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Language:
Español
Stats:
Published:
2024-04-06
Updated:
2025-04-19
Words:
56,315
Chapters:
9/10
Comments:
11
Kudos:
84
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3
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2,176

La biblioteca de cuentos

Summary:

¿Blancanieves? ¿Cenicienta? ¿El lago de los cisnes? Todos conocemos esas historias gracias a cuentos y películas, pero siempre podemos encontrar nuevas versiones de ellas. Adéntrate en diferentes mundos de fantasía y revive estas historias con diferentes personajes.

1-Blancanieves (Franky/Robin)
2-Cenicienta (Ace/Female! Sanji)
3-La bella durmiente (Female!Mihawk & Law/Female! Zoro)
4-La sirenita (Shanks/Buggy)
5-La bella y la bestia (Katakuri/Female! Crocodile)
6-Aladdin y la lámpara maravillosa (Nami/Vivi)
7-El lago de los cisnes (Shanks/Female! Mihawk & Shanks/Female! Buggy)
8- Rapunzel (Kid/Female!Killer)
9- El príncipe sapo (Luffy/Hancock)

Notes:

Bienvenidos sean a esta nueva saga de one-shots que empecé, todos basados en cuentos o películas basadas en cuentos. Tomo inspiración de ellos, pero no serán exactamente iguales, la idea es adaptar y no hacer una copia y pega de ellas, así que espero les gusten estas versiones. La idea es hacer una pareja distinta por cada one shot y no habrá conexión entre ellos. Dicho eso, que los disfruten.

Chapter 1: Blancanieves

Notes:

Historia de hoy: Blancanieves
Pareja: Franky x Robin
Otros personajes: Spandine, sombreros de paja, Kuzan

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Hace mucho tiempo en la tierra de Ohara, la reina Nico Olvia enviudó tras que el rey consorte Jaguar D. Saul fuera afectado por una terrible enfermedad que azotaba su pequeña nación. Cuando los síntomas de la misma llegaron a ella, temió que su hija debiera quedarse sola con la responsabilidad de un reino en sus jóvenes manos. Fue entonces que tomó una desesperada decisión.

 

 Contrajo matrimonio con el consejero real, un hombre de confianza y muy brillante que esperaba pudiera llevar el reino mientras su hija crecía y estaba lista para gobernar. Spandine también había perdido a su hijo ante aquella epidemia, así que ambos se entendían un poco.

 

 Finalmente, Olvia falleció cuando su pequeña Robin solo tenía ocho años, quedando a cargo de su nuevo padrastro. El dolor ante la pérdida de su familia perduró mucho tiempo, ellos siempre estarían en su corazón, iba a recordarlos y honrarlos toda su vida. Esperaba aprender lo suficiente y algún día ser una gran gobernante como ellos, inteligente y generosa.

 

 Sin embargo, Spandine demostró pronto ser un hombre déspota, avaricioso y envidioso también. No permitiría que el trono se le fuese arrebatado, no iba a entregárselo a la joven princesa bajo ninguna circunstancia, así que despidió a todos sus tutores y la redujo a ser una sirvienta más del castillo.

 

 Robin creció durmiendo en un cuarto de servidumbre, limpiando pisos y escalones, deshaciéndose de las telarañas y recogiendo agua del pozo para otras labores. Sus vestimentas no eran más que viejos harapos que ella misma remendaba cada cierto tiempo. El cruel rey no le permitía nada más.

 

 No obstante, Robin siempre lograba escabullirse en la gran biblioteca para tomar algún libro, cuando terminaba sus obligaciones, se dedicaba a leer, leer y leer. Amaba aprender de todo, de su reino, de reinos vecinos, de la historia del mundo, era algo que había heredado de sus eruditos padres.

 

  Cuando cumplió quince años, ya sabía de muchos temas: historia, política, geografía, filosofía, pero no tenía a nadie a quien contarle de sus conocimientos, solo podía hablar con palomas y el viejo pozo de agua, seguro parecía una completa loca. También se había vuelto una jovencita muy bella con su negro cabello que caía en su frente y sus hombros, realzando su blanco rostro donde destacaban sus preciosos ojos azules.

 

 No esperaba nada para su cumpleaños, quizás limpiar más escalones, pero como regalo caído del cielo, el rey Spandine se marchó a un pequeño viaje. Pudo permitirse relajarse y pasar más tiempo afuera del castillo, en el bonito prado que le rodeaba ya que era su lugar favorito para leer, sintiendo el aire fresco resoplando contra su rostro mientras estaba recostada de un árbol.

 

—Ese libro se ve interesante —escuchó una voz que interrumpió su lectura.

 

 Levantó la vista y se encontró con un muchacho de cabellos azules, vestía un traje blanco en la parte superior, aunque en la inferior solo usaba unos cortos calzoncillos, se preguntaba que le pudo pasar a sus pantalones.

 

—Lo es —respondió finalmente, aunque dudaba si estaba bien hablar con un desconocido —, me gusta mucho leer sobre las antiguas guerras entre reinos, es sorprendente como la paz actual se da gracias al derramamiento de sangre de guerreros por casi dos siglos.

—Que sombría… —apenas pudo decir, aunque igual sonrió ampliamente —pero si suena como algo interesante, yo soy más de leer sobre construir cosas, como planos, me gusta hacer carretas y botes.

—No te vistes como un carpintero, aunque en realidad no sé para qué estás vestido si no tienes pantalones.

—Me gusta vivir a mi manera.

 

 Ambos sonrieron, comprendiendo que iban a llevarse bastante bien.

 

—¿Cuál es tu nombre? Yo soy Franky, vengo del reino de Water Seven.

—Robin, es un placer conocerle, príncipe Franky.

—Oh no, esperaba que no supieras eso —se lamentó en lo que tomaba asiento frente a ella —, no tienes que decirme príncipe, en realidad no me gusta.

—Jeje, como dije, me gusta leer mucho y sé quién es la familia real de Water Seven —respondió con una sonrisa serena —, eres el segundo hijo adoptivo del rey Tom ¿cierto?

—Si, en teoría sí, pero podemos pretender que soy un sujeto normal sin pantalones —dijo pasando una mano por su nuca —¿Qué más dice tu libro?

 

 Robin dejó salir una risita, definitivamente ese muchacho le agradaba mucho ahora y que quisiera escucharle hablar sobre sus libros le llenó de una emoción que no podía explicar.

 

 Y así fue como nació aquella bonita amistad entre los príncipes de ambos reinos, claro que evitaban esas normas de etiqueta y títulos reales, era más cómodo para ambos. Cada día se reunían en el prado, Robin le contaba sobre algún libro y Franky sobre alguna cosa que le encantaría construir. Sin Spandine cerca, la joven princesa tuvo la oportunidad de tener un mes tranquilo, de sonreír, de sentirse apreciada y escuchada por alguien finalmente.

 

 Se sentía tan bien tener un amigo como Franky, la hacía reír y también le contaba anécdotas que le encantaba escuchar, por primera vez en años desde que sus padres no estaban, era genuinamente feliz.

 

 La verdadera razón por la cual Spandine se había marchado era para encontrar cierto objeto mágico que llevaba años buscando. El mítico espejo mágico finalmente llegó a sus manos, aquel que podía darle todas las respuestas que deseaba escuchar.

 

—Espejo mágico, dime ¿Quién es el único y más poderoso rey de Ohara?

—Usted lo es, mi señor.

 

 La respuesta le hizo sonreír ampliamente, funcionaba muy bien. No era un secreto para nadie que el actual rey era un amante de la magia y la hechicería, por lo que saber del paradero de aquel espejo fue la mejor de las noticias, ahora su más valiosa posesión.

 

—Ahora dime otra cosa espejo ¿Quién es la persona con mayor conocimiento en todo el reino de Ohara?

—Esa persona es la princesa Nico Robin, hija de Nico Olvia y Jaguar D. Saul, ella es la más inteligente y brillante de todo Ohara, la legítima heredera.

 

 Spandine sintió que la sangre le hervía en ese momento por el cólera ¿Cómo una mocosa sucia podía ser la persona más erudita del reino? ¡Era ilógico! ¡No había manera! Él era la persona más sabia, el más inteligente, aquel que poseía todos los conocimientos ¿Qué podía saber esa mocosa además de limpiar pisos y ventanas?

 

 No había acabado con todos esos condenados ancianos para nada, esa niña tonta no sería mejor que ellos, no sería mejor que él. En cuanto regresara a Ohara iba a deshacerse de ella de una vez por todas.

 

—Cuando dijiste que nunca recibías nada en tus cumpleaños me pareció super triste —Franky le entregó una caja tras sentarse en su lugar de siempre, tomando por sorpresa a Robin.

—No es que me moleste tampoco, me conformo con tener algo para leer —dijo apenas, recibiendo el obsequio—, no debiste, en serio no es algo que me afecte.

—Pues yo quería hacerlo de todas formas, te has vuelto una super amiga.

 

 Robin sonrió antes de abrir la caja, encontrando dos regalos: un libro nuevo sobre el reino de Water Seven y un bonito vestido perfectamente doblado.

 

—Ya sé que te gusta leer, pero pensé que no siempre tienes que usar vestidos viejos, no porque te veas mal, pero seguro te verás más bonita de lo que ya eres.

—Eres muy dulce Franky, nadie me había hecho un regalo tan lindo, no desde…—bajó un poco la mirada con un deje de melancolía—, no desde mi madre.

 

 Franky le miró con ojos llorosos antes de abrazarle contra sí, olvidando cualquier protocolo o regla conocida sobre el espacio personal mientras sollozaba emotivamente.

 

—Yo te daré todos los regalos que quieras Robin, te llevaré a Water Seven a vivir conmigo.

—Eres muy dulce —murmuró sonriente, acariciando suavemente su espalda—, pero no tienes que preocuparte, estaré bien aquí, aunque Spandine sea malo, este sigue siendo mi hogar.

—Es que no es justo que debas vivir con ese idiota —siguió lamentándose entre sollozos, sorbiendo un poco su nariz.

—Tranquilo, estaré bien, pero te agradezco mucho tus regalos.

 

 Ambos permanecieron abrazados, Robin consolándole un poco, sintiendo su corazón latir con fuerza, era inevitable que le hubiese tomado mucho cariño a Franky.

 

 Cuando Spandine regresó, este no podía evitar mirar a la muchacha de forma despectiva, más de lo usual, incluso cuando ella cumplía con sus obligaciones, no dejaba de pensar en la rabia que le daba recordar lo dicho por el espejo, era ridículo que una muchacha sin educación alguna fuera más inteligente que él.

 

 Como fuese, ya estaba decidido a deshacerse de ella. Mandó a llamar a su fiel cazador, Kuzan era un soldado leal y obediente, podía encomendarle esa misión. Sabía que la mocosa iba siempre al prado en las tardes, seguramente a recoger flores o descansar, no le importaba, pero era el momento ideal para que acabase con su vida y como prueba, debía traer su corazón en un cofre.

 

 El cazador aceptó la misión con dudas, después de todo, era la princesa de quien estaban hablando.

 

 Aquella tarde la siguió en silencio hacia el prado. No usaba su clásico vestido viejo, por el contrario, tenía uno muy bonito de color amarillo y azul, su cabello decorado con un lazo rojo, parecía que se había esforzado en arreglarse mucho ¿Por qué? ¿No solo iba a leer? El tonto de Spandine no parecía darse cuenta que ella iba allí para eso.

 

 Se acercó a ella con su cuchillo de caza en mano, debía ser rápido en lo que haría entonces. Miró a la muchacha, sonriendo como no lo había hecho en años, se preguntaba que podía hacerla tan feliz ¿Quién le habría dado ese bonito vestido? Muchas dudas llegaron a su mente conforme se acercaba y finalmente ella lo notó.

 

 No gritó ni trató de huir, solo le miró fijamente con sus profundos ojos azules antes de solo cerrarlos, como si se rindiera ante la muerte con una facilidad que le dolió en su corazón. Pudo ver a su madre en ella, hermosa y brillante, pero también a su padre, quien fue un hombre valiente y justo, un gran amigo para él. Entonces comprendió que no podía seguir la orden de Spandine.

 

—Princesa, perdóneme —dejó caer el cuchillo, inclinándose ante ella para sujetar sus manos con suavidad—, no puedo hacerle esto, ni a usted ni a sus padres, no cuando fueron tan buenos conmigo y este reino.

—Kuzan…—apenas pudo abrir los ojos, mirándole sorprendida al seguir con vida.

—No se rinda princesa. Spandine la quiera muerta, pero usted debe vivir, huya y no regrese, busque un lugar donde pueda estar a salvo.

—Pero no puedo irme, yo…

—¡Aquí está en peligro! —exclamó sujetándole los hombros—¡Váyase! ¡Ya!

 

 Robin le miró con miedo y dudas, pero no dudó en obedecer y se alejó corriendo hacia el oscuro bosque, aun escuchando la voz de Kuzan a lo lejos gritándole que corriera y no regresara. No debía ser así, no debía huir de su hogar, tampoco dejaba de pensar que entonces no volvería a ver a Franky.

 

 Aun así, no dejó de correr entre los árboles y arbustos, sintiendo que el miedo de casi morir minutos atrás apenas se apoderaba de ella, porque entendía que había cosas por las que deseaba vivir aun, incluso si su vida se sentía miserable por culpa de Spandine, todavía había algo que apreciaba mucho.

 

 En algún punto tropezó y cayó al suelo, exhausta, triste ¿Acaso no tenía derecho a ser feliz? ¿Cuánto más tendría que aguantar? Se levantó como pudo, aun entre sollozos, limpiándose la tierra del rostro cuando algo no muy lejos llamó su atención: una casita cruzando el arroyo.

 

 Se levantó del suelo y sacudió su vestido antes de cruzar el pequeño puente de piedra. Aquella casa era pequeña, aunque no tanto como para que no pudiera entrar. Su interior estaba algo sucio, pero le parecía sumamente curioso el tamaño de algunas cosas ¿Acaso solo niños vivían ahí? Se distrajo limpiando y arreglando cosas, curioseando todo hasta que finalmente acabó durmiéndose en las camas del segundo piso, sumamente exhausta, queriendo olvidar el horrible momento que vivió horas atrás.

 

 Volver de su trabajo de recolección y minería siempre era agotador, aunque de algo tenían que vivir después de todo. Llegar a casa era un gran alivio tras un largo día, sin embargo, no esperaban encontrar la chimenea encendida, también el hecho de que la casa estaba limpia ¿Quién había entrado a su casa? ¿Un invasor que buscaba apoderarse de ella?

 

—¿Crees que esté en nuestra habitación? —balbuceó temeroso uno de los chiquillos, aferrándose a la resortera que usaba como arma.

—Solo hay una manera de saberlo —decretó el de cabellos verdes, sujetando dos picos de excavar en sus manos para subir a la habitación.

—¡Zoro espera, puede ser un monstruo!

—No creo que un monstruo quisiera limpiar nuestra casa, Usopp —la única fémina del grupo suspiró antes de seguir a Zoro por la escalera de madera.

—¡Yo te protegeré de cualquier monstruo mi cisne Nami!

—¡Yo quiero ver al monstruo!

—¡Luffy, Sanji no nos dejen aquí solos!

—Subamos también a ver al monstruo, Chopper, Ussop, yohohoho.

 

 Los siete dueños de la casa llegaron a la habitación donde solo encontraron un ser cubierto por las sábanas. Ya estaban listos para atacar al dichoso monstruo intruso de ser necesario; Nami retiró las sábanas en un rápido movimiento y grande fue su sorpresa al encontrar a la princesa de Ohara dormida.

 

 No pasó mucho para que ella despertara, encontrando las miradas sorprendidas e inquietas de aquellos siete pequeños, incrédulos ante su presencia. Robin sonrió al ver sus pequeñas caras, eran muy adorables todos, ahora entendía porque todo era tan pequeño en esa casa.

 

—Hola, lamento entrar en su casa sin permiso —saludó mientras se sentaba para admirarlos adecuadamente.

—No tiene que disculparse por nada princesa —habló el pequeño rubio, maravillado con su belleza.

—Pero ¿qué haces aquí? ¿No tienes tu casa en el castillo?

—Luffy no le hables así, es la princesa —le regañó Nami.

—No pasa nada, no tienen que hablarme de otra manera —negó Robin—, es solo que no puedo volver al castillo, el rey quiere matarme.

—El rey Spandine es lo peor, dicen que es un brujo oscuro maligno —dijo Usopp sacudiendo sus dedos como si hiciera magia con ellos.

—Si huiste hasta aquí es porque no tienes dinero ¿verdad?

—Nami tú solo piensas en eso —le regañó Zoro, aunque se negaba a soltar los picos—, no lo sé, si ella está aquí, el rey podría venir y lanzarnos uno de sus hechizos.

—¿Sabes cocinar, princesa? —preguntó Luffy, ignorando cualquier discusión de sus compañeros.

—Si claro, puedo cocinarles cuando quieran.

—Oh no te preocupes por eso, yo me encargo de la cocina, tú deberías solo ponerte cómoda princesa —se adelantó a decir Sanji.

—Pueden llamarme Robin y les ayudaré en todo lo que pueda, sé hacer muchas cosas como limpiar, lavar platos y ropa o coser, pero por favor, permítanme quedarme, no tengo otro lugar al que ir.

 

 Los siete integrantes de la casa parecieron discutir aquello entre susurros, no pudo entender lo que decían, solo sonrió al recibir una exclamación de casi todos.

 

—¡Puedes quedarte!

 

 

 Conviviendo con el grupo de niños Robin pudo aprender mucho de ellos como que Chopper sabía de enfermedades y medicinas, Sanji era un gran cocinero, Brook un músico maravilloso, Zoro un guardián y protector nato, Usopp tenía una gran imaginación y era un tirador magnifico, Nami se encargaba de manejar el dinero y leía muy bien el clima, y por último Luffy era quien mantenía aquel hogar alegre y funcional para un grupo tan disparejo y diferente. Les había tomado cariño muy rápido.

 

 Sabía ahora que todos eran huérfanos y que vivían juntos desde hacía más de un año, aunque no le preocupaba tanto que fueran pequeños, era evidente que sabían muy bien como sobrevivir y pronto la adaptaron a ella a sus costumbres y rutinas. Inevitablemente le tomaron mucho cariño, incluso Zoro que se mostró bastante renuente a aceptarla al principio.

 

 Claro que no dejaba de pensar en Franky, si podría verlo nuevamente, lamentaba tanto no haber podido despedirse de él. Al menos aun podía conservar el precioso vestido que le había regalado como un bello recuerdo ya que el libro había quedado tirado en el prado cuando Kuzan le ordenó escapar.

 

 

—¿En qué estás pensando, Robin? —preguntó Luffy al notarle distraída mirando por la ventana, en lugar de celebrar con ellos el inicio del otoño y disfrutar la música que tocaba Brook o los postres que había hecho Sanji.

—Pues la verdad es que extraño mucho a alguien —confesó, mirando al niño de cabello negro comer una pierna de pavo a la par que tenía su atención en ella.

—¿Ah así? ¿A quién?  Pensé que en el castillo solo estaba el rey brujo.

—Pues no es del castillo, la verdad es que es un príncipe.

—¿Un príncipe? —la conversación llamó la atención de Nami rápidamente—¿Es guapo? —Robin rió.

—Sí, es muy guapo.

—Si es un príncipe ¿Te casarás con él algún día? —preguntó el niño castaño con emoción.

—No digas tonterías Chopper, la princesa Robin no se va a casar —negó Sanji en un quejido lastimero, como si la sola idea le doliese demasiado. Robin volvió a reírse.

—No sé si nos casemos, solo sé que quiero verlo una vez más.

—Seguro un día lo volverá a ver, princesa —le alentó Brook, quien había dejado de tocar para escucharle.

—Eso espero.

 

 Spandine no podía estar mas feliz, al menos en su creer, la princesa Robin estaba muerta, con ella había perecido todo el linaje de los Nico y la prueba estaba en un bonito cofre rojo, ahí permanecía encerrado su corazón tal como le ordenó a Kuzan que se lo llevara.

 

 Lo mejor del caso era que nadie nunca cuestionaría que fue de ella, cualquiera que alguna vez se hubiese preocupado por la princesa ya estaba mas que enterrado, los ancianos sabios eran un estorbo para él así que eventualmente los eliminó en su búsqueda de ser el mayor erudito del reino.

 

 Aun así, pese a los días, su ego siempre insatisfecho, le hizo volver al espejo mágico, como si quisiera corroborarlo una vez más, incluso si ya tenía la certeza de la respuesta que quería.

 

—Espejo mágico, respóndeme ¿Quién es la persona con mayor conocimiento de todo el reino de Ohara? —cuestionó de forma altiva.

—La persona con mayor conocimiento es la princesa Nico Robin, hija de Nico Olvia y Jaguar D. Saul.

—¡Tonterías! Robin está muerta, aquí tengo la prueba, en este cofre está su corazón.

—Lo que guardas en ese cofre no es mas que el corazón de un jabalí.

 

 La ira recorrió el cuerpo de Spandine como un gran torrente. Ese imbécil de Kuzan le había traicionado, se había atrevido a burlarse de él. Tiró el cofre con rabia, apretando sus puños con fuerza, controlándose apenas para no romper el espejo.

 

—¿Dónde está esa mocosa?

—Ella se encuentra viviendo en el bosque, en la cabaña de los siete huérfanos.

 

 Spandine no escuchó nada más, salió de la habitación donde ocultaba el espejo y se dirigió hacia la zona más profunda del castillo, las mazmorras, aquellas donde ocultaba sus cosas para hechizos y brujería. No iba a permitir que esa condenada mocosa siguiera viviendo, no después de esa humillación, una niñata no sería la persona más brillante del reino ni iba a quitarle el trono nunca, acabaría con Robin él mismo.

 

 Como muchas mañanas, el grupo de niños se fue al pueblo a cambiar lo que encontraron en la mina por dinero para comprar comida, mientras que Robin se dedicó a la limpieza y a lavar la ropa. Según Nami iba a llover más tarde, así que aprovechaba el brillante sol en espera de que la ropa secara antes.

 

 Estaba por regresar al interior con una cesta de ropa ya limpia cuando un anciano apareció ante ella. Apretó un poco los labios al verle acercarse, los niños le advirtieron un montón de veces que no hablara con nadie, que no confiara en los extraños, pero cuando el viejo le suplicó por agua no pudo negarse.

 

—¿Se encuentra mejor? —preguntó procurando sonar amable.

—Mucho mejor, jovencita. Le agradezco tanto que no me dejara morir de sed.

—Bueno sé que morirá pronto de causas naturales, solo retrasé lo inevitable.

 

 El anciano frunció el ceño, aguantando su desdén a su inocente comentario. Había una buena razón para que Robin acatara las sugerencias de los niños, ahora Spandine había logrado acercarse a ella con la apariencia de un pobre viejo vagabundo.

 

—Como sea, déjame agradecerte con un obsequio, toma una de mis manzanas, te aseguro que te harán sentir mejor.

—Oh no tiene que molestarse, no quiero quitarle nada, era lo menos que podía hacer.

—Tonterías muchacha, acéptala, son manzanas especiales ¿Sabes? Se dice que pueden otorgarte conocimientos, pero solo cuando eres joven así que a mi no me sirven de mucho.

 

 Robin observó una manzana en el cesto, madura y apetitosa ¿De verdad podría otorgarle conocimientos? Era posible, había leído sobre frutas con dotes mágicos impresionantes. Decidió aceptarla y tomó la roja del cesto, se veía deliciosa honestamente.

 

 Le dio un mordisco, tentada por su dulce sabor y la curiosidad de si sería tan especial como decía el anciano. Apenas fue necesario una probada para que el malestar le invadiera, se sentía muy mal y no pasó mucho para que cayera al suelo, inconsciente. Spandine empezó a reír, lo había logrado, ella ya no sería un estorbo.

 

—Esos mocosos ignorantes muerta la creerán y viva la enterrarán —habló desdeñosamente, aun entre risas al ver el cuerpo de la joven en el suelo.

 

 Había preparado una poción especial para deshacerse de Robin, cubriendo la manzana con esta para que la joven princesa cayera en un sueño del que no podría despertar jamás: la muerte dormida. Bueno, solo el primer beso del verdadero amor lo lograría según el libro de hechizos, pero ¿Quién podría amar a esa andrajosa? Además, la creerían muerta y nunca se les ocurriría que podría despertar.

 

—Finalmente este reino es totalmente mío y yo soy el único erudito de estas tierras.  

 

—¿De verdad va a llover? El cielo se veía muy despejado hace nada —Luffy miraba el cielo bastante incrédulo, aunque las nubes oscuras que se formaban pronto le dieron la respuesta.

—¿Dudas de Nami? Ella siempre acierta con el clima —respaldó Sanji.

 

 Y en efecto, las gotas de lluvia pronto empezaron a caer, haciéndoles apresurar el paso, había sido lo mejor no ir a la mina al volver del pueblo.

 

—Espero que Robin haya podido recoger la ropa —comentaba Usopp, aunque poco antes de llegar notaron como una figura salía de su casa a toda prisa.

 

Los siete huérfanos entraron en pánico y corrieron rápidamente a la casa, solo para encontrar a la muchacha tendida en el suelo.

 

—¡Robin! —exclamó Chopper entre lágrimas, apresurándose a revisar sus signos vitales.

—Fue el anciano que vimos hace poco —dedujo Zoro de inmediato.

—¡Vamos por él, debe ser el rey brujo!

 

 Y tras la orden de Luffy, la mayoría de ellos salió luego de tomar sus picos y palas como posibles armas, listos para atacar a quien le había hecho daño a su amiga. Chopper se quedó junto al cuerpo de Robin, aun examinándola entre sollozos, no quería creer que ella pudiera estar muerta.

 

 Los seis huérfanos persiguieron al anciano, quien solo huyó de ellos al no tener fuerza mayor para defenderse, solo en el castillo podría revertir la poción de envejecimiento. Escaló una colina sobre una montaña de roca, la lluvia incrementaba y el viento soplaba con gran fuerza.

 

—¡Allí está! —Exclamó Luffy cuando volvieron a verle—¿¡Qué le hiciste a Robin!?

—¡Aléjense de mí huérfanos inmundos! —vociferó, tomando una gran rama para tratar de empujar una roca con tal de aplastarlos con ella.

—¡Luffy regresa, la tormenta se está poniendo peor! —Exclamó Nami, sujetando al otro niño para impedirle que escalara.

—¡Va a lanzar la roca hacia nosotros! —señaló Sanji.

 

 Usopp sacó su resortera y, pese a lo borroso que se veía con la lluvia, disparó contra el anciano, logrando darle en un hombro, haciendo que soltara la rama y retrocediera hacia el precipicio. Nami les gritó una vez mas que no se movieran de su lugar cuando un rayo impactó finalmente contra el tope de la montaña de roca, resquebrajándola a su paso.

 Spandine terminó de perder el equilibrio y finalmente cayó al vacío, y hacia él la inmensa roca con la que pretendía aplastar a los chicos.

 

 El rey maligno murió, había sucumbido ante su envidia y deseo de poder, pero tristemente, con él se había llevado la vida de Robin. Chopper no podía decir si estaba viva o muerta, el sueño profundo en el que había caído parecía eterno, por mucho que lo intentó no hubo nada que la despertara.

 

 Los siete huérfanos lloraron, dolidos ante la pérdida de su querida amiga, aunque no fueron capaces de enterrarla. Consiguieron un ataúd de cristal y la dejaron reposar allí, con su vestido favorito. Aquel invierno fue el mas triste que habían vivido, incluso si fue poco el tiempo que Robin compartió con ellos, siempre la llevarían en sus corazones.

 

  Al llegar la primavera, el ataúd donde Robin dormía eternamente estaba cubierto de muchas flores. Los siete huérfanos aun iban a decorarlo, a contarle historias y a decirle cuanto la extrañaban. El reino de Ohara pasó por un invierno difícil, aunque no peor que cuando Spandine estaba en el poder, la ayuda oportuna del reino de Water Seven impidió que fuera tan desastroso.

 

 Al saber de la muerte de Spandine, Franky suplicó a su padre y hermano mayor ayudar a aquel pobre reino en decadencia y ellos no se negaron. En el proceso, buscó a la princesa por todas partes, en cada pueblo al que llegaban hasta que encontró a un hombre que pudo darle una respuesta, el antiguo cazador, incluso conservaba el libro que alguna vez le dio a Robin.

 

 Sobre su caballo, se internó al bosque que le indicó y buscó, esperanzando de darle una buena noticia a la princesa, de que todo lo malo para ella había terminado, no sin saber su triste destino.

 

 Al ver el ataúd de cristal en medio del bosque sintió su corazón contraerse. Bajó del corcel y se acercó despacio, tragando un poco de saliva conforme se acercaba hasta que finalmente la vio. Sintió que iba a llorar, sus ojos se llenaron de lágrimas muy rápido e incluso tuvo que sorber un poco su nariz.

 

—Robin… —sollozó, arrodillándose junto al cajón ya sin poder controlar sus lágrimas.

 

 Los siete huérfanos pronto notaron su presencia, acercándose despacio al príncipe que lloraba desconsoladamente.

 

—Te estuve esperando, Robin —le habló aun entre gimoteos—, cuando dejaste de ir al prado me preocupé mucho, pero no sabía dónde buscarte y no podía acercarme al castillo. Lo lamento tanto Robin, debí llevarte conmigo ese día…

 

 Los niños escucharon con sorpresa sus lamentos, entonces ese debía ser el príncipe del que Robin les había hablado.

 

 Franky abrió el cristal con cuidado, su intención fue acomodar el libro olvidado junto a ella. No sabía si sonreír o llorar más de ver que usaba el vestido que le obsequió. Acomodó uno de sus mechones de cabello en su frente, suponía que era la despedida entonces, iba a extrañarla demasiado.

 

 Como un gesto impulsivo, se inclinó sobre ella y depositó un suave beso en sus labios. Había querido decirle sobre sus sentimientos, lo mucho que la estimaba, que deseaba seguir viéndola sonreír y que pudiera ser feliz. Se arrodilló nuevamente en el suelo, aun gimoteando incontrolablemente.

 

 Y como lo indicaba el libro de Spandine, solo el primer beso del verdadero amor podría romper el hechizo de la muerte dormida.

 

—No deberías besar cadáveres en el bosque, Franky.

 

 El nombrado levantó la cabeza, incrédulo de haber escuchado su voz, por un momento creyó que era su imaginación, que estaba alucinando, pero no, ella de verdad estaba despierta, sonriéndole dulcemente.

 

—¡Robin!

 

 No fue el único que gritó de felicidad, los niños corrieron de inmediato a acercarse, varios aun en medio del llanto y la emoción de verla despierta una vez más, el maligno Spandine no se había salido con la suya. Ella los saludó a todos con emoción y, apenas tuvo la oportunidad, se abrazo a su príncipe de cabellos azules para darle un beso más apropiadamente, gesto que él correspondió con cariño.

 

—Yo creo que si van a casarse —dijo Chopper con emoción por tan romántica escena, aunque Sanji a su lado solo siguió llorando, puede que ya no tanto de alegría.

 

 Franky le tomó entre sus brazos y le apegó contra su cuerpo mientras Robin se apoyó en su pecho afectuosamente, dejando que le llevara hasta su caballo. Regresaría a su reino para ayudarlo a resurgir y prosperar, no estaba sola en ello, ahora contaba con el apoyo de su querido príncipe y sus nuevos amigos, incluso les ofreció vivir con ella en el castillo, estaba segura que su presencia lo haría tan alegre como la casita en el bosque.

 

 Así, partieron los nueve juntos hacia un nuevo mañana, esperando vivir todos felices para siempre.

 

FIN

Notes:

Que exista una portada de Robin como Blancanieves solo me motivó más a escribir esto.

Siguiente historia: Cenicienta
¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

Chapter 2: Cenicienta

Notes:

Historia de hoy: Cenicienta
Pareja: Ace x Female!Sanji
Otros personajes: familia Vinsmoke, Zeff, Garp, Roger, Marco, Katakuri (mención)
Advertencias y/o avisos: Genderbending, todas las Vinsmoke son rubias, no cabellos de colores.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Al reino de Loguetown se había mudado una adinerada familia, se decía que venían de otro reino muy lejano en el norte huyendo de las guerras, pero solo eran rumores. Se asentaron en una gran casa a las afueras, cerca del bosque; y por un tiempo vivieron en armonía, la pareja con sus cinco hijas, una mayor y las cuatrillizas, todas de un hermoso cabello rubio y ojos azules.

 

 Todas eran amadas y su madre siempre intentó enseñarles a ser amables y bondadosas, de ayudar a quien les necesitara, aunque esta fue una lección que se asentó más en Reiju, la mayor, y a Sanji, la tercera de las trillizas; sus hermanas estaban mas interesadas en otras cosas y a Judge le parecían tonterías, pues consideraban que ellos eran de un estrato superior.

 

 Cuando las hijas menores cumplieron diez años, su madre cayó víctima de una terrible enfermedad y tras un año luchando contra esta, finalmente falleció. Fue un suceso sumamente triste, pero a quienes más afectó en la familia fue a Reiju y a Sanji, quienes siempre fueron mucho mas apegadas a su madre que el resto.

 

 El dolor de perderla se prolongó, incluso si su padre y otras hermanas parecieron superarlo con más rapidez, y es que una parte de ellos estaba resentida por el gran gasto de dinero que implicó la enfermedad de Sora. Su fortuna se había reducido considerablemente al punto de que debieron despedir a la servidumbre con tal de seguir manteniendo sus vidas de lujos.

 

 Judge sabía que necesitaban quien se encargara de su gran casa, por supuesto que él no pensaba hacerlo, así que decidió irse por el eslabón que consideraba más débil de la familia. Sanji siempre fue excesivamente amable, se hablaba con otros pueblerinos como si ellos fueran sus iguales y nunca tuvo la mejor relación con sus mellizas, sin mencionar que su gran parecido con su madre le afectaba más de lo que quería admitir, así que sacrificarla por sobre sus otras hijas no fue una difícil decisión, ella representaba una decepción en muchos aspectos.

 

 No necesitaba una hija que se tratara de igual con la plebe, incluso cuando ellos ya no podían ostentar su antiguo estilo de vida, aquel pensamiento nunca les abandonó. De esa forma, eventualmente, Sanji terminó por convertirse en una sirvienta de su propia casa, atendiendo a sus hermanas y su padre, encargándose de todas las labores del hogar por su cuenta, sin derecho a bonitas pertenencias o una vida cómoda, incluso siendo relegada al ático en lugar de su habitación.

 

 Y así pasaron los años, adaptándose obligatoriamente a su nuevo estilo de vida porque ¿A dónde podría irse? ¿Qué podría hacer una jovencita como ella por su cuenta? Quizás morir de hambre en las calles o acabar como esclava en otro reino, cada opción sonaba mucho mejor.

 

 Así que cada mañana, Sanji despertaba temprano con el sol para realizar todas las labores de su casa, desde preparar el desayuno para su padre y hermanas hasta hacer la limpieza, alimentar los animales que habitaban en su pequeño corral, lavar ropa, entre muchas más tareas, llegando así a sus diecinueve años.

 

 Claro que no todo era tan malo, Reiju aún le trataba con decencia humana y le ayudaba con algunas tareas fingiendo desinterés para no sufrir los regaños de su padre, quien ahora estaba obsesionado con la idea de casarle con un hombre adinerado. También había hecho amistad con los pequeños ratones que vivían en la casa, lo que podría sonar tonto, pero le ayudaba mucho a lidiar con la soledad muchas veces.

 

 Sanji tenía un sueño, uno que se repetía constantemente y era el poder tener un día de libertad, sin obligaciones, sin reclamos o regaños, un día de paz solo para ella. Sonaba como algo normal, pero dadas sus condiciones de vida, era una fantasía que parecía imposible, quizás solo cuando sus hermanas consiguieran marido y se marcharan de casa sería posible.

 

—¿Andas en las nubes de nuevo? Date prisa o se nos hará tarde —le reprendió Reiju con ese falso tono autoritario con el que le hablaba en casa.

 

 Su hermana mayor también parecía querer escapar a veces, como si no quisiera estar para conocer más posibles pretendientes odiosos que traía su padre.

 

—Ya voy, ya casi termino aquí —respondió tras terminar de recoger algunas cosas en la cocina—. Por favor no dejen que nadie los vea y tengan cuidado con el gato —dejó su típico delantal en una silla y tomó el canasto donde llevaba las compras para salir junto a Reiju.

—¿Otra vez estás hablando con ratones? —le cuestionó su hermana mayor tras abandonar la casa.

—¿Y tú otra vez vienes al pueblo conmigo para ver al panadero? —sonrió al notar como su hermana se sonrojaba—No le diré a nadie, bueno, quizás los ratones ya lo saben.

—Por favor no digas eso en voz alta.

—En ese caso, te encargo el pan, yo iré por lo demás y salúdame a Katakuri cuando estés allí.

 

 Tras llegar al pueblo, se separó de su hermana para darle un poco de tiempo por su cuenta, no podía culparla, el panadero era un hombre sumamente dulce detrás de esa apariencia ruda y misteriosa, incluso se veía que era un gran hermano mayor, alguien perfecto para Reiju quien siempre estuvo pendiente de ella pese a todo y le cuidó como pudo tras los malos tratos del resto de su familia.

 

 Ir al mercado era de las mejores actividades que tenía para hacer ya que podía salir de casa, no tenía que escuchar los gritos y quejas de sus mellizas ni las órdenes crueles de su padre, podía solo caminar y disfrutar de los olores de la comida, de escoger frutas y verduras, de buscar las mejores especias, la cocina era algo que amaba demasiado.

 

 Y, bueno, ahora que sabía el secreto de su hermana, podía dejarle el pan a ella, era lo mínimo que podía hacer, deseaba que al menos Reiju pudiera casarse con quien deseara, aunque seguro su padre se opondría porque “un simple panadero no era digno de ella y su familia”, si claro, como si aun tuvieran dinero o estatus. Apenas podían vivir medianamente bien, aunque esa excusa del dinero solo era para no gastar en ella y por eso no tenía derecho a vestidos nuevos.

 

—Buenos días Sanji ¿Qué puedo ofrecerte hoy? —le saludó Hachi, el vendedor de pescado.

—Buen día Hachi, ya sabes, lo mejor que tengas.

 

 Mientras esperaba le despachara, se acercó a otro de los puestos para observar algunos vegetales, pensando en que podría preparar para comer ese día. Todo se veía muy bien y fresco, al menos gracias a Reiju tenía el dinero necesario para comprar los mejores ingredientes.

 

—Parece que sabes elegir muy bien —escuchó una voz a su lado.

 

Giró apenas su rostro para encontrarse con un muchacho de cabellera oscura y pecas en sus mejillas, era muy atractivo, no recordaba haberlo visto nunca, aunque bueno, no es como que conociera a todos en el pueblo.

 

—Me gusta usar lo mejor para mis comidas —respondió antes de seguir tomando algunos vegetales—¿También cocinas?

—No realmente, pero me gusta la buena comida —sonrió ampliamente.

—Entonces tenemos algo en común —le devolvió la sonrisa—¿Eres un viajero?

—Algo así, llegué hace poco al reino, en teoría si estuve viajando por muchos lugares y probando muchos tipos de comida.

—Debió ser maravilloso algo así.

 

 Sanji podría escuchar por horas todo lo que aquel muchacho tenía para decir sobre comidas y culturas de otras partes del mundo, era atrapante por fin tener a alguien con quien compartir sus gustos, poder conversar de verdad con otra persona se sentía tan bien ¿Cuándo fue la última vez que tuvo una conversación sustancial con alguien que no fuera su hermana mayor o un ratón? No podía recordarlo, pero ahí estaba, sintiéndose como una persona real que era tomada en cuenta y no solo la sirvienta de la casa.

 

—¡Hey Portgas! —otra voz resonó y un hombre no tardó en aparecer—¿Dónde te habías metido? Se nos hace tarde para regresar.

—Lo siento, me entretuve hablando con una bella dama —dijo el muchacho de pecas con una sonrisa.

—No es momento para que andes coqueteando, tenemos que irnos ya, se suponía que llegaríamos al castillo hace horas.

—Marco no tenemos que llegar tan pronto.

—¿Trabajas para el castillo? —no pudo evitar preguntar impresionada; ambos hombres intercambiaron miradas con algo de incredulidad—¿Y qué es lo que haces?

—Soy un aprendiz —se apresuró a decir antes de que Marco revelara algo más.

—Eso es increíble —sonrió con fascinación. Hubiera deseado preguntar más, pero finalmente vio a su hermana y solo pudo despedirse del guapo joven antes de marcharse; él lamentando no haber preguntado su nombre.

 

 Sanji prefirió alejarse al notar la prisa que tenía el otro sujeto, además ¿El castillo? ¿Trabajaban directamente para el rey? Con razón nunca lo habría visto en el pueblo y menos si pasaba mucho tiempo viajando. Claro que cayó en cuenta pronto que no preguntó su nombre y se sintió tonta por ello, ese muchacho era tan guapo y encantador, había mucho que quería preguntarle y todo lo que sabía de él era un posible apellido o apodo.

 

 Solo le quedó volver a casa tras reunirse de vuelta con su hermana.

 

 La llegada del príncipe Ace al castillo tomó al rey Roger por sorpresa, al menos porque no se suponía que su hijo llegara sino hasta el día siguiente. Estaba feliz de recibirlo, aunque el muchacho no se encontraba precisamente contento por volver, era alguien más aventurero y prefería pasar su tiempo viajando por otros reinos, conociendo y aprendiendo todo lo que pudiera.

 

 Fuese como fuese, su hijo estaba de vuelta y era todo lo que importaba. O al menos eso quería pensar él, pero su consejero y líder militar tenía otras ideas en mente.

 

—Ya no puedes seguir consintiéndolo Roger, ya es un adulto, ya es momento de que siente cabeza de una vez —le escuchaba decir por enésima vez mientras comía algunas galletas—, tiene que hacerse cargo de este reino pronto, no te haces más joven.

—Solo tiene veinte años Garp, no lo presiones con eso.

 

 Pese a que el rey quiso restarle importancia, una fuerte tos le invadió y le hizo replantearse un poco las cosas. Era cierto, no se hacía más joven y su salud no era la mejor desde que su amada Rouge falleció, necesitaba asegurar que su reino estaría seguro bajo el mandato de su único hijo.

 

—Además ¿Cómo esperas que consiga esposa si se la pasa viajando de un lado a otro? —cuestionó tras beber un poco de agua.

—Eso es muy fácil, darás una fiesta, una para celebrar su regreso e invitarás a todas las jóvenes casaderas del reino.

—Garp eso es ridículo —soltó una carcajada—¿Cómo eso podría funcionar?

—¿Tienes una mejor idea?

 

 Roger guardó silencio, pensándolo un poco. No quería presionar tanto a su hijo, pero entendía que no estaba para tomarse las cosas tan a la ligera.

 

—Bien, pero no forzaremos nada, dejaremos que el muchacho decida por su cuenta.

—Perfecto, mañana mismo ordenaré la creación de las invitaciones.

 

  Había días en que su familia estaba de tan buen humor que solo le ignoraban y otros en los que Judge solo le daba órdenes y más órdenes de todo lo que debía ser limpiado. Era extenuante, pero al menos ahora podía pensar en ese muchacho guapo con pecas en el rostro mientras pulía los escalones, habían pasado un par de días y no se lo sacaba de la mente.

 

Al menos recordar su conversación y limpiar le distraía del horrible canto de sus hermanas mellizas, sin duda alguna nacieron sin ningún talento musical, su único don era ser demasiado mandonas y arrogantes. La voz de Niji y Yonji estaba tan desafinada que podrían romper el vidrio de una ventana en cualquier momento, ni que decir del poco talento que Ichiji tenía para tocar la flauta.

 

 Se preguntaba como su padre o Reiju podían tolerar sus horribles ensayos musicales, al menos su propia mente estaba en otro lado, repitiendo la misma canción que sus hermanas con un genuino sentimiento de alegría. Estaba lista para terminar su limpieza de los pisos cuando un llamado a su puerta le interrumpió.

