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Hilo dorado, cadenas rotas

Summary:

En un mundo donde los Betas son relegados a las sombras, despreciados por Alfas y Omegas, Stelle, una joven Beta aferrada a su vida tranquila, enfrenta un destino que no pidió. El Centro de Compatibilidad la empareja con Jing Yuan, un Alfa de alto rango cuya presencia amenaza su independencia.
Decidida a no ceder ante un sistema que la menosprecia, Stelle lucha por mantener su identidad en una sociedad que exalta los instintos sobre la voluntad pero el encuentro con Jing Yuan despierta tensiones que desafían su resistencia, obligándola a navegar entre el desprecio social y un anhelo que no puede ignorar.

Notes:

Tenía está historia rondando mi cabeza desde hace un tiempo ya que no encontré nada igual o remotamente parecido y tenía ganas de hacer algo así y finalmente me decante por crearla aunque es la primera vez que hago un fic, espero que lo disfruten ⸜( ´ ꒳ ` )⸝

También es de decir que mi lengua madre es el español y al inicio pensé en hacerla en inglés para que llegara a más fanáticos pero en primera no hablo el idioma así que sentía que si usaba un traductor me sabe mal soy de tipo que le gusta hacer las cosas bien y usar traductor aunque es la forma más fácil a veces no es la mejor por qué la traducción no es 100% precisa, pero puede que a futuro utilice este recurso, quien sabe.

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Día del examen

Chapter Text

La ciudad de Xianzhou nunca dormía, era una metrópolis que mezclaba lo antiguo con lo futurista, donde templos con arquitectura milenaria se alzaban junto a torres de cristal y metal que brillaban con neones azules, entre las calles flotaban tranvías magnéticos, hologramas publicitarios y el rumor constante de multitudes que corrían de un sitio a otro.

En este mundo, la tecnología había evolucionado lo suficiente para unir lo espiritual y lo científico, uno de los avances más controvertidos, ya la vez más celebrados, era el Sistema de Compatibilidad Genética, un método obligatorio por ley para toda persona que cumpliera los dieciocho años de edad. Era un sistema que buscaba “optimizar” las relaciones y en teoría reducir los conflictos de pareja. 

La regla era sencilla al llegar a la mayoría de edad los jóvenes debían acudir al Centro de Compatibilidad ahí, un examen minucioso se lleva acabo para todos los Omegas, Betas y Alfas que acudían al centro de evaluación, donde un complejo análisis de feromonas, genéticas y parámetros psicológicos definía con quién tenían mayor compatibilidad para cada ciudadano. No se trataba solo de romance, la compatibilidad definiría el futuro laboral, las conexiones sociales y hasta el estatus dentro de la sociedad de Xianzhou.

Las compatibilidades normales rondaban entre el 60% y el 70%, superar el 80% era considerado un éxito pero cuando la compatibilidad alcanzaba más del 95%, la sociedad hablaba de algo casi sagrado.

Existían muchas leyendas y rumores sobre el hilo del destino pero nada concreto ya que era algo imposible de ver, incluso hoy día.

No todos creían en ese tipo de leyenda pero las historias estaban ahí grabadas en las crónicas de las historia del Xianzhou sólo había un solo lugar que podía dar fe de ello por su gran tasa del éxito "el Centro de Compatibilidad" aunque fueran raros de ver. Parejas que se habían visto una sola vez y nunca se separaron, matrimonios que resistieron toda adversidad, amores tan sólidos que se volvieron parte de los mitos urbanos.

Sin embargo, no todos tenían las mismas oportunidades, los betas, considerados biológicamente “neutros”, rara vez obtenían altas compatibilidades por no decir que era imposible, su biología los hacía diferentes, poseían feromonas tan tenues que apenas eran perceptibles para alfas u omegas, aunque ellos sí podían percibir la de los demás, el problema era que no se veían afectados por ellas; ni por las feromonas de un alfa ni el calor de un omega surtían efecto, esa condición los hacía parecer “defectuosos” a ojos de una sociedad que se basaba en gran parte de vínculos forjados.

 

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La mayoría de los jóvenes soñaba con tener un resultado alto pero no Stelle para ella, todo ese sistema era una cárcel disfrazada de ciencia.

Stelle caminaba por la calle principal rumbo al Centro de Compatibilidad con las manos enterradas en los bolsillos de su chaqueta y los auriculares puestos a todo volumen, no escuchaba realmente la música; solo quería bloquear las voces, los anuncios, la presión social que colgaba en el aire.

“Hoy es tu día, joven ciudadano, descubre tu destino en el Centro de Compatibilidad.”

El holograma de una presentadora sonriente se proyectaba sobre su cabeza en cada esquina.

Stelle rodó los ojos.

—Destino, mis narices... ...—murmuró.

Sabía lo que la sociedad pensaba de alguien como ella, una Beta, sin feromonas fuertes, sin capacidad para ser marcado por nadie, sin posibilidad de concebir, un “eslabón débil”, como muchos los llamaban en secreto.

Había aprendido a soportarcerse con esas palabras a vivir con la idea de que nunca sería “suficiente” para encajar en los estándares de un sistema que adoraba a los Alfas y Omegas como si fueran razas superiores.

Pero ahí estaba, obligada a presentarse, porque si no lo hacía, corría el riesgo de perder sus derechos básicos; acceso a becas, trabajos, incluso atención médica.

El Centro de Compatibilidad se alzaba frente a ella como un edificio monumental, una mezcla de templo y laboratorio, grandes columnas blancas sostenían una fachada que se iluminaba con símbolos dorados en movimiento, en la entrada, filas de jóvenes esperaban su turno, algunos nerviosos, otros eufóricos.

Stelle presionó los labios y se abrió paso, no iba a mostrar nerviosismo, si el sistema quería evaluarla, que lo haría ella no pensaba darle el gusto de parecer emocionada.

 

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En otro punto de la ciudad, en lo alto de una torre de cristal que dominaba el distrito empresarial, Jing Yuan hojeaba unos documentos en una mesa de reuniones.

La sala estaba llena de empresarios, asesores y figuras importantes de la familia Jing. Todos hablaban sobre proyectos, alianzas y futuros contratos, él escuchaba, con ese aire relajado y casi distraído que desconcertaba a sus rivales, pero detrás de su sonrisa tranquila se escondía una mente aguda, acostumbrada a observar cada detalle y mover las piezas como un estratega.

A sus veintisiete años Jing Yuan no solo era heredero de una de las familias más influyentes de Xianzhou, sino que cargaba con el peso de una reputación forjada siglos atrás, sus antepasados ​​​​habían sido generales legendarios, protectores del pueblo y estrategas temidos en toda la región, aunque en la actualidad la familia Jing se dedicaba a los negocios, ese legado de autoridad y respeto siguió vivo en cada reunión, en cada reverencia que recibió.

De pronto, un leve destello en su dispositivo personal llamó su atención.

“Notificación de compatibilidad detectada.”

Los murmullos de la sala se volvieron difusos, Jing Yuan entrecerró los ojos y deslizó el mensaje.

—¿Ahora? —susurró, más para sí mismo que para los demás.

En la pantalla apareció un dato que lo hizo detenerse, compatibilidad encontrada: 99%.

El salón siguió su curso, pero él ya no escuchaba nada; 99%, aquello era prácticamente imposible, en toda la historia moderna de Xianzhou, apenas se habían registrado unas cuantas compatibilidades tan altas.

Con calma, se deslizó para ver el nombre y entonces se detuvo en seco.

Estrella-Beta.

El aire pareció quedarse en su garganta por un segundo, una Beta, imposible.

Las compatibilidades con Betas nunca superan el 40%. A los ojos de la sociedad, eran un callejón sin salida, individuos destinados a no tener vínculos verdaderos y sin embargo, su dispositivo estaba mostrando un 99%.

Jing Yuan cerró el dispositivo y se recostó en la silla, ocultando la confusión tras una media sonrisa.

—Disculpen —dijo con su tono sereno habitual—. Hay un asunto que requiere mi atención inmediata.

Los asesores lo miraron sorprendidos, pero nadie se atrevió a cuestionarlo.

Jing Yuan se levantó, se acomodó su chaqueta blanca y salió de la sala con pasos tranquilos.

Tenía que ver ese resultado con sus propios ojos.

 

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Stelle observó un registro digital al entrar y un asistente la conducida por un pasillo largo de paredes blancas con pantallas que mostraban cifras y nombres de otros jóvenes evaluados. Cada tanto, apareció un mensaje de celebración; “Compatibilidad 82% alcanzada”, “Pareja registrada con éxito”. Los rostros sonrientes de quienes aparecían en esas pantallas le resultaban ajenos, como si pertenecieran a otra especie distinta a la suya aunque bueno técnicamente lo eran.

El laboratorio olía a desinfectante y metal con un toque leve de incienso, una mezcla que pretendía ser reconfortante pero que solo acentuaba la sensación de frialdad, la llevaron a una sala pequeña con una camilla, máquinas conectadas a tubos de luz azulada y un sillón reclinable.

—Por favor, siéntese —le indicó el asistente, un Beta mayor que parecía repetir esas palabras cientos de veces al día.

Stelle obedeció sin entusiasmo, le colocó un brazalete en la muñeca y un collar de sensores alrededor del cuello. La máquina comenzó a zumbar con un ritmo constante mientras proyectaba líneas de datos en el aire.

—Respire profundo, mire al frente, solo tardará unos minutos —dijo el asistente sin levantar la voz.

Ella exhaló con fuerza, con los brazos en sus costados y se obligó a mirar el techo, en su mente repetía la misma idea "esto no significa nada, es solo cumplir con un deber civil".

La máquina pitó con un tono breve y los sensores se apagaron.

—Listo, puede retirarse, sus resultados estarán disponibles en menos de una hora.

Stelle se levantó sin agradecer y salió al pasillo, empujando la puerta con más fuerza de la necesaria.

 

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Jing Yuan descendía los escalones de la torre familiar con calma, su andar parecía sereno pero su mente trabajaba sin descanso, había aprendido desde joven a no mostrar sus verdaderas emociones fácilmente. Los demás veían a un heredero paciente, de sonrisa tranquila y ojos que parecían medirlo todo con calma con la que se observa un tablero de ajedrez, lo cierto era que pocas cosas lograban sorprenderlo.

Ese resultado, sin embargo, había logrado detenerse por completo, un 99% de compatibilidad y con una Beta.

Había escuchado historias, rumores sobre el sistema, errores técnicos, casos imposibles que nunca se confirmaban, ¿Era este uno de ellos?

Pidió un vehículo autónomo y lo programó rumbo al Centro de Compatibilidad, mientras la cabina se desplazaba entre rascacielos y pasarelas flotantes, Jing Yuan inclinó la cabeza hacia la ventanilla y observó el reflejo de su propio rostro, la expresión relajada que mantenía incluso en momentos como ese, todo parecía en su lugar pero la duda en sus ojos estaba ahí.

 

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En el vestíbulo del Centro, Stelle esperaba en una banca metálica, con una pierna cruzada sobre la otra. Había sacado su dispositivo personal y fincía entretenerse con un juego, aunque en realidad revisaba el reloj cada pocos minutos, el lugar estaba lleno de jóvenes acompañados de sus familias, risas, abrazos, nervios, a su alrededor se respiraba expectación, pero ella se sentía como una pieza fuera de lugar.

Cuando su nombre apareció en una de las pantallas de resultados, se puso de pie. Caminó hasta el mostrador donde una recepcionista con uniforme impecable le parecía con profesionalismo.

—Señorita Stelle, sus resultados ya están disponibles, un momento, por favor.

La recepcionista tecleó en una consola y su expresión se tensó apenas un segundo.

—¿Ocurre algo? —preguntó Stelle con desinterés.

—No, nada... ...simplemente, sus resultados han sido enviados para validación adicional, le pedimos que espere en la sala número tres.

Stelle arqueó una ceja, pero no insistió, caminó hasta la sala indicada, una habitación con asientos acolchados y una mesa de cristal en el centro. Apenas cerró la puerta tras ella, escuchó el clic metálico de los seguros automáticos.

Suspiré, dejándose caer en un sillón.

—Genial, seguro encontraron un “error” o peor, se quedaron en blanco.

No tenía forma de imaginar que, en ese mismo instante, el resultado había convocado a alguien más.

 

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Las puertas del vestíbulo se abrieron con un leve siseo y Jing Yuan entró al Centro con paso firme, no necesitó anunciarse, el personal lo reconoció de inmediato, su sola presencia imponía respeto, y no porque él buscara proyectarlo de forma evidente, sino porque era imposible desligar su apellido de la historia de Xianzhou.

—Vengo a verificar un resultado —dijo sin rodeos a la recepcionista.

Ella apenas se acercó y tecleó con nerviosismo.

—Sí, señor Jing... entiendo, la señorita con la que figura la compatibilidad ya está esperando en la sala tres.

Jing Yuan inclinó la cabeza en un gesto de agradecimiento y caminó hacia la sala indicada.

No había planeado encontrarse con ella precisamente pero algo en la mención de que estaba ahí lo hizo decidirse.

 

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El sonido de la puerta al abrirse llamó la atención de Stelle que levantó la vista con una mezcla de aburrimiento y ligera molestia esperaba a un técnico, quizás un doctor, no a un hombre de porte empresarial con cabello blanco recogido, mirada serena y un aura que llenaba el espacio con facilidad.

Jing Yuan la observó con atención y pensó de manera casi automática que era un joven hermosa el problema es que la etiqueta de “Beta” pesaba más que cualquier impresión inicial, para él, aquello era un desperdicio, como si quisiera encontrar algún indicio que justifique la absurda compatibilidad del 99% que le habían anunciado, sin embargo, no percibió absolutamente nada, ni un ligero rastro de feromonas, nada que evocara el instinto de reconocimiento que había sentido antes con otros Omegas, solo un limpio vacío, casi frío, la confirmación. irrefutable. de que ella era en efecto una Beta, y eso bastaba para concluir que aquello no podía ser más que un error en el sistema.

 

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El aire en la sala de evaluación se había vuelto espeso, lleno de negación y molestia contenida, Stelle con los brazos cruzados y la mirada desafiante parecía lista para levantarse de la silla y marcharse mientras que Jing Yuan que estaba sentado a la derecha de Stelle mantenía ese porte firme, el de alguien acostumbrado a imponer su presencia con tan solo enderezar los hombros, aun así, ninguno de los dos parecía convencido de seguir con aquella farsa.

—Esto debe ser un error —dijo Jing Yuan sin rodeos.

Stelle arqueó una ceja, en evidente acuerdo.

—Opino igual debe ser un error el que mi pareja sea esta persona.

El médico, un hombre de mediana edad de expresión cansada y bata impecablemente blanca, carraspeó con fuerza como preparándose para decir algo.

—Entiendo que ambos consideran esto un error, no son los primeros en reaccionar de esta manera —dijo con tono paciente, aunque sus ojos denotaban la experiencia de quien ya había repetido ese mismo discurso demasiadas veces—, pero el sistema no se equivoca tan fácilmente.

—Entonces repita la prueba —interrumpió Jing Yuan, su voz grave resonando con autoridad—, no pienso perder mi tiempo en algo tan obvio.

—Y yo ¿por qué debería quedarme aquí? —añadió Stelle, apoyando el codo en la mesa y la barbilla en la mano, en una pose descarada—. No pedí esto, ni quiero estar en una base de datos ridícula de compatibilidades.

El médico sospechó con paciencia forzada.

—El protocolo es claro, una vez teniendo los resultados el sistema bloquea la posibilidad de repetir el examen de inmediato, hay un período de espera obligatorio de un mes antes de que pueda realizarse otra prueba.

La expresión de Jing Yuan se endureció.

—¿Un mes? —repitió, como si la palabra fuese un insulto.

—Treinta días exactos —aclaró el doctor, hojeando el expediente digital frente a él—. Y durante ese tiempo, para validar la solidez del resultado, se recomienda que la pareja designada conviva, el objetivo es descartar que el vínculo carezca de fundamento.

Stelle soltó una risa sarcástica.

—¿Quiere que viva con este tipo? —Lo señaló sin siquiera mirarlo, como si bastara con el gesto para demostrar lo absurdo de la idea—. No me hagan reír, yo paso.

El médico la miró con gravedad.

—No es una sugerencia, señorita Stelle, es parte del protocolo oficial, requiere que ambos colaboren para confirmar o refutar el resultado.

