Actions

Work Header

Mi sueño de todas las noches

Summary:

—¿Así que… quieres tener un bebé?

Remus levantó la vista, sorprendido. Sus ojos, pardos y cálidos, se encontraron con los míos. Por un segundo pareció confundido, pero luego sonrió. Una sonrisa pequeña, casi tímida.

—¿Estabas escuchando?

—Involuntariamente. Estas orejas de alfa funcionan muy bien, ¿sabes?

Intenté bromear, suavizar el nudo que se me había formado en el pecho. Pero incluso yo pude oír lo tenso que sonaba.

—No tenía idea de que estabas en eso, Moony. Pero no me sorprende. Y no puedo pensar en nadie mejor para ser padre.

- - - - -

Nota: Es una obra creada mayormente con IA, pero igual contiene algunos detalles que la hacen propia de mí. Espero que la disfruten y por favor denle una oportunidad. Sin embargo, lean las etiquetas, ya que podría no ser de su agrado.

Chapter 1: No era consciente de todo.

Notes:

Sé que no es mucho el contenido en donde Sirius es el alfa y Remus el Omega. Quiero escribir sobre esto, me parece una dinámica súper interesante y quiero poder entregarle un poco de delicadeza y ternura al personaje de Remus, que no es sólo una "bestia". Creo que merece un poco de relajo.

Aunque quiero aclarar que disfruto leyendo la dinámica contraria, siento que nuestra interpretación de los personajes y cómo los imaginamos sirve para entender más cómo somos nosotros mismos. Y eso hace que cada uno disfrute de sus gustos. Por eso lo escribo de esta forma y espero que le den una oportunidad.

Por último, la historia no contiene nada relacionado a la comunidad trans, pero quiero recalcar que no acepto ni comparto lo dicho por J.K. Rowling.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El sonido de las copas tintineando y las risas desbordaban el cálido salón del apartamento de James y Lily. Como siempre, esa familiaridad caótica —las voces que se superponían, el aroma a vino especiado ya los bocadillos dispuestos en las mesas, la música suave que chispeaba desde el viejo tocadiscos— solía ser suficiente para hacerme sentir en casa. Pero esa noche... esa noche era diferente. Me sentí muy fuera de órbita y tenía un leve presentimiento, producto de años sabiendo una razón que me negaba a admitir.

 

Volviendo de tomar aire, apoyé un hombro en el marco de la puerta que daba al balcón, con el olor y la sensación del cigarro en mi boca aún muy fresco, con una copa en la mano y la vista fija en el rincón donde los omegas charlaban animadamente. Reían entre sí con esa complicidad suave y tan dulce de ellos, que parecía envolverlos como una manta tejida con secretos.

 

Y allí estaba él.

Remo.

 

Pequeño, brillante, ridículamente adorable, con esos ojos castaños tan dulces pero asesinos.

 

Remus John Lupin, con su suéter color crema que se deslizaba por su cuerpo con una ternura casi criminal. El tejido caía justo por encima de sus caderas, rozando apenas el borde del pantalón, y debajo, esos jeans ajustados que marcaban la curva de sus muslos con descaro. Cuando se estiraba, se lograba ver una pequeña porción de su abdomen. Su cuerpo tenía esa suavidad que me enloquecía: una curva aquí, una redondez allá... y me era imposible no mirar. 

 

Pero más allá de lo físico, más allá de lo evidente, era él. Su forma de ser era lo que más me atraía. Su forma de reír con la mirada baja, de taparse la boca con los dedos cuando algo le daba demasiada risa. Sus mejillas, ahora encendidas por el vino o por la timidez. Ese brillo en los ojos cuando hablaba de algo que amaba.

 

No era sólo adorable. Era devastadoramente hermoso.

Y yo estaba perdido.

 

Desde niños había estado a su lado. Luego de que el destino nos juntara y nos hiciera vivir uno al lado del otro, no había forma de que no hubiésemos colisionado en este mundo. Crecimos juntos, nos peleamos, nos protegimos y compartimos nuestras pequeñas cicatrices. Yo, el alfa rebelde y desobediente. Él, el omega de voz suave y mente astuta. La mezcla perfecta para causar desastre. 

