Chapter Text
Quizá Severus Snape no era el mejor prefecto de todo el colegio, quizá ni siquiera le importaban las tareas que le eran asignadas a menos que ganara algo a cambio (usualmente galeones o favores). Sin embargo esa noche no quería para nada cumplir con sus obligaciones, porque para colmo, Minerva McGonagall le había obligado a patrullar con el Delegado de ese año para "Aprender habilidades fundamentales que todo prefecto debería de tener".
━━ Tu indiferencia es preocupante, Severus. Estudias mucho, pero no tienes habilidad social.
¿Qué sabía ella de su vida? Severus odiaba estar con gente porque la encontraba de lo más irritante, y odiaba aún más pasar tiempo con el Delegado porque detrás de ese aspecto de niño bueno y respetable, se encontraba la peor de las bestias humanas, un ser capaz de todo por cumplir con su cometido, que no pararía hasta destruir lo último de su ser, comprimiendo la tranquilidad del universo y enviándola directo a un abismo de caos para convertirse en el peor de sus males; un ser capaz de aparecerse por arte de magia en las pesadillas de los infantes, quienes mojaban las sábanas debido al terror que su deforme rostro les causaba.
Vale, quizá estaba exagerando un poco. Frank Longbottom era un ser normal, no tenía colmillos como Lupin o tentáculos saliendo por su espina dorsal, era un chico común y corriente, más bajito que él, y bastante popular entre las chicas por su naturaleza tierna y sensible, pero Severus no quería nada de eso en su vida; en primer lugar porque no le atraía y en segundo, porque Longbottom se había convertido en su acosador personal.
Válgame dios. pensó mientras se dirigía a su condena también llamada Ronda a la Torre del Reloj. Los recuerdos se reprodujeron una y otra vez, como un VHS que su cerebro rebobinaba.
Había comenzado la última noche del curso anterior, justo antes del banquete de despedida. Como prefecto, tenía la tarea de revisar que todos estuvieran en el gran comedor, debían presenciar la entrega de la Copa de las casas en lugar de besuquearse por ahí, dar el ejemplo a los más jóvenes y vitorear por su casa cuando el Profesor Dumbledore se alzara de su silla y comenzara la hora de la verdad para coronar a la casa con mayor cantidad de puntos. Era un acto solemne.
Así que en su camino al Comedor, cuya alegría y festejo resonaba incluso desde las mazmorras donde le tocaba hacer su vigilancia ━ la mazmorra vacía por la noche, fría y lúgubre, no parecía ser exactamente el lugar favorito de los estudiante para pasar el rato, ni siquiera los de su casa tenían la valentía para hacerlo━ , no pudo evitar cruzarte con Longbottom, uno de los prefectos de Gryffindor, que venía bajando de las escaleras que llevaban a los pisos superiores. El joven era un año mayor que él y Severus podría llegar a admitir algún día, bajo una fuerte dosis de alcohol, que le parecía un mago diestro, no por nada siempre se lucía en el Club de Duelo. Más allá de eso, no le conocía, ¿Quién le culparía por no saludarle al comenzar a caminar codo a codo por el vestíbulo hacia la puerta del Gran Salón?
Estaban a escasos metros cuando Snape sintió una mano en su hombro. Sin pensarlo mucho, arrebató aquella mano y se alejó lo más que pudo. Frank Longbottom se estaba ganando una de las miradas más frías que la serpiente podía darle a nadie, esa que guardaba para James Potter y su amigo Sirius Black.
━━ ¡Oye, Snape!
━━ ¿Qué quieres, Longbottom?
━━ Bésame, de preferencia, largo y tendido.
Debían inventar una palabra que describiera su reacción porque estupefacto le quedaba corto.
Preguntó de nuevo, preocupado por su mente y las cosas que podía llegar a crear cuando estaba cansada; aún así recibió las mismas dos palabras. Bésame mucho, resonó en toda su cavidad craneal. ¿Era acaso algún anagrama? ¿Una prueba para entrar al Club de Cuervos, la famosa sociedad secreta del colegio?
Finalmente comprendió que las palabras dichas por el castaño eran literales, cuando este se acercó peligrosamente e intentó besarlo. Frank estaba siendo desconsiderado y Snape sentía un colapso mental acercase rápidamente. ¿Qué mierda estaba sucediendo allí?
Había corrido más rápido que nunca, como alma que lleva el diablo según los muggles. Ni siquiera le importó ser el centro de atención por crear alboroto en su carrera hacia su mesa, donde le protegerían masas de estudiantes de Slytherin, claro que sin ellos saberlo. En palabras de Regulus Black, la mesa de Slytherin era el ahuyentador más efectivo de otros seres vivos, quizá era debido a tanta ponzoña junta o al hedor de maldad que se respiraba en el ambiente.
Casi había logrado olvidar el asunto durante el verano, pero allí estaba sucediendo todo de nuevo. ¿Qué podría hacer? Era obvio que muchos pensarían que se trataba de una simple broma por parte de Longbottom, se imaginaba a McGonagall castigando al Delegado, eso le quitaría su puesto de no significar el doble de papeleo. Pero cuando pensaba en el castigo, su mente respondía afirmando que aquello no sería impedimento para más chanzas, él quería que eso se detuviera de inmediato. Severus debía de averiguar que demonios quería Longbottom de él.
Bueno, creo que sí se lo que quiere.
El joven Slytherin, como buen pensador, se halló tan ensimismado en sus pensamientos que ni tuvo en cuanto la figura esbelta que estaba cerca de allí mientras seguía su rumbo apresurado por el jardín de la Torre. Pasó de largo por donde se encontraba Lily Evans y a diferencia suya, el muchacho de séptimo año, sí que había localizado a la pelirroja.
━ Oh, hola Frank.
━ ¿Qué hay, Evans? Oye, ¿No habrás visto a Severus Snape? Está escapando de la ronda.
━ Creo que se fue por allí, no es muy interesante verle la cara.
━ ¡Te debo una red! ━ gritó mientras salía corriendo en dirección a su oro. Finalmente le encontró parado frente al retrato de Sir Gregory Khan, un hombre de lo más robusto que había matado a un dragón bebe al montarlo. Tenía la mirada perdida y su mano posada en su mentón, claramente pensando. ━ ¡Snape!
Severus no conocía la existencia de la película El Exorcista, pero su cuello parecía tan flexible como el de Linda Blair.
━ ¡Deja de acosarme!
Y en una molesta persecución para cualquiera que pudiera observarla ━los retratos no eran muy amables cuando se les despertaba del sueño━, comenzaron a hacer el escándalo del siglo y no sólo los retratos comenzaron a despertarse.
Severus se detuvo cuando chocó contra algo, o más bien alguien. Frank se paró junto a él firme, avergonzado por su actuar o quizá era tan buen actor que podía subirse la sangre a las mejillas a propósito. Snape ya no estaba tan seguro quién era el verdadero Frank Longbottom, si el muchacho amable o el molesto grano en el culo.
━ Bueno, me agrada una buena carrera como a cualquiera, pero es de noche y ambos deberían estar haciendo rondas. ¿Les gustaría explicarme?
¡Eso es! pensó Snape. Dumbledore le creería y Longbottom no sería capaz de desobedecerle. Con una sonrisa de costado y la idea de paz acariciando sus dedos en forma de cosquillas, abrió la boca listo para delatar al chico Gryffindor.
La libertad se sentía cerca.
Chapter Text
━¿Por qué estás tan obsesionado conmigo?
Dumbledore se limitó a volver la vista a Frank, en un ademán cansado. Casi era medianoche y los últimos tiempos sus trabajos como Director y Líder de la Orden del Fénix, parecían incompatibles.
━ ¿Frank?
━ Solo le pedí un beso, un maldito beso, Severus, no era necesario que hicieras tanto escándalo.
━ ¡Vienes insistiendo desde el curso pasado! Creo que he sido claro con mi respuesta.
Frank suspiró mientras volvía a cruzar los brazos.
━ ¿Además no estabas comprometido?
La piel blanquecina de Frank se puso de gallina cuando oyó aquello. No era secreto para nadie que el anillo que llevaba en el dedo anular pertenecía a la familia de su prometida; técnicamente era mágico, es decir, no le impedía yacer con otra persona, pero no podría quitárselo, solo su prometida, Alice como le gustaba decirle, podía quitárselo el día de la boda. Las familias de sangres pura continuaba siendo demasiado pomposas para sus gustos, pero era el precio que debía pagar para su libertad.
Sonaba irónico, atarse a una mujer para lograr ser libre.
Severus Snape no vivía con aquel peso sobre sus hombros. El podía hacer lo que quisiera, cuando quisiera y sin tener que rendirle cuentas a nadie.
━ Disfruto mis último días como soltero. ━ se encogió los hombros mirando a Severus. A pesar de ser un año menor, era mucho más alto y con una complexión más grande. Tenía un porte menos delicado que el mismo Frank, pero no por eso llevaba menor elegancia en el andar. ━ Algunos tenemos obligaciones con nuestras familias.
━ Vaya, que martirio desposarse para luego heredar la fortuna familiar. De seguro es una vida difícil.
━ No sabes absolutamente nada de mi familia, Snape, así que te pido que no la menciones o lo siguiente que verás será el suelo.
━ ¿Eso es una amenaza?
━ Es una simple advertencia.
Dumbledore suspiró y tomó otro caramelo de limón mientras limpiaba sus lentes con la manga de su bata. Había pasado bastante tiempo y ambos no parecían intentar siquiera llevarse bien.
━ Se está haciendo muy tarde, por lo cual haremos lo siguiente: Frank, encarecidamente te pido que respetes la decisión de Severus. Si llego a enterarme que has estado teniendo un comportamiento similar en el futuro, me temo que me veré a impartir un castigo más severo que unas cuantas líneas escritas.
»En cuanto a ti, Severus, te pediré que mejores tu diálogo con los demás. No es la primera vez que te encuentras en esa misma silla por tener algún problema con un Gryffindor, y me gustaría que este año pudieses disfrutar un poco más en lugar de estar siempre metido en algún lío. Sabes perfectamente que si alguien te hechiza, solo debes reportarlo, no devuelvas el ataque, eso no te hace mejor que las otras partes.
El anciano profesor se levantó sin mucha dificultad de su pintoresco sillón con una suave sonrisa que llegaba hasta sus ojos. Severus podía decir que había tenido más charlas con Dumbledore que con su propio padre; el hombre era sabio, tenía que admitir, y siempre estaba dispuesto a atenderlo para aconsejarle.
En cuanto Frank se despidió y salió por la puerta, el se quedó estático sosteniendo el picaporte.
━ Señor.
━ Dime, Severus.
━ Gracias, tendré en cuenta lo de no hacer líos.
La sonrisa de su director se ensanchó un poco más y dando un leve asentimiento de cabeza, el Slytherin bajó la escalera de caracol despacio, sin muchas ganas de volver al frío desolador del castillo.
Se sorprendió de ver a su Delegado esperando frente a la puerta. Las gárgola murmuraron algo inteligible y volvieron a endurecerse en su lugar en cuanto se oyó e clic en la cerradura. Su reloj, marca veinte para las doce, y ni siquiera ellos tenían la autoridad de andar hasta tan altas horas de la noche. Debería apresurarse si quería descansar lo suficiente.
━ Snape, espera por favor.
━ ¿Ahora qué?
Frank se posicionó frente a él, midiendo unos cuantos centímetros menos y luciendo como un niño de quince y no como el chico de diecisiete años que era. De cerca, se notaba más la diferencia de alturas, y por primera vez, cayó en cuenta en que los ojos no eran tan oscuros como pensaba. Cuando la luz de la luna bañó su rostro reconoció el color, avellana, lo sabía porque había pasado los últimos cinco curso mirándose furtivamente con Potter y él los tenía iguales.
━ Lo siento. Sólo pensé en mi. Lamento si realmente te ocasioné problemas, es solo qué realmente me siento solo. Puedes burlarte si quieres.
No lo haría. Severus se sentía igual desde que su madre había fallecido; solo era cuestión de tiempo para que cumpliera la mayoría de edad y su padre lo echara de la casa, así que tampoco podía contar con él para nada. Estaba solo en aquel mundo gigante.
━ En fin, era solo eso.
━ De acuerdo.
Se dio media vuelta y procedió a alejarse de aquel pasillo con el único sonido de sus pies haciendo eco y su capa flameando levemente.
Frank no pudo evitar sonreír, el chico era guapo y tétrico a la vez, con una mirada que parecía matarte antes de que tocaras el suelo.
Podía decirse que a Frank Longbottom le gustaban las mujeres, pero desde que se propuso experimentar, Severus Snape no había vuelto a salir de su radar y los demás a su lado, eran ínfimos, sosos y corrientes. Ninguno le ocasionaba aquel cosquilleo en el bajo vientre.
A decir verdad, mientras caminaba hacia su sala común, Frank le daba la razón a Severus, era un acosador. Pero no era su culpa, no totalmente al menos. Su mejor amiga, Dorcas Meadowes estaba prácticamente enamorado de él, quizá se debía a su rivalidad amistosa con Lily Evans, una muchacha del sexto curso, y vaya que se había tomado el tiempo de estudiarlo y de conocer cuanto pudiera sobre él.
Una tarde en específico del curso anterior mientras estudiaba para su exámenes, se había sentado en una de las pocas mesas que se hallaban vacías en el fondo de la biblioteca. La luz no era tan prominente, pero para él aquello no resultaba ningún problema en absoluto. Tenía un asiento en un lugar tranquilo y eso era lo que bastaba, ¿Qué más podría pedir? Estudió durante dos horas todo lo necesario para rendir gloriosamente su examen de Runas Antiguas, solo tuvo que repasar todo la asignatura, puesto que llevaba al día los temas, y sin muchas ganas de volver a la ruidosa sala común, decidió continuar sentado en aquella cómoda silla para leer un libro, un pasatiempo que trataba de incorporar cada vez más en su vida. Porque si Frank podía mofarse de algo, era de ser culto en las Artes Muggles. Era un conocedor de las artes pláticas, del cine y de la opera, pero por sobre todo del ballet; tan solo necesitaba instruirse más en las llamadas prosas rusas ━ algo que se dificultaba debido a su poco satisfactorio del idioma ━ encantar su mente con poesía francesa y rescatar los temas socio-políticos dentro de las tramas de escritores ingleses. Era toda una búsqueda voraz por cultivarse mientras sacaba de quicio a su familia. Estaba claro que era un muchacho singular dentro del esquema de su tradicional familia.
Puesto que, mientras era auxiliado por un diccionario ruso a inglés, en un descuidó pasó la vista barriendo todo el perímetro y siguió leyendo, aunque no duró mucho aquello cuando levantó la vista una vez más, aceptando casi de forma inconsciente distraerse mirado a aquel muchacho sentado a cinco metros de él.
Su mirada se concentraba en los libros de textos abiertos en par en par frente a él a la vez que su furiosa pluma escribía sin descanso en el avejentado papel. A veces se detenía a mirar, era meticuloso claramente y parecía propenso a entregarse a la cólera si se presentaba algún problema en el texto que iba escribiendo. Casi inmediatamente volvía la vista a libro.
Dorcas le había mencionado alguna vez ━ suerte que tenía buena memoria, de lo contrario jamás se hubiese encontrado mirando al Slytherin ━ que era un obsesivo y cuando él le había preguntado a que se refería, ella simplemente se había encogido de hombros.
━ Supongo que es porque constantemente vuelve a releer todo, parece un loco. Le he visto dejar la pluma al lado de la mesa varias veces, en el mismo lugar, como si no pudiese soportar que algo no esté como le gusta.
Bueno, en diez minutos donde fingía leer los bellos diálogos entre Anna Karenina y Alexei, ━ a ese punto ya se había olvidado cual de los era, si el esposo o el amante ━ se había dado cuenta que Dorcas no estaba equivocada, pero le faltaba un poco más de visión. Severus no dejaba la pluma en otro lado por la simple razón que esta seguía con tinta. En lugar de dejarla descansar en el pote, la dejaba un lado solitaria, mientras apilaba los libros a medida que los terminaba. Sonrió al percatarse que sin ni siquiera verlos, podía ordenar aquellos tomos alfabéticamente en una perfecta pila en la silla de junto. Estaba claro que no era un aficionado, era alguien que sabía perfectamente como aprovechar al máximo la pequeña mesa en la que parecía estar estudiando varias asignaturas a la vez. No le había prestado atención antes, pero las largas pilas de libros ━ dispuestas a la derecha para identificar que ya no los necesitaba ━ le daban a entender que incluso estaba allí ates que él.
Siguió fingiendo leer el libro por el resto de aquella tarde. Cambió el libro cuando se percató que lo había finalizado y no estaba muy seguro de que era lo que tenía frente a su nariz, pero lo que sí podía aseverar, era que Severus tenía un sutil descanso de dos minutos donde estiraba los brazos, el cuello y acomodaba el pelo azabache tras las orejas. Tomaba agua religiosamente cada diez minutos y en ningún momento se había levantado a ir al baño. Observando más a fondo, pudo identificar la curiosa habilidad que tenía el muchacho. Dorcas mencionaba una y otra vez el tema de la pluma como un descubrimiento asombroso, pero cuando usó su varita para rellenar su botella de agua, utilizó su mano derecha para conjurar en lugar de su mano izquierda con la que manejaba la pluma. Severus Snape no solo era un obsesivo, también era ambidiestro.
Los siguientes días, Frank se quedó pensando en Snape más de lo que debería, y casi sin darse cuenta, aprendió cosas realmente interesantes. Como el hecho que le gustaba encorvarse al estudiar y comer, pero se mantenía recto como una tabla al caminar. Aprendió también que siempre era consciente del tiempo, miraba enfermizamente su reloj cerciorándose de no llegar tarde a ninguna clase, que jamás comía postre y que le gustaba desayunar café con tostadas, sin variación, excepto los domingos donde había podido ver que su desayuno dejaba a un lado el café y se disponía a bebé té.