 

 Se levantó de mala gana de su lugar y fue revisar de quien se trataba. No esperaba recibir una carta con el sello real. Por un momento pensó en el joven del mercado, aunque sería ridículo pensar que la carta podría ir para ella. Subió las escaleras y tomó aire antes de interrumpir el ensayo, bueno, seguro les hacía un bien a los oídos de los pobres ratones.

 

—¡Sanji! ¿Qué te he dicho sobre interrumpirnos? —reprendió Judger, apartándose del piano.

—Es que llegó una carta del palacio…

 

 Solo esas palabras bastaron para que sus tres hermanas mellizas enloquecieran y trataran de arrebatarle el papel con salvajismo. Estaba acostumbrada a que fueran toscas y crueles, siempre le empujaban y decían cosas muy hirientes, esta vez no fue la excepción.

 

—Ya dámela fracasada —gruñó Ichiji, tumbándola contra el suelo al quitarle la carta.

—¡Déjame ver que dice! —demandó Niji.

—¡Dámela a mí! —exigió Yonji.

—¡Niñas, suficiente!

 

 Judge tomó la carta de las manos de la cuatrilliza mayor y leyó su contenido rápidamente, mostrando una expresión de genuina sorpresa cuando comprendió lo que estaba allí escrito.

 

—El rey invita a todas las doncellas casaderas del reino a un baile en honor a la llegada del príncipe —resumió su contenido.

 

 Los chillidos de emoción de las hermanas no se hicieron esperar, la oportunidad de conocer al príncipe era como de una en un millón y ahí estaba, incluso brindando la posibilidad de que el heredero al trono se fijara en alguna de ellas. Sanji por su parte, solo pensaba en lo maravilloso que sería ir a un baile de ese estilo, salir y divertirse por una noche.

 

—¿Qué te hace pensar que puedes ir? —le cuestionó Ichiji con burla tras comentar que también necesitaba un vestido.

—¿Te volviste loca? ¿Qué vas a hacer tú? ¿Limpiar el palacio? —se burló Yonji.

—Ya tienen suficientes sirvientas, Sanji —respaldó Niji.

—Ahí dice que todas las doncellas deben ir por orden del rey ¿No? Significa que puedo ir —refutó pese a las risas burlonas de sus hermanas.

—Ella tiene razón —intervino Reiju, quien había permanecido en silencio observando todo desde su cómodo sillón—, es un mandato real, no se puede desobedecer ¿Cierto padre?

—Eso es correcto —Judge miró a Sanji con sus ojos entre cerrados, inhalando profundamente—, si terminas tus deberes a tiempo y encuentras algo decente que usar, entonces podrás venir.

 

 Sanji sonrió ampliamente, por fin tendría una noche libre, solo tenía que terminar todo pronto, seguro encontraría algo que usar entre los viejos vestidos de su madre que aun conservaba en su torre y tendría la oportunidad de encontrarse con el chico del mercado.

 

—Padre no es justo, solo nos hará pasar vergüenza —se quejó la mayor de las cuatrillizas.

—¿De verdad tiene que venir? —cuestionó la menor.

—Yo dije si terminaba a tiempo.

 

 Las tres hermanas sonrieron con malicia al entender el mensaje de su padre, aunque Reiju por su lado solo pudo fruncir un poco sus cejas, quizás podría darle una mano a su hermana menor para que estuviera lista a tiempo.

 

—Conseguí estas cosas que podrían ayudarte con tu vestido —Reiju había subido al ático con una cesta llena de cosas que sus otras hermanas menores habían tirado—, creo que te serán mas útiles a ti que solo tirarlas.

—No tenías que molestarte, si saben que viniste aquí podrían enojarse contigo —Sanji recibió las cosas, admirando todo su contenido.

—Descuida, deben estar muy ocupadas buscando que ponerse para el baile.

 

 Reiju se fijó en el vestido acomodado en un maniquí, recordaba haber visto a su madre usándolo, con unos ajustes seguro se le vería muy hermoso a su hermana menor, se vería idéntica a ella.

 

—¡Sanji!

 

 Los gritos de Yonji resonaron apenas Sanji abrió su libro de costura.

 

—No puede ser …

—¡Sanji!

 

 Esta vez fue la voz de Niji. Resopló con desgano, a ese paso nunca podría arreglar el vestido. Se levantó de su lugar en su cama y bajó las escaleras con desánimo. Reiju le vio salir y luego tomó el libro en sus manos, era un bonito diseño, aunque lo más seguro era que ninguna de sus hermanas le permitiría hacer otra cosa con tal de que no estuviera lista a tiempo.

 

—Tal vez podamos darle una mano ¿no creen? —les comentó a los pequeños ratones que observaban curiosos.

 

 Se levantó de su lugar y se dedicó a arreglar el vestido lo mejor que pudo, estaba segura que no notarían su ausencia en un rato.

 

 Cuando la noche para ir al baile por fin llegó, todas las hermanas de la casa estuvieron listas para partir en el carruaje que pasó a recogerles junto a su padre. No se suponía que Sanji estuviera lista, ni siquiera debería tener nada que ponerse, pero ahí estaba, con un vestido que era de su madre y que a Judge le desquició ver.

 

 Reiju sonrió al verla, se veía tan hermosa que solo pudo sonreír enternecida.

 

—Niñas vayan subiendo al carruaje, enseguida les alcanzaremos.

 

 Las mellizas miraron a su otra hermana con desdén, como si la sola idea de que tuviera que ir con ellas les molestara inmensamente. Aun así, avanzaron hacia la salida y a su hermana mayor no le quedó de otra que seguirlas.

 

—¿De verdad piensas que te permitiré ir con nosotros? No eres mas que la mucama de esta casa, no eres como tus hermanas, no debería llamarte hija siquiera.

—Padre…

—Entiende que eres una decepción, que alguien como tú no tiene derecho a asistir a un evento como este, mucho menos bajo mi apellido.

 

 Las palabras duras de su padre le tenían sumamente tensa, no entendía porque era tan cruel ella ¿Qué había hecho mal para que le despreciara tanto?

 

—Y ese vestido, debí quemarlo hace años —frunció su ceño antes de romper una de las mangas de un tirón, luego parte de los encajes.

—¡No! ¡Era de mamá!

—¡Ella está muerta!

 

 Aquel grito la dejó estática, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas, el dolor en su pecho incrementaba exponencialmente. Judge le dio una última mirada antes de retirarse, dirigiéndose al carruaje.

 

—¿Dónde está Sanji? —cuestionó Reiju al verle subir solo y cerrar la puerta.

—Ella no vendrá, aprendió cuál es su lugar.

 

 Las trillizas rieron divertidas al escuchar aquello, Reiju solo pudo mirar con pesar a través de la ventana como se alejaban de la casa.

 

 Sanji salió al pequeño corral en la zona trasera de su casa, sollozando con dolor. No creía poder seguir soportando mas esa vida, ya no quería, iba a fallarle a su madre en su enseñanza de seguir siendo una persona amable y bondadosa, ya no podía creer en nada bueno a esas alturas, todo lo que sentía era dolor.

 

—No llores niña, tienes una cara muy bonita para estar llorando —escuchó una voz que le hizo levantar la mirada del muro donde se había echado a llorar—¿Qué te tiene tan afligida?

—Yo no… —se limpió un poco los ojos, encontrándose con un hombre de curioso bigote trenzado y ropas similares a las de un chef, uno muy elegante—¿Quién es usted?

—Esa es una pregunta algo complicada de responder —se llevó una mano al mentón de forma pensativa—¿Me regalas un poco de agua?

—Si, por supuesto —se levantó de su lugar y fue a buscarle algo de agua al interior de la cocina—, aquí tiene.

—Muchas gracias berenjenita —agradeció el hombre—. Bueno respondiendo a tu pregunta, soy algo así como tu padrino, uno mágico.

—¿Mi padrino mágico? —enarcó una de sus cejas, confundida—¿No debería ser un hada madrina?

—¿No estás contenta conmigo? Puedo decirle a otra que venga, pero tardará…

—No, no hace falta —negó de inmediato—, pero ¿Por qué está aquí?

—Eso es muy fácil, vine a ayudarte para que vayas al baile. Ahora sécate esas lágrimas berenjenita, vamos a darte lo que necesitas.

 

 El hombre se levantó de su lugar y se remangó su camisa de chef. Sanji lo miró hacer un movimiento con sus manos y pronto lo que era una simple calabaza, se convirtió en una hermosa carroza; luego siguieron sus amigos ratones, que acabaron convertidos en cuatro bellos caballos blancos.

 

—Es asombroso —comentó maravillada, viéndole hechizar un par de animales más para que tuviera un chofer y un chaperón—, aunque pensé que necesitaría una varita mágica.

—Me alegra que te guste y las varitas solo son palos, ahora date prisa o no llegarás a tiempo.

—Pero padrino… —apretó un poco la falda del vestido rosa en sus manos—¿Podría ayudarme a repararlo? Era de mi madre, es muy importante para mí.

—Mmm ¿Te importa si le hago unos cambios ligeros?

 

 Sanji negó y el hombre volvió a mover sus manos, usando su magia para modificar su vestuario. Ahora llevaba un hermoso vestido azul y preciosas zapatillas de cristal.

 

—Es bellísimo, muchas gracias —dijo demasiado conmovida—, pero ¿Y si mi padre o mis hermanas me ven?

—No te preocupes por eso, no te reconocerán —aseguró—, ahora date prisa berenjenita, se te hará tarde.

—¡Gracias!

 

 Le dio un fuerte abrazo al hombre antes de subir al interior de la carroza, eran tan hermosa por dentro como por fuera.

 

—¡Casi lo olvido! Recuerda esto que es importante —le habló desde la ventana—, la magia no es de larga duración, cuando la última campanada que indique la media noche termine de sonar, todo volverá a como era antes, así que ten eso en cuenta.

—Entiendo —asintió y pronto la carroza se puso en marcha—¡Muchas gracias!

—¡Ten una gran noche berenjenita!

 

 Y la carroza se fue perdiendo en la distancia, Sanji en su interior anhelando volver a ver a su conocido aprendiz en el castillo y tener una gran noche.

 

 

 Aquella noche no podía ser mas aburrida, al menos así lo veía el joven príncipe. Todo lo que deseaba era ver a la joven doncella que conoció hacía unos días en el mercado del pueblo. Veía la presentación de noble tras noble, doncella tras doncella, pero ella simplemente no estaba, tal vez ni siquiera asistiría. Eso era triste y decepcionante, ansiaba tanto verla otra vez.

 

—Deberías ser menos obvio —comentó Marco de forma burlona—, sé que esperas a la doncella del mercado, pero no deberías ser tan descortés como para quedarte dormido.

—No molestes Marco ¿No tienes algo más que hacer, comandante?

—El capitán Garp me ordenó que no me moviera de tu lado hasta que estuvieras bailando o charlando con una doncella.

—El viejo debería buscar algo más que hacer —rodó los ojos—, no puede esperar que solo elija una chica aleatoria.

—Lo sé, tú ya elegiste a la del mercado —se rió—. Solo la has visto una vez y sí que logró cautivarte.

—No lo entenderías, fue una conexión, incluso si solo hablamos por un momento.

—Debe ser muy especial esa chica entonces.

 

 Toda la atención pasó de repente a una joven recién llegada, sus cabellos dorados enmarcaban de forma especial su bello rostro y el hermoso vestido azul que contrastaba con sus ojos la hacía ver como una verdadera princesa. Ace clavó sus ojos inmediatamente en ella, reconociéndola al instante.

 

 Sonrió con emoción, alejándose de Marco para acercarse a la joven recién llegada, que no fue anunciada como el resto, por lo que su nombre seguía siendo un misterio para él.

 

 

—Portgas…

—Me alegra verte de nuevo —le saludó al estar tan cerca—, te ves muy hermosa.

 

 No era la manera en que Sanji esperaba ver al muchacho del mercado, por supuesto que esperaba encontrarle, pero saber que se trataba del príncipe ya era una sorpresa inmensa.

 

—También se ve bien, alteza.

—Oh no me digas así, Ace está bien —negó, todos solían llamarle por el apellido de su madre en sus viajes solo para despistar. Le ofreció su mano para que bailaran juntos.

 

 Aquel primer baile fue simplemente maravilloso, mágico y romántico. Ninguno de los dos podía quitarse los ojos de encima, embelesados ante el otro mientras se movían al compás de la música. Sanji estaba dispuesta a disfrutar aquella increíble noche, sería un bello recuerdo para el resto de su vida, de eso no tenía dudas.

 

 En algún punto terminaron en el jardín del palacio, huyendo de las preguntas y miradas curiosas de los demás invitados, ansiosos de saber quien era esa misteriosa muchacha.

 

 Y allí charlaron sobre muchas cosas, sobre los viajes del príncipe, sobre comidas de todo el mundo, sobre sueños y aspiraciones, sobre la bondad y el amor. Si debía elegir una esposa esa noche, Ace deseaba que fuera ella, aquella muchacha tan única y encantadora, que no parecía deslumbrada por ser de la realeza sino por su verdadero ser, alguien aventurero y conocedor.

 

—Entonces ¿Me dirás tu nombre? —le cuestionó tras un largo rato, era irónico que no hubiera preguntado eso desde el principio.

 

 Sanji rió y estaba por responderle cuando la primera campanada que anunciaba la llegada de la media noche sonó. Y recordó entonces la advertencia de su padrino mágico.

 

—Las doce —se levantó del banquillo donde estaban hablando y miró hacia la torre del reloj—. Fue una velada maravillosa, nunca la olvidaré, pero tengo que irme ya…

—¿Qué? Pero aun es temprano.

—Lo siento mucho, de verdad fue increíble, eres increíble.

 

 Besó su mejilla antes de sujetarse la falda para salir corriendo a toda prisa. Ace quedó atontado por un momento, solo viéndola alejarse hasta casi perderla de vista. Sacudió la cabeza y corrió tras ella. Todo ocurrió muy rápido después, con las tropas lideradas por Garp y Marco persiguiendo aquel carruaje que no frenaba pese a los gritos y órdenes de detenerse.

 

 Por mucho que lo intentaron, el cierre de una reja les frenó el paso y el carruaje desapareció en la penumbra. La última campanada sonó y los humanos volvieron a ser animales, los caballos volvieron a ser ratones, el carruaje volvió a ser una calabaza y su bello vestido azul, volvió a ser rosado hecho jirones.

 

 Aun así, Sanji sonreía demasiado feliz tras la velada tan especial que tuvo y más al ver que la zapatilla de cristal no desapareció como lo demás, preservándola como un bello obsequio de su padrino, una lástima que la otra hubiera quedado perdida en su huida.

 

 Sanji apenas escuchaba las quejas de sus hermanas respecto a lo que pasó la noche del baile, demasiado metida en su mundo de fantasía, tarareando las melodías que danzaron juntos ella y el príncipe mientras terminaba de servir el té. Su mente estaba aún en las nubes, aunque desgraciadamente fue algo que su padre notó.

 

 Aquello coincidió con el anuncio real sobre la búsqueda de la misteriosa joven. Resultaba que, en su retirada, había dejado atrás una zapatilla de cristal y, para encontrarla, se sometería a todas las asistentes del baile a una prueba de la misma.

 

 Consciente de su secreto, Judge la encerró en el ático, ignorando sus sollozos y súplicas, incluso si era ilógico que su hija pudiera ser la dichosa doncella misteriosa, no iba a correr ningún riesgo de que se supiera que la mantenía como una mera mucama de su propia casa ni la dejaría escapar de ninguna manera.

 

 Tras pruebas por todo el reino, el capitán Garp junto al comandante Marco llegaron finalmente al hogar de los Vinsmoke. Parecía la última esperanza de encontrar a la doncella misteriosa, aunque también para Judge era la oportunidad de que alguna de sus hijas desposara al príncipe, si de verdad era Sanji, cualquiera de sus mellizas podría pasar por ella.

 

—No he sido yo quien bailó con el príncipe —negó Reiju cuando le informaron que debía medirse la zapatilla.

—Es una orden real que todos lo hagan, jovencita —señaló Garp con algo de severidad.

—Obedece, Reiju.

 

 De mala gana, la mayor de las hermanas se probó la zapatilla y por supuesto esta no entró. Dio paso a las trillizas, que parecían querer empujarse entre sí por su turno, aunque al final Ichiji fue la primera.

 

 Reiju miró hacia las escaleras, extrañada de que Sanji no bajara, si era una orden real, todas debían estar ahí. Miró a su padre con sus cejas algo fruncidas y, aprovechando su concentración en su hermana, decidió alejarse rápidamente para buscar a Sanji.

 

 Encontrar la puerta cerrada con llave le sorprendió, no podía creer que su padre se atreviera a encerrarla de esa manera. Frunció aun más el ceño y aunque luchó por abrir la puerta, no tuvo éxito alguno por lo que debió volver abajo. Ahora era Yonji quien luchaba con la zapatilla para hacer que entrara en su pie, pero claramente tampoco funcionó. Niji también fracasó.

 

—No viven mas doncellas en esta casa ¿cierto? —cuestionó Garp tras terminarse una galleta que traía consigo.

—No señor, solo mis hijas.

—Bien, en ese caso creo que debemos…

—¡Hay alguien más! —exclamó la mayor—Falta una de mis hermanas.

—¡Reiju! —le reprendió sus padres e igual sus hermanas menores.

—¿Dónde está esa hermana entonces?

—Ella no está aquí —trató de desviar la atención Judge, pero su hija mayor ya no estaba dispuesta a obedecerle más.

—Se encuentra arriba.

—Es una orden de su majestad que todas las doncellas se presenten —sentenció Marco.

 

 A Judge no le quedó de otra que guiar al capitán hacia el ático. Miró con una expresión gélida a Sanji, como si con la simple mirada le ordenara no moverse de su lugar por nada del mundo.

 

—Jovencita, es su deber real ir a la prueba de la zapatilla —habló Garp, aunque pronto vio en las manos de la muchacha algo que le hizo sonreír—, pero supongo que tal vez no hará mucha falta.

 

 Sanji sonrió y, aunque tuvo miedo de su padre por un instante, nada le impidió avanzar detrás del capitán a la sala de su casa. Sus hermanas le miraron con recelo y luego con inmensa sorpresa cuando notaron como ella traía consigo la otra zapatilla de cristal.

 

—Me parece que has encontrado a tu doncella misteriosa —comentó el comandante Marco a uno de los escoltas reales, quien solo se retiró el sombrero y la capa, revelando ser el príncipe.

—Ace… —Sanji sonrió al verle, apretando un poco la zapatilla entre sus dedos. Avanzó hacia él, emocionada, como si nuevamente estuviera viviendo lo especial de aquella mágica noche—Yo no soy mas que la sirvienta de esta casa ¿sabes? No tengo mucho que ofrecer más que mi corazón.

—Y es todo lo que necesito —Ace tomó una de sus manos y la acercó a sus labios con suavidad—, tal vez no sea necesario, pero ¿Me permites?

 

 Ella asintió y tomó asiento, permitiendo que él le probara la zapatilla, la cual encajó perfectamente, después de todo, estaban encantadas para que solo le quedaran a su verdadera dueña.

 

 Sanji por fin pudo ser libre del yugo de su cruel padre y sus mellizas, había dejado atrás todo el dolor que estos pudieron causarle por años, aun así, no les guardó rencor, decidió perdonarles y empezar su nueva vida junto al príncipe. También le alegraba saber que su hermana mayor pudo separarse de ellos y estar con el hombre que amaba, confiaba en que Katakuri la haría muy feliz sin necesidad de ostentosos lujos o grandes fortunas como quería su padre.

 

 No estaba segura de si podría llegar a ser una buena monarca para el reino, pero haría su mejor esfuerzo por aprender todo lo necesario para lograrlo desde la profunda bondad en su corazón, esa que heredó de su madre. El rey Roger por su parte estaba más que feliz de ver a su hijo elegir su camino, sabía que el reino estaría en buenas manos.

 

—¿Estás lista, Sanji?

—Creo que nunca estuve más lista, Ace.

 

 Ambos sonrieron para luego salir hacia el balcón a saludar a la multitud que vitoreaba feliz por el matrimonio del príncipe y su nueva princesa. Ambos juntaron sus manos y se miraron profundamente enamorados antes de juntar sus labios en un beso de amor, uno que daba inicio a su felices para siempre.

FIN

Notes:

Espero que les haya gustado este segundo cuento, por supuesto que Cenicienta tenía que ser para Sanji. Decidí mezclar ideas de la clásica animada y del live action de 2015, también tomé algo de Cenicienta 2 como referencia para la relación de Reiju y Katakuri. Nos leemos en el próximo cuento.

Siguiente historia: La bella durmiente

¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

Chapter 3: La bella durmiente

Notes:

Historia de hoy: La bella durmiente (o Maléfica tal vez)
Pareja: Law x Zoro (romance más secundario)
Otros personajes: Female! Mihawk, Arashi, Tera, Perona, Buggy, Mr.2/Bon Clay, Mr. 3/Galdino, Chopper (mención)
Aclaraciones y/o advertencias: Genderbending, Zoromi es la versión femenina que di al nombre de Zoro

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Mihawk, o Hawkeyes como se le conocía más, era una criatura que protegía el bosque mágico. Se decía que era el tipo de hada que descendía de aves legendarias. No confiaba en los humanos, no después de que uno de ellos le traicionara, había jugado cruelmente con su amor y su amistad, por lo que decidió aislar su tierra de la de los humanos, no los quería cerca, no deseaba que ninguno de sus iguales debiera vivir la misma decepción que ella cuando fue terriblemente despojada de sus magníficas alas.

 

 Los humanos eran ambiciosos de un modo ruin, no les importaba a quien lastimaban o que destruían con tal de obtener lo que querían. Aun le dolía pensar que había confiado tanto en uno como para permitirse creer que algo como el amor verdadero era real.

 

 Roronoa Arashi había aparecido en su vida cuando era un hada joven y llena de inocencia, creía en el bien y que había oportunidad para el perdón y la reconciliación. Sin embargo, al final todo eso fue en vano, la había traicionado con tal de obtener poder y un trono insulso. Aquello solo llenó su corazón de odio y venganza, la amargura que le hizo aislar su bosque del mundo también le llevó a sumirlo en una constante oscuridad y el miedo de sus habitantes.

 

 La noticia de que el rey Arashi y la reina Teru habían tenido una bebé llegó muy pronto a los oídos de Mihawk, todo esto gracias a Perona, un cuervo que salvó de ser devorada por un perro. Tras la pérdida de sus alas, ella se había se convertido en sus nuevos ojos y oídos, gracias a ella sabía todo lo que ocurría en el reino humano y podía estar preparada para sus movimientos, después de todo, llevaban tiempo tratando de invadir su bosque sin éxito.

 

—¿Segura que quieres aparecerte en ese lugar? Habrá muchos humanos, además no sería lindo llegar sin invitación —escuchaba decir a Perona mientras caminaban rumbo al palacio, a veces se arrepentía de darle forma humana.

—Quiero ver con mis propios ojos la razón por la cual Arashi decidió mutilar mis alas —respondió con su natural estoicismo— y ver si vale la pena o me aburre tanto como para quitarle algo a cambio ¿Un trono? ¿Un matrimonio arreglado? ¿De verdad todo eso valió despojarme de lo más valioso que poseía?

 

 Perona le dedicó una mirada triste, era claro que Mihawk estaba llena de un profundo rencor, incluso si no lo expresaba demasiado. Desconocía toda la historia que pudo haber entre el más reciente rey de los humanos y la guardiana de los seres mágicos, pero no era su deber entender sino obedecer, aunque no le gustara siempre.

 

 En el castillo, muchas personas se habían reunido a darle la bienvenida a la joven princesa, una hermosa niña de mechones verdosos y preciosos ojos grises. Ella aguardaba en su cuna mientras los visitantes se acercaban poco a poco a admirarla, los reyes estaban complacidos.

 

—Nosotros hemos venido a otorgarle dones a la princesa como un símbolo de paz —proclamó uno de los tres seres mágicos del bosque que escaparon de la fuerte protección que Mihawk había creado, todo con tal de buscar un poco más de unidad.

 

 El rey asintió y pronto los tres se acercaron a la pequeña bebé.

 

Yo, Galdino, te ofrezco el don de la nobleza y la lealtad —habló uno de los seres mágicos, cuyo cabello tenía la curiosa forma de un número tres. Extendió sus manos y de estas brotaron chispas que cayeron sobre la pequeña—, serás muy fiel a lo que diga tu corazón.

Yo, la magnífica hada Bon Clay, te otorgo el don de la gracia y la fortaleza, crecerás fuerte y elegante como una flor que se mantiene ante el más inclemente de los climas. —quien había hablado con el rey, se acercó y extendió sus manos hacia la pequeña, soltando pequeñas plumas hacia ella.

Y yo, el gran Buggy, te otorgo el don de la tenacidad y la valentía, serás una magnífica princesa —decretó con orgullo, soltando pequeñas flores azules.

 

 La reina sonrió ante los dones que recibió su hija, estaba por agradecerles cuando una ráfaga de viento atravesó las puertas del castillo. Tenía la fuerza como para doblegar a la gente y sacudir las ventanas. Pronto una figura avanzó de forma pausada y siniestra hacia el centro del lugar. Los tres seres mágicos tragaron un poco de saliva, Mihawk no debería estar allí.

 

—Al parecer llegué tarde a la presentación de su hija —comentó mientras se acercaba hacia la cuna donde aguardaba la pequeña—, espero no lo sea para otorgarle un don de regalo.

—Mihawk no eres bienvenida aquí —Arashi quiso acercarse, pero una fuerza sobrenatural le hizo retroceder—, vete por favor.

—Es una pena —posó sus amarillos ojos en la niña, la cual le miraba atentamente sin un ápice de miedo o intención de llorar. Normalmente la simple apariencia de sus cuernos y orejas puntiagudas tendía a asustar a los niños humanos, pero bueno, solo era una bebé—, supongo que entonces tendré que retirarme.

—Aceptaremos su don para nuestra hija —se adelantó a decir Tera—, estoy segura que tendrá un maravilloso don para Zoromi.

—No, no lo hagas —Arashi le interrumpió, mirándole con una mezcla de terror y desprecio que solo le hizo enojar internamente.

 

 Mihawk levanto sus dedos y destellos verdes empezar a surgir de estos. Sí, estaba allí para arrebatarle algo a Arashi, así como él lo hizo con ella por simple egoísmo, deseaba venganza y sería su hija quien pagaría el precio.

 

Pequeña princesa, crecerás dotada de gracia y fortaleza, serás noble y leal, serás tenaz y valiente —reforzó los dones que los otros tres le habían colocado—, todo quien te conozca te amará y nunca te rendirás en alcanzar tus sueños…

 

 Hubo un silencio abismal, parecía que nada malo pasaría, pero entonces los destellos verdes incrementaron, más potentes, más poderosos.

 

Pero al cumplir los dieciséis años, te pincharás el dedo con la aguja de una rueca y caerás en un sueño eterno del cual no podrás despertar…

—¡No! —el rey Roronoa bramó con fuerza—Mihawk te lo imploro, no lo hagas, no lo hagas, te lo ruego.

 

 Hawkeyes le miró unos instantes, en su interior el simple hecho de verle suplicar le pareció deleitante, no obstante, aquello sería un recordatorio eterno de su crimen contra ella, por el dolor que le había provocado.

 

La princesa podrá despertar de su sueño —continuó con su hechizo—, pero solo con un beso de amor verdadero. Este hechizo será inamovible y perdurará hasta el fin de los tiempos, no podrá romperse jamás.

 

 Tras conjurar su hechizo, una fuerte ráfaga volvió a sacudir el interior del palacio y tras una cortina de humo verde, tanto Mihawk como Perona desaparecieron, regresando así al bosque mágico. Arashi bramó de impotencia, pues ella solo se había burlado de él ante esa falsa solución, él mismo sabía que no existía tal cosa como un beso de amor verdadero.

 

 Desesperado por proteger a su hija, el rey Arashi ordenó encerrar todas las ruecas del reino en el sótano más profundo del castillo y que fueran incineradas. Con mucho dolor, entregó a la princesa a las tres hadas visitantes, confiando en que ellos podrían cuidarla hasta que pasara el día de su cumpleaños dieciséis, lejos del pueblo y oculta de Mihawk.

 

 Claro que ¿Cómo un trío de hadas podría cuidar a una bebé humana sin ninguna clase de experiencia? Incluso si tomaron la apariencia de meros campesinos y se mudaron a una cabaña en el bosque, aprender a vivir como humanos les tomaría tiempo y aprender a criar a la niña llevaría incluso más.

 

 Gracias a Perona, Mihawk se enteró de la presencia de la princesa. No podía evitar observar a la pequeña bestia conforme iba creciendo. Resultaba algo dormilona lo que le parecía divertido, pero cuando estaba despierta nunca llegó a demostrar temor de ningún tipo hacia ella.

 

 Cuando aprendió a caminar, notó que tenía un talento natural para perderse en el bosque, aunque ella no parecía notarlo. Perona se acostumbró a guiarla de regreso a la cabaña.

 

—Esa niña un día va a enloquecerme, no puedo creer que se perdiera tan fácilmente, va a terminar en el bosque mágico un día de estos —protestaba luego de volver con Mihawk que estaba contemplándole desde lo alto de un árbol—¿Por qué no le pones un hechizo de orientación o algo?

 

 Hawkeyes no respondió, simplemente viendo a la pequeña mocosa jugar en la entrada de la cabaña con unas ramas que había encontrado, parecía desarrollar una habilidad especial para defenderse con estos.

 

—Musguito allí estás, deja esas cosas, te vas a ensuciar tu lindo kimono —Bon Clay no tardó en aparecer para sostenerla, llamándole con aquel dulce apodo que solía usar para ella.

—Niña vas a matarnos de un susto —empezó a quejarse Buggy—, no te encontrábamos en ninguna parte.

—El cuervo me ayudó a volver a casa, tíos —explicó con simpleza.

—Esta niña siempre dice incoherencias —Galdino suspiró—, es hora de comer, así que volvamos adentro.

—Solo espero que no sea esa horrible avena de nuevo —la niña hizo una mueca, dejando que le llevaran de vuelta al interior.

 

 Por un momento su mirada se cruzó con la de Mihawk a la distancia, pero nuevamente solo le vio con curiosidad y hasta cierta admiración.

 

 Conforme el tiempo pasaba, Mihawk se involucró mas de lo esperado con la pequeña bestia, como solía llamarle. Perona tenía razón, eventualmente ella se perdió al punto de llegar al muro espinoso que separaba el mundo humano y esto se repitió más de una vez.

 

 Zoromi no dejaba de caminar junto a este, buscando la forma de atravesarlo, curiosa de saber que podría haber más allá, pero al final, solo volvía a ver al cuervo que ya conocía bien y volvía a la cabaña donde sus tíos le regañaban por regresar con su ropa sucia o por tardar tanto. Entendía que estaban preocupados, pero a veces eran muy dramáticos.

 

 A sus quince años, se había vuelto una señorita muy hermosa, sus cabellos verdes seguro habrían crecido mucho más si un día no hubiera tomado las tijeras y se lo hubiese cortado por sobre sus hombros con la excusa de tener calor. Le gustaba internarse en el bosque y robarle espadas a los soldados que a veces iban a tratar de romper el muro espinoso sin mayor éxito.

 

 Un día, ella misma se encontró tratando de cortarlo con una espada, cosa que no pasó inadvertida para Mihawk. Convirtió a Perona en un inmenso lobo y espantó a los soldados, hechizando a Zoromi en un breve sueño para detener su intento de romper el muro.

 

—Sí que eres una bestia —comentó con exasperación—, niña cuervo, regresa.

 

 Los muros espinosos se abrían conforme iba avanzando de vuelta al interior del bosque mágico, seguido de una dormida y flotante doncella, así como de su leal cuervo. Si tanta curiosidad tenía por ese lugar, se lo mostraría y pensaba ver que tan humana sería su reacción de desagrado o ambición al ver todo lo que allí le rodeaba.

 

 La dejó en el suelo y le permitió despertar. Zoromi se llevó una mano a sus ojos, frotándolos un poco antes de ver a su alrededor. Estaba un poco más oscuro de lo que recordaba, pero también había plantas y hongos que producían una luz maravillosa que iluminaba lo suficiente.

 

  Miraba todo con mucha curiosidad, las otras criaturas también le veían con atención, al principio temerosos de que pudiera hacerles algo. Sonrió un poco, fascinada con lo que estaba viendo, aunque fue una figura en particular la que llamó su atención.

 

—Sabía que eras tú —dijo al ver la figura de Mihawk junto a un árbol—¿Por qué no sales? ¿Acaso tienes miedo?

—No seas insolente, yo no temo a nada —respondió—, pero seguro tú si me temerás.

—Yo no tengo miedo de nada, mucho menos de ti —aseguró—, sé bien quién eres.

—¿Ah sí? ¿Y quien soy? —cuestionó entre cerrando sus ojos.

—Eres mi hada madrina —aseguró con firmeza y una ligera sonrisa, tomando desprevenida a la criatura—, siempre me estás cuidando, eres quien envía al cuervo para que me devuelva a la cabaña, te he visto muchas veces.

 

 Mihawk se quedó en silencio, mirando a la muchacha con sorpresa, apretando ligeramente sus labios. No esperaba esa reacción, incluso si con los años debió hacerlo, aquello simplemente le sacó de su zona por un instante.

 

—Su nombre es Perona —dijo tras darle forma humana—, sí, te ha estado vigilando, tienes una cualidad muy curiosa para perderte.

—No me perdía —protestó—. Hace mucho que quería venir aquí ¿Puedo seguir visitándote? Este lugar me gusta.

—Puedes hacer lo que quieras.

 

 Perona le miró con curiosidad por un momento antes de sonreír, incluso si no quería expresarlo, era evidente que a su ama eventualmente le había terminado agradando la niña humana, se había involucrado con ella más de lo que hubiese querido.

 

 Cada que podía escapar de sus tíos, Zoromi se alejaba en el bosque, dejando que su mal sentido de la orientación le guiara hacia el muro de espinas. A veces era Perona quien le llevaba, pero como fuese, adoraba ir al bosque mágico, podía tomar siestas, probar los frutos que allí crecían, ver otras criaturas mágicas y estar con quien consideraba su hada madrina.

 

 Claro que no siempre llegaba tan rápido como le gustaría, en ocasiones deambulaba mas de la cuenta por el bosque y, en una de esas, terminó topándose con un muchacho que andaba en un hermoso caballo blanco. A Zoromi le gustaban mucho los animales, había hecho amistad con un tipo de reno mágico además de Perona y los extraños nunca le dieron miedo, así que no se lo pensó tanto para acercarse a darle algunas zanahorias.  

 

—Disculpe señorita, estoy buscando el camino al castillo —tal vez no era la mejor idea pedirle indicaciones a Zoromi, pero eso era algo que el pobre incauto no sabía.

—Primero debes salir del bosque, ir hacia el norte —dijo señalando una dirección que hizo enarcar su ceja al muchacho.

—Ese es el sur —le corrigió. Zoromi se ruborizó un poco.

—Entonces si sabes donde es, ve hacia el norte —refunfuñó indignada. El muchacho bajó del caballo y se acercó.

—¿Estás perdida? ¿Necesitas que te lleve?

—No estoy perdida —farfulló mirando al joven, era mas alto que ella y su vestimenta no se asemejaba a la de los soldados, era un poco mas elegante.

 

 El muchacho le miró con duda por un instante, no le parecía que ella tuviera idea de donde se encontraba, era claro que se había perdido.

 

—Te perdiste.

—Ya te dije que no.

—¿Entonces qué haces aquí tú sola?

—Yo podría preguntar lo mismo.

 

 El pelinegro suspiró, no tenía caso seguir discutiendo con lo que parecía una campesina, aunque una parte de él pensaba que no debería ser grosero y dejarla a su suerte, así no lo habían criado.

 

—¿No quieres que te lleve a algún lugar? El bosque puede ser peligroso.

—Estoy justo donde quiero estar —aseguró—, voy a visitar a alguien que vive en el bosque, es todo.

—Si tú lo dices —le miró con curiosidad, detallando su cabello verde con más atención, era un tono bastante peculiar ¿De verdad sería una muchacha o una de las llamadas ninfas del bosque? —¿Cuál es tu nombre?

—Zoromi ¿Cuál es el tuyo?

—Trafalgar Law.

 

 Ambos se miraron en silencio por unos segundos con expresiones muy estoicas y difíciles de descifrar.

 

—¿De verdad no quieres que te acerque al pueblo? —ofreció por última vez.

—No gracias, no puedo ir allí —negó—, pero si quieres puedes traerme algo.

—No soy un recadero, pero bien ¿Qué es lo que quieres?

—Bolas de arroz.

 

 Eso llamó su atención en particular, era una petición curiosa de una extraña en el bosque, pero no veía porque no podría cumplirlo, no perdía nada con ello. Volvió a subir a su caballo y sujetó las riendas para cambiar su dirección al norte.

 

—¿Estarás en este mismo lugar?

—Usualmente sí, sino puedes ir a la cabaña del bosque.

—No deberías decirle a un extraño donde vives.

—No me preocupan los extraños.

 

 Law sonrió ligeramente antes de solo despedirse y seguir su camino, había sido un encuentro muy extraño, incluso por un momento pensó que pudo ser su imaginación, pero no le importaba, podrá comprobarlo a su regreso. Por su parte, Zoromi esperó hasta que Perona finalmente apareció y le guió de vuelta al bosque mágico.

 

 Hawkeyes había desarrollado un gusto en cepillar el cabello de Zoro, con su magia solía hacerle peinados bonitos o dejaba que Perona se lo decorase con flores, era relajante, odiaba admitir que se estaba encariñando con ella, lo que empezaba a generar una especie de arrepentimiento muy fuerte.

 

—Hoy me encontré un muchacho en el bosque —comentó, a lo que Mihawk detuvo lo que hacía con su cabello; Zoromi continuó afilando palitos con una cuchilla, las actividades femeninas no eran tanto lo suyo—, prometió traerme bolas de arroz del pueblo.

—No deberías confiar en los humanos —dijo continuando con lo que hacía a su cabello.

—Yo soy una humana.

—Tú eres diferente.

—¿Por qué no confías en los humanos?

 

 Hubo un silencio algo abrupto tras esa pregunta, Zoromi esperaba una respuesta de su hada madrina, pero esta no parecía tener intención alguna de dársela, aun así, esperó en silencio que se decidiera a hacerlo.

 

—Hace mucho, cuando era joven, mas pequeña que tú incluso, confié en un humano —empezó a explicar con un tono algo amargo que Zoromi supo reconocer—, pensé que podríamos ser amigos, que no importaba que fuéramos diferentes.

 

 La joven escuchó atentamente su relato de como ese amigo que hizo creció para convertirse en un hombre ambicioso y cruel, que, en un momento de vulnerabilidad, se aprovechó de su pasada amistad para drogarle y cortar sus alas.

 

—¿Tenías alas? —preguntó sorprendida.

—Si, eran grandes y fuertes, podían sostenerme por encima de las nubes y podía cuidar todo desde el cielo —explicó con cierta nostalgia—, pero él me despojó de ellas solo para ser rey, una posición que no tiene valor alguno para nosotros.

—Creí que tú eras la reina de este lugar.

 

 El hada frunció sus labios, ciertamente había creado algo similar a un trono y en su dolor sometió al pueblo del bosque mágico mediante la oscuridad y el temor, nunca lastimó a nadie en realidad, pero definitivamente las cosas no eran como antes, cuando todo estaba lleno de luz y diversión, ahora el bosque era un lugar lúgubre y triste.

 

—No soy una reina, se suponía que era una guardiana —bajó un poco la mirada—, pero, de todas formas, no te recomiendo que confíes mucho en otras personas, no quiero que nada malo te pase…

 

 Se mordió los labios tras decir aquello. Se sintió hipócrita. Ahora que Zoromi se había vuelto importante para ella, todo lo que quería era que ella estuviera bien.

 

 Zoromi volvió a ver a aquel muchacho de nuevo, tal como lo prometió, le llevó comida del pueblo. Estaba muy agradecida, sus tíos rara vez le traían bolas de arroz, siempre comía pan o avena, también muchos vegetales, lo que en ocasiones podía tornarse un poco aburrido.

 

 Desconocía que Law era el príncipe de otro reino vecino, él tampoco vio necesario mencionarlo, no quería incomodarla. Descubrieron que era fácil conversar de muchas cosas mientras compartían bolas de arroz y jugo de fresas. Esa noche, Zoromi durmió bastante tranquila, ignorando que su querida hada madrina apareció en su habitación.

 

 Mihawk no podía negar cuanto se había encariñado con ella, lo mucho que la apreciaba y estimaba, por eso decidió hacer el intento de erradicar su maldición sobre ella, porque Zoromi merecía una vida larga y próspera, ella merecía ser feliz. La había visto crecer y convertirse en una joven valerosa, quería aprender y conocer más de lo que le rodeaba, estaba segura que ni siquiera le interesaría ser una princesa.

 

Pero nada de eso funcionó, porque sus propias palabras anteriores rechazaban cualquier intento de borrar el hechizo. No había nada que pudiera hacer y eso le rompió el corazón de un modo más doloroso que cuando perdió sus alas.

 

 Zoromi caminaba en el bosque acompañada de Law, este aun no entendía como es que ella podía adentrarse en el bosque como si nada, como si no pareciera solo dar vueltas de un lugar a otro, pero, aun así, ella estaba muy segura de sí misma.

 

—Zoromi-ya, entiendo que te gusta deambular en el bosque, pero caminar sin un rumbo fijo suena más a estar perdido.

—No estoy perdida, voy a visitar a alguien, tal vez puedas conocerla esta vez.

—¿Tu amiga del bosque?

—Más o menos.

—¿No prefieres que te lleve a alguna parte en específico?

—Nop.

 

 Trafalgar volvió a suspirar, no tenía caso insistir. En cierto punto del camino, el graznido de un cuervo le alertó y notó que habían llegado al muro de espinas, cosa que le preocupó de inmediato.

 

—No deberíamos estar aquí —comentó un poco a la defensiva—, mejor regresemos.

—Zoromi no debiste traer a ese humano aquí, desobedecer a Mihawk no es nada lindo —una tercera voz terminó por alertar al joven príncipe.

—Es un amigo, pensé que sería bueno presentárselos, nunca he tenido uno, solo Chopper, pero no sé si los renos mágicos cuenten.

—¿¡Y yo que se supone que soy!?

 

El reclamo de Perona le hizo rodar sus ojos, si que sabía como hacer todo más dramático.

 

—Perona tiene razón, no debiste traerlo —resonó la voz de Mihawk desde la penumbra.

—Solo quería…—pero antes de que pudiera decir algo, el muchacho ya había sido hechizado para caer en un profundo sueño, ahora solo flotaba inconsciente en el aire—¿Por qué hiciste eso? Quería que lo conocieras.

—No necesito hacerlo, sé bien como son los humanos.

—Eres muy obstinada.

 

 A pesar de sus palabras, Mihawk observó al muchacho con curiosidad antes de dejarlo sobre el suelo, no había manera de que un hombre humano pudiera ser confiable, tarde o temprano lastimaría a Zoromi y no quería eso.

 

—¿Sabes? En unos días voy a cumplir dieciséis años, no puedes seguir protegiéndome tanto, ya no soy una niña pequeña.

 

 No podía evitar sentir culpa de dejar a Law tirado durmiendo en el bosque, esperaba que estuviera bien, aunque nadie sensato se acercaba al muro de espinas, incluso los soldados del reino habían desistido en destruirlo.

 

—Lo sé y quisiera cuidarte de muchas cosas más, pero no puedo.

—No tienes que hacerlo, sabes que soy muy fuerte y puedo cuidarme bien —le aseguró con una confiada sonrisa—. Hada madrina, estaba pensando que cuando cumpla dieciséis, me gustaría venir a vivir contigo. Sí, extrañaré a mis tíos, pero puedo visitarlos, estarán bien sin mí.

 

 Mihawk acercó su mano a su rostro, acariciándole con suavidad.

 

—No tienes que esperar cumplir dieciséis, puedes hacerlo ahora.

