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Cien inviernos

Chapter 83: La Boda Real

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¡El día más esperado por todo el reino al fin estaba aquí! La iglesia estaba decorada con rosas blancas desde las puertas hasta el altar, el coro entonaba melodiosas notas, cada invitado llevaba su más fino y elegante traje a la última moda, y por supuesto, todo el reino festejaba y esperaban ansiosos el repicar de las campanas anunciando que su amada Reina Anna oficialmente estaba casada. El novio llevaba un traje blanco que milagrosamente había sobrevivido a los abrazos de los trolls felicitándolo por al fin conocer a una chica y casarse con ella. La novia se veía espectacular con su vestido blanco con flores bordadas alrededor. Elsa no era de llorar en las bodas, pero ¡era su hermanita! era imposible no ponerse sentimental en un momento tan especial. Honeymaren le pasó un pañuelo y la ayudó a no arruinar el maquillaje. Kristoff tomó la mano de Anna para que lo acompañara a su lado antes de que el obispo pronunciara las palabras de bienvenida.

Una vez el hombre los declaró en matrimonio ante Dios, las campanas de la iglesia sonaron por todo el reino y cada hombre, mujer y niño saltaron de alegría. Los sirvientes abrieron los barriles de vino y le sirvieron a todos una copa conforme se acercaban al palacio para la gran recepción que habían organizado.

Los trolls rodaron hasta el palacio y aunque tiraron unos jarrones en el camino por los pasillos, nadie los molestó. Anna invitó a cada habitante de Arendelle, Troll y Northuldra, así qué al principio creyó que no habría espacio para todos, por suerte, el palacio era más grande de lo que aparentaba y encontraron un lugar sin muchos problemas.

Mientras los invitados se divertían, Kristoff y Anna se quedaron en el estudio para que el pintor iniciara su retrato. Fue una larga y agotadora hora de no poder moverse en lo absoluto, pero en unos meses cuando la pintura sabría que valió la pena por tener inmortalizada la sonrisa de su esposa.

Al hacer su entrada, todos aplaudieron y volvieron a rellenar las copas. Kristoff siguió a Anna por todos lados saludando a los invitados y ayudando a los Trolls para alcanzar la mesa de postres. Cuando se hizo más tarde, Anna parecía inquieta y alzaba la barbilla para mirar por encima de la cabeza del resto de personas.

—¿Qué buscas? —preguntó Kristoff tomando a Anna de los hombros y besando su sien.

—A Elsa. La hora del brindis es pronto y con tanta gente... —oyó a Kristoff reír detrás de ella.

—Cielo, la hora del brindis debió ser hace una hora, pero tú insististe en que había tiempo para oír las historias del Abuelo Pabbie —recordó. Kristoff conocía mejor que nadie a los trolls y lo mucho que amaban contar historias, pero siempre se tardaban una eternidad, sobre todo el abuelo Pabbie, pero Anna jamás rechazaba una buena historia y tampoco rechazaría escuchar a Pabbie —. Seguro fue a distraerse de tu impuntualidad en tu propio brindis de boda.

Lo admitía, se había tardado más de lo que esperaba con el Abuelo Pabbie así que le dió la razón a Kristoff, aún así quería salir a buscarla.

—¿Puedes ayudarme a buscarla, por favor?

—Ay, cómo la primera vez que nos conocimos —suspiró con una sonrisa. Jamás olvidaría aquella tormenta en la que sin querer, encontró al amor de su vida.

Descartaron al instante el salón de baile. Elsa tenía dos pies izquierdos y odiaba que la invitaran a bailar con pasos que nunca había practicado. La mesa de postres seguía llena de chocolate así que no pasó ahí, los barriles de vino seguían vaciándose, pero entre las filas no la vio. El jardín estaba limpio, solo una o dos parejas hablando con el atardecer a sus espaldas. Anna no lo entendía, había buscado en todo el palacio y no había rastro de Elsa.

—Pudo irse a dormir, en teoría, ya estaríamos sirviendo la cena. La vi robarse una botella tan pronto abrieron el bar, tal vez el alcohol le ganó.

—Iré a ver —dijo Anna dejando que Kristoff la siguiera. Los pisos superiores estaban desolados. Toda la diversión estaba abajo así que nadie se molestó en subir escaleras. Anna llegó a la puerta de Elsa y tocó con su distintivo golpeteo rítmico. Oyó un ruido en el interior de la habitación —¿Elsa, estás aquí?

