Chapter 1: Curious Souls
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A veces me pregunto si fue culpa mía.
Si fui yo quien lo buscó con la mirada una vez… y ya no supo dejar de hacerlo. Si fui yo quien confundió una sonrisa con una promesa, o si el universo simplemente decidió divertirse conmigo.
No lo sé. Pero desde que conocí a Angelo, nada volvió a ser igual.
Recuerdo cuando lo vi por primera vez, estaba cerca de la funeraria con Willow. Y por supuesto, me quedé como todos ven por primera vez a Angelo: sin entender qué diablos es. ¿Una criatura? ¿Un bicho con alas? No tenía idea.
Solo recuerdo que iba chismeando como si no tuviera ningún tipo de preocupación. Y se reía.
Se reía del amor.
—¿Crees que esos dos se verían lindos si los flechara? —le preguntó a Willow, su amiga, mientras señalaba entre risas a Emz y a Edgar, que estaban paseando tranquilamente —.
—¿Pero Emz no estaba con Poco? — Willow respondió, confusa.
—Esa es la gracia, cariño. — Angelo se reía mientras apuntaba con el arco que siempre se llevaba a todos lados.
—Sólo flecha al edgy ese, Emz me cae genial y no quiero que caiga en tus tonterías. — Willow se quejó.
Yo estaba escondido detrás de un árbol, con mi pala apoyada al hombro y curioso por saber más de este peculiar sujeto. Me aburrí después de pocos minutos. Ese chico no sabía hacer nada más que chismear con su amiguita.
Aunque, desde ese día, lo empecé a ver en todas partes.
A veces lo encontraba revoloteando por Starr Park. A veces estaba en el aire, disparando esas flechas suyas en busca de entretenimiento. Y otras… otras parecía observarme.
No con odio. Tampoco con cariño.
Con curiosidad, al igual que yo con él.
Como si no entendiera por qué yo lo miraba tanto.
Así que decidí ignorarlo por un rato... hasta que el destino lo dirigió a mí. ¿O fui yo el que fue dirigido a él?
Todo empezó porque Emz me pidió un favor. O más bien, me chantajeó con esa forma suya de pedir las cosas.
—Vamos, Mortis... —dijo, revoleando los ojos mientras se retocaba el maquillaje—. No es para tanto. Solo llévame al Swamp of Love, ¿sí? Poco me quiere llevar al Love Tunnel y... quiero tenerte por ahí cuando acabemos. Paso de volver a casa caminando. Tú... te puedes quedar por ahí, o lo que sea.
Acepté porque soy débil con ella. O tal vez porque no tenía nada mejor que hacer.
El Swamp of Love era peor de lo que esperaba: pegajoso, con olor a plantas mojadas y perfume barato. Parejas por todos lados, tomándose selfies con filtros de corazones.
—No tardes, Emz —dije, cuando los vi alejarse—. Y si ese mariachi te dice algo raro, le parto la guitarra en la cabeza.
Emz se rió y me hizo un corazón con los dedos antes de irse.
Y ahí me quedé. De pie. Solo. Viendo como se alejaban.
Entonces lo escuché.
Una voz aguda, burlona. Como el zumbido de un insecto.
—Son una linda pareja, ¿hmm, Mortis? —dijo alguien muy cerca de mí—.
Me giré, sorprendido. No porque conociera mi nombre —en Starr Park todos lo conocen, para bien o para mal—, sino por la cara que me encontré.
Era él. El bicho ese.
Flotaba sobre el agua como si nada, con las alas revoloteando, con esa sonrisa torcida que parecía hecha para burlarse del mundo entero. Tenía una flecha en la mano, una de esas suyas, y la giraba entre los dedos como si fuera un juguete.
—¿Nos conocemos? —pregunté.
—No. Pero te he visto. No sonríes nunca. Me gusta eso —dijo, y me guiñó el ojo izquierdo. ¿O fue que pestañeó? No lo sé. Su ojo derecho estaba cubierto con una especie de parche.
No supe qué contestar. Me limité a fruncir el ceño.
—Dime, ¿vienes solo o necesitas compañía? —añadió, señalando a una pareja que se besaba exageradamente—.
—He acompañado a mi sobrina y su novio aquí. No he venido aquí con ninguna intención de buscar ese tipo de compañía. —respondí amargamente. ¿Realmente pensaba que iba a caer en su negocio barato? Ni hablar.