 

Siempre supe que había algo diferente en lo que sentía por él. Pero me tomó años entenderlo. Y cuando lo entendí... bueno, nunca me atreví a hacer nada con esa verdad. ¿Cómo podíamos arriesgar nuestra amistad, perder su confianza, por algo tan egoísta como el amor?

 

Pero cada día que pasaba, era más difícil fingir que no lo deseaba con cada fibra de mi cuerpo. Que no lo amaba. Profunda, intensa y desesperadamente.

 

Y era triste. Tener que quedarme sentado viendo como él iba haciendo su vida y yo seguía estando al margen. Me esforzaba en creer que era por amor y respeto a él en vez de cobardía.

 

Una carcajada de Marlene me sacó de mis pensamientos. Me obligué a enfocarme en la conversación que flotaba desde su grupo, sin siquiera pretender disimular que escuchaba.

 

—…y el centro de reproducción dijo que si todo va bien, podrías empezar el tratamiento en dos meses, ¿no?

 

El corazón me dio un vuelo.

¿Tratamiento? ¿Remus estaba enfermo?

 

—Sí —respondió él, y su voz me atravesó como un cuchillo, para luego retorcerse lentamente en mi corazón. Siempre me pasaba. Su voz era mi debilidad y no sabía cómo fingir que no me causaba cosas—. Ya casi tengo el dinero completo. Ha sido difícil, pero ha valido la pena la espera y el sacrificio.

 

Marlene hizo un pequeño brindis en su honor. Dorcas le preguntó algo más.

 

—Y todavía no ha llegado el alfa ideal?

 

La pregunta me congeló.

 

Remus se encogió de hombros, con una sonrisa torcida, resignada.

 

—No han sido estables. O simplemente... no pensaban en formar una familia. Al menos no conmigo. 

 

“Al menos no conmigo.”

Dioses.

 

—Y bueno, tampoco me convenció a ninguno de ellos para hacerlos partícipes de mi objetivo. 

 

Sentí un tirón seco en el pecho. Como si mi corazón, mi estúpido corazón, hubiera decidido responder con un grito mudo.

¿Remus quería ser padre?

 

No lo sabía. No tenía idea. ¿Cómo era posible que no lo supiera? Pasábamos tanto tiempo juntos. Habíamos compartido cientos de charlas, películas, noches en silencio... ¿Y aún así me había perdido algo tan importante?

 

Vi cómo su mano acariciaba la copa de vino con suavidad, cómo sus labios se curvaban en una sonrisa triste. Quise correr hacia él para sentarlo en mi regazo, abrazarlo fuertemente y besar su frente. Decirle que era perfecto. Que cualquier alfa sería idiota por no querer formar una familia con él. Que yo...

 

Tragué saliva.

No. No ahora.

 

Con el paso de los minutos, la conversación se diluyó y los grupos se reorganizaron. Era mi oportunidad para indagar. Crucé la sala con el corazón en llamas, intentando parecer relajado, como si no hubiera estado espiando cada palabra que salió de su boca.

 

Lo encontré junto al mueble de los discos, examinando con cuidado una vieja portada de vinilo. David Bowie. Por supuesto. Remus era perfecto. Y yo estaba muy mal. Sediento como si estuviera en el desierto.

 

—Así que… ¿quieres tener un bebé?

 

Remus levantó la vista, sorprendido. Sus ojos, pardos y cálidos, se encontraron con los míos. Por un segundo pareció confundido, pero luego escuchó. Una sonrisa pequeña, casi tímida.

 

—¿Estabas escuchando?

 

—Involuntariamente. Estas orejas de alfa funcionan muy bien, ¿sabes?

 

Intenté bromear, suavizar el nudo que se me había formado en el pecho. Pero incluso yo pude oír lo tenso que sonaba.

 

—No tenía idea de que estabas en eso, Moony. Pero no me sorprende. Y no puedo pensar en nadie mejor para ser padre.

 

—Gracias por eso, Paddy. Y bueno, es algo que he querido desde hace tiempo, de hecho, es algo que he soñado desde muy joven —respondió, y su voz era suave, casi un susurro. Bajó la mirada, como si no estuviera seguro de poder sostener la mía—. Pero ya sabes cómo ha sido... No es fácil encontrar a alguien que quiera comprometerse de verdad. Así que decidí hacerlo por mi cuenta.

