Chapter 1: El milagro de la Fuerza
Chapter Text
 
  
Obi Wan se sostuvo del váter. Su cabeza daba vueltas, estaba helado, erizado y pálido. Miró hacia el estante a su lado para tomar una pequeña toalla y limpiarse el rostro empapado de sudor.
El Maestro Skywalker llevaba dos semanas fuera en una misión. Obi-Wan se había quedado en el Templo, atendiendo sus obligaciones como padawan, dedicando su tiempo libre a las asignaciones que más le causaban problemas, intentando mejorar para demostrarle a su Maestro lo rápido que podía superarse a sí mismo. Su mejor amigo, Quinlan Vos, había intentado disuadirlo en varias ocasiones para escaparse del Templo junto a otros padawans y explorar los niveles bajos de Coruscant, pero Obi-Wan había mantenido su disciplina y su promesa con Anakin, quien fue muy claro que, mientras él estuviera fuera, Obi-Wan no tenía permitido abandonar la seguridad del Templo. Quinlan entendía su postura, pero sabía que los demás padawans lo veían como un mojigato, un santurrón que lo intentaba demasiado; pero a Obi-Wan no le importaba lo que otros pensaran.
A pesar de ser obediente y un buen padawan, Obi-Wan despertó esta mañana con un escenario horrible.
Al principio pensó que se había orinado, por la sensación húmeda, caliente e incómoda en su entrepierna y en el colchón. Pero el horror inundó su estómago cuando, al levantar las pulcras sábanas grises de su cuerpo, vio que estaba completamente embarrado de slick y había sangre tanto en el colchón, como en los labios de su vagina. Sintió que se desmayaba.
Como pudo, logró vomitar en el piso de su habitación, casi resbalando con el pantalón de su pijama enrollado hasta sus rodillas. ¡Esto es un desastre! ¡Una pesadilla!, pensó el joven y usualmente pulcro padawan, en medio de slick, sangre, vómito y sudor.
Obi-Wan se quedó sentado en el piso un largo rato, letárgico, con las rodillas pegadas a su pecho. Estaba en shock. ¿Qué pudo haber sucedido? ¿Por qué había sangre en sus partes íntimas? ¿por qué su cuerpo se sentía raro de repente?
Lágrimas resbalaban por sus mejillas. Necesitó un buen rato para componerse y tener la estabilidad suficiente en sus piernas para poder levantarse.
Lo primero que hizo fue revisar la puerta principal del apartamento que compartía con Anakin. Todo estaba en orden. Tenía doble código de seguridad, como su Maestro le había enseñado. Revisó otros accesos, como ventanas y demás puertas, pero nada estaba fuera de orden. Volvió a su habitación y se sentó al borde de su cama. Observó aterrado la mancha húmeda entre las sábanas. Miró su entrepierna ahora cubierta por el pantalón. Volvió a ver las sábanas. De nuevo su entrepierna… de nuevo las sábanas...
En las clases de biología, Obi-Wan había aprendido muchísimo de lo que significaba ser Stewjoni, condición mucho más complicada debido a su segundo género, Omega.
Presionado por Anakin, Obi-Wan había pasado horas de su vida preadolescente en clases particulares para poder entender a profundidad su biología, comprender las señales de su cuerpo y en especial, los cuidados a los que debía someterse; y por eso, ahora a sus 15 años, Obi-Wan estaba muy consciente de sí mismo.
De repente, un pensamiento hizo que casi volviera a vomitar.
¡Maestro Skywalker va a matarme! - lloriqueó. Obi-Wan no podía apartar la mirada de la mancha en su cama. Anakin era muy sobreprotector con él; posesivo, le corregía Quinlan cada vez que discutían la renuencia de Skywalker a permitir que Obi-Wan pasara tiempo con sus amigos fuera del Templo. No era algo que le molestara pero a veces era incómodo, en especial porque eso había provocado que sus relaciones sociales fueran prácticamente inexistentes. Obi-Wan pensaba que la gente lo evadía porque tenían celos de que su Maestro fuera El Elegido, El Héroe Sin Miedo, el mejor Jedi de la historia, pero también estaba consciente de que Skywalker, el poderoso Alfa, proyectaba una sombra muy sobrecogedora que imponía límites de duracero entre Obi-Wan y otras personas.
“El apego no es el camino del Jedi” le recordaba su Maestro con severidad cada vez que Obi-Wan le pedía permiso para pasar tiempo con sus amigos. “Tienes mucho trabajo pendiente, padawan. Quizás después de que cumplas con tus obligaciones yo pueda reconsiderar tu tiempo de ocio.” Obi-Wan siempre obedecía a Anakin sin condiciones y si su Maestro decía que no, el joven padawan no volvía a discutir el tema en un buen tiempo.
Frente a la crisis actual, en lo único que Obi-Wan pudo pensar fue en llamar a Quinlan. Después de su Maestro, no había nadie más en quien confiar. Su mejor amigo llegó a su apartamento enseguida. Para este momento Obi-Wan ya se había bañado, cambiado de ropa y limpiado el vómito, pero había dejado la mancha en su cama para una segunda opinión.
“¿Follaste anoche?” preguntó Quinlan, con los ojos atónitos.
“¡No, idiota!” gritó Obi-Wan enrojecido de la vergüenza, al borde de las lágrimas. “¡¿No estás escuchándome?!”
Quinlan entonces se mantuvo en silencio, observando fijamente la mancha. Luego miró a Obi-Wan a los ojos, muy serio.
“¿Alguien se aprovechó de ti, Obi-Wan? ¿Te hicieron daño?” preguntó casi en un susurro. Su voz era gutural.
Obi-Wan se abrazó a sí mismo. Quinlan lo vio más pequeño que de costumbre. Sintió su impulso de Alfa por sostenerlo y abrazarlo, llevar su cabeza hasta su pecho y protegerlo, pero la situación parecía muy delicada y no quiso asustarlo, por eso decidió quedarse inmóvil. Quinlan vio la piel nívea de su amigo teñida de rojo. Parecía tener fiebre. Sus ojos cristalinos nubosos. Sus labios también rojos e hinchados.
Fue hasta ese momento que notó el aroma en el ambiente. Olía a miel, lilas y un misterioso subtono que aún no podía distinguir…
Delicioso.
Quinlan sacudió su cabeza enseguida, intentando alejar esos pensamientos. Se concentró en el malestar de su mejor amigo.
“Dime algo.” Le rogó, preocupado.
Obi-Wan mantuvo su mirada pegada al piso. “Ayer, después de entrenar, volví al apartamento como todos los días. Pasé la noche navegando en el Holonet, me preparé un té y me metí a la cama. Me quedé dormido y desperté con esto…” Obi-Wan no pudo contener más las lágrimas y volvió a llorar.
“¿Entonces alguien forzó la entrada? Y-ya sabes, de tu apartamento.” Quinlan se sonrojó al darse cuenta de la estupidez que acababa de decir.
“Es difícil decirlo con precisión…” respondió Obi-Wan, inocente. “Nada parece fuera de orden. Tú sabes que soy una persona muy rutinaria, habría notado algo extraño cuando revisé todo…”
“¿Y las cámaras de seguridad?”
“Mi Maestro no me permite tener acceso a ellas… él es el único que sabe la contraseña…” de nuevo, Obi-Wan fue inundado por el peso de la realidad. Se dejó caer de rodillas y cubrió su rostro entre sus manos. “¡Maestro Skywalker va a matarme!” gimió y comenzó a llorar sin reparos.
Quinlan se arrodilló frente a él y lo abrazó. Obi-Wan se dejó engullir por sus brazos tonificados, presionando el rostro en su pecho. Quinlan posó levemente su barbilla en la cabeza de Obi-Wan, su cabello pelirrojo acarició su quijada, sus labios y su nariz.
Miel, lila, vainilla… pero, ¿qué es ese otro olor?...
“Honestamente, Obi-Wan, dudo muchísimo que seas tú la persona que reciba la ira del Maestro Skywalker.” Susurró Quinlan, sintiendo como se le erizaban los vellos de la nuca ante la perspectiva.
Quinlan estaba consciente de que presionaba demasiado los límites de Anakin al continuar siendo amigo de Obi-Wan, porque el Maestro Jedi había dejado muy claro que desaprobaba la relación; aun así, con el pasar del tiempo, la agresividad de Anakin contra él había cambiado de ser frontal a relativamente permisiva. Quinlan lo atribuía a que Obi-Wan prácticamente había sucumbido ante la depresión cuando Anakin prohibió su amistad, así que ahora tenían permiso de charlar y realizar actividades juntos, informadas con antelación. Pese a eso, el Maestro Skywalker, El Elegido, no dejaba de ser terrorífico.
“¿Cuándo vuelve?” preguntó Quinlan a secas.
Obi-Wan tembló en su regazo. “Hoy.”
“Mierda.” Quinlan se encontró preocupado por sí mismo. Sintió vergüenza por ser tan egoísta, pero no había dudas que Anakin sentiría su aroma en el apartamento y, peor, en el cuerpo de Obi-Wan. A pesar de los supresores de celo a los que se sometía Quinlan como cualquier otro habitante del Templo, sabía que Anakin iba a ser capaz de distinguir su rastro, porque ya había pasado antes. Eso fue suficiente para romper el contacto con Obi-Wan, no sin antes ayudarle a sentarse en la cama. Quinlan tomó una distancia prudente de su amigo. Obi-Wan lo notó, pero se limitó a dedicarle una mirada lastimera, como de cachorro. Quinlan decidió ignorar como su pene reaccionó. Debo irme pronto, - pensó.
“No puedo quedarme mucho tiempo, Obi-Wan… tú sabes por qué.”
Obi-Wan volvió a pegar su mirada al piso.
“El Maestro Skywalker estará aquí pronto, él sabrá qué hacer.” Quinlan se atrevió a acortar un poco la distancia entre los dos y se agachó para llamar la atención de Obi-Wan, que le devolvió la mirada con ojos llorosos. Quinlan sintió de nuevo una necesidad abrumadora de protegerlo, de sostenerlo entre sus brazos, pero se contuvo.
“¿Estás al día con los supresores y los anticonceptivos?”
Quinlan vio como las mejillas de Obi-Wan se sonrojaban.
Adorable.
“Sí.”
“Bien…” dijo dándose a sí mismo una palmada en sus rodillas mientras se incorporaba “entonces no tenemos por qué preocuparnos de que esto se convierta en un problema mayor. Aún así, procura ir a los Salones de Curación lo más pronto posible, necesitas revisarte e informar lo que pasó. Las cámaras de seguridad fuera del apartamento serán de mucha ayuda.”
Obi-Wan se limitó a asentir con la cabeza.
Quinlan guardó silencio un momento y luego se atrevió a decir:
“Hey, bobo… por favor no te culpes a ti mismo. Esto no fue tu culpa, es solo que… hay gente muy mala que caza personas… como tú.” Quinlan se dio cuenta enseguida de lo desafortunadas que sonaron sus palabras. “M-me refiero a que eres un omega, siempre t-te ves muy bien, y, y bueno… tu sabes…” Quinlan se pinchó el puente de su nariz, sintiéndose imbécil. “Mejor me voy, no quiero seguir haciendo el ridículo. Tú sabes que puedes confiar en mí. En cuanto hayas hablado con el Maestro Skywalker y estés seguro que mi cabeza continuará pegada a mi cuello, llámame, ¿sí?”
Obi-Wan asintió con la cabeza. “Claro, muchas gracias, Quinlan…” susurró, dedicándole una leve sonrisa. Por unos segundos, Quinlan se sintió como bajo un hechizo. Había algo raro en Obi-Wan, algo diferente… algo que no había notado antes y que ahora mismo le impedía decir cosas coherentes y con el tacto que la situación exigía. Olía muy bien, demasiado bien, delicioso. Se veía frágil, ingenuo, fácil…
…virginal…
Quinlan se sonrojó de su pensamiento inapropiado, dando media vuelta y dirigiéndose a la salida, casi corriendo.
°°°
“12,13,14,15…” Era la tercera vez que Obi-Wan contaba los frascos de supresores. Ya había contado una docena de veces sus inyecciones anticonceptivas. Todo calzaba, no se había olvidado de ninguna dosis. Todo debía estar bien…
“1,2,3,4,5,6…”
El Maestro Skywalker no tardaría en llegar. Obi-Wan había recibido un mensaje de texto que avisaba de su regreso a Coruscant.
-
 Compraré la cena donde Dex, ángel.
Tuyo,
Anakin.
-
Después de su conteo compulsivo, Obi-Wan se sentó a esperar en el sofá de la sala. Leyendo una y otra vez el mensaje con su cabeza inundada de ansiedades.
Cambió las sábanas de su cama, pero había guardado las manchadas en una caja que colocó en la mesita frente al sofá. No sabía cómo abordar el tema, no quería hacer enojar a su Maestro, no quería que Anakin sintiera asco, que pensara que Obi-Wan había tenido... sexo porque lo deseaba. La sola palabra en sus pensamientos hizo que se retorciera de la vergüenza.
Fuerza, ¿qué voy a hacer?... - Pensaba angustiado, su pierna moviéndose obsesivamente de arriba abajo, arriba abajo.
Su Maestro siempre había sido tajante en relación al sexo. Frecuentemente le preguntaba si alguien había intentado algo, si habían intentado tocarlo o besarlo. Los cuestionamientos en torno al primer beso solían tornarse muy intensos, tanto que Obi-Wan debía cederle voluntariamente el acceso a su mente, para que Anakin comprobara por sí mismo que nada había ocurrido. Obi-Wan sabía que lo hacía para protegerlo, pero más importante, para asegurarse de que su padawan respetara el Código y se convirtiera en un Jedi excepcional, como él. La presión siempre era extrema porque Obi-Wan sabía que no podía mantener ningún secreto de Anakin, eso lo obligaba a siempre dar lo mejor de sí mismo, cosa que lo dejaba completamente drenado, física, emocional e intelectualmente.
Obi-Wan ni siquiera había dado su primer beso y ahora resulta que ya no era virgen.
El pensamiento lo llenó de tristeza. Volvió a llorar.
No sabía por qué su virginidad era tan importante para él. El sexo no estaba prohibido entre los Jedi, el apego sí, pero los impulsos y las necesidades biológicas no se negaban, aunque sí se controlaban, de ahí los supresores. De todos modos cualquier acto o pensamiento sexual le parecía totalmente inmoral, prohibido, que merecía un castigo al menos. Cuando Obi-Wan no podía contener sus impulsos y se tocaba ahí abajo por las noches, sus meditaciones se extendían por horas al día siguiente, purgando su cuerpo de la impureza que había permitido entrar.
Una pequeña sonrisa iluminó su rostro cuando pensó en lo diferente que era en comparación a Quinlan. Eran literalmente polos opuestos, pero eso no había impedido que se convirtieran en mejores amigos desde niños. Quinlan siempre había estado a su lado dispuesto a ser amigos y pasar tiempo con él a pesar de las restricciones absurdas que Anakin había impuesto y cuando todos los chicos de su edad lo trataban como si tuviera peste. Que su amigo hubiera venido a verlo le había dado un poco de consuelo porque sabía que podía confiar en él y, efectivamente, no se sintió juzgado ni rechazado, al contrario, se sintió acogido por Quinlan, cómodo en sus brazos… su voz sonaba cariñosa, empática…
También había notado su olor…
De súbito, el sonido de la puerta principal lo empujó fuera de sus pensamientos. Obi-Wan se levantó del sofá bruscamente, aterrorizado al ver la enorme figura de Anakin al filo de la puerta: ropas oscuras, botas pesadas, con la capa rozando el piso, ojos afilados fijos en Obi-Wan quien involuntariamente dio unos pasitos hacia atrás.
“Padawan. ¿Interrumpo algo?”
La voz de Anakin era profunda, sonando a advertencia. Obi-Wan notó como su nariz se fruncía, olfateando el ambiente.
“N-no, Maestro, estaba esperándote…” la voz de Obi-Wan era sumisa, levemente temblorosa.
El sonido de las botas de Anakin al ingresar al apartamento hizo eco en la cabeza de Obi-Wan, que lo miraba perplejo.
“¿Qué pasa, Obi-Wan?” Anakin inspeccionaba la estancia, olfateando. “¿Hay algo que quieras decirme antes de que lo descubra?”
“Maestro…” Obi-Wan se dejó caer en el sofá y comenzó a llorar desconsolado. “Sí, Maestro, ¡algo pasó!”
La expresión áspera de Anakin cambió por completo a una que desbordaba preocupación mientras se acercaba a Obi-Wan y se arrodillaba a su lado, posando una de sus grandes manos en la rodilla de su padawan. Lo miró afligido. “Háblame, ángel, dímelo todo.”
Obi-Wan lo observó con sus ojos empañados por las lágrimas. Anakin parecía un depredador enorme echado a sus pies. Se sintió protegido por él, como toda su vida se había sentido, pero eso no quitaba la dificultad de poner en palabras lo que había ocurrido. Anakin esperó paciente a que Obi-Wan hablara.
El joven padawan no supo cómo explicarse. En vez de eso, dirigió su mirada a la caja sobre la mesa, que contenía las sábanas.
El Maestro Jedi se incorporó y se acercó a la caja. Obi-Wan enterró su rostro entre sus manos y se quedó inmóvil, como una presa que sabe que ha perdido, que ya no hay nada que hacer.
Anakin tomó las sábanas y las extendió, revelando la mancha de slick y sangre seca. Su ceño estaba fruncido, su nariz olfateando. Luego, en silencio, devolvió las sábanas en la caja y observó a Obi-Wan. Ambos inmóviles unos segundos.
De pronto, la mano robótica de Anakin se posó sobre la cabeza de Obi-Wan, quien saltó del susto, emitiendo un pequeño gemido angustiado.
“Déjame entrar.” La voz de Anakin era indescifrable. En ese momento, Obi-Wan no supo leer las emociones del Jedi.
“Sí, Maestro.”
Obi-Wan sintió como Anakin escudriñaba su mente. Era como introducir un dedo en gelatina, esa era la sensación que lo inundaba. Obi-Wan esperó paciente. Sabía que no tenía nada que esconder.
Entonces Anakin lo sostuvo del mentón y levantó su rostro. Obi-Wan se encontró con la expresión más dulce y amorosa en el rostro atractivo de Anakin.
“Todo está bien, ángel.”
Anakin se sentó a su lado y tomó con firmeza a Obi-Wan de su cadera, para moverlo hasta sentarlo entre sus piernas. Obi-Wan enterró su rostro en el pecho de su maestro como siempre lo hacía, temblando y dejando caer lágrimas de alivio. Su Maestro olía a confort, a espacio seguro, a casa. En el Vínculo que compartían en la Fuerza, Anakin envió torrentes de ternura, calidez y reafirmación.
Obi-Wan de pronto se encontró ronroneando en el regazo de su Maestro.
“¿No estás molesto conmigo, Maestro?” preguntó Obi-Wan en susurros, luego de un rato.
“¿Por qué debería estarlo, pequeño?, no has hecho nada malo.” Respondió Anakin, acariciando su espalda con pequeños círculos.
Obi-Wan separó su rostro del pecho de Anakin para mirarlo, angustiado. “Pero Maestro… no sé qué ha pasado… no sé cómo explicarlo, solo sé que me siento extraño… y, y… los fluidos en las sábanas… tenía el pijama hasta mis rodillas cuando desperté… yo… yo simplemente no sé qué pensar|
Anakin lo interrumpe mientras lo atrae hacia sí mismo con un abrazo.
“Nada malo ha pasado, ángel. Solo la confirmación de que siempre supe que tú eres especial. Siempre lo supe.”
Obi-Wan se quedó inmóvil, sin entender absolutamente nada.
“Nada malo ha pasado” volvió a repetir, “al contrario, cariño, es un milagro.”
La voz de Anakin era profunda, una muy rara de escuchar. Había amor en su voz, pero también otra cosa que hizo que la piel de Obi-Wan se erizara. Anakin lo notó y le acarició el brazo con suavidad.
“Maestro… no entiendo.” Susurró Obi-Wan, cerrando sus ojos ante el delicado toque.
“Vamos a mi habitación, padawan.” Ordenó el Jedi. “Tendremos una conversación.”
Obi-Wan tragó saliva y permitió que Anakin lo condujera con una mano firmemente puesta en su nuca.
Anakin llevó a Obi-Wan hasta su cama, y levemente hizo que se acostara sobre su espalda, entre almohadas de plumas y sábanas oscuras impregnadas con el aroma de Anakin. Aunque la situación era súper extraña, Obi-Wan se encontró muy cómodo y relajado.
Este es el lugar más seguro de la Galaxia - Se sorprendió pensando.
Anakin se sentó en la cama, a su lado. Obi-Wan estaba seguro que la figura de Anakin sobre él cubriría por completo la luz del sol.
Se veía enorme.
“Yo nací en Tatooine.” Comenzó Anakin. Las orejas de Obi-Wan reaccionaron al cosquilleo de su voz profundamente masculina. Se sonrojó al notar que estaba ronroneando otra vez. Como no podía evitar hacerlo, se limitó a yacer inmóvil y atento a las palabras de su Maestro.
“Fui un esclavo. Mi familia fue víctima de la esclavitud de los Hutt. Siempre me pregunté por qué la Fuerza me dio vida en un cuerpo humano. ¿Por qué? ¿con qué otro propósito aparte de sufrir las vejaciones de todos quienes se creían superiores a mí?”
Los ojos de Anakin estaban clavados en los de Obi-Wan, pero este sabía que Anakin veía otras cosas desfilar frente a él. Esta fue la primera vez que Obi-Wan notó pequeñas manchas amarillas teñir las pupilas color zafiro de su Maestro, pero se sintió demasiado aturdido como para preguntarse qué eran.
“Mi madre decía que yo era un milagro. Un regalo para ella. Y cuando conocí al Maestro Qui-Gon Jinn, fue la primera vez que escuché ‘Hijo de la Fuerza’. Shmi, mi madre, me había concebido siendo virgen.”
Como volviendo en sí mismo, Anakin le dedicó una pequeña sonrisa a su padawan que se desvaneció enseguida, y las manchas amarillas en sus ojos brillaron.
“Mi madre fue violada y asesinada en Tatooine, y yo, como el ‘Hijo de la Fuerza’, no pude hacer nada para impedirlo. Desde entonces siempre supe que el verdadero milagro había sido mi madre, no yo. Así que dediqué mi vida, que a esas alturas ya me parecía un desperdicio, al servicio de la Orden Jedi y la República. Aunque aquí tuve –y sigo teniendo- incontables oportunidades de liberar a víctimas parecidas a mí y mi familia, hay algo que sé que nunca voy a poder recuperar, y es el confort de la huella de mi madre en la Fuerza.”
A estas alturas del relato, Obi-Wan había dejado de ronronear y sostenía la respiración. Anakin le acarició la mejilla y Obi-Wan respondió al toque presionándose contra la mano fuerte y callosa.
“Pensé que nunca encontraría ningún otro confort. Y eso fue verdad durante varios años. La gente me teme. Pasé de ser el milagro de la Fuerza a ser un engendro que solo sirve para la guerra. A estas alturas ya no me importa que eso sea verdad.”
Obi-Wan se sentía muy pequeño e insignificante. ¿Por qué Anakin estaría contándole esto? ¿A él, un nadie bueno para nada? Anakin era gigante, brillante como una supernova en la Fuerza. Para Obi-Wan era todopoderoso. ¿Qué podría ofrecer alguien como él a un ser como Anakin Skywalker?
“Todo esto parecía establecido como una regla en mi vida que nunca iba a cambiar.”
Anakin sostuvo la quijada de Obi-Wan, acariciando con la yema de su dedo pulgar el adorable hoyuelo en su mentón.
“Hasta que te conocí a ti, ángel.”
El corazón de Obi-Wan saltó hasta su garganta. Sus ojos se abrieron por completo, sus pupilas se dilataron y sus labios dejaron escapar un suspiro ahogado.
“Maestro, qué…”
“Sshh, escúchame.”
Obi-Wan obedeció guardando silencio, con sus ojos pegados a los de Anakin, absorto por el intenso color azul y las danzantes flamas amarillas. Los dedos de Anakin bajaron hasta su cuello y sus yemas tocaron la glándula de olor de Obi-Wan, quien se estremeció con el toque. Los aromas de ambos inundaban intensos la habitación.
Almizcle, madera, humo, aceite.
Miel, lilas, vainilla… y algo más.
“Te vi siendo un bebé el primer día que llegaste al Templo. Sentí tu presencia enseguida. Supe que debía buscarte. Bajé a la guardería y tú estabas ahí. Llorabas. Te sostuve en mis brazos, te calmaste y caíste profundamente dormido. Desde ese momento supe que yo sería tu Maestro. Que yo te protegería.”
Obi-Wan no pudo contener sus lágrimas. Anakin separó la mano de su glándula para atrapar las lágrimas de Obi-Wan con gentileza.
“Tan pronto alcanzaste la edad de convertirte en padawan, yo estuve ahí. El Consejo intentó imponer varios padawans antes de ti porque no creían que eras el indicado para ‘El Elegido’” dijo con voz sarcástica.
“Pero la Fuerza me hablaba y era clara en que debías ser tú. Era el match perfecto”
La mano de Anakin volvió a descender hasta su clavícula, acariciando el largo del hueso. Sus dedos ásperos hacían temblar la piel tersa de Obi-Wan, erizándola.
“Seguí mis instintos y luché por ti. En ese momento no sabía por qué, pero estaba decidido a escuchar a la Fuerza y no las órdenes del Consejo.”
Los dedos descendieron por el pecho de Obi-Wan, evadiendo sus pezones hinchados que se notaban bajo la delgada tela de su camisa. Obi-Wan no pudo evitar dejar ir un suspiro.
“Te vi crecer y supe muy temprano en tu crianza que tú sí eras el milagro que yo estaba destinado a proteger.”
La mano de Anakin se detuvo en el vientre de Obi-Wan con la palma extendida cubriendo todo su ancho. De pronto, una sensación abrumadora de calor emanó de ese lugar y Obi-Wan cerró sus ojos, presa de una sensación intensa en todo su cuerpo.
“Tú eres el milagro, Obi-Wan.” Susurró Anakin. “Un milagro tan raro y valioso como mi madre.”
Ante esas palabras, Obi-Wan abrió los ojos y miró a su Maestro, boquiabierto.
“Eres el regalo de la Fuerza para mí, ángel. Mi segunda oportunidad.”
“Anak- Maestro… ¿qué estás diciendo?” preguntó Obi-Wan con voz queda.
“Solo siéntelo, pequeño.” Susurró Anakin, con dulzura, sus ojos posados en el vientre plano y pálido de su padawan.
Obi-Wan estaba paralizado, sus ojos congelados en el mismo lugar. De pronto, lo pudo distinguir. Una pequeña pulsación de vida que venía desde dentro de él. No solo la sentía en su vientre, estaba en todo su cuerpo.
“No…”
Obi-Wan se sentía clavado a la cama, incapaz de mover un dedo.
“No puede ser… ¡Anakin!” gritó desesperado.
“Este es un milagro, Obi-Wan. La Fuerza te ha escogido, como escogió a mi madre.”
“¡Anakin! ¡No puede ser! ¡Por favor, este es un error! ¡Fue una violación! ¡No quiero embarazarme!” gritó Obi-Wan. En el fondo, sabía que Anakin estaba usando la Fuerza para inmovilizarlo, pero se sentía demasiado aterrado como para decirlo en voz alta.
“Sshh… sé que es abrumador. Pero tú, Obi-Wan Kenobi, igual que mi madre, has sido creado para ser el portador virginal de los hijos de la Fuerza. Y yo estoy aquí para proteger este milagro. Ahora duerme.”
Tras el comando, los sollozos y protestas de Obi-Wan cesaron de inmediato. El joven padawan cayó profundamente dormido en la cama del Maestro Jedi, Anakin Skywalker.
°°°
Anakin tenía en sus manos las sábanas manchadas de sangre que se llevaba a la nariz para oler profundamente o sacar la lengua y lamer la tela teñida de rojo. El olor y el sabor le provocaba gruñidos animalescos que venían desde el centro de su pecho.
Observó al cuerpo pequeño debajo de él. Obi-Wan dormía con su rostro hacia un lado, exponiendo su cuello frágil y su glándula de olor. Anakin sintió que su pene erecto pulsaba emocionado. Deseaba morderlo, reclamarlo, pero eso tendría que esperar porque el momento eventualmente llegaría. Obi-Wan le rogaría hacerlo.
Anakin cubrió a su pequeño padawan perfecto con una sábana, asegurándose que yaciera en la posición más cómoda posible. Volvió a posar su mano en el vientre de Obi-Wan. Con su mano libre, llevó la sábana manchada hasta su boca y succionó. El sabor explotó en su lengua. Jadeó excitado.
Este era el Destino finalmente alineándose delante de sus ojos. Este era el propósito de su vida, proveer para su omega perfecto y sus cachorros. Anakin se prometió que a partir de ese día, mantendría el vientre de Obi-Wan hinchado con sus hijos. Hijos hermosos, sensibles a la Fuerza, los más poderosos en toda la Galaxia.
Reclamaría a Obi-Wan Kenobi como su propiedad. Su pareja. Su derecho legítimo.
Como el Hijo de la Fuerza que era, El Elegido, Anakin sabía que este reclamo era natural, necesario, un destino inevitable.
Era el Vínculo que traería el balance a la Fuerza.
Paz a la Galaxia.
°°°
Quinlan Vos caminaba por los pasillos del Templo rumbo a su último entrenamiento del día. Anakin había estado encerrado en audiencia con el Consejo Jedi durante horas. En algún punto, habían visto al Maestro Mace Windu abandonar la sala, enfurecido. El hermetismo del asunto tenía inundada de chismes a toda la Orden. Quinlan, por supuesto, no le había contado a nadie lo que sabía.
Habían pasado dos días desde que estuvo con Obi-Wan. Frecuentemente revisaba su comlink para ver si su amigo se había comunicado, pero el silencio era total. A pesar de su preocupación, Quinlan sabía que con Anakin de vuelta era poco o nada lo que podía hacer.
Demasiado arriesgado.
Aún así había decidido que intentaría contactar a Obi-Wan esta noche.
°°°
Obi-Wan movió sus piernas largas y delgadas que rozaron la deliciosa suavidad de las sábanas debajo de su cuerpo. Se sentía cálido, seguro, muy, muy somnoliento. Con mucho esfuerzo, estiró sus brazos y rozó sus ojos resecos, hinchados por haber llorado tanto.
“¿Maestro?” susurró a la oscuridad de la habitación, seguro que Anakin estaba ahí porque sentía su poderosa presencia en la Fuerza.
“¿Te sientes mejor, ángel?” Preguntó Anakin con dulzura, acercándose a la cama sin sentarse. Su figura era enorme, más oscura que la penumbra de la habitación. Obi-Wan se desperezó suavemente, soltando pequeños gemidos satisfechos.
“Sí. Estoy mejor…” dijo, sentándose en medio de su nido.
Hubo un pequeño silencio.
“Maestro… s-sólo me estaba preguntando…” Obi-Wan notó que, involuntariamente, sus manos bajaban hasta su vientre para envolverlo de forma protectora. “Si… si… no sé… me… me siento muy asustado, Anakin…” balbuceó, con nuevas lágrimas amenazando con caer sobre sus mejillas. La presencia en la Fuerza de la vida dentro de su cuerpo ya era innegable. Podía sentirla en cada poro. No sabía qué pensar. Tenía miedo de formar una opinión. Aunque se descubrió esperando que Anakin hubiera cambiado de parecer.
“Tú no tienes que preocuparte por nada, Obi-Wan.” La voz de Anakin era severa, como un regaño por su insistencia, provocando que las lágrimas de Obi-Wan se desbordaran. “Me he encargado de todo. Está solucionado, pequeño.” Anakin sostuvo la mandíbula de Obi-Wan con su mano robótica. “¿Confías en mí?” susurró con voz profunda.
“Con mi vida, Maestro. Siempre, para siempre.” Se apresuró a contestar. Escuchó que su voz sonó muy necesitada y eso le hizo sonrojar de la vergüenza. ¿Qué me pasa? - se recriminó para sus adentros.
“Entonces demuéstrame que confías en mí. Esto es bueno para tí, Obi-Wan. Es bueno para los dos. Y eventualmente, será bueno para toda la Galaxia. Pero debes confiar en mí. La Fuerza nos ha encomendado una tarea muy importante. Debemos escucharla con mucha atención, cariño.”
Obi-Wan notó como la Fuerza a su alrededor se sentía como un pozo cálido, protegiéndolo del frío del exterior. Estaba contenta, pero también vibraba sobreprotectora. Era la primera vez que Obi-Wan sentía algo parecido.
“¿También la sientes, no?” preguntó Anakin, mientras se inclinaba para acortar la distancia. Obi-Wan volvió a notar los destellos amarillos en sus ojos.
“Sí… se siente bien.” concordó Obi-Wan, sobreestimulado.
Anakin volvió a incorporarse, haciéndose enorme de nuevo.
“No volverás a cuestionarme sobre esto, Obi-Wan. Sé lo que se debe hacer. Haremos lo que tengamos que hacer. ¿Has entendido?”
“Sí, Maestro.” Respondió Obi-Wan, en total sumisión.
“Tengo unos asuntos que atender, ángel. Volveré por la mañana. Sé bueno mientras no estoy.”
Anakin volvió a inclinarse para depositar un casto beso en la coronilla de su padawan. Obi-Wan se sonrojó con intensidad.
°°°
Obi-Wan extrajo el comlink secreto de una de las losas del techo del baño y lo encendió.
“¿Quinlan?” susurró, casi asustado de que Anakin pudiera escucharlo de alguna forma.
“¿Quin, por favor, responde…” rogó.
“Dioses, Obi-Wan, ¡por fin!” la voz familiar de su amigo habló por el transmisor.
“¿Puedes venir?”
“No, si él está ahí.”
“Vendrá por la mañana.”
“¿Es seguro para mí?”
“No mencionó nada de tu olor.”
Hubo un pequeño silencio de duda al otro lado del comlink. Obi-Wan tuvo miedo que Quinlan dijera que no.
“Está bien.”
Unos toquecitos en la ventana del cuarto de baño alertaron a Obi-Wan que su visita había llegado.
Abrió la ventana y Quinlan Vos ingresó. Ambos se abrazaron fraternalmente.
“¿Cómo estás, bobo?”
“Mejor. Supongo.” contestó Obi-Wan con una mueca.
Ambos tenían el ritual secreto de que si Anakin castigaba a Obi-Wan, podían verse en el cuarto de baño del apartamento. Era un lugar que Obi-Wan sabía que era seguro, donde las cámaras no captaban movimientos por órdenes generales del Templo.
“¿Entonces? ¿Cuál es la verdad detrás del chisme?” preguntó Quinlan, sentándose junto a Obi-Wan en el suelo, con las espaldas apoyadas en la pared de la bañera.
“Idiota.”
“La gente ha especulado muchas cosas, bobo. No me las creerías.”
La sonrisa listilla de Quinlan se borró cuando vio la expresión preocupada en el rostro de su amigo.
“¿Qué pasa?” inquirió.
Obi-Wan lo miró a los ojos. Una descarga eléctrica recorrió el cuerpo de Quinlan.
“Quin… estoy en gestación.” Las lágrimas corrieron sobre las mejillas de Obi-Wan. Su boca se abrió para decir algo más, pero ningún sonido se formó.
Los ojos de Quinlan se abrieron desorbitados. Recorrieron desde los ojos celestes de Obi-Wan hacia su nariz pecosa, bajaron a su boca rosada, su cuello —glándula—, su pecho —tetitas—, hasta clavarse en su vientre plano cubierto por la ropa ligera y sus manos delicadas.
“Imposible.” la palabra le salió ahogada de la garganta.
Obi-Wan sacudió la cabeza y con cautela tocó el dorso de la mano tensa de Quinlan, quien en un acto reflejo, intentó quitarla, pero se controló y permitió el contacto.
Sintió los largos y suaves dedos de Obi-Wan tomar con delicadeza su muñeca y llevar su mano hasta su vientre. Quinlan contuvo la respiración. No podía ni parpadear. Un poco más y estaba seguro que líneas de saliva saldrían de su boca si no cerraba los labios.
Cuando su palma tocó el vientre de su amigo, lo sintió. Era claro. Una pulsación constante en la Fuerza, segura de estar viva. Se sintió mareado. Sus oídos tronaban como tambores.
Quinlan miró el rostro de Obi-Wan. Qué persona más bonita - pensó de repente. Estaba atónito. La Fuerza se sentía extraña a su alrededor. Una dinámica indescifrable para él, totalmente nueva.
Volvió en sí mismo cuando sintió un hilito de saliva recorrer su mentón.
Sin romper el contacto con el vientre de Obi-Wan, Quinlan susurró con cuidado: “¿Quién?… ¿Quién es el padre, bobo?”
Quinlan sintió como Obi-Wan temblaba. De nuevo se resistió a la necesidad torrencial de atraerlo a su regazo.
“Mi Maestro dice… dice que es un milagro.”
Quinlan frunció el ceño.
“Anakin me dijo que era un milagro de la Fuerza. Como su madre con él.”
Quinlan sintió que su vista se enrojecía. Quitó la mano del vientre de Obi-Wan para evitar hacerle daño. ¡Qué absurdo! - pensó aireado para sus adentros, pero no pudo articular palabra en ese momento. Su quijada estaba bloqueada.
“Dijo que fue obra de la Fuerza. Que nadie me tocó esa noche…”
Quinlan vio a su amigo totalmente ahogado por la zozobra. Sintió mucha pena por él.
“¿Y qué es lo que piensas tú, Obi-Wan?”- cuestionó.
“Tengo mucho miedo, Quin. Estoy demasiado joven para esto. No sé si es lo que quiero para mi vida…”
Quinlan cedió a sus impulsos y atrajo a Obi-Wan a su regazo. Su amigo se echó a llorar y Quinlan lo sostuvo con firmeza. Obi-Wan ni siquiera había entendido el rumbo de la pregunta, hecho que le hizo caer en cuenta lo aplastante que era Anakin para Obi-Wan. Nunca había detestado con tantas fuerzas a El Elegido como en ese momento.
Permitió que Obi-Wan llorara en su regazo. Tragó saliva cuando vio su cuello estirado, descubierto. Sus ojos llegaron a su glándula de olor…
No está marcado. - Notó.
Anakin aún no lo había marcado.
“Hey, Obi-Wan…”
Quinlan lo tomó de los hombros con delicadeza para separarlo de su pecho y poder verlo a los ojos.
“Sé que hemos discutido esto muchas veces antes, pero ahora mismo todo toma un sentido muy diferente y necesito saber lo que piensas… y lo que sientes.”
