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Problemas de hechizos

Summary:

Cedric se siente raro después de la primera prueba del torneo. ¿Qué podría pasar si visita, de nuevo, el baño de prefectos del quinto piso?

Notes:

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Chapter Text

Cedric no tenía un buen día.

La creciente competencia entre las casas de Hogwarts durante el torneo era algo que él no se esperaba en lo absoluto. Se sentía decepcionado, de cierta manera. Él aspiraba poder llenar de orgullo a la casa de Hufflepuff con su victoria en el tan temido Torneo de los Tres Magos, devolver el respeto a sus compañeros y demostrar que, aunque ellos tuvieran entre ellos al mago más famoso de —tal vez— toda la historia, los demás aún tenían la oportunidad de ser los mejores.

Tener el apoyo de sus amigos, de sus compañeros y de casi todo el colegio era algo que le llenaba el pecho de alegría. No le gustaba ser el centro de atención en la mayoría de las ocasiones, pero sí podía reconocer sin vergüenza alguna que el reconocimiento bien merecido le estaba ayudando a atravesar semejantes pruebas tan duras.

Ese día, sin embargo, se sentía un poco sofocado.

No sabía muy bien por qué se sentía de esa forma. No era por el calor, porque en esos días las temperaturas comenzaban a bajar por la proximidad del otoño, y tampoco era por la presión escolar, porque sus deberes estaban al día —aun con todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Tampoco era la preocupación de las pruebas venideras, y ni mucho menos era por la constante atención indeseada de esa periodista sin ética.

De cualquier forma, Cedric tomó un pequeño descanso y caminó hacia el baño de prefectos del quinto piso. Aún recordaba la recomendación que había hecho el profesor Moody. En ese entonces, cuando la usó para descifrar los mensajes del huevo de oro, el baño de agua caliente había sido un poco confuso para él. Se había concentrado tanto en hallar con la pista que no había disfrutado en lo absoluto de su tiempo de relajación.

Tal vez ese sentimiento amargo que tenía podía quitárselo con un poco de burbujas y tiempo fuera.

— Eh, Cedric —saludó uno de sus tantos amigos—. El sábado pensamos ir a las tres escobas a pasar el rato, ¿quieres venir?

— Sí, sí —respondió sin pensarlo—. Nos vemos en la tarde.

— ¿Pasa algo? —el chico lo miró un poco extraño—. ¿Te sientes bien?

— Estoy un poco cansado —mintió. No quería explicar muchas cosas—. Creo que aún tengo el rugido de los dragones comiéndome el oído.

Su amigo soltó una pequeña risa.

— Ten cuidado a donde vas, de todas formas —comentó—. Estamos entrando en la semana que nadie quiere.

— ¿A qué te refieres?

El rostro de su amigo se coloreó un poco de rojo. Le recordaba al escarlata de la casa Gryffindor.

— Ya sabes... los omegas están entrando en... Oh, por favor, no me hagas decirlo en voz alta.

Entonces todo hizo clic.

Cedric también sintió como su rostro se coloreaba por la vergüenza.

Aunque en el mundo mágico abundaban las pociones y las soluciones para casi todos los dolores, los medimagos no habían dado aún con algún tipo de objeto que pudiera ayudar a los omegas de forma permanente en lo que respectaba a sus ciclos.

Cedric no era ajeno a ello, puesto que él era parte del mundo mágico, y como todos los demás, él tenía su propia casta. Ser un alfa no lo definía como persona, porque las cosas que había logrado en su vida se debían a su esfuerzo y arduo trabajo; pero si debía reconocer que no lo tenía tan difícil como sus compañeros omegas. Incluso los betas, quienes estaban en un punto medio, tenían sus propias dificultades.

Cuando estaban en la semana de los ciclos, los alfas se volvían más perceptibles ante las feromonas de sus compañeros omegas. El ambiente se llenaba de olores que muchos percibían de formas diferentes; y en varias ocasiones, llegaban a causar problemas. A Cedric no le afectaban la mayoría de las veces, no porque fuera un alfa entrenado para resistir las tentaciones, sino porque su olfato era poco refinado; eso le jugaba en contra en varias ocasiones, pero en ese escenario le favorecía. Sin embargo, las sensaciones de incomodidad las experimentaba como todos los demás.

Por ello no se había percatado de que su sofoco se debía a esa parte de la naturaleza que no podía evitar.

— Entiendo —respondió el muchacho—. Igualmente, no voy a ir a ninguna parte con algún omega.

— ¿Y Cho?

Cedric reflexionó unos segundos sobre esa pregunta.

Cho no era una omega.

