Chapter Text
Thomas y Percy se encontraron descansando en unas vías muertas después de dejar los cargamentos de pescado y terminar sus trabajos. Planeaban qué hacer a continuación para ayudar a Edward y Toby.
Primero, tenían que descubrir qué exactamente había hecho enojar tanto a Toby. Y por lo que había dicho Edward, él tampoco sabía exactamente por qué estaba tan enojado con él.
– Tal vez deberíamos ir con Ryan y Daisy. A lo mejor ellos saben algo – sugirió Percy.
Esos tres hablan seguido y se llevan muy bien.
– Estaba pensando en ir y preguntarle a Henrietta, pero ella siempre está con Toby –
– Y de todas formas no nos diría nada. Ella respeta mucho la privacidad de Toby – señaló Percy.
– Uff, cierto. Tienes razón. Mejor vayamos con Ryan y Daisy –
Y con eso, Thomas y Percy se separaron rápidamente. Sin embargo, Annie y Clarabel no estaban contentas.
– Thomas, no creo que esto sea una buena idea – habló Annie.
– Annie tiene razón. Deberían respetar la privacidad de Toby. Él hablará a su tiempo –sugirió Clarabel.
Pero Thomas no escuchó a Annie y Clarabel. Estaba demasiado distraído para escucharlas.
– Oh, esta locomotora... Entrometida y terca. Solo va a ocasionar que se meta en problemas, él y Percy – refunfuñó Clarabel.
Annie solo soltó un suspiro resignada, conociendo desde hace mucho tiempo a Thomas. Si no se mete en problemas, los empeorarán para los demás. Ambas solo esperaban que las consecuencias no fueran demasiado graves.
Thomas y Percy resoplaron por las vías buscando a Daisy y Ryan. Fue más tardado de lo que pensaron. Tuvieron que hacer una parada para tomar un largo trago de agua antes de por fin encontrar a esos dos cerca de Harwick.
Y no estaban solos. Duck, Oliver y Toad los estaban acompañando.
– ¡Perfecto! Tal vez Duck, Oliver o Toad también sepan algo – dijo Thomas.
Ambas locomotoras tocaron su silbato al mismo tiempo.
–¡Hola a todos! – dijeron ambos amigos.
– ¡Ah! Percy, Thomas, qué agradable sorpresa – saludó Oliver.
Los demás hicieron sonar sus propios silbatos en saludo.
– Ustedes dos locomotoras escurridizas, ¿dónde se metieron todo el día? No los había visto desde el mediodía – habló Duck –Necesitaba ayuda con unos furgones y trenes de mercancías y me dijeron que ustedes dos no estaban ocupados. Al final tuve que pedirle ayuda a Henry –
–Ups, lo sentimos mucho, Duck – se disculpó rápidamente Percy
– Sí, lo sentimos mucho. No era nuestra intención. Lo juramos. Estábamos buscando a Daisy y Ryan todo el día –
Ryan y Daisy se miraron sorprendidos.
–¿A nosotros? ¿Por qué? – preguntó Ryan.
– Queríamos preguntarles algo. Ustedes han estado hablando seguido con Toby, ¿no? ¿No les mencionaron que tuviera algún problema con otra locomotora? –preguntó Tomás.
–No lo creo, Thomas – respondió Daisy con su voz pomposa, claramente confundida –
Para decepción de ambos amigos, parecía que ninguna de las dos locomotoras estaba enterada de la situación.
–¿Bueno, entonces no han notado un comportamiento extraño de él? No sé, como enojado o algo así – intentó una vez más Thomas.
Daisy y Ryan pensaron un poco antes de responder, haciendo memoria de los últimos días.
– No, como tal enojado no – dijo divagando Daisy– Pero ha estado muy distraído últimamente, además...–
– A veces, cuando estás distraído demasiado, empieza a poner caras tristes. Y a veces se ve algo desanimado –Ryan interrumpió a Daisy – Ups, lo siento mucho, Daisy! No quise interrumpirte –
– Está bien, Ryan, no te preocupes –respondió Daisy, ella no estaba enojada por la interrupción
–¿Y ustedes, Duck, Oliver y Toad? ¿Toby no les ha mencionado nada o notado algo? –preguntó Percy, curioso.
– No, no en realidad – respondió Oliver.
Esta vez fue Toad quien habló.
– Pero no entiendo, ¿Le pasó algo al Señor señor Toby? –preguntó.
Thomas le sonrió a Percy y guardó silencio para que su mejor amigo hablara.
Verán – esta vez Percy fue el que iba a explicar – . En resumen, Edward le dijo algo a Toby que lo molestó, y ahora lo ha estado evitando. Y Edward quiere arreglar las cosas, pero no puede recordar qué dijo o hizo. Y solo queríamos saber si alguno de ustedes sabría algo.
– Pero ahora sabemos que no – dijo Thomas con un largo suspiro.
