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Eres mi elección

Summary:

Una serie de acontecimientos donde Blitzø y Stolas tienen que lidiar con su segundo género: Alfa y Omega.

Donde Stolas tendrá que hacer nidos cuando le llega el celo y donde Blitzø sea incapaz de dejar de oler esas suaves plumas.

Pero los dos saben una cosa: quieren un huevo.

Notes:

Es una serie que no tienen una continuidad como tal

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: La revelación

Chapter Text

El infierno cambió. 

 

Las reglas en los anillos del infierno se transformaban cuando Lilith o Lucifer lo decidían y nadie se oponía. 

 

Eran los reyes. 

 

Esa vez no fue la excepción. 

 

Stolas se miró al espejo una última vez. Quiso comprobar que sus plumas brillaran y olieran bien. Al comprobar que así fuera, un sonrojo se le arremolinó en las mejillas cuando recordó a su amado Blitzø encima de él, refugiado en sus plumas y aroma. A Blitzø le gustaba como olía. Stolas se cercioraba de que aquello no cambiaría. 

 

Se acicalaba por las mañanas. 

 

Guardó el aceite con el que se arregló, detrás del espejo, y salió del baño sin borrar la sonrisa en el rostro. En la cocina del departamento, Blitzø se movía con la misma motivación de siempre, como si amara preparar la comida para los que atesoraba. 

 

La cola del imp se agitó a sus espaldas mientras colocaba la última rata rociada de mantequilla en el plato que le correspondía a Stolas. El ruido de la puerta del baño hizo que mirara en dirección al búho y dibujó al instante una sonrisa. 

 

—¡El desayuno está servido! —anunció con fuerza para que Loona, quién todavía no salía de la habitación, se apresurara. 

 

Stolas se encaminó hacia la mesa, tomó asiento cuando Blitzø le recorrió la silla y contempló los alimentos con un brillo en los ojos. 

 

—Luce delicioso, cariño —dijo con esa sonrisa que le caracterizaba, a lo que Blitzø respondió con un movimiento de la cola y los ojos brillosos. 

 

Loona salió de la habitación, arrastró los pies a la mesa y gruñó en el momento que el imp le besó la mejilla. Luego de comió unos cuantos bocados, los saludó:

 

—Buenos días, papá. También tú, Stolas. 

 

Stolas le correspondió del mismo modo. 

 

Blitzø explicó a detalle los planes que organizaron el fin de semana en lo que comían. 

 

Stolas terminaba de devorar la rata cuando le llegó una notificación en el celular. Frunció el ceño y se apresuró a sacarlo del bolsillo. Nadie lo contactaba más que Blitzø o Loona. Le resultó extraño que vibrara, cuando nunca lo hacía. Sin embargo, no alcanzó a leer la noticia. Loona abrió los ojos de par en par y se puso de pie. Tenía el celular en la mano y lo miraba con la boca entreabierta. 

 

—¡¿Qué mierda?! —Fue lo único que expresó. 

 

—¿Loona? ¿Está todo bien? —preguntó Blitzø antes de ponerse de pie y posicionarse a un lado de ella.

 

—¡Carajo, miren sus celulares! —Todavía no despegaba la atención del suyo—. Esto debe ser una puta broma. 

 

Stolas y Blitzø le hicieron caso al mismo tiempo. 

 

«El rey Lucifer Morningstar y Lilith Morningstar decretaron que todos los habitantes del infierno (incluyendo a los pecadores, pecados capitales, Goetia y nacidos del infierno) tendrán un segundo género: 

 

Alfa, Omega y Beta. 

 

Tendrán que asistir a Pereza para realizarse el estudio y saber a qué género pertenecen». 

 

Luego de ese anuncio, hubo otro en el que se explicó la diferencia entre los tres géneros. Stolas no parpadeó en el tiempo que leyó y tampoco respiró con normalidad.

 

¿Omega, Beta, Alfa? 

 

Blitzø se encogió de hombros y dejó el celular. Continúo comiendo.

 

—Es una broma, Loona. ¿Qué mierda es eso de otro género? Nos quieren ver la cara de imbéciles. —Al concluir con el almuerzo, se puso de pie y se encerró en el baño para arreglarse. 

 

No volvieron a mencionar sobre ello durante el camino hacia I.M.P. Pero la ciudad imp se convirtió en caos. 

 

Los ascensores se inundaron de aquellos que querían conocer su género cuanto antes, se gritaban e incluso se mataban entre ellos con tal de conseguir un lugar. Blitzø no prestó atención al alboroto, aunque permaneció en silencio, igual que Loona y Stolas. 

 

A diferencia del imp, Stolas no dudo de la noticia. La información fue publicada en la cuenta oficial de Lucifer Morningstar, donde recibió, en más de una ocasión, peticiones para las predicciones. Se restregó las manos y observó de soslayo a Blitzø, quién insultó a los autos que le estorbaron. 

 

Las puas de la frente y espalda se tensaron. Y no fue por el enojo hacia los conductores. 

 

Pensaba en el anuncio.

 

Dudaba o no creía.  

 

Stolas recargó la cabeza en el vidrio, cerró los ojos y tomó una larga bocanada de aire. 

 

Un olor a caramelo quemado invadió sus fosas nasales. 

 

Un aroma que le estremeció la espalda, le aceleró el corazón y le pulsó la cloaca. Sus mejillas se tiñeron de rojo. Fue tanta su reacción que Blitzø metió la cabeza de regreso y lo contempló. 

 

—¿Qué pasó, Stols? ¿Está todo bien? —Llevó una mano a la pierna del búho y se acercó un poco. El olor a lavanda oscura lo envolvió. Frunció el ceño y buscó arrimarse más a Stolas—. Hueles muy bien. ¿Es otro aceite? No recuerdo haberlo visto.

