Chapter 1: El avión
Summary:
Donde conoces la historia de Eva, que también va a ser tu historia.
Chapter Text
27 de agosto de 2024.
Te despertás en el avión. Chequeás en la pantalla adelante tuyo cuánto falta para llegar. Dos horas y media. Posás las manos en los apoyabrazos y mirás por la ventana, esperando volver a dormirte. Ya no sabés cómo acomodarte en el asiento. No es la primera vez que volás, pero igual estás muy nerviosa. Saliste de Buenos Aires con destino a Monza hace ya 16 horas, las más largas de tu vida. En Italia te espera un nuevo capítulo, el que siempre deseaste: viajar por el mundo viendo el deporte que te apasiona desde chica.
El trabajo como periodista de oficina te estaba sofocando, escribiendo notas sobre F1 para el portal de ESPN con información que te pasaban colegas que estaban en el lugar o que robabas de otros portales de noticias. Lo único que te motivaba a seguir trabajando era cuando llegaba el fin de semana y te mandaban a cubrir las carreras de TC2000 para las redes de ESPN. Con un celular y un micrófono sacabas agua de las piedras. Los lunes, cuando volvías a la oficina, todos te felicitaban por tu gran desempeño como notera.
Hace dos semanas, tu jefe te llamó a su despacho y te preguntó si estabas interesada en la nueva vacante de notera para la transmisión de F1 del canal. Con la llegada de Franco Colapinto a la categoría, el canal quería mostrar a alguien joven en pantalla para atraer audiencias más juveniles al deporte. Requisito fundamental: viajar, mucho. El resto de tus compañeros disponibles —casados, con hijos— no podían darse ese lujo. Con 27 años recién cumplidos, siempre estuviste en el grupo de las más jóvenes del canal. Simpática, social, pero también responsable y seria: por eso te lo ofrecieron a vos. Dijiste que sí sin dudarlo. Le diste la mano a tu jefe, que te felicitó por tu nuevo rol, y después fuiste disimuladamente a llorar de felicidad al baño. Al primero que llamaste para contarle fue a tu papá.
Una turbulencia te vuelve a despertar; el avión se está preparando para descender en Monza. La mujer mayor sentada al lado tuyo nota que estás agitada. Apoya su mano sobre la tuya y te dice:
—Tranquila, nena, va a estar todo bien.
Le sonreís agradeciéndole el gesto, cerrás los ojos y respirás hondo. Tu mente se acuerda de Jaime. No querés pensar en eso mientras el avión aterriza, pero estás yendo a Italia, donde fue el accidente. Decidís hablar con la señora para distraerte.
—¿Qué va a hacer a Monza, señora? ¿Va de vacaciones?
La señora te mira y se ríe.
—No, nena, voy a ver los autitos —levanta el dedo índice y lo hace girar en el aire.
Volvés a sonreírle y asentís con la cabeza. Charlan un rato sobre el deporte. Ella, muy alonsista. Vos decidís no decirle por quién hinchás ya que sos periodista y tenés que ser imparcial, pero asegurás que Verstappen va a conseguir su cuarto título. Ella niega con la cabeza.
—Si gana el cuarto, queda a uno del más grande de todos los tiempos. ¿Sabés quién te digo, nena, no? ¡Juan Manuel Fangio!
Quedás tiesa. Ella no sabe quién sos; no tiene por qué saberlo. Siempre fuiste perfil bajo. Pero la mención de tu abuelo siempre te pone la piel de gallina por todo lo que significó en tu crianza. No llegaste a conocerlo —murió dos años antes de que vos nacieras—, pero siempre lo tenés presente. Cuando eras chica, tu papá, que corría en el TC, te contaba todas las anécdotas que sabía de él mientras viajaban por la ruta hacia sus carreras. Así creciste: entre mecánicos en los boxes del Gálvez, con olor a nafta, manchas de aceite en toda tu ropa y una pasión enorme por los autos.
El avión finalmente aterriza. Llegó el momento. Todo se vuelve realidad. Un sentimiento de responsabilidad muy grande se apodera de vos mientras esperás para desabordar:
“Es F1. Es Monza. Por mi familia, no puedo fallar”, pensás.