━ Le gusta leer.
Mencionó Dorcas una mañana de fin de semana, los exámenes estaban a la vuelta de la esquina y el ambiente estaba tenso, más que nada el de los estudiante de quinto.
━ Siempre lleva un libro en la mano. Me preguntó de que será.
Es de Pociones Avanzadas. Escribe en el a veces, otras se dispone solo a leerlo. No había día que no lo llevara consigo, como un diario o una bitácora, como un tesoro único en su tipo.
Para cuando llegó la última semana de clases, Frank estaba completamente perdido en seguir el rastro de Severus, y mientras sufría una crisis por las cartas cada vez más afectivas que le mandaba su prometida desde Beauxbatons, sus sueños le jugaron una mala pasada.
Ya no solo conocía el tic nervioso de morderse las uñas de Snape cuando batallaba con algún tema, sabía que el quinceañero soportaba beber tres litros de agua antes de ir al baño y conocía a la perfección de qué manera guardaba sus utensilios en su mochila y devolvía los libros alfabéticamente sin importar que el estante de uno con la letra M estuviera más cerca que el de la letra B. Severus vivía sus reglas sin esfuerzo. Hacía a Frank preguntarse si él también tenía todas aquellas cosas, si al igual que él no pisaba las líneas en el suelo, si siempre caminaba del lado derecho sin importar qué, o si acomodaba el cabello ansiosamente tras sus orejas aplastándolo un total de cuatro veces cada cuarenta minutos, para luego reventar sus nudillos.
Y mientras despierto se hacía preguntas, en su mundo de ensueño, se veía a sí mismo coqueteando abiertamente con él, acercándose, acariciando sus brazos con una sonrisa petulante, y en el momento en el cual por fin uniría sus labios, su alarma sonaba. Su cerebro parecía cronometrar su sueño porque no encontraba respuesta a siempre ser interrumpido.
Aquel último día en el colegio, se atrevió demás. Había visto la oportunidad perfecta para preguntarle pedirle un beso y había estado demasiado cegado de confianza como para esperar ser correspondido. No dudaba que Snape le odiara, pero tan solo era un momento de idiota. Aquella noche solo había querido hablar con él, arreglar las cosas, explicarle todo sin sonar como un enfermo, pero todos sus planes terminaron en la basura al cruzarse con el director.
Aún así ese lugar en su mente donde descansaba la obstinación, le decía que no se detuviera, que no abandonara la carrera. Si quería algo debía luchar por conseguirlo.
Frank así lo haría, porque realmente le gustaba Severus Snape.
Chapter Text
Si algo caracterizaba a Frank Longbottom además de la placa reluciente en pecho con los delicados rizos cayéndole en cascada, era su popularidad tanto en el colegio como en el mundo fuera, aquel mundo de magos, donde trabajaban los adultos, desde el Ministerio de Magia con las leyes de aplicación mágica hasta los mercados mágicos donde trabajaban los comerciantes que traían sus artilugios fantásticos desde distintas partes del mundo, trayendo un poco de cada cultura mágica a las largas callejuelas de Europa. Frank Longbottom era uno de esos chicos de familia adinerada y apellido notable que lo ponían en la cima de la escala social, además, era el primogénito y eso era mucho muy importante.
Cualquiera pensaría por consecuente, que al final del curso, cuando Frank se graduara con los honores pertinentes, se haría cargo del negocio familiar de los Longbottom en la importación y exportación de productos mágicos. La compañía de su padre había sido antes de su abuelo Haymitch Longbottom, pero Frank estaba listo para romper esa tradición. En realidad el joven y aventurero Frank no quería lujos o poder en el mundo mágico, él simplemente quería ayudar a detener aquella guerra que se estaba cobrando la vida de tantos muggles y magos nacidos de muggles, quería ser alguien útil, alguien a quien la gente pudiese ver como un símbolo de esperanza y sólo lo conseguiría siendo un Auror, la élite de los cazadores de tenebrismo, donde los magos más diestros en el arte del combate iban a parar.
Detrás de aquel castillo resplandeciente gracias a las antorchas y velas mágicas, a las lámparas de gas que cuelgan en las habitaciones de algunos profesores y estudiantes, no hay más que fríos muros de irrealismo y fantasía, de abnegación y falta de progreso. A ojos de Frank todo aquello no es más que una miserable existencia, vistiendo túnicas sosas, zapatos incómodos, sombreros ridículos, utilizando expresiones aún más arcaicas que jamás se encontrarían en otro lugar, sin ninguna fe en nada más que en vivir.
¿Es que alguien además de él aspiraba a algo? ¿Alguien pensaba en todo aquel mundo que se abría desde la salida del andén nueve y tres cuartos? No, estaba claro que no.
Ninguno de sus compañeros, ni siquiera los muggles, podían apreciar la belleza de todo cuanto existía en realidad, no entendían lo que significaban las motivaciones o lo deseos. Se despertaban, iban a desayunar, tenían clases teóricas y prácticas sobre como usar la magia y luego cenaban para irse a dormir. ¿Y para qué? ¿Qué uso le daban a la magia? ¿Qué interesante cosa podían hacer con ella más que vivir con otros igual de extraordinarios? Algunos dirían, que los Aurores protegerían al mundo de las amenazas exteriores, pero es que en realidad la única amenaza que existían eran ellos. Los hombres primitivos ya no tenían cabida en el mundo moderno. ¡Habían explotado dos bombas nucleares! Por Merlín, ellos podían tener magia, pero ¿Eran capaces de derrotar a los muggles si se enfrentaban? Absolutamente no, porque los hombres primitivos con sus lanzas y hachas, no podían vencer jamás a los que portaban armas de fuego, a los que comprendían el valor de la pólvora y de la tecnología. Muchos a veces decían que lo que los muggles llamaban ciencia no era diferente a la magia y Frank no paraba de reírse al oírlo. ¿Había algún hechizo capaz de obtener el resultado de magníficas sumas y divisiones matemáticas? El joven Gryffindor lo dudaba, pero allí estaban los muggles con sus computadora. ¿Alguna escoba podría llegar al espacio? El joven Frank lo dudaba, pero allí estaba los rusos y los israelitas, los americanos y los franceses, enviando satélites y cohetes al espacio para explorar más allá que lo que podía ver, utilizando la ubicación para crear algo llamado telecomunicaciones satelitales. ¡El teléfono! ¿No era acaso un invento magnífico?
A simple vista nadie podría imaginárselo, pero Frank Longbottom repudiaba mucho del mundo en el que vivía. Quizá no todo, porque estaba claro que Severus Snape era la más grande excepción.
Es que aquel muchacho era realmente ajeno al mundo en el que vivía. ¿Desde cuando había sido así? ¿Es que desde que entró a colegio era un inadaptado? ¿Siempre había brillado así o solo lo hacía cuando Frank ponía sobre él sus ojos?
Tenía que admitir que no le parecía un chico muggle. Era experto en el uso de no ensuciarse con la tinta y las plumas, tenía incluso el aspecto de un mago. Sobresaldría en cualquier lugar con su extraña nariz, aquel ridículo uniforme y esa expresión de oscuridad dominante en todo su espectro. Un muggle no era así, estos eran demasiados corrientes, como el agua.
¿Tenía Severus Snape algún gusto muggle dentro de su mente? ¿Era acaso tan malditamente condenado, que no tenía interés de absolutamente nada? ¿Era uno de esos entes?
Pero Severus Snape en realidad no era tan raro como parecía a los ojos de las personas. Es decir, le gustaban las papas fritas y trabajaba durante los veranos que no era parte de aquel mundo que consideraba el indicado para él, además, a veces visitaba una tienda en el pueblo en el que vivía donde podía oír música. Vivía sencillamente e iba al colegio durante diez meses al año, era igual que la mayoría de sus compañeros, incluso llegaba a leer esa revista de política, The Statesman, para evitar perderse de lo que sucedía con los muggles.
Conocía Londres y sabía el nombre de la Reina. ¿Cuántos en aquel lugar podían decir aquello? No era solo un fenómeno obsesionado con las artes oscuras, era un muchacho con hambre conocimiento. ¿Era acaso un nuevo pecado del que nadie le había relatado?
Aunque bueno, solía pensar cuando esas ideas llegaban a su mente Si fuera mujer lo sería.
Si había algo que Severus aborrecía del mundo muggle era el trato que le daban a las mujeres, como si fuesen seres inferiores, como si no pudiesen obrar por si mismas. A decir verdad, únicamente lo odiaba porque había visto a su madre sufrir a causa de aquellos ideales muggles. Nadie estaba realmente preocupado por los golpes que recibía, solían comentar que por algo habían sido, que algo había hecho mal, que una buena esposa jamás obtenía tales cicatrices, pero hasta donde sabía, su padre era un bastardo que en la sociedad mágica sería azotado antes de ser enviado a una prisión. ¿Quién imaginaría que los magos serían tan severos con sus normas sociales?
Severus llevaba menos de una semana nuevamente en el colegio. Iba a sexto, era un maldito prefecto y tenía las mejores notas de su clase, pero aún así, seguía pensando cada noche en Lily, en como la trató, denigrando su estatus de sangre, haciendo lo que ella jamás esperó que él hiciera. ¿Sería cierto que era una mala persona? Le gustaría pensar que no, pero en su mirada esa decepción estaba retratada, en como a pesar de todo, no había podido ser realmente aquella persona que ella necesitaba.
Severus sentía que siempre necesitaría a Lily Evans para sentirse alguien, para sentir que realmente servía para algo y no solo era otra criatura repugnante que saldría de Hogwarts, de la casa de Slytherin, y se resguardaría en las artes oscuras.
A veces envidiaba vidas como la de Frank Longbottom. No era ciego, entendía que le consideraran atractivo, carismático y además provenía de una acaudalada familia puramente mágica, no era racista y parecía agradable. ¿Por qué no podía ser como él?
Severus no quería ni imaginarse el pesado año que le aguardaba. Los EXTASIS no eran algo para tomarse a la ligera.
La segunda semana de clases pasó sin pena ni gloria. Lo más curioso que había tenido lugar en el castillo era aquella tormenta de finales de primavera, helada y con viento del norte. Era especialmente molesta si tratabas de habitabas en las torres altas porque podías oír el ruido del repiqueteo, pero el trece de septiembre cuando despertaron y las lechuzas aterrizaban en las mesas y pedían algún premio por su labor, todos aquellos que estaban suscriptos al periódico El Profeta, pudieron ver el gran titular nefasto que aparecía en las letra mágicas. La foto era la misma que siempre acompañaba esas trágicas necrológicas.
MASACRE EN LIVERPOOL
La noche del domingo doce de septiembre, en lo que puede entenderse como una catedral muggle, se hizo presente la marca tenebrosa en el cielo y, alertados por los magos transeúntes de la ciudad portuaria más poblada del condado de Merseyside, los aurores no tardaron en llegar a la escena funesta. En la Catedral Anglicana de la calla Williamsburg a la altura del mil ochocientos, más de ochenta y cinco cadáveres de muggles fueron encontrados asesinados dentro de un devastador incendio, un espectáculo para la Marca Tenebrosa del señor oscuro que surcaba los cielos. Se sospecha que el ataque fue realizado entre las diez y once con veinte de la noche. Cuando aurores llegaron, oficiales de la comisaría de policías (la seguridad de los muggles) novena, bomberos (muggles que apagan incendios y auxilian en derrumbes) y paramédicos (sanadores muggles9 se encontraba ya en la escena trabajando por detener el incendio y socorrer a todos aquellos que habían asistido a la misa de esa noche (ritual de los muggles que creen en deidades).
Sin embargo, se necesitó de la presencia del Equipo de Reversión de Magia Accidental al ser los más preparados para resolver conflictos con la magia en el menos tiempo posible, porque ni siquiera todos los Aurores designados pudieron controlar el fuego mágico conjurado que derrumbó los tres pisos de la antigua estructura muggle, sepultado los cadáveres entre madera, piedra caliza y ceniza.
Al momento de escribir esta nota, se continúa trabajando para la recuperación de los cuerpos. Las estimaciones se encuentra ya por los tres dígitos. El equipo de Desmemorizantes, ha trabajad con vehemencia en el caso, tratando de no alterar demasiado la mente de los muggles que sin duda, no tienen descanso. Es realmente en este momento, entre los gritos de los vecinos y la llamada de los familiares apostados en las cercanía, que el sufrimiento de la población no mágica, es más que evidente. Hasta donde nuestros sanadores pudieron investigar, se trató de muertes a mano de la Maldición Asesina, pero en algunos de los occisos pudieron observarse marcas de dudosa procedencia. No podemos confirmar nada, pero se evalúa la posibilidad que fueran de naturaleza semi humana, perpetuada por seres y criaturas mágicas. De ser esto verdad, la amenaza que corres es cada vez más inminente; no solo nos enfrentaremos a un ejército de magos tenebrosos, sino también a bestias que jamás imaginamos ver en nuestras vidas.
De momento la versión oficial fue un fuga de gas que hizo explotar el lugar. Se dijo a los muggles que los difuntos murieron debido a la inhalación de gas y aire contaminado, poco antes de la explosión. Esperemos, sea la última vez que debamos repetir esta historia.
por Georgia Fleming
Sin perder el tiempo, Severus miró directamente hacia donde se encontraba Lily. En la mesa de Gryffindor, sonriendo como si nada estuviese pasando. Aún era temprano, solo algunos estaban realmente pendientes del Profeta, pero en cuanto los estudiantes fueron llenando más y más las mesas, los murmullos y risas matutinas quedaron en el olvido para pasar a ser una sala de lo más silenciosa, con la tensión palpándose en el aire. En lo alto de la tarima en el fondo del Gran Salón, los profesores leían con misma cara de preocupación aquella nota de periódico y como ya se había vuelto costumbre, Albus Dumbledore no se encontraba ocupando su usual asiento.
Severus sabía que como estaban las cosas, cada vez empeorando más, el profesor Dumbledore era alguien esencial dentro de la comunidad mágica al ser el Mago Supremo de Wizengamot. Todo el mundo estaba de acuerdo que si alguien podía acabar con aquella guerra sería él, es decir, ¿No había vencido acaso a Gellert Grindelwald hacía treinta años? Y era de conocimiento público que un mago solo se hacía más poderoso con la edad. Nadie realmente dudaba que Dumbledore pudiese cambiar el rumbo de las cosas, pero estaban a nada de pasar al séptimo año de una guerra que parecía, no tener fin. ¡Por supuesto que los alumnos se preocupaban!
Barriendo el Gran Comedor con una mirada examinadora, Severus se preguntó cuantos de ellos vivían en Liverpool. ¿Cuántos habría asistido a aquella catedral cada domingo? ¿Quiénes temían que sus familiares hubiesen muerto en aquel atentado? Las cifras podían ser bajas, pero seguramente alguien sentía miedo, alguien con lazos con el mundo muggle, fuesen sus padres o sus hermanos, los demás vecinos de sus vecindarios con quienes pasaban el rato en vacaciones o los niños que veían correr mientras iban al supermercado. ¿Cuántos de ellos no querían llorar allí mismo?
A decir verdad, a Severus no le importaba que su padre fuese asesinado por los mortífagos, le daba igual que seres repugnantes como él fueran caídos, pero también recordó a las mujeres de su pueblo, con las caras entristecidas mientras llevaban a sus pequeños hijos de las manos. Pensó en aquellos chicos que le mostraron los álbumes de los Beatles en la tienda de música, lamentando que se hubiesen separado a tan temprana edad, en Gretel, la señora que le había concedido su primer trabajo como acomodador en la tienda de comestibles, en todos aquellos que asistían al centro comunitario para comer algo o dormir tranquilos, o en los mocosos que corrían gritando cuando salían de las clases de verano, entusiasmados por tratar de disfrutar el verano. Cokeworth no era muy grande, pero había gente muy buena. Los padre de Lily y su hermana aún continuaban viviendo allí, a veces pasaba frente a la casa, pero aquel verano habían colocado una cerca más alta, lo que hacía imposible ver si podía divisar a Lily por entre las ventanas, sobresaliendo con su cabello al rojo fuego y con su blanquecina tez.
Severus a pesar de todo aún la quería, aún quería un futuro con ella donde fueran felices, pero cuando volteó a verla por última vez antes de salir directo a su primera clase, pudo verla leyendo el periódico con el ceño fruncido.
No. No era justo para ella acercarse y pedir disculpas. No era justo para ella ver como tenía una diana en el pecho, donde incluso algunos alumnos de Slytherin quería disparar.
Severus no era un mal muchacho, pero estaba demasiado confundido con respecto a sus sentimientos y a qué posición debía tomar, donde y cuando. Aunque no lo admitiera, tenía tanto miedo como un mestizo podía tener, porque si bien ellos tenían confort en sus salas comunes, él dormía con el enemigo y le helaba la piel el solo pensar que intentarían matarlo mientras dormía. No sería la primera vez, ya había sucedido antes, una serie de falsos suicidios cuando Lucius Malfoy estaba liderando a los Slytherin hacia la liberación de la farsa igualitaria. El muchacho desconocía quien sería el nuevo Malfoy, quizá los Carrow o quizá Mulciber. No podía darse el gusto que decirse a sí mismo que estaba dejando volar su mente, podía sentir sus miradas en su cuello, las risas tras su pasar y como lo miraban tras las cortinas de la cama de dosel.
Si estaba sentenciado morir, al menos quería hacerlo luchando, no siendo asfixiado por un almohada en plena madrugada.