 

 Sus palabras hicieron realmente feliz a Zoromi, ilusionada de vivir en el bosque mágico con ella, con Perona y las demás criaturas, no podía desear nada más.

 

 Asegurarle a Law que estaba bien no fue tan difícil; él no recordaba haberse dormido, aunque si le costaba creer que aquella joven de cabellos verdes podía cruzar el muro de espinas sin problemas. Quería preguntar cual era su relación con la temible Ojos de Halcón, pero no encontró la forma de hacerlo sin sonar grosero o indiscreto.

 

 Zoromi se despidió de él como otras veces e ingresó al interior de la cabaña, pensando en cómo les diría a sus tíos que pretendía irse de la casa, que les agradecía mucho sus cuidados, pero que era el momento de ser independiente. Dejó pasar ese día por el momento y el día siguiente no pudo hacer mucho tampoco, sus tíos le enviaron a buscar fresas y no le dieron tiempo de replicar ni nada parecido.

 

 A solo un día de su cumpleaños, pensaba que podría haberse ido antes con su querida hada madrina, pero quizás podría pasar su cumpleaños con sus tíos y luego marcharse, les hablaría de sus planes en cuanto volviera de su tarea de recolección.

 

 Esta vez no se perdió como muchas ocasiones, quizás por lo enfocada que se sentía ahora respecto a la noticia que quería darles. Al llegar de vuelta a la cabaña, se encontró con un bonito pastel y un kimono nuevo, le sorprendió mucho ver todo eso, quizás porque sus tíos no eran los mejores cocineros o costureros, pero se veía que le habían puesto mucho empeño -también ignoraba que eran hechos con magia-.

 

—Feliz cumpleaños musguito, espero que te gusten los regalos que preparamos para ti —decía Bon Clay con mucho entusiasmo.

—Decidimos hacerte un gran pastel de cumpleaños, dieciséis años no es cualquier cosa —añadió Galdino con emoción, muy orgulloso del resultado que obtuvo con el pastel.

—Pero mi cumpleaños es mañana —Zoromi los miró bastante confundida, antes de acercarse a apreciar el precioso kimono rosa que le habían hecho—. No debieron molestarse, pudimos hacer lo de todos los años.

—¿Ese espantoso pastel de bayas y bolas de arroz del pueblo? Claro que no —negó Buggy de inmediato—. Esta vez es una ocasión muy especial, además, me temo que no podremos celebrar tu cumpleaños mañana, tendremos que partir de aquí para que te reúnas con tus padres.

—¿Mis padres? —repitió incrédula—Yo no tengo padres, ustedes me criaron por eso.

—Tuvimos que ocultarte la verdad para protegerte —dijo Galdino jugando un poco con sus manos—, fue por tu bien.

 

 Cada palabra de aquella explicación se le hacía más incoherente ¿Ella? ¿Una princesa? ¿Y estaba hechizada? Entonces por eso no la dejaban ir al pueblo. Aun así, saber que tanto de su vida era mentira solo le hizo contener la respiración, como si le costara procesar todo lo que sus tíos, que ahora sabía que no eran, le estaban diciendo.

 

—Pero… pero yo no conozco a esas personas… —apenas pudo balbucear—no quiero ir al palacio, quiero quedarme en el bosque, iba a irme con mi… —guardó silencio ¿Estaba bien mencionar a su hada madrina? ¿Ella sabía de su hechizo y nunca se lo dijo?

 

 Había tantas cosas en su mente. No quería que nada de eso fuera real. No escuchó nada más, simplemente se marchó a su habitación y se tumbó sobre su cama. Estaba molesta y triste ante la revelación de tantos secretos. Apretó sus ojos con fuerza, no iba a llorar, no le gustaba hacerlo, pero ahora solo pensaba que no quería que su vida tomara ese rumbo. Además ¿Su padre era la misma persona que lastimó a Mihawk? ¿Quién le robó sus alas? Con más razones deseaba no conocerlo.

 

 Pensaba en ella, en Perona, en Chopper, en Law ¿Volvería a verlos otra vez si quiera? La posibilidad de que no fuera así le resultó muy dolorosa. Quería volver al bosque, pero simplemente no encontró la fuerza para moverse.

 

A Mihawk empezó a preocuparle que los días pasaran y Zoromi no apareciera como había prometido. La fecha de su cumpleaños finalmente llegó y el miedo le inundó ¿Por qué no había vuelto al bosque? Envió a Perona a buscarle, pero no obtuvo resultados, así que ella misma fue a la cabaña solo para encontrarla vacía.

 

—Te lo dije, no hay nadie aquí —señaló la chica cuervo con angustia— ya debieron llevársela al palacio.

—No, no puede ser —el pánico incrementaba, no debería regresar, no podría protegerla de esa manera.

 

 Los pasos de un caballo alertaron a ambas, encontrándose nuevamente con el muchacho de cabellos negros que las miraba con una mezcla de sorpresa y desconfianza. Mihawk consideró ponerlo a dormir, sin embargo, Perona se adelantó a su pensamiento.

 

—Tal vez él sea la solución —susurró—, él podría romper el hechizo.

—No, no lo hará.

—Mihawk tal vez no haya otra alternativa.

 

 La mujer de ojos dorados apretó el báculo que siempre cargaba consigo, frunciendo sus cejas ligeramente, no creía que fuera posible, pero podría intentarlo.

 

—Zoromi está en peligro, necesito tu ayuda para salvarla.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué le pasó? —cuestionó notoriamente preocupado—¿Dónde está ella?

—Mihawk el sol se pondrá pronto —le alertó Perona—, nos queda muy poco tiempo.

—Necesito que confíes en mí humano, sígueme.

 

A pesar de sus dudas, Law recordó que para Zoromi aquella mujer era valiosa, no era solo la temida hechicera de la que escuchaba mencionar en el pueblo. Hawkeyes convirtió a su sirviente en un caballo negro y subió a su espalda, partiendo junto al muchacho en dirección al castillo.

 

 Zoromi aceptó volver al palacio únicamente para conocer a sus supuestos padres y decirles que no pretendía quedarse. Volvería al bosque y se quedaría con su hada madrina, pero por mucho que lo intentó, no encontró la oportunidad de hacerlo, porque según sus tíos, nadie debía saber que había vuelto al palacio aun, no hasta el día siguiente.

 

 Se suponía que partirían al día siguiente, sin embargo, la mención de Law en su última discusión pareció alertarles. Ella no podía amistar con otro campesino simplemente porque su lugar estaba en la realeza. Era ridículo, a ella no le importaba eso y no creía ver a Law de otra forma que no fuese un buen amigo ¿cierto?

 

 Como fuese, ahora estaba encerrada en la que era su nueva habitación, a la espera de que el día terminara para que pudiera salir. Le habían vestido con su kimono nuevo y peinaron su cabello de un modo que no le gustaba tanto, no era como cuando Mihawk o Perona lo hacían. Tampoco tenía sus espadas tesoro, no le permitieron llevarlas. Todo era tan horrible e insípido en ese lugar.

 

 Necesitaba hablar con sus tíos, pero estos le dejaron tras decir que debían hablar con su supuesta madre primero. De repente, una extraña voz empezó a resonar a la distancia.

 

Zoromi… Zoromi… Zoromi…

 

Repetía su nombre de un modo casi hipnótico. Decidió seguirlo por instinto, encontrando una especie de puerta detrás de una gran cortina. Le costó abrirla, pero finalmente pudo destrabarla y salió a un pasillo. Una mucama le vio y le llamó un par de veces, más ella no la escuchó.

 

Zoromi… Zoromi… Zoromi…

 

 La voz se hacía cada vez más intensa, más fuerte, como si resonara en su cabeza. Siguió caminando hacia ella, casi desesperadamente, como si no hubiera otra cosa a su alrededor. Llegó a una puerta que conducía al sótano del castillo, bajó por las oscuras escaleras hasta llegar al final, donde las antorchas se encendieron en llamas verdes.

 

Zoromi… debes tocarla…toca la aguja…

 

 La voz ordenó luego de que una de las viejas ruecas destruidas se restaurase mágicamente. Caminó a la rueca, acercando su mano como si algo le jalara hacia ello, aunque por un momento mostró algo de dudas, la atracción del hechizo fue mayor y tras pinchar su dedo con la aguja, Zoromi cayó victima de un profundo sueño.

 

—Rápido Perona, date prisa —Mihawk le ordenaba al equino negro, viendo como el sol se ponía en el horizonte.

 

 Una sensación fría le recorrió el cuerpo y le hizo tirar de su crin para hacerla detenerse. Law imitó su movimiento, deteniendo a su cabello para mirarle confundido.

 

—¿Qué pasó? ¿No dijiste que debíamos darnos prisa?

—Ya es muy tarde…

 

 Podía sentirlo, su hechizo se había completado, había perdido a Zoromi probablemente para siempre.

 

 La situación en el palacio no era la mejor, Bon Clay, Buggy y Galdino apenas llegaron a tiempo para ver a la reina en sus últimos momentos. Una terrible enfermedad la había debilitado profundamente y su esposo ni siquiera se dignó a verla una ultima vez, demasiado enfocado en esperar el regreso de su hija para poder declararle la guerra plenamente a Mihawk y el bosque mágico para tomar todos sus recursos.

 

 Durante años, su mente se había fracturado a tal punto de que se obsesionó también con la venganza, ignorando que perdía todo lo que tenía poco a poco. Quería destruir a Mihawk, lo ansiaba, ya no le importaba en lo más mínimo esos años de amistad que hubo en el pasado, eso fue cosa de niños, la ambición y la venganza lo habían cegado por completo.

 

 Gracias a la mucama que vio a Zoromi, los tres seres mágicos pudieron encontrar a la durmiente princesa, habían fallado en su misión de protegerla, de nada sirvió alejarla por tanto tiempo de su familia si al final el hechizo de Mihawk igual se impuso.

 

—Mi pobre musguito, no debimos traerla antes —se lamentó Bon Clay tras dejarla reposar en su cama—, no pudimos protegerte como debíamos.

—El rey va a matarnos —Galdino sintió pánico de solo pensarlo—¿Cómo le diremos esto?

—¡El muchacho! —Buggy exclamó—El muchacho que ella mencionó, tal vez sea la única oportunidad que tengamos.

—Pero ni siquiera sabemos quien es o como encontrarlo —se lamentó Galdino.

 

 Sin embargo, para su suerte, Law había llegado al castillo junto a Mihawk y Perona. Por supuesto que entrar fue mas complicado de lo que esperaban, aun así, se las arreglaron por ir a través de un pasadizo que habían usado Bon Clay y los demás previamente para adentrar a Zoromi sin ser vistos.

 

 Había muchos pasillos y vigilancia, por suerte Perona conocía lo suficiente para avanzar, no por nada había estado en ese lugar muchas veces en el pasado. Claro que había muchas habitaciones también y no podían ponerse a revisar todas y cada una de ellas.

 

—Tal vez debamos separarnos muchacho —le indicó —, me quedaré con Perona, tú sigue buscándola.

—Aun no comprendo porque estaría en peligro aquí —señaló mirándole con una de sus oscuras cejas arqueadas.

 

 Quiso responderle, pero el sonido de voces provocó que ella y el cuervo solo se escondieran, dejando al joven en pleno pasillo sin saber muy bien cómo reaccionar.

 

—Es el príncipe de Dressrosa —Buggy le reconoció de inmediato—¿Qué hace aquí?

—Estoy…—Law se mordió la mejilla un momento, suponía que era la manera de comprobar si lo que dijo Hawkeyes era verdad—estoy buscando a Zoromi, yo la conocí en el bosque, supe que podría estar en peligro.

 

 Aquel joven les cayó como un último rayo de esperanza y sin pensarlo demasiado, los tres le empujaron al interior de una habitación. Mihawk los observó desde su escondite, eso había resultado conveniente, pero podría funcionar, él podría despertarla, quería asegurarse.

 

 Law miró a su amiga tendida en la cama, profundamente dormida. No parecía lastimada, ya la había encontrado durmiendo antes así que no es que le pareciera una imagen muy extraña, quizás solo no verla con manchas de tierra y que llevaba un kimono mucho mas elegante de los usuales. Aun así, le pareció que se veía igual de hermosa que siempre.

 

—Debes besarla —decretó Buggy.

—¿Qué? —cuestionó incrédulo, llegando a ruborizarse un poco abochornado.

—Solo un beso de verdadero amor la despertará —complementó Bon Clay—, está bajo el efecto de un hechizo, nada más la despertará.

—Eso suena demasiado complejo y poco lógico si hablamos medicamente…—Law sintió algo de calor en sus mejillas, no es que no quisiera intentarlo, no quería creer que de verdad estaba bajo el efecto de un hechizo que la haría dormir para siempre, pero ¿Era él su amor verdadero siquiera?

—Por favor inténtalo —suplicó Bon Clay—, tal vez eres la única esperanza para nuestro Musguito.

 

 El pelinegro respiró profundamente. No era lo mismo hablar de espadas y comer bolas de arroz sintiéndose cómodo y tranquilo a su lado, que pensar que podría ser su verdadero amor, porque el amor era complejo y se construía con el tiempo, ellos apenas tenían algunas semanas conociéndose.

 

 Se acercó a ella, sintiendo su corazón latir con fuerza, no le gustaba la idea de hacer algo así con Zoromi inconsciente, pero haría lo que estuviera en sus manos para despertarla. Fue así como solo se inclinó sobre ella y con delicadeza juntó sus labios con los suyos en un beso tímido, inocente.

 

 Esperaron atentos por largos segundos alguna reacción, pero nada sucedió. No había funcionado.

 

 El desánimo y la tristeza se hicieron presentes en aquella habitación. Nadie fue capaz de decir nada, todo lo que podían hacer era contemplar como el destino de Zoromi parecía ser el dormir eternamente. Law se quedó sentado a su lado, sintió cierta culpa, no es como que no la quisiera, pero el amor era algo muy fuerte, algo trabajado.

 

  Mihawk había contemplado aquello en silencio, como había fracasado todo, como su adorada niña era víctima de su terrible hechizo. La culpa la agobiaba, su corazón estaba roto al pensar que nunca más volvería a verla despierta, no la vería sonreír, no escucharía su voz.

 

—¿Mihawk? —Bon Clay notó su presencia finalmente—Por favor no le hagas mas daño, lo lograste, conseguiste tu venganza, ella no despertará…

 

 Avanzó con pasos silenciosos hacia la joven, admirándola con una profunda tristeza y dolor, tomando asiendo en el lado opuesto de la cama para acercar su mano al rostro de la que ya consideraba su propia hija. Perona, que había vuelto a su forma humana, le observó afligida, sabía lo importante que Zoromi se volvió para ella con el tiempo, como la había cuidado y amado pese a todo lo que intentó no hacerlo. Su venganza no le importaba en lo más mínimo ya, el rencor y el odio se esfumaron

 

—Lo siento tanto, fui tan egoísta, la venganza y el dolor me cegaron, tú no merecías esto, debiste ser feliz mi pequeña bestia —murmuró, derramando lágrimas antes de inclinarse para besar suavemente su frente—, espero algún día puedas perdonarme.

 

 Buggy, Galdino y Bon Clay admiraron aquello con sorpresa, la temible Hawkeyes se había doblegado finalmente gracias al amor hacia una humana, no tenían idea de como eso había sido posible o cuando había ocurrido, pero al menos su corazón se había ablandado de nuevo.

 

 Aun así, parecía que había sido demasiado tarde para ellos. Por suerte, se equivocaban.

 

—Hola hada madrina…—ver a Zoromi despertar le hizo sonreír de un modo genuino, como no lo había hecho en años.

—Hola pequeña bestia…

 

 La felicidad se contagió a todos los presentes, el hechizo se había roto.

 

—Vamos a casa —pidió la muchacha y Mihawk asintió sin dejar de sonreírle.

 

 Todos decidieron abandonar el palacio, Galdino y los demás entendieron los deseos de Zoromi, ella no tenía ninguna conexión con ese lugar o sus padres más allá de la sangre, recibirla en su verdadero hogar, en el bosque mágico, quizás era lo mejor para ella. No obstante, no esperaban ser recibidos por muchos soldados en el salón principal.

 

—¿Osas llevarte a mi hija, Hawkeyes? Tu hechizo falló y ahora quieres robármela. —Arashi se hizo presente con un traje de hierro, se había preparado al recordar la debilidad que aprendió de las hadas cuando era un muchacho y creyó ser amigo de aquella mujer.

—Yo no soy su hija —gruñó Zoromi al ver sus intenciones de atacar a Mihawk—, ellos son mi única familia, a usted no lo reconozco como mi padre.

—Y la pones en mi contra ¿Usted también, príncipe Law? Ya veo que el reino de Dressrosa son un montón de traidores.

—¿Príncipe? —repitió la muchacha con sorpresa. Law frunció su ceño.

—Parece que las negociaciones han terminado, majestad.

 

 La lucha fue inminente, enfrentarse a los soldados fue difícil, incluso si Law y Zoromi tomaron espadas también para defenderse o si Perona fue convertida en un inmenso dragón, pronto se vieron sometidos por el ejercito del rey. Mihawk fue encerrada bajo una red de hierro que solo la mareaba y quemaba su piel, estaba demasiado débil.

 

—¡Sáquenla de aquí!

—¡Zoromi-ya!

—¡Mihawk, Law! ¡Ya suéltenme!

 

 Con la orden de Arashi, un soldado sujetó con fuerza a Zoromi para sacarla del salón, ignorando sus patadas e intentos de zafarse, encerrándola en una habitación. Golpeó y pateó la puerta con fiereza, pero no obtuvo resultados. Estaba lista para tomar algún arma y destruir la puerta cuando las vio.

 

 Estaban en una vitrina, unas alas enormes que parecían sacudirse en el interior como si sintieran la presencia de alguien. Entonces recordó la historia de su hada madrina y sus alas. Tomó una maza que estaba colgada en una armadura de adorno y sin medir su fuerza, destrozó la vitrina de un golpe, liberando el par de alas que salieron desplegadas de inmediato.

 

 Con algunos golpes mas del arma de picos, derribó la puerta, tantos años cortando leña dieron sus frutos. Volvió corriendo al gran salón donde se daba la lucha. Law había logrado liberar a Perona y esta a su vez fue capaz de hacerlo con Mihawk y los otros tres seres mágicos.

 

 Las alas de Mihawk llegaron y se adhirieron a su espalda como si nunca hubieran sido cortadas. Una oleada de fuerza y energía le recorrió conforme se elevaba y derribaba a todos sus adversarios con ráfagas de viento.

 

—Quiero que entiendas algo Arashi, Zoromi es mi hija ahora, no te quiero cerca de mi familia ni de mi bosque, no vuelvas a enviar a tus hombres, déjanos en paz y nadie tendrá que volver a salir herido.

 

 Pese a sus palabras, Arashi no aceptó que las cosas terminaran de esa forma, su ambición y rencor eran mayores, ni siquiera ver a su hija sana y salva del hechizo fue suficiente para él y eso le llevó a su total perdición.

 

 Un año había transcurrido desde que los reyes del reino Shimotsuki habían perecido, la reina por una enfermedad y el rey a causa de su odio desmedido, lo que llevó a caer al abismo, metafórica y literalmente. Se había aferrado a Mihawk con una cadena de hierro y esta le arrastró fuera del castillo, aunque quiso darle la oportunidad de salvarlo, este simplemente terminó por caer al vacío desde una gran altura.

 

 Si bien su hija había sobrevivido, la joven princesa decidió regalar el castillo a su pueblo, no sin antes declarar la paz total entre los humanos y la gente del bosque mágico.

 

 Ahora, Zoromi vivía tranquila y feliz. El bosque volvió a tener luz y color, el muro de espinas se había ido para siempre, simbolizando la unión de ambos mundos al fin, todo gracias a la joven princesa que ahora cumplía diecisiete años.

 

 Se había vuelto un poco mas fornida ya que pasaba mucho tiempo trepando, cortando leña y ayudando con tareas un poco pesadas para los demás. Claro que, para la ocasión, se permitió usar un kimono hecho por Bon Clay, había entendido que confeccionar con magia se le daba muy bien -a diferencia de cuando lo hacía a mano-.

 

 Perona se encargó de arreglar su cabello con una corona que Mihawk le había diseñado cuando la nombró princesa del bosque, no que el título le encantara, pero le gustaba ayudar en todo lo que podía para que las cosas estuvieran bien.

 

—¿Por qué siempre tienes que hacer todo rosa? Azul se ve mejor —Buggy no dudó en cambiar el color del kimono al ver a la muchacha ir con Mihawk, Perona y Chopper como de costumbre.

—El rosa le queda lindo —protestó Bon Clay antes de cambiarlo nuevamente.

—Azul.

—Rosa.

—Azul.

—Rosa.

—Verde.

 

 Galdino le dio un último cambio y debieron admitir qué sí lucía mucho mejor, combinaba perfectamente con su tono de cabello.

 

 Law se presentó con un regalo para ella y Zoromi sonrió feliz de verle, su amistad se había fortalecido bastante en ese año y estaba dando paso a una relación bastante bonita entre ellos, una a la que Mihawk estaba dispuesta a dar su bendición.

 

 Desplegó sus alas y decidió darles un poco de privacidad, alejándose junto a Perona para disfrutar el viento contra su rostro, su pequeña bestia estaría bien con el príncipe mientras se aseguraba que todo estuviera en orden.

 

 —Me gusta tu cabello así —le halagó Trafalgar, admirando lo corto que era ahora, mucho más que antes.

—Pensé probar algo diferente —sonrió orgullosa, aun así, Perona siempre tenía la manera de arreglarlo.

 

 Law sostuvo su mano y sin dudarlo mucho presionó sus labios contra los de ella, siendo correspondido con gusto y afecto.

 

—¿Eso fue un beso de amor verdadero? —bromeó ella al tomar algo de distancia, algo ruborizada y un poco avergonzada, aun no se acostumbraba a esos gestos, pero no significaba que no le gustaran.

—Quien sabe, tal vez esta vez si pueda romper un hechizo —le siguió el juego y ella se rió.

 

 Y así, la paz entre ambos mundos se sostuvo por mucho tiempo. Hawkeyes volvió a ser la guardiana del bosque mientras que la joven que alguna vez fue apodada la bella durmiente, se convirtió en el puente entre ambos reinos. Quizás en el futuro, podría formar un nuevo puente junto a Law y su reino, pero eso solo lo diría el tiempo.

FIN

Notes:

Estas historias me salen una mas larga que la otra jaja, Dios mío fueron como 25 páginas. Espero que les haya gustado, preferí basarme en la versión de Maléfica porque me pareció que la historia estaba mucho más bonita. Pueden imaginarse a Zoro y Law bailando Once Upon a dream (¿?)
Comentarios, sugerencias, aportes, correcciones, serán bien recibidas. Nos leemos.

Siguiente historia: La Sirenita

¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

Chapter 4: La sirenita

Notes:

Historia de hoy: La Sirenita
Pareja: Shanks x Buggy
Otros personajes: Linlin/Big mom, Roger, Rouge, Ace, Rayleigh, Benn, Makino, Mohji.
Mencionados: Yasopp, Garling, Mihawk, Shakuyaku, Uta.
Aclaraciones y/o advertencias: Chico x Chico

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Vivir en el mar siempre fue muy animado para Buggy, nunca tuvo quejas de cómo iba todo desde que era un niño. Roger, quien era conocido por todos como el rey del mar, le adoptó muy pequeño y le dio la vida de un príncipe junto a su esposa Rouge, claro que siempre sintió que había una distinción entre él y Ace, su hijo biológico, y quizás por eso la vida del explorador le resultó tan llamativa solo para ignorar ese sentimiento de desapego o desplazamiento incluso si realmente nunca le hicieron menos.

 

 Todo lo que debía hacer era acoplarse a la única regla de los mares para los tritones y sirenas: alejarse de los humanos. Era de conocimiento general que aquellos seres eran muy peligrosos, contaminaban el océano y cazaban criaturas marinas sin remordimientos, en el pasado incluso capturaban sirenas para hacer quien sabe qué con ellas.

 

 Claro, eso había ocurrido hacía muchos años en el pasado, por alguna razón ellos ahora renegaban de la existencia de criaturas como las sirenas y tal vez era mejor así. Por supuesto, alejarse de los humanos no era lo mismo que alejarse de las cosas humanas y entrar en barcos hundidos era tan divertido como fascinante, porque seres tan terribles creaban también un sinfín de cosas únicas y maravillosas.

 

 No tenía ni la menor idea de que eran la mayoría de esas cosas, pero eso no le importaba, le gustaba imaginar cual era el uso que podrían tener o que tanto podrían valer.

 

—Al viejo no le hará mucha gracia si descubre todo lo que ocultas aquí —Ace conocía su pequeña colección, la que ocultaba en una cueva para que nadie más que ellos pudieran verla—¿Para qué sirven estos? —cuestionó tomando un pequeño objeto metálico con tres puntas.

—Mohji dice que se llama cachivache y que es para cepillar tu cabello o algo así, al parecer les preocupa mucho tenerlo siempre arreglado.

—¿Y tú le crees a esa ave desquiciada? —el joven tritón soltó una risita tras su pregunta—y lo dices como si a ti no te preocupara tanto arreglar tu cabello —se rió.

—Es la única fuente que tengo, igual me gustan, son como tesoros y a mí me encantan los tesoros —dijo con orgullo.

 

 El niño de pecas sonrió divertido, su adoptivo hermano mayor parecía muy feliz con todas esas baratijas, suponía que le gustaba imaginar que eran muy valiosas en el mundo exterior. No es como que no le diera curiosidad también, por eso mismo también se aventuraba junto al mayor a explorar los dichosos barcos, Ace no se caracterizaba por la prudencia o por obedecer.

 

—Ojalá tuviera piernas, así podría ir a la superficie y quedarme con todos los tesoros que encontrara —comentó con cierto anhelo mientras admiraba lo que sabía era una gema preciosa para los humanos, aunque no sabía exactamente como se llamaba.

—¿Tanto te gustan los humanos? —hizo una mueca al preguntar eso.

—Claro que no, bueno, pienso que hacen cosas interesantes, pero solo eso, de resto me parecen bastante idiotas y…

 

 Una gran sombra cubrió el pequeño hoyo superior de la cueva por donde entraba algo de luz, oscureciendo el lugar notoriamente. Ambos tritones levantaron la mirada queriendo entender de qué se trataba, aunque la curiosidad de Buggy fue aún mayor.

 

—¡Espérame! —el tritón más joven nadó lo más rápido que pudo, ignorando el peligro obvio que era ir hacia la superficie.

 

 Una vez arriba, ambos quedaron fascinado por el espectáculo de luces de colores que se daba en el cielo, los humanos sí que sabían lograr cosas maravillosas.

 

—No deberíamos acercarnos tanto —Ace no era el más apegado al sentido común, aunque cuando se trataba de recordar las advertencias de su madre sí que llegaba a pensarlo un poco.

—Entonces quédate aquí —dicho eso, se alejó nadando hacia el inmenso barco frente a ellos. Ace infló sus mejillas a modo de queja, sus jóvenes aletas no le permitían nadar contra las olas de la superficie lo bastante rápido como para alcanzarle.

 

 Buggy llegó al barco, la música humana cautivó sus oídos de forma casi hipnótica. Con un impulso, logró subir en una especie de madera sobresaliente, acomodando su mojado cabello hacia atrás para permitirse ver mejor a través de un pequeño espacio. Nunca había visto humanos tan de cerca y parecían estar celebrando algo.

 

 Examinó como pudo el barco y lo que hacían o usaban, tratando de aprender lo más que podía de los objetos que tenían a mano, aunque lo que más llamaba la atención eran sus instrumentos musicales, algunos muy parecidos a los que usaban las sirenas y otros que hacían sonidos completamente nuevos para él.

 

—Su majestad me pidió que te entregara su regalo de cumpleaños —la música se detuvo y la voz de uno de los tripulantes llamó su atención—, claro que él esperaba que fuese su regalo de bodas.

 

 Todos los presentes soltaron una carcajada, incluido el propio cumpleañero quien resultaba un muchacho de llamativo cabello rojo.

 

—El rey Garling fue muy optimista al creer que el príncipe se comprometería con el príncipe Dracule —comentó entre risas un hombre de rastas—, ya muéstrale el regalo Benn.

—Nos llevamos bien, pero él no estaba interesado —se encogió de hombros el pelirrojo antes de ver como descubrían el enorme regalo que era de su padre.

 

 Una carcajada volvió a resonar por parte de todos cuando se reveló la gran estatua del príncipe. Incluso este rió con incomodidad mientras la admiraba, tenía algunas joyas incrustadas en el mango de la espada y lo que era su cinturón.

 

—Padre nunca decepciona con sus regalos —comentó de forma un tanto sarcástica, soltando una leve risita—. Aceptaste dármela aquí para avergonzarme ¿No?

—Para nada —Benn sonrió divertido.

 

 Buggy admiró al pelirrojo con curiosidad y luego la estatua que le habían regalado, entonces era un príncipe, seguro alguien como él debía tener muchos tesoros. Quiso concentrarse más en ese pensamiento que en el hecho de que lo encontraba bastante atractivo.

 

 En medio de la celebración, una gran tormenta se formó en el cielo en cuestión de minutos, el mar siempre era impredecible. Las olas se hicieron mucho más intensas y grandes, obligando a Buggy a regresar al agua, misma que arrastró a Ace lejos de donde estaba.

 

—¡Ace! ¡Ace! —gritaba buscándole, sumergiéndose un poco para tratar de encontrarle.

 

 Volvió a la superficie, no entendía que había ocurrido, pero ahora el barco se estaba incendiando. Los humanos saltaban al agua, otros liberaron botes para que pudieran subir y salvarse. No pudo evitar buscar con la mirada al pelirrojo ¿Por qué no estaba en ninguno de esos?

 

—¡Shanks! ¡Yasopp! —Benn gritó desde uno de los botes al notar que eran los únicos que faltaban.

 

 Una viga había caído sobre la pierna de Yasopp y el príncipe pelirrojo hacía su mayor esfuerzo por levantarla para liberarla. Una vez lo consiguió, le hizo de apoyo para tratar de llegar lo más rápido posible al borde del barco. El fuego se extendía y Shanks pudo notar como este llegaba al resto de pólvora que les quedaba.

 

 Con su pierna lastimada, Yasopp no podía ir más rápido por lo que hizo su mayor esfuerzo por alzarlo y lanzarlo al agua. Cuando estaba listo para saltar, la pólvora explotó, destrozando todo el barco en el proceso. Shanks cayó al mar inconsciente, el humo de las explosiones y el fuego junto al oleaje les impidió ver donde había caído al resto de su tripulación, quienes apenas pudieron subir a Yasopp a uno de los botes.

 

—¡Shanks! ¡Shanks! —Beckman gritaba, pero no había rastro del muchacho en ningún lado.

 

 Buggy nadó entre los restos del barco, sintiendo las olas empujarle con algo de fuerza, aunque finalmente pudo dar con el pelirrojo que se hundía en las aguas. Lo sujetó con todas sus fuerzas y nadó de vuelta a la superficie, que molesto era que los humanos solo pudieran respirar aire y aun así les gustara tanto aventurarse al mar.

 

  Tras dejar al humano sobre la arena llegó a temer que este estuviese muerto. Sintió algo de tensión con el pasar de los minutos y que no se moviera. Empezaba a desesperarse mucho. Miró a su alrededor, no había nadie, suponía que estaba bien si lo ayudaba, nadie tendría que enterarse de lo que pasó.

 

 Las sirenas y tritones tenían particularidades, habilidades en las que podían destacar. La suya era una voz mágica, lo que era vergonzoso, él hubiera preferido algo como las habilidades de transformación de Rayleigh o el cambio de temperatura de Ace, pero bueno, a él le tocó la que consideraba más bochornosa.

 

 Se aclaró la garganta y empezó a cantar una melodía suave. Rouge le había enseñado bien a usar su capacidad sanadora, ella era muy buena usando la suya así que fue una gran maestra.

 

  El pelirrojo finalmente reaccionó, escupiendo un poco de agua a medida que abría sus ojos lentamente. Su visión estaba algo borrosa, los ojos le ardían un poco por el agua salada y el resplandor del sol tampoco ayudaba, aun así, aquella voz le dejó cautivado. Buggy sonrió ligeramente al ver que había funcionado, al menos esas clases no fueron un desperdicio.

 

—¡Shanks! ¡Shanks!

 

 Aquella voz resonaba cada vez más cerca por lo que el tritón de cabello azul se apartó del humano y se adentró rápidamente al agua. Benn Beckman llegó poco después acompañado de un par de hombres, quienes se apresuraron a socorrer al joven príncipe.

 

—Shanks casi nos matas del susto, pensamos que no te encontraríamos —dijo Benn con alivio, ayudándolo a levantarse.

—Alguien me salvó, no pude verlo, pero estaba cantando y tenía una voz muy hermosa —murmuró sintiéndose aletargado, sus piernas demasiado débiles aun para sostenerse solo.

—Creo que tragaste mucha agua salada, será mejor llevarte al castillo.

 

 Buggy vio oculto detrás de una roca como se llevaban al pelirrojo, suponía que estaría bien y llegó a sentirse orgulloso de sí mismo por un momento, tal vez había menospreciado su habilidad mucho tiempo por nada. Le había salvado la vida al atractivo príncipe humano y se sentía bien con ello. Incluso se preguntaba si podría verlo otra vez algún día, no quería pensar que eso era lo que llamaban amor a primera vista.

 

—¡Mierda, Ace!

 

  Se lanzó de vuelta al mar en busca de su hermano pequeño, sin saber que sus movimientos eran seguidos por la criatura más vil del océano.

 

 

—¿Otra vez en la superficie? ¿Quieres enloquecerme o a Roger? ¡Es peligroso!

 

 Los regaños de Rayleigh no se hicieron esperar, especialmente cuando Ace tuvo que recurrir a él al no tener idea de donde había parado. No le gustaba, era odioso, ya no era un niño pequeño, ya tenía diecisiete años, era técnicamente un adulto en cuanto a leyes atlanteanas.

 

—Pusiste a Ace en peligro, deja de incentivarlo a romper las reglas, es un niño, tienes que ser un mejor ejemplo para él.

 

 No quiso responder, simplemente mantuvo el ceño fruncido y la mirada desviada, no se atrevía a contradecir a Rayleigh, lo respetaba mucho, pero deseaba que dejara de tratarlo como a un mocoso.

 

—También sería bueno que dejes de husmear en los barcos hundidos —eso sí llamó su atención, el consejero real era demasiado perspicaz—, debe haber otras cosas en las que puedas interesarte Buggy, pero los humanos o las cosas humanas son peligrosas y eso no terminará bien si Roger se entera.

—Si, señor.

—Escucha, no te digo esto para regañarte nada más, me preocupa que te puedas meter en algo peligroso. La superficie no tiene nada que ofrecernos, todo lo que necesitas está aquí, este es tu hogar.

 

 Después de aquel sermón, le impusieron un castigo tonto como quitar percebes. Era cansado y aburrido, al terminar sentía sus brazos muy adoloridos, por suerte Rayleigh no le había contado nada a Roger sobre su colección, pero ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso le había enviado a vigilarle? Eso era ridículo.

 

—Lamento haberle dicho a Rayleigh, es que no aparecías en ninguna parte, tampoco podía decirle al viejo que fuimos a la superficie, se volvería loco.

—Rayleigh también enloqueció, me hizo quitar percebes de todos lados del palacio —protestó antes dejarse caer sobre una roca—, estoy exhausto.

—Lo lamento —dijo, aunque no pudo evitar sonreír divertido.

—A mí no me parece que lo lamentes ¿Por qué no te vas a jugar con tus amigos?

—Es que quería enseñarte algo primero, ven.

 

 Ace sujeto su muñeca y le obligó a seguirle, incluso si estaba demasiado cansado para siquiera pensar en moverse. No le quedó de otra que nadar detrás suyo, alejándose del palacio a lo que parecía un bosque de algas, nada fuera de lo extraordinario hasta que finalmente lo vio: Era la misma estatua que le regalaron al pelirrojo en su cumpleaños.

 

 Se acercó a ella, detallándola con una mezcla de sorpresa y fascinación, era simplemente idéntico. Sonrió encantado, pasando sus dedos por la forma de la espada, notando las joyas que adornaban el mango.

 

—¿Había un humano así en ese barco? —preguntó el niño con curiosidad.

—Sí, era un príncipe y era su cumpleaños —respondió—, cuando su barco se quemó, lo salvé y lo llevé a la orilla.

—¡¿Hiciste que cosa!?

—Así un día podrá pagarme por la ayuda —se excusó—, si es un príncipe, seguro tiene muchos tesoros.

—Tú solo piensas en eso —Ace se rió—, aunque no puedo creer que estuvieras tan cerca de un humano ¿No te dio miedo?

—Claro que no, ningún humano me atemoriza —dijo orgullosamente—, esos solo les dan miedo a los niños cobardes como tú.

—¡No soy un cobarde! ¡La próxima vez iré contigo entonces!

 

 Rayleigh iba a matarlo por seguir involucrando a Ace en sus desventuras. Decidió ignorar eso y con ayuda del chico llevó la estatua hacia la cueva de sus tesoros humanos, lo que fue un poco trabajoso ya que era algo pesada.

 

—Ten, no le digas nada a nadie sobre lo que te conté de salvar al humano —pidió tras darle un bocadillo de algas; el chico solo lo aceptó y asintió mientras comía.

 

 Buggy admiró la estatua un poco más. Si quería pensar que únicamente deseaba que el humano le debiera algo cambio, pero tampoco podía sacarse su rostro de la mente y su bonita sonrisa.

 

—Tal vez pueda verlo pronto de nuevo para cobrar la deuda ¿Tú que dices, Ace?

 

 Pero el chico se había quedado profundamente dormido, como casi siempre hacía después de comer algo.

 

 

  Aunque no quisiera admitirlo, Buggy pasaba mucho tiempo admirando aquella estatua o pensando distraídamente en el príncipe pelirrojo. Su pequeño enamoramiento se había juntado con sus ganas de explorar el mundo exterior y era tan evidente como andaba con la cabeza en las nubes, que tanto Roger como Rouge notaron curioso su comportamiento.

 

—Parece que a Buggy ya le ha llegado esa época —comentó la mujer de pecas con una suave sonrisa—, había tardado mucho.

—¿Esa época? —repitió su esposo confundido, aunque pronto entendió y soltó una carcajada—Así que es eso, me pregunto quién será el afortunado o afortunada.

—No lo vayas a presionar con tus preguntas —le reprochó—¿Tú has notado algo, Rayleigh?

—Lo mismo que ustedes —respondió el hombre rubio, a pesar de su sonrisa, no pudo evitar preocuparse ligeramente—, supongo que es lo normal, ya tiene diecisiete años.

 

 Roger adquirió una expresión pensativa, meciendo su larga cola rojiza desde su trono, así como peinando su largo bigote negro, pensando si su hijo mayor solía frecuentar a alguien, tenía muchos amigos -o seguidores por alguna razón-, pero nada que le pareciera muy destacable.

 

—Deberías averiguar quién es —soltó finalmente, tomando por sorpresa a su amigo y consejero—, pero hazlo con sutileza y por favor sigue asegurándote que se aleje de la superficie.

—Deberían dejarlo vivir su momento —Rouge le regañó, aunque admitía que sentía curiosidad también.

 

 Rayleigh se cruzó de brazos, pensando cómo podría hacer tal cosa. Tal vez tendría que sacarle la verdad a Ace, ese niño seguro sabía algo.

 

 La magia de Rayleigh consistía en la transformación por lo que tomar la forma de un cangrejo y seguir a Buggy a su dichosa cueva sin ser visto no fue muy difícil. Claro que descubrir que su dichoso enamoramiento iba dirigido hacia un humano le hizo sentir una mezcla de pánico y enojo ¿Cómo era posible semejante cosa? ¿Acaso no había escuchado nada de lo que le dijo? Los adolescentes definitivamente sabían alcanzar nuevos niveles de rebeldía y desobediencia.

 

 Ahora la cuestión estaba en si decirle o no a Roger sobre eso. Era lo más sensato, no podía seguir siendo niñera de sus hijos, quizás lo mejor sería que ambos hablaran de ello, quizás Roger y Rouge podrían aconsejarlo mucho mejor. O quizás debería preguntarle a su propia esposa sobre ello, seguro ella podría serle de ayuda.

 

  No obstante, no contaba con cierto imprevisto. Buggy y Ace parecieron tener una fuerte discusión, no pudo entender de qué era, solo vio al tritón más joven alejarse nadando muy enojado lo que no era una buena señal, Ace no era el chico más centrado y prudente, especialmente cuando se enojaba o le retaban.

 

 Decidió seguirlo, aun manteniéndose en esa pequeña forma. Tal vez podría hablar con él y preguntarle que había ocurrido, sin embargo, el niño fue directamente con sus padres a quejarse de como Buggy ya no quería que le acompañara a revisar barcos hundidos porque “debía estar con niños de su edad y que ya no era su niñera”. Sus quejas no le hacían mayor gracia a Roger, sabiendo ahora que el más pequeño también se estaba metiendo en aguas muy profundas y peligrosas a su corta edad.

 

 El problema se hizo más grande cuando al niño se le salió decir sobre aquel humano y como su hermano mayor había cambiado su actitud luego de salvarlo. A pesar del calor del momento, Ace se cubrió la boca de inmediato, arrepentido de haber hablado de más, especialmente al ver el enojo en los ojos de su padre.

 

—Roger… —Rouge quiso retenerlo, pero este no le hizo caso y solo tomó del brazo al niño, ordenándole que le llevase con su hermano mayor en ese instante.

 

 Rayleigh sabía que eso no acabaría bien y no era el único.

 

 Linlin era conocida como la bruja del mar, una mujer pulpo con conocimientos en hechizos, aunque nunca tan poderosos como los del tridente de Roger. Había esperado por mucho tiempo el momento de convertirse en el ser más poderoso y reconocido del mar, y algo le decía que ese momento estaba cerca.

 

 Tenía un tiempo siguiendo los movimientos del hijo adoptivo del rey del mar y estaba segura que sería su perdición, le quitaría su trono finalmente. Ahora, admiraba entretenida desde su cueva la discusión que tenía Roger con el muchacho tras haber descubierto las cosas humanas que coleccionaba y el hecho de que había rescatado a un humano.

 

—¡Tú no lo entiendes, ya no soy un niño para que me sigas restringiendo de todo! —exclamaba el muchacho con histeria—¡Esto es lo que me gusta hacer! ¡¿Por qué no lo comprendes?!

—¡Mientras vivas bajo mi océano obedecerás mis reglas! —tras decir aquello, destrozó la estatua con un solo hechizo de su tridente, dejando en shock al muchacho por unos segundos.

—¡Entonces ya no quiero vivir aquí, ojalá pudiera largarme! —gritó, lleno de ira y dolor.

—¡No digas tonterías! ¡Eres mi hijo y tienes que…!

—¡No soy tu hijo! ¡No soy Ace! ¡Deja de pretender que me consideras de tal forma! ¡Siempre he sido el que sobra en esta familia!

 

 Antes de que Roger pudiera responderle algo, Buggy simplemente se alejó nadando, ignorando cualquier llamado. Bien, era su momento de actuar, nada como aprovechar la ira que nublaba la mente de un adolescente. Envió a sus anguilas secuaces a que se encargaran de buscarle, el muchacho no iba a tardar mucho en caer.

 

—Buggy por favor no vayas, no vayas, es la bruja del mar, no confíes en ellos —Ace insistía en detenerle luego de alcanzarle por fin.

—¿Por qué no se lo dices a papá? Eres bueno para eso —gruñó despectivamente antes de continuar, ignorándole.

 

 El niño frunció un poco el ceño, aunque no sabía que hacer, ir al territorio de la bruja del mar era demasiado. Por supuesto que no era ningún cobarde y estaba dispuesto a hacerlo, pero una parte de él decía que debía volver con su madre.

 

—Sigámoslo —la voz de Rayleigh le hizo sobresaltarse, encontrándolo sobre su hombro en forma de un cangrejo.

