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Language:
Español
Stats:
Published:
2025-07-04
Completed:
2025-10-05
Words:
103,572
Chapters:
21/21
Comments:
6
Kudos:
9
Hits:
318

Escondidos

Summary:

Septiembre de 2005.

El mundo está cambiando. Hace apenas dos meses que se aprobó el matrimonio igualitario y toda España fue testigo de cómo el mundo seguía girando después de ello.

El mundo sigue girando menos para Juanjo, que empieza 2° de Bachillerato y todavía no ha olvidado lo que pasó el año pasado. Por eso acepta demasiado rápido la propuesta de Toni, que está harto de que sean unos pringados y se propone que acaben 2005 con novia. Samu también se muere de ganas, pero otra historia es Martin, su mejor amigo, con el que está todo suuuupermega bien.

Y para que todo esté más que bien, casi mejor lo ayuda a ligar con Nerea, la candidata perfecta para ser delegada. Y si además consigue que su relación con Chiara dé un paso más... mejor que mejor.
A ver si, entre medias, se olvidan de lo que significan el uno para el otro y eliminan los quebraderos de cabeza.

Si es que pueden.

Chapter 1: Tres de cuatro un poco pringados sí que somos

Chapter Text

Septiembre de 2005.

En cuestión de treinta segundos, Martin ve pasar la vida por delante de sus ojos una cantidad de tres veces. Puede no parecer mucho, pero ya es bastante para tener solo diecisiete años. Y para ser treinta segundos.

Todo ha sido culpa de su hermana, si queréis que seamos sinceros. Él se ha levantado a su hora, ha desayunado en pijama, acompañado por su padre, que sale a la misma hora para su trabajo y lo deja a medio camino. Todo iba bien. Hasta que se ha preparado para ir a clase y no había forma de entrar al baño, porque Daniela ha decidido monopolizarlo por completo.

Tiene doce años, por el amor de Dios, los niñatos de su clase no están para prestarle atención al perfume que se eche o a lo alta que se ponga la coleta.

—¡O sales o sales! —Aporreó la puerta, mirando el reloj analógico de su muñeca con desesperación. Cada movimiento de las manecillas lo pone un poco más histérico.

—¿Y dónde está la alternativa ahí?

—¡Es o sales o te mato, así que tú verás!

—Martin... —intervino su madre, paseándose en ese momento frente a él.

—¿Puedes decirle a tu hija que se mueva? —Señaló la puerta cerrada.

Su madre puso una mueca, pero pareció apiadarse de él.

—Dani, nena, que tu hermano tiene que irse con tu padre y si no salen ninguno llega.

Se escucharon un par de gruñidos, pero Daniela no tardó mucho en abrir la puerta. Su pelo oscuro estaba efectivamente alzado por la coleta. Si la apretaba más, estaba seguro de que reventaría.

Metió prisa a su padre, que no parecía muy por la labor de ayudarlo. Como si no entraran casi a la vez, como si dejarlo a él a medio camino no fuera parte de su recorrido. Para amenizar, el hombre ha elegido un disco pirata de David Bisbal, de los favoritos de su madre y de su mejor amigo.

Lo dejó junto a la plaza de siempre, y Martin no tardó en salir disparado en dirección a su instituto. Nunca se habría considerado deportista, así que sus piernas comenzaron a resentirse antes de doblar la esquina. Resopló, sin detenerse. No se lo podía permitir, porque, aunque ya no miraba el reloj, podía escuchar el timbre, el primero, el que indicaba que todos los alumnos debían entrar a sus clases lo antes posible.

Para Martin, eso iba a costar un poco más.

Y llegamos al momento presente, donde tiene tres encontronazos con la muerte en cuestión de segundos. Primero, al cruzar la calle. Su vista ya está pendiente de la conserje, que está junto a la verja esperando el temido segundo timbre. Si estás fuera cuando suena ese, te quedas fuera ese día.

El primer encontronazo con la muerte llega por un pitorrón que lo desequilibra por un momento. Apenas se detiene con los gritos que le lanza el conductor, presumiblemente un padre que venía de dejar a su hijo. No le importa, ni siquiera lo ha rozado.

Y el timbre suena, y la conserje, que lo está viendo a la perfección, corriendo con histeria hacia la puerta, cierra con una parsimonia que le da rabia. Rabia por sus piernas, que nunca se han caracterizado por ser veloces. Gime en un último esfuerzo, pero se estampa contra la verja en un intento por pasar por el hueco.

Segunda casi muerte.

En las películas a la peña le sale mucho mejor hacer eso.

La mujer suelta una carcajada.

—Suerte a la próxima, Urrutia. —Le guiña un ojo—. Que se está muy bien en la cama, pero hemos empezado el curso.

Se muerde la lengua, claro que lo hace. ¿Qué va a decirle? ¿Algo que haga que le coja aún más tirria para la próxima?

No, claro que no, es más elegante marcharse caminando, con las piernas pesadas y un ligero dolor en el brazo que ha chocado con el metal de la verja. La conserje lo ve marchar y se aleja hacia el interior del edificio, silbando alguna melodía de su amado Miguel Bosé tan ridícula como ella.

Y ahí llega su último tropiezo con la muerte del día. Porque la conserje no tiene por qué enterarse de que sí va a entrar a clase, aunque sea lo último que haga.

Es su último primer día, por el amor de Dios, ni un poco de tregua.

Al llegar a la parte de atrás, primero lanza la mochila, que cae con un golpe seco. Arruga la frente, no muy conforme con el ruido que ha hecho, pero no puede ser peor que quedarse fuera y que se enteren en casa de que no ha entrado a clase.

Después, debería ser sencillo. Poner un pie en las escaleras improvisadas de la verja, luego el otro, ir subiendo... No es la primera vez que se queda fuera por llegar tarde, pero sí es su primer día. No puede empezar el curso así.

Claro, al llegar arriba empieza el drama. Nunca ha sido muy fan de las alturas, aunque tenga demasiada experiencia subiendo para entrar. Coge aire, aprieta la barra de arriba con los puños y se inclina para intentar bajar a pasos cortos. No es de los que salta, no le pega nada.

Pero su tobillo le juega una mala pasada, y acaba cayendo sobre su mochila, con la misma poca delicadeza que esta se ha llevado antes.

Tras asegurarse de que ha sobrevivido y apenas tiene un rasguño en las rodillas, se pone manos a la obra. La puerta trasera, que se abre solo durante el recreo para que la gente pueda moverse por todas las zonas, ha quedado entornada por algún miembro del profesorado, así que entra con sigilo.

A pesar de lo que implica el segundo timbre, aún hay mucha gente fuera de clase, la mayoría esperando en las puertas a que aparezca el profesor. Martin apenas ha tenido tiempo de comprobar qué asignatura le toca, así que no sabe si es de los que odian perder el tiempo o de los que se hacen esperar. Se da prisa solo por la incógnita.

De camino a clase, saluda a un par de compañeros con los que dejó de coincidir por el cambio a Bachillerato, llevándose algunos gritos de ánimo de personas que tienen claro que llega tarde.

Con la misma facilidad con la que su pecho se hunde al ver la puerta de su aula abierta, se relaja al darse cuenta de que no hay profesor dentro de esta. Sonríe, confiado, y escanea la clase para localizar a sus amigos.

No tiene que buscar mucho. Penúltima fila, junto a la ventana, parlotean con el chico de delante, que tiene un hueco libre a su lado. Justo y bien guardado para él.

Samu es el primero en verlo, soltando un gritito que alerta a más de uno: al repetidor sentado una fila más allá, a las chicas de la fila del centro de la clase y a sus mejores amigos.

—¡Dichosos los ojos que te ven! —Da una palmada—. La cama te va a pasar factura este año, Martincín, hay que aprender a soltar.

—¿Va a servir de algo que le eche la culpa a mi hermana? —Pone la mochila sobre la mesa y se sienta, apoyando los codos en la mesa de detrás, perteneciente a su amigo.

El de rizos menea la cabeza y niega. Tiene los ojos brillantes, como casi siempre, pero apenas se ven cuando los arruga. Su sonrisa siempre consigue disimular el resto de su cara.

—Si algún día me deja invitarla a cenar, le disculpo lo que quiera. —El que habla es Toni, de ojos mil veces más claros que los de su compañero inseparable de mesa. Acompaña sus palabras con un movimiento de cejas que se ven interrumpidas por un libretazo en la frente, por parte del cuarto miembro del grupo—. Tú eres subnormal.

—Y Daniela tiene doce años, no me seas guarro y hazte una paja.

Las chicas de la fila del medio se giran todas al mismo tiempo. A Martin siempre le han dado algo de repelús. No son precisamente copias unas de las otras, cada una es de su padre y de su madre, pero actúan tan en conjunto que..., en fin. Chicas, qué os va a contar él.

—¿Alguna vez pensáis en algo que no sea sexo? —Resopla una de ellas, la más cercana a su mesa.

A Martin le extraña encontrarla tan lejos de la pizarra, pues la tía es aplicada como la que más y siempre está lanzando preguntas pretenciosas a los profesores para demostrar cuánto sabe o cree saber. A una chica de prácticas de Matemáticas la hizo llorar en Primero de Bachillerato.

—Sí, mi amor, nuestros temas de conversación son de lo más variados, pero es que al verte a ti... —Toni aprieta los dientes—, uf, en sexo precisamente no pienso.

—Eres gilipollas.

Su amigo le lanza un beso y esta se gira hacia su mejor amiga, mascullando algo que no le llega, por suerte. A Toni empezarán a pitarle los oídos, y quizá a Juanjo, por haber soltado el comentario imposible de ignorar por las metomentodo.

—Pues no sé cómo pretendes llevar a cabo tu plan con el material que tenemos —ironiza Samu.

—¿De qué hablabais? —Martin frunce el ceño.

—Ay, no, no le preguntes que se emociona. —Juanjo arruga la nariz—. Eso no puede salir bien.

—Que sí, hombre, que tenéis muchos pensamientos negativos encima, y así es cómo no vais a mojar churro. —Los ojos de Martin se abren con fuerza—. Y este escandalizándose, por Dios, que no eres una de las pijas esas...

—Pero ¿qué es lo que queréis?

—¡Espero que os haya sido fructífero el verano, queridos alumnos! —Pegan un respingo todos a la vez. En la puerta, ajeno a todo lo que no sea su carpeta, llega el profesor de Literatura que ya les dio el año anterior—. Porque se acabó la fiesta —adopta un tono más serio—, y a partir de ahora todo lo que no incluya a Bécquer, Machado o Miguel Hernández no me interesa. Voy avisando, porque no quiero que os enjugasquéis, solo trabajo. Si os portáis bien, los exámenes valdrán lo menos posible y tendréis muchas formas de demostrarme lo bien que conocéis a mis autores favoritos. —Comienza a caminar por el pasillo que separa al grupo de las chicas de antes—. Si no os portáis bien..., 80% el examen, el resto algún comentario o algún libro que os aburrirá una barbaridad.

Se escuchan las primeras quejas por encima de su voz. El hombre alza una ceja y se queda callado hasta que la gente de las primeras filas se calma. Suspira y permite que una persona, la chica que lleva casi un minuto con el brazo bien alzado, hable.

—¿Sí, Violeta?

La pelirroja se aclara la garganta, con la espalda tan recta que cada vez duda más si de verdad tendrá un palo metido en el culo.

—¿Cuáles serán las directrices para demostrarle que no necesitamos un examen que valga tanto?

Se escuchan algunos murmullos que Rafael, el profesor, calla con un sssh rápido.

—Muy buena pregunta, como siempre.

—Lo que faltaba para subirle el ego a la pija —murmura Samu, detrás de él.

—Hay cosas que todavía no están cerradas —continúa el profesor, tras echarle una mirada de advertencia a su zona de la clase—, pero os puedo adelantar que cuando nos centremos en autores concretos es posible que algunos de vosotros deis la clase por mí. Y no porque no adore enseñar a monstruitos de vuestra edad, sino para que me demostréis que sois capaces de comunicar. Esto es clase de Literatura, pero también de lengua, así que vamos a juntaros por parejas y conforme avance el curso iré asignando autores y obras. También es posible que tengáis que leer algún libro o poemario para complementar esto, pero ya se verá, que por algo es el primer día.

Toni da sucesivos golpecitos en la nuca de Juanjo, hasta que su mejor amigo se gira, ceño fruncido y ganas de cometer un asesinato.

—¿A que vamos a ponernos juntos para dar la clase sobre no sé cuál autor? —Pestañea dos veces, señal de peloteo extremo.

—Tú lo flipas. —Se vuelve hacia delante.

—Ah, y ni penséis en empezar a montar vuestras parejitas de siempre, que ya estoy viendo a Antonio poner la maquinaria en funcionamiento. —Hay una risa generalizada, pero su amigo ni se inmuta—. Las parejas las elijo yo, y hasta donde yo sé, hay posibilidad de que nadie tenga que juntarse con alguien de su mismo sexo.

Vuelve el murmullo por toda la clase. Tras ellos, Toni suelta una carcajada floja. Martin lo observa con confusión. ¿Él no quería ponerse con uno de los mejores de la clase?

—Nada, ya tiene excusa —murmura Samu.

—Pero ¿qué pasa?

—Que, a menos que nos toque con alguna de estas —señala sin mucho disimulo a las amigas de Violeta—, ya tengo nuestro año más que planeado.

Martin busca enseguida a Juanjo, en un intento por entender lo que sea que estén montando sin contar con él. Él pone los ojos en blanco y le susurra que se lo contará más tarde.

—Ahora que nos hemos puesto al día... —la voz de su profesor se cuela en sus pensamientos, despejándolo—, sacad la libreta, que empezamos.

Se escuchan nuevas quejas de fondo, pero le viene bien para despejarse, así que saca sus gafas antes de que comience a copiar cosas en la pizarra y se prepara para la primera clase del día.

El profesor de Literatura es el único que empieza sus clases ese primer día. La de Historia y la de Mates utilizan el principio de su clase para preguntar cómo han ido las vacaciones, y luego explican cómo van a funcionar ese año, además de mencionar la PAU unas diez veces. Casi prefiere al que no la menciona, por mucho que dé clase.

Martin recibe el timbre que anuncia el recreo como una música salvadora. Disfruta de volver a encontrarse con su entorno, pero ahí acaban las cosas buenas de volver a clase. Si fuera por él, se irían todos los que soporta a su pueblo para pasar el resto de sus vidas, sin estudio, sin preocupaciones más allá de ir a la piscina y hacer alguna excursión.

Espera a Juanjo en la puerta de la clase. Como antiguo subdelegado, la profe de Mates quería consultar algo con él y con la delegada. Si tienen suerte, en las próximas elecciones conseguirán que gane él y no tendrán que aguantarla a ella.

El más alto sonríe al darse cuenta de que sigue ahí. Se aprieta la carpeta contra el pecho y avanza hasta Martin.

—¿Se han ido estos?

—Samu no llevaba almuerzo, quería ver si pillaba algo en la cantina —informa, dándose la vuelta para comenzar a caminar. Juanjo lo sigue hasta alcanzarlo—. ¿Me vas a contar ya qué están planeando estos dos? Me dan un miedo...

—Que no te den tanto miedo, solo que tienen la neurona justa para no cagarla y aun así potencialmente podría ser un desastre.

—No me ayudas mucho —refunfuña, sacándole una carcajada.

—Ahora te lo cuentan ellos. Ellos lo tendrán más claro que yo.

Acepta su destino con deportividad y no tardan en llegar a uno de los bancos de la planta baja. No es que estén reservados, pero llevan tantos años ocupándolos cuando no están jugando al fútbol que, a esas alturas, todo el mundo sabe cuál es su sitio.

A su izquierda hay un grupo mixto de un año inferior a ellos, algo poco visto. Que sí, que su instituto lleva años siendo mixto y albergando chicas, pero sigue haciéndose raro, porque la mayoría eligen a sus iguales. Martin está seguro de que no sabría ni cómo hablar más de dos minutos con alguna de las chicas de su clase, las que no le dan vergüenza ajena, como para ser amigos.

Juanjo le da un toquecito en el muslo con un dedo justo cuando acaba de desenvolver el bocadillo.

—Tienes el pantalón lleno de pintura roja.

Se muerde el labio. "Lleno" es una palabra muy fuerte, pero sí que se le han quedado restos pegados de su saltito por la valla, y ahora parece que le ha salido un sarpullido, si estos pudieran salir en los pantalones, claro.

—Mi madre me va a matar, es que se lo va a oler fijo.

—No tiene por qué. —Da su primer mordisco a su bocadillo—. Lo metes para lavar nada más llegues a casa y ahí no se entera ni Dios.

—Esa mujer es más poderosa que Dios. No tengo escapatoria con alguien como ella.

Y ni siquiera bromea. La primera vez que salió de fiesta, se quedó a dormir con Juanjo y volvió con ropa de su amigo a casa. La Sabueso hizo tan buen trabajo que solo le faltó enumerar la mezcla que le hizo su mejor amigo y que se tomó sin pestañear.

Juanjo da un par de toquecitos y despega un par de cascarones de pintura roja con una uña. Lo mira con una sonrisa orgullosa.

—Pues si te aburres en clase, ya sabes qué hacer.

—¡A ver, mis nenes, que tenemos trabajo!

Levantan la cabeza de los pantalones de Martin a la vez. Cada uno con un pan pizza en la mano, Toni y Samu caminan hacia ellos con brío y una sonrisa amplia.

—Tengo un plan —anuncia Toni antes de sentarse junto a Martin y dar un mordisco enorme a su pizza.

—Antonio Sierra siempre tiene un plan. —Juanjo pone los ojos en blanco.

—A callar, Juan José, que este es de los buenos. —Lo señala. El brillo de sus ojos lo delata. Está emocionadísimo, y eso le asusta—. No sé si os habéis dado cuenta de que somos unos pringados.

—Empiezas de puta madre —masculla Samuel.

—No, no, déjalo, quiero ver cuánto nos insulta antes de llegar a su punto.

—Bueno, Juanjito, sé que tú juegas en otra liga, porque cualquiera que te conoce besa allá por donde pisas, pero tres de cuatro la verdad es que un poco pringados sí que somos.

—Eso no es verdad —vuelve a protestar Juanjo, con las mejillas enrojecidas, y no sabe si se refiere a lo suyo o a lo de ser pringados.

—¿Esto tiene algún punto o solo te apetece insultarnos? —pregunta Martin.

—Tiene un punto, querido Martin, gracias por preguntar. —Le da un par de toquecitos en la cabeza—. Estamos en Segundo de Bachillerato, solo queda Juanjo por cumplir diecisiete, y en marzo ya empezamos a ser mayores de edad, a punto de entrar en la universidad o lo que queramos. Estaremos a punto de entrar en la vida adulta, habiendo sido unos pringados durante todo el instituto.

» He reflexionado mucho este verano, que ha sido una puta mierda en el pueblo de mis tíos. Lo más interesante que ha pasado es que mi primo al fin ha podido casarse. —Juanjo, junto a él, alza una ceja, pero se mantienen en silencio—. Pero eso no es importante. Bueno, para él seguro que sí, pero... que me la pela, que yo lo que quiero es dejar de hacer el ridículo antes de acabar el instituto.

—Joder, qué bien nos lo dejas...

—¿Puedo seguir yo? —Toni da permiso a Samu con un asentimiento. Ni siquiera se le ve ofendido, de lo emocionado que está—. Nos encontramos aquí los únicos tres tíos del curso que nunca han estado con una chica.

—Pero si en la botella del Halloween pasado todos besamos a alguien —protesta Martin. Incluso a veces a quien no deberían haber besado.

—Pero es que eso es lo mínimo —insiste el más moreno del grupo—. Todo el mundo ha tenido ya novia, o se ha tirado a alguna. —Martin tuvo que contenerse para no ponerse a toser ahí mismo—. Y aquí estamos nosotros, más solos que la una.

—No puedes ponerte así de dramático como si no fuéramos cuatro y no hubiéramos evitado a las chicas de la clase toda la vida.

—Tampoco es que tú puedas hablar mucho, porque con Denna sí te estuviste liando...

Juanjo arruga la nariz.

—Hasta que me enteré de lo de Alex y decidí que no, gracias.

—Si es que ese grupito...

—Tenemos que cambiar nuestra forma de funcionar —vuelve a intervenir Toni—. Evidentemente con las tontas de siempre no, pero tengo un plan para que acabemos el curso teniendo novia o al menos habiéndola tenido. Que no podemos controlar si nos dejan, pero para cuando acabe 2005 habremos mojado churro.

—Espera, espera, ¿qué? —Martin tiene que rebobinar. Pestañea, teniendo la atención de todos sus amigos—. Que queréis hacer ¿qué?

—Vamos a dejar de ser unos pringados. Vamos a juntarnos en grupos más mixtos —Martin lo mira con horror en las pupilas—, vamos a liarnos con chicas, vamos a conseguir novias. Vamos a triunfar este año —anuncia, con una sonrisa orgullosa.

—Si a eso lo llamas tú triunfar...

—Joder, deja de poner cara como si fuera lo peor que te ha pasado en la vida, Martin, que son chicas, no el monstruo del Lago Ness. Algunas son insoportables, pero la mayoría están buenas y no están mal. En personalidad me refiero.

Hay una cosa sobre Martin que tenéis que entender antes de continuar: las chicas no le podrían dar más igual. No es que las deteste, a él no le gusta picar ni a las estúpidas de siempre como hace Toni, simplemente le dan igual. No ve nada interesante en ellas, como sí les pasa a sus amigos.

Toni se pasa el día pensando en sexo, está seguro de que la idea de que no sea solo sexo es cosa de Samu, porque es el romántico desesperado del grupo; y Juanjo ya se ha liado con al menos una chica a menudo. Pero es que cuando se enteraron a él apenas se le movió una ceja. Porque Denna es guapa, vamos a admitirlo, pero entre lo de ser casi tan egocéntrica como su mejor amiga y que tiene la mitad de neuronas, no le ve nada interesante.

Por suerte su mejor amigo dejó cualquier cosa que tuvieran pronto, porque... le entran escalofríos de pensar que la rubia podría haberse unido a su grupo, o peor, que Juanjo tuviera que pasar tiempo con el peor grupo de toda la clase.

La conclusión es que no tiene ese interés que los tíos en general suelen sentir hacia las chicas, sean o no de su clase. Ha besado a un par, en situaciones controladas y que no implicaban que alguien le pidiera salir. Nada.

También ha besado a otra persona, aunque eso fue más intenso, menos controlado y definitivamente si piensa en alto de ello es probable que lo mate.

Le gusta estar vivo así que mejor lo deja estar, que tampoco fue para tanto.

—¿Y cuál es el plan? ¿Acercarnos como desesperados a ver quién quiere ser nuestra novia?

Toni sonríe, porque cree que lo tiene convencido. Nada más lejano a la realidad.

—Tenemos que pensar nuestros pasos con cuidado. No podemos espantar a ninguna posible candidata haciendo tonterías.

—Pues has empezado genial insultando a Violeta de buena mañana.

—Es que antes de liarme con esa me arranco los ojos y la lengua. Tengo mejores estándares.

—Si no tienes mucha prisa, siempre podemos esperar a la lista de personas con las que vamos a hacer las exposiciones esas.

—Con la suerte que tenemos, nos ponen con Violeta y sus minions.

—Si no te la sacas de la boca, voy a acabar pensando que te mola. —Juanjo pestañea, con una sonrisa que indica que se está metiendo con él. Y Toni pica.

—Pero ¿qué dices? Antes me arranco...

—Que sí, los ojos y la lengua, lo pillamos.

—Si el punto final es mayo, podemos esperar a ver con quién nos pone Rafa —propone Samu—. Y ya decidimos.

—Pero no tiene por qué ser alguien de clase, ¿verdad?

—No, claro que no, ¿por qué, Martin? —Toni sonríe, malinterpretando su curiosidad con interés—. ¿Alguien en pensamiento? Porque te vamos a apoyar con quien sea. Más de la clase para mí.

—Anda... —Juanjo le da una palmadita en la espalda—, no me seas fantasma, con que te haga caso una vas que flipas.

El de ojos claros frunce el ceño.

—Qué suerte tienes de que te quiera, tío.

—Muchísima suerte tengo, sí.

Al acabar las clases, el grupo se separa de nuevo. Samu y Toni, aunque en puntas opuestas, viven cerca del instituto, así que siempre se van andando, después de esperar junto a Juanjo el autobús. El más alto del grupo vive en un pueblo a las afueras, y por suerte el autobús hace un recorrido por todos los de la zona y lo deja casi en la puerta de su casa.

Martin hará lo mismo que a la ida: esperar a que el coche de su padre lo recoja; pero mientras tanto acompaña a sus amigos.

Cuando el transporte escolar aparece, sus amigos hacen amago de despedirse, pero un chillido los sobresalta.

—¡Wait for me!

Se giran para observar a una chica que sujeta su mochila como si le fuera la vida en ello mientras corre hacia ellos. No, más bien hacia el autobús. Juanjo, que ya estaba dentro, saca la cabeza con una sonrisa divertida, que esta consigue devolverle cuando se sube también.

—Casi te quedas fuera, hija mía.

—Oh, no me hagas hablar del estúpido de Economía... That bitch hates me...

Suelta una carcajada que se pierde en el interior del autobús. Ya no escuchan nada de lo que siguen hablando, y Martin tarda en darse cuenta de que sus amigos no se han largado. Ambos siguen ahí plantados, con los ojos y la boca abierta.

—¿Qué...? —empieza a preguntar.

—¿Desde cuándo a la Chiara le han salido tantas tetas?

Samu le pega un codazo, pero se nota que está exactamente igual, lo que no tranquiliza al tercero en discordia. Martin solo se ha fijado en lo agobiada que estaba.

—Una pena que Juanjo no esté muy entusiasmado, porque tiene ahí a la opción perfecta: cerca de casa, ya es su amiga...

—Las tetas...

—Antonio —protesta.

—Déjalo, solo piensa en eso.

—Pero es que es verdad. O sea, no es la más lista del mundo, pero es monilla, se llevan bien...

Llevarse bien es simplificar bien. Chiara Oliver llegó a mitad de Segundo de la ESO, con cara de susto y sudaderas muy anchas. Y hablando el español justo para sobrevivir.

Tuvo la buena suerte de mudarse al mismo bloque de pisos que Juanjo, mismo pueblo, por lo que a lo largo de los años han debido compartir cientos de viajes en autobús, conversaciones... No es un secreto que a Juanjo no se le da mal la gente, y para Tercero, Chiara se sabía la mitad del refranero español y él sacó su primer sobresaliente en Inglés.

Es obvio que tienen buena relación, y sabe que las familias también se llevan genial. Si acabaran juntos sería lo normal, lo esperable.

Tiene que menear la cabeza para quitarse ese pensamiento de la cabeza. No le ha gustado nada imaginarlo, aunque tampoco entienda por qué. Quizá por esas cosas de las que es mejor no hablar.

—Bueno, tío, nos largamos, que se hace tarde y mi madre ha hecho macarrones con atún por ser el primer día. —Samu le hace un gesto para que vuelva al mundo real—. Iremos hablando.

—Sí, en cuanto sepamos con quién nos toca hacer la expo decidimos si buscamos otra opción o vamos todos a una.

Asiente, más por inercia que por sentir que sea el sueño de su vida. Su interés va decreciendo por segundos, pero son sus amigos, su gente. No le importa dar un paso así por ellos, aunque sea durante un tiempo.

Se sube al coche de su padre tan pronto como este le pita, deteniéndose frente a él. Con lo que ha tardado, ha conseguido que se vacíe la zona de recogida y parking.

—¿Cómo ha ido el día? —pregunta su padre, con ánimo más bien bajo que no tardará en contagiarle.

—Bien, normal. —Se encoge de hombros.

No hay más preguntas. Es una de las cosas que más le gustan de su padre, que, si no está por la labor de hablar, ahí acaba la conversación. No le sucede lo mismo con su madre, que lo va a interrogar asignatura por asignatura, preguntando una a una con el horario en la mano.

Y él puede pasar el trayecto a casa pensando en las ideas de bombero de sus amigos. Quizá le venga bien para salir de su zona de confort, que está siempre muy acomodado con sus amigos y su gente de siempre.

Sí, mejor motivarse con eso que amargarse antes de tiempo.

Suben juntos por el ascensor desde el sótano, en completo silencio. Ya en su planta se adivina mucho más movimiento, con "Gasolina" llegándoles a los oídos desde el pasillo. Su madre siempre pone la radio a todo trapo y hace que cualquiera que esté cerca se ponga a bailar. En esta ocasión, la víctima es Daniela, que pone cara de circunstancias cuando los ve aparecer mientras su madre la hace girar.

Le saca el dedo corazón y se dirige a su habitación. Que se joda, por hacerlo llegar tarde.

—Espera un momento, Martin... —Arruga el rostro. ¿Ahora tiene ojos en la nuca, que ha visto su peineta?

—¿Qué pasa?

Deja a su hermana tranquila, que huye al salón-comedor, y lo escudriña. Se da cuenta de lo que podría estar pasando demasiado tarde.

—¿Qué son esos pantalones? —Cierra los ojos, esperando el golpe verbal—. ¿HAS VUELTO A LLEGAR TARDE?

Y ahí está la Sabueso, atacando de nuevo.

 

Chapter 2: Martin, deja el tonteo para tu futura novia

Chapter Text

Martin va a necesitar que alguien le haga un estudio psicológico a su cerebro. A riesgo de volverse loco, está en situación de urgencia.

Lo que no puede ser es que en octubre vaya a cumplir un año desde que sucedió, no haya pensado en ello en todo ese tiempo, pero ahora que ha llegado septiembre, lleve tres noches (no seguidas, pero sí en la misma semana) despertándose con los recuerdos más frescos que nunca.

Y una erección que llega hasta a doler.

Alguien en otro universo le tuvo que maldecir o algo, porque no pasó nada. Nada, absolutamente nada.

Pero ahí está, la muy gilipollas, alzada como si hubiera que colgarle una bandera.

Va a volver a llegar tarde, y todo es culpa de algo que no pasó. Aunque quizá por eso parece incapaz de olvidar del todo.

Su peor vaticinio no se cumple. Tiene el baño para él; su madre, que nunca se acuesta después de su turno nocturno hasta que los ve dirigirse al instituto, le prepara el desayuno; y salen incluso antes de tiempo. Paja incluida.

Alguien debería darle un premio.

Comprueba que el autobús de los pueblos ya está aparcado, y busca en el patio para localizar a su mejor amigo.

Se detiene antes de llegar, sin saber muy bien qué hacer, al descubrirlo sentado en las escaleras que dan al interior del edificio, riéndose a carcajadas de algo con Chiara.

Al final va a ser verdad que es la mejor opción para él, porque la forma en la que la mira... Así no miraba a Denna, vamos. Ni...

Cogiendo mucho aire, camina hacia ellos con aire despreocupado. Conforme se cerca puede comprobar que su etapa de sudaderas anchas ha acabado, y si Chiara tenía pechos antes, ahora tiene la confianza de ponerse escote y que cualquiera pueda verlos.

La inglesa es la primera en verle, y le dedica una sonrisa a distancia tan tierna que le da pena haber pensado nada malo de ella. Es un amor, es normal que Juanjo se fije en ella. Lo que tiene que hacer él es buscar algo así, porque hay muchas chicas que no son tan terribles. Es cuestión de buscar.

—¡Hola, Martin! Nunca te había visto tan temprano, qué curioso. 

—Sí, porque lleva años en una relación de odio con la conserje y si no se pelean para que lo deje entrar no es feliz —bromea su mejor amigo.

Le saca la lengua. Está de buen humor, ni va a discutírselo.

—Mi hermana y yo nos hemos repartido bien el baño por una vez, así que no os libráis de mí hoy. Pero vosotros seguid a lo vuestro, ¿de qué hablabais?

La chica abre mucho los ojos y se encoge de hombros.

—Pensábamos que ojalá nos tocara juntos en lo de Rafa, porque somos del mismo edificio y eso, pero sabe que somos amigos, así que seguro que nos pone súper separados. —Puso un puchero.

—Con que no os toque con alguien que no trabaje...

Oh, yes, sorry porque sois amigos, pero con Toni no me gustaría nada... Además, que es un poco rarito, me ha mirado las tetas como diez veces esta semana. Que llevan ahí años, fuck, what's wrong with him?

—No me lo tomo mal porque yo también tengo mis preferencias. —Sonrío.

—No voy ni a preguntar, tengo claras tus no preferencias. —Le da un golpecito en el muslo a Juanjo que luce demasiado familiar para ser su primera vez haciendo ese gesto concreto—. Están aquí las chicas, nos vemos luego, ¿vale?

—Vale, Kiki, nos vemos...

Martin no duda en ocupar el hueco en la escalera que ha dejado la inglesa. Juanjo juega con el cordón de su zapato, así que él se centra en analizar al grupito. No porque no las conozca a la perfección, sino porque tienen una misión entre manos y no va a ser el único que se quede fuera de ella. Y bueno, porque dentro de las chicas de su clase, estas son mucho mejores que el grupo de Violeta.

La chica que recibe a la inglesa con un abrazo es su mejor amiga, y su antítesis al completo. Carla Navarro, que lleva en la misma clase que el resto desde preescolar, es rubia, alta y bastante estridente en todos los sentidos. Hubo una época, antes de que la madurez les alcanzara (más o menos) en que los profesores se volvían locos si Carla y Juanjo coincidían en la misma clase, dos impulsivos con patas que no se estaban quietos más de dos minutos seguidos.

Pero no solo es una chavala gritona y emocionada por las pequeñas cosas, sino que su estilo de vestir siempre ha sido... peculiar. No era raro encontrársela apareciendo por el colegio con un vestido de princesa, que le gustaba más que los básicos que les ponían a sus compañeras, o cuando llegó al instituto el primer día con pantalones de estampado de leopardo.

Hoy día, su estilo es más calmado, pero nunca faltan los aros enormes y un chicle en la boca. Le cae bien, le ha dado más de uno, siempre acompañado de un guiño y, cuando huye despavorido, una carcajada.

El primer día de clase de Chiara, Carla la adoptó como a su protegida y la presentó a su grupo de amigas. Por eso, cree Martin, Juanjo le tiene bastante aprecio, porque al menos no tiene que estar pendiente de ella todo el día.

La otra rubia del grupo, aunque esta no se lo tinta, y por eso cada día está más oscurecido, es también la única persona que podría hacer sombra a Violeta en ser la genia de la clase. Va siempre con coletas, moños, trenzas, cualquier detalle que no deje su pelo suelto, y a ratos le recuerda a una ardilla, algo así como Jeanette, de Alvin y las Ardillas. Nerea Gallego es más similar a Chiara en el sentido de la timidez, pero también es consciente de lo lista que es y eso no siempre es bueno.

Eso sí, se le perdona por ser el tipo de persona que te deja sin preguntar los resúmenes de cada asignatura, y que te deja a tu aire porque te ha visto mal.

La cuarta, que solo se incorpora para que Chiara coja sitio a su lado, también es la melliza de otro compañero de clase, el otro Antonio. Lucía Jiménez tiene el pelo castaño revuelto siempre, como si no se peinara nunca, y puede que no lo haga, pero su pelo siempre estará en el punto intermedio entre los rizos refinidos y el alisado perfecto.

El punto desastre, como ha dicho ella más de una vez, con un gruñido molesto; pero también tiene una de esas caras que hasta a él le cuesta apartar la mirada. Es la guapa del grupo, aunque se nota que no es consciente de lo que levanta a su alrededor. No es una Violeta.

Martin vuelve a la realidad con un codazo que recibe de su mejor amigo.

—¿Qué miras tanto tú? —Se le escucha divertido, lo que le hace enrojecer.

—¿Crees que hoy Rafa dirá las parejas para las exposiciones? —Cambia de tema con sutileza—. Me encantaría ponerme a trabajar cuanto antes.

—Pues no debería tardar mucho, porque se supone que hay autores en todas las épocas y empezamos desde ya. —Resopló y se las quedó mirando también, tras poner una mano en su muslo—. ¿En eso pensabas? ¿En con quién te gustaría ponerte?

—Si tiene que ser con alguien, prefiero a cualquiera de ellas. Bueno —arruga la nariz—, adoro a Carla, pero ella implicaría mucho más trabajo para mí...

—Cuando se pone seria, no es mala compañía, ¿eh? Ha espabilado mucho a Kiki.

—Sí, pero no sé si en lo estudiantil. —Sonríe con ironía—. Ojalá me toque Nerea, con ella sería ideal.

Juanjo lo observa con cuidado, pestañeando un par de veces antes de centrarse en la más bajita del grupo. Se ha quedado de pie junto a Carla, y habla gesticulando, otro símbolo de lo cómoda que está con esas chicas.

—¿Y te gustaría intentarlo con ella?

—¿Cómo?

—Ya sabes. —Se encoge de hombros, pero no, Martin no sabe—. A ver, Toni ha dado margen para esperar a esto, no sé cuánto más podremos aguantar sin que nos ponga un objetivo.

—Es que no entiendo por qué tenemos un objetivo. ¿No deberíamos intentar que surgiera de forma más natural? Todo lo natural que puede ser que lo tengamos planeado de antes, claro.

—Yo qué sé, ni siquiera estoy tan seguro de nada —masculla, sin mirarlo en ningún momento. La mano de Juanjo en su muslo le está empezando a arder, pero no será él quien le diga que la quite.

—¿No quieres tener novia? —Alza las cejas. Juanjo traga saliva, pasando la vista de su cara a su cuello, a la zona de sus cuerpos que permanece en contacto. Tampoco se aleja, pero se le nota la tensión en los hombros.

—A ver, sí, supongo —no lo mira—, pero es que después de lo de Denna...

—No sabía que había sido tan traumático para ti —se arrepiente al instante de interrumpirlo, pero él vuelve a encogerse de hombros.

—No lo ha sido. Simplemente me he dado cuenta de muchas cosas. Y ella me gustaba —se apresura a asegurar, comiéndose las palabras—, pero no sé. No es lo que busco.

—Por eso deberías poner tu ojo en las que sí merecen la pena. Estas de aquí. Podríamos hacerlo. Cuatro chicas para cuatro chicos, ¿no había una peli vieja que era así pero con siete?

—Sí, la que vimos en verano con nuestros padres. —Asiente, dándole la razón—. No sé, ¿crees que deberíamos?

—Creo que, como le diga esto a Toni, lo vamos a tener en el barco, así que decide tú antes... ¿Alguna... llama tu atención? —pregunta casi con miedo, contrayendo la boca.

Juanjo vuelve a tomarse su tiempo, prestándoles atención. Las chicas ni se dan cuenta de que han sido objeto de curiosidad de la pareja de amigos durante demasiado tiempo. Ellas están tranquilas, compartiendo detalles de lo que han hecho el finde, cotilleando...

—Es posible. —Carraspea.

Martin alza las cejas, pero su mejor amigo evita su mirada con maestría entrenada. Vale, no sabía que sí estuviera pillado de alguien. De una de esas cuatro. Si tuviera que adivinar, iría a lo seguro, pero también se le haría muy raro. Chiara y él han tenido siempre una relación muy hermano mayor - hermana pequeña, como para destrozar eso por la idea de tener novia por primera vez.

El primer timbre impide que pueda seguir indagando, aunque tampoco sabría qué más preguntar sin ser demasiado invasivo. No es su estilo.

Se levantan juntos y caminan al interior. El grupo de amigas no tardan en seguirlo, pues todos van a la misma clase. Se la vuelven a encontrar abierta, aunque en esta ocasión ya se encuentra allí el profesor, ya escribiendo algo en la pizarra de tiza.

Con una sonrisa demasiado jovial para volver a ser lunes, los anima a tomar asiento mientras suena el segundo timbre. Juanjo y él se dirigen a su mesa, donde vuelven a dejar que el más alto se quede la ventana.

Solo cuando ha sacado sus cosas y el resto de sus amigos han aparecido, Martin saca las gafas.

—No entiendo cómo vas por la vida sin ellas y parece que lo ves todo bien —masculla, tras observarle guardar la funda.

—Lo que no veo son las letras. Tu cara bonita —le da un toquecito en la mejilla (suave tras el afeitado)— se ve de lejos.

—Martin, deja el tonteo para tu futura novia —lo llama Samu desde atrás.

Pone los ojos en blanco. Ni tonteo ni nada, jo. Es su amigo, son bromas normales.

Nada más suena el timbre y el último espabilado (el mellizo de Lucía) cierra la puerta tras él, el profesor se pone manos a la obra.

Pasa la primera mitad de la clase hablando de morfología y sintaxis, mandando ejercicios para hacer ahí mismo, y saca a un chico y una chica para corregirlos frente a todos. Concretamente a Juanjo y a María Aguilar, parte del grupo de Violeta, pero de las agradables.

—¿Sí, Toni? —Rafa alza las cejas al ver a su alumno no estrella levantar la mano.

—¿Esto es un adelanto de las parejas para los trabajos? Porque si es así, yo tengo quejas.

—¿Qué quejas tienes tú? —Se vuelve hacia él su amigo.

—Que dentro de lo malo, te ha tocado la tía buena.

La joven, de pelo castaño que tiende al pelirrojo, suelta un grito de indignación. Algunos chicos de la clase murmuran entre sí. Samuel aprovecha que el profesor está intentando calmar el ruido para darle un capón a su amigo, de parte del resto.

—Juanjo, tú a copiar el ejercicio. No, Antonio, esto no es un adelanto. Las parejas las voy a colgar en el tablón de la clase al acabar el día. Y la próxima vez que me salgas con una de esas, tendrás que esforzarte el triple que tus compañeros para sacar un cinco.

Toni silba y asiente, algo más serio.

—A partir de ahora seré un angelito, Rafa, te lo juro por mi vida.

El profesor pone los ojos en blanco y señala a la pizarra cuando la pareja ha acabado con sus oraciones.

—Bueno, como podéis ver, María ha considerado la oración como subordinada subjuntiva. ¿Qué pensamos, lo ha hecho bien?

El resto de la clase, y del día, transcurre con lentitud. Mirar el reloj resulta tortura y las manecillas, siempre veloces en los días de verano en bicicleta, ahora parecen haberse ralentizado, como si no hubiera prisa.

En el recreo, Samu y Toni deciden esperar, aunque están de acuerdo en que el grupo de amigas podría ser una buena opción. Y Juanjo sigue sin pronunciarse sobre la chica que le gusta. Cuando más lo piensa, más le cuesta adivinarlo. Porque con Chiara tiene la amistad cercana, con Carla la similitud de personalidad de Golden Retriever protector de sus amigos, con Nerea la aura de delegados de la clase buena gente y con Lucía..., bueno, está lo de ser los que levantan pasiones, pero sudan de casi todos. Algo es algo.

Por tanto, Martin tiene demasiado en la cabeza cuando suena el último timbre del día y más de uno chilla con alivio, llevándose quejas de su profesor. Les pide que copien los únicos deberes que les va a poner, que ya son muchos para lo que les toca, y luego los deja marchar.

Tras él, Toni recoge con prisas, dándole palmadas a Samu para que se mueva más rápido y, al comprobar que no va a hacerlo, pasa como puede por el hueco que hay entre su silla y la fila de atrás. Su amigo se queja, pero este ya no le escucha.

—Déjalo, hasta que no sepa con qué chica de clase le toca no se va a quedar tranquilo. —Juanjo le da un golpecito en la mano que pretende aliviarlo, pero solo pone a Samu de peor humor.

Para cuando terminan de recoger, ya hay mucho barullo fuera, con todo el mundo comentando las elecciones del profesor, sean buenas o malas. Pero Toni no vuelve, ni indignado ni feliz de la vida, y eso es algo a comprobar, porque si por algo se caracteriza el mayor del grupo es por ser impulsivo en todas y cada una de sus acciones.

El silencio en él es raro.

Se dirigen a la salida cuando apenas quedan un par de chicas en clase, Chiara en concreto hablando de algo con el profesor de Economía. El pasillo sigue bastante abarrotado, pero hay hueco en el lado de la pared donde se ha colgado el cartel con las parejas para las clases.

A un lado, Toni lo observa de brazos cruzados, con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa? —Juanjo es el primero en dar un paso adelante—. ¿Te has enfurruñado porque no te gusta quien te ha tocado?

El de ojos claros resopla y le hace un gesto para que eche un vistazo.

—Conociéndonos a todos, vamos a tener que hacer intercambio de parejas.

Martin se aproxima también, llegando a la lista a la vez que su mejor amigo. Sus ojos buscan nombres que reconozca, y pronto entiende parte de su mosqueo, aunque no debería serlo tanto.

JUANJO BONA - CARLA NAVARRO

SAMUEL DÁVALOS - LUCÍA JIMÉNEZ

NEREA GALLEGO - ANTONIO SIERRA

CHIARA OLIVER - MARTIN URRUTIA

—Tenéis que cambiarme la pareja, cualquiera, me la pela —masculla Toni.

—Las parejas no son intercambiables, Sierra. —Se giran, solo para descubrir a Rafa, que los observa con suspicacia—. Os las he elegido a conciencia, no ha sido sorteo. A ver si podéis sacar lo mejor del otro para la exposición.

—Ni que yo quisiera pasar más tiempo del necesario contigo. —Toni palidece al notar que Nerea estaba ahí, junto a su profesor. Su mirada ensombrecida, quizá dolida, no deja lugar a dudas de que lo ha escuchado.

—No me refería a eso, ¿vale? Me va a encantar hacer el trabajo contigo. —Sonríe como puede, pestañeando aún más forzado.

—Que sí, que vale, que paso.

Se va con Carla en cuanto llega, no sin antes soltarle un bufido. Chiara aún no ha salido de la clase, pero no la esperan porque saben que se va en autobús. Martin se vuelve hacia su amigo con mala cara.

—¿Qué? Se ha pensado que me refiero al trabajo, y yo estoy encantado de que me haya tocado la lista decente de la clase. Pero no es mi tipo.

—¿Y cuál es tu tipo? —Juanjo se cruza de brazos.

—Pues no sé... Alguien... con un poco más de chispa. No lo sé, tendría que pensarlo, pero Nerea... como amiga está genial, eso sí.

—Lo estás arreglando muchísimo. —Resopla Samu—. Sí que vamos a tener que buscar otro intento de novia para ti, porque con ella después de lo que te has lucido, ni puto caso te va a hacer.

—Pues Lucía no estaría mal que me la intercambiaras. —Bate sus pestañas en dirección a su amigo—. Me cae bien, tiene más cojones que su hermano, y eso que es una chica.

—Me encantaría seguir discutiendo a qué chica vais a convertir en vuestro objeto de deseo el próximo año, pero Martin y yo vamos a perder el autobús —comenta Juanjo, tras observar cómo Chiara se aleja.

El moreno sigue a su mejor amigo hasta la acera donde esperan el autobús. Chiara no tarda en acercarse a ellos, tras no haberse dado cuenta de que estaban ahí en el pasillo. Los vecinos se enfrascan en una conversación que él ignora, con la mente a mil por hora.

Chiara no es su tipo, tampoco. Ni siquiera sabe si tiene uno, pero no es ella. Y Juanjo..., vale, no les ha dicho nada, pero luce interesado. ¿Querrá cambiar o sería demasiado ofender así a una de sus mejores amigas chicas?

—Martin. —Pestañea un par de veces para volver a la realidad, donde Juanjo está inclinado hacia él, confundido por su parálisis momentánea—. El autobús..., ¿vamos?

Asiente y lo sigue dentro. No es la primera vez que se monta en él para dirigirse a las afueras de la ciudad. Juanjo y él suelen hacer quedadas para estudiar, deberes y algún videojuego, y dado que la familia de su amigo está mucho menos presente, suelen elegir esa vivienda.

Ahora que acaba de empezar el curso, es el mejor momento para poder hacerlo sin la ansiedad de los exámenes, y más ahora que todo el mundo les menciona la Selectividad al menos una vez al día.

Chiara se coloca en una de las primeras filas, sacando su mp3 antes incluso de que sus amigos pasen por delante de ella. Les sonríe, aceptando su destino de a quién prefiere Juanjo cuando quedan juntos.

En la zona media del autobús, pues el final ya ha sido ocupado por la mayoría de los alumnos, cogen hueco. Por esta vez, Martin consigue el sitio de la ventana, disfrutando de las vistas, que tampoco son muy espectaculares mientras sigan en la ciudad.

Se distrae con el movimiento del motor y, cuando deja de disociar, Juanjo le muestra uno de sus auriculares.

—¿Nos ponemos música?

No duda en cogerlo, porque ha navegado más de una vez por la música de Juanjo descargada en una página de dudosa procedencia, y siempre encuentra alguna joya.

Le pega un pellizco a la tercera canción, que lo tiene tarareando el estribillo.

—Mola mucho, ¿cuál es?

—La sacó el Canto del Loco en junio, creo. La pusieron el otro día en la radio y me flipó. Me quiero comprar el disco, a ver si otro día me acompañas.

—Bua, sí, si me dan algo de paga lo mismo pruebo y me lo compro también.

Disfruta de la canción, que no tarda en descubrir que se llama "Zapatillas", y se apunta para descargarla él también.

Tardan otras cinco canciones, que sí tiene más escuchadas, en llegar a la primera parada, la del pueblo de Juanjo y Chiara. El más alto se guarda el mp3 en el bolsillo de los pantalones y le hace un gesto para que se bajen. Además de ellos tres, bajan otros tres chicos, de edades más pequeñas, que se despiden con rapidez y salen cada uno en una dirección diferente.

Caminan los tres hasta el edificio, sin decir una sola palabra. Solo al llamar al ascensor la inglesa se gira hacia él, con las mejillas sonrojadas.

—Le he preguntado a Rafa y me ha adelantado que somos de los primeros, que nos toca Rubén Marío or something like that...

—Darío —corrige Martin.

—¿No he dicho eso?

—Da igual, ¿cuándo ves bien que empecemos?

Chiara echa un vistazo rápido a Juanjo, que finge que le interesa la almohadilla de uno de sus auriculares. Pone un mohín.

—Hoy no creo que haga falta, pero ya eres habitual por esta zona. —Sonríe—. Cuando quieras, este finde si no tienes nada...

—Si quieres empezamos, claro.

—Pues lo vamos hablando. Por las tardes tengo siempre el ordenador encendido, si me envías un zumbido podemos comentar alguna cosa, que no tengo mucha idea de ese tal Darío.

Le devuelve la sonrisa cuando se baja en su piso y ellos continúan subiendo. Juanjo se mantiene serio todo el trayecto, toda la comida y hasta el principio de la tarde.

Aprovechan que están descansados para hacer los deberes de Economía y quitárselos de en medio, pero no interactúan mucho más. Los padres de Juanjo no pasan la tarde con ellos, así que es mucho más calmado que tener a toda la familia de locos de Martin por allí, con su madre aprovechando para hacer mil cosas antes de ir al turno de noche y su padre hablando por el teléfono fijo como si su voz no llegara a su destinatario sin alzarla tanto.

Y aun así, al darse cuenta de que su mejor amigo está demasiado metido en sus pensamientos como para que todo sea normal, preferiría su vida en la familia.

Cuando propone jugar a algo en la Play 2, Juanjo asiente por inercia. Entrecierra los ojos cuando le pone un juego de baile, por si reacciona, pero tampoco lo hace.

Es al tercer intento de repetir una coreografía cuando Martin se decide. Le quita los mandos a su amigo y lo sienta en la cama de un empujón. Del susto, hasta le parece ver cómo baja la vista a su boca, pero solo dura un instante.

—¡Oye! Encima que te doy de comer y te tengo en mi casa... —Se esfuerza por bromear, pero se le notan los nervios.

—Hijo, es que, para tenerte como medio muerto, prefiero escuchar los gritos de mi padre, a mi hermana estando loca y a mi madre limpiando. —Chasquea la lengua—. ¿Qué te ha picado?

—Nada, estoy pensando muchas cosas.

—¿No te gusta Carla?

—¿Eh? —Le sale la voz más aguda que nunca.

—Como compañera para el trabajo —aclara—. ¿Habrías preferido a Chiara?

—A ver, sí, claro, porque somos amigos, no tengo que irme a la ciudad o hacer videollamada para preparar la exposición..., pero no tengo ningún problema con Carla. No es eso. Son muchas cosas —acaba explicando.

Martin se muerde el interior de la mejilla. ¿Debería preguntar, insistir, o es mejor dejarlo estar? Bastante le ha dicho, y Juanjo no es mucho de hablar de sus movidas. A él le va más abrazar al resto cuando están mal y estar feliz por norma.

Quizá por eso le ha confundido tanto verlo apagado. Juanjo es un sol con patas, y si se apaga, se lleva demasiada luz con él.

—¿Quieres contármelo? —Opta por algo que permita a Juanjo encerrarse en sí mismo si es lo que quiero.

Su amigo se encoge de hombros y acaba por asentir. Sus miradas se cruzan y Juanjo traga saliva. No sabe qué se le pasa por la cabeza, pero sin duda sería su primera opción de persona a la que abriría el cerebro para verlo por dentro.

—Es que no lo tengo del todo claro —advierte antes de empezar, pero a Martin no podría importarle menos, animándolo a continuar—, pero... creo que me gusta Chiara. Y no como me gustaba Denna. No.

Martin se aclara la garganta, notando esa incomodidad que también tuvo cuando esos besos de fiesta con la más rubia de la clase se empezaron a suceder con demasiada frecuencia.

—Oh. —Es lo único que le sale, y se siente estúpido, porque ha hecho todo lo posible para que su mejor amigo se abra, y ahora no es capaz de ser útil—. Que... ¿cómo ha pasado? ¿Te gustaba desde siempre?

—Creo que no —lo reflexiona un momento antes de contestar. Sigue mirándolo muy fijamente, como si le doliera cada palabra—. O sea, guapa siempre ha sido, pero siempre la había visto como muy niña. Y te juro que no soy Toni, no estoy pensando en sus tetas todo el tiempo, que las tiene desde hace años, que hemos ido a la playa juntos...

—¿Y a ti te ha dicho a qué viene el cambio de estilo?

—No sé —pronuncia con boca pequeña—. Puede que se sienta más cómoda con su cuerpo. Este verano ha ligado. Creo —repite—, ha sido bastante misteriosa.

—No tienes nada claro tú. —Intenta bromear, pero por cómo se le encogen los hombros, no ha sido su mejor idea—. Perdón. Somos pequeñísimos, no deberíamos tener nada claro.

—Mira, sé... que me gusta. Bastante. No quiero hablar mucho de esto con ellos, porque, aunque los quiero, se pondrían súper gilipollas con el tema. Pero me gustaría intentarlo. Si a ti no te gusta, claro.

—¡No! —asegura tan rápido que empieza a darle vergüenza—. Quiero decir, que ningún problema. Toda tuya. A mí me cae muy bien, pero ya.

—Vale. —Suelta una gran bocanada de aire, apoyando los codos en sus muslos—. Estaba muy agobiado, pero creo que, si tenía que hablarlo con alguien, me alegro de que sea contigo.

Martin sonríe y le aprieta el muslo, quedando sus dedos muy cerca de la piel descubierta de su codo. Le dedica una caricia suave en la zona antes de apartarse, porque joder, está suave para ser un codo y no quiere pensar mucho en ello.

—Si quieres... —se arrepiente tan pronto abre la boca, pero ya tiene la mirada curiosa de Juanjo sobre él, así que no puede hacer más que echarle cojones—, o sea, puedo ayudarte. Ahora yo voy a pasar mucho tiempo con ella, a lo mejor me entero de cosas que te ayuden. Conocerla más.

—Es mi mejor amiga. —Alza las cejas—. No hay mucho que saber de ella a estas alturas.

—Ya, pero a lo mejor me cuenta cosas que a ti no te diría. Por ejemplo, si le gustas tú.

Juanjo se muerde el labio, rumiando su explicación.

—¿Crees que podría gustarle?

—Eres tú —le sale automático—, podrías gustarle a cualquiera... A cualquier chica. —Se aclara la garganta—. Si Chiara se tiene que fijar en alguien, seguro que es en ti.

Juanjo asiente despacio. Todavía tiene las mejillas coloradas, porque abrirse tanto no es algo que esté en su naturaleza habitual, pero ambos saben que con Martin siempre es más fácil.

—Vale, pues... prueba cuando la veas para la exposición. —Se abraza a sus piernas—. Gánate su confianza, y... a ver qué te dice. Pero me lo tienes que decir, sea lo que sea. Puedo soportar que no le guste yo, pero no las mentiras.

El pequeño pone los ojos en blanco y se lo promete cuando su mejor amigo se lo pide. No tiene problema, porque no cree que lo haya. Porque no se le ocurre ninguna chica que pudiera escapar de los ojos más bonitos del mundo y de una de esas personalidades que atraen de primeras.

Con un resoplido, vuelve a la realidad.

—¿Y yo qué hago? ¿Nerea, entonces? Porque Carla no me pega y...

Juanjo asiente con los ojos brillantes, ya con algo en mente.

—Ya verás. En cuanto Nerea te conozca, se va a dar cuenta de que sois el uno para el otro.

Chapter 3: No te pongas celoso. Siempre serás mi favorito

Chapter Text

—¿Tú escuchas algo?

—Escuchaba un poco más cuando no estabas hablando, subnormal.

—Dijo el que va y me responde...

—¿Podéis cerrar el pico dos minutos? —Juanjo sonríe al comprobar que sus amigos se callan y asienten con seriedad—. El que no escucha soy yo, y se supone que lo estoy ayudando.

Apenas han pasado cuarenta y ocho horas desde que se abrió en cuerpo y alma a su mejor amigo. Quizá eso es un poco exagerado, pero se conoce a sí mismo. No suele ser de los que cuenta su vida y dramas, pero Martin siempre tiene para él esos ojos brillantes que indican que lo escuchará, que jamás se burlará y que juntos podrán encontrar una solución a cualquier drama que se les plantee.

Hace unas veinticuatro horas, en el recreo, una vez se llenaron los estómagos, se pusieron manos a la obra. Efectivamente, han organizado un cambio de los cuatro con respecto a la lista que propuso Rafa para las exposiciones.

Toni ha aceptado de buen grado que Martin “se quede” con Nerea, y como tampoco Samu tenía nada claro, ha acabado cediéndole a Lucía, la melliza de la clase. Por suerte, Juanjo no ha necesitado mucha explicación de por qué prefería a Chiara antes que a Carla. Supone que más de uno siempre ha pensado que sentían cosas el uno por el otro.

Eso espera, la verdad, porque si se carga una de sus amistades favoritas por el intento estúpido de conseguir novia antes de acabar Bachillerato, matará a Toni y esconderá el cadáver donde nadie jamás pueda encontrarlo. Lo promete.

Una vez dejaron claro lo que van a hacer, Toni fue el primero, en ese mismo recreo, que hizo el intento por acercarse a Lucía. Con un libro en la mano, fingió estar preguntando por algo de clase. Su futuro ligue puso los ojos en blanco, le señaló un par de cosas, y cuando Toni forzó un poco, lo mandó con Nerea, que era más lista y sabría más que ella.

Samu se había estado riendo de él lo que quedaba de día. Y Nerea llevaba toda la semana haciéndole el vacío por su comentario malinterpretado, así que no era de mucha ayuda.

Por tanto, ese miércoles habían adoptado una nueva estrategia para que uno de ellos diera algún paso en buena dirección. Y Martin ha sido el elegido.

La idea la ha tenido Juanjo a primera hora, cuando la tutora, que les da Historia, les ha comentado que en una semana se harán unas pequeñas elecciones para elegir al delegado del curso. Ya han podido comprobar que Violeta se ha hinchado como un pavo, deseosa de volver a ganar. Y aunque normalmente el más alto del grupo sería su oponente, se le ha ocurrido algo que lo librará de ser el segundón forzado otro año más.

Así que ahí están, a distancia aceptable para no lucir unos cotillas, pero para poder oír el primer intento de Martin por conseguir algo que los acerque.

—¿Perdón? —La voz de Nerea, aguda, casi chillona, es mucho más fácil de entender que a su amigo el susurrador—. A mí no se me ha perdido nada para pelearme contra esa.

—Bueno, el hecho de que la llames “esa” me dice todo lo que tengo que saber. No sé, creo que podría estar bien juntarnos. Delegada y subdelegado.

—¿Y tus tres mosqueteros? —Se gira hacia ellos, que pegan un bote—. ¿Jefes de campaña o qué?

—Si lo precisas, querida, estaremos encantados de organizarte la campaña. —Toni pestañea con la sonrisa más falsa posible. Nerea pone los ojos en blanco.

—¿No se supone que Juanjo siempre se presenta? —Señala al susodicho—. Yo no pinto nada.

—Yo no me presento, me obligan a presentarme —especifica—, porque nadie quiere el marrón. Y siempre pierdo, porque Violeta sí quiere trabajar.

—Mira, no soporto a esa tía la mitad del tiempo, pero es que, si es la única que quiere hacer algo por la clase, lo mismo hay que dejarla trabajar.

—¿No te gustaría que organizáramos algo distinto para fin de curso? —Esta vez es Samu el que lo intenta—. Siempre acaba siendo Salou o Mallorca, porque es lo que le gusta a su grupito.

—¿Y qué queréis? ¿Que nuestros padres paguen las Maldivas para un viaje de mierda?

—No, pero Canarias por ejemplo hace mucho que no se hace en el instituto. Si lo propones, seguro que la peña de las otras clases se apunta.

Nerea los mira uno a uno, ojos entrecerrados, demasiado cansancio acumulado de la primera mitad del día que se adivina tras ellos.

—¿Y decís que tengo que presentarme yo? ¿Y arrastrar a este? —Señala a Martin.

—Oye, un respeto con él. —Juanjo le acaricia el hombro, con el ceño fruncido—. Necesitas votos de nuestro sector de la clase. Yo estoy muy liado, pero a él le hace ilusión ser subdelegado.

—Uy, infinita. —Sonríe cuando ella lo mira con confusión. Para él es obvio que es falsa, pero la joven de rubio oscuro suspira—. Mira, vamos a obligar a que Violeta tenga que buscar subdelegada competente.

—Ya, pues como se coja a Denna, todos los que están pillados por ella, no nos votan ni de coña. —Y posa los ojos sobre Denna, al otro lado del patio, aunque acaba en Juanjo—. Que diréis lo que queráis, pero a todos tiran más por las tetas que…

—No he estado pillado por ella ni cuando nos liábamos —lo suelta con rapidez, con más frialdad de la que acostumbra a tener—. El único que tiraría más por ella sería Alex, y con él no contábamos de todas formas. Tus amigas te votan, el hermano de Lucía y sus amigos, María seguramente también... La gente con la que se lleva Chiara, Martin y conmigo no votarían a Violeta si os tuvieran como opción.

—Lo tenéis muy medido. —Se lame los labios—. Sí que vais a ser jefes de campaña.

—Si es lo que necesitas, lo serán —vuelve a hablar Martin—. Me gustaría mucho hacerlo.

Nerea vuelve a pasar sus ojos por todos ellos hasta detenerse en Martin. Es imposible que no le caiga bien, más que nada porque siempre intenta no llamar mucho la atención, ni la caga en clase, ni dice tonterías de las que pondrían a cualquier tía en su contra. Y es guapísimo, cualquiera puede verlo.

Es imposible que Nerea sume todos los puntos y no acabe pillada. Juanjo lo tiene todo bajo control y va a conseguir que acaben juntos.

—Mira, vale, lo hacemos. —Acerca su mano y, tras unos segundos, Martin se la estrecha. La rubia tiene fuerza, para ser tan enana—. Pero a las reuniones de los recreos vas a ir tú como esto funcione.

Martin resopla, pero asiente tras echarle un vistazo. Son pequeños sacrificios para un bien mayor.

—Ahora que tenemos más o menos situado a Martin, ¿cómo tenéis pensado que me acerque a Carla sin que me aplaste con sus botas esas gigantes? —Samu la observa, apretando los dientes. La considerada choni de la clase está charlando tan tranquila con Chiara mientras camina para recibir el cotilleo de lo que han estado hablando con Nerea.

—No seas dramático. Es muy maja.

—No hemos hablado en años. Y cuando lo hice seguramente fue para tirarle de las coletas a los seis. —Tiembla sin pestañear—. ¿Me odiará por esa niñatada? Era un crío.

—¿Qué te va a odiar? Como máximo puede pensar que eres un mosquito molesto. —Toni le da un codazo cariñoso.

—Es que no entiendo por qué no te la podías quedar tú —protesta con aire infantil—. Yo con Lucía estaba bien.

Juanjo pone los ojos en blanco. Él tiene sus motivos para que todo funcione, pero está cansado de las discusiones de quién se queda a quién.

—Porque si intercambiamos, lo hacemos bien. No puede quedarse solo uno con su chica original. Además, ya has tenido suerte porque haces el trabajo con Lucía. No quieras tenerlo todo.

Samu pone una mueca, pero no vuelve a contestar. Acepta su destino con la entereza del héroe del cuento que se cree que es, aunque todavía le falten unos cuantos monstruos que salvar antes de poder considerarse siquiera personaje aspirante a ello.

Al acabar el día, y tras acompañar a Nerea y Martin a presentar su candidatura ante la tutora, se dirige al autobús con el cansancio metido en el cuerpo.

Chiara, a su lado, le echa un par de vistazos confusos, pero de ojos enormes en los que no es tan difícil perderse. Está seguro de que si la mira mucho rato se le notará en exceso, por eso ahora evita esa situación mucho más.

La inglesa aguanta hasta el momento apropiado, que llega una vez se han sentado y el conductor del autobús ha dado el último aviso. Espera a que Juanjo saque su mp3 y empiece a desenrollar el cable, que se ha enredado, como es costumbre.

Sin pedir permiso, aparta sus manos y lo ayuda a desenredar el cable. Así capta su atención, aunque esta vez es la morena de ojos claros la que no lo mira, más concentrada en los auriculares que en él. O eso hace ver, para que le preste toda su atención y tenerlo justo donde quiere.

—No hacía falta —murmura.

—Así me entretengo, no te preocupes. —Sube la cabeza por un momento, pero aparta la mirada por miedo a que sea su mejor amigo quien lo haga—. No sabía que este año no te querías presentar a lo de delegado. Ya sabes que tienes mi voto vitalicio.

Le parece escuchar cómo sonríe. Y no exagera. Juanjo puede que sea la persona más expresiva que conozca, que, con una sonrisa, un resoplido o cómo te mira ya sabes el humor del que está.

—Nunca he querido presentarme. Este año he tenido suerte de haber podido liar a Martin.

—¿Y eso que él ha querido? Si no le gusta ni hablar en público. Bueno, y Nerea… ¿cómo vas a conseguir que la gente la vote? Estoy segura de que los que no son amigos no la han escuchado hablar nunca.

—Hay que tirar de contactos. Todos tenemos amigos en grupos donde el resto no entra. —Chiara asiente, haciendo ver que lo escucha, aunque esté centrada en el cable, que ya casi va a poder entregarle como nuevo—. No sé, Kiki, ¿tú ves posibilidades?

Se lame los labios, pensativa.

—A ver, tú eres el niño bonito de la clase entera. —Juanjo pone los ojos en blanco—. Hablo en serio, Juanji, gustas a casi todos. —Dulcifica su voz—. Si tú no has conseguido ser delegado hasta ahora…

—Pues porque a mí me da igual y nunca hago discurso ni preparo nada, Kiki. Les suele importar más que Violeta pueda convencer a los profes de no tener más de tres exámenes por semana que mi simple presencia. Ellos van a hacer cosas, se van a currar hasta el viaje de fin de Bachiller para mejorar lo que siempre propone ella.

—Le tenéis un asco impresionante, ¿eh? —Sonríe. Le hace demasiada gracia para no tomárselo en serio.

—Sé que a ti siempre te ha gustado…

—Me ha caído muy bien siempre, sí —corrige, con un tono de voz algo agudizado que Juanjo apenas nota—, pero ya sabes…

—Que es más tonta que un lápiz, sí.

—Que me trataba como una inútil, Juanjo, como si fuera una niña a la que su madre tiene que explicarle las cosas. No sabes… —menea la cabeza— lo contenta que estoy de que este año los trabajos sean mixtos obligatoriamente. Si tengo que volver a hacer algo con ella…

—Siempre puedes hacerlos con Carla.

—Sería lo inteligente, claro, mientras ella no prefiera ponerse con Nerea porque los mellizos quieren ponerse juntos para no tener que quedar con nadie.

Juanjo chasquea la lengua, dándole la razón a pesar del trabalenguas. Recupera sus auriculares y pasa un minuto largo buscando alguna canción que ponerse. Chiara se cansa rápido del silencio.

—Lo que has dicho antes… —vuelve a tener su atención— ¿vas a ayudarlos a ganar?

—Haré lo que pueda. —Se encoge de hombros—. Quizá pueda tirar de gente a la que sé que le caigo bien, pero contamos con la desventaja del entorno de Violeta. Podrías ayudar también. —Pestañea.

I guess… —Se cruza de brazos—. Cualquier cosa con tal de no tener de nuevo a Violeta explicándonos las reuniones como si fuéramos idiotas.

—Luego dices que nosotros les tenemos asco.

Chiara suelta una carcajada.

—Vale, supongo que paso demasiado tiempo contigo y con estas. Me habéis corrompido.

—Sí, ahora échanos la culpa. —Le saca la lengua. Chiara se lo devuelve y sonríe. Está demasiado cómoda con él, ¿no sería perfecto para…?

Saca su propio reproductor y rebusca con rapidez. Su amigo tampoco ha buscado música, demasiado pendiente de cada uno de sus movimientos.

—Quería enseñarte algo de música que he descubierto hace poco. Tiene algunos años —avisa, y Juanjo asiente con mirada curiosa—. Esta es muy guay. En inglés.

—Que mi inglés ha mejorado, no me tienes que poner un trigger warning cada vez que me enseñas algo.

—Qué rápido aprendes. —Mueve las cejas, poniendo al límite su paciencia. Se ríe y le pasa uno de sus auriculares—. Ya verás, se llama “Baby one more time”.

Presiona el play antes de forzar más la máquina con su mejor amigo, y deja que la música pop electrónica invada todos sus sentidos. Mueve los hombros al ritmo de la música, ya con los ojos cerrados. A su lado, Juanjo frunce el ceño intentando entender, y desistiendo en el intento al darse cuenta de que es más importante para ella la melodía que los arrastra.

—Está muy bien, ¿eh? ¿Cómo no sabía que esto existía?

—Porque aquí o pones los 40 o es todo en español. —Pone un puchero—. Pero ya estoy aquí para solucionarlo, porque el otro día cotilleando encontré muchas cosas. Hace un par de años Britney (la de esta canción) sacó un discazo, así que te voy a poner el single principal y vas a flipar. Ya te pasaré para que lo escuches todo.

Así, Juanjo escucha “Toxic”, “Outrageous” y otras dos más que Chiara, demasiado emocionada para cortar, le va poniendo de lo que tiene en la Biblioteca de su mp3.

—Yo también he estado escuchando música en inglés, además de mi habitual —le confiesa, con una sonrisa orgullosa.

—¿Sí? Enséñame algo. —Da un botecito sobre el asiento, presa de la emoción.

Con timidez, Juanjo desliza las canciones hasta llegar a una de las que más le ha resonado últimamente.

 —Esta es una de mis favoritas —musita—. ¿Te suena Queen?

—¡Claro! —Se le iluminan los ojos con la velocidad del encendido de Navidad—. He estado leyendo un montón de ellos. En Inglaterra suenan un montón, pero ya no están activos, ¿no?

A Juanjo se le corta la respiración por un momento. No, no lo están, y su generación apenas vivió un par de años del grupo, de bebés. Se para a pensar en lo mucho que le han ayudado en tan poco cuando ni siquiera ha podido verles en vivo y se vuelve loco.

“I want to break free” comienza a sonar en ambos auriculares, cada uno cogido por un amigo. Juanjo se lleva la mano a la boca, mordiéndose compulsivamente la uña del dedo pulgar, que ya está bastante desastrosa por previos intentos de calmar la ansiedad.

Tenía que haber escogido otra, se dice. “Bohemian Rhapsody” puede que sea objetivamente su favorita, y está seguro de que Chiara sabrá apreciarla. Pero, por lo que sea, ha decidido que la que más ha sonado en sus auriculares ese verano, clavándosele cada palabra en el estómago y amenazante de subir a los pulmones, sea la elegida.

Chiara asiente con energía cuando acaba y comienza la siguiente de su lista.

—Es buenísima. Son geniales. —Vuelve a asentir, y Juanjo se anima a imitarla—. ¿Sabías que el cantante era bisexual?

Juanjo tose un par de veces, aunque más bien para cualquier persona externa parecerá que tiene la lepra. El chaval de Primero de la ESO del otro lado del pasillo parece estar a punto de llamar Sanidad

—Ah…, ¿sí?

—Sí, me da mucha pena su historia, pero a la vez es interesante. Estuvo toda la vida con una mujer, la amaba muchísimo, me da igual lo que digan algunos de que siempre fue gay —asegura, y Juanjo asiente como idiota—, y en sus últimos años estuvo con un hombre… Es una historia tan bonita como trágica, pero al menos nos quedan sus canciones. Lo escucharé más, porque esta me gusta.

—Genial —masculla.

¿Quién le manda a ponerle la canción? Como si no tuviera suficiente en qué pensar.

Cada uno vuelve a sus propios auriculares durante dos canciones, que Juanjo se pone al máximo volumen posible. Cualquier cosa con tal de parar los pensamientos que no se detienen.

Si no lo hacen al ritmo de la Oreja de Van Gogh, no lo harán con nada.

Se despiden en el ascensor, como siempre, y está seguro de que Chiara le ha dicho algo a lo que debería responder, pero ni ella le insiste ni él está por la labor de colaborar.

Come respondiendo con monosílabos a cada pregunta con poco interés por parte de sus padres. Tampoco tiene nada interesante que contar, nada que ellos puedan saber, o que les importe. No necesitan saber que este año al fin podrá librarse de su peor pesadilla gracias a la idea de Toni de que todos consigan novia antes de acabar el instituto.

Su cerebro, que siempre va a mil por hora, está seguro de que algo se interpondrá entre él y lo que todo el mundo espera.

Hace sus deberes y finge que le interesa algo de lo que estudia mientras sus padres no tardan en marcharse a alguna de esas actividades que hacen cuando ya no están trabajando. Solo entonces, libre de que entren en cualquier momento, saca el ordenador.

El Messenger se abre automáticamente, pero no es su primera parada. Lo primero que hace es poner en aleatorio su carpeta de música descargada en el ordenador.

Sonríe al comprobar que la primera canción es una de David Bisbal. Ese tío salió de Operación Triunfo hace apenas tres o cuatro años, programa que se tragó todo el grupo de amigos, como más de la mitad de los españoles, y disfruta de canciones que no sean tan intensas que le hagan replantearse cosas.

Ya sobrepiensa lo suficiente, a veces está bien gritar “Bulería” por la habitación como si estuviera en un estadio repleto de gente.

Es a la tercera canción, cuando “Bohemian Rhapsody” suena por los altavoces de su ordenador, que empieza a recibir notificaciones de Messenger. Sonríe al darse cuenta de que provienen de Chiara. Se sienta para leer lo que le pone:

Kiki ^^: ya que estás conectado

Martin y yo ya estamos con nuestra exposición jiji

cuando te aburras puedes venir con nosotros

Yo: ¿Ya os habéis puesto?

¡Qué pronto!

Kiki ^^: nuestra expo es a finales de septiembre, o la tenemos para ya o estamos muertos :(

Yo: Pues mucho ánimo, niños, pero quítate esto que te distraes.