Chapter 2: La credencial
Summary:
Donde aparece Él y Albert es un tipazo.
Chapter Text
En un día de 37 grados a la sombra, llegás al paddock por primera vez como periodista. Ya desde afuera podés sentir el olor a goma quemada, el ruido del pit wall, los mecánicos corriendo. Es como el Gálvez, pero multiplicado por mil. Respirás hondo, en control de la situación: estás preparada para este momento.
Antes de entrar, alguien de la organización te pide que muestres tu QR y te entrega tu credencial de prensa. Te la colgás en el pecho y caminás hacia los molinetes de acceso. Al apoyar la credencial, la pantalla muestra los datos que figuran en la parte de atrás: “Eva Ruiz Fangio. Prensa – ESPN Zona América del Sur”. Mirás alrededor. Dos colegas de Sky Sports te observan con demasiada atención. No querés que tu apellido te genere problemas. Una vez adentro, decidís guardar la acredencial en la mochila para evitar que alguien más la vea.
Apenas cruzás la entrada, ves a los fotógrafos esperando que aparezcan pilotos o figuras relevantes. Volvés a pensar en Jaime: te preguntás si alguno lo conoció, si trabajaron con él. Ya pasaron dos años; no lo van a recordar. Seguís caminando y te acordas de cuando viniste por primera vez a un GP. Jaime, con muchos años de experiencia como fotógrafo independiente en la F1, te invitó a acompañarlo a São Paulo en 2021. Tu papá nunca quiso llevarte para mantener el perfil bajo de la familia.
Suspirás, cerrás los puños y te secás una gota de sudor de la frente. No sabés si estás transpirando por el calor o por el agobio. “No hoy. No acá” pensas. Decidís cortar el pensamiento de raíz. Tenés que concentrarte en tu trabajo.
En el box de ESPN conocés a Mora, quien va a ayudarte como productora para la transmisión. Su trabajo, entre otras cosas, es hablar con los jefes de prensa de los pilotos para coordinar entrevistas. Te alegra ver a otra chica joven en el equipo. Te presenta luego a Juan Pablo, el camarógrafo: un hombre con más años de automovilismo que vos de vida.
—Albert está atrasado en una reunión de DAZN. Es lo que tiene tener dos trabajos —te comenta Mora.
Sonreís. Albert Fàbrega es tu ídolo desde que sos chica. Estás ansiosa por aprender todo lo que puedas de él.
Albert entra al box con un café en la mano, haciendo equilibrio para que no se le vuelque.
—Está jodidamente caliente —dice con su característico acento español mientras deja el vaso en una mesa.
—Albert, llegó Eva Fangio —avisa Mora.
Sentís cómo el apellido cae en el aire. Te ponés tensa.
—Ruiz Fangio. Ruiz —decís en voz baja.
Albert lo escucha y entiende al instante tu incomodidad, así que decide hacerse el distraído. Sonríe como si nada y te da la mano.
—Vale, tú eres la nueva. Bienvenida al quinto infierno —bromea, abanicándose la cara.
—Muchas gracias, es verdad que hace mucho calor —respondés.
—Has hecho bien en traer ropa clara. No como este idiota que solo tiene esta camisa negra —se queja riendo.
Te parece amable, humilde, un poco despelotado, pero muy simpático. Eso te relaja.
Después de las presentaciones, Albert te invita a caminar por el paddock.
Pasan frente a los hospitality de Mercedes, Red Bull y Ferrari. Mientras avanzan, hacés un esfuerzo enorme para no ponerte en modo fangirl y sacar doscientas fotos. No estás de turista: estás trabajando. Albert parece notar tu lucha interna.
—¿Quieres sacarte una foto frente al hospitality de McLaren? ¿O eres más de Alpine o Sauber? —te dice, entre divertido y comprensivo.
—Bueno, no sé… —Si sabías, te morías de ganas— Capaz sacame vos una foto, tipo casual, con tu celu.
Sin dudarlo, Albert saca su celular. Vos te ponés de espaldas a la entrada y te quedás tiesa.
—Anda, pero ponle voluntad. Posa o algo.