—¿Estás seguro? —no esperó una respuesta verbal en realidad, un simple asentimiento bastó para seguir el camino y pese a estar algo nervioso por la oscuridad del lugar, no dejó de avanzar—No debí decirle nada a mis padres, estaba muy enojado, no quería que Buggy me dejara de lado, no soy tan débil, no quiero que me sigan tratando como un niño.

—Entiendo eso muchacho y estoy seguro que podrán arreglarlo, pero primero debemos alejar a tu hermano de esa maligna mujer.

 

 Buggy llegó a una cueva sombría con criaturas extrañas en ella que le causaron repelús. No tardó en reconocer a la bruja del mar, una mujer rechoncha mitad pulpo con un labial rojo que podía verse fácilmente en aquella oscuridad. Hablar con ella era extraño, una sensación le indicaba que lo mejor era irse de allí.

 

—Oh no creas las cosas que escuchas por ahí, mocoso —decía ella con un tono burlón—, me encanta ayudar a la gente que vive en la miseria, por supuesto que si pasan cosas es porque no me pagan, tampoco soy una caridad ¿Entiendes?

—Eso creo, pero ser un humano ¿Es posible? Tal vez es una mala idea…

—Oh no seas tontito, podrás hacer lo que siempre has querido ¿No? Podrás ir por ahí, caminando y conociendo el mundo de arriba, alejándote de todos los que no te entienden, incluso puedes estar con ese guapo príncipe humano, sí que tienes buen gusto.

 

 El tritón sintió que su rostro se tornaba tan rojo como su nariz al escuchar eso, no esperaba que alguien como ella supiera de eso, aunque era lógico, en realidad ella parecía saber mucho.

 

—Es muy sencillo, yo haré una poción que te convertirá en un humano por tres días, luego de eso volverás a ser un tritón —comenzó a explicar—, claro que, si quieres que sea permanente, debes conseguir que el príncipe te dé un beso, no uno cualquiera, un beso de amor.

—Eso suena complicado para solo tres días —murmuró aun sintiendo su rostro caliente. Claro que deseaba verlo de nuevo ¿Era posible que todo sucediera tan rápido como para poder quedarse en la superficie? —, pero no tengo nada con que pagar…

—No es mucho lo que voy a pedirte, todo lo que necesito es tu voz.

—¿Mi voz? ¿Pero entonces como voy a…?

—No te angusties por eso, no la necesitarás, tienes muchas otras cualidades para ello. —dijo de forma un tanto burlona.

 

 Buggy pareció dudarlo, empezaba a arrepentirse de lo que podría pasar. Aunque bueno, si las cosas no salían como esperaba solo tendría que volver ¿No? Volver al lugar donde no era aceptado como era y donde no tenía una familia real. Frunció el ceño, levantando la mirada hacia el contrato que ahora se encontraba frente a él.

 

 No perdía nada con intentar, solo sería su voz. Aun con miedo, firmó con su nombre y Linlin sonrió satisfecha. Pronunció su hechizo tras agregar los ingredientes necesarios, un humo verde parecido a unas grandes y huesudas manos empezaron a emerger. Ella le ordenó cantar y él obedeció.

 

 Cuando su voz fue tomada por aquellas manos y guardada en el medallón de la bruja, la poción empezó a hacer efecto en él.

 

 Ace llegó junto a Rayleigh tras atravesar el horrible campo de adefesios, mirando horrorizado lo que ocurría con su hermano. El mayor volvió a su forma de tritón y si bien quiso enfrentarse a la maquiavélica mujer, decidió que lo más importante era la vida de Buggy, quien siendo ahora un humano no podía nadar ni mucho menos respirar bajo el agua.

 

 

 Llevar al muchacho a la orilla no fue tan difícil y desearía que Ace no estuviera ahí, pero tampoco era el momento para sermonear a ninguno de los dos. Toda esa situación había terminado genuinamente mal, tal vez tanto él mismo como Roger habían sido demasiado obstinados con el muchacho y no hicieron un esfuerzo por entender cómo se sentía.

 

 En fin, ahora estaba allí, cuidando del nuevo humano que admiraba sus pies con genuina curiosidad y emoción. Los humanos eran tan extraños físicamente, o eso pensó al notar que su pene simplemente estaba entre sus piernas y no guardado entre pliegues como era en el caso de los tritones y algunas sirenas. La presencia de Mohji no hizo mejor la situación, esa mentada gaviota solo sabía decir tontería tras otra, aunque que sugiriese ayudar a vestirle como lo hacían los humanos al menos fue de ayuda.

 

—Ya te metiste en esto muchacho, imagino que no hay forma de volver atrás —se lamentó un poco el rubio, viéndole hacer un esfuerzo por sostenerse en pie. No podía forzarle a nada, no cuando parecía que al mirar atrás todo era un mar de tristeza para él.

—¿Está bien eso? ¿De verdad lo dejarás aquí? —cuestionó Ace sorprendido.

—Claro que no, yo me quedaré con él, tú vuelve a casa y explícales a tus padres lo que ocurrió.

—¡No! No seré un soplón de nuevo.

—Ace por favor, no serás un…

 

 El sonido de un instrumento humano les puso en alerta. Rayleigh usó su magia para convertir a Ace en un pez y se volvió a sí mismo en un cangrejo, saltando hacia los harapos que ahora utilizaba Buggy a sugerencia de Mohji. Todo quedaba ahora en manos del destino.

 

 Que fuese el mismísimo príncipe Shanks quien apareciera en aquella playa, aun con la esperanza de encontrar a la misteriosa persona que le salvó, resultó demasiado conveniente para lo que necesitaban lograr. El muchacho al principio se ilusionó con la posibilidad de que pudiera ser él, aunque al percatarse de que no podía hablar, desistió de inmediato de su idea con tristeza.

 

 Aun así, decidió ayudarle pensando que seguro había naufragado. Le llevó al castillo y pidió a Makino, la jefa de servidumbre, que se encargara del muchacho de peculiar cabello azul, un color extraño, pero que se le hizo demasiado bonito.

 

—¿Qué dijo su padre esta vez? —cuestionó Beckman mientras esperaban la comida.

—Que debería dejar de buscar una fantasía y me concentre en el mundo real —se encogió de hombros—, no entiendo su desesperación por que me case, lo haré algún día, tal vez cuando encuentre a la persona que me salvó.

—No creo que personas misteriosas vayan por la vida rescatando personas de naufragios y luego desaparezcan como si nada —negó con la cabeza—, por otro lado, tú sí que hiciste algo al ayudar a ese muchacho en la costa, quien sabe que sería del barco en el que venía.

—No podía solo dejarlo a su suerte, aunque de verdad que me resultó muy familiar, me pregunto si lo habré visto en alguna parte —se quedó pensativo unos segundos antes de cambiar de tema—¿Cómo sigue Yasopp? ¿Su pierna mejorará?

—Estará bien, su esposa e hijo seguro no lo dejaran moverse hasta que esté totalmente recuperado.

—Adelante joven, por aquí —la voz de Makino se escuchó desde la entrada del comedor y pronto el muchacho se hizo presente también.

 

 Buggy usaba un traje elegante que le hacía ver muy apuesto, sin mencionar que su largo y azulino cabello estaba recogido en una coleta que ayudaba a resaltar muy bien su rostro. Shanks lo admiró por unos largos segundos, se veía muy guapo, no era ciego.

 

 Tras que tomara asiento a su lado, sintió ganas de decirle muchas cosas, aunque con su problema de habla era un poco difícil saber más de su invitado, cielos, ni siquiera su nombre sabía. Notó que parecía confundido con el uso de algunos objetos y solo le quedó asumir que debía estar sufriendo algún tipo de amnesia por el trauma.

 

 Y notando lo feliz que parecía con sus explicaciones durante la comida, ofrecerle un paseo por palacio para enseñarle más cosas fue el modo en que ambos pudieron conectar perfectamente, con Buggy tomando cualquier objeto que veía solo para que le contara para que servía o su nombre.

 

—Si que olvidaste muchas cosas —comentó el pelirrojo tras soltar una risita, ahora ambos se encontraban en una habitación que funcionaba de almacén para todo lo que traía de sus viajes—, debió ser muy difícil lo que pasaste —se lamentó.

 

 Buggy negó con la cabeza al principio, aunque no pudo evitar pensar en su discusión con Roger y como le había dicho que no eran familia, quizás había sido demasiado duro al decir eso, pero sabía que ya no tenía vuelta atrás, incluso si nada resultaba, no podría volver a casa y, bueno, eso le dolió más de lo que quería admitir.

 

—Lamento que debieras pasar por momentos tan difíciles —dijo el pelirrojo, apoyando su mano en la suya para transmitirle algo de confort. Sintió sus mejillas calentarse ante tal gesto, mirándole con algo de sorpresa—, te prometo que estarás bien a partir de ahora, voy a ayudarte en todo lo que pueda.

 

 Ese muchacho era genuinamente encantador, se preguntaba si sería capaz de darle un beso de amor en tan poco tiempo.

 

—¿Quieres descansar por ahora? Ha sido un día largo.

 

 Buggy negó antes de tomar un libro y entregárselo. Shanks rió ligeramente, tal vez algo de lectura no les vendría mal.

 

—Está bien, pero cuando termine irás a descansar —insistió antes de tomar el libro, apoyándolo del suelo para que ambos vieran las imágenes mientras leían—, este me gusta, es un cuento sobre piratas que buscan tesoros, mi padre me lo leía cuando era niño, incluso cuando siempre fue estricto y parecía ocupado, también había momentos donde me dedicaba tiempo valioso.

 

 Eso le recordaba que Roger también solía contarle toda clase de historias, quizás los padres no eran muy diferentes en el mar o la tierra.

 

 Tras que Shanks terminara de leerle el cuento, no pudo evitar sentirse algo adormilado, estaba cansado, había pasado demasiado en un día.

 

—Vamos, te acompaño a tu habitación —ofreció tomando su mano para guiarle—, seguro Makino te dejó ropa para dormir. Por cierto, mañana te llevaré a dar un paseo por el pueblo, Benn dijo que podría hacerle bien a tu mente.

 

  Asintió con efusividad y emoción a pesar del sueño, despidiéndose con un gesto de su mano antes de entrar a la habitación. Rayleigh le había estado esperando allí todo ese tiempo y debía admitir que agradecía mucho su presencia y apoyo actual, no estaba seguro de poder lograr todo eso solo.

 

—Así que un paseo, supongo que es una gran oportunidad para intentar algo ¿No? —comentó mientras esperaba que se cambiara de ropa—Shakky debe estar extrañada porque no he regresado, espero que Ace me haya hecho caso y regresado, Roger lo devolverá a su forma original, todos deben estar muy preocupados por ti, al menos él podría decirles que estás bien.

 

 Buggy se tensó al escuchar sus nombres. Suspiró silenciosamente y se dejó caer sobre la cama tras cambiarse por la ropa de dormir, todo era muy cómodo ¿Roger y Rouge de verdad le extrañarían si no regresaba? No quería pensar tanto en ello, por ahora todo lo que quería era dormir.

 

 Al menos le gustaba saber que Shanks, al igual que él, tenía su propia colección de tesoros.

 

 

 Salir del palacio en aquel carruaje resultó muy divertido, el animal que tiraba de este le parecía tan hermoso y fascinante. Ese día Makino le había preparado ropa más cómoda para su paseo, unos pantalones azules, una camisa manga larga blanca con un chaleco negro encima, también había peinado nuevamente su cabello en una coleta.

 

 

 Había tanto que ver o hacer que no podía evitar distraerse, tan maravillado de lo que era el mundo humano, de lo que podía encontrar y conocer. Shanks le compraba todo tipo de cosas como comida, bebidas o incluso sombreros y recuerdos.

 

 Escuchó música, presenció un show de marionetas, vio niños jugando, sintió el viento en su rostro, vio personas bailando en una plaza y Shanks le enseñó a hacerlo también. El mundo de la superficie era sumamente maravilloso, le encantaba todo lo que podía ver y descubrir, todo lo que podía experimentar con sus sentidos.

 

 Y con todo lo que estaba ocurriendo y con lo feliz que estaba en compañía de Shanks, pese a sentir que realmente le gustaba, no había pasado por su mente el asunto del beso, al menos no hasta que decidieron dar un paseo por bote sobre una laguna.

 

—Pst, señor Rayleigh, pst —aquel llamado en susurros alertó al tritón en forma de cangrejo, el cual no se lo pensó mucho para saltar al agua, encontrándose con el pececito que no debería estar allí.

—Ace te dije que volvieras a casa —le reprendió, aunque no podía culpar al chico por ser tan intrépido—, en esa forma corres riesgo de que algún humano traté de pescarte ¿Sabes?

—Entonces eso sería su culpa —protestó y el mayor solo pudo rodar los ojos—¿Aun no ha pasado nada?

—Me temo que no, todo lo que nos queda esperar.

 

 Siguieron el bote de cerca por la laguna. Buggy sentía su corazón acelerado y sus manos sudorosas, mierda, era el segundo día y estaba terminando, no había logrado nada, no había avanzado nada ¿Por qué era tan difícil? Nunca lo fue antes, ya había tenido citas y vivido situaciones de ese estilo.

 

—Aun lamento no saber tu nombre —Shanks llamó su atención de nuevo—, voy a tratar de adivinar. Te llamas… ¿Daniel? —Buggy hizo una mueca de disgusto y el pelirrojo rió—Entonces ¿Richard? ¿Hiro?

—¡Buggy! ¡Su nombre es Buggy! —Ace exclamó detrás de unas plantas tras haber vuelto a su forma de tritón.

—¿Buggy? —el príncipe giró su rostro, buscando el origen de aquella voz, no se veían más botes por la cercanía. Claro que eso no importó ya que su acompañante sujetó sus manos y asintió efusivamente—¿Buggy? ¿Así te llamas? Bien, entonces Buggy, que bonito nombre.

 

 El mencionado volvió a ruborizarse un poco, admirando el apuesto rostro del otro muchacho. Estar juntos se sentía lindo, se sentía bien, le gustaba, Shanks le gustaba y a él también le estaba gustado bastante Buggy. Había algo maravilloso en ser escuchado con tanta fascinación o que sintiera interés en sus aventuras, en todo lo que sabía, como si a sus ojos no fuese solo el príncipe rebelde de Mary Geoise.

 

  En algún punto los dos parecieron estar perdidos en la mirada del otro, como si alguna clase de magnetismo les atrajese, incluso Shanks dejó los remos en sus sostenedores para sujetar sus manos entre las suyas. Tal vez era el momento de olvidar a la persona que le salvó y fijarse en alguien de verdad como Beckman le había aconsejado.

 

 Entre cerró sus ojos y se acercó a Buggy, este también se inclinó hacia él, estaban bastante cerca de juntar sus labios, todo se daba de forma natural entre ellos -quizás también un poco impulsados por sus hormonas-. Finalmente, sus labios se juntaron en un beso sumamente dulce, un roce de labios breve, pero que se sintió significativo para ambos de un modo distinto.

 

 No obstante, Buggy no sintió que algo hubiera cambiado ¿Había funcionado? No tenía idea. Aun así, le dedicó una sonrisa al pelirrojo y este se la devolvió antes de continuar con su paseo.

 

—¿Qué pasó? ¿Se besaron? —cuestionó Ace mientras presenciaban lo ocurrido desde una prudente distancia, bueno, en realidad se había cubierto el rostro con sus manos, abochornado—¿Funcionó?

—Pues sí, pero no tengo idea de si habrá funcionado, no sentí ninguna magia en particular —respondió Rayleigh desde su hombro aun como un crustáceo, como tritón era muy grande como para mantenerse oculto en aquellas aguas.

 

 Terminado el paseo, ambos jóvenes regresaron al palacio. Rayleigh volvió a ordenarle a Ace que regresara a casa antes de ir de vuelta con Buggy, ahora quedaba esperar al cuarto día si de verdad había funcionado, aunque sentía algo extraño en todo eso ¿No había sido muy fácil?

 

  Linlin sonrió divertida al ver aquello, todo se daba tal como esperaba, los adolescentes eran tan ilusos y tontos. Podría sentarse y esperar que todo saliera como quería, aunque lo mejor era no tomar ninguna clase de riesgo. Preparó un hechizo que le haría cambiar de forma y se preparó para hacerle una visita al joven príncipe.

 

 

 Pensar en el matrimonio era abrumador para el joven príncipe, no sentía que estuviera listo para semejante cosa, pero si las cosas seguían creciendo entre él y Buggy, bueno, había una posibilidad a futuro. Decidió desistir de buscar a aquel fantasma que creía le había salvado de ahogarse y estaba listo para aceptar el presente como era, o al menos así lo pensó hasta que aquella hipnótica voz se alojó en su cabeza de tal modo que no podía pensar con claridad.

 

 Buggy no había podido dejar de llorar de tristeza y enojo durante todo el día. No entendía que rayos había pasado, si todo había salido tan bien el día anterior ¿Cómo es que de la nada aparecía aquella mujer diciendo que lo había salvado? ¿Cómo Shanks podía creerle? Era ridículo, incluso si la voz de canto mágico de sirenas y tritones sonaba igual, era ilógico ¿Quién era esa mujer que de repente fingía ser alguien que no era y todos le creían?

 

 Ace y Rayleigh le acompañaban en aquel muelle, el rubio se había resignado ya a que el niño le hiciera caso. Suponían entonces que tal vez el beso del día anterior no había funcionado.

 

—Buggy aun puedes volver a casa —dijo el tritón mayor—, estoy seguro que Roger lo entenderá, todo volverá a la normalidad.

—No puede rendirse tan fácil ¿Por qué lo de ayer no funcionó? —preguntó Ace algo enojado.

—Porque el amor no es algo que nazca de la noche a la mañana muchacho, toma tiempo, debe forjarse, si tan solo hubiese llegado antes no habría permitido que firmaras ese contrato con la bruja del mar.

 

 Buggy resopló silenciosamente, viendo como el barco donde se oficializaría el compromiso del príncipe se alejaba cada vez más del puerto. Shanks era tan idiota ¿Cómo podía besarle y luego pretender que nada pasó mientras le dejaba por alguien más? No le perdonaría jugar así con sus sentimientos.

 Se secó las lágrimas y le hizo señas a Ace para que entendiera que necesitaba ir allí. Tiró un barril al agua y se apoyó de este, dejando que su hermano pequeño tirara para que pudiese llevarle.

 

—Te llevaré a que le des un buen golpe a ese humano tonto —dijo el niño, empezando a nadar con todas sus fuerzas en tal dirección.

 

 Rayleigh suspiró y decidió seguirles para ayudarles también. Cuando estaban bastante cerca del barco, no esperaban que Mohji apareciera volando con tal desesperación y gritando como un lunático.

 

—Cierra la boca pajarraco tonto, van a escucharte —le regañó el tritón mayor, sujetando su pico con fuerza—, no queremos llamar la atención.

—Mmm —empezó a hablar pese a no poder abrir su pico por lo que Rayleigh decidió soltarle—¡No lo van a creer! Iba volando y de repente vi a la bruja ¡La bruja del mar en el espejo!

—No entiendo nada de lo que dices —murmuró Ace muy confundido.

—¡El príncipe Shanks se comprometerá con la bruja del mar!

 

 Buggy le miró confundido unos segundos antes de que la realización llegar a su mente. Eso explicaba porque Shanks creía que era su voz, por supuesto, si esa vieja bruja la tenía. Frunció el ceño y golpeo el agua con rabia, pero no era el momento de hacer corajes, necesitaba subir a ese tonto barco.

 

 —Mohji haz lo que mejor sabes hacer: haz el alboroto más grande que puedas y detén ese compromiso —le ordenó Rayleigh y el ave solo se alejó volando—: Buggy sube al barco, yo iré por Roger.

 

 Al menos esta vez Ace si estuvo de acuerdo con las órdenes del mayor y terminó por acercar a Buggy al barco. Mohji por supuesto que hizo lo que le indicaron y comenzó a revolotear y chillar de tal modo que el anillo de compromiso acabó rodando por el suelo antes de que pudiera llegar al dedo de aquella mujer de largo cabello rosa.

 

 Con ayuda de Ace, Buggy logró subir las partes salientes del barco y trepó hasta subir a este. Entre el desorden de la gente tratando de conseguir el anillo y espantar a la ruidosa gaviota, Buggy corrió hacia la que sabía ahora era Linlin y sin pensarlo dos veces, le arrancó el collar del cuello y lo rompió.

 

—¡Mocoso ingrato! —exclamó ella con enojo, viendo como era liberada aquella voz y regresaba a su dueño, así como Shanks salía de aquel hechizo de trance en el que estaba atrapado—¡Después del trato que hicimos y mira cómo me pagas!

—¡¿Entonces por qué estás aquí arruinando todo?! —gruñó molesto.

—¿Buggy? ¡Puedes habar! —Shanks por su parte sonrió feliz de escucharle—Entonces ¿Eras tú la persona que me salvó en la playa?

 

 Pese a su enojo anterior, ver lo feliz que estaba el pelirrojo con la verdad pareció conmoverle bastante, claro que era orgulloso y no se resistió a darle un golpe en el brazo, Shanks emitió un quejido, aunque no protestó por ello. Le había lastimado mucho, incluso si estaba bajo un hechizo.

 

—Pensé que de verdad querías comprometerte con otra persona, que lo de ayer solo fue…—guardó silencio y miró hacia la mujer un momento—¿Por qué hiciste eso? No lo entiendo.

—Pude dejar que te dieras cuenta tú mismo, pero no sería tan divertido ¿Sabes? —soltó una risita maliciosa—Quería que vieras que algo como el amor verdadero no se da en dos o tres días, pude quedarme en mi lugar y no hacer nada, pero también quería venir por ti.

—¿Por mí? ¿Por qué?

—Debiste leer la letra pequeña de tu contrato, ahora me perteneces a mí.

 

 Antes de que pudiera cuestionar algo más, Buggy se desplomó sobre el suelo del barco, sus piernas habían desaparecido y su cola había regresado. Shanks miró atónito aquel suceso, así como el resto de personas en el barco, no podía creer lo que sus ojos veían.

 

—Como sea, ya es tarde para lamentos —la mujer de pelo rosa regresó a su forma original entre los gritos de horror de la gente, tomando al muchacho de cabello azul entre sus tentáculos—. Adiós príncipe pelirrojo.

—¡Buggy!

 

 Shanks solo pudo ver como aquella grotesca mujer se lanzaba al mar sin liberar al joven tritón. Apenas podía procesar todo lo que estaba pasando, lo único que entendía era que Buggy estaba en peligro ahora y debía hacer algo para rescatarlo, iba a mantener su palabra de ayudarle como pudiese.

 

—No te preocupes mocoso, en realidad estoy esperando a un pez más grande que tú.

 

 La burlona sonrisa de Linlin desapareció cuando el filo de un brillante tridente amenazó contra su rostro.

 

—¡Libera a mi hijo ahora mismo, Linlin! —ordenó Roger con fiereza. Había llegado gracias al aviso oportuno de Rayleigh, a quien dejó protegiendo a su esposa e hijo más pequeño que había regresado también—Libéralo y tal vez tenga piedad de ti.

—Roger cuanto tiempo —le saludó con una divertida sonrisa—, me temo que eso no es posible, firmamos un contrato ¿Sabes? Ahora su vida me pertenece a mí y ni siquiera tu magia puede cambiar ese hecho, ahora será uno de mis bebés.

 

 La bruja del mar usó su magia y comenzó a desfigurar el cuerpo del joven tritón ante el horror del rey, no podía perder a su hijo así. En medio de la desesperación, terminó por tomar la única decisión que llegó a su mente.

 

—Te cambio mi vida por la suya.

—¡Trato!

 

 El cuerpo de Buggy volvió a la normalidad con el cambio en el contrato mágico, ahora fue Roger quien fue desfigurado en un pequeño y enclenque ser. Linlin sonrió complacida, tomando su corona y su tridente, satisfecha por cómo se había dado su plan. No obstante, no tardó en sentir como le jalaban el cabello con fuerza y trataban de arrebatarle la corona.

 

—¡Suéltame mocoso ingrato! ¡Voy a convertirte en carroña de mar! ¡Agh!

 

 A pesar de liberarse del muchacho, un corte se produjo en su brazo debido a un arpón que Shanks le había disparado. Buggy le soltó otro golpe cuando trató de dispararle al pelirrojo, arañando su cara con fuerza, desviando su disparo hacia sus anguilas mascotas.

 

—¡Prometeus, Napoleón! —exclamó al ver los restos de sus preciadas mascotas, viendo con ira como el muchacho se alejaba nadando hacia el humano.

 

—Shanks tienes que salir del agua, aquí no es seguro.

—No, quiero ayudarte, no puedo…

 

 Antes de que pudiera decir algo más, una inmensa figura apareció ante ellos, monstruosa y horrenda. Linlin se había vuelto gigantesca y ahora azotaba el mar con una fuerte tormenta. Ambos muchachos vieron aquel ser con horror y no les quedó de otra que tratar de nadar para evitar cualquiera de sus ataques.

 

 Remolinos y olas fuertes se formaban, arrastrando barcos hundidos de vuelta a la superficie, el mar era un completo caos y Buggy sabía que a ese paso Shanks iba a ahogarse. Le sujetó con fuerza y le llevó hacia uno de los barcos para que subiera.

 

—¡Voy a distraerla! —exclamó antes de lanzarse de vuelta al agua hacia la bruja, si tan solo pudiera quitarle el tridente de alguna manera. El mar agitado apenas le permitía nadar apropiadamente—¡Hey bruja! ¡Tú nunca serás la reina de estos mares!

—Parece que debo darte una última lección: di adiós para siempre al mar y la tierra, mocoso.

 

 Buggy vio aterrado como le apuntaba, moría de miedo. Apretó los ojos con fuerza y esperó el impacto final. Sin embargo, este nunca llegó, en cambio lo hizo un grito desgarrador. Abrió los ojos y se encontró al mismo barco en que dejó a Shanks, el cual atravesó el cuerpo de la bruja, asesinándola.

 

—¡Shanks! —gritó con fuerza al ver como Linlin envolvía el barco con sus tentáculos y se hundía finalmente junto a él.

 

 Todo el daño que alguna vez Llinlin pudo causarle al océano desapareció finalmente con su muerte, todos aquellos que fueron sus prisioneros quedaron libres, incluso Roger volvió a la normalidad. Las aguas se calmaron y parecía que la vida volvería a estar en calma bajo el mar.

 

  Cuando Buggy regresó a casa, tanto Roger como Rouge le abrazaron con fuerza, nunca fue su intención que se sintiera desplazado de ninguna forma como miembro de su familia, era su adorado hijo, lo amaban tanto como amaban a Ace. Parecía que todo estaba en paz de nuevo, excepto que el muchacho seguía volviendo a la superficie, de vuelta en aquella playa se encontraba a diario con el príncipe humano justo como acordaron hacerlo luego de que le salvara la vida una vez más tras derrotar a Linlin.

 

—Tú lo viste más de cerca Rayleigh ¿Crees que está bien que confiemos en ese humano? ¿En los humanos en general? —preguntó tras ver a su hijo partir como cada día.

—No puedo hablar por todos los humanos, Roger. Pero, al menos los que vi de cerca, no eran malas personas, especialmente ese muchacho.

—Tal vez ya es momento de que Buggy siga su propio camino —Rouge sujetó suavemente la mano de su esposo—, incluso si no es el más común, debemos dejar que sea feliz. No significa que lo vamos a abandonar, pero debemos aceptar que tal vez no es junto a nosotros que podrá serlo.

 

 Las palabras de su esposa hicieron un fuerte eco en él. Era cierto, debía dejarlo escoger su propio camino y dejar los prejuicios a un lado. Si todo salía como pensaba, entonces iba a extrañarlo muchísimo.

 

 Linlin tenía razón en algo, el amor no se puede construir tan rápidamente, no toma unos pocos días. Cada encuentro, cada charla, cada discusión, cada broma, cada mirada, cada gesto, fue fortaleciendo más y más el cariño que ambos se tenían, sin importar si eran de dos especies distintas, el amor real fue solidificándose entre ellos. Ya no era simple gusto o atracción como antes, era amor genuino y de eso no tenía duda alguna, para Roger bastó con verlos un par de veces y que Shanks le dijera directamente que estaba enamorado de su hijo, podía ver la verdad en sus ojos y admitía que el muchacho le había agradado bastante.

 

 Y por ello, decidió otorgarle a su hijo el regalo de permanecer junto a la persona que amaba y disfrutar la vida en tierra que tanto le gustaba.

 

 —Estás tardando mucho —Shanks entró a aquel camarote en el barco, sonriendo un poco enternecido ante la escena frente a él—¿Están listos?

—Por supuesto, Uta está perfecta y lista para conocer a sus abuelos —respondió con orgullo al ver lo perfectamente arreglada que estaba su bebé.

—Bien, porque ya es tarde y nos están esperando.

—No me presiones Shanks, este trabajo requería su tiempo.

 

 El pelirrojo simplemente se rió y se acercó a besar suavemente sus labios, así como la cabeza de la bebé de cabello bicolor. Buggy sonrió ligeramente, dejando que sostuviera a la bebé, pasando su mano por las cicatrices que ahora tenía el pelirrojo en su rostro, un recuerdo tras haber derrotado a la bruja del mar. Juntos salieron del camarote y se reunieron con el resto de miembros de la tripulación, después de mucho tiempo Buggy estaba feliz de reunirse con su familia, quería ver a sus padres, a Rayleigh y a Ace de nuevo, moría por presentarles a su hija.

 

 El tiempo había pasado, muchas cosas habían cambiado y si bien amaba su vida en tierra con Shanks y Uta, jamás olvidaría que la mitad de su corazón estaba en el mar con el resto de su familia, a quienes seguiría agradeciéndoles el haberle criado y dado la oportunidad de seguir su propio sueño y felicidad.

FIN

Notes:

Holas de nuevo, he vuelto con otro one que me ha quedado larguísimo, esta vez inspirado en la sirenita. De nuevo, como la idea no es hacer un calco exacto, hice múltiples cambios. Me disculpo si hubo Ooc o alguna incongruencia. El final decidió hacerlo inspirada por La Sirenita 2 jaja ya saben, porque Ariel y Eric son los únicos con una hija (¿?)

Siguiente historia: La bella y la bestia

¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

Chapter 5: La bella y la bestia

Notes:

Historia de hoy: La bella y la bestia
Pareja: Katakuri x Female! Crocodile
Otros personajes: Thatch, Ichiji, Yonji, Perospero, Oven, Brulee, Smoothie.
Mencionados: Linlin, Newgate, Teach, Marco, Raisin, Daifuku, Pudding.
Aclaraciones y/o advertencias: Genderbending, lenguaje inapropiado, muerte de personajes.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Hace años en el reino de Tottoland, habitaba en un palacio la familia Charlotte. Su matriarca, la reina, se decía era una mujer egoísta y cruel. Sus muchos hijos crecían temiéndole a sus arranques de ira en los cuales era capaz de asesinarlos. Realizaba fiestas ostentosas con montones de comida, dándole igual si su pueblo pasaba hambre.

 

 Una noche, una anciana llegó a su castillo pidiendo un poco de pan y agua a cambio de una rosa, pero Linlin se negó rotundamente al ver su aspecto andrajoso, burlándose por lo pequeña y desnutrida que se veía. Sus hijos rieron, siempre respaldando la crueldad de su madre con tal de no verse perjudicados por ella.

 

 La anciana pronto cambió de forma y se transformó en una hechicera. Unas pocas palabras bastaron para acabar con la vida de la reina, usando su energía vital para transformar el castillo en un lugar lúgubre, oscuro y rodeado de espinos. La maldición de muerte se extendería por toda su progenie, pero entonces uno de sus hijos dio un paso adelante y rogó por la vida de sus hermanos.

 

 El segundo hijo varón de Linlin era alguien acomplejado, ocultaba su rostro con una bufanda debido a las cicatrices de su rostro y no hablaba mucho pese a su destacable tamaño y ruda apariencia. Todo lo que le importaba era la vida de sus hermanos, no podía permitir que acabasen como su madre.

 

—Todos ustedes son cómplices de sus abusos y su crueldad —espetó con desdén—, vieron el daño que ha causado y no hicieron nada al respecto porque son como ella. Aun así, no morirán, no todavía, ya que su hermano ha tratado de salvarlos les daré una oportunidad de vivir.

 

 Sin embargo, dicha oportunidad se sentía como una condena a largo plazo. Todos fueron hechizados con el castillo y el segundo hijo de Linlin debía cumplir con el mandato de la hechicera si quería salvarlos: cambiar el corazón de alguien más y lograr que le amara, pues ninguno de ellos conocía el amor. Existía un tiempo límite y, como si no fuera suficiente, también sufrió las consecuencias del hechizo. Con su nueva forma comprendió que era sencillamente imposible lograr algo así porque no habría manera de que pudiera dejar el castillo con tal aspecto.

 

 Por último, la hechicera alteró la memoria de los ciudadanos del reino, haciéndolos olvidar a la familia Charlotte y toda la ruina que trajeron alguna vez.

 

 Crocodile maldecía una y otra vez el momento en que accedió a mudarse junto a su hermano a aquel pueblucho. No había día en el que no pensara que quería marcharse, pero no es como que pudiese volver por si sola, sin su hermano no tenía muchas posibilidades de prosperar por su cuenta.

 

—¿Por qué tienes que irte? ¿No puedo ir contigo? No quiero quedarme aquí —saber que su hermano menor se marcharía unos días le bajó aún más el humor luego de su paso por el pueblo para comprar algunas cosas que necesitaba.

—Iré a buscar algunos instrumentos de cocina, sé que podrías ayudarme mucho, pero ahora solo tenemos un caballo y será mucho peso en el regreso —Thatch le miró con algo de condescendencia, entendía su molestia—. Mientras estabas en el mercado, los Vinsmoke vinieron de visita…

 

 Una mueca de disgusto se forma en los labios de Crocodile. Si había algo que casi le hacía salir corriendo de ese odioso pueblo era la familia Vinsmoke. Tenía entendido que el patriarca de la familia amasó su fortuna durante los tiempos de guerra, fue alguien muy importante e influyente allí hasta su fallecimiento. Ahora todo su patrimonio familiar estaba a cargo de su hijo mayor -por supuesto su hija no podía ser la heredera principal.

 

 Y era dicho hijo mayor quien no dejaba de hostigarla con la idea del matrimonio, no entendía cuál era su fijación por ella si muchas mujeres en el pueblo prácticamente se lanzaban a sus brazos y no dejaba de echarle en cara que la cicatriz en su rostro nunca le permitiría que alguien mas se fijara en ella, como si eso fuera alguna clase de consuelo.

 

—¿Y qué quería? —preguntó de mala gana.

—Me preguntó si podía ofrecerle tu mano —Thatch sonrió divertido ante la expresión de su hermana mayor—, le dije que te preguntara a ti, yo no tengo nada que ver en eso, pero ya sabes lo que piensan porque soy “el hombre de la casa”.

—Es tan primitivo como todos en este pueblucho.

—No dejes que eso te afecte. Si quieres te traigo algo cuando regrese ¿Qué se te antoja? —ofreció, viéndola echarse sobre una silla del comedor a revisar un libro.

—No sé, lo que sea, una rosa si quieres —respondió de forma un tanto sarcástica.

—Lo que gustes, hermana.

 

 Thatch terminó de preparar sus cosas en su caballo y partió poco después. Crocodile pensó quedarse encerrada en casa el resto del día, no soportaría volver a salir y toparse con Ichiji Vinsmoke o cualquiera de sus molestos hermanos.

 

 Un par de horas más tardes, Crocodile había salido solo para recoger algo de agua del pozo que tenían en la parte trasera de su casa. Para su desgracia, no hacía mucho que Yonji Vinsmoke se apareció en su pórtico a hablar nuevamente sobre el “favor” que le hacía su hermano mayor al estar interesado en ella, sobre como la edad empezaría a jugarle en contra y que él estaba dispuesto a casarse con ella sin importarle que fuese algunos años mayor o que su rostro estuviese desfigurado.

 

 Todos los hombres en esa familia eran idiotas y banales ¿Qué les importaba si quería quedarse soltera el resto de su vida? Era su problema, no le hacían ningún favor. Claro que eventualmente Thatch tendría que hacer su vida y no podría solo seguir dependiendo de él, incluso si era buena en muchas cosas, no tenía tantas oportunidades para viajar por el mundo y luego abrir su propio negocio como tanto quería.

 

Al tener lo necesario para volver al interior, el fuerte relinchido de Fénix, el caballo de su hermano, le tomó por sorpresa. Vio al animal llegar desesperado y agitado, para su temor, sin Thatch en él.

 

—Tranquilo, calma, estás bien —trató de hablarle mientras sujetaba sus riendas, pasando su mano por su rostro para acariciarlo suavemente ¿Qué rayos había ocurrido? —¿Por qué regresaste solo? —murmuró mientras buscaba con la mirada en la dirección por la que vino alguna señal de su hermano.

 

 No podía ser, algo malo debió ocurrirle, él era un buen jinete, no se habría caído así nada más. Sin pensarlo demasiado, subió al caballo y le hizo regresar por el mismo camino, esperaba que Thatch no estuviera demasiado lejos o herido.

 

 Crocodile conocía el bosque y estaba segura que nunca había estado por la zona donde Fénix le estaba llevando. Lo más extraño de todo era que de repente se encontró con nieve, nieve en junio, era una completa locura lo que estaba viendo. Aquella parte desconocida era tan sombría y helada que podía ver su propio aliento cada que resoplaba.

 

 Finalmente, el equino le llevó a un gran castillo, nunca había escuchado de un lugar así en las cercanías desde que se mudaron, no lo habían mencionado nunca y tampoco lo vio jamás en ningún libro o mapa. Bajó del caballo y avanzó al interior. La puerta se abrió sola, no había nadie en el interior y todo estaba oscuro, silencioso.

 

 Tomó un candelabro de una mesa y avanzó por el lugar ¿De verdad su hermano estaba allí?

 

—¡¿Thatch!? —le llamó con fuerza y pronto siguió lo que pareció era la voz de su hermano. Subió escaleras que parecían no tener fin hasta que finalmente pudo dar con él—¡Thatch! ¿Qué te pasó? ¿Quién te encerró aquí?

—¿Crocodile? ¿Cómo llegaste aquí? —el muchacho se mostró bastante sorprendido de ver a su hermana a través de aquella reja.

—Eso no importa, estás lleno de raspones ¿Qué te pasó?

—Fue muy extraño, cuando iba por el bosque empezó una tormenta de la nada y el camino quedó bloqueado por un árbol, me desvié con Fénix y de repente había nieve y lobos, fue espantoso —explicó aun conmocionado por todo lo que había ocurrido en su trayecto—, luego llegué aquí y todo parecía bien hasta que…

—¿Quién eres y que estás haciendo aquí?

 

Aquella voz tomó a ambos por sorpresa. Thatch se encogió en su lugar y Crocodile simplemente frunció el ceño, mirando en dirección a la oscura zona en busca de quien fuese le estuviera hablando.

 

—¿Por qué has encerrado a mi hermano en este lugar? Está lastimado y este lugar está helado. —cuestionó con severidad.

—Tu hermano intentó robarme —respondió el misterioso ser.

—¿Robar?

—Solo tomé una rosa como me pediste…

—Thatch no seas idiota, no lo decía en serio —Crocodile resopló, aun mirando hacia la sombra con disgusto—¿No es exagerado una condena por una rosa?

—Mi familia recibió una condena por una.

 

 Hubo silencio algo tenso en lo que Crocodile volvió a tomar el candelabro que había dejado en el suelo para levantarse y apuntar su luz hacia aquella zona de la mazmorra. Abrió sus ojos con algo de sorpresa al ver a aquella inmensa bestia de pelaje oscuro y ojos granates. Tenía colmillos enormes y largos cuernos que sobresalían de su cabeza. Nunca en su vida habría imaginado que algo así existiera.

 

 La bestia la miró fijamente, con una expresión que no supo describir, demasiado seria casi indiferente. Giró hacia su lastimado hermano en la celda, no podía dejarlo así nada más, sus heridas podían agravarse en esas condiciones.

 

—Me quedaré por él entonces, déjalo que se vaya.

—Crocodile no digas tonterías, no puedes hacer eso —protestó Thatch—, no te dejaré hacer eso.

—Cállate Thatch, estas herido, no puedes quedarte ahí así.  

—¿De verdad estarías dispuesta a quedarte por tu hermano? —interrogó la bestia mirándole con una intensidad que le produjo un escalofrío—¿Incluso si debes quedarte para siempre?

—Si, te doy mi palabra.

—¡No! Crocodile no voy a dejar que te quedes aquí, debes volver al pueblo y seguir con tu vida, solo olvídate de mí.

—¿Cuál vida, Thatch? Odio ese pueblo, estar encerrada suena menos horrible que volver a poner un pie allí. Tú en cambio seguro estarás mejor por tu cuenta.

 

 Por mucho que Thatch siguiera negándose, la bestia simplemente lo tomó con una de sus garras y se lo llevó de la mazmorra para hacer que una vieja carroza encantada se lo llevara de vuelta al pueblo. Crocodile por su parte simplemente suspiró silenciosamente ¿En qué rayos estaba pensando? Sí, odiaba el pueblo y a la gente retrograda que allí vivía, pero ¿De verdad prefería el encierro? ¿Qué pasaba con sus sueños? ¿Con sus aspiraciones?

 

—Si que fuiste muy valiente señorita —una nueva voz le sacó de su ensimismamiento, aunque esta vez le costó saber dónde venía—, aquí abajo.

 

 Al darse cuenta que se trataba del candelabro que había traído, su reacción más natural por su puesto fue patearlo.

 

 Entender que aquel era un castillo encantado y que por eso había objetos parlantes fue curioso. Por un momento pensó que se había vuelto loca: una bestia, objetos parlantes, nieve en junio, todo sonaba como un coctel de inestabilidad mental. Aun así, accedió a seguir al candelabro parlante y al reloj que se le unió poco después a una habitación más cómoda.

 

 Según lo que entendió, a la bestia pareció conmoverle un poco el hecho de que se sacrificara por su hermano, no tanto como para decirle que se fuera, pero sí para no dejarla morir de frío en la mazmorra. También podía bajar al comedor para cenar, así que no pensaba morir de inanición pronto.

 

—¿Y él no vendrá? —cuestionó mientras jugaba un poco con la sopa que le habían servido para que entrara mejor en calor.

—Oh no, él es un poco tímido respecto a su apariencia —respondió el candelabro que se había presentado antes como Oven, aunque Crocodile no era buena para recordar nombres. —, es probable que no lo vea mucho, no suele salir del ala oeste.

—Entonces estoy encerrada en su castillo y todo lo que puedo hacer es hablar con objetos encantados —miró fijamente a los que tenía frente a ella—¿Por qué nadie había hablado de este lugar antes? Tampoco lo he visto ningún mapa.

—Es parte del encantamiento al parecer, perorin —dijo el bonito reloj que siempre tenía la lengua afuera.

 

 Y tenían razón, con el pasar de los días las pocas veces que llegó a toparse con la bestia, este simplemente se escabullía de ella, la evitaba como si no quisiera que le viera el rostro. Empezaba a fastidiarle bastante su actitud y con pocos días se estaba aburriendo demasiado en ese lugar.

 

—Si ibas a encerrarme aquí solo para ignorarme, entonces prefiero volver a la mazmorra —le reprochó en una de esas veces que pudo encontrarle en las escaleras.

—Pensé que preferirías huir de aquí —respondió la bestia, apenas mirándole desde su lugar.

—¿Y volver a ese pueblo miserable? Ni hablar, prefiero la mazmorra.

 

  Su comentario casi hizo reír a la bestia.

 

—Eres una mujer muy rara.

—Me lo han dicho bastante.

—Tu nombre es Crocodile ¿cierto? Así te llamó tu hermano.

—Sí, así es, tú sabes mi nombre, pero yo no conozco el tuyo aún, tus sirvientes no han querido decírmelo tampoco.

 

 Hubo un silencio un poco tenso. La bestia meneó ligeramente su peluda cola, como si lo pensara unos segundos.