Obi-Wan lo observaba con atención. Su huella en la Fuerza era de puro estrés.
“Tu relación con Anakin no es normal, Obi. Lo sé yo, lo sabe todo el Templo y, muy en el fondo, también lo sabes tú, amigo.”
Obi-Wan se movió para volver al lugar donde estuvo sentado antes. Quinlan no lo detuvo.
“Anakin tiene un apego enfermizo contigo, Obi-Wan, y tú te niegas a aceptarlo.”
“No es así.” Los ojos de Obi-Wan estaban clavados en sus propias manos, que reposaban en su vientre.
“Sí, sí es así. Si yo no hubiera venido, ¿con quién más hablarías, uh? No tienes a nadie más en tu vida.”
“El apego|”
“No.” lo interrumpió Quinlan. “Cuidarse de no desarrollar apegos a estar completamente aislado son dos cosas totalmente diferentes. Tú estás aislado.”
Obi-Wan lloraba en silencio. Su cabeza estaba agachada, su rostro parcialmente cubierto por su hermoso cabello pelirrojo, que caía en bucles hasta sus hombros.
“Yo soy tu amigo, por eso nunca te mentiré.” resolvió Quinlan, intentando no ser demasiado brusco. “Tú sabes las respuestas de todas las preguntas que te agobian, pero debes dejar de mentirte a tí mismo.”
“No te entiendo.” La frase fue un susurro leve, casi inaudible.
“¿Amas a tu Maestro, Obi-Wan? ¿Estás enamorado de Anakin Skywalker?”
La expresión en el rostro de Obi-Wan fue de puro horror. Como si Quinlan hubiera preguntado la cosa más absurda e impensable del universo.
“No me mires así.” reclamó.
“¿Q-qué tiene que ver eso con todo este problema? Anakin ha cuidado de mí desde que tengo memoria, Quinlan. Por supuesto que… que tenemos apego. Es como un padre para mí. Eso no es un crimen.”
Quinlan no pudo evitar soltar un bufido. “Vamos, Obi-Wan, entre ustedes no existe ese tipo de relación.”
Obi-Wan volvió a clavar sus ojos en sus manos y guardó silencio.
“Anakin nunca ha permitido que te relaciones con nadie. Ni con tus superiores, ni con tus iguales, ni con nadie capaz de formar un vínculo contigo. Bobo, como tú, yo tampoco sé qué es tener papá o mamá... pero lo tuyo con Skywalker... no es eso.”
“Tú y yo somos amigos.”
“Claro, por eso es totalmente normal que ahora mismo estemos teniendo esta conversación en el suelo de tu baño, Obi-Wan.”
Obi-Wan volvió a quedarse callado.
Miel, lilas, vainilla... En ese momento, Quinlan tuvo una realización. Por supuesto. Ese es el otro olor que había estado sintiendo y no podía distinguir.
Leche.
Obi-Wan olía a leche.
“Escucha, bobo, no voy a presionarte más.” - Murmuró, sintiendo calor en su entrepierna, pero absolutamente decidido a ignorarlo.
Quinlan tuvo un momento de duda sobre si tocar a Obi-Wan o no; luego se decidió por ofrecer su mano. Obi-Wan la tomó y Quinlan aprovechó el permiso para estrechar ambas manos entre las suyas.
Notó lo pequeñas que eran en comparación. Como los dedos largos y delgados se veían muy dóciles entre los suyos. Quinlan suspiró.
“Siempre estaré para tí, para ayudarte en lo que necesites. Si algún día quieres irte, puedes confiar en mí. Yo siempre vendré, no importa donde esté o qué esté siendo de mi vida, Obi-Wan. Juro por mi honor que te ayudaré.”
Obi-Wan observó el rostro de su amigo. Su huella en la Fuerza era de mucha sinceridad y resolución. Obi-Wan movió las manos de Quinlan para rozarlas en su mejilla, su quijada.... lo que provocó que Quinlan rompiera el contacto con brusquedad. Obi-Wan lo miró perplejo.
“No hagas eso.” le regañó. “No hagas eso con nadie. Impregnarás el olor y eso puede malinterpretarse.”
“Lo-lo sé, perdón.” dijo Obi-Wan, apenado. Por supuesto que lo sabía, simplemente había sido un impulso que no pudo controlar. “Tomaré una ducha.”
“Sí.”
Hubo un pequeño silencio. Una sensación desoladora se apoderó de Quinlan, porque de pronto, sintió como si todo esto era una despedida.
“En fin. Se está haciendo tarde. Tú debes descansar, Obi. Yo debo volver.”
“Claro.”
Quinlan le dio dos golpecitos suaves en el hombro. “Nos veremos.”
Obi-Wan sonrió.
Chapter 2: La Fuerza cantaba, melodiosa.
Notes:
Contenido explícito.
LEE LOS TAGS.
Chapter Text
1
¿Mío?
“¿Eres un ángel?” - preguntó Anakin, sosteniendo a Obi-Wan entre sus brazos. El olor a lilas le hacía cosquillas en la nariz. Obi-Wan jugaba con su trenza de padawan. Sus ojos celestes se movían curiosos, sin fijar un objetivo. Todo era nuevo. Todo era importante.
Fue la primera vez que Anakin escuchó cantar a la Fuerza, melodiosa a su alrededor.
Juró volver a escucharla así mientras estuviera vivo. Sin importar el precio.
5
Mío.
Las escamas de los peces en el pozo resplandecían a la luz de la tarde. Anakin había escogido las mejores especies para este momento. Ya sabía qué colores se veían mejor en el otoño. El Templo Jedi hacía muchos esfuerzos para mantener ambientes donde la Fuerza respirara, se regenerara y creara vida en medio del caos citadino de Coruscant. Anakin aprovechaba lo que tenía a la mano para convertirlo en algo impresionante.
“¿Algún día seré un Caballero Jedi, Maestro Skywalker?” - Preguntaba Obi-Wan Kenobi, ese día se acababa de iniciar como padawan. Una trenza ya colgaba de su oreja, tan pequeña y adorable que no alcanzaba ni a llegar a su hombro. Kenobi había arrancado con sus manitas todas las flores que Anakin había preparado meticulosamente durante semanas. Algunas durante meses. Las había juntado en un ramito que le estaba entregando; Anakin lo recibió y empezó a colocar las flores, una a una, en el cuerpecito de Obi-Wan. Su cabello, el cuello de la túnica, los pliegues, las botas, donde sea que se sostuvieran. Obi-Wan esperó paciente a que su Maestro terminara de decorarlo antes de echarse a correr de nuevo.
“¡Quiero ser un Caballero Jedi, Maestro Skywalker!”
Qué vocecita más estúpida - pensaba Anakin, divertido, fugaz; viendo los ojitos celestes, enormes, relajados, insignificantes, corretear en anarquía por los jardines del Templo Jedi, haciendo cualquier cosa, lo que le apetecía.
Absurdamente brillante.
Anakin se tomó el privilegio de no contestar.
La Fuerza estaba cantando. Eso era suficiente.
°°°
9
Mío.
Mío.
“No lo hagas, si no quieres.” - El tono de Anakin era severo, contradiciendo la aparente libertad que otorgaban sus palabras.
El berrinche de Obi-Wan cesó de inmediato. Sus ojos celestes se movieron confundidos entre la Maestra Luminara Unduli y, luego, hacia su Maestro, Anakin Skywalker, recién llegado al Dojo. Obi-Wan suspiró, de pronto decidido a completar el ejercicio que lo había frustrado hace unos minutos.
°°°
11
Mío.
Mío.
Mío.
Músculos tensos. Fuertes por un entrenamiento constante de años, entre la niñez y la pre adolescencia. Nada novedoso en el Templo Jedi.
Obi-Wan entrenando en los Dojos del templo, dejando atrás todas las fases de iniciado mucho más rápido de lo que Anakin había previsto.
“Anakin. Sospecho que el padawan Kenobi se presentará como Omega. Deberás prepararte, pronto.” Esas palabras fueron dichas por el Maestro Quin-Gon Jinn semanas antes de ser asesinado.
Anakin ya lo sabía.
°°°
12
Mío.
Mío.
Mío.
Estiramiento pre entreno. Postura de arco. Sus brazos totalmente estirados hacia atrás, sosteniendo sus tobillos como ancla. Músculos tensados. Sudor recogido en el cuello de su uniforme. Muslos duros, entregados a la postura.
Glándula expuesta.
Olor. Dulce. Floral.
Apestaba delicioso.
°°°
12
Mío.
Mío.
Mío.
Estiramientos post entreno. Postura de cobra.
“Tu cuerpo es un templo.”
“Le pertenece a la Fuerza.”
“¿Solo para ser tocado por?”
“Solo por mí, Maestro.”
Anakin sonrió, complacido. Los pezones rosados de Obi-Wan estaban expuestos. Anakin vio como se endurecían al contacto con el sudor y el aire del ambiente. Una gota se deslizó desde el cuello de Obi-Wan hasta cortarse en el borde de la clavícula, cayendo en línea recta. Anakin escuchó el sonido de la gota romperse contra la superficie dura del suelo.
La Fuerza cantó de nuevo. Melodiosa.
°°°
15
Mío.
Mío.
Mío.
Tuyo.
“Ven aquí, padawan.”
Obi-Wan se deslizó desde su mat de estiramientos hacia el espacio de su Maestro y se dejó caer. Las manos grandes de Anakin empezaron a masajear los músculos de su espalda. Obi-Wan amaba este momento del día porque le hacía sentir que todo el esfuerzo valía la pena.
Era una recompensa.
Ser tocado por las manos de su Maestro y sentir bienestar era una recompensa.
Las manos de Anakin masajearon su nuca, hombros, omóplatos y espalda baja. Se deslizaron apretando sus caderas estrechas, ejerciendo presión hacia sus glúteos, donde se movieron con fuerza, una, dos, tres veces.
Obi-Wan dejó escapar un gemido. Anakin contuvo un gruñido.
“Perdón, Maestro.” se disculpó, sonrojado.
“Está bien, ángel. Es normal.”
Sus poderosas manos bajaron hasta sus muslos. Obi-Wan soltó otro gemido. Masajeó sus pantorrillas, sus tobillos y una de sus partes favoritas de Obi-Wan, sus pies. Cada vez que Anakin los tocaba, Obi-Wan se convertía en una maraña de nervios, totalmente incapaz de evitar suspirar, gemir, lloriquear; de soltar todos los sonidos favoritos de Anakin.
“¡Ah!, Maestro…”
“¿Se siente bien, pequeño?” -susurró, con las pupilas dilatadas, tocando los dedos delicados de sus pies blancos ahora sonrojados por la presión del masaje.
“Me duele, pero se siente muy rico…”
La Fuerza cantaba, melodiosa.
“Acuéstate sobre tu espalda.” - ordenó Skywalker.
Obi-Wan se sonrojó aún más, parecía que toda la sangre de su cuerpo se había ido a su cabeza.
“¿Tengo que hacerlo ahora mismo, Maestro?”
“Sí, padawan.”
“Es que… es que me siento muy cómodo así…” intentó disuadir.
“Esto no es sobre comodidad. Tus músculos necesitan relajarse por completo antes de que terminemos la jornada.”
Anakin amaba ver a Obi-Wan conflictuado entre la obligación de seguir una orden y exponer algo que le avergonzaba.
Absolutamente maravilloso.
Con toda la lentitud del mundo y con la vista pegada al suelo, Obi-Wan se dio la vuelta. Sus ojos celestes brillaban por las lágrimas que amenazaban con resbalarse.
“Perdón, Maestro…” dijo, casi inaudible.
Anakin vio la adorable mancha húmeda en el pubis de Obi-Wan. Supo que estaba tan mojado que su slick había atravesado sus panties hasta colarse por el pantalón de entreno. La verga de Anakin estaba presionada contra su abdomen, dolorosamente dura, rogando por liberarse, húmeda de pre semen.
“Perdón…” volvió a repetir, esta vez las lágrimas ya caían sobre su cara. “N-no sé por qué no puedo evitarlo. No quiero que pase, p-pero no puedo controlarlo…”
Anakin usó la Fuerza para ahogar un gemido que amenazaba con salir de su garganta, tensa de excitación.
“No hay nada de qué avergonzarse, ángel. Es tu cuerpo reaccionando a los estímulos. Es completamente normal.”
“¿Lo es?”
Anakin sintió la necesidad de apretar a Obi-Wan por la expresión de inocencia perpleja que tenía su rostro aún con rastros de su etapa infantil. Se contuvo y respondió con total serenidad:
“Por supuesto. Es por eso que nunca debes permitir que nadie te toque, padawan. Tu cuerpo es muy especial, debes protegerlo siempre.”
Anakin vio como eso tranquilizó a Obi-Wan. Sus ojos dejaron de llorar y una expresión de alivio se instaló en su rostro angelical.
“Sí, Maestro.”
Anakin reanudó la sesión de masajes, y con ella los adorables sonidos.
La Fuerza cantaba, melodiosa.
°°°
16
Miel
Lilas
Vainilla
Mío.
“Estás sudando” señaló Anakin, abriendo los ojos.
Ambos meditaban en una pequeña sala destinada para este propósito en el apartamento. Meditar era la actividad favorita de Obi-Wan, pero Anakin sabía que en ese momento era imposible para él concentrarse.
“Perdón, Maestro… es que me siento extraño. Estoy muy incómodo.”
Anakin sabía que el olor de Obi-Wan se haría más intenso con el pasar de las horas, pero en ese momento ya era casi insoportable. El primer celo estaba instalándose en su cuerpo ruborizado, caliente e hipersensible.
“Lo sé, padawan. Te ayudaré a atravesar esta experiencia.”
“¿No debería haber comenzado a tomar los supresores?” Cuestionó Obi-Wan, tímido. “Quinlan me dijo que él empezó cuando tenía 11 años, antes de su primer celo.”
Quinlan Vos.
El mocoso Alfa, siempre detrás de Obi-Wan, cada vez más presente en las conversaciones íntimas. Quinlan dijo, Quinlan hizo, Quinlan sugirió.
“Es Quinlan Vos tu Maestro, padawan?” El cuestionamiento sonó mucho más rudo de lo que esperaba. Obi-Wan se estremeció.
“¡No!, por supuesto que no, Maestro. Solo estaba….” Su voz se apagó y se quedó en silencio, mirando hacia el suelo.
“¿No confías en tu Maestro para este asunto?”
“¡Sí!, ¡Sí, Maestro! Perdóname….” - rogó.
“Cierra tus ojos, padawan.” Ordenó Anakin, obligándolo a meditar.
Anakin sabía que era imposible, pero la tormenta de celos que se apoderó de él era demasiado peligrosa. Necesitaba que Obi-Wan dejara de hablar.
Su padawan obedeció, bañado en sudor y con la piel enrojecida.
°°°
“Maestro… ayúdame… duele… duele demasiado…” lloraba Obi-Wan, retorciéndose entre las sábanas de su cama. El celo se había instalado por completo, desgarrando el interior de su vientre.
“Ayúdame… siento que voy a morir…”
El aroma de Obi-Wan era una droga para Anakin. Jamás en su vida había sentido un olor tan adictivo, tan importante y prohibido. Sentía que había descubierto el secreto más sagrado de la Fuerza misma que yacía increíblemente caliente y húmedo bajo su sombra.
“Maestro… ¡Anakin, ayúdame!”
Obi-Wan estaba en un trance. Sus ojos no se enfocaban en ningún lado; tenía la boca abierta, la lengua sobre su labio inferior, como presa de una insaciable sed. Nariz dilatada, pezones duros, pantalones bañados en slick.
Anakin sabía que Obi-Wan no podía ni verlo, así que, sentado en la silla junto a la cama, sacó su verga y empezó a masturbarse con violencia. Obi-Wan se retorcía, como siendo electrocutado desde sus entrañas.
Los gemidos eran sucios, dolorosos, muy necesitados.
“¿Cómo quieres que te ayude, Obi-Wan Kenobi?” - soltó Anakin, sintiéndose al borde del orgasmo.
Los únicos sonidos en la habitación eran los gemidos de Obi-Wan y el de su mano masturbando su pene húmedo.
“Q-quema… me quemo, A-Anakin, ¡me quemo!”
Obi-Wan se bajó los pantalones con manos temblorosas. Sus panties blancas estaban transparentes por el slick. Su pequeño coño, hinchado. Era la primera vez que lo veía desde que Obi-Wan había entrado a la adolescencia.
Anakin tuvo el orgasmo más intenso de su vida. Líneas abundantes de semen salieron insistentes una tras otra, cayendo en el suelo, en sus rodillas, en su pecho, en su mano, incluso una aterrizando en su mentón.
La Fuerza cantaba, melodiosa, en unísono con los gemidos necesitados de Obi-Wan.
“Necesito… ¡necesito…!” Obi-Wan se bajó las panties con la misma urgencia.
Anakin sabía que la mente de Obi-Wan estaba completamente vulnerable y forzar una sugestión iba a ser sencillo. Sabía que tenía que ser muy cuidadoso, en su estado era peligroso manipularlo a voluntad, además Obi-Wan ya era muy bueno identificando los trucos mentales, pero ese era un buen momento para pasar desapercibido.
“A partir de ahora, todo es un sueño producto de tu celo. Nada es real. Dormiste toda la noche porque tu Maestro te dio los supresantes y somníferos.”
Cuando Anakin supo que el comando se había instalado en la mente de Obi-Wan, pasó a la siguiente orden.
“Ábrete para mí, ángel. Déjame ver donde te quema.”
Obi-Wan obedeció.
Separó sus piernas delgadas dejando expuesta su vagina que pulsaba hambrienta por tener algo en su interior.
Anakin gimió.
Un hilito de slick colgaba entre la entrepierna y el coño. Anakin se arrodilló en el suelo y se posicionó entre las piernas de Obi-Wan. Con su mano natural tocó el hilo de slick para romperlo. Una parte se enrolló en su dedo. Obi-Wan tembló.
“Mírame, ángel.” Ordenó.
Obi-Wan se sostuvo de sus codos y soltó un gemido agudo cuando vio que Anakin chupaba su dedo embarrado de slick.
“Puedo ayudarte con el calor que sientes. Pero tendrás que pedírmelo.”
“Por favor, Maestro, Anakin, ayúdame… te lo suplico, ayúdame…” - lloró.
“¿Ayudarte cómo, pequeño?”
“¡Fóllame, Anakin!, ¡Quiero tu verga dentro de mí! ¡Moriré si no me ayudas!”
Escucharlo por primera vez decir esas palabras sucias lo volvieron loco. Anakin sacó la lengua y la apretó contra el clítoris hinchado de Obi-Wan. Eso fue suficiente para que tuviera su primer orgasmo en celo. Fue escandaloso.
Absolutamente maravilloso.
La Fuerza brilló, vibró, tembló de gozo.
Una nueva ola de slick se deslizó por la abertura de su vagina rosada. Anakin lo bebió todo como el hombre sediento que era, insaciable.
Con suma delicadeza, Anakin partió los labios hinchados de Obi-Wan para tener una mejor vista.
Hermoso.
El coño virgen de Obi-Wan rogaba por ser penetrado. Estaba listo para recibirlo.
Su clítoris estaba expuesto, hipersensible luego de su primer orgasmo.
Anakin iba a drenarlo.
Lamió y succionó como nunca antes en su vida. Cada pequeño rincón, cada partecita sedosa del coño de Obi-Wan recibió atención de su Maestro. Obi-Wan ya era un desastre; sus piernas temblaban y se movían descontroladas. De vez en cuando sus manos erráticas lograban encontrar la cabeza de Anakin y se prensaban en sus rizos con todas sus fuerzas.
Segundo orgasmo.
Tercer orgasmo.
Todo sin haber penetrado en ningún momento el agujero necesitado de su padawan. Su clítoris estaba atrapado entre los labios y la lengua de Anakin siendo estimulado sin piedad.
“Maestro, quiero tu Nudo. Por favor… te lo suplico, seré tuyo, seré bueno, ¡Anakin!...”
Cuarto orgasmo.
La Fuerza era un remolino turbulento alrededor de ambos. Obi-Wan se ahogaba en el éxtasis indetenible de su celo. Anakin reunió toda su voluntad para separarse de la fuente entre las piernas de su padawan y se incorporó. Su rostro, sus dedos y ropa estaban mojados de slick. Sudaba copiosamente también. Vio a Obi-Wan retorcerse en la cama.
“No puedo soportarlo… Anakin, necesito tu Nudo… por favor, seré bueno, seré bueno… por favor…”
Anakin se acercó a la mesita de noche y agarró un frasco con una jeringa. Preparó la dosis de supresantes de emergencia mientras se movía para sentarse al lado de Obi-Wan, quien inmediatamente se prensó a sus piernas y enterró su cabeza en la entrepierna de Anakin.
Obi-Wan jadeaba y se restregaba en la erección de Anakin, protegida por las gruesas capas de ropa Jedi.
“Esta noche, no. Eventualmente sucederá, escucharemos las indicaciones de la Fuerza, mi amor.”
Con su mano robótica, Anakin lo movió con facilidad para mantenerlo quieto y exponer su espalda baja. Sabía que la inyección le dolería, pero controlar a su frágil padawan no iba a ser un problema.
Anakin lo inyectó en la espina dorsal. Obi-Wan arqueó la espalda y soltó un grito desgarrador.
Cuando la jeringa estuvo vacía, Anakin usó la Fuerza para mantenerlo inmovil en la cama. Los ojos celestes estaban desorbitados, su iris era un puntito diminuto en medio de su pupila. Su boca estaba cerrada, totalmente prensada. Sus extremidades pálidas por la presión.
“Todo está bien, pequeño. Todo está bien…” la voz de Anakin era amorosa mientras liberaba torrentes de reafirmación y tranquilidad por el Vínculo agitado de ambos. “Ya pasó, pequeño… ahora podrás descansar. Yo te voy a cuidar.”
Momentos después Obi-Wan se relajó de golpe. Anakin supo que finalmente se había desmayado.
Lo metió a la bañera y lo limpió como si su cuerpo estuviera hecho de alas de mariposa. Su mano natural le acarició el pecho, el vientre, entre los pliegues de su entrepierna, las rodillas, los pies… Obi-Wan dormía en total relajación. Ya había empezado a ronronear.
Luego de vestirlo con ropa limpia y fresca, Anakin lo llevó a su habitación, depositándolo en las sábanas oscuras que había arreglado como nido. Sabía que al despertar, su olor lo tranquilizaría. Depositó en la mesa de noche la caja que contenía las dosis de supresantes que debía tomar durante los tres días que iba a durar el celo. Anakin lo miró por última vez.
Inocente, pequeño, virginal, protegido.
Todo suyo.
Se inclinó y sintió la necesidad de besarlo en la boca, pero en vez de eso, clavó el beso en la frente.
El primer beso de Obi-Wan lo iba a obtener de él, consciente y dispuesto.
Esa noche, Anakin abandonó Coruscant por dos semanas debido a una misión. Cuando volvió, Obi-Wan ya había asimilado la situación y la única reacción que obtuvo de su padawan perfecto fue un leve rubor en las mejillas, quizás porque sus recuerdos invocaron ese sueño de cuando estuvo en celo…
Chapter 3: Soy uno con la Fuerza y la Fuerza me acompaña
Notes:
¡Hola!
Este capítulo es sobre Obi-Wan tratando de llevar una vida de padawan normal, pero nada sale bien :')
Estaré actualizando las tags en la medida vaya subiendo los capítulos.
Chapter Text
    
  
Obi-Wan respiró profundo.
Soy uno con la Fuerza y la Fuerza me acompaña.
Su dedo se detuvo a unos milímetros de tocar la pantalla táctil junto a la puerta.
Confía en la Fuerza.
Su dígito tocó la pantalla y la puerta se abrió.
Todos los ojos voltearon a ver.
Silencio total.
Soy uno con la Fuerza y la Fuerza me acompaña.
La clase de política galáctica siempre había sido su favorita. Amaba aprender de otras especies, sus culturas, sus maneras de relacionarse, la historia de por qué se habían adherido a la República o por qué la habían rechazado… todo le parecía un misterio, un universo lleno de intrigas.
Pero esa mañana, era el último lugar donde Obi-Wan quería estar.
Llevaba tres semanas ausente de sus responsabilidades. Su mente y su cuerpo habían tenido serios problemas en ajustarse a todo lo que estaba pasando dentro de él. Aunque externamente aún no habían señales, su aroma y la huella en la Fuerza sí que habían cambiado, solo hacía falta observar lo suficiente para notarlo.
“Oh, padawan Kenobi.” La Maestra Aayla Secura lo recibió con la misma sonrisa de siempre. “Vienes a tiempo. Por favor, únete a la clase.”
Obi-Wan buscó desesperado a su persona de confianza y la encontró.
Quinlan estaba en uno de los asientos cercanos a la ventana. Había apartado un asiento a su lado para él. Obi-Wan sonrió aliviado y caminó hasta ahí sin devolver la mirada a nadie. Ignoró los pequeños cuchicheos a su alrededor.
“Bobo, te ves bien.” saludó Quinlan con una sonrisa sincera en su rostro, buscando depositar un poquito de seguridad en su agitado compañero.
“Ojalá.” suspiró Obi-Wan, devolviéndole la sonrisa.
“Deja de preocuparte. Todo está bien.”
“Sí.”
Obi-Wan intentó concentrarse en la clase ignorando los ojos curiosos de los Alfas a su alrededor. Todos los presentes, sin excepción, usaban supresores, pero Obi-Wan sabía que, debido a su condición, su aroma se había intensificado y sin lugar a dudas, llamaba la atención.
Quinlan acercó más su silla y posó su brazo sobre el respaldo de Obi-Wan con intenciones protectoras, intentando poner un límite a los fisgones.
°°°
“Te ves diferente, Kenobi.” Comentó padawan Shaak Ti cuando la clase había terminado y estaban preparándose para salir.
“¿Diferente? Huele delicioso.” padawan Kit Fisto se acercó al pequeño grupo que rodeaba a Obi-Wan. Notó como los tentáculos del nautolano se movían levemente a su dirección.
“¡Kit!” exclamó Shaak, escandalizada.
“Si el Maestro Skywalker estuviera aquí te cagarías en tus pantalones, pez.” contestó el padawan Ronhar Kim, con un bufido.
“Qué suerte que no esté presente.”
“Dicen que puede escuchar todo lo que decimos a miles de kilómetros de distancia.” bromeó Shaak.
Quinlan puso sus ojos en blanco con una mueca.
“¿Vas a unirte a las clases de combate esta tarde, Kenobi?” preguntó Fisto.
Obi-Wan quería decir que sí, pero no estaba seguro de lo que su Maestro había decidido. Ante la duda en su rostro, Quinlan se adelantó.
“¿Por qué? ¿no fue suficiente la humillación que te hizo pasar la última vez?” se burló.
Tocar el ego de Fisto fue suficiente para que la conversación se desviara de la pregunta y Obi-Wan le dedicó una expresión de agradecimiento a su mejor amigo.
°°°
Mientras caminaban en dirección a la cafetería, Fisto y otros padawan Alfa los alcanzaron.
“Hey, Kenobi, me preguntaba si te gustaría sentarte conmigo.” dijo uno.
“Puedo enseñarte lo que comemos en mi planeta. Tengo una dieta muy estricta estando aquí en Coruscant. Puedo mostrarte.” dijo otro.
“Chicos, chicos, chicos.” interrumpió Fisto emanando asertividad Alfa y colándose en medio de Obi-Wan y Quinlan. Separándolos. “Obviamente yo soy la persona más interesante de nuestra generación. Estoy muy seguro que tienes muchas preguntas, Kenobi.”
Fisto se calló de repente. Obi-Wan escuchó un gruñido sostenido. Lo buscó con la mirada y vio que venía de Quinlan, de pie totalmente tenso, su espalda hacia adelante, con los hombros hacia arriba. Sus manos apretadas como puños.
Estaba enseñando sus caninos.
Obi-Wan miró a Fisto. Vio cómo su cuerpo empezaba a tensarse también.
No.
Lo menos que necesitaba era una pelea.
“¿Tienes algo que decir, Vos?” soltó Fisto, con los dientes prensados. “¿Quién te crees que eres?”
Obi-Wan se acercó y tocó el brazo de Quinlan, suplicante. “Por favor no hagas esto, Maestro Skywalker se enterará y estaré en problemas…por favor, Quin.”
Obi-Wan escuchó que Fisto empezó a gruñir a sus espaldas.
“¿Quieres reclamar a un Omega que no te quiere, Vos?” lo provocó.
“No lo escuches, Quin. Vamos a comer a la cafetería, por favor.” Obi-Wan le suplicó intentando jalarlo del brazo.
“¿Sí? El único desesperado por atención eres tú.” - respondió Quinlan, dejando sentir su enfado en cada palabra.
“¿Acaso eres su guardaespaldas, uh? ¿Te conformas con tan poco, Quinlan? ¡Deja de ser tan patético, dioses!”
Alguien en el público de padawans presenciando el conflicto, gritó: “¡Ese coño debe ser así de delicioso!” El ambiente se llenó de reacciones, silbidos y carcajadas.
Quinlan se lanzó sobre Fisto y lo estrelló contra la pared. Fisto le propinó un rodillazo logrando separarse, pero Quinlan se recuperó y volvió a empujarlo.
Mientras forcejeaban, una voz potente se dejó oír entre el griterío.
“Padawan.”
Ay no. - El horror cayó al estómago de Obi-Wan. Con sus propios ojos vio como todos los Alfas a su alrededor bajaron la cabeza y se hicieron pequeños en su lenguaje corporal. Incluídos Quinlan y Fisto. Ya nadie gruñía. Nadie hablaba. Nadie peleaba.
La Fuerza hervía, furiosa. De pronto hacía mucho, mucho calor.
“Ma-Maestro Skywalker… estaba a punto de|”- balbuceó.
“Ven conmigo.” Ordenó Anakin.
La humillación pintó de rojo la cara de Obi-Wan, que se movió para seguir a su Maestro. Cuando pasó al lado de Quinlan, lo escuchó decir “lo siento…”, pero Obi-Wan no lo miró, ni tampoco contestó.
°°°
“Es mejor que comas.” Ordenó Anakin con ligereza.
Obi-Wan tenía sus ojos pegados en el plato de comida frente a él. Anakin lo había llevado a una de las terrazas del Templo, un espacio exclusivo para Maestros de la Orden. En ese momento había unos cuantos distribuídos en las mesas. Nadie parecía prestarles atención.
“M-Maestro… Quinlan solo intentaba ayudarme… los demás padawans|”
“Come, Obi-Wan.” La severidad en la voz de Anakin hizo que Obi-Wan se callara y obedeciera.
Comieron en silencio.
“Vamos a visitar los Salones de Curación.” informó Anakin, mientras Obi-Wan bebía té.
“¿De nuevo?”
“Sí. No es bueno que te expongas a situaciones de estrés.”
“No fue tan así, Maestro. F-fue una situación tonta… que se salió un poco de control porque los chicos no saben… no saben lo que pasa conmigo…” Dijo avergonzado.
“Esto no es un secreto, Obi-Wan.” Contestó Anakin.
“L-lo sé… es solo que… no me siento listo y no sé cómo manejarlo.” Confesó, con la vista pegada a la servilleta que apretujaba entre sus dedos. “Q-quisiera saber lo que debo hacer, Maestro.”
Anakin suspiró.
“Dejarás de ir a las clases y entrenamientos. Recibirás educación particular.”
Ante los ojos estupefactos y llenos de negación de Obi-Wan, Anakin añadió: “Lo que pasó esta mañana solo se pondrá peor. Eres un Omega sin marcar y tu aroma es casi como si estuvieras en celo. No te dejarán en paz. Es demasiado arriesgado.”
“Por favor, no me quites esto, Anakin…” susurró. Obi-Wan odió que ya había empezado a llorar.
“Puedes intentarlo. Como dije, solo se pondrá peor. Tú sabes lo que haré si te tocan, Obi-Wan, pero si tú quieres, puedes intentarlo.”
“No quiero que hagas eso…” murmuró, sabiendo que Anakin hablaba en serio.
“Es tu decisión, pequeño.”
°°°
Obi-Wan estaba sirviendo té en la taza frente a Anakin. Cuando terminó, colocó la tetera al centro de la mesa y se sentó en su asiento. Anakin leía su datapad. Distraído, tomó un pequeño sorbo.
“¿Maestro?”
“¿Uh?”
“Quiero ir a la biblioteca del Templo esta tarde…” Mencionó, tímido.
Desde el último incidente, Anakin no había permitido que Obi-Wan abandonara el apartamento sin él, lo que significaba que cada vez que Anakin tenía responsabilidades, Obi-Wan debía acompañarlo y si era demasiado arriesgado, se quedaba esperando en la nave, al margen de la atmósfera de cualquier planeta, escoltado por Clones. En la práctica, Obi-Wan se había convertido en la pequeña sombra detrás del Maestro Skywalker que nadie se atrevía a mirar dos veces. Ya había pasado un mes.
Por un momento, Obi-Wan pensó que Anakin no lo había escuchado, o peor aún, que había decidido ignorarlo. Pero luego Anakin bajó el datapad hasta su regazo y lo miró con sus ojos azules afilados.
“Está bien.” Dijo a secas.
Los ojos celestes de Obi-Wan brillaron, emocionados.
“¿Por mi cuenta?” Se aseguró de aclarar.
“Ok.” Se limitó a contestar. Su mirada regresó a lo que sea que estaba leyendo y la conversación terminó ahí, con Obi-Wan feliz de tener un momento del día para él mismo.
°°°
“¡Padawan Kenobi!” Saludó una de sus personas favoritas del Templo, la Maestra Jocasta Nu. “¡Que gusto tener de vuelta a mi estudiante estrella!”.
“Estoy feliz de volver.” dijo Obi-Wan. Notó una expresión en el rostro de la Maestra Nu que hizo que la Fuerza alrededor de ambos se sintiera cálida, comprensiva.
Obi-Wan se avergonzó.
Pensar que todos los Maestros del Templo conocían su situación era demasiado abrumador para él y prefería no pensar en eso. La Maestra Nu notó su incomodidad y con gentileza le cedió el paso.
“¿Quieres que te ayude a buscar algo en específico o deseas tener un tiempo a solas?”
“Estoy bien por mi cuenta, Maestra, muchas gracias.”
“Disfruta.” Se despidió, con una pequeña inclinación.
Las horas transcurrieron con Obi-Wan absorto en sus lecturas. Amaba estudiar y desde muy chico aprendió a no sentir vergüenza por eso. Generalmente, los chicos de su edad estaban fascinados por los lightsabers, las katas, las técnicas de combate cuerpo a cuerpo, pero Obi-Wan se sentía muy cómodo absorbiendo conocimientos. Pensaba que existía un verdadero desafío en intentar cualquier otra vía de negociación para salir de un conflicto antes del uso de la violencia. En su opinión, eso sí era un trabajo muy complicado de ejecutar, y que, según la historia, había traído grandes beneficios a la República.
En los últimos años, Obi-Wan se había dado cuenta que le gustaba mucho la diplomacia. Quizás si hubiera tenido la oportunidad de elegir habría escogido ese camino; aunque no le gustaba estar rodeado de políticos, la acción de tener que usar únicamente palabras para disuadir a otros le resultaba fascinante.
El sonido del comlink atrajo su atención.
    -
Acabo de terminar mi última clase.
Estoy en camino hacia la biblioteca para recogerte.
Vamos donde Dex.
Quinlan.
-
Obi-Wan sonrió.
°°°
Obi-Wan iba sujeto de los hombros de Quinlan. La speederbike se deslizaba veloz por los edificios y el tráfico de la tarde. La luz dorada y púrpura del atardecer resplandecía en el casco negro de su mejor amigo. Obi-Wan sentía el viento colarse por la visera, provocando que entrecerrara sus ojos.
Recordó que tenía 17 años.
°°°
El Restaurante de Dex era el lugar donde los padawans de su edad se reunían para socializar. Era un lugar de comida rápida, máquinas de videojuegos y para conseguir un poco de alcohol trasegado a precio de ganga -ilegal, por supuesto, además porque muchos de los chicos frecuentes eran menores de edad-.
Obi-Wan odiaba el alcohol, pero le gustaba visitar Dex porque el ambiente era muy alegre, y a parte de la clientela Jedi, media zona industrial juvenil se reunía en el lugar para relajar el día.
Quinlan y Obi-Wan se sentaron en una mesa de esquina al aire libre, cercana a la entrada, evitando el humo de los deathsticks que impregnaba el interior del lugar.
“Gracias por traerme.” dijo Obi-Wan mientras un mesero retiraba los menús de la mesa.
“Luces pálido, bobo.” Bromeó Quinlan. “Supuse que necesitabas salir por un poco de aire.”
Era verdad. Aunque con Anakin había visitado muchos planetas en el último mes, no eran precisamente viajes de relajación. Estaban en medio de una guerra, después de todo, y la tensión era muy alta, como una burbuja de presión a punto de estallar.
Cuando Obi-Wan estaba rodeado de personas de su edad y en lugares como Dex, la guerra parecía ser una mentira. Parecía algo que pasaba en una Galaxia muy, muy lejana.
Llegó la comida y ambos se dedicaron a ella, poniéndose al día con todo lo que había pasado en sus vidas desde la última vez que se vieron y hablaron: el día de la pelea con Fisto.
“Apenas puedo notar cambios.” comentó Obi-Wan, dándole pequeños mordiscos a una papita frita. “Excepto por los calores ocasionales y cambios de humor. Supongo que, por el momento, lo más obvio es mi olor.” Dijo avergonzado. Llevó su mano hasta su cuello, protegido por un parche especial del mismo material de los que rodeaban sus muñecas y del mismo material de su ropa interior. En los viajes con Anakin, la doctora de la nave le había obsequiado varios de esos parches de emergencia, diseñados para maquillar el olor del pre celo. No funcionaban cuando el celo ya estaba instalado, pero eran de gran ayuda en los días previos. Obi-Wan se dio cuenta que le servían en su situación actual, de lo contrario, habría sido imposible salir con Quin fuera del Templo.
“¿Cómo convenciste a Skywalker?”
Obi-Wan le dedicó una mirada culpable.
“No… no lo hiciste…” murmuró Quinlan, escandalizado.
“Es solo por un par de horas…” explicó Obi-Wan, mirando la servilleta entre sus dedos. “Él sabe que necesito tiempo para mí. Le dije que iba a la biblioteca. Este es solo un pequeño desvío…” Obi-Wan miró a Quinlan con ojos de cachorro. Eso fue suficiente para suavizarlo.
“Está bien, bobo. Mientras te sepas explicar bien con tu Maestro y esto no me salpique.” Bromeó.
