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Sentada en el sofá con una serie de fondo, Luisa miraba por internet cuáles anillos le gustaría llevar el día de su boda; desde niña había soñado con ese gran día, y a pesar de que hasta que no conoció a Bo no había mantenido una relación seria, no estaba segura si ella sería su futura esposa, aún así, no perdía nada por mirar. Del mismo modo también se dedicó a mirar vestidos de novia, sabía que el dinero no sería problema pues su padre pagaría todo lo que pudiera y más por darle a su única hija una boda de ensueño.
Mientras ella hacía eso pensando que no había nadie en casa, cierta pelirrosa la vigilaba desde la distancia sonriendo: llevaba casi 5 años de relación con la azabache, había sido su primer amor y su primera relación y estaba segura que quería que fuera la última. Hacia un tiempo que había pillado a Luisa mirando anillos de compromiso y aunque esta intentó hacerse la tonta, supo que aquello era la señal que tanto había esperado para poder animarse a pedirle matrimonio a la mujer que más amaba en el mundo.
Caminó hacia el sofá y se sentó a su lado haciendo como que no había visto nada de lo que ella estaba ojeando en la tablet, tomó el mando y quitó la serie para poner un poco de música de fondo, consiguiendo llamar la atención de la contraria. La vio apagar la tablet y dejarla en la mesita que tenían delante del sofá para después mirarla.
— ¿Por qué quitaste la serie?, la tenía de fondo mientras trabajaba. — Había sido sorprendida por la contraria al sentirla sentarse a su lado, pero mayor fue su sorpresa cuando esta le quito la serie que tenía puesta y puso su canción favorita de fondo.
— Es solo que quería hacerte una pregunta. — Con la mayor calma que podía mantener su cuerpo en aquel momento, la menor sacó de su bolsillo una pequeña caja blanca aterciopelada, cuando la abrió, se descubrió en ella un anillo dorado adornado con pequeños detalles que hacían la alusión de hojas haciendo florecer los diamantes que lo cubrían por los lados, mientras que en el medio se encontraba un diamante rosado mayor tan brillante que reflejaba el rostro sorprendido de la mayor. — Me gustaría preguntarte si me harías el gran honor de permitirme ser tu esposa por el resto de nuestras vidas.
La mayor no sabía qué responder, siempre había soñado con aquel momento y nunca pensó que un momento tan íntimo y bonito conseguiría emocionarla tanto: el detalle de que solo fueran ellas dos, su canción favorita de fondo, que el anillo fuera uno de los que tiempo atrás dijo que podría ser perfecto para que le pidieran matrimonio, la manera tan bonita en que le había pedido la mano… todo eso había conseguido emocionarla al punto de comenzar a llorar y simplemente lanzarse a los brazos de su pareja y abrazarla fuerte. La menor tomó aquello como un si, la conocía y sabía que cuando algo conseguía emocionarla mucho no era capaz de demostrarlo con palabras, pero sus actos la delataban; se mantuvieron abrazadas todo el tiempo que la azabache necesitó, y cuando esta se separó, la pelirrosa le colocó el anillo y después dejó un beso en sus nudillos.
Justo cuando estaban a punto de juntar sus labios para sellar su compromiso, escucharon a Yados entrar a la casa de manera estrepitosa junto con el resto de la banda, consiguiendo molestar a la china y hacer que mirara mal al rubio. — Yados tú la de tocar a la puerta te la sabes o tengo que hacer que te la tragues para que lo comprendas.
— Wow tranquila, cuanta maldad en un cuerpo tan pequeño. Bueno, que pasa pillinas, justo os pillamos en un momento íntimo o que. — Se tapó el rostro al recibir una zapatilla de parte de la china.
— En realidad nos acabamos de comprometer, nos vamos a casar. — Con aquel tono dulce que poseía la rusa, anunció el compromiso mientras les mostraba el anillo en su mano. Toda la casa se quedó en silencio con aquello, pero poco duró puesto que rápidamente el resto de chicas de la banda fueron corriendo al sofá para mirar el anillo consiguiendo así echar a la china.
Está suspiró y se levantó para separarse y tener que aguantar las bromas de Yados, que era ayudado por José, consiguiendo así irritarla y que peleará un poco con ellos. Pero toda emoción decayó cuando vieron a Eduardo entrar por la puerta con ellos rostro serio; el mayor se caracterizaba por siempre llevar una sonrisa en el rostro y ser una persona alegre, que entrara con el rostro serio era signo de mal augurio y por ello nadie en la casa se atrevía a hablar o si quiera respirar fuerte.