—¿Y qué ocurre si nos negamos? —preguntó Jing Yuan cruzando los brazos con gesto calculado.

El hombre bajó la mirada hacia el archivo, luego volvió a alzarla.

—El expediente quedaría marcado como “rechazo”, lo que en la práctica significaría que ninguno de los dos podría volver a realizar el examen en el futuro. En su caso, señor Jing Yuan, eso implicaría renunciar de forma definitiva a cualquier emparejamiento registrado oficialmente y en el caso de la señorita Stelle bueno, digamos que se le cerrarán muchas puertas al mundo laboral y económico, sin mencionar su condición como Beta.

Por primera vez, un silencio real se extendió en la sala, Stelle parpadeó sorprendida y Jing Yuan frunció el ceño con incomodidad. Era evidente que el doctor había soltado ese detalle como un golpe bajo, una forma de empujarlos a aceptar aunque fuera a regañadientes.

Stelle resopló, dándole una patada leve a la pata de la mesa.

—Genial, entonces es convivir o quedarnos vetados de por vida, ¿No hay una tercera opción?

El médico negó con calma.

—No señorita y créame es más común de lo que piensan, muchos descubren que la prueba, aunque desconcertante al inicio termina mostrando verdades que uno no esperaba.

Jing Yuan bufó, sin ocultar su desdén.

—No pienso depender de unos datos.

—Entonces, demuéstrelo —replicó el médico, con una calma que contrastaba con la tensión—. Vivan juntos, soporten treinta días, y si al final continúan seguros de que no hay nada entre ustedes, podrán repetir la prueba y descartarse mutuamente sin objeciones.

La manera en que lo dijo dejaba claro que no había escapatoria.

Stelle lo miró de reojo, fastidiada.

—Treinta días con alguien que apenas conozco de vista.

Él le mantuvo la mirada, sereno, aunque sus ojos dorados brillaban con un hilo peligroso.

—Créame señorita no es precisamente mi idea de un buen mes.

El médico, satisfecho con el acuerdo tácito, cerró el expediente digital con un gesto firme, antes de despedirlos agregados con tono formal.

—El resultado es estrictamente confidencial. Nadie fuera de este centro lo conocerá a menos que ustedes lo hagan público, si desean mantener en secreto, están en todo su derecho.

Stelle suspiró con alivio, aunque no lo mostró demasiado, Jing Yuan en cambio, entendió de inmediato el alcance de esas palabras para alguien de su posición, un emparejamiento con una Beta no debía trascender y haría todo lo posible para que siguiera siendo así.

—Entonces procederé a registrar su caso, mañana recibirán instrucciones sobre la vivienda provisional designada para la convivencia, les recomiendo descansar, tienen un largo mes por delante.

La puerta automática se abrió con un sonido metálico, dando a la salida, ninguno de los dos se movió de inmediato, como si esperaran que el otro cediera primero. Finalmente fue Jing Yuan quien con un ademán de la mano la invitó a salir antes que él, gesto más de orgullo que de cortesía.

Stelle levantó la barbilla y caminó sin darle las gracias, con paso firme y desafiante. Él la siguió en silencio, cada uno sumido en sus propias conclusiones, ella mascullando maldiciones internas sobre lo absurdo de todo, él repasando las implicaciones sociales y el riesgo de manchar su reputación si este asunto se hacía público.

Ambos coincidieron en una sola cosa, aquello era un error, y lo iban a demostrar.

Chapter 2: Primer contacto

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La notificación de que su nueva residencia estaba lista les llegó a ambos a la mañana siguiente, una dirección en la zona residencial del Distrito Oeste de Luofu Xianzhou, junto con un horario de ingreso. El centro de compatibilidad no dejaba margen a la improvisación; Todo estaba pensado para que las “parejas en evaluación” tuvieran un espacio neutral donde convivir.

Stelle llegó primero, una mochila ligera colgada del hombro, el cabello revuelto como si apenas se hubiera molestado en peinarse, al llegar miro el enorme portón con lámparas incrustadas a los costados, ingreso a la residencia con una llave de acceso que le proporcionaron en el centro, obtuvo la residencia de fachada clara, con jardines bien cuidados con una entrada adornada con lámparas modernas, suspir con fastidio.

—Claro, vivienda “provisional”, seguro no todos los casos reciben una casa con decoración de revista.

Apretó los labios y se encogió de hombros no era la primera vez que la sociedad le recordaba lo privilegiados que eran algunos frente a otros. Había pasado su vida viendo puertas cerrarse en la cara de los Betas y aunque nunca lo admitiera en voz alta, temía que tarde o temprano le tocara a ella.

Apenas estaba a punto de acceder a la residencia cuando escucho el portón abrirse al voltear vio al que sería su pareja por todo un mes entrar con paso firme.

Stelle se quedó quieta un instante como si hubiera chocado con un muro invisible, él, en cambio, inclinó apenas la cabeza con esa calma que parecía acompañarlo incluso en los momentos más tensos.

—Al menos eres del tipo puntual.

—Y ¿qué se supone que significa eso? —replicó ella, frunciendo el ceño.

—Que llegaste a tiempo —respondió sin alterar el tono, como si fuera una obviedad.

La joven rodó los ojos y entró en la casa provisional, era una casa de tamaño medio, discreta, pensada para la convivencia temporal, desde fuera parecía una pequeña casa moderna, pero al entrar notaron que todo estaba diseñado para forzarlos a compartir.

—Sospecho que el centro espera que la convivencia sea algo más... interactivo.

Ella lo miró de reojo, burlona.

—Interactiva, qué palabra tan elegante para decir “que tenemos que soportarnos”.

Él suena apenas, un gesto breve y contenido casi imperceptible.

—Supongo que sí.

Jing Yuan recorría la sala con calma inspeccionando el espacio Stelle lo observar un instante, notando la naturalidad con la que parecía apropiarse del lugar como si todo a su alrededor se adaptara a su ritmo.

—Deberias empezar a elegir una habitación mientras yo elijo la mía, me rehusó a seguirles el juego de la casita.

Jing Yuan ascendió, sin discutir.

—Me parece justo.

Stelle comenzó a explorar el lugar la sala y la cocina estaban abiertas con muebles mínimos había un estudio con un pequeño baño integrado justo alado, había otro baño más grande con bañera y ducha incluidos en una de las puertas que conectan con la sala, antes de revisar la última puerta, Stelle recorrió el lugar con los brazos cruzados, murmurando entre dientes que todo recién parecía estrenado como si hubiera sido preparado solo para ellos, Jing Yuan, en cambio, se limitó a observar con calma de quien ya ha aceptado lo inevitable mientras se preparaba una taza de café que saco de uno de los estantes, como para probar la calidad de los productos y aparatos.

Hasta que Stelle decidió revisar el último espacio que faltaba, lo que encontró la dejó helada.

—¿Qué demonios…?

El espacio era amplio había una lámpara de pie con un armario empotrado y una cama doble perfectamente tendida en el centro pero lo más llamativo no era la decoración minimalista, sino el hecho evidente de que solo había un cuarto.

Stelle parpadeó varias veces, como si al hacerlo fuese a aparecer otra puerta mágica en el pasillo, no ocurrió.

—No, no, no —masculló, dándose la vuelta de inmediato—. Esto tiene que ser una broma no puede ser... ...

Giró hacia él, indignada—. ¡Solo hay una cama!

Jing Yuan miró hacia dentro con su típica serenidad, sosteniendo la taza de café ya lista.

—Ya veo.

—“Ya veo”? ¿Eso es todo lo que dices? ¡Esto es ridículo!

Él apoyó el hombro en el marco de la puerta, sin perder la compostura.

—Podrías tomar la cama, y ​​yo el sofá.

Stelle chasqueó la lengua.

—¿Ese sofá diminuto? No aguantarías ni dos noches ahí.

—¿Te preocupa mi bienestar? —preguntó él con un dejo de diversión.

—¡Claro que no! Solo digo que no pienso escucharte quejarte toda la semana si terminas con la espalda hecha trizas.

Un silencio tenso se extendió, hasta que Jing Yuan inclinó la cabeza en gesto de paz.

—Entonces, sugiero una tregua temporal, compartiremos la habitación, al menos hasta que terminen los 30 días. 

Stelle lo miró como si evaluara cada palabra y finalmente, respondió.

—¿Compartir la cama?

—Es lo más lógico, no tenemos por qué complicarlo más de lo que ya es.

Ella apretó los labios, indecisa, la idea parecía le absurda pero al mismo tiempo, tenía razón; Dormir en el sofá durante un mes sería una pesadilla y ella no estaba dispuesta a cederle la cama sin pelear.

—Está bien —solto con un gruñido—. Pero ni se te ocurre cruzar tu lado.

Él ascendió, como si acabaría de cerrar un trato.

—Por supuesto.

—Entonces estamos de acuerdo —concluyó, cruzando los brazos—. Pero eso no quiere decir que debamos fingir el ser pareja.

—Como quieras —respondió él, caminando hacia la ventana para abrir las cortinas, la luz inundó la habitación revelando la amplitud del espacio.

Stelle chasqueó la lengua.

—¿Siempre eres así de... calmado?

Él giró el rostro hacia ella, con una expresión tranquila, casi indulgente.

—Depende de con quién hable.

Esa facilidad con la que aceptaba sus condiciones la desconcertó, se había preparado para un enfrentamiento, para lidiar con un hombre arrogante que intentaría imponerle normas y en cambio, él parecía dispuesto a dejar que las cosas fluyeran. Eso la irritaba aún más, porque no sabía cómo pelear contra alguien que no ponía resistencia.

Sacudió la cabeza, negándose a dejarse impresionar.

—Perfecto, entonces, mientras no te metas en mi camino, yo no me meteré en el tuyo.

Jing Yuan se acercó y, sin decir nada más, tomó la llave de acceso de su bolsillo y la dejó sobre la mesa de la sala. Un gesto simple, pero que dejaba claro que no planeaba imponer nada, solo coexistir.

Y, sin embargo, esa calma tan difícil de quebrar comenzó a irritarla más de lo que habría esperado.

 

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La residencia estaba en silencio, interrumpida solo por el sonido lejano del reloj en la sala. Jing Yuan se mantenía en su estudio, revisando los últimos documentos que había traído consigo. Los números y gráficos parecían interminables, pero su hábito de responsabilidad no le permitía dejarlos a los medios. Solo cuando el peso del cansancio comenzó a hacerse evidente —esa sensación de pesadez en los párpados y la mente nublada— decidió que era suficiente por esa noche.

Cerró la carpeta y salió del estudio con tranquilos pasos, rumbo a la habitación que ahora compartía, al entrar, se encontró con la escena inesperada, Stelle ya dormía profundamente, su respiración acompañada llenando el silencio, sin embargo, algo en su expresión le pareció extraña, el ceño fruncido, los labios tensos... hasta que una lágrima resbaló por su mejilla.

Jing Yuan se quedó inmóvil por un momento, su instinto lo empujó a inclinarse hacia ella, a limpiar aquella lágrima antes de que manchara la almohada, pero la voz de la razón lo detuvo. Recordó las condiciones que habían acordado sobre mantener la distancia, no cruzar límites, no tenían ese tipo de relación y no era su lugar ofrecer consuelo.

Retiró la mano lentamente, observando de reojo el fuerte improvisado de almohadas que dividía la cama en dos mitades. Un suspiro apenas audible se escapó de sus labios.

—Prevenida... —murmuró, con un dejo de ironía amable, antes de acomodarse en su lado.

Apagó la lámpara y dejó que el sueño lo venciera ignorando lo extraño que le resultaba compartir un espacio tan íntimo con alguien a quien apenas conocía.

 

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El amanecer llegó y con la primera sorpresa del día, Stelle abrió los ojos poco a poco, aún somnolienta, y lo primero que vio fue el rostro de Jing Yuan a apenas unos centímetros del suyo. Sintió el calor de sus brazos rodeándola y al girar la vista comprobó que las almohadas que los separaban estaban desperdigadas por el suelo.

Un escalofrío recorrió su cuerpo.

—Qué... qué haces de mi la... —susurró a medias incapaz de disimular la alarma.

Jing Yuan permaneció dormido, respirando con calma, ajeno a la acusación. Stelle en cambio, sintió cómo se le encendían las mejillas, la conclusión era inevitable, había cruzado hacia su lado durante la noche, buscando inconscientemente su calor.

Se apartó de golpe, casi tropezando con las sábanas, y se levantó con torpeza.

—Esto no puede ser real —murmuró para sí, antes de salir disparada fuera de la habitación.

 

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Los minutos siguientes fueron un desastre silencioso, decidida a distraerse del recuerdo incómodo, Stelle buscó preparar el desayuno pero la tensión no era buena consejera. La primera tanda de hot cakes terminó convertida en discos carbonizados y la tortilla colapsó sobre sí misma, más parecido a un revoltijo irreconocible que a un plato comestible.

Frustrada, suspir y se llev una mano al cabello, intentando recomponerse, no iba a dejar que la primera tanda quedara marcada por un fracaso, lo intent de nuevo, esta vez con ms calma, el segundo intento sali mucho mejor, hot cakes dorados, esponjosos y un omelette decente que ola realmente bien.

 

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La mañana lo despertó lentamente por una sensación extraña había algo distinto en el colchón, un calor que antes estuvo ahí y que ahora faltaba, abrió los ojos con calma y lo primero que notó fue el desorden en la habitación, las almohadas que anoche formaban un muro de separación estaban esparcidas por el suelo, como si una pequeña tormenta hubiera pasado por el lugar.

Frunció apenas el ceño, intrigado, pero no le dio más vueltas, un aroma cálido llegaba desde la cocina, suave y agradable, lo suficiente para hacerle abandonar cualquier especulación.

Se incorporó con lentitud, pasó una mano por su cabello aún revuelto y salió de la habitación, al llegar al umbral de la cocina, la encontró allí de pie frente a la estufa, concentrada en preparar el desayuno, la escena era simple, casi doméstica, pero no dejaba de llamarle la atención.

Es bonita pensó con honestidad pero enseguida la idea se torció en un juicio que lo acompañaba desde ayer, —por desgracia es una beta y una beta es una beta eso jamás cambiará—, para Jing Yuan, era un desperdicio inevitable, una contradicción que lo irritaba más de lo que quería admitir.

Stelle giró la cabeza al sentir su presencia, por un segundo pareció dudar, luego le señaló la mesa.

—Desayuna antes de que se enfríe.

Él arqueó una ceja, grabando las palabras que ella misma había impuesto la noche anterior.

—Creí que habíamos acordado no actuar como pareja.

La joven se quedó rígida, como si la hubieran atrapado en falta. Tardó un par de segundos en reaccionar, y cuando lo hizo fue con un bufido exasperado.

—Pues si no quieres comer, no comas —replicó, acercándose para retirar el plato—. No es más que mera cortesía nada más nada menos.

Jing Yuan, sin embargo, se acercó y extendió la mano para detener su movimiento con suavidad.

—¿Y cuándo dije que no comería? —su voz sonó tranquila, sin el más mínimo rastro de ironía.

Stelle parpadeó, sorprendida y terminó dejándole el plato frente a él antes de sentarse en la silla opuesta, con los brazos cruzados y el gesto aún molesto.

La tensión flotaba entre ellos, ligera pero persistente, compartieron el desayuno en silencio, cada uno concentrado en su propio plato, como si fueran dos desconocidos que habían coincidido en la misma mesa por casualidad.

Al terminar sin necesidad de palabras cada uno se levantó casi al mismo tiempo, era evidente que más allá de esa comida compartida, sus caminos se separarían en cuanto salieran por la puerta, ella rumbo a la universidad, él hacia el trabajo.

La verdadera convivencia apenas comenzaba y ya pesaba sobre ambos como una losa difícil de cargar.

Notes:

Estaré libre estos días así que puedo dedicarme hacer la trama libremente hasta donde me de el tiempo, a menos que me encuentre con un bache y ya no puede continuar, pero si tendrá un final de eso estoy segura (╯✧▽✧)╯

Chapter 3: Impacto

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Los días siguientes transcurrieron con una regularidad que poco a poco empezó a parecer natural, la primera mañana había sido un caos entre comidas quemadas y silencios incómodos, pero pronto esas escenas se convirtieron en un hábito compartido.

