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Escena 3: Furina
Introducir a Neuvillette a la corte fue mucho más difícil de lo que esperaba. Sus súbditos no eran tan ciegos como para no notar que había algo extraño con su próximo Juez Supremo. Miradas curiosas a lo lejos y conversaciones en los pasillos sobre su extraño comportamiento y su aspecto eran lo común durante ese tiempo. El miedo en ellos era palpable y Furina batallaría todos los días para que dejaran de mirarlo de forma despectiva o hicieran comentarios irrespetuosos. Él era su próximo Iudex porque así lo había decidido ella y su decisión debía acatarse. Aunque él no ayudara mucho con su…forma de ser, a falta de otras palabras.
Furina se encontró, durante un par de años, muy ocupada con la educación de Neuvillette.
Si bien entendía conceptos complejos del mundo, carecía totalmente de la elegancia y serenidad que se esperaba de él. Por tanto, su tiempo juntos ocupaba la mayor parte de su día. Entre memorizar las leyes, conocer los registros históricos y, sobre todo, aprender etiqueta, la energía de Furina se iba agotando a lo largo del día.
Afortunadamente para ella Neuvillette aprendía rápido y lo hubiera hecho mucho más de no ser porque la cantidad de cosas que debía aprender eran demasiadas y con cada nuevo conocimiento que aprendía, venía acompañado de preguntas o comentarios que Furina no podía del todo contestar.
- ¿Por qué hay diferentes cubiertos para cada comida? ¿Acaso una sola cuchara no puede servir para todas las comidas? ¿Por qué necesitamos cuatro? – era una de las tantas preguntas simples que solía hacer sobre los muchos, muchos códigos de buen comportamiento en la corte.
-Por que facilita la gesta de diferentes cocciones que requiere cada platillo. Además, evita que hacer un desastre en el plato- podía contestar ella con cierto aire de superioridad, a pesar de que realmente no sabía si era así, pero ella podía hacer que así fuera.
- ¿Cuál fue la causa de la muerte de la anterior Arconte? – preguntaba de repente él.
Y ella no podía contestar.
-Oh, mi querido Iudex, no arruinemos esta hermosa tarde con conversaciones tan ominosas como esa ¿de acuerdo? - ella huía de la pregunta.
Y con el tiempo ese tipo de preguntas iba aumentando.
- ¿Qué causó el conflicto hace unas décadas que los humanos ahora llaman Cataclismo? – dijo una vez mientras tomaban el té de la tarde (o al menos Furina intentaba que él al menos lo probara).
-Otra vez con ese tipo de preguntas, ahora no podré disfrutar mi té- respondió ella con algo de dramatismo y un suspiro. Cuando disponía a huir nuevamente y quiso levantarse de la mesa para salir de la habitación, el alzó un poco más la voz.
-Quiero saber- su tono un poco más firme -Necesito saber en qué condiciones están los demás Usurpadores- mientras se acercaba a ella en su camino a la puerta.
- Creo haber mencionado que yo no participé en ese conflicto ¿no? Lady Egeria es la única que podría contestar esa pregunta- dijo dando un pequeño paso hacia atrás, hacia la salida.
-Pero al menos te habrá mencionado algo antes de morir ¿cierto? Cuando te nombró su sucesora-
-Ciertamente no hubo tiempo para hablar de sus compañeros en ese momento- otro paso hacia atrás.
-Entonces antes. ¿Te dio alguna información útil sobre ellos? - él también dio un paso hacia adelante, hacia ella.
Entonces, cuando se veía acorralada en este tipo de situaciones, atacaba.
- ¿Para qué quieres saber de esos Usurpadores que tanto detestas? ¿Por qué el gran Soberano quiere rebajarse a seres como nosotros? - contestó con un tono algo burlesco.
Claramente en esta ocasión usar ese tono no fue la mejor estrategia.
Su semblante, por lo general calmado sin muchas expresiones, se tornó sombrío de pronto. Con dos pasos largos acortó toda la distancia y Furina podía jurar que los ¿cuernos? Sobre su cabeza brillaron por un segundo.
-Puedo permitirte muchas cosas Focalors- dijo muy lentamente, su voz bajó dos tonos y decía cada palabra con mucha claridad- pero burlarte de mi autoridad robada no está en la lista. Sabes muy bien que ustedes son la causa de que me encuentre en este estado debilitado. Es cierto que tú no eres directamente responsable del pecado que cometió tu antecesora, pero no dejaré que andes por ahí haciendo tus payasadas sin que al menos seas consciente de que todo lo que posees se debe a que ustedes nos arrebataron todo a mi y a mis hermanos dragones. No lo olvides nunca.