Ella era una beta —muy bonita y muy inteligente—, por lo que realmente Cedric no estaba mintiendo. Aunque no entendía por qué la gente asumía que ella era una chica omega si nunca dio indicios, o señales. Tal vez era por asociación de que Cedric solamente estaría con una mujer Omega por ser él un alfa.

— No es algo que deba compartir —se limitó a responder—. De cualquier forma, nos vemos después.

El muchacho hizo un gesto demostrando su decepción mientras Cedric se alejaba caminando. Igualmente, el joven alfa sabía que no era un galeón para gustarle a todo el mundo.

Con el paso apresurado, caminó en dirección al baño. Usar las escaleras era casi siempre una aventura para él, porque la tendencia aleatoria con la que se movían le parecía divertida aún después de haber estudiado siete años en Hogwarts; a veces era un poco gracioso ver a los niños de primer año confudidos cuando terminaban en el piso incorrecto por el cambio desafortunado. Pero ahora, que Cedric se sentía ansioso, el buen humor estaba desapareciendo.

Tomó el camino usual que lo llevaba hacia el quinto piso sin detenerse a detallar a nadie a su alrededor. Sus compañeros los podía ver pasar detrás de él como un borrón, e incluso llegó a sentirse encima de su escoba por la rapidez con la que caminaba. Tal vez sus reflejos estaban afilados más de lo que quería reconocer gracias al enfrentamiento contra el dragón, o simplemente estaba muy nervioso y se guiaba con la energía que había acumulado.

Cómo fuera, Cedric había llegado. En el camino escuchó a muchos felicitándolo por su logro y apoyándolo; podría escuchar también el sonido de las chapas cuando cambiaban a la imagen de Harry. Pero nada importaba. Al fin había llegado.

Con agilidad, cerró las puertas y las hechizó para una capa extra de seguridad. No quería que nadie interrumpiera su tiempo de descanso.

Sin embargo, mientras más caminaba hacia las duchas, más extraño se sentía. Había una esencia en el aire. Era cálida, atrayente y se sentía como si lo estuviera llamando; como el olor de una de las pociones que Snape les había presentado en clase para replicar. Aunque no era como la amortentia, sentía que lo llamaba.

Olía un poco a leña, como si estuviera recién talada del bosque, y habían pequeños toques de chocolate. El ambiente se sentía cargado, pesado y peligroso. Cedric sentía que estaba en una trampa, casi como si hubiera caído en un nido de criaturas peligrosas gracias a un cebo bien posicionado.

Con su varita en mano, y la guardia en alto, Cedric caminó lentamente. Buscaba a simple vista algo que pudiera delatar al peligro con el que se encontraba.

— ¿Quién está ahí? —preguntó. Su voz sonaba más gutural de lo que querría.

No hubo respuesta.

Cedric siguió caminando y fue ahí cuando lo escuchó. Pequeños murmullos. Parecían quejidos de dolor, como si un animal herido se hubiera infiltrado de alguna forma en el baño y estuviera ahí tratándose las heridas. Cedric se aproximó hasta una pequeña esquina lejos de las duchas, y sintió como si toda la sangre de su cuerpo se hubiera congelado.

— ¿Potter?

Ahí, en esa esquina alejada del baño, hecho un ovillo entre las tunicas negras de su uniforme, estaba Harry Potter. El chico levantó su cabeza, y Cedric pudo ver su rostro completa rojo; estaba respirando con dificultad por la boca y sus labios se veían hinchados, como si los hubiera mordisqueado varias veces.

¿Acaso Harry estaba enfermo?

— Cedric —Harry susurró. Con esfuerzo, retrocedió lo más que podía. Se veía asustado debajo de todo el velo de dolor que tenía—. ¿Qué haces aquí?

— ¿Qué haces tú aquí? ¿Estás bien?

Cedric se acercó para ayudarlo, pero cada paso que daba, el aroma que impregnaba el aire se hacía más fuerte y se escabullía sin permiso por su nariz. Aunque ya se sentía nervioso, ahora comenzaba a sentirse mareado. Sus instintos estaban despertando, y más que avisarle de un peligro, lo alertaban hacia la presencia que tenía al frente.

Quería acercarse y hacer...

¿Hacer qué?

Cedric trató de alejarse lo más que podía. Por desgracia, había caído en cuenta de que estaba pasando muy tarde.

— ¿Tú eres un omega? —Cedric miró alarmado a Harry, quien había asentido con la cabeza con mucha dificultad—. ¡Por Merlín! No puede ser. Esto no debe estar pasando.

Harry se estremecía ante las palabras fuertes de Cedric que, sin quererlo, había comenzado a usar ese tono que solo tenían los alfas. La dominancia comenzaba a exhalar por cada poro del muchacho, y sin darse cuenta, su boca comenzaba a prepararse para morder.