Stelle madrugaba para preparar algo sencillo —aunque jamás lo admitiría, había practicado en secreto hasta que sus comidas salían perfectas— y Jing Yuan fiel a su costumbre, se sentaba en la mesa con documentos en mano con tranquilidad, como si esperarla fuera lo más normal del mundo. Ninguno hablaba demasiado, apenas frases cortas, pero el silencio dejó de ser incómodo.

Por las noches, la dinámica era similar, Jing Yuan se refugiaba un par de horas en su estudio, y cuando al fin iba a la habitación, la encontraba dormida, de vez en cuando la veía llorar en sueños como la primera noche pero aún se rehusaba a acercarse; la muralla de almohadas desapareció después de la quinta noche, sustituida por una línea invisible que ninguno de los dos mencionaba. Para cuando se daba cuenta, Stelle había vuelto a enredarse entre sus brazos al amanecer, pero ella siempre era la primera en levantarse, así que Jing Yuan no tenía idea de este hábito suyo.

Stelle, dejó de sorprenderse, al principio despertaba con un sobresalto, rígida y avergonzada pero tras repetirlo noche tras noche la incomodidad dio paso a un extraño confort que no se atrevía a analizar demasiado.

El cambio aunque sutil no pasó desapercibido para los demás.

En la empresa, los empleados de Jing Yuan notaron que llegaba a las reuniones con un semblante distinto, menos tenso, no es que sonriera abiertamente —eso seguía siendo raro en él—, pero ya no arrastraba ese peso que antes parecía tener. Una secretaria incluso comentó en voz baja que parecía más humano, menos inalcanzable.

Del otro lado, en la universidad, los compañeros de Stelle empezaron a mirarla con extrañeza, ya no se la veía con el ceño fruncido ni suspirando de cansancio entre clases; a veces se le escapaba una sonrisa distraída, como si llevara consigo un secreto que la mantenía de buen humor.

Ellos, sin embargo, permanecían ciegos a esos detalles para Jing Yuan y Stelle la convivencia seguía siendo un contrato temporal un obstáculo que querían superar cuanto antes. Aun así, en los pequeños gestos cotidianos —un plato compartido, una taza de té dejada sobre la mesa, el roce casual al cruzarse en algún punto en el hogar— algo comenzaba a transformarse sin que se dieran cuenta.

 

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La mañana en la empresa transcurrió como siempre; informes sobre la mesa, reuniones consecutivas y decisiones que tomar, Jing Yuan mantenía su porte habitual, serio y centrado, revisando cada detalle con precisión.

—Director Jing, ¿prefiere que organicemos la presentación para el viernes? —preguntó uno de los asistentes.

Lo normal habría sido recibir una respuesta breve, quizá demasiado escueta, en cambio, Jing Yuan levantó la vista de los documentos y respondió con calma.

—El viernes estará bien, asegúrense de preparar lo necesario... pero no se compliquen más de la cuenta.

Su voz, aunque seria, tenía un dejo casi despreocupado, un par de empleados se miraron de reojo, no era común que su jefe sonara tan accesible.

Jing Yuan, sin notarlo, volvió a sus papeles con la misma naturalidad de siempre para él, nada había cambiado.

 

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Al otro lado de la ciudad Stelle terminaba una clase a medio día; guardaba sus cuadernos con rapidez cuando una compañera se acercó con curiosidad.

—Últimamente te veo diferente —dijo, inclinándose sobre su pupitre—. No sé, como más... relajada. ¿Pasa algo bueno?

Stelle se quedó congelada un segundo, sorprendida por la observación, su primera reacción fue fruncir el ceño.

—¿Relajada? Debe ser porque ya no hay tantos trabajos pesados —respondió, con un encogimiento de hombros que sonó más defensivo que convincente.

La compañera rió sin darle más importancia, pero cuando se fue, Stelle notó que efectivamente ya no arrastraba esa sensación constante de agotamiento, al pensarlo, recordó a cierto hombre que había estado con ella estos últimos días.

Sacudió la cabeza de inmediato, como si espantara un pensamiento indebido.

“Solo es costumbre”, se repitió, guardando el bolígrafo en su mochila.

Ninguno de los dos lo admitía para Jing Yuan y Stelle, su vida seguía siendo la misma pero para quienes los rodeaban, estaba claro que algo empezaba a suavizar sus bordes.

 

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La tarde cayó más rápido de lo usual y Jing Yuan decidió regresar a casa antes de lo habitual, no era común que acortara sus horas de oficina, pero aquel día la pila de documentos había cedido un poco, y el recuerdo inconsciente de la tranquilidad del hogar compartido lo impulsó a marcharse.

Al entrar en la residencia, se detuvo un segundo en la entrada de la casa un tenue aroma flotaba en el aire, delicado pero lo bastante perceptible como para sorprenderlo, lavanda.

Frunció el ceño, intrigado, no recordaba haber comprado nada con esa fragancia y aunque sabía que Stelle era ordenada en su manera particular, no la imaginaba interesada en cambiar productos de limpieza, aun así, el aroma le resultaba agradable, casi reconfortante.

El cansancio del día se le pegaba en la piel como una segunda capa, por lo que decidió darse una ducha, caminó hasta el baño, y mientras se acercaba, notó que la fragancia se hacía más intensa.

“Así que ella lavó el baño”, pensó, con la lógica natural que siempre buscaba en cada detalle.

Giró el picaporte y empujó la puerta, el vapor lo envolvió como una nube tibia, apenas dio un par de pasos dentro cuando el panorama se dibujó frente a él.

Stelle estaba de pie bajo la regadera, con el agua cayendo sobre su cabello y recorriendo cada línea de su cuerpo, el vapor hacía de velo, pero aun así, la posición en la que ella se encontraba le ofrecía una visión demasiado clara, sus curvas, delineadas por el agua, su pecho descubierto apenas cubierto por la neblina, y la forma en que las gotas resbalaban sobre su piel, cayendo justo en los lugares donde no debería estar mirando.

Por un instante, Jing Yuan se quedó quieto, como si el tiempo hubiera detenido su curso sus labios se apretaron y una idea peligrosa cruzó su mente —que no hubiera tanto vapor, que pudiera ver cada detalle sin necesidad de imaginar—. Aquello, más que una bendición, le parecía un castigo.

Su mirada bajó a los labios de Stelle, carnosos, húmedos, entreabiertos bajo el roce del agua, besables, demasiado tentadores para un hombre que siempre había creído tener su autocontrol en orden.

Su respiración se volvió más pesada y sin darse cuenta la imagen en su cabeza se volvió más cruda; la idea de entrar ahí y acorralarla contra la pared sentir cómo su cuerpo reaccionaba bajo el suyo, besarla hasta robarle el aire y hacerla gemir contra el azulejo frío.

Un estremecimiento le recorrió el cuerpo.

“Detente.”

La palabra resonó en su mente, pero su mirada no se apartaba de ella, era como si un instinto ajeno a su razón lo empujara a seguir observando, a grabar cada gota que recorría sus curvas, cada línea de piel que el vapor no alcanzaba a ocultar.

De pronto, Stelle giró apenas, como si hubiera sentido una presencia, sus ojos se abrieron de golpe al ver una sombra en el marco de la puerta detrás de ella a escasos metros, estar en contraluz no le permitía ver el rostro de quien tenía enfrente y el vapor no ayudaba.

—¡¿Q-quien eres?!

Su mano se movió antes de pensar, lo primero que alcanzó fue una botella de champú, que voló directo hacia él.

Jing Yuan apenas tuvo tiempo de registrar el envase atravesando el aire, el golpe en la frente fue certero, seco, y la oscuridad lo envolvió en un instante.

 

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El envase impactó contra su frente con un sonido seco y Jing Yuan se desplomó en el suelo con una lentitud que heló la sangre de Stelle.

—¡Ah… no, no, no, no, no! —exclamó, apagando de golpe la regadera mientras se enrollaba torpemente en la toalla más cercana.

Corrió hacia él, arrodillándose a su lado su corazón latía con tanta fuerza que sentía que iba a romperle el pecho.

—¿Lo maté? —murmuró, llevando una mano temblorosa a la frente de Jing Yuan y la otra cerca de su nariz—. No, todavía respira... ...¿verdad? Sí, sí respira...

Sus labios se movían atropelladamente, como si la voz intentara seguirle el ritmo al caos de sus pensamientos.

—Genial Stelle, genial, tu primera semana conviviendo con él y casi lo mandaste directo a la morgue... ¿qué voy a decir? “Lo siento, señor oficial, fue un accidente doméstico lo confundí con un ladrón y le lancé champú”... —apretó la toalla con fuerza—. No, no, no, esto es un desastre.

Se inclinó un poco más, con el ceño fruncido y la respiración agitada, casi rogando que sus ojos se abrieran.

—Vamos, grandulón, tienes que despertar, no creo haberte golpeado tan fuerte...

 

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El murmullo fue lo primero que atravesó la neblina de su mente, palabras atropelladas, llenas de miedo y culpa, luego, un calor sobre su frente, como una mano temblorosa como si intentará comprobar algo. 

Abrió los ojos con lentitud, parpadeando hasta enfocar; lo primero que vio fue el rostro de Stelle, inclinado sobre él, húmedo todavía por la ducha, con mechones pegados a sus mejillas y gotas cayendo desde su barbilla, sus labios se movían en un murmullo ansioso, sin darse cuenta de que ya la estaba observando.

“Tan cerca, si estuviera más cerca quizás podría... ...”

El pensamiento fue inmediato, un eco involuntario de lo que había sentido antes en el baño, esa cercanía, esa humedad en su piel, el temblor de su voz... todo la hacía ver más vulnerable y peligrosamente más atractiva.

Pero Jing Yuan se recompuso en un segundo, tragándose la punzada de deseo que le subía por la garganta.

—…Stelle —su voz salió ronca, grave, cortando el aire.

Ella se sobresaltó, abriendo los ojos como platos.

—¡Estás bien! —exclamó, con una mezcla de alivio y vergüenza.

Jing Yuan parpadeó, llevándose una mano a la frente adolorida, donde un chichón empezaba a formarse, su otra mano empujó con suavidad la de ella apartándola con gesto cortés pero firme.

—No era mi intención... irrumpir así —dijo, intentando sonar sereno pese a la situación absurda—. Pero la próxima vez... sería prudente que pongas seguro a la puerta.

No la miró más, se levantó con lentitud, la toalla de ella todavía colgando en su visión periférica como un recordatorio peligroso, y caminó hacia el estudio sin añadir palabra.

Stelle se quedó quieta aún en el suelo con la respiración entrecortada, no sabía si sentirse culpable, avergonzada... o molesta por lo tranquilo que él parecía a pesar de todo.

Ajena a la tormenta de pensamientos que se estaban formando en su cabeza.

 

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La sala estaba en penumbras, Jing Yuan se dejó caer en el sofá, apoyando el antebrazo sobre los ojos como si quisiera apagar las imágenes que seguían proyectándose en su cabeza.

El dolor sordo en su frente, producto del golpe, apenas lograba distraerlo de lo que realmente lo inquietaba, la visión de Stelle en la ducha, su piel brillante bajo el agua, el cabello mojado pegado a su rostro, esos labios que parecían pedir ser probados…

“Qué estupidez.”

El pensamiento lo atravesó con un dejo de furia consigo mismo, él no era un adolescente sin control, había aprendido a domar cada instinto, cada impulso para mantener la disciplina que su posición exigía; ¿Y ahora... ? Bastó verla unos segundos para que su mente se llenara de imágenes que rozaban lo indecente.

Giró sobre el sofá, incómodo, recordando cómo casi había extendido la mano hacia ella, imaginando lo que habría pasado si en lugar de detenerse hubiera cruzado esa línea.

“Es una beta”, se recordó con dureza, como si aferrarse a esa palabra pudiera anclarlo, “una beta no debería provocar nada en mí, no es posible.”

Y sin embargo, ese olor... ese tenue aroma que lo había seguido hasta la ducha. Algo en él había respondido antes incluso de verla, como si el instinto supiera lo que sus pensamientos no sabían.

Se levantó bruscamente, como si moverse pudiera romper la espiral, caminó hacia la mesa, bebió un vaso de agua, y volvió a recostarse, esta vez cerró los ojos con fuerza pero el sueño nunca llegó del todo.

 

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La mañana siguiente, Stelle se levantó primero como siempre, al entrar a la sala, lo encontró en el sofá, con el cuerpo extendido de manera incómoda y el rostro parcialmente cubierto por un brazo.

Se inclinó un poco, notando las ojeras marcadas bajo sus ojos, sus labios se entreabrieron como si fuera a decir algo, pero se contuvo.

Quizá había tenido una montaña de trabajo, pensó, no era asunto suyo.

Con un suspiro, se dirigió a la cocina para preparar algo ligero antes de irse a clase, fingiendo que no había visto nada.

Cuando Jing Yuan despertó, el aroma del desayuno ya se colaba por la sala, se incorporó lentamente, frotándose el puente de la nariz, el cansancio seguía pegado a su cuerpo como una sombra.

“Estúpido sofá.”

Pero en el fondo sabía que no era culpa del mueble.

 

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En la oficina, la jornada no fue mejor, revisaba documentos, pero su mente divagaba, los informes se confundían con imágenes que no quería recordar. Por primera vez en mucho tiempo, se descubrió distraído.

Finalmente, llamó a su secretaria.

—Tengo una pregunta —dijo, con un tono tan neutral que casi parecía mecánico—. Imaginemos... que un amigo convive con alguien a quien apenas está empezando a conocer y, por accidente, la ve desnuda.

La mujer lo miró, arqueando una ceja, aunque mantuvo la compostura.

—Lo normal sería apartar la vista y disculparse, señor.

—Sí —asintió Jing Yuan, cruzando los dedos sobre la mesa—. Pero... supongamos que ese amigo, en lugar de apartarse, sintió el impulso de seguir mirando y no solo eso, sino que su mente se llenó de... cosas sucias.

La secretaria parpadeó, claramente sorprendida.

—Entonces, con todo respeto, yo diría que a ese amigo le gusta esa persona.

Un silencio pesado se instaló en la sala Jing Yuan sostuvo su mirada un segundo más antes de responder.

—Imposible, esa persona es una beta y él... un alfa.

La secretaria se tensó apenas, sorprendida por la declaración.

—Entonces quizá su amigo estaba borracho —aventuró con una sonrisa incómoda—. Ya sabe, el alcohol hace ver cosas donde no las hay, no es posible que un alfa sienta atracción por un beta.

Jing Yuan se limitó a asentir.

—Tienes razón ya puedes retirarte.

Cuando la puerta se cerró se reclinó en el sillón, llevándose una mano a la frente, el aroma a lavanda regresó a su memoria, suave pero insistente, como una huella imposible de borrar sin saber por qué.

Chapter 4: Revelación

Notes:

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Chapter Text

La mala rutina comenzó a quebrar el cuerpo de Jing Yuan, dormir en el sofá se volvió un castigo auto-impuesto para no repetir la vergüenza del baño o quizás un intento de mantener las distancias que cada vez se le hacían más difíciles.

Las noches se alargaban, los documentos se acumulaban en su escritorio, y la fatiga se reflejaba en las sombras bajo sus ojos. El alfa que siempre parecía inmutable ahora apenas podía sostener el peso de sus jornadas.

Una tarde, al regresar de la universidad, Stelle abrió la puerta y lo encontró desplomado en el piso de la sala, su respiración era pesada, irregular.

—¡Jing Yuan! —exclamó, arrodillándose junto a él.

Con esfuerzo logró incorporarlo y llevarlo hasta la cama, planeaba dejarlo descansar pero cuando intentó apartarse, un brazo fuerte la jalo hacia la cama y rodeó con sus brazos, impidiéndole moverse.

—No... ...te vayas... —murmuró él entre sueños, con voz ronca, hundiendo su rostro en el hueco de su cuello.

Stelle se quedó paralizada, sintió el roce de su nariz justo sobre su glándula odorífera, demasiado íntimo para lo que estaba acostumbrada, pero lo sorprendente era que... no le resultaba incómodo, al contrario, la calidez del contacto, el ritmo acompañado de su respiración, la hicieron titubear.

Esperó que aflojara su agarre, pero nunca lo hizo, poco a poco, la fuerza de su abrazo y la fatiga del día la vencieron también, quedándose dormida a su lado.

Cuando Jing Yuan despertó, fue diferente, por primera vez en días, se sintió renovado, su cuerpo, que amenazaba con enfermarse por la falta de descanso, había encontrado un alivio profundo.

