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Kaleidoscope

Summary:

En pocas semanas George y Max se casarán en un bello salón con parque a las afueras de Londres, su grupo de amigos prepara una despedida de solteros en conjunto para ellos. Es un pequeño viaje a Las Vegas de solo tres días que termina con dos mejores amigos despertándose desnudos en la misma habitación.

¿Podrán cumplir el dicho lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas?

Notes:

Hola! Es mi primera vez escribiendo este ship que me gusta muchísimo (y nunca me animé ni a hacer un AU en twitter) y también es la primera vez que uso modismos argentinos en algo que escribo, no sé si quedó tan bien pero a mí me gustó

Antes de empezar quiero aclarar que si bien hay Russtappen, la historia está centrada en Franco y Lando y no hay escenas exclusivas de la pareja.

 

Espero que les guste (:

Pido disculpas de antemano si hay algún error.

Chapter 1: Parte 1

Chapter Text

—Fran, ¿vas a llevar alguna bermuda? —pregunta Lando a su amigo que está paseando por su departamento como si fuera el propio.
—Sí, hace calor allá, Lan.
Franco está preparando su tan preciado mate en su cocina, tiene yerba guardada en su alacena para cada vez que el argentino desee preparar su bebida favorita en su hogar. Incluso tenía guardados algunos snacks y dulce de leche que compró solo para él. Lando deja sus trajes de baño en la silla y suspira, aún sin saber qué poner en su valija.
—No hay playa, ¿no?
El más chico se ríe y niega.
—Vamos a Las Vegas, aunque llevo unos shorts por si nos pinta tirarnos a la pileta del hotel.
Lando asiente y toma el mate que le da el chico, le ha tomado un tiempo acostumbrarse al gusto de esa bebida, pero lo ha hecho para compartir algo más con él. Se está preparando para la despedida de soltero de sus amigos George y Max, sigue sin entender cómo han hecho para terminar juntos, pero lo han logrado. Aún falta más de un mes para la boda y la fiesta pero es el único fin de semana que pueden tomarse todos para viajar a ese destino icónico.
En total son ocho amigos, contando a la pareja, todos se habían conocido hace años por amistades en común o clases de la universidad. ¿Franco y Lando? Ellos son especiales, se habían conocido durante la adolescencia y habían sido uña y mugre desde entonces. Se han acompañado en estudios, deportes, viajes y cambios de trabajo y pareja, son los mejores amigos ideales.
—¿Querés que vayamos juntos a la noche?
—Sí, podríamos decirle a alguno de los chicos si quiere sumarse.
—Seguro Alex se suma.
—Y tu bestie Oscar.
Lando se ríe y niega, Franco ha hecho bromas sobre Oscar queriendo ser su mejor amigo desde que lo conocieron, aunque todos los del grupo saben que es imposible. Franco siempre será el único para Lando y se ha encargado de demostrarlo siempre. El argentino se ríe y toma una de las prendas.
—¿Por qué todavía tenés este? Tiene un agujero en el culo.
—Sirve igual —responde el ojiverde y se encoge de hombros.
—No puedo creer que seas tan croto, en serio.
—Por ahí termino impresionando a alguien, nunca se sabe.
—Uf, sí, re hotea un hombre con la ropa rota.
—No me hagas empezar a nombrar todos los artistas que te gustan y tuvieron la ropa rota.
Franco se ríe y le golpea el hombro.
—No es lo mismo, eso fue a propósito y la ropa ya venía así, no…
—Lo voy a poner de moda, vas a ver.
Lando se ríe cuando su amigo le tira la prenda a la cara y se va con los trajes de baño a su habitación para terminar de guardar todo lo que va a necesitar. Tiene sus camisas listas, sus pantalones, sus zapatos, la ropa interior y sus cremas para controlar su cabello rebelde. Guarda dos bermudas y unos shorts, no entra mucho más en su pequeña valija.
—¿Vas a llevar la cámara? —pregunta Franco desde el marco de la puerta con su mate y termo en mano.
—Sí, pero no sé si la voy a llevar a todos lados.
—Llevá la digital para cuando salgamos a bailar —sugiere el argentino antes de cebarse un mate.
—Por lo menos uno de los dos piensa.
Le guiña el ojo y rebusca entre sus cosas hasta encontrar aquella cámara que lo ha acompañado tantos años. La profesional la podían usar para cuando no estuvieran borrachos y si se les ocurría hacer alguna excursión en los pequeños huecos que les quedaban libres. Habían reservado un paquete para estar todo el viernes en una excursión con vehículos todoterreno en el desierto y otro para las fiestas del viernes y sábado a la noche.
Ninguno quería pensar en cómo volverían el domingo a casa.
La idea es un fin de semana sin preocupaciones, donde ellos solo se diviertan. Ni siquiera han pensado en contratar strippers porque no les llamaba la atención. Solo quieren emborracharse con tranquilidad y tener más recuerdos juntos. Hace años que no se van de vacaciones los ocho, ni siquiera van a acampar a un lugar cercano, suficiente con las reuniones en sus casas.
—Oscar me pidió que lo pase a buscar.
Franco hace una mueca y se ríe.
—Ese chico quiere mi lugar, ya te lo dije.
—¿Querés automac y vamos a tu casa?
—Planazo —acepta y se va a dejar el mate a la cocina, Lando se ríe y cierra su valija. Está pensando qué más necesita para el viaje, tiene una lista mental pero tiene miedo de olvidarse algo.
Una vez que todo está listo, la pareja de amigos se sube al auto del mayor y van a la casa de Franco una vez que compran unas hamburguesas para almorzar. Habían decidido un vuelo lo más nocturno posible para poder dormir en el viaje y Carlos no pidiera tantos días en el trabajo. La casa del argentino es un desastre, el ojiverde cree que está en medio de una batalla campal.
Sin embargo, todo lo que su amigo tiene que llevar está listo junto al sillón.
Dejan todo limpio antes de ir a buscar a sus amigos; el viaje es tranquilo, la playlist de rock alternativo de Lando suena en los parlantes y los hace cantar de vez en cuando. El asiento de copiloto es exclusivo de Franco, nadie lo cuestiona, solo ha ido en la parte de atrás cuando el chico llevaba a sus parejas. Ninguno de sus amigos se atreve siquiera a pelear por ese lugar.
Oscar y Alex generan conversación, la emoción de al fin tener un viaje juntos los tiene felices y charlatanes, incluso cuando Oscar no es el mayor hablador. Se encuentran en el aeropuerto con sus otros cuatro amigos y hacen el check-in. La pareja no puede dejar de sonreír, el comienzo de sus despedidas de soltero hace que todo se sienta más real.
Lando y Franco se sientan juntos, con el argentino en ventanilla, Charles está del lado del pasillo y del otro lado están Oscar, Alex y Carlos. Como uno de sus regalos, los seis amigos le regalaron pasajes en primera clase a la pareja para que disfruten por completo de la experiencia.
—No empiecen —dice Carlos antes de que siquiera despegue el avión. Alex y Oscar ya están molestándose a su lado por quién sabe qué.
—¿Vamos a pedir un vino? —pregunta Charles, Lando se ríe y continúa mirando las películas que el dispositivo tenía para ofrecer.
—Sí, por favor —acepta Franco.
—Charles, la idea es que lleguemos bien a destino —bromea Alex y los seis se ríen.
—Carlos me va a cuidar.
—Yo ya estoy durmiendo, no te conozco.
El tono burlón del español los hace sonreír a todos. El despegue es tranquilo y cada uno se prepara para ver una serie, una película o dormir. Son las cinco de la tarde del jueves y recién van a llegar a Las Vegas casi once horas después, a las siete hora local. Cenarán en el primer lugar que les convenciera y pasearán por ahí un rato, luego irán a dormir para empezar el viernes como correspondía.
—¿Querés que veamos una peli juntos? —pregunta Lando en un susurro, Charles a su lado ya ha puesto “Grey's Anatomy”. Ya todos habían perdido la cuenta de cuántas veces el monegasco había visto su serie favorita, ha querido compartir esa pasión con sus amigos, pero solo George lo ha acompañado.
—Esa, la de Sandra Bullock —señalando la portada de “Ocean’s Eight”.
—Pero esa ya la vimos, Fran.
—Veamos alguna de esas de Las Vegas, para entrar en ambiente.
Ambos se ríen de la broma, Lando busca alguna comedia de las que dijo su amigo y terminan viendo la primera película de “¿Qué pasó ayer?” en esas primeras horas de vuelo. Es divertida, los distrae y todo es más ameno cuando tienen una copa de vino en sus manos. Los comentarios de Franco no molestan a Lando, nunca lo harían, no cuando añade más humor a lo que están viendo.
Luego de la cena en la que solo hablan entre ellos, deciden prepararse para dormir. Charles aún continúa viendo episodios de la serie, así que Lando se acomoda de costado para no ser molestado por la pantalla de su amigo. Durante su sueño, Franco se acerca más al inglés y terminan durmiendo casi abrazados.

 

Llegar a Estados Unidos es un caos, casi no encuentran parte de su equipaje y se pierden intentando salir del aeropuerto. Llegan al hotel casino en varios taxis y hacen el check-in. Lando y Franco llegan a lo último, solo queda allí la pareja que tendría una suite especial para ellos ambientada, sus otros amigos ya están en sus habitaciones.
—Disculpen, tenemos un problema. —Los dos amigos fruncen el ceño y esperan a que la recepcionista continúe. —Me figura que han pedido una habitación doble individual, pero hemos tenido un inconveniente con la cantidad de camas. Solo tenemos disponible para ustedes una sola cama.
Franco mira a su amigo sin saber qué decir y deja de escuchar las explicaciones de la mujer, no le interesan. Lando finalmente lo mira y se encoge de hombros, les regalarían un descuento y tragos en el bar del hotel. No es la primera vez que compartían una cama, dudan que sea la última. Tampoco tienen muchas opciones, no pueden encontrar otro hotel a último minuto y sería más difícil coordinar con sus amigos. El argentino asiente y Lando le sonríe.
—Es porque llegamos últimos, ¿no? —dice Franco cansado cuando se suben al ascensor.
—Sí, te dije que podíamos ir al duty-free a la vuelta.
—No sé cómo voy a estar el domingo, Lan.
Y el chico sabe que tiene un punto. Franco ha prometido tomarse hasta el agua de los floreros y él le prometió que lo ayudaría a llegar a casa si eso sucede. Caminan hacia su habitación y sonríen cuando ven las vistas a la ciudad. Dejan sus cosas sobre el sofá que tienen a un costado y el argentino se tira hacia la cama.
—Me voy a bañar, los chicos dijeron que en una hora nos vamos —le avisa Lando, aún con la vista en su teléfono.
—Bueno.
—No te duermas, Fran.
—No me voy a dormir.
—Eso decís siempre y después cuesta un huevo levantarte.
—Andá a bañarte y apurate, yo también me quiero bañar.

 

Lando suspira cuando sale de la ducha y ve a su amigo durmiendo todo contorsionado, como siempre. No sabe cómo hace el chico para dormir así y no entiende cómo no le duele todo el cuerpo al levantarse. Se coloca sus bóxers y se seca el cabello mientras lo llama. Sabe que es inútil, pero siempre tiene la esperanza de que el argentino se despierte así.
—Franco, dale, se hace tarde —continúa, esta vez moviéndolo con fuerza. El chico no se inmuta. —¡Franco! —grita cerca de su oído y contiene la risa cuando lo ve sobresaltarse y mirarlo con molestia.
—No me dormí.
—Por lo menos fueron solo diez minutos.
—La puta madre, me mató el viaje este —comenta y toma su ropa interior para ir a bañarse de una vez. —¿Sale muy caliente?
—Sí, tené cuidado.

 

“Maniceros en Vegas” (nuevos mensajes)

Max
Están?

Oscar
Nosotros sí

Carlos
Char está pensando qué ponerse

Max
Geor también

Lando

Fran se está terminando de bañar

Termina y bajamos

 

 

El inglés se termina de acomodar su cabello frente al espejo y sonríe satisfecho con el resultado, se ha cortado el cabello hace dos días y está contento con el resultado, había vuelto a su tan preciado mullet luego de dejar crecer su pelo sin razón alguna. Franco lo mira a través del espejo con una mueca.
—Ya no sé qué hacer con esto.
—Nada, deja que te crezcan los rulos, te quedan bien.
—Ya fue, de última cuando volvamos lo corto —dice pasando su mano por el pelo húmedo.
—Los chicos ya casi están, el único que falta es Charles.
—Obviamente. Te voy a usar el perfume.
—¿No trajiste?
—Sí, pero quiero usar el tuyo.
Lando se encoge de hombros y toma su cámara antes de salir, solo por si acaso. Franco toma su billetera y teléfono y salen para encontrarse con sus amigos. Oscar y Alex están en los sillones del hall, esperando a que alguno baje.
—¿Qué tienen ganas de comer?
—Necesito calorías —responde Alex. —Cualquier comida rápida.
—Hagamos el city tour ahora —sugiere Oscar, Lando y Franco asienten.
—Sí, es lo mejor, traje la cámara.
El resto del grupo llega y parten hacia la calle principal de la ciudad que no está lejos de su hotel. Entre bromas y empujones se encuentran con muchos turistas como ellos disfrutando de las luces de todos los edificios llenando de color la noche. Lando disfruta de cada paso, toma fotos de sus amigos y de cada lugar que ha visto miles de veces por internet.
Conocen todos los lugares icónicos y comen en un restaurante de comida mexicana sobre la misma avenida. Continúan su paseo entrando a uno de los casinos más conocidos de la ciudad, pero deciden no gastar porque lo dejarían para los dos días que seguían. Son las 1 de la mañana cuando llegan al hotel y se separan, el jet lag hace que no tengan sueño, pero al otro día tenían una actividad que duraría hasta el atardecer.
—Fran, ¿querés gastar los tragos? —sugiere Lando, no quiso decirlo frente a sus amigos, ellos no sabían que habían tenido un inconveniente con su reserva.
—¿Cuánto teníamos?
—Nos dijo dos tragos cada uno y no estamos cansados.
—Ya fue, sino no los vamos a gastar. Mañana me levantas con una grúa.
Lando se ríe y vuelven a salir de la habitación, el bar está en planta baja, el hotel tiene varios bares, pero irían al que no tiene conexión directa con el casino, no les llama la atención. Franco pide las bebidas para ellos y se sientan en una zona apartada y poco iluminada.
—Me voy a ir a Argentina unos días —le cuenta el menor luego de tomar un sorbo de su trago.
—¿Pasó algo?
—Extraño a mis papás, no los veo desde que se volvieron y… No lo sé.
—¿Necesitas que te ayude? Estamos gastando demasiado estos días y…
—Lan, vengo juntando para ir desde que se fueron, literalmente. No toqué ese dinero nunca.
—¿Por qué me estoy enterando ahora?
—No lo sé, tenía miedo de contarlo y que se pinchara el viaje o tuviera que gastar en algo que no tenía planeado.
—Entonces es dentro de poco.
—No, dos meses después del casamiento, pero quería decírtelo.
Lando lo abraza por los hombros y deja que apoye su cabeza en su hombro. No necesita saber más, Franco está nostálgico, sabe que el cumpleaños de su papá está cerca y él se lamenta todos los años de no estar allí con él. El argentino fue el único que se quedó en Europa, sus padres y hermana volvieron a su país luego de que el abuelo de su amigo falleciera.
Pero Franco tenía otros planes.
Lando fue su apoyo en todo ese tiempo, incluso vivió con él una temporada porque la soledad lo consumía. Sus otros amigos sabían esa parte de la historia, pero no la habían vivido como el británico, él fue quien sostuvo a Franco cada noche.
—Puedo buscar la forma de acompañarte.
—No, Lan, es mucho, ya estamos gastando demasiado y querías cambiar el auto.
—Pero eso es un capricho, tampoco es como que me voy a morir por no tener un último modelo.
Franco vuelve a negar y dejan el tema, prefieren hablar de lo que han conocido, de las fotos que sacó Lando y sobre lo diferente que es a su hogar. Critican en susurros a todo aquel que llega al bar entre risas que intentan ocultar. Cuando terminan su segunda consumición gratuita, ven en la mesa cómo las pantallas de sus teléfonos se iluminan.

 

“Maniceros en Vegas” (nuevos mensajes)

Oscar
Ya se durmieron?

Carlos
Si

Charles
Si

Franco
Si


Lando
Si

Oscar
Los odio

Alex
Osqui quiere hacer una pijamada

Oscar
Es que toda la parte de piscina está cerrada

Franco
Pero se puede?

Charles
No creo que nos dejen entrar a todos juntos a una habitación

Lando
Vengan al bar, estamos con Fran pasando el rato

Alex
Miralos a estos dos
Cortándose solos

Carlos
Lo normal

Oscar
Yendo con albono

Charles
Nosotros también

George
En diez bajamos

 

El grupo de amigos se reúne en el bar a los pocos minutos, todos notan que Franco y Lando ya han tomado y deciden que una copa no les vendría mal. Hablan de los avances de la boda y de lo estresante que está siendo para la pareja hasta que la primera ronda de alcohol pasa y pasan a temas mucho más alegres.
Franco se sostiene del brazo de Lando hasta que llegan a la habitación. El reloj marca las cuatro de la mañana y ellos solo están riéndose de lo ridículos que se deben ver porque apenas pueden caminar derecho. Se quedan en bóxers y se tiran a la cama sin preocupaciones, solo dormirían unas pocas horas.

 

Lando maldice cuando la alarma no se apaga ni bien toca el teléfono. Intenta moverse pero tiene a Franco encima suyo, se estira un poco y alcanza el aparato para que deje de sonar. Suspira cuando ve la hora, solo había dormido cuatro horas y ya está arrepentido de haber sugerido tomar esos dichosos tragos.
Acaricia los omóplatos del argentino mientras se despabila y empieza a llamarlo. Le toma cinco minutos, dos gritos y tres insultos de su amigo, pero lo logra. Bajan a desayunar y se ríen cuando se encuentran con sus amigos con iguales ojeras y apenas despiertos. Sus ánimos mejoran ni bien hablan de lo que harían ese día.

Cuatriciclos y Paintball.

Los pasan a buscar una hora más tarde para llevarlos al desierto de Mojave, incluso con las bromas de por medio se puede sentir la anticipación de cada uno de ellos, listos para ganar. No hay uno que no sea competitivo en el grupo y, en ese momento, ya sentados en los vehículos, no saben si es peligroso o no.
La adrenalina corre por sus venas, Max es el primero que hace sonar el motor. Tienen un circuito que seguir y quien llegue primero a la meta recibirá un trofeo conmemorativo. Lo mismo con el grupo ganador de paintball. La carrera da inicio y los ocho avanzan con rapidez por la pista, Oscar es el primero en quedarse atrás cuando Charles lo arrincona. Lando y Max pelean por llevar la delantera, seguidos de cerca por Franco y Carlos.
El circuito tiene curvas e inclinaciones en el terreno y todo se complica cuando llegan a las dunas. Alex logra pasarlos y tomar la delantera hasta que Max toma un camino distinto con menor diferencia de altura. Ninguno de los ocho frena, siempre aceleran y buscan huecos para pasar a su contrincante.
Lando logra pasar a Max en la última vuelta, ni bien vuelven a un camino firme, y se consagra como el campeón de la competencia.
—Sos un tramposo, Colapinto —reclama George entre risas ni bien se quita el casco.
—No sé de qué hablas, Russell.
—Me tiraste el cuatri para que Lando pasara.
—¿Y vos? Le señalaste el camino a Max —lo acusa Alex con el dedo.
—A mí casi me tiras.
—Mentira, Char, fuiste vos solo —le dice Carlos con una sonrisa y el monegasco golpea su hombro con suavidad.
—Gané, no sé, vean ustedes quién hizo trampa.
—Vos. Me tendrías que haber dejado ganar, soy el novio.
Todos se ríen de Max por el tono infantil que usó, el peor perdedor era el neerlandés y en cada deporte o juego se los hace notar. George lo abraza con cariño y deja un beso en su mejilla, Oscar finge arcadas y luego todos se burlan de la afectuosa pareja. George les muestra el dedo medio con un pequeño sonrojo.
—Basta, han pasado años ya.
—Nunca es suficiente, jorgito —dice Albon.
—Muy bien, es hora de entregar el premio y pasar al almuerzo —habla el coordinador, llegando hacia donde están ellos en la línea de meta.
Almuerzan unas hamburguesas simples en un pequeño puesto equipado y con un espacio con gazebo para que se puedan sentar a la sombra. El calor los sofoca un poco y agradecen no estar en verano en medio del desierto. El trofeo que le dieron a Lando no es grande, pero tiene a un hombre en un cuatriciclo y debajo el lugar con la fecha del día.

 

Una vez que terminaron de cenar en el restaurante del hotel, subieron para arreglarse para esa noche. Lando se está arreglando el cabello en el baño cuando Franco aparece a su lado sin camisa y con una lata de vino en cada mano. El británico frunce el ceño y voltea con confusión, no habían dicho de pedir servicio a la habitación.
—La compré en la licorería de la esquina, algo tranqui, para empezar —explica.
—¿Cómo la entraste? ¿No te revisaron?
—Nop, por ahí es porque me vi como una persona normal que fue a comprar chicles, no sé.
—Sos un caradura.
Lando toma la lata fría que le ofrece y brindan con una sonrisa.
—La vamos a romper, amigo.
—Estas noches son nuestras, Fran.
Beben todo el contenido de las latas en lo que se terminan de preparar. Han esperado mucho tiempo para salir todos juntos de nuevo. La última vez que habían estado todos juntos en una fiesta fue en el casamiento de la hermana de Oscar, el año pasado. La vida adulta con todas las responsabilidades que conlleva no les había permitido volver a disfrutar de unas noches como las que pasarían.
—¿Una limusina? —pregunta Charles incrédulo ni bien salen del lobby del hotel.
—¡Sí! ¿No es genial?
—Se pasaron, chicos, en serio.
—Y eso no es todo, Albono, vamos a pasear una hora con unos champagnes.
—Los amo, chicos, son mis amigos favoritos.
—Si, como digas, Fran. Cuando venga otro y te ofrezca tres botellas ya te cambias de bando.
—¿A la vuelta también? —pregunta Carlos, ya acercándose al vehículo.
—¡Sí! Hoy cerramos boliche sí o sí.
Las luces de neón dentro del vehículo los llena de emoción, Max toma una de las botellas de champagne y la abre ni bien inicia el viaje. Brindan con grandes sonrisas y ponen música lo suficientemente fuerte como para tener que alzar la voz al hablar. La limusina toma la calle principal de Las Vegas cuando terminan la primera copa.
—El que quiebra va a ser la burla del grupo para siempre, están avisados —habla Alex cuando se sirve alcohol de nuevo.
—Tengo la cámara, así que cuidado con mentir.
—¿Trajiste a tu bebé?
—No, Char, ni en pedo, traje una digital.
—Saquémonos una foto ahora, que todavía estamos bien.
La cámara es pasada por todos los amigos, el flash encandila sus ojos de vez en cuando, pero sus sonrisas son más brillantes aún. Franco es el primero en mostrarse ebrio y todos se burlan de él por blando, sin saber que él ya traía alcohol en sangre desde antes. Las canciones del 2000 que antes eran un placer culposo son cantadas a los gritos hasta que llegan al icónico cartel de la ciudad.
El chofer resulta ser un hombre amable que se ofrece a sacarles fotos a los ocho en ese lugar tan especial. Luego de la sesión de fotos, vuelven al auto y se dirigen finalmente al boliche en el que pasarán su primera noche. Es un lugar importante, han contratado un paquete vip especial por la despedida de soltero de sus amigos y tenían varios tragos gratuitos.
Tienen que subir unas escaleras para llegar a su mesa, desde allí tienen vista a toda la pista de baile. Esa noche se presenta un DJ conocido de la ciudad y se espera que mucha gente asista al evento. George y Max se colocan unas bandas alusivas a sus despedidas de solteros y se da inicio a una noche que van a recordar como increíble.