 

El corazón de Stolas se le aceleró. Las manos le cosquillaron y una calidez lo rodeó. Un orgullo le atravesó el cuerpo. Deseó brincar en el asiento, mas solo un ulular salió del pico, lo que atrajo más la atención de Blitzø. 

 

—Es el mismo aceite, cariño. No lo he cambiado —susurró. El pico se estremeció. Y más cuando vio como el imp aspiraba el aire. 

 

—Me gusta. 

 

Ingresaron a la oficina de I.M.P. sin mayores contratiempos. En el interior, Moxxie y Millie hablaban entre susurros mientras ojeaban unos papeles entre los manos. Millie fue la primera en levantarse y caminar hacia ellos.

 

—¿Cuáles fueron sus resultados? —Ni siquiera preguntó cuántas misiones tendrían ese día, lo que hizo que Blitzø la mirara con una ceja alzada. 

 

—¿De qué hablas, Mills?

 

—¡Vamos, B! ¡La prueba del segundo género! Todo el infierno habla de eso. —Señaló la televisión, donde los reporteros de Vox transmitían el ascensor de orgullo: alborotado—. Moxxie y yo conseguimos ser los primeros. 

 

—Es cierto, señor —intervino Moxxie desde el sillón—. De hecho, investigué el sitio de donde fue publicado este anuncio y todo parece indicar que es oficial. 

 

Blitzø se carcajeó y se dirigió hacia la puerta de la oficina.

 

—Sí, claro. Y yo me cogí a Satanás. —Abrió la puerta y la cerró de golpe. 

 

Millie negó con la cabeza. Prefirió no indagar sobre la reacción de Blitzø y se enfocó en la información que Moxxie le enseñó respecto a esos segundos géneros. 

 

Stolas aprovechó de que Loona se había recostado en unos de los sillones con los audífonos puestos para relajar los músculos con el trabajo. Se acomodó en el asiento del escritorio y encendió la computadora. Primero le enviaría a Blitzø las misiones que se llevarían a cabo ese día y después averiguaría de lo que se había publicado en las noticias. Una vez que terminó, levantó la mirada y se topó con los ojos profundos de Millie, quien no dejó de observarlo desde que se colocó en el asiento. Stolas bajó el rostro a los segundos y otro sonrojo se le acopló en las mejillas. 

 

Escuchó a la perfección como Millie se colocó frente a él. 

 

—No piensas lo mismo que Blitzø, ¿verdad? —le colocó frente a él el sobre donde le revelaban el segundo género—. Sé que no dudaste de la noticia de Lucifer, ¿cierto?

 

Stolas suspiró. 

 

Se armó de valor y levantó la cara. 

 

—No, sé que es verdad. —Condujo una mano a la frente y se masajeó—. No le dije a Blitzø. Sigo pensando en esto. En lo mucho que van a cambiar nuestras vidas. 

 

Recargó la espalda en la silla y observó el techo. 

 

—Quisiera que las estrellas me hablaran. Que me dijeran que debo hacer. —Se le formó un nudo en la garganta y parpadeó un par de veces para eliminar las lágrimas traicioneras—. Quisiera estar con Octavia y apoyarla en esto. 

 

Millie suavizó sus gestos. Se apartó del escritorio, donde se había recargado, y se posicionó a un lado del búho. Puso una mano en el brazo de este y cuando él la contempló con los ojos brillosos, le sonrió con ternura. 

 

—Mándale un mensaje. —Stolas abrió el pico, pero Millie no permitió que hablara—. Dile que estarás ahí en cualquier momento si necesita apoyo. Que sepa que sigues pensando en ella. Es lo importante. 

 

Stolas fue arropado en una calidez que era incapaz de describir. Desde que trabajaba en I.M.P, Millie y Moxxie lo aceptaron con gentileza. Nunca lo vieron con desprecio o hipocresía. Eran ellos mismos. Millie se enojaba con él si se equivocaba, incluso ofreció su ayuda en más de una ocasión. Moxxie intentó incluirlo en sus planes de ir a óperas, invitaciones que al principio rechazó. No obstante, Blitzø le dijo que a ellos dos en verdad les agradaba y le sentaría bien pasar tiempo con otros imps además de él.

 

—Gracias, Millie. —Sonrió y ella le correspondió—. ¿Cuáles fueron tus resultados? 

 

Millie dibujó una mueca antes de tomar de regreso el sobre. 

 

—Aquí dice que Moxxie es beta y que yo soy alfa.

 

Stolas graznó con grata sorpresa. 

 

—¿Un alfa? ¿Eres como la que tiene el mando en la relación? —Stolas ladeó la cabeza a la derecha. 

 

Millie se encogió de hombros. 

 

—A lo que leí, los alfas son más fuertes que los beta y omegas. Que tienen instintos de protección y posesión. —Volvió a recargarse en el escritorio. Cruzó los brazos en el mueble y reposó el mentón en los antebrazos—. Se supone que voy a tener algo llamado celo cada cierto periodo. Voy a desear tanto coger a mi pareja. 

 

—¿Cómo te sientes con esa información?

 

—No lo sé. —Se enderezó y sonrió de lado—. Lo averiguaré cuando ese supuesto celo me llegue. No me voy a preocupar por eso. 

 

Stolas rio y contagió a Millie con su risa. Se le unió. 

 

A Stolas le hubiera gustado adentrarse a la oficina de Blitzø para conversar con él sobre los géneros; sin embargo, él salió de ahí con otro portazo y les ordenó que se dirigieran a la sala de reuniones. Blitzø les explicó cómo harían las misiones, planearon las estrategias y interrumpía a Moxxie con insultos cuando este mencionaba la noticia.

 

Blitzø se negó a oírlos. 

 

Azotó la cola detrás de él cuando Moxxie intentó otra vez. 