Das dos pasos hacia atrás y levantás una mano. Sin darte cuenta, chocás contra un guardaespaldas que caminaba acompañando a un piloto que salía del hospitality: Oscar Piastri. El guardaespaldas te sostiene con una sola mano, sin detener la marcha. Pedís disculpas y los ves alejarse apurados.
—Ala, esa va para LinkedIn —se ríe Albert.
Vos, todavía procesando lo que pasó, lo mirás sorprendida, como una nena después de mandarse una macana. Albert se acerca y te muestra las fotos. En una, se ve a Piastri caminando con cara seria, aparentemente sin registrar nada a su alrededor.
—Ese chico es hielo puro… pero es bueno —comenta Albert.
En ese momento, se acerca otro miembro de seguridad.
—Excuse me, miss, I need to see your pass. (Perdone señorita, necesito ver su credencial.)
Por dentro pensás: “Perfecto, Eva. Primer día y ya te van a echar del paddock por hacer papelones.” Buscás la acreditación en la mochila y se la mostrás. El hombre ve tu apellido, te mira fijo y, tras unos segundos de silencio, sonríe.
—Please keep it visible at all times. Thank you, Miss Fangio. (Por favor mantengala a la vista todo el tiempo. Gracias, señorita Fangio.)
Asentís mientras él se aleja. Albert se inclina hacia tu oído y murmura, amistoso:
—Ruiz Fangio.
Mientras caminan de regreso al box de ESPN, te prometés no volver a bajar la guardia y ser más profesional. No querés que nadie te trate distinto. No querés favoritismos. No te ganaste este trabajo por herencia, sino por esfuerzo. No viniste a hacer amigos ni a sacarte fotos con pilotos.
Viniste a trabajar. Punto.
Chapter 3: El media pen
Summary:
Donde Lance Stroll y los periodistas ingleses son unos soretes. Y Oscar te protege, o te tiene pena...
Chapter Text
El jueves y el viernes te los pasaste mirando cómo trabajaba el resto del equipo, aprendiendo a moverte en el paddock. Albert te tomó como su aprendiz, te metió bajo su ala y te apodó “Ruiz”, lo que te pareció perfecto. El resto del equipo también empezó a llamarte así. Vos te sentís segura y contenida. Agradecés haber aterrizado en un grupo humano tan cálido.
El viernes a la tarde, antes de dejar el paddock, Albert se acerca y te dice:
—Mañana te va a tocar… ¿cómo dicen ustedes? ¿Coger la pala?
Vos te reís y negás con la cabeza.
—No, agarrar la pala, Albert.
Él también se ríe.
—Como sea, mañana te quiero en el media pen haciendo las entrevistas tú. Voy a estar al lado tuyo supervisando todo, pero creo que ya estás lista. ¿Tú qué crees?
Asentís y le agradecés la confianza. Pasás toda la noche repasando resultados, pensando qué preguntas hacerle a cada piloto, sin saber todavía con quiénes te vas a cruzar.
El sábado, después de la qualy, vas al media pen por primera vez. Todavía no almorzaste y ya estás chivando a lo loco, por los nervios y por el calor. Dios, ¿cómo puede hacer tanto calor afuera? Desde la puerta ves el corralito de prensa, con los periodistas británicos de Sky Sports —los mismos que te cruzaste el primer día— entre otros. Apenas entrás, el frío del aire acondicionado te eriza la piel. Sacás tu blazer de la mochila y te lo ponés. Revisás tu acreditación y la colocás en el bolsillo trasero del pantalón, por las dudas: después del accidente del jueves preferís tenerla siempre a mano.
Albert está a tu derecha, comiendo una manzana como si nada. Mora a tu izquierda, ddándote indicaciones rápidas sobre la dinámica del lugar y revisando en su celular el orden de llegada de los pilotos.
—Vamos con Lance Stroll primero, Ruiz —dice.
Tu estómago se hunde. Stroll tiene fama de agreta y maleducado. Obvio que te iba a tocar debutar con él. Intentás ser optimista. Capaz es una mala fama, una exageración. (Spoilers: no lo es).