 

“Por mi cuenta.”

Quise gritar. Quise pedirle que me viera, que supiera que yo estaba justo aquí. Que siempre estuve.

 

— ¿Y el tratamiento? ¿Está seguro?

 

-Si. Aunque caro —rió con amargura—. Pero casi tengo todo listo. El centro es bueno… y ya tengo una cita para iniciar los análisis finales.

 

Asentí. No confiaba en mi voz. No sabía qué decir sin que mi tono sonara desesperado, o peor.

 

Pero verlo así, tan convencido, tan lleno de esperanza, fue... desgarradoramente hermoso.

 

Quería que tuviera todo. Todo lo que soñaba. Pero era egoísta porque quería dárselo yo. Quería ser el alfa que cuidara de él, que lo acompañara en cada ecografía, en cada madrugada difícil, en cada paso. Quería ver cómo su cuerpo cambiaba, cómo su vida florecía. Quería ser parte de su futuro.

 

Pero... ¿cómo decirle eso sin romperlo todo?

 

Así que me limité a quedarme ahí, mirándolo. Pensando. Sintiendo demasiado. Y como siempre, manteniéndome al margen, sin hacer nada más.

 

Pero, por primera vez en años, me pregunté si tal vez...

Solo tal vez... Aún no era demasiado tarde.

 

 

Notes:

Estoy emocionada porque es primera vez que subo algo a AO3, así que estaría agradecida de cualquier comentario de su parte. Tomaré en consideración sus críticas positivas y negativas y haré de ellas algo mejor 🚀

El siguiente capítulo será subido el domingo!

Chapter 2: Un poquito de dolor

Summary:

A veces, una confesión puede ser dolorosa. Pero aún así, el mejor camino a tomar es dejar salir esas emociones que oprimen el pecho.

Notes:

Lo prometido es deuda. Aquí está el capítulo 2 de esta historia 😸 espero que lo disfruten. Y no se preocupen, la angustia no dura mucho, así que Sirius no sufrirá tanto. En el próximo capítulo, ambos podrán ser felices y disfrutar un poco, si entienden de lo que estoy hablando 😉❤️‍🔥

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Punto de vista de Sirius

 

No dormí esa noche. No pude, por mucho que lo hubiera intentado.

 

La risa de Remus seguía resonando en mi cabeza, dulce, sincera, como si no supiera que me estaba rompiendo por dentro. Cada vez que cerraba los ojos, lo veía allí, entre sus amigos, hablando de querer ser padre con esa mezcla de ilusión y nostalgia que le nacía del pecho.

 

Sólo podía pensar en lo idiota que había sido. Años enteros teniéndolo cerca, sin hacer nada, finciendo que mi corazón no se aceleraba cada vez que me rozaba sin querer, que no me moría por abrazarlo más de la cuenta cuando tenía un mal día, que no me dolía mirar a otros como si buscara en ellos lo que yo habría dado encantado.

 

Hasta anoche. Hasta esas palabras: "Quiero tener un bebé".

 

Eso me derrumbó. Me enfrentó a algo que no había querido aceptar: que si no hacía algo ahora, lo perdería… Perdería mi oportunidad de formar con él una vida. Y lentamente comenzaría a quedar desplazado de su realidad, porque criar a un hijo solo cambiaría todo y yo realmente lo entendía, que otra personita pasaría a ser prioridad de él.

 

Y yo, como el bastardo egoísta que era, quería estar ahí con él para poder acompañarlo en todo, sostenerlo en los momentos difíciles, abrazarlo por la espalda y levantar su vientre lleno de nuestro bebé y permitirle descansar del peso, masajear sus pies hinchados en las noches, preparar todas sus comidas, ordenar junto a él el bolso de maternidad que llevaríamos a la clínica... No creo que alguien pueda comprender lo que significa todo para mí. Y con sólo imaginarlo no era suficiente. No tendría nada de eso con Remus y ya comenzaba a dolerme el corazón.