 

—¡Cállate Moxxie! Eso no es importante ahora, ¿ok? Tenemos que cumplir con este trabajo. —Frotó el cristal de Asmodeus y el portal apareció—. Ahora, haz tu puto trabajo y cállate. 

 

Moxxie junto a Loona y Millie se adentraron al portal. Blitzø se masajeó la frente y suspiró. Stolas aprovechó el silencio. Primero tomó una larga bocanada de aire y caminó hacia él. El sonido de sus garras contra el suelo alertó al imp, quien lo miró con una curvatura en los labios. 

 

—Nos vemos más tarde, pajarito. —Trepó sobre él. Stolas rio y lo sostuvo—. No creo que lleguen clientes. Están como perras en celo al querer saber ese estúpido resultado. 

 

Stolas rozó su mejilla contra la de Blitzø.

 

—Quiero saber ese resultado, Blitzø. —El imp se tensó entre sus brazos y la cola se movió con inquietud. 

 

—¿En verdad crees en esta mierda, Stols? —se separó unos centímetros de él y se topó con los ojos determinados de Stolas. Resopló—. Bien, podemos ir cuando terminemos. 

 

Stolas ululó y de nuevo restregó su mejilla contra la de Blitzø, cuya reacción fue de aceptación. Ronroneó y agitó la cola con mayor suavidad, también envolvió la cintura del búho con esta. 

 

El resto de la tarde fue como Blitzø lo predijo: los pecadores eran conducidos hacia una prueba rápida en Ciudad Pentagrama. Cinco clientes fueron recibidos en el tiempo en el que Blitzø y los demás regresaban para descansar unas horas y después se iban a cumplir con las misiones. A la ahora en qué terminaron, Loona anunció que se reuniría con Vortex y Beelzebub para realizarse esa prueba. Moxxie y Millie comentaron que se marcharían pronto.

 

Blitzø y Stolas se quedaron solos. El búho carraspeó la garganta y abrió el pico, dispuesto a hablar, pero Blitzø corrió hacia su oficina. 

 

Se encerró en ella.

 

No daba indicios de salir. Y Stolas sabía que él lo oía. ¿Cómo no lo haría? Se paseaba frente a la puerta y las garras resonaban en el suelo. Lo provocaba. Lo incitaba a levantarse del asiento, a abandonar esa cobardía y que en verdad lo llevara a realizarse esa prueba.

 

Cedería. 

 

Stolas lo sabía. 

 

Era cuestión de más presión. 

 

Se posó frente a la puerta y tocó con la mayor suavidad posible. 

 

—¿Blitzø? ¿Ya nos vamos? 

 

El imp salió y lo contempló con las cejas arqueadas; los labios apretados. 

 

Stolas reprimió la carcajada con una tos y Blitzø gruñó. 

 

—Vamos y terminemos con esta mierda. —Tomó la suave mano de Stolas y lo condujo hacia la camioneta, donde se trasladaron al anillo de pereza, una vez que se acomodaron. 

 

Para fortuna de Stolas —que saltó y aplaudió con un ulular— y para desgracia de Blitzø —que gruñó y azotó la cola— no esperaron horas. 

 

Los atendieron los nacidos de ese anillo, las cabras que irritaban a Blitzø cuando no respetaban su nombre y pronunciaban la o. El primero en realizarse la prueba fue Stolas. El búho dibujó una mueca al mirar que esas cabras dudaron en acercarse. Como si no fuera apropiado atenderlo. Pero el imp no quería molestarse más, así que les enseñó la pistola y les advirtió que lo trataran con cordialidad. 

 

Esas no fueron las palabras que usó. 

 

Agregó amenazas y los insultó. 

 

Después pasó Blitzø y fue más rápido. 

 

Volvieron al departamento en silencio. Cada uno, sumido en sus propios pensamientos. Stolas acarició el sobre con los dedos, lo volteó un par de veces y quiso abrirlo; no obstante, se arrepintió en todas esas ocasiones. Ojeó a Blitzø, igual de inquieto. Movió los dedos sobre el volante, se encrespó con facilidad y se enojó con los demás conductores más de lo habitual. 

 

No mencionaron nada cuando ingresaron al departamento. Tampoco se atrevieron a abrir el contenido. Entraron a la bañera juntos, Blitzø se refugió entre las plumas de Stolas y el búho lo acarició en la espalda con una sonrisa en los labios. 

 

Había sido un día complicado. 

 

El chapoteo del agua fue acompañado por el ronroneo de Blitzø, quien tenía los ojos cerrados y olía aquella lavanda en Stolas. Agitó la cola con lentitud. Sedoso. Tranquilo. 

 

Al salir del baño, se acomodaron en el sillón. 

 

Los fuertes latidos de Stolas le retumbaron en el pecho, las manos temblaron cuando sostuvieron el sobre. Blitzø se retorció las manos. 

 

—¿Listo, cariño? —murmuró Stolas. No despejó los ojos del sobre. 

 

—Sí, terminemos con esta mierda. 

 

Lo abrieron al unísono. 

 

Resultados:

 

Blitzø alfa. 

 

Stolas omega. 

 

 

 

Chapter 2: Nido

Summary:

A Blitzø no le interesa saber sobre los omegas o alfas. Piensa que como Stolas se comporta como siempre, no hay necesidad de investigar.

Fizzarolli le dice la importancia de un nido y para que sirve.

Blitzø quiere saber más de los omegas.

Notes:

El capítulo es corto porque voy a profundizar más sobre el nido en otros capítulos

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Los aromas eran inquietantes y molestos para Blitzø.

 

Era un martirio cuando paseaba por Ciudad imp con Stolas a un lado. Aquellos aromas que le erizaban las púas también eran las causantes de que su pajarito se tapara la nariz y contuviera las náuseas. Sus instintos se apoderaban de él. 