— Oh perdón chicos por venir tan serio, no encontré una cosa que llevaba tiempo buscando y me jodio. Cuéntenme, ¿por qué tenían tanto alboroto?
En aquel momento, Bo sintió como empalidecía más de lo normal, no le temía a Eduardo, sin embargo, le guardaba un respeto muy grande puesto que aquel hombre la había cuidado desde que la acogió en su casa cuando a penas tenía 13 años. Intentó hablar para la dulce voz de su prometida se hizo presente antes de que pudiera si quiera ella hablar.
— Bo y yo nos comprometimos, me pidió matrimonio cuando estábamos las dos aquí solas y después de poner mi canción favorita. — Con aquella dulce sonrisa adornando su pálido rostro, la azabache se acercó a su padre y le mostró el anillo que la pelirrosa le había otorgado. Vio como el mayor tomaba su mano con delicadeza y admiraba el anillo para después pasar la mirada a la pelirrosa, la cual se veía bastante agobiada y temerosa por aquel momento.
Grande fue la sorpresa cuando el mayor se acercó a ella y la abrazó fuerte dándole la enhorabuena y las gracias por ser ella quien se casara no su hija. — Podrá haber mejores personas que tú e incluso con mayor poder adquisitivo, pero sé que nadie tiene el corazón tan puro como tú y sé que harás muy feliz a Luisa.
Algo temblorosa, la pelirrosa correspondió el abrazo del mayor; aquel hombre había sido como el padre que nunca tuvo, bueno, más bien como el padre que se suponía que debía haber sido aquel hombre que dejó embarazada a su madre. Con Eduardo no había palizas, con Eduardo no había abuso, con Eduardo no había malas palabras, con Eduardo había correcciones sin la necesidad de golpearla, con Eduardo creció como una adolescente normal y corriente, volviendo a sentirse como se sentía cuando vivía con su madre.
[…]
Cuando el compromiso fue anunciado a todos, rápidamente comenzaron a repartirse tareas para ir organizando la boda, a pesar de que ninguna de las comprometidas tenía prisa pues querían hacerlo todo a su debido tiempo; de aquella manera, los siguientes meses hasta el compromiso fueron lo más estresante para todos pero a la vez era una alegría poder estar viviendo aquello.
Luisa y Remi se habían encargado de hacer las invitaciones: habían escogido unas donde habían podido combinar la cultura de la pelirrosa y la azabache, haciendo así que ambas estuvieran incluidas y ninguna resaltara más que la otra; Bo era la encargada de asegurarse de que los chicos llevaran trajes adecuados, porque aunque los conocía, sabía que eran capaces de aparecer de cualquier forma a su boda; Claire y Luna se habían encargado de las flores para la iglesia y del restaurante para el banquete además de repartir las mesas, porque a pesar de ser poca gente, no todos podían estar en la mesa de las novias; por último Eduardo se había ocupado de ser el apoyo emocional de las prometidas, aunque no lo demostraban ambas mantenían siempre los nervios a flor de piel y no era para menos, pero allí estaba, apoyándolas en todo y recordarles como todo iba a salir perfecto.
La encargada de repartir las invitaciones había sido Bo, era una persona muy extrovertida con don de gentes y no le era difícil hablar con cualquier persona mientras mantiene una sonrisa: las primeras personas a las que se las entregó fue a los policías con los que mantenían amistad.
— Hola Gordon, ¿estás ocupado?, me gustaría entregarte una cosa.
Al escuchar la voz de la pelirrosa, el rubio rápidamente se dio la vuelta y le regaló una sonrisa. — Para nada, estoy incluso aburrido, ¿qué es eso que me tienes que entregar?
— Pues mis invitaciones de boda para ti, Carceletti, Cooper e Isidoro, el 18 de mayo me casó y me parecía de mal gusto no invitar a los únicos policías con los que me llevo bien. — Algo nerviosa le entregó las invitaciones, Gordon también había actuado muchas veces como un padre para ella y entregarle aquello se sentía igual que haberle dicho a Eduardo que se casaban.
El rubio tomó las invitaciones encantado, desde que había conocido a la china la tuvo como la hija que siempre había deseado tener, la había visto tan joven y tan frágil que no le importaba que de vez en cuando delinquiera, la protegería por encima de todo y todos. Dejó las invitaciones en la mesa que tenía al lado y la abrazó fuerte dejando caricias en su espalda. — Me alegra mucho oír eso, además de que me invites obvio. Estaré encantado de ir y de darle a los demás su invitación.