Y con eso, pasó junto a ella y abandonó la habitación con un portazo.
Después de unos minutos, Furina se dio cuenta de que estaba en el piso. Sus piernas debieron haberle fallado.
Podía decir con certeza que, hasta ese momento, eso era lo más aterrador que había vivido.
Cuando pudo ponerse de pie, corrió a su habitación y ahí se encerró hasta el final del día. Negándose a ver a nadie hasta que pudiera calmar su corazón.
Si tuviera que sacar algo bueno de toda la situación, es que pudo obtener información muy útil sobre lo que ignoraba sin necesidad de preguntar. ¿Neuvillette era un dragón? ¿o acaso era una metáfora? ¿La autoridad de la que hablaba también era una metáfora o era algo tangible? Al menos dejó muy claro su punto sobre los Arcontes. Los odiaba profundamente. La odiaba a ella.
El hecho de tener a alguien que activamente la odiaba dentro de su propia casa no hizo más que aumentar sus pesadillas esa noche.
Al día siguiente, Neuvillette se acercaría a ella cordialmente y le dedicaría una disculpa muy profesional. No pudo evitar sentir una pisca de orgullo, al menos sabía que todo lo que le estaba enseñando lo podía aplicar en la práctica. Sin embargo, el miedo seguía presente en ella.
-Aprecio mucho tu disculpa, querido Iudex. Yo también me disculpo por no pensar en tus sentimientos. Con eso estamos a mano entonces, sin rencores innecesarios- le dijo sin siquiera mirarlo y concentrándose en su comida delante de ella. Por un segundo sintió disgusto por la misma y recordó esos días en los cuales no comió nada. Pronto ese pensamiento se esfumó en cuanto él preguntó:
- ¿Cuándo retomamos las lecciones Lady Furina? – su voz tranquila y serena. Una pregunta genuina sin malicia detrás.
Furina se petrificó. Realmente no se sentía segura a su lado. Pero nadie más podía saber que él tenía que aprender a ser un humano como el resto. Entró en pánico y no se le ocurrió ninguna excusa en el momento.
-Lamentablemente el día de hoy tengo asuntos que atender- dijo lo primero que se le ocurrió -seguramente puedes continuar estudiando por ti mismo el día de hoy ¿no es cierto? - le sonrió como pudo.
Neuvillette pareció pensarlo un momento y luego asintió.
-Sí. Hace tiempo he querido aprender sobre el sistema burocrático que tienen detrás las solicitudes sobre la reapertura de casos cerrados en presencia de nueva evidencia.
-Si, si, tu sigue con eso mientras yo veo mis asuntos- dijo ella rápidamente mientras fingía leer un papel aleatorio que tenía cerca. Con eso Neuvillette se retiró.
Lo primero que hizo Furina a partir de ese momento, fue crear una red secreta de investigación. Su ignorancia sobre el mundo allá fuera no podía seguir así. Un día diría algo que realmente hiciera que la mataran.
. . .
Con el tiempo las lecciones con Neuvillette dejaron de ocurrir. Cada vez que podía daba la excusa de estar muy ocupada y de que él ya estaba listo para comenzar sus deberes como Iudex. Por supuesto, no todo era mentira. Era cierto que estaba listo en el papel, sin embargo, sus habilidades sociales dejaban mucho que desear aún. Con todo eso ella prefirió tener fe en que convivir con el pueblo lo ayudaría en ese ámbito. También era cierto que estaba ocupada. Las primeras décadas en su gobierno no había conocido a su gente como quería. Al menos las audiencias y el hecho de que ella no envejecía ayudaron a que la gente dejara de dudar en su divinidad. Al menos de momento.
Pero ella seguía teniéndole algo de miedo a Neuvillette. Si bien con el paso del tiempo ese miedo pudo quedar quieto en su pecho, nunca olvidaría esa conversación, tal como él quería.
También gracias a su red de investigación pudo comprender un poco qué era él. Todo se basaba en leyendas y viejos cuentos, pero todo apuntaba a lo mismo. Él era el Dragón Soberano Hydro.
Se sintió muy estúpida al no saberlo con anterioridad. Otra vez maldijo a su yo del pasado por no estar más informada. Pero también estaba agradecida de todos los documentos confidenciales que Egeria mantenía en sus archivos privados. Con la carta, más la pelea que tuvo con Neuvillette pudo crear una imagen aproximada de lo que debía haber ocurrido.