La tarde iba transcurriendo y ambos saltaban de tema en tema; Obi-Wan escuchaba comentarios ocasionales de personas que pasaban a su lado:
    ‘...padawan del General Skywalker…’,
‘...Leí en el holonet que el General Skywalker fue visto con…’,
‘...Kenobi es un crío insufrible…’,
‘...Skywalker lo escogió por ser Omega…’,
‘...Jedis son unos radicales…’,
‘…He escuchado que Skywalker…’,
‘…criminal de guerra…’,
‘...como un perrito detrás de él…’,
Obi-Wan suspiró. Están celosos de mí. - resolvió. Su atención intentaba concentrarse en la historia de Quinlan que todavía no entendía del todo bien.
Un vasito lleno de alcohol fue depositado en medio de la mesa por el mesero, que les dedicó la expresión más aburrida de todo Coruscant. “Cortesía del caballero de allá.”
Ambos vieron que Kit Fisto y un grupo de padawans estaban en una de las mesas. Fisto levantó el brazo como saludo y Obi-Wan respondió con una sonrisa tímida.
Quinlan soltó un bufido. “Vienen hacia acá.”
“Hey, estábamos preguntándonos si quieren unirse a nosotros.” Saludó Fisto. “No he tenido la oportunidad de disculparme contigo, Kenobi, por la última vez.” Los enormes ojos negros y brillantes de Fisto miraron directamente a Obi-Wan. “Lo siento mucho. No sé qué fue lo que me pasó. Fue mi culpa.” Obi-Wan sintió en la Fuerza que Fisto era sincero, así que le sonrió de vuelta.
“No pasa nada.”
Obi-Wan sabía que mientras tuviera los parches de emergencia todo estaría bajo control.
°°°
Ya era de noche.
Quinlan iba por su cuarto trago.
“Voy a mear.” anunció a la mesa y se levantó para salir del local. La fila de los baños del lugar no era amigable con su vejiga a punto de estallar.
Quinlan escogió una de las esquinas del edificio para vaciarse.
Escuchó unas voces que estaban a la vuelta de la esquina. Por el filtro, supo que eran Clones.
“¿Tienes un deathstick, Kreel?"
“Mi contacto está por venir.”
La voz lanza un profundo suspiro agotado. “De casi morir combatiendo en Geonosis a venir a Coruscant para escoltar al mocoso del General Skywalker… Qué gran noche.”
Quinlan contuvo la respiración.
“Bueno, es mejor que morir combatiendo en Geonosis, ¿no?.” Señaló Kreel.
“Me pregunto si el Senado sabe que Clones de élite hacemos este tipo de tareas.”
“Escucha, Fives, yo que tú, no estaría quejándome. El General Skywalker ha sido excepcional en mantenernos vivos y darnos victorias. ¿Has visto las Holonoticias? Los de la 501 somos celebridades. Los Clones más curtidos darían cualquier cosa por ser parte de nuestra Legión.
“Supongo…”
“Piénsalo como una licencia, soldado. Prefiero cuidar las espaldas de este mocoso mojigato a tener que combatir un ejército de droides.”
El transmisor de Fives emitió un sonido.
“Estos críos están ebrios.” Anunció el Clon del otro lado del comlink. “Pero nuestro objetivo no ha bebido nada.”
“¿Hay problemas?”
“Por el momento, no. ¿Cuánto tiempo debemos esperar?”
“No haremos contacto hasta que se presente una novedad. Órdenes del General.”
“Genial.” dijo la voz, sarcástica. “Amo este trabajo.”
El transmisor sonó de nuevo, acabando la llamada.
“Ustedes deben aprender a relajarse.” anunció Kreel, con un tono de voz que demostraba que se estaba desperezando. “No pasará nada, terminaremos nuestra jornada con el mocoso sano y salvo en su habitación y nos iremos a buscar algo de diversión en los barrios bajos de la ciudad.”
Fives suspiró. “Suena bien.”
°°°
“¿Has estado en el Borde Exterior?” Preguntó Shaak, mientras un padawan llenaba los vasos con otra ronda.
De ser solo Quinlan y Obi-Wan, de pronto pasaron a estar con una docena de padawans, todos animados, hablando de varios temas al mismo tiempo. Era la primera vez que Obi-Wan socializaba así. Se dio cuenta de cuánto tiempo había perdido intentando hacer las cosas bien.
Revisó la hora y se dio cuenta que estaba al filo de su tiempo de permiso. El comlink estaba en un silencio sepulcral y Obi-Wan no quería marcharse aún.
Decidió que iba a quedarse un poco más. Estaba harto de estar solo o de tener que lidiar con el estrés de la guerra junto a su Maestro. Además, quién sabe, tal vez Anakin estaba atendiendo algún asunto de última hora.
“Sí.” retomó Obi-Wan. “Maestro Skywalker ha tenido un par de misiones de nivel medio donde me ha permitido acompañarlo. No es una zona amigable.” Dijo, siendo generoso. La verdad era que el Borde Exterior estaba lleno de planetas muy desoladores, con mucha escasez y violencia, donde las condiciones de guerra estaban instaladas desde hace mucho tiempo atrás, antes de los Clones.
Quinlan volvió del baño. Obi-Wan notó que había cambiado. Parecía pensativo. Preocupado.
“¿Está todo bien, Quin?” Preguntó.
Quinlan lo observó a los ojos unos segundos. Obi-Wan se preguntó si estaba ebrio.
“Sí.” Contestó, sacudiendo su mano, como restando importancia. “Perdón si me demoré.” Quinlan sonrió y Obi-Wan le devolvió la sonrisa, olvidándose de su impresión inicial. Volvió su atención a Shaak y continuaron hablando del Borde Exterior.
Quinlan se preguntó si debía marcharse.
°°°
“¡Maestro Jedi Ki-Adi-Mundi y su quinta esposa, 20 años menor e interespecie!” Leyó padawan Depa Billaba, sus mejillas sonrojadas por el calor del alcohol. Su comlink mostraba un holograma de un sitio web de chismes coruscanti.
Las reacciones en la mesa no se dejaron esperar. Obi-Wan observaba divertido a sus compañeros, evidentemente desinhibidos por la magia del alcohol. La Fuerza a su alrededor se movía como mar abierto, pero Obi-Wan decidió dejar que lo navegara. No sabía cuando volvería a disfrutar con sus amigos.
“¡Busca algo sobre mi Maestra!” gritó Barriss Offee.
De todos los presentes, Barriss era la que más había sorprendido a Obi-Wan. Si había otra persona en su generación que se había ganado la categoría de 'mojigato' -un gran evento dentro de los Jedi- era ella.
“Unduli, Unduli, Unduli…” susurraba Billaba mientras revisaba el sitio.
“Oh.”
Toda la atención se concentró en ella. Billaba leyó:
“Polémico Maestro Jedi y Héroe de Guerra, General Anakin Skywalker, visto con Senadora de Naboo, la guapísima y soltera Padmé Amidala”
“Oooooh” en diferentes tonos de voz rodearon a Obi-Wan.
Odió sentir su cabeza caliente, seguramente roja como un tomate.
Soy uno con la Fuerza y la Fuerza me acompaña.
Cuchicheos y risitas inundaron la mesa.
“¿Qué te parece, Kenobi?” presionó Fisto, divertido.
“Yo-yo no lo sé…” contestó con una risa nerviosa.
“Ay, vamos, Obi-Wan” insistió Shaak. “El Maestro Skywalker es muy popular a lo largo y ancho de la Galaxia y él lo sabe.”
El grupo soltó carcajadas. Obi-Wan quería hacerse invisible. De repente sintió que no vibraba con la Fuerza a su alrededor. Todo era demasiado intenso.
“Jedi, General, Alfa, sex symbol, ¡¿qué más quieren?!” soltó padawan Kyle Katarn, restregando sus manos a los lados de su rostro, dramático.
“¿Y Senadora Amidala? ¡Por favor! ¡Piensen en esa combinación!” añadió Shaak.
“¿Entonces, Kenobi?” Fisto volvió a insistir, levantándose de su asiento. Sus tentáculos se movían curiosos, en dirección a Obi-Wan.
“¿Entonces, qué?” preguntó Obi-Wan, intentando hacerse el desentendido mientras averiguaba qué decir, qué hacer. Sus ojos miraron a Quinlan, quien sostenía su vaso con sus dedos tensionados, mirando a Kit Fisto con el ceño fruncido.
Obi-Wan supo que lo siguiente que pasara iba a cambiar el rumbo de todo el encuentro.
“Deja de ser tan grosero, Kit.” Dijo Kyle, haciendo alarde de sus encantos Omega. Se levantó del asiento y exigió. “Dame la botella.”
Cuando la botella estuvo en sus manos, Kyle sirvió un trago. Fisto se apresuró, entendiendo lo que Kyle quería hacer y le robó el vaso. Kyle protestó con un gemido, pero se encontró más interesado en lo que su amigo haría a continuación.
“Este va por mi cuenta.” Kit Fisto puso el vaso en la mesa frente a Obi-Wan, y aguardó detrás de él.
Todos hablaban al mismo tiempo, reían y se movían en sus asientos. Obi-Wan vio el líquido azul y de pronto… sintió náuseas.
“Gracias, Kit, pero… pero yo no bebo.”
“Vamos, Obiiii, no te emborracharás por un solo trago.” Se burló Kyle.
Su tono condescendiente hizo que Obi-Wan se sintiera como un niño.
Obviamente ya sabía que no iba a emborracharse con un trago.
Obi-Wan llevó sus manos hacia su vientre, protector.
Soy uno con la Fuerza y la Fuerza me acompaña.
“Bebe, Kenobi.”
“Deja de presionarlo.”
Obi-Wan vio como Quinlan se levantaba de su asiento.
“Vamos, chicos…” suspiró Billaba.
“No arruinen nuestra noche del mes, dioses…” añadió Barriss.
“Ve a sentarte, Fisto.” Le advirtió Quinlan.
“Está bien, Quin, yo|” La voz de Obi-Wan fue ahogada por el Alfa nautolano a sus espaldas.
“Dice, ¿quien?” desafió Fisto.
“Quinlan, no.” Obi-Wan se inclinó y tocó la muñeca de su mejor amigo. “Siéntate.”
Quinlan lo miró a los ojos y luego miró a Fisto, de pie detrás de Obi-Wan, obstinado, con los brazos cruzados.
Obi-Wan sostuvo la respiración, viendo como la duda atravesaba los ojos Alfa de Quinlan, dilatados.
“Bien.” resolvió, soltando una pequeña risa, intentando relajar el ambiente. Quinlan se sentó de nuevo y lo siguiente que hizo fue tomar el vaso entre sus dedos y atraerlo hacia sí.
Obi-Wan solo vio la acción boquiabierto.
“Esto es mío.”
Todo pasó muy rápido.
Desde atrás, Fisto estiró su brazo hasta agarrar a Quinlan del cuello de su túnica.
“¿Por qué me estás saboteando, Vos?”
“No hay nada que reclamar aquí. Deja de presionarlo.” Contestó Quinlan. Obi-Wan vio cómo su mano fuerte agarró uno de los dos tentáculos principales de Kit Fisto, acción que hizo que el nautolano emitiera un profundo gruñido, ofendido.
Obi-Wan intentó tocar el brazo de Quinlan y en el acto de forcejeo con Fisto, el parche de emergencia en su muñeca se rompió limpiamente al toque de las escamas afiladas en la punta de los dedos del nautolano. Con el parche, gotitas de sangre cayeron a la mesa.
Las escamas habían ocasionado una pequeña herida superficial en la piel glandular de su muñeca.
Obi-Wan miró su mano, sin aliento.
Quinlan solo vio la acción pasar delante de sus ojos con toda la lentitud que la Fuerza decidió, autoritaria, para torturarlo.
Sus ojos se movieron hacia las afueras del restaurante. Logró ver figuras blancas acercarse sigilosas alrededor del edificio.
Skywalker. - Recordó. - Dioses, soy un idiota.
Quinlan miró a Fisto. Fisto miraba a Obi-Wan. Quinlan vio al resto de la mesa.
El resto de la mesa miraba a Obi-Wan.
    Miel,
lilas,
vainilla,
leche.
Sangre.
“Qué olor tan delicioso.”
Un pistolero se acercó junto a dos personas más, que cubrían sus rostros con cascos. Quinlan -y medio restaurante- supo que eran cazarrecompensas. El pistolero tenía en su boca un deathstick a medio fumar.
“¿Quién sería tan idiota…?”- El pistolero dejó la pregunta inconclusa, pero todo el restaurante supo a qué se refería.
“Miren, la cosita pelirroja lleva parches de emergencia.” - notó otra criatura al fondo del patio.
Risas humillantes del público.
“Un coño húmedo.” - agregó otro.
“Quítatelos, dulzura.” -dijeron.
“Deja que mamá huela.” - gritó alguien más.
“¡Te haré venir cien veces!” - añadió otro más, porque podía.
¡Anakin! Obi-Wan gritó desesperado por el Vínculo en la Fuerza, hasta entonces totalmente silencioso.
Alfas, Betas y Omegas, todos en supresores por supervivencia, todos estimulados por sustancias y todos hambrientos en su estómago, empezaron a merodear la mesa de los padawans.
“¡Conozco a este Omega!” reveló alguien en el público. Su voz gutural hizo que Obi-Wan sintiera ganas de vomitar, de nuevo. “¡Esta es la putita de Skywalker! ¡Oh, oh, oh! ¡desgraciados!, ¡Es Padawan Ke-no-biiiii!, ¡El pequeñoooo!”.
El restaurante se volvió loco.
La presión en la Fuerza hizo que Obi-Wan estuviera a punto de desmayarse.
Moriré aquí. - Pensó. ¡Anakin, ayúdame! - Volvió a gritar por el Vínculo, desesperado.
La voz añadió: “¡Un combo excepcional para ustedes, tristes drogadictos!” El tono del grito era como si se tratara de una subasta. “¡Joven!, ¡belleza sin igual!, ¡virginal, apretado!...y, ¡y!, la revelación de la noche, apestosos traicioneros: Esta putita es…¡Stewjoniiiii!”
Ante la última categoría, el bar vibró con las voces guturales de los presentes. Botas tronando el piso, manos golpeando mesas. Vidrios quebrados. Silbidos, maldiciones.
Era el premio mayor. ‘Todo el éxito que imaginé’ diría hasta el cazarrecompensas más experimentado.
Quinlan veía rojo. Su sentido común estaba inundado. Obi-Wan.- Pensó.
“¡Kit!” - gritó.
Quinlan vio como Kit Fisto se volteó para verlo. Reconoció la misma expresión aterrada en su rostro.
“¡Tenemos que sacarlo de aquí!” logró decir.
“¡Sí!”
“Y-y-yyyy…” añadió la voz del subastador, como a punto de hacer la venta de su vida: “¡Omega!, ¡en celo, cabrones, eso no lo digo yo, ustedes ya olieron ese coño!”
Algarabía.
“¡Mátense, desgraciados!, ¡Esta noche sí vale la pena!, ¡Esta noche me haré rico!, ¡Está noche haremos llorar al Omega de Skywalker!”
Con la vista nublada, Obi-Wan vio como todos los padawans encendieron sus lightsabers. El ambiente vibró con la luz y la energía de los sables.
Caos.
Todo pasó muy rápido. Una cuadrilla de Clones élite ingresó al restaurante. La mesa donde los padawans departían se encontró rodeada por un cordón de Clones antimotines, mientras otros ingresaban al establecimiento, usando la fuerza bruta contra todas las personas presentes.
Era una locura.
Quinlan sintió como las luces tácticas lo cegaban aún más. Todo era demasiado confuso.
¡Obi-Wan!
Lo siguiente que Quinlan distinguió fue que todos los padawans -incluyéndose- eran conducidos por los antimotines hacia un Landspeeder de la Orden. El Restaurante de Dex era un caos.
Maldiciones.
Gritos.
Disparos.
 Obi-Wan.
Maldito seas, Skywalker.
°°°
La luz tenue del salón era ofensiva para Quinlan.
No había rastros de los Clones. Se habían retirado al perímetro del Templo después de entregar el paquete.
Vio a su alrededor. Todo el grupo de padawans estaba reunido. Se dio cuenta que habían muchos más que no estuvieron en la mesa con ellos.
Obi-Wan. - volvió a pensar.
No encontró a su mejor amigo por ningún lado.
Quinlan llevó su vista al frente. Ahí estaba el Gran Maestro Yoda, los Maestros Plo Koon, Windu, Mundi, Secura, Unduli, Kcaj… y otros en holograma que Quinlan ni se molestó en intentar reconocer.
Estaban jodidos.
“Bien. Ya solucionamos.” Dijo Windu con la expresión más tensa, cansada y harta de todo el cuadrante, pinchando el puente de su nariz.
Dio media vuelta y salió del salón sin mirar atrás.
El Gran Maestro Yoda los observó a todos por última vez.
Quinlan sintió el peso de la culpa en cada poro de su cuerpo; supo que sus compañeros también.
Gran Maestro Yoda lanzó un gruñido y siguió al Maestro Windu.
Luego, dos personas entraron al salón.
Un Clon y Skywalker.
Quinlan se sintió como en un paredón de fusilamiento.
“Uh, tenemos a todos los padawans, General Skywalker… uh, Maestros Jedi” - Dijo el Clon, leyendo en el interior de su casco toda la información que debía recitar. “La situación en ‘Restaurante de Dex’ está bajo control. Completadas las capturas de los dos sujetos con emisión de recompensa galáctica. Padawans asegurados y retornados al punto seguro, eh, que es el Templo Jedi, General Skywalker, eh, Maestros Jedi.” Aclaró el Clon. Si no fuera por las muletillas, Quinlan hubiera pensado que se trataba de un droide al servicio de Skywalker. Aunque a decir verdad, que detrás de la armadura hubiera un ser de carne y hueso no hacía la diferencia, reflexionó. Esta era solo una pizca que demostraba el poder que tenía Skywalker en el Ejército de Clones.
“Las listas previas se compartieron en el holocanal oficial del Templo Jedi hace cinco horas, eh, detalles a consultar en la plataforma. Las listas actualizadas se enviaron por la misma vía, hace 1 hora 40 minutos, eh, 53 segundos a mi lectura. Ambas calzan, General Skyw-, uh, Maestros. El Supremo Canciller, Sheev Palpatine, así como las principales representaciones Coruscantis del Senado, lamentan lo sucedido esta tarde, donde padawans, eh, fueron acosados por cazarrecompensas en horas de licencia en un local con todas las condiciones legales para operar.”
Quinlan hizo contacto visual con Skywalker, cuyos labios sonreían, triunfantes. Burlescos. Su mirada era humillante.
“‘Restaurante de Dex’ cuenta con todos los permisos necesarios para continuar operando a primeras horas de apertura económica de la capital Coruscanti para las 00:00, detalles a consultar en la plataforma, según el decreto de libertades económicas número DC3-AD3-FD3 aprobado por el Supremo Canciller de la República…”
Quinlan dejó de escuchar al Clon y bajó la mirada. Se sintió diminuto.
Como siempre.
°°°
Obi-Wan había sido entregado a su apartamento, sí. Los Clones fueron meticulosos.
Su pierna se movía, ansiosa. Arriba, abajo. Arriba, abajo. Arriba, abajo.
Obi-Wan observó su mano. La herida en su muñeca se había tratado a sí misma en cuestión de minutos. Ahora era una marca carmesí unida, indicando que había que dejarla en paz porque estaba empezando su proceso de sanar.
Anakin. Llamó de nuevo.
°°°
Dos manos grandes sujetaron su cabeza y sus glúteos para alzarlo hasta que su cuerpo se presionó contra el pecho de Anakin. Obi-Wan enterró el rostro en su cuello, buscando la glándula de olor.
“Maestro…” susurró, somnoliento.
“¿Qué haces en el sofá, ángel?”
La voz de Anakin era dulce y Obi-Wan ronroneó ante los torrentes de cariño liberados en el Vínculo.
“Estaba esperándote… para explicarte…” murmuró, demasiado cansado.
¿Por qué se sentía tan cansado? Se encontró incapaz de abrir sus ojos.
“Duerme, ángel. Todo está bien.”
Anakin llevó a Obi-Wan a su propia habitación. Sus almohadas y sábanas oscuras dispuestas a recibir al Omega drenado por un día de exposición, listo para sucumbir a la comodidad de su nido.
Al filo de la madrugada, la Fuerza cantó, de nuevo, melodiosa.
Anakin la escuchó con atención.
Chapter 4: ¿Tú quieres ser Caballero Jedi?
Notes:
Se utiliza el termino "madre" y "maternidad" para Obi-Wan.
Chapter Text
Obi-Wan despertó en la cama de Anakin. Miró el reloj en la pared y se dio cuenta que ya era muy entrada la mañana. No le gustaba despertar tarde, pero al menos su cuerpo se sentía energizado por el descanso. Se desperezó y buscó la presencia de Anakin, pero rápidamente se dio cuenta que estaba solo en el apartamento.
Había un mensaje de él en el comlink.
Obi-Wan decidió que primero prepararía su té.
-----
Volveré mañana, pequeño, tengo una asignación del Senado.
Espera por mí en casa.
Tuyo,
Anakin.
-----
Obi-Wan dejó la taza en la mesa.
  Senado.
Senadora Padmé Amidala.
Obi-Wan recordó la noticia que Billaba había leído ayer…
Restaurante de Dex.
Todos los sucesos empezaron a resurgir en su cabeza. Observó la herida en la glándula de su muñeca, ahora solo una delgada línea teñida de rojo.
Dioses, fue todo un escándalo.
Obi-Wan escribió un mensaje para Quinlan:
  
-----
Quin, ¿estás bien?, ¿Cómo están todos?
Estaré en casa por si tienes un poco de tiempo libre.
Obi-Wan.
-----
Senadora de Naboo, la guapísima y soltera Padmé Amidala.
Se sorprendió con una sensación incómoda en el pecho y en el estómago.
Obi-Wan nunca se había sentido interesado por el mundo coruscanti en relación al entretenimiento, a la farándula… a los chismes. Con Anakin nunca habían discutido nada parecido y sus hábitos de navegación en el Holonet no incluían visitar sitios de cotilleos.
Pero de pronto un remolino de curiosidad revolvió su estómago.
Anakin nunca hablaba con él sobre su vida en relación al amor. De hecho, ahora que lo pensaba, nunca se había preguntado si su Maestro salía con personas, tenía parejas… o relaciones sexuales.
Senadora de Naboo, la guapísima y soltera Padmé Amidala.
“Contradice el Código Jedi.” Murmuró, mientras se llevaba la taza de té a la boca, con el ceño fruncido y la mirada pegada a la mesa. No supo si se refería a echar un vistazo a los sitios web, que Anakin tuviera vida romántica o que sintiera helado el estómago solo de considerarlo una posibilidad.
  También mi embarazo contradice el Código Jedi.
Sí, pero yo no lo escogí.
¿Y si está saliendo con la Senadora Amidala?
¿Y a mí qué me importa?
¿Me diría si se lo pregunto?
Anakin es… es atractivo, ¿no?, podría tener a quien quisiera. Es verdad que el Código Jedi no prohíbe relaciones sexuales…
¿Anakin tiene sexo con otras personas?
Obi-Wan sintió dolor. El pensamiento era doloroso. De pronto se dio cuenta que no sabía nada de la vida íntima de Anakin. ¿Cuándo fue su primer beso? ¿con quién?, ¿qué le gustaba?, ¿quién le gustaba?, ¿con quién pasaba su celo?...
¿Anakin tiene sexo con otras personas?
Senadora de Naboo, la guapísima y soltera Padmé Amidala.
Obi-Wan dejó caer su cabeza en la mesa. Se sintió dramático pero no pudo evitarlo.
¿Anakin suprimía su celo?
En varias oportunidades lo veía inyectarse el medicamento, pero ¿lo hacía siempre?
De repente se sintió miserable. Anakin siempre había cuidado de él y siempre que estaban juntos parecía que nada ni nadie importaba más, pero quizá sólo estaba atendiendo la responsabilidad de ser su guía, su cuidador… una relación Maestro-Padawan, después de todo.
¿Y qué más esperas? - Se regañó a sí mismo.
Decidido a purgar esos pensamientos intrusivos, Obi-Wan pasó el resto de la mañana intentando meditar, pero se sentía incómodo por su temperatura corporal y porque su cabeza estaba particularmente ruidosa.
Soy uno con la Fuerza y la Fuerza me acompaña.
Se esforzó mucho más en el proceso de meditación, tanto que no supo cuando cayó dormido.
°°°
El sonido del comlink lo despertó. Había dormido un par de horas y el sol de la tarde ya atravesaba los cristales de la sala de meditación.
Era un mensaje de Quinlan.
  
-----
Supongo que todo está bien, Obi. Todos están bien.
-----
El mensaje a secas lo desconcertó. O quizás solo se sentía demasiado sensible.
  
-----
¿Podemos vernos?
-----
Obi-Wan observó el mensaje unos segundos sintiendo duda, pero decidió enviarlo.
Quinlan contestó casi de inmediato.
-----
No lo sé. Dime tú.
-----
De acuerdo. Quizás sí, algo pasaba.
  
-----
Estaré en mi apartamento. Puedes venir si quieres.
-----
Obi-Wan se puso sus parches en el cuello, muñecas y ropa interior, por si acaso.
°°°
“¿Cuándo vuelve?” Preguntó Quinlan, luego de un largo suspiro, de pie en la puerta de su apartamento.
“Mañana. Quin, ¿qué pasa?” Respondió Obi-Wan, haciéndose a un lado para cederle el paso. Quinlan entró.
Su mejor amigo no contestó y se limitó a sentarse en una de las sillas de la mesa. La Fuerza se sentía pesada a su alrededor. Obi-Wan hizo lo que mejor sabía en situaciones así: sacó sus hierbas favoritas de su colección y preparó té. Quinlan observaba sus movimientos en silencio. Mientras tanto, Obi-Wan hablaba, nervioso.
“Qué alivio que todo terminó bien ayer. Seré más cuidadoso de aquí en adelante para no exponerme ni exponer a los demás durante el embarazo. Los parches hicieron bien un momento, pero no son infalibles…”
Silencio a sus espaldas.
Obi-Wan se aclaró la garganta y continuó hablando mientras vertía el agua caliente en el filtro. “Aún así, fue muy divertido estar con todos, charlar. A lo mejor invite a Shaak y Kyle a tomar té, son Omegas, así que todo debería ir bien.”
Silencio.
“Aunque Billaba también fue muy divertida. Tengo entendido que es Beta… ¿Recuerdas lo que dijo del Maestro Skywalker y la Senadora Amidala?” dijo intentando sonar ligero, gracioso, aunque dándose cuenta en el camino que no lo había logrado, sintiéndose tonto. “E-en fin… que tontería… e-eso de los chismes…”
Obi-Wan suspiró sintiéndose como un globo rojo a punto de explotar y se dio la vuelta con las dos tazas en sus manos. Vio que Quinlan lo observaba fijamente. Obi-Wan se acercó y se sentó.
“¿Quieres ser un Caballero Jedi, Obi-Wan?”
La pregunta sonó totalmente al azar, fuera de lugar, pero Obi-Wan supo que Quinlan iba en serio.
“Sí.” Contestó. Obvio que quería ser Caballero Jedi. Sería Caballero Jedi. Era para lo que se había esforzado toda su vida.
Quinlan entrelazó sus manos sobre la mesa, alrededor de la taza de té.
“¿Qué crees que piensa Skywalker?” Preguntó con gravedad.
“¿A qué te refieres?” El cuestionamiento le pareció absurdo. ¿Qué pensaba Anakin, su Maestro Jedi, sobre su Padawan eventualmente convirtiéndose en Caballero Jedi? Duh.
Quinlan suspiró.
“Maestro Tholme me informó esta mañana que he sido seleccionado para las Pruebas Jedi.”
“¡Oh, Quinlan eso es fantástico!” La alegría de Obi-Wan era genuina, sincera. Dejó que sus sentimientos fluyeran en la Fuerza y notó como Quinlan sonreía y su expresión severa se suavizaba. “¡Pasarás las Pruebas y serás un gran Caballero, Quin! ¡No tengo dudas de eso!” Obi-Wan se levantó y se acercó con intenciones de abrazarlo, pero Quinlan lo detuvo con un ademán de manos. Obi-Wan se congeló a medio camino.
“P-perdoname” - murmuró avergonzado. “No puedo acostumbrarme…” Volvió a su asiento.
“Está bien, bobo. Sé que estás feliz por mí.” Quinlan sonrió.
Claro que estaba feliz. Quinlan era un gran guerrero y se merecía el nombramiento. Además, si había sido seleccionado a sus 20 años, Obi-Wan podría estar cerca de serlo también. Solo debía probar estar a la altura.
“¿Sabes quien impuso mi nombre en el Consejo ayer?” Preguntó a secas. Obi-Wan se encogió de hombros, sin tener respuesta.
“Maestro Skywalker.” Reveló.
“Oh. Eso… eso es bueno, ¿no?” Anakin nunca se inmiscuía en cuestiones relacionadas a los padawans de otros Maestros. Que ahora lo hiciera era una buena señal del desempeño de su mejor amigo.
“Maestro Tholme estaba sorprendido de que Skywalker se mostrara tan apasionado porque la noción fuera aprobada. Al final lo logró. Soy el padawan más joven de mi generación en conseguirlo. Mi Maestro terminó muy complacido con la noticia.”
“¿Tú no?” Preguntó Obi-Wan, con cautela.
“Por supuesto que sí.” soltó Quinlan, levantándose de la silla como si Obi-Wan fuera un necio. “Quiero ser un Caballero Jedi. Pero sé que Skywalker lo hizo por otros motivos que no están relacionados a mi desempeño como padawan.”
Obi-Wan lo observó desde su lugar, confundido.
“¿Sabías que, una vez convertido en Caballero, estaré dos años destacado en algún sector lejano donde ninguno de los Maestros y Caballeros curtidos quieren estar?”
“Bueno… sí.”
Obi-Wan sabía cómo funcionaban las reglas después del nombramiento. La separación Maestro-Padawan se hacía inmediata; se cortaba desde la raíz cualquier nivel de Vínculo y el recién titulado Caballero era asignado a algún lugar lejos de Coruscant, donde fuera necesitado en la guerra. Todo el mundo sabía cómo funcionaba el asunto.
Quinlan guardó silencio unos segundos, como esperando algo de Obi-Wan. Luego, resignado, volvió a sentarse en la silla.
“Claramente me quiere lejos de aquí, Obi-Wan. Lejos de ti.” Quinlan se sonrojó, pero le sostuvo la mirada a su amigo, decidido.
Obi-Wan parpadeó. “¿Por qué querría…?”
“Dioses, Obi-Wan Kenobi…” Quinlan se restregó el rostro entre sus manos, frustrado. “Te preguntaré de nuevo: ¿tú quieres convertirte en Caballero?”
“Claro, Quinlan. Sí, sí quiero.” Obi-Wan empezaba a sentirse enfadado.
“¿Qué pasaría si Skywalker dijera que no?” Soltó.
“¡Dioses, Quinlan! ¿Por qué Anakin haría tal cosa? ¡Todo el punto de nuestra relación es que yo me convierta en Jedi!” Hubo una vocecilla muy al fondo de su cabeza que cuestionó su propio enunciado, pero Obi-Wan la ignoró.
“¿Tú crees?”
“¿A dónde quieres llegar?”
“A que algo me dice que el futuro que tienes en tu cabeza con el que tiene Skywalker en la suya pueden ser incompatibles, Obi-Wan. Tú debes cuestionar a tu Maestro sobre muchas cosas, y esta es una muy importante.”
Esta vez fue Obi-Wan quien guardó silencio y se limitó a mirarlo con el ceño fruncido.
Quinlan volvió a restregarse el rostro. “Tú serás madre pronto, ¿no?, ¿en cuanto tiempo?, ¿siete meses? ¿Qué pasará después de dar a luz, Obi-Wan? ¿tú lo sabes?”
“Voy a… voy a continuar con mi entrenamiento…” Murmuró.
“¿Ese es tu deseo o es un hecho?”
“Yo…” Obi-Wan se encontró sin respuesta. El peso de las palabras de Quinlan le hicieron sentir inseguro, como si el suelo a su alrededor empezara a moverse para dar paso a un abismo bajo sus pies que no sabía que existía o que había decidido ignorar hasta hoy.
¿Por qué Anakin haría tal cosa? ¿Cuál sería el punto de toda su vida si no era para convertirse en Maestro Jedi?
“Maestro Skywalker nunca me haría algo así.” Resolvió, mirando sus manos tocarse nerviosas.
“Hay muchas cosas que tu te niegas a aceptar de él, Obi-Wan. No puedes permitirte a ti mismo que la verdad te cachetee demasiado tarde…”
“Basta de hablar en códigos, Quinlan.” Dijo Obi-Wan levantándose de la mesa. Quinlan lo siguió en la acción. “Dime lo que estás pensando.”
“Bien. Bien.” Quinlan se limpió las palmas en su pantalón, ansioso.
“Creo que Skywalker te quiere solo para él.” Confesó.
Obi-Wan se sonrojó con intensidad.
“Dioses, Quinlan, ¿me estás diciendo que Anakin está enamorado de mí?” dijo con una risa plagada de nervios.
“Honestamente, no lo podría catalogar como amor. Pero estoy bastante seguro de lo que digo. Ser Jedi implica desapego, sacrificio, renuncias y muchos adiós. Tú estás creciendo vida en tu vientre, Obi, muchas cosas cambiarán y dudo mucho que entre los planes de Skywalker esté cortar el Vínculo contigo.”
Con eso, Obi-Wan recordó las palabras dichas por Anakin en el pasado: "Tú eres el milagro, Obi-Wan. Un milagro tan raro y valioso como mi madre."
“¿Por qué Anakin querría a alguien como yo? Además solo tengo 17 años… y él… él es El Elegido…”
Quinlan notó que las palabras salieron de Obi-Wan como por accidente, como si estuvieran destinadas solo a pronunciarse dentro de su cabeza.
“Yo podría decir muchas cosas, bobo, pero no lo haré.” La expresión de Quinlan se suavizó y acortó la distancia entre los dos. “¿Tú qué quieres hacer, Obi-Wan Kenobi?, ¿quieres ser madre?, ¿quieres ser Caballero Jedi?, ¿quieres ir a la guerra?, ¿entrenar a un padawan?, ¿cuidar de tu bebé?, ¿estar con Skywalker?” La última pregunta hizo que el corazón de Obi-Wan saltara doloroso dentro de su pecho. “No puedes tenerlo todo: tienes que escoger, tendrás que hacerlo tarde o temprano. No puedes permitir que Skywalker escoja por ti, Obi-Wan. Te arrepentirás.”
Quinlan vio la angustia bañando el rostro bonito de su amigo. Sus iris eran dos pequeños puntos en sus pupilas, evidencia corporal de que estaba sintiendo mucho miedo. La Fuerza era un pozo gélido a su alrededor.
Las manos de Obi-Wan rodeaban su vientre.
Quinlan lo observó unos segundos, luego, sin pensarlo demasiado, se dejó caer sobre sus rodillas y ofreció tomar su mano; Obi-Wan lo miró perplejo, pero aceptó el contacto.
“Mi título de Caballero es inminente, Obi-Wan, me lo merezca o no. Sea demasiado pronto o no. Me marcharé y no sé cuánto tiempo pasará para que pueda verte de nuevo.”
Obi-Wan vio la intensidad de las palabras de Quinlan brillar en sus ojos.
“Pero lo que te dije aquel día sigue siendo verdad, porque es un juramento: siempre estaré para ti, para ayudarte en lo que necesites. Si algún día quieres irte, puedes confiar en mí. Yo siempre vendré, no importa donde esté o qué esté siendo de mi vida. Juro por mi honor que te ayudaré.”
La mano de Obi-Wan alcanzó las trenzas de Quinlan y las acarició levemente. Se sentía cálido, protegido. Quinlan decía la verdad y eso le transmitió mucha serenidad.
“No sé la naturaleza de lo que siente Skywalker, pero sé que tú sí estás enamorado de él. Que lo que tú sientes sí es amor.” La frase salió como un lamento, porque eso era, aún así, Quinlan no se detuvo, sabía que esperar más sería demasiado tarde y debía empezar a seguir sus propios consejos.
“Yo estoy enamorado de ti, Obi-Wan.” Para no ver el rostro de su amigo, Quinlan bajó su cabeza y tocó su frente con el dorso de la mano de Obi-Wan. “Pero renunciaré a esto, porque sé que no sucederá y he decidido que mi vida estará al servicio de la Orden Jedi.”
“Quinlan…” Susurró Obi-Wan. Su cabeza era un torbellino.
“Obi… porque te amo: te ruego que también tomes una decisión. Confía en la Fuerza, bobo. Ella sabrá lo que debes hacer… tal cual me ha dicho a mí el camino que debo tomar. Es obvio que cada vez se vuelve más difícil para nosotros seguir siendo amigos, los últimos encuentros han terminado en un desastre y no esperaré a que las cosas se pongan peor para entender el mensaje…”
Quinlan se puso de pie y atrajo a Obi-Wan hasta su regazo. Esta vez, Quinlan lo vio a los ojos. Obi-Wan se encontró con la mirada más apasionada que nunca había visto en su amigo y Quinlan vio los pozos celestes brillando por las lágrimas y las pecas oscurecidas por el rubor en sus mejillas.
“Así es como he decidido decirte adiós, amigo: pidiéndote que me permitas olerte.” - La voz de Quinlan era gutural, profunda. “Juro por mi honor que no intentaré nada. No te haré nada. Puedes confiar en mí. Tan solo necesito este recuerdo.”
Obi-Wan estaba sin palabras. Su mano viajó hasta el parche que cubría su cuello, pero Quinlan lo detuvo.
“Ahí no.” dijo. “No podré soportarlo. Déjame oler una de tus muñecas.”
Quinlan volvió a dejarse caer sobre sus rodillas.
Obi-Wan retiró el parche de la muñeca que no había sido herida por Fisto y se la ofreció a su mejor amigo. Quinlan la tomó entre sus manos como si fuera una flor y la llevó hasta su nariz.
Aspiró
Miel
Aspiró
Lilas
Aspiró
Vainilla
Aspiró
Leche
Gimió. Restregó su entrecejo en la piel delgada y sensible de la mano de su mejor amigo.
Volvió a aspirar.
Obi-Wan vió como la erección de Quinlan estaba presionada en su pantalón de cuero.
Quinlan volvió a aspirar.
Gotas de sudor caían por su frente. Su aroma Alfa inundaba el apartamento, intensificado por la excitación. Olía a almizcle, cuero, tierra húmeda…
Parecido a Anakin.