 

- - - - -

 

El sol apenas empezaba a asomarse cuando salí de casa. Tomé una taza térmica de café solo para llevar algo entre las manos, pero no lo bebe. Ya tenía suficiente amargura en mi boca debido a mis pensamientos, gracias. Así que caminé más lento de lo normal, sin rumbo por el momento. No por duda, sino porque no me bastaba con mis delirios de anoche, así que necesitaba seguir pensando un poco más y prepararme mentalmente antes de aparecer en su edificio. Porque era suficiente con dar un paso en falso, utilizar mal una palabra o expresarme con la entonación incorrecta y lo perdía todo.

 

Cuando estuve frente a su puerta, respiró profundamente para aliviarme un poco de la euforia. Me di un poco de ánimo y golpeé la puerta.

 

Toc, toc, toc

 

La puerta se abrió y ahí estaba él, despeinado, con su peor cara de sueño, que en lo personal consideraba su faceta más dulce, envuelto en un suéter grande y esponjoso. Se veía tan delicioso.

 

—Sirius —parpadeó, sorprendido—. ¿Qué haces aquí tan temprano?

 

—¿Puedo pasar?

 

Dudó un segundo, pero se hizo a un lado y ascendió.

 

—Claro. Adelante.

 

Entrada. Todo olía a Remus, a ese olor a chocolate, tan suyo que siempre ha causado un efecto tan absurdo en mí, como un estimulante. Remus olía a hogar. Una calidez. Una ternura.

 

Se sentó en el sofá y yo me quedé de pie unos segundos, sin saber cómo empiezan los demonios.

 

—Anoche… estuve pensando en lo que dijiste.

 

Remus se tensó, apenas perceptible.

 

—Sobre el bebé —continué, con la voz baja.

 

Remus estaba tranquilo. Expectante. Una estatua le tendría envidia.

 

—Y creo que tengo una idea —dije, finalmente—. Una idea que podría parecer más una locura, quizás. Pero necesito decírtela.

 

Remus ladeó la cabeza. Y irritante.

 

—Te escucho, Paddy, tranquilo. Por favor, siéntate, para que conversemos mejor.

 

Me senté frente a él. Las palabras me quemaban en la garganta.

 

—¿Y si lo hacemos juntos?

 

Su ceño se frunció, confundido.

 

—¿Hacer qué?

 

—El bebé —dije, más firme de lo que esperaba—. Tú y yo. Sin el tratamiento. Sin un donante anónimo. Sólo tú y yo.

 

Remus me miró, sin hablar. Pude ver cómo su mente corría, buscaba entender si hablaba en serio o si era otra de mis bromas.

 

—No estoy jugando —aclaré—. Quiero hacerlo contigo. Quiero criar un bebé contigo. Quiero estar ahí para ti, acompañarte en cada paso del camino.

 

—¿Por qué? —susurró, aún incrédulo.

 

Tomé aire. Era ahora o nunca. Aquí se decidió todo.

 

—Porque te amo, Remus. Te amo desde que teníamos 13 años, pero lo he escondido por cobardía y miedo. Pero ahora, aunque siento miedo, ya no siento cobardía.

 

Y una vez que comencé, ya no pude parar.

 

—También siento valentía. Me paro ante tí para convencerte de iniciar esto juntos con el objetivo de llegar a más. Quiero afirmar con seguridad que conmigo nunca sentiré falta de nada, que te colmaré de amor todo el maldito día y será el mejor alfa y el mejor padre, si tú me lo permites, porque no mereces menos. Me esforzaré todos los días de mi vida con tal de estar a la altura de lo que mereces y de tus expectativas. Por favor, ten en cuenta que daré todo de mi con tal de hacerte feliz.

 

Me levanté y tomé sus manos, para ayudarle a pararse. Sus ojos estaban muy abiertos, llenos de sorpresa. Pude ver el universo contenido en ellos. Y me di cuenta de que ya no sentía miedo. Así que lentamente rodeé su cintura con mis manos y lo acerqué a mí.

 

—Por último, quiero ser egoísta. Quiero sentirme tuyo, quiero saber qué te pertenezco y que tú me perteneces. Quiero ser tu alfa, y quiero que seas mi omega, para así poder besar tu cuerpo, lamer y morder tu piel. Para poder hacerte el amor y poner mi marca en tí. Quiero que construyamos nuestro hogar y si anhelas tener una familia, yo anhelo ser parte de ella... Porque quiero tanto, Remus... Pero también quiero lo que tú quieras, entonces respetaré cualquier decisión que tomes.