—Fran, dale, acompañame —le insiste Lando en su oído.
El argentino se ríe aún bailando y acaricia el brazo de su amigo. Habían salido a dar una vuelta para ver con quién podían estar y el ruloso, una vez que se aburrió de su conquista, decidió que era buena idea intentar ir a la cabina del DJ. Franco deja ir a su chico con una sonrisa y los labios aún hinchados para seguir a su mejor amigo.
—Me debes una.
—Era feo igual ese, Fran.
Sus risas son amortiguadas por la música y avanzan entre el gentío hasta llegar al borde de la cabina. Bailan allí por un momento, Lando se ríe de la torpeza de su amigo, provocada por su borrachera. El argentino le hace una seña y su amigo asiente y se acerca al guardia que está allí en la entrada para hablar un poco con él.
Necesitan insistir un poco hasta que los dejan pasar, el DJ los ha observado de cerca y ha dado el visto bueno. Se mezclan entre las personas y bailan allí arriba, Lando aprovecha el momento y toma más fotos con su cámara y con el teléfono de Franco. Hablan un poco con el encargado de la música esa noche y se llevan sorprendentemente bien.
Franco apenas puede asimilar lo que sucede, sus manos toman su teléfono y graba cómo Lando toca los botones de la consola y grita hacia el público. Max y Alex aparecen junto a la cabina para alentar a su amigo y más atrás llega el resto. Apenas están como cinco minutos allí, pero la euforia que sienten y los cantos de los ocho lo hacen parecer mucho más.
Los mejores amigos bajan y se abrazan al resto del grupo para bailar. La noche continúa con sus cantos desafinados y bailes ridículos que solo causan risas que no pueden frenar. Los tragos se vacían y se vuelven a llenar con el correr de las horas y ninguno puede pretender que está sobrio. Oscar pasa a ser quien toma las fotos para recordar aquella tan buena salida.

 

—Dios, ¿cómo volvimos?
—Yo sé que te traje, no sé qué más pasó —responde Lando aún refregándose los ojos. Franco vuelve a enterrar su rostro en la almohada, su amigo lo había levantado hace pocos minutos, pero apenas puede pensar.
—Me duele la cabeza. Demasiado.
—Yo también, ¿trajiste las pastillas, Fran?
—Fue lo primero que guardé.
Lando se levanta con pesar, abre la valija de su amigo y encuentra el neceser que contiene todos los medicamentos que podrían ser útiles para ese fin de semana. Toma la pastilla para la resaca que habían comprado hace una semana y la baja con un poco de agua que quedó en su botella. Se acerca a la ventana y abre un poco las cortinas blackout para ver cómo está el día.
—Sos un hijo de puta, Lando, en serio.
—Ni está entrando luz, Franco.
—Sí, se me están quemando los ojos.
—Nos perdimos el desayuno, ya es casi el mediodía —le cuenta y toma su teléfono.

 

“Maniceros en Vegas” (nuevos mensajes)

Alex
Están vivos?

George
Tristemente

Charles
No puedo más

Oscar
Quieren salir a almorzar?

Lando
Mejor vamos a la piscina y pedimos algo tranqui
No me da el estómago

Carlos
Y dormimos al sol
Me sumo

Max
Franco está vivo?

Alex
Se tomó todo, es un milagro si lo está

Lando
Sobrevivió
Está pensando si despertarse

Carlos
Decile que vamos al agua en diez

Alex
Veinte

Charles
Si amigo, ni en pedo llego al lobby en diez

Max
A menos que hagas la de Liam

Lando
JAJAJAJA
Sos un hdp

Oscar
Tendría que cancelarte
Sigo traumado

Alex
Hagamos una fiesta en su honor
Tengo un dove

George
Yo un encendedor

Oscar
Mueranse

 

—Fran —lo llama y se ríe una vez más recordando el chiste de sus amigos. —Vamos a almorzar en la pileta.
—¿Y qué más?
—Nada más, estamos todos muertos.
—Genial. Dios, no me puedo mover.

 

Lando se deja caer en la reposera junto a Oscar, que tiene sus ojos cerrados y disfruta de un rato al sol. Franco no se quita sus lentes de sol y avanza con parsimonia hacia su amigo Alex, que ha pedido unas bebidas sin alcohol para todos ellos. La pareja está en el agua flotando en silencio, también con sus lentes puestos.
—Ya estamos viejos para estos trotes, ¿no?
—Habla por vos, Lando, yo en una hora estoy recuperado —dice Charles, mirando el menú del bar que está sobre la piscina.
—No te bancas nada ya, rulitos.
—Estoy bien, estoy genial, no me duele ni la cabeza, Max.
—Fraaaan, ¿trajiste las pastillas? —se burla el argentino en un tono agudo. Todos se ríen del inglés y la pareja se acerca al borde para hablar con tranquilidad con sus amigos.
—Más vale que le den los estómagos porque espero tomar desde las cinco.
—¿Quién hubiera dicho que Carlos se iba a desacatar?
Continúan burlándose entre ellos con cariño, hablan de la buena noche que tuvieron y de lo cambiados que están. Celebran que ninguno haya quebrado en la primera noche con jugos de fruta recién exprimida y ordenan algo para comer junto al agua.
—¿Quieren que vayamos a algún lado?
—Osc, amo tu entusiasmo, pero estoy para una siesta —le dice Alex terminando su almuerzo.
—Pero mañana te subís al avión y dormís las diez horas esas.
—Lo único que puedo aceptar es ir a ver la ciudad de día —sugiere Carlos.
—Ya fue, una vuelta. Después venimos a cambiarnos y hacemos bar hopping.
—Sí, con Fran vimos que hay muchos que hacen cerveza artesanal y después vamos a bailar con esos que contrataron.
—Ya me compraron, qué decirles, ¿amor?
La mano de Max besa la de su prometido, sobre el anillo que él mismo escogió para él luego de tener algunas crisis para encontrar el perfecto para George.
—Si, Osc tiene razón, a la vuelta dormimos.

 

 

Se preparan para salir a pasear y terminan en los mismos lugares que vieron cuando llegaron. Todo es distinto, la noche hace que cada edificio sea más imponente y ahora pueden apreciar mucho mejor toda la arquitectura de los icónicos lugares de la ciudad. Lando vuelve a ser el encargado de tomar las fotos del viaje y terminan haciendo un mini book de fotos de la pareja en cada locación.
El calor los agobia y deciden volver antes de lo pensado, no están acostumbrados a esas temperaturas en Londres y, a pesar de su preferencia por la primavera y el verano, tampoco les gustaba la idea de estar incómodos. El grupo se separa, ninguno tiene la misma idea de qué hacer con el rato libre que les queda. George y Charles deciden que no van a perder tiempo en dormir cuando pueden arreglarse y disfrutar un poco de skincare en la suite de la pareja. Por eso, Max y Alex terminan en la habitación del último durmiendo la siesta.
Los otros cuatro terminan en el playroom del hotel jugando al pool y al metegol por un rato. Sus gritos se oyen desde afuera de la sala. Carlos y Franco hacen un gran equipo y se complementan muy bien para ganar. Por suerte, Oscar había puesto una alarma para volver a las habitaciones porque no habían prestado atención a la hora desde que entraron.
—Bueno, hoy no compré nada —le avisa Franco una vez que entra a la habitación.
—¿Qué más querés? Vamos a tomar desde temprano y después en el boliche también.
Franco se ríe y golpea su hombro.
—Ahorré lo suficiente como para permitirme gastar en alcohol como si fuera agua.
—Agradezco que no hayamos hecho eso de los autos —recuerda Lando y toma sus productos de higiene personal.
—Mal, pero era mucho, más de quinientos dólares por menos de diez vueltas. Tal vez podamos hacer algo así en Londres.
—Ninguno está para casarse, tendrá que ser en algún cumpleaños —comenta, pensando que el próximo en cumplir años es justamente su mejor amigo.
—Seguro que alguna de las Lilys tiene todo planeado ya.
—¿Te parece?
—Lily no va a dejar que pase más tiempo sin que Alex se lo proponga.
—Va a ser ella la que se lo pida —bromea el inglés y se va a bañar.

 

 

El grupo avanza por la calle Fremont en medio de risas, Lando se había quedado mirando un Porsche descapotable y terminó chocando con un poste de luz. Para su suerte, ninguno había grabado el momento para molestarlo más tarde. El sol ya se ha puesto y los colores del atardecer empiezan a mezclarse con los tonos violáceos. Las luces ya están todas encendidas, dando paso a todo lo que tiene para ofrecer la noche de la ciudad.
Entran al centro comercial peatonal de cinco cuadras y divisan el primer bar al que irán. Cenan en medio de rondas de cerveza artesanal y anécdotas que aún les faltaba compartir. Franco se muerde la lengua y no cuenta aún sus planes de vacaciones cuando todos preguntan, solo dice que está ahorrando para ello.
Pasan por cuatro bares más cuando la compañía que ayer los llevó a su primera fiesta llama a George para avisarle que los están esperando. Esa noche no los llevarían de vuelta al hotel porque sería un caos y no podrían encontrar al chófer. Ya están algo mareados cuando suben a la limusina, con sus pulseras vips en sus muñecas, y listos para abrir el primer champagne de la noche.
Ese día toca Martin Garrix en Omnia, el DJ favorito de Lando. Suele presentarse en el club y ninguno objetó cuando el chico pidió ir. Las luces del lugar los encandila pero los llena de emoción en el camino a su mesa para ocho. La pista ya tiene mucha gente allí, lista para un evento inolvidable como lo es la residencia del DJ.
Las primeras botellas no se hacen esperar y toman sentados en los sillones mientras esperan que todo inicie. La cámara digital de Lando es la protagonista una vez más y captura múltiples fotos de todo el grupo, incluso de Oscar escupiendo un trago con excesiva cantidad de vodka. Charles y George bailan sobre los sillones hasta que se anuncia el inicio del show.
El show de luces es impactante y acompaña el ambiente creado por el DJ, agradecen estar en un sector más privado porque la pista está repleta y no podrían moverse. Ninguno decide grabar con sus teléfonos, solo disfrutar de ese momento con sus amigos. La última vez que habían visto a Garrix fue en Tomorrowland años atrás y ni siquiera habían conseguido ir los ocho.
Dos horas más tarde, apenas pueden mantenerse en pie y sus voces están roncas de tanto gritar, pero están felices. Definitivamente ha sido otra salida inolvidable.
—¿Cómo que se van? —grita Franco por sobre la música, arrastrando las palabras. El boliche cerraría en menos de una hora, no entendía por qué sus amigos se irían, no les queda mucho.
—Fue nochón, Fran, pero estoy cansado —le responde Charles, quien en otro momento no dudaría en cerrar boliche. —Y Max y George quieren disfrutar a solas.
—Yo también estoy cansado —le dice Oscar.
Lando puede ver a su amigo con un puchero en sus labios, algo que no haría en público si estuviera sobrio. Él no tiene sueño, está sobreestimulado y podría estar bailando hasta el amanecer sin problemas. Alex y Carlos también están agarrando sus cosas, mirando si alguno deja algo. El británico toma la mano de su amigo y le guiña un ojo.
—¿Nos quedamos?
—¡Sos el uno!
Lo abraza con fuerza y tambalean hasta caer sobre el sofá en el que estuvieron parados gritando algunas canciones en las últimas horas. Se despiden con cariño y se recuerdan que al otro día a las doce tienen que dejar las habitaciones. Franco ya dejó todo listo para solo ducharse y cambiarse antes de salir. Lando hizo lo mismo, no tenían nada que guardar.
Max y George se van solos para disfrutar los últimos momentos de su despedida de soltero y los otros cuatro deciden que irán juntos en algún transporte que encuentren. Será una tarea difícil teniendo en cuenta que muchas personas también se están yendo porque el show finalizó. Lando toma la última botella de champagne y sirve lo que queda de ella en su vaso y el de Franco.
—¡Salud!
—¡Por otra noche única!
—¡Y por cerrar boliche! —completa Lando con una sonrisa.
En todos los años que salieron se jactaron de siempre estar en el club hasta el final, salvo dos ocasiones en las que el alcohol les jugó una mala pasada y tuvieron que volver a sus casas luego de vomitar todo. Los años pasaron y ahora hacen lo mismo en casamientos y fiestas de cumpleaños.
—Vamos a bailar abajo, Lan.
También es tradición buscar a alguien con quien estar esa noche, solo un rato, sin necesidad de irse del lugar con ellos. Siempre se mantenían cerca del otro, en especial Lando. Franco siempre tiene problemas con los hombres que elige y su incomprensión de la palabra “no” y debe salir al rescate. Sin embargo, el argentino ha tenido que salir al auxilio de su amigo algunas veces para sacarle algún twink o histérica de encima.
Están bailando con un grupo de chicos que, al parecer, están celebrando el cumpleaños de uno de ellos. Su estado de ebriedad es incluso peor que el de los mejores amigos y los hace reír las incoherencias que dicen. Franco no está convencido con ninguno de los que está ahí, por lo que se acerca al oído de su amigo.
—¿Seguimos?
El argentino intenta avanzar hacia su derecha para continuar su camino, pero uno de los chicos lo toma del brazo y lo acerca a él.
—¿Ya te vas?
—Sí, dejame.
—Sos muy lindo, ¿te dijeron?
—Sí, soltame, imbécil —responde con molestia e intenta zafarse de su agarre. Lando aprieta la muñeca del chico cuando nota que no afloja.
—Dale, soltalo, amigo.
—¿Qué te pasa? ¿No puedo estar con él?
—Te dijo que no, cortala.
—¿Y vos quién sos? ¿El novio?
Lando inhala y mira a su mejor amigo que asiente de inmediato. Quiere que lo suelte, sabe que está dejando una marca rosácea sobre su brazo, a pesar de que su agarre se aflojó un poco con la intervención del británico. El chico se ríe y niega.
—Qué mentiroso que sos, si estabas relojeando a todos.
El grupo los mira con curiosidad y se acerca más a ellos para escuchar qué sucede. Lando logra que suelte a Franco cuando está distraído contando a todos qué dijo el argentino y un par se ríen. Uno de ellos, un rubio vestido como si hubiera salido de una película de vaqueros, les sonríe de lado y les prohíbe el paso.
—Pruebenlo. Si son pareja no van a tener problema, ¿no? Y nada de picos, que eso es lo que haces a los doce.
Lando pasa saliva, nunca habían tenido que hacer eso y el grupo ahora los está rodeando, no tienen mucha escapatoria. Franco suspira y aprieta la mano de su amigo, no lo iba a obligar a hacer algo así solo para no besar a un idiota borracho y drogado. Pero el británico voltea con determinación y sabe que de alguna forma le está preguntando si está bien con ello.
Franco se moja los labios y asiente. Las manos de Lando se apoyan en su cintura y lo acercan más a él. Ninguno de los dos quiere pensar qué están por hacer, si no tuvieran tantas copas encima ni pensarían en hacerlo. Los dedos de Franco, helados en comparación con la piel del más alto, envían escalofríos por el cuerpo del ruloso cuando rozan su nuca.
El beso es torpe, como si no supieran qué están haciendo, como si no lo hubieran hecho cientos de veces con otras personas. Lando se molesta al oír la risa del grupo, no va a permitir que ganen. Su mano derecha desciende hacia su espalda baja y muerde el labio de Franco. Sus lenguas se encuentran de inmediato y se dejan llevar por la sensación.
El argentino tironea el cabello negro y se pega más a su amigo, ya no hay risas, la música pasó a segundo plano y no puede dejar de pensar en lo bien que besa Lando. Es dominante, le exige que lo deje hacer lo que quiera con su boca, y no recuerda haberse sentido así antes. Gime en su boca sin poder contenerlo y devuelve al ojiverde a la realidad.
Se separan con respiraciones agitadas y se observan por unos segundos, sin poder creer qué han hecho. Aquel hombre se ha ido con su grupo y los han dejado solos en el medio de la pista. Lando no puede quitar su vista de aquellos labios rosados aún húmedos y Franco puede sentir el calor subir a sus mejillas bajo esa intensa mirada.
—Se fueron.
—Sí.
Se quedan allí unos segundos, sin saber qué más decir. Mantienen esa distancia mínima entre ellos, como si no pudieran despegarse.
—Al final sabes cómo besar —comenta Franco y ambos se ríen, recordando aquella vez que una novia de Lando le gritó lo mal besador que era en público.
—¿Seguimos? —pregunta el británico, dejando ir la cintura del más chico.
—Sí, pero necesito un trago más.
El último trago de la noche fueron tres shots para cada uno. Todo se vuelve más borroso y hablar les es más dificultoso. Anuncian que la noche se extiende por media hora más y ellos están decididos a disfrutar aquellos minutos como corresponde, completamente alcoholizados y bailando sin coordinación alguna.
Ya verán cómo volverán al hotel más tarde.

Chapter 2: Parte 2

Notes:

Espero que les haya gustado la introducción, acá va la segunda parte del viaje ↓

Chapter Text

Franco es el primero en levantarse para sorpresa de cualquiera que lo conozca, no entiende por qué, tal vez es el calor del cuerpo que lo abraza o el dolor de cabeza que lo está matando. Intenta acomodarse mejor entre esos brazos que supone que son de Lando y en ese momento lo nota, no solo la erección semidura de su amigo, sino que ambos están desnudos.

El grito de Franco despierta al británico con el corazón desbocado y listo para atacar a quien haya alterado su sueño. El argentino se arrastra tanto por la cama que termina cayendo a pesar de aferrarse a las sábanas. El ojiverde frunce el ceño sin entender hasta que se ve a sí mismo sin ropa.
Las prendas de anoche están regadas por toda la habitación.
—¿Fran?
—¿Qué carajos, Lando?
—¿Estás bien?
—Sí, sí, me golpeé la cadera pero nada más —responde y finalmente se sienta. Sus ojos se abren de la impresión cuando nota la piel bronceada de su amigo llena de marcas. —¿Te acordas de algo?
—No, ¿vos? —Franco niega y es el turno de Lando para abrir sus ojos. El cuello y las clavículas de su amigo tienen chupones violáceos.
—¿Qué carajos pasó?
—¿No es obvio, Fran?
—¡No te hagas el chistoso, pelotudo!
—¡No grites! Se me parte la cabeza. —Lando acaricia sus sienes en un intento inútil de dejar de sentir esas puntadas. —¿Qué es lo último que te acordás?
—El primer shot, ¿vos?
—El tercero.
—¿Qué mierda hicimos, boludo?
—¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¿Necesitas que te ayude?
—¿Estás insinuando que recibí?
La mirada seria de Lando lo hace reír y contagia a su amigo. Es de conocimiento público que Franco no es top y nunca lo sería. Cuando se calman, la vergüenza y el arrepentimiento los agobian y es el argentino el primero que quiere salir de esa situación. Se pasa las manos por su rostro y busca su ropa interior.
—Ni una palabra de esto a nadie, fue un error.
—No sé si podamos, Fran.
—Sí, nadie nos vio, estamos en otro lado y…
—Fran, mirate al espejo —dice con pena, no está orgulloso de cómo ha tratado a su amigo. No sabe qué estaba pensando, lo había tratado como un animal al que tenía que marcar.
—Te odio, te odio, sos un hijo de mil puta.
—Perdón, perdón, no sé cómo ayudar, no sé qué me pasó.
—¿Cómo carajos escondo esto? ¡Hacen treinta grados!

Lando se muerde el labio y busca una solución, Franco se mantiene junto al espejo, las marcas van del rojo al violeta y comienzan en su mandíbula. Tiene dos grandes chupones en su cuello, uno en cada lado, y otros dos en sus clavículas. Está tan impresionado que se olvida que está aún desnudo frente a su mejor amigo.
En otro momento al británico no le importaría en absoluto, se han visto antes, han compartido tanto en su vida que inevitablemente se han encontrado en situaciones así. Pero ahora, sabiendo lo que sucedió, no puede mirarlo, no puede siquiera levantar la vista para buscar su ropa interior. Franco resopla y busca las prendas que había preparado para el viaje.
—Me voy a bañar, me caes del orto.
—Yo… Voy a pedir algo para comer.
La mente de ambos es un caos, el dolor de cabeza es mayor cada vez que intentan recordar cómo llegaron al hotel y cómo terminaron juntos en la cama. Norris se levanta cuando escucha el ruido de la ducha y toma su ropa, pide un simple desayuno de café con medialunas y toma su teléfono. Son apenas las ocho de la mañana, está seguro que solo durmieron un par de horas y sus amigos siguen durmiendo.

 

“Maniceros en Vegas” (nuevos mensajes)

Max
Llegamos

George
Avisen por favor

Charles
Llegsnos

Oscar
Akec vomiro

Carlos
Está bien?

