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Cuando se encontró al hombre amable, se vio cautivado por algo en el interior de este. Siempre inmerso en su momento de notas y escrituras, las marcas que se extendían a lo largo de su cuello y aumentaban cada día o ese par de ojos que sospechaban.
No sabía que lo había llevado esa noche a la puerta del hombre amable, un impulso que era feroz, no había una manera de escapar de él. Luchino fue el primero en sorprenderse, pronto se compondría de la reacción inicial para mantener una mueca intrigada. Ninguno de ellos había cruzado el límite de visitarse.
━ Quien conocerte mejor, Sr.Diruse.
Se creía un espectador de sus propios deseos, incapaz de controlarlos. Luchino se cruzó de brazos, pensativo mirando hacia el techo. Sabía que era una fachada para hacerse el interesante, siempre tenía una respuesta ya preparada.
━ Lamento el desorden, no esperaba ninguna visita durante el resto de mi estancia ━ Se hizo aun lado para permitirle la entrada al vidente. En el escritorio una serie de hojas caían, podrían tratarse de ensayos recién empezados pero era incapaz de reconocer el contenido de su interior. En su cama una serie de mantas simulaban un descuidado nido pero lo que le había llevado esa noche, una serie de escamas que se acumulaban en el suelo, Luchino simplemente tarareo, ignorante de los ojos ajenos.
━ No soy una persona muy interesante, soy simple y espero que no te molestes si no encuentras una respuesta que te llene.
La modestia en las palabras del hombre le sabían lo mismo que un lobo vestido de liebre. Carraspeo por formalidad qué por picazón.
— Los dos sabemos que sabemos más de la cuenta, definitivamente no existe un mundo en donde un investigador desconozca o sea aburrido para alguien, solo para los incultos. — Cerró tras él la puerta en un simple golpe. La pequeña Brooke Rose volaría a través de la habitación para colocarse en la punta del closet, el único ojo que conversaba solo se dedicó a observar a Luchino mientras que Luchino le dedicó una sonrisa que osaba entre la amabilidad y un gesto cauteloso.
— Creí que teníamos un acuerdo tácito.
— Lamentó decepcionarte, pero por mi oficio me es difícil quedarme quieto.
— Dudo que tu condición sea un oficio, te veo incapaz de dejar de lado tu don.
El médico al acabar la operación se dirige a su descansó, el juez al condenar a alguien a la orca se dirige a cenar con sus hijos pero el vidente no tiene un interruptor para desaparecer la realidad única que enfrentaba. Eli solo pudo asentir, incapaz de negar las palabras del herpetólogo, quien se encaminó para sentarse en la cama, cruzándose de piernas mientras se rascaba esas heridas qué revelaban esas delgadas escamas.
— Así que, señor vidente ¿Qué puedes ver en mi futuro?
Eli no dejo que este hombre logrará romper su paciencia, manteniéndose imparcial como siempre mientras alzaba la mirada hacia Brooke Rose. Luchino simplemente puso los ojos en blanco mientras se recostaba en la cama, suspirando por la decepción.
— Incluso un hombre que ha visto sobre el destino y el alma, jamás entenderá el hallazgo que significa encontrar algo que romper la normalidad y por lo tanto el genoma. — Movería su dedo formando en el aire un tablero imaginario. — Nadie es capaz de imaginarse un nuevo color, nuestro campo de visión ya ha abarcado las luces necesarias para nuestra supervivencia pero … Si fuera posible este suceso ¿Qué palabras encontrarías para este descubrimiento? Bueno, así me sentí. Ahora soy parte de ese color.
— Parece que ambos estamos en el mismo barco. Solo puedo hablarte desde el idioma común, nunca fui un poeta o científico para expresarme con sensatez. — Eli se quitaría con suavidad uno de sus guantes de cuero mientras no le quitaba la mirada de encima a Luchino. — ¿Me permites?
El hombre alzaba una ceja antes de recomponer una postura correcta, estirando su cuerpo en el proceso. Haría un pequeño espacio para permitir la vía libre entre su hombro y cuello, tarareando para sí. — Ojalá pronto desaparezca este clima, extraño el sol.
Escuchaba su corazón delator con un sentimiento nostálgico, similar al primer amor de la juventud. Cada paso que daba para llegar justo al hombre también le provocaba una culpa, la cual atribuyó al adentrarse a este camino que lo llevó a romper su juramento. Pasó sus dedos desnudos por esa dureza verde pero lo que esperaba tras escena no era más que un imaginación infantil, similar al cambio entre canales de la televisión, las figuras reconocibles en este plano eran igual a la teoría de platón sobre las sobras.
Brooke Rose emprendió el vuelo, cada aleteo era una súplica desesperada para un vidente qué se sumergió en lo desconocido. Luchino apretó su agarre alrededor de la mano ajena para alejarlo de la zona infectada, visiblemente estaba asustado por la reacción que tuvo Eli.
El sangrado en su nariz goteaba sobre las fina ropa blanca de Luchino, una advertencia clara.
— Mierda, Eli reacciona antes de que te golpee.
Los labios del vidente finalmente dieron señales de vida, tratando de encontrar una palabra adecuada después de atreverse a salir de la cueva. Solo se escuchaba la suave respiración intentando controlarse y el aleteo que finalmente estaba cesando.
— ¿Necesitas un vaso de agua? Puedo bajar a la cocina y pedirle a un sirviente que llene una jarra. — El tono pululaba entre el genuino miedo y una distracción clara: La sangre. Quiso levantarse para salir de la habitación pero el solo toque del vidente le hizo permanecer estático.