La contraria asintió y correspondió el abrazo sintiéndose nuevamente segura entre los brazos de el hombre que siempre la había cuidado. — ¿Puedo pedirte una cosa? — Sintió como asentía para después separarse de ella. — Me gustaría que fueras la persona que me lleve al altar, sabes que has sido lo más parecido a un padre que he tenido nunca y me encantaría poder entrar de tu brazo.
— Sería un honor grandísimo para mí llevarte al altar, cuenta con ello.
Tras aquello, y más tranquila, la china siguió repartiendo las invitaciones al resto de personas en Marbella que les caían bien.
Conforme la fecha se acercaba, comenzaron con la búsqueda de sus trajes y la discusión de que llevarían ambas.
— Pero porque no quieres llevar vestido, solo es en la ceremonia, después en el banquete puedes cambiarte. — Miró a la menor con un puchero a modo de manipulación para convencerla pero no le sirvió de nada.
— Cariño sabes que no reniego de las faldas, de los vestidos ni de nada, pero a pesar de ser mi boda me gustaría ir en traje porque quiero que tú seas la mayor protagonista. Yo ya soy feliz con el simple hecho de poder casarme con la mujer que amo, no me importa no lucir. — Se acercó a la mayor y le tomó el rostro para dejar un beso en sus labios.
— Lo sé pero es que aquí somos las dos protagonistas, déjame al menos escogerte yo el traje ¿si?, solo en eso me meteré y no insistiré en más nada.
— Está bien, te dejaré escogerlo solo si me prometes que tú escogerás el vestido que te haga ver como la princesa que eres: un vestido tan voluminoso y bonito que realce tu belleza y un velo tan largo que su tono blanco haga el contraste perfecto con tu azabache cabello pero que sea tan largo y decorado que le dé ese toque de dramatismo y protagonismo que siempre luces.
Tras aquello, fue el turno de ambas de comprar lo que llevarían; ya habían comprado la ropa de Bo por lo cual ella volvió a casa junto con Remi y dejaron a Eduardo y Luisa solos en la tienda de vestidos de novia. La azabache era algo indecisa, tenía claro lo que quería llevar pero no podía decirse entre dos vestidos que le habían gustado y estaba consiguiendo agobiarla un poco.
Mientras la menor se probaba vestidos, Eduardo la admiraba con el cariño que siempre le había tenido; se había traído desde Rusia a Luisa cuando una mafia intentó deshacerse de ella por culpa de los errores de sus padres, la había criado como su hija y aunque él siempre la vería como la pequeña niña que amaba disfrazarse de princesa para cualquier cosa, ahora la tenía realmente vestida como una auténtica princesa mientras intentaba decidir cuál sería su vestido de novia.
Al verla algo agobiada, se levantó y se puso a su lado e hizo un gesto para enhebrará su brazo. — Ahora que estamos así, ¿te ves entrando a la iglesia con este vestido o con el otro?
La azabache se miró en el espejo y cuando se vio a sí misma vestida y tomada del brazo de su padre, supo que aquel era el vestido con el que se casaría. — Me veo entrando con este vestido a la iglesia, gracias papá. — Dejó un beso en la mejilla del mayor y tomó la falda del vestido para caminar a cambiarse y de paso elegir el velo.
Nunca había conocido a sus verdaderos padres ni su nombre real, solo sabía que era de origen ruso, pero tampoco le importaba; para ella, Eduardo era su padre, Luisa era y sería siempre su nombre y a pesar de su origen, le gustaba vivir en la cálida ciudad de Marbella rodeada de personas que la amaban de verdad. Siempre hablaría de lo mucho que ama a su padre y de lo orgullosa que está de tenerlo, poco le importa lo que la gente piense de ellos, solo ella sabía el gran hombre que era el mayor y aquello era suficiente para saber que siempre sería su padre.
[…]
El gran día había llegado, todo el mundo daba vueltas por las casas mientras los nervios se los comían poco a poco; habían pasado casi un año entero preparando todo aquello, habían hecho miles de comprobaciones para saber que todo estaba bien y en su sitio, habían pedido muchas veces perdón a Eduardo por el gasto de dinero, pero este siempre les decía que no importaba puesto que era lo que ambas merecían.