La sociedad de Dragones de hace muchos, muchos siglos fue destruida. Muchos de ellos murieron y al parecer tienen la habilidad de renacer. Y todo fue culpa de los Arcontes. Ellos de alguna forma les robaron los poderes a los dragones soberanos de cada elemento y mientras Celestia lo permita, el puesto de Arconte seguirá existiendo aún si el arconte muere.
Al menos esa información le permitió dormir un poco más tranquila por las noches, sabiendo que incluso si Neuvillette quisiera realmente matarla, no serviría de nada, pues otro arconte aparecería para tomar su lugar.
De todas maneras, no es algo que pudiera permitirse. Ella tiene una misión que cumplir, una profecía que evitar. Pero todo ese peso sería mucho más fácil si pudiera confiar realmente en el gran Soberano Hydro, quien la odia con todo el corazón.
Pasa muchas noches pensando en cómo mejorar la relación entre ambos, dejando de lado el miedo que siente por él y el rencor que él siente por ella. Pero si algo tiene Furina, es suerte, pues la solución a ese problema en particular llegaría en la forma de pequeñas criaturas desconocidas para todos en ese momento.
Escena 4: Neuvillette
Los primeros años en la corte fueron, sin duda, los más interesantes. Hacía demasiados siglos que no interactuaba con humanos y el avance que tuvieron en su sociedad eran algo que lo asombraba. De momento eran las criaturas más interesantes que había llegado a conocer hasta el momento.
Lo que no era interesante eran los códigos sociales que tenían para todo, al menos en Fontaine.
La cantidad de modales que tuvo que aprender para simplemente tener una conversación “con educación” era absurda. Nunca fue alguien de muchas palabras y el tener que alargar las conversaciones con vocabulario sofisticado lo agotaban más de lo que le gustaría.
Así que de vez en cuando, si tenía tiempo, se alejaba los más que podía de la corte para simplemente pasear y disfrutar del día. Claro que se aseguraba de no tener ningún juicio pendiente y que todo estuviera en orden para que su ausencia no fuera muy notoria.
A lo largo de los años había podido dominar los juicios como se supone que debería. Sin embargo, el concepto de juzgar en sí se le escapaba del entendimiento. ¿Por qué él particularmente debía juzgar a estas criaturas tan contradictorias? ¿Qué era realmente lo que quería lograr la Arconte? ¿Quizás solo quería que confiara en ella? ¿Lograr algún tipo de cercanía entre ellos? De igual manera, no es que él tuviera algún pensamiento particular sobre ella. Si bien el solo hecho de su existencia era un recordatorio constante de su condición, con el tiempo pudo estar en una paz momentánea con su condición y, por tanto, su odio fue bajando a un viejo rencor. Además de que Furina podía ser bastante entretenida si se lo proponía. Si la situación era aburrida incluso para él, ella podía crear un acto donde tanto ella como los presentes pudieran tener algo de emoción.
Neuvillette no entendía cómo era capaz de hacerlo. Parecía tan fácil para ella simplemente atraer toda la atención y que las cosas fueran por el rumbo que ella consideraba el más divertido. Si bien esto podía ser molesto la mayoría de las veces, él no podía negar que, si el juicio no era muy serio, esas intromisiones hacían todo un poco más ameno.
Solo muy de vez en cuando.
Pero, no es como si él tuviera un pensamiento particular sobre ella.
Mientras daba uno de sus paseos, llegó a la zona que se conocía como Elynas. Recuerda un caso en particular en donde ocurrió una gran batalla en el área. Si bien después del conflicto no volvió, ahora que estaba ahí pensó que debería haber hecho una patrulla por sí mismo en caso de que hubieran quedado rastros de contaminación que los oficiales no pudieran detectar, pero él sí.
Así que, si bien el paseo no era para seguir trabajando, pensó que este tipo de cosas son algo que no debería ignorarse.
Al principio solo se dedicó al limpiar las cercanías de los Hilichurls, que rondaban por ahí, y cuando no sintió ninguna forma de vida cercana pensó en irse. Sin embargo, las aguas que rodeaban el cadáver de la bestia parecían más puras de lo que deberían y eso llamó su curiosidad. Sin pensarlo mucho se sumergió para dar una vuelta y ver que encontraba.
Después de sumergirse lo suficiente sintió más formas de vida en las cercanías. Eso por sí solo no debería ser nada extraño, siendo tal vez una que otra criatura marina.
Lo que llamó su atención fue la cantidad. Más de veinte criaturas, más grandes que un cangrejo y más pequeñas que una foca, se reunían en un mismo lugar. Y según sus conocimientos sobre todas las formas de vida marina, ninguna de esas criaturas tendía a reunirse en grupos grandes.