Kiki ^^: que noooo, que está aquí conmigo y va a impedir que me disperse

Tú también puedes ayudarme a eso :)

Traga saliva. Céntrate, Juanjo, que no está insinuando nada.

Yo: Cuando acabéis por hoy me paso por tu piso

De momento a trabajar

Kiki ^^: … okey

Es testigo de cómo cambia su estado a desconectado y desaparece. Juanjo suspira, rascándose el cuello. No sabía que habían quedado, pero eso significa que, una vez más, Martin está en su edificio y eso es todo en lo que puede pensar.

Alguien debería hacerle una lobotomía para comprobar si es normal.

Es Martin quien llama a su puerta apenas una hora después, con una sonrisa de oreja a oreja y un paquete de pipas en las manos.

—Íbamos a bajarnos al parque —Pestañea una, dos, tres veces, y Juanjo las cuenta como si le pagaran para ello—. ¿Te vienes o qué? Que estás empanado.

—Eh…, sí, claro. Empanado tú. —Intenta darle una cachetada, pero Martin sabe esquivarlas—. Voy a por mi chaqueta y a avisar, aunque sea por nota.

Su mejor amigo espera con paciencia mientras él busca en su habitación, deja una nota en la cocina y sale con las llaves y la chaqueta en la mano. Se da cuenta enseguida de que se podía haber ahorrado la segunda, porque el ambiente en Madrid sigue acalorado, de ese que se te mete en las entrañas y te dan ganas de desnudarte frente a la calle con tal de deshacerse de él.

Chiara los espera en la planta baja, habiendo sustituido sus auriculares para el autobús por unos cascos enormes.

—Son más grandes que tu cabeza. —Se los aparta, llevándose un gruñido por parte de la inglesa.

—No seas malo con ella. —Martin choca con él a propósito, con una sonrisilla que no le importaría volver a ver.

—Menos mal que tengo un caballero de no muy brillante armadura para protegerme, porque si fuera por ti… —Le saca la lengua. Una vez más, le devuelve el gesto.

Una vez en el banco que han escogido, Juanjo se sienta en el centro, sobre el respaldo. Los otros, uno a cada lado, eligen el asiento normal, apoyados en ese mismo respaldo y cogiendo pipas de la bolsa cuando este se la pasa.

—Pues porque no lo has visto en otros momentos. Puede ser muy caballero, ¿eh? —asegura Martin.

Juanjo sonríe. No sabe si lo hace por el plan de Toni, pero le calienta el corazón que piense así de él y lo defienda.

I know. Esto es porque ya hay demasiada confianza. La confianza da asco, vosotros lo sabréis mejor que yo. —Parte una cáscara sin apartar la vista del moreno. Da miedo cuando le da por no pestañear.

—Sí, a veces es asquerosa, pero normalmente da como una seguridad especial, ¿no? —Chiara se encoge de hombros. Juanjo insiste—: Sí, como que tienes a alguien que siempre va a estar ahí, al que puedes contarle tus movidas y no te va a juzgar por muy raras que sean. Así me siento con vosotros, al menos.

—Oh…, so cute. —Se alza para pellizcar su mejilla. Juanjo busca la mirada de Martin. Él no quiere ser mono, quiere gustarle—. Sí, creo que entiendo la sensación, aunque hay cosas que me cuestan un poco más.

—¿Hay cosas que no sé de ti? —pregunta con más curiosidad que reproche.

La chica chupa una de las pipas, recreándose, mientras sus ojos pasan a Martin. Suspira.

Claro, no le va a decir nada con él ahí. Se lleva bien con Martin, pero no son mejores amigos, quizá hay cosas que le contaría si no estuvieran acompañados.

—Y… ¿qué tal está yendo la exposición? ¿La lleváis adelantada?

—Todo lo que se puede hacer en una hora y media está hecho —asegura Martin, con ánimos renovados—. Como somos los primeros y vamos un poco a ciegas, hemos seleccionado hasta un par de poemas para analizar en clase.

—Vamos a preguntar a Rafa el próximo día en clase —asegura Chiara—, pero creo que puede quedar muy bien. Que va a gustarle y nos dará punto extra.

—Ya puede gustar, cualquier cosa con tal de que los exámenes cuenten menos.

—Te quejas y luego sacas unas notazas.

—Pero prefiero sacarme esa asignatura por lo fácil, que luego hay otras que…

—Ya. —Pone una mueca. Historia de España va a ser un hueso duro para todos, y más con una profesora que mira todo con lupa.

Comen unas cuantas pipas en silencio, hasta que Chiara interviene, esta vez con toda su atención focalizada en Martin.

—No te he dicho nada, pero muy valiente por tu parte presentarte a lo de delegado.

—Voy en equipo con Nerea. Llámame futuro subdelegado, gracias.

—Aún no entiendo mucho cómo habéis decidido juntaros. —Y se le va la mirada a Juanjo, que finge concentrarse en la bolsa—. Me gusta, creo que sois de los centrados, lo haréis bien.

—Más me vale. —Y Juanjo sabe que no va precisamente por la mini campaña electoral que tienen planteada.

Cuando se cansan de comer, caminan unos cuantos metros hacia la zona infantil del parque. A esas horas, con apenas luz del sol, se ha vaciado bastante, así que tienen vía libre para hace un poco el payaso.

Martin va directo a los columpios, y Chiara lo sigue con un gritito de emoción. Le pide que la empuje, y con cada empujón sube más arriba, siempre bien sujeta y acompañada de los chillidos de felicidad. Cuando se cansa, cambian, y esta vez es Martin el que se sienta y se deja volar.

Juanjo, que se había sentado en el tobogán más grande del parque, se queda apoyado en la barra mirándolos. Su vista va de uno al otro, de la emoción en sus miradas a pesar de la distancia y de las risas que indican que, puede que ya tengan diecisiete años, pero siguen siendo unos niños.

Se ve incapaz de apartar la mirada. Chiara a carcajadas, pero huyendo tras darse cuenta de que ha empujado demasiado fuerte y su amigo potencialmente podría arrasar con ella como si fuera una bola de demolición. Martin soltando un grito cada vez que vuela hacia el cielo.

Los mira a ambos, y no sabe qué coño quiere decir eso, qué debería estar pensando.

Lo que está bien, lo que está mal y lo que es real se difumina mucho cuando eres adolescente, cuando te tienes que descubrir y tienes demasiadas emociones bajo la piel, esperando a ser desenterradas con el paso de los años, la madurez y la experiencia.

Juanjo traga saliva. Como todo lo que tienen que desentrañar no suceda pronto, lo mismo le da un parraque. Está seguro de que no fue creado para las emociones intensas, porque le queman en el estómago y no le dejan respirar correctamente.

—Mira este. —Vuelve a la realidad con la frase de Martin. El columpio se ha detenido, y ahora sus dos personas favoritas en el mundo lo observan con picardía—. Vive en la luna el tío.

—Le pasa mucho últimamente —responde Chiara, con una sonrisilla—. Vamos a tener que activarlo un poquito.

Baja del tobogán cuando se da cuenta de que pretenden ir a por él. Se le escapa una risita cuando su mejor amigo está a punto de alcanzarle, pero comienza a correr hasta refugiarse detrás del juego más grande del parque. Está a punto de subir por la red, pero Chiara llega antes a su pierna.

» We caught you… —canturrea—. Venga, baja y jugamos un poco más.

—Me gusta veros. —Le sale del alma, y para cuando se da cuenta, Chiara le ha devuelto la sonrisa.

—Normal, somos las personas más divertidas del mundo. Venga, ven.

Tira de él, y Juanjo se deja, porque sus manos son suaves y por un momento puede dejar de pensar y concentrarse en esa sensación. Sería tan sencillo, lo disfruta tanto…

Pero llega Martin, con una sonrisa que nunca admite nada bueno, y coge su otra mano para llevarlo a la parte principal de un barco pirata donde se permiten ser niños de nuevo.

O al menos pueden fingirlo, porque tocar sus pieles a la vez es mucho más de lo que Juanjo puede soportar sin volverse loco.

Porque Martin también es suave, familiar incluso, y le sale automático entrelazar sus dedos.

No puede quedarse mucho más, porque sus padres no están pendientes y debe coger el último autobús urbano de la noche, así que Chiara y él vuelven a su edificio del brazo, charlando de todo y nada a la vez.

—Me cae muy bien tu amigo —reflexiona mientras deja que Juanjo saque las llaves—. Me gusta.

Traga saliva, es automático. No puede evitarlo, es que Chiara es su opción, su intento de futura novia, pero entiende que lo piense. Martin es perfecto, ¿quién no se daría cuenta? Lo que le extraña es que no haya tenido chicas aquí y allá pendientes de él.

La inglesa pone un puchero al verlo tan callado y lo abraza con fuerza, cuando todavía tiene el picaporte en la mano. Juanjo se ríe, acariciando su pelo, como si por dentro su corazón no estuviera siguiendo su propia melodía arrítmica.

» No te pongas celoso. Recuerda que tú siempre serás mi favorito. —Besa su mejilla.

Juanjo mantiene la calma todo lo que puede, por fuera. En el ascensor, al despedirse de nuevo porque no viven en el mismo, incluso al llegar a casa. Por dentro, su corazón bombea con una hiperactividad que ni él conocía.

Solo cuando pisa su habitación se atreve a acariciar con una mano el carrillo que ha sido bendecido, con delicadeza, como si rascando demasiado fuera a hacer desaparecer la sensación de un beso tan íntimo y a la vez tan típico entre amigos.

Aunque no lo había visto en muchos otros amigos, claro, pero tampoco le gustaría emocionarse antes de tiempo.

Lo siguiente que hace, con el ordenador todavía abierto, es poner “I want to break free” a máximo volumen.

Una vez la música suena por la habitación al ritmo de sus latidos, entra en internet. Aún no está muy acostumbrado, pues no hace tanto tiempo que tienen acceso, pero sí sabe cómo entrar en una página de incógnito y teclea con fuerza, tanta que está seguro de que se le escucha por encima de la música.

“freddie mercury bisexual”

Chapter 4: Se va a quedar con una mano delante y otra detrás

Chapter Text

No ha dormido bien esa noche.

Borra, borra, lleva sin dormir como un angelito tanto tiempo que podría hasta ser enfermedad.

Por eso Chiara sabe que está de mal humor y no apenas le habla en el transcurso de ida.

No tiene tanta suerte con la pelirroja de la clase. Violeta lo aborda como una apisonadora tan pronto saca un pie del autobús y lo localiza, antes de que pueda alcanzar a su grupo de amigos. Por el camino, prácticamente atropella a Chiara, que va a su lado, como cada día.

—¿Qué es eso que están diciendo de que se presentan Nerea y Martin contra mí en lugar de… bueno, tú? —Menea la cabeza con un gesto contrariado.

—Buenos días a ti también, Violeta.

Pasa por su lado, sabiendo que lo sigue y que no puede huir de ella. Por lo menos la tendrá caminando y él no llegará tarde a clase. Se va a portar bien a pesar de que le apetece gritar por falta de sueño y por tener que escucharla de buena mañana.

—De buenos días nada. —Da pisotones que pretenden intimidar mientras lo sigue, dejando atrás a Chiara, que está claro que quiere evitar la movida. Él sigue caminando—. ¿Se presentan como dúo? ¿Y a quién cojo yo ahora como segunda? Porque estoy acostumbrada a ti, a que seas el subdelegado cuando pierdes y…

—¿No tienes a nadie más al que darle por culo? —La boca de la pelirroja se cierra de golpe—. Nunca quiero presentarme, este año ellos quieren hacer las cosas bien y ya está, tía, déjame tranquilo y moléstalos a ellos.

—Pero…

—¿Tanto miedo te da perder? Dios, concéntrate en tu campaña, porque este año la vas a necesitar.

Samu le pregunta con la mirada tras verlo aparecer con la cara desencajada por la exasperación.

» Ya lo sabe —avisa.

—Me gusta lo que estamos haciendo —informa Toni, como si no lo supieran ya—. No solo vamos a tener novia, sino que Violeta se va a quedar con una mano delante y otra detrás por primera vez en su vida. Me encanta el karma.

—Eso es adelantarse mucho. A todo. Hay que trabajar.

—Oye, que yo he avanzado. —Sonríe, mostrando los dientes—. Ayer estuve hablando con Lucía media tarde por el Messenger. Mejores amigos nos vamos a hacer.

—A ver si fuera verdad. —Se gira hacia Samu—. ¿Has hecho algo para avanzar?

—Empiezo a pensar que Carla me odia. ¿Le habré hecho algo? Porque hay que avisarla de que, sea lo que sea, ha sido sin querer.

—Es Carla, da un poco de miedo, pero podrás con ella.

—A mí no se me olvida que me la has encasquetado… —Hace amago de pegar a Toni, pero este lo esquiva.

—Estoy seguro de que va a adorarte cuando sepa que la tratas como si fuera el último premio de la subasta.

—Ya, será mejor que me calle y lo intente de verdad. —Se rasca la cabeza—. ¿Y a ti cómo te va?

—Le tiene que ir mejor por cojones. Va a ser el primero en echar un kiki en el sentido más literal de la palabra.

—Muy gracioso. —Juanjo pone los ojos en blanco—. El problema de conocerla tanto es que seguramente solo me vea como a un amigo.

—Yo creo que ayer sí avanzasteis —interviene Martin por primera vez. Todos se giran hacia él—. O sea, yo os vi muy bien.

—Ay, cariño, pero ayer estábamos los tres. Eso era más una trieja que un intento de ligar, y ni siquiera lo estábamos haciendo.

—Te cogía un montón las manos —apunta.

Toni silba. Se le ve impresionado, lo que no le pone nada de presión. Nada.

—Vas a ser el primero, y ya estáis casados.

Juanjo vuelve a quitarle importancia con la mano, porque ellos lo pintan muy fácil desde fuera, con la tranquilidad de que no estarán arruinando ninguna amistad que sale mal. Sabe que le gusta Chiara, no significa que esté listo para todo lo que Toni quiere.

Van a clase en cuanto suena el primer timbre. Los otros tres cambian de tema para caminar por los pasillos para evitar que alguna oreja curiosa descubra los secretos de su plan casi secreto.

Ocupan sus sitios habituales, mientras esperan a que la profesora de Economía aparezca. La que sí entra por la puerta es Nerea, que escanea el aula hasta localizarlos. Todos la observan como a cámara lenta. No es que haya cambiado nada desde ayer, pero sí hay una determinación nueva en su mirada que los deja un poco pillados.

—Vale, me viene genial que estéis todos juntos. —Señala a Toni para empezar, que se encoge en sí mismo—. Tú y yo tenemos que ponernos prontísimo a trabajar en la expo. Dice Rafa que nos toca en octubre, y eso es ya.

—Tú tranquila, nena, que esto lo tenemos controlado en nada. —Le guiña un ojo.

—Voy a pasar por alto el nena esta vez, porque tengo más cosas que comentaros. —Suspira—. Pero no vuelvas a llamarme así.

—¿Necesitas algo más? —pregunta Samu.

—Sí. —Se vuelve a los de la fila más cercana a la pizarra—. Este recreo quedamos para organizar estrategia y qué puntos vamos a tratar en nuestra campaña. Y sí, Juanjo, por meternos en esto, te toca estar.

Ni siquiera se molesta en quejarse. Cuando a Nerea se le mete algo en la cabeza, es difícil sacárselo.

Se marcha sin esperar respuesta que sabe que no le van a dar. Martin suspira, sacando las gafas tan pronto aparece la profesora.

—No voy a tener ni un minuto a solas con ella.

—Bueno, tampoco puedes esperar liarte con ella en los recreos hablando de estrategia —intenta consolarle Juanjo—, además, yo tampoco he estado tanto a solas con Kiki.

—Vivís en el mismo edificio, claro que sí. Pero da igual —cambia la actitud en cuestión de un segundo—. Esto va a salirnos bien a todos.

—Y tanto que nos va a salir bien. —Violeta entra en ese momento, echándoles a los cuatro una mirada asesina que recogen con una sonrisa. Toni sigue hablando—. Lo peor que puede pasar es que no consigamos novia, pero tengamos a esta enfadada todo el año. Eso para mí es una victoria.

La observan hasta que la profesora pide atención y comienza la clase con unas cuantas fórmulas para calcular algo de Economía a lo que no han prestado demasiado atención el resto de días.

Oh, qué bonitas las primeras semanas de clase.

En el recreo, un grupo mixto se reúne bajo la verja por la que Martin saltó en su primer día de clases. Es el mejor sitio para hablar, pues no les dejan estar dentro del edificio durante el recreo y casi nadie acude allí a menos que quieran enrollarse o fumarse un porro.

Por suerte para ellos, no es día de adolescentes salidos o emporrados, así que empiezan a trabajar en la estrategia, que es tan sencilla como ir uno a uno, de los potenciales votantes, hablándoles de la parte más atractiva de la posible campaña.

—Pero si aún no hemos previsto en qué vamos a basar la campaña, ¿no? Bueno, más allá del viaje de estudios.

—Me he tomado algunas libertades. —Nerea abre su libreta por una de las primeras páginas. Ahí, en letra bonita y cuidada, pintada en tonos pastel y bolígrafo negro, la candidata ha estructurado un plan basado en diez puntos.

—He visto propuestas de campaña del PP menos organizadas que eso. —Toni gira la cabeza, soltando un silbido.

—Pues más nos vale, porque seguro que Violeta lo tiene todo pensadísimo y va a jugar sucio. —Se la pasa a Martin, que suspira y comienza a leer—. Os lo vais leyendo todos, porque tenemos que hablar con toda la gente posible. Somos ocho, ya son más votos que los de las cinco chicas de ese grupo.

—Suma a Alex —interviene Juanjo—. Ese vota lo que le diga Denna.

—No sabía que estaban liados.

—No creo que Denna lo sepa, pero va babeando por donde pisa —frunce el ceño— y está últimamente que no se le despega.

Carla y Lucía lo miran con cierta pena. Quizá creen que Denna le gustaba de verdad, que le da vergüenza hablar del tema pero que se siente mal por haberla dejado.

Ay, si supieran que fue su intento fructífero de aclarar sus sentimientos…

—Mira, con esto me ha dado una idea. —Nerea le da un golpecito. Tiene los ojos brillantes, emocionada con todo lo que supone. Sabe que han hecho bien teniéndola de jefa en todo—. Vamos a hacer un esquema del entorno de Violeta y de la clase. Cuando hagamos campaña antes de la votación oficial, debemos tener en cuenta que, si pinchamos el hueso equivocado, irá corriendo a contárselo a Violeta.

Le quita la libreta a Martin, justo cuando este iba a pasársela a Samu. Arrodillada en el suelo y rodeada por los otros miembros del grupo, estructura la clase basándose en su relación con Violeta.

La colocan en el centro y no tardan en poner a su lado a Denna, a Sofía, Paula y Minerva. Pintan una flecha que va de Denna a Alex y cierran el círculo.

—Estos seis con el núcleo de todo. Pero Alex tiene amigos —mira directamente a Toni—, contigo se lleva bien, pero ¿con quién más?

—Sé que se lleva con el otro Antonio, tu queridísimo hermano. —Miran a su vez a Lucía—. Digo yo que él votará por Nerea y Martin, ¿no?

—Sí, se pasan el día jugando a la Play en mi casa, y no te preocupes… Lo amenazaré de muerte si es necesario. —Se cruza de brazos—. Duerme debajo de mí, una noche bajo de la litera y lo rapo al cero y listo. Ese no dirá nada, no tiene tanta personalidad.

—Vale, vamos a dejar esto colocado…

Nerea trabaja con eficacia, pintando flechas para unir a Lucía y a su hermano, y a este con Alex.

—Es el límite —coloca una línea recta entre Antonio y Alex—, pero no creo que haya mucho problema. La mayor amenaza es que no se lo diga a alguna de estas.

—¿Y María Aguilar?

Nerea tuerce el gesto.

—A ver, supongo que Juanjo y yo somos los más cercanos a ella, pero va muy a su bola. Eso es bueno, no se acerca a Violeta ni de coña.

En cuestión de diez minutos, han logrado dibujar un entramado de los veintiocho miembros de la clase, pensando en todo momento en la relación con cada candidata y las posibilidades de que les cuenten sus planes a la otra.

—Nos tenemos que organizar para el resto de la semana, pero en principio tenemos que hablar con unas cuantas personas, con discreción en todo momento…

—¿Por qué me miras a mí? —salta Toni enseguida.

—Os miro a todos, si te das por aludido algo de razón tendré.

—Pero esta tía…

—¿Podemos centrarnos? —Carraspea Juanjo—. Tú dinos con quién habla cada uno y acabamos con esto.

—Antes de irnos —Lucía levanta la mano, como pidiendo permiso en clase—, mi hermano mayor tiene fiestas universitarias este viernes. Iba a decírselo solo a las chicas, pero, por si os apetece, veniros también. Alguno más de clase seguramente esté y podáis hablar con él.

—Hostia, no sé si pasados de cubatas es buena idea empezar la campaña electoral.

—Sí… Samu tiene razón, quien quiera que vaya, pero hay que buscar otra forma de acercarnos. —Juanjo le da la razón.

—Pues yo no lo veo mal, al menos para que hagáis más migas con la gente —interviene Carla, mascando el chicle—. Yo me apunto, que dos viernes seguidos no me quedo viendo capítulos de Buffy repetidos.

—Yo es que no sé si me gusta ese ambiente… —Martin se lame los labios—. Además, ¿no es para gente de la uni?

—Ahí entra cualquiera —Lucía le quita importancia con un gesto de mano—, solo hay que ir con confianza, con naturalidad, como si no fuera tu primera fiesta universitaria. Y no me mires con esa cara, que se te nota. A todos, en general. —Señala a los chicos con malicia.

—A ver, a ver, tampoco asumas tanto. —Toni pasa un brazo por el cuello de Juanjo y otro por el de Martin—. Vamos a ir y os vais a enterar de quiénes son los reyes de las fiestas universitarias.

—Pero… —esta vez le toca a Juanjo quejarse, recibiendo un pellizco a cambio.

—De peros nada —susurra—, que hay que ir avanzando en otras cosillas y rascándote los huevos en casa no vas a ligártela. —Echa un vistazo a Kiki—. ¿Y tú qué, princesa? Do you wanna have fun?

—No es mi primera fiesta universitaria, claro que voy a ir. —Le guiña un ojo, pero no sabe a quién va dirigido—. La verdad es que tengo muchas ganas, me apetece salir un rato por ahí con las chicas… y vosotros, si os animáis.

Se salta un latido, y está seguro de que su corazón se lo recordará toda la vida. Porque las últimas palabras han ido dirigidas a él. 100%. En lo otro podría dudar, pero esa sonrisa y esos ojos tenían destinatario claro, y por una vez le ha tocado el premio.

—Vale, sí. —Martin lo mira con cierto fastidio, pero no sabe ni cómo empezar a explicarle lo que puede significar eso para él—. Vamos todos.

La inglesa suelta un gritito y se abraza a ellos. Esto ya no ha sido tan dedicado a él, pero se lo guarda muy dentro.

—Pues ya está, ¿no? —Tan pronto Carla abre la boca, suena el timbre—. Recreo perdido con vosotros.

—No tan perdido. —Nerea señala su libretita, con orgullo patente en cada poro—. Vamos por muy buen camino.

—No lo sabes tú bien… —murmura Samu.

Al salir de clase, Juanjo se atrasa un poco en una última conversación con Martin, que no está del todo seguro de si ir.

—Claro que tienes que ir. No me puedes dejar solo. Ni a Nerea —se completa con rapidez—. Deberías aprovechar para estar con ella, que os vean juntos…

—La gente asumirá que es por lo de delegada y subdelegado, que de hecho es la realidad…

—Pues tendrás que desdibujar esa realidad. —Le da un toquecito en la nariz—. Es la única forma de que empiece a verte diferente, si es que no lo ha hecho ya.

Ambos se giran al escuchar voces femeninas. Chiara también se ha retrasado, y va hablando con Nerea, que no se separa de su libreta. Suspiran, pensando que el motivo es distinto cuando en realidad ninguno puede creerse que, teniéndolo tan fácil, sea todo tan difícil.

Cuando se despide de Chiara, ya en el edificio donde viven, no deja de darle vueltas a todas y cada una de las circunstancias que han transformado su pequeño crush adolescente en un plan organizado para no ser el único sin pareja al acabar el curso escolar.

Esos pensamientos se entremezclan con los de la fiesta y cómo les saldrá, hasta que sus ojos se cierran solos, en un intento por tener una siesta reparadora.

El sueño lo alcanza como un rayo. No es la primera vez que lo tiene, y empieza a sabérselo de memoria. También tendrá que ver eso con la cantidad de veces que lo ha reproducido en su mente, pero ¿quién lleva la cuenta?

Es una fiesta. Halloween. No suelen salir mucho, pero alguien, de otra clase, ha organizado una en la que todos tienen que llevar algo. La mitad ha acudido con alcohol comprado con el DNI de un hermano mayor, la otra mitad con patatas, empanadillas y algún refresco para mezclar.

Un grupo, no son más de diez, se han juntado a jugar a un pequeño verdad o reto. No son muy bestias. Martin, siempre a su lado, lo ha pedido diez veces, así que están siendo tonterías por el momento.

Hasta que le toca a él, y está harto de responder a preguntas de mierda.

—Reto —responde cuando le preguntan.

A Carla le brillan la mirada de pura malicia mientras se lo piensa. Carla, que ni vestida de monstruo femenino de Frankenstein deja atrás su coleta altísima. Carla, de ojos azules muy claros, tantos que parece que te escanea el alma. Carla, que está seguro de que sabe más de lo que piensa.

—Te reto a hacerle un chupetón a la persona que más te atraiga de este grupo. —Se repasa la lengua con los labios, obviamente orgullosa de su hazaña.

Se escucha un coro de “uuuuuh”, que llama la atención de más de uno, pero él no es capaz de apartar la mirada de la rubia de ojos claros. Por suerte, en ese círculo el único amigo que está jugando es Martin. Y Chiara, por supuesto.

Martin. Chiara.

Ni de coña puede hacerlo.

—Creo que paso.

—Pues ya sabes. —Carla se encoge de hombros, como si no lo estuviera deseando—, eres el primer invitado de siete minutos en el armario.

Ojalá solo fueran siete minutos.

No cambia su expresión mientras entra en el armario que han organizado como castigo a la persona que no quiera cumplir su desafío. Solo relaja los hombros al verse solo en la oscuridad. Carla, fuera, avisa que empieza a contar.

Cuando no lleva ni dos minutos, la puerta vuelve a abrirse.

—Es que vaya par de pringados. —Cree que es Denna, pero le cuesta reconocer la voz.

Al que sí reconoce es al que acaba de entrar en el armario en el que castigan a los que no quieren hacer una prueba.

No recuerda cuánto ha bebido, o si ha mezclado con refrescos. O quizá ha mezclado alcohol que no debería. No lo sabe, apenas está por cumplir dieciséis, tampoco se entera tanto de esas movidas.

Lo que sí recuerda es el sabor de su lengua en su boca, algo amarga, porque el otro sí ha bebido, y casi podría hasta enumerar qué le han echado en la copa, pero prefiere más bien devolverle el beso, porque solo le quedan cinco minutos para echarlo y no perdería un instante en algo que no fuera apretar con manos ansiosas allá donde ve.

Se pierde por completo al primer gemido, que hace amago de convertirse en suspiro. Le daría vergüenza haber provocado esa reacción si no estuviera completamente borracho de él. De. Él.

  1. ¡¡¡¡¡¡¡ÉL!!!!!!!!!

Baja los labios a su cuello, y este no duda en dejarle acceso, acompañado de un nuevo gemido, porque tiene el cuello fresco y el aliento cálido supone un cambio considerable, al que cree poder acostumbrarse.

—¡El tiempo se acaba! —Se separan lo suficiente como para que no se note nada, más que un par de mejillas calientes y dos corazones tan alborotados como sus neuronas—. Anda, tira fuera, que a él le queda todavía un poco.

Cuando despierta, su frente está cubierta de una capa de sudor que logra pegar algunos mechones de pelo a esta. Está completamente empapado, su corazón sigue un ritmo de locos y su estómago está más que retorcido.

El despertador que le compraron sus padres desde que tiene que coger el autobús y no puede permitirse llegar tarde marca las cuatro de las madrugada. Traga saliva y vuelve a tumbarse. El gesto de su cara se contrae al notar que todo su colchón está empapado por el sudor.

Tiene que superarlo, sea como sea. Él no lo recuerda, por algún motivo bebió más que él y actúa con total normalidad. Ojalá él pudiera olvidarlo, ser normal a su alrededor, pero teme que ya sea demasiado tarde.

Cierra los ojos, con una lágrima rebelde escapando por una esquina, y reza para que en la fiesta le quede todo mucho más claro.

Chapter 5: Las nuevas generaciones vienen fortísimas

Chapter Text

Lo primero que piensa Martin nada más poner un pie en el recinto de fiestas de la Facultad de Económicas es que el DJ no se lo está currando mucho. Ha cogido un disco de Caribe 2000, seguramente el que salió antes del verano, y de vez en cuando consigue hacer que las transiciones entre canciones sean más suaves.

Lo segundo que piensa es que se siente una hormiga intrusa en una marea de grillos el triple de grandes que él. Y eso que Martin no se considera bajo. Mide 1,75, por el amor de Dios, y se supone que aún tiene margen de crecer hasta los veintiuno. Pero quizá es eso, que ahí la gente tiene como mínimo un año más, están más desarrollados, y se mueven como pez en el agua.

A pesar de lo que pueda pensar Carla, sí que ha salido alguna vez de fiesta, aunque sea al karaoke discoteca con sus amigos. Vale, se le hace extraño, pero al menos eran gente de confianza. Su gente.

En esos momentos, con el corazón latiendo al ritmo de “Obsesión”, por mucho que escanee el recinto, no localiza a nadie.

Y por mucho que pudiera estar interesado en callarle la boca a las chicas, se está agobiando por segundos. Por eso, cuando dos minutos después, tras una transición mal hecha a “Yo quiero bailar”, Toni le coge por el cuello, está a punto de pegarle un puñetazo.

—Tienes una cara de susto que no puedes con ella. —Es lo primero que le dice—. Respira hondo. Que pareces nuevo aquí.

—Es que lo soy —masculla, fingiendo una sonrisa.

—Pues que no se te note. Aquí se entra con seguridad, como si conociéramos a todo Dios aquí. —Saluda a un tío con un gesto de cabeza, que se lo devuelve sin preguntarse nada—. ¿Ves? No tengo ni idea de quién es ese tío. Todo es cuestión de actitud.

—¿Has visto a Juanjo por alguna parte? —pregunta, con ojos de cordero.

Toni niega con la cabeza y suspira de alivio al localizar a alguien más. Martin se deja arrastrar hasta Samu y Lucía, que ya tienen un cubata preparado, aunque no lo han tocado.

—¿Quieres? Le digo a mi hermano que nos lo ponga. Se la pela todo. —Ofrece la chica.

—No, gracias… Tiene pinta de mezcla cuestionable.

—Esas son las mejores. —Toni chasquea la lengua—. Ponme una, nena.

La de pelo rizado pone los ojos en blanco, pero se aleja unos metros hacia el que suponen que es su hermano mayor. No se parece ni a ella ni a su hermano mellizo, pero se hablan desde la distancia con la familiaridad suficiente para que Martin pueda suponer que ese vacile es típico de hermanos.

—Vale, ahora que se ha ido un momento… ¿Cómo vas, fiera? —Le da un golpecito en los rizos a Samuel—. Me la habrás cuidado bien.

—Pues teniendo en cuenta que ha estado quejándose todo el tiempo de tener que hacer el trabajo de Historia contigo… Te va a tocar trabajar. —Sonríe, escondiendo el gesto en su cubata.

Toni le echa un vistazo, entrecerrando los ojos. De lejos, se la ve sonriente con su hermano, soltando carcajadas que más de uno se gira a mirar.

—Ya caerá, ya…

Esperan a que la chica reaparezca para volver a sacar al resto.

—¿Has visto a Juanjo?

—Eh…, creo que venía con Chiara, así que no sé. Me lo dijo antes por chat —aclara.

—Hostia, pues lo mismo se toman su tiempo, ¿no? —Lucía no parece muy impresionada ante su comentario—. Venga, no puedo ser el único que ve que podría pasar algo entre ellos.

—No veo a Kiki ni con él ni con nadie. —Pone una mueca, echando un vistazo a Martin—. No sé, ella suda mucho de todo en general y de los tíos en particular.

—Pero Juanjo es mucho Juanjo…

—¿Tú qué quieres, liarlos? —Toni se encoge de hombros, incapaz de disimular de otra manera—. Mira, si tiene que ser con alguien, con lo estúpidos que sois los tíos, me alegro de que sea con Juanjo, pero yo qué sé… —Echa un vistazo a un lado—. No sé qué les veis.

Martin se gira en dirección a la chica. Intentando con todas sus fuerzas abrirse paso entre la gente, distingue la cabeza de Juanjo, que lleva a alguien del brazo. Hasta que no los localizan no es capaz de ver a la inglesa, que se ha hecho un tocado en el pelo para llevar la cara mucho más despejada.

—¡Al fin aparecéis!

—¿Y Nerea? —La chica estira el cuello.

—Pues creo que intentando que María la vote en lo de las elecciones a delegada, pero ha sido hace demasiado rato —busca aprobación en Samu, que asiente—, así que más bien está perdida.

—Jo, es que necesitaba hablar con ella… —Mira a su mejor amigo, pero este ha llegado a la vez que ella y solo puede encogerse de hombros—. Luego la busco, ¿qué estamos bebiendo?

—Un mejunje extraño que hace mi hermano, ¿te apetece?

Please, he cenado bastante, estaré bien —anuncia a la nada, y a todos a la vez.

Su amiga se la lleva, dejando a los cuatro solos por primera vez esa noche.

—¿Cuál es el plan a partir de ahora?

—Pues más o menos cada oveja con su pareja. —Toni le da un pescozón a Martin—. No hay que perder el tiempo, así que tira a buscar a Nerea, y si por el camino te cruzas a alguien de clase, te lo camelas para que te den su voto. Algo me dice que la mejor forma de tirártela va a ser ganar esto, así que a trabajar.

—Eres un bruto —protesta, arrugando el rostro.

—Perdón, seré más delicado cuando estés enamorado, pero mientras me mires con esa cara de fastidio…

El de bigote se marcha en búsqueda de la pequeña del grupo sin esperar que le digan nada más. Lo que le faltaba.

Da muchas vueltas por la fiesta, con banda sonora de canciones cada vez más surrealistas. Sus ojos se mueven por la zona, tratando de encontrar ese pelo rubio oscuro al que tan acostumbrado está de clase, sin ser consciente de las posibilidades nulas de encontrar a la más baja de la clase en esas circunstancias.

Cuando está por rendirse, a los que descubre son a Chiara y Juanjo, que no parecen haberse separado mucho desde la última vez que los ha visto. En esos momentos, su mejor amigo se agacha para decirle algo al oído que la hace reír a carcajadas.

Se muerde el labio, intentando bajar esa angustia que se apodera de su estómago.

Lucía no tiene razón. Entre ellos hay algo muy bonito, y solo tienen que quitarse el miedo a cagarla por ser amigos de antes.

Irónico que sea él quien esté pensando en ello.

Se va en dirección opuesta a ellos, porque algo de tiempo necesitará Juanjo para que todo empiece a encajar entre ellos.

Apenas ha dado diez pasos cuando le llega una voz aguda que ya va reconociendo en cualquier parte.

—¿Tú no querías ir a Lanzarote?

—¿Y votarte a ti me lo asegura? —La voz grave de uno de sus compañeros de clase se cuela también en sus oídos.

Martin sonríe y gira de nuevo para encontrarse a su compañera de campaña, que apenas alza las cejas al verlo situarse a su lado.

—Mira, aquí está. —Rodea un brazo con el suyo—. Martin y yo nos presentamos juntos. ¿Algo que añadir?

—Arnau, ¿no estás cansado de que Violeta solo vele por lo que le interesa a ella? Aquí podemos hacer algo muy guay, tanto para los exámenes como para el viaje de fin de curso.

—Claro, ¿no te gustaría que en Lengua no hubiera examen porque lo sustituyamos por completo por las exposiciones que estamos montando? —Sonríe Nerea, con un pestañeo inocente y sutil.

—¿Podríais conseguir eso?

—Vamos a hacer todo lo posible —interviene él. Es mejor cubrirse las espaldas, para el caso de que a Rafa no le haga gracia que cambien la estructura de su curso—, pero necesitamos contar con tu apoyo. Por el cambio, tío.

Arnau, de metro noventa y media docena de piercings, asiente con interés. Martin suspira, intentando lograr una mirada de complicidad con su compañera. No recibe nada.

—Mola, pues… vale, sí, cuando digan de votar yo os voto. Pero cuidadito, que Violeta se las gasta.

—No nos asusta ni un poquito.

Arnau se marcha tras encogerse de hombros. Martin suelta todo el oxígeno posible y desliza su brazo para alejarse de Nerea lo suficiente para poder hablar.

—Hacemos un buen equipo, ¿eh?

—Tampoco te emociones tanto. —Pero se le escapa una sonrisilla que implica que va a poder apuntarse el tanto—. Aún queda gente que no nos vamos a cruzar en una fiesta universitaria.

—No hay que tener tanta prisa, era obvio que aquí no íbamos a hacer pleno. —Arruga la boca—. En clase la semana que viene hablaremos con un par y lo tendremos solucionado.

—Pues más vale que nos salga bien. Creo que estamos cabreando bastante a Violeta.

Martin pestañea y la observa con sorpresa.

—No esperaba que a ti te asustara.

—A mí esa no me asusta, pero no me apetece una confrontación más allá de las elecciones cutres de Bachillerato. —Se cruza de brazos—. Ya bastante tengo como para pelearme por tonterías.

—¿Qué tienes? —La observa con curiosidad.

La rubia entrecierra los ojos.

—¿Y a ti qué más te da? Que estemos haciendo esto juntos no nos convierte en mejores amigos.

Y se larga, ignorando el primer intento real de Martin por acercarse a ella y conocerla un poco más. A la basura el intento, tendrá que probar una vez sepan si ha servido de algo la unión.

—Huye de ti como de la peste.

Se da la vuelta con el corazón acelerado, solo para descubrir a Samu con un botellín de cerveza en la mano y una sonrisa culpable por haber pillado el final de su interacción.

—No me está yendo muy bien, no. —Chasquea la lengua—. ¿Tan mal lo hago?

—Me lo preguntas como si yo hubiera ligado. —El de rizos echa un vistazo a su alrededor, con cara de cansancio—. Creo que voy a tener el mismo problema con Carla. Es más, hemos elegido tan mal que probablemente el único que tenga pareja para fin de curso sea Juanjo.

Martin traga saliva y asiente, fingiendo que está de acuerdo, que algo no le corroe por dentro cada vez que escucha eso.

—¿Tú piensas que deberíamos cambiar?

—No lo sé, ¿hay alguna que te guste más que Nerea?

Niega muy despacio con la cabeza, sin dejar de escanear a su alrededor. Hay tanta gente que ya cuesta hasta moverse, pero es fácil distinguir a la gente más alta, tiene localizada a Carla y no tarda en encontrar la sonrisa brillante de Juanjo, que presumiblemente estará disfrutando con Chiara.

No, ninguna de ellas le encaja. No le encaja ninguna chica de su clase, en general, ni de las que ha conocido a lo largo de su vida.

¿Cuál es su puto problema? No debería ser tan difícil.

—Creo que en principio me quedaré con ella —musita, y Samu chasquea la lengua con frustración evidente—. Pero habla con Toni, porque dudo mucho que le esté yendo mejor que a nosotros.

—No sé a quién le da más miedo Carla de nosotros, así que lo dudo mucho. —Suelta un suspiro repleto de resignación—. Bueno, da igual, ¿te has tomado algo? No me apetece quedarme aquí charlando.

—No quiero mezclar, así que vamos a ver qué ha preparado el hermano de Lucía.

—Y que sea lo que tenga que ser. —Se termina la cerveza y la alza, como si hiciera un brindis.

Se acompañan un buen rato, en las siguientes copas que se toman, charlando con algunos compañeros, e incluso volviendo a Nerea cuando esta no tiene otra forma de huir de él. Lo que sí comprueban es que, a pesar de que Juanjo está teniendo mucha más suerte, tanto él como Toni no han parado en toda la noche de interactuar con su proyecto de novia.

Lucía, que ya ha bebido demasiado, se va a una zona más tranquila acompañada de Chiara y Juanjo. Como si lo hubieran planeado, el hermano mayor de esta aprovecha para anunciar, junto a algunos amigos mayores, algún juego de beber para caldear el ambiente.

Martin busca con terror en la mirada a su mejor amigo. Este se aproxima con mala cara, sin dejar de mirar al sitio donde se han ido las chicas.

—¿Estás bien?

—Eh…, bueno, quería comprobar cómo estaba, pero sí, yo estoy bien. ¿Tú qué tal? —Coge sus manos, las balancea un par de veces hasta que se da cuenta de que Samu está a su lado y las suelta, limpiándose el sudor de las manos.

—No sé si me apetece jugar a esto, y menos con gente tan mayor.

Un brazo los agarra por detrás, asustándolos hasta darse cuenta de que se trata de Toni.

—Piensa en positivo. Ninguno aquí te conoce. Puedes ser todo lo pringado que quieras, porque no volverás a verlo.

—O sí, que con alguno coincidiré en la uni, creo. —Se remueve, incómodo en su propia piel.

—Si no te apetece, podemos irnos por ahí a tomar algo —ofrece Juanjo, adoptando un tono de voz mucho más calmado—. Tampoco es cuestión de que estés agobiado.

Traga saliva. Con un ojo, ve que Nerea y Carla ya se han apuntado, algo que podría venirles muy bien, con las preguntas adecuadas. Con el otro, Juanjo, que siempre se preocupa, siempre quiere verlos bien. Se lame los labios y asiente, aunque eso no aclara nada a su entorno.

—Vale, sí, juguemos un rato. Mientras se mantenga en solo beber —avisa.

—¿No te gustó el jueguito de los retos? —Toni esboza un puchero.

Martin se encoge de hombros, poniendo su mejor cara de “ni siquiera pensaba en eso”. Pero sí piensa. Piensa demasiado en ello, de hecho. Tanto que no es bueno. No puede serlo.

Se colocan en un círculo en el que apenas conocen a nadie, todos seguidos. De alguna forma, es como formar una barrera entre ellos y el resto, universitarios, con ojos brillantes que parecen burlarse (aunque sabe que es estúpido, no son tan importantes) por la falta de experiencia de los más pequeños.

Las últimas en incorporarse son Carla, Nerea y, tras la cuarta pregunta, Chiara. Juanjo estira el cuello por un momento.

—La he dejado con Antonio —responde Chiara antes de que pueda pronunciarse—. Deja de ser papá pato por dos minutos, Juanjo, estará bien.

—Vale, yo me tranquilizo, pero luego quiero pasarme a ver qué tal.

La inglesa pone los ojos en blanco y estira el brazo solo para darle un apretón cariñoso en el muslo. Martin cambia su mirada de uno a otro el tiempo suficiente para darse cuenta de que sobran. No solo los amigos, hasta los universitarios se deben dar cuenta de que hay un tonteo ya presente y que va a desembocar en algo muy bonito. O no.

—¿Seguimos o qué? —El universitario que parece llevar las riendas—. Venga, ¿quién tira los dados?

Su particular forma de jugar al Yo nunca viene dada por un juego de mesa casero, en el que se elige carta de cuatro montones tirando a los dados. Eso le preocupa, o al menos le mete la ansiedad en el cuerpo. No sabe qué se les puede haber ocurrido, porque de momento ha bebido por ser de las primeras cartas, de las suaves, pero a partir de ahí puede salir cualquier cosa.

No bebe en ninguna de las dos siguientes, pero le consuela pensar que no conoce a ninguno de los que bebe.

Hay preguntas sobre copiar, una sobre sexo en público en la que solo una chica bebe; otra de sexo en la habitación de un familiar en la que alzan las cejas al comprobar que el hermano de Lucía bebe sin problema, llevándose varios chillidos de su entorno.

—Y oye —los señala con el dedo—, vosotros chitón, que tengo una reputación que mantener.

—Va, voy yo. —La chica a su lado se anima a tirar los dados—. Tercer montón —canturrea.

Es otra compañera de clase la que saca una carta del montón que han apilado en mitad del espacio. Se toma un momento y, cuando se aparta de la carta, esboza una sonrisa pícara.

—Esta… esta es buena, tiene salseo del que me gusta a mí.

—¡Pero dila ya!

—Vale, voy… —Pero le sale automática una carcajada antes de decir nada—. Yo nunca me he hecho una paja pensando en una persona que esté aquí jugando.

Se escuchan carcajadas, algún chillido, y algunas personas frente a él beben. Lo que Martin no espera es que, tras vacilar por un momento, mordiéndose el interior de la mejilla con fuerza, Juanjo también se trague su vaso de chupito completo. Esto solo ocasiona más chillidos y alguna que otra mirada de incredulidad.

—Y parecía tonto, si es que las nuevas generaciones vienen fortísimas… —El hermano de Lucía se cae hacia atrás, de la risa.

Juanjo se mantiene mirando al frente, con las mejillas ligeramente enrojecidas, aunque no tiene claro si es por lo que ha bebido o por la situación. Pero es que no mira a nadie. Ni a él, que está intentando obtener una reacción… ni a Chiara.

Claro, por supuesto, es por ella. No podría ser por alguien más, no cuando le ha dejado claro que siente cosas por ella y que quería intentarlo.

La curiosidad le pica más que nunca, a pesar de que lo conoce y sabe que no obtendrá nada más de él.

En lo que queda de juego solo bebe otra vez, en una tontería sobre saltarse la hora de llegada a casa y salir airoso al respecto. Su mente va a mil por hora, teniendo recuerdos y volviendo a momentos concretos, a conversaciones que solo le dejan claro que…, que Juanjo lo tiene todo más claro de lo que él lo tendrá jamás. Pincha, duele y se acepta con la madurez que le ha tocado tener.

—¿Podemos cambiar ya? Un beso o reto o alguna movida así. —Da una palmada uno de los universitarios.

Los ojos de Martin se encuentran con los de Juanjo antes de poder pensarlo, y este asiente con tranquilidad.

—Yo voy a comprobar cómo está Lucía —informa, aunque apenas se enteran unos pocos, entre ellos, su hermano—. Martin, vente conmigo.

—¡Os acompaño! —canturrea Chiara, incorporándose y dejando a sus amigas junto a los dos chicos del grupo que queda.

Estupendo. Ni un momento en paz.

Se arrepiente de sus pensamientos tan pronto la inglesa enreda su brazo en el contrario, con una alegría y ánimo amistoso que le hacen sentirse la peor persona del mundo.

—¿Dónde se han quedado? —pregunta Juanjo.

—Pues con su mellizo por algún lado de aquí. —Pone una mueca al comprobar que en la pared donde los ha dejado no hay nadie, y menos su amiga—. Voy a llamarlo, dadme un momento.

Se lo dan, quedándose quietos a las afueras de la fiesta mientras Chiara marca el número del tercer Jiménez. Juanjo lo observa de reojo, no sabiendo decidir si hablarle o no. Acaba siendo él, el que carraspea.

—La pregunta esa…

Juanjo se enciende como un árbol de Navidad.

—No tenemos que hablar de eso. De hecho, no deberíamos. —masculla, y le parece que su mirada se desvía hacia Chiara, que da vueltas en círculos, al teléfono.

—No iba a decir nada de eso. —No hay forma de hablar de ello, así que disimula como puede—. Estaba pensando en que Toni no haya aprovechado para mover ficha.

—Su chica es Lucía y probablemente saldría fatal —apunta Juanjo—. Si eso, quizá Samu podía haber aprovechado, pero le daría vergüenza insinuar algo así cuando se cree que lo odia.

—Sin embargo, tú…

—¡Kiki! —Sonríe, forzado, en su dirección, y Martin se muerde el labio. La conversación ha acabado—. ¿Qué dice?

—Han pedido un taxi.

—Pero ¿está bien? —Se le baja la sonrisa.

—Dice que necesita descansar, que prefiere no tenerla por aquí, y sabe que su hermano mayor no les va a hacer ni puto caso, así que… —Se encoge de hombros—. ¿Volvemos a jugar?

—Yo es que preferiría no jugar —interviene Martin antes de que alguien de otro paso—. No es… muy mi rollo, pero si vosotros queréis…

—Claro. —Le echa un vistazo que se traslada a su mejor amigo y acaba por sonreír, aunque a él le cuesta identificar el motivo—. Pues vamos a sentarnos por ahí, que tengo las piernas muertas.

Ya sin bebidas, se acomodan y dejan que la conversación fluya por sí misma. En este caso, no necesitan mucho: con Juanjo rodeado por sus personas favoritas, las palabras salen automáticas.

Pero no llevan mucho tranquilos cuando se escuchan vitoreos, un par de gritos, y reconocen a Carla saliendo entre la multitud.

Chiara se incorpora de forma automática. Su mejor amiga pasa por su lado sin apenas mirarla, lo que los pone en alerta. La rubia puede ser muchas cosas, pero siempre la cuida, a ella no le suele hacer feos.

—¿Está todo bien?

—Eh…, sí, cariño, que me voy ya —responde, mirándola como si se acabara de dar cuenta de que está ahí. La mira con culpabilidad, pero ya lleva puesto el abrigo para salir a una zona con menos gente, donde podría hacer más fresco—. Juanjo, te aseguras de que llegue a casa, ¿no?

—Vamos al mismo sitio, no te preocupes, pero ¿seguro que…?

—Sí, sí, vosotros por mí no os preocupéis. Hablad con Samu, eso sí. —Y se dirige específicamente a los dos chicos.

Martin se levanta también, con todos los sentidos activados. Había lástima en su voz, y eso no le gusta.

La rubia se marcha sin decir mucho más, pero sí se despide bien de Chiara, que no queda muy conforme. Se cruza de brazos, con la vista fija en la multitud. En algún punto de ella, se suponía que estaban jugando a algo más que “Yo nunca”.

—Deberíamos ir a ver qué ha pasado. —Juanjo pronuncia cada palabra con un cuidado especial.

—Claro —susurra la inglesa—. Sí, vamos.

No les cuesta mucho volver el círculo, que cada vez está formado por menos personas. Son tan pocas que apenas reconocen al hermano mayor de Lucía. Ni rastro de los que todavía están en el instituto.

—¿Nerea no se ha quedado?

—Y no ha ido con Carla, que eso sí es raro.

Martin le da un toquecito en la manga a Juanjo para que se gire. Samu está sentado de piernas cruzadas en el suelo, en una zona más despejada, pero con un cubata sin empezar a su lado. Su mirada no parece ser muy alentadora, pero Chiara se dirige a él antes de poder plantear una estrategia de abordamiento.

—¿Dónde está todo el mundo? —pregunta Juanjo, adelantándose a que Chiara sea peor que él.

—Carla se ha ido a casa —dice como si se hubiera aprendido un mantra.

Juanjo y Martin comparten una mirada. Ahí van a tener por donde trabajar.

—Lo sabemos, la hemos visto. —Chiara se acuclilla—. ¿Y Nerea? Es muy raro que no se vaya con ella, o al menos la acompañe.

Samu se encoge de hombros, sumido en su propia depresión de la que no tiene pinta de querer salir. Martin se está empezando a impacientar, con mil teorías que no le gustan cruzando su mente.

—Y yo qué sé. Llevo un raro sin hacerles caso, pero se habrán largado juntos.

—¿Quiénes?

—Pues Nerea y Toni. ¿Quiénes van a ser? Los perdí hace rato, ahora dejadme en paz.

De todas las respuestas que esperaba recibir, ninguna se parece lo más mínimo a esa. ¿Qué hacen esos dos por ahí? ¿Y juntos? No es como si alguno hubiera manifestado cariño o interés hacia el otro. Más bien se soportan por amistades mutuas.

—Voy a llamarla, porque no me gusta no tenerla localizada. —Se muerde el labio.

En cuanto Chiara se aleja con el móvil de nuevo en la mano, Juanjo y Martin se arrodillan junto a él. Con un simple vistazo se dan cuenta de que está bien, más allá del dolor de corazón que parece arrastrar.

—Kiki no está —informa el más alto—. ¿Qué ha pasado?

—Que me ha tocado besar a Carla en lo del juego.

Por un momento, Martin tiene que pestañear y obligarse a hacer una segunda escucha mental para asegurarse de que lo que ha dicho es real. Que no se lo ha inventado su imaginación.

Que uno de ellos ha dado un paso hacia lo que pretendían desde el principio.

—Hostia, ¿y qué ha pasado? ¿Te ha rechazado?

—No, sabe que es un juego, sí que nos hemos besado. —Mastica cada palabra con una lentitud que los deja algo confusos.

Comparten una mirada. ¿Y entonces?

» El rechazo ha venido después —completa, como si hubieran preguntado. Resopla, y esconde la cabeza entre sus rodillas—. El beso… eso ha sido increíble.

—Increíble, pero… ¿cómo?

—Que ha sido la puta hostia, joder. —Levanta la cabeza. Tiene los ojos enrojecidos, y le cuesta entender en qué momento alguien tan sensato de normal está así. El exceso de alcohol—. Me habría quedado besándola toda la vida.

Juanjo es el primero en pillarlo.

—Te gusta de verdad.

Samu suelta una carcajada y se pasa las manos por la cara, la primera vez con calma, pero luego se la rasca como si así pudiera eliminar algo de lo que le está pasando.

—La elegí por descarte —baja la voz—. Martin y tú ya habíais elegido, Toni no quería saber nada…, y me toca a mí, que me da pánico porque la tía, quieras que no, intimida. Y nos besamos, y los días que hemos hablado ni tan mal ha ido… No sé, no sé qué me está pasando, pero cuando he querido seguir besándola y la tía me ha dicho que el juego había terminado… ¿En qué movida me he metido?

—Estamos todos en ella. —Suspira—. Es normal que estés así, no esperabas ni que pasara tan pronto ni que te rechazara.

—Es que no habéis visto su mirada. Lo sabía. No lo que estamos haciendo, obviamente, pero sí que me he pillado en cero coma. Se ha cagado, y así estamos ahora. Va a huir de mí hasta el fin de los tiempos.

—No tiene por qué. Ha sido un primer acercamiento intenso —admite Martin—, pero cuando se iba nos ha avisado para que estuviéramos pendientes de ti. Algo bien le tienes que caer.

—A mí me cae bien mucha gente y no quiero ser su novio. Le he dado pena, si ya lo sé yo… —Vuelve a esconder la cabeza—. Preferiría irme, así que si buscáis a Chiara y hacemos la vuelta juntos sería de locos…

—Con ella no vamos a hablar más de esto.

—Mejor. No quiero volver a mencionarlo. Os lo he contado porque somos amigos y porque juzgáis menos que Toni, pero quiero pasar página.

—¿Y qué vas a hacer con el proyecto de Toni?

Samu suelta una risita.

—Fingir que lo estoy intentando, supongo. No se me van a caer los anillos por ser el único que no consiga novia para fin de curso. Al menos he sido el primero en besar a la chica que me tocaba. —Se trata de animar.

—Claro. —Asiente Juanjo con energía—. Ninguno puede decir que lo haya hecho, salvo tú. Ya es un paso. Y no tienes por qué fingir, puedes intentar ser su amigo. Quizá si te conoce…

—Si me rechaza otra vez, te juro que me tiro del último piso del instituto cuando todo Dios esté para verlo. Creo que paso.

Con el labio mordido, mueve la cabeza, haciendo ver que lo comprende.

Chiara aparece en ese momento, ya con el móvil cerrado.

—Se ha pirado ya. —Se cruza de brazos—. La he tenido que llamar tres veces. ¿Para qué le regalan sus padres un móvil si no va a hacerle caso?

—Mi hermana mayor lo tiene de adorno, será lo mismo —aporta Samu—. Las nuevas tecnologías, que son muchas, pero luego no sirven casi.

—Pues mi madre me mataría si me deja el móvil para estas cosas y luego no contesto. —Suspira—. Solo quedamos nosotros, ¿vamos al autobús?

—¿Sigue pasando?

—Más nos vale, que nosotros no somos del centro.

Enreda su brazo con el de Juanjo con una normalidad que le fascina. Si lo de Samu no funciona, al menos uno de ellos acabará el plan de Toni.

Para cuando Juanjo y Chiara llegan a su edificio, van arrastrando los pies y la mayoría del alcohol ya ha desaparecido de sus organismos. Se despiden en el ascensor, como siempre, y dan por finalizado el día.

Aunque al mayor todavía le queda alguna sorpresa, tan pronto entra en su habitación. Dejó el ordenador abierto, producto de quedar hasta el último minuto con sus amigos. La pantalla está tan iluminada que lo primero que hace es acercarse para apagarla y tardar lo menos posible en meterse en la cama.

Pero unas notificaciones que llevan un par de minutos revoloteando por su pantalla lo sobresaltan.

Toni ha creado un nuevo grupo, de tres personas. Samu, el propio Toni y él. Nada de Martin.

Está a punto de protestar, pero lee los mensajes, que de momento su otro amigo no ha visto:

Toni: MUY URGENTE!!!!

NI SE OS OCURRA DECIRLE NADA A MARTIN

En el juego este de los retos la han retado a besar a quien le ponga más de los que estábamos

Y me ha besado

Y me ha dicho que nos vayamos, así que nos hemos liado en un árbol como media hora

Pero creo que se ha arrepentido, porque está en línea y ni puto caso me hace

Creo que estará teniendo conversación de emergencia con sus amigas, como yo ahora mismo

CONTESTADME

Juanjo: ¿de quién hablas?

Pero en realidad no necesita que le responda, porque sabe quiénes estaban en cada momento, quién huyó, quién se quedó.

Toni: cómo que de quién hablo

De Nerea, hijos, de Nerea

Nuestra futura delegada

La que se supone que debe acabar con Martin, si todo va como debería ir

La que no debería gustarme tanto como lo hace

Bueno, como si no tuviera bastante con los dramas no heterosexuales…

Chapter 6: "La madre del novio". Peliculón donde los haya

Chapter Text

La primera persona con la que se cruza el lunes después de la fiesta es con Nerea, que se dirige a él con bastante prisa. Más bien urgencia, una que no comprende.

—¡Anda, si es la desaparecida! —Le dedica una pequeña sonrisa que la rubia apenas es capaz de devolver—. ¿Dónde te metiste el otro día? Dejaste a Kiki preocupada.

—Ya, es que… me tuve que ir. —Parece echar un vistazo a su izquierda, pero solo están Samu y Toni, apoyados en la verja, envueltos en una conversación que parece secreta—. Siento si el otro día fui un poco… escurridiza, pero esta semana es importante.

Martin asiente, de acuerdo por una vez. El delegado, o en este caso la delegada, debería ser elegida antes de que acabe la semana, para empezar octubre con alguien que se encargue de las reuniones mensuales y de organizar los exámenes. Eso significa que tienen un margen diminuto para convencer a los que no pertenecen a ninguno de los grupos principales de la clase.

—¿Has pensado en qué hacer?

—Este recreo tengo que hablar con un par de personas, puedes acompañarme —asegura.

—Es un gran honor que me lo permitas. —Le hace una falsa reverencia—. ¿Y para el día? Violeta siempre hace un discurso antes de las votaciones.

—No me lo recuerdes… —gimotea—. Llevo fatal lo de hablar en público, yo soy más de persona a persona.

—Podemos hacerlo juntos —propone. Espera que Juanjo esté orgulloso de él—. Si no quieres tener todo el peso del discurso, es algo solucionable.

—Bua —agarra sus manos, tras otro vistazo a los lados, como si no quisiera que nadie la viera—, sería ideal, muchas gracias. Eres un amor, siempre.

—No es nada… —balbucea, un poco abrumado. No va a quejarse, pero no le pega esa demostración de cariño con la Nerea que conoce.

Es como si quisiera huir de algo y lo estuviera usando a él.

Lo cual no tiene sentido, y elimina ese pensamiento de su mente enseguida.

De camino a clase, cada uno se va con sus amigos de siempre, pero Nerea lo saluda con la mano antes de ponerse a hablar de algo con Lucía, que parece más recuperada después de beber demasiado el finde.

—¿Tú qué? —Se da cuenta de que han estado hablando cuando Toni se dirige a él, dándole un golpecito en la espalda—. Parece que te va bien con tu pichurri.

A su lado, Samu alza las cejas, pero se mantiene en silencio. Debe estar sufriendo el pobre después de cómo Carla lo rechazó. Ya se lo han contado a Toni, y tiene prohibido bromear sobre el tema. Si les hará caso mucho tiempo o se le escapará una de las suyas, solo es cuestión de tiempo que puedan descubrirlo.

—No sé, tenemos lo de delegada y subdelegado en unos días… Supongo que hoy nos dirá la tutora cuándo se hará la votación.

—Pero… ¿hay algo más de lo profesional? —insiste.

—No sé qué decirte. Hasta ahora no lo he visto, pero hoy parece más interesada. No creo que se me vaya a abalanzar para comerme la boca —hace una pausa, mirando a la zona donde las cuatro chicas hablan animadamente, a la espera de que comience la clase—, pero espero que me vea como persona.

—¿Hoy parece más interesada? —Cuando Martin le responde con un asentimiento, Juanjo busca la mirada de Samu, que se encoge de hombros—. Supongo que no hay mal que por bien no venga.

—¿Y cuál sería el mal en este caso? —pregunta, divertido por la actitud de todos, en general.

—Eh… —Les entra el pánico, puede darse cuenta. Eso ya no le hace tanta gracia—. Nada, hasta ahora ha sido tan inaccesible que… quizá solo necesitaba un empujón.

—¿Le habéis dado un empujón? —Sus tres amigos se mantienen en silencio, sin saber qué más decir—. Tíos, ¿qué habéis hecho?

—Creo que ha sido Chiara —interviene Juanjo, con la voz atropellada, haciéndolos suspirar de… ¿alivio? Están raros, demasiado para ser ellos—. Puede que hayamos hecho alguna mención de que te hace tilín, y ella haya movido algún hilo. Pero no hemos insinuado nada con ella delante. Cualquier cosa que haga a partir de ahora, será su decisión.

Asiente, pero no le cuadra nada de lo que le están diciendo. ¿Nerea le hace tilín? Es mona, es lista, sabe lo que quiere y es intensa hasta el infinito para conseguirlo. Pero no está seguro de llegar al punto de llorar porque lo rechace, en el caso de que en algún punto suceda, algo que no va a descartar. No tiene esa explosión de sentimientos que imagina que deben tener confundido al pobre Samu. Tampoco siente esa familiaridad de Juanjo con Chiara, esa que da lugar a un amor muy bonito.

No siente nada, y por mucho que lo intente no parece que sea algo que vaya a cambiar pronto.

Rafa entrando en clase consigue despejarlos un poco, aunque el anuncio de que la semana siguiente Chiara y él tendrán que exponer a Rubén Darío no lo deja muy tranquilo. Demasiados frentes abiertos, y muy poco tiempo.

En la hora de Historia, su tutora les confirma que durante la hora de clase del miércoles tendrán la oportunidad de defender su candidatura y luego toda la clase votará.

—Tenemos dos días. —Nerea agarra su brazo al salir al recreo—. Dos días para un discurso y para convencer al resto.

Y esos dos días se convierten en un juego mal montado del gato y el ratón contra Violeta, que también está haciendo su propio trabajo de reclutamiento, y les toca más de una vez convencer de nuevo a gente de que ellos son mejores para el puesto. Dos días de hablar por Messenger hasta estructurar un discurso que Martin se imprime para poder subrayar sus partes y repetir hasta la saciedad esa noche.

Dos días de no pensar por qué algunos miembros del grupo se evitan, de notar que Juanjo está pendiente siempre de él, pero también de Toni, que habla mucho con Chiara y Nerea, y es como si todo el mundo supiera algo que él no.

Pero por esos dos días, lo deja estar, acaba con Chiara su trabajo quedando con ella después de clase y se presenta con Nerea a la hora de Historia.

Violeta es la primera en exponer. Tiene a Denna a su lado desde el principio, aunque esta hace un papel más bien figurativo, porque la pelirroja parece tenerlo todo muy claro, y habla con rapidez y soltura, una que le encantaría tener también.

No tardan en darse cuenta de que ha basado toda su estrategia en recordar todo lo que ha logrado en años anteriores, apelando a que no pueden arriesgarse en Segundo de Bachillerato con gente que no tiene experiencia cuando ella tiene a los profesores comiendo de su mano (la tutora suelta una carcajada que la hace alzar una ceja, pero no se atreve a decirle nada) y conseguirá todo lo que le pidan.

—Lo vamos a tener jodido —masculla, apoyando la barbilla en la mesa mientras todos aplauden.

—Un poco sí, tío, no te voy a mentir.

—Ni caso. —Juanjo pone la mano encima de la suya—. Lo vais a hacer increíble.

Esas palabras susurradas del modo más suave posible son lo que consigue animarlo, y cruza la clase con la cabeza bien alta cuando la tutora los llama. Nerea le dedica una sonrisa tímida, desdoblando el papel que también se ha impreso.

—Vais a exponer los dos, ¿no?

—Es la idea, sí.

—Vale, pues cuando queráis. —La mujer se sienta en el hueco que Martin ha dejado, para verlo desde atrás.

En orden milimétricamente calculado, Nerea y él se reparten un discurso de casi siete minutos en el que recuerdan los fallos y quejas que Violeta ha tenido, cómo pretenden solucionarlas, además de hablar de un cambio, con recaudación de fondos en Navidad, para poder ir a Canarias por el fin de curso.

Conforme va avanzando la exposición, se motiva más al ver hasta a su profesora sonreír, a gente que no tienen convencida del todo asentir y, sobre todo, a Violeta tener que morderse la lengua más de una vez.

El primero en aplaudir es Juanjo, con un chillidito que más de uno secunda. Violeta es la última, dedicándole un aplauso lento, de ojos entrecerrados. Nerea le pega un codazo.

—Dime.

—Nada, que pase lo que pase… Buen trabajo. Ha sido guay trabajar contigo.

Le sale una sonrisa automática. Siendo ella, es prácticamente como si le declarara su amor eterno. Punto para él.

—Buen trabajo tú. Tienes muchas ideas, solo hacía falta que te pusieras en modo política.

La rubia suelta una risita.

—Esto no lo hago por cualquiera, ¿eh? Siéntete afortunado.

Y vale que Martin hay muchas cosas que no tiene claras, pero está bien rodeado y está claro que hasta a Nerea le ha acabado cayendo bien. Y tiene a Samu, a Toni…, a Juanjo. Claro que es afortunado. Por un millón de razones.

—Ahora que habéis escuchado a vuestras compañeras, es el momento de votar. Pero antes, a ver quién cuenta y quién copia los votos.

Eligen a María para contar, por ser la mayor de la clase, y a Alex, por ser el pequeño; y pronto están recogiendo veintiocho papelitos.

—¿Y si hay empate? —Se lleva una mano a la boca y comienza a mordisquear.

—No le des tantas vueltas. —Juanjo le aparta la mano con un toquecito suave—. Lo peor que puede pasar es que las hagan compartir puesto de delegada.

—Alguna acabaría sin pelo —masculla Samu, sacándoles una carcajada.

—Ya me contareis la broma en otro momento, chicos, atentos porque vamos ya.

Martin se estira, con la vista fijada en los encargados de contar sus votos. Más de uno contiene el aliento cuando María saca el primer papelito, y Alex tiene que apuntar el nombre de Violeta y un primer palito.

Está igualado en todo momento, con algunas veces adelantándose una de ellas por dos votos, pero volviendo a remontar la otra en cuestión de segundos. A estas alturas, incluso los menos implicados, y la profesora, tienen la vista fija en la pizarra, sin apenas pestañear para analizar las posibilidades de cada una de las candidatas.

Martin preferiría tener a Nerea más cerca, y no en la otra punta de la clase. En su defecto, tiene maltratado el brazo de su mejor amigo, que apenas reacciona la primera vez que sus pieles entran en contacto, pero sí se queja un par de veces cuando aprieta demasiado fuerte.

Es lo único que le da paz dentro de la ansiedad que le está suponiendo y su brazo está suave, así que le sirve.

—Y el último voto —anuncia María. Los puntos están tan igualados que podría cambiarlo todo— para Nerea y Martin.

El chico pega un bote en su asiento, soltando el brazo de Juanjo de golpe. Aún espera unos segundos para celebrar, hasta que Alex coloca el palito que le da la victoria. Quince votos a trece. Ese voto en contra habría supuesto el empate fatídico, que por suerte no se ha dado.

Su tutora se coloca al frente de la clase y manda a los chicos sentarse mientras les da las gracias por su colaboración. Da una palmada para relajar el ambiente, algo que sabe cualquiera que va a tener complicado.

—Pues ya lo tenéis. Vuestra nueva delegada será Nerea Gallego, con Martin Urrutia haciendo las veces de subdelegado. Enhorabuena, chicos, y a vosotras también, Violeta, Denna. Ha estado muy reñido.

La pelirroja suelta un gritito nervioso, pero no manifiesta mucho más su indignación. O sí lo hace, pero va en forma de ojos entrecerrados y aura de querer matarlos a los cuatro. Porque sí, tendrá sus más y sus menos con las chicas, pero la tiene tomada con ellos. A punto está de llevar a cabo su amenaza tácita cuando Toni le lanza un beso, pero Sofía tira de ella antes de que se gane un castigo.

—El plan de no tener que aguantar a Violeta todo el año y además conseguir cercanía entre Nerea y Martin va de locos, ¿eh? —Samu se lo lleva del brazo cuando acaba la clase.

—Dilo un poco más alto —Juanjo chasquea la lengua—, creo que los de la clase de enfrente no te han oído.

—Pero va bien —insiste—. No sé, creo que podemos conseguirlo.

—¿Has vuelto a motivarte con Carla? —pregunta Toni, que había estado bastante callado hasta el momento.

—Me ha saludado esta mañana. —Le saca la lengua.

—De aquí al matrimonio —bromea Juanjo.

—Pues yo me alegro de que se lo tomen bien. —Asiente Martin—. Tanto él como Carla. Que un beso no tiene por qué significar nada, a la vez que puede serlo todo, así que ole por su madurez.

Se hace un silencio incómodo tras sus palabras. ¿Que cómo lo sabe? Porque un par de ellos ni lo miran, y el que sí lo hace se queda algo pillado, como si hubiera dado en el clavo a la vez que hubiera modificado los esquemas de todos.

Es Toni el primero en reaccionar, aclarándose la garganta y dándole palmaditas en la espalda a su amigo:

—Totalmente, aquí mi Samu tiene que ir a por todas. Carla puede imponer, lo admitimos, pero es una tía de la hostia, tiene que darse.

—Ya veremos… —musita, con la vergüenza ya clavada en sus mejillas.

Durante el recreo, Martin tiene que ir junto a Nerea a firmar los primeros papeles que los hacen responsables de la clase. La tutora, que ya los conoce de otra clase de historia años atrás, parlotea sobre lo contenta que está de verlos ocupar un puesto importante.

Pero, con las mismas que les cuenta todo eso, los echa al acabar de firmar todo, cerrándoles la puerta de la sala de profesores.

—Un espécimen curioso de mujer —masculla la rubia, que se ajusta la coleta para que le quede más apretada—. ¿Y tú qué miras ahora?

Traga saliva. Se supone que Nerea no puede ser la que más le intimide de la clase. Se supone, porque cuando reacciona así, le dan ganas de huir a refugiarse con sus amigos de siempre, a los que conoce a la perfección.

—Nada… Estás guapa. —Vuelve a tragar saliva—. Que siempre estás guapa, pero… eso, que te queda bien la coleta.

Entrecierra los ojos, se acomoda un poco más la coleta.

—Me la he puesto para lo de hoy. Hay que ser profesional de vez en cuando. —Le pega un repaso, de arriba abajo, y de pronto cambiaría sus decisiones y tomaría la oferta de Juanjo de traerle una camisa para la votación—. No vas mal, aunque lo que se podría cambiar ya no es solucionable.

Pone una mueca, porque no le sale de otra manera, y camina tras ella de vuelta al patio. Sus amigos, en grupo ya mixto, se han juntado en uno de los bancos, y las chicas le hacen un par de gestos que no parecen ser de acercamiento.

Llega hasta ella, porque se ha detenido con mala cara, con culpa, con… algo que no sabe identificar, pero que le llega hasta las cejas y cambia toda su expresión.

—¿No vamos con estos? —pregunta, en un intento de sutileza que se queda en nada.

—Eh…, sí, ahora mismo. —Con algo más de determinación, se gira para quedar frente a él. Martin frunce el ceño. Le está costando una barbaridad pillarla—. Pero antes quería hablar contigo. Comentarte una cosita de nada.

—Vale…, tú dirás. —Echa un vistazo de reojo al grupo, que los observan sin disimular lo más mínimo, aunque ellas parecen tener más idea de lo que pasa que sus amigos—. ¿Tiene algo que ver con cómo nos miran tus amigas?

—Espero que no —masculla, y sus mejillas adoptan un tono rojizo que no pega con la chica que él conoce, llena de seguridad—. Mira, he pensado que podríamos hacer algo para celebrar que oficialmente mandamos en nuestra clase, aunque sea ante los profes —aclara, más para sí misma que para Martin.

Pestañea, intentando captar qué pretende y por qué. Ella nunca hace nada por hacer.

—Estaría guay, ¿has pensado algo?

—Pusieron una película que tiene buena pinta el otro día en cines. Podríamos ir este finde, y luego tomarnos algo por ahí. Sin planes de fiesta, lo prometo, que vamos a acabar saturados.

El cerebro de Martin pasa por todos los estados mentales posibles. No es tonto, claro que no, y todas sus neuronas ya han hecho la conexión de que Nerea le está pidiendo, en esencia, una cita. Justo lo que quería. O más bien, lo que quiere Toni, y por tanto quieren todos sus amigos.

Le está funcionando el plan y por primera vez tiene posibilidades reales de tener novia antes de que acabe el curso.

Pero no sabe si puede lidiar con ello solo, no cuando tiene a sus mejores amigos ahí, cuando hay algunos que genuinamente están pillados de sus chicas.

Y entonces se le ocurre una idea brillante, por la que Toni no sabrá horas más tarde si darle un pescozón o un beso en la boca.

—Ay, pues qué buena idea. Creo que sé cuál dices y Juanjo tenía ganas de verla, así que va a estar chulo que nos juntemos los ocho.

Nerea se paraliza por un segundo. Quizá menos, porque después pestañea varias veces. Incontables, en realidad. Pone otra de sus caras, que tampoco sabe identificar muy bien.

—¿Cómo? ¿Juanjo quería ir a ver “La madre del novio”?

Martin traga saliva. Si es sincero, no se ha puesto a rememorar qué anuncios de películas han salido últimamente en la tele. Se la ha jugado muchísimo y ahora está atascado con una película de Jennifer López. Espera que al menos merezca la pena para alguno de sus amigos.

—Sí, claro —disimula como mejor puede—. Ahí donde lo ves, es todo un amante de las comedias románticas. Pero fuera de eso, estará guay verla todos juntos, e ir comentándola.

Vuelve a pestañear. Si sigue así, se queda sin pestañas o las va a convertir en abanico.

—Vale, eh… ¿Quieres que se lo digamos a estos juntos? A ver si les hace tanta ilusión como dices…

—Estoy seguro de que sí. —Le devuelve la sonrisa.

Caminan hacia ellos, que siguen sin apartar la mirada. Chiara, conforme se acercan, empieza incluso a sonreír de forma exagerada.