Oscar
Sii
Ya si durnio

Max
Mañana te va a dar un ataque cuando veas cómo escribiste
Lan, avisen cuando lleguen

Lando
Colgamos mal, el boliche estuvo abierto hasta después de las 4 y media
No sé cómo volvimos pero estamos sanos y salvos

 

 

La puerta del baño se abre y Franco sale ya vestido por completo. El servicio a la habitación llega y deja su desayuno en la mesa debajo del televisor. Ninguno habla mientras comen, están perdidos en sus teléfonos, en las fotos que han tomado el día anterior y en sus redes sociales. Cuando terminan, Lando se levanta y se va a bañar en modo automático.
Franco aprovecha ese momento para reflexionar, todo se siente tenso con su mejor amigo. No puede negar que el beso que recuerda que tuvieron le gustó, demasiado. Tampoco puede negar que hubiera seguido besándolo en ese momento y se ve que su inconsciente pensó lo mismo porque más tarde pasaron a otro nivel.
Tironea de su cabello para dejar de pensar sobre cómo se sintieron las manos de Lando en su cintura. Se mira en el espejo una vez más y suspira. Necesita tapar toda la evidencia de la noche anterior, pero no tiene maquillaje, ha intentado lo del peine pero no cambió nada la situación. Busca algún lugar que pueda venderle lo que necesita en la zona y guarda las pertenencias que habían quedado fuera de su valija antes de que su amigo salga del baño.
—Mis hermanas usan maquillaje para eso, Fran —le dice ni bien sale, con el cabello ya definido y con su ropa para el viaje puesta.
—Sí, iba a hacer eso.
—¿Vamos a comprar algo? Todavía es temprano y los chicos no se van a levantar.
—Voy solo, no te hagas problema, puedo…
—Fran, por favor, esto ya es incómodo. Y yo también tendría que hacer lo mismo.
El argentino acepta y dejan todo acomodado en la habitación. Salen rápido, mirando hacia todos lados, como si esperaran que sus amigos aparecieran de la nada y supieran lo que pasó. Terminan en un shopping que tiene múltiples marcas de maquillaje por si acaso y se ponen en marcha con apuro.
La mujer que los atiende los mira con una sonrisa y provoca que ambos estén sonrojados todo el tiempo. Los ayuda a elegir base y corrector para ambos y les indica cómo hacer que se vea natural. Franco quiere desaparecer, las luces brillantes del lugar resaltan los chupones en su piel blanquecina. Lando tiene suerte de tener la piel más bronceada y los suyos son menos notorios. Además de que el argentino había tenido piedad
—¿Viste cómo nos miró? Qué vergüenza.
—Se estaba burlando, para mí le dimos ternura.
—¿Ternura? Eso era cringe. Ni a los diecisiete me hicieron marcas así.
—Perdón, perdón, Fran, en serio. No sé qué…
—Ya está, vamos a cubrirlo bien y todos vamos a dormir todo el vuelo, así que no hay problema.
El tema queda ahí, vuelven al hotel sin decir nada más y casi corren a la habitación para que no los encuentren. Se maquilla cada uno por su lado, Lando puede escuchar los insultos al aire que lanza el argentino en el baño y la presión en su pecho crece cada vez más. Aún no recuerda nada, solo es consciente que Franco está muy molesto con él.
—¡Lando!
—Voy.
Se encuentra con un frustrado Franco con sus ojos avellanas llorosos mirándose al espejo. El británico le da un abrazo sin saber qué más hacer y le repite que lo ayudará, que no se preocupe. Su amigo le entrega el maquillaje como si le quemara y seca sus lágrimas.
—No me acuerdo de nada, no sé qué pasó, si… —Lando lo deja hablar, pero el argentino se queda sin palabras. —Encima esto es una mierda, me sale como el orto, se sigue viendo y…
—Tranquilo, lo hago yo, no pienses más.
Franco quiere seguir llorando, justamente eso es lo que no puede dejar de hacer. Está molesto porque ahora todo se ve diferente. El sonrojo de su amigo en la tienda le dio ternura y enojo a la vez. Siempre reconoció que Lando era lindo, que con los años se puso incluso mejor, pero no lo veía como algo más. Hasta que lo besó horas atrás.
Cierra sus ojos y se insulta a sí mismo cada vez que vuelve a pensar en esas manos que lo sostuvieron anoche. Está seguro que no tiene que recordar nada para saber que, una vez que cerraron boliche, Lando lo cuidó y lo trajo al hotel. Porque así es él, atento, dulce, siempre cuidando su espalda, incluso cuando no lo pedía.
El ruloso se muerde el labio, puede ver su expresión intranquila a pesar de estar concentrado en la piel de su cuello. No puede hablar, no quiere decir algo que no siente, no le va a decir que se arrepiente. No está seguro si lo hace tampoco. Franco es uno de los hombres más bellos que ha conocido. Si no hubiera sido su mejor amigo desde adolescentes, habría intentado estar con él ni bien saliera a bailar.
Sus pulgares masajean la zona magullada, esparciendo la base de un tono muy similar al de su amigo. Podía sentir los rápidos latidos del argentino contra sus dedos mientras corrige lo que el chico había hecho mal. Los ojos avellana lo miran con curiosidad y él no puede evitar levantar su mirada.
—Charles se va a dar cuenta.
—No, porque vamos a ir sentados como a la ida.
—Pero habíamos dicho que iba a ser uno y uno —dice, refiriéndose a la ventanilla. El monegasco se había negado a ir en otro lado que no fuera el pasillo y les sirvió para no pelear por el asiento como pasó con los otros tres.
—Ya sé, pero lo pensé mientras me bañaba y es mejor que no esté tan cerca tuyo. Ninguno en realidad.
Franco lo mira con cariño y duda si debía abrazarlo o no, no quiere confundirse más, pero que haya pensado hasta en ese detalle para seguir cuidándolo y que nadie le diga nada le llena el corazón.
—Gracias, Lan, en serio.

 

 

El teléfono de Franco suena ni bien Lando termina de retocar el corrector que se colocó en su cuello. George los está llamando, todos están abajo menos ellos. No es casualidad, así lo habían decidido, cuanto menos tiempo estuvieran todos juntos, mejor. El argentino toma su equipaje y sale sin mirar atrás, solo serían doce incómodas horas más.
—¡¿Estaban haciendo la valija ahora o qué?! —grita Max ni bien los ve en la recepción del hotel.
—Volvimos tarde anoche —responde Franco en un tono seco y entrega las llaves de la habitación.
—Pero Lando habló al grupo temprano.
—Sí, Osc, pero me volví a dormir.
—¿Para qué está Franco en el grupo igual? Lando responde por él siempre —bromea Alex. Ninguno nota la tensión en los hombros de los mejores amigos, no cuando sus sonrisas son tan convincentes.
—¿Estuvo bueno al final?
—¿El boliche? Sí, la música estaba buena, bailamos en la pista ni bien se fueron.
—¿Cómo volvieron? Nos costó horrores encontrar un taxi o un uber.
Lando y Franco se miran sin saber qué responder, agradecen que sus amigos estén mirando a la calle a la espera de que lleguen los coches que los llevarán al aeropuerto.
—Tuvimos que esperar un rato, pero normal, no sé.
El argentino asiente aunque en su mente insulta a Lando por mentir tan mal. Nadie del grupo lo cuestiona, ellos hablan de su experiencia, como si no notaran el tono que usó su amigo. ¿Acaso es el único que se da cuenta cuando Lando miente? Más allá de saber la verdad, el ruloso no es bueno para fingir, su tono de voz cambia un poco, pasa saliva ni bien termina de mentir y, en casos extremos, se rasca la sien.
Lando siente la mirada de su mejor amigo y sus ojos van hacia él, ha hecho un buen trabajo y se puede apreciar con la luz solar. Llega el primer auto y Franco es el primero en subirse, no quiere estar más allí. No quiere seguir viéndolo y darse cuenta que sabe mucho más de él que cualquiera de sus amigos. No quiere sobrepensar lo que eso puede significar.

 

 

—¿Querés ver una película? —le pregunta Lando una vez que están en sus respectivos lugares. Está buscando con desespero mantener la normalidad, pero Franco se ha cerrado por completo y él no sabe qué hacer.
—No, voy a dormir.
El tono duro del argentino hace que Charles frunza el ceño. Su instinto le dice que algo ha sucedido entre sus amigos pero no puede entender qué. Franco vive encima de Lando, incluso con resaca, mal humor o enfermo. Ahora está contra la ventanilla, con el antifaz y los auriculares puestos antes de siquiera despegar y marcando una gran distancia entre ellos.
También nota el movimiento nervioso de los dedos del chico que está en el medio de la fila. Lo puede ver algo perdido, sus ojos sin su brillo característico y su labio con una pequeña herida reciente.
—Siempre podes ver Grey’s conmigo —le ofrece en tono bajo. Lando sonríe de lado y niega.
—No puedo ver sangre y tanto drama en este momento, ¿tal vez alguna otra serie?
—Aburrido —responde y rodea sus ojos. —Puedo adaptarme a The Office.
Lando le sonríe y asiente. Charles no necesita ser muy observador para saber que está ayudando a su amigo a despejarse de algo, pero prefiere no preguntar.

Apenas ven la serie por dos horas antes de dormirse, Franco se despierta antes que ellos para la cena y siente molestia al verlos cerca. Su primer pensamiento es que ese es su lugar y su amigo, que Charles no tendría que estar inclinado contra él, eso es lo que él hace. Parpadea para evitar soltar las lágrimas de frustración, está confundido, nunca se sintió así. Un simple beso borracho no tendría que haber cambiado tanto su perspectiva.
Llegar a Londres es un alivio luego de tanto silencio entre los dos mejores amigos. Resulta tan inusual que Oscar en un momento le preguntó a Charles con señas qué sucedía. Las nubes los reciben luego de días tan soleados en Las Vegas, es casi el mediodía y ninguno tiene que trabajar hasta el otro día.
El viaje en el auto de Lando es particular, Alex y Oscar hablan por mensaje sobre lo raros que están sus dos amigos. Franco no ha dejado de mirar por la ventana, con sus lentes de sol puestos, sin siquiera cantar una canción de la playlist de rock alternativo que siempre pone el británico. El ruloso no saca su vista de la carretera, sus labios resecos se mantienen en una línea y sus nudillos están blancos de lo que aprieta el volante.
—Fran… —susurra el conductor ni bien Alex entra a su edificio y continúa el viaje.
—No, no, no digas nada.
—Pero… Somos amigos, mejores amigos, no tendríamos que estar así.
—Tampoco tendríamos que habernos acostado, ni llenado de marcas, pero acá estamos.
—Ni siquiera nos acordamos qué pasó…
—¡Eso es peor, Lando!
—Estás haciendo que todo sea incómodo al pedo.
—¿O sea que vos querías coger conmigo?
—¡No! ¡Sos mi amigo! Pero estoy tratando de que esto no arruine nada —dice y finalmente mira a su amigo, el semáforo justo había cambiado a rojo.
—Está todo arruinado igual, dejalo acá, fue un error y…
—Sí, fue un error, listo. La idea era que ninguno de los chicos se diera cuenta pero sos peor que un nene.
—¿Yo peor que un nene? Hijo de puta, tengo todo el cuello marcado, me pica, me molestó todo el viaje y…
—No me dijiste.
—¡No te tengo que decir! Aparte, estabas muy cómodo con Charles.
—¿Me estás celando? ¡Vos te diste vuelta y te pegaste a la ventana! ¿Qué se supone que tenía que hacer?
—¿Por qué te celaría? Sos un pelotudo, estás confundiendo todo, no te inventes una película.
—Vos confundís todo, yo no me invento nada. —Sus manos aprietan con más fuerza el volante, no le gusta pelear, mucho menos con alguien que quiere tanto y menos mientras maneja. —Fue un error, estábamos en pedo, listo, ya está.
—No es tan fácil.
—¿Vos pensás que para mí es fácil? No sé qué pasó, cómo volvimos, cómo terminamos así, no sé cómo te traté, por ahí te lastimé y yo ni enterado.
—No me lastimaste, me hubiera dado cuenta —responde con los brazos cruzados y un puchero.
—Lo sabría si me hablaras.
—¡Basta! Esto es muy incómodo, no puedo dejar de pensar, no… Sos como mi hermano. Arruinamos una amistad tan linda de años al pedo.
—¿De dónde sacas eso? Seguimos siendo los mismos, cortala, Franco.
—¡No la puedo cortar! Todo esto está mal, no sé qué estábamos pensando. Aparte, ¿vos no estabas con esa Magui?
—¿Qué? ¿Vos me estás cargando? Sabes todo de mí, te cuento todo, Magui dejó de boludear conmigo para irse con otro.
—No quiero hablar más ya, listo —suelta el chico cuando se da cuenta de su error. Sí, sabía lo que sucedió con la chica, pero no pensó antes de hablar.
—No, no, tenemos que arreglar esto. —Dobla hacia la calle de Franco, les quedan algunas cuadras hasta llegar a destino. Su canción favorita de Oasis resuena en los parlantes como si se burlara de ellos. —¿Por qué te pones así? La única explicación que encuentro es que te gusto y es la más estúpida.
—¡Obvio que es la más estúpida! —grita el argentino con histeria. —¿Vos te escuchas?
—¡Es una pregunta, Franco!
—¡Preguntas pelotudeces, flaco! ¿Ves que todo está arruinado? Ahora cualquier cosa parece romántica.
—¡Deja de gritar! Era una pregunta de mierda, qué sé yo, estás re histérico por una boludes.
—Falta que me digas que estoy menstruando.
—No, Fran. La cabeza me carcome igual pero no estoy como vos. Estás exagerando todo, no tiene que ser así de incómodo, muchos amigos cogen y no pasa nada.
—No vamos a ser amigos con derechos, ¿qué te pasa? ¿El alcohol te cagó la cabeza? —El auto frena en el edificio de Franco y él solo quiere huir, están yendo en círculos y es una pelea sin sentido. —¿Vos gustás de mí?
—No, Fran —suspira y lo mira, aún no saca el bloqueo a las puertas porque no quiere que se vaya. —¿Ves que se puede responder normal?
Lando no recuerda ese nivel de molestia en la mirada de Franco, mucho menos dirigido a él. Ve su pecho subir y bajar con rapidez y entiende que la ha cagado.
—Andate a la mierda, estúpido. ¿Ves por qué no quería hablar? —Intenta abrir la puerta y vuelve a mirarlo. —Abrime la puerta, dale.
—Pero yo sí quiero hablar.
—No hay más nada que decir, abrime.
—Sí, si hay, ignoraste el tema. Los chicos se dieron cuenta que algo pasó y…
—¡Abrime!
—No, deja de ser un nene.
Lando no espera que Franco estire su brazo, que su cuerpo quede casi sobre el suyo, todo para destrabar las puertas del auto. Sus manos toman la cintura del argentino y lo mantiene allí. Sus rostros están a pocos centímetros y ambos tienen que recordarse de no bajar la mirada hacia los labios del otro.
—Hablemos.
—Soltame.
—¿Podemos volver a la normalidad?
—Basta, Lando, soltame. —El ruloso lo deja ir y Franco abre la puerta. —No me vengas a buscar para llevarme mañana.
—Franco…
El portazo corta lo que pensaba decir, insulta a su amigo en su mente por el poco cuidado a su auto y por dejar las cosas sin aclarar del todo. No entiende por qué no puede seguir todo normal, él lo puede intentar a pesar de sobrepensar todo. ¿Por qué Franco no puede hacer lo mismo? Tienen una rutina, comparten casi todo, será incómodo al principio, pero luego será una anécdota estúpida.
Lando baja de su auto mientras Franco saca su valija del baúl y se dirige a su amigo intentando mantener la calma.
—No me jodas, Lando.
—No terminamos de hablar.
—¿Qué te faltó decir?
—Los chicos se dieron cuenta, van a preguntar.
El argentino suspira y niega.
—No sé qué decirles, pero no pueden saber.
—¿Algo como pelearnos por un tercero? Alguien que los dos queríamos.
—Es una excusa horrible, pero podemos decir eso —le dice sin mirarlo, cierra el baúl y camina hacia su edificio. —Podemos decir que eso empezó todo y que después nos sacamos unos trapitos viejos.
—Dale, como quieras. —Franco voltea, pero Lando no quiere que su amigo se vaya. —¿Vamos a cambiar la rutina?
—Sí, Lando. Nos va a hacer bien estar separados un tiempo.

 

Franco es terco y demasiado orgulloso, no va a admitir lo mucho que extraña a Lando. Al punto de que lo necesita. No tiene a quién compartirle todo lo que le sucedió en el trabajo, ni con quién hablar de la gente del gimnasio, ni con quién mirar la nueva serie argentina que salió sobre una cárcel de mujeres.
Incluso extraña que lo llame varias veces a primera mañana para que baje y pueda alcanzarlo al trabajo a tiempo.
Y no puede quejarse, por supuesto que no. Lando hizo exactamente lo que le pidió, dejó de ir a buscarlo, cambió su horario para entrenar y no le mandó ningún mensaje. Solo con el primer día se dio cuenta de lo idiota que fue, pero no iba a dar marcha atrás. Ha pasado una semana, la miseria ya es parte de él y sus ojeras violáceas resaltan en su piel.
Ya casi no tiene ningún tipo de marca.
Aquel primer día fue una tortura, no podía hacer el mismo trabajo que su mejor amigo y nadie podía ayudarlo. Lloró de frustración mientras intentaba arreglar el maquillaje y casi gritó cuando alguien le preguntó si se había divertido de más en la despedida de soltero. Los días que siguieron fueron mejores, ahora apenas queda un leve recuerdo.
Lando está perdido, sin darse cuenta todos sus horarios, incluso los que ni consideraba, estaban amoldados a los horarios de su mejor amigo y ahora tiene que adaptarse a lo contrario. Ese martes se levantó como siempre y estaba vistiéndose para ir al trabajo cuando se dio cuenta que no tenía que salir antes para ir a buscarlo. Tampoco tenía que ir tan temprano, no era necesario y solo lo hacía porque ya estaba fuera de su casa.
El gimnasio a la mañana es más silencioso de lo que él está acostumbrado, hay mucha menos gente y no tiene con quién hablar. Le es raro llegar a su estudio y no tener un mensaje de él contándole algún nuevo chisme de su oficina. Volver a su hogar antes de lo normal le deprime, la soledad lo llena de angustia.
Continúa con su vida, dándole espacio, pero salió una nueva temporada de su serie y no quiere mirarla solo. Siente que lo está traicionando. Hay una película nueva en el cine de superhéroes pero, ¿qué sentido tiene ir a verla solo? Podría decirle a cualquiera de sus otros amigos, sí, aunque no sería lo mismo. Oscar no comenta sobre lo que ve, Alex comenta de más, a Charles y George no les gusta, Max no sale sin su prometido y él no piensa estar en el medio de ellos, y Carlos, su mejor opción, tiene horarios de mierda por ser médico de guardia.
Abre la alacena, se encuentra con el mate y la yerba, tan adorados por él. Están en el mismo lugar que los dejó antes de irse a la despedida de soltero. No sabe qué hacer con ellos, no sabe si tiene que llevárselos o mantenerse en este contacto cero que su mejor amigo pidió hasta que él decidiera que todo está bien.
Pero, ¿y si nunca lo vuelve a estar?

 

“Alex quebrado de mierda” (nuevos mensajes)

Max
Che, con Geor queremos hacer una juntada.

Charles
Yendo

Alex
La de agarrar la pala no la conoces?

Carlos
Tengo que fijarme cuándo puedo

Oscar
Hasta que puedas ya es el casamiento

Max
Viernes o sábado podés?

Franco
Yo puedo
Los extraño

Lando
Avisen y caigo

Carlos
Viernes

George
Genial, en casa

Charles
Alguien quiere juntarse antes?

Carlos
No se corten solos, soy solo un esclavo del sistema de salud

Oscar
Los únicos que se cortan son Lando y Franco

Charles
Mal, nunca invitan

Carlos
Al final fueron a ese lugar italiano?

Franco
No

Lando
No

Alex
Por qué responden los dos?
No están juntos?

Franco
No

Lando
No

 

 

Lando suspira y deja su teléfono en la mesa. Más tarde leerá lo que tengan para decir sus amigos, irá a la juntada y fingirá que todo está bien. Ha pensado más de lo que debería en lo que puede significar todo lo que está pasando y su mente lo ha llevado a replantearse su amistad. Ha hablado hasta con la inteligencia artificial sobre la distancia con Franco, sin decir que es su amigo, para descargarse en algún lado y lo único que recibió fueron consejos de pareja.
Abre su heladera y busca algo para comer, no ha tenido ganas ni de hacer las compras, solo ve algunas frutas que le han quedado y algunas Monsters. Su teléfono lo distrae, el sonido de llamada irrumpe el silencio de su departamento.
—Hola Osc.
—¿Qué está pasando?
—¿Qué?
—Estuvimos hablando con los chicos, no somos boludos.
Lando suspira y pasa su mano por su rostro.
—Nos peleamos con Fran.
—¿Con Fran? ¿Ustedes se pelean? ¿Desde cuándo?
—Es la primera vez que peleamos así, nunca ha pasado.
—¿Pasó algo en el viaje?
—Empezamos a discutir ahí, el día que nos íbamos, pero cuando lo llevé a su casa fue peor.
—¿Qué pasó?
—Una estupidez, Osc, pero terminó en otras cosas.
—No me vas a decir, ¿no?
—Oscar, no, es que…
—¿No se hablan desde que volvimos?
—No.
—¿Van a poder estar en la juntada? ¿Y en el casamiento?
—Yo dije que podemos seguir como si nada pero, ya lo conoces, él…
Lando no puede seguir hablando, se conoce lo suficiente como para saber que dirá la verdad de la discusión y no puede hacerle eso a Franco. No cuando acordaron no decir nada. Oscar entiende que hay mucho más, hay cosas que su amigo no está diciendo pero no quiere presionarlo. Sabe que Alex está haciendo lo mismo con Fran y tal vez entre los dos puedas armar la película de lo que pasó para decirlo en el grupo aparte que hicieron.
—La otra semana es su cumpleaños.
—Ni me lo recuerdes, tengo su regalo hace como un mes.
—Deberían hablar, Lando, por ustedes. Hacen todo juntos, son uña y mugre, no sé cómo no vivían juntos.
—Bueno… Técnicamente hacíamos todo eso.
—Pero durmiendo por separado.
—Exacto. —Lando agradece que su tono de voz se mantenga normal, su espalda se había tensado con solo ese recuerdo. —Pero él quiso tomar distancia, no quiero molestarlo.
—¿Estás seguro?
—Sí, le pregunté más de una vez.
—¿Querés que hable con él?
—No, Osc, gracias igual. Es un problema entre nosotros y tenemos que arreglarlo nosotros.

 

El viernes llega y ellos no han hablado, Lando tiene abierto el chat con su mejor amigo pero no ha escrito nada. Su último mensaje es del día que le pidió que le hiciera compañía mientras empacaba. El ruloso ya no sabe qué pensar de sí mismo, ¿por qué necesitaba que estuviera allí? Solo era tirar ropa en una valija, pero quería al argentino parloteando en su casa y cebándole algún mate.
Se decide por llamarlo, de esa forma no tendría que esperar respuesta si le atendía. La línea suena y está seguro que Franco está dudando en responder.
—Hola.
—Hola, Fran.
—¿Qué pasó?
—Nada, quería hablar. Oscar me preguntó qué onda nosotros.
—Sí, Alex me preguntó también.
—No le dije nada, quedate tranquilo.
—Gracias, Lan, yo tampoco.
—Yo… Hoy es la juntada y… ¿Querés que te pase a buscar?
Lando quiere insultarse cuando Franco no le responde de inmediato. No entiende por qué se siente tan nervioso de preguntar algo así con alguien que conoce hace años. Incluso luego de todo lo que pasó en los últimos días sigue siendo Franco, su Fran.
—¿Te parece, Lan?
—No sé, no quiero incomodarte.
—Es mejor que no, pero no vamos a hacerlo incómodo para los chicos.
—Hoy no voy a tomar —intenta bromear pero el tono es tan melancólico que se siente patético.
—¿No serás el rey de la comedia? —le responde en un tono similar, Lando sonríe un poco. —Yo tampoco igual.
—Bueno… Nos vemos entonces.
—Nos vemos.