 

Ya estaba hecho, había cruzado la línea, pero esta vez no había posibilidad de retorno. Esta nueva realización hizo que la adrenalina de mi cuerpo se asentara, entonces me volvió a sentir como un cobarde. Remus no se había alejado, pero mi mente comenzó a atormentarme con malas posibilidades.

 

—Y discúlpame si te sientes abrumado con esto, pero ya no podía aguantar más.

 

Y entonces, no hubo nada más. Solo el sonido suave de su respiración. Solo sus ojos clavados en los míos. Mi corazón por otro lado, latía extremadamente rápido entre mis costillas, oscilando entre el miedo y la esperanza.

 

Él me miró con sus ojos nublados y entonces lo supe. Mi débil corazón no aguantó y se fragmentó. Y sin ser capaz de detenerlas, mis lágrimas cayeron por mi rostro.

 

—Sirius, esto es mucho para digerir —Remus tenía lágrimas en sus ojos también. Se notaba que también estaba sufriendo. Él sufría porque no quería causarme dolor. Realmente tenía un corazón puro.

 

—Solo dime que lo pensarás, por favor.

 

Remus asintió. Solté su cuerpo y me alejé, me acerqué a la puerta y salí al frío de la calle.

 

Sólo quería llegar rápido a mi casa, acostarme y dormir todo el resto del día, para así dejar de sentir tanto.

 

 

 

Notes:

Espero que hayan disfrutado del capítulo! 😉 Y ya saben, si gustan pueden hacer críticas constructivas con tal de mejorar esta historia. Nos vemos mañana en el próximo capítulo!

Chapter 3: Caída de gran altura

Summary:

Ambos deciden caer por un acantilado y sin elementos de protección, siendo conscientes de que la muerte los espera abajo.

Pero decidieron caer juntos. Mejor muestra de amor no existe, ¿o sí?

Notes:

Tercer capítulo subido!! Cada vez más cerca del final 🚀

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

POV Sirius

 

Pasaron dos días.

 

Dos malditos días en los que viví atrapado entre la esperanza y el miedo. Entre repasar cada palabra que le dije y preguntarme si había cometido el error más grande de mi vida… o si, por primera vez, había hecho algo verdaderamente valiente.

 

Ya ni sabía que pensar.

 

También me volví adicto al sonido del móvil. Cada vibración me mortificaba y me causaba un severo daño nervioso.

 

Hasta que, al fin, sonó.

 

Era él. Solo con ver su nombre en la pantalla bastó para que se me apretara el pecho. Pero asumí todas las consecuencias posibles y acepté la llamada.

 

—Sirius, ¿puedes venir esta noche?

 

Lo dijo con esa voz tan suya, suave y baja, que usaba cuando necesitaba ser valiente. Cuando estaba a punto de abrirse y se volvía un poco más vulnerable, como si sintiera que no merecía cosas buenas. Y luego no dijo nada más. Pero tampoco era necesario que lo hiciera, porque literalmente podría dar una vuelta al mundo entero en un sólo día, nadar hasta el punto más profundo del océano o viajar hasta Júpiter si él me lo pedía.

 

Y fui. Por supuesto que fui. Ni siquiera me cambié a mi mejor ropa, no me puse perfume y con suerte me pasé una mano por el pelo para intentar arreglarlo un poco. Tenía cosas más urgentes que hacer. Así que crucé la ciudad en mi moto, sin pensar. Apenas respetando el límite de velocidad. No importaba nada de eso. Lo único que me importaba eran él y sus necesidades.

 

Cuando abrió la puerta, me quedé sin aire.

 

Remus se veía… diferente. No arreglado, no maquillado por la ocasión, no calculado. Sólo usaba unos calcetines y una camiseta ancha de Queen que claramente era mía y que apenas rozaban la mitad de sus muslos. Y nada más. Pero se veía cómodo. Se veía confortable. Y eso me mató, porque mi mente comenzó a engañarme con más sueños de él compartiendo un hogar conmigo.

 

Su aroma me golpeó segundos después.