Cuando Lance Stroll aparece, lo hace con la cara de nene rico malcriado que lo caracteriza. Se acerca a la valla que separa a los periodistas de los pilotos con toda la mala onda del mundo. Ni te mira. Se queda parado frente a los micrófonos como si les estuviera haciendo un favor. Lo saludás educadamente y te quedás esperando que, al menos, asienta. Él te mira con los ojos entrecerrados y bosteza, como si lo estuvieras haciendo perder el tiempo. Intentás sonreír, ser profesional, amable. Los otros periodistas se corren y te dejan preguntar primero. Pensás que te están haciendo un favor, pero pronto te das cuenta de la realidad.
—Lance, P17. How did you feel about the car in qualifying? (Lance, P17. ¿Cómo sentíste el auto en la qualy?)
—Fine. (Bien.) —Respuesta cortísima.
Hacés otra pregunta, más técnica. El resopla antes de responder.
—The car was okay. (El auto estaba bien.)
Le preguntás si cree que tiene chances de ganar posiciones mañana.
—We’ll see tomorrow. (Vamos a ver mañana.)
Y sin más, da media vuelta y se va. Sospechás que te dio menos palabras que las que usa para pedir un café. Quedás congelada, mirándole la espalda, incrédula de su mala voluntad. Tu mente se nubla con dudas e inseguridades. ¿Hiciste algo mal? ¿Dijiste algo que no tenías que decir? ¿Tenés olor a chivo? Te bañaste y perfumaste, pero hace un calor infernal…
Albert se acerca, apoyando una mano en tu hombro.
—No te lo tomes personal, Ruiz. Es así con todos. Incluso conmigo.
Respirás. Menos mal que Albert está ahí.
El siguiente es un amigo de la casa. Franco Colapinto llega con otro mood: fresco, tranquilo, buena onda. Está en un cumpleañito, es su primera qualy en F1. Te saluda primero a vos, antes que al resto.
—¿Cómo va, che? Nuestra primera entrevista, nuestra primera chamba —bromea, genuino.
Sonreís. Un vaso de agua en el desierto. Franco Alejandro Colapinto, si no existieras te inventaríá. Le preguntás por el ritmo del auto, la gestión de neumáticos, el plan para la carrera. Son preguntas sólidas, trabajadas. Franco sonríe cada vez más.
—¡Muy buena esa! —te dice después de una pregunta técnica—. Se nota que sabés.
Te lo agradece de verdad, no por compromiso. Sentís, por primera vez en todo el día, que estás donde tenés que estar.
Al terminar la entrevista, te dice:
—Gracias, Eva. Espero que termines bien tu primer día acá. Y después nos grabamos unos TikToks, que vi los que hacés en el TC. Están buenísimos.
Tu cara se pone rojísima. ¿Por qué hace tanto calor de golpe? ¿Apagaron el aire o sos vos?
—Gracias, Franco. Sos muy amable. Y cuando quieras hacemos unos videítos.
Él se ríe de tu incomodidad y se va.
Te sentís más confiada. Pero no por mucho tiempo.
Cuando Franco se va, te agachás a buscar una botella de agua en la mochila. En ese movimiento, sin que te des cuenta, tu acreditación se cae del bolsillo y queda tirada en el piso, a la vista de todos. Tomás agua tranquila. Después sacás un perfume de Zara y te ponés un poco en el cuello para refrescarte. De golpe, sentís las orejas ardiendo.
Uno de los periodistas británicos se acerca disimuladamente y levanta tu acreditación. Señala el “FANGIO” en letras grandes a su compañero, al que instantáneamente se le transforma la cara.
—So that’s who she is… (Así que ella es…) —murmura.
—That’s what I’ve been telling you, mate (Eso es lo que te vengo diciendo, amigo.)—responde el otro, devolviéndote la credencial.
Mirás toda la escena tiesa. Mínimo común múltiplo. ¿Quiénes son para juzgarte así? No te conocen para estar sacando conclusiones.
El aire cambia de inmediato en el corralito. Empiezan a empujarte sutilmente. A pasarte por adelante. A hablarte encima en las entrevistas. A reírse de tus preguntas.
No necesitan decir nada: entendiste perfectamente. Creen que estás acomodada y te están probando. Midiéndote.
La rabia te sube a la garganta, pero continuás trabajando. Siempre te pasa lo peor cuando te relajás dos segundos.