— Yo vine... Por el baño para descifrar la pista —Harry consiguió hablar entre jadeos—. Tal como me recomendaste.

— ¿Justo hoy? —preguntó alterado—. Deberías estar en la sala común de tu casa, o... en tu lugar seguro. No lo sé.

Harry negó.

— No lo recordaba —explicó—. Tengo... Otras cosas que pensar... Y yo lo olvidé.

Cedric negó con la cabeza.

— Aún estoy cuerdo, así que saldré de aquí y llamaré a algún profesor que pueda venir a ayudarte —Cedric trató de aflojar el nudo de su corbata. El olor cada vez lo invadía y sentía como poco a poco perdía la batalla contra ese lado irracional que pocas veces experimentaba—. Solo no te vayas a mover.

Harry emitió un pequeño gemido de dolor. O eso quiso pensar Cedric. No quería darle rienda suelta a su imaginación en lo absoluto.

Sin embargo, cuando trataba de retroceder, Harry levantó la cabeza. Sus ojos verdes, tan deslumbrantes, estaban cubiertos por una fina bruma que el joven alfa podía reconocer con un poco de vergüenza. Sabía que era inevitable que él perdiera la cordura en cualquier momento, lo que no le causaba nada más que pavor en un estado puro.

Sabía lo que significaba.

Y él no quería estar ahí.

Él era solo un niño. Ni siquiera tenía la mayoría de edad, y por lo que podía intuir, no tenía toda la experiencia de un omega maduro. Podría ser uno de sus primeros celos.

— No quiero que venga nadie. Solo déjame aquí, y cierra la puerta por fuera —pidió el muchacho entre quejidos mientras seguía observándolo directamente a los ojos—. Por favor.

En cualquier otro momento, Cedric había retrocedido sin pensarlo dos veces y le daría la privacidad que necesitaba Harry para hacer... lo que sea que hicieran los omegas cuando estaban en ese momento. Pero en ese momento, cuando sus ojos transmitían tantos sentimientos oscuros, y los sonidos acompañaban el exquisito aroma que emitía, Cedric no pudo detenerse.

— Yo... Discúlpame.

Y con aquellas palabras, comenzó el desastre.

*

*

— ¡Espera! ¡Ah! ¡Cedric!

El dulce sonido de los quejidos del chico no hacían más que alimentar el deseo morboso de Cedric de querer poseerlo.

La suavidad de su piel que se ocultaba bajo el uniforme, y la fuerza con la que se aferraba a su espalda estaba llevándolo al límite. El agua caliente y la suave esencia a aceites naturales estaba mezclándose en un divino manjar de olores para el hambriento alfa mientras devoraba el cuello del otro con una salvaje veracidad.

Sus manos pasaron por las suaves y fuertes piernas de Harry y las apretaron sin pudor. Con un poco de ayuda, impulsó a Harry para que pudiera sostenerse con sus piernas alrededor de su cadera; y mientras los dedos de Harry dejaban rastros a lo largo de espalda, Cedric dejaba enormes marcas de besos en su pálido cuello.

Los gemidos cada vez eran más fuertes apenas y podían ocultarse con ayuda del sonido de los chorros de los grifos. No quería que nadie viniera a interrumpir, pero incluso si lo intentaban, el hechizo que Cedric había puesto a la puerta serviría para evitar que alguien entrara incluso por error.

— ¡No! ¡Ahí no! —Harry suplicó. El agua caliente comenzaba a subir su temperatura, y la sensibilidad de cada parte de cuerpo lo estaba llevando al límite—. ¡Cedric!

— No puedo —gruñó con dificultad. Sus manos recorrían por completo las extremidades del chico, y aterrizaban en aquellas zonas erógenas que hacían enloquecer al Omega—. No puedo aguantar, Harry.

Los gruñidos guturales y casi animales del alfa mientras olfateaba el cuello del omega se escuchaban con fuerza. Quería marcarlo, moderlo, apropiarse de él hasta lo más mínimo; comenzando por ese sitio tan delicado que escurría lubricación natural que apenas y podían diferenciarse en el agua.

Apenas y pudo separarse para apreciar como el cuello de Harry comenzaba a tornarse rojo. Una sucesión de marcas de besos lo adornaba como un morboso collar. El orgullo primitivo le enviaba punzadas al nudo que comenzaba a formarse, y aunque no estuviera por completo dentro de Harry, deseaba que sus fuerzas no lo abandonaran cuando llegara el momento de anudarlo.

Porque, por supuesto, Cedric iba a ceder a sus instintos más básicos.

— Más suave —susurró Harry. Sus piernas cruzadas apretaban alrededor de la cintura de Cedric—. Por favor. Un poco más suave.

Cedric gruñó.

No podría detenerse ni aunque deseara hacerlo.