El mundo no es justo, recordó las palabras de su tía mientras esperaba frente a la puerta de la profesora McGonagall, ¿Es que nadie te lo ha dicho, pequeño bastado?
Los mataría a todos, a todos aquellos que le dieron la espalda a su madre, de ser necesario. Sabía que su tía y su esposo estaban metidos también en cosas turbias, eran clasistas, menospreciaban a los sangre sucia y mestizos, y al igual que él, estarían dispuestos a matarlo si se metía en su camino. Él y su familia materna no eran muy distintos en realidad.
Chapter Text
Frank había tenido algunas semanas ocupadas. No era el tipo de chico que volteaba el rostro al ver a alguien llorando o con el rostro constipado. Quizá fuera esa amabilidad lo que le hacía ver tan Suave.
El mundo mágico parecía estar de cabeza luego de la Masacre en Liverpool. Si contaba con las muertes dejadas por doquier de Gran Bretaña durante el verano, la cifra ascendía a seiscientos cadáveres, lo cual era alarmante. Hasta donde sabían, cada mes había un baja considerable de la población muggle en pequeños lugares, en poblados, pero jamás los mortífagos habían atacado una ciudad a pocas calles de la zona céntrica.
Es un mensaje, se había repetido hasta el cansancio aquellas noches donde patrullaba y solo contaba con la compañía de su mente. Él sabía, podía juntar los puntos y darse cuenta que aquel atroz acto era un punto sin retorno. Si habían atacado Liverpool, el mes próximo podrían atacar a lo residentes de Manchester o incluso asesinar en el mismísimo centro de Londres en el Soho. Luego hubo otro ataque en la costa y casi nunca estaba allí, ni durante las clases, ni durante los momentos que pasaba con su mejor amiga, su mente realmente estaba distraída, algo perturbada dirían sus maestros, algo no muy propio de él y Dorcas, no tardó en reprochárselo aquella noche de Octubre.
━ Si no quieres escucharme, creo que debería marcharme. ━ amenazó comenzando a ordenar sus pergaminos. No iba a irse realmente, Frank la conocía perfectamente, pero no por eso aquella situación le cansaba menos. ━ Podría ir a ver a Severus, está en la otra estantería.
Dorcas era ese tipo de persona que te agotaba de lo intensa que era, siempre hablando de todo aquello que no interesaba, haciendo preguntas incómodas, dando discursos que ningún oído escuchaba y haciendo escenas cuando la atención no estaba posada cien por ciento en ella. A veces quería que le dejara en paz, pero Frank a pesar de ser tan popular no tenía más amigos. Sus compañeros de casa lo trataban lo justo y necesario, y luego de siete años era común que ya ni siquiera se pusieran a pensar en él, siempre había sido así, balanceándose en el aire como una rosa roja solitaria. Y no podía llamar amigos a sus compañeros de Club, solo estaba con ellos porque su padre le había dicho que debía ser más sociable y conocer a la gente correcta. Frank y Archivald, tenían definiciones diferentes sobre lo que significaba la gente correcta.
Salió de sus pensamientos cuando oyó la voz de Severus, fuerte y varonil, demostrando aún así la jovialidad propia de un adolescente que apenas está seguro de la mayoría de cosas que le rodean. Frank no estaba muy seguro de que era lo que sabía Severus, pero mientras uno desconoce la naturaleza de algo, otro puede brindar elocuentes cátedras al respecto. Eso era lo que gustaba tanto a Frank de los muggles, porque aunque no sabían muchas cosas, siempre estaban dispuestos a postular hipótesis bien construidas con apenas la formulación de una pregunta. Sus cerebros trabajan bien la improvisación.
━ Lupin, no puedo decir que sea una sorpresa agradable.
Su timbre bajo, el arrastrar siseante de sus palabras similar a una serpiente, hizo estremecer a Frank. Era como una brisa helada que se colaba debajo de tu chaqueta una noche de otoño, oscura y sin ninguna luz proveniente del cielo.
━ James y Sirius no saben que vine expresamente a verte a ti. ━ el temblor en sus palabras, alentó a Frank a levantarse de su silla y espiar de igual manera que lo hacía Dorcas. Si ellos podían oír aquello, era claro que el menor también los había estado oyendo todo el rato, aunque podía deberse al silencio de la biblioteca. Era una especie de conocimiento vulgar, que cuando llegaras a una Iglesia o un santuario como lo eran las bibliotecas, debías bajar la voz, en una especie de señal respetuosa. Dorcas no sentía ningún respeto hacia aquellos libreros, lo que podría hacer pensar a Severus que podía oírla debido a sus nada sutiles berrinches que ocasionalmente se convertían en gritos por algunos instantes. ━ Les dije que me vería con una chica de ultimo año, al parecer lo creyeron.
━ Fascinante. Aún así no comprendo la naturaleza de tu misteriosa nota.
━ Lamento mucho lo que sucedió, Severus. ━ su voz de repente tomó una nota de afligido dolor. ━ Yo no quería hacerte daño y quiero saber si puedo hacer alto para... ¿compensarlo?
Orillado aún más por la curiosidad de aquel dolor entre ambos muchachos, corrió a penas los libros de la estantería que los separaba era más delgada que el resto y sin fondo, porque era un área donde solo los prefectos podían entrar, la Sección Prohibida tenía sus propias ventajas.
En el pequeño orificio creado, pudo ver más que nada las sombras que la luz de la vela situada en el escritorio de Severus proyectaban en sus rostros. Remus Lupin era de la edad de Severus, igual de alto y larguirucho que él, pero con la piel más curtida por el sol y llena de cicatrices y el cabello color arena, con un par de ojos castaños claro que se asemejaban al color de la miel más que a sus propios ojos avellana. Eran físicamente parecidos, pero mientras que Remus Lupin optaba una postura más lastimera en aquella conversación, estando sentado incluso, Severus Snape proyectaba un aura mucho más fuerte y acaparadora de atención. Era como uno de esas cosas estelares que absorbían todo a su paso creando más vacío en el infinito universo.
Sus mejillas se sonrojaron en escarlata como sucedía siempre que reconocía que pensaba demasiado en Severus Snape. Su afición a la literatura quizá si había arruinado su cabeza tal y como había predicho su madre, porque amaba describir desmedidamente todo aquello que le fascinaba del muchacho, y la lista no era escueta, su corazón latía desbocado cada que posaba sus ojos en aquel imán que resultaban sus ojos negros como la obsidiana y tan profundos como el volcán de donde provenía aquella exquisita roca.
━ No he dejado de preguntarme que sería lo que te motivaría a reunirte conmigo. He pensado que solo dos cosas sería lo suficientemente poderosas como para orillarte a este desplante. Uno, el miedo de que se lo cuente a todo el mundo en el castillo, que sepan lo que eres y que se vuelvan contra ti y contra todos tus amigos y conocidos cercanos; o la dos, que la culpa no te deja conciliar el sueño y crees que podrás quitar su peso sincerándote y tratando de obtener mi perdón. Sin embargo, cuando venía hacia aquí, puede que pensara en que tal vez lamentabas todo lo sucedido de manera sincera. ━ se levantó de la silla y se colocó a la altura del castaño. No hubo una batalla de miradas porque ambos conocían claramente el lugar del otro. ━ Dumbledore me contó lo sucedido. No puedo decir que sienta lástima por ti, Lupin, pero puedo reconocer que pudo ser desagradable. Yo te habría ahorrado el sufrimiento sacrificándote, pero tus padres tomaron sus propias decisiones pensando en su propio bien, en el dolor que sentirían no teniéndote. No es algo con lo que pueda empatizar, mis madre prefería acarrear todo el sufrimiento ella sola, mientras que mi padre es un bastado.
Remus se mantenía en silencio. Las campanas que indicaban las diez había sonado hacía bastante tiempo, seguramente estaban más cerca de la media noche que de la puesta del sol, pero todos en aquella situación parecían no tener problema con la disponibilidad de tiempo.
Dorcas a su lado parecía haber perdido el interés en la conversación, y se había vuelto a sentar esperando que Frank volviera a hacerle compañía. No podría irse aunque quisiera, el toque de queda estaba levantado y solo pocas personas, entre ellas los profesores y los delegados, podrían andar por los pasillos sin levantar sospechas. Lo necesitaba para llegar con seguridad hasta su dormitorio. Los últimos años, el nivel de seguridad en el castillo se había visto afectado por los peligros de la Guerra Mágica. Muchos creían que era estúpido atacar un castillo tan grande como Hogwarts, con Dumbledore a cargo de una legión de los mejores magos de toda Gran Bretaña, pero otros como Frank, sabía que todo podía ser posible en una guerra tan larga. Ni siquiera la Segunda Guerra de muggles fue tan larga como esta prometía. Siete años de continua devastación. ¿En qué momento Frank tomó conciencia de aquello? ¿En qué momento, todos se adaptaron a aquella normalidad?
━ No guardo rencor, traté de hacerlo, pero yo tampoco debí haber metido mis narices en lo que hacían. Dumbledore me lo advirtió, que dejara de meterme en líos, afuera está lo suficientemente oscuro como para concentrarnos en nimiedades. ━ el delegado no pudo ver bien el rostro de Severus puesto que su cabello caía como una cortina negra, pero Remus Lupin sí, y pudo ver que finalmente el joven Slytherin había dejado atrás ese comportamiento combativo con ellos. Lucía cansado, como si llevara un peso en sus hombros demasiado pesado para cargar solo. ━ Cumpliré diecisiete en enero y ya deberías de estar enterado de las nuevas medidas de ataque del Ministro.
━ Minchum quiere que todo mayor de diecisiete luche, incluso si no ha terminado el colegio.
━ No es raro que muchos de los estudiantes de último año no estén hoy. Los reclutaron en el verano, a los que pudieron claro, pero volverán y vendrán por el resto de nosotros. Casilda Warwick fue reportada muerta, salió en el obituario de esta semana. Era Slytherin, una muggle, repudiada por todos en nuestra Sala Común, incluso por los que son mestizos. ¿Crees que alguien ha hablado de ello? ¿Crees que Beatriz Shafiq, recibiría el mismo trato?
El estómago de Frank dio un vuelco. Beatriz había sido hasta hace unos meses la mejor cazadora que había en el Equipo de Quidditch de Gryffindor. Ella y James Potter hacían las mejores jugadas, anotaban la mayoría de puntos y ese año, cuando las habitaciones fueron designadas una vez más, su nombre no aparecía en ninguna parte. Su hermano Harold había confirmado las dudas que muchos tenían, estaba luchando en la guerra a pesar de tener las influencias necesarias, la fortuna y el apellido ilustre de una familia aristócrata y milenaria.
━ Quiero creer que tanto Casilda como Beatriz, lo hicieron por el honor, por la obligación moral. Eran dos chicas que se lanzaron a una guerra voraz, dos chicas de casas batidas en un odio que nadie sabe muy bien de donde salió. ¿Quién crees que recordó a Casilda en un periódico mágico? ¿Sus familia muggle que no tienen idea de nada con respecto a la magia? ¿Sus compañeros de casa que la odiaban por como nació? ━ realmente no estaba esperando una respuesta por parte de Remus. ━ El obituario fue escrito por el padre de Beatriz. Creo que todos reconocemos el nombre de Ferbuson Shafiq. ━ se adelantó unos pasos más al muchacho y tuvo que agudizar más el oído para oír lo que sucedía. ━ Estas chicas al parecer formaron una amistad en la guerra, Lupin, dos chicas totalmente diferentes unidas por una causa en común. Creo que no me equivoco cuando digo que eres el más racional de todos tus amigos, así que espero que entiendas que ya no estoy con la mente en un lugar banal como para perder mi tiempo siguiendo sus provocaciones o queriendo vengarme. Espero que puedas hacerlos entender que hay algo más grande que sus egos, sólo quiero eso a cambio.
Frank avanzó en medio de los pasillos de Hogwarts, dirigiendo su andar hacia las mazmorras. Estaba seguro donde encontrar la Sala Común, pero no quería espectadores para lo que estaba dispuesto a hacer. Su sangre corría a través de sus venas, bombeando oxígeno a su cabeza y haciéndole ver las cosas con más claridad que nunca. El otoño ya hacía mella en el clima y a pesar del frío de la zona, no le importó lo delgada que se sentía su túnica, ni el hecho de que solo llevaba una camisa ligera por debajo, porque en cuanto visualizó a Severus con sus libros cargados y su andar recto con el semblante inerte, un calor inundó por completo su pecho.
En cuanto lo vió, se detuvo frente a él con su mirada aburrida usual. Frank tomó aire y finalmente luego de minutos esperándolos mientras se mordía su labio nervioso, lo dijo, aquello que no podía sacarse de su cabeza ni siquiera en las horas de mayor cansancio.
━ Longbottom. ¿Se te ofrece algo?
━ De hecho, sí. ━ no avanzó más cerca, no quería incomodarlo. Así que se limitó a sonreír. ━ Quería saber si te gustaría salir conmigo en una cita.
Severus apretó los libros más cerca de sí, y por segunda vez, no entendía realmente lo que Frank Longbottom trataba de decirle, aunque el chico no pudiese ser más explícito aunque quisiera. Los mensajes usualmente eran claros como el agua, pero Severus se había acostumbrado tanto a desconfiar del otro, que para él, nada era cristalino. Quizá le gustaba pensar lo peor de las personas, porque sabía que de esa manera jamás le volverían a hacer daño.
Frank ni siquiera sospechaba que Severus estaba dañado, ambos eran bóvedas impenetrables que rehuían de manera continua de sus sentimientos, pero si el joven Gryffindor no exteriorizaba lo que sentía por Snape, sentía que pasaría el final de sus días enloquecido. A tan solo mediados de Octubre, ya estaba comenzando a sentirse loco por él.
━ No tienes por qué decir nada si no quieres, por supuesto. Podría dejarte marchar, pero también soy un poco egoísta como para no obtener una respuesta que logrará hacerme dormir tranquilo esta noche. ━ Severus le miraba fijamente, podía sentir que su cabeza estaba funcionando, como engranajes de un reloj preparando una respuesta adecuada y quizá llena de indiferencia, no lo sabía, no le importaba por supuesto, solo quería saber si alguna vez tendría una oportunidad. ━ No lo tomes a mal, Severus, pero desde el año anterior, has estado permanentemente en mis pensamientos. ━ se rió por el nerviosismo y volvió a morderse el labio. Eso es lo que Severus Snape lograba en él, lo convertía en un perfecto desastre, revelaba al mundo que no tenía ni idea de como expresar sus sentimientos. ━ No he podido evitarlo, no te buscaba, no trataba de encontrarme contigo, pero sucedía y cuando lo hacía, era imposible no verte. Ahora casi puedo admitir que reconozco tus manías, como tener todo perfectamente ordenado en tu mesa de trabajo, o colocar los libros alfabéticamente y devolverlos en ese orden. Se que amas ese libro tuyo de Pociones Avanzadas y que escribes en él, no tengo idea de si estás refutando el libro o simplemente te gusta escribir cosas en él, quizá ni siquiera es un libro real, quizá solo tiene la portada, pero puedo entender que es importante. También está el hecho de que no puedes evitar acomodar tu cabello cuatro veces seguidas cada media hora, o que tomas bastante agua mientras estudias. ¿Cómo soportas no ir al baño por tres o cuatro horas?
━ No me acomodo el cabello cuatro veces.
━ Lo haces, te he estado observando por meses. ━ avanzó un pasó no queriendo parecer un lunático, su manos temblaban ligeramente y estaba sudando. Se enfermaría por supuesto, el frío del lugar aún calaba en sus huesos. Severus por el contrario no se movió, continuó viéndolo casi sin querer lucir expectante, algo que hacía muy bien con aquella mirada oscura. ━ He pensado en cada rasgo físico tuyo, en tus movimientos, en como haces las cosas, y no puedo evitar describirte como un personaje, Severus. Tengo una fascinación por la literatura y siempre que apareces finjo en mi cabeza describirte, como presentándote a un lector inexistente.
Severus suspiró cansado mientras se aferraba más a los libros. En aquel lugar hacía un frío abismal.
━ ¿Seguro que no soy el villano? Al parecer no le agrado a mucha gente. ━ pensó en como Regulus Black le hablaba con desagrado o como las amigas de Lily siempre le habían mirado como si tuviera lepra, de la misma forma que le miraba ahora su pelirroja ex amiga. ━ Además creo que los villanos a pesar de ser siniestros y oscuros, son quienes le dan profundidad a los libros de literatura. Si no hubiese un villano con intenciones que hacen que dudes sobre a quien apoyar, el héroe ni siquiera podría lucirse o tener una historia bien contada.
Frank se acercó un poco más. Se abrigó abrazándose a sí mismo, al igual que el Slytherin estaba temblando ligeramente, pero eso no fue impedimento para recitar unas líneas de uno de sus libros preferidos.
━ Los hombres con valor y carácter siempre les han resultado siniestros a la gente. Creo que Hermann Hesse se refería a tu tipo de persona. Te he oído hablar con Lupin antes, las estanterías de la Sección Prohibida son realmente delgadas, quizá pudiste oír los gritos de Dorcas; quiero decir que, la forma en como lo abordaste, me pareció propio de una persona que sabe lo que quiere a pesar de que no conozca todo lo que existe en el mundo, que tiene el carácter para afrontar la verdad sin temor. Es cierto, quizá en Slytherin haya más tendencias hacia la preservación como rasgo primitivo y eso no está mal, igual que nosotros somos guiados preferentemente por nuestras pasiones. Es curioso observar las diferencias, te hace entender que hay personas tan diversas y que la hermosura puede ser representada de distintas maneras, y yo creo que eres hermoso, Severus Snape.