—Esta gente no está bien de la cabeza —murmura.

—¿Qué? —Nerea se gira hacia él.

—Nada, nada. —Llegan hasta ellos—. ¿Qué hacíais?

—Esperaros —contesta Samu—, que os habéis parado ocho años ahí en mitad del patio.

—Ah, sí, es que Nerea me ha propuesto una cosa y quería ver qué os parecía la idea.

Es el turno de Chiara, la más inclinada hacia delante desde el banco, de pestañear de confusión. Solo espera que no lo maten, porque quiere que merezca la pena para todos.

—¿Qué nos parece a nosotros…? —pregunta la morena.

—Sí —ladea la cabeza hacia su mejor amigo, que también los observa con curiosidad—, sabía que Juanjo tenía muchas ganas de ver esa película en el cine, entonces…, he pensado que sería una gran oportunidad de conocernos más todos, ahora que nos hemos hecho amigos.

—A ver si me entero —interviene Toni—, quieres… que vayamos todos juntos a ver una peli al cine…

—Bueno, la idea ha sido de Nerea, pero sí, eso quiero.

—De Nerea, claro que sí. —Carla suelta una carcajada.

—¿Y cuál es la película que Juanjo tiene tantas ganas de ver? —pregunta Samu, ahogando una sonrisa en labios apretados. No sirve de mucho, todos saben que se están burlando, que luego dará explicaciones, pero de momento prefiere disimular.

Aunque su amigo lo mira como el resto, con curiosidad de qué va a decir.

—¿Cuál era? —Mira a Nerea.

La rubia se muerde el labio, y parece hasta pedir disculpas a Juanjo con los ojos antes de pronunciar el nombre:

—“La madre del novio”. La llevan anunciando todo el mes, salió el 16, y tiene buena pinta así que, hemos pensado, entre Martin y yo, que sería guay ir.

Los otros dos chicos se giran hacia Juanjo, que empieza a tener rojas hasta las orejas. Los mira de forma alternativa, sin saber cómo salir de esa.

—Uy, Juanjito, no te tenía yo por un romántico… —Toni le da un golpecito en la cabeza, que no consigue esquivar.

—No es tan romántica —responde con rapidez, enrojeciendo todavía más—. Quiero decir, va sobre…

—La relación suegra-nuera, sí, esa situación tan realista y machista. —Carla pone los ojos en blanco.

—Pues si no quieres, no hace falta que vayas. —Nerea le dedica una sonrisa tensa.

—No, mujer, todos podemos hacer un esfuerzo para pasarlo bien. —Samu es más rápido que la más alta del grupo—. A los que no nos haga tanta gracia, pues la vemos para reírnos un rato. Si Nerea, Juanjo y Martin quieren pasárselo bien, dejémoslos ser felices.

—Pues a mí me parece muy bonito que a Juanji no le importe decir que le gusta algo así. —Chiara se apoya en él, provocándole un sobresalto—. Que puede no gustaros, pero esto de hacerlo de menos… Sin las comedias románticas, no seríamos nada.

—Exacto —consigue decir su mejor amigo, que si sigue enrojeciendo se convertirá en tomate o explotará.

—Pues ya lo tenemos. —Toni da una palmada y se cuelga del brazo de Lucía. Esta le pega un codazo para alejarlo, moviéndose inconscientemente hacia Chiara y Carla—. Este finde ya tenemos plan.

Juanjo agarra el brazo de Martin para mantenerlo a su lado cuando suena el timbre. Así, las chicas cruzan la puerta de entrada al edificio mucho antes que ellos, que se quedan atrás. Toni agarra su otro brazo, en tono cariñoso. De hecho, por su mirada, está a punto de soltarle alguna barbaridad.

—¿Cuál es esa película que se supone que tengo muchas ganas de ver y que me has encasquetado? —masculla Juanjo, haciendo que se vuelva hacia él.

—“La madre del novio”. Peliculón donde los haya. —Le dedica una sonrisa tensa que sabe que su mejor amigo no le va a devolver.

—¿No podías inventarte alguna al menos que me llamara la atención?

—Vale, primero, ha sido ella la que tenía ganas de verla. Y segundo, deberíais darme las gracias, porque os acabo de dar a los cuatro —señala a sus amigos— la oportunidad de pasar un rato a oscuras con vuestras chicas.

—Y tercero —interviene Samu—, ya lo ha dicho Kiki, Juanjito, le parece genial que te gusten esas películas. Todavía te la comes a base de sensibilidad.

—Voy a ignorar el tono jocoso porque os empujaba por las escaleras a los tres. —Resopla con fuerza—. No sé, no creo que tenga nada de romántico que vayamos las cuatro parejas cuando la mayoría no habéis avanzado nada.

—No digo que nadie tenga que liarse con nadie —razona Toni—, porque sí que vamos a estar todos sentados juntos, pero algún roce de manos, abrazarla si da miedo…

—Es una puta comedia romántica. —Juanjo le da un golpecito en la frente, como quien le explica las cosas a un tonto—. Por estas cosas, lo importante debería pensarlo yo.

—Sigo diciendo que Nerea ha sido la que quería ir al cine a ver esa peli.

—Contigo —apunta Samu, y no se equivoca—. ¿Tan cagón vas a ser que no querías ir solo?

—No es de ser cagón. —Martin se cruza de brazos—. Es que creo que es la oportunidad perfecta para que todos hagamos algo así, para intentar encajar las piezas que nos falten.

Y no miente en ningún momento. Hay cosas que todavía no entiende de sí mismo, y quizá estar rodeado de sus mejores amigos lo ayude. O por lo menos no estará solo y se sentirá un idiota si algo le sale mal.

—¿Y cuál es el plan para encajar esas piezas? —vuelve a pinchar Samu.

—Estamos juntos en esto, ¿no? —Todos asienten, aunque algunos con más reticencia que otros—. Pues nos observamos mutuamente, vemos los fallos, en qué estamos más torpes… No tiene que pasar nada, y casi que sería mejor que si pasara fuera lejos de la vista del resto, pero podemos aprender y decirnos lo bueno y lo malo…

—Eso puede ser bueno o un completo desastre. —Chasquea la lengua.

—Pues que sea lo que tenga que ser, Juanjo. Tenemos un objetivo, uno que en el fondo era conjunto, así que ahora deberíamos aprovechar la oportunidad de tenernos.

—Qué romántico eres, te va a salir de puta madre con Nerea, sí, señor. —Asiente Toni, demasiado convencido para tomárselo en serio.

—Antonio… —parece regañarle Juanjo.

—Que sí, que sí, que a clase, que tienen mis niños que estrenarse como delegados y esto va a ser pan comido a partir de ahora. —Le guiña un ojo.

Martin traga saliva. No, sabe cómo van las películas que dicen que algo será sencillo y no, no va a ser pan comido. Si acaso, seguro que se le complica todo más.

Chapter 7: Te gusta más Bisbal que Chenoa y aquí sigo

Chapter Text

Observa de forma casi obsesiva el movimiento de sus hombros, mientras remueve y revisa cada hueco de su armario en busca de algo que le encaje. Si Martin se diera la vuelta en ese momento, probablemente lo pillaría sin apenas pestañear. Nunca se le ha dado muy bien disimular.

Ni siquiera miente en casa porque le pillan a los dos minutos (los dos minutos que sus padres están en casa). Como para intentar mentir a su mejor amigo.

Es un sonido parecido a la exclamación, pero sin que salga más que un ruido ahogado de su boca, lo que lo devuelve a la realidad. Martin ha encontrado algo.

Se gira hacia él y, por suerte, ya está con cara de persona normal, observándolo con la curiosidad que amerita su chillido. Lleva en las manos una chaqueta de cuero que a él le vendría un poco grande, pero una vez lo visualiza, está a punto de decirle que sí incluso sin que este le haga la pregunta.

Imaginarlo con su chaqueta hace que salten chispas que no deberían saltar.

—¿Te vas a poner esto? Porque es perfecto con lo que llevo yo. —Da un par de pasos saltarines hacia la cama donde se encuentra Juanjo. A un lado, hay un par de camisetas que también le ha robado.

—¿Con mi camisa o con la de Che Guevara? —Suelta una risita—. ¿Con cuál de las dos te encaja eso?

—¿Te burlas de mi Che Guevara? —Se lleva una mano al pecho, o al ojo del tío—. Mira que no te dejo mis botas.

—Tienes más pie que yo, lo que es irónico porque yo tengo como dos tallas más que tú. —Ladea la cabeza, contemplándolo de arriba abajo con mucha menos vergüenza—. Por eso que te estés llevando todo mi armario me fascina.

—La ropa ancha es lo mejor. —Se encoge de hombros y se prueba por encima la chaqueta. Tras comprobar, en el espejo, que le queda de locos (como todo), se vuelve hacia él—. Entonces, ¿te la vas a poner?

—No —contesta tras unos segundos en los que tiene que respirar hondo para pestañear y dejar de mirarlo—, a ti te queda bien. La vas a necesitar si quieres que pase algo hoy.

Martin cambia el peso de su cuerpo de un pie a otro. De pronto, esa chulería con la ropa desaparece y parece hasta incómodo en su propio cuerpo. No le encaja con la persona que conoce, no le gusta.

—¿Crees que va a pasar algo hoy?

—Nunca se sabe. —Se esfuerza por sonreír—. No hay que forzarse, espero que lo tengas claro.

—Sí, sí, fue lo primero que dije yo —asegura, pero su ánimo cae por su propio peso—. Es solo que… me agobia un poco que no esté funcionando como debería.

—Tienes que darte la oportunidad, sin juzgarte por experiencias previas o por cómo pueda salir. Nerea es majísima, y está claro que os lleváis bien. Si pasa algo o no…, es cosa de ambos saber cuándo es el momento.

—¿Y cómo se supone que me voy a dar cuenta? —insiste, y Juanjo es consciente de que se está agobiando.

 Agarra su mano, intentando ignorar la electricidad.

—Lo sabrás. No hay una forma de saberlo, pero habrá algún detalle en ella que te grite: “quiere liarse conmigo”. Y ahí deberás actuar.

Martin asiente despacio, con cara de concentración, como si le resultara más fácil interiorizarlo así. Juanjo se aleja para sacar otra chaqueta, más vaquera, del armario.

—Venga, tira al baño a cambiarte que estos no tienen paciencia y nos van a matar, y más si a alguno le dejan el móvil.

En cinco minutos, están montados en el ascensor, ignorando las recomendaciones otorgadas por la madre de Juanjo, que lanza por el pasillo y que recibirá todo el edificio. Con las orejas enrojecidas, llegan a la puerta de Chiara.

—¿La has avisado de que bajábamos?

—Antes de apagar el ordenador, sí, pero no debería tardar mucho. —Presiona dos veces el timbre.

En el interior se escuchan pasos, aunque no en dirección a la puerta. A Martin le costará un poco más adivinar de quién se trata, pero un par de voces comienzan a gritarse en inglés. Juanjo aprieta los labios en una sonrisa.

» Vaya dos…

—Creo que nunca he visto a su madre, ¿es muy intensa?

—Bueno…, le cuesta soltar a su hija a veces, pero Kiki tiene móvil, así que ya es más de lo que tenemos nosotros.

—Supongo que todo está relacionado, en el fondo —murmura.

Él no puede más que darle la razón.

No puede hacer ningún otro comentario porque la puerta se abre lo justo para que el cuerpo de Chiara pase por él, y cierra tras ella. Se toma un momento para jadear como si hubiera corrido una carrera de obstáculos en vez de salir de casa, y entonces los mira con una sonrisa.

Juanjo es el primero en devolvérsela, y no es para menos. A Martin nunca se le han dado especialmente bien las tías, pero mientras tenga ojos en la cara será consciente de lo preciosa que es Chiara y de lo guapa que se ha puesto.

Además de recogerse el pelo en una coleta de la que se escapan mechones que refuerzan su rostro, se ha maquilado los ojos con una sombra rosa que le remarca la mirada.

—Okey, let’s go… —Se coloca entre ambos y agarra sus brazos—. Nerea ya me ha llamado cuatro veces, está desquiciada. Y mi madre también, pero ese es otro tema.

—Estás muy guapa —empieza Juanjo, cuando se plantan en el ascensor y pueden ver su falda vaqueta y los tirantes blancos con más tranquilidad.

—Gracias, vosotros… —los observa con una media sonrisa, ahí, uno a cada lado de ella—, estáis muy majos también.

¿Eso qué se supone que significa? A veces es tan suya que le cuesta comprenderla.

Sus amigos los esperan al bajar del autobús, todos vitoreando hasta que la calle completa se gira a mirarlos, solo por su presencia allí.

—Los últimos en aparecer. —Toni chasquea la lengua.

—Lo que tiene no vivir en el centro, amigo.

—No es el caso de Martin, y, aun así, míralo.

—Necesitaba ayuda con la ropa. —Se encoge en sí mismo, y solo se permite hacerse algo más grande cuando Juanjo pasa un brazo por sus hombros. Chiara los observa con curiosidad.

—¿Nos dejamos de charlas? Hay que entrar ya si no queremos perdernos nada.

—Dijo el que llega justo de tiempo…

—No, si al final le iba a gustar de verdad la película. —Samu le guiña un ojo.

—Pues claro, es su favorita, ¿no? —Martin se cuela en la conversación, llevándose un pescozón de su mejor amigo.

—Esta me la vas a pagar un día, Urrutia —susurra, acercándose a su oído cuando quedan los últimos caminando del grupito.

—Te estaré esperando, Bona. —Le guiña un ojo.

Chiara se gira hacia ellos, ampliando todavía más su sonrisa.

—¿Nos ponemos juntos, Juanji?

—Claro. —Le sale la voz demasiado agudizada, logrando que su mejor amigo se ría por lo bajo—. Tú también, cerca.

—¿No prefieres intimidad con ella? —susurra, mientras Chiara se acerca a sus amigas, que están sacando las entradas, para informarlas, supone.

—Estaremos todos juntos, no voy a tener mucha, así que por lo menos me aseguro de tenerte por ahí, por si pasa algo. Que no creo, pero estaré al acecho.

—Tú concéntrate en Chiara, que a partir de ahora puedo solo.

—Vale, campeón, tú verás. —Le saca la lengua.

—Chicos —se giran hacia Toni, que vuelve de estar con ellas, y Samu también se aproxima—, van a comprar toda la fila para nosotros, así que dejadme pasar el primero. Yo me aseguro de que Lucía sea de las primeras, y así nos sentamos juntos.

—Podríamos intentar un pleno de parejitas. —Pero Samu pone una mueca tras dar su idea—. Aunque algunas se querrán sentar juntas.

—Pues alternamos… —Las observa en silencio. Nerea y Lucía, que llevan las entradas, se han apartado un poco y hablan solas—. Martin, vente conmigo que estas dos tienen conversación para rato, todavía podemos sentarnos con ellas. Vosotros como veáis.

Toni pone en marcha su plan enseguida, sin darles opción a réplica. Se acerca a ellas de nuevo, con una sonrisa enorme, animándolas a ir moviéndose para no perderse ni los anuncios. El resto arrancan para no quedarse atrás.

Con un suspiro, Juanjo intenta seguir a Martin mientras se mantiene cerca de Chiara, que no deja de parlotear sobre Jennifer López y la buena pinta que tiene la película mientras picotea de las primeras palomitas que parecen a punto de escapar de la bolsa que se ha comprado. Hace todos sus mejores intentos por escucharla, pero quiere que lo de la película salga bien, y quiere a Martin cerca en todo momento.

Nerea pone los ojos en blanco al ver a Toni adelantarse para quedarse con la pared de las butacas, pero la mirada que Lucía le dedica es más bien de pánico. Vale, lo mismo se han apresurado y no deberían dejar que alguna estuviera incómoda.

—Lucía, ¿todo bien? —La sobresalta—. ¿Quieres que te cambie el sitio o algo?

Recibe tantas miradas punzantes en cuestión de segundos que se plantea sentarse junto a Martin y dejarlo estar. Pero Lucía vuelve a compartir una mirada con Nerea y se encoge de hombros.

—Déjalo, no te preocupes…, ¡pero muchas gracias! Eres un cielo, de verdad.

Y lo siguiente es extraño, porque vocaliza unas palabras sin decir nada en alto, hacia Chiara. La inglesa enrojece y se acomoda junto a él, teniendo a Carla al otro lado. Samu cierra la fila, contento por tener la opción del pasillo y de tenerla cerca por primera vez desde lo mal que les salió en la fiesta.

En el centro, Juanjo y Martin se remueven, incómodos, sin saber cuál es el siguiente paso, si es que hay uno correcto.

Antes de que puedan plantearse nada, Chiara les clava la bolsa de palomitas en el hueco entre sus butacas.

—Para que compartamos todos, que ya que sois el centro… —Les guiña un ojo.

Lo dicho, su considerada mejor amiga es la persona más extraña del mundo. El día que la comprenda, el mundo será uno mucho mejor.

Y al principio la idea de su amiga funciona, pero cuando llevan veinte minutos, empiezan a estar un poco hartos de que aparezcan brazos por todos lados para pillar palomitas. Así que, a riesgo de cabrear a la señora de la fila de atrás, que ya les ha mandado callar un par de veces, reparten las palomitas en las chaquetas de cada uno de ellos. Chiara, que no se ha traído, es la única que queda en poder seguir cogiendo.

Al menos le viene bien para poder tenerla cerca. Ese es el plan, que la cercanía sea útil para avanzar, aunque no sepan bien en qué.

Juanjo observa la película con mala cara. Sabe que la idea ha sido de Nerea, y que antes de saber cuál era la elegida Martin ya estaba proclamando que tenía ganas de verla, pero eso no evita que le ponga de mal humor no haber podido escoger algo que le sea más afín.

Lo más interesante son las palomitas, así que se dedica a coger puñados y a masticar despacio, saboreando la sal y la mantequilla como si fuera lo último que hiciera. Agradece que Chiara tenga la misma preferencia que él y no haya escogido dulces.

Una de esas veces, mete la mano sin ser consciente de que la de Martin ya estaba ahí, rebuscando entre las pocas palomitas que ya quedaban. Su primer instinto es alejarse lo más rápido posible, porque nada lo prepara para una corriente eléctrica con solo rozar su piel.

Martin tampoco se mueve, como comprueba Juanjo tras echarle un vistazo de reojo. El pequeño parece muy concentrado en la película, con la mano ahí, inerte. Como si de repente no le urgiera coger palomitas y fuera más interesante lo que está sucediendo dentro de la bolsa.

Lo que está sucediendo: nada, pero a su vez puede suponerlo todo, especialmente cuando, en una escena que arranca carcajadas a la mayor parte del cine, comienza a acariciar un lateral de su mano. Es poco a poco, tampoco os vayáis a pensar que cruzó todos sus límites. Es mover un dedo con suavidad, para probar hasta qué punto llegan las chispas cada vez que hay fricción entre sus pieles, por muy tonta que sea.

Nota cómo, a su lado, a Martin se le corta la respiración. Sonríe, tomándoselo como una buena señal, y continúa acariciando hasta su palma. Su mejor amigo se deja con facilidad, moviendo la mano para ponerla bocarriba y permitir que las caricias abarquen más territorio.

Juanjo no aparta la vista de la pantalla, pero si le preguntaran qué está haciendo Jennifer López en esta película, podría responder “casarse” y sería lo único útil que podría decir sin hacer el ridículo.

Apenas es consciente de nada, pero sí que está pendiente de su entorno. De algunos bostezos de Toni, de que Carla y Samu llevan un rato cuchicheando, pero siguen sin rozarse ni por casualidad…

En Chiara también se fija. Las pocas veces que la mira, esperando obtener una mirada de complicidad, la descubre embelesada con la pantalla, con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo muy especial en los ojos. Le gusta el romance, esto está claro.

De Martin no sabría qué decir. Mirarlo se siente como admitir un pecado, uno muy adictivo, como ya está comprobando a través del sentido del tacto.

Darse cuenta de que han empezado los créditos y de que el calor bajo sus dedos desaparece cuando Martin se lleva las últimas palomitas y se las come de forma distraída, es lo que le baja la euforia de golpe. Traga saliva y coge la bolsa, aprovechando el gesto para mirarse las manos. A simple vista parece todo igual, como si no se hubiera tirado toda la película recibiendo descargas eléctricas y retortijones en el estómago.

Alguien debería estudiar qué cojones le está pasando, porque está empezando a ser hasta terrorífico.

—¿Juanjo? —Mueve la cabeza para mirar a Chiara, que le dedica una sonrisa tan confusa como divertida—. ¿Qué hacías?

—Nada, me había empanado. —Fuerza una risita que por suerte su amiga le sigue—. ¿Qué te ha parecido? ¿Te ha gustado?

—Ha sido muy bonita —asegura—. Sí que tenías ganas de verla, ¿eh?

—¿Cómo?

—Nada, que te he mirado un par de veces y estabas que no pestañeabas mirando la peli. Ha estado guay, ¿eh?

—Sí, es… muy especial.

—Pues te has reído poco —apunta Toni, levantándose y obligando al resto a hacer lo mismo—. Que estaba hasta yo meado.

—También tenías un sueño que no podías con él —interviene Lucía—. A mí me pasa lo mismo, Juanjo, tú ni caso, que cuando nos gusta mucho algo, somos de los que nos concentramos mazo.

—Exacto. —Carraspea, ante la atenta mirada de Chiara—. A mí es que me gusta prestar mucha atención a todo.

—¿Y cuál ha sido tu parte favorita?

La puta madre que me parió.

—Eh…, el final ha sido muy bonito. —Trata de usar sus neuronas para conseguir recordar los típicos clichés de ese tipo de películas, y hasta que no lo consigue no dice nada más—. Cuando la suegra y la nuera al fin se confiesan y consiguen encontrar un punto en común… Muy bonito, sí.

—La verdad que sí —lo salva Nerea, adelantándolos para salir la primera del cine—. Bueno, ¿quién quiere pizza?

Suspira con algo parecido al alivio mezclándose con la angustia anterior. Ni siquiera él se entiende como para ponerse a desgranar delante de sus amigos por qué no ha hecho caso a la mayor parte de la película. De hecho, eso es lo único bueno de que no le importara de verdad la dichosa peli.

Se pone en cola mientras sus amigos discuten sobre las pizzas. Deciden pedir cuatro familiares, para que así quien quiera de más pueda coger de lo del resto. Como Chiara va a escoger una muy rara, ella se pone con Nerea, y Martin y él deciden coger una de explosión de quesos que tiene buenísima pinta.

—¿Estás bien de verdad? —pregunta, mientras dejan que sea la delegada de la clase quien diga los pedidos al adolescente del mostrador.

—Sí, claro. —Se encoge de hombros.

—Porque lo de antes… —Martin estaba susurrando, pero eso no le impide clavarle un codo en el costado—. ¡Ay, bruto!

—No ha pasado nada antes —murmura, sin quitar el ojo al resto, que son ajenos a su conversación—. Me gustan las palomitas, eso es todo.

—Sí, a mí también, lo cual es un motivo súper válido para tener media película la mano metida ahí dentro…

Juanjo se gira hacia él con pánico en la mirada, aunque cree que lo puede disimular con la pereza que le da esa conversación. Lo que menos quiere es que se den cuenta y se puedan malinterpretar sus palabras.

Lo que menos quiere es pensar es que, a veces, si se malinterpreta es correcto.

—Martin… —Resopla—. Vamos a quedar en que nos gustan mucho las palomitas.

—Me encantan —resuelve, con un poco más de energía de la necesaria para hablar de palomitas—. Siempre me han gustado, aunque… a ratos me gustan más dulces.

Juanjo asiente una, dos, tres veces, hasta que es demasiado y su estómago gruñe. Se vuelve hacia sus amigos para no contestar. Los chicos son los primeros en alejarse. Toni parece algo malhumorado cuando los dirige hacia una mesa vacía, como le ha pedido Nerea que haga.

—Espero que vosotros hayáis conseguido avanzar en algo —dice en cuanto posa el culo en una de las sillas—, porque yo creo que voy a acabar recibiendo una orden de alejamiento.

—Pero ¿qué le has hecho?

—Nada, que es lo peor. No puedo hablar con ella, no puedo ni rozarla… Me echa unas caras… ¿Qué coño le he hecho?

—A ver, quizá hay que replantearse algunas cosas… —Toni le echa una mirada de angustia—. No sé, no se puede forzar a nadie, si no está surgiendo nada entre vosotros, deberías intentarlo con alguien que sepas que pueda corresponderte.

Quizá usa un tono inadecuado, pero esto llama la atención de los otros dos. Samu los mira con curiosidad, Martin más confuso.

—Lo mismo si alguien puede corresponderme, a mí no me interesa.

—¿Estamos hablando de alguien en concreto o…?

Por supuesto que Martin iba a preguntar.

—No, es que está encabezonado. A ti te va de puta madre con Chiara, pero no tienes que arreglarnos a los demás.

—Tampoco me va tan bien.

—Joder, no te quitaba ojo. Solo se ha puesto a mirar la peli cuando parecía que ibas a mirarla. Que también lo hacías. Lo que no entiendo es qué coño estabais haciendo los dos con la bolsa de palomitas, macho, que no la soltabais ninguno.

Enrojecer es automático. Solucionarlo, no tanto.

—Comer. —Samu y Toni se miran al escucharlos hablar a la vez.

—Si vosotros lo decís… Tenían que estar buenas, cabrones, que os dejasteis la mayoría para vosotros.

—¿Y a Samu qué tal le ha ido? Me ha parecido oírte hablar con Carla.

Alza una ceja ante el burdo intento de cambiar de tema, pero lo toma. Suspira, encogiéndose de hombros.

—No es que me haya ido bien, pero al menos ha dejado claro que no me odia… No quiere que nada cambie, le caigo bien, o eso parece, pero lo otro fue una tontería.

—Hablar de un beso como “lo otro” sí que es triste…

Samu le da un capón en la cabeza a su mejor amigo.

—Mira, estoy en un punto con ella que prefiero que estemos así, en un punto muerto, a que me deteste. —Lo mira directamente.

—Vale, lo pillo, yo estoy mucho más jodido. —Por un momento, su mirada se desvía a Martin. Pone una mueca—. ¿Y tú?

—No creo que Nerea me haya mirado en toda la película, así que, por ese lado, estamos igual.

—Genial. —Se hunde todavía más en su silla—. Eso significa que Martin ha montado todo esto solo para que Juanjo ligue, porque el resto vamos cuesta abajo y sin frenos.

—Lo que tenéis que hacer es quedaros a solas con ellas ahora, cuando acabe la cena. —Echa un vistazo al grupo de chicas, que charlan junto al mostrador, como si su función fuera custodiar la llegada de las pizzas—. Proponed acompañarlas a casa. Que la ciudad es complicada de noche, seguro que les hace ilusión.

—Tú lo tienes fácil, por eso hablas con tanta tranquilidad.

—También tenemos que volver en el último autobús de la noche. —Chasquea la lengua—. Estamos más limitados, así que aprovechad que podéis.

—No, si lo voy a intentar —Toni se cruza de brazos—, pero lo veo negro.

Samu se anima un poco ante la posibilidad de quedarse a solas con Carla, y Martin también les da la razón, aunque parece pensativo, con su mente en otra parte.

Sonríe cuando las chicas vuelven con las pizzas, quejándose de que nadie las ha ayudado. Ellos las aplauden y se colocan en dúos, para que todos estén frente a la persona con la que compartirán pizza.

De esa forma, Juanjo queda frente a Martin y junto a Chiara. En teoría es perfecto, porque su mejor amigo tiene al lado a Nerea, pero ella, a pesar de mirarlo un par de veces con una expresión difícil de reconocer, no hace amago de darle conversación.

Siempre se han llevado bien, pero cada vez la entiende menos.

A su lado tiene más suerte: Chiara está especialmente parlanchina, y por suerte deja el tema de la película bastante rápido. A Martin y a ella no les queda mucho para su exposición, y por su boca solo salen curiosidades que repetirá unos días más tarde, pero que él recibe con entusiasmo.

Es complicado no mirarla cuando le brillan tanto los ojos al contar detalles minúsculos sobre Rubén Darío, y por eso no se da cuenta de que la mayoría han acabado de comer y él sigue con su segundo trozo. Samu le acaricia la barbilla, haciendo alusión a su baba, pero él le pega un manotazo.

Chiara se carcajea de lo lindo, tomándoselo a broma. Eso sí, algo le cambia en la mirada al darse cuenta de las implicaciones de las bromas de sus amigos. Si se muere de vergüenza y cambia con él, será culpa de ellos.

—Bueno, vale ya, ¿no? —interviene Martin, con un ligero tono molesto—. Dejad que se coma su pizza, que luego son los primeros en irse y aquí estamos interrumpiéndolo.

—Se interrumpía él solo, de todas formas —comenta Toni, haciendo reír a Lucía por primera vez en… la vida. El rubio sonríe, moviendo las cejas en su dirección.

—Venga, pobrecito —lo ayuda Lucía también—. Yo también me quedaría mirando a Chiara siempre, ¿habéis visto qué cara?

—¡Calla! —A la inglesa le suben los colores—. Tú sí que eres preciosa, por favor, qué vergüenza. Todas sois preciosas. —Se toma un momento en silencio para observarlos a ellos—. Vosotros también, chicos, pero perdón que haga distinción con las mujeres más hermosas del mundo.

—No, yo te entiendo. No hay nada más hermoso que una mujer. —Toni le guiña un ojo a su intento de novia y Chiara le da la razón con un asentimiento amplio.

—Es que las mujeres son una cosa superior. —Le roba un trozo de pizza a Juanjo, el más pequeño. Cuando se da cuenta de que todos la observan, se encoge de hombros—. Solo tengo ojos en la cara, dejad las miraditas —murmura.

Nerea se apresura a cambiar de tema, y los más atentos a la película participan en un debate sobre el sexismo de la rivalidad eterna entre suegras y nueras. Juanjo hace algún comentario, pues sigue siendo una temática cliché que él también puede desarrollar, pero en general alterna su mirada entre la pizza y Martin.

Su mejor amigo no participa en la conversación en absoluto, ni pestañea más de lo estrictamente necesario, con la vista fija en él. Juanjo tiene que tragar saliva varias veces, porque la intensidad de su mirada lo confunde más de lo que lo mantiene cuerdo.

Nada en él lo tiene cuerdo, seamos sinceros.

Vuelven a haber aplausos, esta vez cuando Juanjo se acaba su pizza de mala manera. Tiene el estómago cerrado, tiene demasiado dentro como para que le entre la comida de forma natural.

Si acaba bien de la cabeza del experimento de Toni, alguien debería darle un aplauso general, y no por comer cuatro trozos de pizza.

Ellos son los primeros en marcharse, a coger el dichoso último autobús de la noche. Teniendo en cuenta que la otra opción es sacar a sus padres de la cama para recogerlos, se apresuran a subirse en cuanto llega a la parada, siendo despedidos por el grupo como si fueran deportistas de elite camino de las Olimpiadas.

La mayoría de los pasajeros del autobús los observa con curiosidad, sin entender tanto revuelo. Chiara tira de él hacia uno de los asientos. A través de la ventana, asiente en dirección a sus amigos, como si de alguna forma pudiera transmitirles las opciones que tienen para acabar la noche con sus intentos de novia.

El autobús arranca y el grupito se despide con más gritos, que por suerte se difuminan conforme cambian de calle y se alejan.

Chiara suspira, hundida en su asiento, y saca su mp3.

—¿Algo interesante que enseñarme?

—Mucho en inglés —admite—. I’m obssessed with Spice Girls, que ya tienen sus años, te lo admito, pero son increíbles.

—¿Y algo más yo?

—Mira. —Le pone en la mano un auricular y espera a que Juanjo se lo coloque para empezar a pasar canciones en la biblioteca de su mp3—. Chenoa ha sacado unas canciones preciosas últimamente.

—¿No acaba de romper con Bisbal? —recuerda, pestañeando.

—Ni se te ocurra ser team Bisbal en esto. —Lo señala con el índice—. Pero sí, fue… hace unos meses, creo que salió Chenoa a anunciarlo en chándal.

—Por supuesto que soy más de Bisbal, es imposible no serlo, es increíble. ¿Has escuchado Avemaría? Inventó ser icónico.

La inglesa pone los ojos en blanco.

—¡No te distraigas de lo importante! Esta que ha sacado me llega un montón. —Pone un puchero.

—¿Va de la ruptura?

—Qué pesadito estás. —Le da un golpe en el brazo—. No va de Bisbal, va sobre la monotonía de ver pasar la vida, todos los días iguales… La escuché el otro día en la radio, es buenísima.

Le muestra el título mientras los primeros segundos de la canción comienzan a sonar en sus auriculares.

Mueve la cabeza con el estribillo, reconociendo los nanarana de algún día en la radio que pone su madre.

—“Rutinas”, ¿verdad?

Los ojos de Chiara se iluminan y comienza a parlotear sobre el día que la descubrió y lo bien que le vino, porque estaba muy rayada con algunas movidas personales. La mira con interés, deseando preguntar sobre esas movidas que claramente no quiere que desvelarle.

Descubre, aunque no pueda confirmarlo verbalmente, que Chiara tiene el triple de capas de las que él mismo esperaba, y eso le gusta a la vez que le intriga.

Su mejor amiga le pega un codazo, cogiendo de nuevo su reproductor.

—¿Sabes que “Escondidos” es una de las más antiguas que tengo descargadas?

—Me acuerdo cuando llegaste al instituto, que nos enganchaste a todos a OT, estabas súper obsesionada… —Sonríe.

—Y tú solo con Bisbal y nadie te dice nada. —Presiona un botón y a sus oídos llega la melodía inicial de la balada que interpretó la ahora expareja.

Arruga la nariz, pero deja que lo envuelva la canción. Se hace el aburrido, pero la realidad es que fue muy bonita, y cuando ocurrió hace tres años y medio la disfrutó mucho.

» “Escondidos, solos por amor

La oscura habitación

Tu cuerpo el mío, el tiempo de un reloj” —canturrea Chiara, en voz baja, lo que no evita que algún pasajero les eche una mirada confusa.

Aprieta los labios y recita por dentro cada palabra de la letra. Tiene que pestañear, con la mirada en la ventana del autobús, para no echarse a llorar ahí mismo.

Parece que las canciones sí son universales, y pueden hablar de uno hasta en aquello que todavía no quieren manifestar. Y “Escondidos” ese día y desde hace casi un año pega demasiado fuerte y muy cerca de casa.

Le pone algunas canciones más, esta vez más en silencio, hasta que llegan a su parada. Bajan del brazo, con alguna coña interna provocada por la primera canción que le ha puesto su amiga.

Al llegar al ascensor, su cabeza va a mil por hora. Todo lo que ha hablado con sus amigos se reproduce en su cerebro como un disco rayado. Él mismo ha recomendado al resto que acompañen hasta sus casas a las chicas, pero lo tiene complicado.

¿Qué va a hacer, llevarla hasta su piso, cuando viven en distintas plantas?

Por suerte, Chiara alarga la conversación sobre David Bisbal y Chenoa hasta el ascensor, así que la pica para que escuche las últimas que ha sacado él.

—No sé yo, ¿eh? —Le guiña un ojo—. Se siente como traicionar a mi mujer favorita.

—Oye, que yo estoy traicionando a mi David —se pone una mano en el pecho, haciéndola reír— por ti.

—Me parece muy bonito que traiciones tus principios por mí. Aunque a la vez está feo eso de que te vendas así.

—Solo me vendo por la gente a la que quiero —admite, y le saca una sonrisa mucho más tímida que se apunta. Suspira al escuchar el timbre del ascensor—. Venga, te acompaño a casa y así lo discutimos más.

—Estás hoy peleón, ¿eh? —Suelta una carcajada, echando la cabeza atrás—. No pasa nada, se puede disfrutar de la música de todo el mundo. ¿A quién le importa, en el fondo, una estúpida ruptura? Al final nada es para siempre, y nada es para tanto.

—¿No crees en el amor para siempre? —Baja al voz, conforme sus pasos lentos los llevan a la puerta de Chiara. Ni siquiera sabe qué pretende una vez está ahí, pero al menos ha llegado a ese punto con ella.

—A ver —empieza, pero se toma un momento para pensar en sus propios argumentos, que Juanjo espera con curiosidad—, hay muchos tipos de amor para toda la vida. Yo voy a amar siempre a mi madre y a mi hermana. Voy a amar a mis amigas…, a menos que me hagan una putada, pero tendría que ser muy gorda para que ese amor desapareciera. Pero el amor romántico es diferente.

—¿Por qué tiene que serlo? —protesta, con inseguridad en la voz—. Hay amores que pueden evolucionar, pero mantener una chispa especial toda la vida. Evidentemente no va a ser todo los primeros meses esos en los que las parejas están que parece que no se pueden quitar las manos de encima, pero el amor, el cariño, puede seguir ahí.

Chiara lo mira con un cariño especial, pero no sabe si parece su abuela dándole una lección o una amiga que sabe demasiado.

—Tú a mí no me puedes tomar muy en serio. Soy una dramática, ¿no te fijas en la mayoría de las canciones que te enseño? El amor seguro que es increíble, con la persona correcta.

—¿Y no crees que exista para ti? —Da un paso hacia ella.

Chiara pestañea un par de veces, lento, o quizá eso le parece a él. Lo que no se está inventando es que comienza a jugar con el mechón que ha quedado fuera de su coleta. Su corazón empieza a dar vueltas de campana.

—Puede que exista —murmura—, pero algo me dice que yo lo tengo más complicado

—O sea, que estamos igual.

—No tan igual —le recuerda—. Que tú estuviste con Denna. Qué mal gusto, por cierto.

—No tienes que repetírmelo cada vez que lo hablamos. Y no me gustaba tanto.

—¿Y por qué te liabas tanto con ella? En cada fiesta, wow.

“Para asegurarme de si era una opción para mí. De que podía gustarme también eso”.

—Tampoco tenía nada mejor que hacer —responde, a riesgo de quedar como un capullo.

—Wow, ¿Juanjo fuck boy? ¿Desde cuándo?

—No soy eso —protesta, pero suena tan infantil que no le hace ningún bien.

—Pues demuéstralo, amiguito, porque…

Da otro paso hacia ella. Puede ver las señales. Gracias a Denna sabe algunas cosas sobre cómo intentan ligar las chicas, por mucho que no haya interactuado con tantas en ese sentido. Esos ojos, la voz, cómo lo fuerza a seguir en ese tira y afloja…

«Lo sabrás. No hay una forma de saberlo, pero habrá algún detalle en ella que te grite: “quiere liarse conmigo”. Y ahí deberás actuar».

Y lo que le dijo a Martin cobra más sentido que nunca. Chiara no se ha movido a pesar de que cada vez hay menos distancia entre ellos. Esa debería ser su señal. Y aun así su estómago tiembla como si precediera un terremoto.

—Kiki, eh… —De repente las palabras se resbalan lejos de su lengua, como si no fuera capaz de pronunciar nada útil.

—Juanjo, ¿puedo darte un consejo?

Asiente despacio. La morena se estira. Todavía no están a la misma altura, pero se le parece mucho cuando se pone de puntillas.

» Deja de sobrepensarlo todo. Siempre estás más preocupado por hacer lo correcto que por hacer lo que tú quieres.

Lo que él quiere. Se reiría si no supiera que eso arruinaría el momento que están viviendo. Lo que él quiere es tan confuso que Chiara es lo más cercano a la normalidad que ha podido encontrar.

—No quiero asustarte —musita.

—A mí hay pocas cosas que me asusten. Te gusta más Bisbal que Chenoa y aquí sigo, ¿no?

Suelta una risita que no elimina sus nervios. Ni el hecho de que cada vez lo mira con algo más parecido al deseo. O eso quiere pensar. Quizá debería hacerle más caso y preocuparse por sentir por una vez.

Porque estar con ella es lo más sencillo y lo más normal que ha sentido en mucho tiempo.

—En ese caso, menos mal que a mí también me da igual tu mal gusto. —Agacha con cuidado la cabeza.

—Insultando el gusto musical de una chica, tú sí que sabes conquistar a la gente.

Intenta no pensar mucho en ello, intenta no reírse, intenta que la concentración no le abandone del todo cuando sus labios se rozan al fin. Pero de tanto intentar, las chispas no saltan como deberían saltar.

No os equivoquéis. Sí que siente algo por ella, eso lo tiene clarísimo. Sí que hay un cosquilleo que lo mueve desde el pulgar del pie izquierdo hasta la oreja derecha. Sí que hay una sensación de familiaridad, especialmente cuando coloca sus brazos tras la nuca y profundiza el beso. Nada muy amplio, tampoco quiere liarse ahí con ella como si no estuviera su familia dentro, como si no tuviera que poner en orden muchos sentimientos.

El problema es que ha pasado casi un año, y no ha vuelto a sentir la explosión tan fuerte que supuso el beso de Halloween. El problema es que, haga lo que haga y por mucho que el beso se vuelva más interesante conforme avanza, por mucho que hasta el aliento le empiece a faltar, hay un beso que ha marcado un precedente demasiado peligroso para sí mismo.

Se separan con el corazón a mil por hora los dos. Se observan, con ojos bien abiertos, analizando si acaban de cargarse la amistad más bonita que han tenido nunca por nada o por todo.

Juanjo es testigo de cómo Chiara traga saliva y menea la cabeza con sutileza. Él lo haría, pero está demasiado paralizado para… todo.

—Nos vemos el… el próximo día.

—Claro, sí. —Chiara se gira, buscando las llaves y se ve en la obligación de decir algo—. Ha estado bien.

—Sí, me ha encantado la peli y estar con vosotros. —Le tiembla un poco la voz.

—Kiki…, el beso —aclara.

—Ah. —Se vuelve hacia él, con las mejillas rojas—. Te quiero mucho, Juanjo, eso nunca va a cambiar.

—Esperaba que no. —Bromea. Si no lo hace, lo mismo se echa a llorar. Si lo rechaza después del beso y de todo lo que tiene en la cabeza, lo hará.

—Me… me gusta mucho estar contigo, así que… vamos viendo, ¿vale?

Asiente despacio, porque eso es mucho mejor de lo que esperaba. Suspira y se inclina para besar su mejilla.

—De momento así está perfecto, no te preocupes —musita, y la mirada de Chiara es puro agradecimiento.

—Nos vemos el lunes, ¿vale? —Su tono ahora es mucho más dulce, más calmada sin lo que ella creía un problema ciñéndose sobre ambos.

—Vale. Descansa bien. Me lo he pasado increíble.

—Yo igual. —Abre la puerta y mete medio cuerpo antes de girarse hacia él. Retuerce el picaporte, con una sonrisa mordida—. La próxima vez que quieras organizarnos una cita a todos, mejor empieza por mí a solas, ¿vale?

Su corazón da una voltereta de la que muchos se sentirían impresionados. Se esfuerza por asentir antes de que la inglesa cierre la puerta y lo deje solo en el pasillo del edificio.

Coge todo el aire posible, consciente de que lo está haciendo bien, de que es su oportunidad entre un millón de ser feliz.

Eso sí, sueña con besos en Halloween, besos en portales, besos de fiesta, y despierta el domingo con el corazón a mil por hora y con nada claro, una vez más.

Chapter 8: Cierra la boca que te entran moscas

Chapter Text

—¿Y tú qué? —Pega un bote al darse cuenta de que la conversación ha tomado el rumbo que no quería que tomara—. Tan calladito, algo habrá pasado, ¿no?

Martin no diría que ha sido un fin de semana para olvidar, porque todavía tiene los sentimientos a flor de piel, pero sí que le gustaría intentarlo.

Eso sí, no está teniendo mucha suerte.

 Sus amigos han contado, algunos con más vaguedad que otros, el final de sus noches con las chicas. Para su sorpresa, todas se dejaron acompañar a casa, supone que fruto de vivir separadas unas de otras.

Las experiencias han sido muy distintas, eso sí. Mientras que Toni no deja de llorar por las esquinas por su imposibilidad de quitarle el escudo emocional a Lucía, Samu se ha quedado más tranquilo al ver que Carla es amable con él, dándole unas mínimas esperanzas de crear algo bonito, aunque no llegue al romance esperado.

Juanjo no ha dado muchos detalles, o eso cree, porque ha empezado a disociar antes.

No hay persona en el universo que lo vaya a convencer de que escuche cómo van los avances con Kiki con cara normal.

—Ha ido bien, no sé. Normal —responde finalmente, más por quitárselo de encima y que dejen de mirarlo que por otra cosa.

El profesor de Literatura entra en ese momento, logrando que pueda respirar. Empieza a hablar muy deprisa sobre lo que les queda de Sintaxis para acabar el tema y pasar al siguiente. Menciona que Chiara y Martin serán los primeros en exponer en cuanto empiecen el segundo tema, el de Rubén Darío, y se entretiene con el ordenador como si nada.

Como si la mención de volver a quedar con ella para acabar el proyecto no se le antojara complicado.

—¿Cómo lo lleváis? —pregunta Juanjo, clavándole el codo en el brazo para llamar su atención.

—No nos queda mucho, pero esta tarde me voy con vosotros para acabarlo en su casa. —Suspira, con un mohín—. ¿Algo que deba saber?

—¿De qué? —Ladea la cabeza, con curiosidad ahogada en una sonrisilla.

—De nada, no sé, por si me cuenta algo sobre el sábado…

Juanjo aparta la mirada con las mejillas cogiendo color, pero enseguida se gira de nuevo.

—Ya os he dicho que no ha pasado nada. —Se le agudiza la voz, a la vez que intenta bajarle el volumen—. De momento somos amigos.

—En el de momento está la clave.

—Pues a ver si esta tarde, además de acabar el trabajo, le sacas algo sobre lo que piensa de mí, ¿eh? —Martin se encoge en sí mismo. De repente, sacar el tema le parece la peor idea que ha tenido nunca—. No sé, a veces la veo muy confusa… Estaría bien saber qué piensa cuando no estoy delante.

—¿Me quieres usar de espía?

—Tampoco hace falta que me especifiques nada. —Se le nota en la mirada que ya se arrepiente de meterlo en esto—. Solo… me gustaría saber si tengo alguna oportunidad.

—Juanjo, si alguien tiene una oportunidad con ella, ese eres tú.

Se pone las gafas, y en cuanto sube la mirada, descubre a Nerea observándolo, con una sonrisilla tímida. Por una vez es capaz de sostenerle la mirada, de vuelta a la conversación que tuvieron la noche del sábado.

La joven rubia accedió con bastante facilidad a que lo acompañara, tirando de su brazo para alejarle del resto del grupo. Apenas habló, un par de monosílabos, hasta que llegaron a su portal. Martin se sintió estúpido por desaprovechar su oportunidad, pero lo cierto es que Nerea no tenía intención de dejarle llevar a cabo su plan.

—Ya estamos solos —aseguró cuando se detuvieron frente a su portal.

Su corazón se aceleró sin permiso alguno. No tenía sentido. ¿Qué quería? ¿Quedarse a solas con él para besarlo? No sonaba al estilo de Nerea, a la vez que sería lo más normal para alguien tan tímido.

—Vale, ¿y qué quieres…? —Hizo amago de dar un paso hacia ella, pero la joven bajita le puso una mano en el pecho para evitar que siguiera moviéndose. Su mirada parecía casi horrorizada.

—Sé que no te gusto. —Sus ojos se abrieron con fuerza—. Es que no tienes que disimularlo, idiota no soy.

—Pero ¿esto ahora a qué…?

—Viene a que está claro que te estás acercando a mí, de forma que nunca lo has hecho antes. —Hizo una pausa—. ¿Pretendes dar celos a alguien que yo me sé?

Se le bajó toda la sangre de la cara. Nerea no podía saberlo. Era algo que jamás había sido dicho en alto.

—No sé de qué me estás hablando. —Pestañeó, intentando que la garganta no se le cerrara.

—Te he visto con Chiara. —Pegó un respingo al escucharla, y la observa con todavía más confusión—. La mayoría pasamos bastante de nuestro compañero de exposición, pero según ella estás muy pendiente, habláis más de lo que nunca habéis hablado antes (palabras textuales suyas) y, sinceramente, creo que te has dado cuenta de que Juanjo está pilladísimo de ella y no quieres hacerle daño.

Se estaba mareando con tanta enumeración de detalles que no significaban… nada.

—Repito, no estoy entendiendo nada de lo que me dices.

Y lo peor es que no mentía. ¿En qué momento su intento por ayudar a su mejor amigo (y ya de paso ganarse a la mejor amiga de Nerea) había acabado creando la ilusión de que sentía algo por la inglesa? Lo que le faltaba.

—Que no pasa nada, es normal, el amor no correspondido es una putada, si a mí también me pasa.

—¿A ti? —Estiró el cuello y Nerea apartó la mirada.

—Bueno, sí, a todo el mundo le puede pasar, eso quería decir, incluida yo. —Soltó una risita demasiado forzada—. En fin, que tu grupo es un poco raro, pero se nota que Samu está muy pillado por Carla, y lo de Juanjo por Chiara, y viceversa, es notable. A Toni aún me cuesta pillarlo —reflexionó por un momento—, pero tío, tú eres el más obvio enamorado de otra persona.

—Yo no usaría palabras tan fuertes tampoco —intentó calmar la situación.

—Si no pasa nada… —protestó—. Si lo admites, podemos trabajar mejor en lo que quiero proponerte.

—¿Qué me quieres proponer?

—Una ayudita. O eso espero.

Martin dio un paso atrás de forma automática. La mirada de Nerea brillaba, y fuera lo que fuera estaba claro que lo tenía muy meditado, pero él ya tenía bastante con el plan de sus amigos, como para meterse en otras movidas.

—¿Qué ayudita? —Le tembló la voz.

—Pero si es una tontería… —Chasqueó la lengua—. Necesito que me ayudes fingiendo que nos está yendo bien lo de salir juntos que tenéis en mente vuestro grupito para ver si alguien reacciona.

—¿Cómo? ¿Sabes lo de…?

—No me chupo el dedo, corazón, que os habéis organizado los cuatro cada uno con una de nosotras.

—¿Y… quién quieres que reaccione? —Se lo lleva a su terreno.

Nerea meneó la cabeza.

—Eso a ti no te lo voy a decir. Ni siquiera tenemos que ser novios ni nada raro, tú a mí no me gustas y sé que es recíproco, no me voy a ofender ni nada. Solo me gustaría que pareciera que avanzamos, dentro de la amistad, claro.

—Bueno, pero si quieres algo de ayuda, debería saber un mínimo, ¿no?

La rubia resopló y se cruzó de brazos. Martin se lo tomó como que no le iba a decir nada, pero entonces le hizo un gesto para que se acercara, para que todo lo que pudieran hablar quedara entre ellos. Con curiosidad, elimina la distancia que habían creado, hasta quedar junto al portal.

Se vio obligado a dar un paso atrás. Joder, si le llegan a decir que la bajita iba a ser la que más intimidara.

—Si cuentas esto —entrecerró los ojos—, voy a saber que has sido tú, porque no lo he verbalizado con nadie más, y me encargaré de que tus huevos se conviertan en tu corbata y no vuelvas a ser feliz en tu vida.

Martin tragó saliva. Quizá sería mejor dejarlo estar. Tampoco era tan cotilla, podía vivir sin saber eso.

—Si crees que es mejor guardártelo para ti…

Nerea le dedicó una sonrisa cínica y golpeó su hombro.

—Ahora te jodes y me escuchas. Solo lo diré una vez, así que calla y procesa lo que tengas que procesar. —Asintió despacio y permitió que se tomara su tiempo para elegir las palabras—. No sé si te lo han contado, pero jugando a la botella en esa fiesta universitaria, Toni y yo nos besamos. No digas nada, lo sé. Es un imbécil con todas las letras, me exaspera y… por qué no decirlo, también me pone un poco cachonda. Cierra la boca que te entran moscas.

» No es para nada mi tipo, te habrás dado cuenta. No lo aguanto. Pero ahora que me he fijado en lo que estáis haciendo, y básicamente jugáis a buscar novia con nosotras, quiero comprobar si se dejaría de tonterías con Lucía (que por otra parte tampoco lo aguanta mucho) si algo lo pone celoso.

Como se lo prometió, aunque fuera más bien de forma tácita, se tomó un momento para procesar lo que acababa de escuchar. Lo primero que identificó dentro de él fue la decepción de que Toni no le hubiera dicho nada del beso, y suponía que Samu, y quizá Juanjo, también lo sabían. Eso le dolió, porque siempre se habían caracterizado por compartirlo todo.

Luego le pasaron dos cosas curiosas: el recordatorio constante que él no es siempre sincero con ellos, que hay cosas que se lleva guardando toda la vida y que todavía no se ha atrevido a verbalizar…

Y la calma que comenzó a sentir al pensar en dejar atrás el plan de las novias. No le interesaban, nunca lo han hecho y no cree que lo hagan jamás. Coger el plan de Nerea y de alguna forma conseguir que encaje bien con Toni como para cumplir su idea (como tiene pinta que Juanjo y Samu acabarán consiguiendo) podría considerarse hasta de buen samaritano.

Todos ganan.

—Está bien… —Al subir la mirada, lo recibieron los ojos sorprendidos de su amiga—. No es mala idea, supongo.

—Es buenísima idea —aseguró—. No digo que tenga que salirme bien, pero al menos me quitaré la espinita.

No le dejó hablar mucho más, estrechando su mano. Quedaron en volver a hablar de ello ya en el instituto, pero con el planteamiento de empezar cuanto antes.

—Nerea… —la llamó antes de que cerrara la puerta del portal. Alzó las cejas para invitarlo a hablar—. Toni es muchas cosas, pero no es mala persona. Si lo que te echa para atrás es su actitud a veces, habla con él, pero de verdad. Tiene buen fondo.

—A veces me cuesta creerlo —esbozó una mueca—, pero el planteamiento de todo es saber qué pensar sobre él, así que no te preocupes que le daré una oportunidad. Lo que no sé es si él querrá la mía.

—En cuanto te conozca, seguro que sí. —Supo que había elegido bien sus palabras al notar que esa vez sí sonreía—. Nos vemos el lunes, Nere, y mucha suerte.

—Hasta el lunes. —Le guiñó un ojo—. La suerte la vas a necesitar más tú.

 

—Estás pillado de Nerea, ¿eh?

Se vuelve hacia Toni. Se ha abstraído demasiado tiempo en sus recuerdos y no sabe cuánto tiempo lleva mirando a su amiga.

El problema es que, ahora que sabe lo que pasó entre ellos, puede notar un tono seco en Toni que le hace ponerse a la defensiva.

—No te creas. —Carraspea—. Estaba pensando en un comentario que me hizo el otro día, de vuelta a su casa.

—¿Qué te dijo? —pregunta Samu.

De pronto, tiene la atención de sus tres amigos. Sería un buen momento para echarles un rapapolvo por no contarles lo del beso, pero imagina que tendrá ocasiones mejores. Ahora es momento de usar algo para intentar ayudar a Nerea.

—Nada, hablábamos de nuestros trabajos, le daba un poco de envidia que Chiara y yo ya lo tuviéramos casi acabado, porque contigo ni ha hablado.

—Pues ya tiene mi correo, mi Messenger y no falto nunca a clase. —Se encoge de hombros—. Ella sabrá por qué no se acerca.

—Porque tú también le gruñes como norma general —apunta Juanjo—. Si fuerais amables mutuamente, no sois tan distintos.

—¿Qué yo no soy distinto de esa? Si es una estirada que parece que le han metido un palo por el culo.

—Tendrías que dejar ya los prejuicios con ella. —Martin niega despacio—. La verdad es que cuando la conoces, es bastante flexible. Pero tiene las cosas muy claras, y cuando quiere algo…

—¿Y qué quiere ahora? ¿Te ha mandado para obligarme a trabajar con ella?

—Ella no me ha dicho nada. —Y no miente—. Pero estaría bien que nos lleváramos bien todos, ya que este plan vuestro sigue en marcha.

—Ya es de todos, no te desentiendas…, ahora que te llevas con ella.

—Pero como amigos. —Sí que finge ese mohín—. De momento solo eso.

—Ya caerá. Un buen muchacho como tú siempre gusta a esas. —Le guiña un ojo.

“Ay, si supieras por quién suspira y por quién me está haciendo mentiros a todos…”

—Martin, Juanjo, la pizarra está aquí delante. —El profesor los llama—. No os lo vuelvo a repetir, mientras se da clase estamos aquí, para esto. De cháchara podemos estar fuera de aquí.

Se disculpan por lo bajo y copian lo que ya había escrito en la pizarra. El hombre asiente, más conforme, y continúa hablando, por dónde iba.

Martin arde de vergüenza. Odia llamar la atención, pero más en clase, cuando ya lleva las gafas puestas. La mayoría a estas alturas ya lo saben, pero le sigue provocando ansiedad ser visto con algo que le provoca tanta inseguridad.

Chiara se reúne con ellos a la salida de clases, con ojos brillantes, como siempre. Se los lleva, cogiendo a cada uno de un brazo, sin darles oportunidad de despedirse de los otros. Al girarse, ven a Toni lanzándoles besitos y a Samu con el pulgar hacia arriba. Preocupados no están, eso está claro.

En el autobús, todo se vuelve bastante silencioso. Chiara se sienta con otra chica y cada uno va pendiente de sus propios auriculares, sin nada que los distraiga de la música que resuena en sus orejas. Lo que sí nota es que su mejor amigo y su compañera se dedican miradas de reojo cuando el otro no mira. Pero el que sí lo hace es Martin, que le cuesta entender qué está pasando y por qué tanto secretismo en lo que sea que suceda.

Como la madre de Chiara está en casa, se quedan todos a comer con Juanjo, donde tienen algo de libertad para interactuar. Después, el castaño se despide y sigue a la inglesa al interior de su piso, sin evitar sentir que hay mucho en esa tensión que no le están contando.

Se sienta en la cama una vez están dentro, tirando su mochila a un lado. Chiara da vueltas de un lado a otro, encendiendo lo primero de todo su ordenador y proceder a ponerse más cómoda. En ningún momento le habla, ni apenas le mira. Lo que en un primer momento él asume que es enfado con él por algún motivo (quizá por lo de Nerea, que se haya enterado de su teoría), pronto descubre que es simplemente tener mucho en la cabeza.

De hecho, es posible que Chiara tenga mucho más que él en lo que pensar.

Se sienta a su lado de buen grado cuando esta se lo pide, deseando comprobar si será diferente cuando se pongan a trabajar.

No lo es mucho, pero al menos empieza a hablarle. Lo bien que avanzaron el resto de los días que quedaron para trabajar hace que solo queden dos cosas por hacer. Pasan la mayor parte de la tarde intentando convertir su trabajo en un PowerPoint decente. Como necesita tenerla de su parte, deja que ella lo decore a su gusto, llenándolo todo de pavos reales y otros elementos típicos de los poemas de Rubén Darío.

Cuando tienen esto, hacen lo único que les quedaba de la exposición: escoger dos poemas del autor y diseccionarlos como les ha enseñado el profesor en clase.

—¿Lo hacemos juntos y así nos ayudamos?

Chiara lo observa con cuidado, como si cualquier cosa que le dijera fuera a arruinarlo todo. Martin empieza a tener claro que Nerea no se ha podido guardar su suposición. Estupendo.

—No, mejor escoge el que más te guste y avanzamos más rápido. Si tengo dudas te aviso. —En el último segundo elige dedicarle una sonrisilla. Se la devuelve, porque tampoco quiere ser un maleducado antes de tiempo.

Trabajar en silencio nunca ha sido plato de buen gusto para él, pero accede a que el aire se vaya enrareciendo por momentos, hasta que acaba. Deja el bolígrafo con un gesto cuidadoso sobre el papel de Chiara, que levanta la mirada sin entender nada.

—¿Has acabado? —Asiente—. Genial, dame un par de minutos, que me faltan algunos ejemplos que quiero añadir que a Rafa le gustarán.

No responde, le permite esos minutos mientras él se plantea cómo va a sacar el tema. Necesita hacerse entender con ella, que no sea incómodo, que no cambie nada de lo que han construido. Esto va más allá de ayudar un poco a Juanjo, es que le gusta considerarla su amiga… En general, le gusta el grupo completo que han formado, más allá de relaciones que puedan o no surgir.

No quiere perder nada de eso bajo ninguna circunstancia.

—Me miras mucho —comenta la inglesa, en tono bajo, casi tembloroso—. ¿Algo que decirme?

—Quería hablar contigo, sí —pronuncia cada palabra con cuidado. Chiara no se tensa, pero aparta la mirada—. Te noto… un poco rara hoy.

—¿Rara yo?

—Sí, no sé, es que apenas te he visto hablar hoy. En la comida, éramos Juanjo y yo contra el mundo —bromea. Chaira le sonríe, pero no le llega a los ojos—. ¿Estás bien?

La morena pone un puchero y niega despacio con la cabeza. Martin no se pone alerta hasta que se le escapa un sollozo.

—No, no estoy bien. Tengo… mucho en la cabeza estos días. —Le echa un vistazo, probablemente pensando si le renta contarle algo de más—. ¿Te ha contado algo Juanjo?

Una parte de él se relaja por completo al ser consciente de que no tiene nada que ver con él. Es algo de ellos. Bien. O mal, porque si Juanjo no ha querido contar nada… Pero lo importante es que no hay nadie más por el mundo creyendo que podría gustarle… Chiara, de entre todas las personas.

—No me ha dicho nada, pero si crees que es algo demasiado personal…

—Todo es demasiado personal. —Su sonrisa es débil, cansada, como si pensar en ello la agotara mentalmente—. El sábado Juanjo me besó.

La tensión vuelve a su espalda. ¿Se han besado? ¿Son los primeros en besarse fuera de juegos estúpidos y Juanjo no les ha dicho nada?

De repente tiene muchas ganas de vomitar.

—Oh… —No sabe muy bien qué más decir—. ¿Y qué tal fue?

—Juanjo no te ha dicho nada, ¿eh? —Se asegura con algo de miedo en los ojos, pero sonríe al verlo negar—. Es lo mejor. Tengo demasiado en qué pensar como para que lo vaya largando por ahí. Es un buen amigo.

A Martin no se le escapa el uso de amigo en esas circunstancias. Hasta donde él sabe, los amigos no se besan en la boca. Se ha asegurado de repetírselo unas cuantas veces, a estas alturas lo tiene más que claro.

—Lo es, él nunca va a contar algo que te haga sentir incómoda. —Aprieta su mano—. ¿No fue bien? ¿O… por qué estás tan agobiada?

Chiara se lame los labios, se muerde el interior de la mejilla y pasea su lengua por cada recoveco posible sin decir nada. Martin deja de observarla, como si eso fuera a ayudarla a decidirse. Quizá no son tan amigos como parece, porque lo que tiene dentro parece algo importante, de lo que solo confiesas a aquellos a quien le confiarías tu vida.

Ellos todavía no son eso, así que lo mismo sería más inteligente cambiar de tema.

—Martin, es que creo que so…

—Kiki, ¿prefieres que ensayemos la expo? —La chica lo observa con ojos enormes y sorprendidos—. No quiero que hablemos de algo que te tenga tan incómoda. Sé que no soy tu mejor amigo, hace nada no teníamos ningún tipo de confianza.

—Aún tengo mucho en lo que pensar —confiesa—, pero hay algo en ti que… me da esa seguridad, ¿entiendes?

—No mucho, pero si puedo ayudar en algo.

—Sí que ayudas —se apresura a decir, dándole la mano. Martin observa el gesto en silencio—. ¿Nunca has sentido como que todo el mundo a tu alrededor tiene las cosas súper claras, y tú vas por la vida pisando huevos, intentando no cortarte con las cáscaras y hacer el mínimo ruido posible?

Vale, esta chica es más rara de lo que jamás pensó que podría ser. A veces le cuesta entender a Juanjo.

—No lo sé, puede ser —opta por ser lo más diplomático que puede.

Esto aviva la llama de Chiara, que asiente con energía, como si sus palabras dieran más fuego a sus pensamientos.

—Claro, es que piénsalo: potencialmente podría tenerlo todo, pero siempre hay algo ahí, acechante, que amenaza con convertirse en mi todo, en destrozar las cosas buenas que tengo. —Hace una pausa en la que parece darse cuenta de la mirada extrañada de Martin—. Oh, debo estar confundiéndote muchísimo. Perdón. —Se lleva las manos a la cara—. Es que estoy cansada.

—¿De qué? —se atreve a preguntar.

—De sentir que tengo cosas increíbles a mi alrededor y de no poder disfrutar como me gustaría. —Lo mira con intensidad. Si estuvieran en una de esas películas, lo más probable es que le estuviera leyendo la mente—. Tú aún no lo pillas, ¿eh?

Boquea, intentando explicarse, pero la realidad es que lleva un rato asintiendo por pura empatía. La cabeza de la inglesa va a su propio ritmo, cuesta pillarle el tranquillo. Bastante tiene él con lo suyo.

—No te preocupes, puedo ayudar igual.

Lo mira con ternura, una que le da hasta un poco de rabia.

—No te preocupes tú. Sé que me voy a aclarar. Son tiempos raros y yo mezclo muchos idiomas. —Se ríe sin gracia—. ¿Ensayamos la expo?

Asiente y coge lo que apuntó en su libreta. Cuando se lo sepa no la necesitará, pero de momento la usa de apoyo durante la hora que ensayan, sin más conversaciones que puedan alterarlo todo.

Eso sí, al salir, Martin va directo al piso de Juanjo. Las palabras de Kiki, que no sabe identificar con ella, sí que las comprende desde su propia perspectiva.

Coge mucho aire al escuchar los pasos de su mejor amigo en el interior del piso, y se pone serio cuando este le abre.

—Hola. —Le dedica una sonrisa que borra al notar su expresión—. Uy, ¿todo bien? ¿Habéis acabado? Porque te recuerdo que exponéis esta semana…

Pero Martin no está para verborreas, así que lo corta de golpe. Necesita quitarse de encima lo que tanto lleva atormentándolos:

—Quiero hablar de lo que pasó en Halloween.

Chapter 9: Espero salir de tu casa sabiendo que no estoy loco

Chapter Text

Su primera reacción al escucharle decir en voz alta "lo que pasó", es cerrarle la puerta en la cara. El pánico se apodera de él, olvidando hasta que se trata de él, de su Martin, de su mejor amigo para siempre con el que puede hablar de todo.

Por suerte se trata de él, la persona más cabezota que conoce, y antes de que pueda cerrar la puerta, Martin ha colocado el pie en medio para evitar que se mueva. Y Juanjo se considera fuerte, pero el tío consigue que la madera no se desplace ni un centímetro. Traga saliva y, al mirarle, descubre una mezcla entre enfado e incertidumbre que se parece bastante a la suya propia. Quizá es eso lo que lo envalentona para abrir la puerta, aunque sigue en medio.

—¿Qué quieres, Martin? —pregunta con tono cansado.

—Te lo acabo de decir —musita, dando un paso lento hacia él—. No puedo más, no dejo de pensar en ello.

—No creo que sea el momento...

Su mejor amigo debe notar la tensión en su voz, porque dando un paso atrás le permite respirar.

—¿Están tus padres en casa? —pregunta con voz baja.

—No. —Le sale una sonrisa amarga—. Nunca están. Ya lo sabes.

—¿Quieres hablar dentro? Más tranquilos, tú y yo...

No se permite pensarlo dos veces. Deja el hueco justo para que Martin pase, y cierra tras él, con el oxígeno luchando por llegarle a los pulmones.

Al girarse, su amigo acaricia su barbilla. Si su corazón aguanta al tirón que le acaba de provocar el gesto, podrá con todo.

—Deberíamos dejarlo morir ya. —Es lo primero que dice cuando llegan a su habitación y cierra la puerta. Sí, están solos, pero si eso cambia y no se dan cuenta sería demasiado complicado para empezar a enumerar los problemas de que los escuchen—. Fue una tontería que pasó en el peor momento posible y ya está.

—Bueno, eso de peor momento... —Alza las cejas, con una socarronería que le quitaría como fuera—. Va en serio, hablemos.

—Estoy hablando —adopta su tono más calmado, aunque por dentro hay mareas revueltas y su corazón quiere escapar con fuerza. Como él. Escapar nunca pareció mejor opción.

—Siéntate —ordena, y no le cuesta nada obedecerle, sentándose al borde de la cama.

Juanjo espera que lo imite, pero el chico se mantiene de pie, de brazos cruzados. No parece serio, pero sí pensativo.

—¿Por qué estamos hablando de esto ahora? —llama su atención—. Me parece que ambos estábamos muy tranquilos ignorándolo por completo.

—A lo mejor tú tienes esa suerte, pero yo no he podido olvidarlo. —Se arrodilla hasta quedar solo un poco por debajo de él. Juanjo traga saliva cuando sus ojos se cruzan y, por mucho que sigue queriendo escapar, hay algo en su cuerpo que se lo impide, que lo empuja directo en su dirección—. Hay mil cosas que me recomen de ese día, y hoy... hoy ya ha sido demasiado.

—Martin... —gimotea, pidiendo algo que ni él sabe qué es.

—¿Por qué ocurrió? —pregunta, dándole forma a sus pensamientos—. Yo sabía que tú estabas dentro, tú debiste verme cuando se abrió la puerta. No es que podamos decir que nos dejamos llevar por la oscuridad y el misterio, porque sabíamos a quién nos íbamos a encontrar.

—Es que sí que podríamos decir eso, porque fue lo que pasó. —Recibe con aparente pasividad la mirada indignada de su mejor amigo—. Fue por la noche, por la bebida, porque estábamos jugando a un juego de mierda que consiste básicamente en liarte con la mitad de tu clase... Estábamos cachondos, la gente borracha y cachonda hace tonterías... Ya está.

—¿Tú estabas cachondo antes de liarte conmigo?

Juanjo cierra los ojos de forma automática. Su estómago le ha mandado señales, en cualquier momento va a devolver hasta su primera papilla si no paran. Él ya ha buscado cosas, se ha enterado de lo que debe, y cuando hace unos meses se legalizó el matrimonio homosexual lo estuvo siguiendo con interés meramente informativo.

Que Martin hable de ello con tanta calma, como si no fuera nada, después de todo lo que ha leído, de todo lo que le podría pasar, en su familia, en el instituto... No está seguro de si lo admira o si teme lo que pueda ser de él, de ellos.

Vuelve a la realidad con un ligero toque de dos dedos. Martin lo recibe al abrir los ojos, más cerca de lo que estaba antes, con una mueca mucho más seria.

—Martin, estábamos borrachos. —Le tiembla la voz en la última palabra. No le queda ni un poco de credibilidad, lo tiene claro—. Nos estábamos liando todos con todos y...

—¿Y por qué parece un mundo cuando somos nosotros los que lo hacemos?

Juanjo se traga todas las inseguridades, la rabia, las palabras que le soltaría si fuera un poco más valiente.

—No es para nada lo mismo, ni la misma situación. Fue un momento de locura por beber —mentira, Juanjo, mentira, hasta Martin bebió más que tú esa noche— y estar a oscuras y solos y... joder, que un poco cachondo sí que estaba. Nos liamos unos minutos y ya está.

Unos minutos. Si no se ha vuelto loco después de unos minutos pegado a su cuerpo y sin separar las bocas, puede aguantar la conversación.

—¿Por qué no es la misma situación? —Sigue estirando todo lo que puede. Si no fuera su mejor amigo, ya le habría dado un puñetazo. Si no fuera Martin, quizá todo sería más fácil—. ¿Qué diferencia hay entre besar a Chiara a solas y liarte conmigo también a solas?

Se le hiela la sangre, congelando a su paso hasta su estómago revuelto.

—¿Qué dices de Chiara ahora? —Le viene a la mente que han estado juntos hasta hace escasos minutos y echa la cabeza hacia atrás, con la comprensión llegando a su mente—. Te lo ha dicho.

—Sí. Manda cojones que me lo haya contado antes mi compi de trabajo que mi mejor amigo. —Le da unos segundos para montar una excusa, pero se ve incapaz de pronunciar palabra y no echarse a llorar. Recordar el beso, que fue perfecto, pero lo dejó aún peor, no ha sido su mejor idea—. ¿Por qué no has querido contar algo así al grupito? Si no es lo mismo que lo nuestro, si es una chica —lo dice con intención, pinchando todo lo que puede— que sabemos que te gusta, que es parte del plan... Si con ella debería ser todo más fácil, ¿no?

Cierra los ojos de nuevo. No evita, ni quiere hacerlo, que se le escape una lágrima por el párpado cerrado. Martin la recoge con el dedo pulgar. Él apenas se inmuta. Algo dentro de él le decía que haría eso.

—Nada... nada es tan fácil. —Le tiembla tanto la voz que debe obligarse a coger aire antes de seguir—. Nunca nada es fácil, Martin, joder, y tú no me ayudas.

—Creía que haciendo esto, hablándolo, podríamos hacerlo más fácil. —Baja las manos hasta que consigue coger las suyas—. Te veo, te escucho, y puedo entenderte.

—No creo que puedas.

—Créeme que sí. ¿Crees que tengo las cosas mucho más claras que tú? —Se encoge de hombros—. No, claro que no. La realidad es que me obligas a ser el echado para delante de los dos, pero estoy acojonado. No me tiemblan las manos tanto como a ti, pero pensar en ello me está volviendo loco y necesito irme de aquí sabiendo que no lo estoy, que hay algo real en todo lo que me está pasando y en lo que pasó en Halloween.

Juanjo sí que tiembla. En su lengua burbujean mil ideas que podría manifestar, el miedo que pasa día a día de pensar que lo que siente sea demasiado hasta para él y para todo el que le rodea. Pero esto no es una película en la que el protagonista es valiente. No, él tiene otro tipo de historia.

—Martin, perdón, pero creo que no nos está pasando lo mismo. —Por la mirada que le echa, no cree ni una palabra. Ni siquiera puede convencer a todo su cuerpo de lo que está haciendo, es una locura—. Lo siento, lo siento, pero...

—No te estoy pidiendo más que hablar de ello. No te exijo nada. —Le da énfasis a esa palabra.

—Fue un beso tonto.

—El beso de mi vida.

Niega con la cabeza mientras se le congela hasta el alma. No puede decirle eso. No puede esperar que todo su mundo no se tambalee con cada insinuación de que el beso ha removido tanto la vida de su mejor amigo como la suya. Con una mirada, intenta preguntar todo lo que no le sale automático.

¿Tú también has buscado información en internet? ¿Tú también has sobrepensado? ¿Te has tocado recordándolo? También. También. También.

—No digas eso, no creo que sea el momento.

—Es el mejor momento del mundo, mira. —Se estira, aún arrodillado, y casi son de la misma altura. Juanjo no aparta los ojos de los suyos. Son preciosos, tan brillantes, tan llenos de vida todo el tiempo—. He hablado con Nerea.

Todas sus alarmas se activan, su espalda se estira, sus ojos se abren y su corazón se acelera.

—¿Le has contado...?

—¿Qué? No, para nada. —Le sale una risita que Juanjo no entiende. ¿Cómo te vas a estar riendo así mientras a mí me provocas un microinfarto?

—¿Y qué has hablado con ella?

Martin coloca las manos sobre sus muslos, y desliza con suavidad hasta clavar los dedos, no todos, algunos, en su cintura. Juanjo no se atreve a respirar, pero memoriza de forma absolutamente vergonzosa el tacto y lo que siente cuando los mueve adelante y atrás.

—No le gusto. —Cuando le sonríe, no parece ni un poco triste, ni siquiera resignado—. Pero es que ni un poquito, ¿eh? Amigos y ya.

—Oh, lo siento...

—Cree que me gusta Chiara, ¿sabes? —Juanjo pega un respingo. No, no necesita más imágenes que lo acompañen por las noches—. Sabe que me gusta alguien, que estoy muy pendiente de ese alguien y no puedo dejar de pensar en él.

