Chapter 1: Prólogo
Chapter Text
Desde la ventana podía oírse el piar de los pájaros y las jubilosas risas infantiles de los niños jugando en el patio principal. Los silbidos de las ráfagas de aire que generaban entre sus manos penetraban el silencio que, de otra forma, hubiese sido incómodo para el joven Avatar que observaba desde su habitación. Se pudieron escuchar los vitoreos aumentar cuando uno de los chiquillos empezó a perder el equilibrio sobre el poste de madera en el que se hallaba parado. Jugaba Balón Aire con otro muchacho. Con la pelota en mano, se tambaleó hacia adelante, luego hacia atrás, pero nunca acabó por caer, así que los gritos de los espectadores que observaban desde abajo se apaciguaron. Había estado viendo la partida desde hace un rato sin mirarla realmente, estaba demasiado abstraído en sus pensamientos como para prestar atención, y acabó siendo ese el sitio en el cual su mirada decidió posarse.
Inhaló profundamente cuando sintió la brisa en su rostro, exhalando del mismo modo, hallando algo de necesitada tranquilidad en su inquieto interior. Su ansiedad tenía motivos razonables, y estos llevaban rondándole la cabeza desde hace meses, cuando en una ocasión insólita los Sabios del Fuego se dirigieron a su persona como el Avatar Roku, en plena celebración del cumpleaños de este último y del Príncipe de la Nación del Fuego. La sorpresa no fue menor, y se halló con que, a pesar del paso del tiempo, todavía no podía hacerse asiduo a la idea de que él realmente fuese lo que ellos declaraban; el encargado de mantener el balance del mundo, el Maestro destinado a dominar los Cuatro Elementos. A menudo una sensación de insuficiencia lo embargaba, o quizás era sólo que siempre estaba ahí, oculta en el fondo de su mente, resurgiendo en sus momentos de soledad.
Roku removió el artefacto real que adornaba su rodete para observarlo, sosteniéndolo entre sus manos con melancolía. Las cosas eran más sencillas en aquel entonces, cuando sólo debía preocuparse porque su amigo, Sozin, no le quemara la ropa en sus entretenidas sesiones de entrenamiento. Siempre pensó que llevaría una vida cómoda y tranquila en la capital. Jamás se le habría ocurrido que cargaría en sus hombros con una responsabilidad tan pesada como la que ahora tenía. Así, con más recurrencia de lo habitual, se encontraba extrañando su hogar, su vieja vida y a sus amigos, especialmente cuando observaba el regalo que tenía en sus manos en ese momento.
“¡Oye, Roku!”
El susodicho alzó la vista inmediatamente al oír una voz alegre venir por la puerta. Un chiquillo unos años menor, vistiendo el atuendo común de los estudiantes de Aire Control que él mismo también llevaba. Le sonrió mientras entraba al cuarto.
“Hola, Gyatso.” Le devolvió el gesto de manera más leve, y debió ser precisamente por lo forzado que se veía que el otro se dio cuenta de que era falso. Su tono de voz no sonaba muy alegre, por lo demás. En todo el tiempo que llevaba de conocerlo, el pelinegro, poco a poco, se dio cuenta de lo perceptivo que era su joven amigo Nómada. Era una buena cualidad, excepto en estas situaciones.
“¿Qué ocurre?” Inquirió al notar su clara mohína actitud, y se movió hasta la cama para sentarse a su lado. El Maestro Fuego no respondió inmediatamente, lo que dio espacio para que hiciera sus propias conjeturas. “¿Es porque Tashi nos delató con los monjes por lanzar pasteles de fruta el otro día?”
Al recordar el incidente al que se refería, se le escapó una risilla.
“Pfft, no.” Replicó. “Eso fue gracioso.”
“Sí que lo fue, ¿recuerdas cómo la crema le caía de la cabeza?”
Roku supo reprimir mejor su risa, pero Gyatso la dejó fluir a cántaros, y, eventualmente, resultó contagiosa. Fue gracioso en ese momento, no tanto así cuando le aumentaron las horas de meditación como castigo por ello.
“Así que, ¿por qué la cara larga?”
Volvió a girar la vista hacia la pieza de pelo en su mano, y recorrió el espiral dorado con el pulgar, mientras explicaba.
“Supongo que… estoy algo preocupado.” Confesó.
“¿Preocupado? ¿Por qué?” Preguntó.
El de ojos dorados alzó los hombros para después mirar el techo.
“¿Qué tal... si no logro ser un buen Avatar?”
Él ladeó la cabeza como muestra de su confusión.
“¿Por qué dices eso, Roku? Por supuesto que lo serás.”
“¿Cómo puedes estar seguro de eso, Gyatso?” Cuestionó con un tono más atribulado. El susodicho podía sentir, por la manera en que se refería al asunto, que era algo que realmente le preocupaba. No era para menos, su responsabilidad para con el mundo se le había sido entregada de una manera tan repentina que de seguro todavía no tenía tiempo para siquiera procesarlo o asumir su deber de manera tan pronta como se esperaba de él. “Todos esperan que pueda hacerlo, pero, ¿qué tal si ni siquiera llego a dominar el resto de los elementos?”
“Claro que podrás, ya eres bastante bueno en el Aire Control.” Animó, poniéndole una mano en el hombro como un gesto reconfortante. “Además, tendrás maestros que te entrenen.”
“...Aún así… No sé cómo debería sentirme respecto a todo esto, ¿mantener el equilibrio del mundo ? Suena como una tarea imposible.”
“Vamos, debes tener más confianza en ti mismo.” Sonrió. “Nunca se nos da una carga que no podamos soportar.”
El más alto tornó su vista hacia él, la clara inseguridad manifestada en su semblante.
"Quizás." Murmuró, apoyando cada codo sobre sus rodillas y el mentón en su mano derecha. Intentaba buscar el lado positivo, pero fallaba en encontrarlo. Podía enumerar cada aspecto adverso de poseer su posición, y la resentía, lo que lo hacía más consciente de sí mismo y su identidad. "No creo que vaya a acostumbrarme a la idea." Después de un breve silencio, sintió un suave codazo en su brazo por parte de su condiscípulo, quien le ofreció una divertida sugerencia.
"¿Por qué no vamos abajo con los demás a jugar al Balón aire? Apuesto que te gano en todas las partidas." Sonrió, exponiendo todos sus dientes, para luego levantarse de un salto y exclamar: "¡El último en llegar es un Perezoso-caracol*!" Y echó a correr, impulsandose con Aire Control. Sobresaltándose con el súbito desafío, Roku no pudo hacer más que ponerse de pie y seguirlo con toda la rapidez que le daban las piernas. Tenía que aprender a hacer eso.
"¡Oye, eso es trampa!"
Los días en el Templo Aire del Sur pasaban con rapidez, después de un tiempo, ya no contaba las semanas, ni los meses. Los entrenamientos ocupaban la mayor parte de su rutina, y ocasionalmente los llevaba a cabo junto al resto de los estudiantes de Aire Control. Tenía un nivel relativamente básico en el manejo del Arte, mientras que su amigo, Gyatso, mejoraba cada día con una velocidad impresionante. Su destreza era admirable, y muchos de los monjes se atreverían a considerarlo un prodigio. El resto de los aprendices eran bastante talentosos, también. Se preguntaba si el hecho de que demostraran una maestría tan natural se debía al estar conectados con el elemento de una manera espiritual.