 

No olía a celo, no aún. Pero estaba cerca. Esa fragancia tibia, dulce, exquisita como chocolate especiado que me revolvía el estómago y me ponía la piel de gallina. El tipo de olor que un alfa nunca olvida. El tipo de olor que activa cosas en mí que ni siquiera se pueden nombrar, que me hace querer restregarme por completo en esa esencia.

 

Que él se mostrara ante mí de esa forma me hizo albergar una leve esperanza. Me sentía expectante y ansioso, porque nada en él emitía una despedida. Sentía que desde hoy, lo tendría todo.

 

—¿Estás bien, cariño? —pregunté, apenas confiando en mi voz.

 

Él asintió, tragando saliva. Sus mejillas estaban sonrojadas.

 

—He estado pensando. En lo que dijiste.

 

Mi corazón latía tan fuerte que me dolía el pecho. No dije nada. No quería interrumpir.

 

—Y… he decidido que sí.

 

Tuve que cerrar los ojos un segundo. Respirar profundo y aterrizar.

 

—¿Sí? —mi voz sonó incrédula, quebrada.

 

Remus dio un paso hacia mí. Pequeño. Cauteloso. Pero no se detuvo.

 

—Sí. Pero necesito que me prestes atención, por favor —Me miró fijamente, con seriedad en sus ojos y tuve que contener todo dentro de mí para poder prestarle atención a sus palabras por sobre la felicidad abrumadora que estaba sintiendo. —Quiero que sepas que mi decisión, antes de basarse en mis deseos de paternidad, se basan en querer comenzar algo contigo, porque si esto puede ser el principio de una vida junto a ti, entonces quiero intentarlo.

 

—Admito que tu confesión del otro día me abrumó por completo, pero confío en tí, como siempre lo he hecho. Confío en tus palabras y en tus sentimientos. Así que quiero dar este paso contigo, quiero explorar la vida contigo. Y podemos ir lo más lento o lo más rápido que queramos, pero si estás conmigo a mi lado, entonces no tendré miedo... Y admito que no me había permitido enamorarme de tí, pero ya no siento ninguna duda, y créeme que pronto llegaré a igualar mis sentimientos, y que podré estar a la altura de tus deseos también.

 

Remus acabó con la última distancia que quedaba entre nosotros, se puso de puntillas y rodeó mi cuello con sus delicados brazos. La habitación se llenó de algo espeso. Se llenó de un aire denso que comenzó a flotar entre nosotros. Era un aire eléctrico que se cargaba más y más con la forma en que nos mirábamos, en cómo yo bajaba mis ojos hacia sus labios que estaban cercanos a los míos, que se cargaba con la manera en la que sus dedos jugaban con mi pelo como si no supiera qué hacer con las manos.

 

Tomé valor también y levanté lentamente mis manos y las apoyé en su cintura, tal cual como lo había hecho hace dos días atrás. Sentí la curva de su cuerpo, sentí lo suave y dócil que era, lo bien que podía amasar y agarrar la carne de su cadera.

 

Siendo el sinvergüenza que era, envalentonado ya por sus palabras, bajé más mi mano hasta el borde de la polera y comencé a subir otra vez, pero por debajo de la tela, tanteando la temperatura y la suavidad de su piel. Y su cuerpo respondió inclinándose hacia el mío, diciéndome sin palabras que necesitaba de ese toque, que necesitaba de mis manos moldeando su figura.

 

—Eres precioso, Remus —murmuré—. No sabes cuánto he deseado esto.

 

Cerró los ojos. Exhaló. Se apoyó más en mi cuerpo.

 

—¿Me mostrarías lo mucho que lo has deseado?

 

Su pregunta era simple. Pero su voz… su voz tenía un temblor que era puro fuego. Definitivamente no era un rumbo lógico el que estábamos tomando. Pero Remus estaba abriéndose, entregándose. Y yo era débil, y quería entregarme a el también. No quería negarme más a lo inevitable, porque había pasado muchos años en un desierto de anhelo y por fin hoy iba a saciar mi sed.

 

—No sé si puedo pensar con claridad ahora —confesé, con una sonrisa rota—. Tu olor me está volviendo loco.

 

Él abrió los ojos y me miró.

 

—Entonces no pienses.

 

Ese fue el punto sin retorno.