Marca el masculino a la vez que aprieta su agarre en la cintura. Su mejor amigo no se ve capaz de respirar, ni de responder. En esos momentos, si le preguntan su nombre, solo le saldría Martin. En algún punto, no sabe ni cuál, ha abierto las piernas y ahora su mejor amigo se ha colado entre ellas. La cercanía es tan patente que el aire a su alrededor se ha congelado, como si hubiera alguien con una máquina haciendo el gilipollas para dejarlos sin respiración.

—Así que Chiara... —se esfuerza porque suene a broma, pero está tan afectado por los estímulos que lo rodean que son tres palabras llenas de angustia y temblores—. Mira que tenías que copiarme el gusto.

—Me cae muy bien Chiara. Es buena para ti, si es lo que te hace sentir mejor. —De nuevo, las yemas de sus dedos avanzando, traspasando la camiseta por primera vez. Juanjo no sabe cómo sigue vivo—. Pero no es ella la que me tiene así.

—¿Así... cómo?

Martin avanza un poco más, tirando de su cintura para que queden pegados. Se queda paralizado, más que consciente de que el nivel de cercanía ya es imposible de ignorar. Dada la diferencia de altura por la cama, sus piernas están rodeando la parte de arriba de sus caderas, aunque no ha completado la unión, no sabe si por necesidad de no volverse loco o por no querer de verdad. Martin le daría otra respuesta.

—Entiendo que es complicado. —Sus dedos siguen acariciando, y cada milímetro de piel que roza se convierte en fuego. Si Juanjo no ha combustionado, debe ser por querer saber cómo acaba esto—. No tengo problema. —Hace una pausa, en la que sus ojos conectan. Martin sonríe—. Pero si hay una cosa, solo una, que tengo claro, es que quiero averiguar qué está pasando.

—Me está costando...

—Lo sé. —Adopta un tono dulce que le hace cerrar los ojos. Eso, sumado a las caricias continuas..., lo tienen en una especie de trance del que no va a saber salir él solo—. A mí también me cuesta entender qué nos está pasando.

—De todo y de nada a la vez.

Al volver a abrir los ojos, Martin lo recibe con una sonrisa. Estira el cuello y, por una vez, Juanjo no tiene la necesidad de huir. Lo observa con la curiosidad de quien necesita avanzar un poco en un intento por aclararse.

No sabe si es eso lo que va a conseguir, pero su respiración se acelera cuando el aliento de su mejor amigo le roza la piel del cuello. Por inercia, agarra la manga de la camiseta de Martin, pero este no tarda en darse cuenta de que no es para que pare. Más bien, es por la necesidad de anclarse a algo.

Le cuesta darse cuenta de que no le está tocando, al menos no directamente. Martin, para la poca experiencia que se supone que tiene, se encarga de desquiciarle a base de mirarle a pocos centímetros de distancia, dejando que sea solo el aliento y un amago de sus labios los que se acerquen a él.

Traga saliva cuando lo besa por primera vez, en la base de la mandíbula, más cerca de la barbilla que de la vena del cuello que lleva un rato latiendo como si lo estuviera persiguiendo un oso. Esa vena que celebraría una fiesta si lo besara donde considera que debería hacerlo. Él no será quien se lo pida, eso seguro. Todavía le queda un poco de dignidad.

Dignidad que pierde segundos después, cuando el siguiente beso es un poco más arriba, en la mejilla, pero también más cerca de la comisura de los labios que de la oreja. Parece darse cuenta de su decepción interna, porque se aparta, le sonríe con ojos brillantes (aunque esos los tiene siempre) y el siguiente beso es bajo su oreja, justo en ese punto que parece acelerar cada latido de su cuerpo y hacerle temblar con la ingenuidad de un chaval de dieciséis.

Cada uno de los tres besos va acompañado de la suave caricia de su bigote, que raspa lo justo para recordarle que han crecido desde el año anterior. Que no son los mismos que se dieron un beso desordenado en un armario por esos siete minutos en el paraíso.

—Juanjo —le susurra, y tarda tres intentos de su mejor amigo en darse cuenta de que lo está llamando a él—, eres la persona más importante de mi vida.

—No digas eso... —gimotea.

—No lo estoy diciendo desde el punto de vista romántico. Ni siquiera porque esté cachondo. —Suelta una risita que reverbera en cada punto de su ser. La cercanía no está ayudando. Si no ha caído al abismo todavía es gracias al roce de sus dedos, que lo mantienen en el ahora—. Es que creo que te entiendo. Que eres mi mejor amigo, la persona más importante que tengo. Toni y Samu llegaron después, pero en el fondo siempre hemos sido tú y yo.

—Eso asusta un poco.

—Pues claro que asusta. —Resopla con fuerza. Ese aire también le pone los pelos de punta—. Claro que asusta, Juanjo, si no puedo dejar de pensar en lo que implica, en lo que hemos vivido y en lo que pueda llegar a pasar. No quiero arrepentirme, pero podría pasar.

—Por eso cualquier persona con cabeza se estaría quieta.

Pero no le está pidiendo de verdad que se detenga. Es más, a estas alturas probablemente lo mataría si se apartara contra su voluntad de lo que sea que esté pasando.

—Lo que estoy queriendo decir —coge mucho aire, alejándose lo suficiente para que Juanjo deje de verlo borroso— es que a mí también me da miedo perder lo más importante de mi vida por...

—Un calentón.

El rostro de Martin se contrae en disgusto.

—No me gusta que lo digas así.

—Pero es lo que más posibilidades tiene de ser, al fin y al cabo —musita—. Un puto calentón. Somos lo más cercano que tiene el otro, en el fondo es normal ¿no? Mucha gente acaba sintiéndose atraída por lo que más cerca tiene. El roce hace el cariño y todas esas movidas.

—Mucha gente no es como nosotros. —Le pellizca, pero él ni se inmuta—. Lo que tú y yo tenemos siempre ha sido muy especial.

—Siempre lo planteas como si estuviéramos en una comedia romántica.

—A ver si va a ser verdad que te has vuelto un experto, ¿eh? —intenta quitarle hierro al asunto.

—Solo digo... —le entra una sonrisa tonta al escucharle, así que corta hasta que se le pasa— que haríamos muy bien dejándolo estar. Funcionamos genial como mejores amigos, el mundo funciona muy bien porque tenemos nuestro hueco en el mundo bien asignado. Salirse de ahí...

—Salir del hueco que se supone que tenemos que ocupar sería lo más interesante que podría pasarnos. Lo más de verdad —le da énfasis—. No quiero que dejemos morir esta conversación sin tenerlo claro.

—Creo que ni siquiera tú lo tienes claro, como bien has dicho. —Le da un toquecito en la cintura, imitando, aunque sea en una mínima parte, lo que ha estado haciendo su mejor amigo durante horas, volviéndolo loco—. Entonces..., ¿por qué sobrepensarlo?

—Porque al final del día, todo es cuestión de saber qué es lo que quieres. —Se quedan callados, serios—. ¿Quieres a Chiara?

Juanjo llevaba demasiado tiempo bien. Durante un rato, a pesar de la cercanía, a pesar de los besos, lo único que funcionaba de forma arrítmica era su corazón. pero con esa pregunta, esa que todavía lo vuelve loco, es como si su estómago se activara con un botón sin marcha atrás.

—Venga ya...

—No, es una pregunta válida. Porque si la quieres a ella, ya está. Os habéis besado.

—¿Crees que le gusto?

—No sé nada, creo que también está confusa, pero está claro que te adora.

—Yo también la adoro —responde con rapidez.

—Y sin embargo todavía no has dicho nada de la palabra querer.

—Se puede querer de muchas maneras. —Alza las cejas.

—Pero de todo este plan que se han montado nuestros amigos, se pretende sacar un tipo de querer muy específico. Uno que parece asustarte a ratos.

Menea la cabeza.

—A mí hay pocas cosas que me asusten —musita.

—¿Yo? —Le saca un respingo—. ¿Te asusto, Juanjo?

—¿Ahora mismo? Más que nunca.

Martin se lame los labios y él, por supuesto, observa cada segundo como si luego fueran a examinarle sobre el gesto. Podría escribir una redacción de mil palabras como mínimo sobre lo que le ha hecho sentir y aun así lo único que le sale es entreabrir sus labios, como si esperara algo.

—¿Te asusto porque estoy cerca, porque te estoy haciendo pensar en cosas en las que no quieres pensar o por todo en general?

—Sí. —Le tiembla la voz, algo que parece hacerle mucha gracia a su mejor amigo—. Esto es demasiado complicado como para planteárselo ahora mismo.

—No tiene por qué ser ahora mismo —le asegura y, tras sonreírle, sube por primera vez sus dedos hasta su mejilla, acariciándolos antes de acunarlos—. Yo también estoy cagado de miedo, he cogido toda mi valentía y la estoy poniendo en este momento. Probablemente no me vuelvas a ver así, deberías aprovechar.

—¿Aprovechar para qué?

Martin se encoge de hombros.

—Yo de hoy espero salir de tu casa sabiendo que no estoy loco. —Se apresura a negar con la cabeza—. No quiero sentir que estoy solo en esto, Juanjo. Necesito saber que, sea lo que sea, también te está pasando a ti.

—¿No lo sabes ya? —Le tiembla cada sílaba en la boca.

—No me lo has verbalizado, y mira que llevamos un rato aquí, de charleta y besitos.

Le sale sonreír, pero se contiene por un momento. Se lame los labios y está seguro de que esta vez es su mejor amigo el que repasa el gesto con la mirada, con los ojos más oscuros que antes. O eso cree.

—Pues vale. —Suelta todo el aire que no sabía que estaba conteniendo—. Estoy cagado vivo, pasaron muchas cosas y... pienso demasiado en ello. Demasiado en plan todos los días, no cuando estoy aburrido, no, al menos una vez al día recuerdo lo que pasó y sigo sin saber cómo he sobrevivido a ello.

—Y no tienes que averiguarlo ahora mismo. Ni yo tampoco. —Acuna por completo sus mejillas—. Tenemos que fluir, poco a poco, descubrir qué nos pasa... Yo ya estoy libre de futura novia.

—¿Entonces ella no sabe...?

—No se lo imagina, tranquilo.

Le deja una caricia y aparta las manos. De repente, le arden las mejillas y echa en falta esas caricias, que por suerte vuelven en su espalda. Si siguen tan cerca en los próximos cinco minutos, se le va a ir la cabeza.

—¿Y qué piensa hacer? ¿O tú?

—¿Yo? Fingir que todo va bien con Nerea para ver si ella consigue lo que quiere. —Ante su mirada confusa, sonríe—. Estoy seguro de que esto no te va a pillar por sorpresa, pero Nerea y Toni se enrollaron jugando a la botella, y al menos ella tiene un poco de interés en él. Tampoco mucho, o eso dice, pero se quiere quitar la espinita saber qué podría pasar. Así que vamos a tantear el terreno juntos. Un poco lo que estoy haciendo ahora, si me paro a pensarlo.

—Martin, perdón...

—No te preocupes. Si en el fondo entiendo que ninguno quisiera decirme nada. Es un poco raro liarse con alguien a quien se supone que odias, y que encima está en fase de tonteo con un amigo. No estoy enfadado con Toni, me gustaría ayudarle.

—Muy bueno estás siendo...

—Puede ser... —le admite—, pero me siento generoso. Y mira, todavía lo nuestro está en el aire, tenemos mucho que gestionar y que descubrir, porque me pierdo con los términos y conmigo mismo. —Sonríe con tristeza—. No tengo prisa contigo.

—Siempre dices que no tienes nada claro, y aun así cada vez que te escucho noto que estás bastante centrado, y que sabes demasiado. Yo no me entiendo nunca.

—Y para eso estamos. —Le guiña un ojo—. Para no volvernos locos. Siempre será mejor estar juntos en esto que vivirlo separados.

—Pero es que yo no sé si quiero...

—Si acabas decidiendo que Chiara te encanta y no podrías vivir sin ella, pues genial, pero eso nunca va a borrar lo que pasó y lo que sé que sentiste. Lo que sentimos.

Que hable en plural lo marea un poco más.

—Martin... —Ni siquiera sabe por dónde va a empezar a hablar, solo quería decir su nombre, sentir que de alguna forma están en el mismo punto. No lo están. Puede decir las veces que quiera que está confuso, que no sabe lo que quiere, pero el que ha montado todo esto, el que lo tiene acorralado contra la cama (que él no se va a quejar, ojo)... es él—, ese beso con Chiara podía haberlo sido todo.

—¿Y no lo fue? —Ladea la cabeza, por una vez algo desarmado y curioso por lo que va a decir.

Juanjo pone una mueca, casi de dolor.

—El problema es que ya te había besado a ti y... —se le corta la voz— digamos que ya me has arruinado todos los besos del mundo, porque ninguno va a ser como ese.

Martin entreabre la boca y suelta un suspiro, y está a punto de acercarse de forma peligrosa para todos los tipos de salud, pero la puerta de la entrada se abre, y si hay algo que hace esa puerta, es anunciar la llegada de la gente por todo lo alto, con todo el ruido posible.

—¡Ya estamos en casa...! —Por si no había suficiente lo de la puerta.

Juanjo aprieta los labios y, ante la pregunta de Martin implícita en su mirada, niega despacio.

—Todavía quedan autobuses al centro. —Carraspea, y consigue que le entre oxígeno cuando Martin se aleja y se incorpora. Esto le dura poco, claro, porque tenerle así, de pie, mientras él sigue sentado, no le hace ningún bien a su cerebro—. Deberías...

—Sí, tendría que marcharme. No he avisado a mi padre, así que... tendrá cena para mí.

—Claro, sí. —Solo se levanta de la cama cuando Martin se dirige a una silla en la que por lo visto había dejado su chaqueta y su mochila. Ni se había enterado. Otras cosas en las que pensar—. Te... acompaño a la puerta.

—Por supuesto. —Le dedica una sonrisa llena de sorna—. De paso saludo a tus padres, ¿no?

Asiente, intentando mantener la calma. No lo consigue, al menos por dentro, pero cree que da el pego desde fuera. Si Martin se ha dado cuenta de que está a un punto del infarto, no dice nada. Todo un caballero, sí señor.

Abre la puerta de su habitación con algo de miedo, pero es consciente de que hace el ridículo. Nada va a cambiar, nada va a ser distinto. Sus padres no están casi nunca en casa, pero no debería resultar raro que aparezca con su mejor amigo después de haber pasado la tarde juntos. Nada va a ser distinto porque desde fuera todo es como siempre.

Ese pensamiento se le enquista en el corazón, pero traga saliva y le hace un gesto para que lo siga. Repite en su mente lo que tiene pensado decir hasta que se lo cree. Se aclara la garganta para que no le salga un gallo y se asoma a la cocina. Por un momento, ver a sus padres ayudarse con la compra que habrán hecho de camino a casa, en completo silencio, pero sincronizados, como hormigas organizadas durante años para optimizar lo máximo posible el tiempo, lo deja paralizado.

—Hola... ¿Qué tal ha ido el trabajo? —pregunta, haciéndole un gesto a su amigo para que se asome.

Su madre levanta la cabeza, y su gesto apenas cambia al reconocer a Martin. Resopla, encogiéndose de hombros.

—No muy diferente a otros días. Problema, tras problema, tras problema, y mañana juzgado a primera hora. ¿Y tú qué tal, cariño?

—Bien, normal —musita. Echa un vistazo a su mejor amigo. Esa tarde ha sido de todo menos normal, pero no ha hablado de estas cosas con sus padres en la vida, no va a empezar ahora—. Voy a acompañar a Martin al autobús, ¿vale?

—¿No te quieres quedar a cenar, cielo? —pregunta la mujer de nuevo, esta vez centrándose en el chico que está en un segundo plano—. Hemos cogido de sobra. —Levanta la bolsa con la comida precocinada que han pillado de camino.

—Mejor no, que me arriesgo a quedarme sin autobús. —Les sonríe con algo de culpa—. Pero muchas gracias, seguro que está buenísimo.

No quiere pensar en el padre haciéndoles cena casera, incluida una segunda cena para que la madre se lleve al turno de noche. No quiere, porque las diferencias son ridículas.

Huyen de ahí antes de que la conversación se alargue. Juanjo toma la excusa que les ha puesto para coger las llaves y bajar con él. Martin lo observa con una sonrisilla al quedarse en silencio en el ascensor.

» Sé llegar a la parada a la perfección, lo sabes, ¿no? He hecho este recorrido más que de mi casa al instituto a estas alturas.

—Perdona. No quería dejarlo así.

—Tampoco es que en plena calle podamos retomar por dónde íbamos.

Juanjo pone una mueca. Cada palabra que ha pronunciado pasa por delante de sus ojos como en su último día de vida. ¿Se arrepiente?

—¿Podemos...? —Se arrepiente.

—¿Sí? —Alza las cejas.

—¿Podemos intentar... estar como siempre? No digo para siempre, pero sí durante un tiempo. Necesito pensar muchas cosas.

Martin se encoge de hombros. Ojalá pudiera leerle la mente.

—He esperado un año. Seguir como siempre no me parece ningún castigo.

Se observan con la curiosidad latente y apenas atreverse a respirar. Cuando se despiden, es con pocas palabras y aún menos contacto físico. Ya han tenido bastante de eso.

Esa noche, el ordenador de Juanjo vuelve a encenderse, con preguntas sin respuestas concretas más allá de vídeos en los que supuestamente podría verse reflejado. Lee tanto sobre Freddie Mercury, con su música descargada de fondo a riesgo de quemarla, que los ojos empiezan a llorarle.

Ya no sabe si es la pantalla o sus propios sentimientos.

Lo que sí sabe es que esa noche sueña con más besos, esta vez en el cuello, a riesgo de no ser capaz de olvidar jamás.

Chapter 10: Me temo que no te vas a librar, pringado

Chapter Text

Cambia por quinta vez el peso de todo su cuerpo de una pierna a otra. Mientras Rafa los presenta y ellos se mantienen a un lado de la pizarra, tan tiesos como una escoba, su corazón bombea con fuerza, a riesgo de salir corriendo y dejarle ahí, sin órgano principal.

Nunca se ha considerado una persona a la que le cueste hablar en público, pero es momento de admitir que llevar el peso de la clase porque su profesor cree que deben aprender a dar toda la información con la soltura que tiene él, con años de experiencia, lo tiene un poco acojonado.

A su lado, Chiara revisa el papel en el que se ha apuntado todo lo que le toca decir de forma obsesiva a la vez que disimulada. Es la primera en hablar, así que el comienzo de la presentación es todo suyo. ¿Lo malo? Que va a tener que fingir que está pendiente de su compañera mientras se le escapa el corazón por la garganta.

—Ahora sí, espero que estéis listos, porque esta mañana vuestros profesores van a ser vuestros compañeros. Portaos bien, aunque sea por ellos. Y no dudéis en hacer preguntas. —Se gira hacia la pareja, que lo observa con pánico mal disimulado y suelta una carcajada—. No os preocupéis, chicos, si es de algo que no está en el temario me encargo yo. Quitad esas caras de susto.

Se esfuerza por recomponerse, y aprovecha el momento de calma que les deja el profesor, que va a sentarse en primera fila junto a Nerea, para respirar hondo. Chiara es la encargada del pendrive, así que se queda mirando a la clase. La mayoría aprovechan el silencio antes de comenzar para hablar entre ellos. Sí que tiene dos pares de ojos encima, con intenciones diferentes: Violeta, en quien no había pensado desde que ganaron ser delegados de la clase, lo observa como una asesina en serie que no ha logrado cumplir su misión.

Al otro lado del pasillo, Juanjo le dedica una sonrisa al darse cuenta de que lo mira, y levanta el pulgar. Se muerde la sonrisa, con sus palabras todavía resonando en su cabeza. “Ya me has arruinado todos los besos del mundo, porque ninguno va a ser como ese”.

Tras él, también conscientes de que está pendiente de ellos, sus amigos empiezan a vitorearlo en silencio, volviéndose locos hasta que Rafa los mira mal y se detienen. Chiara carraspea, dejando claro que ya lo tiene todo listo, y el profesor llama la atención de todos para que se centren en la explicación. Esto no ayuda mucho a mejorar sus nervios, pero se cambia de sitio con su amiga para ayudarla a pasar las diapositivas.

Hace lo imposible por prestarle toda la atención que puede, siempre teniendo en cuenta el ataque interno en el que se encuentra. Chiara no es mala explicando, eso siempre lo ha sabido, pero su mezcla de idiomas puede jugarle malas pasadas, como confundirse de palabra o intentar mezclar inglés y español. Pero no se traba, y se sobrepone de cada intento de su cerebro de sabotearla. Es lista, y se queda mucho más tranquilo cuando le guiña el ojo y le da paso a la segunda mitad de la exposición.

Se hace el silencio absoluto conforme se sitúa en el centro de la clase. Miente, no puede ser un completo silencio mientras su corazón rebota contra cada pared de su interior y está seguro de que la primera fila (como mínimo) debe escucharlo todo.

Levanta la cabeza, con la mente en blanco y la ansiedad cubriendo sus cuerdas vocales, y entonces lo ve. Juanjo sigue estirado para verlo bien, a pesar de la penúltima fila en la que se encuentra. Sonríe de nuevo, con un asentimiento ligero que a él le parece suficiente para tomar aire y comenzar.

No sabe si fluye igual de bien que su compañera, pero al menos cuenta con toda la soltura que puede aportar a la hora de dar los datos y, finalmente, tomarse su tiempo para analizar, como si fuera por primera vez, los poemas que han escogido.

Alterna su mirada entre la pizarra, su profesor en primera fila, y su mejor amigo en penúltima, que apenas aparta los ojos de él y que parece acompañar sus palabras con un gesto de cabeza, como si supiera todo sobre el tema.

Este cúmulo de circunstancias es lo que le permite acabar su exposición con la tranquilidad fingida más perfecta posible.

Permite que los aplausos comiencen mientras una sonrisa le cruza el rostro. Suspira, mirando por primera vez a su compañera. Chiara parece contenta, satisfecha de lo conseguido juntos.

—Muy bien, chicos, yo lo he visto genial. Muy completo, muy interesantes las curiosidades sobre su vida y me ha encantado el concepto de que nos hayáis enseñado algo de su obra. Yo tenía pensado ocupar otro día en eso, así que me parece perfecto que adelantemos trabajo. —Ya de pie, echa un vistazo a la clase—. ¿Tenéis alguna pregunta? Quedan cinco minutos y no voy a dejaros salir antes al recreo, así que sin miedo.

Hay dos preguntas. La primera pueden contestarla sin problemas, porque es sobre algo que no ha quedado claro de lo antes explicado, pero en cuanto pasan a la otra, ambos miran a su profesor con terror. El hombre suelta una carcajada y los manda a sentarse.

Coge aire al acomodarse de nuevo en su sitio, donde recibe varios pescozones de sus amigos de atrás. El profesor explica con facilidad la pregunta sobre esos detalles que no deberían saber, pero que siempre está bien conocer para sumar puntos en un examen.

Todos celebran el sonido de la alarma, y recogen con rapidez, incluido su pequeño grupo. Salen tras una despedida del profesor, que no tiene prisa para recoger lo suyo. Eso sí, Chiara se queda atrás para recoger su pendrive.

—¡Nenes! —Se giran antes de llegar a las escaleras del edificio—. Joder, lo que cuesta alcanzaros, ¿os pagan por salir de clase?

—Al grano, reina. —Toni chasquea la lengua, tensando a la rubia por completo. Se gira hacia Martin, que le dedica una sonrisa culpable.

—Tú y yo —enreda su brazo con el de Martin— tenemos una reunión de delegados, y como recordarás, tú me metiste en esto de ser delegada, así que me temo que no te vas a librar, pringado. Vámonos… Adiós, chicos, disfrutad el bocata.

No se detienen a escuchar ninguna queja, ni a analizar la mirada que les echa Toni. Avanzan hasta el siguiente pasillo, el que da al salón de actos donde se hacen las reuniones.

—¿Este es un intento de que te haga caso? Porque no sé si te ha salido muy bien. —Mira atrás, llevándose un golpe en el brazo—. Oye, que estamos juntos en esto.

—Ya, y la clave de todo esto es fingir indiferencia completa. No puedo dedicarle más de unos segundos a Toni, ni fijarme a ver si me está mirando mientras me alejo. Tengo una reputación que mantener, ¿sabes?

—No sé, ahora que todos sabemos que os liasteis, esa reputación de chica dura a la que le da igual todo es un poco complicada de mantener. —Vuelve a llevarse un golpe. Vale, este ha sido más merecido.

—Pero todos piensan que no lo aguanto, que fue solo por el juego. Que lo fue, otra cosa es que yo necesite saber si hay posibilidades.

—Tienes más posibilidades que Lucía…

—¿Y qué problema tiene mi amiga?

—¡Nada! —Alza los brazos—. Ella es genial, pero no encajan.

Nerea baja los hombros, más tranquila.

—Sí, en eso tienes razón. No sé cómo decidisteis hacer lo que sea que estuvierais haciendo, pero… malísimas elecciones.

—¿Crees que todas lo son?

—Chiara estaba contenta —empieza, y parece dudar si darle más información, pero menea la cabeza—, pero lleva unos días un poco rara. Si le preguntas por Juanjo, te cambia de tema, pero luego se la ve feliz con él… No sé. Si don metro ochenta le acaba haciendo daño, le cortaré las pelotas, pero de momento no los veo mal.

Martin traga saliva. Todo lo que él sabe se le acumula en la garganta. Sabe que no puede decir nada, no cuando Juanjo está casi más raro que Chiara y conoce muy bien los motivos. De momento es mejor que todo se desarrolle como hasta el momento, con calma, con tiempo de que descubran lo que quieren.

Eso sí, antes que nada, es su amigo, y le sale automático defenderle:

—No sé cómo se va a desarrollar esto entre ellos, pero Juanjo jamás le haría daño. Antes de gustarle, es su amiga, es lo más importante para él.

—Ya —dice con boca cerrada—, si lo conozco. Es buen tío. Y la adora.

—¿Entonces?

—No sé, tío, quizá es por ella, que la noto más confusa que antes.

—A ver si al final acaba siendo ella la que le hace daño a él.

—Lo dudo mucho. —Entrecierra los ojos y le da un golpe en el costado. Martin suelta un gemido de dolor—. Tampoco ha sido para tanto, quejica.

—La cuestión… —recupera el aliento— es que es normal a nuestra edad… ya sabes, no tener las cosas claras. Tú misma estás montando un circo conmigo para ver cómo reacciona Toni.

—Bueno, tampoco hay que nombrar a ese tío más de lo necesario. —Mueve la mano delante de su cara—. Yo hago esto porque quiero.

—Pero no tienes nada claro. —No duda al decirlo—. Igual que yo, que hay mucho que tengo que pensar, aunque debería ser sencillo.

—Debería serlo, sí. —Su sonrisa es cínica, cansada—. Al final, todo es demasiado confuso para todos. Aunque en tu caso…

Martin tiene que recordarse que Nerea piensa que está pillado por su compañera de trabajo. Resopla y se encoge de hombros.

—En mi caso estoy resignado a lo que tenga que pasar. —Y por una vez no le toca mentir—. Juanjo es muy importante para mí.

—Lo sé, le tienes el mismo cariño que yo a Kiki. —Suspira, dedicándole de nuevo esa sonrisa de penilla—. Es muy bonito, se ve poco.

—¿El qué? —Su pregunta coincide con el jefe de estudios abriendo la puerta del salón de actos.

Nerea espera a entrar de las últimas, siguiendo al resto de delegados del instituto. Enreda su brazo con el de Martin y responde justo antes de sentarse.

—Pues una amistad así entre chicos. Estoy demasiado acostumbrada a los neandertales estos que no pueden interactuar sin decir alguna barbaridad para “no ser homo”. —Adopta una voz grave que le hace sonreír—. Es bonito también que os llevéis siendo de los tranquilos, de los que no están en movidas siempre. Me dais un poco de esperanza en el género masculino. —Hace una pausa, aprovechando para lamerse los labios—. Pero tú esto no lo digas muy en alto.

—No, ¿cómo se me ocurriría arrebatarle a Nerea Gallego su lugar en Odia-hombrelandia, cuando es la reina por excelencia? —Le dedica una sonrisa divertida—. ¿Crees que podríamos llegar a sorprenderte?

—¿Los hombres? Pf, más allá de las excepciones que voy conociendo, me cuesta pensarlo. Me cuesta hasta dentro de tu grupo.

—Toni tiene lo suyo —admite—, pero te va a sorprender, especialmente si sigue madurando. ¿Quién sabe? Lo mismo en unos años estoy invitado a vuestra boda, y por ambos lados.

—Tampoco te pases. —Se estremece—. Que me pueda llegar a liar con él no significa nada más.

Martin se encoge de hombros. Lo que tenga que pasar, acabará pasando. Lo aprendió por las malas. No tiene sentido molestarla en exceso con el tema.

—Los de segundo, por favor, estad atentos. —Los de la fila de delante se giran hacia ellos, mirándolos con curiosidad. La mayoría deben ser habituales como delegados, así que la aparición de alguien nuevo debe ser toda una sorpresa. Se relaja al notar las sonrisas, que le dejan claro que no eran los únicos con una cruzada personal contra Violeta.

En realidad, esa primera reunión es meramente informativa, y de dar la bienvenida a los representantes de cada clase, así que no tienen oportunidad de descubrir cómo funciona de verdad el mundillo de delegados. Eso sí, han tardado tanto que cuando acaban apenas tienen tiempo de tomarse algo de almorzar antes de tener que subir a clase.

Al doblar la esquina por la que llegan a su clase, descubren a Chiara y Juanjo apoyados en la pared frente a esta, hablando, con una cercanía que no suele manifestarse entre ellos. Quizá se detiene demasiado de golpe, pero Nerea se vuelve hacia él.

—¿Qué…? —Sigue su mirada hacia la pareja. O futura pareja. O lo que sean—. Ah, bueno. Estos tienen pensado no volver a separarse en la vida. Y ahora que se ha acabado lo de su exposición…, ya tienen más excusa para pasarse el día en el piso del otro. —Hace una pausa, y lo mira con arrepentimiento. Llega tarde—. ¿Tú vas a estar bien?

—Mejor que nunca. —Fuerza la sonrisa, porque no necesita que le toquen mucho los cojones con el tema. Ni siquiera saben por quién podría afectarles. Ni lo sabrán, claro—. Lo bueno de romper el hielo es que ahora solo me tengo que dedicar a tomar apuntes de lo vuestro y a estar tranquilo.

No le permite una contestación, se acerca a sus amigos a paso veloz. Ni siquiera sabe qué está haciendo, qué pretende hacer cuando los tenga delante, pero le devuelve el saludo a Chiara en cuanto esta lo ve y le sonríe.

—¿Qué tal esa primera reunión? —Ladea la cabeza.

—Mejorable, pero al menos nos hemos entretenido. —Vuelve la cabeza hacia la rubia, que los observa, con ojos entrecerrados, desde la pared contraria, donde Lucía y Carla hablan de algo a lo que no le está prestando atención.

—Parece que va bien la cosa con Nerea, ¿eh?  —Asiente, algo distraído.

—Sí, siempre me dice un montón de cosas buenas. —Se vuelve hacia Juanjo, que ha adoptado el tono: voy a meterme contigo todo lo posible—. Está pilladísimo, oye.

—¿En serio? —Chiara parece iluminarse por completo—. Jo, qué bien, porque estos días la veo rara, no me gustaría…

Deja de escuchar. Se ven raras la una a la otra. Martin sabe a la perfección que Nerea está rara porque siente algo indefinido por Toni. Si tuviera que ver con Martin, no estaría tan así, sobre todo porque ya ha descubierto que los considera a él y a Juanjo de lo más aceptable en cuanto a hombres.

Si el motivo por el que Nerea está rara es otro chico, ¿por qué estaría Chiara así si todo aparece fluir con Juanjo? ¿Hay alguien más? ¿Algo que no sepa?

De repente le encantaría descubrir qué tiene la inglesa en la cabeza.

—¿Hola?

—¿Qué? —Vuelve a la realidad, una en la que Juanjo y Chiara lo observan como si tuviera bichos en la cara.

—Nada, déjalo, ha desconectado. —Su mejor amigo apoya la mano en su hombro. y ahí se queda el tío, sin moverla un centímetro, haciendo que sea consciente del peso que ejerce, del calor que emana y de cómo su estómago ruge con fiereza.

—¿No has comido? —pregunta Kiki con mirada comprensiva.

—No mucho, ya sabes, la reunión… —Cierra los ojos. Claro que es por eso. No todo lo que sucede en su estómago debe estar relacionado con lo que sea que le pase con su mejor amigo. Joder, Martin que pareces nuevo.

—Claro, tiene sentido… —Pone una mueca. Da un saltito al recordar algo que no duda en compartir con ellos—. Luego nos íbamos a comer por ahí, no cogemos el autobús. ¿Te vienes? Prometo que será muy sustancioso.

Aprieta los labios, con la vista dirigida hacia Juanjo. No quiere ser él quien le arruine una posibilidad de cita. Sobre todo, después de tener LA conversación el otro día. Hay algo, aunque ninguno es capaz de ponerle nombre, pero sí que le puede poner nombre a lo de Chiara.

—No sé, no quiero interrumpir.

—Nunca —asegura, con una seriedad que lo fascina—. Me encanta quedar con los dos, nunca me vais a sobrar.

—Vale, pues… —clava su mirada en Juanjo. Siempre se ha considerado muy buen lector de personas, pero en esos momentos le cuesta una barbaridad. Lo que sea que esté pensando, se le escapa— si estamos todos de acuerdo.

—Claro, Martin, comer todos juntos será genial. —Le tiembla el labio, pero no se atreve a hacérselo saber.

—Yo pensaba que íbamos los tres solos… —Pestañea.

—Sí, Nerea y Lucía no pueden hoy… y creo que Carla tampoco, tenía algo de su familia. No sé, pero nosotros está bien. —Los mira de forma alternativa.

Martin coge aire y asiente. Si alguien pensaba hasta ahora que está pillado de Chiara, ahora va a resultar incluso más realista.

Entran a clase sin decir nada más, con un aura sombría que se correspondería más con algo que ha salido fatal que con una buena noticia.

Pasa las clases que le quedan sin apenas hablar. Siente la presencia de Juanjo a su lado todo el tiempo, incluso cuando no lo mira porque está demasiado preocupado por tomar apuntes. Hay algo en él, a pesar de que no hablen ni para bien ni para mal, que ejerce una onda gravitacional de la que cuesta escapar. Da igual lo que haga, ahí está para sobrecoger su aliento y llevarlo hasta los límites de la cordura.

“Ya me has arruinado todos los besos del mundo, porque ninguno va a ser como ese”. Traga saliva. va a ser difícil, aun con el espacio que le prometió.

Agradece en silencio el sonido del último timbre, y recoge a la misma velocidad que el resto, con ganas de acabar el día y volver a casa. Solo que él todavía no vuelve, antes tiene que enfrentarse a una de sus peores pesadillas sin tiempo de preparación mental.

Juanjo toca su brazo mientras está terminando de meterlo todo en la mochila.

—Déjame pasar, anda, que quiero ir al baño antes de irnos.

Asiente con un gesto rápido y encoge el hueco entre su cuerpo y la mesa para que Juanjo pueda pasar. Cuando recupera los centímetros y agarra su estuche, Samu chasquea la lengua para llamar su atención.

—¿Os vais por ahí sin avisar? Anda que vaya tela, nene.

—Quiere que le haga de señorito de compañía con Chiara. No os hemos dicho nada porque las chicas no pueden quedarse a comer.

—Pues que te sea leve. —Es Toni el que habla, arrugando la nariz—. Esos dos tienen pinta que como se cojan, no se sueltan, así que como te pille en medio…

Respira hondo, aunque lo disimula como puede. Su rostro apenas cambia, está seguro de que ha aprendido a enmascarar emociones cuando se trata de Juanjo. Eso no significa que cada palabra de Toni no sea una puñalada.

—No será para tanto. Además, siempre se lo han tomado todo con calma. —Echa un vistazo a Chiara, enfrascada en una conversación con Carla. No, prisa no tiene.

—Pues ya sabes. —Se vuelve hacia ellos, arrugando la frente—. Juanjo no nos cuenta nada. Haz informe de situación cuando acabe la comida. Que ya sabemos cómo vamos los demás, pero con él, chico, no hay manera.

—No sé, creo que es mejor dejarle a su aire. Si sabe que nos metemos en sus movidas…

—Ya, si lo conozco demasiado a estas alturas, este niño… —Resopla—. Pues ya nos contarás…, lo que puedas, en su caso.

Asiente, pero ya está distraído y con un pensamiento que no se le va de la cabeza. Ignorando la presencia de Chiara, sale de clase colocándose la mochila de mala manera.

Se cruza con toda la gente que va saliendo de clase, pero se mueve a contracorriente para llegar hasta los baños de esa planta. Paso a paso, trata de recopilar toda la valentía posible para enfrentarse a él.

Aun así, cuando se lo encuentra de frente, saliendo del baño, sus palabras funcionan más rápido que su valentía. Eso sí, van de la mano:

—¿Lo de hoy es un sueño hecho realidad?

—¿Cómo? —Pestañea, todavía recuperándose de la aparición repentina de su mejor amigo.

—Ya sabes, por lo de salir con los dos a la vez a comer. Una cita doble, solo que tú estás interesado en los d…

Juanjo tira de él hacia el interior del baño. Martin tarda unos segundos en darse cuenta de que están solos, los que usa su mejor amigo en ponerse su mejor mirada de susto.

—¿Te puedes callar? —Suena a grito, pero en realidad es susurrado. Con reflejos de lo cagado que está, eso sí—. ¿Cómo vas a hablar tan alto para decir eso, idiota? Ni que estuviéramos solos en el puto pasillo.

—Joder, solo era una broma.

—Una broma poco graciosa ahora mismo, aquí donde estamos. —Se muerde el interior de la mejilla y suelta su brazo al darse cuenta de que seguía agarrándoselo—. Perdona.

—Ya, no te preocupes. —Se acaricia el brazo, aunque es más un gesto automático que dolor real que le haya podido hacer—. Solo estaba haciendo un poco el tonto, joder, tampoco hace falta tomárselo todo tan en serio.

Juanjo resopla y se pasa las manos por la cara. No lo mira en un tiempo que se le antoja eterno, pero cuando lo hace es para dejar clara la seriedad que él le da al asunto:

—No sabemos de qué palo va nadie respecto a… —hace una pausa y Martin casi puede ver cómo se mueven los engranajes de su cerebro— ciertos temas. Es algo que no se habla, por desgracia, así que podríamos estar rodeados de gente bastante cabrona. Y como no lo sabemos, y ni siquiera sabemos nada sobre nosotros mismos, sería más inteligente que te guardaras las bromas para otro momento.

—Lo pillo. —Inclina su cuerpo hacia él. Es automático que Juanjo se aleje, y esperable, así que no le decepciona—. ¿Vas a estar bien entonces?

—¿Por estar con dos de mis personas favoritas a la vez? —Vale, ese ha sido un golpe bajo con la única intención de desestabilizar hasta su aliento—. Voy a estar estupendamente.

—Ah, genial. —Es lo único que logra balbucear.

Juanjo suelta una carcajada, mezclada con ese brillo de ojos que solo indica que se está quedando con él.

—Ahora no tienes tantas ganas de hablar, ¿eh?

Martin se lame los labios.

—No sé si tú y yo queremos hablar de lo mismo, señor “ya me has arruinado todos los besos del mundo”, pero no te preocupes que te espero. —Le guiña un ojo y sale del baño, consciente de que ahora sus ojos están clavados en él, justo como quería.

Si tiene que decidir quién le gusta más de los dos, aunque no sea una competición, él no se va a quedar fuera sin pelearlo.

Se tropieza con Chiara a la salida del baño. La inglesa va dispuesta a preguntar con una sonrisa, que muda a una o de asombro cuando Juanjo sale tras él, con segundos de diferencia y piel enrojecida por cómo han acabado la conversación.

—¿Qué hacíais? —Su pregunta, aparentemente inofensiva, con esa vocecita inocente y ojos curiosos, no le engañan. Chiara nunca se ha caracterizado por ser tonta, a pesar de esa ternura continua que la envuelve.

—Yo había ido al baño —responde con demasiada rapidez—. Supongo que Martin lo mismo.

—Ah. —Les echa un vistazo. Solo espera que no parezca nada raro. Porque tampoco lo estaban haciendo—. ¿Y no os habéis cruzado?

—No —responden a la vez, observándose tras la intromisión en la conversación del otro—. Ni me he fijado, vamos.

—Claro. —Asiente, con un convencimiento que le cuesta creerse—. ¿Nos vamos o qué? Tengo un hambre de muerte. Martin, ¿tú te venías?

—Si no te parece mal…

—¿Cómo me va a parecer mal? —Suelta un jadeo de indignación—. I’m so excited, let’s go!

Tira de ellos para situarlos uno junto al otro y comienza a moverlos en dirección a la salida. Ellos se mantienen en silencio, dejando que la joven parlanchina lleve la conversación a sus espaldas.

En la entrada del instituto se despiden de las chicas, que charlan a la espera de algún autobús o de sus padres. Si los miran raro por irse los tres juntos, ninguno se da cuenta, o prefieren no hacerlo.

Martin en general es más feliz manteniendo para sí mismo el extraño triángulo amoroso que sabe que tiene Juanjo en la cabeza.

Chiara los conduce hasta un pequeño restaurante italiano con buenos precios, de los que habla como si cobrara por promocionarlos, y los sienta el uno al lado del otro, para quedarse ella con la silla y ellos en el sofá. Por algún motivo, la inglesa ha decidido no permitir que haya ni un segundo de silencio entre los tres. Martin debería agradecerlo, pero los ojos se le van a Juanjo.

Los hombros de su mejor amigo se mantienen en tensión constante hasta que una broma le hace demasiada gracia y se destensa y se permite mirarlo. La broma no es suya, pero aun así se lo toma como una pequeña victoria.

—Ahora que ya somos libres de la campaña electoral y de la expo… —Suspira Chiara, tras hacer desaparecer en su boca un buen puñado de fideos—, ¿cuál es el plan?

—¿Plan de qué? —pica sin problema Juanjo.

—Para seguir viéndonos todos. I mean, tú eres mi vecino, pero yo quiero veros a todos. Me ha gustado formar grupito los ocho. No hacemos mal equipo.

La mirada de Juanjo va sin avisar a Martin. No le viene bien para su salud mental, ni para su corazón ya de fácil alboroto, pero se permite sostenérsela.

—No creo que sea muy difícil. La mayoría, para hacer trabajos les cuesta, pero si les montas una fiesta o una comida de todos, se apuntan a lo que sea.

—Espero que sí, porque me encanta el grupito —repite, y esta vez sus ojos van a Martin—. No te conocía apenas y ahora como desaparezcas de mi vida te mato.

—Veo que estás muy tranquila. —Menea la cabeza de lado—. No creo que me vaya, y a las malas, me paso la vida en casa de Juanjo, no tengo pérdida.

Chiara asiente, con el labio mordido. Parece costarle apartar la mirada de los dos. Cuando lo hace, suspira y se mete más comida en la boca.

La siguiente vez que hablan es para comentar las exposiciones, que Juanjo tiene que terminar con Carla muy pronto, y van moviéndose de tema hasta que cualquier incomodidad que pudieran sentir los chicos (porque Chiara lleva toda la tarde en su salsa) desaparece.

Cuando se despiden, porque al día siguiente hay clase y no pueden pasarse el día allí con trabajos y deberes que hacer, Martin se espera a que el autobús desaparece por la calle para marcharse. Por su mente, mientras vuelve a casa, se repite cada interacción que han tenido, la actitud de Chiara y lo tranquilo que estaba Juanjo, por una vez, con los dos.

No llega a ninguna conclusión clara, pero cuando entra en su habitación y tiene notificaciones, porque Chiara les ha enviado las fotos que se han hecho en el restaurante. Traga saliva y las observa. Juanjo le ha hecho muy buenas fotos a ella, notándose una vez más el cariño que le tiene y que se refleja en las fotos.

Según va pasando, hay algunas que se han hecho los tres. No tienen muy buena calidad, porque no sabían enfocar con la cámara nueva sin ayuda de nadie más.

Y después, llegan las dos últimas. En la primera, están ellos sentados en el sofá del restaurante, el uno junto al otro, posando. Si se fija, si se pone a medirlo, hay apenas milímetros entre sus brazos, y una mano de Juanjo está peligrosamente cerca de la suya.

Pega un respingo al clicar y pasar a la última fotografía de la tarde. No se han dado cuenta de cuándo la ha sacado, quizá antes o quizá después, cuando ya se creían libres del flash de Chiara. Le cuesta hasta tragar saliva, porque ambos sonríen, ya acabada la sesión de fotos, observándose como si no hubiera una tercera persona con ellos.

Y la forma en que les brillan las pupilas hasta con la cámara enfocando de mala manera… Si Chiara no se ha dado cuenta todavía, no le quedará mucho.

Y eso da un poco más de miedo.

Chapter 11: ¿Tanto os preocupa un armario?

Chapter Text

A Chiara siempre le ha gustado jugar al despiste. Desde pequeña, cuando era la reina de jugar al escondite y nunca la pillaban, hasta salir de casa sin que su madre le monte el drama de su vida ya comenzada la adolescencia.

Ahora que es un poco más mayor, hay algunos temas en los que sigue siendo una genio. A veces se asusta a sí misma, porque se ha convertido en una experta del engaño hasta a su propio cerebro. Le va bien, al menos por el momento. Quizá no está preparada para todo lo que su corazón siente y su cerebro le esconde.

Pero lo más importante es que se ha labrado una reputación de no ser la más espabilada de la clase, cuanto menos. Sabe que hay alguna miradita de suficiencia cada vez que interviene en clase, como si el resto no la creyera capaz de hacer lo mínimo. Le viene bien para pasar desapercibida, con ojos siempre bien abiertos.

Es 2005, y todavía hay muchos estigmas con las enfermedades mentales. A ella, para empezar, ni siquiera le gusta llamarlas así. Y menos a la suya. TDAH, dijo la psicóloga después de muchas pruebas. Si las siglas suenan fatal, hablar de Trastorno por déficit de atención con hiperactividad suena peor.

Que era de las nerviosas de la clase nunca ha sorprendido a nadie, pero saber que tiene un nombre, que el motivo por el que es un desastre a veces tiene nombre, no sabe ni cómo la hace sentir. Por dentro, hasta agradece saber que todo está bien dentro de ella, que al menos existe algo que la haga real. Pero por fuera, cada vez que habla, o que le dicen que no se distraiga, ahí están las miraditas.

Y, como siempre, ya se está distrayendo, alejándose del punto que quería hacer. Volvemos a donde estábamos. Octubre es un mes que pasa a toda velocidad, envueltos en menciones constantes de Selectividad, algún primer examen tentativo, y la esperanza de Halloween. Juanjo y Carla hicieron su exposición a mitad del mes, quitándose el muerto de encima. Lucía y Samu lo tienen pendiente, y en cuanto a los demás…

Es curioso analizar al resto desde su punto de vista. Nerea es una de las personas más importantes de su vida, la conoce con el mismo detalle que las líneas de su mano, pero estos meses ha cambiado mucho. Ha pasado octubre pegada a Martin, de risas, de alguna caricia mal disimulada…, si es que pretendía disimularla. Pero luego insiste, e insiste, en hacer los trabajos con Toni, y está más pendiente de él de lo que parece.

Hay algo en ella, disimulando con Martin, pero con los ojos clavados en Toni, que no comprende. Si le gustara el rubio cada vez más oscuro, no habría problema. Hay gente con problemas amorosos más graves, para que Nerea se esté planteando cosas con alguien que, en su opinión, no es tan terrible como él mismo hace creer.

Y si con ella tiene dudas, con Martin está segura: no está pillado por su amiga. Es más, está muy lejos de estarlo. Eso lo sabe. No es idiota. Tendrá TDAH, pero todavía no es gilipollas. Pero de eso no va a decir nada hasta que ellos abran la boca.

Se gira hacia Juanjo, que no ha apartado la vista de Nerea y Martin desde que han llegado a la fiesta. Él supone un rompecabezas más complejo que su amiga, pero no quiere pensar en ello esa noche, porque le incumbe más de lo que parece y tampoco se atrevería a echar nada en cara.

Este año han pasado de currarse mucho los disfraces, así que un poco de sangre falsa, ropa destrozada y algo de maquillaje dan el resultado esperado.

—Estás muy pensativo. —Tiene que repetirlo tres veces para que Juanjo la escuche. Durante la última, apoya su mano en el hombro ajeno, y desliza hasta su pecho. Si al mayor le importa, no dice nada.

—Estoy algo cansado —admite, con una sonrisa culpable—. No es mi día.

Chiara repite en su cabeza los últimos días y no se le ocurre nada que le pueda tener con tan bajo ánimo el día que más ha disfrutado siempre. Juanjo es un chico de Halloween, algo le pasa.

—Uy, ¿tú así? —Esboza una sonrisilla inocente. Sí, engañar siempre se le ha dado bien, y hacerse un poco la tonta, para ajustarse a lo que ya se piensa de ella, más—. ¿Qué te ha picado ya? —Toquetea su pecho con un dedo afilado.

—Nada, no estoy muy de ánimos… —Aparta la vista (al fin) de Martin y Nerea, que están de risas con un cóctel que imita la sangre y aceituna haciendo de ojo—. No está siendo mi semana.

—Siempre es tu semana. —Sonríe. Los parciales que han tenido le han salido genial, lo sabe a pesar de estar en la otra punta de la clase—. ¿Qué te perturba?

Juanjo le devuelve la sonrisa, pero no le llega a los ojos. Ni contesta. Vale, su mejor amigo tiene mucho en la cabeza, y una fiesta con música petarda de fondo no es el momento para abrirse sobre todos sus conflictos internos.

» Pues cuando te apetezca hablar —se contesta a sí misma. Juanjo ni se inmuta—, yo estoy por aquí. Siempre. Lo sabes.

—Lo sé. —Esta segunda sonrisa es mucho más forzada. Otro detalle más que se sabe de memoria cuando se trata de él. Ojalá se supiera lo de dentro con la misma intensidad.

Pero ¿qué le va a echar en cara, si ella tampoco se entiende?

—¡Nena! —Su mejor amiga se le cuelga al cuello. Se gira hacia la rubia, que parece envuelta en papel higiénico, pero es la única que se lo ha currado, así que a nadie se le ocurre decirle nada—. Voy a pedir chupitos, ¿te vienes?

Su mirada vuela a Juanjo. A Carla ese dato no se le escapa. Chasquea la lengua.

» No te preocupes, me busco a alguien más.

—No, llévatela —interviene Juanjo—. Yo tengo que hablar con Martin.

Alza una ceja, pero su cuerpo se aleja, hacia los otros dos, sin mirarla. Carla le da un pellizco. Cuando se gira a ella, le hace un gestito.

—¿Celosa?

—¿De quién? ¿De Martin? —Se arrepiente al instante de decir eso. ¿Por qué ha dicho eso?

—Bueno, acapara bastante. Es su mejor amigo, claro, como yo. —Le guiña un ojo.

La inglesa se ríe y la agarra del brazo para dirigirse a la barra. Es más fácil de sobrellevar la realidad de sus palabras si lleva otra copa encima.

No puede evitarlo, tras el segundo chupito y que se una Lucía a ellas, su vista va a Juanjo. Descubre que Nerea no está, pero no logra localizarla en el resto de la discoteca. Es grande, sí, pero han quedado en mantenerse cerca. Por ejemplo, al otro lado de la barra Samu y Toni están haciendo una competición de chupitos por su cuenta, y saben que en algún momento se juntarán con ellas.

A Juanjo y Martin también los tiene localizados. Apenas bailan, aunque a Martin le sale natural el movimiento de su cuerpo al ritmo de la música. No, no bailan porque están hablando, y la mirada de Juanjo siempre lleva consigo esa seriedad casi grave, pero incapaz de separarse demasiado de la de su mejor amigo.

A veces le gustaría ser la mosca en el vaso para ver qué los tiene así.

—¿Qué estarás viviendo por dentro, amigo…?

—¿Qué dices? —Carla se inclina hacia Chiara, pensando que está hablando con ella.

—Nada, nada… —Carraspea.

—Estás más rara, chica… Cuando quieras hablar, ya sabes…

—¿Y tú? —La rubia pestañea, con confusión—. Ya sabes, con Samu…

Chiara habría pensado que su mejor amiga, por inercia, pondría los ojos en blanco y le quitaría importancia. La conoce lo suficiente, y aun así le sorprende cuando aparta la mirada y, a pesar de las luces azuladas y la oscuridad general, pondría la mano en el fuego por el sonrojo que le ha parecido vislumbrar.

—Yo qué sé, tía. —Y suena tan sincera que Kiki asiente y la deja expresarse, si es que quiere—. De momento es mi amigo y ahí se podría quedar, pero quién sabe… No es mala gente.

Vale, si Carla le está diciendo todo eso, es porque algo hay ya. Aunque sea interno suyo.

—Parece buen chico, muy dulce. —Se esfuerza por interesarse.

—Ya… —Echa un vistazo fugaz a la barra. Nerea ya está allí, entre Toni y Samu, con una sonrisa de oreja a oreja que pocas veces le ve. Y no es que esté amargada, pero con tanta facilidad no le salen—. Pues ya veremos, de momento no te puedo decir más de lo que ya sabes. Samu tiene potencial, nueva palabra que he aprendido, pero… no me gusta que se emocione rápido —pone una mueca—, sé que está pillado. Ya veremos, no me cierro. —Se cruza de brazos.

—Poco a poco —susurra. No sabe si Carla llega a escucharla, pero asiente.

Desvía su mirada de Nerea a los chicos. Martin antes estaba tan tranquilo hablando con ella, pero la nueva delegada parece no tener problema en prestárselo al mejor amigo.

Concluye, tras unos minutos de observación silenciosa, que son un grupo extraño, y que es posible que ninguno esté diciendo la verdad sobre lo que siente.

Pasa el rato con su mejor amiga, sin probar nada más que la primera tanda de chupitos, hasta que uno de los organizadores de esa fiesta, repetidor (o quizá ya graduado, pero que ha pasado demasiados años en el instituto) pega un grito que alerta a todo el mundo.

—A quien le apetezca botella, ¡jugamos en cinco minutos y tenemos para dos grupos!

Mientras la gente a su alrededor, principalmente hombres, por supuesto, gritan de emoción, y se acercan acompañados de su novia o su amiga de confianza, Chiara pone los ojos en blanco. Al final del día, son todos unos niñatos, y ella no aguanta ese rollo.

A su lado, Carla se revuelve. Por un momento, le parece incómoda en su propia piel. Al recordar lo que pasó en la última fiesta en la que jugaron, se siente egoísta por alegrarse de que su amiga no vaya a querer jugar.

—Creo que voy a pasar —responde con falso desinterés cuando esta le pregunta, mirándose las uñas que se acaba de hacer y que le quedan como un guante, a pesar de ser tan largas.

—Claro, yo también paso. Nunca me ha gustado ese rollo.

—¿Y si Juanjo juega? —Lo señala. El chico no se ha movido apenas, y Martin sigue a su lado, pero ambos observan sin hablar el grupo que se va formando—. ¿No te darían celos?

—Yo no tengo de eso —afirma de forma automática—. Se puede liar con quien quiera, ya ves tú.

La rubia alza una ceja de forma casi cómica, y se distrae con el último chupito que pedirá esa noche.

—A mí me hace eso mi casi algo y lo rajo de arriba abajo con las uñas. —La inglesa la observa, horrorizada. Carla se descojona en su cara—. Tampoco te lo tomes así. Ni que tuviera algo con nadie.

—Bueno…

—Que no. —Su vista vuela a Samu, que camina a un lado de Nerea, quedando Toni al otro lado—. Que puede hacer lo que le dé la gana, faltaría más… Es menos que mi casi algo, imagínate.

—Sé que los celos en exceso son malos, y a mí no me sale tenerlos, pero mientras no te vuelvas una bruja malvada de verdad, espero que sepas que es natural cuando te importa alguien.

—¿Tú los has tenido con la gente que te importa?

—A ver, es que a mí no me sale tenerlos —repite, algo incómoda ante el sentimiento que se le incrusta en el pecho—, pero es normal también cuando tus amigas hacen amigos nuevos, por ejemplo. Ni siquiera tiene que ser en el ámbito romántico.

Carla se lo piensa, asintiendo despacio. Acaba dándole un toquecito en la frente con un dedo, que la sobresalta.

—Mírala, qué lista, mi niña. Qué bien te han educado en tu casa. ¿Es por el lado inglés o el lado español?

—Supongo que un poco de todo. —Se encoge, con una sonrisilla tímida que cubre sus mejillas.

La rubia suspira, todavía con el vaso de chupito en la mano, y señala con la barbilla para que se fije. No tarda en localizar a Juanjo y Martin dirigiéndose hacia ellas, de la mano para no perderse, pues la mayoría de la gente va en dirección contraria. Se aguanta la sonrisa en un vaso vacío.

—¿Vosotros qué? ¿No jugáis?

—No me apetece mucho. —Martin intenta hacerse oír, porque nadie ha bajado la música para el juego—. Ya tuvimos bastante con los de la uni.

—Entiendo… —Lo mira con suspicacia, pero no tarda en centrarse en Juanjo, que se ha situado junto a Chiara, y la observa con timidez—. ¿Y tú qué? Tú eres más sinvergüenza.

—Han dicho que, si no queremos besar a alguien, nos tendríamos que encerrar en un armario con esa persona unos minutos. Paso.

Tiene un escalofrío y, frente a él, Martin parece imitarlo. Chiara frunce el ceño.

—¿Tanto os preocupa un armario? —Carla suelta una carcajada—. Estamos en el siglo veintiuno, amores, el amor es libre, y entrar en el armario a estas alturas está pasadísimo de moda. —Hace una pausa en la que parece que ninguno de sus amigos respira—. Perdón. Demasiado doble sentido, ¿no? No suelo hablar de estas cosas, pero no he dicho tampoco nada tan malo, ¿no? Es que no tengo gente en mi entorno que sea así para que me corrijan ni nada.

—Bueno, no sé si… —dice Martin, con la cabeza agachada y muy interesada aparentemente en el suelo de la discoteca.

—Claro, claro, lo mismo esas bromas sobran. —Chasquea la lengua. Chiara se alivia al saber que al menos parece indignada consigo misma—. Bueno, pues no jugamos ninguno de los cuatro. Por los motivos que sean. —Arruga la nariz al notar que su vaso está vacío—. Sé que dije que era el último, pero me apetece pillarme uno más, Kiki. ¿Vosotros queréis?

—Por favor. —Para su sorpresa, es Martin el primero en hablar.

Juanjo les dedica un asentimiento vago, porque la realidad es que tiene la cabeza en cualquier lugar menos allí. Lo contempla como si por arte de magia le fuera a desvelar todo lo que se le pasa por la cabeza. Eso no sucede, esto no es una película fantástica de magia y traiciones. A Chiara no le importaría que lo fuera, estaría más tranquila.

Carla suspira tras tomarse el último chupito de golpe, acompañada por sus amigos. La inglesa los observa, cuando se apoyan todos en la barra y la rubia adopta una sonrisa astuta, más bien tirando a borracha.

—¿Sabéis que, por estadística, al menos uno del grupito debería ser del colectivo? —Todo a su alrededor se vuelve silencio, uno pesado, del estilo de no escuchar ni la canción que suena por los altavoces—. Que es homosexual, vamos. De toda la vida. Somos ocho, es imposible que no tengamos al menos uno… Es fuerte, ¿eh? Podría ser cualquiera. —Usa una voz tenebrosa, que la hace estallar en carcajadas.

Chiara, de repente incapaz de mirarla, posa los ojos en sus amigos. Juanjo parece que ha tomado algo en mal estado y está a punto de vomitar. Martin no está mucho mejor. Carla está tan abstraída que ni se entera, y nunca se había sentido tan feliz de lo cabeza loca que es.

» Perdón… —Echa la cabeza hacia atrás, cerrando los párpados para descansar por un momento—. Cuanto silencio, está claro que no os gusta hablar de esos temas, no pasa nada. Respiramos hondo y cuando acaben de jugar, bailamos todos juntos. Corramos un tupido velo.

Y vuelve a su vaso. Chiara toma su consejo de respirar, pero es incapaz de apartar la mirada de su mejor amigo. Es como si alguien le hubiera golpeado y fuera incapaz de reaccionar. Traga saliva. No quiere pensar más en ello, porque si lo hace se volverá majareta, y no sabe cómo ayudarse a sí misma, como para pensar en él.

Es Halloween, joder, ¿por qué no puede divertirse, dar un poco de miedo y ya? Claro, pero mientras Carla la arrastra para bailar, dejando atrás a los chicos, es consciente de que hay muchas formas de dar miedo, y palabras que aparentan ser inofensivas pueden jugar un papel enorme en eso.

Consigue cambiar el chip unas cuantas canciones más, bailando como si lo único importante fueran la música que suenan por los altavoces y que recorren su cuerpo y la hacen vibrar. Ya está. Es lo único que debe importarle. Ni que Juanjo y Martin no se separen de la barra, ni el uno del otro; ni que en algún punto Samu se tenga que unir a ellos porque Toni ha desaparecido. Y Nerea.

—¿Crees que están juntos? —pregunta cuando ya es más evidente para todos, cuando son seis en la pista de baile y faltan justo ellos.

—Juntos es una palabra demasiado seria. —Carla menea la cabeza, lamiéndose los labios—. Lo mismo follan, y se estrenan juntos, pero juntos “juntos” en ese sentido, pues lo dudo.

—¿Se estrenan? ¿Los dos?

—Amor, ese niño…, ese es imposible que haya podido gustarle a alguien. Hasta ahora. Que a Nerea le vaya muy bien, si es su decisión.

—Ah, pero… ¿lo sabes, entonces? —Se muerde con fuerza el labio inferior.

—Para no saberlo, cariño, si aquí se os nota todo a todas. —Chiara se estira, como si le hubieran metido un palo por la espalda para enderezarla de golpe—. No me pongas esa cara de susto, que ya sabemos que tienes a tu favorito.

—¿Cómo?

—Juanjo es lo mejor que te podía pasar —sigue hablando, ignorando la mirada confusa y llena de pánico (sí, puede ser ambas a la vez) de su amiga—. Ya sabes que él y yo siempre nos hemos llevado muy bien, y ahora con la exposición más. Es súper disciplinado, pero también es más bueno que el pan. Mírate. —Deja que le acaricie la mejilla con la docilidad de un corderito, pero su corazón retumba en los oídos y siente que va por encima de la música—. Con lo dulce y tierna que tú eres, te toca un gilipollas y vamos, sin huevos lo dejo.

—Puedo cuidarme sola —consigue pronunciar. Se lo toma como una victoria. Tiene que dejar de tomar la mano de su amiga porque va a notar sus temblores—. No soy una cría, Carla, ya deberías saberlo.

—Lo sé, cielo, pero a veces…, me preocupas. No porque seas tonta, no lo eres —asegura, con un dedo levantado hacia ella—, pero sí que hay gente muy idiota por ahí. Hombres —aclara— que son más malos que un tumor. De eso te voy a proteger con mi vida, vamos. Aunque si sigues con Juanjo, no tendré que hacerlo…

Chiara quiere abrir la boca y hablar. Volver a quejarse por tratarle como a una cría cuando siempre ha sabido elegir a sus amistades y la gente con la que se junta, y nunca ningún idiota (fuera de algún grito en plena calle demasiado asqueroso para recordarlo) la ha tratado mal. Contarle que no tiene que preocuparse tanto, porque los hombres que le interesan se cuentan con los dedos de una mano, porque lo mismo no le interesa ninguno.

Bueno, Juanjo, pero eso es algo pendiente por descubrir.

Apenas habla en lo que queda de noche, hasta que está demasiado cansada para seguirle el ritmo al resto y va en busca de Juanjo, que está a solas con Nerea. La rubia tiene las mejillas enrojecidas, así que decide imaginar por dónde va el asunto y dar toquecitos en el brazo de su mejor amigo hasta que tiene su atención.

Juanjo sonríe al reconocerla, y la acerca del brazo.

—¿Estás bien?

—Sí. —Sonríe con timidez, de repente con menos valentía para lo que tenía pensado hacer. Al girarse, es consciente de cómo los mira Nerea—. ¿Y tú? ¿Ha… ido todo bien?

—Sí, ya sabes…, todo bien. —Le cuesta esbozar una sonrisa, pero es consciente de que es una de las más sinceras que les ha dedicado en tiempo.

—Me alegro… —Aprieta el brazo de Juanjo—. ¿Vas a querer cerrar la discoteca?

—No, ¿por qué? ¿Quieres irte ya? —Enreda sus brazos alrededor de su cintura. De repente, Chiara se siente mucho más ligera, más tranquila. Eso sí, no se le escapa la mirada de reojo que echa al grupo de chicos, a Martin.

—Creo que sí, pero no sé si me apetece marcharme sola.

—No, si te vas, nos vamos juntos. —No da pie a réplica—. Yo aquí tampoco hago mucho más.

Chiara lo duda, un poco. No quiere desconfiar de todo, sabe que tienen una relación muy estrecha…, como la que comparten ellos, claro. Es que Juanjo tiene dos amores y no sabe cuál es de amistad.

Minutos después, se marchan, acompañados también de Lucía, que prefiere llegar hasta su autobús sin quedarse sola. Antes, se han despedido del resto sin muchos abrazos ni cariños. Hay un ambiente raro entre los que saben cosas los unos de los otros y los que se quieren liar, si no lo han hecho ya.

A ella le va la cabeza a mil por hora, tanto en el autobús, cuando Juanjo habla sin parar sobre la nueva canción del Canto del Loco con la que está obsesionado, cuando se la pone, cuando se bajan en su parada… y llegan al ascensor donde normalmente se separarían. Y ella no deja de pensar ni un instante que debería comprobar algo. Todavía no sabe exactamente cuáles son sus hipótesis, pero toca el brazo de su mejor amigo antes de que este presione los botones de sus plantas.

—¿Me acompañas a la puerta? —Pestañea dos veces, de forma calculada, esperando lucir tan mona, sangre falsa incluida, como cuando se ha mirado en el espejo antes de salir.

Juanjo asiente despacio, sin nada en sus ojos que le haga pensar que entiende por dónde va su amiga. Porque eso es lo que son, lo que siguen siendo, a pesar de que a ratos todo se desdibuje.

Su corazón está al borde de golpear sus costillas de la fuerza que imprime dentro de su pecho, pero sigue el movimiento de los números hasta llegar hasta su planta. Su mano se aferra de nuevo al brazo de Juanjo, apretando con fuerza sus músculos, que no parecen mucho más relajados que ella.

Caminan en silencio por el pequeño pasillo que los separa de la puerta de su piso, cada uno con su propio fantasma interno. No, hablar no es tan importante como para centrarse en lo que están viviendo.

Chiara se gira hacia él al llegar a la puerta, sin soltar su brazo, con ojos bien abiertos. Está segura de que, desde fuera y midiendo casi veinte centímetros menos que él, parece un corderito que sabe que lo llevan al matadero.

Por suerte para ella, Juanjo tiene bastante consigo mismo como para pensar en ello.

—¿Te lo has pasado bien? —pregunta él, en un susurro que le llega a la perfección porque la distancia ha disminuido y ni siquiera se ha fijado.

—Sí, ha sido divertido. —Sonríe con los labios apretados—. Mejor que el año pasado, que éramos menos, pero todos teníamos que jugar a esas cosas que me dan pereza.

La mente de Juanjo (o al menos la dirección de sus ojos) se van lejos, a un lugar muy lejano. O a un tiempo. Chiara carraspea para recuperar su atención.

» Gracias por acompañarme siempre.

—Sabes que lo hago encantado. No me cuesta nada.

—Ya, pero no todos lo harían.

Menea la cabeza, en completo desacuerdo.

—La mayoría lo harían.

Suspira y se pone de puntillas. No ha avanzado tanto, pero ahora está casi en la línea de sus ojos y es consciente de que a Juanjo se le corta la respiración.

—Pero ninguno eres tú. —Y de nuevo los pestañeos ensayados, para resaltar todavía más sus ojos verdes, que tanto le gustan, que tanto dice todo el mundo que son preciosos.

Sabe que ha tenido el efecto necesario, que debería cortarlo ahí, pero no puede. Hay algo dentro de ella que necesita asegurar lo que sea que esté pasando, necesita saber si su normalidad se puede ver alterada por algo más allá.

Cogiendo una gran bocanada de aire, sube las manos de los brazos contrarios hasta su nuca. Si Juanjo se sorprende, apenas lo manifiesta. Sus ojos analizan cada centímetro de su cuerpo, y Chiara espera, paciente, a que decida hacer algún movimiento.

Pero este no se mueve, y ella se exaspera. No puede más.

Une sus labios antes del siguiente suspiro que suelta su mejor amigo. Se esfuerza por cerrar los ojos, por sentir el beso, por acariciar el pelo sobre la nuca. Se esfuerza demasiado, hasta que al fin Juanjo reacciona y le devuelve el beso.

Su espalda choca contra la puerta, con sutileza, sin hacer demasiado daño, pero sin poder evitar que su corazón se acelere por la forma en que la besa, como si alguien hubiera accionado un botón y eso lo hubiera cambiado todo.

Le sigue el beso todo lo que puede, aunque su mente se va cada poco a sus manos, a los pedazos de piel que toca y a lo que no toca. Cuando la aprieta más contra la puerta, pega un respingo.

Vale, vale, vale. Confirmado. Sea lo que sea la movida rara que tiene por ahí montada, le gusta Chiara. Le gusta y mucho. Tanto que sus mejillas comienzan a enrojecer de solo imaginarse… Bueno, eso. Dios, ella no está hecha para esto.

Cuando el oxígeno se vuelve imprescindible, se separan, aunque quedan a unos pocos centímetros. Juanjo jadea, no solo con la boca, sino que todo el cuerpo parece agitado y sus ojos brillan, más oscuros de lo que suelen ser. Esto la revuelve por dentro, y no sabe ni ella misma explicarse.

—Nos vemos pronto, ¿no? —Por un momento, casi le parece ver a Juanjo bajar los ojos a su boca de nuevo—. O sea…, tenemos mucho que hablar.

—Claro. —Suena un poco ahogado, y sonríen ambos al ser conscientes—. Yo también me lo he pasado increíble hoy, Kiki. Contigo siempre, en realidad.

Le devuelve la sonrisa con más fuerza. El corazón empieza a retumbarle hasta en los oídos.

Entra en el piso, que está demasiado silencioso para todo lo que ella lleva por dentro, en su corazón confuso. Intentando ignorar esa sensación, camina de puntillas hasta su habitación. Antes de entrar, trata de agudizar el oído y asegurarse de que nadie la escucha llegar a esas horas.

Resopla tras quitarse los restos de sangre falsa y poder tumbarse en la cama. No se mueve en los siguientes diez minutos, fingiendo que no debería quitarse la ropa y ponerse un pijama calentito que la arrope. Su mente revisa de forma obsesiva las imágenes desde su punto de vista, y analiza todo lo que ha sentido durante los últimos minutos antes de separarse en su puerta hasta que se echa a llorar.

Chiara siempre se ha caracterizado por llorar en silencio. Por soltar unas cuantas lágrimas que resbalan por sus mejillas de forma dramática, y ya.

Por eso se asusta a sí misma cuando le sale un sollozo de lo más fondo del alma. Por eso se incorpora de golpe, dejando el segundo sollozo salir, y permitiéndose llorar durante unos minutos, hasta que ve claro que tiene que actuar de una buena vez.

Porque ese llanto solo puede significar que va teniendo cada vez más cosas claras, y eso asusta. Claro que lo hace.

A veces, saber es de lo más aterrador que te puede pasar, porque eso abre nuevas preguntas. Y no hay nada más terrorífico que no saber qué toca después.

Chapter 12: Veo que tienen mucha relación de hermanitos

Chapter Text

Juanjo conoce a Toni desde hace años, vaya que si lo conoce.

Tras una etapa de Infantil marcada por Martin y Carla, los únicos con los que compartió colegio, empezó Primero antes de cumplir los seis años, con la alegría de que su mejor amigo iba a su misma clase.

Aún recuerda la rabieta que le entró cuando Martin no llegaba y un niño de pelo extremadamente rubio como él de más pequeño (todavía se le seguía oscureciendo) intentó sentarse con él. El mini Toni debió flipar en colores, pero eso no le impidió protestarle e intentar sentarse a pesar de todo.

Que su primer día de colegio fuera la única vez que lo enviaran a dirección, y por tirarle de los pelos para que el niño desconocido no ocupara el lugar de su mejor amigo, debió darles una pista de cómo serían las cosas. Lo único que sí tuvieron claro sus amigos fue que eran inseparables, a riesgo de perjuicios físicos.

La cuestión, para simplificar, es que los hicieron disculparse, Martin pudo sentarse con él cuando llegó (tarde, como siempre) y a la hora del recreo estaban jugando los tres tan tranquilos. Samu se unió poco después, tras algún encontronazo con niñas que no lo querían en sus rayuelas y combas. Y sí, con niñas se refiere a Carla.

A lo que iba: ha visto a Toni en todas sus etapas, se han peleado, han reído juntos, se les ha escapado alguna lágrima conjunta, se lo han pasado bien, lo han escuchado babear por tías…

Y nada, absolutamente nada, lo prepara para verlo así de pillado. A Martin, que está también en la videollamada, le pasa algo parecido, aunque apenas lo ha expresado verbalmente. Ha analizado su rostro, pero en ningún momento se le ve dolido. Va a ser verdad que Nerea no le ha gustado en ningún momento, y es hasta un alivio para él que alguno se haya pillado por ella.

Respira hondo y vuelve a la conversación.

—Entonces, ¿significa eso que vamos a modificar el plan completo? —Samu se inclina hacia la pantalla de su ordenador, con gesto fruncido—. Porque yo a Carla no la voy a ceder.

—No, si ya imagino que ni Juanjo ni tú vais a hacer nada para cambiar lo que ya lleváis de locos. —Mueve las cejas y, aunque no se note por la pantalla, sabe que las miradas de sus amigos están sobre él. Se remueve en su asiento y finge, por un instante, que se concentra en los deberes que se supone que han quedado para hacer juntos—. Mira este cómo se hace el loco.

—¿Tú qué tal vas? —pregunta Samu. Martin está demasiado callado desde que ha asegurado que está bien con lo de Toni y Nerea—. Ayer os fuisteis juntos.

Asiente despacio, sin intención de decir nada más. Martin ni los mira y Juanjo solo puede mirar a su pedazo de pantalla.

—¿Tío? —interviene Toni—. Va, que yo os acabo de contar todo con pelos y señales. Cuenta algo. Que Kiki y tú… os las traéis, con tanto secretismo.

Lo primero que se le pasa por la cabeza decirle es que nadie les ha preguntado, que los detalles a veces sobran. Y eso que no han hecho nada. No sabe qué pasaría si se acostaran, cuánto de eso compartiría con sus amigos. Pero sabe que sería borde hasta para él, así que se llena los pulmones de aire y menea con la cabeza.

¿Qué va a compartir, de todas formas? ¿Que anoche se besaron, y fue la cosa más intensa del mundo, pero, aunque esté pillado, es consciente de que nada es lo mismo que con otra persona de la videollamada?

Es mirar a Martin y se le revuelve el estómago como si hubiera tomado algo en mal estado. Quizá es él quien está enfermo, y por eso todo siempre es tan difícil.