— Yo… Yo tengo miedo y también sobre ti…
— ¿De qué carajo estás hablando? — Luchino le sostuvo de los hombros para sacarlo de su estupor. Realmente no creía en los poderes de este hombre pero si en lo que había visto esa noche en su laboratorio. Pensó que jugar con este hombre lograría saciar su aburrimiento pero no sabía ahora que era la realidad y donde terminaba la fantasía.
Entonces a la vez comprendió de dónde esa enorme fascinación nació. La fantasía nace de la lejanía con lo común, la falta de respuestas ante un hecho y entre los buscan una razón lógica entre las millones de posibilidades. La sangre de Eli contenía el misticismo de un cuento infantil del cual quieres aferrarte. Subió sus manos por el cuello ajeno, tal halcón apretando a su presa para llevarla a su nido. Para pronto acariciar su suave piel con sus uñas afiladas…
Eli comprendió entre la confusión lo que supondría esas señales. Esto era el deseo, una fuerza que te une misteriosamente a una necesidad del ego, caer ante la tentación solo retrasaría este problema hasta la infinidad, quiso sellar este encuentro con un empujón pero la lengua bípeda saboreo el metal en sus labios. Cuando sus labios se rozaron, no hubo escapatoria para ambos. Era violento y vulgar tal borracho. El amor debía ser gentil, buscando un equilibrio entre ambas almas pero esto ni siquiera era una danza, un acto de dominación por parte del biólogo. Los jadeos escapaban con cada descansó entre sus besos, para retomarlos con la misma necesidad.
Eli se encontraba ya sobre Luchino, sin miedo a recargar todo su peso en él. Las manos ajenas eran ágiles y se deshicieron del principal problema entre ambos: La venda.
Una palabra que lo definía era la gentileza. Ese par de ojos que rogaban entre lágrimas que este contacto no terminará. Al igual que el hombre perdido en un desierto, Eli satisfacía esa sed entre la lengua del biólogo. A veces sus dientes chocaban sin cuidado, apretando y chupando sus labios.
Pensó en su amada Gertrude, que su amor era sincero y maduro. La recordaba escribiendo las cuentas para el fin de mes, sin esfuerzos lograba evocar una perfecta caligrafía, usaba un par de lentes para diferenciar las letras cercanas, Eli siempre sentía el calor en su pecho aumentar yendo directamente a besar su frente. Era un instinto al igual que el querer esconder tu desnudes, Eli siempre tenía esa necesidad de besarla en privado pero cuando se visualizó a él junto a Luchino, solo encontró una lujuria que sería condenada para ojos de la iglesia.
¿Que los unía lejos de lo desconocido?
Luchino fue rudo y desesperado al deshacerse de la ropa ajena, las prendas le parecieron extrañas ya que por debajo de la tela nada le cubría, solo lo necesario para la intimidad. Sonrió para sí mismo, pensando que esta era su intención inicial.
Alrededor del desnudo cuerpo de Eli se encontraban marcas de lo que se podía asumir como runas, el significado era ajeno a cualquiera de la mansión mientras que en el cuerpo de Luchino las escamas se expanden tal pinceladas, algunas sin un patrón. Las cejas de Eli se fruncieron, pellizcando una de esas escamas e intentando separarla de la piel pero era imposible, permanecía eternamente unida a su piel.
— Soy capaz de ayudarte. — Era una afirmación propia, una mentira para calmar esta ansiedad que escalaba. El biólogo le parecía gracioso pero asquerosamente tierno que incluso entre la lujuria conservará la cordura. Atrapo los labios del vidente, obligándolo a sentarse sobre su pene.
— Mejor ayúdame a satisfacerme. — Dijo mientras rozaba su miembro sobre el culo de Eli, tenía el tamaño exacto para envolverlo y calentarlo, apretandolo a la vez con sus manos. — Eres toda una puta, quieres ya recibir mi pene ¿no?
La voz ronca que rozaba su cuello le hizo tener los ojos llorosos, nunca en su visión profética encontró una escena similar, puede que estaba tomando el camino correcto para reconectar con su juramento. Eli se frotaba una y otra contra el pene de Luchino mientras que daba unas cuantas caricias a su propio miembro, el sabor de lo prohibido era el mejor alimento para saciar sus ansias.
La preparación fue dolorosa por no decir insoportable. Tener dentro suyo esos peligrosos dedos afilados al igual que cuchillos lo tenían al borde de la cama, dispuesto a caer para escapar. Luchino intentaba que fuera lo menos incómodo, sin nunca clavar el filo en su carne sensible.
— No lo soporto más. Haz que termine pronto, Sr. Luchino.
La desesperación en sus palabras lograban erectarlo de una manera dolorosa, el dolor para Luchino lo relacionaba con el placer. Los gritos, el sudor, los espasmos siempre tenían un denominador: La consecuencia. La fragilidad en la que cualquier momento tu vida pendía de un hilo…
Eli tenía los labios hinchados de tantos besos, el rostro rojo por la vergüenza abrazada de la excitación. Sacos sus tres dedos para entrar en él. Lograba sentir en sus brazos como se tensaba, conteniendo la respiracion en el acto.
— Eli, si no te relajas voy a desgarrarte por dentro ¿A menos que sea eso lo que busques? — Relamió sus propios labios, tomando su delgada cintura en sus brazos, consolando a su manera. — Repite mi respiración, así puedes sobrevivir a eso.
Eli intentaba mantenerse en control, inhalando y exhalando con coordinación, tristemente, era interrumpido por la sensación de ese visitante en sus paredes, destrozando cada pizca de sentido común, apretando con fuerza sus labios para no gritar en el proceso. No eran los únicos hombres en esta mansión, la señorita Demi era una hábil nocturna que exploraba los pasillos cuando el sueño no tocaba a su puerta… Debían ser cuidadosos.
