Chapter 1: El Poder del Enlace
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El combate entre Bruno y su rival todavía estaba por empezar y ya estaba en máxima tensión. Por primera vez en años, el miembro del Alto Mando había escogido su Enlace de Onix en vez del su habitual Machamp. El rival, con un Enlace de Gengar, creyó que tendría una victoria fácil por la ventaja de tipos y ahora se enfrentaba a un letal muro de rocas.
Ryku entró en su habitación y bajó el volumen de la televisión. Se dirigió al escritorio donde descansaba su brazalete Enlace y dejó una pequeña caja y una libreta. Dentro de la caja había el nuevo módulo Holomisor que le habían comprado sus padres, el último que necesitaba para empezar su viaje.
Abrió el compartimento de los módulos del brazalete e instaló el Holomisor. Encendió el brazalete para que el sistema reconociera los nuevos módulos y los configurara, un proceso que tardaba varios minutos si era una primera instalación. Ryku esperó viendo la televisión.
El combate entre el Enlace de Onix de Bruno y el de Gengar de su rival fue un combate inolvidable. Y él tuvo la ocasión de verlo en vivo la primera vez que pudo ir a la Meseta Añil. Sabía que el Gengar ganó a Bruno y perdió contra el Enlace de Gengar de Agatha en igualdad de condiciones. Nadie logró el título de Campeón aquel año.
Un pitido indicó que el brazalete había terminado de configurar el módulo Holomisor y Ryku pasó al siguiente paso. Seleccionó la aplicación que se había instalado en el menú principal y abrió la libreta que contenía varios números de holomisor y los fue agregando y guardando en su respectiva lista.
Los dos primeros números que introdujo eran los de sus padres. Aquellos quienes apoyaron desde su más tierna infancia el deseo de ser un entrenador de Enlace y le regalaron el brazalete con casi todos los módulos que creyeron esenciales para su viaje. Añadió también el número de Eric, un viejo amigo que se había ido a vivir a ciudad Azulona hacía años, el de Liza, una cuidadora que estaba a cargo de Antorcha, y el de la profesora Dalia, quien lo apoyó como sus padres y le regaló su Pokémon.
Ya solo quedaba asegurar el correcto funcionamiento del módulo. Usó el número de sus padres para la prueba y escuchó cómo sonaba el holomisor de casa en el piso inferior. Sus padres se lo confirmaron con gritos desde abajo por si acaso. Ryku asintió. Su brazalete estaba listo para la aventura. Lo apagó, se puso el pijama y se echó en la cama. Mañana sería el gran día.
A pesar de haberse puesto el despertador, Ryku se levantó antes de que sonara. Estaba demasiado emocionado por el viaje que iba a empezar hoy. Tanto que casi se olvidó de asearse y por poco no salió de casa con el pelo negro todo alborotado.
Se vistió con la ropa que había preparado el día anterior y guardó en la mochila ropa de recambio, un pijama y la libreta. Luego cogió el brazalete y se lo puso en el brazo izquierdo. Después de comprobar varias veces que no se dejaba nada, estaba listo para irse. Pero antes se detuvo delante de una foto que había en la estantería.
En ella se veía a sí mismo, con cinco años, abrazando a Antorcha, el Charmander que le regaló la profesora Dalia. También estaba ella, con su cabello rubio rojizo recogido en una coleta y unos ojos color miel ocultos tras unas gafas. Recordó los días que estuvo con su amigo de fuego entrenando para hacerle evolucionar, las veces que se quemó con su cola por algún despiste y los momentos en los que Antorcha lo vigilaba cuando cogía algún que otro resfriado.
Ryku miró otras fotos de la estantería en las que Antorcha evolucionó a Charmeleon tras un duro entrenamiento, y la más reciente, de unos de tres años, en la que ya era un poderoso Charizard. Esta última foto le trajo los últimos recuerdos que tuvo con él. La alegría que sintieron ambos al ver que los resultados de su entrenamiento, el tan ansiado día en el que Ryku obtuvo el poder de Antorcha… Y el momento más amargo: liberar a Antorcha. Aunque unos graciosos momentos en los que Antorcha entrenó a Ryku para aprender a manejar el cuerpo de un Charizard con fluidez le hicieron olvidar la tristeza de aquella separación.
—Hemos trabajado muy duro y al fin lo hemos conseguido, compañero. Demostraré a todo Kanto los frutos de nuestro entrenamiento y te dedicaré todas las medallas que gane. Y, sobre todo, cumpliré mi promesa de volver a vernos.
Ryku dejó la foto donde estaba y bajó las escaleras donde ya le esperaban sus padres en la puerta de casa, preparados para despedir a su hijo. Su madre le dio un par de recipientes de plástico repletos de comida y dos bocadillos como desayuno. Su padre le dio una botella de agua fresca con la promoción de la Liga Pokémon.
—¿Estás listo? —le preguntó.
—Sí.
Salieron de casa y se dirigieron a las afueras del pueblo donde, en teoría, estaría la profesora Dalia para decirle adiós. Lo que Ryku no esperó fue que casi todo pueblo Paleta estaba ahí para despedirse: la mayoría de sus vecinos, los científicos que trabajaban en el laboratorio con la profesora Dalia y la propia profesora, que vestía su muy reconocible bata blanca sobre una camisa roja y unos pantalones azules. Sus gafas descansaban en el bolsillo de la bata. Tal vez estaba usando lentillas.
Ryku entabló unas palabras de adiós con los vecinos que le desearon lo mejor y toda la suerte del mundo. Ryku dijo más «gracias» que «adiós». Terminó con los vecinos y se reunió con la profesora Dalia, la última persona con la que tenía que hablar junto a sus padres.
—Ha llegado el día —comentó Dalia—. Hoy comienza tu aventura como entrenador de Enlace.
—Tengo muchas ganas de empezar —dijo Ryku.
—Ten mucho cuidado, cielo —le pidió su madre.
—No te preocupes, mamá. Cuento con la fuerza de Antorcha.
—Igualmente, estate atento —le advirtió su padre—. Los combates Pokémon no son lo único que existe en este mundo. Hospédate en los albergues y usa los centros Técnicos siempre que tengas la oportunidad. Procura no dormir a la intemperie y no te hagas el valiente cuando tu Enlace se esté reiniciando, ¿de acuerdo?
—Entendido. Preguntaré por los albergues que haya por las rutas y, siempre que pueda, dormiré en ellos.
—Así me gusta.
—No te olvides del módulo Pokédex que te di —le recordó Dalia—. Contiene toda la información posible acerca de todos los Pokémon de la región. Te servirá para prepararte contra Pokémon salvajes que te ataquen.
—Me lo he estado estudiando estos últimos meses para no tener que estar mirándolo siempre.
Dalia le dedicó una sonrisa.
—No hay duda de que estás más que preparado. Es mejor que no te ralenticemos más.
—Buena suerte, cielo. —La madre de Ryku lo abrazó y le dio un beso de despedida en la frente.
—Enseña a los líderes de Gimnasio todo lo que has aprendido con Antorcha —le animó su padre.
—Lo haré. Llegaré a ser Campeón de la Liga Pokémon cueste lo que cueste.
—Así se habla.
Ryku y su padre se abrazaron un largo rato y después Ryku se colocó la mochila y caminó hacia la Ruta 1. Echó un rápido vistazo hacia atrás y vio a todos, ya algo borrosos por la distancia, agitando los brazos. Les dedicó el mismo gesto y continuó su camino hacia su primer destino y su primera medalla en ciudad Verde.
Ryku hizo una pausa para descansar un poco. Había andado durante un par de horas y estaba casi a medio camino entre pueblo Paleta y ciudad Verde. Sacó de la mochila la botella de agua y bebió un poco.
Ryku miró alrededor mientras descansaba en el tronco de un árbol desde el que se podía vigilar a los Pokémon de la ruta. Si mal no recordaba, estaba llena de Pidgey, Pidgeotto, algún que otro Pidgeot, Rattata y Raticate. También se rumoreaba que había Spearow que habían elegido la ruta como nuevo hábitat, aunque por ahora no había visto ninguno. En un principio, no tendría que combatir usando el Enlace, aunque no descartaba que tuviera que enfrentarse a varios Pokémon a la vez, en especial si eran Rattata y Raticate.
Como iba a estar un rato más recostado bajo el árbol, a Ryku se le ocurrió llamar a Liza. Así se enteraría de cómo le van las cosas a Antorcha y, de paso, estrenar el módulo del Holomisor fuera de las pruebas. Seleccionó el número en la aplicación y esperó a que la cuidadora respondiera. La primera vez Liza no contestó la llamada, pero Ryku recordó que Liza era una mujer ocupada y que debía insistir un par de veces. Al cuarto intento, el brazalete respondió y la cámara que había en la parte superior de esta proyectó la imagen de Liza con su distintivo traje carmesí y su pelo verde recogido en una coleta.
—¡Ryku! Cuánto tiempo. ¿Llamas por algo en especial?
—Hola, Liza. Solo llamaba por saber algo de Antorcha. Hace poco he pensado en él y quisiera saber cómo le van las cosas. Espero no haberte pillado haciendo algo importante.
—Nada que no conozcas ya —rio Liza—. Hace poco que he acabado con el entrenamiento rutinario de los Charizard del valle y me estoy tomando un momento de relax mientras los observo. Y Antorcha no está entre ellos, para variar.
—¿Otra vez ha tomado un día de soledad? —preguntó Ryku. Las últimas veces que llamó, Liza siempre le contaba la desaparición de Antorcha como si deseara estar a solas.
—Eso parece. Ha entrenado con el resto, claro está. Pero se ha separado al terminar. Supongo que estará en aquel sitio de nuevo. Tendré que estar más atenta con él.
—¿Lleva así mucho tiempo?
—La última semana por lo menos. Pero luego vuelve a ser el Charizard que conoces. ¿Sabes? Creo que esos momentos de soledad los hace para pensar en ti. Antorcha te echa de menos.
—Han pasado poco más de dos años y desde que lo liberé y lo mandé contigo al valle. Le entiendo perfectamente.
—Tú también lo añoras —observó Liza.
—Por supuesto. Aún tengo que cumplir la promesa que le hice antes de irse. Y ya he empezado con ella.
Liza mostró una expresión de curiosidad a la par que impresionada.
—Me dijiste algo al respecto. ¿Qué era? Lo siento, siempre me centro en los Charizard más que en cualquier otra cosa.
—Le prometí a Antorcha que nos volveríamos a ver y que le enseñaría una prueba de que soy digno de llevar su Enlace, además de demostrar lo fuerte que soy con él.
—También suena a desafío personal, si me permites el comentario —opinó Liza—. Antorcha ahora es mucho más poderoso que cuando vino hace dos años. Tendrías que esforzarte de lo lindo.
—Es posible. Pero de todas formas es una promesa. Y la única manera que tengo de que sepa que he mejorado es consiguiendo el título de Campeón de la Liga Pokémon de Kanto.
—¿Y cuándo vas a iniciar esa aventura?
—Ya la he empezado. Estoy de camino a mi primera medalla.
—En ese caso, buena suerte. Y, aunque no esté, seguro que Antorcha te diría lo mismo con gestos propios de un Charizard.
—Gracias, Liza. Cuéntale la conversación que hemos tenido. Se alegrará de saber de mí y, con suerte, dejará de pasar ratos a solas.
—Lo haré. Adiós, Ryku.
Liza colgó la llamada y su proyección holográfica se desvaneció. Ryku se quedó mirando al cielo unos instantes, pensando en Antorcha y en su reacción cuando Liza le hablase de él. Se relajó unos minutos más y reemprendió el camino de la ruta.
Un ruido procedente de la hierba alta alertó a Ryku. ¿Pokémon salvajes? Tenía toda la pinta. Y varios, para ser más exactos. Retrocedió y se preparó para el inminente combate. Una horda de Rattata y Raticate abandonó su escondite y atacó a Ryku. Por suerte, él ya estaba a la distancia adecuada para reaccionar sin sufrir daño.
Activó el Enlace con un gesto sobre la pantalla del brazalete. Acto seguido, Ryku notó las placas del módulo Enlace tocar su piel. El cambio había comenzado.
Ryku se envolvió en un aura centelleante que lo convirtió en una silueta de luz blanca. Desde dentro, el joven sintió la adaptación que su cuerpo estaba sufriendo: alas brotando desde la espalda, cuernos abriéndose paso en la cabeza, una cola que se alargaba a cada segundo… Todo desde una perspectiva brillante donde solo se podía ver cómo una silueta humana cambiaba de forma a una inhumana. Todo transcurrido en menos de un minuto. Cuando la transformación finalizó, el cuerpo de Ryku dejó de brillar y mostró el nuevo aspecto que había adquirido.
Ahora se veía igual que un Charizard, las alas extendidas, la piel naranja y una llama que ardía con gran intensidad en la cola. Los Rattata y Raticate dudaron un instante, confusos por la escena. Aun así, cargaron hacia Ryku con la misma ganas de antes.
Ryku sonrió. Iba a librar su primer combate como entrenador de Enlace contra Pokémon salvajes y les iba a demostrar de lo que era capaz. Se concentró, apuntó con la vista a la horda y contó cuántos enemigos tenía en frente. Había al menos diez Pokémon, cuatro de ellos eran Raticate. Inhaló y notó el fuego surgir desde dentro. Aseguró el disparo, abrió la boca y un torrente de llamas rojas se dirigió al grupo de Pokémon salvajes. Los Rattata y los Raticate se dieron cuenta demasiado tarde del fuego que acabó por consumirlos. Solo se salvaron tres Rattata.
Ryku cerró la boca y finalizó así el potente lanzallamas. Los estragos que había causado se vieron a la perfección. Había Pokémon debilitados delante de él, cubiertos con una capa negruzca, símbolo de las consecuencias de las llamas en ellos. Los Pokémon que sobrevivieron se escaparon sin preocuparse por sus compañeros.
Con todas las amenazas derrotadas, ya no había necesidad de mantener el Enlace activo, por lo que Ryku se envolvió de nuevo en la brillante luz blanca y su cuerpo volvió a adoptar su forma original.
De repente, una molesta sensación atravesó la espalda de Ryku. Se quitó la mochila de inmediato y se rascó a pesar de saber que no servía.
—¿Cuándo me adaptaré a tener y perder las alas? —se preguntó—. Ya superé el problema con la cola.
Ryku se puso de nuevo la mochila y continuó mientras aguantaba la molesta sensación de las alas. Por lo menos desapareció a los pocos minutos.
Más adelante, Ryku volvió a escuchar algo que le llamó la atención. ¿Otra horda de Pokémon salvajes? No. Solo era una bandada de Pidgey volando. Nada de lo que preocuparse. Pero Ryku se dio cuenta de que los Pidgey no estaban yendo a ninguna arboleda donde pasar el día, sino que huían de algo o alguien.
—¡No los pierdas de vista, Elvis!
Ryku miró en la dirección donde escuchó aquella voz justo cuando un Pidgeot lo sobrevoló a gran velocidad y Ryku se tambaleó por un golpe de viento. Se recuperó y divisó una persona a lo lejos que se acercaba. Al principio no la identificó, pero al llamar a ese Pidgeot Elvis no hizo falta porque conocía a alguien que tenía un Pokémon con ese nombre.
Un hombre de cabello castaño y ojos verdes se acercó a Ryku. Vestía una camisa color lima y unos pantalones azules y tenía un grueso guante de cuero en su mano izquierda y en la derecha, un brazalete Enlace. De su cintura colgaba una riñonera. El hombre era más alto que Ryku y se notaba que era mayor que él.
—Anda, Ryku. Cuánto tiempo sin verte.
Ryku conocía a ese hombre. Horti. Eran amigos desde que Ryku empezó a entrenar a Antorcha para alcanzar su evolución final. Horti se ofrecía a llevarlo a zonas peligrosas para mejorar más rápido en muchas ocasiones. Sin su ayuda, era posible que Antorcha todavía fuera un Charmeleon.
—¿Horti? Caray, sí que han pasado años desde la última vez que nos vimos.
—Y tanto, me sorprende que nos reencontremos en la Ruta 1. ¿Qué te trae por aquí?
—Estoy de camino a ciudad Verde. Allí desafiaré al líder de Gimnasio y me haré con su medalla.
—Oh, tienes previsto conseguir las ocho, ¿no?
—Sí. Y desafiar al Alto Mando.
—Apuntas alto, ¿eh? Supongo que el Enlace que tienes es el de aquel Charmeleon que tenías.
—Sí. Pero mi Enlace ya es de un Charizard. Lo entrené para que evolucionara y se hiciera más fuerte.
—Parece que me he perdido mucho de lo que ha sucedido en pueblo Paleta —rio Horti.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Ryku—. ¿Por qué persigues a esa bandada de Pidgey? Y con Elvis, ni más ni menos.
—Elvis solo me está echando un ala con esto. Luego se irá como buen Pokémon salvaje que es. Con su ayuda atraparé un Pidgey en un santiamén.
—¿No tenías ya el Enlace de un Pidgeot? ¿Para qué quieres otro?
—No es para mí, sino para mi hermano pequeño —repuso Horti—. Hace un tiempo me llamó y dijo que en el futuro quería ser un entrenador de Enlace como nosotros. Quería que el suyo fuese de un Pidgeot también y, como bien sabes, la profesora Dalia dejó claro que los mejores Enlaces se hacen desde la evolución más previa. Por eso estoy tras los Pidgey.
—Ahora entiendo por qué estaba tan emocionado cuando me despedía de nuestros vecinos. Está esperando que le traigas un Pidgey.
—Exacto. No volveré a pueblo Paleta hasta que capture uno.
Entre la conversación se oyó un grito. Ryku y Horti miraron al cielo y vieron a Elvis aproximarse y aterrizar entre ambos.
—¿Los has perdido? —preguntó Horti.
Elvis hizo unos gestos y extendió un ala como si señalara con el dedo una dirección.
—Sabía que no irían más lejos de la arboleda —se alegró Horti. Una alegría que solo duró unos segundos—. Claro que ahora puede que hayan Pidgeotto que quieran pelea. Esto se complica.
—Hola, Elvis —saludó Ryku. Acarició el plumaje de la gran ave que este agradeció dejando que le mimara más—. No has cambiado nada.
—Por cierto, Ryku —llamó la atención Horti—. Ten. Mi número del Holomisor. Supongo que tendrás uno en tu brazalete, ¿no?
Ryku asintió y aceptó a través del brazalete el número de contacto de Horti y lo guardó con el nombre de su amigo. De repente, el brazalete emitió unos pitidos que mostró una ventana en la que decía que había recibido unas cuantas Monedas de Combate.
—¿Qué…? —Ryku no comprendía lo sucedido.
—Es un número especial —explicó Horti—. Trabajo en el Servicio de Transporte Aéreo de Kanto. Ese número, además de usarlo para llamadas personales, también vale para utilizar el STA. Siempre que un trabajador da su número a un entrenador, se le suelen regalar unas Monedas de Combate para que las use en un viaje del servicio como prueba.
—Vaya, muchas gracias Horti. Esto me puede ser de mucha ayuda.
—Como me has dicho que irás a por las ocho medallas, supuse que te sería más que útil. Pero hay una condición: los entrenadores han de visitar la ciudad al menos una vez a pie para poder luego viajar entre ciudades.
—¿Por qué ha de ser así? —preguntó Ryku.
—Creo que tiene algo que ver con la Liga Pokémon. Una manera de saber que los entrenadores que vayan a desafiar al Alto Mando son dignos rivales que no solo han derrotado a los Líderes de Gimnasio, sino que han luchado duro para llegar a sus ciudades.
—Curioso. Aunque, de todas formas, ya tenía en mente ir a las ciudades caminando por las rutas si no me hubiera topado contigo. Haré uso del servicio cuando lo requiera. Gracias de nuevo.
—Bueno, va siendo hora de reiniciar la persecución —comentó Horti con un aplauso—. Elvis, guíame hasta los Pidgey.
El Pidgeot emitió un gruñido y voló en la dirección por la que había venido.
—Estamos en contacto, Ryku. Adiós.
Ryku se quedó observando a Horti adentrarse en el campo mientras seguía al Pokémon con el que tenía un Enlace un tiempo. Cuando su figura se tornó borrosa, reemprendió su camino hacia ciudad Verde.
Chapter 2: Ciudad Verde
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Lo primero con lo que Ryku se topó fue con lo concurrida que era la ciudad. Gente paseando por las calles con la familia, pareja o su Pokémon, entrando y saliendo de tiendas o descansando en los bancos de las calles. Ryku paseó por las calles mientras contemplaba todos los rincones de la ciudad. Usó el mapa por si le indicaba el camino hacia el Gimnasio Pokémon, pero este solo se encargaba de señalar rutas y ciudades. Ryku tenía que buscar un mapa de la ciudad si no quería perderse en ella.
Deambulando acabó en una de las plazas donde más gente pasaba el día en las mesas de fuera de los bares y restaurantes, dando de comer a Pidgey cerca de una fuente cuya agua salía de los tentáculos de la estatua de un Tentacool. Aprovechó el borde de la fuente para sentarse y descansar un poco.
Mientras tanto, empleó el Holomisor y grabó un mensaje de vídeo. Luego buscó el número de su madre o padre y se lo mandó. Ryku pensó en llamarlos en persona, pero había mucho ruido en la plaza y sus padres a duras penas conseguirían escucharle. Con el vídeo les avisaría de que había llegado a ciudad Verde sano y salvo.
Ryku vislumbró en una de las salidas de la plaza un cartel con un mapa. Tenía pinta de pertenecer al de la ciudad, de modo que retomó la marcha y fue a examinarlo. No erró y comprobó la ruta más corta que debía tomar hacia el Gimnasio. De paso memorizó los lugares de interés como el centro Técnico y el albergue de la ciudad. Solo había uno de cada, pero ambos mostraban ser grandes y fácilmente detectables. Ryku se decepcionó de que no se diseñara un módulo para hacer fotografías y se lamentó de no haber añadido una cámara a la mochila. Una fotografía al mapa de la ciudad le hubiera venido muy bien. Tendría que confiar en su memoria y en hallar más carteles como este en el resto de la ciudad. Tomó la salida adecuada y se dirigió hacia el Gimnasio.
El recorrido que debía realizar era extenso, pues el Gimnasio estaba en el extremo noreste de la ciudad y Ryku había accedido a esta desde el sur. Por el camino recibió una respuesta de sus padres quienes, al igual que él, le mandaron un mensaje de vídeo. En este se escuchaba su alivio de llegar a la ciudad sin muchos percances. Sobre todo, por el ataque de la horda de Rattata y Raticate. También le desearon suerte en su primer combate contra un Líder de Gimnasio, lo que Ryku agradeció a pesar de que no le oyesen.
Ante Ryku se presentó la increíble estructura del Gimnasio Pokémon de ciudad Verde. Ese tejado semicircular y cortado a la posición de las puertas de madera, dando como resultado dos arcos a distintos niveles. En frente de la puerta se alzaban seis columnas -tres a cada lado- que formaban una especie de camino hacia esta. Más adelante había dos escaleras para llegar al Gimnasio y, en el espacio entre estas, había una fuente con un relieve de siluetas las cuales la central escupía el agua de su boca. Ryku alzó la vista. Estaba a escasos metros de realizar su primer paso hacia la Liga Pokémon. Inspiró y Expiró. Estaba listo para afrontar el desafío.
Ryku subió las escaleras y caminó hacia la puerta. Iba decidido a abrirlas, pero en cuanto las tocó vio un cartel al lado con aspecto importante. Se acercó y lo leyó detenidamente.
—<<Información para los retadores. Actualmente, el Gimnasio de ciudad Verde queda indispuesto por falta de un Líder que lo controle. Mientras el Consejo de la Liga Pokémon busca a la persona adecuada, este Gimnasio quedará cerrado y seleccionado como el último a hacer de los ocho repartidos por Kanto. Lamentamos las molestias y prometemos que volverá a funcionar antes del comienzo de las preliminares de la Liga Pokémon>>.
Ryku se quedó perplejo. ¿No había líder de Gimnasio? ¿Cuándo sucedió esto? Tuvo que ser recientemente si no se había informado al respecto. De todas formas, y según decía el cartel, la medalla de este Gimnasio sería la última que obtendría. No le quedaba más remedio que continuar hacia su próximo destino que, según el mapa, sería ciudad Plateada.
— ¿Tú también te has decepcionado al ver el Gimnasio cerrado?
Ryku dirigió la vista al desconocido que le acababa de hablar. Se trataba de un joven como él, aunque ligeramente más alto. Tenía un cabello corto y de color azul muy oscuro, casi confundible con el negro. Sus ojos eran oscuros, por la distancia era complicado averiguar el color exacto, pero se notaba que no tenían un tono destacable. Vestía ropa ligera pensada para los largos viajes. Ryku se fijó en su brazo izquierdo: llevaba un brazalete Enlace. Ese joven era un entrenador como él.
—¿Sabes cuánto tiempo lleva cerrado? Me acabo de enterar de esto— preguntó Ryku.
—Ni idea. Solo llevo unos días aquí y en mi primer día ya me lo encontré cerrado. Es un fastidio estar tan cerca y a la vez tan lejos de completar la obtención de las ocho medallas.
Ryku se sorprendió ante la última frase sacada por el joven.
—¿Estás tras las medallas de Kanto?
—Desde luego. Mira.
El joven sacó del bolsillo interior de su chaqueta una caja metálica roja y la abrió. Ryku se quedó perplejo al ver siete de las ocho medallas de los Gimnasios. El joven solo necesitaba la de este Gimnasio para completar la colección.
—Caray, ya tienes casi todas. Increíble. Te habrá costado conseguirlas, supongo.
—Algunos líderes fueron un verdadero reto debido a mi Enlace; otros, tenía ventaja sobre ellos; el resto dio un combate inolvidable. Confío en que el próximo líder de este Gimnasio esté a la altura.
—¿Puedo saber qué tipo de Enlace tienes? —preguntó Ryku curioso.
—Cómo no. Mi Enlace es de tipo agua, realizado con un Blastoise. ¿Y el tuyo?
—De tipo fuego, realizado con un Charizard.
—Interesante. Si querías ir a por la medalla de este Gimnasio, deduzco que también perseguirás las demás. —Ryku asintió y corroboró su suposición—. Vas a tenerlo más complicado que yo.
—Es posible. Pero no me pienso rendir hasta lograrlo —anunció Ryku muy convincente.
El joven rio.
—Esas palabras son las mismas que solté cuando inicié mi aventura hace muchos meses ya. —Hizo una pausa—. Dime, ¿vas a partir hacia el siguiente Gimnasio y desafiar a su líder?
—Hoy no. Prefiero pasar la noche aquí y salir por la mañana.
—Entonces irás al albergue de la ciudad. Si no sabes dónde está te puedo guiar, ya que estoy alojado allí.
—Sí, sé dónde está —repuso Ryku—, pero no me importa que me acompañes si quieres.
—Muy bien. Vamos, entonces. Por cierto, no me he presentado en toda la conversación. Me llamo Dylan.
—Yo soy Ryku.
El albergue era más grande de lo que Ryku pensaba. Él se imaginaba un edificio pequeño pero lo bastante espacioso para acoger a varias decenas de entrenadores a la vez. Pero Dylan le había contado cómo era y, hasta que no lo vio en persona, Ryku no se lo creía.
Solo la recepción ya mostraba tener la calidad de un hotel, con la diferencia de estar enfocado exclusivamente a entrenadores, los cuales se veían ir y venir por todas las puertas del recinto y subir y bajar las escaleras que llevaban al piso superior. Había más entrenadores de lo que se imaginaba.
—¿Me crees ahora? —Dylan le había hablado sobre el albergue mientras se dirigían a este. Ryku no creía todo lo que le comentaba.
—Voy a tener que hacerlo, sí —dijo Ryku abatido por la realidad.
—En cuanto cojas la habitación te enseño los campos para duelos entre entrenadores, que parece que aún dudas.
—No, no. Te creo —repuso velozmente Ryku—. Con esta recepción ya es suficiente.
Dylan lo miró, todavía dubitativo. Lo dejó estar y fueron a la recepción.
—Buenas tardes y bienvenido al albergue de ciudad Verde. ¿En qué puedo serviros? —saludó el recepcionista. Era un hombre alto, vestido con el uniforme del albergue: traje negro con pajarita roja. Tenía el pelo corto y moreno y unos ojos color miel. No dejaba de sonreír.
—Buenas tardes. Quisiera una habitación —pidió Ryku.
—Muy bien. Me enseña su identidad de entrenador, ¿por favor? —Ryku seleccionó en la pantalla de su brazalete su tarjeta electrónica que demostraba su cualidad como entrenador—. Gracias. ¿Cuánto tiempo va a estar?
—Solo un día.
—De acuerdo. Serán cien monedas de combate.
Ryku activó el módulo de las monedas y dejó que el recepcionista pasara un aparato por encima de la pantalla que leyó el número de su cuenta de entrenador. La pantalla del ordenador del recepcionista emitió un pitido con el que fue verificado el pago.
—Aquí tienes. Tu habitación está en la primera planta. Número cuarenta y seis.
—Gracias.
Ryku recogió la llave.
—Perdona, ¿te interesaría participar en un torneo que estamos organizando en el albergue? —preguntó el recepcionista antes de que Ryku y Dylan se marcharan.
—Oh, es verdad. ¿Cómo va el reclutamiento de participantes? —cuestionó Dylan—. Oí que aún no se tienen los necesarios.
—Casi estamos listos. Unos entrenadores se inscribieron esta mañana y eso nos dio un buen empujón. Por desgracia del destino, los nuevos participantes no rellenaron todo el tablón y nos queda solamente uno más. Una pena, si al acabar el día no se inscribe nadie más, tendremos que aplazar el torneo unas semanas. Y eso sería bastante malo.
—Pues sí que es mala suerte, sí.
—¿En qué consiste el torneo? —inquirió Ryku.
—Es sencillo. Se realizarán combates Pokémon para avanzar en el tablón hasta llegar a la final y el ganador del torneo se llevará un premio de veinticinco mil Monedas de Combate.
Ryku se quedó con la boca abierta, anonadado. Veinticinco mil Monedas de Combate eran una cantidad considerable. Con ese dinero no se tendría que preocupar más por pasar noches en los albergues.
—Participaré.
—Genial. Te inscribiré con los datos que me diste a la hora de pedir habitación.
—¿Cuándo se hará el torneo?
—Mañana por la tarde. Hoy era el último día para las inscripciones. El resto ya está listo.
Ryku asintió. Segundos después se percató de algo: si el torneo iba a ser al día siguiente en horario vespertino, eso significaba que tendría que pasar una noche más, por lo menos. Con lo cansado que acabaría tras el final del torneo acabase como acabase, no podía continuar su camino sin un buen descanso.
—¿Ocurre algo? —Dylan notó la preocupación de Ryku.
—Solo he pagado por una noche en el albergue y con el torneo dudo que tenga ganas de continuar sin reposar antes. No tengo dinero para una segunda.
—¿Solo eso? —Dylan habló como si se tratara de algo mundano—. Recepcionista, las noches extra que se quede él, ponlos a mi cuenta.
—Muy bien.
—Espera, espera, espera —saltó Ryku—. Dylan, ¿Estás seguro de lo que dices y haces?
—Sin duda.
—¿De verdad?
—Te lo repetiré: sin duda. Apúntale una noche más a mi cuenta.
El recepcionista obedeció y en cuestión de segundos el recepcionista ya había cobrado el dinero de la noche extra que pasaría Ryku. Dylan hizo una seña a Ryku de apartarse para que otro entrenador pudiera alquilar su habitación. Alejados de la recepción, Ryku retomó las preguntas.
—¿Por qué lo has hecho? —preguntó—. ¿Acaso das noches gratis a otros entrenadores para que estén en deuda contigo?
—Qué locuras sueltas —replicó Dylan—. No lo hago para que alguien esté en deuda conmigo. Solo lo hago para ayudar.
—Es que todavía no comprendo…
—Mira, he visto tu reacción al saber del torneo. Decir que estabas interesado y deseabas participar es, quizá, quedarse corto. Y si ganas podrás alojarte en cualquier albergue, ya sea de ruta o de ciudad, sin preocuparte de quedarte corto de dinero. Y ese es un buen incentivo en tu tarea de recolectar las ocho medallas. Te lo dice alguien que ya ha pasado por eso.
—En ese caso, solo puedo decir gracias. Pero sigo pensando en querer devolverte la noche que me has pagado.
—De nada. Pero olvida que te he pagado una noche más hasta que termine el torneo, al menos. No quiero verte sin combatir a pleno rendimiento.
—Hecho. Solo una pregunta más: ¿Por qué no te apuntaste en el torneo?
—Porque solo vine a la ciudad por la medalla. Nunca estuve interesado en este torneo.
—Vaya. Me hubiera gustado combatir contra ti en el torneo.
—Puede que tengas esa oportunidad. A fin de cuentas, si vas por las ocho medallas será para participar en la Liga Pokémon, ¿no? Tal vez nos encontremos en las preliminares.
—Cierto.
Dylan echó un vistazo a la pantalla de su brazalete.
—Aún no es hora de que abran el comedor. ¿Quieres ver el estadio mientras esperamos?
—No es mala idea. Te sigo.
Dylan guio a Ryku por el albergue hasta salir afuera por la parte de atrás del edificio. Nada más salir, Dylan señaló un recinto donde se encontraba el estadio. Ryku se asombró al ver la construcción. Pensaba que el estadio sería, simplemente, un campo abierto con una delimitación para el área de combate. Sin embargo, el edificio que tenía delante podía pasar fácilmente por un Gimnasio Pokémon.
El interior del recinto era como Ryku se había imaginado. No había mucho que destacar más que el campo de batalla, unas gradas a un lado en el que fácilmente podrían estar como cien personas o más y unos focos arriba que apuntaban al campo.
—Honestamente, no me imaginaba que el albergue contase con un campo de batalla parecido al de un Gimnasio Pokémon —comentó Ryku mientras observaba el entorno.
Ryku se paró un momento a examinar en detalle el campo de batalla. Ahí iba a pelear contra otros entrenadores y comprobó si el terreno beneficiaba a algún tipo. El campo era de tierra fina, por lo que los entrenadores con un Enlace de Tierra tendrían una ligera ventaja sobre él, aunque ínfima gracias a su tipo secundario. Al menos se alegró de que no fuera de piedra; eso le hubiera causado mucho daño si había entrenadores con Enlace de tipo Roca, su tipo némesis.
—Lo mismo dije yo cuando lo vi por primera vez —agregó Dylan—. He oído que tiene todo lo básico para ser un Gimnasio oficial, aunque el más relevante de la ciudad sigue teniendo un aspecto superior.
—No llegaste a entrar en su interior —repuso Ryku—. Tal vez el campo sea igual y solo sea pura belleza por fuera y austero por dentro.
—También es verdad.
Ryku siguió reconociendo el terreno y preparándose para el momento del torneo. Normalmente, Ryku solía improvisar en los combates Pokémon porque siempre desconocía contra quién iba a luchar. Pero el terreno siempre lo investigaba; intentaba encontrar cosas en el ambiente que poder usar en las peleas en su beneficio, tanto ofensiva como defensivamente. Lamentablemente, nunca había peleado contra otro entrenador, de modo que esa costumbre la empleaba más para ayudar a Antorcha mientras este combatía. Ahora era su turno de encontrar esos beneficios del entorno a la vez que luchaba contra alguien cuyo Enlace sería desconocido. Tenía que anticiparse, hacer los deberes y ahorrar tiempo antes de un combate.
—El campo es lo bastante amplio como para que mis ataques no se vean mermados. Aunque, por ser un recinto cubierto, tendré que vigilar no elevarme demasiado o me golpearé en la cabeza y eso podría hacerme perder el combate —murmuró Ryku a sí mismo.
Dylan, por otro lado, dejó a Ryku con sus estudios y se fue a las gradas. Se dedicó a buscar el sitio adecuado con la finalidad de disfrutar del torneo en su plenitud. Cuando lo halló, dejó una marca con un poco de arena que había cogido del campo. Terminado el trabajo, regresó al campo de batalla.
—¿Has acabado con la exploración del terreno? —preguntó Dylan.
—Sí. Ya le he echado un buen vistazo. Podemos irnos.
Como todavía faltaba una hora para que abriera el comedor, Ryku y Dylan buscaron alguna forma de matar el tiempo. Se dieron los números de Holomisor para que Dylan avisara a Ryku del momento en el que abrieran el comedor. Ryku se despidió rápidamente y se dirigió hacia su habitación en la primera planta.
No había mucho que ver en la habitación: una cama, un lavabo, una mesa y un mueble con un televisor. Su ventana daba al interior del recinto del albergue, por el cual se veía el edificio donde estaba el campo de batalla. Dejó la mochila sobre la mesa y abandonó la habitación.
Ryku recibió un mensaje de texto de Dylan en cuanto llegó al recibidor. Estoy en el bar jugando al pinball y tomando un refresco por si te quieres pasar, decía el mensaje. Ryku no tenía nada que hacer, de manera que aceptó la idea de ir al bar.
Allí se topó con un ambiente bastante cargado. Había bastantes entrenadores que compartían espacio entre la barra, las mesas y las tres máquinas de pinball que había. Ryku buscó a Dylan, pero no lo detectó con la mirada. Paseó por la barra y las mesas con la esperanza de que fuera Dylan quien le viera antes. Segundos después, entre tanto ruido que se escuchaba en el bar, percibió la llamada de alguien. Dylan agitaba su brazo con tal de captar su atención. Ryku se acercó a la mesa y se dio cuenta de que Dylan no estaba solo. Lo acompañaba otro hombre.
Por el aspecto, Ryku podía echarle fácilmente los treinta años. Tenía el pelo corto y negro y una cinta roja que le cubría la frente. Su cara imponía mucho, al igual que su cuerpo perfectamente entrenado para combates físicos. Por las pintas debía pertenecer al Dojo Karate de ciudad Azafrán.
—Ryku, te presento a Kendo —enseñó Dylan—. Es miembro del Dojo Karate, como ya bien habrás imaginado por su indumentaria.
—Sí, una ligera suposición ya me hice. Encantado. Mi nombre es Ryku.
—Un placer conocerte.
Ryku tomó asiento.
—Kendo es uno de los participantes del torneo del albergue, ¿sabes? Un posible rival.
Ryku y Kendo intercambiaron una mirada.
—Así que tú también participas en el torneo, ¿eh? —dijo Kendo.
—Sí.
Kendo examinó de arriba abajo a Ryku, como si con solo mirarlo ya pudiera saber algo de él.
—Va a ser un torneo de los más interesantes en los que he estado, ya lo creo —sentenció.
—¿Qué quieres decir con interesante? —preguntó Dylan, curioso.
—Oh, ya lo veremos cuando empiece, ¿no? —Dio un último sorbo a su bebida y se levantó—. He de irme. Siempre me apetece entrenar un poco antes de comer, así entra mejor. Adiós.
Y Kendo desapareció entre la multitud.
—¿Conoces de algo en particular a ese karateka?
—No. Solo me dejó sentarme en su mesa porque el resto están ocupados. No conversamos mucho antes de que llegaras. —Hubo una pausa—. ¿Crees que te enfrentarás a él en alguna fase del torneo?
—A saber. Mañana puede ocurrir de todo.
—Ni que lo jures. Qué ganas de presenciar el torneo. Tiene una pinta que ni la de la Liga Pokémon.
—¿Has llegado a conocer a más entrenadores que participen en el torneo?
—No, solo a Kendo. —Ryku se decepcionó. Pensó que podría sacar algo sabiendo de los demás participantes—. Pero tampoco quiero perder las sorpresas. Hay que estar emocionado hasta el final.
Ryku y Dylan pasaron todo el tiempo jugando al pinball hasta que el bar comenzó a vaciarse. Aquello era un indicio de que el comedor ya había abierto y la cena estaba servida.
Ryku engulló su comida vorazmente. En todo el día solo había desayunado y almorzado. Con todo lo que había experimentado en un solo día se olvidó de comer y ahora la cena era algo más que comer ligero. Dylan se limitó a comer un simple plato y una combinación de bayas.
Durante la cena, un empleado del albergue hizo un llamamiento a todos los entrenadores del comedor. Cuando hubo silencio informó a los entrenadores de la hora exacta a la que empezaría el torneo y algunas reglas solo aplicables antes del torneo, como no presentarse antes de que dé inicio el torneo, lo cual se consideraba abandono y victoria para el contrincante. La hora del torneo se situaba a las cuatro de la tarde y duraría hasta la noche, pues el torneo se celebraba de principio a fin y después habría una fiesta. Finalizó con la mención de otra serie de reglas que se comunicarían antes de comenzar el primer duelo.
Tras la cena, Ryku ya no se sentía con fuerzas de hacer nada. Se despidió de Dylan y se fue directamente a su habitación. Se cambió la ropa por el pijama y se dejó caer en la cama. Mañana prometía ser un día intenso.
Chapter 3: El Torneo
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Ryku despertó con la luz del sol que conseguía atravesar la cortina de la habitación. El reloj de su brazalete indicaba que eran las nueve de la mañana y su primera reacción al ver la hora fue vestirse y lavarse a toda prisa. «A lo mejor me pierdo el desayuno», pensó. Salió de la habitación y se dirigió a la recepción mientras se ponía el brazalete.
En el comedor se alegró de que todavía quedasen entrenadores desayunando. De hecho, la mayoría se estaba sirviendo y empezando a comer. Miró un cartel que había en la entrada del comedor y se dio cuenta de algo. No había llegado a tiempo antes de que cerraran, sino justo cuando abrían. Ignoró el fallo y se puso a desayunar.
Al terminar, regresó a recepción. El torneo no empezaba hasta dentro de algunas horas y no sabía cómo entretenerse hasta entonces. Lo primero en lo que pensó fue en buscar a Dylan. No se había presentado durante el desayuno o, al menos, no mientras él estaba en el comedor. Decidió volver por si lo encontraba.
No lo vio.
—¿Buscas a alguien en particular?
Ryku se sobresaltó ligeramente. No se esperaba que alguien le preguntara algo y menos ayudarle a buscar a su amigo. Se dio la vuelta y estuvo a punto de responder, pero se guardó las palabras. Dylan fue quien preguntó.
—A ti, la verdad —respondió al final—. ¿Has desayunado?
—Iba a ello. ¿Y tú?
—He terminado hace poco.
—¿Vas a hacer algo hoy? Todavía queda tiempo antes de que dé comienzo el torneo.
—Pues no lo sé. Tenía pensado irme después de comer, así que no se me ocurre nada para pasar el rato.
—¿Por qué no haces un último entrenamiento antes del torneo?
—Buena idea. Iré a los campos adicionales.
—Nos vemos allí en cuanto haya desayunado.
Dylan se retiró al comedor y Ryku salió al exterior, cada uno con su objetivo en mente. Ryku tuvo un problema al ver todos los campos ocupados con entrenadores combatiendo entre ellos. No parecía que fueran a acabar pronto, de modo que optó por entrenar en las rutas fuera de la ciudad. Podía elegir entre las Rutas 1, 2 y 22. Eligió la única donde ya había estado.
Cuando llegó a la Ruta 1, buscó un lugar adecuado para que su entrenamiento no molestara a nadie, ya fuera Pokémon o humanos. Justo antes de activar el Enlace, recordó la quedada con Dylan en los campos de batalla del albergue, lugar en el que actualmente no estaba. Le mandó un mensaje de vídeo con el Holomisor con su ubicación por si quería verle prepararse para el torneo. Una vez enviado el mensaje, ejecutó el módulo Enlace.
Las siguientes horas Ryku practicó sus acrobacias aéreas a la vez que lanzaba fuertes llamas en todas direcciones. Procuraba que el fuego no se acercara mucho a la hierba que, aunque no era lo bastante densa como para expandirse, no le apetecía dejar marcas que dijeran «aquí estuvo un entrenador de tipo Fuego». Ryku dedicó una parte del tiempo también a un combate cuerpo a cuerpo que había diseñado y perfeccionado por su cuenta, pero el cuerpo de un Charizard no estaba pensado para ese estilo de combate con unos brazos no muy fuertes con tal de propiciar poderosos puñetazos por ellos mismos. Su opción más utilizada era una habilidad idéntica a la técnica de Movimiento Sísmico, pero mucho más débil, sin embargo, tirar a tu adversario desde una altura considerable que le causase un daño por caída le era suficiente, más incluso si lograba combinarlo con otras técnicas.
Dylan no se reunió con Ryku porque había tenido que atender unos asuntos personales. Por otro lado, Dylan creyó que era mejor que Ryku practicara en solitario con una concentración superior a la que puedes tener si hay alguien que lo distrajera solo con verlo. Con un mensaje de vídeo quedaron para comer cuando terminaran sus respectivas tareas.
Ryku finalizó su entrenamiento tras varias horas. Desactivó su Enlace y descansó un momento antes de regresar al albergue. Esperó a Dylan en recepción y ambos fueron al comedor. Mientras comían, Dylan le fue informando a Ryku acerca de los demás participantes y de los supuestos Enlaces que podrían poseer. A veces el aspecto del entrenador decía mucho del Enlace que empleaba, y un buen ejemplo de ello era Kendo. De todos ellos, Dylan solo logró deducir unos pocos que resultaban obvios, como un caza-bichos llamado Lou o una pescadora de nombre Olga. Con ello Ryku sabría todas las fortalezas y debilidades que tendría su tipo contra sus rivales.
Todavía faltaban un par de horas para que el torneo comenzara, pero el albergue ya se estaba llenando de gente dispuesta a ver el espectáculo. Dylan se marchó a ocupar el asiento que se había reservado, no sin antes desear suerte a su amigo. Mientras esperaba, Kendo invitó a Ryku a reunirse con el resto de participantes. Los dieciséis entrenadores tuvieron una charla básica, una señal de que ninguno quería revelar el tipo de Enlace que tenían para conservar la poca ventaja que este pudiera ofrecer. Ni siquiera los obvios como Kendo daban pistas específicas. Aquello llevó a largos silencios que se rompían rara vez y agradecieron que por megafonía se avisara a los espectadores sobre la inminencia del torneo y que los participantes se juntaran en una habitación en la parte trasera del estadio.
Los dieciséis entrenadores entraron en la habitación donde les esperaban dos personas. Una de ellas era el recepcionista y la otra una mujer de cabello moreno y largo.
—Muy bien. Como veo que están todos los participantes, adelantaremos el trabajo previo a los combates.
La mujer encendió una pantalla con el mando y este mostró una imagen de una tabla de clasificación con los supuestos participantes ocultos tras una interrogación.
—Ahora procederemos a ver quién se enfrentará con quién. Os iré llamando y mi compañera os dará un mando que os colocará al azar en la tabla. Simple, ¿no? Empecemos.
El recepcionista fue diciendo los nombres de los entrenadores y estos fueron pulsando el botón del mando. Ryku fue el décimo en ser llamado. Se acercó a la mujer e hizo lo mismo que los que le precedieron. La imagen de su rostro viajó por las interrogantes que no habían sido ocupadas y se detuvo en una de las pocas ramas que todavía no tenían a ningún otro entrenador. Se sintió un poco decepcionado por no saber al momento quién sería su contrincante, pero tampoco iba a tardar en conocerlo. Cuando el último entrenador pulsó el botón, la tabla de clasificación ya estaba completa. Ryku vio a su contendiente, un hombre corpulento y con cara de pocos amigos llamado Brulem. Siguiendo las suposiciones de Dylan, dedujo que su rival usaba algún tipo de Enlace cuyo Pokémon poseía una tremenda fuerza. Debía andar con ojo.
—Muy bien. Ahora que ya tenéis a vuestro rival, ¿alguno necesita que se le repitan las normas de este torneo? —Nadie lo requirió—. Perfecto entonces. El torneo comienza en unos minutos. Dirigíos al campo en cuanto el comentarista diga vuestros nombres. Os deseo buena suerte y que gane el mejor.
El recepcionista se marchó y la mujer cambió de canal en la pantalla y mostró el campo de batalla y unas gradas repletas de gente. En la parte superior izquierda de la pantalla seguía estando la tabla de clasificación.
—Los combates de los demás entrenadores los podéis ver desde aquí si os apetece. Buena suerte.
Los entrenadores se dispersaron alrededor de la sala. Ryku se quedó mirando la televisión para no perderse nada de los combates. Alguien lo sacó de su concentración al tocarle el hombro y Ryku le dirigió una mirada seria antes de reconocerle el rostro. Era Kendo.
—¿Nervioso, muchacho?
—Bastante. Va a ser la primera vez que combata contra entrenadores que desconozco por completo —respondió Ryku.
—Ya veo. Es tu inicio como entrenador, ¿no? —Ryku asintió—. No temas, todos hemos pasado por ello. Llegará un momento en el que la experiencia eliminará esos nervios.
—¿Tuviste un inicio similar al mío? —preguntó con curiosidad Ryku.
Kendo dudó.
—Ahora que lo dices, este torneo no se aleja demasiado de la clasificatoria que tuve que realizar para ser aceptado en el Dojo Karate. Es menos duro, viendo a los demás entrenadores, pero se parece igualmente.
Ryku se imaginó lo dura que debía ser esa clasificatoria en comparación con un torneo.
—De todas formas, espero que podamos enfrentarnos, pues el azar es lo que quiere.
Ryku hizo una mueca de confusión y se fijó en la tabla de clasificación cuando Kendo se lo señaló. No se había percatado de que, si tanto él como Kendo ganaban todos sus combates, lucharían en la semifinal de la parte derecha de la tabla.
—Hubiera preferido que fuera en la final, pero valdrá —comentó Kendo—. Si llegamos a pelear, quiero que me enseñes tu potencial, ¿de acuerdo?
Ryku sonrió y asintió. Las palabras de Kendo, un hombre que no conocía más que era un karateka del Dojo Karate de ciudad Azafrán, lo habían animado lo suficiente y ahora apenas se sentía nervioso. Lo único que temía era la lógica de no saber contra qué Enlace Pokémon del entrenador se enfrentaría y si tendría ventaja sobre él o no. Era lo único que tenía en la cabeza en esos momentos.
—Buena suerte, chico —dijo Kendo a modo de despedida.
—Lo mismo digo —repitió Ryku.
Minutos después, un comentarista comenzó a hablar sobre el torneo y sus participantes. Su voz sonaba tan fuerte que la televisión por la que Ryku veía el torneo estaba silenciada dado que no lo necesitaba teniendo el torneo a una puerta de distancia. El comentarista dijo los dos primeros nombres y en la pantalla de la habitación aparecieron las imágenes de los participantes. Aquellos que fueron llamados abandonaron la sala.
Desde entonces, los combates fueron sucediéndose con un margen de un par de minutos entre combate y combate. Ryku observó cada uno de los duelos, acompañado en ocasiones de alguien más que compartía su curiosidad de conocer a sus rivales. Ryku ya había visto a los cuatro participantes que pasaron a cuartos de final y sus Enlaces. Todos ellos tenían una fuerte ventaja de tipo contra su Enlace de Fuego, y también con su secundario del volador. De los cuatro, Ryku apostó por un entrenador llamado Uleis, cuyo Enlace era de un Poliwrath, como posible finalista de la rama izquierda del tablón. Tenía una técnica asombrosa y logró derrotar a una entrenadora con un Enlace de tipo eléctrico sin mucho esfuerzo. Finalmente, los combates de la rama izquierda terminaron y, tal y como Ryku supuso, Uleis se convirtió en el primer finalista.
Con un Poliwrath como posible rival, Ryku examinó su lista de movimientos en busca de una manera de contrarrestarlo. Su lanzallamas era potente, pero poco efectivo contra él. Su mejor alternativa era emplear ataques de tipo normal que se aproximaran a la fuerza de sus llamas, como el ataque cuchillada y, como último recurso y con el que mejor podía obtener una rápida victoria era con el ataque ala, el cual le permitiría efectuar rápidos golpes con una alta capacidad de escapar después, además de poseer una ventaja contra su segundo tipo. Depositó toda su confianza en esos movimientos, pues el resto los basaría en habilidades personales.
Los combates de la rama derecha comenzaron. El duelo de Kendo fue el primero en efectuarse y su rival era Relma, una entrenadora con un Enlace de tipo Normal hecho con un Chansey. Kendo reveló su Enlace de tipo Lucha con un Machoke el cual Ryku le extrañó, pues aquella no era la última evolución de un Machop. Sin embargo, Kendo demostró no necesitar estar en la última fase evolutiva de un Pokémon para poseer un gran poder, pues derrotó al Chansey con una fuerte combinación de movimientos de tipo lucha. Relma alcanzó a darle algunos golpes antes de ser derrotada, pero sus ataques no resultaron muy efectivos contra Kendo. «Enfrentarme a él será tan intenso como un líder de Gimnasio. Tendré que ir con cuidado», pensó Ryku.
El siguiente combate lo representaron Lou y Daniel. Lou era el caza-bichos que mencionó previamente Dylan y Daniel era un tipo joven, no mucho mayor que Ryku y con unas vestimenta extravagante. Todo un chico mimado a ojos de Ryku. Cuando ambos activaron sus Enlaces, la sorpresa vino por parte de Lou, pues en el torneo participaban dos caza-bichos y el repertorio de Enlaces de tipo Bicho estaba bastante limitado al compararlo con los Pokémon de los otros tipos conocidos. Lou había salido con uno de los Enlaces de ese tipo que menos se veían: el de un Scyther. Por otra parte, Daniel se transformó en un Pokémon bastante adecuado con su aspecto: un Persian. El duelo fue de los más cortos del torneo con una rápida victoria a favor de Lou.
El último combate antes del de Ryku lo efectuaron el segundo caza-bichos llamado Zoloth y una pescadora de nombre Olga, el otro que había escuchado de la boca de Dylan. Zoloth se convirtió en un Beedrill y Olga en un Vaporeon, un Pokémon igual de raro entre los pescadores que el Scyther de Lou. La pelea fue de las más aburridas de ver del torneo porque Zoloth basó su técnica en envenenar a Olga, cosa que logró después de muchos intentos, y a esperar a que ella se le rompiera el Enlace por envenenamiento. A la gente no le gustó mucho aquello, pero era una manera de pelear tan válida como cualquier otra.
Finalmente, el último combate de los octavos de final. Ryku contra Brulem. El comentarista dijo sus nombres y ambos entrenadores salieron al estadio donde fueron recibidos entre aplausos. Ryku observó las gradas y realizó una rápida búsqueda de Dylan, pero no dio con él. Había más de un centenar de personas ahí y tampoco estaba centrado en encontrar a su amigo. El comentarista siguió hablando mientras él y Brulem se posicionaban a ambos lados del campo de batalla que, tras tantos combates, ya mostraba indicios de muchas peleas consecutivas. Una vez en posición, Ryku preparó su Enlace para activarlo nada más se lo indicaran.
—Entrenadores, activad vuestros Enlaces. —Esa fue la señal.
Ryku y Brulem activaron casi a la vez sus Enlaces y se transformaron en sus respectivos Pokémon. Cuando Ryku ya adquirió la forma del Charizard su instinto le llevó a contemplar el Pokémon en el que se había convertido su rival. La transformación de Brulem duró unos segundos más y, al dejar de brillar, enseñó el imponente cuerpo de un Tauros.
«Tipo Normal. He tenido suerte», pensó Ryku aliviado. Ninguno tenía ventaja sobre el otro, por lo que era de las mejores opciones que tenía a la hora de enfrentarse contra alguien. La gente de las gradas ovaló ante la presencia de los Pokémon, incluso el comentarista se sorprendió por ello. Ryku estaba algo confuso, pero cuando el comentarista explicó por qué se hallaba así, recibió su respuesta. Al parecer, los Charizard también son Pokémon cuyos entrenadores han tenido pocas oportunidades de enlazarse. No en el sentido de que existieran muy pocos entrenadores con ese tipo de Enlace, sino en uno del que hacía que los Charizard fueran exclusivos de líderes de Gimnasio o del Alto Mando. Ryku no sabía eso; la profesora Dalia no le dijo nunca nada de que tenía un Enlace usado mayormente por entrenadores de alto rango. Ryku se sacudió la cabeza. Debía ignorar las distracciones y concentrarse en el combate.
El comentarista dijo unas últimas palabras y luego lanzó las señales de preparación a los luchadores, contó hasta tres y gritó el inicio del combate.
Brulem fue el primero en atacar y cargó directo hacia Ryku. El joven reaccionó de sobras, batió las alas y esquivó el ataque por el aire. Creyó haberse salvado, pero Brulem había encadenado su ataque con otro y saltó para alcanzar a Ryku. Él no se esperó el golpe y lo tiró al suelo con un fuerte impacto. La gente animó Ryku, quien se levantó sin dificultades, pero sabía que aquel ataque le había quitado vida, probablemente más de lo que esperaba. «Aunque sea un Pokémon terrestre, tiene un salto muy potente. No debo confiar en que estaré a salvo en el aire».
Brulem no dudó ni un segundo y cargó de nuevo contra Ryku. Esta vez, Ryku lo esquivó moviéndose a un lado impulsado por la fuerza de sus alas. Brulem reaccionó y redirigió su ataque usando todo su cuerpo contra Ryku. Este evitó el impacto levantando una vez más el vuelo, ahora con la suerte de que el ataque de Brulem lo desequilibró e impidió que combinara otro ataque. Los pocos segundos que Brulem tardó en recuperarse le sirvió a Ryku para lanzar su primer golpe. Cargó fuego en su boca y disparó un potente lanzallamas contra Brulem que lo alcanzó casi por completo, pues logró esquivar el tiempo suficiente y no sufrir más daño. Ryku observó el cuerpo en llamas de Brulem que apagó con una fuerte sacudida de todo su cuerpo. Ryku lo veía: su lanzallamas le quitaba mucha vida a Brulem y no soportaría un segundo torrente de fuego. Si conseguía envolverlo en llamas una vez más, la victoria estaría asegurada.
A pesar del daño recibido, Brulem mantuvo la compostura y actuó de una manera más calmada, procurando cargar solo cuando su combinación de movimientos le proporcionara daño contra su enemigo. Lanzó una sonrisa malévola cuando Ryku aterrizó. El joven se dio cuenta de que algo tramaba cuando de repente se encabritó y estampó sus patas delanteras contra el suelo que empezó a temblar. Ryku vio lo que sucedía y alzó el vuelo otra vez. Pensó en qué le estaría pasando por la cabeza al usar el ataque terremoto contra un Pokémon cuyo uno de los tipos era Volador, que era inmune a esa clase de ataques. El suelo siguió temblando y se resquebrajó, elevando piezas del campo a modo de pequeños acantilados y pilares. El comentarista dijo lo que Ryku pensaba: ¿por qué Brulem había hecho tal cosa? La respuesta vino pronto cuando Brulem chocó contra una de las rocas de los escombros y la lanzó a gran velocidad contra Ryku que evitó justo a tiempo.
«¡Un lanzarrocas improvisado! Será mejor que termine con esto ahora. Si me da una de esas rocas, mi Enlace entrará en modo reinicio.»
Brulem cogió otra roca y la lanzó hacia Ryku. Él lo esquivó cubriéndose tras uno de los levantamientos de tierra causando por el terremoto. Esperó un instante, asomó y escupió un torrente de llamas que obligó a Brulem a dejar de tirarle rocas y a buscar cobertura. Aquel fue el momento en el que se acercó más a su rival, ahora que no le tenía en su campo de visión, y arrojó otro lanzallamas a modo de distracción. Ryku escuchó como Brulem usaba sus patas de nuevo para romper el suelo y crear una cobertura a base de una gran roca. Ambos se quedaron en silencio, sin atacar con nada, estando a tan solo una roca que los mantenía separados. Ryku lo sabía y Brulem también: el próximo movimiento que cada uno realizara sería decisivo. La pregunta era quién daría el primer paso.
La respuesta la dio Ryku. El joven realizó un movimiento que Brulem no calculó. Él creía que sobrevolaría la roca y le precipitaría una lluvia de fuego justo encima o que lo haría desde cualquiera de los lados de la gran roca. Sin embargo, Ryku no actuó así, sino que improvisó sobre la marcha y usó su ataque ala para quebrar en pedazos la gran roca y cuyos restos se abalanzaron sobre Brulem como una avalancha. El Tauros no tuvo tiempo suficiente para esquivar y acabó con la mitad de su cuerpo inundado por las rocas. Tenía una posibilidad de quitárselas de encima y atacar a Ryku con alguna carga ahora que encontraba cerca, pero no tuvo esa oportunidad. Ryku había volado mientras caían rocas sobre el cuerpo de Brulem y se había posicionado cara a cara contra su rival. Ambos sabían lo que iba a ocurrir a continuación, de modo que ninguno de los dos quiso retrasar lo inevitable.
Ryku disparó su lanzallamas directo contra Brulem que, unos segundos después, su cuerpo brilló con una explosión que, al terminar, expuso a un Brulem en su cuerpo original. Su Enlace había entrado en modo reinicio.
Hubo silencio hasta que el comentarista nombró a Ryku como vencedor y la gente vitoreó con gran intensidad a Ryku y a Brulem. Ambos participantes habían dado lo mejor de ellos y habían dado un espectáculo, según el comentarista, digno de la Liga Pokémon. Ryku desactivó su Enlace y ayudó a Brulem a levantarse.
—Enhorabuena, chico. Has luchado bien —le felicitó Brulem.
—Gracias. Tú también.
El comentarista comunicó a Ryku y Brulem que se retiraran del campo e informó a los espectadores que habría una pausa que se utilizaría como descanso y para reconstruir el campo de batalla que había acabado bastante mal parado con el último combate. Dio por lo menos media hora de pausa.
Ryku y Brulem entraron en la sala donde permanecían los participantes que aún estaban en el torneo. Brulem, como ya había sido derrotado, congratuló de nuevo a Ryku y le deseó suerte en sus próximos combates. Ryku lo agradeció y se despidió del hombre, que abandonó el estadio. Kendo fue el primero y el único en dar la enhorabuena a Ryku por su victoria.
—Ha sido un combate impresionante, Ryku. Honestamente, no me esperaba que llegara a tal magnitud.
—Pues yo sí que no me esperaba tal combate. Si ya ha sido así mi primer combate, no me imagino como serán los demás.
—¿Por qué no lo averiguas? —lo incitó Kendo. Los resultados los dejaban cerca que existiera el combate de Ryku contra Kendo.
Ryku sonrió. Estaba cada vez más interesado en descubrir cómo sería una pelea contra Kendo.
El tiempo de descanso finalizó y Ryku y los demás participantes se prepararon para sus nuevos combates. A través de la televisión se podía ver el campo de batalla reconstruido, aunque se notaba que la media hora la habían aprovechado con la finalidad de colocar un campo adicional en caso de que se rompiera el actual. No esperaban que lo fueran a necesitar y el torneo le dijo lo contrario.
El comentarista regresó a su cháchara y resumió el torneo hasta el momento. Enfatizó sobre todo en los combates más espectaculares, como el de Uleis contra Enric o el de Ryku contra Brulem. Después de que le confirmaran que el torneo podía reanudarse, llamó a los siguientes participantes en los cuartos de final de la rama derecha.
La pelea enfrentaba a Kendo y a Lou. Un Machoke contra un Scyther. El duelo prometía ser interesante gracias a que ambos entrenadores habían demostrado poseer unas técnicas que habían mezclado perfectamente con el Pokémon su Enlace.
Y no decepcionaron al público.
La disputa duró alrededor de diez minutos donde Lou y Kendo compartieron golpes como si una pelea cuerpo a cuerpo se tratara. Era interesante ver el combate, sobre todo porque Lou no tenía puños ni nada parecido, pero usaba las cuchillas de su Scyther como tales. Logró atinar una cuchillada a Kendo que lo obligó a retroceder y a detener su ofensiva, pero no su defensiva y su momento de debilidad actuó como su fortaleza al permitirle asestar a Lou un certero golpe en la cabeza que anuló su Enlace y lo puso en modo reinicio. Ryku se encogió. El Golpe Kárate de Kendo era tan poderoso que ignoraba la ventaja de tipo de Lou sobre él y era capaz de derrotar a su rival prácticamente de un solo golpe. «Empiezo a dudar de mis posibilidades de vencerlo en un combate».
El comentarista realizó una pausa de cinco minutos antes de proceder con el siguiente combate. Ryku miró de reojo a Zoloth, su rival. El hombre estaba concentrado en el futuro duelo y no se percató de la vigilancia de Ryku. Ryku ya tenía un plan contra él y su Beedrill.
Los altavoces del estadio mencionaron el nombre de los siguientes combatientes y Ryku y Zoloth se pusieron en posición. El público ya mostró su favoritismo con Ryku y aplausos aburridos con Zoloth, aunque a él no le importaba lo más mínimo. El comentarista dio la señal de activación de Enlace y ambos se transformaron en sus respectivos Pokémon. Después de la cuenta atrás, el combate empezó.
Zoloth no tardó en mostrar su estrategia, idéntica a la que empleó con el Vaporeon de Olga. Ryku ya se lo veía venir y su contraataque era simple: permanecer en el sitio. El público reaccionó gritando a Ryku que esquivara, que evitara el picotazo venoso de Zoloth, pero Ryku no se inmutó, dejó que el Beedrill se le acercara a la gran velocidad a la que iba. Zoloth parecía alegre de la ignorancia de su rival; solo necesitaba clavarle su aguja envenenada y después se dedicaría a esperar a que el veneno anulara el Enlace de Ryku. Cuando ya estaba a pocos metros del cuerpo de Ryku, el joven soltó una sonrisa malévola que Zoloth no vio hasta que fue demasiado tarde. Entre los dientes de Ryku asomó un hilillo de humo que avecinaba su ataque y echó su poderoso lanzallamas. Zoloth no tuvo la menor oportunidad de esquivarlo y acabó envuelto en fuego que rápidamente se desvaneció gracias a una explosión de luz emitida por la seguridad del brazalete. Zoloth volvió a su forma humana y la caída lo dejó un tanto mareado y con algún rasguño después de arrastrarse un poco por la tierra, pero se recuperó poco después.
El público vitoreó una vez más a Ryku por su actuación y más por haberles ahorrado otro combate aburrido. El comentarista dijo que este había sido el combate más corto de todo el torneo y aseguró que no habría otro que lo superase en tiempo. Ryku regresó a su forma humana y tenía intención de darle la mano a Zoloth, pero este se había retirado del campo antes de que el comentarista lo dijera.
—Ya solo quedan dos combates por realizar —anunció el comentarista—, y ambos prometen ser muy interesantes de ver. Por un lado, tenemos la semifinal de la rama derecha, en la que lucharán Kendo con su Machoke y Ryku con su Charizard. Y quien salga vencedor del combate se enfrentará contra Uleis y su Poliwrath. ¿Quién será el campeón del primer torneo del albergue de ciudad Verde?
La gente ya hacía apuestas sobre el posible ganador de la última semifinal. Ryku se retiró a la habitación de los entrenadores donde solo estaban Uleis y Kendo. Como era de esperar, Kendo fue a darle la enhorabuena.
—Le has dado su merecido —dijo el karateka—. Estaba claro que su estilo de combate se basaba solo en envenenar a su rival y esperar a que el veneno pusiera en modo reinicio el brazalete. Es una técnica que, para mí, odio mucho.
—A mí tampoco me gusta esa forma de pelear, pero no podemos negar que es un estilo más de combate —opinó Ryku.
—Cierto. Pero dejando eso de lado, enhorabuena. Has llegado a la semifinal y me alegra que vaya a batallar contra ti, Ryku. No lo olvides, no te contengas nada porque yo no lo haré.
—Ni siquiera me lo planteaba.
Kendo asintió, satisfecho. En la conversación se metió Uleis, el cual deseó suerte a ambos. Ryku lo agradeció con un «gracias», pero Kendo fue un poco más allá y le hizo una reverencia típica de los duelos de kárate. Al parecer, Uleis y él compartían algunas cosas respecto al combate, como si el propietario del Poliwrath hubiera pasado una temporada en algún dojo. Ryku los dejó con sus tecnicismos de combate y se fue a un lado de la habitación donde no pudiera escucharlos mucho.
Ryku tenía por delante un gran muro que le costaría mucho derribar. Tanto él como Kendo ya habían visto algunas de las técnicas del otro, pero Ryku creía que Kendo ocultaba más, y eso le asustaba. No iba a dar lo máximo de sí mismo porque Kendo lo desease, sino porque será la única posibilidad que tendría de alcanzar la victoria.
El descanso terminó y el comentarista anunció el inicio de la semifinal de la rama derecha y los nombres de sus participantes resonaron por los altavoces. Ryku había recuperado los nervios previos a su primer combate en el torneo, incluso sabiendo ya a lo que enfrentaba. Kendo era un obstáculo tan grande como el propio Uleis, uno de los dos finalistas del torneo. Ambos compartieron una última mirada amistosa antes de cruzar aquella puerta que los convertiría en enemigos durante lo que perdurara el combate.
El ambiente se cargó cuando los dos concursantes salieron al campo de batalla y se colocaron en sus posiciones. El silencio se había marcado a lo largo del paseo que nadie se atrevió a romper, salvo el locutor.
—Guau, a esto se le llama un silencio incómodo. Parece que este combate tiene un trasfondo para ambos entrenadores, me pregunto cuál será. De todas formas, no hay motivos para mantener el estadio bajo el mutismo. Vamos, hay que dar ánimos a nuestros entrenadores.
El público estuvo de acuerdo y empezaron a agitar sus brazos a modo de ánimo a Ryku y Kendo.
—Eso me gusta más, amigos. Ahora, sin más demora, entrenadores, activado vuestros Enlaces. —Ryku y Kendo obedecieron y adquirieron las formas de sus Pokémon—. El combate de la última semifinal empieza… ¡Ya!
Ryku fue el primero en atacar emitiendo un lanzallamas contra Kendo. Él no tuvo dificultades en esquivarlo saltando hacia el techo del estadio. Ryku veía lo que se tenía encima cuando el puño de Kendo se iluminó. «Megapuño. Será fácil evitar el daño». Se echó hacia atrás y dejó que Kendo penetrara la tierra del campo de un solo golpe. Algunas piedras se desperdigaron tan lejos del epicentro que estuvieron a punto de impactar contra el público. Por suerte, las piedras eran pequeñas e inofensivas a la velocidad que llegaron a las gradas.
El comentarista dio una orden a un compañero de trabajo y este bajó una palanca que activó un mecanismo de defensa en aquellos casos. Del suelo se había levantado una barrera de cristal resistente a todo tipo de impactos para que el público pudiera observar la pelea sin temor alguno.
Mientras, el combate entre Ryku y Kendo no se había pausado para nada y Ryku le había lanzado otro lanzallamas a Kendo justo en el momento en que la mitad de su brazo permanecía clavada en el suelo. El Machoke logró sortear el ataque por los pelos, llevándose inevitablemente un poco de daño del ataque. Cayó cerca del lugar donde inició su primer ataque.
—Confío en que poseas más movimientos aparte del lanzallamas, Ryku —gritó Kendo. Obviamente, en su forma Pokémon solo podían entenderle otros entrenadores que estuviesen con sus Enlaces activados. Eso significaba que solo Ryku escuchó su comentario.
—Por supuesto que no es el único —replicó Ryku. «Solo ocurre que no quiero acercarme a ti a menos que pueda golpearte con mis ataques cuerpo a cuerpo y garantice que por lo menos no recibiré daño de un contraataque.»
—Bueno escucharlo. En fin, veo que me va a costar tenerte cerca para atacarte con mi arsenal, aunque tengo mis propios métodos que me ayudan a acercarme a entrenadores cuyos Enlaces les permitan mantener las distancias. —Ryku adoptó una postura defensiva y extendió las alas, listo para escapar volando en caso de necesitarlo—. No lo olvides, Ryku, quiero que me enseñes tu potencial y esto no está siendo tan intenso como tu combate contra Brulem. No me prives de un buen combate, ¿vale?
—No te prometo nada.
Kendo se tomó esa respuesta como un incentivo y atacó. Esta vez, había usado uno de sus movimientos que lo ayudó a impulsarse a gran velocidad contra Ryku. El joven no tuvo oportunidad de esquivar el ataque, pero sí de bloquearlo con los brazos y las alas, estas últimas las utilizó como una herramienta para alejar a Kendo de él. Ryku retrocedió al menos un metro y notó el impacto del puñetazo de Kendo. No había sido total, pero tampoco como la quemadura que le produjo. Aquel golpe se había notado y, si no lo hubiera amortiguado, hubiera perdido más de la mitad de la vida de su Enlace. Aun así, calculaba que poco menos de la mitad se había perdido con el ataque.
«Tengo que atacar rápido, más rápido que él. Si me golpea con esa fuerza, mi Enlace estará a solo dos puñetazos más y eso siendo optimista».
Ryku no tuvo más elección que hacer brillar sus garras y darles un aspecto más afilado del que ya tenía. Su movimiento Cuchillada, el segundo ataque más efectivo que poseía.
Kendo sonrió ante la decisión de Ryku. Por fin iba a tener un combate físico, lo que más le gustaba.
—No te cortes —dijo adoptando una postura defensiva.
Ryku no atacó aleatoriamente, sino que sorprendió al karateka con un seguido de cortes que demostraban seguir un patrón. «Ha entrenado el combate cuerpo a cuerpo. No basa toda su ofensiva en el ataque a distancia. También sabe defenderse con los puños, o garras en este caso», pensó Kendo. Cada vez disfrutaba más y más del duelo.
Ryku y Kendo compartieron un seguido de golpes, patadas y arañazos durante casi un minuto. El público se asombraba con los movimientos de los entrenadores mientras el comentarista intentaba describir todos los ataques que hacían ambos. Le costaba mucho, pues a veces Ryku y Kendo alcanzaban un nivel de velocidad increíble al concatenar varios golpes a la vez. Cuando terminaron la ofensiva, se separaron para recuperar el aliento.
Ryku había acabado peor que Kendo en aquel duelo. El puñetazo que le asestó antes le había dejado un dolor en los brazos que debilitaron sus ataques con las garras y, por si fuera poco, el dolor también lo sentía en la barriga. Jadeaba. Calculó la vida que había perdido en aquel duelo y supuso que, al menos, le quedaba un cuarto de su vida. Era muy poca, demasiado si intentaba sobrevivir a otro ataque directo de Kendo. «Esto va mal. Mi Enlace está llegando a su límite y pronto entrará en modo reinicio.» Miró a Kendo. El Machoke también había sufrido en el duelo, aunque en mucha menor medida que Ryku. Kendo también jadeaba, pero con menos intensidad que Ryku y, por deducción, debía quedarle tres cuartas partes de su vida, puede a poco de la mitad de su vida.
—Sabes defenderte en un combate físico —le felicitó Kendo—. Pero es obvio que los Charizard no basan todo su poder en ese campo. —Ryku no contestó, se esforzaba más en recuperar el aliento cuanto antes—. No creo que soportes otro duelo así. El próximo ataque que realice te noqueará y activará la seguridad del brazalete. Es el fin del combate.
Kendo se posicionó con una mano cerrada en un puño y la otra abierta con los dedos pegados entre ellos. Este último brilló y se envolvió en un aura blanca que lo cubrió por completo hasta la muñeca. El público gritó ante la inminente acción que realizaría el karateka. Su letal Golpe Kárate estaba listo, el ataque que había utilizado para vencer al Chansey de Relma y al Scyther de Lou como golpe definitivo. Kendo pensó si sería él quien diera el paso o Ryku. Tendría que ser él porque Ryku no se atrevería a volar hacia su derrota.
Se equivocó.
Ryku voló a gran velocidad hasta Kendo. El ataque pilló desprevenido a Kendo, pero reaccionó a tiempo y se preparó para contraatacar con su Golpe Kárate. Ryku lanzó lo más similar a un grito de guerra. Un todo o nada. Sus garras volvían a estar iluminadas, alargadas y afiladas. Usó su movimiento Cuchillada para quebrar la defensa de Kendo, el cual tuvo en efecto mínimo porque el Machoke solo requirió de mover su brazo libre para minimizar el daño. Sin embargo, los dos golpes que le asestó Ryku lo desequilibraron lo suficiente como verse obligado a retroceder un par de pasos. En cuanto recobró el equilibrio, Kendo vio el cuerpo de Ryku muy cerca de él. Era su mejor oportunidad de golpearle con su ataque. No dudó ni un segundo y dio su Golpe Kárate justo en el cuello de Ryku. Sacó una sonrisa de victoria al conseguir un impacto tan certero, pero esa mueca de felicidad cambió por una de sorpresa en menos de un segundo.
Ryku no había vuelto a su forma humana. De hecho, ni siquiera había cedido su ofensiva. Volvió a gritar y en esta ocasión fueron sus alas las que brillaron. Ryku golpeó con todas sus fuerzas el abdomen de Kendo y lo mandó por los aires. El karateka no se esperaba tal respuesta y lo pilló incapaz de responder. En el aire tuvo un momento de lucidez y se dispuso a realizar un movimiento en su posición actual, pero las sorpresas no acabaron ahí. Kendo vio justo encima de él el cuerpo naranja del Charizard del cual emanaba humo y llamas de su boca. Aunque se protegiera, sabía que las abrasadoras llamas le acertarían en todo su cuerpo y el daño mitigado sería insuficiente. Solo podía esperar a que su Enlace no muriera con ese ataque.
Ryku escupió un torrente de llamas con tanta furia que dio la sensación de ser todavía más poderoso que el lanzallamas usado contra Brulem y Zoloth juntos. Esas llamas contenían algo más que el ardiente fuego, había una ira descontrolada, toda la fuerza de Ryku enfocada en un único ataque. Ese lanzallamas era su último movimiento; si Kendo sobrevivía a este, se rendiría, pues no tendría energía suficiente para seguir luchando.
Kendo cayó y chocó con violencia contra la arena del campo de batalla con las llamas como la fuerza que lo había conducido a recibir tal impacto. Su cuerpo entero se vio envuelto en llamas durante varios segundos hasta que el Enlace no lo soportó más y murió. El sistema de seguridad del brazalete se activó y devolvió al karateka a su forma humana después de explotar en una onda de luz blanca que apagó todo fuego cercano a él. Ryku aterrizó, se desplomó en el suelo y usó sus brazos como apoyo con tal de no acabar totalmente tumbado. Desactivó su Enlace y mantuvo la misma postura; el esfuerzo realizado le había pasado factura incluso cuando el cansancio no era algo que acompañara la transformación. El público estalló en júbilo con la victoria de Ryku, nadie esperaba aquel resultado y tampoco que el Charizard alcanzara a ser tan temerario como para permitir recibir el letal Golpe Kárate de Kendo. El comentarista tuvo que pedir unos segundos de silencio con la finalidad de declarar a Ryku como finalista del torneo, pero el público lo ignoró y siguió aclamando al joven. Cansado, el comentarista no tuvo más remedio que usar una alarma tan potente que silenció repentinamente las gradas.
—Perdón por eso —se disculpó el comentarista—, pero deberían haberme dejado sentenciar el combate antes de saltar de emoción. En fin, el combate termina con la derrota de Kendo y Ryku se convierte en finalista. Ahora, sí, amigos, ya podéis volver a alabar al vencedor.
El público reanudó las ovaciones, aunque con un muy claro enfado con el comentarista por haber usado aquella alarma que todavía resonaba en sus oídos.
Ryku miraba al suelo, incapaz de levantar la cabeza hasta que recobrara algo de sus fuerzas. En su visión de la arena se cruzó una mano y alzó la cabeza para descubrir quién era. Obviamente, se trataba de Kendo que le ayudaba a ponerse en pie. Ryku agarró la mano de Kendo e hizo un esfuerzo por levantarse.
—Un gran combate, Ryku. Me has impresionado —le congratuló Kendo—. Al final he confiado demasiado y celebré la victoria antes de tiempo. No esperaba que soportaras mi Golpe Kárate.
—Ni yo —articuló Ryku entre jadeos. Realizó uno largo que le sirvió a la hora de minimizar la fatiga—. Creía que mi cuchillada te impediría atacar, pero cuando sentí el impacto de tu mano en mi cuello pensé que el Enlace se iba a morir. Me sorprendió que aún siguiera siendo un Charizard después.
Kendo se impresionó tanto como él, pero su sorpresa se desvaneció fácilmente al descubrir el motivo de la supervivencia del Enlace de Ryku.
—El crítico —comentó Kendo—. No hubo crítico cuando te golpeé y eso te permitió continuar con tus ataques. Contra el Chansey de Relma y el Scyther de Lou sí les di con un crítico, pero la posibilidad de que salga no es absoluta, y tuve mucha suerte de me saliera dos veces en todas las que lo usé. La probabilidad de acertar tres críticos seguidos era ya muy baja.
—Yo pensaba que no lo necesitabas para derrotarme.
Kendo rio.
—¿Tan fuerte crees que soy? Deberías ver algún combate del Dojo Karate en ciudad Azafrán y entonces compara mi fuerza con algún karateka de mayor rango al mío.
—No me gustará ver como un Enlace de tipo Lucha es capaz de destruir mi Enlace con la resistencia de tipo Volador.
Kendo volvió a reír.
—Yo sí te imagino teniendo un buen duelo contra alguien superior a mí y derrotándolo.
Ryku arqueó una ceja.
—Estás de broma, ¿no? Casi he arriesgado mi vida para vencerte a ti y me dices que puedo ganar alguien más fuerte que tú.
—Es lo que acabo de decir. Tú opinas que me has demostrado el potencial que posees en combate como un Charizard. Yo opino que no me lo has enseñado en su totalidad. Este combate me ha dicho que tus verdaderas capacidades las alcanzarás a medida que pelees más y más. Entonces, desearé luchar contra ti otra vez y veré la fuerza que ansío contemplar. ¿Aceptarás la revancha algún día?
—Siempre y cuando no sea en un torneo.
—Hecho.
Ryku y Kendo se dieron la mano como promesa del futuro combate. El público lo interpretó como un gesto deportivo en la que el derrotado aceptaba haber sido vencido sin enfadarse. Bastante lejos del auténtico motivo, pero igualmente podía considerarse así.
Un trabajador del albergue se acercó a la pareja y le preguntó a Ryku sobre su estado. Él le contestó que necesitaría un tiempo con tal de reponer todas sus fuerzas y volver a dar el máximo de sí mismo en la final. El trabajador asintió y con un walkie-talkie comunicó al resto la respuesta de Ryku. Entonces el comentarista informó al público que la final no se celebraría hasta las siete de la tarde; es decir, dentro de una hora.
Ryku aprovechó ese tiempo para recuperarse y planificar una estrategia efectiva contra Uleis. A diferencia de luchar contra un Machoke, un Poliwrath tenía tanto ventajas como desventajas contra su Charizard, básicamente porque sus dos tipos eran fuertes y débiles a la vez contra los de Ryku. El joven pensó en qué movimientos tenía Uleis, pues no le vio emplear ningún ataque de tipo agua contra ninguno de sus rivales, pero eso no significaba que no poseyera alguno. En los combates, Ryku se percató que Uleis basaba parte de su fuerza en el combate físico como Kendo y confiaba que su reciente experiencia con el karateka le sirviera en esta pelea. Como pensó antes, su mejor ofensiva era el ataque cuerpo a cuerpo, pues su lanzallamas no sería tan potente contra Uleis como el resto de rivales con los que había luchado hasta ahora. Confiaba en que la fuerza de ataque de su Poliwrath no fuera ni la mitad de poderosa como la de Kendo. No soportaría otro combate de tal magnitud.
Llegó la hora.
El comentarista avisó al público del inminente combate de la final de torneo y esperó unos minutos más a que las gradas volvieran a estar llenas. Cuando vio oportuno, llamó a los finalistas.
Ryku se dirigía al campo de batalla cuando se cruzó con Uleis. Ambos compartieron una mirada. Uleis era un joven amigable que dedicó a Ryku un gesto de buena suerte y Ryku se lo devolvió antes de seguir.
Como final que era, el público ya estaba muy animado por presenciar el combate entre estos dos entrenadores. A medida que Ryku y Uleis se dirigían a sus posiciones, el comentarista rememoró los combates que habían realizado ambos entrenadores para llegar a la final. Ninguno de los dos había tenido un combate más espectacular que el otro, pero obviamente entre los combates de cada uno sí existía alguno que fue más espectacular. Uleis demostró tener un control del combate excelente en su pelea contra Enric y su Enlace de un Electabuzz en el que no dejaron de verse los rayos. Con Ryku destacó su última disputa contra Kendo por el simple hecho de haber enseñado al mundo que Ryku no se rendiría hasta que la Prioridad Humana, nombre por el que se conocía la seguridad del módulo Enlace, se activara. Ryku ya estaba forjándose una leyenda y el público apoyó la frase del comentarista de verle llegar a la Liga Pokémon con un gran vitoreo. «Se pasan con hablar del futuro cuando ni siquiera tengo una medalla de Gimnasio», pensó Ryku.
Los finalistas se posicionaron ambos extremos del campo de batalla y esperaron a la señal del comentarista. El hombre siguió hablando de los combates hasta que le comunicaron por los auriculares que la pelea podía comenzar. Alzó el brazo como signo de activación de Enlaces, en los que Ryku y Uleis se transformaron en sus respectivos Pokémon, y lo bajó después de una cuenta regresiva.
Con el combate empezado, Ryku no tardó en hacer brillar sus garras, alargarlas con dicho brillo hasta el doble de su tamaño original y volar directo a Uleis a clavarle su cuchillada. Para su sorpresa, Uleis también había actuado igual que él y no tardó en abalanzarse a gran velocidad. Los golpes de ambos ataques fueron rápidos y no detuvieron los cuerpos de ambos entrenadores, cambiando de posición al momento de impactar su ataque. Ryku se dio la vuelta en cuanto logró disminuir la velocidad de su ataque y fijó su mirada en Uleis, quien también se había detenido, dejando unas muy visibles marcas de su intento de frenar. Las garras de Ryku dejaron de brillar y luego notó la magulladura en un costado causada por el golpe de Uleis. «Tiene el movimiento Megapuño como Kendo. Ha cambiado su repertorio de ataques solo para seguir permaneciendo en el misterio», pensó Ryku. Un daño al que rápidamente se acostumbró, pues, para su suerte, no era tan poderoso como el de Kendo.
Uleis se preparó para su siguiente ataque. Ryku adoptó una postura defensiva cuando vio la espiral que cubría la mayor parte del cuerpo del Poliwrath iluminarse con un color blanco brillante y, acto seguido, con un gradiente de colores del arcoíris. Ryku no adivinaba por ello qué tipo de movimiento se trataba. «¿Es así como los Poliwrath usan su Pistola Agua al no tener boca por la cual escupirlo? Tengo que andar con ojo y esquivarlo a la mínima opción de la que disponga». Ryku imaginó una posible oportunidad de atacarle mientras cargaba su movimiento, pero las distancias se lo impedían. Finalmente, Uleis terminó de cargar su ataque y disparó un montón de burbujas en su dirección y que viajaban a una sorprendente rapidez.
Ryku se alarmó. Las burbujas, además de moverse rápido, había tantas que se dispersaban por todo el campo, lo que no le garantizaba librarse de ellas con solo esquivar. «Maldición, es el movimiento de Rayo Burbuja. Me juego mucha vida si logran darme directamente, pero no puedo ir a ningún lado sin llevarme alguna explosión de estas.» Entonces Ryku se dio cuenta de que Uleis era quien dispersaba las burbujas y no lo hacían ellas de manera natural. Eso significaba que el ataque solo iba en línea recta o en la dirección a la que apuntase el Poliwrath y tenía una clara ocasión de evadirse de las burbujas e, incluso, de atacarle mientras las disparaba.
Ryku extendió las alas y saltó con tiempo antes de que las burbujas dieran contra el andamio desde el cual el comentarista explicaba lo que sucedía en el campo de batalla. El sonido de las burbujas era similar a la de decenas de pequeños petardos explotando casi al unísono y el andamio lo resistió como si solo se tratase de una agradable brisa. Sin embargo, el comentarista tuvo que esconderse detrás de la barandilla cuando Uleis proyectó las burbujas contra Ryku en el aire. Ryku se movió en el espacio aéreo del estadio hasta estar muy cerca de Uleis, quien no había cedido su Rayo Burbuja en ningún instante. Entonces Ryku quiso parar su ataque con uno de sus lanzallamas a máxima potencia que, nada más acariciar la superficie de las pompas, explotaban echando vapor en todas direcciones. Como había una gran cantidad de ellas y el torrente de fuego era igual de extenso, pronto se formó una pequeña niebla en el suelo que alcanzó su máxima densidad cuando el lanzallamas de Ryku impactó de lleno en Uleis y las burbujas dejaron de aparecer.
Ryku no se alegró de haber conseguido un golpe directo contra el Poliwrath porque un lanzallamas para un Pokémon de tipo Agua no le hacía más daño que una muy leve quemadura a la altura de caerle un bol de agua que ni siquiera llegaba a la temperatura de ebullición. Tendría suerte si le había quitado un poco más de una cuarta parte de su vida.
Hubo un instante en el que no hubo ataque alguno por parte de los entrenadores. La niebla que se había formado en el suelo era lo bastante densa como para ocultar el cuerpo azul del Poliwrath. Ryku se mantuvo en el aire hasta que la niebla se disipara y pudiera ver a través de ella. Mientras tanto, buscaría movimientos extraños entre las nubes de vapor que revelaran la posición de Uleis, pero el joven era habilidoso en ese aspecto y ya estaba aprovechando a la perfección la niebla creada por el lanzallamas de Ryku. El Charizard maldijo sin decir una palabra por haber cometido un acto tan imprudente. Y mientras se quejaba, lo atacaron.
Ryku no tuvo la menor posibilidad de reacción y cayó desde una gran altura sin mostrar el menor indicio de querer amortiguar el impacto. La caída fue lo bastante fuerte como para disipar parte de la niebla y dejar a la vista un Charizard tumbado en el suelo e inerte. El público se alarmó ante la gravedad del asunto: Ryku no se movía, no respondía a los gritos que le soltaban para que se levantase. Nada. El comentarista fue el único que vio lo que había ocurrido y se lo comunicó a los demás. El movimiento Pistola Agua de Uleis que había dado de lleno en Ryku le había apagado la característica llama roja que emanaba de la cola de los Charizard. Con esta apagada, ahora mismo Ryku se encontraba en una situación crítica en la que muy fácilmente podía morir.
Pero el módulo Enlace estaba diseñado para mantener al entrenador vivo en todo momento. Y eso fue lo que hizo.
En la cola de Ryku se formó una esfera transparente, justo donde debería estar la intensa llama de los Charizard, y luego se volvió roja y soltó unas chispas que reaccionaron en una explosión de fuego que terminó creando una brillante llama en la cola que no se apagaba. Segundos después, Ryku despertó y se levantó con un poco de esfuerzo. Se tambaleó como si solo se hubiese mareado por la caída y nada más. El público respiró aliviado de ver al chico sano y salvo. Ryku no tardó en percatarse de lo que le había ocurrido y echó un rápido vistazo a su cola donde permanecía una flamante llama roja. «¿La Pistola Agua de Uleis había apagado mi llama? Suerte que la Prioridad Humana es efectiva, aunque desearía que actuase más rápido y no diera sustos a la gente al ver un cuerpo sin vida aparente». Aun así, Ryku olvidó lo ocurrido y redirigió su concentración al combate, el cual aún no había finalizado.
Uleis no parecía haberse preocupado de casi asesinar a Ryku accidentalmente, aunque existía la posibilidad de que no fuera capaz por no poder mostrar expresiones faciales en su totalidad. Aun así, fue permisivo y no atacó hasta que la niebla se disipó por completo, acción que Ryku agradeció. Antes de iniciar su próximo movimiento, Ryku calculó mentalmente lo que aguantaría su Enlace sin que el reinicio apareciera. Con un Megapuño y un Pistola Agua lógicamente ya debía haber perdido más de la mitad de la vida, más si añadíamos que el ataque de agua pudo ser crítico, lo cual le dejaría a un solo golpe de perder, dos si se repetía la situación con Kendo, pero no apostaba mucho por tener tanta suerte otra vez. «El combate llega a su fin y Uleis tiene mucha más vida que yo. Debo encadenar dos ataques si quiero dejarlo en igualdad de condiciones y más si quiero derrotarlo. Tengo que ir con cuidado.»
Uleis empezó a usar un nuevo movimiento que surgía de su espiral. Este ataque era más rápido que el Rayo Burbuja y solo tardó unos segundos en soltar una especie de rayo en forma de espiral que se ensanchaba y encogía a medida que viajaba por el espacio. Instintivamente, Ryku cubrió ambos ojos con los brazos porque conocía ese movimiento. Hipnosis. Un movimiento que resultaba muy fácil de evadirlo con solo cerrar los ojos. Sin embargo, la pérdida de la vista era una desventaja muy grande si el rival era tremendamente veloz. Ryku recordó eso y le invadió el miedo de pensar que Uleis solo había utilizado su Hipnosis para acercarse a él y golpearle con un Megapuño o cualquier otro ataque físico. Como medida de seguridad ante su temporal ceguera, Ryku lanzó un lanzallamas y lo dirigió en ángulo con la finalidad de que cubriera el máximo terreno posible y obligara a Uleis a permanecer en su sitio mientras no le veía. Cuando sintió que la Hipnosis ya no podía afectarle, Ryku separó los brazos de la cabeza y observó el entorno.
Uleis no se había movido del sitio, pero lo había intentado. Ryku observó que el lanzallamas de dispersión le había dado en una de sus piernas, con lo que había tenido la suerte de quitarle algo de vida en un acto de miedo. Sus temores fueron reales y agradeció que sus instintos le hubieran ayudado. Por otra parte, el fuego había alcanzado las gradas y las barreras hicieron su función para protegerlas. Se sintió mal de haber podido causar quemaduras a la gente sin saberlo y se disculpó mentalmente, acompañado de un gesto en señal de disculpa.
Ryku vio la oportunidad de atacar a Uleis sin que él tuviera muchas posibilidades de esquivarle, aunque tampoco debía confiarse porque el fuego debía ser muy intenso si se quiere dañar a un Pokémon de tipo agua como haría con uno normal. No obstante, el combate se estaba alargando más de lo necesario y, en cierto modo, también su visible derrota. Era un todo o nada, como en la pelea contra Kendo, solo que aquí tenía más probabilidad de ganar. Se concentró y salió disparado hacia Uleis.
El Poliwrath estuvo distraído curándose el calor de la quemadura causado por el lanzallamas y no vio a Ryku hasta que él ya estaba a mitad de camino entre ambos. Uleis reaccionó rápido y en un momento disparó otra pistola de agua que tenía toda la pinta de golpear al Charizard y vencerlo. No obstante, Ryku ya esperaba dicha defensa y disparó su lanzallamas contra el agua, produciendo de esa manera una gran cantidad de vapor. A diferencia de la anterior acumulación, esta formó una barrera que bloqueó la vista de Uleis en todas direcciones, como si se hubiera encerrado en una cúpula opaca. El Poliwrath no poseía un buen sentido de la oída para detectar a los enemigos en caso de ceguera y eso aumentó drásticamente el nerviosismo en Uleis. Estuvo tan nervioso que no se dio cuenta de Ryku hasta que fue demasiado tarde.
Ryku combinó su ataque cuchillada junto con su Ataque Ala con tal de reducirle el máximo de vida posible en aquella ofensiva. Primero rajó el cuerpo de Uleis con una de sus cuchillas. Luego le asestó un fuerte golpe con el ala potenciado con el brillo que indicaba un movimiento en el abdomen que desequilibró por completo a Uleis y finalizó con un ataque doble de sus cuchillas formando una equis. Ryku se detuvo mientras el cuerpo de Uleis caía al suelo dolorido por el combo. Mantuvo sus cuchillas activadas por si acaso Uleis se recuperaba más rápido de lo esperado, pero se sorprendió al observar el cuerpo del Poliwrath brillar y explotar en diversos haces de luces que, al desaparecer, dejaron a la vista el cuerpo de Uleis. El hombre, tumbado en el suelo, levantó un brazo indicando que se encontraba bien.
—Amigos, tenemos un vencedor. El ganador del primer torneo del albergue de ciudad Verde es… ¡Ryku!
La gente celebró por todo lo alto la victoria del joven como si hubiera ganado algo más grande que un torneo local. Ryku desactivó su Enlace y se dirigió al público saludándolos con el brazo. Tantos aplausos abrumaban a Ryku y llegaban en ciertos puntos a incomodarle. Dejó de saludar y se acercó a Uleis, quien también recibió aplausos por haber sido un contendiente digno y les agradecía las ovaciones con alguna que otra reverencia. Luego vio a Ryku acercársele y tendiéndole la mano. Él se la tendió también y se dieron un apretón de manos.
—Bien jugado —le felicitó Uleis—. Ese último combo ha sido especialmente potente.
—Si te soy sincero, no pensaba que llegaría a vencerte solo con ese combo. Creía que necesitaba darte más golpes para derrotarte —confesó Ryku.
—Tienes suerte. Ese Ataque de Ala que me asestaste me hizo un daño crítico. De otra forma hubiera cumplido tus expectativas.
—Entonces sí que tuve suerte.
Ryku y Uleis volvieron las vistas al público y les volvieron a dedicar saludos mientras las protecciones de las gradas se enterraban bajo el suelo del estadio. El comentarista aprovechó esos momentos para anunciar al público acerca de la fiesta tras el torneo que ya estaba en marcha y lista. La gente esperó por si había algo más tras la victoria de Ryku, pero no fue así. Uno de los trabajadores del albergue se acercó al ganador y le entregó una tarjeta a Ryku de color roja.
—En esta tarjeta están las veinticinco mil Monedas de Combate del premio del torneo. Canjéalo en recepción y se te añadirán a tu cartera de entrenador una vez se haya usado —le informó el trabajador—. Gracias por participar y enhorabuena por su victoria.
—Gracias.
Con el premio entregado, la vida en el estadio fue paulatinamente desapareciendo con la gente de las gradas abandonándolo y dirigiéndose a la fiesta. Uleis se despidió de Ryku y lo dejó a solas en el campo de batalla un rato hasta que de las pocas personas que todavía permanecían en las gradas uno se reunió con él. Se trataba de Dylan.
—Ha sido increíble —dijo enfatizando cada una de las palabras mientras aplaudía siguiendo el tono de su voz—. Tus combates han sido los que más emoción han dado al torneo, en serio.
—Uleis también ha aportado su grano de arena. Y Kendo igual —repuso Ryku.
—Tal vez. Pero para mí han sido los tuyos. Y entre ellos destaco el de Kendo, el cual apostaba mucho por victoria dado su nivel en las artes marciales. ¿Sabías que venciste a un karateka de cinturón negro graduado en segundo DAN?
—¿Segundo DAN? ¿Qué es eso?
—No lo sé, pero suena a que Kendo era particularmente fuerte, y más con el Enlace activado, ¿no crees? —Ryku se encogió de hombros—. Da igual. Oye, ¿Qué es lo que te han entregado? ¿El dinero?
—Sí. Una tarjeta que he de canjear en recepción. Lo haré mañana antes de irme.
—Guay. ¿Vamos a la fiesta?
—Desde luego.
Ryku necesitaba algo que lo alejara de sus recientes combates, una manera de relajarse. En la fiesta lo primero que pidió fue un refresco y un lugar donde sentarse. Había mucha gente por lo que le fue difícil dar con un sitio. Al final, una pareja le cedió su puesto dado que ya se marchaban y Ryku les dio las gracias. Dylan se había separado de él un momento, excusándose de que tenía que ir al baño y a pedirse su propia bebida. Se sentó en la otra silla libre al lado de Ryku con una jarra de algún refresco con gas.
—Bueno, supongo que mañana partirás a ciudad Plateada a desafiar al Líder de Gimnasio, ¿no? —gritó Dylan. Con tantas voces y música de por medio, los gritos sonaban como un tono normal.
—Así es. Es un viaje un poco largo viendo que hay que caminar por el Bosque Verde y la Ruta 2. Dudo que pueda recorrer todo ese trayecto en un solo día, incluso aprovechando toda la luz del sol posible.
—Oye, Ryku, te propongo algo: ¿Y si te acompaño?
Ryku no lo escuchó la primera vez y Dylan se lo tuvo que repetir.
—¿Por qué quieres venir conmigo? —le preguntó.
—Por varios motivos, la verdad. Una de ellas es que no sé cuándo el Gimnasio de ciudad Verde volverá a estar operativo y no pienso quedarme aquí hasta entonces; otra porque te será de ayuda alguien que ya ha viajado por Kanto, lo cual significa que conozco las vías más rápidas que nos permitirán atravesar el bosque en muy poco tiempo, aparte de informarte sobre los Gimnasios; y, finalmente, porque pasarás por ciudad Azafrán si quieres la medalla del Gimnasio de allí y no estaría mal regresar a casa para dar a mis padres una visita en persona. ¿Qué me dices?
Ryku se encogió de hombros.
—Por mí vale. Viajar en compañía será mejor que en solitario, eso seguro.
—Genial. Entonces está decidido. Gracias.
El resto de la fiesta transcurrió sin mayores acontecimientos. Únicamente valía recalcar la felicitación por parte de aquellos participantes del torneo que no se habían ido del albergue o que no querían estar en la fiesta. Entre ellos Ryku tuvo el placer de conocer a Relma, Lou, Olga, Enric, Amanda, Tina y Sue, aparte de los que ya conocía como Brulem, Kendo y Uleis. Todos ellos pasaron unos minutos con Ryku y Dylan y conversaron sobre los combates y compartieron momentos que acabó causando risas en el grupo. Un tiempo después, los participantes del torneo se despidieron de Ryku y Dylan y se dispersaron por la sala. Sin embargo, Kendo se había quedado con ellos un poco más.
—Toma, Ryku. Creo que esto te va a venir muy bien en tus futuros combates.
Kendo le ofreció un pequeño disco de superficie plateada. Ryku lo reconoció al momento: era una Máquina Técnica.
—¿Qué movimiento es? —preguntó a la vez que cogía el disco.
—Instálalo y lo sabrás.
Ryku arqueó una ceja, extrañado. Siguió la corriente del karateka e introdujo el disco en el brazalete. Este detectó casi al instante el disco y apareció una ventana en la pantalla que decía «Este movimiento es compatible con el Pokémon del Enlace. ¿Quiere instalar en la lista el movimiento Megapuño?». En cuanto leyó la última palabra, Ryku no pudo evitar llevarse una mano a la cabeza y reír de ello. Dylan, como era de esperar, no tenía ni idea de por qué le hacía gracia a Ryku ese movimiento.
—¿Cuál es el verdadero motivo porque me has dado este movimiento, Kendo? —inquirió Ryku. Aceptó la instalación del movimiento y el brazalete vibró mientras registraba los datos necesarios. Pocos segundos después, el brazalete expulsó el disco y Ryku le devolvió a Kendo la Máquina Técnica.
—Bien visto —dijo Kendo admitiendo que había otra causa por la que le había regalado la Máquina Técnica—. Quiero aportar otro grano de arena en tu desarrollo como entrenador. Megapuño es un ataque bastante potente, aunque fácil de esquivar. En tu caso será útil para mandar por los aires a tu rival o darle un fuerte empujón, de manera que tendrías otra opción a usar aparte del Ataque Ala.
Ryku suspiró y asintió con la cabeza. Kendo tenía razón, había usado siempre el Ataque Ala en sus golpes finales. Kendo lo sintió cuando lo mandó a volar con dicho movimiento y Uleis lo recibió con la finalidad de que no pudiera contraatacarle con facilidad. Sin duda esa táctica se había convertido en un estándar en los ataques de Ryku y le venía muy bien un poco de variedad, aunque la finalidad fuera la misma.
—Gracias, Kendo.
—De nada. Espero que tu viaje te sea fructífero y me concedas la revancha algún día.
—Claro. Supongo que estarás en el Dojo Karate, ¿no?
—Exactamente. Cuando termine mi peregrinaje volveré al Dojo. Nos veremos allí. Hasta pronto.
—Adiós, Kendo.
Desde entonces, la fiesta continuó sin nada más que divirtiera a Ryku. Ya había bebido bastantes refrescos y comido lo suficiente como para no entrarle nada más. Dylan aún aguantaba unas cuantas rondas más de refrescos y pasaba el rato conversando con otra gente. Ryku le hizo una señal en referencia a que se iba a dormir y Dylan le dio las buenas noches. Ryku le recordó que se levantaría pronto y lo tuviera en mente, a lo que Dylan asintió y continuó la charla con las personas que tenía a su alrededor.
Ryku subió a su habitación y se desplomó en la cama. Antes de dejar que el sueño le invadiera, programó la alarma del brazalete y se tapó con la manta. Había sido un día lleno de emociones y, en menos de un minuto, Ryku ya estaba sumiso en el sueño.
Chapter 4: Delirios de un Charizard
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Ryku se despertó desorientado con la alarma del brazalete. Era la primera vez que la ponía (antes usaba un despertador común) y no se había fijado en el volumen por defecto que llevaba. No se olvidaría de bajarlo la próxima vez. Tras comprobar que no se dejaba nada en la habitación, estaba listo para continuar su viaje por Kanto.
Ryku miró si Dylan andaba por recepción, pero no le vio en ninguna parte. Todavía no iba a irse de la ciudad, no sin antes haber desayunado como debía. Ya se encontrarían en el comedor, algo que ocurrió cuando Ryku casi había terminado de desayunar. Optó por quedarse a su lado para preguntarle sobre el bosque.
—Es un laberinto en el que apenas entra la luz del sol por culpa de los gruesos árboles que lo componen —respondió Dylan—. Hay señales repartidas por todas partes, pero están en tan mal estado que cuesta distinguirlas y no vale la pena seguirlas.
—¿Y tú sabes cómo ir desde este lado del bosque hasta el de ciudad Plateada?
—Fue la última zona que visité antes de llegar aquí y tengo fresco el recorrido que tomé, no habrá problemas.
Cuando terminaron el desayuno, los dos jóvenes salieron del comedor y devolvieron las llaves de sus habitaciones en recepción. Ryku aprovechó para que le canjearan el premio del torneo. Después de una notificación conforme había recibido las Monedas de Combate, abandonaron el albergue.
Dylan recomendó comprar algo de comida ligera por si acaso y algo de beber. Repostaron en una tienda especializada tanto para gente de a pie como entrenadores y, una vez listos, partieron hacia el norte donde comenzaba la Ruta 2.
La mayor parte de la Ruta 2 la componía el bosque, por lo que el camino era bastante corto. Al paso que iban, Ryku dedujo que en menos de una hora estarían rodeados de árboles. Dylan y Ryku tuvieron que pasar por el ataque de alguna bandada de Pidgey hostil y otra horda de Rattata. De ambas agresiones, Ryku ya estaba acostumbrado: los Pidgey eran su rival mientras aprendía a manejarse en el cuerpo de un Charizard y los Rattata ya habían demostrado ser unos rivales débiles a su lanzallamas. Tan insignificantes resultaron los asaltos de los Pokémon salvajes que Ryku fue el único que activó su Enlace.
—Algún día tendré que verte en acción como un Blastoise, ¿no crees? —dijo Ryku a Dylan como un mensaje sutil. Acababa de regresar a su forma humana tras despachar a los últimos Rattata.
—Estoy seguro de que me verás. Solo que sería ideal un combate en el que solo uno de nosotros no sea suficiente para ganar.
Como tenía previsto, Ryku y Dylan entraron en el Bosque Verde tras caminar durante unos cincuenta minutos por la Ruta 2. A partir de ahí Dylan tomó la delantera y Ryku le siguió procurando no perderle de vista. Dylan dijo que en el bosque predominaban los Pokémon de tipo bicho, como Caterpie o Weedle, sobre todo del segundo. También mencionó de la existencia de los Pidgey y algún que otro Pidgeotto que buscaban alimento en el bosque y, en casos excepcionales, algún Pikachu perdido se dejaba ver entre los árboles. La presencia de Pokémon de tipo eléctrico en el bosque le sorprendió a Ryku.
—¿No se supone que el hogar de los Pikachu suele ser la central eléctrica y los alrededores?
—No soy experto en el tema, Ryku. Tendrías que preguntarle a algún Profesor Pokémon de ello.
Ryku tuvo un momento en el que le apeteció detenerse unos minutos y llamar a Dalia para resolver sus dudas, pero tras pensarlo dos veces eligió no molestar a la profesora por una nimiedad como esa. Sin embargo, buscó información al respecto en el módulo Pokédex que le regaló. Aquello le ayudaba a entender en teoría la fauna de las zonas que visitaba, aunque no olvidaba de mantener la vista en Dylan.
Después de un buen rato de moverse entre los árboles, Dylan se detuvo en seco. Ryku en ese momento estaba leyendo la información de la evolución de los Caterpie, los Metapod, y chocó con su amigo.
—¿Qué pasa? ¿Por qué te has parado?
Dylan no tuvo que responderle porque Ryku vio con sus propios ojos la causa de la detención de su amigo. Delante de ellos se imponía el enorme tronco de uno de los árboles del bosque. Debía tener unos tres metros de grosor y estaba tirado en medio del camino marcado por el que la gente debía moverse.
—Esto no estaba antes, ¿verdad? —preguntó Ryku.
Dylan negó con la cabeza.
—Ha tenido que pasar en los últimos días desde que me alojé en el albergue de ciudad Verde.
Dylan caminó donde el árbol se alzaba y tenía sus raíces. Intentó averiguar qué le ocurrió para que acabara derrumbándose sobre el camino. Le llamó la atención la manera en la que lo cortaron.
—Eh, Ryku, mira esto.
Ryku se reunió con su amigo y miró aquello a lo que señalaba con su dedo. A diferencia de su amigo, él no vio nada que le extrañara más allá de estar frente al corte que tiró el árbol.
—Este árbol no ha sido cortado como nosotros conocemos, más bien parece que lo han… picado —explicó Dylan.
—¿Picado? ¿Cómo en una mina?
—Sí. Mira, los bordes del tronco tienen una forma circular, como si en vez de usar hachas o sierras se hubieran utilizado taladradoras.
—Qué raro. ¿Quién haría algo así y por qué?
—Ni idea, pero no podemos continuar por el camino. Habrá que rodear el tronco y adentrarnos en el bosque. Qué mala suerte que justo por aquí haya más frondosidad. Movámonos con cuidado.
Ryku asintió y ambos avanzaron en el bosque. Los árboles no les daban tregua y les dificultaba caminar por la zona sin tropezar con alguna raíz sobresalida o con algún otro árbol afectado por el que se había derrumbado. Varios minutos después se toparon con el primer claro del bosque en el que Ryku y Dylan agradecieron de tener luz solar. Decidieron descansar un rato antes de reanudar el camino y saciar su sed.
—Esto es zona desconocida para mí —comentó Dylan—. Lo que sé del bosque se basa en los caminos de tierra, que ya de por sí son algo laberínticos y en algunas pequeñas áreas abiertas. Nunca me he separado tanto de ellos.
—Está bien. Solo tenemos que dirigirnos al norte unos metros y luego tomar la dirección opuesta a la que nos ha alejado y habremos rodeado el árbol derribado. Será fácil.
—Eso espero. —Ryku no entendía el pesimismo de su amigo—. Cuando iba a ciudad Verde por el camino normal, me atacaron unos Weedle. Varias veces y todas con ese pincho que tienen en la cabeza.
—En la Pokédex no existe ningún detalle que diga que los Weedle sean hostiles, pero sí los Beedrill, la fase final de su línea evolutiva.
—Da igual. No tengo ganas de ver a esos gusanos con aguijón en la cabeza otra vez. El tramo final del bosque lo pasé corriendo por miedo a que me atacaran más Pokémon de tipo Bicho.
—¿Te dan miedo los bichos? —preguntó Ryku escondiendo una risilla.
—Para nada. Pero son lo suficiente molestos como para obligarme a activar mi Enlace solo para que me dejen en paz a base de chorros de agua. Bueno, sigamos.
Ryku estuvo de acuerdo, dio un último sorbo a la botella y se levantó. Dylan y él volvieron a entrar en los árboles y avanzaron hasta que creyeron que ya habían rodeado el árbol caído y podían regresar al camino yendo hacia el oeste. Se toparon con un árbol que estaba siendo utilizado como nido para Metapod y Caterpie. Estos Pokémon se percataron de las presencias de los entrenadores, pero ninguno de ellos les atacó, sino que se mantuvieron vigilantes en caso de que actuaran de manera hostil. Al haberse alejado del nido, los bichos retomaron sus tareas, fueras cuales fueran.
—Si se comportan así, no tengo nada en contra de ellos —dijo Dylan ante la pregunta que estaba a punto de formular Ryku.
Poco después vieron de nuevo el camino y, a sus espaldas, el árbol derribado. Ryku se alegró de haber acertado en sus cálculos y Dylan de volver a pisar la tierra marcada. Dylan reanudó su liderazgo como guía y Ryku lo siguió.
Llegaron a un nuevo punto en el que tuvieron que detenerse. Ante ellos se presentaba una bifurcación donde Dylan pensó detenidamente el camino a tomar. Se orientó colocándose de espaldas a la señal cuyas direcciones estaban borradas por el desgaste y acabó indicando el camino de la izquierda como el correcto. El otro, según lo que le comentaron, llevaba a un área donde los caza-bichos entrenaban y capturaban Pokémon con sus redes.
Anduvieron un rato más hasta que Dylan empezó a moverse más despacio, con más cuidado. Ryku quiso saber de ese repentino comportamiento y Dylan le respondió que esta parte del camino era donde fue más atacado por los Weedle y que toda precaución era poca para que no se repitiera la mala experiencia. Ryku se encogió de hombros porque no le importaban los bichos gracias a la gran ventaja de su Enlace de fuego. Dylan replicó que el suyo también era más que capaz de superar a cualquier bicho, pero prefería no tener que activar su Enlace.
Dylan y Ryku entraron en otro claro que tenía varias vías por las que continuar. En el medio descansaba un enorme árbol cuya copa cubría con hojas su ancho tronco. Dylan reconoció el árbol y dijo que estaban en el centro del bosque y que ya habían recorrido la mitad de este. Pronto saldrían de los árboles y llegarían a ciudad Plateada. Volvió a orientarse con tal de recordar el camino por el que vino según la posición con la que vio el árbol por primera vez. Mientras, Ryku examinaba la Pokédex y continuaba con su investigación de la fauna local, en especial de los Pikachu que podían rondar estos árboles. Tenía mucha curiosidad por saber los posibles motivos por el que un Pokémon eléctrico decidía vivir en una zona donde reinaban los bichos.
Dylan estuvo un largo rato intentando recordar el paisaje que se topó cuando pasó por ahí la primera vez. Se maldecía a sí mismo de no ser capaz con el poco tiempo que había transcurrido desde que cruzó el bosque entero. Entre sus insultos, Dylan percibió un sonido que, al principio, no reconoció y creyó que su brazalete había sido el causante, pero el aparato funcionaba bien y no mostraba ningún problema. Escuchó una segunda vez el sonido y, en esta ocasión, reparó en él. Sonaba como un zumbido, uno que se iba haciendo más intenso poco a poco. Dylan permaneció confuso unos segundos hasta que asoció al propietario del ruido. Corrió hacia Ryku y le advirtió del peligro.
—Tenemos que salir de aquí cuanto antes —le dijo a toda prisa—. ¡Vamos!
Ryku estaba tan sumiso en su investigación que no había oído los zumbidos hasta que Dylan lo sacó de su concentración. Por instinto buscó el origen, pero Dylan se lo impidió y no dejó de gritarle que le siguiera. Corrieron en la dirección que Dylan había elegido y, en un momento, Ryku miró a su espalda y se encontró con lo que Dylan y él estaban huyendo. Les perseguía un enjambre de Beedrill.
Dylan sabía que a la velocidad a la que corrían sería inútil y los Beedrill les alcanzaría rápidamente. De modo que la alternativa que usó fue meterse en los árboles y esconderse tras uno de los troncos y confiar en que los Pokémon desistieran en su persecución y los dejaran en paz. Hallaron un tronco cuyas raíces estaban muy sobresalidas y formaban una especie de jaula en la cual poder ocultarse. Dylan y Ryku se enterraron en lo más profundo de la jaula para mayor seguridad. Los zumbidos no habían cedido ni un instante.
—Maldita sea, son persistentes —dijo Dylan en voz baja—. ¿Tan hostiles son los Beedrill?
—Déjame mirarlo. —Ryku buscó en la Pokédex al Beedrill y leyó por encima la información que proporcionaba sobre ellos—. Aquí dice que son hostiles cuando alguien molesta su nido y no se cansarán hasta derrotar la amenaza.
—¿Nido? Yo no he visto ningún nido de Beedrill.
—Lo habremos pasado sin darnos cuenta, como aquel de Metapod y Caterpie.
Entonces a Dylan se le despejaron todas las dudas de golpe.
—Ahora lo pillo. El árbol del claro es su nido. Los Kakuna deben colgar de sus ramas, pero hay tantas hojas que la copa, de lo frondosa que es, los esconde a la vista de todos. Por eso también hay una buena concentración de Weedle en el camino de abajo y estos atacan a los despistados para proteger su nido. Incluso me atrevo a decir que los Beedrill son los culpables de aquel árbol caído en mitad del camino con tal de impedir que más humanos se acerquen a la colonia.
—¿Estás seguro de lo del árbol? Suena como un comportamiento extraño por su parte.
—Lo sé, pero son los únicos Pokémon que han podido hacerlo. El tronco fue picado con una especie de taladro y los Beedrill tienen unos aguijones enormes por brazos. Además, los demás bichos no tenían motivos por talar un árbol y los Beedrill sí.
Dylan no había terminado de hablar, pero un fuerte zumbido cerca de su posición le alertó de permanecer callado. Los Beedrill los buscaban sin cesar. Cuando el zumbido se escuchaba a lo lejos, Dylan y Ryku respiraban aliviados.
—¿Cuántos Beedrill no están persiguiendo? —preguntó Dylan a Ryku—. ¿Llegaste a verlos?
—De reojo. De una manera imprecisa, diría que al menos media docena, pero puede que sean más.
—Pues lo tenemos complicado. Muy complicado. Este camino que hemos tomado es el incorrecto. El correcto estaba en el otro sentido.
—¿Eso significa…?
—Que tenemos que pasar por el nido. No hay otra alternativa.
—Entonces mejor que nos movamos con los Enlaces activados y atacar a los Beedrill cuando ellos carguen contra nosotros.
—Lo veo bien. Pero es más recomendable transformarnos fuera de estas raíces. Nuestras formas Pokémon no sean precisamente grandes, aunque activar a la vez dos Enlaces en un recinto tan pequeño puede ser contraproducente.
Ryku asintió y esperó a que no se escucharan muchos zumbidos antes de salir. Hubo una oportunidad en la que los Beedrill se habían puesto a buscar lejos de su posición y la aprovechó. Nada más salir de la jaula de raíces, activó su Enlace y se convirtió en un Charizard. Calculó mal y sus alas se dieron de lleno contra el tronco de otro árbol que casi le daña las alas más de lo debido. «No puedo volar aquí. Tengo que intentar no extender las alas».
Dylan fue el siguiente en salir, pero no le dio tiempo a transformarse porque los zumbidos de los Beedrill volvían a escucharse fuerte y cerca. La transformación de Ryku había producido alguna señal que los alertó y ahora el enjambre se dirigía a ellos.
—¡Activa tu Enlace ya! —le gritó Ryku a Dylan. Pero olvidaba que mientras él fuera un Pokémon y su amigo un humano no se entenderían. Sin embargo, la situación se explicaba por sí misma.
Dylan encendió su Enlace y su cuerpo empezó a brillar y moldearse. Justo en ese momento un Beedrill apareció de entre los árboles con ambos aguijones listos para clavarlos en Ryku o Dylan. Ryku protegió a su amigo bloqueando los aguijones con su ataque cuchillada y usó el mismo movimiento para asestarle hasta cuatro cortes seguidos que acabaron con el Beedrill y lo dejaron inconsciente y apoyado en un árbol. Poco después, Dylan ya había terminado su Enlace y Ryku vio el cuerpo azul del Pokémon tortuga y sus llamativos cañones asomando del duro caparazón.
—Parece que ese día en el que me verías transformado llegó antes de lo que pensábamos, ¿eh? —comentó Dylan con una ligera sonrisa.
—Cierto. Pero dejemos eso de lado y centrémonos en alejarnos del nido por el camino correcto. El resto de Beedrill están a punto de llegar.
Regresar al claro vino con un problema de más: Dylan no podía moverse con soltura por los árboles. Estos estaban tan pegados los unos con los otros que el caparazón no hacía más que chocar contra los troncos y tambalearse a menudo. Por su parte, Ryku podía caminar sin muchas dificultades, aunque su cola también no hacía más que golpear los troncos y obligaba a Ryku a avanzar lento y con miedo de no provocar un incendio con la llama de la cola. Cuando lograron volver al camino, unos cuantos Beedrill ya los esperaban.
Ryku miró a los enemigos y contó que había unos seis Beedrill ahí. Por un instante ninguno de los Pokémon le atacó, pues se quedaron confusos al ver a Ryku y Dylan transformados en Pokémon cuando ellos perseguían a unos humanos. No obstante, no le dieron importancia porque de igual forma eran una amenaza para su nido y cargaron contra los jóvenes. Debían proteger su hogar a toda costa.
—Yo me encargo de estos —dijo Ryku.
Dylan sabía que su amigo iba a disparar un torrente de llamas y preparó sus cañones con tal de evitar que el fuego se extendiera a áreas no deseadas. El lanzallamas de Ryku dio de lleno a tres de los seis Beedrill que se habían abalanzado contra él y cayeron al suelo debilitados y echando humo de sus cuerpos. Los otros tres, al ver la fuerza de su enemigo, se retiraron.
—Seguramente vayan a buscar refuerzos —comentó Dylan—. Salgamos de aquí cuanto antes.
Ryku asintió y extendió las alas ahora que no había árboles que limitaran tanto su vuelo, pero no podía alzarse muchos metros del suelo porque arriba estaban las ramas de los árboles de los laterales del camino. Aun así, voló en dirección al claro sin importarle si Dylan le seguía el ritmo. Para su sorpresa, Dylan había llegado al claro un par de segundo antes que él.
—Este caparazón no sirve solo como protección —le dijo a Ryku.
Sin ningún comentario, Ryku y Dylan vieron el epicentro de todo. El nido seguía escondido, como si no existiera, pero el enjambre de Beedrill indicaba que sí estaba, imposible de pensar lo contrario. De un vistazo, Ryku no pudo obtener un número aproximado de los Pokémon bicho, había demasiados de ellos y se movían rápidamente por el cielo. «Nunca había visto tantos Beedrill juntos. Apostaría que mínimo debe haber una veintena de ellos».
Los Beedrill detuvieron su vuelo sin destino y se centraron en Ryku y Dylan. No dudaron ni un segundo en arremeter contra ellos y alejarlos del nido, incluso de debilitarlos a ser posible. Ryku ya previó aquella acción y se marchó volando, logrando atraer a unos cuantos Beedrill. Dylan, desde tierra, preparó sus cañones para disparar sus torrentes de agua contra cualquier bicho que se le acercara.
En el aire, Ryku realizaba maniobras evasivas para que los aguijones de sus perseguidores no se le clavaran en la piel. Los Beedrill no cedían ni un segundo su ataque y en todo momento intentaban pinchar a su enemigo con sus púas envenenadas. Ryku no podía usar su lanzallamas a pesar de tener vía libre de echar fuego a toda potencia porque sus seguidores no dejaban de atacarle. Al final, cansado de tanto esquivar, hizo brillar sus garras y le dio un golpe directo a un Beedrill que estaba a punto de clavarle su aguijón. El daño de la cuchillada fue brutal y mandó a la abeja al claro en una caída en picado. Con un objetivo menos, sus compañeros se ubicaban a la distancia perfecta de recibir un lanzallamas cargado y Ryku no tardó ni un segundo en sacar partido de esa oportunidad. Los Beedrill no tuvieron tiempo suficiente de reacción y terminaron envueltos en llamas y convirtiéndose en cuerpos oscurecidos y cayeron al suelo debilitados. Ryku se alegró de eliminar a sus rivales, pero no se dio cuenta de que todavía quedaba uno desperdigado, seguramente de los que combatían contra Dylan, que consiguió clavarle el agujón por la espalda. Ryku gritó por el pinchazo y con una cuchillada envió a su atacante al suelo con los demás Pokémon debilitados. La picadura no parecía haberle causado mucho daño, pero optó por descender por seguridad.
En tierra el paisaje era totalmente diferente. Había Beedrill mareados y mojados por todas partes, todos ellos incapaces de atacar ni moverse. Dylan estaba luchando increíble si se había deshecho con casi la mitad de ellos. Ryku buscó a su amigo y se topó con algo que no le gustó: Dylan estaba en peligro. Su amigo se había escondido en su caparazón mientras cuatro Beedrill trataban sin descanso de rompérselo y dañar la piel débil de Dylan. Ryku desconocía el tiempo que tardarían en agrietarlo, si es que llegaban a tal punto, pero no iba a permitir que siguieran atacando a su amigo con ese frenesí. Sin embargo, al dar un paso para acercarse y soltar un lanzallamas que alejara a los Beedrill, Ryku se mareó y el mundo empezó a darle vueltas.
Lo habían envenenado.
«¿En serio? ¿Un único picotazo venenoso que me dan y ya estoy envenenado?». Ryku no se lo creía. Su vida como Charizard estaba disminuyendo y no sabía cuánto aguantaría antes de que la Prioridad Humana activara el modo reinicio del Enlace. Tampoco le dio importancia y continuó con su misión principal de liberar a Dylan de aquellos Beedrill. Al estar lo bastante cerca, Ryku cargó su lanzallamas y lo disparó contra los enemigos. Fue un ataque impreciso, pero valió para cumplir su función.
Justo en el momento en el Ryku acabó de lanzar fuego, el veneno actuó con más fuerza. Tanta, que por un instante Ryku se perdió y se dejó llevar por la ira de un Charizard que concluyó en otro lanzallamas a la mayor potencia que le permitía el veneno en dirección al árbol, al nido de los Beedrill. Por suerte, las hojas estaban muy comprimidas entre ellas y las ramas eran muy gruesas, por lo que el lanzallamas causó daños superficiales, aunque no evitó que el fuego se colara por los recónditos de las hojas, alcanzaran el tronco y sentenciara a algunos Kakuna que se ocultaban tras aquella barrera de hojas.
A ojos de un Beedrill todo se había vuelto un caos. Los agresores de su nido eran muy poderosos y no se veían capacitados de derrotarlos sin ayuda de otras colonias. En especial, crearon una visión terrorífica de Ryku, el creador del que la copa del árbol de su nido estuviera en llamas, y lo representaron como una bestia envuelta en fuego e inmune a este. Una bestia que disfrutaba dañar a su especie y sonreía al contemplar a sus víctimas. Ese Beedrill, que se lo había imaginado todo, lanzó su posible último aliento contra el monstruo de fuego y alas con la finalidad no de derrotarlo, sino de matarlo. Por desgracia, no tuvo la menor oportunidad de acercarse a Ryku antes de que lo alcanzara un torrente de agua que lo dejó atontado como sus demás compañeros.
Dylan, que ya se había recuperado de los constantes pinchazos de sus agresores y derrotado a los pocos Beedrill que todavía querían vencerle, atendió a Ryku. El joven había vuelto en sí tras un lapsus en el que no recordaba lo que había hecho hasta que vio la copa del árbol en llamas. Ryku le dijo a Dylan que se encargara de apagar el fuego que había causado antes de socorrerle y su amigo obedeció. Dylan usó sus cañones y soltó una gran cantidad de agua que llovió sobre el fuego y lo apagó, dejando tras de sí una buena columna de humo que se alzaba por encima de todos los árboles. Cuando se aseguró de que no iba a prender de nuevo, regresó con Ryku.
Ryku no soportó el veneno que le molestaba constantemente y le iba quitando vida lentamente y desactivó su Enlace. En su forma humana tuvo un respiro, pues el veneno solo afectaba a su forma Pokémon. Eso significaba que, si volvía a activar su Enlace, el veneno regresaría. Aunque todavía no había entrado en el modo reinicio, Ryku ya no podía usar su Enlace.
—Veneno y Charizard. Menuda combinación más peligrosa —comentó Dylan tras adoptar su forma humana—. ¿Estás bien?
—Ahora que el veneno no me afecta, sí —respondió Ryku—. ¿Todo esto lo he causado yo?
—Lo de la copa del árbol dudo mucho que fueras tú. Escupiste llamas porque sí, no porque lo hubieras planeado. A menos que sí lo hubieras planeado… —Ryku negó con la cabeza—. Entonces ha debido ser un delirio producido por el veneno lo que te ha conducido a hacer eso. Recuérdame que no me acerque cuando estés enfadado, ya sea por culpa del veneno o porque tú mismo lo estés. Cualquier Pokémon enfurecido es peligroso, pero veo que un Charizard lo es más que cualquiera que haya visto en mi viaje.
—Lo tendré en cuenta. Larguémonos de aquí. No quiero permanecer en este bosque ni un minuto más.
Dylan asintió y ayudó a su amigo a levantarse. Ryku se tambaleó un poco, pero recuperó el equilibrio y se mostró como si nada hubiera ocurrido. Tomaron el camino correcto y, en esta ocasión, solo existía una bifurcación que Dylan conocía sin problemas. Deambularon por el bosque Verde durante al menos media hora más hasta que divisaron la salida. Ryku no se había alegrado tanto de volver a recibir el impacto completo de la luz del sol.
Tomaron un merecido descanso en una roca que había cerca. Terminaron con las provisiones que habían comprado y vaciaron sus botellas de agua. Luego de recuperar las fuerzas retomaron el camino. El resto de la Ruta 2 no era muy larga en comparación a la parte de la ciudad Verde y, como mucho, Ryku creyó que tardarían lo mismo que la otra parte de la ruta o menos. Divisaron un albergue no muy lejos del bosque Verde, pero pasaron de largo porque se habían recuperado con anterioridad y no había peligro de ataques sorpresa de Pokémon salvaje porque aquella zona de la ruta tenía menos hierba por la cual pudieran asomarse. Pronto vislumbraron en la distancia los edificios de ciudad Plateada, su próximo destino. Ryku veía la ciudad casi igual que ciudad Verde: el lugar donde obtendría su primera medalla de Gimnasio. Solo confiaba en que aquel Gimnasio sí hubiera un líder.
Chapter 5: Turismo por Ciudad Plateada
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Finalizado el trayecto por la Ruta 2, Ryku y Dylan entraron en ciudad Plateada. Lo primero que vieron, además de los edificios de la ciudad, fue un camión de bomberos en dirección al bosque Verde. Ryku se sintió culpable porque seguramente iban allí por culpa del humo causado por sus llamas. Él era el responsable de aquella movilización. Dylan lo calmó asegurando que había apagado el fuego con sus cañones de agua y se había asegurado de que no se reactivaran. Eso ayudó a Ryku a quitarse algo de peso de encima, pero sentía que debía informar a las autoridades, al menos, para que no buscaran sin sentido al pirómano. Dylan entendió la visión de su amigo y accedió a que su primera parada en la ciudad fuera la comisaría.
La comisaría era un recinto pequeño en el que solo había unas sillas con las que esperar su turno y una recepción con agente atendiendo a un ciudadano. Ryku y Dylan se sentaron en las sillas y esperaron a que pudieran hablar con el policía. Mientras tanto, vieron pasar a una patrulla liderada por una mujer de cabello azul verdoso que llamó a un grupo de tres policías más a los otros dos que ya la seguían y abandonaron el local. Ryku dudó si aquella patrulla iba a vigilar las calles de la ciudad o partirían al bosque Verde con los bomberos.
—Relájate, Ryku —dijo Dylan—. No hay nada por lo que preocuparse.
—Es la primera vez que estoy en una comisaría y no puedo evitar estar nervioso.
—Ya veo.
El último ciudadano de la cola terminó de hablar con el agente de la recepción y salió del local. Dylan y Ryku se levantaron de las sillas y fueron a ventanilla.
—Un momento, por favor —pidió el agente. Concluyó un informe que estaba rellenando en el ordenador y luego atendió a los chicos—. ¿En qué os puedo servir?
—Venimos a informar sobre un accidente ocurrido en el bosque Verde —explicó Dylan. Ryku se había quedado mudo de lo nervioso que se había puesto.
—¿De qué clase de accidente estamos hablando? —preguntó el agente.
—Un incendio.
De repente, el agente se quedó mirándolos fijamente y sin decir nada durante varios segundos. Ryku casi no podía aguantar de lo alterado que se encontraba y ese comportamiento del agente solo empeoró su situación.
—Por casualidad ese incendio no se habrá producido en el claro central del bosque Verde, ¿verdad? —habló por fin el agente.
—Así es.
—¿Y cuál es la información que vais a entregar?
—Confesamos que mi amigo y yo hemos sido los causantes de tal incendio.
Ryku se sorprendió de lo tranquilo que había soltado la confesión Dylan. Aquello produjo un efecto contrario y eliminó una parte de los nervios, aunque lo cambió por un poco de furia por no ver las consecuencias que acarrearían tal revelación.
—Es muy valiente de vuestra parte que os hayáis entregado a comisaría por cometer un delito, jóvenes. Deduzco por vuestra tranquilidad, al menos de uno de vosotros, que tenéis una buena historia que contar.
—Bueno, podemos demostrar que somos inocentes y no causamos el fuego de manera intencionada —aseguró Dylan.
—Ajá, interesante. En cualquier caso, no tengo tiempo para escuchar vuestro testimonio y hasta nuevo aviso permaneceréis detenidos.
La última palabra del agente derribó por completo a Ryku. Dylan asintió y acompañó a un policía al que había llamado el agente de recepción al piso de abajo. Ryku necesitó un momento antes de ponerse a caminar. En el piso de abajo, los policías los sentaron en unas sillas desde las que los vigilarían.
—He cometido un error —dijo Ryku en voz baja—. Por querer ayudar a los policías, ahora no podré seguir mi viaje como entrenador.
—Qué dramático eres, Ryku —opinó Dylan—. Esto no nos va a afectar en nada, ya lo verás.
—¿Cómo estás tan seguro? ¿Acaso has pasado por esta situación?
—Si te soy sincero, sí.
Ryku se quedó sin palabras ante la revelación de su amigo.
—¿En serio? ¿No estarás intentando animarme?
—No, es la verdad. Acabé en una comisaría cuando aprendía a manejar los cañones del Blastoise porque dejé en mal estado un coche patrulla. Uno no conoce el poder que tiene hasta que lo prueba.
—¿Cómo pudiste dañar un coche patrulla mientras buscabas el control de los cañones? Y lo que más me interesa, ¿qué pasó después?
—Entrenaba en la Ruta 8 y uno de mis disparos de agua recorrió varias de decenas de metros hasta terminar en el coche patrulla que por casualidad hacía su ronda por allí. Lógicamente, fue sin querer y, aunque los policías me detuvieron y estuve un par de horas como nos encontramos en estos momentos, me soltaron después de analizar los daños que causé, que fueron mínimos y nada caros de reparar. Y, a pesar de todo, aquí estoy, con siete de las ocho medallas de Kanto conmigo y un montón de combates realizados. Por eso te digo que no hay por qué preocuparse.
—Pero lo tuyo fue con un coche, lo mío es un incendio —protestó Ryku—. Son dos cosas muy diferentes.
—Confía en mí. Solo cuenta la verdad y todo irá bien.
Ryku suspiró. De todas formas, no podía hacer nada más que contar la verdad. Él mismo se había metido en este problema y quería confesar a los policías con tal de ayudarles. Terminó por admitir y confiar en las palabras de Dylan de salir airoso de la comisaría.
Casi una hora después bajó por las escaleras la mujer de cabello azul verdoso y se plantó ante ambos.
—Me han dicho que tenéis relación con el caso del incendio del bosque Verde —dijo. Ryku y Dylan asintieron—. Muy bien, vamos a escuchar lo que tenéis que decirme, ¿de acuerdo? Acompañadme.
La agente guio a los chicos a una habitación asilada donde solo había una mesa y algunas sillas. Ryku lo vio claro: era una sala de interrogación. Los tres se sentaron en sus sillas y entonces comenzó el interrogatorio.
Antes de que Ryku y Dylan contaran su historia, la agente se disculpó por no presentarse y les dijo su nombre: Junsar. Ryku y Dylan también dijeron sus nombres y poco después iniciaron su historia.
Ryku fue de lo más detallista, mientras que Dylan solo llenaba aquellos huecos en los que ocurrió algo clave, pero Ryku no le prestó atención porque no podía o porque no se había dado cuenta. Ambos hicieron especial énfasis en la pelea contra los Beedrill y el momento en el que Ryku fue envenenado por uno de ellos y provocó que su lanzallamas fuera al árbol. La agente Junsar pidió que le mostraran una prueba del envenenamiento, a lo que Ryku le enseñó con su brazalete el Enlace afectado por el veneno. Con ese detalle, Junsar encajó todas las piezas del puzle entre la información recolectada en la escena del accidente y la historia de Ryku y Dylan.
—En resumen, os atacaron los Beedrill y os defendisteis activando vuestros Enlaces. Durante el combate, a Ryku lo hirieron y terminó envenenado, lo cual causó que enloqueciera por un instante y escupiera llamas directamente contra la copa del árbol donde se ubicaba el nido de los Beedrill. Y antes de continuar vuestro camino, Dylan usó su Enlace de agua para apagar todas las llamas que provocó Ryku.
—Así es, agente.
Junsar realizó unos últimos apuntes en una libreta que había sacado mientras oía la explicación de los jóvenes y, con un último repaso, cerró la liberta y guardó el bolígrafo entre sus anillas.
—Bien, ya he escuchado suficiente…
—¿Qué nos va a pasar ahora? —preguntó Ryku en un instante. Fue tan imprevisible que sobresaltó tanto a Junsar como a Dylan.
—Pues estáis de suerte, porque la respuesta es nada —respondió Junsar—. Vuestro relato encaja con las sospechas a las que habíamos llegado y no existe ningún motivo por el que deba tomar represalias con vosotros porque actuasteis en defensa propia y los daños que causasteis no han afectado gravemente al bosque: las llamas de tu Enlace solo quemaron hojas y no impedirá que el árbol las regenere con el tiempo. —Se dirigió a Dylan—. Y tú hiciste un muy buen trabajo apagando el fuego y asegurar que no volviera a encenderse y propagarse. Los bomberos no tuvieron oportunidad de actuar.
—Gracias —dijo Dylan un tanto sonrojado.
—Entonces, ¿podemos irnos? —Ryku estaba ansioso por abandonar la comisaría.
—Primero necesitaré vuestros datos para rellenar el informe de este accidente y acto seguido podréis marcharos.
Ryku y Dylan mostraron en sus brazaletes sus identificaciones de entrenador, que fueron todos los datos que Junsar necesitaba.
—Antes de acabar, os recomiendo no volver a pasar por el bosque Verde en una buena temporada y uséis el STA si tenéis que volver a ciudad Verde. Los Beedrill han estado muy agitados en los últimos días y no contábamos con que podría suceder algo de estas dimensiones. Tendremos que tomar medidas más serias contra esos Pokémon.
—Entendido.
Dicho esto, Junsar acompañó a Ryku y Dylan hasta la recepción de comisaría y se volvió a sus asuntos. Los jóvenes salieron de la comisaría y fueron a una pequeña plaza donde comer y pensar en lo siguiente que harían.
—Menuda manera de entrar en la ciudad has escogido, ¿eh, Ryku? —comentó Dylan. Ryku no contestó porque tenía la boca llena—. ¿Ves como no había nada de lo que preocuparse? Estas cosas suceden a menudo entre los entrenadores. A veces, los combates se van de intensos y suele ocurrir algún accidente sin importancia.
Ryku tragó la comida.
—¿La mala puntería siendo un Blastoise no fue la única vez que terminó en una comisaría?
—Te repito que todavía no sabía dominar el cuerpo de un Blastoise —protestó Dylan—. Y no, no ha sido la única. De hecho, la otra vez que estuve en una comisaría ha ocurrido hace escasos minutos.
Ryku no se molestó en responder a eso. Dylan le había aclarado que solo había ido a una comisaría una vez, dos con la de ahora. Sin embargo, Dylan contó otras veces en las que vio combates que acabaron con la intervención de la policía, pero todas ellas fueron de daños menores. Al parecer ya estaban muy controlados los combates entre entrenadores y los accidentes tenían poca importancia.
—Bueno, después de que ganes la medalla, ¿Querrás visitar la ciudad o preferirás partir de inmediato a la siguiente? —inquirió Dylan.
—Primero tengo que ir a un centro Técnico a que me reinicien el Enlace y eliminen el veneno de la forma Pokémon antes de ir al Gimnasio —contestó Ryku—. Luego tenía pensado pasar la noche en el albergue de la ciudad y salir por la mañana. ¿Hay sitios que valgan la pena visitar antes de irnos?
Dylan se lo pensó un poco.
—Bueno, además del Gimnasio, está el parque floral al sureste de la ciudad, aunque si no eres un amante de las plantas no creo que te interese. También está el Museo de la Ciencia, que es, en mi opinión, lo segundo más interesante porque allí se cuenta cómo se desarrolló la tecnología Enlace.
—Suena atrayente lo del museo. Tengo curiosidad por cómo se llegó a cambiar radicalmente los combates Pokémon gracias a esa tecnología.
—Entonces decidido. Primero al centro Técnico, luego al Gimnasio, seguimos con el museo y finalizamos el día con el albergue.
A Ryku le gustó el plan y se pusieron a ello en cuanto terminara con la comida. Al principio, Ryku y Dylan buscaron un mapa de la ciudad con la que guiarse por sus calles porque era bastante grande y Dylan no recordaba todos los rincones de esta. Afortunadamente, había uno en la plaza donde estaban y se memorizaron los lugares de interés.
El centro Técnico estaba al noroeste de su posición y, un poco más al norte, se encontraba el Gimnasio. Ryku se alegró de que el centro Técnico y el Gimnasio se ubicaran tan cerca el uno del otro, pues eso significaba que no tendría que moverse mucho en caso de perder contra el líder. El museo estaba en la zona más al norte de la ciudad y el albergue en el camino que llevaba a la Ruta 3 al este.
Llegar al centro Técnico les llevó poco tiempo, alrededor de unos veinte minutos. El local llamaba la atención muy por encima de los demás edificios que lo rodeaban, con un tejado de color azul eléctrico y un letrero luminoso, que en ese momento estaba apagado, con forma de un brazalete Enlace sobre un fondo de un rayo. No era difícil saber qué función tenía. Ryku y Dylan atravesaron una puerta automática y se toparon con una cola de gente en su interior.
—Cuántos entrenadores requieren reiniciar sus brazaletes —dijo Dylan—. Me pregunto si será por la Ruta 3 o porque han desafiado al líder de Gimnasio.
—Quién sabe. Pongámonos en la cola antes de que venga otro entrenador a ocupar el puesto.
La espera fue corta porque la mayoría de los entrenadores solo necesitaron reiniciar sus Enlaces, una tarea que, como máximo, duraba poco más de un minuto. El último de los entrenadores que faltaba tuvo una tarea mayor, pues había venido a que le repararan el brazalete. El técnico se lo llevó a la parte de atrás de la tienda y se estuvo allí alrededor de diez minutos. Al regresar el brazalete parecía nuevo.
—Comprueba si todo está correcto en el piso de arriba —le dijo el técnico al entrenador—. Si todavía falla algo, comunícamelo y le aplicaré otras reparaciones.
El entrenador cogió su brazalete y subió las escaleras.
Ryku y Dylan se pararon en recepción y tuvieron un primer contacto visual con el técnico. Tenía el pelo negro, corto y algo enmarañado. Los ojos eran verdes y en la frente descansaban unas gafas de soldar que empleaba para sus tareas. Vestía el uniforme de su trabajo con una camisa azul oscuro con la parte del pecho y los hombros de color amarillo anaranjado y unos pantalones negros.
—¡Hola! —saludó el técnico con energía—. Soy Mark, ¿en qué puedo ayudaros?
—Me gustaría reiniciar mi Enlace, por favor —dijo Ryku.
—Muy bien. ¿Y tú?
—Yo estoy bien, gracias —respondió Dylan.
—De acuerdo. Dame tu brazalete y en un momento lo tendré listo.
Ryku se desató el brazalete y se lo entregó a Mark, quien volvió a la parte de atrás del local. Ryku aprovechó el tiempo que tenía su antebrazo libre para recuperar la sensibilidad de este. En menos de un minuto, Mark regresó con el brazalete y se lo devolvió a Ryku.
—Ya está. Como nuevo. ¡Vuelve cuando quieras!
Ryku se recolocó el brazalete, comprobó el estado de su Enlace, se despidió de Mark y salió del local.
—Ya estoy listo para pelear contra el líder de Gimnasio. Vamos.
El Gimnasio de ciudad Plateada no se quedaba atrás en cuanto a destacar por encima del resto de edificios de alrededor. El exterior estaba hecho de puras piedras y rocas de distintos tamaños con una estructura de hierro que las mantenía en su lugar. Sin embargo, tras todas esas rocas se ocultaba un edificio normal y corriente, como si fuera un almacén. A Ryku le recordó al estadio del albergue de ciudad Verde, salvo que el techo de este era de color púrpura y su forma, cóncava. Ryku y Dylan se acercaron a la puerta y hallaron una nota pegada en ella. Ryku se decepcionó al venirle a la cabeza la misma situación que el Gimnasio de ciudad Verde.
—Por favor, no me digas que este tampoco está disponible —rezó Ryku.
—A ver… —Dylan se arrimó a la nota— «A todo entrenador que quiera desafiarme, me temo que hoy no tendrá la oportunidad. He salido a resolver unos asuntos personales y no regresaré hasta mañana. Perdonad las molestias, Brock.» —leyó—. Pues no, el Gimnasio sigue activo, solo que su líder ha salido a atender algunos temas personales. Ya me resultaba raro que estuviera cerrado cuando pasé por aquí hace poco y el Gimnasio estaba abierto.
—Menos mal. Pero aun así hoy no podré pelear contra él. La nota deja claro que hasta mañana, nada.
—Entonces, ¿Vamos al museo?
—No es que haya otra cosa que hacer.
Ryku y Dylan se dirigieron al museo en la parte más al norte de la ciudad. Ambos confiaban en que el museo no fuera muy complicado de divisar porque ya no recordaban con exactitud la ubicación de este más que la zona donde se hallaba. Por suerte, había señales que los condujeron sin problemas hasta allí y no resultó difícil detectar el edificio. El museo poseía unas dimensiones considerables y estaba rodeado de una vasta zona verde llena de setos y árboles. A Ryku le llamó la atención el tejado rojizo y, sobre todo, el porche de cuatro columnas con un emblema en el centro. Intentó ver a través de las altas ventanas que había en la parte frontal del edificio, pero a duras penas lograba distinguir algo. Abandonó la observación y entraron en el museo.
Nada más dar unos pasos por la amplia sala les habló una mujer de cabello castaño y vestida con un uniforme de color rojo terracota. Les informó acerca del precio que debían pagar para pasear por el museo y Ryku y Dylan tuvieron un pequeño problema con la máquina, que no quiso convertirles las Monedas de Combate a dinero real. Cuando por fin aceptó el dinero, la mujer les dio vía libre para visitar el museo.
Ryku y Dylan dudaron por dónde empezar a mirar y se decantaron por ir a la izquierda del todo y recorrer el museo hacia la derecha y así no tener que dar mucho rodeo para subir las escaleras que llevaban a la primera planta.
Lo que encontraron en el extremo izquierdo fueron dos esqueletos de antiguos Pokémon que nunca habían visto. Ryku comprobó la Pokédex por si existía algún dato sobre ellos, pero no había nada y leyó la información que existía acerca de esas criaturas. Empezó por el del Pokémon de nombre Kabutops que tenía dos afiladas navajas por brazos que le recordaba a las de un Scyther. No era un Pokémon alto con el metro treinta que decía la información, pero gracias a su pequeño tamaño le otorgaba una agilidad física asombrosa. Le sorprendió leer que el Kabutops usaba las cuchillas como herramientas de succión con las que se alimentaba de sus presas. Aunque no lo confirmaban, ese aspecto le otorgaba unos puntos como una criatura temible. La información terminaba contando que un Kabutops entraba en las categorías de los Pokémon de tipo Agua y Roca.
El otro Pokémon, al cual llamaban Aerodactyl, poseía un cuerpo más grande que el del Kabutops y lo destacable de ese Pokémon eran sus mandíbulas y colmillos, los cuales indicaban sin tener que leer la información que era carnívoro. Algunas partes de su cuerpo se asemejaban a las de un dragón, pero las categorías en los que se le introducía era en los tipos Roca y Volador. Aquello trajo recuerdos a Ryku de cuando vio por primera vez el cuerpo de un Charizard y creyó que era de tipo dragón, pero la realidad era totalmente diferente.
Acabó de informarse y se fue a otras vitrinas. A su gusto no había nada más que le interesase en la planta baja del museo: solo había un par de fósiles de otros Pokémon antiguos y varios expositores en los que solo se mostraban rocas, algunas coloridas y brillantes, pero nada importantes para Ryku. Dylan compartía la misma falta de atracción por las piedras que Ryku y en poco tiempo se vieron todo lo que había en la planta baja.
—La historia de los brazaletes debe estar en el piso de arriba —dedujo Dylan.
Subieron las escaleras y el panorama cambió. La planta de arriba se enfocaba en la tecnología y la evolución de esta con el paso del tiempo. Sobresalía una recreación de una nave espacial que en panel de información lo presentaba como el transbordador espacial Columbia. Ryku y Dylan discutieron sobre si podrían existir Pokémon fuera del planeta o que, en otro sentido, algunos de los Pokémon que se conocen vinieran del espacio exterior. Dejaron la pregunta al aire al no saber si cualquiera de las dos opciones podría ser cierta.
Aparte de la nave, había dos expositores más en los que se mostraban más rocas caídas del espacio y uno bastante más largo que ellos hablando del origen de la tecnología Enlace, justo lo que buscaban.
La historia empezaba con una Pokéball de color rojo y blanco que se seguía utilizando en la actualidad, seguida de otros modelos de Pokéball de otros colores como una azul con dos rayas con relieve rojas en su superficie que se llamaba Superball, otra negra con un patrón amarillo denominada Ultraball, una con unos colores de camuflaje de nombre Safari Ball y terminaba con la última de la vitrina, una de color morado con dos bultos rosados y una M dibujada bautizada con el nombre de Masterball. Ryku y Dylan fueron atraídos por esta Pokéball que, a medida que leían su información, les sorprendía más y más.
—Una Pokéball capaz de capturar a cualquier Pokémon por imposible que parezca —dijo Dylan—. ¿Crees que eso es posible?
—Bueno, lo tenemos ante nuestros ojos, ¿no? —replicó Ryku—. Pero según dice el panel, solo se fabricó una y nunca fue comerciada. Y esta no es más que una copia de la original.
—Caray, sí que funcionaban diferente las cosas antaño. Varios tipos de Pokéball, diseñadas todas con la misma finalidad, solo que aumentaba su eficacia a la hora de capturar Pokémon.
—Debía ser algo normal por aquella época —supuso Ryku.
—Sí, leí en un libro que la captura de Pokémon se hacía, al contrario de hoy día, sin límite alguno. Me hacía pensar en que todos los miembros de una especie de Pokémon podían acabar encerrados en Pokéball. Tal vez exagere, pero suena como una acción bárbara.
—¿Podría ser esta la Pokéball que conllevó la creación de los brazaletes? —preguntó Ryku.
—La respuesta la tenemos justo aquí.
Al lado de la Masterball se presentaba el primer modelo de brazalete con la tecnología Enlace. Ryku comparó su brazalete con el de la vitrina y observó que el antiguo podía llegar a ocupar todo el antebrazo de una persona y sobresalía varios centímetros por encima del brazo. Ryku sintió como si ese brazalete estuviera diseñado para llevarlo ocasionalmente y solo cuando se quisiera usar, no como el actual modelo, que era mucho más delgado y pequeño (no más de la mitad del antebrazo) que permitía llevarlo siempre encima como un reloj y pasaba desapercibido. Aquel ni siquiera parecía tener una pantalla táctil y basaba su navegación a través de botones y crucetas. Los siguientes modelos expuestos demostraban el increíble cambio que sufrió el brazalete hasta alcanzar el último modelo y sorprendía como se podía hacer más pequeño e, incluso, ser más eficiente que el original. El resto de muestras en la vitrina se basaba en los módulos y sus respectivos avances. Incluso las Máquinas Técnicas tuvieron un hueco donde enseñaron la forma original y la que existía en la actualidad, siempre reduciendo su tamaño a la par que el brazalete.
—Impacta la evolución que ha llevado el brazalete desde que se inventó hasta la actualidad —comentó Ryku—. ¿Qué dice ese panel?
El primer brazalete tenía dos paneles a diferencia del resto, que solo contaban con uno. Aquel panel hablaba acerca de la Transición por los Derechos de los Pokémon y como aquella ley condujo al origen de la tecnología Enlace y del brazalete.
—¿Transición por los Derechos de los Pokémon? ¿Qué es eso? —inquirió Ryku.
—La Transición ocurrió cuando un grupo de personas comenzó a manifestarse en contra de los combates Pokémon. Al principio no eran de gran importancia, pero en muy poco tiempo ganaron tanta popularidad que se hicieron llamar la Asociación Protectora de los Pokémon, o AP como acabaron llamándolos los demás, y llegaron a obligar al gobierno a cambiar las leyes de los entrenadores Pokémon. La Asociación estaba rotundamente en contra de los combates Pokémon, los cuales, a través de su visión, los definía como salvajes, brutales y capaces de llevar a la muerte a los Pokémon a manos de los entrenadores. Y estos últimos no se salvaron de ser insultados y criticados porque los llamaban esclavistas por privar de la libertad a Pokémon salvajes y ladrones por ganar dinero de otros en combates Pokémon. Casi estuvieron a punto de decir que eran actos ilegales que cualquiera podía realizar a partir de los diez años.
—¿Qué sucedió para que el gobierno cambiara las leyes?
—Boicotear todo lo relacionado con los combates Pokémon: los duelos contra los líderes de Gimnasio, los que hacían los entrenadores entre ellos e, incluso, impidieron que se celebrara la Liga Pokémon en dos ocasiones porque se las apañaban para impedir que el Alto Mando peleara. En otras palabras, se organizaron para que nadie, sin excepciones, luchara con Pokémon. Esos acontecimientos provocaron graves daños a tiendas, centros Pokémon y, básicamente, todo lo que mantenía los combates Pokémon en marcha. Y como estos eran un espectáculo, en especial en la Liga Pokémon, eran una enorme fuente de ingresos en la región, así que el gobierno no tuvo más remedio que modificar las leyes para que la Asociación lo viera correcto, dejaran de actuar al borde de la legalidad y no cambiara prácticamente nada.
—Y así se crearon los combates entre entrenadores transformados en Pokémon y lo que se usaba para los Pokémon, se adaptó para los entrenadores —concluyó Ryku.
—Y la Moneda de Combate —añadió Dylan—. No olvides que la Asociación llamaba a los entrenadores ladrones por robarse dinero entre ellos con las victorias que conseguían. Con esa moneda minimizaban el supuesto robo que se creía que había y la equilibraron para que no sustituyera a la moneda normal.
—Guau. Qué interesante lección de historia. Pero, ¿cómo sabías tanto del tema?
—Leí libros al respecto antes de meterme en el mundo de los entrenadores Pokémon. Así lo conocía de antemano.
—¿No es más de lo que realmente necesitabas saber?
—Nunca viene de menos aprender un poco más, ¿no crees?
—No te lo voy a discutir. Marchémonos ya, no hay nada más que ver en el museo.
Ryku y Dylan abandonaron el museo y se plantaron en la calle. Ahora no tenían ningún lugar de interés que visitar más que el parque floral, al que ninguno de los dos le atraía la idea, y decidieron terminar el día reservando sus habitaciones en el albergue y esperar a que se hiciera de noche para irse a dormir.
Chapter 6: Duelo Némesis
Chapter Text
Ryku no había pasado una buena noche. No paró de pensar lo que haría al día siguiente. Si todo iba bien, se enfrentaría a Brock, su primer líder de Gimnasio. Ryku estaba emocionado y a la vez un tanto asustado por el futuro encuentro. No dar lo máximo de sí mismo, caer ante la situación más irrisoria posible. Lo único que le venía a la cabeza eran malas consecuencias. Nunca una buena como la victoria o un empate bien merecido. Aun así, no se desanimó y se esforzó por disimular la falta de sueño. Un buen chorro de agua fría lo ayudó a refrescarse y a despertarse un poco. Se colocó el brazalete y desayunó sin prisa, sin que los nervios lo superasen y le diera por devolver lo que comía. Brock podía esperar todo el día a que él estuviera listo para obtener su medalla.
Dylan entró en el comedor poco después y se sirvió su propio desayuno.
—Buenos días. ¿Listo para el combate? —le preguntó Dylan.
Ryku tragó el trozo de tostada que estaba masticando.
—Debería, pero entre que no he dormido bien y no paro de pensar que no lo daré todo... puede que me afecte durante el combate.
—¿Es una especie de maldición para los que quieren la medalla de Brock? —Ryku no entendió la extraña cuestión que había soltado su amigo y arqueó una ceja con tal de indicárselo—. Yo también sufrí lo mismo el día que desafié a Brock por primera vez. Luego de él ya fui más relajado a por el resto de líderes, pero Brock me puso de los nervios antes de siquiera presentarme a las puertas del Gimnasio.
—Con el tipo de Enlace que tienes, y con lo que extremadamente fácil que es deducir el de Brock, ¿de verdad estabas nervioso?
—Y tanto. Que tuviera ventaja de tipo contra él no significaba que le pudiera vencer de un golpe. Es un líder de Gimnasio, el más fácil de derrotar de los ocho en teoría. Pero el combate contra él ya me decía la dificultad a la que me enfrentaba cuando me tocara luchar contra el resto y el enorme nivel que posee el Alto Mando cuando debes vencer a los líderes antes.
—Eso no me anima demasiado, ¿sabes? —replicó Ryku—. Si a tu Blastoise le costó vencer el Enlace de Brock teniendo ventaja, imagina lo que significa eso para un Charizard. Confío en que esté equivocado y Brock no use un Enlace de tipo Roca.
—Lo usa —dijo Dylan.
Ryku le miró con ojos fulminantes.
—A ti lo de animar se te da mal, ¿no? —Dylan levantó las manos como exculpándose por sus palabras. El Enlace de Brock era de los más fáciles de deducir. En todo caso, Ryku debería haber supuesto esa respuesta—. Voy a perder, lo veo.
—¿Ya vas a abandonar antes de haberlo intentado? —preguntó muy serio Dylan.
—Jamás. No pienso irme de esta ciudad sin la medalla del Gimnasio —respondió Ryku decidido. Pero su determinación se vio eliminada tan rápido como le había llegado—. Lo que temo es que vaya a quedarme aquí mucho tiempo y pelee muchas veces contra Brock.
—Pues no pienses en eso y céntrate en ganar. Si solo visualizas la victoria, la derrota solo llega cuando lo hayas dado todo, estés o no en plena forma.
—Es un buen consejo, la verdad.
Ryku terminó de desayunar y se dirigió al Gimnasio. Por el camino, Dylan le fue dando algunas recomendaciones a tomar en la pelea contra Brock, como usar el entorno en su contra porque empleaba un campo de batalla rocoso, vigilar con algunos movimientos que no eran súper efectivos contra él porque podían ser letales y darle algunas acciones previas que hacía Brock antes de atacar con tal de saber de antemano el movimiento que emplearía y esquivarlo con tiempo. Le advirtió que volar le iba a servir de poco, pues el Enlace de tipo Roca que tenía Brock era el de un Onix, una serpiente (o lombriz) de rocas que llegaba a medir casi nueve metros de largo, y el Gimnasio era grande, pero no alto. Ryku guardaba los consejos como un tesoro y ya ideaba una estrategia para aprovechar las flaquezas de Brock y fortalecer las suyas.
Llegaron al Gimnasio y lo primero que vieron fue a un adulto esperando en la puerta. No había un brazalete en uno de sus brazos, de modo que Ryku y Dylan dedujeron que no se trataba de un entrenador, y eso les llamaba la atención. Se acercaron a la puerta y el adulto se interpuso en su camino.
—Esperad ahí un momento —les dijo—. Veo que los dos sois entrenadores, pero los combates son individuales y ahora mismo Brock está ocupado.
—Yo no vengo a retar a Brock. Ya conseguí la medalla hace tiempo —repuso Dylan—. Solo acompaño a mi amigo.
—De todos modos, no podéis pasar ahora.
—Ayer leímos la nota que había en la puerta y se supone que Brock debería tener el Gimnasio abierto, ¿acaso estás aquí para avisar a los nuevos adversarios de que no van a poder desafiar a Brock?
—No. Me aseguro de que los entrenadores hagan cola para enfrentarse a él, cosa que estoy haciendo ahora mismo.
—Entonces, ¿el Gimnasio está abierto? —preguntó Ryku.
—Correcto. El problema es que en estos momentos Brock está luchando contra un entrenador. Os tocará esperar vuestro turno.
—¿Cuánto hay que esperar?
—Depende del entrenador. A veces solo son unos minutos y otras alcanzan hasta la hora.
—¿Importa si hacemos tiempo aquí?
—Lo que queráis mientras no intervengáis en los combates de los demás entrenadores.
Ryku y Dylan se apartaron y se apoyaron en uno de los extremos de la entrada a esperar. Ryku fructificó el tiempo y le pidió a Dylan algunos consejos más. Dylan pensó en algo más que le fuera a ayudar en la pelea, pero su combate no le proporcionó mucha más información y solo le habló de unos aspersores antiincendios en el techo del Gimnasio que podrían serle de utilidad. Ryku dudó si sacar ventaja de la instalación del Gimnasio era válido en el combate y prefirió dejarlo como último recurso. Además, los aspersores también podían afectarle a él con su Enlace de fuego y había más posibilidades entonces de perder que de ganar con ellos.
Diez minutos más tarde la puerta del Gimnasio se movió y de ella salió un entrenador joven que vestía un uniforme de color verde y una gorra del mismo color con un dibujo formado por un círculo de color rojo. El joven estaba serio, casi enfadado. Miró una última vez a la puerta del Gimnasio, murmuró algo que Ryku y Dylan no escucharon por la distancia y se marchó calle abajo.
—Un momento —advirtió el adulto a Ryku y Dylan—. Voy a comprobar si Brock acepta a un nuevo retador o descansará un poco antes.
Los chicos no se molestaron en levantarse tras oír las palabras del adulto y volvieron a hacer tiempo hasta que se asomara por la puerta. Ryku usó ese tiempo en leer la ficha de los Onix en la Pokédex en busca de algo que le sirviera para debilitar a Brock por otros medios y sentenciarlo con sus movimientos. Cuando el adulto salió del Gimnasio, les hizo un gesto negativo a Ryku y Dylan.
—Me temo que tendréis que esperar más. La pelea con el último entrenador ha sido bastante intensa y el campo ha quedado más que destrozado. Le llevará como media hora repararlo.
Por un instante Ryku maldijo haberse levantado tan temprano. Si hubiera sabido que pasaría algo así, a estas horas sería cuando se hubiera levantado. Tal vez así hubiera compensado la mala noche que había tenido. Y esta vez el tiempo no había manera con la que llenarlo, con la que mantenerse distraído hasta que llegara el combate porque Ryku ya estaba enfocado en el combate y en la estrategia que había planeado. Incluso olvidó el supuesto mal estado en el que se encontraba y deseaba enfrentarse a Brock cuanto antes.
La media hora fue eterna, sin nada con lo que entretenerse y a Ryku le pareció una bendición cuando el adulto volvió a dirigirse a ellos y, esta vez, les dijo que ya podían entrar en el Gimnasio. Ryku no se lo pensó dos veces, empujó la puerta y cruzó el umbral hasta una pequeña habitación con otra puerta. Justo al acceder en el Gimnasio le esperaba, con una postura firme, el líder.
Ryku obtuvo sus primeras impresiones de Brock, un hombre de pelo oscuro y en punta, piel morena, y unos curiosos ojos permanentemente cerrados que a Ryku le hacía pensar si cuando no combatía era ciego o solo le gustaba tenerlos así. Ignoró el dato y se fijó en la vestimenta formada por una camisa de color naranja con un borde negro en la parte del cuello, unos pantalones de montaña de color verde y unas botas marrón claro. Ryku y él compartieron una mirada, o eso creía el joven, antes de entablar una conversación.
—Así que tú eres el nuevo contendiente. Te pido perdón si te he hecho esperar más de lo necesario. Soy Brock, líder del Gimnasio de ciudad Plateada.
—Encantado. Yo soy Ryku, de pueblo Paleta.
Dylan irrumpió en la sala y entorpeció el fluir de la charla.
—La próxima vez, Ryku, avisa que te vas a poner a correr como un loco.
—Perdona, Dylan. Ya sabes que estaba harto de esperar.
—Yo también, pero no por eso hay que ir con tantas prisas, que el Gimnasio no se va a ir a ninguna parte y Brock tampoco. No tan seguido, al menos.
—Dylan —Brock mencionó el nombre como si ya supiera quién estaba detrás de este—, ¿por qué has vuelto? ¿Acaso has perdido la medalla que te entregué en su día y tienes que retarme de nuevo para obtener otra?
—¿Con lo que me costó conseguirla? En la vida pienso separarme de ella. Ni la de los otros líderes, ya que estoy.
Brock sonrió.
—Todavía no has respondido por qué estás aquí.
—Acompaño a Ryku para ver como lucha contra ti.
—Ya veo. En ese caso te tengo malas noticias: mi Gimnasio no admite espectadores. Por medidas de seguridad no hay gradas desde las que observar el combate y, antes de que digas algo más, no pienso dejarte estar en los alrededores del campo de batalla porque es tan peligroso como estar en medio del combate.
—Maldición —se quejó Dylan—. ¿Seguro que no hay alguna forma de…?
—Hay una en la que se emplean unas cámaras y una televisión para que los amigos de los retadores puedan ver el combate desde fuera del campo —los ojos de Dylan se iluminaron—, pero, como verás, todavía no están instaladas. Lo siento.
—Agh… En fin, al menos puedo quedarme en esta habitación, ¿no? —Brock afirmó con la cabeza—. Pues nada. Buena suerte, Ryku.
Ryku agradeció las palabras de Dylan.
—¿Estás listo? —preguntó Brock a Ryku. El joven le respondió con un movimiento de cabeza—. De acuerdo, pasa.
Brock tomó la delantera y le abrió la puerta a Ryku. Justo enfrente estaba el campo de batalla. Cuando Dylan le comentó que Brock usaba un campo rocoso, se imaginaba la típica zona de arena con alguna que otra roca de diferente tamaño, pero ante sus ojos se imponían pequeñas montañas de dos o tres metros con pocas rocas desperdigadas por ahí. Por suerte, las montañas no cubrían todo el campo y solo ocupaban los laterales del mismo, dejando un vasto terreno de arena y pequeñas piedras en el centro. Ryku tragó saliva. «Mi tipo némesis. Esto ya es un reto más grande que la pelea que tuve contra Kendo, aquí la suerte tendrá un papel crucial, rezo por tener algo de ella en este combate.»
—Antes de nada, dime, ¿es la primera vez que desafías a un líder de Gimnasio?
Ryku estaba sumiso en sus pensamientos y no contestó al momento.
—¿Eh? Ah, sí.
—Entonces no conoces las reglas de los combates de Gimnasio —Ryku corroboró la suposición de Brock con un movimiento de cabeza—. Debes saber que los combates de Gimnasio difieren un poco de los que se celebran fuera de aquí. Empecemos por lo sencillo.
Brock se fue a la pared lateral del Gimnasio y en cuanto se acercó lo suficiente, apareció un hueco oculto en esta y asomó un cajón. Brock cogió lo que había dentro y regresó con Ryku y le extendió un objeto. Era un brazalete como el que usaba él, pero su color amarillo decía que era diferente.
—La primera regla es que se usan brazaletes personalizados para estos combates. Cada uno de nosotros ha de transferir el Enlace del brazalete estándar al especial. Basta con que lo enciendas y pongas sobre su pantalla la base de tu brazalete y el otro se encargará del resto.
Ryku se desabrochó su brazalete y lo colocó como Brock le había dicho sobre el amarillo. El simple contacto de ambos provocó una reacción que Ryku sintió como si algo le estuviera succionando su brazalete entero. Unos segundos más tarde, el brazalete amarillo soltó un pitido y Ryku los separó. La pantalla del brazalete amarillo mostraba su Enlace de tipo fuego y toda la información de su módulo Enlace.
—Increíble —dijo Ryku asombrado.
—El brazalete especial copia todos los movimientos que tengas registrados y tu Enlace —explicó Brock—. Es lo único que hace, así que no te preocupes porque no ha copiado ningún dato personal, ni siquiera tu identificación como entrenador.
—¿Dónde dejo el normal? —preguntó Ryku.
—En el hueco de los especiales. Dámelo.
Ryku entregó su brazalete y Brock lo dejó en el cajón. Permaneció unos instantes en los que transfirió los datos de su Enlace al brazalete especial, guardó el normal junto al de Ryku y regresó con el joven.
—La segunda regla es que nada es inmune a nada —continuó Brock—, Por ejemplo, mi Enlace es de tipo Roca con un secundario de tipo Tierra, lo que por naturaleza es inmune a ataques de tipo eléctrico. Pero esta regla permite que me afecten ataques eléctricos como Impactrueno o Rayo. No obstante, dichos movimientos no alcanzan el nivel de poco efectivo y, simplemente, quitan algo de vida. Muy poca. Esto provoca que algunos combates puedan extenderse mucho si el entrenador solo conoce esa clase de movimientos y sabe esquivar bien los efectivos contra él.
—Lo dices como si ya te hubieras enfrentado a alguien así —comentó Ryku.
—He peleado contra muchos Enlaces, está claro que me ha tocado disputar duelos de ese estilo. Confío en que el tuyo no sea así, son los más exhaustivos.
—Tranquilo, no lo es. —Brock se sintió aliviado.
—La tercera regla es una estándar: Las debilidades naturales de un Pokémon no tienen efecto alguno en el combate y le permite pelear en terrenos adversos.
—Entendido.
—Cuarta regla: la vida de cada Enlace se mostrará en una pantalla a un lado del campo y el combate finalizará cuando una de las barras llegue a cero. Se pasan por alto que todavía uno pueda pelear; si tu barra de vida se vacía, has perdido.
Aquella regla fue la que más llamó la atención de Ryku y la que más dudas le generaba.
—¿La vida de ambos es igual o depende del Enlace?
—Igual. Lo que hace que nuestra vida baje más o menos rápido son las debilidades de tipo y cuánto podemos soportar los golpes.
—De acuerdo. ¿Hay alguna regla más?
—Una más. Cada entrenador puede desafiarme un número limitado de veces. Yo no permito que el mismo entrenador me rete más de cinco ocasiones por día con pausas de diez minutos entre los intentos.
—O sea, si pierdo puedo repetir el combate al cabo de diez minutos y así hasta que consuma mis oportunidades. Luego tengo que esperar a mañana para volver a luchar contra ti —resumió Ryku para entender la regla.
—Exactamente. Bueno, ya estás al tanto de las reglas. ¿Listo para el combate?
Ryku se ató al brazo el brazalete amarillo.
—Listo.
Brock y Ryku tomaron sus posiciones a ambos extremos del campo de batalla. Cuando los ojos de ambos entrenadores se cruzaron, una pantalla asomó por la pared a la derecha de Ryku de igual forma que apareció el cajón de los brazaletes especiales. La televisión se encendió y enseñó una imagen que decía «Esperando entrenadores con Enlace activo». Brock alzó un brazo y Ryku vio que su mano tenía tres dedos levantados como indicio de una cuenta regresiva. Brock fue bajando los dedos poco a poco y, al tener solo un puño erguido, tanto Ryku como él activaron sus Enlaces.
La transformación de Ryku fue rápida en comparación a la de Brock. Ryku observaba impasible como con cada segundo, la silueta de Brock se iba haciendo más y más grande y ocupando más y más terreno. Finalmente, su cuerpo dejó de brillar y surgió el gigantesco cuerpo rocoso del Onix. Casi nueve metros de longitud, del cual solo su cabeza ya parecía ser tan grande como el cuerpo entero del Charizard de Ryku. La televisión emitió un sonido que atrajo a Ryku y la imagen que había esta vez era la de dos barras de vida y un círculo en un extremo con un dibujo de los Pokémon en los que se habían convertido.
—Un Charizard, ¿eh? —la voz de Brock como Onix sonaba impresionantemente grave y tronaba en el interior de la sala—. Esto va a ser un desafío para ti, chico.
—No hace falta que me lo recuerdes —murmuró Ryku.
La televisión volvió a soltar unos pitidos cortos y acabó con uno largo y agudo que dio comienzo al combate.
La primera acción de Ryku fue separar los pies del suelo. Siguió los consejos de Dylan y no voló muy alto para así no cansar las alas pronto. Pensó en una manera de atacar a Brock sin que él tuviera una posibilidad de contraatacarle, pero la mayoría de movimientos que conocía le obligaban a acercarse a él y solo su fiel lanzallamas cumplía los requisitos de daño y distancia. También podría usar su movimiento Ascuas, pero ese movimiento ya estaba obsoleto en cuanto dominó el lanzallamas. Sin embargo, estaba ahí por si se podía sacarle partido de algún modo.
Al final, las vacilaciones de Ryku sobre cómo atacar terminaron pasándole factura y Brock fue quien lanzó el primer golpe clavando la parte final de su cuerpo en el suelo y, sin esfuerzo y una potencia abrumadora, tiró un puñado de rocas hacia Ryku. El joven lo vio venir y logró zafarse del ataque más peligroso en su opinión con un buen margen de diferencia. «¿Ya empieza con el lanzarrocas? ¿Acaso Brock quiere sentenciar el combate con un solo movimiento?». Las rocas impactaron contra la pared, la cual no mostró el menor daño y Ryku las esquivó tomando tierra y agachándose un poco.
Fue una mala respuesta.
Brock aprovechó el momento en el que el Charizard se centraba en evadir las rocas para acercarse a él y asestarle un golpe con la cabeza que mandó a Ryku por los aires y lo estrelló contra la pared. Ryku tuvo mucha suerte de protegerse justo en el momento en el que recibió el golpe y minimizó los daños. Sin embargo, la televisión bajó su vida bastante con un poco más de una cuarta parte perdida. «Tengo que atacar cuanto antes o Brock me derrotará con sus movimientos.»
Ryku regresó al campo de batalla y con la orden autoimpuesta de pegar a Brock, cargó en su boca las llamas y las escupió directamente hacia el Onix. Brock, al ser un objetivo gigantesco, le resultó imposible no recibir el impacto, pero al menos las llamas no envolvieron todo su cuerpo y, en especial, no atraparon su cabeza. El lanzallamas de Ryku fue poderoso y causó más daño de lo que Brock imaginaba. No igualó el impacto de su golpe cabeza, pero tampoco se alejó porque había perdido una cuarta parte exacta de su vida.
—Tus llamas queman bien —halagó Brock—. Puedo notar como, aunque no hayas combatido nunca contra un líder, has entrenado muy duro para poder desafiar tanto a mí como al resto de líderes.
—Mi meta es conseguir el título de Campeón de la Liga Pokémon. Y pienso alcanzarla.
—He escuchado las mismas palabras de otros entrenadores, incluido nuestro amigo Dylan. Y te responderé igual que a ellos: me consideran la base de los líderes Gimnasios, aquel con el que cualquier entrenador debería empezar a escalar la montaña en cuya cima se halla el Alto Mando. Si no me vences, olvídate de intentar obtener el resto de medallas.
Ryku no replicó las palabras de Brock, aunque sí lo pensó y simuló que podía transmitirle el mensaje mediante telepatía. «No me olvidaré de las otras medallas; me haré con ellas, cueste lo que me cueste».
Brock finalizó la corta conversación y reanudó sus ataques con otro lanzarrocas que Ryku esquivó si muchas dificultades. Algunas de las rocas se dispersaron más de lo que esperaba y volaban en la precisa dirección en la que se movía. Ryku se salvó escondiéndose detrás de una de las pequeñas montañas y esperando a que dejaran de caerle piedras por todos lados. Cuando terminó, alzó el vuelo y se topó de nuevo con el cuerpo de Brock a punto de asestarle un cabezazo. La misma técnica no funcionaría dos veces y Ryku voló más alto de lo que Brock podía recalcular su movimiento. No obstante, la sorpresa invadió a Ryku cuando Brock, en vez de redirigir sus ataques, perforó la montaña en la que se había protegido de su lanzarrocas e introdujo su cuerpo de nueve metros bajo tierra.
«Los ataques de tipo Tierra no me afectan en lo más mínimo. Aunque la regla de nada de inmunidades… ¿Qué es lo que tiene planeado?», pensó Ryku. Por seguridad, se alejó del agujero de casi dos metros de diámetro que había dejado Brock en el suelo y se elevó más, casi pudiendo tocar el techo con los cuernos.
Por un rato, el combate estuvo calmado; ninguno de los entrenadores realizó un ataque. Ryku continuaba en el aire, buscando algún movimiento sospechoso que delatara la posición de Brock. Con Excavar, Brock podría estar en cualquier parte, incluso fuera del Gimnasio si estaba permitido. Tanto silencio incomodaba a Ryku y poco a poco le ponía más nervioso. Ryku procuraba no dejarse llevar por la paranoia y estar siempre pendiente del campo de batalla. Brock saldría de la tierra tarde o temprano. Debía hacerlo si no quería que la pelea se explayara innecesariamente. Casi cinco minutos estuvo el combate en silencio y Ryku pasó de la paranoia a la irritación. «Debe saber que no me alcanzará mientras permanezca tan arriba. Tendré que bajar un poco, pero no pienso darle la oportunidad de darme».
Ryku descendió y aterrizó en una de las montañas más altas del campo de batalla. Desde ahí, dejó de centrar sus sentidos en detectar movimiento a sentirlo. Confiaba en que la montaña no fuera un decorado extra del campo de batalla y fuera de verdad una elevación natural de este, al menos lo parecía. Finalmente, Ryku notó un temblor bajo sus pies y por instinto se alejó al otro montón de montañas a medida que iba ganando más altitud. Por el camino escuchó el crujir de las rocas.
Brock surgió del suelo con una violencia propia de un volcán. Se elevaba a tal velocidad que uno podía imaginárselo destrozando el techo del Gimnasio. Ryku vio el inminente peligro e hizo bien en volar en diagonal y no en horizontal; tuvo tiempo de realizar una pirueta que lo alejó de la trayectoria de Brock y, en cuanto vio la cabeza del Onix cerca de él, decidió atacarle.
Delante tenía su mejor oportunidad de golpearle de cerca sin que Brock le contraatacara. En el aire, Brock estaba inmovilizado, incapaz de hacer otra cosa que esperar a que casi todo su cuerpo saliera del suelo y pudiera declinarse en una dirección para aterrizar. Ryku le obligaría a tomar una dirección que él eligiese. Cerró sus tres garras, formó un puño y cargó fuerza en él hasta que toda la mano brillase y demostrara uno de sus movimientos. Cuando creyó tenerlo listo para asestarle el puñetazo, voló más alto con la finalidad de ayudarse de la gravedad y aumentar el daño del impacto y, acto seguido, esperó al momento oportuno y golpeó con todas sus fuerzas.
El Megapuño hizo un daño devastador en Brock. Ryku le había dado justo en el mentón, lo que causó que el Onix se inclinara hacia el lado opuesto del Charizard y cayera de forma violenta contra el campo de batalla. Durante unos segundos, Brock no se movió y Ryku aprovechó para ver cuanta vida le había quitado con ese golpe. Se alegró de que su barra ahora fuese inferior a la suya y le quedara una tercera parte del total. Estaba cerca de conseguir la victoria, pero no celebraría nada hasta que Brock regresase a su forma humana.
Brock se recompuso y se levantó despacio. Ryku percibió que algo no iba bien. De repente, el cuerpo del Onix empezó a brillar, no como cuando cargó la fuerza en su puño para usar un movimiento, sino que desde la cabeza hasta la roca más pequeña que formaba su entidad Pokémon expulsaba un aura blanca que se desvanecía a pocos centímetros del origen, pero que no paraba de salir más y más. Brock miró a Ryku con unos ojos que, de solo tener contacto, el joven supo que algo malo le estaba a punto de ocurrir.
—Cometiste un terrible error al golpearme mientras estaba indefenso —le informó Brock—. Ahora, es mi turno de devolverte el daño que me has causado… ¡Y de vengarme!
Las tres últimas palabras activaron el instinto de huir en Ryku. Sabía que el golpe que le diera Brock le quitaría toda la vida que tenía y finalizaría el combate. Debía esquivarlo como fuera. No dispuso de mucho tiempo para pensar en una manera de evitar el impacto o protegerse en alguna parte del Gimnasio, de modo que se dirigió al único sitio donde tendría una mínima oportunidad de que el ataque del Brock no acertara o, como mucho, le permitiera aguantarlo. Voló hasta colocarse detrás de la montaña del campo de batalla más alta y se mantuvo distante por si acaso. «Es el único espacio más seguro ahora mismo. Confío en que la montaña merme la fuerza del golpe».
No fue así.
Brock no se molestó en rodear la montaña y atacar a Ryku sin un obstáculo de por medio; el poder de su ataque no cedió ante la estructura de la montaña. Brock clavó la cola como quien parte la madera en dos con un hacha y Ryku, aterrado, intentó zafarse del coletazo que estaba a punto de caerle encima. Tuvo un milagro en el que logró evadir a escasos centímetros el golpe de Brock, pero no le sirvió de mucho. A pesar de esquivar un ataque, Brock había destruido literalmente la montaña y durante su ataque se le unió un lanzarrocas improvisado que viajó en todas direcciones. Ryku no pudo sortear las rocas y recibió un golpe que lo mandó al camino llano como si su intención de cubrirse no le hubiera servido de nada. Cayó sobre sus alas, lo que le dejó unos instantes dolorido e incapaz de moverse.
Ryku echó un rápido vistazo a la televisión. Su barra de vida estaba muy mal: le quedaba un diez por ciento exactamente. Ryku se sorprendió de haber soportado el lanzarrocas de Brock, pero dedujo que el daño venía de un movimiento improvisado y no de uno como tal. Si hubiese sido un lanzarrocas natural, ya habría regresado a su forma humana.
El aura que envolvía a Brock desapareció por completo. Había ejecutado su venganza, a pesar de no haber atinado al objetivo. Aún furioso, pero con su poder disminuido, contempló el estado de su rival y luego a él. Tenía todas las posibilidades de ganar el combate. Ryku estaba tirado en el suelo, todavía sin poder recuperarse del anterior ataque. A Brock le agradó la situación, la cual era la misma que la reciente en la que él estuvo indefenso ante el ataque de Ryku, solo que ahora era el joven el que no le podría contraatacar. Un cabezazo daría el combate por finalizado.
Ryku escuchó un estruendoso rugido de algo que se acercaba. Se recuperó un poco como para poder ver al Onix aproximársele y elevar la cabeza sobre él. Ya veía lo que iba a suceder y, aunque pretendiese moverse a un lado, el cuerpo del Charizard seguía sin responderle. Brock bajó la cabeza con gran rapidez y rugió a medida que se avecinaba el impacto para que Ryku no pudiese reaccionar a tiempo, pero él no sabía que Ryku estaba intentando desde que se puso enfrente moverse, e incluso distraerlo con alguno de sus ataques. En un último esfuerzo, Ryku probó de soltar un lanzallamas en la cara del Onix. El dolor temporal le impidió disparar el torrente de llamas al que estaba acostumbrado lanzar, sin embargo, el miedo le llevó a atacar de la manera más simple posible y, en vez de un montón de fuego saliendo de su boca, escupió una bola de fuego, una ascua, directa a Brock.
La bola de fuego impactó en el lugar más inesperado e inimaginable. Brock estuvo la mayor parte del ataque rugiéndole y tenía la boca muy abierta, tanto que Ryku solo veía un agujero negro con un borde gris. El ascua entró de lleno en la boca de Brock, el cual la cerró, detuvo su ataque y alejó la cabeza. Justo entonces se escuchó una pequeña explosión como un pequeño petardo inofensivo. En el caso del Onix, no fue así. De la boca del Onix salía unos pequeños hilillos de humo negro y Brock se quejaba, no de dolor, sino de la molestia y el ardor que sentía en la boca. Era un desagrado tan grande que Brock se zarandeaba de un lado a otro solo por sacar todo el humo de su cuerpo y refrescarse la boca con aire.
Ryku contempló la escena, atónito de lo que acababa de ocurrir. Miró la televisión por si el daño de su ataque Ascuas había sido mayor del imaginable. La barra de vida de Brock había disminuido, pero solo un pequeño porcentaje, lo que le dejaba con una cuarta parte de la vida todavía. Sin embargo, Ryku se asombró al ver bajo la imagen de Onix un rectángulo rojo con unas letras blancas que decían «quemado». Su ataque de fuego había quemado a Brock. La quemadura descendió un porcentaje extra la vida de Brock, aunque fue muy poco. Sin embargo, Ryku estaba más que feliz con el resultado: una quemadura le daba la vuelta al combate porque reducía el daño de los ataques del rival, pero en el estado en el que se encontraba no lo ayudaba en absoluto. Sí que le servía el daño ocasional que le causaba, pues solo tendría que evitar un golpe más y dejar que la quemadura hiciera el resto del trabajo. Ryku lo vio como una gran estrategia, pero lo dejó como alternativa. «No soy como aquel tal Zoloth con su veneno. Si quiero ganar, será por un combate digno».
Ryku siguió su sentido de la honradez y voló hacia Brock, distraído por la quemadura. Ryku aprovechó el momento, iluminó sus garras y le asestó una cuchillada en la roca del cuerpo de Brock, que notó el dolor. El Onix tuvo un instante de lucidez y pudo contraatacar, pero Ryku se adelantó y le dio otra cuchillada de vuelta antes de retroceder. Los dos ataques continuos fueron suficientes para llevar la vida de Brock a cero y mostrar una barra negra, mientras que Ryku todavía gozaba de una débil raya roja representando la suya. La televisión soltó una alarma y puso la imagen del Charizard de Ryku en mitad de la pantalla y, justo debajo, la palabra «ganador». La alarma fue como una señal dirigida a los brazaletes especiales que devolvió a Brock y a Ryku a sus formas humanas sin haber tenido que interactuar.
—Lo he… conseguido —dijo Ryku casi sin creer su victoria—. He derrotado a mi primer líder de Gimnasio. He vencido al tipo de Enlace que más fácil me puede ganar.
Brock, que permanecía arrodillado al otro lado del campo de batalla, se acariciaba la barbilla ahora que la molesta quemadura se había ido. Se le dibujó una sonrisa en el rostro. El combate contra Ryku había sido uno de los más intensos que había vivido en su carrera como líder. Había entrenadores que superaban en emoción este combate, pero hacía tiempo que Brock no experimentaba esta sensación de nuevo. Contento por el resultado, se reunió con Ryku y le felicitó.
—Has luchado muy bien, Ryku. Echaba de menos esta clase de combates en las que mi rival, a pesar de tener un Enlace débil al mío, logra vencerme dando lo máximo de sí mismo.
—He de admitir que tuve un poco de suerte con la quemadura que te produje. Sé que mis ataques de fuego tienen una probabilidad de causarla, pero imaginaba que sería con un lanzallamas, no con un ascua.
—Sí. La quemadura no me dolía, pero era como si me hubiera comido lo más picante del mundo y hubiera repetido. Ha sido clave en tu victoria, pero el puñetazo y el lanzallamas que me asestaste hicieron casi todo el trabajo y la quemadura, nada más que un plus. Pero vayamos a lo que importa. Acompáñame.
Brock y Ryku caminaron hacia la televisión. Lo hicieron como pudieron, pues los destrozos del campo de batalla causados por el combate fueron más que notorios. Tuvieron que sortear una de las rocas grandes de la montaña antes de llegar a su destino. Una vez allí, Brock pulsó el botón de encendido del brazalete especial unos segundos hasta escuchar un corto pitido. Luego apuntó a la pared bajo el televisor y se abrió un diminuto compartimento que sacó un pequeño cajón con una chapa plateada con forma de octógono. Brock la cogió y se la dio a Ryku.
—Esta es mi medalla: la medalla Roca. Es la prueba de que has ganado a uno de los ocho líderes de Gimnasio. Enhorabuena.
Ryku recogió la medalla y la observó. Estaba muy contento.
—Gracias.
—Guárdala bien. Si lo que me contaste acerca de querer derrotar al Alto Mando para conseguir el título de Campeón de la Liga, tendrás que presentar las ocho medallas. Si pierdes una, te verás obligado a retar de nuevo al líder.
—No pienso desprenderme de ella. Lo prometo.
—Te recomiendo ir a la tienda de accesorios para entrenadores. Allí suelen vender estuches para llevar las medallas.
—Gracias por el consejo.
Brock y Ryku regresaron a la puerta de salida, no sin antes intercambiar los brazaletes especiales por los normales. Antes de irse, Brock le dio una recompensa extra a Ryku de mil quinientas Monedas de Combate. Según Brock, aunque los combates de Gimnasio fueran distintos de los que se realizaban fuera, seguían siendo combates, por lo que el ganar o perder Monedas de Combate seguía vigente. Ryku agradeció el dinero y se despidió de Brock, el cual se quedó en el campo de batalla para devolverse su estado habitual para el próximo duelo.
Dylan esperaba a Ryku sentado en una silla pegada a la pared que daba al campo. Al ver a Ryku salir, le preguntó qué tal le había ido.
—¿No has escuchado nada del combate? Ha sido muy ruidoso para no haberse dado cuenta —preguntó Ryku sorprendido.
—Vete a saber de qué están hechas estas paredes y del material que emplearon con tal de insonorizar el entorno. Solo llegué a sentir algún que otro temblor, pero nada más lejos.
—Pues con esto te respondo la pregunta. —Ryku enseñó a Dylan la medalla Roca.
—Toma ya. Un líder de Gimnasio menos, quedan siete. ¿Tuviste muchos problemas en derrotar a Brock? Quiero que me cuentes en detalle el combate.
—Después. Ahora quiero comprar un estuche donde guardar la medalla. Brock me ha dicho un lugar en que poder comprarlo.
—De acuerdo. Pero prométeme que me contarás tu combate. Me pica la curiosidad por saber a qué vinieron esos temblores que sentí.
—Tienes mi palabra.
Satisfecho, Dylan no incordió más a Ryku y los dos se fueron a la tienda de accesorios que recomendó Brock. La tienda estaba lejos del Gimnasio, casi al otro extremo de la ciudad en el este. Al menos, el viaje no tendría que repetirlo porque la tienda se hallaba calle abajo desde el albergue. Dentro de la tienda, Ryku buscó los estuches y escogió uno del color del rubí y antes de ir a caja, se quedó mirando los sacos de dormir.
—Dylan —llamó a su amigo— ¿Cómo es el camino de aquí a la siguiente ciudad?
—¿Ciudad Celeste, dices? Pues diría que más largo que el viaje que tomamos desde ciudad Verde hasta aquí. Tendremos que pasar por las Rutas 3 y 4, y entre medias está el monte Moon que posee una serie de túneles bastante largos. Las rutas de por sí ya son extensas y no descarto que en la Ruta 3 haya entrenadores deseosos de desafiarnos.
—¿Hay algún albergue por el camino?
—Uno, si mal no recuerdo. Está en la ruta 4. ¿Por qué?
Ryku cogió además de estuche uno de los sacos de dormir compactos que cabría en su mochila sin problemas.
—Es probable que pasemos la noche fuera. ¿Necesitas uno?
—Tengo uno. ¿Estás pensando en irte de la ciudad ya? ¿No deberías descansar un poco por seguridad?
—Me encuentro bien. Quiero aprovechar el día, que aún ni es mediodía. Y ya hemos hecho todo lo que nos ofrecía ciudad Plateada.
—Vale, vale. Entonces tendremos que pertrecharnos bien, pues nos espera un viaje largo. Puede que estemos un par de días sin llegar a un albergue.
—Entendido. Compro el estuche y el saco y nos vamos a conseguir comida y bebidas.
Ryku entregó el estuche y el saco al cajero que le dio un precio por ambos productos. Ryku pagó con la Moneda de Combate y, en cuanto el estuche pasó a ser suyo, guardó la medalla Roca en él. Luego Dylan y Ryku compraron suministros para aguantar varios días sin tener que volver a una tienda y Dylan se separó de Ryku un tiempo en el que le explicó Ryku que iba a comprar algo para el brazalete que les vendría muy bien en el camino y quedaron en reunirse en la recepción del albergue en cuanto terminara las compras.
Ryku no tenía nada más que hacer, de modo que regresó al albergue, subió a su habitación y guardó todo lo adquirido en la mochila que acabó formando un bulto considerable. «Puede que tenga que comprar una mochila más grande», pensó. Acto seguido, encendió su brazalete y grabó un vídeo con el módulo Holomisor en el que contó su travesía por la Ruta 2, el bosque Verde y lo vivido tanto en ciudad Verde como en ciudad Plateada. También habló de Dylan y de cómo se hicieron amigos. Finalizó la grabación y envió el vídeo al Holomisor de casa de sus padres.
Al terminar, Ryku esperó a Dylan en recepción. Su amigo tardó quince minutos en aparecer y otros cinco más en recoger sus cosas en la habitación y bajar. Una vez se aseguraron de que estaban bien pertrechados y listos para continuar el viaje, abandonaron el albergue y partieron a la Ruta 3.
Chapter 7: Robo en el Monte Moon
Chapter Text
La Ruta 3 era un camino de tierra como la Ruta 2 con una vasta planicie alrededor en la que había pocas zonas donde los Pokémon salvajes se pudieran esconder. La planicie no comprendía todos los alrededores del sendero, pero sí una gran parte mientras el resto la formaban socavones en la tierra producto de caídas de piedras que se precipitaron desde el cielo, lo que provocaba algunos bruscos desniveles en el terreno.
Dylan tenía razón acerca de la probabilidad de encontrarse con muchos entrenadores en la ruta, tan solo hubo que avanzar unos escasos metros para ver varios combates Pokémon efectuándose en los socavones o en los campos de hierba. Ryku y Dylan conversaron con un par de ellos y obtuvieron información interesante: los combates no se realizaban como desafíos entre entrenadores, sino que eran prácticas para fortalecerse y poder retar a los líderes de Gimnasio, siendo Brock el más mencionado teniendo la ciudad tan cerca. Esos entrenadores les preguntaron si ya habían probado suerte con Brock, a lo que Ryku y Dylan les respondieron enseñando la medalla Roca de sus estuches. En ese preciso instante los entrenadores desearon combatir con aquellos que ya habían vencido al líder que ansiaban derrotar. Ryku y Dylan compartieron una mirada y aceptaron el duelo.
—Pero con una condición —saltó uno de los entrenadores—. Estamos intentando mantener nuestros Enlaces activos el mayor tiempo posible. No queremos tener que esperar una hora para volver a luchar y tampoco nos apetece hacer viajes constantes al centro Técnico.
—Eso significa que tampoco habrá intercambio de Monedas de Combate, ya que la victoria no será total —añadió el otro.
Dylan miró a su amigo.
—¿Ryku? De los dos eres quien necesita más dinero para estabilizar tu economía de entrenador.
—Tengo suficiente, por ahora. Puedo permitirme combates sin Monedas de Combate de por medio.
Dicho esto, los entrenadores se jugaron a suertes quién pelearía contra quién. A Ryku le tocó con el entrenador que se presentó bajo el nombre de Calixto y Dylan con uno que se llamaba Ben. Después, cada pareja se apartó de la otra para que los combates no interfirieran por accidente.
Ryku y Calixto activaron sus Enlaces y mostraron los Pokémon en los que se habían convertido. Calixto enseñó el característico cuello y pico de un Fearow y Ryku las alas y cuernos de un Charizard. Calixto se sorprendió al ver el Enlace de Ryku.
—¿De verdad venciste a Brock con un Charizard?
—No fue nada fácil, pero sí.
—Mola. Empecemos.
El combate no duró demasiado. Ryku y Calixto pelearon en el aire donde ninguno tenía una ventaja de terreno sobre el otro. Calixto era ágil y sus movimientos se alternaban entre precisos y erráticos. Los precisos alcanzaban a Ryku y le asestaba un buen picotazo en la barriga, mientras que los erráticos no le alcanzaban al lanzar su lanzallamas como contraataque. Al final, Calixto no pudo hacer mucho contra Ryku porque todos sus movimientos requerían golpear cuerpo a cuerpo y Ryku tenía la ventaja de disponer ataques a distancia. Calixto se rindió cuando recibió un golpe directo de las cuchilladas de Ryku y dejó su Enlace al borde de activar la Prioridad Humana. Ambos entrenadores descendieron y desactivaron sus Enlaces.
—Eres muy fuerte —dijo Calixto—. Mucho más que yo. Me has demostrado que me queda un largo camino antes desafiar a Brock. ¿Cuánto tiempo tardaste en adquirir tal fuerza?
—No sabría especificar. Si cuento el tiempo que entrené con el Pokémon del cual heredé el Enlace, serían alrededor de dos o tres años. Y no soy poderoso. Brock pone el listón del reto de las medallas de Gimnasio muy alto. Sufrí de lo lindo para conseguir la suya.
—Ya veo. Aun así, seguiré entrenando. Mi Enlace es poco efectivo contra el de Brock y me exigirá dar más de lo que soy capaz.
—¿Quieres un consejo? Atácale por detrás. Brock no suele proteger su retaguardia y, si reacciona, le costará darte siendo un Pokémon que vuela.
—Gracias, lo tendré en cuenta. —Hizo una pausa—. ¿Cómo irá el combate de nuestros amigos?
Como si sus nombres los hubieran convocado, Ryku y Calixto vieron como un potente chorro de agua mandaba por los aires una serpiente violeta. «Así que el Enlace de Ben es un Arbok», observó Ryku. Ben cayó de cara contra el suelo y agitó el final de su cuerpo en señal de rendición.
—Puede que me haya pasado un poco —dijo Dylan tras volver a su forma humana—. ¿Estás bien?
—Cuánta… agua… —jadeó Ben. Había desactivado su Enlace y se quedó en la última postura que tenía como Pokémon—. Mucha… potencia.
—Sí, creo que me he pasado. Se supone que mis ataques de agua no aplican el estado de confusión.
—Tu amigo también es fuerte —comentó en voz baja Calixto.
—Es poseedor de siete de las ocho medallas de Kanto —respondió Ryku—. Si el Gimnasio de ciudad Verde no estuviera cerrado temporalmente, ya las tendría todas.
Dylan ayudó a Ben a levantarse y mantenerse en pie sin ayuda. Ben se sacudió la cabeza para despejarse y alzó su pulgar en señal positiva. Se reunieron con Ryku y Calixto y mientras descansaban Dylan y Ryku fueron dando consejos sobre las debilidades de Brock ajenas a su Enlace y discutieron acerca de buenas combinaciones de ataques que le hicieran bastante daño y ellos salieran mayormente ilesos. Después, Ryku y Dylan reemprendieron el camino por la Ruta 3. Calixto y Ben les dieron las gracias por las lecciones y se despidieron de ellos antes de volver a su entrenamiento.
Dylan vio oportuno que Ryku cumpliera su promesa de contarle su combate contra Brock, así harían algo más que caminar en silencio sin que nada les pudiera molestar. Los Pokémon salvajes no aparecían si había tantos entrenadores en la zona y tampoco había hierba alta a la que recurrir a la hora de huir. Ryku estuvo de acuerdo con ello y empezó a narrar la pelea. Dylan exigía detalles, por lo que la historia iba a ser larga. Cuando Ryku estaba describiendo el momento silencioso que hubo cuando Brock se fue bajo tierra, detuvo en seco el relato al escuchar algo fuera de lo común.
—¿Oyes eso?
Su amigo había dejado de estar pendiente de las palabras de Ryku antes de que le preguntara.
—Suena como… ¿Una canción?
Segundos más tarde, Ryku y Dylan comenzaron a sentirse cansados y somnolientos. Se taparon los oídos antes de caer dormidos en mitad del camino y la somnolencia desapareció.
—Debe haber un Jigglypuff cerca —gritó Dylan—. Es el único Pokémon con esa habilidad que hay en la ruta.
—Aceleremos el ritmo hasta que no escuchemos su melodía —recomendó Ryku.
Dylan asintió y avanzó más rápido. La canción se hizo más fuerte a medida que se acercaban a la fuente y, de repente, paró. Ryku y Dylan se quedaron unos segundos escuchando por si sus oídos les estaban engañando y, cuando vieron que el peligro había desaparecido, se destaparon las orejas. Dylan tocó el hombro de Ryku y le señaló dos personas que no parecían estar muy animadas.
No muy lejos de ellos había una pareja compuesta por un chico y una chica. El chico estaba enfadado con la chica y se quejaba de algo. La chica, con una mano en la cabeza, pedía disculpas. El chico acabó dándose cuenta de Ryku y Dylan y riñó más a la chica. Ella se dio la vuelta para ver a los jóvenes y gritó:
—¡Lo siento! No quería que mi canto afectara a los que pasaban cerca.
—No pasa nada —respondió Ryku.
—Nos iremos más lejos, donde no se pueda escuchar el canto. Perdonad las molestias —se excusó el chico.
Las parejas intercambiaron unos gestos de disculpas y se marcharon.
—No era un Jigglypuff, sino una chica con un Enlace suyo o algún Pokémon que también tuviera la habilidad de dormir a los demás con una canción —comentó Dylan.
—Mejor. Quién sabe lo que nos habría hecho un Pokémon salvaje mientras estamos dormidos —añadió Ryku.
Ryku continuó con su historia donde lo había dejado. Dylan se emocionó con los golpes que hubo después de que Brock saliera de bajo tierra con el movimiento Excavar, sobre todo por el poderoso impacto de la venganza de Brock que destruyó una montaña entera. También le entró risa cuando se quemó por una simple ascua que fue decisiva en el combate.
—Tenía que haber visto su reacción. Una serpiente de rocas sufriendo quemaduras es como ver a un Pokémon de agua incapaz de mitigarlas.
—¿Llegaste a sufrir quemaduras? —preguntó Ryku.
—Y tanto. Y es muy molesto tener la herramienta para apagar el fuego y no poder hacerlo. Es irreal. Pero supongo que los combates han de ser equilibrados.
Los jóvenes hicieron un alto en el camino para comer. No quedaba mucho hasta la entrada al monte Moon y la propia montaña ya se veía muy grande desde donde estaban.
—Oye, Dylan, ¿Qué es lo que nos esperará dentro de la montaña? —inquirió Ryku.
Dylan terminó de beber antes de contestar.
—Una serie de túneles de diferentes amplitudes que no tienen una señalización como tal para recorrerlos con velocidad. Y, por desgracia, la orientación ahí es ínfima, por lo que prepárate para estar rodeados de paredes de piedra durante horas.
—¿Y de Pokémon salvaje?
—Pues hay Geodude, Paras, Clefairy, algún que otro Sandshrew y una infinidad de Zubat. —Dylan adoptó un rostro de enfado al mencionar el último Pokémon.
—¿No te gustan los Zubat?
—No es que no me gusten, es que son pesados hasta decir basta —aclaró Dylan—. No podía dar dos pasos sin que unos cuantos decidieran atacarme y, para empeorar, el tiempo que te quedas atrapado en el monte es horrendo. Por eso fui al centro Técnico y compré cartuchos para el módulo Repelente. No quiero saber nada de los Zubat, y de paso nos libramos de los demás Pokémon salvajes.
—No sabía que tenías ese módulo.
—Tengo los mismos que tú, solo cambia tu módulo Pokédex por mi módulo Repelente.
Ryku realizó un inciso en el que le echó un vistazo a los Pokémon mencionados por Dylan. Geodude y Sandshrew eran el mayor problema para él dada la ventaja de tipo, pero si estaban en la evolución más básica, no habría nada que temer, a menos que aparecieran Graveler y Sandslash, entonces sí habría peligro. En cuanto a Paras y Zubat, ninguno de los dos sería capaz de resistir su lanzallamas, ni siquiera sus evoluciones.
—El monte no es una zona agradable para mi Enlace. Hay Pokémon con los que sí puedo lidiar, pero otros activarían el estado de reinicio.
—No pienses en ello —dijo Dylan—. Con los cartuchos Repelente no veremos Pokémon en el monte y podremos centrarnos en orientarnos por los túneles.
Ryku asintió y terminaron de comer. Recogieron la basura generada y reanudaron el viaje.
El monte Moon era mucho más grande de lo que Ryku imaginaba y el tiempo que tardaron en visitar el pie fue superior al esperado. Ryku le preguntó a Dylan si había un albergue cerca, a lo que su amigo le recordó que existía uno a la salida del monte Moon en el otro extremo. «Fue buena idea comprar el saco de dormir», pensó Ryku. Creía que, al cruzar la montaña, estarían en la Ruta 4 en plena noche e incluso, que les tocaría pasar la noche en mitad de los túneles.
Divisaron la entrada a los túneles del monte Moon. Cerca había una parada donde algunos montañeros descansaban y examinaban rocas en una mesa. Ryku no prestó mucha atención en ellos y esperó a que su amigo lo tuviera todo listo para entrar. Dylan introdujo un cartucho en el módulo Repelente que abrió un pequeño orificio en este. En su pantalla emergió una ventana que le preguntaba si quería activar el repelente. Dylan, satisfecho, le lanzó un gesto a su amigo y ambos entraron en los túneles del monte Moon.
Ryku pensaba que en los túneles habría una iluminación mínima producida por un cableado con bombillas que alumbraban el camino. El cableado se turnaba con algunos agujeros desde los cuales lograba entrar la luz del sol y proporcionar luz natural. Ryku estaba al corriente de que el monte y sus alrededores era una zona muy propensa a recibir las caídas de meteoritos, pero no imaginaba que en cortas distancias hallasen pequeños socavones de poca profundidad. «Este monte parece un escudo contra los objetos del espacio».
Ryku y Dylan se apoyaron en una parte de la pared que sobresalía y era ideal para sentarse y descansar. Había transcurrido más de una hora desde que los dos entraron en el monte Moon y no habían visto nada parecido a una salida. Los agujeros en el techo actuaban, en ocasiones, de trampantojos simulando una salida que acababa en una parte amplia del túnel plenamente iluminada por el sol.