"Repasemos." Dijo Gyatso, quien lo estaba ayudando con una técnica en el espacio libre que tenían esa tarde. Paróse a su costado para enseñarle la manera en que debía situar sus manos, poniendo la derecha, con la que comenzó a hacer movimientos circulares, sobre la izquierda, esta última abierta. Poco a poco, se comenzó a generar un pequeño tornado en sus palmas, al que fue dando forma. Lo hizo crecer hasta que alcanzó el tamaño de su cabeza, y para deshacerlo, lo aplastó, liberando pequeñas corrientes de aire hacia todos lados. "Esa fue una versión pequeña de un tornado, ahora, inténtalo tú."
Asintió con la cabeza para proceder a imitarlo, y aunque era innecesario, cerró los ojos para concentrarse mejor. Inhaló, reteniendo la respiración por unos instantes para irla liberando de a poco. No fue hasta que sintió las corrientes empezar a acariciar su piel que abrió los ojos, el pequeño tornado comenzaba a formarse en sus manos, aunque era bastante inestable. Intentó contrarrestar esto aplicando los movimientos de mano que el ajeno le enseñó previamente, mas si bien aquello logró hacerlo crecer, el torbellino se meneaba de manera innatural.
"Relaja tus brazos." Realizó aquello encogiendo los hombros y después dejándolos caer. "Tus movimientos deben fluir como el aire mismo. Requieren de precisión. Piensa que en tus manos tienes arcilla, moldéala como desees."
Tomó un par de minutos para que el tornado se estabilizara, y la sonrisa ufana del Avatar en formación fue prueba de su satisfacción con sus resultados. Remedó la acción del contrario, y al aplastarlo, el sonido que produjeron sus manos resultó gracioso. Gyatso lo repitió de la misma manera, y ambos empezaron a carcajear por la divertida broma, pero adoptaron una fingida compostura seria cuando uno de los monjes pasó por allí, cuando se fue, reanudaron las risas, tras las que decidieron proseguir con el entrenamiento.
"¡Deja de comerte todos los dumplings, Tashi!"
La hora de la cena pareció un calvario los primeros días de su estadía en el Templo, veía con desgano la sosa rutina de los vegetales y el tofu. Para alguien como Roku, quien, como un ciudadano común de la Nación del Fuego, estaba acostumbrado a los condimentos picantes y la abundancia de carne, fue difícil habituarse a esta dieta, sin embargo, sabía que estando en otra nación, lo más sensato era comportarse como allí lo hiciesen. Lo que menos desearía sería faltarle el respeto a sus costumbres.
Eventualmente, descubrió que la comida no era mala en absoluto, y adquirió una particular fascinación por el sabor de los postres. Los Nómadas Aire eran conocidos por ser buenos horneando, descubrió esto de primera mano cuando probó las tartaletas de crema, los pasteles de fruta y otras variedades distintas de dulces. Los platillos del almuerzo también eran de su agrado, a pesar de la falta de sazón, aunque jamás le acabó por gustar el tofu al vapor. Acercó su tazón de arroz a su boca, tomando granos con los palillos.
A su costado izquierdo estaba Tashi, discutiendo acaloradamente con otro chico, y un tercero que intentaba introducirse en el disentimiento como una especie de mediador. Estos breves y esporádicos altercados a veces resultaban en situaciones entretenidas, especialmente cuando lo involucraban a él, al que todos apodaban humorísticamente como "Señor Gruñón" o "Tashi el Arisco". Evidentemente, ninguno de estos sobrenombres era apreciado por su persona.
"¡Sólo me comí dos!" Exclamó el chico, fastidiado, cruzó ambos brazos, apegándolos a su pecho y adquiriendo un semblante defensivo. "Exagerados."
Otro niño, de nombre Pasang, bajó su plato hasta la mesa, pero sin alzar la vista de este, añadió algo a la conversación: "Estabas guardándote otros dos." Comentó. "Si haces eso, no alcanzará para todos." Las mejillas del acusado se enrojecieron en ese momento, ya fuera por vergüenza o por enfado, el color se expandió por todo su rostro. Pasang escondió la sonrisa que involuntariamente curvó sus labios, fingiendo toser en su puño.
"¡Yo no hice eso!" Desvió la mirada hacia otro lado, haciendo un puchero. "Eran para mí bisonte... Eso es todo." Aquello, por el tono en que lo decía, sonaba como una mentira, pero Roku no iba a juzgarlo.
Gyatso, quien también estuvo prestando atención a la disputa, soltó una carcajada y palmeó el hombro del apodado "gruñón", haciendo que este por poco se atragantara con la comida que se llevó a la boca. "Entonces necesitarás más que dos dumplings para saciar su hambre." Tashi frunció el ceño, todavía mirándolo con irritación.
"Puedes quedarte con los míos." Ofreció el pelinegro, extendiéndole su plato. El chico lo miró con cierta sorpresa, y no parecía estar seguro de tomarlos realmente, como si el gesto lo hubiese apenado más todavía. Al final, acabó por aceptarlos. Tímidamente, inclinó la cabeza, murmurando un "Gracias."
"Buenas tardes, jóvenes." El monje Yonten ingresó al comedor en ese instante, y todos se levantaron para efectuar un saludo respetuoso. El monje, un hombre mayor de largos bigotes blancos y afable sonrisa, levantó la mano para indicar que podían volver a sentarse. La mayoría de los niños allí poseía un particular afecto por él debido a su actitud relajada, menos estricta que la del resto de los líderes teocráticos del Templo. A Roku le agradaba tanto como al resto, y consideraba que era mucho más sencillo platicar con él que con los otros monjes, aunque esto era algo que opinaba sin intención de desprestigiar a los demás, sin embargo, a veces, necesitaba hablar con alguien que no le recordara todo el tiempo que era el Avatar. "Espero que estén disfrutando la comida." Algunos le dieron respuestas afirmativas, otros, asintieron enérgicamente con la cabeza.
Yonten avanzó por el costado, parándose detrás de Roku e inclinándose levemente para decirle algo al oído. El Maestro Fuego dejó de comer al sentir su presencia, girando la mitad de su cuerpo hacia él. "¿Podrías acompañarme por un momento?" Como respuesta, asintió y se levantó del cojín en el suelo para seguirlo afuera.
Comenzaron a subir las escaleras hacia los jardines, al principio en silencio, hasta que el menor decidió preguntar. "¿A dónde vamos?".
La respuesta fue simple y calmada. "Sólo a caminar."
Roku alzó una ceja, pero no dijo nada más. Una vez estuvieron en el sitio, como había dicho el monje, andaron sin un rumbo en particular, simplemente observando el verde de los árboles y el césped aclararse con la luz del sol. Era mediodía.
"¿Te gusta el jardín?" Preguntó Yonten.
"Sí." Replicó. "... Es agradable."
Era un lugar apacible, propicio para meditar. El vientecillo mecía las hojas de los arbustos. La frescura de la naturaleza brindaba relajación. Todo allí se sentía como si fuese sagrado. Siempre lo observaba con ensimismamiento. Al centro, en toda su radiante gloria, estaba el gigante árbol de ciprés.