Quería poseer cada parte de Harry.

— No puedo —susurró sobre los labios de Harry. Estaban completamente rojos—. La forma en como me aprietas me está enloqueciendo. No puedo... detenerme.

Harry gimió cuando una estocada lo sacudió desde sus cimientos. La forma en como su interior se sentía cálido y rebalizo para Cedric causaba que su cordura desapareciera cada vez más y más. Pronto, Cedric se atrevió en probar la boca jadeante de Harry, y sin miramientos, saboreó todo a su paso.

Sus besos fueron inexpertos, casi tímidos al principio. Harry seguía aferrándose a Cedric mientras las estocadas lo sacudían bruscamente contra la pared de la enorme tina.

Sus piernas se cruzaron detrás de las caderas de Cedric, y al apretarlo, Cedric se dejó ir.

Sintió enormes estrellas brillando con fuerza detrás de sus párpados. La calidez del agua y la suavidad del cuerpo de Harry lo llevaron hasta un estado de éxtasis del cual él pensaba que no podría regresar nunca en su vida. Con fuerza y con una única embestida, Cedric logró hacerse espacio para dejar pasar el enorme nudo que se había formado en la base de su miembro.

Lo había anudado.

Había anudado a Harry Potter, y, que Merlín lo perdonara. Que bien se sentía.

Harry soltó un pequeño gemido mientras su cuerpo poco a poco se relajaba. El cansancio comenzaba a envolverlo en una suave manta, y sin fuerzas que lo respaldaran, lentamente se deslizó entre el cuerpo de Cedric.

— Ay —se quejó—. No puedo moverme.

Cedric sabía el por qué luego de unos segundos más de placer robados.

Con cuidado, Cedric se acomodó en el suelo de la tina y posicionó a Harry de manera cómoda sobre él. No quería que sus extremidades dolieran más de lo que debía, y con mucho cuidado, acarició su espalda.

Se sentía embriagado. Cómo si todo el licor dulce del mundo hubiera corrido de repente por sus venas. Se sentía en el cielo, volando a tantos kilómetros por hora en su escoba sin ningún indicio de detenerse nunca. Se sentía eufórico, como si hubiera agarrado la snitch en el momento más reñido del partido.

Pero, sobretodo, se sentía completo.

— Vamos a tener problemas por esto. —Harry susurró.

Y con una rapidez tan extraordinaria, Cedric aterrizó.

¿Qué había hecho?

———

Chapter 2: II

Notes:

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Chapter Text

Cedric no podía dejar de pensar en lo que había hecho.

Se retorcía en la culpa como nunca antes en su vida lo había hecho.

Aprovecharse de un compañero en un estado tan vulnerable no lo hacía peor que cualquier seguidor del señor tenebroso. Tan enfermo y tramposo, tan repulsivo.

Un violador.

Esa era su nueva descripción y título que lo acompañaría el resto de sus días como una corona grabada con sangre en su frente.

¿De qué servía ser un alfa "honorable" y representar al colegio si no era más que una escoria?

Cedric no podía dejar de lamentarse y llorar cuando estaba a solas. Aunque era muy difícil, ya que no tenía mucho tiempo libre en dónde pudiera sentarse a reflexionar y latigarse por lo que había hecho. En especial cuando la segunda prueba estaba casi a la vuelta de la esquina.

Cedric tampoco podía dejar de pensar en el calor abrasador que Harry había tenido cuando se unieron ese día en el baño. El sonido de su voz cuando lo tocaba, la fuerza con la que se aferraba a su espalda y la manera en como sus rojos labios se estiraban en muecas cuando Cedric lo empujaba contra el borde de la tina caliente.

Era mucho peor, porque la culpa venía de la mano con el éxtasis de haberlo anudado. Era un tabú ese tipo de comportamiento en personas que no sean parejas (o matrimonios); porque ese proceso tan íntimo se daba en una cúspide de confianza. Al menos no lo había mordido.

— Diggory —llamó el profesor Snape—. A menos que quieras matarnos a todos, deberías dejar de remover tanto la poción.

Cedric enrojeció cuando el profesor de pociones le llamó la atención frente a sus compañeros. Realmente estaba en las nubes del tormento, por lo que no estaba tan atento a lo que hacía.

— Lo lamento, profesor. No volverá a pasar.

— Eso espero.

Cedric escuchó las risas pequeñas de fondo y deseó poder tomar un poco del filtro de muertos que estaba haciendo. Al menos, si lo hacía bien, podía dormir eternamente.

— No les prestes atención —habló una de sus compañeras—. Tu filtro está yendo muy bien, Cedric.

El asintió. No quería decir nada más.

Quería retorcerse, pero actualmente estaba ocupado tratando de acabar la clase sin matar a todos los demás en el proceso.