—No me siento muy cómodo hablando del tema —comenta, con voz pequeña, con los dedos marcando un ritmo sutil sobre su escritorio—. Pero estamos bien. Mejor que bien.

—Ya se te nota, que la calidad de la cámara es una mierda, pero estás rojísimo, animal. —Toni suelta una carcajada y da una palmada sonora—. Tan bien te lo estarás pasando y sin decir nada… Me alegro por ti, tío.

—Sí, se nota que lo vuestro es muy real —añade Samu, con tono tímido, casi romántico. Esto encoge un poco a Martin, y Juanjo se siente demasiado culpable como para no decir nada—. A veces os veo metidos en vuestro mundo y da reparo miraros, es como muy íntimo…

—Tampoco será para tanto —responde, cortándolo—. Siempre hemos tenido buena conexión, es lo que tiene la amistad de autobuses, ¿no?

—Ya, pero este año ha cambiado, no me lo puedes negar… —Chasquea la lengua—. Que antes erais solo amigos, pero ahora… saltan las chispas. ¿Tú no viste desde fuera cómo te miraba cuando te pidió que os fuerais o qué?

—Yo no lo veo tan así. —La voz de Martin los sobresalta a todos. Si no fuera porque la pantalla está dividida en cuatro, dos de ellos habrían olvidado que sigue ahí. Juanjo no. Juanjo lo tiene demasiado presente para olvidarse como si nada—. A ver, es obvio que algo ha cambiado porque Juanjo está interesado, pero en general los veo como demasiado… relación hermanitos.

Juanjo oculta un escalofrío. Le causa demasiadas contradicciones internas como para dejarlo pasar.

—¿Hermanitos? —Toni sonríe con picardía—. Es turbio de cojones con cómo se miran que digas eso. Se quieren fo…

—¡Bueno! —interrumpe, notando que hasta las orejas empiezan a arderle—. ¿Podemos volver a Toni y Nerea? Para eso has convocado esta reunión urgente.

—Tampoco usaría yo esa palabra —refunfuña el de ojos claros.

—No…, pero mandar cuatro zumbidos seguidos y actuar como un loco hasta que te contestamos, si no consideras eso urgente, no estás muy bien de la cabeza.

—No ha sido para tanto… —Pone los ojos en blanco.

—Lo ha sido —lo ayuda Martin, algo más tranquilo una vez ha conseguido desviar el tema—, pero eso es bueno, ¿no? Nunca te había visto así.

—¿Así cómo? —Arruga la frente en mil pliegues.

—Sí, exacto —se mete Samu también—. Siempre te veo muy juguetón con el tema del amor y las chicas, que a mí me parece genial eso, pero… con Nerea se te nota distinto.

—Estará madurando —ironiza Juanjo.

—Nah, es porque, si actúa como con el resto con Nerea, lo más probable es que se coma una hostia.

—Bueno, bueno, que Nerea no es tan mala…

—Cómo la defiende… —Martin sonríe, sintiéndose victorioso—. Nadie dice que sea mala, al contrario: saca lo mejor de ti. Me gusta para ti.

Toni asiente despacio, procesando sus palabras.

—¿Y tú seguro que estás bien?

—Ay, no seas pesado. —Resopla—. Yo era el menos convencido con todo esto porque no me gustaba ninguna de ellas. Que te hayas pillado de Nerea es perfecto, me quita un peso de encima.

Tiene la sensación de que es lo más sincero que ha dicho en tiempo.

—¿Eso significa que te vas a querer rajar de nuestro plan? La gracia era tener novia todos a la vez, tío, así no mola…

—La soltería no está tan mal… Puedo hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera…

—Tampoco es que hagas muchas cosas tú —protesta—. Bueno, pero cuando nosotros estemos emparejados, algo haremos contigo. No tiene que ser con alguien de clase, pero tiene que haber una chica por ahí, en algún lugar del mundo, que te encaje.

Y ahí está, para Juanjo, la peor sensación del mundo: darse cuenta de que ni un solo beso con Chiara va a tocar tanto su estómago como la posibilidad de ver a Martin con otra. Vamos, es que ni de coña.

—Vosotros por mí no os preocupéis tanto. —El pequeño les dedica una sonrisa tímida—. Yo os ayudo.

—Ya, tío, pero pienso en que te hemos metido en los delegados de la clase por una relación que al final no va a funcionar y me pongo malo.

—Funcionar va a funcionar. —No les deja protestar—. Ahora Nerea y yo somos muy amigos. Está bien expandir horizontes, que siempre éramos cuatro chicos contra el mundo…

—Sí, en ese sentido no está tan mal. Aunque yo creo que a mí me odian todas. —Toni arruga la nariz.

—Nah, a Kiki le caes bien. Y algo bueno deberá pensar Nerea de ti para quedarse contigo toda la noche.

Su amigo pone los ojos en blanco y le saca el dedo, acercándolo a la cámara para que se vea más, hasta que consigue desenfocar el resto de la habitación del chico.

—Venga, chavales —les llama la atención Samu—, que al menos yo no he hecho una mierda de los deberes. Voy a desconectarme, ¿va? Que si no mi madre me mata.

—Vale, nos vemos mañana.

El de rizos asiente despacio y apaga la cámara. Segundos después, ya está fuera de la videollamada y las pantallas se mueven hasta que queda Martin a un lado y las de Toni y la suya al otro.

—En verdad yo debería hacer lo mismo. —Toni resopla, mesándose el pelo. Le hace falta un corte de pelo, a menos que le apetezca ir dejándoselo largo—. Que más tarde me voy a ver mi abuela a la resi, tengo que dejar esto terminado. Vamos hablando, ¿vale?

Asienten y se despiden de él, con un hormigueo especial en los dedos de los pies. Este se acentúa cuando Toni se desconecta, dejando a dos personas en la videollamada dentro del grupo que tienen para los cuatro. Juanjo coge mucho aire y se esfuerza por sonreír.

—¿Tú también vas a irte a acabar los deberes? —Se inclina hacia la pantalla. ¿Está tonteando? ¿Ha sonado así?

—Mientras hablabais he avanzado bastante. No me queda tanto, así que, si te da igual, podemos seguir aquí.

—Me apetece seguir un poco más por aquí —confiesa, con boca pequeña. Esto solo amplía la sonrisa ajena. Se apunta un tanto que no debería apuntarse, pero aquí estamos.

—¿Cómo estás? —Martin cruza los brazos sobre el escritorio.

—Bien. —Respuesta automática, preparada para toda pregunta y ocasión.

—No. —Se inclina él también, y Juanjo se ve incapaz de apartar la mirada—. Pregunto de verdad. Volvemos a intentarlo: ¿cómo estás? Con todo. Con Chiara, con la vida…, conmigo.

—Estoy bien con todo el mundo. —Pero su voz suena más débil. Él se siente más débil, con los temblores que oculta bajo su mesa invadiendo—. Pero es complicado.

—Ya. —Suspira, y le deja unos segundos para que diga algo más. Juanjo no lo hace—. Yo me he quitado un peso de encima.

—¿Sí? ¿Con lo de Nerea? —Martin asiente con energía, sin dudar. Lo envidia mucho por ello—. ¿Eso significa…?

—Aún tengo mucho en lo que pensar. —No le cuesta verbalizarlo—. Pero sí que tengo claras muchas cosas, y esas incluyen mis sentimientos por Nerea y por ti. Son muy diferentes, como comprenderás.

Juanjo se pone recto, como una vela recién comprada. Antes que nada, está la ansiedad que le invade cada vez que el tema sale. De repente, le apetece salir de la videollamada y leer un poco más.

—Entonces…, Nerea nada. —Se asegura. No quiere decir Nerea, no es eso lo que quiere preguntar, pero es para lo que se ve valiente.

—Voy a tener que repetírselo a Toni cada dos minutos para que no se sienta mal y a ti cada minuto porque no te crees nada… —lo regaña, pero suaviza sus ojos enseguida. Ni eso consigue que se relaje—. Juanjo, hay algo muy especial en lo que pasó entre nosotros. Que sé que te aterroriza, a mí también, pero sé identificarlo, sé que pasó, que seguirá pasando porque…

—Por favor, no sigas. —Cierra los ojos. Sus manos acaban sobre sus orejas, aunque sin apretar—. Tengo cosas que aclarar con Chiara antes de pensar en esto de verdad.

—Te prometo que admitir que te gusta alguien no es tan terrible como parece. De hecho, libera bastante.

Corta la videollamada antes de escuchar algo para lo que no se sienta preparado. Cuando el silencio invade la habitación, solo queda su corazón, que va a velocidad de caballo en estampida. A ese le da igual lo que piense su cerebro, o cómo se sienta Martin, solo le importa ese sentimiento de estar siendo atacado por un oso y tener que huir.

Se derrumba contra el teclado, que presiona letras aleatorias hasta que le duele la frente y tiene que separarse. Su reflejo le devuelve la mirada en la pantalla, con un cansancio patente que pocas veces se ha permitido. No, él siempre ha sido perfecto, pero el cansancio por todo lo que no está manifestando sobre sí mismo es algo que le va a acabar pasando factura.

Pone la música que tiene en la carpeta de su habitación en aleatorio, y deja que algún éxito de David Bisbal lo ponga de mejor humor los siguientes minutos. Pero en cuanto la música se vuelve melancólica, porque la realidad es que suele pillar música de todo tipo, su estómago se encoge en disgusto.

Quizá debería coger el toro por los cuernos por una vez.

En internet cada vez hay más informacion sobre todos los temas, pero siente que siempre vuelve a las mismas fuentes. Se sabe la biografía de Freddie Mercury de memoria, tiene sus posters, todo lo que debe saber ya lo sabe. Pero siempre se queda en la superficie, en lo que conoce, lo que le hace sentir cómodo.

Así que abre sus búsquedas y su mente, y pasa la mañana leyendo sobre otros famosos, los pocos que hay, que se han declarado abiertamente bisexuales. Frunce el ceño al leer sobre las innumerables contradicciones de David Bowie.

“David Bowie, ¿gay, bisexual o heterosexual?”

Hay numerosos artículos sobre el artista, que sigue vivo, dando conciertos, por todas las veces que ha hablado de su sexualidad. En 1972, fue la primera vez que admitió ser bisexual y, aunque lo repitió en otras ocasiones, más adelanto manifestó arrepentirse y usarlo para darse un aura de misterio.

Vale, eso no lo está ayudando mucho. O sí, cuando se descarga algunas canciones del artista y acaba con los ojos cerrados y lágrimas a punto de escapar por canciones electrónicas de los ochenta. No está solo, no es el único que se lo piensa mil veces, que se pone una etiqueta y se la quita a los dos minutos por miedo, por angustia, porque no está seguro de si se arrepentirá a los dos minutos.

Tiene suerte, no es David Bowie, no es un personaje público que tenga la necesidad de etiqueta pública. Aunque ahora que lo piensa, con Freddie todo fue más tranquilo. Nunca lo dijo, tuvo un gran amor en una mujer y acabó pasando los últimos años de su vida con un hombre. Sin decirlo, ya está.

Feliz y punto.

Cierra todas las páginas de internet de golpe, quedándose con la música recién descargada. Resopla y tararea “Purple rain”. Ya la había escuchado antes, aunque no tenía identificado de quién se trataba. Le gusta, le vendrá bien tenerla en su mp3 como recordatorio constante de que no está obligado a tenerlo todo claro. Sí, eso sería perfecto.

—¿Qué haces?

Juanjo llevaba un rato, además de escuchando su música, echando la silla hacia atrás. La sensación de flotar, aunque tuviera los pies apoyados en el escritorio, le daba una paz que pocas veces había podido conseguir. Escuchar a su madre, que se suponía que no estaría en casa esa mañana, lo desestabiliza y acaba en el suelo.

Cuando levanta la cabeza, con un quejido, a su madre apenas se le ha movido una ceja, hacia arriba.

—Pues estaba escuchando música. —Se frota la cadera, donde ha caído—. Hostia, podías avisar que estás, que casi me da un infarto.

—Pero si he dicho varias veces “hola” y te he llamado, pero como tienes la musiquita a tope… —Señala el ordenador—. Luego pasa lo que pasa.

—Por lo menos no iba con auriculares. —Pone una mueca.

—Vamos, ¡solo faltaba! —Resopla—. He comprado un par de cosas para la casa, que hoy abría todo. ¿Me ayudas? ¿O estabas haciendo algo importante?

Los ojos de la mujer se posan sin vergüenza alguna en los deberes sobre el escritorio, que no ha tocado desde antes de desconectar la videollamada. Juanjo se encoge de hombros y se levanta. Coloca bien la silla, consciente de que todavía lo observa.

—Puedo seguir con lo otro luego.

—Eso pensaba. —Se cruza de brazos—. ¡Y apaga la música, coño, que me va a volver la cabeza loca!

Asiente y, mientras su madre sale de su habitación, a la que ha entrado sin avisar (según él, claro), corta la música y apaga el ordenador. Mejor así, no cree necesitarlo el resto del día.

Hasta la hora de comer, donde su padre vuelve con pollo a la brasa comprada en un bar cerca del bufete de abogados donde están trabajando en algo importante (como siempre), ayuda a su madre con las nuevas cortinas y fundas para los cojines. Según ella, todo encaja y queda mucho más bonito así. Él no está del todo seguro, pero no quiere dos broncas en un día, que bastante tiene consigo mismo.

Por la tarde, acaba los deberes nada más salir de una siesta reparadora donde no caben los sueños sobre amores que lo marean. No, por una vez ni siquiera Chiara se pasa por su mente, aunque la recuerda con fuerza, porque sigue sin saber la diferencia entre sentir algo por ella o por él.

Quizá sea tan diferente que no sea posible compararlos. Quizá ser bisexual, en el caso de que lo sea, implica que podría pillarse de una persona de cada sexo, pero que el amor que siente se manifieste de forma… distinta. Que en el futuro tendrá más claro a la persona de su vida, eso seguro, pero quizá ahora la forma en la que se siente sí sea compleja y opuesta dependiendo de con quién esté.

Ya ha tenido una experiencia similar con uno y otro. Con Martin, completamente a escondidas, casi sin esperarlo, aunque a la vez está seguro de que lo sabía, lo tenía dentro, latente, queriendo salir, o temiendo hacerlo. Con Chiara, en la puerta de su piso, con la misma pasión, mayor tranquilidad. Y no sabe si es por ser una chica o porque es ella, porque de todas las incógnitas de su vida, ella es la más sencilla, la que más calma le da.

Vale, con Martin ha estado bien toda su vida, pero siempre ha habido algo que le hacía sentir como en una montaña rusa. Chiara es calma.

Eso debería darle alguna pista sobre sí mismo, y es por eso mismo por lo que se levanta de golpe, con el corazón en un puño.

—¿Y tú a dónde vas ahora? —Su madre saca la cabeza de la cocina al escucharlo acercarse a la entrada—. Mínimo coge una chaqueta.

—Me voy con Chiara, ni siquiera salgo del edificio.

—¿Vienes a cenar? —Cierra la puerta en su cara—. ¡Juanjo!

—¡No lo sé! —grita a través de la madera.

No escucha nada más. Tampoco tiene mucho más que hacer cuando se le mete algo en la cabeza.

Presiona el botón del ascensor con los dedos temblando, pero una determinación que hacía tiempo que no sentía lo recorre, así que no se deja llevar por los estímulos de su propio cuerpo.

Baja las plantas que los separan con la vista fija en el espejo y los dedos marcando un ritmo contra su pantalón. Coge aire al escuchar el pitido del ascensor y avanza a buen paso hasta su puerta. Ahí se frena un poco, con el corazón acelerado a punto de estallar. Tiene que respirar cuatro veces seguidas, a un ritmo concreto, para sentir que puede escuchar algo más allá de sus latidos.

El timbre del piso suena con fuerza, así que solo le queda esperar. Se plantea que al menos debería haber tanteado el terreno para asegurarse de que estará en casa y no en cualquier otro lugar, pero entonces escucha pasos dirigiéndose a la entrada. Pasos que no suenan a Chiara.

Emma abriendo la puerta de golpe, sin pararse a mirar por la mirilla, lo sobresalta. A ella parece pasarle lo mismo, observándolo con cuidado sin pronunciar palabra antes de encogerse de hombros.

Hi, Juanjo… ¿Vienes a ver a Chiara? —Asiente con timidez—. Pues se está duchando, my dear, así que tendrás que esperar.

—No me importa —asegura al instante—. Es importante.

Emma asiente y lo deja pasar antes de lanzar su siguiente pregunta:

—¿Es de clase? —Le echa un vistazo. Va con lo puesto, sin móvil, ni un libro o una libreta para tomar notas.

—Sí, es algo que ella tiene que yo necesito…

Y su elección de palabras es perfecta, y le da más valentía para lo que pretende hacer después.

—Muy bien, pues nosotros enseguida nos vamos, ¿ok? Teníamos una gestión que hacer, pero te puedes quedar lo que necesites. Y si no tienes cena en casa, aquí siempre hay un plato extra. —Le guiña un ojo.

Asiente y le devuelve la sonrisa, algo más incómodo que antes. Vale, a veces se olvida que, para todo el mundo, tiran más hacia futura pareja que hacia los mejores amigos que siempre han sido.

Se dirige al pasillo cuando los padres no pueden alargar más marcharse a lo que tengan que hacer. Se sabe de memoria el camino a la habitación de Chiara, decorada en tonos rosas y rojos a partes iguales. Él siempre se queja de que es una combinación un poco fuerte, pero ella siempre ha sido gran defensora de la mezcla de ambos.

Está a punto de entrar para esperarla dentro, pero la puerta al otro lado del pasillo se abre. Suena música muy bajita, de esa tan rockera e inglesa que a veces ella pone en bucle. Pero en este caso suenan voces femeninas que no le suenan, así como la canción.

No tiene mucho tiempo para intentar identificar las letras, porque Chiara aparece con un moño mojado y una toalla rosa con lo que parecen flores bordadas cubriéndola desde los pechos hasta las rodillas.

La morena tarda varios segundos en reaccionar, soltando un gritito mientras se abraza el cuerpo por completo. Juanjo tarda todavía más en darse la vuelta, con las mejillas ardiendo con fuerza. No sabe si es que está lento, por haber pensado demasiado en la conversación o es que verla así lo ha dejado peor de lo que ya está.

—¿Qué haces aquí? —Es lo siguiente que hace, todavía con la voz chillona por el susto.

—Había venido a verte. Me han abierto tus padres, que se tenían que ir.

—Ya, ya sé que se tenían que ir, pero vaya facilidades tienen de dejarme a solas contigo a la primera de cambio y luego se ponen como locos con cualquier cosa…

—Perdón por no avisar. Ha sido una visita un poco… inesperada…

—Para mí lo es. —No puede mirarla, pero la forma en que le habla…, vale, está molesta.

—Me voy y vuelvo otro día, ¿vale?

Da un par de pasos hasta que Chiara lo detiene.

—No, espera. No te gires, como castigo. —Le saca una sonrisa—. Y tampoco sonrías, que no me hace gracia. Voy a vestirme. Ahora mismo hablamos.

Asiente, aunque no está seguro de que pueda verle. Solo se mueve cuando escucha la puerta cerrarse. Tal y como ella le ha dejado claro, ha vuelto a quedarse solo en el pasillo. Respira hondo. Esto le viene bien, aunque sea castigo para él. Al menos puede plantearse qué le va a decir, por qué tanta prisa.

La realidad es que ni él lo sabe, pero si no lo soluciona antes de que acabe el finde, se morirá. Metafóricamente, claro. O no. No lo sabe, nunca había sentido tantas cosas juntas. Si puede solucionar al menos lo de Chiara, se quedará más tranquilo.

La puerta se abre y él se gira antes de que se dé cuenta de que se ha movido un mínimo. Chiara resopla.

—Te he visto. Vamos, entra.

—¿Quieres que… entremos juntos? —Gira la cabeza, con un cuidado que la primera vez no tuvo.

—Tampoco has visto nada antes, no me pongas esa cara de susto. —Entrecierra los ojos—. Por suerte no estoy tan loca de salir desnuda. Porque no sabía si seguirían aquí mis padres y porque hace frío.

—Entonces, ¿estás enfadada?

—Me habría gustado que me avisaras antes —le dedica una mueca—, pero no estoy enfadada, idiota. Contigo ni de coña.

Le vuelve a entrar aire en los pulmones. Lo único que le faltaba era estar mal con ella con una tontería. Aunque a la vez aumenta su angustia la elección de palabras. No puede ser que siempre parezca estar pillada de él, no puede darle esas señales cuando necesita que sea justo al contrario.

» Juanjo —lo llama—, ¿qué pasa? Te has quedado pilladísimo.

—Perdón, llevo unos días… —Unas semanas, en realidad. O meses. O ya más de un año—. Mira, no quiero andarme con rodeos, porque me están pasando muchas cosas últimamente y lo que menos me apetece es marear a nadie…

—Vale… —Pero la inglesa está más confusa que antes. Resopla, frustrado, y la sienta en la cama, dándole la mano en el proceso.

—Voy a pedirte algo muy raro, pero necesito saber lo que siento por ti.

Los ojos de Chiara se abren con fuerza.

—¿Lo que sientes por mí? —No hay temor en su voz, como esperaba, sino más bien confusión—. ¿No lo tienes claro ya?

Juanjo suelta una risita nasal. Ridículo.

—Hay tantos matices en lo que siento por ti, que quiero besarte. —Chiara pega un respingo, pero no hace amago de abrir la boca para quejarse—. Necesito respuestas, y sé que parece que te estoy utilizando, pero…

—Juanjo… —La inglesa se muerde el labio, a la vez que agarra sus manos con fuerza—. Yo quería hablar contigo sobre algo, y no creo que haga falta besarnos para eso.

—Ah, ¿no? —Se le cae el alma a los pies. Tiene el recuerdo tan claro de sus besos en el armario con Martin que se siguen desdibujando los que acaba de darse con Chiara.

Es testigo de cómo traga saliva, pero no le aparta la mirada.

—El beso anterior sí que fue un poco… prueba para mí —mastica las últimas tres palabras como la comida más dura de la historia—. Quería saber si me gustabas más allá de que eres mi mejor amigo, la persona más importante que tengo aquí.

—Creo que yo llevo en prueba desde el primero.

Chiara asiente, como si estuviera de acuerdo. Quizá son más similares de lo que él mismo creía.

—No necesito besarte porque en Halloween ya me quedó claro todo. —Resopla, y se masajea la frente de forma obsesiva. Juanjo tiene que contenerse para no tocarla y que deje de hacerlo—. ¿Tú aún tienes dudas?

Se encoge de hombros. Tiene la teoría más que clara, sabe lo que sintió con los besos de uno y otro y…

La mira, con esos ojos verdes que no se comparan, a pesar de todo, con el brillo de los de Martin, enmarcados en esas cejas que… Menea la cabeza como un perro.

—En realidad no. —El miedo en su cuerpo se desvanece, quizá porque se trata de Chiara y en ello no hay trauma que valga—. La verdad es que no tengo dudas.

—Ya. —Su sonrisa es dulce, su mirada… sabia. Como quien sabe demasiado—. Solo esperaba a que me lo dijeras tú, pero ya me lo imagino.

Ignora eso, por su salud mental.

—Creo que hay algo que nunca he dicho en alto y… quiero contártelo a ti. Tiene que ser a ti.

Actually… yo también tengo algo que decirte.

Chapter 13: Más te vale contarme ahora mismo que os habéis comido ya

Chapter Text

—¿Por qué no empiezas tú? —pregunta cuando el silencio se apodera de la habitación y no ayuda en absoluto a su ansiedad. Se muerde la uña del pulgar. La ansiedad no mitiga, pero al menos está haciendo algo con las manos.

—Vale. —La ve tragar saliva. Ya no lo mira, sino que está más centrada en el movimiento de sus manos, que se enredan entre sí con tal de estar ocupadas—. Vale.

Juanjo se muerde el interior de la mejilla y se arrepiente de proponer eso. Tampoco quiere forzar nada. Si ya se la nota algo angustiada ahora, no sabe qué será de ella cuando exteriorice lo que le pasa. No sabe ni siquiera qué será de él, pero no puede mentirle. A ella no.

—Kiki, no hace falta que me cuentes algo solo porque yo quiero hacerlo y si prefieres que empiece yo…

La inglesa menea la cabeza. Tiene los párpados apretados con fuerza, como si dejar entrar el sol mientras se concentra fuera un delito.

—Quiero hacerlo, es solo que… nunca he hablado de esto con nadie —admite con el temblor patente—. A veces me cuesta hasta pensarlo para mí misma…

—Creo que te entiendo. Demasiado.

Y eso le asusta. ¿Irá por lo mismo que él? ¿Su drama podría ser similar? ¿Habrán estado jugando a hacer el idiota cuando podían haberse apoyado como amigos? Joder, él no se ha fijado en que guardara ningún secreto, más allá de estar confusa sobre su relación, ¿tan mal amigo es?

—No sé, Juanjo… —Se le escapa una lágrima y agacha la cabeza con los ojos cerrados para ocultarlas. Su corazón se preocupa. No, de llorar nada, que no sabe cómo arreglarlo.

—Kiki, está bien, no pasa nada. Estamos juntos en esto y si no me lo quieres decir, pues ya está, sin problema. —Aprieta su mano con todo el cariño que sabe que él habría necesitado. Mentira, todavía lo necesita.

Chiara levanta la cabeza, enrojecida, con ojos aún más en rojo vivo. Siente un ligero temblor que le transmite desde las manos, pero algo le dice que tenerlo ahí es más calmante de lo que ella misma podría haber imaginado. Asiente despacio, dándole la seguridad que cree necesitar. Ella suspira y se esfuerza por sonreír.

—No quiero que cambie nada… —No lo dice de forma lastimera, sino más bien como un amenaza sutil: que, pase lo que pase, tiene que mantenerse todo como antes.

—No va a cambiar nada —le asegura, besando su mano, por si la relajara.

Chiara le aparta las manos, se las limpia en los pantalones de pijama que se ha puesto y se acomoda el moño, volviéndolo más alto que antes. Juanjo la espera con una paciencia sobrenatural para sí mismo. Merece la pena, se dice, porque al menos cree que tiene delante a la tía más valiente del mundo, que además es su mejor amiga, y está en la misma situación que él. Cree.

—Vale, lo he meditado mucho, porque… —se sorbe los mocos y, antes de continuar hablando, se estira hasta localizar un paquete de pañuelo y ponérselo en los muslos— me cuestan mucho estas cosas. Siempre he pensado que había algo malo en mí, que no era normal porque me ha costado que me guste alguien… así.

—No es malo que no te hayas pillado por nadie hasta hace poco, Kiki. Cada uno tiene sus ritmos.

—Pero a lo mejor sí es malo el motivo. Y de quién me he pillado.

Juanjo pestañea. ¿Está pillada por alguien? ¿Por quién? No puede ser él, o no sería todo tan dramático. Entonces, ¿quién? ¿Martin? No, no le pega nada, aunque…

—Estoy seguro de que el motivo no va a ser malo, Kiks… —Coge aire y logra que su amiga lo imite tras un par de gestos—. Puedes hablar conmigo, ¿vale?, estoy aquí.

Chiara pone una mueca, pero asiente. Consigue mantenerle la mirada cuando abre la boca y saca todo lo que lleva dentro desde hace meses:

—Lo he procesado mucho, porque me han pasado muchas cosas, sobre todo en verano, que no os he contado, pero estoy al 100% segura de que soy lesbiana, Juanjo. —Suelta la bomba de una, poniéndose las manos en las orejas como si eso fuera a evitarle la conversación que se les viene encima—. Bua, lo siento, lo siento muchísimo, porque hemos salido juntos, nos hemos besado un par de veces, y está claro que yo a ti te atraigo, como mínimo —se le llenan los ojos de lágrimas— y yo llevo meses intentando quitarme esta angustia del pecho y pensé que tú serías el chico perfecto, porque siempre me haces sentir en calma. Pero no, nada, en absoluto.

Lesbiana. Ni bisexual, ni estoy confundida, ni siquiera un “creo” que le quite importancia en el caso de que se arrepienta en el futuro. No. Directamente lesbiana, de las mujeres que solo aman a las mujeres.

Si no estuviera sentado, se sentaría. A la vez, le arden las mejillas de pensar en lo que ha estado pasando entre ellos. De los besos compartidos en los que pensaba que ella también estaba de acuerdo.

Pero coge aire, porque Chiara está entrando en una espiral autodestructiva y no puede pensar en él ahora mismo. No hasta que ella esté tranquila, como mínimo.

Con cuidado, para no asustarla, levanta las manos y las coloca sobre las de su amiga. Chiara abre aún más los ojos, hasta que se las aparta de las orejas, todavía delicado, como si pudiera asustarla. Las deja sobre los muslos de esta, pero manteniéndolas ambas entre las suyas, que son mucho más grandes.

—¿Ya? —Asiente despacio, con un miedo en los ojos que no le gusta. No con él—. ¿Se ha muerto alguien porque lo hayas dicho? —La ve negar y sonríe. A ella le cuesta devolvérselo—. No, ¿verdad? Pues ya está. Confesión hecha, todo está bien.

—Pero… tú…

—Me has gustado, sí. —Suspira, y esa pequeña confesión no mejora la cara de horror de su mejor amiga—. Pero no estoy enamorado de ti. Y si vamos a ser sinceros en todo, creo que hace bastante que yo sabía que no iba a poder pasar.

Chiara asiente, con seriedad, y le da su espacio hasta que se atreve a pronunciar palabras que hasta ahora solo ha tenido escritas en páginas web sobre sus artistas favoritos:

» Kiki, creo que soy bisexual. —Se toma un momento, traga saliva. El corazón le va deprisa, pero es soportable. Lo peor es la ansiedad que le corroe la garganta. Ni siquiera se atreve a mirar su expresión—. Creo que lo he sido siempre. Que tú me gustas, sí, pero mis sentimientos por otra persona son mucho más intensos.

La inglesa vuelve a asentir, y toma sus manos para, a su manera, acunarlas y protegerlas de todo. Es irónico, porque las suyas son mucho más pequeñas, pero le gusta el gesto. Además, su tacto suele calmarlo.

—Estás temblando, Juanjo… —informa de algo que no necesitaba ser dicho en voz alta—. Dios, mírame, porfa.

Levanta la cabeza. No sabe por qué, pero le cuesta verla, como si estuviera viéndola a través de una catarata. Ah, que es porque está llorando. Genial, solo le faltaba. Se sorbe la nariz, rascándose con la manga en el proceso. Chiara se lo impide cuando intenta taparse la cara.

Se le viene el mundo a los pies. La expresión de la que ha sido su mejor amiga desde hace años es seria, en un tono casi fúnebre que no le gusta. No le gusta nada. Siempre ha fantaseado con contárselo a alguien, y Chiara siempre estuvo en su top, porque ellos siempre han estado el uno para el otro. Porque si alguien podía entenderlo, esa sería ella.

Y es lesbiana, ¿no? Con ella debería ser más fácil, pero no sabe analizar la cara que le está poniendo.

—Di algo, por favor… —susurra, y se le corta la voz en la última palabra.

—Ay, no, no quería… —aparta las manos para llevárselas a las mejillas—. Juanjo, no quiero que pienses, jamás de los jamases, que te estoy juzgando, ¿vale? Es que me he quedado en shock porque… vale, me lo esperaba, pero no así, pero… pero tú eres súper valiente, el mejor amigo del mundo y la única persona a la que le confiaría mi vida. ¿Me estás escuchando?

—Te escucho. —Se sorbe la nariz.

—Bien, pues sigue escuchando —carraspea, agarrando su cara para que no aparte la mirada de él. Le retumba tanto el corazón que supone que su amiga lo puede sentir, aunque sea a través del tacto—: algo me olía, para ser sinceros, aunque no sabía…, I mean, una parte de mí tenía la teoría de que me besabas y eras tan cercano a mí porque querías averiguar si te gustaban las chicas igual que yo lo hacía contigo para asegurarme de que no me podías gustar… —Se muerde el labio—. No debería haberte dicho esto.

—Ahora me siento fatal.

Fuck, soy la peor persona para salir del armario, mira que lo sabía.

—No, por eso, claro que no… —Menea la cabeza. Chiara sigue sin soltarlo—. Yo besándote y pensando que lo que estábamos haciendo era algo consentido por los dos, pero ahora…

—No. —Es rotunda, y vuelve a coger sus manos. Esta vez, son las suyas las que tiemblan un poco, pero ella se mantiene firme, tanto en voz como en la dirección de su cuerpo—. Ni se te ocurra culparte porque todas las decisiones que se han tomado sobre tú y yo, son eso, algo nuestro, algo que yo también he decidido tras pensarlo muchísimo, porque, believe me, lo he requetepensado antes de darte un beso por primera vez. Solo que yo creía que serías gay —susurra, con las mejillas enrojeciendo—, hasta hace poco me olía eso.

No se siente mucho mejor, porque la palabra lesbiana sigue retumbando en su cerebro y ahora contra ella rebota un gay.

—¿Me lo puedes explicar mejor, porfa? —Sube las piernas a la cama y se abraza a ellas. Chiara pasa sus manos por sus rodillas y se las aprieta un par de veces antes de asentir.

—¿Lo de gay? Si quieres te hago un croquis, pero me parece que está claro.

Niega con la cabeza.

—¿Cómo te diste cuenta? ¿Fue conmigo o…?

Se aclara la garganta. Chiara niega con una pequeña sonrisa que ilumina su cara.

—No, ya me lo olía de antes. Siempre he tenido buen ojo para la belleza femenina —se esfuerza por bromear, pero Juanjo sigue serio, no le sale estar tranquilo—. Siento que yo sí te debo una disculpa —musita—, porque yo también pensé que podría ser bisexual.

—¿En serio? ¿Te llegó a interesar algún chico o… yo? —pregunta en tono bajo, con la vergüenza todavía latente entre ellos.

—A ver, no, o sea, yo te adoro —aclara, apretando su brazo en lo que ella cree que es cariñoso—, pero la verdad es que estaba en ese momento estúpido en el que me daba pánico que me gustaran solo las chicas, así que decidí que tenía que haber algún tío que por cojones me gustara. Y si tenía que haber uno, ese serías tú —murmura.

—Oh. —Levanta la mirada al techo, soltando una carcajada—. Así que fui el intento de una lesbiana por pasar desapercibida… ¿Debería sentirme halagado?

—Ay, calla… —Le da un empujón que solo lo hace rebotar y volver a ella—. Qué vergüenza, me siento fatal.

—No te sientas mal, si al final…, hacíamos lo mismo, aunque diferente. —Chiara asiente.

—Sí, pero yo te gustaba… Tú no estás confundido, ¿no?

—No llevo casi un año dándole vueltas y buscando información por cualquier lado para encontrarme a mí mismo para que ahora me lo preguntes tú —protesta.

—Así que un año… —Su cabeza calcula, mirando al techo—. Ojalá yo hubiera tenido tanto tiempo. Que me lo imaginaba, pero no llevo tanto… buscando, por decirlo de alguna forma. Aunque me sigue dando un poco de pena, porque yo a ti sí te interesaba, y yo llegué a pensar que podrías estar haciendo lo mismo exactamente.

—¿Por qué creías eso? O sea, ¿qué croquis…?

—Hombre, porque te mueres por comerte a Martin. —Juanjo pega un respingo que la hace doblarse de la risa—. Bueno, bueno, con esa cara, más te vale contarme ahora mismo que os habéis comido ya, porque lo otro no me lo puedes negar.

—No nos hemos comido —farfulla, con el ceño fruncido—. Nos besamos el Halloween pasado.

Chiara entreabre la boca y, tras unos segundos de comprensión, comienza a zarandearlo hasta que se marea.

—¡I FUCKING KNEW IT, FUCK! —Suelta un gritito tan agudo que se preocupa por sus cuerdas vocales—. Mira que me lo veía venir, es que me lo veía venir… —Mira al techo de nuevo, pero esta vez con ojos ilusionados—. Por eso estabais tan raros. Y tanto que ha pasado un año, joder, vaya año… Qué fuerte que os hayáis liado… ¿cuándo exactamente?

—Nos dejaron encerrados en el armario de los siete minutos. —Pone los ojos en blanco cuando su amiga vuelve a gritar—. Ya vale, solo fue un beso.

—Un beso que te tuvo investigando sobre la bisexualidad. Eso es más que un beso. Vamos, que te tuviste que poner…

—¡Chiara! —Se tapa las orejas con las manos—. Por Dios, que no fue nada, que ya está, ya pasó.

—¿Cómo que ya pasó? Ya me lo has dicho a mí, ¿sabe él algo de esto? —Aprieta los labios, mientras Juanjo se plantea qué contar y qué no. Ahora que ha abierto la veda, es difícil saber—. Claro, no quiero que me cuentes si sabes lo que siente él por ti, porque quizá es demasiado invasivo que yo sepa su sexualidad sin que él me la cuente, pero a la vez quiero saber qué habéis hablado, en qué punto estáis…

—Últimamente lo hemos hablado más —confiesa, con un suspiro. Chiara contiene el grito para dejarle seguir—. Yo tampoco sé si estoy cómodo hablando de él, pero… me deja mucho más tranquilo saber que le tengo, ¿sabes? Que de algún modo estamos en la misma situación, que… podría interesarle —dice en voz muy baja. Chiara pega un bote—. Pero no te emociones.

—Que no me emocione, dice, si ya tengo pensado lo que voy a decir en la boda. —No se molesta en protestar cuando recibe un cojín en toda la cara—. Okay, fair, pero ahora tienes que hablar con él.

—¿Hablar con él de qué?

—Bueno, creo que nos hemos enrollado dos veces y lo siguiente que has hecho ha sido confirmarme que, aunque seas bisexual, lo que sientes por Martin es mucho más fuerte de lo que sientes por mí. —Abre la boca para hablar, pero lo corta—. Juanjo, esto es así. Ese chico te encanta, y quizá solo yo me he fijado porque he estado pendiente de los dos, pero se nota a kilómetros que es bastante mutuo… sin querer meterme yo en lo suyo.

—No me dejas muy tranquilo con lo de que se huele a kilómetros. —Le sale una risita histérica.

—No te centres en eso. —Le da un golpe fuerte en el brazo—. Ahora que ya me has descartado a mí, nada te impide ir a por tu hombre. Sobre todo, si sabes que tu bestie va a estar ahí para apoyarte desde atrás.. —Le guiña un ojo.

—No creo que sea buena idea, Kiki…

—¿Cómo que no? ¿Qué te lo impide? ¡Nada!

—Eh…, la sociedad, el instituto, la reacción de mis amigos de siempre, mi familia… —Se muerde el interior de la mejilla—. Joder, es la primera vez que exteriorizo algo de todo eso.

Chiara pone un puchero y elimina la distancia que se ha formado en el colchón solo para darle un abrazo. Por un momento, entre los brazos de la persona más achuchable que conoce, se siente en paz. Y, un segundo después, es como si su mejor amiga hubiera apretado un botón, porque empieza a llorar, y no hay nada que lo detenga.

Su cuerpo tiembla por completo mientras se deja acariciar y cuidar por una vez. Solo una, está demasiado acostumbrado a ser el sostén de todos, no le gusta permitirse esa debilidad, pero al mismo tiempo…, lo necesitaba.

Es lo primero que le dice a Chiara cuando se separa, más tranquilo, con un agujero menos en el pecho y cien kilos de peso menos sobre la espalda. Esta sonríe y menea la cabeza.

—Yo siempre voy a estar para cuando lo necesites —asegura, y mantiene el agarre en su brazo para acariciarle con suavidad—. Ahora bien, tienes que permitírtelo, porque se notaba que tenías mucha angustia acumulada, y eso nunca es bueno.

—Me cuesta un poco —susurra, tomándose un momento para limpiarse las lágrimas antes de que se sequen sobre sus mejillas—, pero gracias por estar. No sé cómo haría todo esto sin ti.

—No te infravalores, que tú has hecho muchísimo tú solo. Y con Martin…

—¿No podemos dejarlo estar? —Le arden las mejillas.

—Es que Martin te ha ayudado, aunque sea sin hablar mucho contigo sobre el tema. —Se lame los labios, sopesando por dentro si debería seguir hablando. Al final, gana su emoción—. Juanjo, a veces hay que asumir riesgos. Yo… ya veía el potencial de almas gemelas que teníais, pero después de escucharte, no puedo quedarme de brazos cruzados.

—Y yo no puedo quedarme sin mi mejor amigo por un par de besos —gimotea. A estas alturas le da igual que sepa su principal miedo.

Chiara lo sopesa, apretando los labios. Pero en el fondo lo tiene clarísimo:

—Es que vosotros no sois solo un par de besos. Os conozco y… —le sale una sonrisa automática— sois almas gemelas en todos los ámbitos posibles. Vais a hacerlo funcionar.

—¿Y si el mundo no quiere hacerlo funcionar?

—No uses mi misticismo cada vez que quieres ablandarme —protesta, señalándolo con el dedo—. Juanjo, al mundo que le den por culo. Lo importante es el amor que os tenéis y estoy segura de que ninguno de nuestros amigos tendrá mayor problema que la indignación de ser los últimos en enterarse.

—No sé si es todo tan sencillo como…

—Lo es. —Aprieta su mano. Su tono ha bajado, notando que su emoción no lo motiva—. Lo es, y tenéis que intentarlo. Hacedlo por esta pobre lesbiana a la que no quiere nadie.

—No digas eso tampoco… Seguro que por ahí hay una chica esperándote.

Su sonrisa angustiada enciende sus alarmas. Esa no es la mirada nostálgica de quien quiere enamorarse, es de quien ya lo está y no es correspondido. Cree identificarse con esa sensación, aunque ya se sienta más cómodo imaginando un futuro en el que lo es. Está a punto de preguntar, con la misma poca sutileza que ha usado su amiga, pero unas llaves y una puerta abriéndose y cerrándose lo alerta.

—¿Ya están tus padres aquí?

—Eh…, sí, tenían que ir a la ferretería a comprar una cosa que necesitan para arreglar un grifo, y mi padre no sabe lo que tiene que preguntar él solo. —Se encoge de hombros—. Son un equipo, una sabe lo que hay que hacer y el otro lo hace.

—¿Debería irme? —Hace amago de incorporarse, pero Chiara lo retiene en su sitio, rebotando en el colchón.

—No hace falta. Te conocen y te han visto llegar, no les va a molestar en absoluto. Además, no quiero que huyas. Es importante para mí.

—Pero es que…

Se queda con la palabra en la boca, porque Chiara se incorpora sobre la cama y comienza a saltar. Al tercer salto, se ve obligado a levantarse para evitar que le pegue.

—Pero ¿qué…?

Chiara suelta el primer gemido, fingido y acompañado de una sonrisa malévola, de las suyas, y de más saltos.

—Ay, Juanjo…

—Te mato.

—Por favor, Juanjo, hazme caso… —Y otro gemido.

—Te juro que te mato y no van a quedar ni los pendientes. —Odia eso, odia que le ardan las mejillas con tanta facilidad y odia saber lo que está haciendo su amiga.

Cuando abre la boca para volver a decir alguna barbaridad, se lanza sobre ella, cayendo ambos sobre la cama. El encabezado choca contra la pared, pero ninguno está para ponerse quisquilloso en ese momento.

—¡Oye, que pares!

—Paro cuando me dé a mí la gana. —Dejan de forcejear a la vez—. No puedes hacer esas cosas con tus padres en casa.

—Eso es justo lo que me diría mi madre si nos pillara ahora mismo…

La puerta se abre de golpe. Emma, con un canasto de ropa en la mano, se queda completamente quieta al verlos tumbados en la cama, con Juanjo parcialmente sobre su hija. Ellos también se paralizan, porque ni siquiera Chiara esperaba una aparición inmediata.

—Perdón. —Se lleva la mano no ocupada a la boca—. Yo te dejo esto por aquí y… ya hablaremos, Kiki, my dear…

Ninguno de los dos respira con calma hasta que la puerta vuelve a estar cerrada. Para la ironía del asunto, solo entonces se separan, como si quemaran. Resoplan y se miran, sin entender del todo su reacción.

—Tu madre nos quiere casar.

Chiara pone una mueca.

—Puede que se huela algo de lo mío. Todo el mundo dice que las madres siempre saben estas cosas. A lo mejor cree que soy bi, y es como tú, que cree que nos viene bien estar juntos.

Juanjo siente un pinchazo en el estómago. No le gusta cómo él mismo ha llevado su bisexualidad, cómo ha intentado ocultarla tras una relación que no iba a llevar a ninguna parte, más después de hablar con ella.

—Me siento muy idiota ahora mismo.

—No, claro que no, bastante tenías contigo mismo… —Lo abraza de lado—. Juanjo, inténtalo. Lo peor que puede pasar es que quedéis como amigos, porque os conozco y no vais a haceros daño.

Aprieta los labios con tanta fuerza que teme hacerse daño. Asiente muy despacio, provocando un nuevo grito por parte de su mejor amiga.

» Te voy a ayudar —y, ante la cara de terror de Juanjo, se apresura a aclarar—, pero voy a ser sutil. Voy a conseguir que os quedéis solos, que Martin se dé cuenta de que no te intereso de esa forma… Va a ser divertidísimo…

—Tienes un concepto de la diversión un poco distorsionado, ¿eh, cariño?

—Me gusta que la gente que se lo merece esté con quien se merece. —Su sonrisa llena de hoyuelos le da tanta ternura que no se corta en achucharle los mofletes—. Ay, pareces mi abuela.

Juanjo le sonríe y, tras unos segundos observándose en silencio, se incorpora de nuevo en la cama.

—Quiero enseñarte algo.

—Okey… —Queda con los codos apoyados en el colchón mientras lo observa levantarse y encender su ordenador. Es de los rápidos, de última generación, así que enseguida está en la pantalla de inicio—. ¿Qué es?

—Dame un minuto. —Ella lo aguanta, estoica, pero con ojos enormes y curiosos—. ¿Sabes que siempre te enseño música que escucho muchísimo?

—Ajá…

—Pues… esa es solo una mínima parte —confiesa—. A mí… la música me ha ayudado un montón este último año. Que sí, que El Canto del Loco ha sido genial para desfogarme, y adoro escuchar La Oreja de Van Gogh, pero… hay cantantes más internacionales, que gracias a ti entiendo mucho mejor, que me entienden. Me entienden mucho.

A Chiara se le cristalizan los ojos. No duda en acercarse a ver la página de descargas en la que se ha metido. Lo observa todo con curiosidad hasta que Juanjo le pone la primera canción. Luego la segunda. Luego llega a Queen, que son más familiares para ella, y sonríe, quitándose con un dedo la primera lágrima que se escapa.

—La primera vez que entendí las implicaciones de alguna de estas canciones… —aprieta los labios— significó mucho para mí. O por ejemplo, esta otra.

“Show must go on” comienza a resonar por los altavoces del ordenador. Chiara deja caer su cabeza sobre el hombro de su mejor amigo, con un suspiro. Se deja empapar con la letra, al menos hasta que Juanjo decide seguir hablando, con su explicación:

» Esta canción fue una de las últimas, si no la última, que compuso Freddie. Ya tenía VIH y sabía que le quedaba poco. Ya era de dominio público que estaba con un hombre. Probablemente era el amor de su vida —lo cuenta con precisión de historiador, porque si le pone sentimiento quizá se deshidrate—. Aunque la mujer con la que estuvo siempre también fue muy importante. La cuestión es que me ha hecho pensar mucho, aunque no es mi favorita. Me da unas fuerzas que yo no sabía que tenía. De hecho, creo que mi cabeza iba al ritmo de esto mientras iba hacia tu piso.

—Qué mono. —Juanjo resopla y su mejor amiga suelta una carcajada—. Que no lo digo a malas. Es que me da mucha ternura. Y además, si te sirve de consuelo, yo hice lo mismo.

—¿Escuchabas Queen antes de liarte conmigo?

—Muy gracioso. —Pone los ojos en blanco—. Me refiero a que… yo también me he refugiado en la música. Hay grupos increíbles, de chicas aún más increíbles, que, de forma directa o indirecta, salieron del armario. La mayoría como bisexuales —se obliga a admitir—, pero a mí también me han ayudado un montón.

—¿En serio? ¿Tú también?

Asiente despacio. Pocas veces se ha sentido tan tranquila, y no esperaba que la primera vez fuera justamente al hablarle de su música especial, la que se queda para sí misma, que ni siquiera se descarga en el mp3, sino que es para ella, para su ordenador.

Con cuidado, le retira la mano del ratón y lo mueve para salir de la página de descargas y meterse en su carpeta de música. Tiene varias, con nombres diversos: “english women”, “lo mejor de ahora en español” y la más importante, que decidió calificar con una L mayúscula. Juanjo alza las cejas cuando se zambullen en esa carpeta.

Para Chiara, clicar en la primera canción sin llevar los auriculares para evitar que nadie las escuche es su primer acto de rebeldía, tal y como su corazón advierte, latiendo con fuerza contra su pecho. Juanjo esto lo sabe muy bien, así que se esfuerza por no mirarla directamente para que se sienta más cómoda, y presta mucha atención a la canción, a su letra, a las melodías que impregnan de rock la habitación.

Chiara da vueltas a un bolígrafo hasta que la primera canción acaba, y entonces pasa a otra, situadas hacia mitad de su carpeta. Su mejor amigo se inclina hacia la pantalla, donde el nombre “Índigo Girls” resalta. La inglesa espera a que la canción llegue al puente para aclararse la garganta y explicar:

—Ellas son de mis favoritas. Son un grupo de dos —se ríe, porque la portada lo deja bastante claro— y ambas son lesbianas. Wow, todavía me parece fuerte poder pronunciar esa palabra. Lesbiana. —Menea la cabeza—. Me flipa su música, pero… siempre la he considerado muy mía. No me gusta compartirlas.

—¿Prefieres que…? —Hace amago de incorporarse, pero Chiara lo mantiene en el sitio.

—Juanjo… —Su sonrisa es casi maternal—. Ni se te ocurra largarte ahora, con lo que me ha costado confiar en poder contarte esto. Estas canciones son las que uso cuando necesito evadirme, pensar durante cinco minutos que lo estoy haciendo bien. Muchas veces no tengo nada claro eso. —Arruga la nariz.

—Lo estás haciendo bien —asegura, acariciando la palma de su mano con el pulgar—. Yo… A mí a veces me cuesta, pero no estamos haciendo nada malo.

—Eso lo sé. —Cierra los ojos y se deja llevar por la música, que pasa a la siguiente de las mismas artistas—. Me han ayudado tanto… “Closer to fine” es muy importante para mí.

La siguiente canción de las cantantes lesbianas es una balada. Escuchan alrededor de un minuto, observándose en silencio, ya sin la timidez inicial, y, como si alguien hubiera pulsado un botón fuera de la habitación, se echan a llorar al mismo tiempo. Se abrazan con fuerza, y Chiara se esconde sin ningún rubor en el cuello de Juanjo, sintiendo cómo su pecho tembloroso se mueve al mismo ritmo que el suyo.

Cuando el llanto remite, se quedan en silencio, dejando que las canciones se sucedan. Kiki ha encontrado un escondite perfecto en su cuello, y se mantiene ahí, notando cómo Juanjo mantiene el agarre de su cintura. Sí, son lugar seguro del otro, se siente muy afortunada de tenerle.

—No sabes lo feliz que me hace tener a alguien con quien poder hablar de esto —susurra el chico. Ella sonríe en su cuello y se aleja.

—¿No te valía Martin a ti?

—Ya sabes que no es lo mismo. Con él no puedo llorar sobre él. —Mueve la cabeza, con la mirada perdida, y su amiga se queda en silencio, a sabiendas de que está procesando algo—. Cuando pasó lo de Martin…, lo pasé muy mal. El concepto de ser gay me aterrorizaba, no te lo tomes a mal porque ahora estoy mucho más tranquilo y sé que soy bi, pero…

—No voy a ofenderme, si yo era igual… —Pone los ojos en blanco, pero se ve obligado a detenerse, porque ha caído en algo y… no puede ser—. Espera. ¿Por eso estuviste liado con Denna tanto tiempo y la dejaste de un momento para otro?

Se muerde el interior de la mejilla y esa es toda la respuesta que Chiara necesita.

—No puedo dejar a alguien con quien no he salido —protesta—. Y, a ver, suena horrible, pero sí. Necesitaba sentir que estaba atraído por una chica y Denna… es preciosa.

—Lo es. —Asiente—. Pero es idiota.

—Bueno, Denna dentro de lo que cabe es maja con la gente. Tampoco es que haya elegido a Violeta.

—Con quien le interesa —masculla, ya sin mirarlo.

Juanjo alza una ceja. No…

—Espera, espera, Chiara Oliver… ¿Qué es esa forma de apartarme la mirada? ¿Violeta? ¿En serio?

—Es que se tintó de pelirroja y… —Juanjo suelta una carcajada— ¡tú no puedes juzgarme!

—No te juzgo, guapa es. —Levanta las manos como si se encontrara en un atraco—. ¿Te diste cuenta con ella?

Chiara se toma un momento para pensar si es buena idea, pero decide que sí, que es Juanjo, que nada le asusta de él a estas alturas. Asiente y su mejor amigo sonríe y la atrae hacia él para abrazarla. Besa su frente y se siente en paz al instante. Así de sencillo.

—Antes me sentía un poco rara conmigo misma. Todas mis amigas con sus crushes masculinos, y yo pensando en mi música y en lo que querría ser de mayor. —Suspira—. Y de repente apareció Violeta un día con el cambio de look y… personalmente casi me muero. —Le pega en el brazo cuando se ríe—. Es que…

—Pero ya se te ha pasado, espero.

—Sí, su personalidad no hace que me ponga más cachonda, la verdad. —Aprieta los labios, pero eso no le evita empezar a reírse como loca. Sí, lo cierto es que necesitaba soltarlo un poco, para quitarle importancia—. Ahora mismo no me gusta nadie, por si quieres informe completo.

—Informe me merezco, después de lo que me has hecho a mí con Martin…

—Pero lo vuestro es tan obvio… Si estuviera más normalizado, toda la clase estaría pidiendo vuestra boda ya.

—¡Tampoco nos pasemos! —Supone que ha pasado demasiado tiempo no estando rojo como un tomate, era necesario volver a la normalidad—. ¿Vas a ayudarme, entonces?

Chiara suelta un gritito y asiente. Detiene la música y lo lleva de nuevo a la cama. Coge mucho aire y empieza.

—Tengo una idea muy buena, creo que funcionará bastante bien, pero vas a tener que ser un poco más echado para adelante.

—Lo intentaré, pero es lo que más me cuesta.

—Oh, lo sé. —Menea la cabeza—. No pasa nada, mientras tanto, fingimos un poco más que sigues jugando a lo de los líos de tus amigos…

—¿Y luego?

—Es decisión tuya, I guess. —Suspira—. Yo no puedo ser quién te diga cuándo salir del armario. Es aterrador.

—Me ha costado contigo. —Su sonrisa es amarga—. No sé cómo va a ser con el resto.

—Tú a tu rimo. Lo único que te pido es que nunca te quedes en tu zona de confort. Que avances, aunque sea poco a poco.

Se lo promete, todavía con las manos entrelazadas con ella. Por primera vez, se siente con la confianza suficiente para lo que se venga.

El siguiente lunes no supone mucho problema. Juanjo llega al instituto con un peso menos en el estómago, pero el triple de nervios. Se pasa el día dándole vueltas a cada mirada que recibe, a cada contacto con Martin, como si pudiera saberse todo con un par de gestos y una sonrisa.

Aun así, Chiara propicia la situación y consiguen quedarse los tres solos recogiendo para irse al recreo.

—Había pensado en ir al cine esta semana —irrumpe en la fila delante de ellos. Martin se sobresalta—. Podríamos ir los tres y así no me siento sola. —Pone un puchero.

—¿Tus amigas no pueden? —pregunta, mientras guarda su carpeta.

Juanjo y Chiara comparten una mirada.

—No, están muy liadas con sus exposiciones y con algún examen. Cuesta mucho sacar a Nerea de la norma, ya sabéis… —Finge una risita—. Va, Martin, creo que podría gustarte.

—¿Cuál es?

—“La novia cadáver”. Tiene pintaza.

—¿No estamos ya dejando atrás Halloween a estas alturas?

—Sí, pero no hemos tenido mucho tiempo antes, como comprenderás. —Pestañea, todo lo tierno que puede—. Va, que no se nos haga diciembre y Navidad. Es el momento perfecto.

—A mí me parece buena idea. Será divertido.

—¿Tú crees? —Martin lo observa con suspicacia.

—Puede ser como un pre-regalo de cumpleaños. Juanjo con sus personas favoritas. —Le guiña un ojo.

Esto deja a Martin pensando y Juanjo teme que se haya pasado. Martin sabe que ha sentido cosas por ella, es posible que piensa que sobre, cuando en realidad la que “sobra” es Chiara.

—Me hace ilusión quedar con los dos. —Usa su voz más dulce, la que más podría derretirle. Martin se muerde el labio, indeciso todavía—. El miércoles los precios son bastante buenos y no tenemos exámenes a la vista.

—¿Quieres ir al cine entre semana?

—Podemos ir temprano y luego seguir con nuestras vidas.

—¡Sí, y comer por ahí antes!

Mira a Chiara con algo de miedo. No sabe cómo va a funcionar si comen los tres juntos, pero necesitan convencerlo, y esto parece ser lo que más funciona con Martin, que asiente.

—Vale, guay. La peli no tiene mala pinta, que me vi un tráiler el otro día.

Respira con fuerza y sonríe a su mejor amiga con agradecimiento. Esta le guiña un ojo y los aprieta en un abrazo lleno de emoción.

Consiguen darle una vuelta a la situación poco después, porque todos deben volver a casa para terminar antes de las cinco de la tarde un trabajo a entregar por correo electrónico. Es uno de los primeros profesores que les dan esta opción, así que cambian la sesión de cine para las siete de la tarde.

Quince minutos antes, Juanjo ya está dando vueltas frente a la puerta del cine. No se ha atrevido a comprar las entradas, no hasta que sepa que Martin no va a huir. Por su lado pasan niños gritones seguidos de padres desesperados y alguna pareja que va a ver una sesión de una película romántica.

Suspira de alivio cuando lo ve aparecer, caminando despacio, con las manos bien enterradas en los bolsillos de su chaqueta de cuero. Apenas se ha cambiado de ropa, solo de chaqueta, pero aun así lo ve el triple de guapo, como con un aura que lo deja sin respiración. Será el efecto de quedar fuera del instituto, serán los nervios por lo que podría pasar.

Martin frunce el ceño al reconocerlo y encontrarlo solo.

—Hola… —Le sale un hilo de voz. Ridículo.

—Hola. ¿Y Chiara? ¿Ha ido al baño?

—Eh…, no. —Se arrepiente de ello antes incluso de dar la excusa—. Su madre la ha castigado en el último minuto. No va a poder venir.

Chapter 14: Suena a pregunta trascendental que cambiará el curso de mi vida

Chapter Text

Martin da un paso atrás tan instintivo como confusa es su mirada.

—¿Cómo que no puede venir? ¿Qué ha pasado?

Coge aire y repasa un plan que la desquiciada de su mejor amiga le ha hecho memorizar.

—Me ha avisado su propia madre cuando he ido a buscarla para coger el bus juntos… Parece que está harta de que salga demasiado entre semana y con parciales. Que tampoco tenemos ninguno hasta después de mi cumpleaños —se rasca la nuca—, pero se le ha ido la cabeza, no sé. Emma a veces es muy suya, eso teníamos que haberlo imaginado.

—Sí que podíais haber pensado en ello antes de organizar esto entre semana… —Lo mira con una mueca y tono cansado—. ¿Y entonces qué hacemos aquí?

Todos sus sentidos se ponen en guardia. Tiene que jugar bien sus cartas para asegurarse esa cita-no cita.

—Ver la película juntos, ¿no? Ya hemos hecho el viaje.

—Pero a la que le hace ilusión es a Chiara, no sé…

Vamos, Juan José, piensa rápido.

—Mientras hablaba con su madre, se ha asomado para prohibirme quedarme en casa. Quiere que disfrutemos de la película, que ya irá ella a verla cuando tenga un hueco.

¿Se le notará la ansiedad? Aunque sea en la velocidad que cogen sus palabras, para él es más que obvio.

—Pero sin ella… —Pone un puchero.

—Venga —reúne valentía para rodear sus hombros con los brazos y empieza a dirigirlo hacia el interior—, pago yo.

—¿Cómo que pagas tú? —Nota la tensión bajo su brazo.

—Sí, por las molestias. No he podido volver para avisarte, no sabía si tendrías el ordenador encendido y apenas me dejan tocar el fijo.

—Necesitamos un móvil como el de Chiara. O al menos un walkie, para comunicarnos —protesta, dejándose arrastrar hacia donde están las dos pequeñas colas, para comprar las entradas y las palomitas.

—¿Crees que eso llega del pueblo a la ciudad? —bromea.

—Voy a hacer bote con los chicos para un móvil, no es broma.

—No queda tanto para mi cumpleaños, así que te voy a tomar la palabra. —Le guiña un ojo.

Solo aparta el brazo de él, y por tanto recupera su tranquilidad interior, cuando son los siguientes. Piden de las últimas filas, y por suerte están vacías, así que los sitúan centrados. Como todavía tienen un margen y no hay mucha cola, Martin lo arrastra hacia las palomitas. Juanjo se deja, por un lado, por lo a gusto que están así, juntos, y por otro porque ya lo ha convencido.

Y porque a esa sonrisa le compraría lo que quisiera sin pestañear.

No se le permite hacerlo, porque Martin insiste en pagar él, dado que Juanjo se ha encargado de las entradas. Tampoco es capaz, con los nervios, de decirle que no.

Hacen un poco más de cola para entrar a la sala, que abre demasiado tarde para la hora a la que tienen prevista la sesión. Delante y detrás de ellos, son todo niños con sus padres. Hasta que no ven a un par de chicas que parecen de su edad, aunque no les suenan de nada, no se relajan por haberse metido en una película demasiado infantil.

A pesar de que la película llevaba desde antes de Halloween en cines, la sala se llena con una facilidad pasmosa. Por suerte, la última fila, al igual que las primeras, están bastante vacías, así que están en su propio cine particular. Esto no ayuda a que Juanjo se relaje, pero al menos tiene el anonimato y la oscuridad para lo que pueda suceder.

Se toma los tres anuncios y dos tráileres de películas futuras para meterse el mayor número de palomitas en la boca mientras se mentaliza. Todavía no sabe qué dirá, cómo se le dará, pero necesita algo que funcione. No puede asustarlo y retroceder en esto, no cuando cree tenerlo más claro que nunca.

El logo de “La novia cadáver” ocupa toda la pantalla. Pega un respingo y hace un esfuerzo por concentrarse. Martin también ha estado comiendo palomitas, pero con más calma, así que cuando él vuelve a la carga, alza las cejas.

—¿Qué? —susurra.

—Nada, que estás histérico y demasiado concentrado y aun ni ha empezado. Parece que te van a hacer un examen de los anuncios.

Suelta una risita y mueve la cabeza para quitarle importancia. Irónico, porque si le preguntan de qué iban, no sabría decir ni el color de fondo de cada anuncio. Tampoco sabe si sería capaz de decirle algo de lo que ha estado pensando y que lo ha tenido tan abstraído.

Necesita un poco más de película para eso.

Estar rodeados de niños es tanto una ventaja como un incordio. Muchos de ellos están en esa edad en la que tienen la necesidad de comentarlo todo. A gritos. Sin importar cuánta gente tengan alrededor. Por supuesto, exterioriza su queja.

—Tú no te quejes. —Martin le pega un codazo la cuarta vez que resopla—. Que tú eres igual.

Se gira hacia él, indignado.

—A los cinco años.

—Y en la mayoría de las películas que hemos visto desde entonces. —Sonríe—. De hecho, me extraña que en “La madre del novio” apenas hablaras.

—Tenía buenos motivos y muchas distracciones —admite sin ningún rubor.

Martin cierra la boca y traga saliva, demostrándole que todavía es capaz de dejarlo sin palabras con muy poco. Esto lo hace sonreír, y vuelve para la primera aparición del protagonista mucho más animado que antes. Con una esperanza en el pecho basada en poco, pero en lo suficiente.

Disfrutan de la primera mitad de la película entre palomitas y algún comentario por lo bajo. Lejos quedó la anterior vez, donde mirarse parecía un sacrilegio. No, solos se sienten mucho más cómodos, están mucho mejor, y más que lo estarán si Juanjo aprovecha la oscuridad del cine como pretende hacerlo.

Las palomitas vuelan, y sus manos se encuentran más de una vez, aunque no mantienen el contacto más del tiempo necesario para coger algo que picotear. Es cuando la bolsa está prácticamente vacía que se atreven a dejar las manos dentro, más tiempo del recomendado para sus corazones. A ninguno les importa cuando se apartan, porque siempre vuelven.

El roce, cada vez menos sutil, empieza a consistir en caricias sobre la palma de la mano del otro. Juanjo siente que, si no hace algo pronto, podría levitar.

Se plantea que es el momento cuando Martin se aparta, riéndose por una escena que hace que la sala entera se descojone. Saca un par de palomitas, se come una y levanta su mano con la otra.

Su mejor amigo se da cuenta de que se la está colocando a él delante de la boca y alza las cejas, en una pregunta implícita. Él se encoge de hombros y se la ofrece.

Sin apartar la mirada de él, Martin inclina un poco su cabeza y toma la palomita con ambos labios. La sujeta, pero no se la traga. Juanjo tampoco se ve capaz de dejar de mirarlo. Teme que, si lo hace, se pierda algún detalle, algún gesto que cambie todo.

Y efectivamente, porque los ojos de Martin siempre han sido los más expresivos que ha visto en su vida. Porque su invitación sin palabras es más que suficiente para que, con el aliento tan contenido que teme desmayarse, se acerque a él. Su mejor amigo no pierde detalle de cada milímetro que los acerca y de cómo él acaba con la distancia del asiento hasta quedar frente a él.

Con un cuidado que no se cree ni él, Juanjo saca los dientes para morder el trozo de palomita que sobresale de sus labios. Frente a él, Martin traga saliva a duras penas, porque tampoco quiere hacer ningún movimiento que lo aleje y haga que se arrepienta. Ni siquiera respira. Siguen en pie de casualidad.

Juanjo mastica el trozo de palomita y, cuando se lo traga, elimina de nuevo la distancia entre ellos. No sabe de dónde saca las fuerzas para posar los labios sobre él con la delicadeza de un pajarito y acerca su lengua hasta que la sal de la palomita le llega a las papilas gustativas.

Permite que Martin se la trague, dándole margen, y entonces levanta los brazos para poder acunar sus mejillas con ambas manos, tirando en el proceso la bolsa de palomitas al suelo. Ni siquiera suena, los altavoces tapan todo. Coge mucho aire al notar el aliento contra sus labios. A él le cuesta hasta respirar, así que se deja envolver por su aroma, que ya le llega de cerca.

Traga saliva, escuchando muy de fondo las carcajadas ante alguna broma de la película. A estas alturas, ni siquiera le interesa. Seguramente Chiara tenga su oportunidad de disfrutarla, pero él no está para eso. Su cabeza va a mil por hora y su corazón ya la adelantó por la derecha.

Cuando sus narices se rozan, antes incluso de que los labios vuelvan a acercarse, es como si alguien presionara el botón exacto y todo se intensificara. Bajo sus dedos, la piel de Martin es suave, pero cada pequeño movimiento que realiza en su nuca o cuello le pone los pelos de punta, como si estuviera hipersensibilizado a él.

Un golpe durante la película los sobresalta, sumado eso a los gritos de los niños. Martin traga saliva. Su mirada está llena de dudas, de preguntas sobre sus motivos que quiere responderle, pero no tiene por qué ser justo ahora. Ahora es momento de sentir. Las palabras ya las tiene pensadas, no se va a morir nada por volver a besarlo.

Cuando Juanjo besa su labio inferior, es como si oficialmente hubieran cerrado la burbuja, solo para ellos, solos con esa calma que siempre los ha caracterizado pero que los empuja un poco más a cada rato. Lo aprisiona con cuidado, cerrando los ojos cuando su amigo lo hace y puede concentrarse por completo.

Ya no hay risas, ni gritos, ni siquiera un solo diálogo de la película que los distraiga. Son ellos, los latidos de sus corazones, que se persiguen entre sí; y la forma en que se devuelven el beso, como fuera el primero y a la vez el último.

Juanjo sonríe cuando Martin comienza a moverse, dejando caer un brazo en su hombro, para pegarse a él todo lo posible. Entreabre la boca, recibiendo su lengua al instante. Se estremece. No lo recordaba tan perfecto, supone que estando demasiado concentrado en no pensar en ello.

Su nariz se desliza sobre la contraria, notando entonces por primera vez con más consciencia lo mucho que raspa su bigote. Sonríe el triple, y se tiene que apartar un momento. Martin pregunta con la mirada, pero él vuelve a besarle.

Cuando se besaron el Halloween anterior, Martin aún era un pobre niño imberbe. Bueno, de pobre nada, inocente menos, que no tuvo reparo en comerle la boca sabiendo a la perfección que estaba con él en el armario. Pero sí que es verdad que las cosas han cambiado, que ahora tiene un bigote que pretende ser frondoso en algún momento, pero que de momento hace buen trabajo para enmarcar su cara de distinta manera, de darle otra madurez.

Suspira, algo tembloroso. Todavía son un poco niños, no lo puede negar, ni aunque quisiera, y su niño interior está dando tantas volteretas que teme trasladarlas a la realidad y quedar en ridículo delante de cincuenta niños reales.

Sonríe, cuando les duelen los pulmones y deben alejarse, aunque es coger oxígeno y volver a besarse. En esa ocasión, los besos son más cortos. Martin besa, milímetro a milímetro, toda su boca, comenzando por el de arriba y acabando en la comisura de los labios de abajo.

Comparten un suspiro que solo les hace sonreír un poco más. Juanjo se muerde el labio y su mejor amigo, con un gesto de nariz, consigue que se lo quite y besa el punto en que antes estaban sus dientes.

—¿Qué es esto, Juanjo? —Él sigue en su nube. Los ojos cerrados le ayudan bastante en eso—. ¿Qué estamos haciendo?

Se pone alerta, aunque su corazón lo ignora y sigue bombeando como si lo persiguiera un animal salvaje. No le ha gustado el temblor en su tono de voz. Abre los ojos y acaricia sus mejillas. No son todo lo suaves que le gustaría, pero al menos sabe que hace un par de días se afeitó, quedando alguna imperfección que podría aprenderse de memoria, no sin antes perderse en ella.

—No estamos haciendo nada malo —susurra contra sus labios, en un intento por que la conversación se quede entre ellos—. Vamos a acabar de ver la peli, ¿de acuerdo?

Gira todo su cuerpo hacia la pantalla, excepto la mano más cercana a su amigo, que se mantiene acariciando su cuello en todo momento.

—¿Vamos a fingir que esto no acaba de pasar? —Su voz suena mucho más rota que antes, y eso ya es suficientemente malo para alguien tan sensible, que lo da todo siempre por él y que siempre ha sido claro—. Porque a estas alturas no me puedes pedir algo así.

Cierra los ojos. No piensa permitir que la inseguridad le dure más de unos segundos.

—Martin, si seguimos besándonos, probablemente me lance sobre ti y no pueda evitar nada de lo que vaya a pasar después —asegura. Los niños de delante se ríen, aunque no está seguro de que sea por la película. Tampoco quiere comprobarlo—. Vamos a acabar esto y ahora hablamos. Tengo mucho que contarte.

Martin frunce el ceño, pero asiente y se gira hacia la película como si no estuviera rojo de las orejas al pulgar del pie por lo que acaba de ocurrir entre ellos. Vaya como vaya la conversación, lo que está claro es que no va a olvidar ese beso en su vida, así que más le vale que tenga final feliz.

Si Chiara pregunta algo sobre la película (no lo hará, sabe lo que ha ido a hacer ahí), lo más probable es que se le escape alguna tontería, o un “Martin genial, gracias”, porque de la trama, a pesar de haberlo intentado, a pesar de que el beso sucedió en la segunda mitad, no sabría decir mucho. Cuando se pueda ver pirata quizá la repita, porque no tiene mala pinta…, pero no ahora, no en este momento.

Salen del cine rojos como un tomate, todavía rodeados de niños que comentan la película a gritos mientras aseguran a sus padres que quieren volver. Comparten una mirada divertida. Para una experiencia así de inmersiva, ellos también repetirían. Sin dudarlo.

Aguantan el estado de paz mientras piden en una hamburguesería casera, mientras esperan y comentan algún detalle de la película que se acaban inventando, entre risas.

Pero las caras se ensombrecen conforme dejan atrás el centro comercial y saben que la conversación los acecha. De ese día no pasa, y ya es más tarde que nunca, así que cogen algo de comer para llevar y toman la decisión de no esperar un segundo más. Se sientan cerca de la parada de autobús, en un banco que les permite ver si el autobús de cada hora llega antes de tiempo.

—Pues ya estamos aquí. —Martin se gira hacia él cuando ya ha dado el primer bocado a su hamburguesa—. Sabes que siempre soy optimista, pero en el fondo pensaba que nunca volverías a besarme.

Así que va a empezar él. Perfecto. Juanjo traga con fuerza, y siente cada segundo en el que la carne pasa por su garganta hasta desaparecer en algún punto de su interior. Ha sido valiente una vez, tiene que poder una vez más.

—El otro día se me cruzaron los cables —admite, con voz baja, mirada fija en su hamburguesa. Va a necesitar un poco más para poder mirarlo con calma—. Cuando terminamos de hablar por videollamada estuve pensando y decidí que tenía que quitarme esta angustia del pecho. —Hace una pausa, pero Martin no quiere añadir nada, solo que hable, que le explique. Traga saliva—. Estuve con Chiara.

No sabe si ha elegido las palabras correctas, porque se le contrae el rostro en disgusto.

—Ah, muy bien. Sí que se te fue la pinza, sí. —No hay cuchillo que le haya cortado más que esto.

—No quiero estar con ella. —Le parece lo más importante, lo que primero debe decir, lo que hace que sus ojos se alteren, aunque sea un poquito—. En absoluto. Vale, sí, me ha gustado, igual que me han podido gustar otras chicas…

—No vas bien, ¿eh?

—Tú… déjame seguir. —Asiente, permitiendo a la persona que peor se expresa (él mismo) que lo haga—. Martin, me gustas muchísimo. —Su voz tiembla como una puta lavadora rota—. Más de lo que nunca me ha gustado nunca nadie. Ni chico ni chica. Y vale que me han atraído de ambos, por eso…

Deja que el silencio y un par de pitidos de coche invadan todo.

—¿Por eso?

—Por eso cada vez tengo más claro que soy bisexual. —Coge todo el aire posible—. Y que estoy enamorado de ti.

Es el turno de Martin de contener el aliento como nunca antes lo había hecho. Le tiembla todo, y apenas escucha, si es que Juanjo dice algo más, porque su cerebro repite, como buen disco rayado, lo último que ha entendido:

“estoy enamorado de ti”

“estoy enamorado de ti”

“estoy enamorado de ti”

Le entra la risa tonta, lo que acaba con el discurso tan perfecto que Juanjo se estaba sacando del alma.

—¿Te parece gracioso?

Se muerde el labio, pálido como una hoja de su libreta, mientras se apresura a negar con la cabeza.

—No, perdona, perdón… —Se estira para coger sus manos. Están un poco manchadas, pero a estas alturas le da igual—. Es que no me puedo creer que en dos frases te me hayas declarado y digas que eres bisexual con esa normalidad.