"¿Sabías que este árbol tiene casi dos mil seiscientos años de edad?" Roku se viró con algo de asombro, mirando hacia arriba, a la lejana copa del ciprés que no podía apreciarse desde donde estaban.
"No sabía eso." Replicó, boquiabierto. "Es increíble."
"Es un árbol sagrado que ha sido cuidado por generaciones de monjes y estudiantes," Explicó. "es una labor que se lega a los jóvenes, que luego la transmiten a los que vendrán después de ellos, y así sucesivamente."
"Ya veo." Jugueteó con las mangas de su camisa amarilla mientras seguía mirando la planta. "Seguramente resulta agotador cuidar de un árbol tan grande en ocasiones, ¿no es así?"
Él dio un par de pasos para estar más cerca del árbol, juntando ambas manos tras su espalda, levantando su mirada conocedora. "Quizás," Contestó vagamente al comienzo, para luego elaborar. "pero eso no nos impide hacerlo, pues es importante para nosotros. Todos cuentan con que cumplamos nuestro deber, regandolo y asegurándonos de que se mantenga con vida." Roku lo miró por largos instantes, hallando una aterradora similitud que lo sumió en la inquietud. Era casi como si las palabras estuvieran dirigidas a él, y no a este antiquísimo árbol.
Cabizbajo, cerró uno de sus puños mientras se animaba a plantear su interrogante. "Y... ¿y qué tal si un día dejasen de cuidar el árbol?" Al ver los ojos del monje cernirse sobre él, lo invadió cierto apocamiento, y volvió a mirar al suelo. "¿Qué tal si la persona encargada de regarlo no pudiese hacerlo?" Yonten apartó la vista entonces, admirando el árbol con serenidad.
"... Bueno, eso ciertamente sería triste, ya que significaría que el árbol moriría." Dijo. "Al cuidarlo, intentamos honrar su historia y hacer que ésta prevalezca, como hubieran deseado nuestros antecesores. Preservar la vida es algo vital a nuestros ojos."
"Pero, ¿qué pasa si no pueden ?" Volvió a preguntar. "Cuidar este árbol... Es una responsabilidad muy grande, ¿qué tal si simplemente... lo dejan morir?"
El monje probablemente pudo sentir la turbación en el adolescente, y comprendió a dónde iban encaminadas sus dudas, pues se acercó para poner una mano en su hombro, adoptando un tono de voz gentil. "Roku," El mencionado levantó la cabeza. "sólo podemos esperar que las generaciones nuevas comprendan su importancia, transmitiendo su significado, y si tenemos suerte, se harán cargo de mantenerlo por muchos años más. Eventualmente, alguien se adjudica la misión de cuidarlo, por eso puedes ver este árbol lleno de vida hoy." Entonces, se volteó nuevamente. "Contamos con que se encarguen, y lo han hecho, a pesar de las adversidades."
El menor mantuvo sus labios presionados en una firme línea. La solemnidad con la que hablaba dejó una profunda impresión en él, pero su responsabilidad no pesaba menos que antes. De hecho, en ocasiones sentía que se acrecentaba, que sería así el resto de su vida, con cuántas dificultades se topase en el camino.
Pero tenía que asumirlo, todos contaban con que lo hiciera, así como sus antecesores.
"Entiendo." Fue lo único que pudo decir.
El hombre puso una mano sobre su cabeza, en un gesto afectuoso, para luego decir. "Volvamos adentro, guardé un trozo de pastel de fruta para ti."
Roku sonrió levemente. "Gracias, monje Yonten."
Él asintió como respuesta y le hizo una seña para que comenzaran a caminar. El joven obedeció, pero se detuvo un poco más allá para echar una última mirada al Gran Ciprés. Tras esa conversación, las palabras del monje resonaron en su mente como una confirmación absoluta e irrevocable de su deber.
"Contamos con que se encarguen." Contaban con que él se encargara, pero él no era el cuidador de un árbol. Él era el Avatar.
Y todo el mundo contaba con eso.
Un par de días después, mientras se hallaba jugando con los niños, llegó uno de los monjes a buscarlo, diciéndole que el Consejo deseaba hablar con él. Se puso de pie lentamente. Gyatso estaba a su costado, y con un tono bromista, preguntó. "¿Qué hiciste ahora?" Roku frunció el ceño levemente.
"No hice nada." Replicó rápidamente. "... O eso creo."
Él soltó una carcajada, la cual prontamente se detuvo cuando escuchó al adulto añadir: "Tú también, Gyatso."
"¿Eh? ¿Por qué yo?" Preguntó con incredulidad. El pelinegro creyó haber hecho un buen trabajo escondiendo su sonrisa burlona, pero Gyatso la captó al instante y le fulminó con la mirada por ella. Los dos caminaron detrás del monje hasta la sala donde los debían estar esperando, y una vez allí, se sentaron en el suelo cuando se les pidió que lo hicieran. El anciano que los había buscado fue a tomar asiento con el resto de sus compañeros, y así, los cinco Monjes Principales estaban reunidos frente a ellos. Cinco hombres mayores que servían como la autoridad de este templo. Del mismo modo, los otros tres Templos Aire tenían sus propios concilios, conformados por cierta cantidad de Monjes y Hermanas, en donde correspondiesen estar Maestros Aire masculinos y femeninos.
"Avatar Roku, joven Gyatso, se preguntarán porque los hemos convocado."
Ciertamente, y Roku temió por un momento que la sugerencia de Gyatso fuese cierta. No recordaba haber hecho alguna travesura con él en épocas recientes, pero su memoria no era la más fiable, realmente.
"Los eventos recientes nos han llevado a tomar una decisión compleja." Expresó uno de ellos. "Sin embargo, tras discutirla, nos hemos convencido de que es la más sensata."
La compostura severa que todos en el lugar habían asumido logró consternar a Roku, aunque no habían motivos para ello todavía. Ya sabía que debía prepararse para algo importante cuando le dijeron que debía ir a verlos, la única vez en que estuvo frente a ellos antes fue cuando le dieron la bienvenida al templo meses atrás. Tenía la sensación de que este sería un asunto serio.
No se equivocó al respecto, pero no esperaba en absoluto la noticia que le dieron.
"Deberás continuar con tu entrenamiento de Avatar de una manera más apresurada de la prevista." Continuó el Alto Monje. "Para esto, necesitaremos que viajes a tu siguiente destino a la brevedad, acorde al ciclo, será la Tribu Agua del Norte."
Los observó con los ojos bien abiertos y ambas cejas alzadas, completamente apabullado. De todas las cosas que esperaba escuchar, esa era la que menos. No estaba muy seguro de cómo reaccionar, ni qué decir. Probablemente tampoco importase lo que quisiese opinar al respecto, al fin y al cabo, la decisión estaba tomada.
"Pero, yo..." Sintió la mirada empática de Gyatso sobre él, y se encogió en su sitio, sin comprender en absoluto este súbito cambio de planes. "No he dominado el Aire Control en su totalidad, ¿cómo se supone que...?"
"Somos conscientes de eso," Interrumpió. "pero, lamentablemente, carecemos de tiempo."
"El panorama que tenemos frente a nosotros es... preocupante." Agregó otro. "Por la forma en que se están tornando las cosas, tememos que debas enfrentarte a un conflicto mayor."
"¿Un... conflicto mayor?"
