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La guerra había terminado, el equipo Avatar se relajaba en la tienda de Iroh, ubicada en Ba Sing Se. Querían disfrutar de su victoria, y qué mejor celebración que estar reunidos, disfrutando entre amigos.
Suki estaba sentada en una mesa al lado de Sokka, apreciando su arte, o al menos así era como él lo llamaba. La verdad era que no entendía muy bien sus garabatos, pero les gustaba.
Sokka notó su mirada de interés, haciendo que sonriera con picardía, comenzando otra ilustración en una de sus hojas. Suki levantó una ceja, al detallar mejor su dibujo, pudo identificar qué era un retrato de ella, él se la mostró, orgulloso.
Simplemente se encogió de hombros, incomoda al entender el motivo de su retrato. Desvió la mirada, un tanto avergonzada.
— ¿Pasa algo, Suki? — el moreno preguntó preocupado, dejando la hoja en la mesa e inclinándose hacia ella para colocar una mano en su hombro, masajeando suavemente.
— Sokka, eres un buen chico… y me caes bien, es solo que no me gustas de esa manera — optó por ser sincera, así tal vez él chico lo entendería.
Y así fue, solo que Sokka ladeo la cabeza con confusión. — Supongo que entiendo, pero meses atrás parecías interesada en mi. ¿Qué cambió? —.
— N-Nada, yo… ehm, bueno — se acomodó el cuello de su camisa con nerviosismo, debía decirle toda la verdad, así concluiría con todo el tema. — Conocí a alguien más —.
Sokka levantó las cejas en comprensión, luego las frunció con tristeza. Quitó la mano de su hombro, bajando la cabeza en dirección a la mesa. — Ya veo… espero les vaya bien —.
— Aún podemos ser amigos — ella dijo y él asintió.
El día se estaba acabando, el sol se ocultaba tras las praderas. El cielo pasaba de azul a un hermoso contraste entre colores naranjas y violetas, una vista hermosa para quien pudiera apreciarla.
Suki salió al balcón, apreciando a Katara recostada sobre la baranda de este junto con Aang, él niño se veía deprimido por alguna razón. Se dio cuenta de la presencia de Suki, observándola con una expresión neutra en su rostro, una mezcla de sentimientos se formaron en su interior.
Se despidió de Katara, y a duras penas miro a Suki. Ambas chicas quedaron solas en el balcón, una de ella, Suki, algo preocupada. — ¿Le dijiste? —.
— Sí, lo tomó bien pero tiene que procesarlo un rato. ¿Ya le dijiste a Sokka? —.
Suki bajo la cabeza apenada. — Más o menos, corte cualquier pensamiento que él tuviera, pero no sabe que estoy contigo —.
— ¿Por qué no le dijiste de una vez? Sé que lo entenderá —.
— Lo sé, Katara, pero es diferente, muy diferente a decirle a Aang o cualquier otra persona. Es tu hermano, ¡puede que se sienta traicionado! — se llevó una mano a la cabeza, pasándola por su cabello — Ustedes tienen una hermandad increíble, sé lo importante que es ese tipo de vínculo, lo he experimentado con las Guerreras Kyoshi. No quiero que eso se destruya por mi culpa —.
— No vas a destruir nada, y si así fuera, yo sería la única culpable. Sabía de sus sentimientos hacia ti y aún así escogí estar contigo — la idea bloqueó su mente, era verdad. Katara había traicionado, de alguna forma, a su hermano.
Tragó saliva, apretando las mangas de su vestido color verde con ansiedad. Suki notó su nerviosismo, acercándose para tomar su rostro entre sus manos, acariciando sus mejillas.
— Yo también soy responsable al no haber puesto un alto desde un comienzo, no debí hacerle pensar que tenía alguna oportunidad, parte de la culpa me la llevo yo — su voz sonaba serena, era impresionante como se mantenía en una sola pieza pese a que se estaba desmoronando por dentro.
Las chicas se miraron, los ojos azules se encontraron con los verdes, y más abajo, sus labios, se juntaron en un suave beso. Uno superficial, si, aún así, consiguiendo esa intimidad que querían.
Con una charla, y buena planeación. Decidieron que ambas, como pareja, le dirían la verdad a Sokka, le contaría cada detalle de su amor secreto, él merecía sinceridad. Tomadas de las manos, entraron a la tienda, apreciando a Sokka haciendo sus garabatos, el resto del grupo estaba ocupado en sus propias actividades, así que, se encontraban solos los tres.
