Chapter Text
Para los Hyuga, la luna solía ser especial. Su padre le había dicho desde que era niña, que la luna tenía poder sobre ellos. Había incluso una leyenda dentro del clan, que cualquier deseo que pidiera alguien de la rama principal sería concedido de inmediato, porque el Cielo los escucharía. Cuando la pequeña Hinata preguntó a su padre si eso era realidad, él la reprendió, diciendo que no eran más que tonterías y que mejor se concentrara en mejorar sus habilidades. Así que no lo intentó, porque sabría que sería inútil, ni siquiera el Cielo podría lograr que su padre se sintiera orgulloso de ella.
Y con el tiempo lo olvidó.
Así que realmente no pensó en ello cuando en la cima del cerro que mantenía las esculturas de los Hokages, pidió un deseo.
—Si tan solo… si tan solo ella no existiera en su vida…—murmuró, con los ojos enrojecidos por las lágrimas contenidos—. Naruto-kun no estaría triste ahora. Si tan solo Sakura-san…
Volvió la mirada al cielo, contemplando la luna que parecía más destellante incluso ahora.
"Lo siento, Naruto… pero no puedo corresponder a tus sentimientos."
Aún resonaban en su memoria las palabras de Sakura Haruno, el rechazo sincero, lleno de lastima, que había dirigido a Naruto. Y luego, la sonrisa rota de él, disimulada con una broma torpe, como si eso bastara para tapar la herida. Como si el amor de toda una vida pudiera arrugarse y meterse en el bolsillo.
Después de todo lo que él había hecho por Sakura, después de arriesgar su vida una y otra vez por ella… ¿y así era como lo pagaba?
Si ella hubiera tenido tan solo una de esas oportunidades, probablemente habría conseguido que él la olvidara.
—Desearía que Naruto-kun jamás la hubiera conocido.
Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, un escalofrío recorrió su espalda. ¿Qué había dicho? El remordimiento la golpeó de inmediato. Sakura era su compañera, su amiga… ¿cómo había podido desear algo así?
Sakura jamás había sido mala persona con ella. Incluso la defendía cuando los chicos se llegaban a pasar en sus bromas, sin embargo, ahí estaba ella, deseando que desapareciera para siempre.
Volvió sobre sus pasos, como si sus palabras pudieran quedarse atrás, parecía querer escapar de ellas con pasos rápidos y torpes. Se adentró de nuevo a la aldea mientras el viento susurraba entre las casas, haciendo un sonido casi macabro. Los pocos transeúntes la miraron extrañados, pero nadie le prestó verdadera atención. Hinata sentía una presión en el pecho, como si su mismo corazón le estuviera pidiendo deshacer el deseo.
Justo cuando dobló en una esquina, una figura alta y esbelta apareció frente a ella.
—Hermano Neji, lo siento mucho. No me fije por donde iba —Hinata retrocedió unos pasos, con las manos sobre el pecho.
Al alzar la mirada sobre él, se encontró con un ceño fruncido y triste.
— ¿Estás bien?
—Lo siento, Hinata-sama, ahora mismo no quiero ver a la rama principal —masculló entre dientes, y haciendo un ademán con la cabeza, se marchó de ahí.
Hinata lo miró extrañada cuando la pasó de largo. Hace mucho tiempo que Neji no sacaba un tema acerca de la rama principal, pero se veía increíblemente afectado. Cuando llegó a su casa, lo supo. Los consejeros del clan Hyuga estaban discutiendo con su padre acerca de Hanabi y la marca maldita, esperando que ella pronto la portara. Pese a los reclamos de su padre, de que ya ningún niño más debería tenerla, los más ancianos no querían escucharlo.
Hinata subió a su cuarto cuando la discusión no llegó a nada. Ahora entendía porque Neji estaba tan molesto. Hubiera querido decirle algo para poder tranquilizarlo, pero estaba segura de que esa noche no volvería a su casa.
Luego, volvió a pensar en su deseo. Negó con la cabeza, intentando borrarlo. Sakura no tenía la obligación de corresponderle a Naruto, además estaba segura de que ella más que nadie, agradecía todo lo que Naruto había hecho por ella. Era una buena persona, por eso Naruto la amaba.
Se sintió tonta de pensar lo contrario.
Se recostó, esperando poder borrar todo rastro de ese deseo con el sueño. Todo mejoraría con la llegada del sol, como siempre, Naruto lo superaría y hablaría con Neji para tranquilizarlo.
No obstante, al día siguiente, ya nada sería igual.
Chapter Text
Le costó despertarse incluso cuando el canto de las aves comenzó a volverse más molesto a medida que pasaban los minutos. Parecía que sus ojos no querían abrirse, o que su corazón estuviera sintiendo que, al despertarse, algo malo pasaría. Cuando la luz logró colarse a su habitación, Hinata parpadeó. Se sentía extrañamente pesada, como si el sueño de la noche anterior le hubiera quitado todas sus energías y las hubiera arrojado por un precipicio.
Se incorporó con lentitud, esperando el crujido familiar del tatami bajo sus rodillas, el silencio templado de su habitación… pero algo estaba fuera de lugar. La ventana que solía dar al pequeño jardín interno ahora daba a una arboleda desconocida. Las paredes estaban adornadas con bordados ostentosos, y con los símbolos del clan Hyūga.
Se levantó, caminando descalza hacia la puerta corrediza. Al abrirla, dos sirvientas que nunca había visto se inclinaron profundamente ante ella.
—Buenos días, Hinata-sama. ¿Desea su desayuno en la terraza, como siempre?
Por un segundo, Hinata se quedó inmóvil. No las conocía. Nunca las había visto en su vida.
—¿Pe… perdón? —logró articular.
Las sirvientas no levantaron la vista.
—¿Le gustaría que preparemos su té habitual, o prefiere el que el maestro Hizashi envió ayer?
Hinata retrocedió un paso. El corazón le comenzó a latir tan fuerte que temía que pudieran escucharlo. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Desde cuando tenía sirvientes? ¿Desde cuando su padre le enviaba té?
—¿Está todo bien, Hinata-sama?
Los dos mujeres la miraron preocupada. Parecían buenas personas, pero Hinata no lograba recordarlas y a lo que parecía, ellas sí que la conocían. Su nombre salía de sus labios con cariño, aunque también con preocupación.
No contestó nada. Cerró la puerta torpemente y se apoyó en la madera, temiendo que, si se dejaba caer, no podría volver a levantarse. Las mujeres la seguían llamando por detrás, esperando que pudiera contestarles.
—L-Lo siento… por favor márchense —pidió, nerviosa. Las mujeres parecieron comentar algo entre ellas, pero no logró escucharlas por los latidos que retumbaban sobre sus oídos. Al final, consiguió que se retiraran.
Cuando al fin lo hicieron, volvió a mirar alrededor de su habitación. Todo estaba diferente. Si bien algunos de sus gustos se mantenían, la mayor parte de su habitación estaba más enfocada al clan Hyuga, había pergaminos desenrollados en un lado de la habitación junto a un montón de libros. También tenía varias armas ninja en otra parte, algunas colgadas, algunas en el suelo.
Se puso pálida de pronto. “¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy…? ¿Qué es este lugar?” Pensó en haber sido secuestrada durante la noche, pero hasta donde entendía, ningún secuestrador la tendría en esas condiciones, además las sirvientas habrían nombrado a su padre.
Tenía que averiguarlo.
Rápidamente se vistió con un kimono de entrenamiento —distinto al suyo habitual, más elaborado, con un sello dorado bordado en la espalda— y salió. El piso de madera era tan pulido que reflejaba su silueta, y cada paso que daba parecía retumbar en la quietud del edificio. A medida que avanzaba, se dio cuenta de que no reconocía los cuadros colgados en las paredes: retratos formales de Hyūgas que jamás había visto, hombres y mujeres de mirada dura, todos vestidos con atuendos ceremoniales. Sus rostros estaban grabados en óleos que parecían antiguos, como si siempre hubieran estado ahí.
Un grupo de sirvientes pasó frente a ella al final del corredor. Al verla, se detuvieron de inmediato y se inclinaron profundamente.
—Hinata-sama —saludaron al unísono, sin levantar la mirada.
Ella no respondió. Solo los miró pasar, sintiendo una punzada de náusea en el estómago. Caminó más rápido, bajando las escaleras de la entrada principal. A medida que se acercaba a la puerta, la brisa matutina comenzó a colarse por los marcos. Trayéndole algo de aire fresco a los pulmones.
Al abrir las puertas del complejo Hyūga, una oleada de luz la cegó por un segundo. El cielo estaba despejado, la aldea iluminada por un sol amable… pero todo lo demás había cambiado.
El sendero empedrado frente al edificio no era el que solía conocer. Era más ancho, flanqueado por árboles simétricamente alineados y estatuas de leones esculpidos en piedra blanca. Más allá, las casas del barrio Hyūga se veían distintas, reconstruidas, imponentes… como si el clan entero hubiese sido elevado a un estatus casi imperial.
Hinata avanzó por inercia, temblorosa, mirando los rostros de los transeúntes. Había demasiada gente con kimonos formales. Muchos se detenían al verla. Y todos, absolutamente todos, la saludaban con reverencias. Unos se inclinaban desde la cintura. Otros bajaban la mirada por completo, nerviosos con su presencia.
—Hinata-sama, buenos días.
—Es un honor verla, señora Hyūga.
—Que el día le sea propicio, mi señora.
“¿Mi señora?” Hinata retrocedió un paso, sintiendo las mejillas rojas.
Los reconocía. Eran aldeanos. Algunos incluso eran comerciantes o vecinos que solían tratarla con respeto, sí, pero nunca con… veneración.
Apretó los puños y empezó a caminar más rápido. Las calles eran conocidas pero redibujadas. Las tiendas eran más ordenadas. Las fachadas, más limpias. Había presencia policial en cada esquina, pero no de la policía habitual… los guardias portaban el símbolo Uchiha en sus ropajes.
Fue entonces cuando alzó la mirada, ya temblando de pies a cabeza.
Las banderas ondeaban al viento, pesadas, solemnes: una con el abanico Uchiha, la otra con el sol encerrando al fuego del clan Hyūga. Ningún símbolo de Konoha. Ninguno.
— ¿Qué es esto? —murmuró.
Corrió cuando las nauseas se volvieron insoportables, tenía que encontrar respuestas de inmediato. Y lo único que se le ocurrió fue ir al campo de entrenamiento más cercano, donde solía acompañar a Hanabi por las mañanas. Efectivamente, allí estaba… solo que no sola, junto a ella se encontraba Neji. Y algo que congeló la sangre de Hinata, fue ver la bandana de Hanabi amarrada en la frente, justo como Neji.
—¡Hanabi! —llamó; no, tenía que ser un mal pensamiento. Su padre jamás habría permitido que fuera marcada—. ¿Hanabi, estás bien?
Su hermana se volvió, algo desconcertada. No respondió. En cambio, Neji dio un paso al frente, con los ojos fríos como la nieve.
—¿Cuál es tu asunto aquí, Hinata-sama?
Hinata sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había en su tono algo tenso, casi militar. Justo como en los exámenes Chunin.
—Solo… solo quería hablar con Hanabi…
Hanabi frunció el ceño, dando un paso hacia ella. Hinata estaba pálida, casi parecía que se le saldría el corazón del pecho.
—¿Estás bien, hermana?
Neji, sin embargo, la detuvo con el brazo.
—Sabe que no puede estar aquí —declaró Neji—. Además, ¿no es hoy el día de su misión? Debe prepararse para partir de inmediato.
—No, quiero hablar con Hanabi —pidió, exasperada. Tenía los nervios de punta. Necesitaba saber si su hermana menor se encontraba bien, liberarse de esa sensación en el pecho que la estaba oprimiendo por verla con la cinta en la cabeza.
Neji seguía rígido como una muralla, más bien él parecía de la realeza, en vez de Hinata. Tragó saliva sin poder evitarlo, lo sabía, no iba a ceder.
—Usted no tiene permitido interrumpir el entrenamiento de la rama secundaria —dijo, con la voz tan cortante como el acero—. Y si ha olvidado su lugar, debería retirarse antes de causar más problemas a Hanabi.
—Hermano Neji… ¿qué estás diciendo? ¿Por qué… por qué hablas como si yo no pudiera verla? Ella es mi hermana.
—Ella está cumpliendo su deber —la interrumpió Neji, sin darle espacio siquiera para respirar—. Algo que usted debería estar haciendo también. Hanabi ya ha recibido su marca. Ya ha hecho su juramento. ¿Y aun así tiene que tolerar como su hermana mayor y futura heredera del clan Hyuga se comporta como una niña mimada?
Hinata se llevó a una mano a la boca, completamente aterrada. Hanabi lució preocupada por su hermana, pero no hizo ningún ademán para alcanzarla. Parecía que apenas se había enterado de que tenía la marca maldita, pero eso era imposible, ella misma había estado en la ceremonia.
—¿Marca…? —murmuró, atónita—. ¿Qué estás diciendo? ¡Hanabi no puede tener la marca! ¡Tú mismo dijiste… dijiste que jamás permitirías que eso pasara de nuevo!
Neji la miró como si estuviera loca.
—Jamás he dicho tal cosa —declaró, fastidiado.
Hinata sintió que las piernas le fallaban.
—Eso no… eso no puede ser…
Se giró hacia Hanabi, esperando un gesto, una palabra, algo que le devolviera un poco de cordura. Pero la niña solo la miraba confundida, sin entender por qué su hermana mayor actuaba como si no supiera lo obvio.
—¿Hermana… de qué hablas? —preguntó Hanabi—. ¿Estás enferma?
Hinata negó con la cabeza, dando un paso atrás.
—Yo… no sé qué está pasando… —musitó—. Esto no es real. Esto no puede ser real…
—Váyase —ordenó Neji, esta vez sin rodeos—. Ya ha causado suficiente confusión. Hanabi debe concentrarse.
—¡Pero…!
—Hinata-sama. No pertenezca a un lugar que no es tuyo —espetó, y esa fue la última herida que necesitaba para marcharse.
Con el pecho encogido y la mirada empañada, Hinata retrocedió, incapaz de mantenerse firme bajo la mirada gélida de su primo. El mundo que había conocido se deshacía con cada paso que daba hacia atrás, como si incluso el suelo dudara en sostenerla.
No sabía cómo, pero lo comprendía ahora: su deseo había sido escuchado.
Y lo había cambiado todo.
Decidió correr rumbo a su padre, tenía él que darle alguna explicación. Alguna forma de revertir el deseo. Él mejor que nadie debería conocer aquella leyenda que ahora le llegaba a la cabeza.
Avanzó entre la multitud sin mirar rostros, ignorando las reverencias que le hacían los transeúntes, los murmullos de “Hinata-sama” que sonaban reverentes, pero distantes. Nadie la tocaba. Todos se hacían a un lado con respeto… o con miedo.
Estaba por cruzar la última calle antes de llegar a la torre del Hokage cuando lo vio: Kiba, sentado bajo la sombra de un árbol, Akamaru tumbado a su lado. Vestía de negro y tenía un brazalete en el brazo derecho que no reconocía.
—¡Kiba-kun! —gritó, corriendo hacia él.
Kiba se levantó de golpe como si lo hubiera llamado una autoridad militar. Akamaru gruñó bajo, instintivamente protector. Sus ojos se abrieron con sorpresa… y luego se entrecerraron, incómodos, cuando vio que varias personas detenían su andar para mirar la escena. Algunos cuchicheaban. Otros bajaban la cabeza y se alejaban.
Hinata llegó a él con la respiración agitada.
—¿Kiba-kun? ¿Tú estás bien? Necesito… necesito... ¿sabes dónde está mi padre? ¿Qué está pasando con la aldea? ¿Por qué Hanabi…?
—Hinata-sama —la interrumpió, con una voz forzada, casi robótica. Dio un paso hacia atrás, bajando la mirada en una inclinación rígida—. No debería dirigirse a mí directamente.
Hinata sintió la necesidad de arrancarse el cabello.
—¿“Hinata-sama”? ¿Qué estás diciendo?
—Por favor —murmuró él, jugando con sus manos, nervioso—. No puede dejarse ver hablando con miembros de clanes menores. Los Aburame ya fueron advertidos. Si el consejo o su padre la ven…
—¿Advertidos de qué? ¿Kiba-kun, de qué estás hablando? ¿Por qué hablas como si… como si no me conocieras?
Kiba levantó la vista solo un momento, y lo que ella vio en sus ojos la estremeció: no había compañerismo, ni calidez. Solo una lealtad aprendida, una obediencia construida a la fuerza.
—Yo la respeto, Hinata-sama. Usted es la heredera de uno de los clanes soberanos. Yo… no soy nadie en comparación. Nunca hemos tenido más relación que las que dicta el deber. Si me permite decirlo, no debería estar aquí. Debería estar con sus escoltas. ¿Acaso escapó?
—¿Qué estás diciendo? ¡Kiba-kun, soy tu amiga! ¿No recuerdas las misiones que hicimos juntos? ¿El examen Chūnin, el entrenamiento con Kurenai-sensei? ¡Éramos parte del mismo equipo!
Él apretó los puños, sin mirarla a los ojos.
—No. Yo… no fui parte de ningún equipo liderado por la rama principal. Kurenai-sama sí es mi sensei, pero al ser de un clan de tercer rango como el mío, es imposible que la haya entrenado a usted. Todos lo saben. —Se tensó de pronto, como si recordara algo—. ¿Esto es una prueba?
—¿Prueba…?
—¿Está probándome, Hinata-sama? ¿El consejo le pidió que me pusiera a prueba? —tragó saliva—. No dije nada inapropiado, por favor dígaselo al comandante Hyūga si la enviaron.
Hinata solo sintió que las lágrimas volvían sobre sus ojos. Estaba temblando como un perro abandonado en la lluvia. Tenía miedo de todo eso. De estar un mundo así.
—Debería regresar. A su residencia, o con… con Naruto y Sasuke. Ellos deben saber cómo ayudarla.
—¿Naruto? ¿Sasuke…?
Kiba lucía sin saber que decir. Tampoco sabía como actuar ante su llanto. Si alguien los descubría ahí, pensarían que él había hecho algo malo. Tenía que irse pronto.
—Ah. Así que aquí estabas.
Hinata giró con el corazón en un puño.
El cabello dorado comenzó a resaltar más con la luz del sol. Y, a medida que se acercaba, esa sonrisa maravillosa fue extendiéndose sobre su rostro, iluminándolo. Sus ojos incluso resaltaron con un rayo solar, haciéndolos ver mucho más puros, como agua de un mar virgen, tan azules como el cielo lo permitía.
— ¡Hinata! Estuvimos en tu casa esperándote —dijo Naruto con un puchero fingido—. Sasuke ya estaba que se quería ir sin ti’ttebayo.
Sasuke a su lado se mostraba igual de frío que siempre, con la mirada fija en ella casi en reproche.
— ¡Eh, Hinata! ¿Por qué estás llorando? —preguntó Naruto, alarmado.
—¿Qué haces hablando con ella? —preguntó Sasuke con frialdad. Kiba palideció.
—Nada, solo…solo pasaba por aquí, y…
Sasuke dio un paso adelante. Su sombra cayó sobre el cuerpo de Kiba, proyectando una presión silenciosa, sofocante.
—¿La hiciste llorar?
—¡No! —exclamó Kiba, alzando las manos, retrocediendo un poco—. ¡Yo no le hice nada, lo juro! Solo me habló, y yo le dije que no era apropiado. Que debía regresar a su residencia, nada más. ¡Yo no—
—¿Estás diciendo que le diste una orden a una rama superior a la tuya? —interrumpió Sasuke.
Kiba se quedó sin palabras.
Hinata quiso hablar, quiso gritar que no era culpa de él, que no había pasado nada, que estaban todos locos, que ella no era una figura de poder, ni Kiba un subordinado, ni que nada de eso debería estar ocurriendo. Pero las palabras se le atragantaron en la garganta.
—Ella está confundida —musitó Kiba, desesperado—. Yo… no entendí lo que decía, pero no la toqué. Ni la insulté. Solo… me pareció raro. No reconocía a nadie.
Sasuke entrecerró los ojos.
—Quizá lo que le pareció raro fue que un Inuzuka se atreviera a mirarla directo a los ojos.
Kiba bajó la mirada de inmediato. Akamaru gruñó con fuerza, los pelos erizados. Sasuke dio un paso más, e hizo un gesto sutil con la mano: el perro cayó al suelo de golpe, inconsciente.
—¡Akamaru! —gritó Kiba, hincándose junto a él.
Hinata abrió la boca, horrorizada.
—¡Basta! ¡Sasuke-kun, por favor! ¡No hicieron nada!
Naruto avanzó un poco más, poniéndose finalmente entre Sasuke y Kiba, con las manos en alto.
—Sasuke, ya. Escucha a Hinata. No vale la pena hacer una escena.
El silencio que siguió fue espeso.
— ¡Él no me hizo nada! ¡Fui yo quien se le acercó!
Suspiró por la nariz y se giró lentamente, dejando que la amenaza colgara en el aire.
—Kiba —interrumpió Sasuke, con un tono más bajo—. Si Hinata vuelve a hablar contigo otra vez sin escoltas, no responderemos con esta clase de piedad. ¿Entendido?
Kiba tragó saliva.
—Sí… Uchiha-sama.
—Y cuida a tu perro. Fue una advertencia —añadió, girándose sin esperar respuesta.
Kiba no dijo nada más. Se inclinó una vez más, bajó la cabeza, y se alejó en silencio, con Akamaru sobre su espalda.
—¿Te lastimaste? ¿Alguien te hizo algo? —preguntó Naruto, preocupado, levantando una de las lágrimas que caían sobre el rostro de Hinata.
—Yo solo… necesitaba… ver a mi padre —murmuró, apenas audible.
— ¿Ahora? —se quejó Sasuke, enojado, retirando la mano de Naruto con una mirada de advertencia hacia él. Naruto solo le sonrió a medias—. ¿Sabes que la misión está a punto de iniciar y vas corriendo tras tu padre?
—¿Misión…? —murmuró, pero ninguno de los dos pareció escucharla.
—Hinata… —Naruto sonó decepcionado—. ¿Ya no quieres hacer la misión?
Ella no respondió. Ojalá pudiera explicarles lo que estaba sintiendo. Lo que estaba viviendo. Pero no tenía ni la más remota idea de cómo empezar. Todo era irreal. Como si estuviera atrapada en una versión deformada de su vida.
Sasuke se acercó y su tono fue tan seco como el metal raspando piedra.
—No vas a arruinar esto.
— ¿Es porque Obito-sensei siempre llega tarde, Hinata? —preguntó Naruto, rascándose la mejilla—. No te preocupes, le pediré que te de una disculpa en cuanto llegue.
Hinata se congeló.
—¿Quién?
Naruto le sonrió.
—Obi-to-sen-sei —y separó las palabras, intentando que Hinata pudiera procesarlas y volver a su forma normal.
Sasuke la observó de reojo, sus ojos afilados como dagas. Notó el temblor, la forma en que su mirada se perdió. Algo no encajaba.
—Hinata —dijo Naruto, dando un paso más cerca—, ¿te sientes bien?
El solo sonido de su voz tan cerca fue como un impacto en su pecho. Hinata alzó la mirada. Naruto estaba a menos de un palmo, con los ojos azules fijos en los suyos. Con el sol tras él, por un segundo pareció brillar como una promesa de un mejor mañana.
Y sus sentimientos traicionaron su razón. Lo deseó. Su corazón golpeó con fuerza.
Pero antes de que pudiera acercarse, Sasuke se interpuso entre ambos con la brusquedad de un trueno, empujando a Naruto hacia un lado con el dorso del brazo. Naruto comenzó a reclamarle, energético como siempre.
Sin embargo, Sasuke no le prestó atención, inclinándose sobre Hinata. Apenas para que ella pudiera escuchar el susurro sobre su oreja.
—Ya hemos hablado de esto. No puedes verlo así. No tienes permitido mirar a Naruto de esa forma —masculló con desprecio—. Porque él me pertenece a mí.
Hinata tragó saliva.
Definitivamente estaba atrapada en una pesadilla.
Chapter Text
Sintió la brisa refrescar su rostro, moviendo con cuidado las hebras de su cabello como si intentara darle la protección que tanto estaba buscando. El cielo estaba encapotado, como si presintiera que lo que ocurría ahí abajo no debía iluminarse.
Hinata permaneció en silencio, cruzada de brazos sobre su pecho, intentando buscar consuelo en ella misma. La cabeza le seguía girando, intentando procesar cada una de las cosas y si eran por su culpa. Hasta ahora no había mencionado nada de Sakura a ninguno de ellos, más que nada porque con lo dicho por Sasuke ni siquiera podía verlos completamente a la cara.
Más allá de ella, Naruto y Sasuke hablaban. O al menos Naruto hablaba. Sasuke se limitaba a mirarlo con los brazos cruzados, asintiendo de tanto en tanto, pero con los ojos puestos, de reojo, en Hinata.