Nadie respondió. Intentó girar la perilla pero estaba bloqueada. Kristoff alzó una ceja. Ambos se miraron incrédulos por un segundo. Kristoff pegó la oreja a la puerta y la apartó casi de inmediato dejando que el calor escalara por sus mejillas. Anna lo imitó para averiguar el porqué de su reacción. No escuchó nada al principio, luego un gemido bajo seguido de otro. También se apartó de un salto y mirando la puerta como si fuera de fuego. Kristoff soltó una risilla nerviosa.

—Supo aprovechar el tiempo —bromeó él. Anna le dio una manotada en el estómago para callarlo, pero solo lo hizo reír más.

Anna tocó la puerta más fuerte y escuchó un jadeo claro en el interior.

—¿Elsa, estás aquí? ¡Ya es hora del brindis! —gritó con fuerza. Hubo más ruido en el interior.

—El brindis fue hace dos horas —repitió Kristoff bajito.

—¡Tú silencio! —le ordenó con un susurró fuerte. Elsa respondió desde el interior de la habitación

—¡S-sí, un segundo! —hubo más ruido, tal vez una risa ahogada en el interior. Elsa salió de la habitación un minuto después, con el cabello perfecto y el vestido impecable, al menos a primera vista, si prestabas atención te darías cuenta de que el cierre no estaba bien puesto en realidad y que tenía mechones despeinados detrás de las orejas, además de que seguía rojas hasta de las orejas.

—¿Entonces el brindis? Debió ser hace dos horas —dijo entre dientes fingiendo indignación.

—Lo sabemos —gruño Anna un poco cansada de que le reprocharan lo mismo.

—Te acompaño al balcón, parece que necesitas aire —dijo Anna tomando a Elsa del hombro y guiandola fuera. La pelirroja le dio una señal sutil a Kristoff para que le informara quién era el misterioso amante de su hermana. No porque le molestara, solo era curiosidad. Kristoff lo entendió a la perfección porque era justo lo que pensaba hacer.

Anna desapareció por el pasillo junto con Elsa. Kristoff se quedó junto a la puerta como un guardián. Pasaron pocos minutos, luego miró la perilla girar despacio y el click de la puerta. Se quedó paralizado al descubrir quien salió de la habitación. Honeymaren lo miró helada de igual forma.

—Ay por Dios —murmuró al fin Kristoff todavía con los ojos saltones.

—¿Qué? Vine, vine por, vine por cosas que Elsa olvidó, sí. A eso vine.

—¿En serio? Porque tienes las manos vacías —intentó seguirle el juego solo para divertirse un poco.

—¡A-ah! Sí, no lo encontré —respondió demasiado rápido para ser verdad.

—Ey, lo sé, jugaba contigo... —se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared —. Ustedes dos ¿eh?

Honeymaren suspiró y lo imitó apoyándose en la pared junto a él.

—Pues sí. Nosotras dos.

—¿Es algo casual? Puedo inventar un nombre y decir que fue otro tipo para evitarte problemas.

—No, no es casual. Solo no queríamos hacerlo público, bueno, al menos no esta noche.

—Lo entiendo —quedaron en silencio un momento —. Tal vez sea hora de bajar al brindis, ya lo hemos pospuesto mucho tiempo.

—Te sigo.

(***)

Luego del maravilloso brindis, las parejas se juntaron para bailar al ritmo de la música romántica. Anna le preguntó al respecto del misterioso amante secreto de Elsa y él se encogió de hombros.

—Mira discretamente —le dio media vuelta mientras se balanceaban despacio con la música. En medio de las docenas de parejas bailando estaban Elsa y Honeymaren juntas siguiendo el ritmo romántico. Anna parpadeó rápido y se giró de nuevo hacía Kristoff.

—Guau, digo yo no, no lo esperaba. Quiero decir, me alegro por ella, pero ¡guau! —rió nerviosa —¿Debería hablar con ella?

—Hm, no las molestemos por hoy —las señaló de vuelta con la mirada. Anna miró que Honeymaren apoyaba la cabeza contra el pecho de Elsa y ella inclinaba un poco la cabeza sosteniéndola de las manos todavía bailando. Tal vez lo que más la sorprendió fue la gracia con la que seguían los pasos considerando que Elsa tenía dos pies izquierdos. Kristoff atrajó de nuevo la atención de Anna hacía él —. Además, esta noche es nuestra noche —sostuvo su mano para besarle el dorso con delicadeza y devoción. A Anna se le derritió el corazón dentro del pecho y lo hizo agacharse para besarlo en los labios.

—Nuestra noche —repitió. Kristoff la llevó al centro de la pista para compartir su primer vals. Todas las parejas se apartaron para darles la totalidad de espacio y atención. Algunos aplaudieron al verlos. Anna solo desvió la mirada de Kristoff para dar un vistazo rápido a Elsa. Ella estaba casi en primera fila viéndola bailar, sosteniendo la mano de Honeymaren sin dejar de sonreír.