Franco se queda mirando el teléfono una vez que corta. Él quería que lo llevara, sí, como siempre, que lo dejara en su casa y esperara a que entre solo por si acaso. Sin embargo, no confía en sí mismo. Ha estado toda la semana pensando en cada una de las acciones que hizo en el último tiempo e incluso antes.
¿Y si sí eran como una pareja pero no se habían dado cuenta?
Tiene ropa de Lando en su casa y él tiene algunas prendas de él en la suya, tiene un equipo de mate entero en su casa. Hace un año que lo lleva al trabajo y lo va a buscar para ir a entrenar después. Le contó que era contador primero a él que a sus padres y él hizo lo mismo cuando terminó con arquitectura.
Para todo el mundo es obvio que tienen una conexión aparte, ninguno de los chicos realmente les exige que no se corten solos ni que inviten, sabe que Charles no hablaba en serio cuando lo dijo. ¿Y si ellos también piensan que son los próximos Max y George? Aunque muy distintos, porque ellos siempre se gustaron y solo tenían miedo de dar el siguiente paso.
Se termina de arreglar, casual, solo sería una reunión en casa de los chicos. No lleva camisa ni zapatos, tampoco pasa tiempo arreglándose el pelo, lo deja ser. Iría a la peluquería al otro día, desde antes del viaje quiere cortarlo, le molesta demasiado. Ya se ha rendido con él y no está pasando tiempo con quien lo convencía de no cortarlo.
Llega con Alex a la casa de los futuros esposos, está en las afueras de Londres, al contrario de él que le gusta estar más cerca de todo. El resto ya ha llegado minutos antes, saluda a cada uno e intenta mostrarse normal con Lando. Él cree que lo logra, pero las miradas de Charles y George le dicen lo contrario.
Ayuda a su amigo a terminar las pizzas, la isla de la cocina les permite estar todos juntos allí hablando mientras cocinan y comparten algunas bebidas. Tal como habían dicho, Franco y Lando no toman alcohol. Lando está junto a Carlos hablando del Real Madrid y él está en medio de una conversación del trabajo pero disocia de vez en cuando.
Franco camina hacia su lugar usual en la mesa de sus amigos y es la primera vez que realmente lo nota. Hasta en casas ajenas tienen asientos asignados y ellos dos se sientan pegados. Intenta no ponerse incómodo, pero no puede dejar de pensar en lo que su mente imaginó días anteriores.
Ha analizado sus fotos, ha analizado de más a su mejor amigo, lo ha visto como vería a cualquier posible garche, miró de más sus músculos, sus manos y mandíbula. Terminó con él soñando con el británico encima de él, repitiendo lo que supone que sucedió aquel día. Está demasiado avergonzado y esa fue la razón principal por la cual no podía volver a la normalidad.
—¿Viste que va a salir una película de Pedro Pascal? —le pregunta Lando en voz baja mientras sus amigos están discutiendo por el mejor restaurante asiático de Londres. Un tema que a ninguno de los dos le interesa.
—Sí, sale el mes que viene, ¿no?
—Sí.
—Vi que salió esa de superhéroes, ¿la fuiste a ver?
—No, no fui, no tenía ganas de ir solo.
—Mucha gente va sola.
—Sí, no está mal, pero yo no quiero.
Ni siquiera se miran en toda la conversación, es más interesante ver la pizza de cuatro quesos que aún queda sobre la mesa. El resto lo nota, a pesar de continuar su conversación, y es incómodo. Nunca han tenido grandes dramas en el grupo, siempre fueron tranquilos y su mayor problema es coordinar un día para verse. Ya son adultos, siempre intentan evitar dramas al pedo.
Lando no intenta hablar de nuevo con él, entiende el mensaje, no necesita ser muy observador. Max lo distrae con otro deporte y eso le sirve, no quiere pensar en que perdió a su mejor amigo, a su compañero, prefiere recordarlo luego de que deje a Oscar en su casa y finalmente esté solo para llorar tranquilo.
Franco levanta la mesa para mantenerse ocupado, su mente le trae una imagen de él y Lando teniendo una vida hogareña como la de sus amigos y se insulta camino a la cocina. Alex llega a él y le pregunta qué sucede nuevamente, no quiere decir nada, no puede, está frustrado y confundido.
La tensión en la casa es palpable, ninguno sabe cómo superarla. Hablan de los planes para el cumpleaños de Franco, que justo cae sábado ese año. Irían a un bar que más tarde se hace boliche y se quedarían allí pasando el rato. El argentino no quiere ni pensar en ello, tiene miedo de lo que pueda suceder esa noche.
Están por irse a sus casas cuando notan que está lloviendo demasiado. Lando se ofrece a llevar a sus amigos porque los pocos Ubers que hay están carísimos y a él no le molesta ser su chófer. Carlos y Charles se van juntos en el auto del primero porque viven cerca y los otros cuatro se van juntos.
Tienen un deja vu, Franco va en el asiento de copiloto. Ni lo pensó, solo fue hacia él y, ni bien se sentó, lo primero que se le ocurrió es que ese es su lugar. No de Oscar, mucho menos Alex, suyo, siempre lo fue. Nadie objetó, está lloviendo y ya habían tenido que correr al auto, cambiar lugares es absurdo.
Además, Franco es el que más cerca vive del conductor.
Lando conduce con normalidad, como si no hubiera una distancia con el chico que tiene a su lado. Sus dos amigos son quienes inician la conversación, el tema principal es el cumpleaños de Franco y la boda que se acerca a pasos agigantados. Ya ni saben cómo, pero las semanas pasan en un parpadeo.
El ojiverde ve a Alex correr a la entrada de su edificio, está diluviando. La música del día es una playlist que hizo su hermana de los hits de Kenny Ortega, su placer culposo, por supuesto. Franco sonríe genuinamente por primera vez en el día cuando escucha la voz de Ashley Tisdale cantar Fabulous.
—Hace mucho que no estabas en esta onda —comenta aún sonriendo cuando termina la canción.
—Quería vibrar alto hoy.
—¿Puedo elegir la que sigue?
Lando no tiene que responder con palabras, le entrega su teléfono y el argentino lo abre con su huella. Intenta no pensar en ello pero, ¿por qué tienen acceso completo a los electrónicos del otro? ¿Es normal entre mejores amigos? Se concentra en los títulos de la playlist y se decide por un clásico: “I don't dance”.
El conductor se ríe, pero se suma a Franco y cantan juntos. La lluvia y el tráfico pasan a segundo plano, al igual que la tensión que hubo al principio de la noche. Eso son ellos, cantar y hacer el ridículo en el auto, lo han hecho desde que Lando tuvo su primer auto a los diecisiete. Sin embargo, cuando el británico ve a su costado, la imagen no es la misma que solía tener.
Franco baila como Ryan y simula tener un bate de béisbol, le genera ternura y se siente raro en su estómago. ¿Esas son mariposas? Quiere esa imagen todos los días, se ve bello, su sonrisa lo hace brillar, las luces de la calle perfilan su rostro a la perfección. Se muerde el labio y se concentra en la carretera, no puede pensar así de su mejor amigo.
“Start of Something New” comienza y Lando sabe que él es Troy y el chico de ojos avellana es Gabriela. Ambos sienten un cambio en el aire, Franco intenta no mirar mucho a su amigo, tiene miedo de que se dé cuenta lo que pasa por su mente. Si tan solo supiera que el británico está pasando por un proceso similar.
Lando no duda en entrar al estacionamiento del edificio del argentino, no va a permitir que se moje cuando no es necesario. Estaciona en el lugar libre, específico para visitas, bajo techo. Continúan cantando, ahora están mirándose, usan sus teléfonos como micrófonos. Están perdidos en el otro sin poder evitarlo, todo aquello que han pensado esos días casi les explota en la cara.
—Podríamos hacer un karaoke el sábado en vez de boliche.
—No, Lan, boliche. Tal vez otro sábado.
Están en silencio unos segundos, una canción de Camp Rock cantada por Nick Jonas comienza.
—Nos vemos, Fran.
—Nos vemos, Lan, espero que me des un regalo el sábado.
—Por supuesto, ya lo tengo.
Franco baja del auto y busca contener su sonrojo lo más que puede. ¿Por qué le dijo algo así con una sonrisa? Aunque es Lando, siempre está sonriendo y no dijo nada raro. No hay nadie más detallista con los regalos que él, por lo menos siempre fue así con él. Nunca analizó si con el resto de sus amigos o conocidos es tan así.
Entra al ascensor y finalmente ve su rostro, está más que sonrojado, hasta el cuello. Resopla y se apoya contra una de las paredes, sin poder creer lo que le está sucediendo. Se odia y quiere desaparecer, incluso más que aquel día que se despertó desnudo en Vegas. Todo está arruinado y no ha podido evitarlo ni con la distancia.
Le gusta su mejor amigo.

Lando se queda allí más tiempo del que debería, Franco ha entrado a su casa pero él está aún mirando hacia el frente, por donde lo vio irse. Su mente piensa en escenarios ficticios en los que él está con su amigo cantándole esa canción. Le tomó varios días aprenderse “Introducing Me”, obligado por su hermana, y es la primera vez que está pensando seriamente en alguien cuando la escucha.
Presiona sus sienes y luego pasa sus manos por su rostro, la playlist continúa como si nada, pasando a Hannah Montana. Sale del estacionamiento y la lluvia vuelve a mojar su auto, no puede dejar de buscar significados a cada pensamiento. Franco tenía razón cuando dijo que tenían que alejarse, incluso si dolía.
Lando quiere llorar, él nunca quiso arruinar su amistad, nunca quiso cruzar ninguna línea imaginaria. Lo último que quiere es perderlo pero… ¿Cómo podía seguir siendo su amigo si lo miraba así? Si cada vez que lo mirara iba a pensar en los detalles que lo hacen el hombre perfecto.
Le gusta su mejor amigo. La distancia se lo dijo cada día desde que volvió, pero la cercanía se lo confirmó. Ya no puede negarlo, no puede ocultarlo y no sabe si podrá convivir con ello.

Chapter 3: Parte 3

Notes:

El cumple de Franco. disfruten ♥

Chapter Text

Lando busca algún tipo de solución, no puede continuar así, tiene que despejar su cabeza. Decide que lo mejor es hablar con alguien al respecto y no encuentra mejor opción que su amigo y compañero de trabajo, Daniel. Fue ayudante estudiante en una de las materias de su carrera, hicieron buenas migas y terminaron abriendo su propio estudio juntos.
El británico no está seguro de los consejos del australiano, pero antes de que pueda darse cuenta, está siendo arrastrado a un bar el mismo sábado que le contó su situación. Están en la barra, Daniel está buscando a alguien que pueda ser del agrado de su amigo.
—Dani, ¿te parece esto?
—Confiá en mí, es la mejor manera.
—Estás demasiado confiado —le dice antes de terminar su primer trago.
—Mirá, te puede solo distraer o te puede gustar y te olvidás de todo lo que estás pensando o te das cuenta que estás hasta las manos.
—Pero eso no es bueno.
—Yo dije que es la mejor forma de saber qué tan confundido estás, no si era bueno.
—O sea, ¿si me olvido es porque tenía curiosidad?
—Sí, lo que te pasa es no saber cómo fue y desde ahí flashaste.
El mayor termina su trago y le señala un sector del bar. Hay un grupo de chicas, al parecer están celebrando, pero no puede notar qué. Lando suspira y asiente, tiene que hacer esto, su amigo tiene razón, se sacaría todas las dudas y confirmaría lo que en el fondo ya sabe.
Se acercan al grupo y es Daniel quien encara por los dos, es un experto en eso. Es un tipo gracioso y elocuente, logra cautivar a cualquier persona en pocos minutos. Le sonríe a una morocha que está frente a él y no deja de mirarlo, es la única del grupo que no le está prestando atención a su amigo.
La chica le sonríe y lo encara, es extraño pero le gusta la idea. Ahora que la ve mejor, puede notar sus ojos marrones brillantes, incluso podría decir que son avellanas. Le saca al menos diez centímetros, incluso con ella teniendo zapatos altos.
—Hola.
—Hola.
—Soy Lando.
—Elizabeth, Lizzie.
Lando lo intenta, realmente lo hace, la chica es bonita, tiene ganas de hablar con él y, si no tuviera la mente en otro lado, le seguiría la conversación como si nada. Están sentados en la mesa que había reservado el grupo de mujeres. Daniel se había ido a bailar con ellas y los han dejado solos.
El ojiverde se acerca a ella, Lizzie entiende qué hace y coloca sus manos en el cuello del inglés. El beso es intenso, apenas pasan pocos segundos sin que sus lenguas entren en juego. Lando coloca sus manos sobre la cintura de la chica y desde ahí todo va en picada para él. Su mente solo puede pensar en el último beso que compartió con alguien.
Ella es tan demandante como él, sus uñas rozan su cuello de forma incómoda y simplemente sus labios no se sienten correctos sobre los suyos. Con Franco no fue así, se sentía tan bien, como si siempre hubiera pertenecido allí. Quiere golpearse la cabeza contra una pared solo por pensar en su mejor amigo mientras está besando a alguien más.
Se separan unos momentos antes de que sus amigos vuelvan, Lando busca a Daniel con la mirada y frunce los labios. El hombre lo entiende de inmediato, su amigo está jodido, mucho. Ambos se alejan del grupo con la excusa de buscar unos tragos y vuelven a la barra, al mismo lugar donde estaban hace un rato.
—¿Tan mal?
—Ella está bien, hace todo bien, es dulce, interesante, quería estar conmigo pero…
—No es él.
—Es mi amigo, la puta madre.
—Es normal, Lando. Ustedes comparten todo, no sé cómo no te confundiste antes en realidad.
—Lo estuve pensando a eso, nunca me di cuenta.
—Tendrían que hablar en serio, Lando. Es lindo chico, se conocen hace mucho y, si siente lo mismo, vas a ver que es lo mejor que te puede pasar.
—No creo que se sienta igual, Dani. ¿Cómo hago para olvidarme de él?
—Vamos por pasos, Norris, hablen y después ves qué haces de tu vida.

 

Franco suspira y se queda observando la pantalla de su teléfono, tiene la conversación de Gabriel abierta. Es un chico con el que ha estado más de una vez, cuando ambos están aburridos se juntan y tienen sexo. En un día que quieren compañía, piden comida y ven una película de comedia juntos, pero nada más. Ni siquiera se han visto fuera de sus departamentos.
Finalmente escribe, tiene muchísimas cosas en la cabeza, lo que sucedió anoche sigue repitiéndose en su mente como si no tuviera otro pensamiento. Gabriel le responde a los pocos minutos, va a ir a su casa en una hora. El argentino se mueve con rapidez, tiene que dejar su lugar presentable y darse una buena ducha.
Para cuando llega él ya ha dejado todo impecable y su cuerpo huele al jabón de coco que compró para esto. Se ha preparado en medio de su baño, pero nunca va a decir en voz alta que lo hizo pensando en alguien en específico. El brasileño le sonríe y lo abraza ni bien le abre la puerta. Ya casi pueden considerarse amigos.
Se conocieron una noche en la que salieron a bailar a un boliche cerca de Camden, en una noche latina. Esa noche solo Lando lo había acompañado y se hicieron amigos del grupo de argentinos y brasileños del cual es parte Gabriel. Lando se había ido con una chica mientras él se fue con el chico de ojos marrones.
La mañana siguiente acordaron que podían repetir cada vez que quisieran y estuvieran disponibles. El arreglo ha funcionado por más de un año sin problemas.
—¿Cómo te ha ido, docinho?
—Bien, Gabi, ¿vos todo bien?
—Sí, todo normal. He conseguido el ascenso, así que me tocará viajar un poco más.
—¡Eso es genial! La próxima vez que te vea vas a ser ingeniero de carreras, vas a ver —dice Franco con una sonrisa genuina y lo sigue hasta el cuarto.
El chico está cumpliendo su sueño en la Fórmula 1 siendo parte del equipo McLaren y está adquiriendo mucha experiencia desde que entró. Había comenzado con un simple trabajo en las oficinas de la marca y fue avanzando hasta llegar a viajar con la escudería para algunas carreras.
—¿Pongo la playlist de siempre?
—Sí, sí.
Los nervios de Franco aparecen mientras lo ve conectar su teléfono al parlante que tiene en su habitación. Habían armado una playlist para ese momento una mañana lluviosa en medio de un simple desayuno y desde allí han agregado canciones que les gustan y consideran que van con la onda que quieren escuchar en la cama.
Gabriel deja su teléfono sobre la cómoda y busca los labios de Franco para compartir un beso efusivo. No se ven desde hace más de un mes y el brasileño se lo hace notar. Sus manos lo toman de la cadera y lo acercan a su cuerpo, el más bajo se deja hacer como siempre, pero no siente que esté allí.
Los besos bajan a su cuello y Franco solo puede preguntarse cómo se habrá sentido Lando cuando hizo cada marca aquella noche. Sus labios seguro eran más suaves que los de Gabriel, puede asegurar que le habrá preguntado si quería y él, en medio de su borrachera, le dijo sí a todo. El pelinegro se separó con el ceño fruncido.
—¿Pasa algo, menino?
—Yo…
—¿No querés?
Los ojos cafés los analizan con cierta preocupación, sin entender al argentino. Entiende que el chico puede cambiar de opinión y jamás forzaría nada, pero no puede comprender por qué lo llamó si realmente no buscaba sexo.
—No… No sé cómo explicarlo.
—Como puedas, cariño.
—Es que… Estoy pensando en alguien más.
—Ouch.
—Perdón, perdón, es que… Estoy tan confundido y…
—Pero habíamos acordado no estar juntos si había alguien más.
—¡Es que no hay! —La histeria del menor es palpable, sus ojos llorosos y rojos lo delatan al igual que el temblor en su voz.
—Docinho, tranquilo, ven aquí.
Gabriel lo abraza con cariño y lleva a Franco a la cama, siente las lágrimas del chico contra su piel y sabe que es algo muy serio. El argentino sigue abrazándolo por un rato hasta que siente que puede hablar, el morocho es paciente con él y acaricia su espalda cada ciertos segundos para darle algún tipo de confort.
—Gabi, me gusta mi mejor amigo.
—¿El rulitos?
—Si.
—Bueno… Yo al principio creí que eran pareja, lo sabes, incluso después de conocerlos. ¿Te acordás de esa vez que me quedé a dormir y él apareció aquí la mañana siguiente?
Franco sonríe con melancolía.
—Es que me iba a llevar al trabajo.
—Y él subió y te hizo el desayuno, estaba como en su casa, sabía dónde estaba todo, qué te gustaba, tus horarios… Y casi me mató cuando me vio.
—Es que no sabía que estabas aquí.
—Me dijiste lo mismo aquella vez —susurra y suspira. —Mira, no sé cómo te llevarás con tus otros amigos, pero no es normal, Fran.
—Ya lo sé, ni me lo digas.
—¿Has hablado con él?
—Es que ni siquiera puedo mirarlo a la cara —dice y se separa del brasileño, lo mira por unos segundos y niega. —Ni siquiera te conté todo lo que pasó.
—Tengo tiempo, menino.
Franco le cuenta todo lo que ha sucedido desde la última vez que se vieron, Gabriel no puede creer todo lo que se ha perdido pero de algo está seguro: Franco es un idiota. Y es solo porque no puede hablar del tema, es tan terco, tan orgulloso y tan inseguro que ha arruinado algo que se podría haber resuelto con una simple conversación.
—Fran, no quiero ser malo pero… El problema sos vos.
—Gracias, sos un gran amigo, Gabi.
—De nada —le responde con una sonrisa a su frase sarcástica.
—Es que… Anoche cuando me trajo me sentí bien, normal, hasta que lo vi de más y bueno…
—Él te dijo que aclaren todo, incluso quiso volver a como era antes, tal vez…
—Eso es lo peor, dijo a como era antes no replantear nuestra relación.
—Es que estás como una perra histérica. Si te llegaba a decir algo así cuando volvieron lo hacías chocar el auto contra algún muro —bromea y Franco se ríe con un leve sonrojo, sabe que el brasilero tiene un punto.
Gabriel se levanta y toma su teléfono para apagar la música sensual que se seguía reproduciendo. Nada va a suceder y, siendo sincero, no le molesta, no cuando recibió un buen chisme a cambio y una confirmación de algo que él ya había visto antes.
—Menino, hablá con él, como la persona adulta que sabemos que sos.
—Lo voy a pensar.
—Franco, en serio, dudo que ese chico no sienta lo mismo.
—¿Y si no?
—Y si no le gustás, él se lo pierde y también va a ser un dulce igual y va a intentar hacer lo mejor para ustedes, pero eso es problema del Franco del futuro.
—Gracias, Gabi, en serio.
—Cuando quieras, cariño.
—¿No querés quedarte? Ya es tarde.
—Solo si me prometes una chocotorta para llevar.
—Me caes mal, pero mañana te hago una.

 

“Franco sopla la vela” (nuevos mensajes)

Franco
Primero, los odio por el nombre de mierda ese
Segundo, Francia
Tercero, juntada en casa para hacer un poco de previa el sábado

Charles
Al fin alguien tira un plan

George
Ahí estaremos con el gordo

Max
Gorda me la ponés

Oscar
Sos un asco
Los odio

Lando
Borra

Alex
Nadie quiere saber eso

Carlos
Innecesario

Max
Sigan y les mando foto

Franco
Dios, no me traumen

Charles
Mal, suficiente con la fototeta de Fran de esa vez

George
Todavía la tengo
Por qué no es la foto del grupo?

Oscar
Porque Alex quebrado es más divertido

Franco
Basta, no me hagan acordar que fui un boludo

Alex
Menos mal que solo fue una vez

Lando
Hablen por ustedes

Franco
Cerra el orto Lando

Max
Ah bueno

Carlos
Esto se está yendo de las manos

Oscar
Pero vos no mirás a quién le mandas las cosas?