 

Sostenía a Stolas de la cintura y les enseñaba la pistola a los que se atrevían a perturbar al búho.

 

Aunque también era de gran ayuda reconocerlos. 

 

Era una ventaja saber cuando invadirían su propio espacio y quien era el que se paseaba frente a la oficina con el aroma que este desprendía.

 

Moxxie y Millie olían… bien. Ella era suave y él aceptable. No lo mareaban, tampoco lo estremecían el cuerpo ni le daban náuseas. Al principio, Blitzø consideró que su olfato se había vuelto más sensible, pero Millie le leyó una sección en la información de los alfas:

 

—Los alfas tienen el olfato más desarrollado que los omegas y los beta. —Leyó en una tarde, recostada en el sillón mientras esperaba que su esposo terminara de pulir las armas y lo que más haría después. 

 

Blitzø se había sentado encima del escritorio para acompañar a su búho, quien siguió concentrado en la computadora y en los papeles. En ese tiempo, el imp no lo molestó. Se quedó quieto, excepto por la cola que, a veces, tenía voluntad propia. Su cola rodeaba el brazo de Stolas. Buscaba contacto con él. No quería apartarse.

 

Blitzø miraba con aburrimiento unos papeles. Fingía ayudar a su pajarito cuando la voz de Millie le llamó la atención. Arrojó la petición de un asesinato en el escritorio y después le sacó la lengua a Stolas cuando este graznó con indignación ante su acción. Se bajó del escritorio de un salto y se sentó a un lado de su amiga.

 

—¿Qué es eso, Mills?

 

La imp se enderezó en el sillón, pegó el brazo en el de Blitzø y los dos vieron la pantalla. 

 

—El otro día acompañé a Moxxie a comprar algunas cosas —dijo y lo observó de soslayo—. Al lugar al que fuimos me llegó un olor desagradable que casi vomito. —Se estremeció—. Le comenté a Moxxie y él no percibió nada. Según esto. —Movió el celular a los lados—. Somos más susceptibles a los aromas. Nos ayuda a conocer las reacciones de nuestros omegas. 

 

Blitzø miró a Stolas. 

 

Desde que se reveló esos géneros, el imp había detectado un aroma diferente en el búho. Uno que no pertenecía a los aceites que usaba para acicalarse. A Blitzø le encantaba como olía Stolas. Amaba su aroma. Durante las noches, se acostaba arriba de él, enterraba la cara en la suavidad de sus plumas y aspiraba su perfume con deleite. 

 

Olía delicioso. 

 

Era su olor favorito. 

 

—¿Conocer las emociones de nuestros omegas? —repitió Blitzø, todavía concentrado en los movimientos del búho. Stolas tecleaba en la computadora, aunque también prestaba atención a la conversación de los imp—. Pero Moxxie es beta. 

 

Millie chasqueó la lengua. Recargó la cabeza en el hombro del imp y suspiró. 

 

—Lo sé. —Guardó silencio unos minutos antes de proseguir—: No importa. No importa lo que diga esta estúpida información de nosotros. Amo a Moxxie y eso no cambiará, aunque diga que me complemento mejor con un omega. 

 

Se apartó de Blitzø y se puso de pie. Eso causó un respingo en Stolas, pero enseguida le sonrió a Millie. Esa expresión le armó más de valor a la imp. 

 

»¡A la mierda con eso! Iré con mi esposo y cogeremos. Les voy a demostrar que nuestros segundos géneros no nos harán cambiar. 

 

Millie corrió hacia la sala de reuniones, donde Moxxie guardaba en carpetas las misiones anteriores, luego de haber terminado con el arreglo de las armas. Su esposa cerró la puerta detrás de ella y a los instantes los gemidos se trasladaron hacia los oídos de Stolas, cuyas mejillas se sonrojaron. 

 

Blitzø quitó los ojos de la puerta y las dirigió al búho, quien se cohibió en el asiento cuando el imp le sonrió de lado; aquella sonrisa que le aceleraba el corazón y lo obligaba a apretar las piernas. 

 

—Si Moxxie se atreve a llamarnos descarados, al encontrarme tocando a mi pajarito, le voy a recordar que él también se coge a su esposa en el trabajo. —Le guiñó un ojo y Stolas se carcajeó. 

 

—¿A qué hora te vas a ir, cariño? —Stolas se puso de pie, con papeles en las manos y se dirigió hacia unos de los cajones donde los archivaba. 

 

Blitzø se apresuró a sacar el celular y revisó el último mensaje de Fizzarolli. Lo citó en su casa y solo esperó a que él le indicara que fuera. Hace unos minutos que le mandó la invitación. Guardó el celular, se incorporó y se estiró hasta que la espalda le crujió. 

 

—Ya me voy. —Stolas regresó hacia él, se agachó a su altura y lo tomó desde las mejillas para enseguida besarle la frente. Blitzø sonrió—. Te abriré el portal a nuestro departamento, pajarito. 

 

«Nuestro departamento». A Stolas le gustaba como se oía. 

 

El búho le besó una vez más la frente antes de enderezarse y atravesar el portal hacia la comodidad de la bañera que lo esperaba. 

 

Antes de abandonar el edificio, Blitzø tenía algo pendiente. Algo importante y era imperdonable si no lo hacía. Junto a una amplia curvatura en los labios, se condujo hacia la sala de reuniones entre silbidos. Sin tocar la puerta, la abrió de golpe, con el celular en mano, y Moxxie levantó el torso con el rostro rojo. 

 

—¡Señor, respete la privacidad de los demás! —Buscó ocultar su propia desnudez con una prenda—. ¡Deje de grabarnos, señor! 

 

Millie se carcajeaba, se retorcía entre las mantas, no le importó si Blitzø le veía los pechos.