"Han habido muchas tensiones escalando entre las naciones en tiempos recientes." Explicó brevemente el Alto Monje, aunque lo vago de la información no ayudó en sobremanera. "Es posible que el mundo necesite del Avatar más temprano de lo previsto."
Roku estaba muy confundido en ese momento, y más que nada, se sintió intimidado por la situación. Como si no bastara con la presión que lo llenó antes, está ahora se multiplicó por la requerida premura de que lograse controlar todos los elementos. ¿Cómo se suponía que los aprendería todos en poco tiempo? Había oído que a muchos Avatares les tomaba años perfeccionar las Artes de Control, de hecho, estaba bastante seguro de que debía pasar un buen par de años en los Templos Aire antes de pasar a aprender el Agua Control, sin embargo, ahora se le estaba diciendo que tenía que comenzar ahora.
¿Qué estaba ocurriendo en el mundo? ¿Por qué era que lo requerían con tanta prisa?
Una penetrante zozobra colmó su ser, y por un instante, pensó en correr, pero sabía que era imposible. Lo único que podía hacer era asumir la realidad.
Roku apretó ambos puños sobre su regazo, sintiendo la mano amiga de Gyatso sobre su hombro. No se había detenido a preguntarse: ¿por qué lo habían llamado a él ahí?
La respuesta llegó pronto.
"Hemos decidido que Gyatso te acompañará en tu viaje."
Ambos se sorprendieron al oír esto, y se miraron el uno al otro con expresiones perplejas.
"¿Yo?" Preguntó, apuntando a sí mismo con un dedo.
"Así es," Afirmó. "podrán ir en tu bisonte para hacer de la travesía algo más expedito."
Gyatso asintió lentamente, pero Roku estaba teniendo más problemas para procesar todo aquello. Una parte de él quiso negarse. Quería decirles que no se sentía preparado, que todo esto era demasiado fortuito. Ni siquiera sabía qué opinaban los Sabios del Fuego al respecto. Sin embargo, tenía que demostrar autocontrol y aceptarlo.
"Comprendo." Dijo después de un buen rato. "... Entonces, si me disculpan, iré a prepararme."
Se puso de pie para dar una leve reverencia y salió del lugar antes que Gyatso, quien miró a los ancianos en busca de su permiso para retirarse, una vez uno de ellos asintió en señal de concesión, se despidió del mismo modo que el pelinegro antes de ir tras él a paso apresurado.
"¡Roku!" Llamó, intentando alcanzarlo. Él ralentizó su andar y suspiró profundamente. "... Supongo que no estás muy feliz por esto."
"No, es sólo que... no lo esperaba." Le aclaró, aunque no podía decir que estaba muy entusiasmado. "Ya me había acostumbrado a estar aquí, y ahora..." Sabía que eventualmente tendría que dejar el templo, pero no se suponía que fuese tan inmediato. Dejó caer ambos hombros con resignación. "Supongo que ya no importa."
Continuaron caminando lado a lado, iban rumbo a la habitación del Avatar. "Bueno, es cierto que fue algo imprevisto, pero, ¡mira el lado positivo! Podremos viajar juntos." Roku se halló sonriendo suavemente ante su emoción. El saber que su buen amigo lo acompañaría amenizó la relevación, en cierta manera. Le contentaba la idea de no estar solo en su largo periplo.
"Es verdad." Concordó. "Pero no soy muy bueno con el Aire Control, ¿cómo podría esperar serlo con el Agua Control?"
"Oh, vamos, no seas modesto, ¡claro que eres bueno con el Aire Control! Además, puedo enseñarte lo que sé en el camino, entrenaremos juntos y mejoraremos."
"Gracias, Gyatso." La actitud positiva del joven Nómada siempre lograba levantarle el espíritu. Iba a necesitar sus palabras de ánimo muy seguido en su trayecto. "Realmente me alegra que podamos viajar juntos."
El menor le sonrió ampliamente.
"Deberías descansar ahora, mañana podría ser un largo día."
Roku asintió para luego ingresar al cuarto, despidiéndose del Maestro Aire con la mano. Una vez lo vio alejarse, cerró detrás de sí y apoyó la espalda en la puerta de madera, deslizándose lentamente en ella hasta llegar al suelo y sentarse. Una vez más, suspiró hondo, apoyando los brazos sobre sus rodillas.
Ciertamente, mañana sería un largo día.
Chapter 2: Isla Kyoshi
Chapter Text
Al día siguiente despertó temprano. El sol todavía no comenzaba a brillar en el horizonte cuando él se hallaba sentado en el jardín, observando el Gran Ciprés con un aire pensativo. El césped estaba húmedo con rocío matutino. Cerró los ojos al sentir la brisa helada remover sus cabellos. No se giró cuando escuchó pisadas detrás, ni se sorprendió al reconocer la voz de la persona.
“No esperaba verte aquí.” Comentó Yonten, caminando hasta ponerse a su lado, mirando a la misma dirección que él lo hacía, quizás intentando buscar aquello en lo que se estaba fijando. Pronto lo descubrió, y su expresión se tornó comprensiva. Con una voz algo preocupada, le preguntó. “¿Dormiste algo anoche?”
Roku emitió un sonido afirmativo que no resultó muy convincente, y al alzar la vista vio al viejo monje alzar una ceja con escepticismo. “... No pude dormir.” Admitió tras suspirar. La mirada del hombre se suavizó, y se agachó para acomodarse a su lado, sentándose en posición de loto. “Creo que estoy un poco nervioso.”
El de bigote lo observó de reojo. “¿Qué es lo que te inquieta?” Interrogó.
“Bueno… ¿No cree usted que esto es algo precipitado?” Refiriéndose a la decisión que había tomado el Consejo. “Sólo he estado aquí seis meses, y no sé todas las técnicas de Aire Control del nivel que requiero…”
“El aprendizaje no es lineal, joven Avatar.” Sonrió el mayor. “Estarás en buenas manos con Gyatso, a pesar de no ser un maestro completo, es un niño muy talentoso, y podrá enseñarte lo que sabe.”
“... Es sólo que no entiendo el por qué de todo esto.” Rezongó. “¿Qué está sucediendo en el mundo que requiere mi ayuda? ¿De qué se trata?” El anciano parecía algo afligido en ese momento, y se tomó un par de minutos de ponderación, en los que observó las hojas caer del árbol y danzar en el viento. En el silencio, la brisa silbó. Roku no podía evitar sentirse desasosegado; hablaron de un supuesto problema entre las naciones sin darle ningún detalle, ni siquiera sabía cuáles eran los países en que se producía la pugna, o de qué se trataba esta. La respiración ajena que se tornó brusca logró inquietarlo más todavía. Era como si el monje Yonten no quisiera hablar del tema.
“No se puede asegurar nada por ahora, todo son especulaciones, en su mayoría. No debes de preocuparte por el momento.” Le respondió con la misma ambigüedad. “Sólo has de enfocarte en tu entrenamiento.”
Aquello no lo tranquilizó en absoluto, pero optó por no forzar el tema, quizás porque, en el fondo, tenía el temor de saber qué era lo que estaba ocurriendo exactamente y no tener idea de cómo lidiar con ello. Volvió a sumirse en su pesaroso pero silente estado, apoyando ambas manos sobre la hierba mojada.
