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Summary:

Porque, a pesar de toda probabilidad, Kanon pasó años construyendo su propio destino. Uno que nunca imaginó.

Esta es su historia y la de aquellos que encontró en el camino.

Notes:

Chapter 1: Emerger

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Hubo dos destellos de luz, uno seguido del otro.

El primero se apagó casi tan pronto como apareció. El segundo, en cambio, vino acompañado de un estruendo y una sensación pesada sobre su cuerpo. El corazón le latía tan bruscamente que el pecho comenzaba a dolerle. El silencio y la oscuridad le envolvieron y comprendió que se encontraba solo nuevamente. 

Fue entonces cuando los últimos diez días cayeron finalmente sobre él. Cada parte de su cuerpo dolía de al menos tres formas. 

Había tosido tanto que su garganta parecía haber probado lava ardiente. Sus labios habían perdido su forma e incluso respirar le causaba un dolor profundo. Tenía las manos cubiertas en llagas abiertas y, a decir por la sensación dolorosa de la tela sobre sus piernas, la parte inferior de su cuerpo estaba hinchada y lastimada. Sentía una capa de sal en toda la piel. 

El mareo y un dolor agudo en alguna parte de su abdomen le obligaron a cerrar los ojos, que también hicieron presente su propia dosis de tormento. 

Ahí, solo, en medio de la nada, con el mar sobre él y el duro silencio que las Escamas proporcionaban, Kanon cedió al dolor. 

Derrotado, pero con la sensación lejana del triunfo, se quedó dormido sobre el frío mármol. 

 * * *

Cuando abrió los ojos aún sentía una neblina dentro de su cabeza. Estaba seguro de que no había pasado mucho tiempo, pero su cuerpo le demandaba atención inmediata. Agua. Necesitaba agua. Y comer. Ni qué decir de atender sus heridas.

Se puso de pie resistiéndose a gritar por el dolor. Miró inseguro el tridente de Poseidón y decidió llevarlo consigo. No se fiaba de su fuerza en su condición actual. Al tomarlo, advirtió el resplandor áureo que lo envolvía. 

Incrédulo, admiró en su cuerpo las Escamas que le protegían. ¿Le habían reconocido como su dueño cuando el dios dio sus órdenes? La idea le pareció absurda. Quería detenerse y observarlas a detalle, pero cada centímetro de su cuerpo demandaba cuidados más urgentes.

Hizo una nota mental de todo lo que había en aquella habitación y salió del templo, decidido a volver a la superficie para sanar. No estaba preparado para lo que encontró. 

Afuera, una multitud se había congregado. ¿Cómo era posible? ¿No se suponía que los reinos del dios estaban abandonados?

Distinguió al frente a tres mujeres portando coloridas armaduras idénticas, distinguidas entre sí sólo por el color. Veía también varios guerreros y guerreras con ropajes sagrados más sencillos, pero diversos.

En busca de mantener la compostura, alzó el tridente para aliviar un poco la carga que su cuerpo representaba en ese momento. Aquel gesto fue suficiente para que la multitud entera, guerreros incluidos, se arrodillara. Pudo ver lágrimas en algunos rostros. 

Su mente iba a mil por hora. No tenía idea de qué estaba ocurriendo. ¿Habrían sentido el cosmos de Poseidón? Antes de que pudiera pensar en algo, una de las guerreras ya estaba ante él con una rodilla en el suelo.

–Trierarca Dragón Marino, esperamos tanto tiempo. 

¿Trierarca? Trató de exprimir de su memoria todo lo que sabía del Santuario del Mar, pero sólo recordaba a los Siete Generales. ¿Cuánto tiempo podría alargar la mentira que comenzó con el dios? Jamás creyó que hubiera gente, sólo había pensado en los Generales y, por el polvoroso aspecto de las Escamas, creía que no estaban ahí.

La mujer, de cabellos castaños, alzó la mirada en busca de respuesta. Kanon ignoraba el protocolo marino, el nombre de la armadura que tenía frente a él; ni siquiera estaba seguro de qué hacía toda esa gente ahí. Su dolor superaba ya el disparo de adrenalina que lo había mantenido en pie y no creía poder continuar más tiempo alerta. 

–Mi nombre es Clímene de Sirena –, declaró ella antes de ponerse de pie. –He sido yo quien le trajo hasta el templo. 

Aquello tenía lógica. Kanon recordaba el remolino formándose a su alrededor, pero nada más. Caer tan cerca del templo principal habría sido demasiada buena suerte. 

–Si me permite –, continuó ella, extendiendo su mano frente a él –le llevaré a su Pilar. Quisiéramos atender sus heridas cuanto antes. 

El griego asintió y aclaró su garganta, lo que le costó una nueva punzada de dolor. –Gracias, Sirena –. Su voz sonó grave. Temió por sus cuerdas vocales. –Sí, necesito descansar. Muéstrame el camino. 

Clímene asintió y cruzó el templo. Kanon se permitió una mirada más a toda la gente que se mantenía de rodillas. No supo qué hacer, así que se limitó a seguir a la guerrera, quien le dirigió hasta una explanada donde se extendían siete enormes columnas, cada una con símbolos intrincados que ni siquiera se molestó en descifrar, y lo que parecían plataformas en su interior.

–Mi señor, sólo los Generales pueden activar las Puertas Marinas – Clímene se colocó frente a una que él asumió era la indicada para el Atlántico Norte. 

El rubio dio un respingo. Si aquello era verdad, su pequeño teatro podría terminar ahí mismo. Pero ¿no portaba acaso las Escamas en ese preciso momento? Apostó toda su vida a ese detalle y con un paso, entró al portal.

O salió, porque en seguida el panorama frente a él cambió. A corta distancia distinguió un pilar gigantesco, cuyo fin ni siquiera lograba vislumbrar. Ya no se encontraban en el templo. Se giró, buscando los ojos de la mujer. –Dentro del Pilar se encuentran sus estancias. Sígame.

Obedeció. Hubiera querido concentrarse en sus alrededores, pero el dolor era más fuerte que cualquier pensamiento. Trató entonces de observar a detalle la colorida armadura de Sirena. Tenía elegantes hombreras dobles con un borde blanco que contrastaba con el azul oscuro del resto de las Escamas. Cubría la totalidad del pecho, el centro del abdomen y parte de los muslos. Brazos y piernas estaban bien protegidos y se sorprendió a sí mismo al pensar que, sin duda alguna, aquella mujer estaba mejor protegida que muchas Amazonas.

Notó entonces que frente al pilar se congregaban cinco personas de rasgos femeninos. Aunque sus cosmos eran casi imperceptibles y tranquilos, dio un respingo. Realmente no le quedaba energía para seguir urdiendo engaños. 

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, la Sirena se adelantó para indicarle una puerta disimulada en un extremo del gigantesco pilar. Al abrirla, se encontró con una estancia más grande que la Casa de Géminis. ¡Vaya!, si era más grande que cualquier otra del Santuario. 

Después de entrar, la pequeña comitiva se apresuró a limpiar una mesa cercana, dejando ahí diversos utensilios que reconoció vagamente. ¿Eran médicos? ¿En el santuario marino?

La que parecía la mayor le hizo un gesto a la mano derecha. – ¿Podría… ? 

Necesitaba confiar. Colocó el tridente debajo de la vieja cama que había al centro del lugar, se quitó las Escamas y se recostó. Las mujeres comenzaron a quitarle la ropa para tratarlo, moviéndose deprisa a su alrededor.

Ya podía encargarse más tarde de entender la jerarquía y los protocolos. 

Notes:

1. La armadura de Sirena es exactamente la misma que la de Thetis, pero con otro color.
Probablemente no se mencione de forma obvia, pero decidí aumentar las edades de los Generales.

Este fic lleva al menos una década en mi cabeza. Pensé que era hora de plasmarlo en algún lado.

Gracias a ElCadejos por ser mi beta y soportar mis divagues atlantianos ♥

Chapter 2: Azocar

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Tras una semana de intensos dolores, cansancio y mareos, comenzaba a sentirse como él mismo de nuevo. Aún necesitaba beber grandes cantidades de agua, su garganta seguía lastimada, y cada ciertas horas le daban fuertes escalofríos2, pero se sentía mucho mejor, a pesar de que sus piernas necesitaban más tiempo para recuperarse.

Notaba además cierta confusión en la gente que le curaba. Inicialmente, había presentido un daño irreparable en algún órgano interno, guiándose por las miradas de aquellas diestras mujeres. Sin embargo, parecía que todo su cuerpo quería llevarle la contraria al destino. El dolor disminuía, y ellas parecían no entender lo que pasaba. Él mismo no entendía lo que ocurría.

Y no era sólo la situación en sí. Realmente no había logrado comunicarse con nadie después de aquel primer día. Estaba seguro de que era griego lo que hablaban, pero parecía que un velo cubría la parte de su cerebro que debía comprenderlo. Junto a su cama descansaban varios libros, llevados ahí por Clímene la primera noche. Tal y como pasaba con sus hábiles doctoras, era incapaz de comprender la mayoría de su contenido.

Contenido que, además, necesitaba. Por lo que había logrado descifrar, en esos libros se describía todo lo relativo al Santuario del Mar. Había visto bocetos de las Escamas, nombres, rangos, reglas, crónicas. Si tan solo entendiera más que algunas palabras.

Fastidiado de aquel idioma tan cercano como desconocido, dejó el libro que sostenía y se acomodó en la cama buscando una posición donde la punzada de dolor que le perforaba el costado derecho del cuerpo se detuviera.

Dos toques en la puerta detuvieron el hilo de sus pensamientos. –Adelante –. Hizo una mueca. ¿Y ellas le entendían a él, siquiera?

Clímene apareció en el quicio de la puerta. Vestía ropajes de entrenamiento y llevaba el cabello atado en una coleta alta.

La mujer le intrigaba. Leía en sus rasgos una edad cercana a la suya, y una astucia discreta detrás de sus ojos avellana. No había regresado más que para dejarle aquellos libros que era incapaz de leer. ¿Por qué, justamente, quería que aprendiera sobre aquel lugar? ¿Por qué le daba información?

Clímene le dirigió un saludo, o eso supuso. Tampoco eso lo entendió. Como leyendo su mente, ella señaló las Escamas del Dragón Marino, que descansaban a los pies de la cama. Kanon frunció el ceño. ¿Quería que se las pusiera? La miró a ella nuevamente, que asintió.

Se puso de pie y llamó a los ropajes marinos que en segundos ya cubrían su cuerpo.

– ¿Me entiende ahora? – su escucha alzó la ceja, pero ella continuó sin dejarle responder. –Los atlantes llevamos mucho tiempo aquí, mi señor. Nuestro griego es… bueno, ha evolucionado de una forma distinta al suyo.

– ¿Por qué puedo entenderte con las Escamas?

–El dios Poseidón eligió a la Primera Generación entre los hombres más fuertes del mundo. Eran hábiles, sí, pero también provenían todos de tierras lejanas y diversas. Cuando creó las Escamas, las bañó en su cosmos divino, que tiene la capacidad de entender cualquier idioma, pasado y futuro.

Estaba aturdido. ¿Primera Generación? ¿Escamas traductoras? Toda su vida había creído que las Cloths eran superiores a cualquier otro ropaje sagrado. Entendió que, sencillamente, era la versión de la historia que le habían contado. Comenzaba a marearse otra vez.

–Mi señor…

–Kanon. Mi nombre es Kanon –. Se preguntó cuántos años habían pasado desde la última vez que había dicho su propio nombre en voz alta, y una nueva punzada de dolor lo atravesó. “Ahora no”.

–Disculpe, señor Kanon. Como mi superior, yo no puedo…

–Deja la formalidad.

La sirena lo miró a los ojos, apretando los labios. Detuvo su mirada en las Escamas, como si dudara. Finalmente, pareció reunir valor suficiente antes de volver a hablar.

–Sé de dónde vienes, Kanon –. Su pulsó se disparó, pero la tranquilidad de la mujer le hizo contenerse. Quizás debía escuchar todo lo que tenía que decir. –Sé que rompiste el sello del Tridente, que había permanecido robado y oculto en los dominios de Atenea.

¿Tendría toda la información? –Y aun así, me trajiste.

–Lo hice – asintió la mujer –, lo hice porque sentí el cosmos del señor Poseidón. El Tridente quería volver a su hogar cuanto antes, pero tú no lo soltaste. Nadie habría soportado la fuerza divina con la que el Santuario Marino lo reclamaba de vuelta… a menos, claro, que fuera alguien capaz de dominar el cosmos.

Se acercó y tomó en sus manos uno de los libros, el que parecía el más antiguo. –Decidí correr un riesgo en nombre de Atlantis.

– ¿Traerme fue un riesgo? – contuvo su cosmos. “Déjala terminar”.

–No. Eso fue solo una molestia menor. Llevarte tan cerca del Recinto Principal… Ese fue el riesgo. Claro que el riesgo era para ti –. Dejó el libro en sus manos y lo miró a los ojos. –Pero tenía razón.

El rubio observó el libro.

“Fundación.”

Así que ahora también podía leer su contenido.

–No necesito ninguna otra prueba sobre quién eres. No es la primera vez que un General es traído desde la superficie sin saber nada sobre nosotros. Aquí encontrarás todo lo que necesitas. Si algo hace falta, entonces yo misma te lo diré. Y no te preocupes, no le contaré a nadie sobre tus orígenes.

Clímene comenzó a caminar hacia la puerta, y sólo hasta llegar se giró para mirarlo una vez más. –Es un gusto tenerte entre nosotros, Trierarca3 Kanon.

* * *

Cerró el libro, abrumado. La cabeza le daba vueltas. Todo estaba ahí, escrito por manos muertas milenios atrás.

Se llevó las manos a la sien, con aquellas líneas aún grabadas en su mente.

“El Trierarca se alza de entre los Siete Generales Marinos, dirigiéndoles como su comandante. Como mano derecha de Ennosigeo 4 , tan sólo él y el dios pueden sostener el peso de los Siete Mares con sus cosmos.

A menos que Poseidón o el Trierarca lo permitan o estén presentes, nadie más podrá entrar en el Recinto Sagrado donde las Escamas esperan a sus portadores. De intentar hacerlo, el peso de los Mares acabará con sus vidas“.

Ahora entendía la conmoción de toda esa gente. Era absurdo. ¡Claro que había podido entrar, Poseidón estaba presente! Y ellos, idiotas, creían que él era su líder; uno que, a decir de aquel libro, la reacción de todos y el estado mismo de Atlantis, llevaban siglos esperando.

Recordaba vagamente algo sobre un Santo que había usurpado las Escamas del Dragón Marino. Conocía la historia (por eso el nombre de aquellos ropajes fue el primero que cruzó su mente) y los breves comentarios sobre cómo Atlantis estaba abandonado. Sin embargo, aquello había ocurrido hace más de 200 años, y para entonces ya se hablaba del abandono del lugar. ¿Cuántos años llevaban realmente esperando?

Continuó hojeando el libro tratando de despejar su mente.

“Para prevenir ataques a traición, los Generales Marinos son los únicos que podrán activar las Puertas Marinas. Éstas les llevarán directamente al Pilar que deseen.

Mientras los Generales sigan con vida, todos en el Reino de Atlantis podrán usarlas. Se dice que tras la muerte de un General, su cosmos perdurará sólo unas horas en los alrededores, permitiendo que la zona sea evacuada antes de que el Pilar caiga”.

Al menos no tendría que preocuparse por subir y bajar cientos de escaleras. Se reacomodó y trató de concentrarse en la lectura, en lugar de la inquietud que comenzaba a dominar su cuerpo.

Cada General Marina será siempre acompañado por una Sirena y un Cetus. Las Sirenas se encargarán de proteger a los atlantes en ausencia de los Generales. Los Cetus- ”.

Así que eso era Clímene. Se preguntó de qué Pilar se encargaba. Pasó más hojas.

“Sólo las mujeres poseen las cualidades necesarias para dedicarse a las artes de la sanación. Si un hombre lo intentase-”.

Cerró el libro. Era imposible. Dirigir el Santuario del Mar, tan fácil, sin ninguna complicación. La idea se le antojó absurda.

Volvió a la lectura. Más páginas. Referencias a los Siete Pilares originales, con menciones a los mares de la antigüedad (¡esos libros tenían explicaciones para todo!). Historias sobre otros soldados de alto rango. Técnicas, combates importantes. Menciones de los Santos de Atenea que habían enfrentado Marinas.

Otro libro. Bocetos de las Escamas, historias sobre sus nombres; los guerreros de la Primera Generación, mencionada por Clímene. No, no lograba concentrarse.

Un libro más. Detalles sobre tesoros y reliquias en posesión de Atlantis, informes sobre el Infierno, sobre el Santuario. Se detuvo brevemente, sorprendido por la información que tenían. Nombres que reconocía: Dégel, Kardia, Unity. Páginas enteras que hablaban sobre los guerreros de Bluegrad.

¡En el Santuario de Atenea apenas y sabían algo sobre Atlantis!

Siguió hojeando un par de libros más. Se detuvo en la descripción de la armadura de Caribdis y fue cuando la inquietud que sentía se transformó. Sintió como si un relámpago hubiese iluminado la habitación.

Era tan sencillo que ahí radicaba su encanto. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro.

Aquellas personas realmente creían –¡y confiaban!– que él era el trierarca de aquella generación. No pedían explicaciones porque no las necesitaban, tal y como Clímene se lo había dicho. Ni siquiera se les había ocurrido que era el cosmos de Poseidón lo que le había permitido entrar en aquella habitación. No, ¿por qué habrían de hacerlo? Para Atlantis, a partir de ese momento, era él quien comandaría al resto de los Generales, quien decidiría qué hacer, cuándo y cómo.

Su desesperación les daba una fe ciega, dispuesta a aceptar cualquier pequeño destello de salvación. Y él estaba listo para darles las migajas que tanto anhelaban.

La sonrisa se convirtió en una carcajada. Ah, Clímene había sido tan tonta. Era la única que sabía de dónde provenía, lo que significaba que podía deshacerse de ella y eliminar así cualquier prueba que le atase a la orden ateniense. Cualquier duda quedaría borrada.

Pero aún no, aún no. Necesitaba más información.

Todavía sonriendo, y con un brillo inusual en los ojos, decidió descansar. Después de todo, ahora tenía a todo un Santuario qué dirigir.

* * *

Cuando sus hábiles médicas llegaron a la mañana siguiente, tenía las Escamas puestas.

Con una sonrisa con la que –sabía– podía conquistar rápidamente a la gente, agradeció sus cuidados. Ellas, sonrientes también, le compartieron lo sorprendidas que estaban ante su rápida recuperación.

Tuvo que quitarse la armadura para que lo revisaran, y volvió a ponérsela para escuchar las nuevas observaciones de las mujeres. Sí, había estado a punto de perder un riñón, pero ahora los daños parecían menores.

– ¡Sin duda los dioses le protegen, trierarca!

Sabía cuándo sonreír, cuándo callar, y cuándo alzar las cejas con fingida expresión de asombro. Siempre había sido bueno ganándose la simpatía de la gente y aquella no iba a ser una excepción. Mucho menos ahora que las personas sabían bien quién era él.

Cuando se quedó solo nuevamente, decidió que era ridículo tener que usar las Escamas cada vez que necesitara comunicarse. Buscó un libro con hojas en blanco y arrancó unas cuantas.

El proceso sería tedioso, pero Roma no se había construido en un día.

* * *

Necesitó un total de dos semanas para recuperarse por completo, y dos más para dejar de sentirse como, vaya ironía, pez fuera del agua. Clímene ya le había llevado una libreta en blanco que estaba por necesitar un reemplazo.

La rutina que se había establecido era muy sencilla: después de desayunar, la Sirena aparecía. Kanon le hacía preguntas, cuyas respuestas anotaba presto en su libreta. Entonces, se despojaba de sus Escamas y leía en voz alta sus anotaciones en griego. Clímene, paciente, repetía los términos, esta vez en el dialecto arcaico.

Las risas cada que pronunciaba algo mal o cuando ella descubría una evolución curiosa de alguna palabra fueron apareciendo poco a poco.

Aunque Clímene parecía querer creer , notaba cierta suspicacia en ella. Sin embargo, le había seguido proporcionando lecturas e información. Ahora conocía el nombre e historia de cada Escama, las técnicas más fuertes de los mejores Marinas, y hasta leyendas que los atlantes atesoraban. También sabía ahora que Clímene estaba asignada al Pilar del Atlántico Sur.

Su táctica había resultado perfecta. No sólo estaba logrando comunicarse, sino que al aprender aquel dialecto en desuso y hacer preguntas inocentes, había mostrado un interés y una humildad que aquellas personas no parecían esperar (porque, por supuesto, también había entablado breves conversaciones con sus doctoras, que le felicitaban siempre por sus pequeños progresos lingüísticos).

Pudo darse cuenta de cómo el recelo de la guerrera iba desapareciendo cada que intercambian palabras e historias, y ella dejaba caer sus defensas con una sonrisa que era a la vez sincera y agradecida.

Y, debía admitirlo, era buena compañía. Sus descripciones eran precisas, sin adornos, y además era una fuente inagotable de información. Le daba no sólo la “versión oficial”, como ella misma la llamaba, sino la que corría entre las calles de Atlantis (¡había calles!).

– ¿De qué hablaremos hoy, Sirena?

–Creo que las Familias de Atlantis son un buen tema.

El griego enarcó una ceja. –Ocho familias principales, que dirigían y protegían al resto de los atlantes. Ya leí sobre ellos.

–Claro, pero no sabes qué pasó después de la caída, ¿ah?

–Tienes mi atención.

Aquel día habían decidido caminar en los alrededores del Pilar del Atlántico Norte, aunque no por elección propia.

La guerrera llevaba días señalando los arreglos que deberían hacer a las estancias interiores del lugar, y él no se había negado. Después de todo, ser gemelo significaba no tener algo propio hasta alcanzar cierta edad y, en su caso, ni siquiera eso.

Había revuelto ya muebles, libros, e incluso encontrado lo que parecían ser bitácoras de los antiguos Dragones Marinos. El lugar tenía diferentes habitaciones, algunas con usos obvios, otras simplemente con objetos antiguos arrumbados. Sí, era hora de una renovación.

– ¿Recuerdas a la familia más importante? – la voz firme de Clímene lo trajo de vuelta.

–La familia Solo, sí. Descendientes directos de Poseidón, por eso siempre elige a uno de ellos como su avatar.

–Actualmente, hay sólo una persona que podría-

–Julián, pero es muy pronto. Sigue siendo un niño.

Detuvo su andar y lo miró, sorprendida. – ¿Cómo… ?

–Poseidón me lo dijo – despreocupado, siguió caminando sin notar la reacción que había causado.

– ¿Él te habló… ?

– ¿Eh? Sí, cuando llegué. Soy el trierarca, ¿por qué no habría de hablarme?