 

—Katakuri, y no son mis sirvientes, son mis hermanos.

 

 Ese día Crocodile había aprendido dos cosas, el nombre de la bestia y que ese lugar era aún más extraño de lo que parecía. Como fuese, era mejor que el pueblo, y la curiosidad de saber más acerca de lo que pasó ahí le incitó a quedarse más tiempo a pesar de que ahora sabía que su encierro no era permanente en realidad.

 

 Hacer que Katakuri le hablase más fue ligeramente más trabajoso de lo que esperaba, vaya que era un sujeto acomplejado. Su apariencia dejó de preocuparle después del primer encuentro, tal vez lo más atemorizante era su gran tamaño, pero fuera de ello, no le parecía tan intimidante -quizás porque pocas cosas la asustaban en realidad-.

 

 Había aprendido que le gustaban mucho las rosquillas dulces, también que hablaba mucho con un espejo al que todos llamaban Brulee, una de sus hermanas más pequeñas. Había muchos objetos encantados, le costaba creer que todos eran sus hermanos o lo fueron alguna vez.

 

—¿Tan horrible es ese pueblo que de verdad prefieres quedarte aquí? —cuando Katakuri era quien iniciaba las conversaciones, genuinamente le sorprendía.

—No tienes idea —respondió ella mientras comían dulces y tomaban té—, la idea de una mujer desfigurada del rostro, soltera a mi edad, que sepa leer y quiera ser independiente económicamente les parece digno de una bruja desquiciada —dijo sarcásticamente.

—Si, suena espantoso —dejó salir una suave risa, mirando su plato con rosquillas y luego a su acompañante—¿Puedo preguntar que ocurrió en tu rostro? No parece que eso te acompleje.

—¿Puedo preguntar por qué están hechizados?

 

 Silencio. Quizás aún era muy pronto para ello, con suerte estaba logrando que la bestia le hablara lo suficiente. Era curioso el giro que había dado su vida en unos pocos días, aun consideraba que todo eso era mucho mejor, aunque también se preguntaba como estaría Thatch.

 

—Mi madre no era la mujer más agradable —escucharle hablar de nuevo le sacó de sus pensamientos—, la mayoría de mis hermanos temía siempre hacerla enojar. Ella era cruel y déspota, pero era nuestra madre, a fin de cuentas.

 

 Crocodile escuchó con atención la historia de como aquella hechicera apareció una noche y ante la vanidad y malicia de la reina, acabó con su vida y hechizó a toda su descendencia. Era un castigo un poco injusto considerando que ellos trataban de escapar de la ira de esa mujer y el sacrificio de Katakuri solo pareció darles algo más de tiempo, mas no una solución.

 

—Entonces cuando el último pétalo de tu rosa mágica caiga ¿Todos serán objetos de verdad? ¿Nunca volverán a hablar? Eso es un castigo bastante cruel ¿Y tú te quedarás así?

—Si, esas fueron sus palabras.

—¿No hay una solución?

—N-No tienes que preocuparte por eso, no es tu responsabilidad —se apresuró a decir pese a titubear un segundo.

—Realmente adoras a tus hermanos ¿No?

—Son mi familia, son todo lo que me importa, si no puedo salvarlos entonces…

—No te precipites, seguro podrás encontrar una solución —se mordió un poco los labios antes de decidirse a hablar—. Thatch y yo no somos hermanos de sangre, nos criamos juntos y con otros chicos gracias al viejo, nuestro padre adoptivo. Él me enseñó a leer, a escribir, a pelear, nunca me hizo menos por ser una chica.

 

 Katakuri le miró con atención, ignorando la chimenea junto a ellos donde el fuego crepitaba de forma sonora. Ella tomó aire y luego suspiró antes de continuar.

 

—Un día llegó un chico, Teach, yo nunca confié en él y se lo dije al viejo, pero él lo vio como un hijo más —frunció un poco el ceño al recordar aquello—. Por su culpa perdimos todo en un incendio cuando su grupo trató de robarnos todo lo que teníamos y el viejo murió. Intenté detener a quienes quemaron nuestro hogar y recibí esto, no me importó ya que igual le di su merecido, pero al final no sirvió de mucho. Eventualmente todos nos separamos y solo quedamos Thatch y yo.

 

 Volvió a suspirar, pasando sus dedos por la cicatriz de su rostro, era complicado de explicar, no le gustaba entrar en detalles por lo poco que le gustaba recordar todo eso. No podía decir si Thatch no quiso dejarla sola o si ella no quiso dejarlo a él al ser el más cercano a ella. Como fuese, los dos terminaron alejándose y viviendo en diferentes lugares mientras su hermano se dedicaba a lo que tanto le apasionaba: la cocina, terminando finalmente en aquel pueblucho miserable.

 

—En otros lugares podía hacer diferentes cosas, mientras Thatch trabajaba como cocinero, pero desde que llegamos a ese pueblo es como si lo único a lo que pudiera aspirar es a ser la esposa de un idiota o estar en boca de todos. Odio que murmuren a mis espaldas.

—¿A qué te dedicabas antes?

—Sé hacer muchas cosas, mi último trabajo fue en una tienda de libros.

—Parece que te gusta mucho leer.

—El conocimiento puede ser una herramienta muy poderosa.

 

 Eso pareció darle una idea a la bestia por lo que le hizo una señal para que le siguiera por el corredor. Ver la inmensa biblioteca se sintió como un grato obsequio, más saber que podía tomar el libro que quisiera y leer todo lo que pudiese. En el pueblo de mierda únicamente había libros en una pequeña tienda y eran muy escasos, ya los había leído todos.

 

 Katakuri y Crocodile encontraron la manera de conectar mejor entre ellos tras permitirse abrirse más el uno con el otro.

 

 

Thatch había considerado pedir ayuda e ir por su hermana a aquel castillo para rescatarla. Sin embargo, no pasó mucho para que una carta llegara de parte de otro objeto mágico en el cual Crocodile le informaba estar bien, que siguiera con su vida y que no se preocupara por ella, que estaba mucho mejor en el castillo encantado.

 

 Conociéndola como la conocía, no dudaba que lo que dijese fuese cierto y el hecho de que prefiriese ese lugar al pueblo que tanto detestaba le producía una tenue sensación de calma. Quizás lo mejor sería ir él mismo y asegurarse de que estaba bien, sin decirle a nadie ¿Para qué hacerlo? Con eso en mente, decidió preparar unas pocas cosas para ir en un caballo alquilado, solo rogaba que no hubiera lobos en el camino nuevamente.

 

—Thatch —no le gustó escuchar esa voz llamándole.

—Ichiji, que sorpresa ¿A qué se debe tu visita? —saludó con falsa amabilidad.

—Pensé que habías salido de viaje hace unos días, o eso me dijo Yonji —dijo el pelirrojo mientras le miraba con atención. El castaño respiró profundamente, tratando de enfocarse en el caballo.

—¿Ah sí? Bueno tuve que volver antes por algo que dejé y ahora vuelvo a marcharme —explicó con obviedad.

—Ya veo ¿Dónde está tu hermana?

 

 El castaño contuvo el aliento un segundo. No consideraba buena idea decirle nada al respecto, no solo porque sería tomado por lunático, sino porque también pensaba en lo mucho que su hermana detestaba a ese sujeto y que entendía ella no lo quería en su vida para nada.

 

—Ella se fue a visitar a un amigo de la infancia —mintió de la mejor forma que pudo—, era como nuestro hermano, Marco, creo que lo he mencionado antes. No quería quedarse sola aquí así que se fue…

—Qué curioso —Ichiji entre cerró sus ojos, mirándole con notoria desconfianza—, pensé que nada más tenían un caballo, no me dirás que se fue caminando ¿o sí?

 

 Thatch pasó un poco de saliva, sacudió un poco la cabeza, no tenía caso, no es como que debiera importarle nada de lo que Vinsmoke pudiera decir.

 

—No lo sé, seguro ella se fue a su manera, ya la conoces, es un alma libre —se giró a verle apenas—, si me disculpas, tengo que irme.

—Dime donde está —demandó—, creo que ya fui bastante claro con ella respecto al asunto del matrimonio, no voy a estar rogando para siempre, entenderás que a cuando quiero algo lo tomo y ya.

—Eso es un pensamiento bastante infantil —frunció el ceño—. Mira, ella no quiere nada contigo y aunque dependiera de mí, tampoco te dejaría su mano, mi hermana merece algo mejor que un canalla como tú que se cree mejor que los demás.

 

 Se dio vuelta nuevamente para subir al caballo, lo que no contaba era con encontrar a Yonji apuntándole con una escopeta desde el otro lado, cosa que le dejó congelado en su sitio.

 

—Me dirás ahora donde se encuentra Crocodile.

 

 Pasar tiempo con Katakuri se había vuelto del agrado de Crocodile. No solo porque estar cerca suyo le producía calor en el frío invierno que siempre envolvía el castillo, sino porque al fin podía contarle sus aspiraciones a otra persona sin que le tomara por loca.

 

 Él también sabía de muchas cosas y le encantaba aprender todo lo que él pudiera enseñarle, leer los libros que le recomendaba. Pasar tiempo juntos era agradable y estar en un castillo definitivamente era mucho mejor que cualquier lugar que pudiese ofrecerle aquel pueblo. No era secreto que Crocodile siempre fue bastante ambiciosa y vivir en un lugar tan grande era casi como un sueño hecho realidad, bueno, eso sí ignoraba que estaba hechizado y que con cada pétalo que caía de la rosa mágica, este se sacudía con fuerza y se fracturaba. También si dejaba de lado sus ganas de viajar por el mundo.

 

 Eventualmente dejó de pensar tanto en el lugar en sí y más en sus habitantes, especialmente en Katakuri. En momentos como ese, donde estaba recostada de él frente a la chimenea leyendo un libro y él durmiendo.

 

—¿De verdad no hay nada que pueda hacer para ayudarlos? —preguntó, bajando su libro un momento.

—Katakuri no quiere que te preocupes por eso —respondió Smoothie, quien era una tetera siempre acompañada de una pequeña tacita llamada Pudding—, es muy obstinado para aceptar ayuda.

—A mí me parece que es una buena persona, no entiendo porque debió pagar lo que hizo su madre, o bueno, ninguno de ustedes, si era tan horrible como me han dicho.

—Nos castigó por nunca hacer nada al respecto —dijo Perospero—, pero si es algo injusto para nuestros hermanos menores, como Pudding o Brulee, perorin.

—No te preocupes por eso, ya se nos ocurrirá algo para solucionarlo —añadió Oven.

 

 Decidió no insistir y simplemente se acurrucó un poco más en su lugar, sintiendo el suave pelaje de Katakuri, pensando que no le vendría mal una siesta también. El pequeño grupo de hermanos se miró entre sí, sonriendo ligeramente, quizás tenían oportunidad.

 

 Haber invitado a Crocodile a que bailaran juntos fue quizás una de las cosas más vergonzosas que había hecho en su vida. Aun así, allí estaba, terminando de arreglarse con apoyo de algunos de sus hermanos pues ella había aceptado.

 

—¿Crees que ella sea la indicada, hermano? ¿Crees que ella pueda romper el hechizo sobre nosotros? —preguntó Brulee, quien era un pequeño espejo de mano.

—No lo sé, no es algo que pueda forzar o saber —respondió mirando su reflejo un momento en el espejo grande, por primera vez no se sintió disgustado de hacerlo y ya no sentía la urgencia de cubrir su rostro con aquella bufanda como antes.

—¿Y tú la quieres? —insistió ella, haciéndole sentir avergonzado nuevamente, si no fuese por todo su pelaje seguro se habría visto sonrojado.

—Sí —respondió vagamente. Brulee sonrió enternecida, su hermano era aún tímido para ciertas cosas o quizás muy orgulloso.

—Entonces espero te diviertas esta noche y deberías hablarle de cómo te sientes

 

 Katakuri no creía poder hacer eso, pero sí decidió seguir el consejo respecto a divertirse un poco. Y es que esos días con Crocodile se había sentido genuinamente vivo y feliz. Era curiosa, inteligente, orgullosa, intrépida y no parecía dejarse intimidar por nada. También era extraña, le había dicho muchas veces que podía marcharse, que incluso la acompañaría a atravesar el bosque nevado para que tuviera cuidado con los lobos, pero ella aseguraba estar bien ahí, con él.

 

  Un castillo hechizado podía ofrecer ciertas ventajas, como algo de música por parte de decorados y el piano hechizado que era Raisin. Al principio sintió nervios, pero luego de ver a Crocodile con aquel hermoso vestido, bueno, todo lo demás pasó a un segundo plano. Fue un momento maravilloso, simplemente ellos dos, moviéndose al ritmo de la suave música como si no existiese nada más.

 

  Le encantaba mirar sus bellos ojos morados, tan hipnóticos, la cicatriz de su rostro que no le acomplejaba en lo más mínimo le hacía pensar que él tampoco debía sentirse de esa manera y su bonito cabello negro siempre bien arreglado, aunque con un par de mechones siempre cayendo al frente.

 

 De verdad creía que con ella había logrado ser feliz nuevamente y salir del triste abismo en el que el hechizo le había dejado.

 

—Ha sido una noche muy diferente, no recuerdo haber bailado antes o al menos no haberlo disfrutado tanto —Crocodile sonrió ligeramente cuando llegaron al balcón del salón, admirando el jardín de rosas siempre cubierto de nieve.

—Me alegra que te diviertas —meneó ligeramente su peluda cola—¿Hay algo más que pueda ofrecerte?

—Creo que estoy bien así —miró hacia el paisaje frente a ella, oscuro y penumbroso. Hubo un breve silencio, cómodo para ambos, aunque Crocodile decidió romperlo al notar como le miraba—¿Pasa algo?

—No, solo pienso que te ves muy bonita.

 

 Crocodile sintió sus mejillas calentarse, aun así, sonrió encantada con el halago, desde que tenía la cicatriz en su rostro no es como que muchos hombres le dijeran ese tipo comentarios, usualmente escuchaba cosas más desagradables en cuanto a su físico.

 

—Gracias, que dulce eres.

—Dulce no es una palabra que yo usaría.

—Pues yo creo que lo eres.

 

 Ella apoyó su cabeza contra su brazo, cosa que provocó que su corazón se acelerase considerablemente. Tal vez Brulee tenía razón, podría decirle como se sentía con ella y sabía que deseaba hacerlo sin estar condicionado por el hechizo, lo que sentía por ella se reforzaba con cada momento que pasaban juntos.

 

—Crocodile…

—¿Sí?

—¿Te gustaría quedarte aquí conmigo? Quiero decir, vivir en el castillo permanentemente, dije que podías irte cuando quisieras, pero…

—Claro que me gustaría —le interrumpió antes de que siguiera divagando, apoyando su mano sobre su amplia garra—, aunque también me gustaría saber si Thatch está bien por su cuenta ¿Sabes? Le envié esa carta diciéndole que estaría bien, pero no sé si lo tomó en serio o si seguirá preocupado.

—Puedes verlo si quieres y puedo acompañarte al borde del bosque si quieres ir a verlo, te esperaré.

—Te lo agradecería mucho.

—Ven conmigo.

 

 Katakuri le guió nuevamente al interior, esta vez a donde se encontraba su habitación. Tomó al pequeño espejo de mano en el que encontró el reflejo de la niña de cabellos morados primero, un castigo distinto que la magia de la hechicera le había dejado a su hermana menor.

 

—¿Podrías mostrarme a mi hermano Thatch? —pidió tras sostener a la niña espejo en sus manos.

—Por supuesto.

 

 La imagen cambió y pronto se vio lo que parecía una celda. En su interior se encontraba Thatch bastante malherido, tenía muchos moretones y había sangre aun escurriendo de su nariz o manchando su camisa. Crocodile sintió pánico ante esa imagen, no entendía que rayos estaba viendo, al menos no hasta que vio a Yonji Vinsmoke en la imagen.

 

Golpearte no me aburre, pero mi hermano quiere saber donde está tu hermana —resonó la voz del muchacho de forma burlona—. No entiendo su obsesión con alguien con el rostro desfigurado, bueno, sí, tiene un buen culo y unas…

 

 Brulee quitó la imagen de inmediato, mirando con angustia a la mujer de ojos morados. Ella apretaba el espejo con fuerza en sus manos, conteniendo la ira que empezaba a crecer fuertemente.

 

—Esos imbéciles… —apenas pudo mascullar con rabia. Respiró profundamente, notando que Katakuri también parecía molesto, quizás por la forma en que Yonji se había expresado de ella—Necesito ir por mi hermano.

—Iré contigo.

—No, esto es algo que tengo que solucionar yo —estiró su mano libre hacia su rostro, acariciándolo con suavidad—. Volveré, lo prometo, espérame aquí.

—Lleva a Brulee contigo, así no te perderás en el bosque —accedió no muy convencido—, ten mucho cuidado.

—Lo tendré.

 

 Aun con el espejo en mano, se apresuró a salir rápidamente, yendo por Fénix al establo para regresar lo más rápido que podía al pueblo. Claro que el espejo no fue lo único que llevó consigo, cargando una daga por si acaso.

 

 Llegar a la gran casa de los Vinsmoke solo pareció incrementar su enojo. Aun así, se las ingenio para, con ayuda de Brulee, ir directamente a donde se encontraba Thatch para sacarle de allí sin que nadie le viera.

 

—¿Crocodile? ¿Cómo llegaste aquí?

—¿Cuántas veces tengo que encontrarte en este estado? —cuestionó ella de forma irónica mientras tomaba la daga para abrir el seguro de la reja con habilidad—Vámonos de aquí.

—Ichiji volverá a buscarte si sabe que regresaste.

—Por eso nos iremos al castillo, es mejor que este pueblo.

—Espero que no se te haya subido a la cabeza —bromeó—. Nunca te había visto con un vestido así.

—Lindo ¿Verdad? Aunque tuve que romperlo un poco cuando venía.

 

 Ambos hermanos salieron con cuidado por el mismo camino, ignorando que en algún punto fueron escuchados por Yonji y este no tardó mucho en alertar a su hermano mayor.

 

 Ser perseguidos a caballo por los Vinsmoke fue como una pesadilla, naturalmente Fénix iba más lento al tener dos personas encima y, si bien iban con algo de ventaja, el par de hermanos empezaron a acercarse cada vez más junto con otro grupo de cazadores que se sabía trabajaban para ellos.

 

 Quería creer que en el bosque nevado serían capaces de perderlos, con Brulee guiándoles en el camino pudieron evadir cualquier eventual peligro. Ahora su preocupación era haber llevado un problema así a Katakuri ¿Por qué Ichiji eran tan jodidamente insistente y molesto?

 

 Al llegar al castillo, esperaba que los lobos hicieran bien su trabajo de retener a aquel grupo de cazadores. Se apresuró a avisarle a los habitantes de lo que estaba ocurriendo y al menos estuvieron listos para un contraataque cuando los invasores llegaron, tratando de tomar lo que no les pertenecía y acabar con los objetos mágicos que empezaron a defender el lugar.

 

 Crocodile le ordenó a su hermano quedarse en la cocina y pidió a Daifuku, el horno, que lo cuidara de cualquier cosa mientras ella iba por la bestia.

 

—¡Katakuri! —al llegar a su habitación se abrazó a este con algo de fuerza—Lo siento, nos siguieron hasta aquí y están atacando el castillo.

—Descuida ¿Tú estás bien? ¿Dónde está tu hermano? —preguntó preocupado, apretándole un poco contra sí.

—En la cocina, tus hermanos lo están cuidando,

—Así que por esto me rechazabas tanto —al escuchar la voz del pelirrojo, Crocodile se separó un poco de Katakuri para mirarle con rabia—¿De verdad prefieres a una horrible bestia antes que a mí? ¿Es por lo que te ha ofrecido en este lugar? Tal vez no tengo un castillo, pero te ofrecí mucho.

—Te dije un montón de veces que lo que tuvieras para ofrecer me importaba una mierda —gruñó ella con disgusto—¿Por qué no lo entiendes? No me interesas ni nunca lo harás, eres un mocoso mimado y engreído que cree que puede tenerlo todo.

—No lo entiendes, si no me caso, lo que me toca por derecho se lo darán a mi hermana. Deberías sentirte honrada de que te elegí a ti entre todas las mujeres del pueblo, que no me importa tu desfigurado rostro, para mi eres la mujer mas hermosa de este aburrido lugar.

—Ay cierra la boca de una vez, estoy harta de escuchar tus tonterías, me importa poco si al final es tu hermana quien hereda su fortuna, es más, me alegro por ella.

 

 Ichiji frunció el ceño con rabia antes de apuntar con su escopeta hacia donde estaban ambos, aunque más en específico hacia Katakuri.

 

—Si me deshago de esa bestia y de tu hermano, entonces no tendrás opciones.

—Prefiero pudrirme en la basura antes que estar contigo.

—Eres una jodida zorra entonces si prefieres estar con…

 

 Antes de que pudiera terminar su frase, Katakuri se lanzó contra él y de un fuerte zarpazo le aventó contra una de las paredes de la habitación. Estaba harto de seguir escuchando como se expresaba de Crocodile, y el hecho de que hubiera traído mas gente a atacar a sus hermanos no ayudaba a que se sintiera mejor.

 

 Un disparo resonó e hizo que Katakuri exclamara de dolor, retrocediendo de su lugar mientras sujetaba su hombro sangrante. Crocodile no tardó en identificar a Yonji como el perpetrador y este preparaba una nueva munición para disparar. Antes de que pudiera hacerlo, ella se apresuró a empujarle, desviando el segundo disparo contra el techo.

 

 Forcejó contra el menor de los Vinsmoke, aunque este le golpeó con la culata de la escopeta, tirándole contra el suelo. Se preparó para disparar nuevamente junto a su hermano, Crocodile sintió pánico de ver como ambos estaban dispuestos a matar a Katakuri por lo que, sin pensarlo demasiado, sacó la daga que había estado cargando consigo y se la clavó en el cuello a Yonji.

 

 El muchacho de cabellos verdes se llevó la mano al cuello, sintiendo la sangre empezar a escurrir en grandes cantidades. Cayó sentado en el suelo ante la atónita mirada de Ichiji, distracción que Katakuri aprovechó para despojarlo de su arma y luego arrojarla por el balcón.

 

—Lárgate y llévate a tus hombres —ordenó, ignorando el dolor en su hombro.

 

 Ichiji no dijo nada, simplemente se acercó al cuerpo de su hermano, comprobando que ya había muerto. Crocodile pasó de largo hacia la bestia, examinando su hombro con preocupación.

 

—¡Crocodile! —Katakuri le empujó con fuerza, recibiendo de lleno el disparo por parte de Ichiji, quien había tomado la escopeta de su hermano.

—¡Katakuri!

—Voy a matarlos a ambos, váyanse al infierno los dos si tanto quieren estar juntos.

—Lo siento Brulee…—Crocodile lanzó el espejo que había tenido sujeto con una cinta de su vestido, golpeando al pelirrojo en toda la nariz, con lo cual logró hacer que fallara su tiro.

 

 Con la escasa fuerza que tenía, Katakuri nuevamente se lanzó contra él, tomándole del cuello para luego lanzarlo contra el balcón. Como pudo, Ichiji se aferró a este en un intento de no caer, quedando colgado del borde.

 

—Mejor vete tú con tu hermano al infierno —Crocodile gruñó antes de pisarle los dedos con fuerza, haciendo que se soltara y cayera en el inmenso vacío—Katakuri ¿Estás bien? —se apresuró a volver con él, sintiendo el pánico inundarle ante la sangre que no dejaba de brotar de su abdomen.

—Con razón… odiabas tanto el pueblo…—murmuró con debilidad, subiendo su mano hacia su rostro para acariciarle con suavidad—, me alegra que te sintieras mejor aquí.

—Ya no hables, tonto —pidió, haciéndose la dura para no mostrar las inmensas ganas que tenía de llorar—. Vas a estar bien, descuida, por favor solo, solo quédate conmigo, voy a… —sintió como no lograba contener las lágrimas al ver que no podía hacer nada por parar la hemorragia—no me dejes, no me dejes por favor, vas a estar bien.

—Gracias por quedarte, gracias por volver.

—No, no hables así…—notó como su garra dejaba de tocarle para dejarse caer a un lado—¿Katakuri? Despierta, por favor despierta, prometí quedarme contigo, vivir aquí contigo.

 

 Siguió derramando lágrimas encima suyo, ignorando como el último pétalo de la rosa encantada había caído. Los hermanos Charlotte poco a poco fueron incapaces de volver a moverse o hablar, convirtiéndose en objetos totalmente.

 

—Katakuri…—se mordió los labios con fuerza, conteniéndose sus sollozos lo más que podía, aferrándose a su cuerpo, no queriendo aceptar la realidad de que ya no estaba con ella—te amo, por favor, quédate conmigo.

 

 Crocodile desconocía la fuerza mágica en sus palabras, como estas bastaron para reparar todo lo que sepultaba al castillo y sus habitantes. La nieve desapareció y el castillo antes sombrío y agrietado volvió a tener colores suaves que destacaban con la brillante luz del sol. Poco a poco, los hermanos Charlotte volvieron a la normalidad, a ser humanos otra vez.

 

 —¿Crocodile? —la voz de Brulee apenas le hizo levantar el rostro, sorprendiéndose de encontrar a una niña de unos diez años ante ella, la misma del reflejo, solo que esta vez, fuera del espejo.

 

 Una luz muy brillante envolvió el cuerpo de la bestia y este cambió a lo que solía ser antes. Las heridas habían sanado y él abrió sus ojos nuevamente. Crocodile admiró como lo único peculiar en él eran las cicatrices que atravesaban sus mejillas, cosa que le hizo sonreír.

 

—Crocodile... Brulee… —murmuró él, impresionado de ver a su hermanita ser una humana nuevamente.

 

 Ninguna de las dos se lo pensó mucho antes de lanzarse contra él, abrazándole sumamente felices.

 

 

 Tiempo después, todo había vuelto a la normalidad, bueno, en realidad mucho había mejorado pues los príncipes y princesas de la familia Charlotte estaban haciendo lo posible de dirigir su reino de la forma más justa posible. Una vez más volvían a ser parte de las memorias y conocimientos de la gente.

 

 La boda del segundo hijo varón de la familia se celebró de forma ostentosa, pero no como lo habría hecho su cruel madre en el pasado. Katakuri no podía evitar admirar lo bella que lucía su ahora esposa con aquel vestido y él ya no se preocupaba de ocultar su rostro, si ella nunca sintió complejos de su cicatriz y le amaba tal como era, entonces no había razón para seguir haciéndolo.

 

—Crocodile realmente ama a mi hermano —dijo Brulee con emoción.

—Si, nunca la vi más feliz —asintió Thatch con una sonrisa, le alegraba tanto que por fin ella encontrara lo que deseaba.

—Y nosotros a nuestro hermano —secundó Perospero.

 

 Después de la boda, Katakuri y Crocodile tomaron la decisión de partir a un largo viaje, aun era su deseo conocer más lugares y quizás empezar una vida distinta juntos.

 

 Admirar el vasto mar le encantaba, así como sentir la arena bajo sus pies, había una agradable sensación de libertad en lo que hacía. Respiró el olor a agua salada con gusto, habían viajado por muchos lugares, sin embargo, ese tenía que ser uno de sus favoritos.

 

—¿Y cómo te sientes? —Katakuri se unió a su lado a contemplar el bonito atardecer, así como la suave brisa de mar.

—Bastante bien, me gusta estar aquí.

—Tal vez podamos quedarnos más tiempo aquí.

—Esa idea me gusta.

 

 Él sostuvo una de sus manos con suavidad y ella le miró con una tenue sonrisa, haciéndole inclinarse para poder juntar sus labios con los suyos en un beso afectuoso.

FIN

Notes:

¡Holas de nuevo! Espero que les haya gustado este nuevo cuento. Amo esta ship que se me ocurrió un día con mi bestie y que dolor fue no encontrar nada de nada, así que debía hacer algo y este cuento me pareció muy apropiado para ellos considerando los complejos de Katakuri. Por supuesto lleve la historia de un modo distinto nuevamente para que no todo sea una copia sino adaptación y que coincida mejor con los personajes.

Comentarios, correcciones, aportes, sugerencias serán bien recibidas.

Siguiente historia: Aladino y la lámpara maravillosa.

¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

Chapter 6: Aladdin y la lámpara maravillosa

Notes:

Historia de hoy: Aladino y la lámpara maravillosa
Pareja: Nami x Vivi
Otros personajes: Luffy, Crocodile, Cobra, Nojiko, Igaram, Pell, Karoo, Daz
Mencionados: Bell-mère
Aclaraciones y/o advertencias: relación chica x chica, crossdressing

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Nami estaba acostumbrada a la vida en las calles de Alubarna, era una ladrona profesional, incluso tenía un apodo muy conocido, y gracias a eso es que había sobrevivido por mucho tiempo, ella y su hermana Nojiko. Claro que no quería decir que quisiera eso para ellas, no para siempre, deseaba que algún día las cosas fueran diferentes, que tuvieran la oportunidad de más, de no rogar por migajas, de no sufrir más por no ser nadie, que alguien fuese capaz de ver el verdadero valor en ellas.

 

 Perder a su madre les había dejado en una situación muy difícil, las opciones para ellas se redujeron considerablemente, aunque no es como que antes les fuera mejor tampoco. Bell-mère no pudo dejarles mucho, lo poco que había se fue en pagar deudas, incluso perdieron su casa por lo que acabaron viviendo en una vieja construcción sin acabar para seguir teniendo un refugio.

 

 La vida era dura, pero Nami tenía fe en que algún día todo iba a mejorar. Y ese día llegó, de un modo extraño, con la forma de una chica que parecía muy fuera de la realidad en la que vivían. Su primera impresión fue que era rara y algo tonta, pero encantadora una vez pudo permitirse hablar más con ella, eso luego de escapar de unos guardias que les acusaron de ladronas ¿Qué tonta roba unas manzanas y se queda ahí parada?

 

 Escaparon juntas de los guardias que las corretearon, saltando entre casas y otras edificaciones. Ella era muy torpe en eso, una completa novata, quizás venía de otra ciudad o pueblo, aun así, no la dejó a su suerte, la ayudó hasta que pudieron ponerse a salvo en su hogar. No tenía mucho más que ofrecerle que agua y pan, pero ella no pareció tener problema en aceptarlo gentilmente.

 

 Ella era curiosa, no dejaba de decir cuanto amaba Alabasta, cuanto le gustaba Alubarna, sin embargo, era como si no tuviera idea de un todo del como funcionaban las cosas y, bueno, viendo su manera de vestir, no creía que fuese una simple pueblerina.  

 

—Si tanto te gusta Alabasta ¿Cómo es que no sabías que debías pagar o al menos correr si robaste algo? —decidió preguntarle con un tono algo burlón.

—No quería robarlo —se excusó. Aquellos niños se veían tan hambrientos, no podía solo dejarlos —, de verdad pensaba pagarlos, iba a enviar el dinero después, no pensé que se pondría tan agresivo.

—Eres muy ingenua o tonta —se rió —, así no funcionan las cosas por aquí, nadie quiere a los ladrones y no creerán otra cosa de ti si tomas algo sin pagar al momento.

—De verdad nunca fue mi intención.

 

 La chica bajó la mirada. Nami la miró con curiosidad, notando unos cuantos mechones azulinos asomarse pese al velo que usaba para cubrir su cabeza. Un color bonito y muy peculiar, mucho más que su propio cabello naranja.

 

—Tu ropa se ve muy fina y nadie usa esa clase de joyas por aquí —comentó, empezando a sacar sus propias deducciones —. Vives en el palacio ¿Verdad? —ella se tensó y eso fue suficiente respuesta.

—Si, soy… soy una dama de…ahm, dama de servicio, para la princesa.

—Eso tiene sentido —Nami sonrió con interés, tal vez era la oportunidad que había estado esperando toda su vida, podría negociar algo con esa chica o buscar la manera de obtener un poco de su ayuda—. Vivir en el palacio debe ser genial, con toda esa comida y lujos, nunca te debe faltar nada.

—A veces es un poco aburrido —le interrumpió desviando la mirada—, me gustaría salir más, pero como la princesa no puede salir, entonces yo tampoco.

—Ella debería hacerlo también, las cosas en Alubarna no están tan bien —hizo una mueca al pensar en todos los conflictos que llevaban un tiempo emergiendo ante la escasez de recursos—, así podría verlo con sus propios ojos.

—Estoy segura de que ella quiere hacerlo —afirmó—, es solo que desde que su madre murió en ese atentado, el rey no quiere que ella abandone el palacio, se ha vuelto muy paranoico ante la preocupación. Sé que él intenta solucionar los problemas también, es complicado.

 

 Nami le vio bajar la mirada, parecía triste, no tenía mucha idea de que decir para consolarla tampoco.

 

—Mi madre también falleció en uno de esos atentados —dejó salir un suspiro, llamando la atención de su visitante—, eso de los rebeldes que están en contra del rey Cobra no solo le ha arrebatado personas importantes a la realeza.

 

 La apodada gata ladrona se recostó de una de las paredes, eran años muy difíciles desde que esa facción opositora se había formado y comenzó con sus ataques. Querían derrocar al rey a toda costa, aunque no entendía muy bien porque, al menos antes de ellos Alabasta era un país muy estable económicamente ¿De dónde habían salido? ¿Qué era lo que querían? Por ellos el comercio se había dificultado y el hambre creció debido a la escasez.

 

—Lamento mucho eso —no pudo evitar mirarle con tristeza—, la princesa quiere hacerse cargo de ese asunto, pero el rey insiste que la mejor solución es que ella se case, que tal vez necesitan la presencia de un nuevo rey.

—¿Por qué no puede hacerlo ella sola? Es tonto pensar que casándose va a solucionarlo.

—Cree que algo de apoyo extranjero sería útil, yo también creo que es tonto.

 

 Ambas se miraron con una ligera sonrisa. Nami no pudo evitar pensar que ella tenía unos ojos muy bonitos, llenos de tristeza, pero también de una creciente determinación, curiosa para una dama de compañía. Siguieron conversando un largo rato de muchas cosas, congeniaron demasiado bien, se sentía bien, ambas estaban muy felices con la compañía de la otra, hasta coincidieron en compartir un sueño que era viajar por todo Alabasta.

 

 El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, los bellos tonos naranjas se reflejaban contra el rostro de su acompañante y Nami llegó a pensar en lo hermosa que le parecía, podría contemplarla en silencio sin problemas, aunque eso seguro sería extraño.

 

—¿Podrías acompañarme al palacio? Puedo ofrecerte algo a cambio por haberme ayudado —le sacó de sus pensamientos con su petición. Cierto, ella debía regresar.

—Seguro, vamos.

 

 No quería despedirse en realidad, si lo pensaba ¿Cuándo había hablado así con alguien que no fuera su hermana? Las personas no parecían querer relacionarse con ella, le veían como si fuese alguna clase de plaga. En cambio, ella fue muy amable, no la hizo menos pese a sus evidentes lujos por vivir en el palacio, le trató incluso como una igual desde el primer momento.

 

  Acompañarle de regreso a la entrada del palacio fue mucho más tranquilo, siguieron un camino por donde no se encontrarían guardias molestos y pudieron seguir hablando un poco más de otras cosas. Escucharla era agradable, sabía de tantos temas, era tan culta y encantadora que podría seguir escuchándola por horas.

 

—Lamento que ya debamos despedirnos. Enviaré una invitación a tu hogar para que vengas de visita al palacio.

—No tienes que molestarte princesa, pero te lo agradezco.

 

 La mencionada le miró sorprendida y la gata ladrona simplemente sonrió, siempre había sido demasiado perspicaz.

 

—¿Cómo es que…?

—La reina tenía ese mismo color de cabello tan bonito.

 

 Sostuvo uno de sus mechones azulinos, admirándolos con una ligera sonrisa. La princesa se ruborizó ligeramente, pero Nami se marchó antes de que pudiera decir algo más. También sonrió al entrar de regreso, siendo recibida por Pell e Igaram al poco tiempo.

 

—Princesa Vivi ¿Dónde se había metido? No debe salir así del palacio ¿Acaso quiere que a su padre le dé un infarto? —cuestionó el jefe de la guardia real con su habitual preocupación—Si tanto quería salir debió decírmelo y yo le acompañaría.

—No habrías sido muy discreto —le recriminó con una divertida sonrisa—, estoy bien, alguien me ayudó a encontrar el camino de regreso. Quiero agradecerle el favor ¿Podemos enviarle una invitación? No pude compensarle por su ayuda.

—Por cómo están las cosas actualmente, no lo recomiendo mucho, princesa —dijo Pell—, hasta que no solucionemos lo que está ocurriendo en Alabasta, no es buena idea que extraños vengan a palacio.

—Pero si pueden venir esos tontos príncipes que invita papá —gruñó con enojo, frunciendo su ceño.

—Debería escuchar lo que le dicen, princesa —un tercer hombre se unió a ellos en el pasillo, su voz grave y tensa le produjo un escalofrío a la muchacha—, ahora mismo, Alubarna o Alabasta en general no es seguro, no debería andar sola.

—Sir Crocodile, que bueno que regresó —dijo Igaram con notorio alivio—¿Alguna noticia de lo que buscaba para detener a los rebeldes?

—Lo de siempre, me deshice de algunos en el camino —explicó brevemente antes de seguir su camino por el pasillo—, debo hablar con Cobra algunos asuntos.

—¿Puedo preguntar donde se encontraba? —cuestionó Vivi. El hombre se detuvo un momento y le miró por sobre su hombro.

—En el desierto.

 

 Y tras esa respuesta, siguió su camino.

 

  Vivi había insistido en que deseaba invitar a su amiga nueva al palacio, quería agradecerle propiamente su ayuda y buscar la forma de ayudarla, también pensaba que tener otra perspectiva de lo que ocurría en el reino podría ayudar a su padre en cuanto a su toma de decisiones. Claro que también le preocupaba el hecho de que estaba enfermando mucho últimamente, tal vez de ahí su insistencia en que se casara.

 

 Por alguna razón, Crocodile se ofreció a llevar su invitación. No entendía a ese hombre, era misterioso y aterrador, no le inspiraba verdadera confianza, no como otros miembros de su guardia real. Ni siquiera entendía porque su padre lo había acogido, al parecer tenía conocimientos de toda clase, pero nunca se atrevió a preguntar demasiado al respecto, su padre le apartaba cuando le cuestionaba demasiado.

 

 Sin embargo, en vista de que ni Pell ni Igaram aceptaban su petición, no le quedó de otra que acceder al extraño ofrecimiento de Sir Crocodile, esperaba que pudiera dar con ella, darle su dirección en realidad fue complicado.

 

—Ya quiero que conozcas a Nami, Karoo —le habló con afecto a su mascota, pensando en el momento que tuvo en el pueblo.

 

 Sonrió al pensar en cómo había corrido por Alubarna como si de verdad fuese una ladrona, saltando techos y evadiendo a los guardias. Fue muy divertido. Y hablar con Nami se sintió liberador también. No recordaba haberse divertido tanto en mucho tiempo.

 

 Estaba por ir a seguir con sus estudios cuando notó que su brazalete no estaba en su muñeca. Buscó por su habitación, pero no encontró rastro de él ¿Lo había dejado en el hogar de Nami?

 

—Ay Karoo, perdí el brazalete de mamá —se lamentó, dejándose caer sobre su cama—, tal vez cuando Nami venga a cenar pueda preguntarle si lo encontró, ella no es solo una ladrona ¿verdad?

 

Lo devolvería porque sabía lo mucho que valía para ella.

 

  Encontrar aquel brazalete le sorprendió bastante, recordaba que la princesa mencionó en algún momento como había sido un regalo de su madre y lo importante que era para ella. En otras circunstancias, seguro habría tratado de venderlo, pero ahora todo lo que pensaba es que era una razón para volver al palacio y ver a la princesa Vivi una vez más.

 

 —No puedo creer que conocieras a alguien del palacio y le robaras —recriminaba Nojiko al ver a su hermana con aquel brazalete.

—No lo robé —protestó—, ella lo dejó aquí y pienso ir a devolverlo.

—¿Debería creerte?

—Eres mi hermana ¿Quién más confiaría en mi si no eres tú?

 

 En medio de su pequeña discusión, un corpulento hombre de piel morena y cabeza rapada entró a su vivienda, tomando a las hermanas por sorpresa. Después de él, se hizo presente un inmenso hombre con una cicatriz que atravesaba su rostro. Ambas estuvieron a la defensiva de inmediato.

 

—Disculpen la interrupción, la princesa Vivi me envió —Crocodile habló y sus palabras captaron toda la atención de Nami —, venimos simplemente a hablar. Me parece que la princesa Vivi perdió algo en este lugar…

—Sí, ella dijo que pertenecía a su madre —dijo Nami, mostrando el brazalete dorado—, pensaba ir yo misma a devolverlo.

—No hace falta, para eso estoy aquí —tendió su mano y esperó que lo entregara—¿Cuánto quieres por ello?

—No quiero dinero, quiero devolvérselo yo misma.

—Extorsionar a la princesa por un tesoro familiar es bastante ruin.

—No es así, quiero verla de nuevo, es todo. No quiero dinero ni nada, quiero hablar con ella una vez más, sé que esto es valioso no por estar hecho de piedras preciosas, sino por el sentido emocional que posee.

 

 Crocodile le miró fijamente, aquellos retadores ojos marrones tenían una mirada firme y decidida, ella decía la verdad. Definitivamente podía ser la persona que estaba buscando.

 

—Ven conmigo, necesito tu ayuda con algo y luego de eso te llevaré al palacio a ver a la princesa, de todas formas, ella también quiere que vayas al palacio.

 

 Nami abrió sus ojos con notoria sorpresa, algo de rubor incluso se apoderó de sus mejillas de solo pensarlo.

 

—¿De verdad?

—Sí, solo necesito un favor, te pagaré por ello.

—Nami no creo que sea buena idea —Nojiko le susurró, tomándole del brazo.

—Quiero verla de nuevo Nojiko, es mi oportunidad y no estamos para rechazar trabajos.

 

 Pese a la negativa de su hermana mayor, accedió a ayudar a aquel hombre, incluso si tenía un aura que le causaba nervios, era aterrador. Como fuese, no creía que el favor que le fuese a pedir fuese algo complicado ¿verdad?

 

 Llegar al medio del desierto fue sin dudas agobiante y preocupante, si intentaban hacerle daño ¿A dónde podría escapar? ¿Cómo podría volver? Quizás había sido avariciosa al pensar que podría cobrarle un favor a ese hombre y más por querer volver al palacio para ver a la princesa.

 

 Quizás lo más sorpresivo fue ver esa cueva aparecer en medio de la nada, como la boca de un inmenso tigre. Aterrador a simple vista.

 

—He escuchado de ti, gata ladrona —comentó el hombre de fríos ojos morados—. Dentro de esa cueva hay algo que podrá detener la rebelión y salvar a Alabasta, una lámpara, alguien con tus habilidades debería poder cumplir un reto sencillo como encontrarla y traerla.

—¿Una lámpara? ¿Cómo eso podría ayudar contra la rebelión? —cuestionó extrañada, aunque igual ahora le daba miedo hacer preguntas.

—Eso no es de tu incumbencia, trae la lámpara y te llevaré al palacio para que te reúnas con la princesa. La única advertencia que te doy es no tocar nada.

—¿Por qué yo?

—Pareces una persona hábil, gata ladrona.

 

  Nami frunció un poco sus labios antes de tomar aire y asentir. Avanzó por el lugar en silencio bajo la atenta mirada de aquel par de hombres, le ponía nerviosa, pero si con eso tenía la oportunidad no solo de mejorar algunas cosas en su hogar sino también de ver a la princesa, entonces lo haría.

 

 La cueva estaba llena de maravillas y su lado avaricioso chilló en su interior, era una pena no poder tocar nada más, no quería arriesgarse. Quizás lo que más la impresionó fue ver una verdadera alfombra mágica, atorada debajo de una roca. Algo le decía que lo mejor era pasar de largo, ya había visto la lámpara de todas formas, pero la curiosa personalidad de la alfombra le hizo decidirse a ayudar.