“El miedo es una emoción válida, Roku, pero no debemos permitir que nos controle." Apoyó una mano en la espalda del menor. "Una vez que la hayas encarado, podrás encontrar la paz interior. No puedes huir de ella, ni intentar ignorarla, o te acechará entre las sombras, sin permitirte realizar aquello que anhelas. El temor nos limita, es una atadura innecesaria de la que debes liberarte."
"¿ Cómo , monje Yonten?" Preguntó con una voz cargada de emoción. "No sé si podré hacerlo, tengo… tengo miedo de fallar."
"Tienes que dejarlo ir," Dijo. "de otra manera, no podrás enfrentarte a tu destino."
Roku inhaló profundamente para relajarse.
"¿Cree que lo lograré, ser un buen Avatar?"
Le sonrió gentilmente, de una manera tal que casi pudo disipar sus temores. Lo abrazó por los hombros en ese momento, y sus palabras lograron apaciguar, aunque fuese un poco, sus inseguridades.
"Creo que serás un excelente Avatar." Dijo él.
"¿En serio?"
"En serio."
Sintió sus propios labios curvarse en respuesta. Se sentía bien oírlo.
"... Se lo agradezco."
"No hay por qué. Es lo que verdaderamente creo." Dijo. "Ahora, creo que sería adecuado que descanses un poco, necesitarás todas tus energías por la mañana."
El pelinegro asintió levemente, poniéndose de pie para darse la vuelta y regresar a su cuarto.
No empacaron casi nada para el viaje, tampoco debían hacerlo, Roku llegó ahí sin ninguna posesión y Gyatso no tenía otra cosa que su planeador. Estaban prácticamente listos para salir. Les entregaron bolsas con suficiente comida que duraría hasta su llegada a la Tribu Agua del Norte, pero eso era todo. Probablemente era para mejor, no querría que el bisonte volador cargara con peso innecesario.
Se prepararon para salir al mediodía. Gyatso empezó a despedirse de sus compañeros, expresando su emoción por conocer el resto de las naciones. El grupo de monjes también se presentó para darles sus buenos deseos en un viaje que sería bastante largo.
“Parece que es momento de irse.” Roku avanzó hasta donde se hallaba el grupo de ancianos, inclinándose levemente hacia adelante con un puño cerrado sobre la otra palma. Ellos devolvieron el gesto de manera similar. “Gracias por acogerme tan bien durante estos últimos meses. Espero haber sido un buen estudiante.” Rió levemente.
“Les deseamos un viaje tranquilo y sin tribulaciones.” Dijo el Alto Monje con una cálida sonrisa.
“No olvides practicar tus técnicas, Gyatso.” Aconsejó uno de ellos. Al oírse mencionado, el aludido se aproximó. “Espero que cuando su viaje concluya los dos hayan adquirido invaluables conocimientos.” Concordaron con un gesto de cabeceo. En ese momento, Yonten se unió para decirles unas palabras.
“La travesía que emprenden será prolongada, pero confío en que será enriquecedora.” Entonces, se movió un poco para poner una mano sobre el hombro del Maestro Fuego. “Roku, debes recordar, por sobre todo, creer en ti mismo y en tus capacidades. A pesar de la adversidad, mientras estés seguro de quién eres y qué debes hacer, podrás salir adelante.”
“Muchas gracias, monje Yonten.” Dijo.
“Vamos a extrañarlo.” Gyatso hizo una reverencia, para después dirigirse hacia el bisonte, quien los esperaba un par de pasos más allá, bufando a través de su gran nariz. Subió de un salto impulsado con aire, extendiendo la mano al otro para ayudarlo a trepar. “¡Adiós a todos! ¡Nos volveremos a ver en un tiempo!”
Los estudiantes se despidieron con el mismo fervor, exclamando cosas como “Cuídense” , o “Buena suerte” . El Maestro Aire tomó las riendas amarradas a los cuernos del animal para sostenerse, sentándose en su cabeza. El Avatar tomó asiento a su lado, despidiéndose de todos nuevamente, agitando una mano.
“¡Andando, Jiji!”
Tan pronto como dijo esto, el bisonte comenzó a ascender.
El viento soplaba con calma cuando comenzaron a volar. La experiencia era nueva para él, nunca antes había viajado sobre el peludo lomo de un bisonte volador, y antes de subirse pensó que era posible que se mareara, se sintió aliviado porque no resultase ser así.
“Debimos traer un mapa.” Se lamentó, y miró hacia abajo sin aval, las nubes lo cubrían todo.
“Nosotros, por lo general, no viajamos con mapas.” Explicó, haciendo al otro arquear una ceja. “Vamos a donde nos lleve el viento.”
Por supuesto , pensó Roku con cierta gracia, eso suena a algo que haría un Nómada Aire .
“Espero que ese ‘viento’ nos lleve a la Tribu Agua del Norte.”
Gyatso simplemente rió.
“Descuida, los monjes me dieron las direcciones. Está todo aquí .” Se apuntó a la cabeza, golpeteándose la sien con la yema del dedo un par de veces. “¿No te emociona la idea de viajar?”
“Sí, supongo.” Aunque hubiese preferido viajar en circunstancias diferentes . Optó por no decir aquello. Se echó levemente hacia atrás, su espalda no hizo contacto con el lomo, pero sí sus manos apoyadas. Al observar que esto no provocó ninguna reacción negativa en el animal, se acomodó un poco mejor.
“Yo siempre he querido viajar. En ciertas épocas del año, tenemos la oportunidad de ir a explorar a las otras naciones para relacionarnos con sus gentes, mientras que algunos se quedan en los templos.” Roku lo escuchó atentamente, absorbiendo esta nueva pieza de información sobre sus costumbres. “Pensaba viajar desde antes de que tú vinieras, pero parece ser que esta era mi oportunidad.”
La tradición de “deambular” de los Nómadas Aire sin duda iba acorde al nombre de la etnia; eran viajeros por definición, yendo de un lado a otro, sin quedarse en un lugar por mucho tiempo a menos que se tratase de uno de los Cuatro Templos, lugares en los que se concentraban. Pero, incluso así, la costumbre de viajar se había hecho menos común con el paso del tiempo, a medida que comenzaron a aislarse del mundo para concentrarse en los asuntos espirituales, tanto así, que era infrecuente avistarlos. Él no recordaba haber visto jamás a un Nómada Aire pasearse por las calles de la capital de la Nación del Fuego.
Desde que comenzó a relacionarse con ellos, Roku desarrolló una admiración particular por su cultura, así como la capacidad que tenían para desligarse de las preocupaciones mundanas, viviendo sin posesiones materiales y en completa armonía con la naturaleza, con la que conectaban de una manera espiritual, y a la que se abocaron a proteger. Los primeros días acostumbrándose a su modo de vivir probaron ser un desafío, pues él estaba habituado a otro estilo de vida al pertenecer a la clase alta de su nación.
“Me pregunto cómo será la Tribu Agua del Norte.”
El Avatar levantó la mirada hacia arriba de manera pensativa al oírlo cavilar.
“Bueno… Debe ser muy frío.” Rió, aunque en el fondo eso le preocupaba un poco. No estaba seguro de que fuese sencillo habituarse al ambiente gélido del Polo Norte, especialmente cuando estaba más acostumbrado a un clima cálido. “... Oh .” Entonces, cayó en cuenta. “ Oh , no trajimos abrigos.”
