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Los cambios que se ven en las tierras de la Baronía de Frontera son evidentes. Javier admira el amplio territorio de cosecha donde la gente trabaja alegremente. Con orcos, que destacan por ser grandes y verdes, caminando entre los aldeanos e interactuando con ellos con normalidad.
Los rumores son verdad, piensa Javier con más incredulidad de la que debería. Los rumores habían sido confirmados a su majestad, la reina, en su presencia; pero aún así, sonaban tan ridículos que los había creído muy a medias. Ahora, viendo la clara evidencia de la verdad en cada rumor que escuchó frente a sus ojos, no puede sino asimilar la realidad.
El suelo está bien pavimentado, y las casitas lucen realmente bonitas por como han sido construidas. Los niños corren, ruidosos y contentos, de un lado a otro. Javier les brinda una sonrisa a un par de pequeñitos que señalan su caballo con sorpresa.
El castillo de la Baronía Frontera se alza, majestuosa como nunca antes, y los soldados lo saludan con respeto al reconocerlo. Javier desmonta y avanza, con cierta nostalgia acunándole el corazón.
Escucha pasos rápidos y el Barón Arcos Frontera asoma, vestido con prendas finas y sin orejas ni aspecto desahuciado. Javier no puede evitar mostrarse orgulloso al presentarse ante el hombre que reconoce como su benefactor vistiendo las prendas de un caballero real. Y no puede evitar ablandarse por completo cuando recibe un abrazo y un saludo entusiasta. La Baronesa se une a ambos en el comedor, dándole el mismo cálido recibimiento.
──── Es un gusto verlos. ──Dice Javier, sentándose en la mesa mientras mantiene una sonrisa fácil en el rostro.── Me alegra ver que están bien.
Bien se queda corto. Se ven deslumbrantes. La vejez que se asomaba debido a las preocupaciones se ha esfumado; sonríen, brillantes, visten ropas dignas de un gran noble y la comida servida es abundante. El castillo también ha pasado por una renovación, a juzgar por la falta de grietas en las paredes y los cuadros preciosos que cuelgan en ellas. Diablos, incluso los sirvientes se ven bastante limpios y cuidados en comparación al estado tan lamentable que recuerda Javier.
──── ¡Estamos de maravilla! ───El Barón asiente con una risa. Hay orgullo en sus palabras. Pero no es ese orgullo prepotente que los nobles suelen mostrar al presumir de su grandeza; no, es el orgullo de un padre al presumir lo que un hijo ha conseguido.─── Es todo gracias a Lloyd y su trabajo.
Javier siente un tirón en su sonrisa. La razón por la que había dudado tanto de los rumores tiene nombre y apellido: Lloyd Frontera. Aquel nombre acompañaba cada logro que llegaba a escuchar de diferentes bocas. Y, para Javier, pensar que todo aquello que los fue logrado por aquel tipo era pensar de manera ilógica. Lloyd Frontera no era un hombre trabajador, ni mucho menos listo. Era un problemático mocoso que se creía la gran cosa, demasiado violento y vulgar en lugar de digno y capaz.
Al menos, así era el Lloyd Frontera que Javier recordaba de sus días en la Baronía.
──── Eso escuché. ───Bebe un poco de la copa que se le ha ofrecido, e intenta sonar casual al guiar la conversación al rumbo que le interesa.─── Parece que el joven maestro ha logrado grandes cosas.
La pregunta está implícita. Lo bueno, o tal vez malo para la protección de la Baronía, es que el Barón Arcos siempre ha sido un blando, demasiado lengua suelta teniendo en cuenta su posición.
──── ¡Ah, sí! Estaba tan preocupado cuando ocurrió el accidente, ¡Pero al final fue necesario para hacer madurar a mi hijo!
La Baronesa parece a punto de añadir algo más, pero entonces irrumpe en el comedor un sirviente que se acerca al Barón y le notifica la llegada del Vizconde Lacona. Javier parpadea un par de veces cuando ve un atisbo de sonrisa entrañable formarse en los labios del afable Arcos Frontera.
Luce como si, en lugar de un socio que ha llegado a discutir un asunto diplomático, hubiera llegado un bufón dispuesto a hacerle pasar un día lleno de gracia.
Es extraño. Se ve casi maquiavélico.