— Duele mucho. Voy a partirme en dos. — Involuntariamente su cuerpo rechazaba el pene de Luchino pero este último siempre lo obligaba a recibirlo, hundiéndose más profundo. Eli debía captar estas señales, sabía en el fondo que si sus cuerpos no coincidían debía tratarse no solo de su cuerpo virgen. Solo que los deseos del vidente ya no iban de la mano con su sentido común.
El pene de Luchino buscaba la zona para el disfrute de ambos. Eli solo permitía que su cuerpo fuera manipulado al antojo personal de este hombre. No dejaban de verse, hipnotizados con las historias detrás de la ventana de sus ojos.
Justo cuando Eli creyó que su encuentro sería doloroso, un gemido entre lágrimas se le escapó. Apretando sus piernas para conservar esa sensación, ladeando suavemente su cabeza por reflejo. Al igual que las vibraciones de una melodía recién creada, la rapidez con la que fluyo entres las caricias ajenas lo tenía sin cuidado. Si tuviera que pensar en su encuentro sería similar al encontrar la fruta prohibida del Edén, una sola mordida le bastó para condenarlo. Se atrevió a ser desvergonzado, gimiendo en el oído de su ahora amante.
Fue una junta de sonidos obscenos, la discreción no existía cuando sus cuerpos desnudos estaban apegados. Luchino llegó el punto donde solo usaba el cuerpo del vidente para su satisfacción, moviéndose con rapidez para golpear duro su dulce punto. Dedicando beso tras beso alrededor de su cuello, marcando con ligeros hematomas su piel
¿El deseo le volvía egoísta?
A este hombre no le podía importar menos pero cuando esa vulnerabilidad llegaba, necesitaba poseerlo. Al igual que un león se abalanza sobre la zebra. Clavando en su cintura sus uñas, Eli balbuceaba frases incoherentes sobre el placer y la culpa. Luchino no entendía de qué culpa se refería, ya que en sus conocimientos dudaba que este pecado perteneciera al paganismo y nunca se consideró un ferviente religioso.
— Dilo Eli, di que me necesitas. — Sostuvo entre sus manos el rostro rojo y arruinado de su amante. Las marcas en su cara se despintan entre lágrimas mientras mantenía a duras penas su respiración. — Tu cuerpo habla por ti, solo necesitas aceptarlo.
Pero incluso en ese estado vulnerable, la mente de Eli se desviaba a otros lugares a propósito. Luchino al darse cuenta, sonrió con una molestia razonable. Lo atrajo para abrazar por completo su cuerpo y culminar esta sensación juntos. Cada segundo antes del clima le sabía a un delicioso postre, saboreando cada instante antes de devorarlo. No se tomó las molestias de terminar fuera del vidente, necesitaba recordarle que esto era su encuentro y él decidirá sobre que marcas dejaría en su cuerpo.
Lamentablemente, Eli ya no lloraba por la emoción. Sabía que cruzó una línea imperdonable donde la lujuria nunca se debió mezclar.
Brooke Rose también entendió que era el inicio del fin.
Chapter 2: Metamorfosis
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Mucha gente teme a la muerte, la conciencia de que, al llegar tu final, no habrá un más allá que te conecte a este mundo físico. Aunque para los poetas significa la belleza del tánatos, somos atraídos al igual que polillas por la idea de esta. Desde el nacimiento se nos han impuesto mil maneras de evitarla, nuestra fragilidad es la mera sombra de algo más grande. Los religiosos piensan en esta al igual que el descanso eterno, cantando coros y bebiendo vino, los agnósticos lo ven como el acto de regresar junto al universo para una nueva creación. Eli sabía en el fondo que su destino no era una eternidad en el paraíso pero tampoco el inframundo, al final, se consideraba un druida, capaz de comunicarse con entes de un plano lejano, los bosques era donde debía permanecer
¿Estaba asustado? No, la idea de que su alma incluso lejana a la carne pudiera ayudar a los espíritus que la tierra conversaba era motivo de orgullo.
Pero el pasar de los días en la mansión lo llenaban de incomodidad, como si todo el día sus prendas se fueran adhiriendo a su piel. Sabía que se trataba lentamente de esa visión qué lo iba carcomiendo cada noche, oculto entre las sábanas e incapaz de conciliar el sueño. Escuchaba a Brooke Rose con una necesidad intensa, buscando consuelo en su sabiduría. El olor a la muerte penetraba cada rincón de la mansión, pudriendo las paredes con ese lamento femenino.
Caminaba entre los pasillos, escuchando la única voz en su cabeza que permanecía. Preguntaba cuál era su pesar pero nunca respondía de vuelta. Eli intento buscar una sonrisa en las camarera, acercándose en paso tranquilo para tocar su hombro.
— ¿Temes de los que podremos encontrar?
El personal de la mansión fue amable al mencionar donde se llevaría acabo el juego por el que la mayoría se hospedada en la mansión. Demi solo pudo chistar, distraídamente con la mirada fija en su copa.
— Dios, pensé que los juegos serían menos tenebrosos, bueno un poco peligrosos, claro pero ¿Visitar esa aldea abandonada? Me dan escalofríos de pensarlo. — Inclinó su copa hacia sus labios, saboreando inquietamente el vino, queriendo buscar consuelo en el alcohol. — ¿Sabes lo que más me inquieta? Ese dúo de cabrones.