—¿Ves lo que te dije? —le recordó Dylan—. Los túneles del monte Moon son peores que los caminos de árboles del bosque Verde.
—¿Cuánta distancia real hemos recorrido?
—¿Real? No sabría especificar. Hemos avanzado, de eso estoy seguro, y no hemos dado marcha atrás en ningún momento. Pero hemos subido y bajado tantas veces que me cuesta calcular si nos hemos movido más en horizontal o en vertical.
—Espero que compraras suficientes cartuchos por si nos estamos aquí más rato.
—Tranquilo, incluso si la noche se cierne sobre nosotros y todavía estamos lejos del albergue, tengo unos cartuchos del repelente más eficiente posible. Podremos pasar las noches sin miedo a que nos ataquen Pokémon salvajes.
Ryku se sintió aliviado de escucharlo. Dylan y él descansaron un poco más antes de reanudar su paseo por los laberínticos túneles del monte Moon.
Tras una exhaustiva marcha por los túneles, Ryku y Dylan alcanzaron la primera gran zona abierta en la que el techo estaba a muchos metros de altura y formaba una cúpula por encima de sus cabezas. Dylan fue quien más se alegró de estar en tan amplia área y lo demostró con un largo suspiro de alivio.
—Al fin, una zona que recuerdo —dijo—. La salida está muy cerca. Menos mal, ya me estaba cansando moverme por paredes, seguir cableados y odiar las claraboyas naturales de la montaña.
Ryku seleccionó en la pantalla de su brazalete el reloj y miró la hora que era.
—Hemos estado rondando por los túneles… demasiadas horas. Cuatro o cinco como mínimo.
—¿Cuatro o cinco? Entonces es un tiempo récord —sonrió Dylan—. Cuando pasé por aquí por primera vez perdí la noción del tiempo. Literalmente, al entrar el sol todavía estaba alzándose y al salir, ya era casi de noche. Me atrevería a decir que tardé el doble y no exageraría.
—Bueno, aún no hemos salido del monte. Puede que para entonces sea de noche también.
—Es posible. —Dylan observó los montículos que había por el camino—. Rodeamos estas elevaciones y deberíamos dar con un túnel que sube y nos deja directamente fuera del monte.
—Genial. No nos detengamos y abandonemos este lugar.
Ryku y Dylan dieron unos pasos más y escucharon un grito de auxilio. Provenía de más allá del montículo, muy cerca de su posición. Ryku y Dylan intercambiaron una mirada para asegurarse de que los dos habían oído lo mismo. Un nuevo grito de socorro se lo confirmó y corrieron a ayudar a quien chillara de esa forma. Al girar el montículo y subir una rampa se toparon con una escena inesperada.
Había tres hombres de los cuales dos vestían un extraño uniforme de color azul oscuro y violeta y atizaban a un tercero que estaba tirado en el suelo echo una bola protegiéndose de las patadas que le estaban dando.
—Danos los fósiles —ordenó uno de ellos—. ¿Acaso quieres que te peguemos más? No pararemos hasta que nos los entregues.
—Ja… Jamás… Estos fósiles los encontré yo… Son míos…
—No lo son.
Y la víctima recibió una nueva patada en el abdomen.
—¿Vas a dar tu vida por esas dos piedras? Qué necio eres. —Se dirigió a su compañero—. Esto ya cansa. Si no lo suelta, ya sabes qué hacer.
—Será un placer.
—¡Eh, vosotros! —gritó Ryku en la distancia—. ¡Dejad a ese hombre en paz!
Ryku y Dylan se acercaron a la escena del robo y vieron con más detenimiento a los agresores. Uno de ellos tenía el pelo corto y castaño y unos ojos color miel. El otro tenía el pelo largo y negro y unos ojos verdes. Ryku observó en los uniformes un emblema compuesto por una «L» amarilla de curioso aspecto con un borde plateado. No reconoció el símbolo, pero tampoco importaba. Fuera quienes fueran esos dos, estaba claro que eran criminales.
—A… Ayuda —logró vocalizar el hombre tirado en el suelo.
—¡Cállate! —le ordenó el del pelo largo y le dio otra patada para asegurarse de que le obedecía.
—¿Qué os ha hecho esa persona? ¿Por qué le pegáis? —inquirió Dylan.
—No es de vuestra incumbencia, niñatos. —respondió el del pelo corto—. Largaos si no queréis acabar como él o peor.
—Se ve que no queréis resolver esto de manera civilizada. ¿Ryku, tú qué opinas?
—No voy a dejar que peguéis más a ese hombre.
—¿Quiénes os creéis que sois, niñatos? —gritó enfadado el hombre de pelo corto. Dio un golpe a su compañero con tal de que abandonara al hombre tirado y se centrara en Ryku y Dylan—. Os vamos a dar una lección sobre no entrometeros en asuntos de mayores.
Ryku no se percató de que los criminales tenían brazaletes y ambos activaron sus Enlaces y se envolvieron en la luz brillante de la transformación. Ryku y Dylan no tardaron ni un segundo en reaccionar y activar también los suyos. Después de los destellos, los criminales habían adoptado las formas de un Parasect y un Golbat. Los jóvenes no tuvieron oportunidad de elegir su rival cuando el Golbat se abalanzó sobre Ryku y el Parasect esparció esporas sobre Dylan, separando los combates en el aire y en tierra.
—Vas a lamentar haberte entrometido —le amenazó el Golbat.
Ryku no replicó a la intimidación y se concentró en el combate. Golbat era un Pokémon de tipo Veneno y Volador, lo que ninguno tenía ventajas de tipo sobre el otro. Sin embargo, el Golbat seguía siendo peligroso porque era capaz de drenar la vida de su rival y confundirlo de muchas maneras. Debía ir con cuidado.
Golbat no tardó en actuar como el Pokémon que era y de su gran boca soltó unas visibles ondas que se dirigieron a Ryku. Se protegió del ataque, pero fue inútil y el supersónico causó que se mareara y empezara a ver todo su entorno por duplicado. Ryku intentó recuperarse, pero no sirvió. El Golbat aprovechó para golpearle con fuerza con su cuerpo. Ryku retrocedió, pero consiguió mantenerse en el aire y, gracias al golpe cuerpo del Golbat, recobrar el sentido.
Ryku estaba preparado para lanzar su lanzallamas. Sin embargo, el Golbat ya había realizado su siguiente movimiento y frente a él volaban una decena de Golbat. «Solo uno es real. Está usando el movimiento Doble Equipo». Por desgracia, no existía ninguna diferencia que destacara al Golbat original de las copias y no podía enfocarse en todos a la vez y no pudo evitar los ataques que le lanzaban. Recibió varios golpes desde diferentes ángulos que siempre buscaban tirarle al suelo. Ryku trató de dar con el original y comenzó a tirar pequeñas bolas de fuego a todo Golbat que veía. Muchos de ellos se desvanecían en cuanto las llamas los atravesaban. Pronto solo quedaría el original.
Ryku estaba cansado. Aunque ahora solo quedaran dos Golbat activos, lo que había durado el efecto del doble equipo lo había magullado bastante. Todavía era capaz de mantenerse en el aire, pero el resto de su cuerpo se encontraba en peores condiciones que las alas.
El Golbat se rio de la desdicha de Ryku y preparó una nueva acometida. Pero no se dio cuenta de que su rival también había cargado un ataque y estuvo listo mucho antes que él. Ryku uso su movimiento Cuchillada que, utilizada en un arco de ciento ochenta grados, eliminó la copia restante y agarró con fuerza el cuerpo del Golbat sin ningún propósito de soltarle. El Golbat le atacó usando su chupavidas, pero Ryku ni se inmutó de que se le había drenado vida y atrajo el cuerpo del Golbat hacia él, dejándolos cara a cara. Acto seguido cargó su boca de humo y llamas y escupió un potente lanzallamas que dio de lleno en toda la cara del Golbat, el cual emitió un alarido al verse envuelto por el fuego. Ryku no terminó su ataque ahí y, todavía agarrado, cayó hacia el suelo a una velocidad vertiginosa. Durante la caída, hizo brillar su puño y efectuó un Megapuño cuando ya estaba a escasos centímetros del suelo. El impacto contra la roca fue tan bruto que incluso se formaron grietas y voló alguna que otra roca de diminuto tamaño. Ryku no había separado todavía sus garras del Golbat, pero cuando empezó a brillar se alejó de él, pues ese brillo actuaba como explosión producto de la Prioridad Humana para mantener a salvo al entrenador.
Por su parte, Dylan había tenido un combate menos emocionante. El Parasect había pasado gran parte del combate expulsando esporas y otros tipos de polvo para reducir la eficacia del Blastoise. Dylan se protegió escondiéndose en su caparazón o disparando agua de sus cañones para inutilizar los ataques. Al final, el Parasect resulto ser un Pokémon extremadamente débil en cuanto a defensas, pues le bastó con un preciso disparo de sus cañones de agua que elevó al Parasect un par de metros y culminó su ataque aplastándolo contra el suelo con todo su cuerpo. Se reunió con su compañero cuando su cuerpo también empezó a brillar.
—Estúpidos niñatos —dijo el criminal de pelo corto—. No tenéis ni idea de dónde os habéis metido. Esto no quedará así. A partir de ahora, sois enemigos del Equipo Leyenda.
Ryku y Dylan se dispusieron a detener a los criminales para posteriormente entregarlos a la policía, pero estos lanzaron algo que se puso a soltar grandes cantidades de humo que nublaron su visión y no pudieron atraparlos. El humo tardó varios minutos en disiparse por completo y, cuando ya volvieron a ver, los criminales habían desaparecido.
—Ay… —El hombre que había sido atacado se recostó sobre una roca con los brazos pegados a su barriga donde protegía una piedra.
Ryku y Dylan desactivaron sus Enlaces y socorrieron al hombre. Ahora que el peligro había desaparecido, pudieron ver mejor a quién acababan de salvar. Se trataba de un hombre con gafas a través de las cuales no se le podían ver los ojos y pelo largo, enmarañado y negro. Llevaba puesta una camisa blanca manchada de tierra, y pantalones y botas de color negro.
—¿Se encuentra bien? —preguntó Dylan.
—Mis fósiles…
—Relájese. No vamos a quitarle sus fósiles.
—Solo lleva uno —observó Ryku.
—¿Uno? Oh, no… No, no, no… Esos ladrones… al final me robaron uno.
—¿Por qué tenían tanto interés esos dos hombres de uniforme raro en los fósiles? —inquirió Dylan.
—No lo sé. Solo decían cosas extrañas como que les beneficiaría más a ellos que a mí y que realmente les pertenecía a ellos —El hombre de las gafas tosió—. Tonterías, llevaba semanas cavando en el monte antes de dar con los fósiles. No les pertenecían a ellos. Eran míos. Yo los encontré.
—¿En qué beneficia exactamente un fósil a dos criminales? —preguntó Dylan confundido.
—Ni idea.
—Puede que sea porque los fósiles contienen el ADN de Pokémon antiguos que vivían en la tierra de hace cientos, miles, o incluso millones de años —respondió el hombre de las gafas—. Iba a llevarlos a isla Canela, donde se investiga un método para revivirlos.
—Pues querrán revivir el fósil robado y aprovecharse de alguna forma al tener un Pokémon que no está registrado en la Pokédex —supuso Ryku.
—Te equivocas —repuso el científico—. Al menos, el fósil que se ha robado pertenece a un Pokémon del que sí existe información. Este que tengo es el nuevo y no se conoce nada al respecto.
—Pues vaya estupidez —comentó Dylan—. Quedarse con el fósil de un Pokémon pensando que podrán sacarle partido cuando la realidad es distinta.
—Estupideces es lo que soltaban —agregó el científico—. Aparte de lo del beneficio para ellos, alegaban que el ADN de los fósiles correspondía a Pokémon legendarios y que solo ellos debían tenerlos, de ahí que insistieran en que eran de su propiedad.
—Qué criminales más raros. Vestían uniformes curiosos y parece que les interesan los Pokémon legendarios.
—Dijeron algo de la banda a la que pertenecían… llamaron a su grupo el Equipo Leyenda. ¿Os suena de algo?
Dylan y el científico negaron con la cabeza.
—Jamás he escuchado ese nombre. Para mí que son solo un pequeño grupo de delincuentes que acabarán en la cárcel muy pronto —opinó Dylan.
—Sí, y tampoco cumplen sus objetivos porque ningún Pokémon que provenga de un fósil es un legendario —añadió el científico—. No existen Pokémon con unos niveles de poder que exceden cualquier comprensión humana.
—Deberíamos reportar esto a la policía —aconsejó Ryku.
—Tienes razón. La policía detendrá a esos malhechores —corroboró Dylan.
—Ignoradlo, chicos —replicó el científico. Ryku y Dylan protestaron, pero el hombre no les dejó hablar—. Ya habéis hecho bastante. Me encargaré personalmente de notificar esto a las autoridades. Vosotros continuad vuestro viaje, que seguro que tenéis uno.
—¿Puedes caminar? Esos dos te pegaron de lo lindo.
—Sí, solo me quedarán moratones de la paliza. Por suerte vuestra intervención evitó que los criminales llegaran a partirme algún hueso… o algo peor. Descansaré un poco y luego me dirigiré a la comisaría más cercana.
—Deberíamos permanecer contigo hasta entonces, no vaya a ser que esos dos regresen a quitarte el fósil que queda.
—Ya habéis hecho suficiente por mí. Sois mis salvadores y os estoy muy agradecido por ello. —El científico buscó en su bolsillo y sacó una variante del módulo Holomisor más enfocada al público que no poseía un brazalete. Pulsó un botón y confió en que el aparato se encendiera y lo hizo a pesar de tener una parte de la pantalla rota—. Llamaré a un amigo para que venga a por mí.
—Veo que ya están todos los cabos atados —dijo Dylan.
—Antes de marcharos, en ningún momento nos hemos presentado —señaló el científico—. ¿Cómo se llaman mis rescatadores?
—Yo soy Dylan y él es Ryku.
Ryku hizo una ligera reverencia como saludo.
—Dylan y Ryku, gracias por todo. Habéis aportado vuestro grano de arena en el descubrimiento de un nuevo Pokémon prehistórico. Me aseguraré de que vuestros nombres tengan importancia en este hallazgo.
—No es necesario, la verdad —repuso Ryku. Se había sonrojado con aquella declaración—. Solo hicimos lo que cualquier entrenador hubiera hecho.
—Es posible. Aun así, desearía recompensaros de alguna forma, por diminuta que sea.
—No tenemos más remedio, Ryku. Dejemos que el científico hable de nosotros en esto. Por cierto, hemos dado nuestros nombres, pero desconocemos el tuyo.
—Oh, es verdad, perdonadme. Me llamo Gustavo.
Ryku y Dylan intercambiaron unas palabras más sin importancia y se despidieron de Gustavo. La salida del monte Moon estaba a tan solo una rampa y un pasillo de distancia. Cuando salieron, Ryku esperaba que los bañara la poca luz del sol que quedaba, sin embargo, lo que recibió fue la oscuridad de la noche.
—Igual que la primera vez, solo que esta vez el sol ya estaba descendiendo cuando entramos —dijo Dylan.
Ryku miró la hora en su reloj y se llevó la sorpresa de recibir en el mismo momento un mensaje de vídeo de sus padres. La repentina llegada del vídeo asustó tanto a Dylan como a Ryku. Ryku se percató que el mensaje había sido mandado hace horas, con muy pocas de diferencia entre el mensaje que les envió él al recibido.
—Ha debido llegar justo cuando el brazalete ha recuperado la cobertura —explicó Ryku. Guardó el mensaje de manera que se acordara de verlo más tarde y miró el reloj—. ¿El albergue está cerca?
—Sí, aunque tendremos que caminar una media hora más.
—Vamos allí. Quiero tener una oportunidad de descansar en una cama antes de que el cuerpo se rinda y me obligue a sacar el saco de dormir.
Ryku y Dylan caminaron por la Ruta 4 al amparo de la luz de la luna hasta dar con el albergue donde tomaron un merecido descanso.
Chapter 8: Los Seis del Puente Pepita
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Ryku despertó en su habitación del albergue acompañado de un tedioso dolor de pies que le impidió salir de la cama. Tardó diez minutos en lograr que sus piernas le respondieran y caminar no resultara tan molesto. Antes de bajar, reprodujo el vídeo que sus padres le mandaron el día anterior. Tanto su madre como su padre se alegraron muchísimo de que su hijo hubiera obtenido su primera medalla de Gimnasio y le aseguraron que conseguiría las que le faltaban. Hablaron sobre Dylan, aunque con solo las descripciones que les dio Ryku en su vídeo, no pudieron opinar mucho sobre él, solo que debía ser un joven simpático que le ayudaba en su aventura y que les caía bien solo por eso. Como el vídeo lo mandaron antes de partir a ciudad Celeste, sus padres todavía pensaron que estaba en ciudad Plateada y le recomendaron hacer turismo por todas las ciudades de Kanto ahora que iba a estar en todas ellas, así después les podría contar más cosas aparte de los combates que tendría para conseguir las medallas. Cerró el vídeo y salió de la habitación en dirección al comedor.
En esta ocasión, Dylan fue quien le esperó allí y ya se había puesto a desayunar. Ryku cogió una bandeja y escogió un zumo acompañado de tostadas y algunos potes de mermelada de diferentes sabores.
—Te ha costado despegarte de la cama, ¿eh? —dijo Dylan con un tono burlón.
—No, es que las sábanas pesaban mucho y mis pies gritaban de dolor —siguió la burla Ryku.
—No estás acostumbrado a paseos largos.
—Más bien no tan largos, y menos cuando la mayor parte del tiempo es dentro de una montaña.
—Se entiende. A mí me pasó igual cuando inicié mi viaje. Llegará un momento en el que ya ni te importe, ya verás.
—Eso espero. —Ryku cogió una tostada y la untó con un pote de mermelada—. ¿Cuánto nos queda hasta ciudad Celeste?
—Todavía un par de horas como mínimo. Llegaremos aproximadamente a mediodía si no ocurre nada en la ruta, cosa que no debería al ser de las más tranquilas de toda la región.
Como Dylan había predicho, la Ruta 4 tenía pocos espacios de hierba alta donde los Pokémon salvajes pudieran atacarles por sorpresa y la misma se veía delimitada por pendientes a su alrededor provenientes de la montaña, la cual aún imponía su tamaño si se miraba hacia ella. Curiosamente, esta zona del monte Moon no tenía socavones causados por meteoritos como los había en la Ruta 3, de lo que se deducía que solo la parte oeste de la montaña era la afectada por las piedras del espacio.
Para animar un poco el camino, Ryku le contó a Dylan que había hablado de él a sus padres. Cuando escuchó lo que pensaban de él, Dylan se sonrojó. Dejó caer la opción de visitar su pueblo cuando hubiera transcurrido el evento de la Liga Pokémon como una visita amistosa. Ryku lo consideró una buena idea, pero confiaba en que no se olvidaran de ello hasta entonces.
Otro tema de los que hablaron fue de Misty, la líder del Gimnasio de ciudad Celeste, a la que debería vencer para obtener su siguiente medalla. Le adelantó que Misty usaba un Enlace de tipo Agua, por lo que podría tratarse de un combate de Gimnasio tan difícil como el de Brock por el asunto de la debilidad del suyo. Ryku se molestó por no tener un combate de Gimnasio donde la ventaja la tuviera él o, por lo menos, ninguna de las dos partes. Al menos contaba en que el daño no sería tan efectivo como los ataques de tipo Roca, pero todavía seguía siendo bastante daño. El Pokémon que empleaba Misty era el de un Starmie, lo que equilibraría el combate y solo la debilidad del fuego al agua era la que inclinaba la balanza a favor de la líder de Gimnasio.
Se toparon con dos karatekas que entrenaban en un diminuto espacio no muy lejos del camino principal. Ryku y Dylan presenciaron desde la distancia las técnicas de combate que usaban para derrotar al otro y los consejos que compartían durante las pausas de los duelos. O esa sensación daba. Los dos jóvenes se percataron de que ningún karateka tenía un brazalete Enlace en uno de sus brazos, lo que significaba que no eran entrenadores. Ryku creía que aquellos hombres podrían conocer a Kendo, pero si no poseían un brazalete Enlace, existían pocas posibilidades de que vinieran del Dojo Karate. Pasaron de largo sin molestarlos.
Tras un largo recorrido, divisaron ciudad Celeste a lo lejos y el mar detrás de la ciudad. El terreno relacionado con el monte Moon pasó a ser un río que se ensanchaba cuanto más se acercaba a la ciudad. Ryku estaba emocionado; pronto disputaría su segundo combate de Gimnasio. Y Dylan deseaba, esta vez, ver en directo el combate y no que se lo contaran.
Al entrar en la ciudad, Ryku vio las grandes diferencias que había entre las ciudades de interior de las costeras. Ciudad Celeste era más pequeña que las otras que había visitado, pero aún superaba por bastante a su pueblo. Tenía más zonas verdes que ciudad Verde y ciudad Plateada juntas, con más parques y menos edificios altos, a excepción de algunos como el centro Técnico o el centro Pokémon. El río que habían visto antes pasaba en dirección norte.
Ryku buscó un mapa de la ciudad y localizó el Gimnasio en el centro de esta. De paso miró si había algo interesante con el que hacer turismo y pasar el resto del día antes de seguir viajando. No vio nada de interés más que un punto al noroeste de la ciudad que en la leyenda del mapa decía que se hallaba la cueva Celeste.
—¿Por qué tiene tanto interés una cueva? —preguntó Ryku.
—¿No lo sabes? —dijo Dylan como si le hubiera sorprendido la ignorancia de su amigo. Ryku negó con la cabeza—. La cueva Celeste es una de las zonas de todo Kanto donde los Pokémon salvajes son todo un reto para los entrenadores. Es tan peligroso entrar ahí que solo tienen acceso el Alto Mando y aquellos que tengan el título de Campeón. Se dice que allí es donde se fortalecen para la próxima Liga Pokémon.
—Ahora me pica la curiosidad por saber qué Pokémon viven ahí.
—Pues quítatela de encima. No estaremos a la altura hasta que seamos Campeones. Y ni con esas entro yo en esa cueva.
—¿Por qué?
—Porque los Pokémon salvajes no son legales y podrían atacar en hordas. ¿Con ese poder que se rumorea que tienen? O exageran o tienen que entrar juntos cuatro Campeones. Y usar repelentes no tiene sentido.
—Ya veo. Bueno, vayamos al Gimnasio. Quiero desafiar cuanto antes a Misty.
El Gimnasio de ciudad Celeste no fue nada complicado de encontrar. Incluso si no hubieran mirado el mapa, habrían dado con él de lo mucho que captaba las miradas de lo que paseaban cerca. Ryku sospechó si todos los Gimnasios de Kanto debían ser llamativos de algún modo porque resultaba imposible ignorar el enorme Dewgong sobre la entrada principal del Gimnasio. El edificio era circular en toda su estructura, un domo. La cúpula estaba decorada, además de con el Dewgong, con unas olas que la rodeaban de principio a fin y unas gruesas líneas rosa y amarillo que se asemejaba a la carpa de un circo. En la entrada vieron a una mujer de cabello rubio y largo y ojos marrones que vestía una especie de bañador rojo y una toalla azul claro.
—Oh, oh —dijo Dylan al ver a la mujer—. Esto no me gusta.
—¿Por qué? —preguntó Ryku.
—Ahora lo entenderás.
Cuando Ryku y Dylan se acercaron lo suficiente al domo, la mujer del bañador rojo les hizo un gesto de detenerse.
—Quietos ahí, entrenadores —les ordenó. Los dos jóvenes obedecieron.
—¿Qué ocurre, Daisy? ¿Algún problema en el Gimnasio? —preguntó Dylan.
Ryku y la mujer se sorprendieron ante las palabras de Dylan. Ambos por la misma razón.
—¿Cómo sabes mi nombre? —inquirió Daisy—. Espera, no me lo digas. Ya me acuerdo de ti. Eres… Dylan, ¿no? El entrenador del Enlace del Blastoise.
—El mismo.
—Ya ha pasado un tiempo desde la vez que luchaste en este Gimnasio. Dime, ¿qué te trae aquí?
—Acompaño a mi amigo Ryku, aquí presente. —Ryku saludó a Daisy con la mano—. Quiere desafiar a Misty y hacerse con la medalla del Gimnasio.
—Pues me temo que tengo malas noticias para ti, Ryku. En estos precisos instantes el Gimnasio entero no está disponible.
—Sospechaba de ello al verte frente a la puerta, Daisy —dijo Dylan—. ¿Qué ha pasado?
—Nada fuera de lo común. Un combate que se ha ido de las manos y ha dejado el campo de batalla prácticamente seco.
Dylan abrió los ojos, impactado.
—¿Seco? ¿Es siquiera eso posible? —Ryku no se sorprendió porque no sabía de lo que hablaban, Dylan lo introdujo en la conversación—. El campo de batalla de este Gimnasio es una piscina. Una muy grande en la que se necesita muchísima agua para llenarla. Por eso impresiona que se haya secado casi del todo.
—Estamos rellenando la piscina ahora mismo. Misty y las demás están en ello mientras yo aviso a los entrenadores que busquen pelear contra Misty de que no pueden combatir ahora mismo.
—¿Significa eso que hasta mañana Ryku no podrá combatir?
—No tardamos tanto en rellenar una piscina —replicó Daisy—, aunque quizá hasta la tarde como mínimo no abriremos de nuevo el Gimnasio. Lo siento.
—Bueno, toca esperar otra vez. Volveremos más tarde. Adiós, Daisy.
—Hasta luego Dylan. —Ryku y Dylan se dispusieron a marcharse, pero de repente Daisy los detuvo—. ¿Me podéis decir qué hora es?
Ryku miró el reloj de su brazalete.
—Las once y cuarto.
—Gracias. Recordaré esa hora para reservaros un lugar cuando el Gimnasio vuelva a estar operativo y así otros entrenadores no os quiten el puesto. Pero solo dispondréis de un día entero de reserva, ¿entendido?
—Perfectamente. Gracias, Daisy.
Ryku y Dylan volvieron a pasear por las calles de la ciudad. Se dirigieron al albergue para alquilar sus habitaciones y después pensaron en lo que harían hasta que el Gimnasio volviera a funcionar.
—Ciudad Celeste no es muy turística —reveló Dylan—. Lo más relevante que tiene es la tienda de bicis y su carísima bicicleta valorada en un millón de pokéyenes.
—¿Un millón? —repitió Ryku con la boca abierta—. ¿Pero de qué está hecha esa bicicleta? ¿De oro y diamantes?
—Ni siquiera eso. Es una bicicleta normal y corriente. No tiene nada que le justifique ese precio.
—Pues el vendedor debe haberse arruinado hace mucho, ¿no?
—Eso es lo más increíble de todo, que su tienda sigue en pie. Intento no pensar mucho en ello o me estalla la cabeza de lo ilógico que suena.
—¿Y no hay algo o algún lugar con lo que pasar el rato? No vamos a estar horas sin hacer nada.
Dylan pensó unos momentos.
—¿Qué te parece ir a la playa? Las Rutas 24 y 25 llevan a las costas y no nos aleja mucho de la ciudad. Es lo mejor que se me ocurre.
—Preferible antes que nada.
Ryku y Dylan se dirigieron al norte de la ciudad y salieron a campo abierto. Siguieron el río hasta dar con un puente que les permitiera cruzar al otro lado y no tardaron en encontrar uno que destacaba por su madera clara. Nada más cruzar al otro lado, un desconocido los llamó de una forma imposible de desoír.
—¡Alto ahí! —ordenó. Ryku y Dylan se detuvieron, más por ver quién les mandaba que por obedecerle. La sorpresa que se llevaron no fue pequeña.
El que les gritó iba acompañado por otras cinco personas: dos chicas, un joven, un cazador de bichos y un colegial. El de la voz portentosa vestía el mismo uniforme verde que aquel chico que salió malhumorado del Gimnasio de ciudad Plateada. Dylan miró curioso a todo el grupo y se le escapó una corta risotada.
—¿Seis entrenadores contra dos? ¿No es un poco injusto?
—Así que ya sabíais que os queríamos desafiar —dijo el chico del traje verde—. Pero te equivocas en que atacaremos los seis a la vez. No actuamos como los Pokémon salvajes.
—No comprendo por qué los seis deseáis combatir contra nosotros —dijo Ryku.
Los entrenadores intercambiaron unas miradas de extrañeza.
—¿No habéis oído hablar nunca de los Seis del Puente Pepita? —preguntó una de las chicas.
Ryku negó con la cabeza y Dylan añadió que jamás había pasado por esta ruta para saberlo.
—Es raro que no hayáis oído hablar de nosotros. Los entrenadores cambiamos cada cierto tiempo, pero la historia existe desde hace muchos años —comentó el colegial.
—No tenemos ni la más mínima idea de qué historia hablas. Si nos lo aclaras...
El chico del uniforme verde relató:
—Desde hace bastante tiempo, este puente ha sido un lugar donde los entrenadores han peleado contra los Seis con tal de recibir una recompensa que solo se entregaba si eran derrotados: una pepita de oro. Antaño las pepitas servían para que los entrenadores que habían empezado su viaje ganaran un buen dinero y no se quedaran sin nada a los pocos días de empezar su viaje. Y siempre hemos ofrecido el desafío a quien cruzara el puente. Siempre y cuando fuera un entrenador, claro.
—Incluso se popularizó tanto entre los entrenadores novatos que el puente se nombró Puente Pepita en su honor —añadió el colegial.
—Espera un segundo —intervino Dylan—, las pepitas solo se pueden vender por dinero real y eso entraría en la ilegalidad con la ley de las Monedas de Combate porque está prohibido que un entrenador entregue dinero real a otro por ganar un combate.
—Por eso nos adaptamos a los nuevos estándares y conservar la leyenda de los Seis —agregó el joven.
—¿Y qué recompensa dais por derrotaros ahora? —pregunto con curiosidad Ryku.
—Monedas de Combate, lo único que está permitido dar a otros entrenadores. Pero para que fuera una recompensa digna de aceptar el reto, dábamos el doble de Monedas de Combate de las obtenidas por vencernos. Generalmente, hablamos de una cantidad de cuatro mil Monedas de Combate por ganar a los Seis.
—Eso son muchas monedas —comentó Dylan—. ¿Os podéis permitir perder esa cantidad si os derrotan?
—Intentamos mantener la situación equilibrada. Antes, el entrenador podía ir al centro Pokémon, curar a su equipo y volver. Ahora, la condición es que los combates han de ser seguidos. Es lo justo porque, a menos que estén afectados por algún estado, los Enlaces se curan con el tiempo si no entran en el reinicio de una hora.
—Tiene sentido —corroboró Dylan—. Entonces, si aceptamos el desafío, iremos peleando contra cada uno de vosotros y al ganaros nos llevamos la recompensa de cuatro mil Monedas de Combate.
—Me temo que hay una condición extra en vuestro caso —repuso el chico del uniforme—. Tenéis dos opciones: que uno combata contra los Seis y el otro espere su turno o pelear a la vez contra todos, lo que os dará tres combates a cada uno. Con la primera opción, la recompensa es íntegra para cada uno, pero si escogéis la segunda opción, entonces la recompensa se divide entre los dos. Vosotros decidís. ¿Aceptáis el desafío o lo rechazáis?
Ryku y Dylan discutieron en voz baja sobre la opción más óptima. Ryku deseaba el dinero y aumentar su economía de entrenador hasta el punto en el que no necesitara ganar más. Dylan, como ya había alcanzado ese punto, solo le interesaba un buen combate con el que entretenerse y practicar su estilo de lucha. Los Seis les aclararon que la victoria se obtenía activando la Prioridad Humana y metiendo el Enlace en el modo reinicio. Esperar una hora no era agradable, y en eso sí estaban de acuerdo Ryku y Dylan. Al final decidieron la segunda opción. Dos mil Monedas de Combate seguía siendo bastante dinero y era un poco más de lo que obtuvo al vencer a Brock.
Los Seis aceptaron la decisión de los dos jóvenes y les ofrecieron la oportunidad de elegir a sus respectivos rivales. Ryku y Dylan se jugaron quién escogería primero. Ganó Ryku y se lo pensó bien antes de elegir al azar. Se decantó por el cazador de bichos, una de las chicas y el chico del uniforme verde. Dylan se quedó con el colegial, la otra chica, y el joven.
—Recordad las reglas: un combate a la vez con un descanso opcional de cinco minutos con el siguiente y se declara al ganador cuando uno de los dos entrenadores tiene su Enlace en modo reinicio. No cuentan rendiciones por parte de los Seis —explicó el chico del uniforme—. Nos mantendremos alejados unos de otros para no interferir en los combates, ¿entendido?
Todos asintieron y se separaron en grupos de cuatro. Cada grupo se apartó del otro hasta que no pudieran escuchar a los miembros del otro grupo. Entonces el chico del uniforme verde vio bien el lugar y comunicó que aquí se harían los combates. Ryku debía seleccionar ahora el orden de los enfrentamientos. No se lo pensó mucho y escogió al cazador de bichos como primer contrincante, la chica como segundo y el del uniforme verde como último rival. Los tres rivales asintieron y la chica y el chico del uniforme verde se alejaron a una distancia segura.
—¿Preparados? —anunció el chico del uniforme. Los entrenadores asintieron—. El combate comienza… ¡Ya!
Ryku y el cazador de bichos activaron sus Enlaces casi a la vez y mostraron los Pokémon con los que lo habían realizado. Ryku enseñó sus alas y su cola con la punta en llamas de su Charizard mientras que el cazador de bichos encogió un poco su tamaño y sacó las alas blancas y negras de un Butterfree. Ryku se alegró de haber elegido bien. En este combate poseía ventaja de tipo, pero no confiaba en obtener una rápida victoria, pues cualquier entrenador puede sorprender al otro hasta con el Enlace más simple.
La pelea se transportó al cielo como si estuvieran obligados a volar por alguna regla entre entrenadores con Enlaces de Pokémon que poseyeran esa habilidad. Cuando alcanzaron una altura aceptable, tanto Ryku como el cazador de bichos atacaron al unísono. Ryku lanzó su potente lanzallamas y el Butterfree lo esquivó con uno de sus movimientos y no alejándose del trayecto de las llamas. Ryku vio cómo su torrente de fuego adoptaba formas imposibles y continuaba su camino en el cielo donde las llamas se apagaron. Hubiera sido impresionante si no supiera que los Butterfree tenían poderes psíquicos. Eso convertía a un simple Pokémon mariposa en un rival peligroso.
El cazador de bichos contraatacó y desapareció de la vista de Ryku. El Charizard abrió los ojos y miró a su alrededor ante la inesperada pérdida de vista de su enemigo. No reconoció el movimiento que había empleado, pero no importó cuando se volteó y recibió un impacto directo de un rayo psíquico. Ryku retrocedió, pero se mantuvo en el aire sin mayores problemas que un dolor agudo en la espalda. «Solo es fuerte por su lado psíquico. A la que le acierte con un ataque de fuego, habré ganado».
El Butterfree disparó otro rayo psíquico a Ryku que él evadió con facilidad. Sin embargo, el cazador de bichos redirigió el rayo con el mismo movimiento que desvió el lanzallamas de Ryku y volvió a impactar en el Charizard. Esta vez, Ryku soltó un corto alarido y descendió unos cuantos metros. Se recuperó como pudo y ganó la altura que había perdido. Ryku miró al Butterfree con ojos asesinos. Veía injusto que, por mucho que se moviera en el aire, los movimientos de la mariposa harían que sus ataques siempre acertaran. Con solo haber recibido dos rayos psíquicos, ya estaba harto de él. Ryku tomó una decisión: si sus ataques a distancia acababan dispersos por el espacio, los ataques cuerpo a cuerpo no los podría esquivar. Por desgracia, debía asegurarse de que le daría porque si reaccionaba a tiempo y desaparecía con aquel movimiento desvanecedor, sería incapaz de atinar un golpe.
El cazador de bichos se dispuso a repetir la misma táctica de controlar su rayo psíquico y lo disparó a gran velocidad hacia Ryku. El Charizard ya sabía que esquivarlo sería inútil, así que hizo lo que mejor se le daba en casos de desventaja: todo o nada. Cargó en su boca una enorme cantidad de fuego que provocó que le saliera humo de la boca y la nariz y proyectó un lanzallamas mucho más potente que el primero. Este lanzallamas engulló el Psicorrayo del Butterfree y el rayo provocó que las llamas cubrieran más terreno y obligaran al cazador de bichos a olvidarse de desviar el ataque y se transportó a un lugar seguro.
Al extinguirse las llamas, el cazador de bichos suspiró aliviado. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que el Charizard había desaparecido. No entendió lo que estaba ocurriendo; los Charizard no podían usar el movimiento Teletransporte. Entonces, ¿dónde estaba? La respuesta llegó cuando alguien le agarró una de las patas y le estampó un puño cargado de energía en el cuerpo. El cazador de bichos voló directo e inevitablemente hasta el suelo. Antes de que chocara contra la tierra, Ryku se aseguró la victoria con un torrente de llamas. Cuando impactó con el suelo, el Butterfree regresó a su forma humana.
—Gana el Charizard —sentenció el chico del uniforme verde.
Ryku volvió a su verdadera forma y socorrió al cazador de bichos, aunque este no necesitó ayuda y lo demostró con un gesto de estar bien. Aun así, Ryku insistió y el cazador de bichos lo agradeció. Entonces se retiró y dio paso a su siguiente rival.
—¿Quieres un descanso o crees que puedes continuar sin él? —preguntó el chico del uniforme a Ryku.
—Descanso, por favor.
Como se había especificado en la norma, Ryku reposó cinco minutos que se alargaron un par más por no haber mirado el reloj. Ahora era el turno de la chica. Ryku y ella se fueron a sus posiciones y esperaron a la señal del chico del uniforme para empezar el combate. Un grito tras una cuenta regresiva fue la señal del inicio de la pelea.
Ryku ya no impresionaba con su Enlace de fuego y solo importaba el Enlace con el que se enfrentaría ahora. La chica también encogió su cuerpo y Ryku reconoció la forma que adoptaba antes de que el brillo desapareciera. Un Pidgeot era el Pokémon del Enlace de la chica. «Otro combate aéreo, espero que el último no sea igual», pensó Ryku. La chica y él alzaron el vuelo y se quedaron a una altura similar a la batalla del cazador de bichos.
Ryku pensó en el set de movimientos que tendría la chica. Gracias a su amigo Horti, que poseía el mismo tipo de Enlace, sabía que los Pidgeot eran rápidos y muy fuertes. Por suerte, sus mejores movimientos requerían de contacto físico, terreno donde Ryku podía descargar con todos sus movimientos sin problemas. Si la chica necesitaba aproximarse a él para hacer daño, sería un combate equilibrado.
La chica fue la primera en atacar batiendo sus alas con mucha fuerza y velocidad, lo que empezó a agitar mucho el aire hasta convertirlo en intensas ráfagas de viento. Ryku recibió el viento como si de una tormenta se tratase y le exigió centrarse en mantenerse en el sitio. Aquello produjo que fuera incapaz de atacar y la chica aprovechara la ocasión para causarle un ataque rápido mezclado con la potencia del viento. Ryku se desestabilizó al momento y consiguió zafarse del viento a cambio de recibir un golpe en el costado.
Ryku comprendió el estilo de combate de la chica. La velocidad era una de las mejores características de un Pidgeot y al combinarla con ataques veloces que, aunque fueran flojos, provocaban un daño duplicado. La chica se beneficiaría de esas dos ventajas para ganar y Ryku solo podía tener buenos reflejos con la finalidad de esquivar los ataques de la chica o igualarla con las mismas técnicas.
Eligió la segunda opción.
Ryku voló hacia la chica, la cual optó por escaparse y cuidar las distancias con el Charizard hasta que estuviera más débil. La chica se impresionó al comprobar la velocidad de Ryku, casi igual a la suya, y ni siquiera las piruetas que realizaba para perderle lograban que Ryku continuara pisándole la cola. Al final la chica se rindió e hizo brillar sus alas para asestar un aletazo a Ryku que no se lo esperó y lo recibió como si le hubieran dado un guantazo. La chica repitió el mismo movimiento, pero entonces Ryku ya se había preparado y contraatacó con el mismo movimiento. El chocar de las alas produjo una onda que los entrenadores de abajo sintieron como una débil brisa. La chica salió muy mal parada con esa colisión, pues Ryku había atacado con más potencia que ella y le dejó el ala muy mal parada. Podía seguir volando y usando las alas para otros ataques que las demandasen, pero debía olvidarse de emplearlas para otro ataque de ese estilo.
Ryku y la chica se separaron tras el impacto de las alas y se miraron mientras pensaban en su próximo movimiento. Ryku buscó la manera de acercarse y asestarle una Cuchillada o dispararle su lanzallamas a una distancia a la que no le diera tiempo a esquivar. El impacto de los dos ataques ala había afectado a ambos por igual, aunque Ryku no sabía el dolor que sufría la chica en esos momentos, y en todo el rato que llevaban peleando, ninguno de los dos se había quitado mucha vida.
La chica deseó terminar el combate, ya fuera con una victoria o una derrota. No le importó. El malestar del ala era constante y, a pesar de que a los ojos de otro no se notara, ella sentía el dolor como un zumbido molesto a pocos centímetros de la ojera que no podía callar. Se cansó de esperar que Ryku atacara y fue ella quien tomó la iniciativa con el primer golpe que logró acertar.
La chica dirigió el viento hacia Ryku e hizo que abarcara más terreno para que fuera capaz de dar más de dos golpes sin que el Charizard se separara de las ráfagas. Justo antes de que lo arremetiera el viento, Ryku se acercó a una distancia que creyó adecuada y soltó su lanzallamas directo a la chica. Viento y fuego chocaron y apreció que el viento ganaba el duelo, pero a los pocos segundos el fuego redirigió el aire hacia arriba al calentarse. No se notó al principio y luego actuó como una erupción volcánica. Ryku dejó de expulsar fuego y la chica de provocar corrientes de aire, pero fue demasiado tarde; habían creado una fuente de fuego. La gravedad hizo su función y llovieron pequeñas bolas de fuego que dañaron tanto al Pidgeot como al Charizard. Ryku soportó mejor la lluvia de fuego gracias a ser del mismo tipo que el ataque y la chica cayó tras haber recibido varios golpes de mal aspecto en su cuerpo. Poco después la fuente desapareció. Ryku aterrizó y comprobó que la chica había vuelto a su forma humana. Ella seguía siendo un Pidgeot. Ryku se sorprendió de que hubiera sobrevivido un ataque combinado que hasta él había sufrido daños siendo de tipo fuego. A pesar de ello, la chica mostraba claros indicios de no poder combatir más: tenía el plumaje quemado, pero no con el efecto activo, y una de sus alas estaba más caída que la otra.
—Deberías rendirte. No puedes combatir más —le recomendó Ryku.
—¿Olvidas las reglas? Si no me derrotas, no recibirás la recompensa —le recordó la chica—. Vamos, lo tienes fácil. Estoy a un golpe de regresar a mi forma humana. Me harás un favor y todo.
A Ryku no le gustó vencer de esa manera, pero no había otra opción. Sus garras brillaron y dio una Cuchillada a la chica, que terminó rodeada por la luz de la Prioridad Humana y regresó a su aspecto original. La chica dejó de comportarse como si sufriera y con estirar un poco las extremidades ya estaba como nueva.
—Gracias —dijo con una sonrisa.
Ryku regresó a su forma humana.
—Me has hecho sentir fatal —confesó.
—¿En serio? Perdona, no era mi intención. Llevaba un rato molesta por el dolor del ala y encima se incluyó una lluvia de fuego. Aunque lo hubiera intentado, no hubiera podido atacarte. Dependo mucho de ambas alas.
—Este ha sido el combate más amargo que he tenido.
—Siempre hay una primera vez para todo. —La chica irradiaba felicidad y procuraba que Ryku siguiera los combates con normalidad—. Vamos, un combate más y habrás ganado. No pienses más en este y céntrate en el próximo.
Ryku asintió, imbuido por los ánimos de la chica. Se reunieron con el cazador de bichos y el chico del uniforme verde y este declaró vencedor a Ryku y le volvió a preguntar sobre el descanso. Ryku aceptó los cinco minutos de nuevo, más por terminar de asimilar el mal sabor de boca del último combate que descansar en sí. Después, el chico del uniforme llamó a Ryku y le dijo que su combate estaba a punto de comenzar. Ryku se levantó y lo siguió al campo de batalla. Cuando se colocaron cara a cara, el chico comentó:
—Este es el último combate por tu parte. Si me ganas, tendrás tu recompensa. ¿Estás listo? El combate empieza… ¡Ahora!
Ryku y el chico activaron sus Enlaces. Ryku asimiló su forma de Charizard y esperó a ver en qué Pokémon se convertiría el chico. Una vez más, el Pokémon enemigo era más pequeño en comparación con la altura del Charizard, incluso un poco más que el Butterfree del cazador de bichos. Al final la silueta del chico dejó de brillar y enseñó la forma de un Primeape con sus destacables grilletes negros y el morro de cerdo. Ryku confiaba en que no fuera tan agresivo como los salvajes.
El Primeape realizó el primer movimiento y corrió hacia Ryku, saltó a mitad de camino y cayó con uno de sus pies brillando de energía. Ryku esquivó el ataque alzando el vuelo un par de metros y observó el destrozo que había provocado la patada del chico. La tierra se había quebrado y levantado una buena cantidad de polvo. Esto último sirvió de escondite para el Primeape el cual no había terminado su asalto con el pisotón y saltó de nuevo y alcanzó a Ryku al que agarró y lanzó contra la tierra con una fuerza muy superior a la esperada. Ryku se estampó y rompió el suelo y levantó más polvo. Se recuperó del golpe y reaccionó a un nuevo ataque del chico.
A Ryku le invadió la ira tras haber recibido dos ataques seguidos sin posibilidad de contraatacar en ningún momento y en cuanto el Primeape se le acercó, usó su ataque ala para clavarle una de sus alas brillantes en el morro del Primeape y alejarlo de él con un impulso que lo mandó por los aires varios metros de distancia.
Incluso con ese movimiento tan efectivo contra su tipo, el Primeape ignoró el dolor y retomó su ofensiva sin mayores repercusiones y asestó varios puñetazos al Charizard. Ryku se protegió con sus brazos y consiguió mitigar el daño al mínimo. Cuando el Primeape terminó su ofensiva, llegó el turno de Ryku que evitó que el chico se alejara de él y enganchó su pata derecha con uno de sus brazos, lo acercó a él y le metió su movimiento Megapuño en la cara que volvió a lanzar al mono a varios metros de distancia. Y como su rival, Ryku no terminó su ofensiva y lo persiguió a más velocidad hasta adelantarlo. Lo logró con un pequeño margen de diferencia que usó para golpearle de nuevo con una de sus alas brillando y sentenciar el combate con un lanzallamas. El triple combo de ataques bastó para activar la Prioridad Humana del brazalete Enlace del chico y devolverlo a su estado original. Su rival se quedó un instante tirado en el suelo.
—Gana el Charizard —dijo luego de levantarse—. Enhorabuena, has vencido a tus tres rivales. Tu parte del premio está asegurada.
Ryku desactivó su Enlace y volvió a su forma original.
—Gracias.
Los compañeros del chico se reunieron con ellos.
—Vamos a ver cómo van los combates de tu amigo si no han terminado ya.
Los cuatro fueron junto al grupo de Dylan y por el camino vieron como un torrente de agua mandaba por los aires un Sandslash y dejaba que la gravedad causara el daño adicional. Cuando se unieron a los dos miembros que o bien esperaban o ya habían sido derrotados, uno de ellos comentó:
—Qué suerte ha tenido. En la mayoría de combates poseía la ventaja de tipo.
—Me atrevería a decir que ganaría, aunque tuviera desventaja de tipo. Ese entrenador no es un novato, se nota que ya ha combatido muchas veces.
—Ruth, Gorka, ¿cómo han ido vuestros combates? —preguntó el chico del uniforme. Ruth y Gorka no sabían que el grupo de Ryku estaba detrás de ellos y se sobresaltaron.
—¡Qué susto, Eze! Ni se te ocurra repetirlo —se quejó Ruth.
—Perdona, pero en cuanto a mi pregunta…
—Hemos perdido —respondió Gorka—. Ese entrenador es demasiado fuerte para nosotros. Y creo que Tino está a punto de perder también. ¿Qué tal han ido vuestros combates?
—Los tres hemos perdido nuestros combates. El amigo de vuestro rival ya tiene asegurada su recompensa.
Un ruido de algo impactando contra el suelo llamó la atención de todos. Tino, en su forma de Sandslash, brilló por completo y después volvió a ser el joven de siempre.
—Sí, tres a cero. Gana nuestro rival —decretó Ruth.
Dylan ayudó a Tino a levantarse del suelo y ambos fueron con los demás.
—¿Qué, Ryku? ¿Ganaste a tus contrincantes? —preguntó Dylan. Ryku le hizo un gesto con el pulgar hacia arriba que le sirvió como respuesta—. Sabía que tú también lo conseguirías. Nos hemos ganado esa recompensa.
—Dadnos un momento, por favor —pidió el chico del uniforme.
Los Seis se reunieron y formaron un círculo entre ellos. Ryku y Dylan se mantuvieron al margen de lo que estaban haciendo. Un minuto después, el chico les dio dos discos, uno para cada uno, iguales a las Máquinas Técnicas.
—Insertad los discos en vuestros lectores de MT y aceptad —dijo el chico del uniforme.
Ryku obedeció y nada más introducir el disco en su brazalete, le emergió una ventana en la que se leía que el disco intentaba realizar una acción con la cartera de entrenador y si daba permiso de continuar. Ryku aceptó y en la ventana apareció una barra que se completó en escasos segundos y debajo de la barra salió una frase que decía que había recibido dos mil Monedas de Combate acumuladas entre tres entrenadores y le felicitaba por una victoria. Al cerrar la ventana, automáticamente el lector expulsó el disco y Ryku terminó de extraerlo.
—Curiosa forma de entregar el premio —comentó Ryku.
—Es un método sencillo y eficaz —respondió el chico—. Un disco que vamos pasando entre los miembros de los Seis para traspasar el dinero de la derrota y acumularla con los demás. Este disco nos da la oportunidad de pasar las monedas como si nos hubieran derrotado dos veces seguidas, lo que al acabar de recolectar las Monedas de Combate obtenemos el doble de la acumulación estándar.
—¿Esos discos son legales?
—Solo para los que son miembros de los Seis del Puente Pepita. El disco nos lo diseñaron especialmente para ello y se aseguraron de que solo funcionase con las identificaciones de los actuales miembros de los Seis. Si no formas parte del grupo, este disco es más bien basura.
—Interesante cuanto menos.
—Bueno, ya hemos terminado con vosotros. Si algún día queréis repetir el desafío de manera individual, ya sabéis dónde encontrarnos.
—Lo tendremos en cuenta. Gracias por todo.
Ryku y Dylan se despidieron de los Seis y algunos de ellos volvieron al Puente Pepita mientras el resto iba al centro Técnico de la ciudad a reiniciar sus Enlaces. Con caminar un poco más, Dylan anunció que habían dejado atrás la Ruta 24 y solo les quedaba la 25 antes de llegar a la playa.
Chapter 9: El Creador de la tecnología Enlace
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La Ruta 25 era más larga, tortuosa y llena de hierba por el camino que la Ruta 24. Al menos la hierba no permitía a los Pokémon salvajes atacar por sorpresa. La mayoría de Pokémon que se veían eran los típicos Pidgey y Spearow que volaban por los alrededores y descansaban en las ramas de algún árbol solitario. Más adelante los árboles solitarios comenzaron a juntarse y crearon una pequeña arboleda. A Ryku le preocupó que fuera como el bosque Verde, pero desapareció en cuanto descubrió que los árboles estaban separados entre ellos y sus copas no eran tan densas. Se agradecía una zona tranquila por la que pasear y apoyarse en los troncos de los árboles.
Los dos jóvenes se metieron en la arboleda y siguieron el camino pautado formado por espacios más largos entre los árboles. No era necesario ir por allí, pero era el camino más seguro para no toparse con algo indeseado y, esta vez, no se trataba de Pokémon salvajes, sino de combates entre entrenadores. Ryku y Dylan habían oído cortes en los troncos de los árboles, gritos de Pokémon peleando y visto un duelo entre un Arbok y un Pidgeot. Salieron de la arboleda en pocos minutos y divisaron el mar a lo lejos.
—Ah, el mar. No lo había visto desde esta ruta —comentó Dylan—. ¿Habías visto antes el mar, Ryku?
—Por supuesto —respondió Ryku—. Al sur de pueblo Paleta hay una playa que da a una ruta marítima. Creo que es la 21. Siempre que hace calor mis padres y yo pasamos el día allí. Incluso era un buen lugar donde entrenar con mi Pokémon, aunque debía ir con cuidado por el tema de las debilidades.
—Curioso. Me imaginaba que pueblo Paleta era más montañoso o boscoso que costero.
—No eres el único. Mi padre dice que el pueblo es ambas cosas, pero que la distancia entre el mar y las casas hace que se olvide que es un lugar costero. Tú pareces que no has visto muchas veces el mar.
—Confieso que solo lo he visto un par de veces más si contar esta. Una cuando estuve en ciudad Carmín y otra en ciudad Fucsia, donde cogí la ruta marítima que llevaba a isla Canela. Supongo que es lo que tiene venir de una de las ciudades menos costeras de Kanto y entrenar a mi Pokémon en lagos y ríos.
Ryku y Dylan anduvieron hacia el mar y no tardaron en notar el olor a sal. Se toparon con una pendiente que finalizaba en las diminutas dunas de arena de la playa. Antes de pisar, Ryku se quitó el calzado para no llenárselo de arena al pasear y Dylan hizo lo mismo. Luego los dos bajaron la pendiente y se pusieron a andar por la costa. Había más entrenadores que realizaban el mismo plan que ellos y también combatían en la arena. Ryku hubiera retado a alguien aquí si no hubiera perdido las ganas tras los encuentros con los Seis del Puente Pepita. Quería reservar las pocas intenciones que le quedaban por combatir en el combate contra Misty.
La playa era extensa y Ryku y Dylan tardaron alrededor de un cuarto de hora en recorrerla de un extremo a otro. Cuando llegaron al final, Dylan señaló algo que vio encima de un acantilado a las orillas del mar. Una casa del mar.
—¿Sabes quién vive allí? —preguntó Dylan. Ryku negó con la cabeza—. Si lo que se dice es cierto, ese el cabo Celeste y la casa pertenece a Bill, el famoso investigador Pokémon.
—¿El mismísimo creador del sistema de Almacenamiento de Pokémon y desarrollador principal de la tecnología Enlace?
—El mismo. ¿Nos pasamos a saludar? Tal vez esté allí si no está trabajando en algún nuevo invento de los suyos.
—Ya que estamos, ¿por qué no? Solo espero que no le molestemos.
Ryku y Dylan subieron la pendiente y volvieron a pisar la tierra y la hierba. Se calzaron después de sacudirse la arena que les quedó en las plantas de los pies y caminaron hacia la casa. A medida que se aproximaban, captaron más detalles del edificio. Tenía dos plantas, un techo verde con una chimenea y unas paredes blancas decoradas con tablones de madera de color beige. Había un jardín vallado con algún que otro árbol y dos estanques a los lados. Ryku se acercó al buzón que había al otro lado de la valla y leyó «Casa del mar de Bill, inventor Pokémon». Se emocionó de estar frente al hogar del hombre que cambió por completo los combates Pokémon. Los nervios le hicieron dudar de si debería llamar a la puerta por si Bill estaba ocupado con alguno de sus inventos, pero eso también le atraía y terminó por tocar el timbre.
Nadie respondió.
Ryku llamó de nuevo por si no se había oído sin éxito.
—Parece que no está en casa —dijo Ryku un tanto decepcionado.
Dylan no creyó que Bill no estuviera. Todo inventor a duras penas salía de su casa si tenía una idea que desarrollar, eso decía su padre. Bill era un gran inventor y estaba convencido de que se hallaba dentro de la casa, solo que debía estar concentrado en alguna tarea. Rodeó la valla en busca de algún indicio de que demostrara su teoría y se topó con algo inusual.
—¡Ryku! Ven, tienes que ver esto.
Ryku siguió la voz de Dylan y le condujo a un lateral de la casa. Cuando se reunió con su amigo, le señaló el suelo y luego una de las ventanas. La ventana estaba rota y en el suelo había una lámpara destrozada.
—Alguien ha debido tirar la lámpara por esa ventana —dedujo Dylan—. ¿Por qué?
—¿Crees que Bill está en peligro?
—Quién sabe. Tal vez a Bill le haya fallado alguno de sus experimentos y no esté dispuesto para pedir ayuda. Incluso con la de entrenadores que hay cerca, deberían estar muy pegados a la casa con tal de ver esto. Deberíamos llamar a la policía y…
—¡Dylan, mira! ¡Hay alguien en la ventana!
Dylan y Ryku centraron su vista en quien les estuviera mirando por la ventana. Costaba distinguirlo por la luz del sol que se reflejaba en el cristal, pero lograron distinguir una mano que les hacía señas en dirección a la puerta. Los jóvenes intercambiaron una mirada confusa. ¿El desconocido les estaba diciendo que entraran en la casa? Por el momento le siguieron la corriente y se dirigieron a la puerta.
—Vayamos con cuidado, Ryku, por si acaso —advirtió Dylan.
Ryku asintió. La puerta de hierro se abrió y antes de llegar a la de la casa, volvieron a ver la mano que les señalaba la puerta. Fuera quien fuera, insistía mucho en que los dos entraran. Ryku empujó la puerta con fuerza y esta cedió sin problemas. La puerta estaba abierta desde el principio. Entraron con las manos en sus brazaletes para activar sus Enlaces cuanto antes en caso de una emboscada, y se detuvieron en el vestíbulo. Observaron sus alrededores en busca de algo inhóspito, pero no había nada fuera de lo común.
El vestíbulo era de lo más acogedor, con plantas aquí y allá, cuadros de preciosos paisajes y de Pokémon y unas escaleras en el centro que llevaban al segundo piso. Ryku y Dylan optaron por dividirse para inspeccionar las habitaciones contiguas al vestíbulo, pero un sonido agudo les borró la idea de la cabeza.
Venía del piso superior. Ryku y Dylan miraron las escaleras y escucharon de nuevo el sonido y unos pasos de algo pequeño moviéndose en su dirección. Los jóvenes estaban muy atentos a lo que fuera que hubiera ahí arriba. Ya sospecharon que podía ser un Pokémon salvaje que se había colado en la casa, pero cuando hicieron contacto visual con el supuesto culpable del sonido no se creyeron lo que vieron. Un Clefairy se les acercaba angustiado y bajó las escaleras tan deprisa que tropezó y rodó hasta los pies de los jóvenes. Se recuperó al momento y empezó a dar saltitos y a hablar como si creyera que se le podía entender.
—Guau, tranquilo, pequeño. Cálmate —dijo Dylan interponiendo sus manos para que el Pokémon no se le abalanzara con sus saltos.
—¿Bill tiene un Clefairy de mascota? —preguntó Ryku.
—¿Cómo voy a saber eso? No estoy metido en su vida personal.
El Clefairy dejó de saltar y sacó una mueca de enfado.
—Intenta decirnos algo, está claro.
Dylan se arrodilló y se puso frente al Pokémon.
—¿Qué quieres? —le preguntó—. Puedes indicarnos lo que necesitas con gestos, porque hablando no te vamos a entender.
Al Clefairy le brillaron los ojos y siguió el consejo de Dylan. Extendió su brazo y simuló que pulsaba algo en él con la otra mano. Ryku y Dylan no comprendieron el significado de aquel gesto y se rascaron la cabeza. Les costó tanto que el Clefairy señaló los brazaletes de los jóvenes.
—Ah, claro. Ha dicho algo de los brazaletes —dijo Dylan. El Clefairy se alegró de que hubieran resuelto su acertijo—. Pero ¿por qué un Pokémon salvaje nos habla de ellos? ¿Sabe que Bill es su inventor y pretende decirnos algo sobre él?
El Clefairy se vio contento de la deducción, pero seguían sin entenderlo. Al final decidió tomar el asunto por su cuenta y se abalanzó sobre Dylan. Se aferró al brazalete y se puso a toquetear la pantalla como un bebé con un juguete nuevo. Dylan gritó y zarandeó el brazo para quitárselo, pero el Clefairy estaba bien sujeto y se había asegurado de no caerse en la reacción del humano. Ryku no supo qué hacer hasta que Dylan le suplicó que le quitara al Clefairy de encima. Entonces actuó como pudo y cogió al Pokémon del cuerpo y tiró de él, pero el Pokémon se negó a consciencia a separarse del brazalete. Al final, el Pokémon rosa cedió, no porque Ryku hubiera logrado llevárselo consigo, sino porque el cuerpo de Dylan se había puesto a brillar y a cambiar de forma. El Clefairy había activado su Enlace. Y mientras Dylan iba transformándose en el Blastoise, el Clefairy repitió su acción, esta vez con el brazo de Ryku. Se movió tan rápido que Ryku no tuvo tiempo a reaccionar y consiguió activar su Enlace también.
—¿Así que querías pelear contra los dos? —concluyó Dylan—. Haberlo gesticulado antes. ¡Vamos!
—No, no, ¡No! —chilló el Clefairy—. Ni se os ocurra usar vuestros ataques dentro de la casa. De mi casa.
—¿Por qué has activado nuestros Enlaces, entonces? No usamos estas formas por puro placer.
—Espera un segundo, Dylan. El Clefairy ha dicho que esta es… ¿Su casa?
Dylan se detuvo y pensó en lo que había dicho Ryku. Tenía razón. El Clefairy había referido la casa de Bill como suya.
—Claro que he dicho que es mi casa —corroboró el Clefairy—. Soy un Pokémon… ¡No, espera! Soy Bill. Sí, eso es. Me llamo Bill. Vivo aquí.
Las mentes de Ryku y Dylan estallaron en mil pedazos con la declaración del Pokémon y se comportaron como si hubieran sufrido el efecto de la confusión. Los dos jóvenes compartieron miradas y las intercalaban entre ellos y el supuesto Pokémon hasta que consiguieron disipar sus dudas y comprender, más o menos, la situación.
—Vale, Bill tiene el Enlace activado. Por un segundo creí que el Pokémon tenía la mente de Bill o algo así —dijo Dylan.
—Pero ¿por qué? ¿No hubiera sido más fácil presentarse en forma humana? —preguntó Ryku.
—A eso puedo responder yo —intervino Bill—. Resulta que no puedo regresar a mi forma humana; me es imposible desactivar el Enlace. Por eso intenté por todos los medios a mi disposición contároslo, pero necesitaba que tuvierais vuestros Enlaces activos y os convirtieras Pokémon porque ya sabréis que la comunicación de un entrenador con Enlace activo con otra persona es lo mismo hablarle a una pared.
—Ah, por eso indicabas con gestos los brazaletes. Querías que activáramos los Enlaces para poder hablar contigo.
—Exacto. Pero no se os da nada bien interpretar gestos. Sin ánimo de ofender —dijo Bill.
—Si no te nos hubieras abalanzado como un Pokémon salvaje, lo habríamos deducido tarde o temprano —protestó Dylan.
—Esto, yo… No me había dado cuenta de ese detalle. Lo siento.
Dylan se jactó de su victoria elevando la barbilla.
—Bill, ¿te importaría explicarnos qué te ocurrió para que seas incapaz de desactivar tu Enlace? —preguntó Ryku ignorando la demostración de superioridad de su amigo—. Es lo que menos entiendo de todo esto.
—Verás, estaba en mi laboratorio investigando formas de mejorar y expandir la tecnología Enlace. Sabéis que fui yo quien la inventó, ¿no?
Los dos jóvenes asintieron.
—Vinimos aquí para conocerte en persona y saludarte. He de decir que no es lo que tenía en mente —respondió Dylan.
—Tenemos tiempo de sobra para conocernos, si es lo que queréis. Pero antes quiero resolver este problema que ha provocado mi última investigación. Y veo que os interesa saberlo —añadió al ver las caras de los jóvenes y sus movimientos de cabeza—. Intentaba mejorar la tecnología Enlace para que pudiera tener más de un Enlace en el mismo dispositivo. Empecé por lo mínimo, con dos. Y en una de las pruebas el brazalete se puso a emitir sonidos de error y hubo fallos en el sistema y antes que pudiera quitarme el brazalete, me quedé ciego por un brillo intenso y me desmayé. Cuando desperté, descubrí que me había transformado en el Pokémon que veis ahora mismo. Al principio me asusté, pero recordé que el Enlace de las pruebas era de un Clefairy y pretendí apagarlo para regresar a mi forma humana, pero…
—No pudiste —sentenció la frase Ryku.
Bill asintió.
—No había forma de apagar el Enlace. Probé con otros métodos, desde los tradicionales como dejarme vencer y activar la Prioridad Humana hasta unos trucos especiales para desarrolladores de la tecnología Enlace. Tuve éxito en todo, las medidas de seguridad se activaban cada vez, pero el resultado no acompañaba: seguía siendo un Pokémon. Me enfadé tanto de no lograr mis objetivos que acabé dándole un golpe a la mesa y acabé tirando la lámpara por la ventana. Debía haberlo hecho con mucha fuerza porque también rompí el cristal…
—Eso explica la lámpara rota en el jardín —comentó Dylan.
—Llevo días atrapado en esta forma y los fallos del Enlace hacen que a veces olvide que soy humano. Necesito que me ayudéis, por favor.
—No hace falta que supliques, Bill. Haremos todo lo que podamos, tú solo dinos el qué.
A Bill casi se le saltan las lágrimas, pero se mantuvo firme.
—Vale, en mi laboratorio tengo una máquina, un prototipo de un teletransportador que diseñé hace tiempo. En esa máquina programé una separación celular en los casos en los que el teletransporte no saliera correctamente. Esa opción de la máquina es perfecta para separar el cuerpo Pokémon procedente del Enlace de mi cuerpo humano, y mi última oportunidad de curarme. No podía ejecutarlo antes porque requería de otra persona que monitorizara el proceso desde el ordenador al que está conectado. Seguidme, os llevaré hasta el laboratorio. Ya podéis desactivar vuestros Enlaces, no creo que vaya a hablar más.
—Mantendré mi Enlace por si acaso —dijo Ryku—. Dylan, tú puedes volver a la forma humana.
Cuando Dylan desactivó su Enlace, Bill guio a los dos jóvenes a su laboratorio. Estaba en el segundo piso tras una puerta de metal con altos protocolos de seguridad. Resultaba complicado no suponer que había algo especial al otro lado, pues las demás puertas del pasillo eran de madera. Bill subió por unas escaleras improvisadas hechas con cajas y una mesa e introdujo un largo código en el panel de seguridad. Después de pulsar el último número o letras del código, la puerta emitió un sonido afirmativo y se encendió una luz verde sobre la puerta. Bill pidió a Ryku y Dylan que uno de los dos abriera la puerta por él. Ryku fue el encargado de la tarea.
El laboratorio impresionaba con el primer vistazo. Había todo tipo de objetos como una vitrina con algunos brazaletes similares a los que vieron Ryku y Dylan en el museo de ciudad Plateada, estanterías que llegaban al techo llenas de libros, cajas esparcidas por toda la sala, una máquina del Sistema de Almacenamiento que a Ryku le recordó a la que tiene la Profesora Dalia en su laboratorio, archivadores, servidores, mesas con más libros, planos, más brazaletes Enlace, herramientas, ordenadores y, por último, lo más increíble del laboratorio: dos máquinas que casi alcanzaban el techo conectadas entre sí por un grueso tubo verde. Las máquinas tenían puertas con las que acceder a su interior. Debían ser los teletransportadores que mencionó Bill.
El Clefairy fue a una mesa con un ordenador cerca de los teletransportadores e inició sesión en el ordenador. Con la mano de Pokémon le costaba bastante manejar el ratón, con lo que precisó de la ayuda de Dylan para configurar los teletransportadores. Bill le fue señalando dónde tenía que clicar y él se encargó de escribir todo lo necesario. Las máquinas fueron respondiendo a las acciones realizadas en el ordenador y, al cabo de un rato, la puerta de la máquina más próxima al ordenador se abrió, dejando entrever un espacio vacío en su interior.
—Bien, ya veo lo que hay que hacer —comentó Dylan tras emerger una ventana en la pantalla del ordenador—. Tengo que esperar a que el teletransportador tenga algo o alguien dentro y esperar a que la máquina lo detecte. Entonces se cerrará la puerta y podré iniciar el proceso de separación celular desde el ordenador. ¿Me equivoco?
Bill negó con la cabeza y le hizo un gesto afirmativo.
—Muy bien. Estoy listo para darle al botón. Cuando tú quieras, Bill.
Ryku desactivó su Enlace porque ya no era necesario y se colocó al lado de Dylan para observar el proceso. Bill se dirigió al teletransportador y, luego de inspirar y exhalar, se metió en la máquina. El teletransportador tardó unos segundos en reaccionar y selló la puerta después de cerrarla. Dylan comprobó el estado del proceso en el ordenador y recibió el mensaje de que había algo cambiando en la cámara dos. Esperó a que el programa le diera la posibilidad de iniciar la separación celular y, en cuanto el botón se tornó disponible, lo pulsó sin pensárselo dos veces.
Las máquinas empezaron a funcionar, emitiendo ruidos típicos de maquinaria pesada y el pasar de la electricidad por los cables del suelo. Se pusieron a parpadear las luces de la máquina donde se encontraba Bill que llegaban a ser confusas de lo que significaban. Ryku miró la pantalla del ordenador y vio una barra de progreso que se cargaba poco a poco. No hubo nuevas reacciones por parte de las máquinas hasta que la barra alcanzó el cincuenta por ciento. Justo en ese momento las luces se apagaron y se encendieron las de la otra máquina. Ryku y Dylan escucharon un ruido seco, como de un objeto cayendo al suelo. Miraron en el resto del laboratorio, pero nada de lo que había se había salido de su sitio, solo movido por los temblores de las máquinas. Luego vigilaron el proceso en el monitor y vieron que la barra seguía su curso. Un nuevo sonido les llamó la atención y observaron cómo el tubo verde se ponía a brillar y estos brillos se movían entre los dos teletransportadores. El espectáculo de luces duró hasta que la barra alcanzó el setenta por ciento, momento en el que el otro transportador se puso a hacer parpadear sus luces como la otra máquina y, cuando la barra alcanzó el cien por cien, todo se quedó en silencio. Las máquinas se apagaron y el ruido se atenuó hasta callarse. Expulsaron humo y abrieron las puertas.
Ryku y Dylan miraron en la más próxima a ellos, donde en teoría debía estar Bill, pero solo dieron con el vacío. Miraron si el inventor saldría por el otro teletransportador y, para su alivio, asomó una mano humana de entre el denso humo que todavía expulsaba la máquina. Luego salió un hombre de pelo y ojos marrones que vestía una camisa lavanda, unos pantalones color siena pálido y unos zapatos marrón oscuro. Estaba algo desorientado al principio, pero volvió en sí a los pocos segundos. Se tocó los brazos, el pecho y las piernas y en su cara se le dibujó la alegría.
—¡Funcionó! Admito que no confiaba en que la separación celular se pudiera usar con un brazalete Enlace, pero ha ido como la seda. Bueno saberlo.
—Hablas como si ya te hubiera pasado esto antes —sospechó Dylan.
—Técnicamente, es cierto lo que dices —confesó Bill—. Pero ocurrió hace bastante tiempo, cuando estaba probando los teletransportadores por primera vez. Suerte que mi familia andaba cerca para ayudarme o hubiera sufrido lo mismo de ahora.
—Así que, ¿fuiste un Pokémon antes de que desarrollaras la tecnología Enlace? —preguntó Ryku.
—Así eso. Y gracias a ese pequeño accidente inventé la tecnología Enlace cuando entró en vigor la ley de los Derechos para los Pokémon. De lo contrario, creo que el mundo hubiera cambiado mucho más de lo que hizo mi invento.
—Qué interesante. Acabamos de descubrir las causas que llevaron al inventor más famoso de todos a desarrollar la tecnología Enlace cuando solo vinimos a saludarle.
—¿Queréis comer algo? —preguntó de repente Bill—. Después de todo esto se me ha abierto el apetito, incluso tengo sed. ¿Qué me decís?
Ryku y Dylan aceptaron y ayudaron a Bill a recoger. Limpiaron los teletransportadores y aumentaron la potencia del sistema de ventilación para que se llevara todo el humo que provocaron. Bill recogió de una de las máquinas el brazalete que había causado todo el problema. El aparato mostraba claros indicios de estar rota con el sistema enseñando ventanas de alerta y error sin parar. Bill apagó el brazalete y lo dejó sobre una mesa con otro brazalete completamente desmontado; el estado en el que había acabado anunció que era irreparable. Terminaron de recoger y abandonaron el laboratorio.
Bill, Ryku y Dylan bajaron al vestíbulo y se sentaron en un sofá verde en el comedor. Bill se dirigió a la cocina a por algo de picar y volvió con una bandeja con vasos de zumo de naranja y unas cuantas galletas. Luego de dejar el picoteo, Bill se retiró una vez más y no reapareció hasta que pasaron varios minutos. Tenía en su mano dos papeles.
—Por haberme ayudado —dijo. Los papeles resultaron ser tickets de barco. Ryku y Dylan abrieron los ojos, sorprendidos al leer el nombre del barco.
—¡El S.S. Anne! —gritó Dylan.
—El crucero de lujo de mayor renombre entre los entrenadores Pokémon —añadió Ryku.
—El mismo. Está atracado en ciudad Carmín y me dieron invitaciones para mí y un acompañante a una fiesta que se celebrará allí, pero yo odio las fiestas —comentó Bill—. He pensado que vosotros, ya que sois entrenadores, os gustaría acudir.
—Nos encantaría —confirmó Ryku—. ¿Estás seguro de esto, Bill? He oído que es caro conseguir estos tickets.
—No me importa en lo más mínimo. Así no se desperdician y lo podéis considerar como una recompensa por haberme sacado del aprieto.
—No era necesario, pero gracias de todos modos.
—¿Cuánto tiempo estará el barco en ciudad Carmín? —inquirió Dylan—. Es posible que no podamos acudir porque tenemos otros objetivos en mente.
—Creo que estará todo el mes atracado y la fiesta durará hasta que el barco abandone Kanto. Supongo que tendréis tiempo de sobra.
Los dos jóvenes guardaron los tickets y se bebieron el zumo de naranja y se comieron las galletas. Mientras, Bill les habló acerca de los nuevos proyectos en los que trabajaba. Ryku y Dylan no entendieron ni uno de los tecnicismos que empleó Bill, aunque sí les atrajo algo a lo que él llamaba reiniciadores, unos objetos similares a los discos de las Máquinas Técnicas con la única función de reiniciar el Enlace como se realiza en los centros Técnicos. Bill dijo que todavía estaban en desarrollo, pero pronto se venderían al público. Ryku y Dylan estaban muy interesados en esos reiniciadores.
—Un día de estos mi equipo de desarrollo y yo tenemos pensado invitar a entrenadores al azar para probar los reiniciadores antes de comercializarlos. —reveló Bill—. Si por casualidad os pasáis por ciudad Azafrán cuando hayamos empezado la búsqueda, me encantaría teneros como miembros de las pruebas.
—Lo intentaremos, no lo dudes —dijo Dylan quitándole las palabras de la boca a Ryku.
Bill se alegró del entusiasmo que irradiaban los chicos. Pensó que serían unas pruebas entretenidas si ellos formaban parte del grupo de testeo.
Ryku y Dylan terminaron de comerse las galletas y beberse el zumo y miraron el reloj. Ya había transcurrido un par de horas desde que salieron de ciudad Celeste y Dylan supuso que la piscina del Gimnasio ya debería de estar llena de nuevo, incluso en el camino de vuelta sería útil para mejorar las posibilidades de que la suposición fuera correcta. Ryku asintió y ambos se despidieron de Bill, quien les recordó la propuesta de los reiniciadores y la fiesta del S.S. Anne en ciudad Carmín. En este último, añadió que, si preguntaban por él, dijeran la verdad y nadie dudaría de ellos. Entonces los jóvenes abandonaron la casa y emprendieron el viaje de regreso a ciudad Celeste.
Chapter 10: Choque de Elementos Opuestos
Chapter Text
De camino a ciudad Celeste, ni Ryku ni Dylan lograron evitar que otros entrenadores los desafiaran a un combate. Dylan aceptó gustoso todos los que le propusieron, pero Ryku no. Él mantenía su intención de reservarse para su pelea contra Misty. Dylan luchó una gran parte del camino de vuelta a ciudad Celeste: la playa, la arboleda y el campo donde lidió con los Seis del Puente Pepita. Perdió contra una entrenadora que poseía el Enlace de un Victreebel.
Cerca del Puente Pepita, Ryku y Dylan vieron a los Seis combatiendo contra un nuevo entrenador. Ryku se fijó en las vestimentas de aquel chico: chaqueta azul, gorro rojo con el frontal blanco y pantalones azules. Se le veía serio, con cara de pocos amigos y callado, pues los únicos que hablaban eran los miembros del grupo y él se dedicó a asentir o negar con la cabeza. Era más joven que él, solo unos años menos que Ryku, lo cual resultaba sorprendente porque apenas debía superar los once años. Se quedó con las ganas de observar cómo se enfrentaba al grupo y conocer su Enlace.
Ryku y Dylan hicieron una parada en el albergue para dejar sus pertenencias y se dirigieron al Gimnasio donde, en principio, les esperaba Daisy con la noticia de que podían entrar y combatir contra Misty. Ella seguía frente a la puerta, esta vez acompañada de una cola de entrenadores con el mismo objetivo que Ryku. Daisy controlaba a los entrenadores y los ordenaba según habían llegado al Gimnasio mientras estaba en mantenimiento. Cuando Ryku y Dylan estuvieron a la vista de Daisy, los colocó los primeros de la cola.
—¿La piscina sigue sin estar llena? —preguntó Dylan.
—Sí. Le queda unos diez minutos. Sed pacientes.
Ryku aprovechó para pensar en estrategias durante el combate contra Misty y su Enlace de un Starmie. Miró en la Pokédex alguna pista que le ayudara a tener alguna ventaja. Estudiando al Pokémon con detenimiento, poco provecho le podría sacar. ¿Cómo se derrotaba a una estrella con una gema incrustada en el centro? Sus llamas no serían efectivas, de modo que sus garras, sus alas y su movimiento Megapuño eran sus mejores opciones de daño. No contaba con quemar a su rival por las ínfimas probabilidades de que tuviera éxito, aunque sería de gran ayuda como lo fue en el duelo con Brock. Al final se decantó por una estrategia de improvisación. No sabía cómo era el campo de batalla más allá de que se trataba de una piscina. Tal vez poseyera algún elemento que le beneficiara. Eso y basar sus ataques a cuchilladas y puñetazos tendría que valer.
La puerta del Gimnasio se abrió y asomó la cabeza de una mujer. Tenía el pelo brillante y de color azul marino y unos ojos marrones. Como Daisy, llevaba puesta un bañador a excepción de que el suyo era de color turquesa y una toalla blanca colgando de sus hombros. Le comunicó algo a Daisy y luego se metió de nuevo en el Gimnasio.
—Atención, entrenadores. El Gimnasio de ciudad Celeste vuelve a abrir sus puertas —avisó Daisy a la gente de la cola—. Ahora los entrenadores entrarán y combatirán contra Misty en el orden en el que llegaron aquí durante la reparación del campo de batalla. El primer entrenador que luchará contra ella se llama Ryku. ¿Estás listo?
Dylan le dio un golpe en el brazo a su amigo para que centrara en lo que decía Daisy. Ryku escuchaba, pero no estaba pendiente. El golpe le ayudó a responder a la pregunta de la joven de pelo rubio.
—Muy bien. Puedes entrar. Mi hermana Violet se encargará de ti una vez dentro.
Ryku asintió, abrió la puerta y entró en el Gimnasio. Dylan le siguió justo detrás de él.
Como en el Gimnasio de ciudad Plateada, la primera sala era un recibidor para los entrenadores. Aquella también se utilizaba como recepción, pues al fondo había un mostrador y en las puertas había unas vallas pensadas para limitar el paso de la gente al otro lado. También existían otras puertas a los laterales que Dylan explicó que llevaban a las gradas que había a los lados del campo de batalla. Por una de las puertas delanteras apareció Violet, la chica que antes advirtió a Daisy de la disponibilidad del Gimnasio.
—Hola. Me llamo Violet, soy una de las hermanas de Misty —se presentó la chica más para Ryku que para Dylan—. Tú debes de ser… ¿Ryku? Perdona, no me suelo acordar mucho de los nombres de entrenadores que desafían a mi hermana.
—Sí, soy Ryku —corroboró él.
—¿Ya te has olvidado de mí, Violet? —preguntó Dylan como si se hubiera ofendido—. Daisy sí se ha acordado.
—Tú eres una excepción, Dylan. Es difícil borrar de la memoria el combate que libraste contra Misty. Si hoy hemos tenido problemas de sequía en la piscina, lo tuyo fue todo lo contrario.
—Al menos no impedí que se celebraran más combates. Recuerdo que ya se estaba celebrando otro poco después del mío.
—Hubo suerte —sentenció Violet—. Dejemos de hablar de ti. Hoy el protagonismo ha de recibirlo tu amigo. Misty ya lo espera al otro lado de esas puertas. ¿Preparado? —Ryku asintió—. De acuerdo. Pasa y habla con Misty. Ella decidirá cuándo comenzar el combate. En cuanto a ti, Dylan, usa la puerta a tu derecha y dirígete a las gradas. ¿Quieres un impermeable por si acaso?
—Sí, por favor.
—Bien, acompáñame. Buena suerte, Ryku.
Violet y Dylan desaparecieron tras la puerta de la derecha y dejaron a Ryku a solas unos segundos. Él se mentalizó y atravesó las puertas que llevaban al campo de batalla.
La primera impresión fue lo gigantesco que era este. El techo abovedado se alzaba sobre su cabeza más de diez metros y a los lados se veían las gradas que mencionó Dylan y que tenían pinta de poder albergar a cientos de personas a la vez en cada lado. Bajo las gradas había unos cristales transparentes que dejaban ver unos acuarios por el cual nadaban Goldeen y Shellder. Finalmente, la joya de la sala: la piscina. Tan grande como la propia sala, casi comparable en dimensiones a la mitad de un campo de fútbol. Cerca de la piscina había unos trampolines que se elevaban varios metros y el más alto se hallaba a unos doce metros de altura. Ryku observó que en la piscina flotaban unas plataformas de colores. Bien, se pensó en los Enlaces que no podían volar o nadar.
—¿Tú eres el nuevo aspirante?
Ryku dejó de contemplar el entorno y miró en dirección al origen de la voz. Giró la cabeza a su izquierda y se topó con una chica de cabello revuelto y de color naranja con una coleta hecha a un lado. Tenía los ojos azules y vestía un bañador de dos piezas azul con una raya blanca en la zona del pecho.
—Sí. ¿Eres Misty?
—La misma. ¿Y tú eres…?
—Ryku.
—Muy bien. Dime, ¿has desafiado ya a algún líder de Gimnasio? ¿Sabes cómo son las reglas?
—Sí. Me enfrenté a Brock hace unos días. Y sé cómo funcionan los Gimnasios.
—Perfecto. Eso me ahorra un tiempo valioso para el combate. Ven, te daré el brazalete especial.
Misty condujo a Ryku por los bordes de la piscina hasta llegar a la estructura de los trampolines. En su parte trasera, Misty pulsó un botón de su brazalete y se oyó un clic en el interior de trampolín. Segundos después se abrió un panel desde el cual apareció una pequeña plataforma con hueco para dos brazaletes. Había uno negro y otro amarillo. Misty cogió este último y se lo entregó a Ryku. El joven ya sabía lo que tenía que hacer y no tardó en juntar la pantalla del brazalete amarillo con la base del suyo. Esperó a escuchar el pitido que indicaba el traspaso de datos. A continuación, guardó su brazalete en el hueco donde estaba antes el amarillo y se colocó este en la muñeca. Misty cerró el panel y se aseguró de que volvía a estar oculto.
—Muy bien. Ya está todo listo. Solo falta una cosa que dejar claro: las veces que me puedes desafiar en un día.
—¿Cuántas?
—Una.
Ryku se sobrecogió. Una única oportunidad. Confiaba en que, como mucho, tuviera tres ocasiones por día. Una sola le podría dejar atrapado en ciudad Celeste por días o semanas si se ponía en el peor de los casos. Debía actuar mejor que en la pelea contra Brock, y eso significaba dar más de lo que era capaz y no valerse tanto de la suerte.
—¿Por qué solo permites que un entrenador te rete una vez al día? —preguntó Ryku.
—Quiero variedad de combates —respondió Misty—. Quiero que cada duelo que realice sea diferente, incluso si los Enlaces no cambian tanto. Con dar una única oportunidad obligo al que me desafía a pensar en una nueva estrategia y así, por mi parte, luchar diferente contra el mismo entrenador, aunque esto último rara vez surte efecto y tengo que repetir lo mismo.
—Entiendo. No te va la monotonía.
Misty guiñó a Ryku en señal afirmativa.
Antes de que cada entrenador se posicionara para empezar el combate, Misty pulsó un botón de la pantalla táctil de su brazalete que encendió una gran televisión en la pared de la izquierda del trampolín, sobre la gradería. Bajo este, Ryku vio a tres personas sentadas en las gradas. Una de ellas era Violet, reconocible por su cabello azul; otra era alguien que iba cubierto por un impermeable verde, lo que hacía difícil reconocer quién se ocultaba detrás, pero Ryku sabía que era Dylan; y la última era otra chica de cabello rojizo y de bañador amarillo que no había visto nunca. Por el traje, probablemente tenía alguna relación con Daisy y Violet.
Misty indicó a Ryku el lugar donde debía ir para dar comienzo al combate. Una vez allí, Misty estaba lo bastante lejos como para que fuera difícil distinguirla. Ryku alcanzó a ver como alzaba un brazo, pero no podía seguirle la cuenta atrás que, en un principio, creía que estaba haciendo. La televisión ayudó con una serie de pitidos. Al tercero, el más largo, Misty activó su Enlace y Ryku la siguió poco después. Las transformaciones duraron varios segundos y cuando terminaron la televisión registró los Pokémon en los que se habían convertido y creó las correspondientes barras de vida de ambos entrenadores.
Se oyó una respuesta de sorpresa desde las gradas. Violet no pensaba que lo que vería sería el Enlace de un Charizard y la otra chica mostró la misma reacción. Dylan, a pesar de ya saberlo, no mostraba ninguna emoción desde dentro del impermeable, pero sus movimientos decían lo contrario. Tenía muchas ganas de ver un combate suyo por fin.
¿Un Charizard? Esto se va a poner muy interesante.
Ryku miró alrededor, confuso por la repentina voz que acababa de escuchar.
Aquí, Ryku. Soy yo, Misty.
Ryku miró al frente, donde le observaba un Starmie con su cuerpo de estrella morada de diez puntas, su gema octogonal rojiza que brillaba con todos los colores del arcoíris y el borde dorado alrededor de la gema. No era la primera vez que Ryku veía a ese Pokémon, pero sí la primera en la que se enfrentaba a un entrenador con ese Enlace y no tenía idea alguna de que se comunicasen por telepatía.
—¿Empleas la telepatía para hablar? —preguntó Ryku todavía algo impactado.
¿Qué opciones tengo? Cuando me transformo pierdo la cara. Todo lo que siento ahora mismo proviene de la gema.
—¿Has adivinado mi Enlace solo sintiéndolo?
No es que sea difícil. Un Charizard tiene una enorme llama ardiendo en la punta de su cola y emite mucho calor para alguien sensible como yo en estos momentos.
Ryku presintió algo emergiendo en su cola. Echó un vistazo atrás y observó como una burbuja envolvía por completo la flamante llama roja que había ahí encendida. Aquella burbuja la había visto antes cuando se le apagó la llama en el combate contra Uleis en ciudad Verde.
Veo que ya se ha activado el protocolo especial contra debilidades naturales —dijo Misty—. No te preocupes si acabas empapado o te pasas un rato buceando en la piscina, la burbuja mantendrá tu llama encendida en todo momento. Son las reglas de los Gimnasios.
Una vez los preparativos finalizaron, el combate ya estaba a punto de comenzar. Un sonido de alerta procedente de la pantalla dio el aviso a los rivales y realizó una cuenta regresiva con pitidos igual que en ciudad Plateada. Cuando sonó el más largo y fuerte de los pitidos, el combate empezó.
La primera acción de Ryku fue la más lógica: alejarse del agua. Misty tenía una inmensa ventaja de terreno en la piscina, lo que significaba que se podía mover a altas velocidades bajo el agua y convertía a Ryku en una presa fácil. Por suerte, volar era una ventaja para él y, a la vez, una terrible desventaja. Sus ataques más dañinos eran de golpes cuerpo a cuerpo y su lanzallamas, su supuesto ataque más poderoso, no le haría mucho daño a Misty.
Como Ryku previó, Misty se tiró al agua y su cuerpo morado se convirtió en un objeto difícil de localizar y seguir con la mirada. Las plataformas que flotaban en la piscina empeoraban la ya complicada tarea de divisar a la estrella. Después de un tiempo en el que Ryku no paraba de intentar no perderla de vista, Misty salió del agua como un delfín y su gema brilló con un precioso tono dorado. Unas pequeñas estrellas doradas se dirigieron a gran velocidad hacia Ryku. Él voló en otra dirección, pero no alcanzó a esquivarlas todas porque lo persiguieron como si estuvieran destinadas a dar con él a toda costa. El impacto fue como si le dieran decenas de puñetazos en un segundo. Al menos Ryku no tuvo problemas para mantenerse en el aire cuando finalizó el ataque. Echó un rápido vistazo a su barra de vida y vio el daño que había recibido. Un veinticinco por ciento de vida había desaparecido.
Misty regreso al agua y se volvió a perder en la piscina. ¿Iba a repetir el ataque o cambiaría a uno más efectivo? No había forma de anticiparse, así que Ryku optó por la defensa y la evasión. Desde el aire era un objetivo fácil para aquellas estrellas que disparaba Misty, de modo que optó por descender y emplear el truco del vapor que surgió en la pelea contra Uleis. Escupió un lanzallamas a toda potencia hacia la piscina y el simple contacto del fuego con el agua generó las columnas de humo que se expandieron por toda la sala. Ryku continuó lanzando fuego por la boca contra la piscina hasta el punto en el que el vapor se convirtió en una densa niebla que ni los espectadores de las gradas podían ver a través.
Entonces Ryku pasó a un modo más discreto. Aterrizó sin hacer ruido en una de las plataformas y se agachó para mejorar el equilibrio y no mover la plataforma. Buscó a Misty agudizando el oído. Algo que se movía rápido bajo el agua siempre emitía un sonido, y se notaría más con la poca profundidad de la piscina.
Misty tardó un rato en lanzarse a la ofensiva. Saltó de nuevo y disparó al aire lo que Ryku dedujo que era el movimiento Rayo burbuja. Sonó mucho más potente que el de Uleis y también más disperso. Se escucharon explosiones en el techo del Gimnasio, lo que facilitó a Ryku descubrir la posición exacta de Misty. Ahora que estaba ocupada disparando burbujas en todas direcciones, era su oportunidad de asestarle uno de sus más poderosos golpes cuerpo a cuerpo. Ryku cerró sus garras en forma de puño y cargó energía en ese punto hasta que toda su mano empezó a brillar. Entonces, se impulsó lo mejor que pudo desde la plataforma hacia Misty y, al dar con el cuerpo de estrella de su rival, golpeó con gran fuerza la espalda del Starmie. Misty no tuvo la posibilidad de reaccionar en el aire y viajó muchos metros en dirección contraria. Terminó su trayectoria estampándose contra la estructura del trampolín. Por suerte, el trampolín estaba hecho de un material resistente a fuertes impactos, por lo que no hubo rasguños en su superficie.
La barra de vida de Misty se redujo a poco más de la mitad. El Megapuño de Ryku había sido muy potente y había causado más daño del que el propio Ryku imaginó. Si conseguía repetir el mismo movimiento, existía la posibilidad de que ganara el combate.
El viaje de Misty había disipado una parte de la niebla. Ryku no tardó en volverse a ocultar en esta, encima de la misma plataforma en la que previamente se había escondido. Desde ahí pensaría en el siguiente movimiento mientras la niebla persistiera.
Misty se recuperó y, antes de que Ryku lo viera, ya tenía la gema apuntándole. Ryku vio cómo se avecinaba un nuevo ataque, pero desconocía si repetiría alguno de los que ya había lanzado o estrenaría un nuevo movimiento. Con la niebla no podía asegurar si él era el objetivo o haría algo con la niebla restante. La respuesta llegó cuando Misty disparó una especie de rayo de energía azulada que congeló la niebla y se puso a nevar durante unos cuantos segundos. Al desaparecer el rayo, la niebla se había disipado por completo y el escondite de Ryku, revelado. «Rayo hielo… Es un movimiento muy peligroso, incluso aunque sea el que más pueda contrarrestar con mi lanzallamas. Tendré que evitar que me dé; si me congela, estoy perdido».
Ahora que Misty tenía a Ryku en el punto de mira, no esperó a atacar con su poderoso Rayo burbuja. Ryku dispuso del tiempo suficiente para reaccionar al ataque de Misty, pero no para convertirse en un objetivo inalcanzable. No tuvo tiempo de salir volando cuando las burbujas redujeron la distancia con él a una velocidad asombrosa. Ryku pensó en tirarse al agua, pero descartó la idea por miedo a que el Rayo burbuja no fuera más que una distracción para el verdadero ataque. Su única opción estaba bajo sus pies.
Ryku saltó y usó todo su peso en el borde de la plataforma. Esta actuó según quería el joven y se hundió por esa parte mientras el otro extremo se levantó. Ryku realizó un gesto más en el que agarró la parte alzada y tiró de ella, otorgando a la plataforma una inclinación casi vertical y un nuevo uso como escudo ante el Rayo burbuja de Misty. Las burbujas tardaron en impactar con violencia contra la plataforma e intentar terminar de darle la vuelta. Ryku se mantenía aferrado, procurando mantenerse en aquella postura el mayor tiempo posible. Al principio todo fue bien, pero pronto se percató de que algo empezaba a fallar. Entre tanta explosión de las burbujas se escuchó un crujido que creó una grieta en la superficie de la plataforma y aumentaba su tamaño con cada burbuja que impactó. Ryku se alarmó. No tenía manera alguna de esquivar el ataque de Misty hasta que ella finalizara su movimiento y, con la plataforma a punto de romperse, le esperaba un duro golpe de agua.
Al final se cumplió la predicción y el Rayo burbuja de Misty partió la plataforma por la mitad. Una de las dos partes cayó al agua en un ángulo que obligó a Ryku a batir las alas para no bañarse en la piscina. La otra parte se fue con él clavada en sus garras. El Rayo burbuja continuó y Ryku, como acción desesperada, utilizó la mitad de plataforma que sujetaba como escudo y dejó que el ataque de agua le golpeara. Las burbujas estallaron en los pies, el ala y el costado derechos, mientras que el izquierdo se cubrió tras el escudo improvisado. Sin embargo, el daño recibido provocó que Ryku soltara el escudo y cayera fuera de la piscina.
Ryku se recompuso y miró la pantalla. Su barra de vida descendió de manera alarmante y pasó de una raya verde a una roja. Había perdido más del cincuenta por ciento después del ataque de las estrellas. Se alivió de que todavía tuviera una oportunidad con la que realizar una última ofensiva.
Se levantó y se centró en Misty. Ella no se había molestado en esperar a que recuperara y nada más hacer contacto visual con ella, la vio acercarse dando vueltas sobre sí misma como una peonza. No había duda alguna de que Misty pretendía dar el golpe de gracia derribándolo, pero Ryku no tendría problemas de esquivarla incluso teniéndola a escasos metros de distancia. De hecho, pensó en quedarse quieto y contraatacar. A la velocidad a la que giraba, Misty sería capaz de desviar las llamas, por lo que su lanzallamas no servía. Alguno de sus ataques físicos serían su mejor baza. Por desgracia, Ryku no adivinó el momento exacto en el que un Megapuño, un ataque ala o una cuchillada hirieran a Misty y él saliera ileso. No debía correr riesgos. Entonces, entre tantos pensamientos, Ryku se fijó en la media plataforma que había traído consigo y le llegó una idea que fue puso en práctica.
Ryku corrió y cogió por un extremo la plataforma rota. La levantó con algo de dificultad y la mantuvo sobre su cabeza hasta que Misty se le acercara lo suficiente. Por una vez, deseó que se moviera más rápido. ¿De qué estaba hecha esa plataforma para pesar tanto? Después de unos segundos, Misty ya estaba al alcance y Ryku la dejó caer justo encima de ella. El golpe no fue todo lo preciso que Ryku quiso, pero bastó para sentenciar el ataque de Misty y mandarle de lleno a lo profundo de la piscina. Sin pensárselo dos veces, Ryku se hundió en la piscina, agarró con las dos manos el cuerpo de Misty y la sacó en un abrir y cerrar de ojos. Se la llevó por los aires hasta estar cerca del techo, la soltó y le atravesó el cuerpo con su movimiento Cuchillada. El ataque le sirvió para mantenerla suspendida en el aire el tiempo suficiente para que Ryku se colocara encima de ella y asestarle un matemático Megapuño. Misty cayó con gran rapidez hacia la piscina, solo que Ryku se aseguró de que no fuera agua lo que detuviera la caída. Misty chocó con una de las otras plataformas que flotaban por el agua con la fuerza necesaria como para hundirla junto a ella. La zambullida causó una erupción se elevó varios metros y dispersó agua por todo el escenario. Poco después, hubo una segunda explosión, esta vez debida a la Prioridad Humana del brazalete Enlace de Misty.
Ryku miró desde lo alto la pantalla y observó como la vida de Misty iba descendía hasta quedarse en una barra negra. La pantalla cambió de imagen y puso la de Ryku con la palabra «ganador» debajo. Se oyeron aplausos de los tres únicos espectadores del combate. Ryku aterrizó a un lado de la piscina y desactivó su Enlace.
—He ganado mi segunda medalla…
Ryku celebró su nueva victoria contra un líder de Gimnasio sin que nadie se diera cuenta. Luego fue a ver cómo estaba Misty. La joven acababa de salir del agua y nadaba hacia el borde la piscina. La chica del cabello rojizo de las gradas le tiró una toalla y Misty le dio las gracias. Mientras se secaba el cuerpo Ryku terminó de recorrer el camino que los separaba.
—Enhorabuena —le felicitó Misty—. Este combate que me costará olvidarlo. Me ha encantado.
—Gracias. A mí también me ha gustado el duelo —dijo Ryku—. He tenido que improvisar mucho. No dabas ni un segundo de descanso.
—Esa soy yo. Ofensiva total con mi Enlace de tipo agua. Es mi táctica preferida.
—No hace falta que lo jures. Nunca había tenido que usar objetos del campo de batalla para atacar a mi rival. ¿Eso está… permitido?
—La piscina es el campo de batalla y, por tanto, todo lo que haya en ella se puede emplear en el combate. —Ryku asintió. Se quitó un peso de encima al saber que sí estaba permitido—. Fue inteligente por tu parte usar una de las plataformas como escudo contra mi Rayo burbuja. Créeme cuando te digo que, si no lo hubieras utilizado de esa forma, el resultado del combate hubiera sido totalmente diferente.
—No lo dudo. Temía incluso que con la protección ya hubiera perdido. Ese ataque es muy poderoso, más si el que lo lanza es un líder de Gimnasio.
—Agradezco el cumplido. Tú también supiste usar el lanzallamas en tu beneficio. Gran idea el de vaporizar el agua de la piscina para crear una niebla y así confundir mis sentidos.
Ryku se llevó una mano a la nuca y se sonrojó.
—Más bien lo hice para ocultarme y que no me dieras más con esas estrellas teledirigidas.
—Igualmente, bien pensado. Bueno, vamos a lo que importa, ¿no? Me has ganado y eso significa que he de recompensarte. Acompáñame.
Ryku siguió a Misty hasta la parte trasera del trampolín, donde había sacado los brazaletes Enlace amarillos. Misty abrió el compartimento y dejó que Ryku recogiera su brazalete. Luego, Misty pulsó el botón de su brazalete y esperó a recibir un pitido de respuesta que descubrió un nuevo compartimento encima del de los brazaletes. Ahí descansaba la medalla del Gimnasio en forma de gota de agua y de un elegante tono azul. Misty cogió la medalla y se la enseñó a Ryku.
—Como prueba de que has vencido a la líder del Gimnasio de ciudad Celeste, te hago entrega de la medalla Cascada y una recompensa en Monedas de Combate. No pierdas la medalla o tendrás que pelear de nuevo contra mí. Aunque tampoco me desagradaría.
—Si se pueden hacer revanchas sin límite diario, trato hecho.
Misty ocultó de nuevo los compartimentos del trampolín y llamó a una de las chicas de las gradas. Nombró a la que no conocía como Lily y le pidió que fuera a por nuevas plataformas y sustituyera las rotas. Luego le ordenó a Violet que comprobara el nivel de agua de la piscina y se asegurara de que seguía en un número óptimo para el próximo combate y no tuvieran que rellenar de nuevo. Finalmente, Ryku también cayó bajo una de sus órdenes.
—Antes de que te marches, ¿podrías hacerme un favor? Ya que sales del domo, dile a Daisy que vuelva a prohibir el acceso al Gimnasio durante, más o menos, una media hora.
Ryku asintió y abandonó el campo de batalla. Esperó en recepción a que apareciera Dylan, al cual no había visto desde que acabó el combate. Aprovechó para cumplir la petición de Misty y le pasó el mensaje a Daisy. Ella asintió y se encargó del resto. Justo después, Dylan tocó el hombro de Ryku y salieron del Gimnasio.
Ya no había mucho más que hacer en la ciudad después del Gimnasio. Tras haber pasado la mañana visitando las rutas del norte, no tenían idea de cuál sería su siguiente paso. Las tripas de ambos jóvenes les rugieron y les ayudaron a decidir. Fueron a comer al albergue y descubrieron que el comedor había cerrado desde hacía un rato y no les quedó más remedio que ir a comer a algún restaurante de la ciudad. Después de eso, todavía les quedaba bastante día por delante y pensaron en algo con lo que entretenerse. Ryku decantó la balanza entre quedarse en la ciudad y esperar a la mañana siguiente para ir a la próxima ciudad o partir sin esperar. Dylan repasó las opciones y le agradó más la primera idea. Un tiempo de descanso, sin tener que irse tan pronto a otro lugar, apetecía más. Ryku aceptó la elección de su amigo.
El resto de la tarde la pasaron deambulando por la ciudad. Aunque ciudad Celeste no era muy turística más allá del cabo Celeste, todavía quedaba algo que ver. Fueron de tiendas a adquirir provisiones, visitaron un parque y se sentaron en un banco a esperar mientras contemplaban a la gente pasear o jugar con sus Pokémon. Cuando el sol ya se estaba poniendo, el comedor del albergue estuvo listo para la hora de la cena.
Ryku se encerró en su habitación, sacó el estuche de la mochila y guardó la medalla Cascada en su respectivo hueco. Admiró el buen resultado que estaba llevando. Ya solo le quedaban seis líderes más y habrá terminado de dar los primeros pasos para entrar en la Liga Pokémon y desafiar al Alto Mando. Grabó un vídeo con el Holomisor en el que explicó todo lo que había vivido desde que abandonó ciudad Plateada hasta el momento de su victoria contra Misty. Solo obvió el combate que tuvo contra aquellos miembros del Equipo Leyenda porque no quería preocupar a sus padres más de lo necesario. Después de asegurarse que se había enviado, apagó las luces y se fue a dormir.
Chapter 11: Cuarentena en Ciudad Azafrán
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Ryku despertó con la alarma del brazalete Enlace. Se dio cuenta de que tenía una notificación en el correo. Sus padres no habían tardado nada en responder el vídeo que les mandó. Debían estar expectantes para haber contestado en tan poco tiempo. No se encontraba en plenas condiciones, así que dejó la notificación activa para recordarle de ver el vídeo más tarde. Guardó sus pertenencias en la mochila y se fue a desayunar.
Dylan ya estaba comiendo en el comedor cuando Ryku llegó. Ryku miró el reloj del brazalete. ¿A qué hora se había levantado su amigo si el comedor no hacía ni diez minutos que había abierto?
—Buenos días —saludó Ryku. Dylan solo le levantó la mano al estar masticando una tostada—. ¿Cuál es el Gimnasio más cercano?
—El de ciudad Azafrán —respondió Dylan—. Pero no te lo recomiendo como objetivo para tu tercera medalla. Sabrina es selectiva con quienes pueden desafiarla y solo acepta a aquellos con un mínimo de medallas. Cuatro, si mal no recuerdo.
—¿Entonces?
—Ciudad Carmín tiene el siguiente Gimnasio más cercano. Y si hay un requisito de medallas, es menor que el de Sabrina. Es al que deberías apuntar con las dos medallas que ya posees.
—Vale. Ciudad Carmín, pues. Así, además del Gimnasio, podemos pasar un día en el S.S. Anne gracias a los billetes que nos dio Bill. No quiero perderme tampoco subir al crucero.
—La única forma de que vayamos más lento después de haber visitado tres ciudades, haber hecho turismo en dos y cruzado varias rutas, un bosque enorme y un laberinto de túneles en un monte, es que esta tortuga sea incapaz de seguirle el ritmo aun dragón que vuela.
—Siempre puedo cargar contigo —bromeó Ryku.
—Seguiría siendo una razón para ralentizar el vuelo. Creo.
Ryku contuvo la risa e hizo un gesto para parar la broma.
—Oye, ya que para llegar a ciudad Carmín hay que pasar por ciudad Azafrán, ¿te importaría si hacemos una parada en mi casa? —preguntó Dylan—. Hace meses que no veo a mis padres y ahora que tengo la oportunidad de hacerles una visita, quiero aprovecharla.
—Claro. Sin problema.
Ryku y Dylan recogieron sus pertenencias y abandonaron el albergue. Ciudad Azafrán se hallaba al sur, pero la salida que llevaba a la Ruta 5 estaba bloqueada por la inesperada caída de un árbol. Ryku y Dylan no tuvieron más remedio que tomar la salida este que apuntaba a la Ruta 9 e ir por el camino alterno que se dirigía a la Ruta 5. Por el camino, Ryku y Dylan vieron una escena donde unos policías tomaban notas a un hombre barbudo y su mujer delante de una casa derrumbada casi por completo. La mujer lloraba desconsolada mientras el hombre barbudo hablaba con los policías. El perímetro de la casa estaba lleno de más compañeros de la ley junto a un grupo de bomberos y una ambulancia. Ryku y Dylan tuvieron que moverse siguiendo las indicaciones de un policía hasta conseguir salir de la ciudad.
—¿Qué crees que ha podido suceder en esa casa? —preguntó Ryku.
—A saber. ¿Una explosión de gas? ¿Algún problema con la estructura de la casa que haya hecho que se viniera abajo? Puede que haya sido culpa de un Pokémon que tuvieran como mascota.
—No creo que un Pokémon mascota sea el responsable. Quiero decir, un Pokémon mascota no sería capaz de tales destrozos. ¿Verdad?
—Los Pokémon pueden sorprendernos de un millón formas, eso lo tengo claro.
Ryku rememoró el día en el que sin querer Antorcha incendió una habitación de la casa de la profesora Dalia con un simple estornudo. Fue un mal momento para que aprendiera el movimiento Ascuas.
La Ruta 5 resultó ser un camino simple y muy poco tortuoso comparado con las demás Rutas por las que Ryku y Dylan habían transitado. Solo destacaban unos desniveles llenos de hierba alta y Pokémon salvajes que, por suerte, huían en cuanto pasaban cerca. Dylan recordó la Ruta 5 como una de las más tranquilas y donde menos posibilidades existían de toparse con Pokémon salvajes hostiles y entrenadores que desearan combatir. Ryku se decepcionó un poco con esto último porque no le venía mal practicar un poco y seguir aumentando su economía de entrenador.
Hubo un punto de la ruta en la que la hierba alta desapareció y el recinto cortado estaba rodeado por una alta valla de madera. En el interior de la delimitación existía una casa con un espacio lleno de Pokémon correteando y siendo vigilados por un hombre anciano y dos personas vestidas con uniforme. Los Pikachu y los Squirtle abundaban más que el resto de Pokémon. De estos últimos, uno portaba unas curiosas gafas de sol. Ryku y Dylan se pararon a observar un poco a los Pokémon y reanudaron el camino al cabo de un rato.
Ryku preguntó a Dylan qué era aquel lugar. Dylan le habló de la guardería Pokémon y de su utilidad. Le hablo de detalles que quizá no hacía falta conocer y se quedó con la parte en la que adoptó al Pokémon del cual obtuvo su Enlace de esa misma guardería.
—¿Alguno de los Squirtle que hemos visto fue amigo del que adoptaste? —dijo Ryku.
—Imposible. Han pasado muchos años y esos Pokémon parecen llevar apenas unas semanas en la guardería. Deben de ser otra generación de Squirtle.
—Ya veo.
—¿Y qué hay de tu Pokémon? —preguntó Dylan—. Ahora que he hablado un poco del mío, lo justo es que me pagues con la misma moneda.
—Como quieras. Así amenizamos un poco el camino.
Ryku y Dylan conversaron de sus Pokémon, contándose cómo los consiguieron y el entrenamiento que realizaron con tal de lograr que evolucionaran hasta su forma final. Dylan habló de lo poco interesante que fue el adiestramiento de su Squirtle, sobre todo después de escuchar las anécdotas que soltaba Ryku sobre su Charmander. Aunque él ganaba en historias divertidas.
—A veces creo que practicabas para ser bombero en vez de entrenador de Enlace —dijo Ryku entre risas. Dylan había relatado un día en el que él y su Pokémon fueron de gran ayuda al apagar un incendio en un bloque de apartamentos.
—Te añado a la lista de personas que dijeron lo mismo. Mi sueño siempre fue ser entrenador de Enlace, pero tampoco rechazo la idea de dedicarme a apagar incendios si no termina bien este viaje. Pero por ahora voy muy bien en mis objetivos.
Ryku narró el trayecto por el que pasó junto a Antorcha para evolucionarlo a Charizard. Gran parte de su historia la componían anécdotas de desafío, de cómo un Charmander debía entrenar en combates en los que era débil por tipo y rara vez él tenía la ventaja. También contó alguna divertida anécdota, como que jugar a escondite con un Pokémon con una llama en la cola era demasiado fácil o sus travesuras en el laboratorio en la Profesora Dalia. Travesuras que acababan mal en algunas ocasiones. Cuando empezó a hablar de Antorcha como un Charmeleon, Dylan lo detuvo al pensar que había cambiado a su Pokémon sin darse cuenta. Ryku negó con la cabeza. Antorcha cambió por completo su personalidad después de evolucionar.
—Había oído acerca de lo radical de la evolución de un Charmander, pero eso hace que cambie de idea con lo que pensaba que era una exageración —dijo Dylan.
—Pues es muy cierto —confirmó Ryku—. Como Charmander no hubo problemas. Era tan amigable que podía pasar como un Pokémon mascota. Como Charmeleon, el entrenamiento escala muchísimo porque adora pelear contra Pokémon más fuertes que ellos. Y es muy difícil hacerle ver que no puede ganarles a todos. Dalia ya me advirtió: en ese punto se demuestra la capacidad de un entrenador para seguir adelante.
—Pues por lo que se ve, lo conseguiste —dijo Dylan señalando el brazalete de Ryku—. ¿También fue complicado conseguir el Enlace?
—Para nada. Mi Pokémon ya sabía mis intenciones y solo tuve que esperar a que aceptara, lo cual pasó muy pronto. La Profesora Dalia me dijo que esa acción significaba que había conseguido algo digno de un entrenador de dragones: domar a uno a través del respeto.
—Curioso que dijera eso sabiendo que un Charizard no es un dragón.
—De aspecto sí —repuso Ryku—. Pero Dalia se refirió más a la personalidad. Según ella, se asemeja más a la de un tipo dragón que a cualquier otro Pokémon.
Ryku terminó su historia hablando del entrenamiento que tuvo después de establecer el Enlace. Dylan practicó por su cuenta y se sorprendió mucho al escuchar que un Pokémon entrenó a un humano, incluso sintió algo de envidia.
—Si mi Blastoise me hubiera enseñado los trucos a la hora de combatir con su cuerpo, no me hubiera costado tanto dominarlo. Y tampoco hubiera tenido tantos problemas.
—¿Te refieres a lo del incidente con el coche de policía?
—El mismo. Pero también con gente de la ruta que no era entrenador. Daños colaterales de entrenamiento. Suerte que atacaba con agua y solo se llevaban remojones.
Ryku se aguantó la risa con aquel comentario.
—Por curiosidad, ¿alcanzaste a ponerle mote a tu Pokémon antes de liberarlo? —cambió de tema Dylan.
—Desde luego. Llamé a mi Pokémon Antorcha por unas más que claras razones.
—Veo que ambos elegimos los motes de nuestro Pokémon basándonos en sus características naturales, porque al mío lo llamé Hidrocan, aunque le gustaba más el nombre acortado Hidro —comentó Dylan.
—Hidrocan… ¿Por los cañones de agua?
—Los mismos.
—Creo que ninguno se rompió la cabeza en ese aspecto —opinó Ryku—. Puede que fuéramos a lo simple.
—No se le puede pedir mucho a la mente de un niño.
—Muy cierto.
Terminaron la conversación con la liberación de sus Pokémon. Dylan soltó a Hidrocan en el mar al este de Kanto. Ryku preguntó si los Blastoise eran de agua dulce o salada y Dylan contestó que les valía cualquiera de las dos. Al menos, al suyo no parecía afectarle en lo más mínimo. Ryku explicó que la liberación de Antorcha fue dejarlo en el valle Charirrífico, o valle de los Charizard, para memorizar mejor el nombre del lugar, donde continuaría su entrenamiento personal con otros semejantes.
—Al menos sabes dónde está tu Pokémon original —dijo Dylan con un ligero tono triste—. Yo no sé si algún día volveré a ver a Hidrocan; el mar es muy grande y está a rebosar de Pokémon.
—Es posible que no esté lejos de Kanto —lo animó Ryku—. Dudo que Hidrocan abandone a quien le entrenó durante tantos años. Seguro que anda por las costas de Kanto esperando el momento de visitarte.
—Tienes razón. Es lo más probable. Gracias por el ánimo, Ryku.
Ryku y Dylan avanzaron un poco más por la Ruta 5 y empezaron a divisar los rascacielos de ciudad Azafrán. No tardarían en llegar a la capital.
De repente se escucharon sonidos de sirenas. Al principio los jóvenes creyeron que se lo habían imaginado, pero, a medida que se movían por la ruta, los sonidos se hacían más fuertes y pronto divisaron una aglomeración de gente y varios coches policiales cerca del edificio que daba acceso a la ciudad. Por la situación, la policía debía estar restringiendo la entrada. Ryku y Dylan se metieron entre el grupo de personas en busca de respuestas a lo que estaba sucediendo. Casi todas las que escucharon eran de aquellas personas que deseaban ir a la ciudad porque su casa estaba allí, pero los policías eran tajantes en su trabajo y lo impedían. Como no encontraron explicaciones decentes, se alejaron del grupo hasta que sus voces no fueron más que susurros.
—¿Has entendido algo de lo que ocurre? —preguntó Dylan.
—Nada. Solo quejas de querer pasar y no poder. ¿Y tú?
—Igual. Sea lo que sea lo que haya ocurrido, debe ser grande si la policía actúa de esa forma. ¿Qué es lo que ha ocurrido?
Entre todos los gritos, un hombre se separó del grupo y se dirigió a Ryku y Dylan. Se le veía con cara de indignación y cuando se reunió con los jóvenes, les pidió que se apartaran. Sin embargo, Dylan lo detuvo y le preguntó sobre la presencia policial en este acceso a la ciudad.
—¿No os habéis enterado? Ciudad Azafrán está en cuarentena debido a una explosión en la ciudad. Se puede ver la columna de humo desde aquí… Mirad, justo ahí.
Ryku y Dylan dirigieron la vista a donde el hombre señalaba y vieron una impresionante humareda negra que se elevaba por encima de los árboles que rodeaban la ciudad. Debía tener ya casi cien metros de altura para verse tan bien con la distancia que los separaba del epicentro.
—¿Qué ha podido causar tal cantidad de humo? —preguntó Ryku.
—A saber. La policía no dice nada al respecto, aunque se baraja entre el uso de bombas o un combate donde los ladrones tenían Enlaces de Pokémon con la misma capacidad destructiva de un Electrode o Weezing. Yo me decanto por la segunda opción porque la bomba ha de ser muy potente para superar las explosiones de los Pokémon que se especializan en detonarse a sí mismos. En fin, tengo que pensar a dónde voy a ir ahora que mi casa no está al alcance. Nos vemos.
Ryku se despidió del hombre y le agradeció la información que le había proporcionado. Lo miró alejarse por la ruta en dirección a ciudad Celeste un momento y luego clavó la vista en la columna de humo.
—Yo también pienso que las explosiones han tenido que ser a través de Enlaces Pokémon, o de Pokémon salvajes, ya que se barajan posibilidades. ¿Tú qué opinas, Dylan?
No hubo respuesta.
—¿Dylan?
Ryku buscó a su desaparecido amigo y lo encontró alejado de la ruta casi a punto de adentrarse en la hierba alta que tenía a escasos metros. ¿Cuándo se había movido hasta allí? Se acercó a Dylan y descubrió que estaba usando el Holomisor del brazalete Enlace. Por respeto, esperó a que finalizara la llamada. Cuando terminó de hablar, hizo unos gestos de alivio y algún que otro de victoria. Luego se dio la vuelta y se topó con Ryku, que lo esperaba a pocos metros de él.
—Perdona por haberme separado sin avisar —se disculpó—. Quería saber cómo estaban mis padres con todo esto y prefería encontrarme en un lugar más silencioso.
—Supuse que los llamarías porque íbamos a visitarlos. ¿Están bien?
—Sí. Por suerte la explosión sucedió muy lejos de mi casa y no es una zona afectada. Pero tienen que permanecer ahí y no salir por si los criminales se dedican a coger rehenes para su huida. Toda la ciudad está sitiada buscándolos y no hay forma de entrar.
—Entonces, ¿cómo llegamos a ciudad Carmín? —preguntó Ryku.
—El STA sería una buena opción ahora mismo, pero tú aún no has visitado ciudad Carmín por primera vez. —Ryku asintió—. En ese caso, la vía subterránea es el único camino que nos llevará a ciudad Carmín.
—¿No la habrá cerrado también la policía?
—Esperemos que no. Los accesos a la vía se ubican fuera de la ciudad y a su vez está apartada de la parte subterránea de la ciudad, como un camino independiente.
Ryku y Dylan se dirigieron a la entrada de la vía subterránea, un edificio pequeño y austero al este de la Ruta 5. Había policías en la entrada, pero no les impidieron entrar en el edificio. Ryku echó un rápido vistazo al interior y su decoración a base de pósteres, algunas sillas y plantas antes de bajar las escaleras que había en el centro del edificio.
La vía subterránea era larga. Mucho. Tanto como lo era ciudad Azafrán de norte a sur y un poco más. No había nada que llamase la atención más allá de algunos murales en las paredes y el suelo cambiando de color mientras avanzaban. La vía cumplía una sola función: conectar el norte con el sur de ciudad Azafrán sin tener que entrar en la capital de Kanto. No había nada que incitara a los que cruzaban la vía a pararse en ningún momento. Se notaba mucho que los que mandaron construir la vía subterránea pensaban en un único objetivo y no en lo que podría ser después la vía. Una pena, según creyó Ryku.
Al cabo de unos minutos, Ryku subió unas escaleras en el final de la vía y se topó con un panorama similar al del edificio por el que había accedido a la vía. Salió del edificio y esperó a Dylan, el cual se había separado por culpa de la gente que había ido con ellos. Apareció como el último en abandonar la vía subterránea.
—¿Dónde estamos ahora? —preguntó Ryku.
—Ruta 6. La ruta que conecta ciudad Carmín con el sur de ciudad Azafrán. No nos queda mucho viaje.
La Ruta 6 estaba más habitada por Pokémon salvajes y hierba alta que la anterior ruta. Los campos alrededor del camino de tierra invitaban a la gente a pasar el día bajo sus árboles solitarios o en campo abierto para contemplar la naturaleza. Ryku aceptó tal invitación y decidió comer bajo la copa de uno de los árboles. Dylan no tenía esas intenciones, pero su estómago le dijo todo lo contrario y se vio obligado a sentarse y acompañar a su amigo. Cuando terminaron, reanudaron su camino.
En un punto del camino les llamó la atención una explosión. Pero no una explosión cualquiera, sino una explosión de agua como si alguien hubiera caído desde bastante altura a una piscina. Ryku y Dylan echaron un vistazo y divisaron a un grupo de entrenadores combatiendo en un estanque cerca del camino. Ryku y Dylan intercambiaron una mirada.
—¿Te hace un combate Pokémon contra esos entrenadores? —preguntó Dylan.
—Desde luego. Me vendrán bien como precalentamiento contra el líder de ciudad Carmín.
Los jóvenes se aproximaron al estanque y se reunieron con la pareja que estaba contemplando el combate que se celebraba en el agua. Eran dos campistas que vestían igual que aquel mandamás de los Seis del Puente Pepita. Ryku y Dylan les saludaron y ellos respondieron con la misma hospitalidad. Dylan fue directo al grano y preguntó si alguno de ellos deseaba un combate contra él o su amigo. También añadió a los que ya combatían. Uno de los campistas tuvo que rechazar la oferta debido a que su Enlace estaba en modo reinicio y todavía le quedaban veinte minutos antes de volver a usarlo. La chica aceptó gustosa el duelo, pero eligió a Ryku como rival.
—Genial, el que pide pelear es el que no pelea —se quejó Dylan en plan bromista.
—Puedes desafiar a Mikel —le respondió el chico—. Estoy seguro de que lo aceptará.
—¿De verdad?
—Es quien me ha derrotado y acaba de vencer al caza-bichos con el que estaba luchando. Los dos combates los ha realizado sin tiempo de descanso, lo que me hace entender que le encanta demostrar que no necesita reposar entre combates. Y me ha enseñado la medalla de la líder de ciudad Celeste, por lo que es un rival fuerte.
—¿Ah, sí? —dijo Dylan. Su tono de voz sonaba como si fuera a disfrutar con lo que iba a decir y hacer a partir de ahora—. Veamos qué tan fuerte es este entrenador. Nos vemos luego, Ryku.
—Vamos a apartarnos un poco para no interferir en el otro combate —sugirió la chica—. Acompáñame.
Ryku siguió a la chica hasta un lugar apartado, no muy lejos del estanque. Una vez los dos estuvieron de acuerdo con el sitio, se posicionaron cara a cara a una distancia aceptable entre ambos.
—Por cierto, me llamo Chío —se presentó la chica.
—Yo soy Ryku.
Los dos rivales activaron sus Enlaces. Ryku adoptó su forma de Charizard y observó el Enlace de su contrincante. Chío poseía la forma de un Marowak, un nuevo Pokémon al que no se había enfrentado nunca, por lo que debía ir con cuidado incluso teniendo la ventaja de tipo. No era inmune a todos los movimientos de tipo tierra.
El combate empezó por parte de Chío lanzando su hueso hacia Ryku. Él vio el ataque y lo esquivó con bastante facilidad, pero no se dio cuenta del efecto bumerán del hueso y le asestó un golpe entre las alas que lo desequilibró y permitió al Marowak acercarse, recoger su hueso al vuelo y golpearle una segunda vez en el hocico. Ryku retrocedió y se recompuso. Chío ya preparaba su siguiente ataque al cubrirse con un aura que expulsaba llamas con la punta invertida que ascendían y desaparecían cuando sobrepasaban su cabeza de hueso. Ryku no reconoció el movimiento y prefirió no arriesgar a recibir una sorpresa no deseada. Cargó la energía de su Megapuño para contraatacar.
Durante varios segundos nadie lanzó una ofensiva. Ryku se dejó llevar por el impulso y voló para clavar el Megapuño en el cuerpo de la Marowak. Chío reaccionó a una velocidad asombrosa y contraatacó sin recibir daño. Ryku sufrió otro golpe del hueso que no le pilló por sorpresa y clavó las garras en el suelo para no retroceder más. En cuanto se detuvo, disparó un lanzallamas soportando el dolor donde le había dado el hueso. Chío estuvo pendiente de la posible resistencia que pudiera darle Ryku y respondió acorde al ataque que estaba a punto de sacudirle haciendo girar su hueso a gran velocidad que fue capaz de desviar las llamas. Hacer eso la dejó expuesta a un ataque adicional que Ryku aprovechó al momento y chocó con sus alas cargadas de energía sobre su rival.
Chío resistió. Pero no consiguió el mismo resultado con algo tangible y retrocedió. Antes de recuperarse, Ryku la lanzó por los aires y escupió un nuevo torrente de llamas. Esta vez fue incapaz de bloquear o esquivar y las llamas engulleron su cuerpo. Cayó con manchas oscuras por todas partes. La Prioridad Humana no se activó hasta que Ryku sentenció el duelo con un desgarro de su movimiento Cuchillada.
Chío regresó a su forma humana y se quedó sentada sin saber dónde había caído. Cuando vio a Ryku acercarse y tenderle la mano, la usó para levantarse.
—Buen combate —felicitó Ryku.
—Lo mismo digo. Tienes una llama muy poderosa.
—Igual que tu hueso. Menudos golpes metes, y eso que no debería afectarme tanto al ser ultrarresistente al tipo tierra.
—Tuve suerte de que no fueras muy de volar. De lo contrario, habría sufrido mucho durante el combate.
—Si me hubieras dado la oportunidad… —dijo Ryku. Los dos se rieron—. Por cierto, ¿qué movimiento era ese que te cubría en un aura con llamas? Nunca lo había visto.
—Se llama Foco energía. Me ayuda a hacer que mis ataques hagan todo el daño al ignorar las defensas del rival. No ocurre siempre, solo aumenta la probabilidad durante todo el combate. Creo que lo experimentaste de primera mano, no estoy segura.
—Interesante. No lo olvidaré por si me topo con otro entrenador que tenga ese movimiento en su set.
—¿Vemos si el combate de tu amigo ha acabado? Quiero saber si ha derrotado al poseedor de la medalla de ciudad Celeste. A ese se le sube mucho el ego cuando va en racha de victorias.
—¿No te cae bien? —preguntó Ryku.
—Solo cuando presume más de la cuenta de haber ganado a Misty. Por favor, ni que hubiera derrotado a los ocho líderes de Kanto y al Alto Mando.
—Ya veo.
—Bueno, démonos prisa. Si aún está el combate en pie, quiero verlo.
Ryku y Chío regresaron con los demás y por el camino presenciaron lo que pareció ser el golpe final del combate entre Dylan y su rival. El Blastoise expulsó una enorme cantidad de agua con una presión tan alta que daba miedo. El ataque vació el estanque por un instante y lo rellenó con el agua del Blastoise. Ryku vio a través del agua la intensa luz de la Prioridad Humana de los Enlaces. Habían llegado tarde.
—Así aprenderás que una medalla no te hace ser un entrenador poderoso. No olvides que no eres el único que ha vencido a un líder de Gimnasio. Yo soy una prueba de ello —se burló Dylan.
—E… Entendido…—murmuró su rival.
Satisfecho con la victoria, Dylan se reunió con Ryku y los demás. Chío y los otros entrenadores agradecieron a Dylan que le bajaran los humos a Mikel y le devolvieran a la realidad con una buena paliza en su terreno. A Dylan no le importó. Le gustó enseñarle la lección a Mikel de no creerse el mejor, pues siempre puede haber alguien mucho más poderoso que él. Y lo había demostrado a la perfección.
Ryku y Dylan se despidieron de los entrenadores y retomaron su camino por la Ruta 6 hasta ciudad Carmín, destino que cada vez estaba más cerca.
Chapter 12: S.S. Anne
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Ryku y Dylan divisaron ciudad Carmín a lo lejos. Sus edificios no eran lo bastante altos y no se distinguían con claridad hasta que casi alcanzaron uno de los accesos a la ciudad. Nada más pisar sus calles, Ryku se sintió atraído a explorar la urbe como había hecho con las anteriores en las que había estado. Sin embargo, el cansancio del viaje se hizo más notorio y sus ganas de hacer turismo cambiaron por las de ir al albergue y desplomarse en la cama. Dylan opinaba lo mismo y juntos fueron al albergue. Esta vez no necesitaron un mapa de la ciudad porque Dylan la conocía muy bien. En poco tiempo estuvieron delante de la recepción del albergue.
El resto de la tarde la pasaron descansando. Durante la cena, el comedor estaba en silencio por las noticias que hablaban del accidente de ciudad Azafrán y su cierre. Según la información del presentador, la explosión la provocaron unos entrenadores sin identificar con Enlaces de Pokémon y asoció dicha acción a miembros de una banda conocida como Equipo Leyenda. Ryku y Dylan se atragantaron al escuchar a los posibles culpables. ¿Serían los mismos contra los que combatieron en el monte Moon? El presentador anunció un cierre temporal de ciudad Azafrán. Nadie podría entrar ni salir hasta haberse asegurado de atrapar a los culpables o, al menos, de poder evitar otra catástrofe de la misma categoría.
—Curioso que no pidan ayuda a la gente —dijo Dylan—. Hay entrenadores que podrían capturarlos, ya fuera recibiendo una recompensa o no. Yo me apuntaría. ¿Y tú, Ryku?
—No. —Dylan se sorprendió ante la respuesta de su amigo—. No me malinterpretes, si me topara con ellos no huiría, sino que les daría una paliza. Pero mientras no los vea, prefiero seguir con mis objetivos.
—Ah, ya decía yo. No te veo como alguien que se acobarda ante un combate que puede perder. No desde la pelea contra Brock.
—No te precipites. Aún me quedan seis medallas por conseguir y puede que tenga planificar antes de un combate con un líder de Gimnasio más que ser impulsivo como hasta ahora.
—Ahora que lo dices… ¿Quieres que te diga el tipo de Enlace que tiene el de ciudad Carmín o prefieres descubrirlo por tu cuenta?
Ryku se pensó la respuesta.
—¿Sabes qué? Voy a probar lo que acabo de decir. No me reveles el Enlace de mi futuro contrincante.
Ryku y Dylan siguieron escuchando las noticias que hablaron del Alto Mando y de la búsqueda del nuevo líder de Gimnasio de ciudad Verde antes de que empezara la Liga Pokémon. Todavía no habían dado con un entrenador capacitado a pesar de haber recurrido a los antiguos Campeones de la Liga Pokémon. Ninguno deseó convertirse en líder de Gimnasio y eso dificultaba la búsqueda. Aún les quedaba tiempo, pero debían encontrar uno al menos un par de meses antes de la Liga Pokémon.
Tras la cena, Ryku y Dylan se retiraron a sus habitaciones. Poco después de haberse cambiado de ropa por el pijama, Ryku abrió el Holomisor y vio el vídeo que le habían mandado sus padres por la mañana. Le felicitaron por lo bien que iba su viaje y su padre se enorgulleció y emocionó de las descripciones de los combates de Ryku contra los líderes de Gimnasio. Para sorpresa del joven, su padre se alegró especialmente cuando habló de las peleas contra los Seis del Puente Pepita. ¿Desafió a los miembros de su juventud? Ryku se guardó la duda para otro vídeo. Se interesaron por Bill, pero no profundizaron mucho en él. El vídeo terminó con su despedida habitual.
Al día siguiente, Ryku y Dylan programaron lo que iban a hacer. Tenían tres opciones: turismo por la ciudad, ir al Gimnasio o pasar el día en el S.S. Anne. La idea del crucero de lujo caló más que el resto y se quedaron con ella.
Ryku aprovechó el paseo hacia el puerto para explorar la ciudad. Dylan le recomendó hacerlo con tranquilidad porque valía más la pena. Ryku lo entendió y se centró en seguirle por las calles. Aunque no perdió la oportunidad de localizar el Gimnasio de ciudad Carmín si pasaban por delante. Hasta ahora las fachadas de los Gimnasios revelaban el tipo de Enlace que usaban sus líderes. Por desgracia, no lo vio.
A Ryku le impactó la cantidad de muelles que había en el puerto. Era imposible no ver uno mirara donde mirara. Muchos no tenían barcos atracados y daban vía libre al elegante paisaje marítimo. Solo hubo algo más impresionante que el vasto mar, y era el S.S. Anne. Ryku buscó el crucero de lujo y no le costó en absoluto cuando, a pesar de las distancias, el S.S. Anne se imponía con su enorme tamaño tanto en altura como en longitud. Ryku y Dylan se dirigieron al barco sin pensárselo dos veces.
Un barco de dimensiones colosales, largo como para ocupar varios muelles y tan alto que bloqueaba la luz del sol por completo. Aquello supuso un problema para los jóvenes al no encontrar la forma de embarcar. Menos mal que había una fila donde la gente esperaba para subir una rampa que llevaba al interior del barco. Ryku y Dylan se unieron a la fila y esperaron su turno. Creían que estarían bastante rato esperando, pero en poco más de diez minutos se plantaron delante de la entrada al crucero.
—Billetes, por favor —les dijo un hombre vestido de marinero.
Dylan sacó los dos billetes y se los entregó al marinero. Este realizó las comprobaciones pertinentes y los selló antes de devolverlos.
—Bienvenidos a bordo. No pierdan ni tiren los billetes si quieren volver a entrar en el barco.
—¿Podremos subir de nuevo otros días? Genial—se alegró Ryku.
—Si venís a la fiesta, se está celebrando en la cubierta, cerca de la proa. También podéis explorar el barco, si os apetece más. En cualquier caso, disfrutad de la estancia en el S.S. Anne.
Ryku y Dylan guardaron los billetes y subieron la rampa. En el interior del barco, un hombre les indicó el camino para ir a la cubierta, aunque tenían vía libre de ir a casi cualquier parte del barco. Ryku y Dylan tenían ganas de moverse por el S.S. Anne y descubrir aquello que hacía que el barco fuera el más impresionante de todos, pero optaron por seguir las indicaciones del guía y así hacerse una idea de cómo moverse y tener un punto de referencia al cual volver si se perdían.
La cubierta estaba a rebosar de gente pasándoselo bien bebiendo en la barra del bar, comiendo, charlando o siguiendo el ritmo de la música. Sin duda los ánimos estaban por las nubes. Ryku y Dylan hicieron su primera parada en el bar, donde pidieron un par de refrescos. Luego se mezclaron entre la multitud y se dejaron llevar por la fiesta. Sin embargo, la cubierta no tenía mucho más que enseñar. Había un par de piscinas, un jacuzzi y tumbonas por todas partes. Escucharon música mientras bebían y luego se pondrían a explorar el barco.
La música se detuvo para dejar a un hombre que tenía la pinta de pertenecer a la tripulación del crucero. Cuando captó la atención de todos los invitados, anunció el recordatorio de la competición que se celebraba cada día después de la hora de comer mientras el navío estuviera en el puerto, en especial a aquellos que participaban. Ryku y Dylan intercambiaron una mirada y, sin decirse ni una palabra, decidieron ver esa competición. Tras el recordatorio, el hombre se marchó y la música volvió a sonar.
—Increíble. Un torneo en un barco. Eso no se ve todos los días —comentó Dylan.
—Lo más increíble para mí es que el S.S. Anne tenga un estadio donde realizarlo —añadió Ryku.
—¿Te apetece ir a verlo?
—Ni que fuera a decir no.
Ryku y Dylan acabaron sus bebidas y se dispusieron a abandonar la fiesta cuando se percataron de que la gente se había puesto alrededor de alguien. Sintieron curiosidad y se unieron al grupo. Debido a su estatura, no podían ver a la persona que atraía tantas miradas. Lograron escabullirse entre el gentío y vieron al responsable de tal conglomeración.
Un hombre de pelo rubio, corto y en punta que llevaba puestas unas gafas de sol y un collar con dos chapas atendía a quienes le dirigían la palabra. Ryku dudó si su vestimenta de militar era por seguir alguna moda o si de verdad servía en el ejército. El cuerpo trabajado y el rostro serio a la par que alegre confundía bastante.
La gente no paraba de admirarle y de repetir una y otra vez las palabras «rayo americano». Entonces Ryku recordó a quién llamaban así. Estaba frente al teniente Surge, alguien muy importante en la ciudad.
—¡Señor! —gritó Dylan. Surge se enfocó en él y le saludó disciplinadamente—. No esperaba verle aquí.
—Vaya, vaya, pero si es el soldado Dylan. —Ryku se impresionó de que Surge tuviera tan buen trato con su amigo—. Lo mismo puedo decir de ti. ¿Qué tal…?
Surge no podía mantener una conversación con Dylan con toda la gente que le estaba llamando la atención. Ryku creyó que eso le molestaba, pero Surge se dedicaba a hacerse fotos y firmar autógrafos a aquel que se lo pidiera. Parecía más extrovertido de lo que decía su postura recta y firme.
—¿Quiere hablar cuando deje de ser el centro de atención? —le preguntó Dylan a Surge en un momento de calma.
—Lo prefiero. Te buscaré cuando haya acabado aquí.
—Estaremos cerca del bar.
Ryku y Dylan se alejaron y se sentaron en una mesa cerca de la barra del bar. Como desconocían el tiempo que estaría Surge ocupado, se pidieron otro refresco con tal de no ocupar sin sentido una mesa.
—Sé que me quieres preguntar, se te nota en la cara. Vamos, no te cortes —dijo Dylan al ver la cara de Ryku.
—¿De qué conoces al teniente Surge?
—Si te lo dijera incumpliría tu deseo de esta mañana, incluso ya he dicho demasiado solo con eso. —Ryku entendió la indirecta. Surge era el líder del Gimnasio de ciudad Carmín—. Pero no es por eso por lo que conozco a Surge. Mi relación con el teniente es anterior a la recolección de medallas.
—¿En serio? ¿Y de qué os conocéis?
—Del campamento de entrenamiento Pokémon —respondió Dylan—. El mejor lugar donde mejorar tu experiencia con el Enlace. Una pena que cerrara para siempre. La vez que estuve allí, hará ya un par de años, el maestro que nos adiestró fue el teniente Surge. Y fue un entrenamiento duro y agotador, pero los resultados son incuestionables.
—Se ve que hay una buena amistad entre vosotros. ¿Solo necesitasteis ese campamento para conoceros tanto? —inquirió Ryku.
—Es lo que se consigue con los combates Pokémon.
Cinco minutos después, Surge finiquitó a sus admiradores y se convirtió en un visitante más del S.S. Anne. Con la calma, se sirvió una bebida en el bar y buscó a Dylan, al cual encontró saludándole con la mano. Se sentó en la silla libre que había en la mesa.
—Bueno, ahora que por fin estoy libre puedo conversar con quien quiera —comentó Surge como si se quitara un peso de encima—. Dime, Dylan, ¿cómo te van las cosas?
—Muy bien, señor. He estado cumpliendo mis objetivos tal y como le había mencionado.
—¿Sí? —Surge arqueó una ceja—. ¿A cuántos de mis compañeros de trabajo has logrado derrotar?
—A seis de ellos, excluyéndole. Le enseñaría las medallas, pero están en mi mochila y no he venido con ella.
—No hace falta. Puedo ver en tu cara que has luchado contra ellos y les has vencido. Y siempre puedo llamarles para verificar tus palabras. Aunque confío en ti, soldado.
—Gracias, señor. Antes de que sigamos hablando, me gustaría presentarle a Ryku. Es un entrenador como yo y también se está dedicando a recolectar las medallas de Gimnasio.
—Un placer, señor.
—Por favor, háblame de tú a tú. Las formalidades es algo entre Dylan y yo.
—Ah, de acuerdo.
—Así que también estás desafiando a los líderes de Gimnasio, ¿eh? ¿Hace mucho que te has embarcado en ese periplo? —preguntó Surge.
—No. Solo hace poco más de un mes que inicié mi viaje.
—Interesante. ¿Ya has ganado alguna medalla?
—Dos. De los líderes de ciudad Plateada y Celeste.
—Bien, entonces tienes permiso para desafiarme. Por regla general, no permito que nadie me rete sin que se haya hecho con una medalla de Gimnasio como mínimo. Tu amigo lo sabe a la perfección.
—Tampoco es una restricción enorme —dijo Dylan.
—Asegúrate de traer tus medallas para que mi vigilante te deje pasar.
—Entendido.
Surge bebió de su vaso.
—Bueno, contadme qué hacéis en este crucero. No me esperaba verte aquí, Dylan.
—Nos regalaron unos billetes para subir al S.S. Anne. Como nos pillaba de camino, decidimos pasar al menos un día a bordo —contó Dylan.
—¿Y solo para explorar el barco?
—No sabíamos que nos ofrecía. Pero ya nos hemos enterado de la competición que hay y no vamos a perdérnosla. Hasta entonces exploraremos todo lo que podamos y el estadio era el primer destino.
—¿Os apetece que nos veamos antes de que comience el torneo? Puedo conseguir buenas plazas para los tres.
—Eso sería fantástico, señor. Muchas gracias —agradeció Dylan emocionado.
—Bien, en ese caso quedamos aquí después de comer.
Surge terminó su bebida y se mezcló entre la multitud. Los jóvenes se levantaron de la mesa y se fueron a descubrir las maravillas que escondía el navío más famoso del mundo.
El S.S. Anne mostraba su lujo a cada lugar al que iban. Había decenas de tiendas de todo tipo en la zona más amplia del barco, justo donde se suponía que era el corazón del mastodonte de metal. Había boutiques, tiendas de comida exótica e incluso locales especializados para los entrenadores, contando con sus propios centros Pokémon y Técnico. Más allá de la zona central y sus tiendas, había teatros, parques infantiles, guarderías Pokémon, dos tipos de gimnasios —los comunes y los diseñados para entrenar con Enlaces activos—, discotecas, un enorme comedor de barra libre, restaurantes de comida selecta, pistas de tenis, canchas de baloncesto, una piscina climatizada y balnearios. Vieron todo lo posible del barco porque supusieron que el torneo duraría toda la tarde y luego tendrían que abandonarlo. El estadio de la competición, su objetivo principal, no lo pudieron ver por culpa del mantenimiento previo al torneo.
Ryku y Dylan se tomaron un merecido descanso en el gimnasio para entrenadores de Enlace, observando a los que combatían o se intercambiaban tácticas después de una pelea, mientras esperaban escuchar por megafonía la llamada de la hora de comer.
Tras comer hasta hartarse, Ryku y Dylan subieron a la cubierta y se sentaron en una mesa libre cerca del bar. La cubierta ya había perdido toda la festividad y solo había tranquilidad, un buen sitio donde relajarse. Había alguna que otra pareja deambulando por ahí que se dirigía a la popa del barco, pero siempre dejaban a los dos chicos a solas.
—¿Habremos comido demasiado rápido? —se preguntó Dylan—. Espero que el torneo no comience muy tarde.
—En teoría debería ser poco después de la hora de comer. Eso es hasta las tres de la tarde —dijo Ryku.
—¿Y qué hora es?
Ryku miró el reloj de su brazalete Enlace.
—Las tres menos cuarto.
—Menos mal. La espera no será eterna.
Sin embargo, sí lo fue. El restaurante de barra libre cerró a la hora que Ryku había dicho, pero por megafonía se anunció que el torneo, debido a un imprevisto en el estadio, se retrasaría una hora por lo menos. Dylan maldijo el golpe de mala suerte. No era de aquellos que se estaban quietos en un sitio mientras esperaban algo que querían y se fue a dar un paseo por la cubierta en dirección a la popa. Ryku se quedó en la mesa por si aparecía Surge tal y como habían quedado. La hora pasó y la cubierta volvió a llenarse de gente ahora que el bar reabría sus servicios. Ryku se sirvió un refresco para pasar el rato. Diez minutos después llegó Surge. Ryku llamó su atención con un movimiento del brazo y el líder de Gimnasio se sentó en la mesa junto a él.
—¿Dónde está Dylan? El torneo empezará pronto.
—No le gustaba esperar y se fue a dar una vuelta.
—No se ha deshecho de la impaciencia de su repertorio de defectos, igual que cuando lo conocí. ¿Te importaría llamarlo si tienes su número de holomisor?
Ryku asintió y buscó a Dylan en su agenda de contactos del módulo Holomisor. Dylan respondió a la llamada y en poco tiempo lo vieron de nuevo en la cubierta de proa.
—¿Qué has estado haciendo tanto tiempo en la popa? —preguntó Ryku.
—Había una sala de máquinas recreativas ahí. Era perfecto para matar el tiempo.
—La impaciencia va a ser tu perdición, soldado —le riñó Surge—. Si no hubiésemos optado por avisarte, hubieras llegado muy tarde e incluso te hubieras perdido el torneo.
—Lo lamento, señor —respondió Dylan cabizbajo. Realmente se estaba disculpando por lo que había hecho.
Surge clavó sus ojos en Dylan un rato y adoptó una postura seria. Sin embargo, no continuó su riña por el aviso desde megafonía del pronto inicio del torneo. Sin más demora los tres se dirigieron al estadio.
Surge consiguió unos buenos asientos desde los cuales ver en detalle los combates Pokémon. Ryku y Dylan tuvieron por fin la oportunidad de ver el interior del estadio y no salían de su sorpresa de lo impresionante que era. Focos, gradas que rodeaban casi en su totalidad un campo de batalla claramente diseñado para combates profesionales, pantallas gigantes encima de este para aquellos que tenían diminuto el campo y una plataforma donde estaban los comentaristas del torneo.
—Este estadio está al nivel de los de la Liga Pokémon —comentó Ryku.
—El S.S. Anne no podía tener menos, estaba claro —añadió Dylan.
—Aquí se han llegado a celebrar incluso combates de Gimnasio cuando los edificios estaban de reformas o mantenimiento —explicó Surge—. Debe estar a ese nivel como mínimo.
Ryku y Dylan intercambiaron una mirada de asombro ante la revelación de Surge.
—¿Has celebrado algún combate de Gimnasio aquí, Surge? —preguntó Ryku.
Surge negó con la cabeza.
—Para ser honestos, es la primera vez que consigo entrar en este estadio —confesó Surge—. El Gimnasio me absorbe todo el tiempo de un día y nunca he tenido la oportunidad de siquiera subir al crucero.
—¿Y cómo hoy has podido subir?
—Ya estaba harto de perder la oportunidad y cerré el Gimnasio por un día. Atenderé a las consecuencias después.
—El S.S. Anne debe proporcionarle algo que le interese mucho, señor —supuso Dylan—. No le imaginaba como alguien que evade su trabajo, aunque solo sea un día.
—Llevaba mucho tiempo intentando pasear por la cubierta de este crucero, pero siempre había algo que me lo impedía, ya fuera el Gimnasio como el propio S.S. Anne estando atracado en otra región. Y con un nulo conocimiento de su próximo destino, me resultaba muy difícil compaginar mis responsabilidades de líder con el de un entrenador cualquiera —explicó Surge—. Así que me harté de esperar y me obligué a clausurar temporalmente el Gimnasio para cumplir mi deseo.
—Una razón más que justificada, si me permite el comentario, señor —opinó Dylan.
—Un poco irresponsable por mi parte —se riñó a sí mismo Surge—, pero no es la primera vez que he hecho algo así… y puede que tampoco la última.
—Al menos ha cumplido uno de sus sueños.
—No como lo hubiera deseado, pero me sirve.
—Eh, veo a dos personas subiendo a la plataforma de comentarios. La competición debe estar a punto de empezar —avisó Ryku.
Surge finalizó la conversación y los tres se centraron en el campo de batalla. Las pantallas se encendieron y mostraron durante unos minutos publicidad del barco. Luego los comentaristas de la plataforma pasaron a ser los protagonistas de la imagen. Saludaron al público y se presentaron bajo los nombres de Oliver y Lucas. Debían ser personas famosas, pues el público entró en júbilo cuando escucharon esos nombres. Pero ni Ryku ni Dylan, ni siquiera Surge, tenían idea de quiénes eran. Los comentaristas hablaron un poco de los combates Pokémon que hubo al principio de la semana y mientras se les escuchaba reprodujeron en las pantallas los momentos más emocionantes de los duelos. Los Enlaces que se vieron fueron extraños y tanto Ryku como Dylan no reconocieron ninguno de ellos.
—¿Esperabais ver Enlaces familiares? —les preguntó Surge al observar a los chicos buscar información sobre esos Enlaces—. No os molestéis en averiguar más sobre ellos; Esos Enlaces Pokémon no son comunes de Kanto.
—¿Y de dónde son? —inquirieron los dos jóvenes casi al unísono.
—Yo tampoco los conozco. No he viajado lo suficiente como para haber descubierto muchas especies de Pokémon.
Ryku y Dylan volvieron a concentrarse en las pantallas que todavía mostraban imágenes de algunos combates más y luego Oliver y Lucas retomaron su presencia en las pantallas.
—Unos duelos de lo más emocionantes —comentó Oliver—. Y estoy seguro de que los entrenadores de hoy no bajarán el listón de sus rivales. El torneo está a punto de dar comienzo y estos son los combates que habrá en el día de hoy.
Las pantallas cambiaron de nuevo la imagen y mostraron una tabla clasificatoria con las fotos y nombres de los entrenadores que iban a pelear hoy. Ryku no les dio mucha importancia a ellos, sino a los Enlaces que enseñarían. Estaba muy interesado en descubrir Pokémon de otras regiones.
Apenas un minuto después de hablar de los entrenadores de la tabla de clasificación, empezó el torneo.
El primer combate fue entre un chico joven, aunque de mayor edad que Ryku, y un hombre calvo con pinta de mala persona. Los dos rivales se saludaron respetuosamente y activaron sus Enlaces al recibir luz verde. El chico adoptó la forma de una libélula de enormes dimensiones y el calvo el de un camello cuyas chepas en su espalda parecían pequeños volcanes. Ryku y Dylan miraban con asombro a ambos Pokémon. Los comentaristas informaron al público sobre los Enlaces de los entrenadores, ya que no todos sabían qué Pokémon eran. A la gran libélula la denominaron Yanmega, un Pokémon de tipo bicho y volador, y al camello, Camerupt, de tipo fuego y tierra. Después, las pantallas mostraron unas barras de vida idénticas a las que Ryku veía en sus combates de Gimnasio y el duelo comenzó.
Ryku realizó unos cálculos sobre el posible vencedor de la pelea con la información recibida hasta ahora. Yanmega era quien tenía las mayores posibilidades de perder debido a su debilidad al fuego, pero no descartaba que la libélula fuera capaz de aprovechar su punto débil a su favor. Mientras, el combate transcurría más o menos como Ryku imaginó. El Camerupt había sido el segundo en atacar tras haber recibido un ataque que Ryku no identificó con otro igual de desconocido. El del Camerupt provocó que el público buscara un refugio detrás de las sillas del espectador de enfrente cuando rocas envueltas en llamas y humo emergieron de los pequeños volcanes que tenía por chepas. Por suerte, había la suficiente distancia entre el campo de batalla y las gradas como para que no hubiera accidentes. El Yanmega esquivó el ataque con gran facilidad gracias a una velocidad sorprendente para una libélula de su tamaño y disparó unas ondas a través de sus ojos mientras evitaba las rocas ardientes que causaron que el Camerupt se tambaleara de un lado a otro y cediera su ofensiva. Ryku reconoció al fin un movimiento: Supersónico. El Camerupt estaba confuso e indefenso a un ataque directo que el Yanmega no tardó en aprovechar y emitió un sonido similar un zumbido de tanta intensidad que todos los espectadores se taparon los oídos. El Camerupt quiso defenderse, pero recibió un segundo zumbido que activó la Prioridad Humana y con una explosión centelleante el camello se convirtió de nuevo en el hombre calvo.
—Esos ataques han sido increíbles —dijo Dylan—. Qué potencia tenían esas erupciones del Camerupt y el zumbido del Yanmega.
—Y qué lo digas. Aún me pitan los oídos —añadió Ryku.
El siguiente combate no tardó en empezar. Esta vez, los Enlaces pertenecían a otros dos Pokémon desconocidos. Una vez más, uno de ellos luchaba soltando gritos de alta intensidad que obligaban a taparse los oídos. El otro, que parecía un lince negro con una estrella de cuatro puntas en la cola, se defendía a base de mordiscos que electrocutaban a su rival. El duelo no fue tan emocionante como el anterior, tal vez porque duró más y los contrincantes pensaban con calma su próximo ataque. Al final, el lince se alzó con la victoria con un certero rayo.
La competición continuó con varios combates más, todos con un increíble fervor que terminó en algo que se veía venir: una pausa para recomponer el campo de batalla. Los ataques habían agrietado y congelado el suelo, incluso se había empleado como arma. La pausa duró media hora y se prorrogó un poco más para que los participantes del torneo descansaran. Poco después se reanudó el torneo.
El siguiente combate lo protagonizaron un Rapidash y un Arcanine. Los primeros Pokémon que Ryku y Dylan reconocían. Ambos Pokémon eran fuertes, pero al pertenecer al mismo tipo elemental, la mayoría de ataques no terminaban de ser todo lo potentes que debían. Durante el duelo, el Rapidash se encabritó y asestó un pisotón en el suelo que el Arcanine esquivó por los pelos. Cuando los cascos del caballo tocaron el campo de batalla, el suelo tembló. Al principio todos creyeron que había sido un golpe muy poderoso, pero tan pronto como creyeron eso recibieron el verdadero motivo del temblor.
De repente empezaron a sonar las alarmas de emergencia y el barco empezó a inclinarse hacia un lado. Todo sucedió tan rápido que el público tardó en comprender lo que ocurría.
—¿Qué está pasando? —chilló Dylan.
—Esas alarmas de emergencia significan que algo grave está ocurriendo en el S.S. Anne —dijo Surge.
—Pero ¿qué?
El crucero respondió a la pregunta de Dylan con un nuevo temblor e intensificó su inclinación. Ya costaba mantener el equilibrio. La gente huyó aterrada por las salidas del estadio. Gracias a los entrenadores que había entre el público se consiguió evacuar poco a poco el estadio con relativo orden.
—¡Salgamos de aquí!
Ryku, Dylan y Surge se agarraron a los asientos y siguieron a la gente hacia las salidas. Un nuevo temblor provocó que el propio estadio empezara a venirse abajo, empezando por la plataforma de los comentaristas. Ryku desvió la mirada hacia el ruido metálico de la torre y atisbó movimiento en la cabina de los comentaristas. Oliver y Lucas estaban atrapados y pedían ayuda desesperada. Algunos cables se partieron y soltaron chispas que los comentaristas esquivaron regresando al interior de la cabina. Ryku se transformó en Charizard y voló hacia la plataforma. Dylan y Surge se sorprendieron ante la inesperada activación del Enlace de Ryku y tardaron unos segundos en entender por qué lo había hecho y también activaron sus Enlaces para ayudar.
Ryku llegó a la plataforma y vio a Oliver y Lucas abrazados y aterrados. Los escuchó rezar para salir de ahí con vida. Apartó un cable que estaba a punto de electrificar el metal y rompió el cristal que se interponía entre los tres. Oliver y Lucas, aún atemorizados, creyeron que los destrozos de Ryku iban a ser su perdición y el joven tuvo que llamarles la atención. Cuando los comentaristas descubrieron al Charizard se alegraron mucho de ver a un entrenador. Ryku hizo un gesto de montarse en su espalda y sujetaría al otro entre sus brazos. Los comentaristas intercambiaron una mirada e hicieron una rapidísima apuesta para decidir quién se montaba en la espalda. Oliver ganó y se subió a la espalda de Ryku. Lucas se aferró más a sus brazos y ahorró a Ryku vigilar de que no se le escabullera entre las zarpas. Con los dos comentaristas a salvo, saltó de la torre y planeó hasta el campo de batalla.
Dylan y Surge se encargaron de guiar a los participantes del torneo hasta la salida junto al resto de pasajeros. Ryku soltó a Lucas y Oliver lo desmontó nada más aterrizar.
—Gracias por la ayuda, entrenador —dijo Oliver.
Ryku asintió en señal de respuesta y los comentaristas se marcharon siguiendo las indicaciones de Dylan y Surge. Por primera vez, Ryku había visto el Enlace del líder de Gimnasio de ciudad Carmín: un Raichu. Ahora que conocía su tipo de Enlace, podía idear un plan en el combate de Gimnasio que libraría, pero no era el momento de pensar en ello.
—¿Todo el mundo ha abandonado el recinto? —preguntó Dylan.
—¿Quedaba alguien más en la cabina, Ryku? —inquirió Surge.
—No, señor.
—Bien. Entonces solo quedamos nosotros. Vámonos.
Ryku estuvo a punto de reunirse con Dylan y Surge cuando un nuevo temblor, mucho más intenso que los anteriores, lo desequilibró y lo tumbó en el campo de batalla. La inclinación ya empezaba a ser notoria y a Ryku le costó ponerse en pie de nuevo. Dylan fue en su ayuda, pero aquel temblor causó que la inclinación se volviera imposible de contrarrestar y muchos elementos del estadio cedieron por su propio peso. Los anclajes del aparato de las pantallas se rompieron y la estructura se precipitó sobre el campo de batalla. Ryku trató de esquivar el peligro, sin éxito por la pérdida del equilibrio. Por suerte, Dylan llegó a tiempo y con un empujón apartó a su amigo del área de impacto y de las consecuentes esquirlas que viajaron por todo el estadio.
—Ha faltado poco. Gracias, Dylan.
Surge asomó por encima de la estructura medio enterrada de las pantallas en el campo de batalla y, sin siquiera cuestionarse sobre el estado de los chicos, les ordenó:
—Ya hemos permanecido demasiado tiempo aquí dentro. Levantaos y vayamos a un lugar más seguro.
Sin embargo, la caída de las pantallas había traído consigo un efecto retardado de otros objetos que se vinieron abajo como vigas, focos y trozos del techo. Los cables se enrollaron sobre una viga y la convirtieron en una bola de demolición que aceleró el derrumbe de la torre donde antes habían estado los comentaristas. Tras una espectacular y peligrosa cadena de destrucción, la torre entera cayó sobre el campo de batalla.
Surge reaccionó a tiempo y se alejó de la trayectoria de la torre, pero ni él ni los jóvenes pudieron salir de la zona que estaba a punto de destruirse más. La cabina de los comentaristas cayó sobre las pantallas como un martillo golpeando un clavo. La estructura de las pantallas se hundió más en el campo de batalla y lo resquebrajó hasta el punto de partirse y desaparecer entre la chatarra desperdigada de la torre y el aparato de las pantallas. Los tres entrenadores se lanzaron a un vacío desconocido.
Ryku despertó algo desorientado. Miró a su alrededor y solo vio escombros por todas partes: cristales, barras de hierro, placas de piedra… Todo destrozado. Alzó la mirada y descubrió una enmarañada telaraña de barras de hierro y más trozos del campo de batalla que imposibilitaban el ascenso. Estaba atrapado.
Escuchó movimiento entre los escombros. Dylan estuvo a su lado cuando sucedió el derrumbe y supuso que su amigo estaba en peligro. Corrió hacia donde más se movían los escombros y los apartó lo más rápido que pudo. Gracias al Enlace, el peso que podía levantar era mayor que siendo humano. Ryku vislumbró el caparazón del Blastoise de Dylan y apartó todos los restos que hubiera a su alrededor.
—Dylan —lo llamó—. ¿Me oyes? Dime algo.
—Te oigo. —La respuesta de Dylan fue un alivio para Ryku—. Sigue apartando trozos de piedra, que todavía no puedo moverme.
Ryku obedeció y movió todavía más remanentes de la torre, la cabina y el campo de batalla. Después de mover una gruesa barra de hierro, Dylan pudo salir de aquella prisión. Ryku se asombró de ver al Raichu también ahí. Dylan debió haberlo protegido mientras caían.
—Teniente Surge, ¿está bien? —preguntó Ryku.
—Sí. Gracias al soldado Dylan y a su duro caparazón solo estoy lleno de polvo y con algún que otro rasguño leve. He de felicitarte por eso, soldado.
—No es necesario, señor. Cumplía con mi deber.
Surge saltó entre los escombros y se reunió con Ryku y Dylan. Realizó un análisis de la situación observando por encima el terreno. Al alzar la mirada, se hizo una idea de lo que debía hacer.
—No creo que podamos volver a subir. Los destrozos impiden moverse y es muy probable que pueda haber más derrumbes.
—¿Qué deberíamos hacer, señor?
—Lo primero es salir de los campos de batalla de reserva del estadio y regresar a los pasillos del barco. Estos no están pensados para que se muevan Pokémon como vosotros, así que tendremos que desactivar los Enlaces, ¿de acuerdo? Seguidme.
De camino a una salida de la sala en la que se encontraban, Ryku echó otro vistazo a los escombros por lo extraño que le resultaron las palabras de Surge. Al fijarse más en detalle, se percató de que los restos del campo de batalla que había en el estadio no eran los únicos, sino que había más campos guardados y listos para cambiar en cualquier momento uno destrozado. Esa debía ser la razón por la que el estadio se podía usar como Gimnasio. Había visto distintos terrenos para combates temáticos. Lástima que tampoco hubieran sobrevivido a la destrucción.
Los tres personajes alcanzaron una puerta que se había destrozado por la presión de los remanentes de los terrenos de combate. Terminaron de romperla del todo y salieron al pasillo, donde desactivaron los Enlaces como había ordenado el teniente. Ahora tenían que buscar un camino que los llevase a la cubierta.
—¿Por dónde vamos, teniente? —dijo Ryku.
—Esperad un momento.
Surge se apartó de los chicos y fue a uno de los extremos del pasillo mirando las paredes en busca de algo. Lo encontró y se quedó estudiando la pared un tiempo mientras Ryku y Dylan trataban de conservar el equilibrio. Surge regresó con los jóvenes después de terminar la búsqueda.
—Al parecer, esta parte del barco está reservada a los tripulantes. Camarotes, almacenes, la maquinaria de las hélices… casi toda la parte media y baja de la popa es para ellos —explicó Surge—. Entre todo, he visto en un mapa de esta zona un gran hueco que se emplea como almacén para grandes cargas. Allí hay un ascensor que lleva a un área por la cual salir a la cubierta de popa. Estoy convencido de que, aunque no funcione el ascensor, habrá unas escaleras de emergencia que podemos usar. El plan es el siguiente: nos dirigimos a ese almacén y tomamos las escaleras.
—¿Y si las escaleras están fuera de servicio y se han venido abajo con todos estos temblores? —preguntó Ryku.
—No te preocupes por eso, chico. Tengo un plan B. Vamos, seguidme y mantened vuestras manos en los brazaletes Enlace por si necesitamos transformarnos en el caso de que surjan más problemas.
Ryku y Dylan asintieron y fueron por detrás de Surge mientras él los conducía por los pasillos hasta el almacén de grandes cargas. Tuvieron que sortear algún que otro derrumbe, aunque sin mucha dificultad, y bajar por unas escaleras hasta los pasillos inferiores. Pronto dieron con la señalización que indicaban el camino a seguir hasta el almacén y eso ahorró mucho tiempo al teniente, el cual se orientaba con los mapas que se encontraba en cada piso y lo que se memorizaba de ellos. Atravesaron la puerta al fondo de un pasillo que daba almacén de grandes cargas.
El espacio que obtuvieron en comparación a los poco más de dos metros de alto y ancho de los pasillos fue de lo más notorio. Ryku pensó que, a pesar de que el almacén estuviera diseñado para albergar grandes y pesados cargamentos, no sería tan enorme. Sin embargo, aquel almacén se equiparaba a una nave industrial de tamaño medio. Del suelo al techo debía haber alrededor veinte metros y de lado a lado, casi treinta. Desde el pasillo en el que estaban se veían los grandes cargamentos que había. Algunos eran especialmente enormes y la mayoría de tamaño medio y grande. También había vehículos donde predominaban las furgonetas y un montón de piezas metálicas y de plásticos cuya función no se identificaba.
—¿Dónde está el ascensor? No lo veo —preguntó Dylan.
—En el otro extremo —respondió Surge—. Sigamos.
De camino al otro lado del almacén, Dylan pidió una parada. Surge y Ryku no entendieron el motivo, pero Dylan insistió en esperar unos segundos.
—No es momento de quedarse quieto, soldado —protestó Surge.
—Lo sé, teniente. Pero le juro que he escuchado a alguien entre los cargamentos.
—¿Algún herido? —preguntó Ryku.
Dylan negó con la cabeza.
—No era una llamada de auxilio. Más bien sonaba como… una orden. Si mantenemos el silencio un instante…
Ryku y Surge se callaron un tiempo en el que el silencio solo se rompía por el chirriar del metal en las áreas colindantes. Pasaron unos segundos sin que pasara nada relevante hasta que se escuchó una voz que justificó la detención de Dylan. El tono era bajo por la distancia, pero el eco del almacén logró que Ryku, Surge y Dylan entendieran lo que decía.
—¡Rápido! No dejéis un solo coche por registrar, en especial las furgonetas. Mirad en todos lados, incluso debajo de los vehículos si es necesario. Tenemos que encontrar a ese maldito escurridizo y atraparlo antes de que el barco se hunda más.
—¡Sí, señor!
Ryku y Dylan intercambiaron una mirada. ¿Quién se ponía a buscar algo en las condiciones en las que se encontraba el crucero? Los jóvenes intentaron localizar a esa gente y no les costó dar con uno de ellos. Nada más verlo, se sorprendieron y enfadaron a partes iguales. El hombre vestía un traje con aquella «L» amarilla tan curiosa, pero a la vez tan reconocible.
—El Equipo Leyenda —susurró Ryku—. ¿Qué hacen aquí?
—¿Y qué es lo que buscan en el S. S. Anne? —añadió Dylan.
—¿Habéis dicho Equipo Leyenda? ¿Estáis seguros? —preguntó Surge. Ryku y Dylan asintieron. Surge adoptó una cara seria que los jóvenes no habían visto jamás—. Dirigíos al ascensor y buscad esas escaleras.
—¿Qué va a hacer, teniente? —inquirió Dylan—. No pensará en atacarles usted solo, ¿verdad?
—He de hacerlo. Hay que detener a esa gente. Pueden ser los culpables de lo que ocurre en el barco con el interesante expediente criminal que arrastran.
—Deje que le ayudemos, señor.
—Negativo, soldado. Esto no es como un duelo de uno contra uno. Los enemigos son criminales y no admitirán la derrota fácilmente.
—Déjanos, Surge —insistió Ryku—. Ya hemos peleado contra el Equipo Leyenda antes. Lo más complicado será luchar contra varios a la vez, pero todos tenemos ataques en área.
—No todos —corrigió Dylan—. Pero tengo un caparazón muy resistente. Podría distraerlos mientras Ryku y usted se encargan de ellos.
Surge discutió en su mente si dejar a los chicos luchar junto a él o continuar con su orden de mandarlos a la superficie. Miró a los jóvenes y vio en ellos unas fuertes intenciones de desafiar a aquella gente. Y no de manera impulsiva, como más temía que actuasen.
—Está bien. Pero con una condición: cuando dé la orden de retirada o a uno de los dos se os active la Prioridad Humana del Enlace, escondeos y corred hacia las escaleras, ¿entendido?
—¡Señor, sí, señor! —contestaron los jóvenes al unísono.
Surge buscó las escaleras por las cuales descender sin llamar la atención. Si los noqueaba antes, se ahorraban el combate con Enlaces. Por desgracia, el sigilo duró muy poco debido a que uno de los miembros del Equipo Leyenda los detectó al mirar hacia su posición. Su grito alertó a los demás y en un momento aparecieron cuatro más.
—¡Acabad con ellos! —bramó el cabecilla del grupo.
Los súbditos activaron sus Enlaces y adoptaron los aspectos de sus Pokémon. Surge, Ryku y Dylan reaccionaron de la misma forma y nada más finalizar su transformación, el teniente se abalanzó sobre ellos lanzando un rayo sobre el grupo. Ese momento permitió que los jóvenes terminaran su conversión y bajaran a ayudar al teniente. El Raichu ya se había encarado en combate con tres de los miembros del Equipo Leyenda, mientras que los dos restantes fueron a por Ryku y Dylan transformados en un Golbat y un Arbok.
—Yo me ocupo del Golbat—dijo Ryku.
—Entonces, la serpiente para mí. No pierdas, ¿vale?
—Lo mismo te digo.
Ryku y Dylan se separaron cuando el Charizard voló hacia el Golbat. Lo alejó hasta un lugar donde ninguno de los dos pudiera pedir ni recibir ayuda de sus aliados.
—¿Huyes de mí? —se burló el criminal.
Ryku se giró y escupió un torrente de abrasadoras llamas que pilló desprevenido al murciélago. Esquivó el fuego por los pelos y solo se quemó un poco una de las alas que alivió con batirlas varias veces. Ryku se lamentó de la baja precisión de su ataque.
El Golbat se enfadó y lanzó uno de sus movimientos. Emitió desde su gran boca unas ondas que se agrandaban a medida que recorrían más distancia. Era el mismo movimiento que vio en aquel combate entre Yanmega y Camerupt. El supersónico parecía un ataque ineludible al no tratarse de algo tangible, pero tras recordar su combate contra Uleis en ciudad Verde, le bastó con taparse los oídos para mitigar su efecto. Era el problema que tenían los movimientos que afectaban los sentidos. Notó como las ondas le aturdían y mareaban, pero se recuperó rápido. En ese corto lapso de tiempo, el murciélago volvió a golpear.
A Ryku le rodeó un aura verde claro. Intentó zafarse de esta de lo extraño que resultaba, pero era como si saliera de su propio cuerpo. De repente, el aura se convirtió en unas cadenas de energía que se dirigieron a la boca del Golbat y se juntaban formando una bola en el centro. Ryku sintió como se debilitaba, como se le succionaba la vitalidad. No se quedó de brazos cruzados y afrontó el problema volando hacia el Golbat. Este, al ver el inminente peligro, se comió la esfera verde que se había creado en su boca e intentó apartarse sin éxito. Ryku le agarró el ala y lo estampó con tanta violencia que el Golbat abolló el metal.
Era el momento de aprovechar el aturdimiento de su enemigo. Nada más haber lanzado al murciélago contra la pared, Ryku cargó y moldeó la energía en su zarpa para su Megapuño. El Golbat se percató de la posible e inminente derrota y procuró que no ocurriera. Con un esfuerzo, alcanzó a moverse lo suficiente como para que puñetazo no fuera directo y solo parte de su cuerpo se llevara el golpe. El resto de energía liberada abrió un agujero en el metal y ambos Pokémon entraron en el pasillo que había al otro lado.
El Golbat se alejó del Charizard. Ryku se deshizo de los restos metálicos que se le habían pegado a la piel y creado una especie de guantelete de metal y se dispuso a continuar su ofensiva. Pero el murciélago se adelantó y cargó en su boca una esfera de color blanco. Fuese cual fuese el movimiento que iba a emplear, Ryku hizo lo posible por frenarle y arremetió contra su enemigo como único recurso ante el limitado espacio del pasillo. Entonces, el Golbat convirtió la esfera blanca en un impresionante rayo de luz que recorrió todo el pasillo en un instante. Ryku reaccionó por instinto y se agachó. Esquivó el rayo de energía y pasó por debajo del murciélago hasta situarse detrás de él. Dado su tamaño, golpeó con una de sus alas al Golbat que lo desequilibró y dirigiera el rayo de energía hacia objetivos no deseados. El simple contacto de la energía con el metal causó que se derritiera y explotara casi a la vez como fuegos artificiales. El Golbat finalizó el lanzamiento del rayo de luz por miedo a recibir un impacto indirecto a sí mismo.
Las explosiones del rayo de luz con el metal habían levantado una humareda que limitaba la visión. Ryku no veía nada más allá de un par de metros de distancia y el Golbat no estaba a su alcance. El humo hizo que no pudiese respirar bien y tosiera. Entre tanta humareda, Ryku percibió un brillo y temió que el Golbat hubiera cargado de nuevo ese rayo de luz y lo pillara desprevenido. El joven puso los brazos al frente, listo para recibir el golpe. Escuchó un sonido que lo mantuvo firme en su posición y, de manera fugaz, algo pasó volando a su lado. Ryku apenas alcanzó a ver aquello que se había cruzado en su camino, solo lo que había captado por el rabillo del ojo. Fue una bola rosada que llamó su atención y le hizo darse la vuelta para verla en detalle. Pero no había nada. Quizá habían sido imagines suyas, secuelas del combate que estaba teniendo. Ignoró el fenómeno se centró en la pelea.
El humo afectó más al Golbat por su necesidad de mantener la boca más abierta que cerrada. Una desventaja que influyó mucho en su capacidad de usar movimientos. Por su parte, el Charizard decidió esperar a que se disipara el humo porque él también tenía sus inconvenientes. Cuando la columna de humo se convirtió en una simple capa que emborronaba la distancia, Ryku se abalanzó sobre el Golbat, todavía aquejado por el humo que había tragado y tosía en consecuencia, y escupió un lanzallamas a escasos centímetros de su cara. El Enlace no se desactivó y dejó el cuerpo del Golbat ennegrecido. El repentino ataque de Ryku ayudó al Golbat a dejar de toser a cambio de quedarse aturdido.
Ryku continuó con su ofensiva con el único objetivo de desactivar el Enlace de su rival a toda costa. Cogió el cuerpo del Golbat, lo sacó del pasillo y lo colocó en una posición en la cual el efecto de su siguiente movimiento terminara con un impacto contra el suelo del almacén. Luego asestó otro Megapuño a máxima potencia y El Golbat colisionó cerca de uno de los cargamentos. Ryku comprobó si el miembro del Equipo Leyenda había vuelto a su forma humana y le enfadó que siguiera en su forma Pokémon. ¿Cuánta vida se suponía que tenía? Los últimos golpes ya debieron haber activado la Prioridad Humana varias veces. Irritado, descendió y asestó cuatro cuchilladas en un segundo. Esta vez, el resultado fue el esperado y el Golbat regresó a su verdadera identidad.
El hombre, ahora indefenso, huyó aterrado de Ryku. El Charizard pensó en atraparlo para llevarlo ante la policía, pero tuvo que cambiar de planes. El crucero volvió a emitir un temblor y la inclinación volvió a acrecentarse. Las consecuencias volvieron a ser desastrosas cuando los arneses de seguridad de los cargamentos no aguantaron y se rompieron. La gravedad lanzó los cargamentos hacia el otro extremo del almacén y estos arrastraron todo a su paso. Ryku se alejó volando a tiempo antes de que una montaña de cargamentos lo arrollara. Permanecer en el aire ahora era más estable que andar por el suelo. Observó el caos bajo las alas y esperó a que los cargamentos y los vehículos que se llevaban por delante encontraran un nuevo equilibrio. Entonces volvió con Dylan y Surge confiando en que sus respectivos combates hubieran acabado en victoria.
Surge continuaba peleando a pesar de la nueva postura del crucero. Ryku vio al teniente como se movía con gracilidad entre los vehículos y asestaba certeros ataques rápidos que hacían retroceder a sus contrincantes. Solo quedaban dos de sus tres contrincantes. Dylan estaba a punto de derrotar a su rival y mandó al Arbok por los aires de un cañonazo de agua a presión que lo pegó a la barandilla donde habían estado al principio. Dylan mantuvo su chorro de agua durante diez eternos segundos hasta que el Enlace cedió y se desactivó. Ryku descendió y se quedó flotando frente a su amigo.
—Ha sido un poco déjà vu este golpe final —comentó Dylan.
—¿Ruta 3? —se limitó a decir Ryku.
Dylan lo pensó detenidamente.
—Sí, Ruta 3. ¿Has tenido problemas con tu rival?
—Nada más allá de que fuera un Golbat de lo más resistente. Sobrevivió a un lanzallamas, un Megapuño y una caída en picado contra el suelo.
—Bueno, tú sobreviviste a un Hiperrayo. Estáis empatados.
—Ya te contaré lo que realmente pasó. Ahora vayamos a ayudar a Surge.
Dylan asintió y fueron a socorrer al teniente. Por el camino, otro de los cargamentos perdió sus arneses de seguridad y se desmoronó por todo el almacén. Por suerte, un camión se interpuso y el peligro pasó cerca de los jóvenes. El Blastoise se escondió en su caparazón al temer que le cayera muchos escombros encima y Ryku dio un acelerón tras batir sus alas con fuerza para esquivarlos. Cuando estuvo despejado, se unieron a la batalla de Surge con los dos miembros del Equipo Leyenda que quedaban con Enlace activo.
Ryku vio los Enlaces que tenían y su primera acción fue mantener las distancias. Uno de ellos pertenecía a un Nidoking y el otro a un Persian. El Nidoking era lento, pero sus ataques parecían muy potentes con un par de vehículos hechos pedazos a su alrededor como prueba. El Persian era lo bastante veloz para proteger a su aliado de cualquier ataque rápido que viniera de Surge y sus zarpazos también eran poderosos. Surge retrocedió y chocó por sorpresa con Ryku, el cual le cogió como una pelota. El Nidoking y el Persian vieron ese momento de despiste como una ventaja y quisieron sacarle partido, pero Dylan estuvo alerta y disparó sus cañones de agua que sirvieron para que no se movieran de donde estaban.
—Ryku, la próxima vez intenta ser más notorio si atacas de frente —le riñó Surge—. Y puedes dejarme en el suelo.
Ryku soltó al teniente tan rápido como había recibido la orden. El teniente aterrizó lo mejor que pudo con la inclinación del barco.
—Si los dos estáis aquí, supongo que significa que habéis derrotado a vuestros rivales —continuó Surge.
Ryku asintió con la cabeza.
—Aunque no hemos detenido a los criminales.
—Olvidaos de ellos. No lograrán escapar si sus Enlaces están desactivados. Lo importante es derrotar a estos dos o escapar antes de que la inclinación del barco se vuelva insoportable.
—No parece tarea sencilla —dijo Dylan—. Acabo de lanzar uno de mis cañones de agua más poderosos y a ninguno le ha hecho mucho daño. Esos Enlaces no son normales, por muy fuerte que sea el Nidoking, es débil a mis ataques de agua y casi da la sensación de que ni se inmuta.
Surge gruñó.
—Maldición. No quería llegar a esto. Ryku, Dylan, es hora de pasar al plan B.
—¿Cuál es?
—Crear un agujero en el almacén y salir por él.
Ryku miró al teniente. Dylan estaba más concentrado en evitar que el Persian y el Nidoking se les acercaran.
—¿No es un poco extremo lo que quieres hacer, teniente? —preguntó Ryku, aunque ya sabía la respuesta.
—Lo es. Pero no queda alternativa. Dudo que las escaleras que debíamos tomar sigan en pie después de todo el caos desatado en el almacén.
—Pero, con esta inclinación y con lo bajo que estamos, al abrir el agujero el agua invadirá todo el almacén. ¿Y si estamos muy profundos y no podemos ascender?
—Ahí es donde entra en acción Dylan. Como Blastoise podrá llevarnos a la superficie del mar en un instante. Es más, el S. S. Anne no se habrá movido mucho del muelle y la profundidad en el puerto no supera los treinta metros.
—Ya veo. Me alivia un poco saber que tenemos a Dylan para movernos por el agua. Estoy preparado, teniente.
—Y yo —agregó Dylan antes de disparar un cañonazo de agua que mandó por los aires al Persian. El gato cayó de pie y no mostró indicios de haber sido gravemente dañado—. Esto me está hartando… ¡Ryku, ayúdame!
Ryku se reunió con Dylan mientras Surge se lo preparaba todo para crear el agujero en la pared del almacén. Ryku y Dylan alternaron las llamas y el agua por seguridad de no anularse el uno al otro. Los lanzallamas de Ryku resultaban algo más dañinos que los torrentes de agua de Dylan, tanto que de todos los que escupía terminaron por producirle quemaduras a los enemigos. Era cuestión de tiempo de que sus Enlaces se desactivaran por su cuenta. Pero tiempo era lo que les faltaba y sus rivales se enfurecieron. El Persian se movió con la velocidad y gracilidad propias de su especie y asestó a Ryku una buena cuchillada en el pecho. Él se protegió y mitigó el dolor lo mejor que pudo, pero retrocedió y se apoyó sobre su rodilla. El Nidoking aprovechó su debilidad para clavarle el cuerno y sentenciar su Enlace. Dylan reaccionó y se puso en medio del ataque, recibiendo él el impacto en vez de su amigo. Ryku se recompuso y lanzó un lanzallamas que obligó a retroceder al monstruo morado.
Ryku se resintió con el último lanzallamas y notó lo que más temía: su Enlace estaba cerca de entrar en el modo reinicio. Un golpe más y volvería a ser humano.
—No aguantaré otro ataque.
—Tranquilo, yo te cubro.
Surge ya había finalizado los preparativos de su plan. La señal fue el ruido de un coche quemando rueda en el asfalto que llamó la atención de todos. El Nidoking y el Persian recibieron la peor parte cuando varias furgonetas y un camión los embistieron hacia la pared del almacén. La inclinación del barco permitió que los vehículos chocaran entre sí y moldearan el muro de metal dando la sensación de estar a punto de romperse, pero soportó muy bien las toneladas de chatarra. El Nidoking y el Persian quedaron atrapados entre la carrocería de los vehículos y sus esfuerzos de escapar eran inútiles.
—¡Dylan, Ryku, venid aquí!
El increíble grito de Surge sobresaltó a los dos jóvenes y ambos acudieron a la orden. Desde la posición del Raichu, se veía una montaña de furgonetas y el camión con las ventanas rotas y la carrocería completamente abollada.
—¿Qué hay que hacer ahora? —preguntó Dylan.
—Ryku, apunta a ese lado de la montaña y escupe un lanzallamas a toda potencia. Dylan, usa tu caparazón como escudo en el que podamos protegernos de la consecuencia de las llamas.
Ryku fijó la mirada en el hueco que le había señalado Surge y se percató de las intenciones del teniente. De algunas de las furgonetas salía el combustible de los depósitos y otras no tenían la protección de la boca de estos. Surge pretendía crear el agujero detonando la montaña de vehículos. Esperaba que su Enlace no se desactivara en el momento más inoportuno.
Cuando Dylan estuvo preparado para hacer de escudo Pokémon, Ryku apuntó al combustible y disparó su lanzallamas. Nada más una llama encendió el combustible, se desató una cadena de explosiones. Dylan se escondió en su caparazón y Ryku y Surge se cubrieron detrás de él. La montaña de vehículos estallando creó el agujero esperado y el agua empezó a inundarlo todo. Ryku cerró los ojos tanto por la humareda de las explosiones como por miedo a que alguna parte de los vehículos le diera de lleno a pesar de estar cubierto tras el caparazón de Dylan. Este se molestaba por los impactos y a cada uno que recibía lo acercaba más a la desactivación de su Enlace. Surge esperó unos segundos en los que los vehículos ya no pudieran explotar con facilidad por el agua y ordenó a Dylan que se dirigieran al agujero mientras Ryku y él se agarraban a su espalda. Cuando el agua les cubrió casi todo el cuerpo, cogieron aire y bucearon hasta el exterior del barco.
Dylan tuvo dificultades para salir por el agujero por culpa de los restos de los vehículos que se dirigían al fondo del mar. Por el camino, algún vehículo consiguió detonar con retraso y rodeado de agua y eso ayudó a Dylan a impulsarse hacia la superficie. Por desgracia, la ayuda incluyó trozos de la furgoneta que hirieron a Surge y Ryku y desactivaron sus Enlaces. Ryku cerró los ojos solo pensando en volver a respirar aire.
Con una fuerte exhalación, Ryku y Surge emergieron de agua y respiraron el valioso aire que escaseó en sus pulmones. Ryku no tuvo fuerzas para seguir agarrado y Dylan lo ayudó a permanecer sobre el caparazón. Ryku preguntó por el estado de Surge, pero él estaba demasiado concentrado para responderle. Ryku observó entonces que el antebrazo derecho del teniente estaba sangrando y quiso socorrerle como fue capaz. El teniente le calmó con una sonrisa y un gesto de que la herida no era tan grave. Ryku pidió a Dylan que se dirigiera a tierra, que el teniente necesitaba atención médica y el Blastoise alcanzó los muelles en poco más de un minuto. Los servicios de emergencia de la zona los vieron y les ayudaron.
Ryku echó un último y rápido vistazo al S.S. Anne. El crucero de lujo estaba varado en mitad del puerto y hundido por el lado derecho, lo suficiente como para que una de las hélices del navío quedara expuesta para la admiración de todo el mundo. Sin duda el crucero no volvería a surcar los mares en mucho tiempo.
Chapter 13: Lluvia de Fuego y Rayos
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Las heridas de Surge resultaron ser más graves de lo que el teniente había dicho. Cuando los servicios de emergencia se lo llevaron junto con Ryku y Dylan al hospital, fue el que más atención médica necesitó. A los jóvenes solo les realizaron unas comprobaciones por seguridad y les dejaron marchar.
Con el teniente Surge hospitalizado, no se sabía ciencia cierta cuánto tiempo tardaría en reabrirse el Gimnasio de ciudad Carmín. Ryku no abandonaría la ciudad hasta hacerse con la medalla de Surge, así que pensó en cómo amenizar la espera. Dylan lo tuvo más claro que su amigo: visitó al teniente en el hospital hasta que saliera. Ryku lo acompañó alguna que otra vez, pero su mente se centró más en prepararse para el futuro combate de Gimnasio. Los días que no estuvo por la labor, se dedicó a entrenar.
Pasaron dos semanas donde el incidente del S.S. Anne fue noticia permanente en casi todos los canales de televisión y emisoras de radio. La información que dio las autoridades asoció a los responsables del hundimiento del barco al Equipo Leyenda, una organización criminal con un más que extenso expediente de crímenes. La razón por la que ciudad Azafrán estaba cerrada también se debió a los actos de aquellos criminales. Detuvieron a varios miembros de la organización después del incidente del S. S. Anne, pero sospecharon que algunos habían conseguido escapar y permanecerían alerta por si volvían a actuar. Ryku pudo contar que faltaban al menos dos miembros del grupo del almacén, por lo que le alegró que las autoridades buscaran al resto.
Un día, Ryku recibió la llamada de sus padres. Resultó inesperado porque solo había usado el holomisor para enviarles vídeos, y le asustó la manera en que su padre y su madre se turnaban para aparecer ante la cámara holográfica para hablar con él y preguntar por su estado. Las noticias habían dedicado una pequeña sección para la salud del teniente Surge y en las imágenes aparecieron Dylan y él. Ryku tuvo que explicar cómo acabó en el agua con su amigo y el teniente, pero se abstuvo de contar el encuentro con el Equipo Leyenda y se inventó algo con tal de no preocuparles más de lo que ya estaban. Sus padres se creyeron la anécdota y le avisaron que, si los atentados del Equipo Leyenda continuaban, le pedirían que regresara a casa. Ryku lo entendió y prometió volver si ocurría. Con rostros de alivio, se despidieron de su hijo con el recordatorio de que tuviera cuidado.
Ryku no paró de entrenar a solas en la Ruta 6 ideando estrategias a tomar en el combate contra Surge y su Enlace de Raichu. Al tratarse de un Pokémon de tipo eléctrico, el teniente se convertía en el tercer líder de Gimnasio que tenía una ventaja de tipo contra él. Por suerte, Surge no era resistente a sus ataques más poderosos. De todas las posibles tácticas que ideó, muy pocas lo forzaban a combatir cuerpo a cuerpo. El Raichu podía manipular los rayos que lanzaba y se envolvía en electricidad durante los lanzamientos. Acercarse sería solo cuando no tuviera otra opción. Mientras, su lanzallamas, y quizá sus ascuas, acompañado de un refinamiento de los reflejos para esquivar serían sus armas principales. De esa manera, su entrenamiento se centró mucho en potenciar las llamas y la previsión de ataques. Eran sus mejores cartas para ganar la medalla de Surge.
Entonces Dylan le entregó un billete con dos rayas amarillas simulando un rayo y un texto en negrita y letras mayúsculas que decía «reserva especial para aspirante» seguido de una fecha de caducidad. Fue tan inesperado que Ryku no comprendió para qué servía.
—Me lo ha dado Surge —explicó Dylan—. Me dijo que te lo entregara y espera que lo uses. Sirve para desafiarlo en un combate de Gimnasio sin necesidad de tener que hacer colas. Basta con que lo entregues al vigilante del Gimnasio y él se encargará del resto. Creo que tiene las mismas ganas, o más, de enfrentarse a ti que tú a él.
—Debí causarle una buena impresión—dijo Ryku.
—Y qué lo digas. A mí no me dio ningún billete de reserva después de conseguir mi primera medalla.
—¿Ya salió del hospital? Quiero ir ahora mismo.
—Salir ha salido, sí, aunque creo que todavía no puede abrir el Gimnasio hasta dentro de unos días. Toca esperar un poco más.
Ryku suspiró.
—Supongo que me vendrá bien el entrenamiento extra.
Ryku acudió al Gimnasio del teniente Surge nada más Dylan le dijo que había abierto. Dylan le recordó que cogiera el estuche de las medallas para la norma del Gimnasio y el billete por lo rápido que se estaba llenando de entrenadores la entrada.
Ryku contempló por primera vez el Gimnasio de ciudad Carmín y no le sorprendió mucho ver la decoración de rayos que salían del tejado, la torre y los que se cruzaban sobre la entrada. Tal y como había dicho Dylan, había una cola de decenas de entrenadores y todavía llegaban más. El vigilante del Gimnasio mantuvo la calma del grupo mientras se comunicaba a través de un auricular. Ryku se le acercó y le mostró el billete que le regaló Surge. El vigilante pidió que esperar un momento y organizó la fila por orden de llegada. Una vez hecho, atendió a Ryku y tomó el billete. Lo comprobó y usó el auricular para verificar su validez. Solicitó que le enseñara la posesión de medallas y Ryku abrió el estuche donde descansaban las de Brock y Misty. El vigilante asintió y recibió una respuesta a través del audífono. Con todo en orden, el vigilante rompió el billete rompió y guardó los trozos en el bolsillo. Abrió la puerta y dejó pasar a Ryku.
—¿No quieres ver el combate? —preguntó Ryku al ver que Dylan no le seguía.
—El Gimnasio de Surge es como el de Brock: no tiene gradas y no me arriesgaré a que me caiga un rayo desviado. Prefiero quedarme con las ganas —dijo Dylan—. Ya me contarás cómo fue. Buena suerte.
Ryku asintió y entró en el Gimnasio. El vigilante cerró la puerta y se escucharon gritos de quejas del beneficio de Ryku por pelear primero. En parte se sentía mal por ello, pero tampoco quería retrasar más la pelea con el teniente. Cruzó la sala que separaba la recepción del campo de batalla y se adentró en el recinto donde iba a luchar.
Ryku estudió por encima el terreno. No se hacía a la idea del tipo de campo de batalla que usaba un Pokémon de tipo eléctrico más allá de una especie de central eléctrica y se llevó una sorpresa de lo austero que era. No había más que arena como en los campos del albergue de ciudad Verde. Solo se diferenciaba en los bordes blancos sobre una superficie granate y un suelo azul. Ryku vio a Surge hablando por un comunicador mientras comprobaba el aislante de las paredes con descargas controladas. Luego él se percató de su presencia.
—Hola, teniente —le saludó el joven.
—Me alegra saber que usaste mi invitación. —Surge y Ryku se estrecharon las manos como un saludo más cordial. En ese momento, los ojos del chico se orientaron el brazo del teniente y vio unas vendas elásticas asomando por la manga de la chaqueta.
—¿Cómo está tu brazo?
—Aún necesita un poco de reposo, pero el ejercicio de los combates Pokémon acelerará la recuperación.
—¿Te lo han dicho los médicos? No me gustaría que se abriera la herida en mitad del duelo.
—No te preocupes por eso. Ya he tomado las precauciones adecuadas y no habrá incidentes al respecto —sentenció Surge.
Ryku asintió. Surge pulsó un botón del panel de control que había a su lado y se abrió el compartimento de los brazaletes Enlace dorados. El teniente comprobó que Ryku sabía cómo funcionaba antes de entregarle uno. Luego de transferir la información, Ryku dio su brazalete original y Surge lo metió en el compartimento junto con el estuche de las medallas. Entonces Surge pulsó de nuevo el botón, esperó a que el compartimento se cerrara y presionó una combinación de otros botones del panel que hicieron aparecer la pantalla donde saldrían las barras de vida de ambos contrincantes durante el combate y protecciones aislantes. Una vez todo preparado, Surge indicó dónde debía colocarse Ryku y el joven se dirigió a la posición mientras el teniente iba al otro extremo del campo de batalla.
—Antes de empezar, se me olvidó informarte que este será el único combate que podrás realizar sin hacer colas y solo tendrás una oportunidad al día —anunció Surge—. En el pasado permitía dos, pero he de darle la posibilidad a nuevos aspirantes que han esperado tanto como tú a retarme.
—Entendido —dijo Ryku.
—Muy bien. El combate comenzará en cuanto se oiga la señal. Activa tu Enlace.
Ryku obedeció e hizo que el módulo Enlace hiciera su trabajo. Al terminar su transformación, Surge activó el suyo y Ryku observó cómo poco a poco el cuerpo musculoso del teniente se iba encogiendo y adoptando un aspecto redondo típico del Raichu.
Ryku y Surge intercambiaron miradas hasta que escucharon la señal al cabo de treinta segundos.
Ryku dudó entre atacar primero o conocer los movimientos de Surge más allá del ataque rápido que usó en el almacén del S.S. Anne. Cualquier opción era arriesgada. Al final, Ryku optó por lo segundo y se alzó varios metros sobre el Raichu de manera que, por lo menos, se afirmara que emplearía rayos para golpear.
Surge solo se acercó a Ryku y, al igual que él, mantuvo las distancias. Ryku tomó aquella acción como la preparación de un ataque que requiriese estar próximo al objetivo. La tensión brotó en el joven y el miedo al desconocimiento pudo con él. Al final, Ryku prefirió atacar con su lanzallamas.
No salió como él esperaba.
La barra de vida de Surge en la pantalla no descendió ni un ápice. Qué raro, su lanzallamas había hecho un golpe directo en el rival y Surge no se movió ni intentó esquivar el ataque. Entonces Ryku asimiló el suceso. Solo había una explicación por la cual el teniente se había dejado golpear. Hizo brillar las garras de su brazo derecho y asestó una cuchillada detrás de él. Se había anticipado a un ataque por la espalda y cortó un Raichu que desapareció al contacto de sus garras. «Maldición. No pensaba que en su arsenal estaría el movimiento doble equipo. He de acabar con las copias antes de que sean un incordio.»
Ryku se fue al otro extremo del campo de batalla y ascendió un par de metros más, casi tocando el techo. Desde su nuevo y privilegiado lugar, Ryku contó la cantidad de Raichu que Surge había creado. Contó siete sin incluir la que acababa de eliminar. Una era su verdadero enemigo, pero había que descubrir cuál.
Las copias del Raichu tardaron unos segundos en localizar la nueva ubicación de Ryku e ir a por él. Ryku vio que las copias dejaron tras de sí una especie de estela blanca y brillante como la energía con la que envuelve sus garras y sus alas. Parecían pequeñas cometas viajando por todo el campo de batalla. Ryku se preparó para el inminente ataque iluminando las garras de ambos brazos. Las copias se le abalanzaron cuando creyeron estar lo bastante cerca para acertarle. Por suerte, todas se acercaron siguiendo un patrón que Ryku detectó sin problemas. No necesitó mucho esfuerzo para deshacerse de las ilusiones con unas cuantas cuchilladas. Sin embargo, aquel ataque no fue más que un señuelo y tras eliminar a la última copia le impactó un rayo.
Ryku sufrió la descarga con resultados desastrosos. La sincronía de sus alas falló y cayó al el suelo, levantando una nube de polvo. Ryku intentó reincorporarse, pero a su cuerpo todavía le afectaba la descarga y no le respondía. Con gran esfuerzo, el joven logró levantarse y controlar los espasmos repentinos, reduciéndolos a débiles temblores. Ryku se maldijo a sí mismo por no haber previsto el rayo y esquivarlo tal y como practicó en las últimas semanas.
Ryku miró su barra de vida. Fue todo un milagro verla más llena que vacía, todavía conservaba el placentero color verde. Eso significaba que podía resistir un segundo rayo si el daño no era crítico. De ser así, tendría que volver a luchar al día siguiente.
Ryku buscó y localizó al Raichu. El teniente había permitido que se recuperara para volver a crear nuevas copias de sí mismo. Debió costarle porque solo aparecieron seis copias incluyendo al original. Ryku vio una posible ventaja de ello.
Las copias de Surge se agruparon y formaron una «V» con la punta más bien llana. Ryku supuso que era alguna formación militar que el teniente habría empleado en el pasado. No iba a consentir que el teniente le atacara primero y preparó el lanzallamas que había practicado en el pasado. Disparó el torrente en cuanto estuvo listo. Las llamas salieron de su boca y se expandieron a lo ancho nada más recorrer un metro de distancia. Surge no deshizo la formación, más bien encaró el inminente peligro. Mandó un par de copias hacia el fuego para que Ryku pensara que su ataque había sido un fracaso y el resto esquivó las llamas por el aire con un potente salto. Se mantuvieron en el aire gracias al uso del ataque rápido, el cual ayudaba a que se movieran por el aire como si se impulsaran sobre paredes. Ryku no olvidó su punto débil de evadir las llamas desde arriba y las redirigió hacia allí. La jugada no salió como esperaba y sí cómo Surge quería. Una de las copias no se movió por el aire y descendió nada más las llamas alcanzaron al resto. Ahora dicha copia tenía vía libre para atacar y, aunque Ryku volviera a redirigir el lanzallamas, sería imposible acabar con la por la velocidad a la que iba y colocarse donde menos ángulo ancho ocupaba. Ryku no tuvo más remedio que dejarse golpear por la copia y pensar en una nueva estrategia mientras el resto de las copias le rodeaban.
Ryku sabía que lo iban a dañar sin importar su próximo movimiento. Tenía copias de Raichu allá donde mirara y, incluso si escapaba volando, no tardarían en alcanzarlo. Aceptó su destino y se cubrió el cuerpo con los brazos y las alas para minimizar el daño. Los Raichu interpretaron el gesto como una señal y no tardaron en cumplir lo que Ryku pensó. Un Raichu golpeó al Charizard cada segundo que pasó. Apenas sentía el dolor de los impactos gracias a estar a la defensiva, pero no evitaba que se desequilibrara un pequeño instante por la fuerza de los choques. Poco a poco, la ira por la impotencia de contraatacar aumentó en Ryku. Pero él quería mantener la mente clara para aplicar su entrenamiento. En el momento que su mente se aclaró apenas un instante, percibió lo que a simple vista era indistinguible. Una chispa. Todas las copias de Raichu se movían con aquella estela brillante de su ataque rápido, pero solo una tenía algo más, unas chispas saliendo de su cuerpo. Ryku había descubierto el punto débil de la técnica de Surge y esperó al momento perfecto para explotarlo. Llegó antes de lo esperado y Ryku vio pasar por el lado derecho el Raichu que echaba chispas. Dejó que finalizara su ataque y, cuando se alejó, salió de su postura de defensa, agarró la larga y fina cola ayudándose de la gran punta en forma de rayo para que no se escapara y tiró de él. Sin liberarlo, Ryku cargó en su mano libre la energía de uno de sus movimientos y le asestó un Megapuño directo en la espalda acompañado de una onda de viento que levantó polvo por todas partes. Ryku soltó la cola del Raichu y se apartó por miedo a recibir un rayo sorpresa.
Mientras el Raichu se reponía del golpe, Ryku miró su vida en la pantalla. La barra de Surge había bajado bastante con el Megapuño, pero seguía estando más llena que la suya. La de Ryku había descendido muy poco teniendo en cuenta la cantidad de ataques rápidos que recibió. Supuso que las copias no contaron como daño o su efecto era como el daño que causan los movimientos de un tipo a un Pokémon inmune a ellos. Lo malo de la situación fue que ahora no aguantaría un segundo rayo. Cualquier ataque elemental por ambas partes podía sentenciar el combate.
Surge se recuperó del puñetazo mejor que Ryku con su rayo. Estiró sus cortas extremidades y le dedicó una mirada fulminante al Charizard como si pretendiera intimidarlo. Ryku no se avasalló y le devolvió la mirada con menor efecto. Surge rio, pero no dijo nada. Ryku se incomodó a pesar de no demostrarlo. ¿Qué le hacía tanta gracia y por qué no decía nada? Deseaba que el combate finalizara de una vez por todas.
El Raichu actuó como si le hubiera leído la mente y cargó todo su cuerpo de electricidad. Ryku se posicionó para esquivar el inminente rayo, pero se llevó una desagradable sorpresa. Surge no lanzó un intenso rayo en su dirección, sino que expulsó de su cuerpo una onda de electricidad que se expandió por todo el campo de batalla hasta desaparecer en el aislante de las paredes. Ryku se asustó. No había forma de evitar un ataque que abarcaba todo el terreno disponible. Bajo tierra sería posible si supiera excavar con un movimiento. No le quedó más remedio que fingir que lo bloqueaba y mitigaba el daño, pero no sufrió ningún dolor. En su lugar, sintió recorrer por todo su ser la electricidad, muchísimo menos intensa que el primer rayo que recibió. Poco después, la onda eléctrica desapareció y en el campo reinó un silencio incómodo. Ryku seguía siendo un Charizard, lo que se traducía en que aquella onda no lo hirió. Sin embargo, algo debía haber hecho. Era imposible que un movimiento no causase ningún efecto ya fuera al contrincante o a uno mismo. Ryku notó las consecuencias al dar un simple paso. Su velocidad había descendido drásticamente y su cuerpo le advertía de una posible inmovilización total en cualquier momento. Ryku reconoció esos síntomas. Lo habían paralizado.
En una nueva contemplación de la pantalla, Ryku vio como bajo el icono que identificaba su barra de vida había una nota amarilla con la palabra «paralizado» escrita. Eso confirmaba su estado. Por suerte, su barra de vida continuó en el porcentaje después de anular el doble equipo de Surge.
El Raichu no esperó a que su rival se acostumbrara a la parálisis y usó su movimiento ataque rápido para acercarse y golpear. Ryku esquivó por los pelos el ataque, pero la parálisis se intensificó y fue incapaz de contraatacar ni alejarse de él. Surge rebotó, cambió de dirección y pegó al Charizard con su movimiento. Ryku se había quedado a merced de su rival. Cuando la parálisis no era total, su movimiento era muy lento, lo cual permitía que Surge corrigiera sin problemas la orientación de sus ataques y acertar en su objetivo. Al final, Surge dio un corto respiro a su enemigo y se alejó de él. Aquellos segundos en los que Ryku recuperaba el aliento no eran más que el preludio de su golpe final.
Ryku observó como el Raichu cargaba el cuerpo de electricidad y esta vez los rayos que emergían de su piel no tenían sensación de ser débiles como los de la onda que lo paralizó. Debía esquivar el ataque como fuera o perdería el combate. Por desgracia, cuando se preparó para apartarse del rayo que le caería, Ryku sufrió una de las parálisis totales que le habían debilitado tanto y cada vez duraban más. En ese momento, el joven no podía hacer nada más que mirar cómo se aproximaba el final. Pero Ryku no se dio por vencido todavía, se esforzó por relajar los músculos y liberarse de la prisión eléctrica que lo afligía antes de que fuera demasiado tarde. Cada segundo que transcurrió fue un suplicio y una lucha desesperada por conseguir una oportunidad de defenderse. Al final ese esfuerzo recibió su recompensa y sus músculos comenzaron a relajarse, a actuar con normalidad. Ryku se alegró de que la parálisis hubiera terminado, pero debía actuar con rapidez antes de que regresara y no tuviera otra oportunidad. Decidió fingir seguir combatiendo consigo mismo por moverse para que Surge no sospechara nada y continuase cargando su rayo. Cuando llegase el momento, contraatacaría.
Surge acabó de cargarse y disparó sin pensárselo un increíble rayo que viajó en zigzag hacia Ryku. El joven calculó el mejor momento para tirarse a por el Raichu sin que le alcanzara el rayo. Cuando la electricidad estuvo a medo camino, Ryku extendió las alas y se impulsó en dirección a la ubicación de Surge. Con una simple y ligera desviación de su trayectoria, esquivó el rayo del Raichu que siguió su viaje, ahora con la pared como objetivo. Ryku batió sus alas una vez más para mantener la velocidad y voló hasta Surge. Cerca de él, Ryku puso sus pies por delante y se deslizó la poca distancia que los separaba. Cuando el cuerpo marrón del Raichu se centró en su vista disparó su lanzallamas a la mayor potencia posible. El torrente envolvió en su totalidad el cuerpo del Raichu, lo que causó que el rayo desapareciera en el aire sin haber chocado con nada y quedando meras chispas como diminutas motas de polvo brillante. Ryku mantuvo el fuego encendido el tiempo necesario hasta que este impactó contra la pared del Gimnasio y se desvió por esta. No detuvo las llamas hasta que avistó un brillo blanco entre ellas. Ryku cortó en seco la expulsión de fuego y este se extinguió tanto por aquella acción como por la consecuente explosión de luz que surgió en su interior.
La pantalla emitió un pitido agudo un tanto molesto seguido por un tono de victoria. Ryku se levantó y enfocó su mirada en el televisor para ver como el icono que lo representaba estaba rodeado por un borde dorado con un letrero de «vencedor» debajo. El combate había terminado. Ryku había ganado.
De repente, el Enlace del Charizard se desactivó y Ryku regresó a su forma humana. El chico se sobresaltó por la inesperada reacción del brazalete dorado, aunque intuyó que formaba parte de la programación especial que le puso Surge.