*

Las clases de pociones terminaron sin mucho más revuelo y Cedric tomó la iniciativa de salir huyendo del salón. No quería llamar mucho la atención, pero estaba lo suficientemente alterado como para ser la persona tranquila y amable que era usualmente. Dio zancadas rápidas con la finalidad de llegar a la sala común; así tal vez nadie se cruzaría con él.

O eso era lo que esperaba.

Tropezar con los demás estudiantes no era algo que no podía pasar, más que todo porque el flujo de personas que Hogwarts tenía esos días excedía lo normal. Pero si era muy curioso que justamente tropezara con el trío de oro.

Harry, Ron y Hermione.

Los últimos dos estaban tratando de hablar con Harry en bajos susurros. Se veían preocupados, y por desgracia, Cedric tenía una idea de por qué tenían esa expresión. Harry tenía la cabeza gacha, por lo que no lo miró hasta que tropezaron.

Al mirarse, Cedric vio como el color desapareció del rostro del pequeño omega. Por fortuna, su olor no delataba ningún tipo de pánico como para atraer la atención. Sin embargo, Cedric podía percibir el toque del estrés viniendo de él. Tan agrio y picoso como el sabor de los caramelos de bromas que vendían en Zonko's.

Porque después de ese evento, Cedric era más perceptible a Harry y sus feromonas.

— ¡Disculpa! — rápidamente se disculpó Hermione al ver a quien había tropezado—. No estábamos viendo por dónde caminábamos.

— No... hay problema —respondió Cedric un poco sin aliento—. Yo tampoco miraba por dónde iba caminando.

— Suficientes con las disculpas, ¿no? —Ron preguntó. Se escuchaba molesto. Cedric se mordió la lengua para no decir nada estúpido—. Tenemos que irnos igualmente.

Transcurrió un pequeño silencio de cinco segundos antes de que alguien se pudiera poner en marcha. Sin embargo, cuando Cedric ya iba caminando, sintió como alguien lo tomaba de la túnica.

No quería voltear, porque sabía quién era. Pero al final lo hizo.

Harry estaba ahí, tomando parte de la larga túnica del uniforme. Su rostro se veía pálido, como si no hubiera podido dormir bien durante días; pero sus ojos verdes brillaban con convicción. Era un Gryffindor después de todo, así que tenía sentido que su valentía hablara por él. O por ambos, por cómo iban las cosas.

— Tenemos que hablar —puntualizó—. Debemos hablar.

— Harry, no creo... —Hermione trató de frenarlo.

— Ahora. —exigió.

Cedric miró al grupito de tres antes de asentir con la cabeza. Ron tomó a su amiga por los hombros y con un mal gesto (y lo que parecía ser un gruñido de alfa) la hizo caminar hacia adelante, dejando atrás al muchacho omega que con mucha convicción no despegaba su mirada de su objetivo.

— ¿Te gustaría un lugar privado? —preguntó Cedric. No estaba muy seguro de lo que pasaría a continuación.

— Sí —respondió—. Conozco un sitio.

— Te sigo.

— Bien.

Cedric sentía cierto dolor físico con toda la tensión que había en el ambiente. Las conversaciones cortas, y las palabras tajantes no eran de su estilo; pero no se sentía merecedor de algo más después de lo que había pasado. Harry soltó la túnica y camino por delante de él, en dirección al lugar al que se había referido.

Era increíble como un joven adolescente de catorce años podía tener una presencia dominante por encima de él, un alfa adulto. El caminar firme y su aroma (ahora un poco más calmado) impresionaba al alfa, demostrándole que ya no estaba al frente del jovencito confundido y temeroso que había visto en el baño; sino que estaba frente al héroe del que todos hablaban. Si Harry fuera un alfa, sería por lejos uno de esos alfas legendarios de los que hablarian las leyendas.

Sería un Godric Gryffindor, sin duda.

Aunque bueno, ser omega tampoco era un pérdida. Era más impresionante todavía.

— ¿Por qué me traes aquí? —Cedric preguntó.

Estaban en la entrada del baño de las niñas. Ese al que nadie iba porque tenía un fantasma de los más terrible y que estaba abandonado hacia muchos años. Cedric frunció en ceño. Él creería que Harry no querría estar a solas con él en ningún lugar, menos en un baño teniendo en cuenta lo que había sucedido antes.

— Es un lugar privado —respondió. Sus mejillas comenzaron a colorearse—. Podemos hablar sin que nadie nos escuche.

— No me malentiendas. Pero no quiero regresar a estar en otro baño contigo.

Harry lo miró fijamente. Su expresión se afincó en la molestia; y la furia, que había estado dormida, comenzaba a mostrarse a través del verde de sus ojos.