Al abrir los ojos, lo primero que vio fue el rostro tranquilo de Stelle, aún dormida, se quedó quieto, casi sorprendido de sí mismo al darse cuenta de que la estaba sosteniendo entre sus brazos.

Su pensamiento lógico fue separarse pero algo dentro de él se negó con firmeza, mientras seguía pensando que hacer su nariz captó un rastro tenue, casi imperceptible... ...lavanda.

No podía ser.

Con cautela, bajó el rostro hacia su cuello, buscando el origen, el aroma estaba allí, suave, cálido, inconfundible, Stelle lo estaba despidiendo.

Se apartó apenas, con el ceño fruncido, “es imposible que las betas no desprenden feromonas" y sin embargo, la evidencia estaba frente a él, perfumando el aire.

—Tendre que contactarla, al menos ella sabrá que está sucediendo, ¿no es así? —decidió en voz baja, como si necesitara escuchar sus propias palabras. No sabía si la falla estaba en él, si su mente cansada le estaba jugando una mala pasada o si realmente algo en ella estaba cambiando pero ya no soportaba la incertidumbre, si Stelle se negaba, la arrastraría él mismo si era necesario.

Con esa resolución en mente, volvió a cerrar los ojos, el cansancio aún lo reclamaba y aunque se decía que no era el olor lo que lo reconfortaba, el descanso lo envolvió demasiado rápido como para convencer a nadie.

La mañana siguiente, Stelle preparaba algo en la cocina cuando apareció Jing Yuan, con un aspecto visiblemente más saludable.

—Hoy iremos al doctor —dijo, sin rodeos.

— ¿Eh? —Stelle se giró, cuchara en mano, arqueando una ceja—. ¿Por qué?

—Porque empezaste a despedir feromonas —respondió él con total seriedad.

Ella lo miró por unos segundos, y luego se estalló en una risa.

—¿Feromonas? ¿Yo? ¡Eso es ridículo!

Pero la firmeza en la mirada de Jing Yuan la desarmó. La risa se apagó poco a poco, dejando un silencio incómodo.

—...Es imposible —murmuró al fin —. Sabes que soy una beta y los betas no despedimos olor como un alfa u omega.

—Lo sé — dijo Jing Yuan ahora mirándola a los ojos—, pero tú estás empezando a producir feromonas, así que tenemos que ver a un especialista.

Noto como Jing Yuan hablaba con tanta seguridad que empezó a titubear sobre su tenía razón.
—Lo pensaré.

Fue lo único que dijo y hasta ahí quedó la conversación.

En la universidad, intenté llevar el día con normalidad, sin embargo, durante el receso, una compañera se acercó con una sonrisa curiosa.

—Oye, Stelle... ¿cambiaste de perfume? Hueles como a lavanda en floración plana aunque es sutil es muy agradable.

Stelle se petrificó, el aire se le atascó en los pulmones mientras grababa las palabras de Jing Yuan esa misma mañana.

“Despides feromonas.”

No… no podía ser y aun así, esa simple pregunta la desconcertó. Esa noche, en casa, la tensión aún estaba presente.

—Necesitamos ir al médico —insistió Jing Yuan.

Stelle bajó la mirada, apretando los labios.

—Sí... supongo que sí, al menos para saber qué está pasando.

Por primera vez, ambos estaban de acuerdo, esto no era algo que pudiera ser ignorado tan fácilmente. 

 

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Aunque habían acordado ir, ninguno parecía cómodo con la idea, Jing Yuan, como siempre, fue el primero en hablar.

—El especialista ya nos espera.

Stelle solo avanzando, siguiendo sus pasos hasta el automóvil, aunque habían acordado asistir, ninguno parecía cómodo con la idea, Jing Yuan se limitó a preparar el auto y abrir la puerta sin añadir comentarios, Stelle lo siguió en silencio, con la incomodidad de no saber que sucederá una vez estén en el lugar. 

 

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El silencio entre ambos era denso pero lo que más le inquietaba no era la revisión en sí, sino el rumbo que habían tomado, no iban hacia el hospital, ni a ninguna clínica conocida de la zona, sino a un sector más privado del Luofu.

—Adónde vamos? —preguntó al fin, rompiendo el mutismo.

—Con alguien de confianza —respondió Jing Yuan sin mirarla, con las manos firmes sobre el volante del auto.

La joven frunció el ceño.

— ¿De confianza para quién?

Él giró apenas la cabeza, lo justo para no apartar la mirada de enfrente.

—Para mí.

Con eso dio por terminada la conversación y Stelle guardó silencio en todo el trayecto.

 

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El edificio al que llegaron era sobrio por fuera, casi desapercibido, pero al cruzar la puerta el aire cambió, había estantes cargados de documentos médicos, cuadros antiguos que mostraban generaciones de doctores, y un orden impecable que transmitía prestigio y poder.

Una mujer los esperaba al final del pasillo, bajita, de cabello ceruleo claro que parecía brillar con la luz artificial, rostro juvenil y sereno, por un instante, Stelle pensó que era demasiado joven para ser el especialista, quizás una asistente, pero la forma firme en que la miraba disipó cualquier duda.

—Bienvenida, Stelle, Jing Yuan ya me habló sobre tu caso. —dijo con naturalidad.

La joven se detuvo, sorprendida, aparentemente levemente, como si esa reacción fuera predecible.

Los ojos de Stelle se clavaron en él, que permanecía tranquilo con los brazos cruzados.

—¿Ya le contaste?

—Era necesario —contestó Jing Yuan con serenidad, como si la palabra “necesario” justificara cualquier intromisión.

—Soy la Dra. Bailu —se presentó, su voz ligera, clara—. Mi familia ha servido a los Jing durante varias generaciones, así que no tienes por qué preocuparte, lo que se hable aquí no saldrá de estas paredes.

Stelle no respondió, pero pensó que Jing Yuan parecía ser el tipo de persona que maneja todo con discreción, alguien que no soltaría información a terceros. Era un movimiento estratégico, una forma de protegerla... o de controlar la situación por completo.

 

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La consulta comenzó con preguntas rutinarias, Bailu tomó un cuaderno y un dispositivo de registro.

¿Desde cuándo siente cambios físicos o percepciones inusuales?

Stelle abrió la boca para responder, pero Jing Yuan se adelantó.

—Hace cinco días.

Ella lo miró, desconcertada.

—¿Cinco días?

Él asintió.

—Fue poco después de comenzar a vivir juntos, noté cambios en tu respiración durante las noches, variaciones en tus horarios de comida. Pasaste de tres comidas diarias a dos, con ingestas más ligeras. También dormiste menos horas, aunque después recuperaste el sueño en intervalos breves.

Stelle quedó helada, ¿Desde cuándo él tenía ese nivel de detalle sobre su vida?, ni siquiera ella misma lo sabía con tanta exactitud.

Bailu levantó una ceja, registrando la información con calma, sin emisión de juicio.

—¿Alguna molestia física?

—No… nada en particular —murmuró Stelle.

—Tuviste un mareo leve el tercer día —corrigió Jing Yuan sin apartar la vista de Bailu—. Te apoyaste en la encimera de la cocina. También estuviste más distraído en tus lecturas de la tarde.

La joven lo miró con incredulidad.

—¿Me estabas observando todo el tiempo?

—No observando —replicó con tranquilidad—. Solo... ...eran cosas que notaba.

Las palabras la golpearon, él no sólo estaba presente, la leía como si fuera un libro abierto.

 

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Bailu siguió anotando, sin mostrar sorpresa por la intervención, luego pidió a Stelle que pasara a la camilla para examinarla. Revisión de glándulas, rápidos análisis de sangre, mediciones de presión y pulso, todo bajo una profesionalidad impecable.

Cuando terminó, se quedó mirando los resultados en la pantalla por un largo momento. Luego, levantó la vista hacia ellos.

—Aquí está lo inusual, según los análisis, Stelle sigue siendo biológicamente beta, todos los parámetros coinciden con esa condición, sin embargo... —hizo una pausa, bajando la mirada a sus notas—, tu cuerpo está produciendo feromonas en cantidades que no corresponden a un beta.

Stelle contuvo el aliento.

—¿Eso qué significa?

—Que, aunque tu estructura es de beta, presenta una producción anómala, no alcanza el nivel de un alfa ni de un omega, pero sobrepasa ampliamente lo común en un Beta, es algo que nunca había visto.

— ¿Nunca? —preguntó con un hilo de voz.

—En toda la historia del Xianzhou, al menos en lo que se ha documentado desde que ejerzo, no existe un caso como el tuyo —confirmó Bailu.

Un vacío se abrió en el estómago de Stelle, no era sólo raro, era único.

—¿Y eso es malo?

Bailu suavizó su expresión.

—No necesariamente pero sí requiere vigilancia constante, deberás hacerte chequeos diarios y venir a consulta cada cinco días, si aparece cualquier nuevo síntoma, me lo comunicas de inmediato.

Stelle asintió, aunque el término “vigilancia” le hizo sentir que estaba bajo un microscopio.

—Investigaré en textos antiguos y archivos médicos —añadió Bailu—. Tal vez existan casos aislados que nunca fueron reconocidos, haré lo necesario para que tengas respuestas.

Finalmente dio por terminada la visita, el aire en el consultorio se volvió menos pesado, aunque no menos extraño.

 

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De regreso a casa, el auto se llenó otra vez de silencio, no era el mismo que al inicio; ahora estaba lleno de reflexiones, Stelle pensaba en las ventajas y desventajas de vivir con Jing Yuan; Había tomado el control absoluto, sí, pero también se había asegurado de que nadie más supiera lo que le ocurría.

¿Era esa protección... o una forma de marcar territorio?

No tenía la respuesta, lo único que sabía era que en ese consultorio había descubierto algo imposible de ignorar, Jing Yuan la conoció mejor de lo que ella misma se conoció y eso la hacía sentirse vulnerable... y al mismo tiempo, inexplicablemente segura, pero también la hizo darse cuenta cuando ella no sabía nada sobre Jing Yuan.

 

Notes:

En este capítulo quería reflejar a un Jing Yuan que a pesar de los estigmas de la sociedad sin darse cuanta o sin querer admitirlo Stelle se volvió importante para él, reflejándose en como él guarda hasta los más pequeños detalles sobre ella, aunque no se si lo logre (¯ ¯٥)

Chapter 5: Metamorfosis

Notes:

Tuve que dividir el capítulo, originalmente era el doble de largo además de que en la siguiente parte ocurre el punto de quiebre en la relación, esto puede sonar como una advertencia pero apartir de aquí también de alguna manera comienza la angustia o bueno mi intento de ella, por qué no me gusta sufrir mucho en las historias así que intentaré que solo sea ligera (´O`)

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Chapter Text

La noche caía lenta sobre la residencia, afuera, se escuchaba el murmullo constante de los insectos, pero dentro de la casa todo parecía calmado, demasiado calmado, Stelle estaba acostada boca arriba en la cama, con la mirada perdida en el techo, podía escuchar como el reloj en la pared cambiaba cada vez que pasaba un minuto, como si cada uno de ellos se clavara en su conciencia.

Pensar se había convertido en su rutina nocturna, no podía evitarlo, cada vez que cerraba los ojos, la figura de Jing Yuan aparecía en su mente, no era porque lo quisiera, o al menos eso se repetía a sí misma, sino porque desde que se había mudado con él todo en su vida había dado un giro.

Antes, había despreciado a los alfas ya todo el sistema que los rodeaba, en su experiencia, los alfas eran arrogantes, se creían dueños del mundo y sobre todo, despreciaban a los Betas, los veía como depredadores como seres incapaces de comprender lo que era vivir sin privilegios, sin esa aura de superioridad natural.

Pero Jing Yuan no encajaba en esa idea preconcebida, sí, tenía un aire de autoridad imposible de ignorar, una presencia que se imponía con sólo entrar en una habitación, pero nunca la había tratado como inferior, no la había forzado, no había abusado de su posición, incluso cuando discutían, le daba espacio, respetaba sus límites.

"¿Qué me está pasando?", pensó, girando sobre el colchón y enterrando la cara en la almohada. Sentía que ya no podía odiar al sistema con la misma fuerza que antes, no cuando convivía con alguien que, poco a poco, desmantelaba sus prejuicios.

La aparición de sus feromonas había cambiado todo, lo que hasta ahora había sido una verdad inamovible —los Betas no producían feromonas— se estaba resquebrajando con ella misma como prueba viviente y cada vez que pensaba en su aroma que Jing Yuan parecía detectar, se le aceleraba el corazón, ¿Qué significaba? ¿Quién era ella ahora?

Esa noche, entre pensamientos y dudas, decidió que tenía que hablar con él, tenía que saber si seguirían con el plan inicial de convivir sólo treinta días o si todo lo que estaba ocurriendo cambiaría algo.

 

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La mañana trajo consigo un aire pesado, aunque no lo supo de inmediato, la universidad fue rutinaria, clases, compañeros, pasillos llenos de conversaciones superficiales, Stelle intentaba concentrarse, pero las palabras del profesor pasaban de largo, su mente estaba en otro sitio.

Al salir de la universidad, se encontró con un grupo de Alfas, eran jóvenes, tal vez de su misma edad, con chaquetas de cuero y miradas que rezumaban hostilidad, desde que los vio supo que no traían buenas intenciones.

Stelle presionó la mandíbula, el aire cambió a su alrededor; ella lo sintió primero desde su piel como un cosquilleo incómodo, podía sentir las feromonas que ellos despedían, al principio eran de pura hostilidad, pero pronto se tiñeron de un matiz más oscuro, más visceral, era... ...deseo. Su respiración se corto en seco sintió ganas de vomitar hasta que se percató de algo, estaba percibiendo sus feromonas con claridad, como una presión invisible que se estrellaba contra su pecho.

"No puede ser..." pensó, aterrada, hasta hacía poco, ella no podía sentir nada de eso, era Beta, los Betas no tenían receptores desarrollados para las feromonas y sin embargo, ahí estaba, percibiéndolo con una nitidez perturbadora, cada ola de su deseo era como un golpe directo a sus sentidos.

—Miren lo que tenemos aquí —dijo uno de ellos, bloqueando su paso.

Su cuerpo reaccionó antes que su mente, retrocedió un paso.

—No tengo tiempo para esto —respondió con frialdad, intentando rodearlos.

El más alto se interpuso, sonriendo de manera desagradable.

—Dicen que los Betas no sienten nada... ¿y si probamos si es cierto?

El grupo se rió, y antes de que pudiera escapar, dos de ellos la sujetaron de los brazos, Stelle forcejeó, tratando de zafarse, el pánico le recorría la espalda como un río helado, sintió sus manos apretándole las muñecas, dejando marcas que ardían.

—¡Suéltenme! —gritó, intentando golpear con la rodilla a uno de ellos, logró rozarlo pero la fuerza del grupo la superaba.

Las feromonas que la envolvían se regresaban más densas, pesadas, como una niebla que buscaba aplastarla, por primera vez entendió que su nueva condición la hacía más vulnerable.

Un silbato cortó el aire, de la nada, apareció un oficial de policía.

—¡Alto ahí! —gritó, interponiéndose.

Los Alfas la soltaron de golpe, como ratas huyendo de la luz, el oficial corrió tras ellos pero sólo logró atrapar a uno antes de que los demás escaparan, cuando volvió hacia Stelle, ella estaba temblando.

—¿Está bien?

Stelle respir hondo, obligándose a asentir.

—Sí... ...sí, estoy bien... gracias.

Con una sonrisa forzada agradecio y se alejó antes de que pudiera hacerle más preguntas, no quería dar explicaciones, necesitaba llegar a casa.

 

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El reloj de la casa marcaba una hora más tarde de lo habitual y Jing Yuan se dio cuenta de inmediato, su instinto le decía que algo estaba mal, caminaba de un lado a otro, con el ceño fruncido, cuando la puerta se abrió.

Lo primero que sintió fue el olor, un rastro de feromonas que no eran suyas ni de Stelle, sus ojos se endurecieron.

Lo segundo fue el contacto Stelle se lanzó a sus brazos, abrazándolo con fuerza, con el rostro escondido en su pecho, temblaba.

— ¿Qué pasó? —preguntó él, su voz grave.

Ella no respondió de inmediato, el llanto la ahogaba pero cuando miro sus manos, Jing Yuan vio las marcas rojas en sus muñecas y el olor se volvió insoportable, el rastro de otros alfas impregnado en ella.