 

—Bueno, Moxxie, si quieres que no los grabe, no cojan en el trabajo. —Le guiñó un ojo a Millie, quien se volvió a reír—. Por cierto, lindos pechos, Mills. 

 

—¡Señor! 

 

Blitzø salió del edificio entre risas.

 

Loona se había ido con sus amigos a pasar la noche. No se preocupó en usar la camioneta. 

 

—Que M&M se vayan solos a su casa —expresó mientras cerraba la puerta de la camioneta. 

 

Abrió un portal hacia Lujuria y se trasladó a unas cuantas cuadras de la casa de Fizzarolli. Le había pedido a su mejor amigo que le dijera a su gran pollo real que le diera permiso de llegar a su casa por el portal. Pero Fizzarolli comentó que la residencia de Asmodeus era protegida con encantamientos para evitar que demonios con poderes de teletransportación —como Stolas— llegaran de imprevisto. 

 

Condujo alrededor de unos minutos y después aparcó frente una enorme mansión, una en la que Blitzø levantó la cara para ver el final de esta. Chifló. 

 

—Ese Fizz se consiguió un gran pollo. —Cerró de golpe la camioneta. Caminó hacia la entrada y tocó. 

 

Una voz que provinieron de unas bocinas resonó: 

 

—¿Quién es? 

 

—Blitzø. La o es muda. Vengo con Fizzarolli. 

 

Las puertas se abrieron al instante. 

 

Los pequeños demonios de lujuria condujeron a Blitzø hacia los aposentos de Fizzarolli. Durante el camino, el imp contempló varias estatuas de Asmodeus y otras de su amigo. A esas alturas, el imp afirmó el hecho de que los Goetia y los pecados capitales se creían superiores al resto y por esa razón debían haber estatuas de sus inmensas presencias. Demostrar su gran importancia. La primera vez que las vio fue en el palacio de Stolas y ahora en el de Asmodeus. 

 

También vio cuadros referentes a actos sexuales. Juguetes sexuales colocados en vitrinas. 

 

Era el paraíso. 

 

Aterrizaron frente a una enorme puerta, cuya altura era la adecuada para que Asmodeus no batallara en entrar. El pequeño demonio tocó un par de veces, anunció que era acompañado por Blitzø y se retiró. El imp tomó eso como que era bienvenido. No lo pensó y se metió. 

 

—¡Blitzø, ahí estás! —En medio de la enorme habitación, Fizzarolli acomodaba mantas, cojines y vestimentas de él y Asmodeus en el suelo. Amontonadas. 

 

Para Blitzø eso no tenía forma. Para Fizzarolli era perfecto. 

 

—¿Qué se supone que haces? —preguntó Blitzø al aproximarse más y observar a detalle el montículo de telas. Levantó una mano y quiso tocarlas; sin embargo, Fizzarolli lo manoteó—. ¡¿Qué mierda, Fizz?!

 

—¡No lo toques! —Su cola se azotó en el aire—. En este nido solo pueden entrar Ozzi y yo. Puedes sentarte en el sillón. —Señaló el mueble cerca de ahí—. Solo deja que termine esto y ya podemos comer. 

 

Blitzø se rascó la nuca. 

 

—¿Qué es un nido? 

 

Fizzarolli se detuvo y enseguida miró al imp con los ojos abiertos. Arrugó la nariz. 

 

—¿Qué tanto has leído sobre los segundos géneros? —Blitzø se encogió de hombros y el payaso rodó los ojos mientras negaba con la cabeza—. Sí, lo suponía. 

 

Entre la montaña de tela, Fizzarolli agarró un cojín y se lo arrojó a Blitzø, quien lo atrapó y se acomodó frente al nido. Tenía que sentarse o no pondría atención a la explicación de su amigo. Fizzarolli se instaló entre las mantas. 

 

—Cuando lo leí no lo creí del todo, pero esta mañana fue muy diferente. —Tomó un peluche en forma de su mascota y lo abrazó—. Ozzi me había comentado que mi aroma había cambiado. Lo notó más dulce. —Miró a Blitzø y este comía unas galletas con la figura de pene—. Ninguno le tomó importancia. Hoy me desperté con una sensación distinta. Necesitaba construir un lugar que estuviera a salvo. De repente me vi construyendo un nido. 

 

»Los omegas estamos destinados a procrear. Tener un hijo. Los nidos nos hacen sentir seguros cuando tenemos el instinto de hacer uno. 

 

Las púas en la espalda y detrás de la cabeza, se le erizaron a Blitzø. Todo el cuerpo se le tensó. Sabía que los omegas tenían rasgos distintos a los demás géneros, características que los hizo ser el centro de atención por un tiempo. Incluso Stolas mencionó algo de ello. Sin embargo, no le había tomado importancia. Stolas no cambió, tampoco Loona: excepto de que sus aromas se volvieron más dulces. 

 

Pensó que todo sería igual. 

 

Nada diferente. 

 

«¿Stolas puede tener un hijo? ¿Un hijo? ¿Mío?». 

 

La cola se le movió con fuerza. El pecho se le inundó de calidez, la garganta se le cerró. No oía los parloteos de Fizzarolli. Explicaba lo de los nidos y no le importaba. 

 

Le importaba una cosa. 

 

Stolas podía tener un huevo. 

 

Suyo. 

 

La sonrisa se le ensanchó en el rostro y Fizzarolli frenó el parloteo. Contempló a su amigo con una ceja alzada. 

 

—¿Qué tanto estás pensando? —Fizarolli le aventó otro cojín que lo golpeó en la cara. 

 

—Nada.

Nada. Termina de construir ese nido y comamos esas hamburguesas. 

 

Quería irse pronto y follar con su pajarito. 

 

Le pondría un huevo. 