— ¡Esa debería ser mi frase! ¡¿No lo crees?! —reclamó.

— Aunque no lo parezca, lo que sucedió no es algo que me llene de orgullo —replicó Cedric. Estaba empezando a molestarme también—. No fui detrás de ti ni tampoco te ataqué concientemente.

— Eso no importa —respondió Harry—. Lo hiciste, y no hay marcha atrás.

— ¿No la hay? Que yo sepa, no te marqué.

Cedric ni siquiera necesitó mirar su cuello para confirmarlo. Aunque no estaba del todo conciente, sabía que no lo había marcado.

— No, pero si me... —Harry se interrumpió. Cedric observó como tragó nerviosamente—. Bueno, hiciste eso. Es igual de grave y todo pudo haber terminado mal.

— Pero no terminó, ¿o sí? —preguntó—. Oh, mira, esto no está yendo para ningún lado. Lo siento, ¿sabes? No quería hacerlo, me arrepiento todos los días por lo que te hice y porque demostré que no soy más que un simple animal. No me enorgullece saber que me aproveché de ti, y ni mucho menos que te hice pasar por un momento terrible.

Harry retrocedió dos pasos.

El ambiente se sentía incómodo.

Cedric podría percibir los diferentes aromas de Harry con más intensidad de la que quería recomocer. La vergüenza y la incomodidad, seguida de la tristeza y la ira era lo que podía diferenciar Cedric. Sin embargo, había algo que no entendía en el aroma del omega.

— No me acercaré más a ti en lo que me queda de vida —expresó Cedric—. Puedo hablar con los profesores para resolver este problema y dejar que ellos hablen con los aurores, entregarme y cumplir con mi condena.

Parecía ser lo correcto. Pero el miedo que le recorría el cuerpo al pensar en los guardias de Azkaban y de como sería su instancia en ese sitio le estaba causando una reacción que no quería experimentar. Ser un alfa significaba enfrentarse a todos los peligros y ser responsable; y aunque los Hufflepuff no tuvieran la mejor reputación, Cedric no permitiría manchar el nombre de su casa con su crimen.

— ... ¿En serio te arrepientes de lo que sucedió? —preguntó Harry. Se veía consternado y perdido—. ¿En serio no lo... planeaste?

— Por Merlín, Harry —suspiró—. Eres un niño apenas. ¿Qué querría hacer yo con un niño que está entrando a la madurez?

Harry bajó la mirada.

— Pero estás con Cho —replicó—. Ella tiene la misma edad que yo.

— Eso es diferente —respondió Cedric—. Nosotros no hacemos... ese tipo de cosas; y cuando salimos, estamos conscientes. No hay nada que nos cegue los sentidos.

— Ella sigue siendo menor que tú —señaló—. Podrías estar aprovechandote de ella por lo que sé.

Cedric colocó los ojos en blanco. ¿Por qué siquiera estaban hablando de ella? Ya tenía culpa encima, así que no era como si necesitara otro poquito más para sentirse mal.

— No te ofendas. Pero no es asunto tuyo lo que yo haga con ella.

— ¡Sí es mi asunto! —insistió el chico.

Cedric suspiró. Aunque habían entrado al baño mientras discutían, seguían en la puerta, por lo que fácilmente podrían ser escuchados por cualquier desafortunado que pasara por ahí. Eso inquietó al alfa.

— Escucha, Harry —Cedric se pellizco el puente de la nariz—. Las cosas se salieron de control, fue mi culpa y asumo la responsabilidad. Pero no traigas a colación temas que no tienen que ver contigo.

— ¿Asumes la responsabilidad? —Harry se burló—. No sirve de nada si te disculpas por lo que me hiciste si hay posibilidades de que puedas hacerle eso a alguien más.

— ¿Crees que voy por ahí atacando gente indefensa? —Cedric se molestó.

— No puedo pensar en nada más después de lo que sucedió.

Cedric resopló muy enfadado.

— ¿Qué quieres entonces? —preguntó—. No aceptas mis disculpas, y tampoco pareces que quieras dejarme proceder con mis acciones.

— Quiero que dejes a Cho en paz.

— ¿Disculpa?

— Quiero que no te le acerques a ella.

Harry dió un paso adelante. Tenía su varita en mano, como si estuviera preparándose para atacar a Cedric. Pero a diferencia del Omega, Cedric no permitiría que sus emociones cegaran la realidad. O al menos no ese momento que estaba consciente de si mismo.

— No sé que es lo que piensas, pero Cho y yo somos muy transparentes él uno con el otro. Y aunque no somos una pareja típica de alfa y omega, tenemos respeto el uno por otro.

Las palabras de Cedric parecieron haber aturdido a Harry, quien retrocedió un paso.