Charles
Never beating the trola allegations

Franco
No nos juntamos nada el sábado
Me caen mal

 

 

 

El sábado llega rápido, Lando quiere hablar con Franco antes de ese día pero nunca encuentra el valor. Tiene su regalo listo, le ha agregado algunas cosas que no tenía en cuenta hace un mes porque sintió que no era suficiente. Ha pasado por el lugar que normalmente frecuenta su amigo para comprar varios ítems y colocarlos en una caja.
Está nervioso cuando llega, ahora que reconoce lo que siente, no puede evitar sentir con más intensidad esas emociones. Su regalo pesa y agradece haber llegado a la casa del argentino con Alex y Oscar porque no podría avisarle a Franco que había llegado. Los chicos llegan con regalos y una botella de vodka bajo el brazo.
El cumpleañero les abre con una sonrisa, Lando logra mantener su boca cerrada. Franco se ha puesto los pantalones blancos que resaltan su figura y una camisa transparente negra que no deja nada a la imaginación. El menor está impaciente, ha demorado horas para verse hot y causar alguna sensación en el ruloso.
Gabriel le sugirió intentar por ese lado y él estaba seguro, hasta que lo vio. Pasa saliva cuando lo ve con una camisa blanca con dos botones abiertos y unos pantalones negros, lo clásico. Sin embargo, sus ojos verdes brillan y se puede perder en ellos con facilidad. Los deja pasar cuando Alex lo trae a la realidad con un abrazo.
El resto del grupo ya está en su casa, George y Max habían traído unos snacks para sumar a lo que Franco ya había puesto en la mesa junto con algunas botellas de alcohol y vasos. La playlist del día es una de las favoritas del cumpleañero, con canciones argentinas de cumbia y cuarteto. Lando deja su regalo sobre la mesa ratona y abraza al menor con afecto.
—Feliz cumpleaños, Fran.
—Gracias, Lan —responde en el mismo tono bajo, sin romper el abrazo. Aún todo se siente tenso, pero Lando sigue siendo su persona más importante en Londres.
—Espero que te guste lo que traje.
—Seguro que sí.
Sus amigos los miran sin disimulo, incluso cuando se separan. Franco les sonríe y les ofrece algo para tomar a los recién llegados. La idea es tomar solo una ronda en el bar, es fin de mes y ellos querían disfrutar del boliche sin tener que pagar demasiado. Charles decide que es el mejor momento para cantarle el cumpleaños, cuando todos aún están bien.
—¡Soplá la vela, Franco! —grita Alex en medio del canto. Lando está sacando fotos del momento y George graba todo.
—¿Dónde te sentaste, Fran? —bromea Carlos.
El argentino se sonroja y tapa las velas para poder soplar sin que le saquen alguna foto que luego puedan usar para gastarlo. Está feliz de estar rodeado de aquellos que más quiere, los hermanos que ha elegido.
—Hoy hacemos putivueltas, corazón, en plural.
—Te tomo la palabra, Charles.
—No se vale, soy un hombre casado, no puedo participar.
—Oscar va en tu lugar.
—Por favor, no, no me metan en eso.
Max le sugiere a Franco que abra sus regalos y todos se reúnen alrededor de la mesa ratona. El regalo de Lando es el que más destaca por la gran caja, sin embargo, sabe incluso sin abrirlos que todos son especiales. La pareja le regala una camiseta oficial de Argentina, Oscar le regala un cuadro con una foto del viaje a Las Vegas de los ocho que Franco ama de inmediato junto con otras más por si quería ir cambiándola y un llavero con dijes de su profesión.
Alex, por su parte, le da una taza y un termo para llevar a la oficina con su nombre y la frase “el mejor contador del mundo”. Recibe un kit de skincare de Charles y un buzo de Boca de Carlos. Se muerde el labio antes de abrir el regalo de su mejor amigo. Todos se burlan de Lando por traer una caja grande para opacar al resto.
Su boca se abre cuando ve todo lo que contiene el regalo y quiere llorar cuando sabe por dónde viene la mano. Solo Lando sabe cuánto extraña su hogar y buscó una manera de acercarlo antes de que se vaya de vacaciones para allá. Paquetes de yerba, sus preciadas Don Satur dulces y saladas, varios potes de dulce de leche, distintos tipos de alfajores, galletitas y chocolates, y debajo una gift card para su restaurante argentino favorito para ir a comer un asado.
Las lágrimas salen sin su permiso, el ojiverde lo está esperando con los brazos abiertos y Franco se aferra a él. Es un regalo sencillo, es solo comida, pero que Lando haya recordado hasta su marca favorita de chocolates significa mucho. El resto del grupo observa con curiosidad todo lo que hay dentro disimulando sus sonrisas.
—¿Sos millonario ahora? —se burla Max.
—Che, hay mucha comida, para mí te vio cagado de hambre.
—Mal, ¿no te jode que me lleve algo? —dice Alex, pero el argentino aún sigue entre los brazos de Lando.
Inhala su perfume y disfruta de las caricias en su espalda. Franco no puede perderlo, no puede perder a una persona que lo quiere tanto, que lo escucha y lo mima cuando sabe que no está en su mejor momento. Tiene que tragarse lo que sea que sienta, convivir con ello y joderse. Seca sus lágrimas y se aleja cuando Oscar habla.
—¿Qué es esto?
—Un sobre, Osc.
—¿No serás muy gracioso, Carlitos?
Franco lo toma con cuidado y sabe que es importante cuando nota la sonrisa de su amigo. Su mano tapa su boca sin poder creerlo y está seguro que no lo merece. Lo ha tratado tan mal que se siente horrible ahora que sabe que ha tenido su regalo por tanto tiempo.
—Era en serio.
—¿Qué cosa?
—Que tenías mi regalo.
—¿Qué es? —pregunta Charles con ansiedad.
—Es un pase de tres días para Silverstone.
Franco siempre ha querido ir a ver la Fórmula 1, desde pequeño es fanático del deporte. Un sueño inalcanzable, porque los precios siempre han sido demasiado altos para su presupuesto. Tiene que ahorrar bastante solo para tres días y siempre prioriza otras cosas como unas buenas vacaciones, salidas semanales y el viaje que pronto haría. Luego de la efusión inicial, Max frunce el ceño.
—¿Cómo hacés? No me dan las cuentas.
—No te dan porque estás gastando en una boda y una luna de miel —responde Lando.
—Él no alquila, Maxi.
—Tampoco le quedaron deudas de la universidad —dice Oscar.
—Y Dani es muy bueno, consiguió muchos contratos —completa Franco.
—Lo dije, vos estás muy ocupado metiéndole mano a tu prometido, pero dije que tuvimos un muy buen año.
—¡Lando! ¡No quería esa imagen en mi cabeza!
—¿Por qué lo imaginaste, Charles? Qué asco.
—Basta, dejen de pensar en mi prometido.
—Esperen, me acordé que yo quiero explicaciones —interrumpe Alex antes de que sigan molestando a la pareja. —¿Cómo es eso de que Franco te mandó fotos?
—No me hagas acordar de eso.
—O sea, no eran fototetas, pero se entiende.
—¡Lando, callate!
—¡No dije nada!
—¿Le mandaste fotos de tu…?
Franco le tapa la boca a Charles antes de que pueda seguir, está rojo hasta el cuello y sus amigos se burlan de él. Les toma varias bromas y gritos del cumpleañero para parar con los chistes sobre lo que hizo tiempo atrás. Lando actúa con naturalidad, como si no le hubiera molestado, y eso lo alivia por un lado, pero por el otro le aterra porque significa que no genera nada en él.
Están unas horas en su casa, beben lo suficiente para estar borrachos pero no al punto de no poder ni caminar ni hablar. Se dividen en grupos para ir al bar antes de que sea la hora de cierre. Lando y Franco no hablaron mucho más, pero habían dado un gran paso en la dirección correcta, o por lo menos así lo creían ellos.
No resultó incómodo como lo fue en la reunión anterior, la conversación fluía entre todos ellos y, a pesar de no hablarse directamente, no se sintió la tensión que había obligado a que la juntada de la otra semana terminara. Tal vez el haber aceptado qué sentían o que el motivo de ese día fuera celebrar la vida de uno de ellos los hizo dejar a un lado algunos pensamientos.
Una vez en el bar, se sientan en una de las pocas mesas disponibles y piden una ronda de tragos. Lando saca su cámara digital que tantos recuerdos ha dejado y toma fotos de sus amigos, en especial del cumpleañero. Apenas están una hora allí cuando inicia la segunda parte de la noche. Como regalo para Franco, el lugar les dio una botella de champagne que dura poco en su mesa.
Charles no tarda mucho en llevarse a su amigo a dar una vuelta, el resto decide ir a la pista y bailar en una ronda. El alcohol hace que Oscar y Carlos se desinhiban y formen parte del centro del círculo con pasos ridículos. Lando de vez en cuando mira a su alrededor para ver si encuentra a sus otros dos amigos pero no están cerca.
Franco está bailando con un chico mientras el monegasco está en lo suyo, ninguno tiene ganas de estar con el otro, le vio la cara cuando su amigo le pidió que estuviera con él y le desagradó por completo. Es incómodo y está a punto de llamar a alguno de los chicos para que lo vaya a buscar cuando Charles vuelve con una sonrisa.
—¿Todo bien?
—Sí, sí.
—Fran.
—No quería estar con él y era mutuo.
—Me hubieras dicho.
—No, no, te esperaba.
—Sos el cumpleañero, sos el que más tiene que disfrutar. Busquemos a alguien que te guste, corazón.
Continúan caminando entre la gente que baila, se cruzan con el grupo y bailan por un momento con ellos. Es George quien le señala un hombre del grupo a unos pocos metros, ha visto a Franco más de una vez, le ha sonreído y está dudando en acercarse o no. El argentino lo observa y duda, algo de él le dice que no es por ahí.
Una voz en su cabeza le dice que lo haga, que provoque algo en Lando, pero otra le dice que no, que no haga nada frente a él. Está dudando si debería aunque sea bailar con ese chico cuando Charles vuelve a tomar su mano y lo saca a dar su segunda vuelta. El monegasco está determinado a que él termine su noche con alguien que le guste.
Caminan un poco entre el gentío, ninguno de sus amigos dice nada ni los acompaña. Franco se choca con el cuerpo de su amigo, estaba mirando hacia su grupo y no notó que se había detenido. El hombre que George le había señalado y otros dos están frente a él. Charles inicia su típica charla y arma una pequeña ronda entre los cinco para bailar.

 

Lando intenta mantenerse normal, mantiene su vista en ellos solo por si acaso. Oscar toma su mano y lo distrae, lo mueve al medio del círculo para que baile y él obedece al australiano. Carlos se suma entre risas y luego la pareja pasa a estar en medio de todos ellos. Los ojos verdes escanean a su alrededor, buscando a su mejor amigo, pero no lo encuentra.
Preocupado, se para de puntillas e intenta encontrar la tan conocida cabellera entre el tumulto de gente y lo encuentra junto a una columna. El hombre que es más alto lo está acorralando allí y no puede ver el rostro de su amigo para saber si está bien con ello. Pasa saliva al ver sus rostros cerca, sus puños se cierran y siente cómo la sangre le hierve al verlos así.
Él debería estar ahí. Él debería estar a punto de besarlo.
Los celos lo ciegan, nunca le había pasado. Sin embargo, es la primera vez que lo ve desde que se dio cuenta de lo que realmente siente por él. Quiere volver su atención a sus amigos, puede escuchar la risa de Alex y los cantos desafinados de George, pero sus ojos se niegan a dejar aquella imagen.
Tal vez es lo que necesita. Tal vez, si ve que Franco es solo su amigo, puede avanzar y entender que tiene que dejar esos absurdos sentimientos a un lado.
Sin embargo, lo ve buscar a alguien con la mirada, sus ojos escanean todo el lugar hasta que se encuentran y lo mira fijo. Lando no puede permitirlo, no puede dejar que esté con otro cuando lo está mirando a él a través del boliche con varias personas entre ellos. Franco quiere prestarle atención a Calum, pero esos ojos fijos en él lo inhiben.
Su interior es un caos, le gusta saber que Lando lo observa, que genera algo en él. El chico le tapa la visión y le pregunta algo que ni siquiera puede escuchar. El argentino intenta alejarse de la columna con cuidado, pero la mano en su cintura no le permite moverse mucho. Calum intenta acercarse a sus labios y él le corre el rostro.
¿Qué quiere realmente? ¿Quiere realmente estar con alguien más o quiere que Lando lo busque?
Su amigo aparece y le toca el hombro al más alto que voltea con el ceño fruncido. Franco en ese momento tiene una epifanía. Nunca quiso estar con Calum, siempre quiso que Lando apareciera. Bailó con él y fue divertido, es un chico gracioso y atractivo. Sin embargo, no quería ni podía estar con alguien más, solo quería estar con una sola persona y necesitaba llamar su atención.
La idea de darle celos a Lando ya era estúpida, pero que su cuerpo sienta verdadero rechazo por otras personas ya es otro nivel. No pensó que podía sentirse así cuando aceptó que le gustaba demasiado Lando. Creyó que no pudo estar con Gabriel porque no tenía alcohol encima, pero ahora que aún quedaban restos de él en su sistema, tampoco había podido.
Está jodido.
—Hola, me vengo a llevar a Fran. —dice el ruloso en el tono más amable que puede, Calum se ríe e intenta ignorarlo, pero el británico insiste. —Estoy hablando en serio.
—Amigo, buscate el tuyo.
—Che, no soy una cosa —interrumpe Franco con molestia.
—Me lo voy a llevar con el grupo, disculpá.
—Tomatelá, amigo, yo lo vi primero, nos estás interrumpiendo.
Lando se ríe.
—Yo lo vi primero, eso te lo aseguro. Y él se quiere ir.
—Estoy seguro que no, está cómodo acá —responde y le guiña el ojo al argentino que se remueve incómodo para sacar la mano de su cintura.
—Yo… Me voy con él —dice Franco en un tono apenas audible en medio de la música y abraza a su mejor amigo por el costado. El hombre analiza la imagen frente a él con el ceño fruncido, sin poder creer el tiempo perdido. El menor está aferrado al chico, buscando protegerse en él. —Ya fue, quedatelo, no sirve ni para twink.
Lando se enfurece, no es quien para decirle qué es su amigo, mucho menos con ese nivel de asquerosidad. El ruloso está a punto de levantar su puño ya formado para golpearlo, pero las suaves manos de Franco sostienen su bíceps con fuerza. Charles aparece a un costado, con el ceño fruncido y el pelo revuelto.
—¿Qué sucede?
Calum voltea y se va con sus amigos sin responder. Franco abraza a Lando como corresponde, las manos del morocho acarician la espalda de su mejor amigo que intenta inhalar con disimulo su perfume. El monegasco se extraña al ver a sus amigos en esa posición.
—¿Te hizo algo ese hombre?
—Char, tranquilo, no pasó a mayores.
—Creí que todo estaba bien, que te gustó.
—Está bien, Char. Soy yo el problema hoy —le responde Franco algo cortante.
—Volvamos con los chicos, por ahí están preocupados.
Charles asiente y camina hacia donde recuerda que todos estaban bailando, Lando deshace el abrazo y analiza el rostro de Franco, buscando algún tipo de señal que le indique que algo está mal. El argentino pasa saliva, esos ojos verdes son profundos y, a pesar de las luces del boliche, puede verlos con claridad.
Lando intenta mantenerse tranquilo pero están demasiado cerca, no quiere mirar esos labios, no quiere hacer algo que luego hará que su mejor amigo se sienta incómodo. Agradece no estar igual de borracho que aquel día en Omnia.
—Gracias, Lan, en serio.
—Sabes que no tengo problema, siempre te voy a ayudar.
—Hoy no estoy bien.
—¿Querés que te lleve a casa?
—No, no es eso —responde y su mirada baja a los labios del británico. No puede no hacerlo, no cuando están así de cerca y puede sentir el calor de su cuerpo. —Lan.
—Decime. —Su tono de voz es casi un susurro en medio de la música.
—¿Me darías otro regalo de cumpleaños?
—¿No te gustaron las cosas?
—No es eso, quiero algo más. —Lando asiente y espera que continúe. Franco puede sentir sus dedos temblar de los nervios. —Un beso.
El ojiverde lo mira incrédulo, como si no pudiera procesar lo que le ha dicho. Y no puede en realidad. Cuando se acercó para sacar a su amigo de esa situación con el otro hombre no pensó en obtener algo a cambio, solo quería ayudarlo. Aunque no tan en el fondo no quería verlo con alguien más y sabía que quería ser él quien lo besara.
Franco se sonroja y baja la mirada, se siente idiota por haber preguntado. Todo estaba volviendo a una relativa normalidad y él tuvo que arruinarlo. Los dedos de Lando rozan su mandíbula y lo obligan a alzar su vista. Los ojos avellanas analizan con miedo la expresión del británico pero no hay enojo ni decepción.
Lando se inclina y roza sus labios despacio, como si esperara que se aleje. Cuando no lo hace, lo besa firme, largo y tierno. Sus manos encuentran el camino a su cintura sin pensarlo mientras Franco coloca las suyas sobre los pectorales del morocho. No necesitan intensificar el beso, están asimilando sus emociones y que el otro siente lo mismo.
Se separan despacio, apenas dejando una leve distancia entre ellos.
—¿Querés más?
Franco se ríe y niega.
—Volvamos con los chicos mejor.
—Dejamos a Charles solo.
—Él hizo lo mismo conmigo, así que estamos a mano.
Lando se ríe y caminan hacia su grupo con una gran sonrisa, sin poder ocultar que algo había cambiado entre ellos. Ninguno comenta, pero Charles los había visto cuando notó que volvía solo y corrió a contarle al resto de sus amigos lo que sucedió. No están sorprendidos, es más, no pueden creer que no haya sucedido antes.
La noche continúa con normalidad, para Franco solo mejora, está con sus amigos bailando todo el rato y Lando siempre está a su lado. No pueden dejar de sonreír, el argentino no puede creer como su terquedad ha hecho que se aleje de la persona que más quiere. El ruloso está feliz ahora que sabe que se ha preocupado por un futuro que no va a existir.
No queda mucho tiempo para que el boliche cierre, el grupo le canta el feliz cumpleaños a su amigo sabiendo que lo odia y mucha gente a su alrededor se suma. Lando mira a Franco embobado, está radiante, su sonrisa ilumina más que las luces blancas del lugar. Quiere disimular lo mucho que le puede pero sabe que está fallando estrepitosamente.
Charles y George salen del boliche abrazando al cumpleañero, felices por él, por lo que saben que está a punto de empezar en su vida. Max, George y Lando vuelven a la casa de Franco para buscar sus autos y el resto se va a sus hogares. El camino de vuelta es tranquilo, los mejores amigos aún mantienen una distancia que los tiene ansiosos.
La pareja se va a los pocos minutos de llegar, con una sonrisa cómplice compartida y les recuerda que tienen que tener una cena o salida antes de la boda y la luna de miel. Lando cierra la puerta y el silencio los rodea, Franco está acomodando los regalos que le trajo el británico en su alacena para mantenerse ocupado.
—Fran.
—¿Pasa algo? —pregunta y guarda el último paquete de su yerba favorita.
—Yo… Quería hablar sobre esta noche.
El argentino se sonroja y no sabe qué decirle, no puede no hablar con él esta vez, ya lo hizo antes y ha salido mal. No se da cuenta de lo nervioso que está hasta que Lando toma sus manos y las entrelaza con las suyas.
—Fran, yo después de todo lo que pasó y en estas semanas me di cuenta que me gustas. Antes no lo sabía, no me había dado cuenta, no sé, pero quiero que lo sepas —la voz de Lando se va convirtiendo en un susurro de a poco y las caricias que deja en sus nudillos son cada vez más lentas. —Y no sé si realmente sentís lo mismo pero…
—¿Vos me estás cargando?
—¿Qué?
—Yo te pedí que me dieras un beso —dice Franco y se ríe. —¿Sos boludo?
—Bueno, yo que sé, por ahí estabas en pedo, qué sé yo.
—Lando, me conocés.
—Sí, pero… No sé, estoy nervioso.
—Yo también igual —suspira y deja un beso en la mejilla del morocho. —Pero te lo pedí porque me gustas también, me pasó lo mismo y… Nada, me mandé y si la cagaba, bueno…
—Eso nunca iba a pasar.
—No sé, por ahí me decías que no y te ibas con alguien más —dice con una sonrisa, sus nervios aumentan a medida que Lando se acerca más y lo acorrala contra la mesada.
—¿Decirte que no a vos? Imposible.
Franco se deja hacer y casi sonríe en medio del beso cuando vuelve a sentir cómo Lando lo domina incluso sin buscarlo. Lo besa con vehemencia, se habían contenido horas atrás, pero ya no había más nada que fingir. El argentino rodea su cuello con sus brazos y gime contra sus labios.
Continúan besándose incluso cuando sienten que les falta el aire, no pueden tener suficiente del otro. Lando baja sus labios al cuello de Franco y deja pequeños besos húmedos en cada sector de la piel.
—Ni se te ocurra, Norris.
El ojiverde se ríe y deja un último beso en la zona.
—No sé qué pasaba por mi cabeza esa noche, no va a volver a pasar.
—Más te vale que no, fue horrible tener que maquillar todo más de una vez.
Verde y avellana se encuentran una vez más, los ojos de ambos brillan y no pueden quitarse la vista de encima.
—Vos me podés marcar, yo no tengo drama.
—Callate, después no te va a gustar.
Lando le roba un beso y le guiña un ojo.
—¿Querés apostar?
—No, porque vas a hacer trampa, Norris.
—Jamás haría algo como eso, no sé de dónde lo sacaste, Colapinto.
Franco se inclina y busca los labios de Lando una vez más, decide aventurarse un poco y acaricia la camisa hasta que sus dedos rozan los botones. El británico sonríe en medio del beso y su lengua pide permiso para profundizar el beso. El chico de ojos avellanas termina de abrir la prenda y sus manos pasan por los abdominales.
—Estás muy lindo hoy —susurra Lando contra sus labios.
—¿Sí? Me la puse para vos.
—Bueno… Funcionó.
Franco le sonríe con cariño y bosteza, Lando lo toma como una señal para ir a dormir. Da un paso hacia atrás y deja que el dueño de casa se mueva con tranquilidad hacia la habitación. Se apoya contra el marco de la puerta y sonríe con la vista. El argentino no tiene problema en quedarse en bóxers frente a él, incluso siendo un manojo de nervios por dentro.
—¿Por qué seguís ahí?
—Me gusta la vista.
—Sos un boludo —le responde sonrojado y se pone una remera blanca vieja. —¿Por qué no te estás cambiando?
—No me invitaste a quedarme, ya me estaba por ir.
—Lando… Dale.
—¿Qué? Te estoy respetando.
—Agarrá esa remera pedorra del United que dejaste en el placard y acostate a dormir.
—Me gusta que me mandonees —bromea y deja un beso en sus labios.
Franco golpea su hombro con suavidad con una sonrisa y se va a lavar los dientes. Lando aparece al poco tiempo para lavar los suyos y vuelven a la habitación una vez que apagan todas las luces menos la de la mesa de luz. Se acuestan y se quedan mirando con cariño.
—Me di cuenta que armé mi vida con vos sin pensarlo.
—Sí, yo también, el primer día que dejamos de hablar me arrepentí.
—Claro, te quedaste sin chófer.
—¿Sabes lo que es ir al gimnasio sin que te lleven? O peor, sin que te traigan a casa.
Lando se ríe y besa su frente.
—Fuimos unos boludos.
—Sí, pero bueno, necesitábamos también ese tiempo.
—¿Alguna vez te acordaste de algo?
La pregunta de Lando lo toma por sorpresa y niega.
—No, ¿vos?
—Yo creo que sí, pero… Es raro, no sé.
—¿Raro?
—Le conté a Dani y como que tuve algunas imágenes sin sentido mientras le contaba. Yo era el que te llevaba de la mano porque vos querías volver al boliche, después estábamos en un auto besándonos y lo último que me acuerdo es que se nos cayó la tarjeta del hotel y me caí por querer agarrarla.
Franco se ríe y suspira con un poco de frustración.
—No, nada, ni siquiera escuchándolo.
—Es que te tomaste todo, Fran.
—Habló. —Comparten una sonrisa y Lando abraza a Franco por los hombros. —Igual ya lo sabía.
—¿Qué cosa?
—Que me cuidaste, todo el viaje, incluso cuando vos estabas en pedo también.
—Siempre te voy a cuidar, Fran, siempre.