Ella sintió esa mirada y, como tantas veces ya, no pudo sostenerla. Apenas se cruzaron, desvió el rostro, apretando los labios.
“Él me pertenece".
Los nervios volvieron a invadirla. Sasuke lo había dicho con tal seguridad que no dejó espacio para ni una sola palabra. Sus ojos negros brillaron al observarla, dándole una advertencia, que supuso no sería la primera para su yo de aquel lugar.
Aunque, ¿Naruto también estaría de acuerdo? Él no parecía distinto al que ella conocía, tenía esa sonrisa brillante que competía con el sol. Sus ojos mantenían la alegría que siempre lo caracterizó y, cuando se giraba a mirarla, todavía sentía ese rubor apoderándose de sus mejillas. Su corazón latía intensamente, quizás incluso más de lo normal, después de todo, ahora lo tenía ahí, a escasos centímetros, sonriéndole.
Sacudió la cabeza cuando sintió la mirada amenazante de Sasuke otra vez. Tenía que dejar por un momento, sus sentimientos por Naruto. Había sido arrastrada hasta ahí por ambos, en espera de la supuesta misión, sin embargo, lo que más quería hacer Hinata en ese instante es ir corriendo a donde su padre para llenarlo de preguntas, de las cuales probablemente él no tendría respuesta.
Se le erizó la piel de solo pensarlo. Si había permitido que marcaran a Hanabi, seguramente su padre sería ese padre que solía ser cuando era niña: frío, estricto y orgulloso. No estaba seguro de que pudiera convencerlo de que no pertenecía ahí, en el mejor de los casos, la encerraría hasta que se le pasara la locura y no vería en mucho tiempo la luz del día.
Se llevó una mano a la cabeza, pues comenzaba a dolerle. De nuevo, no pudo evitar que las lágrimas se aglomeraran en sus ojos. ¿Qué podía hacer para solucionarlo? ¿Quizás repetir el deseo? Pero ¿y si eso no lo solucionaba?
—¿Estás llorando otra vez?
La voz sonó dura, cortante. Hinata dio un respingo y se volvió de inmediato.
Allí estaba Neji. De pie tras ella, con el rostro endurecido, la boca fruncida como si lo que veía le causara vergüenza.
—¿Vas a hacer el ridículo aquí, frente a un Uchiha? —espetó en voz baja—. ¿Vas a dejar en vergüenza al clan Hyūga porque no puedes controlar tus emociones?
Hinata abrió la boca, pero no alcanzó a responder. Una sombra se adelantó entre ellos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —reclamó Sasuke. Su tono era tan agresivo como cargado de autoridad. Neji no pareció darle la mayor de las importancias.
—Traigo esto —dijo, sacando un pergamino sellado con los emblemas de ambos clanes—. Es una orden conjunta de los dos Hokages. Se me asigna a la misión como refuerzo. El objetivo es evitar pérdidas irreparables.
Sasuke tomó el pergamino, lo desenrolló con lentitud, leyendo en silencio. Naruto se asomó por encima de su hombro, leyéndolo también, cuando terminó, se rascó la cabeza, incómodo.
—¿Neji viene con nosotros? —preguntó con una sonrisa tibia.
Pero Hinata solo observó a su primo consternada. La garganta le ardía. Sabía perfectamente lo que esas palabras querían decir. Neji no era parte del equipo: era el seguro. Si algo ocurría, si el enemigo era demasiado poderoso… él estaba ahí para interponerse. Para morir antes de que ella o Sasuke lo hicieran.
—Hermano Neji… —murmuró. Él le volvió a dirigir la mirada, esta vez ni siquiera pareció querer ocultar su desprecio por ella.
Antes de que nadie pudiera decir más, una voz sonó desde el camino.
—¿Ya están listos o los dejo otra hora para discutir quién camina en qué posición?
Hinata giró de golpe. Ahí estaba.
Obito Uchiha.
Nada en su andar indicaba prisa. Caminaba con las manos en los bolsillos, el chaleco jonin ajustado con pulcritud sobre su uniforme oscuro, y la bandana con la insignia de ambos clanes a la mitad bien visible sobre la frente. Su rostro estaba limpio, sin cicatrices, y sus ojos tan negros como la noche que representaban los Uchiha.
Naruto se irguió.
—¡Obito-sensei! ¡Está tarde otra vez!
—¿Tarde? —Obito alzó una ceja—. Estoy justo a tiempo. Que tú no sepas leer el sol no es mi culpa, Naruto.
Naruto infló las mejillas como un niño molesto, pero no dijo más. Sasuke murmuró algo como "tú tampoco sabes", y dio media vuelta para empezar a marchar.
—Vamos, vamos, sé que llevamos a un príncipe y a una princesa, pero eso no es motivo para que nos decepcionemos antes de tiempo —se burló, dando una sonrisa.
— ¿Qué intentas decir? —gruñó Sasuke, plantándole cara.
—Todos sabemos que es tu primera misión, Sasuke —siguió Obito, poniendo una mano frente a él, para detener su avance —. No decepciones a los Uchiha.
Las miradas que chocaron tanto Sasuke como Obito en ese momento se sintieron como dos bloques de acero.
— ¡No lo haré! —refunfuñó.
Obito luego se giró a Hinata.
—Hinata-chan tu no tienes nada de que preocuparte, te protegeremos —afirmó, sacándole el dedo pulgar.
—La futura heredera de los Hyūga no necesita su protección —dijo Neji, adelantándose a un paso de Hinata—. Así que no limite a la rama principal del clan Hyūga como si fueran algo que cargar sobre sus hombros.
Obito se quedó mirándolo unos segundos, su sonrisa calmada sin cambiar en lo más mínimo. Bajó la mano, sin dejar de observar a Neji como si estuviera calibrando una bomba con retraso.
—Ah, cierto —dijo al fin, con una mueca—. Tú eres la carne de cañón, ¿verdad?
Neji entrecerró los ojos. Una sombra cruzó su frente, pero no contestó.
—Entonces sabes mejor que nadie que la protección es parte del deber, no una ofensa. No confundas orgullo con utilidad —añadió Obito, el tono afable ahora con un borde filoso.
El silencio se instaló como una losa. Naruto miraba a uno y otro, incomodísimo, y Sasuke, aunque no dijo nada, parecía más interesado de lo usual.
Hinata sintió cómo el aire se volvía denso entre ellos. Quiso decir algo, agradecer, calmar, pero estaba segura de que en cuanto hablara, esas dos cobras se girarían dispuestos a morderla. Quería vivir un poco más para saber que ocurría ahí, y poder volver a donde pertenecía, gracias.
Obito, sin embargo, le dio una palmada leve en el hombro mientras pasaba junto a ella, como si nada hubiera pasado.
—Muy bien. Hora de irnos—ordenó con naturalidad.
No hubo protestas.
Hinata mantenía la vista en sus pies, pero no podía dejar de lanzar miradas de reojo a Obito, que caminaba a su lado con tranquilidad, como si no existiera amenaza en el mundo que pudiera tocarlo. A pesar de todo, su presencia tenía un peso. Uno confiable, pero implacable.
Y también inalcanzable.
Ella no sabía si era por el respeto que le tenía todo el escuadrón, o porque él la trataba con una gentileza que nadie más parecía ofrecerle sin segunda intención… pero no pudo evitar la punzada de inseguridad que le trepó por el pecho.
—¿Estás bien? —preguntó Obito de pronto, sin mirarla, pero con la voz baja solo para ella.
Hinata asintió enseguida, demasiado rápido. Luego murmuró:
—Lo siento… si causé problemas al inicio.
—No causaste nada. Esto apenas comienza.
Delante, Neji soltó un resoplido audible. Hinata no se atrevió a levantar la cabeza.
Después de varias horas, Hinata se sintió cada vez más ansiosa. Quería preguntar, pero estaba segura de que hacerlo a cualquiera de los Uchiha sería demasiado problemático y si Neji se enteraba sería mucho peor. Y Naruto, parecía más interesado en observar los alrededores, como si quisiera grabarse cada detalle en la mente. No tuvo el corazón para arruinarle eso.
Así que, a pesar de que sabía que lo lamentaría, se acercó a Neji.
—Hermano Neji… —murmuró, solo para que él la pudiera escuchar. Neji la miró de soslayó, indicando que podía continuar—. Sé que sonará estúpido…, pero realmente no recuerdo cual es la misión a la que vamos.
Hinata escuchó claramente como tronaba un diente dentro de la boca de Neji.
—Hinata-sama. ¿Ni siquiera tiene idea de a qué vino aquí?
Quiso defenderse, decirle que no era por negligencia. Que no era su culpa haber despertado en un mundo que no era suyo. Pero… ¿cómo podía explicarlo sin parecer una loca?
Neji suspiró, irritado, y desvió la vista hacia el bosque.
—Hace un mes eliminaron a más de veinte escuadrones en distintas partes del país del fuego. La mayoría solo hacía vigía o estaban en misiones con algunos feudales. La mayoría eran chūnin o jōnin. Se pensó al inicio que era cosa de bandidos bien entrenados… hasta que uno de los escuadrones caídos dejó un indicio: una prenda. Una capa negra con nubes rojas.
Obito habló desde adelante sin girarse.
—La organización se llama Akatsuki. Son un grupo de nómadas mercenarios, fabricantes de armas para múltiples países. Su líder, Yahiko, se ha vuelto una figura de poder en el continente. No tienen aldea, ni lealtades. Solo intereses.
Neji pareció estresarse al verse descubierto por Obito.
— ¿Qué es lo que buscan? —murmuró Hinata, preocupada. Dado que Obito se encontraba con ellos, el propósito de Akatsuki resultaba incierto.
—No es lo que quieren. Es lo que ya tienen.
— Se robaron un pergamino sellado. Uno antiguo. Contiene un genjutsu de clase S, clasificado como prohibido incluso para los Uchiha—añadió Sasuke—. Por eso asesinaron a los escuadrones, buscaban información que los llevara al objetivo. Una vez que lo consiguieron, se escondieron como las ratas que son.
—Si logran descifrar el pergamino antes de que los encontremos, los daños serán irreparables. Alteraran la realidad a su antojo. Tan fácil como hacer que nosotros nunca nos hayamos conocido o que nuestros clanes no sean los gobernantes de Konoha.
Hinata sintió que el suelo bajo sus pies dejaba de sostenerla. Alterar la realidad…
¿No era eso lo que había deseado? ¿Un mundo en el que Sakura nunca hubiera existido? ¿Dónde ella tomara su lugar? ¿Dónde Naruto la mirara como parte de su historia desde el inicio…?
¿Y si este mundo no era un simple sueño… sino el efecto de aquel pergamino?
—Es por eso que han mandado al príncipe y a la princesa de los clanes Uchiha y Hyūga. Después de todo, son ellos los que tienen llevar el honor a su hogar y a sus respectivos clanes —finalizó Obito.
Hinata titubeó. En cambio, Sasuke asintió con la cabeza.
Eso en realidad era una competencia para saber que clan era el mejor.
.
El bosque donde se detuvieron a descansar estaba enmarañado, húmedo y denso. El canto de los grillos comenzaba a llenar el ambiente, y los últimos rayos del sol se filtraban por entre las ramas, tiñendo el suelo con manchas anaranjadas.
Según Neji, la información era escasa. Un aldeano de una región montañosa al sur había declarado ver a dos personas con capas negras de nubes rojas. Uno con una cicatriz vertical que cruzaba su ojo derecho; el otro, más joven, de aproximadamente diecinueve años, aunque no pudo ver más allá de las sombras debido a que llevaba una máscara de zorro blanco y una capucha cubriendo su cabello.
Era una pista demasiado tenue como el susurro de los árboles.
Mientras Neji conversaba en voz baja con Obito, Hinata se apartó y se acercó a donde Naruto y Sasuke compartían un momento cerca del fuego.
Naruto estaba medio acostado sobre la mochila, brazos tras la cabeza, mirando el cielo entre las hojas con una sonrisa boba. Sasuke, sentado a su lado, lo miraba de reojo, vigilante. Había algo en su postura, en la forma en que no dejaba que el fuego diera completamente la espalda de Naruto, que hablaba de una protección silenciosa. Hinata se dio cuenta: Sasuke lo cuidaba. Lo observaba. Lo protegía desde las sombras, sin decirlo jamás. Y Naruto… no parecía darse cuenta.
Así que quizás tampoco era consiente de sus sentimientos. Y vaya que ella tenía experiencia acerca de eso.
—¿Puedo… sentarme con ustedes? —preguntó Hinata, tímidamente.
Naruto se incorporó de inmediato y palmeó el suelo a su lado.
—¡Claro, Hinata! ¡Ven! Hace calor junto al fuego’ttebayo.
Ella se sentó con las mejillas sonrojadas. Trató de ocultarlo, pero sabía que no lo lograba.
Naruto le sonrió, contento. Como si para él nada hubiera cambiado en absoluto. Como si ella perteneciera ahí, en ese lugar, sentados mirando el cielo que comenzaba a estrellarse.
—Hace mucho que no estábamos así los tres —murmuró Naruto—. Pensé que nunca más volveríamos a tener una misión juntos.
Intentó empatizar con él, pero en realidad no sintió más que a su corazón latiendo por él.
—Sí… —mintió—. Yo también lo extrañaba…
Él se giró emocionado. Con esos ojos azules brillantes que comenzaban a iluminar la noche. Parecía contento con sus palabras, como si las necesitara. Hinata tragó saliva, escuchando al fuego crepitar, mientras se perdía en todo lo que ese sol abarcaba.
Y por un segundo —solo uno—, quiso olvidar el precio de aquel deseo.
Naruto la estaba mirando, por primera vez; no como la chica extraña que se escondía detrás de un árbol para observarlo en las sombras, ni como aquella mujer débil que casi moría más de una vez delante de él. La observaba con una mezcla de alegría y esperanza. Como si pudiera darle lo que él estaba esperando, y deseó hacerlo, de conocer ese deseo o los siguientes, se los daría cada uno de ellos.
—Podrías…
—Tenemos que dividirnos las guardias —se metió Sasuke, señalando con un ademán a Obito y Neji que ya se acercaban. Naruto agachó la mirada, frunciendo la boca. Hinata pudo notarlo de inmediato, como su rostro paso de alegría a tristeza en un segundo.
Al clavar sus ojos blancos en Sasuke, encontró la misma mirada de desprecio que la primera vez. Se cohibió. Sasuke siempre resultaba intimidante.
—Y-Yo haré la primera —se atrevió a decir Hinata, con voz casi temblorosa—. No creo poder dormir en un buen rato.
—Entonces, yo… —Neji que estaba a punto de tomar la palabra, fue interrumpido.
— ¡Me quedaré con Hinata! —gritó Naruto, levantándose con un nuevo golpe de energía—. ¡Pueden descansar sin preocupaciones!
Neji y Sasuke intercambiaron miradas. Aunque nadie objetó nada.
Ya más por la noche, cuando Naruto por fin se convenció de que todos se encontraban dormidos, se acercó al lado de Hinata, que hasta ahora estaba estructurando cada uno de sus pasos antes de pedir su deseo. Pero tan pronto como Naruto apareció delante de ella, su cerebro pareció olvidarlo todo.
Era una idiota enamorada.
—Hinata… sobre nuestra conversación de antes —él pareció esperanzado de retomarla, pero al mismo tiempo miraba en dirección a Sasuke, como no queriendo que él lo escuchara.
—Naruto-kun, ¿le tienes miedo a Sasuke-kun? —preguntó Hinata, consternada. Era imposible, ¿cierto? Ambos tenían una rivalidad que incluso podría trascender mundos, pero Naruto jamás le tendría miedo a Sasuke ni a nada. Era valiente. No como ella. Naruto siempre enfrentaba todo con la cara en alto.
Una mueca de desagrada pasó por el rostro del chico.
— ¿Quién le tendría miedo a ese bastardo…? —refunfuñó, irritado—. ¡Ni en diez mil vidas’dattebayo!
—Naruto-kun, están dormidos —dijo Hinata, nerviosa, alzando las manos como si aquello pudiera callarlo.
Naruto bufó, bajando la voz, pero sin dejar de fruncir el ceño.
—Tampoco es como si me importara si escucha… —murmuró.
Aunque en realidad, no parecía así.
Hubo un silencio incómodo entre ambos.
— ¿Estás mejor ahora? —preguntó Naruto, jugando con sus pies, inclinándolos de arriba hacia abajo—. Por la mañana lucías muy consternada.
Hinata sintió el rubor sobre sus mejillas. De nuevo el latido de su pecho se volvió constante, rítmico, como si estuviera bailando un vals a la luz de la luna. Naruto se estaba preocupando por ella, de verdad.
—Sí, ahora estoy mejor —sonrió, relajando su expresión. Naruto debió notarlo, pues lució ligeramente sorprendido—. Creo que solo tuve un mal sueño.
—Yo tengo muchos de esos cuando tomo leche pasada —suspiró Naruto, entendiéndola—. ¿Comiste algo que te hizo daño, Hinata?
—Para nada —aseguró ella—. Es solo que… pareciera que hubiera despertado de un largo sueño. Quizás me lo tomé demasiado enserio, tanto que olvidé mi lugar. Lo siento si te preocupe, Naruto-kun.
— ¿Y qué estabas soñando? —inquirió Naruto, curioso—. Para alterarte a ti, debió ser demasiado feo.
Hinata agachó la mirada, parecía nostálgica. Naruto la contempló en silencio, parecía estar guardando un secreto.
— ¿Soñaste que te casabas con Sasuke? —se burló Naruto, intentando relajar el ambiente sombrío que se le formó alrededor a Hinata.
Eso pareció despertarla.
— ¿Fue así? —una gotita de sudor bajo por el rostro de Naruto—. Bueno… tarde o temprano va a pasar, así que intenta no mirarlo como una pesadilla.
—No, eso no fue…
Hinata parpadeó, concentrándose en un fragmento de la oración.
— ¿A qué te refieres con que tarde o temprano va a pasar, Naruto-kun? —preguntó Hinata, nerviosa. Algo le decía que no quería escuchar la respuesta.
Naruto rascó su mejilla y le desvió la mirada.
—Ya sabes… por la unión de los clanes. Quieren evitar una pelea por el poder, así que desde niños sus padres decidieron unirlos en un compromiso para que den un híbrido con sangre Uchiha y Hyūga.
Hinata sintió un puñetazo en el estómago, largo y doloroso. El rostro se le palideció de pronto, incluso tuvo que levantarse para tomar todo el aire que pudiera. Debía ser una maldita broma, enserio, estaba llegando al límite de lo que podía tolerar.
¿Acaso su deseo había creado una especie absurda de efecto mariposa?
—¿Hinata? —Naruto la sostuvo del brazo cuando la vio tambalearse, su expresión cambiando de entre alarmada a preocupada a asqueada en cuestión de segundos—. ¡Hinata!
—Estoy bien —mintió, apretando los labios. Pero el temblor en su voz la delataba. Dio un paso atrás, con las manos contra su vientre, como si pudiera contener el hueco helado que acababa de abrirse dentro de ella.
Naruto frunció el ceño, confundido.
—¿Dije algo mal?
—Es que no debería ser así —susurró, casi para sí misma—. Nada de esto debería ser así...
Naruto inclinó la cabeza, como intentando entender.
—¿A qué te refieres?
Pero Hinata no podía explicarlo. No podía confesarle que, en algún lugar del universo, él había amado a otra persona. Que Sasuke nunca había sido su prometido, y que la alianza entre clanes jamás había existido. Que Kakashi debería estar aquí, con ellos. Que Obito debía estar muerto. Y que ella… que ella no debía estar tan cerca de él. Que su lugar no era ese.
Que todo lo que tenían era una mentira que ella había deseado.
—Nada… no es nada… —murmuró, apretando los labios.
— ¿Es por como Sasuke te está tratando? —se aventuró a preguntar Naruto. Parecía culpable—. Si quieres yo podría hablar con él y…
—Naruto-kun… estoy bien —aseguró, soltándose de él.
Naruto sintió que, en ese momento, era el instante perfecto de preguntar lo que había estado albergando en su corazón por tanto tiempo. Era en ese instante o nunca, Hinata siempre estaba ocupada y probablemente, sería difícil que volvieran a coincidir en las misiones. Además, en la aldea, ni siquiera podría hablarle. Para cuando lo consiguiera, el matrimonio ya se habría llevado a cabo desde hace muchos años.
—Con esa reacción… —comenzó, nervioso. No sabía como Hinata lo tomaría, y por más que fuera buena persona, incluso Naruto sabía que estaba pisando una cuerda tambaleante que en cualquier momento lo llevaría al vacío—. ¿Puedo suponer que no estás enamorada de Sasuke?
Hinata se volvió a él, como un relámpago. Los latidos volvieron a zumbar en sus oídos, penetrantes, advirtiéndole.
— ¿Naruto-kun?
La expresión de Naruto se tornó mucho más seria, pero al mismo tiempo, más tímida.
— ¿Puedo suponerlo? —incitó.
Hinata abrió la boca, pero no dijo nada. No había sonido, solo el fuego crepitando a lo lejos, los insectos cantando en la oscuridad, y ese abismo que se abría entre ellos dos.
Ah, el Cielo era cruel.
—Puedes suponerlo, Naruto-kun —afirmó y las ganas de vomitar incrementaron—. Realmente… puedes suponerlo…
Chapter Text
El crujido leve de la rama bajo la bota de Obito fue lo único que precedió su llegada. El alba apenas comenzaba a dibujar el contorno de los árboles, aún envueltos en una niebla azulada. Todos ya estaba de pie, reunidos alrededor de las cenizas de la fogata; Hinata sentía los dedos entumecidos debido al frío.
—Tenemos noticias —anunció Obito—. Un informante en el poblado cercano juró haber visto a dos personas con capas negras y nubes rojas. Uno de ellos con una cicatriz profunda en el ojo. Fue hace apenas tres días.
—¿Coincide con el patrón que venían siguiendo? —preguntó Neji antes de que Sasuke pudiera hacerlo.
—Sí. Se mueven hacia el oeste, cruzando la frontera de la región sagrada de los ancestros Senju —respondió Obito—. Deben estar explorando distintos templos para averiguar como interpretar el pergamino.
Hinata frunció la boca. No podía concentrarse.
Después de la conversación con Naruto la noche anterior, ningún intento se hizo por retomar el tema. Él se había quedado en silencio, respetando su distancia, y para cuando Sasuke la había enviado a dormir con una de sus órdenes secas, Naruto ya estaba sentado junto a él nuevamente. Tal como siempre. Casi confirmándole que ese era el lugar a su lado.
Era patética. Incluso habiendo desaparecido a Sakura del mundo…Naruto se había vuelto suyo. No tenía ese lugar. Ni lo tendría.
Esa sonrisa jamás le pertenecería por completo.
—Hinata —llamó Obito, sacándola de sus pensamientos—. Tú y Neji irán por la ruta este. Hay una aldea a medio día de aquí que podría tener registros. Interróguenlos y reúnanse con nosotros al anochecer.
—Entendido —respondió.
—Y tú —añadió, girándose hacia Naruto—. Vas con Sasuke. Asegúrense de inspeccionar el valle. Usen cobertura si es necesario. No hagan contacto a menos que sea inevitable.
Hinata avanzó sin esperar a Neji, queriendo marchase lo más rápido de ahí. Tenía que olvidarse de la opresión de su pecho, de la sensación de que cualquier esperanza se le arruinó en el momento en que escuchó a Naruto pronunciar su pregunta.
Neji la siguió en silencio, confundido por su actitud. Ni siquiera parecía nerviosa a su lado, sino más bien abrumada por sus pensamientos. Su rostro reflejaba dolor, que aunque intentaba ocultar, seguía presente.
—¡Hinata-sama! —la llamó, tomándola del brazo y atrayéndola hacia él.
Hinata solo sintió el tirón, quedando pegada al pecho de Neji. Eso pareció sacarla de su trance, y poco a poco levantó la mirada hacia él.
Tenía una expresión dura en el rostro.
—¿Puede fijarse por dónde camina, por favor? —regañó—. No vengo aquí para ser su niñero.
—Ah... lo siento, hermano Neji —murmuró intentando apartarse. Por un instante sintió que Neji la apretaba más contra él, pero aquello se desvaneció cuando él la soltó de un tirón.
Lo suficiente para que Hinata sintiera que su pie se hundía un poco, justo de donde Neji la había salvado. En la tierra se encontraba un hoyo, bastante grande. Parecía que habían excavado recientemente, seguro alguna trampa para cazar alimento.
—Gracias por ayudarme.
—Realmente, ¿a qué vino? —preguntó brusco y sin tacto. Hinata lo miró triste, ya no estaba acostumbrada a que Neji la tratara de esa forma. Lo odiaba. Le traía malos recuerdos—. Estuvo planeando esta misión por tanto tiempo… y en la menor oportunidad, esos malditos Uchiha se la quitaron, apropiándose de ella. Y todavía, está actuando como una estúpida que ni siquiera puede percatarse de una trampa tan básica.