 

Afiancé mi agarre sobre su cintura, pero sin llegar a hacerle daño, lo tomé como si fuera algo sagrado. Porque lo era. Remus no era un deseo cualquiera. Era el hogar que nunca creí merecer. Era la dulzura que no me atrevía a tocar.

 

Pero ahora… me estaba dando permiso.

 

Y lo besé.

 

Primero como un roce. Inseguro. Tembloroso. Un "¿estás seguro?" que no necesitó palabras.

 

Y él respondió con sus labios, con su cuerpo aferrado al mío, como si hubiera estado esperando este momento tanto como yo.

 

Lo abracé. Lo sostuve. Lo sentí contra mi pecho, tibio, entregado, sus manos enredadas en mi pelo, su vientre junto a mi entrepierna, sus muslos junto a los míos, sus pequeños pies de puntitas. Todo él vibraba contra mí, y yo estaba ardiendo por dentro.

 

Sólo sentía amor fluyendo por mi cuerpo, fluyendo por mis venas como lava ardiente.

 

Sentí esa ternura emanar de él cuando pasó sus dedos por mi cuello, acariciándome reverentemente. Sentí su cuerpo estremecerse al momento en que lo cargué en mis brazos para no causarle cansancio innecesario, sin dejar de besarlo. Fue por el modo en que me detuve cada tanto para mirar sus ojos, sólo para ver cómo estos brillaban por la excitación.

 

Él gemía bajito. No por necesidad, sino por emoción. Porque estábamos cruzando juntos esa línea que ninguno se había atrevido a mirar de frente.

 

Mis labios bajaron por su cuello, por esa clavícula que tantas veces había querido besar. Y él se aferró más fuerte, murmurando mi nombre entre jadeos.

 

—Sirius…

 

Y ahí supe que nuestras vidas habían encontrado su propósito.

 

 

 

 

Notes:

Este capítulo fue más emotivo, me gustó mucho mejorarlo. Mañana nos vemos con un capítulo un poco más picante 🌶️

Chapter 4: Sofocante amor

Notes:

Me costó hacer este capítulo 😖 lo tuve que volver a hacer, y si se dan cuenta, mi contenido más "spicy" vale mierda, así que perdónenme por no crearles mejor contenido.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

POV Sirius

 

No podía dejar de mirar su bendito cuerpo. La atmósfera de la habitación estaba cargada de electricidad y densa lujuria. Cada respiración, cada movimiento parecía retener un millón de palabras no dichas.

Al estar tan cerca de Remus, pude sentir la calidez de su cuerpo, el suave latir de su corazón que, aunque acelerado, era tan tranquilizador al mismo tiempo.

Mi lengua comenzó a recorrer su delicado cuello, subiendo por su clavícula hasta el lóbulo de su oreja. Ahí me detuve un segundo para morderlo un poco. Era todo tan natural, tan intenso… Se sentía como si estuviera predestinado a ser.

Me acerqué a sus labios apenas rozándolos, pero al sentir la suavidad de ellos, esa calidez que tanto había deseado, la sensación se transformó en algo mucho más urgente. Mis manos se deslizaron por el costado de Remus, amasando y agarrando suavemente la curva de su cintura, arrancándole un pequeño gemido de éxtasis, tan dulce y tan precioso.

—Sirius… —la voz de Remus era un susurro quebrado, como si el oxígeno se le escapara de los pulmones.

Mis labios se movieron con más fuerza, con más hambre. Los besos se hicieron más profundos, más intensos. Besos que luego no fueron suficientes y pasaron a ser suaves mordidas. Remus no se resistió; por el contrario, instintivamente pidió más y sus manos encontraron y tiraron de mi cuello hacia sí mismo, abrazándome con esa característica delicadeza que tanto me gustaba.

—Te he deseado… tanto, cariño… —murmuré entre besos, dejando mi alma en cada palabra emitida, porque quería asegurarme de que Remus supiera lo que valía para mí.

Él me miró, y el brillo en sus ojos dorados me hizo perder la compostura. Era tan precioso, tan delicado pero nunca vulnerable; tan seguro de sí mismo y tan fuerte en su fragilidad. Algo dentro de mí se rompió, y sin pensarlo más, lo levanté como sólo un príncipe lo hace en un cuento de hadas, mis manos sujetando a la preciosa carga con cuidado pero con una firmeza que dejaba claro que esto no era solo un juego. Que lo siguiente que le haría al omega, le demostraría que era capaz de cuidarlo para toda la vida, que podía cumplir con todo lo que su cuerpo necesitara.