“Ah, eso no importa, verás, puedo regular mi temperatura corporal a través del Aire Control.”
Roku lo miró con sorpresa, pero no demasiada. Ah, claro, debió esperarse algo como eso , también.
“Y qué más da si yo me congelo.” Replicó sarcásticamente. Gyatso frunció el ceño, como si estuviera confundido.
“Pero eres un Maestro Fuego.”
“¿Qué tiene eso que…? ¿Sabes qué? Olvídalo.” Suspiró. “Enfoquémonos en tomar el rumbo correcto.”
“Relájate, lo tengo todo bajo control.” El Nómada se reclinó hacia atrás, recostandose sobre el pelaje blanco del animal volador.
“Eso espero.” Dijo, para luego clavar la vista hacia adelante.
Hicieron una parada en la isla más cercana una vez la avistaron. Al descender cada vez más, pudieron apreciar su forma montañosa, y los pequeños puntos verdes que indicaban la presencia de árboles. Desde arriba podían apreciar las casas que iban conformando numerosas villas. Había un largo muelle en la zona costera y algunos barcos de pesca con cuerdas amarradas a estacas en la tierra, así como también lo estaban entre sí. Aterrizaron en un sitio suficientemente apartado, decidiendo dejar a Jiji descansar un poco. Una vez pusieron los pies en tierra firme, Roku se sorprendió al ver que Gyatso se había quitado la ropa con una rapidez impresionante para lanzarse al agua con un clavado. De no ser por el sonido del chapoteo, seguramente no se habría dado cuenta.
Sonrió de manera divertida cuando lo vio emerger, escupiendo algo del líquido que se introdujo en su boca accidentalmente.
“El agua está agradable, deberías zambullirte, Roku.” En vez de hacer eso, se quitó los zapatos y dobló la tela de sus pantalones hasta la zona de sus rodillas, introduciendo sólo los pies en el agua. En respuesta, Gyatso empezó a lanzarle agua con las manos, salpicándolo.
“¡Oye! ¡No me mojes la ropa!” Exclamó con una risa, repitiendo su acción, salpicando agua en su dirección con un pie. El otro rió también, apretándose la nariz con los dedos para sumergirse en el fondo. Roku observó el horizonte, llevándose las manos a las caderas mientras aspiraba la maresía. “Este es un bonito lugar… ¿Dónde estamos exactamente?” Justo en ese instante, Gyatso volvió a salir, recuperando el aire antes de contestar su pregunta.
“No estoy muy seguro.” Contestó. “Aunque el monje Jamphel me dijo que había una isla hacia el Este… Quizás se trate de esta.” Luego, se giró para ver que Jiji se acercó a la orilla para beber agua.
Mientras miraba alrededor con curiosidad, logró divisar a una persona no muy lejos de allí, observándolos desde el muelle. Al tiempo notó que se trataba de una chica. Entrecerró los ojos y estiró el cuello para intentar apreciarla mejor, notando inmediatamente su particular apariencia; traía un kimono verde blindado al frente, un tocado dorado en la cabeza del que caían dos borlas del mismo color, y lo que al principio creyó que era una piel demasiado pálida para ser humana, pero que se dio cuenta de que se trataba de maquillaje, de lo que se convenció más todavía al ver su sombra de ojos carmín. Se halló a sí mismo contemplándola por un buen rato con una sensación extraña.
¿La había visto antes?
De tan absorto que estaba, no se dio cuenta de que Gyatso le estaba hablando.
“¿Qué estás mirando?” Salió del agua para observar en la misma dirección, buscando aquello a lo que le prestaba tanta atención en lo que comenzaba a vestirse, recogiendo sus ropas del suelo. “Oh, es una chica.”
La desconocida pareció sobresaltarse por un breve instante cuando notó que ambos la habían descubierto, pero fue sólo por un momento, pues después retrocedió para caminar en dirección a ellos. Para cuando llegó, Gyatso ya se había terminado de poner los zapatos.
“Hola.” Saludó con una leve sonrisa, y al apreciarla más de cerca, Roku no pudo evitar notar que el color de su labial era similar al rojo en sus párpados. Era una elección de maquillaje muy curiosa. “Disculpen, no pude evitar notar… ¿Ese es un bisonte volador?”
“Así es.” Asintió el menor, palmeando suavemente al animal en el costado. “Su nombre es Jiji.”
No era de sorprender que lo hubiese notado, incluso a la distancia. Después de todo, Jiji era una criatura de un tamaño considerable, con grandes flechas marrón claro que pasaban desde su cabeza a su gran cola similar a la de un castor. Lo raro sería que no lo notasen. No era muy silencioso, por lo demás; despidió un resoplido ante la simple mención de su nombre. Quizás es su manera de presentarse , pensó él con cierto humor.
“¡Jamás había visto un bisonte volador en persona!” Su emoción inicial hacía brillar sus ojos verdes con fascinación, pero pronto asumió una actitud más formal, apenada por ser tan abrupta en su acercamiento, aunque esto no los incomodó en absoluto. Carraspeó antes de proseguir. “Lo lamento, quizás debí presentarme primero… Mi nombre es Nuan, es un placer tenerlos en la Isla Kyoshi, deben ser viajeros, ¿no es así?”
“¿Isla Kyoshi?” Roku dejó de desdoblar la tela amarilla de sus pantalones para dirigir toda su atención a la joven. La mención del nombre avivó su interés.
“Tiene el mismo nombre que tu vida pasada, Roku.” Comentó el menor, codéandolo. Nuan ladeó la cabeza inquisidoramente, y el Maestro Fuego comprendió que ahora estaba obligado a revelar su identidad, aunque hubiese preferido no hacerlo a menos que fuese necesario, preferiblemente, cuando llegasen al Polo Norte. No quería atraer mucha atención a su persona.
“¿Su vida pasada, dices?”
“Uh, verás, yo… Bueno…” Todavía se sentía extraño decirlo, de alguna manera. “... Soy el Avatar.”
La reacción de la muchacha pasó de estupefacción, luego a incredulidad, y al final a conmoción. Le tomó un rato encontrar palabras que decir, y titubeó muchas veces. “Pero- Cómo- No puede ser- ¿ Tú eres el Avatar?”
“Sí y… uh, mi nombre es Roku, él es Gyatso.” Respondió con poca fluidez. La castaña jadeó de sorpresa, e inmediatamente hizo una leve reverencia. “No, no es necesario-”
“Lo siento, no tenía idea de que el Avatar fuese a venir a la Isla.” Lentamente volvió a su postura inicial. Descubrir su posición aparentemente la había hecho cohibirse, ya que el título de Avatar comandaba gran respeto, aunque aquello contrastaba bastante con su persona, siendo que no lucía como más que un adolescente común y corriente, probablemente era esa la razón por la que la impresionó tanto que él fuese el Avatar.
“No estaba planeado, vinimos sólo por un rato, así que…”
“¡Oh, necesito llevarlo con la gobernadora! Estoy segura de que ella y todos en la villa estarán muy contentos de verlo.”
“No lo sé, se supone que tenemos que estar en otro lugar lo más pronto posible, y…”
“Deberíamos ir, ¿por qué no?” Sugirió Gyatso. “Quizás podamos encontrar dónde hospedarnos por esta noche.”
“Eso no sería un problema. Estoy segura de que podemos darles un espacio.” Dijo Nuan.