— ¿A qué te refieres? ¿Por qué dices que no son una pareja típica?

— Porque ella es una beta.

Harry pareció perder el aliento.

— Si esto es todo...

Sin embargo, Cedric no continuó la frase. Simplemente dió media vuelta y salió del baño. Si todo le salía bien, no se volvería a cruzar a Harry de nuevo para cosas que no fueran mortalmente necesarias.

*
*
*

El tiempo pasó.

Lentamente, Cedric vio como llegó el cambio de estación al colegio. Las hojas naranjas de los árboles comenzaban a tomarse marrón para luego simplemente desaparecer. El frío caminaba con pasos lentos pero seguros, y muy pronto, la nieve cubrió todo el castillo y sus alrededores.

La prueba del lago lo había dejado aturdido, y aunque consiguió el primer lugar, no pudo evitar sentir un nudo en el estómago.

Después de rescatar a Cho, las cosas se tornaron incómodas para él. El pensamiento de que estaba salvando a la persona que más anhelaba lentamente cambiaba su forma; ya no veía a una hermosa y pequeña chica pelinegra, sumamente inteligente, sino a un chico delgado y valiente que siempre se metía en problemas.

Las noches eran dolorosas, en especial cuando tenía citas con Cho. El baile de navidad fue extremadamente difícil para él, y a medida que pasaba más el tiempo, más lejano se sentía Cedric.

No podía olvidar, pero tampoco quería hacerlo. El castigo de los pensamientos constantes era lo que necesitaba para mantenerse en el carril —se había dicho muchas veces—; pero cada vez estaba más tentado a usar uno de esos hechizos que les habían prohibido usar.

Cedric realmente quería olvidar.

Pero por más que deseara, no sucedería si no hacía algo.

Sin embargo, esa misma noche del baile, Cedric decidió que algo debía cambiar. No podía simplemente no hacer nada, se iba a volver loco; así que, muy arriesgado, tomó iniciativa.

— ¿Pasa algo, Cedric? —Cho preguntó después de que Cedric se hubiera quedado mirando su vaso con jugo de calabaza por mucho tiempo—. No te ves bien.

— No me siento bien, de hecho —respondió. No tomó ninguno de los licores finos que sus amigos habían metido a escondidas al baile, pero se sentía mareado—. Creo que debería irme a recostar.

Cho hizo una mueca comprensiva.

Era una lástima que el olfato de Cedric no fuera tan bueno, porque de esa manera podría determinar lo que sentía su compañera de baile. Tal vez ella estaba decepcionada y él no lo sabía.

— ¿Te retirarás tan temprano?

— Quisiera no hacerlo. Pero no me siento bien. Te acompañaré a tu habitación.

Cho, ahora sí, manifestó una mueca de desagrado ante la idea de irse tan temprano de un baile al cual probablemente solo podría asistir una vez en su vida. Pero tampoco quería quedarse sola, y por experiencia sabía que sería el blanco de murmullos malintencionados si los demás veían como Cedric se iba solo y la dejaba sola. Entonces aceptó, muy triste.

Cedric la acompañó fuera del barco de los estudiantes de Dumstrag, y en medio de sonrisas poco naturales, se despidió de varias personas. La sensación de aprehensión lo comenzaba a superar, pero por fortuna, logró llegar a la torre en dónde estaba la entrada a la sala común de Ravenclaw. Había pocas personas, por lo que se sintió tranquilo una vez vio como Cho entró.

Con prisas, Cedric se dió media vuelta y regresó en dirección al barco. Sabía por qué se sentía mal, el por qué del mareo, y sabía cómo solucionarlo.

Aunque, por fortuna, no tuvo que caminar mucho.

— Hermione, él es mayor que tú —Cedric escuchó la voz de Ron Weasley aproximándose—. Te está usando para llegar a Harry y espiarnos. ¡Él es el enemigo!

Cedric levantó una ceja mientras escuchaba la voz enojada de Ron. ¿De quién estaban hablando?

— ¿El enemigo? Te recuerdo que tú eras quien querías un autógrafo de él hace semanas —Hermione refunfuñó—. Igualmente, no es algo que te concierna.

— ¡Por supuesto que sí! ¡Eres mi amiga!

Cedric hizo una mueca.

Ron no sonaba como alguien que se preocupaba por su amiga, sino como un chico celoso. Pero no era su asunto, y también se sentía un poco viejo para ese tipo de dramas.

— Exacto, solo soy tu amiga —Hermione recalcó—. Así que no te excedas. Además, deberíamos estar buscando a Harry; no estar discutiendo sobre mi vida personal.

El nombre de Harry causó un corrientazo en su cuerpo.

— Harry está bien —Ron resopló—. Me dijo que vendría en cinco minutos. Estaba hablando con Ojo Loco.