—Surge —llamó Ryku al hombre de cabello rubio. El teniente estaba sentado y apoyado en la pared con esta a su alrededor marcada por las llamas del Charizard. El joven corrió a ayudarle por si se había pasado con su último ataque—. Teniente, ¿estás bien?
El hombre posó una mano en su hombro.
—Perfectamente —se limitó a decir.
—¿Seguro? ¿Puedes levantarte?
—Chico, tengo el brazo mal, no los pies.
Surge se sacudió el polvo del campo de batalla y se levantó como si no hubiera tenido un combate hace unos segundos. Realizó unos estiramientos con los que comprobó el estado de su brazo y asintió satisfecho.
—Has peleado bien, soldado. Buen trabajo —le felicitó Surge.
—Gracias, teniente.
—¿Sabes? No esperaba que tuvieses tan buena vista para detectar el punto débil de mi doble equipo, sobre todo cuando procuré ocultar la falta de sombras proyectadas de mis copias. ¿Qué me delató?
¿Ese era el punto débil del movimiento? Ryku no esperó hallar otro.
—Me guie por las chispas que soltaba tu cuerpo cuando me lanzaste el primer rayo.
—Claro, tiene sentido. No liberé toda la electricidad de mi cuerpo y quedaron restos. Tendré que mejorar la técnica para futuros combates. Gracias por contármelo, chico.
—De nada. —Ryku sintió pena por el resto de los entrenadores que desafiasen a Surge a partir de ahora porque lo tendrían más difícil para vencerlo.
—Vayamos a lo que importa: la entrega de mi medalla. Acompáñame.
Ryku siguió a Surge hasta el panel de control donde había guardado su brazalete. Devolvió el dorado mientras Surge se llevaba la mano a la muñeca y pulsaba un botón escondido en una pulsera que activó un mecanismo e hizo emerger el panel de control. Luego apretó otro y se abrió la puerta del compartimento de los brazaletes. Surge intercambió el dorado por el de Ryku y se lo entregó junto al estuche de las medallas. Ryku se puso el brazalete y Surge pulsó otros botones del panel. Uno de ellos desbloqueó un cajón donde descansaba la medalla del Gimnasio. Ryku se creía que tendría forma de rayo, pero le sorprendió se pareciera más a un sol hecho de un octógono naranja y triángulos amarillos. Surge cogió la medalla y se la enseñó a Ryku.
—Esta es la prueba de tu victoria en mi Gimnasio. Enhorabuena.
Ryku sostuvo la medalla en su mano y la admiró. Acababa de dar un nuevo paso en su objetivo.
—Gracias, teniente.
—Buena suerte en los combates contra los líderes que te queden. Entrena bien y no pelees con menos fuerza que la que has demostrado hoy aquí. ¿Entendido?
—Sí, señor.
Surge se despidió con un gesto y empezó a preparar el campo de batalla para el próximo combate. Ryku abandonó el Gimnasio después de guardar la medalla de Surge en el estuche y recibió las miradas de enfado de los entrenadores que estaban primeros en la cola y se habían visto obligados a esperar más por su culpa. Ryku creyó que se había ganado enemigos por ello y los ignoró. Si querían reprenderle, que lo hicieran en otro momento. Buscó a Dylan para salir de la ciudad cuanto antes y lo encontró sentado en un banco cercano manipulando su brazalete. Tuvo que llamarlo para que se enterara de que estaba delante de él.
—¿Qué tal ha ido? —preguntó Dylan. Ryku no dijo nada y se limitó a abrir el estuche y enseñar las tres medallas de su interior—. Felicidades, un Gimnasio menos del que preocuparse. Quedan cinco. Ya casi tienes la mitad.
—No me gusta escuchar un «casi». ¿Partimos hacia la siguiente ciudad con Gimnasio?
—He estado mirando cuál sería nuestro próximo destino y ciudad Azulona es la única que tiene vía libre. Había pensado en ir a ciudad Fucsia, al sur, por las rutas marítimas que hay al este. Pero me he enterado de que están cerradas por la presencia de Pokémon muy agresivos y hostiles. Se rumorea que hay hasta un Snorlax bloqueando el camino y todo. ¿Tú qué opinas?
—No voy a esperar a que vuelva la calma en las rutas marítimas para ir a ciudad Fucsia. Dije que me iría cuando consiguiera la medalla de Gimnasio, y ya la tengo.
—Ciudad Azulona, pues. Vamos a tener que dar mucho rodeo para llegar allí —advirtió Dylan—. Hay que volver a ciudad Celeste, tomar las rutas 9 y 10 al este, cruzar el Túnel Roca y pasar por pueblo Lavanda hasta la segunda vía subterránea de ciudad Azafrán en la Ruta 8. Y de ahí directos a ciudad Azulona. Tardaremos días, siendo generoso, en llegar a nuestro destino. Si esperamos un poco, es posible que la Ruta 11 quede libre de Pokémon hostiles.
—Me da igual. Con la medalla en mi poder, aquí no hay nada más que hacer —replicó Ryku—. Prefiero moverme por la región a no hacer nada.
—Perfecto, entonces.
Los dos jóvenes se dirigieron al albergue a recoger sus pertenencias y se dirigieron a ciudad Celeste confiando en llegar antes del anochecer.
Chapter 14: Incidente en la Central Energía
Chapter Text
De camino a ciudad Celeste, Ryku explicó a Dylan la pelea contra Surge con todos los detalles que su amigo reclamara. A Dylan le interesó el uso creativo del ataque rápido por parte del teniente, un movimiento que no empleó con él en su combate. En su lugar, le gustó debilitar su caparazón a base de cabezazos acompañados de descargas eléctricas. Algo en lo que coincidieron fue en la parálisis. Ni siquiera él lo evitó refugiándose en el caparazón. Ryku aprovechó que tenían un largo camino por delante para preguntar a Dylan sobre sus combates con Brock y Misty y así amenizar el viaje.
Hicieron algunas paradas para descansar y recuperar las fuerzas. Al llegar al edificio de la vía subterránea de ciudad Azafrán en la Ruta 6, Ryku y Dylan comprobaron el estado de la cuarentena. A pesar del tiempo que había pasado, las medidas de seguridad siguieron siendo muy estrictas y no parecía que se calmaran las cosas a corto plazo.
—¿No es un poco exagerado que la cuarentena no haya bajado aunque sea solo un poco? —preguntó Ryku.
—En las noticias han dicho que no han detenido a los criminales del atentado y aseguran que la cuarentena los mantiene atrapados en la ciudad —dijo Dylan.
—¿Tan grande es ciudad Azafrán como para que unas personas puedan esconderse tan bien en su interior por tanto tiempo?
—Hablamos de la capital de Kanto, por supuesto que es grande. Pero tienes razón, es extraño que tarden tanto en encontrarlos si toda la ciudad está en alerta.
—Espero que se quite la cuarentena pronto, no vaya a ser que no pueda conseguir la medalla de Gimnasio que hay ahí.
—Dudo que mantengan la cuarentena para siempre. Tal vez permitan el acceso con una seguridad máxima. A fin de cuentas, ciudad Azafrán es la ciudad comercial más importante de la región. Impedir el comercio sería su ruina.
Ryku y Dylan entraron en el edificio de la vía subterránea y la atravesaron rápido. Cuando abandonaron el edificio, el sol ya se estaba poniendo. Al ritmo al que iban, alcanzarían ciudad Celeste un poco antes de que las farolas se encendieran. Por desgracia, con las pequeñas pausas que realizaron a lo largo de la Ruta 5, la noche los alcanzó y recorrieron la poca ruta que les quedaba bajo la luz de las estrellas y la luna.
Nada más entrar en la ciudad, los jóvenes se dirigieron al albergue y alquilaron sus habitaciones por una noche. Tuvieron suerte de que el comedor todavía estuviera abierto y lleno de gente y no tener que irse a dormir sin haber comido nada o haber recurrido a lo que les sobrara en las mochilas.
A la mañana siguiente, Ryku y Dylan se dirigieron al este de ciudad Celeste. La Ruta 9 era un camino terrestre donde había diversos desniveles y algún que otro campo llano libre de hierba alta y otros en los que estaba repleto de esta. Dylan confesó que por esta ruta no viajó y se disculpó de que pudieran andar más lento. Ryku no le dio importancia, la ralentización vendría más por culpa de los desniveles del terreno que de su amigo. Sin contar a los entrenadores que desearon enfrentarse a ellos. Ninguno duró mucho. Ryku se enfrentó a una entrenadora con el Enlace de un Victreebel al cual calcinó con sus llamas antes de que tuviera la ocasión de envenenarlo. Dylan luchó contra un Sandslash que no aguantó más de dos cañonazos de agua. Cuando terminó el duelo, Dylan dedicó unos minutos a aconsejar al chico a la hora de enfrentarse a un Enlace de tipo agua como el suyo antes de seguir.
Más adelante tuvieron un encuentro con Nidoran de ambos sexos y algunos en su evolución intermedia. Las primeras evoluciones se asustaron nada más ver a Ryku y Dylan y se ocultaron en la hierba alta y los árboles de la zona, pero los Nidorino y Nidorina no actuaron igual y amenazaron a los chicos. Ellos mantuvieron sus manos pegadas a la pantalla de sus brazaletes, listos para activar los Enlaces por si los Pokémon iniciaban un combate. Al principio solo compartieron miradas hasta alejarse los unos de los otros, pero se concentraron tanto en los Pokémon, que ninguno se dio cuenta de que los Nidoran seguían cerca y Ryku terminó dando una leve patada a uno que chilló alertó a los Nidorino y Nidorina y les atacaron. Ryku y Dylan se transformaron y apartaron a los Pokémon salvajes como si no quisieran pelear. Ryku usó sus llamas a modo de advertencia y agarró sus cuernos y los lanzó a la hierba alta. Aquello bastó para que los Pokémon salvajes entendieran el pacifismo de Ryku y Dylan, aunque también pudieron huir por la fuerza y amenaza que representaba lo que antes había sido un humano. Esperaron hasta asegurarse de que los Pokémon salvajes no optaban por un ataque sorpresa y desactivaron los Enlaces.
Ryku y Dylan pararon a comer en uno de los campos libres de hierba alta bajo una colina. Se sentaron cerca de un árbol y sacaron unos bocadillos y botellas de agua de la mochila. El pan atrajo a los pájaros de la zona, unos Spearow curiosos y amigables, que se movían a base de diminutos saltos alrededor de los jóvenes. Ryku terminó accediendo a las intenciones de las aves, les tiró unos pedazos de pan y miró como los Spearow competían por quién se lo comía antes. Dylan echó otros pedazos en la dirección opuesta para comprobar si eran lo bastante inteligentes para dividirse, pero tuvo que señalarles donde había más pan para que algunos se fueran allí y otro siguieran con las migas que lanzaba Ryku. Cuando se quedaron sin comida, los Spearow salieron volando y regresaron a su antiguo lugar en las ramas del árbol bajo el que descansaban los jóvenes. Ryku y Dylan recogieron la basura y la guardaron en la mochila.
Tras media hora de camino, Dylan anunció que habían abandonado la Ruta 9 y ahora se hallaban en la Ruta 10. El punto de cambio de ruta lo determinó un río de fuerte caudal cerca del camino marcado. Los desniveles habían terminado y las únicas elevaciones de terreno estaban al sur, donde una colina escarpada se alzaba más de cien metros por encima del río. Ryku recordó que siguiendo el río se llegaba a una central eléctrica, la única de toda la región si no iba mal encaminado. Pero hacía mucho tiempo que se abandonó y buscó otros modos de producir energía y ahora la central era el hogar de una gran variedad de Pokémon de tipo eléctrico. Por desgracia, la colina de cien metros y otra que había justo detrás bloqueaban por completo el edificio abandonado más allá del río.
Ryku y Dylan divisaron un centro Técnico en plena ruta, próxima a un muro de piedra que salía de la colina. Aquel centro distaba de los vistos con anterioridad porque también hacía la función de albergue para entrenadores o excursionistas y montañeros.
Al entrar en el centro, se toparon con filas de personas esperando a que las atendiera el dependiente. Curiosamente, Ryku no cupo en su asombro cuando de la puerta de detrás del mostrador salió el mismo hombre que le atendió en el centro Técnico de ciudad Plateada. Ryku intentó encontrarle alguna diferencia al técnico, pero fue imposible. Tenía el mismo pelo negro y enmarañado y los mismos ojos verdes. ¡Incluso su voz era igual! Cada segundo que lo miraba resultaba más confuso para Ryku.
—Dylan, ¿ves lo mismo que yo? —preguntó Ryku.
—¿El qué? No hay nada fuera de lugar. —Dylan no se extrañó por el técnico.
—El técnico es idéntico al que me atendió en ciudad Plateada —dijo Ryku en voz baja—. ¿Crees que lo han trasladado de centro?
—Ah, eso —respondió Dylan como si no fuera nada importante—. No es el de ciudad Plateada, es otro. Yo también me impresioné al ver una especie de clon de un técnico que me atendió en otro centro. No es nada del otro mundo, de verdad.
—Sácame de dudas, por favor.
—Verás, todos los centros Técnicos los regentan las mismas personas, todas iguales entre ellas. Esto se debe a que son familia. Hermanos, creo, tal vez primos. No estoy seguro. Y todos se llaman Mark.
—Eso es muy extraño, si te soy sincero —opinó Ryku.
—No creas. ¿Has estado en varios centros Pokémon? Las enfermeras Joy que los llevan también son familia, al igual que los técnicos Mark. —Dylan hizo una pausa al darse cuenta de algo—. ¿Sabes qué? Hasta diría que la agente Junsar que nos atendió en ciudad Plateada también forma parte de una familia tan grande como la de Joy o Mark, porque la agente que me tomó nota en el accidente que provoqué, el del coche de policía, compartían el mismo aspecto.
—¿De verdad es algo tan común?
—Y tanto. Pero al final te acabas acostumbrando, como a todo. Y es bueno que todos se llamen igual, así no hay que aprenderse más de un nombre.
Dylan se rio, pero Ryku relacionó lo de acostumbrarse como algo negativo. «Si realmente nos pudiéramos acostumbrar a todo así de fácil, a estas alturas la maldita sensación de seguir teniendo las alas de un Charizard en la espalda cuando tengo el Enlace desactivado no sería una molestia».
Los chicos pasaron por una entrada a la derecha de la recepción del centro Técnico y cambiaron de ambiente. El suelo pasó de tener baldosas grises y azules a un parqué de tablas marrón oscuro. Las paredes seguían el mismo patrón que el suelo hasta la mitad donde quedaba expuesta una pared de color ocre. En la sala había diversos sofás, sillas y sillones rodeando unas mesas decoradas con un jarrón de flores en su mayoría. La iluminación corría a cargo de diversas lámparas colocadas en las paredes para proporcionar la mayor cantidad de luz con el menor número posible. La que más luz daba estaba en el techo, y era la más grande de todas.
Ryku y Dylan se detuvieron en recepción, donde una mujer de cabello castaño y recogido en una coleta trabajaba delante de un ordenador. Dylan tocó el timbre de mesa y la recepcionista los atendió. Antes de que Ryku y Dylan se marcharan a sus habitaciones a dejar sus pertenencias, la mujer les pidió un minuto de su tiempo.
—Disculpad, ¿vosotros venís de cruzar el Túnel Roca? —les preguntó.
—No —contestó Dylan—, pero tenemos intenciones de atravesarlo si también está entre tus preguntas.
—En ese caso os recomiendo adquirir el equipamiento del montañero para superar fácilmente el túnel.
—No sé si deberíamos coger ese equipamiento. Después de todo, dudo que volvamos a ir por ahí una segunda vez y ya vamos bastante cargados con las mochilas.
—No estaría ofreciéndoos el equipamiento si no os beneficiara —replicó la recepcionista—. El Túnel Roca no lo visitan más de una vez a menos que sean montañeros especializados o entrenadores con la misma afición. Los demás, con algunos problemas en el resto de la región, se ven obligados a pasar por aquí sin remedio.
—Supongo que eso lo dices por la cuarentena de ciudad Azafrán —comentó Ryku.
—Así es. Desde que no se puede entrar en la capital, decenas de entrenadores han tenido que tomar este camino con tal de continuar su viaje. La oferta del equipamiento de montañero se hizo para ellos.
Ryku y Dylan compartieron una mirada.
—Está bien, cogeremos el set —aceptó Dylan tras acordarlo con Ryku—. Confío en que el precio no sea muy alto.
—Por eso no hay que preocuparse —lo tranquilizó la recepcionista—. Incluso con el tamaño del Túnel Roca, el set es muy básico, pero perfecto para este. Es más, otras necesidades ya están cubiertas al haberse colocado en el recorrido del túnel.
—Eso suena bien —dijo Ryku.
—Cierto. Solo espero que el Túnel Roca no sea tan laberíntico como los túneles del monte Moon. En fin, ¿cuánto nos costaría?
—Dos mil Monedas de Combate. El precio es una garantía por si surge algún imprevisto en el túnel y hay que cambiar componentes que no se puedan reutilizar, por lo que, si todo el equipamiento está en buen estado, se os devolverá el dinero en el centro Técnico del otro lado del túnel.
—Es caro, pero me gusta la idea de poder recuperar el dinero que pongamos. ¿Dónde conseguimos el set?
—Hablad con Mark en el centro Técnico, él se encargará de dároslo. Pueden reservar el set por si vienen más entrenadores y no disponemos de los suficientes.
—Bien, iremos ahora mismo.
—Una cosa más. En aquella estantería de ahí hay folletos con información útil del Túnel Roca para montañeros y entrenadores—añadió la recepcionista—. Creo que os serviría para conocer la zona y no tener problemas en el interior de la colina.
—Lo tendremos en cuenta. ¿Algo más que debamos saber? —preguntó Dylan.
—Nada más. Gracias por vuestra atención y disfrutad de la estancia en el albergue.
Ryku y Dylan fueron primero a sus habitaciones y dejaron sus pertenencias antes de moverse por el recinto. Ryku aprovechó la papelera de su habitación para tirar la basura que había acumulado en su viaje hasta el albergue y preparó el pijama en la cama. Luego salió y se reunió con Dylan al final del pasillo. Desde ahí se dirigieron al centro Técnico e hicieron cola con al menos una decena de entrenadores para reservar sus sets de montañismo. El técnico Mark les dio la oportunidad de pagar la totalidad del dinero ahora y así no tener que realizar ningún trámite si debían partir con prisas. Ryku y Dylan accedieron a hacer la reserva con el pago adelantado y Mark se encargó de apuntarlos en una lista. Una vez asegurada la reserva, ya podían ir a donde quisieran.
El albergue no tenía nada que ayudase a Ryku y Dylan a entretenerse hasta que abriera el comedor por lo que las horas que quedaban resultaron ser casi eternas para los dos chicos. Ryku dio con alguna distracción leyendo el folleto que les mencionó la recepcionista mientras que Dylan se dedicó a organizar su brazalete Enlace. Ryku se memorizó los Pokémon que habitaban el interior de la colina y no le extrañó que en su gran mayoría fueran Pokémon como Geodude o Zubat, sin embargo, leer que había posibilidades de toparse con Onix salvajes le molestaba. Cualquier Pokémon de tipo roca o que perteneciera a ese tipo le fastidiaba. Si llegaban a pelear contra esos Pokémon, Dylan sería quien se encargase de debilitarlos en gran parte. Ryku continuó leyendo el folleto hasta que todas las palabras se repetían.
Por fin llegó la ansiada hora de cenar. Ryku y Dylan se dirigieron al comedor en cuanto vieron la hora y esperaron su turno junto a otros entrenadores. Cuando por fin abrieron, los jóvenes pasaron una hora llenándose los estómagos y viendo el noticiario de la televisión. Entre las noticias más destacadas, seguían hablando de los acontecimientos recientes como la cuarentena, el hundimiento del S.S. Anne y el peligro que suponían los Pokémon salvajes en la Ruta 11. Las demás noticias eran más de la ciudadanía, como accidentes en casas causados por Pokémon.
Terminada la cena, Ryku y Dylan se despidieron y fueron a sus habitaciones. Ryku se lavó los dientes y grabó un vídeo para comunicarle a sus padres acerca de la obtención de su tercera medalla y sus próximos planes de viaje. Después revisó que no se olvidaba de nada más y antes de que enviara el vídeo, escuchó algo proveniente de fuera del edificio.
Ryku fue a la ventana y corrió las cortinas, revelando el paisaje de la colina que bloqueaba la vista de la central Energía. No había nada relevante en la calle, pero sí en el cielo. De la nada un montón de nubes negras ocuparon el cielo estrellado. Ryku se extrañó mucho con esas nubes pues en todo el día hubo un estupendo día soleado y no se predijeron lluvias. Más extraño le pareció cuando de las nubes negras se empezaron a ver descargas eléctricas que no salían de la esponjosidad de estas, aunque no descartaba que fueran a emerger rayos de ellas. Una vez más, Ryku observó algo insólito: las nubes comenzaron a dar vueltas en espiral creando una forma helicoidal. ¿Se estaba originando un tornado de la nada? Ryku no cabía en su asombro del espectáculo que estaba presenciando.
Entonces las nubes descargaron sus rayos por todas partes.
Algunos de ellos cayeron cerca del edificio y lo asustaron. Por suerte, la mayoría de los rayos se centraron al otro lado de la central Energía, como sí algo los atrajese. Ryku no despegó los ojos del cristal en ningún momento; aquel fenómeno debía quedar registrado. De hecho, maldijo que el holomisor solo grabara la silueta humana y no lo que había detrás de la persona y no tuviera una cámara de vídeo para filmar tan increíble escena. Se quedó de piedra cuando el siguiente fenómeno extraño que apareció fue el de dos rayos que, en vez de caer del cielo, ascendían hasta las nubes, justo en el centro de la espiral y se crearon dos enormes bolas de energía suspendidas en el aire. Acto seguido, las bolas se expandieron hasta el punto de estallar y expulsar una cantidad incontrolable de electricidad. A Ryku le recordó a la onda que lo paralizó en el combate contra Surge, pero esta solo cayó sobre la central Energía, la cual sufrió los devastadores efectos del misterioso fenómeno atmosférico. Como efecto secundario, la onda eléctrica llegó al centro Técnico y al albergue, causando que los pelos de Ryku se erizaran y recibiera una descarga que lo dejó estático y tropezara mientras un apagón sumió el centro Técnico y el albergue en la oscuridad de la noche. En una última mirada al cielo, las bolas de energía habían desaparecido y las nubes empezaron a desvanecerse y en su lugar brotó una columna de humo y fuego desde la central Energía.
Pasados unos minutos, alguien golpeó la puerta de Ryku varias veces. Ryku se recuperó del calambre y usó la luz de la pantalla de su brazalete Enlace para guiarse y abrir la puerta. Al otro lado estaba Dylan, el cual mostraba una muy marcada cara de sorpresa.
—¡Ryku! ¿Has visto lo que acaba de pasar? ¿Estás bien?
—Sí, solo un poco electrificado como tú —respondió Ryku enfocando el brillo de su pantalla a la cara de Dylan y viendo también en él el pelo erizado.
—Salieron de la nada nubes negras cargadas de electricidad. Eso no es ningún fenómeno meteorológico repentino, estoy seguro de que lo ha hecho un Pokémon —dijo convencido Dylan.
—Opino igual. Pero creo que no fue obra de uno solo, sino de dos.
—¿De dos?
—Sí. Había dos bolas de energía en el cielo que descargaron toda aquella electricidad y después se esfumaron. La pregunta es, ¿qué Pokémon tiene tanto poder como para crear una tormenta eléctrica de tales dimensiones?
—Buena pregunta. Todos los Pokémon de tipo eléctrico que se conocen no poseen tal poder. Debe tratarse de alguno nuevo que no se haya visto nunca.
La luz regresó durante la conversación y no solo Ryku y Dylan tenían el pelo erizado, sino todos aquellos que habían salido de sus habitaciones parecía que se hubieran engominado el pelo hacia arriba. Todos se preguntaron, igual que Ryku y Dylan, lo que había ocurrido. Nadie entendió nada y algunos de los entrenadores tenían miedo de lo que pudiera suceder después. Un tiempo más tarde apareció uno de los empleados del albergue, el cual comunicó que el centro Técnico y el albergue habían sufrido daños menores y que todo estaba bajo control. Informó también que seguiría habiendo luz mientras los generadores del edificio proporcionaran energía, los cuales eran lo bastante grandes como para mantener los servicios tanto del centro como del albergue por varias semanas sin problemas. Finalizó el comunicado con que regresaran a las habitaciones e intentaran descansar. Ryku y Dylan se volvieron a despedir mientras algunos entrenadores hablaban con el empleado para obtener más detalles de lo ocurrido y regresaron a sus dependencias.
Ryku buscó algo en lo que descargar la electricidad que había en su interior y lo halló en la barra de metal del armario. Poco a poco su pelo volvió a la normalidad hasta quedarse en un cabello revuelto. Ryku se quedó un rato más aferrado a la barra para asegurarse de que no quedaba más electricidad en su cuerpo y se cambió de ropa, corrió las cortinas después de echar un último vistazo a la destrucción de la central Energía y se echó en la cama. Se quitó el brazalete y lo dejó en la mesita de noche que había al lado e intentó descansar.
Chapter 15: Ruidos en la Oscuridad
Chapter Text
El olor a quemado procedente de la central Energía y la presencia de electricidad en el ambiente provocaron pesadillas en Ryku que lo llevó a no dormir bien. Se lavó con agua fría para evitar cerrar los ojos y vio que le habían salido ojeras por el mal descanso. Repitió el proceso un par de veces por seguridad. Tal vez le pediría a Dylan que le disparara agua de su Enlace de Blastoise si se dormía de todas formas.
Con todo listo, Ryku llamó a Dylan con varios golpes a la puerta de la habitación de Dylan. No hubo respuesta. Probablemente su amigo estuviera desayunando en el comedor. Bajó las escaleras y lo encontró haciendo cola con otras personas. La mujer que estaba detrás de Dylan le dio permiso de estar con su amigo y Ryku se puso a su lado.
—¿Una mala noche? —preguntó Dylan al verle la cara.
—Como a todos, al parecer —dijo Ryku. Nadie de la fila tenía buena cara.
—Entre el olor a quemado, el ruido de las sirenas de los vehículos de emergencia y el aire cargado, si alguien durmió más de dos horas seguidas fue un milagro. A mí se me ocurrió la brillante idea de intentar resolver el misterio del fenómeno de anoche.
—A mí solo me molestó el olor a quemado proveniente de la central. Las sirenas las ignoré cómo pude.
—Debí haber hecho lo mismo. —Dylan se dio unos golpes en la cabeza como castigo.
—¿Crees que podremos atravesar el Túnel Roca o la policía habrá restringido también el acceso?
—Sería como si quisieran que nadie visite ciudad Azulona. Esperemos que no se haga realidad.
Un empleado del albergue abrió las puertas del comedor y la gente empezó a entrar. Ryku y Dylan se turnaron para coger el desayuno y no dejar libre la mesa que habían elegido. En la televisión había un programa de tertulia donde el tema principal fue el incidente en la central Energía. Los tertulianos discutieron sobre qué pudo originar tal catástrofe mientras veían imágenes de la columna de humo negro por el que apenas se veía el techo destruido. La principal hipótesis apostaba por una sobrecarga que los generadores no soportaron por su deplorable estado y concurrió en una cadena de explosiones que dejaron el edificio peor de lo que ya estaba. Pero no respondía la misteriosa tormenta que se creó de la nada, un tema que debatieron por un rato. Al parecer, se vio en todas las ciudades cercanas a la central, en especial ciudad Celeste.
—Piensan igual que nosotros, que fue un Pokémon el responsable —dijo Dylan.
Ryku ignoró a su amigo y continuó mirando la televisión. En el debate intervinieron varios investigadores, tanto de Pokémon como de fenómenos meteorológicos, para arrojar luz a las incógnitas de la tormenta. Ryku se interesó en especial cuando Dalia, desde su laboratorio en pueblo Paleta, dio su opinión al respecto. Se notó la fama que tenía la profesora como la mayor investigadora Pokémon de Kanto. Pero incluso ella tenía dudas sobre la existencia de un Pokémon tan poderoso. Dalia garantizó que la Pokédex no contenía ningún dato sobre ese Pokémon y que ella, en todos los años que estuvo recolectando información sobre los Pokémon, jamás había visto algo semejante. Estaban ante un descubrimiento insólito.
Ryku y Dylan se prepararon para atravesar el Túnel Roca. Preguntaron a Mark si seguía abierto después del incidente antes de pedir el equipamiento que habían pagado.
—Ya se realizó una investigación en el túnel y los daños han sido mínimos. No hay riesgos de derrumbes —respondió Mark. Ryku se alivió de que el Túnel Roca mantuviera la accesibilidad—. Sin embargo, los daños menores afectan a la iluminación del túnel, lo que se traduce en que vais a tener que dar mucho uso de las linternas.
—¿Tendremos suficientes? —preguntó Dylan.
—Por supuesto. Disponéis de una para la cabeza y otra de mano.
—¿Qué más contiene el equipamiento?
—Una mochila para guardar las linternas, cuerdas, mosquetones, pilas de repuesto y unos palos de senderismo.
—Genial. ¿Nos los puedes dar ahora, por favor?
—Claro. Un momento.
Ryku y Dylan esperaron un poco a que el técnico saliera de la sala que había detrás de él con dos mochilas que se podían meter dentro de las suyas y cuatro palos de senderismo.
—No olvidéis devolver el equipamiento en el centro Técnico una vez salgáis del túnel —les recordó Mark.
—Entendido.
Ryku y Dylan abandonaron el centro Técnico y el albergue y avanzaron por el camino de la ruta hacia el Túnel Roca. El recorrido los acercó a la central Energía, pero vieron una barricada policial a lo lejos y su camino tomó dirección hacia las colinas. La entrada del Túnel Roca se hizo más grande mientras caminaban. Cuando la alcanzaron, esta tenía clavada unas señales de precaución que informaban de la falta de luz en el interior y otras que apuntaban a un palo grueso con un cable que se recomendaba usar antes de entrar en el túnel. Ryku y Dylan hicieron caso de las indicaciones y prepararon el equipamiento. Se pusieron las linternas de la cabeza, usaron solo uno de los palos de senderismo y unieron las cuerdas con los mosquetones y lo anclaron al cable. Se aseguraron de que la cuerda no los alejara más de dos metros y entraron en el túnel.
Mark no exageró cuando mencionó la total oscuridad en el interior del Túnel Roca. Ryku y Dylan tuvieron que encender las linternas cuando la luz del exterior no fue suficiente. Ryku se agarró al cable como una medida extra de seguridad extra mientras miraba a la oscuridad para alumbrarla con la linterna, sobre todo en los ruidos que se oían. La mayoría solo fueron pequeñas rocas desprendiéndose que el eco del lugar intensificó o algún Pokémon que huía de la luz sin que se le viera. Eso puso nerviosos a los jóvenes y uno de ellos sacó la linterna de mano para aumentar el área iluminada cerca de ellos.
—Debemos estar en una zona muy amplia si hay resonancias —dijo Ryku.
—Rezo porque no se angoste muchas veces —pidió Dylan—. La oscuridad no ayuda en nada a sentirse seguro.
—¿Tienes miedo? —curioseó Ryku.
—Es más el miedo de la amenaza que nos esté vigilando y no seamos capaces de reaccionar a tiempo ante un inminente ataque. ¿No te asusta eso?
—Claro, pero gracias a ti ahora me asusta más. Y con una mano ocupada, no podría activar mi Enlace. Aunque tampoco serviría de mucho aquí dentro.
—¿Y la llama de la cola del Charizard? Una fuente de luz extra por si se les acaban las pilas a las linternas —dijo Dylan—. Y mi Enlace es perfecto para este terreno. No habrá Pokémon que se nos acerque.
—Y no se nos acercará si vamos más deprisa. Siento que va a ser un recorrido bastante largo.
En un punto, la amplitud de la zona en la que se encontraban se encogió hasta convertirse en un pasillo de apenas dos metros de ancho. Seguía valiendo para caminar, pero lo que había de ancho faltaba de alto, obligando a los dos jóvenes a ir agazapados un tiempo. Luego volvieron a aparecer en otra amplia zona más pequeña que la anterior.
El cable de seguridad llegó a un punto muerto y Ryku y Dylan se detuvieron en seco. Recordaron las palabras de Mark y comprendieron lo que significaba. Con la ayuda de las linternas, vieron el camino que descendía a un nivel inferior. Buscaron la reanudación a lo lejos del cable y se asustaron al escuchar un ruido detrás de ellos. Dylan se llevó la mano al brazalete y Ryku alumbró a lo que tuvieran detrás. El destello molestó a la criatura y chilló como si pidiera que apuntara en otra dirección y amenazó emitiendo algunas chispas. El susto pasó a desconcierto y los jóvenes intercambiaron la mirada con un pequeño Pokémon amarillo de mofletes rojos.
—¿Un Pikachu? ¿Aquí, en el Túnel Roca? —dijo Ryku—. ¿Qué pinta un Pokémon eléctrico en un hábitat tan contrario a su tipo?
—Puede que se refugiara en el Túnel Roca tras el incidente de la central Energía —supuso Dylan—. Debía vivir allí. ¿Verdad que sí, Pikachu?
El Pokémon ladeó la cabeza. No respondió a la pregunta y desapareció en la oscuridad.
—Habrá que ir con cuidado. Si hemos visto un Pikachu, eso significa que también puede haber Pokémon de la central Energía que han elegido el Túnel Roca como un hogar temporal.
—Entonces habrá que vigilar más Pokémon que los que ya viven en el túnel. Genial.
Continuaron apuntando con las linternas el frente y buscando de nuevo el cable. Dylan prefirió apuntar hacia las paredes, no fuera que alguna se cerrara por el punto ciego y chocaran con estas. Llegaron a unas escaleras de hierro en un agujero de tres metros de diámetro. Ryku fue el primero en bajar y Dylan le iluminó desde arriba. Cuando los dos volvieron a estar juntos, encontraron el cable de seguridad y se anclaron una vez más.
El sótano del Túnel Roca daba la sensación de ser enorme a pesar de haber visto que eran túneles. Ryku y Dylan se movieron con cuidado de no tropezar con alguna piedra suelta o patear sin querer a algún Pokémon. Se encontraron con Sandshrew, Geodude y Zubat, pero ninguno permaneció mucho en la luz de las linternas. Ryku se extrañó de que no defendieran su territorio, pero también lo agradeció. Esperó que siguiera así hasta que salieran del Túnel Roca.
Estuvieron andando por alrededor de una hora sin muchos contratiempos. Realizaron pausas para descansar y comprobar el estado de las linternas. Entonces escucharon unas voces en la oscuridad. Cercanas. Se detuvieron por si había sido cosa de su imaginación y las volvieron a escuchar, esta vez más apremiantes, como si necesitaran ayuda urgente. Ryku y Dylan aceleraron el paso todo lo que les permitía no tropezar. Pero se llevaron la desgracia de escuchar las voces por una zona de los túneles que no tenía cable de seguridad. Tenían que adentrarse en la oscuridad para encontrarlas.
—Si los socorremos, corremos el riesgo no reencontrar el cable guía —dijo Dylan.
—¿Y si alguno de ellos está herido? No podemos dejarlos aquí y pasar de largo.
Dylan divagó en una solución y no tardó en dar con una. Sacó la mochila del equipamiento de montañismo y cogió la cuerda extra que había.
—¿Serviría hacer una cuerda más larga con las que tenemos?
—No hay tanta. Debemos arriesgarnos.
Dylan no se animó a actuar sin una forma de volver. Pensó en otra solución y su linterna apuntó al techo. Ahí vio la respuesta que buscaba.
—¿Y si seguimos los cables y bombillas que iluminaban el túnel?
Ryku miró en la dirección a la que señalaba su amigo y vio los caminos de cables con bombillas de la zona. Iban en la misma dirección a la que se oían las voces. Asintió a la idea de Dylan y se desanclaron del cable de seguridad.
Las llamadas de auxilio se intensificaron a medida que profundizaban en los túneles. Ryku y Dylan respondieron a las voces y estas se repitieron más como una baliza para que los encontraran. Minutos más tarde, la linterna de Ryku alumbró a dos personas en una pared del túnel.
Eran dos montañeros. Uno de los hombres era mayor, de más de cuarenta años, de ojos y una poblada barba de color marrón. El otro era mucho más joven que él, apenas debía superar los treinta. Tenía el pelo negro manchado de polvo y unos ojos claros. Ambos vestían ropas de senderismo. Ryku se percató de que el equipamiento del hombre mayor no se encontraba en buenas condiciones: el bastón de senderismo estaba doblado y todos los accesorios de montañismo dispersos por el túnel. También notó el brazalete Enlace en el antebrazo del otro montañero. Cuando los dos jóvenes se acercaron, el hombre sin barba arrebató la linterna a Ryku e intentó hacer lo mismo con la luz de la cabeza de Dylan.
—¿Se puede saber qué hace? —espetó Dylan.
—¡Tapad las luces! Que no alumbren más allá de nosotros.
La orden del hombre extrañó a Ryku y Dylan. Su insistencia y la súplica del hombre barbudo terminó por convencer a los jóvenes y a obedecer. Dylan tapó con su mano la luz de la linterna y el hombre que le robó la linterna a Ryku se la devolvió procurando no destapar la luz. El hombre recomendó usar la débil luz de las pantallas de los brazaletes para guiarse.
—¿Por qué tenemos que limitar las luces de las linternas? —preguntó Dylan.
—Por el monstruo —respondió el cuarentón.
—¿Monstruo? ¿No querrá decir Pokémon?
—Lo que sea.
—Sí, era un Pokémon —aclaró el hombre más joven.
—¿Cuál?
—No llegué a verlo bien. Creo que tenía forma de esfera, como una gran roca rodante.
—Esa maldita piedra nos atacó, así como así —se quejó el barbudo—. Jared luchó contra ella, pero le venció.
—¿Qué Enlace tienes? —preguntó Ryku.
—El de un Sandslash —contestó Jared—. Le bastó un solo golpe para estamparme contra la pared y activar la Prioridad Humana. Después empujó a mi compañero y lo hirió. Tiene el tobillo inflamado y le duele la espalda.
—Tanto que no me puedo mover sin ayuda —añadió el hombre mayor.
—Y no habéis intentado salir de aquí porque… —dijo Dylan esperando que continuaran su frase por él.
—No tenemos luces con las que orientarnos y mi brazalete no ayuda con su tenue brillo. El Pokémon roca las rompió antes de desaparecer en los túneles —explicó Jared—. Fue curioso, parecía más enfadado con las linternas que con nosotros.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que estáis en esta situación?
—Poco. Unos veinte minutos. Tuvimos suerte de que pasarais por aquí, chicos. Fue mala idea entrar en el túnel después de lo ocurrido anoche.
—Dejémonos de cháchara y salgamos de este túnel antes de que le dé por regresar a esa bestia por culpa de las luces de los niños revelando nuestra posición —gritó el barbudo conteniendo lo máximo posible su voz.
—Vale, vale. No perdamos los estribos tan pronto —dijo Dylan—. Vamos, anciano, a levantarse.
—¿A quién llamas tú anciano?
—A la misma persona que me llama niño.
—Menos discutir, por favor —quiso calmar los ánimos Jared—. Centrémonos en salir, ¿de acuerdo?
El hombre refunfuñó mientras Dylan le ayudaba a levantarse. El hombre soltó cortos gritos de dolor por moverse y más por apoyar el tobillo roto por poco que fuera. Mientras, Dylan y Jared se las apañaron para equilibrar el peso del herido, Ryku tuvo un mal presentimiento al escuchar un gruñido cerca, un gruñido no humano.
—¿Habéis oído eso? —preguntó mirando a la oscuridad—. No me gusta cómo suena.
—Serán de este hombre que está sufriendo con cada movimiento que realiza —respondió Dylan.
—No. Esos gruñidos no eran humanos. Estoy seguro de ello.
—Oye, Jared, voy a dejar de tapar la linterna. Necesito las dos manos si quiero sujetar bien a tu compañero.
—Está bien, pero apunta al suelo por lo menos.
—Pero tenemos que apuntar al techo. Nos alejamos del cable de seguridad y lo que nos devolverá a este es el cableado eléctrico que está arriba.
Jared aceptó a regañadientes las condiciones porque esta vez necesitaban más luz que el de la pantalla del brazalete si querían moverse sin chocarse con las paredes. Sin embargo, insistió en que se apuntara al suelo cuando no fuera necesario. Dylan asintió y liberó la luz de la linterna. Ryku le acompañó, pero él apuntó al suelo tal y como pidió Jared.
—Bien, vamos. Con cuidado.
Jared, Dylan y el barbudo se movieron al ritmo que el herido podía aguantar el dolor del tobillo. Ryku se encargó de adelantarse un poco e iluminar las paredes para no colisionar con ellas. A medida que avanzaban, Ryku se sintió tenso, incómodo por el gruñido que oyó antes. No parecía que el Pokémon que lo emitió fuera a acercárseles, pero tampoco lo garantizaba. Solo de pensar en ello hacía que su brazalete ya estuviera a un toque de activar el Enlace.
Al cabo de un rato, divisaron el cable de seguridad. Dylan no había necesitado levantar muchas veces la cabeza para detectar las bombillas porque Ryku se adelantaba en la mayoría de las ocasiones y le ahorraba el trabajo. Jared se asustó cada vez que las linternas iluminaban más de lo debido y no se sintió más feliz de encontrar un cable de metal de seguridad que los llevaría directos a la salida.
Ryku dejó que el trío tomara la delantera hasta que Jared o Dylan no se separara del cable de seguridad. Jared usó la mano a falta de un mosquetón que usar par anclarse y continuó. Ryku fue a seguirlo cuando algo lo detuvo en seco.
Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Ryku. De repente tuvo un muy mal presentimiento al escuchar pisadas detrás de él. Eran pesadas, de las que daría un Onix o un Geodude dando saltos. Ryku no estaba seguro si debía ignorar lo que fuese que hubiera en el fondo del túnel y reunirse con Dylan y los montañeros o alumbrar el pasillo porque acaban de salir y quitarse el miedo de la cabeza. Las pisadas dejaron de escucharse. Aquel fue el momento de librarse del temor y Ryku apuntó a las profundidades del pasillo. Nada. Todo lo que la bombilla de la linterna podía iluminar no enseñó nada.
—¡Eh, Ryku! No te alejes de nosotros —lo llamó Dylan.
Ya más relajado, Ryku bajó la linterna y se dio la vuelta.
—Ya voy.
Entonces Ryku lo volvió a sentir. Las mismas pisadas, más fuertes, más rápidas. El responsable se acercaba. Ryku no se quedó petrificado y reaccionó ante la inminencia de lo que fuera a pasar a continuación. Cuando el ruido de las pisadas ya era muy notorio, Ryku actuó por instinto y se tiró al suelo con la esperanza de no acabar aplastado. No fue capaz de ver qué provocó los temblores con las pisadas, pero Dylan sí. Su amigo giró la cabeza, iluminó al pasillo y desveló la criatura que los atacaba.
Una bola rocosa de apenas un metro y medio de diámetro rodó por el pasillo y salió de esta como si un cañón la hubiera disparado. Impactó contra la pared y dejó un agujero de más de un metro de profundidad. Dylan confundió la bola como uno de los tantos desprendimientos del Túnel Roca, pero se corrigió y la consideró un Pokémon. No había pendiente suficiente para que la gravedad lanzara la bola a tal velocidad.
—¡Ryku!
El joven abrió los ojos. Su linterna parpadeó como si las pilas estuvieran a punto de agotarse. Se dio la vuelta y buscó la luz de su amigo entre el polvo que se había liberado. Dylan estaba cerca, aunque solo vio un punto blanco suspendido en el aire.
—¡Cuidado!
Ryku miró al pasillo y alumbró a la bola que se movía con vida propia. Cuando el polvo se disipó, de la bola nacieron una cabeza y cuatro extremidades. Un Golem. El Pokémon rugió y Ryku se tapó las orejas por la molestia. Entonces su linterna se apagó y lo perdió de vista. Solo la luz de Dylan a lo lejos impedía que la oscuridad lo cubriera todo. El Golem, rugió de nuevo y se dispuso a atacar al grupo. Ryku sabía que Dylan no podría activar su Enlace a tiempo y evitar que Jared y el otro montañero sufrieran un ataque del Pokémon, de modo que tiró la linterna hacia el cable guía y activó su Enlace. El brillo de la transformación detuvo la agresión del Pokémon roca y sirvió para dejar a Dylan y los montañeros en paz. Ahora veía al Golem con el brillo de la llama de su cola.
—Larguémonos de aquí—dijo Jared intentando hacer que Dylan lo siguiera.
Dylan se quedó unos segundos viendo como el Golem se abalanzaba sobre Ryku y él lo esquivaba sin dificultades. No estaba muy convencido de que fuera a salir victorioso del combate por la debilidad de tipo, pero confió en que pudiera aguantar lo necesario para que fuera posible llevar al herido a un lugar seguro y regresar para ayudar a su amigo.
—Prepárate a aumentar el ritmo —le comunicó al barbudo— porque no pienso abandonar a mi amigo a su suerte.
Y sin más demora, Dylan hizo que el montañero y Jared fueran raudos hacia la salida.
—¡Aguanta, Ryku! ¡Volveré pronto! —gritó Dylan mientras se alejaba.
A Ryku no le gustaba pelear con tanta desventaja. El espacio era pequeño para un Charizard y no podía volar. Por suerte, los ataques del Golem se volvieron repetitivos, esquivando cada vez que se le abalanzaba en línea recta. Le resultó curioso que no usara ningún movimiento típico de su especie como un lanzarrocas para derrotarlo y solo arremetiera contra él, aunque siempre fallaba. Pero se dio cuenta de que el Golem no iba a por él, sino a por su cola. Como si quisiera apagar la llama a toda costa. No parecía quisiera derrotarlo.
«¿Quiere extinguir la llama de la cola? ¿Por qué?». Ryku recordó lo que dijo Jared sobre una criatura que destruyó sus linternas y desapareció. Ese Golem debía ser la criatura que los atacó. Un Pokémon que odia cualquier fuente de luz y las destruye. Por eso se centró en Dylan cuando se le apagó su linterna y volvió a él al ver el brillo de su cola. «Si lanzo ataques brillantes, lo enfureceré más. No puedo golpearle con mis movimientos».
El Golem detuvo su ofensiva y rugió con todas sus fuerzas a la vez que daba pisotones en el suelo. Ryku se hubiera reído de no ser por el peligro que corría, pero ni estando atento descubrió que aquella explosión de cólera desprendió rocas del techo que cayeron sobre él. Quedó sepultado bajo decenas de ellas y el golpe provocó que la Prioridad Humana se activara y se librara de la prisión de rocas. Ahora solo era un humano con un Pokémon iracundo escondido en la oscuridad. «Oh, no. Si le da por seguir atacando, estoy perdido». Ryku rezó para que el Golem se fuera ahora cuando lo había derrotado.
Como si se hubiera cumplido su deseo, el Golem gruñó satisfecho y abandonó el combate. Ryku escuchó sus pisadas alejarse poco a poco de la zona.
—No es agresivo, simplemente detesta la luz. Los montañeros tuvieron mala suerte de salir heridos. Un curioso Golem, la verdad —murmuró Ryku.
El joven creía que todo había terminado y con el tenue brillo de la pantalla de su brazalete, se dirigió al cable de seguridad. Solo tenía que seguirlo y se reuniría con los demás sin más percances.
—¡Ryku! —oyó el joven pocos segundos después de perder. Era la voz de Dylan.
—Oh, no. No, no, no —repitió Ryku.
—¡Ryku! ¿Dónde estás? Respóndeme.
Ryku maldijo que su amigo Dylan hubiera regresado. Y más aún con la linterna encendida.
—No, Dylan, no vengas —respondió Ryku.
Demasiado tarde.
El Golem era más sensible a la luz de lo que el joven imaginó y volvió a rugir de furia al detectar otra fuente. Ryku se quedó en el sitio, confiando en que rompiera pronto la linterna de Dylan y se marchara de una vez por todas.
Dylan vio como el Golem se le aproximó con cara de pocos amigos y se quitó la linterna, la dejó en el suelo para que iluminara un poco la zona y activó su Enlace. Como Blastoise, se puso a la defensiva y permitió que el Pokémon roca lo golpeara. Dylan lo detuvo placándolo con el cuerpo y retrocediendo unos pocos centímetros. El Golem rugió como loco, solo con la intención de destrozar la linterna detrás de Dylan, pero su amigo no entendió sus motivos y le bloqueó el paso.
Ryku no captó lo que dijo Dylan al estar transformado, pero el tono le dejó claro que no fue algo agradable de escuchar. El Golem hizo caso omiso del chico y aplicó más fuerza para deshacerse del Blastoise y romper la linterna.
Dylan se enfadó e hizo retroceder al Golem, incluso lo levantó unos centímetros del suelo para que no pusiera más resistencia. Soltó otras frases con la voz de un Blastoise y disparó sus cañones de agua directos al rostro del Pokémon roca. Ryku dudó si también odiaba el agua o era el claro efecto de un ataque de agua a un Pokémon de tipo roca con le grito que soltó. Abandonó el forcejeo y se internó en la oscuridad de los túneles. Sus pasos causaron más desprendimientos que cayeron cerca de Ryku. Después reinó el silencio.
Dylan desactivó su Enlace y volvió a ponerse la linterna en la cabeza. Con ella, buscó a su amigo en la oscuridad y lo halló arrodillado y aferrado al cable guía como si su vida dependiera de ello. Dylan corrió hasta él preocupado de haber llegado demasiado tarde.
—¡Ryku! ¿Estás bien? Dime algo.
—Apunta a otro lado, ¿quieres? Me ciegas con la luz.
Dylan movió a un lado el foco sin quitárselo de la cabeza.
—Perdona. ¿Puedes caminar? ¿Ese Pokémon te ha hecho daño?
—Estoy bien —dijo Ryku—. Agradezco que vinieras a por mí, pero no hacía falta.
—Bromeas, ¿verdad? Ese Golem era pura ira desenfrenada.
—Era por culpa de la luz. El Pokémon solo quería romper las linternas, no atacar a los humanos —explicó Ryku—. Estaba a punto de irse cuando me derrotó hasta que apareciste con la linterna de la cabeza. El forcejeo fue porque no le dejaste romper la linterna. Se hubiera marchado sin más después de eso.
—¿En serio? Vaya Golem más extraño —dijo Dylan—. Enfadarse por la luz… ¿Viviría cuando el Túnel Roca estaba iluminado? Debe ser un infierno para él.
—Infierno el que estamos viviendo ahora. Salgamos de aquí.
Dylan asintió y con la ayuda del cable de seguridad se dirigieron a las escaleras que conducían al piso superior. Por el camino, Ryku recuperó la linterna que había tirado y comprobó que seguía funcionando. Tuvo la suerte de que los parpadeos habían sido porque una pila no hacía contacto. Reparó el desperfecto y la linterna volvió a alumbrar.
—¿Dónde están Jared y el otro montañero? —preguntó Ryku mientras subían la escalera.
—No muy lejos de este agujero. Le presté a Jared mi linterna de mano, así que no será complicado verlos.
—¿Tuvo dificultades el herido de subir por aquí?
—Menos de las que piensas. Ese hombre soporta muy bien el dolor y te sorprendería la fuerza que tiene en los brazos para no usar el pie lesionado.
Ryku asomó la cabeza por el agujero de la escalera y probó de encontrar a Jared con la linterna. No tuvo éxito y terminó de ascender. Una vez arriba, Dylan y él buscaron a Jared y su compañero con gritos y alumbrando en todas direcciones ahora que el Golem no sería un problema. Jared respondió con un movimiento de la linterna que atrajo a los jóvenes hasta su posición.
—¿Qué ha pasado? Notamos un temblor en el piso de abajo —preguntó Jared.
—El Pokémon que os atacó no lo volverá a hacer. Me he asegurado de que darle una lección —contestó Dylan orgulloso de su victoria.
—Eso explica que hayáis estado dando vozarrones sin parar —dijo el barbudo—. ¿Es seguro que no se tomará las molestias de subir las escaleras y agredirnos otra vez?
—Tardará horas en recuperarse después del ataque que le lancé.
—Bien. Abandonemos de una vez esta cueva. El dolor me está dando un respiro y prefiero no desaprovecharlo.
Dylan asintió y volvió a cargar con el montañero junto a Jared. Ryku se adelantó y alumbró el camino, aunque con el cable de seguridad ya disponible, no era del todo necesario. Una hora después, los cuatro personajes divisaron luz a lo lejos. Aceleraron un poco el ritmo, cargando incluso por completo con el montañero herido, para salir del Túnel Roca cuanto antes.
El sol irradió los rostros de todos como un destello que los cegó unos instantes. Tanto tiempo en oscuridad total les había afectado la vista. Cuando se acostumbraron a la luz, Dylan y Jared apoyaron al cuarentón en una roca cercana.
—Gracias por la ayuda, chicos. Os debemos una —agradeció Jared.
—De nada. Espero que las heridas de tu compañero no hayan empeorado —dijo Ryku un tanto preocupado.
—Independientemente de eso, has actuado como una persona debería —respondió el hombre barbudo—. De no ser por vosotros, Jared y yo aún seguiríamos atrapados en el Túnel Roca.
—¿No necesitáis que os ayudemos en nada más?
—Ya habéis hecho suficiente. A partir de aquí me encargo yo —dijo Jared—. Ahora que estamos en el exterior, podré llamar a una ambulancia con el holomisor del brazalete.
—De acuerdo. Entonces continuaremos con nuestro viaje.
—Gracias de nuevo por todo. Adiós.
Ryku y Dylan se despidieron y retomaron su camino hacia el centro Técnico donde devolverían el equipamiento y después seguirían su trayecto hasta pueblo Lavanda.
Chapter 16: La Torre Pokémon
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—Estoy acostumbrado a limpiar los equipos de polvo y arreglar pequeñas abolladuras y ralladas, pero esto es otro nivel —dijo Mark mientras examinaba las linternas—. ¿Qué ha pasado ahí para que estén así?
—Es una larga historia —respondió Dylan—. ¿Podemos recuperar el dinero de la garantía?
—Veamos si todo está en buenas condiciones. Las linternas tienen desperfectos, pero no afecta a la funcionalidad principal. Las cuerdas y los mosquetones siguen en buen estado y lo demás… Bien, no podré daros todas las Monedas de Combate, pero sí la mayor parte. Pasadme vuestros códigos del monedero virtual y os depositaré el dinero.
—Y de paso, ¿podrías reiniciar mi Enlace? —preguntó Ryku.
—Desde luego.
Después de recuperar las Monedas de combate y de reiniciar el Enlace de Ryku, los jóvenes abandonaron el centro Técnico y continuaron el camino hacia pueblo Lavanda. Realizaron una parada para descansar y comer y, al cabo de un tiempo, divisaron la altísima torre por la que se conocía el pueblo.
El primer destino al pasear por las callejuelas de pueblo Lavanda fue el albergue. El pueblo no era una zona turística y no valía la pena quedarse. De no ser por culpa del incidente con el Golem, habrían pasado de largo pueblo Lavanda en dirección a ciudad Azulona. Pero hubo un cambio de planes y decidieron quedarse una noche.
—Ya que estamos, ¿exploramos el pueblo? —preguntó Ryku tras haber dejado sus pertenencias en su habitación.
—No hay nada que ver—respondió Dylan con pocas ganas—. Este es un pueblo de transición. Casi todos los edificios son casas de los que viven aquí. Sería perder el tiempo.
—También lo perdemos esperando a que abra el comedor del albergue —dijo Ryku—. Y para estar sentado en un sillón viendo como la aguja del reloj marca la hora deseada, prefiero salir y hacer algo. Además, esa torre que vimos al entrar en el pueblo es la Torre Pokémon, ¿no? No tengo ningún Pokémon que haya fallecido, pero me gustaría visitarlo.
Dylan suspiró.
—Vale, te acompañaré —Ryku sonrió de alegría—, pero no pienso entrar en la Torre Pokémon.
Dylan dijo esto último como una sentencia firme. Ryku se quedó perplejo e intuyó que no habría forma de convencerlo de que entrara con él en la torre. ¿No le gustó cuando pasó por aquí antes que él?
Tal y como Dylan había dicho, todos los edificios del pueblo eran casas particulares. Y había muy pocas tiendas en las que comprar algo interesante, en especial para entrenadores, de las cuales no había nada. Al sur, Dylan contó que llevaba a la Ruta 12, una ruta formada por puentes de madera que iban a varios destinos, como ciudad Carmín y ciudad Fucsia. Por desgracia, la ruta no se podía visitar por la agresividad de los Pokémon salvajes en la zona.
Ryku casi se dio por vencido de dar con algo interesante con el que pasar el tiempo hasta la cena cuando se fijó en un edificio que no tenía pinta de ser una casa particular. En un cartel al lado de la entrada se leía «Casa Pokémon de Voluntarios de Pueblo Lavanda». Eso le bastó como un lugar de interés. Dylan suspiró y siguió a su amigo.
El interior del edificio era de lo más acogedor, con plantas junto a la puerta y la pared de la derecha, una gran ventana que dejaba entrar una buena cantidad de luz del exterior, un suelo de baldosas de color beige con el contorno marrón y una mesa en el centro con varias sillas rojas. Lo más curioso de la habitación era una puerta en la parte derecha con una valla de madera que la bloqueaba y un cambio de baldosas por una alfombra verde en el suelo.
—¿Hola? ¿Hay alguien? —llamó Ryku.
Nadie respondió.
—Si la puerta está abierta, tiene que haber al menos una persona—dijo Dylan más para él mismo que para informar a su amigo.
—¿Hola?
—Un momento. Ahora mismo voy.
Una chica joven de al menos un año menos que Ryku salió de la puerta bloqueada con la valla. Tenía cabello pelirrojo recogido en dos coletas por dos gomas rosas. Dos pinzas doradas, una con la figura de un Butterfree azul, decoraban las dos mechas que había a ambos lados de su cara. Sus ojos eran de color azul y vestía un conjunto de camisa de manga corta rosa, a juego con sus gomas para el pelo, y una falda blanca. Se les acercó con una sonrisa en el rostro.
—¿En qué puedo ayudaros? —preguntó sin dejar de sonreír.
—Perdona, he leído el cartel de fuera y no entendí lo que significa —dijo Ryku—. Pensé que alguien de dentro nos lo podría explicar.
—Oh, no sois del pueblo, ¿verdad? —observó la joven—. La gente de aquí conoce lo que se hace en esta casa.
—No, yo soy de pueblo Paleta y mi amigo, de ciudad Azafrán.
Dylan procuraba mantenerse ajeno a la conversación mirando en otra dirección.
—Esta casa se creó con el propósito de acoger a Pokémon que sufrieron el abandono por parte de sus entrenadores. Antes de la llegada de la tecnología Enlace, era algo muy común. Demasiado, en mi opinión. Ahora no se ven tantos abandonos, pero eso no significa que no se sigan produciendo. Nosotros acogemos a esos Pokémon y los cuidamos hasta que alguien los adopta. También rescatamos Pokémon de personas a las que les gusta torturarlos.
—¿Existe esa clase de gente? —preguntó Ryku casi enfadado de solo escuchar.
—Más de lo que nos gustaría. —Era la primera vez que la chica borró la sonrisa de su cara, pero la recuperó a los pocos segundos—. Ya que os habéis molestado, ¿os apetece ver el lugar?
—Claro. ¿Vienes, Dylan?
El joven de pelo azul asintió.
—Por aquí. Por cierto, me llamo Reina.
La chica tomó la delantera y abrió la puerta vallada. Nada más acceder a la siguiente habitación, Ryku vio a varios adultos cuidando y barriendo unas cuadras con muros de madera que llegaban a sus cinturas. A medida que andaban por el pasillo central, Ryku y Dylan observaron a un Growlithe embobado con el movimiento de la escoba que movía un hombre de un lado a otro, un Oddish agradeciendo las caricias de una mujer, un Vulpix disfrutando de un cepillado y un Rattata jugando con una persona. Pocas cuadras estaban cerradas al no tener Pokémon.
—Hay muchos —comentó Ryku—. Me da pena saber que están aquí por maltrato o abandono.
—Algo me dice que son incluso menos de los que este refugio suele tener —sospechó Dylan.
—No vas mal encaminado —corroboró Reina—. Lo normal es que estén todas las cuadras ocupadas por un Pokémon o más si eran de la misma especie. El señor Fuji, el fundador de la casa Pokémon, dice que en el mundo hay demasiada gente que trataba a los Pokémon como simples objetos de usar y tirar y que la tecnología Enlace no hizo más que agravar la situación.
—Ese señor Fuji, ¿está en contra de la tecnología Enlace? —preguntó Ryku.
—Todo lo contrario, le encanta. Pero añade que la naturaleza humana no sabe aprovechar lo que es capaz de hacer esa tecnología por el mundo. Por ese motivo, no pudo siquiera pensar en cerrar el refugio a pesar de que creía que las leyes de Protección Pokémon ayudarían mucho.
—Parece una persona que se preocupa por los Pokémon.
—Y tanto. Convirtió su propia casa en un refugio para los Pokémon y la gente del pueblo lo ayuda sin pedir nada a cambio, yo incluida.
—Qué bien suena eso.
—Oye, Reina, me he fijado en que todos los Pokémon parecen felices aquí, pero este no tiene pinta de estar muy alegre —dijo Dylan—. Me mira como si me quisiera atacar.
Ryku miró en la dirección a la cuadra en la que estaba Dylan. En ella había un Cubone encogido y pegado en una esquina de la cuadra lanzando una mirada deseosa de golpear con el hueso que sujetaba entre sus manos.
—Oh, él. Es una cría de Cubone que solo se fía del señor Fuji. Del resto no quiere saber nada de nada.
—¿Por qué?
—Por culpa de unos indeseables —dijo Reina conteniendo el odio en sus palabras.
—¿Indeseables? —preguntó Dylan.
—Ocurrió hace tiempo, cuando Cubone estaba en las afueras del pueblo. Unos vándalos decidieron pasar el día aporreando a los Pokémon de la zona por pura diversión. Estuvieron a punto de darle una terrible paliza cuando lo salvó su madre, una Marowak. A esos indeseables no les gustó nada que les atacara un Pokémon y creyeron que debían darle una lección. La Marowak logró salvar a su hijo, pero ella no sobrevivió.
Una ira intensa despertó dentro de Ryku. Dylan igual, y se le oyó apretar el muro de la cuadra donde tenía apoyada la mano.
—Más tarde —continuó Reina—, Fuji encontró a Cubone y lo trajo aquí por miedo a que le sucediera lo mismo que a su madre.
—No me extraña la desconfianza que tiene Cubone hacia los humanos excepto el señor Fuji —dijo Ryku—. Ojalá esos indeseables no se hubieran salido con la suya.
—No lo consiguieron. La policía los detuvo por asesinato de un Pokémon de otro entrenador. Fuji tenía un trato especial con la madre del Cubone mucho antes de fundar el refugio.
—Un momento, ¿la Marowak no era un Pokémon salvaje? —preguntó Dylan—. Las leyes de Protección Pokémon son mucho menos estrictas con aquellos que no capturan los entrenadores a los que sí.
—Lo era. Fuji solo cuidó de Marowak cuando era una Cubone hasta su evolución y la registró como su Pokémon mascota. Pero en realidad Marowak era libre de ir y hacer lo que quisiera y ella jamás lo abandonó y lo visitaba de vez en cuando. Era un Pokémon salvaje amparado por las leyes de Protección Pokémon.
—En otras palabras, Cubone confía en el Fuji porque su madre también confiaba en él —dijo Dylan.
—Es lo más probable. La relación entre Marowak y Fuji fue muy fuerte. Aunque también puede deberse a que no ha superado la muerte de su madre.
—Es una lástima imaginar que todavía existen personas así… —dijo Ryku compadeciéndose del Cubone.
Después de mirar entristecidos al Pokémon, Reina y los dos jóvenes lo dejaron tranquilo y regresaron a la puerta principal.
—Muchas gracias por la visita guiada —agradeció Ryku—. Ojalá pudiéramos conocer en persona al señor Fuji. ¿Estaría aquí mañana?
—A este paso no vamos a llegar a Azulona nunca… —murmuró Dylan para sus adentros.
Reina tardó unos segundos en dar una respuesta.
—No lo creo. Fuji suele irse del refugio a buscar Pokémon malheridos para traerlos aquí. Hace días que se marchó y no sabemos cuándo volverá.
—¿Eso es normal? Lo has dicho como cierto aire de preocupación —observó Dylan.
Reina se encogió.
—No —confesó—. Siempre vuelve al cabo de dos o tres días, pero llevamos casi una semana sin tener noticias suyas.
—¿Habéis llamado a la policía? —preguntó Ryku.
—Desde luego. Pero no han hecho progresos en dar con él.
—Lo único que se puede hacer es esperar a que lo encuentren —sentenció Dylan.
—Sí, aunque la gente del pueblo ayuda en lo que sea necesario —añadió Reina más animada—. Confiamos en que aparecerá pronto si lo busca más gente.
—Buena suerte con eso.
—Gracias.
Ryku y Dylan se despidieron de Reina y se marcharon al albergue a descansar hasta la hora de cenar. Todavía faltaba un rato y Ryku y Dylan aprovecharon para limpiar la ropa llena de polvo del Túnel Roca. El comedor abrió poco después y cenaron como si llevaran semanas sin comer.
Durante la cena, las noticias informaron de avances conseguidos en el atentado en ciudad Azafrán y la apertura de una investigación sobre lo que sucedió en la central Energía. Se confirmó la hipótesis de que un Pokémon como el responsable del incidente, aunque seguían las dudas sobre si fue uno muy poderoso o varios Pokémon de tipo eléctrico que vivían en la central y sobrecargaron los generadores. Ryku creyó que las dos opciones eran correctas, salvo que, en vez de varios Pokémon, solamente fueron dos con un enorme poder. Aquellos orbes en el cielo que descargaron toda aquella electricidad sobre la central y los alrededores. Dylan apoyó esa teoría.
—Me gustaría saber qué Pokémon es capaz de hacer algo así —opinó Dylan.
—¿Y verlo? —preguntó Ryku.
—Ni hablar. Al igual que tú detestas a los Pokémon de tipo roca, a mí me pasa lo mismo con los eléctricos.
—Curioso, yo pensaba que tu tipo némesis sería el tipo planta. Ya sabes, ellos te hacen mucho daño y tú apenas los debilitas.
—Cierto, pero con ellos tengo más probabilidades de defenderme que con el tipo eléctrico. Ya te conté lo que sufrí en la pelea contra Surge.
—Oh, claro. —Ryku miró la televisión de nuevo donde la noticia del atentado había sustituido a la de la central Energía—. ¿Crees que Azafrán abrirá sus accesos ya?
—No tardarán, estoy convencido. Demasiado tiempo han estado en cuarentena y necesitarían tenerlos abiertos al menos para el comercio, si no la ciudad sufriría mucho, económicamente hablando.
—¿Sabes de economía?
—Ni un poco, pero es lo que más sentido tiene, ¿no? A fin de cuentas, es muy complicado que una ciudad sea autosostenible por completo.
—Claro, claro… —Ryku tenía menos idea que Dylan en ese tema y prefirió desviarlo a otro—. Ahora que caigo, no he visitado la Torre Pokémon hoy.
—¿Sigues queriendo ir a ese cementerio de Pokémon? —preguntó Dylan como si odiara hablar de la torre.
—Por supuesto. Es muy posible que no vuelva a pisar este pueblo en mucho tiempo y hacer turismo mientras estoy en estos lugares me ayuda a asegurarme de que no me pierdo nada de interés. Un ejemplo claro fue el museo de ciudad Plateada.
—Te digo por adelantado que no es nada interesante visitar las tumbas de Pokémon que han fallecido. Si fueran tuyos, lo entendería, pero has dicho que no tienes ninguno.
—¿Qué seguro estás de eso? ¿Ya has entrado ahí?
—No. Respeto a los Pokémon fallecidos y pienso sería de mala educación rezar a uno que ni siquiera conocías.
Ryku arqueó una ceja. Había algo en la oración de su amigo que le extrañaba, aunque no sabía por qué.
—¿Entonces no tengo forma de convencerte de venir conmigo a la torre? —se quiso asegurar Ryku.
—Así es. Es más, si quieres ir, deberás hacerlo esta noche. Por primera vez, seré yo quien tenga más ganas de salir de este pueblo que tú, lo que significa que por la mañana me pondré de camino a ciudad Azulona y te esperaré allí. Aquí no me voy a quedar más tiempo.
—¿En serio, Dylan? —El joven asintió fortaleciendo sus palabras—. Oye, desde que llegamos a pueblo Lavanda te comportas de forma muy rara. ¿Qué ocurre?
—Nada del otro mundo. Solo no me gusta estar en este pueblo por el lúgubre ambiente que da la Torre Pokémon.
—¿Solo por eso? Suena muy tiquismiquis de tu parte. A mí tampoco me gustan los sitios lúgubres y rodeados de muerte, pero tampoco es para ponerse así. No es que estemos en unas ruinas y veamos esqueletos por todas partes.
—Que suene como quiera. No me gustan estos sitios y nada me hará cambiar de parecer. Y te has pasado con la comparación, ¿sabes?
—Lo sé. Ha sido lo primero que me ha venido a la cabeza. Lo siento. —Dylan movió la cabeza de lado a lado procurando no imaginar la escena que había creado Ryku—. ¿Entonces no tengo más remedio que ir a la torre esta noche o me dejas aquí tirado?
—Así es. No te abandonaría, que conste. Solo que te esperaría en ciudad Azulona.
Ryku se lo pensó unos segundos.
—Muy bien, iré.
Dylan abrió la boca, incapaz de comprender lo que acababa de ocurrir.
—¿Lo dices de verdad? Vas a ir a la Torre Pokémon… ¿¡por la noche!?
—¿Qué te sorprende? No es que me hayas dado opciones.
—Pensaba que con mis quejas saldríamos del pueblo por la mañana, no que accederías a mis amenazas de obligarte a ir a la Torre Pokémon bajo la luz de la luna.
—Pues no te ha funcionado el plan. Por tu culpa se me ha metido en la cabeza querer visitar la torre cueste lo que cueste. Y es lo que voy a hacer. Descansaré un poco después de cenar y me iré.
Dylan se sintió culpable de las acciones de su amigo. Y no se perdonaría si le pasaba algo ahí dentro.
—Mira, aunque mantenga mi postura de abandonar el pueblo al amanecer, me quedaré despierto mientras estás en la torre. Así que, si algo va mal, usa el holomisor y llámame, ¿vale?
Ryku soltó una ligera sonrisa. Ahora podía ir a la torre con mayor seguridad.
Ryku cumplió su palabra y reposó un tiempo antes de ir a la Torre Pokémon. Dylan le recordó lo que le había comentado haciendo pequeños toques en su brazalete. Ryku asintió y prometió que le avisaría a la mínima que creyera que estaba en peligro y salió del albergue.
Era muy tarde. Su reloj marcaba casi las once de la noche y esto se reflejaba en el ambiente, tan vacío, con tan poca luz de las pocas farolas que había en el pueblo y el impresionante tamaño de la luna aquella noche. A veces sopló un viento frío que hizo temblar a Ryku y se arrepintiera de no haberse llevado alguna chaqueta o abrigo. A lo lejos se veía la inmensa Torre Pokémon, iluminada bajo la luz de la luna. Fue entonces cuando Ryku entendió las nulas ganas de Dylan de visitar la torre y, por un instante, pensó el dar media vuelta y olvidarse de entrar. Sin embargo, ya estaba muy cerca de la puerta principal y no desaprovecharía la valentía que aún permanecía en su mente.
Mientras subía la rampa y escaleras que conducían a la puerta, Ryku escuchó una anomalía. Al principio se llevó un susto de muerte por la espontaneidad del ruido, pero se calmó al reconocer que procedía de una furgoneta. Ryku se apoyó en la barandilla de las escaleras y miró hacia la calle. El ruido de la furgoneta se escuchó muy fuerte, por lo que debía andar cerca. La luz de los faros delanteros reveló su posición y Ryku observó cómo se detenía a los pies de la torre. El motor se apagó y salieron del vehículo dos figuras. Iban con prendas oscuras, lo que dificultaba distinguirles en la noche. Se fueron a la parte de atrás y abrieron las puertas por donde salieron cuatro hombres más, tres vestidos igual que los otros dos y uno que destacaba por llevar puesto una camisa de manga corta y de color gris y unos pantalones negros. Ryku se fijó más en esa persona y se dio cuenta de que era una persona anciana, calva y de pobladas cejas. Estaba cabizbajo con las manos atadas a la espalda.
—Está bien, Fuji, la cosa irá así: subiremos a lo más alto de la torre, atraeremos a esa criatura que se rumorea que ronda cuando estás dentro y la capturamos. Simple, ¿verdad? —informó uno de los hombres que sujetaba al anciano por el brazo.
—¡Señor Fuji para ti, jovenzuelo! —protestó furioso el anciano—. Y os lo repetiré una vez más: no existe ese espíritu del que tanto habéis hablado. Voy a la Torre Pokémon a mostrar mis respetos a aquellos Pokémon que han fallecido, no a ver alucinaciones.
Ryku se quedó boquiabierto. ¿Era el hombre del que conversaron él y Dylan con Reina?
—¿Estás seguro de eso? —replicó el hombre—. Tu fama de aquel asombroso descubrimiento en Guyana solo refuerza que hayas dado con la existencia de otro Pokémon desconocido. Si creías que retirándote a un pueblo de mala muerte pasarías desapercibido, te equivocas.
—¿Descubrimiento? ¿Guyana? Debes confundirte con otra persona. Yo jamás he viajado a tal sitio, y mucho menos descubierto algo asombroso como comentas.
—Palabras modestas de tu parte, Fuji. De acuerdo, dejaremos que creas lo que quieras, pero sabemos la verdad. No somos estúpidos.
—Yo también dejaré que creáis eso…
—¡Silencio! —Otro hombre le asestó un puñetazo en la barriga. Fuji se encogió del dolor—. No toleraremos que se insulten a nuestros compañeros. Una palabra más que no queramos escuchar y anularemos nuestra promesa de soltarte después de acabar con esto, ¿entendido?
Fuji asintió intentando no desmoronarse.
—Bien. Tú, coge el Scope Silph. Lo necesitaremos para capturar a ese espíritu con las Pokéball.
El hombre levantó el brazo y enseñó una especie de prismáticos. Ryku no alcanzó a ver lo que era ese Scope Silph, pero debía ser un aparato importante si, según dijeron las figuras oscuras, permitía atrapar fantasmas auténticos y no los habituales Pokémon de tipo fantasma. Una vez se confirmó que llevaba el aparato consigo, el grupo se dirigió hacia la Torre Pokémon.
En ese instante, Ryku distinguió una luz en la oscuridad. Los trajes de las siluetas no eran totalmente oscuros, sino que en su pecho había una muy notoria «L» amarilla que Ryku reconoció al instante. El Equipo Leyenda.
Ryku tenía la mala suerte de que la única entrada que había para entrar a la torre era la que tenía a su lado, y el grupo se les acercaba. Si bajaba, lo descubrirían y lo mantendrían como rehén al igual que Fuji. Su única opción era meterse en la torre y esconderse en cualquier lugar. Corrió como si su vida dependiera de ello. Halló un buen escondrijo detrás de una columna de la planta baja lo bastante ancha y arrebatada de luz como para que fuera casi imposible encontrarle y esperó.
Apenas un par de minutos después, la puerta de la torre se abrió y el grupo del equipo Leyenda entró.
—Seguro que alguien del pueblo se dejó la puerta abierta para que no oliera tanto a Pokémon muerto —comentó uno del grupo entre risas—. Además, hace bastante viento esta noche, por lo que es posible que haya sido este el que la haya abierto.
—Sí, no había caído en eso. Qué tonto he sido de pensar lo contrario —dijo otro hombre.
La puerta se cerró.
—De acuerdo. Cerrad la puerta. No quiero visitas inesperadas de algún pueblerino. Solo podremos capturar al espíritu esta noche antes de levantar sospechas, así que hay que aprovechar al máximo el tiempo. ¡Vamos!
El grupo subió las escaleras hacia los pisos superiores de la torre. Ryku no movió ni un músculo hasta que las pisadas de los miembros del Equipo Leyenda a duras penas fueran audibles. Acto seguido suspiró aliviado de que no le hubiera descubierto.
La primera acción que hizo Ryku fue llamar a Dylan al estar en una zona un poco más iluminada que la anterior. Su amigo tardó escasos segundos en responder y puso cara de preocupación al instante.
—¡Ryku! —gritó—. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? No ha pasado ni media hora y ¿ya estás en peligro?
—Baja la voz —pidió Ryku—. Estoy bien, aunque no en peligro completo.
Dylan obedeció y habló en un tono más calmado.
—¿A qué te refieres?
—Estoy dentro de la Torre Pokémon y no precisamente solo.
—Por eso no quería entrar ahí. Sabía que había fantasmas o molestos Pokémon fantasma.
—No hay ningún fantasma ni Pokémon de tipo fantasma —replicó Ryku—. No hablo de algo, sino de alguien. He visto miembros del Equipo Leyenda en la torre…
—¿El Equipo Leyenda ahí, en la Torre Pokémon? ¿Qué pintan unos criminales en el lugar de descanso de Pokémon fallecidos?
—Tienen secuestrado a un hombre anciano. No adivinarías quién es…
—Claro que no —dijo Dylan como si no se esperara más sorpresas—. Para empezar, no lo he visto. ¿Quién es el rehén?
—El señor Fuji.
—¿El hombre que Reina nos explicó que había desaparecido? —Ryku asintió—. Hay que avisar a la policía de esto.
—No —respondió Ryku—. Si lo hacemos, el Equipo Leyenda lo usará como rehén para escapar o puede que incluso algo peor. No hay que correr el riesgo.
—Entonces, ¿qué sugieres? —preguntó Dylan.
—Capturar al Equipo Leyenda nosotros, liberar al señor Fuji y luego llamar a la policía.
—¿No decías que no había que correr riesgos? —dijo Dylan en tono irónico.
—Lo sé, pero contamos con el factor sorpresa. La policía no tardaría en alertarlos con el sonido de las sirenas, mientras que nosotros podríamos acabar con ellos antes de que se den cuenta.
—No sé, Ryku. Sigo pensando que sería mejor dejar que las autoridades se encarguen de esto. ¿Ryku?
El joven giró la cabeza al creer haber escuchado un ruido. Volvió a mirar al frente tras descubrir que solo había sido un puñado de polvo cayendo del techo. Aun así…
—Voy a ver al menos cómo se han dividido. Si puedo ayudar al señor Fuji, lo haré.
—¿Estás loco? ¿Qué pasará si te pillan?
—No lo harán —aseguró Ryku—. No voy a acercarme más de lo necesario.
—No conocía esa faceta tuya. Eres temerario. —Dylan suspiró como si lo que había dicho no cambiara nada—. Y yo no soy de los que abandonan a sus amigos. Quédate donde estás, voy para allá.
—Gracias, Dylan. Te debo una.
—Tranquilo. Ya veré cómo me la devuelves.
Ryku esperó en el más absoluto de los silencios, solo roto por el estado de la madera y las posibles voces de los miembros del equipo Leyenda en los pisos superiores. Al menos, eso quería creer Ryku o se atrevería a abandonar a Fuji a su suerte por culpa del miedo.
Un crujir de las bisagras saltó las alertas de Ryku y se sobresaltó tanto que el corazón estuvo a punto de estallarle. Tanto esperar a solas sin saber cuándo vendría su amigo lo puso muy nervioso. Al fin y al cabo, estaba en la boca del lobo. Dylan entró con cuidado en la torre y cerró la puerta de modo que no hiciera ningún ruido. Cuando se reunió con Ryku, se hicieron señas para subir los pisos de la Torre Pokémon y se pusieron en marcha.
La Torre Pokémon tenía diez pisos, cada uno un poco más pequeño que el anterior a medida que se ascendía. Los tres primeros pisos estaban, tal y como Ryku imaginó, repletos de tumbas de Pokémon que establecían un pasillo para subir al siguiente piso. Del cuarto al sexto, al ser más pequeños, las tumbas no restringían el camino a seguir y había una amplia zona por la que moverse. El séptimo piso casi no contaba con tumbas, aunque eran bastantes. Unas treinta, según llegó a contar Ryku. En ese piso, Dylan pidió un momento para recobrar el aliento. No había subido tantas escaleras seguidas en la vida y menos teniendo que ser sigiloso.
—Esto de moverse en las sombras no es lo mío —susurró.
—Vamos, solo nos quedan tres pisos más. Apuesto que el Equipo Leyenda tiene al señor Fuji en el último piso.
Dylan gruñó en desaprobación.
Antes de que tomaran las escaleras para subir al octavo piso, oyeron dos gritos de terror que les pusieron los pelos de punta. Ryku y Dylan se quedaron petrificados en el sitio e intercambiaron una mirada con la que se preguntaron sin decir nada si el otro había oído lo mismo. Otro grito sonó, acompañado de algo rompiéndose. Ryku cambió el miedo por curiosidad y luego aplicó algo de lógica.
—Creo que el Equipo Leyenda se ha topado con algún Pokémon de la torre.
—Más vale que sea un Pokémon de tipo fantasma —dijo Dylan—. Por favor, que lo sea…
Ryku tomó la delantera para darle seguridad a su amigo y subieron al siguiente piso. Cuando pisaron el suelo del octavo piso, se toparon con lo impensable.
La antepenúltima planta parecía un campo de batalla donde acababa de librarse un intenso combate Pokémon. Las estatuas de las tumbas estaban destrozadas y sus restos esparcidos por todas partes. Había arañazos en las paredes y en algunos lugares del suelo, farolillos tirados por ahí que aún alumbraban la zona con su luz y restos de Pokéballs repartidas por todo el piso. Ryku se dio cuenta de que entre los escombros de una de las estatuas yacía un miembro del Equipo Leyenda inconsciente aferrado a aquellos prismáticos que habían denominado como Scope Silph. Visto más en detalle, recordaban a unas gafas de visión nocturna. Un brillo llamó la atención de los dos jóvenes y dirigieron la vista en aquella dirección para toparse con otro miembro del Equipo Leyenda sujetando una Pokéball en su mano mientras que la otra golpeaba algo y se levantaba unos centímetros del suelo. Al final ese miembro cayó también inconsciente al ser lanzado contra la pared por un extraño humo púrpura con ojos amarillos.
Dylan palideció de tal forma al ver el humo con ojos que pareció que su alma había abandonado su cuerpo. Ryku lo sacudió para que volviera en sí, pero no surtía efecto. No reaccionó hasta que le dio una fuerte bofetada que debió escucharse hasta dos pisos por debajo.
—¡Au! —se quejó Dylan tras volver en sí—. Te has pasado —Dylan vio de nuevo al humo con ojos—. Bueno, quizá no… ¿Eso… eso es un… fantasma?
—Creo que es el espíritu que buscaba el Equipo Leyenda —informó Ryku—. Trajeron a Fuji aquí porque pensaban que aparecería gracias a él.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —bramó Dylan—. Esto ya no es un intento de rescate, es una pesadilla.
Fuera.
A Ryku y Dylan les recorrió un escalofrío por todo el cuerpo.
¡Largo de aquí!
—E-El espíritu… habla —Dylan estaba a punto de desmayarse.
—Como vuelvas a perder el conocimiento te doy otra bofetada el doble de fuerte —amenazó Ryku.
Dylan intentó no caer inconsciente solo por evitar recibir otro bofetón.
Ryku trazó en pocos segundos un sencillo plan.
—Esto es lo que vamos a hacer. Los miembros que quedan del Equipo Leyenda deben de estar de camino a ver qué les ha pasado a sus compañeros. Yo distraeré a este… espíritu, mientras tú subes al siguiente piso, te encargas de ellos y pones a salvo al señor Fuji.
—¿Estás seguro de que lo quieres así? —preguntó Dylan—. No sabes lo que puede hacer esa cosa y ya has visto cómo ha derrotado a dos miembros del Equipo Leyenda. Podrías acabar igual.
—Es la mejor baza que tenemos. ¡Prepárate!
Marchaos —gritó el espíritu, insistiendo en que Ryku y Dylan abandonaran el piso.
Ryku ignoró la advertencia y activó su Enlace. Como Charizard, no tardó en escupir un torrente de llamas hacia el espíritu con tal de herirlo o distraerlo. Las llamas atravesaron al espíritu como si no hubiera nada ahí, se deformó dejando pasar el torrente. Fue más que suficiente para que lo atacara. Ryku se apartó y esquivó el ataque del fantasma con bastante facilidad. Se alegró de que pudiera ser más rápido que él. El espíritu emitió un molesto sonido en señal de frustración y atacó de nuevo. En ese momento, Dylan aprovechó para colarse por detrás de la pelea y subir por las escaleras hacia el noveno piso.
Ahora que Ryku estaba a solas con el espíritu, buscó una manera de derrotarlo. Si se le aplicaba el tipo fantasma, sus llamas serán más que suficientes para ganar ventaja del combate. Pero no fue así. Ese espíritu era de un tipo desconocido, si es que pertenecía a uno, e intangible a cualquier tipo de ataques. Hubo un momento en el que el espíritu logró golpearle, pero Ryku solo sintió frío. Nada de dolor. El fantasma era intocable, pero también incapaz de tocar. Al menos en el aspecto físico. Ryku no quería pensar de lo que sería capaz si empleaba alguna clase de poder sobrenatural.
—Este combate no llevará a ninguna parte si solo se dedica a golpear cuerpo a cuerpo. Sería tan aburrida como una pelea de Metapod —se dijo.
¡Fuera! —vociferó el espíritu—. ¡Largo de aquí!
Ryku no sabía qué hacer hasta que recordó el Scope Silph y su función. El Equipo Leyenda lo había traído para usarlo contra el espíritu. Fuera cual fuera su utilidad exacta, debía servir para luchar y capturar al fantasma. Ryku saltó y voló hacia el miembro del Equipo Leyenda que agarraba el aparato, se lo quitó de las manos, esquivó un nuevo intento de echarlo del piso por parte del fantasma y se alejó lo máximo posible con tal de tener el tiempo suficiente para desactivar el Enlace y ponerse el Scope Silph. A continuación, el aparato buscó y detectó al espíritu y lo indicó como una entidad a revelar. Ryku siguió las indicaciones en pantalla y pulsó un botón que deslumbró al espíritu y le disparó un rayo de luz. No le hizo ningún daño, pero sí despejó el humo del que estaba compuesto y le dio forma.
Era un Marowak.
Ryku se quedó atónito de poder ver ahora a un Pokémon conocido. Ese era el poder del Scope Silph: detectar y revelar fantasmas. El Equipo Leyenda lo empleó para poder capturar un Pokémon real en vez de un auténtico espíritu.
—¡Otra vez! —gritó el Marowak lleno de ira—. ¡Acabarás como los otros humanos!
Entonces Ryku notó algo raro. Mucho más que el fantasma de un Pokémon hablara la lengua humana. Algo en su voz. Sonaba femenino. El Marowak era hembra.
—Espera —pidió Ryku confiando en que la Marowak le concedería el deseo.
—¡Largo de aquí! —repitió ella—. ¡Vete! ¡Nadie le hará daño! ¡Nadie!
Ryku se quitó el Scope Silph y esquivó como humano el intento de golpearle con el hueso que agarraba. «¿Nadie le hará daño?», pensó Ryku. Una bombilla se encendió en su cabeza. ¿No sería…?
—He venido a salvar al señor Fuji, no a hacerle daño —le dijo a la Marowak.
—¡Mientes! ¡Todos los humanos sois crueles! ¡Nadie se salva!
—Excepto Fuji, ¿verdad? Él es una buena persona. Te protegió y ayudó. Salvó a tu… hijo.
La Marowak estuvo a punto de apalear al joven con el hueso, pero se detuvo en seco cuando escuchó la última palabra.
—Mi… hijo…
—Sí, el pequeño Cubone está bien. Fuji lo tiene a buen recaudo. Cuida de él igual que hizo contigo.
La Marowak le clavó la mirada.
—Tú…
—Conozco tu historia, sí. Me la han contado. Aquellos que te mataron están entre rejas, el pequeño Cubone escapó gracias a ti y Fuji lo rescató.
—Mi pequeño…
La Marowak dejó de blandir el hueso. Las sospechas de Ryku no habían fallado; el espíritu era la madre de aquel Cubone que había en el refugio Pokémon. Había logrado tranquilizarla.
La Marowak se volteó y señaló con el hueso las escaleras.
—Ve… salva a mi amigo…
Ryku se levantó y caminó despacio hacia las escaleras mientras miraba de vez en cuando a la Marowak. El fantasma se había quedado quieto, sin hacer nada. Estaba abatido. Cuando Ryku pisó el primer escalón, la Marowak reaccionó.
—¡Humano! —lo llamó—. Dile a mi hijo… que le quiero.
Y dicho esto, la Marowak levitó y se desvaneció en el aire.
—Descansa en paz, mamá de Cubone —veneró Ryku.
El joven corrió hasta el siguiente piso y se encontró con una nueva fiesta acabada. Dylan seguía con su Enlace activo y apuntando a los tres miembros del Equipo Leyenda que quedaban despiertos con sus cañones. Todos miraban al Blastoise casi conteniendo la risa.
—¡Dylan!
La llamada de Ryku a su amigo no hizo que este se volteara porque estaba demasiado centrado en evitar que el grupo hiciera algo. Ryku se le acercó y se puso en el campo de visión del Blastoise, lo que ayudó a que su amigo lo mirara de vez en cuando sin perder de vista a sus prisioneros más de un segundo.
—¿Dónde está el señor Fuji? —demandó Ryku a los miembros del Equipo Leyenda.
—No te diremos nada, niñato —insultó uno de ellos. Dylan no aceptó esa respuesta y dejó uno de sus cañones de agua a escasos centímetros de su rostro. El hombre podía escuchar el agua hervir en su interior—. —¿Qué vas a hacer? ¿Disparar agua? No podrás. Tu Enlace se desactivará antes de que puedas herir a un humano. ¿O es que no sabes cómo funciona la tecnología?
Tenía razón. Atacar a un humano activaría la Prioridad Humana y el Enlace entraría en modo reinicio.
—Sabes lo que ha pasado abajo, ¿verdad? Ese fantasma que queréis capturar ha acabado con dos de tus compañeros y no ha tenido suficiente. ¿Y si le invitamos a subir?
—Como si fuera a obedecerte un ser tan poderoso.
—Puede, pero yo he conseguido subir sin que me hiciera daño alguno, como si no me viera como una amenaza. ¿Tú, en cambio? Creo que no le importará atacar a otros como los que ya ha vencido.
Ryku confió que la falsa amenaza asustara a los miembros del Equipo Leyenda, pero o bien ocultaban el miedo o bien no creían ni una palabra. No conseguiría respuestas de ellos, pero solo quedaban dos pisos de la torre. Fuji debía estar en uno.
Antes de rendirse y probar suerte por su cuenta, se oyó un rugido desde el piso inferior que asustó a todos. Dylan desvió uno de los cañones hacia las escaleras y los tres miembros del Equipo Leyenda. Solo Ryku miró como si supiera quién gritaba. ¿La Marowak había vuelto para una última voluntad?
—¿Sigues sin creerme? —dijo Ryku—. ¡Eh, fantasma! Aquí hay tres personas que quieren conocerte.
Hasta Dylan palideció cuando se oyó algo subiendo las escaleras.
—¡Está bien, te lo diré! —gritó el miembro del Equipo Leyenda—. Está en el último piso.
Ryku asintió con una sonrisa.
—Gracias por colaborar. —miró a Dylan—. Voy a rescatar a Fuji. Tú sigue controlando a estos tres. Y tranquilo —añadió en voz baja—. El fantasma no subirá. Tenemos su permiso.
Dylan no comprendió lo que había dicho Ryku, pero sí se quedó con la parte de vigilar a los tres miembros del Equipo Leyenda. Tanto Dylan como ellos estaban más pendientes de lo que pudiera asomar del piso inferior de la torre que de intentar escapar.
Ryku subió las escaleras hasta el último piso de la Torre Pokémon y buscó al señor Fuji. No fue nada complicado, ya que en el décimo piso solo había dos estatuas de tumbas y un puñado de columnas paralelas entre sí llenaban el resto del espacio del piso. Fuji estaba atado de pies y manos e iluminado por un farolillo. Ryku le socorrió y lo desató.
—¿Quién eres? —preguntó Fuji mientras sus manos se libraban de la cuerda que lo maniataban.
—Soy Ryku, señor. He venido a rescatarle junto a un amigo.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué ha sido de esos criminales?
—Los hemos vencido. Todos han sido atrapados.
—¿Y el espíritu?
Ryku no pensaba que fuera a preguntarle sobre la Marowak.
—Ahora descansa en paz.
Ryku terminó de liberar a Fuji y este se restregó las manos con tal de recuperar la sensibilidad.
—Gracias de todo corazón, chico. A ti y a tu amigo.
Ahora solo faltó llamar a la policía y todo habría acabado. Ryku comprobó que tenía cobertura con el holomisor y le resultó curioso que no hubiera interferencias cuando avisó a la policía de lo que estaba ocurriendo en la Torre Pokémon. La persona que cogió la llamada dio instrucciones a Ryku sobre qué hacer hasta que llegaran y el joven obedeció al pie de la letra. Entonces solo quedó esperar a que llegaran las autoridades.
La policía acudió desde ciudad Azulona al cabo de unos quince minutos y no tardaron en hacerse cargo de la situación. Detuvieron a los miembros del Equipo Leyenda y socorrieron a Ryku, Dylan y el señor Fuji. Ryku devolvió el Scope Silph y no le extrañó descubrir que habían robado el artilugio. Les tomaron declaración de lo sucedido en la Torre Pokémon y un agente les riñó por haber actuado con tanta imprudencia. Por suerte, el señor Fuji consiguió que no se les sermoneara más y los jóvenes se lo agradecieron. Un rato más tarde, la policía ya había terminado con los jóvenes y los dejaron marchar. Ryku preguntó si Fuji también se podía ir, a lo que le contestaron que después de que les respondiera unas preguntas podría regresar a casa. Ryku asintió y se marchó al albergue junto a Dylan. Una vez en su habitación, Ryku se tiró en la cama y se durmió en escasos segundos.
A la mañana siguiente, pueblo Lavanda regresó a la normalidad. La Torre Pokémon continuó abierta al público, aunque solo hasta el séptimo piso hasta que se limpiaran y restauraran las plantas destruidas. Todavía quedaron algunos restos de las cintas policiales a pesar de que la policía ya se había marchado.
Ryku se preparó para partir a ciudad Azulona tal y como su amigo deseaba. Sin embargo, Dylan no estaba todavía dispuesto a caminar durante horas hasta la ciudad y aceptó quedarse en el pueblo un día más y descansar. Ryku asintió. Tenía todo el día libre y ya sabía cómo aprovechar el tiempo. Salió del albergue y se dirigió al refugio Pokémon.
Allí Reina lo acogió con abrazos y apretones de manos, llena de felicidad tras averiguar que el señor Fuji había vuelto a su casa y él había sido responsable de tan agradable regreso. Los voluntarios que había en el refugio también dejaron sus tareas para felicitar al joven, aunque de manera mucho más calmada.
—Por cierto, ¿dónde está Dylan? —preguntó Reina—. No vas a ser tú quien se lleve toda la gloria.
—Está agotado. Si sale del albergue será un milagro —respondió Ryku con una carcajada.
—Oh, está bien. Merece descansar después de lo ocurrido.
—Una cosa, Reina, ¿Cubone sigue en su cuadra?
—Claro. ¿Por qué lo preguntas?
—¿Puedo verle?
—Desde luego.
Quien contestó no fue Reina, sino el señor Fuji. El anciano había salido de otra puerta en el lado opuesto de la parte de refugio de la casa y se les acercó y con una sonrisa en el rostro.
—Adelante, chico.
Ryku asintió y fue a abrir la puerta del recinto de los Pokémon. Reina lo acompañó, pero el señor Fuji la paró colocando su mano en el hombro de la chica. Le susurró que le dejara ir solo. Reina no entendió por qué Fuji le impedía acompañar a Ryku; ella sospechaba que Cubone podría atacarle por culpa de la desconfianza que tiene hacia los humanos. Al menos, pensó que sería mejor que Fuji fuera con él, pero el anciano también se quedó en el sitio sin mover un músculo y solicitó a los voluntarios que hicieran lo mismo. Nadie comprendía los motivos que impulsaban al señor Fuji a pedir aquello.
Ryku cerró la puerta tras de sí. El silencio inundó el ambiente. Ninguno de los Pokémon que había en el recinto emitía sus característicos sonidos incluso cuando Ryku pasaba por al lado de sus espacios. Lo máximo que recibía eran miradas de curiosidad y confusión por parte de la mayoría que pudiera demostrarlo con gestos; el Oddish fue el único que soltó un corto «od» que demostraba la misma curiosidad y confusión que sus compañeros Pokémon. Al final, Ryku llegó a la estancia de Cubone, el cual seguía tan desconfiado y encogido en la esquina como lo vio la primera vez.
—Hola, Cubone —lo saludó Ryku.
Sin pensar en las consecuencias de sus actos, Ryku abrió la pequeña puerta y entró en el espacio con el Pokémon, el cual le gruñó amenazante e instó a que el joven se fuera por donde había venido. No obstante, Ryku avanzó unos pasos y se puso en cuclillas cerca del Pokémon. Cubone continuó con sus gruñidos, aunque después de mirar la cara del chico por varios segundos, lo dejó. Aún estaba en guardia y blandía su hueso con las dos manos.
—Desconozco cómo te tomarás esto, pero tengo un mensaje que darte de alguien muy importante para ti.
Ryku había adoptado un rostro sereno y tranquilo que poco a poco fue afectando en Cubone. Este abrió los ojos a través de su casco de hueso y bajó el palo. Estaba dispuesto a escucharlo.
—¿Cubone? —dijo el Pokémon casi suplicando. Ryku sospechaba que ya sabía lo que le iba a comentar.
—Tu madre ha estado muy preocupada por ti desde que os… separasteis. Su alma estaba atormentada hasta que supo que estabas bien, a salvo. Ella… dejó un último mensaje antes de hallar la paz. Te sigue queriendo, Cubone. Y estoy seguro de que vela por ti esté donde esté ahora.
—Cu… —Las cuencas de los ojos del Cubone se llenaron de lágrimas. El Pokémon intentó no llorar, pero el sentimiento fue mucho más fuerte que su voluntad y se le cayó el hueso.
Ryku extendió los brazos y ofreció a Cubone la oportunidad de desahogarse. El Pokémon se quedó unos instantes en el sitio, todavía evitando llorar, pero acabó derrumbándose y saltó a los brazos del joven sollozando sin parar.
—He entregado tu mensaje, Marowak. Espero que estés satisfecha ahora —dijo Ryku mientras cogía en brazos al pequeño Cubone.
La escena duró varios minutos hasta que por fin el Cubone pudo contener las lágrimas y parar de llorar. Aun así, el Pokémon no se separó de Ryku y siguió agarrando con fuerza la camiseta del joven. Ryku lo acarició como pudo.
—¿Ya está? ¿Te has desahogado? —le preguntó.
El Cubone lo miró, aún con ojos llorosos.
—Cu… —respondió secándose las lágrimas.
—Espero que esto te haya ayudado, amiguito. —El Cubone asintió y Ryku sonrió—. ¿Quieres que vayamos con el señor Fuji y los demás?
El Pokémon volvió a asentir. Ryku se levantó y se recolocó al Cubone para que sus brazos le sirvieran de punto de apoyo. Acto seguido, abandonó la cuadra, pero no el recinto. Antes, le preguntó a Cubone si prefería ir sin el hueso que se le había caído. Este no le dio importancia; su hueso no iba a ir a ninguna parte y nadie se lo robaría. Después, Ryku salió del recinto y en la sala principal fue recibido por el asombro de los voluntarios.
Reina se llevó las manos a boca al no creerse lo que estaba viendo. Nadie se lo creyó. Los hombres abrieron los ojos de par en par y alguna de las mujeres se agarró la camisa mientras contenía la emoción. El único que no mostró una reacción exagerada fue el señor Fuji. Al parecer, el anciano ya esperaba a Ryku con Cubone en sus brazos. Reina se acercó al joven y compartió una mirada con el Cubone. El Pokémon la examinó de arriba a abajo y la recordó, incluso extendió uno de sus cortos brazos señalando que quería que la cogiera. Ryku se la pasó y Cubone adquirió un aspecto más feliz.
—Es increíble. ¿Cómo lo has hecho, Ryku? ¿Cómo has logrado que Cubone saliera de su cuadra y que lo tomaran en brazos? —preguntó Reina mientras jugueteaba con el alegre Cubone.
—Si te soy sincero, no estoy nada seguro de lo que he conseguido —contestó él—. Solo puedo decir que he cumplido algo que Cubone esperaba desde hace tiempo.
—¿Ah, sí? Bueno, no importa. Ahora Cubone está más animado y parece que será más receptivo con los demás. ¿Qué me dices, Cubone? ¿Quieres conocer al resto de voluntarios?
—¡Cu! —exclamó él contento.
Reina fue con sus compañeros voluntarios y todos fueron saludando al pequeño Cubone uno a uno sin abrumarlo. Cubone reaccionaba a las palabras que recibía con felices sonidos y gestos. Sin duda ahora era un Pokémon diferente al que conocieron.
—Gracias a ti, chico, Cubone vuelve a abrir el corazón a los humanos —dijo Fuji que se había puesto al lado de Ryku.
—Usted ya sabía que el espíritu de la Torre Pokémon era el alma de su madre, ¿verdad? —preguntó Ryku incluso conociendo la respuesta.
Fuji asintió.
—Tuve mis sospechas cuando salió de la nada y e intentó asustar solo a los miembros del Equipo Leyenda. A mí ni se me acercó. Ahora con tu pregunta sé que era ella, mi amiga, protegiéndome. Me alegro mucho de que haya encontrado con el descanso eterno.
—Fue un placer ayudar.
—Dime, joven, ¿a dónde irás ahora?
—Continuaré mi viaje y recolectaré las medallas de Gimnasio que me quedan. Pero no partiré hasta mañana después de lo de anoche.
—¿Te apetece quedarte a comer aquí, entonces? —ofreció el señor Fuji. Ryku no se lo esperaba.
—Me encantaría. Gracias.
Ryku se quedó en el refugio hasta que el sol comenzó a ponerse por el horizonte. A lo largo del día, Ryku fue un voluntario más en el refugio, ayudando a cuidar de los Pokémon y jugando incluso con alguno. Luego comió con Fuji y Reina, la cual había traído su propia comida y, mientras descansaban antes de volver con los Pokémon, Fuji y Ryku tuvieron la oportunidad de conocerse mejor.
Al parecer, Fuji conocía a la profesora Dalia y fue una sorpresa al descubrir que él había ayudado en la creación de la Pokédex aportando algunos registros de Pokémon. En el pasado, el señor Fuji era un intrépido explorador que buscaba a los Pokémon más extraños del mundo y estudiaba a los que se habían extinguido. Fuji explicó que, durante un tiempo, estuvo siguiendo el rastro de un Pokémon muy misterioso que lo llevó por varias regiones del mundo. Sin embargo, jamás llegó a verlo y acabó abandonando la búsqueda. Un tiempo después abandonó también su hogar en isla Canela y se mudó a pueblo Lavanda donde acabó creando el refugio para Pokémon.
Cuando el sol ya se estaba poniendo, Ryku se despidió del señor Fuji, Reina y los voluntarios. Estos le desearon suerte en su viaje, allá donde fuera, pues solo Fuji y Reina sabían sus objetivos. Cubone también quiso despedirse del chico y estuvo presente, agitando su hueso de un lado a otro. Ya en el albergue, Dylan le preguntó dónde había estado todo el día, a lo que Ryku le hizo un resumen detallado mientras cenaban.
—Así que ese fantasma, ¿era la madre del Cubone del refugio Pokémon?
—Exacto. Tenías que haber estado ahí. Ahora Cubone un Pokémon muy diferente al que vimos ayer. Está más animado, más feliz y ha empezado a confiar en los humanos.
—Eso suena genial. ¿No sería increíble que llegara alguien y consiguiera establecer un Enlace con él? Eso sería el summum de lo que podría hacer.
—Quién sabe. Ahora hay posibilidades de que ocurra. Pero eso es ya decisión de Cubone.
—Está en buenas manos. Yo diría que es más que posible.
—Cambiando de tema. Dime una cosa, Dylan: tienes miedo a los fantasmas, ¿verdad?
Dylan casi se ahoga con la bebida.
—¿A qué viene esa pregunta tan repentina? —espetó mientras intentaba que no se le fuera el líquido por el lado equivocado.
—Curiosidad. Cuando estuvimos cara a cara con el espíritu, te quedaste en blanco en todos los sentidos existentes. Parecía que te hubieras muerto de pie.
—Yo… bueno, es que… esto… —balbuceó Dylan—. Todos tenemos miedo a algo, ¿vale? —murmuró al fin con la cabeza baja.
—Entonces, ¿es cierto?
Dylan asintió.
—Pero solo a los fantasmas de verdad, ¿eh? Los Pokémon y los entrenadores con Enlaces de tipo fantasma ni una pizca —explicó de repente como si se estuviera defendiendo de una acusación.
Ryku entendió por el tono que Dylan no quería seguir hablando del tema, así que lo dejó en paz.
Chapter 17: Una Abusadora Ventaja
Chapter Text
La Ruta 8 fue la más fácil de recorrer de lejos. No porque la mayor parte de esta fuera un camino de tierra sin zonas de hierba alta con las que tener que defenderse de Pokémon hostiles de la zona o porque el recorrido fuera corto, sino porque Dylan la conocía mejor que las demás en las que había estado. A fin de cuentas, era la ruta donde entrenó a Hidrocan y luego él mismo como un Blastoise. En muy pocas horas, según aseguró él, estarían ya dentro de ciudad Azulona.
Ryku y Dylan tuvieron que detenerse en varias ocasiones para descansar y, sobre todo, aceptar desafíos de otros entrenadores. Dos horas más tarde llegaron de nuevo a ciudad Azafrán por la entrada del este. Allí también había un control que prohibía el acceso a la urbe a menos que se contara con una autorización expresa. Los jóvenes pasaron de largo de ese puesto y se metieron en un edificio idéntico al que usaron a la hora de dirigirse a ciudad Carmín para tomar otra vía subterránea que conectaba ciudad Azulona con pueblo Lavanda.
Gracias a que ciudad Azafrán se extendía más a lo largo que a lo ancho, la vía subterránea era mucho más corta. Cuando salieron de la vía y del edificio, divisaron los rascacielos de ciudad Azulona. Ryku había escuchado que las dos ciudades más grandes de Kanto se encontraban muy cerca la una de la otra, pero creyó que fuera tanto. La ruta que las conectaba por el oeste, la Ruta 7, hacía que viajar de una ciudad a otra fuera cuestión de minutos si ibas en algún tipo de transporte y poco más de una hora a pie.
Una vez en la ciudad, Ryku se sintió abrumado. Ninguna se equiparaba a ciudad Azulona en cuanto a altos edificios y habitantes se hablaba. Ciudad Plateada y ciudad Verde podían tener un pase, pero ciudad Azulona los superaba por mucho. Lo más destacable de la urbe era la vegetación: cada calle, callejuela y plaza estaba a rebosar de árboles y plantas. Las casas y bloques de edificios compartían una monocromía verde en sus paredes con techos abovedados de un verde más oscuro. Sin duda la ciudad poseía una temática floral muy notoria, tanto como la costera de ciudad Celeste.
—Algo me dice que el Gimnasio de esta ciudad es de tipo planta, ¿me equivoco? —dedujo Ryku.
—Imposible no suponerlo, ¿verdad? —rio Dylan—. Ciudad Azulona llama mucho la atención con sus zonas verdes. Y el camino que lleva al Gimnasio es igual o más… boscoso, por decirlo de alguna manera.
—Ya tengo ganas de enfrentarme a su líder. —Ryku estaba emocionado—. Por primera vez voy a tener una gran ventaja en un combate de Gimnasio.
—Justo lo contrario para mí. Mi duelo me dio la sensación de que regaba las plantas. El segundo Gimnasio que más me costó, justo después del de Surge.
—Vamos. Tengo ganas de conseguir mi cuarta medalla en un abrir y cerrar de ojos.
Ryku adoraba al tipo planta por las razones opuestas a las que odiaba al tipo roca. El segundo le podía derrotar de un golpe, mientras el primero casi ni se inmutaba a sus ataques. Siempre era bueno que, a veces, uno fuera el abusón y no el abusado en un combate Pokémon. Aunque tampoco debía pensar que sería sencillo porque su rival seguía siendo un líder de Gimnasio y no un entrenador cualquiera. Lo tenía fácil, pero todavía debía ir con pies de plomo.
Dylan llevó a Ryku al Gimnasio. El edificio se ubicaba en el sur de la ciudad y resultó inconfundible cuando un arco floral muy llamativo y un cartel que señalaba lo que había más allá de este. Ryku entendió por qué Dylan denominaba el camino como boscoso. Había árboles en ambos lados de un camino compuesto por hierba finamente cortada. Los árboles estaban tan próximos los unos con los otros que las hojas y las ramas se juntaban y creaban una red de madera. Las sombras que proyectaban sus copas invitaban a pasar un rato apoyado en los troncos haciendo cualquier cosa como leer o mirar el cielo a través de los orificios que se originaban. Ryku casi aceptó la invitación, aunque el deseo de conseguir su siguiente medalla superó el descanso bajo los árboles. Por muy poco.
Avanzaron por el camino y Ryku y Dylan sintieron un temblor que se intensificó a cada segundo que pasó. No tenía pinta de que de repente se hubiera desatado un terremoto en Kanto, más bien recordaron a las fuertes pisadas de aquel Golem en el túnel Roca. Sin duda se trataba de un Pokémon y no tardó en hacerse ver a varios metros de distancia. Una criatura de piel rugosa y azulada, piernas cortas y pesadas, una cabeza cuya gran boca impresionaba más que sus ojos rojos y sus orejas triangulares. Y una alta planta similar a una palmera con seis pétalos de un rojo descolorido con manchas blancas con una base de cinco hojas verdes brotaba de su espalda. Ryku había visto a ese Pokémon, aunque no en su evolución más avanzada, gracias a que la profesora Dalia cuidó Bulbasaur hacía algunos años. Un Venusaur era un Pokémon que causaba una extraordinaria primera impresión. Sin embargo, lo más llamativo no vino del propio Pokémon, sino de lo que agarraba con uno de los látigos que salían de su planta.
—¿Ese Pokémon lleva… un anciano?
Ryku y Dylan se quedaron boquiabiertos. El Venusaur llevaba al hombre mayor como si no fuera la primera vez que lo ataba entre sus látigos. Su cara de inexpresividad corroboraba la hipótesis.
—Oh, vamos, jovencita. No hago daño a nadie —dijo el anciano mientras se zarandeaba en el látigo.
El Venusaur respondió a la pregunta, pero no se le entendió. No obstante, la intensa mirada de enfado del Pokémon planta reveló que tampoco era muy necesario comprender sus palabras.
Ryku y Dylan se hicieron a un lado para que el Venusaur continuara su camino, pero en cuanto el Pokémon los vio, sacó más látigos de la base de la planta en su espalda y apuntó con ellas a los jóvenes.
—Ni se te ocurra acercarme eso —espetó Dylan—. Aparta ese látigo de mi cara.
—No hemos hecho nada malo —añadió Ryku—. Y desde luego no sabemos lo que está pasando.
El Venusaur se quedó en el sitio, bloqueando el camino con su cuerpo. Sin esconder los látigos, bajó al anciano y se aseguró de que se dirigiera a la salida. El viejo caminó despacio y encorvado hasta que desapareció por el otro lado del arco floral. Luego los látigos volvieron a apuntar a Ryku y Dylan, pero el Venusaur se fijó en los brazos de los chicos y en sus brazaletes. Soltó algo parecido a un suspiro y se envolvió en un aura blanca.
El Venusaur era una entrenadora de Enlace. Una chica un poco más baja que Ryku y Dylan, de cabello castaño hasta la mitad del cuello con una diadema verde que hacía juego con sus ojos. Vestía ropa ligera pensada para el senderismo compuesta por unas bambas, pantalones cortos a la altura de las rodillas y una camiseta de manga corta en el que había dibujado una flor de pétalos amarillos.
—A ver, ¿qué es lo que queréis vosotros? —dijo a Ryku y Dylan en tono irritado—. Más os vale no haber venido con las mismas intenciones que ese anciano.
—¿Qué ha hecho exactamente para que te lo llevaras transformada en Pokémon? —preguntó Dylan.
—¿Que qué ha hecho? ¡Lo mismo que anteayer!
—¿Podrías ser más específica?
La chica suspiró.
—No os dejéis engañar por las apariencias. Ese hombre es un pervertido. Tres veces a la semana se planta en las ventanas del Gimnasio que hay al final del camino y mira en su interior disfrutando de las vistas. Y usa la pobre excusa de no hacer daño a nadie por espiar a las chicas que hay dentro del Gimnasio. Me tiene harta.
Ryku y Dylan compartieron una mirada. ¿De verdad ese anciano era tan depravado para espiar a las chicas? Realmente resultaba de lo más extraño y, en cierto modo, divertido.
—¿Y tú eres quien siempre lo descubre y lo echa? —La chica asintió—. ¿Y cómo consigue burlarte?
—Eso me gustaría saber a mí. Soy la vigilante del Gimnasio Azulona y desconozco como lo consigue.
—¿Eres la vigilante? —repitió Dylan, incrédulo—. ¿No eres un poco joven para eso?
—Por favor, es el trabajo más sencillo del mundo. Hasta alguien más joven que yo podría hacerlo. Solo hay que controlar la cola de los entrenadores que quieren desafiar a la líder y avisar cuando el Gimnasio está abierto y cuando no.
—¿Qué edad se supone que tienes?
La chica miró a Dylan con desdén.
—¿No te han dicho que es de mala educación preguntar la edad a una mujer?
—Solo si son mayores que yo —respondió Dylan—, requisito que dudo mucho que cumplas.
—Pues tendrás que adivinarlo por tu cuenta —dijo ella enfadada.
—Muy bien… —Dylan pensó en una cifra no superior a su edad, pero que tampoco fuera de niño pequeño. No había muchos números, lo que el porcentaje de acierto era elevado—. Voy a decir que tienes unos trece años. ¿Me equivoco?
La chica hinchó las mejillas, furiosa. Dylan había acertado de lleno. Ryku escondió una carcajada.
—Vale, sí. Tengo trece años —respondió ella—. ¿Algo más que puedas deducir de mí, señor detective? —Dylan volvió a pensar a ver si descubría algo más con solo mirarla—. Ni se te ocurra —advirtió. Dylan hizo caso omiso y la chica, enfadada, se dirigió a Ryku—. Espero que tú no seas peor que él.
—En este contexto, no. Pero me gustaría preguntarte un par de cosas. ¿Puedo?
—Depende de lo que quieras preguntar. Pero primero haz que tu amigo pare.
Ryku dio un codazo a Dylan y este esbozó una sonrisa mientras captaba el mensaje y dejaba de simular que pensaba. Una vez estuvo claro que no volvería a ello, la chica accedió a contestar las cuestiones de Ryku.
—Primero, ¿cómo te llamas? Yo soy Ryku y mi amigo, Dylan.
La chica miró con los ojos muy abiertos a Dylan.
—¿Tú eres Dylan? ¿El Dylan que ahorró regar las plantas del Gimnasio cuando combatió contra la líder?
—Por desgracia, sí.
La chica apagó una risa.
—Encantada. Yo soy Cetile. Con una «e» muda. ¿Qué más quieres saber, Ryku?
—¿El Gimnasio está abierto? Pretendo desafiar a su líder.
—Por eso estáis en el camino floral. Supongo que solo serás tú, ¿no, Ryku? Tengo entendido que Dylan ya obtuvo la medalla del Gimnasio.
—Así es. Yo solo vengo a ver el combate.
—Pues me temo que debo responder con una negativa —dijo Cetile—. Hoy el Gimnasio está cerrado porque Erika, su líder, da clases de jardinería allí y solo es líder ciertos días de la semana. Mañana es uno de esos días. Puedes volver entonces y seguro que te atenderá. Se lo comunicaré para que no haga planes mientras nadie viene a retarla.
—Gracias, Cetile. Entonces nos vemos mañana.
Cetile asintió ligeramente a modo de despedida y regresó al Gimnasio a vigilarlo. Ryku y Dylan se dieron la vuelta y fueron al albergue a reservar sus habitaciones y dejar las mochilas. Como ahora tenían el resto del día libre, Ryku pensó en hacerle una visita a su amigo Eric mientras estuviera en la ciudad. Lo llamó a través del holomisor, pero no obtuvo respuesta. ¿Estaría ocupado? Lo probaría más tarde. Se reunió con Dylan y le preguntó si la ciudad tenía sitios interesantes que poder visitar.
—Pues hay pocos lugares que te puedan gustar —comentó—. Tenemos un restaurante bastante famoso donde se organiza un concurso para glotones en el que podríamos comer o cenar, un casino muy cerca del restaurante y el centro comercial más grande de todo Kanto. Elige tú; yo ya he venido a esta ciudad muchas veces y todo lo que hay ya lo tengo muy visto.
—¿Cumplimos la edad necesaria para entrar en el casino? —preguntó Ryku.
Dylan se encogió de hombros.
—No soy ningún ludópata y las veces que he entrado ha sido para ver qué premios hay. Y vale la pena jugar a las tragaperras por esas recompensas, créeme. Dan Máquinas Técnicas muy poderosas que cuestan menos que comprándolas directamente y hasta Pokémon poco comunes. ¿Has oído hablar de los Porygon? Ese Pokémon sí que es extraño.
—Lo he visto en la Pokédex —dijo Ryku sin darle mucha importancia—. Es raro, sí, pero en teoría todos los Pokémon lo son. Aunque he de admitir que me gustaría ver uno en persona.
—¿Quieres verlo? A veces exponen a los Pokémon mientras los cuidan —propuso Dylan.
—No es mala idea. Luego me gustaría ir al centro comercial, a ver qué se puede comprar.
—Hablamos del centro comercial más grande de Kanto. Seguro que cualquier cosa que necesites, lo tienen.
El casino estaba al sureste de la ciudad. Les llevó veinte minutos en llegar a la calle del casino. Dylan se sorprendió de que estuviera poco transitada; era la que más gente acogía por tener el restaurante del concurso de glotones y el casino en la misma calle. La respuesta a aquella inusual situación se halló en el casino cuando Ryku y Dylan lo vieron sellado con cintas policiales y un cartel que decía que no volvería a estar operativo hasta nuevo aviso.
—¿Qué ha pasado aquí? —dijo Dylan—. La última vez que estuve en la ciudad seguía abierto.
Dylan detuvo a un viandante y le preguntó las causas por las que el casino estuviera cerrado. El transeúnte ladeó la cabeza, atónito de que hubiera alguien que no conociera la historia detrás del cierre del casino. De todos modos, explicó que el casino tenía una guarida secreta en el sótano donde unos criminales realizaban actos ilegales que relacionaron con el atentado en ciudad Azafrán, incluso llegaron a la conclusión de que el plan fue engendrado ahí. Lo máximo que se sabía de los criminales que operaban allí era que todos compartían el distintivo de una «L» dorada en sus trajes. Ryku y Dylan arrugaron las frentes. Otra vez el Equipo Leyenda había dejado su marca.
—Me estoy cansando de escuchar o toparme allá donde estemos con esos malditos —comentó Ryku después de dar las gracias al transeúnte por la información.
—Si te diste cuenta, en las noticias no dijeron que el Equipo Leyenda fuera un grupo nuevo —apuntilló Dylan—. Seguramente ya se les conocía con otro nombre y no hacían actos tan graves.
—Es verdad. Y todavía no comprendo la finalidad de esos actos. Operan por un objetivo, no hay duda después de lo que ocurrió en la Torre Pokémon, pero ¿cuál?
—A saber. No sabemos nada de ellos más allá de que matarían por conseguir información.
Ryku echó un último vistazo al casino y luego él y Dylan fueron al restaurante que, ya que lo tenían cerca, hoy comerían antes de hora.
Un tiempo después, Ryku y Dylan se dirigieron al centro comercial, su último destino turístico. No hubo duda de que ostentaba el título de mayor centro comercial de Kanto nada más dar los primeros pasos por dentro del edificio. Solo la planta principal era tanto una recepción como un lugar para múltiples cafeterías y puestos de bocadillos. Ryku miró en el puesto de información lo que había en cada planta y se fijó en la primera y en la segunda, destinadas a artículos para entrenadores de Enlace. La tercera y cuarta planta también tenía artículos interesantes para entrenadores, pero estos se basaban más en el adiestramiento inicial antes de crear un Enlace como pociones, piedras evolutivas y repelentes tanto de mano como para el módulo Repelente. Ryku y Dylan se separaron para comprar lo que más necesitasen en ese momento. Ryku subió las escaleras hacia la primera planta.
Por desgracia, no había nada que le interesase a Ryku. La mayoría de productos ya los tenía como sacos de dormir o estuches para medallas. Estuvo a punto de comprar un módulo Repelente de no ser por el precio que superaba lo que tenía acumulado en Monedas de Combate. Tantos años con el brazalete Enlace en la vida de la gente y aún el aparato como sus módulos costaban mucho dinero. Sin nada que hacer en esa planta, tomó de nuevo las escaleras hacia la segunda planta.
Toda la planta estaba dedicada a la venta de Máquinas Técnicas. Desde las más simples con ataques como Arañazo o Placaje que servían más por seguridad que por relevancia, pasando por movimientos de poder medio como Hoja afilada o Rapidez, hasta las Máquinas Técnicas más poderosas y caras. Algunas de estas últimas eran asequibles, pero las más potentes como Hiperrayo, Trueno o Ventisca necesitaban una buena cantidad de victorias en combates solo para conseguir una. A pesar de todo, Ryku encontró entretenimiento en una parte de la tienda donde había unos aparatos que verificaban si la Máquina Técnica que ibas a comprar era compatible con el tipo de Enlace que utilizabas. Probó con movimientos imposibles como Trueno o algún movimiento de tipo agua. El simple hecho de verse en su forma Charizard lanzando rayos como un Raichu le divertía. Aun así, también buscó movimientos que pudiera utilizar y los que se confirmaron como aptos, se los apuntó como posibles compras de cara al futuro.
—¿Ventisca para un Charizard? Me asombras que aún no sepas nada de tu Enlace después del tiempo que llevas con este.
Ryku rio y se giró a responder a su amigo Dylan, pero se quedó taciturno cuando vio a la verdadera persona que le habló. Era Eric, su amigo de pueblo Paleta.
Eric era mayor que Ryku, unos tres años más. No había cambiado desde la última vez que lo vio y conservaba su estilizado pelo rubio oscuro y ojos marrones.
—¿Eric? No esperaba verte aquí.
—Eso debería decírtelo yo, Ryku. Estoy trabajando —Eric enfatizó las últimas palabras dirigiendo la mirada de Ryku a su uniforme basado en unos pantalones marrones, camisa blanca y un delantal azul—. Me encargo de ayudar a los entrenadores a elegir los movimientos que más benefician a los Pokémon de sus Enlaces.
—Por eso no respondiste a mi llamada. Perdona —entendió Ryku.
—Ah, ¿Me llamaste? No pasa nada. Suelo tener el holomisor en silencio cuando estoy trabajando. Además, hace años que no nos vemos ni hablamos, de modo que es normal que no lo supieras.
—Cierto.
—Dime, ¿qué te ha traído a ciudad Azulona? No será porque…
—Exacto —afirmó Ryku antes de que Eric terminara la frase—. Ya inicié mi viaje por la región y estoy recolectando las medallas de los Gimnasios. Ya tengo en mi poder tres y mañana iré a por la cuarta.
—Y deduzco que tu Enlace es el de aquel Charmander que te dio la profesora Dalia, obviamente ya convertido en un Charizard. ¿Cómo lo llamabas? ¿Antorcha, era? —Ryku asintió—. Menos mal que acerté al precipitarme y mencionar tu Enlace sin saberlo. ¿Cómo le van las cosas a tu amigo llameante? Debió ser duro tener que liberarlo después de obtener su Enlace.
—Está bien. Ahora vive en el valle de los Charizard, en Johto. Algún día lo visitaré.
—Bueno oírlo.
Un cliente que debatía consigo mismo sobre qué Máquina Técnica elegir pidió ayuda a Eric e interrumpió la conversación. Él le atendió y Ryku aprovechó para continuar probando Máquinas Técnicas en el aparato. Después de resolver las dudas del cliente, Eric volvió con Ryku, aunque fue más como despedida.
—Tengo que continuar con el trabajo, Ryku, lamento no poder quedarme a hablar más contigo. Ojalá tuviera más tiempo, pero yo con esto y tú con que pronto te irás de la ciudad a por tu siguiente medalla… En fin, mucha suerte en tu viaje.
—No importa. Me alegro de haberte visto, Eric.
—Oye, para asegurarme: dijiste que participarías en la Liga Pokémon una vez te hicieras con las medallas, ¿verdad? —Ryku asintió—. Bien, entonces te prometo que estaré allí animándote.
—Gracias, Eric. Pero primero he de recolectar las medallas, y me quedan la mitad todavía.
—Ya tienes tres. Estoy seguro de que conseguirás el resto. —Hizo una pausa para comprobar si su supervisor no le estaba vigilando—. He de irme, no quiero meterme en líos. Hasta otra, Ryku.
—Adiós, Eric.
Ryku se quedó unos minutos más realizando pruebas en el ordenador y, cuando se aburrió, bajó a la planta baja del centro comercial y esperó a Dylan mientras se tomaba un refresco. Cinco minutos más tarde Dylan apareció con las compras ya hechas y regresaron al albergue a descansar.
Ryku tuvo tantas ganas de ir al Gimnasio Azulona que dejó a Dylan atrás. Por suerte, su amigo consiguió que fuera con más tranquilidad. Eran las primeras horas de la mañana y el Gimnasio debía de estar cerrado. No hacía falta ir temprano y hacer cola porque cada vez los líderes de Gimnasio eran más rigurosos en cuanto al mínimo de medallas que un aspirante debía poseer antes. Surge ya exigía una medalla, así que Erika, la líder del Gimnasio Azulona, pediría más. Ryku comprendió la explicación y aminoró sus intenciones de ir cuanto antes al Gimnasio. Sin embargo, eso no impidió que se pusieran en marcha, aunque fuera a paso lento.
Por el camino Ryku ya miró en la Pokédex los Pokémon de tipo planta a los que se podría enfrentar. No solicitó que Dylan se lo dijera; quería descubrirlo por su cuenta al igual que hizo con Surge. Había seis Pokémon potenciales que Erika podría poseer como Enlace, excluyendo a aquellos que formaban parte de la misma línea evolutiva. La lista se reducía a cuatro de los cuales tres parecían ser dignos de ser un Enlace de líder de Gimnasio. Ryku siguió pensando hasta que llegaron al Gimnasio Azulona. Dylan le dio un codazo para que mirara al frente y revelara sus dudas.
El Gimnasio Azulona era tan llamativo como el de ciudad Celeste, hasta compartían algunas características. Los dos eran domos, aunque el Gimnasio Azulona tenía una base cónica desde la cual se erigía una columna de cristales tintados de azul que dificultaban ver el interior. Finalmente, el techo era tan llamativo como el de ciudad Celeste, con el tipo de planta que llevaban los Gloom en la cabeza en vez de un Dewgong. Con eso Ryku dedujo el Enlace que usaría Erika.
En la entrada estaba Cetile haciendo guardia. Se levantó y saludó a Ryku y Dylan cuando los vio.
—Buenos días, Cetile —devolvió el saludo Ryku.
—¿Estás listo para desafiar a Erika? —preguntó animada Cetile.
—Desde luego —respondió Ryku decidido.
—Bien. Entonces toma asiento y espera a que venga.
De repente los ánimos de Ryku se derrumbaron.
—Te dije que ibas muy deprisa —repitió Dylan—. Ahora por tus ansias tendremos que hacer tiempo hasta que Erika aparezca.
—Lo siento. Debí haber preguntado a qué hora abría el Gimnasio —se disculpó Ryku.
—No creí que acudirías tan pronto. Se nota que tienes ganas de enfrentarte a Erika —dijo Cetile.
—Lo que yo no creí es que te veríamos a estas horas de la mañana —añadió Dylan—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí, Cetile?
—Veamos, he venido a las nueve, así que… una hora.
Tanto Ryku como Dylan abrieron los ojos.
—Sí que eres madrugadora, ¿no?
—Una cosa que no agregué acerca de mis funciones en el Gimnasio es avisar a los entrenadores que quieren retar a Erika muy temprano que tendrán que esperar un tiempo, como acabo de hacer con vosotros.
Dylan suspiró.
—En fin, toca esperar.
Ryku, Dylan y Cetile se sentaron en las escaleras y dejaron pasar el tiempo. La primera hora fue muy aburrida y ninguno de los tres quiso entablar una conversación para amenizar el tiempo. Cetile no despachó a ningún entrenador que hubiera venido por los mismos motivos que Ryku, lo cual la extrañó que Erika solo fuera a enfrentarse a uno solo, aunque tal vez ellos ya hubieran aparecido antes y sabían las horas más probables en las que la líder del Gimnasio estaba disponible para pelear.
Cansado del silencio en el grupo, Dylan propuso charlar de cualquier cosa, lo que fuera. Cetile preguntó acerca del combate entre Erika y él. Por respeto de no dar estrategias a su amigo en su combate, Dylan se negó a explicar la historia, pero Ryku accedió a que la contara pues ya había ideado una estrategia en la última hora. Después de unos minutos describiendo con el mínimo detalle posible, a menos que se lo pidieran, su combate contra Erika, Ryku y Cetile estallaron en carcajadas.
—¿En serio usaste los cañones a modo de fuente? —dijo Ryku casi sin pararse a respirar.
—Tenía que deshacerme de esos pétalos que me tiraba Erika —replicó Dylan—. Ya veremos si tú te salvas de ese ataque suyo.
—Sí, ya veremos.
Cetile logró dejar de reír y se secó los ojos por las lágrimas que le habían salido. Inspiró hondo y recuperó el ritmo normal de la respiración.
—Erika ya me contó eso en su momento y me hace más gracia haberlo escuchado desde el otro punto de vista.
—Una cosa, Cetile: está claro que no he sido el único entrenador con un Enlace de tipo agua que se ha enfrentado a la líder —dijo Dylan—. ¿Hay alguna anécdota similar a la mía que puedas comentarnos?
Cetile negó con la cabeza.
—Erika no me ha contado todas las batallas que ha librado dentro del Gimnasio. Además, tampoco llevo mucho tiempo trabajando como vigilante.
—¿Cuánto hace?
—Tres meses.
—¿Puedo preguntar algo un poco personal? —Ryku atrajo las miradas de ambos. Cetile asintió, pero no garantizó que quisiera responder—. Una chica tan joven trabajando como vigilante en un Gimnasio es algo, cuanto menos, raro. ¿Hay algún motivo por el que decidieras estar aquí, custodiando la entrada de un Gimnasio?
Hubo un silencio que duró casi medio minuto. Al final, Cetile suspiró como si hubiera aceptado una derrota en una discusión.
—Tienes buen ojo, Ryku —le felicitó—. Es cierto, no trabajo aquí porque quiera. Tengo mis motivos.
—No necesitas tener buen ojo para ver que no lo haces por caridad —susurró Dylan para sí mismo.
—¿Puedes revelar esos motivos o ya es preguntar demasiado? —ahondó Ryku.
—Podría reservármelos, pero eso nos llevaría a estar de nuevo callados sin hacer ni decir nada hasta que Erika venga. —Cetile pensó unos segundos más antes de tomar una decisión—. Está bien, lo diré. Todo es por mis ganas de emprender mi propio viaje por la región.
—Déjame adivinar… no te dejan por no tener la edad adecuada, ¿me equivoco?
Cetile asintió a la deducción de Dylan.
—Ese ímpetu de abandonar la ciudad e irme de aventuras por Kanto lo tengo desde muy pequeña. Hice todo lo posible por convencer a mis padres de que era capaz de cuidar de mí misma, pero fue inútil.
—Si pedías eso siendo menor que ahora, tiene sentido que tus padres te negaran irte por tu cuenta —opinó Ryku.
—Lo sé, pero soy cabezota. Quiero irme de aventuras por Kanto y otras regiones a toda costa y no he cambiado mis objetivos en todos estos años.
—Supongo que esa es la causa por la que posees un brazalete Enlace —concluyó Dylan—. La mejor manera de poder irte por ahí sin que tus padres teman es demostrando que dominas un Enlace. Y cuanto más fuerte sea el Pokémon de base, mejor.
—Exacto. Erika me regaló un Bulbasaur que cuidé y me ayudó a entrenarlo para convertirlo en un poderoso Venusaur.
—Suena avaricioso por tu parte —juzgó Dylan—. ¿Ese Bulbasaur realmente deseaba evolucionar o era de aquellos a los que no les importaba estancarse en su forma básica?
—No pienses que no valorábamos su opinión —protestó Cetile un tanto enfadada—. Él deseaba abrir el bulbo de su espalda y hacer que fuera lo más bello posible. Eso significaba que sí quería evolucionar.
—De acuerdo, vale. Perdona por haber pensado así —se disculpó Dylan.
Cetile lo perdonó y continuó con su historia.
—Después de obtener el Enlace y liberar al Venusaur, me puse a dominar mi Enlace hasta la actualidad. Cuando creí que había llegado a un buen nivel de habilidad, volví a intentar convencer a mis padres de que me dejaran emprender mi aventura y, una vez más, rechazaron mi petición. Ya no sabía qué más hacer hasta que Erika se ofreció a darme un adiestramiento adicional, uno que me garantizaría conseguir mi ansiada meta.
—¿Trabajando en su Gimnasio?
—Con ello demuestro responsabilidad, que sé lo que me hago y que puedo defenderme en un combate Pokémon contra un entrenador o un Pokémon salvaje.
—No sabía que un líder pudiera permitir a una menor de edad trabajar en su Gimnasio —dijo Ryku—. Todos los vigilantes que he visto eran hasta mayores que ellos.
—Erika me ayuda mucho. Ella apoya mi viaje, ya que hizo algo similar antes de convertirse en líder. No hay nada como tener una prima que cree tanto en ti.
Ryku y Dylan miraron asombrados a Cetile.
—¿Has dicho prima? —quiso asegurarse Dylan de haber escuchado bien—. ¿Erika y tú sois familia?
Cetile asintió.
—¿Por qué creéis que mis padres toleran que trabaje aquí? Seguro que me lo hubieran impedido si mi jefe no fuera alguien que conocen bien.
—No me lo esperaba —confesó Ryku.
—Ni yo.
—Es la segunda vez que nos vemos. Además, no lo habéis ni preguntado.
La conversación finalizó y el silencio volvió a ser el rey hasta que al cabo de unos minutos apareció Erika. Una mujer de cabello similar a la de Cetile con su color marrón oscuro y una longitud hasta la mitad del cuello. Incluso tenían la misma diadema en la cabeza, salvo que la de Erika era roja. Sus ojos eran castaños y vestía un kimono amarillo con dibujos de Pokéballs y hojas palmeadas de color rojo que combinaba con el cinturón y la diadema. Sus zapatos dejaban al descubierto unos calcetines blancos. La mujer se acercó con una sonrisa en el rostro.
—Hola, Cetile. ¿Has tenido una mañana ocupada? —saludó Erika con voz serena.
—Para nada. Los únicos entrenadores que han venido al Gimnasio son ellos —señaló Cetile a Ryku y Dylan—. Son los entrenadores que te comenté ayer.
—Ah, sí. Recuerdo a Dylan. Hacía tiempo que no te veía por aquí, ¿Qué tal va la colección de medallas?
—Tengo todas las que se pueden conseguir hasta ahora —respondió Dylan—. Me falta la del Gimnasio de ciudad Verde.
—Ya veo. No estás aquí por una recuperación de medalla, entonces.
Dylan negó con la cabeza.
—He mantenido las medallas a buen recaudo. Estoy aquí para ver el combate de mi amigo.
—Comprendo. Tú debes de ser Ryku, ¿verdad? —preguntó dirigiéndose al joven de cabello negro—. Disculpa si me he equivocado, no presté mucha atención cuando Cetile me avisó.
—Así es. He venido a por la medalla de Gimnasio.
—Muy bien. Antes de proceder, vamos a quitarnos un requisito de encima. Espero que hayas venido con un mínimo de medallas o no podré aceptarte como rival.
—¿Cuántas medallas son?
—Dos. ¿Las tienes? —Ryku sacó el estuche y lo abrió frente a Erika, mostrando las tres medallas que había ahí guardadas—. Veo que sí. De acuerdo, podemos enfrentarnos. Cetile, por favor.
La chica se levantó, se dirigió a la puerta, sacó una llave de uno de los bolsillos de su pantalón y abrió la puerta.
—Adelante. Seguidme —dijo Erika. Ryku y Dylan caminaron detrás de ella al interior del Gimnasio.
Ryku entendió al instante por qué se realizaban clases de jardinería en el Gimnasio. Todo el recinto estaba repleto de plantas y flores. Literalmente, era un invernadero dividido en varias secciones cuyas entradas eran arcos florales como el del exterior. Era maravilloso. Erika se detuvo frente la entrada del único invernadero que no estaba compuesto por un arco floral. Ryku observó las diferencias entre ese y los otros del Gimnasio y se dio cuenta de que aquel tenía menos decoraciones. Era el campo de batalla.
Erika solicitó a Cetile que le entregara la tarjeta que activaba los mecanismos del Gimnasio y lo pasó por encima de un lector que, tras registrar la tarjeta, encendió unas vallas que rodearon por completo el invernadero. Luego se abrió un compartimento del cual asomaron los brazaletes dorados. Erika entregó uno a Ryku y él realizó la copia del Enlace tal y como ya se había acostumbrado. Luego dio su brazalete original y Erika lo guardó donde antes estaba el brazalete dorado. Una vez listos, entraron en el invernadero.
El campo de batalla que vio Ryku era de lo más simple: un terreno de tierra idéntico al del Gimnasio del teniente Surge. Sin embargo, el de Erika sí tenía decoraciones basadas en algunos arbustos y unas gradas protegidas por un grueso cristal para observar el combate. Dylan y Cetile se fueron a las gradas mientras Ryku y Erika se posicionaban a ambos extremos del Gimnasio. Esperaron a que la pantalla que enseñaría sus barras de vida se encendiera y registrara sus Enlaces en cuanto los activases. Nada más la pantalla solicitó ingresar los Enlaces, Ryku y Erika activaron sus brazaletes y se transformaron en sus respectivos Pokémon.
Ryku acabó su metamorfosis antes que Erika y aprovechó los pocos segundos de los que disponía para realizar una última concentración. Erika concluyó su cambio y mostró el Enlace de un Vileplume, el tipo de Enlace que Ryku había supuesto tras ver el tejado del Gimnasio. «Bien, no tendré que modificar mi estrategia», pensó. La pantalla cargó los Enlaces y mostró las dos barras de vida de ambos entrenadores. Acto seguido, inició una cuenta atrás para dar comienzo el combate. En cuanto sonó el pitido final, la pelea empezó.
El duelo se resolvió en unos escasos diez minutos con una apabullante victoria de Ryku sobre Erika.
Desde el principio, tanto la líder como su contrincante sabían quién tenía la gran ventaja en el combate. Aunque Erika empleó todo su poder, no logró bajar la vida de Ryku más de lo que quería. Probó con estrategias temporales, tales como paralizarlo con un polvo amarillo o envenenarlo con otro morado, pero Ryku evitó los efectos dispersando ambos polvos con el batir de sus alas. La segunda baza de Erika era la combinación de sus movimientos Danza pétalo como una medida de dañar y distraer al rival mientras cargaba en su hongo la luz del sol para utilizar su ataque más poderoso: Rayo Solar. Este, de lejos, fue el más doloroso en Ryku, pero el joven se defendió y, debido a la doble resistencia de sus tipos, apenas perdió una tercera parte de la vida. La Danza pétalo golpeó cuatro veces en el Charizard, arrebatándole un diez por ciento de la vida con cada impacto. No obstante, a pesar de todos los esfuerzos de Erika por derrotar a Ryku, el joven solo necesitó de un lanzallamas para ver como la barra de vida de la líder caía en picado y pasaba del verde al negro en cuestión de segundos. La victoria estuvo decidida antes del pitido de inicio.
—Fuego, la mayor debilidad de mi Gimnasio —dijo Erika tras volver a adoptar su forma humana.
El Enlace de Ryku se desactivó solo.
—Una medalla más. Me siento un poco mal por no haber dado un combate interesante, pero no se puede hacer mucho cuando tu tipo supera a otro y resiste los movimientos tan bien —se dijo Ryku.
Erika aplanó los pliegues del kimono y se recolocó la diadema. Acto seguido se acercó a Ryku y le dio la enhorabuena. Dylan y Cetile bajaron de las gradas y se reunieron con ellos.
—¡Ha sido alucinante! —dijo Cetile emocionada—. Tienes una llama muy intensa, Ryku.
—Gracias, Cetile.
—Ya iba siendo hora de que tuvieras un Gimnasio donde la debilidad no fuera tuya, ¿eh? —comentó Dylan acompañado de un pequeño codazo y un guiño de ojo.
—No lo voy a negar. Me ha sentado muy bien no ser el abusado —rio Ryku—. Ahora espero que no vuelva a ser débil contra un líder.
—Viendo las medallas que has acumulado y el tipo de Enlace que posees, tus próximos combates serán equilibrados —dijo Erika.
—Bueno saberlo.
—Te entregaré tu medalla como muestra de tu victoria en este Gimnasio. Salgamos.
Los cuatro abandonaron el invernadero del campo de batalla. Erika volvió a pasar la tarjeta por el lector y las protecciones que habían surgido volvieron a desaparecer bajo tierra. Luego el compartimento de los brazaletes dorados se abrió y Ryku devolvió el que le habían dado y recuperó el suyo. Después de cerrarlo, Erika posó un dedo sobre un lector de huellas que abrió un pequeño cajón justo debajo. La líder cogió la medalla y se la enseño a Ryku. Ryku la miró y le recordó un poco a la medalla Trueno de Surge con la excepción de que los pétalos eran hexágonos y cada uno era de un color del arcoíris.
—Por haberme derrotado, te otorgo la medalla Arcoíris —dijo Erika como si fuera una ceremonia—. Así, te daré una recompensa en Monedas de Combate por el esfuerzo realizado.
Ryku escuchó un sonido procedente de su brazalete y vio en su pantalla la recepción de las Monedas de Combate acumulándose en la cartera virtual. Después guardó la medalla en el estuche junto a las otras. Erika ya no tenía nada que decirles, por lo que Ryku y Dylan podían irse hacia su próximo destino.
—Un momento —gritó Cetile llamando la atención de todos—. Ryku, Dylan, ¿podrías esperar un minuto, por favor?
Los jóvenes intercambiaron una mirada.
—¿Qué ocurre? —preguntó Dylan.
—Ahora lo sabrás. Prima, ¿podemos hablar en privado?
Erika asintió y ambas se apartaron de los chicos hasta un sitio en el que fuera muy difícil escucharlas. Ryku y Dylan compartieron miradas y gestos de confusión. Solo recibieron pistas de los gestos que hacía Cetile y las reacciones de Erika. La mujer asentía mientras la chica hablaba. Un par de minutos más tarde, las dos regresaron con Ryku y Dylan y revelaron lo que habían discutido en privado.
—Ryku, Dylan, ¿Puedo acompañaros? —preguntó Cetile.
Sin duda aquella demanda pilló por sorpresa a los jóvenes.
—Cetile lleva mucho tiempo intentando realizar su aventura Pokémon. Cuenta con mi apoyo, pero sus padres se niegan a que se vaya por lo joven que es —explicó Erika.
—Lo sabemos. Tuvimos tiempo de conocerla mejor mientras te esperábamos —dijo Dylan—. Pero no entiendo por qué nos lo pide a nosotros.
—La idea se me ha ocurrido ahora —aclaró Cetile—. Después de ver la fuerza de Ryku, pensé que me sería de ayuda en mi objetivo. Y además Erika te conoce a ti, por lo que reforzaría las posibilidades de que pueda iniciar mi viaje si voy acompañada de personas en las que mis padres puedan confiar.
—No conocemos a tus padres. ¿De verdad crees que te dejarán?
—Si les hablo yo de vosotros, sí —contestó Erika—. Como líder, soy capaz de averiguar la personalidad de un entrenador tras combatir contra él. Contigo me enfrenté hace meses y Ryku ahora mismo. Con lo que saco de vuestros combates, estoy convencida de que persuadiré a sus padres.
—El único problema es si vosotros lo veis bien y no os importa que os acompañe —añadió Cetile—. No es mi intención obligaros.
—Dejo que decidas tú, Ryku —dijo Dylan—. Fuiste tú quien aprobó que yo te acompañara.
Ryku tuvo la sensación de que Dylan más bien lo decía para librarse de tomar él la decisión. De todos modos, aceptó el relevo.
—No veo ningún problema en que venga con nosotros —sentenció.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Cetile.
—¡Gracias! Vamos a hablar con mis padres. ¿Erika?
La mujer asintió y los cuatro pusieron rumbo a casa de Cetile.
Los padres de Cetile se quedaron sin palabras cuando su hija regresó con la compañía no solo de Erika, sino también de dos completos desconocidos. No se tardó en discutir sobre el viaje de Cetile al cual, como era de esperar, se negaron en rotundo. Debatieron sobre ello más tiempo del que cualquiera de los cuatro hubiera imaginado. Cetile estuvo a punto de rendirse cuando, al final, se encendió la llama de la esperanza y cedieron a su petición. Cetile no pudo contener las lágrimas de felicidad y no paró de agradecerles que la dejaran marcharse. No obstante, y como era de suponer, los padres de Cetile impusieron unas condiciones a cumplir tanto para ella como para Ryku y Dylan. A los chicos les impusieron que vigilaran a Cetile y se aseguraran de que no realizaba nada temerario, también dirigido a ellos. Ryku y Dylan aceptaron la condición y los padres terminaron de hablar con su hija. Después de pactar todo lo imprescindible en el viaje de Cetile, la chica fue a preparar las cosas en su habitación.
—¿No son demasiado protectores los padres de Cetile? —preguntó Dylan en voz baja a Ryku.
—Quizá, pero es típico de los padres, ¿no?
—Cierto.
Quince minutos más tarde, Cetile bajó cargando con una mochila casi a punto de estallar y con una cámara de fotos colgando de su cuello. Sus padres revisaron que llevaba todo lo indispensable y dieron el visto bueno. La madre abrazó a su hija como si fuera la última vez que la vería en su vida y le hizo prometer que no haría ninguna estupidez, que iría con cuidado y que regresaría a casa a la mínima intención que ella desease volver. El padre actuó similar, aunque con un poco menos de tacto. Y los cuatro abandonaron la casa de Cetile.
Erika se separó del grupo cuando sus caminos tomaron una dirección diferente. Le deseó suerte a su prima y le recordó que tenía su número de holomisor por si surgía algo inesperado en su viaje. También deseó suerte a Ryku en su recolección de medallas y a Dylan de conseguirlas todas. Luego se dirigió al Gimnasio mientras Ryku, Dylan y Cetile iban al albergue a recuperar sus pertenencias para salir de la ciudad.
Chapter 18: Aventura en la Zona Safari
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Ryku y compañía salieron de la ciudad por el oeste y tomaron la Ruta 16. Eligieron ese camino después de saber que las rutas marítimas que conectaban pueblo Lavanda, ciudad Carmín y ciudad Fucsia seguían cerradas por la hostilidad de los Pokémon de la zona. No obstante, Dylan se dio cuenta tarde de que había un problema en esa ruta que afectaba a todo el grupo.
—Acabo de recordar que la ruta que sigue a esta no es un camino apto para las personas ni entrenadores a menos que vayas en bicicleta.
—¿Por qué hay que ir en bici por una ruta de forma obligatoria? —preguntó Ryku.
—La Ruta 17 es un puente sobre el mar que conecta ciudad Azulona con ciudad Fucsia. Lo llaman «camino de bicis» porque lo transitan mucho esos vehículos. Incluso las motos pueden circular por ahí —respondió Cetile—. Pero no hay nada de lo que preocuparse: hay un segundo puente justo encima del de las bicis para que la gente que no vaya en ellas pueda ir por la ruta sin requisitos adicionales. ¿No lo sabíais?
—Es la primera vez que viajo por Kanto y todo me es nuevo —confesó Ryku—. Dylan es quien me guía por las rutas porque ya ha hecho el recorrido de recolección de medallas.
—Por las que he ido —concretó Dylan—. Estas rutas no las visité porque tuve en cuenta el camino de bicis. Perdón por haberme olvidado.
—No importa. Al menos podemos sortear el problema. No como otras veces, que no pudimos avanzar.
En un punto de la ruta, los tres tuvieron un encuentro salvaje con unos Doduo, los cuales se limitaron a mirarlos curiosos y a huir de ellos a gran velocidad. Cetile disfrutaba viendo a la fauna local. Más tarde, el grupo divisó en lo alto de una pendiente un edificio de techo azul verdoso y paredes beige que bloqueaba el camino. Había muros de piedra a ambos lados para reforzar el impedimento del paso. Ryku y compañía subieron la pendiente y entraron en el edificio.
El panorama era el esperado con la explicación de Cetile. Dos ciclistas vestidos con ropas ajustadas y cascos charlaban con el vigilante del edificio que se ocupó de que ellos conocieran las reglas del camino de bicis mientras estuvieran en él. Una vez despachados, el grupo preguntó por dónde se iba al puente de viandantes y el vigilante les señaló unas escaleras que llevaban al piso superior. Ryku agradeció la información y los tres jóvenes subieron y Cetile optó por realizar una parada en el mirador que había. Ryku y Dylan no pudieron detenerla al verla mirando por uno de los prismáticos disponibles.
—Chicos, tenéis que ver esto. Es precioso.
Ryku y Dylan no necesitaban que Cetile les dijera lo hermoso que era el paisaje, ya se veía sin necesidad de prismáticos. Ante ellos se imponía una casa oculta en la Ruta 16 que llamaba la atención y la eclipsaba el extenso bosque que se expandía más allá con colinas y otros desniveles del terreno. A lo lejos, muy a lo lejos, se apreciaba, aunque muy borrosa, una montaña que, según decía en panel informativo, era el monte Moon.
—Y pensar que hemos estado allí… es increíble la distancia que hemos recorrido, ¿no crees, Dylan? —dijo Ryku.
—Y yo dos veces —agregó él—. Tener en cuenta que hemos ido allí y ahora estamos aquí… si no fuera por esos bosques de abajo y lo peligrosos que son incluso para entrenadores experimentados, nos hubiéramos ahorrado un buen trecho.
—Pero me hubiera saltado las medallas de ciudad Celeste, Carmín, Azafrán y Azulona.
—Cierto. Pero ya nos hemos saltado ciudad Azafrán dos veces.
—Es verdad.
Cuando Cetile se cansó de admirar el paisaje, el grupo se dirigió a la puerta que daba al puente de viandantes y un vigilante que les impedía el paso les habló sobre las normas del puente de viandantes. Ryku se sorprendió que ese puente también necesitara reglas, pero lo entendió cuando el vigilante mencionó las locuras que se cometían. ¿De verdad había gente que se tiraba del puente para ver si podía caer en el mar tras pasar por los pelos el camino de bicis o se ponían a hacer equilibrismo sobre las barandillas? Una vez comprendidas las normas, entraron en el puente.
Tenía aspecto austero. Las barandillas eran de una tonalidad rojiza que ayudaba a distinguirlas en el panorama y gruesos cristales transparentes cubrían los huecos vacíos. Había una raya blanca en el suelo que dividía el puente en dos partes, una para los ciclistas que no usaban las bicicletas, pero que querían ir por ahí y otra para los viandantes. La línea daba más espacio a los que iban andando que a los que llevaban el vehículo a pedales. Y las vistas seguían siendo maravillosas.
No había discusión alguna de que el paisaje que había a ambos lados del puente era espectacular. A fin de cuentas, la Ruta 17 lo componía un bastante extenso puente sobre el mar y alejado de la tierra de Kanto. Las costas de la región apenas se veían, pero tampoco eran interesantes. Lo bello se hallaba mirando al oeste donde el mar, el sol y las nubes eran los únicos protagonistas. Aquel día estaba despejado, por lo que la ausencia de las nubes aumentó la belleza del paisaje general. Ryku, Dylan y Cetile admiraron el panorama como si fuera una elegante pintura. Cetile hizo una foto con su cámara y se lamentó de que el sol no se alojara donde el mar marcaba el horizonte. Un atardecer daría el toque mágico y perfecto al esplendor de la naturaleza.
Más adelante, el puente realizó el único giro de vuelta a la región. Cerca se avistó un edificio idéntico por el que habían estado antes y salieron por él sin pensárselo dos veces.
Desde la nueva ruta, ciudad Fucsia ya se divisaba un poco. Parecía ser todavía más corta que la que conectaba el camino de las bicis con ciudad Azulona y en menos de media hora se rodearon de los edificios de la ciudad.
Ciudad Fucsia se tomaba más en serio el color que tenía en su nombre comparado con las demás ciudades de Kanto. Solo el adoquinado de las calles ya tenía un color fuerte como el natural del ladrillo, pero más oscuro e intenso. El estilo de la ciudad se dividía en dos, siendo más costera cuanto más al sur ibas con casas playeras, y más robustas y diseñadas para las montañas y los bosques yendo al norte. Ryku se sintió como si hubiera viajado al pasado. Las casas del norte, de tejados fucsia y rojo, se asemejaban mucho a las casas japonesas antiguas. Le gustaba. Dylan no reaccionó de ninguna manera, tal vez ya lo hizo cuando estuvo aquí por primera vez. Y Cetile no paraba de hacer fotos en todo momento. Lo primero que hizo el grupo fue ir al centro de la ciudad, donde creyeron que encontrarían un mapa de la misma y ver qué se podía hacer además de visitar el Gimnasio.
—Curioso. Gimnasio y albergue están en la misma calle —dijo Ryku.
—Y cada edificio está en un extremo, por lo que es muy fácil encontrarlos —añadió Dylan.
—Genial. Ese será nuestro primer objetivo. Veamos qué más ofrece esta ciudad.
—Podemos ir al zoo —sugirió Cetile—. Mirad, pone que es gratuito y son hábitats individuales. Abarcan una parte de la ciudad.
—No es mal plan, pero si lo que indica el mapa es verdad, es una pena que no sea ni un zoo de tamaño normal —dijo Ryku decepcionado—. Solo hay seis hábitats.
—Cada hábitat es bastante grande —explicó Dylan—. Es normal que haya tan pocos si los lugares donde viven los Pokémon son de un buen tamaño.
—Ahora que caigo, ¿un zoo no entraría en conflicto con las leyes de protección de los Pokémon? —preguntó Cetile.
Dylan negó con la cabeza.
—Leí que el fundador de ese zoo tiene a los Pokémon registrados como mascotas. Cuida de ellos como tales, pero en vez de tenerlos en su área privada, los expone para que todos sus habitantes disfruten de su presencia.
—Vaya, ese hombre debe ser increíblemente rico si es capaz de hacer algo así —dijo Ryku sorprendido. Cetile apoyó sus palabras con un gesto de la cabeza.
—Y más que os voy a dejar. ¿Veis esto de aquí? —Dylan señaló con el índice un edificio ubicado entre algunos de los hábitats. Ryku y Cetile asintieron—. Es el edificio de la Zona Safari. Supongo que habéis oído hablar de ello. —Ryku y Cetile volvieron a asentir—. Bien, pues el fundador de la Zona Safari es el mismo hombre que creó el zoo público. Todo el dinero que se gana allí se reparte entre los exóticos Pokémon que viven en libertad vigilada en la Zona Safari y los Pokémon del zoo. ¿Cómo os quedáis?
—Pues que haber dicho que es rico es quedarse corto —se corrigió Ryku.
—Yo que ahora tengo unas ganas tremendas de ir a la Zona Safari después de escuchar que hay Pokémon exóticos —admitió Cetile—. ¿Podemos ir, por favor? Después del Gimnasio, claro.
—No sé. La Zona Safari es cara. Cuesta como tres mil Monedas de Combate entrar ahí, puede que incluso más —informó Dylan—. ¿Tienes el dinero acumulado, Cetile?
La chica lo miró como si la hubiera ofendido.
—He peleado contra muchos entrenadores mientras intentaba convencer a mis padres de emprender mi viaje por la región. Y no lo he usado nunca, por lo que, si no ha cambiado desde la última vez que lo miré, debo tener decenas de miles de Monedas de Combate.
—Vale, vale. No es necesario que fardes del dinero de entrenador que tienes. ¿Y tú, Ryku? ¿Qué opinas?
Ryku echó un rápido vistazo al dinero que había acumulado hasta ahora. Para él, sería una puñalada bastante dura en su cartera, pero no le impedía seguir comprando suministros y alojándose en los albergues.
—Tengo bastante para ello.
—¿Y también tienes ganas de ir a la Zona Safari?
—Porfa, di que sí —suplicó Cetile a punto de poner ojos llorosos.
Ryku se lo pensó unos segundos.
—Con todo lo que he oído de la Zona Safari, dudo que no me apetezca. —Cetile estalló de alegría—. Pero hoy no. El sol se pondrá pronto y solo desaprovecharíamos el dinero.
—¿Y el Gimnasio?
—Mañana iremos también. Por la mañana estaremos en la Zona Safari y después de comer desafiaré al líder de Gimnasio.
—Me parece bien. ¿Estamos todos de acuerdo? —Cetile y Ryku asintieron—. Decidido, entonces. ¿Vamos a algún lugar y no desperdiciamos las horas de sol que quedan?
—¡Al zoo público! —gritó Cetile casi sin dejar que Dylan finalizara su pregunta—. A menos que la ciudad ofrezca algo más que eso.
Ryku y Dylan examinaron el mapa de ciudad Fucsia en busca de algo que le sirviera para hacer turismo. Estaba la playa, al sur, aunque ninguno del grupo quería llenarse las bambas de arena en esos momentos.
Antes de ir al zoo, Ryku, Dylan y Cetile alquilaron sus habitaciones en el albergue y se desprendieron del peso de sus mochilas para ir más ligeros. Luego caminaron hacia el norte hasta dar con el zoo, el cual no fue complicado de encontrar con el vallado especial que había al otro lado de la calle y el inmenso cartel sobre la entrada principal. Ryku no imaginó que fuera tan grande el zoo para seis hábitats, pero vio que había más que eso como parques entre hábitats, un pequeño estanque y diversas áreas de juegos con toboganes y columpios para los más pequeños.
El hábitat que tenían más cerca pertenecía a un Lapras, que andaba muy feliz por una zona de agua más grande que la piscina del Gimnasio de Misty. También había una cueva que hacía la función de casa del Pokémon. El Lapras era muy cariñoso, acercándose a saludar a aquellos que se paraban a visitarlo. En ocasiones, la gente le daba comida específica para el Pokémon acuático de una máquina cercana y el Lapras lo agradecía con algún malabar de agua. Cuando Cetile se apoyó en la barra y extendió el brazo para que el Pokémon viera su saludo, este nadó hacia ella y dejó que lo acariciara. Soltaba ronroneos cual Meowth.
—Hay que ver lo cariñoso que es —dijo Cetile sin parar de tocar el hocico del Pokémon—. ¿Es toda su especie igual?
—No lo sé. Un Lapras salvaje es difícil de localizar. Yo solo los he visto como mascotas o en libertad vigilada —comentó Dylan.
—¿No estará en peligro de extinción? —preguntó Cetile alarmada.
—En absoluto. Solo es complicado ver a uno nadando por ahí.
—No lo dices para animarme, ¿verdad?
—Dice la verdad, Cetile —lo apoyó Ryku—. Una vez tuve la ocasión de toparme con uno cuando entrenaba con mi Pokémon para establecer el Enlace. Auxilió a una persona que se había adentrado demasiado en el mar. Fue lo más increíble que he visto a hacer a un Pokémon salvaje en mi vida.
Cetile dio al Lapras un poco de comida que había comprado de la máquina como gratitud por haberlo dejado acariciar, aunque en realidad el Pokémon solo quería mimos. Después de observarlo unos minutos más, se fueron a otro hábitat.
Se detuvieron frente a otro acuático, aunque con más islas rocosas que el del Lapras. En una de ellas dormía un Pokémon rosa, de orejas curvas y morro blanco a juego con la punta de su cola. Ryku lo buscó en la Pokédex y se quedó con su nombre: Slowpoke. Aquel Pokémon no tenía nada de exótico y tampoco hacía nada interesante al pasar todo el rato dormido en la isla.
Para Ryku, Dylan y Cetile, el hábitat del Lapras fue el que más les entretuvo. Pasaron por dos más que pertenecían a un Voltorb y un Chansey, ambos poco amistosos con los humanos. El Chansey aún tenía un pase, pero se pasaba la mayor parte del rato ignorando a sus observadores mientras se movía por su hogar. Con el Voltorb era mejor pasar de largo; habían puesto una señal que comunicaba que el Pokémon estaba sobrecargado y expulsaba rayos de vez en cuando. Se le podía ver, aunque las vallas de seguridad de su hábitat eran las más estrictas.
Los dos últimos hábitats fueron más acogedores. Uno de ellos albergaba a un Kangaskhan cuidando de su cría en la bolsa de su barriga. Una escena de lo más entrañable. Y el último hábitat tenía un Pokémon que no habían visto jamás y que se había convertido en la principal atracción del zoo. Ryku, Dylan y Cetile contemplaron al Pokémon nadando en aguas poco profundas. Nunca salía a superficie, por lo que a través del agua miraron detenidamente cómo era. Parecía un caracol de mar por la concha en espiral que tenía. La oportunidad que el grupo tuvo de ver la cara del Pokémon se topó con un rostro azul de ojos saltones y diez tentáculos saliéndole de debajo del cuerpo. Dos de ellos eran más largos que el resto y el Pokémon los usaba como brazos y los demás, para moverse bajo el agua.
—Vaya un Pokémon más raro —dijo Dylan—. ¿Dice algo la Pokédex de él?
Ryku ya estaba mirando todas las entradas de la Pokédex antes de que le preguntaran.
—Nada. Es como si no existiera.
—Aquí hay un panel informativo —señaló Cetile—. Pone que este Pokémon es el primer experimento exitoso de la resurrección de un Pokémon extinto a partir del ADN conservado en un fósil.
—¿Un Pokémon prehistórico? —preguntaron Ryku y Dylan a la vez.
—Así es. Se llama Omanyte. Interesante, ¿no?
Más que eso. Ryku y Dylan tenían una sospecha y leyeron el resto del panel. No prestaron atención a la antigüedad y el estilo de vida del Pokémon y fueron al último párrafo donde se explicaba cómo el fundador del zoo lo consiguió. Lo compró en un laboratorio de isla Canela de un científico llamado Gustavo. Entonces la sospecha se confirmó.
—Es el Pokémon que salió del fósil que conservó después de salvarlo —dijo Ryku en voz baja.
—Al menos no se habla de dónde sacó el fósil ni del intento de robo —añadió Dylan.
El grupo miró un rato más al Pokémon prehistórico y luego se quedó paseando por los parques de la zona hasta la hora de cenar.
La Zona Safari estaba en las afueras de la ciudad, al norte. Cetile estaba eufórica, incapaz de esconder sus emociones. Ryku y Dylan intentaron calmarla y que no se separara de ellos por querer llegar a la Zona Safari antes que nadie. Se sintieron como si cuidaran de una hermana pequeña. Para que no se les adelantara, Dylan amenazó a Cetile con quitarle la cámara de fotos y consiguió que Cetile hasta se tranquilizara.
Alcanzaron la Zona Safari después de andar un buen rato. Entraron en un edificio de tejado naranja con el símbolo de una Pokéball en su frontón acristalado. El interior estaba rebosante de gente. Había grupos de diez personas que seguían las órdenes de un trabajador del safari. La sala tenía estatuas de cartón de algunos de los Pokémon que vivían allí, mesas de información, áreas de descanso y tiendas de recuerdos. El grupo de Ryku se dirigió a la recepción para saber cuál era el siguiente paso que debían dar.
—Buenos días —los saludó una mujer de cabello rojizo y ojos marrones—. ¿En qué puedo ayudaros?
—Nos gustaría entrar en la Zona Safari —dijo Dylan.
—¿Sois parte de algún grupo o ustedes tres ya son uno? —preguntó la mujer.
—Los tres somos un grupo.
—Muy bien… —La mujer trabajó en su ordenador—. ¿Vuestros nombres? —Cada uno de los tres jóvenes dio el suyo—. De acuerdo… ¿Qué tipo de visita deseáis realizar?
—¿Tipo? —repitió Ryku extrañado.
—Así es. La Zona Safari ofrece varias opciones para que los precios se asemejen a lo que los clientes vienen a hacer aquí. Tenemos la opción «civil», que es para personas o grupos que desean una visita guiada; la opción «inicio de entrenador», la cual está enfocada a aquellos que buscan capturar algún Pokémon de la Zona Safari con la finalidad de establecer un Enlace; y la opción «entrenador», la cual da total libertad de movimiento por la Zona Safari, aunque debe ir con mucho cuidado por posibles ataques de los Pokémon. Puedo daros una recomendación si lo deseáis.
—¿Qué nos sugiere? —preguntó Dylan.
—He visto que los tres poseen un brazalete Enlace. ¿Ya tienen un Enlace establecido o vienen a por uno?
—Ya tenemos uno —respondió Cetile.
—En ese caso las mejores opciones son la «civil» y «entrenador». Si solo preferís observar a los Pokémon salvajes, «civil» es la opción perfecta. Pero si os inclináis más a una exploración libre y aceptáis las consecuencias que conlleva, entonces «entrenador» os gustará más. Actualmente, esta última opción incluye un desafío que se puede cumplir o no y no incrementa el precio.
—¿Qué clase de desafío? —inquirió Ryku.
—Uno muy simple: debéis encontrar una casa escondida en la Zona Safari. Si lo lográis, la recompensa es una Máquina Oculta.
Los ojos de Ryku y Dylan brillaron. Una Máquina Oculta era un objeto muy difícil de conseguir que contenía un movimiento que no se vendía en las tiendas ni en los centros comerciales y además no se podía compartir con otros entrenadores. Un premio muy útil para un entrenador.
—Me quedo con la opción «entrenador» —eligió Dylan.
—Yo igual —añadió Ryku.
—Conmigo hacemos tres —se incluyó Cetile. Ryku y Dylan la miraron—. No haré el desafío. Yo prefiero explorar y fotografiar la flora y fauna de la Zona Safari.
—De acuerdo. Entonces son tres opciones «entrenador», y solo dos realizarán el reto, ¿correcto? —El grupo asintió. La mujer terminó de teclear los datos recibidos y de calcular los precios—. ¿Pagáis en moneda real o de combate?
—Combate.
La mujer efectuó una conversión de la moneda.
—Serán quince mil Monedas de Combate en total. Cinco mil por persona.
Los tres jóvenes se fueron turnando para pagar. Después la mujer imprimió tres billetes en papel naranja y se los entregó a Dylan.
—Cuando comprueben que podéis entrar en la Zona Safari, esperen a que os den unas pulseras que os identificará como entrenadores que participan en el desafío —explicó la mujer—. Eso es todo. Gracias y que disfruten de su estancia en la Zona Safari. Cualquier duda adicional que tengan, pueden preguntar a cualquiera de mis compañeros o a mí misma.
—Vale. Gracias.
Ryku, Dylan y Cetile fueron al fondo de la sala donde se ubicaba el control de acceso a la Zona Safari. Había un par de grupos haciendo cola, por lo que tuvieron que esperar su turno. Cuando llegó, Dylan enseñó los tres billetes a un trabajador y este los revisó. Les preguntó por el desafío para asegurarse de que ninguno había cambiado de opinión y, tras confirmar la participación, cogió tres brazaletes naranjas y se los dio a Dylan. Advirtió que no debían perderlos o no podrían reclamar el premio del desafío. Ryku y Dylan se ataron bien fuerte los brazaletes a las muñecas. Cetile se lo guardó en el bolsillo. Entonces el trabajador les explicó las normas a seguir con el desafío y ofreció un mapa de la Zona Safari con la que poder moverse mejor y saber regresar al punto de partida sin dificultades. Luego les permitió acceder al recinto.
Nada más salir del edificio, se notó el cambio de paisaje. Los árboles de copas planas, los caminos de tierra, campos que alternaban el verde de la hierba con manchas marrones de la arena y algún que otro lago. Parecía que se habían unificado varios ecosistemas. Ryku, Dylan y Cetile esperaron un momento a que los grupos de personas que habían entrado con ellos se subieran a un autobús de dos pisos y se marcharan. Una vez el ruido del motor del vehículo se convirtió en un débil murmullo, los tres jóvenes se pusieron a explorar la Zona Safari.
Cetile era la más interesada en todo cuanto la rodeaba. Hacía fotos a cualquier cosa: las plantas, los árboles, los Pokémon que se atrevían a pasar cerca de los caminos… todo. A veces se paraba a realizar fotografías más complejas, como paisajes enteros o Pokémon interactuando con la flora de la zona. Se la veía tan obsesionada con inmortalizar cuanto veía que Dylan comprendió por qué se tranquilizó cuando la amenazó con quitarle la cámara.
—Caray, Cetile, no llevas ni un día fuera de ciudad Azulona y ya has debido de hacer unas… no sé… ¿Cien fotos? —dijo Ryku.
—Trescientas cuarenta y dos fotos —puntualizó Cetile.
—¿Por qué tantas fotos? —preguntó Dylan—. En menos de media hora has captado en la cámara casi toda esta parte de la Zona Safari.
—Fácil, porque adoro las plantas. Todas —contestó ella—. Sé que no existen dos lugares idénticos y quiero cerciorarme de que es verdad. Además, también me encantan los Pokémon de tipo planta. Algún día quiero convertirme en una experta tanto en la flora y ese tipo de Pokémon de todas las regiones posibles.
—Una fanática de las plantas. Curioso, pero no raro.
—¿Y vosotros? ¿En qué os enfocaríais cuando seáis mayores? —preguntó Cetile.
Ryku y Dylan intercambiaron una mirada. Su respuesta iba a ser la misma.
—Todavía no estamos seguros —respondió Ryku—. Primero tenemos el objetivo de convertirnos en Campeones de la Liga Pokémon. Ya descubriremos lo que haremos después.
Cetile gruñó. No la satisfizo aquella contestación.
—Me quedaré con que pretendéis ser Maestros de Enlace, ¿vale? Es lo que uno deduciría con eso.
—Como quieras, a mí no me importa —dijo Dylan.
—Por cierto, Cetile, ¿cuántas fotos puede hacer tu cámara? ¿No tiene un límite? —inquirió Ryku.
—Claro que lo tiene, como todas las cámaras. Pero he venido cargada de tarjetas de memoria. Podré hacer miles de fotos sin problemas.
—Preparada para todo, por lo que se ve.
—Sin duda —se rio Cetile.
Continuaron avanzando por la Zona Safari en busca de algún Pokémon exótico. No se habían topado con ninguno que no hubieran visto fuera de la Zona Safari. Como mucho, algún Exeggcute que rondaba por los caminos. Divisaron el inicio de una nueva zona en la que el campo variaba un poco comparado con el anterior. La hierba tenía un tono apagado como si se hubieran podrido, pero Cetile explicó que podía ser el color natural de aquellas plantas. Los árboles se dividían entre los de copa plana y los triangulares. Los de copa plana estaban desperdigados por todo el campo igual que en una sabana mientras que los triangulares se agrupaban formando bosques. El grupo optó por realizar una parada para orientarse, aunque más bien fue para que Ryku y Dylan discutieran sobre el paradero de la casa del desafío.
—Hubiera sido más fácil si el mapa diera alguna pista sobre su posible paradero —dijo Ryku.
—Si fuera así, no se podría llamar desafío —repuso Dylan.
—He dicho pistas, no ubicación exacta. ¿Has visto el tamaño de la Zona Safari? Cuatro zonas y solo hemos pasado la mitad de una.
—Tal vez solo la principal tenga estas dimensiones y las otras sean de ecosistemas más específicos y con menor cantidad de Pokémon salvajes.
—Vale, creamos que es así. ¿Dónde podría estar la casa?
—Creo que sería demasiado fácil que estuviera en esta zona y en la más próxima por la cercanía con el punto de partida. Ya sabes, para incentivar la exploración. Eso nos deja con las otras dos zonas, las cuales…
Cetile se aburrió de escuchar la discusión de Ryku y Dylan y se fue a buscar nuevos lugares que fotografiar. Los chicos estaban tan enfrascados en su charla que no se dieron cuenta de que se había alejado de ellos. Algo que Cetile deseaba.
Cetile se introdujo en la arboleda y desde ahí se puso a hacer fotos. Apuntó hacia arriba, donde las copas de los árboles daban un curioso y elegante paisaje con profundidad mientras los rayos del sol viajaban a través de los huecos entre las ramas y las hojas. También los hacía al frente, donde continuaba siendo un paisaje de lo más bonito. Alcanzó a realizar fotos a una bandada de Pidgey descansando sobre las ramas de un árbol y a unos Metapod pegados en el tronco de otro. Cetile hizo una mueca de disgusto ante los Pokémon bicho porque los odiaba y temía a partes iguales. Tenía excepciones como los Butterfree, los Caterpie y algún que otro más que, a pesar de su tipo, tenían un poco de belleza digna de inmortalizar en una fotografía. Aunque, en general, eran Pokémon que la chica prefería tener alejados de ella.
Cetile salió de la arboleda y apareció en una pradera donde se topó con una gran cantidad de Pokémon. Estaban los típicos Nidoran macho y hembra, Nidorino y Nidorina, y algún Scyther combatiendo por su cuenta contra un Parasect. Pero lo que más atrajo la atención de Cetile fue el descubrimiento de un Kangaskhan entre los demás Pokémon. En estado salvaje tendría la oportunidad de conseguir las mejores fotografías de la madre y la cría y corrió para no perder tan buena ocasión. Pero había un par de personas que la estaban molestando.
Cetile se enfadó al principio, pero al acercarse vio que los motivos de aquellas personas no era dañar adrede al Kangaskhan, sino capturarlo. Le tiraban cebo para que se acercara y tener mayor precisión al lanzar la Pokéball. Todo iba bien hasta que uno de los futuros entrenadores de Enlace decidió cometer el peor error de su vida: golpear a la cría del Kangaskhan con una piedra. No fue intencionado, solo una forma de distraer al Pokémon y que no viera la Pokéball. Por desgracia, la Kangaskhan se movió cuando la piedra iba a pasarle por detrás de la espalda y terminó dando un certero impacto en la cabeza de la cría. Como era de esperar, la Kangaskhan estalló en ira y atacó a los entrenadores.
Uno de ellos ya tenía un Enlace y lo usó para defenderse, pero no le sirvió de mucho, ya que perdió tras ser golpeado varias veces seguidas. La Prioridad Humana les ayudó a escapar mientras el Pokémon recuperaba la vista. La Kangaskhan seguía muy enfadada y enfocó su furia en Cetile. A la chica le costó tomar una decisión y, en un acto reflejo, se llevó la mano al brazalete y activó su Enlace. Una vez transformada, intentó protegerse del golpe que estaba a punto de recibir.
Fue una mala decisión.
La Kangaskhan embistió con una fuerza abrumadora que logró hacer retroceder el gran cuerpo del Venusaur. Al menos Cetile se alegró de haber resistido bien el impacto y poder contraatacar si le volvía a golpear. Sin embargo, cuando dio un paso al frente un calambre recorrió todo su cuerpo. Se sintió paralizada, incapaz de moverse por mucho que se esforzara. Cetile no pudo evitar un segundo golpe de la Kangaskhan que la liberó de la parálisis, aunque la dejó aturdida, momento perfecto para que el furioso Pokémon asestara el puñetazo decisivo y desactivara el Enlace de la chica y lo pusiera en el modo reinicio. Cetile se recuperó al momento y huyó nada más vio la oportunidad. Pero la Kangaskhan no había calmado su ira y la persiguió allá donde fuera. Cetile se metió en la arboleda de la que había salido, llorando aterrada por el acoso del Pokémon.
Mientras tanto, Ryku y Dylan continuaban su conversación acerca del posible paradero de la casa del desafío. En todo este tiempo, habían dicho suposiciones de un lugar exacto o más aproximado y cada vez fueron cercando más y más la casa hasta decantarse por su posición en la tercera zona del safari. Los dos jóvenes creyeron que podría estar ahí y acabaron con el descanso.
—Un momento, ¿dónde está Cetile? —preguntó Dylan.
La chica había desaparecido. No se la veía por ninguna parte allá hasta donde alcanzaba la vista de los jóvenes. Ni siquiera el camino que tomó al marcharse. Ryku se puso nervioso.
—¡Ay, no! La hemos perdido. Si se enteran sus padres de esto lo vamos a pasar fatal.
—La Zona Safari es un recinto cerrado —lo calmó Dylan—. Cetile no tiene posibilidad de salir de aquí sin que alguien se dé cuenta.
—Pero el territorio es muy grande y está plagado de Pokémon salvajes. ¿Y si alguno la ataca?
—Es una entrenadora de Enlace. Sabrá defenderse.
—¿Y si su Enlace entra en modo reinicio?
—Ahí sí que deberíamos preocuparnos.
Entonces Ryku tuvo una idea.
—¿Y si la llamamos al holomisor?
—No le hemos pedido el número desde que nos acompaña —respondió Dylan.
—Maldición. Entonces, ¿qué hacemos?
—Cetile no debe andar muy lejos. Pero no la hemos visto en ningún lado desde aquí y no tiene motivos para esconderse de nosotros. De modo que… —Dylan miró a la arboleda que había cerca de ellos—. Seguro que se ha adentrado en el bosque para hacer fotos de los árboles y las plantas de ahí. Según dijo antes, adora eso.
—Entonces debería estar allí. —Ryku se acercó a la arboleda sin llegar a entrar—. ¡Cetile! —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Cetile, ven! Vamos a continuar el camino.
—Esperemos que no nos obligue a entrar. No me apetecería volver a toparme con Beedrill si hay en la Zona Safari —dijo Dylan.
—¡Cetile! —aumentó más la voz Ryku—. ¡Sal de ahí y vámonos!
Hubo unos segundos sin respuesta hasta que al final la chica contestó. No obstante, no lo hizo de la forma que Ryku y Dylan esperaron. Escucharon lamentos de puro terror que los confundió. Luego notaron unos temblores y los dos se alejaron de la arboleda por si acababan recibiendo algún golpe de parte de Cetile por no mirar al frente. Escasos segundos después la chica apareció de entre los árboles acompañada de la Kangaskhan embistiendo los árboles. Ryku y Dylan miraron asombrados la persecución del Pokémon a su amiga.
—¡No os quedéis ahí y ayudadme! —suplicó Cetile dando vueltas en círculos. Impresionaba que la Kangaskhan no fuera capaz de atraparla con esa técnica.
—¿Se puede saber qué has hecho? —preguntó Ryku.
—No es el momento para explicaciones —bramó ella—. Activad vuestros Enlaces y salvadme.
—Activa el tuyo también —le recomendó Dylan.
—¡No estoy corriendo así por placer! —se quejó Cetile—. Tengo mi Enlace reiniciándose. ¡Y basta ya de hablar! No podré soportar este ritmo mucho más y si mis padres se enteran de que me ha atacado un Pokémon salvaje y no me habéis defendido…
—Lo sabemos —se adelantó Dylan—. No tenemos más remedio. Vamos.
Ryku y Dylan activaron sus Enlaces y adoptaron sus respectivas formas Pokémon. La luz de las transformaciones atrajo a la Kangaskhan por un momento que ignoró al instante y retomó la persecución. Por suerte, ese segundo que la había distraído fue suficiente para que Cetile se alejara más del Pokémon y se refugiara detrás del Charizard y el Blastoise.
—Tened cuidado. Es muy fuerte —avisó a sus amigos.
Ryku y Dylan miraron confiados de su propio poder hacia la Kangaskhan. Daba igual lo que dijera Cetile, en un combate dos contra uno la ventaja se inclinaba para los que eran más. Aunque ambos no habían peleado juntos en ningún momento, tenían fe en que se sabrían combinar sus poderes tan opuestos.
La Kangaskhan rugió de ira y Ryku se lo devolvió como una señal de que no les asustaba. Entonces, el Pokémon arremetió contra Ryku y este lo esquivó alzando el vuelo. La Kangaskhan no frenó porque había visto a otro Pokémon detrás del Charizard preparado para detenerla de frente. Dylan retrocedió ante la imponente fuerza de la Kangaskhan, pero cumplió su cometido y evitó que se acercara más a Cetile. La chica, al ver el peligro que corría en ese combate, se escondió detrás de la roca más cercana.
Desde el cielo, Ryku observó la pelea de la Kangaskhan contra Dylan. Su amigo contraatacó protegiéndose en el caparazón y girando a gran velocidad sobre sí mismo. La Kangaskhan reculó con cada giró hasta que el último la hizo retroceder más. El Pokémon vociferó y se ofuscó de ira. Era el momento ideal de combinar ataques.
Ryku voló hasta situarse justo encima de la Kangaskhan, a más de quince metros de altura. Realizó un cálculo rápido y soltó un potente lanzallamas mientras el Pokémon continuaba con su grito de guerra. El torrente de fuego cayó sobre la Kangaskhan como una ducha de agua ardiendo. Ryku estuvo escupiendo llamas hasta que no pudo aguantar más la respiración y se vio forzado a parar. Cuando todas las llamas se extinguieron, la Kangaskhan estaba aturdida por la repentina lluvia de fuego que le había caído.
Dylan dio el golpe de gracia ahora que tanto la Kangaskhan como su cría estaban atontadas colocando muy cerca de su cuerpo sus dos cañones de agua. Acto seguido, disparó dos chorros de agua a presión que mandó por los aires al Pokémon. Ryku participó en el golpe de gracia y cargó su movimiento Megapuño para enviarla todavía más lejos. Unos segundos más tarde el Charizard contempló como el Pokémon viajaba por el cielo hasta caer en la tierra de la sabana a más de cincuenta metros de distancia de Ryku, Dylan y Cetile. Después de asegurarse de que no se levantaba, Ryku aterrizó cerca de la roca y desactivó su Enlace.
—¿Ya ha pasado el peligro? —preguntó Cetile sin salir de su escondite.
—Es seguro.
Cetile abandonó su refugio y suspiró aliviada.
—Gracias. Me habéis salvado de una buena.
—¿Ahora nos puedes explicar por qué te perseguía una Kangaskhan? —preguntó Ryku.
—Eso. Espero que haya una buena razón. No era la manera que tenía en mente de ver a un Pokémon exótico en su hábitat natural —añadió Dylan después de desactivar su Enlace.
Cetile explicó todo lo sucedido desde que se alejó de ellos hasta que el Pokémon se puso a perseguirla. No escatimó en detalles, sobre todo en demostrar su inocencia en referencia al enfado de la Kangaskhan. Se quedó a gusto cuando echó la culpa a aquellos entrenadores.
—Así que un listillo decidió herir a la cría de un Kangaskhan —resumió Dylan la parte de la acusación a los entrenadores.
—Estoy convencido de que no sabía lo peligroso que se vuelve ese Pokémon cuando atacan a su cría —dijo Ryku—. Hemos tenido suerte de poder vencerla. De lo contrario hubiera causado un buen destrozo en la Zona Safari.
—Me siento un poco mal por ella. No había hecho nada malo y acabó recibiendo mucho daño —dijo Cetile preocupada por el Pokémon—. Espero que no os hayáis pasado.
—Como mucho estará debilitada e inconsciente —la tranquilizó Dylan—. Con que coma un poco y descanse nada más despertar estará bien.
—Menos mal. Cambiando de tema, ¿habéis avanzado en el desafío?
—Sí. Creemos que la casa puede esconderse en algún lugar de la tercera zona del safari, aunque también buscaremos en las otras zonas por si acaso nuestra deducción es errónea. ¿Nos ponemos en marcha?
Ryku y Cetile asintieron y el grupo reanudó la ruta de la zona el cual había sido una guía para moverse por la Zona Safari. Pasaron cerca de la Kangaskhan debilitada y comprobaron que, efectivamente, solo estaba inconsciente. Procuraron no levantarla y se distanciaron del Pokémon cuanto antes. Por el camino, Ryku y Dylan pidieron a Cetile que les diera su número de holomisor para que no volviera a suceder algo similar a lo de antes. Una vez cada uno tenía a los otros miembros del grupo en su agenda del holomisor, recuperaron la pasión por explorar la Zona Safari. La primera zona no ofreció nada que no hubieran visto ya y tampoco detectaron ninguna pista que condujera a la casa del desafío, de modo que continuaron hasta llegar a la siguiente zona.
Allí la Zona Safari cumplió con aquello por lo que habían venido Ryku, Dylan y Cetile: los Pokémon exóticos. Vieron una manada de Rhyhorn pastando por los páramos que Cetile obtuvo unas buenas instantáneas y un Pinsir y un Scyther enfrentados que acabó con la victoria del segundo. Más adelante, el terreno empezó a formar colinas y lagos con playas. Los tres jóvenes vieron a unos Psyduck moviéndose erráticamente, unos Magikarp que saltaban del agua, Poliwag disfrutando de un baño y algún que otro Dratini nadando. Ryku, Dylan y Cetile no cabían en su asombro al ver al Pokémon azul.
—Tienen Dratini viviendo en la Zona Safari —dijo Dylan—. Esa clase de Pokémon es tremendamente difícil de ver en estado salvaje porque viven en las profundidades marinas.
—Me alegro de haber visto uno en persona y no en una entrada de la Pokédex —comentó Ryku.
Cetile tomó una fotografía justo cuando el Dratini se puso a jugar con un Poliwag cercano.
—Pensar que una cosa tan mona evoluciona en un Pokémon tan poderoso. Sorprende solo con imaginarlo.
—He oído que el tipo dragón es el tipo más poco común en los Enlaces, al menos en Kanto —explicó Dylan—. Entre que Dratini y su línea evolutiva es la única especie Pokémon de tipo dragón y lo complicado que es encontrar uno en estado salvaje, no sería una exageración si solo hay un Enlace entre miles.
El grupo terminó de contemplar a los Pokémon del lago y echaron una ojeada a los que había en la playa. Shellder y Krabby gobernaban la arena y algunos Exeggutor hacían la función de palmeras bajo los que descansaban diversos Pokémon. Ryku y Dylan esperaron a que Cetile se complaciera con las fotografías antes de continuar. Ryku y Dylan siguieron buscando el paradero de la casa y, por el terreno de la segunda zona, las posibilidades de encontrarla en la tercera eran cada vez más altas.
Para llegar a la última área, el grupo debió seguir un camino que atravesaba una arboleda. Cetile ya había tenido suficiente aventura en un bosque por un día y se abstuvo de hacer más fotos rodeada de árboles.
Ryku examinó el mapa para averiguar en qué punto de la última zona saldrían y así establecer un recorrido óptimo de búsqueda de la casa. Pidió ayuda a Dylan y juntos marcaron el paseo que darían al salir del bosque.
—¡Chicos! Mirad eso.
La repentina llamada de Cetile sobresaltó a Ryku y Dylan. La chica señaló a un lado del camino, apenas un par de filas de árboles más allá. Ryku y Dylan no vieron nada fuera de lo común, pero Cetile insistió y reforzó su indicación con movimientos del brazo. Entrecerrando los ojos, Ryku y Dylan lo vieron al fin. Más allá de los árboles había un camino oculto muy bien escondido entre la maleza.
—¿A dónde creéis que llevará este camino? —preguntó Cetile.
—No figura en el mapa —dijo Ryku asegurándose de ello—. Es posible que sea…
—El camino que lleva a la casa oculta del desafío —terminó Dylan.
—¿De verdad pensáis eso? —Cetile no estaba muy convencida de que fuera así.
—Las probabilidades son altas. Una casa oculta en algún lugar de la Zona Safari, un desafío para encontrarla, un camino escondido en un bosque que no figura en el mapa… encaja bastante con algo que hay que encontrar.
—Dicho así, sí que parece que daremos con la casa si seguimos el camino.
—Salgamos de dudas y veamos dónde acaba —instó Ryku.
Dylan y Cetile asintieron y avanzaron por el camino oculto. Debido a la poca amplitud de este, el grupo se movió en fila a la vez que sorteaban las ramas de los árboles que se metían en el recorrido. En más de una ocasión los tres jóvenes se tropezaron con alguna rama que sobresalía de la tierra. Diez minutos después, el grupo salió del bosque y anduvo por una tierra menos abrupta. Tomaron un pequeño descanso para ver a dónde habían ido a parar.
La zona oculta no estaba habitada por Pokémon salvajes y las colinas formaban un muro natural que ocultaba lo que hubiera al otro lado. Había también la orilla de un lago de grandes dimensiones que bloqueaba aún más el acceso a la zona oculta. Y por último, estaba el objetivo del desafío de la Zona Safari: la casa escondida, tan bien escondida que solo se podía ver desde el lugar donde estaban los tres jóvenes.
Contentos de haber completado el desafío, Ryku, Dylan y Cetile fueron a la casa y llamaron a la puerta. Segundos después les abrió un guarda que vestía un uniforme de color verde oscuro.
—¿Os puedo ayudar en algo? —les preguntó.
—Venimos por el desafío de la Zona Safari —explicó Ryku. Él y Dylan levantaron los brazos y enseñaron las pulseras naranjas colgando en sus muñecas.
—Oh, hacía tiempo que nadie se aventuraba a realizar el desafío, y mucho menos a completarlo —declaró el guarda sorprendido—. Mis más sinceras felicitaciones. Pero ¿solo sois vosotros dos? ¿Y vuestra compañera?
Cetile sacó de su bolsillo la pulsera.
—Yo no participo activamente, pero estoy en la prueba igual que mis amigos. No me importa si no me llevo la recompensa.
—Bueno, mientras poseas la pulsera, tienes el derecho al premio —dijo el guarda—. Adelante, pasad. Os ha debido costar llegar hasta aquí.
Ryku, Dylan y Cetile entraron en la casa. Tenía todo lo necesario para que viviera una persona: un baño, una habitación con una cama, una cocina y un comedor. Casi podía pasar por una casa rural. El guarda pidió que tomaran asiento en unos sillones cerca de la chimenea mientras él iba a por aperitivos y la recompensa del desafío. En menos de un minuto, les había dejado en una mesa de patas cortas un plato de galletas y unos zumos y había recogido el premio. Se sentó en el último sillón libre y enseñó un disco idéntico al de una Máquina Técnica, pero con una superficie azulada.
—Esto es una Máquina Oculta. Supongo que no debo explicar lo qué es, ¿no?
—Un disco que contiene un movimiento poco común, que no se vende en ninguna parte y es intransferible —definió Dylan.
—Correcto. Antes de entregar una a cada uno, ¿me podríais revelar el tipo de Enlace que tenéis?
—Yo uso uno de tipo fuego —respondió Ryku.
—Yo uno de agua —añadió Dylan.
—Y yo uno de planta —sentenció Cetile.
El hombre movió la cabeza, decepcionado.
—Me temo que esta Máquina Oculta solo le servirá uno de vosotros. Siendo más específicos, al del Enlace de tipo agua.
—¿Por qué?
—Este disco contiene el movimiento Surf, un ataque de agua de gran potencia que lanza extraordinarias olas contra el enemigo. Dicho movimiento solo lo pueden aprender la mayoría de Pokémon acuáticos y algunas excepciones. Dudo mucho que un tipo fuego y un tipo planta como lo son vuestros Enlaces puedan aprenderlo.
—Entonces, ¿qué premio recibe aquel que no puede utilizar la Máquina Oculta? —preguntó Cetile—. No me digas que no hay recompensa para alguien que ha completado el desafío.
—En absoluto. Aunque, a mí ver, la otra compensación por finalizar el desafío con éxito es más como un premio de consolación.
—¿Qué se supone que es?
—Un pago de veinte mil Monedas de Combate.
Ryku estuvo a punto de expulsar el líquido de la bebida y regar a sus amigos.
—¿Veinte mil Monedas de Combate un premio de consolación? Entiendo que la Máquina Oculta sea mucho mejor que el dinero para entrenadores, pero hablamos de veinte mil monedas. Esa cantidad de dinero no se gana porque sí. Es como un segundo premio que otra cosa.
—Si lo ves así, perfecto. Os daré unas tarjetas con esa cantidad y las podréis canjear en la recepción cuando abandonéis la Zona Safari.
El grupo se quedó un tiempo a recuperar las fuerzas en la casa oculta. Antes de volver, a Cetile le apareció conmemorar el éxito del desafío haciéndose una foto en la casa. El guarda se aseguró de que no hubiera nada que pudiera servir de pista para localizarla y tomó personalmente la fotografía. Los tres jóvenes sonrieron a la cámara frente a la chimenea levantando sus respectivos premios. Una vez hecha, se despidieron del guarda y regresaron al principio de la Zona Safari procurando que el camino oculto en el bosque continuara siendo así.
Volviendo por las zonas que habían visitado, Cetile tuvo la oportunidad de hacer nuevas fotos a otros Pokémon exóticos como una manada de Tauros, un banco de Goldeen en un lago con pequeñas islas de arena llenas de Slowpoke y a un puñado de Venomoth volando. Al llegar al edificio principal de la Zona Safari, Cetile ya había ocupado toda la memoria de una de las tarjetas. Ryku y Dylan se preguntaron cuántas fotografías estaría dispuesta a hacer su amiga y, en especial, cuántas tarjetas de memoria había traído consigo.
Antes de abandonar la Zona Safari, Ryku y Cetile canjearon el dinero de la tarjeta que les dio el guarda en la recepción y la mujer les felicitó por haber completado el desafío mientras ingresaba el dinero en sus carteras virtuales.
El grupo realizó una parada en el albergue para descansar de la aventura vivida y comer. Aún quedaba bastante día por delante, y todavía quedaba el Gimnasio de la ciudad para que Ryku se apoderara de la medalla.
Chapter 19: Combate Ponzoñoso
Chapter Text
El líder del Gimnasio de ciudad Fucsia era el próximo objetivo del día. Como estaba en la misma calle que el albergue, Ryku se tomó el privilegio de descansar bien antes de afrontar el desafío. Algo que tanto Dylan como Cetile agradecieron.
Las casas de la calle discernían mucho las unas de las otras. Había casas de playa, rurales como las del norte de la ciudad, un centro Técnico y un centro Pokémon. Lo curioso fue que solo tuviera edificios a un lado mientras que en el otro había un muro de piedra marrón y un edificio como el que separaba el camino de bicis de las rutas.
Ryku, Dylan y Cetile se plantaron frente a lo que debía ser el Gimnasio de ciudad Fucsia. A diferencia de los otros en los que había estado Ryku, aquel no poseía nada que lo destacara como un edificio donde se efectuaban combates Pokémon ni daba pistas sobre el tipo de Enlace que empleaba el líder del Gimnasio. Era más una mansión de estilo japonés antiguo donde la primera impresión del propietario del lugar era el de una persona rica que le gustaba lo rústico. La mansión estaba rodeada por un muro de piedra blanca y una cresta de tejas azul verdoso que, a su vez, imitaba el uso exclusivo de esos dos colores en todo el edificio. Por encima del muro se asomaban los árboles de un jardín. Ryku y Cetile se quedaron admirando la arquitectura del Gimnasio un rato antes de reunirse con Dylan el cual ya esperaba delante de la entrada. Cuando el grupo volvió a juntarse, Dylan llamó a la puerta de madera varias veces.
—¿Está cerrado? —preguntó Ryku. Llegar por primera vez y encontrar el Gimnasio indispuesto parecía una costumbre de mal gusto.
—Está abierto —contestó Dylan—. Este Gimnasio también es una vivienda, por lo que hay que llamar al señor de la mansión si queremos acceder.
—Un Gimnasio que se usa como casa. No creí que fuera posible —dijo Cetile.
—¿Has visto más Gimnasios además del de tu prima? —preguntó Dylan.
—¿He de recordarte que no salí nunca de ciudad Azulona hasta ayer?
—Bueno, Erika podía haberte hablado de los Gimnasios de los otros líderes.
—No fue el caso.
Dylan llamó de nuevo tras casi un minuto sin recibir respuesta.
—¿Seguro que está abierto?
—Sin duda. La mansión es grande y es posible que tarden un poco en venir, ya lo verás. —Se mantuvieron en silencio y al cabo de un tiempo, se escucharon pisadas acercándose—. ¿Veis? Viene alguien.
La puerta se abrió y una chica de cabello y ojos morados recogido en una ancha coleta de puntas con una diadema amarilla los atendió al otro lado. Vestía como una ninja con un traje negro y otro ocre debajo y una bufanda bastante larga que caía por su espalda como una capa.
—¿Dylan? —dijo la joven—. ¿A qué has venido? ¿Al final sí has perdido la medalla del Gimnasio y debes retar a mi padre una vez más?
—Yo también me alegro de verte, Sachiko —saludó Dylan—. Y no, no vengo a obtener otra medalla. Vengo a ver un combate de Gimnasio.
—Ah, ¿sí? —Sachiko miró fríamente a Ryku y Cetile—. ¿Quién de ellos será el rival de mi padre? La chica no tiene pinta de ser muy buena luchadora.
—Para que lo sepas, lo soy —espetó Cetile.
—Ya, bueno. ¿Eres quien retará a mi padre o no?
—Seré yo quien se enfrente a tu padre —respondió Ryku para que Sachiko dejara en paz a Cetile.
La joven de pelo morado miró de soslayo a Ryku.
—Sí. Tú das la sensación de haber combatido más que tu amiga. Bien, como vigilante del Gimnasio, he de asegurarme que no llamaré a mi padre por nada.
—¿Cuántas? —preguntó Ryku. Sabía que Sachiko hablaba de medallas en su poder. La joven ninja sonrió un poco.
—Tres medallas. Si no las tienes, vuelve cuando las hayas obtenido.
Ryku sacó del bolsillo el estuche y lo abrió delante de Sachiko. La joven contempló las cuatro medallas de Gimnasio que había en el interior. Asintió y Ryku guardó el estuche de nuevo en el bolsillo.
—Muy bien. Avisaré a mi padre de que tiene un nuevo contrincante. Adelante.
Sachiko se hizo a un lado y dejó pasar al grupo. Ryku miró alrededor y prestó especial atención al jardín. Tenía pequeños arbustos, algún que otro árbol casi pegado a las paredes exteriores de la mansión y un estanque. Sachiko abrió la puerta y exigió que los tres jóvenes fueran descalzos mientras pisaran el suelo de la mansión. En ese momento, Ryku reparó en que Sachiko no llevaba calzado alguno más allá de unos calcetines gruesos. Después, la joven ninja llevó al grupo hasta un salón con una mesa que apenas superaba la altura de las rodillas, cuatro cojines a modo de sillas y unos cuadros como decoración. Sachiko les pidió que se acomodaran mientras iba a avisar a su padre de la llegada de un nuevo adversario y otros invitados. Ryku, Dylan y Cetile se sentaron sobre los cojines a esperar.
—Qué bonito es esto —comentó Cetile para romper el silencio. No había parado de mirar unos cuadros florales que había en el salón—. Muy tradicional todo. Me gusta.
—No es de extrañar sabiendo lo que es la familia de Sachiko —dijo Dylan sin darle mucha importancia.
—¿A qué te refieres?
—¿No os habéis fijado en cómo va vestida Sachiko? ¿Pensáis que es normal ir así?
Ryku y Cetile intercambiaron una mirada.
—Mientras no esté en la calle, supongo que no es raro —opinó Ryku.
—Hoy nos ha abierto desde dentro, pero cuando yo estuve aquí, vigilaba tan tranquila desde fuera con la misma ropa —explicó Dylan.
—¿Vas a ir al grano o vas a seguir mareando el Pidgey? —reclamó Cetile.
—No te gusta averiguarlo por tu cuenta, ¿eh? —dijo Dylan entre risillas—. Vale, allá va. Por muy irreal que suene, Sachiko y su familia son ninjas.
—¿Ninjas? —repitió Ryku—. ¿En serio?
—Tan en serio como que mi Enlace es de tipo agua. Yo también reaccioné igual, pero después de enfrentarme a Koga, el líder de este Gimnasio, no resulta tan loco.
—¿Todavía existen los ninjas? Deberían ser cosa del pasado hoy día —consideró Cetile.
—Quién sabe. Quizá los ninjas de la actualidad no se parezcan tanto a los antiguos. Dudo que un líder de Gimnasio se dedique al espionaje o al asesinato. No sería uno si lo supieran.
—Debe haber un motivo. Puede que el estilo de lucha de los ninjas sea útil para el combate con ciertos Enlaces. Como las artes marciales para el tipo lucha —sospechó Ryku.
—Es lo más viable y lo que más sentido tiene —corroboró Dylan—. A fin de cuentas, Koga es entrenador de Enlace y Sachiko también, aunque ella no lleve puesta siempre el brazalete.
—Con todo esto, no logro desentrañar el tipo de Enlace que se emplea en este Gimnasio —dijo Ryku algo preocupado—. Hasta ahora, con solo ver el aspecto de edificio es suficiente. Pero esta mansión no me dice nada. Tampoco saber que el líder es un ninja me ayuda. Cualquier Pokémon se puede beneficiar de alguna forma de las técnicas que utilicen esa gente.
—¿Quieres que te lo revele yo? —preguntó Dylan—. A menos que sigas prefiriendo adivinarlo por ti mismo.
—Quiero mentalizarme mientras tenga tiempo. Por favor, dímelo.
—Tipo veneno.
Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Ryku. Desde la vez que se envenenó en el bosque Verde, el tipo veneno se había convertido en el segundo tipo que menos le gustaba y, como ya reveló en su momento, lo temía. Le asustaba ser envenenado y provocar una destrucción sin control alguno con su Enlace. Aunque un combate de Gimnasio estaba muy controlado para afrontar cualquier problema, no quitaba el temor a que causara un incendio.
Cetile miró a Ryku, extrañada. Cambió de objetivo y con un movimiento de cabeza le trasmitió a Dylan el mensaje que no requería ser mencionado.
—Mejor que no lo sepas —le contestó. A Cetile no le gustó aquella respuesta—. Después del combate te lo cuento, ¿vale? No pongamos más nervioso a Ryku.
Cetile se tuvo que conformar con esa promesa.
—Vale. —Ryku se tranquilizó y enfocó en el enfrentamiento que le aguardaba—. ¿Qué Pokémon de veneno tiene Koga?
—No te lo puedo decir —respondió Dylan. Ryku se desanimó—. Koga dispone de tres brazaletes Enlaces y da su rival de elegir el que usará para el combate. Yo me enfrenté a un Venomoth, pero a ti te podría tocar otro. La única certeza es que todos son de tipo veneno.
—Tres Enlaces… Koga debe ser un amante de los Pokémon si ha alcanzado tal hazaña —pensó Cetile.
Dylan negó con la cabeza.
—Koga es de esos entrenadores que tuvieron que adaptarse a nuevo estilo de combates Pokémon con la tecnología Enlace. Estoy convencido de que sus Enlaces son de sus Pokémon cuando los duelos se disputaban con más de un Pokémon.
Ryku buscó en la Pokédex todos los Pokémon que fueran de tipo veneno. La búsqueda le proporcionó una gran cantidad de resultados, más de lo que esperaba. Descartó de inmediato los Pokémon de tipo planta, ya que era imposible que tuviera la gran ventaja de tipo en dos Gimnasios seguidos. También eliminó a los que pertenecían al tipo fantasma que, a pesar de ser factibles, no terminaban de encajar en el Gimnasio. El resto eran viables y posibles enemigos. Venomoth estaba marcado por la información de Dylan y todavía quedaban muchas opciones para los dos que le faltaban. Tantos que Ryku abandonó la búsqueda y confió en repetir la suerte de Dylan y luchar contra un Venomoth.
La puerta corredera se abrió y Sachiko les hizo una señal para que la siguieran. Los tres jóvenes se levantaron y acompañaron a Sachiko por los pasillos de la mansión hasta salir a un jardín interior. En él había la única construcción moderna de toda la mansión, apartada de las partes más tradicionales para que no destacase demasiado del resto de la casa. Conservaba un exterior idéntico a las paredes de la mansión, que ayudaba a pasar desapercibido con facilidad. Lo único que llamaba la atención era el tejado morado con el símbolo de una Pokéball en el frontón y unas puertas de hierro. No había ventanas en ninguna de las paredes.
—Aquí se dividen vuestros caminos —dijo Sachiko—. Tú esperarás aquí y Dylan y la chica irán a ver el combate a otro lugar. ¿Entendido? —Los tres asintieron—. Bien, ¿estás listo para enfrentarte al líder del Gimnasio? —preguntó a Ryku.
—Lo estoy.
Sachiko golpeó la puerta de hierro y se llevó a Dylan y Cetile de vuelta a la mansión. Ryku le dio a Dylan el estuche de las medallas ante de quedarse solo delante de la puerta. Esperó por un eterno minuto hasta que se abrió. No le recibió nadie. Cuando sus ojos se adaptaron a la luz del interior del edificio, Ryku vio a un hombre sentado de rodillas al fondo. Entró suponiendo que era lo que debía hacer y nada más sus pies pisaron el suelo del edificio, la puerta se cerró.
Ryku se quedó en el sitio sin la menor intención de continuar. Koga debía ser aquel hombre sentado de rodillas al otro extremo de la sala y tampoco se había movido. Ryku miró a su alrededor. La sala era bastante grande para los combates Pokémon. La baja altura del techo era un inconveniente para volar. Tanto el suelo como las paredes y los pilares de soporte eran de madera.
Koga era un hombre de entre cuarenta y cincuenta años, según intuyó Ryku. Quizá superaba los cincuenta. Tenía el pelo azul apagado y puntiagudo como Sachiko. Incluso vestía igual que ella, con una camisa y pantalón negros de bordes morados en las mangas y grises en la abertura del pecho y una bufanda roja tan larga como una capa.