—Hermano Neji…
— ¿Es por Naruto? ¿Por la conversación que tuviste ayer con él?
Las mejillas de Hinata se colorearon, trayéndole la respuesta a Neji.
— ¿Escuchaste eso? —preguntó avergonzada.
—Escuche, Hinata-sama. Su padre me pedirá un reporte de todas sus acciones en la misión, y si tengo que incluir que de nuevo está detrás de Naruto Uzumaki, entonces seré yo el que tendré problemas. ¿Acaso olvidó que tiene prohibido acercarse a él?
— ¿A qué te refieres? —preguntó Hinata, consternada.
Neji llevó una mano a su frente, suspirando.
—Son claros sus sentimientos, Hinata-sama, para mí y para todos. Excepto, quizás, para la persona a la que pertenecen. Pero es porque Naruto es un idiota —refunfuñó Neji—. Así que su padre le prohibió acercarse a Naruto cuando tenía quince años, ya que verlo le hacía justo lo que ahora, una persona torpe.
Hinata intentó no sentirse ofendida por sus palabras, no lo logró.
—Pensé que en estos cuatro años había superado sus sentimientos —afirmó Neji, tomando un tono un poco, solo un poco, más delicado.
— ¿Y qué pasará si no quiero alejarme de él? —preguntó Hinata, oscureciendo su mirada.
Neji alzó una ceja.
—Es obvio. El clan Hyuga lo eliminará.
Sus palabras no salieron con crueldad, más bien fue el frío de ellas lo que le erizó la piel. Parecía totalmente de acuerdo con la situación.
Hinata solo pudo pensar: ya basta. Era demasiado para procesar de una sola vez. El calor que subía por su pecho no era de enojo, sino de pura impotencia. El nudo en su garganta le ahogó un gemido de dolor. Por un instante, pensó que quizá caer en ese agujero habría sido menos cruel que enfrentarse a esa verdad.
También pensó en Naruto, él parecía ajeno a esa condena sobre su cabeza.
Tragó saliva, con los ojos fijos en el suelo, incapaz de mirar a Neji.
Así que no vio la expresión de dolor que recorrió el rostro del chico. Verla así de vulnerable siempre lo ponía mal. Deseaba ponerle las manos sobre los hombros y decirle que todo estaría bien, protegerla como siempre había querido hacerlo. Pero el resentimiento era mucho más grande.
Con tan solo alzar el rostro, podía ver de nuevo todo el legado de Hinata detrás de ella: las expectativas asfixiantes del clan Hyūga, el peso ineludible de la rama principal, y la memoria de su difunto padre.
—Así que vuelva a olvidar esos sentimientos, tal y como lo hizo hace cuatro años —dijo Neji, volviendo a poner un rostro indiferente—. De lo contrario, tendré que tomar las medidas adecuadas.
_.-.-.-.-.-..-.-..
Sasuke miró a Naruto después de un rato de silencio. Él caminaba distraído, contemplando los árboles, los animales e incluso el suelo, queriendo grabar cada rincón en su memoria. La humedad de la tarde hacia que las hojas brillaran bajo los colores naranjas del sol que comenzaba a descender del cielo.
—Mira, Sasuke —dijo, deteniéndose en un arbusto cubierto de bayas rojas. Se agachó y arrancó un puñado, acercándolas a él, sonriente, mostrando los frutos en sus manos—. ¿Crees que sean venenosas?
—No lo son.
— ¡Genial! —sonrió metiéndoselas a la boca. Sasuke notó como los bordes de sus labios comenzaban a colorearse de un tono rojizo.
—Te estas comportando como un maldito mocoso.
Naruto se encogió de hombros, como sus palabras no le importaran.
—No puedo evitarlo. Después de tanto tiempo, por fin logramos estar juntos otra vez, como un equipo.
Sasuke solo emitió un “hmp” como contestación.
—Además, hace un año que no salgo de la aldea. Me aburría trabajando en los pergaminos con mi padre, y entrenar a los niños Uchiha tampoco es muy divertido… siempre se ríen de mí.
—Eso es porque no te das a respetar —contratacó Sasuke. Naruto bufó—. Te he visto, siempre los tratas como si fueran tus amigos. Mi padre me ha dicho que los alumnos que entrena tu padre son buenos, pero no excepcionales, deberían tratarlos con más mano dura.
—Ya tienen demasiado —se quejó Naruto, metiéndose otra frutita a la boca—. Entrenamiento con los de su clan, con los Hyūga y con diferentes clanes para potenciar sus habilidades. Además de sus clases en la academia ninja. ¿No crees que merecen un momento de felicidad? Mi padre lo cree, dattebayo.
—Tu padre debería limitarse a enseñar lo que se le pide —afirmó Sasuke—. No necesitamos sus vagas enseñanzas.
Entonces, dejó de escuchar a Naruto comiendo. Y Sasuke supo que se había ido demasiado lejos.
— ¿Tienes algo en contra de mi padre, Sasuke? —preguntó, clavando la mirada en él.
Sasuke le dio una sonrisa ladeada, con maldad.
— ¿Por qué? ¿Tú lo vas a defender? —contestó, sin dejarse intimidar. Él no era de un clan pequeño, como Naruto. Era el futuro Hokage de Konoha, por parte de los Uchiha—. ¿Vas a pelear por él, idiota?
Naruto apretó los puños. Detestaba esa actitud de superioridad, esa forma en que Sasuke lo provocaba. Siempre la sacaba cuando le reclamaba por un mal comentario, casi retándolo a corregirlo.
—Eso creí —se burló Sasuke, dándole la espalda con deliberada arrogancia, como si supiera que ese gesto enfurecería a Naruto más que cualquier palabra.
Y lo hizo.
Un instante después, Sasuke sintió el impacto de pequeñas explosiones contra su espalda. Al girarse, encontró su ropa salpicada de los restos de las bayas que Naruto había estado comiendo antes, ahora convertidas en un revoltijo pegajoso y brillante.
— ¿De verdad te vas a comportar como un imbécil? —preguntó Naruto, sin disimular su enojo—. Si tienes algo que decir, dilo de una maldita vez.
—Y si tengo algo que decir, ¿qué? —espetó con dureza, acercándose un paso más—. ¿Vas a hacer otro berrinche de niño mimado?
Naruto no retrocedió.
—No me provoques, Sasuke.
—No necesito provocarte, ya estás al borde por nada —disparó él, afilado—. Quizás estés tan sensible porque últimamente pasas tanto tiempo con Hinata. ¿Eh?
Naruto parpadeó, desconcertado.
—¿Qué tiene que ver Hinata en esto?
El silencio se tensó entre ambos como un hilo a punto de romperse. Naruto dio un paso hacia él, quedando a escasos centímetros de su rostro, un poco más y sus narices podrían tocarse. Y Sasuke se vio tentado en romper esa distancia.
— ¿Estás celoso, Sasuke? —se burló Naruto, resentido—. ¿Es por eso que estás echando pestes a mi padre?
—No me provoques, Naruto —le devolvió la advertencia en un susurro áspero que le erizó la piel al rubio.
—Yo no hice nada —replicó Naruto, aunque su respiración se agitó traicioneramente—. Eres tú el que está actuando como un idiota.
Un destello de furia cruzó el rostro de Sasuke.
Con un movimiento rápido, lo tomó del cuello de su chaqueta, haciéndolo retroceder en un instante, contra el tronco de un árbol, atrapándolo con una mano en la cintura y otra haciendo más fuerte el agarre de su ropa. Naruto dio un parpadeó sorprendido, cuando los labios de Sasuke se encontraron contra los suyos.
Y ahí estaba otra vez. Ese fuego. Ese vértigo familiar.
Lo besó como si tuviera derecho. Como si fuera suyo desde siempre y le estuviera recordando que lo era.
Naruto se tensó al principio, sorprendido, intento apartar a Sasuke al subir sus manos a sus hombros, pero antes de que siquiera pudiera empujar, sus dedos se enredaron en la capa de Sasuke, arrastrándolo más cerca. Derritiéndose contra él. Porque nunca podría apartarlo. Nunca había podido y nunca lo haría. Desde la primera vez hasta ahora, no importaba cuántas veces lo intentara. Siempre sucumbía.
Y Sasuke lo sabía.
Así como sabía que el sabor de las bayas dulces aún en los labios de Naruto lo volvió loco.
Se sentía como veneno adictivo, una sensación única, agradable, cálida y excitante. La cual lo destruía cuando toda la euforia pasaba. Sasuke lo odiaba. Cada cosa que Naruto le provocaba, cada nuevo sentimiento que despertaba en él al pasar los días, meses y años. Pero había algo que odiaba todavía más, y era la idea de que ese sabor pudiera pertenecer a otra persona.
Por eso no podía soltarlo.
No cuando Naruto jadeaba contra su boca. No cuando sus uñas se clavaban en sus hombros, como si quisiera mantenerlo cerca incluso mientras pretendía empujarlo. No cuando ese calor, ese maldito calor que solo Naruto desprendía, se filtraba bajo su piel como una droga.
—Idiota… —murmuró Sasuke entre besos, su voz áspera, casi un gruñido—. Siempre… haces que…
Pero no terminó la frase. En lugar de eso, hundió los dedos en su cintura con más fuerza, marcándolo, asegurándose de que Naruto sintiera el dolor mañana y recordara por qué le dolía.
—Sasuke… —Naruto gimió, y el sonido de su nombre en esa voz quebrada lo enloqueció aún más.
—Te lo dije, mantente alejado de ella —gruñó Sasuke, arrastrando los labios por la línea de su mandíbula antes de morder con fuerza la piel sensible de su cuello.
Naruto arqueó la espalda, pero no para alejarse, sino para presionarse más contra él. Sus dedos se enredaron con más fuerza en su cabello, tirando con una mezcla de dolor y placer que hizo que el Uchiha soltara un jadeo ronco.
—No me ignores —susurró Sasuke contra su piel, marcándolo con otra mordida, esta vez más suave, casi un roce de dientes en la clavícula.
Naruto resopló, entre exasperado y embriagado por la intensidad de Sasuke. Sasuke lo miró entonces, con esos ojos oscuros que ardían como brasas en la noche, acelerando su corazón hasta que sintió que su corazón saldría de su pecho.
—¿Y quién te crees que eres? —Naruto jadeó cuando Sasuke hundió una mano por debajo de su playera, palmeando su pecho, dejando caricias que ardían—. No tienes derecho... ah...ah… a decirme con quién hablar o no...
Sasuke emitió un gruñido.
—Sólo porque me guste esto no significa que... que te pertenezca...
Lo empujó un poco más fuerte contra el árbol, una mano firme rodeando su cuello, sin hacerle daño, solo lo suficiente para que no pudiera escapar, como si necesitara encerrarlo en su mundo.
Naruto lo miró, aún sin comprender la tormenta detrás de esa mirada apenas contenida. El sharingan no se había activado, pero algo latía detrás de sus pupilas, algo más salvaje que cualquier técnica. Algo profundamente humano.
Sasuke lo examinó con ojos oscuros, devorando cada detalle: sus mejillas arreboladas, sus pupilas dilatadas que delataban la misma necesidad enfermiza que él sentía, las gotas de sudor resbalando por su torso casi desnudo como evidencia de lo que le provocaba a su cuerpo.
Por un instante, que deseó que fuera eterno, sólo escuchó la respiración entrecortada de Naruto pegando contra su piel.
—Tch… mierda…
Entonces, Sasuke lo soltó bruscamente, como si quemara.
Naruto alzó una mano temblorosa, casi por instinto, queriendo tocarlo, calmarlo… detenerlo. Pero Sasuke se apartó antes de que pudiera rozarlo, revolviéndose el cabello con frustración, casi desesperado por quitarse de encima lo que acababa de sentir.
—Si no te alejas de los Hyūga por tu cuenta —la voz de Sasuke cortó el aire como un kunai—, haré que Hinata te evite. A la fuerza.
El rubio parpadeó, como si no procesara las palabras.
—¿Qué…?
—Lo que oíste —espetó Sasuke, ahora con la máscara fría de siempre, como si no acabara de besarlo hasta dejarlo sin aliento—. Si no puedes tomar una decisión, yo la tomaré por ti.
Naruto sintió un escalofrío al ver la sombra en la mirada de Sasuke; ese lado oscuro que siempre lo había atraído y aterrado en igual medida.
—No tienes derecho —murmuró Naruto, pero su voz carecía de fuerza.
—Tengo todo el derecho —Sasuke lo miró por encima del hombro, sin girar del todo. La línea de su espalda era recta, como si fuera un pilar de concreto, indestructible.—. Soy tu próximo Hokage, y hasta donde tengo entendido, el clan Uzumaki sigue siendo propiedad de los Uchiha.
Naruto sintió una punzada de dolor atravesar su corazón. Cuando Sasuke hablaba así, le recordaba a Fugaku. Y al peso de siglos de orgullo Uchiha, devorándolo vivo desde dentro, como si él no fuera más que otro obstáculo en el camino de su maldito legado.
—No soy una cosa —susurró. Pero incluso él sintió lo inútil de esas palabras cuando las dijo.
Como siempre.
Sasuke no lo escuchó, simplemente continuó con su andar. Ignorando todo los besos que acababan de compartir, sus manos marcándolo, los gemidos ahogados.
Intentaba borrar todo, como hacía cada vez. Negarlo, tragárselo, hacerlo desaparecer.
Y, sin embargo, el corazón de Naruto; necio, testarudo, fiel a su condena; latió con un deje de esperanza cuando lo vio relamerse los labios, como si aún pudiera saborear las bayas dulces… mezcladas con el rastro de él.
Esos gestos siempre lo traicionaban.
Naruto cerró los ojos.
Era lo peor.
Saber que, sin importar cuántas veces esas palabras lo desgarraran, volvería a caer. Que cuando Sasuke lo empujara contra la próxima pared, cuando esos dientes encontraran su cuello, cuando los gruñidos ásperos vibraran contra su piel...
Cedería.
Como siempre.
Tragó saliva, comenzando a andar detrás de él, intentando convencerse de que solo era otra noche más.
Otra en una larga fila de noches que prometían lo que nunca llegaba.
El viento cruzó entre ellos, arrastrando hojas secas; retazos de lo que una vez fue verde, vivo y floreciente.
—Igual que nosotros —pensó Naruto, y el sabor a bayas en su boca se tornó amargo.
Y, aun así, mientras avanzaba, esperó a que Sasuke se girara. Aunque fuera solo una vez.
Notes:
u//_//u Poor baby.
Chapter Text
La segunda noche que pasaron ahí, Obito se dio cuenta que los ánimos estaban por los suelos. Después del atardecer, todos se habían reunido en un punto estratégico del bosque, compartiendo la escasa información que habían recabado durante el día. La búsqueda del pergamino no había dado frutos. Era como si los Akatsuki siempre estuvieran un paso delante de ellos.
Sin embargo, lo que más preocupaba a Obito no era la falta de pistas. Sino el ambiente entre los cuatro, que se volvía mucho más irrespirable al volver cada día.
Sasuke y Neji la contenían con la disciplina que les había sido inculcada desde la cuna, encapsulando sus emociones tras esa fachada dura y silenciosa. Pero Obito no era estúpido. Sabía leerlos. Había un temblor reprimido en los hombros de Neji y una rigidez peligrosa en la mandíbula de Sasuke.
Hinata y Naruto eran otra historia. El primero apenas podía concentrarse, y su mirada buscaba a Sasuke demasiado seguido. Hinata, por su parte, parecía alternar entre momentos de recogimiento sospechoso y ráfagas de nerviosismo. Nadie estaba bien. Y lo peor: nadie hablaba de ello.
Fue entonces cuando Obito tomó una decisión.
—Terminamos por hoy —anunció con tono seco, cruzado de brazos frente a la escasa fogata—. Vamos a pasar la noche en una posada con aguas termales. El más cercano queda a veinte minutos al este, ya hice un reconocimiento rápido.
Los cuatro lo miraron como si les hubiera dicho que se retirarían de la misión. Incluso Neji frunció levemente el ceño.
—¿Una posada? —repitió Sasuke, incrédulo—. No vinimos aquí de vacaciones.
—Precisamente —respondió Obito con calma medida—. Vinieron a una misión de alto riesgo, y están dejando que sus emociones se interpongan. Si no despejan la cabeza, no sirven. Necesito que estén afilados. No rotos.
Se hizo un silencio incómodo. Ninguno replicó. Era difícil discutir con Obito cuando hablaba así, sin dejar espacio para objeciones.
—Quiero que se deshagan de todo símbolo de clan —agregó después—. Nada de protectores de Konoha, ni insignias Uchiha o Hyūga. El pueblo es pequeño, pero tiene comerciantes de paso y algunas bocas demasiado curiosas. Pasaremos desapercibidos. Lo último que necesitamos es atención innecesaria.
Naruto iba a protestar, pero algo en la mirada de Obito lo disuadió. Bajó la cabeza y asintió con un gesto breve.
Hinata fue la primera en irse a preparar, seguida por Neji. Sasuke se quedó un segundo más, observando a Obito como si midiera algo en su interior, antes de girarse con su típica indiferencia y marcharse sin decir palabra. Nunca lograba entender como su padre había puesto a Obito como su sensei.
Lo dudo mucho antes de hacerlo, sin embargo, al final Hinata se acercó a Neji, sosteniendo en las manos una venda.
—Hermano Neji… —dijo con suavidad, sin atreverse a mirarlo directo a los ojos—. Déjame ayudarte con esto. Para cubrir tu frente.
Él giró la cabeza apenas con la expresión endurecida.
—No hace falta —respondió seco, volteándose casi de inmediato.
—Pero la bandana lleva el emblema Hyūga, y Obito-sensei dijo que…
—¿Y crees que servirá de algo esconderlo? —la interrumpió, más áspero de lo que había querido sonar—. ¿Piensas que cubrirme la frente evitará que noten qué soy un Hyūga? Cualquiera con dos dedos de frente lo sabrá con solo vernos.
Hinata bajó la mirada, pero no retrocedió.
—Aún así…
Neji la miró finalmente. Sus ojos pálidos, como lunas sin luz, se tensaron. Por un momento pareció que iba a decir algo más, tal vez disculparse, pero no lo hizo. En lugar de eso, le quitó la venda de las manos con un movimiento rápido y se la colocó él mismo, atándola con firmeza alrededor de su frente.
—No necesito que me ayudes —masculló con un orgullo agrio y resentido.
Hinata dio un paso atrás, con los dedos aún alzados en el aire donde antes sostenía la tela. No insistió. Solo asintió con un leve movimiento de cabeza y se alejó, su figura pequeña alejándose junto a Obito, causando una punzada en el pecho de Neji. Tragó saliva, con dificultad, y bajó lentamente las manos.
Durante años, Hinata se había ido alejando poco a poco, debido a sus palabras frías y reglas autoimpuestas de lo que era correcto entre la rama secundaria y la principal. Y ella, con una dulzura resignada, lo había entendido. Se había distanciado, limitándose a dirigirse a él cuando la situación así lo requería.
Y Neji se sintió bien con ello, porque así debía de ser. Era más fácil de esa forma.
Pero ahora que ella volvía a acercarse, con esa luz tibia en los ojos, con esa sonrisa leve que no esperaba nada a cambio, su corazón latía. Más fuerte que antes. Más caótico.
Justo cuando iba a avanzar, hacia su equipo, hacia ella. Neji se detuvo en seco, sintiendo su cuerpo crisparse.
"No. No otra vez."
Tenía que borrar ese sentimiento que salía por la grieta de su corazón. Volverlo a sellar. O ambos estarían perdidos.
El sendero del bosque dio directamente hacia un valle, donde la niebla tibia comenzaba a elevarse desde las aguas termales. El cielo estaba cubierto por una cúpula de nubes opacas, y las luces de la pequeña posada chispeaban a lo lejos como luciérnagas somnolientas. El ambiente olía a madera húmeda, a azufre tenue, a musgo. Era un lugar discreto, perfecto para desaparecer por una noche.
—Este sitio no está en los mapas oficiales de la zona —comentó Obito, sin volverse—. Pero lo descubrí hace unos años. Es tranquilo, seguro y casi nunca hay demasiados visitantes.
—¿Vamos a dormir aquí? —preguntó Naruto, estirando los brazos por encima de su cabeza con alivio—. ¡Por fin una cama que no sea raíces de árbol!
—Sí —respondió Obito—. Pero mantengan el perfil bajo. Nada de charlas sobre la misión, ni buscar información. Somos civiles esta noche, ¿entendido?
—Tch —Sasuke resopló por lo bajo—. Deberíamos estar concentrándonos en lo importante.
Caminaron unos pasos más hasta que la estructura de madera de la posada se hizo visible entre los árboles: un edificio modesto, dos pisos, con farolillos de papel que colgaban flojamente de las vigas del pórtico. Había una fuente de piedra a la entrada y vapor escapando del ala derecha, donde estaban las termas.
—Ahora bien —continuó Obito con tono práctico, sin mirar a nadie—. No pienso dejar que se repartan solos. Y como no podemos dejar que ninguno esté completamente solo, dormirán en pares.
Naruto abrió la boca para protestar, pero Obito levantó una mano, cortándolo.
—Antes de que empieces, Uzumaki: Neji contigo.
—¿Eh? ¿Por qué?
—Porque si lo dejo con Sasuke, uno de los dos no amanecerá. Y no tengo tiempo para limpiar sangre de tatamis.
Neji soltó un suspiro que no supo si era de fastidio o resignación.
—Y eso te deja a ti con Sasuke... —dijo Naruto, con una ceja alzada.
—No. Sasuke irá con Hinata.
Un silencio incómodo cayó de golpe, como un techo derrumbándose.
Hinata parpadeó, con una mezcla de sorpresa y algo más difícil de leer en sus ojos.
Sasuke giró lentamente el rostro hacia Obito, como si considerara lanzar un kunai por puro impulso.
—¿Por qué ella y yo?
Obito encogió los hombros, caminando hacia la recepción como si no fuera problema suyo.
—Porque son prometidos, ¿recuerdas? ¿O quieres que ponga en mi informe que deje que la princesa del clan Hyūga completamente sola? ¿Qué dirán de mí los Hyūga si se enteran?
—Que no nos debiste traer aquí en primer lugar —rezongó Neji entre dientes.
—Y yo duermo solo —concluyó Obito, ignorando a Neji; mientras colocaba una enorme sonrisa sobre su rostro—. Porque soy un bárbaro y porque no hay nadie que quiera dormir conmigo, ni siquiera yo mismo.
Naruto comenzó entonces su protesta, amenazándolo con el puño. Mientras que Hinata, intentó calmarlo, ya que estaba atrayendo la atención innecesariamente. Neji murmuró algo que sonó peligrosamente parecido a “ridículo”. Y Sasuke simplemente apretó los dientes, el tic en su mandíbula fue más evidente que cualquier protesta.
—Cinco minutos para instalarse —ordenó Obito—. Y luego, los que quieran, pueden ir a las termas. Pero nada de separarse sin avisar.
Mientras avanzaban hacia el edificio, Naruto se volvió hacia Neji con media sonrisa forzada.
—Bueno... no roncas, ¿verdad?
Neji lo miró de reojo.
—No. Pero si hablas dormido, te juro que te despierto con el Jūken.
Naruto tragó saliva.
—…Siempre eres el alma de la fiesta, Neji —murmuró Naruto.
La habitación era pequeña, austera, con paredes de madera clara y un futón doble extendido en el centro del tatami. Una lámpara de papel encendida arrojaba una luz cálida, tamizada, que hacía que las sombras se alargaran en las esquinas.
—Sólo hay un futón —murmuró ella, con un dejo de incomodidad que no se molestó en disimular.
Sasuke echó una mirada rápida al interior. Luego, con indiferencia, dejó caer su mochila en un rincón.
—Duerme tú ahí. Yo puedo usar el suelo —dijo sin mirarla.
Hinata miró de reojo a Sasuke cuando este se pasó a la ventana, observando todo con sumo cuidado, como si cualquiera pudiera subir en ese instante y amenazar con asesinarlos. Nunca había sido de interactuar con Sasuke, siempre le daba miedo ese chico que se veía tan solitario, además de que no le agradaba demasiado ya que solía maltratar bastante a Naruto, y con el paso de los años, eso solo empeoró.
Y tal vez no era tan diferente en esta dimensión. Este Sasuke era un niño moldeado por poder, política y control. Un Uchiha puro.
—No tienes que dormir en el suelo —dijo ella con voz suave, casi por cortesía.
Sasuke alzó la mirada un instante. La expresión en su rostro no era exactamente burla, pero sí estaba teñida de una ironía agotada.
—No te hagas la amable. No estás aquí por voluntad. Y yo tampoco.
Hinata bajó la vista. No, no lo estaba. Pero había una diferencia. Ella al menos sabía que estaba fuera de lugar. Él no.