Se alarmó por un segundo pensando que quizás alguien o algo pudo haber quedado atrapado bajo el agua en alguna cueva y se apresuró a ver que era.
Navegando por los distintos pasadizos logró llegar a una zona amplia con aire y lo primero que vio al poner un pie en el lugar fue una pequeña criatura, del tamaño de un niño. Pelaje oscuro y manchas blancas, cuernos y una cola adornaban su cuerpo y unos grandes ojos carmesí lo miraban con algo de duda. Y sostenía lo que parecía una lanza improvisada.
-Ah- pensó Neuvillette en el instante- a esto se refería Furina cuando describía el sentimiento de ver algo “adorable”. Finalmente lo comprendo.
Sin duda el encuentro los sorprendió a ambos, sin embargo, no había hostilidad en la postura de la criatura, solo algo de cautela.
-Por favor- dijo la criatura con una voz suave y educada- no te acerques más y dime por qué estas aquí.
-Por supuesto- respondió el con la misma cortesía, mientras se arrodillaba con una pierna para estar a la misma altura- Puedes llamarme Neuvillette. Me encontraba patrullando por la zona cuando sentí vida en la cercanía. Pensé que se trataba de alguien en peligro, sin embargo, veo que no es así. Por favor no temas, no tengo ninguna intención de hacerte daño.
La criatura lo miró un momento y luego relajó su postura bajando el arma.
-No eres como los otros humanos que han rondado por aquí. No veo malicia en ti ¿Te gustaría pasar a nuestra villa? Debes estar cansado-
- ¿Villa? ¿Dices que existe toda una colonia aquí abajo? -
-No sé qué significa eso, pero aquí vivo con mis hermanas- contestó la pequeña mientras comenzaba a caminar al interior de la cueva con Neuvillette siguiéndola de cerca – ¡Ya las conocerás! Es la primera vez que hablamos de frente con alguien de afuera ¡Todas se emocionarán mucho!
Efectivamente todas estaban emocionadas.
En cuanto Neuvillette entró en la villa un montón de pequeñas criaturas comenzaron a rodearlo y hacerle muchas preguntas. Algunas tocaban ligeramente su ropa y su pelo con curiosidad.
Se hacían llamar a sí mismas Melusinas y llevaban viviendo en las cuevas un par de décadas más o menos. No conocían mucho sobre su origen, pero Neuvillette pudo notar que poseían más fuerza que un humano promedio lo cual les sirvió de gran manera a sobrevivir todo este tiempo.
Sin embargo, al igual que él en cierta manera, todas carecían de un nombre propio y solamente se llamaban entre ellas “hermana”.
Habían logrado establecer su villa con la cooperación de cada una con sus diferentes trabajos asignados a lo que cada una era buena y, por su puesto, si era algo que les gustara.
Neuvillette estaba encantado. Él es muy consciente de su expresión estoica, pero aquí, lejos de la corte y con criaturas tan encantadoras a su alrededor, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa de plena felicidad. Las melusinas eran, sin duda, una criaturas muy acogedoras y amables.
Pasó el resto de la tarde conversando con cada una de ellas. Contestando sus preguntas sobre los humanos que habían visto tantas veces, pero con quienes no habían podido establecer contacto como es debido. Sobre sus barcos, sus ropas, sus armas y su ciudad allá a lo lejos.
Cuando comenzó a oscurecer se dio cuenta que quizás alguien ya estaría preguntándose donde estaba. Con pesar se levantó y prometió volver al día siguiente.
Todas mostraron gran tristeza de que tuviera que marcharse y aun así ninguna lo retuvo más de lo necesario. Realmente encantadoras.
Se despidió y con cautela usó sus poderes para volver lo más rápido a la corte. Necesitaba hablar de inmediato con Furina.
Comenzó a caminar hacia el Palacio, cuando se detuvo. ¿Era necesario decirle todo de inmediato?
Claro que estaba encantado con las criaturas, pero debía investigar más antes de hacer cualquier cosa. Por lo tanto, ese día simplemente fue a dormir como siempre, aunque una pequeña emoción comenzaba a crecer en su pecho desde ese momento.
En los siguientes días, cada vez que tenía tiempo libre, se dirigía a la aldea de las melusinas y pasaba la tarde con ellas. Siempre charlaban de temas variados, la curiosidad de las pequeñas no tenía límites y querían conocer cada detalle de la corte.
Luego de aproximadamente un año, una de las pequeñas le preguntó si podía ir a la corte con él. Quería ver con sus propios ojos la hermosa ciudad que tanto esfuerzo había puesto él en mantener en orden.