La furia se encendió en su interior como la pólvora, su aura se expandió con brutalidad, tan intensa que Stelle la sintió recorrer su piel, era una intención asesina tan pura que amenazaba con arrollarlo todo.

—¡Jing Yuan! —gritó, apretándolo más fuerte—. Está bien, no pasó nada grave.

Su voz lo hizo volver a sus sentidos, respiró hondo cerrando los ojos conteniendo la rabia que le exigía salir, poco a poco, la volvió atención a centrada en ella, en sus lágrimas, en sus manos temblorosas, en el miedo aún reflejado en sus ojos.

Jing Yuan la abrazó de vuelta, fuerte, como si quisiera borrarle las huellas del mundo exterior.

—Lo siento... —murmuró él, sorprendiéndose de esas palabras.

Ella negó con la cabeza.

—No, yo... ...me acerqué a ti por impulso, no volverá a suceder.

Él se separó apenas lo suficiente para mirarla directamente a los ojos.

—No digas eso, el que debe disculparse soy yo, te desatendí, Bailu dijo que debías estar bajo observación constante y aun así permití que salieras sola, sin un medio para contactarme.

—Al menos deberías tener mi número —añadió él, con firmeza.

Stelle bajó la mirada, murmurando con un hilo de voz.

—Pero creí que habíamos hablado sobre no inferir en la vida del otro... ...

Las palabras lo golpearon de vuelta, como un boomerang, recordaron que habían acordado mantener la distancia y ahora esa decisión lo estaba condenando.

El silencio cayó pesado. Jing Yuan cerró los puños, comprendiendo que había caído en su propia trampa.

—Eso era antes —dijo al fin, con un tono suave—. Ahora es diferente.

Ella lo miró sorprendida, pero no dijo nada, guardó esas palabras dentro de sí, repitiéndolas una y otra vez.

“Ahora es diferente.”

 

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—En resumen, ahora, ¿Puedes percibir las feromonas de otros?

—... ...sí.

Bailu se quedó un rato en silencio, estaba pensando en algo.

—Por el momento poco podemos hacer, será mejor seguir mantiendote en observación y seguir informándome sobre si ocurren más cambios.

—Eso haremos Bailu, Gracias —dijo Jing Yuan.

 Bailu hizo un asentimiento de cabeza para despedirse de ambos ya los pocos segundos colgando en la llamada.

Stelle seguía preocupada sobre su condición, poco hacia la intervención de Bailu pero era mejor eso que nada.

 

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Los días siguientes transcurrieron con una rutina que, aunque repetitiva, se volvió diferente para Stelle, cada mañana Jing Yuan la llevaba a la universidad, no lo hacía de manera evidente ni buscando llamar la atención. Siempre permanecía a cierta distancia, esperando a que ella saliera y acompañándola con discreción, como si se tratara de un acuerdo tácito, sin embargo, para Stelle el gesto no era tan sencillo de interpretar, una parte de ella pensaba que lo hacía por preocupación genuina pero otra parte más cínica creía que trataba de preservar su reputación como buen alfa que era, evitando que se supiera que convivía con una beta.

El simple pensamiento la hacía sentir un nudo en el estómago, quería creer que Jing Yuan no era como los demás, que no la veía como un estorbo o una mancha en su estatus, pero no podía evitarlo, cada vez que notaba lo distante que parecía frente a los demás, le dolía un poco más y aun así, no lo mostraba, no quería darle la satisfacción de pensar que sus actos la afectaban.

 

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Los cambios en el cuerpo de Stelle se hicieron imposibles de ignorar, empezó a notar que su cuerpo se volvía más sensible, las clases se le hacían pesadas, las noches más largas, y en ocasiones, cuando regresaba a casa, apenas tenía fuerzas para cenar.

Una tarde, mientras estaba en la cocina, Jing Yuan notó cómo sus manos temblaban levemente al sostener el cuchillo. Se acercó para observar como tenía un leve rubor en sus mejillas así qué apoyó una mano en su frente. 

—Tienes fiebre —dijo con tono neutro, aunque por dentro se encendió una alarma.

Stelle intentó restaurarle importancia, pero un mareo la obligó a sentarse, el aroma de Stelle llenó el aire con más intensidad que nunca, y Jing Yuan supo en ese instante que ya no era una ilusión suya, esa misma noche contactó de nuevo con Bailu, casi con urgencia.

—Presenta fiebre persistente —le explicó—, sensibilidad extrema en la piel y el aroma de sus feromonas se ha intensificado.

Del otro lado de la llamada, Bailu cerró los ojos y respiro hondo.
No quiero confirmarlo aún —prosiguió Bailu—, pero los síntomas son consistentes, fiebre, aumento de feromonas, sensibilidad. Jing Yuan hiciste bien en llamarme, lo que necesito ahora es calma, no tenemos un supresor para ella porque esos se fabrican en base a la biología de cada omega y Stelle no lo es, al menos no en el sentido tradicional, usarlos podría provocar el efecto contrario.

—¿Qué hacemos entonces? —preguntó Jing Yuan, su voz tan controlada que apenas dejaba traslucir la tensión.

—Por ahora, nada radical, que repose, que beba agua, controlar la fiebre y esperar a que ceda por si solo, que me informen de cada cambio, yo estoy trabajando en su caso pero necesito más tiempo, estoy fuera, investigando en archivos y registros médicos, intentaré regresar lo antes posible para atenderla directamente, mientras tanto, les pido paciencia y que mantengan la calma.

La llamada terminó con esa promesa, pero el eco de las palabras de Bailu se quedó en la habitación. Stelle temblaba, no sabía si de miedo, de fiebre o de la confusión que la estaba consumiendo, Jing Yuan la observó unos segundos y luego se acercó.

—Descansa —dijo con voz baja pero firme—. Yo me encargaré de todo.

Ella lo miró, y por un instante pensó en todas las palabras que quería decirle, en todas las dudas y los miedos que la carcomían, pero lo único que hizo fue asentir y dejarse guiar hasta la cama. 
Mientras se recostaba tenía miedo, no sabía lo que sucedería a partir de aquí.

Notes:

Al parecer los espacios entre cada párrafo no se copiaron y al menos también sirve de prueba para ver si les gusta más el formato anterior o el actual y de su opinión puede que lo actualice a este o seguir con el anterior.

Chapter 6: Metamorfosis parte II

Chapter Text

El calor la consumía como una fiebre que no cedía, un fuego sin salida que nacía en lo más profundo de su vientre y se extendía hasta su piel, haciéndola estremecer, Stelle se retorcía en la cama, las sábanas arrugadas bajo sus dedos, el sudor perlándole la frente. Había intentado de todo, morderse el labio, presionar una almohada contra su cuerpo, contener la respiración como si así pudiera engañar a esa necesidad imposible de calmar, nada funcionaba, el dolor era insoportable, una mezcla de vacío y deseo que la hacía gemir.

—N-no... no puedo más... —murmuró entre jadeos, las lágrimas resbalando por sus mejillas.

El orgullo que siempre la mantenía firme se hacía trizas con cada espasmo de su cuerpo, nunca había sentido algo así, jamás habría imaginado suplicar, pero en ese estado, su voz se quebraba sin remedio.

—Jing Yuan... ...—lo llamó apenas audible, temblando—. Jing Yuan, ayúdame... t-te necesito... ...¡por favor!

El nombre quedó suspendido en el aire, traspasando las paredes de la habitación.

Del otro lado de la puerta, Jing Yuan permanecía de pie, con el ceño fruncido y los brazos cruzados contra el pecho, su instinto estaba en guerra con su mente.

Podía escucharla, cada súplica atravesaba la puerta como un golpe en el pecho, sabía lo que significaba ese ruego, sabía que en ese estado ella no estaba en pleno control de sus facultades mentales, cuando los omegas entraban en celo eran esclavos de sus deseos; Podía decir cualquier cosa, hacer cualquier cosa y después arrepentirse, aunque Stelle no era una, lo que estaba viviendo era lo más parecido a eso.

Cerró los ojos, su respiración pesaba, cada fibra de su cuerpo le exigía entrar y sostenerla, acabar con su sufrimiento pero su razón se negaba a dar un paso impulsivo, si cedía, ¿seguiría siendo realmente ella quien lo pedía? ¿O solo el delirio de su cuerpo?

El silencio en el pasillo se volvió insoportable y entonces, un sonido agudo lo interrumpió. El timbre de su teléfono vibró en el bolsillo de su pantalón, lo sacó con un movimiento brusco y la pantalla iluminó la penumbra: Bailu.

Contestó de inmediato con la voz grave apenas conteniendo la tensión que lo consumía.

—Habla.

La voz de Bailu llegó más seria de lo habitual, como si hubiera pasado horas procesando lo que estaba a punto de decir.

—Jing Yuan, al principio busqué en los archivos médicos más modernos, incluso en la base de datos de la asociación, revisé todo lo que tenía en mano... y no encontré nada relevante pero como último recurso decidí ir a la biblioteca familiar.

Hizo una pausa breve, como si el simple hecho de admitirlo le pesara—. No suelo hacerlo, esos textos son demasiado antiguos y frágiles.

Jing Yuan frunció el ceño, apretando el teléfono contra su oído.

—¿Has encontrado algo?

—Un libro de hace unos setecientos años, la encuadernación estaba descarapelada, las páginas casi ilegibles, pero logré rescatar lo suficiente. — La respiración de Bailu se escuchaba tensa—. En él se hablaba de un cuarto subgénero, uno tan raro de ver incluso para aquella época que se creyó extinto. Se describía que estas personas vivían como betas, pero al encontrar a su pareja destinada, su cuerpo entraba en un proceso llamado “metamorfosis”.

Jing Yuan guardó silencio por un momento.

—¿Y por qué tu familia tenía información de algo que se supone está perdida? —preguntó con voz grave.

—Porque en los primeros años de mi linaje, cuando aún atendían al general de esa época, él tenía una pareja de ese subgénero, mi familia documentó todo para poder asistirlos médicamente aunque en generaciones posteriores esas menciones desaparecieron de los registros más conocidos.

Jing Yuan entrecerró los ojos, la pieza del rompecabezas empezaba a tener sentido.

—Entonces... ...¿Qué significa que Stelle esté pasando por esto?

—Al parecer es un salto generacional, un gen dormido que reapareció en ella, su cuerpo está despertando esa herencia antigua.

Jing Yuan se quedó quieto, escuchando los jadeos contenidos de Stelle al otro lado de la puerta.

—¿Y las consecuencias? —preguntó, aunque temía la respuesta.

—Según estos registros si no completa el vínculo con su pareja, morirá en el proceso de metamorfosis pero si lo hace... quedará vinculado a su pareja y lo más complejo, su cuerpo se convertirá en lo opuesto a su pareja. 

El silencio entre ambos se volvió espeso, Jing Yuan bajó la mirada, apretando la mandíbula.

— ¿Estás seguro de que es eso lo que ocurre?

—No tengo dudas, Jing Yuan los síntomas son idénticos, Stelle no está pasando por un simple desequilibrio de feromonas, es un despertar y no tiene mucho tiempo.

Jing Yuan cerró los ojos con fuerza.

—Entiendo... ...—susurró, y tras un largo silencio añadió—. Gracias, Bailú.

Colgó la llamada.

El clic seco resonó por todo el lugar Jing Yuan permaneció inmóvil unos segundos, con el teléfono aún en la mano, consciente de que ya no había espacio para evadir la decisión.

Alzó la vista hacia la puerta, detrás de esa madera estaba Stelle, luchando contra algo que era inevitable y él era la única pieza que podía completarlo.

 

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El ambiente estaba saturado de un calor sofocante, cargado del aroma embriagador que desprendía Stelle en pleno delirio de celo, un dulzor almizclado como miel mezclada con especias prohibidas que invadía sus fosas nasales y hacía que su miembro se endureciera dolorosamente. 

La encontró en la cama, empapada en sudor con el rostro encendido y los labios entreabiertos. Sus jadeos llenaban la habitación como una súplica muda con cada inhalación entrecortada enviando ondas de feromonas que lo golpeaban.

Por un instante se quedó de pie, inmóvil, contemplándola con el peso de la responsabilidad sobre los hombros, sabía que esta decisión no era poca cosa; cuando Stelle estaba consciente, probablemente querría matarlo pero ella aunque no fuera consciente de ello lo había elegido a él, y su alfa interior rugía por reclamarla. La visión de su cuerpo tembloroso lo arrastraba como un imán; su piel brillaba bajo la luz tenue, perlas de sudor resbalando por las curvas de sus pechos, resaltadas por sombras que jugaban sobre sus caderas inquietas. Sus pensamientos más reprimidos y viscerales emergían como un deseo crudo.

Stelle giró apenas, encontrando su silueta en la penumbra y lo llamó con voz entrecortada, cargada de desesperación y deseo desenfocado.

—Ayúdame... por favor.

Esa súplica quebró la última barrera de su resistencia, Jing Yuan cruzó la distancia y la tomó entre sus brazos, sintiendo la calidez febril de su cuerpo contra el suyo, piel ardiente como fuego líquido, temblando contra su pecho.

 

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El contacto inicial fue un choque eléctrico, ella se aferró a él con fuerza hundiendo las uñas en su espalda, dejando surcos rojos que ardían deliciosamente, se arqueó para rozarlo más, buscando piel con piel; sus labios carnosos soltaron gemidos temblorosos a centímetros de los suyos, Jing Yuan, incapaz de resistirse, los reclamó en un beso que no tuvo nada de tierno, hambriento, húmedo, desesperado. El sabor de Stelle –salado por el sudor, dulce por sus feromonas– se mezcló con el jadeo ardiente que escapaba de su garganta, encendiendo cada fibra de su cuerpo. Su lengua invadió su boca, explorando con urgencia, mientras sus manos recorrían su figura con un dominio lento, casi cruel.

Acarició donde sabía que temblaba más, los montículos de sus pechos, pellizcando los pezones endurecidos hasta que ella gimió contra su boca, un sonido gutural que vibró en su pecho, "eres mía, solo mía", pensó el alfa rugiendo de satisfacción. Stelle, sumida en el delirio, lo buscaba con la misma intensidad; su cuerpo se frotaba contra el suyo, caderas ondulando en busca de fricción y alivio. 

El roce contra su miembro erecto duro como acero, palpitante, arrancó de él un gruñido grave, primitivo, que hizo que ella se estremeciera aún más. Con movimientos torpes, intentaba guiarlo, abriendo las piernas para invitarlo, jadeando una y otra vez.

Él la sostuvo por las muñecas, presionándolas suavemente contra el colchón, observándola por última vez como buscando confirmación, cuando ella le devolvió la mirada con ojos llorosos, nublados por el celo, lo supo, no había necesidad de juegos previos, sus jugos ya habían hecho el trabajo, el líquido caliente y viscoso, goteando de sus pliegues hinchados, empapando las sábanas con un aroma que lo enloquecía. 

Colocó la punta de su pene en su entrada, sintiendo el calor abrasador que lo succionaba, y se hundió fácilmente hasta tocar su cuello uterino. Stelle lo sintió en ese momento, sus ojos se desorbitaron, sus paredes internas se contrajeron alrededor de él como un puño húmedo, expulsando más fluidos que resbalaron por sus muslos. Se arqueó con un grito que se quebró en un gemido ahogado, y él se sumergió por completo en esa calidez apretada, envolvente.

Atrapados en un mundo reducido a jadeos, los de ella altos y obscenos, los de él graves y controlados, al olor mezclado de feromonas y sudor, al latido frenético de dos corazones que parecían romperse contra el pecho. Los movimientos fueron torpes al inicio, urgentes, hasta que el ritmo se volvió una cadencia profunda, feroz, hecha para desgarrar cualquier resto de cordura, cada embestida –profunda, golpeando contra su punto más sensible– arrancaba de Stelle un nuevo gemido que rozaba lo delirante, sonidos húmedos de carne chocando, fluidos salpicando. Jing Yuan, con la frente apoyada en la curva de su cuello, inhalaba su aroma como un adicto. Dulce, adictivo, marcándolo a él tanto como él a ella. 

La besaba con mordidas húmedas que dejaban rastros ardientes, saboreando el salado de su piel, mientras su cuerpo respondía con una necesidad que ya no podía disimular.

El cuarto entero vibraba con sus jadeos, con el golpe rítmico de cuerpos chocando una y otra vez, con la súplica desesperada de Stelle pidiéndole más, más profundo, más fuerte; Jing Yuan obedecía y en cada movimiento sentía que una parte de sí mismo se rendía por completo a ella, sin vuelta atrás. 

