Chapter Text
Feliz día del lector 🫶🏻 ahora mis queridos lectores fantasma es hora que aparezcan y me llenen este capítulo de comentarios por que creo que se acaba de volver mi favorito y me gustaría mucho leerlos !! 🫶🏻
---Harry---
—¿Marvolo, estás bien?—intenté acercarme a él, pero un nudo en el estómago me detuvo; me daba miedo lastimarlo otra vez, y maldita sea, era un sentimiento miserable no poder tocar a las únicas dos personas que amaba.
—Harry, estoy bien, está bien—respondió con calma mientras invocaba un par de guantes, se los coloco rápidamente y, con esas manos cubiertas, tomaba mi rostro para limpiar mis lágrimas.
—Pero te lastimé... todos los que están a mi alrededor terminan heridos o muertos—quise apartarme, pero él no me lo permitió, su agarre fue firme, sus ojos una condena y un refugio a la vez.
—Qué conveniente que Draco y yo no podamos morir, ¿verdad?—su tono fue ligero, pero yo fruncí el ceño sin poder evitarlo—. Horrocruxes, Harry... sería muy complicado que nos asesinaran. Así que puedes estar tranquilo. Además, nunca ha sido tu culpa lo que pase a tu alrededor. Nos tienes, y nosotros vamos a cuidar de ti.
—No... Yo voy a cuidar de ustedes, voy a cuidar de ti, voy a protegerte—no supe qué demonios me impulsó, pero mis manos ya estaban en su rostro, tan cerca que podía sentir el leve roce de su respiración, casi a su misma altura gracias a esas benditas pociones de Severus—. No dejaré que nadie te haga daño. Dumbledore me mostró tu infancia, no somos tan diferentes, por eso anhelo cuidarte. No quiero que te saltes una comida, deseo que duermas bien. Ya no quiero callar, no quiero guardarme nada, no quiero desperdiciar más tiempo. Solo me ha traído sufrimiento ocultar lo que siento.
Inspiré profundamente, incapaz de detenerme, y la verdad se derramó con una urgencia que dolía.
—Quiero que te sientas amado. Mereces amor, y Draco y yo no dejaremos que lo olvides. Nosotros también podemos cuidar de ti. Yo cuidaré de ti. Y si me lo permites... puedo demostrarte cuánto te amo.
Los ojos de Marvolo parpadearon lentamente, su rostro inmóvil, como si mis palabras fueran demasiado pesadas incluso para él. Carajo, había sido demasiado directo. ¿O simplemente me faltaba tacto? El silencio me devoraba y el miedo me empujó a retroceder.
—Perdón, olvida lo que te acabo de decir—murmuré, apartándome y agachándome para limpiar el desastre de la copa rota. Con torpeza, serví vino en otra y la coloqué frente a él.
Marvolo no respondió, solo regresó a su asiento y comenzó a comer, la mirada fija en su plato, pero yo sentía el peso de cada segundo que pasaba sin que levantara la vista. Lo acompañé, con la garganta seca y la certeza de que lo había arruinado todo.
—Eres muy Gryffindor—dijo de pronto, dándole un largo trago a su vino.
—¿Gracias?—balbuceé, sin saber si aquello era un insulto o un halago.
—Maté a tus padres... por mí Sirius está muerto... Me casé con el hombre que amabas... te quité la oportunidad de tener todas esas primeras veces con mi Sol... Te he hecho daño de muchas maneras y lo sigo haciendo... Has tenido que soportar verme con Draco de una manera en la que tú no puedes estar en este momento y soportar saber lo que hacemos a puerta cerrada. Se suponía que tú debías estar de esa manera con él porque tú estabas primero, pero te arrebaté esa oportunidad porque soy egoísta, me enamoré de Draco en cuanto lo vi y lo quise para mí, y me sentí tan afortunado cuando le habías hecho "daño", porque tuve la oportunidad de enamorarlo y tenerlo. Y no me arrepiento, Harry, lo haría de nuevo, lo haría mil veces si al final el resultado fuera el mismo.
—Yo también... no me importa pasar por todo eso mil veces si con ello puedo llegar a Draco y a ti, no me importa. Lo siento por mis padres, por Sirius, hasta por mí mismo, pero no me importa, joder, no me importa con tal de tenerlos—me levanté y me arrodillé ante Marvolo, las costillas eran lo único que contenían mi corazón para que no escapara de mi pecho.