 

 Tomó una rama del suelo e hizo palanca con esta para levantar la roca, era pesada, pero finalmente logró liberar la alfombra. Claro que al hacerlo terminó por tropezar y caer sobre uno de los tesoros, acto seguido los temblores comenzaron.

 

—¡No traté de tomarlos! —exclamó, al parecer la cueva lo había interpretado de esa forma.

 

 Lava empezó a cubrir el lugar rápidamente, no parecía tener lugar al que escapar, al menos no hasta que la alfombra le salvó y le llevó hacia la lámpara. Esperaba que fuera esa, algo así le estaba costando la vida y le aterraba acabar sepultada solo por tomar el objeto incorrecto.

 

—¡Vamos alfombra, tú puedes! —exclamó conforme evadían los trozos de roca y el derrumbe de la cueva. Aun así, no fue suficientemente rápido y la entrada se selló por completo—¡No!

 

 Al ver la cueva sellarse de aquel brusco modo, Crocodile chasqueó la lengua, una vez más había fallado, no podía ser que no existiera una persona libre de avaricia en ese jodido reino.

 

—Era mucho esperar de una ladrona, señor.

—Tienes razón Daz, era mucho desear —exhaló algo de humo del puro que estaba fumando, dándose la vuelta para alejarse de la cueva—, nuestros planes al parecer seguirán retrasados.

—Aún puede proponerle al rey Cobra el matrimonio con la princesa.

—No quiero casarme con esa mocosa, me desharé de toda la familia real, aunque tal vez sea el único camino que nos queda.

 

 Gracias a la alfombra, Nami logró encontrar una zona segura dentro de la cueva una vez los temblores pasaron y la lava se secó como si fuera por arte de magia. Sin dudas seguía siendo un lugar de maravillas. Como fuese, de nada servía si moriría sepultada y nadie sabría nunca de su paradero ¿Quién iba a extrañarla de todas formas? Solo Nojiko.

 

—Todo por esta tonta cosa —se quejó, dejándose caer sobre el suelo mientras miraba la lámpara—, ni siquiera es tan bonita para venderla…

 

 Al notarla sucia, decidió que lo mejor era pulirla un poco con su mano. Esta comenzó a temblar en sus manos ante ese simple acto y de ella emergió una figura enorme que logró asustarla, escondiéndose junto a la alfombra mágica detrás de una roca ¿Qué rayos era eso?

 

 La gran figura se estiró exageradamente y emitió un quejido sonoro, su cabello blanco ondulaba como curiosas llamaradas y una amplia sonrisa adornaba su rosa.

 

—¡Al fin! —exclamó el gran ser tras estirarse—¡Estaba tan aburrido en esa cosa!

—¿Q-Quién eres t-tú? ¿¡Qué eres!? —demandó saber desde su escondite.

—¿Eh? Ah, entonces tú frotaste la lámpara kishishi —el gigante se encogió a un tamaño más regular y se sentó en el suelo como lo haría un niño—, no me gusta decirlo así, pero entonces tú eres mi nueva ama. Soy un genio, concedo deseos, tres en realidad, ni más ni menos.

—¿Un genio? —repitió sin salir de su asombro, mirando a la alfombra que hizo un gesto similar a encogerse de hombros.

—Puedes decirme Luffy o Nika o Joyboy o Genio, pero Luffy me gusta más —le miró desde su lugar en el suelo aun con una amplia sonrisa—¿Ya sabes que pedirás? Tómate tu tiempo, así yo puedo estar más tiempo fuera de la lámpara, detesto esa cosa.

—¿En serio eres un genio? ¿Uno real? —no podía creer lo que estaba pasando, aunque ahora tenía sentido porque el hombre del palacio quería esa lámpara.

—Por supuesto, soy totalmente real —aseguró, inflando su pecho de un modo exagerado—¿Te importa pedir tus deseos fuera de aquí? Esta cueva me está sofocando, ya llevo mucho encerrado, necesito salir.

—Lo haría, pero la cueva está sellada…

—Eso no es problema para mí, en teoría no debo regalar deseos, pero con tal de salir de aquí no me importa romper esa regla.

 

 Luffy estiró su mano, haciéndola un puño gigante con la que hizo un gran hoyo en una parte de la cueva. Hecho eso, sujetó a Nami y la hizo subir a la alfombra mágica, tomando asiento a su lado poco después.

 

—¡A la salida! —exclamó efusivamente y la alfombra emprendió el vuelo en tal dirección.

 

 Tras llegar a un lugar seguro, Nami permaneció recostada sobre la alfombra mágica mirando el estrellado cielo. Hacía mucho frío, natural al haber caído la noche en el desierto, aunque no es que eso le preocupara ahora, trataba más bien de procesar lo ocurrido: casi murió en una cueva y ahora tenía un genio listo para concederle tres deseos, pero ¿Qué pedir? Tres sonaban muy limitados y la lógica le decía que lo mejor era pedir dinero, todo el que pudiera para ella y Nojiko.

 

—¿De verdad puedo pedir lo que yo quiera? —preguntó tras sentarse y mirar al genio con apariencia de muchacho.

—Por supuesto, bueno, tengo algunas excepciones —aclaró haciendo una mueca algo caricaturesca antes de formar un tres con sus dedos—: primero, no puedo revivir muertos.

 

 Bueno, pensar en hablar con su madre estaba descartado.

 

—Segundo, no puedo quitarle la vida a nadie.

 

 Su venganza contra el hombre que le hizo entrar a la cueva o cualquiera que le hiciera sentir como una rata callejera también se descartaba.

 

—Y tercero, no puedo hacer que nadie se enamore de ti.

 

 Esas reglas eran bastante específicas, aunque suponía que tenían sentido. Mientras Luffy rebotaba en el suelo como si fuera de goma, Nami respiró profundamente y trató de pensar con claridad. No podía desperdiciar sus deseos en tonterías. Debía ser específica y aprovecharlos al máximo.

 

—¿Tú que desearías? —optó por considerar su opinión para tenerlo más claro.

—¿Yo? Bueno, nadie nunca me lo había preguntado, pero sin dudas sería ser libre.

—¿Ser libre?

—¡Claro! La libertad es lo más maravilloso, pero cuando eres un genio, estás atado a una lámpara eternamente —explicó mostrando los grilletes dorados en sus muñecas—¿De qué sirve ser el más poderoso del cosmos si debo permanecer en esa cosa?

—¿Y no hay manera de que puedas ser libre? —preguntó confundida, también llegando a sentirse mal por él.

—Solo si mi amo lo desea, pero no es como que eso sea posible, digo, nunca ha pasado.

 

 Nami le dedicó una mirada algo triste. Sonaba duro pensar que llevaba tanto tiempo allí encerrado, esperando que alguien le permitiera salir únicamente hasta que cumpliera sus deseos y luego volver a su encierro.

 

—No tengo idea de que pedir ahora, pero tal vez mañana se me ocurra algo, necesito descansar —dijo finalmente—, pero lo que sí sé es que mi tercer deseo lo usaré para liberarte, nadie merece estar encerrado contra su voluntad, ser un esclavo de otro, suena terrible.

Kishishi, que simpática eres ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—Oh, no lo dije, soy Nami.

—Qué bueno conocerte Nami, no creo que lo hagas, pero ya me caes bien.

 

 Luffy le dedicó una amplia sonrisa antes de dejarse caer en la arena para contemplar el cielo. Nami sonrió ligeramente e imitó su acción de recostarse en la alfombra, prefería descansar primero y dejar que Luffy disfrutara la noche afuera de la lámpara.

 

 Acariciando suavemente el brazalete de la princesa, tuvo una rápida idea de lo primero que quería hacer. No dejaba de pensar en lo mucho que deseaba verla pese a todo, pero era claro que no sería bienvenida al palacio de ninguna forma, ni siquiera si decía que iba a devolver el brazalete. Se sintió tonta e infantil por desear tanto algo así ¿Acaso había quedado flechada por la princesa? Era posible.

 

—¿Ya pensaste en un deseo? No me molesta que te tomes tu tiempo, pero la lámpara me hace regresar a ella cada cierto tiempo si no estoy haciendo nada para servirte ¿Entiendes?

—Hay algo que quiero, es…bueno… hay alguien…

—Alto, ya te dije que no puedo hacer que alguien se enamore de ti…

—Ya lo sé, no es eso, me refiero a que quiero verla de nuevo, es solo que soy solo una ladrona del pueblo ¿Sabes? Y ella es la princesa, no hay manera de que me dejen entrar al palacio, no dejan que nadie lo haga, solo esos tontos príncipes extranjeros…

 

 Aquello terminó por darle una idea más clara de lo que debía hacer. Luffy simplemente inclinó su cabeza confundido.

 

 Desear ser un príncipe quizás fue una idea muy extravagante, pero si lo pensaba era perfecto, no solo podría acercarse a la princesa Vivi sin problemas, sino que también era la oportunidad para que ella y Nojiko tuvieran la vida que merecían. Claro que su entrada al palacio quizás fue demasiado llamativa, Luffy sí que había exagerado en hacer todo tan estrambótico, sin embargo, el rey Cobra le recibió con mucho gusto.

 

 Sintió pánico al ver al hombre de la cicatriz, se suponía que su disfraz de príncipe también estaba camuflado con magia así que no le reconocería, o eso dijo Luffy, aun así, le causó una mezcla de miedo y enojo verlo allí luego de abandonarla en esa cueva.

 

 No obstante, pese a haber entrado al palacio y ser recibido como el príncipe Namizou del reino Cocoyasi -un reino inventado de los cuentos que su madre le contaba de niña-, la princesa no tenía ningún interés en que hablaran, lo que era lógico, cuando charlaron antes le dejó en claro que los príncipes le daban bastante igual pese a los deseos de su padre.

 

—¿Tienes algún plan B? —cuestionó Luffy que no dejaba de comer todo lo que podía de aquella fiesta de bienvenida.

—Lo tengo, no te preocupes.

 

 Se retiró discretamente de la fiesta, del mismo modo que Vivi lo había hecho tras su ostentosa presentación. Con la ayuda de la alfombra mágica, subió hacia las torres del palacio hasta dar con el balcón que daba con la habitación de la princesa. La observó desde el aire, acariciando a su curiosa ave mascota con una expresión entre melancólica y molesta.

 

—¿Puedes creerlo Karoo? Otro tonto príncipe de un reino del que nunca he escuchado siquiera ¿Eso cómo va a ayudar a Alabasta?

—Auch, el insulto estaba de más —la voz del dichoso príncipe le tomó por sorpresa, levantándose de su lugar para verle indignada.

—¿Cómo llegaste aquí?

—Por el balcón, quería hablar contigo.

—No tengo nada que hablar con usted, le pido que por favor se retire de mi habitación —demandó con su ceño fruncido.

—De acuerdo, me iré, pero primero déjame darte algo —se acercó a ella, sujetando suavemente uno de sus brazos, aunque la princesa pareció tensarse con ese gesto, al menos hasta que vio el brazalete que le había colocado.

—¿De dónde lo…?

—Pensé que lo extrañarías, sé que es muy importante para ti.

—¿Nami…?

 

 Vivi miró fijamente al dichoso príncipe y fue como si una especie de mancha se quitara de sus ojos, permitiéndole reconocer a la chica de Alubarna aun con sus ropas masculinas. Sonrió con felicidad, aunque al mismo tiempo se sintió muy confundida con lo que estaba ocurriendo.

 

—No lo entiendo ¿Por qué eres un chico? ¿Eres un…?

—Es una historia complicada, si me veo así es porque necesitaba mejorar las cosas para mí y mi hermana, pero también porque deseaba verte de nuevo.

 

 La princesa sintió que se ruborizaba por sus palabras. Agradecía tanto su gesto y le pareció tan encantadora. Sin embargo, seguía confundida.

 

—Sir Crocodile fue a buscarte para recuperar el brazalete y que habías desaparecido, que seguro te fuiste de Alubarna para venderlo…

—¿El hombre aterrador de la cicatriz en el rostro? —frunció un poco el ceño al recordarle—Me dejó en una horrible cueva donde casi muero sepultada por hacerle un favor, pero al menos eso me permitió encontrar la forma de venir a verte.

—No puedo creer que hiciera algo así —dijo indignada—, me alegra que estés bien, quería verte de nuevo.

 

 Nami le dedicó una suave sonrisa antes de tenderle su mano. Vivi la tomó sin pensarlo mucho, siguiéndole al balcón nuevamente, eso le hacía recordar que aún no entendía como llegó tan alto ¿Había escalado?

 

—Quiero mostrarte algo.

 

Nami subió al cercado del balcón y se dejó caer para horror de la princesa. Por supuesto que su impresión fue mayor al verla flotando como si nada. No podía creer que estuviera viendo una alfombra mágica de verdad.

 

—Vamos, demos un paseo.

 

 Vivi miró un momento hacia Karoo, quien le hizo un gesto con su ala para que le siguiera. Subió a la alfombra también, sujetándose de su compañera al sentir algo de miedo de caerse, especialmente cuando fueron tomando más altura. Pronto el miedo se disipó y se convirtió en emoción a medida que observaba Alabasta desde los aires.

 

—Es bellísimo…

—Recordé lo que dijiste sobre querer viajara por Alabasta, tal vez un viaje convencional no se pueda pronto, así que aprovechemos esta oportunidad.

 

 Aun sujeta al brazo de Nami, Vivi observó todo lo que pudo conforme viajaban en la alfombra sobre gran parte del país. Aquella noche sin dudas estaba siendo increíble, llena de sorpresas y una aventura inesperada. Sentía como si pudiera cumplir su sueño al fin, escapando de la prisión que se había vuelto su hogar por mucho tiempo, teniendo la oportunidad al fin de ver todo por sí misma y no solo en libros.

 

 El viento frío de esa noche era refrescante, en ningún momento fue molesto. Regresaron a Alubarna tras un largo paseo y se dedicaron a contemplar una celebración de una familia desde un alto techo.

 

—Gracias por esta noche, Nami —le agradeció apoyando su cabeza en su hombro—, aunque no tenías que desear ser un príncipe ¿Sabes?

—No había otra forma de acercarme a ti y también pienso que así Nojiko y yo estaremos bien. —explicó brevemente—No me molesta esto de ser un chico ¿Sabes? Al menos tú sabes quién soy en realidad.

—No quisiera que fingieras ser alguien más, pienso que eres maravillosa tal y como eres.

 

 Nami sintió que se ruborizaba un poco con sus palabras, Vivi realmente era muy dulce. Apoyó su cabeza contra la suya y siguió contemplando la fiesta.

 

 Luffy por su parte, contempló también el reino desde lo alto de la última torre del palacio, feliz por su temporal libertad y de que a su nueva amiga las cosas le estuvieran saliendo bien, esperaba pudiera cumplir su promesa.

 

 El rey Cobra parecía muy complacido esos días viendo que el cortejo de aquel príncipe funcionaba con su hija, que ella tenía genuino interés por él, lo que hacía posible la idea de un pronto matrimonio. Su salud no estaba mejorando mucho así que necesitaba que todo se diera con prontitud.

 

 Por supuesto que para Sir Crocodile aquello no podía ser mas inoportuno. Sus planes podrían irse al demonio en cualquier momento, necesitaba deshacerse de ese tonto príncipe. Había algo muy raro en él, nunca había escuchado del reino Cocoyasi y conforme le observaba mejor, empezaba a notar algo familiar en su rostro.

 

 Sus sospechas se disiparon cuando notó que la princesa Vivi había recuperado el brazalete de su madre. Ahora todo era mas claro, la ladrona había sobrevivido en la cueva, muy probablemente gracias a la lámpara. Tal vez no todo estaba perdido aún.

 

—Dígame algo príncipe Namizo ¿Cómo es el clima en su reino? —decidió abordarle en un momento en el que estaba en solitario en su habitación de huésped.

—Ah… pues…agradable, lo suficiente para… para que tengamos muchos cultivos de mandarinas —respondió con voz trémula, ese hombre le seguía intimidando demasiado ¿Qué hacía allí? Ni siquiera podía inventar una mentira propia, solo seguía repitiendo cosas del cuento de su madre.

—Mandarinas, que peculiar —comentó—¿Sabe? Es curioso, pero solo había escuchado de ese lugar una vez.

—¿Ah sí? Es un reino pequeño, no se habla mucho de…

—Lo escuché en un cuento para niños.

 

 Nami se tensó en su lugar, apenas mirando hacia el hombre de la cicatriz con cierto temor cuando sintió como le sujetaban con fuerza. Una mano cubría su boca para que no gritara y la otra le inmovilizaba el cuerpo de tal modo que todo lo que podía hacer era retorcerse.

 

—Buen intento, gata ladrona —Crocodile sonrió al ver como Daz pasaba a cubrirle la cabeza con un saco—. Llévatela de aquí, me encargaré de buscar la lámpara después, tengo un asunto que atender primero con los rebeldes.

—Si, señor.

 

 No había ido muy lejos, Daz Bones le llevó a una zona alta que daba con el río principal que abastecía de agua a Alubarna. Había amarrado las extremidades de Nami y sin pensarlo mucho le dejó caer al agua para que se ahogara. Ella se retorció en el agua, haciendo todo lo posible por liberarse o al menos despertar al genio, quien descansaba en la lampara oculta entre sus ropas.

 

 Este salió finalmente, desperezándose de su siesta, bastante extrañado de verse rodeado de agua.

 

—¿Qué pasa Nami? ¿No ves que intentaba dormir? Comí demasiado —Luffy notó apenas como la muchacha empezaba a perder el conocimiento y eso le alertó—¡Nami! Oh no, despierta, no te mueras —trató de sacudirla un poco, pero no estaba funcionando—No puedo salvarte si no lo deseas, ya no es como la cueva, no puedo hacerlo…

 

 Empezaba a sentirse desesperado, no quería que muriese, no cuando al fin tenía una ama que le agradaba, ella no solo le daba órdenes y le dejaba estar fuera de la lámpara tanto como deseara, ella era su amiga.

 

—Tomaré tu segundo deseo ¿Sí? De verdad que no quiero que mueras —dijo antes de sujetarle el rostro para moverle la boca— “Claro que si Luffy, deseo que me salves” —imitó su voz y con ello cerró su trato.

 

 Hecho eso, usó su magia para transportarla a un lugar seguro y hacer que el agua saliera de su cuerpo. Nami tosió con fuerza, se sentía entumecida, pero Luffy no tardó mucho en liberarla de sus agarres también.

 

—¿Luffy…? —apenas pudo hablar con debilidad.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó?

—El hombre de la cicatriz… —volvió a toser un poco mientras se sentaba—, sabe quien soy, trató de matarme.

 

 Luffy frunció el ceño con rabia al escuchar eso, al menos ahora estaba mejor. Le sorprendió que Nami le abrazara, agradecida por su ayuda.

 

—Lamento haber gastado tu segundo deseo…

—No te preocupes, de verdad te lo agradezco mucho.

 

 El genio correspondió su abrazo con cariño, Nami le agradaba mucho, era diferente, tal vez si había alguna oportunidad de ser libre ¿Cierto?

 

 Nami no tardó en contarle toda la situación a Vivi, su intento de asesinato por parte de Sir Crocodile y su supervivencia gracias a su amigo genio. No obstante, cuando quisieron hablar con el rey Cobra, aquel hombre se les adelantó de forma astuta, revelando la identidad de aquel príncipe.

 

—Como ve, no es más que una vulgar ladrona de Alubarna haciéndose pasar por un príncipe para acercarse a su hija, para hacerse con el trono.

—No lo entiendo ¿Cómo es posible algo así? —Cobra miraba atónito cuando Daz Bones le arrancó sus ropas principescas y rebeló a la chica disfrazada.

—Padre, Nami es una buena persona, ella no quiere quedarse con el trono —Vivi trató de interceder por ella.

—¿Ya lo sabías? —Cobra le miró incrédulo—¿Y permitiste esto? ¿Qué un travesti que colara en nuestro castillo con mentiras?

—¡No lo digas de esa manera! —recriminó su hija con enojo—Nosotros no juzgamos a las personas de esa forma y ella es una gran persona, la quiero mucho tal y como es.

 

 Las palabras firmes de la princesa hicieron que Nami se ruborizara considerablemente a la par que le dedicaba una mirada de sorpresa y afecto. Una sonrisa se formó en sus labios, aunque no duró mucho ya que Bones metió su mano en las ropas que aún le quedaban y le quitó la lámpara donde permanecía Luffy.

 

—¡No! —trató de recuperarla, pero el hombre de piel morena se la lanzó a su jefe sin pensar.

—Que curioso que pudieras engañar a todos gracias a esto, incluso a la princesa para hacer que se enamorara de ti —Crocodile admiró la lámpara con una maliciosa sonrisa—. Que inteligente de tu parte, gata ladrona.

—¡Devuélvemela! ¡Luffy! ¡Luffy!

 

 Todo lo que pudo hacer fue ver con incredulidad como Crocodile liberaba al genio del mismo modo que ella lo hizo. Luffy apareció, estirándose exageradamente como siempre, aunque al ver que su amo era otra persona, la expresión en su rostro cambió a una de enojo, claro que los brazaletes que le aprisionaban le impedían hacer algo en contra o para salvar a Nami.

 

—Así que ese es el genio Nika, estuve buscándote por mucho tiempo.

—¿Qué le estás haciendo a Nami? ¡Suéltala!

—Silencio.

 

 Los grilletes quemaron su piel y le obligaron a doblegarse ante su nuevo amo. Bajo la mirada atónita de todos los presentes, Crocodile pidió su primer deseo.

 

 Encerrada en una celda, Nami solo podía sollozar. Había perdido a Luffy, su oportunidad de una vida mejor con Nojiko cuando Daz Bones deshizo los efectos de su deseo con otro y también de estar junto a Vivi. No tenía idea de que estaba ocurriendo afuera, de que podría pasar con la princesa y su familia ahora que aquel hombre pareció tomar pleno control de Alabasta. Los rebeldes al parecer estaban dominando todo.

 

 ¿Cómo estaría su hermana? ¿Estaría a salvo? Quería creer que sí. Esos hombres juntos tenían seis deseos, bueno, cuatro ahora, no sabía que podía hacer ahora. Se limpió las lágrimas y se levantó para mirar por los barrotes de la celda. No podía divisar mucho, pero si todo era como ese hombre lo quería, Alabasta entraría en guerra pronto con una nación vecina. Dejó salir un suspiro con tristeza cuando una figura apareció ante ella.

 

—¿¡Vivi!? —Exclamó al ver a la princesa sobre su alfombra mágica, aunque esta le ordenó que hiciera silencio con una señal.

—Voy a sacarte de ahí —Vivi abrió la reja y no dudó en abrazarla con fuerza—. Crocodile matará a mi padre, debemos salvarlo, debemos salvar el reino o entrará en guerra con reinos vecinos, ahora tiene el poder para hacerlo.

—Debemos recuperar a Luffy para eso.

 

 Ambas volvieron a la alfombra mágica y escaparon del calabozo rápidamente. La vigilancia era reducida, el ejército real fue doblegado por los rebeldes y las órdenes del nuevo rey, Crocodile. Nami y Vivi llegaron al gran salón, la primera se mantuvo oculta mientras la segunda se acercó al nuevo rey con su ceño fruncido.

 

—Que tonta eres por volver, debiste quedarte lejos, princesa —comentó de forma burlona.

—Vas a liberar a mi padre y a mi reino —decretó con coraje y determinación—, tú eres el que ha estado controlando a los rebeldes, tú has orquestado los ataques, no me sorprendería que la muerte de mi madre también fuera tu culpa, apareciste justo después de ese atentado de casualidad.

—Que niña lista —dijo de forma sarcástica—, claro que necesitaba la lámpara para incrementar mi ejército, no tenía suficientes hombres, pero gracias a tu noviecita la ladrona pude multiplicar mis fuerzas y no solo eso.

 

Repentinamente, una ola de arena envolvió el cuello de la princesa y la levantó del suelo. Nami sintió pánico al ver aquello ¿Qué clase de deseo había pedido? Buscó con desesperación la lámpara y la vio en poder de Daz Bones. Estaba lista para lanzarse contra él, aunque si pedía un deseo ¿No podría liberar a Luffy entonces? ¿Qué pasaba con su promesa? No había querido mentirle, pero tampoco podía dejar morir a Vivi o a su familia.

 

 Se tragó sus sentimientos por el momento y le ordenó a la alfombra volar rápidamente hacia donde estaba la lámpara, chocando con velocidad contra el hombre calvo para arrebatarle la lámpara.

 

Al percatarse de ello, Crocodile usó su arena en su contra, tirándola de la alfombra. Nami abrazó la lámpara contra si al caer, impactándose con algo de fuerza en el suelo debido a la arena, al menos su distracción también sirvió para que soltara a Vivi.

 

—¡Nami!

—Condenada ladrona, tal vez lo único que queda por hacer es asesinarte de una vez por todas.

 

   Nami acarició con sus dedos la lámpara y Luffy no tardó mucho en manifestarse. Apenas vio el ataque de arena que se acercaba contra ella, no lo pensó dos veces para sostenerla y protegerla en su gigantesca forma. Odiaba la idea de que él tuviera que seguir esclavizado por mil años más, concediendo deseos egoístas a la gente, en especial a personas como Crocodile, Luffy era demasiado bueno para eso, se lo había probado en esos días que llevaban juntos.

 

—Luffy, deseo tu libertad.

 

 Los grilletes que le aprisionaban a la lámpara se soltaron de sus muñecas y el genio de cabellera blanca vio aquello atónito. Nami había sufrido una caída y un golpe con tal de poder liberarle, era la primera y única amiga que había hecho en tantos siglos de existencia que no soportó la idea de que ella o sus seres queridos fueran lastimados.

 

 Giró su rostro, sus ojos rojos enfrentándose directamente al hombre de arena. Era libre finalmente. Una amplia sonrisa se formó en su rostro. Con su nueva libertad, iba a proteger a su amiga, él decidiría ahora lo que debía hacer.

 

 Con la derrota de Crocodile y la detención de los rebeldes, Alabasta parecía volver a la calma, el rey Cobra y la princesa Vivi hicieron un llamado a la paz, decretando que no entrarían en ninguna guerra y que el comercio volvería a mejorar, que se buscaría la igualdad de oportunidades para todos los pobladores.

 

 Nami volvió a casa y abrazó a su hermana con cariño, había vuelto sin dinero o joyas, sin las riquezas de un príncipe, pero estaba feliz de ver a Nojiko de nuevo, sana y salva luego de esos días tan horribles en los que Crocodile casi se apoderó de la nación. Por supuesto que su hermana se mostró preocupada por las heridas y vendas que tenía en el cuerpo, así como extrañada ante su nuevo acompañante y toda la historia que le contaron después.

 

—Aun no entiendo porque no puedes estar con Vivi, ella es genial y es linda —comentaba Luffy mientras compartían una agradable comida. Ahora se camuflaba como un humano común de cabello y ojos negros, aunque su apetito seguía siendo voraz—, al menos debieron darte algo por ayudar contra ese idiota.

—No soy un príncipe, Luffy y la verdad me fui antes de que pudieran decirme algo, no lo sé, no lo sentí correcto. Y fuiste tú quien lo derrotó en realidad.

—Incluso las ladronas tienen honor —bromeó Nojiko.

 

 Los tres se rieron antes de continuar con su comida, al menos hasta que un llamado les hizo salir hacia la entrada. Nami se sorprendió de ver a Igaram, si es que así era su nombre, de pie ante su humilde morada.

 

—Señorita, la princesa y el rey solicitan su presencia en el palacio de inmediato.

—¿Eh? ¿Sucedió algo?

—El rey quiere expresarle su gratitud en la ayuda que prestó al reino de Alabasta con un banquete, sus familiares también son bienvenidos —sonrió el hombre con suavidad.

—¡Un banquete!

 

 Por supuesto que Luffy fue el mas emocionado con la idea. Sin más, los tres partieron junto con Igaram al palacio.

 

 Una vez en el palacio, a los tres se les permitió usar prendas más presentables para el banquete y su velada con el rey. Antes de eso, Cobra se presentó ante ellos y le agradeció profundamente a Nami y Luffy su ayuda contra Crocodile, incluso parecía mejor de salud ahora que el supuesto consejero estaba aprisionado para siempre.

 

—No tiene que agradecernos nada majestad, yo mentí y no debí hacer tal cosa, jugar con su confianza y…

—Entiendo porque lo hiciste jovencita, también me disculpo por mi manera de referirme a ti en ese momento —se disculpó sinceramente—, y entiendo que te hicieras pasar por un príncipe por mi tonta ley. Quiero que mi hija sea quien gobierne Alabasta, ahora sé que está lista para ello, y en su reinado, quiero que ella pueda elegir con quien desea compartir su vida, independientemente de si es o no un príncipe.

—¿Vivi será nombrada reina? —Nami no pudo evitar sentirse bien por ella, porque al menos su padre al fin había visto su valía y que no necesitaba de ningún príncipe extranjero, que ella era capaz de gobernar su reino adecuadamente.

—Así es, y hablando de ella…

 

 La princesa pronto hizo acto de presencia, lucía un vestido blanco que la hacía ver muy hermosa, a Nami le costó mucho no verla maravillada.

 

—Luffy, muchas gracias por tu ayuda y es un placer conocerte al fin, Nojiko —saludó gentilmente a sus invitados—Nami ¿Vendrías conmigo a dar un paseo?

—Claro, por supuesto.

—Ustedes diviértanse en el banquete, prometo devolver a Nami en un rato.

 

 Ambas se separaron del resto, Nojiko y Luffy le dieron expresiones de aliento antes de verla partir con la princesa. Caminaron en silencio hasta un amplio balcón, en Alubarna aún se escuchaban las celebraciones de la gente por el fin del conflicto.

 

—Felicidades, serás nombrada reina, me alegra mucho por ti.

—Te lo agradezco, haré mi mayor esfuerzo por ser una gran gobernante.

 

 Vivi apoyó su mano sobre la de su compañera, sujetándole suavemente con sus dedos. Ambas mujeres se habían apoyado en la barandilla, observando cómo el sol desaparecía lentamente en el horizonte. Sus conversaciones, que en un principio habían estado llenas de risas, se habían desvanecido en un cómodo silencio.

 

—Quiero que te quedes conmigo.

—Pero yo soy…

—Una persona maravillosa —Vivi sonrió dulcemente.

 

Nami, con su cabello anaranjado brillando bajo los últimos rayos de sol, giró ligeramente hacia Vivi. Había algo en sus ojos que siempre había fascinado de la princesa de Alabasta: una mezcla de determinación, astucia y, sobre todo, una chispa de vida que era imposible ignorar. Vivi, por su parte, sentía su corazón latir con fuerza, consciente de lo cerca que estaba Nami y de la atracción que había crecido entre ellas.

 

Con una tímida sonrisa, Vivi levantó una mano para apartar un mechón de cabello del rostro de Nami. Sus dedos rozaron suavemente la piel de la ex ladrona, y en ese simple toque, ambas sintieron una conexión más profunda, un entendimiento que no requería palabras.

 

Los ojos de Nami se encontraron con los de Vivi, y en ese instante, todo el mundo pareció desvanecerse, dejando solo a las dos mujeres y el latido de sus corazones. Sin necesidad de decir nada, Nami se inclinó hacia adelante, cerrando la distancia entre ellas. Vivi, siguiendo el impulso de su corazón, hizo lo mismo.

 

Sus labios se encontraron en un beso suave y lleno de ternura. Al principio, el contacto fue tímido y exploratorio, pero rápidamente se profundizó, reflejando el cariño y la pasión que ambas sentían. El beso era como el mar en calma después de una tormenta, lleno de promesas y sueños compartidos.

 

 Ahora la princesa, tenía la libertad de escoger con quien deseaba compartir su vida y esa persona era Nami. Mientras que, por fin, Nami había encontrado la posibilidad de ser algo mas que la gata ladrona insignificante, de amar a alguien y ser amada recíprocamente, alguien había visto el verdadero valor en ella, un valor que no se comparaba con ningún tesoro.

FIN

Notes:

Cuando trato de que una historia me quede mas corta, termina saliendo mas larga jajaja. Bueno, espero que les haya gustado este cuento, me costó un montón porque no deseaba que fuera tan igual, ciertamente la inspiración es bastante mas con la película de Disney -again-, pero con mis ajustes. Espero que les haya gustado y me disculpo por alguna inconsistencia, el GL no me sale tan bien pero este cuento definitivamente era para ellas dos uwu. Nos leemos pronto.

Comentarios, correcciones, aportes, sugerencias serán bien recibidas.

Siguiente historia: El lago de los cisnes

¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

 

PS: El live action de Aladdin podrá ser bien meh, pero Will Smith y las canciones me ayudaron mucho con la inspiración.

Chapter 7: El lago de los cisnes

Notes:

Historia de hoy: El lago de los cisnes
Parejas: Shanks x Mihawk, Shanks x Buggy, Moria x Mihawk
Otros personajes: Bon Clay, Alvida
Mencionados: Gaimon, Garling
Aclaraciones y/o advertencias: Genderbend, Muerte de personaje

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La princesa del bosque encantado vivió mucho tiempo con una maldición. Durante las noches era una hermosa mujer, elegante, esbelta, con mechones negros y ojos dorados. En el día estaba condenada a ser un cisne cuyo plumaje era tan oscuro como su cabellera.

 

 Un día, la princesa conoció a un hechicero. Él prometió liberarla de su maldición a cambio de que se casaran. No lo conocía, pero no dudó en aceptar con tal de acabar con aquello. Sin embargo, no le curó de un todo, ahora podía transformarse a voluntad en el cisne negro, a excepción de un día cada reinicio de fase lunar, cuando la maldición le forzaba a ser aquella ave del amanecer hasta el ocaso.

 

 No podría decir que llegó a amar al hechicero, pero sí que encontró un gusto peculiar en el poder que este emanaba. La ambición había nublado su corazón de tal manera que juntos sumieron al bosque encantado en la oscuridad y el miedo. No obstante, aun deseaba erradicar la maldición de sí misma para siempre.

 

—Dijiste que podrías curar la maldición, por eso me casé contigo, Moria —protestó en una de esas noches en las que sabía que volvería a ser un cisne forzosamente al amanecer.

—Podría retirar permanentemente la maldición si pudiera encontrar el cristal mágico —respondió con apatía el hechicero desde su lugar en el cómodo sillón de la gran mansión que habitaban.

—Ese cristal tiene que ser un mito, llevamos mucho tiempo buscándolo —decretó con voz fría—¿Cómo podríamos encontrarlo si quiera? El bosque encantado es inmenso.

—Si tan solo tuviéramos el libro de leyendas del bosque sería más sencillo —Moria se removió en su lugar

—Quiero ser libre de esta maldición.

—Eres libre, parcialmente, fue lo mejor que pude hacer —se levantó para acercarse a ella, sujetando su rostro con sus dedos para hacer que le mirase—, el libro nos permitirá encontrar el cristal, conocer sus secretos, y eso te hará libre de un todo, confía en mí, kishishishi.

 

 Acarició su rostro con su pulgar antes de soltarla. Ella le miró con una expresión vacía, estaba cansada, se preguntaba si aquello era cierto o si solo pretendía atarle a él para siempre.

 

 La oportunidad que esperaba se presentó en forma de una chica con su mismo destino. La maldición del cisne se manifestaba en el día, la diferencia era su plumaje blanco y que aquella muchacha llegó del pueblo humano; no pertenecía al bosque mágico.

 

 Lo peor de todo era que aquella humana encontró lo que tanto añoraba: el cristal mágico. Al parecer, este solo iba a manifestarse ante un humano, eso explicaba por qué ella y Moria nunca pudieron hallarlo. Eso le indignó en cierto modo, habían perdido tiempo buscando cuando todo lo que necesitaban era un humano.

 

  Aquella joven de brillante cabellera azulada le parecía simple, insignificante y nada agraciada. Le irritaba el simple hecho de mirarla, de saber que en poco tiempo había logrado lo que no pudo en meses. Patético. No obstante, se dedicó a observarle y estudiarle con atención. Si había encontrado el cristal mágico, entonces también le llevaría al libro de leyendas del bosque.

 

—Dicen que ese libro solo podrá abrirse con el poder del cristal mágico.

 

 La humana había formado amistad con varios de los habitantes del bosque que también llevaban la maldición del cisne, entre esos, Bon Clay y Alvida. Por un tiempo Mihawk se cuestionó porque ella era el único cisne negro. Entendía que Moria desviaba parte de su maldición a otros, pero ¿Por qué ellos eran blancos?

 

—Tal vez con el libro podamos romper el hechizo que convierte a todos en cisnes

—Aunque ese libro está resguardado por un duende terrible —le siguió Alvida—, nadie se ha atrevido a acercarse en mucho tiempo.

—¿Duende? —la muchacha hizo una mueca que evidenciaba su temor ante la idea—¿Por qué debería ir yo a buscarlo?

—Porque tú tienes el cristal mágico, tontita —Bon Clay se rió mientras le palmeaba un poco la mejilla—. No te preocupes, seguro eres más valiente de lo que crees. Además, yo te acompañaré.

—No estoy segura ¿Y si aparece ese brujo otra vez? —nuevamente el miedo parecía incrementar en ella.

—Moria no aparecerá, si no pudo hacerte daño con el cristal mágico, no intentará nada más por el momento.

 

 Las palabras de Alvida no parecieron convencerle de un todo, aun así, la muchacha partió junto al ser de aspecto exótico sin rechistar demasiado. Si quería dejar de ser un cisne en el día, entonces necesitaba ese dichoso libro como fuese, solo esperaba que aquel duende no fuera tan aterrador como esperaba.

 

Gaimon resultó alguien agradable, en realidad aquel duende no era más que una especie de bibliotecario que cuidaba una basta cantidad de libros antiguos en su morada. Pese a sus intenciones de ayudar, el dichoso libro no aparecía por ninguna parte y eso resultó decepcionante en muchos aspectos. Él aseguraba que el libro estaba allí, simplemente no pudieron dar con él por más que lo buscaron.

 

—Si sabemos que Gaimon lo tiene y la humana tiene el cristal mágico ¿Por qué no solo lo tomamos? —cuestionó Mihawk. Pese a su imperturbable expresión, algo de ansiedad era notoria en su voz.

—Mi magia no es nada contra el cristal mágico ¿Por qué crees que lo deseo tanto, princesa? —Moria hizo una mueca de disgusto antes de suspirar, fastidiado—No hay magia que se le compare a ese cristal.

—Entonces todo lo que tenemos que hacer es arrebatárselo.

—El cristal la protegerá, ahora le pertenece después de todo.

—No tenemos que ser nosotros, cualquier humano podría hacerlo.

 

 Moria le dedicó una amplia sonrisa. Mihawk era brillante y quizás por eso adoraba tenerla de su lado. Ciertamente, ninguna magia podría hacerle frente, pero un arma humana, eso podría facilitarles muchas cosas.

 

 

Atraer a un humano no era particularmente difícil. Cualquier cosa novedosa les llamaba la atención y su extraña necesidad de matar resultaba genuinamente útil. De esa manera había logrado atraer a un cazador, un cisne negro seguro era un trofeo perfecto. Guiarle hacia la entrada del bosque encantado fue sencillo.

 Ahora solo tenía que poner a la humana en su mira, nada muy complicado. Mihawk revoloteaba con gracia calculada sobre las copas de los árboles, sus plumas oscuras brillando bajo la luz del sol de la tarde. Había visto a aquel príncipe pelirrojo antes, en la distancia, con esa mirada confiada y relajada que encontraba irritante y fascinante a la vez. Un cazador noble, el típico hombre que se creía invulnerable. Sería divertido hacerle caer en su trampa.

 

De un vuelo elegante, descendió hacia la orilla del lago, asegurándose de que sus movimientos fueran lo suficientemente visibles para el pelirrojo que le seguía de cerca a través del follaje. El príncipe se detuvo, sus ojos fijos en la criatura majestuosa que tenía delante. Mihawk sintió la punzada de la atención del cazador sobre ella, como si sus miradas se entrelazaran en el aire. El plan estaba funcionando. Ahora solo faltaba atraerlo más cerca, hacerle creer que había encontrado el tesoro más grande que jamás podría obtener.

 

Con un batir suave de alas, Mihawk se deslizó hacia el agua dejando la imagen de sus plumas negras rozando la superficie del lago, desapareciendo entre las sombras. El príncipe, como era de esperarse, se acercó más, sus pisadas resonando apenas en el suelo húmedo del bosque.

 

Una sonrisa cargada de malicia se dibujó en los labios de Mihawk en su forma humana mientras emergía de las sombras a lo lejos, oculta tras los árboles. El príncipe había caído. Pero mientras él se adentraba más en su red, ella no pudo evitar sentir una punzada de duda, algo inusual para ella. Este cazador era diferente. No se trataba solo de un humano más; había algo en su confianza, en la facilidad con la que preparaba su arco y flecha, como si ya conociera el peligro, pero lo aceptara con calma.

 

Antes de que pudiera avanzar más en sus pensamientos, otro ruido rompió el aire: un suave chapoteo desde el centro del lago. Las plumas blancas de la humana, en su forma de cisne, brillaban bajo la luz del atardecer, casi como un faro de pureza.

 

—Que magnífica criatura —el pelirrojo se detuvo en su lugar, apuntando con su flecha hacia la majestuosa ave.

 

 El cisne blanco miró el cielo, como si vislumbrara el atardecer. Nadó con gracia hacia la orilla del lago. El príncipe siguió apuntándole con su arco, un simple movimiento de sus dedos bastaría para capturar a su presa. Sin embargo, algo en la belleza de aquel animal le hizo desistir finalmente de su intento.

 

 Cuando el sol se posó, presenció algo inaudito: el cisne tomó la forma de una bella muchacha, con cabellera larga y azulina adornada por una corona. Bajó su arco y flecha, atónito por lo que acaba de ver. Se acercó a ella, sin salir aun de su asombro.

 

—¿Quién eres tú? —preguntó, llamando la atención de la muchacha.

—¿Qué hace aquí? Quiero decir, majestad —se mordió un poco la lengua, inclinándose en una reverencia.

—Sabes quién soy —el pelirrojo sonrió ligeramente, aunque seguía confundido—¿Qué es este lugar? ¿Cómo es que…?

—¿Me convierto en un cisne? Pues es una historia complicada —hizo una mueca, pasando una mano por su nuca—Y si, es el príncipe Shanks, el hijo del rey Garling. Vivo en el pueblo, bueno, vivía allí, por eso sé quién es.

—Entonces ¿Quién eres realmente?

—Me llamo Buggy —respondió—. Aunque ahora... —hizo un gesto hacia el lago, donde las últimas plumas blancas del cisne aún flotaban en la superficie, como un rastro de lo que había sido—Soy solo una maldición.

 

 Shanks se inclinó hacia adelante, interesado y compasivo a la vez, aunque el tono despreocupado que Buggy usaba no coincidía con su situación. Había algo más detrás de ese rostro juvenil, una tristeza oculta bajo la capa de sarcasmo y resignación.

 

—¿Una maldición? —repitió el príncipe. Todo esto le sonaba como un cuento que alguna vez había escuchado de niño, pero ver la magia tan de cerca lo desconcertaba.

—Sí —respondió Buggy, cruzando los brazos con algo de frustración—. Es complicado, pero me afectó como a otros en este bosque, estoy condenada a ser un cisne durante el día.

 

Shanks permaneció en silencio unos segundos, procesando lo que había oído. Su mente, siempre ágil, intentaba encontrar una lógica detrás de todo esto, pero en el fondo sabía que estaba más allá de la comprensión racional. Era magia, antigua y peligrosa.

 

—¿Y no hay manera de romper la maldición? —preguntó finalmente, con un tono de voz más suave.

—La respuesta está en un libro mágico, pero para mi desgracia, no hemos podido encontrarlo —respondió con un tono de resignación y cansancio—, tal vez significa que es imposible eliminarla.

—Bueno, Buggy —su voz calmada, pero con una chispa de travesura en su tono—, no sé qué es lo que has hecho para acabar así, pero no pareces alguien que se merezca esta maldición. Quizás no sea tan imposible como crees.