Ryku no se había percatado hasta ahora, pero delante de Koga había cuatro brazaletes Enlace dorados. Probablemente tres de ellos eran los Enlaces que usaba él y el cuarto era para el contrincante. Koga abrió los ojos y miró fijamente a Ryku.
—Bienvenido a mi Gimnasio —le dijo—. Por favor, acércate.
Ryku caminó decidido. Cuando estuvo delante de Koga, se sentó en la misma posición que él. No halló una forma cómoda de permanecer en esa postura, pero aguantaría el dolor en sus piernas que se estaba creando por respeto.
—¿Cómo te llamas? Sachiko no me lo ha mencionado.
—Ryku. Usted es Koga, ¿no?
—Correcto. Soy Koga, uno de los ocho líderes de Gimnasio de Kanto. Los entrenadores a los que me he enfrentado en el pasado dicen que conmigo empieza la verdadera escalada para llegar a desafiar al Alto Mando.
—¿De verdad lo cree?
Koga sonrió.
—No. Soy tan fuerte como cualquiera de los otros líderes. Con mis ventajas y desventajas por el tipo de Enlace que utilizo. Dime, Ryku, ¿puedo saber de antemano a qué tipo de Enlace lucharé hoy?
Ryku se lo pensó. Existía la posibilidad de que Koga eligiera el Enlace más adecuado de los tres que tenía contra él y obtener algún tipo de ventaja. Al final, decidió confiar en que no actuaría así y respondió a la pregunta.
—Tipo fuego.
—Comprendo. Será un combate equilibrado, sin ninguna ventaja ni resistencia por parte de ambos. Mi tipo de Enlace es el veneno.
—Lo sé, mi amigo Dylan me avisó antes.
—Ah, Dylan —recordó Koga—. Enlace de tipo agua. Muy defensivo, pero con poderosos ataques de agua. Sí, tuve un buen combate contra él. Pero hoy es tu turno. ¿Te contó algo más?
Ryku asintió.
—Estos tres brazaletes Enlace contienen un Enlace de tipo veneno que será el que uses en el combate de Gimnasio. Uno de ellos pertenece a un Venomoth, pero el resto no lo sé.
—Bien. Me alegra que la información que sale de aquí es limitada. Verás, me gusta imponer un reto distinto a cada entrenador que me desafía, así consigo que nadie prepare una estrategia antes del combate. Por eso utilizo tres Enlaces de los tres Pokémon más fuertes que llegué a entrenar en el pasado.
—¿Va a elegir uno en función del tipo de Enlace que le diga el contrincante? —Ryku no pudo ocultar su desconfianza.
—No. Tú lo harás. Tú determinarás el Enlace Pokémon que quieres que use. De ese modo serás tú mismo quien se imponga el reto del combate de Gimnasio contra mí. Puede que tengas suerte y puede que no. Adelante, escoge.
Ryku abrió los ojos, impactado por la reacción de Koga. Realmente no esperaba que el líder del Gimnasio fuera a permitirle elegir el Pokémon del Enlace con el que lucharía. Se puso más los nervios al seleccionar un Pokémon que, aunque fuera de tipo veneno, el tipo secundario pudiera resistir al suyo. Fue una decisión que Ryku tardó bastante en tomar. Al final, señaló con el dedo el brazalete dorado de la izquierda. Koga asintió, le entregó el brazalete que necesitaría para el combate y recogió el resto.
Mientras Ryku transfería su Enlace al dorado, Koga guardó los que no usaría y se puso el que habían escogido para él. Luego Ryku preguntó dónde podía dejar su brazalete original y el hombre se lo cogió y lo dejó con el resto de los brazaletes. Luego pulsó el botón de un mando que hizo salir de la pared de la izquierda de Ryku la ya clásica pantalla donde se registraban los Enlaces y enseñaban el progreso del combate con las barras de vida. Cuando la imagen esperaba a que se activaran los Enlaces de los brazaletes dorados, Koga apartó el mando y pidió a Ryku que se colocara en el otro extremo del campo de batalla. Ryku obedeció y se dio la vuelta una vez llegó a su posición.
—Cuando tú quieras empezar.
Ryku realizó un último momento para concentrarse y, al verse preparado, activó su Enlace y se transformó en Charizard. Koga esperó a que la conversión del joven terminara antes de iniciar la suya. En cuanto comprobó que Ryku no le quitaba los ojos de encima, activó el suyo. Ryku contempló como Koga se envolvía en el aura blanca y poco a poco aparentaba una forma menos humana. El espectáculo le produjo náuseas por cómo se observaba la transformación de Koga porque el cuerpo del hombre se derritió y expandió como si se fundiera algo sólido. Cuando acabó, surgió el cuerpo morado y líquido de un Muk. Ryku se decepcionó por no haber conseguido un enfrentamiento con el Venomoth al ser fácil de ganar por la debilidad del tipo bicho al fuego. Confió en no haber elegido el Enlace más difícil.
La pantalla registró los Enlaces, cargó las barras de vida de ambos Pokémon e inició la cuenta regresiva. Cuando sonó el pitido más largo, el combate comenzó.
Ryku atacó primero abalanzándose sobre Koga con su movimiento Ataque ala. Aunque el Muk fuera un monstruo líquido, era lo bastante espeso como para que los golpes físicos le hicieran daño. Koga se defendió abriendo la boca en el preciso momento en el que Ryku golpeó con una de sus alas brillando en un aura blanca. Mitigó el daño y Ryku recibió un horrendo hedor que lo hizo retroceder casi sin terminar el ataque. Al regresar a una posición segura, el joven miró por instinto su barra de vida aterrado de encontrarse con lo que más temía de combate. Por suerte, el hedor no había tenido ningún efecto secundario y el mordisco que había empleado Koga como defensa solo le había reducido la vida en un cinco por ciento, mientras que su Ataque ala le había hecho perder más al Muk.
Ahora era el turno de Koga de contraatacar con algún movimiento venenoso. Tenía la oportunidad perfecta para acertar uno de sus movimientos, pues Ryku seguía distraído aguantan do el hedor del ala. Pero actuó a la defensiva y empezó a expulsar vapor de su propio cuerpo. El sonido del humo saliendo de la piel del Muk alertó a Ryku y se tapó la nariz por si resultaba ser tóxico. Sus sospechas fallaron cuando el tufo se solidificó y produjo una especie de líquido amarillento que cayó suavemente por todo el cuerpo del Muk. Pronto Koga estuvo cubierto por completo y parecía una estatua de oro. De repente, el líquido se mezcló con la propia esencia líquida del Pokémon venenoso y terminó dándole un toque brillante a su masa. Ryku no tenía idea de lo que había hecho su rival, pero estaba claro que debía ir con cuidado la próxima vez que optara por un ataque físico.
Koga ya se preparaba para su próxima ofensiva cuando Ryku respondió a tiempo y evitó que el Muk atacara con un lanzallamas directo a la masa morada. Las llamas viajaron a gran velocidad y cubrieron al Muk en su totalidad. Ryku continuó expulsando el torrente de fuego hasta que casi no pudo aguantar más la respiración. No pudo comprobar el efecto de su devastador lanzallamas en un entorno de madera con la humareda que se había levantado y bloqueó la visión de su alrededor. Por suerte, había un método para comprobarlo mientras se disipaba el humo.
La pantalla se cubrió de humo negro, pero al haber menos densidad que en el lugar donde estaba Koga, se clarificó más deprisa. Ryku miró la barra de vida de Koga y recibió la sorpresa más inesperada que le podía pasar por la cabeza. Koga había resistido las abrasadoras llamas con tal dureza que su barra de vida no había descendido más del porcentaje perdido por la anterior agresión.
¿Qué había ocurrido? Ryku no le veía ninguna lógica en que el Muk hubiera soportado tan bien su lanzallamas. Era imposible que no hubiera sufrido daños. Al disiparse el humo, Ryku se quedó estupefacto al no ver a simple vista el pastoso cuerpo del Muk. Aquello empeoró el sentido a la situación actual. Pero al mirar con mayor atención al sitio donde se suponía que estaba Koga, Ryku se percató de una mancha morada que se agitaba como si tuviera vida propia. ¿Eso era Koga? La mácula empezó a aumentar en tamaño y, al cabo de unos segundos, el Muk regresó a su estado natural.
Koga no tardó en encadenar su recuperada forma con un nuevo ataque. Esta vez, Ryku se había distraído intentando averiguar qué movimiento había empleado para encogerse a tan diminuto tamaño y permitió que el Muk inflara la boca como un globo. El Charizard se dio cuenta de que Koga estaba a punto de atacar y solo pudo defenderse. Llegado el punto máximo que la boca del Muk era capaz de mantener sin estallar, la abrió y expulsó una gran cantidad de gas de un muy reconocible aspecto venenoso. La sala se llenó del gas y Ryku, aterrorizado al saber lo que le provocaría, actuó por instinto y aguantó la respiración esperando a que se disipara cuanto antes.
Diez segundos. Veinte. Treinta. El gas empezó a desvanecerse. Cuarenta. Los pulmones de Ryku empezaban a quejarse y a pedir oxígeno, pero él continuó conteniendo el aire. Un minuto. Ryku no pudo más, expulsó todo el aire acumulado y se tapó la nariz con las manos creyendo que así filtraría el veneno en el aire al volver a respirar. El poco oxígeno que recuperó después de la exhalación le sirvió para usar las alas, batirlas y hacer que el viento apartara el gas de su cuerpo. Funcionó. El poco aire venenoso que quedaba terminó por esfumarse y la sala regresó a un estado normal.
Ryku echó un rápido vistazo a la pantalla y miró su barra de vida. Aquella necesitada respiración podía haber sido la clave que lo llevara al envenenamiento. Se sentía mareado, aunque desconocía si era por la falta de oxígeno o se trataba de un síntoma de haberse emponzoñado. La suerte le sonrió cuando no vio el icono violeta del estado alterado por veneno.
Koga inició su siguiente ataque y tardó muy poco en tenerlo listo para usarlo. Ryku no perdió de vista al Muk y también se dispuso a esquivar lo que fuera que iba a lanzarle. Sin embargo, todavía se recuperaba del lapso en el que no había respirado con normalidad y aquello había reducido su capacidad de evasión. No le quedó más remedio que protegerse. Koga ignoró las defensas del Charizard y disparó varios escupitajos de un morado brillante que dieron de lleno en Ryku. El joven se contrajo por el impacto de los proyectiles y se asqueó por el horripilante aroma que desprendían. Tuvo la sensación de que su cuerpo se derretía en las zonas en las que habían acertado los escupitajos. Por suerte, solo permanecía en una sensación, pero el aroma y el dolor no lo eran. Ryku cayó de rodillas como si hubiera sido derrotado con el único ataque real de Koga, aunque la realidad era distinta, pues en su barra de vida solo había desaparecido un treinta por ciento y todavía mantenía el color verde.
Ryku intentó reincorporarse y actuar de alguna forma, incluso si sus ataques fallaban otra vez. Solo quería evitar que Koga encadenara sus movimientos. Por desgracia, cuando alzó la cabeza le dio en el rostro una nueva salva de escupitajos y, esta vez, no logró protegerse. Ahora el combate se inclinaba a la victoria de Koga sobre él con una diferencia en las barras de vida del sesenta por ciento. Si el próximo ataque del Muk alcanzaba el nivel crítico de daño, la pelea terminaría. De lo contrario, aún tendría una oportunidad. Ryku se limpió los residuos que bloqueaban la vista. No iba a tolerar que eso pasara.
Cuando se levantó, de repente Ryku empezó a marearse y a ver borroso su alrededor. Esa sensación despertó un viejo recuerdo en Ryku: el ataque de los Beedrill en el bosque Verde. El picotazo venenoso. Lo que Ryku había estado procurando no sufrir en el combate había sucedido al fin. La pantalla mostró el icono morado con las letras «ENV» bajo la foto del Charizard. Ryku debía conservar la calma, impedir que los delirios causados por el veneno acabaran trayendo al caótico Charizard que le narró Dylan. Debía concentrarse o por culpa de eso ya podía dar el combate por perdido. Sin embargo, el veneno actuaba lento y sus efectos se podían resistir. Era inevitable que en cualquier momento la mente de Ryku se ofuscara y surgiera la destrucción. Ese momento no se hizo esperar cuando la barra de vida de Ryku descendió a causa del veneno.
Koga se dio cuenta del estado de Ryku y del delirio que le había invadido nada más observar la posición en la que se había quedado Ryku. Lo que no sabía era cómo reaccionaría en ese estado. Pero estaba a punto de descubrirlo.
El Charizard rugió con una tremenda fuerza que hizo temblar la líquida piel del Muk y lanzó un torrente de llamas hacia Koga igual al primero que disparó. Koga reaccionó de la misma manera y redujo su cuerpo hasta niveles muy pequeños para soportar el calor del fuego. No obstante, cuando las llamas lo envolvieron, sintió que algo iba mal. El calor era más intenso, más ardiente que el anterior lanzallamas. Aguantó el calor gracias a su diminuto tamaño, pero este lo penetró con mayor facilidad y sintió cómo su barra de vida descendía un poco. Para impedir que el Charizard expulsara más llamas, aumentó su cuerpo de golpe y soltó una nube de gas venenoso. Dicha nube consiguió su cometido y el Charizard cerró la boca, pero no detuvo su ataque.
Koga no estaba seguro de salir victorioso del combate. El joven ya no era quien luchaba, sino un Charizard cegado por la ira producido por las alucinaciones del veneno. Había cambiado habilidad por fuerza. Mucha fuerza. El campo de batalla resultó idóneo para que el Pokémon de fuego sacara el máximo partido a tal poder, y Koga no poseía ningún set de movimientos útil para tolerar los próximos ataques potenciados más allá de aumentar sus defensas con la armadura ácida que se había echado al principio de la lucha. Y algo le decía que las llamas superarían la resistencia de la armadura. Su única opción era disparar más escupitajos, más residuos, o aguantar hasta que el veneno desactivara el Enlace del Charizard. Empleó ambas elecciones por igual.
El Charizard no tuvo problemas en eliminar los escupitajos de Koga carbonizándolos con llamas y acertando a Koga de paso. Entonces, Ryku recuperó el control de sus actos y se topó con el Muk sufriendo más de lo que había conseguido hasta ahora. Echó un rápido vistazo a la pantalla y comprobó que su vida había descendido un poco desde la última vez que miró. Cuando su barra de vida volvía descender por el veneno, los delirios regresaron y el joven aguantó todo lo que pudo por no volver a caer en la locura. Sabía que era una causa perdida luchar contra el veneno; así que, por lo menos, haría que su lado frenético se centrara en Koga y no en incendiar el campo de batalla. Reanudó su lanzallamas y se fue acercando al Muk. Tras avanzar unos tres metros, los delirios volvieron a tomar el control de su mente.
Koga estaba contra las cuerdas. Su movilidad era muy reducida y el Charizard no hacía más que escupir torrentes de llamas. Su armadura ácida no cumplía su función, el gas venenoso no sirvió para ocultarse y sus escupitajos ya eran predecibles. Solo le quedó encogerse, reducirse lo máximo posible, esconderse y esperar a que el veneno acabara el combate por él.
Pero no fue así.
El Charizard se había acercado lo suficiente a Koga como para asestarle algún puñetazo, coletazo o aletazo. Pero, en vez de eso, agarró con ambos brazos el cuerpo del Muk y, para que no le contraatacara, uno de los brazos se clavó bajo la mandíbula superior. Luego, con un rugido, el Charizard levantó el poco peso del cuerpo del Muk por encima del suyo y luego lo tiró como si de una piedra se tratara. La caída no fue muy dañina, pues el Muk esparció todo su cuerpo por el campo de batalla y mitigar el daño recibido. Había perdido algo de vida, sí, pero muy poca al haber expandido su cuerpo. Cuando regresó a su forma habitual, sintió en su espalda el inconfundible golpe de un puñetazo que lo desplazó unos cuantos metros por el suelo. Aunque el daño estaba hecho, Koga se las apañó para fingir haber sido derrotado soltando partes de su cuerpo líquido por el campo de batalla y encogiéndose a medida que se movía por el puñetazo del Charizard. Antes de tocar el suelo, a simple vista su cuerpo había desaparecido en la madera del suelo.
El Charizard no se satisfizo con el último ataque y buscó al Muk allá donde estuviera. Frustrado de no dar con él, escupió llamas en todas direcciones. En un momento de cansancio, Ryku volvió en sí y se topó con el panorama que menos deseaba contemplar: fuego por todo el campo de batalla. Pero se extinguía muy rápido al no tener nada que quemar. Entre las llamas, Ryku se percató de una pequeña que seguía ardiendo a pesar de todo. Ahí había algo que no apagaba el fuego, algo capaz de mantenerlo encendido. Se acercó y descubrió que se trataba del Muk, el cual había contraído su cuerpo hasta un muy diminuto tamaño. Ryku vio la oportunidad de atacar, pero no con llamas, sino con algo más sencillo: un pisotón. Levantó la pata y se dejó llevar por el delirio del veneno. Un extra de fuerza en el pisotón fue clave en el golpe de gracia contra el Muk.
Un brillo surgió pocos segundos después de la pisada bajo la pata del Charizard y explotó en un intenso destello que lanzó de espaldas al Pokémon de fuego y cayó sobre sus alas en un muy doloroso el impacto. Tanto, que el Charizard también brilló y explotó en otro haz de luz. Ryku regresó a su forma humana, cansado por los efectos del veneno. Por fin había recuperado el control de su mente y los delirios habían desaparecido. Incluso la molesta sensación de conservar las alas del Charizard en forma humana había vuelto. Ryku ya se preguntaba cuándo volvería a sentirlo. Era la prueba más irrefutable de que era él mismo.
Koga se levantó y estiró las arrugas de su traje y un poco de polvo que se le había adherido. Miró la pantalla del Gimnasio y esta indicaba a Ryku como vencedor del combate. Serio, asintió y aceptó su derrota y lo que debía hacer a continuación. Vio al joven aún tirado en el suelo y se aproximó a tenderle la mano. Ryku agradeció la ayuda y se irguió procurando no demostrar la incómoda sensación de las alas que tenía en esos momentos.
—Has luchado bien, aunque no precisamente por cuenta propia —dijo Koga mientras iba a por el mando y escondía la pantalla.
—Lo lamento —se disculpó Ryku—. Hace poco descubrí que el veneno despierta en mí una locura incontrolable. Rara vez recupero un instante el control para volver a caer. Confiaba en que no acabara de esa forma durante el combate.
—Una esperanza muy efímera cuando mi tipo de Gimnasio gira por completo en envenenar al rival —señaló Koga—. Aun así, en ningún momento rompiste las reglas de un combate de Gimnasio, por lo que, como ha señalado la pantalla, me has vencido y debo recompensarte con la medalla de mi Gimnasio.
—Si usted lo ve así, no protestaré. Gracias. —Ryku echó una mirada al campo de batalla y contempló las líneas negras que había por todo este—. Pido perdón por haber causado tantos destrozos. Es posible que tenga que cambiar la madera.
—No hubiera hecho que mi campo de batalla fuera de madera si no pudiera resistir hasta el ataque más poderoso existente —comentó Koga con una sonrisa. La primera vez que Ryku le veía adquirir una cara más alegre—. Eso sí, habrá que hacer limpieza a fondo y comprobar que la capa de cristal no se ha agrietado.
Ryku levantó una ceja.
—¿Capa de cristal? —repitió confuso.
—La madera cuenta con una protección de cristal que imita aquello sobre el cual está puesto a la perfección. Así aumenta mucho la dureza de la madera e impide que los elementos la destrocen. Como ya he dicho, hasta el ataque más poderoso no le haría nada. Si te fijas muy bien, puedes ver la madera desprender brillos y reflejos según la incidencia de la luz.
A Ryku le entró la curiosidad y pegó la cabeza en el suelo para observar aquella capa. Le costó bastante detectar algunos brillos. Ryku no podía hacer más que asombrarse por estar pisando madera recubierta de cristal. Le encantaba sobre todo porque significaba que sus llamas no podrían incendiar el campo de batalla por mucho que lo intentara. Aunque podría haberlo sabido antes y no se hubiera preocupado por ello. Mientras tanto, Koga se quitó el brazalete dorado y lo dejó junto al resto. Cogió el brazalete original de Ryku y la medalla del Gimnasio e hizo el intercambio de brazaletes con el joven. Justo después, Koga extendió el brazo y puso frente al Ryku la medalla que había recogido.
—Yo, Koga, líder del Gimnasio de ciudad Fucsia, te hago entrega de la medalla Alma, así como una recompensa en Monedas de Combate por tu victoria.
Ryku observó unos segundos la medalla Alma y su forma de corazón rosa. LE extrañó que no tuviera una temática relacionada con el tipo de su Enlace como el resto. ¿Cómo se podía relacionar la medalla Alma con un Gimnasio de tipo veneno? Sin duda era una interesante incógnita. Tomó la medalla y unos segundos después, sonó el pitido de la cartera conforme había recibido una transferencia de Monedas de Combate.
—Buena suerte en lo que te quede de viaje —dijo Koga—. Aún te faltan medallas por conseguir, así que no te relajes. La cuesta hacia el Alto Mando se complica a partir de aquí.
—Lo tendré en cuenta. Gracias.
Ryku salió del edificio y entró en la residencia por la única puerta que sabía dónde llevaba. De ahí no se movió por miedo a perderse y esperó a que alguien viniera por él. Apenas cinco minutos después, Ryku escuchó la voz de Cetile preguntar por él en el jardín interior. Abrió la puerta y les avisó dónde estaba.
—Otra vez el veneno, ¿eh? —dijo Dylan como si hubiera estado reservando esa oración por mucho tiempo.
—Intenté evitarlo, pero fue imposible —respondió Ryku entre risas y un tanto avergonzado—. Pero he de admitir que me ayudó mucho la locura.
—No lo conviertas en una costumbre.
—No es mi intención para nada.
—Así que eso era a lo que se refería Dylan con «no envenenes a un Charizard si no quieres salir mal parado» —comentó Cetile—. Te veía muy asustado cuando te salió el icono morado del veneno.
—Es un problema que descubrí con Dylan hace un tiempo. Es la segunda vez que me ocurre —añadió Ryku—. Y sí, creo que con este combate de Gimnasio confirmo que me aterra que me envenenen.
—Bueno, ya ha pasado lo peor. Ahora, a por la próxima medalla —animó Dylan.
—A por la próxima —apoyó Ryku levantando la medalla Alma.
Dylan devolvió a Ryku su estuche y este guardó la medalla Alma junto a las otras cuatro. Ya solo le quedaban tres. Dylan llamó a Sachiko, la cual había permanecido alejada del grupo para no molestarlos, y ella los condujo de vuelta a la puerta principal de la mansión y se despidió de ellos. Pero antes, Sachiko también le deseó suerte a Ryku en su viaje de recolección de medallas. Haber ganado a su padre demostró que era fuerte y que podría conseguir las que le faltasen. Luego cerró la puerta de la mansión y el grupo volvió al albergue. Ryku necesitaba un buen descanso si pretendía partir a la mañana siguiente a por su siguiente medalla tras todo lo vivido en un día.
Lo primero que hizo Ryku nada más llegar al albergue, fue encerrarse en su habitación a descansar hasta la hora de cenar. En un punto del descanso, Ryku recordó algo que no había hecho desde hacía muchos días: contar a sus padres su progreso sobre la recolección de medallas. Había grabado el vídeo de cuando obtuvo la medalla de Surge en ciudad Carmín, pero con el incidente de la central Energía terminó por no enviarlo. Borró el antiguo video y preparó otro siendo más general para no crear una película corta que tardaría horas en enviarse. Empezó explicando muy por encima lo más importante y se saltó los asuntos de la central Energía y la Torre Pokémon. No habían sido eventos tan peligrosos como el hundimiento del S.S. Anne. Incluyó su encuentro con Eric y a Cetile. Finalizó el vídeo con todo lo vivido hoy y enseñando el estuche con las medallas de Gimnasio las cuales resultaba un tanto complicado de que la cámara holográfica lo pillara bien. Una vez revisado el vídeo, lo envió a sus padres. Después, se tumbó en la cama y se relajó.
Durante la cena, Ryku debatió con Dylan acerca de su próximo destino. Ya no había muchas opciones que elegir. Faltaban tres Gimnasios y uno de ellos aún no estaba abierto y otro era inaccesible por las restricciones de la ciudad.
—Isla Canela es nuestra única opción ahora mismo —dijo Dylan—. Ahí está el Gimnasio que no está cerrado porque le falte un líder o porque toda la ciudad esté cerrada.
—Sabía que el día de ir a la isla llegaría pronto, y aun así no sé si estoy preparado para ir allí. ¿Está muy lejos?
Dylan levantó la barbilla recordando cuánto le costó a él llegar hasta la isla.
—No hay por qué preocuparse. Isla Canela, al tener un Gimnasio que acoge a muchos entrenadores al año, posee una ruta prediseñada para llegar hasta ella sin dificultades. Hay islillas en el camino para descansar y pasar la noche si es necesario.
—Perdonad que interrumpa, pero ¿qué hay de mí? —intervino Cetile—. No pensaréis en dejarme aquí, ¿verdad?
—Es verdad, ahora tenemos una acompañante más, Dylan. ¿Cómo nos afecta eso? —inquirió Ryku.
Dylan miró a Cetile.
—¿Te mareas en alta mar? ¿Sabes nadar? ¿Crees que tienes buen equilibro?
Cetile no entendió bien, pero respondió.
—No me mareo. Sí, sé nadar. Y sí, pienso que tengo buen equilibrio. ¿Por qué lo preguntas?
—Perfecto, entonces puedo ser tu transporte por mar —dijo Dylan—. Cuando nado no suelo ir bajo el agua y siempre dejo una buena parte del caparazón por encima del agua. Si no te molesta ir sobre un Blastoise, el problema está resuelto.
—Me vale —concluyó Cetile.
—Muy bien. Mañana tienes previsto que nos pongamos en marcha, ¿no Ryku? —El joven asintió—. De acuerdo. Habrá que ir a la playa de la ciudad, donde empieza la ruta marítima.
Mientras finalizaban la cena, uno de los trabajadores encendió la televisión tras haber escuchado un rumor que creyó que interesaría a los entrenadores del comedor. Puso el canal de noticias y subió el volumen para aquel que le importara. Al principio no se decía nada que no se supiera ya. Hablaban del estado del S.S. Anne y de la central Energía después de sus respectivos accidentes, del nacimiento de una nueva especie de Pokémon a partir de un fósil y de otras historias más enfocadas a la cultura general. Casi los pocos interesados estuvieron a punto de ignorar las noticias cuando la presentadora informó de un comunicado que, al parecer, ya existía desde hacía un tiempo. Dijo:
—Recordamos a los entrenadores que quieran obtener la medalla del Gimnasio de ciudad Azafrán que ahora podrán intentarlo. Sabrina, la líder del Gimnasio, ha conseguido mermar la seguridad que actualmente impide el acceso a la ciudad. Ahora es posible entrar si se cumplen ciertos requisitos que se adecúan y aplican según las necesidades de cada uno en los controles y permanecerá así durante el próximo mes antes de volver a cerrarse.
El resto de la noticia dejó de llamar la atención y ya se conversaba entre los entrenadores sobre ir a ciudad Azafrán a por la medalla del Gimnasio. Como era lógico, Ryku también habló de ellos con sus amigos.
—¿Dejamos el plan de isla Canela para después de estar en ciudad Azafrán?
—A mí no me tienes que convencer —contestó Dylan—. Me sigue apeteciendo visitar a mis padres.
—¿Y tú, Cetile?
—No me disgusta aplazar el viaje por mar para ir a la capital de la región.
—Decidido, entonces. Ciudad Azafrán será nuestro próximo destino.
Chapter 20: Camino a Ciudad Azafrán
Chapter Text
Ryku recibió el vídeo de respuesta de sus padres en menos de doce horas. Como esperaba, su madre habló muy preocupada porque no había dado señales de vida en mucho tiempo. A partir de ahí, la preocupación pasó a felicidad por el progreso de Ryku en la obtención de medallas y lo cerca que estaba de conseguirlas todas. Incluso todo el pueblo lo animaba en las palabras de su madre. La profesora Dalia le recordó usar la Pokédex siempre. El vídeo terminó con el deseo de sus padres por volverlo a ver antes de que empezara la Liga Pokémon. Ryku asintió como si fuera una llamada. Tenía claro que iría a casa antes de combatir contra el Alto Mando.
Dylan esperaba a Ryku en el comedor. Cetile no debía ser madrugadora porque no estaba con él.
—Démosle un tiempo. Después de lo de la Zona Safari, se merece un descanso —la defendió Dylan.
—Espero que no tarde. Quiero aprovechar el día y llegar a ciudad Azafrán lo más pronto posible.
Cetile no apareció hasta casi veinte minutos después de que Ryku y Dylan hubieran terminado de desayunar. La chica se disculpó por haberse levantado tarde, pero los jóvenes no le dieron importancia. Mientras Cetile almorzaba, Ryku y Dylan planificaron la ruta a seguir hacia ciudad Azafrán.
—Tenemos dos opciones: damos marcha atrás, subimos el camino de las bicicletas y atravesamos ciudad Azulona hasta ciudad Azafrán o salimos por la salida este de ciudad Fucsia y recorremos desde la Ruta 15 hasta la 12 —explicó Dylan.
—¿Esos son los puentes costeros que conectan ciudad Carmín y pueblo Lavanda? —Dylan asintió—. ¿Qué hay del problema de los Pokémon agresivos que nos obligó a ir por el Túnel Roca?
—Se resolvió hace poco y la ruta de los puentes vuelve a estar disponible. Ahora la ruta que conecta con los puentes es libre y vuelve a ser transitable.
Ryku pensó su decisión.
—Volver por el Camino de Bicis suena como un trayecto más corto que atravesar varias rutas.
—Sí. Mínimo desde la Ruta 15 hasta la 12 nos hará pasar una noche sin un albergue cerca. No hay prisa por llegar a ciudad Azafrán, tenemos tiempo antes de que vuelvan a cerrar los accesos. Ahora bien, si prefieres ir rápido, a mí me da igual.
Ryku tenía más ganas de tomar un viaje corto a uno largo. De hecho, se le pasó por la cabeza usar el STA de ciudad Fucsia y volar hasta ciudad Azulona o Carmín, a menos que Cetile no pudiera volar a su ciudad natal. Había que preguntarle por seguridad.
—A mí me gustaría el viaje largo por las rutas de la salida este —dijo ella sin pensárselo dos veces.
—¿Por qué? ¿No puedes volar con el STA a ciudad Azulona? —preguntó Ryku.
—No es eso. Es que no abandoné la ciudad para pasar por rutas por las que ya he caminado. Confiaba que, con vosotros, podría visitar la mayor parte de la región. —Cetile removió su vaso con zumo—. Pero aceptaré la decisión que tomes. Al fin y al cabo, tú diriges el grupo.
Ryku volvió a pensar su elección con cuidado. En cierto modo, él también quería aprovechar su objetivo de recolección de medallas para hacer un poco de turismo por Kanto, tal y como había hecho en todas las ciudades en las que había estado hasta ahora.
—Oye, Dylan, ¿tú fuiste por los puentes mientras recolectabas las medallas?
—Pues sí —confirmó Dylan—. Tuve que atravesar las rutas para llegar aquí y poder usar el STA de esta ciudad. Y no, no se puede optimizar el viaje de las rutas 15 a la 12, por si te lo preguntas. Una noche a la intemperie habrá seguro.
—Entonces, iremos por el camino largo —sentenció Ryku—. Sé que no es la mejor de las opciones, pero no estaría mal conocer más las rutas de Kanto.
— Cetile te ha pegado un poco su vena exploradora, ¿verdad? —preguntó Dylan.
Dylan tenía algo de razón. Ya que había estado explorando la región mientras recolectaba las medallas, ¿por qué parar ahora? Y de paso ayudaba a Cetile a cumplir su sueño. Todo ventajas.
Cetile le agradeció mucho el gesto. Terminó de desayunar y se fue a recoger sus pertenencias. Ryku y Dylan la siguieron poco después y juntos abandonaron la ciudad.
La Ruta 15 era un camino llano con pocos elementos a su alrededor. No había suficientes árboles para considerarlos una arboleda pequeña y apenas se veían Pokémon salvajes. Un recorrido tranquilo. Y si no fuera por las constantes paradas de Cetile para hacer fotos, también irían rápido.
Pero la calma cambió al instante a una ruta de entrenamiento con muchos entrenadores luchando entre sí y otros esperando su turno.
—Ah, sí, me había olvidado de esto. La ruta 15 es perfecta para los duelos —dijo Dylan—. Ryku, ¿Te apetecen unos combates?
—Me apunto.
Ryku y Dylan propusieron realizar sus propios torneos a los entrenadores que esperaban y ninguno rechazó la idea, salvo los que tenían el Enlace reiniciándose.
Ryku y Dylan realizaron hasta diez combates cada uno antes de que los derrotaran. Entonces abandonaron el torneo y continuaron el viaje por la ruta a pesar de la insistencia de los entrenadores para tener una revancha.
El grupo se paró un rato a descansar y comer. El sol ya había pasado su punto más alto y había empezado su descenso hacia el horizonte. Ryku quiso recorrer toda la distancia posible antes de que la noche se cerniera sobre ellos, de modo que instó a sus compañeros de ponerse en marcha pronto. Dylan no le recomendó acelerar el ritmo porque con los combates Pokémon apenas habrían salido de la ruta antes de que anocheciera.
Tal y como Dylan vaticinó, la noche cayó y el grupo buscó un sitio donde pasar la noche. Era la primera vez desde que había salido de pueblo Paleta que Ryku pasaría la noche sin ningún rastro de civilización en kilómetros. Estaba un poco emocionado por la experiencia y por fin estrenó el saco de dormir que se había comprado.
Dylan se fue a buscar algo de madera por la zona para encender una hoguera. Cuando reunió la suficiente, la juntó en un círculo y lo rodeó con algunas piedras y Ryku se encargó de prender la madera gracias a su Enlace de fuego. Los tres amigos se sentaron alrededor y comieron algo mientras preparaban los sacos de dormir. Dylan empleó su módulo Repelente para que no vinieran Pokémon salvajes a fastidiarles el sueño. Usó uno de los más fuertes para mayor seguridad. Luego los tres jóvenes se fueron a dormir.
Ryku, Dylan y Cetile se toparon con un bloqueo en la Ruta 14. No se les había notificado de que estuviera cerrada y no tenía sentido hacerlo en una ruta tan apartada de las ciudades. Lo lógico era ponerlo no muy lejos de las urbes para que no se viajara en vano.
El grupo se acercó al bloqueo y se dieron cuenta de la realidad: no era uno legal. Había una banda de motoristas que impedían el paso a los entrenadores que pretendían dirigirse hacia la siguiente ruta. El motor de sus vehículos de dos ruedas molestaba a la gente y asustaba a todos los Pokémon de la zona. Ryku se extrañó de que nadie hubiera tenido la idea de llamar a la policía con un holomisor, pero halló la causa cuando uno de los motoristas le quitaba a la fuerza todas las posesiones a un entrenador y lo retenía para que no avisara a la policía. Por suerte, todavía no se habían percatado de su presencia y tenían la oportunidad de hacerlo.
—Cetile, llama tú. Dylan y yo nos encargaremos de que no te hagan daño.
La chica asintió y no tardó en marcar el número de la policía. Mientras comunicaba, la banda los vio y un hombre calvo con una chaqueta de cuero negro ordenó que fueran a por ellos. Ryku y Dylan esperaban esa reacción y activaron sus Enlaces. Los miembros de la banda, que se dirigían a ellos con sus motos, derraparon e intentaron alejarse de ellos. Aquello fue de lo más agradable de ver.
El hombre calvo activó su Enlace a modo de contraataque y su aura blanca se quedó levitando mientras poco a poco adoptaba una forma esférica para dar paso a un Weezing. Un compañero del motorista calvo también activó su Enlace y se convirtió en un Electrode. Ryku se puso nervioso al ver al Weezing. «Otro veneno, no. Y menos ahora que no hay centros Técnicos cerca», pensó. Si no fuera por la locura que le invadía mientras estaba envenenado, dejaría que se activara la Prioridad Humana y esperaría la hora de reinicio, pero no iba a ser así de fácil.
—Yo iré a por el Weezing —le dijo Dylan—. Yo soporto mejor el veneno que tú. Procura que el Electrode no se entrometa en el combate y evita que hieran a Cetile.
Ryku asintió y miró rápidamente a sus espaldas. Cetile ya había logrado contactar con la policía y estaba hablando con una agente de lo que estaba ocurriendo. Pronto llegarían las autoridades, solo debían aguantar hasta entonces.
Dylan rodó dentro de su caparazón y se acercó a sus contrincantes. Mantuvo las distancias para realizar un ataque de contención con sus cañones de agua. Los chorros que salieron de estos no impactaron ni en el Weezing ni en el Electrode, pero sí en las motos, que se arrastraron por la tierra varios metros. Dylan se sorprendió ante la movilidad de ambos Pokémon esféricos. No creía que rodando ganabas tanta velocidad y levitando costara tan poco moverse.
Cetile colgó la llamada a la policía e informó a Ryku de que ya estaban de camino. Habían declarado que estarían aquí en menos de media hora y que intentásemos evitar el combate a menos que fuera necesario. En buen momento se les ocurría decirlo. Para proporcionar apoyo, la chica activó su Enlace y se transformó en Venusaur. Ryku y ella se quedaron mirando unos instantes el duelo de Dylan contra sus enemigos. Ryku quiso ayudarle ahora que Cetile podía protegerse con sus habilidades, pero el tiempo en el que habían vigilado que no los atacaban sirvió para que aquellos motoristas que se habían acobardado al ver su transformación en Charizard recuperaran la valentía y fueran a por ellos con los Enlaces de un Machoke y un Primeape. Ryku no lo tendría muy complicado en derrotarles si acertaba sus ataques voladores.
—Déjamelos a mí —anunció Cetile. Ryku la miró y ella, con su gran cabeza, le hizo unas señas de colocarse detrás de ella y así no recibir el movimiento que estuviera a punto de ejecutar—. No respires ni te muevas hasta que te lo diga, ¿vale?
Cetile separó las patas, agachó un poco el cuerpo como si se fuera a abalanzar sobre una presa y agitó la palmera de su espalda. Ryku empezó a ver como unos polvos verdes salían de su flor y, cuando el polvo parecía una cascada, Cetile disparó como un cañón una cantidad impresionante de la polvareda que, al tratarse de un material tan ligero, se dispersó en todas direcciones. Ryku se tapó la nariz y se alejó por miedo a entrar en contacto con el polvo después de reconocer sus efectos.
El Primeape y el Machoke no pudieron evitar el Somnífero de Cetile y entraron en la nube de polvo verde. En cuestión de segundos, se oyó dos objetos caer al suelo.
Ryku usó las alas y alejó el somnífero que se dirigía hacia él. El viento terminó de llevarse las partículas y de despejar la ruta. Cetile paró de lanzar su ataque y Ryku y ella contemplaron a sus rivales tendidos en el suelo sumidos en un profundo sueño.
—Si no los atacamos, despertarán cuando las autoridades lleguen como mínimo —dijo Cetile.
—Bien hecho, Cetile —le felicitó Ryku—. Esto nos ahorra mucho trabajo.
—Ve y ayuda a Dylan. Yo vigilo a estos dos.
Ryku voló hacia el combate del Blastoise contra el Weezing y el Electrode justo cuando Dylan apuntó con sus cañones al suelo y expulsó grandes cantidades de agua por toda la ruta, anegando la tierra, regando las plantas y mojando a los rehenes hasta los tobillos. Luego el agua cobró vida propia y formó una especie de muro gelatinoso delante de la tortuga y, entonces, Dylan empujó con las dos manos el muro y este se transformó en una ola de hasta cuatro metros de altura que se movió por la tierra como si estuviera en el mar hasta chocar con sus rivales. El Weezing recibió un golpe directo de la ola que lo dejó tiritando en el suelo, sin flotar ni echar humo por los orificios de su cuerpo. Sin embargo, el Electrode se había aprovechado del ataque y soltó una descarga que recorrió todo el terreno y electrocutó a Dylan. El Blastoise gritó y se arrodilló aguantando los espasmos.
Ryku se elevó muy por encima de todos para realizar un ataque sorpresa sobre el Electrode, que seguía centrado en el Dylan. Podía terminar el combate con otro ataque eléctrico desde la distancia. ¿Por qué se le acercaba? Tal vez planeaba autodestruirse.
No lo permitiría. Descendió en picado ganando velocidad y frenó cuando el suelo estaba a pocos metros de sus pies. El Electrode se había iluminado como una bombilla y estaba punto de inmolarse cuando Ryku, sin mucho tiempo de reacción, le asestó un Megapuño y mandó lejos al Electrode para que la explosión no los dañara. Por desgracia, el Electrode explotó un segundo después de recibir el golpe de Ryku y los alcanzó.
Dylan perdió y regresó a su forma humana junto con el criminal del Electrode. El Enlace de Ryku fue el único que no se desactivó y le garantizó hacer lo que quisiera con su enemigo. Como una medida de aterrarlo, Ryku escupió un torrente de llamas en dirección al Weezing, el cual casi se había recuperado del movimiento de agua de Dylan y desactivó su Enlace. Entonces, Ryku empleó su forma Pokémon para retener a los criminales y controlar la situación.
Cuando la policía se presentó en la escena, los agentes se toparon con Ryku y Dylan vigilando a los criminales que maniataron con las cuerdas que habían usado con sus víctimas. Cetile, aún en su forma Pokémon, echaba somnífero en ocasiones sobre los entrenadores de los Enlaces de tipo lucha para asegurar que no se despertaban. Los chicos tuvieron que dar muchas explicaciones.
Los policías tomaron nota de todo cuanto Ryku, Dylan, Cetile y los rehenes les contaron. Todos recuperaron sus pertenencias y los agentes se llevaron a los criminales y a las víctimas a comisaría para ahondar más en el tema. Ryku, Dylan y Cetile no tuvieron que acompañarlos al proporcionar todo sobre sus papeles en la lucha contra los criminales. Descansaron hasta que los coches patrulla desaparecieron antes de reanudar el viaje.
Un giro. Otro. Y otro. Ryku se irritó de dar tantas vueltas. Dylan le entendía, había pasado por esto y todavía se perdía en el laberinto. Cetile, por otro lado, admiraba las plantas que habían crecido por la madera blanca de las vallas del laberinto y no le daba importancia perderse entre la vegetación.
—¿Quién tuvo la brillante idea de convertir la Ruta 13 en un laberinto? ¿Qué diantres pretendía? —se quejó Ryku. En más de una ocasión había optado por usar su Enlace y salir volando hacia la Ruta 12. Incluso pensó en llevar a Dylan y Cetile en la espalda solo para no tener que regresar al laberinto—. La primera y la última vez que paso por aquí. Lo juro.
—No es para tanto —dijo Cetile. Ryku le lanzó una mirada fulminante—. Vamos, la ruta no es muy extensa, por lo que el laberinto no es grande y tampoco es demasiado complejo.
—Llevamos más de una hora aquí atrapados. Eso no demuestra que sea sencillo —espetó Ryku.
—Coincido con Ryku —apoyó Dylan—. Yo anduve por estas vallas durante dos horas antes de hallar la salida.
—¿En serio? Entonces la culpa sería más de vuestra mala orientación al caminar por una ruta con múltiples direcciones. Apostaría que también tardáis lo suyo en salir de un puñado de túneles.
Ryku y Dylan intercambiaron una mirada. Sin decirse ni una palabra, ambos sabían lo que pensaba el otro al recordar lo que sufrieron a la hora de salir del monte Moon.
Cetile arqueó una ceja ante el cambio de comportamiento de sus amigos, como si no quisieran admitir que lo que había dicho había pasado de verdad. Suspiró. Sabía que tendría que ser ella quien liderara el grupo hasta que salieran del laberinto.
Al cabo de veinte minutos, Cetile sacó a Ryku y Dylan del laberinto. Los chicos se sintieron muy avergonzados de que su amiga hubiera sido más capaz que ellos en orientarse hacia la salida. Sin decir nada, habían admitido que no se guiaban bien en terrenos laberínticos.
—¡Ryku, cuidado!
El joven se puso en alerta y gracias al aviso esquivó por los pelos un torrente de agua que iba directo hacia él. Recibió un golpe de forma indirecta, pero su Enlace lo soportó.
Dylan apuntó con sus cañones al Gyarados y le disparó a bocajarro. El Pokémon acuático demostró su inmenso poder desviando el torrente de agua con la cola. Luego cayó al mar y produjo una gran ola que se dirigió hacia Cetile y el pescador.
Ryku voló mar adentro para dar una sorpresa al Pokémon en cuanto volviera a asomarse. Dylan había contrarrestado la ola del Gyarados con la suya de su movimiento Surf y provocó una lluvia que mojó a Cetile y al pescador. El pescador se lamentó de perder su pesca del día entre el caos. Pero le lamentaba más que su casa acabase destruida.
—Cetile, necesitamos que nos ayudes con tu Enlace —dijo Dylan—. El Gyarados es resistente a mis ataques y a los de Ryku y él podría perder en cualquier momento si recibe algún movimiento de agua ya sea de mi parte o del Pokémon salvaje.
Dylan se olvidó de que Cetile no estaba transformada y no le había entendido ni una sola palabra. Aun así, Cetile se hizo una idea de lo que quería y ordenó al pescador que se refugiara en su casa hasta que la situación se calmara. Cuando se fue, Cetile activó su Enlace y compaginó su tamaño en su forma Pokémon con Dylan en el poco espacio que ofrecía el puente.
—¿Tienes algún movimiento poderoso que pueda hacer suficiente daño al Gyarados? —preguntó Dylan.
—¿Te vale Rayo Solar?
—Perfecto. Carga el ataque mientras Ryku y yo te cubrimos. Avisa cuando estés preparada para que podamos apartarnos y te dejemos al objetivo en el punto de mira.
—De acuerdo.
—¡Aquí viene!
El grito de Ryku llamó la atención de Dylan y Cetile y ambos ya prepararon su siguiente ataque. Dylan manipuló las aguas del mar y creó una ola que emplearía a modo de escudo contra el movimiento que fuera a utilizar el Gyarados. Cetile se agazapó, igual que hizo para expulsar su polvo del sueño y empezó a absorber luz y concentrarla en la flor. Le llevaría un rato y no debía desconcentrarse o tendría que empezar desde cero.
El Gyarados acumuló energía para su próximo ataque nada más emerger del agua como un cohete. Justo cuando ya no iba a ascender más, Ryku aprovechó los escasos segundos que tenía antes de que el Pokémon salvaje se diera cuenta de su presencia y le asestó un Megapuño justo en el costado. El Gyarados ignoró el golpe como si no hubiera recibido ningún impacto y fijó su objetivo. Dylan era su enemigo en ese momento y el Gyarados disparó un rayo celeste que todos reconocieron. Dylan movió la ola y la puso entre él y el Gyarados y el rayo la convirtió en un muro de hielo.
Cetile casi había terminado de cargar su Rayo Solar, solo necesitaba un golpe de seguridad que impidiera que el Gyarados lanzara otro de sus rayos.
Dylan recibió el aviso de Cetile y movió el muro de hielo con otra ola para estamparlo en la cara del Gyarados. Casi no le dio tiempo a Ryku de esquivar el ataque de no ser porque el Gyarados recibió todo el daño. El Gyarados quedó aturdido. Era el momento.
Cetile se aseguró varias veces de tener al Gyarados en el punto de mira y disparó un rayo de energía blanco y verde que retumbó en el entorno, separó las aguas e impactó violentamente en el cuerpo del Gyarados. Tuvo suerte de que el ataque era neutral, de lo contrario se habría debilitado al instante. El Gyarados retrocedió por la fuerza del Rayo Solar y lo mandó bien lejos de la Ruta 12. Tanto, que solo Ryku vio al Pokémon marino huir y hundirse en el mar para no volver.
El grupo respiró aliviado y desactivaron sus Enlaces. Cetile estaba exhausta; un ataque de ese poder era capaz de afectar a la parte humana indirectamente. Entre el reposo de los chicos, el pescador salió de su hogar tras haber dejado de escuchar ruidos y explosiones.
—Esto ha sido lo más inesperado de todo el viaje, de verdad —dijo Ryku mirando el mar—. ¿Qué posibilidades hay de pescar un Gyarados?
—Ni idea. Para empezar, ¿se acercan tanto a la costa? —preguntó Dylan.
—No lo hacen —respondió el pescador—. Estos puentes están muy cerca de la tierra, la profundidad más grande es de apenas quince metros. Es prácticamente imposible toparse con uno salvaje, y mucho menos pescarlo.
—Y, aun así, nos ha tocado.
—¿Por qué se acercaría a la costa? ¿Por algún Magikarp que fuera su cría?
—Esa época ya pasó —informó el pescador—. Lo más probable es que declarara la ruta como su territorio y la defendiera tanto de humanos como de Pokémon.
—Pues después del Rayo Solar de Cetile, se lo pensará dos veces antes de apropiarse de esta parte del mar.
—Esperemos. Pondré una señal de alerta para los demás por si acaso. —El pescador se quedó pensativo—. Siento que debo recompensaros de alguna forma por haber salvado tanto mi casa como a mí.
—No es necesario —repuso Dylan.
—Por favor, insisto. —El pescador rumió algo para recompensarles. Surgió una idea a los pocos segundos—. Ya sé. ¿Por qué no os quedáis a comer?
Ryku y Dylan intercambiaron una mirada y aceptaron la oferta.
—Perfecto. Pasad y poneos cómodos.
Ryku acompañó al pescador y este le dejó entrar primero a la casa. Dylan fue a por Cetile que se había puesto a comprobar el estado de su cámara para que no se quedara sola. La chica soltó una risotada tras observar la cámara de fotos. Había fotografiado el preciso momento en el que el pescador tiraba de la caña con el Gyarados saliendo del agua mientras Dylan y Ryku se agachaban y se protegían del intimidante Pokémon.
Sin duda, una imagen para recordar.
Ryku, Dylan y Cetile se hallaban esperando en una sala hasta que los atendieran las autoridades para acceder a ciudad Azafrán. Eran casi las siete de la tarde y llevaban ya dos horas sentados en la silla. Se habían tomado la molestia de acelerar el ritmo desde que abandonaron la casa del pescador, recorriendo la Ruta 11 y ciudad Carmín sin parar a descansar. Si hubieran sabido que esperarían tanto, hubieran alquilado las habitaciones en el albergue de ciudad Carmín y aguardado a la mañana siguiente. Incluso se hubieran tomado un pequeño viaje a los muelles a ver el estado del S.S. Anne después de un tiempo o visitado a Surge si estaba fuera de su horario como líder de Gimnasio. Ahora solo les quedaba ver las agujas del reloj moviéndose muy despacio.
Dylan se levantó y se paseó por la sala y evitar que las piernas se le adormecieran. Ryku cogió una revista y Cetile organizó las fotos que había hecho hasta ahora. La larga espera logró que Ryku se leyera la mitad de las revistas de la sala, Cetile terminara de ordenar un par de veces las fotos y Dylan estuviera a punto de rendirse y marcharse antes de que se hiciera de noche. Por suerte, la ansiada llamada de la policía hacia el grupo les sintió como encontrar un oasis en el desierto. Ryku, Dylan y Cetile se presentaron en el mostrador casi antes de que el policía que hablaba por el altavoz finalizara su frase.
—De uno en uno, por favor —comunicó.
Ryku fue primero. El policía le preguntó el motivo de su visita a la ciudad y el joven respondió:
—Vengo a desafiar a Sabrina.
—Enséñeme la identificación de entrenador y las medallas que posee.
Ryku obedeció. Mostró en la pantalla de su brazalete la identificación y el policía pasó un escáner que registró sus datos. Luego sacó de la mochila el estuche con las medallas y dejó que el policía la abriera y comprobara la cantidad de medallas y su veracidad. Después de las comprobaciones, el policía imprimió un papel y se lo dio a Ryku.
—Este papel le da permiso para acceder a ciudad Azafrán hasta el final de este mes. Transcurrido ese tiempo, deberá abandonar la ciudad. En caso negativo, le detendremos. ¿Alguna pregunta? —Ryku tragó saliva y negó con la cabeza—. Pase la mochila y otras pertenencias que guarde en los bolsillos por la máquina de rayos X antes de entrar en la ciudad.
Ryku guardó el estuche en la mochila y esperó a que sus amigos consiguieran su permiso.
Dylan tuvo ligeras complicaciones con su permiso, pues su motivo no era Sabrina, sino visitar a sus padres. Para ello, debió hacer lo mismo que Ryku, salvo que se comprobaron más datos como la verificación de que Dylan era residente de ciudad Azafrán. Cetile fue una mezcla entre sencillez y dificultad. Ella no venía por nada en concreto más allá de acompañar a Ryku y Dylan. Para que el policía no trabajara más de lo debido, Cetile dijo que venía por el mismo motivo de Dylan, ya que era su amiga y quería conocer a sus padres. Aquello dificultó la obtención del permiso, pero parecía que no había sido la única que había dado ese motivo para hacerse con una autorización. Al final, Cetile consiguió el papel sin mayores percances. Una vez los tres obtuvieron los permisos, se dirigieron a las máquinas de rayos X y pasaron el nuevo control.
Ryku tuvo un consejo por parte de los guardias que manejaban la máquina. Les recomendó que actuara tal cual había mencionado para conseguir el papel si no quería que lo detuvieran antes. En otras palabras, que desafiara a Sabrina tantas veces como le fuera posible. Algo que Ryku iba a hacer desde el principio. Pasados todos los controles, Ryku, Dylan y Cetile salieron del edificio y se adentraron en las calles de ciudad Azafrán.
Chapter 21: El Dojo Karate
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Casi se había hecho de noche y los tres jóvenes no habían llegado a un albergue. Dylan propuso dormir en su casa, la cual estaba más cerca. Ryku estuvo de acuerdo, aunque dudó si podrían descansar todos en la casa de su amigo.
La casa, más bien piso, de Dylan se ubicaba en un bloque de veinte plantas al este de la ciudad. Solo la fachada hizo que Ryku pensara que su amigo venía de una familia adinerada y Dylan lo contradijo como si le hubiera leído la mente. No es que tuvieran mucho dinero, es que los edificios de ciudad Azafrán eran así de extravagantes.
—Pues me gustaría saber cómo son los de los verdaderos ricos —dijo Ryku, todavía asimilando el lujo que podía tener una persona de clase media.
—Si el estado de alerta no nos lo impide, haremos turismo —respondió Dylan—. Pero hay que conseguir la medalla si no queremos que te detengan.
Dylan pulsó un botón del interfono y una voz femenina contestó a los pocos segundos que se puso eufórica al escuchar a Dylan. Ryku se imaginó cómo reaccionarían sus padres cuando volviera a casa. La voz del interfono abrió la puerta y Dylan y el grupo entró en el edificio.
El portero al fondo de la recepción los saludó educadamente mientras trabajaba en un ordenador. Dylan se dirigió al ascensor que había al fondo de un pasillo a la derecha de recepción y subieron al piso doce.
No hizo falta llamar a la puerta cuando se abrió de repente y les recibió una mujer de cabello corto y recogido en un muñón de color azul muy oscuro y ojos marrones. Tenía grabada la emoción y la felicidad en la cara.
Sin dar tiempo a decir nada, la madre de Dylan los invitó a entrar en su casa.
El piso discernía del lujo que habían visto de la fachada del edificio y de la recepción. Había muebles con muchas fotos familiares y recuerdos de viajes. La televisión estaba encendida y la madre de Dylan les ofreció asiento en cualquiera de los dos sofás.
—Hijo, ¿no pudiste avisarnos de que venías?
—Perdona, mamá. Ha sido un largo día y no se me había ocurrido.
La madre de Dylan suspiró.
—Bueno, lo hecho, hecho está —Miró a Ryku y Cetile—. ¿El chico es ese Ryku del que me hablaste?
—Sí.
La mujer dedicó una sonrisa al chico.
—Encantada de conocerte en persona, Ryku.
—Lo mismo digo —dijo Ryku con una leve inclinación de cabeza a modo de saludo.
—¿Y la chica? —preguntó después—. No me dijiste que había alguien más en el grupo.
—Es una agregación reciente. Lleva pocos días viajando con nosotros. Se llama Cetile.
—Ah, pues encantada de conocerte a ti también, Cetile.
—Igualmente —contestó Cetile con voz nerviosa.
—¿Y papá?
—Dando un paseo con los amigos. No tardará en volver. Pero, mientras tanto, vamos a organizarnos un poco. ¿Tus amigos se quedarán a dormir?
—Es la idea —respondió Dylan—. Aunque pueden ir al albergue si no es posible.
—Claro que pueden —dijo la mujer, restando importancia al problema—. A menos que no les moleste dormir en las camas de los sofás. —Ryku y Cetile negaron con la cabeza—. Perfecto, entonces. Dylan, ve a por las sábanas y las almohadas. Solo falta decidir la cena.
No debatieron mucho. Los tres jóvenes tenían tanta hambre por el viaje a ciudad Azafrán que aceptaron cualquier propuesta de la madre de Dylan. Al final fueron a lo seguro y encargar la comida en un local conocido. Pero no llamaron hasta que el padre de Dylan regresara.
El padre entró por la puerta y se topó con la inesperada llegada de su hijo a casa acompañado de sus dos amigos. Era un hombre con entradas y barba negra no muy poblada. Tenía una complexión fuerte, típica de alguien que va al gimnasio un par de veces a la semana. La madre se ocupó de ponerlo al corriente.
—De modo que tú eres Ryku, ¿eh? —dijo el padre. Ya había pasado un tiempo y todos esperaban a que llegara la comida—. Dylan me ha hablado de ti, de tus combates con los líderes de Gimnasio. Algo me dice que este año la Liga Pokémon va a ser más emocionante que nunca con mi hijo y contigo entre los posibles contrincantes del Alto Mando.
—Papá, que aún no tengo las ocho medallas —espetó Dylan—. Y a Ryku aún le faltan tres.
—Os haréis con ellas, estoy más que convencido. Ambos sois entrenadores poderosos y tenéis lo que hay que tener para llegar a la Liga Pokémon.
—Ya estamos otra vez, igual que en las llamadas. No paras.
El timbre sonó. Por fin había llegado la comida.
Mientras cenaban, el padre de Dylan puso las noticias como sonido de fondo para que no hubiera tanto silencio en la casa. Hubo una corta conversación sobre lo que iban a hacer en la ciudad. El padre ya sabía que Ryku había venido por la medalla de Sabrina, pero Cetile y su hijo eran otra historia. Dylan aclaró que solo estaba de paso hasta que Ryku se hiciese con la medalla de Gimnasio, y luego se irían a por la siguiente. Por su parte, Cetile solo iba a donde fueran Ryku y Dylan e inmortalizar el viaje, algo por lo que la madre de Dylan se interesó. El padre deseó mucha suerte a Ryku, en especial porque aseguraba que Sabrina era una líder de Gimnasio muy complicada. Ryku estuvo atento a toda la información que pudiera recolectar de él antes del combate.
Después de la cena, montaron las camas de los sofás con las sábanas y las almohadas. Los padres de Dylan se fueron a dormir y el grupo se quedó un tiempo más despierto.
—¿Tu padre es aficionado a la Liga Pokémon o a los combates Pokémon en general? —preguntó Ryku—. Se emocionaba cada vez que salían cualquiera de los dos temas.
—Aficionado es decir poco —respondió Dylan—. Él quiso alcanzar la cima y derrotar al Alto Mando, pero ser un entrenador en el pasado era más difícil. Imagina adiestrar a seis Pokémon en vez de a uno. Equilibrar el equipo debía de ser toda una odisea.
—¿No progresó mucho?
Dylan negó con la cabeza.
—Tuvo un Growlithe, un Meowth, un Ekans y un Pidgey y solo evolucionaron los dos últimos. El Meowth y el Growlithe fueron más Pokémon mascota que otra cosa. Con ese equipo, no consiguió ni una sola medalla.
—Vaya, eso es triste —dijo Ryku.
—¿Y tu padre está reviviendo su sueño en su hijo? —preguntó Cetile.
—En parte —confesó Dylan—. Él me metió en el mundo del entrenamiento Pokémon, pero yo tomé la decisión de dedicarme a ello. Yo elegí al Pokémon con el que establecería el Enlace.
—Se podría decir que tu padre fue la chispa que encendió tu deseo de ser un gran entrenador de Enlace —dijo Ryku con una risilla.
—Pues poca broma, es lo más cercano a lo que ocurrió.
Los dos chicos rieron.
—Será mejor que nos vayamos a dormir. Mañana será un buen día para ver un nuevo combate de Gimnasio.
—Sí. Buenas noches.
A la mañana siguiente, Ryku se despertó lleno de energía y dispuesto a afrontar el desafío que le esperaba. Cetile, de nuevo, fue la que más tardó en levantarse mientras Dylan y sus padres empezaron a preparar el desayuno. La madre se aseguró de que salían bien alimentados y el padre volvió a desear a Ryku suerte en su combate, esta vez animándolo mejor.
El Gimnasio de Sabrina estaba al norte de la ciudad, bastante lejos de la casa de Dylan. Ryku se alegró porque así investigaba sobre Sabrina y su Enlace. Le pidió a Dylan la información básica de siempre y, esta vez, añadió que le contara el combate que tuvo contra la líder de Gimnasio. Dylan habló con todos los detalles posibles y Ryku no obtuvo ningún dato con el que complementar lo que ya había descubierto. Miró la Pokédex por si descubría puntos débiles que Dylan no aprovechó. Se centró tanto en la Pokédex que no se dio cuenta de que se había plantado frente al Gimnasio.
Era un edificio de lo más extravagante. O extrañamente elegante. Pilares que se hacían más finos a medida que se acercaban al suelo y soportaban cúpulas similares a caparazones plateados y protegían otra estructura rectangular. Ryku se puso muy tenso. El Gimnasio le intimidaba.
—¿Listo? —preguntó Dylan.
Ryku no contestó. Seguía atemorizado por las posibles habilidades de Sabrina.
—Por una vez, no —dijo al fin.
Dylan y Cetile miraron desconcertados a Ryku.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Tu padre me ha metido el miedo en el cuerpo y tu combate contra Sabrina solo ha empeorado el estado. Siento que necesito más entrenamiento, prepararme mejor para este desafío.
—Es la primera vez que te veo así de nervioso —observó Dylan—. Pero no podemos salir de la ciudad o nos costará volver a entrar.
—Lo sé, pero ahora mismo no tengo la mentalidad para afrontar el desafío —insistió Ryku.
—Chicos, ¿podríamos irnos a otra parte si no vamos a entrar al Gimnasio? —pidió Cetile. La pregunta fuera de contexto llamó la atención de Ryku y Dylan. La joven no esperó a que le dijeran nada para responder—. Hay un hombre allí al fondo que parece mirarnos concienzudamente y me da miedo.
Ryku y Dylan levantaron la cabeza y miraron en la dirección que señaló disimuladamente Cetile. Había un hombre de pelo corto y negro que vestía un atuendo de karateka no muy lejos de ellos. Parecía interesado en reconocer a los chicos, pues ladeaba la cabeza y usaba la mano para que no le molestase la vista por el sol. Al final, el hombre los saludó como si los conociera y se les acercó. Entonces, Ryku y Dylan devolvieron el saludo con la misma simpatía.
—Nos volvemos a encontrar —dijo el hombre una vez se reunió con el grupo.
—No esperábamos verte, Kendo. ¿Ya terminaste tu peregrinaje? —preguntó Dylan.
—Así es. Regresé a ciudad Azafrán poco después del torneo en ciudad Verde a continuar mi entrenamiento diario en el dojo. ¿Y vosotros? ¿Cómo va el viaje? Supongo que bien, ¿no?
—Desde luego. Tengo que darte las gracias por toda la ayuda que me has dado en mi objetivo —agradeció Ryku. El encuentro con su amigo karateka había mermado los nervios de enfrentarse a Sabrina, aunque sabía que en cuanto se separasen, volverían.
Kendo arqueó una ceja, algo confundido. Segundos después se dio cuenta del motivo por el que Ryku le daba las gracias.
—Te ha sido muy útil la Máquina Técnica que te regalé, ¿eh? —rio.
—Y tanto. No ha habido casi ningún combate en el que no lo haya usado de alguna manera. Me atrevería a decir que te debo prácticamente todas las medallas que he ganado.
Kendo volvió a reír, esta vez con más ganas.
—No hay de qué. Me alegra que te hayas hecho más fuerte desde la última vez que nos vimos. Tal vez me concedas pronto esa revancha que te pedí.
—Estaré más que encantado.
Kendo miró hacia el Gimnasio de Sabrina y su rostro se puso más serio. Ryku se extrañó con esa reacción, pero prefirió no preguntar para no pensar en el combate que tendría que librar.
—Si estás aquí, es que vas a por Sabrina, ¿no? —preguntó Kendo.
—Si tuviera el valor, sí —respondió Dylan—. Ryku tiene miedo de enfrentarse a Sabrina. Dice que no está mentalizado.
—Es normal. Pocos entrenadores tienen una gran ventaja contra ella que les dé la seguridad de tener probabilidades de victoria. Y luego están esos que pueden aguantar sus ataques y devolvérselos. —Hizo una pausa—. Ryku, si necesitas entrenamiento, puedes ir al Dojo Karate. Allí los entrenadores de Enlace han intentado muchas veces lograr una victoria contra Sabrina y su experiencia te servirá para tener una estrategia en combate.
—Es justo lo que necesito —dijo Ryku con alegría—. ¿Puedo ir hoy?
—Claro. El dojo está cerca. Os acompañaré.
Cuando Kendo dijo que el dojo no estaba lejos del Gimnasio, los jóvenes no esperaron que llegaran en menos de un minuto. Todavía se veía el Gimnasio de Sabrina como si estuviera al lado. El edificio mezclaba lo moderno con lo tradicional, similar al Gimnasio de Koga. Tenía un tejado marrón con cuatro arcos triangulares, una fila de ventanas y unas paredes de madera y piedra que daban una gran sensación de robustez. Ryku reparó en una cosa del tejado: un pequeño cartel violeta con el símbolo de una pokéball blanca. Esa clase de carteles solían verse en los Gimnasios Pokémon, pero ese edificio era un dojo. ¿Por qué lo tenía?
Kendo entró primero, seguido de los jóvenes. Lo primero que llamó la atención del grupo no fue la decoración del interior, sino los gritos de los karatekas que entrenaban dentro de unos tatamis rojos que formaban pequeños campos de batalla. Las paredes eran de un verde claro que entonaba armoniosamente con el marrón de otros tatamis. El rojo rompía con esa armonía.
Kendo saludó a unos compañeros que esperaban su turno para entrenar dentro del cuadrado y se acercó a un hombre de avanzada edad, con muchas arrugas en el rostro, apenas pelo en la cabeza y unos ojos entrecerrados que indicaban que no veía muy bien. Sin embargo, demostró una energía sorprendente para un hombre de su edad. Daba consejos a los karatekas con unos vozarrones que eclipsaban los gritos de combate de los demás. Ryku no tenía duda alguna, ese hombre era un maestro karateka, el máximo exponente del Dojo Karate. Kendo le hizo una reverencia en señal de respeto.
—Maestro Koichi —dijo Kendo sin terminar la reverencia.
—Esa postura te deja muy vulnerable a contraataques, Hitoshi. Los brazos están muy separados y no podrás contraatacar un golpe frontal. Así solo logras que tus combates terminen más pronto de lo que deseas —regañó el anciano como si no lo hubiera escuchado—. No me vale la excusa de tu Enlace, todo Pokémon de lucha es capaz de utilizar las técnicas del kárate, incluso cuando tu poder se basa en el ataque. ¿Lo entiendes?
—Sí, maestro.
—Junta más los brazos, pero no tanto. Así, un brazo más adelante que el otro. No expongas el pecho, cúbrelo poniéndote de perfil. Los pies más separados, piensa que una mala postura te desequilibrará y podrías perder el combate. Bien, bien. Sigue así.
Hitoshi obedeció cada consejo que recibía de su maestro y procuró no colocarse mal después. Entonces logró bloquear y devolver algunos golpes de su contrincante.
—Continúa así hasta que la postura te sea tan natural como respirar. Después hablaremos de probarlo con el Enlace.
Koichi dejó a Hitoshi practicando y se centró en Kendo. El anciano realizó una ligera inclinación de cabeza a modo de respuesta y el karateka volvió a erguir el cuerpo.
—No pensaba verte hasta que sanara tu muñeca, Kendo. No ha pasado mucho tiempo.
—Si quiere prohibirme el entrenamiento hasta que crea que estoy curado, lo entenderé, maestro.
—Lo haré, pero tampoco quiero que te marches. Observar también forma parte del entrenamiento y te vendrá bien para cuando te reincorpores.
—Como desee.
El anciano miró al grupo de jóvenes que se había puesto a presenciar el duelo de Hitoshi.
—¿Quiénes son estos jovenzuelos? —preguntó Koichi cariñosamente.
—Son Ryku, Dylan y… —Kendo se dio cuenta de que no había preguntado el nombre de la chica.
—Cetile.
—Eso. Perdona por no preguntártelo antes.
Cetile negó con la cabeza, restando importancia.
—¿Ryku, dices? —El anciano parecía sonarle el nombre—. Es ese jovencito con el que tuviste un memorable combate en tu peregrinaje, ¿cierto?
—Sí. Es el joven del Enlace del Charizard y al que le entregué una de las Máquinas Técnicas del dojo.
—Espero que no fuera una mala acción —dijo Ryku, un tanto preocupado.
Koichi rio lentamente.
—Las Máquinas Técnicas del dojo son públicas. Cualquiera puede venir aquí por ellas. Algún día se podrán comprar en el centro comercial de ciudad Azulona. —Ryku respiró aliviado—. Pero contadme, ¿por qué habéis venido al dojo? ¿Acaso queréis aprender kárate?
—No, maestro. Han venido para solicitar consejo —respondió Kendo—. Ryku está en la ciudad porque pretende desafiar a Sabrina, pero no se ve capacitado.
—Kendo dijo que los karatekas del dojo han luchado contra ella. Pensé que podría elaborar una estrategia con la experiencia de vuestros combates —explicó Ryku.
—Ah, Sabrina. Esa joven psíquica —dijo Koichi con cierta nostalgia—. Es cierto, casi todos los miembros del dojo han desafiado a esa mujer, incluso yo.
—Un momento, ¿está diciendo que todos los aquí presentes tienen el mínimo de medallas necesarias para enfrentarse a ella? —preguntó Dylan.
—Así es —confirmó Kendo—. Pero como nadie pretende derrotar al Alto Mando, no recolectamos más de las necesarias para el requisito de Sabrina. Excepto el maestro, que no las puede obtener.
—¿Por qué no?
—No se permite que un exlíder de Gimnasio venza a otros líderes para hacerse con sus medallas —informó Koichi.
—¿Usted fue un líder de Gimnasio?
—Por eso el dojo tiene ese cartel morado con el símbolo de uno, ¿verdad? —intervino Ryku.
—Es tal y como dices, jovencito —corroboró Koichi—. Antaño el Gimnasio de ciudad Azafrán era este dojo. Y yo, su líder. Pero un día llegó Sabrina y aplicó la ley de cambio de líder porque ya me estaba haciendo viejo y el dojo no cuenta con un sucesor. Al menos fue educada y me desafió para demostrar que mantendría el nivel de dificultad para los futuros entrenadores que vinieran por la medalla. Me venció con gran facilidad.
—Tipo psíquico fuerte al tipo lucha. Lo esperable —explicó Dylan esa rápida derrota.
Koichi asintió.
—Entregué los papeles y Sabrina construyó su Gimnasio al lado de este y el mío quedó relegado a solo un dojo donde practicar kárate. Han pasado muchos años desde ese día.
—Desde entonces, los que se entrenan en el dojo quieren demostrar que las debilidades del tipo lucha al tipo psíquico no es más que una simple limitación que se puede superar con esfuerzo —añadió Kendo—. Por desgracia, muy pocos karatekas del dojo han logrado tal hazaña.
—¿Cuántos? —preguntó Ryku interesado.
—Unos cinco, si no me falla la memoria.
—Son bastantes para el tipo de combate que es —dijo Dylan.
—Es posible, pero siguen siendo insuficientes —sentenció Kendo.
—Una historia interesante, aunque ahora mismo me gusta más escuchar las experiencias de los combates contra Sabrina —cambió de tema Ryku—. Maestro Koichi, ¿puedo conocerlas?
—Faltaría más —respondió Koichi—. Pero antes, me gustaría saber la técnica que posees y comprobar si no molestarás a mis alumnos porque tus temores solo sean infundados.
Ryku tragó saliva. Koichi había sido un líder de Gimnasio y un combate contra él estaba al mismo nivel que uno oficial. Se armó de valor y accedió a la propuesta. Tampoco perdía nada.
—Maestro Koichi. ¿Nosotros podemos ver el combate? —preguntó Dylan.
—Desde luego. Seguidme.
Koichi caminó hacia la parte trasera del dojo y desplazó una puerta corredera que daba a una segunda habitación mucho más amplia. Se notaba que ahí se celebraban combates de Gimnasio. Había un cuadrilátero de madera clara con un contorno de piedra blanca a su alrededor y un pequeño habitáculo de cristales gruesos a un lado para que los espectadores no sufrieran daños indirectos durante los combates. Parecía como si hubiera viajado al pasado cuando los combates Pokémon no se realizaban con Enlaces y resultaba curioso lo poco que habían cambiado las medidas de seguridad.
—Kendo, lleva a estos chicos a la zona segura —ordenó Koichi.
—Sí, maestro.
—Ryku, tú quédate aquí —señaló un extremo del cuadrilátero.
El joven obedeció y esperó a que el maestro karateka se posicionara al otro lado de la sala, quedando cara a cara desde la distancia.
—Las reglas son las mismas que las de cualquier combate entre entrenadores, no pienses que es un combate de Gimnasio —informó Koichi a lo lejos—. Demuéstrame todo tu potencial, como si fueras a destruir esta sala. No te preocupes por nada salvo tu victoria.
Ryku abrió los ojos. No era algo que no hubiera hecho hasta ahora, pero escucharlo del anciano lo sorprendió. Asintió y el maestro karateka se remangó un poco, revelando su piel algo flácida y un brazalete Enlace descansado en su antebrazo derecho.
—¿Preparado? Activa tu Enlace.
Ryku accedió al módulo Enlace de su brazalete y pulsó el botón táctil de su brazalete. En pocos segundos, su cuerpo adoptó la forma del Charizard y se mostró tan imponente como debía ser el Pokémon de tipo fuego.
—Ah, hacía tiempo que no veía un Enlace de Charizard—dijo el anciano rememorando el pasado—. Tienes un Enlace poderoso. Veamos cómo te desenvuelves con él.
Koichi acercó la mano a la pantalla de su brazalete y activó su Enlace. Ryku contempló como el anciano se envolvía en el aura brillante y su cuerpo cambiaba. Curiosamente, no le salieron nuevas extremidades como una cola o un hocico, solo encogió un poco, haciendo que el cuerpo del Charizard fuera más alto que él. Cuando el cuerpo dejó de modificarse, el aura desapareció y mostró un Pokémon de facciones bastante humanas. Un Hitmonchan.
Ryku se encogió un poco sin que se notara. Era la primera vez que veía a un Hitmonchan en persona. Tan raro como encontrar a un Charizard salvaje en Kanto. Impresionaba lo humano de su aspecto. ¿Ese vestido con falda sujetado por un cinturón formaban parte del Pokémon o era una prenda que se podía quitar? Lo mismo se preguntó de los guantes de boxeo rojos y las hombreras. Para Ryku era un Pokémon extraño.
Koichi golpeó los guantes un par de veces a modo de señal y alzó uno de los brazos. Ryku sabía lo que significaba. En cuanto lo bajase, empezaría el combate.
En cuanto lo hizo, Ryku no se lo pensó dos veces en arremeter con fuerza. A un maestro del combate no había que darle ni un segundo de respiro o podía significar la derrota. Escupió un torrente de llamas que viajó rápido hacia el Hitmonchan. Pero Koichi no se molestó en esquivar el ataque. ¿Por qué?
Koichi contraatacó con una improvisación. Cargó su puño y golpeó el fuego como si fuera algo tangible y que se podía apagar de un puñetazo. No tuvo sentido. El fuego era fuego y necesitabas algo más que un guante para evitar quemaduras y extinguirlo. Pero Koichi demostró que se podía hacer posible lo imposible con un Enlace que Ryku desconocía. El contacto del fuego con el guante de boxeo creó una enorme cantidad de humo blanco que invadió toda la sala. Ryku no se lo creía. ¿Cómo lo había hecho? Ahora tenía que ir con más cuidado todavía por la baja visibilidad de su alrededor.
El Hitmonchan aprovechó la niebla y cargó hacia Ryku para asestarle un buen golpe en el estómago. Por suerte, él ya conocía esa táctica y captó el movimiento de la niebla a tiempo y reaccionó haciendo brillar sus garras cerradas en un puño y devolver el puñetazo en cuanto detectó el rojo del guante. La onda de choque del impacto de ambos puñetazos dispersó toda la niebla de golpe.
El Charizard y el Hitmonchan se quedaron unos segundos con sus puños clavados e intercambiaron una mirada. Ryku aplicó fuerza, intentando continuar su ataque o desviar el del Hitmonchan. Koichi sonrió y aquello desconcertó a Ryku lo suficiente para recibir otro golpe con el brazo libre del Hitmonchan.
Ryku recibió un certero golpe en el estómago que lo hizo retroceder un par de metros. No consiguió recuperarse a tiempo y Koichi encadenó una serie de puñetazos en su barriga a gran velocidad que lo dejó indefenso. Hubo momentos en los que pudo golpear o usar su lanzallamas solo para que el Hitmonchan los esquivaba y volvía a golpearlo sin cesar. Al final, Ryku tuvo un segundo para respirar y, a ser posible, para contraatacar. Imposible. Ryku recibió otro puñetazo, esta vez acompañado de una descarga eléctrica que recorrió todo su cuerpo. Se arrodilló soportando los espasmos y luchando por no venirse abajo.
Ryku realizó un último esfuerzo por recuperarse y contraatacar, pero la descarga eléctrica del anterior ataque lo dejó inmovilizado. ¿Paralizado? No, la electricidad aún no había abandonado su cuerpo y continuaba su efecto de provocar que sus músculos no le respondieran correctamente. Ryku vio que la posibilidad de moverse y atacar se volvió nulas cuando el Hitmonchan se colocó de nuevo delante de él. No le quedó más remedio que esperar aguantar el siguiente golpe.
El Hitmonchan asestó un preciso ataque cargado de electricidad en el hocico del Charizard y Ryku se derrumbó sobre la madera del campo de batalla. Esta vez, no luchó por mantener el Enlace activo, pues la Prioridad Humana lo abrumó y en un instante volvió a ser humano. Se quedó mirando el techo mientras asimilaba lo que acababa de pasar.
Koichi regresó a su forma humana y Dylan, Cetile y Kendo salieron del habitáculo. Se acercaron al maestro karateka y a Ryku mientras el joven se ponía en pie.
—Menudo combate —dijo Dylan emocionado—. Todo ha ocurrido tan deprisa que casi no pude apreciar nada.
—Ya he visto suficiente —dijo Koichi ignorando a Dylan.
—¿Cómo lo he hecho? —preguntó Ryku. Estaba algo desanimado por haber tenido la derrota más rápida de su carrera como entrenador. A los ojos de un exlíder de Gimnasio, debió haberlo hecho fatal.
—Sin duda necesitas adquirir la experiencia de aquellos que han luchado contra Sabrina. —Ryku esperaba esa respuesta—. Pero no porque tu técnica sea mala, sino porque deberás enfocarla hacia el Enlace de tipo psíquico de Sabrina.
Ryku levantó la cabeza.
—¿Quiere decir que no he peleado mal? Si solo me ha dado tiempo a lanzar dos ataques y no he sido capaz de bloquear o esquivar ninguno de los suyos.
—Cierto. Pero lograste reaccionar mi primer golpe directo con baja visibilidad, y no como haría cualquier otro Pokémon, que sería esquivando, sino que usaste un Megapuño como medida defensiva. Eso me dice que dominas ese movimiento, igual que tu lanzallamas. Me costó mantener el frío de mi Puño hielo, casi logras quemarme.
—Así que empleó hielo para contraatacar. —Ahora Ryku entendió por qué no evitó sus llamas.
—Kendo, llama a quienes se enfrentaron a Sabrina en el pasado y reúnelos en la sala de descanso —ordenó Koichi.
—Sí, maestro.
—Maestro Koichi —intervino de repente Dylan—, después de ver el combate, ¿me concedería uno contra mí?
El anciano escudriñó de arriba abajo al chico del pelo azul.
—Se puede ver en tu mirada que te gusta combatir. Ya has vencido a Sabrina por tu cuenta, ¿me equivoco? —Dylan asintió—. Me temo que no puedo darte ese combate. A mi edad, el Enlace me pasa factura y soy incapaz de mantener el ritmo de la juventud. Discúlpame.
—Una lástima, pero no pasa nada.
—Sin embargo —añadió rápidamente el anciano—, puedo concederte un combate con el mismo nivel de fuerza que el mío con uno de mis alumnos al que también le gusta combatir. Si no te importa pelear contra alguien que no sea yo, claro.
—Si dice que está a su nivel, lo acepto sin duda.
El maestro karateka asintió satisfecho.
—Kendo, llama también a Hideki y dile que un joven quiere tener un combate de Enlace contra él.
—Entendido, maestro.
Dylan se quedó a solas en la sala del campo de batalla mientras Ryku y Koichi se dirigían a la sala de descanso a esperar a los alumnos del maestro karateka. Kendo fue avisando a aquellos que habían desafiado a Sabrina en el pasado y los llevó a la sala de descanso. Cuando comunicó a Hideki sobre el combate que le esperaba, este se ató con fuerza la cinta roja de su frente y fue al campo de batalla a librar el combate con Dylan. Cetile fue la única que no tenía nada que hacer y no sabía cómo aprovechar el tiempo mientras Ryku y Dylan estaban ocupados. Su única opción fue quedarse sentada en una esquina a observar a los miembros que no habían luchado contra Sabrina entrenar. Cuando acabó el trabajo, Kendo le hizo compañía para que no se sintiera sola y se conocieran un poco más.
El grupo regresó a casa de Dylan después de pasar todo el día en el Dojo Karate. El maestro Koichi los había invitado a comer para aprovechar al máximo las horas del día y, gracias a eso, Ryku aprendió muchísimas cosas de los miembros del dojo que lucharon en el pasado contra Sabrina. Cada uno tenía una versión de su combate, pero pocos se volvían diferentes. Ahora que había descubierto muchas cosas e ideado un plan, ya no tenía miedo y estaba listo para afrontar el combate de Gimnasio.
Durante la cena, el padre de Dylan preguntó acerca del combate contra Sabrina y cómo había ido. Ryku reveló que no había ido al Gimnasio ese día y que se dedicó exclusivamente a prepararse para cuando llegase el momento. El padre se extrañó bastante, pues creía que Ryku ya habría hecho el primer intento, pero entendió que no combatiera contra la líder de Gimnasio. Al menos ahora, si no ocurría algo inesperado, el joven sí se enfrentaría a Sabrina. Y se aseguró que, antes de abandonar la ciudad, le contase la pelea con todo detalle. Ryku aceptó el trato.
Después de la cena, todos se quedaron un rato mirando la televisión con algún programa de entretenimiento. Una vez finalizó, cada uno se fue a su cama a dormir. Ryku fue el último el conciliar el sueño porque no paraba de pensar lo que haría al día siguiente. Había ideado tácticas, aprendido algunos patrones que Sabrina siempre realizaba, conocido algunos de los movimientos de su set, entre otras cosas. Mañana iba a ser un día importante.
Chapter 22: Psique contra Llamas
Chapter Text
A pesar de haber dormido poco, Ryku se sentía con muchas energías para afrontar el día. Estaba preparado para enfrentarse a Sabrina. Todavía tenía miedo por una derrota aplastante o un muro que no pudiera sobrepasar, pero no daría marcha atrás. No después de lo lejos que había llegado. Gracias a los consejos del maestro Koichi y de sus alumnos, ahora sabía a lo que se enfrentaba. Con suerte, bastaría para no tener que repetir el combate una infinidad de veces.
Ryku se mentalizó y se repitió su estrategia para el combate mientras desayunaba. Estaba tan concentrado que nadie se atrevió a sacarle de sus pensamientos, ni siquiera para animarlo. Cuando terminó, Ryku cogió el pase que lo identificaba como un poseedor de cuatro o más medallas de Gimnasio y salió del piso sin molestarse en comprobar que Dylan y Cetile lo acompañaban.
Ryku se plantó frente a la puerta del Gimnasio e hizo un último ademán de no querer entrar. Un último momento donde las preocupaciones el miedo inundaban su mente. Sacudió la cabeza, se deshizo de los malos pensamientos y llamó a la puerta con decisión. La vigilante del Gimnasio la abrió y miró a Ryku de arriba abajo.
—¿Cuál de los tres va a desafiar a Sabrina? —preguntó. Era una joven mayor que Ryku y compañía, de pelo castaño y largo hasta los hombros.
—Solo yo —respondió Ryku.
—¿Tienes el pase?
Ryku sacó del bolsillo el boleto que le dieron al entrar en la ciudad. La vigilante lo observó en detalle y asintió.
—Bien, puedes pasar. Acompáñame.
Ryku y compañía siguieron a la joven, pero ella impidió que Dylan y Cetile entraran en el Gimnasio.
—Solo él —declaró señalando a Ryku—. Vosotros esperáis fuera.
—¿Por qué? —protestó Dylan—. El Gimnasio está pensado para acoger espectadores.
—No cuestiono las órdenes de Sabrina —fue la seca respuesta de la vigilante—. Lo diré una última vez: vosotros os quedáis aquí.
Dylan gruñó entre dientes y se dio la vuelta. Cetile lo siguió allá donde fuera mientras Ryku y la vigilante se internaban en el Gimnasio.
Ryku empezó a dudar de que el Gimnasio fuera de verdad uno a medida que se movía por los pasillos. La iluminación eran lámparas con forma de antorchas, las paredes tenían misteriosos dibujos y la vigilante vestía raro. Parecía la devota de un templo. Al cabo de un rato, la vigilante se detuvo frente a una puerta de madera reforzada con hierro y la abrió.
—Sabrina te espera dentro.
Y sin decir nada más, la vigilante se marchó y desapareció por los pasillos. Ryku entró en la sala y cerró la puerta tras de sí. Se dio la vuelta y observó el campo de batalla que se extendía frente a él. En terreno era de una arena roja de lo más llamativa bordeado por un suelo sólido decorado como el mar. Había una serie de columnas violetas que soportaban un rectángulo lleno de focos que alumbraban toda la sala. Ryku vio a una mujer sentada en un ostentoso trono dorado de fieltro rojo al otro extremo del lugar.
La mujer no se movió ni habló a pesar de haber alguien más en la sala, lo que permitió a Ryku observarla en detalle. Tenía el cabello azul grisáceo y largo y los ojos mezclados entre rojo y marrón. Iba ligera de ropa con una camiseta roja de finos tirantes que dejaba al descubierto la mitad del abdomen y unos pantalones blancos. En el brazo izquierdo descansaba el brazalete dorado de su Gimnasio. Ryku siguió mirando a Sabrina hasta que, por fin, la mujer rompió el silencio.
—Empezaba a pensar que no te atreverías a venir, Ryku.
El joven tragó saliva. ¿Cómo sabía su nombre si era la primera vez que se veían? Intentó no dejarse desconcentrar.
—¿No te sorprende que sepa tu nombre? ¿O es que intentas ocultar esa emoción?
Ryku empezaba a sentirse incómodo. Sabrina parecía disfrutar con eso. Descruzó las piernas y se levantó del trono.
—Vamos, no seas tímido. Di algo —animó Sabrina mientras cogía algo del reposabrazos del trono y bajaba las escaleras que la separaban del campo de batalla.
—¿Cómo esperabas mi llegada y sabes mi nombre? —preguntó Ryku.
Sabrina soltó una risilla.
—¿Cómo no saberlo cuando me comunican la llegada de todos y cada uno de los entrenadores que entran a la ciudad para desafiarme? No eres una excepción, Ryku. Tarde o temprano vendrías, aunque te acobardaras la primera vez.
¿Sabrina lo estaba intimidando antes del combate? Porque no le gustaba que tuviera éxito.
—¿Cómo sabes eso?
—Seguro que te han hablado del combate que vas a tener, es lo lógico. Te lo pensaste dos veces antes de ir directo. No hace falta ni emplear poderes psíquicos para descubrirlo.
Ryku abrió los ojos.
—¿Tienes poderes psíquicos… igual que un Pokémon?
—Desde que era pequeña. Pero no tan fuertes como los de un Pokémon. Me queda mucho camino para alcanzar ese nivel.
Ryku se estremeció. Sabrina sin duda era una rival peligrosa si tenía capacidades sobrehumanas. ¿Qué podía hacer al respecto si le bastaba con leer la mente para contrarrestarle? No. No debía dejarse intimidar. La estrategia iba a servir. Lo conseguiría. Debía creerlo.
Sabrina recorrió la distancia que los separaba y se detuvo frente a él. Ryku eliminó parte de su tensión al ver que la mujer no era mucho más alta que él, ni siquiera siendo un Charizard.
—Ponte el brazalete dorado y dame el tuyo.
Ryku obedeció e intercambió su brazalete negro por el dorado, traspasó su Enlace al segundo y entregó el primero. Sabrina llevó el brazalete de Ryku al reposabrazos del trono y bajó la pantalla de las barras de vida. Luego se quedó en el otro extremo de la arena.
—¿Quieres empezar ya el duelo o prefieres mentalizarte más? —preguntó Sabrina.
Ryku consideró aquello como un insulto.
—Acabemos con esto.
Sabrina consideró divertida esa respuesta y se preparó para activar su Enlace. Ryku la imitó y fue él quien empezó a adoptar su forma Pokémon. Sabrina inició su transformación apenas unos segundos después. Cuando Ryku dejó de brillar y mostró sus características de Charizard, Sabrina todavía se estaba convirtiendo en el Pokémon de su Enlace. Ryku vio la blanca silueta de un Alakazam, el tipo de Enlace que le habían dicho que tenía Sabrina. Su cuerpo se encogió y de su cabeza brotaron un par cuernos y dos bigotes. Al desaparecer el brillo, Sabrina mostró un cuerpo amarillo protegido por una especie de armadura marrón y sus manos sostenían dos cucharas que había hecho aparecer tras la transformación. A pesar de ser una criatura de aspecto frágil, Ryku podía percibir el inmenso poder que ocultaba.
La pantalla se encendió cuando las trasformaciones concluyeron. Tardó unos segundos en recoger los datos de ambos contendientes y creó las respectivas barras de vida.
—¿Algo más que decir antes de comenzar? —preguntó Sabrina. Ryku se quedó atónito ante la masculina voz de Sabrina. Lo había escuchado en Cetile, pero creía que su Enlace agravaba su voz al ver cómo era físicamente un Venusaur. Bill debía mejorar la tecnología Enlace para que distinguiera los géneros.
—No. —En realidad, Ryku quería saber la cantidad de veces que podía desafiarla en un día, pero ya intuía que sería una vez. Había sido así desde el combate contra Surge.
—Muy bien. Veamos que te han enseñado Koichi y sus alumnos.
Ryku volvió a sentirse incómodo con aquella adivinación. ¿Acaso Sabrina lo había espiado con sus poderes desde que llegó a ciudad Azafrán? Se estaba hartando un poco de eso.
La pantalla emitió los sonidos de cuenta atrás y tanto Ryku como Sabrina se prepararon. Escucharon tres pitidos cortos y uno largo, la señal del inicio del combate.
Ryku empezó su ofensiva con su más clásico ataque. Koichi y sus alumnos le habían informado de que los ataques a distancia eran a lo que Sabrina más contrarrestaba con sus poderes. Su lanzallamas no era más que una distracción para acercarse al Alakazam y golpearle cuerpo a cuerpo, su mayor punto débil. Tal y como pensó, Sabrina hizo gala de sus poderes psíquicos y manipuló las llamas a su antojo para que se dispersaran mucho antes de impactar con su cuerpo. Justo como Ryku esperaba.
Las llamas ocultaron el movimiento de Ryku hacia Sabrina. El Charizard batió las alas y voló raudo hacia el Alakazam. Por desgracia, Sabrina consiguió exterminar las llamas antes de que Ryku llegase a su destino y lo detuvo con un simple destello en sus ojos.
Ryku se detuvo en seco en pleno aire, a escasos metros de Sabrina. Su cuerpo estaba rodeado por la misma aura que había usado Sabrina para desviar el fuego. Ryku intentó zafarse, pero no podía hacer mucho cuando las cadenas no eran físicas. En estos momentos, estaba a merced de Sabrina, que lo miraba con ojos brillantes y lilas. Sin embargo, el Charizard no se rindió y comprobó si era capaz de mover el hocico y escupió otro torrente de llamas nada más ver la oportunidad. Sabrina liberó a Ryku mientras disipaba el fuego tan cerca de ella. Lo empujó todo y Ryku recuperó el control a tiempo para volver al plan inicial y asestó un Megapuño directo al pecho de Sabrina. Ella retrocedió, perdió su poder por un instante y las llamas lograron quemarle los hombros y los bigotes.
Ryku lanzó un rápido vistazo a la pantalla y vio la barra de vida de Sabrina descender un poco más de la mitad del total de su vida. Koichi estaba en lo cierto, Sabrina no poseía fuertes defensas físicas y esa clase de ataques le eran muy dañinos, en especial si no era resistente al tipo elemental. Si conseguía acercarse una vez más, con suerte podría sentenciar el combate.
Pero de la vida que Sabrina había perdido empezaba a recuperarse casi por completo. Ryku se puso nervioso. ¿Qué acababa de pasar? ¿Cómo Sabrina regeneraba la vida de su Enlace de la nada? Todo cuanto quedó de su lanzallamas y el Megapuño fue una fina línea negra en la barra de vida de Sabrina.
Cuando se curó, Sabrina no esperó a que Ryku se recompusiera de la sorpresa y lo envolvió una vez más en el aura violeta de su ataque psíquico. Esta vez, se aseguró de que no pudiera abrir la boca para otro lanzallamas con un poco más de presión psíquica. Elevó a Ryku despacio como un globo que escapaba de las manos de un niño y lo estampó contra el suelo a gran velocidad con un simple movimiento de las cucharas. La arena se levantó y ocultó el daño del ataque psíquico, pero la pantalla indicó la gran cantidad de vida que había perdido.
Ryku volvió al combate con bastante rapidez. Sabrina le había dado tiempo de sobra para prepararse a la caída y mitigar el máximo daño posible, al menos físicamente hablando. Relajó el cuerpo y destensó los músculos. Y antes de iniciar un contraataque, no tuvo en cuenta lo momentáneo que llegaban a ser los movimientos de Sabrina.
El Alakazam cruzó las cucharas y estas brillaron con una tonalidad multicolor, pasando del azul al verde y del verde al morado. Se formó una pequeña esfera donde el metal de las cucharas se tocaba y salió disparado un rayo multicolor hacia Ryku. Por desgracia, no contó con los reflejos del Charizard que contrarrestó el rayo psíquico con su lanzallamas. Una sorpresa tanto para Sabrina como para Ryku.
Sabrina cambió de estrategia y no lanzó otro rayo psíquico o invocó el aura violeta. No se trató de ningún movimiento ofensivo. Uno de sus ojos se iluminó en una tonalidad azulada, lejos del característico violeta de sus movimientos, y el brillo explotó en forma de estrella de cuatro puntas.
Ryku no sabía qué movimiento había usado esta vez. Tampoco es que entendiera los otros que había usado Sabrina hasta ahora. Peor algo tenía claro: el efecto le resultaría beneficioso a su rival. ¿Por qué si no lo habría lanzado? Debía estar preparado para cualquier cosa.
Sabrina volvió a lanzar otro rayo psíquico. Ryku se extrañó de que se atreviera a disparar tan seguido el mismo ataque que había fallado hace poco. Había un truco, estaba seguro de ello. ¿El movimiento de antes potenciaba el rayo? ¿Lo volvía ineludible? ¿Había alguna forma de contrarrestarlo de todas formas? Era la primera vez que Ryku se hacía tantas preguntas durante un combate. Pero los movimientos psíquicos, esas fuerzas invisibles o de colores eran tan impredecibles y desconocidas que cualquier cosa era posible. No se le ocurrió algo mejor que repetir el choque de poderes con su lanzallamas y confiar en que se repitiera la situación.
No fue así.
El fuego de Ryku no salió por su boca. Algo dentro de su cuerpo impedía que se formaran las llamas, como si se hubiera quedado sin combustible. Como mucho, logró soltar volutas de humo negro. Incapaz de escupir fuego y de solucionar el inconveniente a tiempo, Ryku recibió un impacto directo del rayo psíquico que lo mandó varios metros hacia atrás.
Ryku se llevó una mano al pecho. No se sentía tan dolorido como se hubiera imaginado. Su barra de vida apenas había descendido. El anterior ataque psíquico había sido tan dañino que se la había dejado en amarillo y el rayo no había conseguido que se acercara ni al límite de cambio de color a rojo. Un ataque psíquico que no era poderoso. Ryku debía aprovecharse de esa pequeña debilidad en los movimientos de Sabrina. Aun así, si no se le acercaba, ese simple ataque era suficiente para perder el combate. Debía aproximarse a Sabrina costase lo que le costase.
Sabrina ya preparaba otro rayo psíquico mientras Ryku recobraba las fuerzas. Él la vio y se esforzó por recuperarse cuanto antes y lo consiguió en el momento que ella disparó su rayo psíquico. Ryku batió las alas y de un salto se apartó de la trayectoria del rayo. Luego las volvió a batir y se impulsó en dirección al Alakazam mientras cargaba un Megapuño. Se arriesgaba mucho, pero había anulado su lanzallamas, así que no le quedaba más remedio que atacar con todo.
Sabrina pensó en la forma más sencilla de deshacerse de él. Solo tenía que detenerlo igual que la primera vez y sentenciar el combate tras aplastarlo contra el suelo una vez más. Sus ojos se iluminaron y del cuerpo de Ryku apareció el aura violeta de su poder psíquico que lo detuvo como si hubieran entrado en una zona donde el tiempo transcurría muy lento. Sabrina otorgó a su rival la inexistente ocasión de golpearle antes de quitarle la esperanza de victoria. Pero Sabrina comenzó a sentirse rara cuanto más mantenía ralentizado a Ryku. Su visión se tornó borrosa unos segundos y, cuando recuperó la nitidez, habían cambiado el entorno.
Ryku estaba en llamas. El aura violeta se había convertido literalmente en un fuego salvaje dando la sensación al Charizard de haberse transformado en un meteorito a punto de impactar en Sabrina. Y en un segundo el fuego se adhirió a la parte trasera de su cuerpo como una extensa melena ardiente. Sabrina contempló ese extraño aspecto de su enemigo y captó movimiento por el rabillo del ojo. Un torrente de agua y rayos de luz destrozaban un entorno rocoso y helado. Dos Pokémon de siluetas imprecisas disparaban tales poderosos ataques que causaban que el suelo temblara y el techo amenazara con caerle encima. Y antes de que los ataques de las siluetas alcanzaran al Charizard de melena de fuego, unas garras psíquicas rodearon al Pokémon y explotó en un brillo que devolvió a Sabrina de vuelta a la realidad. Por un ínfimo instante no sabía qué había ocurrido hasta que su mente procesó lo que sus ojos observaban. Se enfadó por haber caído en una trampa que nunca lograba anticipar, pero mantuvo la serenidad y dejó en segundo plano lo ocurrido para centrarse en el combate que estaba librando. Ya lidiaría con eso más tarde.
Aquel pequeño momento de distracción fue suficiente para que Ryku se librara de la ralentización y se posicionara a escasos centímetros de Sabrina. Ella trató de defenderse, pero el joven fue rápido y asestó un el Megapuño en su pecho. El dolor desmoronó cualquier intento de protegerse y voló por los aires.
Ryku no se detuvo y encadenó su Megapuño con un Ataque Ala para mantenerla cerca de él y asestar unas cuantas cuchilladas. Sentenció la ofensiva con un coletazo que derribó a Sabrina y la clavó en la arena del campo de batalla.
Ryku se había quedado a gusto con los diversos ataques y dedicó unos segundos a recuperar el aliento. Siguió pendiente de su rival por si no había sido suficiente hasta que la pantalla emitió un sonido con la imagen de Ryku y el título de vencedor. Entonces, el cuerpo de Sabrina se puso a brillar por la Prioridad Humana y Ryku se apartó por puro instinto. Sabrina regresó a su verdadera forma y se levantó mientras se quitaba la arena del cuerpo. Ryku regresó a su forma humana poco después.
Ryku no terminaba de creérselo. Había ganado su sexta medalla de Gimnasio a la primera. Pero, por alguna razón, no se sintió como si la hubiera conseguido poniendo al límite sus capacidades. Era como si Sabrina tampoco hubiera utilizado el cien por cien de su poder después de lo que le contaron Koichi y sus alumnos.
Sabrina terminó de quitarse de encima los últimos granos de arena y se acercó a Ryku.
—Enhorabuena, me has ganado —le dijo sin mostrar ningún atisbo de emoción.
—¿Es eso verdad? —preguntó Ryku intentando imitar el mismo tono—. ¿En serio he ganado yo el combate o has permitido que te ganara?
—¿Permitir? No pienses que no he puesto todo mi poder en este combate, Ryku —protestó Sabrina ahora aplicando emoción a sus palabras—. En el momento que te prohibí escupir fuego, ya había ganado. Hasta logré detenerte con mi poder psíquico mientras te acercabas a mí con ese puño brillante.
—Lo sé, pero ese ataque no parecía tan fuerte como el primero que usaste contra mí. Todavía me podía mover. Lento, pero podía. Tenía posibilidades de golpearte.
—Cierto, pero no fue porque hubiera reducido a voluntad el ataque, sino porque cada vez que uso ese poder psíquico, se debilita un poco. Por eso te movías despacio y no te detuve en seco.
—¿Y por qué no me desviaste y me lanzaste en otra dirección? —preguntó Ryku.
—¿De qué me hubiera servido? Te me hubieras abalanzado una y otra vez y, como ya he dicho, el poder psíquico se debilita con el uso constante. Habría llegado un punto donde no sería capaz de detenerte. Me habías puesto entre la espada y la pared.
—Aun así, siento como si no hubiese sido un combate justo.
Sabrina rio.
—Ha sido todo lo justo que debía ser, Ryku. ¿Qué esperabas de un combate contra una psíquica? ¿Un verdadero reto? Es verdad que somos poderosos, pero tenemos puntos débiles que se pueden explotar. Tú hallaste uno, seguramente por los consejos de Koichi, y actuaste para romper mis fortalezas y vencerme. No hay nada más oculto.
—Tal vez, pero…
Sabrina impidió que Ryku acabara su frase alzando una mano.
—Escucha, esta conversación existe por tus expectativas. Koichi te había metido en el cuerpo más miedo que seguridad, incluso uno peor que el que te hayan metido otros. El maestro del Dojo Karate no quiere admitir que el tipo lucha es débil al tipo psíquico. ¿Por qué te imaginabas un combate tan difícil de ganar?
Ryku se dio cuenta de que todo lo que había padecido los días anteriores era una tontería. En vez de afrontar el problema de cara y combatir como siempre había hecho, dejó que las experiencias de otros nublaran su visión y no dejaran ver la realidad. Su realidad. Él tenía problemas graves con el tipo roca y le daba miedo la locura de los efectos del veneno. Pero ¿el tipo psíquico? Nunca formó parte de la lista de debilidades de su Enlace. Sí, era un tipo al que no se había enfrentado y le causó miedo a lo desconocido. Aun así, seguro que habría terminado aplicando la táctica de acercarse y pegar con el Megapuño sin haberse molestado en preguntar a los demás. A fin de cuentas, había improvisado en casi todos los combates de Gimnasio.
—Tienes razón. Dejé que el miedo hablara por mí. He sido un tonto —admitió Ryku.
—Ojalá pudiera decirte lo contrario, pero no soy de los que niegan la obviedad —contestó Sabrina. Ryku se avergonzó y enfadó a partes iguales—. Espera aquí. Voy a por la medalla.
Sabrina abandonó la sala por una puerta oculta detrás del trono. Regresó un minuto después con una mano cerrada y el brazalete original de Ryku. El joven se quitó el brazalete dorado antes de que Sabrina le entregara sus pertenencias. Primero recibió el brazalete negro, el cual se puso de inmediato. Luego, Sabrina extendió la mano y mostró una medalla tan simple como la de Brock. No era más que un círculo dorado y otro más pequeño para dar la sensación de relieve.
—Como líder del Gimnasio de ciudad Azafrán, yo, Sabrina, te hago entrega de la medalla Pantano como símbolo de tu victoria en este Gimnasio, así como una recompensa en Monedas de Combate. Enhorabuena.
Ryku tomó la medalla y la miró extrañado.
—¿Has dicho medalla Pantano? —preguntó Ryku. Sabrina asintió—. Es curioso que se llame así. Quiero decir, tu Gimnasio está más orientado a la mente y lo espiritual, y que yo sepa un pantano no tiene mucha relación con eso. La medalla del Gimnasio de ciudad Fucsia se llama medalla Alma. ¿No crees tu medalla encaja mejor con la temática ninja de Koga?
Por primera vez, Ryku vio a Sabrina dudar. Se había quedado pensativa ante la revelación del joven.
—Opino lo mismo que tú —dijo tras un tiempo en silencio—. La medalla Alma debería pertenecer a mi Gimnasio y la medalla Pantano a Koga. Puede que sea por Koichi, antes de que le arrebatara el puesto de líder de Gimnasio, aunque tampoco veo relación entre un pantano y el tipo lucha. Es una incógnita de lo más interesante.
Sabrina despachó a Ryku por la necesidad de descansar para su próximo combate y luchar con todas sus fuerzas. Ryku se despidió de la psíquica y abandonó la sala. Fuera le esperaba la vigilante y le acompañó hasta la salida del Gimnasio.
Ryku no vio a Dylan ni Cetile en los alrededores, de modo que los llamó con el holomisor. No le hizo falta decir nada cuando Dylan respondió con un «ahora mismo vamos» y colgó. Solo pasaron un par de minutos hasta que los vio al final de la calle.
—¿Qué tal ha ido? —preguntó Dylan. Ryku no contestó con palabras y levantó la medalla Pantano—. Genial. Casi tienes tantas medallas como yo. Solo queda la que hay en isla Canela y me habrás alcanzado. ¿Cuándo vas a querer que nos pongamos en marcha?
—Quedémonos unos días más. Después del combate contra Sabrina, necesito descansar.
—Suena a que ha sido una pelea intensa —dijo Dylan lleno de curiosidad—. Tienes que contarme tu versión con todo lujo de detalles. Y a mi padre también.
Ryku se sintió exhausto solo de pensarlo, pero se lo había prometido al padre de Dylan y debía cumplir su palabra.
Ya era tarde y Sabrina decidió poner fin a la tanda de combates del día. Había sido un día productivo para una líder de Gimnasio, pues realizó quince combates de Gimnasio y entregó la medalla casi la mitad de las veces. Se había ganado un merecido descanso y no dudó en tomarlo. Se sentó en su trono y llamó a su aprendiz para que le trajera un poco de té. La aprendiz, que era a la vez la vigilante de la puerta del Gimnasio, se marchó con una reverencia y regresó al cabo de veinte minutos con una bandeja con un vaso, una tetera y algunas galletas para acompañar el té. La aprendiz vertió el líquido de la tetera sobre el vaso y se lo sirvió a su maestra.
—Gracias, Phoebe —agradeció Sabrina—. Si quieres, puedes irte a casa. Ya me encargo yo del resto.
—¿Estáis segura, maestra? Puedo dejarlo todo listo mientras descansáis —objetó con sutileza Phoebe.
—Estaré bien. Tus compañeros ya se han retirado y no sería correcto que tú aún permanecieras aquí. Ya sé que eres la mejor alumna que tengo, pero ya te he dicho decenas de veces que no quiero que me hagan la pelota.
—Lo sé, maestra. Solo lo decía porque… se os ve muy cansada. Preferiría aliviarle un poco el trabajo.
—Déjalo, ya lo harás mañana. Abriremos el Gimnasio un poco más tarde después de lo vivido hoy. Necesitaré meditar mucho si quiero volver a estar en plena forma.
—Como gustéis, maestra. Me retiraré a mi hogar.
A veces, Sabrina no se mostraba agradable con la extrema formalidad de Phoebe. Detestaba que se le dirigieran de manera tan... medieval. Con un gesto, incitó a Phoebe que abandonara el recinto y ella, con otra reverencia, obedeció. Sabrina no se sintió tranquila hasta que se aseguró de que estaba a solas en el Gimnasio, aunque eso nunca era del todo correcto.
Sabrina se reclinó en su trono, miró el techo y se quedó absorta en sus pensamientos. Todos los combates que había librado hoy no fueron muy memorables y tampoco valía la pena conservar los recuerdos. Sin embargo, sí hubo uno que debía mantener: el combate contra Ryku. Sobre todo, la extraña visión que había tenido durante el duelo con aquel joven.
No había duda de que se trataba de eso, aunque también podría haber sido una de las tantas alucinaciones que padecía cuando empleaba su Enlace por demasiado tiempo. Experimentar cómo aumentaban exponencialmente sus poderes psíquicos naturales debido a los que adquiría al transformarse en un Alakazam provocaba una inestabilidad que desembocaba en alucinaciones casi reales que empeoraban cuanto más usaba los poderes. Meditar contrarrestaba los efectos adversos, además de no volver a transformarse en Pokémon por un tiempo. Pero no siempre lograba descansar.
Sabrina sentenció que no había sufrido una alucinación en mitad del combate. Demasiado lógico fue lo que vio para tratarse de una. Sabrina recordó las dos siluetas de Pokémon atacando a un Charizard que tenía una melena de fuego que le recorría desde la cabeza hasta la llama de la cola por la espalda y aquellas garras psíquicas que lo atraparon en una explosión de luz. De todo, el Charizard era lo más raro de la visión. ¿Por qué era diferente? ¿Por qué había tenido la visión precisamente cuando Ryku, furioso, iba a golpearla? La mayoría de sus visiones no necesitaban la presencia de nadie para invadirle la mente. ¿Significaba eso que el joven estaba relacionado con ese Charizard? Sabrina forzó su mente a entender. Sus visiones siempre eran más profundas que lo que había a simple vista. Pero, como era habitual, imposible darle sentido. Sabrina prefirió no comprender y no olvidar. Algo dentro de ella le gritaba que no ignorase la visión.
—Las visiones son normalmente más abstractas, pero esta… esta ha sido muy directa, como si ya me estuviera revelando un futuro ineludible. —Bebió un poco y se reclinó en el trono—. Pero solo estoy especulando. Si es de verdad una visión del futuro que se cumplirá, tal vez deba actuar por obligación. —Cogió una galleta y le dio un pequeño mordisco—. Pero primero he de confirmar su naturaleza. Qué molesto resulta el desconcierto de las visiones cuando se mezclan tus habilidades con las de un Pokémon. No era así cómo veía la ventaja de transformarme en uno. Me obliga a… —Sabrina no terminó la frase y permaneció pensativa unos segundos antes de continuar. Suspiró—. Supongo que tendré que hacer algunas llamadas para salir de dudas. A ellos siempre les interesan mis visiones.
Chapter 23: Silph S.A.
Chapter Text
Ryku no tuvo descanso hasta que Dylan y su padre se sintieran satisfechos con su interrogatorio. No era él quien narraba el combate tal y como lo había vivido, solo avanzaba cuando las preguntas que le soltaban le permitían continuar con su historia. Le divirtió las reacciones que hacían, fueran exageradas o no, pero quería terminar pronto de hablar del combate contra Sabrina para descansar como debía.
Los siguientes días fueron más tranquilos. Dylan se esmeró en dar a Ryku y Cetile una buena impresión de ciudad Azafrán. Tuvo la suerte que la zona más turística estuviera lejos de personas de la autoridad que les impedirían el paso a la mínima ocasión y la gente trataba de ignorar la situación que atravesaban. Visitaron un edificio conocido como «Club de fans de entrenadores» donde gente de todas partes se reunía para hablar y admirar a entrenadores que hicieron alguna hazaña memorable. Después del club, visitaron algunas tiendas para prepararse de antemano al reinicio del viaje y parques para que Cetile fotografiara algo más que rascacielos. Finalmente, hicieron una pequeña parada en la estación del Magnetotrén, un transporte que conectaría con Johto en cuanto finalizaran las obras que ya duraban varios años.
Un día, Ryku y Dylan vieron en televisión un anuncio de Silph S.A. en el que seguían buscando a entrenadores de Enlace para su último invento. Ryku y Dylan intercambiaron una mirada. Bill todavía estaba con las pruebas de los reiniciadores y tenían la oportunidad de participar, tal y como le habían prometido. Hasta Cetile se apuntó. Por una vez quería hacer algo distinto a hacer fotos.
Resultaba muy difícil no hacer caso del edificio de Silph S.A. Ningún rascacielos lo igualaba en estética. Las ventanas daban la sensación de que estaba hecho íntegramente de cristal. Y era la estructura más alta de la zona, donde los otros edificios no alcanzaban los cinco pisos de altura. Ryku y compañía entraron y se toparon con un lujo propio de un hotel de cinco estrellas.
Solo la recepción de la empresa era más ostentosa que todo el exterior del Gimnasio de Sabrina. «Y yo pensando que no se podía ser más extravagante», pensó Ryku. Había una gigantesca fuente en medio de la sala, una sección con sofás y sillones donde esperar a que te atendieran, gran variedad de plantas, cuadros que llenaban el vacío de las paredes, un par de puertas de ascensor y unas escaleras que llevaban al siguiente piso.
—Cualquiera diría que aquí se fabrican los inventos para entrenadores como Pokéball y demás —dijo Ryku.
—¿No es demasiado lujo? —preguntó Cetile sin apartar la vista de la fuente.
—Tratándose de la empresa más rica de la región, ni me sorprende —respondió Dylan—. Puede que esto sea hasta lo más austero a lo que pueden llegar con lo que deben ganar.
—Si es lo más austero, ¿cómo será lo más ostentoso?
—No lo quiero ni pensar.
Ryku, Dylan y Cetile se pararon frente al mostrador donde muchos trabajadores tecleaban en ordenadores. Había mucho movimiento y les costó ver a unas mujeres que se encargaban de atender a los que se acercaban al mostrador. Llamaron la atención de una con el pelo recogido en una coleta con una placa en la que se leía su nombre, Susan. La mujer dedicó una sonrisa a los chicos.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudaros? —preguntó educadamente.
—Venimos por el anuncio del nuevo invento para entrenadores de Enlace. Queremos participar en las pruebas —informó Dylan.
—Muy bien, Habéis llegado con tiempo de sobras, así que espero que no os importe esperar un poco.
—No hay problema. ¿Esperamos aquí o…?
—Arriba —se adelantó Susan—. Ya hay otros voluntarios en la misma situación. Coged el ascensor o las escaleras hasta el quinto piso y mis compañeros se ocuparán del resto. Tomad.
Susan sacó de debajo del mostrador tres tarjetas sujetadas por una cinta roja y se puso con otras responsabilidades. Los jóvenes se pusieron las identificaciones y fueron al ascensor.
Un guarda los esperó cuando llegaron al quinto piso. El hombre vio las identificaciones y los acompañó por los pasillos hasta una habitación donde había otras personas.
—No os mováis de aquí —advirtió el guarda—. Pronto vendrán quienes gestionan las pruebas.
Los tres jóvenes se sentaron en las sillas más ajenas al resto de entrenadores y se quedaron observando a los demás mientras el tiempo transcurría. Al principio eran pocos en la sala, apenas diez con ellos incluidos, que aumentó a catorce al cabo de media hora después. Poco después se presentaron un grupo de personas con batas de laboratorio blancas y carpetas entre sus manos. Todos salvo uno. Bill parecía que no se había cambiado de ropa desde la última vez que Ryku y Dylan lo vieron. Destacaba no solo por cómo vestía, sino por la cara alegre que tenía en comparación con sus compañeros científicos.
—¡Hola! —saludó con una amplia sonrisa—. Agradezco enormemente que hayáis decidido participar en las pruebas de lo que supondrá el mayor avance en los objetos que un entrenador de Enlace puede utilizar desde las Máquinas Técnicas. Mi nombre es Bill. Supongo que me conoceréis por ser el creador de la tecnología Enlace que utilizáis y que tanto ha cambiado el mundo. También soy el desarrollador principal de los reiniciadores, unos discos que, como bien dice su nombre, reinician los Enlaces igual que llevarlos a los centros Técnicos.
Uno de los entrenadores levantó la mano como si necesitara permiso para hablar.
—¿Eso no los dejaría obsoletos?
—Al contrario. Los técnicos Mark podrán centrarse en otros aspectos de los brazaletes Enlace como cambiar pantallas, reparar fallos del sistema o cambiar módulos rotos. En todo caso, les aligeramos el trabajo.
Bill esperó unos segundos por si alguien más tenía alguna duda y luego señaló a uno de sus compañeros científicos que se puso a dar una serie de papeles a cada uno de los voluntarios.
—¿Qué es esto? —preguntó uno.
—Unos términos y condiciones estándar para las pruebas —respondió Bill—. Lo típico, un contrato de confidencialidad para que no habléis de los reiniciadores hasta que salgan al mercado, una aceptación de que os tendrá en cuenta para futuras pruebas de los reiniciadores o de que se pueden realizar copias de seguridad de todo lo que contenga vuestros brazaletes ahora mismo. Minucias sin importancia.
—Ese último punto no suena nada bien —observó una entrenadora.
—Os garantizo que las copias de seguridad se deben crear por medidas de seguridad. Los reiniciadores afectan directamente al hardware del brazalete Enlace y, como todavía estamos perfeccionando su funcionamiento, es posible que vuestros brazaletes acaben inservibles durante las pruebas. De ahí que necesitemos vuestro consentimiento para hacerlas —aclaró Bill—. En el contrato estipula que la empresa proporcionará un brazalete Enlace nuevo con los datos que hubiera en el anterior. Pero no puedo hacerlo si no dispongo de copias de seguridad.
La entrenadora se mostró reacia a dar sus datos. Fue la última en firmar. Luego recibieron otros papeles para identificar los datos del brazalete que iban a entregar. Bill recomendó extraer todos los módulos no esenciales del brazalete Enlace salvo el lector de MT porque no los cubría el contrato. Una vez todo listo, Bill guio al grupo de entrenadores por la planta hasta la sala de las pruebas.
Parecía que hubieran entrado en la guarida de un villano. Ninguno de los voluntarios apartó la vista de un arma láser salida de las películas de ciencia ficción. Ni los ordenadores, los servidores y brazos robóticos llamaban más la atención.
Bill se puso a dar órdenes a los científicos y cada uno se fue a su puesto de trabajo. Algunos se sentaron frente a los ordenadores, otros comprobaron el estado de los servidores y otros se aseguraron de que el arma láser funcionara bien en todo momento. Un destello y una chispa saliendo de la punta del arma puso tensos a los voluntarios.
—No se irá a usar eso durante las pruebas, ¿verdad? —peguntó un entrenador, aunque ya sospechaba la respuesta.
—No hay razón para preocuparse —trató de restarle importancia Bill—. El dispositivo solo lanza un rayo de luz que engaña los Enlaces para que activen la Prioridad Humana al instante. A una persona como mucho es como recibir la luz de un foco directo a los ojos. Molesta, pero no hace daño.
—No sé si eso es mejor —confesó el entrenador.
—Bueno, si no os gusta, siempre está el método tradicional. Pero en algún momento alguien tendrá que usar el dispositivo porque no quedará nadie que desactive su Enlace. —A los entrenadores no les importaba. Lo preferían a que les dispararan un rayo de energía que no fuera un movimiento Pokémon—. En algún momento alguien tendrá que usar el dispositivo tarde o temprano. En esa otra sala se puede hacer con el método tradicional si realmente nadie quiere ir por el método del arma. —Todos los entrenadores eligieron esa forma de activar la Prioridad Humana de sus Enlaces. Sin duda era mejor que ser disparado por un rayo de energía—. Pues pensemos en una forma de optimizar el tiempo con ese método. Si no la hay, esa es la solución rápida —Bill apuntó con el dedo el dispositivo.
Los entrenadores no tardaron en buscar la forma de evitar el uso del arma láser. Ryku, Dylan y Cetile se podían eliminar mutuamente si sincronizaban sus ataques y perdían al mismo tiempo. El resto de entrenadores vieron una posibilidad en el veneno del Enlace de uno de ellos. Todos caerían víctimas del envenenamiento mientras los que eran inmunes perdían antes de que se activara cualquier Prioridad Humana. Ryku se negó en rotundo a la idea.
Los entrenadores se fueron turnando para aplicarse el estado de veneno con el Enlace de un Beedrill y esperar a que el veneno activara las Prioridades Humanas de cada uno. Cetile tenía un Enlace inmune al veneno, así que Ryku se ocupó de desactivar su Enlace y luego Dylan lo vencía después de envenenarse. Al final, todos los voluntarios tenían sus Enlaces en mod reinicio.
—Mira que preferir una desactivación lenta y dolorosa a una instantánea… —opinó Bill.
—Si esa forma de desactivación no incluyera esperar a que una máquina te dispare un rayo de energía, hubiéramos accedido de buen grado —replicó Ryku. Los demás entrenadores corroboraron las palabras del joven con unos débiles sonidos mientras el veneno les hacía daño cada poco tiempo.
—Un rayo de energía inofensivo —matizó Bill—. Creí que, como ya estáis acostumbrados a recibir potentes golpes de movimientos Pokémon, esto no será nada en comparación. Pero nada, lo tendré en cuenta para futuras pruebas.
Cinco minutos después, los Enlaces de los entrenadores empezaron a activar las Prioridades Humanas y volvieron a sus formas humanas. Bill se aseguró de que todos tenían en la pantalla el aviso de que los Enlaces se estaban reiniciando.
—Muy bien —dijo Bill chocando las palmas. Se había aburrido de tanto esperar—. Ahora procederemos a emplear los reiniciadores con cada uno de vosotros con una diferencia de tiempo del modo reinicio de cinco minutos. Ryku será el primero en usar uno, ya que ha sido el primer Enlace en desactivarse.
Bill dio una señal a uno de los científicos y este se acercó con una bandeja metálica donde descansaban unos objetos idénticos a las Máquinas Técnicas. Los discos eran dorados como las MT de movimientos eléctricos. La única diferencia residía en el plástico que cubría los discos, siendo negro en vez de blanco.
—Introduce el reiniciador como si fueras a registrar un nuevo movimiento en el módulo Enlace —explicó Bill.
Ryku asintió y metió el disco en la ranura del lector de MT y el módulo absorbió el disco con normalidad. No ocurrió nada durante unos segundos hasta que, de repente, la pantalla del brazalete se apagó y el lector expulsó una chispa eléctrica. El chico se llevó un susto enorme al creer que se había roto el brazalete y ya tendría que recurrir a la garantía y recibir uno nuevo. No fue hasta pasados diez segundos que el brazalete dio signos de vida al expulsar el reiniciador para que Ryku lo extrajera del todo. En cuanto lo hizo, la pantalla se iluminó y no parecían haber secuelas de lo sucedido.
—Prueba a transformarte ahora si puedes —instó Bill.
Antes de eso, Ryku miró el reiniciador y se percató de que estaba vacío. El disco dorado había desaparecido. Dejó la carcasa en la bandeja de metal, se apartó un poco y vio si podía activar su Enlace. El módulo buscaba una interacción en vez de obligar a esperar a que se reiniciara. Con media sonrisa, pulsó el botón táctil y su cuerpo se puso a brillar. En poco tiempo volvía a ser un Charizard listo para la batalla.
—¿Notas algo raro en el Enlace como no poder usar movimientos o dificultades para moverte? —inquirió Bill. Ryku negó con la cabeza. Batió las alas, meneó la cola y cargó el puño de energía sin problema—. Vamos a asegurarnos de que los efectos secundarios no surgen más adelante. Entra en esa cámara de ahí y realiza varios movimientos.
Ryku obedeció y entró en una habitación aislada de la principal como la del arma láser. Cuando la puerta se cerró y selló, Ryku empezó a atacar con total libertad. Un lanzallamas por aquí, un Megapuño por allá, ataques ala y cuchilladas al aire. Nada le detuvo. Tras el espectáculo, Ryku vio a Bill conversando con un científico y este tomando apuntes de todo lo que le decía para registrarlo en el ordenador. Luego le pidió que saliera de la sala y mantuviera el Enlace activo por si el reinicio era temporal. Ryku se retiró a un lugar donde la llama de la cola no provocara destrozos innecesarios.
En la siguiente hora, y cada cinco minutos, Bill entregó el reiniciador a otro entrenador para que lo probara y este realizó las mismas pruebas que Ryku sobre la estabilidad tras su uso. Todo iba bien hasta que uno de los brazaletes emitió un ruido agudo de fallo crítico. Bill atendió de inmediato a la víctima del suceso y se aseguró de que no hubiera sufrido heridas por la descarga eléctrica que había soltado el brazalete. La entrenadora confirmó que estaba bien, aunque Bill mandó a alguien a que la tratara por si acaso y se quedó el brazalete dañado. Examinó junto a sus compañeros la causa del fallo.
—Los circuitos internos están chamuscados, la carcasa del reiniciador medio fundida y las placas de inyección de ADN inservibles… —enumeró Bill todo lo malo que detectaba. Se restregó el mentón intentando darse cuenta de lo que ocurría—. ¿Es posible que…? Disculpa —llamó a la propietaria del brazalete—. ¿Cuál era tu nombre?
—Valerie —respondió ella.
—Valerie, Valerie… busca sus datos —ordenó al científico.
El hombre de la bata rebuscó tanto en el servidor como en los papeles recién adquiridos con la información básica de los entrenadores que estaban haciendo las pruebas y agarró el que tenía el nombre de Valerie. Se lo pasó a Bill y este leyó el papel en busca de alguna pista. Resultó que la había.
—Sí, aquí está el problema —dijo Bill tocando con el dedo la sección del papel que revelaba la respuesta—. Valerie, propietaria de un Enlace con un Raichu. —Frunció el ceño como disgustado consigo mismo—. Seguimos teniendo errores de reinicio con los Enlaces de tipo eléctrico. Agh, creía que ya estaban arreglados.
—¿Qué va a ocurrir con mi brazalete? —preguntó Valerie.
—Tranquila. Cómo ya he dicho, no abandonaréis el edificio sin un brazalete Enlace configurado tal y como lo trajisteis. Menos mal que tenemos la copia de seguridad, porque apenas ha sobrevivido nada de este.
Había más Enlaces de tipo eléctrico entre los voluntarios y, ahora que se conocía el fallo, Bill les dio la opción de probar sabiendo que saldrían del edificio con brazaletes nuevos o dejar de participar en las pruebas actuales y formar parte de otras específicas para este problema. Ninguno de los entrenadores quería perder su brazalete actual, así que optaron por abandonar las pruebas.
Se siguieron usando los reiniciadores con los voluntarios restantes en distintas situaciones como cuántas veces el módulo Enlace aguantaba las cargas del disco o si se podían emplear en cualquier punto del tiempo del modo reinicio. Además, se estudió de cerca los resultados positivos por los posibles efectos adversos después de su uso. Solo el problema de los Enlaces de tipo eléctrico fue el único inconveniente de las pruebas. Bill se sintió muy aliviado de que su nuevo invento se hallara tan cerca de estar completo.
Entonces, las alarmas de Silph S.A. sonaron.
Las luces se apagaron de golpe, dejándolo todo a oscuras. Los científicos se asustaron y guardaron cuanto antes toda la información que habían recolectado antes de que los ordenadores y los servidores se apagaran. Durante unos segundos, las únicas luces que iluminaron la sala fueron las de emergencia y la llama de la cola de Ryku. Bill mantuvo la calma en la sala y aseveró que la luz se restablecería pronto. Y así sucedió después de casi diez minutos de nervios.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó uno de los entrenadores.
—No lo sé. Por ahora no podemos continuar las pruebas por temor a un nuevo apagón —comunicó Bill—. Esperad aquí. Voy a ver qué ha pasado.
Antes de que Bill abandonara la sala de pruebas, Ryku y otros cuatro entrenadores que en ese momento tenían los Enlaces activados presintieron algo que no les gustó. Ryku evitó que Bill abriera la puerta y le hizo un gesto de mantenerse callado.
—Vosotros también lo habéis oído, ¿verdad? —preguntó uno de los entrenadores con la forma de un Golduck.
—Sí. Ha sonado como otros Enlaces activándose —añadió otro entrenador con el aspecto de un Hypno—. Dadme un momento y lo compruebo.
El Hypno cerró los ojos y movió su moneda de un lado a otro que emitió de vez en cuando destellos de diversos colores y se quedó suspendida en el aire violando las leyes de la gravedad. Cuando abrió los ojos, la moneda dejó de brillar y la cuerda que pasaba por su agujero evitó que cayera al suelo. Estaba asustado.
—¿Qué has visto? —preguntó el Golduck.
—Hay personas con Enlaces activos y otras dando órdenes sin parar. Están reteniendo a todos los de esta planta y creo que también en el resto.
—¿Cómo dices? —se exaltó otro entrenador con la forma de un Scyther—. ¿Están tomando rehenes? ¿Acaso se trata de un secuestro?
—Tiene toda la pinta, sí.
—¿Y qué hacemos? —inquirió un Flareon, el último entrenador con Enlace activo.
—Lo lógico sería esperar a que las autoridades no rescaten —dijo el Golduck—. Pero pienso que luchar contra ellos es igual de lógico. Somos trece entrenadores. Podemos ganarles.
—¿No me has escuchado? Hay más tipos malos en las otras plantas —protestó el Hypno.
—¿Y? Tenemos los reiniciadores. Si caemos, usamos el disco y volvemos al combate.
—Hablémoslo con el resto primero —declaró Ryku.
El joven desactivó su Enlace e informó a todos de lo que el Hypno había visualizado. Los científicos se pusieron muy nerviosos al instante, incluido Bill, aunque no lo mostrase tanto como sus compañeros. En cambio, los entrenadores intercambiaron miradas y aceptaron al instante luchar y evitar el secuestro. Ninguno iba a tolerar que un grupo los retuviera en contra de su voluntad. Valerie se lamentó de tener el brazalete roto.
—¿Estáis seguros de lo que hacéis? —preguntó Bill—. ¿Y si se tratan de los mismos que lograron que ciudad Azafrán esté en cuarentena? ¿Y si vuelan por los aires el edificio al ver que no les funciona el secuestro? Es muy peligroso. Además, los Enlaces solo os ayudarán con los que también tengan Enlaces activos. Si atacáis a humanos, se os bloqueará el Enlace y eso los reiniciadores no lo arreglan.
—Pero se les puede dormir —recordó Cetile—. Erika me comentó que los polvos de estado como el paralizador o el somnífero afectan a los humanos porque no hacen daño.
—Miedo me da preguntar cómo sabe eso una líder de Gimnasio.
—Hay un anciano pervertido que se dedica a observar a las chicas de la clase de botánica. Erika lo descubrió gracias a él.
—Sí, no debí preguntar —admitió Bill.
—Necesitamos algo más que depender de unos polvos que nos pueden afectar a nosotros también—aclaró una entrenadora—. Una forma de golpear sin que los Enlaces se vean afectados.
Todos miraron a Bill. Él era el creador de la tecnología Enlace y solo él sabía trucos que a nadie se le ocurriría. Bill seguía sin estar de acuerdo con la idea de atacar a los que estaban secuestrando el edificio entero, pero entendió que los voluntarios actuarían sin su consentimiento. En ese caso, lo mejor era darles ventaja.
—No uséis movimientos ni tratéis de incapacitar a los secuestradores. Así solo bloquearéis los Enlaces —informó—. Los podéis inmovilizar con el entorno o con vuestros cuerpos de Pokémon. Mientras el dolor no sea intenso ni deje marcas en la piel humana, el Enlace permanecerá activo. Así que id con cuidado.
Los entrenadores asintieron y se prepararon para la llegada de los secuestradores. Era cuestión de tiempo que irrumpieran en la sala y los tomaran como rehenes, así que se anticiparían y los detendrían en cuanto atravesaran el umbral de la puerta.
Uno de los entrenadores tuvo el plan de usar a Ryku y su Enlace de Charizard como golpe sorpresa. De todos los movimientos del grupo, su Megapuño era el que más podía causar el caos entre los secuestradores. El resto permanecería con los Enlaces desactivados para dar sensación de inocencia y debilidad, pero antes el Hypno identificó los Enlaces que tenían sus enemigos. Confirmó un Golbat, un Persian y un Weezing y desactivó su Enlace. Ryku ya sabía a por cuál ir primero.
Esperaron un minuto hasta que se oyeron los pasos de una persona acompañada de sonidos de emanaciones de gas y batir de alas. Debían ser el Weezing y el Golbat. Ryku se posicionó en el ángulo muerto de la puerta para su ataque sorpresa. Más valía que el primero que entrase fuera el Weezing para derrotarlo de inmediato. No era buena idea que los voluntarios tuvieran un nuevo y enloquecido enemigo.
El pomo de la puerta tembló y los entrenadores se prepararon para el inminente asedio. Cuando giró, Ryku ya tenía el puño cargado y a punto de salir disparado en dirección a la puerta para golpear lo primero que asomara la cabeza. La puerta se abrió a la vez que una densa niebla negra invadió la sala. Los entrenadores y científicos tosieron y se taparon la boca y la nariz. Ryku conocía el movimiento que habían lanzado y reaccionó más rápido que sus compañeros. Aguantó la respiración y entrecerró los ojos para que no se irritaran. Detectó movimiento en el umbral, pero no fue el Weezing y esperó a que al menos un Pokémon entrara. Fue el Persian el primero que lo hizo y entonces Ryku sorprendió al gato con un rápido golpe en el costado que se llevó la puerta por delante. Los entrenadores aprovecharon el momento de confusión para transformarse y apoyar a Ryku. Él recargó su puño y embistió a los que estaban en el pasillo hasta asestar otro Megapuño en la equis del Weezing que detuvo la emisión de humo negro. Entonces, los secuestradores fueron cayendo uno a uno. El Hypno durmió al Weezing y lo eliminó de un único ataque psíquico. El Golduck sentenció al Persian herido y el Flareon, con la ayuda de Ryku, abrasaron al Golbat con dos lanzallamas. Los secuestradores que no tenían un Enlace activo no pudieron hacerlo cuando se les abalanzó el resto de entrenadores, les impidió llevar la mano a la pantalla del brazalete y les arrebataron los dispositivos. Acto seguido, todos encerraron en la cámara para usar movimientos Pokémon.
Como era de esperar, a pesar de impedir que los secuestradores llamaran a más aliados, no eran los únicos que se encontraban en la planta y los refuerzos aparecieron al poco rato, solo para toparse con un grupo de entrenadores dispuestos a luchar. Hubo la ventaja de que los combates fueron entre humanos transformados y en cuestión de minutos la cámara tenía a una docena de hombres y mujeres atrapados. A Bill se le ocurrió intimidarlos con el dispositivo de desactivación de Enlaces como si lo reprogramara para hacer daño. El desconocimiento alimentó el miedo en los secuestradores y se volvieron dóciles como un Eevee.
—Comprobemos si queda alguien más en la planta y convirtámosla en una zona segura —decretó el Golduck.
—Te acompaño —dijo el Beedrill.
Bill vio a los dos Pokémon abandonar la sala y gritó para que no se marcharan. Se fue a un armario cerrado con llave y sacó un par de discos dorados para cada uno.
—Llevaos estos reiniciadores, pero tened cuidado. No hay suficientes para todos.
El Golduck asintió y desapareció por los pasillos junto al Beedrill.
Mientras, algunos entrenadores y científicos discutieron en un mapa del edificio sobre la mejor forma de abandonarlo. Estar en un quinto piso complicó el plan de huida y las discretas risas de los presos confirmó que no saldrían sin pelear.
Dylan vigiló a los presos de cerca por si habían conseguido esconder alguna pertenencia que no les hubieran quitado. De tanto mirarlos, se centró en uno que le resultó bastante familiar. Tenía el pelo largo y, aunque el secuestrador apartaba la vista con cara fruncida, ojos verdes. Entonces recordó quién era y se acercó a Ryku.
—Hay un viejo amigo entre los secuestradores —susurró. Ryku arqueó una ceja y Dylan le hizo gestos sutiles para indicar cuál era, pero no terminaba de reconocerlo—. ¿Recuerdas aquellos tipos del Equipo Leyenda que dieron la paliza de su vida a un científico por unos fósiles? Uno de ellos está en esa cámara.
—Eh, Charizard y Blastoise, ¿qué cuchicheáis? —inquirió un entrenador desconfiado. Quizá pensó que eran aliados de los secuestradores y trazaban un plan para liberarlos.
Ryku y Dylan no veían motivo por esconder su descubrimiento.
—El Equipo Leyenda está detrás del secuestro del edificio —comunicó Dylan.
—¿Qué? —exclamaron varios entrenadores a la vez. Luego solo uno continuó—. ¿El mismo Equipo Leyenda que hundió el famoso S.S. Anne?
—¿Y el que se rumorea que provocó la cuarentena de la ciudad? —añadió otro.
—Sí. No tendrán la llamativa «L» amarilla bordada en el uniforme, pero hemos reconocido a uno de ellos con los que tuvimos una batalla en el monte Moon. Habrán intentado secuestrar el edificio sin llamar la atención.
—No les ha salido muy bien, que digamos —comentó un entrenador—. Seguramente la policía ya esté fuera tratando de rescatar a los rehenes y detener a los secuestradores.
—Pero ¿qué motivos los impulsó a tomar el edificio en primer lugar?
Ryku y Dylan desactivaron sus Enlaces para hablar con Bill.
—Bill, ¿en Silph hay algo que ocultéis a todo el mundo? —preguntó Ryku.
—Más allá del desarrollo de los reiniciadores, no.
—No creo que eso les haya atraído para actuar así —rechazó Dylan—. ¿Hay fósiles aquí? ¿Pokémon que se puedan llevar?
—Aquí se desarrolla tecnología para los brazaletes Enlace, y las leyes nos prohíben tener Pokémon en el edificio tanto por la empresa como por el gobierno.
—Entonces debe ser algo relacionado con la tecnología Enlace —Dylan se restregó la barbilla intentando encajar las piezas del puzle—. ¿No notaste nada raro en el edificio? Cualquier cosa que te despertara la curiosidad, al menos.
—Pues ahora que lo dices, desde que llegué para hacer los preparativos de las pruebas no pararon de informarme de la cantidad de entrenadores que se apuntaban a hacerlas y que al rato abandonaban el edificio. Nunca supe cuántos voluntarios habría hasta que entré por la puerta con mis compañeros de trabajo.
—¿Y solo desde que llegaste tú?
—Eso dicen… ¡Eh, un momento! —detuvo Bill a Dylan—. ¿Piensas que han montado todo esto solo para secuestrarme a mí?
—No es nada descabellado —confirmó Dylan—. Eres el creador de la tecnología Enlace. ¿Quién no se atrevería a raptarte para, no sé mejorar la tecnología Enlace con dos Enlaces en el mismo brazalete? No conozco los intereses del Equipo Leyenda, pero eso les sería muy beneficioso para sus planes.
—¡Sí que lo es! —exclamó Bill—. ¿Secuestrar un edificio entero cuando solo les intereso yo? No tiene sentido. Antes de las pruebas he estado a solas muchas veces. Si esos voluntarios que venían y se iban eran miembros del Equipo Leyenda, ¿por qué no se me llevaron cuando más fácil era?
Dylan bajó la cabeza. Paralizar un edificio entero solo para secuestrar a una persona era ilógico. Bill tenía razón. Debía haber algo más, algo que le escapaba.
—Ojalá les pudiéramos sacar las respuestas a los presos —deseó Dylan. Uno de los entrenadores se ofreció a una sesión de preguntas poco ética y Dylan negó con la cabeza—. No abren la boca tan fácil, lo sé por experiencia. Y nos jugamos bloqueos de Enlaces si lo intentamos.
Ryku había estado sacando sus propias conclusiones durante la conversación entre Bill y Dylan. Él apoyaba la hipótesis del Equipo Leyenda queriendo secuestrar a Bill, aunque fuera con medios poco convencionales, pero pensó en algo más lógico incluso para los planes de los criminales.
—¿Y si en vez de algo relacionado con la tecnología Enlace, quieren Pokémon raros? —dijo de repente Ryku.
—No hay Pokémon en el edificio. Las leyes lo prohíben —repitió Bill—. Y si encima son raros, menos los verías aquí.
—Había que probar —se encogió de hombros Ryku—. Todas las veces que nos topamos con el Equipo Leyenda, siempre había un Pokémon raro cerca: los fósiles del monte Moon, el Pokémon fantasma de pueblo Lavanda y creo que en el S.S. Anne debía de haber uno escondido en el almacén.
Entonces a Dylan le brillaron los ojos y chasqueó los dedos.
—¡Claro! —captó la atención en la sala—. Bill, ¿has inventado algo capaz de detectar, debilitar o capturar ese tipo de Pokémon?
—Mis inventos sirven para ayudar a los entrenadores de Enlace y mejorar los brazaletes, no para capturar Pokémon —espetó Bill un tanto ofendido.
—Piensa, Bill. Debe haber algo que el Equipo Leyenda ansíe ya sea de ti o de Silph.
Bill negó con la cabeza. No había nada que les sirviera al Equipo Leyenda para capturar Pokémon raros más allá de las Pokéball que se fabrican habitualmente. Si ese era su objetivo, desde luego el grupo criminal era de lo más estúpido. Cualquier Pokéball que creaban tendría la misma eficacia para capturar un Pokémon común o raro. ¿Por qué les interesarían objetos tan vulgares? Entonces, como si de un mecanismo automático se tratara, la mente de Bill relacionó las sospechas de Ryku y Dylan con aquello que le importaba al Equipo Leyenda. Palideció en cuanto se dio cuenta de ello.
—Oh, no… van por eso… —titubeó Bill.
—¿Van por qué, Bill? —inquirió Dylan.
—La Masterball. Quieren la Masterball.
—¿La Pokéball más eficiente jamás creada?
Bill asintió.
—Mi padre fue su creador. —Hizo una pausa tras caer en otra cosa—. Si pretenden capturarme, será para chantajearle. Y de paso tendrían al creador de la tecnología Enlace para sus malvadas intenciones. Madre mía, no pensé que fuera tan importante.
—Pero la Masterball jamás se comercializó. ¿De verdad existe una Masterball funcional?
—Sí, está guardada en algún lugar del edificio, pero no sé dónde. Y, viendo la situación, debieron haberla destruido —gruñó Bill. Se obligó a relajarse antes de continuar—. Pero esa Masterball es solo un prototipo, no está ni cerca de ser infalible. Sí, se consiguió que pudiera atrapar a cualquier Pokémon a la primera, pero los Pokémon la podían bloquear o desviar como una pelota de béisbol.
—El Equipo Leyenda debe de tener gente capaz de perfeccionarla y replicarla si la quieren —supuso Dylan—. Por lo que están haciendo en Silph, no tiene pinta de ser una organización de pacotilla.
—Con ese tipo de Pokéball en sus manos, podrían capturar todos los Pokémon raros que quisieran —comentó Ryku.
—Más que eso. Podrían atrapar a todos los Pokémon salvajes de la región si les apetece —imaginó Dylan—. Hay que detenerlos. ¿Dónde crees que se podría guardar la Masterball?
Bill se encogió de hombros a la vez que negaba con la cabeza.
—Solo el presidente de Silph sabría su ubicación. Los demás no conformamos con pensar que él la tiene a buen recaudo.
—Está claro. El presidente de Silph es otro objetivo del Equipo Leyenda. Le obligarán a revelarles la ubicación de la Masterball para robarla.
—Hay que evitar que eso pase —dijo Ryku muy serio—. Nada de lo que hace esa gente es una buena intención.
—Cierto. Debemos ayudar al presidente —convino Dylan—. Pero, como me figuro, su oficina está en el último piso. ¿Verdad, Bill? —El creador de la tecnología Enlace asintió—. Maldición. Si todo el edificio está secuestrado, tenemos cinco pisos llenos de miembros del Equipo Leyenda que nos obstaculizan.
—¿Pedimos ayuda a los demás entrenadores? —sugirió Ryku—. Si con cuatro nos bastó para asegurar una planta, con trece podremos liberar el resto.
—No es mala idea, pero habrá que planificarlo bien. No sabemos cuántos miembros del Equipo Leyenda han entrado en el edificio.
Ryku, Dylan y Bill informaron al resto de entrenadores sobre su estrategia. A ellos solo les importaba salir del edificio sanos y salvos, como mucho habiendo ayudado a algunos empleados de Silph. Dylan los convenció de que solo era necesario asegurar más plantas mientras Ryku y él iban a socorrer al presidente. Bill aumentó la confianza de los entrenadores ofreciéndoles el surtido completo de reiniciadores que almacenaba en el armario.
—¿Por qué estáis tan interesados en detener a una banda criminal? —preguntó Valerie.
—Porque siempre que estamos haciendo algo que nos interesa, están ahí para fastidiarlo —respondió Ryku—. Estoy harto de eso.
—Bueno, lo de pueblo Lavanda no fue un interés mutuo —murmuró Dylan.
—Sois unos críos y pretendéis enfrentaros a un grupo bien organizado de criminales —soltó un entrenador como un padre regañando a sus hijos—. ¿Os gustaría que os consideren una amenaza y vayan a por vosotros después de esto?
—A estas alturas ya debería haberlo hecho. Pero si ese tipo —señaló Dylan al hombre del monte Moon—no nos ha reconocido, deben estar más ofuscados en capturar Pokémon raros que en vengarse de unos jóvenes como nosotros.
—Se os ve muy decididos —opinó otro entrenador—. Eso me gusta. Contad conmigo.
Con él, otros entrenadores aceptaron ayudar a Ryku y Dylan en su, según unos pocos de ellos, arriesgada misión. Cetile también se apuntó a la cometida, pero ella tenía un problema.
—Si tus padres se enteran de esto, nos la cargamos —dijo Dylan. Se imaginó una hipotética escena y palideció tanto como la vez que vio aquel fantasma en la Torre Pokémon.
—Qué más da, ya estoy dentro de ese saco. Así que os apoyaré en todo lo que pueda y me retiraré cuando el peligro me supere.
—¿Crees que estarás a salvo si nos separamos? —preguntó Ryku.
—Entrené para poder salir de ciudad Azulona y ya me viste luchar en la Ruta 14. Aunque no tengo problemas en que alguien me acompañe si os hace sentir mejor.
—Por favor.
El grupo de entrenadores se organizó para limpiar los pisos superiores. Decidieron actuar por parejas cuyos Enlaces tuvieran un mínimo de simbiosis y ser más eficaces en combate. Luego se repartieron los pisos a excepción de Ryku y Dylan, quienes ya tenían asignados el último. Cetile se unió con una de las pocas entrenadoras del grupo y se pararían en el séptimo piso. Ryku vio curiosa la elección de simbiosis de Enlaces entre ambas, ya que la compañera de Cetile era la dueña del Enlace de un Ninetales.
—Protegeré a vuestra amiga, no os preocupéis —prometió.
—Bien, ¿estamos todos listos? —preguntó Dylan. Todos los entrenadores asintieron—. Pues en marcha.
Bill, los científicos y un entrenador permanecieron en la sala de pruebas. En cuanto los demás salieron, Bill cerró la puerta con llave desde dentro para que nadie más entrara o saliera.
El grupo se dirigió a las escaleras y empezó a moverse con sigilo. Aquellos entrenadores que podían tener sus Enlaces activos mientras se movían sin hacer ruido se ahorraron tiempo antes de llegar a su piso. Formaron en fila según el orden en el que se separarían de los demás y empezaron a subir. Cuando le tocó el turno a Cetile en la séptima planta, Ryku le dijo:
—Buena suerte. Y ten mucho cuidado, ¿vale? Protege a tu compañera para que ella pueda cuidar de ti.
—De acuerdo. Vosotros dos también id con cuidado y no os dejéis vencer fácilmente.
—No lo haremos —prometió Dylan.
Pronto Ryku y Dylan se quedaron solos en las escaleras cuando los dos últimos entrenadores entraron en la novena planta. Ahora que estaban todos posicionados, solo faltaba esperar la señal y las parejas iniciarían el combate contra los miembros del Equipo Leyenda que hubiera en sus respectivas plantas. Era fácil: cuando una de las parejas entablara combate, el resto actuaría igual. Ryku y Dylan esperaron un poco a que las cuatro plantas que habían subido se encontrasen en una batalla campal para camuflar el ruido que hacía la transformación al activar los Enlaces antes de llegar a la décima planta.
De todas por las que habían pasado, la última planta del edificio era la más básica de todas. Solo había un pasillo que debía llevar al despacho del presidente de Silph. Había dos asistentas tras un mostrador con los pies y las manos atados al cuerpo y gritando ayuda. Ryku y Dylan se extrañaron de que no hubiera nadie vigilándolas y Dylan vigiló los alrededores mientras Ryku usaba las garras para liberarlas.
—M-Muchas gracias —agradeció una de las asistentas—. ¿Quiénes sois?
Ryku quiso responder, pero no le apetecía deshacer su Enlace hasta que se lo desactivasen. Por suerte, la otra asistenta recordó que hoy eran las pruebas del último invento de Bill y solo tuvo que asentir a todo lo que decía.
—Entonces no están solos y más entrenadores están peleando más abajo —sentenció la asistenta—. Gracias. Pero, por favor, ayudad al presidente. Está encerrado en la oficina con quienes nos ataron y no tienen pinta de ser amigables. Tomad, necesitaréis esto para abrir la puerta del despacho del presidente al final del pasillo.
La asistenta sacó de un lugar oculto en el mostrador una tarjeta metálica y se la dio a Ryku. Él asintió y las asistentas se refugiaron bajo el mostrador.
Ryku y Dylan se situaron frente a una puerta de hierro cerrada a cal y canto que solo se abría con la tarjeta metálica. Nadie pensaría que al otro lado estaba el despacho del presidente de una empresa. Ryku y Dylan se mentalizaron para afrontar lo que hubiera al abrirla y Ryku pasó la tarjeta metálica por el lector. Con un pitido y una luz verde, la puerta se partió en dos y las mitades se separaron lentamente hasta desaparecer en el interior de la pared.
El despacho del presidente de Silph tenía todas las comodidades y lujos de una casa. Incluso era posible que se pudiera vivir ahí. A pesar de que solo se veía una habitación rectangular, las puertas en la pared lateral indicaban que podría ocupar casi la totalidad de la planta. Pero lo más importante se hallaba en aquella habitación rectangular, donde frente a una mesa octogonal con una pequeña estatua de una Pokéball había una persona que daba órdenes a otra al otro lado de la mesa.
—Aún podemos hacer esto por las buenas, señor presidente —dijo el hombre—. Solo díganos la clave de la caja fuerte donde esconde la Masterball y le prometo que abandonaremos el edificio sin causar mayores destrozos.
—¿Mayores? ¡Se están escuchando combates Pokémon justo debajo de este suelo!
—Ignórelos igual que hago con los dos entrenadores de Enlace que han irrumpido en la sala.
Ryku y Dylan se prepararon para un ataque sorpresa, pero su único movimiento fue darse la vuelta y clavar sus ojos en ellos. Ryku no se dejó intimidar por aquella mirada que demostraba ser de todo menos amable y trató de recordar su cara para describírsela a las autoridades. Cabello rubio oscuro y largo hasta los hombros, ojos verdes y vacíos, como si no fuera la primera vez que se encontraba en esta situación. Él sí vestía el uniforme del Equipo Leyenda, aunque la «L» estuviera más escondida en el lado izquierdo del pecho. Tenía un brazalete en el antebrazo derecho listo para activar el Enlace en cualquier momento.
—Tendré que castigar a mis subordinados por haber permitido que dos entrenadores interrumpan mis negociaciones —dijo con una impasible tranquilidad.
Dylan dio un paso en falso que el hombre vio de inmediato y le alzó una mano para detenerlo.
—Será mejor que te quedes donde estás si no quieres que aquel al que seguro has venido a rescatar termine con algún que otro corte en el cuerpo.
Ryku y Dylan se mostraron confusos ante la amenaza. Al miembro del Equipo Leyenda le pareció un gesto divertido. Se apartó para que vieran al presidente, un hombre anciano con bigote canoso y casi calvo, sentado en un sofá violeta y a un Pokémon marrón de no más de metro y medio de alto con uno de sus brazos cuchilla en el cuello del anciano. A simple vista se trataba de un Pokémon desconocido, pero su silueta resultó muy familiar para los jóvenes. No tardaron en recordar dónde habían visto antes el Pokémon. Era un Kabutops, un Pokémon prehistórico que en la actualidad no era más que un puñado de huesos fusionados en una roca. Solo que este estaba bien vivo.
—Kezura, no apartes tus cuchillas del hombre —ordenó con la misma calma el miembro del equipo Leyenda.
El Kabutops emitió un extraño sonido y presionó el brazo cuchilla en el cuello del presidente. Ryku y Dylan no podían hacer nada sin que la criatura le arrebatara la vida de un tajo.
—¿Por dónde íbamos? Ah, sí, la clave de la caja fuerte —continuó el hombre de pelo rubio—. ¿Colaborará con nosotros, presidente? ¿O prefiere que también sufran estos entrenadores por usted?
El presidente miró hacia abajo. Estaba pensando en entregarles la clave solo para que abandonaran su edificio y no hirieran a nadie más. Pero sus principios lo tiraron en otra dirección. Si hubiese sido dinero lo que buscaban, hubiera accedido si su vida peligraba como ahora. Pero pedían uno de los inventos más controversiales del pasado. Jamás cedería con lo que serían capaces de hacer unos criminales con la Masterball.
De repente, Kezura apretó todavía más el cuello del presidente y lo dejó por unos segundos sin respiración. Luego clavó el otro brazo en la mesa octogonal y perforó la gruesa madera como si de papel se tratara. Lanzó un sonido horripilante en la oreja del presidente que lo estremeció.
El hombre del pelo rubio sacudió la cabeza y con un simple chasquido hizo que Kezura aflojara la presión en el cuello del anciano.
—Por favor, señor presidente, no convierta un simple secuestro en un asesinato. No es beneficioso para nadie.
«¿Simple? Claro, y mi fuego congela a la gente», pensó Ryku. El secuestro de un edificio entero era de todo menos simple. El rubio se giró hacia Ryku con el ceño un poco fruncido. Ryku tragó saliva al pensar que se le había escapado algún gruñido sin querer, pero se llevó un dedo a la oreja unos segundos. Sonrió.
—Las negociaciones han llegado a su fin. Ya tenemos lo que buscábamos. Abandonamos los objetivos secundarios y nos retiramos antes de que se acumulen más policías fuera del edificio.
Ryku y Dylan se desplazaron discretamente de forma que sus cuerpos bloquearan el paso del miembro del Equipo Leyenda. El hombre no cambió su cara de indiferencia y se atrevió a hacer un gesto para que se apartaran. Ryku y Dylan mantuvieron la compostura y le molestó un poco. Suspiró cansado de que nada fuera como él quería.
—Pensándolo mejor, un secuestro con asesinato tampoco es nada del otro mundo. Kezura, por favor.
El Kabutops lanzó un característico rugido y apartó la cuchilla del cuello del presidente para clavársela en la garganta. En los pocos segundos que el Pokémon tardó en cargar su ataque, Ryku reaccionó a la orden del hombre rubio y escupió un lanzallamas dirigido al Pokémon. El hombre, que estaba en medio del ataque, se llevó una mano al brazo del brazalete y activó su Enlace un segundo antes de que las llamas lo envolvieran. Ryku se había arriesgado a que se le bloqueara el Enlace y, en parte, se alegró de que su enemigo activara el suyo. Así no tendría que contenerse. Pero no contó con el presidente y las llamas iban muy cerca de él.
El Kabutops abandonó su intención de matar al presidente y saltó sobre la mesa. Con un movimiento de las cuchillas, el fuego se dispersó como si lo hubieran cortado. El presidente buscó un refugio en cuanto su captor se distrajo con el lanzallamas de Ryku y solo consiguió protegerse detrás del sofá.
Ryku se centró en el hombre rubio y en qué le había pasado cuando activó su Enlace. Si ahora era un Pokémon, ¿cuál sería? ¿Otro raro como el Kabutops? Pero en lugar de ver a otro humano transformado en la habitación, no había nada. El miembro del Equipo Leyenda había desaparecido.
Aquello despertó todas las alarmas en Ryku y Dylan. Era imposible que se hubiera esfumado, no había más escondite que el sofá y las mesas de la habitación, todas al fondo donde estaban el presidente y el Kabutops. Entonces vieron una mancha rosa en el suelo justo donde había estado el hombre de pelo rubio.
—¿Lo he matado? —preguntó Ryku. Él no quería cometer un asesinato, no fue su intención.
—Tu Enlace sigue activo —le dijo Dylan—. Si de verdad estuviera muerto, serías humano ahora mismo.
Tenía razón. Ryku respiró aliviado. Entonces, ¿qué era exactamente esa mancha rosa? ¿Un Pokémon? Podía tratarse de una versión rara de un Muk al tener otro color.
De repente, la mancha rosa se puso a burbujear como si fuera agua en ebullición. Pronto la mancha se hinchó y formó una gran pelota y brilló igual que la evolución de un Pokémon. Ryku y Dylan se taparon los ojos por la intensidad de la luz, pero tampoco querían perder de vista lo que estaban presenciando. La bola de luz cambió de forma, alcanzando poco a poco el aspecto de un animal. Brotaron unas alas, unos brazos y una cola. La luz se intensificó y los jóvenes no pudieron soportarlo y cerraron los ojos. Cuando el brillo pasó, no quedó rastro alguno de la mancha rosa y ahora había dos Charizard en la habitación.
Ryku no entendía lo que acababa de ocurrir. ¿De dónde había salido el otro Charizard? ¿Ese era el Enlace del hombre rubio? ¿Qué había sido de la mancha rosa en el suelo? A Ryku le dolió la cabeza al buscarle el sentido a lo ocurrido. Ignoró las dudas y se preparó para el inminente combate.
El otro Charizard se miró el cuerpo como si fuera nuevo para él. Batió las alas, meneó la cola para ver la llama de la punta y miró sus afiladas garras. Sonrió satisfecho.
—Hacía tiempo que no tomaba la forma de este Pokémon. Los entrenadores de Charizard son poco comunes en esta región —dijo con una voz casi idéntica a la que Ryku obtenía al transformarse. El hombre cargó las garras del brazo izquierdo de la energía del movimiento cuchillada y admiró como se volvían más largas y filosas. A su vez, cerró las garras del brazo derecho en un puño y mostró el poder del movimiento Megapuño—. He de añadir que posees un set bastante curioso para un dragón impostor.
Ryku se quedó perplejo. ¿Se estaba refiriendo a él? ¿Acaso ese Charizard era en realidad su Enlace?
—¿Cómo…? —quiso preguntar Ryku.
—No necesitas saber nada —respondió el hombre sin molestarse a que Ryku terminara la pregunta—. Bueno, tal vez sí. Te voy a enseñar cómo se maneja el Enlace de un Charizard.
Sin esperarlo, el Charizard enemigo acortó distancia con Dylan con una velocidad antinatural y acuchilló el caparazón para obligarlo a encogerse y le golpeó la cabeza con el Megapuño. Dylan retrocedió y se estampó contra la pared a su espalda, rompiendo un cuadro que había colgado. Ryku consiguió reaccionar y llenó de energía las garras para acuchillar al otro Charizard. Pero su rival fue más rápido y bloqueó el ataque con un brazo y le daba un puñetazo corriente en el estómago. Ryku perdió la energía acumulada en las garras y el Charizard enemigo lo empujó por la simple razón de haber algo de distancia entre ellos. Ryku se recuperó sin problemas, pero aquello solo fue un aperitivo para lo que le cayó después. El Kabutops, que había estado ajeno a la situación, disparó un poderoso ataque de agua que dio de lleno en Ryku. El golpe desactivó su Enlace al instante tras estrellarse con la pared del fondo.
Ryku buscó el reiniciador que tenía reservado de inmediato, pero el otro Charizard ya estaba frente a él fulminándolo con aquellos ojos azules con el que siempre se había visto.
—Con el poderoso Enlace que posees y lo poco que lo sabes manejar. No eres rival para nadie —dijo amenazante. Ryku lo entendió. Entendió a alguien usando un Enlace—. Has venido a ayudar a alguien, pero acabarás víctima de las llamas de tu propio Enlace. Irónico, ¿no crees? Da igual. Si se van a cometer asesinatos, Kezura no será la única en divertirse.
De la boca del Charizard salieron pequeñas llamas, un fuego que se preparaba para salir a máxima potencia. Ryku se estremeció y casi entró en pánico cuando empezó a sentir el calor. Ese Enlace no era nada normal. Podía comunicarse con la gente y el bloqueo por atacar a humanos no funcionaba con él. Su cuerpo tembló. Iba a morir.
—Eh, tú, ¿has olvidado que para ganar un combate hay que desactivar el Enlace del rival? —El Charizard enemigo, todavía reservando las llamas en su boca, se olvidó de Ryku y se dio la vuelta para tener los dos cañones de Dylan a pocos centímetros de su cara—. Vamos a refrescar esa memoria.
Dylan no dudó ni un segundo en disparar dos torrentes de agua tan potentes como el que había usado el Kabutops con Ryku. El Charizard enemigo vio el peligro y saltó hacia atrás mientras liberaba el fuego comprimido en su boca. Ambos ataques chocaron con violencia. Demasiada. Las llamas y el agua no solo dieron paso a vapor de agua, sino que la energía de los movimientos reaccionó en una inesperada explosión en medio de la habitación. Las ventanas que daban al exterior se rompieron y desde fuera pareció que hubiera estallado una bomba.
Humo negro y llamas salieron desde la décima planta de Silph S.A. y se extinguieron a los pocos segundos al no haber nada que alimentara el fuego. Un enorme agujero en la estructura del edificio fue la consecuencia del choque de ambos poderes.
Ryku se había cubierto ante el ruido y los temblores. La ropa se le llenó de polvo y estaba algo desorientado. En cuanto volvió un poco en sí, cogió el reiniciador, lo usó y activó su Enlace cuando estuvo disponible. Luego buscó a Dylan y lo encontró arrodillado y cansado, pero sin heridas. LE ayudó a levantarse y ambos clavaron las miradas en el Charizard y el Kabutops.
El miembro de Equipo Leyenda y el Pokémon prehistórico estaban en tan buenas condiciones como los jóvenes. El Charizard enemigo miró el agujero en la pared y sonrió.
—Mira tú por dónde, al final nos habéis dado una vía de escape —declaró con alegría. Era la primera vez que mostraba algo de emoción—. Ha sido un combate divertido, pero me temo que no tenemos más tiempo para jugar con vosotros. —Se acercó al borde del edificio y esperó a que el Kabutops se le subiera a la espalda—. Te agradezco por darme un Pokémon que vuela, joven. Te debemos la huida.
Ryku se enfadó con aquellas palabras.
—¡No os vais a ir a ninguna parte! —bramó Ryku.
Dylan apoyó a Ryku y ambos se dispusieron a lanzar de nuevo una ofensiva. Sin embargo, el Kabutops dejó caer en el suelo dos latas que explotaron con una luz que cegó a Ryku y Dylan y el Charizard enemigo escapó volando por el agujero. Cuando recuperaron la vista, no hubo rastro en una casi entrada noche. Ryku y Dylan se frustraron mirando la luna y las estrellas y fueron a ayudar al presidente. Encontraron al anciano hecho una bola por todo el caos en una habitación que no estaba pensada para combates Pokémon. Tenía ropa llena de polvo, pero no parecía haber sufrido ninguna herida grave.
—Señor, ya ha pasado todo —le dijo Ryku después de desactivar su Enlace—. Los criminales han escapado.
Esas palabras sirvieron para que el presidente de Silph relajara los músculos y se quedara apoyando la espalda en los restos del sofá.
—Os agradezco mucho la ayuda, entrenadores… Un momento, si solo eres un jovenzuelo. —Dylan también desactivó su Enlace—. Corrijo: unos jovenzuelos. ¿Por qué habéis arriesgado la vida por ayudarme?
—No solo nosotros. Hay más entrenadores peleando bajo nosotros —contestó Dylan—. O eso creo porque ahora hay un silencio que me pone nervioso.
—Pero ¿de dónde venís? ¿Acaso la policía ha pedido ayuda a entrenadores normales para una misión de rescate?
—No. Ya estábamos dentro del edificio cuando ocurrió el secuestro —explicó Dylan—. Ayudábamos a Bill en las pruebas de su último invento.
—Ah, claro —recordó el presidente—. Con todo este alboroto me había olvidado de que hoy se probaban los R-1.
—Así es. Y funcionan muy bien —confirmó Ryku—. Aunque ha habido algunas adversidades.
—Me alegra oír que Bill casi ha terminado de desarrollar su invento. Pero eso no es lo importante. Esos criminales… se han llevado la Masterball.
—Esperemos que no puedan hacer mucho con ella —confió Dylan—. Si logran replicarla…
—No podemos hacer nada más —dijo Ryku desanimado.
—Por encima de mi cadáver —saltó el presidente—. Nadie roba a Silph S.A. dos veces y se va de rositas. Ayudaré en todo lo posible a las autoridades para recuperar la Masterball y detener de una vez por todas al Equipo Leyenda.
Ryku se dio cuenta de que el Scope Silph que se usó en pueblo Lavanda era un invento de la empresa. Lo tenía escrito en el nombre. Sin duda el presidente debía estar muy enfadado por ello.
Un helicóptero de la policía apareció cerca del agujero y el ruido de las aspas sentenció la conversación del presidente con los jóvenes. El foco que había en el morro apuntó al despacho del presidente en busca de supervivientes a la explosión. Ryku y Dylan les hicieron gestos de estar ahí y de encontrarse bien. El presidente se les unió a los pocos segundos y el helicóptero dejó de cegarlos con la luz del foco.
—Permanezcan donde están. Los escuadrones están de camino.
Desde ahí, la policía se puso a trabajar sin descanso en el edificio de Silph S.A. Fueron parándose en cada piso para rescatar a los rehenes del Equipo Leyenda y detener a los miembros del Equipo Leyenda. A los escuadrones les sorprendió que a partir del quinto piso los secuestradores ya estuvieran retenidos y listos para su detención. En poco más de diez minutos, todo el edificio había sido desalojado y los residentes recibieron atención médica en la planta baja y la calle.
Ryku y Dylan se reunieron con Cetile en cuanto la vieron. Estaba junto a la entrenadora que la había acompañado desde que se separaron, unos paramédicos que las atendían y unos policías que les tomaban declaración. Los policías felicitaban a Cetile por haber aguantado muy bien una experiencia tan traumática para una niña de trece años.
—¿Cómo te has hecho esas heridas? —preguntó Ryku mientras un paramédico se las tapaba con una venda.
—Por mi propia torpeza —contestó Cetile—. Durante el combate que libraba con Julia, se me desactivó el Enlace. Entonces, en la huida, tropecé con una silla y me caí de mala manera. Los médicos dicen que estoy bien, pero que me llevarán al hospital para un chequeo por si acaso.
—¿Podemos ir con ella? —le preguntó Dylan al paramédico que la estaba vendando.
—Por supuesto. ¿Sois familia?
—Solo amigos.
La policía también tomó declaración a Ryku y Dylan y les propusieron hacerse un chequeo en el hospital por haber estado presentes en la explosión del décimo piso. Ambos aceptaron, aunque Ryku sabía que no saldría del hospital completamente curado. Haber estado a punto de morir le había dejado unas secuelas que tardarían en sanar.
Chapter 24: Blanche
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Ciudad Azafrán estuvo conmocionada más de una semana desde el asalto a Silph S.A. Al parecer, el Equipo Leyenda no solo atacó el edificio, sino que provocó el caos en otras partes de la ciudad solo para mantener ocupadas a las autoridades y poder cumplir sus objetivos más importantes. Sin duda aquella gente tenía muchos recursos para cometer delitos. El alcalde de ciudad Azafrán decretó que todo aquel que accediera a la ciudad desde que Sabrina lo pidió para que se pudiera luchar por su medalla de Gimnasio la abandonara de inmediato. Y si había alguien que tuviera que salir, no volvería a entrar hasta nuevo aviso. Por suerte, hubo un permiso extraordinario para aquellos que hubieran sufrido en el ataque del equipo Leyenda. Ryku y Cetile podían quedarse hasta haberse recuperado antes de estar obligados como el resto a salir de la ciudad.
Dylan, por otra parte, estuvo vagando entre la adulación y el vituperio. Su madre se puso hecha una fiera al descubrir que su hijo había arriesgado su vida sin una razón de peso para ello, y su padre luchaba en su interior entre la emoción de ver lo fuerte que se había vuelto Dylan y el miedo de que su esposa lo riñera como a su hijo. Gracias a Ryku y Cetile, Dylan se libró del castigo.
Cuando Cetile se recuperó de sus heridas, el grupo ya estaba preparado para irse de la ciudad. Los padres de Dylan le dieron una más que cálida y larga despedida a su hijo porque sabían que no volverían a verlo en una temporada. Los tres jóvenes se dirigieron hacia las instalaciones del STA de ciudad Carmín, ahora que lo tenían disponible, para llegar a isla Canela a través de las rutas marítimas de ciudad Fucsia.
El grupo no se detuvo a descansar en ningún momento, querían estar en ciudad Carmín el mismo día antes de que el sol alcanzara su cénit. Aun así, pasaron más horas de las determinadas y el cansancio les pasó factura. Tuvieron que hacer una parada en el albergue para comer y descansar un poco.
Era la primera vez que Ryku visitaba un STA. Había escuchado sobre cómo era gracias a Horti, su amigo que trabajaba en la empresa. Ver en persona las instalaciones resultó mucho mejor que imaginarlo. El STA no difería mucho de un aeropuerto pequeño, más pensado para quienes poseían una avioneta y para realizar vuelos dentro de la frontera regional. Lo más destacable eran los hangares especializados para Pokémon pájaro. Desde las ventanas que daban a las pistas de vuelo, se podían ver pequeños aviones comerciales, avionetas privadas, pilotos hablando entre ellos y Pokémon pájaro como Fearow o Pidgeot aterrizando y alzando el vuelo constantemente cargando con una persona. Ryku se quedó unos instantes mirando el exterior y fue a la recepción donde Dylan y Cetile ya estaban.
—Buenas tardes —los saludó una mujer de cabello rubio—. ¿En qué os puedo ayudar?
—Nos gustaría comprar unos billetes a ciudad Fucsia —dijo Dylan.
—¿Avión o el servicio para entrenadores de Enlace?
—Entrenadores de Enlace.
—Muy bien, entonces son tres viajes a ciudad Fucsia con pilotos de Enlace, ¿correcto?
Dylan se volvió esperando que sus amigos confirmaran la compra. Para su sorpresa, Ryku sí tuvo algo que añadir.
—Hace tiempo un piloto de Enlace me dio un número especial que me registró unas Monedas de Combate para gastarlas en un viaje de prueba. ¿Qué he de hacer para canjearlo?
—¿Me puede dar el número, por favor?
Ryku buscó en su agenda el número de Enlace que le dio Horti y se lo pasó a la recepcionista. A su vez, la mujer fue introduciendo los números en la base de datos y realizó varias comprobaciones. Segundos después, la mujer sonrió y asintió.
—El número es válido y la oferta se puede canjear para este viaje. Si quieres, puedo llamar a quien te lo dio y que sea él quien se encargue de darte el viaje de prueba.
—¿Es eso posible? —preguntó Ryku. La mujer asintió, sonriente—. Pues, si no es mucha molestia, me gustaría.
—Muy bien. Deja que termine los trámites de los viajes de tus compañeros y avisaré al propietario de este número. Es posible que tarde un poco dependiendo de la ciudad en la que se encuentre, de modo que sé paciente, por favor.
Ryku asintió y esperó a que Dylan y Cetile pagaran sus viajes y recogieran sus billetes. Ellos ya podían dirigirse a ciudad Fucsia, pero optaron por quedarse con Ryku y volar juntos a ciudad Fucsia. Ryku agradeció el gesto.
Los tres esperaron a que se les notificara la llegada del piloto de Enlace que había encargado Ryku. En poco más de media hora, el piloto privado de Ryku aterrizó en las pistas. Ryku reconoció al momento a Horti y se adelantó al aviso de la recepcionista de la llegada de su piloto al aeropuerto. Dylan y Cetile lo siguieron hasta la puerta de embarque donde dieron al empleado que había allí los billetes de vuelo. Este usó un walkie-talkie y avisó a dos pilotos libres y a Horti de la puerta por la que saldrían sus pasajeros. Una vez se plantaron en la salida, el empleado dio acceso a los jóvenes de atravesar la puerta.
Lo primero que hizo Ryku fue saludar a Horti. El piloto lo recibió con los brazos abiertos.
—Sabía que usarías el viaje de prueba —dijo Horti con alegría—. Parece que ya has visitado muchas ciudades de la región para que te dejen ir a ciudad Fucsia.
—Todas salvo la de isla Canela —añadió Ryku.
—¿En serio? Sí que ha pasado rápido el tiempo. No hace mucho estabas por empezar tu viaje y ahora estás muy cerca de terminarlo. ¿Tienes al Alto Mando más cerca?
—Juzga por ti mismo. —Ryku sacó de la mochila el estuche y enseñó las seis brillantes medallas que había recolectado—. Aún me quedan dos, pero sí, cada vez estoy más cerca.
—Seis medallas... Ahí se ve la habilidad que tienes, Ryku.
—Gracias por el cumplido, Horti. Por cierto, ¿conseguiste capturar al Pidgey para tu hermano?
—Desde luego. Elvis me ayudó muchísimo con esa tarea. No te imaginas lo feliz que se puso mi hermano cuando le di la Pokéball que contenía su primer Pokémon.
—Me lo puedo imaginar —rio Ryku—. Seguro que reaccionó muy parecido a cuando recibí a Antorcha.
—No conoces a mi hermano. Eufórico es una palabra muy suave para definir como se puso. En fin —Horti dio un aplauso—, ahora que nos hemos puesto un poco al día, ¿estás listo para volar?
—Desde luego.
Horti hizo una señal a sus compañeros de trabajo y los tres se apartaron de los jóvenes para activar sus Enlaces. Cuando acabaron de transformarse, Ryku montó a Horti convertido en Pidgeot mientras que Dylan y Cetile se subieron a lomos de dos Fearow. Acto seguido, las tres aves se dirigieron a la pista y alzaron el vuelo en cuanto les dieron luz verde.
Ryku repitió el postre que tanto le había gustado en el albergue de ciudad Fucsia. Dylan y Cetile todavía estaban con el plato principal. De fondo, las noticias seguían hablando del incidente de Silph con declaraciones de trabajadores que solo comentaban el infierno que habían vivido. El presidente de la empresa anunció que la situación de la sede principal no afectaría a la producción de sus productos y que los entrenadores no se preocuparan por ninguna escasez.
—Espero que la policía detenga a todos los miembros del Equipo Leyenda —opinó Dylan—. Si por mí fuera, haría todo lo posible por desmantelar la organización.
—Sería demasiado trabajo —dijo Ryku desanimado—. Después de todos los encuentros que hemos tenido con ellos, su organización tiene pinta de tener muchos recursos para sus delitos. Los mismos que Silph S.A., como mínimo.
Dylan agachó la cabeza con una mueca de enfado.
—Por desgracias, tienes razón. Esa organización es más que un grupo de criminales que saben lo que se hacen. Algo me dice que ni siquiera conocemos de lo que realmente son capaces.
—Olvidémonos de ellos y centrémonos en el viaje hacia isla Canela —sugirió Ryku. Dylan asintió—. Repasemos el plan…
—Las Rutas 19 y 20 son las que separan ciudad Fucsia de isla Canela —explicó Dylan—. Es un recorrido íntegro por mar y muy delimitado para que nadie se adentre demasiado.
—Yo iré volando —continuó Ryku—. Intentaré no adelantarme mucho, pero si me canso, os esperaré en la orilla de las islas más cercanas.
—Y yo iré nadando con mi Enlace de Blastoise. Como Cetile no puede moverse con su Enlace, cargaré con ella en el caparazón. Además, le prestaré mi módulo Repelente para mantener alejados a los Pokémon marinos que llegan a ser más hostiles que los terrestres, en especial los Tentacool y Tentacruel.
—Muy bien. Parece que todos ya tenemos en mente lo que hemos de hacer durante el viaje. Será mejor que nos vayamos a dormir ya.
Antes de acurrucarse en la cama, Ryku pensó en grabar un nuevo vídeo a sus padres después de conseguir su sexta medalla de Gimnasio. Se abstuvo por completo de mencionar su presencia durante el incidente de Silph y mintió al respecto contando que había conseguido la medalla bastante antes de que el secuestro en Silph S.A. ocurriera, lo cual no era del todo falso. Así se libraría de que sus padres se preocuparan más de lo que ya debían estar después del hundimiento del S.S. Anne. Una vez grabó todo lo que creía conveniente, lo mandó a sus padres y se echó en la cama.
A la mañana siguiente, Ryku y compañía se dirigieron a la playa de ciudad Fucsia, al sur. Hacía tan buen día que la playa estaba abarrotada de gente. Ancianos paseando por la orilla, madres echando crema a sus hijos, bañistas preparándose para una carrera por el agua, niños jugando con la arena y familias tomando algo en los chiringuitos cercanos.
Los tres jóvenes buscaron un lugar apartado donde no fueran el centro de atención al activar los Enlaces y luego se transformaron en sus respectivos Pokémon. Acto seguido, Dylan se metió en el mar y esperó a que Cetile se le subiera al caparazón. Una vez la chica dio el visto bueno de estar equilibrada en la espalda del Blastoise, se adentró más en el mar. Ryku alzó el vuelo cuando sus amigos ya estaba en un punto peligroso para nadadores inexpertos.
Gracias al uso del módulo Repelente, los Pokémon marinos no se acercaron mucho tanto a ella como a Dylan. Sin embargo, eso no quitaba que se les viera en las cercanías. La mayoría eran, como había avisado Dylan, Tentacool y algún que otro Tentacruel. Cetile aprovechó ese paseo para hacerles fotos antes de que los Pokémon no soportaran las emisiones del módulo Repelente y se retiraran al fondo del mar. No iba a conseguir buenas instantáneas, pero era mejor que nada. En ocasiones, el camino diseñado para entrenadores pasaba por pequeñas islillas de arena con gente pescando. Para Ryku fue algo curioso de ver, aunque Dylan y Cetile no se sorprendieron en absoluto, más porque estaban inmersos en sus tareas que en prestar atención a unos pescadores.
En un punto de la Ruta 20, Ryku empezó a sentir algo extraño en las corrientes de aire. De vez en cuando debía esforzarse por mantener el equilibrio ya fuera porque las corrientes habían desaparecido o porque recibía algún inesperado golpe de viento. En el agua, Dylan también sintió que algo no iba bien y Cetile se lo confirmaba con comentarios de que se zarandeaba más de la cuenta. Ryku miró al horizonte, en la dirección opuesta a la que podría ver la región de Kanto y vio lo que sospechaba. Descendió hasta situarse cerca del agua y de sus amigos.
—Dylan, se acercan unas nubes de aspecto poco amistoso por el sur. Creo que es una tormenta —contó Ryku.
—Yo no lo creo. Estoy seguro de ello —afirmó Dylan—. El agua se está embraveciendo y Cetile no hace más que confirmar mis sospechas. Espero que no se maree…
—¿Llegaremos a isla Canela antes de que nos metamos en la tormenta?
—Me temo que no. Nos quedan varias horas antes de que divisemos la isla y, por cómo se comporta el mar, la tormenta tardará menos en envolvernos.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Ryku—. No hay ningún sitio en el que podamos refugiarnos.
Dylan no tardó en hallar una solución.
—Las islas Espuma son nuestra única opción. Están mucho más cerca que la tierra de Kanto y nos pilla de camino a isla Canela. Las alcanzaremos si aceleramos un poco el ritmo.
Cetile había estado pendiente de la conversación de sus amigos, pero la barrera de humanos transformados y humanos corrientes le impidió entenderla. Aunque se hizo una idea al ver la amenaza que se les acercaba por el mar. Ryku le hizo señas de que se agarrara bien al caparazón de Dylan y Cetile obedeció y se pegó como un imán al borde blanco del caparazón del Blastoise. La chica realizó todas las comparaciones que creyó conveniente para tener la seguridad de que no se soltaría.
Ryku regresó a las alturas y esperó a que Dylan se pusiera en marcha de nuevo. Le pilló un poco de imprevisto que el Blastoise acelerara a una velocidad impropia de una tortuga. En el tiempo que tardó Ryku en reaccionar, sus amigos ya se habían adelantado medio kilómetro.
A medida que atravesaban la Ruta 20 en busca de esas islas que mencionó Dylan, la tormenta se hizo más notoria. Los vientos zarandeaban a Ryku y le reducían la velocidad en varias ocasiones y Dylan empezó a esforzarse por mantener el equilibrio y no volcar por las olas de un mar intranquilo. Cetile fue quien se llevó la peor parte: la velocidad del Blastoise la mojó de pies a cabeza.
Con la tormenta a punto de cernirse encima del grupo, Ryku divisó unas islas muy juntas entre ellas que parecían fusionarse para crear una montaña de dos cimas. Estaban bastante exentas de vegetación, pues solo se apreciaba una playa que conectaba directamente con la montaña sin ninguna transición entre ambas partes. El Charizard se adelantó al Blastoise y aterrizó en la costa. Unos pocos segundos después lo hicieron Dylan y Cetile.
Ryku desactivó su Enlace y, como suponía, la sensación de todavía conservar las alas apareció debido al largo tiempo que había permanecido siendo un Charizard. Fingió la incomodidad que sufría estirando el cuerpo. Mientras, Dylan desactivó su Enlace cuando Cetile lo desmontó. La chica dio unos pasos y se sacudió el cuerpo como un perro con la esperanza de secarse un poco el cuerpo y la ropa mojada.
—Debí haberme comprado un chubasquero —se lamentó Cetile.
—Tienes ropa de recambio, ¿no? —preguntó Dylan.
—Sí, pero aun así…
—Chicos, si vais a discutir que sea en otro lugar. La tormenta ya casi está aquí —interrumpió Ryku, ya recuperado de la molesta sensación de las alas.
El grupo se movió en dirección a la primera entrada de una cueva que vieron desde el lugar donde habían aterrizado. Era un espacio asombrosamente amplio, profundo y frío. Cetile debía cambiarse de inmediato si no quería constiparse. El grupo se adentró tanto que pronto perdieron de vista la salida.
—¿Alguno ha marcado el camino de vuelta? —preguntó Ryku.
—Yo. Lo he hecho acumulando piedras en una forma específica —respondió Dylan—. Esperemos que no se desmonten.
Cetile estornudó y sobresaltó a los jóvenes por el eco producido. Dylan sacó de su mochila una chaqueta y se la puso a su amiga.
—Tenemos que encontrar un lugar donde se pueda cambiar antes de que empeore —dijo Dylan.
Ryku buscó un lugar donde Cetile pudiera ponerse ropa seca en privado, pero el terreno estaba bastante vacío y no había rocas grandes tras las que esconderse. Por suerte, Ryku detectó una no muy lejos de donde se encontraban, aunque también vio algo raro oculto tras esta. Era un techo de lona.
Ryku señaló lo que había visto y el grupo anduvo hacia allí. Seguramente alguien había montado una tienda dentro de la cueva y podrían pedirle cobijo para que su amiga se cambiara de ropa. Rodearon la roca y se toparon con algo más que una simple tienda de acampada.
Aquello parecía un asentamiento de expedición. La tienda podía albergar a varias personas sin problemas y fuera de esta había estufas, una cocina portátil, sillas, mesas, aparatos que los chicos no habían visto nunca y una pizarra con información escrita sobre los Pokémon autóctonos.
Entre el mobiliario, apuntando notas en la pizarra con un rotulador, había una mujer de cabello blanco y largo recogido en una coleta que le llegaba hasta el final de la espalda. Vestía una chaqueta larga y elegante de color celeste con un cinturón con una hebilla que brillaba en un intenso color fucsia. En el hombro izquierdo de la chaqueta había una especie de bordado o símbolo que no se alcanzaba a ver en detalle. Bajo la chaqueta, la mujer llevaba un traje entero azul marino y botas con tacón de suelas rosadas. Estaba sumisa en su investigación en la pizarra y no se percató de la presencia de Ryku y sus amigos hasta que sus pasos, y un nuevo estornudo de Cetile, la sacaron de su concentración. La mujer se dio la vuelta y miró un tanto sorprendida al grupo.
—No esperaba esta clase de visitas —dijo con voz serena.
Al darse la vuelta, se pudieron ver mejor las facciones de la persona. Ojos verdes, dos patillas cayéndole por delante de las orejas y piel clara. La parte delantera de la chaqueta se pudo apreciar en más detalle y se vio que el interior era blanco como su pelo y los pliegues del pecho tenían una especie de silueta minimalista de una Pokéball de color fucsia.
—¿Quiénes sois? —preguntó sin variar su tono de voz.
—Pues…
—Da igual —continuó sin esperar una respuesta—. Antes de eso, será mejor que vuestra compañera entre en calor y se ponga ropa seca si no quiere coger un resfriado o algo peor. En la tienda podrá quitarse esas prendas húmedas.
Cetile se acercó y se metió en la tienda de acampada. La mujer la acompañó dentro, pero salió a los pocos segundos y dejó que se cambiara en privado.
—Vosotros dos también debéis entrar en calor. No vais vestidos para soportar las bajas temperaturas de esta cueva.
Ryku y Dylan no dudaron en aceptar la invitación de la desconocida y se sentaron alrededor de una de las estufas que había fuera de la tienda. La mujer terminó de escribir las notas que quería apuntar en la pizarra y se centró en sus invitados. Sacó de una bolsa un par de bebidas calientes y se las dio a los chicos y algo de comer. Cogió una silla y se sentó junto a los dos jóvenes.
—Bien, ahora nos podemos conocer mejor. Empecemos. ¿Quiénes sois y a qué habéis venido a las islas Espuma? —preguntó la mujer.
—Me llamo Ryku y él es Dylan —contestó Ryku—. No teníamos pensado hacer una parada en estas islas, pero una tormenta nos ha obligado a refugiarnos aquí.
—Ya veo. Sois entrenadores de Enlace, ¿no? —señaló la mujer los brazaletes de los chicos. Ellos asintieron—. Eso explicaría también por qué unos jóvenes como vosotros tres se han aventurado a navegar por el mar y alejarse tanto de las costas de Kanto. Supongo que os dirigís a isla Canela.
—Así es. Dylan y yo estamos recolectando las medallas de los Gimnasios de la región e íbamos a por la que hay allí.
—Entiendo. En ese caso esta no ha sido más que una inesperada parada. Podéis descansar aquí hasta que la tormenta amaine o creáis oportuno que podéis reemprender el viaje.
—Muchas gracias… esto…
—Blanche. Me llamo Blanche.
—Ahora es nuestro turno de preguntar —dijo Dylan—. ¿Qué haces exactamente en las islas Espuma? Este sitio no suele ser muy visitado por nadie, ya sean entrenadores o turistas.
—Pensé que esa respuesta sería más que obvia —respondió Blanche con una sonrisa. Hizo un gesto para que Ryku y Dylan prestaran atención a los aparatos y la pizarra con las notas—. Me dedico a investigar a los Pokémon de tipo hielo. Estudio su hábitat, su comportamiento, cómo evolucionan… Todo lo que esté relacionado con ellos. Estas islas son el único lugar de todo Kanto donde hay Pokémon de este tipo, así que he montado un campamento para estar investigando las veinticuatro horas.
—¿Adoras a los Pokémon de hielo? —inquirió Ryku.
—Podría decirse así. Aunque, cuando termine mi investigación sobre ellos, probablemente me dedique al estudio de otro tipo de Pokémon. Me podríais considerar como una de esas profesoras Pokémon.
Ryku no lo veía así. Mucha gente se consagraba a su manera a la investigación de los Pokémon. No era exclusivo de las profesoras Pokémon.
—Dime, Blanche, ¿cómo has venido hasta aquí? —inquirió Dylan—. Veo que no tienes un brazalete Enlace. ¿No has venido en forma de Pokémon?
—En absoluto. Tengo contactos que saben conducir barcos. Solo me hacen falta un par de llamadas y puedo ir a cualquier destino que esté rodeado por mar. No siempre se necesita de un Enlace para viajar, ¿no crees?
—Supongo que tienes razón.
Blanche asintió levemente. Cetile salió de la tienda de acampada con ropa limpia y seca mientras Ryku y Dylan mataban el tiempo leyendo las notas de Blanche sobre los Pokémon de tipo hielo. Cuando se reunió con ellos, la pusieron al corriente de la identidad de Blanche. Para sorpresa de los chicos, Blanche y Cetile entablaron una conversación típica de dos investigadoras que comparten datos de sus proyectos. Blanche estaba sumamente interesada en los conocimientos de Cetile acerca de los Pokémon de tipo planta y Cetile se atrajo por las especies de Pokémon de tipo hielo. Ryku y Dylan quedaron apartados de la charla.
Cetile se despertó en plena noche por motivos desconocidos. No había sido por el frío que se hubiera colado en la tienda porque la estufa del interior había estado encendida toda la tarde y aún desprendía calor. Tampoco fue porque ella no se hubiera cubierto correctamente en el saco de dormir ni que Ryku o Dylan la hubiera despertado por algún movimiento involuntario durante sus sueños. Era como si necesitara algo. ¿Un poco de frío, tal vez? Quizá se hubiera despertado por el exceso de calor. Sí, debió ser eso. Cetile bajó la cremallera de su saco de dormir y se calzó y salió de la tienda de acampada sin hacer ruido.
El cambio de temperatura se sintió prácticamente al instante. Fue brusco, algo que Cetile agradeció. Con eso no tuvo dudas de que se había acalorado en la tienda y necesitaba refrescarse. Se quedaría unos minutos fuera y luego volvería dentro. Mientras tanto, examinó las notas de Blanche y los dibujos que había hecho de algunos Pokémon que vivían en la cueva. Le gustaba cómo dibujaba la investigadora.
De repente, por el rabillo del ojo, Cetile notó movimiento cerca de la tienda. Se volvió para ver mejor a quien estuviera por ahí, pero no había nadie. Sin embargo, un ruido le corroboró que no habían sido imaginaciones suyas.
—¿Blanche? ¿Eres tú? —preguntó.
La mujer de cabello blanco había dicho que se pasaría la noche despierta para realizar un estudio nocturno de los Pokémon de la zona. Por eso Cetile sospechó que se trataba de ella. No obstante, no recibió respuesta. Repitió la pregunta por si no la había oído y, de nuevo, no hubo contestación. Cetile pretendió ignorar la presencia del ser que anduviera cerca de la tienda y se dispuso a irse a dormir, pero entonces Cetile detectó movimiento otra vez y, en esta ocasión, sí pudo ver algo del ser que andaba cerca de la tienda. Una cola azul oscuro se meció entre las rocas que había más en el interior de la cueva.
Cetile no lo pudo evitar. Su lado fotógrafa emergió y quería sacar al menos una fotografía de aquella criatura que, ahora que había visto esa cola, claramente se trataba de un Pokémon. Uno que Blanche no había registrado en su investigación y que vivía en la cueva. Con esa foto la ayudaría a avanzar en su trabajo. No se lo pensó dos veces, fue a por su cámara, se abrigó un poco y salió corriendo a hacer las fotos.
Como Cetile estaba tan concentrada en sacar las instantáneas del Pokémon de cola azul, la joven no se había dado cuenta de cuánto se había adentrado en la cueva y alejado de la tienda de acampada. Tuvo suerte de que hubo un punto en el que la propia cueva no le permitía avanzar más, de lo contrario se hubiera perdido en las profundidades. El obstáculo que le bloqueó el paso fue un estanque bastante amplio del cual salía un arroyo de agua cristalina, por un lado. Cetile admiró un momento el hermoso paisaje que tenía delante de ella y le sacó un par de fotos para su colección. Luego volvió a la caza del Pokémon. No se movió mucho del sitio tras haberse dado cuenta de lo lejos que se había ido de la tienda. Buscó al Pokémon durante un buen rato, pero no había rastro de él. Cetile sentenció que quizá se hubiera metido en el agua y fuera imposible seguirle la pista. Por si acaso, la joven se acercó al borde del estanque y miró en sus profundidades por si divisaba el tono azulado del Pokémon.
No halló nada.
Cetile se rindió y abandonó la búsqueda del Pokémon de cola azul. Con un suspiro, se puso de camino de vuelta a la tienda.
La joven solo dio unos pocos pasos cuando súbitamente sintió un frío más intenso que el habitual en la cueva. Cetile se encogió y su cuerpo se puso a temblar. Instintivamente, Cetile se dio la vuelta y observó un fenómeno poco habitual en una cueva: se había puesto a nevar. Si no fuera porque el frío estaba siendo más fuerte a cada segundo, lo hubiera fotografiado. Pero las temperaturas siguieron bajando hasta tal punto que Cetile no pudo dar un paso más y se arrodilló con tal de conservar el poco calor que le quedaba en el cuerpo. La nieve empezó a caer a su alrededor, primero con normalidad, pero a los pocos segundos pareció que los copos los impulsaba un fuerte viento. Cetile cerró los ojos y se hizo un ovillo. Su cuerpo se estaba congelando.
—¡Cetile! ¡Cetile, despierta! —oyó la joven. Una voz la llamaba. Una voz familiar—. Vamos, chica, respóndeme. Dime algo.
Cetile abrió los ojos y vio el rostro de Blanche, muy preocupada por ella. La mujer la había envuelto en su chaqueta para que volviera a entrar en calor.
—¿B-Blanche? —musitó.
—Menos mal. Creí haber llegado demasiado tarde. ¿Puedes levantarte?
Cetile respondió a la pregunta poniéndose de rodillas. Le costaba mantener la posición, pero lograba conservarla sin mayores problemas. La chaqueta de Blanche le proporcionó un calor tan agradable que la joven se envolvió por completo con esta. Le venía grande, pero eso solo ayudaba a cubrir más el cuerpo.
—G-Gracias p-por v-venir, B-Blanche —tartamudeó Cetile. El frío le impedía hablar con fluidez.
—Santo cielo, chica. ¿Por qué estás tan adentro de la cueva con la cámara y en pijama? ¿No te das cuenta de lo peligroso que resulta que vayas así vestida por aquí?
—Y-yo… Po-Pokémon…
—¿Pokémon? ¿Te ha atacado alguno de los que hay en la cueva?
Cetile negó con la cabeza y continuó su explicación. O, al menos, el intento.
—Cola azul… vi-viento helado… frío… mucho f-frío…
Blanche no terminó de entender lo que la joven contaba, aunque tampoco era importante. Debía devolver a Cetile a la tienda y dejarla cerca de las estufas para que recobrara el calor de su cuerpo. Cargó con ella y la llevó de vuelta al campamento. La metió en la tienda y en su saco de dormir y encendió la estufa. Luego salió y pensó si quedarse vigilándola o volver a su trabajo. Eligió lo segundo.
Por la mañana, Ryku y Dylan despertaron e hicieron unos estiramientos dentro de la tienda. Mientras se cambian de ropa, observaron a su compañera, la cual seguía dormida y no se había despertado en ningún momento. Ryku y Dylan intercambiaron una mirada. ¿Debían despertarla? Por cómo estaba de encogida en su saco de dormir, optaron por dejarla descansar y salieron de la tienda.
Fuera estaba Blanche organizando unos papeles mientras se bebía una taza de chocolate caliente. No llevaba puesta la chaqueta.
—Buenos días —los saludó—. ¿Habéis dormido bien?
—Si no llega a ser porque nuestras camas eran sacos de dormir, hubiera sido una experiencia igual o mejor que pasar la noche en un albergue —dijo Ryku.
Blanche sonrió.
—Me alegra saber que no hay ningún agujero en la tela. Podéis haceros unas tostadas para desayunar si queréis. Queda chocolate caliente por si os apetece.
Los chicos se sirvieron el desayuno a base de tostadas y Blanche les echó un poco de chocolate en unas tazas limpias. Cuando se sentaron, Ryku miró de reojo los papeles que ordenaba Blanche.
—Has tenido una noche productiva, por lo que se ve —dijo a modo de pregunta.
—No la más productiva de todas, pero sí he avanzado algo en mi investigación —respondió Blanche—. Sin embargo, tuve un pequeño percance anoche que involucra a Cetile.
Ryku no terminó de morder la tostada que tenía en la boca y Dylan se quemó al intentar contener el chocolate en la garganta. Tosió y Ryku dejó colgando la tostada unos segundos en su boca antes de realizar el bocado en su totalidad.
—¿Cetile? ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Ryku.
—No sé a ciencia cierta cuál fue la razón por la que vuestra amiga abandonó la tienda anoche y se paseó por la cueva en pijama, con un simple abrigo y su cámara de fotos.
—Eso no es propio de ella…
—¿Bromeas? —interrumpió Dylan tras dejar de toser—. ¿Has olvidado el día que tuvimos en la Zona Safari? No difiere mucho de lo que ha hecho hoy.
Ryku recordó la pelea que tuvieron su amigo y él contra la Kangaskhan por culpa de que Cetile se había apartado del grupo. Con eso en mente, no le pareció tan raro el comportamiento de Cetile.
—¿Qué la habrá hecho salir? —se preguntó Ryku.
—Lo único que sé al respecto es lo que balbuceó la joven. Hablaba de una cola azul y de una repentina bajada de temperaturas que causó que nevara dentro de la cueva —explicó Blanche—. Lo segundo es algo normal. Hay Pokémon aquí que se dedican a practicar sus movimientos de hielo a todas horas. Seguramente se puso en medio de una de esas prácticas.
—¿Y lo de la cola azul?
Blanche se encogió de hombros.
—En todo el tiempo que llevo aquí jamás he visto un Pokémon cuya cola sea de ese color. Quizá creyó que era buena idea hacerle una foto para enseñármela, es lo único que se me ocurre para que alguien haga tal temeridad.
—¿Se pondrá bien? —preguntó Dylan—. Has dicho que estuvo en medio de unas prácticas de movimientos Pokémon.
—Está bien —lo tranquilizó Blanche—. Solo estaba fría por las bajas temperaturas. La devolví a la tienda y encendí la estufa para que entrara en calor de nuevo. A estas alturas ya ha debido recuperar la temperatura corporal adecuada. ¿Sigue durmiendo? —Dylan asintió—. Entiendo. Aunque parece que ya está fuera de peligro, es mejor prevenir. Os daré unas pastillas que guardo en el botiquín para el resfriado por si presenta los síntomas. Si es más grave, llevadla al hospital, ¿de acuerdo?
—Sí.
Media hora más tarde. Cetile salió de la tienda con cara de haber dormido poco. Aparte de eso, la chica se veía bien, sin síntomas de haber enfermado. Llevaba puesta la chaqueta de Blanche. Ryku, Dylan y ella no tardaron en preguntar sobre su estado, a lo que ella respondió que estaba bien, solo un poco molesta por la falta de sueño.
Mientras desayunaba, Cetile explicó lo que le ocurrió anoche. Habló del Pokémon de cola azul y la describió de tal forma que Blanche no paró de poner muecas como si no la relacionara con ningún Pokémon de la cueva. Aquello dejó intrigados a los jóvenes.
—Por la manera en la que has descrito esa cola, encajaría con un ave. Pero ¿un pájaro de tipo hielo? No me viene a la cabeza ningún Pokémon de esas características —explicó Blanche.
—Por eso perseguí la cola. Solo quería hacerle una foto y volver a la tienda, pero tras perderlo y rendirme, sufrí el ataque de hielo —dijo Cetile.
—Eso de hacer tantas fotografías te va a pasar factura —dijo Dylan—. Recuerda el día de la Zona Safari.
—Lo sé, pero aquí el motivo era que quería ayudar a Blanche en su investigación, ya que había visto que ese Pokémon no figura en los que ha registrado.
—No debiste haberte arriesgado así —la riñó Blanche con calma—. Agradezco que quisieras echarme una mano en mi trabajo, pero no quiero cargar con la culpa de que alguien tan joven fallezca solo por intentar hacer una foto a un Pokémon.
—Lo siento.
Blanche suspiró.
—Aun así, he de darte las gracias por contar esos hechos. Estaré pendiente por si veo esa cola azul o me topo con el Pokémon en cuestión. A pesar de todo, me queda mucho que hacer en la investigación.
—Al menos he ayudado un poco.
—Desde luego. Aunque, si haces algo así otra vez, procura que no sea en condiciones tan adversas, ¿vale? —Blanche guiñó un ojo a Cetile.
—Lo prometo. No más temeridades, aunque en mi defensa añado que no son voluntarias.
Cuando terminaron de desayunar, los tres jóvenes esperaron a que la tormenta fuera lo bastante débil para reanudar su viaje. Blanche informó al grupo de que la tormenta había amainado. El cielo seguía nublado y con intenciones de llover otra vez, pero lo más grave había pasado y podían dirigirse a isla Canela sin mayores percances. Blanche se tomó la molestia de regalar a Cetile un paraguas por si les caía algo de agua por el escaso camino por mar que les faltaba. Cetile agradeció el gesto enormemente. Después, el grupo recogió todas sus pertenencias y Blanche acompañó a los jóvenes a la salida. La investigadora se despidió de ellos mientras Dylan y Cetile surcaban el mar y Ryku viajaba por el aire. Cuando los chicos desaparecieron, Blanche regresó con su investigación.
Blanche se sobresaltó con un sonido que hacía mucho tiempo que no escuchaba. Su tono del Pokégear retumbó por las paredes de la cueva con más intensidad de la que podía ofrecer un artilugio tan antiguo. Blanche cogió el aparato y aceptó la llamada sin mirar quién era el que estaba al otro lado de la línea. No le hacía falta.
—Hacía tiempo que no llamabas —dijo Blanche con una sonrisa en el rostro—. ¿Cómo va todo?
—Todo lo bien que puede ir, la verdad —respondió la voz al otro lado—. Sabes lo que significa que use el Pokégear.
—Sí, me puedo hacer a la idea. Muy grave debe ser la situación para que emplees el número de esta antigualla.
—Deja de desprestigiar al Pokégear, Blanche —replicó la voz enfadada—. Nos ha ayudado mucho más de lo que imaginas.
—No lo estoy desacreditando. ¿Olvidaste que fui yo quien recomendó su uso?
Se escuchó un suspiro.
—Mira, no te he llamado para discutir cómo solemos hacer. Es para avisarte de ya sabes qué.
Blanche adoptó una cara seria y se reclinó.
—¿Dónde están?
—Según las noticias, en isla Canela ha habido un pequeño, por decirlo suavemente, problema en la Mansión Pokémon. ¿Dónde estás tú?
—En las islas Espuma.
—Pues sal de ahí cuanto antes. Si han ido a isla Canela por algo, no descarto que prueben de encontrarte en esas islas. Lo de la central Energía ya no suena a casualidad. Han expandido la búsqueda.
Blanche miró todas sus posesiones. Guardarlo todo en poco tiempo iba a ser imposible.
—¿De cuánto tiempo dispongo? —preguntó.
—Pues por lo que se dice en las noticias, tiempo de sobra para que escapes con lo que te hayas montado ahí. Pero no alargues la espera y vete cuanto antes, ¿vale?
—Entendido. Recogeré mis cosas y me iré. Bueno… nos iremos.
—Bien.
—¿Y qué hay de ti? ¿Estás a salvo o también vas a tener que moverte de nuevo? —inquirió Blanche antes de colgar.
—Tengo tiempo de sobras donde me he escondido, Blanche. No vendrán hasta aquí; no es tan sencillo. Aun así, pronto tendré que mudarme a otro lugar. ¿Crees que deberíamos reunirnos?
—No lo sé, aunque no descartó que debamos si ya nos van encontrando después de separarnos. Te devolveré la llamada cuando llegue ese día.
—Entendido. Buena suerte, Blanche. Y ten cuidado.
—Tú también.
Blanche cortó la comunicación y se puso a recoger sus pertenencias. Cuanto antes lo hiciera, mejor. Tal vez la investigación solo fuera una tapadera, pero le sería de utilidad a alguien que le dedicara tiempo a estudiar a los Pokémon.
Chapter 25: El Laboratorio Pokémon
Chapter Text
Ryku, Dylan y Cetile se alegraron de volver a pisar tierra firme. Tomaron un merecido descanso en la playa antes de dirigirse a la única ciudad de isla Canela.
Cuando pasearon por las calles, reconsideraron la ciudad más como un pueblo grande. A lo lejos parecía distinta, un signo de civilización en kilómetros, pero de cerca apenas se apreciaba vida.
Los jóvenes fueron al albergue y reservaron sus habitaciones antes de comer algo por el extenso viaje por las rutas marítimas. Ryku preguntó a Dylan qué ofrecía la isla aparte del Gimnasio. No tenía intención de irse pronto después de lo que les había costado llegar.
—Pues no mucho, la verdad —respondió Dylan, desanimando a Ryku—. Isla Canela es como un centro turístico. Los entrenadores de Enlace no suelen divertirse mucho aquí a menos que hayan venido de vacaciones.
—¿En serio? Pues qué pena. Aun así, si atrae turistas, será porque hay algo de interés, ¿no?
—Como mucho las termas que hay gracias al volcán. Lo demás que vi cuando vine por primera vez fueron decenas de tiendas de suvenires, puestos de comida y posadas para turistas. Ya puedes ver lo poco lleno que está el albergue.
—Sí, es como si estuviera abandonado —dijo Cetile.