Eli se apresuró a palmear su espalda, intentando tranquilizar su enojo pero también empatizaba con el sentimiento. Martha siempre parecía inquieta cuando estaba frente a los demás, teatralmente era un actor increíble pero Eli lograba leer entre esas líneas de su alma, sabía que mentía pero sin entender en donde.
Luchino… Era diferente, murmurando entre palabras que solo los conocedores comprendían, siempre hostil frente a sus compañeros, pero retomando esa tranquilidad cada vez que el vidente estaba presente.
— Estoy segura que intentarán arruinar el juego, debo impedir que eso ocurra. Eli, sé que tú igual ocultas cosas, todos lo hacemos pero ¿Puedo confiar en ti?— Los ojos de Demi tenían un velo ansioso como si su vida dependiera de la respuesta que le ofrecieron. Le dolía aceptar que en su visión, el llamado de tánatos los arrastraba al mar.
— No voy a traicionarte, quiero que todos salgamos victoriosos.
Una especie de ternura se puso en la cara de la camarera. Sonriendo levemente entre su miedo, acariciando su copa.
— Eres un hombre gentil. Espero que vivas una vida tranquila con tu prometida, ella es afortunada.
Dentro de si las palabras se amontonaban ante la culpa: He traicionado no solo mi juramento sino también mi promesa bajo el roble, cuando bese sus dedos para entregar toda mi vida ¿Que soy yo quien se entrega al deseo? Ni siquiera los perros han llegado tan bajo pues tienen la prudencia de ser fieles a sus amos.
La presión en su estómago le hizo inclinarse levemente. Las sudorosas palmas hacían que su guantes fueran más incómodos, apretando y liberando el puño repetidas veces.
— Sr. Eli, te ves fatal, no te preocupes voy a prepararte un buen dovlin para que te animes. — Mencionó animada mientras se levantaba de su asiento. — Espera aquí, la señorita Bourbon tiene un pendiente.
Eli sonrió para sí mismo, le alegraba al menos subirle el ánimo, pero dudaba que una pizca de alcohol lo ayudará para este pecado.
Se sentó sin un pensamiento fijo, solo matando el tiempo, observando las paredes. Brooke Rose le susurraba que si quería seguir en este trayecto, ambos eran una sola alma en este punto, se preocupaban mutuamente por su seguridad.
— Necesito demostrarle a nuestro dios que aun puedo ser capaz de manejar esto. Encontraremos una manera para regresar al inicio.
Tal como si el destino quisiera provocarlo, las pisadas filosas de aquella señorita le hicieron regresar a la realidad. Martha siempre se encontraba en su uniforme militar, preparada para cualquier asunto del que se necesitará. Eli pensaba que era raro el cómo siempre quería demostrar que ella era parte del ejército, una militar capacitada. Tomó asiento al frente suyo, indiferente de la impresión que causaba.
El vidente levantó su mano para saludarla pero solo recibió silencio. Esas raíces de su alma le hablaban sobre una máscara, una necesidad de ocultarse al mundo pero es raro ¿no? Ya que veía un deseo puro.
Temía sobre su futuro ahora que tenía una venda en sus ojos. Perdido en un mar oscuro, sobre un pequeño barco qué zarpa lejos de la costa ¿Alguna vez encontrará ese camino? Lo que si es que pronto se ahogará en esta incertidumbre.
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Mentiroso, mentiroso.
Entres los compañeros están un zorro astuto, gritaba por clemencia. Quería que los demás creyeran en él pero ya nadie tenía
Incluso el druida dudaba del pobre animal.
Intentaba con todas sus fuerzas recuperar su confianza, lo cual acabó en vano.
Pero culpar al mentiroso sobre todo sería dejar la responsabilidad del tramposo, quien tuvo una idea de lo que se aproximaba y calló por respeto.
Luchino se mantuvo durante el juego cerca del vidente, interesado en la manera en que él había previsto una tragedia. Era raro, teniendo todos la oportunidad de escapar, decidían ignorar las banderas de la muerte por ese deseo.
— Mi identidad es falsa, no soy la verdadera Martha.
— Cállate, ya sabía que no debíamos confiar en ti. Quieres arruinarnos el juego para quedarte tú sola con el premio. — Demi protesto, apuntándole con una botella destrozada. — Nos condenaste al fracaso.
— Mi intención no es quedarme con el premio, tengo otros motivos en mente. — “Martha” quiso defenderse, sin embargo, cuando dejaba su identidad, parecía apunto de llorar. — Eli, por favor.
Pero el vidente tampoco sabía cuál era la realidad, si esta mujer inquieta o la mujer que ayer juraba por su madre que era Martha.
La brisa oceánica le traía nuevamente ese olor desconocido, no era la muerte ni nada que él hubiera conocido. Fragmentos entre una realidad que nunca les perteneció. Las casas parecían habitadas ahora que echaba un mejor vistazo, las luces brillaban espléndidamente, nada que un humano pudiera imitar.
Eli tomó el hombro de Demi, advirtiéndo qué se detuviera.
— Huye.
Solo fue necesario una palabra para que el mundo que los participantes conocían fuera oscurecido bajo lo real. Si nosotros solo somos simples sombras ¿Qué encontrarías detrás del telón? Una entidad capaz de oscurecer tu alma con solo un vistazo, los gritos de mujeres, hombres y niños mezclados en una cacofonía infernal. Eli abrazo con fuerza a Demi, recitando entre murmullos desesperados una oración a su dios. Si su destino era perecer que salvará a este alma inocente de este castigo.
Demi lloraba entre sus brazos, el rostro apenas tenía un tinte rojo, el horror se quedó penetrada en ella.