Albert se acerca. No dice nada, pero te mira, como preguntando si estás bien. Asentís. No les vas a dar el gusto. Pero por dentro, hervís. Ese apellido te abrió puertas que vos no pediste, y ahora te pone piedras en el camino. Guardás la credencial en la mochila. No va a volver a pasar. Acá te van a conocer por tu trabajo, no por tu nombre.
Tragás saliva —y orgullo— y preguntás quién sigue.
Mora revisa su celular.
—El próximo es Piastri.
Justo en ese momento, el piloto de McLaren entra al media pen. Intentás acomodarte mejor, más cerca de la valla, pero los británicos te empujan, cada vez más agresivos. Frustrada, decidís rendirte: das un paso al costado, te limitás a escuchar y grabar sus preguntas.
Piastri ve la situación desde la puerta. Se acerca a la valla con su peor cara de asco. Mira a los ingleses y después a vos. Luego de dos segundos en silencio, responde la primera pregunta de tus queridos colegas. Cuando termina de responder, te mira fríamente a los ojos y dice:
—I believe it’s your turn now. (Creo que es tu turno ahora.)
Los ingleses, tiesos.
Chapter 4: La pena
Summary:
Donde sentís que Piastri te tuvo pena y dejas que los pensamientos negativos (y el prejuicio?) se apoderen de vos; y Franco es un chamuyero.
Chapter Text
Al terminar la entrevista, Piastri agacha la cabeza y se va a hablar con otro medio. Vos te quedás con la sangre hirviendo de bronca por el mal momento que te hicieron pasar los periodistas ingleses, pero también con muchas dudas. Ese gesto de Piastri te dejó desconcertada: no lo esperabas, no lo pediste y no sabés cómo interpretarlo. Mientras agarrás tu mochila y guardás tus cosas, pensás en mil posibilidades. “Lo habrá hecho porque estaba apurado… porque soy mujer… porque vio que me estaban empujando…”. Sea cual sea la razón, te incomoda.
Albert aparece con una sonrisa de oreja a oreja y te choca los cinco como si hubieras ganado una carrera.
—¡Muy buena, Ruiz! Has soportado los empujones de esos matones como una verdadera profesional. Estoy orgulloso, sabía que estabas lista.
Asentís, agradecida pero todavía confundida. Antes de irte del media pen, lo ves a Piastri haciendo otra entrevista. En un segundo —apenas un parpadeo— sus ojos se cruzan con los tuyos. Rápido como en la pista, vuelve a mirar quien lo estaba entrevistando. Su cara es ilegible: seria, cerrada, imposible de descifrar.
“O capaz… capaz lo hizo por pena”, te decís a vos misma.
Ese pensamiento te hunde el pecho. “Debe pensar que soy una inútil, que no sé defenderme sola”, continuas con ese tren de pensamientos negativos. Te sentís humillada. No sabés por qué, pero te dan ganas de llorar. Tragás saliva, te das vuelta y te vas, sintiendo la mirada juzgadora de Piastri sobre vos.
Caminás recontra enojada por el paddock hacia el box de ESPN. Para empeorar las cosas, un seguridad vuelve a frenarte para ver tu credencial. Resoplás, la sacás de la mochila y se la mostrás, con muy mala cara. El hombre —que solo está haciendo su trabajo— te pide amablemente que te la cuelgues en el cuello, como todo el mundo hace, así no te tienen que volver a parar.
Tiene razón. No podés enojarte, pero lo tomás como otro golpe a tu orgullo. Te colgás la credencial y seguís caminando.
Cuando llegás al box de ESPN, Mora está concentrada revisando los videos de las entrevistas en su laptop antes de enviarlos al CM. Te ve entrar con el ceño fruncido y levanta una ceja.
—Ey, Ruiz, ¿estás bien? ¿Qué pasó? Tenés que estar re contenta por cómo te fue. Hiciste preguntas re interesantes y aguantaste bien a los ingleses pesados esos.
—Gracias, Morita. Si, estoy muy contenta. No voy a dejar que nadie me arruine este momento —decís, forzando una sonrisa.