Fue hasta ese momento en que notó el rostro de la mujer, la tensión en su cuerpo. –Cl-claro.

Kanon frunció el ceño. –Clímene, ¿hace cuánto tiempo que Poseidón no vuelve?

–Casi 500 años. Él… – su mirada se perdió en el cielo-mar. –Sabemos que despertó brevemente en la última guerra entre Hades y Atenea, pero… No lo entendemos. No sabemos por qué no ha regresado. Ni él, ni ningún General.

–Espera. ¿Ningún General? – hizo un rápido repaso mental de lo que ya sabía. –Eso significaría-

–Que Atlantis está, en su mayoría, incomunicado. Las Puertas no se han usado en siglos.

Clavando su mirada en el Pilar que le correspondía, el griego entendió de pronto todas las implicaciones de lo que acababa de escuchar. – ¿Nadie… ?

–Oh, no algo… absoluto. Los guerreros podemos usar las entradas desde la superficie, pero como podrás imaginar, conlleva varios problemas: salir, llegar al siguiente portal, asegurarnos de que nadie nos siga…

– ¿Yo podría activar el resto de las Puertas?

Clímene lo observó por varios minutos, como si hiciera cálculos mentales, hasta que exhaló, derrotada. –No lo sé. No hay registros sobre eso.

Por primera vez, Kanon notó el cansancio en la voz de su informante. Cerró su libreta y comenzó a caminar hacia el Recinto Principal.

–Bueno, parece que tenemos mucho trabajo por hacer.

Notes:

1. En habla marinera, ‘azocar’ significa apretar bien un nudo.
2. Los síntomas de Kanon son de deshidratación, que probablemente también le hubiera hecho perder los riñones. Se salvó porque “cosmos sanador de Atenea”.
3. Un trierarca era el comandante de un trirreme (barco de guerra) en la Antigua Grecia. Financiaba la nave y a la tripulación, pero inicialmente dirigía también la parte táctica, y para fines prácticos de este headcanon usaremos esa idea.
4. Ennosigeo es uno de los epítetos de Poseidón.

Sí, Escamas traductoras, porque... miren, me gusta la lingüística. Obviamente no iban a entenderse, y mi ñoñez necesita una explicación a que pueda comunicarse con el resto de los Generales sin problemas. Si las Cloths pueden curarse a sí mismas, las Escamas han pasado todos los niveles de Duolingo because I said so.

Chapter 3: Estibar

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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Solía pensar que reconstruir era sencillo. Poner parches por aquí, enmendar por allá. Reemplazar las piezas más destruidas, erguir nuevamente puentes caídos. 

Sí, reconstruir suele ser fácil, al menos cuando sabes lo que estás haciendo. Kanon, por su parte, no tenía ni idea. 

Activar las Puertas para conectar todo Atlantis resultó sencillo; demandando sólo una parte ínfima de su cosmos. Lo que vino después, en cambio, le dejó en claro que los títulos ostentosos siempre llegan acompañados con obligaciones aburridas. 

Primero había querido concentrarse en restaurar los tres templos dedicados al dios de los Mares para exaltar los ánimos de la gente, pero cada día se iban sumando nuevos deberes. Organizar grupos de aprendices, iniciar la búsqueda del resto de Generales, y ni hablar sobre el nada insignificante detalle del niño Solo. Todo eso mientras maniobraba entre aprender cada detalle de aquel imperio caído y mejorar su –ya casi fluido– griego arcaico. 

Kanon se mesó los cabellos, fastidiado. Nunca había pensado en todas las tareas aburridas que implican estar a cargo. Paseó la mirada ante los reportes que Clímene había dejado ante él aquella mañana. 

La guerrera ya se había encargado de adecuar las estancias correspondientes para sus deberes como comandante de los Marinas. 

Le era imposible no comparar aquella habitación con la fastuosa cámara del Patriarca, que exudaba un aire sacro. Las paredes altas, el enorme velo que separaba la parte privada del lugar; incluso el aroma parecía indicar que respirar ahí era un acto de herejía. 

En contraparte, los aposentos del Trierarca emanaban una sensación cuasi militar. Poseedora de una mente táctica, Clímene ordenó colocar un enorme escritorio al fondo de la habitación; uno en el que cada día se acumulaban más papeles. Un librero cubría la pared izquierda, mientras la otra estaba cubierta por mapas. 

Las Escamas del Dragón Marino descansaban ahora en un pedestal a la derecha del imponente escritorio.

De forma mucho más escueta que la cámara del Patriarca, pero sin duda más firme, aquella habitación no dejaba ninguna duda sobre quién comandaba al ejército de Poseidón. 

… Alguien que tenía que leer al menos 15 reportes diarios. 

Resignado a que para reconstruir un imperio antiguo, manipular dioses y gobernar los tres mundos también había trámites burocráticos qué completar primero, Kanon retomó las lecturas del día.

* * * 

El agua golpeó su rostro con furia. La piel le escocía, cubierta por una fina capa de sal ensangrentada. El aroma a humedad le penetraba la nariz. 

Las palmas de sus manos estaban cubiertas de profundas llagas que, a pesar de todo, ya no dolían. Las heridas no cerraban y cubrían su piel en tonos rojizos, blancos, amarillos… negros. ¿Perdería las manos pronto?

Gritó hasta llenarse los pulmones de agua. Ya no le importaba morir ahí.

Fue su propio grito el que lo despertó. Sentado sobre la cama, sus manos se extendían hacia el frente, tratando de asirse de algo, lo que fuera. Su cuerpo estaba bañado en sudor y le costó varios minutos deshacerse de la horrible sensación de que la cama se mecía. El mareo era tal que tuvo que ir a vomitar al baño. 

Se enjuagó la cara con agua fría. Si no sintiera tal repulsión al agua en ese momento, se hubiera dado un baño. 

Observó su rostro descompuesto en el espejo, conteniendo el impulso de romperlo. 

“Maldito seas, Saga”. 

A un año y medio de su llegada, Cabo Sunion aún lo perseguía. Cada que se acercaba a las profundas playas de Atlantis y el aroma marino llenaba sus fosas nasales, cada que cerraba los ojos. A veces incluso bañarse le laceraba la piel. 

Los primeros meses había logrado dormir, demasiado ocupado con la reconstrucción del lugar. El problema era que ya se había acostumbrado a los nuevos nombres, las nuevas caras, la nueva rutina. Ahora, su mente despejada parecía lista para volver a encerrarlo en la prisión submarina. 

Llevaba al menos tres semanas sin dormir más que un par de horas. Las ojeras se marcaban cada vez más y su propio humor le agobiaba. En las noches en que lograba rendirse al sueño, como aquella, las aguas del Mediterráneo le envolvían entre gritos febriles.

A veces, antes de despertar lograba ver la silueta alejándose de la playa, la capa moviéndose en silencio hiriente. El recuerdo de Saga le apretaba el pecho. Saga, envuelto en su enloquecido cosmos, con los ojos inyectados de sangre. Saga, sin mirar hacia atrás una sola vez. 

¿Alguna vez habría ido a buscarle? 

Pasó los dedos sobre sus párpados; la delgada piel inflamada. Un ligero temblor dominaba sus manos, sus labios. 

Eran las cuatro de la mañana; sabía que no podría volver a dormir. 

Una victoria más para su hermano.

* * *

El mar se extendía en silencio sobre él. Podía distinguir el movimiento suave de las corrientes. Impaciente, se giró hacia Clímene, que permanecía inmóvil en las escaleras del Pilar del Océano Índico.

Aquel día vestía unos shorts cortísimos y una playera blanca que dejaba al descubierto su hombro derecho. La luz que se filtraba se reflejó sobre la piel de la mujer, jugándole una mala pasada a sus ojos. Había jurado que aquel destello iridiscente era el de unas escamas reales.

Los ojos café chocaron con los suyos y se cerraron mientras su risa llenaba aquel espacio abierto. 

–Hay cosas que ni siquiera los trierarcas se atreven a decir en voz alta, después de todo.

El rubio se sentó junto a ella. –Supongo que así es como vas y vuelves de la superficie a tu antojo –. La sirena se limitó a sonreír, mirando el vasto cielo-mar. 

–Ya no quedamos muchas. Sería más fácil si todas las Escamas de Sirena hubieran encontrado a sus dueñas. Tres es un buen número, pero no suficiente.

– ¿Para qué me pediste venir aquí? Creí que Alexandros quería hablar con ambos – cortó Kanon de pronto. El silencio se extendió nuevamente entre ellos, hasta que la atlante se puso de pie, su mirada aún fija en el Pilar. 

–Creo que lo hemos encontrado. 

– ¿Mmm? 

–Uno de los Generales. Creo que lo encontramos – se giró hacia él con una sonrisa socarrona. –Supuse que te interesaría.

–Continúa.

–Se encuentra en Sri Lanka. Es un descendiente de Crisaor. No estábamos seguras, pero hoy activó su cosmos. Fueron sólo unos segundos, pero-

– ¿Y bien? – Kanon descansó su mentón contra su mano derecha, que se apoyaba en su pierna. El comentario le borró a la guerrera la sonrisa de la cara. 

– ¿Perdón?

– ¿Qué esperas?, si es él, me gustaría saber por qué no está ya aquí, recibiendo sus Escamas. 

La castaña lo miró enfadada. –No podemos simplemente-

–No, claro, tienes razón. Quizás deberíamos esperar a que Poseidón venga él mismo a despertar a todos sus Marinas. 

Un intenso rubor cubrió sus mejillas. Complacido, Kanon sonrió para sus adentros. Clímene había estado demasiado confiada, al grado de asumir que todos sus consejos serían escuchados y seguidos al pie de la letra. Era hora de quitarle aquella sensación de superioridad. 

–No creo que esté listo para-

–Ah, pero no eres tú quien decide eso, ¿verdad? Vayan por él. No me importa si tienen que traerlo a rastras. Asfalio1 quiere una guerra y una guerra tendrá. Tráelo.  

Pudo observar cómo cerraba los puños. Había cometido un error al creer que a él le iba a importar la edad de los Marinas. No sabía con cuánto tiempo contaría para comenzar a poner todo en marcha. Los aprendices eran, en su mayoría, chiquillos. Necesitaba un ejército listo y lo necesitaba pronto.

* * *

–Temo que no podemos seguir. 

Kanon observó al hombre de cabellos canosos frente a él; sus ropas sucias y sus manos revelaban el trabajo duro que realizaba diariamente. Se había acercado a él en contadas ocasiones, pero esta vez percibió inquietud en sus palabras, como si temiera expresar sus peticiones.

–No lo entiendo, Alexandros. ¿No era acaso Atlantis un imperio con tecnología superior? 

El aludido, mucho mayor a él, alzó la mirada con gesto ofendido. –Nuestro pueblo lo perdió todo cuando cayó hace milenios, si nosotros-

– ¿Qué necesitas? – Kanon cruzó los brazos. Le cansaba los rodeos, los protocolos. No entendía bien qué podría ofrecerle al hombre para acelerar sus trabajos. ¿Su fuerza? Ya había ordenado que todos los guerreros y Sirenas ayudasen. –No tengo tiempo para esto. Dime qué necesitan tus hombres.

–Recursos – Envalentonado de pronto, Alexandros le sostuvo la mirada. –Necesitamos recursos. Si pudiéramos usar un vórtice para ir a la superficie y abastecernos, las obras terminarían mucho más rápido, trierarca. Que sólo las Sirenas vayan no es suficiente.

–No es sólo recursos lo que quieres, ¿verdad?

Alexandros calló, sus manos retorcían su camiseta. Al parecer, había hecho la pregunta correcta. 

–Llevamos siglos de retraso respecto a la superficie. Si pudiéramos estudiar lo que ha cambiado allá afuera… 

–Veré qué puedo hacer. 

Observó a Alexandros marcharse con sus hombres. Mentalmente, repasaba la ubicación de los tres vórtices activos: el de Rozan, imperceptible para los mortales, pero descartado por la presencia del antiguo Santo de Libra; el de Asgard, que prefería no utilizar para no alertar a quien fuese ahora el representante de Odín; y finalmente, el de Cabo Sunion, que ni siquiera iba a considerar.  

– ¿De verdad lo estás pensando? – Arriba, a su derecha, Clímene estiraba las piernas sobre una columna rota, estableciendo una clara distancia después de su discusión horas atrás. Kanon la observó largamente, repasando la información en su cabeza. 

–Debe de haber una cuarta opción.

–Siempre la hay, ¿no? – la Sirena aterrizó junto a él de un ágil salto. El rubio la miró con el ceño fruncido, gesto que fue suficiente para recordarle que aquel día no estaba de humor. 

–Hay un solo marino en Atlantis capaz de abrir vórtices.

– ¿Hay un... ? ¿Por qué no han usado su poder?

Como única respuesta, la atlante comenzó a caminar con paso firme, seguida por él.

* * * 

Tres grupos de aprendices llenaban la explanada dedicada a entrenamientos de la Zona del Pacífico Sur. Varias personas admiraban desde las gradas a los jóvenes guerreros, seguras de que entre aquellos alguien se erigiría con alguna de las Escamas. 

Kanon distinguió al trío que parecía dirigir al resto, también portando armaduras de entrenamiento. Apenas notaron la presencia del Dragón Marino, se arrodillaron.

–Este es el hombre al que buscas. Caribdis Jasha. – El aludido levantó la mirada, sólo unas hebras negras escapando de la coleta que aprisionaba su cabello lacio. Kanon le recordaba vagamente de cuando conoció a los otros guerreros.

– ¿En qué podrían mis habilidades servir a nuestro trierarca el día de hoy? – Kanon dio un respingo y se preguntó si realmente aquel hombre tendría lo necesario para abrir un vórtice. Recordaba al aprendiz de Tauro y, por alguna razón, había esperado a alguien físicamente similar. En contraparte, Caribdis era de una complexión un poco más delgada que la suya; su piel pálida le recordaba más la delicadeza de Afrodita que a la dureza física del Toro Dorado. 

Sin embargo, recordó también las letales rosas del pisciano. 

Le hizo un gesto a él y a Clímene para alejarse de los aprendices y entonces la castaña comenzó a explicar la petición de Alexandros, la necesidad de ir a la superficie, la poca posibilidad de usar los vórtices existentes. Kanon se detuvo en seco, exasperado. 

–Necesitamos abrir un vórtice, pronto. ¿Puedes hacerlo?

El pelinegro le dedicó una media sonrisa. – ¿Cuándo nos vamos?

* * * 

Kanon mantenía los brazos cruzados mientras esperaban instrucciones. 

Sentía las Escamas vibrar y se sorprendió al tratar de interpretar aquella curiosa sensación sobre su cuerpo. Era más un cosquilleo ansioso que una emoción. 

Alguna vez había tocado la Cloth de Géminis con la palma de su mano y había tenido que dar un paso atrás, abrumado. Géminis parecía sobrepasada de recuerdos y emociones. Dragón Marino, por el contrario, parecía dueña de sí misma, pero resonaba con su cosmos demandando algo que simplemente no entendía. 

Observó atento las Escamas azul oscuro de Caribdis. Las hombreras terminaban en puntas afiladas y el pecho, ligeramente curvado, evidenciaba que su portadora original había sido una mujer. Desde la espalda, dos tentáculos se abrían paso envolviendo las piernas, dos más el torso y otros cuatro parecían listos para defender al guerrero. También las Escamas de Caribdis parecían vibrar, quizás exaltadas por lo que estaba a punto de ocurrir.

Una parte de él no quería volver a la superficie, la otra bullía con agresividad. El marino les había llevado hasta las fronteras del Pilar del Pacífico Sur y sabía que estaba demasiado lejos para que alguien del Santuario detectara su presencia. Aun así, no podía con la incertidumbre. Una sola idea había inundado su cabeza desde que la posibilidad de volver se dibujó ante él.

Necesitaba ver el sol. Necesitaba ver nuevamente el mar debajo de él. Tenía que convencerse de que mente y cuerpo habían escapado realmente de Cabo Sunion y que aquello no era el sucio truco de algún dios ocioso. 

Finalmente, el pelinegro hizo que el grupo asignado a aquella excursión se acercara lo más posible. Alzó la mano derecha con tres dedos extendidos.

–Tienen tres días, compañeros, no lo olviden. 

Los hombres asintieron, expectantes. –El viaje va a comenzar – dijo de pronto Jasha, la media sonrisa aún adornando su rostro –, por favor, mantengan manos y pies dentro. ¡CHARYBDIS VORTEX!

Apenas había visto cómo el otro extendía las palmas frente a él, hacia arriba, para separarlas en un movimiento brusco, cuando Kanon notó el remolino a su alrededor. El instinto le obligó a buscar algo de dónde aferrarse, pero todo terminó tan pronto como había comenzado. 

No había ningún remolino rodeándoles. En cambio, tuvo que cerrar los ojos cuando sintió la luz del sol golpeando su cara. El graznar de unas gaviotas pareció despertar a todos del ensueño, y entonces un grito de júbilo se extendió entre todos, acompañado de saltos y abrazos. 

Se sintió parte de aquel momento sólo por unos segundos, cuando el agua chocando contra sus piernas abrumó sus sentidos. Asqueado repentinamente, salió del mar y caminó hasta la playa. 

La división del grupo se hizo rápido y comenzaron a alejarse de la playa, dejando atrás a Kanon y Jasha. 

– ¿No irás? 

–Alguien debe vigilar el vórtice – el marino señaló a sus espaldas. Kanon se quedó sin aliento. Detrás del marino, un enorme remolino parecía engullir toda el agua del lugar. –Usted, en cambio, debería acompañarlos. La emoción les ha hecho olvidar que necesitan un traductor. 

Él también lo había olvidado. Miró nuevamente al grupo y sonrió. 

–Una pena que no puedas divertirte con nosotros – dijo, mientras le ordenaba a sus Escamas dejar su cuerpo y esperarle en la playa. 

–Tienen tres días – insistió el otro.

Kanon ya le había dado la espalda y alzó una mano como única respuesta. Una nueva confirmación de triunfo se extendía por todo su cuerpo y no pretendía dejarla ir pronto.

* * *

Los soldados volvían cargando ropa, comida, libros y diferentes artefactos. Se habían retrasado medio día, pero la emoción era imposible de ignorar; la mayoría no había estado nunca en la superficie. Aquel repentino respiro se había extendido hasta envolver a Kanon, que por primera vez pudo caminar a sus anchas, sin preocuparse de que alguien le viera.

“Qué más da un poco de retraso” , pensó, atrapado todavía en las ideas que llenaban su cabeza.

Cuando llegaron ante Caribdis, éste les dedicó una sonrisa discreta. El griego notó las perlas de sudor que llenaban su frente y la falta de aliento antes de realizar su técnica nuevamente, pero lo atribuyó al agobiante calor de la playa. ¿Qué iba a decirle a él, el Trierarca, después de todo?

Un grupo de atlantes los recibió entre gritos y fanfarrias. Kanon distinguió a Clímene, que corría hacia él apenas se deshizo el vórtice a su alrededor, esta vez de forma más violenta que a su partida. Estaba listo para soltar un “debiste haber venido”, pero la guerrera pasó de largo. Fue cuando vio a cuatro chicos corriendo tras ella, seguidos de cerca por las médicas del lugar.

– ¡Maestro Jasha! – El pelinegro se había desplomado a sus espaldas. Las mujeres rodeaban ya al hombre y lo despojaban de sus Escamas para comenzar a tratarlo. 

Clímene le dirigió una mirada de reproche. –Tres días, ¿acaso no te lo dijo? No es posible mantener el vórtice abierto tanto tiempo, requiere demasiada energía. Incluso tres días eran ya demasiado tiempo. ¡Tan sólo abrir uno lo drena por una semana!

Una de las doctoras se giró hacia ellos tratando de mejorar el ánimo, totalmente ajena a la discusión. –Está bien, sólo necesita descansar. 

Para Kanon aquella fue su señal de triunfo. Una sonrisa arrogante le iluminó el rostro. Sin dejar de mirar a Clímene, extendió sus brazos. –Ya escucharon muchachos, todo ha salido bien. ¡Es hora de celebrar! 

Furiosa, la Sirena se marchó con las mujeres que atendían a Caribdis. Kanon la observó irse mientras los festejos se reanudaban a su alrededor. 

* * *

La celebración continuó con comida y bebida que parecían fluir sin límites. Kanon recordaba el mismo ánimo cuando había activado las Puertas Marinas. Pronto, la tensión que había sentido en aquella playa sólo algunos días atrás parecía no haber existido.

La verdad era que mientras más convivía con los atlantes, más se alejaba su mente de las memorias del Santuario de Atenea, al menos mientras estaba despierto. Las callejuelas y mercados de Atlantis se agitaban con una energía que parecía no tener límites. Familias separadas desde la última vez que hubo Generales le llevaban regalos en agradecimiento, y cada día aprendía palabras o costumbres de aquella gente que le parecía mucho más genuina y cálida que los habitantes de Rodorio. 

Y quizás también por el recuerdo inconsciente y amargo de cómo los rodorienses bendecían el suelo que los Santos Dorados pisaban, él se negaba a vestir los ropajes que le correspondían como Trierarca. Los portaba únicamente en ceremonias, pero al pasear por las estrechas y ruidosas calles lo hacía como él mismo; como Kanon. 

Su egocentrismo le exigía dejar en claro quién estaba al mando, pero de alguna forma u otra se estaba convirtiendo en una figura accesible. Le era imposible no reír con ellos, interesarse por sus historias y escuchar atento sus peticiones. Al menos las que consideraba razonables. 

Siendo aún el único General, su fuerza era muchas veces necesaria en los trabajos de reconstrucción. Irremediablemente, terminaba sentado en el suelo junto a los soldados y los constructores, compartiendo un jarrón de agua y chistes estúpidos. Al volver a trabajar, sin embargo, aquella gente recordaba quién era y cambiaban su tono a uno mucho más formal. Aquella disparidad le divertía.

No era, sin embargo, tan sólo un juego para él. La edad de aquellos soldados era la suficiente para tener que retirarse pronto. La nueva generación de guerreros y Sirenas ya les pisaba los talones. ¿Qué importaba si se divertía un poco? Causar buena impresión entre la generación saliente para que la próxima obedeciera sin cuestionarlo era tan sencillo que se le antojaba absurdo, pero podía ver ya la admiración crecer en los ojos de los jóvenes aprendices. 

Por el momento, su único obstáculo parecía ser Clímene, pero decidió preocuparse por ello después.

Esa noche, como otras por venir, Kanon aceptó un tarro más de cerveza y se dejó llevar. 

* * *

Sobre el suelo se extendían varios pergaminos con lo que parecían ser nombres y jerarquías. Kanon analizaba las líneas, las descripciones y los nombres cuando Clímene entró en su habitación. 

– ¿Me buscabas? 