Lo llevé hasta el dormitorio, las sábanas frías contrastaron con el calor de nuestros cuerpos. Remus se recostó sobre ellas con un pequeño suspiro, y yo me sentí completamente absorbido por la imagen. No era solo el cuerpo que tenía frente a mí; era la confianza, la entrega, la adoración sin límites que lo rodeaba.

—Eres tan hermoso —susurré, mientras deslizaba mis dedos por la piel cálida de Remus, sintiendo la suavidad de su abdomen, la curva perfecta de sus costillas, el roce de su piel con la suya.

 

POV Remus

 

Cerré mis ojos y casi morí al sentir como las manos de Sirius me exploraban, cómo sus dedos tocaban cada parte de mi ser con reverencia, con una ternura que se mezclaba con una posesividad que me hizo estremecer.

—No tienes idea de lo mucho que te deseo —dijo al lado de mi cuello, y fue debido a la cercanía que pude notar que su voz se quebró un poco por el anhelo al decirlo.

Lo miré con lo que pensé que era dulzura y deseo, con una chispa de comprensión y de aceptación. Sabía lo que yo sentía Sirius, no dudé de sus palabras ni de su confesión, y ahora… ahora e sentía tan amado, tan deseado de una manera muy profunda y única que no pude evitar estremecerse al pensarlo. Me esforzaría en demostrarle lo mismo.

Sirius, incapaz de contenerse más, comenzó a despojarme de la ropa, lento, como si cada prenda fuera una capa que lo alejaba más de la ilusión y lo acercaba más a la realidad.

Los dedos de Sirius, bajaron por mi abdomen hasta llegar a mis pantalones cortos. Deslizó la tela suavemente, sin apresurarse, disfrutando de cada segundo. Lo miré, lo analicé, vi sus ojos brillando con deseo, ví anhelo y una dulzura infinita. Mi alfa era guapo... Más guapo que todas las personas que había visto en mi vida. Y tampoco lo iba a negar, también estaba sexy.

Sirius acercó sus labios a los míos y comenzó a besarme nuevamente, otra vez en mi cuello. Al parecer le gustaba mi aroma. Tendría que soltar más de este cuando lo tuviera cerca. Imaginar que compartíamos aromas me hizo estremecer.

Volviendo al momento, sentí que me sofocaba por el calor de su cuerpo que me envolvía, su piel, suave como la seda, me quemaba las manos. Era abrumador lo mucho que adoraba su calor.

—Quiero… quiero hacerte sentir todo lo que eres para mí —dijo Sirius, sus palabras llenas de tanto deseo crudo y honesto, que no pude evitar sonrojarme aún más. Sus manos comenzaron a recorrer la zona entre mis muslos. La calidez llamó a mi alfa y pronto la humedad tocó sus dedos y eso fue suficiente para que Sirius introdujera los primeros dedos en mi interior. Mi hirviente sangre recorrió mi cuerpo por completo y sin pensarlo más me entregué a la lujuria.

Lo miré directamente a los ojos, buscando algún tipo de respuesta en su mirada. Y cuando la encontré, cuando vio la sinceridad en la expresión de Sirius, supe que esto era lo que ambos habían esperado. No era solo sexo, no era solo deseo. Era mucho más.

—Hazlo, Sirius —susurré, con mi voz cargada de anhelo y amor —Entra en mí. Hazme tu omega.

Y entonces, el tiempo pareció detenerse mientras el lentamente me penetraba. Él se entregó a mí, y yo a él, cuerpo a cuerpo, alma a alma. Las caricias, los suspiros, los gemidos suaves que escapaban de nuestras bocas se entrelazaban en una danza que solo nosotros conocíamos.

Sirius estaba aquí, haciendo realidad mi sueño, adorándome de una manera que solo él podía.

Notes:

Espero que haya sido de su agrado este capítulo 🙁 Disculpen la demora, pero les aseguro que no volverá a ocurrir. Nos vemos mañana con el capítulo final.