Mora te devuelve otra, más honesta que la tuya. Las dos pasan un rato largo produciendo la transmisión del domingo, lo que te distrae de todos los pensamientos intrusivos que te estaban agobiando.
Cuando ya estás guardando tus cosas para irte, Mora comenta al pasar:
—Che, igual… lo de Piastri fue re caballero, eh.
Te colgás la mochila y te das vuelta para mirarla, queres disimular lo incomoda que te pone el tema.
—Sí, ponele. No sé si caballero… capaz le di pena nada más—decís, intentando sonar indiferente.
Mora te hace el montoncito con la mano y se ríe.
—Qué decís, boluda. Ese pibe no hace nada por lástima.
No respondés, pero te quedas pensando en esas palabras mientras caminan juntas hacia la salida del paddock.
Cerca de los molinetes de la salida, se cruzan con Franco, que también se estaba yendo después de quedarse hasta tarde repasando la estrategia para la carrera de mañana con el equipo.
—¿Qué hacen las chicaaas? —dice, chamuyero como él solo—. Che, veo que sobreviviste a tu primer día. Bien ahí.
Se acerca para chocarte los cinco y darte un abrazo.
—Si, ponele, más o menos— le respondes.
El abrazo de Franco después del día horrible que tuviste era justo lo que necesitabas. Fue como una caricia al alma después de todas las cachetadas emocionales que recibiste. Mora mira la escena con cara sospechosa. Duda si quedarse o irse.
—Che, hagamos el TikTok que me prometiste. Morita, filmános. Dale, no seas mala— propone Franco.
Las dos acceden a grabar el video antes de irse. Se alejan unos pasos de la salida e improvisan un Ping Pong de preguntas curiosas y Franco responde todas con el carisma que lo caracteriza. Mora, tentada, les muestra el video desde su celular y juntos se ríen de las respuestas de Franco.
Cuando levantas la vista lo ves: Piastri en frente de la salida, atendiendo a unos fans. Sus miradas se vuelven a cruzar por un microsegundo, pero esta vez podés encontrar una emoción en su rostro. Su ceño está fruncido y muerde la parte interior de sus labios. Parece estar molesto. Asumís que es por tener que frenar a firmar gorras. A su lado, el guardaespaldas que detuvo tu caída el jueves, frenando a los fans para que Piastri pueda irse. Lo ves yendose a las apuradas, dejando decepcionados a algunos fans sin suerte. Entre ellos, un nene chiquito con la gorra con el número 81 en la mano.
“Que tipo más desagradable” pensás.
Chapter 5: El Diablo
Summary:
Donde cononoces a una nueva amiga y Piastri saca a lucir su sonrisa soberbia.
Notes:
En este capítulo hay MUCHO diálogo. Decidí ponerlo todo en español, porque no se entendía nada sino.
Chapter Text
El domingo te levantás a las 6 de la mañana. Tu plan es llegar antes que nadie para poder visitar la estatua en homenaje a tu abuelo, ubicada frente a la entrada del circuito. Llegás a las 8:30 y te quedás diez minutos mirándola. Pensás: “Fua, el nono”, y recordás algunas de las historias sobre él que te contó tu papá cuando eras chica. Le pedís a unos italianos que pasan caminando que te saquen un par de fotos para mandárselas a tu viejo. Lo extrañas. Deseás que pudiera estar ahí con vos. Se te estruja un poco el corazón.
Una vez adentro del paddock, querés enviarle las fotos, pero la señal es pésima en todos lados. Mirás la hora: las nueve en punto. Falta media hora para que abran el box de ESPN. Caminás buscando agarrar un Wi-Fi liberado hasta que lográs encontrar un lugar con una línea de señal. Un vaso de agua en el desierto. En ese momento ves que Mora te mandó el video de Franco que grabaron anoche. Lo querés bajar, pero con la señal miserable que hay, es más probable que Ferrari vuelva a salir campeón antes de que se termine de descargar. Hace un calor infernal. Te terminás sentando en el piso, en el único pedacito de sombra que encontraste. Total, ¿qué dignidad te queda a esta altura? Ninguna.
—¿Estás bien? —escuchás que alguien te pregunta en inglés.