 

 

Notes:

Si les gusta la historia, los invito a que dejen comentarios :)

Chapter 3: Voz de mando

Summary:

Blitzø y Stolas descubren lo beneficioso y placentero que puede ser la voz de mando.

Notes:

Advertencia ⚠️

En ese fanfics Stolas es sumiso. Le gusta ser dominado.

Chapter Text

Stolas era bueno con la investigación.

 

Durante la niñez, su padre jamás entabló conversación con él o intentó pasar tiempo a su lado. La única interacción real que tuvo con Paimon fue cuando le entregó el grimorio y le reveló su compromiso con Stella. Luego de ese día, su ausencia fue notable. Stolas volvió a la biblioteca, cada tarde, donde su única compañía eran los libros. 

 

La lectura era fascinante. 

 

Los conocimientos del universo eran extraordinarios. 

 

El búho se cubría el pico y se reía; ululaba al leer lo inmenso que era el cosmos.

 

No había cambiado en su vida adulta. 

 

Los ojos rojos de Stolas brillaron cuando tuvo en las manos la información de los segundos géneros. Tenía curiosidad en averiguar sobre el suyo, lo que significaba ser un omega; no obstante, lo pospuso. Se sumergió en los alfas. Conocería a Blitzø. 

 

Los alfas experimentaban el celo, igual que los omegas. Aunque, la diferencia era que ellos lo padecían cada dos veces al año y duraba una semana. Por el contrario, los omegas sufrían de ese cambio cuatro veces al año y permanecían sumergidos en el deseo de ser preñados durante tres días. 

 

Los alfas no construían nidos, pero mordían. Una mordida en el cuello era aterna. Representaba la unión verdadera, la pareja destinada a ese alfa. No con cualquiera nacía ese instinto: el anhelo de marcar a su omega. 

 

«A Blitzø siempre le ha gustado morderme», pensó Stolas mientras ladeaba la cabeza hacia la izquierda. 

 

«La mordida en el celo es la marca definitiva», leyó.

 

Stolas respiró con alivio. 

 

Los alfas eran posesivos y celosos. Pero eso no era novedad en Blitzø. Le enternecía la forma en que lo sujetaba de la cintura cuando paseaban por la Ciudad imp, como si les presumiera al resto del infierno qué él era el novio de Blitzø. 

 

No lo soltaba. Nunca lo hacía. Si no lo sujetaba por la cadera, lo rodeaba con la cola. 

 

Lo importante era tocarlo. 

 

«Los alfas tenían una voz de mando».

 

—Oh. 

 

Stolas parpadeó un par de veces. Miró a los lados y la puerta. Ningún pecador apareció en esos instantes. Blitzø no regresó. Con las mejillas rojas, prestó atención a la información. Se acomodó en la silla y deslizó el dedo por el celular. 

 

«Los alfas, al ser el género superior, desarrollaron una voz de mando, que les permite obligar a los omegas e incluso a otros alfas a obedecer».

 

Un escalofrío le recorrió la columna, las plumas se le erizaron y el corazón se le aceleró. Imaginó a Blitzø, delante de él y dándole órdenes. Se removió con inquietud en la silla y ululó cuando la idea le fascinó. Desde siempre, le gustó que Blitzø le ordenara en la cama, le dijera que hacer y le castigara si lo desobedecía. 

 

Quería conocer esa voz de mando en Blitzø. 

 

Era su prioridad.

 

No se concentró lo que restó de la jornada laboral. 

 

Cuando el portal al mundo humano se abrió en la oficina, graznó con fuerza y tiró los papeles al suelo. Se topó con los ojos amarillos de Blitzø, quien venía manchado de sangre y extasiado. Reía con estruendo, movía la cola con fuerza y abrazaba desde el hombro a Millie. 

 

Stolas sonrió. 

 

Adoraba ver a su amado tan radiante. Se veía guapísimo.

 

—¡¿Vieron eso, perras?! ¡Los rompí, los destrocé y lo hice con estilo! ¡Así trabaja un profesional! —gritó y sacudió a Millie, quien lo siguió en los gritos. 

 

Stolas formó un puño y se lo llevó al pico para ocultar su propia risa, acompañada con ululatos. De inmediato, Blitzø lo miró, corrió hacia él y se trepó hasta que llegó a su altura. Le rodeó la cintura con la cola y le enseñó los dientes cuando sonrió. 

 

—Debiste haber visto cómo los maté, Stols. Te hubieras excitado tanto que me hubieras rogado que te follara ahí mismo. —Ladeó los labios y subió las cejas. 

 

—¡Señor! —Moxxie dibujó una mueca a lo que Blitzø rodó los ojos antes de bajarse de Stolas. 

 

—Relaja el hoyo, Moxxie. Te aseguro que también te hubieras excitado si fuera Millie la que triunfó. —Sujetó a Stolas de la cadera y lo atrajo hacia él—. Bueno, supongo que es todo por hoy. Llevaré a Stols a dar una vuelta, ustedes pueden irse. ¿Quieren que les abra un portal? 

 

—En realidad, también vamos a dar una vuelta, B —dijo Millie con una ligera curvatura en el rostro. Tomó la mano de su esposo y la expresión de frustración de él, se desvaneció en segundos—. Que se diviertan ustedes dos. 

 

Blitzø se encogió de hombros. 

 

—¿Y tú, Loonie? ¿Te llevo a casa? —La sabuesa se había sentado en el sillón y tecleaba con prisa en el celular. Miró a su padre y asintió. Blitzø enseguida le abrió un portal al departamento, soltó al búho para acercarse a su hija y darle un beso en la mejilla. Ella rodó los ojos—. No regresaremos tan tarde, ¿de acuerdo? Pero si decides salir a algún lado, nos avisas. 

 

—Entiendo, papá. —Se puso de pie, se colocó la mochila en el hombro—. Que se diviertan. 