Por Merlín que lo evitó, rogó a Morgana y a los antiguos dioses de la magia, pero aún así sintió el calor recorrer por sus mejillas, la sangre llenando sus ahuecadas mejillas dando finalmente un color no enfermizo a su pálida y, normalmente, cetrina, tez. Se encogió de hombros, pero no trató de marcharse. ¿Realmente había alguien que pesaba que él era hermoso? ¿Alguien le había prestado más atención de la cuenta? ¿Es que no tenía miedo a que pudiese hechizarlo?
━ ¿Si sabes que tengo conocimientos en magia oscura y podría maldecirte?
━ Ya lo hubieras hecho de quererlo. ━ Frank continuaba acercándose acorralando a Severus contra una pared invisible de aire, porque sus pies se sentían fundidos como hierro en el suelo de piedra. ━ No te he podido sacar de mi cabeza, Severus. Te has instalado en ella de una manera escandalosa. Yo quería experimentar, quería poder tener un poco de libertad amorosa antes de tener que casarme con mi prometida, pero es que simplemente no puedo pensar en nadie más. ¿No me habrás dado Amortentia?
━ Lo dudo, además debe suministrarse con regularidad o el efecto se pierde y ni siquiera nos conocíamos o habíamos hablado antes de tu disparate. ¿Estabas tomando algo la primera vez que me viste? ¿Crees que alguien hubiese podido colar algo en tu bebida?
━ No... no suelo comer mucho, me salteo los almuerzos y las cenas, usualmente como solo en las cocinas, me da serenidad, detesto que me vean comer. ━ hizo un gesto con el rostro de asco para luego reírse. ━ Pero yo te he visto comer. Me da asco ver comer a la gente, me parece algo profundamente íntimo, como ducharse o cepillarse los dientes, pero solía concentrarme más en tu plato que en tu boca. Te gustan las tostadas, a mi también.
Una risita salió desde lo más profundo de la caja torácica de Severus, formando una leve sonrisa en sus labios.
━ Lo siento, es solo que, ━ trató de esconder su sonrisa. ━ ¿Quieres salir conmigo en una cita porque tenemos gustos similares en cuanto a tostadas?
Quizá Frank sonaba como un idiota, pero lo valía si podía ver reír a alguien tan serio como Severus.
━ Tienes lindos dientes.
━ No sé muchos de halagos, pero creo que se dice Linda sonrisa. ━ le enfrentó con una mirada de superioridad.
━ Tu sonrisa también es linda, pero si lo piensas, es linda porque tienes lindos dientes. Creo que merecen más crédito en lo halagos.
El frío era cada vez más intenso, pero sentir el calor corporal de Frank tan cerca de él era reconfortante. Sin embargo el Snape con sentido común, volvió a aparecer y tomar en cuenta que ya era medianoche cuando el salió de la biblioteca y tuvo que cruzar todo el castillo hasta llegar a las Mazmorras. No sabía la hora exacta pero era demasiado tarde incluso para que los Delegados anduvieran, ni siquiera los fantasmas parecían querer aparecerse por allí.
Podrían castigarlos con más horas de rondas y era lo que menos quería, ya demasiado tenía con tener que estudiar para las clases, el abordaje agotador de Slughorn a su persona y las tareas que debía cumplir como Prefecto y que el Director consideraba una buena lección de responsabilidad, que le serviría además para conocer el arte de recorrer pasillos y ser silencioso. Dijo que algún día podría servirle aquella experiencia, una excusa más que ponía para obligar a Severus a que hiciera cosas que no le provocaban ninguna emoción.
━ Es tarde, deberíamos irnos antes de enfermarnos o que nos atrapen.
━ ¿Entonces?
Severus detuvo su marcha hacia la puerta que tenía escaleras en forma de caracol que daban directamente al pasillo trasero de donde se encontraba su Sala Común. Solo debía dar una vuelta y llegaría finalmente frente al fuego cálido y rojizo, aunque posiblemente a esas horas tan solo encontraría un hogar que depuraba pequeñas ondas de humo directamente de los leños. Sólo podía soñar con que los calentadores que los elfos ponían en las camas funcionaran aún.
━ ¿Entonces qué? ━ fingir demencia era una gran estrategia cuando querías ignorar un tema, Severus estaba entrenado en la materia.
━ Salir. Quizá a Hogsmeade, hay una excursión para Halloween. Podríamos tomar una cerveza de mantequilla, o ir a beber té o ver libros. Lo que quieras.
El pelinegro pensó en decirle que no tomaba cervezas de mantequillas, pero se lo pensó mejor, porque aquello sería dar una especie de sí inmediato. Prefería que hablaran de aquello otro día, con más calma y menos frío para poder tener el control adecuado de la situación, así era él y Longbottom debería de aceptarlo tarde o temprano.
━ Aún puedo lanzarte una maldición.
━ Lo sé y eso hace que me encantes aún más, generas adrenalina en mi mente Severus Snape.
━ Vete a tu Sala Común, Longbotonto. ━ se dio la vuelta y comenzó a bajar los escalones. ━ Pero puedes rogarme mañana, quizá me sienta de mejor humor.
Frank saltó una carcajada y comenzó a correr en dirección hacia el puente. Tenía que cruzar el puente colgante y un patio entero para llegar al terreno principal de Hogwarts y subir siete pisos de escalera. Aquello le tomaría al menos veinte minutos y no le importaba, su corazón parecía saltar en su pecho, nada más importaba en aquel momento.
Severus Snape, le había dado un quizá y eso era más de lo que había podido imaginar nunca.
Recordó una de las más celebres frases del libro de Hesse, una que encajaba con su situación con Severus Snape a la perfección, como si el muchacho hubiese nacido para guiarlo en una tempestad, en un momento donde necesitaba algo para salir de cascarón. Frank agradecía no ser como Emil Sinclair, porque de esa manera, podía ver con ojos reales a Severus y no idealizar su figura.
Logró llegar a su dormitorio cerca de las dos de la mañana, hacía horas que debería haberse ido a dormir, pero la aventura de un amor anhelante se lo había impedido.
No mentía respecto a que describía a Severus como si fuese un personaje. Lo que sí había omitido, era aquella libreta donde anotaba cada aparición que el muchacho había tenido en su vida los últimos meses y que le habían obsesionado de cierta manera.
Tomó con suavidad uno de esos bolígrafos muggles con la punta similar a la de una de sus plumas de uso rutinario y anotó en una nueva página, siempre anotaba en nuevas páginas para saber que todas había sucedido en diferentes momentos, sin importar que usaba un formato de carta, como si enviara algún mensaje, revelando todo acerca de Severus a un ente que no podía ver y no conocía.
En el corazón de mi patria escocesa, 18 de Octubre, 1976.
Severus Snape no llegó a desaparecer ya nunca de mi horizonte. Durante mucho tiempo se mantuvo muy al margen, visible pero pasivo. Lentamente fue acercándose, irradiando otra vez su fuerza y haciendo sentir su influjo.
Era una blasfemia compararse con el libro Demian, o con cualquier otro en realidad, pero algunas frases sacadas de contexto a veces lograban darle cierta paz, mientras que otras veces el mismo Frank no podía evitar dejar que su mente corriera libremente sin la ayuda de citas textuales de sus libros favoritos y escribiera algunas líneas propias que demostraran su experiencia en el campo. Él no era un escritor, pero sí tenía algo en común con ellos, absolutamente todos, eran lectores igual que él y alguna vez también quedaron fascinados con la obra de autores más prominentes que ellos.
Cerró la libreta y se desnudó entrando en la calidez de las sábanas y no tardó en hundirse en un sueño profundo silencioso y vacío. Ya vendrían días mejores, en donde pudiese tomarse la libertad de explorar la vida nocturna tal y como lo hacían las personas muggles en la querida Londres, donde las luces jamás se apagaban y donde una noche, podía durar una vida.
Chapter Text
El treinta y uno de Octubre llegó tan deprisa que Severus no pudo darse cuenta de cuanto le estaba afectando el hecho de salir en una cita con un muchacho, sangre pura, millonario y claramente más apreciado que él. Es que Frank, era el ideal de chico perfecto. Era cierto, no jugaba al Quidditch, pero era aplicado en todas sus asignaturas y el Delegado de aquel curso luego de dos años como Prefecto, con una Medalla en el Club de Duelo del profesor Flitwick y el encanto suficiente como para derretir a cualquier que se acercara a hablarle. Sin mencionar que su familia era una de las más prominentes de todo el mundo mágico. Básicamente monopolizaban el mercado y nadie parecía estar en desacuerdo.
Lo que Severus no lograba entender era la razón detrás de todo eso. ¿Realmente le gustaba al chico? ¿Había pensado en él durante tanto tiempo? Era cierto que acomodaba sus libros de forma alfabética y los devolvía de esa manera, y tampoco podía dejar de ignorar que realmente se acomodaba el cabello al menos cuatro veces mientras estudiaba. No era como que Frank supiera que sus manos algunas veces sudaban cuando estaba hablando sobre temas en los que fingía tener maestría, o que básicamente amaba dar discursos de pequeñas e insípidas preguntas formuladas, pero era evidencia de que realmente le prestaba atención, que había un interés hacia su persona.
━ ¿Entonces que haremos? ━ a su lado Longbottom, como aún lo llamaba en su mente, se abrazó un poco para rehuir de las heladas brisas que los acompañaban de camino a las carrozas. ━ Con este frío propongo beber algo, té quizá. ¿Bebes alcohol? Podemos ir a las Tres Escobas y probar algunas de las bebidas humeantes de Madame Rosmerta.
━ El té estará bien. Dijiste algo sobre ver libros, en realidad me interesaría mucho más gastar mi dinero en cosas útiles en lugar de en bebidas. Hay un ejemplar de una revista académica que quiero conseguir, me pregunto si la tendrán en la librería. Salió hace un mes.
Subieron al carruaje y este empezó a andar antes de fijarse bien quienes también iban allí. Era común subirse entre varias personas debido al lugar para seis personas, pero Severus debería haber mirado mejor en lugar de estar pensando en cuan rosa se ponían las mejillas de Frank en tan poco tiempo.
━ ¡Dorcas!
Lily Evans amaba visitar Hogsmeade. No importaba si nevaba o hacía calor, ella lo disfrutaba de igual manera, y amaba mucho más cuando las visitas estaba programadas en cercanía con fechas especiales, como el Halloween o la Navidad. Eran perfectas temporadas para admirar las decoraciones y como el pueblo parecía vestirse de una vibra turística, haciéndolos parte de todo lo que celebraban ellos como habitantes cotidianos. La quema del Hombre de Paja era excepcional, según contaban los estudiantes mayores, y ahora que tenía la suficiente edad para quedarse hasta tarde en el pueblo, podría disfrutarlo por cuenta propia.
En la mañana había saltado de la cama y se había colocado ropa lo suficientemente abrigada para no padecer del frío, y se había marchado directamente a desayunar con el resto de sus amigas. Dorcas Meadowes por supuesto que estaba allí parloteando sobre lo genial que sería la fiesta del pueblo aquella noche, lo suficientemente genial como para opacar el Banquete de Halloween que cada año se realizaba en el castillo, lleno de dulces y guirnaldas, murciélagos encantados y calabazas luminosas que cambiaban su rostro para asustar a los que pasaban frente. Incluso los fantasmas estaban oyendo con gusto las historias de la fiesta pagana que se realizaba en el pueblo en honor a los fallecidos aquel año, a todos aquellos que finalmente se volverían santos y se elevarían a un plano diferente al resto, era su fiesta, el lugar previo a su descanso y Lily quería estar allí.
Cuando subió al carruaje junto a Dorcas Meadowes, quien había decidido invitarla a pasar tiempo con ella y su amiga Marlene McKinnon, deseó que Mary estuviera con ella pero luego del horrible momento que tuvo con Mulciber el curso anterior, había decidido no arriesgarse a ser más víctima de los sangre pura. La carta que le había enviado tenía marcas de lágrimas por doquier. Lily de por si odiaba a los idiotas puristas de Slytherin, pero luego de aquello y de las catastróficas noticias que fueron apareciendo, ese odio fue acrecentado junto al sentimiento de alerta. Ningún nacido de muggles estaba seguro ya en los pasillos de Hogwarts, ni siquiera podía imaginarse lo mal que debían estar llevándolo aquellos que tuvieron la desdicha de nacer de muggles y para colmo acabar en la casa de Salazar. Debía ser el mismo infierno.
Solo era niños que querían aprender magia y lograr cosas extraordinarias, pero es como si el orden natural de las cosas no pudiese fluir porque el orden social se imponía más severamente sobre él. Las verdades a medias, los secretos susurrados en el viento y las risas provocadas bajo la luz del atardecer, ya ni siquiera parecían importar tanto, tenía cierto recelo incluso de Severus, de cualquier Slytherin que pudiese acercársele en la oscuridad de la noche durante sus rondas. En septiembre cuando le había visto pasar despistadamente, su corazón aceleró, sus músculos se tensaron y la sensación de que tu cuerpo se volvía de metal se apoderó de ella, en un calambre incesante hasta que apareció Frank Longbottom. Si había alguien que era contrario a cualquiera de esos maliciosos Slytherin, era sin duda el Delegado de ese año. Un muchacho empático, sincero y preocupado por el bienestar de todos los estudiantes, al que no le daba igual ver a un niño pequeño llorando o a una estudiante en apuros en la biblioteca, él siempre parecía perfecto para las situaciones tensas. Le había ayudado hacía poco, y su comportamiento para con ella fue más que excepcional, logró que sus preocupaciones se marcharan al menos por el resto de la tarde. No estaba obligado a hacerlo, pudo continuar de largo, pero se tomó la molestia de prestar atención, de oírla y aconsejarla, compartir con ella sus pensamientos al respecto y jamás tratarla de una forma en la que se sintiera estúpida. Era un buen chico.
Por lo mismo, cuando se subió al carruaje sonrió apretujada contra Dorcas y Marlene, pero como un reflejo, involuntario y automático, su cuerpo tembló al verle subir tras Frank.
Severus Snape estaba allí, en un pequeño espacio con cuatro estudiantes de Gryffindor y al parecer, especialmente, acompañando a Frank Longbottom. Los cinco comenzaron su viaje hacia Hogsmeade, con Dorcas alzando la voz y acaparando la atención de Frank y Marlene haciéndole preguntas que no estaba oyendo debido a que su antiguo mejor amigo tenía toda su atención. Él simplemente estaba existiendo, sentado junto a la puerta y mirando con interés el exterior como si se tratara de las más espectaculares de las vistas.
No era un adivino y nadie en aquel pequeño espacio necesitaba serlo para sentir la tensión latente. Un silencio gélido, miradas indiscretas volando de aquí para allá, la ansiosa voz de Dorcas llenando los cuatro muros y el techo siendo un punto de interés inusual. ¿Quién miraba alguna vez el techo de un carruaje y le parecía interesante? De la ventanilla podía entenderlo, pero el techo era un sinsentido. Además, aunque Frank evitara pensarlo, preferiría que Severus le hablara en lugar de estar mirando zonas aburridas e inertes. Aún pensaba en que podían hacer luego de ir a la librería y tomar un té, y el tener que decidir solo no le agradaba en lo más mínimo. ¿Y si al final a Severus no le gustaba lo que había pensado? Dudaba que Snape aceptara una segunda cita, si la primera era desastrosa, y ya había comenzado terriblemente.
Cuando finalmente el carruaje se detuvo junto a la estación de trenes de Hogsmeade, Severus, al ser el más cercano a la puerta, fue quien primero abandonó la nave para tomar un paso apresurado que contrastaba con su ligero pero calmado andar, con la espalda recta y el semblante sereno, nada que ver a la curvatura que estaba mostrando su espalda y el ceño fruncido que tenía momentos antes.
━ ¿Vienes con nosotras? Nos quedaremos hasta la noche, podemos volver juntos.
━ No, tengo planes. ━ miró detenidamente a Marlene McKinnon cuando la ayudó a bajar y se sorprendió. Jamás la había visto de cerca. ━ Tienes ojos de distinto color.
━ Que gran noticia, Longbottom. No hemos visto cientos de veces.
━ En palabras de Sherlock Holmes, Como siempre, Watson, ves pero no observas. Mi error claramente, lo siento mucho.
La chica se encogió de hombros antes de volver su vista hacia Lily y Dorcas.
━ ¿Snape ha estado detrás de ti nuevamente? ¿Por qué se subiría al carruaje si no tenía intenciones de abordarte?
Quizá era incorrecto y quizá Severus no quería que se supiera, pero sabía que Dorcas impediría que se difundiera, más aún luego de darle la mirada de advertencia que ambos tenían para ocasiones especiales como aquella.
━ De hecho, ha venido conmigo, Marlene. ━ nadie dijo nada, toda les miraban como si una cabeza de hidra saliera directamente de su cuello. ━ Y creo que se ha espantado. Será mejor que lo encuentre antes de que decida volver al Castillo. Las veré en clase mañana.
Se apresuró en encontrarlo. Se sentía enteramente responsable de lo que podía sucederle a Severus, después de todo era el mayor y el causante principal de que visitaran Hogsmeade en lugar de quedarse a beber chocolate caliente en alguna de las infinitas salas que Hogwarts disponía.
La estación de Hogsmeade funcionaba como una especie de imán, como si el pueblo se hubiese construido pensando que todas las calles debían finalizar o comenzar desde la puerta azul marfil de la boletería. Había demasiadas opciones por donde dirigirse. Al oeste estaban las tiendas más ruidosas y brillantes, algo que definitivamente no era del estilo de Severus, pero al este, todo estaba colmado de las casas de los habitantes. Solo quedaba ir al sur, desde donde podía verse el centro en el cual los ciudadanos realmente transitaban, un lugar serio, con tiendas sobrias que vendían comida y elementos básicos para la subsistencia, una hostelería austera, y por supuesto la famosa librería en aquel pueblo, la única a menos de cien kilómetros de distancia. Debería de estar allí, metiendo su gran nariz en algún libro y preguntando al dependiente si tenía el nuevo ejemplar de esa revista que parecía añorar. El estaba dispuesto incluso a comprársela, no era un problema el dinero para él, podría comprarle cuantos ejemplares quisiera si eso lo hacía feliz.