Levantás la vista. Una chica con el uniforme de McLaren te mira preocupada. Pelo prolijo, sonrisa amable. Probablemente piensa que estás sentada en el piso porque te sentís mal. Eso o que estás pidiendo monedas.
—Sí, sí, estoy bien, gracias —decís, intentando sonar convincente— Hola, soy Eva, trabajo como periodista para ESPN. Llegué temprano y estoy esperando que abra el box del canal. Estoy queriendo bajar un video para editarlo y este es el único punto con señal que encontré.
—Uh, te entiendo. Me ha pasado. Soy Sophie. Trabajo en el área de comunicación acá hace años —señala el hospitality de McLaren atrás tuyo. Vos no habías notado dónde estabas parada. Otra vez pasando vergüenza acá— Actualmente soy prensa de Oscar. Antes trabajé con Ricciardo.
Hace mucho calor y seguís un poco ofendida por lo de ayer, así que le respondes sin filtro.
—Ah, un trabajo muy sencillo el tuyo, ¿no? —reís sarcásticamente, buscando complicidad en su mirada— Perdón, pero no parece un personaje fácil de manejar.
Sophie sonríe y niega con la cabeza.
—No, no es tan terrible. Entiendo que Oscar pueda parecer medio frío o asqueroso, pero en el fondo es bueno; solo le cuesta relacionarse con la gente que no conoce.
Vos escuchás atentamente. Y después, pasa de nuevo. Siempre en el momento menos indicado.
—Señorita, necesito ver su credencial, por favor— te dice un guardia de seguridad.
Rápidamente sacás la tarjeta de tu bolsillo y se la mostrás sin quejarte, ya resignada a que esto va a seguir pasando. Él la ve y resopla.
—Señorita Fangio, le vuelvo a pedir que por favor se cuelgue la credencial en el cuello, para que no tengamos que volver a pedírsela.
Vos te ponés colorada por estar siendo retada como a una nena enfrente de una persona que acabás de conocer.
—Sí, disculpe. Mire —te colgás la credencial en el cuello—, ya aprendí.
Cuando se va, notás la risa de Sophie y su mirada en tu credencial. Te la sacas y volvés a ponerla en tu bolsillo. Despúes de lo que pasó en el media pen, sentís que tenés que defenderte.
—Soy la nieta. La guardo porque no quiero que la gente me juzgue sin conocerme...
Sophie asiente, comprensiva.
—No tenés que explicarme, entiendo. Las mujeres que trabajamos en este deporte tenemos que apoyarnos entre nosotras. Hablando de eso: si querés podes entrar a robar Wi-Fi. Hasta que abra tu box.
Te sorprende la respuesta, y querés hacerla tu bestie. Aceptás su oferta muy contenta de haber hecho una nueva amiga.
En la puerta principal hay fotos de Norris y de Piastri pegadas. Antes de entrar, te parás a mirar la de Piastri un segundo. Salió muy favorecido. Sophie te ve parada en la puerta y te llama para que la sigas.
Una vez adentro notas que el hospitality de McLaren es frío, silencioso y tiene olor a carísimo. Sophie te lleva a la cafetería y te sentás en una mesa al lado de las máquinas de Nespresso, casi escondida, para no molestar. No pensás quedarte más de diez minutos. Sophie te alcanza una botella de agua fría y se sienta enfrente tuyo.
—Para que te hidrates un poco, hace mucho calor —dice.
Le agradecés y por dentro decís: “Qué suerte tiene Piastri de tener a alguien así de buena laburando para él. NO LA MERECE. Amiga, si te tiene secuestrada, parpadeá dos veces”.
Le pedís la clave del Wi-Fi y te la dicta. Cuando el video por fin termina de descargarse, te ponés a editarlo ahí mismo, mientras Sophie te comenta sus predicciones para el resto de la temporada. Vos insistís con que Verstappen va a ganar el cuarto título.
—No te echo porque me caés bien, pero en esta casa todos hinchamos por Lando.
Te reís.
—¿No tengo otra opción? —le decís jodiendo.
—Mmm, no. Bueno, sí. Si no te gusta Lando, podés hinchar por Oscar.