 

Chapter 4: Parte 4

Notes:

El después del cumple y se viene la boda Russtappen ♥
Espero que lo disfruten

Chapter Text

Despertarse esa mañana no es tan incómodo como lo fue aquella vez. Lando abraza la cintura de Franco con parsimonia. Por la poca luz que entra por la ventana está seguro que es el mediodía, deja un beso en el hombro del chico y se levanta. Pone el agua para el mate y saca uno de los paquetes de galletitas que le regaló anoche.
Habla con Daniel para contarle cómo le fue con Franco y se alegra por él. Le mete en la cabeza la idea de tener una cita lo antes posible y Lando busca algunas ideas por internet. Una vez que tiene el desayuno listo lo lleva con cuidado en la bandeja que tiene el argentino sobre la heladera.
—Fran —lo llama en un tono aún bajo, sin perder esperanzas de que despierte así. Deja la bandeja en la cómoda y se acerca a la cama. —Fran, ya es hora de levantarse.
Franco está dormido boca abajo y su boca está apenas abierta. Lando adora esa imagen y no puede esperar a tenerla a diario. ¿Es muy rápido pedirle que se muden juntos? Besa su mejilla, su frente y sus labios. El chico se remueve pero mantiene los ojos cerrados. El británico sonríe, ha encontrado una mejor forma de despertarlo.
—Me gusta más así, sin gritos.
—Buen día.
—Buenas tardes —responde y lo besa una vez más. —Te traje el desayuno, Fran.
—¿Tan lindo vas a ser?
Desayunan en la cama después de que el menor fuera al baño. Hablan un poco de la noche en el boliche y de los chicos. Están relajados con sus espaldas apoyadas en el respaldo de la cama, compartiendo mates sin apuro alguno.
—¿Te vas a quedar?
—Si vos querés.
Franco rodea los ojos.
—Dejá de hacer como que nunca te quedaste en mi casa, boludo.
Lando le sonríe y besa sus labios.
—No me voy a cansar de esto.
—Yo tampoco.
El morocho toma su teléfono y se conecta a los parlantes que tiene Franco en su habitación. El dueño de casa lo mira con el ceño fruncido pero mantiene su sonrisa. Los acordes de guitarra suenan en el cuarto y Lando comienza a cantar aquella canción de Camp Rock con la mirada fija en él.
Franco se sonroja y deja la bandeja de desayuno a un costado de la cama. Se muerde el labio sin poder creer que le esté cantando y fingiendo ser Nick Jonas. Se ríe en medio de la canción e intenta unirse, pero los dedos de Lando rozan su boca para callarlo. El británico quiere dejar de actuar solo para besar aquel rostro con una sonrisa tan brillante.
Franco lo abraza ni bien termina y caen en la cama. Solo unos segundos más tarde sus labios ya están en contacto de nuevo. El argentino quiere derretirse en la cama, ¿así se siente realmente estar tan atraído a alguien? Nunca llegó a ese nivel, o tal vez nunca llegó a compartir una conexión así con otra persona a pesar de haber tenido novios.
Lando se ríe contra su cuello.
—¿Querés que te cante otra?
—Podrías.
—Hagamos una tarde de karaoke.
—No vas a dejar el karaoke hasta que diga que sí, ¿no?
—Tengo tiempo y métodos para convencerte.
Franco se ríe pero acepta, no tiene ganas de hacerse el difícil, por lo menos no ese día. Pasan por todos los géneros de música que conocen, incluso español aunque Lando no le pegue a ninguna palabra. Hace mucho tiempo que no tienen un día en el que se hayan sentido tan felices, cómodos y tranquilos.

 

“Franco sopló la vela” (nuevos mensajes)

George
Se lo dijimos a Lan y Fran anoche
Queremos juntarnos antes de la boda

Charles
Faltan dos semanas!

Carlos
Pasó volando el tiempo

Oscar
Habría que cambiar el nombre del grupo

Alex
Pero la sopló o no?
Hasta donde sé no

Charles
@trola reportate

Franco
De qué hablan?

Max
Mirá lo rápido que aparece
Encima se hace el otro

George
Lando no se quedó a dormir anoche?

Oscar
Sos boludo Lando?

Lando
Qué les pasa ahora?

Alex
No se arreglaron con Fran?

Franco

Pero qué les pasa?

Charles
Chicos los vi

George
Se dieron un besitooooooo

Oscar
Van más lento que un Alpine igual

Max
Mal, chicos, no puede ser que Geor y yo vayamos más rápido

Franco
No sé de qué hablan

Lando
No sé de qué hablan

Charles
Encima responden lo mismo
Mas tiernoooos

Alex
Es que comparten una sola neurona

Oscar
No están en el mismo lugar?

Franco

Max
Banquen
Entonces las fotos de Fran eran para ver si el otro caía

Carlos
No podés ser tan lento Lando

Alex
JAJAJAJA
Banquen

Alex cambió el nombre del grupo de “Franco sopló la vela” a “Lando es más lento que un Alpine”

Lando
Andá a cagar Alex

Franco
No, paren
No es así
Si me confundí

Charles
Claro

George
Si si

Oscar
Como digas

Carlos
No hay problema en admitirlo Fran

Max
Mal, ya fue

Franco
Pero estoy hablando en serio

Lando
Se las quiso mandar al brazuca ese

Franco
Dale
Quemame tranqui

 

 

Lando se ríe y deja un beso en los labios de un Franco que lo mira con seriedad. El chico de ojos avellana estaba en la cocina haciendo una simple pasta para cenar mientras miraba el chat con sus amigos. Se cruza de brazos y el británico lo abraza por detrás, besa desde su mejilla hasta su cuello y Franco confirma que es un hombre débil.
—Basta.
—Yo sé que no lo hiciste a propósito.
—Igual me molesta.
—Después les decimos que la corten, dejalos divertirse un domingo.
—¿Y si hubiera sido así?
—Y… Sabes que soy un boludo mal.
Franco se ríe y revuelve la salsa de tomate que está preparando.
—Tenía que aparecer en bolas con un cartel diciendo que me gustas.
—Claro, sino no había chance.
Lando se ríe cuando ve los nuevos mensajes.
—Ya saltaron a bardearme a mí, Max dice que soy un celoso de mierda.
—Y…
—Es verdad, lo admito —dice y acaricia la cintura del argentino. —No quería verte con ese chico ayer.
—¿No?
—No.
—¿Me crees si te digo que estaba esperándote?
—No me digas eso.
—¿Por qué?
—Porque se va a pasar la comida y tengo hambre.
—Bueno… Estoy en el menú.
—Vos sos mi postre.
Comparten una sonrisa cómplice, un beso y Lando se separa para poner la mesa. La cena es tranquila, Franco les sugiere ver la serie que tanto había querido empezar y alcanzan a ver dos capítulos antes de que el británico decida irse a su casa. Tiene que prepararse para el otro día, tiene que trabajar y tiene unos planos en su casa que tiene que llevar sin falta.
El argentino le reclama, por supuesto, por ser un hablador.
Lando le promete que la próxima va a cumplir sus palabras.

 

 

Es miércoles y su mejor amigo le sugirió no ir al gimnasio y cortar la semana. Él por supuesto que dijo que sí a cenar y lo invitó a dormir a cambio. Franco se negó a que lo fuera a buscar al trabajo, no es justo si tiene que ir a su casa, volver a la suya y después a su casa de nuevo.
Está nervioso, es la primera salida que tienen ambos solos desde antes de la despedida de soltero y le dijo que era una cita. No sabe qué puede ponerse, quiere verse bonito para él y necesita una segunda e incluso una tercera opinión.
No recuerda haberse sentido así con alguien más.
—Hola Charlie.
—Hola, mor, ¿cómo estás?
—Bien, ¿vos?
—Bien —responde y suspira viendo el desastre de su ropero. —Char, tengo una crisis.
—¿De qué tipo?
—Tengo una cita, no sé qué ponerme.
—¿Con Lando?
—Sí y… Quiero verme lindo.
—Ya lo sos, Fran. Pero ya voy a ayudarte, ¿querés que le diga a Georgie?
—Por favor.
Aprovecha el tiempo que sus amigos demoran en llegar para darse un buen baño y ponerse crema en todo su cuerpo. Le gusta el olor a coco en su piel, está obsesionado. Sus dos amigos entran a su habitación y revuelven su placard hasta llegar a un outfit que le guste a Franco. Lo ven muy nervioso, calmarlo resulta ser una tarea muy difícil.
Con suaves palabras y sus puntos de vista sobre su relación, Charles y George logran que el argentino esté tranquilo. Le aseguran que nada malo va a pasar y que ya lo conoce, Lando lo quiere de todas las formas, lo ha visto hasta en las situaciones más vergonzosas y le gusta tal cual es él.
Termina con unos pantalones blancos y una chomba beige, logran dominar su cabello y él está finalmente listo para irse. Habla con sus amigos sobre lo que siente y algo de lo que pasó entre Lando y él sin decir que habían estado juntos en el viaje. Puede notar que ellos saben que algo pasó allí aunque ninguno comente.
El británico llega a su hogar pocos minutos después de que los amigos se fueran con un ramo de tulipanes en tonos azules. Franco se muerde el labio para evitar sonreír demasiado y le agradece. Las deja en un vaso y las admira por unos segundos antes de volver a la puerta donde Lando lo está esperando para irse. Deja un beso en su mejilla antes de finalmente salir de su hogar.
—¿A dónde vamos?
—A un lugar para comer.
—Dale, Lan.
—Es un restaurante italiano, que sirve buena pasta y otros platos caseros.
—¿Estamos yendo a donde yo creo?
—Obvio, Fran.
El argentino sonríe y deja un beso en su mejilla una vez que Lando frena en un semáforo, el morocho gira el rostro y busca sus labios una vez más. Franco adora esos momentos, cuando quien todavía es su mejor amigo recuerda todos sus detalles. Ha pasado más de un mes desde la primera vez que habló del nuevo lugar italiano en Soho.
Incluso puede decir que Lando se acuerda más de las cosas que dice que él mismo. Se siente idiota por no haberse lanzado antes o, al menos, haberse dado cuenta antes que sentía algo por él, y lamenta aún más las últimas semanas.
La cena es tranquila, hablan de lo que han hecho ese día y sobre el viaje que hará Franco en dos meses. Lando se muerde la lengua para no decir lo mucho que quiere acompañarlo a Pilar y luego a un pequeño viaje a las montañas. El argentino ha ahorrado por años para poder incluso regalarle unas vacaciones a su familia.
Lando intenta actuar como lo haría en cualquier otra cena pero no puede, es una cita con todas las letras y no puede dejar de mirar a la persona que tiene frente a él. Su piel brilla tanto como él, está precioso, ni siquiera las pequeñas ojeras bajo sus ojos avellanas pueden opacar lo bello que se ve.
Y Lando no puede decir que nunca le pareció lindo Franco, por supuesto que sí, siempre lo fue, incluso cuando eran unos adolescentes con un poco de acné. Pero ahora pareciera que se sacó una venda de los ojos y nota aún más cosas que antes y no puede quitarle la vista de encima.
—¿Qué? —pregunta y el británico quiere besar las mejillas que tienen un leve sonrojo.
—Nada.
—Me estás mirando mucho.
—¿No puedo?
—Me vas a gastar, sacá una foto mejor.
—¿Querés que te saque una foto comiendo?
Franco niega y el chico frente a él se ríe.
—Ni lo pensés.
—No hice nada.
—Hacete el boludo nomás.
Lando le guiña un ojo y le tira un beso. Franco intenta no sonrojarse más pero no puede evitarlo. Dudan en pedir postre porque la cena ya los había dejado satisfechos y terminan decidiendo que es mejor irse y caminar un poco. Se acercan con el auto hasta Hyde Park y toman uno de los tantos caminos que tiene el parque.
Sus manos se rozan mientras avanzan juntos hacia el rosedal y es Lando quien entrelaza sus dedos con firmeza. Franco le sonríe y siente su interior removerse con solo ese simple gesto. Ninguno dice nada, no tienen por qué, la noche es cálida y tranquila y los acompaña hasta que llegan a aquel lugar.
Las rosas han florecido, es casi junio por lo que es el mejor momento para pasear por aquella parte del parque. Lando los frena en medio de la pérgola y se inclina para besar a Franco. El argentino rodea su cuello y disfruta del roce de los labios del morocho. Se separan apenas unos centímetros y comparten íntimos besos esquimales.
—Lan.
—Decime —responde en el mismo tono bajo que usó.
—¿Qué somos?
—Solo nosotros.
—¿Esa respuesta me tiene que convencer?
Lando se ríe y besa su mejilla.
—Es nuestra primera cita, Fran.
—Sí, perdón, es que…
—Sí, yo también —interrumpe cuando lo ve gesticular demasiado con sus manos en un intento de poner en palabras lo que les sucede.
—Es muy abrumador —susurra mientras el británico lo envuelve entre sus brazos. —Nos conocemos tanto y…
—Pero no así, vamos despacio y vemos dónde terminamos.
—¿Cómo ‘dónde terminamos’?
Franco se aleja de él y lo mira con el ceño fruncido, Lando se rasca la cabeza sin saber qué responder.
—Fran… Es un decir, yo… O sea, no es que quiero ver qué onda, quiero hacer las cosas bien y… No me mires así.
—Me parece que estás buscando una pelea —dice en un tono serio, está fingiendo molestia porque disfruta poner a Lando nervioso.
—¡No! No, yo quería hasta pedirte que te mudes conmigo, eso no es ver qué onda, Fran.
El argentino abre ligeramente los labios sin poder la confesión de su amigo. No lo había considerado aún, aunque sí el hecho de despertar a su lado con sus besos. El morocho agradece que su sonrojo no se note tanto como el de Franco e intenta dar un paso atrás, pero el menor lo toma de la nuca y lo besa.
—Te tomo el intento este de fluir porque sos muy tierno.

 

Lando cierra la puerta con llave y deja su abrigo en el perchero que está justo al lado y se quita los zapatos. Puede sentir una leve anticipación en el aire, como si aquello que tanto ha buscado saber se estuviera formando. Franco está observando las notificaciones de su teléfono contra la mesada de la cocina con una pequeña sonrisa.
—Me caen mal los chicos.

 

“Lando es más lento que un Alpine” (nuevos mensajes)

George
Cómo les fue a mis pimpollitos?

Carlos
Qué?
Se juntaron y no me dijeron?

Oscar
No entendí

Max
Fran y Lando están en una cita

Charles
vfshbvfhkabjlvgbnefn

Alex
Ya se desconfiguró

Charles
Matate
Estoy emocionado

Oscar
O sea que Lando se puso las pilas?

Carlos
Dejen de cambiar el nombre del grupo
Solo eso

Max
Habría que cambiarlo todos los días

George
Ni que tuvieras mil grupos Carlos

Carlos
Solo tengo el grupo de paddle

Oscar
Al final el que se corta solo sos vos

Max
Mira si esos viejos van a ser tan divertidos como nosotros

Alex
Nos cambiaba por unos randoms cuarentones

Charles
Paren
Quiero saber en serio cómo les fue a los chicos

Oscar
Y… Conociendo a Franco

Max
Le está mostrando más de cerca las fotos

George
Amor!
No seas así

Franco
Ah listo
Vayanse a cagar

Lando
Están medios obse con las fotos
No me hagan pensar mal

Oscar
Ya arrancó el tóxico

Alex
Qué pesado este puto

Max
Le saca la diversión

Charles
Eso, pone los puntos Norris

George
Re que fuiste vos el primero que pensó que las fotos fueron a propósito

Charles
Nada que ver

George
Vos avivaste a Max, yo te escuché

Franco
A listo, un amigo por suerte

Carlos
Tiraba la piedra y escondía la mano

Oscar
jajajaja que decía

Lando
Dios, Carlos
Dejá de juntarte con esa gente random

 

 

Lando lo hace levantar la vista del teléfono mientras está escribiendo un mensaje. Está casi sobre él, sus dedos se mantienen en su mandíbula y esos ojos verdes lo miran con intensidad. Franco acerca sus labios a los del morocho pero él se aleja unos centímetros para evitar el beso. Antes de que pueda ofenderse, el chico le quita el aparato para bloquearlo y dejarlo sobre la mesada.
Lo siguiente que sabe es que Lando lo está besando, su lengua se mezcla con la suya en un baile sensual que no recuerda que hayan compartido. Su cuerpo lo presiona contra la superficie detrás de él y logra contener su gemido. Sus manos tocan los bíceps del británico y les da un leve apretón.
Lando ha estado trabajando en el gimnasio y él no puede esperar a ser quien lo disfrute.
Las manos del morocho recorren el cuerpo del argentino hasta llegar a sus glúteos y aprieta. Franco gime contra sus labios y deja que lo cargue. Los lleva a la habitación a ciegas, no necesita ver por dónde camina, conoce el lugar como si fuera propio. Ni bien roza el colchón, deja con cuidado al más chico y se coloca encima de él.
—Esperá.
—Decime, Fran —susurra contra su piel y continúa besando la zona de su cuello.
—Yo… No sé, ¿ahora?
—Si no querés, no.
—¿Después de una primera cita? —bromea, tratando de disipar los nervios que le habían dado de repente.
—No te tenía como uno que daba todo en la primera cita —se burla en respuesta y se ríen. —Nos vamos a dormir, Fran, no te preocupes.
—Es que… No sé, es mi cabeza.
—Está bien.
—No, no está bien, ¿sabes cuánto pensé esto?
Los ojos verdes lo escanean con sorpresa y él quiere esconderse bajo las sábanas. Las risas vuelven a resonar en la habitación y Lando besa su mejilla múltiples veces.
—Sos el más lindo.
—Basta, no te burles.
—No me burlo, me pasó lo mismo.
Franco se muerde el labio y acaricia la mandíbula del chico sobre él, sus yemas sienten la barba de apenas dos días del morocho. Lando le sonríe y le guiña un ojo y el argentino puede sentir una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Saber que el otro estuvo en las mismas hace que las dudas se disipen con rapidez.
No son extraños, no es la primera vez tampoco.
Es Franco quien toma los labios de Lando con las manos ya en el primer botón de su camisa. Sus respiraciones se aceleran mientras ambos desabrochan la prenda celeste del británico. Una vez que terminan, es lanzada al suelo sin cuidado. El chico de ojos avellana no tarda en quitarse su chomba y dejarla en algún lugar que desconoce.
El calor de sus cuerpos termina de incendiar sus sentidos, las manos recorren sus pieles con insistencia. El gemido de Franco separa sus bocas y Lando aprovecha para finalmente dejar besos por aquel torso lampiño. El argentino tironea el pelo oscuro y se relaja contra el colchón, poco le importa si le deja alguna marca sobre su piel.
Franco arquea su espalda cuando Lando muerde su pezón izquierdo y vuelve a sus labios. Los dedos del más chico encuentran el botón de los pantalones del morocho y lo desabrocha ansioso. Lando se levanta, se quita la prenda y hace lo mismo con los de Franco. Sus ojos verdes escanean la imagen frente a él con una sonrisa de lado.
—Vení.
—Dejame mirarte un rato.
—No —dice, toma su mano y tironea hasta que queda sobre él. Ambos gimen cuando sus entrepiernas se rozan.
Franco los voltea y Lando sonríe con la perfecta vista que tiene, coloca sus manos en su nuca y le guiña un ojo. El chico sobre él se ríe y se inclina para besar su mandíbula. Mueve sus caderas despacio, puede sentir como termina de crecer en medio de sus glúteos y gime contra la piel de su cuello.
—Decime que tenés todo, Fran.
—Obvio, Lan.
—¿En la mesita?
—¿Tan desesperado estás?
—No me jodas, sos muy lindo y…
Franco deja un beso en sus labios y se levanta para buscar en su mesa de luz el lubricante y el condón. Lando aprovecha ese momento y con su mano derecha golpea el glúteo del argentino.
—Esa rutina que te dieron… Preciosa.
—Me dolió, Lando.
—¿Querés más?
Franco se ríe y vuelve a la cama, deja las cosas a un costado del colchón y toma el elástico de los bóxers del morocho. Se muerde el labio y admira al chico de ojos avellanas. Si antes pensaba que había caído fuerte por él, tenerlo a punto de masturbarlo lo lleva a un nuevo nivel. Franco se arrodilla junto a la cama y le sonríe. Ha llegado su momento favorito.
Introduce solo la punta y saborea, pero eso alcanza para que Lando cierre sus ojos y gima. Sus manos acarician la base y sus testículos mientras una de las manos del británico toma el cabello castaño. Franco cierra los ojos, relaja su mandíbula e introduce el miembro aún más en su boca. Se mueve despacio y constante, una dulce tortura si le preguntan a Lando.
—Fran… Fran, pará, en serio.
—¿No te gusta?
—Me encanta, pero no quiero acabar todavía.
Franco se ríe y deja un último beso en el glande, el morocho lo acuesta en la cama y toma el lubricante. Lando se encarga de distraerlo con besos al introducir el primer dedo, los pequeños suspiros de Franco contra su oído lo alientan a seguir y meter otro dedo. El argentino se sostiene de los hombros de Lando y de vez en cuando sus uñas trazan patrones abstractos sobre la piel, dejando marcas sobre los omóplatos.
—Ya está, no la alarguemos más.
—¿Seguro? No te quiero lastimar.
—Sí, dale.
Lando se ríe por el entusiasmo de su pareja y comparten un beso descuidado. Una vez que se pone el condón, roza la entrada con su pene. Franco gime contra sus labios y sus manos recorren su espalda hasta llegar a sus caderas. Lando se introduce en él y ambos sueltan el aire que no sabían que estaban conteniendo.
El morocho deja besos en la mejilla del argentino quien está intentando mantener controlada su respiración y estar relajado. La atención de Lando le llena el corazón, nunca se había sentido así de cuidado, está pendiente de cada reacción, incluso sabiendo que no lo necesita y que él le diría si algo está mal.
Está enamorado de su mejor amigo, de aquella persona que daría todo para protegerlo, que lo aprecia tanto, que se acuerda de cada detalle.
—¿Fran? —le pregunta cuando nota que aquellos ojos avellanas lo miran fijo aunque con adoración.
—Te quiero, Lan —logra decir, apenas puede procesar lo que siente, no puede expresar los sentimientos que lo están agobiando.
—Yo te quiero más, lindo.
Lando comienza a moverse despacio, su vista se mantiene en el perfecto chico que tiene bajo él, preguntándose qué hizo para merecer a alguien tan bello. Deja un pequeño beso en sus labios y las manos de Franco se colocan en su nuca para evitar que se aleje. Sus bocas se vuelven a encontrar con fervor, la habitación se llena de sonidos húmedos mezclados con el choque de sus pieles.
Lando afirma sus dedos sobre las caderas del argentino y aumenta la velocidad, Franco gime contra su boca y tiene que aferrarse a las sábanas bajo él. Ambos pueden sentir aquella conocida corriente eléctrica recorrer cada parte de su cuerpo, pero el morocho está determinado a no ser el primero en llegar.
Lando se mueve apenas unos centímetros y es suficiente para que Franco gima su nombre. Su respiración se acelera aún más, Franco siente una oleada de placer en cada empuje y se lo hace saber a su pareja. Sus piernas rodean las caderas de Lando y sus manos se sostienen de aquellos bíceps que ya ha admirado más de una vez.
Franco abre su boca mientras se corre, sin emitir ningún sonido, y mancha su vientre. Lando observa embelesado la escena frente a él y solo necesita de unas pocas embestidas más para llegar a su propio clímax. Se deja caer contra el hombro del argentino y deja pequeños besos a lo largo de su clavícula.
Les toma un momento regular sus respiraciones y bajar de aquella nube del orgasmo, Franco acaricia con delicadeza la espalda de Lando con su vista fija en el techo blanco de su habitación.
—Me molesta no saber —susurra, refiriéndose a la primera vez que estuvieron juntos.
—A mí también.
—Igual, fuiste un dulce, no hiciste nada, casi ni una marca.
—Te dije que no soy así, Fran.
—Ya sé, pero…
—Entonces te gustó al final —le dice con una sonrisa, Franco golpea su hombro con suavidad. Sus mejillas se enrojecen aún más.
—Pero hoy no, mañana tengo una reunión con mi jefa.
Lando se ríe y finalmente sale de él, se quita el condón y va al baño a tirarlo. El chico de ojos avellanas aprovecha para acomodarse mejor en la cama y se estira para buscar otro envoltorio de su mesa de luz. Cuando el morocho vuelve, se lo lanza con una sonrisa.
—¿Perdón?
—¿Qué? ¿Pensaste que me alcanzaba con una vez?
Lando se acuesta a su lado y lo besa con cariño.
—No sabía si te daba la nafta, Franquito.
—Me parece que al que no le da es a vos, Landito.