“... Está bien.” Acabó por acceder. “Pero, ¿dónde deberíamos dejar a Jiji?”
“Podemos llevarlo al establo.” Propuso ella, dándose la vuelta para caminar y guiarlos. “Síganme.”
Los llevó por el sendero principal. El amplio camino tenía unos cuantos puestos de venta esparcidos en los rincones, y gente que ayudaba a los foráneos a cargar sus bolsas con equipaje a la posada de la villa. Las casas de madera eran bastante simples, con techos de paja empinados que evitaban la acumulación de nieve. En sus puertas, a menudo se paraban mujeres mayores que conversaban animadamente, mientras dejaban a los chiquillos salir un rato y corretear por ahí. Algunas personas murmuraban entre ellos, suscitando los cuchicheos locales, que eran vivaces todos los días, especialmente con la presencia de comerciantes extranjeros que aprovechaban la estadía para recorrer los sitios más importantes de la isla.
"¿Haciendo un tour a los viajeros, Nuan?" Preguntó una mujer, apoyada en uno de los pilares que sostenía el techo de su hogar. Él se dio cuenta de que sus vestimentas tenían los mismos diseños y colores que la del resto de los lugareños, eran de tonos azules que diferían de los verdes, amarillos y marrones que se encontraban en las prendas comunes de la gente del Reino Tierra, esto estaba relacionado con el hecho de que estaban separados del resto del continente y la monarquía no ejercía su soberanía en el archipiélago. Al ser independientes, sus formas de vida no se regían de la misma manera que la de ellos.
"Los llevo a ver a la gobernadora." Respondió, deteniéndose para hablarle. "Son gente importante."
"¡Ya lo creo!" Exclamó con algo de gracia. "Han pasado años desde que no veo a un Nómada Aire. Dicen que traen consigo la buena suerte.” Gyatso sonrió tímidamente al verse notado, saludando con una mano, gesto que la señora devolvió.
“Nos vendría bien un poco de ella, especialmente con cómo van las cosechas este año.” Dijo otra mujer, venía saliendo de la casa con una cesta de mimbre entre sus manos. “Una sólo puede preguntarse de dónde salieron tantos insectos…”
“Desafortunadamente, las plagas han puesto en peligro nuestras cosechas.” Explicó Nuan, reanudando el paso. “Por ahora sólo hemos tenido pérdidas menores, pero la gente teme que puedan ser más.”
“Es una pena.” Dijo Roku empáticamente.
Siguieron avanzando hasta llegar a una gran casa al final de la villa. Servía como una especie de ayuntamiento. Sobre sus puertas, escrito en sinogramas, podía leerse “Oficina del Gobernador”. Nuan ingresó primero, buscando alrededor a alguien con la mirada, la cual se posó sobre un muchacho que salía de una habitación con papeles en sus manos.
“Hisho, ¿has visto a la gobernadora Koko?” Preguntó.
“Está arriba, ¿por qué?” Ladeó la cabeza para mirar a los dos, que estaban detrás de ella. Sólo pudieron saludarlo torpemente alzando una mano. “Ah, viajeros, ¿vienen a hablar con ella?”
“Así es, necesito llevarlos con ella.” Pidió con apuro, acercándose para decirle en voz baja y entusiasta. “ Él es el Avatar.”
Hisho se volteó en seguida, ojeando a ambos con escepticismo. “Estás bromeando, ¿no?”
“¡Te lo digo en serio!” Entonces, los miró en busca de ayuda para convencerlo. “¿Pueden decírselo?”
“Quizás sea mejor probárselo.” Propuso, procediendo a darle un empujoncito para impulsarlo a hacer una muestra de sus habilidades. Roku se tomó unos instantes para pensar en qué hacer, y supuso que lo más creíble sería enseñar los dos Elementos de los que podía hacer uso. No quería hacer un “gran espectáculo”, así que optó por hacer la demostración con un candil que estaba colgado en la pared. Apagó la pequeña llama en la punta con un poco de aire que envió en esa dirección, y después, usó el fuego que generó en sus dedos para encender nuevamente la mecha que sobresalía del pico.
Suponía que con eso bastaría, y efectivamente así fue, pues cuando se giró, el rostro de Hisho había palidecido casi del mismo tono del maquillaje blanco de Nuan, su impresión era tanta que no se fijó que, en vez de dejar las hojas sobre el escritorio, se le cayeron al suelo. Roku había intentado indicarle su error, pero el otro interrumpió, exclamando casi con pavor. “¡E-es el Avatar!”
Gyatso simplemente aplaudió silenciosamente ante su demostración, mientras que Nuan lucía satisfecha e impresionada a la vez, aunque ella le había creído sin necesidad de que se lo probara.
“¡La gobernadora tiene que saberlo!” Echó a correr escaleras arriba, tropezando un buen par de veces antes de lograr subir y perdérseles de vista.
“Estoy segura de que se alegrará de verlo.” Dijo la chica. “Después de todo, ella tiene una relación estrecha con el Avatar.”
“¿Qué quieres decir?” Preguntó Gyatso.
“Bueno,” Dijo. “ella es la hija de la Avatar Kyoshi.”
Hisho regresó en ese momento, su respiración agitada mientras sonreía salvajemente. “¡Pasen, pasen!”
Los tres se dirigieron hacia el cuarto donde los esperaban. Tan pronto entraron, una mujer se levantó de su asiento para acercarse. Sus facciones, arrugadas por la vejez, parecieron recobrar la vitalidad de la juventud cuando vio al joven Avatar. Las irises de sus ojos, refulgiendo, hacían parecer que derramaría lágrimas en cualquier momento. La misma sensación que abrumó a Roku anteriormente regresó, intensificada en presencia de esta mujer, y ahora comprendía por qué.
Era como si fuera una evocación, un déjà vu … Era como si hubiera visto todo esto antes, y lo hizo, alguna vez hace mucho tiempo, en otra vida.
Roku lo comprendió.
Una afectuosa y cálida sonrisa se esparció en el rostro de Koko.
“Es un placer conocerlo, Avatar Roku.”
Antes de ser conocida como la Isla Kyoshi, el asentamiento más prominente de la península era Yokoya, un puerto en el que habitaban granjeros y pescadores empobrecidos. Las carencias económicas y estratégicas del sitio contribuyeron a su completo abandono por parte del gobierno del Reino Tierra. Los buques mercantes la evitaban por los fuertes vientos provenientes del cercano estrecho cola de ballena. Años después, cuando la prominente figura de la Avatar Kyoshi ascendió, se lograron suplir las carencias a través del negocio de la venta de productos agrícolas, además de la pesca y el comercio ocasional una vez que la isla se volvió un destino popular entre viajeros y comerciantes.
Cuando descubrió a mujeres siendo maltratadas por transeúntes, a menudo viajeros buscapleitos que gustaban de incordiar a la gente en el puerto tras noches de juerga, Kyoshi se encargó de enseñarles técnicas de combate para que supieran defenderse, así, acabó formando un grupo de aprendices que eventualmente se convertirían en las Guerreras Kyoshi que hoy en día servían como defensoras de la isla. Sus uniformes estaban hechos para asemejarse en cierta manera a la indumentaria de la propia Avatar, usando abanicos como armas.
