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Una paz duradera y firme se percibía en tiempos venideros; así era la percepción del Reino champiñón tras la exitosa negociación con el reino de Bowser, pesquisas encabezadas por Kamek, con el objetivo de liberar a su monarca.
Peach siendo la regente concienzuda y que tomaba las oportunidades apenas se le presentaban, incluso en las más complicadas situaciones, no sólo acepto la tregua; sino que impuso tres condiciones principales: la primera era cese total al fuego de manera definitiva; la siguiente era la formación de una alianza, y por último el establecimiento de una relación comercial formal (la princesa había tenido interés desde hace mucho en los minerales de las tierras volcánicas de los Koopa desde hace mucho).
Sin más dificultades, Bowser fue liberado durante la firma del tratado una vez se asegurara que el Monarca de los Koopa estaba conforme con las condiciones. Sorprendente fue que el Rey se mostró de acuerdo con apenas unos minutos de cavilación —al parecer su cautiverio en la diminuta jaula tuvo su efecto—. Una vez Kamek firmó en nombre de su reino, su regente fue liberado y devuelto a su tamaño original.
Y si bien, a ojos de la princesa no ocurrió ninguna incidencia o evento que la hiciera preocuparse por alguna complicación, no fue así para el guerrero que hizo todo eso posible: Mario, quien detecto algo que comenzó a germinar una ligera preocupación en su mente. Meses atrás cuando liberó a su hermano menor, Luigi, este se mostró —cómo era de esperarse— con secuelas de lo ocurrido, mostrándose todavía asustado y con enfado cuando se traía el nombre de Bowser a la discusión.
La reacción de Luigi hacia Bowser no había cambiado, Mario podía confirmarlo, pues el más que nadie mantenía un ojo por si su hermano requería consuelo o un poco de ayuda por si le sobrevenía algún ataque de pánico. A lo mucho, pensó, lo único que había notado fue que su hermanito frunció el ceño cuando se describió cómo era la prisión de Bowser, que atribuyó a la natural gentileza del otro.
Así que no podrían juzgarle de sobreprotector si no se extrañaba de lo que estaba casi seguro fue una muy sutil sonrisa en el rostro de su hermano menor cuando sus ojos se cruzaron con los de Bowser (¿había suspirado Luigi?), antes de que el monarca partiera hacia su reino. Frunció aún más el ceño al ver al otro juntar sus manos sobre su pecho, tal como hacía cuando estaba contento o ilusionado.
Quizá hubiera expuesto sus inquietudes si hubiera notado la genuina alegría en el rostro de Luigi cuando su enemigo declarado fue liberado; y muy seguro hubiera sido la probabilidad de que Mario armara un escándalo si hubiera notado el asentimiento de su querido hermano pequeño cuando el rey correspondió su sonrisa con un suave asentimiento.
Aunque no era necesario que Mario notase esos gestos correspondidos que dedicó a Bowser cuando fue liberado; las explicaciones sobrarían cuando todo fuera evidente un par de meses después.
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Luigi apretó sus manos sobre su regazo y bajó la mirada ante la expresión de horror de su hermano. Sabía que la respuesta no sería muy positiva, por supuesto, pero no esperaba que fuera de ese nivel el descontento de Mario. Aunque admitía que si se ponía a pensar un poco en el desarrollo de los acontecimientos, era por demás natural verlos cómo poco lógicos. Ni él estaba seguro cómo había llegado al resultado actual; es decir: ¿aceptar ser pareja del Rey de los Koopa, quien intentó matarlo hacía casi un año?
—¡De ninguna manera, Luigi! —El mencionado se contrajo un poco cuando Mario uso su nombre completo, no el cariñoso Lou o Lu que siempre usaba—. ¡No voy a comprender que la persona que eliges para una relación sea el psicópata de esa tortuga gigante! Serás un adulto pero no puedo solo quedarme sentado y mentirte diciendo que acepto esto.
Luigi suspiró y tragó con fuerza, sino hacía algo Mario era capaz de mandarlo de regreso con sus padres y su madre definitivamente convencería a su padre de que lo encerrara en su habitación si se enteraba de quien era el novio de su hijo; no le extrañaría que fuera su hermano mayor el de la idea, o que este decidiera ir a darle una golpiza a Bowser.
—Luigi, seguro no estás pensando claro, tal vez el hecho de que la princesa te mande de embajador con frecuencia al reino de los Koopas no fue la mejor idea, y...
—¡Estoy seguro sobre esto! —Interrumpió Luigi armándose de valor—. Lo siento Mario, pero esto...esto es algo que quiero. No me pidas que te de razones porque ni yo lo sé. ¡Pero si no me dejas estar con Bowser, yo...! —Cerró sus ojos con fuerza y gritó a todo pulmón—. ¡Me iré a vivir con él!
Mario se quedó mudo de la sorpresa y ni sintió el café caliente caerle en la mano cuando tiró su taza al ponerse de pie de golpe. Luigi se fue dándole la espalda y con grande zancadas se fue hacia su cuarto azotando la puerta.
Mario estaba seguro que hasta se le había bajado la presión o le iba a dar una jaqueca monumental. No supo que responder un día después, la idea de que su hermano estuviera lejos en garras de aquel monstruo era lo último que quería; así que con toda la voluntad que tenía optó por intentar no encerrar a Bowser en una jaula de nuevo por corromper a su hermano —según su opinión—, nunca había sido tan difícil ser un hermano mayor.