–Clímene, ¿cuántas Sirenas hay ahora mismo?

La mujer giró los ojos, molesta. Jamás le prestaba atención cuando le hablaba sobre el resto de los marinos. Si la información no se trataba de los Generales, al trierarca simplemente no le interesaba. 

–Tres. Alanis, Ligeia y yo. Ligeia es muy joven pero-

–Mmm. ¿Y Cetus? 

–Cuatro. 

–Y asumo que los puestos de Proreus y Kybernetes2 no se han asignado – los ojos de su escucha se abrieron con sorpresa. 

Dividida siempre entre siete, la jerarquía de los marinos era sencilla: Siete Generales Marinas, comandados por el Trierarca; siete Sirenas, encargadas de velar por cada Zona Pilar y, ocasionalmente, escoltar a Poseidón; y siete Cetus, responsables de vigilar los tres vórtices permanentes. 

En el último escalón estaban los Eretai, soldados rasos.

Mientras la Proreus dirigía a las Sirenas, el Kybernetes hacía lo propio con los Cetus. Ambas jerarquías estaban, por supuesto, debajo del trierarca.

–Sólo el trierarca puede asignarlos, así que…

– ¿Sería adelantado afirmar que Caribdis es el Cetus más fuerte? Parece ocultarlo bien, pero dudo haya sido capaz de mantener un vórtice si no tuviera el poder suficiente.

Clímene asintió, agitada. No entendía por qué, pero aquella conversación la incomodaba. –Sí, el maestro Jasha es el más fuerte entre los Cetus, pero-

–Muy bien, entonces está decidido –Kanon se puso de pie sosteniendo los pergaminos –mañana te nombraré Proreus y haré lo propio con Jasha como Kybernetes. A menos que pienses que no es digno.

Obtuvo exactamente la reacción que esperaba. Los ojos de Clímene estaban fijos en él, incrédula. Negó con la cabeza. –Caribdis es el indicado, es más que digno –susurró en un hilo de voz. 

Mantenerla cerca ahora que sus métodos comenzaban a incomodarle era no sólo necesario, sino imprescindible. Había notado, además, la simpatía que los Eretai y los aprendices le tenían a Caribdis. Pudo escuchar a varios de los hombres murmurando sobre su recuperación días después de su regreso y sobre cómo entrenaba a sus discípulos. El respeto que le guardaban era sólo comparable con la cantidad de información y organización que poseía Clímene. 

Sabía que la Sirena sería incapaz de negarse al puesto. Mucho menos si eso significaba quedar fuera de la toma de decisiones. 

–Yo… 

–Sería injusto que te pidiera organizar tu propia ceremonia de nombramiento. Llama a Alanis, por favor. Ah, y te recuerdo que aún tienes una tarea pendiente. 

Aún sin habla, Clímene asintió y salió de su habitación. Aquello había sido mucho más fácil de lo que él había esperado.

* * *

Kanon revolvía papeles cuando una de las Sirenas entró sin ningún tipo de etiqueta. Sus Escamas rojizas brillaban y escurrían agua. Impávido, el griego no desvió su mirada mientras ella se hincaba ante él. 

–Agradecería un poco más de compostura en el Templo de Poseidón, Ligeia.

–Perdone, Trierarca. Ha pasado algo con el niño Julián. 

–Habla.

La mujer se puso de pie. Notó su agitación, las mejillas arreboladas. –La familia Solo ha sufrido un accidente. Han muerto sus padres. 

– ¿Y el niño?

–Está bien. Ni un solo rasguño, como era de esperarse. Pero eso significa-

–Retírate. Y no compartas esta información con nadie, incluyendo a Clímene. No queremos agitar en vano a nuestro pueblo.

–Mi señor, si los padres han muerto-

–He dicho que te retires. ¿Necesitas que hable más alto? – los cabellos rosáceos de la joven le cubrieron los ojos cuando ella agachó el rostro, apenada. Se puso de pie y dejó finalmente la cámara del Trierarca.

Kanon cruzó las manos sobre el enorme escritorio. Por supuesto, todo Atlantis querría que llevasen al niño inmediatamente, pero aquello no haría más que arruinarlo todo. Criar a Julián como el avatar divino que era sólo significaba que Poseidón despertaría y tomaría el control y Kanon no tenía pensado permitirlo.

No. Poseidón iba a quedarse en aquella ánfora maldita hasta el final de los tiempos si a él le daba la gana. No pensaba compartir el mundo cuando finalmente lo dominara todo. Suficientes cosas había compartido ya los primeros años de su vida. 

Sin embargo, también sabía que no podía, simplemente, ignorar aquel incidente. Se frotó la frente con la mano izquierda.

Maldita sea, ¿es que alguna vez iba a descansar?

Notes:

Estibar en habla marinera significa acomodar la carga para que ocupe el menor espacio posible y quede inmovilizada.

1. Uno de los epítetos de Poseidón.
2. El prōreus vigilaba la proa en un trirreme; el kybernētēs comandaba y/o piloteaba. Los eretai eran los remeros.

Como recordatorio: ya que la armadura de Sirena (Mermaid, para distinguirla de Siren) fue hecha en honor a la Sirenita, me permití el lujo de hacer que fueran siete y de diferente color, como las hermanas de Ariel, lol. También me permití el desliz de que las Sirenas sean justo eso, sirenas, porque a mí Kurumada no me va a venir a contar que un pez koi salvó a Julián.

Sobra decir que me cuesta describir armaduras.

No imagino cómo Atlantis podría sobrevivir sin ir a la superficie de vez en cuando y los vórtices están muy bien vigilados… así que parecía obvio que tuvieran a alguien capaz de abrir y cerrar vórtices. 

Chapter 4: Costear

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Desde un risco, Clímene esperaba al chico que debía llevar a Atlantis. En realidad, no era tan joven como le había intentado hacer creer a Kanon, simplemente no estaba convencida de llevarlo. No aún. 

Noches atrás, el despliegue súbito de cosmos había llamado su atención. Sabía que ambos padres descendían de atlantes, pero el hombre abandonó su credo en algún momento, sirviendo ahora a los dioses que gobernaban aquellas tierras. Y justo eso era lo que había detonado la discusión. 

La mujer de ojos serenos colocaba sendas guirnaldas sobre el agua, derramaba la libación correspondiente. A pesar de los siglos de silencio, su corazón seguía fiel.

Aquello había enloquecido al otro. La pelea escaló hasta que él, haciendo despliegue de su cosmos, la asesinó de un solo golpe. Un nivel indigno de un descendiente de Crisaor, pensó la sirena. Fue entonces cuando el hijo de la pareja hizo estallar su propio cosmos. Había sido inútil, por supuesto. La mujer estaba muerta y él era inexperto. Su padre lo derribó fácilmente, pero eso era todo lo que Clímene necesitaba. Ahora resultaba evidente quién portaría las Escamas. Y aun así… 

Estaba harta de su propia desidia. No, el muchacho no era joven para entrenar, pero sí para lograr mantenerse firme a palabras endulzadas y astutas. Pero no tenía otra opción. Le había dado al chico los días correspondientes al luto y ahora sólo esperaba a que terminara las últimas ofrendas. No permitiría que Kanon le echara en cara la falta del General Marina nuevamente.

Frunció el ceño, incómoda con su repentina vacilación. A pesar de haber intentado acallar las dudas que surgieron desde que tuvo en sus brazos el cuerpo inconsciente del griego, éstas se habían incrementado las últimas semanas. Había algo en él que le impedía confiar ciegamente y no lograba identificar qué. 

¿Sería demasiado tarde para exponer sus temores a alguien? Después de todo, las Escamas de Dragón Marino habían sido usurpadas dos siglos atrás.

“Pero Unity estaba impregnado con el cosmos de Poseidón”, se repitió, “era natural que engañara a las Escamas. Kanon entró sin problemas al Recinto Principal”. Se mordió el labio inferior mientras su mirada seguía al muchacho que entraba al mar, ofrendas en mano.

No era la primera vez que Poseidón pasaba por alto que sus guerreros fuesen desertores de otros ejércitos. En realidad, la historia mostraba que, bajo las condiciones correctas, su dios estaba dispuesto a recibir holgadamente a traidores. ¿Y quién era ella para cuestionar al Agitador de la Tierra?

Ni siquiera le sorprendió ver llegar al padre, fúrico. Arrebató los tributos de las manos de su progenie, gritó algo en su melodioso idioma. El hombre elevó su cosmos, seguido por el menor. La mujer suspiró. Esperaba no tener que intervenir.

Con una mano aplacó los mechones de cabello alborotados por el viento. Jasha. Quizás Jasha… 

Se puso de pie. Había pasado demasiado rápido.

Un brillo incandescente había cegado a ambos hombres. Las manos de la sirena se crisparon por la sorpresa. 

En las manos del joven ahora brillaba con furia la lanza dorada de Crisaor. En una rápida estocada, el arma atravesó el pecho del mayor. No tuvo tiempo de articular palabras finales.

* * *

Frente a Kanon, Jasha se esforzaba por recuperar el aliento. 

Dragón Marino había señalado la premura con la que necesitaban que el kybernetes lograra abrir portales continuamente, quizás incluso mantener algunos de forma permanente como en la antigüedad. 

En sus primeras semanas en Atlantis se había encargado de afinar la Otra Dimensión para emular el Triángulo Dorado, técnica heredada de Dragón Marino. Luego de haber experimentado el vórtice, concluyó que su ataque compartía similitudes suficientes como para entrenar con Caribdis y acelerar así el proceso. 

Sin embargo, el Triángulo Dorado no exigía tanto de su ejecutor; no así aquel vórtice que parecía devorar la energía misma del guerrero que se atreviese a abrirlo. Jasha había logrado crear ya tres portales aquel día y Kanon, aunque complacido con el rápido avance, se percató de que el otro luchaba por mantenerse en pie.

–Detengámonos por hoy –dijo, listo para terminar aquel día de entrenamiento. El pelinegro no se movió.

–No, una vez más – Caribdis retomó su posición defensiva. –Lanza tu Triángulo Dorado de nuevo.

El rubio lo observó; el cabello negro meticulosamente recogido, las palmas de las manos curvadas frente a él, el brazo derecho alzado ligeramente más que el zurdo. Sonrió, entretenido con la necedad del guerrero. –Muy bien. Pero si no vuelves, no iré por ti a donde sea que termines. 

Alzó su brazo listo para lanzar nuevamente su ataque, pero se detuvo cuando vio a Alanis, la portadora de la Sirena verde, acercándose a ellos. 

–Me alegra encontrarlos juntos. Hay noticias del Santuario de Atenea –sus palabras parecieron flotar en el aire mientras le lanzaba a ambos una toalla. –Ha pasado algo extraño .

Desde su llegada, ninguna noticia del Santuario de Atenea era importante. En realidad, no creía que ocurriese algo siendo que la diosa apenas había reencarnado. Si esperaba los informes por táctica, curiosidad u odio, era algo que a él mismo no le quedaba claro. –Explícate ya, mujer. 

–Sagitario ha muerto.

Casi al mismo tiempo, ambos hombres fruncieron el ceño.

–Pensé que Sagitario era uno de los Santos de Oro más fuertes.

Alanis asintió a las palabras de Jasha. –Eso no es todo –sus ojos verdes pasearon en los alrededores; otros Cetus y sirenas entrenaban cerca–, pero deberíamos hablar en privado –concluyó mirando a Kanon, que se limitó a asentir.  

* * *

Observó su reflejo sobre la superficie del agua. Aunque aparentemente inofensivas, las suaves ondas que se formaban le causaban una sensación más de peligro que de calma. 

Aun así, dejó que el suave pulso del mar golpeara su pecho desnudo. Extendió los brazos como rodeando al océano mismo; sus manos buscando desesperadamente la purificación. Ya no tenía más sangre en la piel, pero sin importar cuánto se limpiara, seguía sintiéndose sucio. 

Su cosmos seguía ardiendo, violento. No sabía de dónde había llegado aquella arma, pero estaba dispuesto a usarla de nuevo.

Cerró los ojos y deseó que el dios al que su madre oraba tanto lo reclamara y se lo llevara lejos. Pero ella estaba muerta y con su muerte había demostrado que los dioses no escuchan plegarias. 

Entumecido aún por lo que acababa de hacer, comenzó a escuchar una suave voz entonando una melodía armoniosa. Abrió los ojos para encontrarse un par de pupilas avellanas viéndole fijamente. Pero era imposible porque, ¿cómo pues podrían mirarle desde debajo del agua?

Aún aferrando la lanza, se sintió presa de un extraño mareo. La canción retumbaba en sus oídos, su origen imposible de localizar. Notó la sonrisa que iba apareciendo mientras la silueta femenina emergía del agua. 

Escamas azul oscuro brillaban bajo la luna. Quiso moverse, gritar, pero era como si su cuerpo estuviera clavado en la arena; su mirada cautiva en las pupilas de la sirena, cuya voz –ahora sabía era su voz– arropaba su piel. 

Las imágenes de lo que había ocurrido comenzaron a desdibujarse; su consciencia era un vago recuerdo. Su nombre, ¿cuál era su nombre?

El sutil parpadeo de una historia latió en su mente. Sabía lo que era ella, sabía lo que le haría, pero no le importó. La tentación iba apoderándose de él. Bajo el agua su piel ardía, sus piernas flaqueaban; cada centímetro añorando aquel cuerpo húmedo y brillante.

El cabello castaño hacía poco por cubrir sus formas. No parecía que a ella le importase. Después de todo, sus coloridas escamas, amoldándose a cada suave curvatura, eran suficientes. Sintió su deseo arder, enloquecido. Se sabía desnudo, presa fácil. Su palma apretó tanto la lanza que por un momento sintió que se fundiría con ella. 

Cuando la fémina abrió los brazos, invitándole, y la canción que escuchaba incrementó el ritmo, se supo perdido.

Cegado por la pasión, por el calor, comenzó a adentrarse más en el agua. 

¿Vengaría aquel monstruo marino a su padre, a su madre?, su cabeza se llenaba de bruma. Ya no podía pensar. El deseo había dominado a la razón; el canto retumbando en sus oídos le indicaba que todo estaría bien. El ansia voraz entre sus muslos exigía tributo inmediato. 

Lo último que vio fueron los cabellos castaños en los que hundió el rostro mientras sentía la fría piel que envolvía su cuerpo febril y las aguas del mar cubriéndole.

* * *

Tras las puertas cerradas de las estancias del Trierarca, Alanis había terminado de contar lo ocurrido en el Santuario de Atenea. 

Despreocupada como era, descansaba su cuerpo contra el borde del escritorio, sus larguísimos cabellos oscuros cayendo en cascada sobre los papeles que Kanon había dejado ahí en la mañana. 

Jasha estaba sentado a la derecha frente a ella, sopesando aún sus palabras. Dragón Marino les daba la espalda a ambos.

Aiolos, muerto. 

No, no sólo muerto. Traidor. Atenea había sido atacada en su propio territorio, por sus propios Santos. Ahora tenían un guerrero menos, una armadura desaparecida y la sombra de una traición que, Kanon asumió, consumiría al hermano menor de Sagitario. 

Algo no cuadraba. 

–Así que ahora quedan ¿diez Santos Dorados? – habló Jasha por fin. Atlantis estaba bien versado sobre Libra, que se mantenía inactivo desde hacía más de 200 años. 

–Oh, se pone mejor.

El griego se giró hacia la mujer; ¿qué más podía haber? –Géminis lleva meses desaparecido. Todos esperaban que volviera de su misión después del atentado, pero no hay rastro de él. 

–Parece que alguien está acabando con los Santos por nosotros.

–Y los que quedan son muy jóvenes, sin la experiencia de Sagitario y Géminis. Quizás las próximas semanas tengamos noticias de más muertes. 

Kanon enfocó la mirada en el mapa que señalaba los puntos clave del Santuario Ateniense. Cerró los puños, los abrió de nuevo. 

Saga. 

Era Saga. Nadie tenía que decírselo. El muy cretino le había arrebatado no sólo la armadura de Géminis, sino sus planes contra Aiolos y el Santuario. 

No estaba seguro de cómo, pero sabía que Saga había estado involucrado de alguna manera en el asesinato de Aiolos. Aquel bobalicón podía ser muchas cosas, pero no un traidor. No, su voluntad jamás había flaqueado, su lealtad nunca había sido frágil como el alma atormentada de su hermano.

La imagen del santo abnegado y fiel que exhalaba por cada poro no era un espejismo como el que Saga luchaba por proyectar con meticuloso cuidado. 

Pero no era momento para pensar en eso. Ahora ambos pelinegros miraban en dirección al Pilar del Océano Índico; ellos también habían sentido la llegada de Clímene, acompañada por un cosmos cuyo dueño no supieron identificar. Las Escamas de Dragón Marino pulsaban intranquilas en su pedestal, como si quisieran dar la bienvenida al nuevo residente de Atlantis.

–Parece que Atlantis tendrá dos buenas noticias esta noche –musitó, con una sonrisa forzada. 

“No me equivocaba, nunca me equivoqué. Lo querías tan muerto como a mí”. 

Kanon salió de la habitación; los puños cerrados con furia. 

“Hipócrita”. 

* * *

Ligeia le extendió a Clímene una toalla que la otra usó para secar su cabello. – ¿Dónde está? Quiero verlo.

–Lo dejé en las habitaciones de su pilar –dijo, estirando una mano presta para tomar del brazo a la otra a tiempo. –Estaba demasiado alterado, no es buena idea ir ahora mismo. Tendrás el tiempo suficiente cuando despierte y se adapte. 

La menor frunció los labios, decepcionada. – ¿Y es él? ¿Estás segura?

Asintió. – ¿Es joven? ¿Cómo es? ¿De verdad es un atlante? –La proreus sonrió divertida ante la curiosidad incesante de la chica. 

–Ligeia, no puedes ponerte así cada que uno de los Generales llegue. ¿Estás buscando novio, acaso?

La menor cruzó los brazos, ofendida, pero de pronto una sonrisa maliciosa se dibujó en su joven rostro. – ¿Por qué lo trajiste así ? Pensé que no te gustaba mostrarte ante los terrestres. 

Un rubor coloreó las mejillas de la castaña. Endureció la mirada para contrarrestar aquella reacción involuntaria. –Ya te lo dije, estaba alterado. Y no es de tu incumbencia cómo haya decidido traerlo –concluyó, lanzándole la toalla a la cara en cuanto vio que Kanon se acercaba. –Está hecho. El General Marina de Crisaor ha llegado a casa. 

–Sabía que podía confiar en ti, Clímene. 

Odió la sonrisa de complacencia que su superior le dedicó, pero se esforzó por no perder la compostura, no frente a su compañera. –Temo que no despertará hasta dentro de unas horas. Tuve que traerlo a la fuerza.

El griego dejó de caminar hacia el pilar y se giró hacia ella. –Bien. Que las Escamas de Crisaor sean traídas aquí.

–Ya di la orden.

Otra vez esa mirada altiva. –Por supuesto. Como siempre, tienes todo bajo control. –Kanon hizo un gesto con la cabeza a ambas a modo de despedida. Parecía tener prisa por marcharse; el interés hacia el General ahora esfumado. 

Lo observó marcharse sin ningún pensamiento particular en la cabeza. Ni siquiera notó cuando Ligeia se colocó junto a ella y se acercó a su oreja.

–El trierarca es guapo, ¿no?

Giró los ojos. –Ligeia, por favor. 

* * *

La zona del Pilar del Océano Índico había tenido una noche larga. Clímene estaba agotada, pero también inquieta. A paso intranquilo pero constante, llegó hasta los alrededores del Pilar del Océano Ártico.

No se molestó en tocar la puerta. Se anunció con cosmos y se sentó directamente a la mesa. 

–Creí que estarías descansando –sin preguntas de por medio, Jasha colocó una taza de café frente a ella. Agradeció el calor que proporcionó a sus manos.

Asintió mientras daba un sorbo. Dejó que el silencio se instalara entre ellos mientras el otro terminaba de ordenar cosas en la cocina. 

Las cabañas donde vivían Cetus y Sirenas eran modestas, pero acogedoras. Clímene agradeció la distancia entre éstas y las habitaciones de los aprendices; sabía que nadie interrumpiría. 

–Finalmente logré abrir tres vórtices –soltó Caribdis de pronto, sentándose frente a ella. La taza casi cayó de sus manos.

– ¿Te obligó?

–Es el trierarca, Clímene, puede ordenarnos lo que quiera –contestó el otro, riendo. –Estábamos entrenando. Es ilógico que Atlantis se mantenga aislado. En realidad –Jasha dio un trago a su propia taza–, me sorprende que no supiera desde su llegada que había alguien capaz de abrir portales. Pensé que querías que estuviera bien informado. 

La castaña se removió en su silla, incómoda. –Necesitaba vivir más tiempo entre nosotros antes de volver a la superficie. Además, Kanon no parece el tipo de persona que se compadece de otros. Te hubiera hecho abrir vórtices una y otra vez, hasta agotarte. 

– ¿Es por eso que ordenaste a los Eretai no pedírmelo? 

Silencio. Subió la mirada para encontrarse los ojos grises de Jasha clavados en ella. No encontró reclamos, tan sólo curiosidad sincera. –No hay nada para nosotros allá arriba. 

–Ya. Pero ocultar información y registros a quien nos debe dirigir… 

–No creo que…–se detuvo. ¿Qué iba a decir, realmente? ¿Que dudaba del hombre que ella misma había llevado ahí?

–No confías en él.

– ¡Yo no dije…!

–No necesitas hacerlo –la mirada del Cetus se clavó en ella. – ¿Qué es exactamente lo que te inquieta?

Ah. Eso era algo que a ella misma le gustaría saber, pero Jasha no le dio tregua. – ¿Te inquieta que pase el tiempo ayudando en las restauraciones, que descanse después con una cerveza en mano junto a los soldados? ¿Te incomoda que pasee entre las calles sin sus vestiduras de trierarca? ¿Que haya aceptado la sugerencia de Alexandros de ir a la superficie? 

– ¡Todas esas son sus obligaciones! Aquí se espera que los Generales apoyen, lo sabes bien. Al contrario de ese pueblo patético de Rodorio, que adora a los Caballeros Dorados si siquiera los miran. Los Generales son guerreros con deberes.

Quiso desviar la mirada, pero no pudo. –Ah. Te molesta, entonces, que cumpla su deber –Jasha siguió disfrutando su café, los delgados labios acariciando la taza. Clímene apartó la mirada, derrotada. 

Comenzó a tamborilear los dedos contra su taza, ya vacía.

–Atlantis estuvo bajo tu cuidado mucho tiempo, es natural que te preocupe. Quizás debas recordar que ya no depende todo de ti. 

Dejaron que los minutos pasaran sin decir nada. Jasha se había convertido en su confidente casi al instante de su llegada al Santuario Submarino. Entonces, era ella quien arreglaba todos los problemas que surgían y agradecía tener a alguien que no solo se hiciera cargo de tantas cosas como ella, sino que escuchara sus diatribas sin juzgarla.