—¿Sigues enojado por Naruto? —preguntó, sin saber por qué lo hizo. Tal vez porque la tensión se le clavaba en los hombros. Tal vez porque necesitaba comprender hasta qué punto el Sasuke de esta realidad era capaz de lastimar a Naruto.
Sasuke la miró entonces, y por un segundo, la intensidad de sus ojos la dejó helada. La sombra de algo oscuro, terco y doloroso, que no sabía cómo destruir sin destruirse a sí mismo.
—¿Qué sabes tú de Naruto?
La pregunta no fue una curiosidad. Fue un juicio.
Hinata alzó la vista, manteniéndole la mirada.
—Mucho más que tú —contestó y hasta ella pareció sorprendida que su respuesta abandonara sus labios.
Un músculo se contrajo en la mandíbula de Sasuke, pero no dijo nada. En lugar de eso, se giró de espaldas, como si verla le resultara insoportable. Se quitó la capa lentamente, la dobló con una precisión casi agresiva y la dejó sobre el tatami con más fuerza de la necesaria.
—Claro, cuando se trata de acosadores, suelen saber demasiado.
Hinata sintió como el rubor tomaba parte de sus pómulos.
—Mejor que alguien que solo lo ve como objeto —respondió de nuevo. Hinata se puso azul del susto, ¿qué demonios hacía buscándole pelea a Sasuke? ¡La mataría en un instante! Se quiso dar golpecitos en la boca para callarse, pero eso no sería suficiente.
Cuando se trataba de Naruto, incluso dar su vida parecía poca cosa.
— ¿Si recuerdas que tu clan lo asesinará si te ve demasiado cerca de él? ¿O es mierda de los Hyūga olvidar todo a conveniencia, como tú está mañana?
Hinata apretó los labios, ofendida, por mucho que no le gustara pelear, tampoco le gustaba que insultaran a su clan. Además, hubiera querido ver a Sasuke en otra dimensión y actuar como si nada estuviera pasando; en el mejor de los casos no quemaría al mundo con él.
Sasuke la miró de soslayo, ya que Hinata se había quedado en silencio, lo único que encontró, fue esa mirada que le hizo hervir la sangre.
“El clan Uchiha haría lo mismo, si supieran.”
—Me voy a las aguas —dijo Hinata, buscando escapar del peso del cuarto.
—Hmp—fue lo único que él dijo, aún de espaldas.
Hinata apretó los labios en una delgada línea y cerró la puerta corrediza.
El vapor floto con nubes espesas a su alrededor, envolviendo al menos un setenta por ciento del lugar; las rocas, las paredes de madera y el agua. Apenas podía mirar por donde caminaba por las tenues luces que se mantenían adheridas al suelo con una capa protectora para evitar que el agua se infiltrara. El aroma era a azufre y otro más tenue a sándalo. Hinata se sumergió lentamente en las aguas termales, con el cabello recogido en un moño alto y una toalla sobre los hombros que pronto dejó caer a un lado. El calor la envolvió con suavidad, como si la invitara a rendirse por unos minutos. Cerró los ojos, con las mejillas aún enrojecidas por el contraste entre la noche fría y el agua caliente.
El murmullo del agua, el silbido lejano del viento nocturno y los sonidos apagados de la posada parecían ajenos, distantes, casi irreales. Como todo en esa dimensión.
Hinata apoyó la cabeza contra la roca húmeda detrás de ella y suspiró. No recordaba la última vez que se había sentido tan cansada emocionalmente. Cada uno de sus pensamientos pesaba mucho más que el anterior.
Todo el sistema del clan Hyūga/Uchiha estaba basado en el autoritarismo. Pudo verlo de primera mano con Kiba, Neji y Hanabi. Su padre seguramente ni siquiera había dudado en ponerle el Hyūga Sōke no Juinjutsu a Hanabi. Hinata hubiera preferido mil veces despertar con el sello antes de ver a su hermana con él, Hanabi siempre tuvo más madera para ser la próxima líder del clan que ella.
Además, también estaba Sasuke Uchiha.
Apretó los dedos bajo el agua. Cada vez que lo miraba, sentía algo amargo en la garganta. No porque lo odiara. Era mucho más complicado que eso. Sasuke la miraba como si supiera exactamente lo que ella era: un obstáculo. Una molestia. Alguien que deseaba a la persona que él consideraba suya. Además, de que lo dicho por Neji seguía como pensamiento constante en su cabeza; los Uchiha veían a los Hyūga como seres más débiles y estúpidos. Lo notó incluso con Obito, en la forma que fácilmente le pidió que se lo tomara con calma, mientras que parecía mantener toda su atención en Sasuke, esperando que no fallara y avergonzara a su clan.
De la misma forma que Neji la miraba ahora.
Se hundió en el agua, burbujeando. Todo eso era demasiado para ella, que solo quería vivir una vida normal, como una civil. No deseaba peleas por el poder ni mucho menos volverse la cabeza principal de un clan que hasta el día de hoy, no sabía manejar.
Además, todavía quedaba Naruto.
Hinata sacó la cabeza, dando una gran bocada de aire al sentirse demasiado sofocada por el agua caliente. Era demasiado calor y su cabeza un caos. Se abrazó a sí misma bajo el agua, sintiendo el ardor contra su piel. Todo en este mundo se sentía torcido, como una copia imperfecta, una donde su existencia misma estaba desenfocada.
“Quizás sí soy tan estúpida como los demás lo creen…” pensó, agachando la mirada al agua, donde ondas se formaban por las gotas cayendo de su cabello. “Todo esto es mi culpa, por desear que Sakura-san desapareciera.”
Apretó los ojos con fuerza, como si pudiera disolver el peso de ese pensamiento en la oscuridad bajo sus párpados.
Había pensado en ese momento que Sakura lo merecía, por no corresponder el amor de Naruto, por no verlo a pesar de todo. Y, en su ira, creyó que, si Sakura desaparecía, las cosas mejorarían. Que él la vería.
Que él la elegiría.
“Fui demasiado egoísta y ahora, estoy pagando las consecuencias.”
Un ruido leve, como el chapoteo de alguien deslizándose dentro del agua, la hizo abrir los ojos.
Hinata no se movió al principio. La niebla y el vapor eran espesos, apenas podía distinguir la silueta borrosa a su izquierda. Pensó que era otra huésped, alguna civil. No había chakra que le indicara peligro.
Hasta que los mechones rosas destellaron entre la neblina, junto a esos dos ojos verdes que destellaron como esmeraldas recién pulidas.
—Ah… ¿no es un buen clima para tomar un baño relajante? —preguntó, estirando los brazos con pereza por encima de la cabeza.
El movimiento fue despreocupado, inocente quizás, pero el gesto hizo que sus pechos, pequeños y redondeados, rebotaran con suavidad, agitándose con el vaivén del estiramiento. Hinata desvió la mirada de inmediato, sintiendo cómo un leve rubor le subía por las mejillas, aunque no supiera si era por pudor, sorpresa o culpa.
Hinata bajó la vista hacia el agua, sus dedos sumergidos bajo la superficie se apretaron con fuerza unos contra otros. Sentía que el calor le abrasaba más de lo normal, y no solo por las termas o por sus pensamientos.
Era ella. Era Sakura.
Sakura Haruno.
La que no debía estar ahí. La que había desaparecido por su culpa.
— ¿Estás bien? —preguntó Sakura, inclinándose ligeramente.
Hinata no respondió al principio. Su mirada se fijó en esos ojos verdes que no debería estar viendo. Era como mirar a un fantasma. No. Peor: era mirar a la persona que había intentado desaparecer.
Hinata asintió muy despacio, temblando.
—Sí…
Entonces Sakura la observó con más detenimiento. Sus cejas se alzaron con sorpresa, y sin previo aviso, se inclinó aún más hacia ella.
—¡Woah! ¿Son reales? —soltó con una risa genuina, casi infantil, mientras se acercaba con descaro—. ¡Digo, tus pechos! Se ven... increíbles. ¡Me das mil vueltas! —y se llevó las manos al propio pecho para compararse, resaltando todo el tamaño que le hacía falta.
Hinata se quedó completamente inmóvil, como si el agua se hubiera congelado a su alrededor. Sus mejillas ardieron con fuerza.
—N-no es... algo que piense mucho —balbuceó al fin, bajando más el rostro, como si pudiera esconderse entre las ondas del agua termal.
—¡Pues deberías! —soltó Sakura sin malicia—. Con ese cuerpo podrías provocar desmayos si lo quisieras. ¡Seguro que tendrías a miles detrás de ti!
Hinata se mordió el labio con fuerza. Cada palabra ligera de Sakura le pesaba como un ladrillo. No por lo que decía, sino por quién era.
Estaba viva.
Estaba frente a ella.
Y no recordaba nada.
Hinata cerró los ojos. El vapor le quemaba los párpados.
Había sido egoísta.
Había pedido que desapareciera solo porque Naruto la amaba.
Y ahora Sakura Haruno reía a su lado como si nada.
Como si el mundo no se hubiera roto por culpa de ese deseo.
Chapter Text
Hinata seguía sin poder apartar los ojos de ella.
Sakura.
Estaba viva, radiante, con los hombros al descubierto y una toalla mal colocada en el cabello. La neblina de las termas le daba un halo casi irreal. Pero no era un espejismo. Cada palabra que salía de su boca era un golpe de realidad tras otro.
—…aunque creo que, si entrenara más, mis curvas mejorarían. Escuche una vez que el equilibrio entre fuerza y forma es ideal en una mujer —decía Sakura, gesticulando con las manos en el aire, mientras chapoteaba distraídamente en el agua—. Aunque en mi opinión, lo importante es que te sientas cómoda con lo que tienes, ¿no?
Hinata apenas alcanzaba a asentir.
Quería preguntarle. Quería gritarle incluso.
¿Qué haces aquí? ¿De dónde vienes? ¿Cómo regresaste?
Pero Sakura no le daba espacio ni aire.
—¿Te has fijado que el vapor en estas termas es diferente? No sé si es el azufre o los minerales, pero siento que la piel se me vuelve más suave al instante —prosiguió con energía renovada—. ¡Voy a salir como una princesa! Aunque honestamente, con tu piel... ufff, tú ya pareces una princesa sin necesidad de baños termales.
—Yo… —Hinata intentó intervenir, pero Sakura se volvió hacia ella de nuevo, con los ojos entrecerrados, analíticos.
—¡Tus ojos! —exclamó de pronto, nadando un poco más cerca—. Son tan extraños. Bonitos, pero extraños. Como perlas de luna. ¿Siempre fueron así?
Hinata parpadeó, un poco más rígida.
—S-sí…
—¿Eres del clan Hyuga, entonces? —insistió Sakura con genuina curiosidad, inclinando la cabeza—. Siempre he querido conocer a alguien del clan. Tienen fama de ser elegantes, disciplinados… Aunque un poco estirados, si me preguntas.
Hinata tragó saliva.
No sabía si estaba temblando por la temperatura del agua o por el peso creciente en el pecho. Su corazón latía con fuerza, intentando asimilarlo todo a la vez.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Sakura de pronto, con una sonrisa desarmante, como si acabaran de conocerse.
Hinata abrió la boca, pero le costó formar la palabra.
—Hi… Hinata.
—¿Hinata-chan? Qué lindo nombre. Suena suave. Como una brisa —comentó Sakura, y luego se dejó caer de espaldas en el agua, flotando con el cabello rosado extendido como pétalos en la superficie—. Me alegra que hayas venido hoy. La mayoría de las chicas aquí son tan... estoicas. Como si sonreír fuera pecado. Pero tú me caes bien.
Sakura se incorporó un poco, mirándola de reojo.
—¿Y tú? —preguntó de pronto, con un tono más suave—. ¿No te interesa saber cómo me llamo?
Hinata parpadeó, algo desconcertada por el cambio repentino en el tono. Sakura no parecía molesta, pero había una sombra de decepción genuina tras la sonrisa ladeada.
—Lo digo porque normalmente cuando alguien te dice "me caes bien", lo lógico sería responder con un "¿cómo te llamas?", ¿no? —añadió, haciendo un puchero juguetón.
Hinata se removió incómoda, bajando la mirada al agua humeante.
—L-lo siento… yo…
—Bah, no importa —interrumpió Sakura con una sonrisa más amplia, sacudiendo una mano en el aire—. Me llamo Sakura. Sakura Haruno.
Hinata sintió que algo se rompía dentro de ella. Como si esa presentación, tan simple, tan casual, sellara de forma irrefutable que lo imposible se había vuelto real.
—¿Ves? Nombre floral como el tuyo. ¿Hinata no significaba algo como "lugar soleado"? Yo soy flor, tú mi sol… ¡somos una combinación brillante!
Hinata sintió una sensación cálida recorrer su pecho al escucharla. De volver a su dimensión original, y saber todo lo que hizo, ¿Sakura podría seguir sonriéndole de esa forma? ¿podrían ser amigas de nuevo?
—¿Sabes? Me gusta mucho el agua caliente, pero odio cuando se me arrugan los dedos. Es tan feo. Parece que envejezco veinte años en diez minutos —comentó Sakura mientras examinaba la yema de sus dedos bajo el agua—. Aunque dicen que eso es bueno para saber cuánto tiempo has estado… blah, blah, circulación, medicina, lo de siempre.
Se inclinó un poco hacia Hinata otra vez.
—Tu piel es perfecta. Me da envidia. Aunque a veces pienso que las Hyuga son una especie de raza celestial secreta. ¿Todos son callados o sólo tú eres así?
Hinata alzó la mirada un instante, sus labios apenas separados, como si fuera a hablar, pero Sakura ya había cambiado de tema de nuevo.
—¿Tienes hermanos? Porque si los tienes, seguro que son guapos. O guapas. ¿Cómo son los Hyuga de pequeños? ¿También les ponen esa expresión de "soy el futuro de la aldea" desde bebés?
Hinata sintió cómo el agua se agitaba suavemente a su alrededor, como si las palabras de Sakura crearan ondas que no podía detener. Un torbellino de energía que no tenía idea del torbellino más grande que había causado sin saberlo.
Y, aun así, con el corazón apretado, Hinata no podía apartar los ojos de ella.
—¿Qué estás pensando, Hinata-chan? Te pusiste muy seria de pronto —dijo Sakura, ya demasiado cerca, con los hombros chocando uno con otro, con los ojos verdes tan brillantes que le hacían sentir mucha más culpa.
Hinata bajó la mirada y tragó saliva.
—Nada… sólo… estoy un poco confundida, eso es todo.
—¡Uf! Yo también, créeme. El mundo últimamente se siente como si alguien estuviera girándolo al revés. Pero bueno, si me va a tocar compartir baño con chicas lindas como tú, supongo que no todo está tan mal —y le guiñó el ojo.
Pero Hinata ya no la escuchaba. El calor era demasiado. El vapor le abrasaba los pulmones, y el torbellino de emociones la empujaba al borde de un ataque. Todo lo que había contenido hasta ese momento: el peso de sus decisiones, el error, el arrepentimiento… la presencia imposible de Sakura.
Se incorporó con torpeza, sus rodillas temblando un poco bajo el agua.
—L-lo siento… tengo que salir —murmuró.
Sakura la miró con curiosidad mientras Hinata recogía su toalla y salía a paso rápido, con el rostro rojo no solo por el calor, sino por la angustia que le carcomía las entrañas.
—¿Eh? ¿Tan pronto? —Sakura se puso de pie también, chapoteando un poco al avanzar—. ¡Espera! ¡Yo también salgo, no quiero quedarme sola!
Hinata bajó la mirada, sus dedos aferrando la toalla con fuerza. Murmuró algo muy bajo, una súplica casi inaudible:
—Solo… solo quiero estar sola un momento…
Pero el murmullo fue tragado por el burbujeo del agua y el silbido tenue del vapor.
—¿Qué dijiste, Hinata-chan? —preguntó Sakura, ya caminando detrás de ella como un cachorrito emocionado.
Hinata no respondió. Solo apretó el paso, deseando que el aire fresco la despejara, que la brisa nocturna le permitiera volver a respirar.
Salió del pabellón de aguas termales envuelta en su yukata, con el cabello húmedo pegado al rostro y al cuello. Tomó una bocanada de aire, pero su alivio duró apenas un segundo.
Sasuke estaba allí. De pie, con los brazos cruzados, apoyado contra una columna de la pared, con la expresión de fastidio habitual tallada en su rostro como piedra.
Naruto también, con el cabello alborotado aún por el baño, atándose el cinturón de su yukata mientras hablaba con Obito, sobre la cena.
Neji estaba de espaldas, pero giró apenas cuando sintió su chakra aproximarse.
Y entonces, Sakura salió detrás de ella, riendo mientras se ajustaba su yukata abierta en el pecho, con los cabellos húmedos y las mejillas sonrosadas.
—Ah, qué buena está el agua… aunque la próxima vez llevaré sandalias, el suelo quema —comentó con ligereza, frotándose los pies. Al levantar la mirada, se encontró con el grupo frente a ella.
Todos se giraron, al unísono, al escuchar su voz.
Ambos Uchiha la miraron con desconfianza inmediata.
—¿Quién es ella? —preguntó Neji, cortante.
Hinata sintió que el corazón se le detenía por un segundo.
—Oh —Sakura parpadeó, y luego sonrió—. Hola, soy la nueva amiga de Hinata-chan. Aunque con esas miradas… wow. ¿Saben sonreír o eso es ilegal por aquí?
Naruto sintió un cosquilleó en su pecho al verla, parecía cálido y tenue, como el despertar de una nueva emoción que nunca sintió. Tragó saliva al verla sonreír y detalló cada una de sus hebras rosadas que salían disparadas a los lados debido a que comenzaban a secarse. Era bonita.
Cuando Sakura se dio cuenta de mirada, el corazón de Naruto lo traicionó, pues latió con mucha más fuerza. Sakura le dio una sonrisa luminosa, que solo provocó nerviosismo en su interior. Bajó los ojos un instante, como si se sintiera sorprendido… o abrumado. Sus mejillas se tiñeron apenas de rojo.
Sasuke lo notó de inmediato. Su mirada se afiló hacia él, luego hacia Sakura. Fue sutil, pero Hinata lo sintió. Como una aguja clavándose bajo la piel.
Ella también lo sintió: ese cambio, ese brillo en los ojos de Naruto, esa reacción que conocía demasiado bien. Como si algo en Sakura —algo imposible, algo que no debía estar— despertara en él algo que ella creía dormido.
Cuando Sakura dio un paso hacia Naruto, como si fuera a acercarse a él, Hinata actuó.
—Sakura —dijo con voz firme, más de lo que ella misma esperaba. Dio un paso adelante, interponiéndose entre ambos—. Tengo que irme.
Sakura se detuvo. Por un instante, Hinata vio en su rostro algo que no había estado ahí antes: una sombra de enojo. Fue tan fugaz como un relámpago entre nubes. Luego, Sakura volvió a sonreír, como si no pasara nada.
—Claro —dijo, con un tono amable. Luego añadió—: Espero verte en la cena, Hinata-chan.
Y al girar su vista hacia los demás, sus ojos se detuvieron brevemente en Neji.
—Mmm… en efecto, los chicos Hyūga son lindos —murmuró para sí misma.
Luego, cuando sus ojos se posaron en los Uchiha, algo cambió. Se llevó una mano a la boca, como si intentara contener una risita.
—Lindos, lindos —susurró, y se alejó descalza por el sendero de piedra.
Silencio.
Hinata sintió la mirada de todos sobre ella.
Obito no dijo nada, pero su expresión era dura. Atenta.
Sasuke parecía mucho más furioso con ella ahora.
Neji no la miraba, pero su mandíbula estaba tensa.
Y Naruto… seguía viendo hacia donde Sakura se había ido.
El comedor principal de la posada era cálido, iluminado por faroles de papel y el suave crujido del fuego en el irori. Las mesas eran bajas, dispuestas sobre tatami, con cojines planos en lugar de sillas. El olor del arroz recién hecho, el pescado a la parrilla y el miso flotaba en el aire, acogedor, pero también asfixiante si uno tenía demasiados pensamientos en la cabeza. Como era el caso de casi todos ellos.
El equipo se sentó en silencio, ocupando una mesa hacia el centro. Hinata se colocó al lado Neji, dejando, sin pensarlo demasiado, el sitio más próximo a la pared vacío. Sasuke se sentó al otro lado de Naruto, con los brazos cruzados y una expresión hosca que no se molestó en disimular.
—¿Le parece normal? —espetó Neji en voz baja, apenas lo suficiente para que lo escucharan Hinata; aunque estaba seguro de que Obito también estaba escuchando, por más que estuviera hasta el final de su fila—. ¿Hablar con desconocidos así? ¿Y luego traerlos hasta nosotros como si nada?
—No… no la traje —se apresuró a decir Hinata, manteniendo la mirada baja—. Apenas pude hablar con ella. No parecía peligrosa. No… no tuve opción de evitarla.
—¿"No parecía"? —repitió Neji, afilado—. ¿Y desde cuándo te guías por eso?
—¡Neji! —intervino Naruto, frunciendo el ceño—. ¡Esa chica ni siquiera hizo nada malo para que te pongas a la defensiva!
—Tú cállate —gruñó Sasuke, de pronto. Naruto se giró hacia él, frunciendo la boca.
— ¡Tengo derecho a opinar también’dattebayo!
—Si vas a defender a una maldita extraña solo por la reacción de tu entrepierna, estás acabado como ninja —bramó Sasuke.
Hinata escupió el agua que estaba tomando, sonrojada. Neji murmuró un tenue “vulgar” y Naruto se sonrojó hasta las orejas, desviando la vista hacia la mesa.
Obito soltó un largo suspiro, llevándose una mano a la nuca, como si estuviera aguantando una jaqueca.
Y justo entonces, las puertas correderas se abrieron.
—¡Sakura-chan! —exclamó una de las ancianas encargadas de la posada, sonriendo—. ¡Justo a tiempo! Acabamos de terminar de preparar el sitio que usan siempre. ¿Tu compañero aún está indispuesto?
—Sigue descansando —respondió Sakura con dulzura, manteniendo las manos unidas frente al regazo—. Si pueden llevarle su porción a la habitación más tarde, se los agradecería mucho.
—Por supuesto, querida, por supuesto. El mismo té digestivo también, ¿verdad?
Sakura asintió con una sonrisa luminosa, aunque sus ojos recorrieron de inmediato la mesa del equipo. Y sin necesidad de que nadie la invitara, se giró con una gracilidad casi teatral.
—Aunque hoy me sentaré en un sitio distinto, ¿sí? —dijo—. Me gustaría acompañar a mi nueva amiga.
Y antes de que nadie pudiera reaccionar, se deslizó hasta el sitio vacío a la izquierda de Hinata.
Hinata se tensó al sentirla tan cerca, y más aún cuando Sakura se inclinó con suavidad para hablarle al oído, aunque con volumen suficiente para que los demás escucharan:
—Gracias por dejarme un lugar, Hinata-chan. Eres tan considerada.
Neji le dio una mirada fulminante que Sakura respondió con una sonrisa.
En cambio, Sasuke apretó los dientes.
Naruto la observaba, los ojos muy abiertos. Cuando Sakura lo notó, le dirigió una sonrisa tan radiante, tan despreocupada, que el rubor regresó a su rostro de inmediato. Él bajó la mirada, nervioso, casi como si quisiera esconderse tras su cuenco de sopa.
Obito, desde el otro extremo, hundió un poco más los hombros, murmurando apenas para sí:
—Esto no puede estar pasando…
Y aún no había llegado la comida.
La cena llegó en bandejas amplias, dispuestas con esmero por las ancianas de la posada. Todos se inclinaron con un respetuoso “gracias por la comida”, menos Neji, que mantenía los ojos fijos en Sakura como si su mirada pudiera matarla, abrirla y revelar sus verdaderas intenciones.
—¿Quién eres realmente? —preguntó de pronto, tajante.
Sakura, que había estado bebiendo su té con serenidad, alzó una ceja sin molestarse en fingir sorpresa. Hinata se tensó a su lado.
—Hermano Neji… —murmuró, con un tono contenido, pero él no la escuchó.
—Y ¿qué haces aquí? —añadió Sasuke desde el otro lado de la mesa, con igual brusquedad, tan filoso como una hoja de kunai.
—¡Hey! ¡No tienen por qué hablarle así! —intervino Naruto, frunciendo el ceño mientras dejaba sus palillos sobre la bandeja.
—Tampoco es normal que aparezca de la nada —murmuró Sasuke sin apartar los ojos de Sakura.
—Yo… —Hinata intentó intervenir, con voz apagada, pero Sakura levantó una mano con gracia, como quien calma el mar con un gesto.
—No pasa nada, Hinata-chan —dijo con una sonrisa, y luego giró hacia Neji y Sasuke, sin perder la calma—. Es justo que pregunten. Después de todo, soy una extraña en su mesa. ¡Aunque no lo soy más para Hinata-chan, somos amigas!
Y la abrazó de un brazo. Causando más molestia en Neji, sobre todo porque Hinata no la apartó.