(***)

Más tarde, llegó el momento de lanzar el ramo. Una horda de mujeres se reunieron a espaldas de Anna esperando a que lanzara el ramo. Anna quería que Elsa se pusiera al frente y peleara por alcanzar las flores, pero la mesa de postres al fondo llamaba más su atención. Suspiró, no podía forzarla a eso después de todo. Se alistó y tras una cuenta regresiva lanzó el ramo por encima de su cabeza.

Suerte, destino o casualidad, cualquier pudo intervenir, pero cuando Elsa pretendía alcanzar una pieza de chocolate de la mesa de postres el ramo cayó justo en su mano. Se miró la mano con el ramo incrédula un minuto. El salón soltó una carcajada cuando aún después de los gritos parecía que Elsa seguía sin entender cómo llegó el ramo a ella.

Dio una mirada furtiva a Honeymaren que se reía con ella. El corazón le latió distinto al instante y apretó con fuerza el ramo para que nadie se lo arrebatara.

(***)

Al día siguiente, Anna y Kristoff tomarían un barco e irían a pasear por el mundo para su Luna de Miel de un mes. Elsa se encargaría del reino y el Bosque Encantado durante ese tiempo, pero antes de irse quería hablar con ella.

Era temprano, tal vez demasiado temprano, esperaba no molestarla como el día anterior, por suerte, parecía que solo estaba ella en la habitación esa vez.

—¿Ya te vas? —preguntó Elsa terminando de maquillarse para la primera reunión del día.

—Más tarde. Quería hablar contigo de lo de ayer.

—Ay... —suspiró. Honeymaren le había comentado el pequeño encuentro con Kristoff luego de irse —. Te lo iba a decir, pero no quería arruinar el día de tu boda.

—Lo entiendo, Elsa. Solo quiero saber sí eres feliz con ella.

—Soy feliz con ella —una tenue sonrisa se le formó en los labios. No esperes que cumpla la tradición del ramo pronto, pero quiero pasar mi vida con ella.

—Aw —Anna se inclinó para abrazarla con fuerza hasta que le hizo sonar los huesos —. Entonces tienes mi bendición.

Elsa bufó apenas con aliento suficiente, pero contenta.

—Ya vete, al capitán no le gusta que lo hagan esperar —le dijo Elsa mirando el reloj de la pared.

—Te veo en un mes entonces —la apretujó un poco más antes de marcharse. Elsa miró el ramo sobre la mesita de noche. Lo tomó y fue a la habitación de invitados donde estaba Honeymaren.

La morena abrió la puerta todavía medio dormida.

—Siento molestarte —dijo con el ramo escondido en la espalda.

—Oh, tú no eres molestia —bostezó antes de formar una sonrisa coqueta —¿No es muy temprano todavía? Pensé que nos veríamos en el almuerzo... O tu habitación, pero si quieres... —abrió por completo la puerta. Elsa se rió apenas sonrojada.

—Gracias, pero debo trabajar, solo quería hablar contigo antes de eso.

—Bien ¿qué sucede?

Entraron a la habitación y Elsa mostró el ramo.

—Sé que yo he sido la más reacia a la idea de hacerlo público, pero creo que si hay un momento para hablarlo es este. Quiero que ser tuya para siempre, estar unidas por el resto de nuestras vidas ¿tú que quieres?

Honeymaren tomo el ramo entre sus manos y tocó los pétalos aún perfectos de las rosas.

—Quiero lo mismo. Quiero estar contigo. Quiero que nunca nos separemos —se lanzó a besarla con dulzura, acariciando su mano —¿Significa que podemos andar por la calle de la mano y besarnos aunque haya alguien viendo?

—Sí, eso significa —volvió a inclinarse para besarla de nuevo, pero esta vez miró el reloj con el rabillo del ojo y bufó —. Debo irme, pero ¿quieres que nos veamos en el almuerzo? ¿o mejor en mi habitación a medio día?

—¿Qué tal almuerzo en la habitación, eh? ¡Aprovechemos el día!

—No tengo tanto tiempo libre.

—¡Seré el postre para fines prácticos!

Elsa rodó los ojos.

—Te veo en el almuerzo —decretó cerrando la puerta antes de irse.

Notes:

No saben la weba que me dio cuanto intente pasar todos mis escritos gays de las frozen de una plataforma a otra, pero más que eso la vergüenza de qué ahora mis compañeros de universidad conocen mi cuenta de wattpad y me vieron editando algunos capítulos...