—Eres enloquecedor... tú eres enloquecedor. ¿Cómo puedes decir todo eso y no esperar que te quiera? De alguna manera clavaste tus garras en mí. Pensé que Draco sería la única persona capaz de hacerme sentir amor, pero aquí estás tú, haciéndome sentir tanto como mi Sol. El solo pensar que alguien te hizo daño, que yo mismo te dañé, me hace querer entregarte todo para que seas feliz, que nadie vuelva a tocarte. Quisiera que me permitieras mutilar a todos los que te hirieron, hacerlos pagar... quisiera que fueras feliz, deseo tanto hacerte feliz como a mi Sol... permíteme darles mi vida—Marvolo llevó sus manos a mis mejillas y yo me apoyé en ellas con devoción; hubiera dado todo por poder besarlas sin ese maldito impedimento entre nosotros.
Esto tenía que ser un sueño. Porque la realidad era retorcida y triste, y sin embargo estos días habían sido hermosos, este instante era maravilloso. Por Merlín, que no fuera un sueño, y si lo era, esperaba jamás despertar.
—¿Me quieres?—la pregunta escapó de mis labios, quebrada y ansiosa; necesitaba escucharlo otra vez, comprobar que no era un invento de mi mente rota.
—No—el golpe fue tan directo que me dolió respirar, intenté apartarme, pero Marvolo no me lo permitió, su agarre fue brutal y firme.
—Me enamoré de ti... te amo.
No pude contenerlo. Lo abracé, sin medir, sin pensar, y mi mejilla rozó su pecho; el estremecimiento involuntario de Marvolo me recordó con crudeza el límite maldito entre nosotros. Mierda.
—Supongo... que por el bien de los tres... tendremos que hacer el vínculo lo antes posible—Marvolo apretó su mano contra la mía, y por un segundo todo en mi interior gritó que eso era real, que no era una ilusión.
—¿Pero Dumbledore?—dije con un nudo en la garganta, temiendo ilusionarme, temiendo que todo se derrumbara en un instante.
—Encontraremos la manera. Ya no quiero que sufran más por no poder tocarse. Además, a mí también me gustaría poder hacerlo—Marvolo deslizó su pulgar por mis labios, y bendije los guantes que le permitían hacerlo—. Si me lo permites.
—Joder, sí... los deseo a ambos, los des...—pero no terminé la frase porque comencé a estornudar como un idiota. Genial, Harry, genial.
—Ven, vamos a dormir, te resfriarás—Marvolo me guio hasta la cama, justo al lado de Draco, y me arropó con calma. Abracé la espalda de mi dragón, era tan cálido que me dieron ganas de hundirme para siempre en él. Marvolo se acomodó del otro lado, enseguida de mi dragón.
—Y dime, mi sol... ¿Cuánto tiempo más fingirás que estás dormido?—preguntó de pronto. Espera... ¿qué? ¿Qué acababa de decir Marvolo? Mi cuerpo se tensó, el aire se me atoró en la garganta. ¿Nos había escuchado? ¿Se habría dado cuenta? Joder, seguro Draco me odiaría por haberme enamorado de su esposo...
—Yo no quería matar el momento...—la voz de Draco se elevó suave, pero con una chispa divertida—. ¡Santo Merlín, eso fue súper romántico! Fue mejor que cualquier cosa que haya leído, ¡y mira que he leído!—se incorporó con una sonrisa que iluminaba todo su rostro, sus ojos pasaban de Marvolo a mí, rebosantes de felicidad—. ¡Eso fue hermoso!
—¿Entonces no me odias...? ¿No estás enojado?—dije en un susurro, mordiéndome el labio con fuerza, preparado para cualquier cosa menos esa sonrisa.
—¿Enojado? ¿Cómo podría estar enojado? ¡Esto es jodidamente maravilloso!—Draco casi gritó, tan exaltado que me quedé paralizado—. ¡Es el sueño de cualquier fujoshi!—Marvolo y yo ladeamos la cabeza, sin entender ni una palabra, y Draco agitó la mano con nerviosismo—. Ignoren eso último. Lo importante aquí es que ustedes se aman, me aman y yo los amo. Así que hay que hacer lo que dice mi esposo y adelantar el vínculo. ¡Que se joda Dumbledore!