—Es lo que hay. Como ya he dicho, los entrenadores vienen a por la medalla de Gimnasio y, a menos también quieran descansar y ser unos turistas más por un tiempo, no se quedan en la isla.
Entonces, sin previo aviso, a Ryku se le presentaron recuerdos de hacía ya un tiempo.
—¿No hay un laboratorio Pokémon en esta isla? —preguntó—. Lo dijo Gustavo, aquel hombre con gafas que rescatamos en el monte Moon.
—Pues sí, hay uno. No lo visité cuando vine la primera vez. Si quieres ir a ver qué se cuece, cuenta conmigo.
—¿Tú qué opinas, Cetile?
—No me interesa la ciencia con Pokémon, pero cualquier cosa es mejor que quedarse en el albergue. Me apunto.
El grupo terminó de comer y descansó un poco para digerir la comida antes de ir al laboratorio.
De camino a su destino, Ryku descubrió cómo era la ciudad de isla Canela. Dylan no exageró al decir que era como un centro turístico. Cada calle por la que paseaban estaba repleta de tiendas de suvenires, puesto de comida autóctona, termas y posadas. Todo tan concentrado que alcanzaba a molestar. Ryku se sintió incómodo con tanta zona turística. Estaba claro cuál era la base de la economía en la isla, pero aquello era demasiado. Ryku lo decidió ahí mismo: en cuanto obtuviera la medalla del Gimnasio, abandonaría la isla de inmediato. Ese ambiente no le gustaba.
El laboratorio Pokémon estaba lejos de cualquier zona diseñada para el turismo. Como mucho, seguían habiendo puestos de comida al otro lado de la carretera.
Los tres jóvenes entraron en los terrenos del laboratorio y contemplaron asombrados cómo era. Había tres edificios principales y otros tantos más pequeños dispersos por los jardines de alrededor. De los tres grandes, dos de ellos estaban posicionados en paralelo el uno con el otro y compartían la misma estructura cuadrada y austera con ventanas tintadas que ocupaban gran parte de las paredes blancas. Sin embargo, el edificio central, que unía la separación de los otros dos edificios, demostraba ser el más importante con un aspecto muy diferente del resto con unas paredes de un suave color crema y una línea verdosa en la base del edificio y una forma elíptica. Ryku y sus amigos se dirigieron a ese edificio.
Antes de entrar en el laboratorio, el grupo se detuvo unos instantes a ver unos cuantos científicos y un puñado de Pokémon realizando algunas pruebas en la hierba de los jardines. Todos los Pokémon que había eran de tipo planta, lo que llamó la atención de Cetile. Se sorprendieron cuando uno de los Pokémon expulsó aquel polvo paralizador de color amarillo hacia uno de los científicos. Con un Enlace activo no era extraño ni peligroso, pero el científico no tenía ni un brazalete en sus brazos. Estaba recibiendo el paralizador directamente en su piel.
—¿No es grave que un humano sufra la parálisis de ese polvo? —preguntó Dylan.
—Si se atreven a ello, deben estar seguros de que los riesgos son bajos —supuso Ryku.
—Lo son —confirmó Cetile—. El paralizador que echan los Pokémon de tipo planta en realidad es poco efectivo en los humanos. El que sí es peligroso es el polvo somnífero, pero bien dosificado, es hasta beneficioso en ciertos casos.
—Pero la parálisis…
—Será solo eso: una inmovilización de las zonas del cuerpo que más en contacto hayan estado con los polvos. En altas dosis, sí sería dañino, pero para entonces ya están tratando a la víctima en un hospital.
—¿Y qué hay del polvo venenoso? —inquirió Dylan.
—Nada relevante. —Ryku y Dylan intercambiaron una mirada de asombro—. Como mucho enfermarás unos días, pero nada más. Erika me contó que en el pasado sí era un problema grave, pero hoy día con unos medicamentos y reposo basta para curarte del veneno.
Justo mientras hablaban de ello, otro de los Pokémon de tipo planta echó el característico polvo morado sobre un segundo científico.
—Ya solo falta que otro Pokémon eche el somnífero y habremos visto los tres polvos —dijo Ryku.
—¿por qué están haciendo eso? —preguntó Dylan.
—Algún experimento, está claro —respondió Cetile.
El grupo dejó de mirar como un científico empezaba a sentirse mal mientras el otro se quejaba de que no podía mover las piernas y se metieron en el edificio principal.
La recepción no tenía nada de especial. Un mostrador semicircular con una secretaria centrada en su trabajo, un suelo de baldosas blancas y el mismo color crema de las paredes del exterior. A un lado había una mesa baja de cristal con revistas y dos sofás para sentarse a su alrededor. Por toda la sala había macetas con plantas diversas y algunas de ellas despertaron la curiosidad en Cetile porque no las había visto nunca. Finalmente, tras el mostrador había dos puertas de ascensor que conducían a los pisos superiores, unas escaleras como camino alternativo y un pasillo que se adentraba en el edificio. Los tres jóvenes acercaron a la mujer y esta se recogió el flequillo de su pelo negro y los miró con unos ojos color miel.
—¿Necesitáis algo? —preguntó.
—Nos gustaría saber si podemos visitar las instalaciones —dijo Ryku.
—¿Oh? No sabía que a los turistas les interesara tanto la ciencia para venir hasta aquí.
—No nos consideramos turistas, más bien somos entrenadores de Enlace —aclaró Dylan.
La secretaria examinó a los chicos y vio los brazaletes en sus brazos.
—Ah, disculpadme. Tampoco es que se vean muchos entrenadores de Enlace en la isla. Lo habitual es que vengan a por la medalla de gimnasio y se marchen. Por favor, decidme vuestros nombres para que pueda crearos unos pases de invitados.
—Yo soy Ryku. Él es Dylan y ella, Cetile.
La secretaria se quedó perpleja al escuchar los dos primeros nombres.
—¿Ryku y Dylan? Por casualidad no conoceréis a alguien que se llama Gustavo, ¿verdad?
—Sí.
La mujer esbozó una sonrisa.
—Caray, una sorpresa tras otra. ¿Sabíais que habéis aportado mucho a la investigación de los Pokémon?
Ryku y Dylan ladearon la cabeza, confusos. Creían que su acción en el monte Moon había pasado desapercibida, incluso cuando vieron a aquel Omanyte en el zoo público de ciudad Fucsia. No se esperaban que en laboratorio fueran reconocidos.
—No hicimos nada relevante —respondió Dylan.
—Eso no es lo que me han contado. En fin, dadme un momento para crear los pases. Si me lo permitís, llamaré a Gustavo para que sepa que estáis aquí.
Dylan se encogió de hombros.
—Nos puede venir bien alguien que se conozca cada rincón del laboratorio. ¿Ryku?
—Estoy de acuerdo.
La secretaria imprimió unos papeles con los nombres de los chicos y los metió en unas tarjetas de plástico. Así se les identificaba como visitantes del laboratorio. Luego cogió el teléfono, marcó un número en el dial y llamó. En pocos segundos, la secretaria ya estaba hablando con alguien. La conversación duró poco, pero parecía que había conseguido su propósito.
—Gustavo está de camino. Esperad unos minutos.
Ryku asintió y cogió los pases de invitados. Los tres se fueron a los sofás a esperar la llegada de su amigo científico, el cual apareció apenas cinco minutos después. El hombre que llevaba aquellas tan características gafas que impedían ver sus ojos, se acercó muy contento a los chicos.
—Ryku y Dylan —dijo sonriente—. Cuánto me alegro de veros. ¿Qué hacen aquí mis salvadores?
—¿Salvadores? —repitió Cetile extrañada.
Gustavo se recolocó las gafas y se fijó en la niña de pelo castaño.
—Parece que ahora sois un trío, ¿eh?
—Ya te contaremos la historia en detalle cuando regresemos al albergue —prometió Dylan.
Cetile no insistió.
Gustavo dio una palmada para llamar la atención de los chicos.
—Bueno, amigos, ¿qué os trae al laboratorio? No os habréis encontrado un nuevo fósil que investigar, ¿verdad?
—No. Solo vinimos a visitar el laboratorio. Para ver qué clase de investigaciones se llevan aquí.
—Ya veo. Me temo que no podemos desvelaros todos los experimentos que se llevan a cabo en las instalaciones —respondió un tanto entristecido el científico—, no hasta que el desarrollo esté bien avanzado, al menos. Sin embargo, hay muchas investigaciones que sí os puedo enseñar, empezando por aquella en la que participo: la resurrección de Pokémon prehistóricos.
Ryku y Dylan se mostraron bastante curiosos con el nombre, pero Cetile no tanto.
—Suena fascinante —dijo Ryku.
—Por supuesto que lo es. La finalidad de nuestro trabajo es descubrir los Pokémon que vivieron hace millones de años, traerlos a la vida y estudiarlos en profundidad. Incluso en el futuro podrán usarse para los combates Pokémon. Pero basta de palabrería. Una imagen vale más que mil palabras. Seguidme.
Ryku, Dylan y Cetile acompañaron a Gustavo por las instalaciones del laboratorio. La mayoría de las secciones estaban cerradas debido a que se estaban realizando experimentos y se requería mucha concentración y privacidad. Según Gustavo, las habitaciones de esos pasillos estaban más enfocadas a investigaciones personales que no todos los científicos del laboratorio conocían. El científico llamó a un ascensor y subieron a la segunda planta.
Las secciones eran más amplias y abiertas al público, pues lo único que separaba a los científicos de la gente que paseaba por los pasillos eran unas grandes y gruesas ventanas transparentes. Gustavo se detuvo frente a una que creía que interesaría a los chicos. Dentro de aquella habitación había unos cuantos científicos estudiando la tecnología Enlace de Bill. Uno de ellos estaba transformado en un Pokémon que ninguno de los tres jóvenes había visto jamás, ni siquiera Ryku y Dylan en el torneo en el S.S. Anne.
—¿Qué están investigando aquí? —preguntó Ryku comido por la curiosidad.
—Creí que los estudios referentes a la tecnología Enlace solo las realizaba Bill —añadió Dylan.
—No me digáis que también conocéis a Bill —dijo Gustavo como si ya se esperara una respuesta.
—Los tres, de hecho —puntualizó Cetile.
—Increíble. Estáis exprimiendo muy bien aquel viaje del que me comentasteis —rio Gustavo—. Aquí se investiga la forma de mejorar la tecnología Enlace.
—Como buscar la forma de que se puedan usar dos Enlaces en el mismo módulo, ¿por ejemplo? —preguntó Ryku recordando el día en que evitó que Bill se convirtiera en Pokémon para siempre.
—Esa fue una de las principales peticiones de Bill —confirmó Gustavo—, pero luego la descartó y nos dijo que nos dedicáramos a desentrañar aquello que ocultan los Pokémon, como habilidades especiales o poder imitar sus naturalezas.
—¿Habilidades especiales? ¿Naturalezas? Suena muy extraño —confesó Dylan.
—Es posible. Pero hasta que no nos aseguremos de que no existen tales términos, seguiremos investigando. Bueno, ellos en este caso.
En la sala contigua había más Pokémon, esta vez no relacionados con la tecnología Enlace, empleando sus poderosos movimientos para que los científicos recopilaran datos. Entre los Pokémon había uno que Ryku, Dylan y Cetile reconocían, pero otros no tenían ni idea de qué clase de Pokémon era.
De camino a la siguiente sala que Gustavo creyó interesante, Cetile preguntó acerca de los científicos que se estaban dejando rociar con polvos paralizantes, venenosos o somníferos de los Pokémon de tipo planta. Gustavo se pensó la respuesta porque solo se conocía las investigaciones que se llevaban a cabo en su edificio. Sin embargo, su intuición le hizo decir que se trataría de algún estudio para desarrollar vacunas a los efectos de los polvos como los que se usan para curar los estados en los Pokémon, pero enfocados a los humanos. Eso despertó la curiosidad en Ryku.
—Siempre me he preguntado por qué no podemos usar los objetos de curación de los Pokémon en los humanos. ¿A qué se debe?
—Esa misma pregunta se hicieron aquellos que desarrollaron las pociones y los antídotos —respondió Gustavo—. Y tiene una sencilla razón: los componentes de los objetos curativos para los Pokémon reaccionan de manera diferente en los humanos. Se realizaron pruebas al respecto y los resultados fueron inmensamente variados: desde lograr la función que tenía el objeto hasta producir el efecto contrario. Hubo casos en los que un antídoto acabó enfermando a los voluntarios y un antiparalizante dejó completamente inmóvil a otros.
—Entonces un antiquemar… —dijo Dylan dudando si quería saber el final de esa frase.
—Los efectos opuestos no fueron graves —puntualizó Gustavo—. Los que enfermaron se recuperaron a los pocos días. Los paralizados, en pocas horas. Y los que se echaron los antiquemar solo sufrieron tanto como alguien que queda dormido en la playa si echarse suficiente crema solar.
—Por eso no se recomienda aplicarse los objetos curativos pensados para los Pokémon. Por su alta inestabilidad en los efectos —dijo Ryku, entendiéndolo todo. Gustavo asintió.
—Y curiosamente lo mismo ocurre con los Pokémon cuando toman nuestras medicinas. Sin duda humanos y Pokémon somos muy diferentes.
—Pero ¿qué hay de los Enlaces? —recordó Ryku—. Ahí una persona se convierte en Pokémon, ¿no?
—Esa es una pregunta que te respondería mejor Bill. Desde un punto de vista científico, podría ser que, aunque con un Enlace activo se es un Pokémon, también se sigue siendo humano. Esto significa que los efectos de los objetos curativos para los Pokémon ni son beneficiosos ni perjudiciales. Más bien, se vuelven inocuos. Ahora bien, desde un punto de vista más tecnológico, más contestado por los desarrolladores de la tecnología Enlace, la respuesta podría ser muy diferente. Como ya he dicho, es mejor que se lo preguntes a Bill.
—Qué mal momento para haber formulado la pregunta ahora, ¿eh, Ryku? —soltó Dylan lanzando un mensaje indirecto a su amigo.
—Y qué lo digas. He tenido dos oportunidades de obtener la respuesta y las he desperdiciado. Para la próxima no me olvido.
El grupo continuó moviéndose por los pasillos del laboratorio deteniéndose de vez en cuando frente algunas salas y observar las investigaciones que se llevaban a cabo. Por desgracia, para los chicos ya no había nada que les despertara el interés, pues la gran mayoría de estudios trataban sobre cómo emplear los poderes de los Pokémon en beneficio de la humanidad como, por ejemplo, utilizar la electricidad que expulsaban los Pokémon eléctricos o ver si podían reducir la contaminación gracias a los Pokémon de tipo veneno. Finalmente, tras caminar por varios pasillos que daban la sensación de dar unas dimensiones infinitas al edificio, Gustavo entró contento en una de las grandes salas del piso.
—Y aquí es donde realizamos la investigación de la resurrección de los Pokémon prehistóricos —dijo aguantando la puerta.
Ryku, Dylan y Cetile se metieron en la sala y miraron en todas direcciones. Cada sección diferente despertaba la curiosidad en los chicos. En un lado había un pequeño invernadero donde unos científicos estudiaban y regaban unas plantas y pequeños árboles que Cetile jamás había visto. Por respeto, la joven evitó sacar la cámara y ponerse a hacer fotos. Mientras tanto, cerca del invernadero había un hábitat con una vegetación mezclada entre la más conocida en la actualidad hasta la más desconocida, ya fuera porque provenían de otras regiones o porque, simplemente, no existían. Al otro extremo de la sala había una enorme máquina de aspecto muy avanzado que un grupo de científicos estaba utilizando.
En el hábitat no parecía que viviera ningún Pokémon especial, hasta que alguien tiró al agua algo de comida al estanque y de su superficie emergió unos tentáculos de color celeste. Ryku y Dylan contemplaron cómo estos rodeaban la comida y la hundían violentamente en el agua. El estanque entero se agitó durante unos segundos antes de volver a calmarse.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Dylan.
—Eso, amigos míos, es la prueba irrefutable de que esa máquina de ahí funciona a la perfección —dijo Gustavo lleno de orgullo—. En ese estanque vive el primer Pokémon prehistórico que hemos logrado revivir. Nació de uno de los fósiles que encontré en el monte Moon.
—¿El que conseguiste conservar? —preguntó Ryku.
—El mismo.
—Un momento, Gustavo —lo interrumpió Dylan—. Creo que reconozco esos tentáculos, pero no recuerdo que fueran tan… largos. Es decir, vimos unos tentáculos similares de un Pokémon prehistórico cuando estuvimos en el zoo público de ciudad Fucsia. Pero estos no son exactamente iguales.
—Ah, conque también visteis al Omanyte que nos compró aquel hombre —comentó Gustavo—. Entonces ya estaréis familiarizados con este Pokémon, ya que se trata de su evolución. Su nombre es Omastar. Desgraciadamente, el Pokémon no suele emerger de las profundidades del estanque, aunque supongo que os podéis hacer una idea si visteis a Omanyte.
—Supongo.
De repente, un hombre de pelo corto y canoso y barba gris irrumpió en la conversación. Gustavo se dirigió al hombre con mucho respeto. Ryku dedujo por aquella acción que debía tratarse de algún superior suyo. Pero vestía la misma bata blanca que los demás científicos y no había nada que lo identificara como el jefe de Gustavo.
—Dígame, Gustavo, ¿quiénes son estos chicos? —preguntó el barbudo.
—Son invitados que han decidido visitar las instalaciones —respondió Gustavo.
—Eso ya lo veo en sus identificaciones. Pero hay algo más, ¿verdad? Dudo mucho que haya abandonado la sala a toda prisa para convertirse en un guía turístico.
—Oh, claro, mis disculpas, señor Harold. —Los chicos se quedaron con el nombre del barbudo—. ¿Recuerda cuando le hablé de la obtención del fósil para el proyecto? —Harold asintió—. Bien, estos dos chicos de aquí son los que evitaron que me robaran todos los fósiles.
—¿Esos rescatadores de los que tan bien hablaste? —se quiso asegurar Harold. Gustavo se lo confirmó con un movimiento de cabeza—. De modo que vosotros dos sois Ryku y Dylan, ¿eh? Hijos, no sabéis cuánto nos habéis ayudado en nuestra investigación. Sin vuestra intervención, no hubiéramos avanzado tanto como hubiéramos deseado.
Harold se tomó la molestia de coger la mano a Ryku y moverla arriba y abajo en señal de agradecimiento. Hizo el mismo gesto con Dylan.
—N-No es para tanto… nos pillaba de camino… —quiso explicar Dylan.
—Fuera un acto altruista o no, gracias a vosotros hemos conseguido poner a prueba la máquina de resurrección de fósiles y el estanque tiene un Pokémon en teoría extinto —dijo Harold restando importancia a las palabras del chico—. Os debemos mucho. Ojalá os lo pudiéramos recompensar de alguna manera.
—Con que sepamos ahora que se pueden revivir Pokémon extintos es suficiente, de verdad —intentó zanjar el tema Ryku—. No es necesario que piense en nada.
—Bueno, está bien. Pero eso no significa que vayáis a recibir algo a cambio de forma indirecta —declaró Harold con cierto aire enigmático.
Ryku y Dylan intercambiaron una mirada. Miedo les daba en lo que pudiera pasar por la mente de un científico.
Durante la siguiente hora, tanto Harold como Gustavo enseñaron a los chicos todos los aparatos con todo lujo de detalles que los jóvenes apenas podían comprender. Cetile se pasó todo el tiempo parloteando con los científicos que cuidaban las plantas del invernadero y Ryku y Dylan examinaron la enorme máquina con la que los científicos habían logrado traer a la vida a un Pokémon extinto a partir de un trozo de piedra. Cuanto más miraban la estructura metálica del artilugio, más recordaba a una incubadora en vez de un aparato que devolvía a la vida a Pokémon muertos.
—Pregunta. Si solo hubo un fósil para resucitar a un Omanyte, ¿cómo es que hay uno en ciudad Fucsia y otro aquí? —preguntó Dylan.
—ADN —contestó Harold—. Como solo disponíamos de un fósil con el que avanzar en la investigación, decidimos dedicarnos a buscar la manera de revivir al mismo Pokémon varias veces a partir del mismo fósil.
—En otras palabras, este Omastar y aquel Omanyte… ¿Son el mismo Pokémon? ¿Un clon del otro?
—Genéticamente hablando, sí. Hasta que no encontremos más fósiles del mismo Pokémon, todos se pueden considerar iguales.
—¿Y algún día intentaréis revivir a otros Pokémon extintos además de repoblar el mundo de Omanyte? —añadió Dylan, curioso.
—Es la idea principal. Hubiéramos revivido a más Pokémon si a Gustavo no le hubieran robado el otro fósil. Me hubiera encantado saber qué Pokémon habría salido de allí. —Harold soltó un suspiro de disgusto—. Sin embargo, a falta de otro fósil, bien es otra muestra de ADN de un Pokémon extinto.
—¿A qué se refiere? —cuestionaron los dos chicos a la vez.
—Estamos a la espera de la llegada de un fósil de características peculiares —informó Gustavo—. Básicamente, es especial porque no es una roca, sino ámbar fosilizado muy antiguo. Se encontró hace poco en ciudad Plateada y los científicos de allí han averiguado que ese ámbar contiene material genético intacto de otro Pokémon extinto. Cuando supieron de nuestro éxito con el fósil de Omanyte, se interesaron en descubrir qué Pokémon renacería de ese ámbar viejo. Y nosotros también.
Ryku se imaginó la clase de Pokémon extinto que saldría del ámbar. Podía ser cualquier tipo de Pokémon. Quizá un Pokémon de tipo fuego. O uno de planta. Pegaba más un Pokémon de ese tipo si el fósil era resina de un árbol. No obstante, las posibilidades eran infinitas. Cualquiera de los tipos elementales que se conocían era una opción correcta.
En un punto de la conversación, Harold dejó caer un comentario que captó especialmente la atención de los chicos. Los científicos tenían entre sus planes hacer que los Pokémon extintos se relacionaran con los humanos más allá de las zonas de cautividad en las que se encontraban. En especial, mencionó a los entrenadores y pensó si serían capaces de entrenar a esos Pokémon, evolucionarlos y establecer Enlaces con ellos para combatir. Ryku y Dylan intercambiaron una mirada al escuchar aquello. Un combate con un Pokémon del cual no se sabía nada de lo que es capaz era peligroso, pero a la vez emocionante. Una parte de los chicos les hacía pensar que sería una buena manera de mejorar como entrenadores de Enlace.
Quizá esa sería la recompensa que comentó Harold con aires de misterio.
Poco después de enseñar toda la sala y de ver mejor al Omastar, Ryku, Dylan y Cetile creyeron que habían visto todo lo que se podía ver del laboratorio. Harold y Gustavo ofrecieron a los chicos volver cuando quisieran porque ahora eran personas conocidas en el laboratorio. Ryku y Dylan no se desharían fácilmente de sus acciones en el monte Moon. Se despidieron de los científicos y regresaron al albergue.
En el camino de vuelta, el grupo se topó con una pequeña festividad para los turistas en las calles. Había luces de colores en todas partes, aunque, como el sol no se había puesto por completo, no se apreciaba mucho. Ryku bajó el ritmo para observar el entorno, pero no se detuvieron y se dejaron llevar por las luces y la música.
Una vez en el albergue, el grupo cenó prácticamente sin compañía de otros grupos de entrenadores. Ryku y Dylan contaron a Cetile aquella fama que habían ganado entre los científicos tras evitar el robo de uno de los fósiles que encontraron. Cetile se sorprendió cuando descubrió que Ryku y Dylan se habían enfrentado al Equipo Leyenda en otra ocasión, además de lo sucedido en ciudad Azafrán. Y algo le decía que no había sido la única vez.
Después de la cena, los tres jóvenes, cansados, se fueron a dormir a sus respectivas habitaciones.
Chapter 26: La Mansión Pokémon
Chapter Text
Ryku se sintió lleno de energía y listo para afrontar el desafío del día: su combate contra el líder del Gimnasio de isla Canela.
Dylan se convirtió en el guía del trayecto hacia el Gimnasio. Aclaró que iba a ser un paseo más largo de lo habitual, pues el edificio no se encontraba en la ciudad. Tanto Ryku como Cetile pusieron caras de sorpresa y confusión a la vez. Era la primera vez que escuchaban eso y no se demoraron en preguntar dónde estaba. Dylan se limitó a señalar con un dedo hacia la alta montaña bajo la cual estaba construida la ciudad. Ryku y Cetile miraron asombrados aquel muro de piedra. Era el volcán de la isla.
—Es una broma, ¿no? —dijo Cetile poco contenta—. ¿Quién en su sano juicio construye un Gimnasio en un volcán activo?
—No está en el interior del volcán —replicó Dylan—, sino en una parte alejada donde la lava no supone un peligro.
—La lava es lava, Dylan —espetó Cetile—. Que digas que no es peligrosa es como si dijeras que un huracán tampoco lo es.
—Para mí no lo es gracias a mi Enlace de tipo agua. Soy capaz de solidificar la lava en segundos. Supongo que tu molestia se debe a que, como el tuyo es de tipo planta, no te puedes ni acercar.
—No hablo solo de Enlaces —protestó Cetile—. Hablo del líder en sí. ¿Cómo le dejaron construir su Gimnasio en un lugar así?
Mientras Dylan y Cetile discutían, Ryku no apartó la vista del volcán. Con saber que el Gimnasio estaba ahí, descubrió el tipo de Enlace contra el que lucharía por su séptima medalla. Y no podía sentirse más emocionado. Una lucha entre dos intensas llamas en un combate oficial. La manera perfecta de comprobar si el fuego del Charizard de su Enlace era tan poderosa como quería que fuera. Cuanto más pensaba en ello, más ganas tenía de desafiar al líder.
La discusión entre Dylan y Cetile continuó una buena parte del camino hacia el Gimnasio. El chico de pelo azul oscuro se cansó de las incesantes preguntas y quejas de su amiga y se puso a desviar todo lo que le decía hasta que ella misma se hartó de seguir hablando del tema. Ryku casi acabó arrastrado a la discusión, pero él estaba demasiado concentrado en planear diversas estrategias en un combate contra otro Enlace de fuego que ignoraba por completo todo lo que sus amigos le decían. Usó el módulo Pokédex para ver a los Pokémon de tipo fuego a los que se podría enfrentar. No había muchas opciones, unas seis suponiendo que el líder no usara un Enlace de alguna evolución primeriza en vez de una final. Cinco si lo que se dice de los Enlaces de Charizard era verdad.
Dylan sacó de la concentración a Ryku y le obligó a levantar la cabeza. Ryku había estado tan sumiso en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que habían salido de la ciudad y se habían adentrado en el bosque por un camino preestablecido. Cuando Dylan le informó de que habían caminado por al menos una hora, Ryku se impresionó de lo distraído que podía estar si solo le importaba una cosa. En el momento en el que los árboles empezaron a escasear, el grupo divisó su destino.
El Gimnasio de isla Canela era, de lejos, el edificio más austero que Ryku había visto. No había nada que lo identificara como un Gimnasio Pokémon, a menos que la torre del reloj que se alzaba en medio del techo de tejas granates significara algo, o tal vez lo fuera el color cenizo de las paredes. De todas formas, fuera de la estructura de la construcción, el imponente volcán ya era una buena señal de que aquel edificio no era común.
—¿Eso es el Gimnasio? Es bastante… normal —comentó Ryku.
—Después de que dijeras que estaba construido dentro del volcán, creía que el acceso sería una enorme y llamativa entrada de una cueva —añadió Cetile.
—Bueno, no todos los Gimnasios han de llamar la atención por fuera, supongo—contestó Dylan—. Eso sí, lo que no destaca en el exterior lo hace en su campo de batalla.
—Estás dándome más ganas de ver el campo que de pelear en él —admitió Ryku.
El grupo subió por unas escaleras que recordaba al ascenso de un templo. Al alcanzar el último escalón, Ryku miró atrás y contempló el paisaje que se extendía ante sus ojos. El bosque, la ciudad y el mar se posicionaban en armonía entre ellos, como si unas líneas invisibles indicaran cuándo debían terminar los árboles o edificios. Era una buena recompensa por el paseo. Un buen aderezo para cuando se hiciera con su penúltima medalla.
Un hombre de mediana edad, pelo negro y ojos azules los detuvo frente a la entrada del Gimnasio. Se le veía con cara de pocos amigos.
—Hola, Keith. Cuánto tiempo —saludó Dylan como si lo conociera desde hacía mucho.
—No sé qué haces aquí de nuevo, Dylan, pero has venido en mal momento si pretendes volver a desafiar a Blaine —dijo Keith con sequedad.
—No te adelantes a nada. No he venido a retar a Blaine —replicó Dylan—. Solo acompaño a mi amigo aquí presente, que es quien pretende afrontar el reto del Gimnasio.
—En ese caso —Keith fijó sus ojos en los de Ryku—, lo que he dicho antes va dirigido a ti. El Gimnasio está cerrado ahora mismo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Dylan.
Keith suspiró.
—Ya le dije a Blaine que poner carteles en la ciudad no sirve de mucho. El Gimnasio está cerrado porque su líder se ha tomado unos días de descanso.
—¿Cuándo volverá? —preguntó Ryku.
—Ojalá lo supiera. Las vacaciones de Blaine duran desde unos días hasta de varias semanas. Y cómo siempre, mientras no está me toca cuidar de las instalaciones como vigilante que soy.
A Ryku no le gustó la idea de tener que permanecer en la isla por varias semanas.
—Y ahora que sabéis que habéis venido para nada —continuó Keith— ya podéis marcharos. Tengo trabajo que hacer y quiero aprovechar mi descanso al máximo.
Ryku se sintió disgustado. No quería marcharse, pero tampoco podía quedarse a esperar a que Blaine regresara. Su emoción por librar un combate Pokémon de tipo fuego se desvaneció al instante. Dylan se despidió de su supuesto amigo e hizo un gesto a sus compañeros de abandonar el recinto. Los tres bajaron las escaleras y se introdujeron de nuevo en el bosque.
—Qué fastidio —dijo Ryku—. ¿Por qué casi siempre que llegamos a una ciudad con un Gimnasio su líder no suele estar disponible al momento?
—Técnicamente, eso solo te pasó con Brock —aclaró Dylan—. El resto solo tuvieron que reparar el campo de batalla para atender a nuevos contendientes.
Ryku pensó en todas las ocasiones en las que había acudido un Gimnasio y lo que ocurrió antes de pelar contra su líder. Dylan no se equivocaba en ello.
—Y aprovechábamos esas esperas para visitar la ciudad —recordó Ryku—. Pero, esta vez, nos hemos anticipado con la visita al laboratorio y no ha servido de nada. Dijiste que la ciudad de isla Canela no tiene mucho más que pueda interesar a un entrenador. ¿Qué vamos a hacer hasta que el Gimnasio vuelva a abrir?
—Podrías seguir ideando una estrategia para el combate que librarás —propuso Dylan.
—Sí, podría. Pero ¿qué tal si hacemos un plan para los tres y no solo para mí? —preguntó Ryku casi como si estuviera riñendo a su amigo—. Además, no me paso todo el día diseñando un plan de combate. A la larga me aburro.
—Esta ciudad no tiene nada que ofrecerme. La tengo muy vista —dijo Dylan encogiéndose de hombros—. Y tú pareces haber tenido suficiente en un día. Solo queda una opción. Cetile, ¿tú qué harías?
La chica levantó la cabeza. Se había centrado en su cámara de fotos y no prestó atención a la conversación de Ryku y Dylan. Le pilló por sorpresa que le dejaran tomar las riendas del día. No creyó que volvería a decidir después de visitar la Zona Safari en ciudad Fucsia. Sin embargo, lo poco que a ella le atraía de la isla difería mucho de lo que sus amigos entenderían como entretenimiento.
—Pues lo único que se me ocurre es ir a fotografiar la flora y fauna autóctona —dijo con una pequeña risa. Estaba claro que Ryku y Dylan no lo verían como algo divertido para los tres y lo demostraron poniendo caras de disgusto ante la idea. Cetile ya esperaba esa reacción, de modo que intentó buscar algo más adecuada para los tres. Entonces se acordó de una cosa que vio de camino al Gimnasio—. ¿Y si exploramos el bosque?
—Es lo mismo que acabas de decir —protestó Dylan.
—No hablo de explorar para que me ponga a hacer fotos —contestó Cetile, un tanto enfadada—. Hablo de explorar de verdad. De camino al Gimnasio me fijé en que el sendero se bifurcaba, y presté especial atención a la señal que indicaba qué había. Si no leí mal, en él ponía «Mansión Pokémon».
—¿Podría tratarse de algún recinto especial para Pokémon? —preguntó Ryku.
Dylan se encogió de hombros.
—Podría. Nunca he oído hablar de esa mansión, y tampoco me di cuenta de esa señal de la que habla Cetile.
—Entonces la podemos investigar —dijo Cetile—. A menos que tengáis algo mejor en mente.
—A mí no se me ocurre nada, así que apoyo la moción de ver esa mansión —decidió Ryku—. Pero antes quiero volver al albergue; no voy a llevar el estuche de las medallas encima si no las voy a usar.
—Supongo que no entretendrá un rato. Me apunto —sentenció Dylan.
Con un plan para el resto de la mañana hasta que recibieran noticias del regreso de Blaine a su Gimnasio, los tres jóvenes se prepararon para la futura exploración de la zona de la mansión. Regresaron al albergue en ciudad Canela donde Ryku puso a buen recaudo el estuche de las medallas y luego realizaron una pequeña pausa para almorzar. Acto seguido, volvieron a dirigirse al Gimnasio, salvo que, esta vez, tomaron otro camino.
Pronto dieron con la señal que mencionó Cetile. Ryku y Dylan examinaron en detalle el mensaje que había grabado en la madera y leyeron «Mansión de los Exploradores Pokémon» en él.
—Exploradores… me llama la atención —dijo Ryku—. Ahora sí que me apetece visitar la mansión.
Dylan observó la señal notó que no la habían cuidado en lo que debían de ser años. ¿Los Exploradores no se habían molestado en restaurarla, aunque solo fuera una vez? Resultaba extraño, pero no lo consideró como algo destacable y siguió a sus amigos los cuales se le habían adelantado unos cuantos metros.
El camino hacia la mansión casi se confundía con el que llevaba al Gimnasio de la isla, rodeado de árboles a ambos lados del sendero y con la sensación de subir una colina. Cetile aprovechó la oportunidad para sacar unas cuantas fotos del paisaje, aunque terminó pronto por la monotonía de los árboles.
Al cabo de un rato, los árboles empezaron a escasear y el camino se ensanchó. Ryku, Cetile y Dylan salieron del bosque a campo abierto en una zona elevada de la isla. Había el típico árbol solitario disperso, rocas que recordaban que estaban ascendiendo por el pie de un volcán y algunas plantas desperdigadas como los árboles. Los tres jóvenes siguieron el camino y en cuestión de minutos vieron la mansión en lo alto de una pendiente.
Aquella mansión parecía la casa de campo de alguna persona muy adinerada que el hogar de un grupo de exploradores. Al menos, no a unos corrientes. A medida que se acercaban a la impresionante construcción, los tres jóvenes vieron mejor las paredes ocres, las ventanas cuadradas en todos los pisos que componían el edificio, el tejado de tejas marrones y el porche de columnas que daba a una puerta de madera trabajada con elegancia. Cuando ya estaban a pocos metros de la mansión, Dylan se detuvo al darse cuenta de que algunas de las ventanas tenían los cristales rotos.
—Aquí hay algo que no me termina de gustar —dijo—. Esas ventanas rotas no me inspiran confianza.
—¿Crees que podría ser un indicio como el que usó Bill? —preguntó Ryku.
—No. La falta de cristales en el exterior indica que alguien entró en el edificio. Podría tratarse de un allanamiento, aunque sigue habiendo algo que me dice lo contrario.
Dylan se dirigió a una de las ventanas rotas y miró a través de esta al interior de la mansión. Los cristales estaban personalizados para no ver muy bien por ellos desde fuera, de modo que Dylan tuvo que usar el agujero para examinar el interior. Después de echar una ojeada, una sonrisa apareció en el rostro de Dylan. Sus sospechas habían ido por el buen camino.
—En esta mansión no vive nadie —comunicó a sus amigos—. A pesar de que la fachada esté bien conservada, no se puede decir lo mismo del interior. Parece que lleva mucho tiempo abandonada.
—Entonces, ¿consideraríamos esta mansión como una casa fantasma? —preguntó Cetile a modo de gracia.
Para Dylan, no fue nada divertido. Una casa que podía albergar Pokémon de tipo fantasma, y eso le asustaba bastante. Evitó ponerse nervioso delante de sus amigos pensando en la situación. Era de día y los Pokémon fantasma solo deambulaban por la noche. Por tanto, aunque en la mansión vivieran esa clase de Pokémon, las probabilidades de toparse con uno eran ínfimas. Dylan quería que fueran nulas, pero tuvo que conformarse con eso.
—No creo. Una casa fantasma estaría mucho más ruinosa. Esta se conserva muy bien —continuó la gracia Ryku.
Dylan se molestó con ello.
—¿Podemos dejar de bromear con que es una mansión fantasma? —exigió. Cetile no entendía su reacción, pero Ryku sí. Su amigo asintió y dio por terminada la burla—. A ver, ¿qué hacemos ahora que hemos descubierto que la mansión está en ruinas? ¿Creéis que hallaremos algo interesante?
—No lo sabremos hasta que la exploremos —dijo Ryku—. Aunque esté en ruinas, la mansión tiene pinta de ser enorme. Tal vez descubramos por qué fue abandonada. Aparte, no hemos venido hasta aquí para nada, ¿no?
—Eso no te lo discuto. El plan era visitar la mansión, pero no decidimos cómo. —Dylan inspiró hondo, acumulando valor y aferrándose al pensamiento de no toparse con Pokémon fantasma en el interior del edificio—. Muy bien. Entremos.
Ryku empujó la puerta y las bisagras chirriaron con un molesto ruido por la oxidación. La sala principal de la mansión demostraba el antiguo lujo que tenía con varias lámparas de araña bien conservadas y columnas blancas con bases violetas a ambos lados. Las ventanas proporcionaban una cantidad de luz idónea para no tener que usar linternas ni encender las lámparas, si es que había electricidad. Sin embargo, a pesar de toda la preservación, estaba en ruinas. Las columnas habían perdido parte de su estructura con trozos de piedra desperdigados por el lugar, al igual que a las lámparas se les había caído los adornos de cristal. Todos los escombros se repartían por sala, lo que complicaba moverse por ahí. Siguiendo una alfombra había unas escaleras que conducían al primer piso y pasillos adicionales a derecha e izquierda de la sala principal.
Ryku se fijó en los destrozos. Los boquetes en las columnas apuntaban a que no se habían roto por el paso del tiempo, sino porque alguien las había golpeado con una fuerza impresionante. El culpable debió ser el ataque de algún Pokémon tanto salvaje como si había recibido la orden de un entrenador. Dylan convino en la hipótesis y apostó a que se había librado un combate en el interior de la mansión.
—Descubramos por qué un Pokémon atacó o se libró un combate —dijo Dylan—. No tiene pinta de que fuera un Gimnasio en el pasado ni que fuera un campo de prácticas.
—A lo mejor fue un accidente y un Pokémon se pasó al emplear la fuerza —conjeturó Ryku.
—Recopilemos más información y salgamos de dudas. Empecemos por la planta baja.
El grupo se dirigió al ala este de la mansión. Los pasillos mostraban más indicios de ataques Pokémon el cual cada vez ganó más peso la idea de un combate tras observar marcas de garras en las paredes. Las puertas que había por el pasillo estaban atascadas y no había forma de girar el pomo. Probaron con todas las puertas que encontraron en el pasillo y todas dieron el mismo resultado. Ryku y Dylan no se atrevieron a romperlas y continuaron andando por el pasillo.
La siguiente sala tenía un tamaño similar al de la sala principal con la excepción de que se extendía más a lo ancho que a lo largo. En las paredes había cuadros de Pokémon y algún que otro curioso trofeo con algo relacionado con los Pokémon. Por suerte, ninguno daba la sensación de haberse creado acabando con la vida de un Pokémon, ya que casi todos ellos lo formaban por cosas que los Pokémon mudaban o regeneraban, como las pieles escamosas de un Dragonair y un Arbok, unas esculturas hechas con el plumaje de algunos Pokémon pájaro o las conchas de Pokémon marinos. Sin embargo, la belleza que podían ofrecer esos trofeos se había perdido en el tiempo. Igual sucedía con los cuadros, cuyas pinturas apenas mostraban las imágenes de una manada de Rapidash, pescadores atrapando Magikarp o representaciones nobles de Arcanine y Ninetales. A pesar de que todavía había ostentosas decoraciones en aquella sala, nada servía para la investigación, de modo que continuaron avanzando.
Pasaron a la cocina y un comedor donde podían comer decenas de personas a la vez. Tal vez en el pasado la mansión sí era para exploradores después de todo. Desde ahí, existían dos caminos más, uno que los devolvía a la sala principal y otro que daba a una pequeña habitación que se utilizaba como almacén de diversos utensilios para la exploración. Ganchos, cuerdas, mochilas, tiendas y demás objetos de montañismo y senderismo descansaban ahí, rotos por los destrozos en la mansión.
Terminada la exploración del ala derecha, pasaron al ala izquierda de la mansión. La zona era bastante más pequeña que el ala derecha, pues solo disponía de un par de puertas que daban la sensación de llevar a la misma habitación y un área de descanso al fondo. Esta vez, las puertas no estaban bloqueadas y los tres pudieron entrar en la habitación.
Era una biblioteca. Una muy pequeña, pero que dos de sus paredes estaban llenas estanterías con gran variedad de libros y unas cuantas mesas con lámparas destruidas para leer en ellas. Al fin habían dado con algo que les ayudaría a entender qué se hacía en la mansión. Ryku, Dylan y Cetile se dispersaron y fueron observando los libros por encima. A medida que leían sus títulos, llegaron a la definitiva conclusión de que en la mansión residían muchos exploradores. Algunos libros trataban de geografía específica donde más posibilidades había de encontrarse con ciertos Pokémon, algunos libros de ilustraciones con Pokémon de otras regiones, sus comportamientos, las posibles diferencias que se podían ver dentro de la misma especie… una tremenda cantidad de información sobre los Pokémon del mundo. Ryku pensó que a Dalia le hubiera encantado añadir estos datos a su investigación.
—Es una pena que no todos los libros hayan sobrevivido —dijo Dylan hojeando un libro—. Los que aparentan haberse conservado bien, tienen las hojas rotas o la tinta se ha desgastado hasta tal punto que no se puede leer nada.
—Este de ilustraciones sí está bien, pero solo se aprecian las fotos. Lo demás está borroso —comentó Ryku.
Dylan cerró el libro y lo dejó en la estantería.
—Con lo que hemos visto en la planta baja, esta mansión era como un hogar para exploradores de todo el mundo. Como de un gremio se tratara.
—Estoy de acuerdo. El comedor, esa sala de los trofeos, el almacén de utensilios de montañismo y senderismo, esta biblioteca… todo señala en la misma dirección —corroboró Ryku—. Me pregunto qué habrá en los otros pisos si con lo que hay en este basta para que vivan los exploradores.
—Puede que fueran para los rangos entre ellos —supuso Dylan—. En este piso vivirían los novatos y recién ingresados, en el primero los que ya tienen experiencia y en el último los veteranos. Pero estamos investigando para averiguar qué desató un combate Pokémon en el interior de la mansión. Esta información no ayuda.
—¿Podría haber un libro aquí que hable un poco de este gremio? —pregunta Ryku.
—No lo sé, pero no perdemos nada por comprobarlo.
Mientras Ryku y Dylan buscaban un libro que hablase de la historia de los exploradores que habitaban la mansión, Cetile indagaba por la biblioteca sin saber qué estaban buscando sus amigos. Distraída, cogió un libro que le llamó la atención porque hablaba de Pokémon de tipo planta de otras regiones. Aunque la información era ilegible y las fotografías habían perdido el color y se habían emborronado, no impidió que Cetile se imaginara cómo eran aquellos Pokémon. Cuando terminó, dejó el libro en su lugar de la estantería.
Escasos segundos después, un escalofrío recorrió todo su cuerpo como si le advirtiera de algo que no encajaba con la tranquila situación. Cetile se incomodó bastante con aquella sensación y miró a su alrededor. Confió en que solo hubiera sido un escalofrío producido por una corriente de aire que se había colado a través de alguna ventana rota, pero en la puerta que habían dejado abierta vio a alguien o algo observándolos a escondidas. Cuando los ojos de Cetile se fijaron en la silueta de aquel ser, este se esfumó como si se hubiera asustado. Esta vez no iba a ir a ninguna parte teniendo tan reciente el recuerdo de lo que le ocurrió en las islas Espuma con una situación idéntica.
—Ch-chicos —dijo Cetile un poco asustada—. Acabo de ver algo. —Ni Ryku ni Dylan se inmutaron. Seguían pendientes de la búsqueda de aquel libro— ¡Chicos!
El grito de Cetile sobresaltó a los dos jóvenes.
—No vuelvas a gritar así en una mansión abandonada —le riñó Dylan muy nervioso.
Cetile ignoró el regaño y repitió lo que había dicho.
—He visto a alguien o a algo en el pasillo. Nos miraba a escondidas por la puerta.
—¿Estás segura de eso? —preguntó Ryku.
—Tanto como que mi prima es líder de Gimnasio.
Ryku intercambió una mirada con Dylan. Su amigo alegó que Cetile había tenido una simple alucinación, pero Ryku también declaró que era algo que diría una persona que no quería que aquello fuera cierto. Dylan se ruborizó un poco, revelando la verdad. Ryku suspiró y observó a sus dos amigos, ambos igual de nerviosos.
—Está bien, iré a ver. Por si acaso, tened las manos en los brazaletes, no vaya a ser que se trate de un Pokémon hostil.
Dylan y Cetile tenían los Enlaces a un toque de la pantalla para activarlos antes de que Ryku se lo dijera.
Ryku se acercó despacio a la puerta y se asomó con cuidado por el umbral. Miró en ambas direcciones y no vio nada. Miró a conciencia y no había nada fuera de lo común.
—¿Hacia dónde huyó esa cosa? —preguntó a Cetile.
—En la dirección opuesta a la sala principal —aseguró la chica.
Ryku asintió y salió al pasillo. Encendió la pantalla de su brazalete y lo dejó a punto para activar su Enlace. Luego anduvo con el mismo cuidado en dirección al área de descanso donde supuestamente había huido el Pokémon o la persona. Cuando asomó la cabeza por la esquina, vio lo esperable.
Había una mesa de madera pintada de negro con unos bordes de hierro pulido y cuatro grandes sofás a su alrededor, otra mesa más alta con un par de sillas y un florero, un par de estanterías casi vacías y unas cuantas macetas con plantas muertas. Todo destrozado como debía ser. Pero hubo algo que llamó la atención de Ryku. Una estatua de lo que debía ser un Pokémon. Uno donde los libros que habían estado estudiando hasta ahora no contenía ninguna información al respecto. Ni siquiera una fotografía. Ryku se quedó pasmado con la silueta del Pokémon que representaba la estatua: tenía dos pequeñas protuberancias en lo más similar a cuernos, un corto hocico, una especie de armadura de pecho como la de un Alakazam, tres dedos de puntas redondas en cada mano y pie y una cola que salía de su abdomen. Ryku se quedó tan ensimismado que no escuchó las voces de sus amigos hasta la tercera vez.
—Estoy bien —les respondió—. Podéis salir. No hay nada ni nadie por aquí. Y venid, tenéis que ver esto.
Dylan y Cetile se reunieron con Ryku en el área de descanso y, al igual que él, se quedaron atónitos con la estatua. Cetile miró atónita las cuencas de los ojos, los cuales no estaban grabados en la piedra y Dylan se acercó a la estatua y acarició su superficie con una mano.
—Impresiona que se haya conservado tan bien. Si no fuera porque tiene una capa un tanto gruesa de polvo, diría que se esculpió hace poco. Aun así, eso no explica por qué no tiene ni un rasguño cuando los destrozos siguen presentes incluso aquí.
—La Pokédex no dice nada al respecto de ese Pokémon, si es que lo es —declaró Ryku.
—Podría ser la excéntrica escultura del que decoró la mansión —dijo Dylan—. Pero algo así con lo normales que se ven los demás adornos… Es muy extraño.
En una de las pasadas de la mano de Dylan por la estatua, el joven sintió algo curioso en un lateral del pedestal. Intrigado, Dylan limpió aquella zona del polvo y volvió a pasar la mano ahora con la superficie limpia por si había sido un engaño de la suciedad. No lo fue. A medida que movía la mano, delimitó un pequeño cuadrado y, cuando aplicó algo de fuerza, el cuadrado se hundió en la estatua. Dylan evitó que se enterrara por completo y apartó la mano de la estatua.
—Ahí hay un botón —comunicó a sus amigos—. Está bien escondido.
Ryku y Cetile se centraron donde había señalado Dylan y vieron el botón en la parte libre de polvo.
—¿Deberíamos pulsarlo? —preguntó Cetile.
—No estoy seguro… —respondió Ryku.
—Podría ser una especie de cámara secreta donde los exploradores guardaban sus mayores tesoros en sus viajes. —Cetile sonaba emocionada con esa hipótesis.
—¿Tú qué piensas, Dylan? —buscó Ryku la opinión de su amigo.
—Pues que no parece una idea loca. Podría ser motivo suficiente para desatar un combate Pokémon capaz de destrozar una gran mansión como esta. —En cierto modo, hasta Dylan también quería que la teoría de Cetile fuera real. Ryku siguió teniendo dudas, pero sucumbió a la curiosidad y a la excitación por descubrir un tesoro escondido en la mansión.
—No perdemos nada por pulsarlo —concluyó.
Dicho eso, Dylan hundió el botón en la estatua hasta que escuchó un clic. No sucedió nada hasta pasados unos segundos cuando los ojos de la estatua se abrieron revelando unas luces rojas que daban un aspecto más terrorífico a la misteriosa criatura. Aquello fue lo único que hizo el botón.
—¿Ya está? Solo ha dado color a los ojos de la estatua —protestó Cetile.
—No, ha hecho su parte del trabajo —se percató Dylan—. Debe formar parte de un mecanismo más grande que necesite de pulsar otros botones secretos repartidos por la mansión. Si queremos saber su auténtica función, debemos pulsar los que quedan.
—Busquémoslos, entonces. Con esto hemos descubierto que esta mansión de exploradores guarda algo interesante. Quizá algo que averiguaron en una de sus muchas exploraciones.
El grupo regresó a la sala principal y subieron al primer piso sabiendo que en la planta baja no había otra estatua. Aquel piso enseñó una mayor intensidad de un combate, con derrumbes del techo y los enseres de las áreas de descanso de aquel piso esparcidas por todas partes. También había muchas más habitaciones con las puertas cerradas que imposibilitaban su acceso por culpa de los derrumbamientos o bien porque estaban atascadas como las del piso inferior. Los tres jóvenes encontraron la segunda estatua de la misteriosa criatura al final del pasillo principal. Buscaron el botón oculto y lo pulsaron nada más encontrarlo. La reacción fue la misma: la estatua puso los ojos en rojo. Y esta vez, los tres jóvenes escucharon un movimiento de engranajes en algún lado de la mansión. Casi habían pulsado todos los botones.
Después de investigar el primer piso, subieron al siguiente por las escaleras.
El segundo piso fue prácticamente imposible investigarlo. Los destrozos vistos en los demás pisos de la mansión se concentraban e intensificaban en ese lugar. No cabía duda de que aquí había empezado el supuesto combate Pokémon. Solo faltaba descubrir por qué se libró. Pero los chicos estaban más centrados en encontrar las otras estatuas del misterioso Pokémon y apretar su botón oculto. Escalaron pequeños montículos de piedras que bloqueaban el paso por la única área de descanso del piso. El resto de zonas de la planta la componían diversas habitaciones, más específicamente despachos de los mandamases entre los exploradores. Gracias a que las paredes que ocultaban su interior estaban derruidas, los tres jóvenes pudieron echar un vistazo. Había un despacho con una enorme mesa, macetas con plantas muertas y grandes estanterías derrumbadas y cuyos libros se habían quemado o roto, una habitación donde fue imposible qué había en su interior, y una tercera habitación que sacó a los jóvenes por un instante de la búsqueda de la estatua. Esa sala se diferenciaba de las demás por tener restos de aparatos electrónicos bastante avanzados que recordaban a lo que vieron en las instalaciones de desarrollo de Bill en Silph, a excepción de que esas máquinas parecían bastante más sofisticadas.
—¿Por qué necesitaban unos exploradores aparatos tan tecnológicos? —preguntó Ryku.
—Por la misma razón que existe un mecanismo que solo se abre con varias estatuas de un Pokémon desconocido —respondió Dylan—. Aquí hay Meowth encerrado. Quizá los exploradores solo tuvieran eso en el nombre. —Dylan miró en detalle la habitación y lanzó un sonido de disgusto al encontrar lo que buscaba—. Estos libros de aquí seguro que nos hubieran revelado más información que la recopilada en la planta baja. Información muy importante.
—Todavía nos quedan las estatuas y lo que sea que manifieste el mecanismo que reacciona a las pulsaciones de los botones. Sigamos dando con ellas.
Por suerte, como el segundo piso no tenía muchas paredes que aún se mantuvieran en pie, acabaron dando con la estatua al final de otro pasillo. Rodearon los obstáculos que les impedían llegar a ella saliendo por una de las puertas de los despachos que daban a un balcón y se adentraron en el lugar de la estatua. Estaba en peores condiciones que sus compañeras, pero su botón en el lateral del pedestal seguía funcionando. Cuando lo pulsaron, un temblor sacudió toda la mansión. Segundos después, se escuchó el desbloqueo de unas muy gruesas cerraduras de función magnética o algún otro método mucho más complejo que el requerimiento de una llave. El ruido vino de la planta baja.
El grupo regresó a la sala principal y se dividieron para encontrar lo que se acababa de desbloquear. Dylan exploró la sala de los cuadros y trofeos mientras Ryku y Cetile iban al comedor y a la biblioteca. En ninguno de esos lugares hubo nada nuevo, pero Cetile se dio cuenta de que en la biblioteca se habían caído más libros que antes, por lo que supuso que el epicentro del mecanismo estaba cerca. No se equivocó. Cuando Ryku y ella fueron al área de descanso de la primera estatua, vieron en la pared del fondo una abertura. Dylan se reunió con sus amigos y entre Ryku y él examinaron el hallazgo.
—Esta puerta recuerda a la de la caja fuerte de un banco. Estas cerraduras no deben ser nada fáciles de conseguir. Ni siquiera debe ser legal que las tenga un gremio de exploradores —dijo Dylan.
—La cámara del tesoro… —añadió Cetile muy emocionada.
—Su contenido debe ser muy valioso si los exploradores lo guardaron en un lugar cuya puerta tiene unas cerraduras iguales o superiores a las de un banco y, encima, está oculta a los ojos de todos y bloqueado su acceso con un mecanismo de botones secretos en estatuas —dijo Ryku.
—Desvelemos el misterio de la mansión.
Ryku y Dylan tiraron de la puerta con todas sus fuerzas de lo pesada que era. No alcanzaron a abrirla del todo, pero sí lo suficiente como para poder colarse en el hueco que habían dejado. Una vez dentro, la puerta empezó a cerrarse por su cuenta y Ryku y Dylan se aseguraron de que, al menos, se quedara al borde del cierre completo. En ese punto, la puerta no les amenazó con dejarlos atrapados en la habitación secreta y pudieron explorar el nuevo recinto.
La sala era casi diferente a la temática de la mansión. Las paredes y el suelo mantenían el color del edificio, pero el mobiliario era totalmente distinto. Había estanterías de hierro con diversos libros de ciencias, mesas con ordenadores y servidores al otro lado de la habitación y otros aparatos que el grupo vio en el laboratorio de la isla. También había la puerta de un ascensor que, probablemente, llevaba a accesos secretos en los pisos superiores.
—Esto no se parece en nada a una cámara del tesoro —dijo Cetile decepcionada—. Tiene más pinta de laboratorio que de cualquier otra cosa.
—La pregunta es, ¿por qué un grupo de exploradores tienen un laboratorio en su mansión? —indagó Dylan—. No me cuadra en lo más mínimo. Con esto, deberíamos cuestionarnos si esta mansión se usaba para reuniones de exploradores.
—Si no lo fueran, ¿qué sentido tiene que construyeran un edificio tan grande solo para esconder este laboratorio? —preguntó Ryku.
—No lo sé. Estar aquí rompe todas mis sospechas —respondió Dylan—. Hay demasiadas preguntas y ninguna respuesta.
Ryku se acercó a la estantería y examinó las cubiertas de los libros. La mayoría hablaban de biología y genética y alguno que otro sobre armamento para Pokémon. Con cada título que leía, Ryku entendía menos qué se hacía en el laboratorio, aunque lo tenía claro: no debía ser nada bueno. Por su parte, Dylan trató de encender los ordenadores del laboratorio, pero ninguno, a pesar de su buen estado, funcionaba. Los servidores tampoco respondían.
—Confiaba en que por lo menos hubiese electricidad en esta parte de la mansión. Como está todo tan bien conservado… Una lástima.
—Chicos, he encontrado una especie de diario —dijo Cetile.
Ryku y Dylan se reunieron con su amiga y miraron el libro abierto sobre la mesa que tenían delante. Sus hojas estaban desgastadas, pero se podía leer bastante bien su contenido. Dylan hojeó el libro.
—Tiene más pinta de ser un libro de resultados de aquello que se investigara aquí. Los apuntes son bastante cortos y poco personales para tratarse de un diario. —Dylan cogió el libro y pasó las páginas hasta elegir una cerca del principio del libro. Acto seguido, leyó lo que había escrito—. «Día 5 de julio. La exploración de la selva tropical en Guyana, Suramérica, ha salido mucho mejor de lo esperado. El equipo de Fuji ha traído imágenes de unas antiguas ruinas ocultas en lo más profundo de la selva que verifican la existencia del Pokémon Ancestral».
—¿Pokémon Ancestral? —repitió Cetile.
Ryku y Dylan no se interesaron por el descubrimiento de ese Pokémon, sino por el nombre que Dylan había leído en el párrafo. Fuji. El nombre del anciano de pueblo Lavanda que lleva una casa de voluntarios para Pokémon huérfanos. Dylan supuso que podía tratarse de otra persona con el nombre de Fuji, pero Ryku negó con la cabeza.
—Es él —confirmó—. Cuando el Equipo Leyenda lo estaba llevando a la Torre Pokémon, oí a uno de ellos mencionar algo de Guyana y un supuesto descubrimiento accidental de unas ruinas. El señor Fuji lo negó, pero aquellos miembros del Equipo Leyenda se les veía muy convencidos de que conocían su pasado. Tal vez esta nota haga referencia a eso.
—Entonces Fuji fue un explorador. Uno importante, después de lo que acabas de decir —dijo Dylan—. Y trabajaba o vivía en esta mansión. Cada vez me gusta menos esto.
—Sigue leyendo, veamos qué más dice el libro.
—«Día 6 de julio. Todo apunta a que la muestra de ADN que trajeron Fuji y sus compañeros pertenece al ya nombrado Pokémon Ancestral. Ahora mismo estamos realizando las pruebas necesarias para comprobar que realmente corresponde de ese Pokémon. De ser así, tengo unas cuantas propuestas para los jefes sobre qué hacer con susodicho ADN».
—ADN de Pokémon. ¿Estarían desarrollando su propia tecnología Enlace a la par del desarrollo de Bill? —preguntó Ryku.
—No —respondió Dylan—. En la nota del siguiente día dice que lo que propuso el que escribió esto fue el de recrear al Pokémon Ancestral a partir de esa muestra de ADN. Visto así, es más similar a la máquina de resurrección de fósiles del laboratorio de la ciudad.
—Crear vida a partir de una simple muestra de ADN. Una cosa es un fósil, pero ¿ADN tal cual? ¿Es posible?
—No se aleja de la tecnología para revivir a Pokémon a partir de fósiles si también usa muestras de ADN para cumplir su función —explicó Dylan—. Los siguientes días hablan del inicio de la investigación y los experimentos. Hay demasiados tecnicismos para entender lo que dicen. Solo capto lo que dice la nota del 10 de julio: «Hoy Fuji y sus amigos han propuesto un nombre para el Pokémon Ancestral e identificar mejor la muestra de ADN. Lo han llamado Mew. No es nada relevante para la investigación, pero admito que estos exploradores han tenido una buena idea. Ahora la muestra de ADN será la muestra de Mew».
—¿El libro dice algo más? —pregunto Ryku.
Dylan pasó las páginas mientras leía por encima las notas. Durante varios meses, los experimentos de la creación del Pokémon Ancestral se habían convertido en los intentos de clonar al Pokémon Ancestral, de hacer una copia exacta de este. Por desgracia, ninguno de los resultados fue positivo. Uno de los días habló de la llegada de unos hombres a la mansión que se llevaron la muestra de Mew a un lugar secreto. El hombre que escribió el libro no le molestó porque tenía su propia muestra con la que continuar el proyecto de clonar a Mew. Al final se obsesionó con ello y no obtuvo ningún resultado. El resto de las notas solo hablaban de su frustración e incompetencia por lograr sus objetivos.
—A ver si me aclaro —empezó Dylan—. Los exploradores, de los cuales uno de ellos era el señor Fuji, descubrieron unas ruinas en el interior de una selva tropical en Guyana y encontraron una muestra de ADN de un Pokémon desconocido. Lo llamaron Mew y experimentaron con la muestra de ADN para clonarlo, lo cual no tuvo éxito.
—Suena a locura de las grandes —dijo Ryku—. Y ahora hay más preguntas que respuestas. ¿Por qué una mansión de exploradores tiene un laboratorio que se usaba para la clonación de un Pokémon desconocido? ¿Cuál era el propósito de esa investigación? ¿Cómo es que el Equipo Leyenda estaba al tanto del descubrimiento que hizo Fuji?
—Hemos pasado de desvelar por qué se libró un posible combate Pokémon en la mansión a hablar de Pokémon desconocidos, clonación y vete a saber qué más que no hayamos descubierto todavía —comentó Dylan—. Creo que deberíamos dejarlo. Este misterio es demasiado complejo para nosotros.
—Sí. Ya hemos tenido suficiente exploración por hoy. Volvamos al albergue.
Ryku, Dylan y Cetile dedicaron unos últimos momentos a mirar el laboratorio. En parte, se lamentaron de que sus misterios no se hubieran resuelto, ni siquiera el más simple por el que se habían paseado por toda la mansión. Pero era la realidad. El misterio del laboratorio alcanzaba un nivel de complejidad superior a lo que sus jóvenes mentes podían comprender. Si al menos hubieran encontrado un contexto más adecuado, tal vez no habrían abandonado la investigación.
Cuando Ryku y Dylan fueron a empujar la pesada puerta de metal del laboratorio, escucharon el ruido de unos pasos y el de unas voces. Los chicos se quedaron quietos un instante por si aquellos sonidos los habían causado ellos sin querer, pero los pasos y las voces se siguieron escuchando. Al menos dos personas había al otro lado de la puerta.
—Manos en los brazaletes —ordenó Dylan en voz baja.
Ryku y Cetile no tardaron en tener las pantallas de sus brazaletes listas para activar sus Enlaces. Dylan y Ryku pegaron las orejas en la fría superficie de la puerta para escuchar mejor lo que ocurría al otro lado.
—No debe andar lejos —dijo una voz masculina. Su tono era algo grave, común en un hombre adulto—. Esta vez no se escapará. Ya no tiene más escondites en Kanto.
—Es gracioso que haya elegido esta mansión como guarida —dijo otra voz, esta vez femenina, de una mujer adulta—. Qué estúpido. No sabe que ha decidido esconderse en el peor sitio posible. Aquí es como si jugáramos en casa.
Ryku y Dylan adoptaron unas caras más serias. ¿A qué se refería esa mujer con «jugar en casa»? Además, ¿quién o qué era lo que estaban buscando? Los chicos no separaron las orejas de la puerta y siguieron escuchando la conversación.
—Yo no diría tanto —repuso el hombre—. Nadie ha pisado este suelo en, por lo menos, cincuenta años. Esta mansión tiene una cantidad de pasadizos secretos que ni nosotros conocemos. Nuestro amiguito habrá tenido tiempo de descubrirlos y usarlos. Además —agregó tras recordar algo—, no debemos olvidar que en esta isla la gente está más al tanto de nuestra presencia. No tenemos mucho tiempo antes de que alguien alerte a la policía. O aún peor, al líder de Gimnasio.
—Ya dije que no debimos venir con los uniformes. Nuestro símbolo es muy llamativo últimamente —protestó la mujer—. Pero el jefe hizo oídos sordos.
—Basta de cháchara y a buscar —sentenció la conversación el hombre—. Recuerda que el jefe dará una jugosa recompensa para el que atrape con éxito a la criatura. Y no voy a ser menos que Hank y compañía.
Durante algunos segundos, Ryku y Dylan solo oyeron el mover de las mesas y sillas y el lanzar de alguna de las macetas del área de descanso. En menos de un minuto, la mujer volvió a hablar.
—Oye, los informes hablaban de unas estatuas especiales en la mansión, ¿no? Esta tiene los ojos rojos.
—¿Ojos rojos? Déjame ver. —Se hizo el silencio por unos segundos—. Sí, es parte de un mecanismo que revela algún pasadizo secreto. Si pulsamos tres estatuas iguales, revelaremos una puerta oculta en alguna parte de la mansión. Pero ¿los ojos rojos significan que se ha pulsado el botón o deberían estar apagados?
—¿Crees que unas bombillas rojas pueden permanecer encendidas tanto tiempo sin fundirse? Está claro que alguien ha estado aquí antes que nosotros.
—Encontremos las otras estatuas de la mansión. En el caso de que tengan los ojos rojos también, significará alguien ya ha descubierto la entrada secreta. ¡Rápido, comunícaselo a Hank y a su compañero!
Ryku y Dylan confiaron en que las dos personas se retirarían y tendrían tiempo de abandonar la mansión sin que los detectaran. Por desgracia, la mujer informó a sus compañeros desde el área de descanso con una radio.
—Estad preparados —susurró Dylan—. Tarde o temprano descubrirán la puerta y tendremos que salir de aquí. Habrá que hacerlo a la fuerza y con los Enlaces si no queremos que nos atrapen.
—Entendido.
Unos cuantos minutos después, la radio de la mujer emitió una respuesta, confirmando los temores de los chicos. Habían encontrado las tres estatuas de Mew con los ojos encendidos. Ahora solo era cuestión de tiempo para que dieran con la puerta entreabierta en la misma sala en la que estaban. Si se fijaron en los ojos rojos de una estatua, no tardarían en ver las perfectas líneas rectas que dejaban los marcos de la puerta.
Ese momento llegó mucho antes de lo que los jóvenes esperaban.
—Dile a Hank que abandone la búsqueda de la anomalía en las paredes de la mansión. Ya he dado con ella —dijo el hombre.
La persona al otro lado de la puerta acarició la superficie metálica camuflada sin saber que Ryku y compañía estaban a menos de un metro de ellos. El hombre pidió ayuda a su compañera tras suponer que la puerta necesitaría de al menos dos personas para que se moviera. En el momento en el que las manos de esas personas empezaron a tirar de la puerta, Ryku y Dylan, por instinto, tiraron en la dirección opuesta e impidieron que se abriera con facilidad.
—Estos cincuenta años pasan factura a los mecanismos ocultos de la mansión —comentó el hombre—. Tira más fuerte.
—¿Y qué crees que estoy haciendo? —se quejó la mujer.
Durante varios segundos, la contingencia por abrir la puerta pareció un duelo de fuerza para saber quién era más fuerte. Ryku y Dylan se aplicaban a fondo mientras Cetile miraba indecisa de lo que hacer a continuación. No poseía la fuerza suficiente para ayudar a sus amigos. Sin embargo, tampoco quería quedarse de brazos cruzados y depender de ellos por su superveniencia. Necesitaba hacer algo. En un momento de la disputa, Cetile estuvo a punto de socorrer a sus amigos y tirar de la puerta con ellos, pero no fue necesario porque, sin querer, a Ryku se le escapó un grito de energía que finalizó el combate por la puerta. El hombre y la mujer los habían descubierto.
—Lo siento —se disculpó Ryku.
—O eras tú o era yo. Estaba al límite de mis fuerzas —lo exculpó Dylan—. Activemos los Enlaces a la vez. Al menos contemos con el factor sorpresa de ser un tres contra dos. —Ryku y Cetile asintieron—. A la de tres. Una… dos… tres.
El grupo pulsó el botón táctil de sus brazaletes y se transformaron en sus respectivas formas Pokémon a la vez. Entonces Cetile añadió una forma de hacerlos retroceder más después de que su forma Pokémon destrozara las mesas cercanas a ella y todo lo que había encima de estas. Las dos personas al otro lado de la puerta redujeron el tirón por su parte tras averiguar que tenían compañía.
—Vaya, vaya, parece que hemos pillado con las manos en la masa a unos cuantos Rattata —dijo el hombre—. Y quiere defenderse con su Enlace. Bueno, no vamos a ser menos.
Se escuchó el ruido de dos Enlaces activándose. Ahora ellos contaban también con el factor sorpresa del desconocimiento sobre los Pokémon en los que se habían transformado.
—Muy bien —volvió a sonar la voz del hombre, ahora más grave—. Tenéis dos opciones. O desactiváis vuestros Enlaces y salís sin hacer nada extraño u os los desactivamos a la fuerza. En cualquier caso, no os haremos daño mientras permanezcáis en vuestra forma humana. ¿Qué eliges? La primera opción es la más fácil para todos.
El trato era bastante aceptable, pero Ryku había escuchado a alguien aguantándose la risa. Después de lo serio y convincente que sonó la oferta del hombre, aquella risa, seguramente de su compañera, había echado por el suelo su plan. Los jóvenes no se fueron ni un pelo y no respondieron.
Pasó un minuto y ninguno de los dos bandos actuó. Aquello dejó claro al hombre de la decisión que había tomado su enemigo.
—Así que preferís permanecer encerrados ahí, ¿eh? —dijo—. Una elección de lo más estúpida. Tarde o temprano tendréis que salir, ya sea por sed o por hambre. Incluso por otras necesidades. Nosotros tenemos todo el tiempo del mundo. —Esto último lo contó creyendo que no les había estado espiando desde que llegaron a la mansión. Ryku, Dylan y Cetile no respondieron. El hombre suspiró y se desesperó—. Qué más da. Tendremos mucho tiempo, pero no mucha paciencia. ¡Vais a salir de ahí ahora mismo!
Ryku y Dylan no se dejaron intimidar y mantuvieron la compostura. Segundos más tarde, se oyó movimiento al otro lado de la puerta. ¿Se estaban preparando para derribar la puerta? No, era demasiado pesada para que incluso un Tauros lograra romper las bisagras, al menos en el primer intento. Pero no cargaron contra la puerta. Actuaron de forma menos brutal, sin fuerza. Usaron humo.
La sala empezó a llenarse de un denso gas oscuro que se colaba a través de los finos huecos que dejaba la puerta. Poco a poco la visión de los tres jóvenes disminuyó y Cetile se alteró. Tenían poco tiempo antes de que no fueran capaces de ver más allá de un palmo delante de ellos.
—¿Pretenden envenenarnos? —preguntó Cetile nerviosa. Luego de decir eso, se dio cuenta de algo—. Un momento, si a mí no me afecta el veneno.
—A mí sí —replicó Dylan—. Y a Ryku también. De los tres, él es quien está en peor situación.
—Calmaos. No es un gas venenoso —dijo Ryku casi despreocupado—. Conozco muy bien este humo. Es el movimiento Pantalla de humo. Nos quedaremos ciegos temporalmente y no podremos contraatacar si no reaccionamos. Hay que buscar una manera de disiparlo. —Ryku miró por la sala y tuvo una idea al ver la puerta del ascensor—. Cetile, toma mi posición. No dejes que abran la puerta.
El Venusaur asintió y se acercó a la puerta. Su peso y tamaño aumentó la fuerza que necesitarían sus enemigos para abrir la puerta, además de que Cetile contaba con los látigos que le salían de su flor en la espalda para reforzar sus intenciones.
Ryku se dirigió a la puerta del ascensor y buscó el botón que lo llamaba. El humo se acumulaba y cada vez costaba más ver algo. Ryku se le ocurrió batir las alas para apartar, aunque solo fuera por unos segundos la humareda a su alrededor. Gracias a eso, vio el botón y lo pulsó. Como era de esperar, la falta de energía impidió que la luz del botón se iluminara y se escuchara el contrapeso moverse. Ryku confiaba en que hubiera algún sistema de reserva que se activara desde fuera, pero le quedó claro que debía aplicar su fuerza Pokémon y obligar a que las puertas se abrieran. Clavó sus garras en la línea que dividía la puerta en dos y comenzó a empujar hacia los lados.
—Vamos, no debe ser tan complicado. Soy un Charizard, después de todo —se dijo para animarse. La puerta hizo señales de ceder, pero a su vez se resistía tanto como su verdadera lucha por mantener una puerta cerrada—. Al menos el humo ya se filtra por esta pequeña apertura, pero necesito que se abran del todo. Solo un poco más…
Ryku se preparó para aplicar el mayor empujón que era capaz de realizar con la fuerza bruta de un Charizard. Aguantó la respiración y empleó todo el ímpetu posible en una sola acción. La puerta cedió por completo, se abrió y permitió que el humo se colara por el túnel del ascensor y la sala se despejara. Ryku se sintió orgulloso de lo que había conseguido. Se alegró mucho de poseer el Enlace de un Charizard.
Con un sistema de ventilación improvisada, era cuestión de tiempo de que el humo perdiera eficacia. Ese momento llegó antes de lo esperado cuando se escuchó como si un vehículo pesado se hubiera estrellado contra la mansión. Todos olvidaron lo que estaban haciendo por un instante.
—Maldición. Nos hemos distraído demasiado con esto —dijo el hombre—. Quien nos temíamos que viniera ya está aquí.
—¿Qué hacemos? —preguntó la mujer.
Al hombre no le dio tiempo a responder cuando un nuevo sonido de algo impactando contra las paredes de la mansión retumbó por toda la zona de descanso. Ryku, Dylan y Cetile no comprendían lo que sucedía al otro lado de la puerta. ¿Alguien había venido a rescatarlos, aunque no supiera que estaban ahí? Fuera quien fuera, su salvador había creado una distracción, un camino en el que podían atacar por sorpresa al enemigo y ser de ayuda en el combate o escapar en el caos de la situación.
—¿Qué hacemos? —preguntó Dylan.
—Deberíamos huir —dijo Ryku—. Esto no nos concierne.
El combate al otro lado de la puerta se intensificó cuando Cetile sintió el fuego colarse por el marco de la puerta y quemarle la pata más cercana. Otra persona acabó estampada contra la pared y el edificio tembló una vez más.
—Si huimos, seguramente nos persigan —opinó Cetile—. Y yo no tengo un Enlace veloz, que digamos.
—Cetile tiene razón —apoyó Dylan a su amiga—. El combate es de dos contra cuatro, que hayamos alcanzado a contar con las conversaciones. ¿Y si son más? Nos arriesgamos a que nos capturen de todos modos. Propongo luchar ahora que tenemos oportunidad de lanzar un ataque sorpresa.
—Sigo sin estar seguro de ello —confesó Ryku.
Entre la discusión, el combate se calmó y los jóvenes escucharon una conversación entre aquellos que pretendían cegarlos en humo negro y su salvador.
—No sé en qué estabais pensando para atreveros a volver a la isla. Y más a esta mansión en específico —rebufó una voz imponente y furiosa. Se llegó a escuchar un suave relincho.
—Tampoco vinimos a quedarnos, Blaine —replicó la voz del hombre que habían estado escuchando desde hacía rato—. Hagámoslo fácil: deja que consigamos lo que hemos venido a buscar y te prometemos que nos iremos de inmediato de tu preciada isla.
—¿Habéis olvidado la promesa que os hice? —bramó Blaine—. Si pisaba de nuevo esta isla cualquier miembro de tu maldita organización, sellaría su destino.
—No olvides que tú también formaste parte de nuestra «maldita» organización —recordó el hombre.
—Hasta que descubrí vuestros objetivos reales. Desde entonces juré que no permitiría que el Equipo Leyenda los cumpliera. Y sabía que en esta isla habría algo que os haría regresar, incluso después de tantos años. Mi intuición nunca me ha fallado.
Ryku, Dylan y Cetile se quedaron boquiabiertos ante la impactante revelación. Que Blaine fuera miembro del Equipo Leyenda era imposible de concebir. Sobre todo, por quién era en el mundo de los entrenadores de Enlace. Ryku abandonó toda intención de huir entre el caos que produjera el líder de Gimnasio y aceptó ayudarlo en su empresa de derrotar a los miembros de la organización contra la que tantas veces se había enfrentado.
—Oh, Blaine, no quería que llegásemos a esto, de verdad —se mostró compasivo el hombre—. Créeme cuando te digo que solo vinimos por una simple razón, una que no amenazaba a nadie. Una vez cumplido ese propósito, nos marcharemos.
—¿Quieres que te repita mi promesa? —preguntó Blaine, muy molesto—. Además, no todo lo que sale de la boca de un miembro del Equipo Leyenda es la verdad.
—Tal vez. Pero esto sí es verdad: dudo mucho que salgas de esta mansión con vida. Una lástima después de que la organización perdonara por igual al resto de exploradores.
—Me he enterado de lo que le hicisteis a Fuji. Eso solo aviva mi odio hacia vosotros. ¡Adelante, intentad vencerme si creéis que podéis!
Se escuchó el pisotón de unos cascos de caballo y el crepitar de las llamas. El combate estaba a punto de reanudarse con mayor furia que antes. Las mentes de Ryku, Dylan y Cetile todavía procesaban la información de que Blaine, uno de los líderes de Gimnasio más poderosos de Kanto, hubiera sido miembro del Equipo Leyenda. Pero no era el momento para pensar en eso. Era la hora de actuar. Esta vez, los jóvenes se coordinaron para abrir la puerta y sorprender al enemigo. Hicieron una cuenta atrás y entonces, nada más la mansión volviera a temblar por culpa de los movimientos de los Enlaces de las personas, abrieron la puerta y se abalanzaron sobre el enemigo.
Los miembros de Equipo Leyenda no se habían olvidado de las personas que se había atrincherado tras una de las puertas secretas de la mansión. El Equipo Leyenda tenía Enlaces bastante pensados para los Pokémon de tipo fuego, contando con un Golem, un Poliwrath, un Nidoking y un Ninetales. Blaine era un Rapidash y estaba en el epicentro de los ataques de los otros Pokémon y parecía estar en enorme desventaja contra ellos. Pero gracias a la repentina aparición de los jóvenes, el combate principal se dividió en varios.
La elección de los contrincantes de cada duelo fue al azar y a cada miembro de un bando uno le tocó un rival contra el cual tenía mucha ventaja o ninguna. Cetile tuvo la suerte de tocarle el Golem como su rival. Dylan y Blaine no contaban con ninguna ventaja teniendo a Poliwrath y a Ninetales como sus respectivos. Ryku fue el único que contaba con una ligera desventaja, y era la parte venenosa del Nidoking.
Blaine cargó contra el Ninetales y lo arrolló por el pasillo con tal de que la destrucción no se centrara en un solo punto de la mansión. Dylan también se llevó al Poliwrath a otra parte del edificio alejándolo de la zona a base de cañonazos de agua y Cetile agarró con sus látigos al Golem con tanta fuerza que lo restringió casi por completo del movimiento. Entonces la chica acompañó al Pokémon roca y se marcharon como un niño jugando con una pelota. Aquello dejó al Nidoking y al Charizard a solas en el área de descanso.
—Bien podíais haberos quedado ahí dentro después de que os asegurarais de que no pudiéramos abrir la puerta secreta —comentó el Nidoking.
—Hemos escuchado la amenaza de muerte contra Blaine. No os lo vamos a permitir —respondió decidido Ryku.
—Oh, con que eso crees, ¿eh? Bueno, ya me he cansado de tantas interrupciones. Esta misión se suponía que iba a ser sencilla y en poco tiempo no hemos recibido más que molestias. Voy a acabar con esto ahora mismo.
El Nidoking rugió y cargó contra el Charizard con el cuerno de su cabeza por delante. Ryku dudó entre esquivar el ataque o detener su ofensiva con alguno de sus movimientos. Ante la rápida necesidad de respuesta, eligió la más fácil a tomar. Se hizo a un lado impulsado con el batir de las alas y esperó a que el Nidoking terminara su carga estrellándose contra la pared. Sin embargo, Ryku no contó con la impresionante capacidad de reacción del enemigo y el Nidoking se detuvo antes de siquiera pasar por su lado. El Charizard pretendió defenderse frente la inesperada situación, pero el Nidoking actuó a una velocidad pasmosa y en pocos segundos, el Pokémon morado lo agarró por la cola, dio una vuelta sobre sí mismo y lo lanzó hacia el laboratorio secreto.
Ryku voló por toda la habitación tras la puerta secreta e impactó contra la pared interior del hueco del ascensor. El impacto no fue lo bastante poderoso para dejarlo vulnerable, pero sí para obligarlo a concentrarse en mantenerse en el aire y buscar el suelo del laboratorio. Mientras, el Nidoking cargó de nuevo y asestó un golpe con todo su cuerpo al Charizard que lo mandó una vez más contra la pared. Ryku no soportó ese golpe.
El joven no entendió lo que había ocurrido, en tan solo dos ataques su Enlace ya estaba agonizando y su estado era mucho peor que en un combate Pokémon normal. Mucho peor que sufrir quemaduras o parálisis. Su visión empezó a emborronarse, la cabeza le daba vueltas y perdió la orientación. Ryku tuvo que hacer un esfuerzo titánico por salir del hueco del ascensor, pero el Nidoking estaba ahí, bloqueando la única salida posible. El Nidoking sentenció el estado de Ryku asestándole un puñetazo que acabó con las fuerzas del joven por seguir volando y el Charizard se precipitó por el hueco del ascensor hacia su punto más bajo.
El Nidoking se sintió satisfecho por su rápida victoria, pero no terminó el combate ahí. Quería evitar que regresara de ahí abajo si su Enlace le salvaba la vida. De modo que separó las patas y acumuló una enorme cantidad de energía bajo estas que provocó que el suelo se pusiera a temblar de verdad, como si un terremoto a gran escala sacudiera la mansión entera. Estos temblores hicieron que las cuerdas de metal del ascensor se rompieran y el ascensor, estuviera donde estuviera todo ese tiempo, cayera a gran velocidad por el agujero. Y como un peligro extra, el terremoto destrozó las paredes del hueco del ascensor, haciendo que cayeran junto al ascensor una avalancha de rocas que sentenciarían la vida del Charizard. Ahora sí estaba satisfecho con el resultado del combate.
Durante la corta celebración de victoria del Nidoking antes de ayudar a sus compañeros, el Pokémon morado se sintió vigilado. Como si hubiera alguien detrás de él. ¿Uno de los compañeros del humano del Charizard? No. Ya lo habrían atacado por la espalda de ser así. Con esa premisa, el Nidoking se giró más calmado.
—Veo que uno de vosotros ha logrado también una victoria… —El Nidoking no terminó la frase cuando se topó cara a cara con aquello que se había plantado detrás de él. No era uno de sus compañeros. No era uno de los compañeros del Charizard. Era aquello que estaban buscando—. Al final has decidido mostrarte. Quédate quieto y todo va a salir…
Sin previo aviso, el Nidoking se envolvió en un aura rosada que lo elevó un metro del suelo. Incapaz de hacer nada, comenzó a temer por su vida. Estaba a merced de la criatura. Y esta hizo lo que creyó correcto.
Ryku consiguió abrir los ojos unos segundos. Seguía cayendo por el hueco del ascensor sin posibilidad de salvarse. Intentó mover el cuerpo, las alas, la cola… cualquier parte de su cuerpo. Nada le respondía. No había nada que pudiera hacer. Tampoco veía lo que tenía por encima de él. Solo una oscuridad que desaparecía con la llama de la cola, una llama prácticamente extinta. Entonces los párpados del joven empezaron a pesarle y los cerró poco a poco mientras lo último que escuchaba era el choque de metales contra metales y de rocas cayendo. Tuvo una última visión en la que una luz rosada tocó su piel escamosa.
Después, todo fue oscuridad.
Chapter 27: La Criatura de Luz Rosada
Chapter Text
Oscuridad. Ryku no veía nada. Silencio. Ryku no sentía nada. Ni siquiera percibía su propia respiración. Daba igual cuánto se esforzase, sus sentidos se habían apagado. Su cuerpo flotaba sin tocar algo sólido. ¿Aún caía por el hueco del ascensor? ¿Tan profundo era? No tenía sentido. Solo existía una explicación a su actual situación. Él… estaba muerto.
Era cruel y frío, pero también era la mejor explicación de vagar flotando en la oscuridad. Nadie sabía qué había después de morir, al fin y al cabo. ¿Así acababa su viaje, su aventura? Ryku se entristeció al descubrir que ahora no podría volver a ver a sus padres ni a Antorcha, que no sería capaz de cumplir la promesa que le hizo a su Pokémon. Ryku se culpó por lo que le había ocurrido. Ahora tenía tiempo para lamentarse. Mucho tiempo.
Vamos, no es momento para dormir. Despierta.
¿Una voz? Alguien acababa de romper el eterno silencio en el que se encontraba. Ryku buscó el origen de la voz y se movió en el vacío hacia donde creía haberla escuchado. Con suerte, sería su salida de la oscuridad.
Por favor, despierta.
Ryku percibió la voz más fuerte, más intensa. Estaba cerca. Debía alcanzarla.
Sé que no he llegado tarde. Estás bien. Lo sé. Lo veo. Lo noto. Debes creerlo. Simplemente abre los ojos. Despierta.
Ryku se dejó llevar por las instrucciones de la voz. ¿Estaba bien? La voz se lo decía. Tenía que abrir los ojos, pero ¿no los tenía ya abiertos? Ryku luchó por obedecer a la voz y aceptar su intención de ayudarlo. Sintió sus párpados pesados y percibió una débil luz en la oscuridad. Luz. Ruido. Lo que creía que había perdido había regresado. Ryku se aferró a ellos y persiguió la voz. Al final, se acercó lo suficiente a la luz y acabó deslumbrado. Ahora estaba en un lugar brillante.
Al fin. Menos mal. Pensaba que te habías rendido.
Ryku abrió los ojos por fin y la centelleante luz se desvaneció y tornó de un rojo carmesí y un intenso color naranja. Lo primero que vio Ryku fue un techo gris lleno de grietas y boquetes, algo que no esperaba. Movió la cabeza y el simple gesto trajo un dolor de cuello y una jaqueca que lo mareó. Se llevó la mano a la cabeza y, en cuanto se tocó la frente, se percató de algo curioso. Distinguió los dedos y las garras de su forma Pokémon. Seguía siendo un Charizard.
Bueno, tal vez sí debo dejarte descansar un poco más.
Aquella voz… Ryku creyó que solo habían sido imaginaciones suyas, como cuando estuvo suspendido en el aire en un entorno oscuro y desprovisto de sonidos. Creyó que era su subconsciente ayudándolo a ver la realidad. Pero, si había despertado, ¿por qué la seguía escuchando? El dolor de cabeza debía ser más fuerte de lo que pensaba.
—¿Q-Qué? ¿Quién…? —logró pronunciar Ryku.
De la nada apareció a escasos centímetros de la cara de Ryku el rostro de una especie de gato rosado de ojos azules. Ryku se quedó paralizado al verse frente a una criatura que jamás había visto. Su imaginación tenía un poder asombroso.
La criatura sacudió sus pequeñas orejas puntiagudas y miró a Ryku con sus ojos.
Parece que has despertado por completo. No hay razón para que te quedes ahí tirado, ¿no crees? —La criatura rosada adoptó un rostro feliz y sonriente.
Ryku volvió a quedarse perplejo. ¿Podría ser…?
—Debo haberme dado un fuerte golpe en la cabeza. Estoy alucinando —comentó.
Entonces, la criatura se acercó más al joven y acercó una pequeña mano de tres dedos a su cara. Un débil brillo salió de su palma y desapareció al cabo de un segundo.
No. Definitivamente, no estás viendo ilusiones por un golpe en la cabeza. Me acabo de asegurar de ello.
Ryku se levantó despacio y la criatura rosada se apartó para no entorpecer su movimiento. Ryku no se dio cuenta de que bajo sus pies había escombros y tropezó cuando cedió una piedra al dar un paso adelante. Logró mantener el equilibrio, pero eso despertó de nuevo el mareo, aunque menos intenso. Cuando Ryku tocó un suelo menos escarpado, se restregó la cabeza mientras analizaba su entorno.
Estaba en un pasillo de más de dos metros de ancho con luces fluorescentes en las esquinas. Estas emitían una tenue luz que teñía el pasillo de un tono rojizo como la sangre. Ryku se fijó en que el pasillo conducía a una bifurcación al fondo y no parecía haber otros caminos por los que moverse. Miró atrás y descubrió todo el destrozo que había. Una montaña de rocas y piezas de metal bloqueaba varios metros de pasillo y había destrozado algunos fluorescentes que expulsaban chispas de vez en cuando. Entre las rocas también había trozos de metales que podían venir tanto de la capa de las paredes del pasillo que tenían ese material como de los restos del ascensor. Ryku vio hasta algunos cables y contrapesos de este. Sin duda había sido un milagro que todo aquello no se le hubiera caído encima.
¿Seguro que puedes mantenerte en pie? Das la sensación de que perderás el equilibrio en cualquier momento.
La voz. Aquella voz que no paraba de resonar en la cabeza de Ryku seguía ahí. El joven volvió a voltearse y miró en detalle a la criatura rosada. Era un ser pequeño que no alcanzaba el medio metro de altura. Todo su cuerpo era rosa, a excepción del azul de sus ojos. Tenía unos brazos bastante cortos que los hacían ver como si solo fueran simples decoraciones y unas patas alargadas, mucho más que sus pequeños brazos, y una larga y fina cola que fácilmente podía ser más extenso que su propio cuerpo.
Ryku se quedó embobado con el diminuto ser rosado. Este dudó si se había quedado embelesado por el movimiento de su cuerpo levitando en el aire o por, simplemente, observarlo.
¿Te importaría dejar de mirarme así? Ese es uno de los motivos por los que no suelo mostrarme a los humanos.
Ryku reaccionó ante la petición de la criatura. Gracias a ello, también realizó la conexión que necesitaba. Aquella voz que no paraba de sonar en su cabeza… venía de ella. Aun así, tuvo que asegurarse.
—¿Eres tú quien me está hablando? —preguntó.
La criatura voló hasta quedarse cerca del joven. Esta vez, sin embargo, mantuvo un poco las distancias para que Ryku la viera bien.
Obviamente. Ya dejé claro que no estás alucinando.
—Supongo que estarás empleando alguna clase de poder para comunicarte conmigo sin necesidad de vocalizar las palabras —dedujo Ryku.
Así es —le confirmó la criatura—. Este poder recibe el nombre de telepatía. ¿Te suena? ¿Sabes cómo funciona?
—No soy tan estúpido. Sé lo que es la telepatía —protestó Ryku. La criatura pareció reírse y realizó una pequeña pirueta en el aire—. Lo que quiero saber ahora es qué eres. ¿Un Pokémon?
Vaya, aún debes pensar que estás teniendo alucinaciones si te atreves a preguntarme eso —replicó la criatura—. Pero te sacaré de dudas: sí, soy un Pokémon. Y seguro que añadirás que nunca has visto uno como yo, así que me adelantaré y te diré que es porque eres el primer humano en muchísimo tiempo que me ve. Por eso jamás has visto nada parecido a mí.
Ryku asintió, admitiendo que aquella iba a ser la siguiente pregunta. Pero no fue la última pues, tras escuchar la respuesta de la criatura, surgieron nuevas dudas.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último humano que te vio? —inquirió.
La criatura hizo un gesto de desconocimiento, pero con sus cortos brazos casi ni se notó.
¿Tres mil años, quizá? Tal vez más. Podría contar una ocasión en la que casi me muestro ante alguien una vez que me quedé una temporada en unas ruinas que los humanos erigisteis para venerarme. Pero no lo cuento porque no es igual a cómo me estás viendo tú ahora.
Ryku debió sentirse muy asombrado por escuchar los miles de años que mencionó el Pokémon, pero hubo algo que le llamó más la atención, algo que conectó con sus recuerdos. La palabra «ruinas» fue el requisito para despejar todas las dudas que tenía.
—Esas ruinas… Por casualidad no están dentro de una selva tropical, ¿verdad? —preguntó.
El Pokémon fijó sus ojos en Ryku.
Oh, ¿las has visitado? ¿Formabas parte de alguna de las tantas expediciones humanas que las investigaron? —Rápidamente, la criatura rectificó sus palabras—. Pero qué digo… No recuerdo a ninguna de ellas llevar a niños consigo. Aunque tal vez seas de una de las que fue después que abandonara la selva hace décadas.
—No. No he visitado ni las ruinas ni la selva —respondió Ryku. La criatura estaba a una sola pregunta para descubrir su identidad—. Pero he oído hablar de esa localización en… cómo se llamaba… ah, sí, Guyana.
¿Guyana? —repitió el Pokémon ladeando la cabeza. Se le veía confuso, pero solo por unos instantes—. Ah, es verdad. Los humanos se referían a la selva por un nombre como ese. Aunque creo que empleaban más la palabra «Gukanda» a Guyana. Supongo que escuché mal.
Ahí estaba. La última prueba que Ryku necesitaba para asegurar la verdad. Y ya no había duda alguna. Estaba hablando con lo imposible.
—No me creo lo que está pasando —dijo todavía intentando asimilar la realidad—. Eres... eres Mew, ¿verdad?
De nuevo, el Pokémon reaccionó de manera impredecible. Su pequeño cuerpo se tensó y alcanzó la mayor longitud que podía alcanzar. Luego se acercó a Ryku y lo miró con un solo ojo.
Mi nombre —soltó. Ryku no estaba seguro de si había lo había enfadado. La tensión no tardó en desaparecer—. No sabía que supieras cómo me llamo. Ni siquiera los humanos que me veneraban lo conocían.
—¿Es tu nombre verdadero? Creía que era el apodo que te habían puesto unos investigadores en un diario suyo que encontré en la mansión —explicó Ryku.
Mew se apartó y miró al suelo, pensativo.
Sabía que había algo raro en esta mansión desde que decidí esconderme en ella. A veces no soy muy lista. Esos humanos… —Mew sonó enfadada—. No me van a dejar en paz nunca.
—¿Te refieres al Equipo Leyenda? —preguntó Ryku.
Los mismos. Son esos humanos que están arriba. Seguramente descubrieron que estoy aquí y vienen con las mismas intenciones de siempre. Cómo los odio.
—Te comprendo —empatizó Ryku con Mew—. Yo también he tenido problemas con ellos. Un intento de robo en el monte Moon, dos secuestros, uno en pueblo Lavanda y otro en ciudad Azafrán, y el hundimiento del S.S. Anne.
Mew volvió a reaccionar igual que cuando el joven pronunció su nombre. Esta vez, se la veía esperanzada.
Un momento, ¿has dicho S.S. Anne? —Ryku asintió—. ¿Ese nombre pertenece a un barco muy grande? —Ryku volvió a asentir—. Por casualidad en esa experiencia que viviste en el barco… ¿Hay una parte en la que tuviste un combate entre Pokémon en un gran almacén? —Una vez más, Ryku dio una respuesta positiva con un movimiento de cabeza. Sin embargo, el chico se quedó sorprendido de que Mew realizara preguntas tan específicas. Estaba a punto de devolverle alguna de las cuestiones, pero el Pokémon rosa estalló de alegría—. ¡Eres tú! ¡Eres tú! —chilló. A Ryku le dolió un poco la cabeza con esa comunicación mental—. Eres aquel Charizard que me salvó la vida creando una vía de escape por la que pude escapar del almacén sin ser vista. Quién lo iba a decir, he salvado a quien me salvó en el pasado.
Mientras Mew se reía con ese pensamiento, Ryku trató de recordar dónde se había topado con el Pokémon rosa durante su estancia en el crucero de lujo. El combate que tuvo contra aquel Golbat lo mantuvo constantemente enfocado en su enemigo más que en lo que le rodeaba. Es probable que Mew actuase mientras él estaba en plena ofensiva. Pero el Pokémon dijo que creó una vía de escape para él. ¿Cuándo lo hizo exactamente? ¿En el plan de Surge de agujerear el barco? O tal vez fue en pleno combate contra el Golbat. Durante el duelo, su rival usó aquel rayo de luz blanca que perforó una pared. Esa podría ser la vía de escape que mencionó Mew. Entonces le vino la fugaz imagen del fenómeno del pasillo, de la ilusión de algo rosa pasando a su lado y desapareciendo detrás de él.
—No fueron imaginaciones mías —dijo Ryku con una ligera sonrisa—. Es verdad que vi algo rosa escapando por el pasillo mientras peleaba contra el Golbat. Eras tú.
Es casi como si hubiéramos estado destinados a encontrarnos —rio Mew. Ryku también se contagió de su risa—. Aunque me gustaría saber una cosa. Tú sabes mi nombre, pero yo no sé el tuyo. ¿Qué nombre he de poner a mi salvador?
—Ryku. —El joven miró un instante a un lado—. ¿De verdad crees que te salvé? Quiero decir, ni siquiera sabía que estabas ahí.
Tu presencia fue más que suficiente para distraer a esos humanos que intentaban capturarme. Si no hubieras estado ahí en ese momento, seguramente hubieran descubierto mi escondite bajo una furgoneta y no estaría hablando contigo ahora. Tal vez tú no lo consideres, Ryku, pero desde mi punto de vista, eres mi salvador. Y no me vas a convencer de lo contrario.
—Vaya… gracias por el elogio —agradeció Ryku un tanto sonrojado.
La conversación tuvo una pausa en la que Ryku y Mew volvieron a mirar a su alrededor como si esperaran que ocurriera algo. Segundos más tarde, Ryku reanudó el diálogo con nuevas preguntas.
—A todo esto, Mew, ¿tienes idea de por qué el Equipo Leyenda va a por ti? Antes dijiste que no te iban a dejar en paz nunca. ¿Es que te llevan mucho tiempo persiguiéndote?
Años. Muchos años. —respondió Mew—. Puedo contar unos cincuenta sin problema, incluso más antes de que averiguara que me perseguían fervientemente. En cuanto al motivo de su deseo por capturarme… el verdadero lo desconozco, pero el objetivo general de cualquier humano, no solo del Equipo Leyenda, es el de tener en su poder a un Pokémon tan especial como yo.
—¿Especial? A mí me pareces un Pokémon bastante normal —opinó Ryku—. Cierto que eso de que nadie te haya visto se puede traducir en que eres una nueva especie de Pokémon. Pero de ahí a que seas especial…
¡Lo soy! —protestó Mew casi como el berrinche de un niño. Hasta Ryku creyó ver que el Pokémon rosa inflaba sus mofletes—. ¿Por qué los humanos os tomáis la molestia de edificar templos en mi honor? ¿Por qué los humanos me llamáis Pokémon legendario? Espera… ¿Qué nombre usáis ahora? ¿Pokémon singular? ¿Pokémon Ancestral?
En eso Mew tenía razón. No había otra explicación para que la gente dedicara parte de su vida a construir templos que la trataban como si de un dios se tratara. Y según recordaba Ryku, el Equipo Leyenda estaba tras Pokémon legendarios, y aquel diario se refería a Mew como el Pokémon Ancestral. Todo apuntaba a que el Pokémon rosa realmente era especial.
—Pensándolo mejor, tienes toda la razón —se corrigió—. Dudo que el Equipo Leyenda se esfuerce tanto solo para capturar un Pokémon común. Sobre todo, si no les importa hundir el crucero más famoso del mundo para estar a solas a la hora de buscarte.
Exacto. Gracias por comprenderlo.
—Sin embargo, eso no responde mi pregunta. ¿Qué es lo que te hace tan especial para que te llamen el Pokémon Ancestral o legendario o singular? Por tu habilidad telepática, deduzco que eres un Pokémon de tipo psíquico muy poderoso. Mucho más que un Alakazam.
Nunca me he comparado en fuerza con otro Pokémon. Cierto que mis poderes se basan en la telequinesis y la psique en general, pero no conozco mis límites exactos en combate, ya que no soy un Pokémon al que le guste pelear. De serlo me habría deshecho de mis perseguidores hace mucho. —explicó Mew—. No, mis principales habilidades y naturalezas son la eternidad, la invisibilidad, viajar en el tiempo y poder transformarme en cualquier Pokémon, lo que significa que también puedo usar cualquier movimiento que sepa y pueda hacer un Pokémon.
Entre todas las habilidades que mencionó Mew, Ryku no se sorprendió por todas. No creer en que Mew fuera un Pokémon eterno estaba fuera de dudas; había dicho que habían pasado más de tres mil años desde la última vez que se mostró ante un humano. La invisibilidad también podría entrar en sus habilidades, pues algún buen truco necesitaría para que nadie supiera de su existencia durante tanto tiempo. Lo que más le sorprendió fueron las habilidades de viajar en el tiempo y de transformarse en cualquier Pokémon. Ambas igual de imposibles de creer.
—Eso de viajar en el tiempo y de transformarse en cualquier Pokémon… ¿Es acaso posible?
Por supuesto. Lo de viajar en el tiempo no suelo usarlo a menudo porque… lo tengo bastante limitado. Pero lo de poder adquirir el aspecto y las habilidades de cualquier Pokémon es cierto. —Ante la cara de incredulidad por parte del joven, Mew ya supuso que tendría que hacerle cambiar de parecer—. Está bien, como veo que no me crees otra vez, te lo demostraré.
Ryku iba a decir que creía en sus palabras, pero no le dio tiempo. De repente, el cuerpo de Mew empezó a brillar de la misma forma en la que él adoptaba su forma Pokémon o un Pokémon evolucionaba. Su pequeño cuerpo se moldeó como quien da forma al barro y se hizo más grande y pesado. Escasos segundos después, Mew había dejado de ser por completo el Pokémon rosa y ante Ryku estaba un imponente Tauros. Ryku se quedó impresionado. No hacía falta que Mew le convenciera, pero ver cómo funcionaba la habilidad era muy interesante de ver.
Mew no terminó su exhibición ahí y volvió a envolverse en el brillo blanco de la transformación y se convirtió en un Butterfree. Luego descendió y se transformó en un intimidante Arbok, un Pikachu, un Nidoqueen, un Golduck y un Golem.
Como puedes ver —dijo Mew tras adquirir el aspecto de un Dodrio. La manera en la que hablaba Mew en esa forma era un tanto caótica, como si le hablaran telepáticamente tres personas a la vez—, no bromeo en mi capacidad de adoptar cualquier aspecto de todo Pokémon existente. —Mew volvió a transformarse y escogió el cuerpo de un Alakazam. Su voz telepática se agravó y sonó más fuerte que lo normal—. Cualquier Pokémon. —Cambió a la forma de un Muk. Ryku retrocedió un poco por si le afectaba el veneno que produjera—. Cualquier movimiento. —se encogió hasta un tamaño no más grande que la anchura de una de las garras del Charizard—. Incluso podría hacerme pasar por ti y nadie se daría cuenta. —Mew sentenció su espectáculo con una última transformación. Ryku creyó que volvería a ser el Pokémon rosado, pero frente a él apareció un Charizard exactamente igual a él. Absolutamente imposible de descubrir que en realidad era un diminuto Pokémon de piel rosada que no medía más de medio metro de altura.
Ryku palideció ante la última frase de Mew. Era verdad que podría sustituirle si quisiera, pero hubo ciertos factores que volvían inútiles tales intenciones. Ryku ya veía la primera: Mew no era un Charizard ni sabía actuar como un humano. El Pokémon rosa, a pesar de tener la intimidante forma de un dragón de piel anaranjada, no parecía gustarle mucho la seriedad, pues constantemente se llevaba las manos al hocico con tal de ocultar una risilla. Ryku sintió vergüenza ajena de ver el comportamiento de Mew con el aspecto de un Charizard.
—Sinceramente, dudo que eso sea posible —dijo Ryku soportando la vergüenza—. Solo necesito desactivar el Enlace y regresar a mi forma humana para desbaratar tu plan. Además, los humanos te veríamos con caras muy confusas porque no existe un Charizard que se comporte como lo estás haciendo ahora. Y no lo sabe nadie mejor que alguien que entrenó a uno.
Mew agachó la cabeza, abatida por el comentario de Ryku. Volvió a iluminarse y recuperó su forma original del pequeño Pokémon rosa que levitaba.
Puedo pasar desapercibida cambiando de forma, pero mi mayor debilidad es mi naturaleza. No tengo remedio.
A pesar de esas palabras, Mew no se veía triste, sino que más bien se reía de ello. Al parecer, no le importaba su forma de ser. Ryku se relajó después de saber un poco más sobre Mew. Su idea de hacerse pasar por él, aunque posible, no la iba a ejecutar nunca. No mientras lo considerara un aliado. Ryku sonrió por la felicidad que irradiaba el Pokémon. Aunque no era el momento de bajar la guardia.
Arriba se estaban librando varias batallas que amenazaban con derrumbar la mansión. Y la única salida que conocía Ryku quedaría bloqueada.
Ryku cerró los ojos y se concentró en su Enlace. Los golpes del Nidoking habían sido muy fuertes. Era todo un milagro que todavía conservara su forma Pokémon. Aun así, la vida de su Enlace era escasa y podría activarse la Prioridad Humana con casi cualquier ataque. Debía ir con cuidado.
—Tengo que salir de aquí —concluyó la conversación Ryku—. Mis amigos están ahí arriba y probablemente necesiten mi ayuda.
No aportarás nada en tu estado actual —replicó Mew—. Aunque te veas en plenas condiciones, un golpe bien dado te volvería incapaz de defenderte por tu cuenta.
Ryku abrió los ojos de par en par ante la deducción del Pokémon Ancestral.
—¿Cómo…?
Lo descubrí cuando te toqué la cabeza para comprobar que no estabas alucinando. Gracias a ello he conseguido mucha información sobre ti, Ryku. No te preocupes, no he indagado en tus recuerdos. Solo comprobé tu estado físico y mental. He de admitir que en el lado físico eres de lo más extraño. Me cuesta comprender que tras esa forma Pokémon haya en realidad un humano.
—Podría ser como tu capacidad de transformación —supuso Ryku.
No, no es lo mismo en absoluto —discrepó Mew—. Cuando yo cambio de forma lo hago casi al completo. Solo conservo las habilidades que me identifican como Pokémon legendario, pero por lo demás, sería el Pokémon en el cual me convertí. —Mew se quedó pensativa—. No entiendo como habéis logrado romper una de las barreras que separa a los Pokémon de los humanos. A menos que también puedas hablar con otros Pokémon mientras estás en esa forma. Pero dejémoslo para otro momento —sentenció Mew, impidiendo que Ryku le explicara lo que sabía sobre el funcionamiento de la tecnología Enlace—. Ya hemos hablado suficiente. Debemos buscar una salida de este lugar. Y queda descartado volver a la mansión. No voy a volver al lugar donde el Equipo Leyenda sabe que estoy, aparte de que el hueco del ascensor por el que seguro tenías pensado liberar de los escombros para subir es demasiado peligroso. Su inestabilidad podría causar nuevos desprendimientos y no creo que tu Enlace lo soporte.
Ryku no cayó en la idea de un posible nuevo derrumbe de rocas mientras intentara subir por el hueco del ascensor. Solo pensar en ello eliminó la idea de la cabeza. Pero no conocía otra salida.
—¿No podrías teletransportarnos a la superficie? —preguntó Ryku—. Tengo entendido que la mayoría de Pokémon de tipo psíquico tienen esa habilidad.
Por supuesto. Fue así como te salvé —respondió Mew—. Ya planteé usar mi poder para llevarnos a un lugar seguro, pero hay dos factores que anulan esa posibilidad. La primera, que hay algo aquí abajo que me impide usar el teletransporte correctamente, como una especie de campo de fuerza que limita mis poderes. Y dos, no quiero usar más el teletransporte porque he descubierto que el Equipo Leyenda rastrea de alguna forma mis saltos en el espacio. Cuanto menos lo use, mejor.
—Entonces no nos queda otra que movernos por esta zona a ver si damos con una salida de emergencia o algo similar. No creo que solo haya un acceso a este lugar.
Estoy de acuerdo.
Ryku y Mew fijaron sus ojos en las profundidades del pasillo, donde las luces rojas iban perdiendo intensidad a lo lejos. Ryku vio que a partir de cierto punto la llama de su cola sería la única luz en la oscuridad, pero no le preocupaba. Solo estaba nervioso por saber del estado de sus amigos en la superficie. Confiaba en que estuvieran bien. Y para saber eso, tenía que hallar la salida donde fuera que estuviese.
Chapter 28: Gritos
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Ryku y Mew buscaron una salida del lugar. Podía estar en cualquier parte, por lo que procuraron fijarse en cualquier detalle que los llevara por el buen camino. A medida que avanzaban, el silencio se hizo más y más presente y las luces rojas empezaron a fallar y dejaron de alumbrar los pasillos, haciendo que la llama de la cola de Ryku fuera la única fuente de luz. Aquello provocó que se movieran más lento, vigilando lo que tenían delante, pues la llama no se hallaba en sus mejores condiciones. Ryku pensó que debían restaurar la electricidad si querían dar con la salida cuanto antes.
Por otra parte, Mew actuaba a un ritmo que a Ryku le costaba seguir. Volaba de un lado a otro del pasillo, mirando las señales y examinando cada puerta que encontraba. En muchas ocasiones la perdía de vista por porque se adelantaba. Cuando pasaba, Ryku se guiaba por el sutil sonido que hacía el Pokémon rosa al volar, como si su movimiento en el aire fuera lo bastante rápido para que produjera un silbido.
Pasados varios minutos de deambular por los pasillos, no había rastro de alguna señal que condujera a una salida de emergencia. Mew y Ryku habían bajado a los pisos inferiores de las instalaciones y, cuanto más descendían, menos destrozado estaba todo. En cierto punto de la exploración lo único que demostraba que aquel lugar llevaba mucho tiempo abandonado eran las capas de polvo acumuladas en las paredes y cristales.
Sin previo aviso, Mew apareció delante de Ryku y él se asustó por su repentino acto de presencia. El joven no se había dado cuenta de que el Pokémon rosa había vuelto a hacer una de sus desapariciones.
Allí al fondo hay otras escaleras que llevan a una sala con generadores. Hay una señal que lo indica —informó—. Debe ser el sitio que proporcionaba electricidad aquí abajo.
—¿Tú también buscabas la manera de restaurar la electricidad además de la salida? —preguntó Ryku.
Mew asintió.
Sí. Si hemos de avanzar dependiendo de la llama de tu cola, no saldremos de aquí en bastante tiempo. De modo que me he adelantado y he utilizado mis habilidades para ver qué hay más adelante y me he percatado de esa sala, además de que las luces de los pasillos parecen estar en buenas condiciones. Si devolvemos la electricidad, podremos encontrar la salida más rápido.
Ryku asintió y siguió a Mew hasta una puerta metálica en el piso inferior. Estaba cerrada con un código y un lector de tarjetas. Sin ellos, la puerta no se abriría. Aunque tampoco podría hacer nada sin electricidad, pensó Ryku.
—Habrá que abrirlo a la fuerza —dijo.
Déjamelo a mí.
Mew volvió a brillar y se escuchó como si un gran peso cayera sobre el suelo. Ryku se apartó un poco mientras Mew ganaba más y más tamaño con cada segundo que pasaba. Cuando acabó de transformarse, Mew usó la recién adquirida fuerza de un Machamp para abrir la puerta con una facilidad asombrosa. Luego se aseguró de que las puertas no se cerraran detrás de ellos como una medida de seguridad y destrozó al menos una de ellas para salir sin problemas. Luego regresó a su forma habitual.
—Desde luego es muy útil ese poder —comentó Ryku mientras entraba en la sala de los generadores.
Es de lejos el que más uso —contó Mew—, aunque solo para pasar desapercibida, como ya he dicho.
Ryku y Mew se movieron por la sala de los generadores y trataron de reactivarlos para que volviera a circular la electricidad. Los generadores no tenían ninguna pantalla que diera información sobre su estado, de modo que Ryku supuso que debía haber una sala de control cerca. La sala de los generadores no era muy grande y solo albergaba seis repartidos a ambos lados de la sala. Al fondo había una pequeña habitación que debía ser la sala de control que buscaban, pero puerta estaba cerrada a cal y canto.
Ryku no requirió de las peculiaridades de Mew y abrió la puerta con la fuerza bruta de un Charizard combinado con su movimiento Megapuño. La puerta se hizo pedazos y Mew y Ryku entraron a la sala de control.
Los monitores del panel solo mostraban una imagen de alerta roja que daba información sobre los generadores. Al parecer, estos habían perdido toda su energía y estaban en un modo que, según leyó Ryku en la pantalla, se llamaba «ultra ahorro de energía». También indicaban lo que se necesitaba para recargar los generadores: electricidad de un Pokémon de tipo eléctrico. Ryku vio detrás de él unos huecos en la pared con un dibujo de un rayo encima.
—Mew, ¿podrías transformarte en un Pokémon eléctrico y usar sus poderes para recargar los generadores?
Claro que puedo. ¿En qué Pokémon estás pensando?
Ryku volvió a mirar los huecos, esta vez en más detalle, y dedujo que los Pokémon que albergaban tenían un físico circular. Y como solo era un agujero, Ryku no le costó dar con la respuesta.
—Un Electrode —respondió—. Has de entrar ahí y descargar toda la electricidad que puedas. Pero no te excedas, no vamos a estar tanto tiempo aquí abajo.
Intentaré que tengan la suficiente energía para que se agote cuando salgamos —dijo Mew.
Ryku asintió. No sabía de cuánta energía hablaba Mew para alcanzar ese propósito, pero no le veía inconveniente alguno. Mew se veía muy segura de proporcionar mucha energía sin cansarse. Y no dudaba de su capacidad.
Mew descendió y por primera vez las patas rosadas de su forma original tocaron el suelo. Después, su cuerpo brilló y empezó a adoptar la forma de un Electrode, la cual solo se veía como una bola de energía blanca. Al acabar, Mew miró a Ryku con el rostro chulesco del Pokémon que imitaba a una Pokéball con los colores invertidos y rodó hasta meterse dentro del hueco que le señaló Ryku.
De repente, el hueco se cerró con una puerta de cristal muy grueso que dejaba ver su interior. Mew se asustó cuando unos electrodos se pegaron en diversas partes de su cuerpo, pero se tranquilizó cuando averiguó que su única función era la de absorber su electricidad y mantenerla fija en el hueco. Mew miró a través del cristal y solo vio las patas y la cola en llamas de Ryku.
¿Cómo va todo por ahí? —preguntó.
Ryku se dio la vuelta y los monitores detectaron la presencia de un Pokémon en una las cámaras de absorción eléctrica. Los dispositivos habían encontrado al Electrode y estaban preparados para recargar los generadores. En el monitor aparecieron dos opciones: recarga automática o manual. Ryku no sabía cuál de las dos era la elección correcta, de manera que pulsó el método manual por seguridad. Entonces los monitores empezaron a pitar y a mostrar una barra de carga. Ahora esperaban a que el Pokémon eléctrico empezara a descargar energía.
—¡Ahora, Mew! —gritó Ryku. No obtuvo una respuesta—. ¿Mew?
Ryku miró la cámara y vio al Electrode quieto sin hacer nada. Mew debía seguir esperando a que Ryku contestara su anterior pregunta. «Está aislada», pensó Ryku. Se agachó y llamó la atención de Mew con un movimiento de sus brazos. Una vez logró que se fijara en él, Ryku le hizo unos gestos para que empezara a usar ataques eléctricos. Le costó un poco, pero consiguió transmitir el mensaje y Mew se puso a descargar electricidad.
Poco a poco, los monitores fueron mostrando el porcentaje actual de electricidad almacenada en los generadores. Mew descargaba energía y cargaba los generadores a una velocidad constante. Ryku temía que Mew se estuviera excediendo, pero en un momento que aprovechó para ver su estado, el Pokémon rosa parecía no tener ningún problema.
—Creo que ya es suficiente —dijo Ryku cuando la barra de carga andaba por el veinte por ciento—. Debería avisar a Mew.
Ryku se agachó e hizo unos gestos hacia Mew que no vio hasta que abrió un ojo para ver cómo iban las cosas fuera. Mew entendió las indicaciones y cesó las descargas. No pudo hacer nada más, pues los electrodos seguían conectados a su cuerpo y la puerta de cristal no había bajado.
No me puedo mover. Ayúdame, Ryku.
El joven no tardó en investigar por qué Mew no podía salir por su cuenta del hueco. Lo primero que pensó fue que debía ser una fuente externa la que desbloquease y liberase a los Pokémon encerrados en ellos, de modo que buscó en el panel de control algo que realizara tales acciones. Encontró un botón con la información que buscaba grabada en él. Lo pulsó casi sin pensárselo dos veces. Sin embargo, el panel de control empezó a pitar y los monitores mostraron un error en sus pantallas. Ryku se preocupó y creyó que había atrapado a Mew en aquel hueco, pero se sintió aliviado cuando comprobó que la alerta solo especificaba un requisito que no se estaba cumpliendo.
Al parecer, las cargas de los generadores debían alcanzar un porcentaje mínimo para que estos pudieran funcionar. Un treinta por ciento para ser más precisos. Ryku se volteó una vez más y transmitió el mensaje a Mew como pudo. Esta vez, el Pokémon rosa tuvo que preguntar por si lo había entendido bien.
Tengo que… ¿seguir descargando si quiero salir? —Ryku asintió y Mew no lo vio con buenos ojos—. Genial, ¿no podrías buscar una forma de sacarme ya sin tener que volver a descargar de electricidad, por favor?
Ryku volvió a asentir, aunque no prometió nada.
De nuevo en el panel de control, Ryku buscó una manera de soltar a Mew saltándose el requisito de energía mínima de la central. Recordó el que había visto alguno de los generadores roto. Tal vez la electricidad podía escapar si los protocolos de seguridad no estaban del todo operativos. Si lo deshabilitaba y desviaba toda la carga a un solo generador, Mew podría cargarlo en poco tiempo, incluso si el porcentaje mínimo subía al haber solo uno en funcionamiento.
Era la mejor opción.
La sala de control contaba con una sección exclusiva a activar y desactivar los generadores, justo lo que quería. Dos de ellos estaban en rojo, mientras que el resto indicaban que se estaban cargando. Uno de los generadores estaba bastante cargado con más de un cuarenta por ciento de toda la electricidad que había proporcionado Mew. Ryku se guio por la leyenda del monitor y fue bajando las palancas de los generadores. Los dibujos que los representaban se volvieron rojos y una nueva alerta surgió que preguntaba si deseaba pasar la electricidad guardada en los generadores desactivados a los que seguían activos. Ryku pulsó el botón que confirmaba la acción y los generadores empezaron a hacer mucho ruido. Después, el monitor que mostraba el progreso de la barra de carga aumentó de golpe, pasando del veinte por ciento anterior a poco más del cincuenta. Ryku pulsó de nuevo el botón de liberar a los Pokémon de los huecos y el monitor avisó de que las instalaciones funcionarían bajo mínimos para ahorrar electricidad. Ryku aceptó las condiciones y el único generador alumbró la sala con todas las luces que no estuvieran fundidas.
Los electrodos que estaban conectados a Mew se despegaron y la puerta de cristal se abrió y liberó una finísima capa de humo. Mew rodó hasta abandonar el hueco y regresó a su forma original. Ryku vio que el Pokémon rosa no estaba en la mejor de sus condiciones, pues se peleaba por levitar a la vez que procuraba mantenerse fija en un punto en el aire y no caer al suelo.
—¿Estás bien? —preguntó Ryku.
Sí. Solo necesito recuperar un poco las fuerzas. Jamás había descargado tanta electricidad de golpe y me ha afectado un poco. Espero que haya valido la pena.
—He tenido que deshabilitar todos los generadores salvo uno para sacarte —informó Ryku—. Toda la electricidad que has producido ha cargado un solo generador a la mitad de su capacidad. Parece mucho, pero los monitores dicen que trabajará bajo mínimos para apurar al máximo la electricidad. Puede que se limite a funciones que no requieran mucha, como las luces o las puertas.
Suficiente para lo que haremos aquí. Sigamos buscando esa salida.
Ryku y Mew abandonaron la sala de los generadores e investigaron el piso en el que se encontraban por si en este había una salida de emergencia. Por desgracia, las pocas habitaciones que había en aquel lugar estaban enfocadas a guardar piezas de los generadores y herramientas de limpieza y mantenimiento para estos.
—El ascensor del primer piso es la única vía de escape de este lugar —sentenció Ryku—. ¿Qué hacemos?
Habrá que apartar las rocas que bloquean la entrada al hueco del ascensor y subir por él. No me gusta la idea por lo inestable que está y porque no me apetece volver a la mansión. Pero si no hay otra salida…
—Si tanto te preocupa que al regresar a la mansión el Equipo Leyenda te intente capturar, te prometo que no se lo permitiré —intentó animarla Ryku—. Incluso mis amigos te ayudarán si es necesario.
Te lo agradezco, Ryku, pero he de rechazar la ayuda —replicó Mew—. Una parte de mí la aceptaría, pero preferiría que solo tú sepas que estuve aquí. Eres el primer humano en más de tres milenios al que me aparezco, y ya me parece suficiente por una temporada. No quiero que me vean más humanos, y menos si no es decisión propia.
—Lo entiendo. Supongo que los Pokémon legendarios optáis por pasar desapercibidos a que os vean muchos humanos.
Exacto. Aunque no se aplica a todos. Sé de algunos a los que no les importa tanto relacionarse con los humanos, incluso los acompañan en alguno de sus viajes.
Ryku se preguntó cuántos legendarios existían en el mundo para que Mew hablara de ellos como si no fueran pocos. Sentía bastante curiosidad por conocer la respuesta, pero una parte de él le decía que era mejor no saberlo.
De vuelta al segundo piso, Ryku y Mew avanzaron por los pasillos observando con más detalle lo que había en aquel piso. La estructura de las habitaciones se asemejaba bastante a la del piso inferior, con una sala grande donde se realizaba algo importante y otras más pequeñas que servían de almacenes donde guardar objetos relacionados con lo que se realizara en aquel piso. La seguridad en esas habitaciones era mayor que en la sala de generadores, por lo que, ahora que había electricidad en el recinto, se habían reactivado y hacía imposible abrir las puertas sin el código y la tarjeta que pedían los lectores. Ryku continuó por los pasillos hasta llegar a las escaleras que llevaban al primer piso. Antes de subir, se dio la vuelta y se llevó la sorpresa de que Mew no estaba con él.
—¿Mew? —la llamó—. Mew, ¿dónde estás?
Ryku volvió sobre sus pasos y siguió llamando al Pokémon rosa hasta dar con ella. No debía haberse ido muy lejos dado el último sitio donde la vio y el tamaño general de las instalaciones. La encontró levitando frente a la puerta más grande y protegida del piso. Se la veía absorta con el metal.
—¿Mew? —Ryku trató de sacarla de su trance, pero el Pokémon rosa ni siquiera se inmutó al escuchar su nombre—. ¿Qué te ocurre, Mew?
Aquí hay algo… —dijo ella. Había cambiado por completo. La juguetona voz del Pokémon se había apagado, como si hubiera despertado algo oculto en sí misma—. ¿No lo oyes? Es extraño… como si algo estuviera gritando.
—¿Gritos? —soltó Ryku un poco asustado—. No estarás diciendo que una persona ha estado aquí atrapada por vete a saber cuánto tiempo, ¿verdad?
No, no es un humano. Estoy casi segura de ello. Y tampoco suena como un Pokémon, de eso no tengo duda alguna. —Mew se quedó en silencio unos segundos. Luego su voz sonó mucho más enérgica que antes—. He de averiguar qué hay detrás de esta puerta.
Ryku no tuvo tiempo de añadir nada cuando los ojos de Mew se tornaron por completo de un color azul claro centelleante y el pequeño Pokémon rosa se cubrió de una fina y translúcida aura por todo el contorno de su cuerpo. Ryku sintió que no debía estar cerca del Pokémon en ese momento y se apartó sin perderlo de vista. Escasos segundos después, la puerta que había delante de Mew empezó a reaccionar de manera impropia de una puerta de aquellas características. Brilló con la misma aura que envolvía a Mew y empezó a mostrar grietas y a escucharse crujidos hasta que cedió ante el poder psíquico de Mew y se desencajó de su marco. Ryku creyó que el Pokémon rosado dejaría que la puerta cayera sin más, pero no pareció estar satisfecho. Mew aumentó la fuerza que ejercía sobre la puerta y esta empezó deformarse de tal forma que Ryku lo veía irreal, como ver a una persona arrancar una hoja de un libro y arrugarlo hasta que no fuera más que una pequeña bola de papel. Cuando Mew consiguió convertir lo que antes era una puerta en una pequeña bola amorfa de metal, la tiró a un lado y rompió baldosas del suelo ante el gran peso que tenía. Satisfecha, Mew apagó el brillo azul de sus ojos y el aura que la rodeaba se desvaneció.
—El poder de un legendario da miedo. No quisiera tener a Mew como enemigo —murmuró Ryku para sus adentros.
Perdona que haya actuado así —se disculpó Mew como si le hubiera escuchado—. Podría haber sido más sutil, como cuando abrí la puerta de la sala de los generadores, pero con esta quería ser más… destructiva.
—N-no pasa nada —dijo Ryku todavía impactado por el reciente espectáculo—. Si tanto te importa saber qué produce esos gritos, investiguémoslo. Cuanto antes lo descubramos, antes saldremos de aquí.
Mew y Ryku entraron en la amplia sala y el joven tuvo una fuerte sensación de haber visto antes aquel lugar. No podía decir que hubiera estado antes ahí, aunque no tardó en descubrir por qué se sentía como si fuera el caso. La sala se asemejaba bastante al laboratorio donde Gustavo le enseñó la máquina para revivir Pokémon prehistóricos donde lo único diferente era el mobiliario.
Ryku se percató de que la sala estaba dividida a la perfección en tres áreas diferentes: una dedicada al almacenaje de archivos, otra para ordenadores y una tercera con una impresionante máquina imposible de ignorar. Ryku se acercó y observó la máquina. Tenía un contenedor cilíndrico de cristal con la capacidad de tener en su interior algo o alguien que midiera más de dos metros de altura. Había dos tubos de metal conectados, uno que venía del lado izquierdo del aparato y el otro que salía por arriba y se dirigía a la parte derecha del laboratorio. Ryku se centró en el tubo izquierdo, más corto, y llevaba a una pequeña máquina relacionada con el tubo. Parecía una versión más pequeña de la otra y recordaba a los espacios ocultos donde se guardan los brazaletes dorados que existen en todos los Gimnasios. Con todo eso, Ryku creyó hacerse una idea de lo que era la máquina según el contexto en el que se encontraba. Solo de pensarlo le ponía los pelos de punta.
—Dime que no sirve para lo que creo que sirve —dijo en voz muy baja, casi dando la sensación de que solo movía la boca.
Sabes la utilidad que se le daba a esta máquina, ¿verdad, Ryku? —El joven se sobresaltó por el tono con el que Mew le había formulado la pregunta. Ryku se dio la vuelta y vio al Pokémon mirarlo tanto a él como a la máquina con sus ojos azules—. Dímelo. No te lo guardes.
—No es que lo sepa exactamente —respondió Ryku—, pero en aquel diario de donde saqué tu nombre hablaba de algo más que catalogarte como Pokémon Ancestral.
Sé directo, Ryku —instó Mew.
—Es una máquina de clonación —anunció Ryku, obediente—. Y… bueno… lo que se intentaba clonar…
Era yo, ¿verdad? Intentaban crear otro yo. —Ryku asintió—. Quienes estuvieran al mando de este proyecto, espero que no consiguieran su propósito. ¿Decía algo sobre eso el diario?
—Sí. Todos sus experimentos fallaron y ninguno logró recrearte. Pero después de ver esta máquina, me pregunto en qué medida fallaron.
Pienso igual. ¿Y si no consiguieron su objetivo principal, pero sí uno que no formaba en sus planes? La respuesta debe estar por aquí.
—Miremos en los ordenadores —propuso Ryku—. Emplearemos algo más de electricidad en términos de volver a quedarnos a oscuras, pero seguro que encontramos más información en sus discos duros que en los libros de los archivos.
Tú controlas los aparatos humanos. Adelante. Veré si puedo ayudarte.
Ryku se dirigió a un ordenador al azar y encendió la torre. El aparato no estaba dañado y saltó el sistema operativo, pero para entrar se necesitaba una contraseña. Aquello dificultó el acceso a los documentos. Ryku fue apagando y encendiendo diversos ordenadores con la esperanza de que alguno de ellos no requiriera una contraseña, pero no tuvo suerte. Sin embargo, uno de ellos tenía una nota pegada en una esquina de la pantalla que captó la atención de Ryku. Por culpa del paso del tiempo la hoja no tenía buen aspecto y dificultaba la lectura de lo que había escrito. Ryku pidió ayuda a Mew y esta intentó leer el texto con sus poderes. Le fue mucho más fácil de lo que esperaba.
Es un puñado de letras extrañas y símbolos que no componen ninguna palabra —informó Mew—. ¿Es útil?
Los ojos de Ryku brillaron.
—Deletréame cada una de las letras tal cual las veas.
Ryku encendió el ordenador al cual estaba conectado el monitor y fue tecleando las letras según le indicaba Mew. Escribir en un teclado con las garras de un Charizard fue menos complicado de lo que parecía. Cuando Mew le dijo la última, Ryku pulsó el botón de validar y entró en el sistema. Ahora el monitor mostraba un escritorio con algunas carpetas y programas sobre un fondo plano.
—Unos científicos con la habilidad de jugar con el ADN de los Pokémon, pero incapaces de memorizar una contraseña. Al menos podrían haberla guardado mejor —rio Ryku—. Veamos qué hay por aquí… carpetas llenas de documentos; no hay tiempo para mirarlos todos. Una carpeta de audios, tal vez saquemos algo interesante de ellos. —Ryku fue abriendo los archivos uno a uno—. Maldición, muchos están corruptos y los que van no dicen nada que nos importe. Probemos con otra carpeta. Genial, tienen una de vídeos, y están organizados por orden de grabación. Recemos para que no estén dañados también.
Ryku miró entre las carpetas cuyas grabaciones fueran más recientes, priorizando las que tuvieran cosas importantes. Había grabaciones que, además de ser muy antiguas, se alejaban bastante de las fechas en las que Ryku creía que sacaría información. Si se guiaba por el diario de investigación del pequeño laboratorio de la superficie, los vídeos que tratarían de los intentos de clonar a Mew serían durante el mes de julio en adelante. Con un poco de suerte, quizá una de las grabaciones de una semana o dos en adelante bastarían para coger imágenes directas de cómo trabajaban.
—Mew, ¿estás atenta? Este vídeo puede darte las respuestas que buscas —se quiso asegurar Ryku antes de reproducir la grabación.
Lo estoy. Continúa.
Ryku asintió y abrió el archivo de vídeo. La calidad de imagen no era la mejor, pero se podía ver con bastante claridad que la cámara enfocaba el contenedor cilíndrico de la máquina de clonación. A diferencia del estado actual, el interior del contenedor estaba lleno de un líquido verdoso bastante extraño que soltaba burbujas de vez en cuando. También había un pequeño objeto flotando en el agua, pero la calidad de las imágenes impedía desvelar lo que era. En pocos segundos, pasaron por delante de la cámara unos cuantos científicos con las caras tapadas por máscaras y gafas. Lo único que los identificaba como tales eran la túnica blanca característica de un científico. Uno de ellos se dirigió al contenedor pequeño a la izquierda de la máquina de clonación y con una combinación de botones, extrajo un teclado en el que preparó algo que ni Ryku ni Mew alcanzaron a desentrañar. Cuando el hombre levantó el pulgar en señal de haber cumplido su propósito, se escuchó la voz de alguien diciendo la fecha exacta, hora incluida, de cuándo se estaba realizando la grabación junto a las acciones que se realizarían en los próximos minutos. Comentó que era la cuarta vez que intentaban la clonación de Mew en aquel día y la trigésima sexta en total. El hombre no tardó en dar la señal a sus compañeros de iniciar el proceso, el cual el que estaba en el contenedor pequeño pulsó unas cuantas teclas más y provocó que del tubo que conectaba ambos contenedores emitiera una serie de rayos que afectaban directamente al extraño objeto flotante del cilindro. Este se puso a reaccionar fuertemente ante los rayos y poco a poco fue adquiriendo una forma más acorde a la de un ser vivo. Al principio seguía siendo inidentificable, pero al adelantar la grabación unos segundos más, el misterioso objeto se transformó en una copia exacta de Mew en posición fetal y dormido.
Dijiste que no lograron hacer una copia de mí —espetó Mew—. ¿Qué significa esto, Ryku?
—El vídeo no ha terminado. Observa.
Mew volvió a fijarse en el monitor y a contemplar su copia en el interior del cilindro. Cuando el Mew falso abrió los ojos, los científicos no lo celebraron, sino que se quedaron unos segundos que parecían ser cruciales entre el éxito y el fracaso. Por desgracia para ellos, el Mew falso se encogió de dolor y todo su cuerpo volvió a cambiar de forma hasta adquirir el aspecto de una mancha rosa de ojos pequeños y negros y una larga y fina boca. La voz del científico que informaba se lamentó, pero parecía estar acostumbrado. «Experimento número cuatro del día 16 de julio. El resultado ha sido todo un fracaso. Pero nos estamos acercando. El ADN de Mew empieza a congeniar mejor en el embrión y pronto conseguiremos nuestro propósito. ¡Mandad al Ditto con los otros!», se le oyó decir. Otro científico pulsó un botón en la base del cilindro y en su interior se creó un pequeño remolino que atrapó al extraño Pokémon rosa y se lo llevó por el tubo de arriba hasta el final en otra parte de la sala. Poco después la grabación finalizó.
—¿Qué era esa cosa en la que se convirtió el Mew falso? ¿Y qué es eso que el científico llamó Ditto? —preguntó Ryku—. Tal vez haya algo en el ordenador. Si los científicos apuntaban todo, seguro que los experimentos fallidos también.
Lo que más me molesta a mí es que esa criatura no se muriera cuando su ADN falló, sino que solo fue trasladada a otro lugar —comentó Mew mientras Ryku buscaba entre los archivos de texto—. Y el científico dijo «los otros», por lo que no debe ser la única criatura que han creado al intentar clonarme. Nunca me he sentido tan enfadada por algo que ha hecho un humano.
—Aquí está —saltó Ryku, alegrado de haber encontrado un archivo que hablaba de los Ditto—. Según este informe, los Ditto son una especie de Pokémon nacido de los experimentos fallidos de clonar a Mew. Son unos Pokémon inútiles, incapaces de utilizar ningún movimiento salvo uno: la capacidad de transformarse en cualquier Pokémon que tengan a la vista- Pero no es muy efectivo, pues solo es temporal o hasta que el Pokémon ha sido debilitado.
¿Mi capacidad de adoptar el aspecto de cualquier Pokémon? Eso ya es demasiado. Voy a destruir esa máquina de clonación ahora mismo.
Ryku levantó la cabeza y antes de que pudiera hacer algo, Mew ya estaba envolviendo la máquina de clonación bajo la misma aura azulada que utilizó con la puerta y produciendo el mismo efecto. Esta vez Ryku se protegió por si alguno de los cristales del cilindro salía disparado por la sala. Y eso hacían, pero regresaban con el resto de las piezas de la máquina como si el aura actuase igual que un campo gravitacional. Cuando toda la máquina no era más que una enorme bola de diversos materiales, Mew siguió envolviendo más partes de la máquina bajo el aura, cubriendo esta vez el tubo que apuntaba a la parte derecha de la sala y arrancándolo de golpe. Ahora toda la máquina no era más que una gigantesca bola de acero y otros materiales levitando con el poder de Mew.
Ryku no creyó que Mew fuera a dejar en el suelo aquella bola y desperdigar los restos por la sala. Teniendo en mente la reciente actuación de Mew con algo que había arrugado como si nadad, y ahora que estaba muy enfadada, el Pokémon rosa iba a lanzarla con fuerza en alguna dirección. Ryku miró las posibles zonas que acabarían destrozadas. A su izquierda no había más que mesas y archivos, por lo que los daños no serían graves, mientras que a la derecha solo había la pared y los restos del tubo arrancado. De las dos opciones, la derecha parecía ser la que menos destrozos causaría, pero Ryku se fijó en que aquella pared tenía señales de alerta alrededor del contorno de una puerta la cual se podía ver el pomo. Entonces Ryku cambió de perspectiva. Los daños iban a ser mayores hacia la derecha.
—¡Espera, Mew!
Demasiado tarde. Antes de que Ryku pudiera detener al Pokémon rosa, Mew ya había apuntado y disparado con la misma potencia de un cañón hacia la pared. Ryku no tuvo más remedio que protegerse bajo las mesas de los ordenadores, confiando en no recibir el impacto de algún pedazo de pared. El choque de la bola con esta produjo una capa de humo que se disipó a los pocos segundos.
Ryku salió de su refugio y dispersó el poco humo que quedaba con zarpas y alas mientras se acercaba a Mew.
—Debiste haber tirado eso en la otra dirección. Había más laboratorio por ahí —dijo Ryku.
Lo sé. Esa era mi intención —reveló Mew—. Quería destruir lo máximo posible de este lugar antes de abandonarlo. No quiero que nadie más vuelva a usar mi ADN para intentar crear otro yo.
—Mew… creo que deberías calmarte un poco —opinó Ryku—. Desde que has entrado en esta parte de las instalaciones estás que nadie debe acercarse a ti en vez de tú acercarte a alguien.
No soy así, Ryku. Yo nunca me enfado porque jamás he sentido la necesidad. Pero saber que alguien ha jugado con mi ADN es algo que no puedo ignorar. Lo siento.
—No necesitas pedir perdón, Mew. —exculpó Ryku al Pokémon rosa—. Descubrir que alguien ha estado trasteando con tu ADN sin tu permiso y sin que lo supieras no es motivo de alegría, que digamos. Y menos si el objetivo de ese tratamiento era crear una versión idéntica a ti. Yo en tu lugar hubiera reaccionado igual, o muy parecido. Y te creo cuando dices que no eres así. En el poco tiempo que llevamos juntos, he visto que eres un Pokémon pacífico y cauteloso, incluso travieso después de intentar meterme miedo adoptando la forma de otro Charizard. Si me pongo a pensar en esa escena ahora que sé un poco más sobre ti, lo considero hasta divertido.
Ryku se rio por lo bajo y el gesto afectó a la propia Mew, la cual, al ver la alegría de Ryku, perdió todo su enfado y recuperó la sonrisa que siempre había tenido.
Eres bastante comprensivo, Ryku. Gracias. ¿Sabes? Eres la clase de humano a la que me mostraría sin pensármelo mucho, y me alivia saber que quedan humanos así después de tanto tiempo escondida.
—Viniendo de un Pokémon legendario, ese debe ser uno de los mayores halagos que un humano puede recibir, ¿no? —preguntó Ryku.
Oh, ¿lo he dicho mal? Esa no era la finalidad de mis palabras. —Mew se llevó sus pequeñas patas a la boca, avergonzada.
—Tranquila, solo quería asegurarme de que era un halago, y veo que así es —dijo Ryku con una sonrisa—. No pasa nada. —Mew se alegró de no haber cometido algo indeseable—. En fin, ¿vas a querer entrar por la apertura que has hecho con la máquina de clonación o solo pretendías destrozar esa zona?
Quiero entrar —respondió Mew—. El tubo de la máquina de clonación continuaba por ahí, así que esos Ditto están en ese lado del laboratorio.
—¿Crees que seguirán con vida? Es decir, antes de todo esto descubrí con mis amigos que esta mansión llevaba mucho tiempo abandonada. Esos Ditto habrán pasado todo ese tiempo sin comer ni beber.
He de asegurarme. Son Pokémon con mi ADN. No he de ignorar nada.
Ryku estuvo de acuerdo con las palabras de Mew. Aunque fallidos, los Ditto seguían siendo versiones muy débiles del Pokémon rosa. Tal vez eso significaba también que eran tan longevos como este y habían sobrevivido todo este tiempo en las profundidades de la mansión. ¿Serían de ellos los gritos que Mew escuchó antes? Resultaba más probable de lo que Ryku quería imaginar. Pero solo eran especulaciones. La verdad se hallaba al otro lado del agujero.
Chapter 29: Caos de Dragones
Chapter Text
Mew fue la primera en atravesar los escombros de la pared y los restos de la máquina de clonación. Ryku la siguió después apartar unas piedras y hacerse un camino por el que pasar. La sala contigua no era nada del otro mundo, solo un extenso pasillo con un recinto antes cerrado y protegido con un grueso cristal. Ryku se impresionó bastante por la distancia que se podía recorrer por el pasillo. Debía medir al menos cincuenta metros. Y el recinto abarcaba toda la longitud más varios metros de ancho. Parecía un campo de batalla cubierto.
Ryku y Mew miraron aquel recinto y no vieron nada peculiar más que extrañarse por el suelo que tenía. De lejos, daba la sensación de que el ataque de Mew había llenado el recinto de una gruesa capa de polvo. Pero no tenía sentido, había demasiado para creer que el impacto hubiera causado destrozos que alcanzaban el otro extremo de la sala.
—¿Será que el suelo simula un terreno rocoso? —intentó adivinar Ryku—. No veo nada que se parezca a un Ditto. ¿Tal vez no sea este el lugar donde los dejaban?
¡Ryku! ¡Mira ahí!
Mew tuvo problemas a la hora de señalar lo que había visto, pero Ryku se percató del movimiento que había captado el Pokémon rosa.
De entre todas las supuestas rocas, una de ellas cambió de color a un tono más rosado, casi igual al de la piel de Mew, que luego se volvió lila y adquirió un estado esponjoso como el de la masa del pan. Luego de permanecer en aquella forma, de la silueta aparecieron dos puntos negros a modo de ojos y una boca sonriente y larga de alguien poco inteligente.
—Es como el Pokémon del vídeo. Es un Ditto —dijo Ryku, impactado porque aquel Pokémon hubiera sobrevivido tanto tiempo ahí encerrado. Al final no solo habían heredado una de las habilidades de Mew, sino también su larga vida. Entonces recordó algo y se puso en alerta—. ¡Mew! Ocúltate detrás de mí. ¡Ahora! El informe decía que los Ditto tienen una versión inferior de tu habilidad de transformación. Es mejor que no tengamos a dos como tú.
La rápida acción y reacción de Ryku y Mew surtió el efecto que el joven deseaba. Mew se escondió tras las alas del Charizard y desapareció de la vista del Ditto. No obstante, la idea no salió tan bien como Ryku esperaba. La prioridad por ocultar a Mew de la vista del Pokémon morado le hizo olvidar que en aquellos momentos él tenía el Enlace activado y, por tanto, era un Pokémon. Ryku se dio cuenta de su error demasiado tarde.
El Ditto se quedó unos segundos analizando el Charizard y pronto inició el proceso de transformación. Primero perdió la poca solidez de su cuerpo y se convirtió en una mancha morada en el suelo para acto seguido hincharse como una burbuja. La transformación continuó poco a poco y Ryku no hacía otra cosa que mirar cómo el Ditto cambiaba de forma a la de un Charizard. Pronto la silueta morada del Ditto fue pareciéndose más y más a la del dragón naranja con los brazos, las patas, la larga cola, los cuernos… todo. La transformación culminó en el cambio de color morado al característico color anaranjado del Charizard seguido de la ignición de la llama en la punta de la cola. Ahora el Ditto era un Charizard de pies a cabeza.
—Vale, eso no entraba en mi plan. Mew, ¿qué hacemos?
Confiaba en que no hubiera sobrevivido ninguno, pero veo que me equivocaba. Tendremos que vencerlo y volverlo a dormir. Si así ha estado tanto tiempo, que lo esté para siempre.
—¿Y si no podemos dormirlo?
Hay que hacerlo. De lo contrario saldremos del laboratorio y ese Pokémon nos perseguiría. Y preferiría que no sea así.
—De acuerdo. Pero aún hay un problema más: ¿podrías encargarte tú de hacer ese trabajo? Si lucho yo…
Entiendo tu situación, Ryku. Yo me encargo.
Mew salió de su escondite solo para observar junto a Ryku la instantánea reacción del Charizard falso al detectarla. El Ditto rugió como si estuviera sufriendo un dolor de cabeza inmenso, tanto que se llevaba las garras a la cabeza. Segundos después, volvió a rugir, pero esta vez de diferente manera. El dolor de cabeza había pasado a un segundo plano y ahora gritaba como si tuviera ganas de matar. Aquellos rugidos provocaron lo que Mew y Ryku no esperaba ni deseaban ver: más manchas moradas en el suelo.
La capa de polvo gris era en realidad decenas y decenas de Ditto que habían despertado por los chillidos de su compañero transformado. Estos, nada más adoptar su forma normal, observaban al Charizard falso unos instantes e iniciaban su mutación. En poco tiempo se había pasado de dos Charizard a más de una treintena y el número no paraba de aumentar.
—Mew… —dijo Ryku asustado ante el ejército de Charizard que estaba surgiendo.
No… No puedo luchar contra tantos, y menos cuando tú corres peligro —confesó Mew—. Aunque esté en contra de mis recientes palabras, creo que lo mejor es huir.
—Pero la única salida sigue bloqueada —recordó Ryku.
En medio de la conversación, los Charizard del recinto, los cuales ya eran más de sesenta, empezaban a no caber en su habitación y cada uno de ellos rugía como si estuviera invadido por una furia sin precedentes. Entonces, uno de ellos dio un paso adelante, abandonó el recinto y clavó sus ojos en Ryku. Y como si se tratara de la persona a la que más odiaba, emitió un vozarrón que llamó la atención de sus compañeros transformados y pasó su ira a ellos.
Sin previo aviso, algunos de los Charizard escupieron sus respectivos lanzallamas en dirección a Ryku.
El joven se temió lo peor. Por mucho que su tipo en forma Pokémon le permitiese soportar el fuego, tantos lanzallamas juntos le iban a causar mucho daño, más incluso cuando solo uno bastaba para desactivar su Enlace. Ryku actuó por instinto y se cubrió con los brazos confiando en el milagro de resistir el fuego. Por suerte, Mew reaccionó a gran velocidad y metió a Ryku y a sí misma en una burbuja de energía de color rosa. Las llamas no penetraron la barrera y se desviaron por toda la sala. Luego, cuando los Charizard dejaron de escupir fuego, Mew se alzó y Ryku levitó junto a ella.
Si no podemos usar una salida normal, la crearemos.
—¿Cómo dices?
Antes de que Ryku intentara procesar las palabras de Mew, el Pokémon rosa abandonó la sala sin eliminar la burbuja rosada y Ryku fue arrastrado sin tiempo a entender por qué de repente flotaba. Todo cuanto vio fue a los Ditto persiguiéndolos con claras intenciones de asesinarlos mientras Mew volaba a toda velocidad.
—Están iracundos. No pararán hasta vernos muertos —anunció Ryku para que Mew entendiera la situación.
No lo conseguirán. Escaparemos antes de que vuelvan a lanzar otro ataque.
Mew salió del laboratorio y giró hacia las escaleras que descendían al piso de la sala de los generadores. ¿Por qué había optado por bajar cuando sabían que allí quedarían atrapados? El miedo se intensificó cuando por la puerta del laboratorio que Mew destrozó salían los Charizard falsos como una estampida de Tauros. Pronto eludir la marabunta de Ditto transformados quedó anulada y la única opción de dar media vuelta era atravesando el montón de Charizard.
—Espero que sepas lo que haces —dijo Ryku para sus adentros. Confiaba en el Pokémon legendario, pero no le gustaban mucho las sorpresas cuando su vida corría peligro.
Mew descendió por las escaleras con una rapidez de vértigo. En más de una ocasión, Ryku cerró los ojos por temor a un choque con las paredes, pero el Pokémon de piel rosa movía la burbuja con una gracilidad increíble. Sin embargo, eso no impidió que se escuchara como algo impactaba con fuerza las paredes y bajaba a trompicones por las escaleras. «Esos Ditto están locos. Les da igual cómo y por dónde se muevan; solo les importa matar a su objetivo. Ojalá me hubiese acordado de desactivar el Enlace», pensó Ryku.
Mew hizo desaparecer la burbuja y Ryku cayó de espaldas ante el inesperado regreso de la gravedad. Se reincorporó al instante por el miedo y el ruido al fondo de los pasillos.
—¿Y ahora qué? —inquirió.
La mansión está edificada sobre un barranco que da al mar y este pasillo tiene la distancia más corta para salir. Necesitaré unos segundos para concentrarme y seré capaz de perforar la roca sin dificultades. ¿Podrías, aunque sea un poco, retener a los Ditto por ese tiempo?
—¿Cómo voy a hacer eso? ¡Son muchísimos!
Pon el pasillo a arder.
Ryku no necesitó más para comprender la propuesta de Mew. En cierto modo, era la mejor forma que tenía de detener, aunque solo fuera por unos instantes, a la marabunta de Ditto. Mew dejó claro que solo requeriría de unos segundos para poder perforar la pared.
—Más vale que cumplas ese tiempo porque no aguantaré mucho escupiendo llamas —le advirtió Ryku.
Me sobrará tiempo —respondió Mew muy segura de sí misma—. Ahora, deja que me concentre.
Ryku asintió y fijó su atención en el ruido de los Ditto transformados que estaba a punto de aparecer por el pasillo. Dio unos pasos adelante para dar espacio a Mew con su trabajo, acumuló la llama de su interior y liberó el torrente de fuego con la mayor potencia de la que disponía cuando vio movimiento al fondo del pasillo.
Las llamas se expandieron por todo el pasillo como los Ditto llenaron el espacio con sus cuerpos de Charizard. El fuego no les hizo mucho daño, pero sí logró que la fuerza con la que expulsó las llamas bastara para desequilibrarlos y hacer tropezar a los primeros Charizard. Los demás los siguieron por efecto dominó y taponaron el pasillo.
Ryku, pégate a mí. —ordenó Mew. Ryku obedeció sin dejar de observar lo poco que había durado la torpeza de los Ditto y habían regresado a la estampida asesina. Cuando se juntó al cuerpo de Mew, el Pokémon legendario creó otra burbuja rosada hasta que ambos volvieran a estar cubiertos por su superficie—. Ahora, no muevas ninguna parte de tu cuerpo hasta que yo te lo diga a menos que quieras perderla, ¿entendido?
—Entendido.
Bien. ¡Vamos allá!
Mew retrocedió ligeramente para preparar su próxima acción y cargó contra la pared. Ryku, al estar de espaldas a la escena, no vio nada más que a los Ditto más cerca y luego un contorno de rocas cayendo. Sintió curiosidad por observar a Mew en su proceso de convertir la piedra en polvo, pero se contuvo y siguió su orden de no mover ningún músculo de su cuerpo. Ya tenía bastante con ver a los Charizard falsos atreverse a atravesar el recién creado túnel sin pensárselo mucho. «¿No se cansan nunca o qué?», pensó Ryku un poco irritado de que los Ditto fueran tan incesantes.
¡Prepárate para usar las alas! —avisó Mew—. Estoy a punto de terminar de perforar las rocas.
—Por lo que más quieras, Mew, no hagas desaparecer la burbuja —dijo Ryku muy asustado.
¿Qué pasa ahí atrás?
—Fuego.
Mew no dispuso del tiempo para pedir explicaciones cuando delante de ella aparecieron llamas entre los pedazos de piedra que picaba. Los Ditto transformados habían vuelto a usar sus lanzallamas para acabar con ellos. Y esta vez, no solo fueron unos cuantos, sino que todo Ditto que estuviera volando por el túnel escupió un torrente de llamas. En pocos segundos, un simple túnel de escape se había convertido en un tubo ardiente de altas temperaturas. Mew no se preocupó mucho por ello. Cuando las llamas impidieron que ella supiera por donde estaba perforando, sintió que su poder ya no pulverizaba rocas, sino el aire.
Mew y Ryku salieron disparados lejos del precipicio como una bala de cañón. Detrás de ellos, una oleada de fuego brotó como si el volcán de la isla hubiera entrado en erupción y la lava hubiera salido por otro lado. La distancia que el torrente de llamas alcanzó después de emerger por el túnel fue de medio centenar de metros antes de extinguirse. Ryku y Mew observaron a los Ditto abandonar el túnel y caer al mar por la falta de suelo. Pero al haber adoptado la forma de un Charizard, batieron sus alas y volaron hacia el joven y el Pokémon legendario.
—Estoy acabado —dijo Ryku abatido. Aunque en el aire podía maniobrar mejor que en tierra, las posibilidades de que uno de los Charizard falsos le atacase por la espalda eran mayores, y eso conllevaba un gran peligro a su situación—. Si el Enlace no estuviera tan debilitado…
Pero, para sorpresa de todos, los Ditto transformados no volaron directos a él, sino que ascendieron hasta quedarse a su misma altura. Ryku y Mew compartieron una mirada con ellos y, de repente, los Pokémon que antes los estaban obsesionados con acabar con sus ellos, ahora contemplaban su entorno, curiosos y tranquilos. Antes de que Ryku o Mew pudiera comentar algo de tan extraña situación, los Charizard falsos volvieron a moverse, pasaron por encima de los dos y se fueron con un destino concreto.
—Van a la región… —Ryku desconocía si eso sería algo bueno o malo—. ¿Se pararán allí o se irán a otra?
Qué más da su destino —ignoró Mew—. Lo que importa es que he liberado a cientos de Pokémon de una nueva especie creada por los humanos cuyo ADN está basado en el mío.
—¿Crees que serán tan agresivos como cuando nos atacaron? Deberíamos avisar de su llegada.
Olvídate de eso, Ryku. Los Ditto no son agresivos. Lo sé muy bien: están basados en mí, y yo no soy hostil por naturaleza. —Ryku entendió la lógica, aunque estaba cogida con pinzas—. No obstante, este suceso no va a ser ignorado. No he podido cumplir con mis intenciones y ahora una nueva especie Pokémon ha sido liberado en el mundo. Me sé de alguien que me va a soltar el mayor sermón de toda mi eterna vida. Espero que ese día llegue tarde.
—¿Qué quieres decir con eso? —inquirió Ryku, curioso.
Oh, nada importante. Cosas mías. —Mew deshizo la burbuja y Ryku cayó un par de metros antes de reaccionar y mantener el vuelo con sus alas. Miró al agujero con la piedra chamuscada y se quedó reflexiva—. Dime, una cosa, Ryku, ¿crees que el Equipo Leyenda tiene más máquinas de clonación repartidas por el mundo?
Ryku se pensó la respuesta recordando toda la información que había recolectado de la mansión. Le vino a la cabeza unas páginas del diario de investigación que confirmaba la existencia de, por lo menos, una máquina de clonación más, pero su seguridad aumentó cuando aparecieron en su cabeza las imágenes de aquel miembro del Equipo Leyenda que se convirtió en una masa morada antes de copiar su forma. Ahora sabía que ese Enlace era de un Ditto, por lo que algo le decía que, después de tanto tiempo, aún seguían intentando clonar a Mew.
—No sé cuántas puede haber repartidas por el mundo, pero estoy convencido de que la que destruiste no es la única —contestó—. Hace poco luché contra un miembro del Equipo Leyenda que tenía el Enlace de un Pokémon desconocido. Ahora estoy seguro de que se trataba del Enlace de un Ditto. Eso significa que probablemente el Equipo Leyenda no haya parado de intentar clonarte. Puede que, después de tanto tiempo, hayan conseguido clonarte.
Lo dudo mucho —replicó Mew como si le hubiera hecho gracia—. De haber logrado la hazaña de clonarme, ¿qué sentido tiene que el Equipo Leyenda siga intentando capturarme con tanto fervor? Es obvio que no han conseguido nada, al menos por ahora. De lo contrario, imaginar que esos humanos tienen otras versiones de mí y los usan para el mal…
La mente de Ryku empezó a encajar piezas. Todos los encuentros con el Equipo Leyenda y sus acciones sin lógica aparente recibieron su respuesta. O una de ellas, al menos. Un miembro del Equipo Leyenda con otro Mew sumiso y obediente era una imagen horripilante, pero si imaginación fue un paso más allá que lo hubiera hecho palidecer si no tuviera la piel naranja en ese momento.
—Un Enlace —dijo Ryku, llamando la atención completa del Pokémon rosa—. Por eso te quieren capturar, Mew. El Equipo Leyenda pretende crear Enlaces de ti.
¿Un Enlace de mí? ¿Qué quieres decir con eso?
—¿Cómo te lo explico en pocas palabras y que sea fácil de entender? Ah, ya sé. Imagíname a mí con la capacidad de adoptar tu forma y adquirir todos los poderes que tienes. ¿Me sigues?
Eso creo.
—Bien, pues responde a esto: ¿cómo crees que actuaría un humano con el poder de un Pokémon legendario como tú? Sobre todo si hablamos de un miembro del Equipo Leyenda.
Mew no requirió más información para comprender hacia dónde apuntaban las pistas de Ryku y no le gustó nada pensar en los resultados. La ira volvió a brotar desde lo más profundo de su ser y la eliminó tan pronto como la sintió a punto de salir de su cuerpo. Odiaba la sensación y no se permitiría volverla a sacar tan fácilmente.
Ryku, por su parte, tenía otra visión de los planes del Equipo Leyenda con Mew. Un Enlace con el poder de un Pokémon legendario… Sin duda se trataba de algo de inmenso poder. Un hombre con ese poder en un brazalete Enlace se convertiría en el entrenador de Enlace más poderoso de todos. Y si era Mew ese Pokémon legendario, podría adaptarse a cualquier situación solo con transformarse en otro Pokémon. Visto así, Bill podría beneficiarse de la investigación del Equipo Leyenda con su idea de expandir la cantidad de Enlaces en un mismo módulo, pero seguramente rechazaría la idea si descubriera los oscuros métodos que empleaban.
Pero seguía habiendo una duda. No era un experto en Enlaces, pero ¿no se necesitaba una muestra de ADN del Pokémon entrenado para crear uno? El Equipo Leyenda ya tenía una. Entonces, ¿por qué no había visto Enlaces de Mew? ¿El ADN de un Pokémon legendario es especial y por eso intentaban clonar a Mew, para estudiarlo mejor a la hora de hacer el Enlace?
Ryku, gracias a ti he averiguado muchas cosas que antes habían permanecido ajenas a mi conocimiento —dijo Mew alegre, aunque ocultando la seriedad del reciente descubrimiento—. Es hora de que me marche.
—¿Puedo preguntar qué vas a hacer a partir de ahora? —curioseó Ryku.
Primero, escapar. Buscaré otro escondite temporal en el que pensar en detalle mi próximo movimiento hasta que el Equipo Leyenda, eventualmente, me vuelva a encontrar. Luego, dedicaré mis viajes a dar con los lugares donde esa gente tenga más máquinas de clonación y las destruiré. Espero que mis acciones hayan llegado a tiempo y no hayan conseguido nada con mi ADN.
—¿Lo dices por si han podido crear algo más que otro Mew?
Exacto. Es posible que, tras tanto tiempo, hayan elegido buscar otra vía de dar vida a un Pokémon poderoso basado en mi ADN. Después de que dieran vida a una nueva especie con los Ditto, no descarto esa posibilidad. Y si han intentad realmente concebir un Pokémon con mi ADN… Espero estar equivocada.
—Ojalá pudiera hacer algo más…
Ya has hecho mucho por mí, Ryku, y eso que solo nos hemos visto unas pocas horas. De verdad te lo agradezco.
—De nada, Mew. Si alguna vez nos volvemos a encontrar y necesitas ayuda, cuenta conmigo.
Intentaré que no sea así —respondió Mew, seguido de una risilla—, pero lo tendré en cuenta en caso de que no tenga otra opción.
Ryku se contagió de la pequeña carcajada del Pokémon rosa y por un segundo se olvidó de que había estado a punto de morir carbonizado por un ejército de Charizard. Le ayudó bastante a relajarse.
Es hora de que me ponga en marcha —dijo Mew a modo de despedida—. Ryku, hay una última cosa que he de decirte antes de irme.
—¿Qué?
Vuelve con tus amigos cuanto antes. Estarán muy preocupados por ti.
—Bueno, eso es algo que iba a hacer en cuanto nos separásemos —replicó Ryku.
No, lo digo en serio. Mira allí. —Ryku giró la cabeza y observó en la dirección que Mew indicaba. Entonces, los ojos de Ryku se abrieron por completo. En lo alto del precipicio emergía una inmensa columna de humo producida por unas intensas llamas. Ahí era donde la mansión estaba—. No temas por tus amigos, Ryku —lo calmó Mew—, siento que están a salvo. Pero sería buena idea que ellos vean que tú también lo estás.
—Desde luego. Adiós, Mew.
El Pokémon rosa no devolvió la despedida y cuando Ryku se dio la vuelta, ya no estaba. Si no acababa de usar su poder de teletransporte, había sido asombrosamente rápida. Ryku comprobó que no volvería a ver a su pequeña nueva amiga y voló hacia la mansión.
Ryku aterrizó en el camino hacia la mansión, lo bastante lejos del edificio en llamas como para observar el fuego arrasándolo todo y escuchar cómo la madera crujía y se venía abajo. Delante del edificio estaban Dylan, Blaine y Cetile. Dylan estaba con su Enlace todavía activado y realizando el trabajo de bombero con los cañones del Blastoise mientras Cetile y Blaine esperaban a que el joven de pelo azul controlara las llamas. Ambos habían desactivado sus Enlaces, lo que permitió a Ryku ver la forma humana del Líder de Gimnasio de isla Canela, un hombre de avanzada edad con un sombrero blanco con una raya roja y gafas de sol. Cuando el pesado cuerpo de Ryku toco el suelo, el anciano se dio la vuelta, enseñando además un bigote blanco algo más largo de lo habitual.
—¡Ryku! —Cetile corrió y saltó sobre el Charizard como si hubieran pasado años desde la última vez que lo vio—. Menos mal que estás bien. Blaine lo garantizaba, pero yo no terminaba de creerlo. Ahora sí le creo porque estás aquí sano y salvo.
—Todo lo sano que se puede estar después de lo ocurrido —añadió suavemente Blaine— ¿Estás bien, chico?
Ryku asintió. No desactivó su Enlace por si Dylan iba a realizar algún comentario sobre su llegada, pero acabó regresando a su forma humana al ver que su amigo estaba demasiado concentrado en evitar que las llamas se descontrolaran.
—¿Cómo se ha desatado el incendio? —peguntó Ryku. Hacía tiempo que no volvía a ser humano y echó en falta estirar los brazos.
—Dejémoslo en que me excedí en el uso de mi Enlace —dijo Blaine—. Ya te contaré todo mejor cuando descansemos en mi casa, ¿de acuerdo?
—Sin problemas.
—Bien. Esperemos que vuestro amigo finalice el trabajo que le he encomendado y nos iremos.
Blaine se volteó y se puso a ayudar a Dylan a dirigir con eficacia los torrentes de agua que salían de sus cañones. Mientras, Cetile acribilló a Ryku con preguntas sobre dónde había estado y cómo había salido de la mansión en llamas.
—¿Por qué no nos lanzamos todas las preguntas que queramos cuando estemos más calmados? —dijo Ryku apoyando las palabras de Blaine antes de separarse. El joven se llevó una mano a la espalda y se rascó por una muy molesta sensación en esa parte del cuerpo—. Aparte, ahora mismo tengo un pequeño problema que me surge cuando uso el Enlace por demasiado tiempo. Tengo que recordarle a mi cuerpo que ya no tengo alas. Y acabo de descubrir que he de volver a añadir la cola después de ser un Charizard por tanto tiempo.
Chapter 30: Malas Intenciones
Chapter Text
Keith sirvió dos refrescos y una botella de agua a los tres jóvenes que descansaban en un sofá en el salón de la casa de Blaine. En cuestión de segundos, Dylan llamó de nuevo a Keith y le pidió que le trajera otra botella de agua. Ryku y Cetile lo miraron extrañados.
—¿Es que te cansaste mucho en tu duelo? —preguntó Ryku.
—No es solo eso —contestó Dylan después de dar un buen trago al vaso de agua que se había rellenado—. Puede que me haya dado cuenta de que, si me paso expulsando agua con mi Enlace activo, me entra una sed tremenda.
—Pero si los Enlaces no afectan a nuestro cuerpo humano —protestó Cetile.
«Repíteselo al mío para que deje de creer que tiene alas en la espalda», quiso responder Ryku. Estuvo a punto de soltarlo, pero se lo reservó y miró en más detalle su alrededor.
El interior del Gimnasio de isla Canela no se asemejaba en lo más mínimo a uno. Más bien parecía una casa corriente a los pies de una montaña. La habitación tenía una mesa con un jarrón con flores, alguna que otra maceta con plantas de muchas hojas, unos cuadros de Pokémon en las paredes y otros de personas sobre la repisa de la chimenea frente a ellos.
—Oye, Dylan, ¿el Gimnasio de Blaine es su propia casa? —preguntó Ryku.
—Puede. No es nada raro ver a un líder viviendo donde trabaja. Mira a Koga, que tiene su Gimnasio en el interior de su mansión.
—Ya, pero se me hace un poco raro. Una casa no se compara con una mansión. Además, después de lo que me contaste sobre el campo de batalla, me impresiona que todo sea tan normal.
—Ah, claro, por el tema de la lava. —Dylan bebió de nuevo—. No pienses mucho en ello, el Gimnasio está donde no pueda incendiar la casa.
—Tampoco es que tenga ganas —contrapuso Ryku—. Después de lo que hemos vivido hoy, quiero obtener respuestas a la verdadera naturaleza de la Mansión Pokémon. Y Blaine es el único que nos las puede dar.
—Estoy de acuerdo. Científicos, exploradores, el Equipo Leyenda… No sabemos qué relación hay entre todos.
«En realidad, sí lo sabemos. O al menos yo». Ryku se lamentó de no poder contar su experiencia en las instalaciones subterráneas de la mansión en compañía de Mew. Cuando tuviese que explicar parte de su aventura al separarse, obviaría más detalles de lo que le gustaría. Se lo había prometido al Pokémon Ancestral, después de todo.
—Y todo esto porque recomendé ir a explorar el bosque y sus caminos —dijo Cetile cabizbaja—. Me siento culpable por lo sucedido.
—De culpable nada —replicó al momento Dylan—. Ninguno tenía idea de lo que realmente era aquella mansión, y menos de que el Equipo Leyenda fuera a surgir de la nada. En serio, cómo odio que intervengan en los momentos más inoportunos.
Ryku asintió, apoyando las palabras de su amigo.
Un par de minutos más tarde, Blaine entró en la habitación, pero se quedó a medio entrar en la puerta.
—Keith, si viene algún entrenador a desafiarme ahora que he vuelto, dile que no tengo ganas de realizar ningún combate de Gimnasio. Necesito descansar.
—A la orden, Blaine.
Dicho esto, Blaine cerró la puerta tras de sí y soltó un largo suspiro. Luego se acercó a los jóvenes, cogió una silla y se sentó delante de ellos.
—¿Cómo os encontráis?
—Cansados, pero bien —respondió Ryku.
—Me alegra oírlo. —Blaine se quedó unos segundos en silencio—. Supongo que tendréis muchas preguntas en mente, ¿me equivoco? —Los tres jóvenes asintieron a la vez. Blaine suspiró otra vez y dibujó una débil sonrisa en su rostro—. En una situación normal, os pediría que olvidarais lo ocurrido, pero lo vuestro es excepcional después de haber participado activamente en el acontecimiento. Así que responderé a todas vuestras dudas si es que sé la respuesta.
—Conocías a esos miembros del Equipo Leyenda que nos atacaron. ¿Acaso eras un antiguo compañero suyo? —interrogó Dylan.
Blaine se esperaba que aquella fuera la primera pregunta.
—Así que escuchasteis también esa corta conversación. —La voz de Blaine no tembló—. Aunque me encantaría decir que no, mentiría. Pero sí puedo decir con toda seguridad que no fui un miembro intrínseco, solo una especie de… colaborador.
—¿Y el señor Fuji? —preguntó Ryku. Aquello pilló por sorpresa al anciano.
—¿Sabes quién es? ¿O solo lo nombras porque estaba escrito en algún diario de notas de la mansión o lo escuchaste también de la conversación?
—De todo un poco —dijo Ryku—. Lo conocimos en pueblo Lavanda y tuve la oportunidad de hablar con él. Me reveló que en el pasado fue un intrépido explorador antes de jubilarse y fundar la Casa Pokémon.
—¿Intrépido explorador? —Blaine contuvo una risotada—. Ese hombre de intrépido no tiene nada. A él solo se le daba bien cuidar a los Pokémon, algo que ya habéis comprobado, e investigar lo que encontrábamos en ruinas mediante una especie de laboratorio portátil. Pero volviendo a la pregunta: sí, Fuji también lo fue, pero como colaborador, igual que yo. A fin de cuentas, trabajábamos juntos.
—¿Quieres decir que Fuji me mintió? El diario que encontramos en la mansión no decía lo mismo. Lo definía como un explorador que descubrió el ADN de un Pokémon desconocido.
—El Equipo Leyenda le dio todo el mérito a Fuji por ese hallazgo porque fue quien lo encontró y lo examinó primero. No les importó el trabajo que realizamos los demás miembros de la expedición —replicó Blaine un tanto resentido—. Menos mal que aquello no lo cambió y fue fiel a sus principios.
—¿Colaborador? ¿No sabíais lo malvado que era el Equipo Leyenda? —continuó Dylan con su interrogatorio después de que Ryku terminara con sus preguntas.
—Por desgracia, no. Por aquel entonces, el Equipo Leyenda utilizaba otro nombre para sus negocios, no recuerdo cuál. Mis compañeros y yo ya ejercíamos el trabajo de exploración desde mucho antes, y solo supimos de su existencia cuando se instalaron en la isla y construyeron aquella mansión, y aun así solo pensábamos que era otra empresa que buscaba hacer negocios con el turismo.
—¿Y cómo acabasteis trabajando juntos?
—Necesitaban nuestra ayuda. Sí, ya sé que suena raro —añadió Blaine ante las caras incrédulas de Dylan, Ryku y Cetile—, pero es la verdad. En el pasado eran mucho más meticulosos, más sutiles en sus acciones. No parecía que tuvieran ese lado tan oscuro, como demostraron en el ataque a Silph o lo que le hicieron a Fuji en pueblo Lavanda.
Ryku y Dylan se abstuvieron de mencionar los otros acontecimientos en los que el Equipo Leyenda estuvo involucrado con tal de no desviarse del tema principal.
—Y vosotros los ayudasteis —dijo Dylan.
—Así es. Era una oportunidad de oro: nuestro pequeño grupo de exploración tenía la posibilidad de realizar expediciones más allá de Kanto, incluso de Johto. Podíamos crecer como exploradores y los descubrimientos se compartían con el Laboratorio Pokémon de la isla, a la vez que nosotros nos llevábamos una buena paga por el trabajo de campo. Todo eran ventajas—explicó Blaine. Sonaba nostálgico cuando hablaba.
—Hasta que se realizó la expedición a la selva en Guyana —dijo Ryku. Blaine asintió.
—Al regresar de allí, el Equipo Leyenda empezó a distanciarse. Solo Fuji conseguía que no se olvidaran de nosotros y nos mantenía al tanto de los progresos del que quizá fuera el mayor hallazgo de la historia. Un día, el Equipo Leyenda creyó que nos estábamos inmiscuyendo demasiado en el asunto de la muestra de ADN y tomó medidas al respecto: controlaron nuestros movimientos por la mansión, nos prohibieron subir al tercer piso, y Fuji casi dejó de colaborar con los científicos del Equipo Leyenda. Fuji tenía que actuar con tanta discreción como el propio Equipo Leyenda para descubrir que estos no pretendían compartir el descubrimiento de Guyana con el resto del mundo, sino que preferían quedárselo para ellos mismos. Lo demostraron cuando se llevaron la muestra de ADN a un lugar que nunca nos revelaron ni nos contaron la razón por la que debían trasladarla.
—Ese debió ser el momento en el que el interior de la mansión se convirtió en un campo de batallas Pokémon.
—No, no fue ese —corrigió Blaine—. Fue el día en que nos arrebataron nuestros Pokémon y nos encerraron en la mansión sin posibilidad de salir. En ese momento consideramos al Equipo Leyenda un enemigo a derrotar, y lo íbamos a hacer a cualquier precio. Primero, debíamos recuperar nuestros Pokémon y, de paso, encontrar cualquier prueba que demostrase que el Equipo Leyenda no tenía nada de empresa turística y expulsarlos de la isla como consecuencia. El plan era simple, y Fuji fue un elemento clave. Consiguió colarnos en el tercer piso donde recuperamos a nuestros Pokémon y dimos con diversas pruebas de su actividad ilegal, sobre todo la ubicación de un laboratorio bajo la mansión que ni Fuji tuvo la ocasión de visitar. El Equipo Leyenda nos descubrió antes de que pudiéramos ir allí y recolectar más pruebas incriminatorias y se desató el caos a base de combates Pokémon.
—Menos mal que ganasteis —comentó Cetile.
—No podría haberlo expresado mejor —dijo Blaine con una sonrisa que desapareció a los pocos segundos—. Nos jugamos la vida en aquellas batallas. Si nuestros Pokémon hubiesen perdido, no tendríamos esta conversación.
Dylan y Cetile no se sintieron a gusto al escuchar esas palabras del líder de Gimnasio. Ryku se mostró muy incómodo al recordar la escena en la que estuvo a punto de morir por un miembro del Equipo Leyenda si Dylan no hubiera intervenido. Trató de que su reacción no se notara demasiado, pero Dylan se dio cuenta y apoyó su mano en su hombro, empatizando con él.
—¿Y qué pasó después?
—Declaramos ante la policía de todo lo ocurrido en la mansión y proporcionamos las pruebas que sobrevivieron a los combates —explicó Blaine—. La suerte no estuvo de nuestra parte y no bastó para incriminar al Equipo Leyenda. Eso sí, los echaron de la isla. Pero por miedo a que volvieran, esta vez con otras intenciones no tan buenas, los exploradores de Kanto dejamos el trabajo y nos dispersamos.
—Pero tú no abandonaste la isla —repuso Dylan.
—Nací y crecí en esta isla. ¿Crees que permitiría que unos indeseados me amedrentaran y me obligaran a abandonar mi hogar porque mi vida corría peligro? Cosas peores he vivido que también podrían haber acabado con mi vida: una estructura derrumbándose por el mal estado, un puzle que no resolví bien, el ataque de Pokémon salvaje, y un largo etcétera. Pero debía fortalecerme: mi equipo Pokémon no estaba acostumbrado a pelear a menudo, de modo que tuve que entrenarlo.
—Y con ese entrenamiento acabaste formando parte de los ocho líderes de Gimnasio de Kanto —dijo Ryku.
—Siendo sincero, nunca tuve intención de unirme a los líderes —confesó Blaine—. Solo me preocupaba mantener alejado al Equipo Leyenda de la mansión. Pero he de admitir que ser miembro tiene ciertas ventajas.
—Claro, un líder de Gimnasio tiene mucho renombre en la región. Si algo le pasara, sería noticia en todas partes. El Equipo Leyenda no podría hacer mucho sin que todo Kanto se enterara de sus acciones —contó Dylan.
Blaine asintió, corroborando las palabras del joven.
—Y mientras tanto, podía seguir evitando que volvieran a entrar en la mansión. Hasta que me engañaron. —Blaine no se sintió cómodo diciendo aquello—. Por lo menos ya no tienen motivos para volver, aunque el laboratorio donde realizaban sus experimentos estaba bajo tierra y es muy seguro que haya sobrevivido al incendio.
—No lo ha hecho —dijo Ryku con convicción. Blaine clavó su mirada en el joven. Dylan y Cetile lo miraron con rostros curiosos.
—¿Estás seguro de eso? —inquirió Blaine. Buscaba una respuesta sólida, irrefutable.
—Sí —contestó Ryku sin perder la convicción. Las miradas de los demás decían sin palabras una explicación detallada de lo que le ocurrió. Había llegado el momento de contar todo lo que pudiera—. Cuando nos separamos cada uno para librar nuestro propio combate Pokémon, yo perdí el mío y mi rival me tiró por el hueco del ascensor que había en la zona principal del laboratorio. Creyó que mi Enlace se desactivaría durante la caída, pero sobreviví y acabé en el laboratorio subterráneo. Lo exploré para dar con una salida y… bueno, solo diré que vi de primera mano lo que se mencionaba en aquel diario de investigación.
—¿Es cierto lo que descubrimos en el tercer piso? ¿Estaban intentando clonar al Pokémon propietario de la muestra de ADN, ese al que llamamos Mew? —ahondó Blaine.
Ryku asintió.
—Vi una máquina rara en una de las salas, quizá fuera la que usaban para clonar a Mew, pero no le di mucha importancia porque me interesaba más encontrar una salida. Al parecer, el ascensor era la única vía de acceso al laboratorio subterráneo, así que tuve que crear una por mi cuenta.
—¿Y cómo la hiciste?
—Uno de los pisos del laboratorio estaba diseñado como una pequeña central eléctrica. Había una sala con muchos generadores de gran tamaño y pensé que podría provocar una especie de explosión lo bastante potente para abrir un agujero hacia el exterior.
—Y te salió muy bien —adivinó Dylan.
—Mejor de lo que pensaba. No fue complicado trastear con el panel de control y desestabilizar los generadores. Lo que no calculé bien fue que, tras abrir el agujero, los temblores consecuentes provocaron que todo se viniera abajo. Dudo mucho que haya quedado algo en pie después de lo que hice.
—Así que ya no queda ni el único lugar de la isla que el Equipo Leyenda conservaba interés —dijo Blaine expulsando un suspiro de alivio y echándose hacia atrás. Se le veía como si se hubiera quitado un enorme peso de encima—. Ya no hay nada que les haga volver.
—Blaine, tengo una pregunta más —comentó Ryku para que el anciano volviera a centrar su mirada en él—. ¿Cuál era la finalidad del Equipo Leyenda en el caso de que lograran clonar a ese extraño Pokémon llamado Mew? ¿Qué intenciones tenían?
Ryku formuló aquellas preguntas más para cerciorarse de que las deducciones a las que llegó conversando con Mew eran acertadas o, por lo menos, no iban mal encaminadas.
—La conclusión a la que llegué junto a mis compañeros después de explorar el tercer piso fue que el Equipo Leyenda perseguía cualquier indicio sobre Pokémon con poderes muy superiores a los de uno común —contó Blaine—. Una historia, una leyenda, una canción, una tradición… cualquier cosa del estilo. Estaban, y siguen estando, muy convencidos de que esos Pokémon de leyenda existen y pretenden capturarlos para hacerse con su poder. ¿Para qué? No lo sé, pero desde luego que no será algo bueno.
—A mí me parece que quieren dominar el mundo con Pokémon que en principio no existen —opinó Dylan—. Suena muy a la típica película de acción clásica, lo sé, pero ¿qué otra razón tiene una organización criminal como el Equipo Leyenda para perseguir leyendas y usar tanto poder?
—¿De verdad crees que no existen los Pokémon legendarios después de lo que has visto en la mansión? —preguntó Blaine muy serio.
—Dije «en principio» —se defendió Dylan—. Después de lo que has contado, tanto tú como Ryku, no pensar en que los Pokémon legendarios existan es imposible.
«Y si hubieras tenido la oportunidad de hablar con uno en persona, menos todavía», pensó Ryku.
—Dominación mundial… La verdad es que encaja con el Equipo Leyenda. Y me pregunto si habrá cambiado algo ahora que la tecnología Enlace es parte de nuestras vidas —dijo Blaine—. Solo de pensar a un miembro de esa organización con un Enlace de un Pokémon legendario…
Blaine no terminó su frase y un silencio invadió la habitación. El anciano se había sumido en sus pensamientos y Ryku lo acompañó. El joven no erró del todo en sus sospechas y se imaginó las hipotéticas situaciones en las que un miembro del Equipo Leyenda actuaría con un Enlace de un Pokémon legendario. Mew ya sería un Enlace muy poderoso y, en malas manos, quién sabe lo que podría suceder. Además, Mew dejó caer que había otros como ella. ¿Serían igual de poderosos o incluso más? Ryku sacudió la cabeza. Tenía cosas más importantes en las que pensar, como hacerse con su séptima medalla de Gimnasio.
—Creo que ya hemos hecho suficientes preguntas —quiso cambiar de tema Ryku—. Ahora quiero conseguir mi próxima medalla de Gimnasio.
—Sí, es mejor que pasemos página. Tanto hablar de clonaciones, ADN, Pokémon legendarios y una supuesta dominación del mundo me está produciendo dolores de cabeza —apoyó Dylan.
—Lo mismo dijo —agregó Cetile.
—Está bien, dejemos de hablar de este asunto —sentenció Blaine—. Aunque, una última cosa, jovencitos: prometedme que no contaréis nada de lo que habéis visto en la mansión ni de lo que yo os he contado. Que esto quede entre los cuatro.
—¿Qué hay del reciente ataque a la mansión? —preguntó Ryku—. ¿No deberían las autoridades estar al corriente de eso?
—Tranquilo, la policía lleva siguiéndoles la pista desde hace mucho tiempo. Por desgracia, el Equipo Leyenda parecer seguir siendo muy escurridizo, a pesar de la destrucción que ha estado causando últimamente. Ahora, no he escuchado todavía que estéis de acuerdo con mi petición.
— Se lo prometemos. De hecho, no contaremos siquiera que estuvimos en la mansión —juró Dylan. Ryku y Cetile corroboraron sus palabras.
—Confío en vosotros. —Blaine inspiró hondo—. Muy bien, volviendo a temas más normales… Ryku, has dicho que quieres conseguir tu próxima medalla de Gimnasio, ¿no?
—Así es. Vine a isla Canela por ese motivo.
—Ya veo. ¿Y alguno de vosotros también busca un combate contra mí? —preguntó Blaine a Cetile y Dylan—. ¿Te gustaría ponerte a prueba, jovencita? —Cetile negó con la cabeza. Blaine sonrió—. O tal vez tú, Dylan, necesites volver a combatir contra mí porque has perdido mi medalla.
—¿Por qué todos los líderes piensan que he de repetir el duelo por eso? —preguntó Dylan enfadado—. Solo acompaño a Ryku para ver cómo consigue las medallas. Si tuviera aquí mi estuche te demostraría que aún poseo la tuya, Blaine.
—Oh, no —recordó Ryku mientras Blaine reía por el comentario de su amigo—. Yo tampoco tengo mi estuche a mano: no puedo enseñar que tengo las suficientes medallas para acceder al desafío.
—No te preocupes, chico. Hoy no estoy para realizar más combates Pokémon, y mucho menos cuando se trata de uno tan importante como el de un Gimnasio —dijo Blaine—. Mañana te reservaré el primer duelo del día, así que ven pronto, no vayas a hacer esperar a otros entrenadores, aunque tampoco es que vengan muchos por mi alto requisito.
—Lo haré. Gracias, Blaine.
Cuando Ryku se levantó para abandonar la casa del anciano, un rugido se oyó por todo el salón. Ryku se giró y vio como tanto él como Dylan y Blaine centraban sus miradas en una Cetile avergonzada.
—Parece que fuisteis a la mansión con los estómagos vacíos —rio Blaine—. Podéis quedaros aquí a comer antes de iros.
Chapter 31: Confrontación de las Llamas
Chapter Text
Ryku abrió el estuche y admiró las seis brillantes medallas que descansaban en sus respectivos huecos prediseñados. Después de tanto tiempo viajando, estaba a tan solo dos medallas de finalizar su principal objetivo. «Falta poco, amigo —dijo pensando en Antorcha—. Pronto te visitaré y verás que cumplí nuestra promesa». Cerró el estuche y se centró en su próximo combate.
Keith vio a los tres jóvenes nada más asomaron sus cabezas por las escaleras. Los recibió con una sonrisa, pero no les dejó entrar en la casa de Blaine.
—Veamos, lo primero es lo primero: enséñame las medallas adquiridas. Necesitas al menos cinco para desafiar a Blaine. —Ryku abrió el estuche y enseñó todas sus medallas al vigilante. Este usó una cámara para utilizarla como prueba—. Vale, esperad un momento. Voy a confirmar el acceso. —Ryku y compañía asintieron y aguardaron en la puerta mientras Keith iba a buscar a Blaine. Regresó al cabo de unos minutos—. Muy bien, todo en orden. ¿Vosotros dos queréis ver el combate? —preguntó a Dylan y Cetile. Ambos asintieron—. De acuerdo, entonces empezaré por vosotros. Seguidme.
Keith guio a los tres jóvenes por la casa de Blaine y dejó a Dylan y Cetile en una habitación donde solo había una mesa, un sofá, unos sillones y una televisión de grandes pulgadas. Keith encendió la luz y programó la televisión para que emitiera el combate nada más empezase.
—También tenéis algo para beber por si os entra sed —les dijo—. Disfrutad del combate.
Cuando el vigilante vio que Dylan y Cetile se habían acomodado, llevó a Ryku al campo de batalla. Salieron por una puerta trasera de la casa que conducía a unas pequeñas termas. Ryku observó sorprendido la piscina de rocas amorfas mientras caminaban por un pasillo de tablones de madera.
—No esperaba que Blaine dispusiera de algo así en su casa —comentó Ryku.
—Es una de las ventajas que tienen vivir tan cerca de un volcán —dijo Keith—. El agua se calienta de forma natural gracias a las altas temperaturas del suelo.
—¿Hay lava debajo de nosotros?
—Sí, pero a bastante profundidad. No temas, no es que de repente el suelo se nos vaya a convertir en lava —rio Keith.
Aquello no tranquilizó a Ryku, aunque sus nervios se centraron más en el combate que en imaginar como el suelo desaparecía bajo una capa de roca fundida.
Keith se detuvo delante de una puerta que simulaba formar parte de la roca del volcán y tiró del cuerno de la estatua de un Rhydon. El suelo respondió con un temblor mientras la puerta se abría lentamente.
—Bien, a partir de aquí irás solo —comunicó Keith—. Sigue el camino y llegarás al campo de batalla, donde Blaine te espera. Buena suerte.
Y dicho esto, Keith dejó a solas a Ryku y entró en la casa. Ryku inspiró hondo y, con la mayor serenidad que podía mantener, atravesó la puerta.
El camino apenas estaba iluminado, solo había unas cuantas antorchas cada varios metros. Ryku se percató de que el camino descendía a medida que avanzaba y hacía más calor. ¿Se estaba acercando a la lava subterránea? Era posible después de que Dylan le dijera que el campo de batalla de Blaine tenía. Tras descender por más de un minuto, Ryku vio dos grandes cuencos en llamas que iluminaban una puerta de piedra semiabierta. Ryku pasó al otro lado después de abrirla más para poder pasar y se quedó atónito con lo que presenció.
Dylan no exageró con que el campo de batalla de Blaine era extraordinario. Tampoco es que costase superar a los de los otros líderes, siendo Brock, Misty y Erika los únicos que poseían campos de batalla con temática, mientras que el resto solo eran campos de tierra o madera iluminados. El terreno donde se realizaría la pelea era una gruesa placa de piedra pulida que se mantenía suspendida en el aire gracias a cuatro enormes y resistentes cadenas clavadas en cada esquina del campo. Debajo, una piscina de lava burbujeante expulsaba humo que reducían la visibilidad. En las paredes laterales de la sala estaba la ya habitual pantalla que mostraría las barras de vida de los Enlaces.
—¿Qué te parece mi zona de combate? —se escuchó preguntar a alguien. Ryku miró entre todo el humo y divisó la silueta de Blaine al otro extremo del campo de batalla.
—¿Eso es… lava? —dijo Ryku intimidado por el suelo rojo.
—Los primeros cinco metros no —contestó Blaine—. Sería demasiado peligroso realizar combates con auténtica lava bajo nuestros pies. Para ciertos tipos de Enlaces, sería una derrota muy sencilla.
—¿Qué quieres decir con cinco metros? —inquirió Ryku.
—Hasta esa profundidad, es lava falsa, una sustancia que simula ser la roca fundida que expulsan los volcanes, pero con la diferencia de que solo afecta a los Enlaces y a según qué tipo de Pokémon. No es necesario decir que me refiero a los que son débiles al fuego, como el tipo planta o el tipo hielo. Más allá de esos cinco metros hay unas placas resistentes al calor que separan la lava falsa de la verdadera. Y por si te lo preguntas, no, no hay ninguna forma de que ambas lavas se mezclen. Mis amigos científicos del laboratorio de isla Canela se aseguraron de ello.
—Entonces, ¿qué pasa si me salgo del campo de batalla y caigo a la lava falsa durante la pelea? —indagó Ryku.
—Dispondrás de un tiempo para volver a este —respondió Blaine—. La lava falsa cuenta como terreno de combate y puede usarse para idear estrategias. Pero cuidado, esta quita vida por cada segundo que nades en ella, lo que significa que podrías perder el combate sin siquiera entablarlo.
—¿Y qué ocurre en el caso de que mi Enlace se desactive mientras me baño en la lava falsa?
—No te preocupes por ello. Los brazaletes que usaremos están pensados para todo tipo de situaciones relacionadas con la lava falsa. Antes de que te des cuenta estarás fuera de peligro. —Blaine hizo una corta pausa—. ¿Y bien? ¿Tienes más preguntas o ya he saciado tu curiosidad?
—Una más. ¿Cuántas veces podré luchar contra ti si no te venzo en este combate?
—Como no suelen venir demasiados entrenadores, no tengo un número limitado de intentos. Eso sí, para que dispongamos de un tiempo para recuperar las fuerzas y preparar nuevas estrategias, solo realizo un combate contra un mismo entrenador cada hora.
Ryku se alegró de que pudiera desafiar a Blaine varias veces al día. Aunque, como siempre, intentaría que fueran pocas.
—De acuerdo, ya no tengo nada más que preguntar —anunció Ryku.
—Muy bien. Coge el brazalete dorado y pon el tuyo en su lugar.
Ryku se dio la vuelta cuando escuchó el funcionamiento del mecanismo de una compuerta secreta abriéndose. En el corto pasillo que había de la puerta al terreno de combate salió un cajón con el brazalete dorado. Ryku se acercó y pasó los datos de su brazalete al del Gimnasio y luego guardó el suyo en el compartimento del dorado. Acto seguido, cerró el cajón y se ató el brazalete dorado a su muñeca.
—Estoy preparado —avisó a Blaine.
Blaine hizo un gesto y la pantalla de la pared se encendió y esperó a recibir los datos de los Enlaces de ambos contrincantes para crear sus respectivas barras de vida.
—Cuando quieras —gritó Blaine.
Ryku no tardó en pulsar el botón táctil del brazalete Enlace e iniciar su transformación. Blaine actuó igual pocos segundos después. Cuando Ryku finalizó su conversión en Charizard, se fijó en la silueta del Pokémon en el que se estaba convirtiendo Blaine. Adoptó una postura cuadrúpeda y su altura se asemejaba a la del Rapidash que usó en la mansión Pokémon. Sin embargo, las patas eran más anchas y no terminaban en cascos. Aquello puso nervioso a Ryku, pues ahora desconocía el tipo de Enlace al que se enfrentaría. Cuando el brillo del cambio terminó, Blaine dejó ver su Enlace en todo su esplendor.
Un Arcanine.
Ryku observó pasmado la figura del enorme can. Medía casi dos metros y estaba cubierto de un pelaje naranja con rayas negras. Partes de su cuerpo tenían un pelaje más denso de color crema, como la cola, el pecho y las orejas.
—Yo creía… —dijo Ryku todavía asombrado.
—Que mi Enlace pertenecía al de un Rapidash, ¿eh? —acabó la frase Blaine. Su voz sonó majestuosa—. Debería haberte informado de que dispongo de hasta cinco Enlaces distintos para elegir.
—¿Imitas la estrategia de Koga?
—Para nada. Yo no permito que el azar tome cartas en el asunto y elijo el Enlace que veo más adecuado para mi rival según su… forma de actuar.
—¿Sabes qué Enlace escoger para ofrecer un combate de Gimnasio solo con fijarte en las personas? —Ryku no se lo creía.
—Bueno, mi intuición no es perfecta —confesó Blaine—, pero suelo acertar en la mayoría de los casos. En el tuyo admito que hice un poco de trampa, ya que descubrí tu Enlace con antelación.
—Y por eso escogiste un Arcanine. ¿Es acaso tu Enlace más poderoso?
—Te lo diré si me derrotas. —Blaine saltó y aterrizó en el campo de batalla, el cual se sacudió con el peso del Pokémon—. Ya hemos hablado suficiente. Vamos, has venido por mi medalla, ¿no? Entonces salta y lucha por ella.
Ryku estuvo de acuerdo: ya había retrasado bastante el combate. Saltó hacia el campo de batalla y la pantalla emitió el sonido de inicio del combate poco después de tocar el suelo.
Ryku pensó en un instante los posibles movimientos que podía realizar para efectuar el mayor daño posible de un solo golpe. Su lanzallamas aquí perdía potencia por culpa de tratarse de un Gimnasio donde predominaban los Enlaces de tipo fuego, de modo que no tenía más remedio que utilizar ataques que no eran de ese tipo contra el Arcanine. Eso significaba que debía acercarse, y Ryku no sabía muy bien como contraatacaría el can de fuego. Al final optó por el golpe seguro y expulsó su potente lanzallamas contra Blaine.
El Arcanine permitió que las llamas se expandieran y dejaran pocas probabilidades de evitar que se le quemara el pelaje. Cuando ya podía sentir el calor adicional del torrente de fuego, reclinó su cuerpo sobre sus patas traseras y se impulsó hacia arriba. El salto bastó para que las llamas ni siquiera rozaran su cola. Acto seguido, Blaine aprovechó los pocos segundos que tenía antes de descender y contraatacó con el mismo movimiento.
Ryku se dio cuenta demasiado tarde y solo tuvo tiempo de contener su llama, pero no de esquivar ni de protegerse del lanzallamas de Blaine. Recibió el impacto con un daño mínimo. Mientras Blaine se alejaba con otro salto, Ryku aprovechó para comprobar que su vida apenas había disminuido. No había perdido ni el veinte por ciento.
Ryku ya había descubierto dos puntos fuertes del Arcanine de Blaine. Uno, que era rápido. Muy rápido. Si quería igualarlo en velocidad, tendría que esforzarse. Por suerte, parte de su entrenamiento se enfocaba en ese aspecto y no le costaría mucho seguirle el rastro. El otro punto fuerte que averiguó fue su fuego. Ryku sabía que la llama de un Arcanine era inferior a la de un Charizard, pero Blaine parecía haberse entrenado para convertir esa debilidad en una fortaleza.
Con eso en mente, Ryku planificó una estrategia que podría ofrecerle una mayor probabilidad de victoria. Debía actuar como en el combate contra Sabrina, distrayendo al rival con su fuego para acercarse y golpear con sus garras, alas o puño. Todo mientras se movía a gran velocidad para que Blaine tuviera dificultades en contrarrestarle.
Ryku puso el plan en marcha. Voló hacia Blaine y escupió cortos lanzallamas cambiando de dirección constantemente. Los lanzallamas obligaron a Blaine a esquivarlos en la dirección que quería Ryku en ese momento, a veces con caminos falsos para simular que no deseaba tenerlo cerca. Sin embargo, el joven tenía un segundo plan al actual al que sabía que tendría que recurrir. Blaine no podía ser tan ignorante para no ver la táctica que estaba tomando.
Blaine averiguó en el instante en el que Ryku estaba muy cerca de él después de lanzarle un lanzallamas de alta potencia que le obligó a recortar distancias y recibir un posible ataque cuerpo a cuerpo. Blaine pensó en emplear su lanzallamas para sorprender a Ryku, pero dado los Enlaces que poseían, estaba claro que el joven ignoraría el fuego y lo golpearía de todas formas. Su mejor respuesta era saltar en el momento oportuno y contraatacar con algún ataque que desconociera. En cuanto el anciano vio que estaba en frente del dragón, saltó.
Tomó la mala decisión.
Un intento de escape con salto era cuanto Ryku necesitaba en su plan secundario y reaccionó al momento. Cargó energía en su puño y ejecutó su Megapuño como un ataque en gancho. El impacto dio de lleno en el estómago del Arcanine y provocó que el can de fuego se desequilibrara en el aire y cayera de espaldas. Blaine se recuperó con un débil dolor de estómago, a pesar de haber perdido el cuarenta por ciento de su barra de vida.
Blaine se molestó por no haber podido contrarrestar una estrategia tan simple y demostró su descontento adoptando un rostro serio. Uno que hizo que Ryku se sintiera intimidado y le hiciera pensar que Blaine no estaba dándolo todo hasta ahora, que solo tanteaba el terreno.
El Arcanine dio un paso al frente y Ryku uno atrás. El Charizard no podía dar muchos más sin tropezar y caer a la piscina de lava. Blaine dio otro paso, pero esta vez Ryku lo imitó, más por evitar estar cerca del borde que de ocultar el efecto de la intimidación. Blaine sonrió ante el gesto de su rival y aceleró el ritmo hasta ponerse a correr en pocos segundos. Ryku vio venir de frente al Arcanine y actuó por puro instinto expulsando un torrente de fuego de su boca. Pero detuvo las llamas al darse cuenta de que Blaine lo esquivó con una agilidad fuera de lo común. ¿Doble Equipo? No, no había copias de Arcanine, pero tampoco estaba el original. Ryku tanteó con la mirada. ¿Cómo acababa de perder a Blaine cuando lo había visto delante de él hace un segundo?
De la nada, el Arcanine volvió a aparecer a menos de dos metros de Ryku. El joven creyó tener una oportunidad delante de él y no quiso desperdiciarla con otro Megapuño. No obstante, el puñetazo solo dio al aire e hizo que el Charizard se desequilibrara y casi cayera de cara contra el suelo.
—Deberías apuntar mejor.
El Charizard se dio la vuelta y se arrepintió de aquella acción. El Arcanine estaba detrás de él y había lanzado uno de sus ataques. Una estrella de fuego que se agrandaba por momentos voló y chocó con el cuerpo de Ryku. El joven sintió un calor muy superior al que estaba acostumbrado, uno del cual el daño no sería reducido. La estrella de fuego no detuvo su viaje cuando hizo contacto con la piel del Charizard y lo empujó hasta el lado donde estaba al principio del combate. Pero la estrella de fuego no perdió intensidad, sino que continuó empujando a Ryku hasta casi estamparlo contra la puerta de la entrada a la sala. Entonces Ryku reaccionó. No iba a permitir que recibiera tanto daño de un solo ataque y trató de apartar el fuego. Era una acción inútil, pues el fuego no se podía agarrar, pero la llama de aquella estrella era diferente, como si se apoyara en una superficie ardiendo. Ryku ignoró la ilógica situación y aplicó la fuerza opuesta a la estrella de fuego. Durante unos segundos el Charizard luchó contra las llamas hasta que se percató que no podría deshacerse de la estrella de fuego, de modo que eligió la mejor opción posible: desviarla. Por desgracia, aquella acción nunca llegó a cumplirse cuando la estrella de fuego explotó.
Ryku acabó sumiso en un mar de llamas que le hicieron sentir como si se estuviera quemando vivo. Gritó de dolor, pero las llamas y el ruido de la explosión apagaron sus lamentos. Cuando las llamas de la estrella se extinguieron y el humo de la explosión se fusionó con los gases de la lava falsa, Ryku se apoyó sobre una rodilla.
Blaine observó impasible el estado de su rival. El cuerpo del Charizard echaba humo por las pocas zonas que no habían conseguido resistir por completo el fuego de la estrella, pero ninguna de aquellas quemaduras era grave, ni siquiera leve. Blaine ya suponía que el joven lograría resistir su ataque de fuego más poderoso, algo que solo los Enlaces más resistentes al fuego podían soportar. Pero, a pesar de todo, la barra de vida de Ryku había descendido por debajo del cincuenta por ciento y ahora había pasado del color verde al amarillo. El Charizard tendría que actuar con mucho cuidado para no perder el combate. Y no estaba dispuesto a darle ese lujo.
Ryku seguía apoyado sobre una rodilla, recuperándose de las múltiples quemaduras que acababa de padecer. Se alivió de que al menos su forma hubiera aguantado bien aquel ataque, de no haber sido un tipo resistente, el combate hubiera terminado ahí. Mucho antes, incluso. ¿Qué clase de movimiento era ese? No lo había visto nunca. La próxima vez que viera la estrella de fuego, la esquivaría sin pensárselo dos veces. Ryku alzó la cabeza y vio a Blaine aprovechando su momento de debilidad.
Blaine estaba cargando en su boca una especie de luz blanca que a veces cambiaba a otros colores como el amarillo o el rojo. El suelo tembló y las cadenas que sujetaban el campo de batalla se sacudieron y volvieron el terreno un tanto inestable. Esta vez, Ryku reconoció el ataque y su primera reacción fue levantarse. Sin embargo, todavía no se había recuperado del todo de las quemaduras y su movimiento estaba mermado. Podía saltar a un lado o ascender batiendo las alas, pero eso no impediría que el Hiperrayo diera en el blanco. Si ese rayo le impactaba, el combate terminaría. Y no iba a permitirlo.
Ryku pensó en un instante las posibles vías de escape que no lo convirtieran en una diana fácil. No tenía muchas opciones ni tampoco mucho tiempo. Blaine dispararía el Hiperrayo en cualquier momento e, hiciera lo que hiciera, acabaría dándole en su estado actual. Entonces Ryku tuvo una idea, la única que podría salvarle del golpe. Si no tenía posibilidad de esquivar el ataque de Blaine, le obligaría a fallarlo. Solo la carga del Hiperrayo ya hacía temblar el campo de batalla, lo que significaba que las cadenas estaban más susceptibles a los impactos que cuando estaban tensas. Ryku pensó en la manera de aumentar el temblor del campo de batalla para que Blaine o bien abandonar la carga del Hiperrayo o bien disparara en la dirección equivocada, y tuvo suerte de que en su set de movimientos hubiera uno con la bastante potencia para provocarlos. Aun así, Ryku debía aplicar toda la fuerza posible por si el Megapuño no terminaba realizando el efecto deseado, pero lo conseguiría con un pequeño impulso.
Blaine estaba a punto de disparar el Hiperrayo. Tenía la boca expulsando decenas de haces de luz de colores por todo el campo de batalla y los temblores se habían intensificado. Algo que Ryku agradeció y esperó al momento oportuno de poner en práctica su plan.
Blaine solo tardó unos segundos más antes de inclinarse hacia atrás y abrir la boca. Justo cuando vio que el Arcanine estaba cerca de alargar el cuello y tensar todo su cuerpo para aguantar la potencia del Hiperrayo, el Charizard dio un pequeño salto que lo elevó un par de metros sobre el suelo, cargó de energía su puño y se dejó caer con fuerza contra el suelo, con el puño lleno de energía por delante. El impacto bajó de golpe lo poco que se había elevado el campo de batalla con la carga de energía del ataque de Blaine y, gracias a eso, las cadenas se aflojaron y el campo de batalla impidió mantener el equilibrio. El lado de Blaine ascendió en un instante y el Arcanine disparó su rayo de luz más por sorpresa que por haber fijado su objetivo. Pero corrigió la inestabilidad del terreno dirigiendo el disparo hacia arriba, donde Ryku había decidido quedarse para que las sacudidas solo afectaran a su rival. Por desgracia, la potencia del Hiperrayo superó las expectativas de Blaine y provocó que su lado descendiera de nuevo por culpa del ataque. El Hiperrayo falló y estalló en el techo de la sala. Una lluvia de rocas y polvo cayó tanto en el campo de batalla como en la piscina de lava de abajo.
El campo de batalla se sacudió durante un tiempo en el que ni Ryku ni Blaine se atacaron. Ryku recuperó las fuerzas que le faltaban y Blaine padeció los efectos secundarios del Hiperrayo, los cuales le impedían moverse y atacar por un tiempo. Ryku regresó a un estado aceptable de combate antes que Blaine, que seguía paralizado en el mismo sitio. Cuando las sacudidas del campo de batalla remitieron, Ryku pensó en que aquella era una buena oportunidad de igualar las barras de vida ahora que Blaine estaba centrado en mitigar el dolor que sentía.
Ryku se impulsó hacia adelante y Blaine no pudo contraatacar ni aunque se recompusiera a mitad de camino. Esta vez, Ryku se reservó el Megapuño y envolvió las garras de energía que las alargó y afiló al instante. Decidió pasar las garras por el lateral del cuerpo del Arcanine, donde Ryku creía que haría más daño que de frente, pero los preciados segundo que le costó hacerse a un lado le salió caro.
En el momento en el que el Charizard estaba a punto de clavarle las garras, el Arcanine recuperó la movilidad y las posibilidades de atacar de nuevo. A pesar de ello, Ryku había realizado un inteligente movimiento e impidió que Blaine avanzara o esquivara sin que la cuchillada le diera de algún modo. Solo tenía dos opciones: lanzarse a la piscina de lava para evitar el ataque de Ryku con las consecuencias que acarreaba o contraatacar con todo su cuerpo con fuerza a expensas de caer en la piscina por accidente. Ninguna de las dos opciones era agradable, pero la segunda se veía más beneficiosa y fue la que Blaine tomó.
Blaine se abalanzó sobre Ryku con todo su peso y con el impulso suficiente para hacer un buen daño con su cuerpo. El Charizard se dio cuenta a tiempo y canceló su ataque para protegerse e interponer uno de sus brazos entre él y Blaine. No bastó para que el golpe cuerpo del Arcanine chocara contra él, pero sí para mitigar el daño del impacto. El ataque del can de fuego desequilibró al Charizard y lo mandó al borde del campo de batalla. Ryku reaccionó con habilidad y empleó su brazo libre para efectuar la cuchillada que tenía planeada. No fue todo lo efectiva que deseaba, pero le quitó bastante vida al Arcanine. Y como valor adicional, Ryku se dejó caer de espaldas contra el suelo y cargó con todo el peso del cuerpo del Arcanine y lo lanzó por encima de él hacia la piscina de lava falsa. Blaine no pudo hacer nada y cayó a la piscina. Una salpicadura de lava y unas gotas quemaron ligeramente el cuello del dragón.