──── Bueno, hijo, ───El Barón se levanta con alegría, aún con esa peculiar aura rodeando su persona.─── tengo que atender algunos asuntos, así que me retiro. Sé que has venido a hablar con Lloyd, pero él está bastante ocupado con un avance el día de hoy, así que dijo que te atenderá mañana. ¿Marbella te enseñará tu habitación?
La Baronesa asiente de inmediato, con una sonrisa mientras despide a su esposo.
Javier contiene un resoplido. Es una orden de su majestad, la reina, que Lloyd Frontera sea el guía y expositor de todo lo que implica el proyecto que se está llevando a cabo. Es una total falta de respeto que se atreva a creer que puede elegir cuándo atenderlo y cuándo no. Aún así, Javier sonríe y asiente. No quiere causarle un mal rato al Barón y su esposa.
──── Mi Lloyd ahora está en la mina. Dijo que necesitaban algunos minerales extra para la muestra que quiere hacer mañana para ti. ───La Baronesa dice una vez terminan de comer, mientras caminan por el pasillo.─── ¿Quizás quieres ir a verlo? Puedo guiarte.
Probablemente la sugerencia sea dada por lo poco sutil que está siendo Javier en su curiosidad, mirando aquí y allá. Enhorabuena, es justo lo que Javier esperaba.
──── Está bien. ──Acepta fácilmente. Intenta no sonar tan satisfecho como está.── Puedo llegar por mi cuenta.
La Baronesa sonríe y asiente, acompañándolo aún así hasta la salida, donde lo despide y comenta que sería bueno que traiga a Lloyd consigo para una buena cena.
Javier acepta aunque sea de la boca para afuera. El recuerdo del joven maestro, Lloyd Frontera, es bastante amargo para él. Con suerte, piensa, ahora no me despreciará tan abiertamente como antes.
Javier se acomoda el cuello de la camisa blanca con la que ha quedado, habiéndose excusado con el calor que produce el sol brillando en toda su gloria, para, con suerte, pasar lo suficientemente desapercibido para hacer una evaluación del trabajo en la mina sin todos queriendo impresionarlo.
Apenas está adentrándose en la zona en la que los trabajadores andan de lado a lado, cuando Lloyd Frontera atrae su atención. De pie, con ropa simple sucia y sudor goteando por su barbilla, Lloyd da indicaciones a un grupo de trabajadores que parecen querer absorber como esponjas cada palabra que sale de la boca del joven maestro mientras lo miran con una admiración ridícula.
Javier no puede evitar fruncir el ceño ante el aspecto descuidado de Lloyd Frontera. ¿El joven maestro también está trabajando? ¿Aquel joven maestro que ni siquiera soportaba tener que levantar la cuchara del plato?
Como sintiendo su incredulidad, los ojos de Lloyd se elevan y dan con los suyos. Hay algo diferente en aquellos ojos marrones, Javier nota. Algo que le provoca una comezón entrañable en la piel.
Lloyd avanza entonces, mirando de arriba a abajo al caballero, y Javier intenta no mostrar el desagrado en su expresión. Luego, tiene que reprimir la sorpresa y confusión cuando Lloyd asiente con una sonrisa espeluznante que gotea satisfacción. ¿Qué diablos significa eso?
Antes de que pueda abrir la boca, Javier recibe un empujón.
──── ¿Dónde has estado? ───Lloyd dice, con un tono casual. Casi familiar. Y la sonrisa aquella manteniéndose en su cara.─── Te he estado esperando toda la mañana.
Eh, ¿Qué? Javier parpadea lentamente, sintiendo que el rubor le oscurece las mejillas. ¿El joven maestro está intentando llevarse bien? Siendo tratado con inesperada amabilidad, Javier casi se siente mal por los malos pensamientos que lo han venido acompañando desde la capital.
Casi.
Lloyd no lo deja hablar, lo jala hacia unas maderas apiladas y le da una palmada en el brazo.
──── ¡Aquí! Llévalas para allá, las necesitan dentro. ───Dice el joven maestro, señalando a sus espaldas la entrada a la mina. Javier debe poner una expresión de obvia confusión porque Lloyd entonces frunce el ceño y le da una palmada más fuerte en la espalda.─── ¿Qué esperas? ¡A trabajar!