Solté una risa nerviosa, mi mente incapaz de procesar que tantas cosas buenas estuvieran ocurriendo al mismo tiempo. Draco estaba feliz... feliz de verdad por esto, y esa idea me hacía sentir más ligero de lo que jamás había sentido.
—Ven, mi dulce Harry, hoy dormirás en medio—mi dragón comenzó a brincar sobre la cama como un niño pequeño.......Se cayo.
—Carajo, eso dolió...—se quejó desde el suelo.
Marvolo se levantó con la sombra de una sonrisa que luchaba por no escapar, igual que la mía, y lo ayudó a levantarse, revisándolo con cuidado.
—Vamos, mi sol... ya estás desvelado, demasiada dopamina para ti—murmuró al acomodarlo de nuevo en la cama y arroparlo. Draco me jaló hacia su lado, obligándome a quedar en el medio, rodeado.
Marvolo se colocó en el otro extremo y, sin darme opción, me atrajo contra su pecho, abrazándome por la espalda. Mierda, mierda, mierda. Mi corazón iba a explotar en cualquier momento.
—Es maravilloso, ¿verdad, mi amor?—susurró Draco mientras se acurrucaba contra mi pecho, con esa voz soñolienta que derretía cualquier muralla que aún me quedara.
Y sí... lo era. No había palabras en el mundo para describir este instante. Podría morir de felicidad ahora mismo y no me importaría.
—Y lo será aún más cuando estemos vinculados—fue lo último que escuché de mi dragón antes de que el sueño lo venciera.
....
Para mi es Greyback no se por que siempre me lo imagino a él 🫦
—Joder, Harry, te ves tan caliente—dijo Draco mientras bajaba las escaleras con túnicas negras, la tela ajustándose a cada movimiento suyo como si estuviera hecha para tentar.
Me ruboricé de inmediato, porque para mí era él quien lucía jodidamente comestible. Yo llevaba también mis túnicas, la máscara en la mano, preparado para la reunión con los mortífagos, pero mis orejas ardían tanto que sentía que me delataban más que cualquier rubor en mi rostro.
—¿Listos?—preguntó Marvolo al aparecer detrás de Draco, y con voz grave añadió—. Y tienes razón, mi sol, Harry luce increíblemente bien.
Me puse la máscara de inmediato para esconderme, aunque estaba seguro de que ambos notaron lo encendido de mis mejillas. Pero la imagen de ellos dos descendiendo juntos por la escalera era una visión que me dejaba sin aliento.
—Santa Circe... no puedo esperar a que hagamos el vínculo. Eres una fantasía hecha carne, Harry—la mirada de Draco se oscureció, negra de deseo, cuando me observó con la máscara puesta. Marvolo lo apretó contra su cintura, y Draco soltó un gemido ahogado que me revolvió todo por dentro.
—Esta noche—fue todo lo que dijo Marvolo antes de tomar mi mano y, con un chasquido, aparecimos en la mansión.
Al llegar al salón intenté situarme detrás de ellos, por las apariencias, pero ninguno lo permitió. Terminé caminando a la izquierda de Marvolo. Cuando entramos, las miradas se volvieron hacia nosotros; por un momento, me pareció que a todos se les caería la mandíbula, especialmente a Bellatrix, que nos observaba con los ojos desorbitados. Marvolo acomodó a Draco con cuidado en su asiento, y después de que él tomara lugar, todos los demás se sentaron.
La reunión transcurrió sin incidentes, pero mi atención se desviaba una y otra vez hacia Draco, que no apartaba la mirada de su madre. Aquello me hizo un nudo en el estómago, una presión incómoda.
Cuando la reunión terminó, Greyback pidió hablar a solas con Marvolo, y la sala comenzó a vaciarse lentamente.
—Madre, espera, tú y yo necesitamos hablar—dijo Draco con voz cordial, levantándose y ofreciéndole la mano a Narcissa.—. Ven, vamos a la oficina de padre.
Ella aceptó de inmediato, con una rapidez casi ansiosa, y Draco nos lanzó una mirada significativa a Marvolo y a mí antes de marcharse. Demonios... ¿qué iba a hacer? ¿Qué estaba tramando?