Su mente divagaba cuando fue jalado dentro de una callejuela entre una despensa y una tienda de artículos de cocina. Todo parecía armonioso en aquel lugar.
━ Has tardado. ━ el ceño de Severus estaba ligeramente fruncido y su voz más baja de la habitual, pero con el mismo deje de desinterés que usualmente portaba. ━ Me estoy helando.
━ Por si no te has dado cuenta, has salido huyendo. Temí por la vida de los transeúntes, ellos no están preparados para el Torrente Snape.
━ Búrlate, supongo que es justo. ━ se apoyó contra la pared y lo inspeccionó de arriba a abajo. Frank no veía nada interesante en su abrigo o en sus zapatos, así que no entendía que podía estar mirando. ━ ¿A qué estás jugando, Longbottom?
Eso desconcertó a Frank lo suficiente como para preguntar a que se refería. Ya de por sí era difícil estar con Severus Snape, acercarse lo suficiente como para que hiciera preguntas por su cuenta, soportar sus huidas dramáticas donde utilizaba sus largas piernas y sus escuetas palabra para con él, como para también tener que dejar espacio en su mente para tratar de entender en que charla se iban a sumergir. Con Dorcas era más sencillo, ella era muy expresiva y decía las cosas sin tapujos, lo mismo sus padres que siempre dejaban en claro lo que querían que hiciera. ¿Por qué Severus no podía ser así?
Bueno, quizá sea eso mismo lo que lo envuelve en esa neblina de oscuridad misteriosa e indescifrable. No sería lo mismo.
━ ¿Por qué una cita en medio de un pueblo? ¿Por qué conmigo? ━ se reclinó más contra la pared de la tienda de artículos de cocina, descansando todo su peso en ella. ━ ¿Te has visto? Es claro que somos diferentes, no solo en la ropa que usamos sino en nuestras maneras de caminar y de expresarnos. A parte de la idea que tienes de que a ambos nos gustan las tostadas, ¿Tienes otro argumento válido para creer que realmente tenemos cosas en común? ¿Las suficientes para que yo decida pasear sin vergüenza a tu lado?
━ Me has dicho que sí, Severus. A mi también me gustarían saber algunas cosas de lo que sucede en tu mente, o siento que jamás llegaremos a nada. ━ se frotó el labio y luego lo mordió. Tenía muchas cosas para decir al respecto. ━ Te he dicho que me paso pensando en ti, es cierto. He llegado a fantasear la idea de besarte, no lo niego, y también he hecho cientos de comparaciones entre personajes literarios y tú. Pensé que así podría tener mejores ideas al respecto, de como eras, la manera en la cual te relacionas con las personas y te desenvuelves en tu cotidiano, pero he fallado rotundamente porque si bien te describo como un personaje en mi mente, al final del día vuelves a ser una persona real y no tengo la menor idea de como funciona eso. Los personajes suelen ser más predecibles.
Ahora que estaba reclinado contra la pared, Frank le superaba por algunos centímetros. Se adelantó de inmediato para obtener su total atención, sin trucos, sin exageraciones, tan solo la distancia perfecta.
━ Solo puedo ofrecerte toda esta tarde para conocernos, un lugar tranquilo, el que desees, no me importa donde; seguramente querrás el té caliente que te prometí y algunas pastas, porque sí, me gustan las pastas dulces, podría comerme toda una bandeja a pesar de lo que mi madre opina al respecto, y creo fielmente que una cita de té fracasa sin pastas . ━ sonrió, trató de parecer dulce y sincero, sin querer presionar más de lo que debía. El incesante cosquilleo en sus dedos le obligaban a no cometer ninguna idiotez, a no soltar palabras ofensivas o que pudiesen entenderse mal. ━Quizá deberías recordarlo porque cumplí años hace poco y me debes un obsequio.
Avellana y obsidiana se unieron en una mirada sostenida, así quería describirlo Frank, como una corriente eléctrica que lo acercó más a Severus, con inquietos dedos y la garganta seca, a escasos centímetros de labios finos y descoloridos. Temía que tan solo al tocarlos se destruyeran, arruinando aquel semblante perfecto, aquella singular mandíbula que se endurecía siempre que tenía sus labios en una fina línea.
Sin importar que el fuera el Gryffindor, el león que tenía el coraje de luchar por aquello que quisiera y superar cualquier obstáculo que se le pusiera en frente con valor y osadía, no fue quién concretó aquel anhelo mudo. No hubo más contacto físico que la unión de sus labios, Severus se había separado de la pared y calmó el suplicio que llevaba atormentando a Frank desde hacía meses.
Fue un beso casto, estático y de un tiempo incalculable. El mareo los había dejado perdidos en el tiempo y en el espacio. Si estaban en una callejuela importaba poco ya, o que tenían toda la tarde para conocerse mejor, o si a la mañana siguiente las cosas posiblemente volviesen a su ritmo usual, donde ambos no eran más que personajes lejanos que vivían inmersos en mundos totalmente diferentes. En aquel momento, solo eran Frank y Severus, no había apellidos, no había estatus sanguíneo, y no había compromisos de por medio, solo existían y eso era más que suficiente. Nada más hacía falta, todo era perfecto, como si siempre hubiesen estado destinados a acabar en aquel lugar, dos jóvenes enteramente desconocidos con un sentimiento que se retorcía en su interior y al cual ninguno de los dos quería poner nombre.
Severus ni siquiera era consiente de cuando había comenzado aquel alboroto en su interior. Él no se había pasado horas pensando en el otro, espiando en la lejanía. A principio del curso solo deseó que esa maldita broma acabase, que Frank se detuviera. Casi dos meses y un beso después, sólo podía rogar que no lo hiciera y que todo fuera real. No era tan indiferente como quería hacerle creer al niño rico.
Una vez con los labios separados pero con la misma mirada de incertidumbre e inexperiencia que antes, con la vacilación de no saber como proceder, Severus tomó las riendas, era momento de demostrar, al menos, una pequeña dosis de determinación.
━ Enero. ━ el desconcierto de Frank era palpable. ━ Cumpliré años en Enero. Si te doy un obsequio, lo justo es que tu también lo hagas.
━ Aún falta mucho para Enero, creo que tendré tiempo de pensar en algo.
━ Tan solo dos meses.
━ Créeme, Severus, en este preciso instante, dos meses me parecen una eternidad.
Ahora sí fue momento de la verdad. Tomó delicadamente la mejilla del menor entre sus dedos y fusionó sus labios. No había un sabor en particular que pudiese resaltar, pero era algo cálido, acogedor, y sus labios se unían tan naturalmente, que hacía sentir que lo hacía era lo correcto, que no era una mera fantasía para huir de su lamentable situación. Severus lo hacía vibrar y no hacía falta un hechizo de por medio, ni una promesa de falsa libertad.
Chapter Text
El lunes durante la clase del profesor Binns, Dorcas tuvo la brillante de someterle a un interrogatorio sobre los acontecimientos llevados a cabo la tarde de ayer.
Había sido un lindo momento al menos hasta que llegaron hacia donde se quemaría el Hombre de Paja a medianoche. Una estatua de siete metros encendida fuego mientras los lugareños tocaban música alegre y frenética, y el alcohol era vendido a bajo precio en unas copas de papel que se utilizaban luego para avivar más el fuego. Consiguió besar a Severus orientado por aquel sentimiento liberador. Nadie parecía incómodo, incluso algunos gritaron cuando se besaron y brindaron con gritos y risas; recordaba que un hombre de unos cuarenta años los abrazaba y cantaba una melodiosa sonata sobre el amor joven y lo hermoso que era igual que una orquídea, antes de callar y recuperarse tan deprisa que parecía imposible. Por supuesto, si unos mortífagos se aparecen en la plaza de tu ciudad, toda la adrenalina en ti, obliga a tus piernas a huir en la dirección contrario a donde se hallaba el peligro.
Recordaba haber tirado de Severus para cubrirlo con sus brazos y aparecerse en las afueras del castillo, donde no soltó su mano ni siquiera cuando corrieron a través de los portones que se volvieron humo al pasar por ellos, tomando su forma original nuevamente, barrotes de hierro negro y encantado. Llegar a la puerta les habría tomado unos cinco minutos más, quizá seis. Agradeció a Merlín que los profesores anduvieran cerca del vestíbulo esperando que aquellos que había decidido quedarse en la celebración volvieran, pero en cuanto ambos entraron coléricos, con la respiración agitada, todos parecieron tensarse y olvidarse que estaban en un noche de celebración, incluso los fantasmas detuvieron sus risas y observaron flotando sobre sus cabezas, curiosos y expectantes.
La Profesora McGonagall había sido la primera en tomarlo de los hombros y exigir saber que sucedía. Severus habló en su lugar, cercano al profesor Slughorn de Pociones, Frank se sentía demasiado afectado, con la sensación de la aparición aún latiendo en su estómago o quizá era el miedo.
━ Mortífagos, en el pueblo, profesora.
Todos los profesores habían corrido hacia fuera y el fantasma del Fraile Gordo se ofreció a dar aviso al director, por lo que en un parpadeo Severus y él volvieron a quedarse solos.
━ La devastación provocada en Europa y América a raíz de los ideales supremacistas de Gellert Grindelwald, es recordada por todos aquellos como uno de los peores sucesos en la historia mágica. Los discursos que el mago oscuro Grindelwald otorgaba a las masas estaban redactados de forma estratégica para convencer a todos aquellos que tenían intereses diversos en su lucha.
La monótona voz del profesor Binns, un fantasma con más años que cualquier otro docente en el castillo, otorgaba una sensación somnífera. Ni siquiera debería estar allí, él no tomaba Historia de la Magia, pero frecuentaba el salón curioso por la naturaleza de aquel hombre muerto. Dorcas sí que llevaba la asignatura, la única de hecho porque su familia no la presionaba demasiado sobre su educación mágica, así que usaban la ocasión para sentarse juntos como en el pasado y hablar de algunas cosas mientras el profesor dictaba fechas y acontecimientos importantes, casi sin darse cuenta que Dorcas y Olive McCowen, la prefecta de Ravenclaw, eran sus únicas estudiantes.
━ ¿Cómo llegaste tan rápido al castillo?
━ Me aparecí a sus afueras. ━ lo comentó como si fuera lo obvio. Nadie podía aparecerse dentro de los terrenos del castillo, era cierto, pero ser Delegado le otorgaban ciertos privilegios como cruzar la barrera y los barrotes mágicos del portón. Era quien debía ocuparse de la seguridad de los estudiantes con ayuda de los prefectos, y simplemente se había quedado congelado en la escalera de mármol mirando hacia las puertas dobles por donde los profesores habían desaparecido. ━ Tengo privilegios, Dorcas, más en estos tiempos.
La chica entendía lo que se refería mientras anotaba el nombre de Albus Dumbledore junto a la palabra Vencedor. No era algo que no se supiera, pero era importante anotarlo. Dorcas sabía que los Delegados eran una especie de rango superior a los demás estudiantes, tenían privilegios como usar baños personales, deambular por los pasillos del castillo hasta medianoche, acceder a Salas privadas escondidas para el resto del alumnado y, ahora que lo sabía, aparecerse cerca del castillo, pero claramente no dentro de él. Era impresionante que Frank fuera tan importante dentro de la estructura del colegio.
━ ¿Llevaste a Severus contigo, pero no a mi?
━ Severus y yo estábamos juntos. Sólo reaccioné. ━ se cruzó de brazos mientras se acomodaba más en aquellas sillas incómodas. La ventana del salón dejaba ver un cielo oscuro y gris, sin ninguna vida aparente, dando la sensación de que el único lugar seguro era dentro de aquello muros de piedra. ━ Intenté volver a la pelea, pero entonces Dumbledore dijo que debía quedarme y organizar a todos, fue intenso.
━ ¿Tuviste miedo?
Ella había sentido el cuerpo acalambrado desde cada extremo de su cuerpo. Incapacitada en hacer algo más que lanzarse al suelo y arrastrarse, siendo jalada por las manos de Marlene dentro de una tienda.
━ Sí. Me paralicé. ━ se mordió el dedo, Binns continuaba hablando de algo que no le interesaba en lo más mínimo. ━ Por el contrario, Severus habló con tanta claridad hacia los profesores, les resumió la situación perfectamente y fue básicamente quien organizó al resto de prefectos mientras yo seguía en una esquina llorando como un niño. Se supone que soy el Gryffindor, quien debe estar acostumbrado a este tipo de situaciones y solo me quedé allí, observando, fingiendo estar haciendo algo.
Todos los estudiantes habían sido recluidos en el Gran Salón por encomienda de Dumbledore, y Severus los había guiado a todos dentro. Estudiantes con pijamas, con las capas aún puestas, arrastrándose desde fuera o quejándose por salir de su cómoda cama. Él había aceptado permanecer afuera con la varita en mano preparado para cualquier cosa que pudiese intentar penetrar la seguridad del castillo y había impedido que Severus le acompañara, en su lugar junto a él se hallaba Pandora Lovegood, la delegada de Ravenclaw. No entendía muy bien como o porqué había sido nombrada Delegada, era cierto que no era requisito ser prefecto antes, pero usualmente tomaban a alguien que sí lo era. Severus y el resto de los prefectos esperaban ansiosos dentro del Salón, esperando instrucciones de Frank o fingiendo hacerlo puesto que Severus estaba encargándose incluso de eso, haciendo las preguntas correctas sobre el panorama fuera y tranquilizándole, recordándole que no era en vano el título de Delegado que poseía.
Frank había tenido ganas de tomar su mano y poder armarse de valor, pero debería pesar que lo haría luego como recompensa por su valentía.
━ Si no pude con esa primera impresión, ¿Cómo será cuando sea un Auror?
━ Todos tenemos miedo. ━ ambos muchachos Gryffindor se voltearon hacia su derecha, donde Olive estaba sentada con la cabeza mirado al frente y tomando notas de aquello que Binns estaba explicando sobre el uso de los encantamientos compulsivos en discursos para embellecer las palabras y exaltar la emoción de los oyentes. ━ Sólo recuerda que algunos tenemos miedo todos los días, a cada hora y segundo. Recuerda que aún así plantamos cara a las situaciones. No creo que seas un cobarde, Frank Longbottom, sólo eres un joven igual que el resto de nosotros tratando de vivir una vida normal mientras hay una guerra que trata de llegar a nosotros. Estoy segura que serás un grandioso Auror, solo te falta práctica.
Severus había sido muy reacio a hacer rondas durante todo el tiempo que llevaba de Prefecto, pero aún así sabía que no estaba bien ignorar sus responsabilidades y besarse con el Delegado del curso detrás de un tapiz en el segundo piso. Los labios de Frank eran suaves y tersos, lo suficientemente gruesos como para dejarse llevar y mordisquearlos un poco, a diferencia de los suyo que eran una línea recta sin gracia, pero ni siquiera eso era capaz de distraerlo lo suficiente como evadir sus pensamientos que no daban tregua cuando querían fastidiarlo. A veces sentía que él y su mente eran dos personas en lugar de dos partes que unían un todo.
━ Creo... que deberíamos detenernos. ━ Frank parecía no hacerle caso, pero sonrío en el beso antes de finalmente separarse y apoyarse en su pecho por algunos segundos. Era casi molesto el estirón que Severus había pegado en el verano. ━ Es tarde, el toque de queda comenzará a valer también para nosotros.
━ Por supuesto, Severus, porque sería la primera vez que estamos fuera de la cama a las once de la noche. ━ se alejó del menor para apoyarse contra el otro lado del pasillo. A lo lejos, de una forma mágica, estaba la entrada que llevaba a la Torre de Astronomía. La noche estaba hermosa como para evitar pensar en las estrellas. ━ Mañana hay luna llena.
La sonrisa sarcástica con dientes de Severus hizo a Frank reírse en un suspiro.
━ Sí, eso suele significar que el ciclo lunar está llegando a la mitad. No soy una mujer, no tengo periodo como para que me interese.
Frank lo dejó pasar. Así era más sencillo. En las dos semanas que llevaban escondiéndose por los pasillos para besarse, también hablaban y se mostraban relajados. Severus tenía un sentido del humor ácido y sarcástico, molesto en algunas ocasiones, pero solía dar a entender que acababa de decir un sinsentido. Frank continuaba siendo un tanto enigmático, como los escritores de los libros que tanto amaba. Pero la realidad lamentablemente no era un libro.
━ Podríamos ver los astros juntos. El cielo se despeja con su luz y hay constelaciones increíbles.
━ No sabía que te gustaba la astronomía.
El calor invadió sus mejillas, tan rojas como los rubíes que caían en el reloj de Gryffindor. ¿Que si era tan estúpido como para hacerle caso a Dorcas y tener una cita romántica a la luz de la luna con sándwiches y pastel?
━ No me gusta, Severus. ━ susurró y se volteó en su dirección. ━ Pensé que podía, ya sabes, ser romántico. Habrá comida, sándwiches y pastel. Sería como una cita.
━ ¿Como una, o una?
━ No lo sé, ¿Es diferente?
El Slytherin se acercó de nuevo. Estaba todo tenso de nuevo, a ambos les costaba aún abrirse completamente, pero habían acordado que se esforzarían.
━ En una cita podemos besarnos, en Como una, creo que no.
Sus miradas se encontraron en la oscuridad del pasadizo. Brillaban entre otras cosas, por el deseo y la excitación, por el nerviosismo y claro, por el polvo. Estaban completamente irreconocibles para cualquiera que supiera verlos normalmente.