. . . ¿A trabajar?
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Javier intenta, de verdad intenta, refutar la orden dada por Lloyd. Pero el hombre no le da tregua. Es tan exigente e imponente como la mismísima reina, y antes de darse cuenta, de manera muy vergonzosa si tiene que admitirlo, Javier se encuentra a sí mismo llevando carga de aquí a allá y de allá a acá según se le indica.
A trabajar, repite Lloyd a todo aquel que está dándose la pera, con el ceño fruncido de manera fea y un dedo acusador cuando no acatan lo suficientemente rápido.
Javier está sudando antes de terminar de procesar lo bien organizado que está todo. El calor es diez veces más fuerte dentro de la mina, e ir entrando y saliendo tan constantemente lo cansa como si hubiera entrenado por horas sin parar. Y ni siquiera puede apartarse el cabello de la cara sin tener a Lloyd, salido de la nada, reprendiéndolo con un tono de decepción e irritación que le sacude el orgullo.
──── Aparte de llegar tarde. ───Lo escucha decir.─── Te cansas demasiado rápido. Me dijeron que eras duro, pero parece que solo eres un niño bonito que no sirve para este trabajo.
Javier responde silenciosamente a esa acusación llevando tres veces el peso del trabajador promedio. Como un orco. Lloyd parece brillar ante eso, cambiando las críticas a felicitaciones con una facilidad que debería avergonzarlo. Pero el hombre es cínico y despreocupado; un completo sinvergüenza, de una manera diferente a la que Javier recuerda.
Javier se siente avergonzado por lo bien que se siente cerrarle la boca al presumir de sus capacidades.
El sol va bajando y Javier está trabajando sin parar, intercambiando algunas palabras con otros hombres que son amistosos y no parecen tener problema alguno con Lloyd Frontera gritándoles indicaciones como si fueran burros de carga.
En realidad, Javier encuentra algo perturbador darse cuenta de que parecen disfrutar de eso. Los gritos de Lloyd los motivan en lugar de abrumarlos, y todos parecen dar todo de sí con tal de obtener un vago halago.
De todas formas, los orcos también son sorprendentemente amables. Javier encuentra todo el ambiente laboral bastante agradable. El tiempo pasa rápidamente y, pues, así pasa el día hasta que el sol cae lo suficiente dando pase a la noche.
Javier se detiene con tres troncos bajo el brazo derecho y otros tres sobre el izquierdo cuando Lloyd Frontera atrae la atención de pie sobre un árbol cortado, elevándose por sobre todos.
──── ¡Está bien, esto es todo por hoy! ───Dice el joven maestro, poniendo las manos en su cadera.─── Mayormente nos quedaríamos un poco más, pero... Lo que sea. Aprovechen, regresen a sus casas y descansen bien, que mañana a primera hora seguimos, ¡así que más les vale estar aquí ni bien el sol se asome!
En lugar de abucheos o cualquier muestra de insatisfacción por el breve discurso dado, Javier nota que todos parecen divertidos y hasta entusiastas por las palabras mencionadas. Qué gente tan rara.
Javier se despide de algunos hombres y, cuando se da la vuelta, ve que Lloyd está avanzando a pasos largos acompañado por un grupo de caballeros, a juzgar por la armadura. Javier frunce el ceño. ¿Ni siquiera va a esperarlo? Ja.
Chasqueando la lengua, Javier emprende camino con lentitud. Sus músculos pesan de manera agradable. Desde que ascendió y empezó a trabajar directamente con la reina, sus días fueron mucho menos movidos físicamente hablando. Un día de completo esfuerzo físico le trae cierta satisfacción.
Con suerte, podrá tener un largo sueño hoy.
Cuando entra en la Baronía, hay miradas curiosas sobre él. No parece el caballero real que ingresó durante el comienzo del día, pues aunque mantiene una postura que exuda caballería, su cabello revuelto y sus ropas sucias arruinan la imagen perfecta perfecta que pintó durante la mañana.
Al doblar un pasillo hacia el comedor, por indicación de un sirviente que le pasa una toalla húmeda para limpiarse la tierra del rostro, observa al Barón y la Baronesa intercambiando algunas palabras con Lloyd.