Obi-Wan sintió humedad en sus panties.
Quinlan soltó un gruñido largo y como último acto tomó a Obi-Wan por las caderas y acercó la nariz a su pubis. Obi-Wan, alarmado, se prensó de las manos grandes que lo rodeaban.
Quinlan aspiró lo más profundo y tendido que sus pulmones le permitieron.
“Nunca olvidaré este momento.” Gimió, dejando soltar un largo suspiro.
Con eso soltó a Obi-Wan y se incorporó.
“Adiós, bobo.” Dijo, sosteniendo la mirada con una sonrisa.
“E-espera, Quinlan, yo…”
Quinlan emprendió su camino hacia la salida, decidido a ignorarlo. Antes de cruzar el umbral de la puerta, se volteó y dijo:
“No te preocupes por la Senadora Amidala. Sus gustos no van por esa dirección.”
Con eso, salió del apartamento y la puerta se cerró tras él.
°°°
“Ani…”
El atardecer hacía una mezcla perfecta entre los muebles de marfil, cojines color cobre y mesas de terracota de uno de los Penthouse cosmopolita más cotizados de toda la capital coruscanti: el de la Senadora Padmé Amidala.
“El escándalo de Dex levantó demasiados rumores… has puesto la atención de la prensa amarillista de todo Coruscant en Kenobi.” Soltó Padmé, angustiada, paseándose incómoda por la estancia. Trataba su hermoso cabello con un rizador sónico mientras intentaba que Anakin entrara en razón. “Tengo entendido que están averiguando lo que pasó… por qué hubo tanto revuelo con Kenobi en el restaurante… Un padawan en celo, aprendiz de alguien de tu talla, sin marcar y expuesto al público es un oasis para el chisme.”
“Son rumores de dos días, Pads. Nada más.” Respondió Anakin a la defensiva, rectificando su postura en el sofá. “No es la primera vez que nos enfrentamos a eso.”
“Es diferente a otras veces.” Puntualizó Padmé. “Ahora sí que tienes cola qué pisar, Ani; y si el público te descubre… si descubren la verdad entre tú y Kenobi lo siguiente que pasará es que vendrán como carroñas sobre mí y Sabé… sobre nosotras. Nos destruirán. Confirmarán la absurda teoría conspirativa de que ‘la estabilidad de mi gobierno en Naboo se mantiene por ella’. Por su familia.” Padmé lo miró a los ojos. “Tú, Anakin, sabes que eso es mentira… y eres testigo de lo difícil que ha sido convencer a la media galáctica sobre la verdad en mi planeta.”
Padmé vio como Anakin no se inmutó ante sus palabras. Eso hizo que sostuviera la respiración, expectante… casi desconociendo a su confidente de años.
“Tú que eres mi amigo, - insistió- sabes lo que esta información provocará en mi influencia dentro del Senado. No podremos resistir ante la propaganda separatista si permitimos este nivel de escándalo.”
La senadora se incorporó para posicionarse frente a Anakin. “La relación entre tú y yo se trata de mantener apariencias, Ani. Y ahora, en lo peor de la guerra, me traicionas exponiendo a Kenobi en el bar más rastrero de esta maravillosa ciudad…¿para qué? ¿para que eventualmente esos buitres descubran que Kenobi está en gestación y que tú, El Elegido, se hará cargo? No les importará si esa criatura es hija de la Fuerza o como sea que esa situación se haya dado, Anakin, lo que verán es a dos Jedis, uno Alfa y el otro Omega, rompiendo el Código de la Orden y desde ahí todo avanzará para peor. Los destruirán a ustedes también.”
Los rizos perfectos de la Senadora descansaban sobre la seda azul de su vestido mientras paseaba ansiosa por la estancia. Su mirada se perdió en el mismo tráfico citadino de siempre.
“No pasará, Padmé. Estás exagerando.” Respondió Anakin.
“Sí, sí pasará, Anakin.” murmuró Padmé, como último recurso. “Lo sé por mis amistades en las áreas de comunicaciones del Senado y de mis contactos entre los separatistas. Puedo confirmarte que la prensa anda tras algo importante: no es sobre ti ni de mí…”
Padmé lo miró a los ojos. “Sino de Obi-Wan Kenobi. Tu Stewjoni. Tu Omega. Todo gracias a que tú permitiste su salto a la fama farandulera en el prestigioso Restaurante de Dex.” Padmé se dejó caer con toda gracia en uno de los cojines dispuestos por la estancia.
“Yo lo perderé todo, Anakin, y si no estoy equivocada, por mis años de trabajo político, creo que tú también.”
°°°
Obi-Wan se retorcía en la cama.
Calor. Humo. Gritos. Fuego.
“No voy a perderte, Obi-Wan.”
“¡Anakin, no lo hagas!”
Ojos amarillos.
Sith.
°°°
“¿Anakin?” El susurro de Obi-Wan recorrió la habitación de Anakin, en penumbras.
“¿Sí, ángel?”
“¿Puedo… puedo dormir contigo? Estoy teniendo pesadillas.”
“Siempre, pequeño. Ven.”
Anakin sintió como Obi-Wan se deslizaba por la cama para entregarse a su regazo y apoyar su cabeza en el pecho desnudo, definido por años de ejercicio y combate. Sintió como la naricita helada de Obi-Wan olía su piel.
Anakin acarició su espalda. Las piernas de Obi-Wan se enrollaron con las suyas.
“¿Estás bien?” preguntó Anakin, luego de un rato.
“¿Puedo preguntarte algo, Maestro? ¿Y serás honesto conmigo?” Susurró Obi-Wan.
“Por supuesto.”
“¿Algún día seré Caballero Jedi?”
La pregunta tomó por sorpresa a Anakin.
“¿Por qué me estás preguntando eso ahora?” Inquirió con severidad.
“Tengo… tengo curiosidad… de mi futuro… de lo que pasará conmigo.”
“No es el momento para charlar sobre eso, padawan. Lo retomaremos por la mañana.” Cortó.
Obi-Wan guardó silencio unos segundos y luego volvió a hablar.
“¿Puedo… puedo preguntarte una cosa más?”
“Okay.”
“Si soy un Omega sin marcar, ¿qué me sucederá? Si… si estoy en gestación por voluntad de la Fuerza y sin pareja… ¿E-estaré solo para siempre?”
“Tú no estás solo, pequeño. Yo estoy contigo. Estamos juntos en esto, esa es la voluntad de la Fuerza.”
Obi-Wan guardó silencio.
Anakin observaba el techo de la habitación. Las luces de la ciudad que nunca dormía lo teñían levemente.
El olor de Obi-Wan en ese momento era intenso. Desbordante.
“¿Tú… tú…?”
Obi-Wan guardó silencio unos segundos, entonces se incorporó sosteniéndose de su brazo para ver a Anakin a los ojos con la poca luz que se colaba de afuera. Sus piernas seguían unidas, y el otro brazo libre de Obi-Wan descansaba sobre su pecho.
“¿Tú me marcarías, Maestro?”
Anakin contuvo la respiración.
“¿A tí te gustaría que lo hiciera?”
“Sí.”
Anakin sostuvo la mano que descansaba en su pecho.
“¿Por qué?”
“Tú eres todo lo que tengo. Siempre has cuidado de mí y siempre me he sentido seguro contigo. Me has enseñado todo lo que sé.”
“Reclamar a alguien no solo se trata de conveniencia, cariño. También es importante sentir algo. Sino, serás muy infeliz, con el pasar del tiempo.”
“¿Es inapropiada una relación así entre Maestro y Padawan?”
Anakin soltó una risilla que no pudo controlar. Usualmente, Obi-Wan hacía preguntas que parecían tener doble sentido o ir en una dirección concreta, pero Anakin sabía que salían de la pura inocencia y curiosidad.
“Somos Jedi. Los apegos están prohibidos por el Código.”
“¿Lo que tenemos tú y yo es apego, Maestro?”
“Por supuesto que lo es, pequeño.”
Anakin casi pudo escuchar la perplejidad de Obi-Wan.
“Pero está prohibido…”
“Eso no lo hace menos real, ¿o sí?”
Obi-Wan estaba librando un debate interno. Anakin sintió que intentó quitar la mano de su pecho, pero lo atrajo hacia sí, haciendo que volviera a apoyar su cabeza sobre él.
“La vida es mucho más compleja que un montón de reglas escritas en un libro, Obi-Wan.”
“Lo sé… es solo que… no sé qué eres para mí, Anakin.” confesó Obi-Wan, enterrando el rostro en su cuello, oliendo su glándula. Anakin sintió una descarga eléctrica en su espalda.
“Estoy muy confundido. No entiendo nuestra relación. No entiendo qué es lo que siento por ti. Siempre interpreté lo que sentía como si tú fueras mi padre… ahora estoy bastante seguro que esa no es la dirección. Al mismo tiempo, no soy exactamente la persona que sabe lo que se siente tener padre, así que siempre vuelvo al mismo punto muerto.” Obi-Wan hablaba recordando aquella conversación en el baño con Quinlan, cuando su amigo lo cuestionó por primera vez sobre sus sentimientos por Anakin; pero por supuesto, no lo mencionó. Las palabras de Quinlan habían causado una revolución en los cimientos mentales de Obi-Wan sobre todo aquello que daba por hecho con Anakin.
“Yo sí sé lo que siento por ti, pequeño.”
Obi-Wan volvió a sostenerse de su brazo rápidamente, haciendo contacto visual con Anakin. Su cabello pelirrojo descansaba sobre sus hombros, algunos mechones en la hendidura de su clavícula. Su larga trenza de padawan colgaba entre su pecho.
Sus ojos estaban dilatados.
Sus labios entreabiertos.
Anakin saboreó la expectación de su padawan.
“Yo siento amor por ti.” – confesó.
“¿Qué tipo de amor?” Susurró Obi-Wan. Su voz era ahogada, como si se hubiera olvidado de respirar.
“Del que haría todo por ti. Cualquier cosa que tú necesitaras.”
Anakin se levantó sobre su codo y con mucha delicadeza fue empujando a Obi-Wan para que se acostara sobre su espalda en la cama. No encontró ninguna resistencia.
“He hecho grandes cosas por ti, padawan. El sobrenombre ‘Héroe Sin Miedo’ vino después de que te conocí, porque supe que mi vida estaba atada a la tuya y ningún peligro al que me llevara la guerra iba a matarme. Tuve razón, sigo aquí.”
  He mentido por ti.
He matado por ti.
He traicionado por ti.
Abandonaría la Orden Jedi y la República por ti.
Aunque Anakin no pronunció esas confesiones, sí se aseguró que el sentimiento fluyera por el Vínculo. Obi-Wan tembló bajo su cuerpo.
“He esperado mucho y continuaré esperando el tiempo que necesites para que puedas nombrar lo que sientes por mí, Obi-Wan. Esperaré paciente porque sé que tengo todo el tiempo de la Galaxia para ti.”
Los ojos de Obi-Wan brillaban. Sus manos rodearon la espalda ancha de Anakin en un abrazo y lo atrajeron hacia su cuerpo. Anakin jadeó.
“¿Estás seguro de esto, pequeño?”
“Tenía miedo que no me quisieras así…” murmuró Obi-Wan, avergonzado. “No entiendo por qué la Fuerza hizo esto conmigo, sino para destruir mi compromiso con el Código Jedi y al mismo tiempo eliminar cualquier posibilidad de encontrar una pareja… pero… tú, aún así, me quieres.”
Frecuentemente, la ingenuidad de Obi-Wan hacía que Anakin se sintiera aturdido. Obi-Wan confiaba tanto en Anakin que bien pudo haberle dicho que el embarazo era totalmente imaginario y le hubiera creído.
“Tú eres un milagro, Obi-Wan Kenobi. El regalo de la Fuerza para mí.”
Anakin se sostuvo de sus piernas y codos sobre Obi-Wan, sin que su cuerpo llegara a tocarlo. Obi-Wan mantenía sus manos agarradas de sus hombros.
“¿Me marcarías, Maestro?” Volvió a preguntar, muy necesitado, y Anakin sintió como su erección pulsaba bajo la tela del pantalón.
“Si quieres que lo haga, primero pruébame. Si estás seguro de que esto es lo que quieres, te marcaré como mío.”
Obi-Wan veía a su Maestro desde su posición vulnerable, su mirada intentaba ser púdica pero Anakin vio su iris tan dilatado que apenas quedaba una línea celeste al borde de sus pupilas; su piel estaba ruborizada, oscureciendo sus adorables pecas y sus labios rosados estaban estirados en una pequeña sonrisa. Obi-Wan estaba coqueteando.
Anakin sintió como el pre semen mojaba todavía más sus pantalones. Contuvo un gruñido.
Esperó a que Obi-Wan decidiera el siguiente movimiento.
“Quiero besarte, Anakin.” Susurró.
La Fuerza cantó, melodiosa.
Anakin bajó su cabeza lentamente. La respiración de Obi-Wan era agitada, caliente. Su aliento fue el primero que rozó los labios de Anakin, quien se detuvo justo antes de tocarlo y levantó la mirada para observar. Obi-Wan ya había cerrado sus ojos.
La mano natural de Anakin se movió para enlazarse con el cabello sedoso de su padawan, provocando un pequeño suspiro. Su mano robótica se deslizó por debajo de su cintura para sostenerlo.
Entonces Anakin empujó sus labios contra los de Obi-Wan, húmedos, hinchados de deseo. Las uñas de Obi-Wan se enterraron en sus biceps.
Obi-Wan tenía la boca abierta, invitando a pasar. Inicialmente, Anakin fue leve, inocente y respetando el ritmo de su padawan recibiendo su primer beso. Los labios sabían tal cual los había imaginado: suaves, dulces, cálidos, hogareños.
Entonces decidió explorar más. Anakin metió la lengua en la boca de Obi-Wan y sus oídos fueron recompensados por un jadeo agudo.
“Oh… bebé…” murmuró Anakin entre los besos ahora profundos que intercambiaban, mezclando salivas.
“¡Maestro!” jadeó Obi-Wan, atrapado entre los labios y la lengua de Anakin “esto se siente muy rico…”
Se besaron por largo rato. Obi-Wan luchaba por aire, ahogado bajo Anakin, sediento por más y más.
Eventualmente Anakin se separó y miró hacia abajo.
¡Qué vista!
Obi-Wan ronroneaba, furiosamente sonrojado y somnoliento. Su pecho suspiraba profundo. Sus ojos estaban cristalinos por pequeñas lágrimas involuntarias, bucles de su cabello estaban pegados a su frente sudada y el resto yacía desordenado sobre la almohada. Su piel pálida resplandecía y el contraste con las sábanas oscuras y la piel bronceada de Anakin era espectacular. Anakin decidió que ese recuerdo quedaría congelado en su mente para siempre.
“¿Se sintió bien, pequeño?” preguntó Anakin con ternura, apartando los mechones de cabello de la frente.
“Sí. Me siento muy cálido.” Obi-Wan tomó el brazo natural de Anakin con sus dos manos y lo llevó hasta su pecho que vibraba adorable por sus ronroneos. La palma de Anakin quedó extendida al centro, sus dedos rozaron los pezones duros protegidos por la camisa delgada de algodón. “Aquí.” - indicó.
La melodía en la Fuerza vibró complacida. Anakin la escuchó con atención.
“Anakin…”
“¿Sí, ángel?”
“Estoy húmedo…” La confesión hizo que Anakin gruñera profundamente, prensando sus dedos de su mano natural en las caderas de Obi-Wan, sabiendo que dejaría moretones. Obi-Wan jadeó.
“No lo haremos hoy, bebé. Iré despacio contigo para que estés seguro de que esto es lo que quieres.”
Haré que me ruegues follarte. - Anakin sonrió ante su propio pensamiento.
Obi-Wan depositó un beso inocente en la esquina de la boca de Anakin. “Quiero que cuides de mí, Anakin…” Confesó. “Q-que cuides de mí y mis bebés.”
La Fuerza brilló cegadora, como una supernova.
Anakin bajó su mano hacia el vientre de Obi-Wan, metiéndola bajo su pantalón para tener contacto piel con piel.
Dos pulsaciones latiendo al unísono.
BUM-bum-BUM-bum-BUM-bum-BUM-bum
El Destino estaba frente a sus ojos. Las premoniciones estaban cobrando el sentido de su vida.
Gemelos.
Obi-Wan vio por primera vez como los ojos intensos de Anakin se teñían por completo de amarillo.
Y escuchó a la Fuerza susurrar:
Mío.
°°°
Anakin apagó la alarma que anunciaba las 4:00 a.m.
Obi-Wan dormía plácidamente a su lado, enrollado con las sábanas y almohadas.
Adorable. - Pensó Anakin, sintiéndose cálido. El aroma a leche y vainilla reinaba el ambiente.
Tomó su comlink y vio un mensaje de Padmé.
  
-----
Ani, tienes que ver esto.
-----
El mensaje incluía una dirección web.
Click.
¡EXCLUSIVA!
¡ESCÁNDALO EN EL TEMPLO JEDI!
INSIDER REVELA EMBARAZO ADOLESCENTE DE OBI-WAN KENOBI, PADAWAN DEL GENERAL ANAKIN SKYWALKER!
“Ah, mierda.”
Chapter 5: Los Jedis más famosos de la República
Notes:
Hay mucho smut y noncon
Chapter Text
El Maestro Windu bajó de la nave en el hangar del Templo Jedi. Había una horda de periodistas rodeando el edificio, sólo detenidos por los clones armados que hacían de muro de contención. En cuanto lo vieron, empezaron a gritar su nombre y a bombardearlo con preguntas tanto como con fotografías. Windu no se detuvo en su camino al interior del Templo.
“¡Maestro Mace Windu! ¡¿Qué tiene que decir la Orden Jedi sobre el embarazo del padawan Kenobi?!”
“¡¿El Templo Jedi no cuida de sus menores de edad?!”
“¡¿Quién es el padre, Maestro?!”
“¡¿Es cierto que Skywalker tuvo sexo con su padawan?!”
“¡Kenobi tiene 17 años, Windu! ¡Eso es ilegal!”
“¡No podrán guardar silencio por mucho tiempo, Windu! ¡Le deben una explicación al público!”
“¡Maestro Windu!”
Windu llegó a la sala de reuniones, encontrando al Gran Maestro Yoda rodeado del resto del Consejo.
“Esto es un maldito desastre.” Soltó, enfurecido.
“Convocar a Skywalker y a Kenobi, debemos.” Agregó Yoda.
°°°
Anakin observaba la ciudad desde la oficina del Canciller Palpatine en el Senado.
“No sé quién pudo haber filtrado la información. Quien sea que haya sido sabía lo que hacía.” Anakin se volteó para ver al Canciller, que lo escuchaba sentado frente al escritorio. “Alguien quiere destruirme.”
“Un héroe como tú ciertamente tendrá muchos enemigos, querido.” Concordó Palpatine, levantándose de su asiento para acercarse a Anakin y posar su mano en el hombro. “¿Cómo está el joven Kenobi?”
“No lo sé, estaba dormido cuando lo dejé. Supongo que a estas alturas ya sabrá la noticia.”
“Tú tienes un gran corazón, Anakin. Es muy considerado de tu parte que hayas decidido hacerte cargo de él y la criatura… aunque no sea tu responsabilidad.” Palpatine sonrió y volvió a sentarse en su escritorio. “Creo que el público va a empatizar con tu historia. La gente te adora.”
Anakin lo observó con el ceño fruncido.
“Sospecho que el Consejo intentará hacer algo.”
“¿Cómo separarte de Kenobi?” sugirió Palpatine. “¿Interrumpir el embarazo?”
Palpatine vio cómo el horror y la ira se instalaron en el rostro del Maestro Jedi.
“No voy a permitirlo.”
“Sé que no lo harás, querido. Los Jedis tienen costumbres demasiado anticuadas… tal vez sea tiempo de un cambio… de algo nuevo.” Susurró el Canciller, acompañando a Anakin hacia la salida de la oficina. “Como sea, tú sabes que soy tu amigo, Anakin. Te apoyaré a ti y al joven Kenobi en lo que necesiten. Intentaré calmar la situación con la prensa lo mejor que pueda.”
°°°
El comlink no había parado de sonar desde que despertó. Medio Templo Jedi estaba intentando comunicarse con él, pero Obi-Wan se sentía aterrado. Abrumado. Expuesto.
Miraba uno de los cientos de canales de chismes en el HoloTV, y se preguntó si casualmente había escogido el peor programa de Coruscant para ver.
“Yo dejaría que Skywalker me embarazara.” Soltó una de las presentadoras. Risas falsas del set se juntaron con las de los otros tres presentadores. “Tendría hijos hermosos y sensibles a la Fuerza.”
“Dioses, ¡quién no querría acostarse con Skywalker! ¡Me hundiría en esos bíceps!”
“¿Creen que el General se acostó con el pequeño Kenobi?”
“¡Oh, oh, oh!”
Obi-Wan se sonrojó como un tomate al escuchar el sobrenombre cariñoso por el que Anakin lo llamaba siendo mencionado en televisión abierta. Recordó que también fue mencionado en Dex. Se preguntó cuánta gente sabía de los sobrenombres. Para Obi-Wan eran parte de su relación íntima con Anakin, nunca se había preguntado si otras personas escuchaban, pero ahora sabía que sí, que la gente sabía cómo Anakin lo llamaba.
“¡Vamos a mantener este programa para todo público, Carl!” De nuevo las risas. “¡Pero si me lo preguntas, debe ser muy apretado!”
“¡¡¡Vivian!!!”
Más risas.
“He escuchado de la biología Stewjoni del pequeño Kenobi, tengo entendido que son máquinas de parir criaturas.”
“Oh…No debió ser muy difícil viniendo de un Alfa como Skyguy.”
“No debe ser muy difícil para nadie si tienes ese postre rosado y húmedo listo para ponerse a trabajar.”
“¡Dioses, Carl!”
Más risas.
Obi-Wan se puso a llorar. Era humillante.
Cambió de canal y en pantalla apareció un set de noticias mucho más serio. El headline era: -La Orden Jedi, ¿obsoleta?-
“Se supone que los Jedis son pacifistas, pero desde que la guerra empezó, han estado lejos de ese principio. Ahora son soldados. Mi postura es que se benefician de la guerra. ¿Tienes idea de lo que Skywalker ha hecho estos años? Son crímenes de guerra y debería ser juzgado por ello. La impunidad de Skywalker es ofensiva y ahora viene y comete otro crimen gravísimo en las narices de Yoda y Windu, abusando sexualmente de ese muchachito…|”
Obi-Wan apagó la televisión. Se levantó y corrió, logrando llegar al baño a tiempo para vomitar. Se sentía mareado, sacudido por escalofríos.
Entendió la gravedad de la situación.
La gente pensaba que Anakin era el padre.
“Dioses…”
Volvió a vomitar.
°°°
Anakin había logrado sacudirse a la prensa evitando los accesos oficiales del Senado y del Templo Jedi. Los clones cuidaban sus espaldas como si se tratara de la persona más famosa de la República, y quizás en ese momento sí lo era. En el Templo, ningún Jedi se había atrevido a abordarlo, todos bajaban la mirada cuando lo veían cruzarse.
En los pasillos camino a la sala de reuniones, Anakin se detuvo en seco.
Quinlan le había cerrado el paso.
“¿Esto es lo que querías?” Quinlan no se molestó en disfrazar su furia. Un profundo gruñido seguía sus palabras.
Anakin sonrió, divertido.
“¿Desde cuándo eres tan irrespetuoso con tus Maestros, padawan?”
“Corta la mierda, Skywalker. Tú violaste a Obi-Wan y le has mentido todo este tiempo.”
Antes de que Quinlan pudiera reaccionar, Anakin levantó su brazo y empezó a ahorcarlo con la Fuerza.
“Te he hecho un favor, Quinlan Vos, en tener piedad por tu vida y enviarte a cualquier basurero del Borde Exterior. No me obligues a matarte.”
Anakin apretó más el cuello de Quinlan, que estaba en el límite de la asfixia.
“Esto es lo que va a pasar. Tú no volverás a cruzar palabras ni respirar el mismo aire de Obi-Wan en lo que te quede de vida. Si lo haces, te mataré. Tú sabes que lo haré. Te encontraré donde sea que estés y te mataré, Quinlan Vos.”
Anakin liberó a Quinlan, quien cayó al suelo desesperado por aire.
Anakin continuó con su camino.
°°°
“¿Dónde está Kenobi?” Inquirió Windu.
“No tiene nada que hacer aquí.” Respondió Anakin, desafiante.
“Ve por él, Maestra Secura.”
“No, no irá.” Anakin fulminaba a Windu con la mirada.
“¿Maestro Yoda?” Preguntó Secura.
“Ir por el padawan Kenobi, debes. Escuchar de su propia voz, importante es.”
“Sí, Maestro.”
Anakin apretó los dientes.
°°°
“Te preguntaré sólo una vez, padawan Kenobi, y espero que seas sincero: ¿quién es el padre de la criatura?” Cuestionó el Maestro Windu.
Kenobi miró a Anakin con ojos de cachorro. Anakin miraba a Windu. Luego sus ojos brillantes y enrojecidos por las lágrimas miraron al resto de Maestros. “Yo… yo… no lo sé, Maestro Windu.”
“¿No lo sabes?” La postura de Windu se puso tensa en la silla.
“Está bien, pequeño.” Interrumpió Anakin, poniendo una mano en el hombro de Obi-Wan y sonriéndole con confianza. Obi-Wan entendió que debía callarse: Anakin sabía que hacer.
Anakin puso a Obi-Wan tras su cuerpo, protector.
“La criatura es mía.”
El silencio en la sala fue escandaloso.
°°°°°°°°°°°°
Dos meses antes.
Ese día era el pico de la fertilidad de Obi-Wan. Anakin había mantenido vigilado su ciclo, notando cómo su cuerpo cambió al dejar de tomar los anticonceptivos y los supresores -porque Anakin reemplazó las dosis por placebos-. Se veía más suave, olía mucho más intenso y delicioso; Anakin sabía también que su líbido había incrementado. Por las noches, podía sentir su excitación en la Fuerza.
Muchas veces se masturbaba con la sensación, sabiendo que Obi-Wan también se estaba tocando en su habitación.
Ese día Obi-Wan pensaba que llegaría a casa la noche siguiente, Anakin le había dicho eso.
Esperó a que se hiciera de madrugada.
Sigiloso, entró al apartamento y fue directamente a la habitación de su padawan. Su aroma invadía el ambiente. Anakin se acercó al bulto sobre la cama e impuso una sugestión: “Dormirás profundamente. No importa lo que pase, no despertarás hasta que sea de mañana. No recordarás mi voz ni nada de lo que le haga a tu cuerpo.”
Sugestionar la mente de Obi-Wan era sencillo; lo había entrenado para eso toda su vida. Obi-Wan no tenía idea de como detener a Anakin cuando invadía su cabeza.
La erección se presionaba dolorosamente en su ropa interior. Anakin se apresuró y empezó a desvestirse por completo. Luego quitó las sábanas del cuerpo de Obi-Wan con un movimiento rápido. Gruñó ante la hermosa vista.
Obi-Wan vestía una adorable pijama blanca que Anakin le había obsequiado. Dormía de lado, como era su posición favorita.
“Ángel…” Murmuró Anakin. Su mano poderosa lo tomó de la cintura e hizo que se acostara sobre su espalda. “Belleza…”
Oh, cuánto había esperado.
La última vez que había disfrutado del cuerpo de su padawan sucedió un año atrás, cuando pudo saborear el banquete que tenía entre las piernas. Frecuentemente fantaseaba con ese recuerdo, era infalible para hacerlo venir.
Ahora la situación era más seria. Sabía que si quería embarazar a Obi-Wan, este era el día que podía hacer que pasara.
“Serás mío para siempre, Obi-Wan Kenobi.”
Anakin se posicionó sobre Obi-Wan, teniendo cuidado de no aplastarlo con su cuerpo. Llevó su nariz al cuello, inhalando lo más profundo que pudo sobre la glándula de olor.
Miel, lilas y vainilla, su obsesión.
Vio sus labios entreabiertos, dejando escapar pequeños ronquidos. Anakin se sintió hambriento por besarlos, pero había decidido que eso iba a esperar. Quería ser el primer beso de Obi-Wan porque él lo decidiera así. Eso sí se lo iba a conceder.
Con cuidado empezó a desabotonar la delicada camisa de algodón. Pronto, dejó al descubierto los pequeños pezones rosados, que se endurecieron al contacto con el aire. Anakin se llevó uno a la boca y lo chupó con intensidad, mientra sus dedos retorcían el otro. Obi-Wan dejó escapar un pequeño gemido.
“¿Estás soñando con tu Maestro, bebé?” susurró Anakin, deseando poder ver el color de sus ojos, pero Obi-Wan estaba profundamente dormido.
Después de darle la atención merecida a los pezones, Anakin viajó con su lengua hasta el ombligo, lamiendo la adorable hendidura. Sus dientes dieron pequeños mordiscos en el hueso de su cadera, que sobresalía por su figura delgada. Obi-Wan respiraba con más rapidez. Que estuviera dormido no significaba que no sintiera nada y Anakin lo confirmó cuando bajó los pantalones hasta las rodillas y vio las panties de Obi-Wan mojadas de slick.
Los instintos más básicos de Alfa lo cegaron. Ya no podía esperar.
Había planeado jugar más tiempo con el cuerpo de su padawan, pero se encontró con que era imposible. Necesitaba estar dentro ya.
Hizo a un lado las panties y enterró su cabeza en los labios de su padawan. Anakin se embriagó del sabor del coño de Obi-Wan, tan suave como hecho de terciopelo.
Bebió todo lo que pudo.
Obi-Wan soltaba pequeños respiros, su coño liberando cada vez más slick, mojando la cama.
Entonces Anakin tomó su verga y la mojó con los fluidos de su padawan. Su cabeza estaba completamente silenciosa. No existía más vida en el universo excepto la suya y la de Obi-Wan. La Fuerza se sentía ardiente, ahogada de excitación.
La punta del pene de Anakin estaba posicionada en la entrada de la vagina.
Y empujó.
Trató de ser gentil, pero la sensación fue demasiado abrumadora.
“Apretado…” gruñó, penetrándolo profundamente hasta que sus bolas tocaban la piel de Obi-Wan con cada embestida.
Anakin tomó a Obi-Wan de la trenza de padawan y la enredó entre sus dedos robóticos. Cerró los ojos permitiendo sentir cada milímetro del mejor coño del universo.
“¡Obi-Wan!”
El orgasmo lo hizo ver estrellas. Su cuerpo completo tembló, sobrecargado de placer. Anakin cerró los ojos con fuerza, atravesando la sensación más deliciosa de su vida, dándole sentido a toda la espera y trabajo realizado con su padawan virginal; ahora era suyo, su cuerpo le pertenecía.
El Nudo se formó dentro de la vagina de Obi-Wan y Anakin se dejó caer sobre el pequeño cuerpo, disfrutando de la sensación de estar atrapado en ese canal tan cálido y acogedor. Anakin estaba en casa.
Mío.
Cuando el Nudo se desinfló, Anakin sacó su pene de la vagina de Obi-Wan y vio sangre. Con delicadeza, pasó sus dedos por la abertura y los chupó. Volvió a estar duro otra vez.
Anakin le quitó las panties para guardarlas como un recuerdo y una prueba de que esa persona le pertenecía. La marca vendría eventualmente. Aprovechó la tela de las panties para limpiarlo un poco, pero no lo suficiente, para que Obi-Wan entendiera que algo había pasado.
De la misma manera como llegó, el Maestro Jedi se marchó del apartamento, dejando a Kenobi profundamente dormido entre slick, sangre y restos de semen.
Chapter 6: Desearía tener un ángel
Summary:
El título de este capítulo es una canción de Nightwish que me ayudó con la inspiración.
Lee los tags antes de empezar.
Chapter Text
“Has violado el Código Jedi de la peor forma posible, Skywalker.” Dijo Windu, con una expresión de repugnancia en el rostro. “Esto es demasiado, incluso para ti.”
Los oídos de Obi-Wan pulsaban como tambores. ¿Por qué Anakin había mentido? ¿No era peor decir que él era el padre a ser honesto y revelar que los bebés que Obi-Wan estaba esperando eran de la Fuerza? Miró atónito a su Maestro mientras la polémica se desataba en la sala.
“Violaste a este niño.” Soltó Secura, batallando entre la furia y la perplejidad.
“¡No!” Respondió Obi-Wan, aterrado. “¡Maestro Skywalker nunca me haría daño!” - lloriqueó.
“Ser el padre, no mencionaste anteriormente, joven Skywalker.” cuestionó Yoda.
Anakin supo que se refería al día que le informó al Consejo que Obi-Wan estaba en gestación. En aquel momento se había guardado esa información porque obviamente no esperaba que las cosas se dieran así, a niveles planetarios desastrosos.
“Tomaré al padawan Obi-Wan Kenobi como mío. Lo marcaré y le daré mi apellido a la criatura.” Anakin se guardó para sí mismo el detalle de que estaban esperando gemelos.
“No, no lo harás.” Sentenció Windu. Obi-Wan vio cómo el cuerpo de Anakin se tensaba, preparándose para atacar en cualquier momento. Windu se levantó del asiento.
“Contradice el Código Jedi, Skywalker. Es una locura y no permitiremos que continúes aprovechándote de este chico. No sé cómo es que no lo vimos antes.”
“¡M-Maestro Skywalker no se aprovecha de mí, Maestro Windu!” Obi-Wan se dio cuenta que nadie lo escuchaba. De pronto se sintió minúsculo, a punto de ser devorado por varios depredadores al mismo tiempo. Instintivamente, Obi-Wan se prensó de la túnica de Anakin. Quería decirles a todos que Anakin estaba mintiendo, que él no lo había tocado, que su Maestro nunca haría algo así, pero tuvo miedo de contradecirlo.
“No lo alejarás de mí, Windu.” amenazó. “Lo he cuidado toda mi vida.”
“¿Esta es tu definición de cuidar? ¿Te confiamos la tarea de entrenar un guerrero y esto es lo que haces? No. Obi-Wan Kenobi será enviado a un refugio secreto, lejos de ti, donde pueda crecer; nosotros tomaremos a la criatura y nos encargaremos de ella.”
“¡Anakin!” Obi-Wan se presionó por completo al cuerpo de Anakin, y comenzó a sollozar, sintiéndose aterrado de ser separado de su Maestro y los bebés. Anakin puso su mano en la espalda de Obi-Wan, posesivo.
“Perderán la guerra sin mí.”
Un silencio sepulcral cayó en la estancia. Obi-Wan sintió escalofríos.
“Soy el mejor guerrero de la Orden Jedi, el mejor de la historia; tú y todos aquí lo saben. La República sigue viva por mí, porque yo he arriesgado mi vida por ella.”
Windu se restregó el rostro, intenso. “¡No puedo creer lo que estoy escuchando!”
“Si lo alejan de mí, renuncio a la Orden. Verás lo que hacen los clones sin mí.” Volvió a amenazar.
“¡Esto es sedición, Skywalker!” gritó Windu enrojecido de la rabia y apuntando a Anakin con el dedo. “¡Esto se paga con pena de muerte!”
“La solución es sencilla, Gran Maestro Yoda.” Dijo Anakin, ignorando a Windu. “Me quedaré con Obi-Wan y la criatura, me haré cargo de ellos y lo llevaré de la forma más discreta posible. Este escándalo no volverá a suceder, tú tienes mi palabra. Espero no volver a ser cuestionado nunca más por esto. A cambio, Maestros, les ofrezco mi total sumisión. De mi parte, no volveré a cuestionar ninguna decisión hecha por el Consejo y me convertiré en lo que siempre han querido que sea: un perro de guerra, hasta las últimas consecuencias.”
Silencio. Obi-Wan sintió la mirada penetrante de Yoda.
“Esas criaturas, poderosas en la Fuerza serán.” Dijo de repente.
“¿Esas criaturas?” Susurró el Maestro Plo Koon, estupefacto.
“¿Kenobi?” Presionó Yoda.
Obi-Wan volteó a ver a Anakin quien le devolvió la mirada con una expresión reafirmante, enviándole torrentes de cariño y seguridad por el Vínculo. Obi-Wan entendió que tenía permiso de hablar con la verdad.
“S-sí, Gran Maestro Yoda. Son gemelos.” Confirmó.
La sala se llenó de susurros.
“Tú crees que tienes todas las respuestas, Windu.” Dijo Anakin, “¿Le has preguntado a Obi-Wan qué es lo que quiere hacer?”
“¿Tú le preguntaste si quería tener sexo contigo?”
“Tranquilo, joven Skywalker.” advirtió Yoda, cuando Anakin encendió su lightsaber. Obi-Wan supo que Anakin estaba usando toda su fuerza de voluntad para no atacar a Windu.
“Maestro, no hagas esto…” Rogó Obi-Wan, asustado.
“¿Qué es lo que tú quieres hacer, joven Kenobi?” Preguntó Secura con un tono leve, comprensiva.
“¡Quiero estar con el Maestro Skywalker!” lloriqueó, prensandose de la cintura de Anakin. “¡Él ha cuidado de mí toda mi vida! ¡Nunca me ha hecho daño! ¡Quiero estar con él, por favor, Gran Maestro Yoda!”
Las rodillas de Obi-Wan fallaron y estuvo a punto de caer al piso, pero Anakin lo sostuvo a tiempo.
“Todo está bien, pequeño.” Le reafirmó con dulzura.
Los susurros continuaron, expectantes a la decisión de Yoda.
Anakin sabía que Windu era la persona más pragmática de todas y que ya había decidido cambiar de opinión desde el primer momento en que Anakin había amenazado con abandonar la Orden; simplemente estaba rabioso de que se iba a salir con la suya. Sabía que solo esperaba a que fuera Yoda quien diera el permiso y no tener que hacerlo él. Un Omega Stewjoni en gestación no podía ser peor que ver caer a la República en manos de los separatistas.
“Renunciar al camino Jedi, el joven Kenobi debe. Solo así quedarse en el Templo bajo tu cuidado, podrá.”
“De acuerdo.” Respondió Anakin de inmediato.
Obi-Wan sintió que su corazón cayó al piso.
“¡P-pero Maestro!” gimió, luego se congeló al ver los ojos fulminantes de Anakin. En la Fuerza le transmitió su disgusto.
“Hablaremos luego, Obi-Wan.” Sentenció.
Windu se acercó a los dos. Anakin gruñó. Pocas veces en su vida Obi-Wan escuchaba los gruñidos agresivos de Anakin, porque generalmente era muy seguro de sí mismo y de su posición de Alfa.