Por años, se había quejado de tener que hacerlo todo. Ahora que alguien más tomaba las riendas parecía perder el equilibrio. De pronto se sintió estúpida.

–Escuché que tuviste una noche interesante con el nuevo General –dijo de pronto el pelinegro con una sonrisa pícara en sus labios.

El rubor cubrió el rostro de la atlante. – ¡Esa tonta de Ligeia, la voy a-! 

–Quizás te haga bien –continuó el ruso sin inmutarse–, te ayudaría a relajarte. 

Le dieron ganas de quitarle la sonrisa a golpes. – ¡Es un mocoso! 

–Entonces la próxima vez podrías venir conmigo a la superficie a buscar algún terrestre más apropiado, sé exactamente dónde buscar.

Clímene se contuvo de lanzarle la taza a la cara sólo porque él mismo había preparado el café. Se rindió y comenzó a reír junto a su amigo. 

Sabía que no podría seguir su consejo, pero de momento tampoco tenía pruebas. Se relajaría, pero eso no implicaba dejar de vigilarlo.

* * *

Kanon estaba casi recostado sobre las escaleras que llevaban al Pilar del Océano Índico. Sus codos reposaban contra los escalones y estaba por estirar las piernas cuando sintió el cosmos del chico despertar y, minutos después, escuchó los pasos. Recuperó su postura, pero no se giró.

En aquel silencio sintió al otro maravillarse ante el océano sobre ellos; pasear la mirada por la magnificencia de Atlantis. Casi podía ver sus labios abiertos.

–Era… era verdad. Siempre fue verdad.

El griego agradeció portar las Escamas, estaba seguro de no haber escuchado aquel idioma antes. Finalmente, se puso de pie y evaluó al chico con la mirada. Clímene tenía razón, era joven, pero había aprendices a Santo mucho más pequeños. Y, después de todo, las Escamas que cubrían su juvenil cuerpo no dejaban espacio a dudas.

–Bienvenido, Crisaor –el esrilanqués despertó de su ensueño, sus ojos ahora fijos en el rubio. –Hay mucho qué explicar, pero deberíamos ir a desayunar primero. Hoy tendrás un día largo.

Notes:

Costear: navegar a lo largo de la costa sin perderla de vista.

Recordatorio de que edades de los Generales fueron modificadas a algo más cercano a las de los Gold Saints en LoS. Kanon niñera es precioso, pero no da para mucha trama, la verdad.

Chapter 5: Arrumbar

Notes:

Actualicé los tags para que reflejen lo que en futuros caps pasará. Y no, en este fic no habrá smut, pero sí sutilezas que marquen las relaciones de los personajes. Sin embargo, ninguna será el foco en la historia.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Tintado en tonos azul y púrpura, aquel cielo acuoso extendía la tarde por cada rincón de Atlantis. Podía percibir a los habitantes de la zona, pero era el silencio el que gobernaba los alrededores. En sus oídos, sin embargo, un zumbido intenso le impedía enfocarse correctamente en los detalles.

Krishna bajó la mirada, presa del aturdimiento. Los dominios del dios de los mares eran imponentes, pero su mente divagaba lejos de ahí. Sus ojos recorrieron nuevamente la gigantesca estructura del Pilar del Océano Índico. Se sintió abrumado. 

Poco a poco, el recuerdo de la mezcla de aromas llegó a él. Velas, incienso, miel, frutas, vino. Casi podía tocar las formas danzantes del humo, casi podía ver ante él las pequeñas y coloridas conchitas marinas que su madre depositaba en sus manos, la enorme sonrisa adornándole el rostro. Si al menos ella siguiera con vida, si al menos pudieran compartir aquella vista de templos y caminos adornados por coral y mármol… 

En cambio, estaba aquí, solo; el pilar que le correspondía burlándose de él. Era incapaz de procesarlo. El zumbido embotaba su cuerpo, su mente se cerraba dentro de sí misma. Cerró los ojos y desechó sus recuerdos. La armadura le oprimía el pecho, poco a poco le costaba más respirar. Kanon (se llamaba Kanon ¿verdad?) había explicado que tendría que usarla para comunicarse hasta que aprendiera griego. ¿Para qué se la había puesto…? 

–Krishna. 

Se giró hacia la chica pelirrosa ante él. Había olvidado por completo su presencia.

–Perdona –musitó–, yo… 

La joven, que parecía apenas mayor que él, le dedicó una sonrisa preocupada. –Deberías seguir descansando, Crisaor. Quizás aún no te acostumbras al cambio de ambiente. 

Crisaor

Se giró nuevamente hacia aquel cielo falso cuyas nubes se movían en ondas cadenciosas. Cerró los ojos, aferrándose al entumecimiento que dominaba sus miembros. 

Era un buen paliativo para la ira que amenazaba con engullirlo desde dentro. 

* * *

Por más que buscaba en su memoria, Kanon no recordaba un solo caso en el que una Cloth hubiese elegido a un civil sin entrenamiento. Ni siquiera existía un alma en el territorio del Santuario –Rodorio incluido– que ignorase quiénes eran los Santos de Atenea. Que Krishna careciera de entrenamiento físico era algo que podía arreglarse, pero además había que ponerlo al día sobre el mundo del cual ahora formaba parte. Es decir, tendría que pasar por el mismo proceso que él mismo meses atrás, con algunos pasos extra. Y su cosmos evidenciaba que no podía ser otro sino Kanon quien le entrenase. 

Clímene ya había recopilado toda la información relacionada con las Escamas de Crisaor, la Lanza Dorada, sus técnicas; incluso los detalles más irrelevantes sobre los portadores anteriores, pero era él quien tendría que enseñarle el idioma de los atlantes, sus celebraciones y costumbres, mientras navegaban entre los principios del cosmos y lo más básico del entrenamiento físico. Repasar técnicas y vocabulario y mitos y Escamas y… 

Ugh

Recordaba a los entonces aprendices a Santos de Oro. El arrojo de Leo, la rebeldía de Cáncer, la impetuosidad de Escorpio. Él no tenía paciencia para ser maestro de nadie. ¡Ni siquiera había sido paciente para su propio entrenamiento!

Pedir apoyo a Clímene para las cuestiones más simples quedaba fuera de toda consideración. Sólo la mención de su nombre incomodaba al recién llegado General y Kanon no arriesgaría el entrenamiento por un par de hormonas inquietas. 

Pensar que su plan dependía en ese momento del autocontrol de un adolescente le iba a causar dolor de cabeza. Lo que era peor, recordaba bien las palabras de Sirena durante sus primeras semanas en Atlantis. “No es la primera vez que un General es traído desde la superficie sin saber nada sobre nosotros”. ¿Cuántas veces tendría que repetir las historias, las técnicas, explicar el odio heredado durante generaciones entre los ejércitos de ambas divinidades? 

Presionó el puente de su nariz con su pulgar e índice, la jaqueca ya casi una realidad. 

Sintió el cosmos de la Proreus acercándose, lo que indicaba que Ligeia ya había hablado con Krishna. Guardaba un poco de esperanza de que el esrilanqués se hubiese mostrado más sereno con alguien más joven, pero cuando Clímene estuvo lo suficientemente cerca, leyó resignación en su rostro. 

–Necesita más tiempo. 

Bufó, ignorando el resto de noticias. Se sorprendió a sí mismo formulando lo que bien podría ser una plegaria. 

“Por favor, Poseidón, no más adolescentes”.

* * *

Las semanas siguientes Krishna no mejoró. 

Kanon podía leer en él una rabia cuyo destinatario ya no existía, negándole así el acuciante desahogo. Se descontrolaba fácilmente y era incapaz de dirigir y esquivar ataques. Al menos su griego progresaba rápido y hablaba más con otros aprendices y la gente que habitaba su zona pilar, pero no era suficiente. 

A sólo unos minutos de comenzar un nuevo día de entrenamiento, Dragón Marino ya estaba exasperado. Todos los intentos del chico de elevar su cosmos habían sido en vano, y ahora se limitaba a ataques físicos. 

De una patada, lanzó a Krishna hacia el lado derecho de la explanada. Impulsándose con el pie contrario, corrió en dirección al esrilanqués y formó en su mano una esfera de energía que impactó contra el hombro del otro. El choque del joven resquebrajó el suelo bajo sus pies. 

“Ugh, esto me lo reclamará Alexandros”. Sin detenerse, Kanon alzó ambos brazos, listo para atrapar a Krishna entre corales, pero esta vez su contrincante fue más rápido. Krishna se arrodilló y apuntó la lanza hacia su brazo izquierdo. El griego esquivó con facilidad la maniobra, sujetando el arma en sus manos y, aún con Crisaor sosteniéndola, lo golpeó en el pecho causando que la soltara. Claramente afectado, el peliblanco trató de levantarse. 

–Es inútil, no podemos continuar –ignoró la mirada mezcla de desprecio y vergüenza del chico–, si no eres capaz de concentrarte para dominar tus emociones, no lograrás controlar tu cosmos.

– ¡Estoy concen-!

No lo dejó terminar. De un solo golpe, limpio, y firme, lo lanzó varios metros hacia atrás. Un hilillo de sangre le corría de entre los labios mientras lo observaba con rabia. 

El geminiano tomó la Lanza Dorada y, haciendo gala de la agilidad que poseen quienes han superado años de entrenamiento, la arrojó a los pies del menor, clavándola en el suelo. –El cosmos tendrá que esperar. Alguno de los Cetus deberían ser rivales suficientes mientras tanto. 

No estaba dispuesto a perder su tiempo. El chico tenía un nivel de cosmos excepcional, sí, pero no servía de nada si no podía usarlo. Lo observó ponerse de pie torpemente, limpiándose la sangre con el dorso de la mano; la ira aún palpable. Por un momento creyó que empuñaría la lanza nuevamente, pero desechó la idea. No, su odio no estaba dirigido hacia él.

Kanon estaba familiarizado con el odio, con el deseo de ajustar cuentas. Incluso conocía la frustración de no poder hacerlo. Pero donde él utilizaba aquellas emociones como motor, el menor estaba luchando contra ellas. Y era incapaz de ayudarle con eso. 

* * * 

Clímene limpió el sudor de su frente de forma distraída, sin perder de vista la larga lista de peticiones que los habitantes de la zona pilar del Océano Ártico habían hecho. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que ella hiciera las rondas, y los atlantes aprovechaban tener a la Proreus entre ellos para hacer todo tipo de solicitudes y reportar hasta los más ínfimos incidentes.

Afortunadamente, Kanon estaba demasiado ocupado con Krishna, así que ella podía dedicarse a inspeccionar Atlantis con calma. A su lado, una inquieta Ligeia terminaba de repartir los recursos que sirenas y tritones habían reunido.

– ¡Señorita Clím- Proreus! 

–Clímene está bien, Heitor– contestó sin despegar la mirada de la lista. 

– ¡Señorita, los robos!, nadie está haciendo nada y-

–Los robos, sí. Enviaré a alguien pronto.

No quería ser grosera, pero aún tenían que visitar el Pilar del Océano Antártico, y no tenían tiempo para solucionar cada mínimo problema. Despidió al hombre con un gesto de la mano y le hizo señas a Ligeia para comenzar a caminar. 

– ¿Crees que los otros Generales lleguen pronto? –preguntó la menor en cuanto se quedaron solas.

Clímene no contestó. Sus ojos iban y venían en las notas que había hecho durante la mañana. 

–Este último año han llegado muchas personas nuevas, ¡imagínate que entre alguna esté un General!

–Es una posibilidad. –la castaña corrigió detalles en la lista. Realmente le hubiera gustado realizar las rondas sola, pero era cierto que el número de habitantes había ido creciendo y, con ellos, su trabajo. 

– ¿Crees que el trierarca termine de entrenar a Crisaor pronto…?

–Probablemente. El cosmos de Krishna es bastante poderoso. –Sólo quería detener el parloteo de la otra. Consideró pedirle ayuda a Alanis la próxima vez, pero se arrepintió apenas pensarlo. Al menos Ligeia ayudaba. 

–Uhm… pero eso significaría que nuestro comandante estará ocupado y-

–Es todo por hoy, Li –soltó de pronto, ya exasperada. –Puedes volver a tu puesto. –Clímene tomó de las manos de la menor la otra lista y retomó su andar. 

–Pfft. Ahora que los señores Solo han muerto no hay mucho qué hacer, el niño sigue en-

– ¿Qué has dicho? 

Ligeia llevó ambas manos a su boca, pero el daño ya estaba hecho. 

– ¿Los Solo…?

* * * 

–No puedo creer que haya hecho esto.

– ¿Estás segura? 

–Ligeia lo vio todo. ¡AGH! No puedo creer que Kanon no nos informara.

Sirena caminaba deprisa, Caribdis pisándole los talones mientras trataba de contener su cabello, empapado y suelto, en vano. Clímene había irrumpido en su cabaña sin esperar a que terminase su ducha, pero aun así la había acompañado. En ese momento le preocupaba más su compañera de armas que el avatar de su dios. 

– ¿Puedes repetirme por qué es urgente? Si murieron hace semanas…

–El niño debería estar aquí, Jasha, con su ejército cuidándolo. ¡Kanon tendría que habernos informado!

–Meme, el niño acaba de perder a sus padres. ¿De verdad crees que arrebatarlo de los brazos de la familia que le queda es buena idea?   

La castaña se detuvo ante las puertas de la estancia del trierarca fulminando al ruso con la mirada. Sus manos ya se alzaban para empujarlas cuando éstas se abrieron desde el otro lado. La alta figura de Kanon apareció y, tras él, una temblorosa Ligeia limpiaba lágrimas de su rostro.

Mientras ella corría hacia Jasha, la chiquilla había acudido a informar al trierarca de su error. Algo dentro de Clímene se hizo añicos. 

–Ah, qué oportuna visita, estaba por hacerlos llamar. Puedes retirarte, Sirena. 

La joven salió con rapidez, evitando el contacto visual con la mayor, quien aprovechó para examinarla rápidamente. No, no tenía ninguna herida o golpe visibles. Se apresuró a entrar junto al Kybernetes y tomar su lugar a la derecha, ambos con las manos detrás de la espalda. 

–Nos haré un favor y me ahorraré las formalidades. Sí, los padres de Julián Solo murieron hace unos días y no, no vamos a traerlo.

–Murieron hace semanas –corrigió Clímene, pero el rubio la ignoró y continuó. 

–La situación con Krishna es muestra suficiente. No podemos traer a Julián.

–No pensarás dejarlo en la superficie. ¿Y si fue obra de Atenea?

–Atenea es apenas una bebé y el patriarca no tomaría una decisión tan estúpida, ahora mismo están más ocupados de la traición que sufrieron. Además, nadie conoce el destino de la familia Solo.

–Quizás alguien-

–Clímene –interrumpió Dragón Marino, el rostro apoyado en su mano izquierda–, si quisieras atacar a Atenea, ¿a dónde irías?

Frunció el ceño. – ¿Qué tiene que ver eso? A su Santuario, es obvio.

– ¿Y si quisieras atacar a Poseidón?

Aquello fue suficiente para callarla. Repasó en su cabeza nombres y Escamas, buscando alguna solución, pero el geminiano fue más rápido que ella. 

–Cetus y Sirenas ya tienen suficientes responsabilidades –añadió–, no vamos a disponer de los pocos que hay para que sean la guardia personal de un mocoso que ni siquiera ha despertado sus poderes. Necesitamos al resto del ejército.  

Entendió hacia dónde se dirigía Kanon. Con el ejército incompleto, las razones le salían sobrando. Llevar ahí a un chiquillo incapaz de defenderse sólo complicaría el día a día de los Marinas. La mirada huidiza de Ligeia se reprodujo de nuevo en su cabeza y la hizo sentir injusta. Era cierto. No tenían lo necesario para proteger al niño. 

No sólo Kanon tenía razón, sino que las palabras de Jasha días atrás resonaban en su cabeza. Tenía que confiar. Sin embargo, no podía dejar que el hombre se saliera con la suya sin más.

–Como Proreus y Kybernetes, tendrías que habernos-

–Ah, ah –interrumpió Kanon, negando con el índice–, como Proreus y Kybernetes, ustedes tienen que acatar mis órdenes, algo que Ligeia comprende bien. Si necesito su opinión se los informaré.

Las palabras cayeron como un balde de agua fría, pero no tuvo tiempo de procesar ninguna respuesta.

– ¿Qué pasará con el niño? –cuestionó esta vez el pelinegro, rompiendo la tensión que había entre el par.

–El niño –repitió Kanon con un suspiro dramático. – ¿Realmente creen que el único heredero de una familia multimillonaria nos necesite para algo? 

–Es poco probable que nos necesite –insistió Jasha–, pero deberíamos asegurarnos de que todo esté bien.  

El heleno midió al otro por unos minutos para después posar su mirada en los ojos inquietos de Clímene, hasta que sacudió la mano en el aire, como restándole importancia a la situación. –Bien. Iré yo mismo a verificar que todo esté en orden. Necesitaré tus habilidades, Caribdis. 

Clímene escuchó ausente cómo afinaban los detalles de la misión, sin poder evitar pensar nuevamente en su joven compañera. 

Por más calma que Kanon impregnara en sus palabras, ella podía ver la situación mucho más allá de aquel discurso. Si bien él tenía razón esta vez, acababa de comprender algo más. Repasó en su memoria la conversación con Caribdis la noche en que Krishna había llegado. Debió haberlo escuchado con más atención. 

“Quizás debas recordar que ya no depende todo de ti”. 

Ligeia había informado inmediatamente a Kanon no sólo de la muerte de los Solo, sino de cómo había revelado la situación, incluso sabiendo que aquello podía conllevar un castigo severo. No había acudido a Clímene, no. Y esa era una lección dolorosa que no había estado lista para afrontar: que el trierarca estaba, indudablemente, por encima de ella.

* * * 

Para la noche siguiente, estaban listos para partir.

Si bien ir a la superficie no estaba entre sus planes, la insistencia de Proreus y Kybernetes le daba a Kanon la excusa perfecta para descansar. ¿Cuánto esfuerzo podía significar vigilar a un niño, después de todo? Podría escabullirse de sus obligaciones un par de días, quizás hasta volver armado de paciencia para seguir entrenando a Crisaor. Hubiera preferido que la ubicación fuera otra, pero no iba a ponerse exigente. Después de todo, Géminis estaba desaparecido, ¿no?

Kanon terminaba de colocarse el guantelete izquierdo con calma mientras Caribdis terminaba su informe. La situación le había dado además una oportunidad que no había considerado antes: la de conocer al hombre en quien Clímene claramente confiaba más que en nadie. Notó nuevamente la escarcha en su cabello y el leve rubor en sus mejillas causado por bajas temperaturas. 

– ¿Estás seguro?

Jasha asintió. –Recorrí lo suficiente para comprobarlo. Nadie vigila la puerta de Asgard. La familia real aún representa a Odín, pero no parecen siquiera acordarse de nosotros. Y ya que el puesto de Bluegrad nunca fue restablecido, podemos disponer de la entrada a nuestro antojo. 

Dragón Marino tomó nota mental. Aunque por el momento no se le ocurría cómo podría serle de utilidad, la información podría resultar relevante más tarde. Por ahora, había otras cosas de las cuales encargarse. Ignoró el cosquilleo en el estómago, precipitándose a la vista que pronto tendría ante sí. Hizo un gesto al otro guerrero para indicarle que estaba listo.

El vórtice lo rodeó, pero sabiendo qué esperar esta vez, pudo observar cómo el gigantesco remolino se cernía hasta rodear a Caribdis entre ráfagas violentas. La atención extra le causó un leve mareo que incrementó al sentir el agua contra sus piernas. 

Antes que el aroma salado y la brisa fresca, antes que el graznido de las aves marinas, sintió el calor como un golpe en todo el cuerpo. Instintivamente, sus ojos buscaron el lugar.

Las olas golpeaban Cabo Sunion con la fuerza sempiterna del mar. Desde ahí, los barrotes que le habían aprisionado eran imperceptibles, al igual que el daño causado cuando liberó al tridente del sello divino. Su dolor había sido invisible para el resto del mundo. Sólo aquellas rugosas paredes y los oxidados barrotes habían conocido su tormento. La sensación fantasmal del metal en su mano le hizo sonreír para sus adentros. De cierta forma, él había liberado al tridente tanto como el tridente le había liberado a él.  

Su corazón latía desbocado en su pecho y el mareo comenzó a ofuscar sus sentidos. La sensación del agua contra sus piernas le provocó escalofríos helados que subieron por toda su espina dorsal, curvando su espalda ligeramente hacia atrás.  

Respiró profundamente, pero el aroma salado estuvo a punto de provocarle una arcada. Fue la mano de Caribdis en su hombro lo que lo trajo nuevamente al presente.

–Es demasiado temprano, quizá deberíamos esperar. 

Asintió, incapaz de hablar. Era demasiado para él, no lo había pensado bien. Demasiado pronto, demasiado cerca. ¿Estaría Saga…? No. No iba a permitirse pensar en eso. Se apresuró a salir del agua. Su Escama vibró de pronto en una sensación cálida, como si buscase ofrecerle consuelo. 

Agradeció aquel extraño abrazo primitivo mientras caminaba hacia la playa. Definitivamente necesitaba eliminar su repulsión al mar. 

A su derecha, la mansión Solo se alzaba obscena, las luces de casi todos los pisos aún encendidas. Pero Cabo Sunion poseía un extraño magnetismo sobre él, y tuvo que obligarse para no mirar hacia allá nuevamente. Se dejó guiar por Jasha, que había pedido a Ligeia información sobre hostales cercanos. Pretendió escuchar atentamente los pormenores de la familia Solo y los alrededores. 

Cuando le ordenó al Cetus cerrar el vórtice, el otro lo miró confundido, pero obedeció. No podían arriesgarse a que el Santuario supiera que los Marinas estaban activos. Sin embargo, tras un recorrido de reconocimiento, fue evidente que no necesitaban portar las Escamas. No había ningún rastro de los Santos de Atenea. 

Antes de dejar la playa para buscar dónde pasar la noche, Kanon se permitió mirar hacia el cabo una vez más. Una sensación de vacío muy parecida a la que experimentaba cuando se abría el vórtice de Caribdis lo engulló. 

“Ningún rastro del Santuario”, repitió en su cabeza.

Pero en algún lugar, su hermano vivía, estaba seguro. Y al igual que él, conspiraba. 

Notes:

Arrumbar (habla marinera). Fijar el rumbo al que se debe navegar.