Su corazón latía con una emoción cruda no solo placer sino posesión emocional. Quería decirle algo pero las palabras se perdían a medio camino en un gruñido.

Al principio fue un torbellino sin control apenas terminaron la primera ronda –él derramándose dentro de ella en chorros calientes que la llenaron hasta rebosar–, sus cuerpos ardientes se buscaron de nuevo, incapaces de saciarse. Cambiaron de posición; él la levantó contra la pared, embistiendo desde atrás mientras sus manos amasaban sus caderas, sintiendo cómo sus paredes lo ordenaban. Se movieron por distintos rincones de la habitación, dejando tras de sí el desorden de sábanas arrancadas, muebles desacomodados y respiraciones entrecortadas. 

Una y otra vez, con una intensidad inagotable, se hundieron el uno en el otro hasta perder la noción del tiempo.

—Alfa... más... más... —suplicó Stelle, con la voz quebrada entre jadeos, sus uñas arañando su espalda, dejando rastros sangrientos que ardían como fuego. 

—Tan hermosa... tan perfecta... mía —murmuró Jing Yuan con un gruñido bajo, besándola con hambre, respondiendo a cada movimiento de su cuerpo. Sentía como si su alma se atara a ella, con cada embestida.

Sus bocas se encontraron una y otra vez, con besos húmedos, desesperados, que decían lo que las palabras no alcanzaban, deseo que rozaba la locura, amor naciente en medio del caos, Stelle estaba completamente consumida, soltando jadeos decadentes, con la piel húmeda y los músculos temblorosos pero hambrienta de más. Jing Yuan, con cada embestida, ardía de un deseo tan feroz que lo volvía irreconocible entre besos, caricias y susurros ahogados, ambos se entregaron sin reservas, como si el mundo fuera a desmoronarse.

—Dios... no pares... te quiero dentro, todo de ti... —jadeaba ella, aferrándose a él, sus paredes contrayéndose en ondas de placer que lo arrastraban.

Jing Yuan perdió la compostura, besando su cuello con ferocidad, sujetándola con fuerza contra sí.

—Mía... mía... mi omega... sólo mía —repitió entre besos, entre mordidas suaves que se volvieron más profundas, saboreando el metálico de su sangre, hundiendo los colmillos en su suave piel con fuerza instintiva, haciéndola sangrar, no pensaba; obedecía a un instinto arcaico que lo obligaba a reclamarla. Stelle gimió fuerte, pero lejos de apartarlo, lo abrazó con más fuerza, el dolor se mezcló con el placer en una frontera borrosa y en ese delirio vio un destello dorado, un hilo sutil que parecía surgir de su pecho hacia él, atándolos desde las profundidades de su alma. No tuvo tiempo de procesarlo; la ola de placer la arrastró hasta el borde de nuevo.

Repitieron el acto una y otra vez hasta que el agotamiento los venció; cuerpos empapados en sudor, marcas rojas grabadas en la piel, la habitación testigo del desenfreno. Justo antes del clímax final, Jing Yuan gruñó desde lo más profundo de su pecho sin poder contenerlo, su nudo se infló, sellándolo dentro de ella, Stelle sintió cómo atravesaba la barrera, expandiendo sus paredes, llenándola por completo hasta el borde con su esencia caliente, pulsante. Soltó un grito de placer, su rostro contorsionado en éxtasis, ojos perdidos como si viera estrellas, incapaz de resistir la intensidad que la desgarraba por dentro, cayó inconsciente,

Jing Yuan la siguió poco después, aún enlazados entre ellos, el vínculo formado, atrapados por el nudo, permanecieron juntos durante el resto de la noche, su unión sellada en carne y alma.

 

Chapter 7: Umbral

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El amanecer se filtraba entre las cortinas, bañando la habitación con una luz tenue, que olía a sudor, feromonas y sexo, Stelle abrió los ojos lentamente, sintiendo que el cuerpo le pesaba más de lo normal intentó moverse pero un dolor punzante le recorrió las piernas y la cadera, obligándola a contener un quejido.

Giró apenas el rostro y entonces lo vio, Jing Yuan estaba allí completamente desnudo, tan cerca que su respiración cálida y profunda rozaba su piel, la visión le arrancó un sobresalto; su corazón se aceleró de golpe y se le secó la garganta.

—¿Q-Qué mierd...? —susurró media pregunta que se le atasco en la garganta, todavía aturdida, llevándose una mano al pecho como si pudiera calmarse.

Por unos segundos no entendía nada, ¿Por qué estaba él desnudo en la cama? ¿Por qué la tenía abrazada con tanta fuerza?, el recuerdo era difuso, brumoso, como si su mente se negara a procesar lo evidente, poco a poco, flashes de la noche anterior regresaron, sus propias súplicas, el sabor de su boca, el nudo expandiéndose dentro de ella, el rubor le subió hasta las orejas.

Avergonzada, intentó soltarse con cuidado del agarre de Jing Yuan, no fue fácil, incluso dormido su agarre era férreo como si aún dormido el se negara en dejarla ir, tras unos minutos de forcejeo silencioso, logró liberarse y salir de la cama sin hacerlo despertar.

No quiso mirarlo de frente, pero al dar un paso hacia la salida de la habitación se topó con la evidencia del desastre; las sábanas arrugadas hasta el extremo, la mesa de noche caída, un vaso de agua roto en el suelo. Se vistió lo mejor que pudo con una bata ligera y caminó con dificultad hacia el baño, necesitaba estar sola, respirar, ordenar sus pensamientos antes de enfrentarse a lo que fuera que significaba todo aquello, cerró la puerta tras de sí y se apoyó contra ella, intentando calmar los latidos acelerados de su pecho.

Cuando por fin reunió el valor para mirarse en el espejo, lo que vio la dejó sin aliento, su reflejo mostraba un cuerpo cubierto de marcas, mordidas, moretones, huellas rojas en su piel lechosa acentuando las de sus pechos y muslos; cada una ardía con recuerdos de la intensidad vivida, el pinchazo de sus dientes, el calor de sus manos. Tragó saliva con dificultad temblando, pero fue una marca en particular visible, profunda y sangrante distinta de las demás, la que le heló la sangre.

—N-No... —balbuceó con horror, llevándose una mano allí y entonces, un grito desgarrador escapó de su garganta, el sonido resonó por toda la casa.

Jing Yuan despertó sobresaltado y al no ver a Stelle en la cama, corrió sin pensar hacia el origen del grito, empujó la puerta con fuerza y allí la encontró, Stelle completamente desnuda, mirándose al espejo con el rostro desencajado, su piel estaba cubierta de sus marcas, pero sus ojos no podían apartarse de una sola, la que lo decía todo... ...la marca de vínculo.

 

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La atmósfera en el baño estaba cargada de un silencio insoportable, Jing Yuan y Stelle se miraban sin decir nada apenas respirando con dificultad, los dos conscientes de lo que la marca en su cuello significaba, ninguno se atrevía a pronunciar palabra, como si hacerlo convirtiera la realidad en algo irreversible.

Stelle tragó saliva con fuerza, el rostro aún encendido, sin apartar la mano de su cuello, quería maldecirlo, quería preguntarle qué demonios habían hecho pero no salía nada de su garganta, fue entonces cuando un estremecimiento recorrió su cuerpo, un líquido caliente descendía lentamente por su muslo, la mezcla de sus fluidos y el semen de él, viscoso y blanco recordándole el llenado profundo, bajó la mirada con horror finalmente comprendiendo que estaba marcada por él tanto dentro como fuera. 

Jing Yuan también lo vio, desde su perspectiva, fue como si el tiempo se ralentizara, aquel rastro blanco descendiendo desde la intimidad de Stelle hasta perderse por la curva de su pierna desnuda, el aire se le atoró en la garganta.

Los ojos de ella se abrieron de par en par al notar hacia dónde estaba dirigida su mirada, la vergüenza se mezcló con la furia y la desesperación.

—¡LÁRGATE! —gritó con voz quebrada, retrocediendo un paso mientras cubría su cuerpo como podía.

Pero él no se movió, paralizado aún procesando la escena, el peso de lo que habían hecho cayendo sobre sus hombros, la había salvado, pero ¿a qué costo?

—¡¡¡TE DIJE QUE TE FUERAS!!! —volvió a gritar, y con un impulso brusco cerró la puerta de golpe, dejándolo fuera, con el eco seco del portazo resonando en el pasillo.

Jing Yuan se quedó frente a la puerta cerrada, sin palabras, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos, la marca en su cuello, el líquido descendiendo por su piel, el vínculo, su propio deseo que había irrumpido más fuerte de lo que jamás pensó posible.

Dentro del baño, Stelle temblaba de rabia y de vergüenza, se metió en la bañera y abrió el agua, intentando limpiarse, restregar su piel como si pudiera borrar todo lo ocurrido pero por más que lo intentaba por más que dejaba que el agua corriera, el rastro no dejaba de salir, recordándole cada segundo lo que habían hecho la noche anterior. Golpeó con fuerza el borde de la bañera frustrada hasta que las lágrimas brotaron sin que pudiera detenerlas se abrazó a sí misma, sollozando, sintiéndose atrapada en algo que no había elegido.

Pasó un largo rato ahí, hasta que al fin se obligó a levantarse y salir, envuelta en una toalla caminó por la casa con pasos torpes, esperando encontrarlo, esperando quizá una confrontación inmediata... pero Jing Yuan ya no estaba. En la mesa encontró un pequeño papel, escrito con una caligrafía impecable.

 

“He pedido unos días en tu universidad, no tendrás que preocuparte por tus clases, descansa.

Más tarde hablaremos, iré al trabajo así que podrás estar sola para que puedas organizar tus pensamientos con calma.”

 

Stelle apretó el papel entre los dedos, el corazón latiendo con violencia, la casa estaba en silencio absoluto demasiado grande, demasiado vacía. Estaba sola con su reflejo en el espejo de antes y las marcas aún ardiendo en su piel, se dejó caer en el sofá, cubriéndose el rostro con las manos.

El recuerdo de su propia voz llamándolo entre gemidos la golpeó sin piedad, “Jing Yuan...” el rubor le quemó la cara de vergüenza. Por primera vez en mucho tiempo, no supo si odiarlo, odiarse a sí misma o temer lo que ese vínculo recién formado significaba.

 

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El silencio de la oficina era engañoso, afuera la ciudad bullía con su ritmo implacable pero dentro todo lo que existía era Stelle.

Su mente la proyectaba sin permiso de pie frente al espejo del baño desnuda, su piel perlada con los ojos dilatados por el horror al descubrir la marca en su cuello, su grito aún resonaba en sus oídos, tan vivo que lo hacía estremecer y peor aún, aquella visión imposible de ignorar el líquido espeso y blanco resbalando por su muslo, testimonio irrefutable de lo que había sucedido, de lo que él había hecho.

Un calor lacerante lo atravesó de inmediato, cerró los ojos con fuerza queriendo desterrar el recuerdo pero no lo logró, lo que volvió fue más crudo la forma en que ella lo llamó entre gemidos, su cuerpo apretándose contra el suyo, el frenesí desesperado en el que ambos se perdieron hasta desfallecer, el instante exacto en que la marcó sin pensarlo siendo empujado por sus instintos más básicos.

Su respiración se volvió pesada provocando que se mordiera el labio y allí, en medio del torbellino apareció el contraste más devastador, su lado racional sabía que Stelle debía estar hundida en la confusión tal vez en la culpa, quizá odiándolo, pero su alfa interior... ...su alfa celebraba.

Se sintió miserable al reconocerlo pero era verdad, la parte más primitiva de sí mismo estaba feliz, orgulloso... ...ella era suya, su marca ardía en la piel de Stelle como un recordatorio para el mundo entero, nadie podría quitársela, nadie podría tocarla, nadie podría disputarla, era suya por completo. Esa certeza lo llenaba de una satisfacción oscura, imposible de negar.

Su cuerpo lo delataba, el dolor punzante en su entrepierna lo mantenía consciente de ese deseo latente, irguiéndose como prueba tangible de lo que su instinto celebraba, apretó los dientes con rabia contra sí mismo, odiándose por la contradicción; el hombre que debía protegerla se debatía contra el alfa que se regodeaba por haberla reclamado.

—Soy un desgraciado... —susurró, casi con asco, dejando caer el rostro en sus manos.

El teléfono irrumpió, arrancándolo de su espiral.

—Señor Jing Yuan, la reunión comenzará en cinco minutos —la voz templada de su secretaria lo sacudió de golpe.

Él respiró profundo, obligando su tono a sonar impecable.

—Entiendo, gracias.

Colgó, dejando caer su mano sobre su escritorio por fuerza parecía calmado pero por dentro era un completo desastre. 

Más allá de la culpa, más allá de la vergüenza, lo que ardía en él era el deseo, un deseo envenenado por la contradicción. Su razón le gritaba que debía pensar en cómo ayudarla, en cómo remediar el daño causado pero su alfa asomaba su fea cabeza satisfecho sabiendo que la había echo suya. En ese choque brutal entendió lo que no quería aceptar, lo que había pasado no podía deshacerse y lo que es peor era que una parte de él no quería que se deshiciera.

 

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No quería pensarlo demasiado, no se atrevía, así que se aferró a lo único que tenía al alcance, la rutina.

Comenzó a limpiar recogió las sábanas arrugadas, manchadas de sudor y algo más que no quería catalogar, cada vez que la tela le rozaba los dedos, recuerdos difusos asomaban, gemidos ahogados, un peso cálido sobre su cuerpo, labios quemándole la piel, sacudió la cabeza furiosa consigo misma y siguió trabajando.

Puso las almohadas en el suelo, limpió la mesa donde los dos habían dejado rastros de su descontrol, el olor persistía impregnado en el aire y aunque abrió las ventanas de par en par sentía que no se iba.

En algún punto con la escoba en mano se detuvo, los fragmentos regresaron, su voz llamando a Jing Yuan, su propio jadeo desesperado, su propio cuerpo sujetándola como si fuera a quebrarse. Apretó su entrepierna y se le escapó un gemido bajo tan inesperado que la asustó, la escoba cayó con un golpe seco al suelo.

Se cubrió la boca con las manos y se dejó caer de rodillas temblando, no recordaba con claridad cada detalle pero sí las sensaciones, el deseo, dolor, intensidad, algo que la había consumido y ahora la dejaba vacía. El sentimiento de suciedad volvió como un latigazo, se puso de pie de golpe y fue directo al baño, el agua caliente la envolvió y se talló la piel con fuerza, una y otra vez, hasta que quedó enrojecida. Sentía que si lograba arrancar la capa más superficial de sí misma, tal vez también borraría las huellas de lo que habían hecho pero no; cuanto más se tallaba, más viva se hacía la memoria de su cuerpo temblando debajo él, de su cuello ardiendo en un punto específico.

Cuando por fin salió del baño, exhausta, se vistió sin mirarse al espejo, se sintió peor que antes, frustrada, impotente, atrapada en algo que no podía deshacer. No se permitió derrumbarse otra vez, en lugar de eso, se obligó a seguir limpiando, lustró la mesa hasta que brilló, cambió las sábanas, ventiló cada rincón, cocinó sin hambre solo por llenar el silencio con el sonido de ollas y cuchillos, quería recuperar una normalidad que sabía que se había perdido pero la simuló de todos modos.

Cuando por fin terminó, la casa estaba impecable en cambio ella se sentía deshecha. Se dejó caer en el sofá, con las manos enrojecidas por el agua y el jabón, miró alrededor todo estaba limpio en orden, todo menos ella.

 

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El atardecer teñía el cielo de tonos cálidos, cuando Jing Yuan llegó a casa lo primero que notó fue el silencio, la casa estaba impecable todo en orden, todo limpio, demasiado limpio, el contraste con la imagen que había dejado esa mañana lo sacudió; no era una limpieza cualquiera, era la de alguien que intentaba borrar algo.

Su corazón dio un salto, llamó a Stelle varias veces, recorrió cada habitación con pasos apresurados... nada, el miedo se apoderó de él, por un instante pensó que se había marchado.

Finalmente la encontró en el patio trasero de pie frente a un pequeño macizo de flores con la mirada perdida entre los pétalos, por un instante, la escena lo sorprendió, la luz dorada bañaba su figura, y por un fugaz momento todo parecía etéreo, como si ella fuera parte de ese cuadro. Sintió alivio, incluso un extraño calor en el pecho.