“Joven Kenobi, poco a poco irás entendiendo lo que todo esto significa.”
Sin decir nada más, Windu salió de la estancia.
Obi-Wan sintió un sabor amargo en su boca.
°°°
Cuando salieron de la estancia, todo el mundo estaba en los alrededores. Aunque intentaban disimular, era obvio que estaban pendientes de la situación. Anakin puso su mano en la nuca de Obi-Wan, claramente enviando el mensaje.
Pasaron al lado de un grupo de padawans donde estaba Kit Fisto. Obi-Wan lo observó sonrojado. Fisto miró a Skywalker y de inmediato bajó la mirada al piso.
Al fondo de uno de los pasillos, Obi-Wan vio a Quinlan, de pie junto a una de las ventanas.
“¡Quin!” Gritó, soltándose del agarre de Anakin y corriendo hasta donde su amigo. “¡Pensé que ya no te vería!”
Quinlan no contestó. Miró el rostro expectante de Obi-Wan y luego miró a Skywalker.
“Obi-Wan.” Llamó Anakin.
“Es mejor que vayas, bobo. Lo siento mucho.”
Sin decir más, Quinlan se alejó de Obi-Wan, quien sintió las lágrimas deslizarse por sus mejillas.
°°°
“Maestro…” Dijo Obi-Wan, tímido. Estaban en la sala del apartamento. Anakin estaba preparando té.
“Esta tarde irás a los Salones de Curación. Te he expuesto demasiado, ángel.” Exclamó Anakin.
“Maestro…” Volvió a repetir. “¿Qué es lo que haré ahora? ¿Por qué ya no seguiré con mi entrenamiento Jedi?”
“Es demasiado peligroso, Obi-Wan.”
“¡Pero ya también soy un guerrero, Anakin!, ¡yo también puedo luchar!”
“Esto es una guerra. Que tú vayas a combatir contra los separatistas y los ejércitos de droides está fuera de discusión.”
“¡He entrenado toda mi vida para ser un Caballero Jedi! ¡Tú lo prometiste!” gritó, sintiéndose traicionado.
“Está decidido, Obi-Wan. Tú te dedicarás a nuestros hijos. No me cuestionarás al respecto.”
“¡¡¡No quiero esto!!!” Obi-Wan se levantó y corrió a su habitación.
°°°
Obi-Wan observó su lightsaber por largo rato. Todo su mundo se había derrumbado en un par de horas. Se sentía castigado por algo que ni siquiera había hecho. Obi-Wan era un buen aprendiz, era muy bueno para luchar, los Maestros lo sabían, Anakin lo sabía. Era parte del top de su generación, una joven promesa de un histórico guerrero. ¿Por qué Anakin le estaba robando ese futuro?
Se sintió miserable.
Lloró tanto que no supo en qué momento cayó dormido.
°°°
Obi-Wan escuchó toquecitos en la puerta de su habitación.
“Joven Kenobi.” Era la voz de un clon.
Obi-Wan abrió la puerta.
“Debes seguirme. Tengo órdenes del General Skywalker de escoltarte mientras él no esté presente.”
“¿Dónde está Anakin?”
“Se fue por una misión. Volverá en dos meses.” Informó el clon.
“¡¿Dos meses?!” se escandalizó. “¡¿Por qué no me lo dijo?!”
“Escúchame, chico,” lo interrumpió el clon “me han asignado esta tarea, por favor no lo hagas difícil. Solo estoy siguiendo órdenes.” Obi-Wan reconoció la resignación en su voz.
“Entonces sufriremos juntos…” Murmuró siguiendo al clon hacia los Salones de Curación.
°°°
El clon, al que Obi-Wan había bautizado sarcásticamente como “Zen” porque se negaba a relajarse y entablar conversaciones con él, pasaba apostado fuera del apartamento. Cualquier cosa que quisiera hacer, Zen lo acompañaba como una segunda sombra, amenazante y siempre armado.
“Estoy muy aburrido…” Le dijo un día, cuando había logrado convencerlo de compartir una taza de té. “Maestro Skywalker volverá en una semana.”
El clon no dijo nada. Obi-Wan vio cómo se retiró el casco. Era la primera vez que veía su rostro. Aunque todos fueran iguales, siempre tenían pequeños detalles que los diferenciaban; por ejemplo, este tenía una cicatriz en su labio inferior, que se notaba había sido una herida bastante seria. Fue reconfortante ver a una persona de carne y hueso detrás de la armadura.
“Me he sentido muy solo.” Confesó Obi-Wan. “No me malinterpretes, tu compañía ha sido genial.” Bromeó. “Pero extraño tener a alguien que me responda cuando hablo.”
Zen llevó la taza de té a su boca y bebió.
“Mi mejor amigo, Quinlan, dice que puedo ser muy pegajoso; yo creo que soy normal, ¿no crees?”
Silencio.
Zen estaba bebiendo un poco más del té cuando Obi-Wan dijo:
“Oye Zen, ¿tú eres Alfa, Omega o Beta?”
Zen se atragantó con la bebida. Miró a Obi-Wan y fue la primera vez que se sonrojó.
“Todos los clones somos Betas.” Dijo intentando disimular su rubor y apartando la vista de Obi-Wan, que lo miraba fijamente con sus ojos celestes, como si le hubiera preguntado la marca de sus zapatos. “No me habrían asignado este trabajo si fuera diferente.”
“¿Cómo es? ser Beta.”
“No sé como explicarte.” Dijo Zen, pretendiendo terminar ahí la conversación.
Lo único que Obi-Wan sabía era que los Betas no experimentaban celo, hecho muy conveniente para un ejército en medio de una guerra.
“¿Puedes olerme?”
Zen observó a Obi-Wan, intentando reconocer alguna intención en sus palabras, pero los rumores resultaron ser verdad: Kenobi era un chiquillo sobreprotegido, inocente a la mayoría de las cosas que evidentemente eran inapropiadas.
Se preguntó cómo hizo el General Skywalker para convencerlo de tener sexo…
La idea lo ruborizó más. Decidido a cortar la conversación, tomó el casco y se lo puso.
“Ay, por favor, Zen ¡habla conmigo!” Le rogó Obi-Wan, cuya mano delicada viajó hasta tocar su brazo, provocando que el clon se levantara bruscamente, alejándose del Omega.
“Sí, puedo olerte. Y tienes prohibido tocarme. Por favor recuerda que esto es una asignación. Podrías meterme en problemas si continúas presionandome. No somos amigos.”
Los ojos de Obi-Wan se llenaron de lágrimas. Quizás era por el embarazo, pero se sentía muy sensible y las palabras de Zen lo lastimaron.
“Lo siento.” Murmuró. “No quiero meterte en problemas.”
“Necesito que uses tus parches cuando yo esté presente.” añadió. “Sí puedo olerte y me hace sentir incómodo.”
Zen no esperó respuesta y salió del apartamento.
Obi-Wan se encontró sintiéndose totalmente solo. Extrañando a Anakin y sus atenciones ahora más que nunca.
°°°
Zen hablaba por el Comlink con el segundo al mando de la Legión 501, el Capitán Rex.
“El objetivo está seguro, Capitán. No ha sucedido ninguna novedad. En líneas generales ha estado tranquilo, durmiendo mucho.” Informó. “¿Alguna actualización de cuándo terminaré esta asignación?” preguntó esperanzado.
“El General Skywalker ha sido una bestia en combate.” Dijo Rex. “Hemos terminado de barrer a los droides en este planeta. Iniciaremos el viaje mañana. Estarás libre del chiquillo en dos días.”
Zen suspiró, aliviado.
°°°
Zen ingresó al apartamento con intenciones de informarle al pequeño que su Alfa estaría de regreso pronto, cuando vio la puerta de la habitación de Obi-Wan abierta, asumiendo que estaba haciendo cualquier cosa menos secando su cuerpo desnudo con una toalla. Zen se detuvo en seco, sus ojos se abrieron como platos y contuvo la respiración.
El cuerpo de Obi-Wan era la cosa más fascinante que había visto en mucho tiempo. En ese momento el Stewjoni estaba de espaldas, secando su cabello pelirrojo con la toalla. Su cuerpo era delicado, sus nalgas se veían trabajadas por años de ejercicio, pero también redondas, femeninas. Su torso era largo y estrecho, sus hombros cuadrados y delgados. Sus piernas también eran largas y estilizadas. Zen vio que en el huequito de su entrepierna no había nada, lo que evidenciaba que Obi-Wan era un Stewjoni Omega. Tenía coño.
“Dioses…”
La palabra salió por accidente, demasiado alto, tanto que Obi-Wan lo escuchó… y se volteó.
Rápidamente, los ojos de Zen viajaron al coño. No había un rastro de vello excepto una línea delgada en medio de sus labios. Pelirroja. El clítoris se asomaba levemente. Su vientre estaba ligeramente abultado, lo que evidenciaba sus cuatro meses de embarazo. Zen lo había notado sobre la ropa, pero Obi-Wan usaba esas pesadas túnicas de Jedi, por lo que las capas de ropa disimulaban su adorable vientre lleno de los cachorros del General Skywalker.
Skywalker…
“Mierda.”
Zen vio el rostro atónito y furiosamente ruborizado del Stewjoni, que se había quedado de pie, paralizado, como si estuviera seguro de que si no se movía, Zen no podía verlo; entonces el clon dio media vuelta sobre sus talones y salió del apartamento, ahora más preocupado por el General Skywalker, seguro de que de alguna manera se enteraría de lo que había pasado.
°°°
“Lo siento, Obi-Wan” Dijo, avergonzado. “Fue mi error entrar sin anunciarme. Lo siento mucho, no buscaba que eso pasara…”
Obi-Wan miraba al suelo, también consumido por la vergüenza.
“Sé que no debería pedirte esto, pero… por favor no le cuentes al General Skywalker. Juro por mi honor que nunca fue mi intención verte así.” Rogó.
“Oh, por supuesto que no le diré a mi Maestro, ¡va a matarme!” Respondió Obi-Wan. Zen estaba seguro que el muerto no iba a ser el chiquillo. “Está bien, sé por la Fuerza que dices la verdad. Te creo.”
Obi-Wan sonrió levemente. Zen volvió a preguntarse cómo hizo el General Skywalker para convencer a este chico de acostarse con él… Si no fuera porque el bulto en su vientre gritaba embarazo, Zen habría pensado que Obi-Wan no tenía deseos sexuales, que era incapaz de tener pensamientos impuros.
Este chiquillo es un mojigato, resolvió.
Se preguntó por qué el General aún no lo había marcado…
°°°
Obi-Wan esperaba ansioso. Extrañaba a Anakin como nunca. Su olor, su presencia, su seguridad, su cariño… Sentía que los minutos pasaban como horas. Estaba harto de estar solo.
La nave que Obi-Wan conocía muy bien aterrizó en el hangar.
Anakin bajó por la escotilla, triunfante. Sus ojos lo buscaron y al ubicar a su Stewjoni corrió para abrazarlo. Obi-Wan se prendió de sus hombros, desbordando felicidad.
“Ángel mío, te extrañé cada segundo.” Dijo Anakin depositando un pequeño beso en la frente de Obi-Wan.
“¡Maestro! ¡Por fin has vuelto! ¡Han sido las semanas más largas de mi vida!”
“¿Cómo te trató el clon, pequeño?” Preguntó Anakin con seriedad, sosteniendo el rostro de Obi-Wan entre sus manos.
“Oh, Zen fue muy respetuoso conmigo, Maestro.”
“¿Zen?”
“F-fue el sobrenombre que le puse.” Explicó Obi-Wan nervioso. No quería sonrojarse para que Anakin no lo malinterpretara, pero no pudo evitarlo. “Como no hablaba conmigo, decidí llamarlo así.”
Anakin lo observó a los ojos unos segundos.
“Si leo tu mente, ¿no encontraré nada malo, Obi-Wan? ¿Te has portado bien?”
Obi-Wan vio que en las pupilas de Anakin habían aquellas mismas manchas amarillas que a veces distinguía. Sus manos ahora estaban presionando con fuerza los brazos de Obi-Wan.
“Anakin… me lastimas…” Murmuró Obi-Wan, asustado.
“General Skywalker.”
La voz del Capitán Rex distrajo a Anakin, quien soltó a Obi-Wan para posar su mano robótica en su nuca, gesto que hacía como marcando su territorio.
“Ha sido un honor, General. La Legión 501 ha vuelto a ser noticia internacional.” Anunció, animado. “Cada vez estamos más cerca de la victoria, estoy seguro.”
“Tú eres excepcional, Rex.” Contestó Anakin. “Por ti estoy vivo.”
Obi-Wan sabía que si había alguien que Anakin apreciaba genuinamente, ese era Rex.
“Oh, te ves muy bien, padawan Kenobi.” Mencionó el Capitán. “Conoceremos a esos cachorros pronto.” Dijo, observando su vientre.
“Sí, supongo que sí.” Murmuró Obi-Wan, volteando a ver a Anakin, pensando que lo encontraría molesto, pero su Maestro le sonreía de vuelta a su Capitán.
°°°
“Maestro, no quiero que me dejes solo tanto tiempo…” Dijo Obi-Wan, mientras dejaba que Anakin tuviera su oído pegado a su vientre. “No tengo con quien hablar y no hay mucho que hacer tampoco… ya que no puedo continuar con el entrenamiento…”
“Te encontraremos cosas que hacer, ángel, cosas que sean seguras para ti y los bebés.” Dijo Anakin, escuchando las pulsaciones de vida dentro del cuerpo de Obi-Wan. “No puedo prometerte que no tendré que irme pronto… ya no me es posible negarme a una misión y Windu está cobrando todas las que quiere conmigo.”
“A lo mejor te acompaño también…” dijo tímidamente, recordando que meses atrás Anakin lo había permitido.
“No si puedo evitarlo, Obi-Wan.” Sentenció el Maestro Jedi. “Tu embarazo no es un secreto y estoy bastante seguro que intentarán destruirme haciéndote daño. Es demasiado arriesgado.”
Obi-Wan guardó silencio. Empezaba a sentirse atrapado, como si Anakin lo ahogara.
°°°
Rápidamente, Obi-Wan aprendió que para mantener feliz a Anakin, debía permitirle acceso a su cuerpo. Tampoco es que fuera un sacrificio, Obi-Wan amaba ser tocado por su Maestro, pero se preguntaba cuánto más iba a esperar para ser marcado. Anakin se negaba a tener sexo con él por penetración, a pesar de que el líbido de Obi-Wan solía estar fuera de control por el embarazo y la falta de supresores.
“¿Maestro…?” Murmuró Obi-Wan mientras Anakin tenía la nariz pegada a su entrepierna, sobre el pantalón de algodón que vestía. “Estoy húmedo…” Dijo, sintiendo que el slick se deslizaba por su vagina, mojando las panties. “Quiero… quiero que me toques ahí abajo, Anakin…”
Anakin lo vio desde su posición. Sus ojos azules dilatados por la excitación.
“¿Cómo quieres que te toque, pequeño?” Respondió, respirando el aroma del sexo de su ex padawan.
“N-no lo sé…” Dijo avergonzado. “Solo sé que quiero que lo hagas.”
Anakin se sentó entre las piernas separadas de Obi-Wan. Observó a su Omega unos segundos, debatiéndose si hacerlo o no. De pronto, se dio cuenta de la gran oportunidad.
“Sé que tú te tocas bastante seguido, pequeño…” Susurró Anakin, moviéndose para enterrar su cabeza en el cuello de Obi-Wan y olerlo.
Obi-Wan cerró los ojos, demasiado avergonzado para ver a Anakin.
“¿Puedes guiar mis dedos como te gusta tocarte?” Sugirió.
Obi-Wan quería negar que se masturbaba, pero se dio cuenta que era inútil. Quizás Anakin lo había sentido en la Fuerza… Dioses, ¿desde hace cuanto tiempo? El pensamiento lo torturó.
“Todo está bien, pequeño.” Le reafirmó Anakin, con un tono dulce. “Déjame serte útil entendiendo qué es lo que te gusta.”
Anakin volvió a su posición entre las piernas de Obi-Wan.
“¿Está bien si te quito el pantalón, cielo?” preguntó.
“Sí, Maestro.”
Obi-Wan estaba inmovil, expectante. Era la primera vez -desde que había dejado de ser un niño que necesitaba ayuda para bañarse- que Anakin vería sus partes íntimas. Eso lo excitó aún más.
Anakin le quitó el pantalón con delicadeza.
Una de sus actividades favoritas de hacer para su Omega era comprar panties. Amaba comprarle las que le gustaban e imaginarlo vistiendolas. Las que Obi-Wan andaba en esa oportunidad eran rosas y tenían un pequeño lazo blanco al frente. Muy clásicas. Anakin se sintió orgulloso de su adquisición.
“Oh, de verdad estás mojado, bebé.” Dijo conteniendo su animal interior que quería arrancar esas panties y hacerlo llorar.
“Tócame, Maestro…”
Anakin hizo lo que más le gustaba: hacer las panties a un lado, descubriendo la pequeña vagina húmeda y rosada.
“Joder…” murmuró, deleitado por el paisaje. “Guía mis manos, pequeño…”
Obi-Wan tomó la muñeca de la mano natural de Anakin y juntó sus dedos índice y del medio. El primer lugar en el que los presionó fue en su clítoris. Anakin gruñó profundamente.
Obi-Wan empezó a mover los dedos de Anakin de forma circular, primero suavemente, mientras soltaba pequeños gemidos. Anakin lo miraba maravillado.
Después los movimientos empezaron a hacerse más rápidos y Obi-Wan presionó todavía más los dedos de Anakin contra el pequeño botón de placer. Ambos jadearon. Anakin vio como la abertura vaginal se abría y se cerraba, como buscando prensarse de algo.
Hipnotizado, Anakin llevó su mano robótica y presionó su dedo índice contra la entrada.
“¡Anakin!” gimió Obi-Wan.
“Shhh…”
Con cuidado, introdujo un dedo.
“¡Dioses, Maestro!”
Anakin disfrutó de ese canal familiar, que solo se había permitido tocar una vez.
“Voy a meter el otro dedo, pequeño. Relájate, no voy a lastimarte…”
Obi-Wan había soltado a Anakin y ahora cubría su rostro con sus dos manos, intentando ahogar sus gemidos.
Anakin introdujo un segundo dedo. Su mano natural seguía estimulando el clítoris.
Guiado por los sonidos de Obi-Wan, Anakin buscaba algo… y eventualmente lo encontró.
Doblando levemente sus dedos hacia arriba, sintió un pequeño bulto.
“¡Maestro!” gritó Obi-Wan “¡Maestro eso es demasiado!”
“Shhh, bebé, solo disfrútalo…”
“¡A-Anakin! ¡Espera! ¡Siento que me voy a…!”
Las palabras quedaron ahogadas en los gemidos intensos de un orgasmo. Líneas de un líquido transparente empezaron a salir en pequeños chorros y Anakin abrió la boca para beberlo.
Anakin vio como Obi-Wan era una maraña de sensaciones. Sus ojos estaban puestos en blanco en lo mejor del orgasmo, sus dedos prensados en la cama.
“¿Se sintió bien, cielo?” Preguntó Anakin, cuando Obi-Wan parecía estar volviendo a la realidad.
“A-Anakin…” dijo, profundamente avergonzado, con la respiración entrecortada. “Lo siento… traté de advertirte que sentía ganas de hacer pis…”
“Cariño, eso no es pis…” dijo, acariciando las piernas de Obi-Wan. “O no lo es del todo. Ha sido delicioso. Quiero beberlo todos los días. Eres un oasis, pequeño.”
Anakin se acostó sobre la cama y llevó a Obi-Wan hasta su regazo, rodeándolo en un abrazo protector.
Te comeré todos los días, Obi-Wan Kenobi.
Pensó el Maestro Jedi, sosteniendo a su pequeño milagro. Obi-Wan ronroneaba plácidamente mientras empezaba a quedarse dormido.
--------------
Chapter 7: Se sintió como un beso
Notes:
Tag Warning: Hatesex, noncon.
El título es una referencia a la canción de Lana del Rey.
Chapter Text
°°°
“Anakin…”
El rostro más importante en su vida estaba retorcido de dolor.
“Anakin…¡ayúdame!”
Anakin sentía que corría y corría, pero la visión se alejaba mucho más rápido. Extendió su brazo pero no consiguió alcanzarlo.
Obi-Wan lloraba. Estaba sintiendo mucho dolor. De pronto los sollozos se convirtieron en gritos.
“¡Obi-Wan!”
Intentó correr más rápido, pero supo que era demasiado tarde.
°°°
“¡Anakin!”
Sintió la palma de su Omega dándole golpecitos en las mejillas. Abrió los ojos de golpe. Se dio cuenta que había estado llorando. Obi-Wan lo miraba afligido.
“Maestro, no podía despertarte…”
Anakin lo observó. Había amanecido, el sol ya iluminaba la habitación completamente. Obi-Wan estaba sentado a su lado, inclinado sobre él. Aún vestía el pijama blanco y la luz hacía que se viera translúcido, su cabello brillante por el resplandor. Anakin lo atrajo hacia él y lo abrazó. Obi-Wan presionó su cara en el pecho de Anakin, su aliento caliente acariciándole la piel.
“¿Estás bien?” Preguntó Obi-Wan, sintiendo el corazón de Anakin latir alterado.
“Solo fue una pesadilla, pequeño…” Murmuró, una pesadilla que se sentía premonitoria… como cuando visionó el día que conocería a Obi-Wan y la llegada de los gemelos.
Obi-Wan empezó a ronronear, en un intento de calmar a Anakin. La técnica siempre era efectiva. Anakin lo apretó y estuvieron así por largo rato, hasta que sonó el comlink.
“¿Tendrás que irte, Maestro?” Obi-Wan hizo su mejor versión de ojos de cachorro, consiguiendo que Anakin se sonrojara. Ese logro lo hizo sentir orgulloso de sí mismo porque siempre era el único que se coloreaba como un globo. Anakin le pellizcó la mejilla.
“Es el Canciller Palpatine.” Mencionó. “Quiere que me reúna con él.”
“¿Puedo acompañarte?”
“Obi-Wan…”
“Anakin, ¡te lo ruego!” Obi-Wan se prensó de su brazo. “¡No puedes tenerme para siempre escondido! ¡Me moriré de soledad!” Sintió vergüenza por el nivel de drama en sus palabras, pero era la verdad. No podía pasar un segundo más en el apartamento sin tener un colapso nervioso.
Vio como Anakin lo consideró un momento. Obi-Wan se preguntó si tenía pensado mantenerlo así durante todo el embarazo. No… tenía que hacer algo para cambiar su situación…
“Está bien.” Resolvió el Maestro Jedi.
°°°
“Usa esto.” El Capitán Rex le entregó un casco de clon. “El resto del uniforme está en los vestidores.”
“¿Es necesario hacerlo?” Preguntó Obi-Wan mirando el casco.
“Sí. La prensa te comerá vivo si te ven. Es peligroso allá afuera.” Respondió Rex con una sonrisa.
“Pero me veré pequeño… todos ustedes tienen la misma estatura, seré el único que no encaje.”
“Eso es mejor a ser descubierto.”
“Obi-Wan.” Anakin estaba apoyado sobre el marco de la puerta. Su voz era severa, Obi-Wan supo que estaba a punto de ser regañado. Se acercó tímido, con el casco aún en sus manos.
“Si quieres que te traiga conmigo, no vas a cuestionar nada. ¿Entiendes?” Los dedos robóticos de Anakin se enredaron en la trenza de padawan, como solía hacer para recordarle que no tenía permitido discutir.
“Sí, Maestro. Perdón.”
“Vamos a que te pongas la armadura.”
°°°
“¿Tan complicado es el asunto, Rex?” Bromeó uno de los guardias de seguridad a la entrada del Senado. “¿Ahora también mandan a los chiquillos a la guerra?”
Obi-Wan soltó una risilla. Aunque al principio era escéptico, se descubrió amando esa identidad encubierta. Se sentía muy seguro y podía andar en lugares tan concurridos como el Senado sin ningún problema. Anakin se había adelantado hacia la oficina del Canciller y en ese momento sólo estaba él, rodeado de clones.
“Todas las manos que hagan falta.” Respondió Rex.
“¡Cielos!” El guardia le entregó los permisos de acceso y se encaminaron hacia la cima del edificio, donde estaban las oficinas más importantes de toda la República.
“¿Ves que no fue tan malo?” Rex le cedió el paso para salir del ascensor.
“Tienes razón.” Obi-Wan se sentía gracioso con el filtro de voz del casco. No sonaba en nada a la voz común de los clones.
“Esperaremos afuera.” Se despidió, mientras Obi-Wan entraba a la oficina del Canciller.
En varias oportunidades, Obi-Wan había podido acompañar las reuniones, aunque en los últimos años se había hecho menos frecuente y Anakin prefería tener privacidad; Obi-Wan asumía que era porque la guerra se había recrudecido.
Los vio conversando en la pequeña sala, decorada con antigüedades y piezas de lujo.
Obi-Wan se quitó el casco y se inclinó levemente como saludo.
“Oh,” Palpatine se acercó y sostuvo su mano. “joven Kenobi, qué maravillosa noticia que me visites.” Le retiró el guante y lo besó levemente.
“Es un honor que me permita estar aquí, Canciller.” Respondió Obi-Wan, con una sonrisa. Palpatine siempre era dulce, pero a veces -como en ese momento- lo incomodaba porque sentía que invadía demasiado su espacio personal o el de Anakin; aunque a él no parecía importarle…
Y si Anakin confiaba en Palpatine eso era suficiente.
“Por favor…” Con un ademán lo invitó a unirse a la conversación y Obi-Wan se sentó junto a su Maestro.
“Justo estábamos hablando de ti. Te ves bello y saludable.” Mencionó, sirviendo té. “Todo parece ir bien con el embarazo.”
“Sí, Canciller.”
“Espléndido. Debemos vigilarte de cerca. Cargas en tu vientre a Hijos de la Fuerza, después de todo.”
Obi-Wan respondió con una sonrisa agradecida. Luego del escándalo mediático, la gente parecía decidida a creer que el padre biológico era Anakin y eso había provocado que dijeran cosas horribles sobre él. Se sentía bien que alguien tan influyente supiera y aceptara la verdad.
“Pero tú también eres importante, joven Kenobi. Dime, ¿cómo te sientes?”
Obi-Wan se movió incómodo. Clavó los ojos en sus manos, que se mantenían rodeando su vientre. Levantó la vista y Palpatine lo observaba fijamente, con una sonrisa extraña en el rostro. Obi-Wan se sintió interrogado.
Volteó a ver a Anakin y lo descubrió con la vista perdida más allá de la ventana, sus pensamientos lejos de la oficina del Canciller. Deseó que le dijera qué debía contestar.
“Habla en confianza, niño. Estás con un amigo.”
Obi-Wan recordó el día que Anakin le confesó que Palpatine era como un padre para él. Fue una sorpresa porque siempre pensó que Anakin no necesitaba uno… Después de todo, él había cuidado de Obi-Wan desde que era un bebé y siempre le había parecido que tenía todo resuelto. El Hijo de la Fuerza, El Elegido, El Héroe Sin Miedo…
“Bueno…” Comenzó, tocándose las manos ansioso. “Últimamente las cosas han estado mejor… aunque…” Obi-Wan se volteó de nuevo a Anakin, esperando encontrarse con la mirada severa que le advertía tener cuidado con sus palabras, pero él seguía sin verlo a los ojos.
La verdad, pensó Obi-Wan, es que se sentía miserable. Su vida cambió radicalmente. Desde que tuvo uso de razón supo que su camino era convertirse en Maestro Jedi. Cuando comenzó la guerra, asumió que en algún momento tendría asignaciones donde él tomaría el mando, donde también sería un guerrero valiente, un héroe como su Maestro…
Todo eso le fue arrebatado injustamente por el Consejo… por Anakin, dijo la vocecilla al fondo de su cabeza.
Ahora se sentía atrapado. Ahogado. Asustado. Solo.
Profundamente solo.
Se preguntó si el Canciller podría convencer a Anakin de que no fuera tan estricto con él… tan cruel, insistió la vocecilla. Obi-Wan necesitaba sentir que su vida tenía propósito más allá de maternar a los bebés. Se sentía culpable por pensar así, pero era su verdad. Quería hacer algo más con su vida que cuidar y esperar todo el tiempo a que Anakin regresara… No le gustaba ese futuro.
Obi-Wan levantó la mirada y la expresión del Canciller lo asustó. Sintió que había escuchado cada pensamiento dentro de su cabeza. Sus ojos eran penetrantes. Oscuros.
“Di lo que estás pensando, joven Kenobi.” Le invitó Palpatine con suavidad.
Nuevamente, Obi-Wan se volvió hacia Anakin y esta vez sus ojos azules sí lo estaban observando. Su expresión era vacía, como si estuviera viendo un mueble.
Como último recurso, Obi-Wan envió sentimientos de duda por el Vínculo, pero los Escudos mentales de Anakin estaban arriba.
“Lo siento, Canciller Palpatine…” Murmuró Obi-Wan, sabiendo que se había tardado un mundo en contestar. “La verdad es que… me… me siento solo.” Soltó. Pero no dijo nada más; en primer lugar, porque estaba a punto de llorar, y en segundo lugar, porque se sentía muy incómodo.
“Nada que no podamos solucionar, ¿verdad Anakin?” Respondió. “De hecho…” Palpatine se levantó de su lugar y caminó hacia su escritorio para encender el comlink, que proyectó un panfleto de invitación.
“Seré anfitrión de una fiesta privada, esta noche. Anakin, tú ya sabías de esto, pero ahora le extiendo la invitación a mi querido amigo Kenobi.”
Sin esperar a que ninguno de los dos contestara, Palpatine continuó.
“No podemos arriesgarnos con tu salud.” Dijo con tono paternalista. “Pero no es bueno para ti que pases tanto tiempo solo.”
Los ojos de Obi-Wan brillaron. ¡Sí! ¡Sí! ¡Eso era justo lo que he intentado decirle a Anakin!
“Pueden estar tranquilos. Mis veladas son exclusivas, lejos de focos mediáticos y personas fisgonas. Tú, Anakin, sabes de lo que hablo. El joven Kenobi estará seguro y podrá tener un momento de distracción.”
Obi-Wan miró a Anakin. Su Maestro tenía la vista pegada al suelo, totalmente tenso.
“Además, he escuchado que estás interesado en aprender diplomacia. No existe mejor lugar en la República para empezar.”
°°°
Anakin no le dirigió la palabra cuando salieron de la oficina de Palpatine. Rex estaba esperando a Obi-Wan y de nuevo se separaron para volver a casa.
°°°
Obi-Wan fue el primero en llegar al apartamento. Estaba feliz de devolverle a Rex la armadura que había comprobado ser muy incómoda, al fin de cuentas lo que importaba era su practicidad.
En la sala vio que había un paquete azul marino con un lazo negro. Supuso que el droide mensajero lo acababa de entregar. Tenía una tarjeta negra donde había un escrito de puño y letra:
  
Te verás hermoso vistiéndolo esta noche, joven Kenobi.
Es una túnica antigua, tradicional de la realeza zygerriana.
Por favor, concédenos el placer.
Tu amigo, Sheev Palpatine.
Obi-Wan desató el lazo y abrió el paquete.
Wow…
Sacó el vestido y lo extendió. Era de seda translúcida de tono rosa pálido, casi blanco. La espalda estaba descubierta y las mangas caían sueltas, transparentes, decoradas con diminutas piedras brillantes. Tenía un corte imperial cuadrado y ceñido al pecho. Junto al vestido había un delicado cinturón de plata, aretes, una pulsera y una diadema. También había unas sandalias plateadas que se abrochan al tobillo.
“Dioses, esto es demasiado femenino para mí.” Pensó, avergonzado. Anakin usualmente le compraba ropa interior femenina, pero nunca había intentado vestirlo de esta manera. Era demasiado llamativo.
Sin embargo, el vestido era muy hermoso. Se preguntó cómo se vería puesto…
De pronto, el sonido de la puerta.
Obi-Wan se volteó.
“Oh, Anakin…” Saludó tímido. La enorme figura de su Maestro estaba inmóvil. Obi-Wan sintió mucha tensión en la Fuerza que le advirtió que Anakin estaba alterado.
“El Canciller Palpatine me regaló esto…” Dijo extendiendo sus manos con el vestido para mostrárselo. “Pero no creo que sea para mí… es algo que vestiría alguien de la nobleza… y no me siento cómodo con ropa tan femenina…”
“¿Te sientes solo, Obi-Wan?”
Obi-Wan llevó el vestido a su pecho, apretándolo entre sus manos. Su corazón palpitaba agitado.
“E-eso es lo que he intentado explicarte… No quiero estar solo, Anakin… Lo siento…” Obi-Wan ya estaba llorando.
“¿No soy suficiente para ti?”
“No me refiero a eso…”
Anakin comenzó a acortar la distancia. Sus pasos tronaban en sus oídos y en su pecho. Cuando lo tuvo cerca lo vio inmenso.
“Dioses…” sopló, dando pasos hacia atrás. Obi-Wan dejó caer el vestido a sus pies.
“¿Quieres que otros te vean? ¿que te deseen?”
“¡No, Anakin!”
“¿Quieres que otros te follen, Obi-Wan? ¿Como tu amigo Quinlan Vos?”
“¡Dioses! ¡¿De qué hablas?!”
Anakin lo sujetó del brazo con fuerza.
“¿Crees que no lo sé? ¿Todas las veces que ese imbécil estuvo aquí? ¿Querías que te pusiera de rodillas?”
Obi-Wan se presionó al pecho de Anakin, desesperado. “¡Quinlan es mi único amigo, Anakin! ¡Él solo es mi amigo!”
“¿Sí?” Anakin lo agarró de la muñeca cubierta por el parche que arrancó con un solo movimiento. “¿Te gustó que te oliera? ¿Oliste su excitación también?”
El estómago de Obi-Wan dio un vuelco. Claro que Anakin sabía.
“¡No fue nada, lo juro! ¡Solo quería despedirse de mí! ¡Créeme por favor!” Rogó, dejándose caer al suelo. “No quiero ir a esa estúpida fiesta, Anakin… me quedaré en el apartamento y haré lo que me digas… por favor no me lastimes…”
“Oh, no, claro que sí iremos.” El tono de Anakin era amenazante. Obi-Wan sintió escalofríos. “Todo el mundo verá que eres mío, Obi-Wan Kenobi. Mi propiedad.”
Entonces Obi-Wan los notó.
Ojos completamente amarillos.
“¡Anakin!”
Lo tomó del cabello y lo hizo voltearse para sostenerse de sus manos y rodillas.
“No me lastimes, por favor, piensa en mis bebés…” Volvió a rogar, ahogado por sus propias lágrimas.
“Cállate.”
Anakin hizo que su cabeza se golpeara contra el piso. El dolor lo mareó. Su mano robótica se presionó con fuerza entre sus hombros para mantenerlo sometido. Su mano natural le bajó los pantalones.
“He sido bueno contigo, pero ya entendí que a ti no te gusta.”
“¡No! ¡Por favor! ¡Es mi primera vez! ¡Me harás daño!”
Anakin elevó las caderas de Obi-Wan y lo mantuvo paralizado con la Fuerza.
Usando sus dos manos, separó los glúteos.
Anakin vio el coño que empezaba a humedecerse, justo debajo de su culo, totalmente apretado.
“Mírate, ya estás preparándote para recibirme… como toda una puta.”
La palabra fulminó el corazón de Obi-Wan. “No me llames así…” Murmuró, humillado.
“No perdamos tiempo, tú puedes con lo que sea.”
Obi-Wan cerró los ojos.
Nunca había visto la erección de Anakin, solo la había sentido debajo de su pantalón. Por eso sabía que era enorme.
En esta ocasión todo parecía indicar que tampoco podría verla.
Escuchó el sonido de la ropa mientras Anakin se bajaba el pantalón. Estaba totalmente duro, gotas de pre semen caían sobre los glúteos de Obi-Wan, quien lloraba sin parar bajo él. Anakin vio que el slick también goteaba al suelo y se deslizaba por las piernas de su Omega.
Tomó un poco de los fluidos y los embarró desde la base hasta la punta.
“Si gritas, te follaré hasta que te desmayes.”
Anakin se posicionó en la entrada y sin ningún tipo de delicadeza, lo penetró. El gruñido de Anakin fue bestial, como el de un oso...
Obi-Wan soltó un grito desgarrador. Su cabeza estaba dolorosamente presionada contra el suelo. Sintió que la verga lo partía en dos. "¡Dolor!" En ese momento estuvo seguro que Anakin iba a matarlo.
“Cierra la puta boca.”
Las embestidas fueron violentas, profundas y rítmicas. Con el dedo embarrado de slick, Anakin lo introdujo en el culo de Obi-Wan, quien gritaba descontrolado.
Escuchaba a sus espaldas que Anakin gruñía con odio.
Obi-Wan babeaba. Sus ojos estaban en blanco y sus oídos escuchaban el sonido húmedo más pervertido de su vida mientras Anakin lo penetraba. Se siente bien… Dioses, ¡se siente delicioso!
Con su mano robótica, Anakin presionaba su cintura, mientras su dedo penetraba su culo que ya había cedido ante la invasión y empezaba a dilatarse. Anakin hizo un leve movimiento para direccionar las penetraciones y golpear ese bultito de nervios que había descubierto…
Obi-Wan estaba en una especie de trance. Los sonidos que salían de su garganta eran degenerados, deliciosos, prohibidos.
Entonces volvió a pasar. Un poderoso orgasmo sacudió el cuerpo de Obi-Wan y líneas de líquido a presión volvieron a salir de su uretra, mojando el suelo y las piernas de los dos.
Eso fue suficiente para Anakin. Con la embestida más profunda, acabó dentro y su Nudo se infló. Anakin se inclinó hacia la glándula de olor en el cuello de su Omega y lo mordió.
Con un grito ahogado, Obi-Wan se desmayó.
Con cuidado, Anakin lo liberó de la Fuerza y lo acostó de lado para proteger su barriga. Se tendió y lo atrajo a su pecho, en un abrazo acogedor, disfrutando de la maravillosa sensación de estar prensado a su Omega.
Hogar
Mío.
Mi propiedad.
Por supuesto, la Fuerza cantaba melodiosa.
Chapter 8: I reduced your wings to ashes
Notes:
Hola, este capítulo viene potente. Contenido sensible.
Chapter Text
Obi-Wan abrió los ojos. Estaba bañado y vestido con ropa ligera, firmemente abrazado por Anakin en la cama.
“¿Cómo te sientes?” susurró su Maestro con dulzura.