Eh... 😳 La vida y un bloqueo mental me provocaron este -ugh- hiatus. En noviembre ya tenía este cap pero quería terminar el VI antes y... bueno, ni VI ni nada, pero la gente en Twitter me obligó (?). Y ya que este miércoles tenemos el siguiente capítulo de Rerise of Poseidon, podemos comenzar las celebraciones marinas antes~

Krishna también tuvo la culpa de mi tardanza. Nunca he entendido por qué muchas personas lo dibujan tranquilo. ¿Han visto lo agresivo que es con Shiryu? Ni su nombre quería saber antes de matarlo XD Y bueno, originalmente no iba a enfocarme en el resto de Generales pero ¿ya vieron cuántos fics hay sobre ellos? Exacto.

En fin. Si siguen aquí, gracias por seguir leyendo~ He estado subiendo picrews y algo de info sobre lo que tengo de headcanon para Atlantis en mi tumblr por si quieren pasar a leer (en inglés por ahora). El enlace está en mi perfil.

A Cadejos, gracias por seguir siendo mi beta :)

Chapter 6: Desarbolar

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

–De acuerdo con Ligeia, el niño está recuperándose en la mansión Solo. 

Kanon miró de reojo a Caribdis. –No suenas convencido.

–Ligeia depende de los atlantes al servicio de los Solo, atlantes que no son guerreros. –Jasha extendió un pergamino enrollado hacia Kanon. Sirena Azul había pedido todos los reportes de la menor antes de salir furiosa de sus estancias, pero no esperaba que el Cetus los leyera también.

–Clímene mencionó que Li siempre incluye información innecesaria, pero desde el accidente se ha limitado a informar que el niño está bien –continuó–, las omisiones dicen más que los detalles.

El rubio escaneó el papel mientras Jasha seguía. –Ligeia no es buena mintiendo, así que la información que recibe está incompleta. Sin mencionar que el reporte inicial indicaba que el niño había resultado ileso, el detalle de la recuperación es contradictoria.

– ¿Qué piensa Clímene? –Lejos de sentirse humillado por no haber advertido aquellos detalles, a Kanon le interesaba saber hacia dónde iba la rápida conexión que kybernetes y proreus habían hecho.

–En realidad no tiene claro lo que ocurre. 

–Pero tú ya tienes una teoría. 

Jasha se encogió de hombros. –El niño acaba de convertirse en el único heredero del imperio Solo, sin duda hay interesados en tomar el control.

Dragón Marino enarcó las cejas. Acostumbrado al mundo de dioses y sus guerreros, las políticas y banalidades del mundo real lo habían tomado por sorpresa. Algo que, sin duda, también le había ocurrido a Clímene.

–Bueno, estamos por averiguar lo que está pasando.

 

A los guerreros no les tomó ni 10 minutos escabullirse hasta el jardín de la lujosa mansión, donde un adolescente los recibió con una rodilla en el suelo y mirada huidiza.

–Trierarca, kybernetes –saludó con una mano en el pecho. Kanon notó enseguida el temblor en sus hombros. 

–Michalis, ¿cierto? –Caribdis hizo un gesto apenas perceptible para que se levantara, lo cual hizo en un movimiento brusco y nervioso. El chico los miró apenas unos segundos antes de bajar la mirada nuevamente. –Tenemos algo de prisa. Necesitamos ver a Julián.

Los rizos castaños del adolescente apenas y se movieron. Kanon supo la respuesta mucho antes de que abriera la boca. –El niño Solo no se encuentra aquí, mis señores.

De haber sido otro tipo de líder, Kanon posiblemente hubiera esperado la explicación. En cambio, dio apenas unos pasos para cubrir con toda su altura al chiquillo, que tragó saliva mientras sus cejas se curvaban en un gesto de pánico.

– ¿Nos estás diciendo que le mentiste a Sirena Roja? ¿A Atlantis?

El niño pareció empequeñecerse aún más. –Lo siento, trierarca. Nosotros servimos a la familia Solo, no a Atlantis. –Agachó la cabeza casi esperando el implacable ataque.

Ciertamente, al griego le habría encantado torturar al chico, pero antes de poder hacer cualquier cosa, su compañero se colocó sutilmente entre ambos; su voz cargada de un tono conciliador. 

–Michalis, ¿qué ocurre? 

–La señorita Solo ha mantenido en secreto la ubicación del joven Julián desde el accidente. Despidió a la mayor parte del equipo, y hablan del niño en clave.

–Pero qué-

–Gracias, Michalis. 

Jasha le ofreció una sonrisa reconfortante al tiempo que su mano se posaba sobre el pecho del trierarca para impedir su nuevo intento de avance. El rubio estaba a punto de perder la paciencia hacia el Cetus. – ¿Alguno de ustedes- ?

Kanon resolló con indignación mientras se daba la vuelta, ignorando lo que sea que Caribdis murmurara con el niño. 

Maldita sea. 

Maldita sea.

Perder el control sobre Julián era lo único que podía destrozar su delicado plan, y ahora el niño estaba perdido, oculto por unos aduladores que ni siquiera habían visto al dios de cabellos cerúleos en siglos. Alzó su mano izquierda y mordió su pulgar, la desesperación a punto de consumirlo.

¡Maldita sea!

* * *

el maldito niño el maldito mocoso que puede destrozar todos mis planes tenía una sola cosa una maldita cosa que hacer y era mantener al mocoso vivo y lejos de atlantis y ahora ni siquiera sé dónde está maldita sea clímene por tener razón tendría que haber vigilado a julián ahora qué podría perder el control de atlantis clímene va a echarme esto en cara y convencer al resto de que no debería estar en el poder tengo que matar a jasha volver a atlantis matar a clíme-no, disuadir a jasha matar a- no no no son amigos y no la mataría quizás matar a jasha volver a la mansión matar a michalis fingir un ataque pero es demasiado obvio no no mejor matar a- ok quizás no matar a nadie podría ser una opción además jasha ha estado tranquilo en toda la situa- un momento por qué mierdas está tranquilo estos idiotas acaban de perder al maldito recipiente de poseidón y este sujeto está aquí caminando como si nada sin perder la calma ni-

– ¿Trierarca?

Kanon se detuvo en seco. Caribdis lo miraba con curiosidad unos pasos al frente. 

–Llegamos. 

Su mirada se posó en la acogedora fachada frente a ellos. Con el mayor disimulo posible, se limpió las gotas de sudor de la frente y trató de controlar cualquier movimiento que denotara su ansiedad antes de cruzar la puerta del lugar. 

El hombre que los recibió hablaba en un tono pausado y amable que el griego odió inmediatamente. Apenas y le puso atención mientras los guiaba a través del pasillo. 

Kanon tuvo que esforzarse en aminorar sus pasos y respirar hondo. Se concentraba en la decoración, cualquier cosa para evitar que el otro guerrero notase que por dentro ya había perdido el control. El caos de su mente amenazaba con volver hasta que un curioso relieve en una de las ventanas llamó su atención, haciéndole examinar con más interés el lugar. 

Los detalles estaban disimulados, pero ciertamente estaban ahí. La figura de un tridente tallado en el marco de las ventanas, pequeñas conchas marinas junto a jarrones, olas pintadas en las paredes, imperceptibles contra el fondo azul. Junto a cada jarrón, una fíala llena de vino; libaciones sin duda. 

Se encontraban en territorio de Poseidón. 

Se obligó entonces a escuchar la conversación frente a él. El hostal era manejado por descendientes de atlantes, afirmaba el hombre, quien remarcaba cómo aquellos varados en la superficie siglos atrás habían cuidado las apariencias para no delatar su ubicación.

Cuando finalmente llegaron a las habitaciones, Kanon estudió sin prisa la suya mientras Caribdis despedía al recepcionista. Escuchó cómo, en un tono de voz apenado, le pedía al Cetus que no utilizaran las Escamas. La discreción era una cualidad que había distinguido a los habitantes del reino del Agitador de la Tierra, insistió, y aquello no iba a cambiar ahora. Kanon había asumido que habría algunos cuantos eretai aquí y allá, pero esto superaba sus expectativas. 

Esperó hasta que el hombre se marchara para salir nuevamente al encuentro del pelinegro. 

–Tenemos que encontrar a Julián. 

Jasha se giró hacia él sorprendido. Kanon lo miró sin disimulo: mirada apagada, tensión en el cuerpo, respiración agitada. Los signos de cansancio que antes había ignorado ahora eran evidentes. Caribdis controlaba mejor los vórtices, pero sin duda aún le afectaban. 

Apretó el puño. Sin idea de cómo empezar la búsqueda de Julián, dependía de la obvia experiencia de Jasha en el mundo corriente, pero el kybernetes estaba agotado. Y por más impaciente que fuera, Kanon sabía que el cansancio jamás daba buenos resultados. 

–Continuaremos la búsqueda mañana –gruñó. No tenía ninguna opción, ningún tipo de control.

Apenas cerró la puerta de su habitación, su mente se sumergió nuevamente en un caótico monólogo.  

* * * 

tengo que encontrar a julián

La mirada de Kanon estaba fija en el techo. Había pasado la noche en vela, con miles de pensamientos indistinguibles entre sí y un dolor de cabeza que le dificultaba aún más enfocarse tengo que encontrar a julián Haber perdido al recipiente de Poseidón, un posible confrontamiento con Clímene –indefendible esta vez– y la cercanía de Cabo Sunion, todo se había agolpado impidiéndole no sólo dormir, sino lograr hilar ningún tipo de maniobra que resolviera el problema. 

tengo que encontrar a julián

Aturdido, se sentó en la cama y esperó lo que consideró suficiente para iniciar la búsqueda del niño. El sol apenas se asomaba cuando decidió que Caribdis había descansado suficiente.

si no encuentro al niño no podré continuar 

Mientras caminaban por las inclinadas calles de Lavrio, si el niño está muerto tendré que hacer algo mucho más radical Kanon agradeció haber seguido como pocas veces las indicaciones durante la misión de Géminis en Cabo Sunion. El gemelo menor no se había mostrado a los civiles ni se había alejado de la zona a resguardar, acompañando a su hermano en lo que habían sido, sin saberlo, sus últimos días juntos. Ahora podía permitirse pasear sin preocuparse de que alguno de los atlantes le reconociera. 

y de qué me sirve si no encuentro al mocoso 

Jasha había insistido en desayunar primero, sugerencia que Kanon aceptó sin discutir. Tal vez el café despertara el plan que necesitaba urgentemente encontrar a julián o comenzar la matanza

Quizás por el cansancio no dijo nada cuando el otro se detuvo a comprar gafas para burlar el brillante sol griego, jasha va a ser el primero ni cuando echaba un vistazo a los pequeños puestos que adornaban las calles cómo mierdas se mantiene anormalmente tranquilo

En determinado momento, después michalis por inútil y clímene antes de que comience a Cetus le alcanzó un par de gafas que sirvieron para reducir el maremoto de ideas inconclusas que su mente seguía lanzando una por una, cada una tan inútil como la anterior. 

y después a julián si es que está vivo aún

Aturdido y cansado, Kanon se sentó en la terraza de un restaurante griego-italiano mientras Caribdis compraba en una pequeña tienda pero qué tanto compra este hombre No fue hasta casi media hora más tarde, cuando los platos ya estaban vacíos, que Jasha retomó la misión. 

–Encontré algo –dijo, sacando de la bolsa de papel una revista de espectáculos. 

El rubio alzó la ceja al ver la portada. La imagen le resultó tan ridícula que, finalmente, su mente se quedó en silencio. – ¿Quieres ponerte a leer esa basura justo ahora?

La discreta sonrisa de Jasha se mantuvo en su lugar, imperturbable. Pasó las páginas hasta encontrar lo que quería, y señaló la foto principal. Kanon se reclinó sobre el asiento para verla mejor. Lo que probablemente había sido un molesto e invasivo paparazzi, había capturado a una mujer de cortos cabellos rubios con enormes gafas de sol y un gesto rígido tratando de apartarse de las cámaras. Llevaba un vestido negro de apariencia costosa.

–Evie Solo. Será la tutora legal de Julián hasta que cumpla 18 años. El niño ha estado en el hospital desde el accidente. 

qué 

– ¿Qué? –Dragón Marino tomó la revista. – ¿Entonces realmente está recuperándose?

–Según la nota, Evie mantuvo al niño ahí para protegerlo. El hospital es propiedad de los Solo, así que controlan todos los accesos.

paparazzi

Kanon apretó el puente de su nariz. –Tienes que estar bromeando. 

tiene que estar bromeando

Los labios de Jasha se curvaron en una sonrisa más pronunciada al tiempo que señalaba la diminuta insignia que la mujer portaba del lado izquierdo de su traje. 

Un pequeño tridente dorado. 

con un carajo

–El niño volverá mañana por la noche, o eso dice la revista. Evie debe saber bien cuál es el destino de Julián, quizás quería darle algunos días de duelo sin la presión de los medios… ni de nosotros. 

de atlantis 

Su mente, por fin, comenzó a desacelerar su vertiginosa secuencia de ideas. Todavía no estaba del todo seguro de cómo retomaría las riendas, pero definitivamente era un avance. 

ah

El trierarca miró la foto nuevamente antes de acercar a sus labios la taza de café. La imagen de un grupo de fotógrafos molestos salvándole el trasero e inadvertidamente condenando al resto de la humanidad le parecía al tiempo hilarante y ridícula. 

–Pfft. Entrenamos para una guerra, y un par de idiotas con cámaras costosas resultaron más rápidos que nosotros.

–Tenemos hasta mañana por la noche para volver a la misión –el kybernetes dio un trago a su propia taza, sus ojos grises fijos en el otro por encima de las gafas de sol. Por un momento, Kanon percibió algo que antes no había notado. Caribdis lo estaba leyendo. 

–Podríamos descansar un poco.

descansar

Recordó su plan original: relajarse unos días, lejos de Atlantis y el entrenamiento de Krishna. 

caribdis lo sabía

Pero en ese momento a Kanon no le importó, ni siquiera disimuló la sonrisa de satisfacción. Había esperado que el Cetus tuviera la misma obsesión malsana de Clímene por mantenerse ocupada en alguna tarea interminable, pero parecía ser que ambos necesitaban un descanso –totalmente merecido, si le preguntaban– de las tareas de reconstrucción. 

Con un movimiento ágil, cerró la revista y llamó al mesero. –Relajarnos, Caribdis, es una idea magnífica.

Notes:

Desarbolar (habla marinera). Pérdida accidental del mástil.

No olvidé escribir, mi cerebro se negaba a trabajar. En fin, aquí está el cap 6 (¿sabían que el 6 es mi número favorito?, bueno, ahora tienen un pedazo más de información inútil). Sé que llevo ya una racha de momentos tensos para Kanon, pero necesito dejar claro que a sus 20tantos cree que puede contra todo, sólo para que la vida le muestre que no. Es astuto, sí, pero demasiado joven, y sin experiencia alguna en ser líder, va a tener que aprender sobre la marcha.

Tuve que crear una skin y modificar cosas para que el texto se viera como lo necesitaba, por desgracia se muestra más pequeño de lo que era necesario y no hay punto intermedio. Espero no haya sido cansado de leer.

La siguiente mitad del año se viene pesada entre el próximo zine y cosas personales, así que no prometo cap pronto. Mientras, acá tengo algunos de mis headcanons de Atlantis (en inglés), y voy a ir subiendo las commis que he pedido de mis OCs.

Gracias a Cade por ser mi beta, a virgoisles por las fructíferas sesiones de escritura, y a quienes siguen leyendo.

Chapter 7: Alegrar

Notes:

Gracias a ElCadejos por ser mi beta y proofreader, y a virgoisles por las sesiones de /no/ escritura compartiendo la neurona marina 🔱

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

RAMMM.

Krishna se concentró en su respiración. Inhaló despacio. Sintió el aire con aroma salado entrando a su nariz; llevando vida por sus venas, hasta llenar sus pulmones y agrandar su pecho y vientre.

Sus hombros se alzaron con el movimiento, creando la ilusión de que era más grande. 

RAMMM.

Exhaló aire caliente, sintiendo cómo abandonaba su cuerpo y reducía el tamaño de los pulmones a globos vacíos. El vientre se encogió, ahora plano y tenso, sin el necesario aire.

RAMMM.

Estaba sentado en un espacio blanco, vacío. Ningún ruido podía perturbarle.

Krishna visualizó su chakra Manipura, brillando en amarillo radiante. Se acomodó.

RAMMM.

El tiempo se congeló; su cuerpo flotaba en el vacío. Sólo él y su respiración. Manipura se sacudió.

RAMMM.

Sólo él y sus pensamientos.

RAMMM.

No, ningún pensamiento.

Sólo él y–

Con los ojos cerrados, Krishna se estremeció.

Sólo él y–

Hizo una mueca.

Sólo él y su respiración.  

RAMMMMMM.

Bien. Él y su respiración y sus pensamientos. 

RAMMM.

Su madre y sus oraciones y su sonrisa.

RAMMM.

La sangre brotando de su boca; sus ojos abiertos, sin vida.

RAMMMMMM.

Krishna sacudió su cabeza. 

RAMMM.

Manipura se encogió.

‘Deja ir ese pensamiento. No es útil’.

Inhalar. Exhalar.

RAMMM.

Un espacio vacío, con sólo él y–

La superficie.

¡Atlantis! 

Manipura se desbordó y lo tiñó todo. Un diluvio dorado sacudió el cuerpo de Krishna.

Su cosmos se salió de control; transformado ahora en una esfera que se estrelló contra una columna rota.

El adolescente rompió su pose de meditación, la concentración ya perdida.

“¡MALDITA SEA!”

El comandante tenía razón; no estaba concentrado, no estaba ahí. ¡Ni siquiera entendía dónde estaba, qué ocurría! 

Cerró el puño y golpeó el suelo. Rocas pequeñas y tierra salieron despedidas en todas direcciones y cubrieron su cuerpo con una fina capa de polvo al tiempo que caía, la levitación imposible ahora.

‘Fantástico’.

Estaba sentado en el gran cráter de su fracaso. 

La situación le resultaba demasiado, y Krishna no podía seguir ignorándola. Toda su vida y creencias se habían venido abajo; todo para lo que se había preparado había desaparecido en el aire. Su madre ya no existía gracias a su padre, y su padre ya no existía gracias a él. La superficie ahora se encontraba arriba, encima del cielo-mar, y debajo de él– ¿Qué había debajo de él?

¿Qué había debajo de él?

Krishna acarició sus párpados hasta calmarse. Se sentó en posición de loto nuevamente. 

Inhaló lenta pero firmemente. Soltó. Y, entonces, exhaló. 

RAAAMMM.

* * *

– ¿Qué es eso, exactamente? 

– ¿De verdad necesitas-? 

– ¿Para qué diablos quieres eso? 

Kanon se echó el pelo hacia atrás, fastidiado. Jasha resultó ser un tipo de molestia para la que no estaba preparado. El Cetus se detenía en cada tienda y se tomaba su tiempo revisando los productos.

–Ya te lo dije, Alexandros y sus chicos me pidieron conseguir algunas cosas. No nos tomará mucho completar la lista.

La estúpida lista era larga y habían pasado el día entero buscando cada producto. Ambos iban cargados de bolsas y paquetes. Cafeteras, paneles solares, baterías… ¿Y por qué rayos Alexandros necesitaba peluches? De pronto volver al trabajo no sonaba tan mal. 

El griego se giró hacia Cabo Sunión por vigésima vez, la ansiedad carcomiéndolo.

Claro que Kanon hubiera podido marcharse, pero no parecía una buena idea ahora que él y Clímene se habían declarado una guerra silenciosa. No podía darse el lujo de que pensaran que minimizaba la situación y, después de todo, ‘La discreción es una cualidad atlante’ , o algo así. Ahora estaba atrapado, haciendo malabares con cajas y luchando con su cabello, que se pegaba a su cara a cada paso que daba.

–Toma, un espresso freddo. Es-

–Ya sé lo que es–, contestó Kanon, molesto, tomando bruscamente la bebida de las manos de Caribdis. –Soy griego, carajo. 

¿Era esa una sonrisa burlona? ¿Jasha lo estaba provocando? Kanon estaba a punto de estallar. Le dio un trago al café, mirando de nuevo hacia el cabo. Al menos los lentes oscuros le ayudaban a evitar el sol y mantener sus intenciones ocultas.

–Sólo un par de cosas más y terminaremos.

Pero tres tiendas más tarde, el rubio decidió que era suficiente.

–Creo que debemos girar a la izquierda, trierar-

–Deja de llamarme así y usa mi maldito nombre–. El geminiano se quitó el cabello de la cara de nuevo, ya sin preocuparse de poner una mejor cara. Estaba en su límite.

El pelinegro ni siquiera parpadeó. ¿Era inmune a su mal humor?

– ¿Ocurre algo, Kanon? 

–No estoy convencido de que no haya Santos cerca–, mintió mientras arrojaba la taza vacía a un bote de basura. –Haré unas cuantas rondas y te llamaré si encuentro algo. Si vamos juntos podríamos levantar sospechas.

La expresión de Caribdis cambió de inmediato, pero Kanon no esperó su respuesta. Impaciente, se alejó del pueblo.

* * *

¿Pero qué esperaba, realmente? 

Cuando Kanon entró a la cabaña, sus ojos se adaptaron lentamente a la oscuridad. De inmediato reconoció las siluetas de los muebles, las irregularidades en el suelo, el olor.

Se encontraba en el último espacio que había compartido con su hermano. Una cabaña de vigilancia casi vacía que había sentido asfixiante, como si succionara todo su aliento. Ni siquiera en Géminis habían estado tan irritantemente cerca. Había una sola cama (dura, incómoda) que ninguno había usado, y dos o tres muebles.

Kanon hizo una rápida inspección visual, caminaba lento. Se había preguntado si Clímene había regresado a la superficie en busca de respuestas, pero por el estado del lugar, era obvio que no había encontrado la cabaña. Nada que indicara movimientos recientes. 

¿Entonces qué esperaba encontrar?

Caminó directamente hacia el pequeño escritorio y golpeó una de sus esquinas. Un cajón secreto que Saga no había visto (lo había confirmado) se abrió. Ahí era donde Kanon escondía sus frutas favoritas. Ya estarían podridas, claro, y eso fue lo que encontró: la marca natural de comida echada a perder y el dulce, ligero aroma que habían dejado. 

Pensó en el café que se había tomado apenas unos minutos antes, en el aroma intenso que había dejado en su nariz.

Caminó un rato, pateando los muebles y buscando… buscando… ¿Buscando qué? ¿Un mensaje de su hermano, diciendo lo miserable que se sentía tras encerrarlo en la prisión de roca? ¿Una nota escrita con sangre y lágrimas rogando perdón a la diosa a la que juraba ser leal…? ¿Una disculpa, una confesión? 

Pero no había nada. No había rastro de aquellos días. Ninguna seña de su hermano, y claramente, ninguna señal de su existencia pasada. 

