?"
Y Luke, desde su escondite, apretó los dientes.
Si Draco estuviera allí, ya habría hecho algo brillante. O al menos dramático. Pero Luke no era Draco. No tenía su carisma ni sus milagros… solo una oportunidad.
Y no podía desperdiciarla.
Notes:
Holaaa :).
Lo que temí, paso 😔. Así que lamento informarles que me encariñe con Cedric, así que tomaré medidas extremas (no, no lo mataré, tranquilos, ¿cuando yo les he mentido?).
Solo diré que Draco terminará con Cedric :c, aunque eso pasará en un futuro muuuuuuy lejano :).
El Barco de Clarisse y Draco aquí es diferente porque, seamos honesto, Afrodita no dejaría que su hijo pase tanto tiempo en un cuchitril de quinta con zombis.
Sé que en el sueño de Luke le mande una banda de spoilers :D. Pero tranquilos, no todo será así 😔. Aunque todo sí tiene su explicación :).
Mi tan amada Silena volvió! Aunque por poco tiempo 😔. Yo la amo :D.
Nos vemos!
M. S. C
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