Obi-Wan se sonrojó, recordando todo lo que había pasado. Llevó su mano hasta la glándula de olor y sintió los huecos de los dientes de Anakin.
“Me marcaste…” dijo en murmullos.
“¿Te duele algo?”
Se sentía hipersensible en su entrepierna y la mordida dolía pero solo un poco, nada era insoportable. “Estoy bien.” Respondió, mirando a Anakin con una sonrisa. Notó que sus ojos eran azules de nuevo.
“Levántate. Iremos a la fiesta.”
Obi-Wan se sonrojó aún más. Lo que había pasado hace un momento se sentía como un sueño. Anakin le había dicho que irían a la fiesta para que todos vieran que era su propiedad.
“Usarás la ropa que te dio el Canciller.”
“P-pero me sentiré incómodo… es demasiado femenina para mí…” Dijo, sabiendo que no conseguiría que Anakin cambiara de opinión.
“Me adelantaré. La prensa me seguirá a mí como parásitos, pero eso será suficiente distracción para que Rex te lleve.”
Anakin se levantó de la cama.
“Te veré allá, pequeño.”
Sintió como sus panties se humedecían por la sonrisa encantadora que le dedicó su Maestro.
°°°
Obi-Wan escuchó el pitido de la puerta, que anunciaba que Rex estaba esperándolo. Se dio un último vistazo en el espejo.
“Parezco una chica…” Se dijo a sí mismo, viendo los detalles de su outfit. La marca de la mordida de Anakin estaba roja. En contraste con su piel pálida, era absolutamente visible.
Decidió no hacer esperar a Rex por más tiempo y buscó la salida.
Cuando abrió la puerta, el capitán y confidente de Anakin esperaba con su casco bajo el brazo junto a tres clones más.
Los ojos de Rex lo miraron de pies a cabeza.
“Oh… wow. Te ves muy bello…” Dijo, como si no pudiera evitar el comentario.
Obi-Wan le sonrió. “Gracias.” Sintió su rostro caliente. Se abrazó a sí mismo sintiéndose un poco expuesto. No podía ver los ojos de los otros clones, pero sabía que sus miradas estaban sobre él.
“Bueno, esta vez no usaremos la armadura de clon. Sería un desperdicio.”
°°°
El lugar era una mansión ubicada en uno de los barrios más lujosos de Coruscant. Una joya arquitectónica de líneas severas y materiales nobles. La luz tenue de candelabros flotantes guiaba el camino hacia la entrada: una puerta enorme de obsidiana. Obi-Wan fue escoltado por los clones todo el camino hacia adentro.
El salón del baile era la descripción perfecta de la opulencia de Coruscant. Decenas de personas de diversas especies danzaban, platicaban y bebían distribuídas por todo el lugar. Esa gente tenía solo una cosa en común: Ser lo suficientemente importante para haber sido invitado a la fiesta privada del Canciller de la República Galáctica.
Anakin estaba de pie al filo de las gradas. Esperándolo.
Sus ojos azules recorrieron su cuerpo. Anakin sonreía.
“Qué vista. Luces espectacular.” Dijo, tomándolo de la mano y besándole la muñeca, sobre la glándula de olor. “Deberé agradecerle al Canciller.”
Anakin vestía el uniforme que usaba para la guerra. Su armadura destellaba ante la luz de los candelabros. Él siempre lucía espectacular -pensó Obi-Wan–.
Anakin entrelazó sus dedos con los de Obi-Wan y bajaron las gradas para unirse al salón en búsqueda del Canciller. Todos los ojos presentes los observaron.
Obi-Wan veía cómo las personas cuchicheaban mirándolos pasar. Anakin actuaba como si ninguno existía, como si nadie importara. Su mano fuerte lo sujetaba firme mientras caminaban entre la multitud.
Obi-Wan clavó su vista en sus pies, delicadamente vestidos con las sandalias plateadas.
“Ese es el juguete de Skywalker.”
“Te dije que los rumores eran ciertos.”
“Insufrible.”
“Mira su vientre…”
“Mira su cuello…”
“Chiquillo pretencioso…”
"No le ha cortado la trenza de Padawan..."
"Te imaginarás por qué..."
“Y pensar que pasó de ser un Jedi a la muñeca de Skywalker.”
Risas.
“Anakin… me siento incómodo.” Susurró Obi-Wan.
“No te preocupes, ángel. Estas personas no significan nada.” Respondió Anakin desbordando confianza.
Al final del salón estaba el Canciller Palpatine con un grupo de personas, entre ellas Padmé. El Canciller fue el primero en acercarse a ellos.
“Un placer tenerte aquí, joven Kenobi. Sabía que ibas a deslumbrar con esas prendas. Están hechas para personas como tú.” Palpatine lo besó levemente en el dorso de la mano.
“Sí, son perfectas para él, me siento muy agradecido por el gesto, Canciller.” Dijo Anakin, con una leve reverencia.
“Estoy feliz de ayudar.” Respondió Palpatine con una sonrisa que no le gustó a Obi-Wan. “Por favor, disfruten de la velada.”
Con una reverencia, Palpatine se alejó.
Luego llegó Padmé.
Obi-Wan nunca había tenido la oportunidad de hablar con ella. Sirvió de escolta con Anakin un par de veces, pero Padmé nunca le había prestado atención. Para Obi-Wan ella era otra liga.
“Bueno, es mejor dejar de pretender, ¿no?” Sonrió, luego de abrazar a Anakin.
“¿Cómo está todo?”
“Caótico, pero ¿cuándo no?” Respondió con una risilla. Sus ojos felinos se voltearon hacia Obi-Wan. “Bonito vestido.” le elogió, llevando su mano para tocar la diadema que reposaba entre su cabello. “Esto es muy exquisito. Tendré que preguntarle al Canciller dónde puedo encontrar la mía.”
“E-es de Zygerria.” Reveló Obi-Wan, recordando la tarjeta. Nunca había estado en el planeta, pero sabía que era una cultura esclavista.
“Oh. Interesante.” Padmé se volteó para mirar a Anakin con una expresión extraña. Anakin se rió levemente.
Obi-Wan se preguntó qué era lo gracioso.
°°°
Mientras Anakin charlaba con Padmé y otras personas, Obi-Wan aprovechó para alejarse un poco. Un mesero pasó a su lado ofreciendo una bebida, pero la rechazó porque todas tenían alcohol. El mesero le prometió volver con algo más apropiado para él.
Entre los invitados, Obi-Wan ubicó al Maestro Tholme charlando con otros Jedis. Cuando estuvo a punto de acercarse para preguntarle por Quinlan, sintió que Anakin lo llamó a través del Vínculo. Cuando se volteó, su Alfa lo miraba con una expresión seria. Supo que debía volver a su lado.
Anakin posó una mano en su espalda baja desnuda y continuó charlando.
En un momento de la noche, Palpatine se dirigió al público.
“Mis distinguidos invitados... esta noche no solo celebramos la unidad de la República en tiempos difíciles, sino también a uno de sus más valientes defensores. El General Skywalker ha demostrado, una vez más, que el coraje, la intuición y el compromiso inquebrantable pueden torcer incluso los vientos más oscuros de la guerra. Hay quienes nacen para seguir órdenes… y hay quienes nacen para liderar. Anakin no solo ha ganado batallas; ha inspirado esperanza donde ya no quedaba ninguna. Es un honor contar con su servicio. Y para mí, personalmente… un privilegio contar con su amistad. Por Anakin Skywalker y la República Galáctica.”
La multitud lo siguió alzando la copa y repitiendo la frase.
Anakin respondió, encantador:
“Por la Legión 501. Todos héroes.”
Las decenas de clones esparcidos por el recinto lo repitieron con sus estridentes voces filtradas. Las personas aplaudieron y lanzaron vítores.
Palpatine lucía complacido.
“Toda esta gente es aduladora del Canciller.” Le dijo Anakin a Padmé cuando continuaron con la conversación. “Sé que hablan pestes de mí a mis espaldas.”
“Mantén a tus enemigos cerca…” Contestó Padmé, dándole un sorbito a su bebida. “Pero es verdad que el reconocimiento es merecido, Ani.”
“Sí, sin Rex nada de lo que hemos hecho habría sido posible.” Anakin se volteó para ver a Obi-Wan con una sonrisa extraña en el rostro. “Le he prometido un obsequio muy especial, por salvarme la vida.”
“Dioses, Anakin…” Contestó Padmé, terminando su bebida de un solo trago.
Obi-Wan intentó interpretar la expresión de Anakin. Quizás está borracho…, pensó.
°°°
Obi-Wan había logrado convencer a Anakin que podía ir al baño sin los clones. Decidió dar un desvío hacia una de las terrazas de la mansión. La noche estaba hermosa. Las estrellas brillaban intensas en el cielo y el centro de Coruscant aún más a la distancia.
La Fuerza le indicó que había otra presencia cerca. Obi-Wan se volteó, llevando su mano hacia su cintura, instintivamente buscando su lightsaber, pero sus dedos se cerraron en el aire.
“Tranquilo, soy yo.”
Quinlan subió la baranda de la terraza.
“¡Quin!” La sorpresa de Obi-Wan fue grata. Había pasado tiempo desde que vio a su mejor amigo por última vez. Se acercó y lo abrazó, pese a que Quinlan usualmente le negaba ese tipo de contactos.
Quinlan sintió su aroma: Miel, lila, vainilla, leche… y Anakin.
No necesitó ver la marca en su cuello para saber que ya lo había reclamado.
“¿Cómo estás, bobo?” Respondió, con una sonrisa.
“Estoy bien… supongo.” Dijo con timidez. “Vi al Maestro Tholme adentro, estaba deseando que tú también estuvieras aquí…”
“Estaba. Tuve que marcharme cuando vino Skywalker, porque supe que estarías tú.”
“¿Por qué?”
Quinlan tuvo ganas de sacudir a Obi-Wan y preguntarle por qué demonios era tan ingenuo, pero se contuvo, porque recordó que no era su culpa.
“Es difícil estar cerca de ti.”
Obi-Wan entendió. “¿Te hizo algo?” Le preguntó, con cautela.
“Me amenazó. Ahora mismo no puedo hacerle frente. Pero algún día me las va a pagar, ese bastardo.”
Obi-Wan supo que hablaba en serio.
“Por favor no hablemos de él. Tú te ves muy hermoso. Este lugar y este aspecto te lucen mucho.” Quinlan acortó la distancia entre los dos. “He pensado mucho en ti, bobo. Desearía que las cosas fueran diferentes.”
Obi-Wan se sonrojó, recordando la tarde que Quinlan pidió olerlo.
Quinlan lo rodeó con un brazo y lo atrajo a su regazo. Obi-Wan puso sus palmas en su pecho. “Quin, estoy marcado por Anakin.” le informó, pensando que con eso Quinlan lo soltaría, pero no fue el caso.
“No me importa lo que ese bastardo diga o haga. Él no te merece, tú no le perteneces. Solo debes darte cuenta.”
“Suéltame, alguien puede vernos y me meteré en problemas serios.”
Quinlan ahogó sus palabras con un beso. Los ojos de Obi-Wan se abrieron impresionados. Quinlan no movió sus labios ni abrió la boca. Se trató de un beso leve y breve. Cuando se separó, empezó a alejarse. “Siempre orbitaré alrededor tuyo, bobo. Tú siempre me tendrás, no importa lo que ese imbécil diga. Algún día vendrás conmigo y yo sí cuidaré de ti y tus criaturas. Por ahora vete, regresa con tu Maestro.”
Obi-Wan se dio la vuelta y volvió adentro, olvidándose de por qué se había separado de Anakin en primer lugar.
°°°
Obi-Wan regresó con Anakin en esa oportunidad. En la nave viajó con la cabeza apoyada en las piernas de él. Anakin le acariciaba las costillas y la espalda con la mano libre mientras conducía por la ciudad. Obi-Wan pensó que quería algún acto sexual, pero Anakin no lo sugirió.
Al llegar al apartamento, Obi-Wan suspiró aliviado. Al fin podría descansar y quitarse ese estúpido vestido.
Cuando sus manos aterrizaron en la diadema con intención de quitársela, Anakin lo detuvo.
“No. Aún no te cambiarás de ropa. No te quites nada.”
Obi-Wan le dedicó una expresión confusa.
“Ven, pequeño. Vamos a mi habitación.”
Obi-Wan obedeció.
°°°
“Siéntate al borde de la cama.”
Anakin se acercó con un pedazo de tela en sus manos. Para sorpresa de Obi-Wan, se la colocó en los ojos.
“¿Anakin?” Preguntó, nervioso.
“Tendremos un poco de diversión, ángel. Tú te divertirás, lo juro. Confía en mí.”
Obi-Wan tuvo miedo que Anakin fuera igual de agresivo que la última vez.
“No te muevas. Y sea lo que sea que escuches, tienes prohibido quitarte la tela de los ojos.”
Obi-Wan guardó silencio, preocupado.
“¿Me escuchaste, Obi-Wan?”
“S-sí, Anakin.”
°°°
Luego de unos minutos solo en la habitación de Anakin, por fin escuchó la puerta abrirse.
Y también escuchó pasos.
“Si lo tocas, te mataré.” Dijo Anakin. Obi-Wan saltó de sorpresa. Había alguien más con él.
“Nunca haría tal estupidez, General, sé que es tuyo. Además, no me atrevería a arruinar este honor.”
Rex.
“¿A-Anakin? ¿Qué está pasando?”
“Siéntate en esa silla. Podrás ver bien desde allí.”
Obi-Wan escuchó una silla moverse y Rex suspirando mientras se sentaba.
“Que comience el show.” Dijo, riéndose.
Obi-Wan llevó sus manos hasta la tela, con intención de quitársela.
“Si te la quitas, estarás en problemas Obi-Wan. No me desobedezcas. Esto es algo bueno para ti.”
Las manos de Obi-Wan cayeron en su regazo, protegiendo su vientre.
“No entiendo lo que pasa…” murmuró, la voz le tembló.
“Le devolveré el favor al Capitán Rex por salvar mi vida dejando que vea como te follo hasta que te desmayes.”
“¡Anakin!” Obi-Wan se levantó, pero la mano fuerte de Anakin lo devolvió a su sitio. Luego lo sostuvo del cabello e impuso una sugestión: “No te quejarás, serás obediente a todo lo que te diga que hagas y mañana que despiertes ya habrás olvidado lo que pasó y olvidarás que escuchaste a Rex.”
Entonces Obi-Wan se quedó inmovil.
“Bien, ahora sí, que comience la diversión.” Sentenció Anakin con una sonrisa.
Rex lanzó una carcajada.
°°°
“Acuéstate y sostente de tus codos. Déjanos ver tu cara bonita mientras te doy un poco de atención, pequeño.”
Obi-Wan obedeció.
“¿Qué quieres ver primero?” Preguntó.
“Vamos directo a la mejor parte.” Dijo Rex.
“Ábrete para tu Maestro, cielo.” ordenó Anakin, con un tono amoroso.
Las piernas de Obi-Wan se separaron. El vestido cubrió su entrepierna. Sintió como Anakin lo levantaba hasta su vientre, revelando sus panties blancas.
“Carajo…” balbuceó Rex.
“Espera a que la veas humedeciendose.”
“Será un placer, General Skywalker.”
Esta vez, Anakin sí le quitó las panties. Rex gimió. Con dos dedos, separó los labios para exponer el coño completamente.
“Rosado…” murmuró Rex.
“Observa esto.”
Obi-Wan sintió como los dedos de Anakin empezaron a estimular su clítoris en movimientos circulares, como le había enseñado que le gustaba.
Más pronto que tarde, los movimientos de Anakin hacían sonidos húmedos por el slick que estaba lubricando a Obi-Wan, quien ya había empezado a jadear.
“¿Te gusta, pequeño?”
“Sí, Maestro…” gimió.
Rex había sacado su pene y estaba masturbándose lentamente.
“Mira como está de mojado…” susurró. “Abrela de nuevo, quiero verla brillar.”
Anakin lo hizo y Rex volvió a gemir.
“Métele un dedo.”
Obi-Wan gimió cuando sintió el dedo de Anakin deslizarse por el canal de su vagina. Entrando y saliendo.
“Métele otro.”
Los movimientos de Anakin eran más rápidos cuando los dos dedos estimulaban a Obi-Wan. Evitó el bulto de nervios que hacía que su Omega se derritiera. Ese sería el gran final.
“Tres.”
Obi-Wan se prensó de la cama con los dedos de las manos y los pies.
“¡Oh, Anakin!”
Rex le contestó con un gemido.
“Cuatro.”
Anakin se rió y un cuarto dedo entró en Obi-Wan, quien se preguntó si…
“Cinco.”
Obi-Wan sintió como Anakin doblaba sus dedos dentro de él en forma de puño y también introdujo su pulgar.
“¡Maestro!”
Las penetraciones del puño se intensificaron en ritmo y fuerza.
De pronto, Obi-Wan tuvo un orgasmo. Su voz excitada llenó la habitación, junto a los gemidos y maldiciones de Rex. Cuando el orgasmo pasó, sintió que su cuerpo era de trapo.
“General, necesito que lo hagas ya. No puedo aguantar más. Me voy a correr en cualquier momento.”
Las manos poderosas de Anakin se prensaron de las caderas de Obi-Wan y lo atrajo al borde de la cama, luego lo tomó de los muslos y dobló su cuerpo hasta que sus rodillas tocaron sus hombros.
“Joder…” murmuró Rex. “Dioses, las cosas que haría…”
Rex seguía diciendo maldiciones mientras miraba el culo y el coño expuestos.
“Ábrele el culo.”
“Guardaremos eso para otro día, Capitán. Aún no te lo has ganado.” La voz de Anakin sonó como una orden dicha en batalla.
“Sí, señor.”
“¿Qué quieres que haga, pequeño?, ¿cuéntale al Capitán Rex lo que te gusta que te haga tu Maestro.”
“Q-quiero… quiero que me folles, Anakin.” - Dijo Obi-Wan con voz necesitada.
“Carajo…”
Sin aviso, el pene de Anakin penetró el cuerpo de Obi-Wan. Las tres personas en la habitación gimieron.
“Me voy a venir…” Murmuró Rex.
“Espera, hay una mejor parte.”
“Mierda…” susurró, como si le provocara dolor.
Queriendo apresurar el climax, Anakin violentó el bulto de nervios, decidido. Obi-Wan gritaba bajo él, sus lágrimas se confundían con el sudor y la saliva.
“¿Quieres probarlo, Rex?” gimió Anakin.
“Te lo ruego…”
“Acércate.” Dijo, Rex se levantó de inmediato. “Si te corres y una gota cae en el cuerpo de Obi-Wan, te mataré.”
“Sí, señor.”
Rex se acostó en el suelo, en diagonal a los dos. Su cabeza estaba justo debajo de Obi-Wan. Podía ver en primer plano el pene de Anakin entrando y saliendo de la vagina.
Para entonces, Rex se masturbaba furioso, gruñendo maldiciones.
“Anakin reanudó el ritmo, golpeando el lugar especial de Obi-Wan. Y por supuesto, el orgasmo sucedió. Obi-Wan gritó y el líquido transparente salió expulsado de su cuerpo. Rex eyaculó y Anakin también. Líneas del líquido se deslizaron de Obi-Wan y cayeron directamente en el rostro de Rex. En su boca.
Rex bebió con los ojos cerrados.
El Nudo de Anakin se infló, atrapándolo dentro de Obi-Wan, quien en ese momento cayó inconsciente.
“Ahora, vete.” Ordenó Anakin y Rex se levantó, obediente.
Antes de desaparecer tras la puerta, Rex hizo el saludo militar y dijo: “Muchas gracias, General Skywalker.” Decidido a dar la vida por el Maestro Jedi.
Cuando se encontraron solos, Anakin abrazó a Obi-Wan y se entregó al sueño.
°°°
Obi-Wan despertó en la cama de Anakin. Su cuerpo olía a los aceites que usaba para bañarse y su cabello estaba limpio. No recordaba haberse bañado antes de dormir. De hecho, no recordaba haberse ido a dormir…
Se desperezó y vio que Anakin lo observaba desde la puerta.
“¿Descansaste, ángel?” Preguntó, cariñoso.
“Sí, Maestro. Me siento bien.” Dijo Obi-Wan, sonriente.
“Genial. Ven a la cocina. He preparado té.”
Fue cuando estuvieron sentados en el sofá bebiendo té y navegando despreocupadamente en el Holonet que Obi-Wan se sintió cálido y seguro.
Reconoció que amaba a Anakin.
“¿Maestro?” Dijo dejando la taza en la mesita y mirando a Anakin con sus famosos ojos de cachorro.
Anakin escuchó, expectante.
“Te amo.” Confesó.
Anakin lo atrajo de inmediato hasta su regazo y lo abrazó.
“Yo siempre te he amado, ángel. Estoy feliz que finalmente puedas nombrar tu sentimiento.”
Obi-Wan roroneaba entre sus brazos.
La Fuerza vibró de éxtasis.
Chapter 9: Defectuoso
Notes:
En este fic, Cody es Sargento.
Ya saben que esta historia también tiene mucha manipulación emocional, así que aviso para este cap sobre eso.
Chapter Text
Obi-Wan abrió la puerta de su apartamento y vio a Rex y tres clones más esperándolo.
Como se había vuelto más usual, Rex llevaba puesto su casco.
“Buenos días, Rex.” Saludó Obi-Wan, con una sonrisa.
“Qué bueno verte de nuevo, Obi-Wan. ¿Listo?”
“Sí.”
Obi-Wan siguió a los clones hacia el hangar. Ese día iba a su primera lección de diplomacia galáctica en una de las sedes de la Orden, dirigida específicamente a este estudio. Anakin había accedido siempre y cuando los clones estuvieran cerca.
De igual manera sabía que el Canciller tuvo algo que ver para convencerlo. Habían pasado tres meses desde la fiesta en la mansión y a partir de ahí Anakin había estado concediendo más libertades bajo esa misma condición. Obi-Wan se sentía más cómodo y la relación había mejorado mucho. Parecía que las cosas finalmente estaban tomando buen rumbo.
Obi-Wan ya tenía siete meses de gestación. Su vientre era mucho más grande y no había forma de ocultarlo. Frecuentemente se encontraba mirándose al espejo. Un cambio particular en su cuerpo era que sus pechos habían crecido, pero sólo un poco. Parecían estar hinchados. Un cambio natural porque pronto empezarían a producir leche.
En estos últimos meses, Anakin iba y venía. Las misiones eran muy cambiantes en duración, pero Obi-Wan ya estaba empezando a adaptarse. Con Anakin en casa, todo iba miel sobre hojuelas… Bueno, casi siempre. Al menos mucho más a menudo que antes.
Sus arranques de celos seguían siendo lo común. A ojos de Obi-Wan, crecían proporcionalmente a su barriga. Cada vez peor y cada vez más agresivos. Pero luego Anakin hacía de todo para compensar la situación, consiguiendo que Obi-Wan cediera.
Ya habían llegado al hangar y Obi-Wan volvió en sí. Últimamente se quedaba muy absorto en sus pensamientos, tanto que a veces sentía que olvidaba cosas.
Los clones que lo acompañaban identificaron la nave asignada que se movió a la posición de despegue. Obi-Wan sintió la mirada de Rex y se volteó. Efectivamente, lo estaba observando, pero tenía el casco puesto, así que Obi-Wan no supo interpretarlo.
Rex apartó la mirada y la clavó en la nave.
“Estamos listos para irnos, Capitán.”
Los clones hicieron el saludo militar.
“Por favor síguelos, Obi-Wan.”
“¿No vienes con nosotros, Rex?” Preguntó.
“No. Debo unirme al General Skywalker.”
Se dirigió a los tres clones. “Con sus vidas, soldados.”
“¡Sí, señor!”
Obi-Wan siguió a los clones hacia la nave.
°°°
Una de las cosas a las que ya se había acostumbrado era que los clones no le dirigían la mirada, ni siquiera se volvían hacia él. Obi-Wan a veces se preguntaba si alguno de ellos era Zen, el clon que lo había acompañado en aquella oportunidad, que se sentía hace mucho tiempo. No había forma de saberlo, en primer lugar, porque ninguno le hablaba y en segundo porque ninguno se quitaba el casco. El silencio dentro de la nave solo era interrumpido por el ruido que provocaba el vuelo.
Había una cosa a la que no terminaba de acostumbrarse y eran los mareos. Siempre que sus pies no tocaban tierra su cabeza daba vueltas y su estómago se revolvía. Luego de un par de accidentes, los clones siempre le entregaban una bolsa de emergencia.
De pronto, hubo un revuelo.
Primero un grito, luego vinieron las reacciones.
La nave perdió equilibrio.
Un clon se posicionó sobre él, como escudo.
Todo pasó muy rápido.
“¡Matar al Jedi!, ¡Matar al Jedi!”
“¡Sargento Cody!”
“¡Mátenlo!” Contestó el clon sobre él.
Disparos dentro de la nave.
Los clones gritaban maldiciones, órdenes, mil cosas al mismo tiempo.
Obi-Wan vomitó.
La nave volvió a sacudirse.
“¡Aterrizaje de emergencia!”
°°°
Los ojos desenfocados de Obi-Wan vieron el escenario mientras la nave terminaba de hacer su aterrizaje: luces rojas de emergencia, el cuerpo del clon en el suelo, sangre y vómito. El duracero de la nave con quemaduras de disparos.
Su estómago era un torbellino.
“Yo me encargaré de Kenobi.” Dijo el clon que había estado sobre él.
La puerta se abrió en la pista de aterrizaje de un edificio de la Guardia de Coruscant.
El clon tomó a Obi-Wan con firmeza y lo sacó de la nave. Una horda de antimotines los esperaba junto a una camilla de enfermería. Acostaron a Obi-Wan y fue llevado a emergencias.
“Estoy bien” Dijo en varias ocasiones, porque ya se sentía más enfocado, pero nadie parecía escucharlo.
“¡Sargento Cody!”
“Mi prioridad es Kenobi. Encarguense ustedes de averiguar qué demonios pasó, Fives.”
“¿Quién le dirá al General Skywalker?”
“Comunicar a Rex primero.”
Obi-Wan entendió que el clon que había servido de escudo humano era el tal Sargento Cody.
“Tendrás que abandonar la habitación, Cody, voy a atenderlo.” Dijo una doctora en el umbral de la habitación.
“Si me separo de él, tú serás quien reconozca mi cadáver.”
“Está bien, está bien.” Accedió, dejándolo pasar.
°°°
Cuando terminó la revisión médica, la doctora se dirigió a Cody. “Todo está en orden, Sargento. No hay nada de qué preocuparse. Su salud es fuerte. No creo que sea necesario reconocer tu cadáver.” Bromeó.
“Aprecio tu sentido del humor, pero me temo que eso no lo decides tú.” Dijo Cody, cruzándose de brazos.
“Bueno, yo ya hice mi trabajo. He enviado al Capitán Rex todo el reporte médico. Asumo que es crucial para la comunicación con Skywalker.”
“Muchas gracias, Nira.”
“Cuídate, joven Kenobi.” Se despidió, con una sonrisa maternal.
“Muchas gracias por todo.” Respondió Obi-Wan, devolviéndole el gesto.
“Esperaremos aquí por Rex.” Le informó Cody cuando ya estaban solos en la habitación.
“¿Dónde está Anakin?”
“Le tomará más tiempo volver.”
Obi-Wan suspiró. Supongo que aquí terminan mis clases de diplomacia. Justo antes de empezar. Además de esa realización deprimente, sabía que era una carga para los clones. Deseaba decirles que no era su culpa, que perfectamente podía cuidarse solo, que él, a diferencia de ellos, era un usuario de la Fuerza… pero resolvió que de todos modos no iba a servir de nada.
Solo siguen órdenes. Tú sabes a quién debes reclamarle. - le recordó la vocecilla al fondo de su cabeza.
“Muchas gracias por protegerme, Sargento Cody.” Dijo con una sonrisa avergonzada.
Para su sorpresa, Cody soltó una risilla.
Se quitó el casco y a Obi-Wan le tomó unos segundos reconocerlo. Cicatriz en el labio inferior.
“¡Zen!”
La sorpresa fue tanta que se sentó de golpe en la cama.
“woah, woah, woah, ¡no hagas eso!” soltó Cody/Zen con un ademán.
“Dioses, estoy en gestación, no soy de vidrio.” Murmuró, molesto.
“Eso no me corresponde a mí decidirlo.”
“Como sea” suspiró Obi-Wan, “ha pasado un tiempo desde que nos vimos.” Dijo aliviado de estar con alguien conocido.
“Bueno, no tanto. He sido parte de tu equipo de seguridad desde el día uno. Por órdenes del Capitán Rex tenemos prohibido identificarnos.”
Obi-Wan no supo por qué, pero eso lo hizo sentirse observado.
“Oh. Pensé que nunca iba a volver a verte. Eres el único clon que reconozco, aparte de Rex.”
Cody se encogió de hombros. “Excepto el Capitán, ninguno de nosotros puede hacer contacto contigo. Estoy quebrando las reglas un poco… por favor no le digas al General Skywalker, me meteré en problemas.”
“Nunca.” Respondió Obi-Wan, sonriendo ampliamente. “Escuchándote aquí pareces más relajado que cuando te asignaron a mí la primera vez.”
“Me ha tomado un poco de tiempo acostumbrarme al protocolo… Bastante estricto. Además, era importante para mí que entendieras los límites, en especial porque la responsabilidad en esa ocasión era 100% solo mía. Me sentí presionado.” Confesó.
El sonido de la puerta interrumpió la conversación y Cody se puso el casco de inmediato, antes de ser visto por el clon que ingresó a la habitación.
“Sargento Cody, hemos enviado el cuerpo de CT-1199 – Frost de vuelta a Kamino para averiguar qué rayos pasó.”
“Okay, Fives. ¿Noticias del Capitan Rex?”
“Está cabreado.”
“Bueno, supongo que no será el único…” Suspiró.
°°°
“Necesitamos respuestas.” Dijo Windu. “Y yo no confío en Skywalker.”
“El Canciller ha solicitado que sea él quien averigue personalmente lo que pasó. Dice que es una emergencia de alta prioridad.” Respondió Mundi.
“El Consejo no se debe a Palpatine, dejame recordártelo.”
“No, pero se sometió a votación en el Senado y fue aprobado ampliamente. Incluso los bancos dieron su aval. Tú más que nadie sabe quien paga el ejército y mantiene la base en Kamino.” Puntualizó Mundi.
“Esto es un error.” Dijo Windu, dirigiéndose a Yoda. “Tengo un mal presentimiento… No debería ser Skywalker, de eso estoy seguro.”
"Forzados estamos, a que Skywalker sea." Respondió Yoda luego de un silencio. "Pero investigar por nosotros mismos, la única salida es."
Windu se pinchó el puente de su nariz.
°°°
“¡Ángel!”
Anakin corrió hacia Obi-Wan y se dejó caer sobre sus rodillas, rodeándolo con un abrazo. “¡Este viaje de regreso ha sido eterno! ¿Cómo estás?” Preguntó con ojos devotos, sosteniendo su quijada sobre el vientre de Obi-Wan.
“Estoy bien, Maestro… No deberías preocuparte por mí. ” Respondió, presionando su palma sobre la mejilla de Anakin. “Ese clon se volvió loco de repente. Me pregunto si podría pasar de nuevo…”
La expresión de Anakin cambió. Se incorporó y lo miró desde arriba. “Tú no tienes que preocuparte por eso. Pensaré en qué hacer para reemplazar a los clones que te acompañan mientras averiguo lo que pasó.”
Obi-Wan se retorció los dedos, nervioso. “Anakin… yo puedo cuidarme solo. Ya te lo he dicho, tú lo sabes… me has entrenado toda mi vida para usar la Fuerza y ser un guerrero. Sé como defenderme, no necesito guardaespaldas…”
“¿Por qué sigues con el mismo tema?”
Dícelo. - Lo presionó la vocecilla al fondo de su cabeza.
“Quiero que me devuelvas mi lightsaber.” Su tono de voz fue contundente. “Puedo defenderme con la Fuerza, pero es mejor con un arma. Tú no puedes estar siempre conmigo, Anakin. Yo puedo pelear también si es necesario.”
Anakin se volteó, dándole la espalda.
“Tú quieres irte. Quieres dejarme.”
“¡Dioses, Anakin! ¿De donde sacas esas ideas?”
Anakin quiso decirle que tenía premoniciones. Que había visto su sufrimiento, su muerte. Que él no estaba ahí para protegerlo…
No.
No, no lo iba a permitir.
Lo que pasó con ese clon solo fue un error. Iba a resolverlo…
“Hablaremos de esto luego.”
“Anakin, por favor…”
“¿Por qué me cuestionas, uh? ¿No soy suficientemente fuerte para ponerte a salvo? ¿No soy lo suficientemente bueno para saber qué hacer por tu bien?”
Los ojos de Anakin se llenaron de lágrimas, eso desgarró el corazón de Obi-Wan. Lo invadió la culpa. Anakin no solía llorar, pero cuando lo hacía, era insoportable para Obi-Wan.
“¿No te he cuidado toda tu vida, Obi-Wan?. He sacrificado mi vida por ti. No entiendo por qué de pronto no soy necesario.”
“N-no, Anakin, por favor no llores, lo siento.” Obi-Wan estaba llorando también. Se presionó sobre su regazo. “No me refería a eso. Tú me has cuidado siempre. Lo siento mucho, no llores.”
Obi-Wan empezó a ronronear para calmarlo. Anakin finalmente lo rodeó con un abrazo acogedor.
“Tal vez solo estoy cansado de esta guerra, Anakin. Quisiera vivir tranquilo. Que tú no arriesgaras así tu vida, que no fueran necesarios los escoltas de clones… Que no tuviéramos que someternos al escrutinio público ni que siempre tengas que preocuparte de esa forma por mí.”
Eso es lo que estoy tratando de hacer, ángel. Muy pronto viviremos la vida que nos merecemos.
Sus ojos se tiñeron de amarillo, pero Obi-Wan no podía verlos.
“Lo sé, cielo. Pronto todo mejorará.” Susurró, depositando un beso en su cabello pelirrojo. “Confía en mí.”
“Sí confío en ti, Anakin, más que a nadie en el mundo.”
°°°
Obi-Wan estaba dándole sexo oral a Anakin en el sofá de la sala.
“No debió haber pasado. No aún.” Jadeó. "Podría haber lastimado a Obi-Wan. Debemos arreglar esto urgentemente, mientras tanto, no más clones alrededor de él. No los quiero cerca."
"¿Qué hay de mí?" Susurró Rex, sentado frente a ellos y tocándose a sí mismo.
Anakin jadeó de nuevo, presionando la cabeza de Obi-Wan hacia abajo, haciéndolo tener arcadas.
"Apartir de hoy, solo en mi presencia -Ya no puedo confiar tampoco en ti para que lo escoltes- y solo si eres útil para resolver este problema."
“Fue un fallo del chip que ya se está estudiando en Kamino.” Respondió Rex. “El Senado ha dado el aval para que la situación se maneje con discreción; que se mantenga entre tú y el Canciller porque sospechan un Golpe de Estado. Será Palpatine mismo quien se reunirá con los bancos para darles los informes.”
“Bien. Ah, mierda…” Anakin metió su mano en el pantalón de Obi-Wan.
“Se debe sentir bien…” Murmuró Rex. “¿Podré ver algo más?”
“No.” Suspiró Anakin. “Necesito resultados, Rex. Esto se saldrá de nuestras manos si no somos más cuidadosos. Necesito terminar con la guerra en los próximos meses, pero si esto se revela, estamos perdidos.”
Junto a la conversación, se escuchaba el sonido húmedo de la boca de Obi-Wan recorriendo el largo de Anakin con la ocasional arcada.
Anakin lo tomó del cabello y lo separó de su pene, metiéndolo de nuevo en su pantalón. Luego reposó la cabeza de Obi-Wan en su entrepierna.
“Vete. No me contactes hasta que haya noticias: buenas noticias, Capitán Rex. Tú caerás más fuerte que yo si esto sale mal.”
Rex se levantó e hizo el saludo militar.
“Fui creado para protegerte, y eso es exactamente lo que haré, General Skywalker.”
Dicho eso, Rex salió del apartamento en silencio.
Los ojos amarillos de Anakin miraron a Obi-Wan, ahora profundamente dormido.
Y yo fui creado por la Fuerza para protegerte a ti, pequeño.
°°°
Anakin besaba el muslo de Obi-Wan tendido en la cama, quien vestía una camisa de algodón y solo unas panties.
“Tendré que irme por unos días, pequeño.” Murmuró. “Debo atender la situación en Kamino.”
“Está bien, es terrorífico que hayan defectos en los comandos de los clones…”
“Tú no tienes que preocuparte por nada.”
“Lo sé…” Suspiró.
Su piel se erizaba ante la sensación caliente de los labios de Anakin en contraste con lo frío que dejaba su saliva cuando se movía a otros lugares de sus piernas.
“¿Cuántos días estarás fuera?”
“Es difícil decirlo. Unos pocos, espero.”
La boca de Anakin besó los dedos de sus pies. Sacó la lengua y empezó a lamerlos.
“Te extrañaré…” Murmuró Obi-Wan, disfrutando de ver a Anakin en esa posición, sus ojos azules dilatados, viajando entre sus pies y su rostro.
“Cuento con eso, bebé.” Respondió, amoroso.
Habían pasado semanas desde que tuvieron sexo. Entre las asignaciones, el estrés y ahora este problema con los clones, Anakin parecía desinteresado y prefería sesiones de cariño como estas. Obi-Wan no solía presionarlo porque imaginaba los motivos. Pero si iba a irse por unos días, valía la pena intentarlo.
“Maestro…”
“¿Uh?”
“Me siento caliente…” murmuró “Aquí.” Obi-Wan llevó sus manos hasta su pubis.
Anakin soltó una risa breve. “¿Quieres que te ayude con eso, pequeño?”
“Sí, Maestro. Sí quiero.”
Anakin se separó de sus pies y se movió hasta su entrepierna. “Te comeré muy lento, cielo. Lento y suave. Como si tuviera todo el tiempo del universo solo para esto.”
“Sí, por favor…” Susurró Obi-Wan cerrando sus ojos y entregándose a las sensaciones. Adoraba cuando Anakin era sensible.
La calidez que sentía en su entrepierna se extendió por todo su cuerpo mientras Anakin avanzaba despacio.
Después de una sesión de sexo oral, Anakin se desvió y subió hasta su pecho. Obi-Wan intentó cubrirse por vergüenza, pero Anakin le apartó las manos delicadamente. “Está bien, pequeño. Déjame ver tus tetas.” Dijo juguetón.
“¡Anakin!” Ahí estaba de nuevo, rojo como un tomate.