Ryku se levantó y se alejó del borde del campo de batalla por si a Blaine se le ocurría volver al instante de la piscina de lava. Ahora mismo jugaba en desventaja, perdiendo vida a cada segundo que pasaba. Ryku observó la pantalla de las barras de vida y vio que tanto la suya como la de Blaine estaban cerca de vaciarse por completo. La del Charizard estaba peor que la del Arcanine, teniendo la suya de color rojo y al veinticinco por ciento mientras que la del can gozaba aún del color amarillo. Ahora, la barra de vida de Blaine se reducía a un ritmo constante, haciendo que su barra amarilla se volviera roja en poco tiempo.
Ryku sabía que, aunque Blaine tuviera dificultades para salir de la piscina, saldría de la lava falsa más pronto que tarde. De modo que se dirigió al centro del campo de batalla como medida de precaución, donde las posibilidades de sufrir quemaduras de la lava falsa eran mínimas. Hubiera elegido quedarse volando en el aire de no ser porque no cayeron en una buena postura cuando cayó al suelo para tirar a Blaine a la lava. Debía estará atento a cualquier ataque sorpresa de su enemigo.
La situación recordó a Ryku a su primer combate de Gimnasio contra Brock después de que el gigantesco Onix se hundiera en la tierra, aunque Blaine no se tomaría el mismo tiempo que Brock bajo el campo de batalla si no quería perder el combate por el baño de lava. Ryku se agachó y tocó el campo de batalla con las zarpas a la vez que agudizaba el oído. Un temblor, un sonido extraño por encima de las burbujas de lava explotando era cuanto necesitaba para ubicar a Blaine y dar con la posición de su posible ataque. Por desgracia, el campo estaba suspendido en el aire y resultaba imposible detectar vibraciones. Y los estallidos de las burbujas camuflaban los posibles movimientos que estuviera efectuando Blaine ahí abajo. Ryku debía concentrarse y no volverse paranoico como en el combate contra Brock. Aquí el tiempo era corto para el rival y no tardaría en reanudar el combate.
Ryku se irguió y miró a un lado después de haber escuchado algo moverse en aquella dirección. ¿Blaine vendría por allí? Era posible, pero quizá era un engaño. Se dio la vuelta, víctima del miedo por haber cometido un error, pero era infundado. En el momento en el que el Charizard se relajó un poco, algo golpeó con una fuerza asombrosa el campo de batalla desde abajo. El terreno se inclinó hacia un lado y Ryku se desequilibró y deslizó por la improvisada pendiente que regreso a su inclinación normal al momento y evitó que Ryku cayera a la piscina. Entonces el joven usó las garras para detener su deslizamiento hacia el borde de la piscina. Ryku se alegró de haber evitado la caída, pero no lo sacó del estado de alerta cuando echó un rápido vistazo detrás de él y vio a Blaine emergiendo de la piscina de lava usando alguno de sus ataques. ¿Sería otro Hiperrayo o una nueva estrella de fuego? Qué importaba. Un golpe era suficiente para activar la Prioridad Humana de su Enlace. Ryku no lo iba a tolerar. Si algo había aprendido de los combates que había realizado, era que, contra menos vida tenía, más peligroso e imprevisible se volvía.
Y aquella vez no fue una excepción.
Ryku se soltó de su agarre al campo de batalla y se dejó llevar por la fuerza de la gravedad hasta situarse casi cara a cara con Blaine. Entonces, el Arcanine disparó su ataque, una bola de fuego que se acrecentaba a medida que avanzaba. Ryku agarró al Arcanine por el espeso pelaje blanquecino y lo uso de escudo ante la explosión de la bola de fuego al contacto con el campo de batalla. Ryku y Blaine se elevaron varios metros llevados por la onda expansiva. En al aire, Ryku corrigió su posición con la del Arcanine, colocando al can justo debajo de él.
—Deberías apuntar mejor —se burló Ryku, aunque el ruido del estallido acompañado de la onda expansiva apagó el insulto del joven hacia el anciano.
Ryku empujó con fuerza al Arcanine y lo lanzó contra el campo de batalla. La caída dispersó el humo resultante de la explosión y se escuchó como el Arcanine impactaba con brusquedad contra el suelo, incapacitándolo unos instantes. Blaine intentó que su cuerpo reaccionara, pero ni siquiera tuvo la posibilidad de impulsarse con alguna parte de su cuerpo cuando Ryku cayó sobre él asestándole un Megapuño directo en el pecho. La sorpresa de la ofensiva del Charizard impidió que al menos mitigara el daño de alguna forma, y el puñetazo fue decisivo.
Apenas un par de segundos después de haber recibido el último golpe, el cuerpo del Arcanine se puso a brillar, lo que obligó a Ryku a evitar la onda expansiva de la Prioridad Humana que protegía a la persona de cualquier daño próximo. Ryku se cubrió la vista mientras el brillo duraba. Cuando acabó, el joven vio al anciano levantarse de un suelo que no mostraba un buen estado con grietas a su alrededor (aunque parecían más desperfectos superficiales) y recolocarse las gafas. Un sonido procedente de la gran pantalla sobresaltó al joven, el cual se quedó mirando como la imagen que se mostraba era la de su Enlace rodeado de la palabra «vencedor». Con eso, Ryku se sentó en el suelo a la vez que su Enlace se desactivaba automáticamente por el fin del combate.
—Creo que noto el dolor de los puñetazos que he dado —dijo Ryku sacudiendo la mano.
—Ha sido un muy buen combate para tratarse de Enlaces del mismo tipo —opinó Blaine después de sacudirse el polvo de la ropa—, aunque tampoco esperaba menos del Enlace de un Charizard. Hice bien de escoger a mi Arcanine para esta pelea.
Ryku se levantó.
—No me he olvidado de lo que me dijiste, Blaine. Te falta una pregunta por responderme.
—Por supuesto, por supuesto —rio Blaine—. Soy un anciano de palabra, pero ¿te importa recordarme cuál era la pregunta?
—El Enlace del Arcanine. ¿Por qué lo escogiste para luchar contra mi Enlace del Charizard? ¿Es el más poderoso de los que tienes?
—Ah, ya. Escogí ese Enlace porque es el más equilibrado que poseo. Necesitaba un Pokémon rápido y poderoso para luchar contra un Charizard en igualdad de condiciones. Podría considerar al Arcanine como mi Enlace más poderoso por su equilibrio de poder, pero los otros tres Enlaces que poseo tienen algo que superan a mi preciado can de fuego.
—¿Puedo saber cuáles son? —curioseó Ryku—. Ya conozco dos: Arcanine y Rapidash.
—Magmar, Ninetales y Flareon —contestó Blaine—. El primero es el que usé en el duelo con tu amigo Dylan. Alta potencia de fuego, velocidad y resistencia.
—Vaya, son casi todos los Pokémon de tipo fuego que viven en Kanto —observó Ryku.
—Así es. Me hubiera gustado entrenar también a un Charmander para tener un Charizard y así completar la colección, pero no soporto el orgullo en nadie, ni siquiera en los Pokémon. Por eso admiro a los entrenadores que tienen el Enlace de uno. Tenéis una paciencia envidiable para llegar hasta el final.
Ryku ladeó la cabeza.
—¿Has conocido a otros entrenadores con Enlaces de Charizard? En Kanto parezco el único.
—Esos Enlaces no son populares en esta región, pero sí en Johto —señaló Blaine—. Allí hay un club exclusivo para los entrenadores de Enlace de Charizard, ¿sabes? Quizá deberías hacerles una visita si alguna vez viajas a Johto.
—Lo tendré en cuenta —dijo Ryku. «Después de todo, tendré que ir para visitar a Antorcha».
—Vamos, he de entregarte mi medalla, así como la recompensa en Monedas de Combate por vencerme. Volvamos a la casa.
—Esto, ¿Blaine?
Ryku miró el campo de batalla. Había un gran espacio que los separaba de tierra firme que no se podía superar de un salto. Blaine captó la indirecta.
—Cierto. Yo me encargo.
Blaine hizo unos gestos al aire. Acto seguido, la sala empezó a temblar y se abrieron unos compartimentos a la altura del campo de batalla. De ellos aparecieron unas plataformas de acero o algún material metálico que se cerraron y se clavaron en el campo de batalla para inmovilizarlo. Ahora la sala tenía una nueva y curiosa fuente de luz al bloquear la que emitía la piscina de lava.
—Guau. ¿Tus instalaciones funcionan mediante gestos? —preguntó Ryku.
Blaine rio.
—Para nada. Utilizo las cámaras que transmiten el combate para dar órdenes a Keith, que se encuentra en el panel de control de la casa ahora mismo.
Ryku asintió. Antes de entrar en el pasillo que conducía a la puerta de salida, el anciano hizo un nuevo gesto que indicaba a Keith que abriera el compartimento de los brazaletes. Ryku intercambió el dorado por el negro y abandonó la sala junto a Blaine.
Los dos se dirigieron a una habitación en la planta más alta de la casa. En ella había un escritorio con muchos papeles, dos sillas, un archivador y algunos títulos académicos enmarcados en las paredes, así como fotos del líder de Gimnasio en su juventud.
—Perdona por el desorden —se disculpó Blaine—. Se acerca el fin de la temporada de entrega de medallas y tengo que preparar el papeleo para antes de que empiece la Liga Pokémon.
El anciano le pidió que tomara asiento mientras iba a buscar la medalla y preparaba el resto de recompensas. Ryku se preguntó cuántas Monedas de Combate daba Blaine después de la interesante suma que recibió de manos de Sabrina en su combate. Al cabo de un par de minutos, Blaine regresó con una pequeña caja transparente que dejó en el escritorio después de apartar los papeles que había en esos momentos. Ryku vio dentro una medalla con la forma de una llama sobre una almohada.
—Yo, Blaine, líder del Gimnasio de isla Canela, te hago entrega de la medalla Volcán como prueba de tu victoria, así como una recompensa en Monedas de Combate.
El anciano pulsó un botón escondido en el escritorio y Ryku escuchó la alerta de su brazalete indicándole que había recibido un ingreso de Monedas de Combate. El joven echó una rápida ojeada al dinero obtenido y se quedó atónito cuando vio que su monedero ya tenía una cantidad de Monedas de Combate de seis cifras.
—Gracias, Blaine —dijo Ryku a la vez que recogía la medalla Volcán. Se quedó unos segundos admirando la silueta roja de la llama y luego la guardó donde no pudiera perderla.
—Tengo otra recompensa para ti —dijo Blaine. Era la primera vez que Ryku iba a recibir algo más de un líder de Gimnasio aparte de la medalla y las Monedas de Combate—. No estoy obligado a dárselo a nadie, pero sé que tú le darás un gran uso. Toma.
Ryku recibió un pequeño disco de superficie naranja como el fuego. Una Máquina Técnica.
—¿Qué movimiento es? —preguntó Ryku.
—Instálalo y lo sabrás.
Ryku asintió y no esperó ni dos segundos en insertar la Máquina Técnica en el módulo correspondiente del brazalete. Una ventana apareció a los pocos segundos en la pantalla del brazalete que informó de la compatibilidad del movimiento con el Enlace y preguntó si deseaba instalarlo. Ryku aceptó y se inició el registro del ataque Llamarada al set del brazalete.
—No lo conozco —dijo Ryku.
—¿Seguro? —preguntó Blaine un tanto sorprendido—. Lo he usado en nuestro combate. ¿Recuerdas la estrella de fuego? —Ryku asintió. Cómo olvidarse del infierno que sufrió con esa estrella—. Era el movimiento Llamarada. Uno de los ataques tipo fuego más poderosos.
El brazalete de Ryku pitó y expulsó el disco rojo del lector de Máquinas Técnicas. Ryku terminó de extraer el disco y pretendió devolvérselo a Blaine, pero el anciano se negó a recogerlo.
—Esa Máquina Técnica es tuya. Te servirá de recuerdo del combate que hemos tenido. Seguro que es más efectiva que la medalla.
Blaine rio y Ryku meneó la cabeza como si no le hubiera hecho gracia, pero a su vez sí. Después de eso, Blaine guardó la caja y acompañó a Ryku a reunirse con sus amigos.
Dylan y Cetile felicitaron a Ryku nada más lo vieron por el pasillo. Ambos estaban muy animados por el impresionante combate que habían presenciado a través del televisor. Dylan devolvió el estuche de medallas a Ryku y él colocó la medalla Volcán junto a las demás. Ahora el estuche estaba casi completado.
—Enhorabuena, Ryku. Ya tienes tantas medallas como yo —dijo Dylan—. Sabía que lo conseguirías.
—Gracias, Dylan.
—Oye, Blaine, ¿cuándo te cambiaste el Enlace? No hace mucho que luché contra ti y no fue contra un Arcanine.
—Ah, claro, tú no me lo preguntaste —dijo Blaine—. Piensa que soy como Koga, con la excepción de que yo no permito que la suerte juegue un papel.
—Lo pillo. Tienes un montón de Enlaces y escoges el más adecuado para la batalla —dedujo Dylan.
—Chico perspicaz.
—Más bien chico que usa la lógica —contrapuso Dylan—. Bueno, ¿nos quedamos un poco más o volvemos al albergue?
—Lo segundo —contestó Ryku—. Dejé claro que no soporto lo turística que es la ciudad y lo mantengo. Quiero marcharme cuanto antes.
—Vaya, creía que esa molestia solo la tenía este viejo cascarrabias —sonrió Blaine—. En fin, vuelvo al trabajo. Queda bastante día por delante y seguro que viene otro entrenador a desafiarme. No olvidéis la promesa que me hicisteis.
—Seremos una tumba —prometieron los tres.
Dicho esto, Ryku, Dylan y Cetile se despidieron de Blaine y Keith y se regresaron a la ciudad.
Ryku se peleó con las pertenencias que se negaban a entrar en la mochila. Su mayor reto fue el pijama. Llevaba casi diez minutos sacando otras prendas y doblándolas de otras maneras para hacer un hueco, pero era inútil. Frustrado, Ryku tiró el pijama sobre la cama y dejó la mochila a medio hacer para quedarse mirando las calles de la ciudad por la ventana de su habitación.
—Gano uno de los combates más intensos de mi carrera como entrenador de Enlace y pierdo contra mi propia ropa. Qué humillante.
Ryku miró al cielo y vio el sol descendiendo. Faltaban muchas horas para que desapareciera por el horizonte, pero ya indicaba que era más de mediodía.
—Pronto será la hora de comer, aunque…
Por seguridad, Ryku echó una ojeada al reloj del brazalete y comprobó la hora exacta. Tal y como suponía, no quedaba mucho antes de que abriera el comedor del albergue, pero sí bastante como para seguir luchando para meter sus cosas en la mochila, algo que no le apetecía seguir. Necesitaba distraerse con otra cosa.
Ryku volvió a mirar la pantalla de su brazalete y seleccionó la grabadora del módulo Holomisor. Hacía tiempo que no grababa un vídeo para comunicarle a sus padres cómo le iba el viaje. ¿Cuándo fue la última vez que lo hizo? Puede que desde que se hizo con la medalla de Erika o incluso antes. No recordaba la fecha exacta. Ryku puso el dedo al borde de pulsar el botón táctil de grabar, pero luego decidió no mandar ningún vídeo a sus padres. Tenía una idea mejor y necesitaba del apoyo de sus amigos.
Una hora más tarde, el comedor del albergue abrió sus puertas y los huéspedes fueron entrando y eligiendo la comida de la barra libre. Ryku, Dylan y Cetile escogieron sus platos preferidos y se sentaron en una mesa cerca de la televisión. Esta no tenía volumen, pero las imágenes bastaban para ver qué sucedía en el resto de la región. Ryku se extrañó de que en las noticias no hablaran de la horda de Charizard que debió asolar Kanto hace tan solo un día. Quizá los Ditto no habían escogido la región más cercana como su destino. De todas formas, había otros asuntos más importantes de los que hablar.
—Eh, Ryku —llamó la atención Dylan—. Ya sé que no te gusta quedarte mucho más en la ciudad, pero ¿tienes algún sitio nuevo al que ir? Ya nos hemos recorrido todo Kanto y has conseguido todas las medallas que se pueden obtener ahora mismo. Así que, ¿cuál es el plan?
Ryku sonrió. Dylan se había adelantado al tema que quería tratar con sus amigos.
—Pues mira, se me ocurre un sitio al que no habéis estado.
—Ah, ¿sí? ¿Y cuál es? —preguntó Dylan, intrigado.
—Pueblo Paleta.
Dylan se quedó unos segundos recordando las ciudades y pueblos que había visitado en el pasado.
—Es verdad, me había olvidado de que eres de allí. A mí me vale: cuanto más cerca estemos del Gimnasio de ciudad Verde, mejor. Y por una vez, tú serás el guía turístico.
Ryku sonrió.
—Claro. Aunque ya adelanto que no hay mucho que visitar. Pueblo Paleta es pequeño y la mayor parte de su terreno son campos.
—Seguro que habrá algo que hacer. ¿No vive allí la profesora Dalia? Siempre está bien escuchar a una experta en Pokémon. Y con un poco suerte podría hacerme con un módulo Pokédex como el que tú tienes —dijo Dylan entusiasmado.
—Es verdad. Pero Dalia es alguien muy ocupada y quizá no acepte visitas.
«Menos si se entera de los Ditto antes que nosotros».
—Por probar, que no quede, ¿no? De todas formas, hasta que abra el Gimnasio vamos a tener tiempo de sobras.
—Entonces, ¿está decidido? —se quiso asegurar Ryku—. ¿Qué dices tú, Cetile?
—Ya me habíais convencido cuando mencionasteis a la profesora Dalia. No me perdería unas lecciones sobre Pokémon de tipo planta de su parte por nada del mundo.
—Genial —se alegró Ryku—. Solo hay un pequeño problema: pueblo Paleta no tiene un STA donde aterrizar y el más cercano es el de ciudad Verde y no tocaría dar un rodeo innecesario.
—¿Se te ocurre uno mejor? —preguntó Dylan.
—No sé si mejor, pero sí que será más rápido. Pueblo Paleta tiene una playa cerca, lo que significa que podemos llegar allí por mar. Y si mal no recuerdo, esa zona marítima es la Ruta 21, con lo que solo tendremos que recorrerla y en unas pocas horas volveremos a estar en la región.
—Espero que no volvamos a tener un mal tiempo. He visto esa ruta en los mapas y no hay ninguna islilla donde resguardarnos —señaló Dylan un tanto preocupado.
—Tampoco estaremos mucho tiempo en el agua —alentó Ryku—. Si has visto como es esa ruta, es como ir en línea recta hacia el norte. Y no nos perderemos siquiera porque es una ruta marcada.
—Lo decía más por Cetile que por mí. Ya sabes que tú irás volando y yo no tendré problemas al nadar.
—No os preocupéis por mí, ya me he acostumbrado a montar en el caparazón de un Blastoise —rio Cetile—. Además, cuento con el chubasquero que me regaló Blanche para no mojarme.
—Bueno, si Cetile lo ve bien, entonces queda decidido. Solo falta una cosa más por aclarar, ¿partimos después de comer o esperamos a mañana?
Ryku pensó en la mejor respuesta. Tras recordar que aún tenía el pijama fuera de la mochila, escogió salir de isla Canela al día siguiente a primera hora.
Chapter 32: Una Parada en Casa
Chapter Text
La suerte no acompañó a Ryku, Dylan y Cetile en el día de su partida. El cielo estaba nublado y con claras intenciones de lluvia.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Dylan—. Esperamos a que se despeje o nos arriesgamos a mojarnos.
—Depende de si la lluvia es fuerte o no —dijo Ryku—. Si es lo primero, esperamos. No debemos experimentar otra vez una tormenta en mitad del mar. Si es lo segundo, lo podemos aguantar. La Ruta 21 es corta y directa y no nos llevaría muchas horas.
—Bueno, antes habría que confirmar que va a llover. En las noticias no dieron muchas probabilidades —aclaró Dylan—. Aun así, puedo navegar con cualquier clima en el mar.
—Recuerda que irá Cetile encima de ti. ¿Qué opinas, Cetile?
Ryku se dio la vuelta y vio a su amiga ya con el chubasquero puesto. Hace unos segundos ni siquiera lo había sacado de su mochila.
—¿Cuándo te has…? —preguntó Ryku desconcertado.
—Mientras mirabais el cielo —respondió ella mientras se recolocaba el chubasquero—. Confío en Dylan y si dice que no cree que lloverá, es que no lloverá.
—Entonces, ¿estás bien con que sigamos con el plan? —preguntó Ryku. Cetile asintió tras ponerse la capucha—. Muy bien. En marcha.
Ryku se adelantó y activó su Enlace. Luego Dylan hizo lo mismo y ayudó a Cetile a subirse al caparazón mientras se adentraba en el mar. Cuando los dos estuvieron flotando en agua, dieron la señal a Ryku y empezaron el viaje marítimo.
La Ruta 21 era tranquila en cuanto a encuentros con Pokémon salvajes porque a estos les gustaba más permanecer bajo el mar que subir a la superficie para atacar a alguien despistado. Y con el mal tiempo que hacía, era todavía más seguro.
El viento obligaba a Ryku a dedicar parte de sus fuerzas en mantener el equilibrio y seguir el ritmo a sus amigos. A veces, la dirección cambiaba de repente y le hacía parecer un novato en su primera clase de vuelo. Pasó un rato hasta que le diera una tregua. En el agua, Dylan solo debía vigilar los altibajos que hacía entre las olas y evitar que Cetile se mareara con turbulencias innecesarias.
Al cabo de un par de horas, el cielo empezó a despejarse y el grupo pudo continuar el viaje sin tener que luchar contra el temporal, aunque el mar siguió encrespado más tiempo y Cetile verificó la utilidad del chubasquero.
Más tarde, Dylan y Cetile tuvieron encuentros esporádicos con bancos de arena que sobresalían como pequeños puntos del agua que no se podían considerar islillas, aunque había algunos lo bastante extensos como para tener a pescadores trabajando.
—Dylan, ten cuidado. Cuanto más te acerques a la playa, menos movilidad tendrás para nadar —advirtió Ryku desde lo alto.
—Ya me he dado cuenta. A veces noto como araño la arena de debajo. ¿Significa que ya estamos a punto de pisar tierra firme?
—Sí. Llegaremos a la playa en unos diez minutos.
Tal y como Ryku había calculado, pisaron la arena caliente de la playa de pueblo Paleta en el tiempo especificado. Ryku fue el primero en aterrizar y desactivar su Enlace. Quería tumbarse a descansar, pero prefirió aguantar un poco hasta que hubiera hierba en vez de arena en el suelo. Así se daba espacio para calmar su espalda de la sensación de conservar las alas. Entretanto, Dylan avanzó agazapado hasta que Cetile pudo desmontarlo sin mojarse los pies y luego se levantó y desactivó su Enlace.
—Eres un buen navegante, Dylan, pero penoso en evitar que tus pasajeros acaben empapados —dijo Cetile mientras se sacudía el agua del chubasquero.
—Te juro que lo he intentado, solo que el mar no me lo ha permitido.
Ryku miró alrededor y observó nostálgico las decenas de metros de arena y las rocas que había en cada extremo. No visitaba la playa desde que Antorcha evolucionó a su fase final. Viejos recuerdos vinieron a la cabeza del joven y se solaparon con la realidad, creando siluetas ficticias de sí mismo y Antorcha como un Charmeleon entrenando y peleando contra los Pokémon de agua que nadaban cerca de la orilla. El mejor lugar donde mermar su orgullo y entrenarlo como era debido.
—¿Hola? Tierra llamando a Ryku.
La voz de Dylan y el sonido de un chasquido de dedos desvaneció el recuerdo de Ryku y trajo al chico de vuelta a la realidad.
—¿Q-Qué pasa? —dijo como si estuviera desorientado.
—Te he preguntado cuánta distancia hay desde la playa hasta pueblo Paleta —repitió Dylan—. ¿Qué estabas mirando que te ha dejado ensimismado?
—Oh, nada importante —respondió Ryku sonrojado—. Es solo que hacía tiempo que no venía a esta playa y…
Dylan miró en la misma dirección que Ryku cuando estaba sumiso en sus pensamientos y no le costó mucho darse cuenta de lo que estaba aconteciendo.
—Ya entiendo —dijo con una sonrisa malévola—, estabas recordando algo que te ocurrió aquí, ¿verdad? Sí, seguro que es eso. Déjame adivinar…
—No es necesario que…
Dylan cortó a Ryku levantando un dedo.
—Tuvo que ser algo digno de recordar, está claro. ¿Algo divertido? Puede, pero no estabas sonriendo ni aguantándote la risa. ¿Algo impresionante? Lo dudo, sobre todo si nos fijamos hacia dónde dirigías la mirada. Debió ser algo único, algo de lo que te sientas… no sé, orgulloso de lo que conseguiste.
—¿Quieres dejar de actuar como si fueras un detective? He dicho que no fue nada importante —protestó Ryku. Estaba más ruborizado que antes.
—¡Ya sé! —continuó Dylan ignorando las palabras de su amigo—. Es porque aquí debiste realizar parte del entrenamiento de tu Pokémon de Enlace, ¿verdad?
Entonces Ryku se calmó y el rubor de su rostro desapareció. Se había dado cuenta de que no necesitaba avergonzarse por ello.
—Vale, lo admito —confesó Ryku—. Pero es algo que ya deberías saber. ¿Has olvidado la conversación que tuvimos sobre nuestros Pokémon cuando nos dirigíamos a ciudad Carmín y pasamos por la guardería Pokémon?
—A diferencia de lo que yo conté, tú no explicaste ninguna anécdota que estuviera relacionada directamente con el entrenamiento de tu Pokémon. Solo algunas graciosas del día a día con él.
—¿Por qué te interesa tanto conocer el entrenamiento que hice con Antorcha? —inquirió Ryku—. ¿Tan atrayente es educar a un Charmander para convertirlo en un Charizard?
—Teniendo en cuenta que en Kanto no se suele entrenar a ese Pokémon, pues sí. Además —añadió Dylan—, seguro que hasta Cetile estará encantada de conocer esa historia.
—No creo que a ella… —Ryku no terminó la frase cuando miró a su amiga y la vio con la típica cara de emoción cuando estaba envuelta de flores, árboles y Pokémon de tipo planta. Ryku suspiró, abatido por no tener una vía de escape—. Está bien, os contaré una anécdota que tuve con Antorcha en esta playa. Pero solo una, ¿vale? Me gustaría llegar a casa para comer.
Dylan y Cetile asintieron y Ryku los llevó a la zona de la playa donde tuvo aquel recuerdo. Una vez allí, explicó que traía a Antorcha en su segunda fase evolutiva a la playa porque era el terreno perfecto y más cercano donde podía controlarlo y debilitar su orgullo a partes iguales. Gracias a que estaban en la orilla, las llamas de Antorcha no incendiarían nada próximo durante los combates, y mermaba su orgullo haciéndolo luchar contra los Pokémon de tipo agua que se acercaban a la orilla tras oír sus rugidos de desafío. Ryku contó que las primeras veces que venía no le daba órdenes a modo de lección como le recomendó la profesora Dalia. No explicó cuántas veces realizó esa técnica, pero sí la que hizo que Antorcha aceptara entrenarlo.
—Perdió estrepitosamente contra un Tentacruel —dijo Ryku con rostro serio—. Fue doloroso ver cómo ese Pokémon zarandeaba a Antorcha con sus tentáculos y lo estampaba contra la arena. Si no lo hubiera metido en su Pokéball para protegerlo, hubiera acabado muy mal y puede que no tuviera su Enlace. Sin embargo, era necesario que experimentara esa derrota para continuar con el adiestramiento.
—Comprendo la estrategia que empleaste: querías que Antorcha supiera de primera mano que no era poderoso ni invencible para luego fortalecerlo tú y ganarte su respeto —señaló Dylan.
Ryku rio.
—Nunca gané su respeto. Todavía me queda camino para conseguir ese logro. Pero sí alcancé el siguiente objetivo del entrenamiento, que era el que acabas de comentar: fortalecer a Antorcha. Todo con el único propósito de luchar de nuevo contra aquel Tentacruel y derrotarlo con tan solo unas heridas leves. Después de varios años, alcanzamos esa meta. Y después…
—Antorcha evolucionó a Charizard —acabó la frase Dylan.
Ryku asintió.
—Después de eso vino lo que ya te conté: establecí un Enlace con él y luego Antorcha me entrenó para dominar el cuerpo de un Charizard. —Ryku suspiró después de sentir que se había quitado un peso de encima—. Bien, así concluye la anécdota de la playa. Hayáis tenido suficiente o no, nos vamos.
—Un momento —saltó de la nada Cetile—. Ryku, gracias por contarme esa historia, pero ahora también quiero que Dylan cuente cuánto le costó convertir a su Pokémon en un Blastoise.
—¿Qué? ¿Ahora quieres que sea yo el que hable? —preguntó Dylan sobresaltado.
—Claro. Ahora que conozco un poco sobre el entrenamiento de Ryku, también me gustaría saber un poco sobre el tuyo. ¿No sería injusto que te lo reservaras?
—Para nada. Ryku ya está al corriente del entrenamiento que le hice a mi Squirtle para evolucionarlo, ¿verdad, Ryku? —El joven asintió—. ¿Ves? Además, esto lo he hecho como una pequeña venganza por su insistencia a cierto evento que me ocurrió en la Ruta 8.
—¿En serio me has hecho explicar el entrenamiento de Antorcha por eso? —preguntó Ryku muy molesto. Dylan asintió y casi se sintió culpable tras revelar el motivo—. Mira que ya te vale.
—Aun así, tampoco me incomoda hablar de ello —continuó Dylan—. Puedo explicarte algunas cosas mientras nos dirigimos a pueblo Paleta, pero, a cambio, tú también narrarás el entrenamiento de tu Venusaur. ¿Trato?
—Trato.
Durante el trayecto que separaba la playa de pueblo Paleta, Cetile y Dylan conversaron sobre los entrenamientos de sus respectivos Pokémon. Ryku se mantuvo aislado de la charla hasta que le tocaba hablar a Cetile. Sus historias sobre cómo entrenó a su Bulbasaur eran más interesantes que las de Dylan, pues ella también tuvo que pasar por alguna fase adicional más allá de conocer las debilidades y fortalezas de su Pokémon y emplearlas en combate. Cetile explicó que, además de eso, tenía que cuidar a su Bulbasaur como si de una planta se tratara. Los entrenamientos que solo se enfocaban en dominar movimientos los hacía en días soleados y, a veces, en plenas lluvias. También regaba constantemente el bulbo de su espalda y procuraba mejorar en todo momento la relación con su Pokémon. Así logró que evolucionara a Ivysaur. El entrenamiento de la segunda fase evolutiva no varió mucho de la primera, donde la máxima diferencia era que el Ivysaur estaba más preparado para combatir más a menudo que siendo un Bulbasaur, lo que suponía una aceleración en el progreso de alcanzar la fase final. Con la ayuda de Erika, no tardó en evolucionar a Venusaur. A partir de ahí la historia se asemejó a la de Dylan y Ryku con lo difícil que fue liberar a su Pokémon después de obtener su Enlace.
—¿Y no le pusiste ningún mote a tu Venusaur? —inquirió Dylan—. No lo has mencionado en ningún momento.
—No lo preguntaste —respondió Cetile—. Y tampoco te has molestado en decirme el nombre de tu Blastoise.
—Pues es verdad —se dio cuenta Dylan—. Vale, entonces diré yo el nombre del mío y luego tú, ¿de acuerdo? —Cetile asintió—. Mi Blastoise responde al nombre de Hidrocan.
—El mío, al de Flosdres.
—Curioso, el nombre que le pusiste a tu Venusaur es el que menos se relaciona con alguna característica de este.
—No te creas. Basé el nombre íntegramente en la planta de su espalda, solo que intenté que no sonara tan obvio. Igual hiciste tú a la hora de llamar Hidrocan a tu Blastoise, ¿no?
—En parte. Yo sí le puse un nombre sin tratar de disimularlo. Simple y a la vez llamativo. Al menos así lo veía de pequeño.
—Chicos —avisó Ryku a sus amigos—, hemos llegado.
El grupo divisó pueblo Paleta no muy lejos de donde se encontraban. Ya podían ver las casas que los componían y los verdes terrenos sobre los cuales estaban edificadas. Las casas compartían la misma estructura: un tejado triangular de color rojo, paredes blancas y dos pisos. Aun así, había algún que otro que destacaba al menos en su forma, como era el caso de una granja no muy alejada del pueblo. El único edificio que parecía no pertenecer al pueblo era uno rectangular de tejado liso color beige con una chimenea roja y hasta cuatro pisos en lo alto de una pendiente. Daba la sensación de que quien viviera allí era la persona más importante del pueblo.
—Solo es el laboratorio de la profesora Dalia —reveló Ryku—. No es la persona más importante del pueblo ni mucho menos.
—Pero es una Profesora Pokémon. Algo de importancia tiene —contrapuso Dylan.
—No se te ocurra decir eso delante de ella —aconsejó Ryku—. Dalia no se vino a vivir al pueblo solo por encontrar un lugar donde realizar sus investigaciones, sino porque también es un lugar tranquilo. Ella no busca fama de ningún tipo.
—Vale. No tratarla como si de una persona importante se tratara. Entendido.
Nada más entrar en el pueblo, la gente no tardó en reconocer a Ryku y dejaron sus tareas para saludarle. Dylan y Cetile se quedaron perplejos ante la inmensa popularidad que tenía su amigo en el pueblo. No obstante, Ryku intentó que la gente no se mostrara tan alegre de volverlo a ver y dar una sorpresa a sus padres con su regreso. La gente captó su intención y se contuvo, pero no sus hijos. A ellos Ryku les tuvo que dedicar algo más de tiempo, en especial al hermano de Horti, que tenía un Pidgey en el hombro.
Ryku se paró frente a su casa, cuyo jardín gozaba de un árbol con un tronco grueso que invitaba a pasar el día bajo sus ramas. Ryku abrió la pequeña puerta del vallado que dividía la hierba del jardín de la que decoraba el camino y recorrió el sendero adoquinado hacia la puerta azul. Esperó unos segundos para tocar el timbre.
Medio minuto después, se oyeron las pisadas de alguien dirigiéndose a la puerta. Al abrirse, una mujer de cabello castaño recogido en una coleta y ojos marrones se plantó en el umbral. Por un momento, la mujer no reconoció a Ryku por haberse fijado antes en Dylan y Cetile que en él, pero cuando lo hizo, se llevó las manos a la boca.
—Hola, mamá —saludó Ryku.
—Ryku, has vuelto —dijo su madre conteniendo una lágrima—. Cuánto me alegro de volver a verte. ¿Por qué no avisaste de que venías?
—Quería que fuera una sorpresa.
—Vaya si lo ha sido. Incluso vienes acompañado. ¿Quiénes son estos jovencitos?
—Ellos son Dylan —presentó primero Ryku y esperó a que su amigo terminara su saludo—. Y Cetile. —La chica hizo una tímida reverencia.
—¿Dylan, dices? Es ese amigo que hiciste cuando empezaste tu viaje, ¿no? —se quiso asegurar la madre de Ryku. Él asintió—. Encantada de conocerte en persona, Dylan. Y a ti también, Cetile, mi hijo no me ha hablado mucho de vosotros, lo justo para saber quiénes sois.
—No pasa nada. Seguro que Ryku explicaba cosas que os serían más interesante de escuchar —dijo Dylan sin darle importancia—. Vamos, creo que es más relevante ver cómo recolecta medallas que lo que hagan sus compañeros de viaje.
—Cierto, pero eso no significa que no desee conoceros —repuso la mujer—. Adelante, pasad. Debéis estar agotados de vuestras andaduras. Sentíos como en casa.
Dylan y Cetile entraron en la casa y se pusieron a explorar la planta baja. Ryku entró más tarde y se quedó un momento a solas con su madre.
—¿Dónde está papá? —preguntó Ryku.
—En el jardín trasero jugando con Aradya.
—¿Aradya? ¿Quién es?
—Una pequeña sorpresa que tu padre y yo nos guardamos para cuando volvieras a casa —sonrió su madre—. Sabíamos que pasarías por casa el algún punto de tu viaje, pero no cuándo.
—Ya veo…
—Voy a preparar la comida, que hoy hay bocas extra que alimentar —sentenció la madre de Ryku—. ¿Por qué no presentas a tu padre a tus amigos? Seguro que está tan distraído con Aradya que no se habrá dado cuenta de que tenemos invitados.
—Claro. Tengo mucha curiosidad por conocer a Aradya, sea quien sea, si papá se divierte con ella… o él.
—Seguro que os lleváis bien. Ya lo verás.
Dicho esto, la madre de Ryku se dirigió a la cocina y él se reunió con sus amigos en el salón, los cuales miraban atónitos a su alrededor. Los tres dejaron las mochilas en el sofá.
—Caray, Ryku, aun sabiendo que es una casa rural, cualquiera lo compararía con una mansión —opinó Dylan.
—Diría que es hasta más grande que mi casa —añadió Cetile.
—¿No estáis exagerando? Todas las casas del pueblo son así —replicó Ryku—. Ninguna tiene nada que sea impresionante. La mansión de Koga le da mil vueltas a mi casa.
—Ya, pero es la impresión que da.
—Pues me hacéis dudar si debo enseñaros mi habitación —bromeó Ryku—. De hecho, creo que lo dejaremos para luego. Mi padre está en el jardín de atrás con alguien llamado Aradya. Es la primera vez que escucho ese nombre, así que me pica la curiosidad.
Ryku condujo a Dylan y Cetile a la parte trasera de la casa y salieron por una amplia puerta de cristal al jardín trasero. Allí estaba su padre, un hombre de pelo corto y negro, barba bien afeitada y ojos marrones que vestía una camisa de rayas y unos pantalones azules. El hombre estaba agazapado y acariciando la hierba del suelo.
—¡Papá! —llamó Ryku.
El hombre detuvo su actividad, se levantó y se giró. Se llevó las manos a la cintura y esbozó una enorme sonrisa.
—Pero mira quién ha vuelto a casa —dijo sin disminuir su sonrisa. Se acercó al grupo y acarició el pelo de su hijo, desgreñándolo en el proceso—. Ni más ni menos que el coleccionista de medallas —rio—. Espero que en el proceso hubieras hecho caso de mis advertencias.
—Lo hice, papá, lo hice —respondió Ryku zafándose de la caricia de su padre—. Ya puedes dejar que recupere el aire.
El padre de Ryku rio de nuevo y liberó a su hijo de sus brazos.
—Vas a tener que contarme lo que has vivido en tu viaje. Y también algún que otro combate de Gimnasio. Quiero saber cuán fuerte te has vuelto con el Enlace de Antorcha.
—Luego, cuando mamá no esté ocupada —pospuso Ryku—. Ahora me gustaría presentarte a mis amigos…
—Dylan y Cetile, ¿verdad? —dijo su padre directamente—. Deben serlo. Son las únicas personas de las que nos dijiste que te acompañaban en el viaje. A menos que hubiera alguien más que después se separara del grupo.
—No, ellos son los únicos que han estado conmigo todo el camino. Bueno, Dylan, en realidad. Cetile se unió quizá a la mitad.
—Comprendo. —El hombre se calmó un poco—. En fin, me alegro de conoceros en persona, chicos. Espero que vuestra estancia en pueblo Paleta os sea agradable.
—Por ahora lo es, señor —comentó Cetile.
—Genial.
Hubo un corto silencio que Ryku rompió cambiando de tema.
—Oye, papá, mamá ha dicho que estabas jugando con alguien llamado Aradya. ¿Quién es?
—Ah, ¿no te lo ha contado? —preguntó el padre de Ryku un tanto sorprendido. El joven negó con la cabeza—. En ese caso, me toca presentarte a alguien.
El padre de Ryku se dio la vuelta y llamó a Aradya como quien llamaba a cualquier Pokémon mascota. Entonces Ryku comprendió la sorpresa que mencionaba su madre. Sus padres habían comprado o adoptado un Pokémon que habían registrado como Pokémon mascota. Se preguntó cuál sería, pero no se molestó en pensar en las opciones cuando su padre se agachó, cogió algo entre sus brazos y se dio la vuelta.
—Ryku, te presento a Aradya, el nuevo miembro de la familia.
Era un Eevee. Aquel pequeño zorrillo de orejas puntiagudas, pelaje color café, cola como la punta de un pincel con una mancha de color crema y una suave y espesa melena alrededor. Lo único que diferenciaba a ese Eevee del resto de los de su especie era un diminuto lazo rosa pálido cerca de su oreja izquierda.
Aradya miró curiosa a los tres jóvenes con sus ojos marrones, como si los estudiara desde la distancia. Ladeaba en ocasiones la cabeza. El padre de Ryku le informó de quiénes eran y eso ayudó mucho a la pequeña Eevee a tomar una decisión sobre cómo comportarse frente a aquellos supuestos desconocidos. Soltó su clásico sonido Pokémon y se puso muy contenta de verlos.
—Es un poco desconfiada al principio —dijo el padre de Ryku—, pero luego no tarda en revelar su verdadera personalidad. Es inteligente, alegre, cariñosa y muy, pero que muy juguetona. ¿Verdad, Aradya?
La Eevee respondió con agradable chillido.
—¿Hace cuánto que la tenéis? —inquirió Ryku—. Mamá dijo que me la mantuvisteis en secreto.
—Oh, hace bastante que forma parte de la familia. Si mal no recuerdo, llegó poco después del accidente del S.S. Anne.
El padre de Ryku dejó a Aradya en el suelo y la Eevee se acercó a Cetile y Dylan con la intención de jugar con ellos mientras recibía alguna que otra caricia.
—¿Y por qué la comprasteis? —preguntó Ryku—. Desde luego esta es la sorpresa que menos me esperaba recibir cuando regresara.
—¿Comprar? —repitió su padre como si la palabra le fuera graciosa—. Aradya no es una mascota comprada, ni siquiera la adoptamos. La realidad te parecerá más sorprendente todavía: nos la regalaron.
Ryku miró a su padre con los ojos muy abiertos.
—¿En serio? ¿Y quién podría regalaros un Eevee? ¿La profesora Dalia, quizá?
—He dicho que te sorprenderías mucho, ¿no? Dalia fue nuestra primera opción, pero resulta que quien nos la entregó lo hizo en persona. Era bastante joven, no debería superar los treinta y se le veía bastante animado de regalarnos a Aradya, nombre el cual se lo pusimos tu madre y yo, por cierto. El joven se llamaba Bill.
—¿¡Bill!? —exclamó Ryku.
El grito del joven llamó la atención de sus amigos y de la Eevee. Ambos amigos también se mostraron igual de impactados que Ryku al escuchar el nombre del creador de la tecnología Enlace. Aradya, sin embargo, miraba extrañada a todos por igual, confusa de lo que estaba ocurriendo.
—Sabía que te sorprendería. Bill nos contó que era amigo tuyo y que hiciste mucho por él, como ayudarle con un problema que tuvo en su casa.
—¿Por qué Bill os regaló un Eevee? Y lo más importante, ¿cómo os encontró? Nunca le dije dónde vivo, que yo recuerde.
—Según las palabras de Bill, quería compensar el daño que os había causado a ti y a uno de tus amigos, el cual supondré que es Dylan. Comentó que fue él quien os regaló los billetes para subir al crucero de lujo más famoso del mundo y que, después de lo que le ocurrió, no se sintió bien y quiso enmendar las cosas. Nos encontró gracias a tu tarjeta de entrenador, aunque le costó dar con la casa: unos vecinos tuvieron que hacerle de guía. Y cuando nos conoció, suplicó que aceptáramos a Aradya. Solo teníamos que firmar unos papeles para traspasar la propiedad de la Eevee a nosotros y listo. De lo demás se había encargado él.
Ryku lanzó una rápida mirada a Dylan.
—Tendré que preguntar a mis padres si también han recibido un Eevee de su parte.
Acto seguido, Ryku retomó la conversación con su padre.
—¿Solo por eso? —El joven no entendía las acciones del investigador Pokémon—. Sinceramente, me parece demasiado que nos haya regalado un Eevee solo porque Dylan y yo no pudimos disfrutar del S.S. Anne. —Ryku miró a Aradya y ella se la devolvió. Se quedaron así unos segundos y luego Ryku se acercó y acarició la cabeza del Pokémon, el cual se lo agradeció con un suave gruñido de cariño—. Aunque tampoco lo veo mal.
—Eso mismo pensamos tu madre y yo cuando tuvimos a Aradya entre nuestros brazos —dijo su padre—. Bill dijo que lo podíamos considerar una manera de entretenernos mientras tú seguías con tu viaje. Al principio no me gustó esa respuesta, pero con el paso de los días descubrí que tenía razón. Aradya aumentó mucho la actividad en la casa. No hacía tanto ejercicio desde que tenía que evitar que tú y Antorcha os alejarais demasiado del pueblo.
—Pues sí que es activa —rio Ryku.
—Muchísimo. Llevo una hora jugando con ella y mírala, tan enérgica como esta mañana. ¿Por qué no me ayudáis a hacer que se canse, aunque solo sea un poco?
Cetile animó a Aradya a que la siguiera y juntas se pusieron a jugar con una pequeña pelota roja con la que antes estaba disfrutando en Pokémon. Poco después se unió Dylan y juntos se pasaron la pelota desafiando a la Eevee a apoderarse de ella antes de que llegara al otro. El Pokémon demostró tener una agilidad y velocidad superior a la fuerza con la que los jóvenes lanzaban la pelota y no tardó en bloquear los pases. Entonces, Ryku y su padre entraron en el juego y pusieron a Aradya en un aprieto del que le fue más difícil salir. Pero no significaba que en alguna ocasión lograra atraparla entre sus dientes.
Pronto Aradya se aburrió de jugar con la pelota y los demás agradecieron tener un momento para respirar. Los cuatro se sentaron en la hierba a descansar mientras Aradya seguía moviéndose de un lado para otro, curioseando su entorno e interactuando con todo. Le gustaba saltar en el hombro de las personas y mantener el equilibrio caminando entre uno y otro pasando por la espalda. Era increíble lo bien que lo hacía y, sobre todo, lo poco molesto que resultaba que se moviera sobre alguien. Parecía que les estuviera masajeando la espalda.
Al fin, Aradya dejó de ir por todos lados y se quedó tranquila en el hombro de Ryku, aunque vio más cómodo tumbarse en sus piernas. Ahí se tumbó y permaneció atenta a lo que ocurría a su alrededor.
—Parece que me ha cogido cariño —comentó Ryku.
—Eso es bueno —añadió su padre—. Aradya comprende que debe establecer una buena relación contigo, ya que serás a quien más vea de vosotros tres. Y porque también eres su dueño.
Ryku acarició la nuca de la Eevee y esta se dejó lleva por el masaje hasta el punto de cambiar su postura a una donde la recepción de las caricias tuviera el máximo efecto.
La madre de Ryku irrumpió en el jardín y avisó a todos de que la comida estaba casi lista y que fueran poniendo la mesa. También recomendó a Ryku y a sus amigos que llevaran sus pertenencias arriba. Ryku obedeció y, acompañado de Dylan y Cetile, recogieron sus mochilas y subieron a la segunda planta. La habitación de Ryku era la última puerta a la izquierda. Después, los tres jóvenes bajaron y ayudaron al padre de Ryku a poner la mesa.
Durante la comida, y para que no solo se escuchara el sonido de los tenedores chocando con los platos, el padre de Ryku pidió alguna historia corta que animara un poco el ambiente. No era necesario que se tratara de un combate Pokémon, solo de algo divertido que le ocurriera durante el viaje entre ciudades y que no le hubiera mencionado ya en los vídeos que les mandó. A Ryku no se le ocurrió nada que cumpliera esos requisitos hasta que Dylan preguntó si habló en detalle de su aventura en la Zona Safari o sus últimos conocimientos adquiridos en el Laboratorio de isla Canela. Ryku recomendó más lo segundo, pues no había dicho a sus padres que venía precisamente de la isla. Aquello bastó para mantener amena las conversaciones en la mesa.
Más tarde, Ryku dijo a sus padres que se llevaba a Dylan y Cetile a ver el pueblo y, si estaba disponible, también a visitar a la profesora Dalia. Los padres de Ryku estuvieron de acuerdo y su madre le advirtió que regresaran antes de cenar.
Ryku advirtió a sus amigos que el pueblo no era muy turístico. Con lo que habían visto de camino a su casa se podía decir que habían visto lo más importante, a menos que les apeteciera ver trabajar a los granjeros de las afueras. Dylan y Cetile estuvieron de acuerdo en que aquello no les interesaba y decidieron visitar a la profesora Dalia.
—Con un poco de suerte no la encontraremos trabajando —dijo Ryku cuando se plantaron frente al sendero que ascendía hasta el laboratorio de la profesora.
—¿En qué trabaja? —inquirió Cetile.
—Es la encargada de actualizar con nueva información los registros de los Pokémon en la Pokédex. Probablemente esté recopilando datos sobre los Pokémon prehistóricos que descubrimos en isla Canela para que se vuelvan Pokémon con los que se puede establecer un Enlace.
—Suena interesante. ¿Algo más?
—Sí, pero mejor que os lo enseñe ella misma. Ya lo haré yo en caso de que esté ocupada.
Ryku pulsó el botón el timbre y sonó como si de una alarma se tratara. Dylan y Cetile se taparon los oídos por el inesperado estruendo, mientras que Ryku estaba demasiado acostumbrado a ese tono. Una mujer con gafas y cabello negro abrió la puerta. Vestía la típica bata de laboratorio sobre una camiseta roja y unos pantalones marrones. Sujetaba en uno de sus brazos una libreta para escribir apuntes.
—Anda, Ryku, qué alegría volver a verte —dijo a modo de saludo—. ¿Cuándo has vuelto?
—Hoy mismo, hace unas cuantas horas ya —respondió él.
—Ah, entonces supongo que estás dando la noticia de tu regreso a todo el pueblo, ¿verdad?
—Creo que eso ya lo hice sin querer antes de llegar a mi casa —rio Ryku—. Ahora estoy enseñando un poco el pueblo a mis amigos.
—Ah, ya veo —dijo la mujer meneando la cabeza—. Supongo que queréis hablar con Dalia, ¿no?
—Solo si es posible.
—Tranquilo. Aunque esté trabajando ahora mismo, no se trata de nada que requiera la máxima atención. —Aquello animó a los amigos de Ryku—. Seguro que se alegra de volverte a ver y de conocer a tus amigos. Está en la parte de atrás de la finca, cuidando de los Pokémon que atiende actualmente. ¿Te encargas tú, Ryku? Yo tengo cosas que hacer.
—Sin problema.
La mujer asintió y dio las dos opciones que había con tal de llegar al lugar donde estaba Dalia. Podían ir por dentro del laboratorio o rodearlo. Ryku vio más oportuno la primera opción, así hacía un poco de guía de sus amigos por donde solía trabajar la profesora Dalia. Dylan y Cetile estuvieron de acuerdo con su propuesta y la investigadora los dejó pasar.
Nada más entrar en el laboratorio, Dylan y Cetile comprobaron la gran diferencia que había con el laboratorio de isla Canela. Una estructura más simple y diseñada para estudiar cosas muy específicas. Además, también era donde vivía Dalia y, al igual que el Gimnasio de Blaine, había secciones que eran partes comunes de una casa cualquiera: un salón, una cocina, un lavabo y unas escaleras que daban al segundo piso donde Ryku explicó que estaba su habitación. Todo en un extremo del edificio. Al otro, estaba el área de trabajo de la profesora Dalia: unas cuantas habitaciones pequeñas donde se archivaban información diversa sobre los Pokémon y demás, unas escaleras que daban a otra zona del segundo piso y otra habitación más grande que tenía una parte dividida en tres hábitats para un tipo determinado de Pokémon y otros aparatos de alta tecnología como la máquina de curación básica que suele haber en todos los centros Pokémon y un sistema de copias de seguridad y almacenamiento de gran capacidad para su ordenador. Ryku reveló que en el piso superior había una máquina de intercambio y unas cuantas habitaciones diseñadas para poner en vigilancia a los Pokémon heridos.
Ryku abrió una puerta de cristal que había en la parte trasera del salón y sus amigos se asombraron del increíble paisaje que se extendía ante sus ojos. Cetile era a quien más le encantaba lo que veían. Dylan solo admiraba lo sorprendente del entorno. Parecía que estaban contemplando una mezcla perfecta de distintos hábitats comprimidos en un solo lugar. Había montañas, cuevas, extensos campos de hierba, estanques, pequeños lagos, un río y varios bosques. Cetile se lamentó de no haberse traído la cámara consigo. Era un terreno digno de inmortalizar.
A media que se adentraban en los campos, los chicos pudieron observar a manadas de Rhyhorn y Tauros corriendo por el campo. También había una manada de Rapidash que pastaban tranquilamente por los páramos a la vez que cuidaban y vigilaban a sus crías. En el cielo volaban bandadas de Pidgey y Pidgeotto y de Spearow y Fearow y, entre la roca de la montaña se podían distinguir grupos de Geodude. Más adelante, Ryku divisó a Dalia en la orilla de un estanque, arrodillada frente a un Poliwag y un Psyduck. Cuando el joven llamó la atención de la profesora, los Pokémon que andaban cerca de ella retrocedieron cautelosamente. No huyeron como hubiera hecho cualquier Pokémon salvaje, eso significaba que estaban acostumbrados a tener cerca a más humanos además de Dalia.
—¡Ryku! Cuánto tiempo sin verte —saludó Dalia con una amplia sonrisa. Abrazó al joven—. ¿Cuándo has vuelto? ¿Cómo te ha ido el viaje? ¿Has cumplido tus objetivos?
—He vuelto hoy. El viaje me ha ido muy bien y todavía no he cumplido mis objetivos —respondió Ryku—. Pero voy por el buen camino. Ya tengo en mi poder siete de las ocho medallas de Kanto.
—Me alegra mucho oír eso. Significa que las cosas no podrían irte mejor. —Dalia lanzó una rápida mirada a los acompañantes de Ryku y se fijó en los brazaletes Enlaces que poseían—. Y decidme, ¿quiénes sois vosotros, jóvenes entrenadores?
—D-Dylan —se presentó el joven de pelo azul, conteniendo la emoción de tener delante de él a una Profesora Pokémon.
—Cetile —añadió la chica, distraída por su alrededor.
Dalia se dio cuenta al momento de los gustos de cada uno.
—Encantada de conoceros. —Se volvió a Ryku—. Déjame adivinar los motivos adicionales por los que me has visitado. Primero, Dylan tiene pinta de que le encanta tener ante sus ojos a una Profesora Pokémon. Y Cetile… me atrevería a decir que está fascinada por el pequeño paraíso que he construido para los Pokémon.
—¿Tanto se nota? —se rio Ryku—. Dylan es alguien con quien comparto los mismos objetivos de recolectar las medallas de la región y ganar la Liga Pokémon. Y Cetile… bueno, es una gran aficionada a las plantas y a los Pokémon de tipo planta.
—Así que tengo frente a mí a un posible campeón de la Liga Pokémon y a una futura botánica e investigadora Pokémon.
—Yo diría más bien que es fotógrafa de la naturaleza, ¿verdad, Cetile? —dijo Ryku.
—También —contestó ella sin excluir que deseara convertirse en una científica de las plantas cuando fuera mayor—. ¿Y usted, profesora? ¿A qué se dedica exactamente para tener este santuario para Pokémon?
—Por favor, tuteadme, no me gusta que me pongan en un ficticio nivel superior —insistió Dalia. Cetile asintió y pidió disculpas por ello. Dalia lo agradeció—. Verás, mi trabajo consiste en la investigación general de los Pokémon. En otras palabras, apunto las características básicas de cada Pokémon y las que más interesantes pueden llegar a ser. También me encargo de estudiar por encima las circunstancias bajo las cuales los Pokémon evolucionan, aunque Lilia, la Profesora Pokémon de la región de Sinnoh, es la encargada principal de esa investigación.
—Y para compartir toda esa información que recolecta, creó la Pokédex —añadió Ryku por si ella no lo comentaba.
—Aunque solo con información de los Pokémon nativos de Kanto y los que se descubren dentro de la región —señaló Dalia—. Los que son de otras regiones se encargan otras Profesoras Pokémon.
—Así que por eso tienes esta especie de utopía para los Pokémon. Como los estudias a la vez, necesitas disponer de varios hábitats donde puedan vivir bien —dedujo Cetile.
—Exacto, aunque no es la única razón —repuso Dalia—. Algunos de los Pokémon que viven aquí pertenecen a algún entrenador ya sea porque necesitan cuidados más naturales o unas simples vacaciones cuando sus dueños van a lugares donde no admito cierto tipo de Pokémon como Tauros o Rhyhorn.
—¿No te aburres de estudiar siempre a los mismos Pokémon? —preguntó Dylan.
—Cada Pokémon aporta nueva información de su especie que jamás se había descubierto. Es casi imposible aburrirse —respondió Dalia.
—¿Algún descubrimiento nuevo que vayas a añadir a la Pokédex?—curioseó Ryku.
Dalia se quedó unos segundos en silencio.
—Debería ser un secreto, pero creo que los rumores corren más que un Rapidash. Decidme, ¿habéis oído hablar de Pokémon prehistóricos?
—Vimos uno en el zoo de ciudad Fucsia y otro en el laboratorio de isla Canela —dijo Dylan.
Dalia abrió los ojos, sorprendida.
—Bueno, eso me ahorra la parte de explicaros qué son. En cuanto a los rumores, que son ciertos, se pretende añadirlos en la Pokédex para que en el futuro se los pueda entrenar y establecer Enlaces con ellos. Un nuevo tipo de rival para entrenadores de Enlace como vosotros, Ryku y Dylan.
—Estaremos preparados para entonces —dijo Ryku.
—Hablando de rumores, ¿alguno de vosotros ha oído algo acerca de una supuesta nueva especie de Pokémon que lo describen como un pequeño Grimer rosado? Es más misterioso que el logro de resucitar a Pokémon prehistóricos.
Los tres jóvenes negaron con la cabeza. Dylan y Cetile fueron sinceros en su gesto, pero no Ryku. Él sabía que no era un rumor. Sabía qué Pokémon era. Fingió desconocimiento y se sintió mal. A Dalia le encantaba estudiar Pokémon desconocidos tal y como se le había notado en la voz al hablar de los Pokémon prehistóricos. Pero era mejor soportar la decepción de una Profesora Pokémon que el posible enfado de un Pokémon legendario al incumplir una promesa.
Para que los jóvenes no terminaran la visita ahí, Dalia se ofreció a ser una guía por aquello que denominaba un paraíso para los Pokémon. Dylan y Cetile vieron a los Pokémon vivir como lo harían en libertad. Los Pidgey se pasaban el día en las ramas de los árboles, piando y cantando sin parar, mientras que los Pidgeotto vigilaban que las bandadas rivales de Spearow y Fearow no les arrebataran sus árboles. En el río, los Magikarp nadaban patosamente a contracorriente y la fuerza del agua los llevaba de vuelta al punto de partida. Dalia les enseñó uno de los lagos donde especificó que había sido creado como hábitat para Pokémon de tipo agua que vivían en el mar como Horsea, Staryu y sus respectivas evoluciones. En algunas zonas de los campos había diversos Pokémon de tipo planta, con Pokémon como Tangela, Exeggutor y Bellsprout entre los más comunes. Cetile los miraba absorta, ignorando por completo todos los demás Pokémon que se cruzaran cerca de ella. Entonces Dalia entendió el amor que sentía la chica por los Pokémon de tipo planta.
En un momento del paseo, Dylan se atrevió a preguntar a Dalia acerca de las Pokédex y si había alguna forma para que él tuviera un módulo Pokédex como Ryku. Por desgracia, la respuesta de la profesora no fue la que el joven esperó.
—No suelo entregar los módulos Pokédex a cualquiera, además de que ahora no estoy por la labor de pedir que me fabriquen más —dijo—. Silph es la compañía que se ocupa de adaptarme la Pokédex para integrarla en los brazaletes Enlace y ellos tampoco están disponibles para hacerme más después del incidente que tuvieron en su sede central. Y —añadió como si quisiera que el siguiente motivo destacara por encima del resto— suelo poner una condición que va desde ser alguien que recién entra en el mundo de los entrenadores Pokémon a tener algo que demuestre que es un entrenador ya experimentado y que mi Pokédex le vale como repaso. En el caso de Ryku, fue la primera condición, pues empezaba a adiestrar a Antorcha, el Charmander que le regalé.
—Ya veo. Entonces, ¿cómo consigo el módulo Pokédex por la segunda condición? —inquirió Dylan. Estaba decidido a hacerse con él.
—Bueno, un entrenador experimentado en Kanto sería esa persona que, como mínimo, ha logrado derrotar a todos los líderes de la región y obtenido sus respectivas medallas —respondió Dalia. A Dylan le brillaron los ojos—. Por tu reacción, veo que ya las tienes todas. O casi todas, teniendo en cuenta que el Gimnasio de ciudad Verde lleva cerrado bastante tiempo. Hagamos esto: consigue la medalla que te falta, me enseñas la colección y te prometo que te reservaré un módulo Pokédex para ti en cuanto pueda volver a pedírselos a Silph. ¿Qué te parece?
—Perfecto. Te enseñaré las medallas en cuanto pueda.
—No hay prisa. Pueden pasar meses hasta que Silph acepte de nuevo mis encargos. Quizá no pueda hacer nada hasta que pase la Liga Pokémon.
Aun así, aquello no impidió a Dylan sentirse muy feliz de saber que pronto tendría en su brazalete un módulo Pokédex.
Cuando el sol empezó a esconderse tras las montañas y los ayudantes de Dalia se retiraron a sus casas, Ryku y compañía también volvieron a la suya. Llegaron antes de la hora de cenar lo que permitió a los padres de Ryku preguntar qué harían mañana.
—Dylan y yo no podemos hacer más que esperar a que abran de nuevo el Gimnasio de ciudad Verde para adquirir otra medalla. De modo que algunos días los dedicaremos a entrenar hasta entonces —respondió Ryku—. Y en cuanto a Cetile…
—Yo he acordado con la profesora Dalia aprender todo lo posible acerca de los Pokémon de tipo planta y cuidar con ella a los que viven en su finca. Y ya que estoy, aprovecharé para hacer fotografías —dijo ella.
—Entonces necesitaréis un lugar donde dormir mientras estéis aquí. Tu padre y yo hemos preparado la habitación de invitados mientras estabais fuera y os hemos dejado vuestras pertenencias allí —dijo la madre de Ryku—. Espero que no os moleste compartir habitación.
—Para nada.
—Muy bien. Solo quedan un par de cosas por aclarar. Una, que aviséis a vuestros padres de que estáis en pueblo Paleta. —Dylan y Cetile asintieron aceptando la orden de la mujer—. Y dos, Ryku, Aradya dormirá contigo en tu habitación, ya que le gustó ese lugar para dormir.
—Vale. Será como volver a tener a Antorcha a mi lado, solo que esta vez no tendré que acostumbrarme a dormir con una luz encendida toda la noche.
—Ah, y que no se te olvide contarnos a tu madre y a mí en detalle las experiencias que no nos hayas explicado en los vídeos —añadió el padre de Ryku.
—¿Queréis que os cuente alguna de ellas mientras hacemos tiempo hasta la cena? —preguntó Ryku.
—No es mala idea. Vayamos al salón y pongámonos cómodos para lo que tengas que contar.
Ryku asintió. Era casi igual a como pensaba que serían las cosas cuando regresase a pueblo Paleta después de recolectar las medallas de Kanto, solo que no contó con Dylan, Cetile y Aradya. Tampoco importaba. Había hecho buenos amigos en su travesía y ahora tenía un Pokémon mascota de lo más adorable.
Chapter 33: La Última Medalla de Gimnasio
Chapter Text
Los días de espera a la apertura del Gimnasio de ciudad Verde empezaron siendo agradables. Ryku y Dylan se iban a las afueras del pueblo a desafiar a Pokémon salvajes y a practicar sus técnicas de combate mientras Cetile se quedaba en casa de los padres de Ryku, jugando con Aradya y fotografiando el pueblo siempre que podía. Pero esas acciones pronto se volvieron monótonas y pesadas.
Los Pokémon rechazaron los desafíos de combate de Ryku y Dylan y los pocos que se atrevían eran los mismos que buscaban una revancha. Y luego hasta esos Pokémon se negaban a luchar. Ryku y Dylan creyeron que juntos intimidaban a los Pokémon y optaron por separarse y entrenar en solitario.
Funcionó.
En cuanto Ryku se quedó solo en el campo donde aprendió a pelear como un Charizard, disfrutó de intensas batallas con Pokémon más fuertes de lo que aparentaban. Y Dylan tuvo un extra de dificultad al enfrentarse a los Pokémon del mar en la playa.
Cetile fotografió todo lo que fue interesante en muy poco tiempo y lo único que la mantenía entretenida fue Aradya y su energía casi infinita. Pero no siempre jugaba con la Eevee. Entonces, Dalia dio una inesperada visita y le propuso ayudarla a cuidar de los Pokémon de la finca, en especial de los que eran de tipo Planta. Cetile aceptó de inmediato.
Ryku y Dylan estaban reponiendo fuerzas antes de volver a sus respectivos entrenamientos cuando en la televisión dieron una noticia sobre el Gimnasio de ciudad Verde. Los jóvenes prestaron especial atención y el padre de Ryku subió el volumen para escuchar mejor. El presentador comunicó a todos los entrenadores que el Gimnasio había encontrado después de muchos meses a un nuevo líder de forma temporal, pero que todavía tardaría un poco porque se debía terminar de poner todo en regla antes de abrir sus puertas. El futuro líder de Gimnasio estimó que tardaría un mes en estar listo.
—Va a ser un mes eterno —dijo Dylan—. Ojalá el nuevo líder pudiera abrir el Gimnasio al momento.
—Quizá haya decidido cambiar el tipo de Gimnasio —supuso Ryku—. ¿Cuál era antes de que cerrara?
—Ni idea. Ahora mismo estoy igual que tú.
—Entonces no nos queda más remedio que intensificar nuestro entrenamiento para el reto que dará el líder.
Ryku y Dylan aumentaron un poco más el tiempo del entrenamiento diario e ideaban estrategias para cada posible tipo elemental del Gimnasio por las noches antes de dormir.
El mes pasó más rápido de lo esperado y Ryku y Dylan recibieron por sorpresa la noticia de la apertura oficial del Gimnasio de ciudad Verde y en la televisión ya se veía a decenas de entrenadores haciendo cola incluso cuando estaba cerrado. Ryku y Dylan debatieron si unirse a los demás entrenadores o apurar su entrenamiento antes de partir. Escogieron esperar, ya que la cantidad de entrenadores ya era bastante grande y no habría diferencia en llegar antes de tiempo.
Por la mañana, Ryku y Dylan se prepararon para partir lo más rápido posible. Apenas se tomaron la molestia de despedirse ante los próximos días que tal vez tardarían en regresar.
Se dirigieron a la Ruta 1 y Ryku usó su Enlace con Dylan en su espalda y recorrer la ruta sin tomar las curvas ni tener encuentros con Pokémon salvajes. Ryku deseó haber tenido la idea cuando empezó su viaje, aunque tampoco estuvo mal el ejercicio para las caminatas que hizo después.
Cuando llegaron a la ciudad, Ryku y Dylan se plantaron frente a la entrada del Gimnasio y se encontraron un panorama más impactante que el que vieron en la televisión. Los dos jóvenes siguieron con los ojos la asombrosa cola que había formado hasta las puertas del Gimnasio. Era tan larga que incluso continuaba al bajar las escaleras y sentarse en el borde de la fuente. Había una taquilla y una barrera de cuerdas que organizaba la cola y la optimizaba para cubrir el menor terreno posible y albergar a la mayor cantidad de entrenadores posible. Ryku y Dylan se dirigieron a la taquilla y los atendió un hombre rapado y musculoso que vestía un traje más de guardaespaldas que de un simple vendedor de billetes.
—¿Necesitáis algo? —preguntó con expresión seria y de pocos amigos.
—Venimos por la medalla de Gimnasio —contestó Ryku.
—Muy bien. ¿Tenéis las medallas necesarias? Mirad este papel si no sabéis cuántas requerís.
Ryku ya se hacía una idea del número que le iban a pedir, pero miró igualmente el cartel. El líder del Gimnasio exigía todas las medallas que se podían conseguir antes de su llegada.
—Creía que iban a ser seis —dijo Ryku en voz baja a Dylan para que no lo escuchara el taquillero—. Desde Surge, el aumento de medallas necesarias solo subía en uno.
—Y yo. Menos mal que hemos tenido tiempo de sobras para hacernos con las siete medallas, ¿no?
—¡Eh! —llamó el hombre trajeado—. Si no tenéis las medallas necesarias, apartaos. Hay otros entrenadores que sí las pueden tener. Todavía os queda tiempo antes de que los Gimnasios cierren por la Liga Pokémon.
—No hace falta —replicó Dylan. Junto a Ryku, sacaron sus estuches, los abrieron y enseñaron al taquillero las siete medallas que descansaban en la espuma protectora—. Resulta que ya las tenemos.
—No fardéis de ello, que no sirve de nada —los regañó el hombre—. Pasadme los estuches. —Dylan y Ryku obedecieron y le dieron los estuches. Entonces, el hombre cogió uno de ellos e hizo algo bajo el mostrador en el que se escuchó el sonido de alguna máquina. Ryku y Dylan intercambiaron miradas de curiosidad. El hombre cogió el otro estuche e hizo el mismo procedimiento. Luego los devolvió a sus propietarios—. Parece que está todo en orden. Aquí tenéis vuestros billetes.
Ryku y Dylan recibieron unos papeles de color verde en los que estaba escrito la posibilidad de poder enfrentarse al líder de Gimnasio y que tenía validez completa hasta que el Gimnasio volviera a cerrar. Se guardaron los billetes y se alejaron de la taquilla.
—La cola es bastante larga y parece que toca esperar un buen rato. Hasta me atrevería a decir que tendremos que volver a hospedarnos en el albergue si se hace demasiado tarde —comentó Dylan.
—Esperemos que no. Aunque no estaría mal que comprásemos algo de comer y beber mientras hacemos cola. No me apetecería tener que abandonar la fila por esas necesidades.
Ryku y Dylan se dirigieron a las tiendas de alimentos más cercanas y compraron bocadillos y tentempiés que no llenaran en exceso el estómago y un par de botella de agua. Después regresaron a la zona del Gimnasio y se unieron a la cola.
La fila se movía lenta pero constante. En media hora, habían subido las escaleras y solo quedaba recorrer el camino de seis columnas, extendido para rodearlas todas al menos una vez. Parecía que el líder despachaba con rapidez a sus contrincantes, pues en ese tiempo al menos diez entrenadores habían perdido o ganado su batalla contra él o ella. Pero desde que los jóvenes habían subido las escaleras, el ritmo se redujo considerablemente.
Dos horas más tarde, veinte entrenadores habían tenido su oportunidad de enfrentarse al líder de Gimnasio. Ryku temió que se estuviera cansando de combatir, aunque no le culpaba. El tiempo avanzaba y el número de entrenadores que entraban y salían del Gimnasio aumentaba. No parecía que se fuera a fatigar pronto.
Hubo un momento en el que otro hombre trajeado como el de la taquilla informó a gritos que el líder había declarado un tiempo de descanso y que al menos no volvería a aceptar duelos en una hora. La mayoría de entrenadores buscó una forma cómoda de sentarse y comer o beber algo. Mientras tanto, los hombres trajeados colocaron cerca de ellos unos cubos donde tirar los restos, algo que Ryku y Dylan vieron como algo curioso.
El ritmo de los combates de Gimnasio se reanudó y el tiempo volvió a transcurrir despacio. Una hora. Dos. A Ryku y Dylan empezaron a dolerles las piernas de estar tanto rato de pie. No sabían cuántas horas se habían pasado rodeando poco a poco las columnas. Por suerte, les quedaban solo dos por rodear y menos de una veintena de entrenadores por delante. Pronto sería su turno.
Ryku se fijó en uno de los hombres trajeados que observaba a los entrenadores y movía muy poco la boca. Cuando pasó por su lado, supo que estaba contando, y poco después supo por qué.
—Aquellos entrenadores que no esté a este lado del corte pueden regresar a sus casas —informó el hombre del traje—. El líder de Gimnasio cree que no podrá dar más combates de Gimnasios a pleno rendimiento más allá de este punto y os pide disculpas. Volved mañana y no perdáis el billete que se os ha dado porque es válido hasta el cierre de los Gimnasios durante la Liga Pokémon.
Entre lamentos y quejas (y alivios de los que todavía tenían la oportunidad de desafiar al líder de Gimnasio), los entrenadores se dispersaron y la larga cola de espera se redujo a tan solo cincuenta personas.
Por fin, después de muchas horas, Ryku y Dylan estaban frente a las puertas de madera rojiza del Gimnasio. En cuanto saliera el entrenador que había entrado, sería su turno.
—¿Quién entra primero? —preguntó Dylan—. Ahora estoy con el mismo desconocimiento que tú, Ryku. Este líder de Gimnasio es nuevo y quizá no emplee el mismo tipo elemental que el anterior.
—Creo que deberías ir tú primero —respondió Ryku—. No porque después me puedas dar pistas para prepararme, lo cual estaría genial, sino porque llevas más tiempo esperando yo. Literal, lo equivalente a recorrer Kanto una segunda vez.
Dylan rio.
—Muy bien, iré primero. Y te daré alguna pista para que, al menos, sepas a lo que te enfrentas.
—Gracias.
—¿Me guardas el estuche de las medallas? No quiero tenerlo encima mientras combato.
—Sin problemas.
Cinco minutos más tarde, el entrenador que había entrado abandonó el Gimnasio con cara de no haber conseguido la medalla de Gimnasio, pero no se le vio triste por haber perdido el combate, sino más bien como si ya se preparara para otra oportunidad.
—Siguiente —dijo un hombre que estaba detrás de una caja roja. Dylan dio un paso al frente—. Tu billete, por favor. Muy bien. Mi compañero te guiará hasta el líder del Gimnasio. Buena suerte.
—Gracias. —Dylan se dio la vuelta y dio su estuche a Ryku—. Nos vemos luego.
Para hacer tiempo hasta que el combate entre Dylan y el líder finalizara, Ryku repasó el tipo elemental del Gimnasio más probable. Quedaban descartados los que ya utilizaban otros líderes de Gimnasio, y puede que los que tenían los miembros del Alto Mando. Solo había cuatro opciones con ese criterio: tierra, bicho, normal y volador. Cualquier Pokémon con esos tipos elementales sería su rival.
Dylan salió del edificio diez minutos después. Ryku dejó de centrarse en su brazalete y miró a su amigo. Su expresión no fue ni triste ni alegre. Más bien estaba… ¿sorprendido?
—¿Cómo ha ido? —preguntó Ryku.
Dylan cambió su enigmático sentimiento por uno más acorde a lo que su amigo esperaba. Levantó la mano cerrada en un puño y la abrió.
—Compruébalo tú mismo.
Ahí estaba. La medalla del octavo Gimnasio de Kanto. Por su aspecto, no daba ninguna pista sobre el tipo elemental del Enlace que el líder utilizaba. Era de dos tonos de verde. Uno oscuro en la parte superior y otro más claro en la inferior. Su forma parecía tanto una hoja como una pluma. ¿Sería de tipo volador? El tipo Planta lo usaba Erika.
Dylan pidió a Ryku que le devolviera su estuche y puso la medalla con las otras. Dylan se alegró de que al fin el estuche estuviera entero. Permaneció unos segundos mirando la colección y luego se guardó el estuche en el bolsillo.
—¿Qué tipo de…?
Dylan calló la pregunta de Ryku alzando la mano.
—Lo siento, Ryku. El líder de Gimnasio obliga a no decir nada. Y cuando digo nada, es literal. Ni combate, ni tipo de Enlace, ni cómo es el Gimnasio por dentro. Un poco meticuloso, la verdad, pero después de la experiencia que acabo de tener, creo que está más que justificado.
—Así que es como Koga, pero más estricto.
—Muchísimo más —añadió Dylan—. Resulta increíble que el Alto Mando haya dado el visto bueno a un líder como este. Puede que sea el mayor obstáculo para llegar a participar en la Liga Pokémon.
Ryku suspiró, un poco desanimado.
—Supongo que tendré que planificar sobre la marcha… sin conocimientos previos.
—No sería la primera vez, ¿no? —recordó Dylan con cara sonriente.
—No, pero esto es diferente.
—Seguro que consigues una victoria. Si yo he podido, tú también. Hemos entrenado estos últimos meses para este momento. No pierdas la esperanza tan pronto.
—¿Quién ha dicho que la haya perdido? —se quejó Ryku—. Solo me molesta improvisar tan a ciegas, es todo.
—Perdonad —interrumpió el hombre que recogía los billetes—. El líder ya está disponible para su próximo combate. Si vas a retirarte a última hora, por favor, abandona la cola.
—Ni hablar. Voy a combatir —replicó Ryku. Sacó su billete y se lo dio al hombre trajeado.
—Muy bien. Mi compañero te guiará hasta el líder de Gimnasio. Buena suerte.
—Tú puedes —lo animó Dylan—. Te espero en las escaleras.
—Un momento. Ahora es tu turno de guardarme el estuche. A mí tampoco me gusta tenerlo encima mientras combato.
—Claro. —Dylan cogió el estuche de Ryku—. Te veo luego.
Ryku siguió al hombre trajeado y juntos entraron y caminaron por los pasillos del Gimnasio.
A diferencia de los otros Gimnasios, este daba la sensación de que imitaba una lujosa mansión de varios pisos. El suelo de los pasillos era de una elegante escala de grises. En las paredes rojizas había pilares que solo sobresalía la mitad del cilindro y tenían el mismo estilo arquitectónico que las que estaban fuera del Gimnasio. No había ventanas por las cuales la luz del sol pudiera acceder al Gimnasio, de modo que toda la iluminación procedía de unas lámparas cuadradas pegadas al techo.
Ryku y su guía se detuvieron en una gran sala cuadrada donde más se apreciaba el parecido con una auténtica mansión. La luz provenía de una enorme lámpara de cristal que casi no dejaba hueco por alumbrar. Las decoraciones, sin embargo, eran austeras como plantas de interior y algunos muebles de estilo antiguo que servían más de adorno que de su habitual función. Ryku dedujo que debía tratarse del corazón del Gimnasio, un lugar donde el líder lo atendería y lo llevaría hasta el campo de batalla para librar su combate.
El hombre lanzó una pregunta al aire que confundió a Ryku por un momento antes de darse cuenta de que estaba hablando a través de un auricular. Subieron unas escaleras circulares que debían llevar al campo de batalla.
Una vez arriba, había tres caminos por los que continuar. Dos de ellos daban media vuelta y se perdían en un giro. El guía y Ryku tomaron el pasillo que solo iba en línea recta hasta el final del Gimnasio. En las paredes de los pasillos había puertas automáticas de metal con una placa y un número dibujado. Se detuvieron en la segunda puerta a la izquierda. Entonces el hombre volvió a hablar por el auricular, probablemente para comprobar que no le habían hecho un cambio de última hora, y dio un paso adelante para abrir la puerta automática. Sin embargo, solo Ryku entró en la sala.
La sala estaba a oscuras. Gracias a las luces que venían de pasillo, el joven pudo apreciar un poco el lugar donde iba a realizar su último combate de Gimnasio. Ni vio delimitaciones del campo de batalla como en la mayoría.
—Un momento —advirtió el hombre. Volvió a hablar por el auricular y de repente las luces de la sala se encendieron y casi dejaron ciego a Ryku—. Ya está todo listo. Mientras viene el líder, puedes preparar tu brazalete ahí. —Ryku miró en la dirección a la que apuntaba el hombre y vio abrirse un hueco en la pared. En su interior descansaba un único brazalete Enlace dorado.
—Entendido.
El hombre se retiró y la puerta automática se cerró. Ryku fue a por el brazalete dorado y realizó el proceso de traspaso de Enlace. Luego guardó el suyo en el hueco y se puso a mirar los nuevos detalles del campo de batalla.
El suelo era verde intercalado con unas rayas de un tono más oscuro. Una fila de triángulos amarillos a la altura de la cintura de Ryku sobre un relieve gris decoraban las paredes. A un lado de la pared, tras un grueso cristal, estaba la televisión que mostraba las barras de vida de los Enlaces.
—Simple, pero amplio —dijo Ryku analizando el terreno—. Del techo al suelo no hay mucha distancia, por lo que tendré un vuelo limitado. Si he de esquivar, tendré que hacerlo hacia los lados.
Apenas un minuto después de haberse quedado solo, la puerta automática volvió a abrirse y se vio el brazo de una persona.
—Id preparando el próximo campo de batalla para cuando termine aquí. Quiero que lo único a lo que tengan que esperar los entrenadores que me faltan sean mis descansos.
—Sí, señor.
Un hombre entró en la sala y caminó hacia Ryku mientras examinaba el brazalete dorado en su brazo izquierdo. Ryku no sabía explicarlo, pero la cara de aquel hombre le resultaba familiar. Era una persona adulta al que se le podían notar alguna que otra arruga. Tenía ojos oscuros y el pelo negro, bien cortado y peinado. Vestía de negro salvo una camisa blanca de cuello alto bajo la chaqueta.
—Bienvenido —saludó el hombre después de preparar su brazalete Enlace—. Mi nombre es Giovanni y soy el nuevo líder del Gimnasio de ciudad Verde.
La sensación de conocer al hombre acabó cuando Ryku escuchó su nombre.
—¿El presidente del Equipo Rocket? —preguntó casi sin controlar el grito.
—El mismo. Aunque prefiero que no se use el nombre popular de mi empresa, por favor. Menos en los tiempos que corren.
Ryku todavía no se lo creía. ¡Tenía nada más y nada menos que a una de las personas más famosas e importantes del mundo! La Compañía Aeroespacial Rocket, verdadero nombre de la empresa de Giovanni, era pionera en todo lo relacionado con el espacio y gracias a él se habían realizado algunos de los mayores descubrimientos del universo. Ahora entendía por qué Dylan no le pudo decir nada. Si se supiera que Giovanni se había convertido en líder de Gimnasio, no lo dejarían en paz y no se concentraría en los combates Pokémon. Pero había algo más que asombró a Ryku.
—¿Usted fue entrenador Pokémon?
—Por supuesto. Me gané una decente reputación como entrenador Pokémon en mis años mozos. Pero lo dejé para fundar la compañía. —Giovanni se calló, como si contuviera sus palabras—. Aunque me encantaría charlar más, hay más entrenadores que desean batirse en duelo conmigo y al igual que tú. Si no fuera porque tenemos la Liga Pokémon a la vuelta de la esquina, no me importaría conocer a mis contrincantes.
Ryku se sintió un poco decepcionado por no poder saber más de la vida que tuvo Giovanni como entrenador Pokémon. Una persona cuya faceta pública era de un hombre de negocios exitoso seguro que tenía una buena historia que contar.
Giovanni avanzó y se colocó al otro extremo de la sala. Luego indicó a Ryku dónde debía estar para empezar el combate. Hizo un gesto al aire igual que Blaine cuando él y Ryku abandonaron su campo de batalla. Lo único que hizo esa señal fue la de encender la pantalla y programarla para captar los Enlaces de los brazaletes dorados al momento.
—Adelante, chico.
Ryku encendió la pantalla de su brazalete y activó el módulo Enlace. Su cuerpo se puso a brillar y a cambiar de forma. Una vez finalizada la transformación, Ryku se sacudió el cuerpo para asegurarse de que sentía sus nuevas, aunque ya tradicionales, extremidades y esperó que la transformación de Giovanni llegara a su fin.
La forma que adoptaba el cuerpo del líder de Gimnasio era un poco más alta que la suya y algo redondeada. Tenía cola y lo que parecían ser unos cuernos. Ryku no terminó de adivinar por la silueta el tipo de Enlace que utilizaría Giovanni, pero solo debía esperar a que la transformación acabase.
Cuando el brillo cedió, el joven adquirió un rostro serio después de identificar al Pokémon al que se enfrentaría. Un Rhydon. Un monstruo de piel gris que actuaba como una muy resistente armadura natural, ojos rojos y un cuerno saliendo del hocico por la parte superior que intimidaba por lo que era capaz de hacer. Giovanni lo hizo girar a modo de calentamiento para calentar el cuerpo y recordar por qué llamaban a ese Pokémon el Pokémon perforador.
La pantalla registró los Enlaces y creó las respectivas barras de ambos Pokémon. Acto seguido, se inició una cuenta atrás que dio comienzo al combate nada al llegar a cero.
Ryku se hizo una idea de los movimientos que podían afectar más a su rival. Un Rhydon era de tipo tierra, pero también lo era de tipo roca. Eso provocaba que el combate de Gimnasio no se diferenciara mucho del que tuvo contra Brock. Debía evitar por todos los medios posibles recibir un golpe directo de cualquier movimiento de tipo roca que conociera Giovanni si no quería que el combate durase unos pocos segundos. Los ataques de tipo tierra no iban a ser un problema, pero tampoco debía olvidarse de que podían hacerle daño. Ínfimo, pero todo daño contaba. Sin embargo, un Rhydon no era lo mismo que un Onix, por lo que tendría que vigilar si el primero era más resistente al fuego que el segundo. Y solo había una forma de descubrirlo.
Ryku abrió el combate con su lanzallamas. El fuego viajó a gran velocidad hacia el Rhydon, el cual intentó esquivar de lado. Por desgracia, aunque logró evadir el golpe directo, no se salvó cuando Ryku redirigió el fuego hacia el mismo lugar al que Giovanni se dirigió. Las llamas lo envolvieron por completo durante unos segundos y el joven pudo escuchar entre su ardiente rugido otro más de molestia que de dolor. Cuando Ryku cortó su lanzallamas, el Rhydon seguía en pie como si no le hubiera afectado en lo más mínimo el ataque. Su cuerpo echaba humo, pero no había ningún indicio de quemaduras. Con una sacudida, el Rhydon enfrió el cuerpo.
Ryku echó un rápido vistazo a la pantalla para comprobar el daño del fuego. Había perdido una cuarta parte de la vida. Eso significaba que sus ataques de fuego eran más efectivos que en su combate contra Brock, lo cual fue una buena noticia.
Un temblor llamó su atención. Mientras el joven examinaba la pantalla, Giovanni preparó su ataque. El temblor afectó a toda la sala como si un terremoto sacudiera el edificio entero. Por acto-reflejo, el Charizard alzó el vuelo y se elevó todo lo que pudo antes de dar con la cabeza con las luces del techo. No comprendía por qué su rival usaba un movimiento que, de no ser por las leyes de los combates de Gimnasio, el daño que recibía él era casi nulo.
El terremoto creó grietas en el suelo verde y arrancó distintos trozos de piedra de diferentes tamaños. Ryku temió que esos pedazos no significasen que fueran a caerse al piso inferior. Las piedras se elevaron como si una fuerza les permitiera flotar en el aire y se dirigieron hacia el Charizard. Ryku no tuvo ninguna dificultad en esquivar las piedras e incluso apartar las que se acercaron demasiado. ¿Qué clase de ataque era ese?
Ryku tuvo un muy mal presentimiento.
Sin estar seguro, su instinto más básico despertó: tenía que sobrevivir. Pensó que sería porque las piedras seguían levitando por encima de su cabeza y estaban a punto de caer, pero esa no fue la causa. Vino de Giovanni. Las piedras fueron una distracción y el líder de Gimnasio se aseguró de que algunas de las piedras bloquearan la visión del Charizard hacia él. Mientras el joven apartaba las rocas, el Rhydon se había puesto a hacer girar a gran velocidad su cuerno y cargándolo de energía blanca y plateada que lo alargó unos cuantos centímetros más. Cuando estuvo listo, Giovanni solo tuvo que acercarse y darse un fuerte impulso hacia arriba para alcanzar su objetivo. Fue en ese instante en el que el instinto de supervivencia disparó todas las alarmas en Ryku.
El Charizard vio cerca de su estómago el perforador a punto de atravesarlo. Reaccionó justo para que aquel movimiento de Giovanni solo le hiciera un suave soplido en la barriga. Asustado, Ryku se alejó de Giovanni por si lograba redirigir su ataque. Voló hasta el otro extremo de la sala en busca de un lugar seguro.
El Rhydon, al haber fallado su ataque, se estampó contra la pared y dejó una casi perfecta circunferencia. Se quedó pegado unos instantes hasta que logró liberarse y cayó al suelo con tanta fuerza que volvió a sacudir el suelo como si hubiera vuelto a iniciar un terremoto. Se reincorporó y buscó al Charizard entre las rocas. Nada más localizarlo, dio un puñetazo al suelo y clavó las tres garras. Ryku pudo observar sus movimientos entre las rocas y creyó que iba a arrancar otra y lanzársela. Sin embargo, eso no fue lo que sucedió.
El Pokémon de fuego se había olvidado por completo de que las rocas flotantes podían dejar de hacerlo en cualquier momento. A Ryku le cayó una piedra pequeña en la cabeza que le llamó la atención para observar lo que estaba a punto de venirle encima.
Las rocas descendieron a la vez, dándole muy poco margen de error para salvarse. El Charizard cerró las alas mientras se daba un único impulso en la dirección donde pensó que menos rocas impactarían contra el suelo. Poco después, todo se envolvió en una nube de polvo y caos a medida que las rocas destrozaban el campo de batalla. Cuando terminó, solo Giovanni salió ileso.
Ryku golpeó algunas piedras que le habían alcanzado y buscó un lugar más o menos llano donde poder descansar unos segundos mientras perdurara el polvo que se había levantado. La zona en la que se había resguardado había resultado ser la mejor y la peor al mismo tiempo. No le cayeron muchas piedras, pero esas pocas fueron lo bastante grandes para sepultarlo. Ryku salió malherido al intentar minimizar el daño. Tenía un ala dolorida, lo que se traducía en que ahora no podría mantenerse en el aire mucho tiempo, y el resto del cuerpo con algunas heridas superficiales. La llama de su cola indicaba el verdadero daño padecido al haber perdido parte de su intensidad. Aquello alertó a Ryku y echó un vistazo a la pantalla.
Su barra de vida se había puesto amarilla, algo más sorprendente que peligroso. La maniobra evasiva había logrado mitigar la mitad del daño de un ataque de tipo roca, la clase de movimientos capaz de activar la Prioridad Humana al instante. Si se repetía la situación, Giovanni vencería. Tenía que equilibrar la balanza antes de que fuera demasiado tarde.
El campo de batalla había quedado en tan mal estado que había cambiado por completo. Ahora había más terreno escarpado que liso. Aquello beneficiaba a Giovanni al tener un Enlace que no destacaba por su velocidad. Ahora los dos estaban en igualdad de condiciones en ese aspecto: Ryku no podía volar bien por el dolor en las alas y Giovanni tenía ventaja con un terreno perfecto para un Rhydon.
Giovanni no tardó en aprovecharse y corrió hacia el Charizard con el cuerno por delante. Nada de movimientos cargados de energía, solo una cornada. El Charizard se preparó para esquivar y tanteó el terreno en busca de un punto donde poder moverse sin perder el equilibrio. Cuando lo halló, se preparó para dar el salto sin que Giovanni pudiera reaccionar a tiempo después de esquivar su ataque. Ryku se impulsó con las alas y voló unos cuantos metros hasta otra zona poco escabrosa. Mientras evitaba perder el equilibrio, Giovanni repitió su ataque.
Así estuvieron durante al menos un minuto. Cada vez que Giovanni cargaba contra Ryku, el joven saltaba hacia otra zona en la que poder efectuar un aterrizaje más o menos correcto. Aquel baile fue útil para Ryku, ya que iba mitigando el dolor en el ala a la vez que cansaba al Rhydon. Giovanni se percató de su plan y cambió de táctica. Pasó de abalanzarse a obligarlo a ir en una dirección concreta con una lluvia de rocas. Aún tenía que adivinar la dirección que tomaría el Charizard al saltar, pero ahora tenía menos evasión. Giovanni falló todas las oportunidades que creó, pero en aquel juego existía un cincuenta por ciento de acierto y, al final, consiguió asestar una cornada en la barriga del Charizard gracias a que el joven tropezó.
Ryku se quejó del daño de la cornada. No bastó para desactivar su Enlace, pero se sintió como si alguien lo hubiera pinchado con la intención de sacar la punta por la espalda. Al joven se le cortó la respiración por unos instantes.
Antes de poder recuperarse aunque solo fuera un poco, el Rhydon arremetió de nuevo contra el Charizard con un nuevo ataque y desgarró con una cuchillada el cuerpo del Pokémon de fuego. Sin embargo, en comparación a la cornada, Ryku solo notó como si le hubieran rascado mal el pecho. Aun así, lo importante era el daño y cuánto descendía su barra de vida.
Giovanni encadenó un ataque tras otro. Ryku no pudo evitar las primeras cuchilladas, pero luego fue capaz de preverlas y bloquearlas. Intentó apartarse, pero Giovanni se lo impedía con un movimiento de la cola o un pisotón que hacía temblar el suelo. Cansado de quedarse a la defensiva, Ryku atacó. Entonces las habilidades de combate del propio Giovanni salieron a la luz. Cada vez que el joven cargaba su puño de energía y lanzaba un impacto directo, el Rhydon se echaba a un lado y contraatacaba con el cuerno giratorio. Lo intentó un par de veces más, sin éxito, y volvió a la defensiva. Giovanni lo tenía entre las cuerdas.
Llegó un punto en el que Ryku se hartó y despertó la parte más peligrosa de sí mismo. Cuando le quedaba poca vida o estaba en una situación peliaguda, Ryku actuaba de forma imprevisible y temeraria. Lo hacía sin darse cuenta porque estaba más centrado, ya no en ganar o perder, sino en salir de la situación a base de fuerza bruta. El comportamiento pilló por sorpresa a Giovanni.
Ryku volvió a cargar de energía su puño para golpear con su Megapuño en el pecho del Rhydon, pero a mitad de trayecto cambió el objetivo y apuntó al brazo. Giovanni reaccionó bien y lanzó otro puñetazo para contrarrestar el de su rival. El impacto emitió una onda de choque que no les afectó. No obstante, tanto el Rhydon como el Charizard cerraron los ojos y eso fue una sentencia para el Pokémon de tierra, ya que Ryku los abrió antes y rajó en diagonal al Rhydon desde la cintura hasta el hombro de una cuchillada. Giovanni se lamentó y retrocedió, cometiendo el error de liberar el puño del Charizard y recibir una segunda cuchillada. Entonces Ryku por fin pudo alejarse de su contrincante.
Con el Rhydon distraído con el dolor de las cuchilladas, Ryku comprobó el estado del combate. Su barra de vida estaba cerca de una cuarta parte del total, mientras que la del Rhydon había bajado hasta menos de la mitad. Cualquier ataque podría desactivar su Enlace y él necesitaba varios para lograr la victoria.
Entonces Ryku pensó en utilizar el nuevo movimiento de tipo fuego que le regaló Blaine. Llamarada era un ataque muy potente y podía quitar toda la vida restante de Giovanni de un golpe. Ryku había estado familiarizándose con la estrella de fuego mientras esperaba la reapertura del Gimnasio de ciudad Verde y había descubierto algunas flaquezas. Por encima de todo, debía mantener una distancia aceptable para que la bola de fuego se convirtiera en estrella y realizara el daño completo. No había comprobado si la bola de fuego se convertía en la estrella si chocaba contra una superficie, pero eso le ayudaba a mejorar la precisión y no fallar en el viaje de línea recta. Sin pensar en los otros problemas del movimiento, se puso a cargar fuego y energía en su boca, acumulando tanta que salían pequeñas llamas que no se extinguían. Después de unos segundos, Ryku se echó para atrás y expulsó la bola de fuego igual que si estuviera escupiendo su clásico lanzallamas. A partir de ahí, el resto caía en el ataque y sus efectos.
El Rhydon también se había estado preparando para un ataque definitivo mientras el Charizard acumulaba fuego en el hocico y repitió la combinación del terremoto con el brillante cuerno de aspecto sentenciador. Primero alzó unas cuantas rocas pequeñas y luego hizo a girar el cuerno a velocidades imposibles a la vez que lo imbuía de energía y lo volvía más grande. Una vez listo, no dudó en golpear a la vez que su rival.
Ryku temió que la bola de fuego estallara antes de lo previsto con los obstáculos que había levantado Giovanni y recurrió a lo primero que le vino a la cabeza para que no ocurriera y lanzó un torrente de llamas hacia la bola de fuego. Esa acción trajo consecuencias imprevisibles, pero muy beneficiosas para el Pokémon de fuego. El contacto del fuego del lanzallamas con la bola de la Llamarada causó que se acelerara el proceso de cambio de fase y se convirtiera en una estrella mucho antes. Además, aumentó su tamaño y se volvió una fuerza imparable que desintegraba las rocas que se interponían en su camino.
Giovanni, que había estado concentrado en crear una muy gruesa barrera con las piedras levantadas para anular el ataque de su enemigo y arremeter con su perforador una vez estuviera fuera de peligro, no había visto el infierno que se le vino encima y se dio cuenta demasiado tarde. La barrera desapareció tan fácil como si fuera de papel y quedó a merced de la inmensa llamarada.
Ryku contempló como su rival acababa dentro de una intensa hoguera de fuego que desprendía mucho calor. La hoguera perduró varios segundos mientras la barra de vida del Rhydon caía hasta quedar vacía por completo. En el interior de la hoguera brotaron rayos de luz hasta que una onda extinguió todo el fuego sin dejar ningún rastro. El Enlace de Ryku se desactivó sin previo aviso y regresó a su forma humana.
El combate había terminado, y en la pantalla señalaba al Charizard como vencedor.
Giovanni se levantó y se sacudió las manchas superficiales que se le habían quedado al haberse arrodillado. Acto seguido, lanzó un gesto a Ryku para que se reuniera con él. El joven tuvo algunas dificultades en moverse por el terreno destrozado y tropezó varias veces antes de reunirse con líder de Gimnasio.
—Enhorabuena por tu victoria —felicitó Giovanni con una pequeña sonrisa en el rostro—. Acompáñame y te entregaré la medalla del Gimnasio. No te olvides de recoger tu brazalete.
Ryku asintió y se dirigió al compartimento que se abrió al acercarse. Se desabrochó el brazalete dorado y lo cambió por el suyo. Se lo ató de nuevo en el antebrazo izquierdo, volvió con Giovanni y los dos salieron de la sala y caminaron por el pasillo hasta las escaleras que conducían al piso inferior. Allí giraron a la derecha y se metieron por otro pasillo que solo tenía una sola puerta muy distinta de las demás de la planta. Giovanni introdujo un código para desbloquear la puerta y abrirla.
La habitación encajaba a la perfección con el despacho de una mansión de lujo. El suelo estaba con un tapiz rojo adornado con un patrón de rombos amarillos y negros por toda la superficie. Había un escritorio de madera, dos sillas delante con asientos de cuero negro y un sillón en el que solo podrían sentarse personas de alto renombre como Giovanni. Tras el escritorio había un armario, una estantería con más carpetas que libros normales y un cuadro de unos preciosos paisajes montañosos.
Giovanni no se molestó en pedir a Ryku que tomara asiento ni él mismo se sentó. Fue directo al escritorio, pulsó un botón escondido en algún lugar y se escuchó un sonido mecánico. El líder de Gimnasio se dirigió al cuadro y lo corrió a un lado para revelar una caja de seguridad. Introdujo otro código que desbloqueó la puerta y sacó la brillante medalla de dos tonalidades de verde con forma de hoja. Se dio la vuelta y se la extendió a Ryku.
—Yo, Giovanni, líder del Gimnasio de ciudad Verde, te hago entrega de la medalla Tierra como prueba de tu victoria. Asimismo, recibirás una recompensa en Monedas de Combate —anunció.
Ryku cogió la medalla Tierra de la mano de Giovanni.
—Gracias.
—Ahora solo te queda el desafío del Alto Mando. Te deseo mucha suerte. —Ryku asintió en señal de agradecimiento y se dispuso a irse—. Un momento. Deja que uno de mis empleados te acompañe hasta la salida, a menos que no quieras la recompensa de Monedas de Combate.
Ryku se quedó en el sitio y no pasaron ni treinta segundos hasta que alguien llamó a la puerta.
—Antes de irte, joven, me gustaría pedirte un favor —dijo Giovanni.
—No quiere que diga nada de lo vivido en el Gimnasio, ¿verdad? —se adelantó Ryku—. Ni el Enlace que usa, ni quién es el nuevo líder, ni siquiera cómo es el edificio por dentro.
—El anterior entrenador es amigo tuyo, por lo que veo —dijo Giovanni—. Sí, es justo lo que quiero. ¿Puedes hacerlo?
—Sí—juró Ryku.
—Te lo agradezco. Ya puedes irte. Necesito descansar unos minutos antes del próximo combate.
Ryku se despidió y se retiró. El hombre que esperaba en el pasillo lo llevó de vuelta a aquella gran sala cuadrada y de ahí hacia la entrada al Gimnasio. Antes de echar a Ryku, el hombre se remangó y enseñó un brazalete Enlace. Pulsó algunas funciones en la pantalla y el brazalete Enlace de Ryku sonó avisando de haber recibido una transacción en su monedero virtual.
—Parece que ya has recibido la recompensa por obtener la medalla —observó el hombre—. Bien, entonces ya no te queda nada más que hacer aquí. Gracias por haber retado al líder de ciudad Verde.
Ryku abrió una de las puertas y salió a la calle. Bajó las escaleras y buscó a Dylan. Su amigo le había dicho que lo esperaría allí y lo encontró sentado en uno de los bancos cerca de la taquilla donde había entrenadores que aún podían adquirir el billete para su futuro combate contra Giovanni. Su amigo se levantó en cuanto lo vio acercarse.
—¿Y bien? ¿Qué tal ha ido? —preguntó Dylan.
—Compruébalo tú mismo —sonrió Ryku enseñando la medalla Tierra—. ¿Me devuelves el estuche?
—Genial. Esto significa que participaremos juntos en la Liga Pokémon. Ya tengo ganas de descubrir si uno de los dos se hace con el título de Campeón.
—Y yo —dijo Ryku mientras guardaba la medalla Tierra en el estuche con las otras. Se quedó unos instantes admirando el estuche completado—. ¿Quieres que volvamos a casa antes de que se ponga el sol o pasamos la noche en el albergue?
—Si tienes fuerzas para volar como en el viaje de ida, volvamos a tu casa. Si no, pues descansemos en el albergue.
—Estoy bien, pero no esperes que siga con energía después de cenar.
—Vale. Pero mañana quiero hablar de nuestros combates contra el líder del Gimnasio. Si hablamos en privado, no incumplimos la promesa que hicimos.
—¿Con Cetile y mis padres en casa?
—Bueno, ellos ya sabrán algo cuando les digas que estarás en la Liga Pokémon, ¿no? Pero si no estás seguro, nos vamos donde nos pusimos a entrenar y listo.
Ryku lo vio bien y anduvieron hacia pueblo Paleta confiando en que las piernas no les fallaran antes de alcanzar la Ruta 1.
Chapter 34: Preparativos
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Los padres de Ryku estallaron de alegría y se pasaron más de diez minutos agasajando a su hijo tras ver el estuche con todas las medallas de Gimnasio. Dylan se sintió un tanto excluido a pesar de que no buscaba atención. Sin embargo, los padres de Ryku también le dieron su dosis de felicitaciones.
Cetile también se alegró por sus amigos, aunque en una notoria menor intensidad que los padres de Ryku. Aradya no tenía idea de lo que pasaba, pero le gustaba tanto ver a sus dueños así de contentos que no fue complicado contagiarse de la misma alegría a pesar de no comprenderlo.
La madre de Ryku decidió hacer una cena especial para los chicos para celebrar el fin del viaje por la región. El padre de Ryku trató de sacar algunas dudas sobre el Gimnasio de ciudad Verde, a lo que tanto Ryku como Dylan le respondieron que no podían hablar de ello porque se lo habían prometido al líder del Gimnasio. Aquello extrañó bastante al hombre. Ahora que habían terminado de viajar por Kanto, solo quedaba la Liga Pokémon.
A la mañana siguiente, todo el pueblo se había enterado de la buena noticia y no hubo ni una sola persona que se perdiera la oportunidad de felicitar tanto a Ryku como a Dylan. Incluso ya les desearon suerte en alcanzar la victoria en la Liga Pokémon, aunque apoyaban más a Ryku que a Dylan. Tras dar las gracias a todos, los dos jóvenes se dirigieron al laboratorio de la profesora Dalia.
Los científicos y ayudantes de la profesora se contentaron con felicitar también a los chicos en cuanto entraron en el edificio. No obstante, ellos estaban muy ocupados con las investigaciones y su enfoque hacia Ryku y Dylan no duró más que unos segundos. Mary, una de las ayudantes de Dalia, fue la única que se quedó con ellos porque sabía que no habían venido solo para enseñar la colección de medallas. Les comunicó que Dalia estaba con Cetile en el conjunto de hábitats en la parte trasera del laboratorio.
Conociendo a Cetile, seguramente Dalia y ella estarían en un sitio lleno de Pokémon de tipo planta para que su amiga los estudiara e inmortalizara lo que hacían con su cámara. No fue muy complicado dar con ellas, ya que no había muchos lugares donde los Pokémon de tipo planta les gustase vivir. Solían ser lugares bastante amplios como campos o arboledas. Solo tuvieron que ir donde más Pokémon de ese tipo hubiera en un único lugar.
Los Pokémon se percataron de la presencia de los chicos mucho antes de que Cetile y Dalia lo hicieran. Ninguno huyó por la llegada de más humanos, aunque sí se mantuvieron apartados de ellos. Dalia dejó a Cetile un momento acariciando las hojas de unos Oddish y se reunió con los chicos. Su primera frase fue más que previsible.
—Al fin los coleccionistas de medallas de Gimnasio aparecen por aquí. Mis felicitaciones para los dos.
—Gracias, Dalia. Supuse que debíamos ser nosotros quienes viniéramos a ti para recibir tu enhorabuena —dijo Ryku con una sonrisa en la cara.
—Sí, pido disculpas por eso. Pronto voy a estar muy liada investigando a esa nueva especie de Pokémon que os mencioné y que ya habréis visto por televisión. Mis compañeros y yo debemos estar preparados para cualquier imprevisto que salga con ese Pokémon.
—Entiendo… Eso significa que vas a estar bastante ausente hasta que creas haber recopilado suficiente información sobre él —dedujo Ryku. Aunque, en realidad, todo el mundo sabía que la profesora Dalia se comportaba con un nuevo Pokémon igual que un niño a quien le han regalado un montón de golosinas.
—Eso me temo. Y ahora que lo has dicho, esto es algo que afecta a Cetile, ya que no podrá estar en el laboratorio mientras la investigación esté en marcha. —Dalia se giró y llamó a la chica para que se uniera a la conversación—. Cetile, ¿qué harás cuando ocurra?
La joven se lo pensó unos segundos.
—Bueno, he pensado en regresar a ciudad Azulona. Lo único que me mantiene en el pueblo es lo mucho que estoy aprendiendo contigo. Me hubiera gustado mucho visitar el resto de las ciudades que me quedan por ver como ciudad Plateada o ciudad Celeste, pero supongo que Ryku y Dylan no me llevarán a esos lugares.
—Tienes razón —corroboró Dylan—. Ahora que Ryku y yo tenemos las ocho medallas, nuestro principal objetivo es estar listos para darlo todo en la Liga Pokémon. De hecho, yo también pienso volver a casa. Mis padres también tienen derecho a felicitarme por conseguir las ocho medallas —añadió—. Y también entrenaré allí.
—¿Y os iréis pronto? —preguntó Ryku.
—Cuando haya descansado un poco más. Pero hay que acompañar a Cetile a su casa para que sus padres vean que no la hemos dejado desprotegida en ningún momento.
—Por eso no te preocupes —le quitó importancia Cetile—. Mis padres ya están al tanto de mi situación y les he dicho que volveré sola a casa. Solo necesito que alguien me lleve al STA de ciudad Verde y ellos me recogerán en el de ciudad Azulona.
—Eso lo pueden hacer mis padres o yo —mencionó Ryku.
—Entonces todo en orden, salvo una pequeña cosa…
—Tampoco te preocupes por eso, Dylan —se adelantó Dalia—. No me he olvidado nuestro trato. He llamado a los de Silph y reservé un módulo Pokédex para ti. Eso sí, tendrás que esperar a que esté listo y me lo manden. Te avisaré cuando ocurra.
Una gran sonrisa se dibujó en la cara de Dylan.
—Muchas gracias.
Como Ryku y Dylan estaban en días de descanso, decidieron quedarse con Dalia y Cetile hasta que tuvieran que volver a casa. Aprendieron un poco sobre los Pokémon de tipo planta y se relajaron en el campo procurando no acercarse a las manadas de Tauros y Rhyhorn que paseaban por la zona. Se quedaron a comer con Dalia y no regresaron a casa hasta bien entrada la tarde. Hicieron tiempo hasta la cena jugando y sacando a pasear a la enérgica Aradya por el pueblo. Concluyeron el día viendo los programas de la tele hasta que sus ojos no se aguantaran abiertos.
Los siguientes días fueron iguales. Ryku repasó todo lo que había conseguido en su viaje y miró el monedero virtual rebosante de Monedas de Combate. Había pasado de tener dinero suficiente para una noche en un albergue a poseer un número de hasta seis cifras. Sin duda los líderes de Gimnasio recompensaban bien a los que les vencían. También hizo una revisión de todos los movimientos que había memorizados en su Enlace, comprobó si podía crear nuevas estrategias en el futuro y pensó en los mejores lugares donde entrenar para la Liga Pokémon.
Dylan cumplió su intención de volver a casa y Ryku y sus padres lo acompañaron al STA de ciudad Verde y se despidieron de él allí. Dylan y Ryku compartieron unas últimas palabras en las que acordaron un lugar donde reunirse de nuevo y entrar juntos en la Liga Pokémon.
Cetile se marchó pocos días después de Dylan. Dalia había recibido al misterioso Pokémon de aspecto gelatinoso y estaba junto a su equipo estudiándolo día y noche. Se fue de la misma forma que Dylan y, entonces, Ryku se quedó solo con sus padres y Aradya.
Apenas un tiempo más tarde, Ryku dio por terminado su descanso y se preparó para el reto final. Se organizó el día tanto para fortalecerse como para idear estrategias contra los Enlaces del Alto Mando. Por la mañana se iba a entrenar hasta la hora de comer y por la tarde se encerraba en su habitación y se ponía a ver vídeos de las anteriores ediciones de la Liga Pokémon.
En los entrenamientos, Ryku intentó optimizar el tiempo de acción y reacción cada vez que efectuaba un movimiento Pokémon. Sobre todo, se centró en los movimientos que requerían acercarse para hacer daño como Megapuño o Ataque ala. También se puso objetos que destruir con su lanzallamas buscando la precisión a largas distancias y la carga del fuego en muy pocos segundos. Experimentó con el movimiento Llamarada y comprobó cómo podía aprovecharse de las desventajas que producía el ataque de fuego más potente que tenía. Descubrió que podía contener la bola de fuego en la boca lo suficiente para disparar la estrella sin que necesitara recorrer cierta distancia antes de abrirse y que era capaz de sostenerla sin problema entre las garras del Charizard hasta que se convertía inevitablemente en una estrella. En eso debía tener cuidado porque se envolvía a sí mismo en las llamas. Calculó cuál era la distancia máxima que necesitaba la estrella para alcanzar su mayor tamaño. Le gustó saber que, si la estrella no tocaba nada en varias decenas de metros, no estallaba y se extinguía a los pocos segundos de ser lo más grande posible. Todos eso le ayudó a incluir mucho mejor el movimiento en sus estrategias y combinarlos con el resto de manera más eficiente.
Por la tarde, justo después de comer, Ryku pedía a sus padres que no lo molestasen hasta la cena y se encerraba en su habitación de manera que ni Aradya se colara por casualidad, aunque a veces la Eevee se le adelantaba y luego no había forma de que se fuera. Al menos no lo incordiaba y casi parecía que tuviera compañía.
Ryku buscó en lo más profundo de su armario una caja con grabaciones de algunas ediciones de la Liga Pokémon y lo ponía en su televisor. Durante un tiempo, no pudo concentrarse al rememorar aquellos recuerdos en los que Antorcha y él admiraban el espectáculo de los combates contra el Alto Mando. Se obligó a guardar esas memorias para otro momento y enfocarse en lo importante: las estrategias del Alto Mando.
Lorelei era la primera barrera a derribar. La Reina del Hielo, como se la llamaba entre sus fans, era una referencia clara a su insuperable maestría con los Pokémon de ese tipo elemental. Usaba el Enlace de un Lapras, el Pokémon de tipo hielo más equilibrado de los pocos que habitaban Kanto. En un combate, tanto Lorelei como Ryku estaban en igualdad de condiciones con tantas debilidades como fortalezas en ambas partes. Sin embargo, todos sus ataques eran de daño neutro y ella tenía la ventaja de poder emplear movimientos de agua contra él. Y por lo que veía en las grabaciones, Lorelei era calculadora, siempre adelantándose a los movimientos de su rival. Debía ir con mucho cuidado con ella.
La siguiente barrera la ponía Bruno, un experto en Pokémon de tipo Lucha. Aunque Ryku tenía ventaja sobre él gracias al tipo volador, Bruno había demostrado en más de una ocasión su capacidad de vencer hasta al Pidgeot más rápido con el Enlace de un Machamp. Y, por si fuera poco, el hombre alternaba su Enlace entre el Machamp y un gigantesco Onix el doble de grande que el que tenía Brock. Por suerte, ese Enlace no lo utilizaba mucho y era muy especial verlo combatir con el Onix durante la Liga Pokémon. Ryku confió en que en su duelo no optase por escoger ese Enlace, si no lo tendría muy difícil para ganar.
Después estaba Agatha, la más anciana de los cuatro y maestra de los Pokémon de tipo fantasma y veneno. Por eso, al igual que Bruno, empleaba varios Enlaces hasta que se quedó solo con el Enlace de un Gengar, el cual poseía ambos tipos que ella dominaba. Ryku no había luchado nunca con un Pokémon de tipo fantasma, por lo que debía estudiar y descubrir los puntos fuertes y débiles de un Gengar si quería tener alguna posibilidad de vencer.
Por último, estaba Lance, el líder del Alto Mando. Una de las pocas personas capaces de controlar el inmenso poder de los auténticos dragones. Los combates Pokémon contra su Enlace de Dragonite eran espectáculos dignos de ser recordados, sobre todo porque eran ínfimos los entrenadores que llegaban a él. Eso era un grave problema, pues al no disponer de tantos combates con los que estudiar las estrategias de Lance, Ryku iría sin saber si su plan de combate sería efectivo contra él. Sin duda, Lance daba significado al título de Campeón.
Ryku organizó las sesiones sobre qué miembro del Alto Mando iba a observar en los videos. Hacerlo con los cuatro a la vez terminaba por ser tan inútil como no hacer nada.
Un día, Ryku llamó a su amigo Eric para pedirle ayuda. Como él trabajaba en el centro comercial de ciudad Azulona, debía de conocer las Máquinas Técnicas que podían aprender los Pokémon y las que no. Solicitó que le mandara por correo electrónico una lista de todos los accesibles para Charizard. Eric tardó un par de horas en devolver la llamada a la vez que Ryku recibía el correo en la bandeja de entrada del ordenador de su padre. Imprimió la lista y volvió a encerrarse en la habitación.
Con esta nueva información, Ryku miró y descartó aquellos movimientos que ya conocía, como Megapuño o Llamarada, y aquellos otros que no encajaban en sus estrategias o con su forma de combatir. Solo cinco de las veinticinco Máquinas Técnicas disponibles tenían un pase para formar parte de su set de movimientos: Megapatada, Golpe Cuerpo, Movimiento Sísmico, Mimético y Doble Equipo. Todos con una función específica contra cada miembro del Alto Mando. Una vez convencido de que necesitaba esas Máquinas Técnicas, Ryku volvió a llamar a Eric y le preguntó sobre si el centro comercial realizaba envíos a domicilio, a lo que nada más recibir una respuesta positiva, hizo las compras pertinentes.
Ryku instaló los movimientos en su brazalete Enlace nada más llegó el paquete a su casa. Efectuó sesiones extras de entrenamiento en el campo para dominarlos lo más pronto posible. Casi había pasado un mes desde que Dylan y Cetile regresaron a sus casas y en las noticias ya se hablaba de la celebración anual de la Liga Pokémon. Cada vez quedaba menos tiempo.
Masterizar los recientes movimientos Pokémon no era muy complicado dada la simplicidad de sus efectos. Megapatada formó parte de su conjunto de ataques cuerpo a cuerpo. Su único problema con ese ataque en un Charizard era que requería mucha proximidad con el objetivo porque el Pokémon de tipo fuego no poseía patas precisamente largas. Movimiento Sísmico no tenía ningún misterio; Ryku practicaba levantando rocas pesadas y lanzándolas al suelo desde distintas alturas. Con Golpe Cuerpo hacía lo mismo, salvo que no lo utilizaba mucho porque, a la larga, su propio cuerpo acababa en el mismo estado que las rocas en las que impactaba. Doble Equipo y Mimético, al no ser movimientos de daño, solo necesitó acostumbrarse a su función, sobre todo con el primero, ya que Mimético copiaba el último movimiento usado por el rival y era como el último recurso en todas sus estrategias. Una manera de tener al menos un movimiento de daño neutro teniendo en cuenta solo los Enlaces del Alto Mando.
Las últimas semanas de entrenamiento sirvieron para poner en práctica todo lo aprendido y perfeccionarlo. Ryku voló hasta la playa donde habían aparecido Tentacruel con pocas ganas de socializar con otros Pokémon. Un objetivo perfecto para probar sus estrategias a la vez que intentaba controlar la locura inducida por los ataques de tipo veneno que pudiera conocer. Los resultados fueron más que satisfactorios: Ryku había aumentado su velocidad de reacción al ser capaz de esquivar y predecir los golpes de los tentáculos del enemigo y mejorado ligeramente su potencia de fuego y ataques físicos. Y ya que estaba, experimentó con el uso de Mimético, el cual le sorprendía poder lanzar movimientos que un Charizard era imposible que lo hiciera de manera natural. Ryku ganó el combate con heridas menores gracias a que el Tentacruel no conocía movimientos muy efectivos de alto poder. Aún debía mejorar las tácticas.
Los días previos a la Liga Pokémon llegaron. Los Gimnasios habían cerrado y la gente ya estaba reservando sus asientos para ver desde las gradas los combates que se celebrarían. Lógicamente, los padres de Ryku habían comprado sus entradas al segundo de poderlas conseguir, al igual que gran parte del pueblo, seguramente. Por desgracia, Dalia no fue capaz de conseguir una. No porque no quisiera, sino porque la investigación del Ditto no había finalizado y seguía muy ocupada. Aun así, los padres de Ryku le compraron una entrada para que, al menos, se hiciera un hueco para ver uno de los combates de Alto Mando. Entonces, Dalia prometió que aparecería por allí a la mínima oportunidad que tuviera libre la agenda. Ryku se conformó con eso.
Ryku no dio por finalizado el entrenamiento hasta que no le quedara más tiempo para practicar o ver los vídeos del Alto Mando. No obstante, el día anterior al inicio de la temporada de la Liga Pokémon, el joven se dedicó a repasar todo lo que había aprendido en las últimas semanas. Una vez se sintió seguro de poder afrontar el desafío de la Liga Pokémon, miró la fotografía de Antorcha.
—Pronto, amigo. Queda poco para que te demuestre lo fuerte que me he vuelto. No te pienso defraudar —dijo como si tuviera delante a su Charizard.
Minutos más tarde, Ryku se cambió de ropa, abrió la puerta de la habitación para que Aradya se acurrucara en su cómoda cama y él la acompañó. Los próximos días iban a ser los más importantes de su vida y debía estar listo para afrontarlos y darlo todo sin contención. Mañana empezaba la recta final.
Chapter 35: Requisitos de la Liga Pokémon
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La Liga Pokémon era el evento anual más esperado en todo Kanto, más que la llegada del S.S. Anne a ciudad Carmín. La región no escatimaba en gastos para demostrar a los turistas qué época del año era. Cada ciudad de Kanto se preparaba para celebrar la Liga Pokémon sin necesidad de ir a la Meseta Añil, donde se encontraba el estadio. Ciudades como ciudad Azulona y ciudad Azafrán destacaban por contar con espacios amplios donde construían pantallas gigantes desde las cuales sentir el fragor de los combates Pokémon como si se estuviera allí. Se convertían en todo un reclamo para las masas.
Pero a pesar de tratarse de un tiempo de festejos, los eventos ocurridos a lo largo del año como el intento de secuestro del edificio de Silph S.A., el incidente del S.S. Anne, entre otros atentados, la seguridad para garantizar una fiesta como la de cualquier otro año había aumentado drásticamente en la que ninguna ciudad dejaría pasar nada por alto. Por suerte, aquello no impediría a la gente admirar el espectáculo de la Liga Pokémon.
Ryku se levantó temprano para llegar pronto al Camino de los Aspirantes, otro nombre por el que conocía la Ruta 22, al oeste de ciudad Verde. Preparó su brazalete y guardó en su mochila el estuche de las medallas y la libreta con los apuntes. Añadió un bolígrafo por si en los combates de otros entrenadores contra el Alto Mando descubría algo nuevo. Cuando se aseguró de que no se dejaba nada, se despidió de sus padres y Aradya y partió hacia la ciudad.
Ryku se presentó en ciudad Verde bastante antes de lo previsto, así que esperó sentado en la salida oeste a que llegara Dylan. Ryku había llamado a su amigo en la Ruta 1 para avisarle que estaba de camino al punto de encuentro que acordaron. Dylan respondió con lo mismo, salvo que él tardaría más en reunirse con él porque el STA de ciudad Azafrán estaba tan abarrotada de gente por la Liga Pokémon que hasta los pilotos de Enlace estaban muy ocupados. Una hora después recibió otra llamada conforme había aterrizado en la ciudad.
Ryku aprovechó ese tiempo revisando las estrategias de la libreta como si fuera un examen. Se sabía las tácticas principales que utilizaría tan bien que se centró solo en las alternativas. Cuando escuchó a Dylan gritando su nombre, cerró la libreta y la guardó en la mochila.
—Lamento haber tardado tanto —se disculpó Dylan—. Desde que ciudad Azafrán volvió a abrir sus puertas ha sido como si se hubiera desatascado una tubería. Y con el tema de la Liga Pokémon te puedes hacer una idea de la conglomeración que hay.
—Fue buena idea quedar muy pronto, entonces —rio Ryku.
—Desde luego. Bueno, ¿continuamos?
Ryku y Dylan abandonaron la ciudad y se adentraron en la Ruta 22. El Camino de los Aspirantes era la única ruta donde los Pokémon salvajes huían al menor indicio de ruido, haciendo parecer que no vivía ninguno. Ryku y Dylan no le dieron mucha importancia y siguieron por el camino marcado.
Mientras andaban, Ryku y Dylan charlaron sobre sus experiencias en los últimos meses. Dylan explicó que desafió a todos los entrenadores que pasaron por cualquiera de las cuatro rutas que conectaban con ciudad Azafrán. No lo hizo a menudo por las restricciones que había, pero tras abrirse las puertas, se convirtió en su rutina diaria. Realizó tantos combates que le enseñó a su amigo la cantidad de Monedas de Combate que tenía y Ryku se quedó perplejo.
—Eso es casi el doble de lo que yo acumulé en la cacería de medallas —comentó.
—Y eso que no gané todos los combates que efectué —aclaró Dylan—. Los Pokémon de tipo planta y eléctrico me daban palizas bastante instructivas. Creo que algunos de esos entrenadores participarán en la Liga Pokémon.
—¿Y eso fue todo lo que hiciste en los últimos meses? —preguntó Ryku esperando más.
—Para nada. Por las tardes, mi padre y yo nos poníamos a ver vídeos de la Liga Pokémon para detectar patrones que repitieran los miembros del Alto Mando, aprender de las estrategias que usaban y contrarrestarlos.
—Ya veo. Se ve que has tenido un entrenamiento de lo más productivo —dijo Ryku.
—Como si tú no lo hubieras tenido también —replicó Dylan fingiendo molestia por ese comentario—. He visto que estabas leyendo una libreta y se te notaba muy concentrado en su contenido.
Ryku se llevó una mano a la nuca y admitió la falsa queja de su amigo. Sin embargo, insistió en que su entrenamiento fue menos intenso que el de su amigo porque en pueblo Paleta y en la Ruta 1 no había entrenadores con los que disputar combates Pokémon. Explicó que los combates que él hizo fueron contra Pokémon salvajes de la playa y no había mucha variedad, ya que los Tentacruel eran los únicos Pokémon lo bastante hostiles y poderosos para considerarlos un desafío. Añadió que él también dedicó parte de su entrenamiento a ver los vídeos de anteriores ediciones de la Liga Pokémon con el mismo objetivo de prever los movimientos del Alto Mando y la libreta contenía esos apuntes y las estrategias que había ideado.
—Curioso, nuestros entrenamientos han sido muy similares y a la vez diferentes —dijo Dylan—. Yo he basado más mi entrenamiento en combates Pokémon contra otros entrenadores y tú has memorizado hasta el más sutil movimiento de cualquiera de los miembros del Alto Mando.
Pronto se toparon con bifurcaciones e indicaciones. Ryku y Dylan miraron por encima las direcciones a seguir por seguridad y continuaron el trayecto.
El primer edificio para los participantes de la Liga Pokémon descansaba casi en lo más alto de la famosa Meseta Añil. El ascenso hasta allí era como la primera prueba, habiendo de subir por la pendiente de más de ochocientos metros de alto de la meseta. Al menos no era muy pronunciada. Aun así, el ascenso sería complicado. A Ryku le hubiera gustado poder volar hasta su destino, incluso con Dylan en su espalda. Pero, cuando llegaron al inicio del ascenso, los jóvenes se encontraron con señales que obligaban a leerlas. Al parecer, a lo largo de la subida había puntos de control en los que se debían enseñar las medallas de Gimnasio o los devolverían al inicio de la ruta. Incluso descalificarían a los aspirantes que volaran hasta el edificio de la Liga Pokémon antes de empezar el evento. Ryku y Dylan intercambiaron una mirada, asintieron y comenzaron a subir.
El primer punto de control apareció a los casi cien metros de trayecto. Solo era una cabina al lado de una barrera. Dentro del habitáculo había un hombre vestido con un uniforme oficial de la Liga Pokémon y una gorra con la parte superior lisa y un ornamento dorado en medio. El hombre se encargaba de enseñar a los entrenadores cómo conseguir la tarjeta que sería el pase para el evento de la Liga Pokémon y servía para registrar las medallas en ella. Ryku y Dylan necesitaron dar la información de sus carnets virtuales de entrenador de Enlace y la medalla Roca para que el guardia creara las tarjetas. Después de tirar de la palanca de un pequeño aparato que, con un sonido intrigante, expulsó las tarjetas con la silueta de la medalla grabada en una ranura de la tarjeta. El vigilante entregó las tarjetas, devolvió las medallas y abrió la barrera.
A partir de ahí, el ascenso por la meseta siguió el mismo patrón: cada poco había un punto de control que solo se podía cruzar enseñando y registrando la correspondiente medalla de Gimnasio. A Ryku le divirtió que el orden fuera el mismo que el que recorrió para recolectarlas. Poco a poco, la tarjeta que les había dado el primer vigilante fue llenándose de marcas con la forma de las medallas. Después de registrar la última de ellas, estaban muy cerca de divisar uno de los edificios de la Liga Pokémon.
Después de subir los casi de ochocientos metros, los jóvenes se pararon un instante a admirar la exuberante entrada de un edificio con el símbolo característico de la Liga Pokémon. Ryku había visto de antemano los estadios y las edificaciones a su alrededor la vez que vino a ver la Liga Pokémon con sus padres, pero aquel superaba en belleza arquitectónica a todos los demás. La puerta principal estaba cubierta por un pórtico que imitaba el color del oro con columnas esculpidas al milímetro con ornamentación floral. Del techo llano de color verde pálido caían dos enormes estandartes con los dibujos de dos de los Enlaces del Alto Mando: el Gengar de Agatha y el Dragonite de Lance. El color morado de ambos no contrastaba con las paredes rojizas del edificio. Lo más llamativo de aquel edificio, además de su estilo de construcción, era que parte de este estaba introducido en una barrera de rocas que superaba los doscientos metros de altura.
Ryku reconocía esa diminuta montaña: la Calle Victoria. Solo la había visto de reojo cuando fue a la Meseta Añil de pequeño y, ahora que la tenía delante, se sintió intimidado. Según las leyes de la Liga Pokémon, solo aquellos que la atravesaban eran candidatos dignos de desafiar al Alto Mando. Eso significaba que lo que había en su interior era casi tan poderoso como un miembro del Alto Mando.
Cuando los chicos terminaron de ensimismarse con el exterior del edificio, pasaron por un pasillo decorado con un par de arcos simples y entraron con decisión.
Lo primero que vieron fue a una mujer vestida con el mismo uniforme que los guardias de los puntos de control detrás de una mesa donde descansaban distintos aparatos y un ordenador. La mujer los recibió con una cálida sonrisa.
—Bienvenidos al Edificio de los Aspirantes a Campeón, también conocido como EAC. ¿Sois entrenadores que quieren participar en la Liga Pokémon?
—Así es —contestó Dylan.
—Muy bien. Para registraros necesitaré la tarjeta que os ha tenido que dar uno de los guardias de la ruta anterior, por favor —Ryku y Dylan dejaron sus tarjetas sobre la mesa de la mujer—. Esperad un momento.
La espera superó con creces a la que ambos pensaban que sería. Creían que con la tarjeta bastaba para tener acceso al registro, pero la mujer estuvo varios minutos realizando comprobaciones con las tarjetas y toda la información que incluía además de las marcas de las medallas. Parecía verificar que la información era real y no existían ninguna incoherencia en el proceso. Al cabo de unos extensos cinco minutos, la mujer apartó la vista del ordenador y metió en uno de los aparatos otro tipo de tarjeta que empezó a hacer bastante ruido hasta que las expulsó después de imprimir en estas una información básica de registro. Luego la mujer las protegió con plástico, las perforó y las unió a una cinta roja con enganche.
—Disculpad la espera. Aquí tenéis —dijo la mujer con una sonrisa—. Ahora estáis identificados como aspirantes de la Liga Pokémon. No las perdáis porque se encargan de abriros el camino hasta el Alto Mando por todas las pruebas.
—¿Cuándo empiezan esas pruebas? —preguntó Dylan.
—Cuando nadie más se pueda registrar en un par de días. Si queréis saber más, preguntad a algún aspirante. Seguro que hay alguien que ya participó y os podrá dar detalles. O esperad a que nosotros os lo expliquemos llegado el día.
—Entendido. ¿Hay algo más que debamos saber?
—Solo una —añadió la mujer—. Como ya os he dicho, vais a permanecer aquí un par de días hasta que cerremos los registros y pasemos a la siguiente fase, de modo que lo primero que debéis hacer será ir a las habitaciones y escoger una. Buscad una puerta que tenga una luz encendida y pasad el pase que os acabo de dar para que sea vuestra.
—De acuerdo. Gracias.
—Os deseo mucha suerte, aspirantes —se despidió la mujer antes de volver a centrarse en la pantalla del ordenador.
Ryku y Dylan se dirigieron a la puerta que había cerca de la mesa de la mujer y se adentraron en el edificio. Ambos se quedaron de piedra en cuanto atravesaron el umbral de la puerta.
La sala principal de edificio era gigantesca. Superaba por mucho la propia anchura de la entrada, alcanzando los cincuenta metros de distancia entre las paredes. En cada extremo había una puerta que indicaba que el edificio no terminaba ahí. Ryku y Dylan se interesaron por la puerta que tenían delante, justo en el extremo norte de la sala. Medía más de tres metros, y estaba decorada con el relieve de diversos Pokémon lanzando algunos de sus ataques más poderosos. Había escaleras que llevaban a un balcón desde donde se podía ver una buena cantidad de puertas con luces. Las habitaciones. Debía de haber decenas, y solo en la parte que veían. La sala se dividía en distintas áreas: una de entretenimiento donde la gente podía jugar, otra de descanso, una tercera con un pequeño bar que servía todo tipo de refrescos (además de ser probablemente el único sitio con una televisión en el que enterarse de lo que sucedía en el exterior mientras estaban ahí) y una cuarta con una recepcionista que parecía actuar de guía de las instalaciones.
Después de apreciar todo, Ryku y Dylan repararon en las personas que andaban por la sala que no fueran trabajadores de la Liga Pokémon. Como era lógico, todos eran entrenadores de Enlace y se movían por el lugar como si lo explorasen. Ryku contó al menos otros cincuenta entrenadores excluyéndole y a su amigo.
—Cualquiera de estos entrenadores podrá ser nuestro rival en algún punto del evento —dijo Dylan emocionado—. ¿No te parece increíble?
—Haber llegado has aquí ya lo es —confesó su amigo—. Espero no dejarme llevar por las emociones.
—Lo mismo digo.
—No olvides que nosotros también seremos rivales pronto —dijo Ryku.
—Una rivalidad amistosa —aclaró Dylan—. Con ellos no tenemos la misma relación.
Dylan tenía razón. Si llegaba el día en el que tuvieran que enfrentarse para alcanzar el tan ansiado título de Campeón de la Liga Pokémon, sería un combate amistoso, aunque en el menor de los sentidos de la palabra. Y, si no terminaban enfrentados en la Liga Pokémon, quizá después de esta sería un buen momento para tener un combate entre ambos.
Ryku y Dylan subieron al piso de las habitaciones y buscaron dos puertas que tuvieran la luz encendida y que no estuvieran alejadas la una de la otra. Encontraron dos contiguas entre sí y no tardaron en pasar las tarjetas para que la luz se apagara y la cerradura se desbloqueara. Dejaron sus pertenencias y se pusieron a explorar el edificio.
Un estruendoso sonido de alarma sacó del mundo de los sueños a Ryku de golpe. El sobresalto fue tal que casi se cayó de la cama. No entendía qué pasaba, pero al poner un poco más de atención, escuchó que la alarma iba acompañada de un mensaje.
—Atención, aspirantes. La segunda fase del evento de la Liga Pokémon dará comienzo en dos horas. Es obligatorio que todos se reúnan en la sala principal frente a la gran puerta condecorada para recibir la información de lo que ocurrirá a continuación. ¡Que nadie se retrase, ya que no se repetirá por segunda vez! Hasta luego, entrenadores.
Había llegado el día. Por fin el verdadero reto de la Liga Pokémon estaba a punto de comenzar. Ryku se despejó con una ducha y se vistió para la ocasión. Después de atarse el brazalete Enlace en su antebrazo izquierdo, salió de la habitación y llamó a la puerta de Dylan. Su amigo tardó cinco minutos en terminar de despertarse.
En las dos horas de tiempo que quedaban antes de la reunión, el edificio entero se llenó de movimiento. En los dos últimos días, el número de entrenadores de Enlace que habían conseguido un puesto como aspirante había aumentado hasta casi cien aspirantes. Todos se prepararon a su manera. Algunos iban al comedor, como Ryku y Dylan, a desayunar y acumular la energía necesaria para el reto; otros cogían algo de picar y partían a los campos de entrenamiento de la sala a practicar; y el resto descansaba antes de la segunda fase.
Aquellos que llevaban la indumentaria de la Liga Pokémon también aprovecharon las horas para montar un pequeño escenario y un sistema de audio para quienes hablaran desde la tarima. Una vez hechas las comprobaciones, solo quedaba esperar.
Las dos horas transcurrieron más rápido de lo que cualquiera pensó. Los aspirantes se conglomeraron en la sala principal quince minutos antes de cumplirse el plazo. Ryku y Dylan habían elegido permanecer cerca del escenario desde el principio. Preferían estar al frente del grupo que al final. Poco después, en la sala principal comenzó a faltar espacio con la llegada del resto de aspirantes. Las personas uniformadas contaron con estimaciones aproximadas y debatieron si empezar la segunda fase unos minutos antes si ya estaban todos presentes. Cuando se confirmó la presencia de todos los que se habían registrado, tres personas se subieron al escenario y se aseguraron de que los micrófonos que sostenían estaban conectados. Después de dar el visto bueno, uno de ellos bajó y los otros dos se dirigieron al público.
—¡Saludos, aspirantes! —dijo con gran energía uno de ellos. Era un hombre que vestía un traje distinto a la de cualquier otro organizador de la Liga Pokémon, siendo de color negro y asemejándose más a un esmoquin que a un uniforme de trabajo. También llevaba unas gafas de sol, otorgándole un ligero misterio. No obstante, a Ryku le sonaba su cara—. Mi nombre es Hiroyuki. Tal vez ya me conozcáis por ser el comentarista oficial de la Liga Pokémon. —Muchos de los aspirantes asintieron—. Voy a ser quien os informe sobre el funcionamiento de la segunda fase de la Liga Pokémon, la cual ha sufrido cambios en comparación con anteriores ediciones. Pero antes de eso, felicidades por haber llegado hasta aquí. Es toda una hazaña que, aunque algunos ya hubierais reunido las medallas de Gimnasio desde hace tiempo, veo caras nuevas entre el público. Quizá alguno de ellos las haya recolectado en un tiempo récord.
Ryku se sintió identificado con las palabras del comentarista. Él había tardado poco menos de un año en hacerse con todas las medallas, pero no lo veía como un logro: más entrenadores aparte de él habían logrado tal hazaña. Sin ir más lejos, Dylan era uno de esos entrenadores, solo ralentizado por la indisposición de un Gimnasio.
—Como ya he comentado antes, la Liga Pokémon de este año va a ser un poco diferente a otras ediciones que podáis recordar —continuó Hiroyuki—, pero la esencia de la Liga Pokémon sigue siendo la misma de siempre. Por ejemplo —Hiroyuki se hizo a un lado y con un gesto señaló la impresionante puerta condecorada que tenía detrás de él. Lo acompañaron unas luces que iluminaron la puerta, dando más detalles a los relieves en esta—, la Calle Victoria sigue siendo el único elemento de la segunda fase que habrá que superar para pasar a la siguiente, que será el propio Alto Mando.
Los aspirantes la observaron con rostros serios, listos para afrontar lo que hubiera al otro lado.
—Aquellos que ya hayan intentado completar la Calle Victoria saben la gran dificultad que posee. Es considerada una de las zonas más peligrosas de Kanto por los Pokémon salvajes que habitan en ella, los cuales no tienen nada que ver con aquellos que veis cada día en las rutas de la región. Y son muy hostiles, así que cuidado si decidís enfrentaros a ellos. Derrotarlos no otorga ninguna recompensa o beneficio para la fase más allá de que vean y entiendan que no sois entrenadores débiles que puedan ser derrotados con facilidad.
Ryku tragó saliva. Por cómo había descrito Hiroyuki a esos Pokémon, ya tenía claro que no quería enfrentarse a ninguno de ellos. Menos cuando tenía la sensación de que en la Calle Victoria estaban los Pokémon del tipo que más daño causaría a su Enlace.
—Pero el objetivo no es cruzar la Calle Victoria sobreviviendo a los encuentros con esos Pokémon —añadió el comentarista al observar algunas caras que lo debían pensar—. El objetivo principal es vencer a entrenadores altamente cualificados y elegidos por los mismísimos miembros del Alto Mando que se ubican a lo largo de la Calle Victoria. Hay diez en total y, para considerar que habéis atravesado la Calle Victoria con éxito, es obligatorio haberos enfrentado a todos ellos sin excepción.
Los entrenadores más jóvenes se pusieron nerviosos. Cada vez que Hiroyuki decía algo sobre la segunda fase, les hacía pensar que los organizadores de la Liga Pokémon no querían que entrenadores novatos se enfrentaran al Alto Mando, mientras que los que ya habían cruzado la Calle Victoria (o intentado, al menos) no encontraban ninguna novedad en las explicaciones del comentarista.
—Los combates contra estos elegidos del Alto Mando serán únicos. Es decir, solo podréis pelear contra ellos una sola vez, independientemente de si ganáis, perdéis o empatáis. Estos resultados quedarán registrados en una tabla clasificatoria con la que, cuando todos los entrenadores hayan tenido su oportunidad de recorrer la Calle Victoria, los mejores pasarán a la tercera y última fase: el desafío del Alto Mando. —Hiroyuki observó los rostros de los entrenadores que lo escuchaban y en parte se sintió mal. Los nuevos ya estaban aterrados tras saber dónde se habían metido, una idea que no terminaba de asentarse en su cabeza. Por desgracia, aquello no era lo último que tenía que decir—. Lamentablemente, no esperábamos encontrar un sustituto al anterior líder de ciudad Verde tan tarde, y eso ha provocado que la participación en la Liga Pokémon haya aumentado considerablemente en comparación a otras ediciones. Y cómo no podemos alargar el tiempo que dura el evento, hay que adaptarse para que todos tengáis una oportunidad. Es decir, se ha decidido reducir el tiempo que cada entrenador dispone a la hora de recorrer la Calle Victoria, con un tiempo máximo de tres horas.
En el preciso instante en el que Hiroyuki dijo eso, los aspirantes empezaron a quejarse por las consecuencias que acarreaba disponer de tan poco tiempo para realizar los combates contra los entrenadores y salir de la Calle Victoria.
—¿En serio? ¿Acaso no habéis tenido en cuenta el funcionamiento de los Enlaces? —preguntó un hombre entre los aspirantes—. Si perdemos o empatamos contra esos elegidos del Alto Mando dos o tres veces, se acabó. No podremos hacer nada hasta que se reinicien nuestros módulos al cabo de una hora y eso nos obligaría a ganar sí o sí al menos siete de los diez combates contra esos elegidos.
Muchos aspirantes apoyaron las palabras de su compañero.
—Calma, amigos, no hay nada de lo que preocuparse —trató de tranquilizarlos Hiroyuki—. Por supuesto que sabemos cómo funcionan los Enlaces. Hemos tenido en cuenta su modo reinicio a la hora de decidir el límite de tiempo y creemos que, con lo que hay, es más que suficiente para luchar tanto con los Pokémon salvajes de la Calle Victoria como con los entrenadores a los que debéis vencer.
—¿A qué te refieres con eso?
—Después contestaremos a todas las preguntas que tengáis —cambió de tema Hiroyuki—, pero antes dejadme terminar con la explicación.
El comentarista esperó unos segundos con tal de asegurarse de que no le interrumpían y continuó hablando.
—Como iba diciendo, solo podréis luchar contra los entrenadores elegidos por el Alto Mando una única vez. Cuando hayáis peleado con todos y salido de la Calle Victoria, se organizarán los resultados de vuestro rendimiento en esta. En otras palabras, apuntaremos cada victoria, derrota, empate y el tiempo empleado para atravesar la Calle Victoria en una tabla que os ordenará según el desempeño. Las victorias son el elemento más valioso; es decir, cuantas más consigáis, mejor quedaréis en la tabla y, por consiguiente, mayores posibilidades tendréis de pasa a la siguiente fase. La manera con la que obtendremos los datos será mediante brazaletes especiales, similares a los dorados de los Gimnasios, que monitorizarán vuestro progreso mientras estéis en la Calle Victoria. — Hiroyuki hizo una pausa y miró a sus compañeros por si alguno tenía que decirle algo más. Viendo que solo asentían, prosiguió—. Ahora, antes de proceder al sorteo con el que decidiremos el orden en el que cada aspirante entrará en la Calle Victoria, podéis preguntar cualquier duda que os haya surgido durante la explicación.
Obviamente, una de las preguntas iba dirigida a explicar con más detalles cómo habían visto óptimo limitar el tiempo de la prueba de la Calle Victoria a tan solo tres horas. Sin embargo, Hiroyuki aplazó esa pregunta para el final pues, según aclaró, necesitaba algo para que su respuesta fuera creíble. Además, la compañera de Hiroyuki se retiró a buscarlo a la vez que se disponía todo para el sorteo.
Mientras se esperaba, Hiroyuki contestó a otras preguntas que fueran más inmediatas. Una de ellas fue sobre los elegidos del Alto Mando en busca de pistas que sirvieran durante la prueba. Sin embargo, Hiroyuki fue precavido y solo respondió que los elegidos eran entrenadores que habían superado la Calle Victoria con suma facilidad en muchas ocasiones, pero que no habían sido capaces de derrotar a ningún miembro del Alto Mando. Esto significaba que estaban a un nivel similar al de los aspirantes, pero no lo bastante bajo para que la prueba fuera sencilla. También se inquirió sobre lo que sucedería en el caso de que pasaran las tres horas de tiempo máximo, a lo que el comentarista respondió que se permitiría completar la Calle Victoria y aparecer en la tabla clasificatoria aunque el resultado fuera una descalificación automática por no cumplir los requisitos.
La compañera de Hiroyuki volvió al escenario y entregó al comentarista algo antes de colocar una pequeña mesa con una caja agujereada por arriba. Luego cogió un portapapeles y se posicionó al otro lado de la mesa.
—Bien, vamos a despejar las dudas y responder a las quejas sobre el tiempo límite para realizar esta prueba. —Hiroyuki buscó al primer entrenador que había dejado claro su disgusto con tal de que no hubiera abandonado. No lo encontró—. Solo me hace falta enseñaros esto para empezar con mi argumento.
Hiroyuki levantó todo lo que pudo un objeto que solo las primeras filas de entrenadores vieron en detalle. No era más que una Máquina Técnica de aspecto distinta a las demás al tener una carcasa negra que protegía un disco dorado muy diferente a los clásicos discos amarillos con movimientos eléctricos. La gran mayoría de entrenadores no vieron nada especial y no parecía complacerles que ese objeto fuera la excusa de los organizadores. Sin embargo, Ryku y Dylan contemplaron sorprendidos e intercambiaron una mirada para señalar que era lo que ellos creían.
—Esto, aspirantes, es el último gran invento de Silph S.A.: un reiniciador. Parece una Máquina Técnica, y funciona exactamente igual que una, pero no contiene ningún movimiento Pokémon, sino que, como bien indica su nombre, provoca reinicios del módulo Enlace. Esto significa que se puede reiniciar el Enlace sin necesidad de esperar a que transcurra la hora del modo reinicio. Es como tener un Centro Técnico en la palma de la mano.
Las caras de los aspirantes mostraron por primera vez felicidad y asombro.
—¿Un Centro Técnico portátil? ¡Increíble! —se oyó entre los entrenadores.
Por otro lado, Ryku y Dylan estaban más sorprendidos de que Bill hubiera finalizado el desarrollo de los reiniciadores a tiempo para la Liga Pokémon.
—Así es. Utilizaréis en primicia la versión comercial de los reiniciadores durante esta fase. Y, poco después de finalizar la Liga Pokémon, se pondrán a la venta en cualquier tienda para entrenadores de Enlace.
—¿Solo necesitamos uno para poder reiniciar siempre que queramos nuestros Enlaces? —inquirió un aspirante.
—No, los reiniciadores son de un solo uso —respondió Hiroyuki—. Pero no os preocupéis, se os proporcionará una buena cantidad para realizar vuestra prueba sin problemas. Aun así, procurad no perder mucho, ¿de acuerdo?
Ese último mensaje hizo que todos los aspirantes se olvidaran del límite de tres horas y lo aceptaran como algo hasta beneficioso ahora que conocían de la existencia de los reiniciadores. Se podía ver en ellos sus ansias de entrar y salir de la Calle Victoria triunfantes.
—¿Hay alguna duda más que haya que resolver? —preguntó Hiroyuki. Esperó unos instantes y asintió—. Perfecto. Ahora procederemos a pronunciar vuestros nombres. Cuando lo escuchéis, subiréis aquí y sacaréis un número de esta caja. Dicho número revelará el turno en el que os tocará a la hora de realizar la prueba de la Calle Victoria. Una vez todos tengáis un número, empezará la prueba. Espero que los que saquéis los primeros números estéis ya preparados.
Segundos después, la compañera de Hiroyuki empezó a llamar a los aspirantes uno a uno desde la lista que tenía en el portapapeles. Los nombres se fueron pronunciando alfabéticamente. Esto significó que Dylan extrajo su número antes que Ryku. Obtuvo el número sesenta y dos, convirtiéndose en uno de los participantes que más tardaría en entrar en la Calle Victoria. Cuando llegó el momento de Ryku, el papel que sacó de la caja tenía el número veinticinco. Se lo dijo a la mujer que estaba apuntando los números y regresó con su amigo. Su turno iba a llegar bastante antes que el de Dylan.
El último aspirante sacó el número restante y se procedió a ordenar los resultados. Entonces se empezó a desmontar es escenario a la vez que se pedía al aspirante que había sacado el número uno que se preparara para entrar en la Calle Victoria. También se avisó a los siguientes números que estuvieran atentos a sus turnos, ya que de lo contrario podrían quedar descalificados si no aparecían en la puerta de la Calle Victoria al cabo de diez minutos después de llamarlos por megafonía. El resto recibió la advertencia de estar despiertos a partir de las ocho de la mañana, pues a esa hora se continuaría con la prueba. Dicho esto, Hiroyuki deseó buena suerte a todos y se marchó.
Entonces los aspirantes comenzaron a dispersarse por las instalaciones, ya que muchos de ellos no serían llamados hasta al cabo de unos días. Ahora, lo único que podían hacer era esperar a escuchar sus nombres y las puertas de la Calle Victoria se abrieran para ellos.
Chapter 36: La Calle Victoria
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Ryku comprobó varias veces que no se dejaba nada en la habitación. Su nombre había sonado por megafonía hace un minuto y los nervios le hicieron creer que estaba a punto de ser descalificado por pasar el tiempo límite.
Era una buena hora del día. Pasado el desayuno y todavía lejos de la hora de comer. Había tenido suerte. Otros aspirantes se habían quedado con las ganas de llenarse el estómago cuando les llegó en turno.
Ryku vio a Dylan en la sala principal, cerca de la pequeña zona restringida a participantes y trabajadores de la Liga Pokémon. Observaba a los empleados preparándolo todo para el siguiente aspirante.
—Cada vez que veo abrirse y cerrarse esas puertas me entran escalofríos —dijo Dylan—. No debería mirarlas, pero es que no lo puedo evitar. Igualmente, ya estoy nervioso.
—Ese debería ser yo, ¿no crees? —dijo Ryku entre risas—. A ti te queda tiempo para mentalizarte y yo tengo que entrar ahora.
—A ti se te irán los nervios en las próximas horas —espetó Dylan—. Yo todavía no sé cuándo me va a tocar. ¿Por qué me salió un número tan alto?
—Lo haremos bien —lo animó Ryku. Extraño que tuviera que ser él que alentara a su amigo, pensaba que sería al revés.
Dylan suspiró.
—Eso espero. En fin, más vale que entres si no quieres que te descalifiquen. Buena suerte. Nos veremos cuando hayamos pasado la prueba.
Un empleado de la Liga Pokémon se acercó a los chicos preguntando sin uno de ellos era el aspirante llamado Ryku. Dylan se marchó tras despedirse de su amigo mientras él entregaba al empleado la tarjeta plastificada que lo identificaba. El empleado la examinó y, con un movimiento de cabeza, le permitió pasar a la zona restringida.
Ryku siguió al empleado hasta una mesa donde otras dos personas agrupaban en pequeños paquetes reiniciadores y repelentes.
—Aquí tenéis al siguiente aspirante —dijo el empleado a sus compañeros.
El empleado se fue a ayudar a otros que parecían necesitar una mano adicional.
—Bien, esto… Ryku, ¿no? Vayamos al grano —dijo el trabajador—. Dispondrás de un único paquete de cada consumible para usarlos a lo largo del desafío. Contarás con reiniciadores suficientes para enfrentarte a cada uno de los rivales del interior y diversos repelentes para ahuyentar a los Pokémon en caso de que no puedas escapar o no quieras luchar contra ellos. No te preocupes, los brazaletes de la Liga Pokémon cuentan con módulos Repelente. Eso sí, solo puedes usar estos, no los que traigas de casa. Así que tenemos que requisarte la mochila hasta que termines la prueba.
Ryku asintió y dejó la mochila sobre la mesa. El empleado la cogió y la guardó en una caja que otro se llevó. Luego cogió una mochila más pequeña donde introdujo los paquetes y se la entregó.
—Podrás quedártela cuando pases la prueba como recuerdo, al igual que los consumibles que te sobren. Ahora ve con Mark a que te dé el brazalete correspondiente.
Ryku se colocó la mochila a la espalda y se dirigió a la mesa del técnico Mark. Este no se percató de su presencia ni cuando se plantó al otro lado de la mesa. Estaba absorto examinando a fondo un brazalete Enlace de color blanco.
—Está en perfectas condiciones —dijo sin levantar la vista del brazalete—. Pero todavía estamos al principio de la prueba. A ver cómo se comporta después de un uso considerable de los reiniciadores.
—Perdone…
Mark levantó la cabeza y apartó el brazalete sin mirarlo. Casi derriba otro que estaba al borde de la mesa. Metió la mano en una pequeña caja y sacó otro brazalete Enlace más que dejó sobre la mesa.
—Perdona, me había distraído. Este es el brazalete que usarás durante la prueba. Tiene todo lo que necesitas para la Calle Victoria, salvo tu Enlace, obviamente. Es como en los Gimnasios, ya sabes qué hacer.
Ryku colocó la base de su brazalete sobre la pantalla del otro hasta que este soltó el pitido que completaba la transferencia. Luego se puso el blanco en lugar del suyo.
—Deja tu brazalete aquí. Te lo devolveremos al final del día o antes junto a tus otras pertenencias. Buena suerte, aspirante.
Con todo listo, Ryku se dirigió a la puerta decorada donde un par de trabajadores le dieron un aviso antes de iniciar la prueba: esta no empezaría hasta que cruzara cierto punto de la Calle Victoria o sonara una alarma después de un tiempo. Aquello daría a Ryku un último instante para mentalizarse y relajarse, si es que conseguía lo segundo. Ryku asintió y los trabajadores le abrieron la puerta. Cuando entró, los trabajadores cerraron la puerta tras de sí.
Ryku avanzó hasta quedarse a escasos palmos de una línea blanca. Al otro lado se imponía la Calle Victoria, la cueva más espectacular que había visto jamás. Había que levantar mucho la cabeza para ver el techo y, aun así, seguía habiendo una red de amplios caminos al aire libre como un laberinto de piedra. Toda la cueva estaba iluminada, por lo que no sería difícil detectar a los Pokémon salvajes que la habitaban. Incluso creyó escuchar el tosco serpenteo de un Onix.
Pero eso también significaba que sería complicado esconderse de ellos.
Ryku se fijó en los elementos tecnológicos que destacaban entre las rocas y paredes de piedra. Reconoció los postes metálicos que se usaban en los campos de batalla. Campos de fuerza para evitar que los movimientos Pokémon provocaran destrozos innecesarios. Tenía sentido, pero ¿por qué tenían que delimitar la altura de la cueva? No podría aprovechar las alas de Charizard para sobrevolar el terreno. También había cámaras en posiciones estratégicas. Desde luego la Liga Pokémon limitaba el uso del Enlace fuera de los combates.
Una alarma sonó.
Ryku se puso en marcha. El límite de tres horas había comenzado.
No transcurrieron ni cinco minutos para que Ryku se topara con los primeros Pokémon salvajes de la zona. Dos Graveler se peleaban por algún motivo desconocido. Ryku se movió entre las rocas sin llamar la atención. Por si acaso, sacó de la mochila un repelente hasta que los Graveler siguieron su disputa en otra parte. Ryku suspiró aliviado y continuó.
Ryku vio algunos Zubat y Golbat atravesando los campos de fuerza como si no existieran. Sería muy injusto si no se podía defender de ellos al protegerse al otro lado de la barrera.
Salió de entre las rocas a un espacio amplio, perfecto para realizar un combate sin preocupaciones. Hasta el campo de fuerza del techo estaba más alto. Salió de dudas cuando vio al otro extremo del campo a una entrenadora de cabello lila y ropa naranja. Cuando ella también lo vio, alzó su brazo. Ryku le devolvió el gesto a modo de saludo y se percató que la entrenadora no estaba siendo cortés, sino que lo estaba avisando que iba a activar su Enlace. Ambos se llevaron las manos a sus respectivas pantallas del brazalete y empezaron su transformación en Pokémon.
Ryku extendió las alas cuando su cambio se completó, listo para reaccionar por si la entrenadora no se esperaba el momento de la pelea mientras adquiría su forma. La entrenadora dejó de brillar y demostró el aspecto de un gato grande de pelaje claro y un característico rubí en su frente. Un Persian.
Sería un combate rápido. Tanto el Charizard como el Persian eran Pokémon veloces. Ryku contaba con una enorme ventaja aérea si su rival no disponía de movimientos a distancia. Pero no se confiaría demasiado. Estaba peleando con una entrenadora que el propio Alto Mando eligió para esta prueba.
No hubo señal de comienzo de combate cuando el Persian se abalanzó sobre Ryku. Él reaccionó y logró esquivarla por los pelos. «Menos quedarse quieto y más moverse», pensó. El Persian corrigió su ataque, giró sobre sí mismo y mordió el ala del Charizard. Ryku contuvo un grito y se deshizo de su rival de una sacudida. La dejó delante de él y aprovechó para cargar de energía sus zarpas y devolverle el ataque con un Megapuño. El Persian no soportó el impacto y salió volando varios metros.
El dolor del mordisco era intenso. Ryku vio la marca en el ala. Por suerte, el golpe no había sido crítico. Comprobó que no se la había inutilizado. El Persian pretendía mantener a su rival en su terreno y mermar su maniobrabilidad. Había fallado.
Ryku se dispuso a alzar el vuelo ahora que su enemigo estaba distraído con el dolor del puñetazo, pero no logró levantarse más que un par de metros cuando detectó un brillo procedente de la gema del Persian. Como acto reflejo, Ryku se cubrió tras las alas con la esperanza de esquivar el golpe echándose hacia atrás, sin éxito. Le hubieran tirado algo pequeño y duro. Cuando abrió las alas, vio un puñado de monedas de oro esparcidas por el campo.
«Pero ¿qué…?»
El Persian recortó distancia con el Charizard y cargó sus garras de energía. Alcanzó al dragón con facilidad ante su momentánea distracción y asestó un impacto directo de una cuchillada. Ryku se desequilibró y cayó, aunque se reincorporó rápido.
Como tenía al gato cerca, Ryku eligió devolver el golpe con su cuchillada, pero el Persian pasó a la defensiva en cuanto vio que se posicionaba para atacarlo y dio un salto hacia atrás. Justo lo que Ryku buscaba. El joven no pretendía golpear, sino quemar. Imbuir de energía sus garras sirvió para engañar al Persian y obligarlo a tomar una decisión que no pudiese corregir. En medio del salto, Ryku soltó un potente lanzallamas que cubrió al Persian por completo.
El último movimiento permitió tener unos instantes de descanso para entender la situación actual. El Persian se lamentaba por las quemaduras, aunque no sufría el estado y trataba de recuperarse cuanto antes. Por su parte, Ryku se acostumbró al dolor del pecho donde había recibido la cuchillada. Se concentró en su Enlace y sintió que su resistencia se había reducido a la mitad, algo sorprendente teniendo en cuenta que había recibido tres impactos seguidos. Uno de los movimientos debió ser débil.
Ryku volvió a alzar el vuelo antes de que el Persian se repusiera por completo y alcanzó una altura considerable para que no le resultara tan fácil al gato acertarle con alguno de sus movimientos y él pudiera encontrar el momento apropiado para atacar desde el aire.
Ryku quiso aprovechar que el Persian todavía estaba dolorido, a pesar de haberse levantado, para sentenciar el combate. Un lanzallamas más sería suficiente. Se acercó con tal de no fallar y cargó el hocico de fuego. Pero en cuanto estuvo lo bastante cerca, el Charizard no vio lo que estaba haciendo realmente el Persian. No se estaba recuperando, estaba preparando un ataque. Cuando Ryku se percató, le fue imposible evitarlo.
Una descarga eléctrica recorrió todo su cuerpo y lo echó hacia atrás, tirándolo al suelo una vez más. Su cuerpo liberaba chispas, inmovilizándolo e incapacitándolo. ¿Cómo había sido posible? El Persian conocía un movimiento eléctrico, y Rayo nada menos. Eso no lo aprendían de manera natural. Al menos no se había paralizado, pero aquel impacto lo había dejado en las últimas. La Prioridad Humana estaba al borde de activarse.
El Persian corrió hacia el Charizard para asestar el golpe definitivo. Ryku no podía moverse y no sería capaz de esquivarla. ¿Iba a perder? No, se negó a que sucediera y obligó a su cuerpo a reaccionar. Cuando el Persian se abalanzó con las garras llenas de energía, Ryku se levantó, dio un paso adelante y con sus garras agarró las patas delanteras del gato, dejándolas extendidas con tal de que no consiguiera golpearle de forma indirecta. También procuró tener la mayor parte de su cuerpo alejado de su cabeza por si cambiaba su ataque a un mordisco o a las monedas de oro.
Era su oportunidad de expulsar el lanzallamas que deseaba, pero todavía sentía calambres por culpa del Rayo y le impedía acumular el calor necesario para invocar el fuego. Así que improvisó con un movimiento que pudiera realizar sin que tuviera que liberar al Persian. Y conocía el ideal para esta situación.
Ryku batió sus alas y se alejó del suelo mientras agarraba al Persian que forcejeaba con más intensidad cada vez que se elevaban más y más. Alcanzó la altura máxima que permitía el campo de fuerza y se impulsó hacia el suelo, acelerando a cada segundo. Cuando apenas quedaron unos metros, Ryku lanzó al Persian contra el suelo con suficiente fuerza para romper la piedra y dañar a su rival. El Persian no tuvo ninguna oportunidad de caer de pie y se estampó de espaldas, levantando polvo y dejando una marca en el suelo. Con ese golpe, el gato no se levantó y su cuerpo empezó a brillar.
La Prioridad Humana tomó efecto no solo en el Persian, sino en el Charizard también. Ryku no se esperó ese resultado y perdió sus alas a cerca de un metro sobre el suelo y cayó de espaldas. Con ambos Enlaces desactivados, el combate había finalizado.
Ryku sintió alivio por su victoria. Se levantó y se quitó el polvo de la ropa.
La entrenadora salió del agujero y levantó el pulgar a Ryku. Luego señaló con el dedo el camino que debía continuar. El joven no se había dado cuenta de que la salida estaba bloqueada por el campo de fuerza hasta ahora. Después la entrenadora se retiró a descansar hasta su próximo combate.
Ryku continuó su camino por la Calle Victoria. Pensó en el resultado del primer combate de la prueba. En parte había tenido suerte de ganarlo, sobre todo cuando se la jugó con su última táctica. De no haber conseguido bloquear las garras del Persian, ahora tendría una derrota en el marcador. Pero tampoco podía alegrarse de la victoria: le quedaban nueve combates más. Y si eran tan intensos como el primero, las posibilidades de no superar la prueba aumentaban.
Ryku se quitó esos pensamientos de la cabeza. No hacía falta caer en el pesimismo. Su objetivo era ganar la Liga Pokémon, cumplir la promesa que le hizo a su Pokémon. ¿Qué clase de Charizard era si no veía los combates como un reto a superar y hacerse más fuerte? Estaría deshonrando el Enlace que le dio Antorcha. Pensar en su Pokémon le devolvió las ganas de acudir a la siguiente pelea.
Al menos, una oficial. Los Pokémon salvajes de la Calle Victoria estaban al tanto de la presencia de humanos y algunos se atrevían a buscarlos. Eso obligaba a Ryku a esconderse tras las rocas. Usar los repelentes sería una buena idea, pero había tan pocos que utilizarlos tan pronto en la prueba no sería beneficioso. Menos mal que su hostilidad le servía de igual manera, pues ellos mismos se distraían y se ponían a combatir entre sí, perfecto para pasar con discreción.
Llegó a otro campo abierto con un entrenador al otro extremo de este. Iba vestido igual que un karateca como Kendo, por lo que se podía intuir el tipo de Enlace que poseía. Le alzó el brazo, indicando que estaba preparado para iniciar el combate.
Ryku le devolvió el gesto y ambos se transformaron en Pokémon.
Como era de esperar, el karateca adquirió la forma de un Pokémon de tipo lucha, un Machoke, para ser más específico. Un Pokémon al que ya se había enfrentado y conocía sus puntos débiles y fuertes. Aun así, debía ir con cuidado: no era Kendo quien se ocultaba bajo ese Enlace.
El Machoke realizó un saludo rápido de respeto tras su transformación y esperó a que Ryku hiciera lo mismo. Tras ello, empezó el combate.
Ryku se levantó varios metros del suelo lo más rápido posible para que el Machoke no se lo impidiera como hizo el Persian. Para su sorpresa, el Machoke apenas se movió del sitio. Sabía que no contaba con la ventaja en este combate. Esos eran los más peligrosos. Daba igual que tuvieras ventaja de tipo, si tu rival estaba en alerta constante, poco a poco podía ganar. Pero si nadie atacaba, el combate no llegaría a ninguna parte. Así que tanteó el terreno usando su lanzallamas contra el Machoke.
El fuego abarcó un amplio ángulo a medida que se dirigía al Pokémon de tipo lucha. Este no tenía muchas posibilidades de salir airoso del ataque ante la expansión de las llamas, pero era lo que esperaba. Con una fuerza abrumadora, dio un pisotón y con la misma pierna levantó un pedazo de roca más grande que su cuerpo y lo utilizó de escudo contras las llamas que se dispersaron al chocar con la roca. Ryku mantuvo el torrente, pero el Machoke sentenció el ataque empujando la roca con fuerza hacia Ryku. El inesperado contraataque hizo que el joven cortara de inmediato su ataque y se centrara en esquivar la mole que se le venía encima. Por suerte, la roca perdió fuerza al desplazarse y no tuvo dificultades para evitar el impacto, pero no atravesó el campo de fuerza y se hizo pedazos. El Machoke aprovechó el momento de protección de su rival para acercarse, colocarse detrás de él y asestar un golpe kárate de lleno en el cuello del Charizard. El dragón perdió su defensa y se desequilibró.
El Machoke no terminó ahí su ofensiva. Mientras el Charizard trataba de recobrar el sentido, lo agarró, saltó dando una vuelta en el aire y lanzó con fuerza al dragón que se arrastró por el suelo hasta detenerse cerca del agujero donde había arrancado el pedazo de roca.
Ryku seguía aturdido. En un instante había recibido una paliza con solo dos movimientos. Su cuerpo lo había resistido de forma natural, aunque no descartaba que hubiera perdido bastante vida.
Esto no debía seguir así, de lo contrario estaría a merced del rival para que lo vapuleara hasta derrotarlo mientras lo único que hacía él era protegerse y aguantar para no sufrir conmociones. Todavía veía algo borroso por el golpe en el cuello, pero advirtió de que el Machoke ya preparaba su siguiente ataque con un puño cargado de energía. Un Megapuño. Se puso a correr para dar con la mayor fuerza posible.
«De eso nada». Ryku se esforzó en fijar al Machoke en el centro de su visión y cargó de energía su puño con tal de contrarrestar el Megapuño del Machoke. Interpuso el ala como si lo único que pudiera hacer era defenderse y, cuando el Machoke estiró el brazo, Ryku levantó el ala, desvió su Megapuño y le dio en el estómago con el suyo. El Machoke perdió la energía de su puño. Ryku creyó haber contrarrestado el ataque, pero la energía del movimiento del Machoke no se había desvanecido, sino transferido a su pierna izquierda, la cual alzó y golpeó a Ryku en el estómago, haciendo que ambos Pokémon se apartaran entre sí con un dolor en la barriga.
Ryku se lamentó más de su impacto. Aquella patada debió ser más potente que el Megapuño. Debió ser una Megapatada, más potente que el Megapuño, pero igual de efectivo. Debía ir con cuidado de no recibir otro.
El Machoke se recuperó antes que el Charizard, pero no tuvo tiempo suficiente para un ataque rápido y retrocedió. Tenía en mente el movimiento que podría sentenciar el combate Pokémon y se posicionó donde lo pudiera efectuar con mayor precisión y hacer el mayor daño posible. Una vez colocado, dio un pisotón con los brazos apuntando al suelo. Las rocas a su alrededor se elevaron mientras adquirían un curioso brillo azulado. Parecía que el Machoke tuviera poderes psíquicos.
Ryku vio lo que estaba haciendo su rival y lo invadió el pánico por un instante. Avalancha. Uno de los movimientos más letales para su Enlace. ¿Es que todos sus rivales de la Calle Vitoria tenían un ataque muy efectivo contra su Enlace? Si era así, sabría a qué atenerse en los próximos duelos. Por ahora, Ryku eliminó por completo el miedo y se dispuso a contrarrestar el movimiento del rival. Y conocía uno que lo podría salvar.
El Machoke esperó unos instantes para marcar su objetivo. Luego, hizo un gesto con el cuerpo y las rocas viajaron como proyectiles hacia el Charizard. Y justo después vio que había marcado mal a su rival. Había apuntado a un dragón naranja, claro, pero ahora había muchos iguales que se dirigieron a las rocas como si las pudieran esquivar. El Machoke no entendió la acción de su rival. ¿Usar Doble Equipo para mandar a las copias a la muerte? No tenía sentido. Las copias no tardaron en desaparecer atravesadas por las rocas. Pero seguía habiendo muchas y al Machoke le costaba identificar al auténtico. Algunas copias lograron pasar la lluvia de rocas y el Machoke se preparó para contraatacar. Una se le acercó con intención de acuchillarlo con las garras y el Pokémon de tipo lucha desvió el ataque creyendo que era el auténtico, pero el desvío cayó en la nada y el movimiento lo desplazó más de lo que quería. Cuando quiso reposicionarse, tenía otras tres copias a punto de golpearlo. Se la jugó soltando un puñetazo a una e interponiéndose a la otra para empujarla. Ambas eran copias y se expuso a la tercera, la cual no cargó con las garras por delante, sino que pasó a su lado y lo golpeó con el ala cubierta de energía.
Ryku deshizo el resto de las copias después de mandar al Machoke contras las rocas de un lado del campo abierto. Había tenido suerte de que el Doble Equipo lo distrajera lo suficiente para permitirle acercarse, mucho más cuando solo había dado una orden a las copias mientras se centraba en evitar que le dieran las rocas. Gracias a su agilidad (y a la suerte), había atravesado la avalancha sin percances.
Se abalanzó sobre el Machoke y le soltó un torrente de fuego antes de que tuviera la oportunidad de reaccionar después del gran golpe que le había dado.
Aquello bastó para activar la Prioridad Humana del Machoke y obligar al Charizard a retroceder por el intenso destello. Unos segundos después, Ryku regresó a su forma humana.
El campo de fuerza de las salidas del campo de batalla desapareció. Ryku podía continuar, pero antes de eso ayudó al karateca a ponerse en pie. Se le veía desanimado por la derrota. Cuando este le dijo que no se preocupara por él, Ryku se marchó.
En el siguiente tramo, Ryku pensó en sus siguientes rivales y en sus sets de movimientos. ¿Había detectado un patrón o solo se trataba de una casualidad que tuvieran ataques fuertes contra su Enlace? Esperaba que solo fuera algo eventual, si no tendría que ir con extrema precaución en los próximos combates.
Por primera vez en el recorrido, Ryku tuvo que emplear su Enlace cuando un Arbok lo descubrió y lo persiguió sin descanso. Incluso lo atacó lanzándole rocas. No obstante, aquello no era lo que más preocupaba a Ryku, sino el veneno de la serpiente. Por encima de todo, no quería pasar el resto del camino envenenado y delirando. Podría acabar descalificado por superar las tres horas. El lanzallamas fue suficiente para alejarlo y que se perdiera entre las rocas con la punta de la cola ardiendo como la llama de un Charizard.
El resto del camino hacia el siguiente campo de batalla ocurrió sin mayores percances. Probablemente los lamentos de la serpiente (se seguían escuchando incluso después de alejarse más de cien metros) fue el aliciente perfecto para que no se le acercaran.
Ryku llegó al siguiente terreno donde disputaría su tercer combate de la prueba. El entrenador al otro lado era alguien que vestía una capa y pantalones violetas, una cinta roja para la cabeza, un chaleco negro y una camisa blanca. Demasiado ostentoso. Ryku no adivinó qué tipo de Enlace usaba.
Ambos entrenadores alzaron sus brazos en señal de disposición para el combate y se transformaron.
Esta vez, Ryku se enfrentaba a un Hypno, un Pokémon de tipo psíquico. Mientras no fuera más poderoso que el Alakazam de Sabrina, su experiencia en aquel combate le sería útil.
El combate comenzó, igual que el anterior: ninguna de las dos partes golpeó. Si algo había aprendido Ryku de los combates contra Pokémon psíquicos, era que cualquier movimiento del Hypno le acertaría tanto si volaba como si se mantenía en tierra. Lo mejor era acercarse y atacar cuerpo a cuerpo. Tal vez si repetía la estrategia que tomó contra Sabrina…
No le dio tiempo a expulsar su lanzallamas cuando todo su cuerpo se envolvió en el aura violeta del poder psíquico del Hypno. Ryku miró a su rival y tanto su moneda como sus ojos brillaban con el mismo color del aura. Incapaz de moverse, Ryku cayó a merced de su rival, que lo elevó en el aire y lo estampó contra el suelo. Fue un golpe duro, pero Ryku se recuperaba mejor de aquellos movimientos que ya le hubieran golpeado en el pasado. Alguna ventaja tenía que sacar de ello.
Ryku no permitió que el Hypno siguiera con su ofensiva y vomitó un torrente de llamas. El Hypno no tuvo poder suficiente para canalizar el fuego y evitar que lo quemara. Parecía que quería recibir el golpe y amortiguar el máximo daño posible. Aprovechó la distracción y el humo consecuente para acercarse sin que lo detectara. Trató de no hacer ningún ruido volando bajo, pero era tarea complicada contra un Pokémon psíquico. Por suerte, logró colocarse a escasos metros del Hypno, listo para golpearle de nuevo.
Pero el Hypno ya lo esperaba.
Ryku se mareó. ¿Cómo era posible? Volar no le producía náuseas y menos a tan baja altura. El mareo creció y el Charizard empezó a verlo todo distorsionado. El suelo, las rocas, incluso el propio aire se curvaba ante él. Luego el propio entorno se puso rojo y violeta. Violeta… El Hypno estaba atacándolo con otro movimiento psíquico, uno que desconocía. El mareo se intensificó otra vez y Ryku apenas soportó el dolor de cabeza. Se sentía casi como en los delirios cuando se envenenaba. No aguantó más y todo se tornó blanco por un instante y una onda invisible lo alejó del Hypno.
Se levantó de nuevo. Para su sorpresa, el dolor de cabeza y mareo habían desaparecido. Solo notaba una ligera jaqueca que provenía de los cuernos, probablemente porque fueron lo primero que tocaron el suelo al caer. Al menos hicieron su función de protegerle la cabeza. Sin embargo, aunque se sentía bien, todavía experimentaba un poco de desorientación y veía algo borroso. Recuperó la visibilidad cuando recibió un golpe en el estómago.
Resultó sorprendente que el Hypno hubiera puesto sus poderes psíquicos a un lado y atacara cuerpo a cuerpo al Charizard. No era común que un Pokémon psíquico recurriera a la ofensiva cercana. Tal vez el entrenador seguía una estrategia especial, una que sus rivales no esperaban.
Daba igual. Ryku se recuperó y le propinó un aletazo cargado de energía que mandó a su rival por los aires. Intentó conectar el contraataque con un lanzallamas, pero fracasó cuando las llamas se apagaron en el interior de su boca, como si de repente algo le cerrara la garganta. ¿Otro truco psíquico? Por supuesto. El Hypno había usado sus poderes mientras volaba y se levantó mientras Ryku asimilaba lo que había sucedido.
«He perdido mis llamas», concluyó. Las seguía sintiendo dentro, bullendo con ganas de salir, pero fuera lo que fuera lo que había hecho el Hypno, era incapaz de expulsar un torrente de llamas. Ryku se llevó una zarpa a la boca y fingió toser el humo resultante del bloqueo. ¿Realmente había cortado sus llamas? Simuló otro ataque de fuego sin ejecutarlo del todo y tanto las ascuas como la llamarada no estaban atascadas; solo su lanzallamas lo estaba. Habría perdido su movimiento por excelencia, pero todavía le quedaba fuego que expulsar.
A pesar de no tener el lanzallamas disponible, Ryku no varió su estrategia. Seguía teniendo que acercarse al Hypno si quería dañarlo. No tenía movimientos que le ayudaran a distraerlo, de modo que ganó altura a medida que reducía la distancia con su rival. Cuando estuvo encima, descendió calculando los movimientos de su rival y contraatacar nada más empleara sus ataques psíquicos contra él. Y no tardó en cumplirse.
El Hypno hizo girar su moneda atada a una cuerda y de ella emergió un aura azulada que cubrió todo el cuerpo del Pokémon. Por acto reflejo, el Charizard redujo velocidad en el aire por si el movimiento implicaba una nueva inmovilización, pero a medida que descendía más lento, se dio cuenta de que esa no era su intención. El Hypno hizo caso omiso de su rival y concentró más energía a su alrededor. Y justo cuando el Charizard optó por darle un coletazo, liberó toda la energía en un poderoso rayo multicolor translúcido que distorsionó las cercanías como ondas en un estanque. El Charizard se cubrió con las alas, pero el ataque ignoró toda defensa y le dio. El lamento que escuchó después significaba que había efectuado la psicoonda más potente que podía crear. Si era así, el poder del impacto bastaría para sentenciar el combate.
Pero nada más bajar un poco las defensas, el Hypno se topó de cara con el hocico naranja del Charizard todavía en pie. No lo había derrotado. El Pokémon de fuego no tuvo misericordia alguna y acuchilló en cruz a su rival, saltó hacia atrás y escupió una bola de fuego que se convirtió en una estrella de llamas que impactó de lleno en el Hypno. Las llamas lo consumieron y activaron la Prioridad Humana para extinguirlas.
Ryku regresó a su forma humana al obtener su tercera victoria.
Por una vez, el joven no se molestó en ver el estado del hombre de la capa. Él mismo se había levantado y echado a un lado a la vez que el campo de fuerza de la salida desaparecía. No parecía querer darle un gesto de enhorabuena y él tenía que continuar.
Una vez más, Ryku se adentró en el laberinto de rocas de la Calle Victoria y jugó al escondite con los Pokémon salvajes de la zona. Pudo avanzar bastante hasta que un par de Pokémon de tipo roca pusieron a prueba sus habilidades de sigilo. O era muy bueno, o ellos ni se enteraban de que existía.
El siguiente campo de batalla lo halló más pronto de lo que imaginaba. Curioso. Quizá había encontrado atajos cuando se movía en silencio por el laberinto.
La situación se repitió: campo abierto rocoso y la salida cerrada al otro extremo. El entrenador iba de gris y sujetaba un látigo en una mano y una especie de piruleta que se movía en el otro. ¿Un molinillo? Lo levantó para indicar que estaba preparado.
Ryku vio el inminente combate difícil de ganar. La forma Pokémon que había tomado su rival era la de un Golduck, un pato de piel azul con una gema roja en la frente. Era de tipo agua, el segundo tipo más complicado de vencer con su Enlace después del tipo roca.
El Golduck inició su ofensiva y no tardó en recurrir a sus ataques de agua. Si tenías la ventaja, no ocultabas la sorpresa. Abrió el pico y expulsó un montón de burbujas cargadas de energía hacia el Charizard. Este no se atrevió a bloquear el movimiento y se puso a esquivar las burbujas. El Golduck tenía que respirar entre ataques, pero expulsaba burbujas de forma constante. Tarde o temprano, el Charizard se cansaría y, entonces, sus burbujas le harían un gran daño.
Ryku puso a prueba su velocidad y le fue bastante bien. Esquivar el rayo burbuja del Golduck no resultaba tan complicado. Solo tenía que adivinar cuándo y dónde disparaba y girar en el aire para no interponerse entre el rayo y el campo de fuerza. Cuando su rival tenía que recuperar el aliento, Ryku aprovechó para acercarse al Golduck sin que se diera cuenta. Sus ataques cuerpo a cuerpo eran su mejor baza, igual que un combate contra un Pokémon psíquico, con la diferencia que un simple error suponía casi una derrota inmediata. Atacar a distancia seguía siendo una opción, aunque solo crearía nubes de vapor de agua cada vez que sus llamas salieran de su boca. Al final, después de varios ataques de burbujas, Ryku estuvo lo bastante cerca para que una de sus alas pudiera golpear a su rival.
El Golduck reaccionó ante la cercanía del dragón naranja con tanta rapidez que su rival no se percató de que lo había golpeado al menos una vez. El ataque dio en el ala que pretendía pegarle y bastó para rechazarlo. Fue un ataque veloz, pero muy débil. Solo había arañado el cuerpo de su rival. Así que repitió el ataque varias veces sin que el Charizard pudiera responder a tiempo. Por desgracia, el dragón contraatacó nada más terminó de encadenar sus ataques. No fue con su ala, sino una cuchillada que logró repetir una segunda vez, provocando que se retrocediera.
Ambos rivales seguían cerca el uno del otro, de modo que Ryku reanudó su ataque original (la cuchillada solo había sido por devolver los zarpazos) con el ala cargada de energía. Estuvo a punto de golpear cuando su cuerpo se inmovilizó. «Oh, no. ¿Él también?». El Charizard se había envuelto en un aura violeta y los ojos del Golduck brillaban con el mismo color. «Empiezo a odiar estos ataques psíquicos, casi tanto como temo los venenosos». Incapaz de hacer nada, el Golduck lo levantó, lo apartó de sí y lo estrelló en el suelo. Al menos fue un alivio que el ataque psíquico no fuera tan potente en un Pokémon de tipo agua, aunque su enemigo trató de compensar la neutralidad arrastrándolo por el suelo unos metros.
Ryku notó el cuerpo débil. El impacto contra el suelo lo había resistido más o menos bien, pero no lo que vino después. Le dolían el hocico y los brazos. Le costó mucho ponerse en pie. Aun así, se incorporó. Aunque con inseguridad porque sus piernas aún podían fallarle. Necesitaba unos instantes para superar el dolor.
El Golduck no le dio esos segundos. Tenía ante él el momento perfecto para sacar la artillería pesada. Normalmente, solo la empleaba con Pokémon lentos, pero el Charizard estaba aturdido, el cuerpo magullado. Debía sacarle provecho antes de que se recuperara. Saltó hacia adelante, se mantuvo a cierta distancia del dragón, cargó su boca de agua y expulsó un inmenso torrente de agua de un intenso azul con aros de espuma.
Ryku vio lo que se le venía encima. Aquello no era el movimiento pistola agua habitual, ni siquiera el típico cañón de agua a presión que vería en el Blastoise de Dylan. No, aquello era más peligroso. Mucho más. Sabía lo que ocurría si ese ataque lo alcanzaba. Forzó su cuerpo a responder y, nada más creyó que podía actuar, quiso hacerse a un lado. Pero tuvo la mala suerte de estar apoyado sobre una piedra suelta y tropezó. No tuvo el tiempo suficiente para compensarlo con las alas y el torrente de agua, ahora más grande, acertó al Charizard con la fuerza de una explosión.
La Prioridad Humana de Ryku se activó y evaporó toda el agua a su alrededor. El joven se levantó y se quedó mirando los charcos mientras su rival regresaba a su forma humana.
Sin mediar palabras, el hombre usó su látigo como si aquello rompiera el campo de fuerza de la salida y se retiró a descansar. Ryku se dio la vuelta y continuó el camino hacia su siguiente combate.
Fue curioso que su primera derrota en la Calle Victoria no la viera tan mal. Tal vez los dos estaban a la misma altura. Lo que había inclinado la balanza era la diferencia de tipos. Ryku pensó que el terreno rocoso le daría alguna ventaja, pero el agua fue superior. Jugó con desventaja desde el principio y tenía muy pocas probabilidades de vencer. Obtener el otro resultado era más bien un milagro. Al menos impidió que su rival lo derrotara sin darle una oportunidad de golpearlo. Se sentía orgulloso de la cuchillada que le soltó.
Una derrota aceptable. Ahora tenía que asegurarse de no encadenar varias seguidas y mantenerse firme en todo momento.
Ryku solo había tenido un percance en el camino hacia el próximo campo de batalla. Un Sandslash se había puesto a excavar por todas partes y estuvo a punto de caer en uno de los agujeros. No se encontró con el Pokémon cara a cara, lo que fue más extraño que hiciera esos hoyos y desapareciera al terminarlos. ¿Había habido algún combate salvaje? Tampoco había marcas de otros ataques. Resultaba intrigante el comportamiento de los Pokémon salvajes de la cueva.
Ryku se deprimió cuando llegó al siguiente campo de batalla y vio al entrenador que esperaba iniciar el duelo. Vestía igual que el hombre del Enlace del Hypno, lo que significaba que el suyo también sería de tipo psíquico a menos que la ropa fuera una distracción.
Ryku alzó el brazo casi mostrando pocas ganas de pelear. El otro entrenador le devolvió el gesto, pero no detectó la expresión del joven y creyó que estaba muy dispuesto a luchar. Momentos después, ambas personas procedieron a iniciar su transformación.
Pero Ryku olvidó que había perdido el último combate y el brazalete emitió un pitido a modo de aviso. El otro entrenador esperó a que el joven sacara uno de los reiniciadores y lo insertara en el módulo correspondiente. Unas cuantas chispas y se escuchó otro pitido. El módulo expulsó la carcasa negra del reiniciador vacía. Ahora sí estaba listo para el combate y ambos pasaron a sus formas Pokémon.
Ahí estaba. Ryku observó la forma Pokémon que había adaptado su rival. El aspecto del Pokémon podía confundirse con la de un humano de baja estatura que se calzaba como el payaso de un circo. Un Mr. Mime. Siempre alegre y siempre moviendo las manos como si tuviera una pared invisible delante. Ryku solo había visto esa especie de Pokémon en su Pokédex. «Por lo menos la lucha será contra un Pokémon poco común. Pero sigue siendo de tipo psíquico».
El enfrentamiento empezó de la manera más extraña posible. El Mr. Mime se puso a bailar mientras avanzaba hacia Ryku. A veces actuaba como si se chocara con una pared invisible y otras se escondía detrás de alguna roca que no le cubría ni la mitad de las rodillas como si pretendiera dar gracia.
Ryku no entendía lo que hacía. Los Mr. Mime eran tan poco convencionales en combates que cualquier cosa que hicieran era una sorpresa. ¿Estaba distrayéndolo? Qué importaba. Ryku preparó las alas para despegar o complementar su movilidad. Escupió un torrente de llamas para que no se le acercara más. Ya sabía que el Mr. Mime recurriría a sus poderes psíquicos para desviar las llamas o bloquearlas. Él solo quería mantenerlo ocupado para cambiar de posición.
Oyó algo romperse. El característico sonido de un cristal al hacerse añicos. Pero eso era imposible: no había ningún cristal entre el Mr. Mime y el Charizard, ni nada que estuviera compuesto de ese material. Entonces, ¿qué se había roto? ¿Acaso las piedras no eran naturales? Qué tontería, pues claro que lo eran. Dejó de centrarse en ello y volvió al combate.
Había perdido de vista al Mr. Mime. ¿Tan rápido se había deshecho de las llamas? Ryku buscó cualquier atisbo ilusorio que hubiera empleado el Pokémon psíquico, pero la única distorsión del aire que detectaba venía de los campos de fuerza. Ryku se sobresaltó cuando alguien lo tocó por la espalda como una llamada de atención y se giró de golpe para toparse con la cara del Mr. Mime y su amplia sonrisa. Y antes de que pudiera hacer algo, el Pokémon psíquico le propinó una bofetada. Y luego otra. Y otra. Así hasta diez veces. Ryku retrocedió con la cara enrojecida, oculta por su piel naranja.
Ryku se sintió más humillado que dolorido. Aquel movimiento era más una burla que un intento de activar la Prioridad Humana de su Enlace. ¿A qué estaba jugando su rival? Esto era un combate importante, no un simple duelo entre desconocidos. Entonces, Ryku cayó en la cuenta. ¿Y si lo estaba provocando para que tomara malas decisiones y fallara sus movimientos? Si ese era el caso, debía mantener la calma y no caer en la trampa.
Se centró en el combate y solo en el combate. Nada de distracciones. Cualquier movimiento del Mr. Mime que no fuera un ataque sería ignorado. Que se divirtiera él con sus bromas.
Ryku batió las alas y se impulsó a gran velocidad hacia el Mr. Mime. Confiaba en que, si se movía muy rápido, tal vez podría efectuar un golpe antes de que el enemigo contraatacara. Añadió un lanzallamas a la fórmula para darle más dificultad a su rival.
Qué poco importó.
El Mr. Mime demostró tener mucho poder psíquico. Con una mano extendida creó una especie de espejo que reflejaba un gradiente de colores desde el azul hasta el violeta que desvió todas las llamas en otra dirección. Justo después, el espejo se rompió. «Conque de ahí venía el sonido del cristal roto». Un momento de tranquilidad hasta que emitió un brillo de color ya familiar saliendo de cada una de las yemas de los dedos de su mano y lo detuvo en seco. Tenía las garras imbuidas de energía, listas para acuchillar a su rival, pero ya no podía terminar su ataque. Estaba clavado en el suelo como una estatua.
«Cómo no. Él también conoce el movimiento». Había recibido tantas veces seguidas el mismo ataque psíquico que Ryku ya lo adivinaba antes de que se le pasara por la cabeza a su rival. De hecho, tal había sido su preparación, que su ataque con las garras incluía un método de defensa en el caso de que lo paralizara. Eso sí, iba a tener que aguantar el dolor en las alas.
El Mr. Mime lo despegó del suelo y lo llevó con alegría al centro del campo de batalla. Luego se echó hacia atrás y se puso a comprobar cuál era el mejor momento de estamparlo contra el suelo. Incluso se comportó como una persona que busca el mejor lugar para que una escultura brillara con todo su esplendor. No lo encontró y decidió acabar el movimiento desechando la «estatua» lanzándola contra el campo de fuerza con la suficiente fuerza para notar que el campo se había estresado y recuperado en segundos. Era la primera vez que no lo lanzaban al suelo.
Ryku se hartó y se enfadó tanto que ignoró el dolor en la parte del cuerpo que impactó contra el campo de fuerza. Había usado el ataque psíquico que ya esperaba, y encima el Mr. Mime se burlaba de él con aquellos bailecitos y movimientos extraños. ¿Por qué el Alto Mando lo había elegido para la Calle Victoria? ¿Tan poderoso era que no necesitaba tomarse el combate en serio? No debía serlo tanto si el Alto Mando le dio una paliza.
Ryku apenas controló su ira y se abalanzó hacia el Mr. Mime. Volvió a actuar con el mismo impulso de las alas a excepción de que, esta vez, usó el campo de fuerza y no el suelo, lo cual le sirvió para un empujón más potente. Le salía humo del hocico, incluso alguna que otra llama pequeña, pero no iba a usar el lanzallamas. No, quería que sitiera de verdad los golpes físicos que iba a asestarle.
El Mr. Mime bostezó como si la ofensiva del dragón no fuera nada del otro mundo. Por desgracia para él, no calculó bien la velocidad a la que iba el Charizard y se plantó muy cerca de él en cuestión de segundos. Reaccionó a tiempo creando una barrera entre ambos con la que sabía que podría contraatacar en cuanto la rompiera, pues lo debilitaría. Pero no salió como esperaba. La barrera se hizo pedazos y el Charizard mantuvo el rumbo de su puño cargado de energía y el Mr. Mime recibió un puñetazo directo en la cara. A pesar del intenso dolor, puso otra barrera por miedo a que lo golpeara de nuevo. Hizo bien, aunque el Charizard volvió a golpear con el puño, rompió la barrera y, esta vez, no apuntó bien y lo golpeó en el pecho, entrecortando la respiración del Mr. Mime.
Ryku todavía necesitaba descargar la ira acumulada y agarró al Mr. Mime por el brazo sin que este pudiera siquiera recobrar el aliento, dio varias vueltas sobre sí mismo y lanzó al Pokémon contra el campo de fuerza como había hecho con él. La colisión hizo que su cuerpo se pusiera a brillar y, cuando tocó el suelo, surgió la explosión de la Prioridad Humana.
El hombre se levantó con cara de sorpresa.
—Caray, chico. ¿Estás llevando una mala racha? En el final del combate parecías realmente enfadado.
—Lamento haberme desahogado contigo —se disculpó Ryku. «Aunque te lo mereces por haber luchado como si no fuera un combate importante»—. Es que en casi todos los duelos que llevo me han hecho el mismo movimiento de inmovilizarme y lanzarme contra algo y ya estaba harto.
—Entiendo. Bueno, sigue avanzando; ya has llegado a la mitad de la prueba. Un poco más y habrás terminado. Buena suerte.
El entrenador señaló la salida y el campo de fuerza se desvaneció. Ryku se despidió con todo el buen humor que pudo acumular y volvió al camino.
Había que decir que aquella victoria le había sabido a poco. Sí, había ganado y eso era muy bueno después de perder el anterior combate. Pero le hubiera encantado que su rival aguantara algunos golpes más. Se los hubiera dado con ganas para terminar de descargar la ira que había despertado en él.
Algo estaba descubriendo en esta prueba. Estaba pasando de tener miedo de los Pokémon de tipo psíquico a casi aborrecerlos. O tal vez lo que detestaba fuera el movimiento que lo paralizaba. Venía a ser lo mismo: si tenían el movimiento en su set y lo utilizaban, se ganaban su odio. «Seguro que no soy el único que lo hace. Alguno odiará mi lanzallamas tanto como yo el psíquico».
Mientras pensaba en aquellas cosas, Ryku no se percató de que el camino estaba siendo más insólito. Las rocas eran más pequeñas y no de manera natural. Los Pokémon salvajes tampoco se mostraban en la cercanía. Como mucho oía a algún Zubat y Golbat más allá del campo de fuerza. Eso empezaba a pasar de la rareza al temor. ¿Por qué no había Pokémon salvajes en la zona?
Al avanzar un poco más, Ryku divisó un socavón en el camino. Uno de casi cuatro metros de profundidad y diámetro. No era un problema para su Enlace, pero al otro lado había un buen puñado de rocas que levantaban una montaña que casi alcanzaba el límite de su vuelo. No valía la pena ir a otro lado si no se podía continuar. El único camino era seguir la línea que creaba el socavón.
Ryku observó el hoyo mientras lo rodeaba. Parecía reciente. Debía de haberse creado apenas unos días, quizá una o dos semanas. No había dudas de que el causante había sido un Pokémon, quizá varios. Ryku miraba tras de sí de vez en cuando, no fuera que los Pokémon de la cueva atacaran por sorpresa.
Casi había llegado una de las paredes naturales de la cueva. Vio a lo lejos un agujero enorme, de más de ocho metros de diámetro. El camino hacia adelante seguía bloqueado por las rocas. ¿Debía atravesar el túnel? No estaba seguro.
—¡Eh, aspirante! ¡Aquí!
Ryku miró a su alrededor hasta encontrar cerca del agujero a una persona llamando su atención. Agitaba los brazos para que fuera más fácil detectarla. Se acercó y se quedó frente a esta al otro lado del socavón. Era una mujer de piel oscura, cabello corto y castaño oscuro y brillantes ojos color miel. Vestía con el uniforme de los empleados de la Liga Pokémon, aunque no llevaba la gorra.
—Has tomado un mal camino —dijo—. El bueno era ir por la derecha. El socavón hubiera desaparecido y hubieras podido continuar sin problemas.
—Entonces, ¿el agujero no es parte de la prueba? —preguntó Ryku.
—A menos que te interese desafiar a un Onix de la Calle Victoria, no. Y ese Pokémon no es como los que te toparías fuera de este monte. Aquí son gigantescos y miden entre trece y quince metros. ¿Este socavón y ese túnel que ves? Cosa suya.
Ryku tragó saliva. El Onix de Brock no medía eso de ninguna manera. Por supuesto que no quería enfrentarse a uno que casi era el doble de grande.
—¿Y qué hago? ¿Doy marcha atrás y tomo el camino que me has indicado?
—Sería lo más adecuado, sí. Pero también perderías bastante tiempo y eso sería malo para superar la prueba, ¿no crees? —La mujer le guiñó un ojo—. Yo estoy aquí para avisar a los que se toman el camino erróneo y ayudarlos a ir por el correcto. Me he encargado de abrir uno entre tantas piedras que te llevará directo al siguiente campo de batalla. Ya me lo agradecerás si nos volvemos a ver. Eso sí, no te he librado de toparte con otros Pokémon de la cueva, así que ve con cuidado. Solo tienes que venir a este lado del socavón. Deja que te ayude.
—No hace falta.
Ryku activó su Enlace y solo tuvo que batir sus alas una vez para saltar y aterrizar al otro lado del socavón.
—Bonito Enlace de Charizard tienes ahí —dijo la mujer mientras Ryku volvía su forma humana—. Debió costarte lo suyo conseguir que el Pokémon te permitiera crearlo.
—No tanto como imaginas. Solo tuve que demostrar que era digno antes de que me lo diera.
—Sí, conozco esa sensación muy bien —dijo la mujer entre risas. Acompañó a Ryku hasta el primer giro del camino—. Te sorprendería la cantidad de Pokémon de tipo fuego que son reticentes a que exista un humano con su Enlace.
—¿Eres entrenadora de Enlace? —preguntó Ryku.
—Ya me gustaría. Tengo suficiente con este trabajo. En fin, se acabó socializar. Tienes una prueba que superar y ganar. Buena suerte, aspirante.
Ryku se despidió de la mujer y ella regresó al borde del socavón. Era una persona carismática, aunque tal vez estar encerrada en la Calle Victoria esperando a algún aspirante que se eligiera el camino incorrecto y guiarlo por el adecuado hasta el final de la sesión del día era lo que causaba que hablara como si llevara semanas sin ver a alguien. No había visto nada que la mantuviera entretenida en las largas esperas, pero tampoco parecía importarle. La saludaría de nuevo si la encontraba fuera de la Calle Victoria.
Llegar al siguiente campo de batalla fue un paseo más que moverse entre rocas laberínticas. Estaba bien tener una parte más tranquila sabiendo que aún quedaba camino por recorrer.
La primera impresión que le dio a Ryku al ver al entrenador al que se iba a enfrentar era que no le había esperado y ya tenía en Enlace activo. O eso daba a entender el disfraz que vestía. ¿Era un Charizard? El color naranja decía que sí, pero en realidad se asemejaba solo en eso. Tal vez la distancia que los separaba hacía que no lo viera bien.
De todas formas, no importaba. Ryku alzó el brazo para darle la señal al entrenador. Él le devolvió el gesto y ambos procedieron a adquirir su forma Pokémon. Después, se estudiaron el uno al otro antes de iniciar la pelea.
«Otro Pokémon poco común». El Pokémon rival tenía una larguísima lengua que salía de su boca. Era pequeño en comparación a su forma de Charizard y toda su piel era rosada, salvo la zona de la barriga donde había unas rayas color crema y dos círculos en las rodillas. Sus brazos y piernas eran bastante rechonchas al igual que la cola.
Un Lickitung. Una especie Pokémon que no vivía en Kanto, pero que formaba parte de la Pokédex de la región. Todo cuanto sabía de ese Pokémon era que su lengua era su punto fuerte, capaz de manejarla mejor que su propio cuerpo.
El combate empezó con Ryku buscando la ventaja aérea. En teoría, el Lickitung era lento, por lo que no sería capaz de evitar que se alejara volando. Ryku se alegró de que por fin pudiera recurrir a su mayor ventaja sin que lo derribaran a los pocos segundos. Ahora solo debía mantenerla.
El Lickitung no se movió del sitio y apenas alzó la cabeza mientras el Charizard se alejaba de él por el aire. Costó adivinar en qué pensaba cuando sus ojos eran dos simples puntos negros hasta que se movió hacia una roca cercana. La agarró con una sola extremidad, se la pasó a la lengua y se acercó a su rival. El Charizard se preocupó por lo que haría con la roca que escondía en la lengua. Se movía de un lado a otro preparando una evasión.
El Pokémon de piel rosada dio un salto pequeño y lanzó la roca hacia el Charizard. Como era de esperar, el dragón evitó que la roca impactara y se apartó de su trayectoria. Había tardado mucho en realizar el ataque, por lo que resultó muy fácil esquivarlo. Incluso cupo la posibilidad de romper la roca con un Megapuño. Pero Ryku no se fiaba de la lentitud del Lickitung. No cuando el Alto Mando lo veía como un buen rival de la Calle Victoria. ¿Qué ocultaba ese Pokémon?
Ryku se dispuso a escupir un lanzallamas desde arriba y, cuando miró abajo, el Lickitung no estaba en el suelo, sino elevándose como si tuviera alas. La sorpresa hizo que Ryku se atragantara. El Lickitung actuó y lamió con su larga lengua todo el cuerpo del Charizard como si fuera una señal de afecto. Ryku sintió náuseas y casi estuvo a punto de vomitar, pero las ganas desaparecieron cuando unos picores brotaron donde el Lickitung le había lamido, como si fuera alérgico a su saliva. ¿Acaso era posible? Los picores fueron a más y forzó a Ryku a descender. Todavía mantenía el vuelo, aunque con dificultades.
El Lickitung sacó ventaja de la corta distracción de su rival y le liberó de los picores con un impacto con todo su cuerpo sobre el Charizard. Se impulsó como una bola de cañón usando su lengua, pero su bajo peso apenas hizo que su rival retrocediera un par de metros y aterrizara del todo.
Los picores pasaron a un segundo plano por un débil dolor en la barriga. Ryku lo había resistido bastante bien y consiguió centrarse mejor en el combate.
No tardó en reanudar el anterior ataque y proyectar un lanzallamas hacia el Lickitung. Este trató de esquivarlo con un impulso con la lengua, pero las llamas fueron más rápidas y abarcaron mucho más terreno del que pudo moverse. Fue bastante efectivo, pues el rival se lamentó de las quemaduras.
Era el momento adecuado para encadenar otro ataque y Ryku no se lo pensó dos veces. Redujo la distancia con el Lickitung y le asestó un gancho con el movimiento Megapuño. Su enemigo voló y se quedó expuesto para recibir otro lanzallamas.
Pero Ryku se quedó en la última posición de su ataque. Su cuerpo no le respondía. ¿Es que ahora todos los Pokémon conocían el ataque psíquico? No, no era eso. Ryku recuperó la movilidad apenas unos segundos después. Lo que significaba que se trataba de parálisis. ¿Cuándo había ocurrido? ¿Los picores del lengüetazo del Lickitung causaban este efecto? Quizá había perdido su ventaja de velocidad por ese estado. Ryku pensaba que la parálisis surgía principalmente de Pokémon eléctricos con sus ataques, pero el Lickitung le había demostrado lo contrario.
De hecho, el Pokémon rosado se recuperó en el aire y expulsó de su cuerpo una auténtica descarga eléctrica. Ryku no se lo esperó y la parálisis no le permitió esquivarlo. Recibió un impacto directo de un rayo acompañado de una explosión.
El humo trajo consigo una corta pausa que tanto Ryku como su rival tomaron para descansar. Ryku intentó que los calambres no lo afectaran demasiado mientras evitaba atragantarse con el humo. El Lickitung amortiguó la caída al suelo con su lengua y se lamió la zona donde había recibido el puñetazo.
El rayo del Lickitung había sido menos doloroso de lo que esperaba. El Persian había demostrado tener más dominio y poder de ese movimiento. Aun así, su debilidad seguía permitiendo que hasta un Pokémon que no era eléctrico le hiciera bastante daño. Ryku ya sentía que apenas soportaría varios ataques más. Esperaba que su rival estuviera en la misma situación.
El humo se disipó y el combate se reanudó al momento. El Lickitung ya había preparado su siguiente ataque y estaba envuelto en un aura blanca y brillante. Se agachó apuntando con la cabeza y se propulsó con su cola hacia el Charizard. Entonces, la energía que lo envolvía se intensificó y lo convirtió en un proyectil de luz. Ryku no reconoció el movimiento, así que fue a lo seguro y se dispuso a esquivar el ataque. «No te paralices, no te paralices», rezó. El Lickitung aumentó su velocidad y ya estaba a punto de golpear al Charizard cuando este, aliviado de su éxito personal, se hizo a un lado y se cubrió con las alas al ver que el Lickitung había impactado contra el suelo y liberado la energía de su movimiento en una onda de choque.
Ryku retrocedió unos metros y contraatacó. Su rival se había quedado algo aturdido tras la última embestida y estaba mareado. Ryku voló hacia él y le asestó un ataque ala como si fuera una bofetada. El Lickitung dio una vuelta sobre sí mismo y se liberó del atontamiento. Pero antes de que tuviera una oportunidad de reaccionar, Ryku le soltó un torrente de fuego a escasos metros que no pudo evitar. El daño fue directo y lo bastante intenso para que surgiera una luz que cegó al Charizard y lo lanzó por los aires.
Ryku aterrizó sin problemas. Aquel empuje solo sirvió para alejarlo, no para dañarlo. Segundos después, su Enlace se desactivó al haber activado la Prioridad Humana de su rival. Había conseguido una nueva victoria.
—Espera —dijo el hombre disfrazado. Ahora que Ryku lo veía más de cerca, sí que se parecía al de un Charizard, pero de uno mal hecho—. En algún momento del combate has sufrido parálisis, ¿no?
—Sí, ¿por qué te interesa saberlo?
—Porque seguro que nadie preguntó si los estados que sufres en un combate se mantienen en el siguiente.
Era verdad. Nadie había formulado esa pregunta en la ronda de dudas previa al inicio de la prueba.