— No deberías quitarle el ojo de encima a Harry —regañó la chicha—. No confío en lo que le pueda pasar desde...

— No digas tonterías, Hermione. No le va a pasar nada malo, además, está con un profesor. Él no va a saltarle encima.

Cedric suspiró. Realmente se merecía lo que decían los demás de él. Sin embargo, antes de dar otro paso, sintió como algo le presionaba la espalda.

— ¿Ahora espías a mis amigos?

— No sé cómo escuchar una conversación a gritos en un lugar público cuente cómo espiar, pero no.

Cedric sintió como la varita de Harry se afincó en su espalda. No esperaba que Harry le hiciera algún tipo de maleficio, pero no bajó la guardia.

— ¿Qué quieres, Cedric? —Harry preguntó. Sonaba preventivo.

— Hablar contigo.

— Pensé que habías dicho que no te volverías a acercar a mi en lo que te queda de vida.

— Y tecnicamente no lo hice. Tú te acercaste a mi.

Harry suspiró frustrado.

— No tengo tiempo para estas tonterías. Dime lo que quieras decirme y déjame en paz.

Cedric se dió la vuelta lentamente y observó a Harry.

Tenía una túnica elegante en un sobrio verde botella, y se veía realmente bien. A diferencia de Ron Weasley con su peculiar y extravagante traje, Harry se veía delicado y atractivo. Sus labios estaban rojos, tal vez por el frío que hacía, y sus ojos brillaban. Aunque el ceño fruncido no le estaba haciendo bien a su rostro, seguía viéndose muy atractivo.

Era desgracia no poder cumplir con su palabra, pero en serio, Cedric ya no podía negarse a la verdad.

— Quiero cortejarte.

Harry, de repente, se puso pálido.

— ... ¿Qué?

— Me gustaría poder cortejarte —Cedric remarcó—. Ya no puedo seguir negándome a lo que siento.

Luego, el color regresó al rostro de Harry, y un tímido rubor se instaló. Se veía muy tierno, aunque Cedric sentía que la sangre le subía también a la cabeza.

— Tú... ¿Tú estás hablando en serio?

— Absolutamente.

Harry guardó su varita entre su túnica con los dedos temblorosos e inhaló.

— Pero... Tú estás con Cho. ¿Qué hay de Cho?

— Las cosas entre nosotros no están yendo bien... No lo han ido después de ese momento. Me di cuenta que no somos el uno para el otro.

Cedric se sentía verdaderamente mareado. Las consecuencias de sus acciones le estaban llegando con mucha rapidez —o al menos la percepción de ellas—, pero había dado el paso y no podía darse por vencido. A menos que le dieran un "no" rotundo.

— Por Merlín—Harry murmuró—. Cedric, lo que me estás diciendo no es de tomar a la ligera.

— Lo sé.

— Creo que no lo sabes —replicó—. ¿Entiendes todo lo que significa esa decisión?

Sí... ¿O no?

Eran muchas preguntas, realmente. Y Cedric no tenía mucho dominio de lo que estaba pensando.

— Harry, enfrenté a un dragón. Nadé entre sirenas y he estudiado siete años de mi vida en un colegio que tiene peligros inimaginables. No hay nada que tengas que me pueda espantar lo suficiente como para alejarme de tu lado.

— Está el "ligero" asunto de que los mortífagos están detrás de mi —Harry hizo una mueca—. Y que no tengo buena suerte.

— La unión hace la fuerza —respondió—. Y no hay nada que evite que cambie de opinión.

Harry se mordió los labios.

— Ron quiere tu cabeza en una bandeja por lo que hiciste.

— Lamento decepcionarlo. Actualmente, mi cuerpo te pertenece a ti, así que no creo que eso pueda ser posible.

Harry se enrojeció más al escuchar las palabras tan melosas que le dedicaba Cedric.

— Entonces, Harry... ¿Puedo cortejarte?

Harry bajo la mirada.

Cedric aguantó la respiración.

— Solo si prometes que no me voy a arrepentir de esto.

Cedric sonrió.

Haría todo lo posible para que eso nunca sucediera.

———

Notes:

Pensé en su momento hacer una tercera parte, pero preferí dejarlo a la imaginación lo que pasó después.

Notes:

Este es un trabajo antiguo (2023) que me di cuenta de que no había publicado aquí del fandom de Harry Potter. Soy una gran fanática de la saga, y aunque amo demasiado el DracoxHarry, cuando releí el cáliz de fuego, me di cuenta de lo mucho que amé la interacción de Harry y Cedric. Y como no he encontrado tantos trabajos de ellos, decidí escribir uno corto para darme un gusto, especialmente porque tiene mis dos grandes debilidades: Omegaverse y Harry Potter.

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