Anakin introdujo uno de los pezones a su boca. Obi-Wan gimió.
Empezó a succionar, como si esperara que saliera leche. Aún era demasiado pronto para eso, pero Obi-Wan se encontró excitado con la idea.
“¿Beberías mi leche, Maestro?” Preguntó, con picardía.
“¡Padawan Obi-Wan Kenobi!” Anakin fingió una voz escandalizada, luego se rió. “Claro que lo haré, pequeño. No puedo esperar el día. Mientras tanto, no interrumpas, tu Maestro está trabajando.”
Obi-Wan soltó una risilla y se entregó a las atenciones en su pecho. Luego de un rato, Anakin se separó y con delicadeza se arrodilló entre las piernas de Obi-Wan.
“¿Me quieres dentro de ti, cielo?”
“Sí, Maestro.”
Obi-Wan se derretía con los toques suaves y considerados de su Alfa. Todo fue lento, rítmico. La primera penetración fue despacio, pulgada por pulgada, permitiendo que Obi-Wan se adaptara, sin presionar la situación. Ese era su Anakin favorito.
Obi-Wan terminó teniendo un orgasmo desordenado, ruidoso, muy mojado y delicioso.
Anakin salió de él sin correrse.
“¿Maestro?” Preguntó desconcertado.
Anakin subió y lo besó cariñoso.
“Estoy bien, pequeño. Debo irme, ya me están esperando.”
“Oh. Okay…” Murmuró Obi-Wan, un poco decepcionado.
“No te preocupes.” Dijo pellizcando su mejilla. “Cada cosa que obtengo de ti es suficiente para mí, pequeño.”
Obi-Wan se sonrojó.
Esa tarde, Anakin se marchó y Obi-Wan decidió dormir un poco.
°°°
En los barrios bajos de Coruscant, sobre un callejón sin nombre, oscuro, húmedo y sucio, Quinlan Vos se acerca al encuentro con el Sargento Cody, de la Legion 212.
“Esto es de vida o muerte, padawan Vos. No tenemos mucho tiempo.”
“¿Por qué yo?”
“No puedo explicarte todo ahora. Pero es urgente que tú sepas que se está preparando un ataque sin precedentes hacia la República.”
Quinlan frunció el ceño.
“Por parte del Ejército de Clones. Por parte de Anakin Skywalker.”
Quinlan se quedó sin aire.
“Por favor, escúchame con atención.”
Chapter 10: Muñeca
Summary:
Mucho smut.
TAG WARNINGS PARA ESTE CAPÍTULO: urofilia, pregnancy kink, anal sex, non con.
Chapter Text
“Adelante, General.” Invitó Rex, con una sonrisa maliciosa en el rostro. Anakin entró al cuarto oscuro y destartalado del prostíbulo.
“¿Dónde está?”
“Preparándose.”
El sonido de la puerta del baño lo hizo voltearse. De él salió un joven Omega que Rex había escogido para la ocasión.
“Es un honor serle útil, General Skywalker.” Saludó con una delicada reverencia. El Omega vestía con ropa simple de algodón de colores claros. Anakin lo observó de pies a cabeza. Su color de piel era parecido al de Obi-Wan, pero de cabello rubio y no pelirrojo. Sus ojos eran verdes, no tenía pecas y su rostro no poseía la misma belleza. Aun así, su complexión física resultaba bastante similar.
“¿A ti te gusta?” Le preguntó a Rex.
“Oh, sí. Además es lo más parecido que pude encontrar en esta ciudad y estoy harto de buscar.”
“Okay. Empecemos.”
Esta vez fue Anakin quien se sentó en la silla frente a la cama.
“Quítate la ropa.” Le ordenó Rex y el Omega fue obediente. Sin apartarle la mirada, el chico se desnudó y permitió que los dos hombres lo inspeccionaran.
A diferencia de Obi-Wan, este no era Stewjoni, lo que significaba que era intersexual: un pene pequeño reposaba entre sus piernas, ocultando los labios de la vagina.
“Date la vuelta, inclínate y ábrete.” Ordenó Anakin.
El Omega obedeció. Sus dos aberturas brillaban de lubricante.
Rex volteó a ver a Anakin, quien asintió complacido.
“Adelante.” Permitió, y Rex se abalanzó contra el chico, hambriento.
°°°
Anakin y Rex caminaban por los pasillos del Centro de Investigaciones Genéticas en la Ciudad de Derem, Kamino.
“Se están haciendo todos los estudios necesarios para actualizar los comandos del ejército de forma remota. Lo que pasó no debería repetirse de nuevo.” Informó Rex.
“No me gusta que no estés siendo contundente. Esto no puede ocurrir de nuevo. Necesito lealtad absoluta.”
“Así será, General. Todos los esfuerzos están puestos en corregir la falla.”
“Volveré a Coruscant unos días. Te encargo la situación. No vuelvas hasta que esté resuelto.”
Rex hizo el saludo militar. “Sí, señor.”
°°°
Obi-Wan despertó sintiendo los brazos de Anakin rodeando su vientre.
“Maestro…” Susurró suavemente.
“Ángel…” Anakin aspiró profundo el aroma a leche y vainilla que impregnaba el cuerpo de Obi-Wan. “Te extrañé demasiado.”
“No sé cuánto tiempo dormí…” Obi-Wan se sentía aturdido. Quizás los bebés estaban consumiendo toda la energía de su cuerpo, pensó, desperezándose.
“Está bien, pequeño. Quiero hacer algo por ti. ¿Te gustaría salir a cenar?”
Los ojos celestes de Obi-Wan volvieron a brillar. “¡Sí, Anakin! ¡Me encantaría!”
“Ve a prepararte.” Invitó el Alfa con una sonrisa cariñosa. Obi-Wan saltó de la cama lo mejor que pudo y corrió a su habitación.
°°°
Miró su armario. Túnicas Jedi y ropa de embarazo que Anakin le había comprado. Sus viejos outfits ya no le quedaban.
“Dioses…” Susurró, odiando todo lo que tenía.
Usar la ropa Jedi fuera del Templo era un rotundo NO. El escándalo que armaría… ni siquiera Anakin se atrevía a llegar tan lejos.
En fin, tenía que escoger algo rápido, de todos modos nada le gustaba.
Se decidió por una camisa de escote cuadrado y desmangada, amarillo pálido -Anakin tenía una fijación por los colores pasteles- y unos pantalones de algodón blancos. Un look no muy llamativo; con lo que usualmente pasaba ya era suficiente.
“Estoy listo.” Anunció en la sala.
“Hermoso.” Mencionó Anakin, tomando su mano y entrelazando los dedos.
°°°
“Anakin, no creo que pueda aguantar…” Obi-Wan sentía que su vejiga estaba a punto de explotar. Las idas al baño eran cada día más frecuentes porque los bebés estaban ejerciendo mucha presión. “Necesito que te estaciones en algún lugar, ahora.”
“Lo haré, pequeño, pero tengo una idea mejor.”
Obi-Wan no tenía tiempo para sus tonterías. Se iba a orinar encima, estaba seguro. “Dioses, me haré pis…” lloriqueó, apretando sus piernas, con las manos prensadas al frente y en el asiento.
Anakin consiguió estacionarse frente a un edificio escogido al azar que en ese momento se encontraba cerrado. Obi-Wan no entendió cómo pasó pero Anakin le quitó los pantalones y las panties con un movimiento apresurado y se posicionó debajo de él, con la cabeza justo bajo su entrepierna. “Hazlo.” Dijo. Obi-Wan ni siquiera podía verle el rostro porque su barriga tapaba la vista. Anakin estaba contorsionado al interior del auto, decidido a que su cuerpo iba a caber fuera como fuera para poder tener a Obi-Wan de rodillas.
“¿Estás loco?” Lloriqueó “Anakin te lo ruego, necesito ir al baño ahora mismo...”
“Yo seré tu baño esta vez, pequeño.” Obi-Wan sentía el aliento caliente de Anakin en su coño, lo que hacía que la retención fuera una tortura. Prensó sus manos a los lados. “Anakin… de… de verdad… no aguanto más… dejame salir… lo haré en la calle…”
“No. Lo harás aquí, yo lo beberé todo.”
Obi-Wan gemía de dolor. La presión era demasiada. “No… no puedo…” Su vejiga se estaba revelando. A pesar de estar en el límite, toda la situación estaba impidiendo que se liberara. “Déjame salir, Anakin…” intentó moverse, pero las manos de Anakin lo tenían prensado en su sitio.
“Si no lo haces, presionaré tu vejiga.” Amenazó.
“No quiero hacer pis en tu boca, ¡Dioses!” Se quejó. “¡No sale nada y me duele!”
Entonces Anakin hizo una leve presión en su vientre y la explosión fue inevitable. El Alfa tenía pegada la boca a la uretra de Obi-Wan y cuando el líquido empezó a salir abundante, simplemente permitió que se deslizara por su garganta. Obi-Wan jadeaba por lo bien que se sentía liberarse poco a poco de la tortura; por unos segundos se le olvidó que lo estaba haciendo en la boca de Anakin.
Cuando terminó se sintió profundamente avergonzado. Se movió un poco para poder ver el rostro de Anakin y lo encontró sonrojado. “Fue delicioso.” Dijo el Maestro Jedi, con una sonrisa coqueta.
“No puedo creer que hayas hecho eso.” Murmuró, con toda la sangre de su cuerpo en las mejillas.
“Puedo hacerte el favor cuando quieras. No usarás el baño mientras yo esté cerca.”
“Basta…” Obi-Wan no podía más con la vergüenza e intentó moverse, pero Anakin lo sostuvo de la cadera.
“Estoy duro. Quiero que me montes.”
El movimiento dentro del auto era muy limitado. Obi-Wan tenía arqueada la espalda y su barriga reposaba en el abdomen de Anakin mientras desabrochaba los pantalones y sacaba su erección. Con esfuerzo, se posicionó sobre ella y se sentó. Ambos jadearon.
“Mmmm, bebé, tan apretado…”
Obi-Wan llevaba el ritmo de las penetraciones. Cuando Anakin le permitía estar arriba usualmente dejaba que él se moviera, eso le gustaba porque le daba la sensación de control.
“Eres el Omega perfecto, cariño…” Susurraba Anakin con los ojos cerrados, inundado por las sensaciones. “Amo cada fibra de ti, quiero consumir todo lo que eres, ángel… siempre te tendré lleno de mis cachorros, bebé…” Obi-Wan aumentó la velocidad de sus movimientos, motivado por las palabras de su Alfa. “Eres mío, mío, mío, tu coño húmedo, tu culo apretado, tus tetas llenas de leche…¡ah!” Anakin se corrió dentro de Obi-Wan presionándolo hacia abajo, haciendo la penetración más profunda.
Obi-Wan sintió el calor familiar de la eyaculación de Anakin que tanto le gustaba, su pene pulsando mientras expulsaba el líquido.
Cuando estuvo todo dentro, Obi-Wan lo sacó con un “¡plop!” húmedo. Con dificultad Anakin se sentó en su lugar, ambos jadeando.
“¿Deberíamos irnos?” Preguntó Obi-Wan con una sonrisa tímida.
“Sí, sí.” Dijo Anakin, como recordando por qué habían salido en primer lugar.
°°°
Se estacionaron en un elegante rascacielos que cambiaba de color bajo diversas formas geométricas. Era la primera vez que Obi-Wan lo visitaba.
“Necesito limpiarme…” Murmuró el Omega, sintiendo su entrepierna húmeda. Sabía que si se levantaba se embarraría del semen de Anakin.
“No. Estás bien así. Vamos.” Puntualizó.
°°°
De nuevo, Obi-Wan sentía las miradas de todos encima suyo. Miró a Anakin y lo vio desplazarse orgulloso, con la frente en alto. Es muy guapo… - Se encontró pensando.
La gente había dejado atrás las miradas de sorpresa desde que el vientre de Obi-Wan era evidente. A esas alturas, con siete meses, parecía que estaba a punto de estallar.
Anakin lo sujetaba con firmeza, mientras lo conducía por la estancia. Subieron a un ascensor. Dos hombres intentaron subir casualmente, pero Anakin atravesó su brazo por la puerta y retrocedieron.
“Dioses, Anakin…” Murmuró incómodo, cuando la puerta se cerró.
“Tenemos 3 minutos hasta llegar a la cima.” Puso sus manos en sus hombros. “Arrodíllate.”
Obi-Wan cedió a la presión de las manos de Anakin y se arrodilló. El Jedi sacó su pene y sin preguntar ni informar, lo metió a la fuerza en la boca de Obi-Wan, quien luchó contra las arcadas. Anakin se movía rápidamente, casi frenético. Obi-Wan abría la boca lo más que podía para evitar rozar los dientes, pero a Anakin parecía no importarle cuando pasaba. Sus ojos llorosos estaban posados en el avance de los pisos… 12, 24, 45, 68…
Anakin gruñó.
Sus movimientos se hicieron erráticos. Tomó a Obi-Wan del cabello y con la otra mano enterró su cabeza en su entrepierna, hasta que volvió a venirse. Obi-Wan tragó lo mejor que pudo.
Justo unos segundos antes de escuchar el pitido que anunciaba haber llegado a su destino, Anakin ayudó a Obi-Wan a levantarse. Obi-Wan se limpiaba la boca cuando la puerta se abrió.
Un grupo de personas esperaba el ascensor.
Anakin volvió a tomarlo de la mano.
Obi-Wan sabía que su cara y sus ojos estaban enrojecidos, que sus labios estaban hinchados y habían surcos de lágrimas en sus mejillas.
Hubo un pequeño silencio, muy breve, pero para Obi-Wan se sintió eterno.
Alguien se esclareció la garganta.
“General Skywalker.”
Anakin no contestó, se limitó a ver al frente con una sonrisa arrogante y lo condujo fuera del ascensor para continuar con su camino.
La muñeca de Skywalker - Obi-Wan clavó sus ojos en el piso.
Soy uno con la Fuerza y la Fuerza me acompaña.
°°°
El resto de la noche transcurrió sin incidentes. El restaurante era uno muy íntimo y exclusivo. Nadie los molestó ni con miradas insistentes ni mucho menos intentando acercarse. La comida estuvo exquisita. Pocas veces en su vida -contadas con los dedos de una mano- había probado algo parecido. Sus bebés parecían estar muy contentos con el menú.
Cuando llegó la hora del té para que todo terminara de asentarse, Obi-Wan preguntó:
“¿Mis bebés serán Jedis?”
No sabía por qué preguntaba eso de repente. Quizás estaba destinado a ser un pensamiento, pero en ese momento ya se sentía somnoliento.
“Podrán ser lo que quieran, cielo.” Respondió Anakin. “Yo les daré todo lo que quieran. Haré que cada sueño sea realidad.”
Eso tranquilizó a Obi-Wan. Él sentía que nunca había tenido esa oportunidad de elegir… quería que sus hijos sí la tuvieran.
“Les daré mi apellido y serán tan míos como tuyos, ángel.”
°°°
Anakin llevó a Obi-Wan a la azotea para ver el cielo nocturno. El centro económico de Coruscant agitado a sus pies, pero hasta ahí no llegaba ningún sonido más que el del viento.
“Por aquí.” Murmuró Anakin, conduciendo a Obi-Wan detrás de unos arbustos altos de un jardín, al fondo de la terraza. Anakin lo llevó al fondo e hizo que quedara de pie viendo a la pared.
“¿Anakin?”
“Inclínate un poco.”
“Aquí no, ¡Anakin!” Susurró aterrado, mirando a su alrededor. “¡Alguien puede vernos!”
“¿Y?” Dijo mientras le bajaba el pantalón. “¿Qué pueden hacer si nos ven, uh?”
“Yo… A-Anakin…” Obi-Wan se encontró sin palabras por un momento. “No quiero que me vean haciéndolo... Regresemos al apartamento…”
Dos dedos robóticos callaron sus palabras cuando Anakin se los metió a la boca.
“Hacemos lo que yo diga y ahora mismo se me antoja follarte aquí, Obi-Wan Kenobi. Puede pasar por aquí el Gran Maestro Yoda y eso no va a impedir que tome lo que es mío.”
Anakin separó las piernas de Obi-Wan. Cuando tocó su coño, lo encontró húmedo, por los residuos anteriores y nuevo slick que ya goteaba.
“Grita todo lo que quieras, ángel. Por mí que todo Coruscant escuche como te follo.”
Anakin mojó su erección con el slick, pero no se detuvo a presionar su vagina… sino su culo.
Obi-Wan mordió los dedos metálicos, intentando con todas sus fuerzas contener los sonidos.
“Relájate y terminaremos pronto.”
Anakin lo penetró de un solo movimiento. Por supuesto, Obi-Wan no pudo contener el primer gemido, una mezcla de sorpresa, excitación y dolor. Mientras Anakin lo follaba, Obi-Wan ahogó los sonidos en su garganta con todas las fuerzas de su cuerpo, aún así, el sonido de piel contra piel era lo suficientemente alto como para que cualquiera que se paseara en la azotea pudiera escuchar. Anakin violentaba su agujero decidido a terminar otra vez.
Cuando el clímax llegó, no le importó gemir como normalmente lo hacía, mientras eyaculaba de nuevo dentro de su Omega, quien por una combinación de motivos físicos y emocionales, terminó corriéndose también.
Con toda la dulzura de la Galaxia, Anakin le arregló la ropa y secó sus lágrimas. “Eres perfecto, Obi-Wan. Te amo con locura. Si algo intenta apartarte de mí, lo destruiré. Y si muero, no descansaré; volveré desgarrando mundos solo para reclamarte, una y otra vez.”
Obi-Wan miró los ojos amarillos de Anakin, que brillaban a la luz de la luna.
Le tomó unos segundos reconocer la sensación que se apoderó de él.
Era miedo.
°°°
“Ellos quieren sabotearnos.” Susurró Palpatine. “¿No te parece curioso que, de los miles y miles de clones en servicio junto a cientos de Jedi esparcidos por toda la galaxia, haya sido el que acompañaba al joven Kenobi quien tuvo el defecto?”
“¿Qué quieres decir?” Anakin miraba a la ciudad, de pie frente a la ventana, totalmente rígido.
“Creo que es una conspiración.”
Palpatine se deslizó con gracia hasta posicionarse junto a Anakin.
“Saben que estás cerca de terminar la guerra, querido.”
Anakin se volvió para mirarlo.
“Ellos no quieren que eso pase.”
Anakin se preguntó si era posible que Palpatine supiera de los chips inhibidores en los clones.
Palpatine era el confidente más importante de Anakin. Creía en él y en su palabra, aún así, no había sido capaz de contarle que durante meses estuvo manteniendo comunicación con un alto mando separatista quien le confió el conocimiento de los chips en el cerebro de los clones, bajo el acuerdo de trabajar juntos para terminar la guerra, con resultados que impondrían un nuevo orden beneficioso para todos y no solo para un bando. El contacto separatista le otorgó las claves para redireccionar los chips y poder manejar su lealtad a antojo.
Desde entonces, las victorias en batalla eran arrasadoras. Nadie peleaba como la Legión 501. Eran verdaderos monstruos de guerra y Anakin los encabezaba.
Los clones callaban cuando había que hacerlo, mentían u omitían información cuando el Consejo o el Senado pedía rendición de cuentas sobre acusaciones de crímenes de guerra y sospechas de traición impuestas sobre Anakin. La Legión 501 jamás abría la boca para entregarlo.
El fin justifica los medios. Se repetía cuando debía actuar para asegurar la avanzada de la República en cierto sector o cuando debía otorgarle información a las fuerzas separatistas como intercambio.
Nada importaba, sino acabar con la guerra. Acabar con quienes estorbaban e impedían que la Galaxia viviera una transformación.
Palpatine se había mostrado profundamente complacido con los resultados. Frecuentemente encontraba reafirmación en las palabras del Canciller, casi como si él supiera todo lo que estaba pasando.
Pero no podía ser… eso era traición. Lo que Anakin estaba cometiendo se pagaba con muerte.
“Los Jedi viven de la guerra, Anakin. Te han convertido en un símbolo de ella. Te sabotearán cada vez que estés un paso más cerca de terminarla.”
Anakin volvió su mirada a la ciudad. El ceño fruncido en aflicción. El experimento de reprogramación del chip estaba llevándose a cabo exclusivamente en su Legión, porque necesitaba estar seguro de todos los detalles; pero el clon que atacó a Obi-Wan era de la Legión 212.
La posibilidad de que alguien más estuviera usando los chips en su contra lo aterró.
“Dime lo que piensas.”
Luego de un pequeño silencio, Anakin suspiró. “No puedo dejar de soñarlo…”
Obi-Wan en agonía. Las dos pulsaciones en la Fuerza debilitadas, casi apagadas. Anakin lejos, sin poder alcanzarlo, no importaba lo que hiciera…
“Me está volviendo loco.”
“Camina conmigo, General.”
Ambos salieron de la oficina.
°°°
La nave se sumergió en el mar enfurecido de la superficie de Kamino, hogar del ejército de clones de la República.
Cody, Quinlan y Fisto se preparan para salir.
“No puedo creer lo que estoy a punto de decir, pero confío mi vida en que no me detestas tanto como para dejarme atrás.” Comentó Quinlan mientras se terminaba de poner el traje de buzo.
Fisto, a diferencia de sus compañeros, se estaba desnudando para quedarse en un pequeño short negro, que más servía a intenciones pudorosas. “No tengo necesidad, Vos. Si quisiera hacerte daño lo haría de frente.” Respondió con una sonrisa encantadora. “Además, estoy agradecido de que me incluyeran en la diversión.”
“No se sientan cómodos, padawans” Cody se ajustaba el tanque de oxigeno. “Fácilmente podemos morir en este planeta si un solo detalle sale mal. Rex y Skywalker estarán en camino, sino es que ya están aquí. No podemos llamar la atención de ninguno de los dos.”
“Recuerdame el plan.” Dijo Fisto.
Cody suspiró. “Necesitamos llegar a los informes médicos de Frost, el clon defectuoso que atacó a Obi-Wan. Estarán resguardados en secreto, pero para eso tenemos algunos amigos que nos ayudarán y también nos vendrán bien los trucos Jedi…”
Cody miró a los dos padawans unos segundos. “Por favor díganme que son buenos con los trucos mentales…” rogó.
Ambos arreglaron sus posturas, intentando hacerse más alto que el otro.
“Por supuesto.”
“Mi especialidad.”
Cody volvió a suspirar. “No hagan que me arrepienta de esto.”
°°°
Quinlan admiró en secreto a su amienemigo mientras subían a toda velocidad por las profundidades del océano. En el agua la fuerza de Fisto era impresionante. Sujetados de unas cuerdas a la cintura del nautolano, los tres se dirigían a una de las entradas sin usar del Centro de Investigaciones Genéticas.
Cuando finalmente estuvieron en suelo firme, Cody y Quinlan dejaron escondidos los equipos de buceo entre un montón de rocas.
De pronto escucharon un sonido.
Quinlan y Fisto encendieron sus lightsabers.
“Tranquilos.” Advirtió Cody. “Es un amigo.”
“Estaba empezando a preguntarme qué les tomaba tanto tiempo.” Saludó 99, caminando despacio entre el suelo irregular.
Ambos clones hicieron el saludo militar.
“Este es uno de los soldados más leales que conozco. 99, estos son los padawans Quinlan Vos y Kit Fisto.” Los presentó Cody.
Los dos Jedi saludaron con una leve reverencia.
“El placer es mío.” Respondió 99. “Tengo los uniformes listos, no nos atrasemos más.”
Chapter 11: Downhill From Here
Notes:
TAG WARNING: Violencia doméstica, non con.
Lee los tags antes de empezar.Penúltimo capítulo c:
Chapter Text
“Rex está aquí.” Comentó 99 mientras caminaban hacia el interior del recinto. Quinlan y Fisto iban vestidos de clones, Cody también se había cambiado el suyo a uno de soldado raso.
Fisto hizo jurar a Quinlan bajo el Código Jedi que jamás hablaría de lo que tuvieron que hacer para ocultar los tentáculos de su cabeza. “No podré aguantar mucho tiempo. Estoy en agonía.” Susurró, y Quinlan ahogó una carcajada al escuchar la queja con el filtro de voz.
“No debe tomarnos mucho tiempo, de lo contrario, lo que encontrarán de nosotros serán nuestros cadáveres.” Respondió Cody, encabezando el grupo junto a 99.
“El objetivo es obtener una copia del informe forense secreto de Frost. Ahí deben haber suficientes pruebas para acusar a Rex y Skywalker de traición a la República.” 99 se esforzaba para seguir el paso de los otros tres, que caminaban a ritmo de cuadrilla, para encajar con el resto. “Debemos hacerlo rápido y sin llamar la atención.”
Era la primera vez que Quinlan conocía a 99, el clon defectuoso que se encargaba de cuidar de los iniciados. Se preguntó cuál era su historia…
“Ahí…” Murmuró 99. “Tenemos que deshacernos de esos tres clones para que ustedes puedan suplantarlos.”
Los tres clones aguardaban tras la puerta del ala principal del laboratorio. En ese momento parecían distraídos, aburridos incluso.
“Está prohibido el uso de la violencia, provocaría demasiado escándalo, además este sitio está lleno de cámaras de seguridad. Necesitamos de sus trucos.” Añadió Cody.
“Hagámoslo.” Dijo Fisto, mirando brevemente a Quinlan, quien respondió con la cabeza.
Confiaba mucho en su entrenamiento de padawan, en todo lo que el Maestro Tholme le había enseñado, pero en ese momento había una pizca de inseguridad en él; sin embargo, se proyectó en dos pilares: Obi-Wan y el hecho de que no se iba a permitir arruinar la primera tarea del plan frente a Fisto.
“Los convencerán de bajar a la salida abandonada… ahí padawan Fisto se encargará de ellos para que no se conviertan en un problema. Entonces esperará en los alrededores hasta que demos la señal y podamos largarnos de aquí.” Añadió Cody.
“Copiado.”
Los tres clones notaron que se acercaban.
“Tup, Hardcase, Dogma.” Saludó 99, afable.
“¿Qué estás haciendo aquí, 99?” Se volvió a los demás. “Ustedes no están asignados a este sector.”
“Uh, ya lo sabemos, pero acabamos de notar algo extraño. Necesitamos valoraciones.” Explicó Cody.
Los tres clones se acercaron. Cody proyectó las cámaras de seguridad de las afueras del complejo.
“¿Quien sería tan idiota?” Soltó uno.
Quinlan y Fisto supieron que ese era el momento.
“Hey.” Llamaron su atención. “Deben bajar a averiguar qué pasa.” Dijeron juntos, al mismo tiempo.
Fisto añadió. “Me seguirán a mí porque es su deber de seguridad.”
Hubo un silencio total. Quinlan tragó saliva. Le rogó a la Fuerza que funcionara.
De pronto, los clones hablaron.
“Te seguiremos a ti para cumplir con nuestro deber de seguridad.”
Fisto dio media vuelta y los tres clones lo siguieron.
Quinlan suspiró, aliviado.
“Buen trabajo, padawans.” Dijo Cody. “Ahora viene lo complicado.”
°°°
Obi-Wan sintió la tierra húmeda bajo su cuerpo. Sus dedos se cerraron entre la grama fresca y perlas de agua salpicaron su mano.
El cielo estaba nublado. O había llovido mucho o estaba a punto de caer un torrencial. Sabía que era de día, aunque sin rastros de ver el sol. Se sentó y miró a su alrededor encontrándose en el páramo verde de un lugar desconocido.
El silencio era profundo. No se escuchaban animales, ni brisa. Como si la Fuerza contenía la respiración.
Se frotó los ojos.
“Es imposible hablar contigo, padawan Kenobi.”
Obi-Wan se volteó a la voz familiar.
Maestro Qui-Gon Jinn. - Obi-Wan se le quedó viendo, atónito.
De repente, la tierra empezó a temblar como si el núcleo del planeta estuviera partiéndose en mil pedazos. El viento se volvió huracanado, la lluvia caía furiosa, rayos prendían el páramo en llamas.
Qui-Gon Jinn gritó con el rostro retorcido: “¡¡¡Debes despertar, Kenobi!!!”
Su voz era como un trueno que se alejaba.
°°°
Obi-Wan se despertó de golpe, sudando helado y ahogado en su respiración agitada.
Alcanzó a escuchar el último retazo de la voz del Maestro Jinn en su cabeza mientras se sentaba en la cama, aturdido.
Miró a su alrededor. Ya estaba finalizando el día.
Obi-Wan enterró su cabeza entre sus manos. Últimamente dormía mucho… demasiado. Se sentía drenado y muy triste. La luz de la tarde daba un contraste deprimente en la habitación de Anakin.
Otra vez solo. Le dijo la vocecilla al fondo de su cabeza.
Obi-Wan se llevó sus manos al vientre, sintiendo como los gemelos se movían, inquietos. “No estoy solo…” Contestó a la habitación vacía.
Sintió un impulso arrollador por salir del apartamento. Su corazón latía descontrolado. Algo pasa. - Le advirtió la vocecilla. Vete.
¡¡¡Debes despertar, Kenobi!!!
Sin pensarlo, Obi-Wan saltó de la cama y corrió.
En los pasillos habitacionales del Templo todo estaba pasivo. Notó las figuras de otros jedis que lo observaron correr, pero Obi-Wan no se detuvo a reconocerlos.
¡¡¡Corre, Kenobi!!!
Escuchó que algunos lo llamaron, pero los ignoró.
En cuanto puso un pie en el área verde del edificio, Obi-Wan logró refugiarse detrás de uno de los muros cuando una escandalosa explosión destruyó buena parte del área habitacional. La explosión fue tan fuerte, que el muro voló haciéndose pedazos. Obi-Wan se arrodilló cubriendo su cabeza con una mano y rodeando su vientre con la otra. Pedazos de duracero cayeron a su lado y encima de él.
Sus oídos zumbaban. Por unos segundos no lograba ver ni escuchar nada. Aturdido, empezó a escuchar los gritos.
Presa del pánico, no sintió cuándo se incorporó y comenzó a correr hacia afuera del Templo, sin rumbo.
°°°
  
    ÚLTIMA HORA: ¡¡¡EXPLOSIÓN EN EL TEMPLO JEDI!!!
  
 ¡SE DESCONOCEN CANTIDAD DE MUERTOS Y HERIDOS!
¡¿REPRESALIAS DE GUERRA O UN AUTOBOICOT?!
°°°
Obi-Wan se apoyó en la pared de un callejón cualquiera. Todo su cuerpo temblaba y le costaba respirar. Por todos lados pasaban patrullas de la Guardia de Coruscant, la ciudad entera era un caos.
 ¡Anakin! - Lo llamó por el Vínculo. No sabía qué tan lejos se encontraba, pero estaba seguro que lo que había pasado era un ataque dirigido.  Quieren matarme. Resolvió.
“¡¿Kenobi?!”
Obi-Wan se volteó hacia la voz que resultó ser un hombre desconocido. De pronto sacó un móvil y exclamó “¡Manda un equipo ya! ¡Estoy viendo con mis propios ojos al padawan Obi-Wan Kenobi! ¡Calle Cirrus 44-B, Nivel 328, Distrito Teyrion! ¡¡¡MANDALOS YA!!!”
“Oh, esto me hará rico.” Murmuró el hombre mientras le apuntaba con su móvil, transmitiendo en vivo. Obi-Wan se sintió acorralado.
“Por favor aléjate de mí.” Exclamó Obi-Wan rodeando su vientre. “No quiero lastimarte.”
“¡¿Ven lo mismo que yo estoy viendo?! ¡Tengo al pequeño Kenobi frente a mis ojos! ¡Miren lo grande que está su abdomen! ¿Cuántos meses tienes, padawan Kenobi? ¿Aún eres padawan? ¿Por qué te permitieron seguir en el Templo? ¿Por Skywalker? ¿Confirmas que Skywalker tiene un trato especial en el Templo y en el Senado? ¿Crees que son verdad las acusaciones criminales hacia tu Maestro? ¿Sigue siendo tu Maestro o ahora es tu pareja?”
“Dioses…” Murmuró Obi-Wan mientras el hombre seguía bombardeando con preguntas que no tenía la intención de que las respondiera, solo estaban destinadas a crear morbo. “Por favor déjame tranquilo.” Intentó que su tono no fuera amenazante, pero se dio cuenta que no importaba lo que dijera, no conseguiría que se largara.
Obi-Wan empezó a correr y por supuesto que el hombre lo siguió.
“¿No eres menor de edad, Kenobi? ¿Por qué la Orden Jedi no castigó a Skywalker?” Gritaba a sus espaldas. Cuando salió a la avenida principal, un grupo de al menos 20 periodistas empezaron a seguirlo, intentando acorralarlo. Todos gritaban preguntas y acusaciones, cada una más inapropiada que la otra.
Instintivamente, llegó hasta el Templo Jedi de nuevo. Grave error.
El grupo se convirtió en horda. Los clones estaban disparando electrochoques para paralizar a quienes se acercaban demasiado. No solo habían periodistas, sino civiles en general, gritando mil cosas a la vez. Incluso había personas fanáticas con carteles que exigían el fin de la guerra y la abolición de la Orden Jedi. Ambulancias iban y venían. Naves policiales y de prensa rodeaban el edificio.
Obi-Wan vomitó.
De repente, sintió manos sobre su cuerpo.
“¡No me toquen!” Gritaba “¡Puedo lastimarlos!” - Después de haber dicho eso último, se dio cuenta que en ese momento fue una mala elección de palabras. Obi-Wan pretendía que sonara como una advertencia, pero salió como amenaza.
Al verse sin opciones, usó la Fuerza levemente para alejar a las personas que querían someterlo. Eso enfureció aún más a la multitud.
“¡Criminales de guerra!”
“¡Se creen intocables!”
“¡¿Dónde está Skywalker?!”
“¡Fin a la Guerra! ¡Abolición de la Orden Jedi!”
“¡Abominación!”
“¡Cómplice de criminales!”
“¡Tiene monstruos en el vientre!”
“¡Justicia para los masacrados!”
De nuevo, manos sobre él. Jalaban su trenza, su cabello, la túnica, sus brazos.
Una presión furiosa de la Fuerza arrojó a la multitud por los aires.
Yo no hice eso… Pensó Obi-Wan, afligido, mirando el escenario desastroso de personas gimiendo de dolor.
“¡Skywalker!” Gritó alguien.
“¡Monstruo!”
Obi-Wan levantó la vista y vio a Anakin a bordo de una cañonera, junto a otros clones. Tenía su lightsaber activo.
“¡Anakin, no!” Gritó aterrado, observando el rostro airoso de su Maestro.
Anakin saltó de la nave y aterrizó frente a Obi-Wan.
“¡Cálmate!” Rogó Obi-Wan, “¡Solo harás las cosas peor!”
Anakin se volvió para mirarlo y Obi-Wan vio ojos crueles.
“¡Por favor, Anakin, no hagas una locura, son civiles!”
“¡Criminal de guerra!”
“¡¿Esos niños que masacraste también eran separatistas, Skywalker?!”
“¡Asesino!”
”¡Violador!”
Un fanático intentó arrojarse sobre Obi-Wan a sus espaldas. Anakin levantó el brazo y el hombre se elevó por los aires. Estaba ahorcándolo con la Fuerza.
“¡No, Anakin, basta!” Lloró Obi-Wan, viendo al hombre pasar de rojo a morado desesperado por aire, luchando contra el poderoso agarre invisible.
Obi-Wan se arrojó sobre Anakin, desesperado. “¡Suéltalo, te lo ruego! ¡Vas a matarlo, Anakin! ¡Son civiles!”
“Skywalker.”
El Gran Maestro Yoda aterrizó frente a Anakin.
“Soltarlo, debes. Ahora.”
Anakin le sostuvo la mirada pero luego de un momento soltó al hombre, quien cayó inmovil al suelo.
Obi-Wan sintió la mirada de Yoda como si fuera una puñalada.
Anakin lo tomó del brazo y en seguida abordaron la cañonera, que los llevó hasta el Destructor en la atmósfera.
°°°
“Espera por mis órdenes.” Comandó Anakin al Almirante Tarkin, en el puente de la nave.
“Sí, señor.”
Se volvió a Obi-Wan. “Vamos a mis aposentos.”
Obi-Wan lo siguió en silencio.
°°°
“Eso fue un error.” Reclamó Obi-Wan en cuanto la puerta se cerró tras él.
“Tú no tienes derecho a decir nada. Fuiste tú quien se puso en esa situación, en primer lugar.” Respondió con frialdad.
“¡Explotó una bomba en el Templo, Dioses!”
“Ya lo sé, Obi-Wan.” Anakin le dio la espalda. “Alguien quiere destruirme.”
“Bueno, tú ni siquiera estabas ahí.”
“Quieren destruirme a través de ti. Pero no voy a permitirlo. Averiguaré quién está detrás de esto.”
“Necesito mi lightsaber, Anakin.”
“No.”
“Sí. Yo puedo cuidarme solo.”
“¿Sí? Lo que acaba de pasar demuestra todo lo contrario.” Respondió, furioso. “Casi te matan… un montón de gusanos.”
Obi–Wan se quedó sin palabras. Volvió a sentir miedo de Anakin.
“No volverás al Templo. Estarás a mi lado a partir de hoy.”
“Anakin, ese grupo estaba furioso, pero no era toda la gente que estaba ahí. Había civiles muy preocupados por lo que acababa de pasar… muy preocupados por ti, por la Orden… lo que tú hiciste públicamente solo le dio la razón a los fanáticos.”
“¿Tú crees que tienen razón?” Anakin lo fulminó con la mirada. Obi-Wan retrocedió unos pasos.
“No. Sé lo que implica una guerra.” La vocecilla insistente de Obi-Wan le reclamó: Wow, estás justificando crímenes contra civiles…”, pero decidió ignorarla, como siempre.
“He entregado mi vida para que estos citadinos coruscantis vivan en paz cuando la Galaxia se desgarra por la guerra. Son unos desagradecidos, insolentes.”
“La gente te adora. Es normal que exista disidencia… pero todos saben que la estabilidad de Coruscant te la deben a ti.”
Anakin volvió a darle la espalda y se quedó en silencio. Tímido, Obi-Wan se acercó y lo abrazó por atrás. Anakin le tocó de los brazos, recibiendolo.
“Terminaré con esta guerra. Todo acabará pronto.” Anakin se dio la vuelta y llevó a Obi-Wan hasta su regazo. “Criaremos a nuestros hijos en una Galaxia segura para ellos, ángel. Yo la haré segura.”
Obi-Wan tuvo un impulso, y lo dijo. “Dejemos todo, Anakin… olvidémonos de la guerra. Vamos a un planeta lejano… dejemos atrás la Orden, Coruscant, los separatistas… Yo estoy dispuesto a llevar una vida normal contigo, por mis bebés.”