—Trabajo con mi compañero —continuó Sakura con naturalidad—. Somos comerciantes. No de los grandes, claro, pero bastante conocidos por esta zona. Nos encargamos de suministrar ciertos productos a posadas rurales como esta. Por eso las adorables abuelas me conocen bien.
—¿Comerciantes? —repitió Neji con escepticismo.
—Ajá. Especias, hierbas medicinales, ungüentos, dulces locales, encajes de seda… cosas que agradan a los viajeros o a quienes están de paso —dijo mientras se servía arroz con tranquilidad—. Pero cometimos el error de parar frente a un puesto de dangos a la orilla del camino. Mi compañero se comió seis brochetas sin respirar y… bueno —su sonrisa se ladeó apenas mientras dirigía una fugaz mirada a Obito—, ahora está indispuesto. No vendrá esta noche.
Obito sintió un leve escalofrío. Fue una mirada rápida, trivial, cargada con algo que no supo identificar de inmediato. Una advertencia ligera. Pero antes de que pudiera analizarlo, Sakura ya estaba de nuevo mirando a Naruto.
—¿Y ustedes? ¿Son shinobi? Aunque es obvio, lo sé —agregó, divertida, girando los palillos entre sus dedos—. El aire de seriedad los delata… excepto a ti —dijo, señalando a Naruto y detuvo el movimiento, para apuntarlo—. Tú pareces más divertido.
—¡Eh? —Naruto se sonrojó y rio torpemente, sin saber qué responder.
Sasuke le pegó un codazo por debajo de la mesa.
—¡Oye! —protestó Naruto en un susurro ronco, devolviéndole el gesto con el codo.
— ¿Cómo lo supiste? —indagó Neji, desconfiado, entrecerrando los ojos con sutileza.
—Son Uchiha y Hyūga, dah —respondió como si fuera lo más obvio del mundo—. Todo el mundo los conoce, incluso los que no pueden entrar a Konoha. Los Uchiha tienen ese cabello negro azabache, la piel blanca como nieve, y esa cara de protagonista en novela trágica. Y los Hyuga, bueno... —sonrió, echando una mirada breve a Hinata y luego a Neji—, tienen los ojos más bonitos del continente, pero también los más delatores.
—Hn —gruñó Sasuke, apenas girando el rostro con desdén.
Sakura se encogió de hombros y entonces volvió a mirar a Naruto con renovado interés.
— ¿Tú a que clan perteneces? —y volvió a apuntar a Naruto.
Hinata sintió una extraña sensación escalar por la punta de sus dedos, parecía demasiado interesada en él. Negó con la cabeza. ¿Era enserio? ¿Después de lo que le había hecho, todavía se sentía celosa por ella? ¡Tenía que ser una broma!
Intentó fingir desinterés, pero sus dedos se apretaron con fuerza bajo la mesa.
Naruto intentó hablar, y las palabras salieron trabadas y torpes — ¡Uzumaki, Uzumaki Naruto!
—Naruto… —repitió Sakura, como si estuviera saboreando el nombre. Luego bajó la mirada a su ramen, pescó con los palillos un pequeño círculo blanco con espiral rosada, y lo levantó al aire—. ¿Como este?
Naruto asintió, muerto de vergüenza, rojo hasta las orejas.
Sakura soltó una risa suave, melodiosa, y se llevó el naruto a la boca con aire teatral.
—Mmm… no está mal —comentó, como si hablara del nombre y no de la comida. Luego guiñó un ojo.
Neji miró de reojo a Sasuke, parecía que el aura negra estaba a punto de estallar y que activaría el sharingan para enviar a esa chica a un genjutsu de tortura pura. Luego, desvió la mirada a Hinata, ella parecía con un aura mucho más deprimida. Neji gruñó, definitivamente odiaba a esa chica.
Naruto, en cambio, sonreía como un niño al que le acababan de regalar un dulce que no sabía que deseaba.
— ¿Haz estado en Konoha? —se aventuró a preguntar Naruto. Era raro, pero de vez en cuando, solían tomar a comerciantes externos para negociar con ellos su mercancía.
Sasuke mordió con fuerza los palillos cuando lo escuchó hablar.
—Nunca he estado en Konoha —añadió Sakura con naturalidad—. Siempre he querido, pero me dijeron que no aceptan forasteros fácilmente. Especialmente si uno no pertenece a ningún clan o alianza oficial. Es una pena.
Sasuke hubiera preferido no ver el rostro de decepción de Naruto al escucharla decir eso.
—En cambio, el País del Fuego tiene lugares hermosos —continuó Sakura, casi sin respirar—. ¿Conocen la aldea escondida entre las cascadas? El sonido del agua es tan fuerte que uno no puede oír ni sus propios pensamientos. Aunque el País del Viento tiene su encanto también, claro, si no te importa que te entre arena hasta en los calcetines. Y el País de la Tierra… ¿han estado allí? Las montañas son enormes. Hay aldeas talladas dentro de las rocas, como hormigueros de piedra.
Neji apartó la mirada con una exhalación larga y agotada, claramente arrepentido de haberle dado pie a hablar. Aun así, Naruto la seguía con atención total, casi boquiabierto. Cada palabra que decía parecía atraparlo más.
—¿Sabían que hay un lago en la frontera con el País del Té que refleja las estrellas incluso cuando el cielo está nublado? —preguntó Sakura, mirando a todos y a ninguno, como si contara una historia a una fogata.
Mientras terminaba de comer y la escuchaba Obito se sintió tenso.
Algo no cuadraba con esa chica. Pero no sabía qué. Parecía demasiado inocente para su propio bien.
Incluso si era verdad que viajaba con un hombre; aquel compañero "indispuesto" que nadie había visto y que, según ella, se encontraba en la habitación, enfermo por un antojo de dangos; su actitud era la de alguien que nunca aprendió a temer. Demasiado relajada. Demasiado cómoda sentada entre shinobi entrenados y que no conocía de ninguna forma.
—Y en una ocasión —seguía contando ella—, vi una caravana entera de monjes bajando de una montaña. Iban en fila, todos con los ojos vendados. Dicen que estaban entrenando para sentir el mundo sin verlo. ¿Se imaginan? Caminar confiando solo en el sonido del viento y el calor de la tierra…
Naruto reía. Sasuke murmuraba algo apenas audible. Neji disimulaba su fastidio mientras sorbía el té con más fuerza de la necesaria para escuchar algo más que la voz de Sakura. Y Hinata… Hinata estaba demasiado quieta. Como si contuviera la respiración.
Obito bajó los ojos a su plato terminado, pero no llevó los palillos a la boca.
No le gustaba cómo se sentía el ambiente desde que ella llegó.
Pero, esperaba que mañana que partieran, todo pudiera quedarse como un presagió mal enfocado.
La cena concluyó en medio de murmullos bajos y vajilla recogida por los dueños de la posada. Hinata apenas había probado bocado. Naruto, en cambio, estaba visiblemente animado.
Había pasado la mitad de la cena riéndose entre dientes ante una de las anécdotas de Sakura sobre un posadero ciego que confundía a su gato con un espíritu vengativo. Y ahora, al salir del comedor rumbo a sus habitaciones, seguía pegado a su lado, con una mezcla de admiración y calidez en los ojos.
—¡Desearía conocer el mundo como lo conoces tú, Sakura-chan! —dijo, con la voz entre asombro y risa—. ¡Has visto muchas maravillas! Yo apenas he salido de las fronteras de Konoha, y tú... ¡has estado hasta en esas Montañas Gemelas! ¿Cómo eran?
—¡Heladas! —respondió Sakura fingiendo frío—. Y ruidosas. El viento allá aúlla como si cargara historias antiguas. Pero también se siente... libre. Como si el mundo se abriera más allá de lo que uno puede imaginar.
Naruto la miró embobado por un segundo. Hinata, varios pasos detrás, se detuvo sin querer. Sabía bien esa mirada: era la misma con la que él la había mirado durante años.
—Suena fascinante… —murmuró Naruto, con los ojos brillando de pura alegría. Quería vivirlo, sentirlo. Eso que llamaban libertad.
—¡Lo es! ¡Deberías intentarlo! —respondió Sakura—. Si quieres, podrías venir con nosotros mañana. No es nada especial, solo mercancía y caminos largos… pero sería lindo tenerte. Tal vez logres ver ese lago que solo refleja las estrellas fugaces.
Naruto parpadeó, sorprendido por la invitación. Su sonrisa se desdibujó por un segundo, como si no supiera si estaba permitido soñar con algo así. El brillo de sus ojos, sin embargo, hablaba de un sí aún no pronunciado.
Pero no tuvo tiempo de responder.
—No irá a ningún lado —dijo Sasuke, su voz cortante como hielo, sujetando a Naruto del antebrazo. Lo jaló hacia atrás, como si lo protegiera… o lo reclamara.
Sakura alzó las cejas, sin perder la sonrisa.
—Oh… qué intenso —susurró, mirando la mano de Sasuke con descaro—. Aunque no deberías apretar tanto. Lo vas a romper. ¿O tienes miedo de que se te escape?
Sasuke apretó los dientes.
—No te atrevas a acercarte otra vez.
—¿Acercarme a qué, exactamente? —replicó Sakura, ladeando el rostro con falsa ingenuidad—. ¿A un chico que quiere mirar más allá de esa sombra? Puedes impedirle muchas cosas… pero tarde o temprano, hasta los pájaros enjaulados aprenden a empujar la puerta.
La tensión se quebró en un instante.
Sasuke soltó a Naruto y en un solo paso tomó a Sakura por la parte frontal de su yukata, alzándola con brusquedad. El estruendo de la madera crujiendo sobre la espalda de Sakura, debido al impacto, atrajo la atención de Obito y Neji que iban mucho más adelante.
—¡Sasuke! —gritó Naruto, queriendo detenerlo al mismo tiempo que Hinata—. ¡Déjala!
Sakura no se resistió. Solo lo miró con los ojos entornados, sin borrar la expresión de ironía dulce que aún se le dibujaba en los labios. Eso solo lo enfureció más.
Con un empujón brutal, la arrojó contra la pared de la posada.
El golpe resonó por todo el pasillo, seco y fuerte. Sakura cayó de costado, su cabello largo se esparció en el suelo, mientras que la yukata se deslizó hasta un hombro. Pero incluso desde el piso, levantó la mirada hacia él con calma.
—Qué rabieta tan predecible —murmuró entre dientes, sin que nadie pudiera escucharla—. Digna de un príncipe mimado.
Naruto estaba paralizado. Hinata se acercó para ayudarla, pero Sakura alzó una mano con suavidad.
—Te enfureces cada vez que alguien se atreve a decirle que no. ¿O cada vez que Naruto se detiene a mirar otra cosa que no seas tú? —preguntó Sakura, clavando la mirada en la de Sasuke. Él intento dar un paso más, pero esta vez, Obito fue quien lo detuvo.
El silencio fue absoluto.
—No te preocupes, Hinata-chan. Estoy bien —dijo. Su voz, aunque algo ronca, mantenía su dulzura artificial intacta—. Y mi oferta sigue en pie, Naruto. Si algún día quieres ver el mundo real, puedes venir. Tú también, Hinata-chan.
Hinata tragó saliva. Notó, al mirar sus manos, que, a pesar del golpe, no temblaban.
Sakura se puso de pie, sacudiéndose apenas el polvo. Los dueños de la posada asomaron al pasillo, confundidos y preocupados, pero ella solo sonrió.
—Disculpen el alboroto. Me retiro a mi habitación —anunció con educación—. Mi compañero seguramente está esperando por mí.
Se giró y se fue sin más, dejando una estela de tensión tras de sí.
Mientras los dueños comenzaban a regañar a Obito por la falta de tacto y él se disculpaba, obligando a Sasuke y a los demás a hacerlo también. Hinata bajó la mirada hacia el suelo. Y allí, donde Sakura había pasado… notó pequeñas grietas. Fisuras sutiles en las baldosas de madera. Como si algo demasiado fuerte se hubiese contenido justo bajo la superficie.
Tragó saliva.
¿Quién era realmente Sakura Haruno en esa dimensión?
Chapter Text
Sasuke sentía como la sangre le estaba borboteando por debajo de la piel del puro coraje. Parecía un espectro furioso a través del pasillo, con la yukata desordenada y los ojos encendidos como carbones al rojo vivo. Caminaba con Naruto del brazo como si arrastrara un reo.
—¡Sasuke, basta! ¡Me estás lastimando! —protestó Naruto, pero él no lo soltó.
De un empujón, abrió la puerta de la habitación y lo hizo entrar con fuerza. Antes de que Hinata pudiera seguirlos, Sasuke le cerró la puerta en la cara sin decir palabra, dejándola sola en el pasillo con el corazón latiendo desbocado.
Adentro, la discusión comenzó como un rugido amortiguado. Palabras ahogadas, gritos lejanos. Hinata dio un paso hacia la puerta, pero se detuvo al sentir la mirada de Neji clavada en ella.
—Esto es su culpa —dijo él con frialdad—. Por llevar extraños con nosotros como si fueran mascotas.
Hinata se volvió, herida.
—¡Yo… no sabía! ¡Es solo que Sakura-san…! Solo…
Pero las palabras se le rompieron en la garganta. Mientras la discusión tras la puerta se intensificaba, los gritos queriendo interponerse uno sobre otro hacían eco como cuchillas en sus oídos.
—No sabías. Es conveniente decir eso siempre, ¿no? —replicó Neji, dando un paso más.
Hinata bajó la mirada, los ojos ardiendo.
Entonces Neji la vio. Su rostro no solo era triste, sino devastado. No lloraba aún, pero sus ojos estaban a segundos de quebrarse. Y en ese instante, su enojo se convirtió en culpa.
Sin pensarlo demasiado, le tomó del antebrazo con firmeza, pero sin brusquedad que Sasuke a Naruto, y la arrastró consigo por el pasillo. La llevó hasta la habitación donde originalmente dormiría Naruto, la que ahora estaba vacía, y cerró la puerta detrás de ellos.
Hinata se quedó de pie un momento. Miró las colchas desordenadas, seguro porque Naruto armo un drama al solo ver un futón. Entonces se volvió hacia Neji.
—Dormirá aquí. Podrá recoger tus cosas por la mañana, cuando esos dos se calmen —aseguró Neji. Hinata asintió, cabizbaja—. No necesita hacer guardia hoy.
Hinata observó como Neji colocaba el futón de la mejor forma, para que ella pudiera recostarse. Sonrió a medias, sintiéndose reconfortada, por mucho que sus palabras parecieran agujas clavándose en su piel, las acciones reflejaban todo lo contrario, y eso le gustaba mucho más que cualquier palabra vana.
Neji era una buena persona, siempre lo supo. Incluso si su destino “había sido marcado desde la cuna”, como él solía decirlo, de alguna forma eso no lo volvió alguien con malas intenciones. Era agresivo, sí, incluso frío, pero era normal después de vivir lo que él.
Y al pensar en eso, le surgió una duda.
—Hermano Neji… —llamó Hinata, sentándose delante de él, sobre el futón. Neji se quedó ahí, sin saber muy bien que hacer—. Si tuvieras la oportunidad de pedir un deseo… uno que cumpliera tu anhelo más profundo… ¿lo tomarías?
Neji la miró un momento, evaluándola con el ceño fruncido.
—Sí —respondió finalmente—. Claro que lo haría. Todos tenemos algo que deseamos con todo el corazón.
Hinata bajó la mirada; seguro lo que Neji deseaba era no llevar esa marca. Liberarse de todo el clan y hacer su propia vida lejos de ellos. Era un deseo más puro que el suyo, basado en el egoísmo.
—¿Y si ese deseo tergiversara todo lo que conocías…?
Neji alzó una ceja.
—¿No es ese precisamente el objetivo? Cambiar todo para tener lo que uno quiere.
Ella negó con la cabeza, los hombros comenzando a temblar.
—Yo no quería esto. Yo solo… yo solo quería tener una oportunidad.
Las lágrimas comenzaron a caer, silenciosas al principio. Luego más intensas. Se abrazó a sí misma, luego se acercó gateando sobre la colchoneta y, sin poder más, se aferró al pecho de Neji. Que se tensó al instante de sentir sus manos aferrándose a su yukata.
—Soy una mala persona —dijo entre sollozos, mojando la tela que cubría a Neji—. Lo soy. Cambié todo por un deseo egoísta. Y todo es una espiral que me está arrastrando hasta el fondo del abismo.
Neji no entendía sus balbuceos. Lo único que conseguía unir eran incoherencias que no lograba enlazar. Pero Hinata se veía aterrada, como si todo lo que estuviera diciendo la estuviera torturando y cada día la apresara más. Así que la sostuvo por los hombros, obligándola a mirarlo.
—Eso es imposible.
Hinata alzó sus ojos anegados de agua; Neji estuvo tentado a limpiar las lágrimas con un pulgar, pero desistió.
—No aceptaré que siga denigrándose de esa forma, Hinata-sama —rezongó Neji, frunciendo el gesto—. Usted no es mala persona.
Ella lo miró, como esperando que le diera una razón mucho mejor que simples palabras. Neji se mordió la lengua, pero al final, no pudo detener el vomito verbal que se le aglomeró en la garganta. No lo soportaba, que ella se considerara “mala” o que estuviera sufriendo por cosas más allá de su poder.
—Postergó la marca de Hanabi por años. Se negó a usar el control de la marca, incluso cuando pudo. Incluso cuando tu padre la golpeó por no practicar con ella, usted siguió negándose. ¿Eso te parece maldad?
Neji apretó más el agarre sobre ella, como queriendo que esas palabras se le quedaran tatuadas para siempre.
—Nunca ocupó su dominio sobre nadie. Ni una vez. A pesar del poder que se le ha dado. Eso no lo hace una persona mala. Lo sé, Hinata-sama. Lo sé porque lo he visto. Porque el Byakugan me permite ver muchas cosas… incluso a la verdadera Hinata-sama.
Ella lo miró largo rato, sus labios estaban temblorosos y las lágrimas seguían bajando por sus mejillas. Se sentía patética. Neji siempre la miraba de esa forma, llorosa y cobarde. Se sintió mal, pero también algo cambió. Como si al verlo con esa calma y sabiduría, quisiera enseñarle nuevas partes de ella, para hacerlo sentir orgulloso. Que esa “verdadera Hinata-sama”, fuera todo lo que él esperaba.
—Entonces… ¿qué soy…?
Hinata podía sentir el calor de su mano cerca de su mejilla, el olor a té verde y hierbas que siempre lo envolvía. Era una fragancia familiar, reconfortante, que la hacía querer inclinarse hacia él.
—Eres alguien que cometió un error… y lo lamenta. Eso no te hace mala. Solo humana.
Y se dio cuenta que no era la única. En la mirada de Neji, también había algo nuevo. Algo que Hinata unca antes había visto: una rendija en su armadura perfecta, un destello de algo que iba más allá del deber, del clan, de todo.
—Gracias, hermano Neji —sonrió, recostando su mejilla sobre la mano de Neji que todavía reposaba sobre su hombro.
Neji apretó los dientes. Quería apartar la mano, pero no podía, no cuando ella al fin se mostraba calmada, así que solo decidió esperar. Mientras el contacto le enviaba un sinfín de hormigas recorriendo cada centímetro de su piel.
Hinata en cambio, pensó que quizás, solo quizás, merecía ser perdonada.
La puerta se cerró de un portazo brutal tras ellos. La habitación, apenas iluminada por la luz tenue de una lámpara de papel, parecía encogerse con la tensión que llenó el aire de inmediato.
—¿Qué diablos te pasa? —explotó Naruto, sacudiéndose el brazo al fin, forzando a Sasuke a soltarlo—. ¡¿Por qué hiciste eso frente a todos?!
—¿Y tú qué crees que estabas haciendo? —espetó Sasuke, con la voz baja y peligrosa, como una olla a presión a punto de estallar—. Sonriendo como un idiota. Mirándola como si fuera tu maldito sol.
—¿Qué…? ¿Qué tiene eso de malo? Solo estábamos hablando.
—No conoces a esa mujer —gruñó Sasuke, y dio un paso hacia él. La luz cayó de costado sobre su rostro, resaltando la línea tensa de su mandíbula, la sombra en sus pómulos—. Y tú nunca piensas. Te dejas llevar por cualquier sonrisa, por cualquier gesto amable, como si fueras un niño esperando cariño.
Naruto frunció el ceño, dolido.
—¡Ella no hizo nada malo! ¡Solo fue amable’ttebayo! ¡¿Por qué reaccionas así?!
Sasuke dio un paso al frente, la sombra de su figura imponiéndose sobre la de Naruto. Su mirada era un torbellino oscuro, denso, contenido apenas por la disciplina que lo sostenía al borde del abismo.
—Porque no confío en nadie que aparece de la nada, actúa como si nos conociera y trata de llevarte con ella al día siguiente.
Naruto abrió la boca para responder, pero Sasuke no lo dejó.
—No te das cuenta, ¿verdad? Eres débil. Siempre lo has sido. Y ahora, más que nunca, estás actuando como si nada importara. Como si el mundo fuera un juego.
—¡Cállate! —gritó Naruto, furioso—. ¡No eres mi padre, ni mi sensei, ni mi dueño! ¡No tienes derecho a decidir con quién hablo o no! ¡Ya es suficiente con que los tuyos decidan todo lo demás por nosotros’ttebayo!
Sasuke sintió cómo el veneno subía por su garganta.
—Los “míos” han mantenido a salvo tu trasero por años —rugió—. Tu madre, tú, toda tu maldita sangre Uzumaki vive bajo el permiso de nuestro clan. ¡Y tú todavía tienes el descaro de hablar de mi clan como si no te hubieran dado nada! ¡Perdonaron a tu familia incluso cuando uno de ellos era uno de los líderes de la antigua Konoha!
— ¡No perdonaron a mi familia! —rezongó Naruto, haciendo comillas con sus dedos—. ¡Todo el mundo sabe que requerían a los Uzumaki por sus habilidades! Por eso mantienen a mi madre controlada con mi padre, por eso me tienen a mí a tu lado, Sasuke. ¡Cómo el maldito amigo del príncipe Uchiha! ¡Como tu perro guardián!
Sasuke retrocedió medio paso, no por miedo, sino por la punzada exacta de esas palabras.
—Fíjate las estupideces que estás diciendo —Sasuke se acercó a él, resaltando sus alturas al mirarlo desde arriba—. Hay un límite sobre lo que puedes hablar, Naruto.
— ¿Crees que no sé que tengo la misma función que Neji en esta misión? —preguntó Naruto, totalmente serio.
Hubo un silencio. Un silencio profundo, como si el aire hubiese sido tragado por la habitación.
Sasuke respiró hondo, y cuando habló, su voz era hielo afilado:
—No vuelvas a decir eso.
La lámpara de papel crujió con la corriente de aire que se colaba por la ventana, como si hasta la habitación hasta ese momento hubiera contenido la respiración.
—¿Por qué no debería decirlo? —preguntó, su voz ronca, casi quebrada—. ¿Te duele? ¿Te molesta saber que no me tragaba el cuento desde el principio? ¿Qué me di cuenta hace tiempo de que no soy más que una herramienta a tu lado? Algo que debes tener cerca para mantener tu vida a salvo.
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo —susurró Sasuke, los dientes apretados, con la voz temblando de rabia—. No sabes cuántas veces he tenido que intervenir para que no te mandaran lejos. Para que no te hicieran daño. ¿Y tú… tú te comparas con Neji?
Naruto sonrió, era una mueca herida. Como si aquello no fuera suficiente.
—Al menos Hinata le hace saber a Neji sabe cuál es su lugar. Tú solo decoras la jaula’ttebayo.
Eso rompió el hilo delgado de la cordura de Sasuke.
Lo empujó con el antebrazo, con fuerza, haciendo que Naruto trastabillara y cayera sobre el futón, la espalda golpeando el colchón blando con un sonido sordo. En un instante, Sasuke estaba encima de él, sujetándolo por la tela del yukata. El peso de su cuerpo no era total, pero sí suficiente para que Naruto sintiera la presencia ardiente y contenida del otro, como una amenaza.
—¡¿Qué diablos te pasa?! —exclamó Naruto, forcejeando, pero sin encontrar un verdadero escape. Tampoco es que pudiera utilizar alguna técnica con él, porque entonces pasaría una línea que no estaba permitida.
Y no habría punto de retorno.
—Cállate —susurró Sasuke, apenas audible, con la mirada fija en la suya.
Naruto dejó de moverse un segundo, sintiendo como sus pechos se rozaban al respirar entrecortadamente. La llama de la lámpara en el suelo tiritó, casi apagándose, aunque al final pudo mantenerse en flote, proyectando sus sombras unidas contra la pared. Las manos de Sasuke aún lo sujetaban, con presión desesperada, posesiva. Como si, al soltarlo, algo irremediable ocurriera.