—Solo quiero que sepas que los brazaletes de la competición curan los estados al cabo de unos minutos —dijo el hombre disfrazado—. Tendrás que ir con cuidado de camino al siguiente campo de batalla, pero antes de que llegues allí, lucharás con el Enlace restaurado.
—Bueno saberlo. Gracias.
El hombre disfrazado asintió, señaló la salida y el campo de fuerza desaparecido. Ryku se despidió de su rival y se adentró una vez más en el camino laberíntico.
Siguió el consejo del hombre disfrazado y tomó especial precaución a la hora de encontrarse con Pokémon salvajes mientras su Enlace no estuviera en plenas condiciones. Tal vez debería usar un repelente y jugar a lo seguro. Fue entonces cuando se dio cuenta de la escasez de repelentes disponibles. Solo había cinco. Eligió bien al conservarlos hasta este punto de la prueba.
Como si los combates contra los entrenadores no lo fueran ya. Los dos últimos combates los había ganado por la ira propia y la lentitud del rival. Jamás se había enfrentado a un Mr. Mime ni a un Lickitung y ambos habían sido una caja de sorpresas, más el primero que el segundo. Si algo estaba aprendiendo en la prueba, era que cada Pokémon tenía a su alcance movimientos que de manera natural no podría aprender. Hasta ahora no sabía las posibilidades que las Máquinas Técnicas podían ofrecer. Una pena que la Pokédex no tuviera esos datos.
Ryku pasó desapercibido entre un Rhyhorn enfadado por las provocaciones de un Marowak. ¿O lo estaba domando? El Marowak no atacaba al Rhyhorn, sino que lo castigaba con un par de golpes y lo obligaba a retroceder. Y este cargaba a la mínima que viera al Pokémon distraerse. Había un Cubone no muy lejos, aprendiendo de las acciones del Marowak. ¿Sería su madre? ¿O quizá algún familiar? Ryku pensó en el Cubone de pueblo Lavanda. Esperaba que todo le fueran bien.
Tras subir por unas escaleras grabadas en la roca, Ryku alcanzó el siguiente campo de batalla con una peculiaridad en su terreno: había vegetación. Hongos, musgo, helechos… nada destacable, en realidad. Pero se agradecía ver algo verde entre tanta roca. Tanto que no se molestó en ver al entrenador vestido de naranja al otro extremo.
—¿Quieres perder el tiempo admirando la flora local o prefieres superar la prueba? —le recriminó.
Ryku le dedicó una mirada furiosa por mucha razón que tuviera. No había sido muy educado, la verdad. Hizo la señal de estar preparado y no esperó a que su rival activara su Enlace a la vez que él. Si tanta prisa tenía él también por terminar el combate, que lo demostrara.
Hojas largas y verdes, sin brazos, tres cabezas y un cuerpo marrón. Un Exeggutor. Esas caras atolondradas hacían que Ryku pensara cuál era la que empleaba el entrenador para ver y comunicarse. ¿O usaba las tres a la vez? Resultaba intrigante lo que sentía un entrenador cuando su Enlace era de un Pokémon de tres cabezas. Era de tipo planta, algo muy beneficioso para él, pero también de tipo psíquico, lo cual le desanimó. Ya contaba con la inmovilización con el aura violeta en algún momento del combate.
Y las facultades psíquicas del Pokémon planta no tardaron en aparecer cuando Ryku inició el combate usando su movimiento lanzallamas y este lo bloqueó y desvió colocando un cristal redondo que emitía una enorme variedad de colores frente a él. Ryku repitió el movimiento y el resultado no varió. El Exeggutor empezaba a mostrar indicios de no poder mantener ese cristal mucho tiempo cada vez que lo creaba. Insistiendo más, saborearía el calor de las llamas.
Ryku se dispuso a lanzar un tercer lanzallamas, pero el Exeggutor lo paralizó con los seis ojos brillando de color violeta. Ahí estaba. El movimiento por excelencia de cualquier Pokémon psíquico. Ryku sufrió un daño muy fuerte en el cuello cuando cayó y chocó del revés con el suelo. Fue como si le hubieran golpeado tres veces seguidas. Al menos se reincorporó al instante después de haberse acostumbrado a recibir el mismo ataque y lanzó el tercer lanzallamas que le había impedido efectuar.
El Exeggutor no esperó una recuperación tan inmediata y el cristal de colores se desestabilizó por el abuso del movimiento y por no haberse concentrado lo suficiente. Las llamas consumieron su cuerpo como la pólvora encendida. Ahí estaba la debilidad de los Pokémon de tipo planta. Unas llamas así le habrían arrebatado una gran cantidad de vitalidad.
Ryku sonrió. Sabía que contra un tipo planta, a menos que tuviera un tipo secundario que lo resistiera, su fuego era fatal. Y como el psíquico no mostraba ni resistencias ni debilidades, el Exeggutor padeció todo el peso del calor sofocante. Si recibía otro impacto así, el combate finalizaría. Solo debía acertar una vez más.
Una extraña nube verde empezó a invadir el campo como polen expulsado de las hojas del Exeggutor. Por un momento, Ryku no sabía qué movimiento estaba realizando el Pokémon planta hasta que su mente le soltó la voz de alarma. «No respires ni te muevas». Lo escuchó como el aviso que le dio Cetile en la Ruta 14. Aquellos polvos verdes era un somnífero.
Ryku aguantó la respiración cuando la nube de polvo verde lo rodeó. Por desgracia, el joven no era capaz de contener el aire por mucho tiempo. Si la nube no se disipaba antes, caería víctima del sueño. Tenía que salir de ahí, pero no debía moverse. ¿O aquello solo fue para que no se metiera en los polvos que soltó Cetile? Los pulmones de Ryku pronto demandaron oxígeno. Apenas aguantaría más tiempo sin él. Tuvo que arriesgarse y alzó el vuelo.
Ryku pudo volver a respirar. La nube de somnífero era densa y solo cubría un par de metros por encima del terreno. El único problema que tenía ahora era ubicar al Exeggutor. Con tanto polvo verde, no se le veía. Lo buscó desde el aire, sin éxito. La nube se volvió un incordio más que un peligro. Ryku tuvo una idea para dispersarla y descendió hasta el límite de contacto con la nube. Entonces se puso a batir las alas con fuerza, levantando oleadas de viento que empujó el polvo verde lejos de sí. No tenía tanta fuerza para producir un fuerte viento, pero bastó para que la nube se dispersara y desapareciera al otro lado del campo de fuerza.
Entonces lo localizó. El Exeggutor se había trasladado al otro extremo del campo de batalla. Era probable que intentara atacarlo mientras Ryku evitaba caer dormido. ¿Es que no había visto que su Enlace tenía alas? Seis ojos, y ninguna de las cabezas lo había pensado siquiera.
Ryku aterrizó y se preparó para un nuevo ataque. Pero segundos después de tocar tierra, empezó a sentirse cansado como si hubiera estado corriendo durante horas sin parar. ¿Tanto lo había agotado batir las alas? No, no tenía tan poca resistencia. Debía ser otra cosa. Entonces Ryku lo entendió. El aviso de Cetile fue literal.
Al Exeggutor le gustó que Ryku no se pudiera mover con facilidad. Eso lo mantendría sin escupir las llamas por un tiempo. Corto, pero suficiente para darle un golpe gratuito. Uno que no pudiera evitar incluso después de volver a la acción. El Exeggutor sonrió y escupió una andanada de semillas hacia el Charizard. Algunas de ellas ni siquiera alcanzaron su objetivo y se quedaron a mitad de camino, pero con que solo una tocara el cuerpo del Charizard bastó. Aquella semilla germinó y una enredadera brotó y creció por todo el cuerpo del dragón naranja. Ryku se libró de algunos tallos que querían sellarle la boca, la única parte del cuerpo que se libró.
A pesar de estar cubierto de plantas, Ryku solo estaba centrado en recuperar la energía que el somnífero le había arrebatado. Solo era un efecto temporal como casi cualquier efecto en pleno combate. Necesitaba despertar su cuerpo como fuera. Entonces, las plantas se pusieron a brillar con un aura verde y lo cubrieron con un aura roja. Ryku gritó. Aquella planta se había pegado a su piel y le estaba succionando la energía. Solo duró unos segundos, pero el dolor que sintió no. Por suerte, aquello bastó para que su cuerpo volviera a la normalidad.
Lo primero que hizo Ryku fue intentar deshacerse de la planta que rodeaba su cuerpo. Rechazó la idea tras comprobar que estaba tan pegada a él que podría arrancarse pedazos de sí mismo si se excedía. Era mejor dejarlo como estaba y concentrarse en el Exeggutor. Este se comió con una bola de luz verde sobre él y lo disfrutó. «Esta planta le está dando vida. Mi vida. Debo terminar con el combate antes de que me la drene toda».
Ryku se dispuso a lanzar otro lanzallamas, pero el Exeggutor lo inmovilizó con su poder psíquico. Lo elevó en el aire y Ryku esperó un nuevo impacto contra el suelo. De todos los Pokémon que habían usado el movimiento contra él, el Exeggutor había sido el único que lo había usado dos veces. Rezó para que el choque no desactivara su Enlace. Pero el Exeggutor se abstuvo de terminar el movimiento y lo mantuvo en el aire, esperando. Ryku se sintió molesto. ¿Otro que actuaba como el Mr. Mime? Pero el Pokémon planta no lo admiraba, sino que aguardaba a que la planta de su cuerpo volviera a drenarle energía, cosa que hizo a los pocos segundos. Una táctica rastrera. El Exeggutor dejaba que la planta atacara por él y se curara en el proceso mientras poco a poco sentenciaba el combate con el ataque psíquico. Cómo detestaba esa clase de estrategias y los entrenadores que la empleaba.
La planta absorbió la energía de Ryku tres veces más antes de que el Exeggutor cometiera un error que debió haber previsto. No pudo mantener la inmovilización más tiempo y Ryku cayó. Su Enlace todavía aguantaba. Ryku aprovechó el momento en el que su rival se alimentaba de la bola de luz verde para acercarse y escupirle un torrente de llamas directo a las tres cabezas con forma de coco.
Al final dio igual cuanto se curase el Exeggutor. Ningún Pokémon de tipo planta sobrevivía a un buen fogonazo.
La Prioridad Humana del Enlace del Exeggutor se activó y Ryku retrocedió para no cegarse con la luz. Poco después, su Enlace se desactivó con normalidad.
—Sí, sí. Has ganado. Enhorabuena y todo eso. Sigue adelante y no pierdas el tiempo —dijo el entrenador. Apagó el campo de fuerza de la salida y se marchó a descansar sin siquiera despedirse. Ryku hizo lo mismo.
«Eso te pasa por ir a la defensiva —pensó Ryku—. El ataque psíquico era el único movimiento ofensivo. El resto solo le valían para sobrevivir». En cierto modo, no se hubiera molestado por aquella planta que le drenaba la vida cada cierto tiempo si el combate no hubiera dependido casi por completo de ella. Tal vez creyó que aguantaría otro ataque de fuego, pero él, como supuesto buen entrenador de Enlace de tipo planta, debía saber que no tenía ninguna garantía. Debió haber sentenciado el combate con el ataque psíquico después de dos drenajes de la planta. Entonces le habría ganado. Le pudo el instinto de supervivencia.
«Debió haber sido más ofensivo, más táctico». Es algo que le enseñó de Antorcha. Estaba bien defenderse, aunque solo cuando sabías que no podías esquivar ni contraatacar. Siempre que surgiera la posibilidad, había que atacar, hiciera poco o mucho daño, y ser constante. Detenerse en mitad del combate significaba perderlo. Debía demostrar en todo momento que las peleas contra un Charizard eran un gran reto que superar. Siempre fuerte, nunca débil.
Salvo cuando luchabas en una muy clara desventaja, como en el camino entre campos de batalla. Había varios Pokémon salvajes y estos no entendían de turnos con los que atacar. Un paso en falso, y en cuestión de segundos podías tener a cuatro, incluso seis, Pokémon deseando dar una paliza. No tenía tan arraigado el espíritu competitivo de un Charizard como para enfrentarse a tantos Pokémon a la vez.
Al llegar al siguiente terreno de combate, la entrenadora que sería su rival estaba distraída mirando una roca. No fue hasta que Ryku hizo notar su presencia que la mujer se levantó de sopetón y se recolocó el pelo terminado en una cola de caballo. Se disculpó con una inclinación de cabeza y levantó el brazo en señal de estar dispuesta para el combate. Ryku hizo lo mismo y ambos procedieron con sus respectivas transformaciones.
El combate no comenzó nada más adquirir sus formas Pokémon, sino que los dos entrenadores se dedicaron unos segundos a estudiarse. Lo primero que se preguntó Ryku al ver a su rival fue si el terreno rocoso no le resultaba un inconveniente. No daba la sensación, pero ver a un Dewgong con su piel blanca, el cuerno de la cabeza y una alegre cara fuera del agua era lo mismo que ver a un Diglett volando. Aun así, el Pokémon era de tipo agua y, aunque también fuera de tipo hielo, cualquier Pokémon que conociera movimientos que eran muy dañinos contra su Enlace impulsaban a ir con cuidado contra ellos.
Terminado el análisis, Ryku inició su ofensiva con una comprobación de las capacidades de su rival. Cargó su boca de fuego y soltó un lanzallamas. El Dewgong se defendió contraatacando con un rayo de burbujas que estallaron al contacto con el fuego. Sin duda, el Pokémon blanco tenía habilidades efectivas contra su Enlace. Lanzó otro torrente de llamas para escrutar su aguante al abusar de un mismo movimiento y el Dewgong demostró no tener esa debilidad como el Exeggutor.
El segundo contacto directo de los ataques creó una enorme cantidad de vapor de agua que se convirtió en una niebla que disminuyó la visibilidad en el campo de batalla. Ryku se dispuso a disipar el vapor o alejarse por si el Dewgong daba una sorpresa con otro ataque a distancia.
Ninguna de las dos opciones sucedió.
Cuando Ryku extendió las alas para utilizarlas, el Dewgong cargó con todo su cuerpo y lo golpeó. Ryku retrocedió, algo aturdido por el súbito ataque de su rival. El Dewgong también se hizo daño, pues sufrió el mismo estado que el Charizard. Aquello no había sido un mero placaje o no se habría hecho daño con su propio ataque.
El Charizard fue más rápido en recuperarse y envolvió una de sus alas de energía y barrió al Dewgong con esta. Lo mandó volando por los aires a la vez que disipaba parte de la niebla. Ryku quiso continuar con un lanzallamas cuando la temperatura descendió de repente.
La niebla se solidificó y se convirtió en cencellada al entrar en contacto con el suelo.
Ryku se acostumbró al frío gracias a su cuerpo caliente. Miró hacia donde había enviado por los aires al Dewgong y lo vio expulsando un viento helado de su boca. A ese viento lo acompañó copos de nieve que parecían pequeñas cuchillas al contacto con su piel. El terreno se cubrió de nieve y viento frío. Al final, el Pokémon blanco atacó con el movimiento y él no pudo esquivarlo al resbalarse con el hielo oculto bajo la nieve. Recibió de lleno la ventisca del Dewgong.
Ryku derritió la montaña de nieve que lo había cubierto y se secó el cuerpo con una sacudida. Si no se resfriaba era gracias a su Enlace de fuego. Se calentó el cuerpo dejando que unas llamas brotaran de su boca y volvió al combate.
El terreno ahora era una pista de patinaje, llena de hielo y nieve. El Dewgong había convertido el terreno a su favor. Ahora tenía mucha más movilidad. Suerte que el Charizard podía sobrevolarlo sin problemas.
El Dewgong usó las aletas y la cola para desplazarse por el campo de batalla. Controló el estado del hielo y de cuánto tiempo pasaría antes de que se derritiera de forma natural o por las llamas de su rival. Sus deslizamientos ponían en alerta al Charizard, que mantenía las distancias en todo momento. No sería capaz de desaparecer de su vista con facilidad, así que dejó de ir de aquí para allá y atacó.
Se impulsó con las aletas hacia una zona donde las rocas congeladas habían adoptado la forma de un tobogán. Se deslizó y salió volando hasta la misma altura que el Charizard y cargó una bola de luz azulada en su boca que proyectó varios rayos azules hacia el dragón naranja. Este no tuvo muchas dificultades de esquivar el movimiento, pero no contó con que podía redirigir el rayo sin tener que lanzarlo de nuevo. Por desgracia, el Charizard era más rápido y el rayo no consiguió acertarle.
Ryku contraatacó con su lanzallamas, pero el Dewgong se había vuelto más ágil y las llamas apenas se acercaban a la punta de las aletas traseras. Solo consiguió desarrollar más vapor de agua al derretir el hielo del campo.
«No está bien. Tengo que sacrificar mi fuego para ver el terreno», pensó Ryku. El Dewgong continuó moviéndose con gracilidad por el campo congelado. Ryku no tenía más opción que limitar el uso de su fuego y pasar al cuerpo a cuerpo.
El Dewgong cargó contra Ryku con el cuerno de la cabeza por delante y envolviéndose en un aura de energía blanquecina que le recordó al ataque del Lickitung. A pesar de la niebla que había resurgido, la energía que desprendía el movimiento fue como la luz de un faro y permitió a Ryku hacerse a un lado con desenvoltura. Pero a diferencia del Pokémon rosa, el Dewgong solo había usado el movimiento como distracción y disparó un rayo azulado escondido en el aura blanca sin posibilidad de evitarlo.
Ryku patinó por el suelo helado sintiendo un frío que llegaba hasta los huesos. Su calor interno y el de la llama de su cola lo ayudaron a recuperar la temperatura corporal correcta, aunque a un ritmo más lento por culpa de los rayos azules. Su Enlace perdía fuerza para proteger su verdadero cuerpo y pronto se desactivaría.
No tenía más remedio. O atacaba con todo ahora, o perdía el combate. El lanzallamas le ayudaría a recuperar la velocidad que había perdido con el ataque de hielo y alcanzaría al Dewgong. Crear niebla, golpear de cerca. Su rival se encargaría de ser la luz que indicara su posición. Era lo mejor que se le ocurría.
Se preparó para propulsarse con las patas y un batir de las alas. Pero el impulso no lo llevó a ninguna parte más que a darse de bruces contra el suelo. Ryku se lamentó y miró a sus patas. Una de ellas estaba congelada, encerrada en hielo. Los rayos de hielo no solo lo habían herido, sino que también lo habían inmovilizado.
Y no pudo deshacerse del bloque de hielo antes de que el Dewgong se deslizara y lo derribara con un impacto con el cuerpo. Aquel placaje fue lo que el Enlace de Ryku necesitó para activar la Prioridad Humana y descongelarlo todo con su luz.
—¿Estás bien? —preguntó la entrenadora. Estaba tumbada al lado de Ryku, que se había quedado mirando al techo de la cueva.
—No estaría de más tener un entorno más caluroso —respondió él.
—Eso es un sí, entonces —sonrió ella.
Ryku y la entrenadora se levantaron, se dieron la mano y se despidieron. Mientras se dirigía a la salida, Ryku usó otro reiniciador y se guardó la carcasa vacía en la mochila. Antes de abandonar el campo de batalla, se resbaló con un pedazo de hielo que no se había derretido todavía, pero recuperó el equilibrio y miró tras de sí algo avergonzado. La entrenadora ni lo había notado.
De nuevo en el laberinto, Ryku analizó su nueva derrota. Siendo objetivos, la entrenadora había sido mejor que él. Mucho mejor. Se había valido solo de movimientos de hielo y normal para vencerlo a pesar de tener ataques de agua en su set. Ryku apenas había cambiado su táctica de fuego creyendo que la neutralidad de tipos le otorgaría más poder en sus principales ataques. Pero se equivocó. ¿Qué esperaba? Nunca se había enfrentado a un Pokémon de tipo hielo y solo había ideado estrategias contra el Enlace de un Lapras. Aun así, aquella derrota había sido un muy buen primer contacto con el tipo hielo. Ya no lucharía a ciegas.
Pero sí anduvo a ciegas. Ryku estuvo tan centrado en el combate previo que se había olvidado de mantenerse escondido entre las rocas, hubiera o no Pokémon salvajes cerca, y se topó con un Rhyhorn que rascaba su cuerno en una roca. Con tan solo dar un paso más, el Pokémon lo descubrió y rebufó. Ryku lo fue rodeando poco a poco y alejándose de él, siempre quedándose a la vista del Pokémon y que este lo vigilara. No había iniciado ninguna ofensiva, por lo que quizá solo quería que lo dejaran en paz. Ryku no ignoró la exigencia y logró escaparse sin que lo persiguiera. De hecho, volvió a escuchar al Pokémon rascar la roca con su cuerno.
Había sido el único encuentro donde el Pokémon no se mostraba tan hostil como todos los demás que había en la cueva. Era, por mucho, lo que menos esperaba experimentar en la Calle Victoria.
Ryku alcanzó un nuevo campo de batalla con otro entrenador esperándole. Este tenía las manos metidas en los bolsillos de un traje deportivo naranja. Vestía igual que el entrenador del Enlace del Exeggutor. Confiaba en que no fuera tampoco tan fardón.
Y empezó mal al no molestarse siquiera en realizar la señal de disposición y llevarse la mano al brazalete. Al menos respetó que Ryku hiciera lo mismo antes de activar su Enlace.
Tras la transformación. Ryku perdió de vista a su rival. Su Enlace era de un Pokémon pequeño que no llegaba ni al metro y medio de altura. Fue el chasquido de unas pinzas lo que le ayudó a centrar la vista en el Pokémon que se había transformado. Lo más llamativo era la pinza izquierda, mucho más grande que la derecha y, quizá, su cuerpo entero. Tenía una especie de corona de espinas en la parte superior de la cabeza y su mandíbula inferior llena de algo similar a colmillos. Se sostenía sobre cuatro delgadas patas que impresionaba que fueran capaces de soportar el peso de la gran pinza. Solo el naranja y el blanco cubrían la dureza del cuerpo.
A Ryku siempre le había parecido graciosa la gran pinza del Kingler, demasiado grande para un cuerpo tan pequeño. Pero las risas terminaban ahí. Sabía que un Kingler bien entrenado podía llegar a ser un enemigo formidable. Y volvía a luchar en desventaja por tipo elemental. Había que prepararse para cualquier cosa.
El Kingler empezó abriendo su gran pinza y expulsando un torrente de burbujas que brillaban en un elegante tono azul. Ryku esquivó el movimiento y otra vez cuando el cangrejo volvió a disparar el mismo rayo de burbujas. Como no salía de su boca, el Kingler no se cansaba de lanzar el mismo ataque o redirigir las burbujas sin parar, obligando al Charizard a centrarse solo en esquivar.
De tanto evitar que el ataque de agua lo alcanzara, Ryku no se dio cuenta de que el Kingler poco a poco reducía distancias. No fue hasta que vio mucho más grande la gran pinza que cambió la táctica y escupió un lanzallamas más por nervios que por obligarlo a su rival a alejarse. Como era de esperar, aunque el ataque de fuego fue un golpe directo, el Kingler ni se inmutó y su gran pinza pareció cortar las llamas en dos. Tuvo que ser él quien se separara del cangrejo en las alturas.
La calma no le duró mucho. El Kingler retomó su ofensiva de los rayos de burbujas, insistiendo más y más en pretender darle con aquel movimiento. Lo único que había cambiado del combate era que ahora Ryku esquivaba los movimientos en el aire.
Pero el Kingler lo entendió. El Charizard era más rápido que él y era capaz de prever las trayectorias de sus ataques. No importaba la posición del campo de batalla que tomara, él tenía un campo de visión superior y tenía mucha ventaja sobre él.
Su solución fue volverse omnipresente.
El Kingler se puso a brillar por completo como si estuviera evolucionando y se dividió en otros Kingler. Ryku maldijo lo que estaba viendo. Doble Equipo. En cuestión de segundos, había más de una docena de Kingler repartidos por todo el campo de batalla. Y, por si fuera poco, todas las copias se cruzaron y mezclaron, dificultando todavía más localizar al verdadero Pokémon.
¿Cómo iba a descubrir el punto débil de la técnica? Si bajaba, todos los Kingler lo atacarían con sus grandes pinzas. Y por culpa del tamaño, no sería tan sencillo ver aquello que revelara al legítimo Pokémon. ¿Ganaría algo si él también usaba sus copias? Podría servir. Si su enemigo se ocultaba a plena vista, él no sería menos.
Las copias de Ryku murieron apenas emergieron. Los Kingler se habían puesto a disparar su rayo de burbujas a todo Charizard que aparecía, incluso al auténtico. No valía la pena malgastar su energía y finalizó su Doble Equipo. Había empleado demasiada y había mermado su capacidad de reacción. Los Kingler lo vieron y enfocaron los rayos de burbujas en él. Fue cuestión de tiempo de que una de ella le diera por fin. Los ataques de las copias no hacían casi nada de daño. Un pellizco dolía mucho más. Pero la constancia y la imposibilidad de escapar del múltiple provocó que Ryku descendiera.
Las copias del cangrejo no pararon de lanzar su rayo de burbujas para mantenerlo ocupado después de tocar suelo. Ryku intentó localizar al Kingler auténtico, pero los rayos de burbujas emborronaban su visión cuando le daban en la cabeza igual. Aun así, había algo extraño en todo esto. Todos los rayos de burbujas eran delicados, ninguno hacía el potente daño típico de un ataque de agua sobre un Pokémon de tipo fuego. Esto no le gustaba. ¿Dónde estaba el verdadero Kingler?
Entonces, Ryku sintió como algo lo agarraba con fuerza. No hubo duda de que era la gran pinza de uno de los Kingler. Forcejeó por liberarse, pero el Kingler lo tenía bien atrapado. Era imposible zafarse por mucho que lo intentara. Cada vez que se movía, la pinza lo restringía más y más hasta el punto de que notó que casi le faltaba el aire. Ryku gritó, incapaz de soportar el agarre. En un último esfuerzo por liberarse, Ryku miró a la cabeza del Kingler y le soltó un torrente de llamas. El cangrejo atenazó más y cortó casi de inmediato el fuego. No había duda: era el Kingler auténtico. De lo contrario hubiera desaparecido como cualquier copia.
El Kingler alzó al Charizard y, con una mirada aviesa, lo estampó contra el suelo. Y como el dragón estaba dolorido por el agarre, tuvo la oportunidad ideal de cargar su gran pinza con una energía blanca azulada del cual emergían burbujas y atizar con este sobre el cuerpo del Charizard como un martillo golpea un clavo. El impacto fue tan brutal, que el Enlace de Ryku se desactivó y la Prioridad Humana mantuvo a salvo al joven.
Ryku salió del pequeño agujero que había formado el cuerpo del Charizard y se sacudió la ropa. No sabía qué había pasado, solo que había perdido en un tiempo récord.
El Kingler regresó a su forma humana y sacó una mano para abrir la salida del campo de batalla. Se despidió de Ryku con un gesto chulesco y se retiró a descansar.
Ryku todavía le daba vueltas al combate mientras caminaba hacia el siguiente campo de batalla. En tan solo tres golpes había perdido el combate, pero no había reconocido ningún movimiento de tipo agua que causara tanto daño. Un agarre, un impacto con fuerza contra el suelo y un golpe con la gran pinza. Debió ser ese ataque con la gran pinza. ¿Cuánto poder tenía para finalizar el combate de un solo uso? La única explicación que encontraba era que se tratara de un movimiento de tipo agua y la ventaja sobre su tipo elemental lo hiciera más letal.
Ya se encargaría en otro momento de estudiar los movimientos Pokémon. Ahora había que terminar la prueba. Solo le quedaba un combate por delante y no estaba dispuesto a encadenar una nueva derrota. Dos seguidas se aceptaban, tres no.
Ryku empezó a notar que el camino laberíntico se iba desvaneciendo. También notó que el techo empezaba a descender, a conectar con el campo de fuerza de arriba. Lo que quedaba de recorrido lo suavizaría con los repelentes que le quedaban. Una cantidad adecuada para no volver a toparse con Pokémon salvajes en el resto de la prueba.
Ahí estaba. El último campo de batalla. En este combate marcaría definitivamente sus victorias y derrotas en la Calle Victoria. Ryku estaba decidido a ganar, pero lo hacía en gran parte para no acumular más derrotas.
Por su parte, la entrenadora al otro extremo se divertía haciendo sonar al aire el látigo que portaba. Vestía como el domador con que se había encontrado con anterioridad, pero en vez de llevar ropa gris, era de un fucsia tan intenso que se la podría ver a decenas de metros de distancia. Tenía el pelo atado con una coleta y una flor en la otra mano.
Enredó el látigo y lo lanzó fuera del terreno de combate. La flor se la guardó en el bolsillo del chaleco y alzó el brazo. Ryku hizo lo mismo y ambos entrenadores adoptaron sus respectivas formas Pokémon.
Ryku dio un bote para precalentar las alas, ya que iba a darles más uso en este combate fuera cual fuera el Enlace de su rival. Esperó que la entrenadora dejara de brillar y entonces contempló su forma Pokémon.
Un Victreebel. Una planta tan grande como un Charizard que destacaba por el capullo en forma de jarra coronado por una tapa que no era más que una hoja verde con un pecíolo marrón que caía hasta la base del cuerpo del Pokémon planta. Tenía dos grandes hojas por brazos y unos ojos bajo el agujero donde sobresalían dos colmillos.
Ryku ocultó una sonrisa. Un Pokémon de tipo planta le daba de nuevo una gran ventaja. Y no poseía habilidades psíquicas, algo que agradecía, pero tampoco podía alegrarse. El Victreebel era también de tipo veneno. Y si lograba envenenarlo, no garantizaba la victoria. Rezó por que el Pokémon no conociera movimientos de ese tipo.
Era de esperar que un Pokémon que no tenía piernas se moviera con dificultad por un terreno escabroso. El Victreebel se movió a base de saltos aquí y allá y sacó de detrás de sus hojas-brazo dos látigos que movía con suma destreza. Ryku reconocía un látigo cepa cuando lo veía y, aunque era un movimiento que casi no le hacía daño, el Victreebel podía concatenarlo varias veces igual que sus cuchilladas. El Pokémon planta dio un salto más fuerte y desde el aire lanzó uno de sus látigos. El Charizard lo esquivó con suma facilidad igual que los que vinieron después. El Victreebel realizó unos cuantos golpes más hasta que el Charizard, en un intento de demostrar que no le hacía nada, logró enroscarlo en su brazo. El dragón trató de arrancárselo con la zarpa libre, pero el otro látigo se enredó en esta y extendió los brazos.
El Victreebel no tenía idea de lo que estaba haciendo. Ryku se había dejado atrapar para controlar el movimiento del Pokémon planta. Pero este volvió a botar y escupió por su boca un extraño líquido morado que se esparció en el aire y dio en Ryku. El pánico invadió la mente del joven. Aquel ataque parecía venenoso y no quería caer en la locura. No obstante, aparte de oler fatal, el fluido era más corrosivo que venenoso. Sintió como todas las partes donde le había salpicado había quemaban, escocían. Luego la sustancia desapareció convertida en humo. Notó su cuerpo más débil, más incapaz de aguantar el daño de ataques físicos. Y un picor casi inaguantable. Pero nada venenoso. Suspiró aliviado.
Entonces retomó su estrategia. El Victreebel creyó que, como ya había terminado su ataque, era el momento de retirarse y cambiar de táctica. Pero el Charizard no se lo permitió. Agarró con sus garras los látigos antes de que el Pokémon planta los retrajera y tiró de ellos. El Victreebel voló hacia él y Ryku cargó de energía una de sus alas y asestó un aletazo directo a los ojos de su rival que voló varios metros por el suelo.
Ryku no se contuvo y disparó a quemarropa un enorme lanzallamas que carbonizó al Victreebel hasta tal punto que el humo que surgió olía a un bosque ardiendo. Los dos golpes fueron tan intensos que bastaron para desactivar el Enlace del Victreebel y su Prioridad Humana alejó al Charizard de la zona a la vez que desactivaba su Enlace.
—Fuerza bruta. Mi mayor debilidad. La estrategia que siempre acaba conmigo —dijo la entrenadora mirando al techo—. Y encima mi rival resistía mi Enlace como un Pokémon volador ignora los ataques de uno de tierra. Cómo odio eso.
«Así me siento yo con los Pokémon rocosos», pensó Ryku. Quiso decirlo, pero la entrenadora no hablaba para ella misma. Esperó a que se levantara y le quitara el bloqueo de la salida del campo de fuerza.
—Ya te he hecho perder un tiempo valioso —dijo la entrenadora—. No desaproveches ni un segundo más hasta que hayas cruzado la línea. Estás a nada de alcanzar el final de la Calle Victoria.
Ryku no necesitó que se lo repitieran y siguió su consejo. Se despidió deprisa y abandonó el campo de batalla.
Lo que quedaba de trayecto fue más simple. Las paredes laberínticas se habían encogido, quedando meros muros que eran muy fáciles de saltar si tenías la habilidad. Ryku no desaprovechó todas las oportunidades, salvo en el último encuentro con un Pokémon salvaje al cual tuvo que esperar a que huyera por el efecto del último repelente y una ocasión que no calculó bien el salto y le hizo ir cojeando unos metros.
El cansancio empezó a afectar su ritmo, aunque no iba a disminuirlo hasta el final. Ya lo veía desde donde estaba: un agujero en el campo de fuerza con unas puertas cerradas al fondo. Ryku realizó un último esfuerzo y cruzó el umbral.
Una alarma sonó.
Ya no hacía falta correr más. Ryku había terminado la prueba de la Calle Victoria.
Chapter 37: Las Exigencias de la Élite
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—Ryku… Ryku… Ah, aquí —dijo uno de los trabajadores de la Liga Pokémon. Abrió la caja y sacó un brazalete Enlace y una mochila.
Ryku se alegró de que sus posesiones aparecieran al fin. Desde que había salido de la Calle Victoria, se había pasado sentado más de una hora a que alguien le dijera que sus cosas habían llegado. Pensaba que se encontraría con el siguiente aspirante que terminara la prueba.
—¿Puedes darme la tarjeta de aspirante, por favor?
Ryku arqueó una ceja. ¿Por qué se la pedían si ya sabían quién era? La sacó de la mochila y se la dio. La mujer se dirigió a un ordenador cercano y se puso a introducir sus datos. Al cabo de un rato, regresó con otra tarjeta. Tenía un plastificado diferente, más brillante, con una pegatina en la parte inferior derecha.
—Como la prueba durará bastante tiempo, todos los aspirantes que la hayan superado pueden alojarse en el hotel Trileme mientras esperan a que termine. Una habitación individual con desayuno, comida y cena incluido.
Ryku cogió la tarjeta, muy sorprendido. ¡Menudo lujo! Creía que tendría que pasar los días en algún albergue diseñado para los aspirantes o que habría un edificio con habitaciones como el del otro extremo de la Calle Victoria. Un hotel con todos los gastos pagados era como una exageración, pero si los que organizaban la Liga Pokémon se lo podían permitir, no había quejas.
—¿Cómo encuentro ese hotel? —preguntó.
—Busca los símbolos del agua, el fuego y la planta. Es el único edificio que los tiene.
Ryku se retiró a ponerse de nuevo su brazalete Enlace y luego abandonó el edificio.
La Meseta Añil no había cambiado en absoluto desde la última vez que la visitó hace años. Era una especie de urbe pequeña donde en el centro de todo estaba el inmenso estadio de la Liga Pokémon. Se notaba mucho la clase de combates Pokémon que se celebraban en su interior. El Alto Mando daba siempre un espectáculo año tras año. Y también se notaba que la ciudad se nutría de este. Si isla Canela resultaba incómodo por lo turística que era, esta lo superaba con creces. No había empezado el evento público de la Liga Pokémon como tal y ya se veían adornos y tiendas de comida por cualquiera de sus calles. Desde luego sus habitantes debían tener mucha actividad el mes de la Liga Pokémon.
Ryku llegó al hotel Trileme siguiendo las indicaciones de la mujer. No fue difícil encontrar los símbolos elementales que se veían desde casi el otro lado de la calle. Cuando entró en la recepción, la primera impresión fue de suntuosidad, como si fuera un hotel de gran prestigio. Unas escaleras que se partían en dos para hacer hueco a una estatua que representaba los tres elementos, un pasillo de columnas de mármol, muebles de alta calidad… ¿Tendría cinco estrellas? No, no era posible que los organizadores de la Liga Pokémon se tomaran la molestia de tratar tan bien a los aspirantes. ¿Verdad? A medida que avanzaba hacia la mesa de recepción, no podía negar lo obvio.
—Bienvenido al hotel Trileme. ¿En qué puedo ayudarle? —lo recibió un hombre vestido de azul. Casi parecía un marinero si no fuera por el color.
—Soy aspirante de la Liga Pokémon. Me dijeron que podía alojarme aquí durante el evento.
—¿Tiene la tarjeta de identificación?
Ryku le dio la tarjeta y el hombre la examinó en detalle. Después de verificar que no era falsa, le pasó un escáner y comprobó los datos en la pantalla de su ordenador.
—Todo está en orden. Un momento, por favor.
Ryku esperó a que el recepcionista terminara con el ordenador e hizo unas comprobaciones adicionales antes de dejar sobre la mesa una tarjeta roja.
—Su habitación es la 456. Puede llegar allí usando el ascensor a su izquierda. El restaurante está abierto de siete a nueve de la mañana para el desayuno, de una a tres de la tarde para la comida y de ocho a diez de la noche para la cena. Que pase una agradable estancia.
Ryku cogió la tarjeta y llamó al ascensor. Un panel encima de los botones de cabina le indicó que su habitación estaba en la planta cuatro. Cuando salió, solo tuvo que dejarse llevar por los paneles numerados para dirigirse a la puerta con el número correcto.
La habitación era pequeña, pero nada austera. Había una lámpara en el techo que se activaba con un panel táctil, una mesa donde dejar sus cosas con más lámparas redondas pegadas a la pared, una televisión encima que apuntaba a la cama individual con dos mesitas de noche a ambos lados, una de ellas con una lámpara que daba miedo tocarla por si se rompía y la otra con un teléfono. A través de otra puerta se encontraba el lavabo con lo básico para asearse, pero con más lujo del que debería tener. Y al otro extremo había una puerta corredera de vidrio que daba a un balcón.
Ryku dejó la mochila sobre la mesa y se lanzó sobre la cama, todavía cansado de la Calle Victoria. Era muy cómoda, quizá mejor que estar sobre una nube o algún Pokémon de pelaje suave. Casi estuvo a punto de dormirse si su cuerpo no le recordara que no era el momento adecuado. Pero es que se estaba tan bien…
No había dormido nada, pero sí se había quedado contemplando el techo blanco cual Slowpoke mirando la nada. Un quejido de su estómago hizo que mirara el reloj del brazalete por primera vez desde antes de iniciar la prueba. El restaurante estaba abierto.
Ryku se hartó de comida. Viajar por la Calle Victoria y pelear diez veces seguidas en menos de tres horas le había vaciado el estómago. ¿Habían sido menos de tres horas? Esperaba que sí, aunque no era acuciante en ese momento.
Todavía faltaba mucho para que el sol desapareciera en el horizonte, así que Ryku decidió dar un paseo por la ciudad. Nunca tuvo la oportunidad de explorar la Meseta Añil la primera vez. O no lo recordaba porque se importaba más ver los combates del Alto Mando. Ahora tenía que entretenerse durante la espera.
Aburrimiento. La ciudad seguía preparándose para el gran evento, pero apenas había locales abiertos. Las noches no se iluminaban con todos los adornos (salvo en los días que se probaban) y la gente hacía vida normal como si no se acercara el mayor acontecimiento de la región. Lo único que le daba algo de vitalidad eran los aspirantes que habían superado la prueba, cada día llegaban tres o cuatro a registrarse al hotel y a hacer un poco de turismo por la ciudad.
Ryku conoció a algunos de ellos. Habían hecho un grupo para pasar el tiempo hasta que los llamaran y volvieran a ser rivales durante lo que quedara de la Liga Pokémon. De lo que más se hablaba era de los combates contra los líderes de Gimnasio y todos eran reticentes a hablar de la Calle Victoria.
Y de la noche a la mañana, la ciudad se activó. Cientos de personas llegaron por el STA de la Meseta Añil en las afueras y la urbe los recibía con los brazos abiertos. Las calles olían a comida a todas horas, al igual que había algún que otro espectáculo al aire libre, sobre todo en el lago, al oeste. El estadio era lo único que seguía cerrado.
Uno de esos días, Ryku picoteaba algo de una tienda cuando escuchó su nombre entre tanto griterío. No le dio importancia hasta que lo escuchó más veces y entonces se puso a buscar a quien lo llamaba. Fue bastante fácil. Aquella diadema verde era inconfundible.
—Hola, Cetile. —Ryku no se había percatado de que la acompañaba otra persona, una mujer más alta, con kimono y una diadema para el pelo rosa con una flor—. Oh, y hola, Erika.
La líder de Gimnasio sonrió e inclinó la cabeza a modo de saludo.
—¿Qué os trae a la Meseta Añil? —preguntó.
—Pues lo mismo que a ti, solo que desde otro punto de vista —dijo Cetile.
—Ah, claro.
—Cada año los líderes de Gimnasio venimos a ver a los aspirantes combatir contra el Alto Mando. Es ya una tradición —dijo Erika—. Espero verte a ti en esos duelos, Ryku.
—Todo depende de lo bien que me vaya en las pruebas para luchar contra el Alto Mando.
—¿Dónde está Dylan? —preguntó Cetile.
—Esperando su turno para hacer la prueba de la Calle Victoria. Le tocó un número bastante alto, por lo que tardará en dejarse caer en la ciudad. —Ryku se quedó pensativo—. Si el número de aspirantes que la superan al día no varía, puede que sea esta semana.
—Vaya, yo pensaba que ya habíais terminado con todo eso de las pruebas a estas alturas.
—Apenas la pasan tres o cuatro personas al día. No es nada sencillo, créeme.
—Ya te avisé, Cetile —dijo Erika—. Podríamos haber esperado una semana más y entonces podrías haberte reunido con tus amigos.
—Sí, supongo que me precipité. Lo siento. Pero no vamos a volver a casa, ¿verdad? Ya que hemos venido, podríamos conocer la ciudad.
—Si es lo que quieres, lo haremos.
A Cetile se le dibujó una enorme sonrisa en la cara y de la nada sacó su cámara de fotos.
—Llámanos cuando Dylan haya terminado la prueba, ¿vale, Ryku?
—Claro.
Cetile se alejó y se puso a curiosear por la calle, haciendo fotos a todo lo que le llamaba la atención.
—Y yo que creía que solo fotografiaba la fauna y flora lejos de las ciudades —dijo Ryku un tanto sorprendido.
—Es una señal de que está muy emocionada —explicó Erika. No le quitaba el ojo de encima a su prima—. ¿Sabes?, Cetile nunca le interesó la Liga Pokémon. Ni una sola vez. Ni siquiera cuando la ayudé a conseguir su Enlace de Venusaur. Y desde que volvió a ciudad Azulona, ha estado entrenando como si fuera a realizar el reto de los Gimnasios o la mismísima Liga Pokémon.
Ryku miró a Erika con los ojos abiertos.
—Creía que solo tenía el Enlace para defenderse, no para realizar combates.
—Yo también lo creía, pero insistió bastante. Es posible que tenga estrategias para conseguir mi medalla si se lo propone. —Erika le dedicó una sonrisa—. Tu viaje por la región recolectando medallas con Dylan la ha debido de influenciar.
Eso sí era una sorpresa. Cetile siempre aclaró que no tenía un Enlace para combates Pokémon, sino para defensa personal mientras fotografiaba la flora y los Pokémon de tipo planta de una zona. Qué singular era pensar que ahora la podría ver tanto estudiando como combatiendo.
—Sería divertido tener un combate contra ella. O verla combatir.
—Lo segundo es más probable que lo primero —aseveró Erika—. Dylan y tú sois muy fuertes para su actual experiencia. Se negaría si se lo propusieras.
Cetile empezó a alejarse más y más y obligó a Erika a seguirla. Antes de despedirse de Ryku, le entregó su número de holomisor por si acaso su amiga no respondía por lo distraída que estuviera en ese momento. Acto seguido, desapareció entre la multitud.
Ryku recibió una llamada de Dylan días más tarde. Al fin había terminado su prueba y se dirigía al hotel donde se alojaban todos los aspirantes. Ryku lo esperó en la puerta principal.
Cuando lo vio, se le veía exhausto. Casi parecía que no fuera a alcanzar el hotel sin desplomarse en el camino.
—Deberías descansar, ¿no crees? —le preguntó Ryku.
—No debería. Debo. Estoy molido. ¿Qué hora es? —Dylan miró el reloj del brazalete—. ¿A qué hora se come en este hotel?
—De una a tres de la tarde.
—Quedan unas dos o tres horas. Voy a descansar hasta entonces. Luego hablamos.
—De acuerdo. Le diré a Cetile que ya estás en la ciudad. Se alegrará de verte.
Dylan miró a su amigo y preguntó:
—¿Ha venido con sus padres?
—Con Erika.
—Ya veo. —Dylan bostezó—. Me encantaría volver a ver a nuestra amiga, pero mi cuerpo me dice lo contrario. Y prefiero derrumbarme en una cama que en el suelo.
Dylan entró en el hotel y Ryku miró la hora que era. Había quedado con Cetile y Erika en la orilla del lago para ver otras competiciones que se celebraban en la ciudad. Unos buenos pasatiempos antes del plato principal que era la Liga Pokémon. Y una buena forma de divertir a la gente que llegaba a la ciudad. Cada día que pasaba, las calles estaban más y más llenas de personas. Habían montado hasta una pantalla en una de las plazas para el público que no pudiera ver en directo los combates de la Liga Pokémon.
Las carreras acuáticas resultaron ser más emocionantes de lo que Ryku pensaba. Se imaginaba que hubiera algún que otro combate como prueba dentro del circuito, pero solo había obstáculos que hacían que el primer puesto no estuviera claro hasta el final.
Ryku regresó al hotel a la hora de comer. Dylan no estaba en el restaurante, así que le dio un toque de advertencia por si se le pasaba la hora. Tardó media hora en responder y menos de cinco minutos en bajar.
—Me he quedado dormido. Esa cama es demasiado cómoda —dijo Dylan como excusa (aunque tenía razón en lo de la cama)—. Es increíble que nos alojen en este hotel. Es de los más caros de la ciudad.
—A mí también me lo parece —dijo Ryku. Cogió un plato de carne con verduras y lo dejó en la bandeja—. ¿Será algún tipo de compensación por el retraso que hubo con el líder de Ciudad Verde?
—O tal vez siempre ha sido así y no lo sabíamos.
Ryku se encogió de hombros. Tampoco le interesara el tema. Cogió un refresco y un vaso y se fue a una mesa libre. Dylan lo siguió después de elegir el plato que se llevaría.
—¿Y qué tal te fue la Calle Victoria? —preguntó Ryku—. Agotadora por lo pronto, eso está claro.
—Cómo a todos. Que si evitas que los Pokémon salvajes te ataquen, que si haces varios combates seguidos, que si el camino laberíntico es un incordio...
—Pero tú lo tenías fácil —replicó Ryku—. Tienes un Enlace de tipo agua y la mayoría de Pokémon de la Calle victoria eran de tipo roca, tipo tierra o ambos.
—Díselo al maldito Arbok que me estuvo mordiendo el caparazón y no me envenenó de milagro. —Dylan dio un bocado de ira a su comida—. Y mira que recurría al sigilo en todo momento, pero pareció que se hubiera hartado de ver a tantos humanos paseando por su territorio porque no veas lo irascible que fue.
—Tal vez tuve ventaja, entonces. —Ryku bebió un poco del refresco—. ¿Cómo te fueron los combates contra esos entrenadores?
—Seis victorias, dos empates, dos derrotas —respondió Dylan—. Estos combates han aumentado mi odio a los Pokémon de tipo planta, en serio. No se lo digas a Cetile.
—Lo mismo puedo decir yo a los del tipo psíquico por culpa de su movimiento por excelencia. He pasado de temerlos a aborrecerlos.
—Veo que tú también has detestado el combate contra ese Enlace de Mr. Mime, ¿eh?
—¿Tanto se nota?
Los dos rieron.
—¿Cómo lograste dos empates? —preguntó Ryku, intrigado—. Yo no conseguí ninguno por mucho que quisiera.
—Cada combate tenía un tiempo límite. Cuando se superaba, todo Enlace activo se neutralizaba y el entrenador rival lo daba por finalizado. Era fácil obtener el empate si teníamos el mismo tipo elemental.
—Entiendo. Todos mis combates fueron o bien neutros o una de las dos partes era débil al otro. La verdad es que hubiera dado lo que fuera por tener un combate contra otro tipo fuego. Hubiera tenido mayores posibilidades de conseguir más victorias o, como mínimo, un empate.
—No te lo recomiendo —dijo Dylan con seriedad—. Un combate que dura tanto puede llegar a ser aburrido. Y en el caso de la Calle Victoria, el tiempo es muy importante.
—Ojalá me hubiera apuntado la hora a la que empecé la prueba —se lamentó Ryku—. Desconozco cuánto tardé y espero que no haya excedido las tres horas.
—Ya somos dos. No nos queda otra que esperar.
Un mensaje sonó por los altavoces de toda la ciudad y se oyó hasta en las afueras que avisaba del fin de la prueba de la Calle Victoria. Había llegado el momento de revelar los resultados a los aspirantes. El mensaje indicó un lugar en los alrededores del estadio donde debían ir todos en la próxima hora.
Fue fácil para Ryku y Dylan localizar el edificio, solo había que seguir a los demás entrenadores y ver donde se congregaban. Lo hacían frente a una carpa gigante de tela blanca. La entrada estaba cerrada, pero ya había un par de trabajadores con sus trajes verdes pidiendo las tarjetas de identificación y confirmando la asistencia de los aspirantes. Optaron por abrir la carpa cuando llegaron todos antes de tiempo.
Lo único que había dentro de la tienda era un escenario con una pantalla grande y algunos focos para iluminar el recinto. Los aspirantes debían quedarse de pie mientras miraban a los trabajadores ir y venir por el escenario. Los focos se encendieron y dieron paso al pequeño espectáculo que se estaba formando.
Hiroyuki apareció en el escenario con su característico traje negro y sus gafas de sol. ¿Veía algo con la luz a media intensidad de los focos? Dio unos golpes al micrófono que sujetaba y el sonido amplificado estremeció a las filas más cercanas al escenario. Se disculpó por ello.
—¡Hola, aspirantes! Enhorabuena por superar la segunda fase de la Liga Pokémon. Me imagino que no ha sido un camino para nada sencillo, sobre todo porque a algunos Pokémon de la Calle Victoria decidieron hacer reformas en la cueva. Pero aquí estáis, demostrando que ni siquiera eso os detiene. Es digno de admirar.
Muchos de los entrenadores se sintieron halagados, incluso se oyó un «y no has visto lo mejor» por algún lado de la carpa que desató algunas risas entre los aspirantes.
—Cierto, cierto. No he visto nada. De hecho, no veo nada ahora mismo. Un momento. —Hiroyuki se quitó las gafas de sol y las dejó colgando del bolsillo de la chaqueta—. Mucho mejor. Ahora puedo contemplar bien a los posibles nuevos Campeones de la región. Vamos a hablar de la tercera fase de la Liga Pokémon.
La pantalla se encendió, pero no había imagen.
—Supongo que no tengo que explicar en qué consiste la fase, ¿verdad? —continuó Hiroyuki. No había ni una cara que se lo cuestionara—. La parte más emocionante de la Liga Pokémon: el desafío del Alto Mando. Cuatro combates contra los cuatro mejores entrenadores de Kanto y el último obstáculo a batir y conseguir el ansiado título de Campeón que nadie ha logrado en bastante tiempo. —Dejó que la gente pensara en lo que pasaría si lo lograban, aunque las caras que reconoció al inicio de la segunda fase sabían lo que venía a continuación—. Pero solo unos pocos podrán hacerlo. El Alto Mando es muy exigente con sus rivales y solo quieren entrenadores que supongan un reto para ellos. De ahí que exista la prueba de la Calle Victoria. —Un gesto llamó la atención de Hiroyuki y vio un pulgar arriba. Ya estaba todo listo—. Solo seis de vosotros y un entrenador de la anterior edición tendrán la posibilidad de luchar por el título de Campeón. Y esos seis entrenadores ya han sido elegidos según los resultados obtenidos en la Calle Victoria.
» Recordad que insistí en que lo dierais todo. Pues bien, estos son los nombres de los entrenadores que desafiarán al Alto Mando.
El primer nombre apareció en el recuadro de más a la izquierda de los seis que aparecieron la pantalla. El afortunado fue un entrenador de ciudad Fucsia que saltó de alegría cuando se enteró. Luego apareció el segundo, una entrenadora de ciudad Azafrán. Dylan tuvo un brote de felicidad al ver el nombre de su ciudad, pero desapareció al fijarse en el resto de la información. El tercero era alguien de Pueblo Lavanda, algo que sorprendió a muchos pues la gente de allí no solía participar en estos eventos. Solo quedaban tres recuadros. Y estando en el ecuador, a los trabajadores o a Hiroyuki les había parecido divertido mantener la tensión entre los aspirantes por ver su nombre en uno de esos recuadros. Finalmente, el comentarista hizo una señal a sus compañeros y apareció el nombre del cuarto afortunado.
Ryku, de Pueblo Paleta.
El joven no pudo contener un gesto de victoria que casi golpeó al entrenador que tenía delante. Lo había conseguido. Había superado la segunda fase de la Liga Pokémon y estaba a solo cuatro combates de demostrar su poder y honrar el Enlace que recibió de Antorcha. Dylan le dio la enhorabuena.
El quinto nombre apareció y la felicidad cayó a una joven de ciudad Carmín. Solo quedaba uno. Ya se veían caras de entrenadores que habían entendido que su posibilidad no había llegado y que les daba igual el nombre que apareciera en la pantalla. Otros estaban muy expectantes por quien sería el último contendiente del Alto Mando. Dedos cruzados, ojos cerrados y alguna que otra oración. La espera parecía eterna a pesar de no haber pasado ni quince segundos. Hiroyuki levantó el brazo para dar más emoción al momento y con un chasquido de los dedos, surgió el nombre del último ganador.
Hubo tantas lamentaciones entre los entrenadores que eclipsaron al que lo había conseguido: Dylan, de ciudad Azafrán. Solo Ryku, de entre los más cercanos a él, se alegró de que también lo hubiera logrado.
—Ya pensaba que no iba a aparecer mi nombre —dijo Dylan— Ya verás cuando lo sepan mis padres.
—Pues anda que los míos —sonrió Ryku.
—Atención, por favor. Prestad atención de nuevo —llamó Hiroyuki—. Que nadie abandone la carpa, que esto no ha acabado todavía.
Los entrenadores que ya tenían un paso fuera de la carpa se quedaron dentro.
—Primero, muchas felicidades a los seis entrenadores elegidos. Habéis demostrado estar a la altura de las exigencias de la élite. Os lo merecéis —continuó Hiroyuki—. Pero eso no significa que el resto no se merezca algo también, ¿verdad? Como ya mencioné, alguien de la edición anterior va a desafiar al Alto Mando junto a los seis elegidos. Este entrenador completó el año pasado la Calle Victoria como todos vosotros y ganó un torneo donde el premio es este. El torneo no tiene nada de especial: superar rondas y vencer en la final. Lo estándar. Y ahora le toca a uno de vosotros tener ese beneficio.
Los entrenadores se animaron. Tenían una segunda oportunidad de retar al Alto Mando si ganaban un torneo.
—Aunque esto sigue siendo una competición —recordó Hiroyuki—. Así que los únicos que podrán participar en dicho torneo son los sesenta y cuatro entrenadores que tengan por lo menos un tiempo inferior a las tres horas de descalificación. Me temo que el resto tendrá que intentarlo el próximo año. Pero que no abandone la meseta ya que tienen un premio de consolación de permanencia en el hotel Trileme hasta el final del evento. Un poco de alegría para todos.
La pantalla mostró una tabla con los resultados de la Calle Victoria. Las seis primeras líneas estaban marcadas en amarillo y tenían un símbolo especial que los separaba del resto. Después de ellos y en otro color se leían los nombres de los entrenadores que lucharían en el torneo. Los nombres que no tenían color en sus celdas eran los que no habían pasado la segunda fase.
Hiroyuki indicó a los entrenadores que se movieran hacia la parte trasera del escenario donde un grupo de trabajadores se encargarían de actualizar sus tarjetas según los resultados de la segunda fase. Las de Ryku y Dylan obtuvieron un plastificado dorado.
Los dos jóvenes no tardaron en esparcir la noticia a sus allegados. Cetile fue la primera en enterarse. Erika, que también estaba, solo les dedicó una sonrisa. «Quizá ya se lo había dicho alguien que trabajaba en la Liga Pokémon», pensó Ryku. Luego se separaron un momento y llamaron a sus familias. Ambos recibieron la misma respuesta: estarían en la Meseta Añil en el gran día. Los dos jóvenes estuvieron celebrando el pase a la fase final de la Liga Pokémon como si ya fueran Campeones. Un pequeño disfrute para lo que estaba por llegar.
Chapter 38: El Séptimo Elegido
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La Liga Pokémon pasó a un segundo plano cuando llegaron los líderes de Gimnasio de Kanto a la Meseta Añil. Además de dirigir sus respectivos Gimnasios, cada líder tenía su propio oficio y daban espectáculos para el deleite de sus fans. Brock era un chef extraordinario y preparó un banquete en una de las plazas de la ciudad. Misty y sus hermanas usaron el lago donde entretuvieron a la gente con sus bailes acuáticos. Surge, Erika y Koga tenían seminarios donde enseñaban a la gente (especialmente a niños) técnicas relacionadas con sus trabajos como combates Pokémon, jardinería y ninjutsu, respectivamente. Sabrina y sus aprendices asombraban al público con sus poderes psíquicos. Y Blaine los ponía a prueba en concursos de acertijos.
Giovanni se reveló como el octavo líder de Gimnasio y el revuelo que creó por ser el presidente del Equipo Rocket fue impresionante. A algunos no les importaba, aunque sí les interesaba saber cómo un hombre de negocios como él se había convertido en líder de Gimnasio. Los trabajos de los demás líderes eran simples en comparación. La prensa tardó menos que un Snorlax zampándose su comida en hacer preguntas al respecto. Giovanni tuvo que dar una rueda de prensa para esclarecer toda duda posible porque quería disfrutar de la Liga Pokémon como cualquier otro.
La exhibición de Giovanni hizo que el propio evento de la Liga Pokémon se retrasara un par de días, mientras los medios de comunicación se preparaban otra vez para retransmitir los combates del Alto Mando.
Pronto volvió la normalidad habitual en la época de la Liga Pokémon. Ryku sabía lo que eso significaba: en cualquier momento lo llamarían junto a los otros elegidos a acudir al estadio donde se realizaría el desafío del Alto Mando. Por un lado, deseaba que llegara el día y aplicar las estrategias que había desarrollado contra los entrenadores más fuertes de la región. Pero una parte de él le recordaba que perder los combates seguía siendo una posibilidad bastante alta. El Alto Mando dejaba muy claro que no todo el mundo se convertía en Campeón. Y eso conseguía ponerlo nervioso por mucho que supiera las fortalezas y debilidades de cada uno de sus miembros. Sobre todo porque perder un único combate valía para fallar el desafío.
«Deja de preocuparte. Ya sabías los riesgos que traía incluso antes de obtener tu primera medalla. No has llegado tan lejos para echarte atrás ahora. Has demostrado que mereces estar donde estás y vas a probar que también eres digno del título de Campeón». Era una voz que sonó varias veces en la mente de Ryku. Una forma de mantener el ritmo desde que empezó su viaje recolectando medallas y superando las pruebas de la Liga Pokémon. En una ocasión, esa voz cobró la imagen de Antorcha. Pensar en su Pokémon le sirvió para asegurarse de que lo daría todo, ganara o no.
La llamada a los elegidos consistió en un trabajador de la Liga Pokémon picando la puerta de cada una de las habitaciones del hotel en la que se alojaba un entrenador. Algo inesperado cuando ya se anunciaba por los altavoces de la ciudad la hora de inicio del desafío del Alto Mando. Era una sutileza innecesaria.
Como era de esperar, la discreción duró hasta que entraron en los alrededores del estadio, donde mucha gente los encontró y estallaron ánimos para todos los entrenadores. «¡Vosotros podéis!», «¡Buena suerte!» o «¡No os contengáis nada!» eran las frases que más se escuchaban, aparte de algún ánimo concreto referente al Alto Mando como «Caldead el ambiente de la Reina del Hielo» o «Asustad a la vieja fantasma». También había risas entre la gente típica que solo iba a ver los combates para ver como el Alto Mando destrozaba a sus rivales. Había fans para todo.
—Eh, Ryku, ¿esos no son tus padres?
Dylan señaló una parte de la cola y Ryku dirigió la vista hacia donde apuntaba su amigo con el dedo. Necesitó unos instantes para confirmar que eran ellos. Fue Aradya, con su característico lazo rosa, la que lo ayudó a localizarlos. Sus padres iban vestidos con colores cálidos y llamativos, las camisetas incluían el dibujo de la silueta de un Charizard. Nunca había visto a sus padres vestir así y apartó la vista, un poco avergonzado. Aquello no hizo que aumentar su vergüenza cuando, detrás de sus padres, reconoció a más habitantes de pueblo Paleta.
—No son solo ellos, es todo mi pueblo —dijo Ryku—. Era de esperar, casi todos mis vecinos me animaron cuando inicié el viaje. Pero ver que lo están repitiendo para la Liga Pokémon me parece demasiado.
—Yo lo veo normal —dijo Dylan. Ryku giró la cabeza y le dedicó una cara de incredulidad—. ¿Qué? Allí te conoce todo el mundo. ¿Por qué no irían a animarte si lo han hecho desde el principio?
Eso era verdad. Aun así, estaba mejor sin pensar en tantos conocidos sentados en alguna parte de las gradas viéndole luchar contra el Alto Mando.
Dylan se tomó unos segundos para buscar a su familia. Si estaba la de Ryku, la suya también. Buscó de la misma manera que había encontrado la de su amigo y fue cuestión de tiempo de ver algún dibujo de un Blastoise por ahí y después a sus padres.
—Y te avergüenza que tus padres vayan con camisetas de Charizard —dijo—. Acabo de ver a mi padre portando la bandera de un Blastoise. Propongo una nueva competición: qué familia destaca más.
—Te declaro vencedor —sentenció Ryku. Acababa de localizar a los padres de Dylan—. Esa bandera supera a cualquier camiseta llamativa.
Ambos rieron. Una buena dosis de diversión antes de centrarse por completo en los combates siempre venía bien.
El trabajador de la Liga Pokémon llevó a los elegidos por el interior del estadio. Los había conducido hacia el propio campo de batalla y, de repente, cambió de dirección y empezaron a bajar. Uno, dos, tres. Tres pisos bajo tierra. Apenas había ruido de más arriba, de la gente sentándose en las gradas, comprando comida y bebida para el espectáculo y algún que otro suvenir como recuerdo. Lo habitual que se hacía antes de los combates. El trabajador se detuvo frente a una puerta y la abrió con una llave electrónica. Dejó que los entrenadores entraran primero.
La sala era espaciosa y estaba dividida en diversas estancias. Había una zona de juegos, con un par de televisores a la que estaban conectadas diversas consolas, una mesa de ping-pong y un pinball, otra de música con auriculares, estanterías llenas de libros, un área de descanso con un par de sofás y varios sillones y una barra de servicio sin un barman. Los entrenadores se quedaron anonadados. Parecía el típico salón recreativo que una persona adinerada tendría en su sótano.
—¿Para qué es todo esto? —preguntó uno de los elegidos.
El trabajador de la Liga Pokémon cerró la puerta y se colocó detrás de la barra.
—Esta es la zona de espera para los que harán el desafío —explicó—. Durante las próximas horas, ninguno de vosotros puede abandonar esta habitación hasta que haya finalizado el evento o sea su turno de luchar contra el Alto Mando. Como los combates suelen durar bastante, incluyendo los descansos entre cada una, esta sala está pensada para que os divirtáis mientras esperáis.
—¿No podemos estar entre el público y ver los combates de los demás? ¿Por qué?
—Sí que podéis. Con los dos televisores del fondo. Esta sala es un área de descanso para los trabajadores de la maquinaria del estadio, pero este año se ha decidido que sea aquí en vez de arriba, como suele ser. Y no me preguntéis, porque yo tampoco lo sé —se adelantó a la joven que estaba a punto de preguntar—. Mi único deber es ayudaros en caso de que lo necesitéis, serviros alguna bebida e informar a quien le toque hacer el desafío.
—¿Y a quién le toca? Hemos bajado los seis.
—Deberíamos ser siete, ¿no? —dijo Dylan—. Ya sabéis, el ganador del torneo de los que no fueron elegidos del año pasado.
—Es verdad. ¿Dónde está?
—Preparándose arriba —dijo el trabajador—. El ganador de ese torneo siempre es el primero en inaugurar el desafío del Alto Mando. Todavía queda un tiempo para que empiece, pero yo os recomendaría encender la televisión ya.
Los entrenadores apararon los sillones que había frente a los televisores y los cambiaron por uno de los sofás. Ninguno tenía intención de perderse el comienzo de la Liga Pokémon.
Hiroyuki no paró de aumentar más y más la emoción del evento con sus palabras cuando todavía no había empezado. Lo acompañaban otros personajes que Ryku no reconoció y hablaban del Alto Mando y de las posibles sorpresas que podían dar. Todos estaban de acuerdo que sus Enlaces no iban a cambiar como bien hacían los líderes de Gimnasio como Blaine y Koga, pero no auguraban que Bruno fuera a sorprender de nuevo a los espectadores con su espectacular Enlace del gigantesco Onix. Y como habían mencionado a los líderes de Gimnasio, era de esperar que Giovanni se convirtiera en el centro de atención de los comentaristas y dieran sus opiniones respecto a tener al presidente de una compañía aeroespacial como líder de Gimnasio. Luego Hiroyuki retomó el interés del público recordando los entrenadores que participarían en el desafío del Alto Mando, momento en el que se revelaron los Enlaces de cada uno de los elegidos: un Nidoking del entrenador de ciudad Fucsia, un Arcanine del otro habitante de ciudad Azafrán, un Slowbro de la entrenadora de pueblo Lavanda y un Gyarados de la entrenadora de ciudad Carmín. También se ponían vídeos destacados de los combates de la Calle Victoria de cada uno a medida que se mencionaban.
—Pues nada. Adiós al factor sorpresa —dijo uno de los elegidos—. Ahora cada uno sabrá cómo enfrentarse a los demás en caso de que surja la posibilidad.
—Lo hubiéramos descubierto tarde o temprano —replicó otro—. No hubiera cambiado nada que lo supiéramos ahora o al cabo de unas horas.
—Lo que me sorprende a mí es que nos grabaran en la Calle Victoria —dijo una de las entrenadoras—. ¿Alguien vio cámaras mientras se movía por la cueva?
Todos negaron con la cabeza.
—Se usaron cámaras ocultas para que estuvierais concentrados en completar la prueba y no en qué pensaría la gente con cada derrota que sufrierais —explicó el trabajador desde el fondo—. Y como supondréis, se retransmitió por todo Kanto. Creo que es la primera vez que se hace algo así. Los organizadores optaron por emitir los diez combates de la Calle Victoria de los más de cien aspirantes porque también esta Liga Pokémon iba a ser de las más largas. Lo normal es que en un par de semanas ya conociéramos a un posible Campeón o no, pero llevamos un mes y todavía quedan vuestros combates y las rondas del torneo que hay después.
Hiroyuki informó a sus compañeros comentaristas que el tiempo de espera había finalizado. Por uno de los accesos al campo de batalla aparecieron los cuatro miembros de la élite de Kanto: Lorelei, Bruno, Agatha y Lance. Todos con rostro serio (salvo Agatha, que mostraba una sonrisa siniestra), ya preparados para los próximos combates. Lance, como líder del Alto Mando, dedicó unas palabras al público en el que garantizaba un espectáculo digno de recordar para todo el mundo. Era su manera de inaugurar la Liga Pokémon a la vez que desafiaba a los elegidos. «Llegad hasta mí si podéis», implicaban sus palabras.
Hiroyuki hizo un rápido recordatorio de las normas que tenía la Liga Pokémon: cuatro combates con un descanso de quince minutos entre ellos. Para alcanzar el título de Campeón, los elegidos debían ganar a los cuatro miembros. Si perdían uno de los combates, se acabó. Luego presentó al primero de los aspirantes a Campeón, el ganador del torneo de la anterior edición.
Se llamaba Kairi y venía de ciudad Celeste. El Alto Mando le dedicó una mirada retadora y la saludaron con respeto antes de marcharse por donde habían entrado. Solo Lorelei permaneció en el campo de batalla en uno de los extremos. Kairi se fue al otro. Entonces, Hiroyuki procedió a que apareciera el terreno de combate.
El suelo tembló. Los elegidos se aferraron al sofá, asustados por las repentinas sacudidas. Tardaron unos instantes en entender que los temblores casi se sincronizaban con el surgimiento del campo de batalla en el televisor.
—Os tendréis que acostumbrar —avisó el trabajador—. Estamos cerca de la maquinaria que levanta los escenarios de cada uno de los miembros del Alto Mando.
—Me recuerda a los campos de batalla de reserva del S. S. Anne —dijo Ryku.
—Ah, exacto. En comparación, la maquinaria construida aquí abajo es muchísimo más grande y compleja que la del barco de lujo, la cual es algo más simple y apta para un vehículo móvil y marítimo.
Los temblores cedieron y los elegidos volvieron a prestar atención a la pantalla. El campo de batalla era una zona con agua y hielo, casi como una piscina si no hubiera también pequeñas islas. Un lugar ideal para un Pokémon de tipo agua o hielo. Uno perfecto para Lorelei.
Hiroyuki preguntó tanto a Kairi como a Lorelei si estaban preparadas para iniciar el combate y ambas afirmaron con un movimiento de cabeza. El comentarista pidió que activaran sus respectivos Enlaces y Lorelei dio un pequeño espectáculo al encender su Enlace a la vez que saltaba al agua helada de la piscina para luego emerger transformada en un elegante Lapras con una explosión de agua como un géiser. Su rival, por otro lado, no se movió del sitio a la vez que se transformaba y su cuerpo cambió al de un Sandslash. Luego saltó al campo de batalla y aterrizó en una de las pequeñas islas.
Ryku se imaginó los posibles resultados. Aunque diera la sensación de haber un claro vencedor, no había que apostar todo a una. Lapras tenía una doble ventaja de tipo y un terreno que le favorecía. Pero si Kairi era veloz con su Sandslash, solo tendría que mantener a raya sus ataques de agua y hielo. El combate estaba bastante igualado.
Una gigantesca pantalla por encima de las gradas del estadio cargó las barras de vida de las entrenadoras. Luego se activaron los campos de fuerza para proteger al público de un más que probable ataque desviado. Hiroyuki también dispuso de su propio cubículo de protección y, tras una tensa cuenta atrás, gritó el inicio del primer combate de la Liga Pokémon.
Kairi escaló el montículo de su isla y fijó la mirada en su rival. Lorelei, sin embargo, solo la miraba, altiva. Movía sus aletas de vez en cuando para apartar algún bloque de hielo que se le acercaba demasiado. Al igual que Lance, era una provocación, un reto. O tal vez solo quería dar ventaja a Kairi con un primer ataque sin consecuencias, cosa que la Sandslash aceptó.
Kairi bajó del montículo a la vez que cargaba sus garras de energía azulada. Cuando llegó a la base, los entrecruzó como si se los estuviera afilando y el roce invocó una serie de espadas que la rodeó en un círculo y danzaban dando vueltas sobre sí misma. Unos instantes después, las espadas se desvanecieron y se introdujeron en el cuerpo de Kairi, iluminándolo con un aura naranja. Al terminar, Kairi se sentía mucho más segura de sí misma.
«Danza espada», pensó Ryku. Ese movimiento aumentaba mucho el ataque del Enlace. Si cabía una posibilidad de que los ataques neutros de la Sandslash fueran flojos en general, esto compensaba bastante esa debilidad. Y si lograba repetirlo dos veces más, un solo golpe podía sentenciar el combate.
Pero aquello no amedrentó a Lorelei, más bien la hizo sonreír. Gesticuló algunas palabras, pero entre los ánimos del público y el simple hecho de que nadie las podía entender a menos que tuvieran Enlaces activos fue imposible saber qué dijo. Aun así, se pudo intuir, pues Kairi pareció enfadarse con sus palabras.
Clavó las garras en el montículo y lo hizo pedazos. Acto seguido, las rocas resultantes acabaron envueltas en una fina aura que las levantó como si de un movimiento psíquico se tratara. Dio un salto en el aire y descargó una avalancha, sobre Lorelei.
La Lapras no se preocupó ni por un instante de que estuviera a punto de golpearla un movimiento muy efectivo contra ella al que además había que contar que estaba potenciado por el danza espada. Aquello podría arrebatarle más de la mitad de la vida en un instante, pero no a ella. La Lapras abrió la boca y creó en el hocico una bola de luz celeste que se convirtió en una serie de rayos del mismo color. Usó el rayo de hielo a modo defensivo y lo enfocó en el agua delante de ella, el cual congeló y manipuló para crear un muro de hielo que se alzó varios metros. Las rocas de la avalancha impactaron contra su superficie y la agrietaron, algunas incluso rompieron algunas partes, pero no acertaron su objetivo. Cuando acabó el ataque, Lorelei dejó a la deriva la nueva escultura helada que había creado y disipó el humo que se había creado con los golpes de un rugido.
Kairi se lamentó de que Lorelei hubiera bloqueado su ataque por completo. Ni siquiera había recibido algún tipo de daño secundario. Avalancha era su ataque más efectivo contra Lorelei, pero no su única estrategia.
Kairi pasó a un movimiento del despiste y saltó entre las islillas a la vez que iba dejando una copia de sí misma en cada una. La acción tuvo un buen efecto, pues nadie adivinó en qué isla se había quedado.
Y repitiéndolo otra vez, la Lapras no se mostró incómoda al perder de vista a su rival. Se movió un poco, eso sí, para mantener una distancia de seguridad con cualquiera de las copias de la Sandslash. No perdía de vista a las más cercanas y apenas se molestó en vigilar a las más alejadas. Sonrió y mostró una sonrisa de aceptación para acto seguido disparar un rayo de burbujas contra las ilusiones.
Todas las copias simularon esquivar las burbujas sin mucho éxito. Lorelei tenía una precisión asombrosa y lo demostraba cada vez que escupía su rayo de burbujas. Rara vez una de las copias lograba escapar a salvo y fingir que se ocultaba tras algún montículo de las islas. A esos la Lapras los forzaba a salir de su escondite disparando sus burbujas en la base, desestabilizando la isla y levantándola por completo de un solo aletazo. Lorelei no solo era fuerte en ataques a distancia, de cerca también era un peligro.
Pero aquella demostración de fuerza sirvió a Kairi para que una de sus copias (o ella misma) se acercara por detrás y golpeara en el cuello de la Lapras con sus dos largas garras. El daño causado reveló que, en efecto se trataba de la Kairi original, pues la barra de vida de la Lapras descendió mucho más que si una copia hubiera realizado el golpe.
El público estalló en vítores por el éxito del ataque. Lorelei acababa de perder casi un buen pedazo de su barra de vida gracias a una cuchillada potenciada con una danza espada. Debían pensar que Kairi tenía altas posibilidades de ganar el combate.
Lorelei sacudió un poco la cabeza y se dio la vuelta por si Kairi seguía ahí, pero ya había desaparecido y escondido entre las copias, lista para encontrar una nueva oportunidad de atacar.
Un tanto enfadada, la Lapras inhaló profundamente y luego expulsó por la boca una densa niebla que empezó a cubrir todo el campo de batalla. Solo Hiroyuki vio lo que ocurrió después. El resto solo podía imaginar lo que él narraba.
Ahora Kairi estaba casi en la misma situación que Lorelei. Casi. Un Lapras era un Pokémon pesado, de más de doscientos kilos, que se movía por el agua. El sonido del chapoteo la delataría con suma facilidad. Sin embargo, en los siguientes minutos, se hizo un silencio sepulcral. Nadie se atrevió a decir nada por si distraían a las entrenadoras o se perdían el más mínimo atisbo de movimiento entre la neblina. Kairi afinó el oído para detectar el movimiento por el agua de su rival. No escuchó nada. ¿De verdad ambas se habían quedado quietas y esperaban a que la otra se delatara?
No tenía sentido. La Sandslash optó por tomar la iniciativa y moverse con sigilo entre sus copias hacia el último lugar donde había estado Lorelei y, como no tenía buena visibilidad, se acercó tanto como casi estar en el mismo sitio donde había atacado a Lorelei. Pero no estaba ahí. ¿Cómo se había movido sin que el agua la delatara? Aunque una parte de ella deseaba no haberla encontrado, no fuera que la hubiera atraído adrede para atacarla de cerca, la otra seguía nerviosa por no dar con ella. Era un Pokémon el doble de grande y diez veces más pesado que ella. ¿Qué estaba haciendo para actuar con tanta sutileza?
Inquieta, Kairi reanudó la emoción del combate con un terremoto combinado con sus copias y el público notó los temblores. No era el mejor movimiento para usar en una zona donde predominaba el agua, pero era el mejor ataque que tenía que abarcase una gran área. Estuviera donde estuviera la Lapras, el terremoto le daría al menos de forma indirecta. Además, el terremoto disipó la niebla hasta que solo quedaron unas finas líneas blancas.
El público se alegró de poder volver a ver el combate. Felicitaron a Kairi y, a su vez, celebraron que su terremoto había terminado por hacer daño colateral. Su barra de vida había descendido muy poco en comparación al verdadero impacto del movimiento de tierra, pero era mejor que nada. Por desgracia, también había arrasado con casi todas las islas y sus copias. Kairi estaba vulnerable.
La Sandslash se dispuso a crear de nuevo una serie de copias de sí misma cuando el agua volvió a agitarse como si el terremoto no hubiera acabado. Kairi se desequilibró y usó una de sus garras para estabilizarse en la única isla intacta del campo de batalla. Al levantar la cabeza, se percató de que el agua estaba a un nivel tan bajo que se podía ver parte del armazón de metal. El miedo se apoderó de ella y se dio la vuelta para toparse con su peor pesadilla.
Una enorme ola había aparecido en el otro extremo del campo de batalla. De ancho era todo el campo de batalla y tenía al menos quince metros de alto. Kairi sabía que esa ola iba a darle de lleno, imposible de esquivar. Pero no se quedó a esperar a que la aplastaran litros de agua y se esforzó en saltar con todas sus fuerzas, pero la ola la cazó en pleno vuelo.
El golpe fue brutal. Primero Kairi desapareció cuando la ola la engulló, luego esta se rompió y chocó con todo lo que hubo a su paso y los bloques de hielo y las islas salieron volando del campo de batalla al igual que este perdía agua por todos lados. Kairi reapareció en una de las pocas islas que, a pesar de todo, había logrado permanecer dentro del recinto de agua.
Estaba destrozada. Un ataque de tipo agua de tal potencia bien podía haberla derrotado de un solo golpe, pero sobrevivió. En un vistazo rápido a su barra de vida, se podía apreciar el color rojo al borde de volverse negro. Kairi luchó por recomponerse cuanto antes y tosía agua cada vez que movía una parte de su cuerpo a la vez que le costaba recuperar el aliento. Y cuando consiguió por lo menos mantener el equilibrio, terminó el combate.
Lorelei cayó sobre Kairi con todo el peso de su cuerpo. Un golpe inesperado y directo que provocó que se activara la Prioridad Humana del Enlace de la Sandslash y estallará en una bomba de luz que alejó a la Lapras. Esta cayó y buscó un lugar fuera del agua antes de que su Enlace se desactivara por el fin del combate.
El público se alternó entre felicitaciones a Lorelei por su victoria y gritos de ánimos y lamentos hacia Kairi. Hiroyuki confirmó el fin del combate alzando el brazo a favor de Lorelei y la pantalla la declaró como ganadora.
Los seis elegidos se quedaron mirando la pantalla del televisor. Acababan de ver la dificultad que suponía la Liga Pokémon, incluso sentido algunos de los movimientos que se había efectuado. Todos ellos se inquietaron un poco al pensar en que sus estrategias contra Lorelei terminaran siendo un fracaso, sobre todo aquellos que contaban con un tipo elemental débil como el entrenador del Enlace de Nidoking o el Arcanine. Ryku mantuvo la compostura. Su Enlace era a la vez débil y fuerte contra ella y sus planes servirían. Seguro.
Pero debían mirar más allá. Los seis elegidos se habían centrado en la demostración de poder de Lorelei, uno de los cuatro mejores entrenadores de todo Kanto, sin pensar en que solo era la punta del iceberg. Si ella había exhibido tal poder con su Enlace, los otros tres serían iguales o mucho más fuertes.
Ese era el nivel del Alto Mando.
Chapter 39: La Reina del Hielo
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Lorelei era como un muro casi imposible de atravesar. Después de Kairi, el entrenador del Nidoking tampoco logró la victoria a pesar de haber estado mucho más cerca de ganar que la entrenadora del Enlace de Sandslash. Por un momento la gente creyó que lo conseguiría al envenenarla, pero ella acabó el combate antes de que el veneno consumiera su vida. Había sido un combate tenso por el cronómetro que tenía Lorelei debido a los efectos nocivos y, a su vez, bastante aburrido: el Nidoking usó la estrategia de esquivar y huir de los ataques de Lorelei sin atacar después del envenenamiento. Cuando Lorelei lo cazó, fue su perdición. Luego le tocó al entrenador del Arcanine y con él sí hubo emoción. Un combate equilibrado por ambas partes que terminó con la derrota de Lorelei. Pero perdió contra Bruno y su fuerza bruta. Lo siguió la entrenadora del Slowbro, que hizo gala de sus poderes psíquicos y acuáticos los cuales le permitieron superar a Lorelei y Bruno hasta que llegó Agatha donde sucedió el combate más corto de la Liga Pokémon hasta ahora: cinco minutos. Con tres elegidos eliminados, le tocaba a Ryku, el cuarto de la lista.
Entre esperas y combates, habían pasado tres horas (preparar los campos de batalla era una ardua tarea, en especial el de Lorelei) hasta que llegó el turno del joven. Hiroyuki recomendó al público que tomara el aire y descansara un poco mientras lo disponían todo para la próxima serie de combates. Ryku aprovechó el tiempo en repasar otra vez las estrategias que había diseñado para el Alto Mando. El trabajador se encargaría de decirle cuándo había llegado el momento.
«Esta espera es insoportable», pensó. Cada minuto que pasaba solo aumentaba sus dudas y permitía que fluyeran con libertad por su mente. Por ahora, las tenía bajo control.
—¿Listo para darle una paliza a Lorelei? —preguntó Dylan. Se sentó al lado de Ryku frente a la barra de bar.
—Eso creo —apartó la mirada de la libreta—. Conozco el Enlace de Lorelei, me he memorizado todas las tácticas que han aparecido en las anteriores ediciones y tengo varias formas de explotar sus posibles puntos débiles. —Hizo una pausa—. Sería perfecto si no tuviera la sensación constante de que incluso así ella puede dar alguna sorpresa imprevisible.
—¿Cómo que no puedas resistir uno de sus ataques de agua?
—Eso lo tengo claro: no aguantaría más de dos golpes. Me refiero a algún movimiento que no haya utilizado nunca. —Ryku se llevó una mano a la cabeza, desesperado—. Ay, no. No he mirado las MT extrañas que puede aprender un Lapras. Esto puede ser un problema.
—Yo no me preocuparía tanto. Has visto cómo actúa Lorelei, ¿no? Soberbia incluso en la derrota. Aunque conozca algún ataque que sorprenda que tenga un Lapras, no lo usará. No tendría el mismo poder que con sus ataques de tipo hielo y agua.
Ryku se tranquilizó. La deducción de su amigo tenía sentido. Lorelei solo había usado el movimiento golpe cuerpo hasta ahora que fuera de un tipo ajeno al hielo o al agua. Aquello lo ayudó a centrarse mejor.
—Tienes razón. ¿Cómo no lo había visto? Gracias, Dylan.
—Mejor agradécemelo ganando el combate. A ver si consigues que Lorelei baje esos humos de orgullo, de paso.
El trabajador, que estaba limpiando un vaso y revisando la nevera no contuvo la risa.
—Buena suerte con eso. Esa mujer es el orgullo encarnado. Tal vez, si la superan todos los elegidos que faltan, se agriete su hielo. —Pasó la vista por todos los entrenadores—. A ver si sois capaces de conseguir al menos eso.
Los elegidos intercambiaron una mirada y se pusieron de acuerdo como un objetivo a cumplir si no ganaban la Liga Pokémon.
Alguien llamó a la puerta y la abrió sin que nadie le diera permiso. Era el trabajador uniformado de verde que venía a por el siguiente elegido. En esta ocasión preguntó por Ryku y el joven se despidió de su amigo Dylan.
—Te estaré animando desde aquí —le dijo él.
El trabajador condujo a Ryku hacia la superficie del estadio y lo dejó en un vestuario cerca del campo de batalla. Ese sería el lugar donde descansaría entre combates. Se fue un momento y regresó con un brazalete blanco como el de la prueba de la Calle Victoria. Se lo dio sin necesidad de explicarle lo que tenía que hacer con él y le dijo que podía dejar sus pertenencias en esta sala hasta el final del desafío. Abandonó la sala añadiendo que volvería en un momento para acompañarlo hasta el campo de batalla.
Ryku se desabrochó el brazalete y copió su Enlace en el brazalete blanco. Mientras se realizaba el duplicado, se podía escuchar al público gritando como si ya se disputara la próxima serie de combates. El brazalete blanco emitió un pitido y Ryku se lo puso. Dejó su brazalete y su libreta a un lado.
El trabajador abrió la puerta al cabo de unos minutos y con un gesto pidió a Ryku que lo siguiera. Lo llevó por el pasillo y se detuvieron a escasos metros del acceso al interior del estadio. Desde ahí se podía ver al público. Ryku se puso un poco nervioso.
—En cuanto Hiroyuki diga tu nombre, sales al estadio y te diriges al centro. Y cuando mencione una zona segura, vas allí —informó el trabajador—. No te preocupes si se te olvida por cualquier razón. Hay franjas de colores que te indican todo lo que tienes que hacer. Solo síguelas, ¿de acuerdo?
Ryku asintió.
—Bien. Buena suerte.
Hiroyuki realizó una previa como ya había hecho con los dos últimos elegidos. Una manera de recuperar la emoción perdida durante el descanso. Cuando terminó, anunció que el siguiente elegido ya estaba listo y dijo su nombre.
Ryku entró en el área de combate y la sensación que recibió fue abrumadora. El público soltó tales vozarrones que recordó cuando él estuvo en aquellas gradas hacía años. Les saludó mientras se acercaba al centro del estadio. Por desgracia, aunque iban vestidos con colores llamativos, no llegó a encontrar a sus padres.
Lorelei lo esperaba con los brazos cruzados y una mirada fría. Tenía el pelo rojo recogido en una coleta con una cinta con la forma de una esquirla de hielo y unas gafas que se recolocaba de vez en cuando. Para ser orgullosa, también parecía fardar de cuerpo con ropa provocadora.
—¿Has terminado de interactuar con el público? —le preguntó con desdén.
—Hace rato.
Lorelei volvió a recolocarse las gafas. Sonrió.
—Se te ve muy confiado, joven, más que los que anteriores. Y los dos sabemos cómo acabaron. No tendré problemas en dejarte helado.
—No podrás congelar mis llamas.
Lorelei arqueó una ceja.
—¿Oh? Así que tengo delante otro Enlace de tipo fuego. No pienses que tendrás su misma suerte. Tus llamas no sobrevivirán a mis gélidas temperaturas. Estarás a mi merced cuando tiembles de frío.
—Eso ya lo veremos.
Los dos se dieron la vuelta y se dirigieron a la zona segura. Entonces el suelo tembló y el campo de combate de la Reina del Hielo ascendió. Cuando la plataforma se clavó en la superficie, Hiroyuki gritó que los contrincantes activaran sus respectivos Enlaces.
Lorelei, como había hecho hasta ahora, activó su Enlace a la vez que se lanzaba a la piscina. Brotó del agua con una explosión de luz que finalizó con un Lapras nadando en el campo de batalla. Ryku podría haber hecho lo mismo, pero él era más de cambiar sin moverse. Activó su Enlace y adquirió su forma de Charizard. Cuando dejó de brillar, voló hasta la isla más cercana y se quedó allí.
La pantalla gigante cargó los Enlaces de los entrenadores y mostró sus respectivas barras de vida. A continuación, Hiroyuki contó hasta tres y, con un sonoro grito a través de su micrófono, inició el combate.
En un instante Ryku visualizó todos los puntos débiles del Enlace de Lorelei. Atacar desde el aire era uno. Cualquier Pokémon que pudiese volar se beneficiaba de su capacidad sobre cualquier otro incluso cuando su tipo no era el adecuado. No podían dañar lo que no podían alcanzar. Sin embargo, debía evitar que Lorelei hallase la forma de contrarrestar esa ventaja. Otro de los puntos débiles era que un Lapras tenía dificultades para darse la vuelta, por lo que ya preveía que Lorelei trataría de mantenerlo delate de ella siempre que pudiese.
Lorelei hizo el primer ataque inspirando hondo y expulsando la neblina que ya había usado antes. Aquello pillo por sorpresa a Ryku, que no se esperaba que la Lapras usara un movimiento de distracción como primera acción. En cuestión de segundos todo el campo de batalla se cubrió de niebla. Se oyó el lamento del público por perder tan pronto la vista del combate.
Ryku también actuó en defensa propia copiando la estrategia de la joven Sandslash y usó el movimiento doble equipo. Colocó sus copias en puntos estratégicos y, como eran meras ilusiones, no interactuaban con la niebla. Así ambos no sabrían en ningún momento donde se encontraba el otro. Quizá sería un buen momento para intentar buscar la retaguardia de la Lapras y asestar un daño decente.
Peligro.
No sabía cómo explicarlo, pero Ryku notó que algo iba muy mal. No fue hasta que en su hombro se formó algo de hielo que entendió lo que estaba pasando y por instinto abandonó la niebla alzando el vuelo. Nada más salir, la niebla estalló.
Cientos de esquirlas de hielo volaron en todas direcciones. La mayoría fueron a las gradas, desapareciendo al contacto con los campos de fuerza que protegían al público. Otras volaron hacia el cielo donde se encontraba Ryku, que no tuvo dificultades en esquivarlos o derretirlos con un poco de fuego. Terminado el peligro, el Charizard miró hacia el campo de batalla.
¿Qué había pasado? Lorelei jamás había utilizado esa técnica. No aparecía en ninguna de las grabaciones de anteriores ediciones de la Liga Pokémon y tampoco la había empleado en los recientes combates contra los otros elegidos. Bien podría haberlo usado en el combate contra la Sandslash y no fue así. ¿Se había tomado la molestia de guardárselo para él como una demostración de poder? Tal vez estuviera pagando su osadía con las provocaciones de antes del combate. De todas formas, debía preocuparse más de no permanecer mucho tiempo en otra niebla por si la Lapras repetía el movimiento.
Lorelei intentó obligar a Ryku que tomara tierra disparando un preciso rayo hielo. El Charizard ya bajaba cuando vio la amenaza de los rayos celestes y contraatacó con su lanzallamas. El contacto de ambos movimientos causó una explosión y grandes cantidades de vapor de agua. Aunque fuera en el aire, Ryku vio riesgo en esa formación y batió sus alas con fuerza para disipar aquella niebla por si Lorelei la volvía a usar como una bomba de hielo o lo sorprendía con otra técnica.
Ryku tanteó a Lorelei. Disimuló un descenso como si la Lapras le hubiera dado en su anterior ataque, aunque en realidad buscaba mantener la potencia de sus llamas. Un disparo preciso haría más daño que uno extenso. Además, ahora que debía ir con cuidado con las nieblas, lo más adecuado era que todo el fuego diera en la Lapras y no en el agua de la piscina, no fuera que Lorelei se aprovechara. También calculó la distancia que necesitaba para asestarle un golpe por la espalda. Había que procurar que no se diera cuenta.
Como si eso fuera a pasar. Lorelei había librado una infinidad de combates más que él. De igual manera, Lorelei tendría una estrategia a seguir contra Pokémon voladores. Continuaba siendo su mejor opción, pero no debía creer que alcanzaría sus puntos débiles por un simple despiste.
Lorelei agitó el agua creando pequeñas olas. ¿Un aviso de que iba a lanzar la ola gigante del movimiento surf? No, una distracción. Al igual que Ryku era rápido surcando el cielo, ella lo era disparando. Un torrente de burbujas cargadas de energía azulada se dirigió a la cabeza del Charizard. Este se inclinó, esquivando el ataque, y se dio cuenta del error que había cometido. Se acercó lo máximo posible a una de las islas y se cubrió con el ala justo cuando el rayo de burbujas lo cruzó en diagonal.
Un impacto amortiguado. Ryku se escondió detrás del montículo de roca de la isla y lo usó de escudo hasta que Lorelei necesitó recuperar el aliento. Pasaron unos segundos de aparente silencio (el público no había parado de gritar) y calma sin que nada sucediera. Solo era cuestión de tiempo de que Lorelei usara otro movimiento y forzarlo a abandonar el escondite. Ryku maldijo para sus adentros. Esto no iba como en una de sus estrategias. En ninguna, en realidad. Lorelei estaba controlando el terreno mucho mejor de lo que esperaba y había logrado arrinconarlo. ¿Qué podía hacer? Saliera o no, la Lapras usaría alguno de sus rayos de burbujas o de hielo y recibiría otro impacto. El amortiguado no le habría quitado mucho, aunque no podía ver su vida en el panel. Cada segundo contaba.
Escuchó movimiento en el agua. Lorelei debía estar buscando un lugar mejor para disparar. Ryku debía actuar cuanto antes, pero no se le ocurría nada en ese momento. Estaba bloqueado. Cualquier idea que le venía a la cabeza terminaba con una alta probabilidad de recibir un impacto. Hasta que dio con una que quizá lo salvaría y heriría a su rival. Estaba tan obcecado en seguir una única estrategia que se había olvidado de que en un combate había que adaptarse, cambiar de perspectiva.
No golpear por detrás.
Decidido, Ryku usó su doble equipo y mandó una copia en una dirección aleatoria. Lorelei cayó en el engaño y disparó su rayo de burbujas. La copia se deshizo tal y como había previsto, igual que así había adivinado la posición de su rival. Se despegó del montículo, lo encaró y le asestó un Megapuño que lo hizo pedazos. La fuerza del golpe mandó las rocas hacia Lorelei como un lanzarrocas improvisado. La Lapras reaccionó como cabría esperar: disparó rayos de burbujas y eliminó las rocas una a una. Fue rápida, pero Ryku había lanzado las suficientes para volar detrás de ellas, cargar su puño de energía y aprovechar el momento en el que su rival disparaba hacia un lado para golpear sin peligro. Dio de lleno en el mentón de la Lapras y la sacó del agua unos segundos antes de volver como un pedazo de roca más.
Tenía una segunda oportunidad con su inesperada acción. Lorelei había caído casi del revés en el agua y tuvo que dedicar un valioso tiempo a recolocarse. Cuando las cuatro aletas tocaron el agua, Ryku agarró su cuerpo y con una fuerza sobrehumana levantó los más de doscientos kilos de peso de la Lapras y ascendió varias decenas metros sobre el agua. Luego contrajo las alas, empezó a caer en picado dando tirabuzones y, cuando apenas estaba a diez metros de distancia del agua, detuvo su vuelo y dejó que el Pokémon marino terminara el trayecto con un impulso adicional. El impacto fue tal que parecía el resultado de una explosión bajo el agua. Incluso llegó a salpicar al Charizard, que permanecía a una distancia prudencial de la piscina.
El estadio entero vitoreó las acciones del Charizard. Les estaba dando un buen espectáculo, al parecer. Ryku consiguió echar una ojeada a la pantalla de las barras de vida para comprobar el estado del combate. Incluso con dos ataques seguidos y directos, la barra de vida de Lorelei seguía en verde, pero había perdido casi la mitad. Por otro lado, el impacto amortiguado había sido más efectivo de lo esperado con al menos un veinte por ciento de su barra perdida. Si no hubiera conseguido bloquearlo, quizá estaría igual que Lorelei o incluso peor.
Lorelei brotó del agua y miró a su alrededor a la vez que las salpicaduras se congelaban al acercarse a ella. Estaba enfadada, muy enfadada. Tanto que actuó de forma imprevisible. Su rival se mantuvo escondido en el aire por unos segundos hasta que el Pokémon marino hizo contacto visual con él. Justo entonces, sus ojos brillaron con una energía azulada y el cuerpo del Charizard acabó envuelto en un aura del mismo color. El dragón naranja se extrañó un momento, aunque le duró poco al adivinar el movimiento que estaba usando. Lorelei se dio la vuelta, seleccionó una de las islas sin montículo y mandó al Charizard allí con el menor respeto posible. El dragón naranja se estampó de lado con la isla, que aguantó el impacto y no se rompió. Aun así, levantó polvo donde había caído.
Hiroyuki no se lo creía. Ni el público. Lorelei había empleado un movimiento para nada propio de lo que ella representaba. La Reina del Hielo acaba de utilizar un ataque psíquico con su rival. Algo totalmente inaudito. Ni siquiera sus fans más acérrimos supieron cómo reaccionar. Fue tal la sorpresa que se hizo el silencio por unos segundos antes de que una parte del público reanudara los ánimos a Ryku.
Ryku veía borroso. Le dolía el costado. Psíquico. Lorelei conocía psíquico. Su título de Reina del Hielo no significaba tanto para ella. «Pues a veces sí sabe dejar la soberbia de lado», pensó. ¿Por qué tuvo que mencionar el asunto de las MT antes del combate? Era como llamar al mal tiempo. Ignoró esos pensamientos y se centró en el combate. Lorelei se acercaba despacio. Parecía decir algo, pero no la oyó. Y ante el inminente peligro, Ryku reaccionó casi por instinto y escupió un torrente de llamas hacia la Lapras. El Pokémon marino no tuvo dificultad en convertir el fuego en vapor de agua con un rayo de burbujas. Se detuvo donde estaba y se puso a cantar.
Ryku se recuperó y se levantó buscando el cielo. Nada más batir las alas, una de ellas lo obligó a permanecer en el suelo. El golpe había sido muy doloroso y no iba a poder volar en un tiempo. Buscó una isla con cobertura, pero las que seguían en pie se habían movido detrás de Lorelei. Estaba en una posición vulnerable.
La Lapras terminó su canción con una nota alta. Alzó la cabeza y bajo ella brotó un bloque de hielo. Luego la temperatura empezó a descender, el agua convirtiéndose en hielo y nieve. Y lo que parecía una elegante decoración invernal, se convirtió en un desastre natural. El viento sopló con intensidad y sometido a la voluntad de la Lapras, arrastrando todo lo que creaban las bajas temperaturas. En un momento se había formado una ventisca que recorría en círculos el campo de batalla, encerrando al Charizard y la Lapras en su interior.
Ryku se protegió como pudo. Empleó el ala como escudo contra el viento helado que lo empujaba y se cubrió todo lo que pudo con este. Luego se aferró con las garras de las piernas sobre la isla para evitar que el viento lo arrastrara. Por suerte el pedazo de roca que era la isla no cedía a la ventisca, solo a los impactos de las olas semi congeladas contra los bordes. Cuando estuvo seguro, Ryku buscó a Lorelei. A pesar de que la nieve era bastante densa, todavía se podía ver el exterior del campo de batalla y distinguir el gris del caparazón del Pokémon acuático. Era el centro de la ventisca.
La nieve se acumuló en el ala y Ryku empezó a notar las consecuencias del movimiento. Como no se trataba de un ataque directo, su barra de vida no descendía de golpe, sino poco a poco. Una ventaja e inconveniente a la vez. Si pudiera moverse, podría contrarrestar la fuerza del viento y abandonar la ventisca, pero Lorelei se había asegurado de que no lo hiciera. Lo había calculado bien y tenía la ventaja. Era cuestión de tiempo que el daño eliminara toda la vida de su barra y perdiera el combate.
Se sentía impotente. Después de todo, una inmovilización lo iba a echar todo a perder. Un ala dolorida, nada menos. Un problema que siempre había logrado sobrepasar en los combates Se inclinó un poco para visualizar la pantalla a través de la ventisca. Su barra ya había pasado a naranja y poco a poco se aproximaba al peligroso rojo. Tenía que hacer algo, no podía quedarse como una estatua esperando a que la ventisca drenara todo el poder de su Enlace.
Entonces lo notó. Fue débil, apenas duró un segundo, pero la ventisca redujo su fuerza por un instante antes de recuperarla. Ryku centró su atención el Lorelei. La ventisca estaba conectada a ella, reaccionando a sus acciones. Si algo le pasaba al movimiento, debía sucederle algo a quien lo lanzaba. Quizá fue el frío, o la imperiosa necesidad por sobrevivir, pero no se dio cuenta de que Lorelei no era el centro del movimiento, sino su canto. Desde que la ventisca estaba activa, Lorelei no había parado de emitir un tono alto, casi un grito intimidante. En algún momento tuvo que detenerse a recobrar el aliento y eso disminuyó la potencia de la ventisca hasta que volvió a cantar. El ruido del viento había evitado que se percatara de la pausa hasta que fue demasiado tarde.
Ryku ya no se vio amenazado. Había encontrado un nuevo punto débil en la estrategia de la Lapras. Explotarlo iba a ser muy sencillo. Solo debía esperar un poco a que la ventisca amainara mientras acumulaba el fuego que iba a necesitar para su plan. Lo segundo no fue complicado. A pesar del frío, Ryku solo tuvo que recordar que habían usado otra vez el ataque psíquico contra él para tener llamas suficientes listas para arrasar con todo.
El momento llegó y Ryku miró al centro de la ventisca. Luego levantó la cabeza y disparó hacia el exterior no un torrente de llamas, sino una bola de fuego. El proyectil no se extinguió por el contacto con el agua y siguió su trayectoria hasta alcanzar su destino. Cuando estuvo a punto de abandonar la ventisca, estalló en cinco látigos de fuego que recorrieron la cúpula que formaba la ventisca y se expandieron, cubriendo la burbuja con otra. El fuego de la llamarada fue tan intenso que Lorelei no pudo mantener la ventisca y esta se convirtió al instante en agua y vapor de agua, que cayó en el campo de batalla como un reventón inesperado. El peso del agua obligó a Lorelei a detener de una vez su ataque mientras soportaba la inesperada caída de litros de agua que, como estaba gritando hace unos instantes, le había entrado por la boca. Ryku saltó hacia atrás en cuanto la ventisca se convirtió en agua y evitó que su propio ataque lo afectara. Vio a la Lapras toser, casi ahogarse, distraída por intentar expulsar el líquido que había tomado la dirección equivocada en su cuerpo. El vapor de agua descendió como un telón sobre el campo de batalla.
Ryku comprobó el estado de su ala. Seguía doliéndole. Volar no era una opción todavía. Pero podía impulsarse, algo que hizo antes de perder a la Lapras en la niebla. Por el camino agarró un bloque de hielo y lo lanzó cerca de Lorelei. La salpicadura hizo que la Lapras volviera al combate, pero le fue imposible responder a su ataque por culpa del agua que se había tragado y le seguía molestando. No podía lanzar ninguno de sus ataques. No iba a resolver su problema con un puñetazo y soltó un lanzallamas directo a la cabeza de la Lapras. Cualquiera hubiera gritado ante el repentino calor circulando por la cara, pero Lorelei solo soltó un gruñido.
Cuando el Charizard cerró el hocico, la Lapras se arriesgó a devolver el ataque con un rayo de burbujas. El ataque ayudó a expulsar el agua que se había tragado y le permitió volver a respirar a la vez que golpeaba a su rival. Estando tan cerca, era imposible fallar.
Pero falló.
El rayo de burbujas dio en el bloque de hielo y lo destruyó. La Lapras se quedó pasmada ante la súbita desaparición de su rival. Tenía un ala rota, no podía volar. Miró arriba. Nada. El Charizard se había esfumado. Pronto entendió lo que había ocurrido y lo quiso contrarrestar con una ventisca, pero fue demasiado tarde.
Ryku lanzó otra bola de fuego que impactó en el caparazón de la Lapras. La bola explotó en una estrella de cinco puntas, una de las cuales pegó a la Lapras justo en el cuello. La potencia de las llamas alcanzó a partir el agua por la mitad a la vez que lo vaporizaba y cubría el espectáculo que se estaba presenciando. No lo consiguió al desvanecerse mientras el cuerpo de Lorelei se puso a brillar y explotó apartando todo lo que estuviera cerca de ella. Ryku estuvo incluido en esa acción de la Prioridad Humana y fue lanzado hacia el extremo del campo de batalla siguiendo la parábola que había realizado con su salto. Poco después, su Enlace también desapareció.
—Y el ganador del combate es… ¡Ryku!
La pantalla eliminó la barra de vida de Lorelei y agrandó el nombre de Ryku, su Enlace y una exagerada palabra de vencedor en un fondo llamativo.
Fue imposible escuchar lo que el público vociferaba en ese momento. Felicitaciones, gritos de júbilo al presenciar un buen combate, algún que otro abucheo por parte de fans de Lorelei. No era más que ruido. Ryku se levantó y se sacudió la ropa. Se llevó una mano a la espalda por la sensación del ala herida. Miró al público y buscó a sus padres una vez más. Había demasiada gente, ni siquiera se veían las banderas de ánimo de la familia de Dylan, mucho menos las camisetas llamativas de sus padres.
Lorelei salió del campo de batalla saltando entre los bloques de hielo que todavía no se habían fundido. Se notaba la experiencia de haberlo hecho muchas veces, pues no se mojó en ningún momento. El último salto no lo calculó bien y tropezó, aunque se equilibró casi sin que nadie se diera cuenta. Se recolocó las gafas y se acercó a Ryku.
—Eres mejor de lo que pensaba, pero no te alegres tanto —dijo—. Todavía te quedan los demás miembros del Alto Mando. Y cada uno te tiene reservado sus propias sorpresas.
—¿Como tu psíquico? Sorprendiste a todos con ese movimiento. Sobre todo, cuando eres especialista en congelar al adversario.
—Y lo he intentado contigo durante el combate, aunque tu fuego logró superar mis bajas temperaturas.
—¿Por eso usaste el ataque psíquico? ¿Para compensar que no podías congelarme?
—No. Hago honor en todo momento al apodo que me dieron de Reina del Hielo. Pero tengo un buen repertorio de movimientos y, por estadística, en algún momento tenía que utilizar alguno poco convencional.
Ryku hizo una mueca. Vaya suerte tuvo de que le tocara.
Lorelei se dispuso a retirarse, pero se detuvo tras dar unos pasos.
—No hagas que me arrepienta de haber perdido contra otro elegido que no llegará lejos. No permitas que yo sea la cúspide de tus capacidades.
Y sin decir más, abandonó el estadio.
Chapter 40: Combate de Honor
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Como norma general, los descansos entre combates contra los miembros del Alto Mando duraban alrededor de quince minutos, pero ya había pasado media hora y todavía no habían llamado a Ryku. La maquinaria que debía llevarse el campo de batalla de Lorelei no parecía funcionar. Ryku intuyó que el combate contra Lorelei había sido de aquellos que necesitaban algo más que cambiar un campo de batalla.
Ryku abrió la libreta de las estrategias y pasó las hojas hasta detenerse en el siguiente miembro de Alto Mando. Bruno era un miembro del Alto Mando más sencillo que el resto. No tenía muchos puntos débiles que pudiera explotar. Si elegía su Machamp, podía aplicar sus técnicas de combate como maestro de la lucha con un Pokémon musculoso de cuatro brazos. Si elegía su Onix gigante, el combate duraría menos de lo que tardaba en activar el Enlace. Cualquier opción era un peligro. Contra un Machamp aún tenía una posibilidad, al menos. Esperaba que fuera su elección.
El trabajador llamó a la puerta y la abrió.
—Ya está todo listo para siguiente combate.
Ryku dejó la libreta en el banco y siguió al trabajador hasta la entrada al campo de batalla. Se podía ver que habían limpiado todo rastro de roca y hielo del anterior combate hasta el punto de que no se notara que había habido uno hace poco.
—Ya conoces el procedimiento —dijo el trabajador—. Buena suerte.
Ryku asintió y se quedó a solas un momento hasta que Hiroyuki pronunció su nombre y el joven entró en el estadio. Siguió las marcas de colores hasta la zona segura. Miró al público, que había recuperado la emoción como el primer combate.
Hiroyuki hizo un resumen breve del combate contra Lorelei y se preparó para dar la bienvenida al siguiente miembro del Alto Mando. El comentarista vio adecuado presentar a Bruno como un luchador que entraba en un ring. Se abstuvo de revelar el peso del hombre, pero hizo especial hincapié en su pasado como maestro de la lucha y su cuerpo musculoso. El público no le siguió el juego.
Después de irse un poco por las ramas, Bruno cortó al comentarista entrando en el estadio antes de que aburriera más al público. Su mera presencia cambió el ambiente de todo el estadio. La gente se mostró más respetuosa y se calmó dentro de lo posible. El hombre imponía. Hiroyuki no mentía sobre su cuerpo esculpido: no llevaba ninguna prenda de cintura para arriba para que se viera el cuerpo marcado. Tenía el pelo largo y oscuro recogido en una coleta y solo vestía unos pantalones blancos agarrados con un cinturón negro de karate. También portaba un grueso brazalete de hierro con pinchos tanto en manos como pies salvo el brazo donde estaba el brazalete Enlace.
Bruno se dirigió al centro del campo de batalla y Ryku hizo lo mismo. Cada vez que el joven recortaba distancia con el hombre se notaba más y más intimidado. Una cosa era verlo a través de una pantalla o las gradas, pero tener de frente aquel rostro serio y desafiante era otra historia. Se quedaron unos segundos mirándose el uno al otro.
Bruno cruzó los brazos.
—¿Ni una provocación? —preguntó.
Aquello pilló por sorpresa al joven.
—¿Cómo dice?
—Antes del combate contra Lorelei, la provocaste negándole que te congelaría. ¿No vas a decir algo similar conmigo?
—Era un duelo de elementos opuestos, señor. Y ella me había provocado primero.
—Entonces, ¿debo hacerlo primero para que lo hagas?
—¿Por qué este interés? —preguntó Ryku, confuso.
—Para mantener una conversación de algún tipo. No es que sea una persona muy habladora, soy más de probar la fuerza de los otros. —Hizo una pausa y fijó la mirada en Ryku—. Le has dado una paliza a Lorelei. Eso ya demuestra que tienes algún potencial. Pero yo te machacaré con mi gran fuerza.
—¿Eso ha sido una provocación?
Bruno no contestó. Se quedó expectante a una respuesta del mismo nivel. La conversación se volvía extraña por momentos.
—No creo que puedas golpear lo que no puedes alcanzar —dijo Ryku—. Pienso ganar a todos los miembros del Alto Mando. No sois mi límite.
Bruno sonrió.
—Eso último lo he escuchado decenas de veces y todos los entrenadores han tenido que retractarse. —Alargó un puño—. Comprobemos si tus palabras son honestas. Tengamos un buen combate. Un combate de honor.
Ryku chocó el puño con otro. ¡Menuda mano tenía! Era como golpear una roca.
Ambos entrenadores se retiraron a la zona segura y el campo de batalla se desplegó sobre el estadio. Era uno más normal, menos ventajoso para el miembro del Alto Mando. Un simple campo de tierra batida.
Una sensación de alivio recorrió el cuerpo de Ryku. Un terreno así significaba que había muchas probabilidades de enfrentarse al Enlace del Machamp y no el de la serpiente rocosa. El del Onix solía ser un campo de rocas similar al que tenía Brock en su Gimnasio. Una zona abierta estaba pensada para un combate justo, sin mayores ventajas que las que proporcionaban los tipos elementales.
Hiroyuki dio la orden de activar los Enlaces y ambos entrenadores procedieron a la acción. Ryku recuperó sus alas, su cola y su fuego y saltó campo de tierra con un batir de las alas que levantó un poco de arena. Al otro extremo, Bruno no se hizo grande al transformarse en Pokémon. Era un poco más pequeño que el Charizard de Ryku. Aquello despejó toda duda. Se había convertido en un Machamp: cuatro brazos más musculosos que los naturales de Bruno, un cuerpo bípedo de piel grisácea bastante humano, el cinturón característico de su forma evolutiva y tres franjas que aparentaban ser su pelo. Cuando terminó de brillar, entró en el campo de batalla y con un solo gesto agrietó la tierra como una demostración de poder.
Esperaron a que la pantalla grabara sus Enlaces y mostrara sus respectivas barras de vida. Luego Hiroyuki inició la cuenta atrás y con un movimiento del brazo, empezó el combate.
No hubo momento para estudiar al rival. Bruno saltó varios metros y cayó sobre la grieta que había creado antes, levantando pedazos de roca que agarró con los cuatro brazos y los lanzó hacia el Charizard. Este ya esperaba que el Machamp usara un movimiento de tipo roca, separó las patas del suelo y maniobró en el aire esquivando con facilidad las rocas. La fuerza de Bruno se concentraba en el cuerpo a cuerpo, de modo que cuando atacaba a distancia, perdía un poco de potencia. Aun así, la avalancha seguía siendo muy peligrosa.
Ryku aterrizó de nuevo cuando a Bruno no le quedaron más rocas que lanzar. Mantenerse en el aire era la mejor ventaja que tenía contra el Machamp, al igual que su resistencia natural a los movimientos de tipo lucha. Pero no debía abusar de ello. Como dijo Lorelei, por estadística Bruno podría darle con una roca en el aire y entonces su combate estaría sentenciado. Había que ser consciente en todo momento de la superdebilidad. Lo único que avanzaría el combate de manera justa era acercarse al rival y darle una oportunidad de usar otro de sus movimientos, uno a los que fuera más resistente o neutral.
Pero Ryku no estaba muy confiado. Se aproximó al Machamp, el cual adoptó la posición defensiva de algún arte marcial. Una ventaja muy grande poder aplicar técnicas humanas con un cuerpo Pokémon. Así que fue a lo seguro y se detuvo a la distancia justa para que un lanzallamas lo quemara y provocara la mayor cantidad de daño. Bruno fue rápido en aplicar contramedidas y saltó hacia adelante, redujo distancias y golpeó el suelo con los cuatro brazos cargados de energía. Cuando las llamas estuvieron a punto de alcanzarlo, agarró un bloque de piedra que levantó a modo de escudo y las llamas se dispersaron en todas direcciones. Ryku tuvo que detener el ataque cuando la arena que había levantado Bruno casi estuvo a punto de tragárselo.
Bruno usó su fuerza bruta y partió el bloque de piedra. No lo empleó como ataque y se limitó a eliminar el muro que él mismo había creado. Su salto tenía la finalidad de acercarse a su rival con sutileza. Bien podía haber levantado el escudo de piedra desde la anterior grieta que había originado antes, pero ¿qué gracia tenía mantener las distancias? Bruno quería luchar cuerpo a cuerpo y esa era su intención.
Por suerte, Ryku ya previó el deseo de Bruno. Tampoco había que ser un gran estratega para descubrir que un maestro de la lucha intentaría golpear de cerca. Y a Bruno le encantaban los combates justos, en igualdad de condiciones. Estaba dispuesto a aceptarlo.
Bruno resultó ser más lento de lo esperado. Aunque se impulsó para reducir cuanto antes la distancia con su rival, Ryku no tuvo ningún problema en seguirle el ritmo. Solo cuando hubo el trecho perfecto para asestar un buen puñetazo, el Machamp explotó en velocidad. El Charizard esquivó por los pelos un golpe en el cuello con el canto de la mano y consiguió concentrar energía en su puño para contrarrestar otro puño cargado del Machamp.
El impacto de ambos Megapuño fue tremendo. La energía liberada en el choque de los movimientos causó una onda expansiva que levantó la arena y la movió en todas direcciones. Hiroyuki incluso comentó haber visto físicamente la onda sin necesidad de la arena.
Ryku y Bruno se habían quedado comparando fuerzas. Los puños con los que habían entrechocado seguían pegados entre ellos como una competición secundaria por ver quién podía romper antes la resistencia del otro. Al final ninguno de los dos tuvo la intención de demostrar su poder.
Bruno tenía en ese momento uno de sus brazos paralizado, pero todavía le quedaban tres libres y listos para golpear. Lo que no se esperó fue que su rival reaccionara de igual manera y bloqueara otro ataque físico con su otro puño. Ahora los dos tenían dos brazos ocupados y cruzados. Bruno seguía disponiendo de dos brazos más y, aun así, no fueron suficientes. El Charizard, aunque solo tuviera dos brazos, tenía cuatro extremidades. Las alas tuvieron vía libre para golpear con un ataque que le haría mucho daño si lograba asestarlo. Bruno no tuvo más remedio que inmovilizarlas con sus brazos libres, quedando los dos incapacitados del todo a menos que uno cediera.
O eso parecía.
Bruno todavía podía emplear sus piernas, más largas que las del Charizard, para atacar. Sin embargo, el dragón naranja también halló otro método de perjudicar a su rival en su estado actual. Y, a diferencia del Machamp, era un movimiento imposible de esquivar. En un momento el Charizard cargó su boca de fuego y escupió un torrente de llamas muy cerca del Machamp. El golpe ayudó a que los dos Pokémon se liberaran el uno al otro y el Machamp retrocedió con la mitad del cuerpo envuelto en llamas.
La escena trajo diversas reacciones. Algunos vitorearon el primer choque físico de fuerzas, otros celebraron cómo había terminado, animando al Charizard y al Machamp de diferentes formas. Hiroyuki, por su parte, mantuvo la compostura en todo momento y narró los acontecimientos conteniendo una risa y comportándose como el famoso comentarista que era.
Ryku había asestado el primer golpe dañino del combate. Uno del cual el joven estuvo bastante satisfecho, pues al haber sido tan directo le había arrebatado bastante vida a su contrincante, poco más de una cuarta parte del total.
A Bruno no pareció importarle mucho el calor y las quemaduras que tenía en el rostro. Con una simple sacudida de la cabeza se deshizo del dolor y volvió al combate. De un impulso ya estaba de nuevo muy cerca del dragón naranja.
Ryku tuvo la desgracia de distraerse mirando la pantalla, lo que apenas le dio tiempo a reaccionar a la contraofensiva de su rival. Bruno no perdonó el descuido y, aunque Ryku consiguió reaccionar a tiempo, su movimiento otorgó ventaja a Bruno. Le agarró el ala que había empleado para intentar alejarlo y de repente el entorno se volvió borroso cuando Bruno se puso a dar vueltas sobre sí mismo a gran velocidad. Buscó una manera de zafarse, pero fue inútil. La velocidad a la que giraba el Machamp mantenía su otra ala descontrolada y sus brazos no superaban la fuerza centrífuga. Al final el Machamp dejó de rotar y lo lanzó hacia un extremo del campo de batalla. El lado en el que cayó fueron los restos de rocas que el Pokémon gris había dejado en su ataque de avalancha. Ryku se lamentaba cada vez que una roca fingía detenerlo en el arrastre. Al final su cuerpo consiguió frenarse al acumular la suficiente arena y usarla como un muro.
Ryku abrió los ojos y se movió previendo que iba a despertar un dolor intenso en el lado que más se había rascado con la tierra. Su ala izquierda había sido la parte del cuerpo más arramblada, pero consiguió extenderla y quitarse la arena de encima. Había dolido mucho menos de lo que había imaginado. No costó adivinar por qué: el Machamp había usado uno de los movimientos en los que su Enlace era resistente. Cómo le alegraba tener esa clase de ventaja en un combate.
Volvió a enfocarse en Bruno, el cual estaba más cerca de lo esperado y preparó una nueva avalancha como un ataque a corta distancia. Ryku consiguió localizar a tiempo el primer brazo que lanzaría la roca y la esquivó con la misma facilidad que el primer ataque. Incluso con una de las alas algo dañada, no tuvo dificultades en alzar el vuelo a la vez que evitaba un impacto de las rocas y controlaba la distancia con su enemigo.
Resultó curioso como Ryku no había predicho la lentitud del Enlace de Bruno. El Machamp era muy fuerte, pero bastante lento para un Pokémon que estaba muy tonificado. Debió haberlo tenido en cuenta en sus estrategias.
El Machamp no permitió que el Charizard se escapara por el aire. Se acuclilló, imbuyó de energía sus piernas y se impulsó hacia el cielo a una velocidad vertiginosa. Antes de que el dragón naranja tuviera oportunidad de zafarse, el Pokémon de cuatro brazos ya lo había alcanzado y agarrado del cuerpo con dos de ellos. El Charizard iba a escupir un nuevo torrente de fuego para liberarse, pero Bruno usó otro de sus brazos para evitarlo, haciendo que solo salieran pequeñas llamas que se extinguieron al instante. Ni siquiera pudo mover las alas. El Machamp lo tenía inmovilizado. Siguieron ascendiendo por el impulso hasta alcanzar casi los veinte metros, momento en el que la gravedad volvió a atraerlos hacia el suelo.
Bruno giró sobre sí mismo y se puso a dar vueltas en el aire como una perforadora. El suelo se acercó más y más deprisa hasta que solo quedaban unos metros para el impacto. Bruno detuvo el giro en ese momento y, antes de que nadie viera sus acciones, puso al dragón naranja de espaldas al campo de batalla y lo empujó de una patada. La arena del campo de batalla se elevó como si una bomba de energía hubiera estallado donde el Charizard había caído.
El público quiso saber si el combate había terminado con ese ataque. La pantalla mostró la barra de vida del Charizard todavía en verde, pero muy cerca de cambiar de color. La gente gritó de todo para que el dragón naranja saliera del polvo de arena.
Ryku emergió de la nube de polvo con un batir de las alas que pareció manipular la arena. Dio un paso adelante, dolorido, mientras el polvo regresaba al suelo. Miró al Machamp y jadeó. Ahora tenía que soportar el dolor en ambas alas.
El Machamp pasó a la defensiva. No se fiaba de lo que pudiera hacer un Charizard herido con un movimiento sísmico, como si supiera que aquello desencadenaba un contraataque igual de poderoso o más. La experiencia se lo decía. Pero el dragón naranja no actuó como Bruno sospechaba y se quedó completamente quieto.
Ryku hacía ademanes de moverse para mantener a Bruno en alerta, incapaz de pensar en otra cosa que en un posible contraataque o esquivar algún movimiento. Se benefició de ese momento de calma para planificar una nueva ofensiva. Su Megapuño y el lanzallamas habían perdido precisión, el Machamp ya adivinaba cuando iba a golpear con esos movimientos. Debía sorprenderlo con una táctica que, aunque esperase, no pudiera contrarrestar tan fácil.
Había un movimiento que conocía y no había utilizado desde que obtuvo su Enlace. Era uno de esos movimientos que no creía tan efectivo como el lanzallamas. La verdad es que dependía mucho de ese ataque de fuego. Usar uno que nadie le había visto lanzar antes serviría para sorprender a Bruno.
El último ademán que realizó fue la señal de iniciar la ofensiva. Ryku se impulsó con las alas, soportando el dolor que sentía, y cargó de energía las garras y giró sobre sí mismo a la vez que intentó que una de las garras acuchillara a Bruno. Este no tuvo problemas en bloquear el ataque y desviarlo con uno de sus brazos. Trató de castigarlo con un golpe de kárate con otro de los brazos, pero Ryku aceleró el giro y lanzó otra cuchillada que lo obligó a bloquear de nuevo. El Machamp estaba decidido a castigarlo y quiso agarrarlo, pero el dragón naranja usó las alas y lo alejó mientras lo amenazaba con golpearlo. Simuló cargarlo de energía, que sirvió para que el Machamp se pusiera en alerta máxima y se protegiera con todos los brazos a la vez que retrocedía.
Era el momento perfecto.
Ryku había estado todo el ataque con las cuchillas cargando su boca con un fuego especial, uno que él llamaba internamente «tornado de fuego». En realidad, era el movimiento que se conocía como giro fuego, pero le gustaba más el suyo. Ryku abrió la boca y las llamas emergieron en forma de tubo, con el interior hueco. Cuando estas hicieron contacto con el cuerpo del Machamp, se expandieron y lo encerraron una jaula cilíndrica de puro fuego.
Bruno intentó golpear las llamas, abrirlas para escapar de allí, pero fue imposible. Las llamas se regeneraban más rápido de lo que él podía golpear y se intensificaba su calor si empleaba todo su cuerpo. Estaba atrapado.
Cuando Ryku cerró el hocico y dejó de alimentar las llamas, estas actuaron al revés de lo que se esperaría. Empezaron a girar como si el viento les diera la energía y adquirieron el aspecto de un tornado. Ahora ni Bruno ni él podía atacar hasta que el movimiento finalizara o se debilitara lo suficiente para otorgar la posibilidad de golpear.
Ryku permaneció atento a lo que pudiera suceder. Que Bruno no pudiera abandonar el tornado, no significaba que estuviera inmovilizado. El Machamp seguía poseyendo todas tus capacidades y el fuego solo lo dañaba y lo cegaba mientras tanto. Si había que sacar el máximo partido al movimiento, entonces debía aprovechar cada golpe que recibiera su rival.
El tornado de fuego aumentó su brillo, señal que indicaba que el Machamp había sufrido daños. Ryku aprovechó el momento para separarse del suelo. Tenía al menos otra oportunidad de moverse sin que el Machamp supiera la dirección que tomaba. Con un poco de suerte, el giro fuego le dañaría tres veces. Y con mucha más, cinco. Sería agradable herir al Machamp cinco veces, pero no confiaba en ello. No podía controlarlo.
El Machamp buscó al Charizard. El tornado de fuego le dificultaba la visibilidad más allá de las llamas. Su rival podía camuflarse con aquella barrera que hacía que lo viera todo con tonalidades anaranjadas. Pero a eso podían jugar dos. Bruno había recibido ese ataque muchas veces y había conseguido una resistencia al daño. Su Enlace se resentiría, pero su lado humano lo aguantaría sin dificultades. Un nuevo brillo del tornado lo golpeó y lo quemó. Dolía, aunque no tanto como un lanzallamas. Fingió estar afectado, pero en el tiempo que duró el golpe, rompió el suelo y se hizo con unos pedazos de rocas, listos para soltar una avalancha cuando el Charizard menos se lo esperara.
Localizó la cola en llamas del dragón naranja y esperó al tercer golpe del tornado de fuego, ya que sabía que desaparecería después, pero unos segundos de factor sorpresa bastaría para ganar el combate. Cuando llegó, disparó la mitad de las rocas que había lanzado.
Rocas envueltas en llamas volaron hacia Ryku, que esquivó la avalancha por los pelos. Ryku se dio prisa y se elevó hasta el límite del tornado de fuego y esperó. Bruno había recibido daño tres veces y el tornado seguía activo. Daría un cuarto golpe como máximo. Se adelantó al momento y disparó un lanzallamas al interior del tornado.
Bruno no se esperó eso y tuvo que utilizar el resto de piedras como defensa. La avalancha chocó con el torrente de fuego y lo desvió en cuatro corrientes que abandonaron el tornado sin acercársele. La última roca logró atravesar el lanzallamas, creyendo que acertaría e impresionaría al Charizard mientras el impacto le otorgaba la victoria. Cuando la roca salió despedida hacia el cielo despejado, su rival no estaba. Aquello puso en alerta a Bruno. Acababa de perder a su enemigo otra vez.
El tornado de fuego efectuó su cuarto y último golpe que estremeció a Bruno. Mantuvo la compostura mientras el fuego empezaba a desaparecer y buscó al Charizard, pero en ese tiempo vio un ala por el rabillo del ojo y, antes de que pudiera reaccionar, recibió un ataque ala justo en la cabeza.
El golpe fue decisivo. El tornado se partió en dos cuando el ala del Charizard cayó desde unos metros por encima del Machamp y la explosión de la Prioridad Humana extinguió todo rastro de llamas en el campo de batalla. La pantalla gigante del estadio bocinó y eliminó la barra de vida del Machamp, declarando a Ryku como el ganador del combate.
Nada más Hiroyuki proclamó a Ryku como vencedor, el público se emocionó y sus gritos solaparon la voz del comentarista por los altavoces.
Ryku se levantó y sacudió la cabeza. La Prioridad Humana del Enlace de Bruno lo pilló en pleno vuelo y lo repelió varios metros a la vez que desactivaba su Enlace. Lo había conseguido. Había derrotado a dos de los cuatro miembros del Alto Mando.
Bruno se quitó la arena de los pantalones y el torso y fijó la mirada en Ryku. Costaba adivinar si estaba enfadado por perder o satisfecho por un buen combate. Aquel rostro serio no daba muchas pistas. Se acercó a Ryku y le extendió la mano.
—Enhorabuena. Ha sido un buen combate.
Ryku le estrechó la mano. Sintió la fuerza con la que Bruno apretaba y no se estaba ni esforzando. ¿Cómo de duros eran sus golpes cuando no era un Pokémon?
—Lamento no haberte proporcionado un combate de honor. Ni siquiera creo que fuera del todo justo.
—No lo fue, pero tampoco lo pudo ser. Solo considero un combate de honor si un Enlace no tiene una ventaja sobre el otro y si la mayor parte de la pelea es de contacto físico.
Ryku apartó la mirada. En todo el duelo, solo habían tenido un par de contactos físicos.
—Hiciste bien en jugar con tus técnicas —continuó Bruno—. No lo hubieras dado todo si solo usabas ataques físicos. Un Charizard sin escupir fuego es igual que un Alakazam sin usar algún truco psíquico. —Hizo una pausa como si se hubiera acordado de algo—. Por cierto, ¿por casualidad practicas algún arte marcial? Me percaté de que eras muy precavido conmigo.
—La verdad es que no. Pero visité el Dojo Kárate en Ciudad Azafrán. Debí aprender algo del combate que tuve con el maestro del dojo.
—Fuera lo que fuera lo que te enseñó el maestro Koichi después de ganarte en ese duelo, te ha sido de utilidad.
—¿Cómo has sabido que perdí contra él? ¿Le conoces? —preguntó Ryku, curioso.
—Fui su alumno, sé lo que es enfrentarse a él. Decía que era el mejor de todos sus aprendices. Pero dejé el dojo cuando me reveló que no tenía nada más que enseñarme.
¿Sería ahora el alumno más fuerte que el maestro? Ryku esperaba que no. No le gustaba pensar que perdió contra Koichi, pero ganó a su mejor alumno.
—Bueno, ahora te toca luchar contra Agatha. Una advertencia: esa anciana es tan peligrosa como Lorelei y yo juntos. Es la auténtica barrera que se interpone entre Lance y tú. Lorelei y yo solo somos obstáculos muy molestos en comparación —se acercó más a la cara de Ryku—. Y entre tú y yo, por favor, véncela. Bastante tengo que soportar el orgullo de Lorelei. No quiero que se apunte Agatha.
Ryku contuvo la risa y asintió. Era algo que pretendía hacer de todas formas.
Bruno hizo una reverencia y se despidió agitando los brazos a medida que se dirigía a la salida del estadio.
Chapter 41: Risa Perversa
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Ryku consideró el Enlace de Agatha como el más peligroso de todo el desafío, más incluso que Enlace de tipo dragón de Lance. La libreta tenía más estrategias contra ella que las ideadas para Lorelei, Bruno y Lance juntos. Los pocos vídeos que había de combates contra ella demostraron la gran versatilidad de su Enlace de tipo fantasma. Todos los movimientos que usaba eran de tipo planta, eléctrico, psíquico… incluso normales. Rara vez empleaba ataques del tipo al que pertenecía su Enlace. Y eso la hacía muy peligrosa.
Ryku supuso que la anciana evitaría usar movimientos de tipo planta por obvias razones, incluso quizá de tipo lucha. Pero eso apenas reducía su repertorio de ataques mientras que él perdía casi todo su set. Las leyes de la tecnología Enlace prohibían las inmunidades naturales, pero las simulaba con una ultra resistencia, lo que significaba en hacer tan poco daño que no siempre compensaba el esfuerzo.
Que Bruno añadiera encima que Agatha superaba en poder a Lorelei y a él juntos solo lo puso más ansioso.
No, no debía desanimarse. Bruno le había metido el miedo, voluntaria o involuntariamente, pero también quería que Ryku ganara el combate. Sería difícil, no imposible. Hasta ahora sus estrategias se habían inclinado a la improvisación (nunca se había planteado usar el giro fuego) dentro de lo que sabía de sus rivales. De Agatha se sabía poco por la escasez de aspirantes que se enfrentaron a ella y eso era un problema. Tal vez tendría que desequilibrar la balanza a favor de la improvisación en lugar de las estrategias. Hasta ahora le había salido bien, así que no resultaba mala idea tener ese as bajo la manga.
El trabajador de la Liga Pokémon llamó a la puerta y avisó de que estaba todo preparado para el próximo combate. Había durado menos que el descanso entre los combates de Lorelei y Bruno. Ryku dejó la libreta y se mentalizó para el combate.
Esta vez, el trabajador no lo acompañó. No necesitaba escuchar las mismas indicaciones ni el mismo procedimiento. Con un par de veces bastaban.
Hiroyuki pronunció el nombre de Ryku, pero no era la llamada que le permitiera entrar en el estadio. Hablaba de él, de cómo un nuevo elegido se enfrentaba a Agatha. Solo el anterior había llegado a ese duelo y no había salido victorioso. ¿Pasaría lo mismo con Ryku o sorprendería a todos y lograría desafiar a Lance? Lo descubrirían muy pronto. El comentarista llamó a Ryku a entrar en el estadio.
El público se emocionó cuando el joven pisó el estadio. Ryku los miró sin realizar ningún gesto e intentó buscar la calma en el apoyo y los ánimos que recibía desde las gradas. Su familia y amigos estaban entre allí, pero seguía sin encontrarles. Tres veces los había buscado y ninguna los había visto.
Cuando se detuvo en la zona segura, Hiroyuki se dispuso a convocar a Agatha y el público enmudeció como si el comentarista hubiera invocado algo amenazante y les hubiera poseído un pánico incontrolable.
Agatha entró en el estadio, usando un bastón como apoyo. Era una anciana menuda, apenas un poco más baja que Ryku. Tenía el cabello rubio apagado y vestía casi como una sirvienta, con un delantal blanco, una prenda única violeta y un broche ovalado. Su rostro se asemejaba a la seriedad y el orgullo de Lorelei, pero intensificado por una sonrisa pícara, como si supiera lo que iba a acontecer y no le sorprendiera.
Verla a través de un televisor no era lo mismo que en persona, pensó Ryku. Se tensó cuando la anciana lo señaló con el bastón indicando que quería hablar con él antes del combate. No tenía muchas ganas de conversar esta vez, pero por respeto accedió.
El campo de batalla se había vuelto más austero todavía. Ahora no había arena, solo un simple escenario de losas cuadradas y grises de bastante grosor. Cualquiera hubiera esperado un terreno de combate más acorde al Enlace del miembro del Alto Mando, pero Agatha parecía no seguir esa tradición.
Agatha y Ryku intercambiaron una mirada en la que el joven se puso nervioso. No tenía ni la más mínima idea de qué decir. Provocarla como había hecho con Lorelei y Bruno no lo veía correcto a menos que ella quisiera que la trataran aposta con poco respeto.
—Así que tú eres el segundo elegido que llega hasta mí —dijo Agatha con una sonrisa para nada amigable—. Y al igual que la entrenadora del Slowbro, solo ganasteis a Bruno porque contabais con una ventaja elemental. Para ser un maestro de la lucha, no es tan bueno igualando su poder incluso partiendo en desventaja.
Ryku permaneció callado todo el rato. Seguía sin saber qué responder.
—No te quedes callado, jovencito, di algo —ordenó Agatha. Ryku se sintió amedrentado, como si lo hubiera reñido su propia abuela—. ¿Se te ha comido la lengua el Meowth?
—N-No. Es que no tengo idea de qué decir, la verdad.
—Pues con Lorelei y Bruno se te veía más locuaz. Provocando a la pelirroja y siguiéndole la corriente al musculitos con esa chorrada del combate de honor. Por no hablar del comentario que asegura que ni Lance ni yo somos tu límite. Esas son palabras mayores viniendo de un jovenzuelo como tú.
—Pero por ahora no he fallado con mis palabras. —¿Ahora de repente se había envalentonado? Agatha debió de haberlo manipulado de algún modo. De lo contrario, hubiera permanecido callado y evitando el contacto visual.
Agatha mostró su sonrisa pícara.
—Te doy la razón, por ahora. Pero yo no soy un simple escalón más para alcanzar la meta del Campeón. Soy la muralla. ¿Crees que sabes luchar con ese Enlace del dragón impostor? Prepárate para entender cómo lucha un gran entrenador de Enlace.
Ryku dudó en replicar, pero Agatha se adelantó a la respuesta, dio media vuelta y se dirigió al borde del campo de batalla. Si había que entender algo, primero pasaba por aquella conversación. Había sido muy extraña.
Cuando Ryku se retiró al extremo del campo de batalla, Hiroyuki soltó un suspiro y pidió al público que terminara con el silencio sepulcral porque el tercer combate de la Liga Pokémon de Ryku estaba a punto de comenzar. Esperó unos segundos antes de gritar a los entrenadores que activaran sus respectivos Enlaces.
Ryku adoptó su forma Pokémon y de un salto se posicionó en el campo de batalla, listo para el combate.
Agatha se tomó su tiempo para activar su Enlace. Depositó con cuidado el bastón en el suelo y un trabajador de la Liga entró en el estadio para llevárselo a una zona segura donde los movimientos Pokémon no lo pudieran romper. Cuando ya estuvo en su propia posición, activó el Enlace. Encogió y ganó un cuerpo más redondo de brazos y piernas cortas. En el momento en el que su cuerpo dejó de brillar, Agatha tenía el cuerpo morado, unas orejas, una corta cola y unos ojos rojos. Por si ya resultaba siniestra la sonrisa de la anciana sin ser un Pokémon, el efecto se multiplicaba con una enorme boca que no paraba de sonreír y enseñar los dientes.
La pantalla gigante se iluminó y cargó las barras de vida de los respectivos Enlaces. Al terminar, sonó una cuenta atrás y el pitido más largo indicó el inicio del combate Pokémon.
El Gengar despegó sus cortas patas del suelo y se quedó levitando como una demostración de que el Charizard no tendría su preciada ventaja aérea, algo que Ryku ya sabía. Si volaba, lo haría a baja altura.
Agatha se movió en el aire con una agilidad alarmante y se detuvo tras disparar unos rayos negros de sus ojos. Ryku apenas logró seguirle el ritmo y los rayos impactaron en el suelo bajo sus pies, rechazando al dragón naranja y rodeándolo con una nube de polvo que el joven despejó con un movimiento de las alas. Una distracción que permitió al Gengar plantarse delante de sus ojos.
Ryku reaccionó con un Megapuño, como siempre hacía cada vez que alguien se acercaba más de la cuenta. Pero se había olvidado de que el movimiento no tenía el mismo efecto contra un Gengar. Su puño cargado de energía atravesó el cuerpo del Pokémon fantasma como si se abriera paso por el agua. Escuchó una risilla maníaca y el Pokémon se desintegró en humo morado.
La pantalla no mostró ninguna variación en las barras de vida de los Enlaces. Ni siquiera los rayos negros habían herido al Charizard.
Ryku no se preocupó por el estado de su Enlace y se centró en lo peligroso. El Gengar que había tenido delante había sido una copia del Pokémon original. Ahora, frente a él, vio al menos una veintena de cuerpos morados con ojos rojos y sonrisas terroríficas. La risa en conjunto de todos los Gengar juntos daba un aire espeluznante y burlesco.
Ante tal amenaza, Ryku optó por combatir el fuego con fuego y creó varias copias de sí mismo con doble equipo. Agatha siguió riendo como si aquello no lo librara del peligro. Y, en parte, tenía razón. Su dominio del movimiento era inferior al de la miembro del Alto Mando al crear tan solo una docena de copias frente a la veintena de Agatha. Ocho de ellos (uno quizá siendo el Gengar original) podrían asestarle un golpe directo.
Debía conformarse con lo que tenía.
Los dragones naranjas volaron y se mantuvieron en el aire a la misma altura que las copias del Gengar. Estos lo interpretaron como un posible ataque e hicieron gala de su rapidez de nuevo y rodearon las copias del Charizard. Los dragones naranjas hicieron lo mismo y formaron un círculo dentro de otro. Estuvieron así unos segundos hasta que ambas partes atacaron a la vez. Los Gengar expulsaron más rayos negros de sus ojos y los Charizard contraatacaron con sus lanzallamas. Cuando dos de los ataques chocaban, se quedaban un tiempo en un intrigante equilibrio antes de explotar. Era como presenciar la traca final de un espectáculo de fuegos artificiales.
Cuando al fin las copias de ambos Pokémon dejaron de atacar, la sorpresa alcanzó tanto a Hiroyuki como al público. Incluso estando en una clara desventaja numérica, todavía quedaban en pie varias copias del Charizard y las del Gengar se habían reducido a siete. Todo el mundo se preguntaba cómo Ryku había conseguido salir bastante bien de una situación así.
«Más distancia, menos potencia», respondió Ryku con la mente ante la duda del comentarista. Ya lo había practicado en otros combates: a más distancia que recorría su lanzallamas, más área de daño abarcaba a costa de menos efectividad. Así destruía la mayor cantidad de copias de Gengar con solo uno suyo. Y viendo el resultado, había salido bastante bien. Quizá Agatha estuviera tan impresionada como los demás. Quizá.
El Gengar no se demoró en reanudar el combate con un nuevo ataque. Las copias se rodearon de la conocida aura violeta del movimiento psíquico y atraparon a todos los Charizard. Cada dragón naranja luchó por zafarse y escapar mientras mantenían escondido al original. De poco sirvió cuando las copias del Gengar lanzaron a todos los Charizard de nuevo al suelo y el impacto los destruyó a todos salvo al original. Ryku se estampó haciendo un agujero en la losa y disparando piedrecitas en todas direcciones.
Ryku aguantó el dolor del golpe y se levantó. A este paso se volvería inmune al ataque psíquico, aunque su Enlace se resintiera. ¿Cuántas veces lo había recibido desde que empezó las pruebas de la Liga Pokémon? Estaba harto.
Alzó la cabeza y vigiló las copias del Gengar. Ahora estaba expuesto y Agatha todavía se escondía entre las copias de ella misma. La anciana soltó su ya característica risa. Esta vez sonaba provocativa y divertida. ¿Era una mofa? No debía caer en las trampas que estuviera empleando Agatha. A diferencia de los demás miembros, ella parecía basar su estrategia en irritar al rival, hacer que cometiera errores. No iba a volver a caer una segunda vez.
Las copias de Gengar se pusieron en movimiento. Se dispersaron por todas partes, obligando al Charizard a perder la atención en algunas. Ryku había adivinado su intención de debilitarlo a base de marearlo y logró evitarlo en gran parte. Así que pasaron a otro plan: atacar mientras se movían. Aquello causó que el dragón naranja se enfocara, aunque solo fuera por un instante, en evitar el ataque de rayos negros del Pokémon fantasma. Cualquiera de ellos podía ser el original y no iba a bajar la guardia al creer que era un ataque débil de una copia.
Cansado de la situación, Ryku pasó a la ofensiva. Disparó un torrente de llamas a la próxima copia que se detuvo a lanzar sus rayos negros. El fuego alcanzó a la más cercana y se desapareció en humo morado. Repitió la misma técnica con dos copias más. Solo quedaban cuatro Gengar en el aire, uno de ellos Agatha, que se había salvado hasta ahora de los lanzallamas.
Entonces las copias se volvieron más agresivas, se acercaron al dragón naranja y levitaron a su alrededor. Ryku no fue capaz de conservar la atención en todas si siempre había una que se ocultaba detrás de él. Un lanzallamas en círculo podría solucionar el problema, pero cada vez que amenazaba con la boca llena de fuego, las copias se alejaban y no volvían hasta que no era capaz de mantener el fuego en el hocico. El juego divertía a las copias, que se reían cada vez que Ryku debía apagar su fuego. Aquello lo frustraba, pero no debía caer en la provocación. Sí, tenía unas ganas terribles de quemar el Enlace de la anciana hasta desactivarlo, pero eso era lo que Agatha quería, que cometiera errores.
Sin previo aviso, una de las copias del Gengar (o el original) atacó de frente con su corto brazo cargado de energía. Desde lejos costó averiguar que estaba usando el movimiento Megapuño contra él. Cuando estuvo a menos de un metro, el Pokémon fantasma desplazó el brazo de lado. Ryku se protegió con los brazos y se echó hacia atrás. No sintió nada, por lo que o bien era una copia la que había atacado o bien había fallado el movimiento.
El Gengar no se había movido del último lugar donde había usado el Megapuño. De hecho, seguía con el puño cargado de energía listo para volverlo a usar. Ryku reutilizó sus brazos como escudo y entonces escuchó una voz.
Venía por detrás. Fue un sonido tenebroso que despertó un escalofrío en el cuerpo del Charizard. Asustado, Ryku bajó los brazos y se dio la vuelta mientras intentaba alejarse del origen de la voz. Pero fue demasiado tarde.
Aquel Gengar no era una copia, era Agatha, el Pokémon fantasma original. Sus ojos rojos brillaban con una intensidad sobrenatural y, en un instante, emitieron unas ondas rojas que penetraron en la vista del Ryku. Por instinto, el dragón naranja cerró los ojos y se alejó como si lo hubieran cegado.
Ryku oyó otra vez la voz, pero estaba tan centrado en comprender lo que había pasado que no la entendió. Sin duda era Agatha quien hablaba con esa voz espectral. Acompañó sus palabras con una risa diabólica y se quedó esperando al resultado de su ataque.
Había caído en la trampa. Aunque tuviera los ojos cerrados, de poco servía ahora. Aquellas ondas rojas habían entrado por sus pupilas y estaban surtiendo efecto. Poco a poco sus movimientos afectados por el miedo se calmaron, su cuerpo se volvió pesado, cansado. Un movimiento adormecedor. ¿Era hipnosis? Le costaba pensar, su cabeza daba vueltas y sabía que, si abría los ojos, vería con dificultad y los párpados caerían como pesos muertos. Ryku luchó con todas sus fuerzas, pero el sueño era demasiado intenso, imposible de ignorar. Los pies le fallaron y perdió el equilibrio. Sus alas fallaron y se desplomaron. No quería dormirse, no debía, no podía. Pero terminó por ceder y se derrumbó en el suelo preso del sueño.
No. No. ¡No! No podía acabar así. No podía quedar a merced de Agatha. Dormirse era lo peor que le podía pasar. Descender a la locura del envenenamiento era mejor que yacer dormido en mitad del campo de batalla a la voluntad del enemigo. Al menos así sabía que, aunque no fuera consciente de sus acciones, habría luchado hasta el final.
«¡Despierta! ¡Vamos, despierta de una vez!», gritó Ryku desde lo más profundo de su mente. Todo estaba oscuro, se sentía como si nadara en el vacío, su cuerpo no tocaba nada sólido. ¿Era un sueño o el efecto de la hipnosis no inducía a ello para que fuera más difícil despertar? Ryku encauzó sus pensamientos en hallar la forma de desvelarse y volver al combate antes de que fuera demasiado tarde. Pero ¿qué podía hacer? No había nada con lo que ayudarse a despertar, ni siquiera sentía dolor si se pellizcaba la cara. Siguió intentando abrir los ojos durante lo que le pareció una eternidad. En alguna ocasión movió los párpados, lo notó, pero fue como si alguien tirara de ellos hacia abajo y le impedía levantarlos.
Pronto los efectos irreales del cansancio hicieron mella en su mente. Advirtió como se avivaba un deseo de rendición, de dejar que el Gengar atacara con todo su poder y desactivara su Enlace. Solo así despertaría por fin de aquella pesadilla… y entraría en otra.
No aceptaba que su camino en la Liga Pokémon terminara aquí. No admitía que así fuera su derrota. Perder sin pelear era lo peor que le podía suceder. Una parte empezó a rendirse, a perder fuerza de voluntad, atrayendo poco a poco el resto que no había cedido.
Ryku estaba agotado. Quería que terminara aquella pesadilla cuanto antes. Entonces, vio una luz que hizo que se olvidara por un instante de la situación. Se trataba de la llama de una hoguera que flotaba en el aire. ¿Ahora estaba soñando con fuegos fatuos? La llama se movió y aumentó su brillo descubriendo algo más, una línea naranja. Una cola. Entonces la llama terminó de iluminar el cuerpo al que estaba adherida.
Ryku recuperó las fuerzas al ver ante él el cuerpo de un Charizard. Pero no el de uno cualquiera. Era su Charizard. Antorcha. Portaba el pañuelo verde que le regaló atado al cuello para reconocerlo de entre tantos de los de su especie cuando volvieran a reunirse. Verlo, aunque solo fuera en un sueño, lo reconfortaba. Incluso creyó recibir la calidez que emitía la llama de la cola, ese calor tan familiar.
Se acercó al dragón naranja y lo llamó por su nombre. El Charizard no reaccionó, como si no lo hubiera escuchado. Ryku lo llamó otra vez con más fuerza y consiguió captar su atención. El Charizard lo miró con una cara poco amistosa, como si no lo conociera. Eso arrancó la intención de Ryku de abrazar a su Pokémon.
«¿Quién eres?», preguntó el dragón. Ryku parpadeó, perplejo. Aunque estuviera soñando, le impactó que su Pokémon vocalizara palabras humanas. El tono era casi idéntico al que Ryku adquiría cuando tenía el Enlace activo.
Antorcha gruñó impaciente.
«¿Quién eres?», repitió haciendo más énfasis en las palabras.
«Soy… Soy Ryku. ¿No me recuerdas?»
El dragón alzó el hocico con desdén.
«Tú no eres él.»
Esa respuesta quebró algo dentro del joven.
«Soy tu entrenador. Nos conocemos desde hace años», dijo Ryku.
«Finges ser él», replicó Antorcha.
Cada respuesta hundía más a Ryku en la desesperación. Quiso tocarlo como si aquello fuera a servir para que Antorcha lo recordara, pero el dragón lo rechazó con un aspaviento y lo tiró al suelo de un aletazo.
«¡No estoy fingiendo!», gritó Ryku. «Tengo tu Enlace. Somos amigos.»
El Charizard se aproximó a Ryku y cada uno de sus pasos hizo que el entorno temblara, aunque no hubiera nada alrededor. Agachó la cabeza, dejando unos escasos centímetros su hocico del rostro del joven. Sus ojos azules lo intimidaron.
«¿Estás seguro? El humano que conozco es digno de tener mi Enlace porque me demostró su fuerza. Pero ¿tú? Eres demasiado débil para merecerlo. No serías capaz de sacar todo su poder si lo poseyeras.»
«Pues tu Enlace lo tengo justo aquí.»
Ryku levantó el brazo izquierdo y en un instante el miedo lo asaltó.
Su brazalete Enlace no estaba.
Antorcha lo miró como si no se esperara nada.
«Además de débil, mentiroso. ¿Por qué te engañas? Acepta que mi Enlace no está a tu alcance. Ninguno. Tal vez compartas nombre con mi humano, pero no eres él.»
Ryku apenas escuchó a Antorcha. Se tocó el antebrazo con la otra mano. ¿Dónde estaba su brazalete? No lo había perdido, estaba seguro de ello.
«No hace falta que busques lo que nunca obtuviste. Cuanto antes lo asumas, menos te dolerá.»
Ryku estuvo a punto de llorar. Antorcha estaba diciendo la verdad. ¿Por qué iba a tener su Enlace? No había podido evitar que acabara donde estaba ni había podido cumplir la promesa que le hizo. No era merecedor de usarlo, ni siquiera de poseer un brazalete Enlace. Tal vez seguir el camino del entrenador de Enlace fue una mala decisión.
El Charizard esperó hasta que comprobó que Ryku había comprendido sus palabras y le dio la espalda. Empezó a alejarse del joven hacia la oscuridad del lugar.
Ryku permaneció en el suelo con nulas fuerzas por levantarse. La situación lo había superado y solo quería encerrarse en sí mismo, donde nadie pudiera herirle. Sin embargo, el rechazo de Antorcha seguía ahí como un fuego inextinguible, repitiendo sus palabras sin cesar y hundiéndolo más y más en las profundidades de su mente.
Y entre tantas reiteraciones, algo hizo clic en su mente. Un calor lo envolvió como si alguien quisiera ayudarlo, fortalecerlo. Sus pensamientos se esclarecieron y abandonó cualquier idea negativa. Solo necesitaba observar desde otro punto de vista.
«Te equivocas», dijo. El Charizard se detuvo y giró la cabeza, clavando sus ojos con seriedad sobre él. «No soy débil ni mentiroso. Soy digno de un Enlace. Soy digno del Enlace de un Charizard.»
Aquello enfadó a Antorcha y redujo la distancia con Ryku. El joven se estaba levantando mientras se deleitaba en la ira del Pokémon.
«Es cierto que no tengo tu Enlace, y eso significa una cosa: tú no eres Antorcha. No eres el Charizard al que le pedí el Enlace. Solo eres aquello por lo que la gente llama a los Charizard: un dragón impostor.»
Antorcha rugió.
«¡Yo me llamo Antorcha!»
«Róbale el nombre si te apetece, pero no eres mi Pokémon. No eres mi Antorcha.» Hizo una pausa para examinar con más detalle al dragón impostor. «Ni siquiera perteneces a la especie de los Charizard. Eres una mentira andante.»
«¿Cómo te atreves?»
Antorcha saltó hacia atrás y escupió un torrente de fuego. Ryku ni se molestó en esquivar y dejó que las llamas lo envolvieran. Resultó agradable y todo. El calor que sintió antes se intensificó y lo protegió. Ryku extendió el brazo y el calor se transfirió a sus dedos. Un instante después, toda su mano brilló con una luz blanca que continuó su viaje por todo el brazo e invadió todo el cuerpo. Entonces la luz lo transformó y la energía liberada forzó al Antorcha falso a terminar su lanzallamas.
El Charizard falso miró iracundo al joven. Se había convertido en un Charizard. El Enlace del auténtico Antorcha.
Antes de que el Antorcha falso atacara de nuevo, Ryku se abalanzó sobre él y le agarró el pañuelo verde. Por alguna razón, eso hizo que el Antorcha falso se detuviera en seco y mirara a Ryku con miedo.
«Esto no te pertenece», dijo Ryku con un renovado poder. Sus alas se cubrieron de energía, listas para asestar un movimiento Pokémon. «¡Esto es por engañarme con Antorcha, Agatha!»
Y con un desplazamiento lateral, asestó con una de sus alas cargadas un golpe tan fuerte que lanzó por los aires al Charizard falso y le arrancó el pañuelo en consecuencia. Ryku lo notó como si fuera real.
Entonces Agatha, el falso Antorcha, estalló como una bomba de luz.
El júbilo del público fue ensordecedor. Ryku despertó bruscamente ante el repentino ruido y se tambaleó aturdido. Retrocedió y volvió en sí en cuestión de segundos.
Lo primero que hizo nada más abrir los ojos fue mirar lo que había pasado mientras estuvo dormido. Miró la pantalla gigante y observó el estado del combate. Su barra de vida era amarilla, lo que significaba que el Gengar lo había atacado mientras dormía. Fue una agradable sorpresa que su vida no hubiera descendido mucho más de la mitad. Y se le ensanchó la sonrisa al ver que también Agatha había perdido vida. No sabía cómo ni cuándo había sucedido, pero ahora su barra había perdido un buen pedazo de color verde. Todavía le quedaba mucha, aunque era mejor que nada.
Hiroyuki narró el combate como si ayudara a Ryku a entender lo que había ocurrido en el tiempo que había sido víctima de la hipnosis. Agatha usó un movimiento al que llamó comesueños que la envolvió en un aura roja y emitió un rayo del mismo color para cubrir el cuerpo del Charizard y absorber su energía. Lo que pasó durante ese ataque fue que Ryku actuó como un sonámbulo, agitándose de dolor al principio, pero levantándose y dañando al Gengar con un aletazo cargado de energía. Al final resultó que sí fue real el golpe que le dio al falso Antorcha antes de despertar.
El combate tardó un poco en volver a la normalidad. Tanto Agatha como Ryku se recuperaban por sus respectivos dolores y solo prepararon nuevas ofensivas cuando estuvieron en plena forma de nuevo.
Ryku fue más rápido que Agatha. Su dolor había sido menor y una furia interna lo había puesto a un lado. Ahora era el momento de contraatacar. Usar a su mejor amigo Pokémon en sus sueños para destrozarlo mentalmente había sido un golpe bajo y rastrero. Y, por si fuera poco, había recibido otro ataque psíquico durante el combate. Iba a pasar una temporada antes de consolidar el odio por ese movimiento.
Ryku quería descargar esa ira en un golpe físico, uno que pudiera sentir el Gengar. Su ataque ala era el único movimiento que le servía, pero no le daría la satisfacción que buscaba. Necesitaba algo más potente, y no tardó en rememorar algo que descubrió antes de la Liga Pokémon. Sí, eso sería perfecto.
Ryku ejecutó su ofensiva y cargó su boca de fuego que descargó sobre su propia mano. El público gritó desconcertado, pero ellos no veían todo el plan que tenía en mente. Con un puño ardiendo, se impulsó hacia el Gengar con un improvisado puño de fuego. El Gengar lo vio venir y también se le vio desconcertado ante el extraño ataque. Dejó que lo alcanzara, sabiendo que los ataques normales le hacían una ínfima parte del daño habitual. Y así sucedió. Cuando el puño en llamas del Charizard tocó el cuerpo morado del Pokémon fantasma, lo atravesó como una nube de humo. No obstante, Ryku mantuvo el puño dentro del cuerpo del Gengar.
—¿Has olvidado que soy prácticamente inmune a los ataques físicos? —preguntó Agatha con aquella voz espectral—. Tienes una manera irrisoria de pelear, jovencito.
Ryku adquirió un rostro siniestro, imitando (sin el mismo resultado) la sonrisa del Gengar. Pero Agatha no se rio de ello.
—¿Quién ha dicho que esté atacando con movimientos físicos?
Ryku apretó con más fuerza el puño en llamas y reventó la bola de fuego que había escondido en su interior. La llamarada surgió al instante y desplegó las cinco puntas de la estrella de fuego que, como no tenían sitio por donde salir al haber aparecido en el interior del cuerpo de un Pokémon fantasma, lo crearon a la fuerza. El Gengar estiró los brazos y las piernas como si lo hubieran empalado y las llamas del movimiento de fuego desintegraron las manos y los pies mientras abandonaban su cuerpo. Una de las lenguas de fuego no tenía extremidad por la que escapar, así que se limitó a abandonar el cuerpo por la amplia frente del Gengar hacia el cielo. El Gengar gritó de dolor y en cuestión de segundos su cuerpo empezó a brillar hasta explotar como una granada cegadora.
Ryku cedió ante la fuerza de la explosión y voló hasta una zona segura para observar el espectáculo que había creado. Cuando terminó, su Enlace se desactivó de forma automática.
La pantalla gigante emitió su característico pitido del fin del combate y declaró a Ryku como vencedor. Hiroyuki fue el segundo en nombrar al joven como ganador y con él, aumentó el entusiasmo del público.
Ryku había llegado más lejos que cualquier elegido de la Liga Pokémon hasta ahora. La hazaña provocó que gran parte del público empezara a clamar su nombre. Ryku debería sentirse abrumado, pero le dio igual. Todavía tenía los recuerdos en mente y mantenía la mirada clavada en la vieja Agatha con cara de pocos amigos. Aun así, no era un monstruo y fue a ayudar a la anciana que parecía tener problemas por levantarse. Antes de llegar, la mujer se había levantado y se alisaba las arrugas de la ropa. Cualquiera diría que usaba el bastón como un complemento de ropa más que como ayuda para caminar.
Antes de que Ryku le preguntara algo, la anciana levantó la mano y lo calló de inmediato.
—Sí. He de reconocerlo: sabes luchar bien como entrenador de Enlace. Ya tengo un castigo propio cuando me lo esté recordando musculitos. Hizo una pausa—. Pero que no se te suba esta victoria a la cabeza. Todavía te queda mucho por aprender.
—En realidad, iba a preguntar cómo se encontraba. Una llamarada estallando desde el interior de su cuerpo debe dejar una mala sensación incluso con la Prioridad Humana.
—He recibido impactos similares a lo largo de mi vida como entrenadora de Enlace, no es para tanto. Aunque supongo que un descanso no me vendrá mal. —Agatha miró al Ryku con la cara de alguien que había recibido de su propia medicina—. Bien hecho, joven —lo felicitó—, me has engañado completamente con esa llamarada oculta en un falso puño de fuego. Una estrategia que no había visto nunca, la verdad.
—Gracias. Pero sus engaños fueron mejores que los mío.
—No te engañé ni una sola vez —repuso Agatha—. Todo cuanto hice fue provocarte para que fueras más previsible en tus ataques. Ni siquiera me oculté cuando creé las copias. Otra cosa es que no te dieras cuenta.
—Entonces, ¿qué fue esa pesadilla que tuve cuando me durmió? Me engañó para que me quedara dormido el máximo tiempo posible.
Era la primera vez que Ryku veía a Agatha desconcertada.
—Es curioso, el movimiento comesueños priva a la víctima de tener cualquier clase de sueño, tal y como indica su nombre. Lo que dices es imposible que sucediera.
—Pues sucedió —dijo Ryku con cierto disgusto—. No lo puedo corroborar, pero no me he olvidado de la horrenda pesadilla que padecí.
Agatha soltó un murmullo suave.
—No he estudiado los efectos del movimiento, así que tal vez sí pueda pasar lo que afirmas o tal vez el movimiento no fue lo que te causó la pesadilla. La hipnosis también sería sospechosa.
Ryku no estaba para centrarse en una anécdota del combate. El combate contra Lance era la prioridad principal.
—Fuera lo que fuera, fue lo que más me dolió del combate.
—¿Y dirías que también lo ha sido hasta ahora de los combates contra el Alto Mando? —preguntó Agatha.
—Sí.
Agatha sonrió.
—Yo solo he jugado contigo, jovencito. Ahora llega el mayor desafío del Alto Mando. Lance es lo que te separa de la gloria de los Campeones de la Liga. Con este combate puedo ver que estás a la altura, pero sigues estando muy verde. La balanza está equilibrada. Estaré encantada de ver hacia qué lado se decanta.
Agatha rio de una manera que incomodó a Ryku. La risa cuando era un Pokémon solo era una versión potenciada. Terrorífica lo era de serie.
No fue hasta que el trabajador que se había llevado antes el bastón apareció que la anciana se despidió con un último mensaje de buena suerte para Ryku. Según ella, lo iba a necesitar más que nunca.
Chapter 42: Maestro de los Elementos
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La poca información que Ryku había recolectado sobre Lance era señal de que había que ir con sumo cuidado con sus capacidades. Muy poca gente había llegado a entablar un combate con él que la mayoría de grabaciones que Ryku usó para crear sus estrategias. Y las pocas que existían mostraban a un joven que todavía no había consolidado el poder actual de su Enlace. A Lance le rodeaba un aura de misterio y de rumores exagerados por ser el líder del Alto Mando y el entrenador de Enlace más poderoso de Kanto que no ayudaba.
Su Enlace de Dragonite era lo que tenía más claro. Un auténtico Pokémon de tipo dragón. Había gente que los consideraba Pokémon casi invencibles, pero nada más lejos de la realidad. Si fuera invulnerable, no tendría debilidades como cualquier otro Pokémon existente. La mala noticia era que Ryku no contaba con ningún movimiento efectivo y el Dragonite era resistente a sus ataques de tipo fuego. Al menos contaba con que su rival tampoco tenía nada que fuera muy dañino contra su Enlace. Atacar con movimientos neutrales podrían darle la victoria, pero debía ser precavido al acercarse a él.
El combate iba a ser duro, ya fuera por los Enlaces que se usarían como lo que significaba para todo el mundo. Ryku eliminó tensiones preguntándose quién estaría más nervioso en estos momentos, si sus padres y todo Pueblo Paleta o él.
Llegó el momento. Ryku cerró la libreta cuando el trabajador vino a buscarlo. La dejó sobre el banquillo, pero el trabajador se lo impidió.
—Este es tu último combate y, ganes o pierdas, no vas a volver al vestuario. Dame todo lo que hayas traído contigo y te lo devolveremos una vez se sepa el resultado.
Ryku asintió y le entregó la libreta. El trabajador se la metió en un bolsillo escondido dentro del traje e indicó el camino hacia la entrada al interior del estadio. Para sorpresa de Ryku, lo acompañó todo el recorrido como la primera vez. Incluso esperó a su lado. Por alguna razón se lo veía igual de nervioso que él.
—Uf, no debería estar así de inquieto. No soy yo quien combatirá contra el líder del Alto Mando —dijo al darse cuenta de que Ryku lo estaba observando—. Y no soy el único.
—Lo mío es lógico.
—No me refería a ti, sino a todo el mundo que está sentado en esas gradas y los que trabajamos en el estadio. Y estoy más que seguro de que todo Kanto también lo está. Un duelo contra Lance no se ve todos los días. Y aunque cada año los elegidos llegaran a enfrentarse a él, todos esos combates son inolvidables. Y el tuyo no va a ser menos.
Ryku esbozó media sonrisa. Los ánimos (si es que lo eran) del trabajador fueron agradables y lo ayudaron a centrarse más en el combate. Sí, una parte decía que Lance era un rival temible, pero otra decía que estaba a la altura. Incluso quizá tuviera más probabilidades de ganar de las que realmente imaginaba.
Hiroyuki no era menos que nadie en estar inquieto por lo que estaba a punto de acontecer, aunque lograba mantener un tono de voz relajado como buen profesional que era. Sin hacer esperar más al público, gritó con mucha energía el nombre de Ryku.
—Mucha suerte, chico. Demuestra de qué está hecho un Enlace como el tuyo —dijo el trabajador.
Ryku agradeció las palabras y entró en el campo de batalla. Nada más volver a aparecer en el interior del estadio, el público estaba incontrolable, pero alcanzó a escuchar a algunos grupos vitorear su nombre y animarlo. Cómo había cambiado desde que empezó el desafío del Alto Mando hace más de una hora. Antes había mucha gente que animaba más a los miembros del Alto Mando que a él y ahora quizá no había nadie que estuviera de parte de Lance.
Ryku subió al campo de batalla que era el mismo terreno de losas de piedra gris en el que se había enfrentado a Agatha, libre de marcas del combate contra la anciana. Se detuvo en el medio del campo de batalla y esperó a reunirse con su rival.
Hiroyuki no se complicó demasiado al hablar de Lance, se daba por entendido que no existía humano en la tierra que no lo conociera. No era el líder del Alto Mando por nada. Así que pronunció su nombre y unos focos apuntaron hacia el otro acceso al interior del estadio.
Lance salió de él con una regia postura. Caminó hacia el centro del campo de batalla con un paso lento y constante. Si el comentarista no pretendía irse por las ramas, el líder del Alto Mando se ocupó de alargar la espera un poco más.
Cuando estuvo más cerca, Ryku pudo contemplar con mayor detalle a Lance. Pelo puntiagudo y rojizo y unos ojos que demostraban los miles de combates que habían visto y vivido. Una capa negra y carmesí ondeaba cada paso que daba, haciéndolo todavía más imponente de lo que ya era.
Lance se recolocó la capa y clavó la mirada en Ryku. Parecía querer intimidarlo con su presencia.
—Antes de nada, quisiera darte la enhorabuena —dijo. Su voz sonaba poderosa, acorde a las facciones de su cara—. Sé que no has ganado todavía este combate, pero el simple hecho de haber conseguido que me prepare para luchar es merecedor de tal felicitación.
—Gracias, supongo —dijo Ryku intentando no mostrar su nerviosismo—. Estoy contento por haber llegado hasta aquí. Me ha costado derrotar a los demás miembros del Alto Mando.
Lance no respondió al momento y observó al joven como si hubiera detectado una gran mentira en sus palabras.
—No es lo que he visto en esos combates. Puede que Lorelei fuera la más complicada para tu Enlace, pero las victorias sobre Bruno y Agatha no te supusieron un gran desafío.
—¿Eso crees? —preguntó Ryku. Se le hacía raro que su rival lo animara antes de iniciar el combate. Los demás solo buscaban que los provocara para desalentarlo o forzarlo a cometer errores.
Un momento, Lance también lo había hecho al inaugurar los combates oficiales contra el Alto Mando. No era tan diferente de sus compañeros. Al menos su hostigamiento, aunque no fuera implícito, servía para que cualquiera de los elegidos lo diera todo y tuvieran su oportunidad de enfrentarse a él.
—Los resultados hablan por sí mismos. Me has hecho tambalear un poco, he de admitirlo. Voy a procurar que no me sorprendan tus estrategias.
«Espero que los movimientos que no haya visto todavía me sirvan», pensó Ryku.
—Y yo procuraré que lo sigan siendo —dijo Ryku.
Lance esbozó media sonrisa. Aunque hubiera sonado a desafío, el líder del Alto Mando ni se lo tomó como tal. Más bien parecía agradecer el gesto.
—No rindas menos de lo que lo haría un Charizard. Considéralo una petición personal.
Ryku asintió con firmeza. Estrechó la mano de Lance cuando este se la tendió y cada uno regresó a la zona segura. Aquella conversación había tranquilizado a Ryku más de lo que esperaba. Lance no sonaba tan imponente como vestía o gesticulaba. También podía ser una forma de que se confiara más de la cuenta y aprovechara la ocasión para golpear con fuerza. No debía perder el foco del combate.
Pero no le impediría disfrutar de un duelo contra el mejor entrenador de Enlace de Kanto.
Cuando ambos entrenadores volvieron a poner sus ojos sobre el campo de batalla, Hiroyuki soltó unos comentarios adicionales dirigidos al público, recordándoles lo que se jugaba Ryku en este combate. Y sin más pausas, ordenó que los entrenadores activaran sus respectivos Enlaces y saltaran al terreno de lucha.
Ryku activó su Enlace y adquirió una vez más su forma Pokémon. Inspiró hondo antes de batir las alas y aterrizar en el suelo de losas de piedra, listo para pelear.
Lance hizo lo propio con su Enlace. Su cuerpo brilló y creció en todas direcciones. Más alto y ancho que su cuerpo humano. De su espalda brotaron alas y una cola y su cabeza se contorsionó para dar lugar a un hocico, un único cuerno en la parte más alta de la cabeza y dos protuberancias flexibles como antenas de insecto. Cuando la transformación finalizó, todo el mundo pudo admirar el aspecto de un Dragonite que había adoptado Lance. Un Pokémon de más de dos metros, de cuerpo orondo, piel escamosa de un naranja claro y color crema en el estómago. Brazos cortos y rechonchos donde no se sabía dónde empezaba la mano más allá de las tres garras que salían del muñón y unas piernas musculosas con otras tres garras cada una. Las alas parecían demasiado pequeñas para dar la capacidad de vuelo y aquella cara redonda y dulce ocultaba la máquina de matar que era el Pokémon dragón.
El líder del Alto Mando permitió unos segundos para que el público admirara su Enlace y luego saltó al campo de batalla. Ryku pudo sentir un sutil temblor.
Las barras de vida de ambos Enlaces aparecieron en la pantalla y se superpuso una cuenta regresiva desde cinco para iniciar el combate. El público cantó los números a medida que iban apareciendo y acompañaron el pitido de inicio de combate con sus gritos.
Atacar de buenas a primeras no sonaba como la mejor de las ideas. Ryku había recolectado la información justa del Enlace de un Dragonite y el módulo Pokédex solo fue de utilidad para descubrir sus debilidades y que era un Pokémon con un poder abrumador, superior incluso a la fuerza bruta de un Machamp. Debía poner a prueba a Lance y comprobar si alguna de sus ideas continuaba siendo viable.
Había que golpear con fuerza, obligar a Lance a contraatacar con la misma potencia si disponía de ella. Si no era sí (cosa que dudaba), entonces venía bien hacer un poco de daño.
Ryku llenó el hocico de llamas que escapaban de sus dientes. Su primer movimiento sería una llamarada, su mejor ataque de tipo fuego y a distancia que disponía. Una vez listo, disparó la bola de fuego hacia el Dragonite.
El Pokémon dragón vio como la bola se ensanchaba a cada metro que recorría y preparó su contraataque. Inspiró hondo, como si cargara su cuerpo de energía, y de su boca emergieron otras llamas. En un instante el Dragonite había lanzado otra llamarada para bloquear la que se aproximaba a él.
Ambas llamaradas chocaron a mitad de camino. Sus lenguas de fuego aparecieron y disputaron un duelo por absorber y consumir las llamas del otro. Como no había un vencedor claro, las lenguas de fuego se entrelazaron y comprimieron formando una nueva esfera de fuego que estalló en una inmensa ola de calor y humo en todas direcciones. Fue la primera vez que los campos de fuerza del estadio tuvieron que proteger al público y al comentarista de un movimiento que podría haber generado quemaduras serias en el cuerpo humano.
El humo era denso y no desapareció al poco tiempo. Ryku se agazapó un poco y clavó las garras de los pies en el suelo. Ahora sabía que Lance también utilizaba movimientos de fuego de gran potencia, lo que le hacía sospechar que no iba a ser el único que tuviera en su repertorio. Se quedó esperando a cualquier movimiento extraño.
Algo atravesó la nube de humo a gran velocidad. Así que los Dragonite eran veloces… No, un momento, aquello no era el Dragonite, sino un movimiento que jamás había visto. Una bola de energía que emitía chispas y fuego y alternaba sus colores entre el amarillo, el rojo y el azul. Ryku no se arriesgó a tratar de bloquearlo, así que lo esquivó. La bola de energía pasó de largo, no sin antes asustar a Ryku al perseguirle mientras se apartaba de su trayectoria por unos segundos. Ryku notó unos calambres y la esfera no se desvió más y chocó contra la barrera protectora, convirtiéndose en cuatro pesadas bolas de fuego que cayeron al suelo como rocas y desaparecieron poco después.
¿Qué movimiento había sido ese? A simple vista no parecía peligroso, pero el hecho de que lo había seguido… Si no hubiera sido tan rápido, le hubiera dado. Lance había enseñado una de sus cartas: tenía ataques que no muchos habían visto. O tal vez sí, pero como no había tantas grabaciones de él luchando, no había tenido la oportunidad de usarlo con nadie más.
Ryku se frustró. Ya no poseía la ventaja, por pequeña que fuera, de conocer bien a su rival.
Ryku había perdido el enfoque por culpa de aquella bola de energía tricolor y vio tarde lo que Lance estaba preparando tras la cortina de humo. Sus alas brillaban con una energía que se estiraba como volutas de humo blanco brillante. El rostro del Dragonite estaba serio. Al final, batió las alas hacia adelante, canalizando toda la energía que había acumulado y expulsó dos corrientes de aires de gran velocidad por la que viajaban pequeñas hojas con forma de media luna. Ambas corrientes se dirigieron al Charizard, que tuvo tiempo suficiente para apartarse, pero solo uno de ellos. El otro le dio en el costado que Ryku protegió con una de sus alas y redujo el daño a cambio de dar varias vueltas sobre sí mismo y arrastrarse por el suelo hasta detenerse.
Ryku se sintió más mareado que dolorido. Aunque el impacto hubiera sido bastante fuerte, la resistencia de su Enlace lo había soportado con bastante eficacia y solo había perdido un veinte por ciento de su vida.
El Dragonite dio un paso al frente como si tratara de lanzarse con un nuevo ataque, pero en realidad significaba que había quedado exhausto, incapaz de siquiera prestar atención al rival.
Ryku entró en duda. ¿Por qué Lance había usado un movimiento que apenas le quitaba vida y lo dejaba en un estado similar a quien lanzaba un hiperrayo? Ahora tenía una oportunidad de golpear sin consecuencias.
El Charizard voló hacia el Dragonite, que todavía se recuperaba de la energía perdida en el anterior movimiento. Debía efectuar el mayor daño posible antes de tener que alejarse. Sus ataques de fuego quedaban descartados, así que eligió cargar y alargar sus garras y soltar dos cuchilladas en la cabeza y el cuerpo del Dragonite. Este reaccionó a los impactos con fuertes gruñidos, más como si le hubieran dado dos bofetadas en vez de cortado con tres garras y retrocedió.
Lance recobró la compostura y el simple hecho de hacer contacto visual de nuevo causó que Ryku se retirara más rápido y tropezó con su propia pata cuando aterrizó.
Lance se veía enfadado. O serio. O molesto. Imposible de determinar. Sus antenas estaban tensas, aunque conservaban las curvas. Unos rayos amarillos emergieron desde la base y ascendieron hasta romperse por un lado de las antenas. Pronto esos rayos empezaron a recorrer otras partes del cuerpo naranja claro del Pokémon dragón. Extendió un brazo y la electricidad se acumuló en la palma formando una esfera de energía. Cuanto más grande se hacía la bola, más electricidad generaba el cuerpo del Dragonite. Al cabo de unos segundos, ya tenía una esfera de la mitad de su altura en diámetro. Amenazó al Charizard con lanzársela y este hizo lo que él quería: separarse del suelo.
El Dragonite arrojó la esfera eléctrica al cielo.
Todo el mundo se quedó perplejo. Lance ni siquiera había apuntado a su rival. Entonces, ¿por qué se había tomado su tiempo a crearla? Los sonidos de confusión sonaron por todo el estadio hasta que escucharon un trueno muy cerca de donde estaban. Una nube negra de tormenta empezó a formarse alrededor del estadio, cubriendo como mínimo todo el campo de batalla y desintegrándose al contacto con los campos de fuerza. El sonido de los truenos se intensificó y entre los huecos de la nube se podían ver los destellos de los rayos. Tanto el público como el comentarista se quedaron como hipnotizados mirando el espectacular movimiento que había invocado Lance. Sin embargo, Ryku no se dejó llevar por lo emocionante de la escena y fijó la mirada en el Dragonite, el cual no había bajado el brazo desde que había lanzado la esfera de energía al cielo.
Ambos rivales intercambiaron una mirada desafiante. Hora de aguantar.
Lance bajó el brazo y los rayos que se habían acumulado en la nube descendieron y empezaron a caer sobre el campo de batalla. Cada impacto era como escuchar una gran explosión.
Ryku actuó con rapidez. En el aire era un blanco fácil: cuanto más cerca estuviera de la nube, más fácil atraería los rayos. Un ataque directo de un movimiento eléctrico de ese poder podía sentenciar el combate. Descendió y tocó el suelo, reduciendo las probabilidades de impacto. Pero eso no le dio ni una seguridad mínima mientras la tormenta siguiera lanzando rayos por todo el campo de batalla, así que usó su doble equipo y creó el máximo número de copias que pudiera soportar a la vez y los distribuyó por todo el terreno. Lance lo tendría complicado si quería golpear mientras el ataque eléctrico seguía activo.
La caída de los rayos era aleatoria y eso proporcionaba algo de ayuda al observar a algunos de desviarse hacia los campos de fuerza como si fueran pararrayos. No obstante, la tormenta expulsaba tantos que no significaba nada más que seguir siendo un peligro extremo.
Era cuestión de tiempo que algún trueno se descargara sobre un Charizard. Ya habían aguantado suficiente sin recibir ninguno moviéndose por todas partes como un enjambre de Beedrill. Por suerte, aquellos rayos que lograban dar a uno solo destruían una copia del original. El público permaneció atento por si la suerte del Charizard original se terminaba y uno de los rayos acertaba al fin al objetivo real. La tensión no se había perdido en ningún momento.
Después de un breve periodo, la tormenta eléctrica comenzó a remitir. Caían muchos menos rayos que antes y entre los huecos de la nube negra se colaban los rayos del sol. Había sido un buen espectáculo, pero nada más allá de eso. La pantalla gigante seguía mostrando las barras de vida de ambos Enlaces, invariables después de todo. Lo único que sí había sufrido bastante fue el campo de batalla. Había cráteres, pedazos de rocas dispersas por todas partes y acumulaciones de polvo.
Entonces el Charizard realizó un último movimiento y todas las copias se detuvieron en seco. Justo después, la tormenta eléctrica descargó varios rayos a la vez con un estruendo que obligo a muchos a taparse los oídos y casi todos dieron de lleno en una de las copias. Acto seguido, la nube negra se disipó por completo y dejó paso una vez más a la luz del sol.
Ryku jadeó. Había sobrevivido por los pelos a la tormenta eléctrica. Desde fuera quizá la gente no lo vio bien, pero en más de una ocasión había estado a punto de ser una de las copias que habían sido destruidas. Las pocas imitaciones de sí mismo desaparecieron sin dejar rastro: ya no hacía falta mantenerlas y necesitaba recuperar fuerzas para lo que estuviera por venir.
Lance era un entrenador fulminante. Sus movimientos eran de los más poderosos de algún tipo elemental (a excepción del viento cortante). Quizá esa era la razón por la que los pocos combates que se grabaron de él duraban tan poco. Un Dragonite era lo más parecido a un maestro de los elementos con forma de Pokémon.
¿Qué podía hacer? Acercarse era peligroso por los potentes movimientos, la ventaja aérea no servía de nada porque el Dragonite también volaba, los ataques a distancia harían que el combate fuera eterno y alargarlo lo cansaría y le daría vía libre a asestarle un golpe casi letal. Ryku no tenía muchas opciones de atacar sin recibir daño, lo que significaba que había más probabilidad de perder el combate que de ganarlo.
Optó por la defensa. No le quedaba otra cosa que protegerse, esquivar esos ataques poderosos y confiar en que lo agotaran para asestar él su ataque. Cuchilladas, ataques ala, megapuños, megapatadas. Y vuelta a empezar hasta lograr la victoria. Sonaba aburrido, pero se jugaba mucho en este combate y no iba a arriesgarse más de lo necesario.
Ryku cargó el morro de llamas y Lance previó una nueva llamarada, solo para dejarlo con la boca abierta cuando el Charizard escupió el torrente de llamas girando sobre sí mismo y creó un aro de fuego a su alrededor. Nadie entendió qué hacía, ni siquiera cuando el aro se puso a girar a tal velocidad que se expandió verticalmente y mutó en un tornado de fuego que engulló por completo al Charizard.
Giro fuego no era muy bueno como movimiento ofensivo, pero sí como movimiento defensivo. El tornado de fuego seguía el movimiento del usuario que hubiera engullido y era capaz de reducir mucho el daño de un ataque exterior, incluso de bloquearlo por completo si había suerte. Y estaría activo el mismo tiempo que si fuera ofensivo: mínimo tres, máximo cinco impactos. Ryku era más amigo de esquivar que de protegerse, de ahí que no lo empleara casi nunca.
El público se quedó expectante ante la contramedida de Lance. El Dragonite voló hacia el tornado como si fuera a romperlo de un golpe, pero permaneció cerca cuando notó que cualquier ataque físico terminaría reflejado. No solo eso, si tocaba el tornado, este lo engulliría y le haría el daño pertinente. Ya hizo el ademán de atraparlo cuando fingió un zarpazo y el tornado intensificó su poder. Ryku no sabía que el movimiento hacía eso por el escaso uso que le había dado. Lance ya tenía algunos métodos de sorprenderlo y golpearlo y no hizo nada hasta sopesar las opciones.
Retrocedió varios metros, manteniendo una distancia prudencial por si el Charizard fingía estar a la defensiva. Luego esperó a que el tornado se intensificará como si bloqueara un ataque invisible (desaparecería de todos modos si nadie arremetía al usuario durante sus turnos) y preparó su movimiento. Nunca se había acostumbrado del todo a la súbita aparición del poder acumulándose en su redondo hocico, pero había aprendido a lidiar con ello de todos modos. Cuando estuvo listo, abrió la boca y adoptó una postura de agarre cuando un viento gélido salió con mucha potencia.
La ventisca disminuyó drásticamente la temperatura del campo de batalla (a pesar de estar canalizada como un rayo láser) y llenó de hielo y nieve la parte del suelo por la que viajaba. Ryku no notó el cambio de temperatura por el tornado de fuego y no fue hasta que la ventisca chocó con las llamas que causó un caos repentino que no pudo evitar. El choque de elementos opuestos generó una densa nube de vapor de agua que consumió el tornado casi por completo. Las zonas que resistieron reaccionaron de una forma imposible: el hielo adoptó la forma del fuego, enfriándolo y dejando en su lugar unas láminas de hielo con la última dirección de giro del tornado de fuego. El resto sucumbió a la ventisca, atravesando el tornado como un taladro y dando de lleno al Charizard, que lo arrastró junto con los vestigios del tornado del fuego. Las láminas de hielo cayeron al suelo y se destruyeron, haciendo daño adicional.
El vapor de agua cubrió el terreno de combate sin posibilidad de ver a través de este. Aun así, tanto Hiroyuki como el público adivinaron que el ataque había surtido un efecto importante y la barra de vida del Charizard había pasado por bastante el umbral amarillo. Estaba cerca de perder el combate.
Ryku se lamentó. ¿Cómo no lo había visto venir? No había sido culpa del giro fuego por bloquearle la visión, había sido suya por no entender que Lance estaba usando movimientos de gran poder. Llamarada, trueno, ventisca. Era demasiado fácil averiguarlo y, aun así, no lo había previsto. Había elegido mal el momento de defenderse y había pagado el precio.
Ryku trató de superar el frío que se había calado en su cuerpo. La llama de su cola brillaba a media intensidad, simulando un efecto peligroso en los Charizard. De entre lo malo, el vapor de agua se convirtió en niebla y resultó una buena protección mientras recuperaba el calor del cuerpo. Pero ¿de qué le servía? Esa ventisca había sido mucho más dañina de lo que tuvo que ser. Lo notaba en su Enlace: un golpe fuerte más del Dragonite y se acabó. Una parte de él estaba al borde de aceptar que no podía contra Lance. Un Enlace poderoso y movimientos ideales para demostrarlo. El solo hecho de pensarlo avivó la sed de lucha de Ryku. Aquella parte que quería rendirse desapareció. Este combate no terminaba hasta que su Enlace se hubiera desactivado.
Pero ¿cuál era el plan ahora? Lance estaba a un golpe de la victoria, dos siendo generosos. Si quería igualar el combate o darle la vuelta, necesitaba fuerza bruta. Y ninguno de sus movimientos era lo bastante potente para superar las defensas del Dragonite.
Un momento, ¡sí lo había! Era uno de los movimientos que había decidido aprender para momentos como este: mimético. Un ataque que copiaba el último movimiento lanzado por el rival. Y daba la casualidad que el último movimiento, ventisca, causaba un daño devastador en los Pokémon de tipo dragón. Y Dragonite era súper débil a los ataques de tipo hielo al contar también con el tipo volador. Todavía tenía una posibilidad de pillar por sorpresa al Pokémon dragón. Una que sentenciaría el combate. La niebla fue el momento perfecto para usar el movimiento sin que Lance se diera cuenta. Los ojos de Ryku brillaron con una luz amarilla y sintió como en su boca se acumulaba la energía que se convertía en nieve y hielo. Acababa de copiar la ventisca del Dragonite.
Lance acababa de otorgarle la llave de la victoria. Solo quedaba no desperdiciar la gran oportunidad que le había dado el líder del Alto Mando.
La niebla empezó a desvanecerse y tanto el Charizard como el Dragonite volvieron a hacer contacto visual. El dragón naranja ya estaba recuperado de la ventisca y lleno de energía por la esperanza de victoria que tenía en su mano y el Dragonite desconocía.
O eso esperaba.
Lance se veía sonriente, feliz. Como si le gustara que el combate no hubiera terminado todavía. Inhaló con fuerza y en un instante escupió otra bola de energía tricolor. Esta vez, aunque Ryku no conociera el movimiento, sabía cómo reaccionar. Saltó, se impulsó con las alas y voló una gran distancia. La bola de energía lo tenía fijado, pero apenas se corrigió lo suficiente para alcanzarle. Pasó muy por debajo e impactó con los campos de fuerza. Lance lanzó un par más por si acaso, pero Ryku ya tenía dominado el movimiento y ni siquiera se le acercaron.
Entonces Ryku pasó a la ofensiva. Volvió a usar su doble equipo y creó un número concreto de copias que mandó volando en círculos sobre el Dragonite como buitres sobre su presa. Lance ya preparaba una contraofensiva con las antenas de su cuerpo emitiendo chispas y rayos como antes. Ryku se adelantó a esa acción y, junto a sus copias, dieron vueltas sobre sí mismo a la vez que invocaban las ventiscas. En cuestión de segundos, el Dragonite estaba rodeado por una decena de Charizard encerrados en tornados de hielo y nieve como si fuera lo opuesto a usar el giro fuego.
Lance se quedó perplejo. Le costó entender cómo un Charizard conocía un movimiento que era incapaz de aprender bajo ningún concepto. Había usado algún movimiento, pero ¿cuándo había copiado la ventisca? Ignoró las preguntas. Estaba en una situación crítica de la que debía escapar cuanto antes si no quería probar de su propia medicina.
Lanzó dos llamaradas hacia el cielo y las detonó a mitad de camino. Las estrellas de fuego aparecieron y cada una de sus puntas apuntaba en una dirección diferente sin solaparse la una con la otra. Había creado una llamarada de diez lenguas de fuego. Eso debería bastar para contrarrestar las ventiscas.
Pero falló.
Ryku calculó la dirección de las lenguas y siguió con su plan. Las copias se movieron a un lado y las lenguas de fuego pasaron por entre los tornados apenas generando algo de vapor de agua en el proceso. Ryku no detuvo su ataque y continuó rotando sobre el Dragonite, alimentando poco a poco los tornados de hielo hasta formar un círculo de hielo por donde pasaban. En poco tiempo, los tornados se volvieron virulentos, girando sobre sí mismos a gran velocidad, ocultando a las copias del Charizard en su interior. Entonces Ryku ordenó a las ventiscas avanzar sin él ni sus copias en una espiral con el Dragonite como epicentro del choque entre los tornados.
Lance se quejó. No podía escapar volando. Si de algo flaqueaba su Enlace, era en que los Dragonite no eran veloces en casos como ese. Las ventiscas se cerrarían antes de que lograra escabullirse por el cielo.
No le quedaba otra. Tenía que arriesgarse con otra táctica. Cargó su boca de una energía inestable capaz de arrasar con todo lo que estuviera cerca. Tardó más de lo que le hubiera gustado, pero la situación requería que así lo fuera. Cuando los tornados de hielo estuvieron lo bastante cerca como para sentir el frío congelando su cuerpo, Lance imitó al Charizard y giró sobre sí mismo a la vez que creaba una bola de energía frente a su hocico y, con un rugido, un impresionante rayo naranja salió disparado de su boca. El giro del Dragonite otorgó al hiperrayo una curvatura impropia del movimiento que terminó convirtiéndolo en una espiral que tenía como objetivo destruir los tornados.
Lo vio. Su hiperrayo iba a surtir efecto con los tornados, pero no con todos. Uno de ellos tenía mucho más hielo y nieve que los demás, el original. Y había una sorpresa, una que antes de que pudiera reaccionar, ya estaba dispuesta a golpear.
Los tornados se juntaron antes de llegar al epicentro y chocaron contra el hiperrayo de Lance. La explosión resultante hizo temblar el estadio entero. Docenas de rocas salieron volando del campo de batalla y colisionaron con los campos de fuerza que se aplicaron al máximo para no caer ante los efectos del estallido. El temblor duró unos segundos, tiempo suficiente para que todo el mundo pudiera admirar por un instante la figura de hielo que había creado la reacción de energía de ambos movimientos. Un tornado gigante decoraba el centro del campo de batalla con una hoja de hielo brotando, por un lado. Como una rosa de hielo sin flor con una niebla dispersándose por la base. Un momento después, la rosa se quebró y cayeron carámbanos que jamás tocaron el suelo, pues la energía de una Prioridad Humana lo consumió todo con su poder protector, haciendo que todo rastro de hielo, nieve y agua desaparecieran como si nunca hubieran existido.
El combate había terminado, pero ¿quién había ganado? La niebla era lo único que la Prioridad Humana no había extinguido y la pantalla gigante solo mostraba la palabra «vencedor» sin especificar nada más.
Hiroyuki era el encargado de declarar al vencedor en el último combate del Alto Mando. El comentarista se recolocó las gafas y abandonó su zona de protección. Miró ansioso el campo de batalla. Al igual que todos, quería saber quién había sido el ganador del combate. Se vieron dos figuras en la niebla, una humana y otra de un Pokémon, y se distinguió un ala naranja con el interior de color turquesa. Eso no ayudaba: los colores de las alas de un Charizard eran iguales. Esperó un poco más y vio un cuerno, otra cosa que tampoco servía. Entonces asomó por fin la clave que le servía para proclamar un vencedor.
—El ganador es… ¡Ryku!
La niebla perdió eficacia cuando ya no pudo esconder lo que había en su interior. En el centro del campo de batalla, Lance estaba sentado y apoyado en una roca, la cabeza apuntando al cielo. El Enlace del Charizard se desactivó poco después.
Ryku miró al público. Era imposible oír nada más allá de un metro. Él no mostraba ninguna emoción. ¿Cómo podía actuar ante una situación como esta? Después de todo, lo había logrado. Había vencido a los cuatro miembros del Alto Mando. Tenía tantas ganas de saltar de alegría y a la vez de mantener la compostura por miedo a humillarse que estaba en una fina línea entre parecer un egocéntrico y narcisista o un payaso que había tenido suerte de ganar. Hizo lo que creía más apropiado: encogerse mientras celebraba por su cuenta la victoria.
Había conseguido el título de Campeón.
Lance se levantó y se sacudió el polvo de la ropa. La capa se la jugó y tropezó con esta al moverse por el campo destrozado. Ryku no lo escuchó, pero el hombre soltó un improperio y empujó la capa como si no la quisiera llevar puesta. Luego se acercó a Ryku con una sonrisa. Se le veía satisfecho.
—Hacía tiempo que no tenía un combate de estas dimensiones —dijo. Tuvo que alzar la voz para superar el griterío del público—. Has estado a la altura de lo que haría un Charizard de verdad. Gracias.
—Me alegra saber que he cumplido la petición que me hiciste antes de empezar el combate —dijo Ryku. Todavía estaba tratando de controlar sus emociones—. Pero no he tenido tanta suerte con sorprenderte en todo momento.
—Yo no diría eso. No contaba con que conocieras el movimiento que copia el último ataque que el rival lanzara. Si no me hubiera arriesgado con la ventisca, todavía estaríamos peleando.
—¿Tú crees? Yo ya casi veía un pie fuera del combate con tantos ataques de gran poder —dijo Ryku y no pudo contener la siguiente pregunta—. ¿Es que un Dragonite no aprende movimientos más normales? No sé, una cuchillada, un Megapuño, un golpe cuerpo… Hubiera estado bien ver algo así, la verdad.
A pesar de mantener un rostro serio y profesional, Lance esbozó una sonrisa y se le escapó una corta carcajada.
—Has liberado tensión, ¿eh? —Ryku ladeó la cabeza, extrañado—. Desde que ha terminado el combate estabas que no sabías cómo reaccionar a la situación. Como si no te gustara estar aquí.
El joven se ruborizó y agachó un poco la cabeza.
—¿Tanto se nota?
—No eres el primero al que le sucede. Aunque tampoco es que se diga que ha pasado más de… —Lance se quedó pensativo un buen rato—. La verdad es que no llevo la cuenta de ello.
—Pero en cuanto a mi pregunta…
—Ah, sí, he cambiado de tema. Por supuesto que un Enlace de Dragonite es capaz de aprender muchos más movimientos aparte de la ventisca, la llamarada y el trueno —hizo un gesto con el brazo en dirección a Hiroyuki y este le respondió levantando el pulgar—. Pero no les tengo mucho aprecio, que digamos. Soy más un maestro de los elementos, capaz de darle muchas formas a los ataques poderosos y sorprender al rival. Y he visto que tú también tienes un poco de eso.
—Lo dudo. Intenté copiar la semiesfera de ventisca que usó Lorelei conmigo, pero acabó siendo un tornado.
—No te quites el mérito —dijo Lance con severidad—. Acabas de vencer a todo el Alto Mando, a los mejores entrenadores de Enlace de la región, y ganado la Liga Pokémon. Has demostrado delante de todo Kanto que eres, como mínimo, tan fuerte como yo, y eso —hizo una pausa para dar más énfasis— son palabras mayores.
Hiroyuki intervino en la conversación y le entregó un micrófono a Lance. Tuvieron una corta charla y el comentarista se marchó por donde había venido.
—Aunque todavía puedes mejorar, como todos. Un consejo, cuando puedas, aprende movimientos ajenos a lo que aprendería un Charizard de manera natural, así tus estrategias serán más variadas y tendrás al rival siempre sorprendido.
—Como tú.
—Exacto. Como yo.
Lance dio unos golpes al micrófono que resonaron en todos los altavoces del estadio. Ese sonido bastó para que el público enmudeciera y prestara atención al líder del Alto Mando.
—Confío en que esta Liga Pokémon esté siendo emocionante. —La gente alzó la voz para responder de manera positiva y se volvió a callar—. Bien. Hoy es un gran día para este evento anual porque este joven de aquí no solo dijo estar a la altura del Alto Mando, sino que lo ha demostrado con creces. —Un grupo del público levantó la voz casi conteniendo la euforia. Al fin Ryku había localizado a su familia y a casi todo pueblo Paleta—. Y me enorgullece nombrar a Ryku, de pueblo Paleta, Campeón de la Liga Pokémon de Kanto.
Ryku se esperó unos vítores como nunca había escuchado hasta ahora, pero el público no reaccionó y permaneció en silencio. Ryku miró detrás de él, a la pantalla gigante, y vio el rostro de Lance que dejaba claro que no había terminado de hablar.
—Por desgracia, no puedo consolidar el nombramiento todavía —continuó Lance—. No sería justo para los demás elegidos que todavía tienen que afrontar el desafío del Alto Mando, ¿no creéis? —Se escuchó una negativa en un lado de las gradas—. Ryku ha hecho algo increíble que hacía años que no se celebraba, nadie puede negárselo, pero todavía quedan dos elegidos más y cualquiera de ellos también podría convertirse en Campeón. En caso de que no lo logren, Ryku obtendrá el título, pero si uno lo consigue, tendrá que haber desempate. Solo se puede nombrar un Campeón. Veamos quien ostentará el título cuando termine la Liga Pokémon.
La gente estaba emocionada. Ya habían presenciado un gran momento en la historia de la Liga Pokémon de Kanto y todavía no había terminado. Existía la posibilidad de ser todavía más épico, más inolvidable. Estaban impacientes por conocer el desenlace.
Lance finalizó el comunicado y separó el micrófono de la boca. Se giró hacia Ryku y puso una mano sobre su hombro.
—Lamento decirte que vas a estar tenso un rato más.
—Es lo justo. A mí tampoco me habría gustado perder la oportunidad de enfrentarme al Alto Mando si alguien antes que yo hubiera ganado la Liga Pokémon.
Lance asintió. Un buen gesto deportivo.
—Acompáñame. Todavía no eres el Campeón, pero hasta entonces disfrutarás de lo que queda de la Liga Pokémon como uno.
Chapter 43: Campeón
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Lance llevó a Ryku a una zona exclusiva del estadio donde muy poco personal podía acceder. Allí iba la gente rica a ver la Liga Pokémon mientras disfrutaban de otros lujos. Nada del otro mundo para ellos, y lo opuesto para Ryku al no haber estado jamás en un lugar así.
Solo la puerta del recinto ya era demasiado ostentosa.
—Aquí es donde estarás hasta que conozcamos los resultados finales del evento —dijo Lance.
Abrió la puerta y dejó que Ryku admirase el recinto. El lado derecho lo componía enteramente un cristal reforzado desde el cual se podía observar con privilegios el estadio. En parte, le recordaba al área de descanso de empleados donde había estado antes de los combates, solo que todo era mil veces más caro. Sofás, sillones, divanes apuntando al estadio… todo de una calidad excepcional. Al fondo había un camarero con una postura firme y listo para servir copas al ínfimo momento que se lo pidieran. También había un billar y varias mesas, una para juego y otra pare negocios. En la pared izquierda había una puerta doble con una H dibujada, probablemente conducía a un helipuerto. ¿Y aquello que veía cerca del bar era una sala de masajes?
Ryku tardó un instante en descubrir que en el recinto había más personas además de los trabajadores. Giovanni y Sabrina acompañaban la presencia de los demás miembros del Alto Mando en la sala.
—¿Aquí es donde descansáis mientras esperáis vuestro turno de combate? —preguntó Ryku a Lance. El líder del Alto Mando se había quitado la capa y había pedido una nueva prenda. Uno de los trabajadores la recogió y abandonó la sala.
—Es el mejor lugar donde poder presenciar con detalle el estilo de lucha de los elegidos y juzgar su potencial.
Ryku asintió y saludó a los líderes del Gimnasio. Sabrina y Giovanni tenían una pequeña sonrisa en el rostro a modo de felicitación.
—Enhorabuena por tus victorias —dijo Giovanni levantando la copa que sostenía en la mano—. Adelante, ponte cómodo.
—Gracias.
Ryku paseó por el recinto, todavía asombrado y procurando no tirar nada.
Sabrina se le acercó y le tendió la mano a la vez que lo felicitaba por conseguir el título provisional de Campeón.
—En ocasiones creí que no lo ibas a conseguir —declaró—. Te costaba mucho mantener la concentración y te dejabas llevar por la ira.
—No te ofendas, Sabrina, pero desde la fase de la Calle Victoria me han estado atacando sin parar con el mismo ataque psíquico. Incluso de Pokémon que en teoría no deberían conocerlo.
Ambos miraron de reojo a Lorelei, que estaba relajada tomándose un refresco sin gas. Había oído la mención directa a su persona y solo se recolocó las gafas mientras decía una sola frase:
—Por estadística…
—Tenía que pasar —se adelantó Ryku. La mujer no se sintió molesta, más bien esperaba que el joven lo pronunciara por ella.
—No me ofende. Me resulta curioso ver como pasaste de temer a los Pokémon de tipo psíquico a aborrecerlos.
—No odio a los Pokémon psíquicos, solo a ese movimiento que tiene el mismo nombre —repuso Ryku—. Aunque tal vez sí deteste un poco a los Mr. Mime. De lejos el peor combate de toda la Liga Pokémon que he tenido que librar.
Sabrina se tapó la boca mientras se le escapaba una risa.
—Disfruta de este merecido descanso, Ryku. Pero no olvides que todavía no ha terminado la Liga Pokémon. Podrías tener que realizar uno o dos combates más.
—Lo dices como si ya conocieras el resultado de antemano.
—Disculpa, es una mala costumbre. Tiendo a hablar como si supiera siempre el futuro cuando no es así. Y no lo corrijo porque no soy muy habladora.
—Eso lo puedo corroborar.
Sabrina y Ryku miraron hacia la sala de masajes donde vieron a Bruno debatiendo consigo mismo sobre si tomar un masaje o no como si disimulara haber respondido.
—¿Acaso tienes algún problema al respecto? —preguntó Sabrina.
—Solo uno: creo que me has pegado eso de hablar con «temática».
—Conociendo a los demás miembros del Alto Mando, ¿estás seguro de que es mi culpa?
Si le hubiera preguntado a Ryku, habría tardado menos que Bruno decir la respuesta obvia.
—Retiro lo dicho —declaró Bruno. Luego sentenció también su anterior problema y se fue a que le dieran un masaje.
Sabrina meneó la cabeza y volvió a centrarse en la conversación con Ryku, aunque Bruno parecía haber terminado con esta.
Lance dio un aviso a Lorelei de que se preparara para el próximo combate. La mujer se terminó la bebida y abandonó la sala. Todavía quedaba tiempo antes de que empezara, puede que más después de la destrucción que había provocado el combate de Lance. El campo de batalla todavía no se había retirado y el de Lorelei era el más complicado de cambiar. El líder del Alto Mando se sentó en un sillón y pidió algo de beber al camarero.
Sabrina se retiró a su asiento y como Ryku no sabía qué hacer a continuación, Giovanni le invitó a disfrutar de los lujos del lugar. El joven no necesitó que se lo dijeran dos veces y se paseó por el recinto hasta que escuchara el aviso que indicaba que el próximo combate estaba a punto de comenzar. Su primera parada fue pedir un refresco al bar. El camarero lo atendió después de Lance.
Pidió otra bebida antes de que empezara el desafío para el siguiente elegido. El campo de batalla de Lorelei casi estaba colocado. El simple hecho de tener que levantarlo evitando derrames de la piscina y que las islas provocaran algún daño inesperado demoró el combate al menos quince minutos. Ryku pudo ver de primera mano cómo funcionaba el mecanismo (sin romperse esta vez) y dedicó especial atención a las gradas. Desde aquella posición elevada localizó con mucha más facilidad a sus padres y a los habitantes de Pueblo Paleta. Habían dejado de estar emocionados y parecía que se iban a comportar como personas que veían un combate Pokémon cualquiera. Ya habían visto triunfar a la persona que querían. Quizá incluso ahora se dedicarían a alentar a los miembros del Alto Mando para que él se proclamara como Campeón de una vez por todas.
También buscó al grupo de fans de Dylan y vio con más detalle el tamaño de aquella bandera que portaban sus padres. ¿Cómo no lo había visto hasta ahora? Era enorme, cubría decenas de asientos y otras banderas ondeaban justo debajo. Lo dicho, los padres de Dylan eran más extravagantes que los suyos.
Le hubiera gustado buscar a Cetile, pero, a diferencia de los demás, ella no iba vestida para llamar la atención. Tal vez estuviera con Erika en algún lugar privilegiado del estadio. ¿La hubieran dejado entrar donde se encontraba si Erika era líder de Gimnasio? Hubiera sido agradable toparse con ella.
El campo de batalla de Lorelei se encajó en la superficie del estadio. Hiroyuki se puso a hablar y reavivó la emoción de lo que significaba los combates del siguiente elegido y resumió los mejores momentos de los combates de Ryku. Creyó escuchar los sonidos de los movimientos Pokémon a través de la pantalla gigante. La tenían debajo. Luego Hiroyuki presentó al nuevo elegido que entró en el estadio al escuchar su nombre. Era la entrenadora de Ciudad Carmín. Y poco después volvió a nombrar a Lorelei, la cual apareció por el otro lado. Incluso desde la distancia se podía notar su frialdad.