Pero al acercarse, su mirada descendió, lo que vio le heló la sangre, sus manos estaban casi al rojo vivo, enrojecidas hasta el límite y no solo eso, en los brazos, en las zonas que dejaba entrever la ropa, había marcas visibles, heridas frescas donde él la había poseído.

El alivio se quebró en un segundo, fue reemplazado por un destello de furia consigo mismo, una punzada de dolor y luego un remordimiento que le nubló los pensamientos.

Sus feromonas se agitaron en un vaivén violento, Stelle lo percibió al instante, se giró lentamente sus ojos se clavaron en él con tristeza y pese a su evidente fragilidad, intentó hablar como si nada pasara.

—No... no pongas esa mirada, estoy bien.

Las palabras fueron un intento de rechazo, pero su omega la traicionó, la corriente de preocupación hacia su alfa era innegable, palpable en el aire, Jing Yuan lo sintió tan claro como el pulso de su propia sangre.

Él dudó, ¿Acercarse? ¿Decir algo?, No. Se dio media vuelta, regresó a la casa y reapareció con un botiquín en mano, avanzó hacia ella, extendiéndole la caja.

—Cúrate.

Stelle frunció el ceño y negó con la cabeza, rechazando el gesto.

—No hace falta.

Al escuchar sus palabras los ojos de Jing Yuan se afilaron, su voz salió grave, cargada de molestia y de un dejo de súplica.

—No permitiré que esas heridas... tus heridas se infecten, así que perdóname por lo que estoy por hacer.

Sin darle oportunidad de escapar con firmeza  agarro una de sus manos cuidando de no tocar las zonas sensibles y procedió a curarla. El contacto fue un estremecimiento en la piel enrojecida contra el medicamento frío. 

Ella quiso apartarse, pero él no cedió, algo incomoda le permitió continuar, no porque aceptara el gesto de buena gana, sino porque algo en su interior se lo impedía. Era su omega, satisfecho en silencio al ser atendido por su alfa, como si esa parte de ella —más instintiva y visceral— estuviera recibiendo lo que tanto había esperado.

Stelle se dio cuenta de aquello y reaccionó de inmediato, retirando la mano con brusquedad, justo cuando Jing Yuan había terminado de vendar ambas. Su mirada se endureció, casi como si quisiera borrar esa chispa de complacencia que la había sorprendido, Jing Yuan la miró con reproche pero entendió que solo le permitiría hasta ahí.

Con calma, dejó a un lado las manos y señaló las marcas en los brazos.

—Faltan más.

Ella negó con la cabeza, apartándose.

—Con eso basta.

Jing Yuan apretó los labios, reprimiendo la molestia que lo atravesaba, no iba a presionarla más, aunque lo corroía la idea de dejar sus heridas sin tratar.

Tomó aire y entonces rompió el silencio.

—Bailu regresó, le expliqué lo básico de la situación y agendé una cita esta misma tarde, quiero que vayamos... ...es necesario que vayamos...

Stelle bajó la mirada, estaba frustrada, agotada, con el corazón hecho un lío pero sabía que no podía enfrentar todo sola, tragó saliva y asintió apenas.

—Está bien.

Jing Yuan sostuvo ese leve gesto como si fuera la rendija más valiosa que ella le concedía.

Chapter 8: Ataduras

Notes:

Hice varios borradores por qué no me convencía el rumbo que iba tomando la trama así que la publicación de los capítulos será más disperso. Quizás una o dos veces por semana, veré.

Chapter Text

La consulta de Bailu estaba bañada por una luz tenue y tranquila, pero el ambiente estaba cargado de una tensión que podía cortarse de un golpe. Jing Yuan se mantuvo serio; Stelle, en cambio, tenía la mirada baja, con las manos vendadas sobre el regazo.

Bailu no tardó en notar la incomodidad entre ambos. 

—Bien... veo que hay mucho que contarme —dijo con un tono neutro, aunque sus ojos brillaban de curiosidad y reproche a partes iguales.

Sus ojos se dirigieron a Stelle.

—Y más tarde trataré esas heridas apropiadamente.

Stelle bajó aún más la mirada como queriendo esconderse, Jing Yuan se percató de su incomodidad, así que fue el primero en hablar, relató lo ocurrido con calma, omitiendo lo íntimo, contando solo los hechos importantes, Bailu escuchaba con atención, hasta que notó cómo los ojos de Stelle se desviaban, como si un recuerdo la atravesara.

—¿Acaso recuerdas algo, Stelle? —preguntó Bailu, suave pero inquisitiva.

Stelle dudó. —Anoche... ...quizás vi... ...algo, era como un hilo dorado que salía de mí y... se unía con él —. Giró apenas la cabeza hacia Jing Yuan.

El silencio cayó pesado. Bailu la observó como si acabara de escuchar algo importante.
—¿Un hilo dorado? Eso nunca lo había visto —. Se llevó la mano a la barba, reflexiva. —Quizás sea eso... ...

—¿Eso? —repitió Stelle, confundida.

Los ojos de Bailu se desviaron hacia Jing Yuan, con un reproche silencioso en la mirada, como si le dijera "¿acaso no le has contado?", luego respiró hondo y volvió a enfocarse en Stelle.

—Escucha, hay algo que encontramos hace tiempo en viejos registros, un cuarto subgénero. Una rama perdida que nadie había visto desde hace varios siglos que se creía inexistente hasta ti, todo apunta a que tú perteneces a esa rama —pausó un momento, midiendo sus palabras.

—Ese hilo que viste no fue una ilusión fue real 

 Como si masticara la idea, caminó hacia un mueble lateral y sacó una libreta, la abrió sobre la mesa y comenzó a hojear con rapidez, murmurando para sí hasta que señaló una parte del texto.

—Aquí, mira Stelle. —empujó la libreta hacia ella, dejando que leyera—. Lo que viste es un vínculo, si el vínculo no se completaba en tu primer celo morirías, antes pensábamos que era permanente... pero no —levantó la vista hacia ella—. Es como un contrato de matrimonio, puede romperse si ambos lo desean, no es como la transición de Beta a Omega que es permanente, el vínculo puede romperse.

Bailu le tomó las manos con delicadeza.

—Lo siento, sé que debimos consultarlo primero antes de hacer esto pero era tu vida la que estaba en riesgo, afortunadamente el vínculo es reversible...

Stelle abrió los ojos sorprendida, un suspiro de alivio escapándole sin darse cuenta.

Pero ese alivio duró poco, intervino Jing Yuan, con un tono incómodo y grave.

—Eso ya no será posible.

Bailu giró hacia él, arqueando una ceja. 

—¿Y por qué no?

Él mantuvo la mirada, sin apartarla. 

—Bueno, verás... yo... la marqué

El silencio se hizo pesado, como si hasta el aire se negara a moverse, los ojos de Bailu se abrieron de par en par, incrédulos, dio un paso hacia él, aún con la libreta en mano.

—Tú que... acaso, ¿Sabes lo que hiciste? —su voz vibraba contenida, más furia que sorpresa—. ¿Sabes lo que le acabas de hacer?

Por un instante pareció que iba a alzar la voz, pero respiró hondo, cerrando los ojos para recuperar el control, luego, suspiró con fuerza y ​​dejó la libreta sobre la mesa.

—Sal —le dijo con un tono firme, mirándolo directamente—. Necesito hablar con Stelle a solas.

Jing Yuan permaneció un momento en silencio, como si quisiera protestar pero al final

salió del consultorio, cerrando la puerta tras de sí.

Bailu se volvió hacia Stelle con una expresión seria. —Necesito que te quites la ropa —le habló con un tono profesional—. Tranquila aquí solo estamos tú y yo, puedes confiar en mí.

Stelle dudó un instante pero obedeció, se despojó de sus prendas con lentitud y cuando su piel quedó al descubierto.

Bailu tenía una mirada de sorpresa y consternación, su respiración se erizó al recorrer con la mirada el cuerpo de Stelle, marcas moradas en el cuello y los hombros, arañazos enrojecidos en la espalda y los muslos, zonas de piel irritada como si hubieran sido rozadas hasta arder, incluso pequeños puntos donde la piel había llegado a sangrar.

—¡Maldito sea! —escapó de sus labios, en un murmullo cargado de furia—. ¿Ese hombre no tiene sentido de la descendencia? Debería aprender a controlarse, no comportarse como un animal salvaje en celo...

Stelle la miró, incómoda, pero lejos de ofenderse, soltó una pequeña risa. —Bueno... técnicamente yo estaba en celo —murmuró, como si la excusa no la convenciera del todo.

Bailu la observó sorprendida por su respuesta y ambos terminaron compartiendo una leve risa que alivió un poco la tensión

—¿Tu familia no trabaja para Jing Yuan? —preguntó Stelle, arqueando una ceja, con una chispa de picardía—. ¿No tienes miedo de que te despidan por insultar a tu jefe?

—El paciente es mi prioridad número uno —respondió Bailu con convicción, mientras preparaba ungüentos y gasas—. Siempre lo será.

Con movimientos cuidadosos, comenzó a curar las heridas una por una; sus manos eran firmes pero gentiles; desinfectaba, colocaba pomadas, vendaba las zonas más delicadas. Mientras trabajaba, le daba indicaciones sobre lo que debía evitar, cómo debía cuidar las heridas, la importancia de mantener reposo.

Pasaron unos minutos antes de que Bailu llamara a Jing Yuan para que entrara de nuevo. Cuando lo hizo, su mirada hacia él ya no era la misma; había juicio en sus ojos, una mezcla de reproche y desconfianza, aunque mantenía el profesionalismo

—Como doctora no me meteré en su vida personal —anunció, cruzando los brazos—. Eso lo resolverán ustedes pero sí debo advertirles, Stelle debe permanecer en reposo, la actividad que realizó fue demasiado y sus heridas requieren tiempo para sanar.

—Y en dos semanas deberá hacerse una prueba de embarazo.

El aire se volvió denso, Stelle parpadeó, sorprendida, con la boca entreabierta, procesando lo que acababa de decir.

Jing Yuan quiso protestar, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta, en su mente, los recuerdos de esa noche regresaron como un martillo, lo habían hecho demasiadas veces como para que la posibilidad no fuera cero además de que en ningún momento usaron conservantes.

No le extrañaría que así fuera y si es así, que harían... ...él que haría.

 

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El silencio en el auto era tan denso que solo el murmullo del motor se atrevía a interrumpirlo. Stelle miraba por la ventana, perdida en sus propios pensamientos, mientras Jing Yuan mantenía ambas manos en el volante, con gesto contenido, como si cualquier palabra pudiera romper el frágil equilibrio que los rodeaba.

El timbre de su teléfono irrumpió en la tensión, con un ligero gesto, aceptó la llamada y activó el altavoz.

—Buenas tardes —una voz profesional sonó al otro lado— llamo del Centro de Compatibilidad, el motivo es para recordarles que su mes de prueba en pareja está por concluir, tienen tres días para recoger todas sus pertenencias, una vez finalizado el período deberán acudir al centro para devolver las llaves de acceso y realizar la entrevista final, ahí evaluaremos su experiencia, el nivel de Compatibilidad observado y si desean repetir el examen o no.

Hubo un breve silencio antes de que la voz continuara, aún más formal.

—Les agradecemos su participación, quedamos atentos a su visita.

La línea se cortó con un clic, dejando un silencio aún más incómodo que antes

Jing Yuan mantuvo la vista fija en la carretera, pero sus dedos se aferraron con más fuerza al volante; no necesitó mirar a Stelle para saber que la noticia había caído como un balde de agua helada. El mes de prueba, algo que habían olvidado por completo en medio del caos y que ahora se levantaba ante ellos como otra montaña.

Ninguno de los dos dijo nada; no había palabras que pudieran disimular la maraña de pensamientos, el vínculo, la marca, lo que significaba todo aquello... y ahora la obligación de presentarse en el centro para dar su versión de una historia que ellos mismos aún no terminaban de entender.

El trayecto se volvió eterno, cada segundo marcado por el peso de lo no dicho; cuando finalmente llegaron a la casa, Stelle rompió el silencio con voz cansada.

—Tengo... ...tengo cosas en que pensar, me iré primero.

No esperó respuesta; se fue a la habitación con pasos ligeros, pero la rigidez en su espalda dejaba claro lo alterada que estaba

Jing Yuan la siguió con la mirada hasta que desapareció al cerrar la puerta, una exhalación lenta escapó de sus labios, parte de él quería detenerla, enfrentarse de una vez lo que había sucedido pero Stelle estaba agotada, confundida, ella necesitaba ese tiempo.

Se dejó caer en el sofá del salón, hundiendo el rostro entre las manos, sabía que debía reflexionar, planear qué hacer con ese informe en el centro, pero por ahora, lo único que podía concederle a ella era un poco de paz.

—Mañana hablaremos —murmuró para sí mismo, como si la promesa pudiera darle fuerzas—. Mañana, cuando todo esté más tranquilo.

Por primera vez en mucho tiempo, Jing Yuan no quería pensar, solo quería que Stelle pudiera descansar aunque él mismo se sintiera un campo de batalla por dentro.

 

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Stelle abrió los ojos con la sensación de haber soñado algo demasiado intenso, casi imposible; por un instante, quiso convencerse de que lo de ayer no había ocurrido, que todo era un desvarío nacido del estrés.

Pero bastó un movimiento de su cuerpo para sentir la evidencia en los músculos, en cada rincón, todo había sido real

Se quedó tendida, mirando el techo con pensamientos que se enredaban entre sí, ¿Qué era Jing Yuan para ella ahora? ¿Un salvador? Sí, le había salvado la vida en el instante en el que pudo perderla, ¿Un carcelero? También, la había atado a un destino que nunca pidió, a una pareja que no eligió y entre gratitud y resentimiento, no lograba discernir si lo odiaba, si lo quería... o si simplemente no sentía nada.

Al voltear la cabeza, vio que el lado de la cama de él estaba intacto, la sábana doblada con una prolijidad que confirmaba lo evidente, no había dormido con ella, un nudo le apretaba el pecho, ¿Tristeza? ¿Decepción? Apenas lo reconoció, sacudió la cabeza con brusquedad, no debía sentirse así, no por alguien que la había forzado a esto.

Suspiró y se incorporó, cuando salió de la habitación, lo encontró en la cocina, Jing Yuan, que siempre se levantaba tarde, estaba ya de pie preparando el desayuno, el contraste la desconcertó

—Si tienes hambre —dijo él sin apartar la vista de la sartén—, siéntate, ya termina tu porción.

Ella aceptó, pero primero fue al baño a lavarse el rostro, intentando despejar la maraña de pensamientos y cuando regresó, él la esperaba ya sentado a la mesa, se acomodó frente a él y por un instante, solo se escuchó el ruido de los cubiertos.

Entonces Jing Yuan habló.

—Perdóname —su voz fue baja, contenida—. Por todo lo que hice... lo que provoqué, fue algo que se me escapó de las manos, si pudiera volver atrás, no lo haría pero... ...ya sucedió y ahora debo lidiar con las consecuencias.

Stelle dejó el cubierto a un lado, sorprendida por la sinceridad de la disculpa

—La verdad es que no sé qué hacer —confesó—. Al principio solo quería que terminara el mes y cada uno siguiera su camino, si el centro pedía repetir el examen, pensaba negarme, estoy en mi derecho, nunca estuve buscando pareja, quería enfocarme en mi carrera... y ahora... ahora todo es distinto.

Jing Yuan la escuchaba sin interrupción, con los puños apretados bajo la mesa, ocultando la rabia y culpa que lo carcomía. Había sido él quien le arrebató la libertad de decidir

—Antes pensaba que vivir contigo no era tan malo —continuó ella, con voz cansada—. Tenía prejuicios, sí, pero estaban cambiando, al menos ya no te veía como el típico alfa, estaba empezando a verte como un... amigo... quizás, cuando todo esto termine, aunque no fuéramos pareja, podríamos ser buenos amigos, amigos de copas o algo así.

Las palabras la dejaron con una media sonrisa amarga pero al otro lado de la mesa, Jing Yuan se sintió aún más miserable. Stelle hablaba de una vida que ya no existía, de un futuro que había quedado imposible por su culpa.

Quiso responder, decir algo, pero su voz no salió, bajó la mirada, incapaz de sostener los ojos de ella.

—Está bien —dijo Stelle, rompiendo el incómodo silencio—. Ya habrá alguna manera de resolver esto.