──── ¡Oh, ahí estás, hijo! ───El Barón dice, alegremente. Los ojos del hombre se detienen en su aspecto descuidado. Parece a punto de preguntar, cuando Lloyd lo interrumpe.
¿Es alguna costumbre suya impedir que los otros digan lo que quieren decir?
──── Eh, ¿Qué haces tú aquí? ───Lloyd frunce el ceño, inclinando la cabeza. Javier frunce el ceño también, una parte de él lista para ofenderse, interpretando aquello como una manera menos brusca y más sarcástica de despreciarlo y decirle que no pertenece a la Baronía, como solía hacerlo el joven maestro; pero hay algo demasiado genuino en la pregunta que le impide reaccionar al respecto.
──── Lloyd, ───La Baronesa dice. Y hay algo extraño en su tono. Un pequeño desliz de nostalgia.─── este es Javier. Javier Asrahan. Un caballero enviado por la reina. Y un viejo amigo tuyo.
Javier espera ocultar bien el desconcierto que siente. En primer lugar, ¿Un viejo amigo de Lloyd Frontera? Sí, claro, no sabía que a la Baronesa le gustaban las bromas.
En segundo lugar, ¿Por qué eso sonaba a una presentación? Como si Lloyd no supiera nada de su persona.
──── Oh. ───Lloyd murmura, luciendo sorprendido. A Javier le parece ver un tenue rubor cubriendo las mejillas del joven maestro.─── Vaya, discúlpame. Pensé que eras un trabajador recién llegado buscando asilo.
¿Qué?
──── Espera, Lloyd. ───El Barón Arcos suena estrangulado.─── ¿Pusiste a trabajar a Javier?
──── Bueno, sí. Pensé que era uno de los trabajadores que llegó hoy.
Ah, por eso le trató así.
Pero, alto, ¿Pueden, por favor, volver a la innecesaria presentación que la Baronesa hizo de Javier? Eso y, Javier no cree que haya cambiado al grado de ser irreconocible, ¿Cierto?
──── Dios mío. ───La Baronesa farfulla, llevándose las manos al rostro. Luce más divertida que mortificada, a decir verdad. Javier se sacude los pantalones con torpeza cuando los ojos de la mujer examinan su descuidada apariencia.
──── Perdón, hijo. ───El Barón suspira, sacudiendo la cabeza. Javier se siente bastante perdido en la conversación.
──── Bah. ───Lloyd chasquea la lengua, levantando una ceja hacia Javier.─── Bien pudo haberse librado de todo si se presentaba, no es toda mi culpa, ¿Está bien?
El Barón le da un pellizco en un costado mientras la Baronesa parece aguantar una carcajada. Javier se siente extrañamente avergonzado.
──── Pensé que me habías reconocido. ───Logra decir al fin. Los tres Frontera lo miran con sorpresa.
──── Ah, ¿No lo sabes? Pero se le notificó a la reina, ¿No? ───Lloyd pregunta, girando hacia sus padres. Luego se vuelve hacia Javier una vez más.─── Perdí la memoria hace un año ya. Lo siento, no tengo idea de quién eres. Pero es un gusto conocerte. Seamos amigos una vez más.
Javier parpadea lentamente, procesando las palabras que el joven maestro suelta con facilidad. El Barón y la Baronesa parecen iluminarse ante la perspectiva de una nueva amistad entre ambos y Javier se debate en qué responder ante eso.
Sin embargo, otra vez, Lloyd habla antes de que él lo haga.
En serio, esa debe ser una mala costumbre del joven hombre.
──── ¿Cuánto te vas a quedar? ¿Solo vas a supervisar? Eres fuerte, deberías trabajar. ¿O es que te cansaste con lo que hicimos hoy...? Si fue demasiado, entonces ignorame, por favor.
Maldición. El tipo es desesperante.
──── Puedo trabajar sin ningún problema. ───Javier responde de inmediato.
El rubor oscurece su rostro cuando nota que es exactamente la respuesta que Lloyd esperaba, a juzgar por como se ilumina en consecuencia.
Diablos, ¿Cómo es que cayó tan rápido en esa artimaña?
──── ¡Genial! Entonces comamos ya y vayamos a descansar, que mañana hay que trabajar.

SpartaCastiel117 on Chapter 1 Tue 21 Oct 2025 07:18PM UTC
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