Kanon se burló de la mera idea de esperar algo. Se lamió los labios, de pronto tenía sed. Habría podido tomarse otro café, disfrutar la noche. Carajo, hasta podría haber conseguido peluches extra para disculparse con Alexandros por los daños en el Pilar del Océano Índico, pero no, aquí estaba. 

Se quedó de pie unos segundos más entre las sombras.

Y entonces, se fue.

* * * 

Abrió los ojos en la oscuridad, convencido de que el mar lo jalaba violentamente hasta las profundidades. Pero sus ropas no estaban mojadas, su garganta no ardía. Sus uñas no se clavaban en las paredes hasta sangrar.

Limpió el sudor de su frente y se sentó en la cama, agitado. La cercanía de Cabo Sunión lo atormentaba. Estar en la superficie era horrible. Ya lo había resistido en el viaje anterior, pero semejante proximidad… 

Aguantando las náuseas, salió de su habitación y caminó hasta la playa.

Las olas se rompían en la orilla, dibujando una línea blanca de espuma contra el peñasco. El pulso de Kanon ya estaba acelerado; el rugido y el aroma del mar hacían mella en su cabeza. Cerró los ojos y respiró profundo antes de sumergirse en el agua y adentrarse más. 

Todos sus sentidos le gritaban que se marchara. En un intento de mantenerse en pie, trató de enfocarse en los sonidos, pero resultó peor. El martirio de esos malditos diez días volvió con tanta fuerza que casi vomitó. Sintió los barrotes entre sus manos, pudo oler el óxido, saboreó la sangre en su boca. 

Respiró profundo nuevamente, las manos crispadas por el horror de la memoria. Se obligó a sí mismo a no moverse, a volver al aquí y el ahora. A volver a la playa, lejos del Santuario, lejos de su hermano.

–Nunca creí que un trierarca tendría miedo al mar. 

Cerró el puño con furia. Se giró molesto hacia Caribdis, pero la serenidad en el rostro del hombre lo detuvo. Sus ojos grises estaban enfocados en algún punto mar adentro. No había ninguna risa burlona o gesto que denotase ironía. Sólo había dicho lo que veía, sin juzgarlo.

El rubio se quitó mechones de la cara y salió del agua para sentarse junto al otro marina, quien le pasó una botella de agua. 

Durante aquellos escasos días le había resultado imposible leer a Jasha. No lograba entender sus motivos ni anticipar sus acciones. Su sempiterna tranquilidad lo sacaba de quicio tanto como sus hábitos de compra. 

–No encontraste Santos, supongo.

–Ninguna señal de ellos–, contestó Kanon después de beber. –Tenía razón en Atlantis. Deben estar ocupados con la traición de Sagitario. 

Jasha asintió, su mirada aún fija en las olas. Kanon apreció en silencio la contención del Kybernetes, agradecido por la ausencia de preguntas inquisitivas sobre su presencia ahí y su obvia reacción adversa al mar. 

Sin saber muy bien qué hacer, disfrutó cómo la fresca brisa nocturna aliviaba la tensión que lo atenazaba. Aun así, necesitaba romper el silencio para dejar de escuchar el murmullo de las olas.

–No eres atlante. Tienes acento… ¿Eslavo?

–Ruso-italiano, aunque más del lado ruso. Llegué unos años antes que tú; Clímene casi me mata.

–Clásico. – Kanon río. –Casi lo puedo ver, tú balbuceando en ruso y una confusa Clímene gritando en atlante.

–Oh, más o menos, excepto que todo fue en griego. Mis padres eran descendientes atlantes, así que mantuvieron el griego en casa.

Kanon frunció el ceño, confundido. –Pero Clímene sólo habla atlante, ¿no?

– ¿Eh?, no, habla griego moderno perfectamente.

– ¿Qué?  

– ¿Qué?  

Hubo una pausa incómoda antes de que Jasha retomara la palabra.

– ¿No lo sabías? Sí, habla griego. ¿Cómo si no se comunicaría con los descendientes en la superficie?

–No es posible que hable griego moderno porque eso significaría… –Kanon sintió un tic en los ojos. –… esa maldita bruja.

Caribdis soltó una risita burlona. – ¿Te engañó para aprender atlante? Qué astuta.

Si fuera posible, Kanon hubiera nadado directo hasta la Proreus en ese preciso momento, pero una sonrisa se dibujó en su rostro. La presencia de Jasha le estaba ayudando a controlar sus nervios, logrando que la repulsión que sentía fuera más tolerable. 

Si tan sólo su maldito cabello dejara de estorbarle.

–Ugh. – Kanon suspiró frustrado, apartándose el cabello de la cara una vez más. 

–Te ha estado molestando todo el día, ¿por qué no lo cortas? 

–Pff, claro –. ‘Como si simplemente pudier-’

Una ola de revelación lo sacudió. 

Ya no estaba en el Santuario. Ya no tenía que verse como una copia exacta de su hermano. Por años, cualquier tipo de modificación corporal había estado prohibida para el Géminis menor para evitar cualquier sospecha en caso de que fuera visto. Pero ahora… 

Se levantó de golpe, la sombra de una sonrisa en la comisura de sus labios. 

–Caribdis, voy a necesitar tijeras.

* * * 

Atlantis le ofrecía a Krishna una noche tranquila y vibrante, como si intentara cautivarle. Harto de sus fracasos en el entrenamiento, había decidido darse un descanso y explorar la zona que se suponía debía proteger. 

Los alrededores de su pilar bullían de vida, con mercados nocturnos y espectáculos callejeros. Entre la mezcla de idiomas que escuchaba —cingalés, tamil, hindi, farsi e idiomas africanos que no logró discernir—, pronto le fue fácil identificar quiénes provenían de la superficie y quiénes eran nativos.

Lo que le irritaba eran las reverencias de la gente que lo reconocía. Los vendedores le ofrecían sus mejores frutas y flores, despejaban el camino a su paso. 

Agobiado, se sentó junto a una fuente con la mirada perdida en su reflejo. Al menos allí nadie le dirigió la palabra. Se quedó allí hasta que un destello blanco en el agua llamó su atención. De un salto, se abrió paso entre la multitud hasta encontrarla.

Era alta, de piel morena y pelo tan blanco como el suyo. Inusual como el suyo. El adolescente estiró la mano impulsivamente y la agarró del brazo, pero retrocedió sorprendido de su propia audacia. Los ojos violetas de la chica reflejaron su confusión, rápidamente sustituida por un destello de reconocimiento.

–General Chrysaor, ¿cómo puedo ayudarle? – No hablaba muy bien cingalés, pero era comprensible. Una atlante nativa.

–No, yo no–, tartamudeó. –Quiero decir, sí, soy el General Chrysaor, ¿y tú eres…?

–Galene de Orión, uno de los Cetus. ¿Necesita mi ayuda? 

–Para entrenar, sí–, escupió lo primero que cruzó por su mente. –El comandante dijo que uno de ustedes podía asistirme. 

–Sería un honor. ¿Mañana temprano en su pilar?

–Sí, sí. – La voz de Krishna estaba teñida de inquietud.

Orión asintió y a punto de irse, el chico no pudo contener su curiosidad. –El cabello blanco es… poco común.

Galene alzó una ceja. –En la superficie, quizás, pero el cabello blanco y los tonos rosados son bastante comunes entre los nativos. –Inclinó su cabeza. –Es un rasgo que suele ir de generación en generación. Es descendiente de atlantes, ¿no?

El joven parpadeó, de pronto sin palabras.

–Continuaré mi camino. 

–Claro, claro. 

Ausente, Krishna volvió a la fuente y miró su reflejo nuevamente. Se había estado haciendo las preguntas equivocadas, centrándose en las cosas equivocadas. Lo que tenía debajo no era lo que debía resolver.

Esta nueva vida, su nuevo papel, exigía mirar hacia atrás .

Se quedó mirando el reflejo de su cabello. Era hora de volver a intentarlo.

* * * 

A pesar del número absurdo de habitaciones, Kanon caminaba a paso firme.

Las luces del tercer piso estaban apagadas, pero ni siquiera necesitaba mirar el pasillo; seguía sus instintos como si algo o alguien le guiase. Todo estaba en calma y en silencio.

Continuó hasta que sintió la necesidad de detenerse frente a una puerta doble blanca. ¿Era la voluntad de Poseidón lo que le mostraba el camino? Abrió cuidadosamente tras echar un último vistazo al pasillo antes de entrar. La habitación tenía juguetes por todas partes y, en medio, una cama gigantesca con un pequeño bulto que se movía con el acompasado ritmo del sueño.  

Bingo

Se acercó con sigilo. El pequeño Julián dormía profundamente; los ya largos cabellos cubriéndole el rostro. Nada en sus gestos infantiles delataba que acababa de quedar huérfano, mucho menos el destino que sellaba su cuerpo. 

Algo dentro de Kanon se sintió mal.

Pensó en él y en Saga; en la vida que no tuvieron. Todas sus memorias infantiles tenían el Santuario como escenario de fondo. Soldados, sangre, Cloths. Sin padres, sin familia. Y este niño pequeño tenía más juguetes que cualquier niño del Santuario vería jamás. 

Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que la puerta se abría. Contra la luz de afuera había una mujer de pie, visiblemente sorprendida por su presencia. Tras ella se dibujaba la silueta de Michalis. La mujer se recompuso antes de entrar y cerrar, dejando al adolescente afuera. Kanon apenas tuvo tiempo de reaccionar. 

–Entonces era cierto.

Evie Solo.

–Siempre temimos que Julián desapareciera un día. –Su voz era apenas un susurro, pero no había vacilación en ella. Tranquila, se acercó a la cama, revisando al niño con disimulo. 

–Es hora de que vuelva a su reino –mintió Kanon. No sabía qué estaba haciendo, su mente iba a mil por hora.  

El cabello corto de Evie le daba un toque distinguido. Sin cohibirse, lo miró de arriba a abajo examinando las Escamas, su altura, y deteniéndose en su cabello; luego, en sus ojos. Kanon vio su propio reflejo en el espejo detrás de ella, agradeciendo internamente a Jasha por haber cortado su cabello la noche anterior; definitivamente se veía menos desarreglado sin cabello maltratado. 

La mujer seguía mirándolo sin reserva. Era claro que no estaba acostumbrada a negativas. Kanon carraspeó y eso pareció funcionar. Evie caminó hacia el balcón, seguida por él. 

–Su madre siempre lo supo, desde el momento en que lo tuvo en brazos… simplemente lo supo. 

–Y ahora está muerta. Y yo tengo que llevarme al niño.

Impávida, Evie sacó un cigarro de su abrigo y lo encendió. Cuando le ofreció uno, lo rechazó con una ceja alzada. Si buscaba qué decirle o cómo convencerle para dejar a Julián, lo ignoraba. 

Dio una calada, y de pronto puso una de sus manos sobre la suya. –No te lo lleves. Déjalo ser Julián por más tiempo. Es sólo un niño.

–Sabes que no pertenece aquí. No podemos simplemente dejarlo –. No sabía bien por qué mentía, pero decidió continuar. Después de todo, su habilidad para leer a la gente jamás fallaba, y era claro que la mujer estaba lista para ofrecer algo.

–Insisto. Tú y el resto pueden venir cuando les plazca. No será ningún problema añadir sus nombres en algunos documentos.

Kanon entrecerró los ojos, el humo escocía su nariz. – ¿Documentos…?  

–Cualquier cosa que deseen. Sólo deja a mi sobrino aquí hasta que sea mayor.

– ¿Por qué querríamos algo así?

Evie soltó una risita. – ¿Acaso hay bancos en Atlantis, milord? – Evie lo miró de arriba abajo, y Kanon fue de pronto consciente de cómo debía verse para ella, una mujer envuelta en perfume costoso y telas finas. 

Esta vez, oscureció su mirada y ella se apresuró a arreglar su metida de pata. 

–Supongo que dejan sus identidades atrás, ¿verdad? Y ese es un problema si necesitan moverse aquí, especialmente con los Santos, que deben seguir infiltrados en varios gobiernos.

Kanon esperó a que continuara. Evie extinguió el cigarro en la barandilla y le sostuvo la mirada. 

–Deja a mi sobrino aquí hasta que llegue el momento. A cambio, me aseguraré de que todos los Generales, Sirenas, Cetus… todo Atlantis, si quieres, tengan lo que necesiten… o deseen.

La situación era tan ridícula que Kanon simplemente soltó una carcajada. –Una mujer de negocios, ya veo. 

–Fui criada para ser una que además resulta ser la tía del Emperador del Mar, ni más ni menos. Entonces ¿qué dices? – Evie alzó su mano. 

‘Malditos ricos bastardos que piensan poder comprarlo todo.’ Pero algo le decía a Kanon que era un buen trato. Iba a exprimir tanto dinero y poder como fuera posible de ese mocoso.

–Una cosa más. Si Michalis vuelve a engañarnos, nos llevaremos a Julián de inmediato. Y enviaré a alguien que lo cuide de cerca. – Finalmente, Kanon sacudió su mano mientras Evie asentía. 

–Debe ser alguien que no levante sospechas, señor… Dragón Marino, ¿cierto?

–Así es.

–Señor Dragón Marino. Un placer hacer negocios contigo. 

* * *

El vórtice se cerró con un estruendo líquido. Kanon distinguió a Clímene y Alanis cerca, y… ¿Un niño de la mano de la sirena pelinegra? En cuanto desapareció el vórtice, el chiquillo corrió hacia ellos. 

El General observó con curiosidad su cabello rosa brillante, sus ojos ¿rojizos, café? 

De un sólo brinco, el niño saltó a los brazos de Jasha, quien, por primera vez en los últimos días, rompió su imagen tranquila y sonrió con ternura.

–Io, te he dicho que no te puedes acercar mientras uno de mis vórtices esté abierto.

– ¡Alanis dijo que era seguro!

El griego del niño no era perfecto, y su acento le recordó al de Alanis. Kanon finalmente entendió los peluches que Jasha había comprado. – ¿Tu hijo?

Jasha se sonrojó. –Es… complicado. 

– ¡Es mi maestro!

Kanon resopló burlón. –Lo que digas, niño.

El comandante se despidió de Jasha con la mano mientras caminaba hacia las sirenas.

La humedad de Atlantis era agradable, el aroma salado le causaba hambre. Se sintió tranquilo.

– ¿Nuevo corte, comandante? – Alanis lo provocó con tono juguetón y un guiño. Kanon le contestó con una sonrisa.

–No aguantaba más el largo. – Su mirada se desvió hacia Clímene, notando una pizca de diversión en su usual actitud seria, lo que le dio un toque de tranquilidad al momento.

– ¿Cómo está el joven Julián? – preguntó al fin la Sirena Azul. 

–Oh, compartiremos los detalles después de descansar un poco. Pero antes–, Kanon le pasó un brazo por encima de los hombros mientras echaban a andar – ¿Por qué no me cuentas sobre tu dominio del griego moderno? 

Notes:

Alegrar (jerga marinera). Aflojar un cabo o cadena para disminuir su trabajo y evitar que se rompa.

Tenemos un capítulo de la playa ;D (o algo así)

Pero antes, la explicación sobre la primera parte: Krish está trabajando su chakra Manipura, que nos conecta al mundo y a otres a través de las emociones. Desbordado, puede provocar ira explosiva, inseguridad y falta de dirección. Ram es el mantra bija para Manipura. Lo que Krish no analizó, es que está experimentando la caída de su sistema de creencias y el inicio de una nueva vida. No siente pertenecer a este nuevo mundo. La situación le causó una herida a su chakra Muladhara, encargado de darnos seguridad, y la base donde se construye nuestra estabilidad. Y el cual inicia… Sí, con la familia.

Para sanar, si bien tiene que trabajar Manipura (que está expresando su ira), no puede ignorar el daño que sufrió Muladhara.

Agradecimientos a mi querida Libra P., que no pertenece a este fandom pero me dio lecturas, recursos, y su voz experta sobre los chakras para este cap ❤️ Yo sólo quería escribir un fic y ahora necesito un master en chakras y kundalini, pero prometí en Twitter que incluiría más de Krish. Estuve por quitar sus partes, pero logré conectarlo todo de una forma que me agradó. Ah, nadie puede negar lo importante que es nuestro cabello.

Me divertí un montón con este cap. No todo en la vida es serio, y la verdad Kanon necesitaba relajarse~

Sobre el acento de Io... Cuando viví en Sevilla, por meses creí que un par de chilenas eran locales. Espero no ser cancelade en dos países diferentes 😭

Sé que tardé, así que les ofrezco una pequeña escena extra (en inglés, perdón!).

Además, comisioné al gran Macarro_Nii para dibujar a Jasha usando sus Escamas por aquí.

A quienes siguen leyendo, comentando y dejando kudos, gracias ✨

Tengo una sorpresa más, pero para esa tendrán que esperar (poco tiempo, lo prometo!)

Chapter 8: Perla 1: Δέκα

Notes:

Sin proofread en español, nos morimos como Io defendiendo su pilar.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Día 1


‘Sé que volverás, eres tan predecible. Pff, ni siquiera voy a llamarte, vendrás en cuanto aceptes que mi plan es bueno.’

‘Y ya que te pusiste estúpido, tomaré la mejor parte.’ 

‘El agua ya está subiendo, supongo que me dejarás aquí toda la noche. Ugh. Está bien, esperaré tranquilo sobre esta roca.’

‘Eres tan estúpido, hermano, pero está bien. Consúltalo con la almohada.’

‘Terminarás admitiendo que siempre tengo los mejores planes, ¡ja!’


Día 2


‘Mi ropa está empapada y tengo el maldito cabello arruinado. Vas a tener que cortarte el tuyo para pagarme esta, Saga.’

‘Anoche fue, bueno, interesante. Te superaste. Tuve que mantenerme despierto sólo para no ahogarme, pero, ¿ves? Tenía razón, ¡la hierba mala nunca muere!’

‘Agh, la marea está…’

‘Una noche. Y dices que yo soy el necio.’


Día 3



Mi garganta


 


…  La marea subió demasiado, tengo los brazos cansados


No puedo morir así 



Estoy… 


… Cansado…


… No puedo respirar


Tanta… sal 


… No puedo morir así




Aire


Día 4


‘¡SÁCAME DE AQUÍ!’

‘¡Sácame de aquí…


‘… Saga!’



‘No puedes ser tan despreciable, no puedes matar a tu propio-’

hermano menor!'



‘¡¡¡Ven aquí de una buena vez y déjame salir!!!’



‘¡¡SÁCAME DE AQUÍ!!’


Día 5









Día 6 


‘Moriré aquí, ¿verdad?’


‘Tú realmente …’


‘Y nadie nunca-


lo sabrá
.’


‘Nadie encontrará mi cadáver con las uñas destrozadas, clavadas en las paredes.’



‘Me duele la garganta. Creo que algo les pasa a mis-’


mis pies.


‘Mis pulmones-’



‘Muero de hambre. Tengo sed. He estado bebiendo agua salada, no debería seguir vivo.’




‘Quizás no lo estoy.’


‘Quizás morí y este es mi infierno personal.’


‘¿Vendrás aquí también, Saga? ¿O tendrás tu propio infierno?’



‘… Por supuesto que no. No compartirías tu muerte, tal y como nunca compartiste tu vida.’




‘Las corrientes son… demasiado fuertes… ’





Déjame morir. 


Sólo déjame morir ya.


Déjame morir y ser olvidado.


Nadie se enterará de su pecado.


Está bien. 


Nadie sabrá mi nombre.


Déjame morir.


A quien esté escuchando.


Déjame morir. 



Día 7 


‘Ok, Saga… ya demostraste tu pu-punto.’


‘Sácame de aquí ¿sí? Dejaré de hacer mis estupideces. Estoy cansado.’



‘Ya no puedo sostener los barrotes. He estado despierto por-por dos días.'



‘Mis dedos están… sa-sangrando. Debo verme terrible, me-me… arde… la piel.’



‘Estoy agotado.’



‘Ya aprendí la maldita lección ¿ok? Sólo… sácame de aquí y me iré a donde quieras, lejos del Santuario… No-No intentaré matar a Atenea ni al estúpido de Shion. N-no lo haré.’


‘Sólo dile a Shion que, no sé, que tuve una muerte estúpida y… que no volveré.’




‘Sólo… Sólo ven y sácame de aquí.’


‘… Por favor… por favor.’


Día 8


Agua 

Por favor 

Agua



Basta

Detén las olas

La cueva está casi inundada


… 


Mis manos no pueden-


Las rocas me lastiman la cara



Habrá luna llena en dos días


Basta


¡BASTA!


Día 9 


‘No vas a venir.’


No vas a venir.’


‘Debí suponerlo ¿no? Cuando éramos niños y escapaba, jamás fuiste a buscarme. Cómo pude ser tan ingenuo.’


‘Nunca has venido por mí.’


‘Tú, que cambiaste a tu gemelo por una Cloth de Oro.’



‘Tengo los labios partidos, mis manos sangran. Siento sal en los ojos, los oídos.’


Maldita agua


‘Y tú no vendrás.’




‘No vendrás.’


Día 10




‘Sólo espera, Saga.’

‘No sé cómo, pero sobreviviré, hermano.’

‘Y entonces iré por ti.’

‘Te haré sufrir este mismo tormento.’

‘No moriré, Saga, te lo prometo…’

‘Escaparé un día… y los mataré a ti y Atenea…’

‘A todos los que ignoraron mi existencia.’

‘Haré que mueran sufriendo esto.’

‘Morirás con agua en tu boca-

y tus propios gritos en los oídos, Saga.’ 

‘Morirás sin sentir las-

manos.’ 



‘Morirás comiendo porquería marina para sobrevivir.’



‘Bebiendo esta pffft agua salada.’




‘Maldiciendo tu existencia y deseando morir.’



‘Morirás solo en una cueva… gritando mi-

nombre.’ 




‘Te odio, Saga.’


‘… Los haré pagar.’

Notes:

Feliz segundo aniversario de Encallar y gracias por seguir leyendo 🥺

Chapter 9: Cantar

Notes:

Gracias a Cadejos por ser mi beta :)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

–De verdad creo que Ligeia…

–Por vigésima vez, Ligeia ni siquiera se dio cuenta de que el mocoso no estaba allí. Es nuestra opción por ahora, pero necesitamos a alguien mucho más fuerte y centrado. 

Clímene frunció el entrecejo, odiando el hecho de que Kanon tuviera razón de nuevo, justo como la había tenido las últimas semanas. 

Durante días, discusiones informales habían surgido entre Kanon, la Proreus y el Kybernetes, todas enfocadas en encontrar un guerrero que vigilara a Julián. Esta vez llevaron el asunto a los aposentos del Trierarca, decididos a encontrar una solución de una vez por todas. El escritorio del comandante rebosaba de papeles, el pizarrón a la izquierda lleno de nombres garabateados. Sin embargo, cada sugerencia era rápidamente rechazada por alguno de ellos. 