 

 

—Decime por qué apagaste la alarma.
Franco se sube al auto rápido, lleva su bolso abierto y la camisa a medio abrochar. Lando cierra su puerta y lanza los planos que tiene que entregar a los asientos de atrás. Si bien ahora hace casi todo en digital, a veces tienen clientes que desean ver las cosas en papel, por lo que las últimas semanas ha vuelto a su forma de trabajo tradicional.
—Porque me había despertado, pero vos me arrastraste a la cama.
El argentino bufa y niega.
—Claro, ahora es culpa mía.
—Vos me abrazaste y me pediste cinco minutos más.
—Y vos sos débil.
—Y yo soy débil.
Solo necesitan compartir una mirada para echarse a reír. Han estado prácticamente conviviendo desde aquella primera cita, Franco ha dejado más cosas en el departamento de Lando y viceversa. Esa mañana se despertaron en el departamento del británico, la noche anterior se habían quedado despiertos mirando una serie y ahora pagan las consecuencias.
Ha pasado una semana desde que decidieron que todo fluyera entre ellos y ha sido excelente. No han podido separarse en ningún momento, solo para trabajar. Bailar alrededor de la cocina ha sido su rutina cada noche, ducharse juntos luego del gimnasio se volvió una actividad que esperan y la hora de dormir es la que más anhelan.
El casamiento de Max y George es el fin de semana. El grupo no había logrado coordinar un momento para verse en medio de todo el caos y se verían para la cena que harían la noche anterior con la familia y amigos más cercanos. Lando y Franco están ansiosos, no saben si presentarse como una pareja formal o solo decir que están saliendo.
El ojiverde deja al contador frente al edificio de su trabajo justo a tiempo y se despiden con un corto beso. El perfume de su compañero queda en su auto ya que estaba arreglándose en el asiento de copiloto mientras cantaban las canciones pop del momento. Lando lo ve caminar a paso apresurado hacia su oficina con una sonrisa y comienza su día.
—¿Noche larga? —le pregunta Daniel cuando lo ve refregarse los ojos una vez más. Están en medio de un breve descanso, ambos con cafés en sus manos y con sus computadoras de trabajo aún frente a ellos.
—Sí, hicimos maratón de Handmaid's Tale, nos quedaba ver la última temporada. Me quedé dormido después de que me pidió unos minutos más en la cama.
Daniel se ríe y niega, él esperaba otro tipo de respuesta, no una seria, hablando realmente de lo que han hecho. Nota como el rostro del chico se ilumina al hablar de las pequeñas cosas que hace con Franco.
—Parece que el que se va a casar en unos días sos vos.
—Callate.
—Es que… ¿Te escuchas? Miramos cosas juntos, teníamos una serie pendiente, unos minutitos más —se burla en un tono más agudo.
—¿Qué tiene de malo?
—Nada, nada, no puedo creer que no fueran pareja de antes.
La expresión de Lando se relaja y queda pensativo por unos segundos.
—Todo cambió, pero a la vez no, no sé cómo explicarlo. Somos nosotros, pero un poco más.
—Te lo dije, lo mejor que te podía pasar.
—¿Tengo que seguir agradeciéndote?
—Obvio, Landito. ¿Le vas a pedir ser tu novio o vas a esperar hasta Navidad?
Lando rodea los ojos y niega.
—Quiero que sea especial.
—O sea, hasta Navidad.
—No me jodas.
—Gastá ese cupón que le diste en el restaurante que le gusta y pedíselo, no necesita que lo subas a un avión o lo lleves a recorrer Santorini para que se lo pidas.
—La de Santorini es para después —suelta sin pensar y bebe de su café.
—¿Para… ? —su amigo se ríe y él frunce el ceño. —¿No serás un poco intenso? Primero esperá a que te diga que sí a ser formales.
—Dejame, idiota.
—¿Vas a robar ideas el sábado? —se burla Daniel y se ríe cuando Lando le responde con el dedo medio.

 


“Boda Russtappen” (nuevos mensajes)

George
Mañana puntuales a las ocho

Max
Vengan presentables

Alex
Si tan solo tuviera un chófer que me llevara

Franco
Lástima
Yo si tengo

Oscar
Compartilo

Franco
No

Lando
Yo los llevo

Franco
Tenías que decir que no

Charles
jsbkganwbgripgbrp

Alex
Dios
Que alguien lo medique

Carlos
Allí estaremos

Charles
Vos porque sos odiador del amor Alex

Oscar
Imaginate cómo va a estar mañana y pasado

Max
Problema de Carlos

Carlos
Por qué mío?

Charles
Me caen mal

George
Vayan mañana a la casa de Lando y de ahí salen todos juntos
No lo hagan pasear tanto

Lando
A lo de Franco*

Max
Pollera

Alex
Tan atado te tiene?

Carlos
Parpadea si necesitas ayuda, Lando

Franco
Para su información fue idea de él

Charles
Peor, lo perdimos

George
Lobotomizado

Lando
Qué carajos, Geor?

Alex
Buscó en el diccionario y dijo ya fue mando esta

Oscar
Era más fácil decirle adiestrado

Max
Dejen tranquilo a mi profesor de literatura favorito

Carlos
El único querrás decir

Franco
Jajajajajaja te la tiró

George
Eso, no tendría que haber otro

Max
Anda a cagar Carlos

Charles
Si se van a pelear que sea el lunes
Ya tengo el outfit listo

Alex
Yo ya mentalicé a mis riñones

Carlos
Yo ya pedí los días en el trabajo

Lando
Yo tengo que robar ideas

Max
E?

Charles
Cómo dices que dijiste?

George
Me jodes

Alex
Ah, pusiste primera mal

Carlos
No pude digerir lo que pasó en el cumple de Franco todavía

Oscar
Pero si ni novios son

 

 

Franco levanta la vista de su teléfono con sorpresa, una parte de él le repite que es una broma, que no se van a casar cuando ni son novios. Pero la otra, la que se ilusiona fácil, ya está creando imágenes de ellos dos frente a un altar. Tan solo habían pasado pocas semanas desde que habían reconocido lo que sentían, no tiene sentido apresurar las cosas.
Lando lo mira con sus mejillas sonrojadas y una sonrisa que no puede contener. Se encoge de hombros, como si lo que escribió no fuera algo tan importante. Se sienta a su lado en el sillón y lo abraza por los hombros; sus teléfonos pasan a un segundo plano.
—Era un chiste, pero si querés no es chiste.
—Hace una semana fue nuestra primera cita.
—Tampoco nos hagamos los que no nos conocemos, Fran.
Franco besa sus labios y niega.
—No va a suceder, ya te lo digo.
—Ya sé, pero…
El argentino alza la ceja cuando Lando no termina la frase y ambos se ríen.
—Pero nada. Vas a tener que esforzarte, Norris.
—Ya vas a caer, Colapinto.

 

 

Franco besa los labios de Lando una vez que termina de acomodar los rulos del chico con un poco de gel para que se mantuvieran sin frizz durante la noche. El británico acaricia su cintura y no permite que se aleje de él, no ha tenido suficiente de sus caricias y nunca lo tendrá. Son apenas las siete, todos han decidido estar listos desde temprano para no molestar a un ya estresado George.
Oscar es el primero en llegar y los felicita con un abrazo por el paso que están dando en su relación. Franco y Lando se sienten raros al respecto, no les disgusta, al contrario, les genera lo que ellos creen que pueden ser mariposas en sus estómagos. Hablan un poco de lo que ha sucedido en sus vidas hasta que Alex llega con su saco en mano. Apenas los saluda se suben al auto para no perder tiempo.
—Menos mal que nunca quise pelear por ese asiento —comenta Oscar con una sonrisa.
—Yo quiero pelear, soy alto, me corresponde tener más espacio —se queja Alex.
—Lan, creo que hay un ruido raro atrás, ¿vos lo escuchas?
Lando se ríe pero no responde.
—Ah, listo, ya no sé cómo se clasifica esto.
—No le pusiste la correa, Fran —bromea el australiano y los cuatro se ríen.
—El asiento de copiloto siempre fue de Fran, no sé de qué hablan.
—Hacete el boludo.
Después del comentario de Alex hablan sobre cómo han sido sus días desde que empezaron a salir. Ambos chicos se burlan y comentan que siempre han notado esa conexión especial pero no iban a ser quienes dijeran que no parecían mejores amigos. El camino al salón es algo largo, queda incluso más lejos que la casa de Max y George en los suburbios y les toma media hora en llegar.
Charles abraza a Franco ni bien sale del auto. Su euforia es contagiosa y tiene al resto sonriendo con cariño. El salón está decorado de forma preciosa, elegante, tal como George quería. Aún le faltan detalles que el día de mañana terminarían pero lo más importante está allí. Negro, blanco y dorado se mezclan entre sí con armonía.
Max y George los reciben con abrazos y pueden notar al británico con lágrimas en los ojos. Las familias de los novios están ya sentadas en la mesa larga que habían preparado en el mismo lugar donde estaría la mesa principal en tan solo un día. La cena transcurre con tranquilidad, todos ellos comparten algunas anécdotas de la pareja en medio de copas de vino y celebran su amor.
Max les pide a sus amigos que se queden un poco más, ya es tarde, pero sabe que al otro día ninguno tiene que ir a trabajar. George saluda al último familiar que aún estaba allí y quedan ellos ocho en medio de la pista.Le entregan a cada uno un brazalete plateado, el británico quiere que compartan algo entre todos y se le ocurrió que podían llevar un accesorio idéntico.
—¿Ahora es cuando nos ponemos a llorar? —bromea Alex para distender a la pareja.
—Bueno, nada, queríamos agradecerles por todo —empieza George.
—Ustedes fueron la razón por la que todo empezó y siguió, nos aconsejaron cuando estuvimos mal, nos acompañaron en cada paso —continúa Max.
—Incluso armaron una despedida preciosa con regalos para nosotros.
—Me van a hacer llorar —interrumpe Charles.
—Somos hermanos, la familia que elegimos —dice Lando con una sonrisa y todos se envuelven en un abrazo.
—Pasamos por todo ya, ahora empezamos con las bodas.
—Ni lo digas que me deprimo, Osc. No tengo ni chongo siquiera.
—Por ahí las Lilys ven todo esto y se inspiran.
—Qué gracioso, Franco.
—¿Y ustedes, tortolitos? —cambia de tema George.
—Nosotros nada.
—Lando, no jodas —se ríe Max. —El otro día te hiciste el boludo después de ese comentario.
—Es que no hay nada que decir, fue un comentario.
Las miradas de los seis sobre ellos lograron que se sonrojen sin poder ocultarlo. Los ocho lo saben, saben cómo terminará todo a menos que algo inesperado surja. Es solo cuestión de mirar las caricias que comparten, cómo buscan al otro a cada momento.
—Estamos fluyendo.
—¿Ahora le dicen fluyendo?
—Bueno, por ahí ahora el Alpine agarra viaje —bromea Carlos.
Max y George sugieren un último brindis entre ellos. Tal vez no son los más demostrativos, pero los ocho son incondicionales desde hace años. La mera idea de seguir acompañándose en cada paso que sigue los emociona. Están felices de mantener una amistad fuerte a pesar de que cada uno haya hecho su propio camino.
Las copas chocan y encienden la música, solo una playlist con algunas canciones que han sido claves para ellos a lo largo de los años. Sus voces se escuchan por encima de la pista y se mantienen en un círculo cantando entre ellos hasta que el personal les avisa que es hora de dejar el lugar.
Definitivamente están sumando otro fin de semana especial a la colección.

Chapter 5: Parte 5

Notes:

Me dio la loca y dije ya fue, subo todo
La de generar espectativa y engagement no la conozco

Pido disculpas si hay errores, acabo de terminar la historia hace quince minutos

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Franco se acomoda el saco frente al espejo con seriedad, no siente que el color verde olivo sea el que más le favorezca pero le gusta. George le ha pedido a Charles, Oscar y a él que sean sus padrinos y ha seleccionado los trajes que mejor se amoldan a sus cuerpos. Max, por su parte, le pidió a Lando, Carlos y Alex que fueran los suyos y sus trajes son del mismo color.
—No es justo.
—¿Qué cosa? —pregunta el inglés poniéndose sus zapatos.
—El verde es tu color.
—Fran, te ves precioso.
—Eso es porque no te viste al espejo.
Lando se muerde el labio y niega. Aún no puede contener sus reacciones a los comentarios de Franco. No cree que pueda dejar de sentirse así nunca. Besa sus labios y toma su mano para dejar un beso en ella.
—Estás hermoso, el color hace que tus ojos sean más verdes.
—Estás hablando de vos mismo, Lan.
—No, Fran —dice entre risas. —Pero si te hace feliz ganar, no tengo problema.
—Me caes mal —susurra y agarra una de las corbatas que habían dejado a un costado. —Te voy a ayudar con esto porque sos un desastre.
—Mi héroe.
Terminan de arreglarse en medio de caricias y bromas. Ellos son los encargados de llevar a George a la ceremonia. Carlos es quien llevará a Max hacia allí. El intercambio de votos y anillos se hará en el jardín del lugar y luego pasarán a la recepción, en el salón donde estuvieron la noche anterior. Lando pone la playlist de música que su amigo le pidió ni bien llega a la casa de los Russell.
—Dios, tardaron muchísimo, estaba por desmayarme.
—Dijiste en punto, son menos cinco.
—Lando, no tenías que tomarlo literal.
Franco se ríe y extiende una mano a su amigo.
—No le hagas caso, Geor, es un simio.
—Gracias, Fran, hoy dormís solo.
Los tres se ríen. El argentino sabe lo que intenta hacer Lando, pueden ver al novio muy nervioso, sus manos tiemblan y sus ojos están más brillantes que de costumbre. Ha dejado el pequeño ramo a un costado para no arruinarlo y su pierna no deja de moverse.
—Todo va a estar bien, es Max.
—Ya sé, pero… ¿Y si algo se rompe? ¿Y si algún invitado se cae y hay que llevarlo al hospital? ¿Y si la vida me detesta y llueve?
—Pero hay sol y solo una nube.
—¡Esa nube puede arruinar mi día, Norris!
—¿Qué te parece si hablamos de otra cosa? —pregunta Franco en un tono suave, acariciando la mano de su amigo con el pulgar.
—Hablemos de que Franco y yo nos vamos a mudar juntos —suelta el conductor ni bien ve a George asentir.
—¿Qué? —responden los otros dos, Lando se encoge de hombros.
—¿Cuándo acepté?
—Fran, vivimos juntos lo mismo.
—Pero no es lo mismo.
—El otro día quise usar mis bóxers del United y estaban en mi casa.
—Porque no te dejo entrar si traes eso a mi casa.
—Es el mejor de todos, el más cómodo.
—Tiene un agujero en el medio, Lando.
—Mejor, un poco de brisa.
George los mira con una pequeña sonrisa desde el asiento trasero, deleitado con la distracción que le brindan sus amigos. Franco niega con la cabeza y suspira, su vista vuelve a la carretera y tararea la canción que está sonando. Lando le guiña un ojo a su amigo a través del espejo.
—¿Entonces te venís a casa?
—No estarías dándome muchas opciones.
—Esperen a que volvamos —interrumpe George. —Hay que hacer una cena de bienvenida.
—Pero si ya conocen mi casa.
—Pero ya no sería tu casa, Lando.
—Mal, tendría más estilo, le falto yo —dice Franco y observa su teléfono. —Todos llegaron, solo faltamos nosotros.
—Te odio Franco, no me podés decir eso.
—¿Podrías hacer algo por mí, Fran?

“Boda Russtappen” (nuevos mensajes)

Franco
Qué tanto nos odiarían si les decimos que no llegamos a tiempo?

Max
Mucho
Muevan el orto

Alex
Está insoportable

Carlos
Por dónde van

Franco
Ni idea

Charles
Es tan passenger princess que duele

Oscar
Pasa la ubicación

Franco
Creo que nos perdimos

Max
Qué?
Decile a tu novio que traiga ya a mi prometido

Charles
No jodan

Alex
Está mintiendo

Oscar
Se te nota hasta en mensajes Franco

Carlos
No servís para esto

Max
Y George me hubiera hablado

Franco
Me caen mal
Ni una joda se les puede hacer

George
Fue idea de Lando

Max
A cuánto están?

Lando
Afuera
Deja la histeria amigo

 

Lando estaciona el auto y le da las llaves a Franco, él tiene que irse con el novio para dar inicio a la ceremonia. Charles y Oscar salen del salón con grandes sonrisas y abrazan a George con fuerza, tal como lo hizo Franco cuando bajó a buscarlo. El traje blanco marfil le queda como un guante y el maquillaje destaca sus facciones angelicales a la perfección.
La ceremonia es etérea como diría George, todo ocurre tal cual lo planearon. El jardín tiene asientos distribuidos por el pasto para la mayoría de los invitados y una pérgola al final del pasillo decorada con flores blancas. Los sobrinos de Max cumplen con sus roles a la perfección, llevan las flores y los anillos sin distraerse y abrazan a su tío ni bien llegan a él.
Los padrinos de boda están a cada lado de los novios, Franco es quien tiene los pañuelos listos para todos y Charles sostiene el ramo de George. El intercambio de votos tiene a todos al borde del llanto. Max ha decidido escribirle una carta que leyó con temblores en su voz. Para muchos invitados es la primera vez que escuchan al neerlandés expresar sus sentimientos. George, por su parte, recitó un poema que le escribió la mañana siguiente a la propuesta de matrimonio, donde cada rima refleja su amor por su pareja.
Pasan a la recepción, todos los padrinos tienen una mesa juntos a la derecha de la mesa principal, las parejas de Oscar y Alex también están allí. El grupo de amigos tiene solo dos órdenes esa noche: no pueden dejar que la pista de baile muera y, en caso de que surja algún problema, ayudar a resolverlo de la forma más disimulada posible.
Por suerte, la segunda ni siquiera tuvieron que acatarla.
Alex cumple al pie de la letra lo que prometió y es el primer borracho de la noche, lo sigue Carlos que no duda nunca en aceptarle un trago al mitad tailandés. Charles da uno de los discursos de la noche mientras que el otro lo da la hermana de Max. A partir de allí, la pista de baile es todo lo que conocen.
Lando tiene un deja vu, sabe que está mirando a Franco embobado de nuevo, pero no puede evitarlo. Dejaron las corbatas tiradas en su mesa y tiene los primeros botones de la camisa desabrochados igual que él. Los cabellos están pegados a su frente mientras baila con Charles una de sus canciones favoritas con una sonrisa. Ha caído por él incluso más que antes.
—Me vas a gastar —dice con voz ronca y lo besa.
—Es que sos muy lindo.
Franco cree que se sonroja, pero ya no puede saberlo, el alcohol también ha hecho lo suyo y hace rato tiene su rostro de color rosáceo. El vino le ha hecho efecto al igual que la copa de champagne que tomó y se pierde en aquellos ojos verdes que lo miran con adoración. Es fácil perderse en Lando, siempre encuentra algo más para admirar de él.
Sus labios se encuentran con cariño en un beso que tiene intenciones de ser largo, pero Carlos toma a Lando por los hombros para iniciar una especie de pogo con él. A pedido de los novios, el DJ pone un mix de canciones de Garrix y es lo que necesita el ojiverde para dejarse ir y hacer el ridículo. Franco lo acompaña y el camarógrafo se deleita con las imágenes que obtiene del grupo completamente borracho.
La música se corta de repente y varios invitados se quejan por ello, el animador pide que George se acerque para hacer algo que se habían olvidado. Max tiene que besar a su esposo para distraerlo y evitar que suelte algunas palabras muy poco amables a su organizadora de bodas por el error. Llaman a todos los solteros al medio de la pista y les piden que se preparen para el lanzamiento del ramo.
Algunas amigas de George se amontonan cerca del novio, listas para atrapar aquel ramo hecho de flores artificiales. El ojiazul no pensó ni un segundo en lanzar su propio ramo, quiere conservarlo lo más que pueda. El grupo de amigos se coloca en el medio, en broma, se empujan entre sí con sus hombros y bromean de ayudar a Charles a ser quien lo tome.
Hacen la cuenta regresiva y George lanza el ramo con más fuerza de la necesaria, Franco apenas puede procesar lo que sucede cuando las flores casi caen en su rostro, al igual que las manos de dos mujeres que sabe que son primas de Max. Lando lo mantiene en su lugar con las manos firmes en su pequeña cintura y sus amigos gritan cuando ven las flores en sus manos.
—¡Hacete el boludo ahora, Norris! —grita el neerlandés al micrófono.
El grupo se ríe y la gente se dispersa. Franco aún se aferra al ramo con una pequeña sonrisa y voltea a mirar a Lando.
—Es el destino.
—Lo manifesté, Fran.
—¡Más te vale que sea el padrino, Colapinto!
—¡Yo también, Norris!
—¡Dejen de comer frente a los pobres!
—¡Las fotos sirvieron, Franco!
Todos se ríen con el comentario de Alex y la música vuelve a sonar. Continúan en la pista de baile un rato más, Franco aún con el ramo en la mano. Se turnan para buscar vasos de alcohol, agradecidos por la barra libre que ofrecen los novios y todo se vuelve demasiado borroso. Carlos está sin camisa, Oscar y Alex tienen sus corbatas en sus cabezas, Charles está desalineado y Franco está a un botón de quedarse con la camisa abierta cuando Lando aparece con una cámara.
Ninguno sabe cómo, pero terminan sacándose fotos con los familiares de los novios mientras siguen cantando las canciones que pone el DJ, esta vez éxitos de los ochenta y noventa. Los recién casados se suman a la sesión y se unen todos para bailar con ellos. El ambiente de la fiesta es vibrante e inolvidable.