—Aww, que lindo de tu parte. ¿Será que ya tienes a alguien que te interese?
—¿Se puede saber quién eres y por qué estás preguntando tanto? Yo soy Mortis, ¡la criatura de la noche! En todo caso, la gente es quien se interesa en mí. — Afirmé orgulloso. Dios, que increíble que soy.
—Uuh, la criatura de la noche, aterrador —dijo sarcásticamente, lo cual me ofendió—. Anyways, llámame Angelo. Pregunto mucho por naturaleza, y si te vas a quedar aquí esperando a tu queridísima sobrina, obviamente me tendrás que soportar. Estás en terreno de "mosquito/humano que no se calla la boca aunque se lo rueguen", criaturita de la noche.
Me crucé de brazos y lo observé con desconfianza. Tenía el descaro pintado en la cara y el ego flotando a su alrededor como si fuese perfume. Un perfume barato, por cierto.
—¿Y se supone que eso me tiene que intimidar? —resoplé.
Angelo dio una vuelta en el aire, despreocupado, como si yo no acabara de lanzarle un sarcasmo del tamaño de una lápida.
—No, se supone que te va a entretener. Pero bueno… tampoco tengo muchas expectativas.
—Ni yo —murmuré, mirando hacia otro lado.
Silencio. O al menos, lo que se puede llamar silencio en un pantano lleno de parejitas. Pensé que se iría. Pensé que me dejaría en paz.
Pero no.
Se sentó —¿flotó? ¿planeó?— justo sobre una roca cubierta de musgo, apoyando el arco sobre sus rodillas como si ya hubiera disparado suficientes flechas por hoy.
—¿Qué haces tú cuando no acompañas adolescentes enamorados? ¿Cavas tumbas? ¿Te bañas en sangre de murciélago? —preguntó, con un tono tan inocente que me dieron ganas de empujarlo al pantano.
—Trabajo. Y me gusta el silencio, cosa que tú no pareces entender —dije entre dientes.
Él ladeó la cabeza, curioso, como si intentara ver si realmente yo existía o no.
—¿Silencio? Qué aburrido. El silencio no hace preguntas.
—Exacto —respondí.
Y ahí se rió. Una risa aguda, ligera, como si fuera alérgico a la seriedad. Una risa que rebotó en el agua, en los árboles, en mis oídos.
—Dios mío, eres más amargado de lo que pareces.
—Gracias.
—No era un cumplido.
—Sí lo era, solo que no lo sabes.
Angelo me miró con un brillo extraño en los ojos. No con admiración, ni con burla. Era como si estuviera tomando nota de mí. Rarito.
Entonces, bajó un poco la voz.
—¿Y tú, Mortis? ¿Crees en eso?
Lo miré, confundido.
—¿En qué?
Señaló con una flecha a un par de chicos agarrados de la mano mientras recién salían del Love Tunnel.
—En eso. En el amor.
Lo pensé un segundo. ¿Qué se suponía que debía decirle? ¿La verdad? ¿Una mentira? ¿Una frase poética que sonara bien en voz alta?
—No sé —respondí por fin—. No estoy seguro de si lo que veo en los demás es amor.
Angelo abrió los ojos un poco más.
Y entonces se acercó flotando. No mucho. Apenas lo suficiente para que su voz sonara un poco más íntima.
—Mira esos otros dos —dijo, señalando con la cabeza a una pareja de ancianos—. La gente siempre cree que eso es amor. Pero… ¿y si solo están juntos porque no saben estar solos?
Me giré un poco, curioso. Nunca me había hecho esa pregunta.
—¿Tú qué opinas, Mortis? —añadió con una sonrisa—. ¿Qué crees que es el amor, exactamente?
Me quedé callado.
No porque no quisiera hablar…
Sino porque no lo sabía.
Angelo me observó de reojo, como si acabara de captar algo en mí.
—Oh… —susurró—. Nunca te has enamorado.
No lo preguntó. Lo afirmó.
Y después simplemente se echó a reír bajito, como si mi ignorancia le pareciera encantadora.
O triste. No lo sé.
Y Angelo sonrió, satisfecho, como si el silencio fuera exactamente lo que esperaba.
—Interesante —murmuró, mientras se alejaba poco a poco—. Muy interesante.
Y así fue como todo comenzó.
No con una mirada.