–Tal vez Orión podría…

–Nah-ah–, interrumpió Kanon, sacudiendo la cabeza. –Orión está ocupada entrenando con Chrysaor, no voy a interrumpir eso. Además es algo rara, lo menos que queremos es llamar demasiado la atención.

Antes de que Clímene pudiera hablar nuevamente, Kanon levantó la mano. –Y ni siquiera menciones a su hermane, es aún más rare. Necesitamos a alguien de la superficie, alguien que sepa moverse entre ellos.

– ¡Rechazas todas las propuestas!

– ¡Tal vez no lo haría si me dieras mejores opciones!

– ¡Eres demasiado quisquilloso! 

Jasha estudiaba los nombres en el pizarrón, de espaldas a la discusión. Tenía que admitir que cada rechazo tenía argumentos válidos, pero ni el Trierarca ni la Proreus estaban viendo el panorama completo. 

Se aclaró la garganta. 

–Están omitiendo algo importante.

Impaciente, Kanon tamborileó con los dedos sobre el escritorio, la mirada oscilando entre los papeles y los otros. – ¿Ahora qué?

–Nos faltan guerreros. Apenas podemos llamar a esto un ejército. –Caribdis señaló el pizarrón. –Tenemos Eretai, pero los rangos más importantes siguen vacantes, y estamos por quedarnos sin manos. 

– ¿Qué quieres decir?

–Orión ha reportado que Chrysaor dedica horas a atender las necesidades de los habitantes de su zona. Sé que es parte de sus tareas, pero en estos momentos no podemos permitirnos tener a uno de los dos únicos Generales ocupado en eso. Los demás estamos ocupados buscando a los Generales o ayudando con la reconstrucción o con cualquier otra de las tareas que se acumulan cada día.

Clímene se enderezó e intercambió una mirada de preocupación con Kanon. – ¿Qué tan grave es?

–Bastante–, admitió Jasha. 

–Pero si tus Cetus y las Sirenas siempre están entrenando a alguien-

El pelinegro negó con la cabeza mientras se sentaba. –Varios de mis aprendices podrían recibir una Escama Eretai, pero eso es todo. He estado pensando bastante en esto–, pausó, como si calculase sus próximas palabras. –Necesitamos desesperadamente más reclutas. Es imposible seguir dependiendo únicamente de las sirenas y tritones que buscan Marinas en la superficie. Necesitamos ampliar nuestro alcance.

Kanon se desplomó en su silla. La ironía de la situación no se le escapaba: concentrado en alzar un ejército en armas y controlar a Poseidón, se había olvidado de conseguir dicho ejército. Había estado demasiado enfocado en ganarse la simpatía de los atlantes, colocando meticulosamente el escenario para sus planes. Encontrar a los Generales estaba siempre en su mente, pero lograrlo estaba lejos de sus capacidades. El resto (la parte menos importante) del ejército, bueno, lo había olvidado totalmente. Y ahora lo necesitaba. 

Exhaló ruidosamente. –Nos tomará años siquiera empezar. 

–No necesariamente. – Clímene habló bajo, pero aun así causó que ambos hombres la miraran. –Hay algo que nosotras, las sirenas, podríamos hacer. 

El Llamado de las Sirenas.

Una canción que invocaba a aquellos destinados a ser Marinas, una canción que todo atlante y sus descendientes escucharían, estuvieran o no en el reino. Un llamado a la gente de Atlantis para que ayudasen a su dios a pelear contra Atenea.

La llamada a la guerra del océano. 

Sonaba tan místico como imposible, y un poco ridículo si le preguntaban a Kanon, aunque no se atrevería a decirlo en voz alta. Mientras más explicaba Clímene, más quedaba claro qué tan serio era aquello para ella; una leyenda arraigada en el corazón de los atlantes tan real como el hundimiento del reino.

Cuando Clímene terminó de hablar, le siguió un hilo de preguntas que se detuvo sólo por su última respuesta. Jasha la miraba con incredulidad. 

–Es horrible.

Ella se encogió de hombros. –Tenemos pocas alternativas. Sólo se ha usado como último recurso, y ni siquiera sé cuándo fue la última vez, pero cualquier atlante lo sabrá en cuanto-

– ¿Te estás escuchando a ti misma? Niños, Clímene. Dijiste que la última vez se ofrecieron niños. 

–Es un riesgo, pero obtendremos los soldados que necesitamos, probablemente bastantes. Lo más importante es que si una Escama ya eligió a alguien, sentirán la urgencia de venir, incluso si no saben nada sobre nosotros. Algunos incluso podrían ser tomados por el mar inmediatamente. 

–… Nos rebajaríamos al mismo nivel que el Santuario y sus niños soldados–, insistió el Kybernetes, apesadumbrado. 

Las palabras parecieron tocar una fibra sensible en la mujer, que hizo una mueca de molestia.

–Cada niño atlante ha crecido escuchando cómo Atenea, la autoproclamada diosa de la esperanza, aisló este reino, hundiendo sus hogares y separando a sus familias por generaciones enteras. No necesitamos que los padres ofrezcan a sus hijos, ellos mismos se ofrecerán –se puso de pie–, ¿Crees que me gusta la idea? ¡Claro que no! Hay una razón por la que no se haya usado en siglos, ¡Poseidón nunca quiso un ejército de niños! Pero necesitamos soluciones y esta es una de las pocas opciones que tenemos. 

Kanon había estado escuchando todo el intercambio en silencio. Esperaba que Jasha objetara, pero la sirena parecía haberlo dejado sin palabras. Ninguno de ellos había nacido o crecido ahí, la situación era totalmente diferente para Clímene.

Finalmente, cuando entendió que Jasha no diría nada más, se aclaró la garganta.  

–Dijiste que esto funcionará para los Generales también. ¿Los traería aquí?

– ¡No puedes estar hablando en serio-! –Kanon alzó la mano para silenciar a Caribdis. 

–Quizás, quizás no, pero incluso si no lo hace, sus Escamas podrían reaccionar. 

Tamborileó en el escritorio nuevamente, la mirada enfocada en la pobre exposición de nombres de Marinas en el pizarrón. 

–Catorce. 

– ¿Qué?

–Continuaremos con la tradición. El entrenamiento aquí inicia a los 14, ¿no?

–Pues sí, pero hacer esto nos fuerza a aceptar a cualq-

–No–, Dragón Marino se puso de pie. –No entrenaremos a nadie menor de esa edad, al menos no de inmediato. Cualquier niño ofrecido tendrá entrenamiento básico hasta que estén listos. Si están lo suficientemente locos para ofrecer a su descendencia para morir en una guerra, lo menos que podemos hacer es entrenarlos bien.     

* * * 

No había mantra ni cantidad suficiente de meditación que pudieran ayudar a Krishna, estaba seguro.

Sintió las gotas de sudor cayendo por su frente y cuello directo hacia su pecho. La Escama se sintió apretada sobre su cuerpo, sofocándolo. Odiaba entrenar en ella, pero no sería capaz de comunicarse con su oponente de otra forma, su atlante aún era demasiado básico. Jadeando, levantó la lanza de nuevo.

Frente a él, la Cetus de Orión lucía impecable. Su cabello seguía en su sitio y no veía ni rastro de sudor en ella. Estaba tan tranquila como en la mañana cuando había llegado para entrenar, justo como el día anterior y el día antes de eso.

Galene no era sólo fuerte, era aterradoramente fuerte. Impávida, apenas se movía cada que Krishna apuntaba, esquivando sus ataques en el último momento. El momento preciso y perfecto.

¡Krishna estaba en el rango más alto de los Marinas y ni siquiera podía tocarla!

Chrysaor se mordió el interior del labio, la rabia corriendo por su cuerpo. Concéntrate. Entrecerró los ojos, mirando el hombro derecho de Galene. 

–Yo no haría eso.

Las palabras salieron de su boca tan de repente que Krishna tuvo que asegurarse de que la mujer había hablado. – ¿Disculpa?

–Apuntar a mi brazo dominante. Funcionaría en un combate normal, pero nosotros usamos cosmos. Te quedarías con una apertura a tu derecha que podría atacar fácilmente con mi mano libre.

Krishna parpadeó. Una mezcla de vergüenza e ira se revolvió dentro de él.

La Cetus dio un paso hacia él, pero se detuvo. – ¿Puedo…? 

El adolescente bajó la lanza, asintiendo molesto. La miró fijo mientras se acercaba, preparándose para otro discurso igual al del Dragón Marino.

Pero antes de que pudiera reaccionar, Orión le dio una patada suave a su pierna izquierda. El chico frunció el ceño y la miró con furia.

–Tu posición está mal, tu pie está demasiado adelante. Y abre más las piernas–, dijo ella, pateando su pie nuevamente y haciendo que moviera los brazos torpemente para equilibrarse.

¡Cómo se atrevía!

–Sostén la lanza desde más abajo con la izquierda, aquí–, Galene continuó acomodando su posición, ignorando el creciente enojo de Krishna. 

El joven se mantuvo en silencio, demasiado humillado y enojado para hablar. 

–Y después de que hayas dado una estocada, asegúrate de que tu otro brazo esté listo para atacar con cosmos si tratan de atacar tu defensa abierta, así–, la mujer se interrumpió. –Oh, bueno. Eso lo haremos cuando logres controlar tu cosmos, claro.

Krishna la observó fijamente. –Estás corrigiéndome.

La expresión de Orión no le decía nada. –Sí. Mis disculpas, General Chrysaor, no creo que haya usado nunca una lanza. No seré de ayuda si no le enseño lo necesario. Y por el momento, esto es lo que necesita.

Mordiéndose los labios de nuevo, Krishna evaluó este nuevo golpe a su ego. El sabor de la sangre tenía el sabor de su rabia, pero ah, cuánto ignoraba que necesitaba esto.

Se tragó el sabor metálico de su orgullo.

–Entonces–, dijo, respirando profundamente. –La lanza va más abajo. ¿Así?

* * * 

– ¡No puedo creer que haremos esto! 

–¡Quédate quieta, Li, no puedo peinarte si sigues moviéndote tanto! 

– ¡Lo siento!

Ligeia se reacomodó en la silla para que la sirena que trenzaba su cabello pudiera continuar, pero siguió moviendo sus piernas y riendo, alegre.

– ¡Sólo piénsenlo, seremos la primera generación en siglos en hacerlo! ¡Y habrá tantos Marinas aquí después!

–Significa mucho más trabajo–, murmuró Clímene, dejándose caer en su propia silla. 

–Pff, buenos días, alegría. 

Clímene giró los ojos al escuchar a Alanis, quien estaba sentada frente a ella. Eso era lo último que necesitaba, escuchar a la pelinegra. Algo imposible de evitar considerando que eran las únicas sirenas con una Escama, pues la tradición dictaba que fueran arregladas juntas. 

Pero dejando de lado a Alanis, la Proreus sabía que debería estar emocionada también. Tan sólo una mirada alrededor era suficiente confirmación. 

Niños corrían y reían, llevando canastas con flores y conchas marinas. Sus risas y el suave tarareo de canciones llenaban el ambiente, evidenciando la emoción de todos. 

“Niños, Clímene.”

Se sentía fuera de lugar, enfocándose en las cosas equivocadas. Aún podía sentir la mirada reprobadora de Jasha.

Una sirena joven se acercó tímidamente con algunos accesorios para el cabello. La Proreus le hizo un gesto para que comenzara a peinarla, tratando de sonreír cuando notó que la chiquilla estaba intimidada. 

“Sí es emocionante. Debería estar emocionada”, se recordó a sí misma.

Esta vez, un joven tritón se presentó ante Alanis con joyas y cepillos, sonrojado y riendo nervioso. – ¿Podría…?

–Claro que sí, guapo.

“… Debería estar emocionada”, se repitió Clímene, respirando profundo. 

–Si sigues pensando tanto te va a explotar la cabeza, querida Meme. Creo que puedo ver tus neuronas echando chispas desde aquí.

La castaña frunció los labios. 

– ¡Es tan emocionante, Ally! ¡Los Generales podrían estar aquí mañana mismo!

Alanis se recargó en el respaldo mientras el tritón cepillaba su largo cabello. –Y no sólo los Generales, Li, quizá otra Escama de Sirena elija a alguien más.

– ¡Me dan escalofríos de sólo pensarlo!

Sus risas se mezclaron con los sonidos del fondo, con ese ambiente con el que Clímene no lograba conectar. Había tanto qué considerar, tantas implicaciones, tantas…

–En serio, Meme, creo que nunca vi a alguien más estresado durante un día de spa.

Estalló. – ¡Estas no son unas malditas vacaciones, Alanis, es jodidamente serio! 

Las risas de Ligeia se detuvieron, y los otros murmuraron algo que Clímene no entendió, sólo se dio cuenta de que habían bajado sus voces. Alanis seguía sonriendo.

–Ah, sí, lo es, bastante. Quiere decir que estamos acorralados, ¿no?

Los labios de Clímene se abrieron, luego se cerraron. No había esperado una respuesta seria. –Sí. Estamos acorralados–, masculló. –La batalla aún no comienza y ya estamos acorralados.

–Bueno, el Llamado existe por una razón ¿no? – la pelinegra se estiró. –Para ser usado en tiempos de necesidad, y parece ser que lo necesitamos.

La Proreus desvió la mirada fijándose en las sirenas y tritones corriendo con grandes sonrisas en el rostro. Dejó que los minutos pasaran, con el silencio como su único confort. Los otros no se atrevieron a hablar nuevamente, cuidadosos de no interrumpir sus reflexiones.

¿Por qué le afectaba tanto? ¿No debería estar feliz ante la idea del reino finalmente combatiendo a Atenea y sus Santos, después de esperarlo por siglos? 

–Debería ser el último recurso, y lo estamos usando ahora. –La aseveración salió de su boca antes de que pudiera incluso pensarla. Miró a Ligeia y a las doncellas, que ahora lucían preocupadas. No por lo que acababa de decir, no, sino por ella.

Alanis apoyó su barbilla en su mano izquierda. –Ah, sí. Es lo que la gente acorralada hace, recurrir al último recurso.

–Siento que deberíamos estar haciendo otra cosa.

– ¿Cómo qué?

–No-no lo sé–, admitió, agachando la mirada. –Ya no sé qué más hacer.

Niños, Clímene”.

Alanis apretó el hombro de Clímene, sacándola de su abstracción. La otra sirena estaba ahora frente a ella.

–Lo que siempre has hecho, cari, dar lo mejor de ti. 

* * * 

Detrás del templo principal, una fuente permanecía oculta de la mayoría de civiles y guerreros. Estaba decorada con minuciosas conchas talladas, descansando entre columnas gigantes que tiraban agua constantemente, testimonio de la excepcional ingeniería atlante. 

Kanon miraba en silencio mientras las doncellas añadían los toques finales a las ofrendas de flores y conchas que rodeaban la fuente, irritado al ver cuánto adoraba el reino a un dios que había estado ausente por siglos.

Tan pronto como terminaron los preparativos, sirenas y tritones comenzaron a llegar. 

Vestían túnicas y togas decoradas en exceso con accesorios: collares y brazaletes de oro y plata, conchas, largas trenzas con flores entretejidas, pies desnudos adornados con argollas que hacían lucir exquisitos a sus tobillos. Sus risas eran melódicas, pero de alguna forma inquietantes y si Kanon se concentraba lo suficiente, podía ver sus escamas brillar bajo el cielo-mar, y las largas garras en sus manos.

No los apresuró. En cambio, fingió observar las columnas y los puentes de agua que les rodeaban. 

– ¿Deberíamos estar aquí? –Caribdis se le había unido, mirando expectante a las sirenas.

Kanon se encogió de hombros como única respuesta, ya se había preguntado lo mismo. En realidad, sólo el Trierarca y el Kybernetes tenían permitido observar –o escuchar–, pero su presencia no era necesaria. Si asistían o no dependía enteramente de ellos, dadas las implicaciones. 

La curiosidad, sin embargo, se había apoderado de ambos.   

Clímene, Alanis y Ligeia, las únicas con una Escama de Sirena, entraron a la fuente mientras el resto la rodeaba y se sentaba en el suelo.

–Tengo el presentimiento de que nos arrepentiremos de esto. 

–Pff, ¿dónde está tu sentido de la aventura?

–Murió al instante en que llegué a Atlantis, junto a mi sentido común. 

Kanon sonrió con sorna. –Bah, estaremos bien. Sólo tenemos que invocar a nuestro Odiseo interno.

– ¿Quieres que te ate a una columna?

–Quizás luego, Caribdis, no me propongas esas cosas en pleno mediodía.

Jasha suprimió una risa cuando Clímene los miró. 

–Antes de comenzar, deberían elevar sus cosmos. Están demasiado cerca, les afectará más. 

Los hombres asintieron, ahora serios, y siguieron prestos la indicación de Clímene, creando una barrera de cosmos para protegerse. 

Apenas las sirenas y tritones vieron que estaban a salvo, comenzaron. 

Primero fue sólo un tarareo apenas audible. Kanon frunció el cejo. ¿Eso era todo? Pero antes de que pudiera decir algo, comenzó una canción gutural. Era dulce, hermosa. No tenía letra, sólo la melodía ininterrumpida. Comenzó a sentirse mareado. 

Sirenas y tritones, algunas con manos en sus pechos, abrían sus bocas en grandes Os que no se cerraban. El agua comenzó a emerger (¿de dónde?) llenando la fuente. La canción, etérea, subió de volumen, fundiéndose en suaves Us y As. Era tranquilizadora, el sonido del agua cayendo de las columnas contribuyendo a la atmósfera. 

Kanon se dio cuenta de que le pesaban los ojos y tenía dificultades para respirar. Mientras la canción intensificaba su ritmo y volumen, sintió que algo acechaba.

– ¿Esto debería…? 

Se giró hacia Jasha, sólo para encontrarlo con los ojos casi cerrados, jadeando por aire. Carajo. El Marina había usado su vórtice dos veces hacía apenas unas semanas atrás, ¿cómo lo habían olvidado?

Levántense, atlantes, descendientes de Poseidón, el del tridente de oro.

¿Qué había sido eso?

Dragón Marino incrementó su cosmos para protegerlos a ambos. La canción ahora iba mucho más rápido. Kanon sentía la urgencia de moverse inmediatamente hacia donde las sirenas cantaban. De hundirse en el agua. Luchó contra aquel instinto letal mientras la canción lo envolvía.

Nosotras, Sirenas, cantamos a los atlantes, gloriosos hijos de Ennosigeo, pues somos sus hijas, y el comienzo de la guerra se acerca.

Kanon dio una bocanada de aire, mirando fijamente a las sirenas. Sus labios no se estaban moviendo, ¿por qué escuchaba palabras?

Levántense, atlantes, Marinas, pues el Agitador de la Tierra les llama.

Sentía que sus oídos estaban a punto de reventar. Y el agua estaba tan cerca, ¡tenía que ir! 

¡Levántense, atlantes, hombro con hombro, y peleen!

Alzó las manos. ¿Serviría de algo romperse los tímpanos?

¡VENGAN!  

Justo cuando estaba por caer de rodillas, la presión en sus pulmones se esfumó. 

Levantó la mirada, sorprendido de sentir lágrimas cayendo por su rostro. La canción había vuelto a ser dulce y encantadora, envolviéndolo en un abrazo reconfortante. Kanon se enderezó mientras se limpiaba las lágrimas, desconcertado. 

–Parece que era parte del efecto.

Jasha, ahora repuesto, también se limpiaba las mejillas. 

– ¿Estás bien?

–Sí, sólo gracias a ti.

– ¿Eso fue…? ¿También lo escuchaste?

–Era como si sus voces hablaran directamente a mi cerebro. La necesidad de moverme fue bastante difícil de controlar. Tampoco esperaba que cantaran en ruso.

–Pff, la canción te dejó frito el cerebro, eso era claramente griego moderno.

Por la forma en la que Jasha lo miró, se dio cuenta de que el hombre estaba seguro de haber escuchado ruso. Se miraron el uno al otro, tragando saliva al mismo tiempo.

Esperaron a que la canción terminara, pero era claro que había tenido efecto. Todo Atlantis había escuchado el Llamado de las Sirenas.

Los Marina permanecieron en silencio, preguntándose qué les esperaba allá afuera.

* * *

No lloraban. 

Kanon recordaba bastante bien el día que había llegado a Atlantis, el instante en que sus habitantes habían caído en sus rodillas, llorando, deslumbrados como si el mismísimo Poseidón estuviese frente a ellos. Recordaba sus miradas desesperadas, las plegarias, las voces apagadas que le alcanzaban en lo alto de las escaleras. Y recordaba las lágrimas, cayendo sin parar, un testimonio silencioso pero vívido de su desesperación.

Pero ahora no estaban llorando.

No era como si Kanon quisiera verles llorar, por supuesto, pero de alguna forma, aquello se sentía mal.

Llenando la plaza principal, los atlantes permanecían de pie con miradas resueltas. Su actitud era inquebrantable; los hombres erguidos, cabezas en alto, todos los ojos fijos en la gigantesca estatua de Poseidón detrás del templo principal. Kanon buscaba cualquier evidencia de la canción forzándoles a estar ahí, pero no encontró ninguna. Justo como Clímene había explicado, la canción no era más que un llamado. Una invocación imposible de ignorar para quienes habían sido elegidos para ser un Marina, y una petición urgente para que los atlantes se unieran al ejército. 

Si él y Jasha habían sentido lo que sintieron había sido sencillamente por su cercanía, se recordó a sí mismo.

Frente a él, las miradas de los atlantes eran limpias, su voluntad casi tangible. Estaban conmovidos, ciertamente, pero no bajo ningún hechizo. Adultos, adolescentes, niños; todos tenían fuego en sus miradas, determinación grabada en sus rostros.

No. Ninguno de ellos estaba llorando.

Por primera vez desde que llegó, Kanon entendió la dimensión de lo que había puesto en marcha.

* * * 

Hubo un cambio sutil en la fría quietud del Templo Sagrado. 

Callada pero intensamente, una Escama vibró. Las Sirenas habían cantado, y su canción le había despertado. 

Le sintió. Estaba cerca. Pero había algo más… Se sacudió, tratando de leer su corazón. No era el momento aún, pero lo sería pronto. Pudo sentir sus impulsos primarios mezclados con algo más. ¿Odio?

Odio, sí. Y una fuerte voluntad de vivir a pesar de todo.

No era su momento aún, no. Quería permanecer en las sombras, no revelarse aún. Está bien, entonces. La Escama se reacomodó, lista para dormir un poco más, satisfecha.

En algún punto a su derecha, otra Escama se agitó. El llamado de sus hermanas aún reverberaba en el aire. Bostezó. 

Había localizado a quien debía portarla, también, pero era demasiado pronto, así que volvió a su letargo, moviéndose tan sólo un poco. Esa mínima conmoción fue suficiente para que una de sus partes cayera al piso.