— Ella ha estado antes de la muerte. Ella necesita encontrar un nuevo alimento. — Los dientes le castañeaban y antes de responder, noto la ausencia de los demás.
Los vientos traían consigo la arena qué llenaba el paisaje en un borroso retrato pero solo localizaba un alma intacta. El mundo de las ilusiones renació, tenía que mantener a salvo a estas almas para encontrar una redención.
Ambos tomados de las manos, perturbados por esta gran sombra, decidieron adentrarse más profundo para buscar una salida. Demi está catatónica, guiada solo por el paso del vidente quien recitaba los versos de antiguos druida qué existieron antes que él. Pero cada paso que daban, parecía regresarlos a la misma zona. Brooke Rose emprendió vuelo a lo más alto pero siempre deteniéndose antes de llegar al cielo.
Definitivamente era una tribulación que incluso Demi había llegado a esa conclusión. Los dos se quejaban, sudaban y temblaban ante el esfuerzo de esta presencia, absorbiendo cualquier vitalidad.
Antes de caer, nunca paró de cantar.
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Soñaba que surcaba por los cielos. Ambas de sus alas se extendían por el vasto cielo, ocultando la luna a los pequeños animales.
Buscaba a Brooke Rose, sabía que estaba perdida y su voz fue sellada por su maldición. Quería detectar la belleza de su alma pero algo bloqueaba su visión.
— Brooke, Brooke. Necesitas volver.
La razón de no encontrarla era su enorme cuerpo que tenía. Tan grande que hundió en oscuridad al bosque y a la vez ocultando a su amada Brooke. Estaba aterrorizado por este cuerpo, sabía que era natural este final pero estos sentimientos lo eran también.
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Las corrientes heladas congelaban ya sus huesos tampoco ayudaba qué sus prendas desprenden el olor al mar. Lo segundo que reconoció fue que las voces en el viento murmuraban, un idioma perdido que solo los antiguos comprendía.
Tenía la vista borrosa debido a los restos de arena qué quedaron atrapado entre sus ojos mientras intentaba quitarse esas motas, comprendió que no solo el culpable era el viento sino el lugar donde reside. Profundo, oscuro e infinito. Se llevó los dedos a la boca para lanzar un silbido, dejando de lado la supervivencia, esperando que Brooke lo encontrara.
El aleteo nunca se hizo presente ni cuando se quedó completamente quieto. De alguna manera sabía que ella estaba viva, sentía sus latidos con el suyo. Ese sentido que los gemelos comparten, una intimidad que es imposible replicar. Permito que las lágrimas purificaran su vista para observar su alrededor.
Rodeado de paredes rocosas y peligrosas donde en lugar de que las gotas cayeran, se petrificaban en lo alto. El viento traía consigo copos que se juntaban en la entrada, coexistiendo junto a la cueva. Comprendió que aún permanecía en el pueblo abandonado, ya que siempre hubo rumores que en lo alto de las montañas existían diversas cuevas que podrían llevarte a preciosos minerales de alto valor, eso sí, nadie se atrevía a ser valiente para adentrarse al peligro de perderse y nunca regresar a ver a sus amados. Sabía que ello no estaba tan lejos de la verdad, si se encontraban cosas valiosas, pero nada que se hubiera imaginado antes.
Se levantó finalmente para asomarse al exterior, ya que se encontraba rodeado de nieve tampoco le sorprendió que esta cueva estuviera a una peligrosa altura junto al frío clima junto al lago. Decidió bajar la mirada, inocentemente esperando encontrar una cara familiar…
Si no fuera porque su cuerpo necesitaba calentarse, tendría una expresión en blanco. Ese color naranja infernal, lo notó, ese par de ojos divisibles de pupilas, recordándole a la ceguera en hombres mayores. Tropezó con sus propios pies cuando quiso mantenerse lejos, reconoció en ellos una vida llena de descubrimientos, amor y odio y sobre todo un final trágico.
Despegó de un solo saltó similar a las ranas de los estanques, acostumbrado ya a nadar entre el cielo y la tierra dejando detrás una figura oscura que se reflejaba por la luna. El vidente entre el temor sintió esa atracción de esperar con ansias a su verdugo. Al igual que los antiguos escritos griegos, lejos de ser una criatura que se escondía en su hostilidad entre la unión de diversos animales, representaba la perfección. Si existiera una criatura que estuviera cerca de esa definición debía ser Luchino.
Estrellando sus patas en el piso de piedra, cargaba consigo una enorme piel oscura sangrante cubierta de pelo. No quedaba rastro de humanidad lejos de ese torso humanoide cubierto de escamas verdes. Eli dio un par de pasos hacia atrás sin quitarle la mirada de encima, hipnotizado por esta creación de la naturaleza. Luchino ignoró ese miedo palpable para acercarse hacia él en unas cuantas pisadas para lanzarle la piel al suelo.
— Cúbrete, tienes menos posibilidades de vivir que yo, — Pero esa voz seguía siendo igual. Siempre simulando indiferencia, capaz de entregarte una joya preciada y decir que no era nada.
— Sr. Luchino ¿Esto era lo imposible de contar?
Eli recogió apresuradamente la piel -que con una mejor vista, se trataba de la piel de un oso- y se cubrió desde los hombros, permitiendo disfrutar por un momento de la calidez que le proporcionaba. Luchino lamió su boca, saboreando los restos de sangre que conservaba, si Eli tuviera que adivinar parecía una expresión orgullosa.