Ambos sabían que lo dicho era un consuelo vacío, lo hecho, hecho estaba.

Con un esfuerzo visible, Jing Yuan levantó la mirada.

—Me haré responsable de ti, aunque me odies, no importa, seguiré haciéndome responsable

Stelle lo miró, sorprendida por la firmeza de su declaración.

—Lo primero que haremos será ir al Centro —añadió él—. Contaremos nuestra experiencia de pareja... omitiremos lo necesario, les diremos que no se equivocó, que somos compatibles y así darán por terminado nuestro caso.

Ella respiró hondo y acordó.

—De acuerdo, al menos así no se alarga el papeleo, solo quiero volver a casa.

En ese acuerdo, ambos encontraron una pequeña paz, una media verdad para cerrar un ciclo que nunca quisieron abrir.

Chapter 9: Resquebrajado

Chapter Text

Stelle eligió una blusa de cuello alto, mangas largas que le cubrían hasta las manos el tejido, suave y ligero, era una coraza invisible, no quería que nadie notara las marcas en su piel, mucho menos la del cuello. En está sociedad donde los “beta” no podían vincularse, alguien como ella resultaría un caso imposible de justificar, la sola sospecha de una marca despertaría preguntas que no estaba dispuesta a responder.

Jing Yuan lo sabía, desde el momento en que salieron de casa, se mantuvo demasiado cerca de ella, atento, protector, cada mirada ajena que se posaba sobre Stelle parecía irritarlo y cada vez que alguien se acercaba más de lo necesario su cuerpo se tensaba como un muro de contención.

Stelle lo notaba y aunque una parte de sí —la más vulnerable, la que ya no podía negar del todo— se alegraba de ese cuidado, otra se decepcionaba, estaba convencida de que era su alfa quien reaccionaba así, no él mismo solo un instinto de protección, nada más o al menos eso quería creer.

El Centro los recibieron con profesionalidad, una sala blanca, impoluta, máquinas de diagnóstico zumbando en el fondo. Los sentaron frente a un panel de evaluación, formularios y preguntas de rutina, ¿cómo había sido la convivencia?, ¿qué dificultades encontraron?, ¿se sentían satisfechos con el emparejamiento?

Stelle respondía con cautela; Jing Yuan respondía con más naturalidad, el proceso incluyó una nueva comprobación en la máquina. Luces, pitidos y un zumbido prolongado confirmaron el resultado, la encargada miró la pantalla y su rostro se contrajo en una mueca de confusión, apenas un instante pero suficiente para que Stelle pudiera notarlo; un nudo se formó en su estómago, ¿Lo descubrieron? ¿Mi condición? pensó, el pulso acelerándosele.
Jing Yuan captó el cambio en su expresión y se inclinó ligeramente hacia la mujer.

—¿Sucede algo? —preguntó con calma, pero con un filo de curiosidad que no admitía evasivas.

La encargada parpadeó, recomponiéndose al instante, su sonrisa profesional regresó impecable.
—No es nada —dijo, enderezando la espalda—. Los resultados son los esperados, muchas felicidades acaban de encontrar a su pareja ideal, les deseamos un futuro feliz.

Agradecieron con cortesía y se dirigieron a la salida mientras la puerta se cerraba tras ellos, la pantalla quedó encendida un segundo más, iluminando la habitación vacía.

Jing Yuan / Alfa
Stelle / Omega
Nivel de compatibilidad: 99%

Al salir, alguien se acercó a Stelle.
—¿Stelle? ¿Eres tú? —una voz familiar, un compañero de la universidad, extendió la mano para saludarla del hombro.

El gesto no llegó a concretarse, Jing Yuan reaccionó antes, un manotazo seco apartó la mano del joven, acompañado de un gruñido que heló el aire.

Stelle se quedó inmóvil, Jing Yuan también parecía aturdido por su propia reacción como si no la hubiera planeado.
—Disculpa —dijo enseguida, con voz grave—. No me gusta que se acerquen a mi pareja.

El otro retrocedió, nervioso, y asintió rápido.
—No lo sabía... perdón, solo quería saludarla.

Stelle forzó una sonrisa, pero por dentro un frío le recorrió la espalda había sido reconocida y si alguien de la universidad ya los había visto juntos, los rumores no tardarían en llegar, justo lo que temía.

Jing Yuan captó su incomodidad y se inclinó hacia ella.
—Vámonos.

No hubo discusión, se despidieron rápido y caminaron hacia el auto.

En el trayecto de regreso, el silencio se quebró, Stelle comenzó a respirar de manera entrecortada, sus manos temblaban, el pánico la tomó por sorpresa, cerrándole la garganta.

—Stelle... —la llamó Jing Yuan, preocupado, intentando calmarla con palabras—. Respira, estás bien.

Pero no funcionaba, así que, sin pensarlo demasiado, la rodeó con sus brazos y dejó escapar un leve rastro de feromonas, su aroma llenó el espacio estrecho del auto, envolviendo a Stelle, poco a poco su respiración se fue normalizando.

Con la frente apoyada en su hombro, ella susurró.
—Tu aroma... ...es como los árboles de ginkgo... gracias.

Rápidamente reaccionó y se apartó de golpe, sus mejillas tenían un matiz distinto, casi avergonzado.

—Será mejor que me vaya... nos vemos en dos semanas —dijo, con voz más firme.

Jing Yuan quiso insistir en acompañarla, en asegurarse de que llegara bien.
—Puedo llevarte.

Ella negó con la cabeza.
—Prefiero ir sola.

Él no presionó más, se limitó a observar cómo bajaba del auto y, entre la multitud, su figura se fue perdiendo, gradualmente, una tristeza profunda le oprimió el pecho, lo dejó clavado en el asiento, incapaz de apartar la vista hasta que ya no quedó rastro de ella.

 

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El amanecer se filtraba entre nubes grises, un resplandor pálido que no calentaba, Stelle caminaba con paso lento, el eco de sus botas resonando en la calle vacía. No había mirado atrás al abandonar la casa del Centro, había empacado todo sin pensarlo demasiado como si moverse fuera la única forma de no colapsar, dejando atrás todo, los días de un acuerdo que pesaban como grilletes invisibles, el periodo de prueba del Centro de Compatibilidad estaba por terminar y aun así, cada paso que la alejaba de él abría un hueco en su pecho, un vacío que no podía nombrar. El viento otoñal le rozó el rostro, cortante, pero ella apenas lo sintió, solo quedaba la sensación punzante del cansancio, un peso que ni el aire podía disipar.

El campus la recibió con su ruido habitual, risas, pasos, conversaciones, todo sonaba lejano, como si perteneciera a otro mundo, antes, ese bullicio le resultaba reconfortante, ahora, la envolvía como un recordatorio de que ya no encajaba del todo. Caminó sin levantar la vista, hasta que una voz, aguda y cargada de burla, rompió el murmullo general.

—¿Es ella, verdad? La beta que se consiguió un magnate en el Centro.

Las palabras la golpearon como un puñetazo, Stelle giró la cabeza, el corazón acelerándose y vio a dos omegas mirándola con sonrisas venenosas. 

—Dicen que ni siquiera era compatible —añadio una, su tono goteando desprecio envuelto en falsa lástima. —Se las arregló para atraparlo qué suerte la de algunas betas.

El aire se le atoró en la garganta, ¿Ya se había propagado el rumor? no entendía cómo lo sabían, esto no debía saberse, sus manos temblaron sintió el impulso de mirar alrededor pero se obligó a acelerar el paso, los murmullos persiguiéndola como sombras. No mires atrás, no les des el gusto, aun así, cada palabra quedaba suspendida en el aire, rozándole la piel, recordándole que no importaba lo que fuera ahora, para ellos, siempre sería menos.

Intentó refugiarse en la monotonía de la clase, el profesor hablaba de ecuaciones, pero las palabras se desvanecían sin forma ni sentido ahogadas por el eco de las omegas.

“La beta que tuvo suerte...” 

El bolígrafo temblaba entre sus dedos, garabateando líneas torcidas sobre el cuaderno, todo era ruido, un eco lejano del que no podía escapar con el pecho apretado, como si el aire no llegara.

En la cafetería fue su siguiente refugio, se sentó junto a la ventana, buscando silencio, aire, apenas tocó su bandeja cuando una voz la interrumpió.

Una omega de cabello perfectamente alineado se acercó, bandeja en mano, sonrisa afilada.
—Dicen por ahí que te emparejaron con un alfa importante, qué lujo, ¿no? Tener la vida resuelta.

Stelle apretó la mandíbula, el pulso le retumbaba en los oídos. 
—No sé de qué hablas —dijo finalmente con la voz tensa, el sudor frío bajaba por su nuca. 

Rio acercándose un poco más.
—Oh, vamos —insistió la omega, inclinándose más cerca, su perfume sofocándola. —Todos saben que fuiste al Centro, no es algo que una beta pueda esconder.

Antes de que Stelle pudiera alejarse una sombra más alta se interpuso, un alfa, su mirada cargada de despreció y arrogancia. 
—Así que tu eres la beta de la que todos hablan? —su sonrisa era una mueca—. Dime, ¿Qué trucos sucios usaste?, después de todo sigues siendo una beta inútil, debiste ser buena en algo para atrapar a ese pez gordo, aunque todos sabemos que los betas no sirven para mucho, ni para consebir ni para durar, solo sirves para que te usen un rato... si es que puedes abrir las piernas decentemente.

Las risas estallaron, crueles y las miradas de los demás se clavaron en ella como dagas, la cafetería entera pareció encogerse, Stelle se quedó inmóvil sintió el mundo desmoronarse, el ruido transformándose en un zumbido ensordecedor. El aire se le cortaba en la garganta sin poder respirar el pecho se oprimía, las manos temblando tanto que dejó caer el tenedor. Sus ojos ardían, pero se negó a dejar salir las lágrimas, no les des eso. 

Se levantó lentamente, cada movimiento era una lucha contra el pánico que la engullía.
—No hay nada más inútil que medir a alguien por lo que puede dar —dijo, su voz fría y cortante, aunque por dentro se rompía. 

El silencio que siguió fue pesado, pero no esperó respuestas. Se levantó con esfuerzo y salió caminando rápidamente antes de que alguien pudiera reírse otra vez,  los murmullos persiguiéndola como un eco venenoso.

Afuera el aire era más frío, camino sin rumbo  los pasillos del campus se desvanecían a su alrededor como un borrón. Solo cuando estuvo sola, contra una pared se deslizó hasta el suelo, sus piernas temblando cedieron en el proceso.  
El pecho le dolía su cuerpo entero temblaba.

¿Por qué me pasa esto? pensó, las lágrimas cayendo silenciosas, incontenibles, cubrió su rostro con las manos, el llanto un escape silencioso, su soledad nunca se había sentido tan pesada como ahora.

 

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Los días comenzaron a diluirse, iguales entre sí, como páginas en blanco que no dejaban huella, desde que dejó la casa del Centro, Stelle había sentido que el aire tenía otro peso, no era libertad lo que respiraba, sino una ausencia, un vacío que crecía justo debajo del esternón. Lo ignoró al principio, pensando que el tiempo bastaría para volver a sentirse entera pero cada mañana era más difícil levantarse, más difícil sostener la mirada en el espejo sin sentir que algo dentro de ella se había quebrado sin remedio.

El campus la recibía con su ruido habitual, los pasos, las voces, los anuncios por los altavoces, todo parecía igual que antes y sin embargo, había algo distinto en el modo en que la miraban, una sonrisa apenas disimulada, un comentario susurrado cuando pasaban, la forma en que algunos se apartaban apenas un paso para dejarla pasar, como si el aire que la rodeaba fuera tóxico, era un tipo de crueldad tan fina que le parecia hasta enfermo.

Stelle aprendió a fingir que no lo notaba, miraba al frente, caminaba con pasos rígidos pero firmes aunque sabía que el ruido aún estaba ahí. El murmullo constante, a veces creía escucharlos incluso cuando nadie hablaba, era como si las palabras se hubieran quedado pegadas a su piel.

Intentaba concentrarse en las clases, el profesor hablaba, sus palabras llenaban la pizarra, los lápices raspaban el papel. Todo parecía normal pero ella sentía las miradas, eran como alfileres invisibles perforandola, midiendo cada uno de sus movimientos.

Cuando alzaba la vista, veía a algunos apartar los ojos, otros no se molestaban, una chica en particular, una omega, solía clavarle la mirada con una mezcla de desprecio y lástima, entonces estaba el otro detalle.
Todos la seguían llamando beta, “esa beta”, “la beta del Centro”, “la beta que atrapó a un alfa de alto rango”, al principio no le importó, acostumbrada a ese título que siempre había sido parte de su vida pero luego empezó a doler, de una manera extraña, sutil, porque sabía que ya no era verdad.

Su cuerpo había cambiado, lo sabía por el modo en que sus sentidos se afinaban por los aroma repentinos que la asaltaban sin aviso, por la sensibilidad que la hacía temblar con el simple roce de la ropa, ya no era beta, y sin embargo, todos la trataban como si lo fuera, como si ese cambio no existiera.

A veces, esa contradicción la hacía dudar de sí misma.
¿Y si todo había sido un error?
¿Y si Bailu se había equivocado?
¿Y si Jing Yuan solo había fingido para tranquilizarla?

Esa idea era absurda, lo sabía pero cuando pasaba horas enteras sin hablar con nadie, sin escuchar su propio nombre más que en murmullos ajenos, la línea entre lo cierto y lo imaginado se volvía difusa y cuando intentaba dormir, su mente la traicionaba.
Volvía a él, a su voz a su olor, a esa extraña seguridad que sentía cuando estaba cerca, incluso en los momentos más tensos.

No quería pensar en él, pero su cuerpo lo recordaba, en ocasiones despertaba en mitad de la noche con el pecho agitado y las sábanas frías de sudor, el eco de su nombre flotaba en la oscuridad, aunque no lo pronunciara.
Los días pasaron con la lentitud de la desesperanza, en la universidad, los betas aunque pocos fueron los únicos que no la miraban con desprecio. Algunos, incluso, le ofrecían pequeñas muestras de empatía, una sonrisa tímida, un asiento libre junto a ellos, una mirada de apoyo que no necesitaba palabras, Stelle lo agradecía en silencio, pero sabía que no podían hacer más, ellos también eran blancos fáciles.

Con el paso de los días, el cuerpo de Stelle comenzó a ceder, el apetito desapareció, el sueño se volvió un lujo, se sentía más débil como si el aire le robara el peso. El espejo empezó a devolverle un rostro pálido, con ojeras marcadas y labios resecos.
Dé vez en cuando mientras se lavaba las manos, creía ver su reflejo moverse un segundo después, como si no le perteneciera del todo.

Y sin embargo, seguía fingiendo que todo estaba bien, sonreía en clase, tomaba notas, respondía cuando la llamaban, era una sombra con la forma de su antiguo yo.

Cuando se acercó la fecha que Bailu había marcado, esas dos semanas exactas, Stelle no pudo evitar contar los días en silencio. Sabía que si ese día llegaba inevitablemente vería a Jing Yuan pero no podía, aún no, porque si el resultado era positivo, significaba que una parte de él seguía con ella y si era negativo significaba que no quedaba nada, ambas opciones le daban miedo.

Esa mañana Stelle se vistió sin pensar, los movimientos mecánicos, los pensamientos suspendidos, bajó las escaleras del edificio, y cuando cruzó el patio principal, sintió de nuevo esas miradas sobre ella, sabía que se estaba volviendo paranoica nadie en su vecindario sabía sobre su situación y aquí estaba ella como una loca imaginando cosas de nuevo.

Cerró los ojos y siguió caminando, el aire olía a lluvia y por un instante, creyó sentir un leve aroma en particular flotando en el viento, inconfundible, tan familiar que el corazón le dio un vuelco.

Volteó, no había nadie, solo el viento, moviendo las hojas, su respiración se volvió irregular, sintió una punzada en el pecho, pensó en correr, pero las piernas no respondieron, el cuerpo le pesaba demasiado, no es real, se repitió varias veces en su cabeza mientras apretaba los dientes.

Notes:

La siguiente parte la subiré más tarde aún tengo que pulirla pero esa la publicó hoy, no me gusta dejar a nadie con la intriga de lo que sigue, ya que cuando estoy en el lugar del lector es como, si a uno lo dejan en una escena intrigante es como; y luego que... Y LUEGO QUE SIGUE (ᗒᗣᗕ)՞.... o(TヘTo)