Su corazón ya no aguantaba la emoción, sentía que tenía que dejarla salir. Así que esa tarde, se decidió. Iba a contarle a Furina.
Llegó bien entrada la noche. Uno que otro guardia lo saludaba y le deseaba haber tenido un buen paseo. Así fue.
Pidió que le avisaran a Furina que necesitaba hablar con ella de manera urgente. Dada la hora, lo mejor fue hacerlo en su oficina. Ella llegó un poco veloz, como si le faltara el aliento. Llevaba un manta sobre lo que parecía su ropa para dormir. De pronto, Neuvillette se dio cuenta de que quizás su petición pudo haberla incomodado. Tuvo el vago pensamiento de que no deberían verla así, pero lo descartó rápidamente.
-Neuvillette- lo llamó Furina algo alarmada- ¿Pasó algo? ¿Estás bien?
Ciertamente, parece haberla incomodado.
-Mis disculpas por molestarla a estas horas Lady Furina, por favor no se alarme, no ocurre ningún problema de gravedad. Sin embargo, debo tratar un asunto de urgencia con usted- contestó con calma, invitándola a pasar a sentarse al sofá enfrente de él.
- ¡Arcontes! - exclamó con un suspiro mientras se desplomaba en el sofá – ¡No vuelvas a asustarme así! Pensé que algo estaba atacando mi querida ciudad. No es usual en ti este tipo de escándalo.
-Nuevamente me disculpo por mi falta de tacto al molestarla, sin embargo, debo contarle sobre algo que encontré en las ruinas de Elynas. O más bien alguien.
- ¿Alguien? ¿Tenemos un infiltrado en nuestra querida nación? - su nerviosismo no hacía más que aumentar.
-Para nada, con eso puede estar tranquila. Mientras daba un paseo me encontré con las más hermosas criaturas- dijo Neuvillette con un tono que no pretendía que sonara tan feliz.
Furina guardó silencio por un momento mientras lo miraba a los ojos con una expresión en blanco.
- ¿Me llamaste para contarme que te encontraste con alguna estrella de mar muy bonita? – sonaba más perpleja que molesta.
Neuvillette sintió que debería molestarse con el comentario, pero lo dejó de lado para explicarse mejor.
-Hace aproximadamente un año encontré unas pequeñas criaturas de los más adorables. Son muy inteligentes y organizadas. Se llaman así mismas Melusinas. Viven hace unos años dentro de Elynas y no han tenido mucho contacto con los humanos. Son alrededor de cuarenta si es que no conté mal y tienen…
Y así dedicó la siguiente media hora a hablar de todos sus encuentros y lo que había aprendido con el tiempo. Cuando terminó de hablar miró a Furina y su rostro estaba en blanco. No dijo nada por un momento. – ¿Lady Furina? - preguntó él con algo de preocupación, quizás se había emocionado un poco ahí.
- ¡Ah! Si – respondió ella – Solo estoy algo impactada, es primera vez que te escucho hablar de algo con tanta alegría mi querido Iudex- puso una mano delante de su rostro intentando ocultar la pequeña risa que se le escapó – Pero me alegro muchísimo por ti, es bueno ver que te gusta algo además de los juicios y beber agua.
Neuvillette pudo sentir como se le calentaba un poco el rostro con algo de vergüenza.
-Ejem- se arregló un poco la corbata – Ciertamente este descubrimiento es de lo más interesante, es por eso que me gustaría pedir su permiso para que alguna de ellas pudiera visitar la corte en un futuro cercano.
Eso la sorprendió un poco. Pareció meditarlo seriamente un momento.
-Neuvillette, como tu Arconte nada me hace más feliz que darle la bienvenida a cada ser que quiera formar parte de mi querida Fontaine. Sin embargo, tengo dudas sobre estas Melusinas. Si tú no sabías de su existencia antes, eso me deja a mí en completa oscuridad. Me encantaría conocer a alguna de ellas antes de decidir cualquier cosa.
-Por supuesto- esta vez, él no pudo ocultar la felicidad en su voz – Mañana mismo traeré a una de ellas para que pueda conocerla, le aseguro que son de lo más encantadoras.
Con eso saldado, se despidieron y Neuvillette comenzó a organizar todo para mañana. Entre ello todos los permisos necesarios para el acceso de una nueva especie a la ciudad.
No entendía realmente a qué venía toda la emoción que sentía, pero su corazón latía rápido de solo pensar en los felices que estarán las pequeñas al darles las nuevas noticias. Un calor agradable se instaló en su pecho y no se iría en los próximos años.