— Me negaba a creer que existiera un dios. Mi vida siempre estuvo basada en teorías de la naturaleza, hechos palpables, pero ¿Cómo puedes palpar un concepto? Era así hasta que encontré esta criatura, una mutación entre una serpiente y un lagarto. Investigamos su ADN, sin embargo, tenían un patrón único en su genoma, diferente al de sus parientes. — Por un segundo, olvido que la criatura al frente era un milagro y visualizo a este hombre que rozaba la mediana edad, agitando sus manos para enfatizar cada palabra. — Entonces, comprendí dónde fallaba mi investigación. Incluso si era una mutación, la evolución biológica trascendió a los cefalópodos.
— Sr. Luchino.
— Entonces una sola mordida de este animal fue capaz de alterar toda mi estructura humana. Quedé fascinado y fue entonces cuando me ofrecieron una oferta a la cual fue imposible negarse.
— ¿Tu propio equipo de científicos?
— Si. — Ese par de ojos nuevamente se fijaron en Eli para regresar a su pizarra imaginaria. — Pero creo que encontré algo más valioso en el camino.
El vidente dejó de contener sus preguntas para enfrentarlo, apretando uno de sus afilados dedos con su mano enguantada, la preocupación regresaba al igual que la marea, amenazando con estallar.
— Demi ¿Dónde está Demi? Ella estaba asustada, ambos quisimos escapar, pero caímos en un sueño profundo.
— Me la comí.
La respuesta lo hundió nuevamente en la oscuridad. Observando la indiferencia en el rostro de Luchino junto a ese tono tan neutro, restándole importancia lo dejo sin palabras.
¿Demi? Nuestra alegre compañera…Ya no está aquí. Jamás escucharé su voz ni volveré a beber junto a ella, confesando nuestros secretos más íntimos. Tampoco esa risa extraña que salía de su nariz…
La mera frase parecía una broma, un sinsentido. Eli comprendía que la muerte como tal era tan natural como la vida misma pero cuando finalmente tocó a su puerta, no evitó reír en voz baja que se transformaría en una carcajada que haría eco por la cueva, repitiendo una y otra vez su voz en un bucle infernal. Se llevaría las manos a la cabeza, tratando de contener el pensamiento de igualmente acompañarla.
— ¿Por qué… Por que aun sigo vivo? — Más que ser una pregunta para el otro, se trataba para sí mismo. Eli siempre asumió que su castigo debía ser la muerte en sí, un final para cerrar el telón con tranquilidad. Pero
¿Y siempre estuvo en el error? Si la muerte lejos de ser un castigo, el destino lo considero una salida fácil en comparación con el peso de romper su juramento. Empezó a creer que jamás hubo una salida, solo la ilusión del libre albedrío, una probada de la esperanza antes de caer en este pozo.
— Porque vas a acompañarme en el futuro de la evolución.
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Brooke Rose desapareció. Se quedó los días posteriores esperando su regreso, sin moverse ni un centímetro de la cueva, silbando cada hora para nunca cesar su llamado. Y si no fuera por la presencia de Luchino, quien lo invitaba a comer cuando se perdía en la angustia, ya hubiera muerto hace mucho. Siempre traía animales muertos de gran tamaño; osos, ciervos, lobos e incluso un gran jabalí gordo. La única herida que tenían en sus cuerpos provenía del cuello, degollados por las afiladas garras de Luchino.
Eli cubierto por el gran abrigo de piel era ajeno a su realidad, incapaz de ser horrorizado por las montañas de huesos qué se acumulaban día tras día. Luchino hundía su cara en el estómago de las criaturas, rasgaba la piel con sus dientes liberando cada uno de sus órganos al suelo, los intestinos salían volando contra el suelo, una especie de fiesta sangrienta donde las serpentinas están húmedas, sucias y oliendo a metal. Era difícil de creer como este hombre modesto y de carácter estudioso estuviera felizmente devorando cada órgano, saboreando la textura y el sabor.
— ¿No sientes asco? — Intervino Eli, después de días en completo silencio, habitando en el hogar de este hombre.
Luchino aun sosteniendo con sus garras el apéndice, trago alegremente. — Es raro. Nuestro paladar y sistema no está diseñado para procesar alimentos sin procesar. La enfermedad que siempre mi madre me decía era la salmonella cuando tenía que cocinar el pollo… Pero los carnívoros son diferentes, superiores. Ellos no piensan ni tienen las herramientas para procesar la carne pero sí para degustar.
Quería decir que el estar lejos de la sociedad estaba deteriorando su estado mental pero ¿No era igual con él? Estaba viendo a una quimera devorando animales, manteniendo conversaciones civilizadas y sobre todo, viviendo con el asesino de sus compañeros. Nunca preguntó el cómo ocurrió ni tampoco obtuvo explicaciones, fácilmente podía indagar en sus visiones pero finalmente entendió que la felicidad viene de la ignorancia.
El pequeño fuego crepita al frente suyo, calentando una pierna de venado sobre el fuego. Aunque prefería el jabalí sobre los otros animales, no se quejaba ni pedía un cambio. Si debía admitir algo, era que le traía una nostalgia extraña. Recordaba que cuando su padre se había suicidado, saltando hacia un río después de que invirtiera al caballo equivocado, las personas de la ciudad siempre procuraban alejarse de él. Fue el resultado de rumores, la incomodidad, las supersticiones que lo llevaron también a él a aislarse en los bosques. Los animales no tenían esos mismos prejuicios basados en la maldad sino en la naturaleza. Se recostaba siempre bajo la sombra de un árbol para estudiar, concentrándose gracias al cantar de los pájaros y las ramas que se mecían por el viento y si no fuera por su encuentro con Brooke Rose, seguramente se hubiera vuelto una especie de cuidador del bosque.