 

 Buggy lo miró con una mezcla de sorpresa y escepticismo. Había algo en la forma en que el príncipe la miraba que no encajaba con lo que estaba acostumbrada. No era lástima, ni burla, había algo más, algo que no podía identificar del todo.

 

—Majestad —Buggy tragó saliva, retrocediendo un paso por instinto, sin saber muy bien cómo responder—, no entiendo por qué está aquí. Este bosque no es un lugar seguro para alguien como usted. Debería marcharse antes de que...

 

—¿Antes de que me convierta en un cisne también? —el príncipe sonrió, alzando las cejas—. Vi uno de color negro antes. Es por eso que vine hasta aquí. Buscaba algo diferente, algo que merezca la pena. Pero ahora, creo que he encontrado más de lo que esperaba.

.

 La muchacha sintió que su rostro se calentaba, aun así, frunció su ceño ¿Qué se creía ese príncipe tonto? Optó por no seguirle demasiado la corriente y mejor guiarle hacia la salida del bosque. Aunque la mención del cisne negó le dejó pensando, no lo había visto, pero Bon Clay y Alvida le advirtieron de tener cuidado con ella.

 

 Mihawk había contemplado el encuentro de aquellos dos en completo silencio. No era el resultado que esperaba. El humano había resultado inútil para su plan al final. No podía arriesgarse a atraer otro, debía encontrar la manera de seguir usándolo como fuese.

 

Shanks se despidió de Buggy con una sonrisa, prometiendo regresar. Mihawk observó desde lo alto de un árbol, evaluando sus opciones. No podía permitirse que el príncipe desarrollara una conexión más profunda con el cisne blanco. Eso arruinaría todo.

 

Decidida a no perder la oportunidad, Mihawk descendió de las sombras, sus movimientos sigilosos y calculados. Siguió a Shanks por el bosque, sus pisadas apenas audibles entre las hojas secas. Mientras lo hacía, consideraba sus próximos pasos.

 

Cuando Shanks llegó a un claro en el bosque, Mihawk apareció entre los árboles, su figura alta y oscura destacando en la penumbra. El príncipe se detuvo al instante. Frente a él estaba una mujer imponente, con ojos fríos y una presencia que irradiaba poder y peligro, pero al mismo tiempo dueña de una belleza singular y atrayente.

 

—¿También vienes del bosque encantado? —cuestionó con curiosidad, admirando aquellos bellos ojos dorados—¿Nos hemos visto antes?

—Es posible —Mihawk le dedicó una mirada condescendiente—¿No era tu intención acabar con la vida de ese cisne?

 

 Las palabras de la mujer le parecieron curiosas, bastante frías, pero era una pregunta peculiar.

 

—¿Querías que la matara?

—¿No eras un cazador?

—No exactamente, solo a tiempo parcial.

 

 Shanks le dedicó una sonrisa que resultó irritante para ella. Era un humano extraño y de un aspecto engreído, tal vez por pertenecer a la realeza. Como fuese, necesitaba mover bien sus cartas si aun quería usarlo en contra de la muchacha para arrebatarle el cristal.

 

—¿También eres un cisne?

—Pareces alguien perspicaz.

—Eres el cisne negro ¿Por qué me trajiste aquí?

—Pensé que eras un humano interesante, puede que me haya equivocado.

 

Shanks le sostuvo la mirada, ella no mostró más que una fría indiferencia ante su sonrisa. La belleza inusual, su porte regio y misterioso, la elegancia de cada uno de sus movimientos, hacía que la conversación fuera aún más intrigante.

 

—Aunque yo rara vez me equivoco —dijo ella tras un breve silencio—. ¿Qué harás ahora?

 

El príncipe inclinó la cabeza, con la sonrisa aún grabada en su rostro. Parecía que el desafío solo alimentaba su curiosidad, y el enigma que representaba el cisne negro lo fascinaba. Había algo en la frialdad de la mujer frente a él que lo empujaba a querer saber más, a profundizar en la oscuridad que la rodeaba.

 

—Me gusta ver hasta dónde llega una situación antes de tomar una decisión —respondió finalmente con un aire despreocupado, aunque su mirada estaba fija en ella—. Y tú, cisne negro, pareces alguien lleno de sorpresas.

 

Mihawk, impasible, lo observó durante unos segundos más antes de dar un pequeño paso hacia él, cerrando la distancia entre ambos. La tensión entre ellos se hizo palpable, como si estuvieran inmersos en un juego de poder que aún no habían comenzado del todo.

 

—Cuida muy bien lo que dices, humano —advirtió—, podrías caer en una trampa de la que no habrá retorno.

—¿Y qué es eso que quieres de mí entonces? —preguntó, su tono más serio ahora, aunque la chispa de diversión no había desaparecido del todo.

 

Ella dio otro paso, sus ojos dorados fijos en los de él, como si pudiera ver directamente a través de ellos. Era el tipo de mirada que hacía que incluso el alma más valiente se tambaleara, pero el príncipe no se inmutó.

 

—Quiero que me ayudes a arrebatarle el cristal a la muchacha —dijo con una frialdad afilada en cada palabra—. Y si lo haces, te recompensaré con más de lo que puedas imaginar.

 

Shanks no rompió el contacto visual, pero la sonrisa en sus labios se desvaneció ligeramente.

 

—¿Y si me niego?

—Eso sería un error, príncipe.

 

 El pelirrojo le sostuvo la mirada firmemente, como si analizara cada aspecto de ella, esperando encontrar un ápice de dudas o algo más. Finalmente, volvió a sonreír.

 

—No creo que seas una mala persona, me parece que, si necesitas ese cristal, debe ser por las mismas razones que ella ¿cierto?

 

Mihawk abrió sus ojos en un gesto de sorpresa. El príncipe se alejó unos pasos e hizo un gesto con su mano.

 

—Te ayudaré también entonces, nos veremos pronto.

 

Como lo prometió, el príncipe siguió regresando los días siguientes. Mihawk observaba con un notorio disgusto como se relacionaba con la humana. Parecía haber olvidado que él era un príncipe pues pronto comenzó a tratarle con mucha familiaridad, como si fueran amigos de hacía mucho tiempo ¿Sería eso lo que llamarían las leyendas almas gemelas? Ridículo.

 

 Claro que el pelirrojo también se acercaba a hablar con ella cuando percibía su presencia. Tras despedirse de Buggy, conversaba con Mihawk y aseguraba que podría ayudarlas a ambas con su problema. Que iluso, que idiota. Odiaba tanto la forma en que le hablaba, que podía parecer burlona, pero que en realidad era dulce y encantadora de un modo que nunca nadie había sido con ella.

 

 Se encontró deseando más de una vez que él apareciera para que conversaran, aunque cada vez que le veía hacerlo con la muchacha, el resentimiento se apoderaba de ella de un modo complejo ¿Qué debía hacer ahora?

 

 La respuesta llegó cuando Gaimon fue capaz de encontrar el libro de leyendas del bosque y se lo hizo llegar con Bon Clay. Ahí estaba la respuesta a sus problemas, para dejar de ser un cisne y para… ¿Para qué más exactamente? Se encontró perdida en un limbo por un instante, como si sus propias ambiciones no existieran, solo estaban las de Moria.

 

¿Qué quería ella en realidad? ¿Quién era en realidad?

 

—Estoy seguro que eres más de lo que dicen o quieres hacer creer —le escuchó decir al príncipe en una de esas ocasiones—, cuando rompamos tu maldición, descubriremos quien eres en realidad y seguro serás mucho más feliz.  

 

 Esas palabras provocaron que su corazón latiera con fuerza y su rostro se calentara. La tonta sonrisa del príncipe se quedó profundamente gravada en su mente.

 

Amor verdadero. Esa la respuesta más absurda y simplista de todas, pero al mismo tiempo la más lógica. El amor verdadero era la fuerza más grande, la magia más poderosa, era inexplicable y magnífica. Por un instante pensó que algo así no podría ser real, sin embargo, pudo presenciarlo en el par de humanos, las miradas que se daban, los roces de sus manos, su suave danzar ¿Era posible?

 

Pensar que podría ser cierto resultó doloroso de un modo extraño, como una opresión particular en su pecho que casi le impedía respirar ¿Qué significaba eso? No quiso pensar en ello, simplemente aprovechó un descuido de aquellos seres insignificantes y robó el libro.

 

—Una declaración de amor verdadero liberará todo el poder del cristal mágico y con ello romperá cualquier maldición —leyó Moria en el libro—, aunque su poder se asentará en el portador permanentemente. No podemos permitir que eso suceda…

—Si eso pasa ¿No quedaré libre de mi maldición acaso? —cuestionó, ganándose una mirada pesada de su compañero.

—Es posible, pero cualquier oportunidad de obtener ese cristal se perderá —respondió—, además, tu maldición es distinta ¿Recuerdas? No eres como ellos.

—Aun no comprendo por qué.

—Yo tampoco, todo lo que hice fue desviarla —volvió la mirada nuevamente al libro, leyendo algunos párrafos—. Si el príncipe le declara su amor a otra, el cristal mágico se debilitará, es lo que necesitamos para tomarlo.

—¿A otra? ¿Qué pasará con la humana si eso sucede?

—Quien sabe, es posible que muera.

 

 Sí, la magia proveniente del amor verdadero era magnifica y poderosa, pero también la más riesgosa de todas y Mihawk encontró una oportunidad en ello.

 

—Creo que tengo una idea de lo que podemos hacer.

 

El príncipe pelirrojo había invitado a Buggy a un baile preparado por su padre con la intención de que encontrara finalmente una esposa. El rey parecía desesperado, su hijo solo tenía ojos para la aventura y ya no estaba muy dispuesto a aceptar eso. Aun así, este le convenció que ese día conocería a la mujer que logró robarle el corazón finalmente.

 

Por supuesto no contaba con el hecho de que Buggy tendría un severo retraso, debía rescatar a Gaimon de la mansión del bosque y recuperar el libro, tiempo que aprovecharon Moria y Mihawk para tomar la delantera en su plan.

 

 Moria había conjurado un hechizo en el crucifijo que colgaba en el pecho de Mihawk, de ese modo, cada que el príncipe la mirase, estaría viendo a la humana. Un hechizo de engaño muy simple, pero bastante eficaz. El cisne negro se adentró al palacio, el gran salón ya estaba lleno de personas danzando. Apenas el príncipe le vio, sonrió ampliamente y se acercó a ella.

 

—Me alegra tanto que vinieras —dijo sujetando su mano.

 

 Mihawk sintió su corazón contraerse, esas palabras no eran para ella, sin embargo, una parte de sí misma anhelaba tanto que lo fueran.

 

 Shanks le presentó con su padre, el rey Garling, y con su amigos y caballeros. Ellos parecieron darle su aprobación.

 

—¿Quieres bailar conmigo?

 

 Ella le siguió al centro del salón y juntos danzaron al compás de la música tocada por la orquesta. Mihawk podía sentir el peso de cada mirada en el salón, pero ninguna era tan penetrante como la de Shanks. El príncipe la sostenía con una ternura que no le correspondía. Para él, ella no era más que la muchacha con la que había compartido un lazo en el lago. Pero para Mihawk, la mentira era insoportablemente real.

 

Con cada giro, su corazón se apretaba más. No era el tipo de persona que permitía que las emociones la gobernaran, y mucho menos en una situación tan comprometida. Pero aquí estaba, en medio de un salón lleno de nobles y cortesanos, bailando con un príncipe que la miraba con devoción, sin saber que no era la persona que creía.

 

La música seguía, lenta y melódica, pero el conflicto dentro de Mihawk crecía. Podía sentir la magia del crucifijo resonando en su pecho, sellando la mentira con cada paso que daba junto a Shanks. No podía creer que sus conversaciones con aquel muchacho los últimos días hubieran calado tan profundo, así como su insistente promesa de liberarle de su maldición.

 

—Pareces nerviosa —comentó el príncipe, su tono suave, sin dejar de sonreír mientras la guiaba en la danza.

 

Mihawk, siempre experta en ocultar sus emociones, esbozó una sonrisa calculada. No podía permitirse vacilar. No ahora.

 

—Es solo que no estoy acostumbrada a tanta atención —respondió, con una voz que casi no le pertenecía.

 

Shanks rió suavemente, con una facilidad que sólo hizo que la situación fuera aún más dolorosa para ella.

 

—No tienes por qué preocuparte. —El príncipe la atrajo un poco más cerca—. Esta noche, solo existimos tú y yo.

 

Cada palabra hacía que el engaño doliera más, y Mihawk lo sabía. Había venido aquí para aprovecharse de Shanks, para usarlo como un peón en el gran juego que Moria había diseñado. Pero ahora, mientras danzaban bajo las luces doradas del salón, se daba cuenta de que había algo más en juego. Algo que no había previsto. Su propia vulnerabilidad y un posible amor.

 

El príncipe le dedicó una sonrisa antes de susurrar:

 

—Nunca antes había sentido algo así por nadie.

 

Mientras seguían bailando, no pudo evitar preguntarse cómo sería si realmente fuese ella a quien Shanks veía. ¿Qué haría si no fuera el cisne negro? ¿Si no tuviera que esconderse tras las sombras y los trucos? Pero esas eran preguntas que no podía permitirse.

 

La música comenzó a desacelerarse, y con ello, la intensidad del momento creció. Al final de la danza, Shanks la miró con tanta adoración que Mihawk casi creyó que, por un instante, la magia del crucifijo se había roto.

 

—Lo que trato de decir es…

 

La música se detuvo y antes de que el príncipe pudiera continuar, los aplausos les interrumpieron, los presentes cautivados por su bella danza. Mihawk se apartó suavemente de él y empezó a alejarse del salón. El peso del engaño y de su propio deseo no correspondido la abrumaba más que nunca. Sabía que esto no podía continuar. Pero también sabía que, por mucho que quisiera detenerse, ya estaba atrapada en esta trampa. Y tal vez, una parte de ella no quería salir.

 

—Buggy —el príncipe le alcanzó, en la entrada del palacio y ella detuvo su andar—, escúchame, sé que puede sonar repentino, pero lo que quiero decirte es…

—¿Me amas? —cuestionó ella, girando su rostro para mirarle por sobre su hombro. Shanks sonrió ampliamente, acercándose para tomar su mano.

—Sí, te amo con todo mi corazón.

 

 Ella miró sus ojos y negó ligeramente, dando algunos pasos hacia atrás. Finalmente, Moria se reunió con ella, dejando perplejo al pelirrojo.

 

—Muchas gracias alteza, has sido de gran ayuda, kishishishi.

 

El hechizo del crucifijo se desvaneció, desvelando la real apariencia del cisne negro.

 

—¿Mihawk…? —murmuró perplejo—¿Dónde está Buggy?

—Ella ya no vendrá.

 

 Tomó su forma de cisne y se alejó volando a la par que Moria se desvanecía en un montón de murciélagos y le seguía. Shanks, pese a seguir atónito, fue de inmediato por su caballo para seguirles.

 

 Encontrar a la chica inconsciente de camino no les tomó mucho tiempo. Incluso si sus amigos quisieron defenderla, Moria simplemente los inmovilizó con su magia y se acercó a la inconsciente chica para quitarle la corona.

 

—Perfecto, eres maravillosa Mihawk, no habríamos podido conseguirlo sin ti.

 

 Ella permaneció callada, contemplando a la muchacha en el suelo ¿De verdad había muerto? No creía que lo estuviera, pero aun así aquella opresión en su pecho se mantenía ¿Eso era lo que quería? ¿Estaba sintiendo culpa?

 

—¡Buggy! —Shanks apareció en su caballo poco después, acercándose rápidamente a la muchacha—¿Qué hiciste? —mientras la sostenía en sus brazos, le dedicó una mirada entre ira y decepción a Mihawk.

 

Esa mirada no le gustó, era tan distinta a la que le dio mientras estaban bailando.

 

—Ya tienes el cristal, quita la maldición.

—Mmm yo creo que no.

 

 La imperturbable expresión de Mihawk cambió a una de indignación

 

—Moria…

—La maldición del cisne negro, en realidad siempre he podido quitarla, es resultado de mi propia magia.

 

Mihawk se quedó inmóvil, su mirada afilada clavada en Moria, quien sonreía de forma arrogante mientras jugaba con el cristal entre sus dedos. La frustración y el desconcierto crecían en su interior, algo poco común para alguien tan calculadora como ella. El cisne negro había soportado mucho tiempo aquella maldición, creyendo que todo dependía de conseguir el cristal. Ahora, la verdad resultaba ser una cruel ironía.

 

—¿Siempre has podido…? —preguntó con una frialdad que no disimulaba la furia que bullía dentro de ella.

—Exactamente —respondió Moria con total desinterés, como si lo que estaba revelando no fuera una traición profunda—. ¿De verdad pensabas que necesitabas esto para ser libre? Oh, Mihawk, nunca te vi tan ingenua.

 

 La boca de Mihawk se tensó, sus ojos ardían con una mezcla de rabia y humillación. Durante mucho tiempo había servido a los caprichos de Moria, todo bajo la promesa de liberarla de aquella maldición.

 

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —Mihawk dio un paso hacia él, su postura tensa, como un depredador al borde de atacar.

 

Moria soltó una carcajada profunda, como si la idea de que Mihawk pudiera hacerle daño le resultara ridícula.

 

—Porque es mucho más divertido verte desesperada —dijo Moria, inclinándose hacia ella, con su sonrisa aún más amplia—. Además, te necesitaba así ¿Sabes por qué eres un cisne negro y no blanco como los otros? Porque eres diferente, porque eres la princesa guardiana de este bosque y mi hechizo te hizo olvidarlo, te necesitaba de mi lado porque eras la única que podría interponerse en mis planes, así que mi hechizo sobre ti era especial, aunque también afectó las memorias de otros.

—Entonces, ¿esto ha sido una farsa desde el principio? —preguntó, sus palabras goteando veneno.

—Para ti, sí —contestó, sin la menor culpa—. Pero vamos, Mihawk, no es tan malo, tu papel como cisne negro ha sido impecable.

—Dame una razón para no matarte aquí mismo —gruñó, avanzando hacia él, sus ojos convertidos en cuchillas.

 

Moria levantó una ceja, divertido.

 

—Simple. Sabes que soy el único que puede deshacer esta maldición. Y aunque odies admitirlo, me necesitas. A menos que estés dispuesta a vivir eternamente como el cisne negro.

 

Ella se detuvo, su respiración pesada. Sabía que no podía actuar con precipitación, por mucho que quisiera. Moria tenía la llave de su libertad y acabar con él significaría condenarse a sí misma.

 

 Shanks escuchó anonado el intercambio entre esos dos. Al final Mihawk había sido una víctima más, manipulada por aquel bastardo. Quiso tomar su espada y rebanarle la cabeza, pero no se vio capaz de soltar a Buggy.

 

—Todo este tiempo estuve destruyendo lo que debía proteger —Mihawk rompió el silencio, mirando hacia donde estaba el pelirrojo—. El amor verdadero liberará todo el poder del cristal mágico, si de verdad la amas, entonces estás a tiempo de salvarla.

 

 Volvió su mirada hacia el hechicero, sus gélidos ojos amarillos se posaron en el cristal mágico. De un ágil movimiento, se lanzó sobre él y se lo arrebató de las manos.

 

—¿Qué pretendes hacer, Mihawk? ¡No sabes usarlo!

—Amor verdadero, tal vez no sé nada acerca de eso, lo que sí sé es que puedo liberarme de ti, no, puedo liberar todo este bosque y no volverás a lastimar ni engañar a nadie más.

—¡Detente!

—¡Mihawk!

—Adiós Shanks, cuídala bien y cuiden de mi bosque.

 

 Cerró sus ojos e infundió su energía vital en el cristal mágico y este empezó a brillar con una intensidad cegadora. Una onda de poder se expandió por todo el bosque, haciendo que los árboles, los animales y el mismo aire vibraran con una fuerza mágica que jamás habían sentido. El cielo se tiñó de colores vibrantes, como si el mundo estuviera a punto de estallar en luz.

 

—¡No! —gritó Moria, viendo cómo su control sobre el bosque y las maldiciones que había esparcido durante años comenzaban a desmoronarse. Trató de detener a Mihawk, pero ya era demasiado tarde.

 

El cisne negro permaneció en su lugar, sus ojos cerrados, con una calma inquebrantable. Sentía el poder del cristal desbordarse, consumiendo la maldición que la había atrapado a ella y a tantos otros. Shanks, aún aturdido, trataba de proteger el cuerpo de Buggy mientras la fuerza mágica lo repelía, impidiéndole moverse.

 

—¡Mihawk! ¡No tienes que hacerlo así! —Shanks gritó con desesperación, su voz cargada de una mezcla de confusión y angustia.

 

Ella no respondió. Sabía que este era el único camino. La maldición no solo la había mantenido prisionera, sino que había corrompido el bosque, envenenando todo lo que tocaba, incluida ella misma. Si debía sacrificar algo para liberarlo, que fuera su propia vida. El peso de su decisión no le parecía amargo; lo único que lamentaba era la vida que nunca tuvo, el amor que no pudo compartir.

 

La luz del cristal se intensificó, rodeando a Mihawk en una espiral de colores que se elevaba hacia el cielo. Sentía su cuerpo desvanecerse lentamente, como si estuviera siendo absorbido por la misma energía que estaba liberando.

 

El príncipe pelirrojo observó impotente cómo Mihawk se desvanecía ante sus ojos, convirtiéndose en pura luz, la última chispa de su ser fusionándose con el cristal. La maldición del bosque se rompió en ese instante. Los árboles dejaron de retorcerse, el aire volvió a ser puro, y el lago, que había sido testigo de tantas tragedias, brilló con una claridad cristalina.

 

Moria, derrotado y debilitado por la pérdida de su poder, cayó de rodillas, observando el resultado de su propia ruina. El control que una vez tuvo sobre el bosque y sobre las criaturas que había maldecido desapareció junto con el sacrificio de Mihawk.

 

Shanks permaneció en silencio, mirando el lugar donde Mihawk se había desvanecido, con el corazón pesado por la pérdida. Sabía que el cisne negro había hecho lo que consideraba necesario, pero eso no hacía que el dolor fuera más fácil de soportar.

 

Buggy abrió los ojos lentamente, encontrándose con Shanks protegiendo su cuerpo, aunque derramando un par de lágrimas en el proceso.

 

 Al amanecer, ella no volvió a ser un cisne.

 

Shanks unió sus labios con los de Buggy en un beso que sellaba el inicio de su matrimonio. Estaba feliz, ambos lo estaban, el amor que compartían el uno por el otro les brindaba una nueva fuerza desconocida. Aun con su nueva vida comenzando, ambos seguían ligados a la historia del bosque encantado.

 

—Ojalá hubiera sido diferente —comentó mientras observaba el lago, su agua mucho más cristalina que antes, era como un espejo del pasado, reflejando siempre todo lo que fue.

—Sí, dije que quería ayudarlas a las dos, pero no pude hacerlo.

 

 Ella sostuvo su mano y apretó ligeramente antes de regresar con Bon Clay y los demás, quienes seguían celebrando. El bosque encantado, liberado de su maldición, se convirtió en un santuario, un lugar donde el sacrificio de un cisne negro sería recordado por siempre, y donde las nuevas generaciones vivirían en paz, sin el peso de las maldiciones pasadas.

FIN

Notes:

Esta vez sí que me tomó tiempo, pero se pudo por fin. Espero que les haya gustado, un poquito trágico esta vez y me tomé bastantes libertades creativas respecto a la historia jaja. Al principio iba a inspirarme en la película de Barbie, ero luego pasaron cosas (¿?) Me disculpo por si hay errores, incoherencias o demás. Nos leemos muy pronto, sus comentarios, sugerencias y opiniones siempre serán bien recibidas.

Siguiente historia: Rapunzel

¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

Chapter 8: Rapunzel

Notes:

Historia de hoy: Rapunzel (o Enredados)
Parejas: Eustass Kid x Female! Killer
Otros personajes: Female! Orochi, Shanks, Heat, Wire, Dive, Emma
Mencionados: Beckman
Aclaraciones y/o advertencias: Genderbender, lenguaje mal sonante

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Eustass Kid era un ladrón bastante competente. Sabía moverse rápido y podía burlar ágilmente a la guardia real; a lo largo de su vida criminal siempre encontraba la manera de escapar de ellos y salirse con la suya, por lo que era buscado en el reino de Victoria.

 

Sin embargo, había una persona que no le veía únicamente como el vulgar ladrón del reino y esa era su mejor amiga. Conoció a Killer cuando era niño, había escapado del orfanato y huyó internándose en el vasto bosque hasta que dio con aquella torre oculta. Era como si nadie nunca se hubiese percatado de su existencia. Su entrada parecía sellada, pero eso no le impidió trepar hasta el balcón para colarse dentro y ocultarse.

 

Fue allí donde la conoció. Tenía su cabello ya bastante largo entonces, era cuatro años mayor que él y por varios años fue más alta. Era encantadora y le hacía sentir tranquilo, seguro, además que ella fue la primera amiga que hizo en su vida y le ofreció refugio siempre que lo necesitara. Quizás lo más fascinante era su cabello, no solo era extremadamente largo, era mágico: podía curar heridas, rejuvenecer a las personas, brillaba con su canto, aunque perdía tales propiedades si se cortaba.

 

Y vaya que él se lastimaba mucho, siempre regresaba con algún corte o las manos lastimadas. Ella envolvía su cabello en sus zonas heridas y le sanaba, aunque también le regañaba por sus constantes imprudencias.

 

Claro, había dificultades, no estaba en esa torre por gusto. Era básicamente una prisionera de la despiadada Madame Orochi, quien siempre iba y venía, atormentándola con historias de cómo la gente la usaría por el poder mágico de su cabello. Y lo peor era que Killer le creía, por eso nunca se atrevía a desobedecerle, no importaba cuanto Kid se esforzara en decirle que estaría bien.

 

Había querido decirle muchas veces que se marcharan juntos, que buscaran una nueva vida, pero ¿Qué podía ofrecerle él como un simple ladrón? No mucho, la libertad era buena, aunque de nada servía si no tenían como sobrevivir. Pese al encierro, a Killer no le faltaba nada.

 

 Al menos por años se tuvieron el uno al otro, él le hacía compañía en su amarga y constante soledad, le contaba historias de la vida en el exterior y esperaba llegase el día en que finalmente podría sacarle de allí.

 

Cuando Kid cumplió dieciocho años tomó la decisión de hacer algo grande con tal de obtener el dinero suficiente para irse junto a Killer, huir juntos, lejos de la despreciable mujer que mantenía a su amiga cautiva. Tenía un plan: robaría el mayor tesoro del reino y, con el dinero que obtuviera por ello, sería capaz liberarla de las paredes de esa torre.

 

Tras semanas de planificación meticulosa, Kid logró infiltrarse en el castillo y hacerse con el preciado tesoro. Sin embargo, su escape no fue tan sencillo; las alarmas sonaron y la guardia real lo persiguió implacablemente. En su huida, se adentró de regreso al bosque hasta entrar a la zona oculta donde se encontraba la torre, trepando a esta rápidamente en lugar de llamar a su amiga como siempre.

 

Estaba por buscar a Killer para decirle de sus planes cuando una voz resonó desde afuera de la habitación. Reconocía la voz de Madame Orochi; así que esa bruja estaba de vuelta. Se ocultó dentro de un armario y simplemente se dedicó a escuchar la conversación una vez ambas entraron.

 

—No puedes seguir distrayéndote con tonterías muchacha, hay muchos bandidos rondando el bosque últimamente —ahí estaba la despreciable mujer con sus cuentos, bueno, no era tan falso eso, pero igual detestaba lo que hacía con Killer—, aquí estás más que segura.

—Lo sé, es que pensé que podría ir yo misma a comprar las cosas que necesitamos —murmuró en lo que tomaba asiento en un taburete.

 

Por la ranura del closet, Kid pudo ver como la mujer le cepillaba su largo cabello mientras Killer recitaba aquella canción que lo hacía brillar. Con ello, lograba que la anciana recobrara algo de juventud, aunque para él seguía viéndose horrenda.

 

—Yo puedo encargarme de eso, tú sigue aquí, manteniendo este lugar limpio —dijo tras que terminaran aquella rutina—. Ya tengo que irme, aún falta mucha comida para que podamos pasar el invierno.

—Se marcha rápido esta vez ¿No esperará la cena?

—No, y espero que al volver todo esté mas limpio, ya es tiempo de que dejes de soñar despierta y andar pintando tonterías.

 

Killer suspiró cuando la vio marcharse, escuchando la puerta de su habitación trancarse con fuerza. Se dejó caer sobre su cama, cada día detestaba más seguir allí, la rutina de limpieza, de cocinar, sus hobbies ya no bastaban para que su mente dejara de anhelar el salir de esa torre.

 

Kid dejó su escondite y avanzó silenciosamente hasta su cama. Tomó asiento a su lado y acercó su mano a su cabello, acariciándolo con suavidad, como si fuera el material mas delicado del mundo. Por supuesto, nunca lo haría por sus propiedades mágicas, lo hacía porque era Killer y quería que ella se sintiera mejor.

 

—Estoy cansada de estar aquí ¿Sabes? —murmuró aun hecha un ovillo sobre su cama, dejando que el pelirrojo la consolara.

—Entonces vámonos de aquí, ven conmigo.

—El exterior me asusta.

—Yo voy a protegerte de todo —frunció un poco el ceño—. Killer, ya tengo lo que necesitamos, te sacaré de aquí y viviremos bien, tengo como hacerlo, estaremos juntos.

 

 Ella giró su rostro para verle finalmente a través de los largos mechones de cabello que caía sobre su rostro. Siempre le había dicho que no podría solo abandonar su torre así nada más, ahí estaba segura, estaba a salvo, pero esta vez sentía que podía creer que tendrían una oportunidad de hacerlo, tal vez porque su alma ansiaba libertad más que nada.

 

 Abandonar su torre fue sin dudas aterrador, no sabía que le deparaba el exterior, aunque Kid aseguraba que estarían bien. Claro, cuando le explicó su plan de como vivirían bien no pudo evitar regañarle un largo rato sobre lo incorrecto que le parecía y que debían encontrar otra manera, así que le convenció de devolver el tesoro del reino y luego marcharse a alguna otra parte muy lejos.

 

—No voy a devolverlo, es ridículo ¿Sabes cuánto vale esa cosa? Viviríamos sin preocupaciones por años.

—Pero no está bien Kid, nos perseguirán por eso, no estaremos en paz tampoco.

—Ya me persiguen bastante —rodó los ojos antes de suspirar. No podrían solo deambular por el bosque en círculos hasta decidir qué hacer.

—Eso también podría hacer que Madame Orochi nos encuentre —murmuró y eso pareció hacer eco en el pelirrojo que solo gruñó.

—Esa bruja horrenda no sabe de mí, pero bueno, tienes razón en que si te ven conmigo entonces será peor.

 

Él pareció meditarlo en lo que recogía cantidades de su cabello del suelo y se ponía en marcha hacia el pueblo, no le quedaba de otra. Killer a veces era muy ingenua para su propio bien, pero también sabía como brindarle sensatez.

 

—Aunque si nos topamos con el capitán Akagami o Beckman tendremos problemas —protestó mientras caminaban—, digo, sé burlar a esos idiotas, pero contigo será algo difícil.

—Lamento si soy una carga….

—No seas tonta, no eres una carga, pero con tu cabello será complicado —se quedó pensativo unos segundos antes de desviar el camino—, haremos una parada en otro lugar primero.

 

 Killer no se opuso, simplemente le siguió, al menos con su ayuda su cabello no se enredaba demasiado con ramas o raíces en el camino.

 

Sí tuvieron que caminar un largo rato, pero finalmente llegaron a una especie de cabaña. Nunca se habría imaginado que habría otro lugar así en el bosque. No tenía el mejor aspecto por fuera, sin embargo, Kid parecía bastante familiarizado y entró sin pensarlo mucho.

 

—¡Kid no te capturaron! —resonó la voz de otro hombre en el interior, cargada de alivio y sorpresa. Muchos de los presentes parecían contentos de ver al pelirrojo.

—Cuando escuchamos lo del tesoro y no volviste, pensamos que Akagami ya te había ejecutado —añadió otro con un tono de preocupación.

—Si claro, como si ese idiota pudiera —Eustass soltó aquello con desdén antes de enfocar su atención en la rubia—. Ella es mi amiga, Killer.

 

Los ojos de los presentes se desviaron hacia la muchacha de larga cabellera, observándola con curiosidad.

 

—Su cabello de verdad es muy largo —comentó esta vez una joven desde una barra—y hermoso.

—No te preocupes, son de fiar —le aseguró Kid—, te conté de mis amigos, a veces trabajamos juntos. Ellos son Heat y Wire. Vinimos por algunas provisiones, descansar y para hacer algo con tu cabello.

—¿Mi cabello?

—Claro, no avanzaremos mucho así. Dive, Emma ¿Creen que puedan encargarse?

—Claro que si, se ve como un bonito desafío —respondió la muchacha de la barra antes de acercarse a la rubia—. Ven conmigo.

—Nunca había trenzado un cabello tan largo —dijo esta vez una chica más bajita de cabello sujeto en coletas, siguiendo a las dos mayores hacia una esquina donde Killer tomó asiento en un taburete.

 

 Eustass sonrió ligeramente al ver a ambas dedicarse a peinar el cabello de Killer, al menos eso haría las cosas un poco más sencillas. Procuró abastecerse de algunos suministros, además podrían comer allí y prepararse adecuadamente, aunque también reflexionaba un poco ¿De verdad tenía que devolver el tonto tesoro? Killer era muy ingenua sobre la vida, pero quería que ella estuviera conforme.

 

—¿De verdad vas a devolverlo? —preguntó Wire tras servirle una jarra de cerveza.

—Tal vez, tal vez no, quizás cuando vea como funciona todo, entenderá que lo necesitamos —se encogió de hombros antes de darle un largo trago.

—Nunca pensé que estarías dispuesto a hacer algo así por alguien —bromeó Wire—. Con razón hablabas tanto de ella, aunque cuando dijiste que tenía un cabello largo no me esperaba algo así.

—Te dije que era complicado —desvió un poco la mirada—, Killer es especial para mí, quiero que sea feliz y libre.

 

 Wire y Heat intercambiaron una mirada algo cómplice, aunque Eustass prefirió ignorarla y seguir bebiendo. Finalmente, el cabello de Killer quedó totalmente trenzado, de modo que no quedaba arrastrando por los suelos y estaba decorado por muchas flores bonitas. Kid la miró fijamente, sonriendo un poco antes de acercarse a ella.

 

—Les agradezco mucho —dijo la rubia al par de muchachas.

—Con gusto, tienes un cabello muy lindo —respondió Emma.

—Con razón le gustas tanto a Kid —añadió Dive juguetonamente.

 

 El mencionado hizo una mueca, queriendo ocultar así el calor que sintió en su rostro por un momento.

 

—Cierren la boca mejor—gruñó abochornado—. Vamos a comer algo, muero de hambre.

—Yo también tengo hambre, llevamos mucho rato caminando.

 

El resto de la tarde y entrada la noche, Killer se dedicó a escuchar historias sobre Kid y sus hazañas con el resto de ladrones. Para ser gente que no hacía cosas buenas, en realidad eran muy cálidos, le hicieron sentirse bienvenida y le ofrecieron de comer tanto como quiso, así como un lugar agradable para dormir.

 

Eustass se sintió bien con aquella imagen, Killer podía ser algo reservada, pero todos estaban contentos con ella y agradecía mucho que la trataran como una más.

 

El pueblo, toda una experiencia. La vista del castillo era impresionante, había tantos sonidos, olores y cosas que nunca habría imaginado. Se sintió aturdida por un momento, pero poco a poco fue disfrutando mucho de ello. Había tanto que quería ver, conocer, probar; sus emociones parecían aturdidas por un momento.

 

 A diferencia de Killer, Kid era un poco más precavido en como se movía; no necesitaba toparse con la guardia real. Claro que ver a su compañera tan alegre le producía una sensación cálida, era entendible verla tan deslumbrada con todo, a fin de cuentas, había pasado toda su vida encerrada en una torre.

 

—Kid, ese lugar huele delicioso —señaló un puesto de dulces.

—¿Quiere probar algo, señorita? —ofreció amablemente el vendedor.

 

 Killer giró su rostro para mirarle y Kid simplemente sacó unas monedas para dejárselas al vendedor.

 

—Dele lo que quiera.

 

Mientras Killer saboreaba su primer dulce, Kid volvió a mirar a su alrededor, atento a cualquier señal de peligro. El bullicio del mercado era perfecto para pasar desapercibidos, pero también podía esconder amenazas. A pesar de su cautela, no pudo evitar relajar los hombros al ver a Killer disfrutar tanto.

 

—Esto es delicioso —comentó ella, ofreciendo un dulce a Kid—¿Quieres probar?

—Paso. Sabes que no soy fan de las cosas dulces.

—¿Y qué prefieres comer teniendo tantas opciones aquí?

—La carne. Y el licor. Normalmente no hay de eso en tu torre.

—No, bueno, Madame Orochi a veces compra para ella, pero siempre lo oculta bien.

—¿En serio? De haber sabido le habría robado un poco a esa vieja bruja.

 

Ella nuevamente sonrió y tomó algunos de los dulces. Era gracioso verla satisfecha con algo tan simple. Incluso después le llevó a comer fideos y parecía todavía más contenta, al menos había descubierto una nueva comida favorita.

 

Siguieron mirando cosas hasta llegar a un pequeño espectáculo callejero con marionetas. Había muchos niños viendo y riendo divertidos. Notó que Killer también quería reírse, aunque terminó solo cubriendo su boca con sus manos. Sabía bien que a ella no le gustaba su risa, nuevamente otro complejo creado por la anciana despreciable.

 

—Ríete cuanto gustes, si alguien se atreve a quejarse, lo mataré.

 

Killer volvió a ahogar una risa antes de tomar su mano para seguir.

 

—No tienes que matar a nadie, pero te lo agradezco.

 

Llegaron a la plaza del pueblo. Eustass sabía que debía tener cuidado, sin embargo, no pudo evitar mirarla con una pequeña sonrisa cuando encontró la zona de arte de la plaza. La gente solía pintar murales o hacer toda clase de obras y sabía bien que algo que Killer amaba mucho era pintar.

 

La dejó embarrarse de pintura tanto como quisiera mientras hacía trazos en una pared vacía y, tal como lo hacía en su torre, terminó creando una obra de arte muy hermosa. Ella suspiró satisfecha y se sentó a contemplar las obras de otros, aunque hubo un mural en particular que llamó su atención.

 

—Son la familia real —explicó Kid brevemente—, los reyes y su hija cuando era una bebé, aunque ella desapareció hace muchos años.

—Eso es muy triste —se lamentó, aun contemplando el mural con curiosidad. La niña se parecía mucho a su padre o al menos eso retrataba la pintura—¿Qué le sucedió?

—No se sabe, parece que solo se esfumó tras su primer cumpleaños.

 

 Killer le dio una ultima mirada a la imagen de ambos reyes antes de alejarse al pozo cercano para sacar algo de agua y lavarse. Kid contempló la pintura un poco más, nunca se había detenido a pensar mucho en la familia real, quizás por el desprecio que tenía a sus excesivos privilegios, y tampoco prestó atención a la desaparición de su princesa nunca pues ocurrió antes de que él naciera, pero ahora, algo más le estaba haciendo ruido.

 

—Bien, ya paseamos bastante ¿Cuál es tu plan para devolver esto sin que me arresten? —cuestionó de forma irónica.

—¿No podemos solo ir y devolverlo?

—¡Ja! Que graciosa eres, si me acerco al palacio no dudarán en aprisionarme.

—Puedo hacerlo por ti entonces.

 

Eustass hizo una mueca, no quería devolverlo, era su pasaje de salida de ese lugar, de una vida tranquila para Killer ¿Por qué era tan ingenua? Se pasó una mano por los rojizos cabellos, pensando un poco antes de resoplar.

 

—Podemos cruzar el lago y llegar al palacio, aunque en serio, ese tesoro nos ayudara a irnos de aquí.

—Kid, si esa cosa es tan importante, no dejarán de buscarte por todos lados, si vamos a irnos, deberíamos empezar una vida con más tranquilidad.

 

El pelirrojo resopló, ella tenía un punto, sus problemas anteriores no llamaban tanto la atención como la desaparición del tesoro real, a fin de cuentas, aquella corona era el único recuerdo que los reyes tenían de su hija desaparecida. Y ciertamente no era alguien inocente, pero ahora solo pensaba en Killer y su seguridad.

 

 Entrada la noche, subieron a uno de los botes que normalmente se usaba para pasear por el lago. Esa noche en particular había muchas luces en el cielo, eran linternas flotantes que iluminaban el lago de una forma bastante bonita y Killer parecía fascinada viéndolas.

 

—Todos los años hacen eso, como un modo de recordar a la princesa —comentó.

—¿En serio? Deben extrañarla mucho si cada año lo hacen —se acomodó un poco el flequillo para ver mejor, sus ojos quedando al descubierto, ahora mas brillantes por el relejo de las luces.

—Es porque hoy sería su cumpleaños… —aclaró, mirando fijamente el rostro de su compañera. Se veía mas hermosa de lo que alguna vez le pareció, o quizás nunca se había detenido a pensar en ello como en ese momento.

—Debe ser lindo ser tan amado, aunque no estés, yo ni siquiera sé cuándo es el mío, ya sabes que Madame Orochi nunca me lo dijo.

—Lo sé, tampoco tengo uno y me da igual.

 

Kid frunció un poco sus cejas, ahora el mural sobre la familia real no salía de su cabeza, miraba a Killer con su rostro mas despejado y sentía como si mirase a la niña de la pintura ¿Sería posible acaso…? Toda la vida, Madame Orochi no dejó de repetirle como la encontró abandonada y que le debía la vida solo por no dejarla morir, pero ¿De verdad fue así? ¿Y si esa mujer había mentido? ¿Cómo es que nunca se detuvo a pensar en ello? ¿Y si Killer era la princesa desaparecida?

 

—Kid —ella le sacó de sus pensamientos, sujetando una de sus manos entre las suyas—, gracias por sacarme de la torre.

—No tienes que agradecerme, sabes que haría lo que sea por ti —respondió con una ligera sonrisa, apretando un poco sus dedos en los de ella. Acercó su otra mano a su rostro, acariciándole con suavidad—. Killer, de verdad quiero que seas feliz y entiendas que nada de lo que te ha hecho pensar esa mujer es verdad…

 

 Ella se tensó un momento, quizás aun temerosa de desprenderse de lo único que conocía. Sin embargo, tras haber saboreado la libertad al fin, estaba segura que no quería volver, todo lo que deseaba era quedarse con Kid el resto de su vida.

 

Eustass acarició suavemente su mejilla, admirando su rostro iluminado por las linternas. No se le daba mucho ser cursi o afectuoso, pero Killer era muy especial para él, era maravillosa y habían estado juntos por mucho tiempo. Sintió su corazón acelerarse conforme se inclinaba hacia ella hasta finalmente juntar sus labios, un gesto algo tímido al principio, aunque claramente ambos lo deseaban así que terminó siendo cálido y duradero.

 

En ese momento, Kid había jurado mentalmente siempre permanecer a su lado.

 

Dejaron el barco en la orilla y Kid finalmente le entregó la bolsa donde estaba la corona. Si no fuera tan riesgoso, él mismo iría a entregarla, pero no podía solo permitirse ser atrapado y echar sus planes al aire. Y, si era honesto, existía la posibilidad de que Killer reconociera algo o la reconocieran a ella de ser la verdadera princesa. Aunque ¿Qué implicaba eso? Si de verdad lo era entonces ¿No volverían a verse?

 

 Mientras la esperaba, sintió su mente llenarse de toda clase de pensamientos. No quería eso, no quería alejarse de ella, de verdad la amaba mas que a cualquier tesoro, más que a cualquier tonto ideal de libertad que alguna vez pudo haber tenido, aunque amar tal vez significaba soltar y con tal de que Killer fuera feliz, quizás lo mejor era dejar que el destino fluyera como debía.