Katara tomó aire profundamente, sacándolo por la boca, expulsando cada pizca de miedo que tuviera. Hasta aclarar su garganta, llamando a su hermano. — Sokka, tenemos que hablar contigo —.
Sokka levantó la mirada de sus dibujos, se veía tranquilo, cosa que era sorprendente después del rechazo de Suki. Preguntó que pasaba, con el ceño fruncido, y Katara respondió.
— Es algo que Suki y yo hemos guardado por mucho tiempo, por miedo a cómo pudieras reaccionar — soltó, pensando en cada sílaba de sus palabras — Ella y yo… bueno, sabrás que te mencionó que conoció a alguien más —.
Sokka asintió, y Katara reanudó su discurso. — Ehm… pues esa persona.. ahh — sudaba frío, su cuerpo tieso al lado de su novia. Suki sintió los temblores de Katara a través de sus manos, y apretó con delicadeza.
Katara se detuvo, mirando a su pareja, quien le dedicaba una dulce sonrisa, acompañada de su tierno mirar. Era como verla por primera vez, en la Isla Kyoshi, luchando contra Zuko y su tropa, la habilidad y elegancia de sus movimientos durante la lucha. En ese momento, su corazón enganchó con el suyo, el amor brotando en su pecho por ella.
Y ni hablar de cuando tuvieron su primer beso, ingresaban a Ba Sing Se, fue ahí donde la primera vez sin maquillaje. Sus ojos claros resaltan con su piel pálida, y sus labios rojos la provocan de maneras inimaginables.
Tomaron un atajo por el paso de la Serpiente, en ayuda a una embarazada y su familia. Acampaban en la noche, Suki se veía agobiada por la protección de Sokka, por ende se alejó del grupo para un poco de privacidad, ahí se encontró con Katara y… pasó.
El sabor de sus labios era exquisito, su deliciosa sensación a cereza. La calidez de su abrazo, fue un fuerte contraste a las frías palabras que le dirigía Aang debido a que estaba deprimido por la pérdida de Appa.
Las memorias desbloquearon su mente, la típica personalidad confiada y valiente de Katara regresando, la morena miró a su hermano esta vez, fijamente a los ojos, y continuó:
— Lo que quiero decir es… Suki y yo estamos saliendo, lamento si esto te molesta pero… nos amamos, en serio —.
Sokka quedó boquiabierto, y eso las hizo dudar sobre… en general, todo. Apretaron sus manos entrelazadas. — Entendemos que puede ser… impactante, solo… entiende, por favor… —.
Lo siguiente que pasó fue tan simple, Sokka se levantó, en completo silencio. Las miró por última vez y salió de la habitación, no intercambiaron ni una sola palabra.
La pareja quedó estática, viendo al muchacho irse. Katara se tiró sobre una de las sillas del local. Dejando salir un largo y pesado suspiro. — No puedo creer que lo hicimos, lo confesamos. ¡Seguramente me odia! —.
Se llevó las manos a la cara, apretando su piel hasta enrojecerla. Sus piernas pataleando contra su asiento, la madera crujiente debajo de ella. En la histeria y rabia, emitió fuertes sollozos entre lágrimas, rasguñando su cara.
Suki corrió de inmediato a ayudarla, apartando bruscamente sus manos y obligarla a que no se rasguñe. — ¿¡Qué haces!? ¡No, basta! — exclamó asustada, agachándose frente a ella, secando las lágrimas en sus mejillas. — Amor, no hagas eso… lo vamos a solucionar, lo prometo —.
— ¿De verás? — la voz quebrada de Katara le rompió el corazón, beso sus ojos con gentileza, consolando su llanto. — De verás — respondió Suki.
Los días siguientes fueron incómodos, Sokka no le dirigía la palabra a ninguna de las dos. Suki, se sentía triste pero podía vivir con eso. Katara era la más afectada, extrañaba a su hermano y anhelaba volver a hablar con él, pero la vergüenza se lo impidió.
Al cenar, al salir por aventuras. Incluso cuando se cruzaban en el baño le generaba incomodidad. Suki estuvo ahí paramilitar las cosas, aunque, ni con todo el consuelo del mundo conseguía sentirse mejor.
Hasta le avergonzaba demostrar afecto con su novia frente a él, temía que lo interpretará como una provocación o burla. Mantuvo su distancia con Suki, aunque sea solo frente a él.