Las lágrimas perlaba sus mejillas. Siempre rondaba en la ambivalencia; Nunca se iba a arrepentir de haber ayudado a su prometida, ya que su familia era importante, su felicidad y si su felicidad dependía de romperse asimismo en el camino, el mismo sería la daga que sellaría su destino. Pero también deseaba nunca haberla conocido, no porque la odiaba sino porque odiaba su vida, la persona egoísta y avariciosa que fue al querer abarcar más de lo que su alma quería.
Una mano se colocó en su hombro, intentando darle un apretón amistoso pero acabando por ser intimidante por su gran tamaño. Luchino siempre tenía esa expresión apacible, donde el rencor y la ira no existían. Sollozo incluso con mayor intensidad porque su corazón reaccionaba con entusiasmo, deseaba nuevamente su calor.
— Los dioses son crueles pero si aun tenemos una oportunidad para desafiarlos, no dudaré en seguir ese camino.
— No quiero desafiar a ningún dios, yo fui el culpable de esto. Este es mi castigo. — Eli se rompía en cada palabra, culpándose con agitación sobre su situación. Esa mano tan pronto se convirtió en un apretón brusco a su mandíbula, obligándolo a alzar la vista hasta los ojos de esa quimera, brillaban por una emoción desconocida.
— Me niego a ser tu castigo, Eli. Muere en tu martirio, se un mártir si es necesario pero no me culpes de tus acciones.
Quiso contradecirlo, volverse contra él en palabras pero no encontró una manera. Bien pudo haber vivido una vida lejos de esa bella conexión y nada faltaría sobre la mesa pero era un regalo de Brooke Rose. Era intangible para el humano y aun así amaba su presencia al ser la representación de su cariño. Culpar al destino nunca sería justo, ya que el destino es una historia ya prescrita, inconsciente del daño y sin embargo, queriendo ser apasionada en cada segundo.
Cuando el contacto entró en marcha, los engranajes volvieron a moverse.
No existía como tal un beso, pues Luchino carecía de labios pero que importaba cuando el erotismo en el rostro rojo y frágil de Eli le invitaba a avanzar. Lo obligó a recibir su lengua, larga y delgada en su boca, Eli quiso rechazarlo buscando empujarlo pero incapaz de morder su lengua por miedo a lastimarlo. Fácilmente Luchino atrapó ambas de sus manos en un solo agarre, manteniéndolo quieto en lo que envolvía su lengua. Los sonidos húmedos resonaban en lugar de palabras, escuchaba los quejidos del vidente bajo él, aun negándose a aceptarlo.
Si alguien le preguntara ¿por qué eligió a Eli para este acto? Podría encontrar mil excusas para ello, no obstante, estaría dando vueltas al mismo resultado. Era erotico saber que dentro de este mundo tan extenso, existía un hombre capaz de ver entre su máscara, la desnudez de su propia alma.
¿Y que si pudo haberlos salvado a todos pero falló? Era tan idiota pensar que el pez puede escalar. Somos humanos y los humanos jamás lograremos estar a la altura de modificar el universo a nuestro antojo.
Cuando su cuerpo temblaba, pidiendo clemencia, Luchino simplemente alzó sus manos hacia el aire, deteniendo el beso en el proceso.
— Extrañaba demasiado esto. Creía que iba a volverme loco.
Pasó su lengua por el visible cuello de Eli, no le importó qué la amargura infestara sus sentidos, quería probar cada centímetro de su cuerpo. El vidente se quejaba, manteniendo el mismo movimiento para liberarse.
— Aléjate de mí, no quiero probar tu saliva ni tocar tu cuerpo. Me das asco. — No paraba de llorar, bajando la cabeza para evitar otro beso. — Mataste a Demi, nuestra compañera. Masticaste su piel y alma ¿Acaso sigues siendo humano? ¿Qué te hace creer que quiero tu cuerpo?
Evito tomar personal esas palabras, intentó sonreír como en los viejos tiempos pero ahora le era imposible por su fisionomía. Solo pudo tararear, escuchando al vidente despotricar finalmente sobre todo. Era tierno ver a este hombre de filosofía altruista romperse bajo su cuerpo.
Una de sus garras jugueteo con las prendas de ceremonia, las cuales ahora estaban arruinadas por el polvo. De un solo corte, pudo liberar el pecho de Eli, dejando un desastre bajo el suelo.
Las garras de Luchino fueron destruyendo y volviendo la ropa en simples harapos arrugados. Un mar azulado en el que estaban parados. Pudo comprender la belleza de la humanidad ahora que habitaba otro cuerpo. No valoramos lo que poseemos pero cuando lo vemos en el prójimo, lo deseamos. Un solo corte podría privar de la vida al vidente, un empujón desemboca en una discapacidad.
Finalmente liberó sus manos para apegarse a su cuerpo, una inmensa felicidad tomó lugar en sus ánimos. El acto de robar calentaba su dureza, necesitaba consumir esta fragilidad.
— Quiero estar contigo por la eternidad.
Una confesión que llevaría a la ruina a cualquiera fue dicha a la ligera. Un acto filántropo disfrazado de desinterés.
Tendió el fruto de su deseo en el suelo, extendiendo sus piernas para mostrar su dulzura. Eli sudaba por la excitación, porque incluso negándose, su cuerpo suplicaba. La lengua se introdujo sin aviso, tan brutalmente que le arrebató el aliento, apretando sus puños en el suelo cubierto de nieve. Una secuencia melódica le acompañó en forma de gemidos, Luchino le sostenía las piernas firmemente para impedir que se resista. Era una serpiente que se cuela entre sus paredes, sin buscar un punto de descanso, buscaba cubrir de humedad el mayor espacio posible.