—¿Preferirías que no lo dijera con normalidad?

—¿Qué? No, claro que no… —Suspira—. Estoy muy orgulloso de ti, solo eso.

—Vale —musita—. Entonces… ¿qué piensas?

—¿Sobre tu bisexualidad o sobre la parte de que estás enamorado de mí?

Se relame. Suena increíble decirlo en algo, ser consciente de que Juanjo no le va a corregir esta vez. Es lo más real que se ha sentido nunca y podría levitar.

—Te voy a tirar a la carretera cuando pase el autobús como no pares de hacer eso —avisa, con seriedad.

—¿Qué hago? —Se inclina hacia él, pestañeando con dulzura.

—Decir esas cosas con toda la facilidad del mundo, pero no responderme a las confesiones importantes nunca.

Asiente y acaricia la palma de sus manos. Martin quiere encontrar las palabras, pero, por una vez, está escaso de ellas.

—Te respondo —proclama, acompañado de un carraspeo poco sutil, y cruzar los ojos con él se convierte en el aleteo de mil mariposas—. Cuando te besé en Halloween me di cuenta de que me gustabas muchísimo. Nunca en toda mi vida me había pillado por nadie y de repente ahí estabas tú, mi mejor amigo, la persona a la que le debería contar mis movidas y rayadas, solo que estaba pilladísimo por ti y por tanto no tenía a nadie con quién hablar de la rayada más gorda de todas.

Traga saliva al darse cuenta de la mirada aterrada y culpable que le dedica Juanjo.

» Al principio, es verdad que lo intenté: que habláramos, dejar claro lo que había pasado, pero ya sabes… —Le entra la risa—, nunca querías. Así que intenté dejarlo ir, sin hablar ni nada, porque tú no estabas interesado, y lo mejor era no hablar de un tema así con tanta normalidad, no vaya a ser que nos escuche alguien.

—Martin… —Suspira, aún más lleno de culpa—. No te puedes imaginar lo mucho que lo siento por lo mal que lo he gestionado todo.

—No me tienes que pedir perdón. Somos dos críos que no sabemos ni por dónde nos da el aire, como para plantearnos en pleno Primero de Bachillerato tener una relación cuando nadie de nuestro entorno es abiertamente gay. O en privado, porque la verdad es que creo que estamos bastante solos en esto.

Juanjo le dedica una sonrisa de sabelotodo, pero se ahorra el preguntar. Algo así no debería competerle, no cuando están en esa situación por haber forzado la máquina cuando no tocaba.

—¿Y cómo lo ves ahora, en Segundo de Bachillerato? —Martin no responde al instante, así que continúa—: Nuestros amigos…, en cualquier momento se van a echar novia. Vamos a ser los solterones del grupo.

El de bigote se lame los labios, pero eso no le evita la sonrisa.

—Y tú no quieres eso. —Se inclina hacia él.

Juanjo se encoge de hombros.

—Yo no sé lo que quieres tú. —Lo mira de reojo, con cierto brillo en las pupilas que lo envalentona.

—Yo quiero estar contigo. —Lo sobresalta, pero al menos no parece asustado cuando se miran de frente—. Me gustas muchísimo, y estoy harto de que si a Toni le gusta una chica pueda liarse con ella y ser su novio en dos minutos, pero nosotros mareemos la perdiz. Solo por ser dos tíos.

—Ya, es que no todo es tan sencillo, precisamente por ser dos tíos.

—Pues no sé si lo sabes, pero ya nos podríamos casar, si nos diera la gana. Bueno, todavía no, pero en cuanto tengamos dieciocho. Lo aprobaron en julio. Ley recién sacada del horno, bien calentita.

—Sí lo sabía y me parece increíble. —Suspira—. Pero ¿cuánta gente lo vería como nosotros?

—Más gente de la que piensas. Que hay mucha gente muy abierta por ahí, que simplemente no dice nada porque no cree tener nadie cerca. Yo pondría la mano en el fuego por todos nuestros amigos. Chiara incluida.

Juanjo asiente, mordiéndose por dentro la mejilla. Elige muy bien sus palabras antes de abrir la boca. No quiere cagarla, no con ella.

—Chiara lo sabe.

Martin pestañea, con la primera sorpresa real en sus ojos.

—¿Qué sabe?

—Prácticamente todo.

—¿Qué significa todo? —Cada vez está más inclinado hacia él.

Joder con las preguntitas.

—Que soy bisexual, que nos besamos en Halloween, que… me encantas, Martin.

—Oh. —Traga saliva—. Pues sí que se lo ha tomado bien, con lo que le gustabas.

Tiene que tragarse la carcajada otra vez. No es su secreto que contar.

—No le gustaba. Lo hemos hablado y hemos quedado como amigos, sin más. Es bastante probable que esto sea idea suya, que no esté castigada ni nada. Que quisiera ayudarnos. —Confiesa, con los ojos entrecerrados.

—Anda. —Alza las cejas—. Joder, ¿ves cómo hay más gente abierta por ahí? Y… —lo observa con cuidado— ¿tú cómo lo llevas, porque sé que te gustaba de verdad?

—Nunca he estado enamorado de ella. Lo llevo mejor sabiendo que puedo contar con ella para lo que sea.

—Me alegro de que tengas a alguien.

Juanjo se muerde el labio. Ellos se tenían el uno al otro, pero de esto no han podido hablar. Y Nerea no es ni una mínima parte de lo que para él es Chiara.

—Tú me tienes a mí —asegura, tomando su mano—. Vale que hasta ahora he sido un poco…

—¿Cenutrio?

—Iba a decir cabezota, pero vale, insúltame con esa delicadeza tan tuya. —Resopla—. Me gustaría intentarlo, si sigue siendo lo que tú quieres.

—Juanjo, que te lo he dicho hace dos minutos, no he cambiado de opinión en tan poco tiempo. —Le dedica una sonrisa pequeña—. Podemos ir paso a paso.

—¿Eso en qué consiste exactamente?

—Pues… —mira al cielo, más estrellado que en el centro de la ciudad, en busca de inspiración— que de momento está guay que seamos tú y yo. Nos conocemos de una forma distinta a la amistad, nos besamos cuando nos apetezca y… vamos viendo.

—¿Eso significa dejar al resto fuera?

—Si te refieres a no contárselo a nadie, por el momento estamos bien solo nosotros. Y digo por el momento porque no quiero ocultarme para siempre, Juanjo, necesito que lo tengas claro. Que yo estoy preparado para muchas cosas y lo único que no quiero es contarlo de inmediato por si se gafa, pero quiero hacerlo.

—Vale.

—Solo quiero que lo sepas, que no te pille de sorpresa y que no sea un chasco si en algún momento no quieres lo mismo que yo. Es por mí, más que nada.

—Quiero lo mismo —se apresura a asegurar—, pero a mi ritmo. Me gustaría hablar con mi familia, quizá… podríamos hablar los dos con nuestros amigos. Sé que con las chicas tampoco habrá problema, entonces creo que prefiero hacerlo que lo sepa nuestra gente de siempre y luego intentar ser más abiertos en público y tal.

—¿Estás seguro?

—Sí, claro, es el orden ideal para que no me dé una aneurisma de golpe. —Hace un esfuerzo por reírse para quitarle importancia a su salida del armario. Martin se lo concede.

—Vale, entonces… —solo por asegurarse, vuelve a coger su mano, y mueve todo su cuerpo hasta sentarse junto a él, con las caderas pegadas, pero de lado, para mirarlo—. ¿Puedo llamarte ya novio o mejor espero unos días?

Coge aire y saborea la palabra en cada espacio de su cerebro. Le gusta como suena.

—Puedes llamarme novio… —Se le escapa la sonrisa por cada esquina de su boca. La cercanía no ayuda, sentir su aliento, menos—. Es perfecto.

—¿Verdad? Tiene una sonoridad muy especial. No…vio… Novio. Suena de puta madre.

—Novio —repite él—. No puedo parar de sonreír, me siento gilipollas.

—Eso es bueno. Es que te gusta lo que escuchas.

Asiente y pasa los brazos tras su cuello. Se concentra ahí, en la suavidad de los pelos que se escapan de su cabeza y caen en su nuca. No ha mentido, ve imposible deshacerse de la sonrisa. Tampoco querría hacerlo. Ahora en lo que piensa es en otra cosa.

—¿Puedo besarte?

Martin alza las cejas y menea la cabeza.

—Suena a pregunta trascendental que cambiará el transcurso de mi vida. Creo que necesito un mínimo de reflexión…

—No tardes mucho. Los trenes pasan muy rápido a día de hoy. —Se le va la vista hacia la carretera—. Y no debe de quedar mucho para mi autobús tampoco.

—No tardo. —Aprieta los labios y se inclina hacia él—. Hay pocas cosas que he tenido más claras que esto.

Pocas ninguna, se dice a sí mismo cuando por fin vuelve a sentir los labios de su novio contra los suyos y la explosión en su estómago se multiplica por mil.

Sí, cada segundo de esto va a merecer la pena. Es lo único que tiene más claro que las ganas de besarle. Y ahora, después de un año a la espera, ya no tiene por qué dejar de hacerlo.

Chapter 15: No necesito que me busquéis a alguien

Chapter Text

 —¡Espere un segundo, por favor!

El hombre observa, todavía con la mano en la puerta, al chico de bigote y sudadera dos tallas más grande que él que corre todo lo que puede hacia el edificio.

—Yo te conozco… —Lo señala con un dedo, tratando de hacer memoria. Su hija lo mataría—. Eres amigo de Chiara, ¿no? Has venido un par de veces por casa.

—Sí, nos ha tocado hacer un trabajo juntos. —Jadea y sonríe cuando le deja pasar—. Gracias.

—De nada, ¿vienes a verla? Creo que está todavía durmiendo, que anoche llegó tarde, pero le digo a Emma que la despierte y…

—No se preocupe. —El chico arruga la nariz—. No he venido a verla a ella.

El hombre pestañea, pero no pregunta nada más. No tiene ese tipo de confianza con un chaval al que le triplica la edad. Se baja en su planta y el chico se queda en el ascensor, despidiéndolo con una pequeña sonrisa.

Colarse en el edificio ha sido sencillo, gracias a la ayuda inesperada del padre de Chiara. Lo difícil viene ahora. Es sábado, por lo que sabe los padres de su novio no tienen ningún motivo para salir de casa, pero esa familia siempre ha tenido una relación complicada con el trabajo, así que todo es posible.

Coge aire cuando llama al timbre. Se arriesga a encontrárselos de frente, pero es lo único que puede hacer sin disponer de llave.

Los ojos avellana de la madre de Juanjo lo reciben. Ni se sobresalta, ya lo esperaba. Es ella la confusa, arrugando su frente en mil pliegues.

—Hola…

—Buenos días. —Esboza su mejor sonrisa—. ¿Juanjo sigue durmiendo?

—Eh… Supongo que sí, es sábado, ha llegado tarde a casa y… son las diez de la mañana, Martin, ¿cómo no estás durmiendo tú también?

Se le borra un poco la sonrisa. Solo es un punto, pero es suficiente para quitarle la ilusión. No sabe qué día es. Sabe que Juanjo nunca ha sido un gran fan de su cumpleaños, pero el mínimo que esperaba era que su familia sí lo tomara con la importancia que merecía.

Una vez más, se equivocaba.

—Teníamos un trabajo que hacer. —No va a ser él quien les dé lecciones de buenos o malos padres, así que miente—. Vengo aquí un poco de sorpresa, no sé si podría…

—No hay problema. Nosotros íbamos a tener una reunión de última hora sobre el caso del lunes, pero… creo que estaremos más cómodos en nuestro despacho, y así que vosotros podréis trabajar tranquilos. —Abre la puerta más, para dejarlo pasar—. Le vienes bien, ¿sabes? Con lo vago que está últimamente…, al menos contigo espabila.

Se calla todas sus opiniones y sonríe. La mujer no necesita guiarle hacia su habitación, así que saluda al padre de familia y se dirige al pasillo. Espera unos segundos, escucha de fondo las conversaciones, hasta que todo parece indicar que se están marchando, que los van a dejar solos.

Su siguiente sonrisa, aunque nadie sea testigo de ella, es mucho más pícara, más sincera. Abre la puerta y se introduce por el mínimo hueco posible, para no dejar que pase la luz.

No tarda mucho en acostumbrarse a las tinieblas dentro de la habitación de Juanjo. Enseguida es capaz de esquivar los zapatos que no ha dejado muy lejos de la puerta, la camisa y pantalones que se quitó la noche anterior, y situarse junto a su cama.

La respiración lo delata, tumbado de espaldas a él, con la cara mirando a la pared. Con todo el cuidado del mundo, clava una rodilla en el colchón. Se asegura de que la respiración de su novio se mantenga estable y entonces se acerca hasta poder abrazarlo por la espalda.

Juanjo suelta un suspiro y agarra el brazo de Martin, abrazándolo y acariciándolo, todavía en sueños. Él se muerde el labio para no reír, y deja un par de besos en su mejilla. Nota, a pesar de no poder verlo desde su posición, cómo se encoge, desapareciendo la respiración tranquila que implicaba un sueño profundo.

Da un tercer beso y, cuando va a dar el cuarto, ya más cerca del cuello, Juanjo se encoge en sí mismo, con la piel erizada.

—Pero ¿qué cojones…? —Su boca suena pastosa, pero su cuerpo se relaja—. Martin…

—¿Cómo lo has sabido?

—No hay nadie tan sinvergüenza de colarse en mi casa y ponerse a darme besos sin avisar y sin preocuparse por mis padres —refunfuña—. Nadie me daría besos así, en general.

—Tus padres se han ido —comenta, con un tono juguetón. De todas formas, está pendiente en todo momento de sus reacciones—. Tienen un juicio y se van a reunir con alguien, creo.

—Ah. —Se gira, rascándose los ojos—. Entonces…, ¿estamos solos?

—Estamos solos, sí.

Le da un segundo para girarse y permite que le bese, deja que profundice, suspira cuando las manos de su novio recorren su espalda en círculos ascendentes, hasta decidir que la camiseta sobra. Pero a Martin no le sobra, no de momento.

» Feliz cumpleaños —susurra sobre sus labios.

Juanjo pone los ojos en blanco, abandonando el toque continuo de su camiseta para dejar caer todo su cuerpo sobre el colchón. Martin se contiene para no hacer lo mismo y aplastarlo, aunque sea un poquito.

—No hacía falta que me lo recordaras —farfulla. Apenas abre los ojos, a pesar de que están sumidos en la oscuridad.

—Es que el único motivo por el que estoy aquí a las diez de la mañana en vez de desayunando con mi familia tan tranquilo es por tu cumple —murmura—. ¿Estás bien? Tus padres…

—Se acordarán cuando acabe esa reunión, me llamarán al fijo, quizá hasta compren alguna tarta en el primer sitio que pillen abierto. No me preocupa. Son así.

—Demasiado pasotas para mi gusto.

—No te preocupes. —Levanta los brazos para acunar sus mejillas y apretárselas—. No son las personas con las que más me apetece pasar mi cumple, si es que me importara.

Que sí, que Martin sabe que su cumpleaños no es su día favorito, pero eso no impide a su estómago arrugarse de dolor.

—Te importa. Debe importarte —asegura, con un quejido infantil al notar un nuevo movimiento en sus mofletes—. No todos los días se cumplen diecisiete.

—De hecho, todos los días habrá al menos mil personas cumpliendo diecisiete alrededor del mundo.

—Qué cabezota eres. —Resopla—. Había pensado en hacerte algo rico para desayunar. Estoy que me muero de hambre.

—La verdad es que yo también tengo hambre… —Como para probar su punto, apoya los codos en el colchón y se engancha a su boca con un gesto rápido.

Martin le devuelve el beso, claro que lo hace. Sale natural que sus labios encajen con la facilidad de un puzle para niños. También que su cuerpo sepa exactamente dónde tocar, cómo hacerlo, en qué momento elegir respirar y cuándo priorizar no separarse ni un milímetro.

Pero igual de natural es que se separe de golpe, dejando a Juanjo más atontado que de costumbre, con una mueca que le hace reír.

—Deberíamos desayunar…

—Yo ya estaba desayunando. —Con esa voz, cualquiera con menos fuerza de voluntad se tiraría sobre él para siempre.

—Tú lo que tienes es mucho morro. —Tira de su mano para incorporarlo—. Tenemos unas horas, ¿no?

—Sí, y por eso habría que usar el principio de la mañana para nosotros, que para algo debería servir tener novio. Desayunar es secundario.

Martin lo mira de lado, con una sonrisa amplia que se transforma en un nuevo beso.

» No es que me queje, pero ¿y eso?

—Que llevo desde que lo oficializamos diciéndolo en mi cabeza, pero suena genial cuando lo dices tú. —Le roba dos besos más.

—Joder, si llego a saber que te iba a dar tanto ataque de amor lo hubiera dicho antes. —Se muerde el labio. Otro beso. a este paso se morirá de hipoglucemia.

—Vamos a desayunar —asegura, aunque a Martin empieza a costarle casi tanto como a Juanjo— y luego…

—Y luego —dictamina Juanjo, dándole toques en el pecho que acaban en caricia en su cuello. No necesita decir más.

Martin lleva a su chico de la mano hasta la cocina. Sus manos se han entrelazado solas en algún punto del camino, y ahora siente que no va a volver a tener una experiencia similar a las cosquillas que le recorren ante un contacto tan nimio en comparación con otros momentos que han tenido. Sin dudarlo, lo lleva hasta la mesa, y ahí lo deja mientras se dirige a los armarios.

Nota su mirada fija en él, pero no le presta atención. Es más, le gusta sentir el deseo sutil sin necesidad de tenerlo de frente.

Saca lo que parece ser una bolsa de pan y comprueba que no esté duro. Suspira de alivio, ¡bingo!

Juanjo no se pierde un detalle mientras lo observa moverse por el espacio como si la cocina fuera suya. No es bueno fantasear, tiene que recordarse, sobre todo con diecisiete años recién cumplidos, pero queda muy bien en ella.

—Si quieres servilletas para la baba, solo tienes que pedirlas, que las tengo a tiro de piedra.

—Yo sí que te voy a tirar una piedra —masculla, haciendo amago de buscar un trapo que estamparle en su bonita cara.

Martin le guiña un ojo y busca en todas direcciones, con el tomate en la mano.

—¿Y la tostadora?

—En el armario debajo del microondas. —Señala, pero su novio ya lo tiene localizado.

—Tú no muevas un dedo. Hoy es tu día.

—Mi día también podría serlo en la cama… —Pestañea, dulce, adorable, esperando un efecto que Martin no está dispuesto a darle. Todavía.

—Qué poco te conozco últimamente, ¿no? —Se distrae mirándole por un momento, pero enseguida vuelve a la tostadora, que salta y tiene que darle una segunda vez— No sé si me gustabas más cuando estabas cagado de tenerme a solas en una habitación.

—Pues espero que te guste más esta versión. —Se inclina, apoyando los codos en sus rodillas—. Porque a estas alturas no voy a dar marcha atrás.

—Me encanta —asegura, y se le nota en cada sonrisa que le dedica—. Pero tu nuevo nivel de sinvergonzonería solo significa que me voy a tener que poner las pilas para alcanzarte. No puede ser que me lleves la delantera.

—Tampoco nos pasemos, ¿eh?

—¿Ya te has puesto nervioso? —Le dedica una de sus sonrisas malignas—. Qué fácil eres, cariño, pensaba que me iba a costar más sacarte los colores.

Juanjo se muerde el interior de la mejilla mientras deja que su novio lo pellizque. Si no estaba rojo, eso seguro que sí causa efecto. Y el “cariño” no ayuda mucho, ahora no va a dejar de pensar en ello.

Martin, canturreando una de las últimas canciones de David Bisbal, se gira con su tostada ya preparada, con tomate, aceite y sal.

—Esto ya está, para el señorito. Voy a ver cómo se hace el café en esta casa tan moderna. —Ladea la cabeza, observando la cafetera con curiosidad.

—No es tan difícil.

—No estoy acostumbrado a estas modernidades —farfulla, sacándole una carcajada—. ¿Quién usa cápsulas?

—Todo el mundo, y cada vez más.

—Con lo bonito que es hacer el café tú…

—Y lo efectivo que es meter una cápsula y esperar treinta segundos. —Se incorpora, contra los deseos de Martin. Se coloca tras él, pasando sus brazos por su cintura. Cuando besa su cuello, este pega un respingo—. Cuidado, parece que te toca ponerte nervioso.

—Qué idiota eres. —Pero se le nota la sonrisa en cada palabra.

Observa en silencio, mientras una de sus manos continúa acariciando su cadera como si se quisiera aprenderse cada recoveco de memoria, como con la otra abre la cafetera y mete la cápsula de café. Luego, busca las tazas en los armarios superiores, todavía sin alejarse.

Martin pierde la respiración cuando, al mismo tiempo que Juanjo presiona el botón para iniciar el ronroneo que lleva a la salida del café ya hecho, besa su cuello, sube hasta su oreja y muerde el lóbulo. Es apenas un instante, pero lo deja temblando. Por suerte está junto a la encimera y puede sostenerse. Duda mucho ser capaz si no fuera por ese soporte.

—Ahora estás muy callado, ¿eh?

—No quieras tú jugar conmigo mucho más. —La última palabra le tiembla en la boca.

Juanjo estira el cuello para robarle un beso en los labios. Acción-reacción. Ninguna queja por su parte.

Espera con paciencia a que acabe el primer café. Juanjo repite el procedimiento con el segundo, dejando pequeños besos en cada trozo de piel al que tiene acceso. Martin le deja sin problema, arqueando el cuello para facilitar un ángulo en el que ambos estén cómodos. Los dedos de sus pies, completamente desconectados del resto de su cuerpo, se estiran y encogen, presos de un placer sutil pero efectivo.

Cierra los ojos y se deja besar, girando lo justo y necesario para poder acunar sus mejillas. Pero Juanjo aguanta poco el beso, apartándolo con dulzura y poniendo una taza entre sus caras.

—¿Café?

—¿Eh?

—El desayuno es la comida más importante del día. —Le roba un beso y se aparta, convirtiendo el noviembre más caluroso de su vida en un invierno estremecedor.

—Eso es publicidad para vender cereales, Juanjo, no te creía tan crédulo.

—No me pongas esa cara… —Pone un puchero—. Eras tú el que quería desayunar.

—Y estoy arrepentido, te lo juro. —Le saca una carcajada, pero él ya tiene una nueva misión—. Nada me haría más feliz que volver a la cama. Contigo. Para que sigas haciendo todo eso tan bonito que estabas haciendo en mi cuello, en mi cara…

—A desayunar. —Lo señala, intentando ser lo más serio posible.

Martin alza las manos como si lo apuntaran con una pistola y se sienta en la silla frente a él. En un silencio complementario, se reparten las tostadas y el café. Antes de tomar el primer sorbo, hacen un pequeño brindis.

—Apoya.

—¿Qué? —El de bigote frunce el ceño.

—Nada, era una tontería.

—Joder. —Por la carcajada que invade la cocina, ha acabado cayendo—. Me gusta este nuevo Juanjo.

—Tampoco te cachondees tanto.

—No lo hago —responde con simplicidad—. Me encantas de verdad. En todas tus versiones, obviamente, porque me flipa cuando te mueres de vergüenza, como ahora mismo, pero la versión de ti que se arriesga… —Se abanica con una mano. Esta vez, el trapo sí le cae en la cara, pero se lo toma con deportividad—. Oh, por favor, mi amor, no pares nunca.

Va a tirarle otro trapo, pero se queda completamente quieto. Mi amor.

A Martin aún le cuesta un par de sorbos de café darse cuenta de por qué su novio se ha quedado paralizado. Separa con lentitud la taza de su boca, con el corazón a mil por hora y sin saber cómo reaccionar.

—Así que mi amor…

—Perdón. —Es automático, dejando a un lado la taza—. Perdón, Juanjo, no sé en qué pensaba. Bueno, sí, en ti, pero se me ha escapado y…

—Pero ¿por qué me pides perdón? Cualquiera diría que no planeas repetírmelo. Por ese disgusto sí que me tendrías que pedir perdón.

—¿Lo sería? —pregunta, con voz temblorosa.

—Por favor —estira los brazos para tomar sus manos. Le besa los nudillos—, me ha encantado cómo suena. Mi amor…

—Entonces vas a tener que repetírmelo tú también —aprovecha, dejando que su lengua vaya más rápido que sus neuronas—. Porque soy de engancharme fácil a cómo suenan las palabras bonitas.

Juanjo amplía su sonrisa y tiene que incorporarse para besarlo. La distancia en la mesa es demasiado dolorosa. Martin atesora ese instante, la forma en que sus labios se mueven sobre los suyos y se siente flotar.

—Vamos a terminar de desayunar, que al final lo estamos alargando demasiado.

—No te veía yo a ti quejándote mucho. —Parpadea. Juanjo le saca la lengua como respuesta.

Desayunan en algo más de silencio, aunque con continuos cruces de miradas que lo dicen todo.

Al terminar, Juanjo hace amago de fregar los platos, pero Martin tira de él.

—Oye, que no puedo dejar esto así, que mis padres…

—Tus padres lo entenderán, es tu cumpleaños. —Pasa los brazos por su cuello y le regala varios besos por mandíbula y mejillas.

Cuando llega a la nariz, tras saltarse la boca, su novio frunce el ceño.

—Es mi cumpleaños, dame un beso —exige, con voz aniñada.

—Ya te he dado unos cuantos. —Le guiña un ojo.

—Vamos, no me jodas. Quiero un beso bien.

—¿Esos no eran suficientemente buenos?

—Martin…

—Pídemelo bien.

—Te voy a borrar la sonrisa un día de estos.

—Por favor… ¿Ves qué fácil?

No llega a contestarle. Toma su boca y, pronto, su cintura. Martin se deja hacer, avanzando de espaldas por el pasillo hasta la habitación de su novio, que ni se molesta en abrir los ojos. por Dios, podría recorrer su piso en plena noche, ¿no va a poder con su novio entre los brazos?

Aun así, chocan con el marco de la puerta al calcular mal. Se ríen, sin apenas separar los labios, y entran en esta.

Se alejan un metro apenas, observándose de arriba abajo, analizando la situación en la que pocas veces se encuentran. Juanjo traga saliva. De repente, tenerle allí, así, después de todas las promesas, las insinuaciones… Todas las coñas se difuminan un poco cuando la realidad de que son dos críos que nunca han hecho nada de nada se cierne sobre ellos.

—¿Te ha comido la lengua el gato? —Martin da un paso hacia él. Juanjo no retrocede, sigue observando—. No, más bien pareces un gatito asustado.

—Lo siento. —Se lleva las manos a la cara, toqueteándose como si llevara una máscara por encima.

—¿Te arrepientes? ¿Quieres que…? Podríamos tumbarnos y ya está. No tiene que pasar nada.

—Ya lo sé —susurra, y se siente muy estúpido al admitirlo. Necesitaría un poco más de esa valentía mostrada durante el desayuno. No puede permitirse que se difumine cuando llegan a la habitación con cama—. Yo quiero estar contigo.

—Lo sé —lo imita—. Y yo contigo. Pero no tiene por qué ser ahora. No tiene que ser como una porno, todo rápido y raro. Somos nosotros.

—Por favor, dime que no nos acabas de comparar con una porno. —Cierra los ojos.

—Por quitarle hierro al asunto. —Elimina la distancia entre ambos y coge sus manos—. Ven, vamos a al cama. Somos Juanjo y Martin, nosotros. Ya está.

Asiente despacio y se deja guiar lo poco que los separa de la cama. Se tumban de lado, de forma que pueden mirarse. Juanjo se muerde el labio. No le gusta, no así.

Separa la distancia entre ambos, besando su labio inferior. Martin cierra los ojos, dejándose por un rato. Una mano se agarra a su hombro cuando comienza a moverse sobre su boca, alargando un beso al que se presta más que gustoso.

Cuando la situación se hace insostenible desde esa posición, Martin se tumba sobre él, dejando una separación en un primer momento. Juanjo baja las manos a su cintura, apretando para que caiga por completo sobre su cuerpo. Sí, así mucho mejor.

Martin suelta un gruñido y continúa besándole. Profundiza el beso, con todos sus sentidos puestos en los músculos de su chico. Si se tensan, se acabó. Pero no lo hacen. Es más, conforme se besan, conforme sus manos avanzan por el cuerpo contrario, se nota que Juanjo coge confianza y sabe lo que se hace o, al menos, lo finge bastante bien.

Él no se va a quejar de la forma en que masajea su espalda con una mano mientras la otra acaricia su mejilla como si fuera lo más tierno que hubiera visto en su vida.

Alargan el beso todo lo que pueden, cada vez más conscientes de que ninguno tiene intención de dar un paso más, de los que asustan y cambian todo. Quizá por eso se han relajado tan rápido, porque han entendido sin necesidad de hablar lo que el otro quiere.

Están tan concentrados, a lo suyo, que el timbre los sobresalta. Juanjo muerde del susto sus labios, alejándose por un momento.

—Tus padres deberían llevar llave —dice, como si eso fuera a cambiar algo.

—Puede, o puede que no. Son estos nunca se sabe —masculla. Cierra los ojos cuando el timbre vuelve a sonar—. Debería ir, ¿no?

—Hombre, saben que estamos aquí, así que deberías. —Pone un puchero—. Venga, arreglo la cama para que no se note lo que estábamos haciendo y en nada seguro que volvemos a tener un ratito para nosotros.

Juanjo le pone un puchero que no escatima en ganas de comerse. ¿Por qué iba a hacerlo, si es su novio y sabe que le encanta? Pero lo aleja enseguida.

—Ahora nos vemos. Tardo lo mínimo.

Martin asiente y lo deja ir. Cierra la puerta tras él. Aprovecha, tal y como ha avisado, para hacer la cama y abrir la ventana. Cualquier cosa que les haga creer que no han estado demasiado ocupados en el otro para ordenar la habitación y hacer que no huela a muerto.

Pero, cuando termina de abrir la ventana, empieza a escuchar gritos de ¡feliz cumpleaños! Todo su cuerpo se engarrota, con la mano clavada en la ventana.

—Pero ¿qué hacéis aquí?

Vale, ya le ha quedado claro que no son los padres de su novio.

Es peor.

Se le pasan todas las opciones por la cabeza. Encerrarse en el armario hasta que se marchen, con el miedo de que tarden horas en marcharse y sus padres vuelvan y hagan preguntas. Aparecer no debería ser tan mala idea, al fin y al cabo, son mejores amigos, a no tantos les sorprendería que se quedara allí a dormir o que fuera el primero en aparecer un finde para celebrar su cumpleaños.

Pero a la vez…, los dos desayunos, las pintas que llevan de haber estado comiéndose la boca…

—¿Qué vamos a estar haciendo? —Ese es Toni, a gritos, probablemente matándolo a abrazos—. Hay que celebrar tu cumpleaños como se merece.

—Pero si tenemos la fiesta esta noche. —Reconocería esa risa falsa en cualquier parte. Se está acojonando. Vale, le toca a Martin ser el que piensa con serenidad de los dos antes de que entre.

—La fiesta empieza cuando nosotros lo digamos, y decimos ya… ¿Has desayunado?

—Hace no mucho, sí.

—Menos mal que me habéis hecho caso y no hemos comprado churros. —Esa es Nerea—. Porque serían un desperdicio para el cumpleañero.

—¿Y con quién has desayunado, que solo veo dos platos y dos tazas?

Joder con la puta Sherlock Holmes de Carla.

—Algo me puedo imaginar yo… —Se le acelera el corazón al escuchar a Chiara.

Coge mucho aire y abre la puerta. Está seguro de que el chirrido se ha escuchado por todo el piso, y una parte de él quiere huir todo lo rápido que pueda, pero se contiene.

—¿Quién está por ahí?

—¿Quién va a ser? —Finge la molestia todo lo que puede—. Me parece que he ganado en lo de celebrar el cumpleaños, ¿no?

Toni suelta una carcajada y se acerca para darle un abrazo lleno de efusividad. Samu, al igual que Chiara, lo observa algo confuso. Aunque algo debe saber la inglesa, por mucho que el secreto lo estén manteniendo por el momento.

—¿Dónde te metías? Que al salir de la discoteca no hubo forma de comentarte lo de que veníamos a celebrar el cumple de sorpresa en su casa y te mandé un mensaje y tampoco.

—No he encendido el ordenador desde antes de la fiesta. —Se encoge de hombros.

—Y te ibas a montar la fiesta tú solo, sin avisar a nadie. —Samu le pega un puñetazo suave en el hombro, sin saber la razón que tiene.

Al otro lado de la sala, Juanjo parece a punto de perder la consciencia por segundos. ¿Cuánto lleva sin respirar? Imposible de saber. A su lado, Chiara está en su salsa, repartiendo sus miradas entre un chico y otro. Carla y Lucía los observan como a perros verdes y ¿Nerea? Ella alza una ceja, y él solo puede esperar que no esté uniendo ningún punto innecesario, porque lo que menos necesitan es no salir del armario bajo sus propios términos.

—A mí lo que me parecería extraño es que no estuviera el primero —lo defiende Chiara, acercándose a abrazarlo también, tirando también de Juanjo para que espabile—. Hola, cariño, pareces bastante espabilado para lo tarde que nos fuimos.

—Y a ti te han sacado en pijama de la cama, ¿no?

—Te has encontrado a mi padre en la entrada —adivina, y cuando la mira con cara de susto, suelta una carcajada—. Me lo ha contado cuando han venido estos a buscarme para subir. Me lo he olido, sí.

—¿Nos ponemos en marcha? —Los apremia Nerea, cansada de tanto intercambio de palabras.

—¿A dónde vamos? —Juanjo, todavía en pijama, con ojos de cansancio y unos labios hinchados por besos que le encantaría seguir compartiendo, los mira con hastío.

—A ninguna parte. —Y el de ojos claros saca una magdalena de una cajita en la que no se había fijado hasta ahora. De la otra mano, una vela—. La tarta es para la fiesta buena, pero creo que así es como se empiezan los mejores cumpleaños. Para eso tendrás tiempo, ¿no?

—Sí, para soplar una velita cutre siempre estoy a tiempo

—Oye, un respeto, que es del bazar de mi padre —protesta Samu.

—Gracias, chicos… ¿Nos movemos o qué?

—Sí, por favor. ¿Tienes para encender? Aunque sea una cerilla tonta…

—Tiene que haber un mechero por algún lado… —Pasa al lado de Samu para abrir cajones, sin mucho éxito.

—¿En tu habitación? Lo mismo tus intentos por fumar… —Martin pone los ojos en blanco.

—No sé, pero aquí no hay. —Resopla—. Mucha vela, pero ya podríais haberos buscado uno.

—En el bazar de mi padre no había nada.

—Por supuesto. —Se le nota enfadado, pero disimula con un suspiro—. Vale, voy a ver en mi habitación y la de mis padres y si no, soplo una imaginaria, ya está.

—No, que eso da mala suerte.

“Más que tener que suspender nuestros planes a solas por esto seguro que no”.

Martin lo observa dirigirse hacia el pasillo. A su alrededor, sus amigos juguetean con la magdalena hasta que Nerea se harta y la deja sobre la mesa para que no se la destrocen antes de tiempo. En el proceso, le da un golpe en la nuca a Toni, de gratis, como dice él.

Aprovecha la confusión casi completa para salir detrás de él. Parece que no ha encontrado nada en la habitación de sus padres porque vuelve a dirigirse a su propia habitación. Él lo sigue sin decir nada, ignorando la mueca de disgusto que le dedica.

—Lo sé. Se nos ha ido todo a la mierda. —Juanjo cierra la puerta tras él.

—Dios, ¿qué hacemos? —Se toquetea el pelo.

—Nada, si ya se han creído lo que sería normal. —Suspira—. Me da un poco de pena, porque esta noche sí que es para estar todos juntos y te quería para mí ahora.

Su bigote se amplía con su sonrisa, y se acerca a pasos cortos hasta ponerse de puntillas para dejarle un beso sutil en los labios. Se relame y disfruta de sus ojos sobre él.

—No pasa nada, encontraremos el momento. ¿No viste anoche? Estos son de emborrachamiento fácil, solo tenemos que repetirlo e irnos nosotros por ahí.

—Pero siendo mi cumple no me van a dejar tranquilo. —Pone un puchero.

Martin no se contiene y vuelve a besarlo. Esta segunda vez se recrea un poco más, apresando por un instante su labio inferior. Que se le corte la respiración solo es un plus para él.

La puerta de la habitación se abre sin aviso alguno y unos ojos verdosos pertenecientes a la inglesa del grupo se posan sobre ellos.

—Juanjo, que había uno en… —Aprieta los labios—. Oh. Esto tiene más sentido.

—Chiara, cierra la puerta. —Es el grito susurrado mejor logrado de la historia. Ahora sí que le tiembla un ojo.

—Vale, tranquilo, vale. —Cierra tras ella y se apoya en la puerta. Los observa en silencio durante unos segundos que se hacen eternos y acaba esbozando una sonrisa digna del gato de Alicia en el País de las Maravillas—. Así que escondidos dándoos besitos… Vaya par de sinvergüenzas, ¿no?

A su lado, se nota que Juanjo tiene que contar hasta un número muy alto para no matarla ahí mismo.

—Kiki, por favor, ahora no es el momento…

La inglesa se cruza de brazos, procesando cada gesto y detalle que no ha visto tanto.

—Voy a suponer, porque todavía tonta no soy, que no estabas aquí en calidad de amiguito con ganas de celebrar el cumpleaños. ¿Algo más que debería saber y que por supuesto no saldrá de aquí?

Se miran. Martin no será quien diga algo que él no quiera a una de sus mejores amigas. Juanjo suspira.

—Estamos saliendo. —Chiara tiene que ahogar el grito en su propia mano. Vale, se esperaba que le hablaran de los besos, pero no llegar a tanto—. No llevamos más de una semana, Kiki, y nos lo estamos tomando con calma. Y a tu pregunta, sí, queremos contárselo al resto, pero poco a poco y no en mi cumpleaños.

—Vale, vale, lo pillo. Entonces…, habías venido a darle una sorpresa tú también. —Lo observa con picardía—. Y Toni cabreado porque no le contestabas.

—No he tenido el ordenador encendido desde la siesta de ayer, así que lo ha tenido difícil de todas formas. —Arruga la nariz—. Aunque habría estado bien saberlo.

—La verdad que sí —masculla entre dientes.

—No os agobiéis. La mayoría de la gente tiene una obsesión bastante importante con vuestra heterosexualidad, estáis a salvo. —Ante sus miradas, se explica—: Nerea ya me ha contado que piensa que podrías sentir algo por mí, Martin, para que no te haga daño o no sé qué. No te preocupes, he mantenido las formas.

—Estupendo, nos han montado un triángulo amoroso.

—¿Y no lo hubo? —La boca de Martin funciona más rápido que su cerebro.

—Tú no te preocupes. —Le dedica una caricia en la cabeza—. Te puedes quedar a Juanjo toooodo lo que quieras.

—Gracias por la parte que me toca.

—No te indignes a estas alturas, corazón. —Le guiña un ojo—. ¿Deberíamos salir ya? Se van a rayar de no vernos.

—Deberíais ir pensando cómo salir todo el mundo de aquí —refunfuña Martin—, que se suponía que esta mañana era para nosotros.

—Si me hubierais contado algo, podría haber ayudado. —La inglesa le saca la lengua—. En algo pensaremos, de momento deberíamos salir, que tenemos mechero y no está justificado estar tanto tiempo aquí.

—Empezad a salir vosotros, yo finjo que estaba en el baño —musita.

—Pero ¿por qué…?

—Necesito un momento, Juanjo. —Su tono no deja lugar a dudas.

Chiara pone un puchero, pero, en cuanto hace amago de hacer un comentario, Juanjo se la lleva del brazo. Lo último que ve antes de cerrar la puerta es su mirada llena de disculpas.

—Habéis tardado siglos —comenta la que parece ser Lucía.

—Déjalos, estos se han estado enrollando sin nosotros, que Kiki necesitaría felicitarle a solas. Al amor hay que dejarle alas para volar.

Lo que le faltaba ya. Sale y va al baño. No parece que ayer estuvo de fiesta, ni que hace un rato estaba liándose con su novio en la cama al otro lado del pasillo.

—Antonio Sierra diciendo algo que podría estar calificado como sobredosis de azúcar, que alguien llame a las noticias.

—Oye, que Antonio es mi padre. A mí con esas formalidades no…

—Chicos… —los interrumpe Chiara—, ¿os parece si le cantamos el “happy birthday” en el salón? La cocina es muy pequeña y no hay casi luz natural.

—Sí, mejor —resopla Nerea—, que parecemos tontos aquí metidos, como sardinas en lata.

—Pero ¿cómo vamos a cantarla en inglés? Que yo apenas apruebo por los pelos, Chiarita…

—Pues te tocará estudiar más, porque vamos a hacerlo en ambos idiomas, que Juanjo se lo merece.

—No, si ya sé que si es por ti…

Martin sale del baño, más tranquilo cuando ve la mirada iluminada de Juanjo. Le queda como migajas saber que él querría lo mismo que él. Pero llevan poco, y de momento no tienen prisa en explicárselo a nadie.

—Llegas justo a tiempo. —Toni lo llama con un gesto de la mano—. Le cantamos ya, pero están pesados con el cambio de idioma…

—En español está bien —recula con rapidez Chiara, enredando el brazo con el de Juanjo—. Siéntate, que es tu momento.

Juanjo esboza una sonrisa a medias mientras las personas más importantes de su vida le cantan y le recuerdan, cada uno a su manera, que siempre estarán ahí para él.

—¡Pide un deseo! —Los ojos de Martin brillan en su dirección. Espera que solo él lo note.

Cierra los ojos con fuerza y no duda en pensarlo bien antes de soplar la vela que le han colocado en mitad de la magdalena. Se le pasan por la cabeza mil cosas que podría pedir, pero al final su mayor miedo va por delante:

“Que todo salga bien, con todos”.

Todos aplauden cuando apaga la llama y queda la vela, un poco humeante. La observa como si se tratara de su propio reflejo. Solo vuelve a la realidad cuando Chiara se sienta a su lado y lo llena de besos.

Martin alza las cejas, pero lo permite con la pasividad del resto, que siguen pensando que entre ellos están pasando muchas cosas. Chiara dará muchas explicaciones en el futuro, pero de momento ya imagina que tiene que seguir fingiendo interés durante un tiempo.

Para sus propios dramas también lo necesita, pero eso Martin no lo sabe. Le guardamos el secreto por el momento.

Nerea, a su lado, lo mira varias veces. Ya no necesita mucha ayuda, porque está claro que la atracción con Toni es mutua, pero eso no significa que ella haya olvidado algunas conversaciones y lo que cree que ha pasado. Le pega un codazo.

—Disimula un poco más —musita cuando este la mira.

—¿El qué?

—Que no sabes disimular. —Menea la cabeza—. No va a cambiar nada con Kiki porque quieras desintegrar con la mirada a tu mejor amigo.

Claro, a su mejor amigo. Suspira. Cuando pueda tener un rato con Juanjo a solas, le explicará que Nerea es una de las primeras personas que tienen que saberlo. Aunque sea para que no pase más tiempo del necesario así de confundida.

Se toman la magdalena entre todos, aunque dejan el pedacito más grande para el cumpleañero, que asegura que ha desayunado lo suficiente, pero se relame al acabar.

Como la fiesta más oficial es por la noche, las chicas desaparecen para tener un día de estudio en casa de Chiara. Antes de marcharse, la inglesa les guiña un ojo y les asegura que está muy feliz por ellos, pero que la próxima vez la tienen que avisar para mentalizarse.

Juanjo le asegura que no habrá próxima vez. Con un disgusto ha tenido más que suficiente.

Se toman un momento, con la puerta cerrada, para observarse con la necesidad de aquellos a quienes les han arrebatado la felicidad.

—Nosotros también nos vamos enseguida, que no queremos molestar. Martin, ¿cogemos el bus juntos? —Se obliga a asentir y a apartar la vista de su novio, en contra de su voluntad—. Genial, pero antes quería hablar de algo con todos.

—Uy, Samuel, esa carita…

El de rizos chasquea la lengua y se sienta al revés en la silla, abriendo mucho las piernas. Apoya la mejilla en el respaldo, con una sonrisilla delicada. Martin nunca lo había visto así, y da un paso hacia él, con la pregunta en la mirada.

—No sé qué deciros. —Se encoge de hombros—. Bueno, sí, que Carla y yo hemos hablado y me ha aceptado una cita. —El salón se llena de exclamaciones de asombro que en algunos casos llegan al grito. Toni, concretamente—. Me ha dicho que no me motive, ¿eh?, así que imaginaos. Voy con pies de plomo.

—Pero eso ya es muchísimo… —Toni lo zarandea.

—Oye, pues muy bien, ¿no? —Juanjo le da un apretón suave en el hombro—. Son pequeños avances.

—No todos podemos avanzar a tu velocidad —ironiza—, pero estoy contento.

—Bueno, yo conmigo tampoco me motivaría mucho, que aún no hay nada definitivo…

—Juanjo, tío… —Se giran hacia Toni—. Vale que no quieras presumir, pero Chiara y tú sois… perfectos el uno para el otro, sois los que más posibilidades tenéis de que os salga bien. Nosotros vamos en la cuerda floja todo el rato.

Comparten una mirada. Si no fuera por la angustia que se le adivina, Martin daría un paso adelante para anunciar que bajo ningún concepto Chiara y su novio son la pareja perfecta. Más bien, son el amigo bisexual y su mejor amiga, que lo apoya en todo.

—Ahora que yo tengo alguna posibilidad, deberíamos pensar en Martin de nuevo. —Samu se gira hacia él, que se arrepiente de todos sus pensamientos malvados a lo largo de toda su vida. Debe ser el karma, seguro.

—Sí… Tío, no somos de dejar a nadie atrás y tú, perdona que te diga, estás muy atrás a nosotros.

“Que yo tengo novio y vosotros no, heteros pesados”.

Pero no es eso lo que dice. Niega con la cabeza y sonríe.

—A mí no me hace falta.

—No vas a ser el único que acabe el año infeliz.

—Oh, estoy muy feliz, créeme. El amor no va a hacerme más feliz.

Y está de acuerdo con su propia afirmación, lo que no signifique que no esté feliz de la relación que está forjando con su novio. Un novio que, conforme lo mira, se va poniendo más blanco. Intenta, sin hacer muchos movimientos, hacerle entender que todo está bien, que puede respirar. Juanjo suspira y le dedica una sonrisa torcida, poco creíble, pero suficiente.

—Que sí, que sí, pero que todos estaremos mejor cuando tengamos a alguien. Mira, ya sabes que yo tengo familia en Canarias —Martin no lo recordaba, pero asiente hacia Toni, que continúa hablando—. En Navidad vienen a pasar las fiestas. Tengo una prima, la hermana del chico que se casó este verano, que… creo que te puede gustar. Es un poco rara, pero tú también, así que no me preocupa. Y es guapísima, así que no tienes más excusa.

“Mi excusa es que, mientras sea una mujer, poco me va a interesar, pero allá vosotros”.

—Toni, mírale la cara —interviene Juanjo, un poco cansado de escucharlos—. No le apetece, no está a gusto. Es mejor que cada uno vaya a su ritmo y no impongamos nada…

—No voy a imponer nada —protesta—, igual que nadie me impuso a mí lo de Lucía, cuando no funcionaba, ni a él lo de Nerea. Que la conozca, es lo único que pido. Un batido los dos juntos. O todo el grupo, si te vas a sentir más cómodo.

Martin coge mucho aire. Podría aceptar y conseguir que se calle. Al fin y al cabo, su prima vive en alguna isla canaria. No tiene por qué volver a verla, un rechazo no dolerá mucho y hasta ella debe saberlo.

Eso sería lo más lógico, pero a estas alturas ya debería haber descubierto que así no funciona su lengua, mil veces más rápida que su cerebro.

—Es que ya tengo a alguien. —Tres cabezas, que ya estaban en una discusión ajena a él, se vuelven a toda hostia para mirarle—. No os he dicho nada porque no me gusta gafar las cosas, pero no necesito que me busquéis a alguien, porque ya lo encontré hace tiempo.

Le late el corazón como si fuera a salir volando de su pecho. Ha usado un neutro algo raro, parece masculino, podrían caer en cualquier momento en quien es el único chico con el que se le ve a menudo. O en general persona, porque más allá del grupo no queda con nadie.

—Tío —la mirada de Samu es seria, algo raro en él—, si es por lo que se dice por ahí, yo te mataba.

—¿Qué?

—Sí, a mí me lo insinuó Nerea —añade Toni—. Que podrías estar pillado por Chiara. —Juanjo se aguanta la carcajada a duras penas. Lo fulmina con la mirada, pero ellos ni se han percatado. Es lo que tiene tener la realidad tan distorsionada—. Que nadie elige de quién se pilla, no soy el mejor ejemplo y lo sabes, pero tío, es tu mejor amigo.

Se permite reírse, porque si no acabaría matando a alguien, preferiblemente Nerea.

—Chicos, no me gusta Chiara. Nos hemos hecho muy amigos, pero ya está. Es toda tuya —mira a su novio, que pone los ojos en blanco—, si aún la quieres.

—¿Y entonces? —pregunta Samu—. ¿Qué otra chica has conocido de la que no sabemos nada?

—Sí, ¿quién es? —Juanjo pestañea.

—Espero que no la hayas conocido por internet, que eso es un peligro enorme… —De repente Toni se hace el maduro.

—De momento no os quiero contar nada. —Asiente, más en dirección a su novio que para todos—. Solo para que lo sepáis, que estoy feliz, que no cambia nada que esté esa persona…, pero que teníais que dejarme buscar mi propia oportunidad.

—Está claro que se te da bien —se cruza de brazos—, pero no podrás negar que, gracias a mi plan de kamikaze, ahora estamos todos a las puertas de una relación.

—Se te da bien empujarnos al abismo, sí.

—Anda… —suelta una carcajada— que tendrás queja.

—Ninguna, ninguna.

Su vista viaja a Juanjo, que le guiña un ojo. Le tranquiliza saber que, suceda cuando suceda, al menos se tendrán el uno al otro para sobrellevarlo.

Chapter 16: Has dejado que estuviera celoso de una lesbiana

Chapter Text

Los estímulos lo rodean cuando Martin entra en clase esa mañana, a falta de un minuto para que el aula quede cerrada lo que queda de hora y comience el examen.

Ha llegado a la vez que Nerea al pasillo, aunque ella estaba en el despacho de un profesor. Con profesionalidad aprendida, va directa a hablar con Rafa. Dado que no le pide que lo acompañe, supone que no necesita a su subdelegado para lo que tenga pensado hacer.

Algunos compañeros, sobre todo en las primeras filas, ya han comenzado a separar los pupitres para enfrentarse al parcial de Sintaxis, Redacción y Morfología del trimestre. Carla, desde su sitio en segunda fila, mantiene una conversación muy animada con Samuel, que ni siquiera ha soltado la mochila.

Al otro lado del aula, la estampa es justo a la inversa. Juanjo, sentado en su habitual sitio junto a la ventana, habla con Chiara, que le comenta algo con grandes gestos, pero en voz baja. Detrás de él, Toni revisa los apuntes, ignorando todo a su alrededor.

Arrastrando los pies y deseoso de acabar con esto, llega hasta ellos y le da un toquecito en la espalda a Chiara.

—¡Ay, al fin llegas! —La sonrisa de Chiara se dirige a él—. Pasa, pasa, que le estaba comentando una cosa, pero cuando acabe el examen seguimos, ¿vale?

—El chisme no se va a ir a ningún lado. —Juanjo le guiña un ojo.

Martin la observa, medio indignado, hasta que esta llega al lado de Carla y se prepara para el examen. Con cuidado, lo hace él también, separándose de su novio los metros que el profesor considerará necesarios para no copiarse de nadie.

—¿De qué iba eso?

—¿El qué?

—El chisme del que hablabais.

—Nada, cosas suyas de amoríos veraniegos, que le ha dado por contarme ahora…

Pestañea. Juanjo ni le mira, concentrado en robarle a Toni una de las páginas de la estructura de los comentarios de texto.

—¿Y por qué le ha dado por hablarte de eso ahora?

—Pues para ver si se decide, hijo —interviene Toni, que ni siquiera los mira—. Es que me cuesta entenderte, mira que me cuesta.

—¿En qué? —responde él, pues está claro que Juanjo pretendía ignorarle.

—En que la tiene comiendo de su mano, pero él no avanza, tío, no avanza… Y no te entiendo, porque ella es preciosa, está interesada, sois amigos de toda la vida… ¿Qué te falta?

—Quizá no todo en esta vida tiene que salir bien de inmediato —masculla—. No sé, lo mismo tengo mucho en qué pensar y no tiene que ver con ella. —Le dedica a Martin una sonrisa sutil, que lo relaja.

—Pues date prisa, porque cualquiera se cansa si das señales contradictorias. Nerea me lo explicó el otro día.

—Ah, ¿ahora hablas de psicología de las relaciones con Nerea?

—Se puede aprender mucho cuando le das al botón de escuchar, porque mira que la tía habla por los codos, ¿eh? Pues cuando algo le apasiona, se le ilumina como todo el cuerpo. —Hace una pausa. Sus dos amigos lo observan con una pequeña sonrisa—. ¿Qué miráis ahora?

—Nada, que estás muy pillado. —Martin suelta una carcajada.

—Pfff… —Pone los ojos en blanco—. ¿Qué sabrás tú de pillarse, si nunca nos cuentas nada?

—Pues mucho. —Chasquea la lengua, y por un segundo su mirada va directa a su novio, que de repente encuentra súper entretenido el estuche de su amigo—. De alguna forma u otra parece que vas a conseguir lo que querías, ¿no?

Todos miran a Samuel, que termina su conversación en ese momento y se dirige a ellos. Toni ya ha hecho el trabajo por él y ha colocado su pupitre tras el suyo para el examen.

—Solo me falta desvelar el misterio de quien será la misteriosa amante de Martin Urrutia, que lo tiene sabiendo qué es pillarse de alguien —comenta—, pero sí, vamos bien encaminados.

—¿Seguimos hablando de ese juego estúpido? —Resopla el de rizos, dejando la mochila en la mesa.

—Me gustaría saber cuánto hablarías tú con Carla si no fuera por mi juego estúpido…

—Haya paz, chicos…

—Por favor, vamos a comenzar el examen. —Rafa proyecta la voz, tras dejar a Nerea ir hacia su asiento. No parece muy contenta con la conversación, pero tendrán tiempo de hablar de ello más adelante—. Solo quiero sobre la mesa uno o dos bolígrafos, el típex si lo necesitáis y un lápiz. Nada más. El examen debería durar menos de la hora de clase que tenemos, así que no quiero quejas.

Se escucha un murmullo que el hombre no tarda en acallar. Una vez se asegura de que todo el mundo ha guardado sus estuches, comienza a repartir los exámenes.

Martin levanta la cabeza hacia Juanjo, que le dedica una sonrisa nerviosa.

—Tranquilo —vocaliza—, si vas a sacar un 10 igual.

El chico pone los ojos en blanco y le saca un dedo, que debe guardar cuando el profesor aparece frente a ellos.

—Sé que todos somos muy amigos por esta zona, pero recordatorio que compartir es algo que dejamos para fuera de clase, así que miramos para adelante, no al compañero, por muy guapo que sea, ¿eh? —Le da un toquecito en la nuca a Juanjo, que le devuelve el color hasta un rojo muy intenso.

Tras él, Toni suelta una carcajada, pero recibe su examen con cara de corderito degollado. El hombre lo observa, pero decide dejarlo estar. Termina de repartir y da el comienzo al examen.

Más allá de los nervios iniciales, Martin es capaz de sacar prácticamente todo con facilidad. Supone que, por ser el único examen que harán de forma parcial que no incluya toda la materia de Selectividad, se habrá querido portar bien; pero no se relaja hasta acabar de darle un repaso, casi diez minutos antes de que acabe la primera clase del día.

A su lado, Juanjo parece querer fundirse con el examen, y se masajea la nuca como si todo el peso del mundo estuviera sobre esta. Conociéndolo, lo hará genial y esto solo son los nervios de enfrentarse al examen.

Rafa los echa de clase en cuanto la última persona ha entregado su examen, deseándoles buena suerte en lo que sea que hayan hecho. Él también lo espera, por lo que le conviene.

Toni sale quejándose, aunque también cree que le habrá salido mejor de lo que parece. Chiara, que se ha quedado de las últimas, tira de ambos para que avancen más lento que el resto.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Nada, pensaba que Juanjo querría comentarte de quedar, para poder organizarnos bien, que yo también he quedado.

Martin los mira. Juanjo le sonríe, como si supiera de cosas que él no.

—Así que… ¿fingimos que quedamos los tres y cada uno a lo suyo o…?

—Es algo que funciona —responde con rapidez—. Vosotros estáis en vuestro nidito de amor, porque ahí no hay nadie nunca, yo hago mis movidas… Todo el mundo sale ganando.

—Eso habría que discutirlo un poquito —masculla—. Toni sospecha un poco porque no hayáis formalizado nada.

—Pues que sospeche, ¿qué va a pensar? No se imagina la verdad ni de coña. —Juanjo se cruza de brazos, partiendo la cercanía con su amiga—. Es lo que tenemos de momento.

Sí, es lo que tienen, pero hay un detalle que podrían eliminar de la ecuación y no cambiaría lo que van a tardar en contarlo. No, para eso no tiene prisa.

Pero aguanta el resto del día con una sonrisa, durante el recreo repasa el siguiente examen que tienen, escucha los avances de Samu con curiosidad y, para la hora de coger el autobús al pueblo de su amiga y su novio, ya ha trazado un plan en su cabeza.

Como siempre que baja al pueblo con ellos, Chiara se sienta con otra chica del mismo pueblo y los deja solos. No falta el guiño antes de ponerse sus propios auriculares. A Martin le falta poco para poner los ojos en blanco, pero tiene más consideración, por su propio bien.

Bajan del autobús con una sonrisa y esperan hasta entrar al edificio para darse la mano. Chiara los observa con dulzura, una que no sabe hasta qué punto es real. Necesita averiguarlo.

—Amor, ¿puedes subir tú? —pregunta cuando llegan a la segunda planta—. Tengo que hablar una cosa con Kiki antes de comer.

—¿Una cosa? —Lo mira con confusión—. ¿Qué pasa?

—Luego te lo cuento —promete, con el amago de un beso que lo desestabiliza.

Sale tras ella y espera a estar más cerca de su puerta para intentar que todas las inseguridades que se le pasean por el cuerpo no salgan a la luz de forma muy bestia.

—¿Qué querías comentarme? —Se da la vuelta. Últimamente está más contenta, se la nota más alegre, lo que no casa con la imagen de ella que tiene, todavía pillada de Juanjo.

—No sé cómo enfocar esto sin que te lo tomes a mal —confiesa.

La sonrisa de Chiara baja un poco, pero no desaparece del todo.

—Pruébame. Soy bastante resistente a muchas cosas.

Suspira y se destroza el pelo a base de pasarse las manos por él.

—Vale, mira, es que hablar con Toni hoy me ha rayado. Sé que… —cierra los ojos. que no se le suban los colores, por Dios— sé que nos estás ayudando, que sabes lo nuestro más que nadie…

—¿Sí? —Se inclina hacia él, con las manos en la espalda. Parece casi divertida por lo mal que lo está pasando. Y dice casi porque todavía le tiene el respeto de que se ha portado bien con ellos.

—Solo quería asegurarme de que lo estás llevando bien. Que de verdad no pasa nada, porque tú… o sea, que os besasteis y parecía que ibais a empezar algo…

—Bueno —se le escapa una risilla—, vosotros os besasteis antes, supongo que ahí ganas tú. Y en todo lo demás, Martin, porque te aseguro que no estoy interesada de esa manera.

—Pero no lo parecía. Este último Halloween mismamente…

—En Halloween pasaste tú más tiempo con él que yo. Que nos fuéramos temprano…, honey, estaba agotada.

—Y os besasteis —le recuerda. Chiara arruga el gesto.

—Necesitaba confirmación, él también…

—¿Confirmación? ¿De qué?

Chiara lo mira, aprieta los labios y suspira. Le coge la mano sin permiso y lo lleva más cerca del ascensor que de su puerta.

—Quiero que sepas… que pensé en decírtelo hace algo de tiempo. Te cogí bastante confianza y, con las teorías que tenía sobre ti, que resultaron ser ciertas, pensé que sería bueno que nos tuviéramos el uno al otro. Solo que al final Juanjo se nos adelantó, así que lo hablé con él antes.

—Kiki, me estoy perdiendo —suelta un quejido.

—Vale, me centro. —Mueve la cabeza como una loca y acaba por sonreír—. Martin, no tienes nada de qué preocuparte, porque no me gusta Juanjo, nunca me ha gustado. Me hice creer que sí porque era más fácil que admitirme cosas.

—¿Cómo? Creo que no te entiendo.

—Hijo, para ser del colectivo, eres cortito. —Vale, ha conseguido exasperarla—. Que soy lesbiana. Que me gustan las mujeres y nada más que las mujeres, y nunca me ha gustado un hombre de verdad. Juanjo lo sabe, y ahora tú también. Nadie más, así que te agradecería que cerraras el pico hasta que piense cómo hablo con mi madre cuando ya casi me va a planear la boda con tu novio.

Martin boquea, en busca de algo inteligente que decir. No quiere ser un mal amigo, pero eso cambia todo lo que lleva creyendo de ella y de la relación con su mejor amigo hasta ahora.

—Lesbiana.

—Sí, parece que sabes pronunciarla. —Pone una mueca—. ¿Qué… piensas?

—Pero os habéis liado. —Intenta no ponerle emoción, solo tiene que procesar todo—. Un par de veces.

—Si tenía que enamorarme de un chico, tenía que ser él —musita—. Supongo que me entiendes.

Da un paso atrás, pestañeando.

—Perdona, Chiara. —Se frota los ojos—. Me estoy comportando como un capullo.

—No te creas. Estaría bien que no echaras meada alrededor de Juanjo para que no te lo roben, pero es entendible cuando todos creen que estamos al borde de ser novios. —Se cruza de brazos.

—Te juro que no voy a ser así, y más ahora que sé que… Wow, Kiki, no me lo esperaba. Aunque supongo que tú antes de este año tampoco te imaginabas lo mío…

Chiara suelta una carcajada.

—¿Te cuento algo? No he quedado esta tarde. Mi madre tiene clases particulares de inglés y voy a pasarme una hora fingiendo que me gusta estudiar en el sofá solo para poder mirar a la chica pija que odia el inglés pero que estudia en el instituto privado de mi madre. Así está el asunto.

—Oh… ¿Lo sabe Juanjo?

—Algo se huele, pero no lo he dicho en alto. —Se encoge de hombros—. Ahora, para que no te mate, me temo que vas a tener que portarte bien. Y hacer feliz a mi amigo.

—No planeo otra cosa.

—Bien. —Alza la barbilla—. Ya puedes irte. Problema zanjado.

Y tan zanjado, piensa en cuanto sube al ascensor.

Llama al timbre y espera que su novio le abra la puerta con las cejas alzadas.

—Mis padres han dejado algo para calentar —informa, y recibe un beso muy efusivo con el entusiasmo que corresponde—. ¿Y esto?

Martin no responde de inmediato, por supuesto. Agarra su mano, lo arrastra hacia la cocina, donde el plato del microondas sigue girando, y se vuelve hacia él.

—Así que has dejado que estuviera celoso de una lesbiana.

Los ojos de Juanjo se abren con fuerza, y cuando Martin pensaría que le pediría disculpas o explicaciones por la nueva información que le ha llegado, no es eso lo que sucede. En su lugar, su novio suelta una carcajada enorme, que deriva a otra, y a otra, y de repente le ha entrado un ataque de risa tan fuerte que tiene que doblarse sobre sí mismo.

Martin se muerde el interior de la mejilla, cruzado de brazos, con una paciencia que ni él sabía que tenía. Pero las risas siguen, y al final uno es humano y acaba sucumbiendo a descojonarse del surrealismo de la situación.

Juanjo solo se detiene para sacar la comida del microondas, y acaban sentados en el suelo, con las espaldas apoyadas en las encimeras y las piernas estiradas.

—¿Me acabas de admitir que has estado celoso de ella? —pregunta, retirándose una lágrima rebelde.

—¿Con eso te vas a quedar? —Le pega un manotazo en el muslo. Juanjo le sostiene la mano y la deja ahí.

—Bueno, está claro que te lo ha contado ella porque has ido a hablarlo. Es lo que me interesa.

—Chiara es lesbiana… —paladea cada sílaba con curiosidad y fascinación a la vez— y tú lo sabías, claro.

Juanjo asiente despacio.

—Ella salió del armario primero. Me lo hizo mucho más fácil.

—¿Y cómo te sentó? —Levanta la mano de su muslo para moverle la barbilla y que lo mire—. Que sé que te gustaba…

Juanjo pone los ojos en blanco.

—A ver, sí, pero para ese momento ya era más que consciente de lo que siento por ti, que al final eres el que quiero. No fue tan impactante en ese sentido. Si eso, me siento halagado de que haya sido su intento de descubrir si podía ser bi.

Martin se relame.

—Así que me quieres.

—Te he dicho que estoy enamorado de ti más de una y dos veces y resulta que te quedas con que te quiero.

—Suena muy poderoso, tienes que admitirlo.

—Suena bonito. —Se inclina hacia él, de lado, de mala manera, y aun así lo besa—. Deberíamos comer, ¿no?

—Sí, que ya he tenido suficientes sobresaltos por un día.

—No llames al mal tiempo, Martin Urrutia, que todavía aparece Samu diciendo que ya ha oficializado con Carla y mis padres nos pillan liándonos y tenemos que hablar del tema.

El de bigote arruga la boca y deja la conversación ahí durante la comida. Es cómodo estar en silencio con él y que sus pies jueguen bajo la mesa, sacarse la lengua y devolvérselo en besos cuando lo consideran necesario.

—Yo sí que quiero decírselo a mis padres —musita, cuando los dos platos y dos vasos están fregados y colocados a un lado para que se sequen.

Juanjo se gira hacia él. En momentos como ese, le cuesta adivinar qué significan sus expresiones. Leerle es mucho más fácil cuando no está agobiado, y esto parece ser un disparador.

—Vale… ¿Cuándo has pensado en hacerlo? —Se apoya en el fregadero, protegiendo su pecho con los brazos. Él da un paso adelante para cogerle la mano.

—No sé, en cualquier momento. No creo que tenga que ser tan ceremonioso. Lo único es que mi madre es de turno de noche y mi padre de mañanas, así que pillarlos a los dos despiertos y espabilados para hablar del tema es complicado. —Hace una pausa—. ¿A ti te parece bien?

—Claro. —Se encoge de hombros, con una sonrisa que no le llega a los ojos—. Chiara ya lo sabe, necesitamos a alguien de tu lado también.

—Tú sabes que a mí no me importa esperar. —Ladea la cabeza.

—Bueno, pero si quieres hacerlo, a mí no me va a importar. No hay problema, deja de rayarte que te veo el miedo desde aquí. —Esta vez, su sonrisa es más sincera.

—Es que no quiero que salga mal o… que se vayan de la lengua antes de tiempo.

—Son tus padres… Eso les pega más a los míos.

—No va a salir mal con ellos —protesta, moviendo la cabeza hasta pegarla a su hombro—. Lo mismo ni les sorprende, como no te conocen…

—No abramos ese melón, por favor, que estoy lleno de comida.

—Ya, pero en algún momento habrá que planteárselo, porque lo de desaparecer en tu cumpleaños y creerse que venía a hacer un trabajo…

—Pero esa noche hubo cena especial antes de salir con vosotros. —Se encoge de hombros—. Ellos son así, les importa su trabajo y hay mucha gente que depende de ellos, como para no andar desquiciados por la vida…

—Yo solo quiero que tengas el cariño que mereces.

—Lo tengo —asegura, dejando un beso en sus labios tan pronto—. Os tengo a vosotros…, a ti…

—Mira cómo me hace la pelota para no hablar del tema —protesta, pero se siguen besando en el suelo de la cocina hasta que resulta ridículo y tienen que estudiar para los exámenes.

Priorizan los parciales de la semana, aunque saben que en algún momento tendrán que centrarse en las asignaturas que solo tienen examen trimestral. Siempre han funcionado bien juntos, porque lo que no explica uno, sabe explicarlo el otro, y así avanzan la tarde.

La semana acaba con varios dolores de cabeza, pero también mucho quitado de encima. En el plano personal, cada vez hay menos detalles de las vidas de sus amigos, salvo que Carla y Samu quedan siempre que pueden, en calidad de amigos.

En algún punto, se han planteado hablar con Carla para entender la cantidad de frenos que le está poniendo a su amigo, cuando ya es más que claro hasta para el menos avispado de la clase. Sobre Toni y Nerea…, ella está menos cerrada a lo que pueda pasar, como ya se huelen desde hace tiempo, y para el domingo tienen un grito por parte de él de que la cosa va más que bien.

Pero antes de que eso suceda, el viernes ocupan la casa de Martin. No suelen ir tanto, porque, aunque sus padres tengan horarios raros de trabajo, las tardes las ocupan los dos. Ese día ambos han desaparecido de compras, así que pueden acomodarse en el salón, donde tienen el espacio suficiente para estudiar y comerse la boca si les apetece.

Si a eso le sumas que Daniela se marcha media hora después que los padres a una extraescolar, eso implica tener vía libre para prestar menos atención a los libros de texto de lo que deberían. Que estudian, ojo, no los tratemos de holgazanes del todo, pero tener al novio al lado a veces es tentador.

Se obligan a separarse al escuchar las llaves en la puerta. Martin vuelve a posar los ojos en los apuntes. Rubén Darío parece reírse de él, con sus pavos reales y princesas tristes.

—Hola, chicos…

—Hola, mamá… ¿Todo bien?

Martin se incorpora, haciendo como que su intención principal era saludar a su madre, cuando en realidad va a cambiar sus apuntes de sitio para que parezca que han estado frente a frente en la mesa del comedor todo el tiempo. Da igual, seguirán jugando con sus pies por debajo de la mesa y a él seguirá doliéndole no estar cambiando nada.

Su novio parece pensar lo mismo cuando se gira hacia él con pena en la mirada. Coge mucho aire y se acerca a él, mientras su madre está ocupada en la cocina. Su padre entra, saluda y la sigue al interior. Juanjo, desde la mesa del comedor, se estira.

—¿Estás bien?

—Creo que quiero decírselo —musita, saltándose varios latidos en el proceso—. No me apetece tener que alejarme de ti en mi propia casa. ¿Te parece bien?

Juanjo asiente, y por una vez lo ve convencido de verdad. Ha llegado a temer que se les alargara demasiado, pero es buen momento. Y si consiguen superar la barrera de los padres, los amigos no serán tan terroríficos a sus ojos.

—Haz lo que quieras. Yo estoy aquí. No me voy a ningún lado. —Se le suaviza el rostro. Dios, lo quiere tanto…

Martin le sonríe y aprieta su mano un pequeño segundo.

—Los voy a llamar, quiero hacerlo contigo. —Mantiene la mano sobre su hombro y aprieta cuando vuelve a hablar—. Mamá, papá, ¿podéis venir un momento?

—¿Qué pasa, hijo? —grita ella, sin acercarse—. Estamos colocando esto, danos un minuto si no es de vida o muerte.

Se lo conceden, por supuesto que lo hacen. Les va el corazón a mil por hora; y ese minuto viene genial para ordenar ideas. Martin ya no se permite arrepentirse, eso lo tiene claro.

Su madre es la primera en aparecer, con un trapo en la mano. Se la nota distraída, aunque no tarda en darse cuenta de la solemnidad de la ocasión que tiene frente a ella. Sus ojos se clavan en la mano que tiene Juanjo en su hombro mientras el padre de Martin aparece, peleándose para meter unas bolsas de plástico del Mercadona dentro de otras.

—¿Qué pasa?

—Mira las caras que llevan. —Su madre se cruza de brazos—. A estos críos les han dado la nota de algún examen y no ha salido bien.

—Mamá, no es eso… Te he dicho todas las que han salido —protesta—, no es por los exámenes.

—¿No? —Su mirada sigue variando entre ambos. A su lado, Juanjo no es capaz de sostenerle la mirada mucho tiempo, pero ya lo hace él por los dos—. ¿Y entonces?

Martin coge aire y comparte una mirada con su novio. Es su última oportunidad, por si no está cómodo, de decir algo. Pero Juanjo le sonríe, con esfuerzo, con las comisuras de los labios temblando, y asiente.

—Estos dos son más peligrosos con las miraditas…

—No es nada malo —se apresura a asegurar— o eso creo.

—No estás ayudando, niño, así que habla, que tenemos que ir a por Daniela ahora.

Esta vez, es consciente de que su novio levanta la cabeza para mirarlo. Martin no se la devuelve, pero respira pesado, como si estuviera preparándose para una actividad de cardio.

—Juanjo y yo… —traga saliva y, de forma inconsciente, aprieta la manga de su chico— Juanjo y yo, pues que…

—¿Sí? —La madre los mira con preocupación, y él no sabe cuánto más podrá aguantar conteniendo el aliento.

—Es mi novio. —Arranca la tirita y cierra los ojos una milésima de segundo, pero se promete ser valiente un poco más y los abre—. Estamos juntos desde hace… unas semanas y… pues… queríamos que lo supierais.

Se abre un silencio gélido en el comedor. Juanjo está seguro de que, si coge un cuchillo, rayaría el aire. Pero tampoco sabe qué más puede hacer bajo esas circunstancias. Solo le queda aguantar a que todo estalle o que al menos deje de ser la peor calma de la historia.

—Sois pareja —pronuncia muy despacio, señalándolos con un dedo no acusador, pero sí curioso, confuso, de intentar unir piezas de un rompecabezas que nunca se planteó juntar.

—Sí, mamá, lo somos. —Aprieta de nuevo su hombro.

—Entonces…, ¿eres gay de esos?

—Sí, bueno… —comparte una mirada preocupada con su chico, que se encoge de hombros— más o menos lo soy. Supongo. Tampoco me he parado a pensarlo, solo sé que me gusta Juanjo. Mucho.

—Yo soy bisexual. —Su boca se siente pastosa después de haberla mantenido cerrada tanto rato—. Pero igual, sé que me gusta vuestro hijo.

Su madre pasa la mirada de uno a otro, unas cuatro veces, antes de dirigirse a su marido.

—¿Tú lo sabías?

—¿Yo qué voy a saber? Si se encierran en su habitación, yo voy a suponer que están estudiando. ¿Cómo voy a saber yo que están…?

Juanjo enrojece, pero Martin ya tiene la palabra tomada:

—Sí que estudiamos. La mayor parte del tiempo. Esto no cambia nada, más allá de que…

—De que estáis juntos. —Asiente. A él también se le empiezan a calentar las mejillas, pero disimula mejor que Juanjo—. ¿Y cómo…?

—Pues poco a poco. —Baja la mano para poder tomar la contraria. Consigue respirar cuando Juanjo se la entrelaza—. Pasamos mucho tiempo juntos, supongo que era un poco inevitable.

—Ya… —Eso parece entenderlo, moviendo la cabeza, pero su mirada sigue perdida.

—¿Qué pensáis? —Se atreve a preguntar, porque tanta pregunta objetiva lo está poniendo nervioso.