Ambas entrenadoras de Enlace mantuvieron una corta conversación igual que la tuvo Ryku y se dirigieron a la zona segura. Activaron sus Enlaces cuando Hiroyuki dio la señal. El Lapras de Lorelei cayó con la gracilidad de siempre, pero la entrenadora de Ciudad Carmín se zambulló en el agua cuando su cuerpo se puso a brillar y brotó cual géiser en erupción convertida en un Gyarados.
Ryku recordó el día en el que enfrentó a uno junto a Dylan en los puentes de la Ruta 12. Aquel día la victoria fue rápida porque eran dos contra uno, pero si daba la oportunidad de enfrentarse a esa serpiente marina de seis metros y medio que parecía estar siempre enfadada, sería complicado. Quién sabía qué movimientos conocía que fueran una sorpresa.
El combate duró bastante dado que compartían el mismo tipo elemental, incluso con la desventaja del Gyarados al ser de tipo volador que anulaba su resistencia natural al tipo hielo. Al final, la victoria se la llevó el Gyarados al usar su cuerpo para estrangular al Lapras, morderlo, y golpearlo desde el cielo con un brutal cabezazo.
Ryku se lamentó de que Lorelei hubiera perdido el combate y lo puso un poco más nervioso a enfrentarse a esa entrenadora.
Lorelei regresó a la sala y se retiró a tomar un descanso. Bruno calentó un poco y abandonó la sala cuando le dieron la señal.
La espera del siguiente combate de la Liga Pokémon fue similar a la que Ryku padeció, solo que en esta ocasión no aprovechaba el tiempo revisando estrategias. Se llevó la mano al brazalete creyendo que podría acceder al módulo Pokédex y estudiar a fondo al Gyarados, pero se había olvidado de que tenía el brazalete blanco de la Liga, que solo disponía del módulo Enlace. Las pausas iban a ser muy largas sin nada con lo que distraerse. Quizás un masaje serviría.
El combate contra Bruno empezó igual que los demás: presentarse, hablar un poco y activar los Enlaces. La pelea fue intensa. El Gyarados se movía bien para estar en un entorno privado de agua y aguantaba los puñetazos del Machamp de Bruno. Los movimientos del Pokémon de cuatro brazos no abarcaban el gigantesco cuerpo de la serpiente marina, pero Bruno estaba acostumbrado a ello. ¿Sería porque practicaba con el Enlace del Onix para estos casos? Aun así, el Gyarados se hizo con la victoria al arrasar con una parte del terreno de un hiperrayo.
Agatha se veía feliz de que fuera su turno. Sabrina y Giovanni opinaban sobre la fuerza bruta que empleaba la elegida y Ryku veía cada vez más cerca la posibilidad de enfrentarse a aquella entrenadora.
Esa visión apenas duró más de media hora. El tiempo en el que tardó en cambiarse el campo de batalla y en aburrir a la anciana en su pelea contra ella. Desde la distancia, Agatha seguía provocando al rival como siempre, pero con la entrenadora había sido más dañina: jugó con ella todo el combate. El Gyarados resistió algún que otro ataque, pero cedió ante el súbito rayo que le desató el Gengar. No había muchas posibilidades de sobrevivir a un ataque súper efectivo cuando ya habías recibido un golpe antes. Ryku se alegró de que perdiera el desafío. Eso solo le dejaba un elegido que lo separaba del título de Campeón.
Con Dylan tenía una lucha de emociones. Por un lado, deseaba que ganara la Liga Pokémon como él y tener un gran combate como rivales que eran. Pero por otro no quería que no fuera por hacerse con el título de Campeón y ansiaba su derrota ante Bruno o Agatha (no iba a privarle de bajarle el orgullo a Lorelei). Si tenía que elegir, prefería que perdiera. Ya tendrían un combate de rivales después de la Liga Pokémon.
Sabrina y Giovanni miraron de reojo a Ryku. Los líderes de Gimnasio sabían que eran amigos y pensaban cuál sería su opinión. Sabrina daba a entender que lo había descifrado sin darle la oportunidad de abrir la boca y Ryku se incomodó.
Lorelei bajó por última vez al estadio y esperó a que Hiroyuki la llamara, igual que a Dylan. El comentarista hizo un avance de lo que podía pasar a continuación en los próximos combates, como si no fuera ya bastante tenso pensarlo.
La pelea contra Lorelei fue de lejos la más duradera. Tanto Dylan como ella eran resistentes a los movimientos del otro, ya fueran de tipo agua o hielo. Dylan tuvo que ingeniárselas para hacer el mayor daño posible con ataques cuerpo a cuerpo. Apenas había usado los cañones de su caparazón para atacar. A Ryku le pareció divertido ver al Blastoise golpear con el puño al Lapras porque el caparazón no le permitía articular tanto el brazo y tenía que girar todo el cuerpo para asestar el impacto. Aun así, se hizo con la victoria.
—Solo ha ganado dos veces en todo el evento —dijo Lance a Bruno y Agatha—. ¿Creéis que…?
—¿No vamos a verla hasta la próxima Liga Pokémon? —se adelantó Agatha—. Sin duda. Cinco de los siete elegidos han dañado su orgullo. Hará todo lo posible por recuperarlo.
Ryku se sintió mal por Lorelei. Aunque no lo pareciera, ser el primer obstáculo era una responsabilidad muy grande. Podía convertir una Liga Pokémon en puros combates contra ella si los elegidos no la superaban. Un resultado tan malo como aquel solo la tildaba de débil, aunque no lo fuera en absoluto. No debió haberlo disfrutado.
Cuando Lorelei apareció de nuevo en la sala, recibió unas palabras de ánimo por parte de sus compañeros del Alto Mando y de los líderes de Gimnasio. Ella lo agradeció, pero se abstuvo de ver más combates y se retiró a un lado tranquilo de la sala.
El combate de Bruno vino poco después y Dylan demostró tener un caparazón muy resistente a los puñetazos del Machamp capaz de devolver el golpe casi de inmediato. Dylan usó sus cañones con una pericia digna de un tirador experto tanto para impulsarse a la hora de esquivar rocas como para atacar. El combate terminó con una nueva victoria de Dylan tras destruir el Enlace de Bruno con una hidrobomba congelada con una ventisca.
Ryku se estaba memorizando todos los movimientos que conocía para poder reaccionar rápido a ellos. La hidrobomba era un gran peligro, su mayor peligro. Combatir de cerca Ryku podía tener ventaja de algún tipo, pero a distancia Dylan era muy poderoso.
Agatha bajó al estadio al recibir el aviso de Lance. Ryku depositó toda su confianza en la anciana para que consiguiera la victoria. Era la única en este momento que podía derrotar Dylan. Ryku miró a Lance, quien permanecía muy atento a los combates. Tal vez pensaba igual que él que si Agatha perdía, lo iba a tener muy difícil para lograr la victoria. Y solo porque Dylan conocía movimientos de tipo hielo. Las súper debilidades eran un desequilibrio enorme en los combates. ¿El líder del Alto Mando podría ganar? Era increíble que Ryku pensara eso de nada menos que el mejor entrenador de Enlace de Kanto. Pero Dylan estaba demostrando ser digno de convertirse en un Campeón también.
Todo dependía del resultado del combate entre Dylan y Agatha.
La anciana perdió.
Agatha manipuló a Dylan como había hecho con todos los elegidos, incluso trató de dormirlo como hizo con Ryku. Pero Dylan estaba preparado y tenía una gran ventaja contra la hipnosis: retraer la cabeza al interior del caparazón. Esa táctica anuló por completo las capacidades ofensivas del Gengar y ni siquiera un rayo logró herirlo de gravedad. Dylan logró la victoria con el movimiento surf, el cual creó después de engañar a Agatha de querer golpearlo con un una hidrobomba. La ola se tragó al Gengar y le dio vía libre a Dylan para congelarla y destruirla con otro cañonazo de agua.
Ahora solo quedaba Lance.
El líder del Alto Mando se levantó del asiento y ordenó que le devolvieran la capa. Con rostro serio, idéntico al que había visto Ryku, se preparó para abandonar la sala. Pero antes compartió una mirada con el joven y él se la devolvió.
—Buena suerte —dijo Ryku. Ambos sabían que los movimientos de tipo hielo iban a ser un problema muy grande.
—Me vendrá bien —dijo Lance recuperando por un momento la cara más tranquila de antes—. Tú también la necesitarás. Si pierdo, tendrás que pelear contra ese joven por el título de Campeón.
—Estoy preparado. Dylan y yo somos amigos, pero eso no va a nublar mi deseo de ser Campeón.
Lance abrió los ojos, vagamente sorprendido ante la revelación.
—Entonces será como en otras ocasiones. Bien, hacía tiempo que no existía una Liga Pokémon con este nivel de emoción. Que pierda tu amigo o que te enfrentes a él por el título de Campeón, el público estará complacido.
—Preferiría que nadie supiera que Dylan y yo somos amigos, si no es mucha molestia.
—No he dicho que lo vaya a revelar —replicó Lance—. Mantener la sorpresa en todo momento es mejor que destripar lo que ocurrirá. —Se ajustó la capa—. Es hora de saberlo en persona.
Sin decir nada más, Lance abandonó la sala.
—¿Nervioso? —preguntó Sabrina. Ryku había vuelto a su asiento.
—¿Se puede no estarlo? —Ryku escondió una risa inquieta.
—Supongo que no. Demasiadas encrucijadas.
Todos los presentes se quedaron esperando casi en silencio. Agatha y Bruno fueron a realzar el ánimo de Lorelei mientras el campo de batalla cambiaba por el nuevo.
Hiroyuki estaba que se salía con sus comentarios. No había palabra que soltara que no levantara la emoción del público. Incluso callado, el público estaban que no se contenía de la exaltación, sobre todo el sector de la familia de Dylan y sus amigos de la ciudad. Una vez más, había poca gente que no quisiera que Dylan ganara la Liga también como la familia de Ryku y la gente de pueblo Paleta.
Lance y Dylan entraron en el estadio cuando el comentarista los llamó. Tuvieron su conversación previa al combate y se retiraron a la zona segura para activar sus Enlaces. Cuando la pantalla gigante emitió el pitido, ambos contrincantes iniciaron la pelea.
El combate fue digno de su significado. Lance hizo todo lo posible por evitar que Dylan utilizara sus ataques de tipo hielo. Cada ventisca se contrarrestó con una llamarada. Lance demostró sus habilidades como maestro de los elementos convirtiendo la estrella en un disco que vaporizó la nieve de las ventiscas. Ryku se dio cuenta de que Lance no estaba usando movimientos que lo dejaban expuesto a un ataque como el viento cortante. Tenía sentido y era increíble cómo se las apañaba sin él. De hecho, recurrió más a los ataques cuerpo a cuerpo que mencionó no agradarles mucho. Dylan lo tuvo muy difícil. Llegó a golpearlo con una hábil manipulación de sus cañones de agua, pero al igual que el fuego, el Dragonite era resistente al tipo agua. Aun así, era mejor que no hacer nada. Lance siguió ganándole terreno a Dylan con sus habilidades elementales. Sin embargo, el Dragonite recurrió a una estrategia más defensiva creando copias de sí mismo.
Dylan vio la oportunidad de arrasar con todo con su ventisca, pero las copias del Dragonite se adelantaron y de sus cuerpos emergieron rayos eléctricos que impidieron que el Blastoise completara su movimiento. Como se esperaba, Dylan iba sobre seguro y no quería perder tanta vida con ataques efectivos, de modo que se dedicó a esquivar los rayos sin darse cuenta de que solo era un señuelo. Ryku lo había visto desde arriba: el Dragonite original se había colocado sobre él y había usado los rayos para ocultar su trueno que desató sobre el Blastoise provocándole un daño masivo.
Ryku se levantó de la silla, esperando que ese ataque hubiera sido suficiente para declarar a Lance como vencedor del combate. Pero no vio ningún brillo de la Prioridad Humana del Enlace de Dylan entre todo el humo que había generado el trueno. Ryku fijó su mirada en la escena como si su vida dependiera de ello.
El humo se solidificó por algunas partes cuando dos rayos azules salieron del lugar donde habían caído sobre el Blastoise. Lance fue lo bastante ágil como para esquivar uno de ellos, pero el otro le dio en el ala, el cual se congeló y el peso del hielo lo derribó. Solo ese ataque había debido de dejar a Lance en un estado grave. El líder del Alto Mando se recuperó derritiendo con una llamarada el hielo que le valió para contraatacar la ventisca que había lanzado de nuevo Dylan. El vapor que creó fue intenso, lo suficiente como para perder de vista a los contrincantes.
No fue así.
Dylan enseñó tener una precisión con sus cañones muy elevada y dos nuevos rayos de hielo abandonaron sus cañones, congelaron una vez más el vapor de agua manifestando unas sierras de hielo allá donde lo atravesaron.
Ryku dio un golpe casi imperceptible sobre el cristal. Conocía el resultado del combate antes de que la pantalla gigante pitara declarara un vencedor, antes de que surgiera un brillo de Prioridad Humana que destrozó toda la belleza helada que creó Dylan. Lance se levantó y Ryku creyó, por un instante, que el líder del Alto Mando lo miraba con una cara de disculpa. Ryku negó con la cabeza. Su título de Campeón no iba a llegar todavía.
—Y así concluye el desafío del Alto Mando —dijo Giovanni. Aplaudió lentamente—. Una experiencia muy divertida, más que la de otros años. Ahora queda aquello que no se suele presenciar siempre: un combate por el título de Campeón.
Todos los presentes centraron sus miradas en Ryku, el cual seguía contemplando el estadio y viendo como Lance felicitaba a Dylan y anunciaba lo que significaba su victoria a todo el mundo. Ryku ignoró la presión de los líderes de Gimnasio y miembros del Alto Mando y se limitó a sonreír.
—Es un resultado que no se puede cambiar. Me alegro por mi amigo, pero nada más. Hasta que no se proclame uno de los dos como Campeón, es mi enemigo.
—Amistad confrontada, este combate promete mucho. Quién sabe, a lo mejor hasta se pierde la amistad en sí.
Agatha se ganó la atención de todo el mundo con ese comentario. La anciana se limitó a ensanchar los labios con su característico estilo siniestro.
—A veces das mucho miedo —dijo Sabrina—. Y he llegado a tener pesadillas menos aterradoras que tus palabras.
—Soy una entrenadora de Pokémon fantasma, querida. He visto cosas que ni siquiera una psíquica como tú podría entender —replicó Agatha.
—Por favor, centrémonos en lo que importa —intervino Giovanni—. Ya discutiréis esas cosas en un momento más adecuado. Bastante tensa está la situación para el joven Ryku como para que le metáis miedo con esos comentarios.
Ryku se dio la vuelta y fijó la mirada en la anciana.
—¿Eso lo dices por la llamarada que estallé dentro de ti o por la congelación extrema que te hizo Dylan? Nos tienes cruzados, ¿verdad?
Agatha volvió a sonreír y dio un golpe con su bastón. Entonces todo se calmó. La anciana solo estaba provocando a Ryku, una pequeña venganza por lo sucedido en su combate. En realidad, no quería que se perdiera la amistad. No mucho, al menos.
Lance entró en la sala. No necesitaba decir nada cuando vio a Ryku dispuesto a dirigirse al estadio.
—Todavía no. Dylan debe descansar un rato antes del gran evento. No sería un combate justo. Te avisaré cuando tengas que bajar.
El momento se presentó antes de lo que cualquiera hubiera imaginado. Eso no impidió que el sol comenzara a desaparecer por el horizonte. Ryku no se había dado cuenta de la cantidad de horas que había estado en el estadio para que el astro ya no fuera la principal fuente de luz y se necesitara encender los focos del estadio.
Lance avisó a Ryku y lo acompañó hasta el acceso por el cual habían salido los miembros del Alto Mando. Esperaron en la sombra mientras Hiroyuki hacía los últimos preparativos y el público se congregaba de nuevo en las gradas.
—Espero que lo deis todo —dijo Lance—. Sobre todo, tú, Ryku. Puede que sea porque tengo predilección por los Pokémon que parecen dragones o porque tu combate me ha parecido más emocionante que los constantes ataques de hielo de tu amigo.
—¿No deberías ser imparcial al respecto? —preguntó Ryku.
—Debería, es cierto. Pero todos sacamos algún elegido favorito cuando nos ganan. Otra cosa es que lo digamos sin esconderlo —hizo una pausa—. Buena suerte. Te animaré a ti, pero también deseo que gane el mejor. No defraudéis al público.
La gente apenas contenía las ganas de presenciar el último combate de la Liga Pokémon. Hiroyuki no hizo más que derramar el vaso de agua. Hubo algunas pausas que ralentizaron el gran evento (los micrófonos decidieron fallar en ese momento) y eran molestas incluso para el comentarista. Al final todo se arregló con unos golpes sobre las baterías que devolvieron la vida al micrófono del Hiroyuki. El hombre no se demoró en recuperar el ritmo del momento y optó por ahorrarse una parte de su discurso y llamar directamente a los dos elegidos.
Ryku entró en el estadio apoyado por una parte del público. Se notaba que ahora solo había ánimos según los gustos de la gente y no porque fueran fans de alguien. Se saltó la zona segura y fue directo al centro del campo de batalla, uno sin ventajas para nadie. Tenía ganas de hablar con su amigo.
Dylan había pensado lo mismo que Ryku y se dirigió al centro del terreno de combate como si no le importara nada más.
—Lo hemos conseguido —dijo cuando estuvo a poca distancia de Ryku—. Ambos hemos vencido al Alto Mando.
—Sí, y le hemos bajado esos humos a Lorelei, ¿eh?
—Y qué lo digas. Aunque el mío debió ser más aburrido. Todo ataques de resistencia elemental. Ya pensaba que iban a declarar un empate y expulsarme por no ganar el combate. —Ryku arqueó una ceja y estuvo a punto de replicar justo cuando Dylan continuó—. Sí, ya sé que esto no es la Calle Victoria. Fueron los nervios más que otra cosa.
—Muy nervioso no te vi después de derrotar a los demás. —Ryku desvió la mirada un instante hacia la sala del estadio donde estaban los líderes de Gimnasio y los miembros del Alto Mando—. Te cuento que a Agatha no le hizo gracia lo que le hicimos para conseguir la victoria.
—Me lo imagino —rio Dylan—. Yo la convierto en una estatua de hielo y tú en la carcasa de una bomba. Fue espectacular.
Ambos jóvenes contuvieron una carcajada para que no lo notara tanto el público. Luego Dylan ocultó su sonrisa y adquirió un aspecto más serio.
—Al principio nos animamos de llegar hasta aquí sin conocer las consecuencias que eso acarrearía. ¿Sabes?, siempre quise luchar contra ti desde que te conocí en ciudad Verde. No hubo casi un momento para pelear en tu viaje recolectando las medallas. Y ahora se presenta la ocasión a un gran precio.
—Mi promesa y el deseo de tu padre —dijo Ryku.
—El deseo es mío —aclaró Dylan—, aunque en parte tienes razón: mi padre me incitó a llegar hasta aquí.
—Duele pensar que solo uno de los dos cumplirá su propósito después del combate.
—Como ya he dicho: un gran precio a pagar —hizo una pausa—. Ryku, no quiero ganar imaginando que por alguna razón tú o yo cedamos la victoria al otro. Quiero que este combate, el primero (y espero que no el último) entre los dos, sea el mejor de todos. Que conseguir el título de Campeón signifique algo más que ser un entrenador de Enlace que superó al Alto Mando. —extendió el brazo, cerrado en un puño—. No nos guardemos nada y démoslo todo, ¿vale?
Ryku le devolvió el puño.
—Sin límites ni contenciones.
El público interpretó el gesto como un acto deportivo digno de admiración. Todavía no se habían dado cuenta de que Ryku y Dylan eran buenos amigos y solo se habían hecho una promesa como rivales que eran.
Ryku y Dylan se colocaron en sus respectivas zonas seguras y esperaron a que el comentarista dejara de dar la tabarra y anunciara lo que todo el mundo esperaba. Que dijera que ya podían activar los Enlaces fue la mejor decisión para destensar el ambiente.
Ryku y Dylan adoptaron las formas Pokémon de sus Enlaces. Ryku extendió las alas al subir otra vez al estadio como si buscase intimidar a Dylan. Este también saltó al campo de batalla y sacó los cañones de su caparazón, simulando disparar chorros de agua como si aquello ya lo declarase vencedor. Ambos sabían que lo que hacían era puro espectáculo, pero el público estaba atento a todo lo que sucediera a partir de ahora y se emocionaba con cualquier acción.
La pantalla gigante cargó las barras de vida de ambos Enlaces y, tras una cuenta atrás que acompañó todo el estadio, inició el combate por el título de Campeón.
Ryku y Dylan no tardaron en demostrar parte de su poder disparando un torrente de fuego y agua a la vez. La intensidad de los movimientos no solo causó una gran cantidad de vapor, sino que también provocó una terrible explosión cuya onda de choque activó los campos de fuerza del estadio. Ryku dispersó el vapor con un batir de las alas antes de que se extendiera más. No iba a dar ninguna ventaja a su amigo de manipular el agua en cualquiera de sus estados.
El Blastoise se recluyó en su caparazón y empezó a emitir una fina aura azulada. Ryku reconoció el movimiento. Dylan lo había usado en sus combates contra el Alto Mando, aunque nunca lo había terminado. Esta no iba a ser la excepción. El Charizard voló a gran velocidad y se colocó detrás del Blastoise por seguridad. Entonces lo agarró con sus garras y se lo llevó volando varios metros. Cuando alcanzó una altura considerable, el Charizard se puso a girar sobre sí mismo y a descender cual taladro acercándose a una pared.
Dylan canceló su movimiento creyendo que había engañado a su rival. Él esperaba estar en el aire por algún ataque cuerpo a cuerpo, pero no contó con que el Charizard se estaba arriesgando con un ataque tan de cerca. Aun así, reaccionó rápido y sacó los cañones… o eso quiso. No solo el Charizard se había posicionado lejos del alcance de los cañones, sino que su cuerpo bloqueaba los agujeros del caparazón por el cual salían. Luchó cuanto pudo por liberarse de las garras del dragón naranja, pero le fue imposible. Antes de que pudiera hacer nada más, el Charizard lo había lanzado a escasos metros de distancia hacia el suelo y colisionó como una bala de cañón. El daño fue lo bastante fuerte como para ignorar en su totalidad el intento desesperado de protegerse dentro del caparazón.
La pantalla gigante emitió un sonido mientras borraba parte de la vida de la barra del Blastoise. No había perdido mucha y conservaba su color verde. Aun así, el público lo vio como un avance para la victoria del Charizard.
Dylan permaneció un momento intentando recuperar el ritmo de la respiración y contraatacó desde la misma posición en la que estaba. Sacó los cañones y no se tomó la molestia de darse la vuelta y disparó al suelo. Cualquiera hubiera pensado que saldría lanzado hacia el Charizard por la fuerza de la presión del agua, pero aquello fue algo más que dos simples cañones expulsando agua. En un segundo, el agua cambió su dirección y salió despedida hacia el cielo, hacia el dragón naranja, convertida en una gran columna de agua.
Ryku apenas tuvo tiempo de reaccionar y creó copias de sí mismo para esquivar el ataque. La columna engulló a una de las copias mientras el Charizard original solo se mojó un poco. Sin embargo, la columna de agua se expandió al alcanzar su cénit y se transformó en una ola circular que arrasó con todo lo que hubiera en el campo de batalla, incluso pudo haber ahogado a las primeras filas de las gradas si no hubiera campos de fuerza tras los que resguardarse. Por suerte, la ola perdió altura a cada metro y las copias no actuaron a tiempo y perecieron. Ryku no tuvo problema alguno en sobrevolar la ola y salvarse del surf que había usado su rival, pero no de su golpe cuerpo.
Dylan había encadenado varios movimientos con la esperanza de dar con alguno de ellos. Aprovechó su ventaja de Pokémon acuático y surfeó su propia ola mientras el dragón naranja hacía todo lo posible porque no le diera un ataque de tipo agua. Había que decir que no esperaba que usara el doble equipo para salvarse y tuvo suerte de que su golpe cuerpo acertara al Charizard original.
Ambos Pokémon regresaron a la solidez del campo de batalla. Ryku cayó peor que Dylan al impactar de espaldas contra el suelo y rodar unos cuantos metros. Sentía un dolor contundente en el estómago y le costaba respirar. Eso no significaba que no pudiera centrarse en su rival mientras recobraba el aliento. Por otro lado, Dylan aterrizó también con un fuerte impacto, pero él tenía un caparazón para minimizar el daño.
Ryku miró su barra de vida y se alivió al comprobar que el ataque de Dylan había sido menos efectivo que su anterior movimiento. Volvían a estar en las mismas condiciones.
Ryku recuperó la respiración y pasó el dolor del estómago a un segundo plano. Analizó la situación y se percató de que tenía un problema. El Blastoise había disparado con sus cañones un rayo de luz azulada, un rayo hielo. Ryku supo que volar no le salvaría porque el rayo hielo estaba apuntado hacia arriba para alcanzarlo en el aire. Solo podía echarse a un lado. Y funcionó. La velocidad del Charizard superó a la del rayo hielo y se adelantó al ataque. No obstante, solo sirvió para que no le diera de lleno y el rayo hielo acertó en su pata derecha. Un frío bajo cero recorrió todo el cuerpo del dragón naranja, tropezó y cayó al suelo. Cuando Ryku miró su pierna, estaba congelada hasta la rodilla por un grueso bloque de hielo adherido al campo de batalla.
Intentó romper el hielo a la fuerza, pero fue inútil. Dylan lo había inmovilizado. Fuera ese su plan principal o no, su amigo estaba actuando de forma más estratégica, ahorrándose los ataques fuertes para mejores situaciones. Como esta. Ryku intuyó que estaba a punto de recibir un fuerte movimiento de agua como la siguiente ofensiva de Dylan. Y ahí estaba. Ryku ya podía contar los segundos que tardaría en disparar su hidrobomba.
Tenía una cuenta atrás no solo para el golpe, sino para una posible derrota. Hidrobomba era el movimiento más poderoso de Dylan y, por consiguiente, un movimiento capaz de activar la Prioridad Humana del Enlace cuanto menos vida tuviera. Lo poco que había perdido era suficiente por su debilidad al agua.
Ryku actuó tirando del bloque de hielo con la intención de quebrar a base de fuerza bruta, pero no había forma de que se agrietara siquiera un centímetro. El tiempo apremiaba y Dylan ya se había clavado al suelo, señal que indicaba que no iba a tardar más en disparar la hidrobomba. Ryku tiró una vez más antes de abandonar esa táctica. Se escuchó la explosión del agua al salir por un agujero pequeño a gran velocidad. Entonces Ryku pensó a la inversa: si el hielo no cedía tirando de él, lo haría empujando. Aplicó toda su fuerza en el empujón hacia abajo con la pierna potenciada con el movimiento Megapatada. Fue tal el pisotón que dio, que no solo el hielo se rompió, sino también el mismo campo de batalla. Ryku se benefició de las consecuencias de su Megapatada y utilizó los bloques de piedra como barreras contra la hidrobomba de Dylan. El choque inicial fue lo bastante intenso como para agujerear la piedra, pero esta tenía mucho grosor y el agujero terminó beneficiando todavía más la barrera al desviar el agua en otra dirección distinta.
Ryku mantuvo el muro levantado hasta que no sintiera ninguna fuerza al otro lado. Mientras estaba con eso, pensó en usar mimético y copiar uno de los movimientos de Dylan, el último que le había hecho daño. Rayo hielo no sería muy útil debido a la resistencia natural del Blastoise al hielo, pero era mejor que nada. Le brillaron los ojos al usar el movimiento y un aliento gélido salió de la boca de Ryku.
El Charizard dio un último uso al bloque de piedra antes de dejarlo. Como Dylan casi lo había destrozado, cualquier nuevo impacto lo rompería del todo. Ryku se aseguró de que no fuera su amigo quien se encargara de ello y cargó su puño de energía y asestó un puñetazo al bloque de piedra. Decenas de pedazos de roca de diferentes tamaños volaron hacia donde estaba Dylan.
El Blastoise se sorprendió ante la repentina lluvia de rocas que se le acercó, aunque reaccionó se puso a disparar con precisión bolas de agua para destrozar todas las rocas que podían hacerle daño. Entre las rocas, detectó un movimiento de color naranja. Dylan sonrió. Se había adelantado a la ofensiva del Charizard y no iba a tener problemas en desviar un instante uno de sus cañones para disparar un buen torrente de agua y asustarle sin que pudiera hacer nada al respecto. Esperó al momento perfecto para que no pudiera contraatacar, fingió fallar un disparo del agua hacia una roca y proyectó el líquido hacia el Charizard. Entonces se hizo la sorpresa, pero no para su rival, sino para él mismo: el Charizard al que había atacado era una copia y el verdadero emergió de una de las rocas que no lo iban a alcanzar con unas garras llenas de energía. Recibió dos cuchilladas como castigo al creer haberse anticipado a la ofensiva del dragón naranja.
Ryku observó a su rival como cerraba los ojos y se encogía por el dolor en su caparazón que no había podido protegerlo del todo. Había sido una buena estrategia adicional y la barra de vida del Blastoise había pagado el precio. Ryku se alejó esquivando alguna roca rezagada y se separó un poco del suelo. Entonces un golpe gélido en su espalda lo sobrecogió y despertó todas sus alarmas de peligro. En un instante el Blastoise había conseguido superar el dolor en su cuerpo y usó los cañones para manipular una ventisca que brotó como dos columnas de aire helado y una onda de hielo y nieve. Ryku no controló su movimiento en el aire y fue víctima de la ventisca hasta que esta lo sobrepasó y lo dejó en paz. El frío, la nieve, y el hielo acumulado en su cuerpo causó que cayera casi como un peso muerto al suelo.
El público estaba en todo momento animando a ambos elegidos y aumentando su voz por cada acierto de un ataque. También ganaban algo de nervios cuando las barras de vida de ambos Enlaces descendían casi al mismo ritmo. En el último intercambio de daño, la barra del Blastoise perdía por poco la del Charizard, siendo la suya ya de color amarillo y la del dragón naranja al borde de adquirir el mismo color.
La llama de la cola del Charizard redujo un momento su intensidad por el súbito frío. Ryku contribuyó a recuperar el calor con un poco de fuego expulsado por su boca.
No había pasado mucho tiempo desde que había empezado el combate y ya había síntomas de cansancio tanto en el dragón naranja como la tortuga azul. Ninguno había dedicado un simple espacio de tiempo en el combate para descansar y ahora tenían una debilidad que supondría una ventaja para el otro. Ryku y Dylan no querían mostrar el agotamiento, aunque sus cuerpos los obligaban a jadear.
¿Cuál iba a ser la nueva ofensiva?, pensó Ryku. Estaban alejados el uno del otro y Dylan tenía mayor ventaja de atacar a distancia que él. Su rival tenía los cañones extendidos, pero era difícil entender si estaban preparados para lanzar otro torrente de agua o rayos de hielo. Dylan no acostumbraba a esconderlos una vez los desplegaba en combate. Los únicos casos en los que los guardaba eran cuando se protegía dentro del caparazón, ya fuera para defenderse o emplear un movimiento que no los necesitara. Ahora los tenía enfundados y estaba agazapado como si estuviera en posición de soportar el retroceso de un disparo de gran potencia. Ryku no comprendía esa postura.
Entonces Dylan reanudó el combate y se abalanzó sobre el Charizard. La distancia que los separaba era grande y el Blastoise no tenía una buena movilidad por culpa del caparazón. No obstante, ese impulso fue más fuerte de lo que pareció. Ryku siguió la velocidad del Blastoise y pensó en un par de segundos si le valía la pena contraatacar o esquivar. El Blastoise todavía podía sacar los cañones y disparar algún chorro de agua en cualquier momento, pero la posibilidad se reducía cuanto más se le acercaba. El cuerpo del Blastoise se envolvió con una capa de luz blanca y amarilla y su velocidad aumentó tanto que Ryku perdió su objetivo y tomó la decisión de esquivar. Pero no se percató del pedazo de roca que había en la dirección en la que se lanzó y se dio de rodillas con esta. Ryku recuperó el equilibrio dando marcha atrás, regresando a la trayectoria del Blastoise, que se había convertido en un cuerpo de puro brillo amarillo y haces de luz blanca y no tuvo oportunidad de cubrirse ante el impacto.
La energía que había acumulado el Blastoise se traspasó al Charizard como una onda que lo lanzó por los aires. El público eclipsó el grito de dolor que soltó el dragón naranja. El Blastoise también había sufrido daño y se quejó casi con la misma intensidad, aunque lo aguantó mejor. Eso no impidió que sacara las extremidades del caparazón porque su cuerpo se lamentó en gran medida por tenerlos retraídos. Un momento después, tanto el Charizard como el Blastoise estaban tumbados en el suelo con dificultades por levantarse.
La pantalla gigante mostró el resultado de tal ofensiva. No solo la barra de vida del Charizard se había reducido mucho, pasando del seguro color verde al peligroso color rojo, sino también el Blastoise había padecido daños menores. Su barra de vida seguía amarilla, pero estaba cerca del cambio de color.
Ryku intentó levantarse del suelo, no sin sentir un dolor punzante en el brazo cuando lo usó para erguir el cuerpo. El derribo del Blastoise lo había dado en el costado izquierdo con tanta fuerza que creyó que se había roto los huesos de su forma humana. Una sensación horrible con o sin Enlace activo. Soportó el dolor entre temblores y usó la cola como muleta provisional por si el brazo no era capaz de resistir.
Ese ataque no había sido un derribo cualquiera, aunque se le parecía mucho. No recordaba el nombre del movimiento, pero no lo olvidaría después del daño que había causado. Al menos el Blastoise también había sufrido las consecuencias del ataque y Ryku no necesitó comprobar el estado de su Enlace. No solo lo notaba en sí mismo, sino que el público estaba con una actitud que ni ellos mismos controlaban. El combate estaba cerca de terminar y él tenía las de perder. Ya daba igual qué ataque recibiera, cualquiera desactivaría su Enlace. Se acabó ser precavido.
Ryku rugió y la llama de su cola creció sin intensificar su brillo. La acción no producía ningún beneficio al Enlace más que dejar claro que el combate no había terminado. Además, a Ryku le encantaba el efecto: nada de poder, pero sí más osadía. La seguridad quedaba relegada a un segundo plano, incluso desaparecía en algunos casos. Solo importaba el poder y capacidad de reacción.
Dylan salió del aturdimiento consecuente de su ataque con el rugido del Charizard. Nunca había visto a su amigo actuar así, pero sospechaba lo que eso significaba. Si algo había aprendido de verlo combatir por las medallas, era que lo daba todo en una última ofensiva. No era su caso, así que debía estar preparado para cualquier táctica que se le hubiera ocurrido.
Ryku cargó volando a baja altura y reduciendo la distancia con el Blastoise. A mitad de camino llenó su boca de fuego y dejó que Dylan lo viera y reaccionara. El Pokémon de agua sacó los cañones. Bien, eso era una buena señal. Ryku batió las alas en la dirección contraria y levantó un viento que el lanzallamas que expulsó materializó como unas débiles corrientes que se desviaron hacia los lados. El torrente principal se agrandó y abarcó en un instante un gran cono. Las llamas por sí mismas fueron muy fáciles de contrarrestar y el Blastoise hizo dos cosas que Ryku buscaba: una nueva densa nube de vapor y una posibilidad de que su rival se desplazara sin que lo viera. Qué equivocado estuvo si Dylan pensó que no lo había visto con anterioridad.
Se anticipó al siguiente ataque del Blastoise. No había tenido la oportunidad de usar el rayo hielo que había copiado y no le apetecía haberlo hecho para nada. Abrió la boca, creó ante él la bola de luz celeste y disparó el rayo azul a la nube de vapor. Esta reaccionó al instante congelándose desde el punto donde había dado el rayo hielo y se convirtió en un muro gélido. El grosor y las luces de las gradas no permitieron al Blastoise ver a través.
Dylan se puso tenso y agudizó los sentidos. Cualquier movimiento que escuchara (si podía por culpa del público) lo interpretaría como un intento de ofensiva. Sus cañones estaban preparados.
Un tornado de fuego emergió al otro lado de la muralla y el Blastoise retrocedió y apuntó con un solo cañón al tornado por si acaso. Reaccionó bien, pero no lo suficiente. Las llamas no derritieron el muro de hielo, sino que se hizo pedazos cuando el Charizard le asestó un puñetazo con el puño cargado de energía. Las esquirlas de hielo fueron en dirección al Blastoise, que las desvió con un torrente de agua de un único cañón. No caería de nuevo en la trampa de la lluvia de objetos y el dragón naranja oculto en su interior. No pudo evitar que algunas esquirlas le golpearan el caparazón, pero su ataque garantizó que el Charizard no se le acercara a escondidas. No escuchó ninguna queja, así que lo había conseguido. Pero no fue el dragón naranja lo que acompañó la lluvia de hielo, sino el propio tornado. Dylan terminó engullido en las llamas.
El tornado de fuego para el Enlace de Dylan era lo mismo que atacar al Gengar de Agatha con movimientos de tipo normal. Dylan ni se preocupó por estar atrapado en el fuego: podía salir de ahí con un simple cañonazo de agua. Entonces el tornado atacó y lo quemó una vez. Apenas notó el calor, al igual que tampoco fue capaz de reaccionar a lo que ocurrió después.
Ryku entró en el tornado de fuego con un rugido y asestó a Dylan una Megapatada que lo sacó del tornado y lo mandó volando. El daño estaba hecho, pero Dylan consiguió refugiarse durante el ataque, minimizando el daño. Ryku abandonó el tornado y este empezó a desvanecerse desde la base. Acompañó al Blastoise en su viaje por el aire, pero se detuvo poco después de salir del tornado y calculó un punto aproximado donde caería el caparazón. Justo después, llenó su boca de llamas y lanzó una llamarada.
La bola de fuego ganó tamaño a medida que viajaba y estalló cerca de la trayectoria del caparazón. No dio de lleno, pero bastaba con que una de las puntas de la estrella lo tocara para engullirlo en las abrasadoras llamas del ataque. El Blastoise cayó directo al suelo como un meteorito, momento en el que las llamas se extinguieron.
Ryku aterrizó y miró a su rival. Después del combo que había hecho, era imposible que su amigo hubiera soportado tal cantidad de daño. Débil para su Enlace, pero su vida ya estaba muy tocada.
Para su sorpresa, Dylan sacó las extremidades y la cabeza del caparazón y se levantó echando humo por todo su cuerpo. Ryku no se lo podía creer. ¿Cómo podía seguir en pie? ¿Cómo su Enlace no se había desactivado después de todo lo que le había lanzado? A Ryku no le quedaban fuerzas para otra ofensiva, apenas se sostenía en pie y, aunque quisiera, ya no sería capaz de esquivar otro ataque. Dylan se veía en la misma situación, pero ya era un milagro que siguiera transformado.
Dylan dio un paso. Luego otro. Ryku fingió prepararse para defenderse. Entonces la pantalla gigante reaccionó y vació la barra de vida del Enlace de Dylan por completo, activando así, por fin, la Prioridad Humana.
El estadio estalló en vítores y el clamor fue mayor que nunca. Esta vez sí, después de dos proclamaciones falsas de Campeón, había nacido uno de verdad. La pantalla gigante lo dejó bien claro por si todavía quedaba alguien que no se hubiera dado cuenta: el nombre de Ryku, su cara y la palabra «campeón» lo ocupaba todo. El sistema de altavoces del estadio se puso a tocar una música digna del momento e incluso detonaron cañones de confeti que hasta ahora nadie sabía que estaban instalados. Todo era pura euforia.
El Enlace de Ryku se desactivó y gracias a eso recuperó la movilidad (no hubiera podido dar un paso más en su forma Pokémon). Lo primero que hizo no fue celebrar con todo el mundo su victoria, sino acercarse a su amigo que estaba de rodillas mirando el suelo. Comprendía a la perfección que debía doler muchísimo haber estado tan cerca del título de Campeón y haberlo perdido.
—¿Dylan? —Ryku tuvo que gritar porque el público aún no había gastado sus cuerdas vocales—. ¿Todo bien?
El joven de pelo azul oscuro respondió levantando un único dedo. «Dame un momento», significaba.
—¿Recuerdas cuando no pude parar de beber agua en casa de Blaine? —preguntó. Ryku ladeó la cabeza, confuso, pero respondió con un sí—. Creo que necesito un trago, pero no estoy sediento.
Ryku sintió un hormigueo. Hablando de sensaciones fantasma, ya tardaba en manifestarse las alas que no existían. Se dio un golpe en la espalda y se deshizo de la sensación.
—¿Piensas en eso ahora después de lo que acaba de pasar? Me impresiona que no estés triste por haber perdido el combate.
—Oh, lo estoy, no lo dudes. —Dylan se apoyó en una rodilla y se levantó por fin. No había derramado ninguna gota y su cara estaba entre tener una incomodidad y pensar en otra cosa a la vez. Intentó humedecerse los labios—. En serio, en cuanto tenga la oportunidad voy a tomar algo, aunque no lo necesite.
Ryku contuvo una carcajada.
—Oye, hazme un favor y explícame cómo funciona el mimético ese. Cuando usaste mi rayo hielo me dejaste sin palabras. Te adelantaste por sorpresa a mi intención de congelar la nube de vapor.
—No tiene mucho misterio: copia el último movimiento que haya usado el rival.
—Sí, pero después del rayo hielo usé mi hidrobomba. Debiste haber copiado ese movimiento en vez del otro, ¿no?
Ryku se encogió de hombros.
—No hace tanto que tengo el movimiento, así que no sé cómo funciona. Solo estoy seguro de que copia el último movimiento que me haya dado. La hidrobomba la bloqueé con el bloque de piedra del campo de batalla, pero el rayo hielo me clavó al suelo. Ese deber ser la causa por la que copié el rayo hielo. O tal vez porque quería copiar el movimiento por voluntad propia.
—Me vale con eso. No me sorprenderá otro entrenador o Pokémon que utilice ese ataque.
A Ryku le seguía incomodando el comportamiento de su amigo.
—¿De verdad has superado tan rápido el estar tan cerca del título de Campeón y que te lo haya arrebatado?
Dylan se puso algo más serio y asintió.
—Te seré sincero, Ryku. Mientras veía cómo conseguías las medallas, ya te tomaba con un obstáculo para convertirme en Campeón. Siempre que podía, te analizaba y buscaba posibles puntos débiles que explotar para este combate si se daba. Incluso ya vigilaba tus acciones cerca del final porque te vuelves más peligroso. Pero no ha servido de nada, ni siquiera mi ventaja elemental. Fuiste impredecible incluso conociendo tus puntos fuertes y débiles.
Dylan se calló. El público todavía no se había cansado de aplaudir y felicitar al nuevo Campeón de la Liga Pokémon, aunque ya empezaba a desvanecerse la euforia.
Ryku iba a decir algo, pero entonces Dylan continuó.
—Pero ya da igual. No soy una persona que lamente tanto tiempo las cosas. Sí, hoy no he conseguido mi objetivo y ha sido de la peor manera que podía imaginar. No obstante, también hay cosas buenas: he descubierto que el Alto Mando no es rival para mí y la próxima vez tú no estarás para arrebatarme el título de Campeón. Lo tendré un poco más fácil.
—Si Lorelei no se vuelve un muro impenetrable —dijo Ryku.
—Entrenaré todos los días. Si ella se fortalece, yo seré más destructivo.
Ryku extendió el puño. Dylan lo imitó.
—Sin límites…
—ni contenciones.
Terminada la conversación, Ryku saludó al público y Hiroyuki empezó a hablar. Un discurso que sonaba estándar, pero que no se había oído en mucho tiempo. Luego llamó a Lance y el líder del Alto Mando entró en el estadio con un micrófono. El hombre se acercó a los jóvenes y los felicitó.
—Habéis hecho un combate inolvidable. Dylan, eres un gran entrenador de Enlace. No dudo que lo volverás a intentar el año que viene.
—Volveré a ganar la Liga Pokémon —dijo el joven con convicción.
—Eso espero. El Alto Mando entrena muy duro después de perder una Liga Pokémon, más cuando nos ha sucedido dos veces el mismo año. No te quedes rezagado hasta entonces.
—Ya lo tenía pensado.
—En cuanto a ti, Ryku, espera un momento.
Lance se dirigió al público y consiguió que todo el mundo le prestara atención. La pantalla gigante marcó un primer plano del líder del Alto Mando para que se le viera bien. Habló a todos los habitantes de la región, ya estuvieran en el estadio, como en la ciudad de la Meseta Añil y las demás ciudades de Kanto. Se mostró contento y comentó que conseguir el título de Campeón era una hazaña que muy pocos entrenadores habían logrado. No especificó cuánto tiempo había pasado desde que se nombró al último Campeón (aunque Ryku sospechó que al menos fueron diez años, cuando vio una Liga Pokémon por primera vez) y que ya echaba de menos encontrar a alguien tan fuerte como para merecérselo. Mencionó a Ryku, pero hizo un llamamiento especial a Dylan, el cual dio un paso al frente y saludó al público, más concreto al sector donde estaban sus padres y amigos de ciudad Azafrán. Lance ayudó a recordar que, aunque no hubiera ganado, había superado el desafío del Alto Mando y lo felicitó en público por ello. La gente del estadio aplaudió a Dylan con fuerzas, animándolo a volverlo a intentar el próximo año. Lance permitió que el joven se deleitara un rato antes de continuar. Luego añadió un comentario que promocionó la próxima Liga Pokémon en la que podía cumplirse una nueva hazaña: proclamar dos Campeones consecutivos. Eso daría muchas más razones a la gente de Kanto de asistir al evento del próximo año.
A partir de ahí, Hiroyuki tomó el relevo y declaró el final de la Liga Pokémon, pero el comienzo de la fiesta en la ciudad para quien le sobraran fuerzas para disfrutar un poco más.
Ryku y Dylan siguieron a Lance hasta el pasillo de acceso al interior del estadio. Allí había un trabajador que esperaba a Dylan para acompañarlo a la habitación donde estaba sus pertenencias. El joven se despidió de Ryku y desapareció con el trabajador por los pasillos.
—Bien, Ryku —dijo Lance—. Es hora de inmortalizarte para la posteridad.
El Hall de la Fama era un diminuto museo con una planta baja para turistas y otra para los ganadores de la Liga Pokémon. Para entrar en la segunda, se debía cruzar un puente que conectaba el museo con el estadio y que estaba restringido a cualquiera que no tuviera un permiso explícito. Lance hizo unas comprobaciones antes de abrir la puerta metálica del piso superior del museo y, al abrirse, un chorro de luz recorrió el puente.
Ryku estaba sin habla. Ante él se extendía una sala rectangular con decenas de bombillas iluminando el interior. Las paredes tenían cuadros de distintos entrenadores con hasta seis Pokémon distintos a su alrededor y había unos pedestales que mostraban hologramas de los pocos entrenadores de Enlace que habían ganado la Liga Pokémon. Había nueve y solo tres estaban ocupados. Al fondo descansaba una máquina llena de decoraciones ostentosas.
Ryku no lo pudo evitar y se paseó mirando a los otros Campeones de la Liga Pokémon de Kanto. Los entrenadores de los cuadros parecían antiguos, anteriores a la época de la tecnología Enlace. Ninguno de ellos portaba un brazalete Enlace, sino un cinturón con seis pokéball, uno por cada Pokémon que estaba junto a ellos. A Ryku le llamó mucho la atención un entrenador que tenía en su equipo un Charizard. Se llamaba Rojo y lo rodeaban un Pikachu y un Lapras felices, además de tener un Blastoise, un Venusaur y un Snorlax.
—Veo que te interesa Rojo —dijo Lance.
—Se le ve más joven que yo —observó Ryku.
—Los registros dicen que ganó la Liga Pokémon con tan solo diez años.
Ryku se dio la vuelta con los ojos muy abiertos.
—¿Diez? —A esa edad él ni siquiera había conseguido que Antorcha evolucionara a Charizard y Rojo ya había ganado la Liga Pokémon con uno.
—Según dicen, fue todo un prodigio, un auténtico maestro Pokémon.
—¿Te enfrentaste a él? —preguntó Ryku, curioso.
—No. No formaba parte del Alto Mando entonces. Pero admito que me hubiera encantado luchar contra él. Por desgracia, nadie sabe nada de su paradero.
Ryku echó un último vistazo a la foto de Rojo y se centró en otras cosas. Tuvo curiosidad por saber cuánto hacía desde el último Campeón que fue un entrenador de Enlace. Si iba por orden de obtención del título, entonces debía ser el último de los pedestales con holograma. El primero de todos databa de casi treinta años atrás, el segundo de veintiocho y el tercero de veinte. Ryku había conseguido el título veinte años después del último Campeón. «Con razón Lance no se acordaba de la última vez que alguien ganó la Liga Pokémon —pensó Ryku—. Quizá ni siquiera era líder del Alto Mando».
Lance se adelantó y encendió la máquina del fondo. Esta emitió unos pitidos y a funcionar como si hiciera mucho que no lo usaban. ¿De verdad no lo habían mantenido en los últimos veinte años? No tenía sentido, pero la posibilidad estaba.
—A veces pienso que nos excedimos con las medidas de seguridad —comentó Lance. Volvió a pulsar el botón y lo mantuvo presionado unos segundos hasta que la máquina pitó. Le saltó una luz roja—. Espera, ¿cómo funcionaba? Ah, ya. Así. —Volvió a presionar el botón y la máquina respondió con una luz verde.
Lance giró la cabeza y llamó a Ryku. El joven se reunió con el hombre y miró la máquina. La superficie imitaba la parte inferior de un brazalete Enlace incompleto.
—Pon ahí el brazalete por el lado interno hasta que notes que encaja —dijo Lance—. Luego pulsa el botón que te indique, colócate justo ahí y deja que suceda la magia.
Ryku se quitó el brazalete Enlace (cambió el brazalete blanco por el suyo antes de tomar un ascensor que llevaba al puente del museo), y lo depositó en el agujero de la máquina. Tuvo que aplicar un poco de presión y moverlo hasta que se acopló a la perfección. La pantalla del brazalete brilló y se activó por sí solo el módulo Enlace. Un pitido captó su atención y un botón en un panel lateral se iluminó de forma intermitente, incitándolo a presionarlo. Ryku lo hizo y retrocedió donde le había indicado Lance.
La máquina se volvió como loca. Empezó a rugir con fuerza y una música que venía de la parte trasera del aparato empezó a sonar para solapar el ruido. Una melodía épica, acorde a lo que se estaba haciendo. Un panel oculto apareció y asomó una cámara. Ryku supo lo que había que hacer y adoptó una postura con la que quedaría inmortalizado. No tuvo mucho tiempo, así que eligió una simple antes de que la máquina comenzara el escaneo. Cuando terminó, la cámara se escondió detrás del panel y este desapareció. La música duró alrededor de treinta segundos más y luego se calló. Una pequeña nube de humo salió por detrás del mueble y las luces enfocaron uno de los pedestales. De él emergió la figura de Ryku con la postura en la que había sido analizado. Luego todo volvió a la normalidad y la máquina pasó a otro proceso menos llamativo.
Un minuto después, el brazalete Enlace se desacopló de la máquina y Ryku lo recuperó. La parte inferior estaba bastante caliente, así que esperó a que se enfriara antes de volvérselo a poner.
—No te olvides de la tarjeta.
—¿Qué tarjeta?
Un compartimento de la máquina se desbloqueó. Ryku terminó de abrirlo y tiró de él. En su interior había una tarjeta idéntica a la de entrenador de Enlace que había en su brazalete, a excepción de estar marcada con los símbolos de la Liga Pokémon y el plástico era de un dorado brillante.
—Tu tarjeta de Campeón —dijo Lance—. Por si hay quien no cree que hayas superado el desafío del Alto Mando, algo que sucede con más frecuencia de lo que debería. Es única en su existencia, así que procura no perderla, aunque también hay una versión digital en tu brazalete. A partir de ahora, tu tarjeta de Entrenador de Enlace será esta.
El joven miró feliz la tarjeta y la sopesó en sus manos un rato. Luego se la guardó bien en el bolsillo y se acercó a su pedestal y admiró su silueta. Ahora formaba parte de la historia de la Liga Pokémon, de los entrenadores que fueron capaces de derrotar al Alto Mando y merecerse el título de Campeón de Kanto. Casi se le cayó una lágrima. Después de tanto, lo había conseguido. Había cumplido su objetivo de ser un entrenador de Enlace formidable. Pero por encima de todo, había honrado a Antorcha, el Charizard que lo ayudó a llegar a donde estaba ahora.
Había cumplido, por fin, la promesa que le hizo.
Chapter 44: Monstruo
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Los días posteriores a la Liga Pokémon perdieron emoción. La gente no estaba tan interesada por el torneo del resto de aspirantes. O tal vez el desafío del Alto Mando había saciado las ganas de ver un combate Pokémon, aunque era más probable que el público que hubiera quedado sin voz.
Cuando se declaró el fin de la Liga Pokémon, empezó la pesadilla para Ryku.
Ahora era una persona famosa, la comidilla de toda la región. Algo con lo que no había contado después de ganar. Fue un suplicio regresar a casa de no ser por Horti. Sin embargo, incluso en la seguridad del hogar, no hubo momento en el que Ryku se sintiera acosado. Al menos solo era gente de ciudad Verde y Dalia se encargó personalmente de que no vinieran tantos visitantes bajo la excusa necesitar silencio para la investigación de la nueva especie de Pokémon. Gracias a su renombre como Profesora Pokémon, Ryku solo recibió felicitaciones de la gente del pueblo. Eso lo toleraba.
Poco a poco se acostumbró a la fama. Dylan lo llamó y le contó que, incluso siendo un supuesto subcampeón de la Liga Pokémon, también estaba en una situación similar. Los dos jóvenes unieron fuerzas para superar la tormenta y esperar a que la gente ya se habituara a la existencia de un nuevo Campeón.
Antes de recibir cualquier tipo de invitación a los distintos canales de televisión, Kanto ya se había hecho una idea de quiénes eran Ryku y Dylan. Habían realizado reportajes en los que preguntaban a los líderes de Gimnasio, cada uno narrando sus respectivos combates con ellos, y a gente que afirmaba conocerlos como Kendo o Bill. Incluso entrevistaron a Reina. Ryku se alegró mucho al ver a Cubone feliz a su lado. Cetile fue una sorpresa inesperada al no aparecer siquiera en la sección donde hablaba Erika. No la había visto desde que empezó la Liga Pokémon. La llamaría en cuanto las cosas se calmaran.
Ryku apareció en distintos programas como invitado. Algunos solo eran una entrevista para un documental de los Campeones de la región y otros para que narrara su experiencia desde que inició su viaje Pokémon hasta ganar la Liga Pokémon y se divirtiera con las cosas que se hacía en el programa. Cuando reveló que Dylan había sido su acompañante, todo el mundo se volcó en quien habían declarado extraoficialmente como su rival. Ryku se disculpó por la marabunta que le había lanzado a su amigo, pero Dylan aprovechó la ocasión para jurar que obtendría el título de Campeón el próximo año ahora que sería un poco más fácil sin Ryku como obstáculo.
Pasaron las semanas y la fama de Ryku se estabilizó. La gente ya buscaba otros entretenimientos. Eso no significaba que pasara desapercibido siempre. Ryku podía por fin centrarse en otras cosas más importantes para él.
Llamar a Cetile le costó más de lo que esperaba. Al parecer, Cetile tenía miedo escénico y optó por desaparecer hasta que la gente ya no le importara hablar de la Liga Pokémon. Se disculpó por su ausencia y aclaró que quería felicitarlo desde el primer día su logro, pero la gente de los periódicos y la televisión se adelantó. A Ryku le bastó con saber que no había perdido su amistad porque ahora fuera famoso. Se prometieron volver a verse cuando surgiera una oportunidad.
Acto seguido, Ryku hizo la llamada que más quería realizar. Por desgracia, Liza no respondió ni una sola vez. Aquello extrañó a Ryku. Liza siempre encontraba un hueco para hablar con él sin importar lo que hiciera en ese momento. Era raro. Muy raro. Con la gran noticia que tenía y que seguro que había llegó más allá de Kanto, algo debía ir mal. Ryku contuvo la necesidad de insistir por si de verdad Liza estaba ocupada, pero no impidió que lo intentara al menos una vez al día.
Ryku no tenía nada que hacer después de ganar la Liga Pokémon más que sacar a pasear a Aradya por el campo y jugar con ella. Al principio era divertido, no había tenido ocasión de disfrutar del regalo de Bill como sus padres y la Eevee se había encariñado mucho con él. Ya no había forma de que durmiera en otra parte que su habitación.
Un día Ryku investigó los beneficios que otorgaba ser un Campeón más allá de la fama. No tenía sentido que el título más ambicionado solo proporcionara eso. Debía haber algo más a lo que solo los Campeones pudieran acceder. Entonces recordó aquella cueva de ciudad Celeste a la que Dylan comentó que solo podían entrar los Campeones. Sería una buena forma de seguir entrenando y distraerse. Y ya que estaba, ¿por qué no invitar a Dylan y Cetile? Su amiga no había estado en ciudad Celeste y le encantaría visitarla. Dylan, por otro lado, sería más complicado de convencer. Dejó claro que no le apetecía entrar en la cueva porque los Pokémon eran unos tramposos.
—Iré.
Ryku se quedó perplejo ante la rápida respuesta de su amigo cuando le propuso la idea por holomisor.
—¿Pero no decías que…?
—Sé lo que dije —repuso Dylan—. Pero he cambiado de parecer. Antes me negaba porque no quería entrar por mi cuenta, pero si a ti te dan ganas de explorar la cueva, supongo que podríamos usarla como entrenamiento. Pero ¿estás seguro de que es buena idea invitar a Cetile? Será peligroso para una entrenadora de Enlace que no lo usa para combatir.
—Supongo que no la dejarán entrar, pero se lo compensaremos haciendo de nuevo turismo por la ciudad. Quién sabe, a lo mejor hasta Bill acepta que lo visitemos otra vez y lo aprovechamos para agradecerle los Eevee que nos regaló.
—Hmmm —Dylan se lo pensó por casi un minuto—. Es un buen plan. ¿Ya se lo has dicho?
—Todavía no, Lo haré después de esta llamada.
—Dile que puedo reunirme con ella y los dos te esperamos en el STA de ciudad Celeste. Quien llegue antes al punto de reunión que avise a los demás. ¿Te parece bien?
—Perfecto. Acordaré un día y te lo pasaré. Hasta entonces.
Ryku se levantó temprano para llegar pronto a Ciudad Celeste. Se preparó para estar allí todo el día, quizá dos dependiendo de lo peligroso que resultara la Cueva Celeste. Es algo que le había advertido a Dylan y Cetile que podía ocurrir.
Entró en Ciudad Verde, fue directo al STA y compró un billete de ida a ciudad Celeste con el servicio de los entrenadores de Enlace de tipo volador. Mientras esperaba a un entrenador disponible, Ryku se dedicó a hablar con unos supuestos fans que se le acercaron. Al cabo de un rato, un hombre empezó a gritar su nombre y Ryku se despidió de sus admiradores antes de tomar el vuelo.
Aterrizó en el STA de ciudad Celeste antes del mediodía. Ryku buscó a sus amigos, pero no había ni rastro de ellos. Debió de ser el primero en llegar, así que los llamó para avisarlos de que ya estaba en el punto de reunión.
—Nosotros también estamos en la ciudad —dijo Dylan en la llamada—. Pero ya conoces a Cetile: se distrae con cualquier cosa que valga la pena fotografiar, sobre todo si son plantas.
—Nunca me prives de visitar una de las ciudades de la región en la que no he estado —replicó la voz de Cetile a lo lejos—. Además, creía que Ryku tardaría más tiempo en aparecer porque pueblo Paleta no está cerca.
—Tiene un Enlace que puede volar, ¿de verdad creías eso?
—Me he equivocado, ¿vale? No hace falta que me lo restriegues.
—Solo señalaba lo obvio.
Ryku pudo hacerse una imagen mental de lo que estaba haciendo Cetile fuera del alcance de la cámara holomisor. O le había hecho un gesto insultante, aunque gracioso, a Dylan o lo había ignorado y había vuelto a fotografiar lo que le hubiera llamado la atención.
—Creo que esto va para largo. ¿Cambiamos el punto de reunión al albergue de la ciudad? —preguntó Dylan—. No estamos muy lejos y podremos alquilar las habitaciones en un momento.
—De acuerdo. Nos vemos allí.
—Si la reina de las plantas no se distrae otra vez.
—¡Lo he oído!
Ryku terminó la llamada y marchó hacia el albergue. Dentro, reconoció la diadema verde sobre un cabello castaño que llegaba hasta la mitad del cuello. Cetile miraba el albergue como si nunca hubiera estado en uno, aunque no le interesaba lo suficiente para sacar la cámara. Por otro lado, Dylan estaba en recepción alquilando su habitación. Ryku llamó la atención de ambos y solo Cetile corrió a reunirse con él mientras Dylan terminaba su transacción.
—Se te ve bastante animada—observó Ryku.
—Pues claro. Después de esto, solo me quedará ciudad Plateada y habré estado en todas las ciudades de la región. No creía que fuera capaz de conseguir eso hasta dentro de unos años cuando mis padres me vieran más hábil con mi Enlace para viajar por mi cuenta.
—¿Has seguido entrenando?
La joven dio un paso atrás, anonadada.
—¿Quién te lo ha dicho? —Ryku arqueó una ceja. No requirió de nada más para conocer la respuesta—. Erika… En fin, sí, he estado entrenando un poco cada día después de las clases de botánica de mi prima. Pero estoy muy lejos de tu nivel y el de Dylan. Fuisteis increíbles en la Liga Pokémon, en todos los combates, incluido el vuestro.
—Bueno, eso lo dices ahora. Quizá puedas vencer a Dylan gracias a la ventaja de tipo elemental de tu Enlace.
—Seré débil al tipo planta, pero ya veremos si es capaz de aguantar mis ventiscas y rayos de hielo —dijo Dylan que había escuchado esa parte de la conversación. Hizo un movimiento con la mano por si todavía sus amigos no se habían percatado de que estaba a su lado—. Cetile sabrá mejor que nadie que las plantas no soportan el frío. Ahora bien, ¿desde cuándo está entrenando para realizar combates Pokémon?
Cetile se enfurruñó.
—Adiós a la sorpresa que quería daros de ser más fuerte con mi Enlace. Pues nada. Sí, he estado entrenando desde que cada uno regresó a casa. Ya que vosotros os ibais a poner a entrenar para la Liga Pokémon, yo no quise ser menos. Así mejoraba mis capacidades de combate y ganaba alguno.
—Pues si te interesa, podemos entrenar juntos una temporada —propuso Dylan—. Yo voy a estar perfeccionando mis habilidades para la próxima Liga Pokémon y no me vendría mal practicar con un Enlace que parte con ventaja.
—Ya lo discutiremos. Ahora quiero disfrutar de lo que la ciudad pueda ofrecer.
Ryku fue a recepción y alquiló su habitación. Luego volvió con sus amigos y exploraron la ciudad.
Dylan fue el que más se aburrió de moverse por las calles de la ciudad porque, según él, lo tenía muy visto. Ryku también le perdió el encanto pronto, no había nada que le llamara la atención y lo poco que sí ya lo había visto en su primera visita. Por su parte, Cetile disfrutó cada paso por las calles de la ciudad. Pasaron por el Gimnasio y saludaron a Misty y sus hermanas. Se notaba que ya no celebraban combates de Gimnasio y se centraban más en sus espectáculos acuáticos. Además, tenían el acuario subterráneo. Los invitaron a formar parte del público de uno de ellos, pero Ryku y Dylan lo rechazaron porque querían aprovechar el día explorando la cueva Celeste.
—Parece que no tuvisteis suficiente con la Liga Pokémon, ¿eh? —dijo Misty—. Esa cueva es uno de los lugares más peligrosos de la región por lo poderoso que son los Pokémon que viven ahí.
—Eso, tú métenos más miedo en el cuerpo —replicó Dylan.
—No entendería el motivo —dijo Misty—. La cueva será peligrosa, pero está más o menos al mismo nivel que la Calle Victoria. Si la superasteis sin problemas, podréis con la cueva. Eso sí, os recomiendo llevar repelentes en vuestro camino de regreso, no vaya a ser que los Pokémon salvajes de la zona os molesten más de la cuenta.
—¿Sabes si la cueva tiene algo más que Pokémon fuertes? —preguntó Ryku.
—No soy una Campeona, así que no puedo responder a eso. Deberás preguntar al hombre que trabaja en el edifico. Él te dará toda la información que necesites. Buena suerte.
Las hermanas de Misty charlaron con Cetile y ella sí aceptó la invitación de ver el espectáculo al igual que observar el acuario del Gimnasio.
—Así tendré algo que hacer mientras estáis en la cueva.
—Todavía hay que asegurarse de que me dejarán acompañar a Ryku —dijo Dylan—. Si vuelvo a tiempo, veré el espectáculo contigo.
Los tres amigos abandonaron el Gimnasio y visitaron lo poco que ciudad Celeste podía ofrecer. No pasaron ni dos horas para haber estado en cada rincón de la ciudad. Sin duda lo más destacable de esta era la casa de Bill y la playa al norte, todo lo demás era más local y poco atrayente incluso para una apasionada de las fotos.
Tomaron un descanso en la terraza de un restaurante cercano y Ryku y Dylan aprovecharon para contar con los recursos que se llevarían a la cueva. Repelentes, reiniciadores, algo de comida y bebida y un bañador y una muda completa por si acaso. Luego de unas últimas comprobaciones, partieron hacia la cueva.
Cetile optó por acompañarlos hasta la entrada del edificio mientras esperaba a que el espectáculo acuático de Misty y sus hermanas comenzara. Así se memorizaba el camino de ida y vuelta y podría esperarlos una vez las hermanas finalizaran su función.
Para llegar a la cueva Celeste, había que cruzar un puente que se dirigía hacia el oeste como un camino de vuelta al Monte Moon. El grupo pasó por el Puente Pepita, donde se encontró con los seis miembros que no tardaron en reconocerlos y saludarlos. Por una vez, Ryku se alegró de que no lo detuvieran para firmar ni hacerse fotos. Era algo que a ningún miembro del puente le interesaba. Más bien, le entusiasmó más invitar a Cetile a hacer el desafío del puente, a lo que la joven se negó porque todavía no se veía capacitada para vencer a seis entrenadores seguidos. Aunque no descartó hacerlo cuando se viera más confiada.
Al otro lado del puente que conducía a la cueva, había señales muy restrictivas sobre lo que se encontraba más adelante. Si seguían de frente, se toparían con una zona de alpinismo solo apta para montañeros experimentados, a la derecha había un sendero que los dejaría en la otra mitad de la playa, y a la izquierda, donde más señales había, indicaba la presencia de una zona de pesca y el edificio solo accesible por entrenadores profesionales. Ryku y Dylan compartieron una mirada y siguieron el camino de señales, el único que no paraba de recordar que era como un callejón sin salida. El grupo ignoró las señales y avanzó.
Después de seguir el río en dirección opuesta y tener el impresionante Monte Moon al otro lado, el grupo vio el edificio que buscaban. Era como cualquier otro relacionado con la Liga Pokémon: techo grande de color turquesa y forma de trapecio y estructura de piedra gris. Todo saliendo del Monte Moon como si hubieran hecho el edifico a partir de la misma roca. Las ventanas del piso superior estaban tintadas, pero no las de abajo. Sus ojos se posaron sobre la entrada principal al edificio. Eran unas puertas correderas corrientes, pero estaban destrozadas. Una parte colgaba por la parte superior y otra tenía el cristal roto. Se acercaron a la escena con cuidado por si algo los atacaba.
Dylan investigó las puertas mientras Ryku y Cetile llamaban a las autoridades.
—No funciona el holomisor —dijo Ryku—. Me da problemas de conexión cada vez que intento llamar.
—Me pasa lo mismo —añadió Cetile.
—¿Dylan?
El joven pausó su investigación, probó con su holomisor y obtuvo el mismo resultado.
—Tendremos que avisar en persona.
—Esperad. Antes deberíamos comprobar si alguien del edificio necesita ayuda —declaró Dylan—. Con un destrozo así, podría haber heridos.
Ryku se lo pensó unos segundos. No le terminaba de convencer la idea de entrar en la escena de un crimen por miedo a que lo relacionaran. Pero tampoco podía negarse a socorrer a quien lo precisara.
—Está bien. Tengamos las manos en los Enlaces por si los criminales andan cerca.
Dylan y Ryku entraron en el edificio con cuidado de no cortarse con los cristales de las puertas. Despejaron un poco el camino para que Cetile no quedara rezagada.
Solo los alrededores de las puertas demostraban las consecuencias de un asalto. Había una planta y un expositor con folletos que no habían sufrido ningún daño. Los escasos muebles del lugar estaban manchados de polvo y rasgados con algún que otro cristal desperdigado.
—Voy a ver si hay alguien arriba que necesite ayuda —dijo Ryku al ver las escaleras.
—Nosotros miraremos por aquí.
Ryku subió y se topó con unas cuantas puertas cerradas. Golpeó la madera y llamó a quien pudiera estar atrapado. No recibió respuesta en ninguna de ellas. Intentó abrir las puertas, pero los pomos no se movían. Estaban cerradas con llave.
—¡Ryku, aquí! —gritó Dylan.
Ryku bajó las escaleras y vio a sus amigos detrás de la barra de recepción. Dylan atendía a alguien tirado en el suelo y Cetile observaba la escena nerviosa.
Se trataba de uno de los empleados de la Liga Pokémon con su característico uniforme verde. Se había enfrentado a los asaltantes y había salido mal parado. La ropa estaba arrugada, incluso cortada en algunas partes. Dylan examinó si el corte era grave y no vio nada. Una buena noticia. Sin embargo, el hombre presentaba otras heridas en el cuerpo como unos hilillos de sangre caían por el pelo y diversas contusiones en la cara y las partes visibles del brazo y las piernas. El hombre no estaba inconsciente y reaccionó al ver la cara de Dylan. Se quejó por tratar de moverse y golpeó un teclado que colgaba del cable.
—Señor, ¿cómo se encuentra? —preguntó Dylan.
—¿Quiénes sois? —logró gesticular el hombre.
—Me llamo Dylan, soy de ciudad Azafrán. Ellos son Ryku y Cetile.
—¿Dylan? ¿Ryku? —Al hombre le dolía pensar—. Me suenan esos nombres. ¿De la Liga Pokémon?
—Así es. —Ryku corroboró las palabras de su amigo mostrando la tarjeta dorada de la Liga Pokémon. Pareció ser la chispa que reactivó al hombre, el cual se esforzó por adquirir una postura más cómoda a la vez que soportaba el dolor que le soltaba el cuerpo.
—Bendita sea la casualidad —dijo—. Creía que no vendría nadie. Este edificio tiene el peligro de quedarse aislado si no aviso con antelación.
—¿Qué ha pasado? —inquirió Dylan.
—Unos tipos… No, uno solo acompañado de un Pokémon se presentaron en la entrada del edificio con la intención de acceder al interior de la cueva. Yo me negué, por supuesto, Pero, el hombre insistió y fue menos amable que antes. Usó a su Pokémon y destruyó la entrada. Luego me amenazó y me atacó. A partir de ahí no sé qué pasó.
—¿Recuerdas la cara del hombre o el Pokémon que le acompañaba?
—El Pokémon parecía un Scyther marrón y con una cabeza plana como una herradura. No lo había visto en mi vida. El tipo vestía de negro y en la chaqueta había un símbolo dorado, creo. Tenía el pelo largo hasta los hombros y era oscuro. Rubio, quizá.
Ryku y Dylan intercambiaron una mirada y se pusieron tensos.
—¿Crees que…? —preguntó Ryku.
—La cabeza del Pokémon que ha descrito es el mismo que el del esqueleto del Kabutops, y la descripción del hombre… —volvió a dirigirse al trabajador—. ¿Por casualidad el símbolo dorado de la chaqueta era una letra como una «L»?
El trabajador hizo una mueca.
—Diría que sí, a menos que fuera un símbolo parecido.
Dylan asintió. Ya había obtenido suficiente información.
—Tanto el hombre como el Pokémon trabajan para el Equipo Leyenda —declaró. Miró a Ryku—. Y algo me dice que son los mismos que los que atacaron al presidente de Silph.
—¿Qué se les ha perdido en la cueva Celeste? ¿Acaso la Liga Pokémon custodia Pokémon legendarios? — preguntó Ryku.
—No sé a qué te refieres con Pokémon legendarios —replicó el trabajador—. Pero te aseguro que lo que tras esa puerta del fondo solo hay Pokémon poderosos y comunes: Arbok, Golbat, Rhyhorn, Rhydon, Seadra y demás. En el folleto de la estantería están todos registrados. Si hubiera alguno desconocido, ya lo habríamos catalogado.
—Entonces, ¿por qué tantas molestias por entrar en la cueva Celeste? No puede ser una distracción, no han sido tan sutiles.
—La forma de actuar del Equipo Leyenda es caótica— dijo Dylan—. Un día actúan como si solo fueran criminales comunes y al otro se atreven a hundir el barco más famoso del mundo.
—¿Y qué hacemos? —preguntó Ryku.
—No podemos pedir ayuda por los holomisores. ¿Hay algún teléfono en el edificio?
—Hay uno cerca del ordenador —dijo el trabajador.
Dylan lo encontró cortado por la mitad.
—Nada. La mejor solución es volver a la ciudad y avisar a la policía en persona. Y de paso a un médico. De eso puedes encargarte tú, Cetile.
—¿Por qué no los tres? —preguntó ella.
—Porque también deberíamos evitar que el Equipo Leyenda se haga con lo que sea que se esconde en la cueva. No deben salirse con la suya.
—¿Crees que podremos luchar contra ellos después de la última vez? —preguntó Ryku un tanto inseguro.
—Por supuesto. Somos mucho más fuertes que antes.
Dylan tenía razón. Con lo que habían entrenado para la Liga Pokémon, el Equipo Leyenda lo tendría más difícil para vencerlos.
—Yo no lo veo —dijo el trabajador—. Da igual que los dos ganarais al Alto Mando, no sois más que unos críos en comparación a esos miembros del Equipo Leyenda. Si os desactivan los Enlaces, quién sabe lo que os harían. Incluso si tenéis reiniciadores.
—Entonces lucharemos como último recurso —dijo Dylan—. Frustraremos su plan desde las sombras y quizá los podamos encerrar en la cueva hasta que llegue la policía.
—¿Lo prometéis? —quiso asegurarse el trabajador. Los dos jóvenes asintieron. El hombre seguía con dudas, pero acabó por ceder—. Está bien, os permitiré entrar en la cueva. Pero no lo olvidéis: nada de peleas a menos que sea necesario. ¿Entendido?
El trabajador enseñó a Dylan los pasos que debía seguir para abrir la puerta de la Cueva Celeste. El procedimiento habitual era usar una tarjeta de identificación, pero el miembro del Equipo Leyenda se la había llevado consigo y no había repuesto. No obstante, en el ordenador había un programa que la abría en casos de emergencia. Estaba muy bien protegido y Dylan falló varias veces antes de que la puerta emitiera un sonido y se abriera.
—Ya sabes qué hacer, Cetile —dijo Dylan.
—Id con mucho cuidado, ¿vale?
—Coged un folleto antes de entrar —sugirió el trabajador—. Hay un mapa que os ayudará a moveros por la cueva.
—Ya tengo uno.
Ryku y Dylan atravesaron la puerta y se adentraron en la cueva. Por un tiempo tuvieron que acostumbrarse a la poca luz que había y más adelante volvieron a tener adaptarse por las bombillas que colgaban del techo. La cueva tenía un aire místico, como si realmente hubiera algo especial en su interior. Los pasillos estaban húmedos y se podía oír el discurrir de un río cerca. Ryku y Dylan avanzaron con precaución admirando el paisaje de cristales que brotaban de los muros de roca. No se toparon con ningún Pokémon salvaje, pero no había que confiarse. Los que había nombrado el trabajador ya eran peligrosos y el folleto incluía una variedad bastante grande. Raichu, Sandslash, Marowak, Slowbro, Kingler… Pokémon que podían destruir sus Enlaces al instante.
Alcanzaron la orilla del río y Dylan miró el mapa del folleto. Este señalaba que el agua se dirigía hacia el final de la cueva, pero daba muchos rodeos antes de llegar a su destino. Ryku propuso ir volando con su Enlace, pero terminó cambiando de idea cuando no muy lejos hubo un derrumbe.
—El Equipo Leyenda está causando estragos en la cueva —dijo Dylan—. Debemos movernos rápido. Usemos los Enlaces.
Ryku y Dylan tocaron las pantallas de sus brazaletes y activaron los módulos Enlace. Después de la transformación, un temblor sacudió la cueva y el agua del río los salpicó. Fuera lo que fuera lo que estuvieran haciendo los dos miembros del Equipo Leyenda, parecían haber encontrado lo que buscaban.
Dylan se tiró al agua y controló la corriente sin dificultad. Ryku se separó del suelo lo suficiente para volar y esquivar posibles rocas que cayeran del techo. Recorrieron el río procurando no recibir ninguna sorpresa. Ryku, con la ventaja aérea, podía avisar a Dylan de la presencia de Pokémon salvajes cerca. Detectó un Seadra que nadaba a contracorriente, hacia Dylan, y lo pasó como si algo lo hubiera asustado. No hizo falta preguntarse qué era lo que lo había atemorizado cuando del propio río emergió un imponente Gyarados muy enfadado.
—Dylan, cuidado.
Pero no vio a su amigo. ¿Se había hundido en el río para pasar desapercibido? ¿Cómo se suponía que lo haría él? Tenía una llama en la cola que lo convertía en un faro con la poca luz que ofrecían las bombillas y volar no solucionaba el problema.
Por suerte, el Pokémon salvaje estaba más centrado en dos Pokémon de la orilla. Un Slowbro y un Rhydon habían decidido unir fuerzas para calmar o derrotar al Pokémon de agua. El combate duró poco, aunque fue muy intenso. El Rhydon cayó con suma facilidad de un coletazo del Gyarados y el Slowbro se protegió de un hiperrayo. Dylan surgió del agua y usó su rayo hielo para detenerlo, justo antes de que un Raichu saliera por el otro lado del río y descargara una enorme cantidad de electricidad sobre el cuerpo del Pokémon de agua. El Gyarados no se volvió a levantar. Luego todos los Pokémon que habían participado en el combate desaparecieron en las profundidades de la cueva.
Dylan disparó un proyectil de agua cerca del Charizard y así captar su atención. El dragón descendió mientras comprobaba que no hubiera más Pokémon salvajes cerca.
—Espero que esto haya sido por culpa del Equipo Leyenda y no que sea un día normal en la cueva —dijo.
—A saber. Un Gyarados está enfadado casi siempre, de modo que no sabemos si ha sido un día normal o el Equipo Leyenda lo ha usado como escudo para que no los molesten —explicó Dylan—. Menos mal que otros Pokémon han intervenido. No hubiéramos podido avanzar sin su ayuda.
—Démonos prisa. No descarto que se atrevan a destruir la cueva solo porque no han logrado su propósito.
Los dos jóvenes reanudaron el camino por el río. Ryku vigiló desde el aire por si había alguna emboscada de algún Pokémon al que también hubiera enfadado el Equipo Leyenda. Lo que veía lo dejó sin palabras. Los Pokémon de la zona huían o se escondían cuando oían el batir de sus alas. Algún que otro Pokémon, como un Graveler, no parecía amedrentado y estuvo a punto de lanzarle rocas, pero otro impidió el ataque y le habló para que se fueran lejos de él. Ambos Pokémon se hicieron unas bolas y se adentraron en un túnel.
—Dylan —gritó Ryku—, ¿el mapa había algo sobre túneles subterráneos dentro de la cueva?
—Hay una gran sala debajo del río, una especie de sótano. Debe ser el hogar predilecto de los Pokémon de la cueva porque no recomiendan ir abajo sin una buena preparación, incluso siendo Campeón. ¿Por qué lo preguntas?
—Todos los Pokémon que he visto o bien se han escondido detrás de una roca o bien se han adentrado por un túnel. Muy pocos habían elegido la opción de atacarme.
—Cada vez la cueva Celeste no es como había leído; la Calle Victoria es más peligrosa en comparación. En parte siento lástima por ellos, si no fuera…
Dylan no terminó la frase cuando de repente la corriente se intensificó y lo arrastró. El Blastoise pensó que podría con ello y consiguió ralentizarse con su impulso, Pero no fue suficiente cuando un bloque de hielo lo pilló por sorpresa y le arrebató toda resistencia a la fuerza del agua.
Ryku siguió a su amigo buscando el momento adecuado para ayudarlo. No llegó. Se detuvo cuando no muy lejos su amigo cayó por una cascada. Ryku no se preocupó por él, tenía el Enlace activado y Dylan se habría refugiado en el caparazón, aunque no descartó algún daño indirecto.
Sobrevoló la cascada y registró el agua. La espuma no ayudaba mucho, aunque era un alivio saber que más adelante estaba en calma. No detectó rastros de su amigo por ningún lado.
—Aquí.
Ryku se giró y localizó a su amigo haciéndole señas con el brazo no muy lejos de la cascada. Se había desplazado hasta el punto donde el agua solo proporcionaba un agradable baño.
—¿Todo bien? —preguntó Ryku.
—Un poco mareado por la caída, nada más. No esperaba que hubiera un desnivel tan abrupto del río. Unos rápidos vale, no una cascada. Tendría que haber mirado el mapa más en detalle. ¿Cuántos metros he caído? ¿Diez?
—Yo diría que más —dijo Ryku mirando la cascada—. He descendido lo mismo que cuando uso un movimiento sísmico, y suelo alzarme unos veinte metros como mínimo.
—Menos mal que tenía el Enlace.
Ahora que habían abandonado el río, Dylan se movía con gran soltura igual que Ryku en el aire. En algunos momentos el Blastoise buceaba y salía a la superficie notificando que la laguna era profunda, de varias decenas de metros. Si alguno de los dos perdía el Enlace en algún momento, lo mejor era no caer al agua.
Los dos jóvenes se toparon con una bifurcación del río. Una parte hacía que la corriente recuperara ligeramente su agresividad y el otro conservaba la calma. Dylan tuvo una atracción más por el lado tranquilo que por el agitado y Ryku lo apoyó en la decisión. Entonces escucharon por primera vez un grito humano. Dylan no consiguió localizar la dirección por la que había venido, pero Ryku sí. El Charizard señaló el lado tranquilo de la bifurcación, algo que alivió a Dylan.
Los gritos se hicieron más intensos, aunque costaba comprender que decían. Dylan hizo un gesto a Ryku y ambos se detuvieron. El Blastoise indicó la orilla de la izquierda, salió del agua y desactivó su Enlace. Le señaló a Ryku que hiciera lo mismo y él, algo confundido, realizó el consejo.
Un temblor sacudió el entorno.
—Nuestros Enlaces se pueden detectar desde muy lejos, sobre todo el tuyo —explicó Dylan—. Si queremos actuar desde las sombras, debemos procurar que el Equipo Leyenda nos detecte.
Ryku asintió, comprendiendo la decisión de su amigo y ambos se movieron en sigilo en dirección a los gritos de la persona que los soltaba. Cuanto más se acercaban, más claro se hacía su voz y más se notaba el epicentro de los temblores.
Algo que no había percatado Ryku hasta entonces era la ausencia de Pokémon salvajes en la zona.
—¿Por qué no dejas de esconderte y aceptas el desafío del combate? —preguntó la voz.
Ryku se estremeció y redujo su movimiento. Su mente trajo el recuerdo del hombre que casi estuvo a punto de matarlo en el edificio de Silph si no hubiera sido por su amigo. Aquello confirmó que quienes estaban en la cueva eran los mismos que amenazaron al presidente de la empresa y organizaron el secuestro del edificio entero. Dylan le tocó el hombro, estaba con él en todo momento. Ryku agradeció el gesto y siguió avanzando.
Se detuvieron en una roca alta que les permitía vigilar al Equipo Leyenda y el entorno. Estaban posicionados en el extremo izquierdo de una zona amplia con enormes estalagmitas como pinchos y alguna que otra columna natural que tocaba el techo. No había las suficientes para pensar que lo estaban sosteniendo y alguna ya se había destruido. En el lado derecho solo había el final del río, una laguna de aguas oscuras, el mismo color que indicaba una gran profundidad.
—Eres listo, he de admitirlo. Has conseguido esconderte de todos a plena luz y hemos tardado mucho tiempo en encontrarte de nuevo — decía el hombre de pelo rubio—. Y tampoco te has teletransportado porque sabes que eso te delataría.
Dylan no entendía a quién le estaba hablando el hombre. El Kabutops no andaba lejos, las gruesas y afiladas cuchillas clavadas en una de las estalagmitas. Acompañaba el discurso del hombre de pelo rubio con unos rugidos agudos y burbujeantes.
—Cuanto más tardes, peor para ti. Kezura.
El Kabutops saltó de la estalagmita y la cortó de una cuchillada. Luego la golpeó con tanta fuerza que la convirtió en una lluvia de rocas y dio un pisotón que hizo temblar del suelo y se formaron pequeñas bocas de las cuales salía fuego que el agua contrarrestaba. Ryku y Dylan habían encontrado el epicentro de los temblores.
El hombre rubio y el Pokémon prehistórico esperaron una respuesta de aquello a lo que gritaban y atacaban. Cada segundo que transcurría puso en tensión a todos los presentes, aunque el hombre del Equipo Leyenda no fue tan paciente.
—¿No quieres salir? Está bien. Entonces nos marchamos. Hemos malgastado un precioso tiempo y no voy a arriesgarme a que descubran lo que he hecho aquí. ¡Kezura! —El Kabutops corrió hasta colocarse al lado de su compañero—. Es una lástima, pretendía que esto fuera algo en el que ganásemos todos. Tú volvías con nosotros y yo me aseguraba de que recibieras información sobre esa niña que tanto te interesa.
Ryku y Dylan se ocultaron detrás de la roca cuando el hombre estuvo a punto de darse la vuelta. Apenas unos segundos después resonó por toda la cueva el rugido de un Pokémon que jamás habían escuchado.
—Ahí estás. ¡Kezura!
Ryku y Dylan asomaron la cabeza y miraron lo que estaba pasando. Un nuevo Pokémon había entrado en escena, uno que ninguno de los dos jóvenes reconoció. Era bípedo y media dos metros. Su piel era grisácea con el vientre púrpura que se extendía por una larga cola. Sus manos tenían tres dedos que terminaban en almohadillas, igual que sus pies. Dos protuberancias le salían de la cabeza que bien podrían ser cuernos o sus orejas. El Pokémon miró a Kezura con unos ojos fulminantes, como si de verdad pudiera matar al Pokémon prehistórico con un pestañeo.
Ryku miró más en detalle y el rostro del Pokémon gris le resultó familiar, como si ya hubiera visto esa cara antes. Su mente hizo la conexión en un momento y se puso muy nervioso. «Oh, no. Al final lo consiguieron».
El Kabutops repitió el ataque con sus cuchillas por delante y el clon de Mew lo repelió con una gran barrera violeta. El Kabutops falló, pero al tercer intento logró romper la barrera y golpear al Pokémon gris, que retrocedió de un grácil salto. El Pokémon de agua le rugió y afiló sus garras, pero el clon de Mew no dudó en contraatacar y usar sus poderes psíquicos para inmovilizar al Kabutops con una sola de sus manos.
Entonces el clon clavó su mirada en el hombre rubio. Hubo un silencio corto que Ryku comprendió el significado. Si ese Pokémon era el clon de Mew, poseería sus poderes. Estaba usando la telepatía con el hombre rubio.
—Perdona a mi compañera. Es un poco impulsiva y le encanta pelear —se disculpó el hombre del Equipo Leyenda.
El Pokémon psíquico frunció el ceño y presionó sobre el cuerpo del Kabutops que soportó el dolor.
—Solo era para que se quedara en el sitio, no que atacara —dijo el hombre. Ryku vio cómo se llevaba una mano al bolsillo y luego la sacaba convertida en un puño—. Ahora, si eres tan amable de cumplir con tu parte del trato, haré lo mismo con el mío.
El Pokémon gris no se fiaba en absoluto de la palabra del humano. Sabía lo que escondía en el puño y no estaba dispuesto a ceder sin pelear. El hombre ya intuyó la reacción del Pokémon y lanzó una Pokéball de color morado. Incluso habiéndola tirado en la dirección errónea, la Pokéball se reorientó y voló hacia el Pokémon psíquico, el cual levantó el brazo libre y con un poder psíquico inmenso detuvo la Pokéball morada y le aplicó tal presión que la bola quedó inservible, incapaz de atrapar nada en su interior.
El hombre soltó un gruñido.
—Sabía que una Masterball y su «captura infalible» no sería suficiente para ti. Habrá que recurrir a la vieja usanza, entonces.
Ryku y Dylan observaron al el hombre activar su Enlace y convertirse en aquella masa amorfa rosada que no medía ni medio metro. Ahora que volvía a verlo, Ryku reconoció que el Enlace de ese hombre pertenecía a un Ditto. Tenía sentido: el Equipo Leyenda creó a ese Pokémon. Y tanto Dylan como él sabían de lo que era capaz.
El Ditto no tardó ni un segundo en abandonar su forma amorfa y empezar a brillar y a hacerse más y más grande, desarrollando brazos, piernas y una cola. Solo había dos Pokémon que pudiera copiar, y estaba claro cuál había elegido.
El hombre rubio ahora era una copia del Pokémon psíquico. Admiró su nueva forma y se deleitó con el inmenso poder que sentía. Lo probó con su homónimo, el cual se vio obligado a liberar al Kabutops para defenderse. Se le veía muy satisfecho a pesar de no haber herido al clon de Mew. Entonces, entre el disfrute, percibió algo y giró la cabeza. Pareció hablar, pero sin un Enlace activo no se le podía entender. Dio una especie de orden al Kabutops y este se preparó para disparar un chorro de agua hacia el escondite de los jóvenes.
Ryku y Dylan se llevaron las manos a los brazaletes y activaron sus Enlaces justo cuando una hidrobomba destruyó el refugio. Abandonaron el escondrijo y entraron en escena transformados en Pokémon. Habían prometido huir si los descubrían, pero ¿cómo escapabas de un Pokémon que no sabías de lo que era capaz? Ryku pidió perdón al trabajador.
—¿Qué tenemos aquí? ¿Un Campeón y su compinche? —dijo el hombre con desdén—. No, no solo eso. Una pareja compuesta por un Blastoise y un Charizard. ¿Dónde lo habré visto antes? Ah, sí, en Silph. Sois esos dos críos que intentaron detenernos una vez. ¿Acaso pensáis que después de vencer a los supuestos mejores entrenadores de la región vais a poder conmigo? No le tenéis miedo a la muerte, por lo que se ve. Especialmente tú, Charizard. —Clavó esa mirada penetrante del Pokémon psíquico en Ryku—. Pero estáis de suerte, tengo cosas más importantes que encargarme de vosotros. Kezura, diviértete mientras me ocupo de nuestro amigo.
El Pokémon psíquico original intentó golpear por sorpresa a su impostor con una lluvia de estrellas. Por desgracia, su rival ahora tenía las mismas capacidades y las bloqueó con una barrera. El Pokémon gris sabía que solo un fallo inclinaría la balanza a favor de uno de los dos.
El Kabutops no tardó en desviar su atención hacia la pareja y en rugirles a modo de intimidación. Funcionó un poco con Ryku, pero no con Dylan. El Blastoise estaba decidido a no perder el combate. Clavó las cuchillas en el suelo y expulsó una hidrobomba directa al Charizard. El Blastoise reaccionó y contraatacó con su propia hidrobomba. El Kabutops no hizo ningún ademán de querer esquivarlo hasta que ambos chorros estaban a punto de golpear al objetivo. Levantó unos pedazos de roca cuando extrajo con furia las cuchillas del suelo y las usó para dividir el chorro de agua del Blastoise en otros más pequeños e inofensivos.
Ryku adivinó la trayectoria de la hidrobomba y la esquivó con facilidad. Al volver a enfocar la mirada en el Kabutops, lo había perdido de vista por un segundo en el que el Pokémon prehistórico redujo para la distancia con el Blastoise y atacó con las cuchillas. Algo no iba bien con ese Enlace. Cuando había lanzado la hidrobomba, había podido ver todos los movimientos sin problemas, pero en ese desplazamiento había desaparecido como si se hubiera teletransportado. ¿Era cosa suya o ese Pokémon era mucho más de lo que aparentaba?
Dylan hizo un esfuerzo para resistir la cuchillada del Kabutops y lo rechazó con una exitosa resolución del movimiento refugio. Ahora el Blastoise era más resistente a golpes físicos.
El Kabutops entendía la situación y optó por diversificar sus ataques. El Blastoise era un enemigo fuerte y, a pesar de compartir un tipo elemental de resistencia mutua, su tipo secundario la anulaba. Y cuanto más aumentasen sus defensas físicas, menos efectivos serían sus ataques. Sin embargo, por mucho que el Charizard se viera como un Pokémon peligroso, sus ataques de fuego no le hacían ni cosquillas y eso lo convirtió en un blanco perfecto de sus ataques. Solo había que resolver un pequeño problema: quitarle el beneficio del vuelo. Y, qué suerte, disponía de un entorno ventajoso para cualquiera de sus elementos. Agua y rocas. Solo necesitaba uno y el Charizard dejaría de volar.
Eligió el agua. No era lo más letal que tenía, pero quería una utilidad adicional, algo que fuera de ayuda incluso a su compañero en su lucha contra el Pokémon psíquico. Aun así, no era una maestra del movimiento que emplearía y necesitaba unos segundos de carga. Con dos Pokémon que pudieran romper su progreso, iba a ser una tarea casi imposible. Casi. Dio un pisotón que ocultó clavando sus cuchillas en el suelo. El Blastoise y el Charizard creyeron que iba a repetir la hidrobomba y ya estaban a punto de rechazar la ofensiva cuando el Blastoise recibió el resultado que quería. Una de las patas del Pokémon tortuga se hundió en el sueño que anuló el agua que estaba acumulando en sus cañones y un géiser de lava brotó de la nada y le quemó parte del cuerpo. El Pokémon gritó de dolor y la lava lo empujó contra los restos de su antiguo escondite. El Charizard había salido ileso del ataque y se distrajo por el posible estado de su compañero. El Kabutops rugió y emitió un aura azulada que pasó de su cuerpo a los agujeros que crearon las cuchillas. Entonces el Charizard reaccionó y se dispuso a atacar y romper el curso de su siguiente ofensiva. Pero fue demasiado lento.
Ryku sintió un nuevo temblor en el entorno, aunque la tierra no era lo que se sacudía. Creyó que venía del combate entre los dos Pokémon psíquicos, pero ellos seguían en una igualdad de condiciones de combate. Cada herida que recibía uno, este se curaba con sus poderes. No había ninguna ventaja entre ellos. Entonces su instinto de supervivencia lo alertó. Oyó el sonido del agua agitándose y se desplazó para evitarlo.
No sirvió para nada.
El Kabutops había creado una ola con el agua de la laguna, tan grande que la cresta acariciaba con suavidad el techo de la cueva. La ola se movió y cayó sobre el área de combate y ahogó todo lo que hubiera allí. Los únicos Pokémon que soportaron el ataque fueron el Blastoise y el propio Kabutops. Todos los demás tuvieron serias dificultades por aguantar.
Cuando la ola desapareció, dejó toda zona empapada con charcos en los surcos que el Kabutops creó con sus cuchillas. El Blastoise apareció cerca del Charizard, socorriéndolo y ayudándolo en lo que pudiera. El Kabutops se lamentó de no haber sentenciado al dragón de un solo ataque, aunque seguro que estaba cerca de sacar a la luz al humano que era. Habría sido un momento perfecto si no fuera por la voz que oyó y lo paralizó.
—¡Contente un poco, Kezura! No estamos en campo abierto para que hagas gala de todo tu poder.
Los dos Pokémon psíquicos habían aguantado los cientos de litros de agua con una barrera violeta con la forma de una burbuja. Ninguno de los dos había sufrido daño alguno del movimiento del Kabutops. Aun así, la balanza no se decantó a favor de ninguno y retomaron la pelea como si no hubiera pasado nada.
Dylan vio la oportunidad de atacar al Kabutops ahora que estaba triste por la regañina de su compañero y disparó una hidrobomba. El Kabutops reaccionó al escuchar el ataque y trató de bloquearlo. Aun así, el daño que le causó fue superior a sus defensas y solo consiguió evitar que el torrente lo arrastrara por el terreno. El primer impacto dijo al Blastoise que el Kabutops era muy rápido y frágil a la vez. Si aguantaba lo suficiente, podría terminar el combate en pocos golpes.
El Kabutops permaneció unos instantes con todas sus extremidades adheridas al suelo y luego rugió con una enorme ira acumulada que liberó sus cuchillas y patas destrozando la roca que era su obstáculo. Concentró su poder que se materializó en forma de un aura blanca. El Blastoise y el Charizard se prepararon para bloquear o esquivar y eso divirtió al Pokémon prehistórico. No podrían hacer nada de las dos cosas. El aura se expandió y se desvaneció para volverse a manifestar en los restos rocosos cercanos. El Kabutops enfocó la recolección a las piedras de un tamaño aceptable e ignoró las más grandes. Esas las deseaba, pero quizá su compañero le interesaría usarlas contra su rival. Con un movimiento de las cuchillas, un montón de rocas se agrupó a su alrededor flotando como espectros y no tardó en convertirlas en proyectiles. La lluvia de rocas les prohibió que el Blastoise se refugiara en el caparazón y que el Charizard se escapara volando. Habían viajado a una velocidad impropia del movimiento, mucho más teniendo en cuenta las distancias que había entre los tres. Ninguno de los dos Pokémon pudo impedir que la lluvia de rocas los acribillara.
El Blastoise sufrió daños importantes, pero su caparazón lo ayudó a sobrellevar el ataque. Dylan confió en que su amigo hubiera logrado algo similar, pero se engañaba a sí mismo. Un ataque de tipo roca contra un Pokémon de fuego y volador era como desactivar el Enlace a voluntad. Incluso un Pokémon débil y pequeño causaba estragos en un Charizard con esa clase de ataques. El Kabutops era pequeño, pero para nada débil.
La Prioridad Humana del Enlace de Ryku lo protegió de la consiguiente sucesión de rocas que buscaban hacer más daño todavía. El joven se quedó paralizado unos segundos, vulnerable y con dos Pokémon psíquicos que lograban no desviar sus poderes al combate del Kabutops contra Dylan y él. El miedo lo dominó. Se arrastró por el suelo y su brazo tocó la mochila. Entonces recordó los reiniciadores y el miedo se disipó. Un reinicio del Enlace era todo cuanto necesitaba en ese momento.
Pero el Kabutops se cubrió de nuevo del aura blanca y atrajo más rocas que la ola gigante no había conseguido llevarse al fondo de la laguna, listo para lanzar otra lluvia. Dylan protegió a su amigo captando la atención del Pokémon marrón con un chorro de agua. No obstante, el Kabutops usó parte de las rocas para construir un escudo e inutilizar el ataque. El Blastoise pugnó por romperlo con todas sus fuerzas, pero el Kabutops no precisó de más concentración y lanzó la otra parte hacia Ryku, quien esperaba que el brazalete terminara con el reiniciador y le permitiera volver al combate.
—¡Ryku, cuidado! —chilló Dylan. Giró uno de sus cañones y usó el torrente de agua para neutralizar la mayor cantidad de rocas, pero solo consiguió desviar algunas y convertir las más grandes en una lluvia de piedras pequeñas.
Ryku vio el peligro y supo que no podía esconderse detrás de una roca o un bloque de hielo. Las piedras empezaron a caer a los lados, moverse era como lanzarse al fuego. No tuvo mejor opción que encogerse y confiar en que ninguna roca llegara a ser letal.
Las piedras resultaron ser demasiado pequeñas para hacer un daño grave. Aun así, la velocidad con la que salieron disparadas bastó para que el joven sintiera como le herían las piernas y los brazos. Fue insoportable, pero aguantó. Unas magulladuras y heridas leves eran mejor que cualquier cosa. Por desgracia, algunas piedras acertaron en las pocas áreas del cuerpo que Ryku no alcanzó a proteger con las extremidades. Una le golpeó en la nuca haciendo que Ryku se llevara el brazo a la cabeza por instinto y dio vía libre a que otra acertara en su pecho y se quedó sin respiración unos segundos. Una tercera piedra impactó en el brazalete, que acababa de reiniciar el módulo Enlace y expulsar el protector del reiniciador por la bandeja de MT y rompió la pantalla que provocó una descarga eléctrica que dejó a Ryku tieso y tumbado boca arriba.
—¡Ryku!
La voz de su amigo sonó distante, como si estuviera a cientos de metros. Veía borroso, el techo temblaba ya fuera por culpa del Kabutops o de su propia cabeza. El miedo a quedarse inconsciente, de perder la atención a lo que le rodeaba lo mantuvo despierto. Se apoyó en el dolor de la cabeza y se esforzó por levantarse mientras se llevaba la mano derecha a la nuca. Ese simple gesto costó mucho realizarlo. De hecho, no lo consiguió del todo y solo pudo tocarse una mejilla con dificultad.
La sangre manchó la mano y despertó el instinto de supervivencia del joven.
O tal vez fue el brazalete roto que le propició una descarga.
Ryku tuvo la fuerza suficiente para levantar el cuerpo, marearse por el súbito movimiento y centrarse después en el brazalete. Estaba destrozado con un agujero en la pantalla donde había impactado la piedra y chispas de alguna pieza electrónica rota. Para su sorpresa, la pantalla seguía activa. Tenía una mancha negra que impedía leer el mensaje de error que apenas se podía leer entre la electricidad y su pésimo estado. Ryku se desabrochó el brazalete, ya no le servía de nada. Tampoco estaba en condiciones de pelear. Le pitaban los oídos y se mareaba casi con cada movimiento de la cabeza. Lo más acuciante ahora era impedir que el Kabutops o cualquiera de los Pokémon psíquicos acabara con él.
El brazalete no cayó al liberar las sujeciones.
Ryku se miró el brazo. El brazalete no tenía nada que lo mantuviera en sujeto, mucho menos cuando colocó la palma de la mano hacia arriba. No se cayó. Tocó el dispositivo y recibió un calambrazo. Entonces escuchó algo, un sonido distorsionado por el altavoz roto, un sonido que había oído muchas veces: el sonido del botón del módulo Enlace al activarse. Ryku se alarmó. El brazalete Enlace, aunque roto, iba a transformarlo en Charizard. Notó como la parte inferior del brazalete se clavaba en su piel, haciendo todavía más difícil quitárselo. Entonces el brazo empezó a pesarle, como algo tirara de este hacia abajo. La luz de la transformación apareció en los bordes del brazalete y pronto Ryku sintió como perforaban su piel y se introducían en su cuerpo. Esto no era una transformación controlada. La energía del brazalete se estaba acumulando solo en el antebrazo y apenas se distribuía por el resto del cuerpo. Además, el proceso era mucho más lento de lo normal, lo que causaba un dolor punzante e intenso. Ryku tenía miedo de qué era peor, si arrancarse a la fuerza el brazalete asumiendo las consecuencias, o que el brazalete lograra transformarlo y convertirlo en un Charizard para siempre al no tener el brazalete disponible para desactivar el Enlace. La energía se acumulaba y extendía por el brazo lentamente, dejando manchas naranjas de la piel del dragón. El brazo pesaba cada vez más y Ryku entró en pánico. El dolor se intensificó y la opción de arrancarse el brazalete empezó a no ser tan desagradable. Sin embargo, añadió una nueva opción todavía peor a las otras dos: ¿y si su cuerpo no aguantaba la energía y lo mataba? La incertidumbre era insoportable y no sabía cómo solucionar el problema sin herirse.
Pronto Ryku ya no pudo contenerse más.
—¡Dylan, socorro! —suplicó. Lágrimas empezaron a caer por sus mejillas ya fuera por el dolor del brazo o la desesperación por no saber lo que le iba a pasar.
El Blastoise estaba ofuscado con el Kabutops por haber atacado a su amigo y no fue hasta la segunda súplica de Ryku que el joven no lo miró y puso los ojos abiertos al ver a su amigo en un estado diferente.
—¡Ryku! ¡Aguanta! —gritó Dylan. Disparó unos rayos de hielo que bloquearon un ataque del Kabutops y lo estampó contra un muro congelado.
—Dylan… —Ryku estaba tan asustado que apenas podía articular palabra—. Ayuda…
Si previo aviso, la energía aceleró el ritmo y en un instante, Ryku estalló en una bola de luz blanca.
Dylan se protegió los ojos ante el repentino destello. La energía liberada destruyó el muro de hielo y empujó a todos los presentes. Los Pokémon psíquicos detuvieron su ofensiva ante el inesperado suceso, al igual que el Kabutops y el Blastoise fijaron sus miradas en el epicentro de la explosión de luz. Dylan no se lo podía creer. ¿Ryku había…? No, imposible. No podía haber muerto. Pero esa energía había brotado desde su interior y había conseguido ver de reojo cómo su brazo estaba en un estado desagradable, en un paso entre el brazo de un Charizard y un humano. Eso jamás lo había visto y la posibilidad de que su cuerpo no hubiera podido soportar más lo que le hubiera ocurrido y terminara con su vida estaba ahí.
—Bien hecho, Kezura. Lo hayas hecho tú o no, ahora tenemos un problema menos del que preocuparnos.
Dylan se abstuvo de mirar al Pokémon impostor y a la siniestra risa que soltó el Kabutops por el resultado de su avalancha. Dylan contuvo la ira en su interior. Quería vencer a todos los que estuvieran en la zona, sobre todo al Kabutops y llevarlos ante la justicia. Pero también sabía que no era rival para ninguno. Su fuerza podía otorgarle una victoria contra el Kabutops, pero no contra los Pokémon psíquicos. Lo había estado viendo a lo largo del combate. Ese poder estaba en otra liga, una que quizá ni el mejor entrenador del mundo podría igualar. «Espero que Cetile ya esté de camino con ayuda. No sé cuánto más podré aguantar».
—Kezura, aprovecha ahora que el Blastoise está afectado por la muerte de su compañero para vencerlo. Y haz que se reúnan.
Sí, Dylan estaba afectado por lo que acababa de pasarle a Ryku, pero eso no significaba que no fuera a responder a más ataques. Ya tenía uno de sus cañones apuntando al Pokémon marrón. No permitiría que la muerte de Ryku fuera en vano y ya vería lo que haría cuando tuviese que contarlo a todo el mundo.
El Kabutops afiló las garras y se dispuso a abalanzarse sobre el Blastoise cuando un rugido resonó por toda la cueva y la detuvo en seco. Dylan sintió un alivio enorme. Ese era el grito de un Charizard. ¡Ryku seguía vivo! Y había soportado lo que fuera lo que le hubiera hecho el brazalete Enlace de su brazo. La explosión de luz había levantado un montón de humo, pero ese rugido era inconfundible. Dylan no pudo sentirse tan feliz.
¡Aléjate de ahí!
Dylan se asustó ante la repentina voz en su cabeza. Miró a los dos Pokémon psíquicos. Estaba claro que había sido uno de ellos. Kabutops pareció haber escuchado también la voz en su cabeza y desvió su atención al humo a la vez que trataba de alejarse. Pero antes de que pudiera levantar siquiera una de las patas, el Charizard salió del humo a una velocidad que Dylan no fue capaz de seguir y saltó hacia atrás por miedo a que su amigo lo golpeara por accidente. El Kabutops no tuvo ni siquiera la idea de entender que alguien acababa de asestarle un puñetazo en la cabeza con forma de herradura y su cuerpo voló inerte hasta estamparse contra la pared del fondo.
Dylan se alegraba mucho de que Ryku no pareciera estar muy afectado por lo que le ocurrió antes y le dio la enhorabuena por tan buen ataque. Pero nada más sus ojos distinguieron la figura de su amigo, se quedó estupefacto.
Ese no era el Charizard que conocía. La llama de la punta de la cola ahora se extendía por toda la espalda y terminaba entre los dos cuernos de la cabeza, muy similar a la crin de un Rapidash. Sus alas eran más grandes y largas, puntiagudas y de colores distintos al original con el exterior negro y el interior de un rojo intenso como el fuego, incluso toda la remera estaba en llamas como si la crin lo hubiera provocado. El color negro surcaba la espalda y la parte superior de los brazos con líneas curvas de terminación afilada como quemaduras de la crin al contacto con la piel escamosa. La tripa había pasado de tener un color crema a uno blanco mezclado con un sutil lila y había dejado de ocupar buena parte de la zona delantera. Los cuernos tenían las puntas de un gris oscuro, eran más largos y los ojos, rodeados por una capa rojiza como una gran cicatriz, brillaban en un intenso morado.
Dylan tuvo una gran preocupación por su amigo. ¿Cuál era ese Pokémon? Se parecía a un Charizard, pero no terminaba de serlo. Del hocico del dragón caían gotas de lava y con cada respiración su cuerpo brillaba como las brasas de una hoguera. Las llamas que salían de las remeras flotaban y se extinguían al separarse unos centímetros del cuerpo original. Además, Dylan observó que algunas se destruían como un fallo visual en el monitor de un ordenador. El fenómeno se repetía a veces por todo el cuerpo del dragón y la mayoría surgían en la antigua llama de la punta de la cola.
El Charizard rugió y su tono se agravó. Una ola de calor evaporó toda el agua que hubiera en el suelo e hizo burbujear el de la laguna. Para Dylan fue como una cálida brisa, aunque quizá hubiera sufrido quemaduras en la piel si fuera humano.
—Pero ¿qué…? —logró articular el Pokémon impostor. Sus capacidades volvieron a evitar que el Pokémon psíquico aprovechara su distracción.
El Charizard cargó su boca de fuego y disparó un rayo superconcentrado de color azul y blanco que viajó casi al instante hacia la pared. El Pokémon impostor creó una barrera a tiempo, pero el rayo actuó como si no hubiera nada y la rompió a la vez que golpeó al Pokémon y lo mandó con su compañero a la pared del fondo. Entonces el rayo explotó con tal potencia explosiva que envió una onda de choque y calor a todos los demás. El Pokémon psíquico se cubrió con una barrera y se esforzó por no salir disparado como una pelota. El Blastoise se metió en su caparazón y con el movimiento refugio consiguió que solo lo mandara contra los restos del antiguo escondite. Y el Kabutops se hundió más en la pared después del puñetazo que le habían propiciado.
«¿Qué poder era ese?», pensó Dylan. Ni siquiera un hiperrayo era tan fuerte. El Charizard jadeó una vez y todo su cuerpo expulsó humo por unos poros invisibles.
Por increíble que pareciera, el Pokémon impostor no sufrió tantos daños como cabría esperar. Dylan pensó que un ataque así, como mínimo, desactivaría su Enlace, pero el Pokémon de dos metros había aguantado bien el golpe y solo ardía en algunas partes del cuerpo. Usó su poder regenerativo y le costó más de lo normal en curarse del todo. Luego proyectó el mismo poder hacia el agujero en la pared donde estaba el Kabutops. Momentos después, el Pokémon marrón apareció sin ninguna herida y rugiendo de furia por el golpe.
—Acaba con esa cosa —ordenó.
El Kabutops respondió con un rugido al que el Charizard se lo devolvió con otro, superando con creces el intento de intimidación del Pokémon prehistórico.
Dylan no estaba seguro de qué hacer. Permanecer en el caparazón se veía como la opción más segura, incluso huir. Pero no podía dejar a su amigo (o lo que fuera ahora) peleando con tres enemigos. Miró al Pokémon psíquico y este también se debatía entre actuar o dejar que el nuevo Pokémon derrotara a sus enemigos. Le devolvió la mirada y Dylan se amedrentó. «Que no me elija como su rival, por favor. Que no me elija como su rival, por favor…». El Pokémon gris sacudió la cabeza como si se deshiciera de un pensamiento y retrocedió para desaparecer de la vista del Charizard.
El Pokémon impostor buscó de nuevo a su rival y reanudar su duelo. Cuando lo encontró, el otro Pokémon no se molestó en siquiera prepararse para cualquier ataque y solo apuntó con uno de sus dedos con almohadillas a la vez que decía algo mediante telepatía. Dylan había supuesto que las pausas entre ataques significaban un momento para conversar entre el Pokémon original y su impostor. El Blastoise orientó sus ojos hacia lo que había señalado y de la nada el Kabutops se convirtió en un proyectil que se llevó al Pokémon psíquico falso por delante.
Dylan parpadeó un par de veces para comprender lo que acababa de ocurrir. El Kabutops había afilado sus garras (eso lo había visto) y usó su excepcional velocidad para golpear al Charizard sin que se diera cuenta del ataque, pero el dragón hizo algo y de repente lo tenía agarrado por el cuello. Se había movido más rápido que el Kabutops, muchísimo más. O se había teletransportado como un Pokémon psíquico. Era difícil suponer algo que ni incluso estaba seguro de haber visto.
Ese Charizard era un auténtico monstruo.
Los dos miembros del Equipo Leyenda se levantaron y el Pokémon impostor ordenó al Kabutops cambiar de objetivos y que ahora se ocupase del Pokémon psíquico mientras él contenía al dragón. Pero, por alguna causa inentendible, el Pokémon marrón escogió a Dylan en vez del Pokémon psíquico.
«Fuerte y estúpido rara vez se separan en una criatura —pensó Dylan—. O tal vez es de los que quieren terminar lo que empezaron. No, es más probable que sea estúpido. ¿Por qué si no elige atacar a alguien que no sea el Pokémon al que querían capturar de cualquier forma posible?». Deseó que el Pokémon gris se aliara con él y lo ayudara a vencer al Kabutops. Tenía muchas razones para unir fuerzas con él, pero también había decidido comportarse como el Kabutops y esperar a que su imitación terminara su combate con el Charizard. ¿El Kabutops sabía que no iba a irse a ninguna parte y por eso no lo atacaba? Dylan estaba confuso. Pero ¿de qué se sorprendía? Tanto el Pokémon gris como el Kabutops eran dos criaturas las cuales no tenía ninguna información sobre su comportamiento. Cualquier cosa que hicieran que pareciera normal para ellas, no lo era para él.
El Kabutops se abalanzó sobre el Blastoise y este se resguardó en su caparazón y volvió a usar el movimiento refugio. Las dos veces anteriores habían otorgado una resistencia a las cuchilladas suficiente para que los notase como arañazos. Eso no pareció importarle mucho al Kabutops y con un rugido imbuyó de energía las cuchillas y lo golpeó. Dylan captó el dolor incluso con tres niveles de defensa mejorada. En ningún momento le había visto usar algún movimiento que potenciara su ataque y eso no era normal. ¿Le habría hecho algo el Equipo Leyenda para hacerlo tan poderoso?
El Kabutops volvió a golpear al Blastoise con un gancho lo bastante fuerte para hacerlo con una sola cuchilla. Dylan salió disparado varios metros y sacó la cabeza del caparazón. En el punto álgido de la parábola, vio al Pokémon impostor pasándolo muy mal con el Charizard, cuyos movimientos hacían que todo a su alrededor se calentara. Apenas quedaba algo de hielo que no se hubiera evaporado. Se alegró al pensar que su Enlace no sería el único en desactivarse, aunque le preocupó más que el Kabutops no le dejara reiniciar el suyo.
Dos rayos aparecieron a la vez e iluminaron toda la zona. Uno de ellos sin duda vino del Charizard y de su increíble potencia de fuego (al miembro del Equipo Leyenda le costó mucho desviar el ataque), pero el otro era de origen desconocido. No lo había lanzado el Kabutops ni el Pokémon gris.
El Kabutops se asustó mucho y buscó un refugio lejos del alcance del rayo. Dylan cayó y rebotó como una pelota a la que no habían dado una patada. Se levantó y miró al Pokémon gris por si sus ojos lo habían engañado y lo había salvado.
—¡Dylan!
Era una voz grave, más propia de un Pokémon que de un humano. Dylan tuvo un momento de esperanza. ¿Habían llegado ya las autoridades? El Blastoise se dio la vuelta y se topó con un Venusaur corriendo por donde ellos habían venido. El Pokémon conocía su nombre y se comunicaba con él sin poderes mentales. Solo conocía a una persona que usara un Enlace de Venusaur.
—¡Cetile! ¿Qué haces aquí? —preguntó alarmado.
—He venido a ayudar.
—Te dijimos que fueras a la ciudad a buscar ayuda, no que tú fueras la ayuda.
—¡Y he ido! —exclamó Cetile. A Dylan le pilló por sorpresa el grito de voz grave de un Venusaur—. Pero ha ocurrido una tragedia en la ciudad y las autoridades no están disponibles. Han atacado el Gimnasio de ciudad Celeste.
Dylan parpadeó, atónito. ¿Cuánto tiempo había pasado para que Cetile hubiera podido hacer todo eso? Se quitó el pensamiento de la cabeza. No era importante ahora mismo.
—Es demasiado peligroso estar aquí. Tienes que irte.
—No sin Ryku ni sin ti. Por cierto, ¿dónde está? ¿Y qué Pokémon son esos?
Dylan tuvo el instinto de mirar al Pokémon gris, el cual había centrado su mirada por primera vez en él. Y en Cetile. No se le veía contento de que hubiera aparecido otro humano transformado en Pokémon. Se le iluminaron los ojos y una bola de energía se formó en su mano. Dylan se interpuso entre Cetile y el Pokémon gris.
—¡No es tu enemigo igual que yo tampoco lo soy! —le gritó—. ¡Sabes distinguir entre enemigo y aliado, lo has demostrado con tu poder! ¿Acaso me has visto siquiera atacarte?
El Pokémon gris redujo la energía de su bola, pero no la extinguió.
Los humanos no sois de fiar.
Era la misma voz que sonó en su cabeza antes y ahora tuvo un momento para escucharlo mejor. Imponente, hostil… y bastante humana. Quizá incluso con una pizca de resentimiento. Eso transmitía su tono. El Pokémon había tenido contacto con los humanos en algún punto de su vida y lo habían tratado tan mal que decidió odiar a todo el mundo por igual. El Equipo Leyenda estaba detrás de ello, seguro. ¿Por qué si no habían hablado antes como si se conocieran? Fuera lo que fuera lo que le habían hecho, no le importaba herir a cualquiera, incluso a desconocidos.
—No te pido que confíes en nosotros —dijo Dylan—. Solo vinimos porque no queríamos que el Equipo Leyenda se hiciera con lo que buscaba en esta cueva. A ti, aparentemente. Ellos también nos han hecho daño: nos atacaron en una mansión, nos secuestraron en un edificio, casi nos matan en el hundimiento de un crucero. —Cetile lo miró creyendo que mentía, pero no se refería a ella, sino a Ryku—. Y ahora mira lo que le han hecho a mi amigo.
—Espera, ¿ese es…? ¿Ryku? —preguntó Cetile con un temblor en su voz. La joven había visto el aspecto que tenía su amigo y su agresividad en la pelea contra la copia del Pokémon gris. Entonces también se dio cuenta de que había dos Pokémon idénticos—. Pero ¿qué ha pasado aquí?
—Te lo contaré más tarde —respondió Dylan.
El Pokémon gris disminuyó un poco más la energía de la bola. Parecía comprender la situación.
No ayudaré a los humanos, dijo lleno de ira. Solo os importo por mi poder, por mi capacidad de luchar. Solo soy eso para vosotros.
O tal vez no.
—Mira, no sé por qué clase de situaciones te hicieron pasar los humanos o, para ser más concretos, el Equipo Leyenda —El Pokémon gris hizo un gesto de sorpresa que ocultó al momento. Dylan había acertado en sus sospechas. El odio a la humanidad en ese Pokémon lo habían producido esos criminales—, y estoy bastante convencido de que tampoco seré capaz de entenderlo si me lo explicas. Considéralo como te apetezca, pero no nos ataques a nosotros y unámonos para vencer a los miembros del Equipo Leyenda. Así los detendremos y no volverán a molestarte.
El Pokémon gris hizo desvaneció la bola de energía y sus ojos dejaron de brillar. Seguía con una cara de desconfianza que se podía detectar a kilómetros de distancia, aunque sopesaba la propuesta de Dylan.
Y sin previo aviso volvió a extender su brazo sin cargarlo de energía. Dylan empezó a ver que sería imposible establecer una corta alianza con ese Pokémon.
Las palabras humanas están llenas de mentiras, dijo. Tardó más de lo que Dylan vio adecuado tomar una decisión. Pero no las percibo ahora en tu voz. Os ayudaré con una condición: cuando esto acabe, no me seguiréis ni recordaréis mi nombre.
—Hecho. Tampoco es que sepamos tu nombre, de todos modos.
Mejor.
El Pokémon gris se concentró y lanzó un aura violeta al cuerpo de Dylan. El Blastoise curó sus heridas de combate y en pocos segundos había recuperado toda su energía.
—Gracias.
El Pokémon gris no respondió. En su lugar, inició un ataque contra el Kabutops que había decidido volver a la carga con un ataque sorpresa. Esta vez el Pokémon gris lo atrapó con su poder psíquico y se aseguró de tenerlo inmovilizado.
El combate entre el Pokémon impostor y el Charizard se acercaba a su fin. El Pokémon impostor estaba agotado y sus contraataques eran lentos mientras que el Charizard no mostraba ningún indicio de cansancio y lo golpeó con una cuchillada cargada de un fuego azul que trazó en un elegante arco. El Pokémon impostor retrocedió y usó su poder curativo una vez más. El dragón rugió furioso y cargó su boca de fuego. Todo el fuego de su cuerpo se tornó de un blanco brillante que alcanzó unas tonalidades azuladas en el momento en el que abrió la boca y expulsó un lanzallamas de color azul. No era como el rayo de energía calorífica que lanzó antes, pero el calor que emitió llegó hasta Dylan y los demás. Era como estar cerca de un pequeño sol. El lanzallamas dio en el Pokémon impostor y este gritó con un dolor agudo.
El Pokémon gris aprovechó que el dragón seguía escupiendo fuego para añadir al Kabutops entre sus víctimas. Antes siquiera de acercarse a las llamas, el Pokémon marrón ya chillaba con un desgarrador aullido como si lo hubieran ahogado en lava. Las llamas chocaron con la pared y su expansión derritió todo pequeño rastro que hubiera conseguido resistir hasta entonces el fuego del Charizard. Ahora todo lo que quedaba era roca fundida y quemada.
El Charizard rugió y echó el calor acumulado de su cuerpo. La crin y el fuego de las remeras regresaron a su estado natural.
El Pokémon impostor emergió tras el humo del lanzallamas malherido, pero nada que señalara que había perdido. Su poder curativo no paraba de salvar su Enlace y eso no solo fastidiaba al dragón, sino a Dylan también. «¿Cuántas veces te tienen que golpear para que vuelvas a tu forma humana?», gritó desde su mente. El Kabutops estaba igual, mucho más agónico de lo que un ataque de fuego debía hacer en un Pokémon que mínimo era de tipo agua. Hasta tal punto alcanzaba el poder de ese Charizard que ignoraba resistencias elementales.
—Eso no es un Pokémon, es un ser del mismísimo infierno —dijo el Pokémon impostor. Miró al Pokémon gris—. Disfruta un tiempo más de tu libertad. No tendrás tanta suerte la próxima vez que te encontremos, porque te prometo que lo haremos. Kezura, nos vamos.
El Pokémon impostor tocó al Kabutops y desaparecieron del campo de batalla al instante.
—Maldición, se han escapado con tu poder —dijo Dylan al Pokémon gris.
No se han teletransportado muy lejos.
El Pokémon gris creó una bola de energía, apuntó al principio de la caída de la cascada y disparó. Unos segundos después, el Pokémon impostor se materializó justo donde el Pokémon gris había lanzado su ataque y dio de lleno en su copia. Acto seguido, el brillo de una Prioridad Humana alumbró la zona y desapareció. El Kabutops se alejó nadando por el río con el hombre rubio sobre su lomo.
Por una vez, Dylan se alegró de que saliera bien una cosa de todo lo que había sucedido. El Equipo Leyenda se había ido con las manos vacías y escaparía sin que la policía les persiguiera. Dylan se lamentó de tal injusticia.
El Charizard rugió por la huida de sus enemigos. De algunos de ellos. Todavía le quedaban tres más y no tardó en actuar con la misma furia de antes. Preparó un lanzallamas en el hocico y lo arrojó a sus tres nuevos enemigos.
Dylan protegió a Cetile y se hizo un escudo con el caparazón. La joven sacó los látigos de su flor, rodeó a Dylan y se hizo a un lado. El fuego no la tocó, pero bastó para que su Enlace se debilitara. El Pokémon gris se apartó en la otra dirección usando su poder psíquico para volar más deprisa. El lanzallamas rebotó en la pared de la orilla y vaporizó el agua cercana.
El Charizard bramó no solo para liberar el calor de su cuerpo, sino por haber fallado el ataque y ver a sus enemigos intactos. Se centró en Dylan y Cetile para luego rechazar la idea de inmediato y buscar a un enemigo más fuerte: el Pokémon psíquico. Su velocidad fuera de lo normal redujo la distancia con él y este creó una barrera ante él a la vez que disparaba una onda de energía que hizo retroceder al Charizard, no sin antes destruir la barrera y debilitarlo un poco.
Dylan salió del caparazón y socorrió a Cetile. La joven estaba bien, solo un poco quemada como haber estado mucho tiempo bajo el sol en la playa. Un poco de agua la refrescó y ella lo agradeció. Después se enfocó en el combate del Charizard con el Pokémon gris. ¿Cómo podía ayudarlo? El propio Pokémon psíquico, el original, tenía que actuar tanto defensiva como ofensivamente si quería siquiera rechazarlo. Gran parte de sus poderes los destinaba a desviar los ataques a distancia del dragón y lo que le quedaba lo empleaba para guardar las distancias. No tenía ningún momento para poner la balanza a su favor.
Pero hasta la lluvia más ligera regaba el campo.
Dylan no se iba a quedar de brazos cruzados. No había formado una especie de alianza con el Pokémon gris para abandonarlo después a su suerte. «Bastante odia ya a los humanos. Mejor no darle más razones». La mejor forma que tenía de ayudar era usando sus ataques de agua. Aunque ese Charizard no se pareciera a uno normal, tenía que serlo. Desde luego debía ser de tipo fuego con todo lo que había hecho hasta ahora. Confiaba en que sus movimientos de agua fueran efectivos contra él porque si sus chorros se evaporaban antes de alcanzarlo, tendría que acercarse. Y eso no era una buena idea. Aun así, se aferró a la esperanza de que Ryku estuviera en alguna parte de la cabeza de esa bestia. Si era así, tal vez desactivar su Enlace serviría para recuperar a su amigo.
Aquello le dio esperanza y esperó al momento oportuno de asestar un fuerte golpe al dragón. Ahora mismo estaba atacando como loco al Pokémon gris y la velocidad a la que se movía ponía a prueba toda su precisión. Dylan se percató de que el dragón lo ignoraba en todo momento, tal vez pudiera hablar con el Pokémon gris.
—¡Eh, Psíquico! —le gritó—. Intenta inmovilizarlo unos segundos si puedes. Yo me encargo de hacerle daño.
Fue complicado saber si le había obedecido o se había adelantado a su idea cuando paralizó al Charizard al envolverlo bajo un aura violeta. El dragón no tardó ni un segundo en moverse como si estuviera encerrado en una caja. Al menos permanecía en el mismo sitio. «Ahora o nunca». Dylan sacó los cañones del caparazón y se posicionó para soportar el retroceso de la hidrobomba más potente que jamás había lanzado. Cetile usó su cuerpo por si el retroceso era mayor de lo previsto. La hidrobomba se dirigió a su objetivo con una enorme cantidad de agua imbuida de energía y acertó en la espalda del dragón. Este soltó su primer grito de dolor mientras el contacto del agua con su piel producía unas intensas columnas de humo que desaparecían apenas recorrían dos metros en cualquier dirección.
El Pokémon gris no contuvo más al Charizard y lo liberó de su prisión. Ese simple agarre lo había dejado más cansado de lo normal, como si el dragón hubiera estado absorbiendo su poder. El ataque de Dylan había sido un éxito, pero el Pokémon percibía que apenas le había arrebatado vida. Sería complicado derrotarlo.
El dragón rugió, secó todo rastro de agua con el fuego de su cuerpo e incendió sus garras. Nadie esperó que el Charizard rasgara el aire y mandara tres arcos de fuego que salieron de las garras y se dirigieran tanto al Pokémon gris como a Dylan y Cetile. Aunque parecía un ataque peligroso, los arcos se separaban a medida que avanzaban hacia su objetivo y eso permitió a Dylan y Cetile ponerse de perfil y dejar que los arcos desaparecieran evaporando más agua de la laguna. Por otro lado, el Pokémon psíquico esquivó el ataque levitando.
Pero eso había sido una artimaña del Charizard. Su objetivo no había sido herir a sus enemigos con las garras de fuego, sino distraerlos un momento y atacarlos con algo más preciso. El dragón no solo era fuerte, también era astuto. Dylan había visto a Ryku emplear técnicas de distracción. ¿Sería una señal que indicaba que seguía en alguna parte de ese Enlace roto? Una esperanza más. Pero lo acuciante ahora era saber qué clase de ataque estaba empleando el Charizard. Su cuerpo se cargaba de un aura blanca y amarilla intensa.
Si queréis sobrevivir, protegeos detrás de algo, dijo el Pokémon gris. No soportaremos el ataque que va a soltar y no lo podemos bloquear.
¿Dónde se suponía que se iban a esconder si la mayoría de las barreras naturales no eran más que piedras diminutas? ¿Llegarían a las que había en el camino por el que vino Cetile antes del ataque? Dylan no lo veía posible. La laguna era un buen lugar, pero el Enlace de Cetile no estaba pensado para nadar; la planta le haría de flotador y no le permitiría bucear. Tenía que protegerla a toda costa, pero ¿cómo? El tiempo se acababa y no se había movido a ninguna parte.
Entonces el dragón rugió y el aura blanca y amarilla se transformó en una semiesfera de fuego que se expandió como una onda de calor. El Pokémon psíquico no mentía: si no se ocultaban ahora, sus Enlaces se desactivarían y la Prioridad Humana no salvaría sus cuerpos verdaderos. Dylan quizá tenía una posibilidad de sobrevivir con su resistencia al fuego, pero el dragón ya había demostrado que eso no era un problema para él y el Enlace de Cetile sin duda no soportaría ese ataque de fuego. La onda viajaba en todas direcciones otorgando un tono oscuro al suelo. Dylan no podía pensar en nada, estaba paralizado. No había forma de resguardarse sin que Cetile o él sufriera las quemaduras del ataque. El tiempo pasó y la posibilidad de salvarse desapareció. Ya no había forma de evitar el impacto, solo de bloquearlo. Dylan decidió convertirse en un escudo y proteger a su amiga. Tal vez su Enlace no cubriera la planta del Venusaur, pero sí a Cetile en su forma humana. Era mejor que nada. Cerró los ojos, escuchó a Cetile gritando que no lo hiciera y esperó a lo inevitable.
La onda engulló a los dos jóvenes y perdió fuerza a medida que surcaba la superficie de la laguna hasta que el agua consumió el calor y el fuego allá donde tenía poder. El resto se detuvo al chocar contra las paredes de la cueva, causando temblores y rocas cayeron. No fue hasta que hubo una aparente tranquilidad que Dylan abrió los ojos y contemplar el resultado del ataque del dragón.
Estaba intacto. Su forma Pokémon seguía activa y sin una sola quemadura. Miró arriba y vio una de las hojas de la planta del Venusaur. Cetile también había salido ilesa. Pero ¿cómo? Un poco de concentración bastó para que Dylan se diera cuenta de la burbuja rosada que los cubría. Dylan miró al frente creyendo que el Pokémon gris había sido su salvador. Era poco probable, pero ¿quién si no lo había protegido con un poder psíquico?
¡Uf! Esto de no poderme teletransportar me obliga a ir tan rápido como puedo de manera natural, algo así como ir tan lento como un Slowpoke.
«Esa no es la voz del Pokémon gris», pensó Dylan. Sonaba menos enfadada, más risueña, más amigable. A través de la burbuja vio a otro Pokémon nuevo, uno pequeño de piel rosada y larga cola. Dylan percibió algo más en su rostro felino: se parecía mucho al del Pokémon gris. ¿Formaría parte de la misma línea evolutiva? Dylan se sentía intrigado. Quiso preguntarlo, pero no fue lo primero que articuló.
—¿Otro Pokémon psíquico desconocido? Pero ¿qué tiene esta cueva que atrae a criaturas tan misteriosas y extrañas?
El Pokémon rosado gesticuló un suspiro como si no se esperara otra cosa de un humano. Se dio la vuelta y flotó hasta el Blastoise y el Venusaur y los estudió con sus ojos celestes.
Siento que os he visto en otra parte. Cerró los ojos y se envolvió en un aura rosa que desapareció a los pocos segundos. No sois Pokémon, eso lo tengo claro. Una pena, me hubiera gustado hablar con normalidad. Se quedó pensativa. Resultaba increíble que su mera presencia hubiera detenido el caos de la situación. El Pokémon gris y el Charizard parecían perplejos. ¡Ah, ya me acuerdo! Luchabais contra esos Pokémon que eran los humanos vestidos de negro. ¿Equipo Leyenda se llamaban? Solo por eso, ya me caéis bien. Menos mal que no he perdido la suerte de mostrarme ante humanos buenos. Es la primera vez que aparezco delante de tantos en el mismo año.
Infantil y charlatana, añadió Dylan para definir al Pokémon. Quizá hasta ignorante porque no veía lo que estaba sucediendo a su alrededor. Aun así, le distaba más ese comportamiento que el odio del Pokémon gris. Dos personalidades completamente opuestas.
El dragón rugió, harto de la tranquilidad y se abalanzó sobre el Pokémon rosado con las garras imbuidas en fuego. Dylan avisó a la criatura, aunque no hizo falta. Este extendió uno de sus diminutos brazos y creó una burbuja de energía que cubrió al dragón. Dylan pensó que no serviría de mucho porque ya había roto barreras psíquicas antes, pero esta vez las garras no rasgaron la burbuja y el fuego con el que estaba imbuido rebotó y quemó al dragón. Por fin se había topado con algo que no podía destruir con facilidad.
El Pokémon rosa inclinó la cabeza, atraído por el Charizard. El dragón no se vio afectado por su propio ataque y golpeó la burbuja que resistió el impacto como si nada. Rugió de furia por no conseguir su objetivo y calló cuando el Pokémon rosa le clavó la mirada. ¿Cuán poderoso era ese Pokémon para que el Charizard contuviera su ira delante de él?
Curioso, jamás había visto un Pokémon así. ¿Es una de las aberraciones que ha creado esa organización de los vestidos de negro? Sería muy propio de ellos, la verdad.
El Charizard se movió y el Pokémon rosa lo inmovilizó con fuerza, casi haciendo que el dragón emitiera su primer lamento.
—No le hagas daño —suplicó Dylan—. No tiene nada que ver con el Equipo Leyenda. Es Ryku. Nuestro amigo. Tuvimos un combate contra dos miembros del Equipo Leyenda y uno de ellos rompió su brazalete Enlace que de alguna forma lo convirtió en lo que ves ahora.
El Pokémon rosa se volvió y recibió la explicación como si no la quisiera escuchar. Dylan lo notó. Era como si el Pokémon rosa sintiera algo también por su amigo.
¿Has dicho Ryku?, el Pokémon rosa se aseguró de enfatizar en todas las palabras de la pregunta. ¿Y sois sus amigos?
Dylan y Cetile asintieron. La joven creyó que era conveniente evitar que el Pokémon rosa repitiera sus preguntas.
Yo solo había venido por ese otro Pokémon, dijo señalando al Pokémon gris, que estaba aprovechando aquellos preciados segundos en curar las heridas que le había causado la ola de fuego. Me cuesta creer que este Charizard sea Ryku. Hizo una pausa. ¿Os ha hablado de mí en algún momento?
La pregunta estaba fuera de lugar, pero Dylan percibió en su tono de voz que buscaba una respuesta que podría desencadenar peligrosas consecuencias. ¿Qué relación tenía Ryku con ese Pokémon?
—No. Es la primera vez que te vemos y sabemos algo sobre ti —contestó Dylan. Confió en que fuera suficiente para el Pokémon.
La criatura rosa se tranquilizó y se la vio feliz de escuchar esa respuesta.
Sabía que hice bien en confiar en Ryku. Espero que pueda decir lo mismo de vosotros.
—¿Podríamos hacernos promesas cuando estemos a salvo? Ryku ahora es un peligro demasiado grande para ignorarlo. Hay que hacer algo.
Estoy de acuerdo. Si de verdad esta especie de dragón (si se le puede llamar así) es un Charizard, entonces sus debilidades serán las mismas. Un ataque de agua y uno de roca y dejará de ser un problema.
—Le he disparado una hidrobomba y apenas se inmutó, como si fuera más resistente que débil.
Pero es el ataque que más daño le ha hecho, ¿cierto? Dylan asintió. Entonces no hay problema. Atacaremos todos juntos, incluido ese Venusaur y ese Pokémon gris. Yo me ocupo de él. Vosotros encargaos de tener listos vuestros ataques más poderosos. Y cuando lo diga, golpeamos.
Dylan aceptó el plan del Pokémon rosado. Este desvió la atención al Pokémon gris, el cual le devolvía la mirada como si no quisiera que se le acercara. La intimidación fue en vano y el Pokémon rosa voló hasta su posición. Dylan se sobresaltó, temiendo que la prisión de energía en la que el Charizard estaba encerrado se debilitara con el desplazamiento, pero el dragón atacó al Pokémon rosado cuando se acercó y la burbuja lo rechazó.
—¿Cuál es tu ataque más poderoso? —preguntó a Cetile.
—¿Seguro que mis ataques servirán de algo contra un Charizard? Mi tipo elemental no le hace ni cosquillas en términos naturales.
—Todo daño que efectuemos valdrá la pena, sea poderoso o débil. ¿El rayo que disparaste antes era un rayo solar?
—Sí. Pero necesito cargar la energía antes de disparar otro. Y que no me interrumpan en el proceso.
—Hazlo. Te cubriré hasta que lo tengas disponible.
El Blastoise percibió un cálido y agradable calor detrás de él, señal de que la planta que brotaba de la espalda del Venusaur estaba acumulando toda la energía solar a su alrededor. Dentro de una cueva, el proceso sería mucho más largos por estar en contacto directo con el sol.
El dragón continuó con su empeño de destruir la burbuja con sus garras y el resultado no varió: la prisión bloqueó todos sus ataques. Aquello solo lo enfadaba más, pero la burbuja de energía no hacía ni un indicio de debilitarse.
Dylan estaba muy pendiente de su amigo a pesar de todo. El Charizard había demostrado ser una caja de sorpresas y nada garantizaba que la prisión fuera inquebrantable. Aunque daba las gracias de no tener que defenderse de sus ataques mientras Cetile acumulaba energía y los dos Pokémon psíquicos estaban al otro extremo del lugar.
«¿De qué estarán hablando?». Por primera vez, Dylan estaba escuchando los gritos de ambos Pokémon y no una conversación telepática. No parecía que el Pokémon rosa estuviera explicando al Pokémon gris su plan para vencer al Charizard. O tal vez sí, y al Pokémon gris no le gustaba la presencia de su versión más pequeña. Temía que la alianza se rompiera y la batalla volviera a ser a tres bandas.
—¿Cómo vas, Cetile? —preguntó. Había pasado un rato en el que lo único que se oían eran los rugidos del Charizard y las molestias del Pokémon gris. La tensión casi se podía tocar.
—Ya casi está. Solo un poco más.
Dylan llamó al Pokémon rosa y le avisó de que estaban listos para su plan. Pero el Pokémon estaba más concentrado en el Pokémon gris. ¿Por qué tenía tanto interés en él?
—¡Lista!
Al igual que el dragón. Dylan creyó que se había cansado después de tanto golpear la barrera de energía hasta que vio lo que de verdad hacía. Estaba llenando su boca del mismo fuego azul que aquel devastador rayo calorífico. Iba a hacer todo lo posible por salir de la prisión.
Dylan gritó y empujó a su amiga a un lado. Cetile tardó un momento en darse cuenta del peligro y corrió en la dirección a la que se la había impelido. Dylan se quedó quieto y procuró mantener la atención del Charizard y que no disparara a quien estaba huyendo. No supo si había funcionado, pero el dragón escupió su rayo de fuego superconcentrado y rompió la barrera psíquica como si fuera cristal. Dylan se hizo a un lado y el rayo viajó hacia la laguna y se detuvo cerca de la cascada, causando una explosión y las ondas resultantes sacudieron al Blastoise en dirección al dragón. Dylan se asustó al acercarse al dragón, pero pudo retroceder hasta una posición segura mientras él despejaba el calor acumulado en su interior.
Cetile regresó con su amigo, tan preocupada como lo estaba de aterrada. Era la primera vez que veía el rayo del Charizard y ya debía pensar que no sobreviviría si recibía un golpe directo de ese ataque.
—¿Estás bien? —preguntó.
Dylan miró a su amiga y, por alguna razón, ver aquella luz verdosa y amarilla acumulada en la flor de su planta lo tranquilizó.
—Podría estar mejor.
El Charizard terminó de enfriar su cuerpo y clavó su mirada en Dylan y Cetile. Gruñó desafiante y sintió cierta atracción por la luz que salía de la planta del Venusaur. Presa fácil. Imbuyó sus garras de fuego y se abalanzó con un rugido.
Adiós al plan del Pokémon rosa. No había reaccionado ante la pérdida de su barrera psíquica y creado otra cuanto antes. Y el Pokémon gris tampoco estaba ayudando. Solo quedaba el intento de Dylan de defender a Cetile y confiar en dar el tiempo suficiente para que, si cabía la oportunidad, el Pokémon rosa ejecutara el plan sin él. Apuntó sus cañones y se dispuso a disparar.
Las garras del Charizard no tenían obstáculo. El calor del fuego se podía sentir incluso a la distancia que separaba al dragón del Blastoise. ¿Serviría de algo su ataque de agua en un ataque frontal? No tenía una mejor opción.
No por su parte.
Antes de que el Charizard se acercara más, Dylan vio unas garras de energía psíquica brotar de la nada justo detrás del dragón que crecieron en tamaño y se cernieron sobre el Charizard. Las garras lo detuvieron en el aire y extinguieron el fuego de su ataque. El dragón no dudó en volver a emplear su rayo de plasma para liberarse de la nueva prisión, pero esta vez se quedó con las intenciones cuando un aro violeta le bloqueó el hocico como un bozal.
Estará atrapado un rato, pero no auguro que él soporte su propio poder, dijo el Pokémon rosa. Se colocó por encima del Charizard. A la cuenta de tres, atacamos a la vez.
Dylan y Cetile se separaron por seguridad y apuntaron con sus armas al dragón. «Espero que funcione», pensó Dylan.
El Pokémon rosa buscó el sitio ideal para su ataque y empezó a acumular energía azul a la que dio forma de proyectil. Tras estabilizarla, se dio la vuelta y emitió un sonido agudo y dulce al Pokémon gris que debió responder mediante telepatía.
¿Listos? Una, dos… ¡Tres!
El Pokémon gris estampó al Charizard con las garras psíquicas y justo después el Pokémon rosa cayó como una bala y el impacto quebró y levantó rocas a su alrededor que emergían del propio suelo. Entonces Dylan disparó su hidrobomba y Cetile su rayo solar y ambos ataques dieron de lleno en su objetivo. Hubo tal cantidad de polvo, humo y piedras volando por todas partes que el Pokémon rosa desapareció en el interior de la nube.
Los segundos después de la combinación de los movimientos se hicieron eternos. Un ataque combinado de ese calibre garantizaba la desactivación del Enlace de la víctima. Pero no hubo rastro de la explosión de luz de la Prioridad Humana para mantenerlo a salvo mientras volvía a su forma humana. Nada. Solo humo y polvo.
Entonces, apareció un destello. No era el resplandor blanco de la Prioridad Humana, sino una onda rosada que se deshizo de todo el polvo y humo de la zona y reveló lo que ocultaba. El Pokémon rosa estaba en una de sus burbujas de energía, levitando apenas un metro por encima del suelo, junto a un cuerpo humano. Algo cayó de este. Mew movió con cuidado el cuerpo y lo depositó en una zona menos abrupta y menos dañada de la batalla.
Dylan no podía estar más contento de ver un humano entre Pokémon. Más cuando era su amigo Ryku. La pesadilla del Charizard había terminado. Aun así, Dylan no se tranquilizó. Desde que el Pokémon rosa lo había dejado en el suelo, Ryku no había dado señales de vida. Desactivó su Enlace y fue a atender a su amigo. El Pokémon rosa se hizo a un lado, pero no se fue.
Está bien, dentro de lo que se puede decir, dijo.
Dylan no es que desconfiara del Pokémon rosado, pero quería saber por su cuenta si eso era verdad. Acercó el dorso de la mano a la nariz de su amigo y esperó. El aire caliente que captó trajo un gran alivio. Ryku estaba vivo, a salvo. Pero ¿a qué precio? El brazo izquierdo tenía una quemadura rectangular que recorría todo el antebrazo y parte del brazo. Tal vez aquello que se cayó antes fuera el brazalete Enlace destrozado.
Cetile desactivó su Enlace y se reunió con Dylan. Se alegró de que el joven le dijera que Ryku estaba vivo.
El Pokémon gris también se acercó, pero todavía mantenía las distancias. La alianza se había consumido, ya no tenía nada que hacer en la cueva y podía irse. Pero se quedó.
—¿Puedes curarle el brazo, por favor? —preguntó Dylan al Pokémon rosa.
Lo haría, de verdad. Pero debo dejar las cosas como están. Dylan le clavó la mirada. Repito lo que dije antes, aquello que tú veías como una promesa: ¿puedo confiar en ti? No temas por Ryku, su vida no corre peligro. A menos que los humanos no sepáis curar bien esta clase de quemaduras…
—Quiero confiar en los Pokémon misteriosos que nos han ayudado y salvado, pero el estado actual de Ryku no invita mucho a aumentar dicha confianza. Cierto, está fuera de peligro, pero ¿por qué no curarlo del todo?
El Pokémon rosado observó al gris, el cual se debatía entre marcharse o quedarse. Si no se había ido todavía, sería porque quería escuchar de la boca de Dylan y Cetile que no hablarían de ellos.
Por nuestra seguridad, contestó el Pokémon rosa. Con Ryku malherido, tenéis una coartada para explicar una historia en la que ni el grandullón de ahí atrás ni yo estemos. Un combate intenso que acabó así. Podrías hasta ocultar la existencia de ese extraño Charizard.
Dylan no estaba del todo satisfecho con la respuesta del Pokémon rosado, pero al menos era sincera. Lo hacía por su bien y procuraba que los demás no se merecieran más dolor del necesario. Eso le valía para confiar en él.
—Entiendo. Prometemos —miró de reojo a Cetile— que no os mencionaremos cuando tengamos que explicar lo que ha ocurrido en esta cueva.
—Yo seré una tumba, incluso —añadió la joven.
Es lo que quería escuchar. Gracias. Tal vez haya conseguido encontrar más humanos dignos de mi presencia en un mismo año. Eso sí que es algo raro.
—Ahora que lo mencionas, ¿cuánto hace que conoces a Ryku? —preguntó Dylan.
Oh, pues no sabría decirlo. ¿En el barco quizá? Él te dará una mejor respuesta, pero asegúrate de estar a solas con él mientras habléis de mí, ¿vale? Los humanos que visten de negro podrían perseguiros como hacen conmigo si saben que habláis de mí como si fuéramos amigos. Para mí lo sois, pero mejor mantengámoslo en secreto.
Dylan contuvo la sorpresa en el rostro con los descubrimientos que había obtenido con aquella respuesta. Desde luego que iba a pedir más detalles a su amigo cuando recobrara la conciencia. Había piezas de un puzle que no sabía que existía formándose en su mente y su amigo era la clave para unirlas.
El Pokémon gris no se fiaba de la promesa de Dylan y Cetile. Esperaba algo más, pero desconocía el qué. Su movimiento llamó la atención del Pokémon rosa y los demás.
Ya no hay nada más que hacer aquí. Más os vale mantener esa promesa, humanos.
¡La mantendrán! No receles tanto de ellos, replicó el Pokémon rosa.
El Pokémon gris dio un paso atrás como si su versión en miniatura fuera un ser superior a él.
Como sea. Me marcho.
No te irás a ninguna parte sin mí.
Dylan y Cetile de repente se sintieron fuera de lugar. Era como ver a una madre enfadada con su hijo. El Pokémon gris empujó al Pokémon rosa y lo apartó de sí. Necesitaba espacio para huir.
Bueno, este Pokémon no me va a dejar hacer una despedida como debe ser, dijo volviendo la mirada a Dylan y Cetile. Me ha gustado conoceros, humanos. Cuidaos y mantened la promesa.
Y sin dar tiempo a los jóvenes a decir adiós, ambos Pokémon psíquicos usaron sus poderes de teletransporte y desaparecieron de la cueva sin dejar rastro.
—Aunque pudiéramos decir algo, ¿nos creerían? —dijo Cetile—. Ni yo misma creo lo que he visto.
—La gente tal vez no. Pero sí el Equipo Leyenda. Seamos precavidos.
Dylan examinó a Ryku. No tenía fuerza para cargarlo y llevarlo fuera de la cueva. Tampoco veía del todo seguro hacerlo por si empeoraba el estado de su amigo. El Pokémon rosa había dicho que estaba fuera de peligro, pero eso no significaba que todas sus heridas estuvieran recuperadas.
—Cetile, sal de la cueva y vuelve a intentar traer ayuda. Insiste mucho si es necesario, porque aquí tenemos heridos. Yo me quedaré vigilando a Ryku.
La joven asintió y se marchó.
—Recuerda: si te preguntan, no menciones a los Pokémon misteriosos —gritó Dylan.
—No lo haré.
Cetile iba a tardar un tiempo en volver. Dylan se levantó y fue al agujero donde el Charizard había sido derrotado. No muy lejos estaba el brazalete Enlace de Ryku (o lo que quedaba de él). Las partes electrónicas del brazalete estaban chamuscadas y todavía se podía oler el aroma del plástico y el cuero quemados. Dylan lo cogió con cuidado, volvió con su amigo y dejó el brazalete Enlace junto a él.
Chapter 45: Lo que sintió Ryku
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Ryku oyó una voz lejana en la oscuridad. Fue como una llave que abría una puerta para darle la luz que había perdido. ¿En qué momento había sucedido? Su mente luchó por recordar. La voz ya no se oía, pero la puerta seguía abierta y la luz comenzó a iluminarlo hasta el punto de ser insoportable. Los párpados no se atrevieron a moverse, pero Ryku no quería seguir durmiendo. Sentía como si llevara demasiado tiempo así. Se esforzó por levantar los párpados y evitar que se volvieran a cerrar. Recibió ayuda externa, sonidos que lo animaban a descubrir lo que se había más allá de la oscuridad. Cuando consiguió al fin vislumbrar algo, las pupilas se contrajeron por el exceso de luz que recibieron.
—¡Está despertando!
—¿Mamá?
A medida que pasaban los segundos, los ojos de Ryku se adaptaron a la luz y vio mejor el entorno. Estaba en una habitación de paredes celestes donde no había nada destacable. A la izquierda había una ventana que mostraba un elegante paisaje del Monte Moon y a la derecha, una puerta abierta que daba a un pasillo. Apenas había muebles, una mesita y una silla al lado de la cama en la que estaba tumbado era todo lo apreciable. Era una habitación de hospital. ¿Cómo había acabado ahí?
Miró a su madre, sentada en la silla con una cara de preocupación que jamás había visto. Poco después apareció su padre, jadeando y con la misma angustia que ella. Pudo ver cómo lágrimas caían por las mejillas de su madre.
Ryku no entendía por qué estaba en un hospital con sus padres como si acabaran de presenciar un milagro por abrir los ojos. Él no se sentía tan mal, solo aturdido. Se movió un poco y le costó más de lo que debería, como si tuviera obstáculos que se lo impedían. Luego vio que tenía el brazo izquierdo vendado hasta el codo.
Fue como un golpe seco. Su mente rememoró lo que le ocurrió en el brazo. El brazalete, la pantalla rota, el módulo Enlace fallando y activándose de manera nada habitual, el dolor de la energía de la transformación acumulándose… y luego la oscuridad. Le dolía la cabeza cuando intentaba buscar en ese espacio vacío de recuerdos.
—¿Estás bien, cielo? No deberías hacer esfuerzos.
—Estoy bien, mamá —se miró el cuerpo. No solo tenía el brazo izquierdo vendado, también las demás extremidades y el pecho, aunque en el brazo había más vendas que en resto de su cuerpo—. Dentro de lo que se puede decir, claro.
—Si puedes hacer esa clase de bromas, no hay que preocuparse más —dijo su padre.
—No estaré tranquila hasta que salga del hospital —replicó su madre.
El padre puso los ojos en blanco. Cuando su mujer se ponía en modo protector, no había quien la sacara de ahí hasta que viera a su hijo andar por su cuenta.
—Deja que los médicos se encarguen del resto. No ayudas a Ryku actuando así.
Ryku no se había percatado de que su madre tenía un aspecto abandonado. Por lo menos no estaba tan bien peinada como siempre.
—¿Cuánto tiempo llevo en esta cama? —preguntó.
—Unos cuatro días, según nos han contado —contestó su padre—. Vinimos tan rápido como nos enteramos de tu situación y desde entonces ninguno de los dos ha salido del hospital. Sobre todo, tu madre, que parece que haya convertido la habitación en su segundo hogar.
No era sorprendente. Su madre se comportaba así siempre que terminaba con heridas que se veían graves. Como cuando Antorcha le quemó por un descuido suyo hace tiempo. «Bueno, al menos no he perdido tanta memoria».
—¿Sabéis qué pasó para que haya estado dormido durante todo este tiempo?
—Solo lo que tu amigo Dylan nos ha explicado. Hubo un altercado en la cueva Celeste con esa organización criminal que sale en las noticias, los que van vestidos de negro, y que luchasteis contra ellos y sobrevivisteis por los pelos. Los criminales te destrozaron el brazalete Enlace y eso resultó en las heridas de tu brazo. No dio más detalles.
¡Claro! ¿Cómo se había olvidado de eso? Dylan estuvo con él en todo momento. Él respondería todas las dudas que tuviera.
—¿Y Dylan? ¿Está bien?
—Salió mejor parado que tú. Los sanitarios lo encontraron vigilándote. Y te gustará saber ha venido junto a Cetile todos los días a ver cómo estabas, tan preocupados por ti como nosotros. Hiciste buenos amigos en tu viaje.
«Desde luego».
Ryku pidió a su padre que fuera a buscar a sus amigos ahora que había despertado y él asintió y abandonó la habitación. La madre tuvo que irse también cuando el médico y las enfermeras vinieron a hacerle una revisión.
Se recuperaría por completo. Las quemaduras de su brazo apenas dejarían rastro después de algunas regeneraciones de la piel. Sin embargo, tardaría más que el resto de sus heridas en sanar por completo. Permanecería en el hospital unos días más.
Más tarde Dylan y Cetile aparecieron en el pasillo. Pidieron permiso al ver a la madre de Ryku de nuevo sentada en la silla antes de entrar en la habitación y se colocaron frente la cama. Los dos estaban aliviados de ver a su amigo despierto y actuando con normalidad.
—Nos has dado un buen susto —dijo Dylan—. Ya me estaba poniendo en la peor situación al no tener ni idea de lo que podía hacer para ayudar. Me sentí un inútil.
—Pero lo hiciste. No estaría aquí de no ser así, ¿no? —dijo Ryku.
—Ya, pero eso de que tardaras tanto en despertar… Es una terrible sensación.
La conversación se detuvo un instante cuando la madre de Ryku soltó un sonoro bostezo que no fue capaz de ocultar. Se avergonzó y se disculpó.
—Mamá, deberías descansar. En serio. Aunque solo sea un par de horas —opinó Ryku—. ¿Por qué no vuelves más tarde?
—Tal vez tengas razón —aceptó su madre. Se levantó de la silla y los tres amigos vieron que de verdad necesitaba un descanso. Uno bien largo. Debía haberle llegado todo el cansancio al relajarse un poco después de saber que su hijo estaba a salvo—. Iré a buscar a tu padre. Estaremos de vuelta pronto.
—No pasa nada si volvéis mañana. No es solo mi salud la que hay que cuidar.
La madre esbozó una sonrisa y le dio un beso. Luego se despidió de Dylan y Cetile y caminó despacio por el pasillo hasta desaparecer de la vista de los jóvenes.
Dylan hizo una seña a Cetile y la chica cerró la puerta y corrió las cortinas de las ventanas del pasillo.
—Podría haber especificado que estarías inconsciente varios días. «Fuera de peligro», lo llamó. Casi parecía que los médicos hablaran de amputar el brazo.
—¿Se puede saber de qué estás hablando? —preguntó Ryku—. ¿Quién dijo eso de «fuera de peligro»? ¿Y por qué te has vuelto tan inquieto de repente?
—Cetile.
—No hay nadie en el pasillo —dijo ella—. Podemos hablar con total privacidad.
—Chicos, me estáis asustando.
—Tranquilo, solo tomamos precauciones.
—¿Precauciones para qué?
—Para obtener respuestas —Dylan estaba muy decidido a conseguirlas.
—Eso es lo que quiero yo —replicó Ryku—. ¿Se puede saber qué pasó en la cueva Celeste?
—¿No recuerdas nada?
Ryku negó con la cabeza.
—No todo. Recuerdo el encuentro con el hombre del Equipo Leyenda y del Kabutops luchando contra ese extraño Pokémon psíquico y nosotros intentando que no consiguieran capturarlo. Sé que mi Enlace se desactivó y el Kabutops destruyó el brazalete con sus obvias consecuencias —levantó el brazo—, pero nada más a partir de ahí. Es como si mi mente se hubiera desconectado. Simplemente, no estaba. Como si hubiera dejado de existir.
Dylan y Cetile no asintieron. Intercambiaron una mirada y volvieron a centrarse en su amigo.
—Quizá eso explique por qué no nos reconociste.
—¿Qué quieres decir? Cetile no estaba en la cueva cuando ocurrió y obvio que no os reconocí: perdí el conocimiento.
Dylan suspiró.
—Ojalá hubiera sido solo eso. Ryku, cuando tu brazalete falló, no solo te dañó el brazo, sino que tu Enlace se activó. Volviste a tu forma Pokémon.
—Entonces, sucedió. Incluso roto, el brazalete logró encender el módulo Enlace —dijo Ryku—. Pero ¿cómo es posible que no recuerde haber vuelto a mi forma Pokémon? ¿Y cómo se desactivó el Enlace? Todo cuanto sentí fue que el brazalete me iba a dejar para siempre con el aspecto de un Charizard si no hacía nada. O peor aún, que me iba a matar —se quedó un momento intentando encajar las piezas—. No lo entiendo, no le encuentro el sentido.
—Sé lo que vi, Ryku. Volviste a tu forma Pokémon, aunque no con la de un Charizard normal y corriente.
Ryku parpadeó, perplejo. La habitación se quedó en silencio unos segundos mientras el joven procesaba lo que acababa de escuchar.
Entonces Dylan se lo explicó todo. Describió el extraño aspecto del Charizard en el que se convirtió y cómo frustró los planes del Equipo Leyenda con un poder devastador a la vez que casi acababa con su vida y la de Cetile.
¿Eso fue lo que sucedió? Ryku no pensó que hubiera sido tan grave. Como mucho creyó que Dylan lo protegió mientras estaba inconsciente, pero aquello era demasiado irracional para ser verdad. ¿Transformarse en un Charizard y no serlo al mismo tiempo? Una locura. Pero Dylan no se reía, de verdad hablaba como si hubiera mirado a la muerte a los ojos. Y esa mirada la conocía bien. No era una mentira.
—Dime que al menos hice algo por evitarlo, aunque no notara que estuviera ahí —pidió Ryku—. Yo nunca os haría daño. Lo sabéis, ¿no?
—Sí, pero lamentablemente no lo hiciste. Parecía como si otro hubiera tomado el control y estuviera lleno de ira hasta el punto de querer destruir todo cuanto lo rodeaba. Daba miedo, pero gracias a que tuvimos ayuda salimos mejor parados de lo que debería haber sido.
Ryku suspiró, aliviado de que, después de todo, sus amigos hubieran salido ilesos. Más o menos. Lo suficiente para no ingresar en un hospital como él. Aun así, en el fondo se sintió culpable. Si no hubiera perdido su Enlace desde el principio… Pero eso no importaba; todavía quedaban dudas que responder.
—Estás hablando todo el rato de «nosotros», ¿por qué Cetile entró en la cueva? ¿En qué momento lo hizo? Se suponía que la habíamos mandado a la ciudad a por ayuda.
—Y fui —respondió Cetile—. Os sorprendería lo rápido que puede llegar a correr un Venusaur. Pero al llegar a la ciudad, la policía estaba ocupada con un ataque al Gimnasio de ciudad Celeste. Y como no quería quedarme de brazos cruzados hasta que alguien me ayudara, volví al edificio y entré en la cueva. Ahora que lo pienso mejor, quizá no fue la mejor de las ideas.
—Fue pésima, sin duda, pero aun así me salvaste —dijo Dylan—. Incluso se podría decir que te salvaste a ti misma. Imagina que hubieras estado en el Gimnasio durante el espectáculo.
Cetile no se había dado cuenta de ello y palideció.
—Los medios de comunicación han confirmado que los que atacaron el Gimnasio fueron los mismos que pusieron en cuarentena ciudad Azafrán. Y algo me dice que el Equipo Leyenda está detrás de todo. Parece su modus operandi.
¿Hasta qué punto eran capaz de llegar el Equipo Leyenda? Ryku tenía la impresión de que el ataque solo había sido una mera distracción para que no descubrieran el verdadero objetivo en la cueva Celeste.
—Todo por un Pokémon desconocido… —dijo Ryku.
—En cuanto a eso —Dylan se calló y miró a ambos lados de la habitación como si lo que fuera a decir a continuación no debiera mencionarse nunca—, el Pokémon gris no fue el único raro de la cueva Celeste. Vino otro. Uno que nos salvó y ayudó a traerte de vuelta.
—¿Pero cuántos Pokémon que no se han descubierto nunca viven en esa cueva?
Dylan se encogió de hombros.
—Apareció de la nada, alegando que venía también por el Pokémon que quería capturar el Equipo Leyenda (se comunicaba con nosotros mediante telepatía). Y era mucho más poderoso que cualquiera, incluido el Charizard que describí. Pero eso no fue lo sorprendente, sino que hablaba como si te conociera, como si fuerais amigos.
Ryku perdió el hilo de la conversación. No tenía Pokémon que fueran amigos suyos a excepción de Antorcha. ¿Y que fuera más poderoso que el Pokémon psíquico que quería el Equipo Leyenda? Ni siquiera sabía cuánto poder tenía para compararlo. Lo pensó un rato hasta que dio cuenta de que sí podía conocer a ese Pokémon y no se terminaba de creer que se hubiera presentado en la cueva Celeste delante de sus amigos.
Tal vez que Cetile hubiera corrido las cortinas y asegurado que no había nadie cerca para escucharlos tenía algo que ver con ello.
—¿Por casualidad ese Pokémon era pequeño, de pelaje rosado y con una cola más larga que todo su cuerpo? —preguntó Ryku. Quería asegurarse de que se trataba del mismo Pokémon y lo hizo en voz baja por seguridad.
—Así que es cierto. El Pokémon no mentía —respondió Dylan—. Sí, el Pokémon tenía ese aspecto.
—Mew —dijo Ryku.
Ya no existía ninguna razón por la que mantener la promesa de no hablar de Mew si el propio Pokémon se había mostrado a sus amigos y conversado con ellos. Aunque estuvo claro que se aseguró de que Dylan y Cetile se unieran al juramento de no hablar de ello a menos que se hallaran solos.
Ryku reveló todo lo que había vivido con el Pokémon rosado, desde el supuesto primer encuentro en el S.S. Anne hasta lo que le ocurrió de verdad en la mansión Pokémon. Dylan y Cetile escucharon muy atentos a todo lo que les contó.
—Así que los Ditto son los intentos fallidos de clonar a Mew con una muestra de su ADN —dijo Dylan. Ryku asintió—. Resulta curioso que la versión que ignoraba a Mew no difiera tanto de la verdad. Y no hace falta preguntar por qué nos lo escondiste: ya lo hemos vivido.
—Entonces, ¿Mew se os mostró por voluntad propia y os protegió?
—Dije que apareció de la nada, ¿no? Quién sabe lo que se le pasó por la cabeza en ese momento, aunque agradezco que nos auxiliara. Fue clave en devolverlo todo a la normalidad y consiguió lo que buscaba. Se marchó junto al otro Pokémon psíquico sin dejar rastro.
—Seguro que le caísteis bien. Es un Pokémon bastante amigable —dijo Ryku—. Si os tiene con la misma promesa que a mí, mínimo os considera amigos.
—Es verdad, dijo eso antes de marcharse. Amigos del Pokémon Ancestral. Suena muy místico.
—Aunque mejor mantener la promesa de no hablar de ella —sugirió Ryku—. Después de lo que hizo en la cueva Celeste, no es buena idea tenerla como enemiga.
Cetile descorrió las cortinas tras finalizar la conversación del Pokémon Ancestral y entreabrió la puerta.
Los jóvenes se habían puesto al día y ahora reinaba el silencio en la habitación. A Ryku no le importó. Era mejor tener visita que estar tumbado en la cama mirando la nada. Pero sus amigos empezaron a aburrirse y distraerse con los brazaletes.
—Oye, Dylan, ¿sabes qué fue de mi brazalete Enlace? Aunque ya no funcione, me gustaría conservarlo.
—Oh, claro… En cuanto a eso, me temo que no va a ser posible. Pretendía darte una alegría mandándolo a reparar, pero no salió como esperaba. Se lo di a Mark, en el Centro Técnico de la ciudad y hasta ahora no sé si sigue intentando arreglarlo o ya se ha deshecho de él y está recuperando las piezas que sobrevivieron.
Ryku se desanimó. El brazalete era su mayor posesión, no solo por tratarse del objeto que lo identificaba como entrenador de Enlace, sino porque era la muestra del duro trabajo que realizó junto a Antorcha para ser uno. ¿Qué le diría ahora a su Pokémon? No le servía de nada demostrar lo fuerte que se había vuelto si su Enlace estaba destrozado. Quizá hasta ya lo supiera. La información respecto a los Campeones era de gran interés para el público general, en especial si se hablaba del Campeón más reciente.
—Bueno, si no puedo recuperar todo el brazalete, me conformaré con las piezas. Pero me enfada que no me pidieras mi consentimiento.
—Sí, lo sé, y lo siento mucho. Pensé que hacía una buena acción y me ha salido todo al revés.
—La intención es lo que cuenta, supongo.
Por el pasillo se oyó a alguien regañar a una persona, y poco después se añadieron pasos que se dirigían a la habitación. Entonces un hombre abrió la puerta de golpe y se tuvo que aferrar al marco para no resbalar y caer. Se quedó un instante quieto, recuperando el aliento por la carrerilla.
—¿Ese no es…?
El hombre no dio oportunidad de identificarse y se lanzó hacia la cama de Ryku sin ver la silla que tenía en el camino. Tropezó y cayó de rodillas a la vez que estampaba la cabeza en el colchón. Que se pusiera a gimotear solo hacía más irreal la situación.
La enfermera que lo había regañado antes esperaba fuera, dispuesta a llamar a la policía en cualquier momento. Dylan le dijo que todo estaba bien, que conocían a esta persona. La mujer miró al hombre, todavía sollozando, reacia y tardó unos segundos en confiar que todo estaba en orden y marcharse.
—Esto… ¿quién es usted? —preguntó Ryku.
—Creo que es…
De nuevo otra interrupción cuando el hombre, entre sollozos, levantó la cabeza y clavó su mirada en Ryku. En ese momento Ryku lo reconoció y estaba anonadado de verlo con ojos vidriosos y capaz de llorar desconsoladamente.
—Lo siento. Lo siento, lo siento, lo siento. ¡Lo siento muchísimo!
Era Bill. Había aparecido tan de repente que no hubo tiempo de fijarse en su aspecto. Se acercó hasta estar justo al lado de Ryku. Se movió de rodillas y eso se apreció en su rostro, a la que ahora se añadía un incómodo dolor por la acción a la vez que contenía las lágrimas.
—Es mi culpa. Por mi culpa estás en el hospital —dijo—. Te he hecho tanto daño que podrías haber perdido la vida.
—Pero si no fuiste tú, sino el brazalete Enlace.
—¡Precisamente! Mi invención te ha provocado esto cuando no debería haberlo hecho jamás. Decenas de miles de pruebas, de situaciones… y ninguna el resultado mandaba al portador al hospital.
Ryku pidió (y luego exigió) que Bill dejara de lamentarse y se calmara. Para el hombre fue como una tarea titánica. Le costó hasta sentarse en la silla diciendo que no se merecía estar así. Ryku incluso lo forzó.
Y esperaron. Varios largos minutos. Y después Bill fue un poco más la persona amigable que conocieron Ryku y Dylan.
—Perdón por lo de hace un momento. Es que no soporto cuando alguien sale malparado al usar uno de mis inventos. Me hace sentir como si hubiera cometido un crimen.
—¿Es que ha pasado otras veces? —preguntó Dylan.
—Solo con el sistema de almacenamiento e intercambio de Pokémon, y tampoco nada realmente grave: un fallo que manda la Pokéball al destinatario incorrecto, que no lo envía o se queda en mitad de la transferencia. Nada comparable con lo que acaba de hacer la tecnología Enlace —se llevó las manos a la cabeza—. La Prioridad Humana está para evitar estas situaciones, y los reiniciadores permitirían ahorrar la recarga si el peligro era mayor. ¿Es que no se activó?
Dylan se encargó de explicar a Bill lo ocurrido en la cueva desde que el brazalete se dañó. Ryku aportó su experiencia cuando se requería y Cetile reforzó la existencia del Charizard monstruoso cuando Bill no se creía que eso fuera posible. Se lo repitieron varias veces hasta que lo aceptó.
—No me entra en la cabeza que se activara el Enlace cuando el brazalete estaba destrozado. Esa situación fue de las que más pruebas hice con mi equipo porque sabía que sería la más común. Incluso hay un sistema que desconecta y aísla la batería para que no electrocute al portador y se pueda quitar el brazalete sin problemas. Y no, incluso habiéndose roto por el impacto, no debería dar ese resultado.
—Pues es lo que pasó —insistió Dylan—. Cetile y yo somos testigos de lo que vimos y Ryku es la prueba de las consecuencias del fallo del brazalete.
—No estoy diciendo que no os crea, sino que no comprendo cómo ocurrió esa tesitura al anular los protocolos de seguridad cuando fue a lo que más desarrollo le dedicamos. —Bill colocó su mano sobre el brazo de Ryku—. De verdad que siento no haber considerado esa consecuencia.
—No fue culpa tuya, sino del Equipo Leyenda —dijo Ryku—. Ellos me rompieron el brazalete.
—Tengo que ponerme esa mentalidad. Pero qué difícil es. Más que desarrollar inventos.
—Tus inventos no son el problema —dijo Dylan—. El Equipo Leyenda lo destruye todo allá donde estén. Silph es un claro ejemplo.
—No lo decía por ellos, pero entiendo tu punto de vista. —Miró al suelo un segundo—. Aun así, no soy capaz de marcharme sin disculparme con algo más que palabras. Ryku, dime qué es lo que quieres y me aseguraré de dártelo.
Ryku se lo pensó un breve momento.
—¿Podrías entregarme otro brazalete Enlace?
Bill permaneció en silencio unos segundos, sin una buena respuesta que ofrecer.
—Después de lo ocurrido, ¿todavía confías en mi invento?
—Claro. Esto no es más que una piedra (una muy grande) de mi carrera como entrenador de Enlace. Además, sería raro que el nuevo Campeón se retire tan pronto como hubiera conseguido el título. ¿Lo puedes hacer?
Bill se irguió y se llevó una mano al pecho.
—No solo tendrás un brazalete nuevo, sino que además conservará todo lo que tenía el antiguo, desde el Enlace hasta los movimientos que se guardaron con el lector de MT y cualquier módulo opcional que tuviera instalado. Como si nunca se hubiera roto.
—¿Eso es posible? —preguntó Ryku con un tono de emoción en la voz—. Dylan dijo que Mark apenas logró hacer algo y solo se puede recuperar piezas y módulos.
—Los técnicos Mark no tienen mis recursos —dijo Bill—. Esto no lo sabe todo el mundo, pero cuando se crea un Enlace, a su vez se genera una copia exacta para su almacenamiento cuando algo le pasa al brazalete o alguien quiere adquirir un modelo personalizado. Dispongo de todos los Enlaces que se han creado hasta el día de hoy. Los vuestros también —señaló a Dylan y Cetile—. Y de paso también se conservan los extras como los contactos, las MT usadas, el dinero en Monedas de Combate acumulados y demás. Todo asociado al Enlace y protegido y encriptado hasta tal punto que me llevará, incluso a mí, tiempo descifrar. Pero, por lo general, será muy fácil tratándose de un Campeón regional.
Los jóvenes se habían quedado anonadados con la nueva información. Bill los miró y comprendió al momento que ninguno había leído los términos y condiciones. Era de esperar, nadie dedicaba unos minutos a leerlos.
—Por otro lado—continuó—, me gustaría llevarme los restos de tu brazalete para analizarlos y mejorar la tecnología Enlace para así evitar que una situación como esta vuelva a ocurrir. ¿Tengo tu consentimiento, Ryku?
El chico sacudió la cabeza y asintió. Le dedicó una mirada de reojo a Dylan que captó al momento.
—Gracias, Bill. Saber que recuperaré mi Enlace me llena de alegría.
—Es lo mínimo que puedo hacer. Me pondré a ello ahora mismo.
Y sin siquiera despedirse, Bill desapareció por el pasillo a paso ligero.
Ryku lanzó una pelota y Aradya fue a buscarla a toda velocidad. La pelota se escondió en el césped del jardín y Aradya se pasó registrando hasta que se desesperó. Ante su llanto, Ryku señaló la zona donde había visto la pelota y Aradya se dirigió al nuevo lugar. Se alegró mucho de hallar su juguete y se divirtió con él antes de volver con Ryku para que volviera a lanzársela.
El brazo de Ryku había recuperado su resistencia y ya apenas quedaba rastro de haber sufrido las quemaduras del brazalete. Todavía se apreciaba el rectángulo del módulo Enlace, pero su piel seguía regenerándose y pronto no sería más que un recuerdo vago apenas perceptible. Ejercitarlo a base de jugar con Aradya era beneficioso.
—Ryku, ha llegado un paquete con tu nombre —dijo su madre desde el interior de la casa—. El remitente es Bill.
Ryku tiró una vez más la pelota y luego se metió en la casa a abrir el paquete. Ya sabía lo que contenía, pero había pasado una semana desde que Bill le comunicó que ya tenía su nuevo brazalete y estaba impaciente por recibirlo. El paquete era más grande de lo que debería, pero las medidas de protección antigolpes que Bill había puesto en el brazalete fueron excesivas. «Todavía no se ha perdonado del todo que se rompiera y me hiciera daño», pensó Ryku. Tardó lo que pareció una eternidad en liberar el objeto de su prisión.
Cuando por fin el brazalete estuvo en sus manos, Ryku no se lo puso de inmediato, sino que lo examinó como si fuera la primera vez que veía uno, tan nuevo como si lo acabaran de fabricar. Encendió el dispositivo y la pantalla se iluminó. Lo normal era ver el paso de configuración previa a la creación del Enlace, pero este ya estaba listo para usarse. Toda la información, todos los módulos que tenía el anterior, listos para ejercer su función. Se lo puso y sintió como si hubiera recuperado una parte de sí mismo.
Ryku salió al jardín y se fue a una zona más o menos libre de obstáculos. Aradya lo siguió con la mirada y permaneció en el sitio cuando Ryku le dijo que no se acercara. La Eevee ladeó la cabeza, intrigada por lo que hacía. Se asustó cuando de la nada Ryku empezó a brillar y a cambiar. Alas y una cola brotando de la espalda, cuernos saliendo de la cabeza, un hocico modificando las mandíbulas y un cuello más largo. El brillo cedió cuando la cola se inflamó como una eterna llama naranja.
Volvía a ser capaz de transformarse en un Charizard, en uno normal y corriente, sin diferencias en el aspecto. Y no entendía cómo, pero sabía que el Enlace era de su Pokémon, de Antorcha. No es que no se fiara de la palabra de Bill, solo no estaba seguro de que el Enlace siguiera siendo el mismo después de todo.
Ryku desactivó el Enlace y retomó el juego con Aradya. Mientras el Pokémon iba a buscar la pelota, hizo la llamada que ya consideró tradición de las veces que la había hecho. Esperaba que, esta vez, Liza respondiera. No fue hasta el último tono que el holomisor mostró, por fin, la cara de la mujer. No estaba mirando a la cámara y hablaba con alguien fuera de imagen. Cuando se centró en la llamada, esbozó una sonrisa.
—Ya pensaba que no cogerías la llamada —dijo Ryku fingiendo regañarla.
—Perdona, Ryku. Últimamente tengo la cabeza en varios asuntos a la vez y apenas tengo tiempo para mí. Pero hoy no hay excusa que valga. Tenemos cosas de las que hablar, empezando por aquello que escuché sobre ti estando en el hospital. ¿Va todo bien?
—Sí, sí. Ya no hay nada de lo que preocuparse —se agachó y lanzó la pelota—. Me siento genial y preparado para volver a la carga.
—Pues no corras tanto, que no todos coleccionan las medallas de Gimnasio de una región, ganan la Liga Pokémon y se convierten en Campeones en el mismo año. —Ryku se ruborizó—. Tengo que decirlo: menudo espectáculo diste. Ya lo creo. En ocasiones creía que era un Charizard de verdad el que quería vencer al Alto Mando.
—¿No exageras un poco?
—La opinión de Charla es casi la misma que la mía. No estarás llamando mentirosa a mi Charizard, ¿verdad?
—Como si uno pudiera llevarle la contraria a un Charizard.
Liza se rio.
—Bien dicho. Pero ahora en serio, no suelo ver las Ligas Pokémon ni ningún torneo importante. Decidí ver el de Kanto porque tú participabas en él, si no sería otra época en la que solo se hablaba del Alto Mando, Campeones del pasado y otras tantas cosas irrelevantes para mí. Lo que vi casi me hace abandonar la crianza de Charizard y probar suerte en algún torneo de Johto. Casi. Nada supera mi pasión por cuidar de los Charizard.
—¿Antorcha vio el torneo? —preguntó Ryku.
—Ninguna cola en llamas se interesó por los combates de humanos, Antorcha incluido. Le lancé indirectas, pero nuestro amiguito no mostró ninguna emoción, como si no le importara o no esperara menos de ti. —La imagen de Liza aumentó y solo se veía un ojo—. Es bueno escondiendo sus sentimientos. Estoy convencida de que, como mínimo, está orgulloso de tus logros. A lo mejor incluso no lo quiere escuchar viniendo de mí, sino de ti.
—Pues he pensado en hacer un viaje al valle para decírselo en persona. La fama que recibí al convertirme en Campeón ha pasado y dispongo de más libertad de movimiento.
La imagen de Liza regresó a su busto habitual y realizó un movimiento negativo con la cabeza.
—Espero que no sea pronto, porque bastante tengo ya por aquí. El valle no está pasando por su mejor momento después de que los Charizard hicieran uno de esos enormes conflictos suyos y, para colmo, una tormenta asoló la región y añadió más destrozos si cabía. Por eso he tardado tanto en responder la llamada. Hay tanto caos que ahora mismo nadie que posea un par de alas puede llegar al valle, y ni así está permitido porque las autoridades han bloqueado los accesos para evitar accidentes innecesarios. Devolver el valle a su estado natural está siendo toda una odisea.
—Entonces, ¿cuándo podría ir?
—Mínimo hasta que las autoridades vuelvan a ver seguro los caminos que llevan al valle. A saber cuánto tiempo pasa.
—Pues vaya. No me queda otra que esperar —dijo Ryku, más enfadado por la mala noticia que desanimado—. ¿Y cómo está Antorcha después de ese conflicto entre Charizard que mencionaste?
—Oh, por él no te preocupes en absoluto. ¿Recuerdas cuando comenté lo poderoso que se había vuelto? No ha habido un solo día que no lo haya demostrado y en el conflicto fue de los Charizard menos heridos. Y no hizo nada más que defender la parcela que declaró como su territorio. Nadie se le acerca si no es para probar su fuerza.
—Uf, ¿de verdad estará orgulloso después de convertirme en Campeón? Suena como una nimiedad para él.
—Por supuesto que lo está, no lo dudes ni por un segundo —se escuchó un rugido fuera del holomisor—. Charla me llama, y parece urgente. Será mejor que vuelva al trabajo, que hay mucho que hacer. Me he alegrado de verte Ryku. Te avisaré cuando puedas visitarnos, ¿vale? Cuídate.
Y antes de que Ryku pudiera despedirse, Liza finalizó la llamada del holomisor.
Ryku suspiró. Esperar por la recuperación del brazalete Enlace le había sido eterna. Con los problemas en el valle pasarían meses antes de poder visitar a Antorcha después de tantos años. Pensar en su Pokémon y en el tiempo que hacía que no lo veía sirvió para animarse un poco. ¿Qué significaban unos meses comparado con varios años? Sería paciente y aguardaría la llegada del aviso de Liza. Después de todo, la promesa ya estaba cumplida.
Chapter 46: Epílogo
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Phoebe estaba muy feliz de que al fin la Liga Pokémon hubiera acabado. Por un tiempo, al menos. Ya no tenía que permanecer fuera del Gimnasio comprobando que los entrenadores que venían a por la medalla de Sabrina cumplieran sus requisitos. Tampoco es que le molestara, hacía todo lo posible por ayudar a la líder de Gimnasio. Pero aun así no le gustaba. La alejaba de otros asuntos que le importaban más. Aunque valía la pena esperar a los meses de vacaciones de la Liga Pokémon para ver como el Gimnasio recobraba la vitalidad que se escondía en época de caza de medallas, de cómo relegaba los combates Pokémon a un segundo plano para enfocarse en lo útil de verdad: las clases de telequinesis.
Sabrina no solo era una gran líder de Gimnasio, sino también una estupenda maestra de todo lo relacionado con los poderes psíquicos. El Gimnasio era más una escuela dedicada a personas que están desarrollando poderes y no son capaces de controlarlos que un lugar donde efectuar combates y entregar medallas. Estaba abierto todo el año, aceptando nuevos alumnos en cualquier momento del curso, y siempre se matriculaban más cuando el Gimnasio cerraba y Sabrina destinaba todo su tiempo al colegio como profesora y directora.
Phoebe llevaba mucho tiempo yendo a la escuela, incluso en sus horas bajas. Era una veterana junto a otro grupo de alumnos que ingresaron más o menos al mismo tiempo que ella. Eso los colocaba en una posición elevada dentro de la escuela. Asistían a clase y, además, se encargaban de preparar a los nuevos alumnos durante su estancia en la escuela: asignación de habitación comunal, uniformes, normativa y horarios. Además, eran los ojos y la voz de Sabrina, manteniendo el orden en el recinto escolar.
Un día, Phoebe y algunos de sus amigos acudieron a una de las clases de Sabrina como sus ayudantes. Las lecciones eran básicas, perfectas para los nuevos alumnos. Phoebe estaba muy pendiente de lo que enseñaba Sabrina, daba igual que lo hubiera escuchado cientos de veces, nunca venía mal refrescar los conocimientos. Estaba tan absorta que ni las sacudidas de Yasahiro, uno de sus compañeros, la sacaban de su trance. Pero sí notó la pisada que la devolvió al mundo real. Le clavó una mirada iracunda y él se disculpó. No lo había hecho con mala intención, sino porque a veces Phoebe se perdía en su admiración hacia Sabrina y le costaba reaccionar.
Durante la lección de levitar objetos, uno de los alumnos sufrió un accidente en el que su poder mental se descontroló y levantó no solo su objeto, sino todo lo que no estuviera anclado al suelo. Los objetos de los otros alumnos subieron hasta el techo y los alumnos se separaron del suelo casi un metro. Phoebe permaneció en calma y contrarrestó el poder psíquico del niño con el suyo, más poderoso y controlado, para apenas realizar un salto normal. Sus compañeros hicieron lo mismo. Acto seguido se dispusieron a devolver todo a la normalidad cuanto antes, pero Sabrina se adelantó y detuvo el ascenso de sus alumnos con un movimiento de mano. Los bajó lentamente hasta que el niño causante del altercado apagó su poder de repente y todos cayeron al suelo, algunos de bruces, otros de culo. Los objetos rebotaron por la sala y la dejaron como si hubiera pasado un tornado.
Phoebe ayudó a los alumnos y procuró que ninguno se hubiera hecho daño. Muchas quejas, pero nada grave. Miró a los demás y no vio que se requiriera mayor asistencia. Solo el niño que había causado el infortunio estaba temblando. ¿Debería hacer algo con él? No, Sabrina se ocupó de ello. Habló con el niño y le quitó toda la relevancia al suceso. Sus compañeros de clase no estaban asustados por su poder, más bien sorprendidos. Incluso uno soltó una broma. Phoebe sonrió ante la amistad que estaban forjando los niños.
Sabrina dio por terminada la clase de hoy y mandó a los niños a sus respectivas habitaciones comunales. Los compañeros de Phoebe formaron los grupos y se los llevaron fuera de la sala. Phoebe iba a ser la última en salir, pero Sabrina pidió que se quedara. Yasahiro se encargaría de su grupo.
—¿Necesitáis algo, maestra? —preguntó Phoebe.
—Esta noche espero una visita. ¿Sería mucha molestia que prepararas un tentempié nocturno para los dos?
—Ninguno. ¿Habéis pensado en algo en concreto?
—Una mayor variedad de galletas valdrá. Y té para dos.
Phoebe inclinó la cabeza. ¿Solo incluir más variedad de galletas al refrigerio nocturno? Una petición un tanto extraña. Pero quién era ella para dudar de su maestra. Sabrina tendría sus motivos.
—Espera su llegada en la puerta principal del Gimnasio —continuó Sabrina—, pero sin salir del mismo. Ahora no trabajas como vigilante.
—¿Cómo sabré entonces que es a quien esperáis?
—Lo sabrás en cuanto aparezca, no te angusties. Os esperaré en el estadio.
Phoebe hizo una reverencia y marchó a cumplir sus quehaceres como veterana del colegio con el resto de sus compañeros. Tenía tiempo de sobras para ocuparse tanto de sus deberes en el colegio como de cumplir el encargo de Sabrina.
La noche cayó. Phoebe cenó con los demás alumnos y se aseguró de que no abandonaran las habitaciones comunales hasta que volviera a salir el sol. Solía ser el momento de más tranquilidad en todo el edificio. Solo permanecían en pie los veteranos, los cuales tenían permiso de salir del Gimnasio y pasar la noche fuera si así lo deseaban. Habían decidido ir a casa de alguien a divertirse después de un día ajetreado aquella noche. Phoebe tuvo que comunicarles que no podría acompañarlos.
—¿Sabrina otra vez solicitando tus servicios? —preguntó Yasahiro. Estaba en la concina con ella, picoteando algunas galletas que Phoebe preparaba en la bandeja.
—Hoy espera visita —dijo. Cogió dos tazas y las colocó en la bandeja—. Aunque parece que no lo sea porque estoy haciendo lo de siempre.
—Compartirán gustos.
—Tampoco se molestó en describirme a su invitado. Se limitó a decir que sabría que era su visita cuando llegara.
—Otro psíquico, quizá. Eres una de las mejores psíquicas del colegio, así que lo tendrás fácil.
—Ni que tú o los demás no estéis al mismo nivel que yo —replicó Phoebe—. Cuando no estamos entrenando, competimos por ello… ¿La quedada de esta noche era para eso?
Yasahiro se encogió de hombros y disimuló para coger otra galleta. Phoebe lo vio y le dio una cachetada en la mano.
—Esta noche vamos a continuar con los juegos de ingenio, pero no será lo mismo sin ti. Siempre flaquea el grupo cuando faltas, O eso dice Aki todo el rato. Seguro que no ha fallado a su «cita» esta vez.
—No puedo decirle que no a Sabrina. Lo sabes.
—Sí, ya. La admiras mucho. Demasiado, desde mi punto de vista. Pero no soy quién para juzgar. Además, me entretiene sacarte de tu ensimismamiento durante las clases con ella.
Phoebe le dedicó una mueca de disgusto.
—Pues podrías ahorrártelo —le espetó.
—Si no soy yo, lo hará otro.
Phoebe terminó de calentar el té y lo vertió en la tetera, recolocó las tazas y alejó del alcance de la mano de Yasahiro las galletas.
—Bueno, mejor me voy ya con los demás. Si la visita de Sabrina no se queda mucho tiempo o Sabrina te despacha antes, estaremos en la casa de Inoko. Si no, en fin, buenas noches, entonces.
—Buenas noches, Yasahiro.
Phoebe cogió la bandeja y se dirigió al estadio del Gimnasio. Le resultaba curioso que Sabrina no hubiera puesto a un lado su función de líder de Gimnasio, en especial cuando esperaba una visita y había elegido el estadio como lugar de reunión. ¿No hubiera sido mejor escoger una sala más pequeña y privada? De nuevo, Sabrina tendría sus motivos y ella no iba a sugerir nada que la enfadara.
Sabrina estaba sentada en el trono, meditando. No reaccionó ante ningún ruido que hizo Phoebe al entrar en el estadio, pero la joven sabía muy bien que no estaba distraída. Depositó la bandeja en la mesa plegable oculta detrás del trono y la dejó a un lado. Esperó unos segundos antes de irse a esperar la visita.
—Sírveme una taza, por favor —dijo Sabrina sin abrir los ojos.
Phoebe cogió la tetera y preparó el té.
—Ya lo cojo yo, gracias.
Phoebe hizo una reverencia y se retiró.
La espera por la llegada de la visita fue larga. No fue hasta bien entrada la noche que alguien golpeó la puerta del Gimnasio y sacó a Phoebe del sueño en el que poco a poco se estaba sumiendo. La joven se arregló en un momento y abrió la puerta.
Sabrina no exageraba con que reconocería la visita que esperaba. Había algo en esa persona que llamaba la atención por muy discreto que intentara serlo. Sus ojos pequeños denotaban una gran astucia y se corroboraba con un rostro de alguien muy seguro de sí mismo. Vestía a juego con la noche con prendas oscuras y una gabardina a juego. Lo único algo colorido de la persona era el pelo rojo con puntas negras y la diadema celeste que lo recogía en una coleta.
—¿Este es el Gimnasio de ciudad Azafrán? —preguntó—. En esta ciudad hasta un edificio como este pasa desapercibido.
Phoebe empezó a arrepentirse de haber considerado al invitado de Sabrina como alguien inteligente. Nadie era incapaz de localizar el Gimnasio ni por error.
—Sí, aquí es —respondió—. Supongo que eres el invitado que Sabrina me mandó buscar. Te está esperando. Sígueme, por favor.
—Oh, vamos, buscar no es una palabra adecuada. No tengo tan mal sentido de la orientación, solo soy nuevo en la ciudad.
El hombre entró y las luces del Gimnasio revelaron más detalles de la persona como que su piel era blanca grisácea, como si estuviera recubierto de ceniza. Los ojos azules no encajaban con una piel tan descuidada.
Phoebe le hizo un gesto de seguirla y el hombre no se separó de ella en ningún momento. Se entretuvo observando la arquitectura del Gimnasio y soltando algún que otro comentario que Phoebe ignoraba. Pero a veces era imposible y le contestaba. En uno de esos momentos Phoebe apreció un brazalete Enlace en el brazo derecho del hombre.
—¿Eres entrenador de Enlace? —preguntó. A lo mejor si le interrogaba se callaba hasta llegar al estadio.
—Así es, aunque no le dedico mucho tiempo —contestó el hombre—. Y por si te interesa saberlo: no, no he vencido a Sabrina ni tengo ninguna medalla de Gimnasio. Pero podría hacerlo sin ningún problema.
«Sí que está seguro de sí mismo», pensó Phoebe. Ella no creía que fuera capaz de cumplir lo que decía, menos sin haberse preparado para un combate contra Sabrina, algo que hacían todos los entrenadores antes de desafiarla. Incluso otros líderes de Gimnasio.
—Eres muy mala escondiendo tus emociones, ¿lo sabías? —dijo el hombre.
Phoebe se sobresaltó y se ruborizó ligeramente. No recordaba haber puesto ninguna mueca de duda. ¿Cómo lo había descubierto?
Phoebe no quiso hablar más con ese hombre y siguió el camino hacia el estadio. Había conseguido que se callara el resto del camino, pero por alguna razón eso fue peor y se puso nerviosa, aunque se controló gracias a las lecciones de Sabrina.
Phoebe abrió la puerta del estadio e indicó educadamente al invitado de pasar antes que ella. El hombre lo agradeció con una inclinación de cabeza y fue directo a reunirse con Sabrina. Phoebe aguardó un momento para asegurarse de que Sabrina no requería más sus servicios antes de dejarlos a solas.
—¡Eh, joven! Sabrina no quiere que te vayas —dijo el invitado.
Phoebe asintió y cerró la puerta. De camino hacia el trono, oyó a Sabrina recriminado a su invitado por dirigirse a ella con un tono ofensivo y este respondió encogiéndose de hombros como si no le importara lo más mínimo. Debían conocerse mucho para tratarse así.
Cuando ya estuvo junto a ambos, Sabrina le indicó con la mano que se posicionara a su lado, justo detrás de la bandeja de las galletas. Le pidió que preparara otro vaso de té y le preguntó al invitado si quería a lo que el hombre rechazó como si detestara las infusiones. Aunque sí aceptó las galletas.
Tras dar un sorbo del té, Sabrina adoptó su clásica postura seria. Phoebe captó la indirecta que le mandaba: no hablar hasta que ella le diera permiso y limitarse a servir té y galletas siempre que uno de los dos lo solicitara.
—No te he llamado para darte lecciones de conducta. De eso se ocupan otros —dijo Sabrina.
—Menudo motivo de viaje más nimio de haberlo sido —sonrió el hombre.
—Esto es serio, Zack. Ahórrate las bromas.
—Vale, vale, perdona.
Sabrina exhaló lentamente y tomó otro trago.
—¿Qué has averiguado respecto a las visiones? —inquirió—. ¿Han sido de utilidad o solo se trataron de meras alucinaciones?
—Fueron útiles. Aunque agradecería que también fueran un poco más específicas con las ubicaciones donde ocurre lo que ves —contestó Zack—. Confiaba en que habría suficiente con tu instinto. Parece que no te ha ayudado esta vez.
—No lo necesité. El Equipo Leyenda se ha esmerado bien en dejar su huella con todo el rastro de destrucción que ha dejado. Ni siquiera me hizo falta el informe que me mandaste. Los muy inútiles han paralizado por mucho tiempo sus actividades en esta región.
—Céntrate en las visiones, Zack. Esos peones ya tendrán su justo castigo —lo cortó Sabrina.
—Veamos, nada más llegar a Kanto, visité la última ubicación donde el Equipo Leyenda había actuado y tuve la suerte de que en aquella ciudad existe una cueva que se asemeja a lo que conseguiste describirme en tu visión. Al parecer, en ese lugar se desató una gran batalla, o eso dicen los agentes de policía, entre unos críos y el Equipo Leyenda. Me colé sin que me detectaran y comprobé el campo de batalla —hizo una pausa en la que pidió a Phoebe una galleta—. Creo que allí se produjo el combate de tu visión, Sabrina. Una zona helada dentro de una cueva, incluso caían estalactitas del techo. Había rocas y piedras que se habían destruido en un intenso combate entre Pokémon, ya fuera de personas con Enlaces o Pokémon comunes. Y, por lo que vi, uno de esos Pokémon tuvo que ser de tipo fuego. Uno lo bastante poderos como para fundir y quemar la piedra. Puede que fuera ese Charizard de melena de fuego que mencionaste.
Sabrina se agitó en el trono. Phoebe no adivinó si había sido por incomodidad de la postura o porque algo había hecho clic en su mente. Por respeto a su maestra, contuvo el impulso de preguntar.
—¿Y qué hay de las garras que lo atraparon? —preguntó Sabrina—. Eso no lo hace un Pokémon común.
—Porque no lo fue. Pienso igual que tú: esas garras las tuvo que crear un legendario. Ningún Pokémon tiene tanto poder y lo utiliza para detener a un Charizard común. Eso refuerza que lo que ocurrió en tu visión, ocurrió en esa cueva. ¿No crees?
—¿Piensas que…?
Zack negó con la cabeza.
—Escapó. Fuera cual fuera el que se refugiara en esa cueva, los peones del Equipo Leyenda no lo capturaron. Apostaron todo a un color y fallaron.
—Pero ahora que lo han descubierto, lo tendrán fácil para perseguirlo.
—No para atraparlo —replicó Zack—. Ya sabes lo escurridizos que llegan a ser los legendarios. Además, un combate contra ellos supone un auténtico desafío.
—Imposible no es lo mismo que lo improbable. Algún día caerán.
El estadio se quedó en silencio. Sabrina cerró los ojos y levantó la cabeza. Zack se cruzó de brazos y esperó a que la líder de Gimnasio volviera a fijar sus ojos en él.
—¿Qué estás pensando? —preguntó Zack.
Sabrina no contestó y continuó sumisa en sus pensamientos sin bajar la cabeza ni abrir los ojos.
—¿Hay algo de la visión que no haya investigado? La cueva helada, el Charizard de melena de fuego, las garras… ¿Querías que buscase algo respecto a las siluetas que luchaba contra el Charizard? No les diste tanta importancia.
«¿Quieres dejar que se concentre?», exclamó mentalmente Phoebe. A Sabrina no se la debía molestar mientras tuviera los párpados cerrados. Si había ruido o preguntas a su alrededor, la distraían y la enfadaban.
Zack miró de reojo a Phoebe como si la hubiera escuchado. No le dio importancia y devolvió su atención a Sabrina. Lo que había sentido Phoebe con esa reacción del hombre le hizo creer que de verdad había oído sus pensamientos, pero no había percibido nada relacionado con poderes psíquicos. ¿Había sido casualidad y lo había mirado como si le preguntara por el estado de su maestra o de verdad se había molestado por su espeto? Phoebe tardó en relajarse.
Sabrina abrió los ojos y bajó la cabeza después de un rato. La sacudió a un lado y a otro y suspiró.
—He encajado todas las piezas del puzle que faltaban —dijo—. No quería aceptarlo, pero no hay duda de que es la verdad.
—¿Me pones al día? Cuando te vuelves enigmática no hay quien te entienda.
—Tienes razón. El Charizard de melena de fuego luchó en la cueva Celeste. No hay dudas al respecto.
—Vaya, es raro que estemos de acuerdo en algo —dijo Zack. Se jactó del hecho y recuperó la seriedad, si es que se podía considerar así—. Pero ¿qué es lo que te hace estar tan segura?
—El mismo joven que detonó mi visión estuvo envuelto en el incidente de ciudad Celeste, concretamente en la lucha de la cueva Celeste. Un Charizard común donde apareció el de melena de fuego.
Zack hizo una mueca de duda.
—¿Estás diciendo que ese Charizard era en realidad el Enlace de un crío?
—Sí. Y me gustaría que le tuvieras más respeto. Ese «crío» ha conseguido hacerse con el título de Campeón.
—Ah, ya sé de quién hablas, entonces. Ese tal Ryku de pueblo Paleta. Ahora entiendo por qué mi instinto me ese crío valiera la pena echarle un ojo.
—Tu instinto siempre me asombra —dijo Sabrina.
—Y ahora se ha vuelto a activar. Tú nunca alabas a nadie —apuntó Zack—. Quieres que haga algo más por ti.
Sabrina hizo un gesto que la delató.
—No te ofendas, pero accedí a confirmar tu visión porque me pillaba de camino. Tengo tareas más importantes que las tuyas, sin ofender.
—Lo entiendo, Zack, eres un hombre ocupado. Pero lo que quiero no se interpondrá en otras misiones que te hayan encomendado, te lo prometo.
Zack suspiró.
—Más vale que sea simple o tendré que rechazarlo.
Sabrina asintió en agradecimiento.
—Vigila a Ryku y a su familia.
Zack arqueó una ceja. Dudaba entre acceder o negarse a la petición.
—¿Por qué?
—Es mi propio instinto con un toque de premoniciones. Y ya sabes que esas cosas no hay que ignorarlas.
Zack tardó unos segundos en dar una respuesta.
—No pienso discutir cuando hablas con ese tono tan misterioso —añadió una frase en voz tan baja que lo único que vieron Sabrina y Phoebe fueron los labios de Zack moverse—. Lo haré, pero no estará entre mis prioridades.
—Me parece justo. Gracias, Zack.
El hombre no le dio importancia y preguntó si quería algo más. Sabrina finalizó la conversación y Zack se dispuso a abandonar el estadio. Phoebe lo siguió, pero él ya no necesitaba un guía y sabía dónde estaba la salida. Se detuvo a mitad de camino.
—Te recomiendo que descanses, Sabrina —dijo—. No se me ha escapado que estás exhausta, mentalmente hablando. No quisiera averiguar qué te ha pasado algo malo por culpa de tus visiones. Evítalas si no es indispensable, ¿vale?
—Haré lo que pueda. Te doy mi palabra.
Zack asintió y abandonó el estadio.
Cuando se marchó, Phoebe sintió como desaparecía una carga que no había detectado hasta ahora. Se centró en su maestra, preocupada por su estado mental.
—No te alarmes, Phoebe —dijo Sabrina—. Estoy bien. Zack acostumbra a exagerar y sus consejos son más bien recordatorios. Estos momentos de té y pastas son la forma con la que mantengo la mente serena.
Phoebe no estaba segura de qué hacer a continuación. Lo normal era que después de cualquier conversación, dejaba a solas a Sabrina y se iba con sus amigos. Pero en aquella situación no lo veía adecuado, como si fuera de mala educación.
—Gracias, Phoebe.
La joven miró a su maestra.
—No he hecho nada en especial, maestra. ¿Cuál es el motivo por el súbito agradecimiento?
—Por estar a mi lado todo este rato —contestó Sabrina—. Necesitaba la presencia de otra persona mientras hablaba con Zack. No es que desconfíe de él, solo precisaba tener la mente enfocada en la conversación.
Phoebe asintió y no se molestó en permanecer el tiempo que Sabrina deseara. Juntas se terminaron las galletas y el té y luego la líder de Gimnasio otorgó a su alumna la libertad de irse si así deseaba. Phoebe hizo una reverencia y fue a cambiarse de ropa para reunirse con sus amigos. Con suerte no habrían terminado la sesión de juegos.
Cuando salió del Gimnasio, Phoebe se sintió ansiosa. A medida que se dirigía a la casa de Inoko, no podía parar de repetir la conversación entre Sabrina y Zack. Creyó que esa reunión, aunque su asistencia hubiera ayudado a Sabrina, debió haberse realizado solo entre dos personas, no tres. La inquietud hizo que por un instante Phoebe se detuviera en mitad de las calles y mirara en dirección al Gimnasio. Temió que Sabrina la hubiera metido sin querer en algún asunto turbio o que, quizá… Phoebe sacudió la cabeza. ¿En qué estaba pensando? Sabrina no era una persona malvada, mucho menos era miembro del Equipo Leyenda. Su mente contestaba de manera incorrecta las dudas que tenía. Le urgía pensar en otra cosa. Reanudó el camino y aceleró el ritmo. Tal vez derrotar a Yasahiro en los juegos de ingenio la ayudarían a pensar en cosas más alegres y divertidas.
Notes:
Y fin. Al fin he terminado por segunda vez esta historia. Sí, has leído bien: segunda. La historia la terminé en realidad en 2022 y no ha sido hasta este año que opté por seguir publicándola en AO3 después de postear el primer capítulo en 2019 para probar esta web. Pero en vez de repetir el proceso, decidí esforzarme un poco y editar la historia para que fuera más amena de leer, controlar errores gramaticales que se me escaparon, eliminar relleno que ralentizaba la acción (había más de lo que imaginaba, la verdad 😯)... En resumen, el fic original tenía alrededor de 318K palabras y lo he reducido, según dice la web, a 280K. ¡Eso significa que eliminé 38K de palabras, casi lo mismo que una historia corta! Me asombro hasta yo mismo de lo que he hecho desde finales de 2023 hasta hoy.
Esto no lo considero realmente el final de la historia. A Ryku todavía le queda mucho camino por recorrer y llevo tiempo preparando la secuela titulada "La Llamada del Cielo y el Mar". Incluso planeo escribir una historia corta, una minisecuela, un Pokémon Enlace 1.5, donde el protagonista es Mewtwo. Espero tener algún capítulo más pronto que tarde, pero entre todas las historias que estoy escribiendo ahora mismo y las que se van sumando, no prometo que sea pronto, la verdad. Pero lo intentaré.
Espero que los que le hayan dado una oportunidad a este fic, aunque no se hayan dejado ver con algo de actividad como comentarios, kudos y demás (muchas gracias a los que sí lo hicieron), lo hayan disfrutado tanto como yo escribirlo.
Y aquí me despido. Nos leemos en otras historias de esta serie o en otro tipo de fic que publique. En cualquier caso,
¡Feliz lectura!
SDW.
realidadcaotica on Chapter 1 Sun 04 Aug 2024 02:40PM UTC
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SpainDragonWriter on Chapter 1 Fri 16 Aug 2024 09:52PM UTC
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