En la actualidad eran una comunidad próspera, y recibían viajeros de distintos lugares de las Cuatro Naciones de manera recurrente. Muchos acudían a contemplar las estatuas de Kyoshi que estaban erigidas en el centro de cada una de las villas de la isla, luciendo como si los cuidara desde allí arriba; una centinela resguardando a su gente.
Todo esto les fue explicado por la anciana Koko mientras los llevaba por un pequeño paseo a los alrededores. Se detuvieron a apreciar la figura tallada de madera sobre el pilar.
“... Y así fue como el Avatar Kyoshi creó esta isla para mantenernos a salvo de los invasores, como Chin el Conquistador.” Terminó de narrar.
“Eso es increíble.” Observó con arrobo. Lo había escuchado antes en sus extensas lecciones de historia en la escuela de la Nación del Fuego, pero nunca dejaba de sonar descabellado cómo su antecesora fue capaz de separar la tierra por su propia cuenta. Jamás se habría imaginado que eso era posible, pero estaban hablando de una Avatar completamente realizada, sus habilidades debían ser impresionantes. Se preguntaba si él podría ser capaz de hacer algo así.
Era tan incomparable y admirada que llegar a estar a su altura parecía inasequible.
“Mencionaste estar viajando, ¿puedo preguntar a dónde se dirigen?”
“Vamos a la Tribu Agua del Norte para mi entrenamiento de Agua Control.” Replicó.
“Ya veo.” Sonrió. “Así que estás en tu entrenamiento como Avatar… Te deseo mucha suerte.”
“Probablemente la necesitaré.” Comentó con una risa, levantando la vista nuevamente hacia la estatua. “Pero dudo poder llegar a hacer algo tan extraordinario como separar la tierra.”
“Oh, seguramente, lograrás cosas igual de impresionantes.” Expresó, llevando ambas manos detrás de su encorvada espalda. “Después de todo, el Avatar siempre está destinado a las grandes hazañas.”
Roku sintió la necesidad de reír levemente de nuevo, pero habría sonado demasiado autocrítico e incómodo. En su lugar, mantuvo sus labios presionados en una línea, mirando hacia un costado. “Todo el mundo dice eso.” Dijo, sin lograr ahogar los tintes de apesadumbrado resentimiento. No sabía si habría pasado desapercibido o no.
“Todos los Avatares son recordados por algo, con lo que sea que hayan contribuido en su paso por este mundo, por más pequeño que fuere.” Ella dijo. “Así fue con mi madre, y con su antecesor, y la antecesora de él…”.
Ser recordado por algo… Podía ser tanto algo positivo como negativo, visto desde un punto de vista objetivo. Lo que hiciera o no definiría su reputación y marcaría su legado, dependía de su habilidad para resolver los conflictos, de su capacidad para ayudar a la gente y mantener la paz. La historia nunca olvida, ni perdona, ni siquiera al Avatar.
Se preguntaba qué sería aquello por lo que lo recordarían, y si sería algo bueno o algo malo.
No era bueno pensar demasiado al respecto. Suspiró. ¿Habría sido sencillo para Kyoshi cargar con todo ese peso en sus hombros?
“No, no lo fue. No creo que lo haya sido para ninguno.”
El azabache la miró sorprendido. ¿Había dicho eso en voz alta?
“No fue muy querida por la gente en su momento, pero logró formarse su propio nombre a pesar de las dificultades que se le presentaron.” Dijo Koko. “Cuando otros se forman altas expectativas respecto a ti, a menudo sientes que la presión es demasiada, y que puedes acabar sucumbiendo ante ella en cualquier momento. También fue así para mí.” Roku la escuchó atentamente. “Cuando mi madre falleció yo tomé el cargo de gobernadora en su lugar, pero no fue tarea fácil, el resto esperaba que llegase a ser tan buena como ella. A menudo temí que lo que hacía no fuese suficiente para honrar su nombre...” Entonces, curvó sus labios levemente. “Tomó un tiempo para que me diera cuenta de que no servía de nada castigarme a mí misma por ello. No soy mi madre, no puedo ser igual que ella, por lo que decidí seguir mi propio camino y formarme mi propia reputación… Creo que es lo que ella hubiera querido que hiciera, también.”
Él la observó con una admiración recién descubierta. Pensó en sus palabras seriamente, pues le otorgaron una visión distinta de su problemática. Quizás tenía algo de razón en ello, no podía esperar ser igual o mejor que el resto de sus antecesores. Era una persona aparte, con motivaciones y visiones propias. Debía seguir su propio camino como Avatar, a pesar de lo que la gente esperara de él. Sin embargo, seguía siendo una idea difícil con la que conciliarse.
Esperaba hacerlo, con el tiempo.
“Gracias por la plática, señora Koko. Fue bueno aprender un poco más sobre mi vida pasada.”
“No hay de qué.” Contestó. “Les daré a tu amigo y a ti un lugar donde quedarse esta noche, ¿qué te parece?”
“Se lo agradezco en sobremanera.” Dijo y dio una leve reverencia, a lo que ella negó con la cabeza.
“Nuevamente, no agradezcas. Es un placer para mí y para mi gente ayudar al Avatar en lo que necesite.”
“Aunque, antes de que vayamos, necesito encontrar a Gyatso…”.
Encontró al Maestro Aire haciendo trucos de Aire Control frente a un grupo de embelesadas muchachas, de cuyas bocas brotaban sonidos de volúmenes altos que expresaban gran emoción. Roku simplemente sonrió ladino mientras observaba la función, apoyándose contra un pilar mientras aguardaba tranquilamente que el otro se diera cuenta de su presencia. No tardó mucho en hacerlo, y tan pronto como reunió el aire con el que jugaba en sus manos, lo dejó escapar de pronto, sonriéndole de dientes con cierta vergüenza. Cuando las niñas ya se habían dispersado, el pelinegro se le acercó con una expresión juguetona.
“Veo que eres popular con las chicas.” Dijo burlón.
“Al menos soy más popular que el Avatar.” Replicó, y Roku en respuesta le dio un empujón suave en el brazo. “¿Qué tal te fue con la gobernadora?”
“Fue una conversación agradable.” Respondió. “Nos dio habitaciones para quedarnos esta noche, mañana nos levantaremos temprano para continuar el viaje.”
“Suenas apresurado por llegar a la Tribu Agua del Norte.”
“Lo estoy.” Suspiró. “Ya oíste lo que los monjes dijeron… Hablaron sobre un posible conflicto, no puedo malgastar el tiempo.”
“Tienes que tomártelo con calma.” Gyatso puso una mano en su hombro. “Mira, ¿por qué no vamos a recorrer un poco más antes de ir a nuestros cuartos?” Al ver que Roku ya parecía estar a punto de contrariarlo, se apresuró en decir: “Sin peros, ¿quién sabe cuándo volveremos a venir a la Isla Kyoshi? Yo digo que aprovechemos la oportunidad.”
El Maestro Fuego simplemente suspiró, dejándose guiar por el menor quien animadamente lo llevó a recorrer los rincones de la Isla. Aunque hubiese querido, el Avatar no pudo disimular la sonrisilla en sus labios mientras lo arrastraba por ahí, en su intento de distraerlo de su pesada responsabilidad, aunque fuese por sólo unas horas.
Anon (Guest) on Chapter 2 Tue 14 Sep 2021 03:23AM UTC
Comment Actions