 

Loona atravesó el portal y este cerró. Millie y Moxxie también abandonaron el edificio, tomados de las manos. 

 

—¿No quieres arreglarte primero, cariño? —Stolas ladeó la cabeza y observó las vestimentas del imp manchadas de sangre. Blitzø se miró y chasqueó la lengua. 

 

—Tienes razón. Estoy hecho mierda. —Frotó el cristal de Asmodeus y un portal se abrió en la bañera del departamento—. No tardaré, ¿de acuerdo? Quédate aquí. 

 

El búho alcanzó a asentir antes de que Blitzø desapareciera. Suspiró. Quizá adelantaría los archivos del día siguiente. Regresó al escritorio y sacó los registros de las misiones, donde se colocaba la foto del objetivo, el lugar en el que lo encontrarían y una breve descripción de lo que proporcionó el cliente.

 

Terminó de colocar los documentos en la sala de reuniones cuando Blitzø regresó. Su apariencia le acarició el alma. Las mejillas se le tiñeron de rojo, el corazón se le aceleró y extendió una sonrisa. 

 

Las palabras de Blitzø, las que le dijo hace un tiempo atrás, le cosquilló las orejas.

 

«Quiero ser el causante de tus sonrojos, pajarito».

 

Blitzø se había colocado una playera de color negra sin mangas. Stolas recorrió con detenimiento sus brazos. Tragó saliva y el calor aumentó. El imp se puso un pantalón gris, rasgado y unas botas azules. 

 

—Te ves guapísimo, cariño. —La voz de Stolas fue aguda y temblorosa. 

 

Blitzø dibujó una sonrisa torcida, el pecho se le inundó de confianza, de orgullo. La cola se agitó con calma. Se acercó a Stolas, lo sujetó de la cadera y le acarició de arriba hacia abajo. Las plumas del búho se erizaron. 

 

—Si quieres, nos podemos quedar. —La cola rodeó una pierna de Stolas y le rozó la suavidad de las plumas—. Me dan ganas de ver cómo me montas en mi propio escritorio.

 

No era mala idea. 

 

Las pupilas de Stolas se le dilataron y la cloaca le palpitó ante el deseo de montar a su amado. Apretó las piernas y la palpitación aumentó cuando Blitzø rio; encantado de su reacción. 

 

—¿Qué dices? ¿Quieres montar a papi? —La cola le azotó las nalgas y el búho necesitó reprimir un gemido. Apretó el pico. 

 

«Si me lo ordenas…». Stolas sacudió la cabeza y se alejó de Blitzø con cierta brusquedad. Sin embargo, en lugar de que el imp se molestara, este extendió más la sonrisa y volvió a reír. 

 

—Quiero… —Se llevó una mano al pico y carraspeó la garganta. Despejó el nudo—... Quiero ese paseo, Blitzø. Me vendría bien un poco de aire. 

 

Blitzø le extendió una mano en su dirección. 

 

—Lo que tú digas, pajarito. —La suave mano de Stolas se aferró a la suya—. Si me pides que te folle en mi escritorio, lo haré encantado. Si me dices que quieres dar ese estúpido paseo, lo haré. 

 

El búho rodó los ojos y negó con la cabeza. 

 

—Vamos. 

 

La Ciudad imp nunca cambiaba. Las miradas de odio dirigidas hacia Stolas seguían intactas, las colas erizadas de los imp cuando él pasaba eran perceptibles. Las quijadas tensas, los ceños fruncidos. La rabia contenida. 

 

Stolas deseaba retroceder. Esconderse en el departamento. Tal vez, si el refrigerador de Blitzø fuera más grande, se metería. No obstante, él mismo se convenció de lo importante que era acostumbrarse a la hostilidad de los nacidos del infierno. Por más que paseara en su entorno, riera junto a Loona, Fizarolli o Blitzø; no lo aceptarían. 

 

Stolas reconoció esa verdad. 

 

La realeza era repudiada y él no cambiaría esa realidad. 

 

Lo que sí cambió fue su relación con Blitzø. 

 

El imp caminaba a su lado, conversaba acerca de la misión, del cómo se organizaron para terminar con el objetivo—énfasis de que fue su plan y que Moxxie no agregó unos arreglos— y le acariciaba el dorso con los dedos. Él búho prestó atención a cada palabra expresada, se carcajeaba o ululaba en los momentos oportunos.

 

La sencillez de la cita…

 

Sí, era una cita. Stolas le pidió que de vez en cuando salieran a pasear por el lugar, tomados de la mano y Blitzø accedió. 

 

Era una cita. 

 

Y la sencillez para Stolas era perfecta, más si Blitzø lo acompañaba. 

 

Más cuando Blitzø encontraba donde subirse para agarrarlo de las caderas y besarlo frente a los nacidos del infierno que los juzgaban. 

 

¿Por qué un imp saldría con un Goetia? Era la preguntaba al que no obtenían respuesta. 

 

—Estuvo tranquilo el día —dijo Stolas, aún con las manos entrelazadas con su amado—. Acudieron varios pecadores. Algunos fueron tranquilos, otros fueron bastante ruidosos. 

 

Blitzø lo observó. Buscó una señal que delatara una incomodidad por parte del búho. 

 

—¿No te dijeron nada indebido, Stols? —Azotó la cola detrás de él y frunció el ceño—. Dime quiénes son y los mataré.

 

—No es necesario, cariño. Estoy bien. 

 

Continuaron conversando. 

 

Se detuvieron, en ocasiones, a comprar un aperitivo o solo para sentarse unos minutos. Después de unas horas, decidieron irse a un parque, donde se acomodaron en un banco largo. El silencio se apoderó de ellos, era cálido y no era necesario hablar. Tocarse era suficiente.