— ¿Sabes por qué me fascinó tanto Sakura-chan? —preguntó Naruto, irritado. Las manos de Sasuke se tensaron con fuerza y golpeó al lado de la cabeza de Naruto, él no tuvo miedo al sentir el aire del puño rozar su rostro; solo tristeza, pensando cuando sería el día en que realmente no pegara al costado—. Porque es todo lo que siempre soñé’dattebayo.
— ¿Qué? —gruñó Sasuke. Las luz sobre su rostro hacia que las sombras se alargaran mucho más, dándole un aspecto mucho más oscuro—. Así que fantaseas con chicas así.
— ¿Eres idiota? —reprochó Naruto—. Tú mejor que nadie sabes a que me refiero. Siempre he deseado viajar por el mundo. Ir más allá de Konoha. Conocer todo lo que me rodea. Y ella es todo eso. Quiero ver esos lugares mágicos de los que ella habla. No me importa si exageró en algunos. Yo quiero eso. Y podría escucharla horas si con eso consigo imaginar que hay más allá del clan Uchiha y Hyūga. Más allá de nosotros, Sasuke.
Y fue entonces cuando Sasuke lo besó.
Fue un beso urgente, brutal, como si necesitara borrar las palabras de Naruto de sus labios. Lo tomó de la mandíbula y lo atrapó, impidiendo toda réplica, toda despedida que pudiera formularse. Naruto se quedó helado, con los ojos abiertos, atrapado entre la rabia que aún ardía en él y el temblor que le recorría la espalda.
El beso duró un segundo. Dos. Sasuke apretó los ojos, como si le doliera, como si estuviera perdiendo algo incluso al tenerlo así. Y luego se separó, respirando agitado, el rostro a escasos milímetros.
—No digas que te irías con ella —le pidió, en voz baja. Era una súplica envuelta en veneno.
Naruto lo miró, con el corazón latiendo en la garganta.
—¿Qué fue eso...? —murmuró, aún aturdido.
—No eres su problema —dijo Sasuke, como si cada palabra le quemara la lengua—. Eres mío.
Naruto lo miró, con el corazón aun golpeando en su pecho como un maldito tambor ensordecedor. La habitación parecía encogerse, como si el aire se hiciera más denso entre los dos. Sasuke estaba todavía sobre él, pero su expresión no tenía nada de orgullosa ni altiva. Tenía esa maldita expresión que siempre ponía cada que sentía que lo perdería, que todo lo que construyeron se esfumaría antes de poder terminarlo por completo.
Aquello era su forma de aferrarse a él, a pesar de que repudiara sus sentimientos, a pesar de que a la mañana siguiente actuara como si Naruto fuera el que temía perderlo.
Naruto se sintió igual de patético que siempre, cuando no pudo más. Su orgullo siempre cedería ante Sasuke Uchiha. Esa desesperación lo desarmaba por completo y lo volvía su juguete.
Cerró los ojos, apretándolos con fuerza. Dentro de su mente, la voz de Sakura le volvió a relatar las historias de sus viajes, las montañas más allá de las tierras del País del Fuego, los ríos que brillaban como espejos infinitos… Todo eso era real. Todo eso era su sueño inalcanzable. Desde niño había querido ver más. Escapar de la jaula que eran los muros de Konoha. Había querido correr libre, sin límites, sin clanes que decidieran su destino.
Pero no podía.
Jamás se marcharía. Jamás abandonaría a su madre. Jamás pondría en peligro a su padre. El título de “desertor” no era solo una palabra: era una sentencia para los suyos, de que cazarían hasta el último de ellos.
Excepto para uno. Uno que había escapado de eso.
Uno al que habían dejado libre.
Y ese, era el mismo que había abandonado primero a Sasuke Uchiha.
Su hermano Itachi.
Naruto abrió los ojos, y sin decir nada, le acarició la mejilla con cuidado, dejando que la cara de Sasuke reposara sobre el canto de su palma. Él se dejó hacer, totalmente vulnerable, y cerró los ojos, suplicando porque jamás se llevarán a esa calidez de su lado.
—Es imposible que me marche —susurró Naruto, con la voz aún rasposa, contra su cuello—. No lo haría. No por ella. No por nadie’dattebayo.
Sasuke sintió la tensión en la mano de Naruto, y sin más, volteó el rostro, lo suficiente para besarle la mano.
—No voy a abandonarte, te lo juro, Sasuke —e inclinando su cuerpo hacia adelante, depositó un beso sobre sus labios, sellando el juramento.
El viento en el tejado era gélido. Soplando sin compasión sobre las tejas mojadas por el rocío nocturno, arrastraba las últimas hojas secas que la primavera aún no había reemplazado por completo. Su figura encorvada sobre el alero era apenas visible con la oscuridad de la noche, más parecía una sombra que proyectaba el enorme árbol de enfrente. Su rostro era perfectamente ocultado por una máscara de zorro blanco, que también se escondía entre las sombras de la capucha que mantenía sobre su cabello, ocultándolo.
Y lo único que podía identificarla, era esa capa negra con nubes rojas, agitada por la brisa.
Las voces de Sasuke y Naruto llegaron primero como estallidos, aunque después se amortiguaron entre la madera. Aunque no lo suficiente. Pues supo de inmediato que estaba pasando.
Sakura parpadeó detrás de la máscara, sorprendida.
No es como si no lo hubiera intuido debido a la reacción de Sasuke, pero esperaba que solo fuera un amor correspondido, dada la forma en que Naruto reaccionó con ella. No pudo evitar reír entre dientes al entenderlo.
Sakura inclinó la cabeza levemente. Así que así era como sonaba perder el control. Así era como se escuchaba el miedo a ser abandonado.
Una sonrisa tenue, apenas perceptible, se dibujó bajo la máscara de zorro.
—Te entiendo, Sasuke —murmuró para sí misma.
La lluvia comenzaba a anunciarse en el horizonte con el lejano rumor de un trueno apagado. Sakura alzó la vista hacia el cielo nublado, y con un suspiro inaudible, se levantó.
—Yo también lo haría si pudiera…
Aunque luego lo pensó mejor. Y negó con la cabeza.
Después de todo, no quería ser odiada, como Sasuke estaba logrando con Naruto. Él debía ser demasiado idiota para no darse cuenta de que esos ataques solo hacían que la libertad le resultara más tentadora a Naruto.
—Una mala persona se aprovecharía de eso en un instante—Sakura se escabulló entre las sombras, cuando notó una nueva sombra buscando algo; Obito Uchiha.
La sombra de Obito se movió con lentitud, con ese andar cauteloso que anunciaba que pronto entraría a la acción. Sus dedos se deslizaron por la baranda metálica del segundo piso como si estuviera siguiendo una pista, rastreando presencia chakra.
Sakura dio un paso atrás sin hacer ruido, su capa se ondeó brevemente como una bandera de guerra no declarada. El cielo rugió, como advirtiéndola.
Un perro ladró cerca de ahí, distrayendo a Obito. Sakura entonces aprovechó la distracción para escabullirse lo más rápido que pudo sobre el tejado, directo a su habitación. Donde esa persona especial ya la esperaba.
Allí estaba él, sentado junto a la ventana entreabierta, iluminado apenas por el resplandor eléctrico de un relámpago lejano. Llevaba máscara, pero aún con ella conservaba esa expresión severa y ausente que lo volvía imposible de leer.
—Sigues andando sin cuidado —la regañó apenas ella cerró la puerta.
Sakura se quitó la máscara de zorro blanco, dejando que la capucha resbalara por su cabello rosado con la misma suavidad que una caricia. Esta vez, su sonrisa fue sincera.
—¿Estás celoso porque casi me encuentro con tu antiguo amigo? —bromeó, ladeando la cabeza como una niña traviesa.
Él no respondió, pero sus ojos se agudizaron con una intensidad que lo decía todo.
—Tch, era bromita —murmuró ella, haciendo un mohín.
— ¿Qué hay con el Uzumaki? —preguntó él, tras una pausa larga.
—No vendrá —Sakura bostezó, tirándose en el futón y haciendo la cabeza para atrás para poder observarlo—. Está enamorado de Uchiha Sasuke. Y él, uff… vaya que lo quiere a su lado.
Sakura se estiró como una estrella de mar, cerrando los ojos.
— ¿Y así estás tan relajada? —inquirió él, escéptico. Sakura parecía hablar del desayuno de la mañana y no del objetivo que tenían fijo desde hace meses.
—Por supuesto —contestó, alzando un pulgar, mismo que utilizó para después señalar su cabeza—. No tengo esta enorme frente por gusto. Al menos, detrás de ella tengo un buen cerebro.
— ¿Cuál es tu plan?
Ella se calló un instante, pensando en Naruto. Tenía esos ojos brillosos, aguardando por comerse el mundo.
—Enseñarle que es la libertad —sonrió, coloreando sus pómulos como dos manzanas encantadas.
Esa era la llave que Naruto había estado esperando.
Chapter Text
Sakura llevaba contemplando a Kakashi por un largo rato, trazando en el aire, con la yema de un dedo, el perfil perfecto de aquel hombre. Era perfecto. Había conocido a un sinfín de hombres apuestos —el día anterior incluso había sumado unos cuantos más a su lista—, entre ellos destacaban el príncipe Uchiha y el lacayo Hyūga. Sin embargo, al volver a su habitación, la conclusión fue inevitable: el mejor seguía siendo Kakashi Hatake.
Pese a que no podía mirar su rostro por esa horrible máscara que se empeñaba en llevar sobre su rostro, Sakura lo sabía. Esos rasgos finos, la simetría visible, estaban ahí, aguardando por ella detrás de ese estúpido pedazo de tela.
Su dedo flotó sobre la punta perfilada de la nariz de Kakashi, y cuando sus ojos verdes se oscurecieron levemente, ya se encontraba a un milímetro de distancia de sus labios. Una expresión casi gatuna apareció en su rostro. Deseaba presionar su dedo contra ellos. Quizás, luego, sustituirlo con su boca.
— ¿Cuándo piensas dormir? —Kakashi habló a secas, abriendo los ojos de golpe.
— ¡Uwaaa! —chilló ella, echándose para atrás, retirando de inmediato el -no- contacto que mantenía con él. Su corazón parecía una bomba a punto de estallar—. ¿Estabas despierto?
— ¿Cómo se supone que duerma cuando siento el peligro emanando al lado mío? —reclamó, ladeando apenas la cabeza sobre la almohada.
Sakura se sonrosó, aunque luego puso una expresión mucho más juguetona.
— ¿Estabas esperando que te besara, Kakashi-senpai? —preguntó, inclinándose lo suficiente para no incomodarlo. Sabía que Kakashi la aventaría a un lado a la menor oportunidad que aquello fuera llevado mucho más lejos.
—Estaba esperando a que durmieras y me dejaras dormir —su tono fue simplón, casi hastiado.
—Lo siento, dormiré ahora —la sonrisa de Sakura se curvó, y se colocó unos centímetros al lado de Kakashi.
Se sintió mejor cuando él no se apartó. Aunque no se hizo ilusiones: probablemente solo lo hacía para evitar que ella volviera a despertarlo con alguna pesadilla.
.
Cuando Hinata abrió los ojos, un sonrojo intenso le cubrió el rostro.
De alguna manera se había quedado dormida, aunque recordaba que había sido muy lejos de Neji, pero ahora estaba ahí. En la parte que le pertenecía a Neji. Recostada sobre su brazo extendido. Él seguía dormido, parecía tranquilo, como si todo el rencor que estuviera guardando ya no existiera.
Hinata se levantó de golpe, haciendo rebotar su cabello hacia adelante, todavía un poco avergonzada. Nunca había dormido con un hombre. Bueno, había dormido con Kiba y Shino en misiones, pero eso era diferente.
Negó con la cabeza, apartándose a hurtadillas. En ese mundo, Neji todavía la odiaba. Invadir su espacio, por más inocente que fuera, solo alimentaría su desdén. Lo mejor era volver a su lugar antes de que despertara.
Se dirigió a la ventana, aún sin que el sol hubiese terminado de asomar. Afuera, el cielo estaba cubierto por una neblina azulada, y las primeras luces revelaban una escena que la dejó helada.
Ahí, frente a la entrada de la posada, estaba Sakura. Llorando.
Hinata entreabrió los labios, perpleja. ¿Cómo era posible que siempre se la encontrara? ¿No se suponía que su compañero estaba enfermo…? ¿Y si…?
Los pasos rápidos de Hinata despertaron a Neji de un salto, y cuando puso estabilizar la mirada, solo notó la puerta quedando entreabierta por la salida abrupta de la princesa Hyūga.
— ¿Sakura… san? —llamó Hinata, llegando agitada a ella.
Sakura pareció apenas notar su presencia cuando la llamó, alzando sus rostro lloroso de entre sus manos. Tenía los ojos hinchados, la nariz roja al igual que sus mejillas, probablemente había estado desde la madrugada en ese lugar.
— ¿Estás bien?
Era extraño. Hinata tenía una sensación rara en el pecho, no obstante, lo adjudico a que era por la forma tan alegre con la que Sakura la había tratado el día anterior, solo para hoy, estar llorando a mares.
— ¡Hinata-chan! —sollozó Sakura, y corrió a abrazarla.
Hinata la recibió en sus brazos, todavía confusa.
—Hinata-sama, ¿se puede saber que está ocurriendo? —preguntó Neji. Hinata notó al voltear, que ni siquiera se había atado el cabello y este caía desordenado por su espalda y pecho.
—N-No tengo idea. La vi llorando y… solo lloró más cuando la llamé —explicó Hinata, nerviosa. La mirada de Neji volvía a juzgarla con severidad.
— ¡Es… que… es que…! —los balbuceos de Sakura eran inconsistentes, y no podía distinguir las palabras que salían de ella.
—Yo puedo explicarlo —intervino una de las ancianas, acercándose con premura desde la entrada de la posada. Sakura medio alzó la mirada, todavía llena de lágrimas—. Hubo un robo durante la madrugada. Se llevaron la carreta de Sakura-chan… junto con su caballo.
Neji afiló la mirada, no había escuchado nada por la noche. Y eso le extrañó y alertó, “no había escuchado nada por la noche”. Además, se sentía bastante descansado. Había dormido tan profundamente que todos sus sentidos se habían apagado.
Hinata lo miró igual de desconcertada.
—N-Nadie escuchó… —masculló Sakura—. Y… ahí tenía todo… el dinero… la mercancía…
Sakura limpió sus lágrimas con el dorso de la mano, todavía medio recostada en el pecho de Hinata.
—Lo perdí todo.
—No encontré nada —la voz de Obito, llegó detrás de ellos. Sakura se incorporó, mirándolo como un cachorro apaleado—. Busqué rastros, pero no hay ninguno. La marca de la carreta se pierde en el camino y a esta hora, ya hay varios aldeanos trabajando.
El cuerpo de Sakura volvió a tener espasmos, y las lágrimas volvieron a caer con fuerza.
— ¿Tú escuchaste el robo? —preguntó Neji.
—No. Sakura-chan y las ancianas me despertaron cuando notaron que la carreta no estaba.
—M-Me desperté, porque mi compañero me pidió que le diera de desayunar al caballo… y… ya no estaba —aseguró Sakura—. Él también fue a buscarlo, pero no ha regresado.
— ¿Está mejor? —preguntó Hinata.
Sakura asintió. Hinata la miró con compasión, sus ojos estaban totalmente rojos e hinchados.
— ¿Podemos ayudar a buscarlo? —preguntó Hinata directamente a Obito y Neji. Ellos negaron de inmediato—. Todo lo que han ganado está ahí, no podemos simplemente dejarla así, por favor.
—Hinata-sama —advirtió Neji.
—El dinero no es lo que más me preocupa —balbuceó Sakura—. Había algo mucho más importante ahí.
Obito pareció curioso—. ¿Qué cosa?
Sakura pareció nerviosa, mirando a Hinata y luego a ellos.
— ¿Qué cosa, Sakura-san? —repitió Hinata.
—Ustedes son ninjas de Konoha, así que… quizás no lo sepan —. Sus cabellos rosados taparon su rostro al comenzar a hablar, todavía se escuchaba la voz quebrada por las lágrimas, sin embargo, también tenía un tono lúgubre—. Hay mucha maldad fuera de Konoha. Akatsuki es la más grande de ellas.
— ¿Akatsuki? —murmuraron los tres ninjas.
Sakura asintió.
— Se ocultan entre las sombras del País del Fuego, donde Konoha ejerce cierto control. Pero fuera de ese límite… no hay ley que los alcance. Las demás naciones no se preocupan por proteger a quien no les pertenece.
—Ve al grano —ordenó Neji.
—El negocio principal de Akatsuki es la venta de información —continuó Sakura—. Y para obtenerla, su segundo negocio es: el tráfico de esclavos.
—¿Esclavos…? —Hinata se puso pálida.
—No soy una de ellos —se apresuró a aclarar Sakura—. Pero… mi compañero lo era. Escapamos juntos. Hemos estado huyendo por semanas, buscando llegar al País del Hierro. Allí Akatsuki no tiene jurisdicción.
Obito apartó a Hinata de Sakura, tomándola por los hombros.
—Sakura-chan, ¿qué tenía el cargamento que te robaron?
Ella apretó los labios, nerviosa.
—El pergamino que probablemente estás buscando —interrumpió otra voz. Una mucho más grave, sin emoción. Como un cuchillo que dejaba un corte limpio, que prometía sanar, pero llevaba veneno escondido sobre su hoja.
Sakura apretó los dientes. Los dedos de Obito se aferraron con fuerza a sus hombros sin querer, haciéndola gemir de dolor. Hinata, al notarlo, la apartó enseguida.
Los ojos negros de Obito viajaron hacia la entrada que daba al sendero. El sol ya estaba saliendo, y entre los rayos que comenzaban a caer, las sombras se desvanecían dejándolo ver. Una figura alta, erguida, cubierta con una capa negra y una máscara que le cubría parte del rostro. El cabello plateado caía con el mismo desorden de siempre. Sus pupilas grises no brillaban, pero había algo en ellas que helaba la sangre.
—Kakashi… —murmuró Obito, casi sin aire.
Hinata tragó saliva. Y Sakura volvió a sentir un agarre fuerte, ahora sobre su brazo, ella también parecía ver un fantasma, solo que está vez Sakura no entendía por qué.
Obito dio un paso a él, extendiendo una mano, parecía querer asegurarse de que no era un fantasma.
—Yo… pensé que estabas muerto—. Él logró colocar una mano en su pecho, haciéndole entender a su mente, por fin, que estaba ahí, justo delante, que no era el espectro que por mucho tiempo se le apareció y lo atormentó. Estaba cálido. Vivo.
Kakashi le retiró la mano sin agresividad, simplemente la sostuvo en el aire y luego la soltó como si se tratara de basura.
—No encontré nada, Sakura —aseguró, ignorando por completo a su antiguo compañero.
—E-Espera, Kakashi… tienes que explicarme —Obito se interpuso sobre sus palabras, exaltado. Su cara estaba variando en tonalidades roja y morada—. ¡Rin… Rin lloró mucho por ti!
—Y aún así, ninguno de los dos me buscó.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Sakura, visiblemente alterada—. Dijiste que ese pergamino era nuestra protección…
Pese a las insistencias de Obito, Kakashi fue a donde Sakura, colocándole una mano en la cabeza.
—Todo estará bien. No tienes por qué preocuparte. Yo lo resolveré.
Obito lo contempló, ensimismado. Tenía tantas preguntas rondando su cabeza, y necesitaba las respuestas tan pronto. El tiempo pareció distorsionarse en torno a él, todo sonido atenuado, como si una campana le cubriera la cabeza.
Bajó lentamente la mano con la que había tocado su pecho, como si acabara de quemarse.
La rabia mezclada con amargura y aflicción le subió por la garganta, pero no tenía forma aún, se quedaba solo en un nudo atorado.
Kakashi seguía de espaldas a él, con la mano todavía sobre la cabeza de Sakura, que seguía temblando como una hoja. Cuando se giró al fin, su mirada gris se detuvo brevemente en los ojos de Obito. No había reproche. No había alegría. Solo ese vacío tan insoportable que lo caracterizaba. Ese silencio que tanto lo había marcado desde niños.
—Tenemos que hablar —Neji dio un paso hacia ellos, cruzando los brazos. Su postura era imperturbable, pero sus ojos estaban llenos de sospecha y alerta—. En privado.
Kakashi lo miró, luego desvió los ojos hacia Obito. Asintió con la cabeza, una sola vez, breve. El gesto fue todo lo que Obito necesitó para romper el estado de suspensión que lo envolvía.
Respiró hondo.
—Está bien —dijo finalmente. Luego se quedó un rato volviendo a mirar a Kakashi—. Sí… tenemos que hablar.
El Jōnin desvió sus ojos a Sakura, que terminaba de limpiarse las lágrimas.
—Hinata… ¿puedes encargarte de ella? —pidió.
Hinata asintió al instante, colocando ambas manos con delicadeza sobre los hombros de Sakura.
—Por supuesto.
Sasuke despertó mucho antes que Naruto. Y, en el fondo, amaba hacer eso.
Ser el primero en abrir los ojos le daba algo que no podía tener de otro modo: control. El control de observar el mundo antes de que este lo observara a él. El control de mirar a Naruto dormido, de estudiar cada detalle sin ser descubierto, sin tener que justificar por qué lo hacía. Porque si Naruto abría los ojos mientras él lo miraba de ese modo sabría que podría tomarlo y destruirlo por completo.
El futón estaba tibio entre ambos. El cabello rubio de Naruto se mezclaba en todas direcciones, cubriendo parte de su frente. Tenía la boca entreabierta y la respiración lenta, casi infantil. Notó con gracia que una de sus piernas estaba encima de él, y sus brazos abrazaban la almohada que le pertenecía. Una parte de sí quiso apartarlo, ya que no estaba demasiado acostumbrado a esa invasión de espacio personal. Pero otra parte, la más fuerte, no quería moverse de ahí jamás.
Sabía que debían continuar con la misión pronto. Sabía que era probable que los demás ya estuvieran en pie, organizando sus cosas o terminando de prepararse. Pero también sabía que nadie los había ido a buscar, y eso solo podía significar una cosa: aún era temprano, y todo el mundo seguía dormido… como Naruto.
Y eso le regalaba algo parecido a la paz.
Así que continuó observándolo. De nuevo, todos los lugares donde había puesto las manos Naruto parecían escocerse bajo su piel. Y la renuente sensación de volver a acariciarlo, de sentirlo y nunca dejarlo ir, volvió a aparecer.
Miró las marcas hechas en la noche, todavía resaltaban en su pecho desnudo y sobre su cuello. Había sido estúpido. Había dejado que su miedo de perderlo lo desbordara por completo. También sabía que, por eso mismo, lastimó a Naruto con sus palabras, como siempre.
—Idiota… —murmuró Sasuke, sin poder evitarlo, mientras que con un dedo empujaba un mechón rubio en la frente de Naruto.
Naruto se removió apenas, emitiendo un pequeño sonido gutural, sin despertar.
Sasuke cerró los ojos un momento, respirando hondo. Le dolía quererlo así. Le dolía saber que ese sentimiento lo debilitaba, lo exponía, lo volvía vulnerable. Pero más le dolía imaginarlo marchándose.
Ya fuera con Hinata, con esa idiota de cabello rosa o con cualquier otro que le ofreciera un mundo más grande que el que él podía construir, Sasuke sentía que se le pudría el corazón.
Había intentado. Lo había intentado de verdad.
Pasó años buscando formas de acompañar a Naruto sin cortarle las alas. Pensó en ideas, en estrategias. Se esforzó por no sofocarlo, por dejar que respirara. Que fuera él mismo. Pero mientras más Naruto repetía esa palabra maldita en su mente: “libertad”, más se alejaba. Más inalcanzable se volvía.
Porque Sasuke no tenía historias que contar que Naruto no conociera ya. No sabía que era la libertad porque estaba atado a su clan. Él solo sabía que era lo mejor de lo mejor y no podía dejar que nadie lo rebasara.
Se sintió satisfecho cuando Naruto lo eligió, por sobre esa autonomía.
Pero la duda no se marcharía nunca. Era como veneno lento escurriéndose sobre su garganta.
“¿Cuánto tiempo?”
¿Cuánto tiempo más lo elegiría?
Sasuke volvió a mirarlo. La luz que se colaba por las rendijas del shōji ya era más intensa. El día estaba a punto de comenzar. Las sombras que los habían protegido durante la noche comenzaban a desvanecerse.
Se preguntó qué pasaría cuando Naruto abriera los ojos. ¿Lo miraría igual? ¿Sonreiría? ¿Se inclinaría con esa torpeza suya, buscando un beso más, como si nada hubiera cambiado?
—Asegúrate de matarme cuando decidas marcharte… porque será la única forma en la que no vaya a buscarte —murmuró para sí.
— ¿Te encuentras más tranquila? —preguntó Hinata, dándole el té que la amable anciana le había traído para Sakura.
Ella asintió con la cabeza.
—Lo siento, Hinata-chan. Debiste sorprenderte cuando te abrace.