Asentís sonriendo, sin saber qué decir, y tomás un sorbo largo de agua. Después de unos segundos en silencio, te parás para irte. No vaya a ser cosa que, de tanto nombrarlo, aparezca el mismísimo demonio australiano.
—¿Ya te vas? Esperame acá un segundo —te dice Sophie—. Quiero darte algo para el sol.
Suspirás y te volvés a sentar.
Y ahí aparece. ¿Para qué lo llamaste?
El jefe de tu nueva amiga entra comiendo una banana y se sienta en la mesa delante de la tuya, con la cabeza en su propio mundo. Después de unos segundos, te ve. Se queda quieto un instante. Te observa fijo, sin disimulo, como queriendo entender qué hacés ahí.
Vos le devolvés la mirada y, nerviosa, sin saber qué más hacer, decidís presentarte.
—Soy Eva, nos vimos ayer en el media pen —decís, rompiendo el hielo.
Piastri se tira para atrás y cruza las piernas.
—Ah, sí, a la que estaban molestando los idiotas de Sky Sports.
—Esa misma. Gracias por… intervenir —decís. Más por un deseo de no deberle nada que por agradecimiento genuino.
—De nada. No lo hice por vos igual, sino porque odio a los periodistas ingleses… Y, en general, a todos los ingleses.
Quedás tiesa. En ese momento, te acordás de lo que dijo Sophie: “Le cuesta relacionarse con gente nueva”. Capaz no es algo personal, es que no sabe comunicarse. Además, al ser argentina, lo que dijo te conmueve un poco. Decidís darle el beneficio de la duda. Entonces sonreís. Un poquito. Lo justo.
—Ah, claro…
Él te mira raro, como si hubiera esperado otra reacción de tu parte.
—¿Y qué hacés acá? —te pregunta directamente.
Asumís que te está echando.
—Sophie me invitó a pasar un rato. Estaba descargando un video para hacer un TikTok —respondés—. Ya me voy igual.
Mientras te volvés a parar, te dice:
—¿El que estabas grabando anoche con Franco?
Quedás helada.
—…Sí. Ese.
Antes de que puedas procesar cómo carajo sabe eso, vuelve Sophie. En su mano ves una gorra de McLaren con el número 81 bordado adelante.
—Para que no te de otro golpe de calor —te dice.
Piastri mira la gorra, después te mira a vos y sonríe orgulloso. Te dan ganas de revolearle la botella de agua por la cara. Sophie parece no leer la escena. Con una sonrisa inocente, saca un fibrón de su riñonera y se lo da a Piastri.
—Firmásela —le dice.
Piastri y vos abren los ojos exageradamente.
—Dale, Oscar —insiste ella—. No podemos quedar mal con una periodista de ESPN.
Él revolea los ojos. Se para, firma la gorra y se acerca para dártela, portando la sonrisa más forzada que viste en tu vida.
“Yo no quiero esa porquería”, pensás. Pero no podés rechazarla.
Agarrás la gorra y le devolvés la cortesía, fingiendo una sonrisa al mismo nivel que la suya.
—Gracias… y suerte en la carrera, eh —decís, con un sarcasmo elegante. Señalás la gorra—. Voy a estar hinchando por vos.
Piastri detecta el desafío al instante y vuelve a sonreír orgulloso.
—Eso espero —te responde.
Por fuera parecés calmada, por dentro estás a otra sonrisa creída de su parte de perder la cordura. Decidís no tentar a la suerte.
Agarrás tu mochila y tu dignidad y te vas con la frente muy en alto. No sin antes despedirte de la tierna Sophie, quien te invita a pasar de vuelta cuando quieras. Vos solo sonreís y asentís.
En el box de ESPN terminás de editar el video con Franco y lo subís a TikTok e Instagram, antes de que lleguen el resto de tus compañeros y empiecen a trabajar en la transmisión de la carrera.
Horas más tarde, mirás el podio en la pantalla gigante del media pen. En el segundo escalón, El Diablo con esa sonrisa orgullosa.
“Bueno, al menos no ganó”, pensás.

linddenbrock on Chapter 3 Mon 24 Nov 2025 09:48PM UTC
Comment Actions
Lanaconaceitunas on Chapter 3 Tue 25 Nov 2025 11:55AM UTC
Comment Actions