━ Es una cita, si quieres, Severus.
━ De acuerdo, Long... Frankfurt, es una cita.
Cuando Frank arribó a su Sala Común, se sorprendió de ver la chimenea a todo dar. Pero eso no fue todo. Frente a ella se hallaba un enfermizo Remus Lupin. Aunque quisiera, no podría ignorarlo.
Resignado encaminó sus pasos hasta el cómodo sofá. La suave textura hizo que sus párpados temblaran. Quién diría que besarse por casi una hora agotaba tanto.
━ Hola. ¿Te encuentras bien?
El chico asintió con la cabeza, al menos hasta que la volteó lentamente hacia él. Su rostro de repente tenía un semblante acusador.
━ Has estado con Snape.
━ Vaya, chico bestia. ¿Cómo sabes eso?
Se encogió de hombros. ━ No lo ocultas, pero nadie está hablando de ello. ¿No estás comprometido? ━ el anillo comenzó a sentirse pesado en su dedo anular. ━ Bueno, supongo que no es asunto mío.
━ Es cierto, no lo es, pero te he visto hablando con Severus antes. ¿Sois amigos? ¿Estás tratando de cuidarlo?
Las llamas crepitaban con fuerza. El otoño finalmente estaba dando lo mejor de sí durante las noches. El invierno seguramente sería el triple de frío, aunque esperaba que más seco. Llevaba tres túnicas sucias esa semana debido al barro que provocaban las lluvias finas.
━ Dudo que Snape me considere su amigo. Es solo curiosidad, hace mucho tiempo que las cosas se han mantenido idénticas, no hay noticias buenas corriendo por los pasillos, solo comentarios hirientes y llanto. Una guerra se está batiendo allí fuera, creo que algunas cosas son imposibles de detener, como el amor o el sexo. ━ suspiró como si algo le doliera. ━ Sirius no ha dejado de desaparecer cada noche desde el último avistamiento. Le duele que su familia esté metida, trata de fingir que está bien ahora que no tiene a James al cien por ciento.
━ Ah. ━ en realidad no le importaba con cuantas personas se acostaba Sirius Black. De hecho preferiría no tener detalles de aquello. ━ ¿Hablas de Potter? ¿Le ha pasado algo?
━ Se ha estado divirtiendo solo.
Vale. Era muy esclarecedor.
━ No está mal supongo.
Pero Remus claramente quería hablar. Lo necesitaba al parecer.
━ Sus vidas son lamentables, Wa wa, la chica que me gusta no me hace caso, Wa wa, mi familia es monstruosa así que llorare en una pila de dinero que mi abuelo me heredó mientras creo que se lo que es sufrir. Wa wa, soy tan estúpido que no tengo razón de existir sin James o Sirius. Estoy harto de todos ellos, ¡por Dios! ¿Algunas vez creiste llegar a tener amigos así de idiotas? Les importa una mierda todo porque están a salvo en sus colchones de oro y su pedigrí. Adivinen qué chicos perfectos y privilegiados, hay personas que realmente estamos sufriendo.
El sueño lo terminaría tumbando y seguramente llegaría tarde a su clase de Pociones dobles, pero valía la pena. Se quitó el abrigo y se tiró al suelo junto al muchacho de piel canela. Se estiró antes de ponerse de costado y darle a entender que realmente estaría escuchando todo lo que tuviera para decirle.
Remus lo captó de inmediato y antes de volver a despotricar, en sus ojos brilló la vergüenza y en agradecimiento.
━ ¿Soy egoísta por pensar que mis problemas son peores que los de ellos?
━ Oh, totalmente. Sin embargo, ━ le interrumpió rápidamente. ━ no creo que eso te vuelva una mala persona. Estás exteriorizando como te sientes y créeme Remus, no hay nada de malo en ello. No tienes porqué lamentarte, pero quizá podrías plantearselo a tus amigos. ¿No es así como funcionan las relaciones?
━ Nunca he estado en una relación.
━ Las relaciones no son únicamente amorosas.
El chico tiró su cabeza hacia atrás.
━ Tengo dieciséis, padres sumamente preocupados, amigos idiotas y un montón de ideas ridículas.
Luego de un largo rato de silencio, Remus se acomodó para quedar frente a él.
━ Nunca he besado a nadie. ¿Qué pasa si otra batalla surge como en Hogsmeade? No quiero morir virgen.
━ Ustedes los más jóvenes están obsesionados con la virginidad.
━ Pues lo siento fósil andante, no todos tenemos la experiencia de toda una vida.
Ambos se rieron suavemente observandose. Estaban lo suficientemente cerca como para sentir el calor del otro.
━ No es la gran cosa.
━ ¿Entonces por qué estamos tan obsesionados?
━ Porque son insufribles que quieren conocer el mundo a corta edad. ━ respondió cerrando los ojos y tirándose contra el sofá. ━ Todos fueron engatusados por la incertidumbre y la curiosidad. Nuestro cuerpo es ante todo, un ser sexual. No existiríamos sin tocarnos, es una necesidad básica para el bienestar, el cerebro está en constante búsqueda del placer.
━ ¡Vaya! No sabía nada de eso. ¿Dónde lo has aprendido?
━ Libros. Si deseas te presto unos, hay muggles totalmente geniales diciendo disparates que no hacen más que maravillarse. No tengo ni la menor idea de lo que es un Humor, pero parece que eran cosas importantes en el pasado.
━ ¿Eran?
━ Los muggles ━ explicó ━ están en la constante búsqueda de la verdad. Esa es su magia, su curiosidad. Pero al parecer la verdad no es algo absoluto, es más bien una creación del entorno social en que viven, algo que ellos crean mediante el consenso.
━ No entendí nada.
━ Descuida, ni siquiera lo entiendo yo.
Volvieron a reírse y cuando la entrada del pasillo se volvió a abrir, Sirius Black apareció por ella. Completamente desarreglado, con claros indicios de sexo en él y con un pitillo en sus labios. Pero sorprendentemente no parecía relajado, en ese somnifero sexual que causaban las hormonas en su cerebro, sino que su ceño fruncido y su cuerpo tenso, le decían que algo andaba mal. Si Frank no leyera libros de psicología y literatura narrativa, y no fuera un nato observador jamás podría identificar las emociones humanas y por ende no podría afirmar que Sirius Black estaba celoso.
Chapter Text
La brisa de la noche estaba siendo la peor enemiga de Frank en aquel momento, porque el olor a la comida le recordaba donde estaba y con quien, lo que estaban haciendo y cuan bien se sentía.
Porque sí, él, Frank Longbottom y Severus Snape, estaban sentados en la cornisa del balcón de la torre astronómica, con el cielo brillando con la luna llena e iluminando las estrellas que otros día son completamente invisibles. Estaban a nada de precipitarse al vacío de no ser por las barras de metal, que si veías desde fuera, parecían encarcelarlos dentro del castillo, como prisioneros de cuentos de hagas.
A Frank le gustaba imaginar, fantasear con aquellos cuentos que no pasarían nunca jamás en la vida real por lo convenientes que resultaban sus tramas o lo patéticamente cursi. Era por algo que le llamaban fantasía ¿no? No por los Dragones o las hadas, o los duendes y las bestias antropomorfas, sino por la representación exagerada que daban del amor y de como te imponían a creer de niño que esto sucedería así.
── Mi madre contrató a una squib para cuidarme de niño. Una nodriza porque también me dio de comer de su pecho.
La tos de Severus se hizo presente, haciendo que sonriera. Hacía tiempo que el menor estaba comiendo y Frank, siguiendo su asco natural de ver comer a las personas, se había hundido en sus pensamientos y mirando al más allá, al horizonte inexistente por la negrura de la noche y a los focos de luz que representaban las estrellas.
── ¡Merlín! Trato de comer, no que me digas que una squib te amamantó. ── lo miró de reojo y finalmente se dio la vuelta para apoyarse de espaldas a la barandilla. Podría sentir el metal, pero su abrigo le impedía sentir el frío penetrante. A pesar de ser una noche tranquila y cálida, continuaba haciendo frío dentro de los muros del castillo. El invierno se acercaba. ── No me mires así.
── ¿Así cómo, Severus?
── Con esa mueca pretenciosa, como si supieras algo que el resto de los mortales no.
── He estado pensando. ── lo ignoró agitando la varita y guardando toda la comida en su bolso, para enfado de su acompañante. ── Oh vamos, no te puedes pasar toda un cita comiendo.
── ¿Quieres averiguarlo?
── Preferiría hablar.
Severus Snape muchas veces podía ser desconsiderado pero aquella noche parecía más amable que otras noches. Preguntó al respecto, pero evadió su pregunta rápidamente con un beso que Frank tomó con mucho gusto. ¿Qué más daba si parecía más relajado? ¿No podría ser él la razón de todo aquello?
── Te he visto metido en tus pensamientos. ¿A que viene eso de tu Nodriza?
── Madre quizá debió haber contratado a una persona que no conociera tantos cuentos infantiles. Ambas me arruinaron la vida. ── recordó a aquella joven mujer, había perdido a un hijo y su madre la había contratado para darle el pecho, aunque luego le dejó seguir trabajando en la casa para cuidarlo como un elfo doméstico no podría. ── Madre le decía Charlotte, pero se llamaba Loretta Baudelaire, era joven recuerdo, no habrá tenido más edad que nosotros ahora. Se embarazó joven, claro, y el estrés la hizo abortar en un periodo avanzado. Su mayor error fue contarme esos ridículos cuentos de príncipes y princesas, de brujas malas y hechiceros de grandioso poder. Siempre había amor de por medio, el cual se hoy que era falso. Nadie puede amarte si eres una bestia, ni siquiera la mejor de las personas.
── ¿A qué viene eso?
── No lo sé, comencé a pensarlo simplemente. Creo que siempre supe que aquella persona que se enamora con solo verte, no es más que un farsante. ¿Cómo sabes como soy si te enamoras de como me veo?
── Las personas feas se lo llevan mejor, entonces. No tienen ese problema, las personas se enamoran realmente de lo que son.
Sabía que estaba siendo sarcástico, quizá un poco autorreferencial. Lo dejó pasar, no estaba para debatir sobre la belleza de Severus.
── Es difícil para mi. Es tan sencillo atraer a gente falsa cuando tienes mi rostro. ── se apresuró a mirarlo. ── No estoy siendo narcisista, simplemente franco. Muchas chicas se han acercado durante años, ofreciéndose a brindarme calor, a ser novios, a salir juntos. Completas desconocidas. Sin embargo, Alice jamás me ha visto, nos hemos escrito cartas durante un año y está perdidamente enamorada de mi.
── ¿Es ese el problema? ¿Deseas que tu prometida no te ame?
Se encogió de hombros cuando abrazó sus piernas y cerró los ojos.
── Es extraño. Siempre supuse que el amor a ciegas era imposible. Como humanos tenemos necesidades, como tocar y ver, o probar, podemos volvernos locos si no nos satisfacemos. Pero Alice, cree conocerme, cree conocer a la persona que se esconde tras aquellas palabras.
── ¿Has mentido en sus cartas?
── Jamás, incluso he sido grosero para desagrado de mi madre. Me piensa como alguien sensible y que tiene mucho potencial, es la única persona de mi familia actual o futura que cree que estoy haciendo bien en seguir un camino propio, de ser auror. Y me molesta, ── respiró profundo al sentir sus ojos picar. ── Porque se supone que es mi familia la que debería apoyarme en mis proyectos de vida. Deberían estar felices que pueda decidir y tener la valentía de intentar algo a pesar de existir la posibilidad de fracasar.
── Es imposible que fracases en algo, Frankfurt. Lo quieras o no es parte de ti eso de dar lo mejor.
En medio de aquella noche, volvieron a mirarse.
Tan solo había necesitado dos semanas para saber que la actividad que más le gustaba hacer con Severus, era mirarlo a los ojos y que él también lo viera. Se sentía vulnerable cuando lo hacía, desnudo ante prácticamente un desconocido que al igual que él estaba siendo conducido por un arrebato incoherente de coraje.
¿En qué se estaban metiendo? Jamás podrían ser nada, y allí estaban, observándose como a quien se le devela un mundo nuevo con un sinfín de maravillas, listas para ser admiradas.
¿Es que acaso no sabían que aquello no tenía futuro? Y a pesar de eso, la sensación de sus labios chocar era tan vigorizante, como una corriente eléctrica viajando por todo su cuerpo en instantes, desatado cada nervio y volviéndolo sensible al tacto de incluso una brisa perdida.
¿Estaba mal preguntarse si Severus alguna vez se había enamorado? Aquello no le quitaba el sueño en sí, pero le hacía darse cuenta que eran completos desconocidos. ¿Besar a Alice sería igual, sentiría aquel cosquilleo en las manos y en la frente? ¿Resecaría su boca de la ansiedad? ¿Podría siquiera satisfacerla en la noche bajo la privacidad de las mantas nupciales?
── Frank...
── ¿Por qué nunca me hablas de ti?
── ¿Disculpa? ── Severus le había oído, ambos lo sabían, así que Frank prefirió morderse el labio y esperar respuesta que decir otra cosa. ── Es solo que... No lo sé, no es interesante.
── ¿Te has enamorado, Severus?
── P-pero. ¡Agh! ¿Pero que dices?
Se levantó a toda prisa y comenzó a respirar deprisa.
El cabello negro comenzó a mecerse en el aire y su cuerpo seguía los movimientos de su respiración agitada. Sus nudillos estaban poniéndose más blancos, si era posible, por la fuerza con la que apretaba sus manos alrededor de la barandilla. Tenía los ojos cerrados y cuando Frank se levantó y le tocó el hombro, este lo corrió bruscamente.
── ¿Somos así? Creí que tan solo íbamos a intentarlo, es solo... una aventura. ¿Por qué tenemos que hablar de estas cosas? ¿No podemos simplemente besarnos y dejar de pensar?¡Estoy harto de pensar! ── golpeó con la palma la barandilla. ── Mi cerebro no hace otra cosa, Frank. ¡Piensa, piensa piensa! Y me está destrozando. ── Frank podía ver como sus ojos se ponían brillantes a medida que gritaba. ── ¿Sabes cuanto me duele verla sonreír por los pasillos? ¿Cuánto me duele ver que es feliz y que jamás le hice algún tipo de falta? ¡Es una mierda! ¡Enamorarse es la mierda más grande del mundo y deberías estar feliz, porque no hace otra cosa más que ilusionarte, para luego enredarte en su juego y usarte, hasta que se cansa y te deja a un lado, pero vuelve, siempre vuelve por más y te hace sentir valorado, porque no importa cuantas veces te deje, tienes que seguir fiel y esperarle porque solo sirves para eso, pero todo se va al mismísimo infierno cuando la cagas, porque no hay vuelta atrás, ella sí puede cometer errores pero tú no, y es tan jodidamente injusto!
── ¿Severus?
── Y lo peor es que prefiero que sea feliz aunque no me corresponda. ¿Qué clase de mierda es eso? ¡No quiero que sea feliz con otra persona! ¡No quiero verla sonreír con algún otro idiota, porque durante años me juró con sus ojos que esas sonrisas eran solo para mi y fui tan iluso como para creerle! ── se abrazó a sí mismo, ahora sí que estaba llorando. ── El amor te jode ¡Te deja bien jodido! ¿Por qué debo sufrir por eso?
── Hey, hey. Ven.
Lentamente ambos se fueron acercando y Frank a pesar de estar algunos centímetros por debajo, consiguió hacer que se recargara en él en un abrazo, que pronto los dejó contra la pared y los hizo deslizarse hasta el suelo. Era incómodo al principio, pero mejoró cuando Severus se acurrucó entre sus piernas temblando. No lloraba en demasía, sólo temblaba, quizá por la furia, pero eso a Frank no les interesaba, solo estaba preocupado.
Era cierto que apenas llevaban dos semanas haciéndolo, pero durante algunos meses había estado realizando una pecaminosa tarea conservativa. Toda su vida le habían enseñado que los muchachos no lloraban, que debían ser los sostenes de cada relación, que él debía actuar siempre como si nada le doliera, como si nada le afectara. Su padre se lo había demostrado clavándose una pluma en la pierna.
── Shh, tranquilo.
── ¿Es tan difícil amar a alguien como yo?
Frank se asustó con lo que su mente respondió.
── N-no. ── dijo dubitativo concentrándose nuevamente en ese horizonte invisible. ── Es solo que... es lo que digo, Severus. No puede enamorarte de alguien que no conoces, y si no te ama es porque quizá jamás se interesó en conocerte. ── respiró profundo. ── Severus, mírame. Severus... por favor.
El chico se alejó un poco aún recargado en el suelo y le miró. Aún estaban lo suficientemente cerca y el cabello le caía desordenado por ambos lados del rostro. Se veía hermoso con la luz del cielo alumbrando sus ojos cristalizados por las lágrimas, su labios y nariz enrojecidos lo hacían ver más vulnerable, y en cierta medida más atractivo. Sonrió al ver sus largos dedos peinar su cabello y tembló ligeramente imaginando lo que podría hacer con ellos sobre su propio cuerpo. Mentiría si dijera que jamás lo había pensando, y se iría al infierno si juraba jamás haber sentido cosquillas que le incitaban a más cuando se besaban o cuando recordaba cada beso.
── Severus, yo sí quiero conocerte.
Y Frank no mentía, pero aquello realmente le daba miedo.
── Se que no es igual, pero estoy aquí y lo estaré siempre que necesites hablar con alguien. Podrás confiar en mi siempre.