—No, está bien —aseguró con una sonrisa, sentándose al lado de ella—. Es normal que esto te haya abrumado.
—¿Hmm? —Sakura la miró con cierta confusión, ladeando la cabeza.
Hinata pareció confundida—. Dijiste que ese pergamino era lo que los iba a mantener a salvo, ¿no?
—Ah… sí —Sakura asintió varias veces, como si ahora recordara el hilo que ella misma había dejado escapar—. Era nuestro pase de entrada al País del Hierro. Con él nos aceptarían, sin preguntas. Era nuestra única garantía de protección real.
— ¿No temías lo que pudieran hacer con él?
—No sé como funciona, yo no soy un ninja —le recordó, sorbiendo el último trago de té—. Kakashi-senpai dijo que era valioso… y yo le creo todo.
Está vez, Sakura pudo notar de reojo como Hinata jugaba con sus dedos, como si estuviera conteniendo la pregunta. Aunque no fue por demasiado tiempo:
—¿Hace mucho que lo conoces? —terminó por soltar al fin.
—Sí. Hace cuatro años. Él me salvó —. Los ojos de Sakura destellaron con gratitud al recordar eso—. Desde entonces, le juré lealtad.
— ¿Te salvó…?
La voz de Hinata se quedó flotando entre ambas. Era genuina, pero también temerosa. Como si hubiese algo en ese vínculo que no terminaba de comprender.
Sakura al darse cuenta de que estaba sumergiéndose demasiado en los recuerdos y, que se pondría muy seguramente a hablar de ellos, resaltando todo lo que había hecho Kakashi por ella, ya que le encantaba ese tema, decidió mejor desviar la conversación a la duda que ella tenía.
— ¿Y tú, Hinata-chan? ¿Lo conoces?
Hinata parpadeó, sorprendida por el cambio. Un breve "¿eh?" se le escapó antes de componer una expresión más neutral.
—Te vi igual de sorprendida que tu sensei —aseguró Sakura, y señaló su brazo—. Me agarraste como si hubieras visto un fantasma.
—Ah… —Hinata se mordió los labios, desviando la mirada. Sakura entonces supo que vendría una mentira—. Obito-sensei nos ha hablado un par de veces de él. Es todo. Solo estaba consternada por todo lo que ocurría, Sakura-san.
Entonces Sakura hizo un mohín adorable, sobre ese rostro marcado por las lágrimas ahora secas.
— ¿Qué pasa?
Hinata comenzó a ponerse nerviosa por la mirada ansiosa contraria. ¿Acaso no le había creído? ¿Acaso… recordaba de alguna forma la vida que tenían antes? ¿Sabría que deseó que desapareciera?
—Desde hace rato que me llamas Sakura-san —reprochó ella, inflando las mejillas.
— ¿Eh?
— ¡Hinata-chan, soy tú amiga! Puedes llamarme Sakura-chan o solo Sakura, no es necesaria tanta formalidad —aseguró enfadada. Hinata sintió que el peso de sus hombros se caía por completo hacia atrás.
— ¿Por eso luces molesta? —y una pequeña risa escapó de Hinata.
Sakura relajó su expresión al verla.
—Eres muy bonita, Hinata-chan. Deberías sonreír más —aseguró, llevando una mano a la mejilla de Hinata. La futura heredera del clan Hyūga se paralizó ante su contacto, no estaba acostumbrada a que Sakura tomara demasiada confianza con ella.
— ¿Sakura…san?
—Tch. De nuevo eres demasiado formal — bufó Sakura con fingida exasperación, antes de pellizcarle suavemente la mejilla.
Hinata no supo qué responder. Sentía el calor subirle por el rostro. Y solo esperó que ese contacto durara un poco más.
El pasillo que conectaba las habitaciones con la recepción ya se encontraba con la luz colándose por las ventanas cubiertas de papel de arroz. Sasuke caminaba unos pasos por delante, sin voltear a ver a Naruto, aunque sabía perfectamente que lo seguía. Podía sentirlo en la forma en que el suelo crujía detrás de él, en la manera en que la respiración del rubio marcaba un ritmo leve y constante.
Bajaron por las escaleras en silencio, cruzando el umbral hacia el vestíbulo. Ahí, casi todos los demás ya los esperaban. Obito se encontraba junto a Neji e Hinata, revisando un mapa sobre una mesa baja mientras bebía algo caliente. Su expresión era neutral, pero al levantar la vista y verlos llegar, una ligera tensión se le dibujó en los ojos.
—¿Están listos para partir? —preguntó Obito.
Sasuke asintió sin decir palabra, manteniendo su porte sereno.
Naruto también iba a responder, pero entonces algo lo hizo voltear por instinto. Unos suaves pasos sobre la vieja madera de las escaleras. Y allí, al girar sobre sus talones, la vio.
—¿Sakura…chan? —murmuró con sorpresa.
Una expresión sonriente cruzó el rostro de Sakura al verlo, saludándolo con la mano. A su lado, un hombre alto y de cabello plateado apenas los miró, sus pupilas grises recorrieron la escena con una neutralidad pasmosa antes de perder todo interés.
—¡Sí! —exclamó, alzando la mano libre en un saludo enérgico—. ¡Listos para partir!
Obito no desvió la mirada ni un segundo de su antiguo amigo, quien solo asintió con la cabeza.
— ¿Qué es esto, Obito? —las palabras de Sasuke salieron trituradas del puro coraje.
—A partir de ahora —anunció sin más—, Sakura y Kakashi viajarán con nosotros.
Naruto parpadeó varias veces, sin saber qué decir. Pero inevitablemente notó como Sasuke se tensaba.
Y entonces sintió algo inesperado: un par de brazos rodeándolo por el cuello, tirando de él hacia atrás para que pudiera ver a su captora.
— ¡Naruto! —canturreó Sakura con entusiasmo, sus brazos se sentían suaves a su alrededor, y no apretaba demasiado. Era totalmente diferente el agarre a cuando Sasuke lo sostenía —. Te acompañaré y te mostraré el verdadero mundo.
Naruto no supo cómo reaccionar.
Sasuke giró apenas el rostro hacia ellos. Sus ojos, que solían ser pozos helados, ahora ardían como brasas contenidas. Permaneció quieto, sin emitir sonido, pero el temblor en uno de sus dedos era suficiente para que cualquiera que lo conociera supiera que algo, muy dentro de él, estaba a punto de destruir a esa chica.
Obito miró de reojo la escena, y suspiró con resignación.
El viaje recién comenzaba.
Chapter Text
Sasuke sentía que nunca en su vida se había irritado tanto como esa mañana. Había pensado que después de todo lo ocurrido con Naruto la noche anterior, el día traería algo de sosiego. Nada tendría que haber variado. Pero lo había hecho, con la presencia de esos dos.
Ya Obito le había explicado sin rodeos, que Kakashi era el único que podía seguir el rastro del pergamino robado. Que había puesto un jutsu de rastreo especial, vinculado con su chakra, y que, sin él, tardarían meses en seguir y encontrar el pergamino, si no es que Akatsuki lo encontraba antes.
Sasuke entendió la lógica, pero no por eso la aceptó.
Aquel hombre permanecía en silencio, observando el bosque con una mirada penetrante, como si pudiera descifrar todos sus secretos a pesar de carecer de un Kekkei Genkai. Su aura transmitía una confianza inquebrantable; incluso frente a cuatro ninjas de rango Jōnin —tres de ellos pertenecientes a clanes renombrados—, daba la impresión de que ninguno podría hacerle el más mínimo rasguño… a menos que él lo permitiera.
Y luego estaba ella.
Esa bola de algodón de azúcar rosado con piernas —y no, no era un cumplido, por si alguien leía sus pensamientos— parecía sacada de una pesadilla para cualquiera que valorara el silencio. Si Naruto era extrovertido, Sakura llevaba ese rasgo a un límite agotador, incluso fastidioso... para todos, claro, menos para el sol de Konoha. Parloteaba con una energía que rayaba en la exasperación: tono estridente, entusiasmo vibrante, ojos brillando con una ingenuidad que a Sasuke le resultaba insoportable. No entendía cómo alguien podía gastar tanto aliento hablando de ciruelas, ni por qué Naruto, en lugar de quitársela de encima, la animaba.
—Hinata-chan, ¿has probado estas ciruelas? ¡Mira, mira! Las que les compré a las abuelitas son secas, pero en la zona sur crecen frescas y son deliciosas —dijo Sakura, agitando la bolsita entre los dedos—. Naruto, ¿quieres? Aunque quizás a ti te gusten más las dulces… oh, ¡tal vez no te gusten las ciruelas! ¡Pero son buenas para la digestión!
—E-eh… gracias, Sakura-san —murmuró Hinata, rascándose la mejilla.
Sakura hizo un mohín al escuchar de nuevo la formalidad sobre su nombre, pero decidió que forzarla a ser menos formal enfrente de todos, no era demasiado buena idea.
—No tienes que forzarte a comerlas si no te gustan —agregó Sakura de inmediato, ofreciéndole otra bolsita—. ¡Traje de varios sabores! Mira, esta viene cubierta de miel…
Sasuke apretó los dientes. Contó hasta tres. No sirvió.
—Son deliciosas —murmuró Naruto, sorprendido.
—¡Claro que sí! —respondió Sakura con brillo en los ojos, quitándole suavemente una ciruela de la mano, apenas rozando la piel de su palma en el proceso.
Sasuke vio claramente el rubor leve que cruzó el rostro de Naruto. Y peor aún: la sonrisa victoriosa de Sakura. Lo estaba haciendo a propósito. Cada gesto, cada palabra, cada palabra animada tenía la intención de acercarse a él.
—¿Y tú, Hinata-chan? —seguía Sakura—. ¿Cuál te gustó más?
—Creo que las naturales —respondió Hinata con una media sonrisa. Intentó extenderle una ciruela a Neji. Él la ignoró a posta y le dio una mirada de reproche que ella decidió fingir no ver.
Y con eso, no fue la paciencia de Sasuke la que llegó primero a su límite.
—Ya es suficiente. —La voz de Neji se alzó, tajante, entre la verborragia alegre de Sakura, haciendo que todos se detuvieran—. Estás distrayendo al grupo, hablando sin control. Si tanto deseabas charlar, deberías haberte quedado en la posada.
La bolsa de ciruelas tembló en la mano de Sakura. El brillo en sus ojos se apagó un poco. Y Hinata sintió como su corazón se comprimía un poco al notar como la alegría escapaba de Sakura.
—Sólo… estaba intentando ser amable —musitó, bajando la vista.
— ¡Oye, Neji, no le tienes que hablar así de feo! —reprochó Naruto.
—Hermano Neji, Sakura-san es solo una civil, es normal que no sepa comportarse en una misión—intentó explicar Hinata, pese a la mirada enojada que su primo le estaba lanzando.
—Guardar silencio es la primera cosa que debería poner en práctica —Neji la evaluó con desdén, de abajo hacia arriba, como si solo fuera un costal de papas que todos llevaban arrastrando en la espalda—. Ni siquiera sé por qué está aquí, cuando lo único que necesitamos es a él.
Y con el mentón, señaló a Kakashi.
A Sasuke nunca le había agradado Neji, y en realidad el sentimiento era mutuo, pero por primera vez, sintió que podría agradarle.
—Lo mejor será dejarla en el próximo pueblo, incluso puede que corra menos peligro ahí —continuó Sasuke.
—Sasuke… —Naruto pronunció su nombre, casi decepcionado.
—Tranquilos todos —se metió Obito—. El trato con Kakashi fue claro: traeríamos a Sakura-chan con nosotros. Ella también está en la mira de Akatsuki.
—Eso no la convierte en una aliada útil —replicó Neji, sin cambiar su tono.
Hinata miró con tristeza a Sakura, sus ojos estaban ligeramente húmedos, pero no lloraba. Solo apretaba los labios en una línea delgada y guardó las bolsitas de ciruelas en una de las bolsa de la mochila. Fue como si, en ese pequeño gesto, aceptara su lugar: un estorbo que todos habían tolerado por obligación.
— ¿Terminaron? —Kakashi alzó la voz por primera vez. Todos se giraron a verlo. Incluso Obito dudó cómo reaccionar.
El hombre de cabello plateado se acercó a paso firme hacia Sakura. Ella parpadeó, desconcertada al ver cómo le extendía una mano. No entendía. ¿Qué estaba haciendo? Ese no era el plan. Él no debía intervenir, mucho menos defenderla. Si lo hacía... Hinata y Naruto dejarían de protegerla. Y entonces ella no sabría cómo mantener esa conexión viva.
Alzó la mirada, lo suficiente para encontrase con su rostro, esos ojos sin expresión la miraban, intentando absórbela por completo.
— ¿Senpai?
— ¿Kakashi? —murmuró Obito.
—Ustedes son quienes nos necesitan, no nosotros a ustedes —dijo Kakashi, todavía extendiendo la mano a Sakura.
Ella parpadeó, sorprendida de sus palabras. ¿Acaso los estaba condicionando por ella?
—Si quieren mi favor, empiecen tratando bien a quien me acompaña.
—Si fuiste un ninja, como dice Obito, sabes que las misiones ninja no son para civiles —decretó Sasuke—. Ella no debería estar aquí.
—Está aquí porque puedo protegerla —sentenció Kakashi, volteando el rostro lo suficiente para mirar a Sasuke. Este alzó una ceja, al ver su expresión, estaba retándolo a contradecirlo.
— ¿Y quién te va a proteger a ti? ¿Ella? —Neji alzó una ceja, casi divertido.
Kakashi entonces recorrió el lugar con la mirada, justo a donde Naruto y Hinata se encontraban.
—A diferencia de tu princesa, o del príncipe Uchiha, yo no necesito un escudo humano.
— ¡¿Qué dijiste?! —gritaron tanto Neji como Sasuke, al unísono.
— ¡Paren! —pidió Obito, colocándose en medio para que no pudieran llegar a Kakashi—. ¡No vamos a pelearnos aquí!
—Hermano Neji, por favor —Hinata al no saber que hacer, lo sostuvo de un abrazo por detrás, con todas sus fuerzas—. ¡Para, no es el momento de estar peleando!
—Tú también, Sasuke. Lo estás llevando demasiado lejos —reprochó Naruto.
Al verlos contenidos, Kakashi regresó su mirada a Sakura, todavía con la mano extendida.
Ella no podía ver detrás suyo; el cuerpo de Kakashi bloqueaba toda la escena. Y por eso, se permitió una sonrisa de satisfacción que se dibujó lentamente en sus labios.
—Aquí tienes, Kakashi-senpai —dijo entonces, mientras deslizaba entre sus dedos una bolsita de ciruelas secas.
Sakura percibió cómo las comisuras de sus labios se curvaban levemente bajo la máscara, un gesto fugaz que desapareció tan rápido como había aparecido, volviendo a su habitual expresión desdeñosa. Mientras Obito comenzaba a reprender a Neji y Sasuke, Kakashi continuó avanzando sin mirar atrás, seguido de cerca por ella, Naruto y una Hinata que caminaba en silencio.
Hinata no sabía como sentirse al respecto.
A este punto del camino, Sakura ya se mantenía callada, caminando unos pasos por detrás de Naruto, justo al lado de Kakashi. Él le había tendido un par de cerezas que ella aceptó con una sonrisa amable, y después le guiñó el ojo, alzándole el pulgar con una despreocupación que solo Naruto podía sostener después de una discusión. Hinata notó que esa pequeña muestra de afecto devolvió algo de color al rostro de Sakura, quien volvió la mirada al frente con un ligero brillo en los ojos.
Una parte de ella se sintió aliviada de que el bullicio constante de la muchacha hubiera cesado. Pero otra parte, la que seguía sintiendo el peso de su deseo, esa que recordaba perfectamente que el mundo estaba así por su causa, sintió una punzada de tristeza al verla tan apagada. Sakura todavía se emocionaba por cosas simples: un pájaro de plumaje extraño, un lago cristalino que reflejaba el cielo o el cambio de vegetación. Pero, tan pronto sus labios se entreabrían para señalarlo, parecía recordar su papel en ese grupo… y fruncía la boca, guardándose la emoción para sí.
Hinata suspiró, mirando el perfil serio de Neji unos pasos por delante de ella. Él no había vuelto a mirarla desde el altercado. Caminaba con el ceño fruncido, los brazos a los lados preparado para cualquier ataque, y su silueta entera estaba a la defensiva. En medio de toda esa rigidez, Hinata dudó si decir algo.
Pero sus pasos se aceleraron, hasta quedar a su lado.
—Hermano Neji… —su voz fue baja, cautelosa.
Él giró apenas la cabeza hacia ella, sin detener el paso. Una de sus cejas se alzó sutilmente, como si ya estuviera preparado para regañarla por romper el silencio.
—¿Qué sucede?
—Sobre lo de Sakura-san… —Hinata bajó la vista un momento—. Quizás… no debiste ser tan duro.
Neji la miró por el rabillo del ojo y después dirigió esa misma mirada a Sakura, que, al notarlo, volvió la vista al camino.
—¿Desde cuándo la heredera del clan Hyūga tiene que preocuparse por plebeyos que ni siquiera pertenecen a nuestra aldea?
Hinata suspiró. La noche anterior le había parecido mucho más amable de lo que estaba siendo ahora.
—Neji-san, ¿tienes que sacar ese tema todo el tiempo? —suspiró ella, justo cuando el viento sopló, revolviendo el cabello de ambos. Aunque apenas habían pasado unos días desde que había llegado a ese mundo, el tema salía casi en cada conversación y comenzaba a resultar molesto.
El cabello de Neji se agitaba como hilos finos, brillante y suave. Resaltando sobre su pálido rostro.
—No tendría que recordártelo si no dejarás de olvidarlo, Hinata-sama —contestó, como si fuera lo más obvio del mundo.
—No me lo olvido —murmuró ella, clavando los ojos en el camino—. Solo… intento que no me impida ver lo que también importa.
Neji quiso decir algo más, corregirla, rebatir esa ingenuidad con una frase dura, algo que reafirmara su posición. Pero se contuvo.
Porque lo había dicho con un tono tan honesto, tan vulnerable, que le recordó a la niña que una vez se aferró a él cuando se cayó en el jardín del templo, con los ojos llorosos y las manos sucias de tierra, sin importarle que él la apartara.
Y por más que quisiera, ya no podía borrar esos recuerdos.
—Este mundo es peligroso —terminó diciendo él, al fin—. Si bajas la guardia por compasión, acabarás pagando el precio. No todos aquí valen tu misericordia.
Hinata apretó el puño, sin contradecirlo. Y quizás, eso también fue una pequeña concesión.
Pero cuando volvió a mirar a Sakura, que en ese momento se reía bajito por algo que Naruto le había dicho, pensó que quizás Neji se equivocaba.
Sakura había sido muchas cosas en su mundo: una rival, una aliada, una amiga. Había sido la que alcanzó el corazón de Naruto cuando ella aún titubeaba en sus sentimientos; la que salvó vidas con sus manos mientras ella apenas aprendía a sostener las suyas sin temblar. Y ahora, por su deseo, Sakura ya no era ninguna de esas cosas.
Y sin embargo… allí seguía.
Haciendo lo posible por encajar en un lugar que era suyo por derecho, pero que le había sido arrebatado. Por sonreírle a Naruto, aunque Sasuke la apartara de un empujón. Por seguir al grupo, aunque Neji la llamara carga, aunque su vida pendiera de un hilo que nadie parecía dispuesto a sostener.
Hinata apretó los labios. Tal vez no podía decirle la verdad. Tal vez nunca podría. Pero si había una mínima forma de redimirse, de corregir esa culpa que empezaba a asfixiarle el pecho, entonces era esa: proteger a Sakura.
—No es misericordia —respondió Hinata, al fin. Neji que ya había pasado del tema, no comprendió sus palabras a primera instancia—. Simplemente es mi amiga, y quiero tratarla como tal.
Quizás el mundo estuviera de cabeza por su culpa. Tal vez Sakura ya no fuera la kunoichi prodigio que conoció. Pero si lograba cambiar la percepción de quienes la rodeaban —si lograba que Neji la apoyara, que viera lo mismo que Naruto le hizo ver en su momento, cuando creyó que el destino era dueño de su vida—, entonces, tal vez… podría convencerlos de confiar en ella.
De confiarle el pergamino.
Y tal vez, solo tal vez, aún no era demasiado tarde para devolverlo todo a la normalidad.
De nuevo la noche había llegado sobre el campamento apresurado que habían montado. El cielo estaba encapotado por nubes bajas que tapaban las estrellas y la luna, y el canto de los insectos retumbaba entre los árboles, trayendo un poco de melodía al tenso ambiente entre todos.
Habían avanzado todo lo posible durante el día, pero Sakura estaba agotada y, aunque no se quejaba, su cuerpo no podía seguir el ritmo de los demás. Hinata lo había notado primero: el modo en que su respiración se agitaba, cómo sus pasos ya no eran ligeros sino arrastrados, y cómo, cada tanto, su mirada se perdía en la tierra, como si calculara cuánto más podría soportar.
Sasuke se sentó cerca de la pequeña fogata que apenas iluminaba el claro. A su lado, Kakashi permanecía en silencio, y al otro lado, Obito también tomaba asiento, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Deberíamos ir más rápido —soltó Sasuke al fin, sin rodeos, mirando fijamente a los dos hombres mayores—. Si seguimos a este ritmo, Akatsuki nos tomará la delantera.
Kakashi no levantó la mirada de las brasas, pero su voz fue clara, apenas más grave que la primera y única vez que habló ese día.
—Será la última vez que repita esto: no la vamos a dejar.
Sasuke entrecerró los ojos, molesto.
—No estoy diciendo que la dejemos… solo—
—Pero lo estás pensando —interrumpió Kakashi, sin alterar el tono—. Así que te lo aclaro. Una vez más. Y será la última.
Obito desvió la vista hacia él y luego a Sasuke, que lo miraba con tensión en los hombros.
—Danos un momento, Sasuke —pidió entonces, con calma—. Quiero hablar con él a solas.
El Uchiha más joven dudó unos segundos, pero terminó por levantarse con gesto seco, marchándose en dirección contraria a la que había tomado Naruto junto con Neji para el reconocimiento. Sus pasos fueron tragados por la oscuridad entre los árboles.
A unos metros del fuego, Hinata y Sakura compartían una pequeña manta sobre una raíz grande y ancha. El aire estaba húmedo y el crujido de las hojas mojadas bajo sus pies hacía que hablar en voz baja pareciera más íntimo.
—¿Por qué no fuiste con ellos? —preguntó Sakura, recostando la mejilla en sus rodillas recogidas. Su voz era tranquila, como si no esperara realmente una respuesta.
Hinata tardó en contestar, sus dedos estaban jugando con la orilla de la manta que las cubría.
—El hermano Neji… no quiere arriesgarme. Dice que soy más útil quedándome para proteger el perímetro.
Sakura la observó con atención, luego sonrió con suavidad.
—Debe de quererte mucho.
Hinata no supo qué contestar. Esa idea la golpeó con más fuerza de la que imaginaba. Si estuvieran en su mundo, quizás esa frase habría cobrado más sentido, haciéndola sentir que genuinamente era así. Pero ahí…
—No lo sé —dijo al fin—. Aquí soy más como una carga para él.
— ¿Aquí? —indagó Sakura, ladeando el rostro con cierta curiosidad.
—Ah… me refiero a la misión —aseguró, poniéndose nerviosa—. Usualmente, en Konoha no trabajamos juntos, casi no coincidimos…
—Ya veo —Sakura alzó el rostro, dejando que sus codos sostuvieran su cuerpo cuando se dejó ir para atrás, contemplando los huecos entre las nubes que dejaban ver un poco del inmenso espacio que aguardaba a millones de kilómetros—. Aunque yo no creo que él te mire como una carga, Hinata-chan.
— ¿Eh?
—Si fueras una carga, él te miraría como lo hace conmigo. Como un estorbo que aborrece haber conocido.
—Él no te mira… —quiso defenderlo, pero la verdad es que sí la miraba así. Neji tenía muy marcado los rangos, y cualquier por debajo del suyo era solo una cucaracha que no valía la pena voltear a ver—. Lo siento, Sakura-san.
—No importa —aseguró, dejando escapar un suspiro—. No será la primera, ni la última vez que alguien me mire así.
— ¿Sakura-san? —Hinata se preocupó cuando ella pareció quedarse mirando un punto fijo entre las ramas.
Sakura parpadeó, como volviendo de un pensamiento largo.
—No me hagas caso —se rió ella, agitando una mano—. Volviendo a él, creo que, si le dijeras lo mucho que te agrada, sería muy feliz.
— ¿Lo mucho que me agrada? —. Tragó duro, no estaba segura de que fuera la mejor de las ideas; en el mejor de los casos, Neji la ignoraría, en el peor, la regañaría y se terminaría alejando por completo de ella.