Bo se encontraba en la antigua casa que poseían antes de ganarse el barrio donde vivían, se encontraba allí con los hombres de la banda y policías mientras ella se maquillaba, parecían ellos más nerviosos que ella pues no paraban de dar vueltas por la casa. Se miró en el espejo para comprobar que todo estaba bien, era la primera vez que estilizaba su cabello pues normalmente le gustaba llevarlo despeinado; suspiró e hizo algunos ejercicios de respiración para después levantarse y caminar hacia la habitación, miró el traje que tenía colgado y se preparó mentalmente antes de comenzar a vestirse: el traje consistía en un pantalón y chaqueta color hueso junto con un corsé blanco decorado con flores del mismo color y ramas con hojas de un tono verde mezclado con dorado, además de un cinturón también blanco.
Cuando lo tuvo puesto volvió a mirarse en el espejo y justo en ese momento entró Gordon para comprobar cómo le iba, consiguió dejarlo boquiabierto y que lo único que se oyera de su boca fuera un “wow”. Rió levemente por aquello y se giró a mirarlo.
— Estás bellísima, decían que las princesas solo vestían vestidos, pero creo que los trajes también son de princesas. Si yo me he quedado sin palabras vas a dejar al resto igual. — Sonrió y se acercó para hacerla dar una vuelta. — Estás preciosa en serio.
Mientras tanto, en la casa del barrio todo era también un caos; las damas ya estaban vestidas, maquilladas y peinadas, solo quedaba la novia y para ello se encargaron entre varias: mientras Remi la maquillaba, Luna se encargaba de peinar de su cabello creando largas ondas, Claire había sacado el vestido y lo separó por partes para vestirle más fácilmente. Cuando ya estuvo lista en maquillaje y peluquería, fue el momento de vestirla, Luisa realmente se sentía una princesa con el trato que todas le estaban dando y cuando se vio completamente lista sintió ganas de llorar: el vestido era blanco, toda la zona baja estaba llena de brillos mientras que la zona del pecho y torso estaba lleno de pedrería de un tono rosado que combinaba de manera perfecta con el tono blanco del vestido y su pálida piel, en la zona central del vestido dicha pedrería creaba formas asimétricas y curvas que terminaban de decorarlo, las mangas eran cortas y echas de brillos dando la ilusión de que eran casi invisible y como regalo de la tienda, le dieron un collar a juego hecho con la misma pedrería del vestido.
Sabía que poseía una belleza bastante superior a muchas personas, pero realmente ahora es cuando veía porque tantas personas lo decían. Lo último en poner fue el velo: estaba tejido de un modo que daba la ilusión de ser hecho a ganchillo, pero en el final de este había sido decorado con diamantes de diferentes tamaños para crear nuevamente figuras preciosas que contrastarían perfectamente con las formas de ganchillo del inicio.
Cuando todos estuvieron listos pusieron rumbo a la iglesia, aunque les hubiera gustado casarse en una iglesia más grande y de otro estilo, no les gustaba la idea de tener que desplazarse a otra ciudad, así que simplemente utilizaron la que había en Marbella. Los invitados ya estaban sentados en los bancos, la iglesia estaba perfectamente decorada y el cura esperando para poder oficiar la boda. La primera en entrar fue Bo junto con Gordon, mientras la pelirrosa recorría el pasillo hasta llegar al altar tomada del brazo del rubio, los músicos tocaron la canción que sonó en la boda de Elizabeth Swann y Will Turner; cuando ya fue dejada en el altar fue el turno de Luisa de entrar, mientras la azabache recorría el pasillo tomada del brazo de su padre, los músicos comenzaron a tocar It’s been a long, long time consiguiendo emocionarla nuevamente un poco.
Estaban una delante de la otra, tomadas de las manos mientras se miraban a los ojos con aquel cariño que siempre se habían tenido; de fondo estaba la voz del párroco oficiando la misa que pronto las llevaría a ser esposas pero estaban tan metidas en su mundo que solo volvieron a escucharlo cuando hizo la gran pregunta.
— Bo, ¿aceptas a Luisa como tu legítima esposa, para compartir la vida con ella, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte las separe?
— 是的,我接受 (si, acepto)
— Luisa, ¿aceptas a Bo como tu legítima esposa, para compartir la vida con ella, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte las separe?
— Да, я принимаю (si, acepto)
— Pues en nombre de Dios yo os declaro Esposa y Esposa, podéis besaros.
Dicho aquello, y tras ponerse ambas mutuamente los anillos correspondientes, unieron sus labios, dando así por unido su reciente compromiso, dando así un paso en sus vidas, uniendo así sus vidas para siempre.