¿Fue un idiota al creerle? Severus en un futuro sabría que sí, pero a veces era más dulce escuchar falsas verdades, que sufrir por la indiferencia a vivir aislado y solitario, sin jamás haber intentado probar aquello que llamaban amor. Estaba condenado desde que aceptó aquello, simplemente tardó demasiado en darse cuenta. El amor no era con lo que podía jugar.
── ¿Confías en mi, Severus, lo suficiente para dejarme conocerte?
── No. ── respondió acercándose más. ── Pero no me dejarás otra alternativa, te lo dije, siempre das lo mejor de ti en todo. Esta no es excepción.
Y finalmente lo besó, y fue como si todo, volviera a estar en el lugar correcto y el mundo se hubiese calmado luego de una tormenta. Todo estaba bien, todo estaría bien . . . ¿Verdad?
Chapter Text
Los exámenes del primer tercio de año estaban a solo un mes de distancia, y en lugar de estudiar como era costumbre para Severus, de repente su rutina había cambiado, pasando de los libros y prefiriendo besar y mordisquear los labios de Frank Longbottom contra las estanterías de la sección prohibida de la biblioteca. No iba a negarlo, prefería oír las pequeñas risas como campanillas que salían de los labios de Frankfurt, que tener que leer un libro mal escrito de pociones que su profesor les obligaba aprenderse a pesar de no ser aptos para los EXTASIS.
Todo pasaba muy deprisa, pero aún así los días se sentían eternos entre las pesadas clases de nivel EXTASIS, las rondas de Prefecto y las escabullidas que se tomaba con Frank a cualquier momento. A eso debía sumarse las sesiones de estudio y el esquivar por todos lados la mirada de escrutinio que Lily Evans le dedicaba desde Halloween. Sonaba fácil, claro, cuando no había que preocuparse por ataques mortífagos y en saber si una nueva lechuza traería la noticia de muerte de tu familia.
Últimamente, las masacres parecían incrementarse.
── ¿Has sabido lo de Turner Brown? Le han calcinado a toda la familia con fuego demoníaco. Ha decidido abandonar Hogwarts para sumarse al ejército del Ministerio. Menudo idiota.
── Se lo merecían por amistarse con los muggles. ── la voz de Mulciber lo distrajo de su lectura. A pesar de tener las cortinas de su cama cerradas, sentía la penetrante mirada del muchacho atravesarlas como si fuera fuego. El odio y el asco inundaba cada facción suya, ni siquiera habría necesitado verle para saberlo, todo el lo mismo siempre con ellos. ── ¿Qué ha pasado con tu amiguita, Severus? ¿Se ha enojado contigo, la sangre sucia?
Apretó los dientes y aferró sus uñas al libro. ¿Cómo osaba dirigirse a Lily de aquella manera? Su enojo creció al recordarse, que él también lo había hecho.
── Si quieres, puedo darle una visita durante las rondas esta noche. ── dijo tentativamente, acercándose a su cama y apoyándose contra el dosel. Avery le miraba con una sonrisa desde su cama junto al idiota de Mason Ulrich. ── La otra vez me quedé con ganas de aquella niña. ¿Cómo se llamaba? ¿Mary? Las vírgenes suelen ser dulces, más cuando tratan de zafarse de tu agarre.
El coro de risas lo perturbó incluso más, como si aquello fuera posible. ¿Qué es lo que diría Lily en el pasado? ¿Aléjate de los problemas, Severus? Suerte que ya no estaba allí para funcionar como su conciencia.
── Me pregunto si el coño de Evans será moreno, rodeado de pecas y pelirrojo. Me prende pensar en esa sangre sucia gimiendo bajo de mi y gritando...
── ¡Sectumsempra!
Oh, Merlín.
── ¡Tío!
── ¡Estás demente!
── Es muy posible. ── murmuró jadeante. Sonrió mientras tomaba su libro de la cama, y pasando junto al cuerpo sangrante de Mulciber, se agachó a su altura. ── Por mi puedes morirte, aún no creé un contra hechizo.
Cuando salió de la puerta del dormitorio, sabía que Dumbledore estaría furioso, pero su mente en aquel momento estaba más enfocada en hacer otra cosa que en preocuparse por las repercusiones.
Salió de la Sala Común oyendo los gritos de sus compañeros tras de sí, y de las mazmorras, subiendo las escaleras del vestíbulo y aventurándose por los pasillos del tapiz. Los retratos le miraron como siempre al pasar cualquier alumno, cuchicheando tras él y llevando rumores y chismes por todo el castillo. Eran más molestos muertos que vivos, a decir verdad, siempre exigiendo y exigiendo. ¿Qué más les daba un poco de luz de noche? Estaban muertos, eran retratos, ni siquiera deberían experimentar nada.
Le llevó casi media hora subir todas las escaleras movedizas y llegar al séptimo piso, pero valió completamente la pena, cuando vio que un niño estaba ingresando por el retrato de la Dama Gorda.
Respiró profundamente y corrió para hacer al niño a un lado tras el grito del retrato exigiéndole que se retirara de la Sala, pero todo aquello que oía dejó de importar, si el mundo se detenía y se precipitaban al vacío, daría igual, él seguiría sujeto a la tierra tan sólo viendo aquella sonrisa y sus ojos verdes.
── ¿Severus?
── No puedes estar aquí, fenómeno.
── Cállate, Sirius.
Se encaminó hacia el sofá frente a la chimenea donde la pelirroja estaba con sus amigas hablando. Toda la sala común estaba gritando exigiéndole que se marchara de allí de inmediato, pero él sólo tenía ojos para ella, su mundo era Lily Evans.
── Necesito hablar contigo.
── Vete, Severus. O llamaré a la profesora...
── Llámala, me da igual. ── se acercó más y se arrodilló junto al sofá. ── Lo siento tanto, Lily, eras mi mejor amiga, pero también eres la única persona que me importa en esta vida, no puedo simplemente dejar que todo se vaya al caño.
El ruido ya se hacía presente también fuera de la habitación. Era muy posible que lo expulsaran, pero luego de tanto tiempo siguiendo el designio que todos tenían para él, quizá había llegado el momento de romper todas aquellas ridículas reglas y enfrentarse con todo a la realidad. Si moría en un ataque, le daba igual, mientras tuviera el perdón de Evans.
── En serio lo lamento. ¿Es que acaso las personas no podemos equivocarnos? Cometí errores, Lily, no puedo pedirte que me creas a mi, pero podrías tener fe, en que tal vez no soy tan mala persona como he creído durante toda mi vida, que no soy ese monstruo del que hablaba mi padre.
── Deja el discurso, Snape, todos sabemos que eres un Slytherin.
James Potter lo levantó del suelo y lo obligó a mirarle el rostro. A diferencia de los ojos avellana de Frank, aquellos le provocaban asco y odio en mismas cantidades. Se soltó con furia de su agarre y lo ignoró, o trató, porque este volvió a ponerle las manos encima.
── Vete de aquí serpiente, todos sabemos que el veneno lo traes de nacimiento. Si no fueras egoísta quizá hubieses quedado en Ravenclaw, pero eres una rata.
── ¿Y eso que tiene que ver, Potter? ── la voz sedosa de Frank se oyó por encima de todos, y para sorpresa de Severus, no sonaba tan calmada y empática como solía, sino autoritaria y seria. ── Suéltalo.
── No te metas, Frank, esto es entre nosotros. Siempre es así, ¿Verdad, Quejicus? Eres tan idiota que no te das cuenta que jamás estarás a la altura de Lily.
── Vine a hablar con ella. ── rechinó sus dientes. Una cosa era meterse en líos con un maldito violador, otra muy diferente, con James Potter cuyo único delito era ser un idiota. Estaría seguro que Dumbledore entendería. ── Si me disculpas.
── No, no lo hago. ── comenzó a arrastrarlo. ── Lárgate.
── ¡Suéltame!
── ¡Potter, te he dicho que te alejes! ¡Diez puntos menos a Gryffindor!
── ¿Qué te pasa, Longbottom? ¿No ves que el maldito enemigo? Nuestras familias mueren por culpa de puristas como este idiota. Me sorprende que no lo veas.
La tensión se fue haciendo más presente cuando Remus Lupin se acercó y decidió intervenir por primera vez. Se lo debía y aunque había tratado de hacer caer en cuenta a James y a Sirius de la situación que había hablado con el muchacho Slytherin, no había logrado ningún avance significativo.
── James, no vino por ti, deja el drama.
── ¿Lo defiendes?
── James, por favor. ── avanzó hasta quedar junto a él, a escasos centímetros de su rostro, donde pudieron observarse perfectamente a los ojos. ── Se lo debemos.
── ¡No le debemos nada a Quejicus!
──Por culpa de sus amigos, Mary tuvo que irse.
── Llame alguien a la profesor McGonagall.
── Ya déjenlo en paz, sólo quería hablar con la chica.
── Es un Slytherin, sáquenlo.
── Dejen de ser tan idiotas.
── ¿A quién llamas idiota?
Severus no supo bien que momento, pero alguien lanzó un golpe muggle y pronto Frank tenía a James Potter encima de él recibiendo tremenda golpiza, mientras era ayudado por Remus Lupin a levantarse del suelo luego de que Sirius Black se le hubiese lanzado encima como un loco.
Pudo divisar a Dorcas Meadowes corriendo hacia James y abalanzándose sobre su espalda, en una clara declaración de guerra por tocar a su mejor amigo. Lily estaba en algún lugar gritando y a nadie parecía importarle que el fuego se hubiese consumido en su totalidad, ya que tanto ajetreo mantenía caliente la sala.
── Mira lo que has hecho, Evans.
── ¿Disculpa? No todas podemos ser la perfecta Marlene McKinnon.
── No te hagas la víctima. Siempre fuiste la misma perra controladora.
Severus tuvo serias ganas de golpear a aquella muchacha cuando las vió cerca de la puerta, pero Evans le ganó al sentarle un puñetazo en su nariz.
── ¡Mierda!
── ¿Estás bien? ── alcanzó a decir mientras llegaba a su lado, seguido de Remus Lupin que alejaba a Sirius de su camino.
── ¡Por si no te has dado cuenta, la mayoría aquí se está golpeando o alentando ridículas peleas y ahora creo que me rompí la mano! ¡Así que creo que no! ¿Por qué todo lo arruinas? Puedes irte al demonio, Severus Snape, siempre será la misma cucaracha amante de las artes oscuras. ¡Eres igual a Mulciber!
Remus nuevamente tuvo que intervenir, porque sinceramente, tenía ganas de darle una cachetada. ¿En serio estaba enamorado de una persona como Lily Evans?
── Marlene tiene razón, eres una perra.
── ¡Dorcas!
Todos giraron ante el grito de furia de Frank y vieron como Potter le daba un cachetazo de revés que la tiró al suelo.
── ¡Hijo de puta! ¡Nadie toca a mi amiga!
Frankfurt volvió a lanzarse contra el idiota, y fue cuando Severus lo sintió. Quiso llorar nuevamente, quiso desmoronarse y que alguien le dijera que todo estaría bien, quería a alguien que realmente lo apreciaba y en aquel momento de su vida, a pesar de cuanto quisiera negarlo, Frankfurt Longbottom era la única persona que lo haría sin juzgar, en silencio y con el aprecio. Quizá, besarse no era lo único que hacían, quizá, realmente él y Frank se estaban acercando a algo más parecido a ser amigos. ¿Quién podía afirmar o negar que en tres semanas alguien podría formar lazo alguno?
Él se lo había dicho, no podías amar a alguien sin conocerlo y Severus comenzaba a querer a Frank a medida que iba haciéndolo. Es muy posible que por esa misma razón, se lanzó en su ayuda. Si lo expulsaban, no le importaba en realidad, ni siquiera la magia era tan importante como Frank en esos segundos de euforia.
Por suerte para él, antes de lanzarse a la acción, el silencio volvió a crearse en aquella acalorada sala común. La profesora McGonagall había llegado, y no venía sola.
── ¡SILENCIO!
Su cuerpo tembló cuando oyó la voz de Dumbledore. Su corazón bombeó acelerado y se prohibió a mirar a nadie más que a aquel hombre de ojos azules.
── Severus Snape, acompáñame.
── Mierda.
Todos los estudiantes se alejaron de él mientras hacía el camino de salida. Todos los Gryffindors estaban expectantes, temerosos y eufóricos. Algunos se habían puesto a pelear entre ellos por razones ajenas a Severus, como si alguien hubiese dejado rienda suelta para que revelaran todo aquello que odiaban del otro, para gritar por fin lo que se guardaban dentro de su corazón. Era una locura.
── ¡Habéis deshonrado a la Noble Casa de Gryffindor esta tarde! ¡Castigo para todos y esta insubordinación les costará todos los puntos de su casa! ¡Es inaudito! ¡Jamás, en todos mis años, enseñando...!
Los gritos de la profesora McGonagall se oyeron incluso un piso por debajo. Severus estaba demasiado nervioso como para pensar en cual sería su futuro, y por primera vez en seis años, las paredes y el techo, le parecieron fascinantes.
Para su sorpresa, no fue el Despacho de Dumbledore a donde se dirigieron, sino que pasado el tiempo, se acercaban más y más a la zona oeste del castillo, donde quedaba la Torre del Reloj, donde solía patrullar, y finalmente, llegar a la Enfermería del Colegio, donde Madame Pomfrey, la sanadora, estaba esperando fuera con varios de los muchachos enfermos por gripe u otras dolencias. Lo más extraño de todo era que los alentaba a volver a su sala común; Madame Pomfrey jamás dejaba que nadie se fuera a menos de estar completamente segura de haberlos curado.
── Profesor Dumbledore, es usted. Por fin. Dejen paso al profesor, vamos, con cuidado.
── Gracias, Poppy. Severus, pasa.
La manos de Severus estaban frías cuando entró en la enfermería, pero aquel sentimiento que lo atravesó cuando finalmente llegaron a la última camilla, fue como si cientos de dagas de hielo se le clavaran en la columna.
Mulciber estaba allí.
── Nos dijeron que lo hiciste tú, Severus. Mientras trataba de curarlo, Poppy lo examinó completamente y se llevó una amarga sorpresa. Me llamó de inmediato. El señor Avery lo trajo junto a otros estudiantes de Slytherin, y claramente no querían marcharse debido a eso.
Muerto. Su cuerpo se movía levemente, pero Severus sabía que era producto del rigor mortis, había leído de eso en un libro muggle hacía tiempo. El cuerpo se relajaba pero luego los músculos se contraían provocando el súbito movimiento de sus extremidades.
── El señor Mulciber quizá no merecía morir de esta manera, pero tampoco merecía seguir los pasos de su padre.
Fue entonces cuando se acercó más al cadaver que la vió. Seguía formando remolinos inquietos en su antebrazo, mutando y cambiando de forma. Parecía una serpiente inquieta que sabe que algo malo ha pasado, que las cosas no están del todo bien.
── Un Mortífago frente a nosotros.
── Violó a Mary Macdonald. ── sin embargo, aquello no sorprendió al anciano. ── Pero usted ya lo sabía, por supuesto. ¿Cómo es que no hace nada ante eso, pero permite la existencia de mortífagos tras los muros?
── No puedo saberlo todo, Severus, no soy tan poderoso como crees. He tratado de hablar con la señorita Macdonald, pero ha decido que no quería dar cara a la situación mientras el señor Mulciber continuara en Hogwarts, y no podía expulsarlo sin hablar de lo sucedido. Aunque no lo creas, nuestra sociedad es hipócrita en muchos sentidos. Condenan estos actos pero exigen pruebas tangibles del siniestro para poder hacer algo, en lugar de solo creer en la palabra de una joven.
── Estoy cansado de las absurdas reglas de esta sociedad. Detesto tener que seguir normas, mientras que los más privilegiados pueden hacer cualquier cosa.
── Es injusto, es la vida que nos ha tocado vivir, podemos cambiarla pero ello requiere esfuerzo y sacrifico. La mayoría considera que son precios altos a pagar.
El silencio los inundó nuevamente. Por alguna razón el cuerpo de Severus no dejaba de temblar. ¿Sería la adrenalina que lo orillaba a lanzarse por un acantilado? Quería vomitar en ese preciso momento, y asqueroso o no, lo hizo frente al cuerpo de Edward Mulciber Jr.
Estaban en un gran problema, eso lo sabía.
── Quiero unirme. ── murmuró cuando se recargó sobre la camilla. El olor a cadáver aún no era perceptible, cosa que agradeció. Su mente sudaba cuando volvió a reclinarse sobre sí mismo y vaciar su estómago una vez más. La bilis ácida se quedó junto con él mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Estaba cayendo en cuenta. ── Por favor, profesor, necesito saber que no soy un mal, que puedo hacer el bien.
── Necesitas descansar, Severus. ── lo tomó de sus hombros y caminó junto a él hacia el otro lado de la enfermería, lo bastante cerca de la puerta como para estar a diez metros del cadáver. ── Podemos hablarlo luego, pero ahora necesitas descansar, hijo, nunca es sencillo digerirlo.
Lo había hecho con sus manos y sentía una opresión en su pecho que lo ponían demasiado sensible. Finalmente se había vuelto un monstruo. Él, Severus Snape, había arrebatado un alma. No sólo había roto normas sociales, sino que el orden natural establecido lo estaba haciendo pagar el precio de su insubordinación.
Nada volvería a ser igual, no había vuelta de aquello.
Chapter Text
Un murmullo fue despertando cada vez más a Severus. Podía oír la suavidad de la voz, palabras que no comprendía del todo mientras trataba de escapar de su mente dormida y mover su cuerpo, cosa que sólo logró conseguir luego de bastantes respiraciones fuertes y fuerza de voluntad. Odiaba cuando aquello le sucedía porque la desesperación no se iba y temía en volver a dormirse.
Fue entonces que entendió aquellas palabras y supo sin siquiera abrir los ojos quién estaba allí.