 

Tras un rato, escuchó algo de ruido y le extrañó que fuese tan rápido ¿Se había arrepentido? Eso sería divertido en cierto modo, ella estaba muy dispuesta a devolver esa cosa.

 

—Pensé que te tomaría más tiempo devolver la…—sus palabras quedaron a medias cuando la figura del capitán Akagami apareció frente a él. Su sonrisa se borró y su ceño se frunció considerablemente.

—Eustass Kid, quedas bajo arresto.

—No es un buen momento ahora, Akagami —soltó con burla y desdén—, espero a alguien.

 

Quiso retroceder, pero entonces fue sujetado por la espalda y aventado contra el suelo por otros soldados. Empezó a retorcerse en su lugar, inquieto ¿Y si Killer regresaba y no estaba? No, no podía dejarse capturar. Sabía que acercarse al palacio era un error, pero quería hacer las cosas bien.

 

—La anciana tenía razón —comentó uno de los soldados—, es una suerte que por fin pudiéramos capturar a Eustass y recuperar el tesoro robado.

—¿Anciana? —Kid volvió a tratar de removerse. Todo hizo sentido en su cabeza: Orochi la había encontrado—¡No! ¡Ella está en peligro, tengo que salvarla! ¡Maldita sea suéltenme! ¡No tengo el puto tesoro!

 

Un fuerte golpe en su estómago le hizo doblarse en su lugar. No, no podía ser, debía recuperar a Killer, esa bruja iba a encerrarla de nuevo y esta vez no podría volver a sacarla.

 

—Todos estos años cuidándote, haciendo tanto por ti ¿Y así me lo pagas? Condenada mocosa —Madame Orochi no dejaba de refunfuñar en todo el camino. Killer le seguía con la cabeza baja, como si no tuviera fuerza alguna para oponerse—. Te dije que el mundo estaba lleno de peligros y no quisiste hacerme caso.

 

La escuchó despotricar en el largo camino de regreso a la torre. Una vez allí simplemente la dejó encerrada en su habitación, asegurándole que no volvería a salir y que el criminal que “hozó raptarle” seguro sería ejecutado. Y la sola idea de que algo le pasara a Kid le derrumbó totalmente.

 

No quería hacer eso, si tan solo le hubiera escuchado y no hubiesen ido a devolver la tonta corona. Sintió la frustración invadirle, claro, Madame Orochi se había dado cuenta de su ausencia pronto ya que, paniqueada por la presencia de la guardia real en el bosque, regresó antes a la torre con tal de asegurarse de que seguía allí.

 

Tal vez no habrían durado mucho juntos de todos modos. Se limpió las lágrimas con molestia antes de tomar la bolsa para volver a mirar la corona, ahora quizás sería el único recuerdo que tendría de Kid, era irónico que ni siquiera pudo llegar a devolverla ¿De verdad nunca lo volvería a ver? ¿Sería ejecutado por su culpa? No, seguro habría escapado, él era listo y brillante.

 

Admiró la corona con curiosidad, pasando sus dedos por las bonitas gemas que tenía. La giró con la intención de ponérsela cuando notó un grabado en la parte interior que llamó su atención.

 

Infinito como las estrellas del cielo, nuestro amor por ti es duradero, para nuestra querida Killer en su primer cumpleaños, con todo nuestro amor y para siempre, mamá y papá

 

Leyó aquel mensaje una y otra vez ¿Era su nombre o era una coincidencia? Sentía su corazón acelerarse conforme repasaba cada palabra. También había una fecha grabada, tal vez desconocía su cumpleaños, pero estaba segura de su edad y definitivamente coincidía con su primer año. Entonces el mural de la familia real volvió a su mente, la niña, con su inusual cabello largo a pesar de su edad.

 

Tragó un poco de saliva antes de acercarse al espejo y probarse la corona frente a este. Su corazón se le iba a salir, por mucho que quisiera pensar en lo ridículo que era ¿No eran demasiadas coincidencias? Era su nombre, era su edad, era su cabello, era su rostro.

 

Ella era la princesa desaparecida.

 

Kid había hecho de todo por forcejear todo el camino, gritando que le soltaran. Killer le necesitaba, no podía abandonarla, no podía permitir que siguiera siendo aprisionada.

 

—¡Suéltenme! ¡Esa bruja la tiene! —siguió gritando antes de mirar directamente hacia el capitán Akagami—¡Ella fue quien se llevó a la princesa!

 

De repente todos quedaron en silencio con sus palabras, aunque pronto la mayoría de rostros cambió a uno de indignación ¿Cómo se atrevía a jugar con algo tan doloroso para su reino?

 

—Escucha Akagami, es en serio, déjame ir por ella, déjame salvarla y me entregaré —pidió mirándole a los ojos—. Lo juro, volveré con la corona y su princesa, y luego dejaré que me encierren.

—No seas tan descarado maldito mocoso…

—Beckman —Shanks le interrumpió, mirando al muchacho —¿Qué pretendes diciendo esto?

—Es la verdad —insistió—, esa mujer los engañó, ella es quien se la llevó.

—¿Puedes probarlo?

 

 Kid pasó algo de saliva, realmente no tenía como hacerlo, pero necesitaba que le creyera, necesitaba hacer lo necesario para ir con Killer.

 

—¿De verdad piensas creerle? —cuestionó Beckman.

—Iré con él y si sus palabras son mentiras, sabe el destino que le espera.

 

Por mucho que a su orgullo le pesara trabajar con Akagami, la esperanza que implicaba recuperar a su princesa seguro había hecho mella en él y no le quedaba de otra que aceptar su orden.

 

Ir en caballo con Akagami por el bosque resultaba como una ironía muy grande, suponía que el aprecio que le tenía el capitán a los reyes era lo bastante grande como para aferrarse a una posibilidad. Como fuese, le guió hacia la torre y realmente parecía sorprendido de nunca haber encontrado ese lugar, pero bueno, estaba demasiado bien oculto.

 

—¡Killer! ¡Killer deja caer tu cabello! —Gritó con fuerza. El capitán le miró perplejo y luego miró hacia arriba de la torre.

 

Pasaron unos segundos eternos antes de que la larga cantidad de cabello descendiera desde lo alto. En parte le dolió ver como el trenzado que tanto le había gustado estaba deshecho, pero al menos ella seguía bien. Killer prefería que usara su cabello para trepar en lugar de que usara sus manos en la dura roca, siempre se lastimaba y ella se preocupaba.

 

Mientras subía, todo lo que pensaba era que podría verla y encontraría la forma de sacarla de allí. No obstante, al poner un pie en el suelo, una cuchilla casi perforó su costado. Por suerte pudo esquivarla y simplemente hizo que atravesara su mano.

 

—¡Mierda! —exclamó, aunque pronto vio que Killer había sido empujada hacia otro lado de la habitación. La maldita vieja tenía fuerza de sobra gracias a la magia del cabello de Killer.

—Maldito ladrón, ya deberías estar en una celda pudriéndote —gruñó la mujer mayor con ira—. Voy a matarte y a llevarme esa mocosa donde nadie la pueda volver a encontrar.

—Inténtalo maldita vieja de mierda, voy a matarte primero.

 

Logró quitarle el cuchillo pese a lo doloroso que fue al tenerlo clavado y este terminó cayendo el suelo mientras forcejeaban. Killer lo tomó de inmediato, aunque al ver a los dos frente a ella una parte de sí misma se encogió.

 

—Dame ese cuchillo, mocosa ingrata —ordenó la mujer—, tú no estarías viva de no ser mí.

—Eso no es cierto, usted se la robó —gruñó el pelirrojo—, ella tendría una vida normal si no fuera por su culpa, porque ansiaba el poder de su cabello.

—La corona tiene mi nombre —murmuró Killer—, usted siempre supo quien era yo y me lo ocultó, me mintió y me hizo temerle al mundo, me hizo creer que era malo, pero la única persona mala aquí es usted.

—No sabes nada maldita niña, te di todo lo que necesitabas para vivir bien, ahora dame ese cuchillo.

—¡No! Ya estoy harta de tenerle miedo, ya no quiero vivir más bajo su sombra.

 

Miró el cuchillo un instante antes de llevarlo hacia su nuca. Respiró profundo y de un movimiento cortó su cabello. Orochi gritó con desesperación, viendo el largo cabello tornarse de un rubio mucho más oscuro. Eustass aprovechó ese momento y la empujó por el balcón, dejándola caer, aunque terminó por convertirse en polvo antes de tocar el suelo, pues todos esos años que trató de rejuvenecer, le consumieron de inmediato.

 

Ambos quedaron en shock un momento hasta que Kid finalmente se movió y fue a abrazarla, aliviado de que todo aquello por fin terminara.

 

—Estás bien, todo está bien…

 

A pesar de que Killer se había aferrado a él, en cierto punto tuvo que soltarla y decirle que tendrían que volver. Seguro tenía una explicación larga que darle a Akagami y, bueno, lo odiaba, pero debía cumplir con su palabra, gracias a él pudo rescatarla.

 

El capitán Akagami pareció muy impresionado al ver a Killer, pues a sus palabras, era idéntica al rey. Y aunque su cabello había perdido sus cualidades mágicas, su tono actual parecía coincidir con el de su madre la reina. Les escoltó hacia el palacio y la curiosa reunión familiar pareció indicar que todo era verdad, el parecido era innegable y Kid se sintió feliz por Killer, había pasado de crecer sola en una torre a tener una familia que la adoraba y esperó por muchos años.

 

—Bien, arréstame —suspiró resignado.

—¿De verdad quieres que lo haga? —Akagami sonrió divertido.

—Fue el trato ¿No? —gruñó frunciendo el ceño.

—Devolviste a la princesa a su hogar ¿Qué crees que me harían si te arresto? —comentó burlonamente. Kid le vio con desconfianza—Mira, creo que todos merecen una oportunidad, incluso tú ¿Quién diría que robar esa corona la traería de vuelta?

—Eres desagradablemente optimista.

 

El capitán soltó una carcajada que solo le causó mas irritación. Aun así, cuando Killer se acercó de nuevo a él no supo cómo sentirse.

 

—¿Esto es el adiós? Porque sinceramente no me gustan las despedidas.

—Claro que no, no vas a irte a ningún lado.

 

Ella le tomó del rostro con cariño. Se veía algo curiosa con su cabello mal cortado, pero eso poco o nada le importaba ahora.

 

—¿Y no les importa que tu cabello ya no sea mágico?

—Parece que no, aunque me habría gustado poder curarte una última vez —comentó, sujetando su mano donde había sido apuñalado, ahora estaba vendada.

—No es nada, he estado peor y la verdad me alegra que tú estés bien, que tengas un hogar y…

 

Ella no lo dejó terminar, simplemente le sostuvo del rostro y le besó para callarle. Correspondió con gusto, ignorando todo lo demás, como si nada en ese palacio valiese más que ese momento. Seguirá estando junto a Killer siempre y eso era lo que más valoraba.

 

Killer aprendía rápido a como ser una princesa, sus padres la amaban, el reino festejó su regreso por semanas y su cabello volvió a crecer, aunque no tan exageradamente como antes y seguía sin ser mágico, pero así estaba bien.

 

Aun así, las paredes del reino no la aprisionaban, era libre de ir y venir, por lo que salían muchas veces a pasear por el pueblo, a cabalgar por el bosque, a visitar la cabaña de sus amigos o simplemente a la plaza de arte donde ella se dedicaba a pintar sus hermosos murales.

 

El reino le había perdonado sus crímenes a Kid, porque valía mas que hubiese devuelto su tesoro perdido mas importante. Por ello, los reyes les dieron su bendición y les desearon los mejores augurios a su relación. Todo estaba bien ahora y estando juntos vivirían felices por siempre.

FIN

Notes:

¡Feliz navidad! Espero que tengan una bonita nochebuena y les deseo prosperidad. Se suponía que esto era para noviembre, pero me atrasé un montón por escribir otras cosas y con la universidad jaja. No me resistí a referenciar también la Rapunzel de Barbie. Espero les haya gustado, nos vemos muy pronto en otra historia.

Siguiente historia: La princesa y el sapo

¿Quién será nuestro siguiente protagonista?

Chapter 9: El príncipe sapo

Notes:

Historia de hoy: ¿El príncipe sapo?

Parejas: Luffy x Hancock

Otros personajes: Sandersonia, Marigold, Catarina, Ace, Sabo, Koala

Mencionados: Yamato, familia Vinsmoke

Aclaraciones y/o advertencias: Universo moderno

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Boa Hancock era una mujer bellísima, admirada y adorada. Tenía una comunidad de fanáticos que darían todo por ella, que la alababa como una reina o una clase de diosa. No que a ella le interesara del todo, si bien alimentaba mucho su soberbia y vanidad, tampoco es que afectara tanto en su cotidianidad la existencia de esas personas.

 

Era natural, su trabajo como modelo la hacía una figura conocida, pero era solo eso, un trabajo. No era que le hiciera particularmente feliz, pero le ayudaba a mantener la vida de lujos para ella y sus hermanas, la que merecían después de haber pasado tantas penurias en su infancia. Todo era por ellas.

 

Sin embargo, puede que a veces se dejara llevar demasiado por su pretensión y actual estatus, lo que le llevaba a ser un poco cruel y esa crueldad fue lo que le metió en esa espantosa situación.

 

¿Cómo era posible? Todo por culpa de esa mujer. No era una caridad para estar regalando dinero o para aceptar ofertas tontas sobre supuesta magia. Para su desgracia, aquello de la magia resultó real y en su intento de quitársela de encima, terminó viéndose afectada de tal manera que toda su belleza humana se fue para dejarla convertida en un mugre animal.

 

—¿Ya no puedes despreciar a los que están por debajo de ti, Boa Hancock? —le cuestionó con una burlona sonrisa, viéndola encogerse en el suelo—Mira a donde te ha llevado tu soberbia, ahora me quedaré con todo lo que tienes mientras tú serás un sucio gato por el resto de tu vida.

 

La mujer le tomó del suelo con poco cuidado y con una especie de talismán le sacó una cantidad de sangre de su pata. Tras colocárselo, tomó su apariencia y sonrió con malicia ante su horrorizada expresión felina.

 

—Ahora verás como me quedo con tu vida y tú tendrás que dedicarte a cazar ratones.

 

Abrió una puerta de su closet y la lanzó para encerrarla ahí. La bruja se miró en el espejo, apreciando su nueva belleza. Colarse en aquel pent-house no había sido muy difícil, había marcado a Boa Hancock como su objetivo desde hacía tiempo, tenía la vida perfecta que necesitaba.

 

—¿Hermana? —una voz le llamó desde afuera de la habitación—Vamos tarde a la fiesta de los Vinsmoke ¿Te falta mucho?

 

La verdadera Hancock reconoció la voz de Sandersonia de inmediato por lo que trató de abrir la puerta del closet con sus pequeñas patas, completamente inútiles. La bruja usó su voz para decirle que no tardaría y tras una última mirada al espejo, salió de aquella habitación.

 

Pasó un largo rato en el que ya no escuchó movimiento alguno. Siguió saltando hasta que por fin pudo abrir la puerta, pero ya no había rastro alguno de sus hermanas. Debía encontrarlas y decirles lo que pasó.

 

Se deslizó torpemente fuera del closet, sus patas temblaban y su cuerpo, ahora ágil y pequeño, no respondía con la misma seguridad con la que solía caminar por las pasarelas del mundo. Se miró en un espejo a ras de suelo y un maullido lastimero se le escapó al ver su reflejo: una gata negra, de pelo brillante y ojos intensamente azules, seguía teniendo algo majestuoso, pero nada de eso la consolaba.

 

Como fuese, ahora necesitaba encontrar la manera de ir a la mansión de los Vinsmoke para encontrar a sus hermanas y recuperar su identidad.

 

La calle era un verdadero infierno: autos, personas, perros callejeros. Todo era una pesadilla interminable. Salir de su hogar fue un error. Ahora no tenía ni la más mínima idea de donde se encontraba ¿A dónde debía ir? Ni siquiera podía regresar ahora. Estaba aterrada, todo era tan descomunalmente grande en esa perspectiva.

 

Se ocultó en un callejón, agazapada y temblorosa. Todo apestaba y había demasiado ruido. Extrañaba tanto ir en su auto, tan cómodo y protegiéndole del mundo exterior tan horrendo. Siempre escuchaba su música o hablaba con sus hermanas, y ahora solo debía arrastrarse por el sucio suelo tratando de que no la pisaran o patearan.

 

—Maldita bruja —masculló, encogiéndose en sí misma—. Mari, Sonia ¿dónde están? —sollozó un poco. Odiaba la idea de que esa bruja pudiera estar usando su cara para engañar a sus hermanas.

—¿Acaso hablaste?

 

Hancock movió sus orejas y luego su cabeza para ver de donde provenía aquella voz. Frente a ella había un muchacho agachado mirándole con atención y curiosidad. Quizás lo más llamativo era la cicatriz en su cara o su sombrero de paja, muy fuera de moda, por cierto.

 

—¿Entiendes lo que digo? —si lo pensaba, no se había detenido a hablar con nadie en realidad ¿Las personas podían entenderle? ¿No solo soltaba maullidos?

—¡Increíble! —el muchacho le sujetó en sus manos, admirándola—Nunca había escuchado de un gato que hablara.

—Es porque no soy un gato —se quejó de forma orgullosa—. Bájame ahora mismo ¿Quién crees que soy?

—¿No eres un gato? A mi me parece que sí, shishishi —se rio divertido, admirándola con curiosidad.

—¡No soy un gato! ¡Soy una mujer! ¡Una modelo! ¡Una celebridad! ¡La más hermosa de todas! —bufó ella, agitando la cola y revolviéndose entre sus brazos.

 

El muchacho no pareció intimidado por su furia, al contrario, soltó una carcajada mientras le sujetaba con cuidado, como si fuera un peluche escurridizo.

 

—Eres un gato muy raro —dijo mientras la acercaba a su cara, frunciendo el ceño como si quisiera ver más allá del pelaje—. Espera ¿dijiste modelo? ¿Cómo te llamas?

—¡Boa Hancock! —respondió ella como si fuera obvio—Y si te burlas de mí, juro que te arañaré los ojos.

 

Él parpadeó. Se quedó en silencio un segundo, luego ladeó la cabeza con esa expresión de desconcierto curioso.

 

—¿Boa…? ¿Hamock? Ese nombre me suena —lo meditó unos segundos, estaba seguro que había visto ese nombre en alguna parte—¿La de los anuncios en el metro?¡Ah! ¡Mi amigo Sanji siempre se queda viéndolos embobado!

—¡Eso no me interesa! —bufó ella—. Tienes que ayudarme, muchacho ¡Esa bruja robó mi rostro, mi cuerpo, mi vida! ¡Y ahora está con mis hermanas, engañándolas!

Shishishi, ok, te ayudaré, Gata-Hamock.

—¡Es Hancock y no me llames así! —chilló ella, indignada, aunque su ronroneo traicionero la delató cuando él le acarició la cabeza con suavidad— ¡Y no me acaricies tampoco!

—Vas a necesitar un lugar donde quedarte —murmuró el chico, ignorando sus protestas mientras se quitaba la mochila y la colocaba dentro con cuidado, como si fuera un tesoro—. No puedes andar sola por aquí, te habrías convertido en asfalto en diez minutos.

—¡No necesito tu caridad!

—Entonces quédate sola con los perros —respondió despreocupado, echándose la mochila al hombro mientras empezaba a caminar—. Aunque no creo que huelan tan bien como tú.

 

Hancock, hecha un ovillo contra su voluntad, agachó las orejas y dejó de quejarse por el momento. Aquello era mejor que seguir en la calle al menos, aunque seguía siendo todo demasiado humillante.

 

—¿Cuál es tu nombre?

—Oh cierto no te dije, mi nombre es Luffy.

 

El viaje en metro le pareció espantoso incluso si solo miraba por una apertura de la mochila. El olor era nauseabundo ¿Cómo la gente aguantaba eso a diario? Sin mencionar que a veces el chico olvidaba que le llevaba allí y le zarandeaba de más.

 

Cuando llegaron al departamento de Luffy solo pudo pensar que era pequeño comparado con su pent-house, aunque bueno, ahora todo parecía más grande de lo que era. Él le dio agua y quiso darle comida, aunque le pareció ridículo no poder sujetar nada y tener que tomarlo como un animal.

 

—Necesito que busques una dirección —dijo tras dejar el plato con agua—: tengo que ir allí y encontrar a esa bruja y a mis hermanas.

—Eres muy mandona, gata-Hamock —Luffy tomó asiento mientras se comía una manzana, aunque igual encendió su computador para hacer lo que ella pedía.

—Es Hancock —le corrigió—. Necesito que busques la dirección de la mansión de los Vinsmoke y me lleves allí.

—¿¡Los Vinsmoke!? —exclamó, escupiendo algo de la fruta al hacerlo.

—¿Los conoces? Bueno sí, es lógico, son personas con mucho estatus, todos los conocen.

—¡No iré ahí! —exclamó enfurruñado.

—¿Cómo que no? ¡Mis hermanas están ahí!

—¡Son la horrible familia de Sanji!

—¿Tu amigo? —la felina le miró confundida ¿No hacía eso las cosas mas fáciles? —Si son familia de tu amigo, entonces no habrá problema para que entres a la mansión.

—No puedo entrar ahí —se quejó fastidiado—y no quiero hacerlo, mejor te llevaré a tu casa después, pero no iré allí ¡Ellos fueron malos con Sanji! ¡Por eso tuvo que huir de su familia!

 

Ella agachó sus orejas, mirándole un tanto perpleja ¿Entonces su amigo era el rebelde de la familia? Algo había leído hace tiempo. Frunció un poco su gesto, eso no ayudaba y menos la actitud del chico. Era claro que sin él no podría moverse en la ciudad y, siendo sincera, tampoco lo dejarían entrar, era un chico demasiado común para asistir a un evento así.

 

—Bien —se resignó, soltando un suspiro derrotado—, espero que de verdad puedas llevarme a mi casa.

—Por supuesto, no te preocupes.

 

Luffy volvió a acariciarle y, aunque quiso quejarse de nuevo, aquello se sintió bien y ahora solo quería relajarse un poco. Esperaba no ocurriese nada malo en la dichosa fiesta.

 

Luego de un rato, el chico comió algunas cosas más y luego fue a tumbarse a su cama, llevándole con él en el proceso. Se dejó acomodar sobre su pecho, suponía que él seguía fascinado con la idea de un gato que hablaba ¿Por qué de todas las personas justo le ayudaba él?

 

—¿En serio vives aquí tú solo? —cuestionó al verle distraído con su teléfono.

—¿Eh? Oh no, vivo con mis hermanos mayores —respondió sin dejar de mirar la pantalla—, aunque los dos tenían una cita hoy con sus parejas.

 

Luffy le mostró una foto de un pelinegro con pecas en las mejillas junto a un muchacho de cabello blanco. Según su explicación, era su hermano Ace junto a su novio Yamato. Poco después hizo lo mismo, y esta vez le mostró un chico rubio junto a una muchacha de bonito cabello castaño.

 

—Él es Sabo y su novia Koala, una vez al mes salen los cuatro, yo no voy porque no tengo pareja y luego dicen que me como todo lo que compran —explicó, dejando el teléfono a un lado para volver a acariciar su pelaje.

—Definitivamente no pareces el tipo de chico que tendría una novia —soltó burlonamente.

Shishishi, eso me lo dicen mucho —respondió con orgullo como si fuera un cumplido—, pero no me molesta, me gusta estar solo, así puedo comer más carne y dormir más siestas.

—Fascinante —dijo ella rodando los ojos, acomodándose con elegancia felina sobre su pecho—. Tienes las prioridades de un niño de cinco años.

—¿Y tú qué hacías antes de convertirte en gato? ¿Comías caviar todo el día? —preguntó divertido, rascándole detrás de la oreja con suavidad, lo cual la hizo ronronear involuntariamente.

—No, bueno, no todo el día, pero mi vida es bastante más… refinada —contestó, apartando la cabeza con dignidad ofendida—. Tengo una agenda llena de eventos, sesiones de fotos, fiestas, campañas, entrevistas y todo por mantener a mis hermanas. Todo el mundo me adora, tengo miles de seguidores en redes sociales porque soy muy hermosa.

—Wow —Luffy la miró, impresionado—¿Crees que podrías conseguirme entradas gratis para un concierto o una entrada a un restaurante de esos super lujosos? Me encantaría ir a un restaurante y comer todo lo que quiera sin preocuparme.

—¿Eso es lo que te impresiona? —se quejó ella, ofendida— ¿Ni siquiera vas a decir que te sientes honrado de tener a una celebridad en tu cama?

 

Luffy se quedó en silencio unos segundos, como si reflexionara y luego soltó:

 

—Bueno, supongo que eso también está cool, pero ahora mismo eres más como… una celebrigato.

 

Hancock bufó, cruzando las patas y desviando la mirada.

 

—No sé si eres un idiota o simplemente no te tomas nada en serio…

—Mis hermanos dicen lo mismo.

 

El chico rio como si aquello no fuera algo que darle mucha relevancia, porque realmente no lo hacía. Hancock rodó sus ojos, simplemente acomodándose en su lugar para dormirse, aunque nuevamente las caricias en sus orejas le ayudaban a relajarse aún más.

 

—No te preocupes, encontraremos la manera de que vuelvas a ser normal, aunque me gustas, así como gato.

 

Si aun fuera humana, seguro se hubiera sonrojado por sus palabras.

 

Mientras Luffy desayunaba, había encendido la televisión. Estaban dando noticias, aunque el chico no les estaba prestando real atención, bastante concentrado en su tazón de cereal. La gata negra por su lado, miraba lo acontecido en un intento de no aburrirse o angustiarse, eso claro hasta que pasaron a hablar de una publicación de noviazgo y futuro compromiso con el mayor de los varones Vinsmoke.

 

—Pero… ¿¡qué está sucediendo!? ¡Yo no estoy saliendo con ese mediocre! —exclamó exaltada, llamando la atención del chico.

—Wow en serio esa bruja que dices se ve exactamente igual a ti —comentó con la boca aun llena de cereal—. Es el odioso hermano de Sanji ¿Cuál era su nombre?

—Ichiji —gruñó ella—. Solo iba a esa fiesta por prestigio y contratos, no para salir con uno de los tontos hijos de Judge, agh, esto es un desastre.

 

Luffy la vio encogerse en su lugar, abrumada con lo que la bruja estaba haciendo con su vida ¿Qué podía hacer por ella?

 

—¿Aun quieres que te lleve a tu casa?

 

Ella asintió y el muchacho no tardó en ir por su bolso para que salieran.

 

Ni siquiera pudieron cruzar al vigilante. Y claro, la explicación de Luffy no ayudaba, sonaba como un loco, incluso si todo lo que pedía era hablar con una de las hermanas Boa. Lo intentaron de diversas formas, pero al final nada resultó y terminaron yéndose derrotados.

 

Trataron de contactarlas de otras maneras, aunque los resultados eran los mismos. Hancock empezaba a desesperarse ¿Era esa su nueva vida ahora? Agradecía mucho la ayuda de Luffy, pero no podía imaginarse siendo un gato el resto de su vida.

 

—Lamento que no pudiéramos lograr nada hoy —dijo el chico cuando volvían al departamento—, mañana podemos intentarlo de nuevo.

—Está bien, gracias Luffy… —respondió decaída.

 

Al entrar al lugar, se encontró con la presencia de los hermanos mayores de Luffy y la muchacha de cabellera castaña que sabía era novia del rubio. Ella no tardó en acercarse a decir lo bonita que era, aunque solo se quedó escondida entre las piernas del chico tras que le sacara del bolso. Que les explicara a sus hermanos quien era resultaba hilarante y por supuesto ellos se burlaron. Que tontos.

 

Ambos lo estuvieron reprendiendo al menos hasta que ella se dignó a decir algo. Efectivamente, no solo Luffy le entendía y la expresión de los presentes fue hasta cómica. Ahora sí que debían creerlo, aunque no hacía mucha diferencia, ninguno sabía como ayudarla o qué hacer dado que Luffy ya había agotado la mayoría de opciones.

 

—Es lógico que explicar lo del gato es complejo, nadie lo creería así nada más —comentó Koala mientras acariciaba su suave pelaje; Hancock permitió que le dejara sobre sus piernas—¿Qué opciones quedan?

—A mí no me molesta que se quede con nosotros —se encogió de hombros el menor de los hermanos—, pero no es lo que ella quiere y prometí ayudarla.

—Sí que es un problema complejo, hermanito —Ace se pasó una mano por la nuca, tratando de procesar aquello—¿Y qué pasará si la bruja descubre donde estas? ¿No te necesita para seguir transformada en ti?

—No había pensado en eso —admitió—, ella me quitó sangre para hacer su magia extraña.

—¿Sabes el nombre de esa mujer? —preguntó Koala.

 

La felina pareció meditarlo unos segundos, aunque sinceramente, ignoraba el nombre de esa mujer, ignoró todo de ella hasta que le arrebató su vida, lo cual no ayudaba nada a su causa ahora.

 

—Buscar en internet no es muy efectivo —dijo Sabo, soltando un suspiro de resignación tras terminar su búsqueda en su portátil—. Todo lo que podemos hacer ahora es ofrecerle nuestra casa, señorita Hancock.

—No es un palacio, pero esta decente, aunque seguro sí lo es para usted con ese tama…

 

Ace recibió un codazo de su hermano rubio ante su comentario. Hancock quiso sisear, sintiéndose algo humillada, sin embargo, pensaba que seguir actuando como un felino lo haría peor.

 

Vivir con aquel trío de hermanos era cálido y caótico a la vez. Le recordaba ligeramente el estar con sus hermanas. Con los días pasando, solo las extrañaba más y más. En las noches se hacía un ovillo en la cama de Luffy, tratando de no pensar en tantas cosas negativas, pero las noticias donde se veía a sí misma con Ichiji Vinsmoke como “la pareja del momento” le irritaba enormemente.

 

Quería ir a casa, quería abrazar a Mari, quería cepillar el cabello de Sonia, quería su vida de vuelta. No obstante, había desarrollado un aprecio peculiar hacia Luffy. Sus bonitos tratos, sus caricias y palabras de aliento le reconfortaban mucho, era un muchacho encantador en todo sentido. Ciertamente era algo tonto e inmaduro, pero a la vez tenía un gran corazón que le estaba ablandando bastante.

 

Una noche, mientras el apartamento dormía, Luffy seguía despierto, sentado en la cama mientras acariciaba su pelaje.

 

—¿Sabes? —murmuró él de pronto—A veces me pregunto si quizás todo esto pasó por algo.

 

Hancock levantó un poco la cabeza.

 

—¿A qué te refieres?

—A que estés así, como estás ahora. No digo que esté bien, claro que no, pero tal vez el mundo necesitaba que tú bajaras un poco de tu nube —comentó con suavidad, sin burla en su voz—. Siempre fuiste una estrella ¿no? Alguien que todos veían desde abajo.

—Porque era lo que merecía —respondió con orgullo apagado—, era la más hermosa, la más perfecta…

—Y también te sentías sola ¿verdad?

 

Ella no respondió. Luffy sonrió ligeramente.

 

—No está mal ser fuerte, ni creerse bonita, pero cuando únicamente miras desde arriba, se pierden muchas cosas bonitas que están abajo, como los abrazos o los amigos.

 

Hancock se acurrucó más fuerte, sintiendo un nudo en la garganta.

 

—Quizás este es castigo por mi arrogancia.

—No lo sé, al menos ahora puedes empezar a percibir el mundo con otros ojos. O con otros bigotes, shishishi —rio él suavemente, ganándose un leve golpe de su cola en la cara.

 

Ella rio bajito también. Qué extraño era reír así, como si ya no pesara tanto en su interior.

 

—Luffy…

—¿Hmm?

—Quiero despedirme de ellas. No quiero que me recuerden como esa impostora, no quiero que piensen que me fui sin decir nada.

—Entonces vamos, una última vez. Nos colaremos, aunque tengamos que entrar por una ventana o cavar un túnel.

—¿Estás loco?

—Un poquito —respondió con su sonrisa deslumbrante—, valdrá la pena

 

Y en ese momento, Hancock supo que, incluso si ya no tenía su cuerpo, ni su fama, ni su mundo, había ganado algo nuevo, algo que jamás imaginó necesitar tanto: un amigo que veía más allá del exterior y hacía latir su corazón con fuerza.

 

Tal como lo prometió, Luffy le ayudó a escabullirse de algún modo en el edificio donde vivía. Había sido complicado e implicaba usar las escaleras hasta el último piso -porque el ascensor requería una tarjeta-, sin embargo, lograron su cometido y llegaron. Esperaban que las hermanas estuvieran allí y que la bruja estuviera en una de sus dichosas citas con el Vinsmoke.

 

Hancock se sujetaba del hombro de Luffy, oculta dentro de su chaqueta mientras su corazón latía con fuerza. Solo quería verlas una última vez, solo eso. Para su suerte, la puerta del departamento estaba apenas entornada. Luffy empujó con cuidado y ambos se deslizaron al interior. El hogar olía como siempre: a perfume caro, a té de rosas y a laca para el cabello. El corazón de Hancock se apretó.

 

—¿Escuchaste algo? —la voz de Sandersonia resonó desde el pasillo.

 

Luffy se tensó. Hancock se bajó al suelo con agilidad felina, asomando la cabeza, justo a tiempo para ver a sus hermanas aparecer, ambas con pijamas y rostros cansados.

 

—¿Qué demonios…? —murmuró Marigold, frunciendo el ceño—¡Sonia un gato se metió a la casa!

—¡Y un intruso! —exclamó la de cabellera verdosa cuando salió a ver, encontrándose también con el muchacho—Pero ¿cómo? ¿Acaso nuestra hermana dejó la puerta abierta cuando salió?

—Mas te vale que te marches ahora o llamaremos a la policía —amenazó la de aspecto más robusto.

—¡Esa Hancock es falsa! —exclamó Luffy—Han estado viviendo con una impostara, la Hancock real es esa.

—¡Es cierto! —exclamó la felina—¡Por favor escúchenme, de verdad soy yo! ¡Su hermana!

 

Ambas hermanas palidecieron al reconocer la voz de su hermana del gato, como si no fuera suficiente escuchar a un gato hablar, ahora resultaba tener la voz de su adorada hermana mayor.

 

—¿Qué clase de truco es este…? —balbuceó Sonia.

—No es un truco, de verdad —insistió la gata negra—. La que ha estado con ustedes todo este tiempo es una bruja, ella se robó mi aspecto y me convirtió en un animal.

—Eso es… eso no… —Marigold ni siquiera sabía que decir y su hermana mucho menos.

—Nuestra hermana ha estado actuando diferente, pero es…es imposible…

—Es la verdad —insistió en un sollozo lastimero—, no sé si pueda volver a ser yo misma, pero quería al menos despedirme de ustedes.

—Deben creerle, Hancock dice la verdad —le apoyó Luffy, aunque era evidente que las hermanas no daban crédito a lo que estaba sucediendo.

 

Hubo un silencio tenso donde parecían dudarlo. No obstante, este fue roto por el nuevo sonido de la puerta. La figura de Boa Hancock, la bellísima modelo, aparecía con un vestido que sus hermanas le escucharon jurar jamás usaría varias semanas atrás, pero ahí estaba, con el dichoso vestido volviendo de una cita con Vinsmoke Ichiji.

 

—¿Qué hacen despiertas? ¿Y quién es ese? —cuestionó despectivamente—No importa, estoy exhausta, quiero irme a dormir.

 

Hancock frunció su ceño y miró a la mujer con su apariencia. Vio el colgante en su cuello y recordó que esa cosa tenía su sangre, era con eso con lo que mantenía su forma. Sin pensarlo dos veces, se lanzó contra ella, arañándola y mordiéndola como podía, escuchándola gritar.

 

—¡Quítenme esta cosa de encima! ¡Ustedes dos inútiles ayúdenme!

 

Sin embargo, ninguna de ellas se movió, porque si bien Hancock podía ser despectiva con todo el mundo, nunca lo era con sus hermanas menores y eso pareció ser razón suficiente para dar total seguridad a lo que aquel muchacho y su gata les decían.

 

Finalmente, la felina le arrancó el collar. La bruja le lanzó con furia, pero Luffy pudo atraparla a tiempo. La mujer volvió a su apariencia real, mirando con furia a la gata y al muchacho.

 

—¡Maldita seas gata inmunda! Debí cortarte las patas y dejarte en ese closet —gruñó con ira—. Me estaba divirtiendo mucho con tu vida y tu belleza, pero no importa, igual no dejarás de ser un gato jamás, eso te pasa por despreciarme a mí, la magnifica Catarina Devon.

—¡Marigold llama a la policía! —exclamó Sonia.

—¡Devuelve a Hancock a la normalidad! —vociferó Luffy.

—¿Normalidad? ¡Por favor! Esa muñeca arrogante tuvo lo que se merecía —Catarina rio de forma fea y despectiva—. Yo solo le di una lección de humildad, pero si crees que ese amuleto puede cambarle algo, eres tan iluso como pareces, ahora devuélvemelo.

—Entonces nos la vas a regresar a como era —espetó él, acercándose más, con la mandíbula apretada—. O te obligo a hacerlo.

—¿Tú? No me hagas reír, mocoso. Devuélvelo o la convertiré en una rata.

 

Devon extendió su mano, exigiendo el colgante de vuelta. Luffy la miraba con su ceño fruncido y dudó por un segundo. Sin embargo, una duda le retumbó la cabeza ¿Para que necesitaba el collar? ¿No era solo para convertirse en Hancock? ¿De qué le servía eso ahora? Miró el colgante un momento y, de un rápido movimiento, lo destrozó contra el suelo.

 

—¡No! ¡Maldito mocoso!

 

La magia empezó a emerger desde dentro como rayos de luz que luego envolvían el cuerpo de la bruja. Su piel tembló, su forma se distorsionó aún más. El terror se reflejaba en su rostro y su cuerpo se encogió lentamente mientras los colores se volvían una niebla negra que la devoró hasta desaparecer.

 

Todos estaban atónitos ante lo ocurrido, inmóviles, como si temieran moverse. La bruja había desaparecido, aunque Hancock no había dejado de ser un gato, tal como Catarina dijo.

 

—Hermana, perdónanos, debimos darnos cuenta que no eras tú —murmuró Sonia, arrodillándose finalmente para ver a la felina que ahora estaba en el suelo.

—Es verdad, debimos sospechar algo cuando no actuabas como tú misma…—apoyó Marigold.

—No pasa nada, la bruja tenía razón, yo me gané esto —bajó un poco su pequeña cabeza, se sentía raro admitir eso, nunca había aceptado estar equivocada en algo.

—Al menos ahora tus hermanas saben la verdad y esa bruja no volverá a pretender que eres tú —trató de animarle Luffy—; hiciste todo esto por tus hermanas y no tanto por ti, eres una buena persona Hancock, aunque seas un gato shishishi.

 

Nuevamente su pequeño corazón latía con fuerza en su pecho. Dejó que el chico le sujetara en sus manos, quizás para despedirse, estaría segura ahora con sus hermanas. No quería eso, aunque tal vez era lo mejor. Se inclinó sobre sus patas traseras y apoyó su hocico en la mejilla del chico, algo parecido a un beso.

 

—Gracias, Luffy…

 

Y la sinceridad y amor en su gesto fueron más que suficientes para que el hechizo se rompiera, permitiéndole regresar a su forma humana. Sus hermanas le abrazaron, prácticamente llorando de la felicidad de que hubiese vuelto a la normalidad. El chico sonrió feliz por ella, no entendía que había sucedido, pero lo importante es que todo se había solucionado.

 

—Aunque no lo entiendo ¿Por qué volví a la normalidad? —se cuestionó tras separarse del abrazo.

—Tal vez fue como en los cuentos de hadas —dijo Marigold con una amplia sonrisa.

—Fue gracias a tu príncipe azul —le secundó Sonia.

 

Hancock miró al sonriente chico y nuevamente su corazón se agitó, sus pálidas mejillas tornándose de un color rojo ¿Era eso entonces lo que llamaban amor?

 

Era la primera vez que podía ir con sus hermanos a una de sus citas grupales. Ellos aun no parecían procesar del todo lo ocurrido, o más bien lo que ocurrió después. Y es que ver a su tonto hermano menor salir como si nada con una super modelo como Boa Hancock era mas fantasioso que saber que ella fue un gato en algún momento.

 

Sin embargo, allí estaban. Ella no tenía reparos en pagar toda la comida que quisiera, siempre a su lado con una expresión enamoradiza y feliz. Ya habían pasado dos meses y algunos cambios ocurrían en su vida: terminó la falsa relación con Ichiji Vinsmoke que Catarina había iniciado, procuró reducir un poco los lujos y el exceso de trabajo, así como también estaba trabajando en sus problemas de personalidad.

 

Con Luffy y sus hermanas parecía una persona completamente nueva, con los demás aun tenía mucho que mejorar.

 

—Es impresionante que Luffy tenga como novia a una mujer tan hermosa —comentó Yamato en una de sus salidas, simplemente viendo al menor de los hermanos comer y dejar que su compañera le limpiara los restos de comida con una servilleta.

—Gracias Hancock, eres muy amable —dijo tras pasar la comida; sus palabras dulces parecían cohibirla.

—Yo aun no entiendo que es lo que ella le ve —Ace rodó sus ojos, recibiendo un codazo de su novio poco después.

—Yo creo que hacen una linda pareja —añadió Koala, dejando salir una pequeña risa.

—Mientras mi hermano esté feliz, por mi está todo bien —apoyó Sabo.

 

Tras terminar su comida y salir del restaurante, las tres parejas tomaron caminos separados. Bueno, decir pareja quizás era una palabra muy grande ¿Lo eran? Hancock no estaba segura. Ciertamente Luffy le permitía ir tomados de la mano ¿Eso contaba?

 

Caminaban por la acera, despacio, sin apuro. Las luces de la ciudad iluminaban sus rostros mientras Hancock sostenía su mano con suavidad. El bullicio había quedado atrás y solo eran ellos dos, avanzando como si el mundo no les importara.

 

—¿Oye, Luffy...?

—¿Hmm?

—¿Tú crees que… somos una pareja? —preguntó, apretando un poco más su mano, insegura por primera vez en mucho tiempo.

 

Luffy no respondió de inmediato. Se detuvo en seco y la miró con sus grandes ojos oscuros, con esa mezcla de inocencia y sinceridad que siempre llevaba en el rostro. Hancock también se detuvo, volteando lentamente hacia él. El chico entrelazó sus dedos con los de ella con más firmeza.

 

—No sé mucho sobre eso de “ser pareja” —dijo con honestidad, encogiéndose de hombros—, pero sé que me gustas mucho. Me gusta cuando estás feliz, cuando te ríes, cuando te enojas. Me gusta que estés conmigo.

 

Hancock abrió los ojos con sorpresa, sin decir nada, su rostro adquiriendo aquel ya habitual color carmín. Hubo una pausa, apenas un segundo, pero el corazón de ella latía a mil por hora.

 

—Así que, si eso es ser un novio, entonces sí, creo que si lo soy —la miró con una sonrisa cálida—. Quiero estar contigo.

 

La modelo sintió cómo se le encogía el pecho. Nadie le había dicho algo así antes, tan sencillo, tan directo, tan Luffy. Con los ojos vidriosos y una sonrisa temblorosa, se inclinó un poco para abrazarlo. Él le devolvió el gesto de forma cariñosa.

 

—Gracias, por ayudarme a descubrir que puedo ser más que una cara bonita —susurró ella—. También quiero estar contigo…

 

Y allí se quedaron, abrazados en medio de la acera, ignorando el mundo. No importaba cómo empezó su historia, si fue por magia, si fue por malas decisiones. Lo único real en ese instante era el calor que compartían.

 

Una nueva etapa comenzaba para ambos, solo para ellos.

FIN

 

Notes:

Bueno creo que esta es la trama que más se aleja del cuento o la película, solo mantuve un poco la base de ello, pero aquí si quise ser más original jaja. En fin, espero les haya gustado, nos veremos algún día en otro cuento que aun no sé cual sea y tal vez sea el último. Nos leemos.