– Pero no entiendo, ¿por qué no simplemente le preguntan a Toby directamente? Ustedes dos son sus mejores amigos, son los primeros en los que Toby va a buscar consejos o solo contar sus problemas, junto a Henrietta! No creo que tenga problemas en decirles – cuestionó Duck.
Después de todo, ellos cuatro no eran, y aunque le doliera admitirlo, lo suficientemente cercanos para que Toby les hablara de inmediato sobre este tipo de cosas, a diferencia de Thomas y Percy.
– Buenooo, apenas nos enteramos anoche sobre esto y no hemos visto a Toby en todo el día... Y de todas maneras no creo que nos hubiera contado nada. Han pasado tres semanas y nadie de nosotros hasta ahora había notado algo, y eso fue solo porque Edward nos lo contó – explicó Thomas.
También era porque no se les había ocurrido, pero no iban a admitirlo en voz alta.
– Uff, supongo que subestimamos lo bueno que es Toby para alejar sus problemas del ojo público – murmuró Percy con amargura.
Y los demás tuvieron que estar de acuerdo en silencio.
En ese momento, el maquinista de Thomas se acercó y dijo:
– Thomas, Percy, ya estamos a punto de irnos. Vayan despidiéndose –
Y con eso se alejó.
–Bueno, ya oyeron a mi maquinista. Nos vemos, chicos – dijo Thomas.
–Adiós a ambos, y lamentamos no ser de más ayuda –
–Oh, está bien, Ryan. No se preocupen mucho por eso. Pero si se enteran de algo, no duden en decírnoslo! –
Más tarde, en los cobertizos, las dos locomotoras esperaban pacientemente a Edward.
Cuando Edward al fin llegó, los dos no se contuvieron y empezaron a hablar rápidamente.
– ¡Edward! Thomas y yo nos enteramos en la tarde que ¡Toby no está enojado conmigo! –dijo Percy.
Edward, que se encontró entrando a su cobertizo, se detuvo en seco por la sorpresa y un sentimiento de alivio lo invadió.
–¿En realidad? ¡Eso es maravilloso! – dijo Edward feliz.
Thomas se maldijo internamente por ser quien arruinara la felicidad del momento.
–En realidad no son buenas noticias. No está enojado conmigo, eso es verdad, pero sea lo que sea que hiciste lo ha mantenido... triste – dijo Thomas.
Si Edward estuviera en su forma humana, probablemente se taparía la cara con sus manos.
– ¡Oh, por... Dios mío! ¿En serio? – preguntó Edward, cualquier rastro de felicidad fue borrado de su cara en un instante.
– Sí, Daisy y Ryan nos lo dijeron cuando les preguntamos por la tarde. También nos dijeron que ha estado muy distraído y desanimado – explicó Percy.
Edward se quedó en silencio, analizando la nueva información.
– ¿En serio siguen con lo mismo? – gruñó Gordon
El estaba felizmente durmiendo y fue despertado por la conversación de las tres locomotoras que ni se molestaron en bajar su tono.
– Creí que ya no lo iban a volver a mencionar - murmuró – ¿Por qué molestarse en algo que se va a solucionar solo?
– Lo sentimos por querer ayudar a nuestros amigos – se defendió Percy.
– Porque no simplemente hablarlo con Toby – habló James, su voz casi tan cansada como la de Gordon – Están haciendo un remolino en un vaso de agua.–
– Duck dijo lo mismo y te responderé con lo mismo. Si Toby nos lo hubiera querido contar, ya lo hubiera hecho, chicos. Han pasado tres semanas! – espetó Thomas.
– Insisto en que están complicando el asunto más de lo necesario. Si Toby no quiere hablar, insistan hasta que lo haga. A veces solo necesitas un pequeño empujoncito – habló James
– ¡No vamos a forzar a Toby a hablar! Eso está mal – dijo Percy.
– ¡Oh, vamos! Es casi tan malo como ir e invadir su privacidad para obtener información de Ryan y Daisy – dijo James.
– Eso no es invasión de la privacidad – se quejó Thomas.
– ¡Uh-uh, sí lo es! – insistió James.
– ¡No! – dijo Thomas.
–Sí –dijo James.
– ¡Bien, bien, ya basta! – intervino Emily – Es muy tarde para que empiecen a discutir. Mañana discuten mejor las cosas, una vez que estén menos cansados. Ahora a dormir y ni un ruido más –
Y con eso, Emily se encerró en su cobertizo, seguida por Gordon y Henry, quien se había despertado por los gritos.
– Lo siento mucho, Edward. No quería que esto se volviera una pelea – se lamentó Thomas.
– Está bien, Thomas. Emily tiene razón. Es tarde y no son horas para estar discutiendo. Mañana lo hablamos mejor. Buenas noches a ambos –
– ¡Buenas noches, Eduardo! –
– ¡Dije, NI UN RUIDO MÁS ! – gritó Emily.
Y con eso, todas las locomotoras se fueron a dormir. Mañana sería un día largo y ciertamente no muy tranquilo.