 

Los ruidos de los alrededores, de los bramidos de los nacidos del infierno tensaron a Blitzø. Prestaba atención a los gestos de su búho. La sonrisa de su pico no se desvaneció, aquellos largos dedos lo acariciaban. Tranquilo. Pero él no. Miraba a todos lados, atento a los demás, que no se atrevieran a perturbar la calma de Stolas, de joderlos. Tenía el ceño fruncido y la cola se agitó con violencia. 

 

De pronto, Blitzø apretó la mano de Stolas y él lo contempló con la cabeza ladeada. ¿Qué lo habrá perturbado? En eso, le llegó un aroma que le arrugó la nariz, era un olor a fermentado y putrefacción. Cuando vio hacia el frente, entendió la reacción de su amado. Un par de demonios —unos súcubos— se aproximaron a ellos. Blitzø olió el aire, sacudió la cola con fuerza y gruñó. 

 

—Tu debes ser el imp que abrió un negocio y casi es decapitado por Satanás —dijo uno y clavó los ojos en Stolas, quien se aferró a la mano del imp. El demonio se lamió los labios y rio—. No esperé encontrarme con el príncipe desterrado. 

 

Se le formó un nudo en la garganta a Stolas. Las púas de Blitzø se le erizaron. 

 

—Aléjate —advirtió el imp a los súcubos, quienes ensancharon la sonrisa—. No estoy de humor para lidiar con imbéciles. 

 

Le habían arruinado su cita. Tenía planeado hacer feliz al búho para, cuando llegaran al departamento, follarlo sin arrepentimientos. 

 

Los demonios se miraron entre sí. El más alto señaló con los ojos al búho y su compañero inhaló el aire. Enseguida enseñó los dientes cuando sonrió con descaro. 

 

—Relájate, solo estamos oliendo. —Volvió a inhalar en dirección a Stolas—. El pajarito huele muy bien. —Se lamió los labios—. Demasiado bien. 

 

La respiración de Blitzø cambió. Que alguien mencionara el olor de Stolas, de su pajarito fue el límite, golpeó el asiento con la cola y enseñó los dientes al gruñir. Stolas se tensó a su lado. 

 

El imp se puso de pie y se colocó frente a los súcubos con las manos en puño. 

 

—Retírense. Ahora. —La voz le salió grave y vibrante. 

 

Stolas abrió los ojos de par en par y se retorció en la banca. Las mejillas se le colorearon. 

 

«Algunos alfas son más superiores que otros. Las feromonas eran más estables que los recesivos. La voz de mando afectaba a los alfas como si fueran omegas», recordó Stolas. Tragó saliva con fuerza. 

 

Los súcubos retrocedieron. La orden de Blitzø les encogió el estómago y sudaron frío. El aura del imp era tan intenso que se paralizaron unos instantes. 

 

—Tranquilo. Era broma —murmuró uno, el que se había lamido los labios. Se alejó un poco más. 

 

—Un príncipe desterrado no tiene valor —dijo el otro antes de tomar del brazo a su compañero y retirarse. 

 

Cuando se alejaron lo necesario para que Blitzø no oliera sus feromonas, relajó los músculos y soltó el aire. El pecho le subía y bajaba. Se giró hacia Stolas para asegurarse de que no se hubiera alterado. Sin embargo, el búho lo veía con los ojos dilatados y las mejillas rojas. Blitzø detectó algo en el aire y al inhalar, percibió la lavanda que le gustaba… más dulce. El corazón le palpitó, al igual que su pene. 

 

—Blitzø… —El pico de Stolas tembló, la voz fue un susurro. Se agachó a la altura del imp, ululó y le acarició la mejilla de su amado con el pico. Blitzø se estremeció—. ¿Sabías que te viste increíble cuando hiciste eso? 

 

—¿H-acer qué? —Blitzø parpadeó, aunque buscó más la cercanía de su pajarito. 

 

—Cuando usas tu voz de mando… tan firme… tan sexy. —Pasó la lengua por el cuello del imp, quien apretó la mandíbula para no gemir en ese lugar. No obstante, a esas alturas, no le importó. 

 

—¿Qué voz de mando? —Se sujetó desde los hombros de Stolas y cerró los ojos. La respiración se le alteró. Su pene se endurecía con cada segundo transcurrido. 

 

—Tu voz de alfa —dijo Stolas y ululó de nuevo—. Quiero que me mandes. Dame órdenes. Quiero arrodillarme aquí mismo. 

 

Blitzø respiraba con rapidez, los ojos amarillos dilatados y nublados. El pene le ardía y palpitaba. Erecto por completo.

 

«A la mierda la cita tierna y calmada». 

 

—Ahora sí vas a montarme, Stolas. —Stolas le respondió con un ulular. Blitzø engrosó la voz y le enterró las uñas al búho en los hombros. Stolas gimió—. Vas a montarme y no te detendrás hasta que me corra dentro de ti. ¿Oíste, perra? 

 

A su pajarito le fascinaba cuando le hablaba sucio durante el sexo. Le provocaba que arqueara la espalda, que su cloaca se empapara al darle órdenes, al morderlo y al insultarlo.

 

Blitzø conoció otra faceta de Stolas con la voz de mando. 

 

Stolas gemía sin restricciones. Blitzø le exigía que gritara, que le apretara y que se corriera todas las veces que él quisiera. Stolas se liberó. Lo obedeció. Le exclamó lo mucho que le encantaba ser tocado por su amado. 

 

La vista de Blitzø era perfecta. Stolas seguía encima de él, movía las caderas en círculos y hacia los lados. Los ojos rojos del p

ájaro llorosos por el placer y desde el pico se le escurría baba por sus gritos. Le enterraba las uñas en el pecho y él en sus muslos. Aquellos muslos que le gustaban.

 

La voz de mando era fascinante. 

 

Notes:

Espero que les haya gustado :)