── La gran puerta de entrada estaba formada por curiosos y macizos paneles de roble adornados con enormes clavos y rematados de barras de fierro. Penetraron al vestíbulo. Una débil luz daba una sensación irreal a los rostros de los retratos que colgaban de la pared y a las armaduras que lo adornaban. ── identificó donde se encontraba. La cama más próxima a la puerta de la enfermería era la menos privada que podía existir con tantas personas andando en toda su extensión, pero cuando pudo echar un ojo, notó las cortinas que lo rodeaban. ── Mary prefirió no mirarlos. De pie sobre el suelo de piedra, la niña se veía más pequeña y exigua que nunca y ella, por su parte, se sentía perdida e insignificante. ── era extraño despertar con la imagen perfecta de Frank Longbottom concentrado leyendo un libro en voz alta, la situación le descolocaba, y a su vez su belleza lo dejaba sin aliento, iluminado como una escultura por la luz de las pequeñas ventanas que se repartían por la parte superior de la pared. El cristal deformaba la luz y daba la sensación que Frank tenía un tono de piel más rosado y con extrañas formas romboides conformando su piel. ── Un hombre pulcro y delgado esperaba cerca del empleado que les abrió la puerta.
Se detuvo para voltear la página, y sin quererlo le echó un vistazo fugaz que fue suficiente para que todo el ambiente cambiara. Severus no podía explicarlo, era como esos silencios cuando estaba con Lily leyendo en la biblioteca, era natural pero estructurado por el entorno. A veces no entendía eso de su cuerpo, lo veía también en los muggles que frecuentaban las bibliotecas o las librerías, sobretodo en aquellos que asistían a las Iglesias y Catedrales a confesar sus pecados o mirar la arquitectura. Se sentía extraño, jamás había estado con Frank en esa situación en particular, le impacientaba por supuesto.
── ¿Qué estabas leyendo?
Su voz salió más estable de lo que creyó posible.
── El Jardín Secreto.
── ¿De qué trata? ── murmuró refregando su rostro con las palmas de sus manos. ── Sólo se hay que hay un hombre esperando en la puerta. Podría tratar de cualquier cosa.
Las suaves campanillas estaban allí una vez más. ¿Es que trataba de enloquecerlo? ¿No se daba cuenta de la locura que causaba a su cuerpo con ese solo acto? Su corazón estallarían por culpa de las sonrisas indiscretas de Frank Longbottom, si alguien no lo mataba antes.
── Se trata de Mary, una niña malcriada que pierde a sus padres por la Epidemia de Cólera en la India y es trasladada de regreso a Gran Bretaña con su tío, quien vive en una mansión en medio de un páramo. Allí descubre el Jardín de su tía y comienza a cuidar de él, junto a su primo y el hermano de una de las mucamas.
── Suena a que es para niños.
── No por ello es menos bueno que otros.
Odiaba a Frank Longbottom. Imperturbable en aquella incómoda silla como si nada le atormentara, como si no estuviera allí leyendo un libro en voz alta en una Enfermería, como si no estuviera allí por él. Las sombras bajo sus ojos eran silenciosas, tratando de pasar inadvertidas. El labio partido sonrojado, revelaba la lucha que había tenido con James Potter, luego de que es último golpeara sin querer a Dorcas Meadowes en el rostro. Podría haber estado acondicionado perfectamente en sus habitaciones privadas o merodeando la sala común, pero en vez de eso, estaba allí con él, desperdiciando sus horas de vida y su aliento.
Se veía tan cerca y tan lejano, que Severus decidió que era momento de incorporarse de la cama. Apoyó los brazos en el colchón y un jadeo de sorpresa abandonó sus labios y su garganta, cuando su mente comprendió que aquella liviandad que estaba sintiendo, era producto de su desnudez.
Alguien, posiblemente Madame Pomfrey, le había quitado la ropa para que durmiera mejor y tan sólo estaba en calzoncillos, por lo que cuando la sábana se deslizó por el costado de la cama sintió el aire acumularse en su pecho ansiosamente.
Frank pudo verlo a pesar del vano intento de Severus por ocultarlo. Sus dedos se habían aferrado a la sábana y sus delgados labios volvían a ser una línea disforme, pero en lugar de decir nada, el chico volvió la vista hacia el libro y continuó leyendo en voz alta. Quizá sin importarle, o tal vez, tratando de que no se sintiera mal.
Fue la primera vez, que Severus Snape se sintió completamente vulnerable, con todos los límites rotos.
── Vete. ── dijo lo suficientemente alto como para que Frank le oyera, quien se limitó a ignorarlo. Nada de eso estaba bien, simplemente el chico parecía un ente allí sentado y comenzaba a dolerle más que molestarle. ── ¡Que te vayas! ¡Lárgate!
Y por más que estuviera haciendo amague para levantarse, el idiota de Frankfurt seguía allí con su estúpido libro, con su insoportable mirada imperturbable de absoluto control.
── Madame Pomfrey fue a enterrar un cadaver, Severus, no volverá hasta dentro de otra hora y me ha encargado cuidarte. Tú no sabrás nada al respecto ¿O sí?
Su respiración se agitó cuando la imagen de Mulciber muerto sobre la camilla regresó a su mente. Sus ojos buscaron ansiosos ver más allá de las cortinas, sin mucho éxito. Si lo hubiese hecho, Severus sabría que tan sólo estarían los vestigios de un cuerpo inerte, su olor y nada más.
No era como una maldición asesina, lo sabía, él había experimentado un poco con algunas arañas e insectos varios, conocía la forma en la cual el cuerpo parecía haber desfallecido por causas naturales, sin ningún rasguño y sin dolor, como un sueño infinito. Mulciber en cambio había sido atacado físicamente por su maldición, la cual ni siquiera estaba acabada porque no tenía un contra hechizo para remediar cualquier accidente (o arrepentimiento) posible. No debería haberlo usado, pero tampoco le importó mucho aquel momento; estaba en su conciencia lo que aquella magia era capaz de causar, y el miedo o duda pareció esquivar su cuerpo y su mente, llevándolo a la decisión indiferente de atacarlo.
¿Realmente estaba arrepentido? ¿Le dolía algo más allá de su pérdida? ¿Era tan egoísta como para pensar en él en una situación así? Quizá era lo que debió hacerse, quizá sus gritos, los que recordaba oír, eran la venganza que niñas como Mary McDonald necesitaban.
── No, yo sólo le apunté, fue culpa de ella que muriera al no darle la atención que necesitaba.
Se mordió el interior de sus labios hasta que pudo sentir el metálico sabor de la sangre. Su estómago se revolvió al tragarla y las ganas de vomitar volvieron.
── A veces me pregunto si me equivoqué contigo. ── comenzó a hablar mientras lanzaba el libro hacia un costado y se sentaba en la cama junto a él. El frío de sus manos lo hizo estremecerse cuando tomó su rostro, obligándole a mirar sus ojos. Tan preciosos, de aquel color que comenzaba a encantarle más y más. ── Severus, lo hemos hablado, no hay vergüenza. ¿Crees que eres la única persona con intención de torturar o acabar con la vida de los mortífagos? De sólo pensar en lo que hacen, me remuevo de cólera, pero a diferencia de ti no sé como sobrellevarlo. Me has visto la última vez, no sabía que mierda hacer.
── Yo estoy podrido por dentro, Longbottom, es diferente.
── No, no lo es. ── negó sin apartar su vista. ── Me alistaré en la Academia de Aurores luego de Hogwarts, y el Ministerio ha dado rienda suelta a que se utilicen las maldiciones imperdonables. No podemos combatir contra lo que ellos representan con simple diplomacia. Él no es esa clase de hombre.
── ¿Es acaso un hombre? ¿Merece ser llamado como tal luego de las matanzas que se cometen en su honor? Es una mierda de ser, ni siquiera merece la pena juzgarlo.
Frank con sus dedos expertos y delgados, creó tirabuzones en su cabello negro y liso que caía en cascada por todo su rostro. Era inútil alejarlo, porque su corazón quería que siguiera haciéndolo y aquel cosquilleo de sus dedos bajaba hasta su entrepierna. Se había encontrado con aquella parte de su cuerpo demasiado predispuesta a las caricias del mayor, gozando como nadie algo tan simple como un beso.
── Entonces, que no te duela luchar contra ellos. Si el padre no es un hombre, es muy probable que los hijos tampoco. ── se acercó más a él, lo suficiente como para entremezclar sus alientos y que sus dedos abandonaran su cabello, para deslizarse por la curva de su mandíbula y luego hacia las venas sobresalientes de su cuello. ── No debería ser así, no deberíamos padecer una guerra siendo tan jóvenes, pero no hay marcha atrás, se hace más fuerte con el tiempo y necesitamos luchar para detenerla. Todos a los que vemos en los pasillos podrán ser asesinados o se volverán asesinos en busca de su supervivencia o en la tarea de proteger al prójimo. No le llores a los muertos pecadores, Severus, no lo merecen.
Estando en silencio tragó saliva. Su piel enloquecía por el tacto de Frank y sólo podía concentrarse en sus rosados labios y en lo bien que se estaba sintiendo, como una voz que lo alejaba de todos aquellos problemas que se creaban en su neurótica mente.
── ¿Tu matarías, Longbottom?
── No lo sé. A diferencia de ti, no tengo lo que se necesita... aún. Lamentable que deba encontrarlo en tan poco tiempo.
Se aventuró el también. Cogió la barbilla de Frank y rozó su nariz con la suya, apoyando sus frentes y estando más cerca de lo que cualquier autoridad del colegio permitiría. El cosquilleo en su entrepierna aceleraba su corazón y solo pensaba en los jadeos que podrían salir de aquellos labios, jadeos dirigidos únicamente a él.
── ¿Y qué es eso que tengo?
── Coraje. ── sonrió totalmente embelesado. ── ¿Irónico no? Un león cobarde y una serpiente corajuda. ¿Qué sigue? ¿Un tejón holgazán? ¿Un águila necia?
── O quizá tú, ── contestó bajando su mano suavemente hacia la cadera cubierta de tela costosa. Tragó antes fruncir el ceño y hablar. ── En silencio.
Y antes de poder contestar nada con su típico tono reprobatorio, Severus tuvo lo que tanto quería, un gemido que sonaba como el maldito infierno, y era únicamente para él.
Chapter Text
Frank se sentía abrumado con la cantidad de correspondencia que recibía de sus padres aquellos días. Su tía Elvira, la esposa del hermano de su padre, preguntaba que deseaba para las fiestas, porque sus vacaciones en el mediterráneo terminarían pronto y esperaba comprar algo. Su tío Phillip, el tío de su madre, indagaba sobre las leyes de posesión de sustancias muggles mezcladas con mágicas. No contestó por supuesto.
Su madre diariamente escribía. Quería conocer su opinión sobre la tela de manteles, si llevaría a alguien, si gustaba sentarse con ellos en una mesa con los demás jóvenes que asistirían a la fiesta de Año Nuevo; indagaba sobre el regalo que le daría a Alice en Navidad, sobre sus exámenes.
Frank tomaba asiento cada noche antes de la cena, y disponía a redactar una respuesta lo suficientemente detallista para complacer a su madre, aunque tuviera que desvenarse los sesos y sacas sus dotes en la escritura creativa, de vez en cuando ocultando citas parafraseadas. Aunque intentara, su madre no solía leer literatura muggle, ni escuchar su música o ver sus obras. No le importaba que Frank lo hiciera, pero no era lo suyo, era una mujer más centrada.
Frank se seguía preguntando la razón por la que insistía en hacer aquellas fiestas, siendo que odiaba organizarlas. ¿Para impresionar a quién exactamente? ¿A su padre?
Otro factor que odiaba de aquellas recepciones, es que nunca era sólo una fiesta, duraban todas las vacaciones. Todos los días alguna actividad programada donde tenía que vestirse y actuar como muggles. Para el resto de los magos era divertido, como una anécdota que tendrían para contar a sus allegados cuando nuevo año aflorara.
A Frank aquello le parecía tan despreciable como pintarse la cara de negro. Los muggles y los magos tenían más en común de lo que ninguno de los presentes en su casa se atrevería a mencionar.
Por último, también estaba la correspondencia de su padre. Eran discursos dirigidos a su comportamiento y sobre su verdadero lugar como miembros de su familia.
En serio trataba de concentrarse y leerlos, leer todos esas cartas dirigidas a su persona, pero estas quedaban apiladas a un costado del escritorio de su despacho privado, olvidadas. Su madre se quejaba continuamente del retraso. Frank buscaba siempre algo que mentirle, porque no podía simplemente escribir que se pasaba cada maldito tiempo libre aplastando el cuerpo de Severus Snape con el suyo y comiendo sus labios a besos.
Frank gustaba de esa intimidad tanto como las demás. Al menos no debían esconderse tras los tapices en sus rondas, y fingir que no hacían nada malo. Cuando Severus hubo aceptado, ideó varias formas de colarlo en la Torre. No podía ingresar por la puerta delantera, y tampoco le pediría que volase en escoba hasta su ventana. Lo llenaba de vergüenza, pero recurrió a su poder de Delegado.
Los elfos lo respetaban como una autoridad mágica del colegio y aceptaron enviar a Severus con él. Todas las noches, habían comenzado a hacer eso.
Algunas lunas se disponían a estudiar para sus exámenes y luego bajaban a cenar sin que los vieran, porque debían asegurarse que todos concurrieran.
Otras, ignoraban sus deberes. Severus se saltaba la última hora de su sesión de estudio, y acababa en el sofá con Frank. Al principio ambos estaban avergonzados. Sus besos siempre habían sido calculados, sus toques indecisos e inocentes. Frank ahora debía alejarse para recuperar algo de aliento. Todo había cambiado tras el incidente de Mulciber.
━ Severus, espera ━ suspiró contra sus hinchados labios. De un momento a otro el Slytherin se sentó a horcajadas sobre él, en la maniobra más descarada posible. No lo odiaba, ese era el problema. ━. ¿No vamos muy rápido? Quiero que estés cómodo.
La sonrisa traviesa en Severus lo hizo tragar saliva.
━ Estoy muy cómodo, Longbottom━ agachó su cabeza a su cuello. Era muy distinto a que se besaran allí de pie, a que lo hicieran en esa posición, donde cada fibra del cuerpo de Frank estaba sensible. ━. ¿Tú no lo estás?
El miedo y la vergüenza no estaban cargadas en sus palabras, lo que quitó presión de su pecho. Severus tenía un gran problema con suponer que era un problema para Frank. Le gustó incluso el movimiento de cadera que hizo.
Cerró los ojos, concentrándose en alejar sus manos de sus piernas. ¿Quería tocarlas? Por supuesto. ¿Quería empujar a Severus contra el sofá o alzarlo y llevarlo a su cama? ¡Por Merlín, sí!
Frank no tenía idea de que tan preparado estaba Severus para llevarlo más allá. Dudaba que hubiese tenido experiencias previas a la suya. Sentía terror por apresurar todo.
━ He tenido sexo antes, Severus. ━ la sonrisa traviesa se esfumó. Su semblante tímido volvió a él. ━ Y disfruto, por los siete infiernos que lo hago, el que te sientes sobre mi. Quiero que entiendas que mi cuerpo responde a esos estímulos━ bajó sus manos hasta su cadera y con cuidado esperó a golpearlo totalmente contra el regazo. Su respiración se volvía pesada. Besó su mejilla sonrojada. ━ , y dudo poder regresar sólo a los besos. Si sigues haciendo esto, te juro que querré más.
No sabía que esperar.
Podría recibir una negativa, lo que entendería perfectamente . . . o Severus podría estar rozándose sobre él, como en ese mismo momento. Sus caderas moviéndose con alto de timidez pero firmes. Ambos jadearon cuando sus miembros hallaron la fricción.
Lo tomó como un sí. Apretó sus dedos con tanta fuerza sobre sus muslos, que deseaba dejar marca. Lamió su barbilla y bajó por su piel blanquecina. La túnica había sido removida hacía horas, igual que los zapatos, pero su camisa estaba allí, esperando los dedos de Frank para abrirse.
Desabrochó los primeros botones y succionó la primera porción de piel que vió. Lamiendo y mordiendo la piel a su gusto. Quería más de esa piel de su cuello.
━ ¡Oh!
Su miembro saltó ante el gemido que su . . . que Severus soltó. Succionó tan fuerte casi sin pensarlo, queriendo que soltara más. Severus complació sus deseos, estrujando sus rizos y acercándolo más mientras parecía querer alejarse. Un acto totalmente contradictorio.
Frank se alejó para besarlo. Detuvo sus movimientos.
━ ¿Puedo dejarte una marca? ━ preguntó dubitativo al ver la marca roja que ahora brillaba en su piel.
━ No. ━ aseveró bajando su cabeza para verlo a los ojos. Lo supo en cuanto observó su rostro. Suspiró cerrando los ojos como si lo odiara. ━ Dime que no se verá.
━ Por suerte estamos en invierno.
Se rieron con nerviosismo. ¿Le había dado acaso su primer chupetón a Severus Snape? ¿Por qué le gustaba tanto esa idea? Sentía un cosquilleo en las yemas de los dedos.
Suficiente por esa noche, en efecto.
Como un idiota sin embargo, lo arruinó.
— Pasa las vacaciones conmigo en Londres.

CowboylikeCarlos on Chapter 1 Mon 03 Jul 2023 09:22PM UTC
Comment Actions
toripevensie on Chapter 1 Mon 03 Jul 2023 11:01PM UTC
Comment Actions
Moonross_vega09 on Chapter 10 Sat 23 Dec 2023 02:44AM UTC
Comment Actions
toripevensie on Chapter 10 Tue 26 Dec 2023 03:07AM UTC
Comment Actions