—Severus te está esperando—me dijo Marvolo asentí, me levanté y avancé hacia las puertas.
Justo entonces, Greyback me interceptó.
—Hueles al cachorro de mi omega—dijo, y mi cuerpo entero se tensó. No respondí, pero mierda, me había descubierto.
—Tranquilo, cachorro, no diré nada... pero mi pequeño omega está preocupado por ti, deberías escribirle—su mirada era feroz, pero había algo casi paternal en su tono.
Asentí en silencio.
—Y cachorro...—añadió, con una sonrisa que mostraba apenas los colmillos—si necesitas algo, no dudes en llamarme. Después de todo, eres el cachorro de mi dulce y pequeño omega.
Lo vi alejarse hacia Marvolo, dejándome con más preguntas que respuestas. ¿Qué mierda era un omega? Necesitaba hablar con Remus cuanto antes.
Suspiré profundamente, recogiendo el aire que me faltaba, y avancé hacia donde Severus ya me estaba esperando.
---Draco---
—¡Hijo, no puedes hacerme esto! ¡Lo hice por ti! ¡Por nuestra familia!—mi madre gritaba, su voz desgarrada rebotando en las paredes de la oficina, pero a mí solo me provocaba asco.
—¿Por tú familia? Qué retorcida manera de amar tienes, madre...—dije apartándola con fuerza, incapaz de soportar su cercanía.
—¡Él nunca te hubiera hecho feliz! Deberías agradecerme, ahora tienes a nuestro Lord y lo tienes a tus pies. ¿Para qué querías a ese mocoso inservible?
—¿Agradecerte? ¡Sabías que lo amaba y que él me amaba, y aun así no te importó! ¡No te importó mi bienestar! Si Harry no hubiera luchado contra la compulsión, me habría violado, porque eso le ordenaste. ¡Querías que lo odiara a cualquier maldito costo! ¿Qué clase de madre hace eso?—la rabia me salía a borbotones, ya no me quedaban lágrimas, solo el veneno de un odio que me consumía.
—Una madre que ve más allá de un amor infantil. Solo hubieras sido desgraciado a su lado... ahora mira todo lo que tienes. ¡Y es gracias a mí!
—Estás loca... Mi padre no te perdonará esto.
—Tú no se lo dirás—su mirada se volvió peligrosa, desquiciada—. Si te casaste con mi Lord es para que me devolvieran a tu padre. Él tiene que regresar conmigo. No me lo quitarás. Al fin me pude deshacerme de ti y quedarme solo con él.
Sus uñas se clavaron en mi brazo.
—¿De qué estás hablando?—me solté con brusquedad, el estómago retorciéndose.
—¿Crees que quería tenerte? Solo fuiste mi boleto para estar con él. Jamás quise ser madre. Pero tenía que hacer algo para sacarlo de las garras de Rabastan...
Theo me había dicho una vez que a su padre siempre le pareció extraño que Rabastan y el mío no hubieran terminado juntos, no después de cuanto se amaban. Y ahora todo cobraba sentido: recordaba aquella vez en que le pregunté a mi padre y él solo me sonrió con una tristeza que no entendí entonces. Ahora lo comprendía.
—¿Qué hiciste?.
—Lo que cualquier mujer enamorada hubiera hecho en mi lugar—contestó con una sonrisa torcida que me revolvió el estómago.
—¡Lo obligaste!—mi garganta ardió, quería vomitar.
—Eso es algo muy fuerte de decir, pequeño dragón... solo le di un pequeño empujón en el camino correcto... solo unas gotas de amortenia—mi madre se llevó las manos a la boca.—¿Qué mierda me hiciste?—escupio entre dientes, temblando.
—Solo unas gotas de veritaserum...—dije casi en un susurro, y sentí que mi mundo se partía en dos.
Carajo. Yo había sido concebido de una puta violación.
—¡¿Cómo pudiste?! ¡¿Cómo pudiste hacerle eso a la persona que dices amar?! ¡Le destruiste la vida!—mi voz se quebró, la ira y las lágrimas se mezclaban, desgarrándome la garganta—. ¡Lo separaste de la persona que amaba por tu maldito egoísmo!
—Él estaba destinado a mí desde un principio. Fue Rabastan quien se metió en nuestro camino... así que solo tomé lo que era mío por derecho.