Su dulce hermanito, aquel siempre sensato y demasiado amable para su propio bien estaba saliendo con el monstruo que quiso lanzarlo a un lago de lava. Tenía que encontrar una manera de hacer entrar en razón a Luigi.
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Mario definitivamente quería tener un espacio para una «charla» —o más bien una oportunidad de amenazar a Bowser— sin interrupciones, pero su idea no era quedar atrapado dentro una cueva con su némesis durante una inspección en una de las minas que habían sido abiertas para explotación conjunta en el reino champiñón.
Durante la inspección —a la que la princesa le había pedido su apoyo— había ocurrido un pequeño temblor que provocó un derrumbe. Los trabajadores que estaban colocando los soportes de seguridad en las paredes de la mina lograron huir, no así Bowser y el emisario del reino Champiñón.
Ambos estaban ilesos, pero no así su humor. Estar atrapados en la red de cuevas era el menor de sus problemas: estar con su enemigo jurado si lo era. Tal vez si no tuvieran en común a Luigi, esas miradas llenas de ira hubieran dado paso a los puños.
Aunque a Mario comenzaba a no importarle ser reprendido por su hermano menor, la cara de Bowser hacía bastante difícil no querer usar uno de los champiñones o las flores que traía en su mochila «por si acaso» y dejarlo inconsciente en aquella cueva.
—No sé qué le hiciste a Luigi, pero entrara en razón —gruñó Mario, comenzando a caminar hacia el único camino despejado en la cueva; no tenían un mapa, pero quedarse horas esperando un rescate en compañía de Bowser era lo último que quería.
Bowser que también había comenzado a caminar rio con ganas—: Por supuesto, entrara en razón y pasara más tiempo conmigo.
—Es tu imaginación torcida la que habla, Luigi está perfectamente sin ti y en mi compañía, la de su hermano mayor —respondió Mario con un profundo suspiro—, quien decir, el único que pensó que atacar y quemar reinos podría ganarle una esposa fuiste tú.
Mario sintió cómo todo el aire de sus pulmones se iba de golpe dejándolo mareado cuando Bowser lo azotó con una de sus garras contra una de las paredes, y rugió con tal fuerza que la cueva tembló.
—Una palabra más, y Luigi verá sólo cenizas de lo que era su hermano —dijo con voz ronca y con notable furia.
Mario frunció el ceño y con una mirada determinada alcanzó a sacar una flor de hielo que ya tenía en la mano, y a punto de asestar un golpe dispuesto a congelar cada escama del Rey de los Koopa, escucharon un fuerte estruendo cuando una parte del techo de la cueva cerca de ellos cayó, y tras eso vieron levitar a una figura conocida descendiendo.
—¡Su majestad...! —exclamó Kamek aliviado de ver a Bowser sano y salvo—. ¿Su majestad, que hace? —al magikoopa dejó de sonreír para estudiar la escena: su regente con una garra levantada a punto de dirigirse al cuerpo de Mario, quien estaba ahora en el suelo con una bola de hielo en la mano preparado a lanzarla al otro—. Alteza, por más que siempre estaré de acuerdo con toda decisión que su magnánima mente tome, deshacerse del emisario de nuestro reino aliado es definitivamente una muy mala.
—¡Pero, Kamek...! —intentó excusarse el Koopa, y Mario rió con suavidad tapándose la boca.
—Y usted humano, también debe saber que golpear a un Rey tiene consecuencias —amenazó con su bastón a los dos que aún se miraban con rabia. El mago negó con la cabeza, y finalmente dijo—: ¿Estarán contentos, si cuento esto a Luigi?
Ambos giraron con rapidez sus cabezas para mirar a Kamek que observaba la escena con una ceja enarcada. El Koopa podría hasta jurar que vio a ambos palidecer ante el prospecto de que, al parecer, la persona más preciada para ambos supiera que se quisieron matar apenas se dio la oportunidad; y tal vez no llevaba conociendo lo suficiente al humano de verde, pero por lo que llevaba interactuando con él comenzaba a apreciarlo (entendía un poco porque se estaban peleando, no era difícil encariñarse con el motivo de la disputa).
—¡No lo hagas! —dijeron ambos al unísono, y después añadió Bowser con una sonrisa nerviosa—. No...no es necesario Kamek, esto sólo fue una cosa de nada, una pequeña diferencia causada por toda la situación. ¿Cierto, rojo?
—Claro, eso, una diferencia —dijo entre dientes Mario, mirando con furia pero resignado a Bowser que seguía mirando a Kamek—. No pasó nada.
—Por supuesto —asintió Kamek con disimulada satisfacción—. Los Koopas y Toads que estaban preparando la mina durante la inspección corrieron a informar sobre el accidente, y por suerte pude encontrarlos pronto para poder hacer una perforación. Si se acercan, puedo elevarnos a los tres con un hechizo para salir.
Ambos caminaron en silencio, procurando caminar lo más lejos del otro que la cueva lo permitiera. Iba a ser muy difícil no querer romperle unos colmillos a Bowser la próxima vez que lo viera, pero ya se cobraría la afrenta de influenciar de manera negativa a su hermano. ¡Luigi nunca le había respondido con hostilidad! Pero ahora cada vez que hablaba mal de Bowser se convertía en una discusión.
Sólo esperaba que Luigi estuviera feliz con todo esto, o su estrés iba a ser en vano.