—¿Qué hay que pensar? —La mujer pestañea—. A ver, estáis juntos, pues perfecto. Para que estés con algún idiota, prefiero que estés con tu mejor amigo, que lo conocemos perfectamente. Eso sí, charlas sobre sexo en vuestro caso me habéis pillado desprevenida, tendría que ir a preguntar a…

—¡No hace falta! —Ahora sí que ha logrado tener un tono de piel Juanjo. Su novio directamente hace honor a su nombre—. Así estamos bien, gracias.

—Claro, ahora… —Pone los ojos en blanco—. En fin, que tengáis cuidado y que… está todo bien, dejad de poner esa cara de culo y respirad.

—¿Lo saben tus padres? —pregunta su suegro, adoptando un tono tranquilo.

Se lame los labios.

—Aún no, pero… tengo pensado hablar con ellos pronto. No tiene mucho sentido seguir ocultando esto.

—No, claro que no. Además, cuanto antes lo normalicéis, antes podremos quedar todos, que hace mucho que no los veo.

—A mí también me cuesta cruzármelos, no te creas. —Chasquea la lengua, consciente de su propia broma basada en trauma.

La mujer le dedica una sonrisa pequeña y se acerca a darle un toquecito en el hombro. Parece pensarse mucho si hacer lo siguiente, pero acaba por preguntar:

—¿Puedo darte un abrazo? Parece que lo necesitas. A ti también, Martin, cariño, pero este es mi adoptivo y se lo ha ganado.

No responde, se levanta directamente y se queda abrazado a ella, colgando un poco de sus hombros, aunque él sea más alto. Suspira de alivio, ahogando las lágrimas en un par de pestañeos. No está acostumbrado a ese tipo de cariño.

Un par de horas después, resopla al entrar en casa y escuchar las noticias puestas.

—¡A buenas horas llegas! —Se asoma su madre—. Venga, ayúdame, que el partido empieza en nada y a tu padre no hay quien lo levante…

—Espera un momento. Antes…, quería hablar con vosotros —pronuncia cada palabra con la valentía que le ha proporcionado pasar la tarde hablando con los padres de Martin.

—¿Sobre qué? —Frunce el ceño.

La dirige al salón, con el estómago bombeando como si se tratara del corazón. si no vomita al acabar, se da por satisfecho.

—Quería hablaros de Martin. —Esto consigue que su padre aparte la vista del televisor, aunque sea por la curiosidad de un chisme.

Porque sí, no hay mejor forma de tratar el tema que enfocarlo desde el punto de vista de su novio,  y que, a pesar de toda la angustia que le provoca hablar de ello, lo que siente por él es lo más importante.

Chapter 17: Que llevabais un año no es algo que me esté inventando yo ahora

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Lo primero que le dijeron sus padres cuando soltó, sin titubear, con el mayor alarde de valentía que ha tenido en toda su vida, que estaba saliendo con Martin; fue preguntar si se lo estaba diciendo ahora porque tenían planeado algo por su aniversario.

Aniversario.

Lo segundo que hicieron fue flipar cuando descubrieron que apenas llevaban dos semanas juntos, pero que la confianza en lo suyo era tal que no tenían miedo a empezar a contarlo tan pronto.

—Joder, pues entonces menos mal que no hemos sacado el tema antes, hijo, porque estábamos seguros de que…

Mientras a la madre de Chiara le faltaban dos minutos para casarlos por lo civil o por lo criminal, sus padres llevaban un año viendo cosas donde no las había. O quizá estaban viendo demasiado, para lo poco que estaban por casa.

—Es que como nunca nos cuentas nada, asumíamos. —Su padre se encoge de hombros.

—Asumíais —pronuncia despacio cada vocal—. Eso no es solo mi culpa, ¿no?

Vale, quizá lo de antes no fue su mayor ataque de valentía. Este lo es. Lo sabe en cuanto su madre vuelve la cabeza hacia él.

—¿Qué quieres decir?

—Si nunca estáis en casa, no sé cómo creéis que voy a coger confianza para contaros nada. Y aun así os lo estoy contando, porque esto es importante para mí. —Le tiembla la voz. Se tiene que recordar que todo está bien—. Martin es muy importante para ti.

La mirada de su madre se dulcifica. Se hace extraño verla así, cuando está acostumbrado a la abogada demasiado concentrada en todo para centrarse en él.

—Eso siempre lo hemos tenido claro. Desde crío has tenido una predilección curiosa por él.

—Sí, la verdad es que podíamos haber tenido esta conversación a los doce años y así empezabas la adolescencia más tranquilo.

—O con seis, hijo, que la que liabas si te separaban de él…, peligroso.

Se cruza de brazos. Si se esfuerza mucho, no se pondrá rojo, porque le parece fuerte que estén sacando eso ahora.

—Vale, lo pillo, siempre ha sido importante para mí y por lo visto he sido el último en admitírmelo. Pero tampoco es que vosotros lo pongáis fácil, e ignorarlo ahora no va a hacer que desaparezca.

La pareja frente a él se mira. Hay cansancio en esas miradas, pero también mucho reconocimiento. Solo espera que sea de sus errores.

—Yo siempre he considerado que hemos sido muy abiertos, para que nos cuentes tus cosas, pero desde que te has hecho mayor…

—Me dejáis solo en casa cada diez minutos. Y sí, al final acaba siendo sitio de reunión con mis amigos, porque es el piso más privado que tenemos, pero a veces…

—No te vi quejarte tanto cuando tu novio se plantó en casa en tu cumpleaños y huimos para que tuvierais intimidad. —La boca de Juanjo se abre por pura gravedad— Que estamos asumiendo que sois personas con cabeza, pero mejor que tengáis un espacio seguro aquí a…

Sus mejillas ya no pueden ocultar que están ardiendo.

—Sabíais eso.

—Que pensábamos que llevabais un año no es algo que me esté inventando yo ahora.

—Pues no —masculla, con la cara ardiendo—, ahí apenas llevábamos unos días.

—Eso que se llevaron. —Su padre suspira—. ¿Algo más, o puedo volver al partido?

—No, sí, necesito… —le tiemblan un poco las manos, pero se sobrepone a ello, porque si están hablando, tienen que tocar todos los palos— sé que soy adolescente, y eso significa querer independencia y todo eso, y claro que la quiero, y la disfruto, pero a veces… me apetece llegar a casa y que estéis vosotros. —Se odia un poco por sonar tan pequeño y demandante cuando nunca lo ha necesitado—. No voy a hablar de comida casera porque se me da mejor a mí que a los dos juntos, pero un mínimo de que me estéis recalentando la comida y que no haya un caso sobre la mesa.

Ambos procesan esta información, de nuevo con los ojos sobre el otro. Juanjo siente que se hace más pequeño por momentos, pero traga saliva y se mantiene firme.

—Vale… ¿Tú sabes que llevar un bufete implica estar en todo… todo el tiempo? —Se masajea la sien—. Podemos estar más, pero hay gente ahí fuera que nos necesita.

Utiliza todos sus esfuerzos para pestañear y que no se note que quiere llorar.

—Lo mismo yo también os necesito —susurra, porque si levanta un poco más la voz se morirá—. Que no sé qué hago pidiendo esto, porque tampoco va a cambiar tanto, pero…

Hace amago de irse, porque ha llegado a su límite de vergüenza pidiendo cosas a sus padres que no le darán al completo. Su madre agarra su mano con gesto de súplica.

—No me gusta verte así. Haremos lo que podamos, ¿de acuerdo? Más comidas en casa, más estar presentes… Eso podemos hacerlo.

Asiente despacio, notando cómo su cuerpo se rinde, segundo a segundo, a las lágrimas. Es en el sollozo cuando su madre se incorpora y, con la torpeza de quien no está acostumbrada, lo abraza por el cuello. Tras un segundo que utiliza poner una mueca, le devuelve el abrazo.

Su padre los observa y se une con todavía más cautela.

—Siempre te hemos visto tan maduro, tan… capaz para lo que tú eres. Si es que eres un bebé, no deberíamos ponerte como si fueras ya un veinteañero que puede estar sin nosotros, mi pequeño…

Quizá en una circunstancia diferente se habría quejado de los achuchones y de las palabras moñas, pero en este momento, guardadle el secreto, lo disfruta y se hace diminuto en ese abrazo.

—Mejor vamos a no forzarlo antes de que diga que es demasiado mayor para esto.

—No te creas, ¿eh, papá? Así también se está bien.

—Se cansará en cuanto quiera salir de fiesta o estar a solas con el novio —dice con toda la seriedad del mundo.

—Esa es otra… —La mujer se separa, aunque mantiene las manos a ambos lados de su cuello—. Decirte a estas alturas que no cierres la puerta de tu habitación no tiene sentido, pero si necesitas hablar, si tenemos que buscar información juntos o algo…

—Eh… —Da un paso atrás, arrepentido de todas sus decisiones vitales—. Estoy bien así, creo yo.

—Además, que nosotros de esto sabemos poco.

—Por eso podemos investigar juntos —protesta su madre—. Si acaban de empezar, no saben tanto como imaginábamos, pero prefiero que aprenda lo que tenga que aprender con nosotros y que esté en casa con Martin a que experimente de mala manera. No, no, quita, que hay cada caso que nos llega…

—Creo que vamos a estar bien sin necesidad de eso…

—Eso espero, hijo. Y no me mires con esa cara de horror a estas alturas de la vida.

Su padre suelta una carcajada y le da una palmada fuerte en la espalda.

—Ay…, solo espero que no te arrepientas de pedir padres presentes, porque cuando a tu madre se le mete algo en la cabeza…

—Ya —masculla—, ya me la imagino.

—¡Por cierto! —La mujer los mira con una media sonrisa—. Supongo que esto acelera que tengas tu propio móvil, ¿no?

Todo su interés vuelve de golpe.

—¿En serio?

—Sí, estábamos planeando que fuera a medias entre tu cumpleaños y Navidad, pero mira…, tienes novio, el ordenador es incómodo…

—Por favor, sí.

—No pongas esa cara de desesperado, que le quitas la gracia… Iremos un día de estos a comprarlo —promete.

Lo siguiente que hace, cuando logra quitárselos de encima, es encender el ordenador. Escribe tantas mayúsculas hasta que su novio se conecta que está a punto de reventar alguna tecla.

Y chillan juntos, y al final parece como si todo se fuera encaminando.

Apenas dos días después, le toca chillar a Toni, para el grupo completo. Una delegada rubia, que no se quita las gafas por nada en el mundo y que parece saberlo todo a la vez que nada, le ha pedido salir. Y no salir en plan cita, no. Salir en plan oficial, de ir de la mano el siguiente lunes a clase.

Que Nerea nunca pierde ese detalle de darle un pescozón cada vez que considera que lo necesita, pero es bonito ver que se complementan de formas inesperadas para todos ellos.

Si los profesores cotillean sobre los líos de sus estudiantes y lo que piensan de cada uno de ellos, serían capaces de creerlo con todo el material que tienen esos días.

Sobre su propia relación, deciden tomarse unos días, que se convierten en otras dos semanas. Tienen excusas. Los exámenes se suceden, uno detrás de otro, la palabra Selectividad está en la boca de todo el mundo, aunque todavía queden seis meses; y el agobio está a la orden del día.

En sus huecos libres, prefieren estar solos y tranquilos. Claro que sacan el tema en alguna ocasión, hasta preparan lo que podrían decirles, pero no tienen prisa para que lo sepan cuando necesitan la poca estabilidad mental que tienen para sacarse los exámenes.

Sobre la otra posible pareja del grupo, Carla les asegura que no jugaría con Samu en la vida. Y, esto lo descubren por Kiki, le gusta bastante el de rizos, pero necesita un tiempo para procesarse a sí misma con nuevos sentimientos a los que no está acostumbrada.

No tienen prisa para que lo admita, ni siquiera Samuel, que vive en una nube por el hecho de no ser mandado a la mierda. Juanjo no va a juzgar, a ratos se siente así cada vez que alguien acepta de buen grado todo lo que es.

En esas dos semanas también hay un poco de cambio en casa. Sí, se llevan más los casos a casa, pero hacen el esfuerzo de preparar cenas sencillas (nunca les pidas una comida compleja). Y vale, a veces estudiando con Martin acaban en el comedor, pero nunca nada que moleste demasiado, no con la cantidad de exámenes que se les vienen encima.

A previas del puente de la Constitución, cuando terminan el examen más fuerte del año (Historia de España) es cuando vuelven a cambiar algunas cosas.

—¡Es que me tienen hasta los huevos todos! ¡O no, que no tengo! ¡Pues hasta los ovarios!

Ni siquiera Martin, que segundos antes le ha pedido que baje la voz, consigue evitar que todos en la cafetería del instituto se giren a mirarlos. Nerea, con el pelo trenzado, las gafas bailando en la punta de la nariz y el cabreo subiéndole en tonos rojos hasta las orejas, se dirige a ellos dando zapatazos.

Juanjo se toma un momento de respiro del drama que se les avecina para contemplar a su novio. Aún no se acostumbra a nombrarlo así, aunque normalmente el concepto se queda dentro de su cabeza, danzando. Exteriorizarlo aún es complicado, aunque llevan un mes juntos y cada vez se hace más difícil ocultar lo inevitable.

De hecho, unos días atrás quedaron para estudiar el dichoso examen de Historia y en los descansos discutieron sobre ello. No en plan mal, sino para poner puntos comunes sobre cómo deberían hacerlo y cuándo. Sabiendo que Toni y Nerea ya están juntos y a Carla cada vez le cuesta menos fingir que no se ha encariñado de Samu, solo les queda a dar ellos el paso en público.

Además, hay un nuevo plan: enfocarlos uno por uno, el mismo día, sí, pero tener la oportunidad de hablarlo por separado y evitar problemas innecesarios.

—Me da miedo preguntar —musita Chiara, sentada a su lado, con la barbilla casi recostada por completo sobre la mesa.

También se lo deben a ella. La inglesa se ha portado el último mes. Cada vez que querían hacer algo juntos, Chiara era la excusa perfecta, y ella no tenía problema en quedarse en casa mientras todo el mundo pensaba que la cita era con ella.

Claro, Martin no va a hablar de lo que sabe que ella está haciendo, porque cree que no ha sido del todo sincera ni siquiera con Juanjo, pero… no pueden mantener eso para siempre, siendo realistas. Chiara merece poder estar tranquila sin andar poniendo excusas a todo el mundo.

¿Plazo clave? Antes de Navidad sería lo ideal, aunque no saben si encontrarán el momento, todavía envueltos en los últimos exámenes del curso.

—No preguntes, que lo va a anunciar luego en clase. —Martin arruga la nariz.

Juanjo frunce el ceño y tiene que contenerse para no acariciarle la mejilla.

—¿Qué ha pasado? ¿Tengo que preocuparme?

—Tú precisamente no. —Nerea le quita importancia y coge una silla de la mesa de al lado, sin preguntar. Cuando los alumnos la miran, a punto de protestar, les dedica una mirada que les hará arrepentirse de todas sus decisiones vitales.

—¿Entonces?

—Nada, que no hay forma de ganar con estos profesores.

El resto se miran, aún más confusos que antes de empezar. Es Martin quien suspira, ocupando el sitio libre junto a Juanjo, y habla:

—Llevamos días de reuniones para poner los exámenes de recuperación de forma que sean justos para todo el mundo y…

—No hay manera —completa Nerea. Se quita las gafas y cierra los ojos, como si el peso del metal le eliminara todos los problemas—. La mayoría quieren colocar el suyo nada más empezar, y solo hemos podido pelear porque no todos sean el mismo día.

—Nerea, no me jodas, que a mí algunos me vienen fatal.

—¡Pues haber estudiado, Antonio! —Enrojece—. Eso sí, Rafa se ha portado. Nos lo pone el siguiente lunes, así que, si os ha quedado Literatura, hay margen.

—Bueno, algo es algo. —El rubio parece algo más tranquilo, asintiendo—. Dime que al menos Mates está la primera fecha. Necesito un poco de margen.

—Sí, pero el mismo día que Historia. —Lucía gime de angustia al escucharla—. Anda que vaya dos y vuestros suspensos.

—¿Hay alguna combinación más terrible?

—Yo diría que tuvierais cuidado con Historia de la Filosofía y Economía, que son justo los que quedan por examinarnos, pero por lo demás… —Se masajea la frente, todavía con las gafas sobre la mesa—. Cuando Violeta se entere, me va a crucificar.

—Tampoco puedes estar pensando todo el tiempo en cómo va a reaccionar esa estúpida —interviene Carla—. Que hubiera estudiado más.

—Seguro que las va a aprobar todas, no es eso —masculla—. Es que prometimos muchas cosas en nuestra “campaña electoral” y de momento esto nos ha salido como el culo.

—A ver, los exámenes de noviembre y diciembre han estado muy bien repartidos y nadie se ha quejado —razona Juanjo— y también es normal que los profesores quieran quitarse las recuperaciones lo antes posible, que acabamos en mayo y van a toda hostia.

—¿Puedes explicarle eso tú a la clase para que no me lapiden? —Pestañea, con una sonrisa demasiado falsa para ser ella.

—Ah, no, la delegada eres tú. —Se esconde en su silla.

—Y el que me metió en eso para intentar liarme con Martin…, ¿quién fue?

Samu suelta una carcajada y Toni aplaude. Carla les pega una colleja a cada uno.

—Vaya dos, anda que me tenéis contenta.

—No haré declaraciones. —Levanta las manos, en son de paz—. Si quieres ayudo a suavizar el golpe, pero me temo que dar explicaciones es cosa vuestra.

Nerea entrecierra los ojos, pero lo deja estar. Al menos en lo que queda de día no tienen nada importante, pero al día siguiente acaban Economía y después del puente, Filosofía; así que el agobio los domina cada cinco minutos sin que puedan hacer mucho al respecto.

—También podemos elegir el orden en el que contamos las cosas —comenta Martin, cuando se ha acabado el bocadillo—. Porque lo de Canarias está más que organizado… —Chiara pega un bote en el sitio, pero se quedan todos en silencio, a la espera de que continúe— y para el último día nos dejan hacer chocolatada.

—¿Y no habrá clase?

—Eso ya depende del profesor, pero creo que los de las últimas horas nos las dejan bastante libres.

Toni es el primero en levantarse y aplaudir. El resto lo siguen, con bastante jaleo, llamando la atención del resto.

—Uf, pues aprovechando que no vamos a tener clase, podríamos quedarnos a comer y hacer algo por el centro.

—Me vendría genial —comenta Lucía—, que no he comprado los regalos para el resto de mi familia y mi hermano me mata.

—Pues que lo haga él, ¿no? —Lucía suelta una carcajada—. Vale, lo pillo, imposible.

—Mola la idea, vamos a comprar cosas que necesitamos para los regalos, que yo también voy pillado de tiempo —Toni arruga la nariz— y luego nos vemos una peli.

—Parece que ya tienes una pensada tú…

—Hombre… No paro de ver el anuncio en la tele, cada dos anuncios. Peli de vaqueros y sale la Anne Hathaway. Planazo.

—“Brokeback Mountain”, ¿no? —Este afirma con un gesto y se inclina hacia su novia—. Parecía buena, me apunto.

Chiara asiente, con entendimiento, pero Samu, a su otro lado, arruga el rostro con confusión.

—Tío, pero ¿esa peli no es de gays?

El respingo es instantáneo. Martin busca la mirada de Juanjo, algo preocupado.

—¿Cómo que de gays? Pero si sale Anne Hathaway, y en el tráiler no sale nada de eso.

—Yo también he leído algo así, que lo esconden un poquito, pero que va de eso, en verdad —reflexiona Lucía.

—Ah —Toni pestañea. Juanjo no se atreve ni a respirar—, pues habrá que ir a verla, ¿no?

—¿No te importa? —Martin no sabe ni por qué pregunta, pero le ha salido del alma.

—¿Por qué me iba a importar? La peli tenía pintaza. Si se quieren liar los vaqueros, pues que se líen.

—Perfecto.

—Menos mal. —Suspira Nerea, hablando por los dos—. Llegas a decir alguna barbaridad y te dejo.

Toni se lleva una mano al pecho.

—¿Tú por quién me tomas? Que yo soy súper tolerante, ¿eh? Que mi primo se casó en cuanto se pudo con lo del matrimonio igualitario, en julio.

—¿El Alberto?

—Claro, que tiene casi treinta y ha tardado tres segundos en pedirle matrimonio al otro en cuanto se anunció. —Menea la cabeza, fingiendo un poco de burla—. Es un poco friki, pero me cae bien.

Samu silba de impresión.

—Oye, mola. ¿Y eso que no nos has dicho nada?

—Pues por si acaso, que en este mundo hay mucho tonto y hay que tener cuidado. Aunque yo recuerdo haber dicho ochocientas veces lo que me aburrí en el pueblo salvo por la boda, pero vosotros no escucháis.

Sin quererlo, a ambos se les escapa una sonrisilla.

—Amén. —Chiara levanta un vaso imaginario y le da un toquecito a su mejor amigo.

Sí, esto les ha dado un poco más de seguridad.

Eso mismo piensa Juanjo cuando, un día y medio después, se juntan en el piso de Martin para empezar a estudiar Historia de la Filosofía. Que sí, que tenían que haberse puesto antes con este, pero a veces hay que priorizar los exámenes que abren la convocatoria y no la que tiene a un profesor que no está completamente en sus cabales.

Los padres de Martin no están y han aprovechado para sentarse al lado en lugar de uno frente al otro. Y vale, que tienen los ojos puestos en el libro, y solo los levantan cuando tienen alguna duda, pero sus manos llevan entrelazadas desde el principio de la tarde.

Juanjo no tiene intención de separarse de ese cosquilleo continuo que lo hace sentir tan bien. Ni con agua caliente, vamos.

—Llevas diez minutos en la misma página —musita Martin, pasando al apartado de autor de su tema.

Juanjo pone un mohín y su novio, al verlo, le roba un beso con delicadeza. El más alto cierra los ojos y se deja hacer.

—Tú es que vas muy rápido. Esto es un aburrimiento…

—Solo un examen y Navidad… —Suspira, echándose hacia atrás en la silla hasta que las patas delanteras no tocan el suelo—. Pero sí que me encantaría un descanso. Dame un beso.

Se ahorra la broma porque sí que le apetece inclinarse y unir sus labios. Es muy corto, para su desgracia, pero lo llena de una nueva dosis de serotonina que le servirá al menos para acabar con ese autor.

—He estado pensando… —susurra, todavía demasiado cerca de su boca para ser una mente funcional.

—¿Sobre? —Alza las cejas y usa la mano que no está pegada a la suya para acariciar su mejilla.

—No sé, sobre la conversación de ayer con estos, sobre la peli… —Suelta mucho aire, escondiendo la cabeza en el cuello de su novio—. Creo que deberíamos aprovechar para contárselo.

—¿En plenos exámenes?

Se encoge de hombros.

—Se supone que vamos a quedar para celebrarlo cuando acabemos Historia de la Filosofía. No me parece mala idea contárselo antes o después de esa peli con la que no tienen ningún problema. —Traga saliva.

Martin sonríe, acariciando con el pulgar su mejilla hasta llegar a su boca.

—Pero ¿tú estás seguro de esto? ¿O es solo que crees que debes hacerlo?

—Martin… —protesta en tono bajo—. Quiero hacer esto. Nada me haría más ilusión que dejar de esconderme y poder estar así, como ahora, pero con más gente.

—Vale, podemos hablar con ellos antes del cine. Podría ser una celebración curiosa: ver una peli de maricones después de declararnos como tal.

—¿Ya lo tienes más claro? —Sonríe.

—A mí me gustas tú. Y eso voy a decir. Pero me alegro mucho de que tú lo tengas claro, mi bisaster.

—¿Bisaster? —Arruga la frente—. Estás pasando demasiado tiempo con Chiara. Sois las personas más peligrosas que conozco.

—No te lo voy a negar, la chica es ingeniosa y el inglés, muy rico.

Pone los ojos en blanco.

—Tengo un montón de contradicciones sobre este tema, porque por un lado me encantaría que estuviera cuando hablemos con ellos, pero por otro lado quiero que seamos solo nosotros.

—¿Te encargas tú de Samu y yo de Toni? —bromea.

—No lo sé. Como surja. —Se encoge de hombros—. Me da miedo planearlo tanto que cualquier cosa que no salga perfecta lo destroce todo.

—No va a salir mal… Ya los oíste, no tienen ningún problema —murmura—. Es cuestión de dejar claro lo importante y que no les dé tiempo a plantearse tonterías.

Asiente y se deja besar, aunque sea para calmar los nervios. Hay algo relajante en la forma en la que lo toca, con la suavidad de estar tratando el cristal, pero llegando hasta sus huesos sin dificultad. Debe ser un superpoder de Martin, uno que le gustaría heredar, aunque fuera por hacerle sentir una mínima parte de cómo está él con ese contacto tan suave.

Solo se alejan ante la aparición de Daniela, que da saltitos en su dirección. Los observa con picardía, pero más allá de eso los ignora bastante, como esperarían que hiciera.

—¿Por qué nunca os vais a la habitación? —Vuelve de la cocina con un chupachups.

—Nos vamos muchas veces, pero si los papás no están, estamos bien aquí —musita, centrándose en los apuntes.

—¿Es para evitar la tentación de follar? —Levantan las cabezas de golpe, comenzando a notar, ya de primeras, cómo les arden.

La mirada de Daniela, y en especial su sonrisa, está destinada a la maldad que antes solo reservaba para destrozar a sus muñecas.

—Tú mejor cállate…

—Por las caras, voy a suponer que sí. En estas épocas están las hormonas revolucionadas —habla como si recitara algo que ha oído en otro lado, así que espera que no provenga de su madre— y no podréis quitaros las manos de encima. Es normal, aunque yo tengo una pregunta… ¿cómo funciona entre chicos? Porque nunca imaginé…, bueno, tendría que haberme olido algo de ti, Martincito, pero en fin, que hermano gay no estaba en mis planes y soy curiosa, ¿cómo es?

Si no consigue que se calle, lo mismo Juanjo entra en combustión y explota.

—A tu habitación.

Daniela le muestra su mejor cara de indignación.

—Tú no eres mi padre para mandarme hacer nada.

—No, pero llevo dos minutos escuchándote hablar, demasiado minuto y medio de más.

—Pero…

—¡Lárgate o le digo a mamá que estás cogiendo chupachups fuera de hora!

Abre la boca para protestar, pero Martin alza una ceja. Le saca la lengua y se marcha, pegando zapatazos.

Juanjo se rasca la nuca.

—A veces me dais envidia todos con vuestros hermanos. Luego veo esto, y casi agradezco que mis padres vivan para su trabajo.

—No tengas envidia… Es la única persona a la que protegería de cualquiera por insultarla de la misma forma que lo haría yo. Es… complicado. Vamos a seguir con esto, ¿vale? Hasta que no acaben los exámenes que quedan no vamos a hablar con ellos, así que no merece la pena.

Juanjo lo deja estar, besando su mejilla antes de preguntarle un dato aleatorio para asegurarse de que están haciéndolo bien. Para cuando llegan sus padres, es hora de cenar y descansar por ese día.

Nada más acabar el puente, Samu los obliga a llegar antes a clase para reunirse en el baño del instituto. Con gesto serio, están en un semicírculo.

—¿Por qué parece que estamos conspirando contra alguien? —pregunta Martin.

—O haciendo un ritual —añade Toni—. Samuel Dávalos, suelta el pescado.

—Necesito ayuda. —Coge mucho aire—. ¿Qué preferís, tulipanes o margaritas?

Tres pares de ojos pestañean a la vez.

—¿Cómo? —Juanjo inclina la cabeza hacia él.

—Tulipanes… o margaritas —insiste—. ¿Cuáles… os gustaría más recibir?

—¿Quieres recibir flores? —Toni arruga el gesto.

Juanjo resopla, entendiendo de pronto. Samu parece al borde de la explosión.

—Quiere regalarle flores a Carla.

Toni suelta una risita.

—¿Y quieres elegir las que mejor te quepan por el culo, por si se cabrea?

—¡Antonio!

—Quiero pedirle salir de verdad —admite—. Quiero que sea mi novia.

—Oh, o sea que es más que oficial…

—A ver, todavía no es oficial. —Se le entrevé el rojo en las mejillas—. Pero… creo que me puede decir que sí. Que siempre va a ser muy ella, se hará la chula, pero nos hemos besado unas cuantas veces.

Toni suelta un jadeo.

—¿Y no nos cuentas nada?

—Como si todos contarais todo. —La pareja del grupo se revuelve—. Solo quería proteger esto hasta que…

—Hasta sentirte cómodo para hacerlo más oficial —completa Juanjo, intentando tranquilizar su corazón por más de dos segundos.

—Exacto, lo entiendes. —Lo señala, mirando a Toni en el proceso—. ¿Ves cómo no es tan difícil?

—Tulipanes.

—¿Eh?

—Creo que a Carla le gustarán más los tulipanes. —Se encoge de hombros—. Y sé que le gustas, así que… enhorabuena.

Samu se encoge un poco en sí mismo, pero parece feliz. a estas alturas, es lo único importante.

Chapter 18: Ah, y no acepto ningún tipo de pregunta

Chapter Text

—Yo creo que a estas alturas podemos celebrar, ¿no? —Samu lleva su chocolate caliente y el de su chica hasta la mesa.

—No, si al final voy a pasar limpia y todo. —Suspira Carla—. Primer trimestre, superado. ¿El resto? Ni me lo mencionéis. Tampoco hace falta agobiarme antes de tiempo.

—A mí no me habléis del resto porque me da algo. —Juanjo se masajea la frente, con los ojos cerrados—. Necesito esas vacaciones lo antes posible.

—Por suerte solo te quedan… unas horas. —Lucía revisa la hora, con aire alegre—. Qué ganas de la Navidad, qué ganas de pasarme el día durmiendo, qué ganas de no veros la cara.

—Hostia, qué maja, ¿no? —Martin alza una ceja.

—No os lo toméis a mal. Os amo, pero a veces necesito espacio. Más ahora que somos el doble de las que éramos cuando solo nos juntábamos las chicas. —Tiene un escalofrío—. Os cogeré con más ganas cuando lleve dos semanas sin veros.

—Sigue en pie lo de esta tarde, ¿no?

—Más os vale —musita Juanjo—, al final de tanto anuncio tengo ganas de ver la peli.

Chiara se abraza a su bíceps, con una sonrisa contenida.

—Es que el marketing está muy bien hecho. —Su tono refleja una cantidad de ironía que basta para ponerlo nervioso, pero para que nadie más caiga en lo que implican.

Se callan cuando ven a Nerea aparecer. En esta ocasión, se ha dejado el pelo suelto, pero no suelta sus gafas de pasta que tanto le gustan. Pero esa no es la novedad, sino que Martin no se las haya quitado en toda la mañana.

Puede que tenga algo que ver con que, el último día que estudiaron juntos para Historia de la Filosofía (con la puerta abierta por decisión de sus padres, que ahora sabían demasiado), Juanjo le dijo que lo veía súper atractivo con las gafas, que no hacía falta que se las quitara.

Martin podría haber protestado, pero a su novio le dio un ataque de amor basado en besos por toda su cara, sorteando con maestría la posición de las gafas. Claro, así que ya no se las quita, no tanto al menos. Fuera de clase no las necesita tanto, pero está con él y le gustan las miradas de reojo que le echa y las sonrisas que nadie más ve.

—¿Habéis visto a Toni sí o no?

Martin pestañea. Ha desconectado, tampoco va a mentir. Nerea parece nerviosa, y que pregunte por Toni no le gusta un pelo.

—Lo hemos perdido al salir de clase, creo. —Samu se encoge de hombros—. Pero ha sido un poco culpa de todos, porque queríamos conseguir chocolate caliente lo antes posible.

—¿Ha pasado algo? —pregunta Lucía.

—A ver —coge mucho aire—, es que lo mismo la que le queda no es Mates, sino Economía.

—Pero si ahí hay que hacer lo mínimo para aprobar y él siempre hace los trabajos extras…

—Ya, pues resulta que, de tanto extra, no ha presentado su proyecto de empresa. —A todos se les caen las sonrisas—. Ya, así me quedé yo. Y lo peor es que creo que lo tenía hecho, pero no lo ha traído cuando tenía que hacerlo o… no sé qué movida. —Se rasca el pelo, despeinándose en el proceso—. Lo voy a matar.

—Pues que hable con él y le diga algo de entregarlo ahora, aunque sea para quitárselo de encima. No le va a obligar a hace el examen cuando ha sacado un 6, ¿no?

Nerea se encoge de hombros.

—Me ha dicho que iba ahora en el recreo a hablar con él a ver si podía conseguir algo, pero me he acercado y por ahí no ha pasado ningún estudiante. Palabras textuales del profe. —Baja los hombros—. No sé qué estará haciendo, pero no me hace gracia que desaparezca así…

—Pues para haber desaparecido, está muy presente… —Samu señala detrás de ella cuando arruga las cejas. Todos vuelven la cabeza hacia la puerta de la cafetería, donde Toni entra con las manos en los bolsillos, silbando alguna canción desconocida para el resto. Se acerca con una sonrisa de oreja a oreja.

—Buenas, mis chicos favoritos… ¿Por qué me miráis como si llevara monos en la cara? —Acuna las mejillas de Nerea y le da un beso.

—No sé, ¿los llevas? —Echa la cabeza atrás.

—¿Qué? —Arruga su frente, pero sigue con una sonrisa, entretenido.

—Que estabas desaparecido, nene.

—Ay, nena, pues cosas tenía que hacer. —Le guiña un ojo.

—Sí, lo de hablar con el de Economía. ¿Lo has hecho? —Planta la trampa.

Toni echa un vistazo a sus amigos, con la lentitud de que tiene todo el tiempo del mundo, y se encoge de hombros.

—Necesito hablar un momento con mis chicos —ignora la pregunta. Nerea pestañea—. Siento interrumpir la chocolatada, pero podréis volver a ella dentro de un rato. Vamos.

—¿Dónde quedó lo de preguntar si queremos?

Pero Martin se levanta junto a sus amigos, dejando hueco para que Nerea pueda sentarse sin robar sillas de otra mesa. Las miran desde atrás, sin entender qué necesita Toni que implique una conversación a solas.

Caminan tras él por varios pasillos, llamándolo para que se detenga, pero él se mantiene a buen ritmo hasta llegar a la zona del gimnasio y los vestuarios. Ellos ya no dan esa asignatura, pero se los conocen de memoria. Han sido demasiados años.

—¿Y a ti qué te pica ahora? —masculla Samu, cuando choca contra él por seguir caminando cuando Toni ya no tenía más ganas de hacerlo.

—Tengo un problemón —expone con una solemnidad que pocas veces le han visto— y necesito vuestra ayuda.

—Si es por lo del trabajo de Economía, Nerea ya nos ha puesto al día.

—Estupendo. —Chasquea la lengua con un claro gesto de fastidio—. Pues vamos a ello… —Se frota las manos, aunque no sabe si es por el frío o por hacerse el interesante.

—¿Qué piensas hacer? Nos dan las notas en horas… Lo máximo que podrías conseguir es no hacer la recu, pero no te veo con el trabajo por aquí.

—Sí, pero hasta donde yo sé, no se han impreso los boletines todavía. —Le guiña un ojo a Juanjo—. Y mi trabajo lo tenía conmigo, pero ya lo he escondido entre los demás entregados a tiempo.

—¿Y cómo piensas hacerle creer que se le ha pasado?

—Elemental, mi querido Martin. —Se pasea por delante de ellos con las manos a las espaldas—. He puesto correcciones del mismo color que las que le he visto a Nerea cuando pidió su trabajo para revisar por qué tenía un 9. Y antes de que me lo digáis, ese tío no sabe quiénes somos ninguno, podría aparecer un día mi madre y se creería que simplemente se ha olvidado de su alumna más vieja.

—Así que pretendes… ¿qué, exactamente? —Juanjo alza una ceja.

—Es muy sencillo: vamos a colarnos en el despacho de Dirección, donde tienen las notas puestas y listas para imprimir, vamos a cambiar mi nota a… un 6, tampoco voy a motivarme mucho; y el profesor nunca se dará cuenta porque, repito, no me conoce, no sabe quién soy y nunca he llamado la atención en sus clases, así que tampoco puede saber que me he quejado por una nota o por la entrega del trabajo.

—No sé cómo te ibas a quejar, si no lo entregaste. —Samu se lleva un codazo—. ¿Qué? Alguien tiene que decir las cosas como son aquí.

—Sí, pero no es el momento. —Da una palmada—. Uno de vosotros se viene conmigo, los otros dos vigilan. ¿Quién es el afortunado?

Dos minutos después, Juanjo camina detrás de él, con cara de perros que no deja lugar a dudas de lo poco que le apetece. Martin y Samu los siguen, no a demasiada distancia. La idea es que uno se quede en la puerta y otro en el pasillo más cercano a los ascensores.

Como Toni se asegura de recordarles, las notas a esas alturas del último día ya no vale la pena cambiarlas desde el despacho de Economía, sino desde Dirección, donde están listas para imprimir y entregar a alumnos mayores de edad y padres. El resto le dejan con su monólogo, porque bastante tienen con los nervios de lo que están a punto de hacer.

Se quedan quietos al doblar la esquina, observando a la secretaria del centro. Con dos carpetas enormes bajo el brazo, cierra la puerta del despacho y se marcha en dirección contraria a donde están ellos. Suspiran todos a la vez.

—No saldría mejor de haberlo ensayado, ¿eh? —Les dedica una media sonrisa—. Venga, Samu, tú a los ascensores; Martin, te quiero delante de la puerta. Habla muy alto si llega alguien, sabremos que tú nunca gritas tanto.

—¿Estás seguro de que no puedes hablar con él como las personas normales? —Bufa Juanjo—. Estoy seguro de que no te hará repetir examen si lo que te falta es un trabajo de mierda.

—Tarde para eso, mi pequeño. —Le pellizca en la mejilla—. El trabajo ya está colocado con los demás, y ahora solo queda darle el punto y final. No podéis quejaros, lo he hecho casi todo yo.

—Pero el toque final lo vamos a dar entre todos, que nos la estamos jugando.

—Sí, todos saben que los cuatro somos pin y pon…

—Cuanto antes empecemos, antes acabamos y volvéis a vuestro chocolate, quejicas.

Agarra el brazo de Juanjo y lo arrastra hacia la puerta. El más alto echa la vista atrás, donde sus amigos se encogen de hombros, ignorando el puchero que amenaza con mostrar sus labios. No son muy fuertes, serían capaces de huir si no fuera porque no se atreven a dejarlos a su suerte.

Toni abre la puerta sin mirar a los lados, pero sí que asoma la cabeza antes de introducirlos a ambos y cerrar tras ellos.

—Estamos solos. —Suspira, frotándose las manos—. Vale, Juanjo, piensa: si fueras unas notas, ¿dónde te esconderías?

—Si no las han impreso, en el ordenador. —Alza una ceja, señalándole el dispositivo. En la pantalla, una bola rebota contra cada esquina. Está encendido, quizá tengan suerte y no haya que poner contraseña.

—Eres un genio, ¿te lo he dicho alguna vez? —Hace amago en darle un beso en la mejilla, pero se arrepiente en el último momento y se acomoda en el sillón del director.

—No me extraña que me hayas pedido que vaya, si eso es lo que consideras genio… —Apoya las manos en el escritorio y recibe un manotazo casi instantáneo—. ¿Ay?

—Tan genio no serás. No podemos dejar huellas. —Toni saca del bolsillo de su sudadera dos guantes de invierno—. Es lo mejor que he conseguido, no juzgues.

A Juanjo se le va a hacer muy difícil no hacerlo.

—¿Alguien va a buscar huellas en un sitio de estos?

—Mira, si por alguna casualidad, que lo dudo mucho, el profesor se da cuenta del cambio de notas, no queremos que puedan relacionarnos. Que se crea que se ha equivocado al pasarlas, que para algo me voy a poner mi nota del examen.

Alza las cejas, bastante impresionado con lo mucho que ha pensado en todo. No debería subestimarlo tanto.

Lo ve desbloquear el ordenador sin mayor problema, en completo silencio. Clica en varias carpetas hasta que parece localizar la que busca. Juanjo, que ha conseguido relajarse durante unos impresionantes dos minutos, vuelve a ponerse nervioso. Se supone que Martin está fuera, pendiente de todo, y no se escucha nada, así que estará bien todo, pero no puede evitar que la angustia se apodere de él.

Sus ojos vuelan por el espacio, analizando los sillones frente al escritorio, para que las personas con las que se reúnan puedan sentarse. También hay un sofá rojo, del mismo tono que las estanterías, que se encuentra junto a la impresora que…

La impresora.

—Antonio —masculla.

—Calla, que ya estoy casi… Aquí están…

—Antonio, están ya impresas, mira.

Levanta la cabeza al mismo tiempo que él señala a la impresora. Traga saliva al ver la cantidad de papel apilado en el lado del que salen las impresiones.

—Me cago en mi vida. —Se levanta como si lo cargara el diablo—. Tenemos que imprimir la otra y sustituirla. Encárgate tú, ya las tenía abiertas.

—¿No decías que no podía tocar nada sin guantes?

—El teclado no es tan importante, venga. —Toni coge el conjunto de papeles y suelta un insulto por lo bajo—. Son las de Segundo de Bachillerato, llegamos por los pelos.

—Pues ya sabes: a trabajar.

Juanjo no tarda mucho en encontrar a su amigo en la lista de notas y sustituir el 4 que le han dejado por no haber presentado el trabajo obligatorio por un 6, la nota que él mismo quería. Suspira y mira a su amigo, que coloca en ese momento sobre el escritorio toda la pila de papeles.

—Joder, macho, cuántas cosas. —Quita una lámpara para dejar las notas completamente aplanadas.

Cierra todas las pestañas excepto la de las notas y le da a imprimir a la página de Toni. Suspira mientras lo escucha reproducirse en la impresora. Ya están un poco más cerca.

Le da por mirar a su amigo, que pasa por los bloques correspondientes a las clases hasta llegar a la letra D. Están solos, todo está en silencio y la verdad se le escapa por la lengua. A estas alturas solo le falta la valentía, y quizá es momento de tenerla.

—Oye, Toni, sé que luego nos vamos todos juntos por ahí, pero había algo que quería hablar contigo antes. Habría estado bien que estuviera Martin, pero él quería hablar con Samu, así que…

—¿Qué pasa? —Levanta la cabeza—. Hostia, tienes una cara… Ni que hubieras matado a alguien… espero. Que si has matado a alguien yo te apoyo, tronco, pero…

—Que no he matado a nadie, no digas tonterías. —Chasquea la lengua con frustración—. Es otra movida, una muy… importante para mí.

—Vale, ¿y me lo puedes decir cuando encuentre mi…? —Suelta un gritito—. Antonio Sierra, aquí estás, mi bebé… Lo cambio y me cuentas.

Asiente, pero Toni ya no lo mira. Ha quitado la página de sus notas, que le entregará a sus padres al acabar el día, y se dirige a la impresora para coger la que acaba de imprimir Juanjo. Cuando vuelve hacia él, lleva una sonrisa enorme, mucho más tranquila.

» Dime, ¿qué era?

—Es complicado de explicar. —Coge mucho aire—. He tenido… unos cuantos meses de rayarme mogollón, pero al final… he llegado a algunas conclusiones.

—¿A cuáles? —Frunce el ceño—. ¿De qué estamos hablando ahora mismo? ¿De Kiki?

Lo ayuda a colocar la pila en su sitio, quedándose las notas antiguas para romperlas más tarde. El corazón le va a mil por hora, y ya no tiene nada que ver con la ilegalidad que están haciendo.

—No, con Kiki está todo más que bien. —Revisa el escritorio y resopla al ver la lámpara—. Hay que dejarlo todo tal cual lo hemos encontrado.

—Que sí, que sí… —Toni la agarra, presionando el botón, sin que pase nada—. Pero si está rota…

—Tú no toques nada, que la liamos.

—Que no pasa nada, nene, respira hondo… —Se acomoda en el escritorio, de pie frente a él—. ¿Y si no es Kiki, quién es? ¿No le estarás poniendo los cuernos? Porque yo ya soy más protector incluso que Carla y Nerea juntas, ¿eh? Con mi Kiki menos.

—No podría haber cuernos, porque no estamos juntos. Ni vamos a estarlo —se atreve a confesar.

Toni se detiene, quedando frente a él. Su ceño se estira y arruga varias veces, intentando comprender lo que le está diciendo. Es difícil con el nulo contexto que tiene, porque a él le ha costado la vida entera, no puede pretender que lo entienda sin explicaciones.

—¿Y eso? Pensaba que todo iba genial con vosotros. Chiara parece… encantada contigo.

—Encantada está, pero no vamos a ser pareja. Hace tiempo que ya hablamos de esto, pero… estaba buscando el momento para contároslo.

—¿Por qué llevas una solemnidad como si tuvieras que contarles a tus padres que has estampado el coche? Si no es Chiara, no pasa nada, encontrarás a otra.

El femenino se le atasca en la garganta. Ya se está arrepintiendo. Debería esperar a Martin, que seguro que sabe qué decir. A él siempre se le han dado bien esas movidas.

—El problema…, que no es un problema —asegura, porque le ponen nervioso sus caras raras— es que ya tengo a alguien.

—¿Cómo? —Se encoge de hombros—. Espera, espera, espera, rebobina eso… ¿Cómo que tienes a alguien? ¿Estás saliendo con alguien?

—Se podría llamar así, sí. —Traga saliva. Le tiemblan las manos, así que las ocupa con la hoja de papel de las antiguas notas de Toni.

—Pero ¿y no nos dices nada? —Su tono no es agresivo, pero aun así lo eriza por completo. Toni pestañea—. No lo entiendo. Creía que los cuatro éramos un equipo, que nos contábamos todo. Vale que yo tardé un poco con lo de Nerea, pero porque era la posible novia de Martin y no quería hacer daño, pero en tu caso…

—En mi caso es un poco parecido. —Pone una mueca—. Más de lo que me gustaría.

—¿Te gusta alguna de las chicas del grupo? No, espera, estás saliendo con una… —Se toma un momento para descartar las obviedades—. ¿Lucía? ¿Y no habéis dicho nada? ¿Pensabais que os diríamos algo o qué?

—No es Lucía. —Está tan tenso que en cualquier momento se parte por la mitad.

—¿Cómo no va a ser Lucía? ¿Y entonces?

Deja que el silencio los invada. Tiene tanto aire metido en el pecho que siente que va a explotar en cualquier momento. Toni arruga la frente.

» ¿Juanjo? Estoy pensando cosas, pero no sé por dónde vas a…

—Estoy saliendo con Martin, ¿vale? —Da un paso atrás, hacia el escritorio. Los ojos de Toni se abren, pero más allá de eso no deja ver ninguna expresión—. Llevamos… un mes juntos, quizá algo más, pero nos gustábamos desde hacía mucho más.

Se hace el silencio, que pesa y amenaza con meterse en los huesos en forma de frío. Ni siquiera se ve capaz de adivinar su expresión.

—Hostia, eh… —Mira en todas direcciones, como para comprobar que siguen solos, que es una confesión toda para él. Se rasca el pelo—. ¿Eres gay? Mira que si os hemos estado forzando a salir con chicas para…

—Soy bisexual. —La palabra se desliza por su lengua con más facilidad de la que él mismo creía. Se siente un poco más ligero, pero aún no se atreve a mirarlo. Tema pendiente para el futuro cercano—. Chiara me gustaba, pero del que estoy enamorado es de Martin, y ya lo sabía cuándo me metí en la tontería de conseguir novia, así que me lo busqué yo solito.

—Bisexual, o sea que… —Se queda mirando al techo.

—Sí, como de todo, no me lo tomes muy en cuenta. —Pone los ojos en blanco.

—Y Martin y tú… —No lo deja responder—. Wow, o sea… wow. No me lo esperaba, pero a la vez tiene todo el sentido del mundo. Si vivís pegados al culo del otro, por supuesto que estabais pilladísimos.

—Entonces… ¿no estás enfadado por no contártelo antes?

—Hijo, que tengo un primo maricón, que sé lo que es y el miedo que da a veces. —Resopla—. Me habría encantado saberlo, porque conmigo no ibais a tener problema y yo soy un cotilla, pero… lo entiendo. Gracias por decírmelo.

—Queremos hablar de ello hoy, cuando vayamos a ver la peli, pero… es que me ha salido solo. Como que… tenía que quitármelo de encima.

—Pues gracias, tío, qué guay que… yo sea parte de esto ahora… Vale, la verdad es que no sé cómo tratar estos temas. Lo de mi primo me lo soltó mi madre por lo bajini dos días antes de Navidad, es la primera vez que salen del armario en mi cara.

—No tienes que hacer nada especial. Solo… no seas muy raro.

—¿Yo? —Se lleva una mano al pecho—. Pero si yo soy la persona menos rara del mundo. Un genio de la normalidad, vamos…

—Deberíamos salir de aquí. Hemos forzado mucho la máquina quedándonos.

—Sí, la verdad es que, a la próxima salida del armario, te lo curras para que no nos pille aquí en medio.

Un carraspeo los interrumpe. El director, envuelto en un traje que le queda demasiado pequeño para su peso actual, los mira por debajo de las gafas. Por detrás de ellos, Martin tiene las mejillas tan rojas que parece que van a explotar.

Juanjo aprieta dentro de un puño el papel que todavía tiene en la mano. Tienen que pensar, y rápido.

—¿Me pueden explicar qué hacen aquí, y armando tanto alboroto?

—Señor, lo estábamos esperando para…

—Que sí, que sí. —Se acerca al escritorio y ambos se apartan para darle paso. Sin pronunciar palabra, coge la lámpara y la toquetea—. Ahora podemos hablar más en privado. —Se vuelve a aclarar la garganta, girándose y sentándose sobre la mesa—. A mí me parece estupendo, señor Bona, que usted sea bisexual, que esté de novio con el señor Urrutia, y todo lo que usted quiera, pero… ¿era necesario convertirlo en un anuncio público para todo el instituto? La próxima vez, súbase a una mesa en clase y que se enteren los importantes, hombre, no hacía falta tanta pantomima.

Todo color ha abandonado su cuerpo, al mismo tiempo que, tras ellos, Martin está cada vez más rojo. Si Toni tuviera permitido hacer bromas, habría soltado que juntos son Austria. Como no se le permite, es el único que abre la boca para preguntar:

—¿A qué se refiere con tanta pantomima? —Le tiembla un poco la voz, como si supiera que se avecina bronca.

El director alza las cejas y se cruza de brazos. Juanjo está seguro de que se va a desmayar.

—Llevan cerca de 5 minutos con el micrófono por el que doy las noticias funcionando. —Levanta lo que ellos creían que era una lámpara y hasta Toni pierde el color en el rostro—. He venido en cuanto he podido, pero estaba su querido Martin intentando evitar que entrara. Y cuanto más hablaban, más nervioso se ponía.

—Y esa cosa… ¿se puede elegir a dónde anuncia cosas?

—No, solo tiene dos modos: apagado y para todo el instituto. —Juanjo está a punto de desmayarse, así que su amigo se acerca para sostenerlo—. Ahora bien, ¿querían algo de verdad o solo anunciar el noviazgo de la forma más aparatosa posible?

Toni tira de ellos fuera del despacho, murmurando una disculpa. Juanjo sigue apretando con fuerza las notas antiguas, así que por ese lado se han librado. Este solo reacciona cuando llegan a las escaleras, donde Samu los observa con curiosidad.

—¿Cómo no nos has avisado enseguida? ¡Que le ha dado tiempo a llegar, a escucharlo todo!

—Es que en ese pasillo es donde menos se escuchaba —masculla, algo indignado porque le echen las culpas a él—. Estaba escuchando un murmullo, pero hasta que no vino Samu preguntando no me di cuenta, y para entonces…

—Para entonces el director estaba ahí —completa Samu. Se quedan mirándolo, con la misma intensidad que él, sin pronunciar palabra—. ¿Vosotros qué? ¿Cuándo pensabais decírmelo? ¿En la boda?

—Pues ahora que pueden… —Toni se lleva un codazo de Juanjo—. Me callo mejor.

—Queríamos ir uno a uno, ir tanteando el terreno…

Samu aprieta los labios, cambiando su mirada de uno a otro.

—Supongo que me sorprende menos de lo que debería. Siempre pegados con superglue… Supongo que eso explica Halloween.

—Dos seguidos, en realidad. —Alza una ceja, pero no parece muy sorprendido—. Oye, ¿estás bien?

Se encoge de hombros. No se le ve incómodo, solo confuso, como si necesitara aposentar toda la informacion.

—Sí, claro, se me va a hacer raro, y habría estado bien enterarme por vosotros directamente, con un poco de confianza, pero sois vosotros. Nada cambia lo que somos.

—Claro que no. Es que parece que ha mejorado la cosa, pero sigue dando pánico hablar de esto.

—Pues ya está. —Da una palmada nerviosa—. Habéis tardado tanto que espero que haya salido todo bien, porque he tenido el culo apretado más de lo necesario para un hombre…, perdón.

—Ya. No te lo voy a tener en cuenta porque bastante tengo con lo que va a pasar ahora.

—¿Qué va a pasar?

—Que se ha enterado todo el instituto, Antonio.

—Ah…, pues seréis cotilleo hasta después de Navidad y luego saldrá alguna otra movida que entretenga.

Sonríe, queriendo creerle. Demasiada gente seguida se lo ha tomado bien. En algún momento se va a llevar un susto y no está preparado para ello.

» Oye, y ahora que ha salido el tema, así un poco de malas… —Da un paso hacia ellos, con la mirada llena de curiosidad que le aterroriza—. ¿Habéis…?

Hace un gesto que lo dice todo. Ambos arrugan el rostro.

—Por Dios, siempre tan bruto.

—¿Qué? Tengo curiosidad. Nunca me he planteado cómo…

—Y nada te vas a tener que plantear. —Lo corta Juanjo, que al menos gracias a eso vuelve a tener color en las mejillas—. Eso es personal y ni se te ocurra volver a mencionarlo.

—Por favor, que vaya día llevamos…

—¿Habéis pensado… —comienza Samu, bajando las escaleras de dos en dos— que ahora lo sabe todo el mundo? Ese altavoz es potente.

A su lado, Martin palidece, pero asiente, muy consciente de lo que podría pasar a partir de ahora.

—Salida del armario por todo lo alto —bromea Juanjo, esbozando una sonrisa que nada tiene de alegre—. En algún momento tenía que pasar, dudo que fuéramos a ocultar una relación durante los seis meses de curso que nos quedan.

—Hostia, y con lo histérico que sueles estar tú, ¿no te preocupa ni un poquito?

—No quiero pensar en ello —advierte.

Sus últimas palabras coinciden con el primer timbre, el que indica los cinco minutos que tienen para llegar a clase hasta que suene el segundo. Resoplan y dan media vuelta, para subir los escalones que los llevarán a la primera planta de nuevo.

—Pues no vamos a tener mucho margen, porque estamos a punto de saber qué piensa todo el mundo. —Martin se pone a su altura para hablarle. No hace amago de agarrar su brazo, aunque a estas alturas es lo único que parece mantenerlo en tierra—. ¿Vas a estar bien?

—Mientras tú sigas a mi lado, por supuesto. —A él le dedica una sonrisa algo más sincera, pero refleja todo el pánico que no le cabe en el cuerpo.

Martin le da un pellizco en el brazo antes de entrar en la clase ya abierta. Técnicamente no van a hacer mucho, pues es el último día y todo el mundo viene de una chocolatada que ellos no han podido terminar, pero la profesora ya se encuentra allí, con la mirada fija en unas cuentas que ha copiado en la pizarra.

—Ah, hola, chicos. —Sus ojos van directos a la pareja, que se sitúa en la antepenúltima fila, como es habitual—. ¿Todo bien?

Son los únicos en clase, así que tienen toda su atención.

—Claro, profe, pero mucho mejor si no nos pones a pensar mucho —advierte Toni, dedicándole un puchero que la hace sonreír.

—Me refería a tus compañeros. Ahora que estamos solos…, si necesitáis cualquier cosa, avisadme. No hay ningún problema.

—Estamos bien, gracias. —Le sale la mueca automática—. Eso que ha pasado… ha sido un error.

—Ya me imagino que no querríais airear vuestros asuntos para todo el instituto. —Suelta una carcajada irónica—. Es que… bueno, no voy tampoco aireando mis asuntos personales, pero solo para que lo sepáis, apenas hace unos meses que pude casarme con mi mujer, así que creo que os entiendo más de lo que lo hará la mayoría por aquí.

Los cuatro abren los ojos, analizando a su profesora como si fuera la primera vez que la ven. No se lo esperaban, pero tampoco se habían parado a pensarlo. Es curioso ser consciente de que tus profesores tienen vida más allá de enseñar fórmulas matemáticas.

—Mi primo también, profe. Su novio es un poco rarito, demasiado friki para mí, pero mola mucho. Ya soy todo un aliado entre estos dos y mi familia.

—Gracias, Toni. —Pone los ojos en blanco.

—Gracias a ti…, aunque no sé si vamos a necesitar esa ayuda.

La profesora va a añadir algo, pero un barullo fuera la interrumpe. Los primeros comienzan a entrar en clase y ocupando sus asientos. También aparecen sus amigas, siendo Chiara la última, que los observa como si les hubieran salido ronchas y le preocupara que se murieran.

Antes de que la profesora pueda dar comienzo a la clase, Denna se planta frente a ellos. Sus mejillas se han tintado de un colorido tono rojizo, y más allá de sus ojos cristalizados, se la nota molesta. Así a simple vista, sin que abra la boca, algo que le cuesta.

—¿Dejaste que me liara contigo sabiendo que eras gay? —Pone los brazos en jarras.

Por supuesto, llama la atención del resto de sus amigas, que ya estaban atentas como búhos sanguinarios, y a los de delante de ellos. La profesora se entretiene hablando con Nerea, lo que les permite unos minutos en los que la mayoría están pendientes de ellos.

—No soy gay —masculla, intentando que el tono sea suficiente para que se enteren los mínimos imprescindibles. Como si no lo hubiera gritado a través de un micrófono sin querer, pero se siente más seguro—. Soy bisexual. Tú me gustaste en esa época, Almudena…

—Ya. —Escupe, cambiando sus brazos de posición para cruzarlos sobre su abdomen—. A mí eso nunca me ha convencido, y menos ahora, sabiendo que estás con este a saber desde cuándo.

—Oye, guapa —Martin se ofende—, que tengo nombre.

—Mira, me gustabas tú, me gustaba Chiara y ahora estoy con Martin, porque… estoy enamorado de él. Nada excluye nada.

—Algo excluirá, si no hemos sido suficientes.

—Por Dios, Denna, ve a sentarte con tus amigas y deja de hacer el ridículo —interviene Toni—. Le habéis gustado todos, pero ahora me parece que tiene mejor criterio, y mira que yo soy hetero.

Denna suelta un gruñido por lo bajo que les hace pensar que podría abalanzarse sobre ellos en cualquier momento. Para asegurarse, se echan hacia atrás, pero la rubia se gira de golpe y vuelve a sentarse junto a su mejor amiga.

—Pero entonces ¿es gay? —pregunta Arnau, desde la fila de delante.

—Que soy bisexual, hostia. —Ya le está empezando a mosquear. Joder, con lo que le ha costado asumirlo.

—Si habéis terminado vuestras discusiones personales, que podéis continuar fuera del aula —la profesora se sitúa en el centro de la sala—, había pensado en hacer un juego utilizando las matrices, para repasar antes de que la Navidad os absorba el cerebro y se os olvide todo lo que…

—Espera, Irene, un momento. —Es Chiara la que levanta la mano, incorporándose hasta quedar encima de la silla.

—Chiara, no puedes hacer es…

—Yo también tengo algo que anunciar —le brillan las mejillas y mantiene la vista fija en el grupo de cuatro de la otra punta de la clase—, no es tan emocionante como a través de la megafonía, pero creo que quiero hacerlo.

—Muy bien, pero no preferirías…

—Nah, aquí está bien. —Carraspea. Casi no es consciente de que todos los ojos están en ella, por la seguridad que muestra—. Solo quería deciros que yo soy lesbiana, que lo intuía desde hace bastante, pero en estos meses lo tengo más que confirmado. —Da un solo asentimiento. No se mueve un pelo en todo el aula—. Ah, y no acepto ningún tipo de pregunta. Ahora ya puede empezar, profe.

Hay unos segundos de silencio absoluto en los que Chiara aprovecha para sentarse de nuevo en su pupitre. A su lado, Carla la observa como si le hubiera salido una nueva cabeza. Lucía asiente con orgullo, a pesar de que acaba de descubrirlo. Nerea pestañea, alternando entre mirar a su amiga y a Juanjo, que le sonríe.

Tras ese silencio, todo el mundo comienza a hablar, ya sea con ella si la tienen cerca, ya sea entre sí, y no hay forma de que la profesora recupere el control de la clase.

Chiara clava su mirada en la de Juanjo, que le muestra un pulgar arriba. A él sí que no le cabe el orgullo en el pecho, aún más por haberlo hecho juntos.

Y que hablen, porque a partir de ese instante son libres, más de lo que nunca se han permitido serlo.

Chapter 19: Estas cosas no se les hace a los amigos

Chapter Text

—Hace como dos semanas que se estrenó la peli, ¿estamos seguros de que la ponen todavía?

—Claro, coño, que lo he mirado esta mañana en el periódico. —Carla le pega un codazo a su novio—. Además, son vacaciones y es de las que más está vendiendo, ¿cómo la van a quitar?

Juanjo camina de los últimos del grupo, de la mano de su novio en todo momento. Escucha la conversación lejana, como si no estuviera yendo con ellos a ver la misma película de la que llevan hablando desde antes del puente. Hay algo muy satisfactorio en sentir el tacto de tu novio de esa forma tan abierta en público, y saber que nada importa por una vez.

Martin también va distraído, eso se nota desde la forma en que le acaricia la palma de la mano con un dedo que se ha colado entre ambos. Sus ojos están más concentrados en no pisar las rayas del suelo que de asegurarse de que van por buen camino.

Hace cuatro días exactos desde que salieron del armario a la hora del recreo y dos horas después les dieron las notas con sus padres delante.

Tiene mucha suerte de haber hablado con sus padres dos semanas antes y que todo esté cada día más normalizado en casa. ¿El motivo? La tutora habló con ellos sobre lo sucedido, y por primera vez demostraron estar a la altura, como pocas veces lo habían estado cuando se trataba de él.

Parecía que la crianza se la habían dejado a la suerte, pero al menos tenían los cojones de dar un paso adelante cuando debían hacerlo.

Todavía no sabían cuánto tiempo duraría la novedad de su relación en el instituto, y no podrían averiguarlo hasta después de vacaciones, donde los menos afortunados tendrían que recuperar y el resto empezar las clases sin prisa, pero sin pausa.

A Toni, para sorpresa de todos, le salió bien el traspaso de papeles, y es el orgulloso poseedor de un 6 en Economía, listo para mejorar un poco en futuros trimestres, con vistas a Selectividad.

Se detienen frente a la cartelera que hay expuesta antes de entrar al cine. Ahí, entre una rezagada “La novia cadáver” y un par de películas de acción que cualquier otro día los chicos amarían ver, está la portada de “Brokeback mountain”. En ella se ve a los dos chicos protagonistas en actitud mucho más cariñosa de la que se dejaba ver en los tráilers que han cotilleado durante la semana.

—Al menos esta portada no luce propaganda hetero —masculla Nerea.

Todos se vuelven hacia ella, con miradas que van desde la confusión hasta la diversión. Esta última pertenece a Chiara, por supuesto, que está mucho más alegre y desinhibida desde que sus personas favoritas ya saben por dónde tiran sus intereses.

—¿Qué dices tú ahora? ¿Ya te estás inventando conceptos?

—Oye, que una tiene que investigar, aunque sea por Chiara. —Arruga la nariz, mirando a la pareja de chicos—. Que por vosotros también, ojo, pero… por Chiara más que nada.

—Voy a intentar ofenderme lo mínimo posible. —Suspira el más alto—. Ahora que ya hemos comprobado lo aliados que sois, ¿podemos comprar las entradas?

—Sí, pero que explique lo que quería decir.

—Nada, que no será la primera ni la última vez que lo que se vea desde fuera de un proyecto audiovisual sea más hetero de lo que realmente es.

—Yo prefiero eso a lo otro, la verdad —comenta Chiara, mientras tira de ellos hacia la taquilla—. Odio cuando shippeo a dos mujeres en una serie y nunca lo hacen oficial a pesar de que tienen cada momento que… —gruñe—. Lo hacen para atraerme. A mí y a las lesbianas.

—Un colectivo en auge, sin duda. —Chasquea la lengua.

—¿Os acordáis de cuando estuvimos hablando de estadísticas en Halloween? —comenta Carla, mientras reparte las entradas antes de acercarse al encargado—. Ahora entiendo vuestras caras, estabais súper raros, pero lo importante… la estadística era al menos uno del grupo, y habéis acabado siendo tres.

—Que sepamos —asegura Toni, con la vista yéndose a Lucía.

Esta pone los ojos en blanco.

—Que no me interesaras lo más mínimo, Sierra, no me hace lesbiana, sino una persona con sentido común.

—Pff, pues menos mal que de excusa tengo a la novia más lista del mundo entero. —Besa la mejilla de la rubia, que le dedica una sonrisa de medio lado.

—Haya paz, por favor, que cada uno tendrá su momento… Lucía no era para Toni, ni viceversa, pues ya lo encontrará, o la encontrará, que yo aquí ya no asumo nada.

La castaña menea la cabeza, pero lo deja estar. Es la primera en pasar su entrada y, por tanto, la que elige sitio, el del pasillo. A su lado se sitúa enseguida Chiara, dejando que las parejas tengan todo el espacio del mundo. Juanjo tira de su novio para quedar al fondo, junto a la pared, para estar algo más resguardados.

Ninguno les dice nada cuando se acurrucan y no apartan las manos del otro en toda la película. De hecho, a más de uno se le escapa una miradita curiosa y acaba volviéndose para dejarles intimidad, con una sonrisa de oreja a oreja. Si de algo se pueden sentir orgullosos es de tener los amigos que tienen.

Por lo demás, disfrutan bastante de la película. Es muy especial, emotiva en todo momento hasta el punto de dejarlos a todos llorando con el final.

—No me parece justo —masculla Toni, cuando acaban los créditos y se incorporan.

—¿Y a ti qué te pasa ahora?

—¿Quién te ha visto y quién te ve, tan lloroso con una peli de vaqueros?

—Es que no me parece bien que todo acabe así. Se supone que son buenos tiempos, ¿cómo que se casan los dos, se siguen viendo de vez en cuando y al final uno se muere y pasa no sé qué? No es justo.

Juanjo traga saliva. Aunque se ha mantenido en todo momento pendiente de su novio, el tramo final de la película lo ha destrozado bastante. Y claro, se habla mucho de Toni llorando, pero en él también es raro.

Hablar en voz alta de lo identificado que ha llegado a sentirse no es el momento, así que lo deja estar, aprieta la mano de Martin y salen de ahí.

—Tendríamos que buscar un sitio para cenar, que yo no puedo quedarme mucho tiempo. Mañana hay mucho que hacer ya pre Navidad.

—Nerea, ¿tú pasas más de dos minutos al día sin preocuparte por algo? —Toni la agarra por la cintura.

—No me dejáis. —Se sorbe los mocos, haciendo que Juanjo se gire a mirarla—. He ido a ver una película y he acabado sufriendo por mis amigos… y por la película, por supuesto.

El grupo queda en completo silencio. No es de esos incómodos, pero sí tenso, porque la mayoría han pensado lo mismo al ver algunas escenas. Martin aprieta su mano y se la suelta, carraspeando para llamar la atención de todos.

—No vamos a darle muchas más vueltas, ¿no? El mundo a veces sigue siendo una mierda, pues sí, se asume y se sigue viviendo, que para eso estamos aquí. Cada día irá a mejor, os lo prometo. Y manda narices que tenga que calmaros yo, como si no fuera el más maricón de aquí.

Juanjo tiene un pequeño escalofrío, pero se abraza a su espalda y besa su mejilla con la misma valentía que ha tenido su novio al pronunciar esa palabra.

—Claro que sí. —Asiente Chiara con fuerza y energías renovadas—. Si no, mirad: hace apenas seis meses que podemos casarnos, hay más aceptación de la que parece… Yo tengo pensado salir del armario hasta en Inglaterra, no sé vosotros…

Todos la observan con curiosidad. Han hablado poco del tema, pero sí saben que la pareja ya se lo ha contado a su familia cercana, a falta de la llegada de Navidad y decidir cómo lo llevarán entonces. Chiara, al igual que en otros aspectos, se ha mantenido mucho más silenciosa.

—¿Vas a hablarlo hasta con tu familia de allí?

—¿Qué más puedo hacer? —Se encoge de hombros—. No voy a pasarme la vida en una mentira. Primero hablaré con mis padres y luego, según vaya surgiendo… La Navidad es complicada, pero estoy dispuesta a que nadie me la arruine y a salir de Inglaterra siendo más libre que nunca.

Juanjo traga saliva. No quiere pensar en ello, porque hasta ahora todo han sido buenas reacciones, pero siempre estará la angustia de que alguien en quien confiaba -una abuela, un tío- le decepcione y nunca vuelva a mirarlo igual. Martin vuelve a apretar su mano. Tan pronto sus miradas se cruzan, sabe que la preocupación es mutua, y que esa tranquilidad que estaban empezando a sentir en realidad nunca se quedará del todo.

Piden la cena mientras los pocos temas de conversación van variando, alejándose cada vez más de la película y lo hablado posteriormente. Mientras esperan a que les sirvan las pizzas, cogen una de las mesas más grandes, junto a la ventana, y se sientan de dos en dos, por parejas.

Toni observa a las dos chicas, una sentada junto a su mejor amigo; Lucía frente a ella y junto a Nerea, y esboza una sonrisilla.

—Faltáis vosotras por juntaros. Si Lucía no tiene problema, quizá deberíais…

La castaña no escatima en fuerza para tirarle una servilleta, que rebota en su oreja y cae en su plato, todavía vacío.

—Chiara es preciosa, pero me parece que no es mi tipo. Sin ofender.

Non taken. —Suspira, y se entretiene con su propia servilleta. Su mente va a mil por hora, hasta que levanta la cabeza y se da cuenta de que los más cercanos en la mesa siguen mirándola. Carraspea—. En realidad…, yo ya estoy juntada. O pillada, o como se diga.

—¿Tienes novia? —A Toni se le escapa un gritito, llamando la atención de los más alejados.

—¿Cómo? —Se asoma Samu—. Eh…, Chiarita, empieza a largar, que no puede ser que nos ocultes más cosas.

—No es para tanto… —protesta, pero, por la forma en que sus mejillas han enrojecido, algo debe ser—. Se llama Samanta.

—Nombre bonito —observa Carla—. ¿Y qué sabemos de esa tal Samanta?

Martin alza una ceja, con una mirada que le hace entender que él sabe algo que los demás no. Se ofendería, pero siente demasiada curiosidad.

—No podéis actuar raros —advierte, señalando específicamente a su mejor amiga—. Si esto va a alguna parte, no podéis ser así.

—¿Así cómo? Solo soy una amiga preocupada por otra amiga. Tú harías lo mismo. —Pestañea la rubia, retorciéndose un pendiente de aro mientras finge que mastica chicle.

—Yo no he sido así con Samuel, ¿eh? —Se cruza de brazos—. Os he dado toda la confianza del mundo.

—Porque yo tengo buena cabeza, y Samu no es mala gente.

—Ah, bueno, muchas gracias por hablar así de bien de mí delante de mí. Qué cariñosa. —Intenta zafarse cuando Carla intenta apretarle los mofletes, pero se acaba dejando hacer. Juanjo los observa con cariño. Encajan más de lo que esperaba en un comienzo.

—Chicos, muy monos, pero nos estamos saliendo de lo importante… Chiara tiene novia.

—¡Que no tengo de eso! —Su habitual palidez ya ha sido sustituida por el rojizo de la nariz de un payaso.

—Joder con Martin, y él parecía el tranquilito…

—Donde haya un chisme… Eso nos vuelve a todos iguales. —Nerea levanta la mano por encima de la cabeza de Chiara y el de bigote no duda en estrechársela.

—Vaya par…

—Chiara Oliver, que no te libras.

La inglesa gimotea, echándose hacia atrás en la silla.

—Cuando esté la pizza, os cuento.

Se lo toman en serio. Dejan de margen hasta que llaman a Nerea y cuatro de ellos se acercan a recoger las pizzas que van a compartir. Dan incluso un poco más del límite para cortar las pizzas y dejar que se enfríen. Pero la curiosidad es muy grande, y todos los ojos están sobre ella cuando se mete el primer trozo a la boca.

—Se llaman Samanta y… —Toni la ayuda a continuar, haciendo un gestito con los dedos.

Chiara suspira y se traga la pizza, dejando lo que le queda encima de la mesa. Prefiere no seguir comiendo si de verdad van a hablar de ello.

—Mi madre se está llevando trabajo a casa. —Sus amigos alzan las cejas, sin entender por dónde va—. Es profe de inglés en el instituto bilingüe privado que hay al otro lado de la ciudad, para los que no tenéis esa info. Vale, una vez dado el contexto, da clases particulares a estudiantes que cree que pueden dar más de sí. Una de ellas… es Samanta…

—Uh… Liada con la estudiante de tu madre. Se han hecho fanfics con menos. —Nerea mueve las cejas alternativamente. La envidia, él no puede hacer eso.

—¡Cállate! —Le da un manotazo—. No estamos liadas. Me gusta y… creo que hay tensión ahí.

—Por supuesto que la hay. Ya te digo yo que si le gustan las chicas le gustas tú. Déjame ir un día y te lo confirmo —pide Nerea.

—Pero si de tu grupo de amigas de siempre y te enteraste de que era lesbiana porque lo dije yo delante de todos.

—Es que Nerea tenía una teoría mejor… —Martin esboza una sonrisa pícara y todos lo observan con curiosidad, mientras es ella la que arde de vergüenza.

—Tú a callar.

—No, ahora quiero saber su teoría —insiste Chiara, queriendo hacerla probar un poco de la misma medicina.

—Nada, se pensaba que estábamos raros porque a mí me gustabas tú y había tensión con los dos. —Lo señala con la barbilla. Juanjo suelta una carcajada que le sale del alma.

—O sea, que en vez de imaginar que nos gustábamos nosotros, te montaste un triángulo amoroso.

—A ver, no sé si me equivoco, pero me toca defenderla. Un triángulo amoroso ha habido. —Toni sonríe con suficiencia.

—En un verdadero triángulo, las dos partes estarían pilladas por mí. En este caso, era yo rayado, Chiara siendo lesbiana y… Martin.

—Sí, la verdad es que os habéis montado una buena película. Las comedias románticas cada vez están más de moda, deberíais vender vuestra historia al cine.

—Ya lo que me faltaba.

—Tampoco creo que a Hollywood o a España le interese una historia de gays y lesbianas.

—Oye, que el descubrimiento bisexual está muy de moda. Y más ahora, que os podéis casar. Yo lo intentaba. —Toni levanta las manos ante la mirada que le echan—. Mejor lo dejamos, lo pillo.

—Lo dejamos todo menos lo de Samanta, que puedo aceptar que no nos diga nada hasta ahora, pero es mi amiga y quiero participar.

—Uf, es que podría ser un desastre si no es… Peor, si no es tolerante o algo. —Se muerde el labio con fuerza.

—Si no es tolerante le arranco los pelos de cuajo —interviene Carla—. ¿O mejor… es rubia? Porque la hago morena a hostias.