Que la descubra Dragón Marino después, sí, para que el Comandante haga lo que sea necesario.

Por ahora, dormir. Sólo un poco más.

Notes:

Cantar. Habla marinera. Avisar, dar noticia, o decir en voz alta algo cuyo conocimiento importa.
Yup, sigue vivo 😳 Miren, fue un año difícil, lo importante es que la neurona marina sigue con vida.

La idea de el Llamado fue algo que descarté, retomé, descarté de nuevo... Al final, decidí que se necesitaba un detonante para formar el ejército.

Y bueh... ¿adivinan qué Escamas reaccionaron? ;)

Gracias por seguir leyendo mi delulu marino~

Chapter 10: Orzar

Notes:

Gracias otra vez, Cade :)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

No habían dejado de reverberar las últimas notas de la canción contra las columnas del templo cuando la Escama de Sirena Naranja se presentó ante Kushi, una de las sirenas más activas en la superficie. Kanon nunca había hablado con ella, sólo había escuchado que había salvado al Eretai de la Orca. Dragón Marino contempló desde lejos cómo la armadura envolvía la piel negra de la nereida; sus rizos naranja combinando espléndidamente con su nueva armadura. 

Cuando salieron a la explanada, el reino entero contemplaba fascinado Escamas nadando en el cielo-mar, algunas dirigiéndose a las zonas más remotas de Atlantis mientras otras tantas dejaban el Templo Submarino. Contemplaron toda la noche el espectáculo como si fueran estrellas fugaces. Eso eran para ellos después de todo, pensaba Kanon, aliviado de pronto de que las constelaciones no fueran visibles desde ahí. Además, sin duda este era un espectáculo mucho más sorprendente. 

Para la madrugada, varias zonas se mantenían activas aún, atendiendo a terrestres que habían sido reclamados por el mar. Atlantis se fue a dormir bullendo de actividad y entusiasmo.

* * * 

A primera hora de la mañana, Clímene y Alexandros esperaban a Kanon fuera de su pilar. Atendió a Alexandros primero, sabiendo que sería mucho más rápido. 

El hombre lo sorprendió mostrándole planos para cabañas nuevas que recibirían a los nuevos aprendices. Alexandros iba claramente un paso adelante; los tres dirigentes de Atlantis se habían olvidado por completo de tales cuestiones. Insistió además en que los Generales necesitaban nuevos aposentos. Vivir dentro de los Pilares era incómodo, las habitaciones demasiado oscuras y, aunque espaciosas, Alexandros estaba seguro de que podía construir espacios mucho más acogedores y con la grandiosidad que los Generales merecían. Sin mencionar, claro, que sería mejor hacer los cambios antes de que el resto llegase. Era claro que estaba emocionado ante la posibilidad de tener más gente a su cargo. 

Kanon sonreía mientras hablaba. Qué hombre tan eficiente. Apenas e inspeccionó los planos, simplemente asintió a todo. Esa era la cosa con Alexandros: podías confiar en que superaría las expectativas. Antes de despedirlo, Kanon le prometió encargarse de que su gente tuviera materiales suficientes para que pudiera trabajar sin pausas.

¿No tenían los recursos billonarios de los Solo, después de todo? 

Con eso arreglado, caminó directamente hacia Clímene quien, al igual que Alexandros, le esperaba con un plan listo. Le explicó de forma precisa cómo reducirían el reclutamiento a una semana: cada día, el correspondiente equipo de General, Cetus y Sirena recibiría a los nuevos reclutas en cada Zona Pilar. Comenzarían por el Atlántico Norte para honrar al comandante y continuarían hacia la derecha. Clímene enlistó cada unidad en caso de que Kanon quisiera hacer cambios, pero le recordó presta que aquellos eran los guerreros asignados a cada zona. 

Calaïs de Rode le acompañaría el día siguiente, mientras Caribdis tomaba el lugar de Rode vigilando el vórtice oculto en Cabo Sunión.

Clímene estaría sola en la Zona Pilar del Atlántico Sur, pues el Cetus Procrustes aún no había sido elegido. 

Sin Cetus ni Sirena, Jasha tendría que fungir como representante en el Océano Antártico.

En contraparte, la Zona Pilar del Índico era la única con una unidad completa, con Krishna, Galene de Orión y la recién nombrada Kushi de Sirena Naranja.

Jasha y Alanis recibirían a los reclutas en la Zona Pilar que les correspondía, el Pacífico Sur.

Para el Pacífico Norte, Ligeia estaría acompañada por Polifemo Kea.

Y ya que Belerofonte Audamar había sido reclamado por su Escama apenas la noche anterior, y sumando que la Zona Pilar del Ártico sería el cierre de aquella caótica semana, Clímene aconsejó que ella, el Kybernetes y Trierarca se presentaran también.

A partir del segundo día, además, Kanon tendría que acudir con las familias nobles que habían respondido al Llamado. Una vez terminado el reclutamiento en el reino, acudirían a las familias descendientes de atlantes que habitaban en la superficie, aunque esa última tarea podía esperar.

Kanon se preparó para un par de días ocupados, o semanas, o meses. No más que pequeñas inconveniencias en el camino para ejecutar su venganza.

* * * 

Antes de que el caos comenzara, Kanon entró al Templo Sagrado.

Envuelto en la oscuridad del recinto, sólo podía escuchar su respiración acompasada. La única luz provenía de los ropajes divinos de Poseidón que, incluso dormidos, despedían una suave iridiscencia que se reflejaba en el resto. A su izquierda, el pedestal que correspondía a su armadura descansaba vacío. 

Se detuvo en medio de aquel semicírculo mudo. Tiempo atrás había notado que el resto de las Escamas poseían un color mucho más opaco que la suya. Clímene le había asegurado que no requerían reparación alguna, pero la duda persistía, y su primer día en Atlantis era demasiado borroso como para recordar si Dragón Marino lucía tan descolorida como sus hermanas antes de posarse sobre su cuerpo.  

Analizó una por una las Escamas, pero tal como sospechaba, todas seguían ahí. Sentía, sin embargo, una extraña agitación en Dragón Marino cuyo origen no lograba precisar. Abrió la boca y la cerró de inmediato.

“Eh, al diablo”.

– ¿Qué ocurre? 

Se sintió estúpido.

No esperaba una respuesta, al menos no una vocal, pero aun así se decepcionó cuando nada ocurrió. Resignado, Kanon caminó hacia la puerta, pero al pasar frente al pedestal vacío de Dragón Marino, ésta volvió a tensarse. 

El griego se detuvo, mirando primero la base, luego a la Escama de Poseidón. ¿Acaso su armadura podía leer sus verdaderas intenciones y comunicarlas a las otras? Uhm. Lo creía improbable. 

Esperó unos minutos sin que nada sucediera. Cuando estaba listo para irse nuevamente, sintió la pierna derecha de su armadura quemarle la piel. 

– ¡Hey, hey, cálmate! – Kanon golpeó el suelo con el tacón de la bota tratando de controlar su armadura cuando vio algo brillando tras uno de los pedestales.  

Una flauta. 

Frunció el ceño y miró a los lados, confundido. Era claro que estaba hecha del mismo material que el resto de las Escamas, pero estaba seguro de no haberla visto antes.

–Pertenece a Siren.

Se giró para encontrase con Clímene en la entrada, dudando. Kanon sonrió internamente.

–No seas ridícula y entra ya, no vas a morir ahogada. 

Sirena hizo una mueca y caminó hasta él, tomando de sus manos el instrumento. Kanon examinaba ya la otra armadura.

–No parece faltarle ninguna parte.

–Porque no le falta nada. Es a su portador a quien le hace falta algo. 

El rubio la miró con una ceja alzada, esperando la explicación.

–Siren elige siempre a alguien con una bella voz, es su principal forma de ataque –Clímene acarició la Escama mencionada, y Kanon podía jurar que aquello le había gustado a aquel pedazo de metal. –Pero una de las crónicas menciona que si su portador no puede cantar, la Escama se encargará de darle un medio para atacar. 

–Eso significaría-

–Que ya encontró a su guerrero, pero…– La Proreus se detuvo, mirando a los ojos vacíos de la Escama. –Siren decidió que su portador aún no está listo. 

* * * 

La tríada a cargo de la Zona Pilar del Océano Índico se alzaba orgullosa tras la mesa improvisada donde los reclutas iban llegando a escribir sus nombres en largos y olorosos pergaminos.

O, al menos, esa era la impresión que daba.

Internamente, Krishna estaba incómodo. Quizás él tuviera el rango más importante, pero era el más joven y, claramente, quien menos contexto atlante tenía. Sentía la emoción de Crisaor ante las Escamas con nuevos portadores, pero también percibía un dejo de cansancio que, seguramente, él mismo comenzaba a mostrar.

Se permitió mirar con disimulo a Sirena Naranja, quien todo el día se había mostrado nerviosa, demasiado emocionada como para entablar cualquier tipo de conversación. No ayudaba mucho que Galene fuera de pocas palabras y se limitara a extender y recibir el largo pergamino donde los nuevos voluntarios se anotaban como reclutas.

Vaya trío formaban. 

Al menos parecía que la interminable fila había llegado a su fin.

–Supongo que esos fueron los últimos, ¿les parece sí-?

– ¡General Crisaor! 

La vocecilla estaba cargada de energía, pero Krishna no veía a nadie. 

– ¡General Crisaor! ¡Yo también quiero unirme! 

El aludido se puso de pie y se inclinó sobre la mesa. Resopló con burla mientras Orión acercaba el pergamino como toda respuesta.


* * *

La noticia corrió como todas las noticias en Atlantis: de sirena en sirena.

Kushi no había podido hacer nada, Ligeia dio un grito ahogado, y ahora Clímene corría hasta las cámaras del trierarca.

Con los ojos rojos de cansancio y un par de ojeras que comenzaban a marcarse, Kanon revisaba la lista de atlantes ofrecidos por las familias del reino, su sien apoyada en una mano, cuando Clímene apareció en la entrada. Parecía tratar de recuperar el aliento, pero no se movió. Kanon finalmente dejó lo que hacía para verla. El rostro de la guerrera había perdido color. Cuando cerró la puerta, el General comprendió que debía tratarse de algo importante, así que finalmente abandonó los pergaminos sobre el escritorio mientras la sirena se sentaba frente a él.

–Io-Uh, el niño del que es responsable Jasha se unió al ejército. Se registró en la Zona Pilar del Océano Índico.

Su compañera de armas no tenía que decir más: Jasha había sido quien más renuente se había mostrado ante la posibilidad de tener que entrenar infancias. 

Volvió la vista a los papeles. 

–Y ahora Jasha quiere que lo rechacemos, pero nos dejaste muy claro que no podíamos, y eso incluye cualquier tipo de trato especial que-

– ¡Jasha jamás pediría trato especial! –Clímene alzó la voz de tal forma que Kanon alzó la vista otra vez.

Ah. Interesante. 

–Jasha no, pero tú sí. –enarcó las cejas con un gesto triunfal cuando la otra hizo una mueca con los labios. Sonrió con satisfacción, disfrutando aquella oportunidad de molestarla. –Cuéntame, Clímene, ¿cómo puedo ayudarte?

* * * 

Jasha lamentó la llamada de último minuto del comandante. A esa hora debería estar preparando la cena, listo para unas escasas horas de sueño antes de continuar con aquella semana atareada. Se preguntaba si se trataría de una de las excentricidades de Kanon, pero lo descartó. ¿Quizás quería comenzar con la división de los reclutas entre posibles instructores? Lo dudaba también.

El breve tiempo que habían pasado juntos en la superficie le había mostrado a Jasha que, si podía, Kanon huiría de todos sus deberes, a excepción de los que considerara vitales. Si lo estaba llamando tan tarde, debía de ser algo importante.

Trató de distraerse pensando en qué querrían Mellan e Io para la cena. Por primera vez en mucho tiempo no tenía muchos ánimos de cocinar, pero aquella era generalmente la única comida del día que podían disfrutar tranquilamente, sin mencionar que se acercaban días mucho más pesados.

Se detuvo ante la entrada a la cámara del trierarca, saludando al Eretai que la custodiaba con una leve inclinación de cabeza. 

–El Comandante quiere verme. 

El soldado asintió, nervioso. ¿Era su imaginación o el Eretai lo miraba con compasión? Frunció el ceño mientras la puerta se cerraba detrás de él. Notó enseguida a Clímene a la derecha de Kanon, ambos con una expresión seria. – ¿Ha ocurrido algo?

Kanon asintió, pero fue interrumpido antes de poder decir algo.

– ¡Maestro Jasha!

Sólo entonces notó a Io sentado en la enorme silla frente al escritorio de Kanon. Una gran sonrisa iluminaba su rostro mientras saltaba y lo saludaba con entusiasmo.

– ¿Qué estás haciendo aqu-? 

Y entonces lo entendió. Su voz fue apenas un susurro. – ¿Pero qué has hecho, Io?

– ¡Seré un Marina, maestro Jasha, justo como tú! –. El chiquillo gritó, saltando de la silla para correr hasta él, pero Jasha no reaccionó. Buscó los ojos de Kanon por cualquier migaja de consuelo, pero la encontró vacía. Clímene miraba al suelo.

–Io se ha ofrecido voluntariamente como recluta. Él mismo escribió su nombre en la zona del Pilar Índico–. El General tamborileaba sus dedos en el escritorio. ¿Cansado, molesto?

Caribdis no se movió. Ni siquiera sabía qué decir. Io, entendiendo que algo iba mal, dejó de brincar a su alrededor. –Jasha, ¿no estás feliz? 

–Mocoso–, la voz de Kanon hizo que el niño se girase. –Espera afuera.

–Pero-

–Sin peros. Soy tu comandante a partir de hoy, y lo primero que aprenderás es a seguir mis órdenes. Afuera, ahora.

Haciendo pucheros pero sabiendo que era mejor obedecer, el chiquillo salió de la habitación tras una última mirada a su cuidador. 

Dragón Marino se rascó la frente, distraído. –Sabes que no podemos rechazarlo.

Jasha asintió. Lo había entendido apenas vio a Io ahí. Tan sólo querían darle la noticia ellos, en lugar de descubrir la desagradable sorpresa él mismo. 

–Pero puedo al menos darte ciertas… concesiones. 

La mirada gris de Caribdis volvió a Kanon, incrédulo de que hubiera algo que mejorase la situación; de que Kanon quisiera hacerle un favor. Sus ojos se desviaron momentáneamente a Clímene, que seguía con la mirada gacha. Ahora entendía su presencia ahí.

–Crisaor no tiene problemas con dejarlo ir, así que te asignaré como su maestro. –Kanon sonrió de forma mezquina, pero le había dado una única cuerda a la que aferrarse en medio de la tormenta que comenzaba a sentir por dentro. –Sé que sabrás entrenarlo bien.

* * *

Jasha caminaba deprisa; su pecho apenas podía contener los latidos salvajes de su corazón. Detrás de él, Io intentaba seguirle el paso con poco éxito.  

–Jasha, ¡vas a ser mi maestro al fin! ¿No es genial? ¡Espera, vas muy rápido! 

El hombre se mordió los labios mientras aminoraba el paso. No quería someter a Io a su silencio, pero ni siquiera sentía las fuerzas para sostenerse a sí mismo. Sintió alivio en cuanto divisó su cabaña, pero no duró mucho. Nada iba a ser igual otra vez.

– ¿Jasha, estás enojado?

Junto a la puerta, la altísima figura del Marina de Stargazer esperaba. Su expresión consternada dejaba claro que sabía lo que había pasado. 

–Espera aquí. 

Sin esperar una respuesta de su pareja, Jasha entró y cerró apenas hubo entrado Io. Sirvió dos vasos con agua para ambos que el niño ignoró.

–Siéntate.

Io lo hizo y esperó impaciente a que Jasha bebiera con los ojos cerrados. 

Sus fosas nasales temblaban tanto como sus manos. Puso el vaso en la mesa y abrió los ojos, observando fijamente a Io por algunos minutos. Finalmente, se sentó frente a él.

– ¿Entiendes lo que acabas de hacer?

Io abrió sus labios casi en seguida pero Jasha alzó su mano. –Quiero que pienses bien la respuesta, Io. ¿Entiendes qué hiciste?

El pelirrosa dudó, ahora no tan seguro. –Yo– jugó con sus manos, intranquilo; sabía bien la respuesta, pero le preocupaba que no fuese la correcta. –Alanis me dijo que mamá y papá pelearon por nuestra–digo, por su gente. Que sabían que era peligroso pero, pero –jugueteó con su camisa, sus ojos rosáceos llenándose de pronto de lágrimas. –Pero lo hicieron igual porque querían cuidarme, y a los demás, y– tragó saliva, todo su cuerpo temblando. –Yo quiero hacer lo mismo. Yo también quiero proteger a mi gente. 

Io parecía buscar en la mirada de Jasha la calidez de siempre; el abrazo que lo tranquilizaba cuando recordaba a sus padres, cuando se sentía solo. Pero aquella noche sólo sintió un vacío en su estómago infantil que amenazaba con tragárselo.

–Entiendo.

Durante lo que le parecieron horas, Jasha finalmente se puso de pie y caminó hasta su habitación. De forma pausada y tranquila, tomó una mochila y comenzó a poner las ropas de Io dentro. Las lágrimas cayeron finalmente por las mejillas del niño.

– ¿M-maestro?

–Te marcharás en cuatro días para vivir con el resto de reclutas. Nos dieron más tiempo como un favor, pero nada más. Puedes escoger la cena de hoy.

– ¿Pe-pero por qué no puedo seguir viviendo contigo?

–Porque todos los reclutas viven juntos, no hay excepciones, Io.

–Pero-

–No –. Jasha se detuvo, dejando la mochila sobre la cama y arrodillándose a la altura de Io. –Tomaste una decisión, y ahora enfrentarás las consecuencias. Hasta hoy, no había sido tu maestro, lo sabes bien, nunca has entrenado, y aunque lo hubieras hecho, también tendrías que vivir con los otros reclutas. Esas son las reglas, ¿entiendes? Seré tu maestro, pero hasta que comiences el entrenamiento, no nos veremos todos los días.

El llanto del niño era ahora incontrolable, pero Jasha se puso de pie y continuó guardando ropa en la mochila. No podía ver a Io llorar o se le partiría el corazón aún más.

–Quería– la voz del chiquillo se entrecortó con el hipo del llanto– Quería-qu-quería que mamá y papá estuvieran orgullosos. Qu-quería ser como tú, μπαμπάκας 1 Jasha.

Io no pudo seguir hablando, su llanto ahora transformado en gritos de dolor. De espaldas frente a él, Jasha sostenía una de sus camisas con las manos húmedas de sus propias lágrimas, mientras sentía cómo el pequeño universo de felicidad que había construido en Atlantis se derrumbaba frente a él.

* * * 

Kanon se tronó el cuello mientras Alanis tomaba del escritorio lo que necesitarían ella y Jasha al día siguiente. Era claro que Caribdis tendría la noche libre; Clímene ya le había contado lo ocurrido antes de que Jasha –por primera vez desde que lo conocía– hubiera dejado a la otra sirena hablando sola. La pobre de Meme se había marchado, abatida pero llena de trabajo como para detenerse.

Alanis sabía que era mejor no molestar a ninguno de los involucrados, pero aun así pensaba visitar a Io pronto. Era un privilegio que ni siquiera Jasha podía arrebatarle y, de todas maneras, estaba segura de que no se lo negaría. Él también sabía que Io la necesitaba.  

–Demasiado alboroto por un mocoso que no ha mostrado ningún tipo de habilidad fuera de lo normal. Cuéntame, Alanis –Kanon se estiró con ganas en su silla. A la mujer le divirtió pensarlo como un largo gato naranja. – ¿Cuál es la historia dramática aquí? ¿Jasha tuvo al niño en su fallido intento de heterosexualidad y después lo secuestró lanzándose a un vórtice…?

Sirena no contuvo la carcajada. –Jasha no es el padre de Io, pero bien podría serlo. Estoy segura de que ya lo ve de esa forma, pero sabe bien quiénes eran sus padres.

– ¿Eran? – Dragón Marino enarcó las cejas en un gesto inocente mientras bebía algo del whisky que se había servido. 

–Si quieres toda la historia sólo tienes que decirlo, cariño. –Sirena Verde se sentó frente al General, su rostro acunado entre ambas manos mientras éstas se apoyaban en el escritorio en un gesto de coquetería descarada. 

Kanon le acercó su vaso a la pelinegra, que ni tarda ni perezosa dio un buen trago.

–Verás, no todas las personas que llegan a Atlantis son arrebatadas por el mar o lanzadas a su muerte. Hay quienes deciden que el reino es un lugar mucho más seguro que los sitios demenciales que hay en la superficie. –tocó con su índice el borde del vaso. –Las guerras entre mortales pueden ser mucho más terribles que lo que nuestros dioses puedan hacer.

* * *

El Eretai sonrió, a pesar de sentir que había visto algo privado. Llevaba el último informe del día, pero decidió esperar. 

Lanzó una mirada a la habitación del trierarca nuevamente antes de cerrar la puerta con cuidado, grabándose la imagen que, esperaba, calentara su pecho cuando llegase la guerra.

Sobre el amplio escritorio del trierarca, éste, la proreus y el kybernetes dormían profundamente. El brazo de Clímene colgaba en el aire; Dragón Marino dormía con la cabeza inclinada hacia atrás contra su silla y los labios entreabiertos, y Jasha ocultaba su rostro contra su brazo. Había pergaminos esparcidos en el escritorio y en el suelo. Una semana entera de reclutamiento había terminado por agotar a los tres dirigentes de Atlantis. 

El suave ronroneo de la respiración de los tres se sintió como un buen augurio de que todo saldría bien.

 

Notes:

Orzar. Jerga marinera. Girar el buque, llevando la proa hacia donde viene el viento.
1. μπαμπάκας. Griego. “babás”. Papá.

Sirena Naranja Kushi y Stargazer Mellan pertenecen a virgoisles; Polifemo Audamar pertenece a Lady Cormac.

¿Ustedes sabían que la flauta de Siren no está incluida en su object? Pues yo tampoco, fue Gabiss la que me dijo.

Y sí, leyeron bien, tengo un Cetus de Belerofonte. En mi defensa, esto lo había planeado antes de que Tsunakan lo usara en RoP, así que el plagio es de ella, ¡válgame!

La historia sobre cómo Io llegó a Atlantis pueden encontrarla en El Llanto de la gente va hacia el mar.

Juro que no he claudicado, es culpa del cosmos por no soltarme el piecito en más de un año. Puedo asegurarles que he estado trabajando –meticulosamente– en la planeación del fic, y bueno, digamos que tenemos historia para rato. (Mucho, mucho rato).

Este cap se sintió –espero– más rápido, y es que bueno, son 16 años y ahora tenemos más personajes. Llegó la hora de pisar el acelerador.