—Creo que él termina viendo tus acciones como “algo que haría la princesa Hyūga” —Sakura entonces, invadió el espacio personal de Hinata, alzando un dedo justo enfrente de ella—. Pero cuando lo pones en palabras, es más difícil de ignorar.
—Realmente no creo que funcione con el hermano Neji —. Hinata negó con la cabeza, sacudiendo su largo cabello.
—A veces —agregó Sakura, con una sonrisa casi gatuna—. Solo basta un pequeño cambio en el guion… para que todo comience a avanzar.
El amanecer pronto comenzó a derramar los rayos de sol entre los árboles, filtrándose entre las hojas y ramas hasta llegar al suelo. El campamento improvisado que habían tendido transpiraba ese estado brumoso entre la vigilia y el sueño. Ya a esa hora de la mañana las brasas se habían terminado de consumir, dejando solo un humo que bailaba hasta el cielo.
El cabeceó de Naruto vaciló cuando unos pájaros madrugadores comenzaron su cantar, anunciando la mañana.
Muy cerca de él, Hinata dormía con la manta hasta los hombros, aun ligeramente envuelta en el calor de su pequeño rincón. Sakura, a unos metros, parecía estar también dormida, con el rostro cubierto en parte por su cabello suelto. Sin embargo, sus ojos entrecerrados apenas brillaban bajo sus pestañas, atentos a cada movimiento.
Fijo tanto en Naruto como en Hinata.
Seguro Kakashi la regañaría después, pero una pequeña travesura para aumentar la tensión entre todos no estaba de más. Tal y como diría Yahiko, las pequeñas acciones acumuladas eran lo que terminaban formando una bola de nieve, difícil de contener.
Con sumo cuidado había logrado enredar dos hilos ninja alrededor de los tobillos de Naruto. Hacía apenas unos minutos, mientras él dormitada, Sakura los tensó lo suficiente para continuar con su travesura.
Justo cuando Naruto se levantó para alertar a todos que ya era de mañana, Sakura tiró de ellos, haciendo que el chico tropezara hacia adelante.
—¿Uh…? —fue todo lo que alcanzó a decir antes de caer estrepitosamente sobre Hinata, atrapado con ella bajo la manta, que se enredó enredándose aún más alrededor de sus cuerpos.
El golpe de sus cuerpos, el crujido de hojas y ramas bajo ellos, el jadeo aturdido de ambos, bastaron para quebrar la serenidad del bosque.
—¡¿NA-NARUTO-KUN?! —Hinata, con las mejillas como tomates maduros, trató de levantarse, pero Naruto estaba sobre ella, con la nariz apenas a centímetros de la suya.
—¡W-Woah! ¡Hinata, lo siento! ¡No sé qué…! —balbuceó Naruto, también colorado.
Desde la rama alta de un árbol cercano, Kakashi alzó una ceja, notando como Sakura en cuestión de segundos ocultaba el hilo, para no generar sospechas en los demás. Él suspiró, definitivamente habría sido mejor que se hubiese involucrado más en su entrenamiento. ¿Qué demonios eran esas jugarretas en una misión tan importante? ¿Qué le había enseñado Yahiko a la niña?
Cuando sus miradas se cruzaron, ella alzó una mano, muy sutil, y le hizo una seña: "Silencio."
Kakashi suspiró, bajando lentamente la cabeza con resignación.
Mientras tanto, el caos se desataba abajo.
—¿Qué demonios…? —Obito se incorporó, frotándose la sien.
Sasuke se levantó de golpe, con la expresión endurecida por el sueño interrumpido y una irritación profunda al ver los cuerpos de Naruto y Hinata entrelazados bajo la manta. Su ceño se frunció aún más al ver el sonrojo en las mejillas de Hinata y la forma nerviosa en que Naruto intentaba deshacerse del enredo.
—¡¿Qué estás haciendo, idiota?! —exclamó, aunque su voz no era tan fuerte como quería que sonara.
Pero Neji fue más rápido que él. Con pasos firmes, casi en una ráfaga, llegó hasta la escena y, sin pensarlo demasiado, sujetó a Naruto por el cuello de la chaqueta y lo sacó de encima de Hinata de un solo tirón.
—¡¿Cómo te atreves a lanzarte sobre ella?! —espetó, furioso. Aunque todavía no tenía el Byakugan activado, todos estaban seguros de que su paciencia estaba demasiado al límite para no activarlo en cuanto Naruto dijera otra palabra.
—¡No fue intencional! ¡Me tropecé, lo juro! —se defendió Naruto, todavía medio enredado en una esquina de la manta.
Hinata intentó hablar, pero solo emitió un sonido asfixiado por la vergüenza. Estaba completamente roja, con los dedos apretados sobre la tela arrugada en su regazo.
—Suéltalo ahora o te haré hacerlo —bramó Sasuke, interponiéndose ante Neji.
Neji lo miró con desprecio.
—No recibo ordenes de un clan inferior al mío.
— ¿Inferior? —los ojos de Sasuke centellaron con ironía y ese destello carmesí que despertaba al Sharingan se dejó ver—. No es mi clan el que todavía necesita utilizar marcas malditas para recordarle a los suyos su lugar.
El aire cambió; hasta Kakashi y Sakura pudieron sentirlo. Y está última, apretó los dientes con fuerza, evitando que las comisuras de sus labios se alzaran en una sonrisa torcida. Pero no pudo evitar que sus ojos relucieran esa chispa de euforia que le recorría las venas.
El reflejo asesino de dos prodigios enfrentándose brillaba por la mañana.
Por supuesto que, Neji al mirar las tres aspas alrededor de las pupilas de Sasuke, procedió a activar el Byakugan. Tenía la mirada tan impregnada en el otro, que daba la impresión de atravesar su carne, el alma y el orgullo.
Entonces, Naruto cayó de espaldas con torpeza, golpeándose el trasero contra el suelo. Hinata se inclinó a él, preocupada; ambos observando desde abajo, esos dos pilares de acero que estaban a punto de chocar contra el otro.
Cada uno calculaba al otro: su velocidad, su alcance, sus intenciones. A esa distancia, cualquier golpe podría llegar a ser mortal.
—Neji, basta —ordenó Obito de pronto, con el mismo sharingan sobre sus ojos—. Igual tú, Sasuke. No han dejado de pelear entre todos desde que partimos de la aldea, ¿creen que esto puede llamarse un equipo?
— ¿Equipo? —se burló Neji—. Dos Uchiha y el perro Uzumaki…
— ¡Oye! —protestó Naruto, pero Hinata lo contuvo por el pecho para que no pudiera levantarse.
—¿Dónde está el equipo —continuó Neji— cuando es obvio de qué lado se pondrá, Sensei?
Obito no respondió de inmediato. El silencio que siguió fue incómodo. Porque no era mentira. Su misión era hacer que Sasuke brillara en esa misión, que llevara el prestigio a los Uchiha y con eso llevarlo a la cima para convertirse en el Hokage.
—No tengo favoritos —respondió al fin Obito, la voz venía cargada de una rabia contenida que rara vez dejaba ver—. Tengo una misión. Y si no pueden entender eso, los obligaré a hacerlo.
Y entonces, sin aviso, una sombra cayó desde los árboles.
Kakashi aterrizó en medio del grupo con la naturalidad de quién tiene la confianza suficiente para no resultar herido cuando el mundo está ardiendo a su alrededor. Su mirada primero recorrió a Sakura —que permanecía sentada, a unos metros de la escena, como si todo esto fuera una obra de teatro que disfrutaba al máximo—, y luego se clavó en los dos prodigios enfrentados.
—Qué espectáculo más lamentable —murmuró, con el mismo desganado con el que uno diría que le dieran cinco minutos más en la cama—. Esperaba que al menos el entrenamiento de Konoha les hubiera enseñado a comportarse como ninjas.
Neji y Sasuke le dieron una mirada agria.
—¿Quieres pelear, Uchiha? Hazlo. Pero elige a un enemigo de tu altura. No a un compañero que tiene que frenarse para no matarte. —Esos ojos grises eran serenos, pero siniestramente vacíos. Sasuke gruñó, pero Kakashi le restó importancia y se desvió hacia Neji—. Y tú, Hyūga. ¿Crees que podrás tocar a los Uchiha sin arriesgar a todo tu clan y a tu princesa?
Sasuke bufó entre dientes, ¿quién se creía ese bastardo renegado para insinuar que era mucho más débil que Neji Hyūga? Apretó los puños de solo pensarlo, envolviendo el mango su espada, queriendo hacer que se tragara sus suposiciones. El tenía el orgullo Uchiha de su lado. Los Hyūga no sabían de eso. Ninguno de sus sacrificios se podría comparar con los de los Uchiha, solo bastaba con ver la clase de heredera que habían criado, que el propio Neji criticaba sin pelos en la lengua. Sasuke apretó los dientes, cuando al mirar hacia un lado se encontró con la mirada de Obito, que renegaba de sus acciones; aquello sin duda sería informado a ambos clanes. En alguien, en él, tenía que caber la prudencia de no rebajarse a un ser inferior como Neji. Un mero lacayo. La carne de cañón de Hinata Hyūga. Así que soltó su espada, desviando la mirada con enojo.
Neji por su lado, no mucho antes de que Sasuke soltara su espada y desactivara el sharingan, sintió como la sangre de su clan hervía en su interior por la provocación de Kakashi: que los Uchiha estuvieran por encima del clan Hyūga. ¿Cómo se atrevía a siquiera insinuarlo? Si no fuera por la asquerosa rama principal… mejores ninjas estarían liderando. Sin poder evitarlo desvió su mirada a Hinata, que estaba hincada, sosteniendo a Naruto. El rencor de generaciones volvió a apoderarse de él. Si no fuera por esa “princesa”, todos mirarían en alto al clan Hyūga. Aún así, se contuvo cuando notó que Sasuke retrocedía, no por concederle la verdad a Kakashi, sino porque provocar una pelea en un ambiente desfavorable, solo traería más consecuencias para él después.
—Mantén las palabras fuera de mis oídos, Kakashi —advirtió Sasuke, lleno de resentimiento—. De lo contrario, aunque perdamos el pergamino, no dudaré en asesinarte.
—No tengo interés en niños que creen que ser fuertes es gritar más alto que el otro—respondió, cortante—. Así que, si van a matarse, háganlo lejos de mi vista. Pero no interfieran en mis asuntos mientras lo hacen.
Ninguno de los dos se atrevió a romper el contacto visual con Kakashi de inmediato. Porque por más que lo odiaran, por más que su sola presencia los revolviera por dentro, había algo innegable en su figura encorvada y desinteresada, en su voz desprovista de toda emoción: una autoridad que no requería alzarse ni imponer. Una amenaza implícita que no necesitaba demostrarse.
Así ambos chicos terminaron por separarse, furiosos. Diciendo que harían una inspección rápida a las periferias del lugar; una burda excusa para decir que en realidad querían enfriarse la cabeza.
Hinata ayudó a Naruto a levantarse. Kakashi caminó en dirección a Sakura, que fingía estar nerviosa, sin embargo, cuando el cuerpo de Kakashi volvió a cubrir el suyo, ella le regaló una sonrisa venenosa.
En tantoObito apretó los puños con fuerza, clavando las uñas contra las palmas hasta hacerse daño.
Ese hombre había regresado a su vida de forma imprevista, golpeada y tan fría como el viento de invierno. Ni siquiera intentaba liderar, y aun así cada palabra suya era suficiente para calmar un incendio que ni los gritos ni el sharingan de Obito habían logrado controlar. Neji y Sasuke no eran idiotas, sabían, que por el solo hecho de ya ponerse en medio de ambos, era lo suficientemente fuerte para enfrentarlos.
Era él quién tenía el control.
Había creído que lo había superado. Que esos recuerdo de juventud, de misiones, de tristezas y rencores, ya no se interponía entre ellos. Pero ahora, con la sangre latiendo en las sienes y los ojos clavados en esa figura gris y desganada, solo podía reconocerlo por lo que siempre había sido: alguien que tenía el control.
Sin duda, Kakashi era el shinobi más letal del grupo.
Entonces, ¿por qué se esmeraba en ocultarlo?
—Deberías medir lo que haces —reprendió Kakashi, cuando estuvieron caminando un poco más lejos que todos—. Si no hubiera intervenido…
—Senpai…no eres divertido —Sakura giró la flor que tenía entre sus dedos, la había conseguido de un campo de flores que pasaron en silencio. Otras más decoraban tanto su cabello, como el de Hinata y Naruto—. Ya-chan siempre dice que tenemos que hacer las misiones divertidas y, al mismo tiempo, cumplirlas.
—Eso es porque es un idiota —aseguró Kakashi, sin molestarse en disimular el fastidio.
—Fue divertido de ver —continuó, y empezó a deshojar la flor con una lentitud casi cruel—. Obtuve lo que quería… y un bonus extra.
— ¿Qué bonus?
Sakura se giró a él, y le dedicó otra vez esa sonrisa venenosa—. Kakashi-senpai, tu amigo te odia.
—Bueno, ese no es un secreto.
—Lo fue para mí —dijo Sakura, dejando que los últimos pétalos cayeran en la palma de su mano—. Y si alguien odia tanto… tarde o temprano se le escapa algo. Eso significa que tendré información. De ti.
—Sakura —y su voz sonó como una advertencia. Un recordatorio que le advertía que no debía jugar con fuego si no quería quemarse por completo.
Ella entonces trotó unos pasos adelante, lanzando los pétalos troceados en dirección de Kakashi. El viento se encargó de hacerlos llegar hasta él. Dejando pedazos de pétalos en su ropa y cabello.
—Dijiste que no podía preguntarte nada, no que no pudiera buscar por mi cuenta —afirmó Sakura, con un aire cantarín, entrelazando las manos detrás de su espalda mientras caminaba más adelante—. Deberías establecer mejor tus términos y condiciones, Senpai.
Kakashi entonces se colocó detrás de ella, tan rápido que solo Obito pudo notarlo, pero lo ignoró al pensar que su antiguo compañero estaba ofreciéndole cárgala por el largo camino que todavía faltaba por avanzar.
Sakura en cambio, sonrió al sentir la mano de Kakashi sobre su nuca, apretando las yugulares con sus dedos; un recordatorio anatómico de que él podía quitarle todo en un segundo.
—Deja de inmiscuirte —dijo él, cerca de su oído, que sonaba igual que hierro sin pulir.
—Kakashi-senpai… —y sin dejar de sonreír, Sakura dio un salto ágil, se liberó de su agarre y colocó sus manos sobre los hombros de Kakashi. Usó su cuerpo como punto de apoyo para impulsarse hacia su espalda, aferrándose a él como una niña mimada. El suave olor a cereza llegó a la nariz de Kakashi, era ese bálsamo labial que ella siempre se aferraba a ponerse—. Si quieres matarme, puedes hacerlo. Sabes que mi vida te pertenece.
—Sakura —repitió él, seco. Casi fue un ruego, pero no se atrevió a convertirlo en uno.
—O puedes dejarme hacer lo que quiero. Para saber de una vez a quien pertenece tu vida, si a mí… o a tus recuerdos en esa aldea —. Y sus ojos se clavaron, más allá del hombro de Kakashi, en la figura de Obito.
Kakashi tomó las piernas de Sakura, enrollándolas sobre su cintura. No lo diría en voz alta, pero ese calor corporal era todo lo que necesitaba para relajarlo; y cuando se combinaba con el aroma a cereza, simplemente no podía negarse a cualquier petición que ella hiciera.
Sakura solo sonrió, con esa clase de sonrisa que podría enamorar a quinientos hombres si se lo propusiera; adorable, tierna y jodidamente retorcida. Era la clase de sonrisa que podía hacer que un hombre creyera en el amor y, al mismo tiempo, le arrancara el corazón por la espalda sin que se diera cuenta.
Como si estuviera jugando un juego que solo ella entendía. Buscando en él algo que mereciera ser amado.
Ojalá se diera cuenta pronto de que no lo había.
De esa forma, no tendría que romperle el corazón.
Neji había decidido ya no confiar en esos malditos Uchiha, ni en su perro, mucho menos en esos dos extraños. Así que, ante la incredulidad de Hinata, la había llamado para patrullar junto a él, cuando el cielo volvió a teñirse con las últimas luces anaranjadas del atardecer. Ella lo siguió asintiendo con la cabeza, y solo volvió la mirada unos segundos a Naruto, que se marchaba con Sasuke, y a Sakura, que se quedaba en el campamento, con Obito y Kakashi.
—Desde ahora en adelante, Hinata-sama, haremos las inspecciones juntos y también las guardias —ordenó Neji.
—Sí… —. Hinata bajó la mirada, habría querido platicar algunas guardias con Naruto. Pero entendía porque de la decisión de Neji.
—No me parece usted muy convencida —afirmó él, volteándose. Hinata lo miró por un momento, como si considerara qué tanto podía decirle sin abrir grietas que no sabría cómo cerrar—. Después de que el Uchiha nos ha subestimado, ¿cree que es conveniente seguir confiando en ellos?
Hinata quería decirle, que en realidad ella no los conocía, pero dadas las circunstancias y las versiones que ella conocía: sí quería confiar en ellos. Pero su primo no lo entendería.
—No —respondió a medias, sin querer discutir con él esa noche. Seguramente volvería a sacar lo de los clanes, la importancia de ser superior a todos y demás cosas que, a ella, en ese instante, la tenían sin cuidado. De cualquier manera, cuando se apoderara del pergamino, toda esa realidad ya no existiría.
Neji pareció conforme con esa respuesta, pues no dijo nada más hasta que se dieron cuenta que toda la zona estaba segura.
— ¿Recuerdas cuando eras pequeño y solías esconderte en los jardines del ala norte? —preguntó Hinata, recordando de pronto el consejo dado por Sakura, de poner todo en palabras. Ya que, incluso si esa dimensión desapareciera, eso no significaba que no pudiera acercarse a Neji, a intentar sacar su verdadero “yo”, que el real le había demostrado—. Yo no solía notarlo, pero mi padre sí.
Neji frunció la boca ante la mención de Hiashi.
—Intenté siempre estar al pendiente, queriendo verte, pero solo una vez lo logré —admitió Hinata. No sabía si Neji compartía ese recuerdo, pero al juzgar por su expresión, sí lo hacía—. Y no volviste desde ese día.
Él desvió la mirada, cuando era pequeño todavía tenía esperanzas en la rama principal, pero después de la muerte de su padre todo cambió. Y la última vez que visitó esa ala, fue justo la noche que su padre falleció por remplazar a Hiashi.
—Solo era una pérdida de tiempo.
—A mí me hacía feliz —admitió Hinata—. Porque me sentía un poco menos sola de lo que estaba.
—No lo hacía por eso —mintió Neji. La verdad es que sí lo hacía por eso. Porque su padre le había dicho que la madre de Hinata había enfermado, que su cuerpo era débil y que no le daban demasiada esperanza de vida los doctores, quizás unos tres años más.
—Pero… luego cambió el lugar, ¿no es así?
— ¿Qué?
—Cuando murió mi madre, solías acompañarme cuando me sentaba entre las rocas del río, esperando a que ella regresara. Nunca regresó, pero yo seguía esperando. Y tu esperabas conmigo, ¿no es así?
— ¿Cómo sabes eso? —preguntó, entre molesto y avergonzado.
Neji respiró hondo, y caminó unos pasos hacia el arroyo que bordeaba el límite del bosque. Se arrodilló, como si observar su reflejo fuera más fácil que mirarla a ella. La superficie del agua, tranquila, devolvía una imagen distorsionada por la brisa: ojos claros como la luna, pero marcados por una tristeza compartida.
—Nunca supe si eras tú o no —murmuró ella, con una pequeña sonrisa—. Pero siempre supe que no estaba completamente sola.
La verdad era que ya había comentado algo así con el Neji de su mundo, así que era como hacer trampa, pero Hinata suponía que valía la pena si eso conseguía acercarla a él.
—Sé que es perder a alguien —dijo finalmente, recitando una verdad que todavía tenía un peso grande en su corazón.
Ella se acercó un paso más, y con timidez, estiró la mano, pero no lo tocó.
—Yo… quisiera que pudieras sentir que tú tampoco estás solo cuando estás conmigo, hermano Neji —dijo Hinata con suavidad.
—No deberías decir cosas así —respondió de inmediato.
Era inútil. Hinata lo sabía. Neji no quería abrirse y su caparazón se sentía mucho más duro que él que ella conocía. Ahí, en ese mundo extraño, no tuvo la ayuda de Naruto para darse cuenta de que el destino no era ineludible; y muy seguramente, de decirle ella esas palabras, las tomaría como eufemismos. Porque ella tenía el privilegio y él no. Porque ella pertenecía a la rama principal y él a la secundaria. Porque ella no tenía la marca maldita y él sí.
—Lo sé, pero quiero hacerlo.
Neji cerró los ojos un momento, y algo en su gesto no fue enojo ni fastidio. Fue cansancio. Como si cargar con todo ese rencor le hubiera envejecido el alma antes de tiempo.
—¿Por qué? —preguntó finalmente, sin girarse hacia ella—. ¿Por qué te importa lo que siento?
Aunque ya tenía la respuesta, porque sabía lo amable y dulce que Hinata podía ser. Era de un carácter bondadoso y tierno, demasiado suave para pertenecer a ese linaje. Hasta el mismo Hiashi solía decirlo, que Hanabi debió haber sido la mayor, ya que sus habilidades y carácter eran mucho mejores; Neji estaba de acuerdo también. Hinata no serviría como líder cuando su padre faltara, porque no podría sobrevivir a los buitres del clan. Ni a esos cuervos.
Hinata en cambio, volvió a pensar en las palabras de Sakura. Quizás era momento para decirlo, de arriesgarse, de intentar sanar esa relación por sus propias manos y no esperar a que alguien más le abriera los ojos a Neji.
—Porque eres importante para mí —respondió sin rodeos.
Neji soltó una pequeña risa, pero no sonó cruel, solo incrédula.
—¿Por qué lo sería? —preguntó, ahora mirándola por encima del hombro—. Soy solo la carne de cañón, como lo dijo Kakashi.
Hinata tragó saliva, pero no retrocedió. Tenía que ser valiente. Porque no podía dejar que Neji se consumiera de esa forma, ahogándose en el rencor de casi un cuarto de vida.
—Sabes que no lo eres para mí. Nunca lo has sido. Y nunca lo serás.
Neji la miró entonces con más atención, como si buscara un resquicio de mentira en sus pupilas. Pero no encontró ninguno.
—No soy ingenua —continuó Hinata—. Sé lo que represento para ti. Y lo que has tenido que soportar por culpa de decisiones que no tomaste. Pero… no quiero que eso sea todo lo que somos. No quiero que ese sea el único puente entre nosotros.
—¿Y qué otra cosa podríamos ser? —preguntó él, más en un susurro que en reproche. Como si temiera que su propia voz traicionara lo que sentía.
—Quizás… amigos para empezar.
Las manos de Hinata estaban mancillándose unas a otras, nerviosas. Neji notó que ella a pesar de su nerviosismo, mantenía su mirada en él, como si hubiera entendido que él leía sus acciones. Era extraño. Esa Hinata dulce seguía ahí, frente a él, pero al mismo tiempo, parecía estar mirando a una diferente, a una que no conocía y quería conocer.
—Vamos —dijo él al fin—. Si seguimos aquí mucho tiempo más, Obito creerá que estamos tramando algo.
—Hermano Neji… —Hinata intentó obtener una respuesta, pero él no volvió a entablar conversación hasta que llegaron al campamento.
Sin embargo, cuando Hinata se sentó al lado de Sakura que ya estaba dormitando—pues era la única que se dormía temprano, sin hacer guardia—, Neji se sentó del otro lado.
Hinata apenas notó el peso de Sakura acomodándose sobre sus piernas, pero su atención seguía fija en Neji. Él, con un leve rubor tiñendo sus mejillas, desvió la mirada y con un gesto casi imperceptible movió la cabeza, pidiéndole que dejara de observarlo. Ella obedeció, esbozando una sonrisa dulce, como queriendo decirle sin palabras que no se arrepintiera de estar ahí, que su presencia era bienvenida.
Y que siempre lo sería.
Notes:
Se me estaba olvidando que Hinata es la protagonista jajaja.
Una disculpilla.
Ciscanndra on Chapter 4 Thu 22 May 2025 01:24AM UTC
Comment Actions
AnnaSaotome83 on Chapter 4 Mon 26 May 2025 01:52AM UTC
Comment Actions
AnnaSaotome83 on Chapter 6 Mon 26 May 2025 02:14AM UTC
Last Edited Mon 26 May 2025 02:17AM UTC
Comment Actions
AnnaSaotome83 on Chapter 7 Mon 26 May 2025 12:49PM UTC
Comment Actions
SukiPukiSuzuki on Chapter 7 Fri 06 Jun 2025 05:14AM UTC
Comment Actions
AndreaSerge on Chapter 7 Thu 26 Jun 2025 08:12AM UTC
Comment Actions
Leticia42 on Chapter 8 Fri 11 Jul 2025 02:27PM UTC
Comment Actions