—Baja la mala hostia, cariño. —Samu aprieta su mano, pero la chica sigue molesta.

—No sabemos nada, no podemos asumir —intercede Juanjo— y deberíamos dejar, en principio, que sea Chiara la que haga lo que considere que debe hacer. A mí me habríais matado de agobio si intentáis ayudar.

—Gracias —suspira—, a veces las cosas salen mejor si las hago por mi cuenta, pero no es malo ni que no confíe en vosotros. Ah, y es pelirroja, no rubia, Carla.

Juanjo suelta una carcajada que alerta al resto.

—¿Qué es tan divertido?

—Nada, me ha hecho gracia que tenga un tipo tan marcado, al menos físico. —Se lleva un codazo que lo deja sin respiración un segundo.

—Uy, ¿qué otra pelirroja te ha…? —Toni se calla cuando Chiara le echa una mirada de disgusto—. No…

—Sí…

—Madre mía. —Nerea se lleva las manos a la cabeza.

—¿Quién? —Samu los mira, pero nadie dice nada.

—Chiara Oliver, pensaba que éramos amigos.

—Y lo somos, Antonio Sierra. —Lo observa con diversión.

—Pues estas cosas no se les hace a los amigos. —Se lleva la mano al pecho—. Violeta, de entre todas las personas… No, perdón, de entre todas las mujeres que había… Mi archienemiga.

—No seas tan dramático. Tienes diecisiete años y aún le lloras a tu madre para una hora más de toque de queda. No puedes tener archienemiga. —Juanjo trata de contener la risa, pero Samu lo ha definitivo a la perfección.

—Además, que ya no me gusta —musita Chiara, doblando varias veces la servilleta hasta que se hace imposible para sus manos—. Fue más bien… un crush.

—Un crush —repite, escéptico como el que más.

—Sí, Toni, la chica es un poco insufrible a ratos, pero si tienes ojos en la cara, es guapa de cojones —interviene él mismo.

Su amigo entrecierra los ojos claros.

—Qué mal me viene que te guste todo, necesito algo de apoyo del resto, por favor. —Observa al resto de chicas con un pestañeo suave.

—No se le pueden poner vallas al campo, cariño. —Nerea suelta una carcajada ante la mirada que le dedica—. Venga, en algún momento tendrás que superarlo.

—Que me supere ella a mí —declara, cruzándose de brazos—. No sabéis lo cansado que es que me odie tanto porque en Cuarto de la ESO me tiró la caña y salí corriendo.

Samu devuelve a la botella el agua que estaba bebiendo. El resto de mandíbulas se desencajan solas.

—¿Perdón?

—¿Cómo?

—¿Cuándo ha pasado esto?

—Te lo acabo de decir, Martincín. En Cuarto de la ESO. —Bebe él de su propia agua, y ocupa la boca durante un buen rato con un gran pedazo de pizza.

—No te metas más comida a la boca que el cotilleo no es gratis. —Nerea le da una palmada en la cara—. ¿Por eso no la soportas?

—No. Por eso no me soporta ella a mí y siempre me busca las cosquillas. No sabéis cuantas veces he querido callarla de golpe recordándole que se quiso liar con “ese guarro que solo sabe hablar de sexo” antes de que se le subiera el ego por las nubes.

—Joder. —A Samu no le sale decir nada más.

—Sí, joder. ¿Cómo hemos pasado casi dos años sin saber nada?

—Porque, al contrario de lo que queráis pensar sobre mí, soy un caballero. —Vuelve a llevarse la mano al pecho—. No gano nada soltando delante de todo el mundo que la rechacé y por eso va por la vida con cara guapa, pero como si hubiera olido mierda en cuanto me ve. Aunque da gusto poder contároslo, es mi mayor logro.

—Supongo que cuando no pudo ser delegada te tomarías un chupito en su honor, entonces.

—Oh, Nerea, siempre te voy a estar agradecido por tu presencia en esas elecciones. Fuera por el motivo que fuera.

—Mejor no hablemos del motivo o tendrías que darle las gracias a estos, que lo organizaron todo. —Pone los ojos en blanco.

—Yo le doy las gracias a quien nos consiga ese viaje a Tenerife, así que eso es cosa tuya. —Lucía levanta su vaso de Coca Cola y lo alza. Todos, excepto la joven de gafas, levantan sus botellas o vasos y chocan sus vasos como pueden.

—No me lo recordéis, que para cuando volvamos en enero tengo que empezar a ser la compañera pesada que os recuerde que tenéis que pagar la primera mitad y reservar qué tipo de habitación vais a querer… —Hace una pausa—. Espero que sepáis que por parejitas no van a dejar a nadie. Eso incluye a cierta parejita homosexual que ya lo ha anunciado a todo el instituto.

—Ya veis, tíos, teníais que haberos esperado a después del viaje de fin de curso. Así no os dejarán dormir juntos.

—En esta vida se puede todo si tienes un poco de imaginación y si tus amigos se enrollan. —Le dedica una sonrisa amplia.

—A mí no me lieis —avisa, con un dedo acusador en su dirección—. Que si es por mí, lo haría, pero no podemos hacer cambios completos de todas las parejas juntas.

—No debería ser tan difícil si os organizáis bien —comenta Lucía—. Kiki y yo nos ponemos juntas, vosotros cada uno con uno de la parejita, y así solucionáis intercambiando con Nerea y Carla.

Nerea se masajea la frente.

—Me vais a dar el viaje, ¿verdad?

Toni le lanza un beso.

—No te preocupes. Te aseguro que será un viaje inolvidable. Va a ser mi propósito de año nuevo, ahora que estamos cerquita.

—Pero si tú eres el que más me preocupa.

—Oye, que estás saliendo conmigo.

—Lo único que me quita la preocupación. —Le guiña un ojo, dejándolo estupefacto—. Tu madre ya confía más en mí que en ti.

—No era muy difícil —apunta Samu.

—Que sí, que sí, que os unís para meteros conmigo, pero Tenerife va a ser la hostia, voy a conseguir que Nerea respire y deje de estresarse y, si me pagáis un par de copas durante el viaje, lo mismo se me escapa lo de Violeta delante de toda la clase y acabamos bien el curso.

—Yo te la pagaría si me permite ver a Violeta enfadada. —Samu levanta la mano y Carla se la choca.

—Chicos, ya vale con la pobre… —Todos se giran hacia Chiara, que se encoge de hombros—. Creo que podemos vivir sin volver a mencionarla. Al final, en unos meses desaparecerá.

—Por eso ese sería el mejor momento para soltarlo y desaparecer. No tendremos que volver a lidiar con ella, ¡es perfecto! —Suspira ante la mirada que le dedica—. Está bien, lo dejaré estar. Lo mismo si la ignoramos el tiempo suficiente, explota por no ser el centro de atención.

—Antonio…

—Ya paro, ya… —Se lleva la mano a la boca y cierra una cremallera imaginaria—. Vamos a cenar y que dejen de pitarle los oídos a la pobre chica.

Todos asienten, cansados y de acuerdo con acabar con los temas que más los han mareado durante el curso. Tal y como prometieron a Nerea, que tiene mucho que hacer por Navidad, vuelven a casa en cuanto acaban. Las parejas se separan porque todas viven en puntos distintos, y esperan al autobús de Chiara y Juanjo antes de marcharse definitivamente.

La inglesa espera a que el autobús se ponga en marcha para quitarle a su amigo los auriculares que ya se estaba colocando, aunque fuera para compartir.

—¿Qué pasa? —Se ríe—. Te noto nerviosa.

—Quiero hablar con mis padres ahora. —Se muerde el interior de la mejilla para que Juanjo procese—. No quiero dejarlo pasar mucho más.

—Vale, perfecto… Verás que sale súper bien, tía, sé que siempre haces la coña de que quiere casarnos, pero dudo que tengan ningún problema…

—Necesito que estés conmigo cuando lo haga —lo interrumpe, agarrándole las manos.

Juanjo traga saliva, consciente de la importancia de lo que le está pidiendo. De lo que supuso para él, teniendo a Martin a su lado, porque era su lugar seguro.

—Kiks, ¿estás segura de…?

—Por favor, no hay nadie mejor para esto. Probably pensarán que vamos a decir que somos novios, pero enseguida lo encajarán bien. Pero no quiero hacerlo sola, quiero estar contigo.

Se lame los labios y asiente con seriedad.

—Pues vamos a ello.

No le suelta la mano ni cuando bajan del autobús en su calle, ni cuando suben por el ascensor, mucho menos cuando sientan a los padres de Chiara en el sofá y tienen la conversación más importante de su vida.

Chapter 20: ¿Has entrado ya en la nostalgia, cariño?

Chapter Text

Mayo de 2006

—Mamá, ¿sabes que llevo dos meses haciendo tests como un loco para sacarme el carnet?

—Sí, cariño, y estoy muy orgullosa de que ya tengas el teórico, pero no es el momento de sacar el tema…

—No, yo lo digo porque me he tenido que aprender las señales, los semáforos…

—¿Esta conversación de mierda llega algún punto con sentido? —Daniela se masajea la frente.

—Me alegro de que lo preguntes. Yo solo me interesaba por saber si mamá pasó los mismos tests que yo, porque parece que se ha olvidado cuál es la función de un semáforo —masculla.

Su padre, que hasta el momento se ha mantenido al margen, suelta una carcajada que le sale del alma.

—No hay forma de llegar a tiempo a nada en esta casa —gimotea su madre, echándoles una mirada de angustia por el retrovisor—. Lo llevamos en la sangre.

—Siempre está bien que dejes de echarme la culpa solo a mí, cuando somos todos los que no sabemos llegar a los sitios puntuales. —Suspira—. Pero prefiero llegar tarde a morirme antes de la graduación. Sería muy de pringado haber estudiado todo el año y no poder graduarme.

—La verdad es que sí. Imagina esforzarte tanto por tener novio y luego morir antes de que se os acabe el plazo.

—En realidad el plazo era Año Nuevo, pero… —enrojece—, ¿tú cómo sabes eso?

—No te dejes el ordenador encendido, no me mires a mí. —Daniela se mira las puntas, ajena a las ganas que tiene de matarla—. O dile a mamá que me compre uno.

—Me parece que con dos ordenadores en esta casa vamos bien de momento —grazna la mujer, que gira de forma casi imposible para entrar a la calle del instituto—. Y ahora a callar, que ya estamos aquí y es un día muy importante.

Martin revisa su reloj. Son las siete menos cinco, lo que le da un margen irrisorio para entrar ahí, localizar a sus amigos y a su novio, y que dé comienzo la ceremonia. Resopla, pero la mirada que le dedica su madre indica que no va a aceptar ningún tipo de crítica ante su forma de conducir.

La mujer los deja en la puerta y se va a aparcar, alegando que no quiere escuchar una queja más. Martin en cabeza, se dirigen a la entrada, donde su mejor amiga la conserje pasa las entradas. Nótese la ironía.

—¿Nombre? —Apenas levanta un instante la mirada hacia él.

—¿En serio? Te veo todos los días, Carmen, me cierras la puerta la mitad de las semanas en la cara.

—¿Nombre?

Martin coge todo el aire posible.

—Martin Urrutia. Vengo con tres acompañantes, pero mi madre está aparcando.

—¿Lleva su entrada? —Desde su posición, ve cómo lo tacha.

—Sí, la lleva.

—Pasad. —Se aparta de la puerta, con una sonrisa de falsa alegría—. Disfrutad de la velada.

—Es maja —comenta Daniela, cuando pasan por su lado.

—Tienes suerte de ir al otro instituto —masculla—, porque a ti se te da peor escalar.

—¿Qué escalas tú?

—Yo no quiero saber nada. —Su padre levanta las manos—. Venga, Dani, vamos a buscar nuestros sitios. Ya estoy viendo a mi yerno y no queremos estar delante.

Martin se gira de golpe, ignorando los gruñidos y quejas de su hermana, que sigue a su padre al sitio que le han asignado en su entrada. Sus mejillas y orejas arden, pero hay una parte de él que está hipersensibilizada a Juanjo, y ya le extraña haber tardado tanto en darse cuenta.

Chiara y él están a un lado de la zona de sillas de plástico para los graduados, de pie, hablando con una joven pelirroja de la que solo se distingue la coleta y supone que se trata de Samanta. Ha habido tanto secretismo hacia su persona que todavía no le pone cara.

Chiara va de rojo, en un vestido palabra de honor que le sienta como un guante, aunque ya lo había visto. Acompañó a Carla, Chiara y Juanjo a comprar vestidos, un día que no tenían nada que hacer durante la Semana Santa.

Lo que sí le sorprende es su novio, que ha pasado del mítico traje que llevan todos (él incluido, pide perdón por no haber encontrado nada mejor) para ponerse una camisa de vuelo en tonos azulados, que lleva algunas flores bordadas en las esquinas y en las mangas. Suspira. Está precioso.

—No tengo tiempo de llamar a la conserje para que limpie el charco de babas que estás dejando. —Pega un respigo. Nerea, por supuesto.

—Joder, hija, no se me permite nada ahora.

La rubia, que se ha rizado el pelo y dejado suelto por una vez, pone los ojos en blanco.

—Necesito que esté todo el mundo en sus asientos en cuestión de dos minutos o voy a gritar. ¿Me ayudas? Puedes hablar con tu novio por el camino.

—Pero él es Bona y yo Urrutia, estamos muy separados. —Pone un puchero que pretende convencer a una roca.

—Y yo soy Gallego y me importa una mierda. Al menos estás sentado con Toni —murmura—. Venga, a moverse, que te vea llevándolos a su sitio.

Suelta un suspiro fuerte, pero se dirige a ellos con paso firme. Juanjo lo localiza antes de que llegue, y recibe su mano con la naturalidad del que conoce perfectamente su anatomía.

—Estábamos justo hablando de ti —informa Chiara, con una sonrisa enorme—. Estás guapísimo, Martin.

—Tía, pues tú estás espectacular.

—Gracias. —Hace una pequeña reverencia, coqueta, alegre—. Ay, creo que aún no la conoces. Esta es Sam, mi… bueno, mi…

—Su novia, que aún se pone nerviosa. —La voz de la pelirroja es aguda, pero con un tono dulce que decide que le gusta desde el principio. Se acerca para darle dos besos—. Y tú debes ser Martin. Juanjo no se calla sobre ti.

—Bueno, no sabía que esto ahora era un “vamos a meternos con Juanjo” —refunfuña—. ¿Qué os he hecho yo, además de guardaros el secreto?

—Ah, ¿Qué tú ya sabías que eran novias?

—Yo siempre lo sé todo, amor… —Aún se le revuelve todo al escucharlo decir eso—. Pero a veces el conocimiento es más carga que otra cosa.

—No seas dramático. —Chiara le da un golpe en el hombro.

—Hablando de dramas, creo que Nerea va a pedir mi cabeza en bandeja de plata como no vayamos ya a sentarnos —recuerda, con los dientes apretados—. Esto empieza en nada.

Como si lo hubiera programado él, tras decir esas palabras el sonido empieza a distorsionarse, y la secretaria del centro toquetea un micro haciendo que les chirríen los oídos.

—Mejor vamos a sentarnos, sí. —Aprieta su mano—. Nos vemos cuando ya seamos graduados. Te quiero.

—Yo más. —Se estira para darle un beso y se queda en esa sensación hasta que se sienta.

Toni ya estaba en su asiento, pero apenas lo saluda por estar pendiente del móvil que acaba de recibir por su reciente cumpleaños y por sacarse Bachillerato más que limpio.

—Tienes una cara, hijo mío…

—Pues anda que la tuya hablando con Nerea…

Se lleva un codazo, pero Toni deja el móvil, así que merece la pena.

—No me puedo creer que estemos ya aquí. —Se cruza de brazos—. Si parece que fue ayer cuando nos hablaban de Selectividad cada dos minutos y ahora la tenemos en dos semanas.

—Y parece que fue ayer cuando tú querías novia a toda costa, y ahora mírate. Míranos. —Su vista vuela a los primeros de la lista, donde Juanjo ya se ha sentado.

—Bueno, pero eso era algo que tenía que pasar. Nerea y yo estábamos destinados. —Le guiña un ojo—. No lo veo de otra forma.

Se muerde la lengua. Toni creyendo en el destino solo es otro pequeño detalle en el que las cosas han cambiado desde septiembre. Todos lo han hecho, mucho, y sobre todo han madurado, han descubierto cosas de sí mismos que no esperaban y son un poco más libres.

La ceremonia comienza con “Color esperanza” resonando por todos los altavoces. El primer estribillo suena distorsionado, haciendo a más de uno fruncir el ceño con disgusto. Se les van a quedar los oídos destrozados y todavía ni ha llegado la fiesta, en el gimnasio del instituto, con esos mismos altavoces.

El director se apresura a subir al escenario, seguido por las dos mujeres que completan la Dirección del centro. Bajan la música hasta que solo los de las primeras filas pueden escucharla. El hombre carraspea hasta que los murmullos cesan.

—Buenas tardes, queridos alumnos. —Fuerza una sonrisa—. Después de un curso no demasiado accidentado, ponemos fin a esta generación de estudiantes de Bachillerato tan especial.

—Esto lo dice todos los años —Toni susurra en su dirección—. Es un pelota incapaz de escribir un nuevo discurso.

—Pues gracias a él y su incapacidad de hacer las cosas bien aprobaste todas el primer trimestre.

El de ojos claros le pega un codazo y continúan escuchando, tras soltar Martin una tos.

—Dentro de dos semanas y media estaréis en las filas para presentaros a la Selectividad, no tan temida como se os hace ver, pero no por ello debéis relajaros, porque allí, más allá de las puertas del instituto que tan bien conocéis, está todo vuestro futuro por delante. —Más murmullos—. No pretendo agobiaros, faltaría más, vamos a calmarnos, porque habéis pasado algunos de los mejores años de vuestra vida con nosotros, pero también se os vienen algunos increíbles, en la universidad, grados superiores o cualquier opción que escojáis. Recordad que todas estarán bien, que este instituto ante todo quiere formaros como personas para el futuro, en todos los aspectos posibles.

» Lo mínimo a lo que aspiro, como docente, es a que salgáis de aquí, no habiendo aprendido Matemáticas o Literatura (aunque estaría bastante bien que hubierais aprendido algo de verdad) —se escuchan carcajadas por el patio—, pero lo más importante es que salgáis siendo mejores personas, aprendiendo valores básicos que os hagan miembros de la sociedad de buen ser y estar. No sé si lo habremos conseguido, pero sé que tenemos un personal muy implicado, que aquí hay grandes mentes, grandes artistas, grandes personas que en los próximos años sé que nos harán sentir muy orgullosos de haberlos criado.

No se demora más, dando paso a un vídeo que alguien de Artes ha preparado con fotos tomadas en alguna excursión, en alguna exposición y finalmente fotos con sus amigas.

“Color esperanza” vuelve a sonar cuando el vídeo acaba, de nuevo excesivo para sus oídos, pero lo dejan hasta que anuncian el primer grupo en graduarse, de ciencias. De fondo, se proyectan de mala manera fotografías de cada alumno cuando eran pequeños y de la orla de graduación.

Sabiendo que ellos son la clase D, se relajan en sus asientos, pues todavía les queda un buen rato de discursos y graduaciones ajenas. Al acabar con las dos clases de ciencias del centro, uno de los delegados, que han decidido que los represente a todos, vuelve a subir al escenario para dar su discurso.

Está lleno de chascarrillos de las asignaturas que solo cursan ellos, así que se pierde en la mitad y no presta atención hasta que la clase C, en su mayoría de gente de letras, pero también de sociales, comienzan a subir al escenario para que su tutor y el equipo directivo les entreguen sus orlas.

—¿Harán parón entre nuestros cursos? —Echa un vistazo al otro lado de las sillas, donde Juanjo aplaude, pero con la mente en cualquier otro lado.

—No creo. Si eso el tutor dirá algo y ya nos tocará a nosotros. —Toni se muerde la uña del pulgar—. ¿No te dan como muchos nervios, de repente?

—Pero si solo tenemos que recoger el diploma y subir para una foto. —Le sale una sonrisa automática.

—Ya, pero impresiona.

—Pues imagínate ser tu novia.

No le quita la razón, y así se lo hace saber con un gestito rápido. El último de la clase ha acabado, y el tutor del grupo se ve sustituido por la suya, que se acerca al micrófono de los discursos.

—A continuación, toca mi grupo, el D, un grupo lleno de particularidades que los hacen muy especiales.

—No nos llama retrasados porque no procede —musita Toni.

—No seas malo, no le gusta hablar en público.

—Pues que no se hubiera metido a profesora. Yo, por el contrario, cuando sea profe seré el más enrollado del mundo y los niños no podrán quitarme los ojos de encima de lo magnético que voy a ser.

—¿Al final te has decidido por eso?

—Tío, es que ¿qué pinto yo en ADE? Hay mucho pijo ahí, no me pega nada.

—¿Y pasarte el día en un colegio sí? —Alza una ceja.

—Cada uno hace lo que puede —masculla, sacándole la lengua—. ¿Y tú…?

—Voy a dejar que la magia de la selectividad me ayude. —Fuerza una sonrisa—. No lo tengo nada claro.

Toni asiente con seriedad. Él ha estado en las mismas hasta no hace tanto tiempo, es el que mejor lo va a entender, teniendo en cuenta que las chicas lo tuvieron claro enseguida y Juanjo y Samu más de lo mismo.

Que Martin sea el único que quede en el grupo de amigos por saber lo que quiere no le ayuda en absoluto.

—¡María Aguilar!

Se apresuran a aplaudir en cuanto escuchan a la primera chica de la lista, la cada vez más pelirroja amiga de Violeta. Todos observan mientras se coloca la orla y posa junto al equipo docente. Mientras tanto, llaman a la otra persona de la clase con la letra A, y a las dos B que preceden a Juanjo.

—¡Juanjo Bona! —El griterío es más amplio cuando el más alto se incorpora y comienza a caminar hacia el escenario. Sus orejas están rojas, pero no le ven la cara hasta que se gira, ya con la orla puesta.

La gente va pasando, cada vez con menos tiempo entre persona y persona. Cuando Nerea sale, Toni se pone de pie a vitorearla. Ella es la única que no vuelve a sentarse, sino que se queda en una esquina, de pie hasta que acabe la ceremonia de su clase.

Martin y Toni salen seguidos, llevándose también bastantes aplausos, incluida de una familia que se está esforzando demasiado por demostrar su alegría. Martin prefiere ignorarlos durante lo que quede de noche.

Una vez finalizan con el chico apellidado en V, Nerea cruza el escenario. Solo entonces se permite verla bien, con un vestido que le queda como un guante, de tono azul cielo. Las gafas, que sigue sin quitárselas para nada (mientras él dura dos minutos con ellas puestas), solo resaltan más el color de sus ojos.

—Está súper guapa, ¿eh?

Toni asiente, sin apartar la mirada de ella.

—Es la mujer de mi vida, te lo voy avisando para cuando leas el discurso en nuestra boda.

El de bigote suelta una risita y le da la razón. Nunca se sabe lo que les deparará la vida, pero le gusta pensar que todos serán eternos.

Ajena a ellos, Nerea se aclara la garganta delante del micrófono y el murmullo va cediendo para dejarla hablar. Suelta un suspiro antes de su discurso, con un toque emocionado.

—Antes de comenzar, me gustaría dar las gracias por la confianza para escribir este discurso. Sé que no somos la única clase, no soy la única delegada de Sociales, pero también sé que somos el grupo más grande, que en este instituto esta generación se gradúa una mayoría de estudiantes de sociales, futuros periodistas, profesores, economistas o abogados.

Vuelve a suspirar, recolocándose un micro que le había quedado muy alto por su anterior interlocutor.

» No me gusta repetirme. Toda la vida me he considerado una persona práctica, pragmática, que sabe lo que hace, que siempre lo tiene todo bajo control. Por eso creo que ya se ha dicho todo, tanto por parte de nuestro querido director —su tono levanta alguna carcajada, apagada con rapidez por miradas de profesores—, como por parte de mi compañero de ciencias. Ya sabéis que se viene la selectividad, ya sabéis que somos una generación muy buena y que, en los próximos años, si seguimos así, podremos conseguir todo lo que nos propongamos. Y sabéis que lo más importante es lo que hemos crecido como personas.

» Ahí quería llegar yo. —Se toma un momento y traga saliva. Todos los ojos siguen sobre ella—. Estoy absolutamente de acuerdo en lo que ha dicho nuestro director, porque de aquí a cinco años quizá solo los que estudien alguna carrera más matemática o económica sepan cómo dividir. Los que se dediquen a la literatura serán los que recuerden algo de Bécquer que no sean sus golondrinas…

» En lo que no estoy tan de acuerdo es en que será por la colaboración de los profesores. —Se revuelve en su propio sitio, con un nuevo suspiro—. Quiero que miréis a vuestra izquierda, y luego a vuestra derecha, y penséis, que tampoco tenéis que decírmelo a mí, qué va a ser lo que más va a recordar del instituto. Es posible que algún profesor que os haya cambiado la vida, sí, pero en especial esas personas por las que estáis rodeados.

» No creo que me acuerde de cuándo fue la batalla de Bailén cuando tenga veintiocho, pero sí me voy a acordar, incluso aunque nos alejemos, del sentimiento de estar con mis amigas en los recreos, riéndonos, de criticar en voz baja a algún profesor o a alguien que nos caía mal, de esos nervios por un examen que solo las personas que más querías sabían cómo arreglar. Yo no quiero quedarme con ningún adulto de esta etapa (perdón, mamá) —esta vez las carcajadas son más fuertes y las mejillas de Nerea se colorean—, porque para mí el instituto han sido las personas con las que he compartido los buenos y los malos momentos. Mis amigas, que llevan estando años y que lo estarán. Mi chico, ¿por qué no? Mis amigos también, que son un poco más recientes, pero que significan el mundo para mí. Incluso las personas con las que he hablado menos, si me has prestado un bolígrafo cuando estaba desquiciada antes de un examen, si hemos hablado tan tranquilas sobre un examen que te agobiaba… Has sido parte de algo muy importante, y espero haberlo sido yo también para vosotros.

» Para ir acabando, y lo siento si no era lo que todo el mundo esperaba, pero me gustaría recordaros, esta vez sí a todos los adultos de por aquí, que seguimos siendo niños. Crecemos, por supuesto, y queremos ir asumiendo más riesgos conforme avanza la vida, pero se nos tienen que permitir errores, fallar, exámenes, en lo personal… Hemos aprendido mucho, pero seguimos haciéndolo, y la etapa que ahora acaba solo es el comienzo de algo todavía mejor. Muchas gracias.

Hace una leve inclinación de cabeza mientras el patio del instituto que la ha visto crecer estalla en aplausos. Toni abre la veda de levantarse para aplaudir, pero al resto de su clase, y del curso, no les cuesta nada imitarlos.

Nerea pasa por su lado al bajar del escenario para dirigirse a su sitio. Le guiña un ojo y asiente de nuevo.

—Subdelegado…, ha sido un placer.

—Doña delegada…, el placer es mío.

Después de la graduación, los padres no tardan mucho en marcharse, no sin antes echarse ochocientas fotos tanto con sus propias cámaras como con la cámara del fotógrafo contratado para el evento y que recibirán si así lo solicitan.

El restaurante está justo al otro lado de la calle, y el dueño hace el mes solo con los precios de las graduaciones organizadas ese mes de mayo en toda la ciudad.

Martin no sabe qué tal le va a su clase, pero su grupo de ocho está perfecto y nunca se había sentido tan cómodo, sentado a un lado de Juanjo y al otro de Toni, que no aparta la vista de su novia, el gran descubrimiento como oradora.

—Ahora entiendo por qué vas a ser política —comenta Samu cuando se acaba de meter buena cantidad de comida a la boca.

Nerea se pone roja, aún más si es posible, y tose hasta que empiezan a preocuparse.

—¿Estás bien?

La rubia agarra el vaso de agua y se bebe todo lo que quedaba de un trago. Menea la cabeza.

—No voy a ser política, deja de meterle esas cosas en la cabeza a Toni que luego se las cree.

—¡Oye!

—Pretendo opositar después del doble grado. Nada de política.

—¿Y para qué estudias un doble grado? Para eso haz solo Derecho y te quitas sufrimiento. —Toni le pone un puchero.

—Me gusta saber —responde con simpleza—. Y creo que Ciencias Políticas es una buena carrera secundaria.

—Si tú lo dices…

—Ya me pediréis ayuda cuando tenga todo sacado… —Chasquea la lengua—. Pero no pasa nada, porque yo os ayudaré, guardaré todos esos favores para algún día cobrármelos seguidos.

—Qué miedo me das a veces, amiga. —Lucía parpadea.

—¡Gracias! —Sonríe y le guiña un ojo—. Es el efecto que trato de lograr en la gente. En ti no. —Besa la mejilla de Toni, que apenas se ha enterado de lo que estaba diciendo—. Tú a estas alturas no me puedes tener miedo, sería raro.

—Pues mira que lo intentabas al principio —farfulla Samu—, que no quería saber nada de ti.

—Ahora me arrepiento, pero… supongo que tenía que ser así. —Suspira—. Ahora un brindis por las cosas que tenían que ser así.

Todos levantan sus vasos, incapaces de dejar de sonreír.

—Porque las cosas han salido como debían. —Toni choca su vaso contra los de sus más cercanos—. Y si algo no ha salido como queríamos… —echa un vistazo a Juanjo—, a lo mejor es que el universo así lo quería.

—Nerea, tú tan cuadriculada y lógica siempre… y me lo has transformado en un creyente del destino —protesta Samu.

—A mí no me miréis. Yo no le he comido la cabeza. —Le da un toquecito en un lado de la misma—. Si quiere hacerse el romántico a estas alturas, su problema es.

—No me hago el romántico, lo soy. —Le saca la lengua.

Vuelven a brindar, esta vez sin comentarios que darían lugar a una discusión de horas sobre el destino y lo que debe ser. La realidad es que no saben nada, ni lo que serán mañana ni dentro de diez años. Sí que saben dónde están y con quién. Eso parece bastar por el momento.

Tras la cena, el instituto ha organizado en el gimnasio interior la fiesta, que incluye algo de bebida, mucha música y sitios para estar sentados hablando si así lo prefieren. Otros años se ha organizado en discotecas a las afueras, pero este año los padres han priorizado tenerlos a todos bien recogidos y localizados.

Bailan toda la noche con el cuerpo lleno de las dos copas que se permitían antes de entrar. Los que eligen beber más acaban a saltos o a llantos por la mitad de la pista, añorando una etapa que todavía está sin acabar. Juanjo se contiene bastante para no llorar más de una vez, influido por los más emocionales.

—¿Estás bien? —Martin posa una mano tras su cintura, forzando un baile lento mientras “Obsesión” suena a todo volumen por los altavoces. Le recuerda a alguna noche de discoteca, antes de que lo fueran todo.

—Estoy un poco nostálgico. —Ladea la cabeza, mostrando su mejor puchero. Es curioso, porque ahora Martin no tiene por qué negarse a besarlo, ni Juanjo se asustará si lo hace.

Por eso no le cuesta nada que sus labios se unan, con la facilidad de haberlo hecho miles de veces, de vida pasada en vida pasada.

—Yo os quiero mucho —comenta Samu, apareciendo por detrás del mayor—, pero mi Carla ha desaparecido, así que ¿os importaría no comer delante de los hambrientos?

—Pues ve a buscarla. —Arrastra un poco las palabras, mientras Martin continúa besando su mejilla, hasta llegar a la mandíbula.

—Uf, sí que me voy a ir, porque estáis insoportables. —Les guiña un ojo, quitándole importancia a su propio comentario.

Martin suspira. Su cabeza cae con una facilidad asombrosa en el cuello de su novio, encajando como puzle. Juanjo acaricia su nuca, cerrando los ojos como si esto no aumentara todas las sensaciones, tanto las de exceso de ruido como las de las caricias que recibe en su cintura.

—Nosotros podríamos irnos ya —musita.

—No tengo autobús hasta las siete de la mañana, amor.

Los dedos de Martin cosquillean. Ha pasado el tiempo, no será la primera ni la última vez que lo llama así, pero le cuesta acostumbrarse a ese nivel de cariño.

—¿Puedes repetirme eso? —Aleja sus cuerpos para poder mirarlo.

—Amor, estábamos hablando de…

—Así, justo así. —Cierra los ojos, con la sonrisa más amplia del mundo. A los ojos del otro, la persona más bonita del mundo—. Así estamos perfectos.

—Pero ¿tú no querías irte a casa?

—Sí. —Le da un el dedo índice en el pecho—. Vale, sé que mi piso está en distinto barrio y si llamo a mi madre en el trabajo probablemente me asesine, pero… creo que, si caminamos, acabaremos despejados y podremos llegar a mi casa a una hora decente. No es la primera vez que lo hago, no está tan lejos como parece.

—No quiero caminar… ¿No te apetece descansar en los sofás del fondo?

Martin pone una mueca y estira el cuello. Tras su novio, efectivamente hay algunos sofás, aunque la mayoría están ocupados por parejas que no conocen el concepto de espacio personal o… del oxígeno. Jesús, si mueren él no quiere estar ahí para verlo.

—Vale, pero… me tienes que prometer que vas a estudiar conmigo.

—Todos los días que pueda —promete, en tono bajo, sobre sus labios. Esos que puede besar, ya sabéis—. Pero tendré que quedarme en tu piso. Ya sabes que a mis padres lo de dormir juntos…

—Ay, tendré que relajarlos un día de estos. —Agarra su mano y comienza a avanzar entre la gente que sigue en la pista de baile—. ¿Es que no se enteran de que, si queremos hacer algo, encontraremos la manera? Siempre es más fácil estar en casa tranquilos…

—Sí, estoy seguro de que si les dices eso te dejarán quedarte a dormir todos los días. —Chasquea la lengua—. Recuérdame que esté contigo si alguna vez quieres hablarles.

—Oye, que yo soy muy buen orador. No por algo me hicieron subdelegado.

—Porque Nerea sí lo es, porque hicimos mucha campaña… De nada.

—Deberías darme las gracias tú a mí, que odiabas ser subdelegado por perder… —Finge un puchero.

—No te mando a la mierda porque tienes sueño.

—Al fin me sirve de algo. —Y se tira al único hueco libre del sofá, dejándolo sin espacio.

Juanjo se cruza de brazos, lo cual, desde abajo tumbado, resulta bastante gracioso. Parece un gigante molesto, pero con cara de ángel. Sí, no da tanto miedo con esos ojos.

—¿Tú qué?

—Siéntate encima de mí. —Le dedica su mejor mirada inocente—. Quiero estar contigo…

—Y tú querías descansar.

—Sí, pero contigo.

Vale, no es capaz de negarle nada, y menos con esa carita, con ese tono de voz y los ojos que solo él sabe ponerle. Aun así, lo aparta un poco para que estén más cómodos y lo sienta sobre su regazo. Martin suspira con una sonrisa que solo puede adivinar por la forma en que su cara se contrae contra la suya.

Pasa un tiempo indeterminado sentado, con caricias continuas que indican que ninguno de los dos se ha dormido. No, Martin prefiere esa duermevela que le permite estar pendiente de cada gesto que le dedica su novio, a la vez que se sentirá más descansado cuando decidan moverse.

—No sé cómo no estáis aprovechando —comenta Lucía, que en algún momento se ha sentado en un hueco que una pareja ha dejado libre—. En dos días nos ponemos a estudiar y nadie nos para.

—¿A ti no te ha dicho Toni que la palabra estudiar está prohibida una vez entras a la fiesta? —Pone un puchero.

—Yo estoy aprovechando —advierte Martin—: estoy con mi novio, me lo estoy pasando en grande con gente a la que quiero, hay música… ¿Qué más podría querer?

—¿No sobar a tu novio y volver a la fiesta?

—Lucía… —se lleva una mano a la barbilla, pero olvida por un instante lo que quería decir—, te quiero, tía. Eres la hostia. Algún día te veré en las noticias, cubriendo deportes o algo así… ¿Con esa cara? Donde quieras vas a poder estar. Y mi Juanjo, que va a domar fieras en los colegios, con Toni… Y Nerea, claro, que aspira al Tribunal Supremo. —Pone un puchero—. Qué pena, ¿no?

—¿Has entrado ya en la nostalgia, cariño? —Juanjo acaricia su mejilla.

Se le escapa un sollozo. Os jura que no pretendía, que en esta ocasión estaba haciendo todo lo posible por fingir que todo estaba bien.

El segundo sollozo alerta a Chiara, que corre hacia ellos y se arrodilla al borde del sofá.

—Ay, mi amor… —Le acuna las mejillas—. ¿Qué ha pasado? Él tampoco había bebido tanto…

—No, pero creo que la nostalgia le ha golpeado fuerte.

—Ay, pero si no pasa nada… Vamos a seguir viéndonos un montón. Todos vamos a estudiar en la ciudad y si no salimos a por pipas una vez a la semana me pondré a gritar.

Martin intenta sonreír a la inglesa, pero le cuesta demasiado que dure. Acaba apoyando la cabeza en el pecho de su novio. Ahí al menos se siente un poco más protegido, porque con la aparición de Toni y Samu, solo faltan dos chicas por aparecer y que estén todos sus amigos siendo testigos de su breakdown.

—¿Qué le pasa?

Lucía abre la boca para explicar, pero él es más rápido. Es su historia, al fin y al cabo.

—Que no tengo ni puta idea de lo que voy a hacer. —Todos los ojos, si no lo estaban ya, se posan sobre él—. ¿Hacer cinco exámenes de Selectividad? Estupendo, puedo hacerlo, puedo incluso sacar bastante buenas notas, un 12, ¿por qué no? ¿Y después?

—¿No lo tenías pensado? —pregunta Carla. Y ahora solo falta Nerea por aparecer.

Toni pone una mueca y se sienta como puede a su lado, abrazándolo por los hombros. Algo ya le había adelantado a él, pero no esperaba que le saliera ahora todo como una bomba a presión.

—Es que todos lo tenéis tan claro, chicos… Os juro que os escucho hablar de ser profes, o abogadas, o periodistas, o incluso algo de economía…, y me pongo malo. Quizá elegí mal mi bachillerato, o quizá soy un inútil.

—Oye, que tú no eres ningún inútil. Eres la persona más capaz que conozco. —Juanjo frunce el ceño, defendiéndolo de sí mismo. El resto asienten—. No puedo prometerte que lo vayas a averiguar por arte de magia en las próximas dos semanas, mi amor, pero te aseguro que hay algo ahí fuera para ti, esperándote.

—¿Y si no lo encuentro?

—Lo harás. Conociéndote, no tengo la menor duda.

La siguiente sonrisa que le dedica es un poco más sincera, pero sigue marcada por lo descorazonado que se siente. Suspira en sus brazos, suspira cuando poco a poco se van uniendo todos al abrazo. Hace calor, pero se siente acompañado, es más de lo que podría esperar.

—¿Qué hacéis? —Apenas un par de cabezas se levantan hacia Nerea, que está de pie frente a ellos con un vaso de Coca Cola en la mano—. Por favor, vaya panda de sensibloides, no aguantáis nada sin llorar.

—Ven aquí. —Toni levanta el brazo hacia ella.

—No. —Da un paso atrás—. Ya he llorado bastante, quiero tener el resto de la noche en paz.

—En paz la tendrás si te juntas con nosotros. Todavía no mordemos. —Carla tira de ella, menos sutil que el novio de la delegada de la clase.

Nerea gimotea, pero se deja abrazar por el resto, con la mala suerte de que tropieza y cae sobre los que estaban sentados.

—Espero que estéis contentos.

—De teneros aquí siempre —habla Martin—. De enfrentarme al mundo real y salir de la burbuja del instituto…, no mucho.

—Ay, cariño, pero es algo normal en la vida. —Nerea se cruza de brazos—. Si permaneciéramos siempre iguales, sin evolucionar, sin avanzar hacia nuevos lugares, seríamos piedras de estas muy pesadas que nadie puede levantar. Pero no somos piedras, somos seres humanos.

—Te ha quedado precioso.

—Gracias, va para mi tesis de aquí a seis años. —Le da una palmadita a su novio en la espalda—. Ahora, ¿podemos dejar de lloriquear dos minutos y disfrutar del resto de la noche?

Y vaya si lo hacen. Se levantan todos juntos, unidos por las manos y en el fondo por un hilo invisible que los va a unir más allá del instituto. Y que sea lo que tenga que ser, o eso piensa Martin mientras se deja mecer por la música.

Chapter 21: En esta oscuridad, la claridad eres tú

Notes:

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Chapter Text

Julio de 2015

 

—Va, va, poned la música, que está entrando el primer novio… —Da una palmada fuerte que activa a todo el mundo.

Todo el mundo a su alrededor se incorpora, dándole solemnidad a una entrada más que esperada por todos. De fondo, “Miedo” de M-Clan suena a piano, por una cantante joven, de pelo rizado y castaño.

—¡Toca nuestro pequeño discurso!

Juanjo se gira hacia su marido, con una sonrisa tensa que roza la histeria:

—¿En qué momento hemos decidido que este trío podía hacer el discurso de la cena de bodas?

Martin se encoge de hombros.

—No tengo ni idea, yo he dejado a Chiara hacer lo que le dé la gana, me tiene loco con que nos ayudó a empezar a salir.

—Ya se nota, ya. —Pero se gira al escuchar a Toni empezar a hablar. Nada bueno puede salir de esos tres.

Sé lo que estáis pensando. La mayoría de sus amigos, o al menos los que tenían más cerca, los miraron como si les hubiera salido un nuevo ojo por su elección de canción de bodas. No es para menos, no es la más usual del mundo.

Juanjo y Martin se besaron por primera vez el 31 de octubre de 2004, y tardaron más de un año en volver a repetir esa experiencia, tiempo más que suficiente para rayarse ochocientas veces por lo que había sucedido. Dos semanas antes de ese beso, salió el sexto disco de M-Clan, “Sopa Fría”, que incluía esa canción.

La noche de autos, cuando volvía a su pueblo en autobús, con los ojos inyectados en sangre y el beso reproduciéndose en bucle en su cabeza, la radio del autobús reprodujo “Miedo”. No se atrevió a volver a escucharla hasta que ya llevaba bastantes meses con Martin, pero seguía resonando igual:

“Y aunque no estás aquí… en esta oscuridad, la claridad eres tú…”

—¡Pero no lo vamos a hacer solos! —exclama Toni. Por supuesto que no. Ellos no podían quedarse en un discurso simple y emotivo sobre sus amigos.

—Chicos, os queremos muchísimo, y sabemos que no somos los únicos, que estáis ahora mismo rodeados de las personas que más os conocen y os quieren…, así que os hemos preparado una sorpresa.

—Como sea como la supuesta despedida de soltero, los capo —musita de nuevo a su marido.

Martin suelta una risita y se acomoda al ver que la cosa va para largo y que, además, incluye un vídeo. La primera imagen es una desenfocada de su propia madre, que hace todo lo posible por aclararse con su smartphone. Se lo regalaron la pasada Navidad, para que dejara de llamar desde el fijo, y… así les va.

—¿Se me ve bien?

—¡Claro que sí, mujer, perfecta, venga, habla rápido que tengo que irme yo a trabajar!

—Vale, vale. —La mujer carraspea y Martin se plantea quién ha editado (o más bien puesto unos vídeos junto a otros) así.

» Mira, hablar de Juanjo y Martin por separado es más difícil que decir un trabalenguas. —Suspira—. No recuerdo un mundo en el que esos dos no fueran culo y caca, y me hace gracia porque mi Martin se ofendía muchísimo cuando se lo decía de más pequeño.

» Me acuerdo cuando llegamos a vivir en la ciudad para que mi marido estuviera más cerca del trabajo y yo directamente caminara a mi turno de noche del hospital. Me acuerdo de tu padre recogiéndote, y tú llegando como si te hubieran metido un petardo por el culo hasta donde estaba yo, recién levantada, a contarme con la sonrisa que habías hecho un amigo, que se llamaba Juanjo, y que iba a ser tu mejor amigo del mundo mundial. Y no nos has hecho dudar de eso en los últimos veinti…¿tres años ya?

—Sigo siéndolo, ¿eh? —Le guiña un ojo.

—Cállate. —Juanjo le clava un codo en el costado.

Chiara sonríe cuando Martin pasa por su lado. El chico parece al borde de echarse a llorar en cualquier momento, lo cual no es una sorpresa sabiendo la semana que lleva de llorar con cada tontería solo por la inminencia de la boda.

Del brazo de su madre, que lo deja al llegar a las sillas donde se van a sentar, sonríe a todo el mundo mientras la canción sigue sonando:

“Miedo… De quererte sin quererlo, de encontrarte de repente…, de no verte nunca más”

Todos lo observan, embelesados por lo guapo que está, y ¿por qué no?, por la emoción que se entrevé en sus ojos. Cuando su mirada cambia, como si se hubiera quedado sin aire, todos se giran hacia las dos personas que acaban de llegar al espacio donde celebran la boda.

—¿Esto sigue grabando? —Su padre se pone frente a la cámara—. Vale, hola, soy el papá de Martin… Ya lo ha dicho mi mujer, es muy difícil imaginar un mundo en el que nuestro hijo no estuviera pegado al que ahora mismo ya podemos llamar su marido. Pero yo quiero centrarme en lo que llevo viendo… no diré diez años, porque parece casi un insulto, sino toda una vida.

» Quiero hablar de las mil dudas de Martin sobre su carrera, de cómo lo apoyaste en todo momento cuando se cambió, de las mil lágrimas derramadas, de iros a vivir juntos con más amigos y recular para no perderos esa independencia todavía adolescente… Este pequeño espacio es para ti, Juanjo, porque me lo has cuidado como nadie y en la sonrisa que tiene cada vez que se ve se nota. Si tengo que dejar al crío con alguien, me alegro de que sea contigo.

Martin aprieta los labios, y aun así el puchero se le escapa. Inclina la cabeza hacia el hombro de su marido, que le acaricia el pelo con un dedo, en círculos, a forma de tranquilizador.

La madre de Juanjo reluce de su brazo, pero su mirada está en él, como la de absolutamente todos los invitados a esa boda. Aunque no todos, porque el propio novio es incapaz de apartar la vista del frente, donde Martin ya lo espera.

Chiara, desde su sitio, pone un puchero, con la mano en el corazón. A su lado, su chica le da un apretón en la mano libre y comparten una mirada feliz. Enseguida vuelven a la pareja, en cuanto se reúnen frente al altar lleno de flores.

Juanjo estira el brazo para acoger la mano de su novio, que lo recibe con ganas. Cualquiera que los vea desde fuera siente el amor que se desprende entre ellos. Dan ganas de apartar la mirada, por lo íntimo que parece, a la vez que es imposible hacerlo. Hipnotiza un poco, seamos sinceros.

Nerea, que hasta el momento se había mantenido en segundo plano, da un paso adelante.

El vídeo cambia de forma igual de abrupta que las demás veces, y Martin siente ganas de matarlos. No se ganarían la vida en montaje de vídeos, ya le ha quedado claro. En esta ocasión, es la madre de Juanjo, que mira a la cámara de su móvil con una sonrisa tímida.

—Me ha costado un poco decidirme por un recuerdo de pin y pon para este vídeo —admite, con diversión en la voz al compararlos con lo más inseparable que ha encontrado—, pero creo que me quedo con el recuerdo del otoño de 2004. Quizá no siempre he estado pendiente de todo en la vida de mi hijo, pero recuerdo muy bien esa época. Juanjo estaba, pero no estaba, siempre en su mundo, llevándose sobresaltos si alguien le hablaba de la nada…

» También me acuerdo de que por esa época Martin casi no venía por casa. —Pone una mueca—. No entendía si había pasado algo, pero entonces volvió a aparecer, todo estaba bien…, salvo que mi hijo me miraba como desquiciado si se me ocurría insinuar algo con doble sentido. El que fuera. Por eso me tiré un año pensando que ya eran pareja, pero que eran tímidos… —En el vídeo, suelta una carcajada—. Hasta que un año después me dijeron que sí estaban juntos, pero que era bastante reciente.

Prácticamente toda la sala acompaña en carcajadas a la mujer, que se descojona en un vídeo pregrabado y que los encargados han dejado tal cual, sin ningún corte. A su lado, Juanjo tiene las mejillas ardiendo, y solo lo mira a él.

—Tranquilo, que no te dé vergüenza que es todo culpa suya.

—Si tú lo dices…

La antigua delegada de la clase se ha recogido el pelo en un moño muy apretado, lleva un traje en tonos beige y lentillas que le cambian un poco el color de los ojos. Chiara sonríe con nostalgia. Hace mucho que no la ve, pero el encierro al que se sometió su amiga para estudiar y posteriormente ir trasladándose por media España por el trabajo lo han hecho imposible.

Solo espera tener un hueco luego para ponerse al día… con todos, en realidad. Que a estas alturas las personas con las que se lleve mejor sean los novios no debería sorprenderla, pero aun así le duele por sus chicas.

—¿Todo bien? —pregunta su novia.

—Sí, es bonito ver a gente a la que has querido toda reunida. —Se encoge de hombros.

Tras ella hay amigos de la universidad de Juanjo, y más atrás hasta algún profe de su colegio y un par de amigas de la agencia en la que trabaja Martin. Son muchos mundos los que se están juntando, y ellos estarán emocionadísimos, pero a ella le parece fascinante y arrollador. No todos los días puede ver tan de cerca la nueva vida de sus amigos.

—Qué ganas de que me los presentes bien. —Le guiña un ojo, y esto aumenta su serotonina por mil.

—¿Mi mujer ya ha contado lo de pensar que llevaban un año juntos y no nos lo querían decir? —Su padre chasquea la lengua—. Vale, pues vamos a lo fácil: considero que mi hijo, a pesar de ser un poco culo inquieto, siempre se ha portado bien, tanto en casa como en clase. Por eso todavía me río cuando recuerdo el día que me llamaron en mitad de un juicio porque estaba castigado…

» Para los nuevos, resulta que montó un berrinche, pegando incluso a uno de los que ahora son sus mejores amigos, solo porque ese chico le quitó el sitio a Martin en clase y ya no podían sentarse juntos…, o cuando pasó algo muy parecido al hacer su profesor los equipos de Educación Física… y cuando le preguntamos qué había pasado, siguió enfurruñado porque nadie le podía quitar a su Martin. Algunas cosas nunca cambian y hoy esos niños con ansiedad de separación se han casado.

Juanjo se lleva una mano a la cara.

—Casi veintiocho años tengo —protesta— y me siguen recordando algo que hice a los seis.

—En eso consisten los padres, mi amor. —Esto suaviza su mirada.

—Lo estoy deseando —murmura, a la vez que Nerea habla también:

—Si os parece, vamos a empezar.

Todos prestan atención a la mujer, que hace las veces de maestra de ceremonias, aunque en realidad llevan unas horas casados ante notario. Cuando organizaron la boda, sabían a la perfección qué papel querían que tuviera cada uno de sus amigos, y si Chiara se encargaba de cosas más a pie de campo, a Nerea le han encargado el discurso de boda y el “puedes besar al novio” final.

No por nada es la más capacitada para dar un discurso, y se sacó la oposición con una dialéctica perfecta en tiempo récord.

—Amigos, amigas, no me gusta ser tan ceremoniosa en algo tan personal, pero después de casi diez años, Juanjo y Martin han conseguido reunir a una cantidad ingente de personas, cada uno de su padre y de su madre —más de uno sonríe— en un mismo lugar, con el motivo de celebrar el amor que los lleva uniendo esa cantidad de tiempo. O más, si consideramos que son amigos desde los tres años y no han demostrado otra cosa que amarse profundamente desde el principio.

Tras los padres, Chiara es la primera en aparecer en pantalla. Lleva el pelo unos centímetros más corto que en la propia boda, lo que les dice que fue de las primeras en tenerlo grabado, dado que lo ha organizado junto a sus dos mejores amigos de toda la vida.

—Soy Chiara y… recuerdo como si fuera ayer mi llegada al pueblo, y al instituto que tenía asignado por cercanía, que no estaba precisamente al lado. —Suelta una risita—. También recuerdo la ansiedad de todo lo nuevo, de no entender nada ni a nadie, y conocer a Juanjo. Él siempre va a ser un poco alma gemela para mí, no porque se lo vaya a quitar a Martin el día menos pensado, sino porque siempre te cuida como si fueras la porcelana más valiosa de un museo. —Se encoge de hombros—. No solo evitó que me sintiera como una extraña desde el primer momento, sino que me presentó a mis mejores amigas.

» A Martin tardé más en conocerlo bien, más allá de cuatro palabras compartidas en clase. Pero me hizo falta muy poco para ser consciente de por qué era tan importante para Juanjo, y sí, mira, estamos en su boda, podemos decir que yo ya veía que esto iba a pasar. Creo que lo supe la primera vez que me senté con otra persona en el autobús porque ellos querían ir juntos. Una relación así, tan de almas gemelas, de sentir que la otra persona es tu persona… es inevitable que salga así de bien. Me alegro de no haberme equivocado.

» Y no mucho más, que los quiero mucho, y aunque cada uno esté a lo suyo a estas alturas, ellos saben que pueden contar conmigo y sé que ante cualquier cosa los tengo ahí, porque son los mejores. Os quiero. Nos vemos en la boda. —Guiña un ojo.

—Nina. —Le pega un codazo—. Porfa, graba esto, que voy a llorar y no enfoco.

—Mírala, qué sinvergüenza. —Pero la rubia saca el móvil—. ¿Los discursos solo?

—Todo lo que puedas —musita.

Empiezan con unos discursos leídos por un miembro de cada familia: la hermana de Martin y el padre de Juanjo. Lo que han escrito es mucho más genérico que lo que han preparado Toni, Samu y ella para después de la boda. Aun así, le sacan más de una lágrima. No necesita tanto, en realidad. Con ver sus caras emocionadas, que miran de vez en cuando a su familia, pero que la mayor parte del tiempo están sobre el otro…, lloraría un río entero.

—Muy bien. —Sonríe Nerea, tras despedirse del hombre—. Procedemos ahora a leer los votos. Martin, ¿quieres empezar?

La aparición de Nerea en el vídeo es mucho más reciente, se nota por el color de sus mechas. Que haya sido de las últimas en grabarlo le pega poco para su forma de ser habitual.

—Buenas…, soy Nerea, y sí, con este recuerdo pretendo avergonzaros un poquito, no vamos a mentir. Si soy sincera, nunca tuve una relación tan cercana con ninguno hasta el último año de instituto. Podía hablar con ambos sin problemas, eran más tranquilos que muchos chicos de la clase, pero no eran personas con las que yo interactuara.

» También vamos a ser sinceras en que no me lo vi venir, no soy Chiara que tiene un sexto sentido para estas cosas. En mi cabeza eran buenos amigos, como yo lo soy de mis chicas…, hasta que claro, resultó inevitable que acabaran juntos, como dice miss Kiki. Solo que antes intentaron negárselo a sí mismos… Mi parte favorita es que fuera Juanjo quien decidiera intentar liarme con la persona que ahora mismo tiene a su lado en la mesa, recién casado con él. No superaré nunca descubrir lo mucho que se esforzó por buscarle a alguien, para que al final acabara… como ya sabemos.

» Por suerte su idea de locos llevó a cosas preciosas, a conocerlos mejor, a quererlos mucho y a juntar un grupo muy variopinto de personas a las que tengo cariño infinito a pesar de que hayan pasado como diez años. Disfrutad de vuestro día, chicos, os quiero muchísimo.

Martin se inclina hacia su novio.

—Ha sido muy genérica hablando de la gente a la que conoció gracias a lo que hicimos, ¿está todo bien con Toni?

—Chiara no quiere ser muy clara porque hoy es nuestro día feliz. —Pone los ojos en blanco, claramente cansado de ser dejado fuera del drama—. Yo no los he visto mal.

—Están sentados juntos.

—Y no parece que Nerea quiera clavarle un tenedor, eso está bien.

—La relación a la que aspirar —ironiza Martin.

—Si a ellos les funciona…

El de bigote asiente, pestañeando para librarse de unas lágrimas que parecen pegadas con superglue. Da un paso adelante, hacia Juanjo, que parece incapaz de dejar de mirarlo, o de pestañear.

—Cuando quieras. —Nerea les deja de nuevo el espacio solo para ellos.

—Juanjo —se le corta la voz y Chiara ya no sabe cómo va a sobrevivir a dos discursos igual de enamorados—, te quiero mucho… Es lo primero que quiero dejar por escrito, y para cualquiera que nos escuche. —Traga saliva. Juanjo le sonríe para tranquilizarlo, aunque se contiene un poco para no tomar su mano—. No recuerdo una vida sin ti, quizá culpa de que nos conocimos demasiado pequeños para tener otra vida que echar de menos. Me sería imposible vivir para echar de menos un mundo sin Juanjo Bona, sin tu sonrisa cada día, sin… tu forma de llenar de vida cada espacio en el que estamos juntos.

» No tengo recuerdos apenas de esa primera vez que nos vimos, así que suelo confiar en lo que me dicen mis padres y lo que les comentaron las profesoras de 3 años, que nos veían como inseparables. Sí que recuerdo nuestro día antes de estar prometidos. Estábamos estresados, yo por un proyecto que tenía que entregar antes de irme de vacaciones, tú tenías que poner las notas y se te habían acumulado de varias asignaturas. Daba igual. Por la noche, aparcábamos lo que hubiera pasado durante el día, nos tumbábamos juntos y comentábamos cualquier otra cosa. Seguimos haciéndolo, en realidad.

» Ese día tocó hablar de fútbol, probablemente por primera y última vez en nuestra vida. —Hubo una risa generalizada a su alrededor—. Por algún motivo, el Atlético de Madrid ganó la Liga y nos pareció lo bastante interesante para desconectar de todo lo que teníamos en nuestros trabajos.

» Y entonces, de la nada, me miraste fijamente durante un tiempo que se me hizo eterno, pero que te correspondí. —Tragué saliva—. Y me dijiste: ¿por qué no nos casamos? El resto… el resto ya lo sabéis todos, con nuestros anillos y una pedida mucho mejor durante las vacaciones. Pero yo tengo muy guardado ese instante de cotidianidad que nos hace tan nosotros. Aunque tengamos mil momentos mejores, me quedo con ese, porque no habrá nadie al que quiera tanto y me dé tanta ternura después de corregir trescientos exámenes y que comenta con ironía la buena suerte del Atlético de Madrid.

Nadie se sorprende cuando el siguiente en aparecer es Toni, con un efecto algo mejor que lo que ha caracterizado al vídeo hasta ahora.

—Hola, hola… Seguro que ya estabais echando de menos mi aparición. Nada de preocuparse, que ya está aquí vuestro querido Toni. Como soy el que está montando todo esto, después de que Kiki recopile los vídeos, ya sé lo que han dicho los demás, y me han quitado mis chascarrillos principales: la hostia que me dio Juanjo porque quería sentarse con Martin a toda costa, lo de intentar liarnos con las chicas de la clase y que ellos estuvieran enamorados… Me lo han puesto difícil, pero os conozco desde hace veinte años, chicos, así que tengo material de sobra.

» En concreto, hablemos de que soy probablemente el primer invitado a vuestra boda en ir a una boda gay, antes incluso que vosotros. Que tampoco sé si habéis ido a alguna, pero que tuvierais miedo de contarme que estabais juntos cuando yo inventé ser aliado desde pequeñito…, la verdad es que estuvo gracioso. Por no hablar de que protagonizamos la salida del armario más rara de la historia a través de la megafonía del instituto. Bernardo, gracias por ese 6 que seguramente no merecía, pero al menos me dio unos amigos un poco más libres.

» Fuera de todas las coñas, también soy la única persona que no sea de vuestra familia cercana que ha vivido con vosotros. Con los dos a la vez. Esa manía que nos entró por vivir todos cerca de la uni y encontrar un piso perfecto. No duró mucho, seamos sinceros, pero fue bonito tener un espacio que fuera nuestro. Aunque vosotros un poco sinvergüenzas sí que sois. Con la mano en el corazón os lo digo, espero que cuando adoptéis y tengáis más gente chiquitita viviendo en casa os portéis mejor, porque llevo diez traumas a rastras que aún comento a menudo con mi psicólogo.

» Pero bueno, que una vez acabada la uni, los caminos se separaron mucho más, y aun así sois las personas con las que he conseguido mantener más contacto. Sabiendo que soy un desastre, eso habla increíble de vosotros. Que sois los mejores, que os quiero… —coge mucho aire—, feliz día y feliz vida.

Juanjo pone un puchero.

—Si llego a saber que Toni también podía ponerse sentimental a su manera…

—Creo que ni él mismo se imagina que dentro de su comedia nos puede hacer llorar igual.

Vale, si Chiara se deshidrata, Nina no tendrá forma de volver a casa. Debería calmarse un poquito. Pero es difícil, porque hasta así de cotidianos siguen siendo preciosos. De hecho, a un lado, ve a Nerea apartándose las lágrimas como mejor puede sin mandar a la mierda su maquillaje.

Girándose un poco, es consciente de que su novia está igual, solo que ella pestañea mientras sigue grabando. Si está así sin conocerlos más que de haberle contado todas sus aventuras, entonces ella tiene permitido abandonarse al llanto. Al otro lado del pasillo, es Samu el que está peor que el resto, sonándose los mocos sin ningún tipo de disimulo.

—Tienes una familia aquí preciosa —musita Nina.

—¿Un pañuelo?

—Por favor.

Nina se toma un momento para limpiarse un poco la nariz cuando Juanjo da un paso al frente. Siendo su mejor amigo de toda la vida, sabe que esto va a doler.

Samu aparece muy distinto a sus recuerdos de instituto. Siguen los rizos, pero ya no caen con rebeldía sobre sus ojos, ni están desordenados, sino que los tiene bien cortados, en un toque más Nick Jonas en la segunda película de Camp Rock. Su sonrisa le llega a los ojos cuando saluda con una mano.

—Hola, buenaaaas… Aún me parece muy fuerte que esto esté pasando, chicos. Ya sabéis que os queremos una barbaridad, y para nosotros es un honor que nos dejéis organizar esta locura. Quizá habéis sido un poco ingenuos en pensar que no la íbamos a liar y conseguir que toda la boda os dijera algo. Lo que sea. Seguro que Nerea y Toni se explayan demasiado y tengo que pegar cuatro cortes, porque mira que no saben callarse…, pero sé que cada persona ha dejado en esto lo más bonito que tiene.

» No sabría quedarme con un recuerdo vuestro, porque tal y como han dicho muchos ya, veros juntos era… lo normal, lo que tenía que ser. Me emociona a veces pensar en las personas que encajan, con sus cosas buenas y sus cosas malas, y eso sois vosotros. No he visto dos personas que merecieran más lo que tienen juntos, y por eso habéis reunido a tanta gente que os quiere. No os auguro un bonito futuro porque eso ya lo tenéis escrito en las estrellas. Y no me pongo más moñas. Os quiero, gracias por contar conmigo para el mejor día de vuestra vida.

Se giran hacia él, que les saca la lengua para fingir que no está llorando como un desquiciado. Le sonríen y le mandan un beso, que este devuelve lo mejor que puede.

Juanjo se aclara la garganta, arrugando por momentos el papel donde tiene escritas las bases de su discurso.

—Pido perdón si me repito, pero nos hemos prohibido leer los votos del otro. —Suelta una risita que destensa un poco sus hombros. Aun así, nada lo relaja más que mirar a su novio, que se mantiene ahí, a la espera.

» Martin…, desde que tengo memoria, siento que todo en mi vida ha sido bastante cambiante. Los vecinos se mudan a la ciudad, llegan al pueblo por primera vez para buscar una vida un poco más tranquila, mis padres y su trabajo, compañeros nuevos, mil experiencias nuevas casi a diario… Solo ha habido una constante, que eres tú, desde el primer día en el colegio, hasta ayer desayunando juntos como si no estuviéramos a veinticuatro horas de uno de los días más importantes de nuestras vidas.

» Has hablado de la pedida, pero no del tiempo que yo llevaba pensando en ello, de lo que incluso pude preparar con Chiara que al final no salió. De que cada vez que te miraba, pensaba en cómo sería arrodillarme, si es que tenía los huevos de hacerlo. Lo planeé tanto que al final, de puro cansancio, al verte tan guapo mientras comentábamos la puta liga, que nunca en la vida habíamos comentado, dije: a tomar por culo, quiero casarme con él.

» No voy a decir que lo tuviera siempre igual de claro. Con dieciséis años estaba más perdido que un crío sin su madre en el mercado. Lo sabes, lo sé, lo hemos asumido. Pero cuando te miro, cuando te miraba —se corrige—, siempre tuve claro que te quería a mi lado. Quizá fuera demasiado crío para plantearme el cómo, pero no existe un mundo sin Martin Urrutia, sin nuestras conversaciones a veces demasiado filosóficas y otras veces estúpidas. Nunca punto medio. —Sonríe, al igual que toda una boda—. Por la música, que siempre hemos compartido como si fuera nuestro mayor tesoro. Quizá lo sea, porque es lo que más me ha ayudado a navegar por los sentimientos.

» Tenerte aquí, de frente, rodeados de las personas que nos quieren, es solo otro recordatorio que te quiero y que nunca voy a poder mirar a otra persona que no seas tú. Que da igual los años que pasen y las peleas por sacar la basura, porque nada va a cambiar quiénes somos y en quiénes nos hemos convertido cuando estamos juntos. Te amo, te admiro y no puedo esperar a una vida contigo.

Chiara es la primera en aplaudir. Da igual que sus mejillas estén bañadas en lágrimas, da igual que más de uno esté a punto de gimotear, en ese momento solo le sale dar palmas hasta que estas se pongan rojas. Incluso aunque no pegue del todo con el momento. Pero da igual, porque absolutamente todo el mundo la sigue. Y es perfecto así.

Carla es la siguiente en aparecer, por supuesto. Su pelo, medio rubio teñido medio castaño oscuro, tampoco ha cambiado tanto, salvo porque es más corto y a mechas discontinuas. Su mirada sigue igual, lo que los tranquiliza. Es a una de las que más han perdido la pista desde que lo de periodista empezó a salir bien.

—Dicen algunos estudios que a estas alturas un 14% de la población española se declara LGBT. Hemos superado un poco ya el porcentaje que os dije aquel día y que tanto se me quedó grabado, lo cual es muy guay, porque significa que poco a poco hay más libertad de hablar, de expresarse y ser quién eres. Me habría gustado eso para vosotros desde el primer momento, aunque yo en ese momento dije uno de ocho por la coña, para que no os asustarais, para que lo tratáramos con naturalidad.

» Pero no quiero ponerme dramática, que dudo que sea el momento. —Esboza una sonrisa tímida—. Os conozco desde peques, como muchas personas de este vídeo, y es raro ponerme a ver álbumes de cuando estábamos en infantil o en el cole en general, porque si me echaba una foto con uno, siempre acababa siendo con ambos. Ya os habrá dicho todo el mundo en este vídeo que sois pelo y piojo, pero seguro que, salvo mi novio, nadie os habrá hablado del hilo rojo, ese que se siente a vuestro alrededor y que siempre os ha empujado el uno hacia el otro. Da igual si es indirectamente o si erais vosotros los que os negabais a alejaros…, tenéis una de las historias más especiales que jamás he visto. Sé que no lo vais a perder nunca, pero por si acaso, os tengo que amenazar, porque merezco ser madrina de al menos un churumbel de vuestra cosecha.

» Os quiero mucho y gracias por dejarme formar parte de este día tan especial.

Los aplausos se suceden, abarcando todo a su alrededor, pero sus amigos no dejan de mirarse en ningún momento. Desde su posición no puede ver tan bien como le gustaría, pero le parece distinguir que sus ojos se han cristalizado. Las mejillas deben doler de tanto sonreír, y ella podría explotar de amor.

Some day —le pega un codazo a Nina—, podríamos hacer algo así nosotras también.

La rubia se sonroja y menea la cabeza.

—Dame tiempo, que tus amigos llevan la vida juntos.

—Sí. —Suspira, observando a Nerea, que recupera su posición—. La verdad es que la mayoría de mis amigos han tenido mucha suerte. Misma pareja mientras yo doy vueltas.

—Oye, que al final me has encontrado a mí.

—Es lo mejor de la espera. —Le lanza un beso—. Ahora silencio que va a hablar.

—Muy bien… —A Nerea le tiembla la voz. Se hace la fuerte, pero siempre ha sido una sensiblona—. Ahora que ya están los votos, ha llegado el momento de que os hagáis las promesas finales. Las habéis redactado vosotros, así que adelante…

Martin vuelve a dar un paso adelante. La cercanía con Juanjo ya es tan ridícula como habitual.

A nadie le sorprende que Lucía sea la última del grupo en aparecer. Ahora lleva flequillo y se ha anaranjado el pelo. Sigue viviendo en la ciudad, pero es complicado dar con ella por su trabajo. Martin apoya el brazo en el muslo de su marido.

—¡Hola, buenas! Sé mejor que nadie que he desconectado, quizá la mayor parte del tiempo lo he hecho, pero no me olvido de aquellos años, en especial de ese último, cuando se juntaron grupos y empecé a hacerme más cercana. No soy Chiara, no lo adiviné de la nada; peor sí que recuerdo esa conexión. Era difícil no verla si estabas a su alrededor. Era como si no pudieras decir Martin sin incluir “y Juanjo”, como que… funcionaba bien. —Sonríe a cámara—. Sé que os habéis abierto camino en lo que os gusta por separado, que sois el mejor equipo de la historia. Que os estéis casando diez años después solo es otra prueba de ello.

—Yo, Martin Urrutia, prometo amarte a ti, Juan José Bona, hasta el día en que me muera e incluso después de eso; acompañarte y cuidarte todos los días de mi vida.

—Muy sencillito.

—Calla que estoy a punto de vomitar arcoíris.

Juanjo sonríe antes de repetirlo:

—Yo, Juan José Bona, prometo amarte a ti, Martin Urrutia, hasta el día en que me muera e incluso después de eso; acompañarte y cuidarte todos los días de mi vida.

Nerea suelta un suspiro que no saben si es de felicidad o de alivio.

—Muy bien, pues, como marca la tradición…, ya podéis besar a vuestro marido…

Ni siquiera esperan a que termine la frase, que ya se han lanzado sobre el otro. Sus labios encajan con la perfección de un puzle, y la dulzura no hace más que aumentar el nivel de azúcar en sangre de Chiara. Pero aplaude con fuerza y grita cuando se apartan y Juanjo también suelta un gritito de emoción.

El brillo en los ojos de ambos es incomparable.

Y ahora solo queda celebrar.

Después de sus amigos más cercanos en la época en que empezaron, llegan pequeños mensajes de amigos de la universidad con los que Toni ha conseguido contactar más allá de las invitaciones recibidas; compañeros de trabajo de Martin y profesores amigos de Juanjo. No es lo mismo, de alguna forma, porque quienes estuvieron ahí son los que saben lo que fue, pero sigue siendo increíble escuchar diferentes puntos de vista sobre una misma historia.

A Martin se le pone la piel de gallina cuando todo acaba y solo pueden comerse a besos a los tres encargados de esa parte de la boda.

—Yo quería contratar un mago, pero Chiara me mandó a la mierda.

—Hizo bien —asegura Juanjo—. Odio a los magos.

—¡Te lo dije! Este es demasiado cuadriculado para entender la magia. —Le da un toquecito en la frente a Toni.

—¿Podemos hablar ahora nosotros?

Samu le entrega el micro que estaba sosteniendo sin decir otra palabra. El resto se aleja junto a él y el murmullo se disipa al darse cuenta de que ahora son ellos los que están frente a esa pantalla en blanco.

—Se han dado muchos discursos en las últimas horas —empieza Martin, inclinándose hacia él. Su corazón late con fuerza, pero está en el lugar en que debe estar—, pero creo que nos faltaba algo muy importante: vosotros. Sí, esto es por nosotros, pero no estaríamos aquí si no fuera por un cúmulo de cosas. Por mis padres mudándose, lo que me hizo conocerlo; por Toni, que nos metió en un intento de conseguir novia…

—Por Chiara, que me ayudó a pedirle salir en una pequeña emboscada…, gracias, Kiki, por tanto.

—Y por todas esas personas que, de una forma u otra, han creído en esto y nos han acompañado tanto en los buenos como en los malos momentos y que saben quiénes somos como conjunto. Por eso estáis aquí. Muchas gracias por haberos tomado un poco de tiempo de vuestras vidas para estar aquí hoy.

—Y gracias por haber formado parte de nuestra historia, ya sea hace veintitrés años, hace diez o hace cuatro. Cada instante ha transformado lo nuestro en lo que es, y por eso os estamos agradecidos.

—Y ahora, si pudiera ser, levantad el culo y vamos a bailar, que ya hemos llorado con el vídeo y necesito un poco de felicidad.

La gente se incorpora mientras el DJ, como si hubiera estado súper pendiente, pone una canción de reggaeton. Juanjo lo mira, dándole la mano.

—¿Vas a querer bailar conmigo?

—Pensaba que nunca me lo pedirías. —Se chulea, tirando de su brazo para acercarlo a él hasta que sus narices se rozan—. Pero yo estoy más interesado en el baile nocturno, cuando nos vayamos a la cama…

Juanjo se sonroja, menea la cabeza y se mueve al ritmo de la música hasta que su marido, absolutamente prendado por la situación, lo sigue.

—Lo que eres es un sinvergüenza.

—Nunca lo he negado. Ni una sola vez desde que te conocí.

Y bailan, todo lo que queda de tarde y noche hasta la tarta y después de la tarta, solos los dos, con sus amigas, con sus padres…

Y bailan por la noche, todo lo que pueden.

Saben que no mucho después bailarán al son de un altavoz por todo el piso, cruzándose y tropezándose para caer sobre un sofá entre carcajadas.

Y un día, más risas y bailes llenarán ese piso, y algo más adelante, quizá vean los veinte años del matrimonio homosexual con un vinito en la mano, así que se tomarán de la mano y también bailarán, celebrando su aniversario de diez años en el día que, en el fondo, lo cambió todo.

 

Fin

Notes:

Dios mío, acabar esto se siente como una puñaladita en el corazón. Además, aunque oficialmente acabé antes de irme de vacaciones, he reestructurado tanto que siento que he acabado hace dos días mínimo

Esta historia no iba a existir, básicamente porque yo hace muchos años que decidí que no quería escribir historias queer donde lo más importante fuera salir del armario. Simplemente yo estaba en otro punto y no me apetecía. Y ahora es pegarme un tiro en el pie, porque cuando vi las fechas en las que estábamos, con esos 20 años a la vuelta de la esquina, no pude hacer otra cosa que apresurarme para que tuvierais el primer capítulo el 3 de julio de 2025. Ahora, 3 meses después, os dejo este final que es un poco cierre para mí en esta etapa y cierre para ellos, que se lo merecían. Que los tiempos van cambiando pero hay todavía mucho por hacer, y aun así he tenido que darles un final sin sobresaltos

y ahora que ya lo tenéis completo QUÉ TAL, QUÉ OS HA PARECIDO LA HISTORIA, LOS PERSONAJES?? por favor, sé que han tenido sus más y sus menos pero no podéis salir de aquí sin decirme que no amais a mis chicos... son el cuarteto más especial y sobre todo humano y real del mundo y por una vez, quitando a Chiara, me he empezado a salir con personajes originales. Espero que os guste la decisión, voy a seguir probando

nos vamos a leer SUPER PRONTO, así que si no me seguís, seguidme para que os lleguen proximas notis de historias que tengo pensadas, además de que voy a publicar un oneshot TODAVÍA MÁS PRONTO, nos leemos por aquí y por twitter, y mil gracias