 

—No doy más —susurra Franco, aferrado al cuerpo de Lando y caminan hacia el auto.
—¡No se vayan sin mí! —grita Alex a unos pasos de distancia.
—¿Vas a poder manejar, Lando?
—Sí, Lily. Igual voy tranqui.
El sol ya había salido, George y Max se habían ido en un coche especial para ir a dormir a un hotel y luego partirían a su luna de miel. Carlos y Charles se ofrecieron a llevar a Oscar y su novia, y ellos llevarían a Alex y Lily. Suben al auto y Franco pone una música suave para acompañarlos en aquel comienzo de mañana.
—Lo dimos todo.
—No te vayas a dormir, Alex, nadie te puede sacar después.
—No, no me voy a dormir, pero no me respondieron.
—Sí, Alex, lo dimos todo.
—¿Al final Charles se llevó el centro de mesa? —pregunta la chica.
—Ni me lo digas, me cae mal.
—Yo te compro uno, Fran, no te preocupes.
—Pero yo quería ese.
Si la otra pareja no estuviera atrás, Lando frenaría el auto y besaría al argentino hasta el cansancio. Le da ternura verlo con un puchero, los brazos cruzados y la camisa mal abotonada. Franco suspira y sigue poniéndose al día con Lily, no siempre se suma a las reuniones de ellos, ninguna de las dos chicas en realidad, no quieren invadir el espacio de los chicos a pesar de que ellos les hayan dicho múltiples veces que están invitadas a todo.
Llegar a su hogar aún despierto resulta casi una misión imposible, pero Alex lo logra. Se despiden de ellos con cariño, sin saber cuándo sería la próxima vez que se juntaran. El silencio los rodea, sus oídos aún zumban por el volumen de la música que han escuchado por horas y solo tienen ganas de llegar a casa a dormir.
Lando sonríe al teléfono ni bien cierra la puerta del departamento de Franco.

 

“Boda Russtappen” (nuevos mensajes)

George
Nochón, gracias chicos
Por todo

Max
Eso
Gracias
No se junten hasta que volvamos

Carlos
Sale un fifa este sábado?

Oscar
Yendo

Alex
Vos sabes que sí

Max
Vayanse a cagar

Charles
Todo muy lindo
Más lindo es el centro de mesa que me llevé

Franco
Te odio
Encima la prima loca de Geor se llevó el último que quedaba

Carlos
Parecen mis tías hablando de los centros de mesa

Alex
Jajajajaja bardeo

Oscar
Ojo que viene el tóxi a defender a su novio

Charles
Los dos me están bardeando
Me caen mal

George
Dejen a mi Charls tranquilo

Charles
Te amo Geor

Lando
Igual, no sé qué se queja
Se llevó el ramo

Max
Mal
Mi prima Mila casi te mata

Oscar
Casi lo tira al piso

Alex
Tampoco es muy difícil igual

Carlos
Hubiera sido muy gracioso si se lo robaba

Charles
Sacaba las garras

Franco
La mataba
No me importaba nada

 

Les desean un buen viaje a los chicos y terminan de desvestirse. Ni pueden pensar en ducharse, sus ojos están a punto de cerrarse y prefieren cambiar las sábanas ni bien se despierten antes que despabilarse. Lando abraza por la cintura a Franco y deja un beso en su hombro.
—Te quiero, lindo.
—Yo te quiero más, Lan.
Y no necesitan decir más, están en los brazos del otro y piensan lo mismo. Admitir en voz alta y sin ninguna broma de por medio los asusta; sin embargo, lo sienten. Se imaginan así en un futuro, ellos dos siendo los que se casan y sus amigos a su alrededor celebrándolos. Una vez más los invade ese sentimiento de haber perdido el tiempo cuando todo lo que buscaban siempre estuvo a su lado.

 

—Tenemos que hablar.
Franco se paraliza en su lugar, con el termo en su mano y el mate sobre la mesa. El argentino odia esa frase, como la mayoría de la gente, significa problemas, malas noticias y él no quiere recibir ninguna en este momento. No cuando está tan feliz, no cuando están armando las cajas para que se mude definitivamente con su no novio.
—¿Sobre?
—Al final no eran dos meses después de la boda.
—¿Qué cosa?
—El viaje.
—Ah, no, ni idea. Fin de julio, ¿no?
—Y estamos casi en julio, Fran.
Franco entiende que no es tan serio lo que están hablando y ceba un mate. Lando está nervioso, creyó que convivirían un mes por lo menos antes de que se fuera y podría sorprenderlo yendo con él pero ahora todos sus planes se ven alterados.
—Saqué los pasajes y pedí las vacaciones todo junto, pero ya fue hace rato y con el caos de la despedida, nosotros y la boda ni me acordé.
—¿Dos semanas?
—Dos semanas.
—¿Y qué voy a hacer sin vos?
—Sobrevivir, usar ropa rota, ir a trabajar, no sé, Lan.
El morocho se acerca a él y lo abraza por detrás, deja un beso contra su cuello y se queda allí. Franco se ríe y deja el mate que acaba de tomar en la mesa, coloca sus manos sobre las suyas y acaricia sus nudillos.
—Vas a estar bien.
—Tengo un mejor plan.
—¿Ah sí?
—Sí, acompañarte.
El argentino se ríe y se calla cuando nota la seriedad en las facciones de Lando.
—No, es carísimo.
—Pero puedo pagarlo, Fran, ese no es el problema.
—Ya lo hablamos a esto, Lan.
—Ya sé y te dije que no me importaba no cambiar el auto, es una boludez.
Lando besa sus labios y sus mejillas, Franco mantiene sus ojos cerrados, sin saber qué decir. No es que no quiera ir con él, no quiere que gaste tanto solo para acompañarlo. Además, un viaje así juntos implica mucha más seriedad de lo que dicen que tienen. Han compartido más citas, ese fin de semana tienen su cita más importante: Silverstone. Sin embargo, un viaje a otro continente, pasar tiempo con la familia… Es mucho más que fluir.
—Fran…
El argentino ceba un mate y se lo da, necesita unos segundos más para pensar. ¿Qué podría salir mal? Su familia entera lo conoce, incluso sus primos segundos, no es un extraño. Muchas veces que lo llaman Lando está ahí, habla con ellos, no tiene que presentarlo.
—¿Y qué vamos a decirles? —Los ojos verdes lo analizan con algo de confusión. —Sobre nosotros, ¿qué vamos a decirles?
—¿Que estamos saliendo?
Franco asiente, tiene una pequeña presión en su pecho, una que le hace sentir que no es suficiente, que ya no quiere decir esa frase. Nunca pensó que podía querer formalizar algo en tan poco tiempo. Lando toma su mano y la besa cuando nota la expresión en el rostro del dueño de casa. A veces el argentino se olvida lo expresivo que es y el morocho solo quiere besarlo por ello.
—Fran… Quiero pedírtelo, pero quiero que sea especial.
—No necesito que sea especial.
—Si te lo pido vestido todo de McLaren te vas a enojar.
—Porque tenés mal gusto. Sería distinto si estuvieras vestido de Ferrari.
El tono de llamada de Franco los distrae, es su madre que desde que se enteró que su bebé vuelve a casa ha estado emocionada por demás. Hablan un rato con ella, sin contarle que se mudan juntos, hablan del fin de semana que se viene, que el próximo se juntarán con sus amigos y Franco sorprende a las otras dos personas contándole a su madre que Lando va a ir con él a Argentina.
El morocho lo besa ni bien cortan la llamada, contento de poder acompañarlo y con un plan en mente. Franco lo toma del cuello y se pega más a él, Lando acaricia esa cintura adorada y saborea aquel gusto a mate que aprendió a amar. Terminan en el sofá, olvidándose de las cajas a su alrededor, completamente perdidos en el otro una vez más.

 

—¿Llevas el protector?
—Franco, es invierno.
—Vamos a ir a esquiar, Lando, después vas a llorar porque te arde la cara.
El británico cierra su valija después de guardar la pequeña botella y la lleva a la sala. Franco se ha mudado a su hogar de a poco, tardaron una semana en hacer toda la mudanza y guardaron los muebles que no usarían del argentino en una baulera que alquilaron. Ahora su casa, en el último piso de uno de los edificios que diseñó, se siente hogareña y cálida. Franco tomó todas las fotos que le regaló Oscar y las puso juntas en un cuadro que decora la pared principal del living.
Sus amigos se habían reunido en su hogar hace dos días, fue una simple noche de pizzas y cervezas y las dos Lilys se sumaron. Los recién casados les contaron lo mucho que disfrutaron de las distintas ciudades italianas. Podrían haber ido a un destino con playa y relajarse, pero Max decidió que era mejor disfrutar cada día de ver a George embelesado por la cultura y la historia de cada lugar.
Ellos, por su parte, hablaron de lo mucho que disfrutaron de Silverstone y que Lewis Hamilton haya ganado una vez más el Gran Premio de Gran Bretaña. Además, les cuentan que se irán de vacaciones en unos pocos días. Ninguno sabe cómo reaccionar realmente, no se esperaban ese tipo de noticia hasta que Charles gritó lo lindo que era que compartieran su primer viaje juntos.
Franco se apoya contra la mesada, está hablando con su madre sobre los horarios del vuelo. Lando lo acorrala con una pequeña sonrisa y besa aquellos labios que aún no lo han cansado. Sus manos se apoyan en su cintura y acaricia con sus pulgares la zona. Los ojos avellanas lo miran con adoración y Franco roza sus narices con delicadeza.
—¿Listo?
—Sí, ¿vos tenés todo?
—Sí. No puedo creer que ya llegó la fecha.
—Gracias por dejarme ir, Fran.
—Tampoco tenía muchas opciones.
Lando se ríe y besa su mejilla antes de juntar sus pertenencias para llevarlas al baúl. Franco toma su equipo de mate y la valija y lo sigue hasta el auto. Llegan al aeropuerto incluso antes de lo esperado, el argentino ya puede sentir los nervios hasta en la punta de sus dedos, ha esperado tanto, se ha privado de algunas cosas solo por este momento en el que se va a subir a ese avión para volver a ver a su familia.
Ahora agradece tener a su persona favorita a su lado y lamenta que no haya conseguido un asiento cerca de él. Por suerte puede tenerlo al lado cuando hagan escala en Brasil y cambien de avión. Lando lo abraza con cariño todo el tiempo, sus manos recorren su espalda haciendo caminos abstractos que logran mantenerlo allí, tranquilo.
Llegar a Ezeiza luego de casi un día desde que se fueron de casa es un alivio, no quieren saber más nada de estar encerrados por más horas en un espacio reducido. Franco apenas puede consigo mismo, no ha visto a su familia en años y sabe que están del otro lado de la puerta. Sus padres lo abrazan con fuerza y él llora en el hombro de su madre que no deja de decirle lo mucho que lo ha extrañado.
Lando se queda a un costado con todo el equipaje, algo incómodo, pero feliz de ver a quien ama tan emocionado. Aníbal abre su brazo hacia él y lo incluye en el abrazo sin dudarlo. Es quien acompañó a su hijo en cada momento desde que se fueron, fue su sostén, para ellos ya es uno más de su familia. Andrea lo abraza y le agradece por cuidar tanto a su ya no tan pequeño hijo.
Les toma alrededor de una hora llegar a la casa, hablan del vuelo y Franco pregunta por cada persona que recuerda. Lando mantiene una pequeña sonrisa todo el tiempo, adora verlo relajado, con su personalidad risueña y charlatana desenvolviéndose como nunca. Una vez que llegan, la hermana de Franco los recibe con la misma efusividad que sus padres.
—Antes que nada, quiero contarles que… —se frena y mira a Lando que está parado junto a su padre. —Lan y yo estamos saliendo.
—¿Hace cuánto?
—Poco… ¿Un mes y medio? —Franco asiente a lo que dice el morocho.
—¿Nada más? Pensé que ya estaban hace años y vos no querías decir nada —dice su hermana con sorpresa.
La respuesta los encuentra con la guardia baja y se ríen con nervios. Lando se siente un idiota una vez más porque todo el mundo, incluso los que no los veían en persona, estaban seguros que ellos tenían algo más.

Pasan los primeros días en casa de la familia Colapinto, todo es un caos, siempre hay alguien que quiere ver al recién llegado. Lando sufre el frío, lo detesta, si fuera por él, viviría siempre en regiones donde no exista el invierno. Franco, en cambio, parece adorar estar allí, a pesar de tener las manos y los pies helados y querer estar abrazado al morocho todo el tiempo.
El camino a San Martín de los Andes resulta corto en comparación a las horas de vuelo que tuvieron que hacer hasta llegar al país. Lando se enamora del lugar ni bien llega, adora todo lo que ve a lo largo de la calle principal hasta que llegan al hotel en el que se quedarán por unos días.
Ha nevado bastante durante la temporada, incluso esa noche hay posibilidades de que caiga aún más nieve. Para los turistas como ellos, es ideal para ir a esquiar al cerro. En su primer día completo allí lo aprovechan lo más que pueden. Franco y Lando se separan del resto de la familia más de una vez, sus padres no son esquiadores y la hermana de Franco está aún aprendiendo.
Tras dos días de esquí, el cuerpo les pide un respiro. Debaten cuál es el mejor plan a seguir y deciden que tener un día libre es lo que necesitan. Recorren la ciudad con tranquilidad y el plan original es quedarse a tomar mates frente al lago Lácar. Sin embargo, Lando le pide a los padres de Franco si ese día pueden separarse por unas horas.
El chico de ojos avellanas cuestiona cada decisión del morocho hasta que le dice que solo lo llevará a tomar el té a un lugar que vio por internet. Franco maldice cuando Lando toma el camino hacia la montaña y todo se ve empinado, angosto y lleno de barro.
—¿Es necesario todo esto? —se queja.
—Sí, vas a ver que es re lindo.
—No lo dudo, Lan —responde aferrándose a la manija del auto que habían alquilado para esos días.
Llegan a un lugar que tiene dos estructuras de madera, una de ellas es una hostería y del otro lado está una cabaña que es una casa de té. Franco se permite respirar cuando baja y voltea para disfrutar las vistas. Las montañas están completamente nevadas, el paisaje del lago desde las alturas le quita la respiración.
—¿Qué te parece?
—Hermoso —responde en un susurro. —Pero nunca más, casi se te quedó el auto y nos íbamos a ir a la mierda.
—Lo tenía todo bajo control, lindo.
—Voy a hacer que te creo.
Toman varias fotos de sus alrededores y de ellos antes de por fin entrar a la casa de té. El calor del interior los abraza y contrarresta con el frío de sus rostros. Logran tener una de las mesas junto a la ventana y les traen las cartas. Lando sonríe, eligió el lugar porque es la mezcla perfecta de ambos. Inglés y argentino.
—Obvio que vamos a pedir la torre esa, ¿no?
—Nos estamos tardando, Fran.
Franco siente que es la mejor cita que han tenido desde que han admitido sus sentimientos. Es romántico y el ambiente acogedor los acompaña. No puede dejar de sonreír, incluso cuando está tomando té. Lando le habla sobre por qué eligió el lugar, que tiene algo de ambos, tal como su casa ahora.
El morocho sugiere que vayan al mirador caminando y el argentino acepta, tienen que bajar por la montaña varios metros por la calle, pero no pueden estacionar el auto allí. Van de la mano, incluso con guantes puestos pueden sentir el calor de la piel del otro. Franco se queja del barro más de una vez, pero es Lando quien casi se cae por no ver dónde pisa.
Cuando llegan al mirador, el inglés saca fotos del paisaje y de Franco. El chico le pide que se saquen unas selfies antes de quedarse allí en silencio mirando a su alrededor. Están solos, lógico debido al frío y a las aún no tan favorables condiciones climáticas. El ojiverde analiza aquellas facciones que lo tienen enamorado y suspira, no puede retrasarlo más.
—Fran.
—Lan —se burla con una sonrisa, con sus manos apoyadas en la baranda.
—Ya llevamos saliendo varias semanas, incluso nos saltamos todos los pasos normales y ya estamos viviendo juntos —empieza, Franco pasa saliva, entendiendo a dónde quiere llegar Lando. —Yo… Estos días juntos me di cuenta que no quiero esperar más, que no quiero estar más días sin decir que somos pareja. Sos todo para mí, siempre lo fuiste, incluso cuando no teníamos ni idea qué nos pasaba. ¿Querés ser mi novio?
Franco se ríe y sus mejillas se enrojecen de la vergüenza. Lando no puede reaccionar, esperaba un sí directo, o un beso, no que se riera de él.
—Obvio que quiero que seamos novios, Lan.
El morocho finalmente respira y asiente, aún procesando lo que acaba de suceder.
—Perdón, no me quise reír, me puse nervioso, pero no sé por qué.
—¿Fue muy formal?
—Puede ser, pero vos también sos todo para mí, Lando —responde y lo besa de una vez por todas.
—Me asusté.
Franco se ríe y vuelve a besarlo.
—Ya me mudé con vos, te traje hasta Argentina, ¿por qué diría que no?
Lando no sabe qué más decirle, simplemente une sus labios una vez más en un beso más largo y profundo. Sus brazos rodean su cintura y lo mantienen cerca de él, aunque Franco no se iría a ningún lado, está justo donde quiere estar.

 

“Carlos traidor” (nuevos mensajes)

George
Con Max vamos a ir a ver a una banda a un pub de Camden

Charles
Yendo

Alex
Para sorpresa de nadie

Oscar
Quién?

Max
Es un amigo del trabajo
Tiene una banda de rock

Carlos
Me fijo en la agenda

George
Es en dos semanas recién
Así que @Lando @Franco vengan

Franco
Me gusta
Después pasen las redes así los escuchamos

Lando cambió el nombre del grupo de “Carlos traidor” a “Frando es formal”

Lando
Y pasen la dirección

Charlos
Me muero
jñvfenlvneñveneavl

Carlos
POR FIN

Max
Y un día se puso los pantalones

Oscar
Para mí le pidió Franco

George
Dioa chicoz
Lox felicitooooooo

Alex
Me desconfiguraron al profe

Franco
Gracias Geor y Charls
Los únicos reales

Oscar
Así sos

Lando
Después les pasamos fotos

Alex
Ojo con lo que mandas Colapinto

Max
Eso
Soy un hombre casado

Carlos
Y yo prefiero mantenerme puro

Charles
Sos lo menos puro de este grupo Carlin

George
Mal
No nos hagas sacar las pruebas

Franco
Alex matate y grabalo

 

—Igual, menos mal que no saben cómo empezamos.
La voz de Lando lo distrae y lo devuelve a la habitación de hotel.
—Menos mal.
La sonrisa de su novio lo alarma y niega con la cabeza.
—Lando, no.
—No iba a hacer nada, Fran.
—Más te vale. Dios, qué vergüenza.
—Vergüenza es robar.
—Igual, Charles y George algo intuyen.
—Todos, Fran, no son boludos. Nos peleamos mágicamente cuando volvíamos de Las Vegas, nosotros, que jamás nos habíamos distanciado por nada.
—Bueno, sí, es bastante obvio.
—Pero…
—Pero no vamos a decir nada.
Lando se ríe y se acuesta en la cama junto a él. En solo unos pocos segundos sus labios se encuentran nuevamente, el simple roce hace que sus cuerpos reaccionen al otro de inmediato. Franco se coloca encima de su novio y el beso sube de tono con rapidez. Las manos del morocho están sobre sus caderas, apretando la zona con firmeza.
Unos golpes en la puerta los asusta y se separan intentando contener la risa. Tienen que ir a cenar y la familia de Franco les avisa que en pocos minutos van a estar listos. Comparten un último beso y se levantan.
—Te amo, Fran.
—Te amo, Lan.
—¿Puedo insistir?
—¿En qué?
Lando necesita de muchos besos y acabar con la paciencia del argentino para que acepte su pedido. Para su suerte, aún le quedan unos pocos días antes de volver a Inglaterra y, aunque está seguro que no se calmarán, ya va a tener preparadas las respuestas a todo. El morocho se ríe incluso antes de presionar enter.
—Poné el teléfono en completo silencio.
—Dios, ¿por qué te dije que sí?
—Porque sos mi novio y me amas —responde y besa su mejilla.
—Basta, hacelo antes de que me arrepienta.

 

 

Lando cambió el nombre del grupo de “Frando es formal” a “Frando comenzó en Las Vegas”

 

 

Notes:

Llegamos al final de esta historia! Gracias por haberle dado una oportunidad
Espero que les haya gustado, mi parte favorita sin duda fueron los chats

Cuídense, nos leemos ♥

Si quieren que escriba algo en específico siempre me pueden hablar ya sea por acá o sino por twitter (@not_elliet)