Chapter Text
─Los hombres por lo general suelen lanzar miradas, ya sea indiscretas o no.
Lucci prestaba atención, con los brazos cruzados mientras se encontraba sentado; una larga pierna sobre la otra. Kalifa, frente suyo y sentada en el otro sofá en una imagen como en espejo, hablaba.
─Claro que, las mujeres también hacen eso ─descruzó un brazo y se arregló los lentes, subiéndolos con la parte inferior de su palma─. Sin embargo; independientemente de si es notorio o no, eso es acoso sexual ─allí estaba, nuevamente, la frase repetitiva de la agente. Ahora realmente Lucci sabía lo bien versada que estaba el tema.
Kalifa dejó que sus palabras murieran en el aire, pasando unos segundos antes de continuar. Se encontraba, como era rutina diaria, en sesión con su compañero; lecciones, por así decirlo, para ayudarlo en su misión secundaria, que era acercarse a Paulie.
─Y, como bien sabemos, Paulie no es del tipo discreto. Si bien tampoco es sumamente escandaloso, cuando se trata de estos temas es bastante perceptible. He estado observándolo y puedo constatar que no le eres indiferente. Sugiero que intentes ceder a sus esfuerzos por acercarse a ti y amistarse.
Consejos sobre cómo lucir más…accesible y menos cerrado. Aunque no cambiando por completo su personalidad. Era precisamente por ello que había optado por usar a Hattori y hacer ventriloquismo, pues le era imposible actuar. Sus habilidades sociales para trabajos en cubierto eran casi nulas, y su perfil no encajaba del todo con el de un carpintero. Pero lo había logrado.
—Realmente, no entiendo por qué le intereso. Pero ya que eso es ventajoso, continuaré con este trabajo.
Y era cierto, no lo entendía. ¿Cómo es que alguien tan callado y serio como él podría interesarle a un tipo como Paulie? Eran completos opuestos.
—No es tan difícil de creer, si lo ves a fondo ─y para eso estaba ella, para resolver todas sus dudas. Kalifa continuó con su respuesta─. Paulie se siente en comodidad contigo porque le das seguridad, como un ancla. Suele pasar, los opuestos giran en torno al otro y se forma una buena relación.
Las personas comunes tienen una manera tan rara de verse en el mundo. Las relaciones sociales tan… innecesarias y extrañas. Lucci juzga todo esto con frialdad.
─Así que, no tienes por qué esforzarte por adoptar una personalidad diferente, Lucci ─la agente volvió a acomodarse las gafas─. Tal cual eres le atraes. Usualmente es mejor así para mí también, a mí tampoco se me da bien actuar… Prefiero ir directo al objetivo.
Y aquello era cierto. De todo CP9, Lucci muchas veces se inclinaba más por la forma de pensar y la manera de ser de Kalifa. Quizá ambos tenían temperamentos similares, y por eso siempre trabajaban bien cuando les tocaba hacer algo juntos.
Después de todo, ¿para qué irse por rodeos? Usualmente, eran otros agentes los que tendrían ese tipo de misiones. Pero no era momento de quejarse por esto, no.
Ambos continuaron con su charla y retroalimentación. Llegado el momento, Lucci sabría cómo actuar para engatusar por completo al carpintero de tostada piel.
El ruido de hombres vociferando captó su atención. Lucci no mostró reacción, mas añadió velocidad a su paso.
Había dejado el canal más cercano atrás, y se había metido en una de las estrechas calles de la ciudad a modo de pasillo. Por ambos lados se veían las grandes paredes que ahora fungían como cimientos de los edificios construidos más recientemente y reforzados en caso de que los niveles de agua subiesen más en los siguientes aqua lagunas.
Al doblar a la derecha, y si bien recordaba, llegó a otra calle pequeña. Allí, se encontró con tres hombres que seguían amenazando y golpeando a quien de inmediato reconoció como su rubio compañero de Galley-La.
Uno de ellos acababa de darle a Paulie un rodillazo en la espalda, haciéndolo caer desde donde lo tenían de rodillas. Los otros le soltaron los brazos mientras el primero contaba los billetes que seguramente vinieron a cobrar.
—L-Les dije que lo tenía listo.
—Sí. Pero te tardaste demasiado en juntarlo. Y justo ibas a gastarlo en alcohol.
Apenas y se había agachado a su nivel, continuando con sus palabras y sus burlas, el hombre y los otros dos se dieron cuenta de la presencia de Lucci. O, mejor dicho, Lucci les permitió enterarse. No había necesidad de pelear, a su juicio, por lo que se limitó a observarles.
Por lo visto, ellos tampoco querían alargar su tiempo allí. Tan pronto como alzaron la cara hacia donde Lucci venía, le dieron un último recordatorio a Paulie de pagar a tiempo; pues no querrían hacerle escenitas en su lugar de trabajo, y se alejaron hacia la otra dirección; sin cruzar palabra con el pelinegro.
Lucci se detuvo a escasos metros del rubio. Su “amigo” lanzó un respiro, poniéndose de pie de inmediato. No lucía tan golpeado, pero era evidente su expresión embarazosa al verse así frente a él.
Lucci se cruzó de brazos, silencio. Hattori también le imitó, cruzando sus alas y haciendo espejo de la seriedad en el semblante de su dueño.
—Lucci, yo… Puedo explicarlo.
—Has estado apostando de nuevo, cu-cú .
Tono de reproche. La paloma transmitió la desaprobación del callado carpintero.