Llegó a un punto que no resistió más y lo llevó a una parte apartada de los oídos de todos. Sus ojos estaban rojos de llorar, y estaban adornados con grandes ojeras oscuras, se veía terrible.
— Sokka, por favor, perdóname. Entiendo que quizás me odies, hice mal, lo sé, solo- por favor, perdóname —.
Suplico, juntando sus manos frente a ella y agitándolas con desesperación. Su cuerpo hizo lo mismo, sacudiendo en su lugar, conteniendo cada fibra de su ser para no tirarse al suelo y suplicar clemencia.
Sokka detuvo sus sacudidas, agobiado por su comportamiento. — Katara- yo no odio, ¿ok? Simplemente me tomaron desprevenido y… Me duele, incluso, que me lo hayan ocultado — quedó en silencio por un segundo, hasta volver a hablar — Te ves arrepentida, de ser así… te perdono, y está bien si quieres seguir con Suki, no te voy a impedir —.
La chica cerró la boca abruptamente, sin saber exactamente qué hacer. Por un lado, se sentía feliz de saber que él no estaba enojado. Por el otro, Sokka seguía herido, eso no le gustaba ni un poco.
Su hermano se despidió de ella con una suave palmada en la espalda, alejándose de forma que pudiera continuar con sus tareas. Ella lo detuve con un fuerte apretón en la muñeca, más seria de los normal.
— Lo siento Sokka, lo lamento profundamente y… no quiero que finjas que no te importa para hacerme sentir mejor, puedes reclamarme si eso es lo que quieres —.
Esperaba gritos, tal vez uno que otro insulto, o al menos una mirada de decepción, pero todo lo que recibió fue una tierna sonrisa, con un aire de burla.
— Suki y yo nunca fuimos nada oficial, no hay nada que reclamar — aclaró de una vez por todas, zafando del agarre de Katara y retirándose por fin.
Por primera vez en la vida de Katara, no supo qué hacer, no supo qué era correcto. ¿Debía correr tras él? ¿Tal vez gritarle desde ahí? O podía quedarse quieta, no estaba segura que, pero algo le decía que sería lo más viable.
Al día siguiente que le comentó la situación a Suki, la contraria se notaba feliz, felicitándola al respecto. No era fácil afrontar las cosas cara a cara, y ahora que Katara lo ha hecho, se sentía orgullosa.
Se lo hizo saber con un ligero beso, muriendo de ternura al ver las mejillas morenas de Katara sonrojarse de un tono más claro. Rió entre dientes, disfrutando la vista.
Le aseguró que de ahora en adelante, las cosas irían bien. Cosa que resultó siendo cierto, pues a la semana siguiente Sokka se mostró más tolerante a su relación, la angustia se había ido, finalmente.
El equipo Avatar volvió a compartir sus cenas, sus historias y sus misiones. Katara volvió a reír, con sinceridad, de esos chistes tontos que Sokka siempre contaba, incluso cuando no tenían sentido. Él también, aunque aún algo reservado, le ofrecía sonrisas genuinas a su hermana y a Suki. No hubo necesidad de más explicaciones; el tiempo hizo lo suyo, y el cariño de hermanos fue más fuerte que cualquier herida.
Katara y Suki comenzaron a caminar juntas por los pasillos sin esconderse. Tomarse de la mano ya no era una carga. El amor entre ambas seguía creciendo, más sereno, más seguro, más maduro. Su relación dejó de ser un secreto, pero seguía siendo un tesoro.
Una tarde tranquila, mientras el sol se escondía en el horizonte, Katara se sentó a la orilla de un estanque. Sus pies desnudos tocaban el agua, creando ondas suaves. Suki se unió a ella, sin decir nada, solo posó su cabeza en su hombro.
— ¿Recuerdas cuando pensábamos que todo se iba a derrumbar cuando descubrieran la verdad? — susurró Katara.
— Sí... pero la verdad también construyó cosas nuevas — respondió Suki, entrelazando sus dedos.
Juntaron sus labios una vez más, siendo el beso más sentimental qué alguna vez hayan tenido. Suki acarició la mejilla de Katara, y Katara rodeó la cintura de Suki, frotando su piel.
La ira, frustración y tristeza que sintieron alguna vez, se había ido por completo. Reemplazada por amor y cariño. Sabían que no estaban solas, ya no, se tenían la una a la otra.
Se amaban, eso era lo único que necesitaban saber.