La miré como si fuera un monstruo, porque eso era, porque nunca había sido madre, solo una mujer obsesionada y capaz de arrasar con todo por un amor que nunca le perteneció.
—Estás enferma... me das asco... pero mi padre sabrá todo lo que hiciste y al fin podrá salir de tus asquerosas garras—le escupí con veneno. Ella intentó abofetearme, pero sostuve su mano en el aire con fuerza.
—No me tocarás, no tienes derecho a hacerlo. Te quedarás aquí. No tendrás permitido salir a ninguna parte que no sea tu habitación. Cuando padre esté libre, nos haremos cargo de ti, Narcissa—pronuncié su nombre como si fuera un insulto. Invoqué a un elfo y le ordené que la llevara a su cuarto y sellara la recámara.
—¡No puedes hacerme esto, soy tu madre! ¡No tienes autoridad aquí!
—No... no lo eres. Dejaste de serlo cuando obligaste a Harry a lastimarme solo por tu amor enfermizo. Y te equivocas, Narcissa. Tengo toda la autoridad. ¿O ya olvidaste que gracias a ti me casé con Marvolo, y con ello me volví el señor de este lugar? Así que puedo hacer lo que se me antoje... Llévensela—ordené al elfo, y en un instante desaparecieron.
El aire me quemaba los pulmones. ¿Qué maldita mierda era esto?
Salí de la oficina y avancé hacia el salón para reunirme con Marvolo y Harry, pero unas voces me detuvieron.
—Harry, tienes que decirle. No puedes vincularte con él sin antes decirle—era la voz de mi padrino.
—No afectará en nada el vínculo... aún no estoy listo—contestó Harry, agitado. Me quedé inmóvil detrás del pasillo.
—No, no lo hará... pero a ti sí te afectará. Aún tienes pesadillas. Dime, ¿qué le dirás cuando vea tus cicatrices? ¿Qué harás cuando tengan que consumar el vínculo?—la voz de Severus era suave, demasiado cuidadosa, como si temiera romperlo.
—¡Cállate, cállate! ¡No le diré nada! ¡No quiero que me odie!
—Draco jamás te odiaría, menos por algo que no fue tu culpa—insistió Severus, con paciencia.
—¡Deja de ser tan malditamente condescendiente! ¡Claro que fue mi maldita culpa! Se supone que soy el puto salvador del maldito mundo mágico y no pude detener a mi maldito tío muggle de que me violara. ¡Claro que es mi jodida culpa! ¡Le daré asco! ¡Así como yo siento asco de mí, tan malditamente manchado!
Sentí que mi pecho ardía, que algo se desgarraba dentro de mí. No... no, no, no. Mi Harry. No podía ser cierto. No él. No después de todo lo que ya había perdido. No después de haber sobrevivido a tanto. La vida se había ensañado con él de la manera más cruel, lo había marcado en lo más íntimo. Y él cargaba con esa culpa podrida, creyendo que era responsable. Quise gritar, quise destruir todo a mi paso, arrancarle las entrañas a quien lo había dañado. Mi respiración se volvió un temblor, las lágrimas ardían en mis ojos, pero era la rabia la que me consumía. Era como si me hubieran arrancado el alma y en su lugar hubieran puesto fuego.
¿Cómo podía Harry creer que me daría asco? ¿Cómo podía cargar con esa vergüenza que no le pertenecía? No había odio suficiente en el mundo para quien le había hecho esto. Juro por Morgana, por Merlín y por cada maldita deidad mágica, que pagarían. Que sufrirían. Que sus cuerpos se retorcerían hasta que imploraran piedad y yo no se la daría.
—¿Por qué carajos te quedas callado?—gritó Harry, hasta que la mirada de mi padrino se desvió hacia mí. Harry siguió esa línea invisible y entonces sus ojos me encontraron.
—Draco...
El aire me faltó. Me desaparecí en ese mismo instante, sin darle opción a explicaciones. Había algo más urgente que hacer, algo que ardía en mis venas con una sola palabra: venganza.
Aparecí en la mansión de Antony.
—Carajo, Draco, luces como si quisieras matar a alguien—me dijo al entrar en el vestíbulo, arqueando una ceja.
—Precisamente eso es lo que quiero...
—Bueno... ¿y a quién mataremos?—sonrió Antony.