—¡N-No es eso! Yo- Ya lo tenía —el moreno extendió sus manos, palmas abiertas y moviéndolas en negación; pidiéndole que le entendiera y escuchara—. No había pasado mucho tiempo de mi deuda con ellos y—
Poco a poco, disminuyó su apuro en sus palabras, y bajó la cabeza. Luciendo algo abatido, continuó hablando. Lucci simplemente escuchaba, juzgando con su mirada afilada y su ceja alzada.
—Hoy fue día de paga y, bueno —alzó la cabeza y se llevó el dedo índice al lado de la barbilla; rascando un poco la piel de esa zona. Ese gesto tan… infantil, casi. O, mejor dicho, ¿extrañamente tímido? ¿Avergonzado? No cuadraba con la apariencia de Paulie en absoluto, pero sí con su personalidad. Lucci encontró este contraste ligeramente molesto, no tenía sentido. —Como ya habíamos quedado en que íbamos al bar…
Entonces Lucci se dio cuenta. Paulie había dicho que esta vez él invitaba la ronda de bebidas, pues las dos últimas veces había sido Lucci quien lo había invitado.
Silencio. Lucci pensaba que eso era muy estúpido, en verdad. ¿Por qué no pagar la deuda primero? Estaba claro que eso apremiaba más que el deberle unos tragos a un compañero de trabajo. Sin embargo, de nuevo, las personas son difíciles de entender; sobre todo Paulie.
—Debiste saldar tu deuda primero, cu-cú . Aunque, bueno, eso ya quedó hecho, cu-cú .
Paulie recogió uno de sus cigarros que cayeron esparcidos por el suelo. Intentó salvarlo, pero estaba demasiado aplastado. Cerró los ojos y suspiró pesadamente.
—Como sea… —se esculcó entre sus ropas, buscando algún rollo de tabaco disponible que pudiera salvar. Hasta que lo encontró en su bolsillo trasero, y se concentró en encenderlo.— Oye, Lucci… Los tragos aún siguen en pie, si te interesa. No tengo whiskey, pero justo tengo unas seis latas de cerveza en mi refrigerador.
¿Conformarse con cerveza en lugar de su preciada botella de whiskey? Habrá que haber visto semejante desperdicio. Ah. Lo que tenía que hacer con tal de seguir con la misión.
Una pequeña molestia, debía de tomar en cuenta que con esto haría grandes progresos. Seguramente esta invitación, a pesar de estar prácticamente sin dinero por el momento, significa que Paulie en verdad le tenía en buena estima. Kalifa se encargará de evaluar esto después, cuando se reúna más adelante.
—Está bien —tanto él como Hattori asintieron.
Era un camino que ya conocía, aunque públicamente sólo había llegado a ver la fachada de la casa del rubio. El hecho de que ya hubiera estado dentro de ella era extraoficial, cada uno de los integrantes de su grupo había hecho algo de profunda investigación previa con los domicilios de los empleados más importantes de Galley-La.
Avanzando con apenas el sonido del caminar de Paulie, a veces Lucci olvidaba que debía hacer ruido también; aunque bien podría decir que simplemente era así de silencioso y Paulie podría creerle. Manos en sus bolsillos, su paloma yacía atenta a los alrededores descansando en su sombrero de copa.
—Por aquí.
Ocasionalmente, Paulie señalaba la dirección. Una vuelta aquí, derecho en esta calle… Lucci ya se lo sabía de memoria, y era inútil decirlo en voz alta cada cierto tiempo, pero lo dejó ser.
Finalmente, llegaron al lugar de Paulie. El rubio abrió la puerta, empujando un poco hacia arriba antes de empujarla hacia adentro y abrirla; entonces volvió a guardar sus llaves.
Al entrar, Lucci notó que no había tanta diferencia a como lo recordaba. No era un sitio sobresaliente, la decoración le parecía de lo más simple y todavía veía la misma mancha de pintura vieja se aceita en la pared de la cocina que daba a la pared cercana a la entrada. Poco le importó seguir a Paulie dentro de la cocina.
—Eh… Siéntete como en casa, Lucci. Puedes sentarte en la sala.
Se estaba esforzando en ser buen anfitrión, pensó Lucci. Bien, no iba a seguir intimidándolo con su muda e increíblemente seria presencia; dio media vuelta y caminó a la siguiente habitación.
Tomó asiento, y dejó pasar dos segundos antes de quitarse el sombrero y bajarlo a un lado. Hattori no se movió de allí, ni una vez que el sombrero fue depositado sobre una cajonera cuya lámpara a un lado permanecía apagada.
Bueno, tal parece que a Hattori sigue sin gustarle ese lugar. Tampoco a Lucci, pero helos aquí. Se limitó a cruzar una pierna y a intentar sentirse cómodo en medio de todo esto... ¿Qué hacía perdiendo el tiempo aquí?
—A-Ahem.
Paulie se aclaró la garganta. Llevaba dos latas de cerveza, una en cada mano. Le extendió a Lucci una, y se sentó a su lado en cuanto la alcanzó.
Sin saber muy bien qué hacer después, Lucci posó su mirada sobre dicha lata. Un momento. Sentía la mirada de Paulie sobre sí mismo, y la ignoró; como últimamente solía suceder. Abrió la lata sin mayor dilación, y empezó a beber.
No había manera más sofisticada de tomar una cerveza, desafortunadamente. Pues bien, Lucci al menos se aseguraría de lucir igual de arisco que siempre; después de todo, su fachada era la de un hombre callado y huraño, lo que cuadraba en parte con su propia personalidad.
A pesar de ello, el agente aún sintió cómo le miraba el otro. Ya había un par de cosas obvias para él en este punto.