— Luchino, detente ahora. No estás pensando bien.
“Jamás había estado tan lucido” Pensó mientras seguía con su labor. Le dolía la erección que estaba teniendo, ni siquiera los animales tenían esta lujuria demencial. Pronto las quejas cesaron cuando el placer se estableció, Eli se cubría los labios intentando disimular los gemidos, ahogándose entre la confusión y el enojo. El orgasmo llegó en un instante, causando un desastre en sus piernas, Luchino se encargó del desastre con su lengua, saboreando como si fuera el néctar de la vida los fluidos de Eli.
Una pluma se desplomó en el suelo, tenía ese particular color café de Brooke Rose, Luchino por más que la curiosidad le ganará, el apetito era un grito incesante, una órden por seguir, así se apresuró a bajar el resto de su pantalón entre quejidos y siseos. Lo que se encontraba abajo ya no era humano, una raja de la misma textura qué sus escamas cruzaba entre donde existía su intimidad, sobresalen húmedos y puntiagudas una especie de dos tentáculos cubiertos de espinas suaves.
Eli se arrastró por debajo de la quimera para intentar escapar, sin importarle la desnudez o el estado que estaba. Usando las uñas para clavarlas en el suelo, encontrando la piedra y raspando al igual que las uñas a una pizarra.
Pronto dejó el suelo, levitaba a una distancia segura de su antigua posición. Luchino se aseguró de tomarlo entre sus enormes manos, una firmeza imposible de negar. Ambos de esos miembros empezaban a rozar con su entrada entonces el terror se hizo presente, busco rasguñar algún punto débil de Luchino pero lo único sabe que existía eran sus penes.
— No lo hagas, no va a caber. Mi cuerpo no está diseñado para esto. Haz que se detenga. — Era la primera vez que veía al vidente tan derrotado. Suplicando a él y no a una deidad. El total control de la situación lo mantuvo rozando entre sus nalgas suaves, conteniendo las ganas de apretarlas y marcarlas. Era diez veces mejor que en su forma humana, asumió que eran estos nuevos químicos que rondaban su mente. Se introdujo lentamente para escuchar los gritos de Eli, desgarrando levemente su piel interior, dejando un rastro de goteo atrás. La preparación seguía siendo nula, apenas dejando mojado su interior pero no su entrada. Era dolor en el mejor de los casos. — Lu…chino. — Iba perdiendo fuerza cada vez que el miembro de Luchino era succionado hasta la base. Los brazos de Eli pesaban más de la cuenta, contorsionándose desde su codo para dejarlo suavemente sumido. Lloraba a mares entre el dolor provocado de su cuerpo y Luchino, una mezcla de sensaciones que se deformaban y evolucionaron tal caleidoscopio. La mente está cubierta del mismo tono de su sangre al igual que entumeciendo todos sus sentidos, parecía que hasta respirar empeoraba su estado. El mundo se oscureció en un abrir y cerrar de ojos, creyendo que en lugar de sexo le estaban separando una extremidad sin anestesia. Por un segundo pensó que la muerte le iba a dar el alivio qué esperaba pero cuando despertó mirando el mismo tono verde brillante de las escamas, comprendió que estaba atrapado.
Mientras que en el mundo del anfibio encontraba la culminación, la siguiente etapa del placer: La crudeza. En este ámbito nadie tiene que fingir, el telón se baja de la escena para finalmente revelar el verdadero espectáculo. Busco entregarse más y más a esta emocionante sensación para atreverse a insertar su segundo miembro, no fue amable ni tierno como las otras veces entre ellos, se aseguró que ambos experimentaran la incomodidad de forzar algo.
El inhumano chillido de Eli lo hizo alejarse de esta fantasía. Ni siquiera cuando se encargó de devorar viva a Demi, los gritos de esta los sacaron de su estupor al descubrir el sabor de la carne cruda. No, esto ascendió nuevamente la barrera entre el mundo sensible del cual dependían.
Los brazos de Eli fueron dolorosamente expuestos al crecimiento de plumas, plumas que envidiaría el propio ave fénix. Grandes, gruesas y elegantes. Pronto lo que alguna vez fue piel se escondió entre esta faceta elegante.
Barrían el suelo con delicadeza, los pequeños copos se apegaban para hacerles compañía.
Luchino recordó el hecho de que los ángeles caídos se formaban por cuestionar la voluntad de dios, volviéndose en una forma primitiva ¿ y que era más que un pecador ahora?
Se apresuró a embestir el débil cuerpo de Eli, aprovechando cada segundo para demostrar la belleza de esta realidad. Pasó su lengua aun por las zonas que estaban libres de plumas y clavó sus garras en la piel de Eli, dispuesto a llenarlo de marcas.
Cada que ambos estaban por caer al precipicio, la humanidad de Eli iba distorsionando cada parte importante de su cuerpo, una batalla para reescribir su destino. Una batalla que estaba en brazos de Luchino.
Notes:
si mi cabeza no queda en blanco, capaz escribo un cierre para esto....
luvcrumbs on Chapter 1 Sun 31 Aug 2025 07:18PM UTC
Last Edited Sun 31 Aug 2025 07:52PM UTC
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PrinceSleepi on Chapter 1 Mon 01 Sep 2025 04:50AM UTC
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luvcrumbs on Chapter 1 Sun 14 Sep 2025 11:16PM UTC
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Cosmic (Guest) on Chapter 1 Tue 02 Sep 2025 06:23AM UTC
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