No con una flecha.
No con una promesa.
Sino con una pregunta que no supe contestar.
Artwork by: @Brawlbaes on twt.
Chapter 2: Buried Questions
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Hay cosas que uno intenta evitar como el sol de mediodía o las cartas de amor mal escritas. Pero cuando algo empieza a colarse entre las grietas, incluso en un corazón marchito como el mío, uno no puede evitar preguntarse si es molestia... o destino disfrazado de insecto con alas.
No esperaba volver a verlo tan pronto.
Pensé que había sido una coincidencia. Un fastidio pasajero con alas. Un bicho curioso que se aburriría de mí como se aburría de todo.
Pero no.
Angelo empezó a aparecer cada vez que me quedaba solo. En el cementerio, cuando barría hojas secas. En mi jardín, cuando regaba las plantas muertas.
No hacía mucho. A veces solo flotaba cerca, haciendo girar una flecha entre los dedos. O se colgaba de los árboles cercanos como un murciélago, observándome en silencio, sonriendo.
¿Se estaba burlando de mí?
—No me mires así —le dije una vez—. Me haces sentir como si tuviera algo en la cara, bicho.
—Lo sé. Quizás tengas algo, pero no te lo voy a decir —respondió, columpiándose con las piernas colgando del árbol.
Una parte de mí quería lanzarle la pala.
Otra… otra empezaba a esperar su voz.
No porque me gustara. Ni mucho menos.
Solo porque... llenaba algo.
El aire, quizás.
O mis pensamientos, que últimamente se estaban volviendo demasiado ruidosos.
Un día apareció cuando estaba excavando una tumba.
Se sentó en el borde, con las piernas colgando. Yo lo ignoré. Hasta que dejó caer una de sus flechas dentro del hoyo.
—¿Qué haces? —pregunté, molesto.
—Te dejo un regalito. Para que no se te olvide que existo —dijo con una sonrisa torcida.
—Rarito —murmuré entre dientes.
No sé por qué había tomado este interés repentino hacia mí. ¿Estaba loco?
Otra tarde, se coló por la ventana de mi casa. Así, sin pedir permiso.
—¿Nunca has oído hablar de tocar la puerta? —le gruñí.
—¿Y tú nunca has oído hablar de poner cortinas más lindas? Esta habitación parece una cripta.
—Lo es.
Se echó a reír. Como siempre.
—¿Qué quieres, Angelo?
—Nada. O todo. No sé. Me aburría.
Se sentó en mi sofá como si fuera suyo. Miró alrededor. Tocó mis libros. Se detuvo en uno.
—Ooh, ¿lees mucho?
—Sí.
—¿Solo?
—Siempre.
Angelo no dijo nada por un momento. Luego dejó la postal sobre la mesa.
—¿Nunca extrañas?
Lo miré, sin entender.
—¿El qué?
—Algún tipo de compañía, no sé.
No supe qué responder.
Otra pregunta sin respuesta.
Desde entonces, empezó a venir más seguido.
Y yo empecé a dejar la ventana abierta.
No por él, claro.
Por… ventilación, o lo que sea.
Pero una noche, mientras él jugaba con una vela encendida y hablaba de lo inútiles que eran las declaraciones de amor de hoy en día, me atreví a preguntarle:
—¿Y tú? ¿Alguna vez te enamoraste?
Se quedó quieto.
Por primera vez.
—Yo también me pregunto eso mismo, te lo creas o no —dijo al fin, apagando la vela de un soplido—. Supongo que por eso me burlo tanto del amor. Para que no me duela tanto cuando lo veo pasar de largo.
Y se levantó.
—Que corny fue eso... —acabó, con su sonrisa torcida.
Y se fue.
Dejándome con algo ardiendo en el pecho.
No fuego.
No amor.
Solo otra pregunta sin respuesta.
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Notes:
Sé k los capítulos estos parecen rarísimos pero todo va a ir concordando a lo largo del fanfic, trust
También aprendí a poner las barritas esas en el texto, para que no sea puro enter. ESTOY PROGRESANDO AO3 VOY A POR TI
azure #1 fan de join me in death (Guest) on Chapter 2 Sun 01 Jun 2025 03:00PM UTC
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EL VERDADERO FAN DE JMID. QN ES AZU (Guest) on Chapter 2 Sun 01 Jun 2025 03:03PM UTC
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