“No somos normales, Obi-Wan. Nos encontrarán tarde o temprano y no voy a arriesgarme a eso. Traeré estabilidad a la República, cueste lo que cueste. Estoy tan cerca.”
Obi-Wan calló unos segundos. Luego se armó con todo el valor que pudo juntar y volvió a repetir: “Dame mi lightsaber, por favor.”
Anakin se separó de él.
“No te irás de mi lado.”
“¡Anakin! ¿por qué insistes con eso?” Respondió desesperado. “¡¿Por qué querría irme?!”
“Yo te estoy protegiendo. Estás seguro conmigo.”
Obi-Wan lanzó un suspiro frustrado. “No he dicho lo contrario… solo quiero sentir que puedo hacer algo por mí mismo.”
“Tú haces lo que yo digo.”
“No soy una muñeca, Anakin… hace unos meses aún era padawan y no me tratabas de esta forma…”
“Claro que las cosas han cambiado, Obi-Wan. Eres el centro de mi universo y tengo muchos enemigos. Todo lo que hago, lo hago por ti. Quizás ahora mismo no puedas verlo, pero eventualmente entenderás las circunstancias.”
Anakin empezó a besarle las manos.
“¿Hay víctimas por la bomba?” Preguntó Obi-Wan, luego de un rato.
Anakin continuó besándolo. “No lo sé.”
“Había Maestros y Padawans ahí…” Dijo preocupado, intentando quitar sus manos pero Anakin lo sostuvo con fuerza.
“No tienes nada de qué preocuparte.”
“¿Cómo me pides eso? La Orden es mi hogar…”
“¿En quién estás pensando?” Inquirió Anakin soltándole las manos.
“En el Maestro Mundi, Unduli, Plo Koon; mis compañeros Shaak, Kit, Barriss… Q-Quinlan…” El último nombre fue un murmullo, casi inaudible, y profundamente inevitable. Supo que cometió un error.
“¿Quieres estar con él?” Soltó Anakin. Sus ojos destellaban. Pequeñas manchas amarillas surcaban su pupila.
“No. Solo es mi amigo.”
Anakin lo tomó del brazo con fuerza.
“¡Me lastimas!”
“¿Por qué estás obsesionado con Quinlan Vos?”
“¡No lo estoy! ¡Es mi único amigo!”
“¿Has estado hablando con él?”
“No, por supuesto que no, Anakin. No ha vuelto a contactarse desde hace mucho tiempo.”
“¿Por qué mientes?”
“¡No estoy mintiendo, Dioses!”
Para sorpresa y terror de Obi-Wan, la mano robótica se prensó en su garganta, ejerciendo un poco de presión, lo suficiente como para que sintiera pánico.
“N-no me hagas daño, por favor…” Rogó, sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, mirando el rostro duro y fruncido de Anakin.
“Tú crees que puedes verme la cara de estúpido, Obi-Wan. Pero yo sé todo lo que haces. Absolutamente todo. Solo espero el momento para ver qué tan mentiroso eres.”
“Por favor, Anakin, suéltame…”
“¿Te gustó ese beso, uh? ¿Se te mojó el coño sentir sus labios asquerosos tocar los tuyos?”
Obi-Wan recordó la fiesta del Canciller.
“¡Él lo hizo sin mi consentimiento!” Se defendió. “Además fue algo pequeño, tan rápido que ni siquiera pude reaccionar.” Sintió como la mano estrechaba un poco más su garganta. “P-por favor… No estoy interesado en Quinlan… lo juro… lo juro, Anakin… s-sueltame…”
“¿Te tocas pensando en él? ¿Para eso quieres tu lightsaber? ¿Para irte con ese imbécil?”
“¡¡¡No!!!” Gritó, intentando soltarse.
Anakin metió la mano natural en su pantalón, tocando agresivo su entrepierna.
“Anakin, por favor, no me fuerces… No me gusta…” Murmuró apretando los dientes. Sentía que estaba a punto de cortarle el aire. “Entra a mi mente, tú sabes que Quinlan no me interesa… puedes comprobarlo tú mismo… por favor…”
“Cállate. Tomo lo que es mío, y tú me perteneces.”
Anakin le dio la vuelta para ponerlo frente a la pared. Lo inclinó un poco y lo paralizó con la Fuerza.
“¡No me fuerces, Anakin! ¡No quiero hacerlo así!”
Con la mano natural le bajó el pantalón. Su mano robótica seguía presionando su garganta.
“¡¡¡NO!!!”
Para sorpresa de Anakin, la Fuerza cedió a favor de Obi-Wan, quien logró soltarse y correr a la esquina de la habitación.
“Ven acá.” Ordenó.
“Me das miedo, Anakin…” lloró. “Tienes que calmarte…”
Anakin levantó su brazo. Obi-Wan sintió dedos invisibles prensándose en su cuello.
“¡A-ANAKIN!”
“Dije que vinieras.”
Anakin lo atrajo hacia sí y volvió a la misma posición, frente a la pared.
Le bajó el pantalón hasta la rodilla, separó sus glúteos y lo penetró.
Obi-Wan soltó un grito desgarrador cuando, a parte de estar siendo casi asfixiado por la Fuerza, sintió los colmillos de Anakin hundiéndose en su glándula de olor. Anakin lo violó prensado a su cuello, en la que sería la última vez, se juró Obi-Wan.
Cuando se corrió, sus ojos estaban completamente amarillos.
Anakin llevó a Obi-Wan entre sus brazos a una habitación separada y lo encerró.
Tendido en la cama, abrazando su vientre, la vocecilla al fondo de su cabeza volvió a hablarle.
Debes encontrar el lightsaber para protegerte… de él.
“Sí.”
Obi-Wan se levantó de la cama resuelto a encontrar una manera de salir de esa habitación bajo llave.
°°°
¡ÚLTIMA HORA!
¡CIUDADANO CORUSCANTI MUERTO EN EL HOSPITAL TRAS ATAQUE BRUTAL DE SKYWALKER!
¡CONSEJO JEDI PRESIONADO A LLEVAR A CABO UN TRIBUNAL DE GUERRA!
¡SKYWALKER ACUSADO DE ASESINATO!
Chapter 12: Un susurro de libertad en tus oídos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Cody se acercó al científico que trabajaba en una computadora holográfica.
“¿Ya tienes listo el informe?”
“¿Cuál informe?” Inquirió frunciendo el ceño.
“Escucha, no tengo tu tiempo. El Capitán Rex lo necesita ahora mismo.”
“No fui informado de esto.” Respondió poniéndose de pie. “No estoy autorizado a dar ninguna copia.”
“¿Serás tú quien se lo diga?”
Cody vio la duda en los ojos del científico.
“Adelante, llámalo, haz que pierda su tiempo para que dé lo mismo que me haya enviado a mí.”
Cody rezó porque funcionara. Si el científico intentaba llamarlo, estarían obligados a usar la violencia para impedirlo.
“No estoy autorizado a entregar nada sin una orden expresa de Rex o Skywalker.” Insistió.
Cody suspiró y le cedió el paso a Quinlan, quien respiró hondo e impuso la sugestión:
“Ya llamaste al Capitán Rex y te autorizó a entregarnos la copia.”
El científico se cruzó de brazos. “¿Qué carajos crees que haces?”
Lejos de asustarse, Quinlan reunió toda su determinación y volvió a respirar hondo. Proyectó a Obi-Wan en su cabeza.
“Ya llamaste al Capitán Rex y te autorizó a entregarnos la copia.” Repitió, con autoridad.
El científico bajó los brazos y se quedó en silencio unos segundos.
“Ya llamé al Capitán Rex y me autorizó entregarles una copia.”
El científico se movió hacia la computadora y empezó a hacer su trabajo.
°°°
Obi-Wan sudaba de concentración. Estaba sentado en el suelo, en posición de meditación. Con la Fuerza estudiaba las cerraduras internas de la puerta. Moviendo aquí y allá, confiando en sus instintos, finalmente la puerta se deslizó.
“Joven Kenobi.” Saludó un clon. “Tengo órdenes expresas de que esperes al General Skywalker.”
Obi-Wan suspiró.
Odiaba usar sugestiones. Anakin le había enseñado que iba en contra del Código Jedi; que significaba un abuso a la autonomía de la otra persona. Obi-Wan estaba de acuerdo, pero en ese momento era la única arma que tenía.
“No me has visto salir. Sigo en la habitación.”
El clon volvió a su lugar de guardia.
Obi-Wan corrió en dirección a la habitación de Anakin. Si había algún lugar donde aún podía buscar, era ahí.
Al llegar, pensó que encontraría guardias, pero los clones corrían de un lado a otro. Supo que había algún tipo de emergencia. Aprovechó para deslizarse dentro de la habitación.
Su corazón latía desenfrenado. Sus manos y rodillas temblaban. Escalofríos recorrían su espalda. “Esto está mal. Va a descubrirme.” Murmuraba, paralizado al centro de la estancia.
Tarde o temprano va a matarte si no actúas. Anakin es capaz de hacerlo y lo sabes. Señaló la vocecilla.
Obi-Wan se obligó a moverse.
La habitación era sencilla, propia de una nave de guerra. Tenía un catre, un escritorio, un espejo, el cuarto de baño y un armario. Obi-Wan se lanzó al armario. Cuando lo abrió, también tenía pocas cosas. Tres cambios de ropa, armaduras y botas. No había ni una sola caja. Para Obi-Wan era extraño porque Anakin se la pasaba reparando cosas. Lo siguiente que revisó fue el escritorio. Todas las gavetas tenían código, pero Obi-Wan introdujo la contraseña de seguridad que usaban en el apartamento y funcionó. Anakin era un tipo sencillo con estas cuestiones porque tenía mucha confianza en sí mismo y para ese momento, era justo lo que Obi-Wan necesitaba.
No había rastros del lightsaber. Ahí guardaba cosas varias, como destornilladores, datapads, partes de droides, comlinks, kits médicos, etc.
“Dioses…”
Se volvió y recorrió la estancia de nuevo. No había nada más ahí… excepto la cama.
Entonces Obi-Wan se arrodilló con dificultad y miró hacia abajo.
Bingo.
Debajo del catre estaba el desastre que buscaba. Restos electrónicos por todas partes, ropa sucia, incluso utensilios de comida… y al menos 7 cajas de cartón al fondo, pegadas a la pared. Obi-Wan las atrajo con la Fuerza.
Abrió la primera.
Cables, chips, comlinks, armas, baterías…
Abrió la segunda.
Ropa.
Abrió la tercera.
Más basura electrónica.
Obi-Wan fue revisando cada una, hasta que solo quedó la última.
Suspiró y la abrió.
La caja de cartón tenía otra caja más pequeña dentro.
Esa era de duracero negro y tenía cerradura digital.
Obi-Wan introdujo el mismo código que había estado usando, pero el acceso fue denegado.
Probó con la fecha de cumpleaños de Anakin, con su propia fecha, también en la que se conocieron, en la que se convirtió en padawan… probó combinaciones de nombres; hasta que “TATOOINE” fue denegado, se le ocurrió: la fecha de la muerte de Shmi.
La pantalla táctil se tiñó de verde. El clic de abierto le indicó que ya podía levantar la tapa.
Abrió.
Los dedos de Obi-Wan se cerraron alrededor de su lightsaber. Pero antes de que pudiera pensar en algo más, las vio.
Su estómago cayó al piso.
Una tela blanca reposaba doblada junto al sable y un comlink.
Esas eran las únicas tres cosas que contenía la caja de seguridad.
Con manos temblorosas, Obi-Wan tomó la tela blanca.
Esto… esto es mío…
La extendió y vio sus panties manchadas de sangre.
“Por favor no… no… no… no puede ser…”
Su mano libre cubría su boca, en shock. El iris de sus ojos era un punto diminuto al centro de sus pupilas, su rostro estaba pálido, los vellos de la nuca erizados.
Siempre lo supiste. Muy en el fondo siempre supiste quien te lo hizo.
La impresión fue tanta, que Obi-Wan se desmayó.
°°°
“Maestro Jedi y General del Gran Ejército de la República, Anakin Skywalker, por orden del Alto Consejo Jedi y bajo autoridad del Senado Galáctico, quedas arrestado por asesinato, sospechas de traición a la República y abuso del poder conferido por la Fuerza.”
Mace Windu recitaba la orden desde otro Destroyer.
“Oficiales ingresarán a la nave y tú te someterás a las leyes de la República y de la Orden Jedi. Confío en que no opondrás resistencia.”
Tarkin se volteó para ver a Anakin, que permanecía congelado al centro del puente.
“¿General?”
“Esperarás por mis órdenes, Almirante.”
“Sí señor.”
Anakin se mantuvo en su lugar.
°°°
Fisto los recogió con la nave.
“Hay serios problemas en Coruscant.” informó.
Cody y Quinlan lo observaron, expectantes.
“Rex salió disparado para allá. Es Skywalker.”
Silencio.
“Está siendo arrestado por asesinato y sospechas de traición.”
°°°
“Joven Kenobi.”
Obi-Wan abrió los ojos. Estaba de vuelta en el páramo verde de ese planeta desconocido. El sol brillaba intenso en el cielo despejado. Se sentó y vio al Maestro Qui-Gon Jinn sentado a unos pasos de él. Su rostro estaba relajado, sus labios estirados en una pequeña sonrisa.
“Despertaste.” Mencionó.
Obi-Wan sonrió. “Supongo que sí.”
“Te ayudaré a sobrellevarlo mientras te pones a salvo, luego deberás superarlo por tu cuenta. Estoy seguro que lo lograrás, eres un chico fuerte.”
Los ojos de Obi-Wan se llenaron de lágrimas.
“Te pido perdón, padawan. No pude protegerte. No supe verlo… O no supe aceptar de lo que era capaz mi propio aprendiz. Fui cegado por el apego. Te fallé, te falló la Orden Jedi, te falló la República… Todos te fallamos, Obi-Wan Kenobi.”
Obi-Wan bajó la mirada a la grama verde. Un insecto pequeño y colorido trepaba una brizna. “Sí, me fallaron.” Admitió. Miró su vientre y estaba plano.
“No espero tu perdón en este momento, seré paciente por él.” El Maestro Jinn se puso de pie. “Ahora mismo se abre la oportunidad de que seas responsable de tu propio destino a partir de hoy, joven Kenobi. Podrás tener ayuda si así lo deseas. Hay muchas personas que te quieren y están luchando por ti. Se acabó la pesadilla, muchacho. Es hora de vivir.”
“¿Qué pasará si él me encuentra?”
“No volverás a ver a Anakin Skywalker, al menos no el resto de lo que le queda de vida.”
Obi-Wan guardó silencio. Volvió a observar al insecto.
“¿Qué pasará si yo deseo volver a verlo?” Su voz sonó lastimada.
“Aunque lo desees, no podrás.”
Obi-Wan lo miró, desconcertado. No quería entender lo que eso significaba.
“¿Deseas tener a esas criaturas, Obi-Wan?”
Meditó la respuesta unos segundos.
Al principio hubiera estado dispuesto a interrumpir el embarazo. Era una perspectiva que lo aterraba porque inmediatamente sentía que su futuro estaba acabado o al menos demasiado incierto. Pero a estas alturas, los gemelos eran todo lo que tenía, todo lo que le quedaba. Habían sido su única compañía durante meses…
Aprendió a amarlos y ya no podía concebir un futuro sin ellos. Deseaba conocerlos.
“Sí.”
°°°
Una cuadrilla de clones y 2 oficiales bajaron del starfighter junto a Windu. El Jedi vio a toda la Legión 501 formada en el hangar del Destructor. Nadie movía un dedo.
Sin detenerse, se dirigió al puente.
°°°
“Ríndete, Skywalker. Se terminó.”
El puente estaba en un silencio total. Anakin miraba al frente, dándole la espalda a Windu, quien le entregó unas esposas supresoras de la Fuerza a uno de los oficiales. Este empezó a caminar hacia Anakin y Tarkin le apuntó con la pistola.
“Eso es sedición, Almirante.” Señaló Windu, con fría calma.
“No darás un paso más.” Amenazó Tarkin.
“¿Entonces es así cómo lo haremos, Skywalker?”
Anakin tomó su lightsaber y lo activó.
“Así es como tú quieres que pase, Windu.”
El sable morado del Maestro Jedi hizo su aparición.
°°°
Palpatine observaba Coruscant a sus pies. La sombra enorme de los dos Destructores acechaba la atmósfera.
“Capitán Rex está esperando órdenes, Supremo Canciller.” Dijo Mas Amedda.
“Esperaremos. Sabremos el momento preciso.” Contestó, con una sonrisa en el rostro.
°°°
“Destructor Resolute, aquí nave Blue Fang, piloto CT-4668 Dogma. Solicito permiso de aterrizaje inmediato. Transmitiendo código de autorización.” Se identificó Cody. Habían cientos de starfighters rodeando los dos Destructores, otros más saliendo del hiperespacio.
“Así es como comienza…” Murmuró Quinlan, decidido a sacar a Obi-Wan de ahí.
“Código de autorización 3-Delta-Krayt-501 recibido. Confirmado, CT-4668. Identidad verificada como Dogma, legión 501. Proceda por el corredor 7-Gamma. Compresores de atraque activos. Bienvenido al fin del mundo, soldado.”
°°°
El sonido de los sables chocando inundaba el puente, seguido por disparos de los clones y oficiales que atacaban a muerte.
Afuera de ambos Destructores reinaba la calma antes de la tormenta.
“¡Traidor!” Gritó Windu, bloqueando una feroz embestida de Anakin.
“¡No me obligues a matarte, Windu!”
“¡Eres tú quien me ha dejado sin opciones! ¡¿Quiénes más son tus cómplices, uh?! ¡¿El Canciller Sheev Palpatine?! ¡Bastardos!”
°°°
Cody, Quinlan y Fisto corrían por los pasillos del Resolute, en medio del caos.
“Puedo sentir su huella en la Fuerza, débil pero está aquí.” Dijo Quinlan.
“Yo también puedo sentirla.” Respondió Fisto.
Corrieron hasta llegar a la habitación de Anakin.
Entraron.
Obi-Wan seguía tendido en el suelo.
“Bobo…” Dijo Quinlan, arrodillándose a su lado y sosteniéndolo. “Despierta, Obi-Wan, por favor…”
°°°
“Es hora de que te vayas, joven Kenobi.”
Dijo el Maestro Jinn.
°°°
Obi-Wan abrió los ojos de golpe, ahogándose.
“¡NO ME TOQUES! ¡SUÉLTAME!” Gritó aterrado.
“¡Obi-Wan soy yo! ¡QUINLAN!” Quinlan se quitó el casco de clon.
Obi-Wan forcejeó un momento, pero luego sus ojos se enfocaron en el rostro de su mejor amigo.
“Quin…” Lo reconoció.
“¡Debemos irnos!”
“Sí.”
Obi-Wan se incorporó y tomó su lightsaber. Los cuatro corrieron al hangar.
°°°
“Tú vete con Kenobi.” Resolvió Fisto. “Cody y yo bajaremos a Coruscant y le entregaremos el informe al Senado. Skywalker no tendrá escapatoria.”
Quinlan se acercó a su amienemigo y lo abrazó.
“Nos volveremos a ver, Kit.”
“Sin lugar a dudas, Quin.” Respondió con una sonrisa de complicidad.
Antes de subirse al starfighter, Obi-Wan les dijo:
“Que la Fuerza les acompañe.”
“Que la Fuerza les acompañe.” Respondió el nautolano.
Cody le dedicó una sonrisa cariñosa.
°°°
Anakin volvió a atacar. Windu también era un guerrero ofensivo y sus sables chocaban con furia.
“¡Ríndete!”
“¡Te mataré primero!”
De pronto, entró una transmisión de voz.
“Anakin.”
Anakin se paralizó y Windu también. Alrededor de ambos continuaban los disparos.
“Yo sí te amé.” Dijo Obi-Wan. “Y tú me traicionaste.”
“¡OBI-WAN!” Gritó Anakin, desesperado.
“No quiero volver a verte en mi vida. Traidor.”
“¡¡¡NO!!!”
Anakin se volteó a los clones, sin un objetivo real.
“¡DETENGAN ESA MALDITA NAVE!”
Pero fue demasiado tarde.
Ya había entrado al hiperespacio.
Anakin se abalanzó contra Windu, sus ojos amarillos brillaron, como perro rabioso.
°°°
La luz de la luna estaba bloqueada por los Destructores.
Palpatine suspiró.
“Ejecuten la Orden 66.”
°°°
“¡AHORA, ALMIRANTE KILIAN!” Gritó Windu.
Su Destructor empezó a moverse. El caos reinó en la atmósfera de Coruscant.
La Batalla había comenzado.
El Destructor de Windu chocó estrepitosamente contra el Resolute, destruyendo sus propulsores. La nave tembló como a punto de explotar en miles de pedazos.
Los dos Jedis estaban envueltos en duelo.
Las naves perdieron estabilidad y empezaron a caer.
“¡MORIRÁS CONMIGO, SKYWALKER!”
°°°
A lo largo y ancho de toda la Galaxia, Jedis fueron ejecutados meticulosamente por sus Legiones. Uno a uno cayeron por disparos en la espalda, sin oportunidad alguna de defenderse.
°°°
Por la ventana del starfighter, Fisto vio como los Destructores caían sobre Coruscant a gran velocidad y ardiendo en llamas.
De pronto, la explosión de un disparo.
Miró hacia su pecho y vio un agujero.
“No…”
Fue lo único que pudo murmurar, antes de desvanecerse.
Cody tomó el control de la nave y la estabilizó.
“Matar al Jedi.” Dijo.
°°°
El starfighter de Quinlan y Obi-Wan aterrizó en un páramo desértico y desolado.
“Tatooine.” Dijo Obi-Wan.
“Nos esconderemos aquí.” Resolvió Quinlan.
De pronto una contracción.
“¡NO!” Gritó Obi-Wan, retorciéndose de dolor. ¡Aún es demasiado pronto!
“¡Mierda!” Dijo Quinlan, sosteniendo a su mejor amigo.
°°°
Coruscant ardía como un infierno. No quedaba ningún edificio de pie en el Centro de la Ciudad, capital de la República Galáctica.
°°°
Obi-Wan gritaba. Su rostro contorsionado de dolor.
Quinlan lo había tendido en el suelo de la nave. Afuera, una poderosa tormenta de arena.
“Resiste, bobo… ya casi está…” Susurraba, en medio de las piernas abiertas de Obi-Wan.
°°°
Palpatine caminaba por los escombros de la ciudad.
“Ahí.” Ordenó.
Los clones recogieron a Anakin -o lo que quedaba de él- en una cápsula aislante.
°°°
El parto duró 10 horas.
La tormenta había terminado. Los soles inclementes de Tatooine cocinaban la nave, a fuego lento.
El único sonido era el llanto de dos recién nacidos al regazo de Obi-Wan, desmayado.
Quinlan limpiaba su cuerpo con delicadeza, ayudándose de su propia túnica y un poco de bacta.
°°°
El casco oscuro descendió lentamente sobre la cabeza quemada de Anakin, sin cabello. Sus extremidades calcinadas ahora reemplazadas por unas robóticas.
El casco calzó en su sitio y el sonido de la respiración artificial reinó el salón en tinieblas.
“Bienvenido…” Dijo Darth Sidious.
“Obi-Wan…” Murmuró.
“Parece que en tu intento por defender la República, Obi-Wan fue secuestrado por el padawan Quinlan Vos… Locación desconocida.”
Anakin soltó un lamento desgarrador, cayendo de rodillas.
“Yo te ayudaré a recuperarlo… bajo mi nuevo Imperio.” Dijo Sidious. “Ahora levántate para mí, Darth Vader.”
°°°
Los soles hervían la arena a su alrededor. El día era tan caluroso que parecía que estaban debajo del agua, por la ilusión óptica del desierto. Pese a ello, Obi-Wan se sentía cómodo. La cueva que era su nuevo hogar se mantenía lo suficientemente fresca para él y los gemelos. Luke dormía dentro, en una pequeña cuna tradicional de Tatooine.
Leia también dormía, satisfecha en su regazo después de comer. Obi-Wan descansaba sentado cerca del umbral, donde habían instalado una carpa para tener sombra.
Pasaron tres meses desde la Batalla de Coruscant.
La Galaxia era un caos. El nuevo Imperio se instaló con rapidez, como si ya llevara años siendo construído.
Emperador Darth Sidious.
Y el Sith segundo al mando.
Darth Vader.
Obi-Wan miró al horizonte. Un speeder se dirigía a toda velocidad hacia ellos.
°°° °°° °°° °°° °°°
Tres meses antes.
Quinlan bajó del starfighter que reposaba al fondo de un barranco. Llevaba en sus brazos al recién nacido Luke Kenobi. Obi-Wan cargaba a Leia Kenobi. Ambos gemelos dormían plácidamente.
“Podremos vender la nave después.” Señaló Quinlan. “Nos harán falta créditos en algún momento.”
“Puedo trabajar.” Dijo Obi-Wan, observando la carita adorable de Leia.
Quinlan suspiró. “También puedo trabajar, pero pienso que debemos esperar un tiempo. Van a buscarlos hasta debajo de las piedras. Y a mí también.”
Obi-Wan miró hacia adelante sin enfocarse en ningún punto específico. Al borde del barranco, no importaba dónde se dirigiera, todo era del mismo color. Los soles crueles de Tatooine escocían la piel y hacían difícil la vista.
Arena en cualquier dirección. Eso era todo.
“He cercenado el Vínculo con Anakin.” Dijo Obi-Wan luego de un momento de silencio reflexivo. “No habrá forma de que me encuentre mediante la Fuerza.” Se acercó a Luke en brazos de Quin y le acarició la mejilla con amor. “Los mantendré a salvo de él, cueste lo que cueste.”
“No haremos uso de la Fuerza, si podemos evitarlo a toda costa. Cualquier pista puede ser demasiado arriesgada.” Agregó Quinlan, mirando a las 3 personas que había jurado proteger respirando junto a él.
“En algún momento Anakin buscará en su planeta natal… pero yo sé que este lugar le significa demasiado dolor.” Dijo Obi-Wan. “No se enfocará aquí por mucho tiempo.”
Con ayuda de personas locales, Quinlan consiguió cosas de primera necesidad: Cunas para los bebés, una silla y una mesa, sábanas, medicinas -por si acaso-, un colchón y suplementos alimenticios para Obi-Wan.
También consiguió cambios de ropa para los dos.
“¿Qué hay de los lightsabers?” Preguntó Obi-Wan observando las túnicas Jedi que Quinlan había amontonado y estaba bañando con gasolina.
“Yo no me desharé del mío. No te diré qué hacer con el tuyo, bobo. Personalmente, me hace sentir seguro y creo que, así como está la situación, nos servirá.”
Obi-Wan observó el sable entre sus manos unos momentos.
“Estoy harto de sentirme vulnerable.” Resolvió. “También conservaré el mío.”
“Bien.” Respondió Quinlan, dedicándole una sonrisa cariñosa.
Quinlan le prendió fuego a la ropa. Miraron la pira en silencio respetuoso, como si se tratara de un funeral. En realidad lo es. Pensó Obi-Wan.
No había tenido tiempo de reflexionar sobre la tragedia sucedida en Coruscant y en toda la Galaxia. No estaba seguro si Quin y él eran los únicos Jedis sobrevivientes. De todos modos, así se sentía.
Obi-Wan sacó el cuchillo de combate que le había pedido prestado a Quin y lo llevó hasta su trenza de padawan. “Adiós, Maestro. Hasta nunca, Anakin Skywalker.” Anunció, cortándola de raíz. Luego la arrojó a la pira y volvió a permanecer en silencio, junto a su mejor amigo.
Los gemelos dormían en paz, dentro de la cueva.
°°° °°° °°° °°° °°°
Quinlan bajó del speeder.
“Logré vender la nave en el mercado negro.” Anunció. “Podremos sobrevivir unos meses con estos créditos. Además he traído una buena reserva de agua… mientras la usemos solo para beber y cocinar.”
“¿No levantó sospechas?”
“Nah.” Respondió quitándose el casco, los googles y la túnica de protección solar. “Media galaxia vende y revende todo lo que tenga firma de la República. Los negocios en Tatooine se mantienen abastecidos por eso. La gente le está borrando los distintivos. Algunos ya se atreven a pintar el logo del Imperio. Se venden como pan caliente, especialmente para mercenarios y cazarrecompensas.”
Quinlan abrió su mochila y sacó una cajita. “Traje comida.”
“¿Hamburguesas?” Los ojos celestes de Obi-Wan brillaron. Luchó por contener las lágrimas.
“No es Dex, pero tienen buena pinta.”
Ambos llevaban una dieta sencilla. Mayormente vegetariana porque la carne era muy costosa. Obi-Wan mantenía su producción de leche mediante barritas deshidratadas y polvos de proteínas, que eran su base energética principal.
Comer algo diferente se sentía como un premio.
“Muchas gracias, Quin.”
Con la primera mordida, comenzó a llorar.
°°°
Vader cerró sus dedos en el aire. El cuello del Oficial tronó. Aflojó su mano y el hombre cayó en el suelo del puente del Destructor Imperial Executer. Muerto.
“Si la próxima vez se atreven a venir sin noticias, tú serás el siguiente.” Amenazó al otro Oficial.
“Sí, señor.” Dijo, nervioso, retirándose de inmediato.
Es cuestión de tiempo, Obi-Wan. Te encontraré.
°°°
Obi-Wan se ahogaba en sus sueños. Quinlan lo sostenía de la mano, intentando despertarlo.
”¡Despierta!”
Obi-Wan le pegó un puñetazo limpio en la mejilla, luego se arrastró hasta el fondo de la cueva. Se golpeó la espalda y la cabeza con la pared.
Tardó un momento en ubicar donde se encontraba, hasta que el llanto de los bebés fue el golpe definitivo de realidad.
Estaba bañado en sudor y muy helado. Quinlan se levantó y encendió una lámpara.
“L-lo siento…” Se disculpó Obi-Wan, cubriendo su rostro entre sus manos.
“Lo sé, bobo.”
Desde la Batalla de Coruscant, Obi-Wan no había tenido ni una sola noche en paz, y con el pasar del tiempo, las cosas se ponían peor.
Siempre que intentaba descansar, era acosado por pesadillas horribles de persecución y violencia. A veces soñaba con Anakin como lo recordaba: protector, cariñoso, atractivo… pero al final del sueño, era ahorcado por las manos de su Maestro o este se convertía en el monstruo oscuro y despiadado que era hoy… Como sea que fuese el sueño, Obi-Wan siempre era asesinado por Anakin.
Constantemente se preguntaba si eran premoniciones.
“Alimentaré a los bebés…” Susurró, poniéndose de pie.
Darles de comer era la única cosa que lo calmaba, el único escudo contra las pesadillas era dormir con sus hijos alimentándose de su pecho.
Quinlan preparó la silla mecedora con almohadas y mantas. Cuando Obi-Wan se sentó, Quin le entregó los bebés en su regazo. En cuanto ambos tuvieron los pezones en sus bocas, cesaron de llorar.
Obi-Wan y los gemelos cayeron dormidos de nuevo. Quinlan se tendió en el suelo a su lado, como perro guardián.
°°°
Pasaron cinco años desde la caída de la República.
Obi-Wan ya era un hombre de 22 años, Quinlan de 25. Luke y Leia habían crecido llenos de vigor infantil: exploradores, audaces, obstinados, absolutamente brillantes.
“¡Mami! ¡Mírame!” Gritaba Leia, mientras su ojito calculaba la posición de una ramita que había puesto en un montículo de arena. Arrojó la piedra que cayó cerca del objetivo, provocando algarabía en ambos niños.
Obi-Wan sonrió con ternura.
“¡Ahora yo, mami, mírame!” La puntería de Luke resultó ser peor que la de Leia; Luke soltó un gruñido frustrado y Leia se rió burlona: ya se anunciaba ganadora.
Los gemelos estaban a punto de ponerse a pelear cuando localizaron el speeder acercarse.
“¡Quin!” Saludaron con sus manitas inocentes, emocionados.
Quinlan se estacionó junto a la cueva. Cuando se quitó el casco, su rostro era diferente. Los gemelos ya se habían acostumbrado a ver ambos rostros, el de Quinlan en casa y el de Quinlan cuando salía a la ciudad por víveres o por noticias. Para esta última actividad usaba un Proyector de imagen holográfica portátil, que cambiaba su apariencia momentáneamente.
Los niños corrieron y se prensaron en sus piernas con un abrazo. Quinlan revolvió sus cabellos como saludo.
“Tendremos que movernos.” Anunció a Obi-Wan. “Hay un Destructor en la atmósfera. Según los locales, tienen planeado volver a buscar por la zona.”
“Pero estuvieron aquí hace dos meses.” Dijo Obi-Wan, preocupado.
“Sí… Traté de indagar si andan rondando rumores, pero no encontré nada concreto. Debe ser coincidencia.”
Obi-Wan suspiró.
“La familia del tío Owen vendrá en un momento para instalarse aquí mientras no estamos.” Añadió.
Owen Lars era la única conexión que tenían con Anakin. Al principio, Obi-Wan había decidido no hacer ningún contacto, pero más temprano que tarde se dieron cuenta que urgían de ayuda. Quinlan, aún más desconfiado que Obi-Wan, lo vigiló durante meses antes de tomar una decisión. Owen era constantemente acosado por tropas Imperiales quienes allanaban su hogar, destruían sus cosechas o robaban sus animales.
Los tres hicieron contacto una tarde al fondo de una cantina de mala muerte. Owen no podía creer lo que veían sus ojos…
“En realidad estás aquí…” Murmuró con sus ojos fijos en Obi-Wan, quien había apagado su Proyector de imagen holográfica solo los suficientes segundos para que Owen pudiera reconocerlo.
Quinlan dijo con firmeza: “Tú necesitas ayuda con tu familia, yo necesito ayuda con la mía. Darth Vader nunca nos dejará vivir en paz, Lars. Debemos trabajar juntos para sobrevivir.”
“Yo solo soy un granjero… No sé de qué pueda serles de ayuda, pero es verdad que necesito apoyo más seguido de lo que me gustaría reconocer.” Dijo, frustrado, dándole un sorbo a su vaso con alcohol azul. “Mi… hermanastro no me deja tranquilo. Estoy harto de tener tropas en mi casa… Cada noche me acuesto pensando si al siguiente día tendré a Vader en el umbral de mi puerta, decidido a matarme…”
Obi-Wan miró su propio vaso, coincidiendo con el temor de Lars.
“Lo siento mucho.” Dijo, sintiéndose culpable.
Recordó la primera vez que conoció a Owen. Obi-Wan tenía 11 años. Habían llegado a Tatooine por una emergencia que involucraba separatistas. Obi-Wan ni siquiera recordaba cuál había sido el incidente. Anakin entonces hizo una parada breve en la casa de la familia Lars, su hogar de infancia.
Obi-Wan recordó el desdén en la actitud de Anakin. Parecía odiar a su hermanastro y a toda su familia. Ni siquiera tuvo la cortesía de presentarlos formalmente. Luego de exigir algunos víveres, se marcharon sin mirar atrás. Obi-Wan entendió, años después, que Anakin siempre los había culpado por el asesinato de Shmi.
“No es tu culpa.” Le dijo Owen con una sonrisa humillada. “Tengo mis propios demonios. Sé que me hostigará hasta el fin de mis días.”
“O el fin de los suyos.” Añadió Quinlan.
Los tres se quedaron callados.
“¿Cual es tu nombre?” Preguntó Owen a Quinlan. “O como puedo llamarte…”
“Soy Rako Hardeen, un cazarecompensas del Borde Exterior. Me contrataste como seguridad personal.”
“¿Y de qué infierno Sith saqué los créditos para pagar semejante lujo?”
“Me pagas con comida y agua. Te doy mi juramento que a partir de hoy, nadie va a robarte.”
Owen suspiró, dándole otro sorbo a su bebida.
“A él nunca lo has visto.” Dijo, refiriéndose a Obi-Wan. “Es eso o tendré que usar la Fuerza.”
Obi-Wan supo que la amenaza iba en serio y bajo cualquier interpretación que Owen quisiera darle.
“Tengo suficientes enemigos, Rako Hardeen. No necesito otro más.”
Obi-Wan se encontró sin bebida. Levantó el brazo al mesero y este asintió.
“Creo que es suficiente…” Le dijo Quinlan, Obi-Wan lo ignoró.
Luego de dejar de amamantar a los gemelos, Obi-Wan había desarrollado un gusto especial por el licor más barato y rastrero de Tatooine. Le ayudaba a dormir sin pesadillas, básicamente arrastrado a la inconsciencia que traía el alcohol. Quinlan a veces intentaba detenerlo, pero luego de un par de incidentes donde Obi-Wan se escapaba para conseguir alcohol, había dejado de ser tan insistente.
El mesero le sirvió otro shot a Owen y Obi-Wan. Quinlan rechazó el suyo.
“Necesitamos ayuda con información de todo tipo. No puedo confiar en los locales, nos entregarán a la menor oportunidad. Tú eres nuestra única opción.”
“Los ayudaré.” Resolvió Owen.
Desde entonces, Owen ayudaba con información de requisas imperiales, chismes que circulaban entre las tropas, avisos en la actualización de la recompensa sobre él y Obi-Wan; también ayudaba a conseguir armas, municiones, regatear por agua, entre otras necesidades. Su familia se escondía en la casa de Obi-Wan y Quinlan cuando había peligro de allanamiento mientras ellos se adentraban en las profundidades del desierto a esperar que pasara la situación.
Pocas veces se habían visto en la necesidad de usar la Fuerza para sugestionar a alguien. Si Obi-Wan no se equivocaba, podía contar esas ocasiones con los dedos de una mano.
Cuando Obi-Wan estuvo lo suficientemente borracho, luego de finalizada la reunión con Owen, Quinlan lo sacó a rastras de la cantina. Nadie los miró ni una vez. Los borrachos eran comunes en ese planeta desértico y depresivo.
Como siempre intentaba cada vez que estaba borracho, Obi-Wan empezó a tocar el cuerpo de Quinlan cuando ya estaban en casa. Pese a que Obi-Wan tenía su propia cama, se movía a la de Quinlan en la madrugada. Quinlan permitía las caricias, pero lo detenía cuando Obi-Wan buscaba su entrepierna o intentaba besarlo.
“Así no.” Le susurraba con firmeza, sosteniendo sus manos, los dos las tenían callosas por trabajo duro y entrenamiento.
Quinlan no había vuelto a besar a Obi-Wan desde la noche de la fiesta en la mansión de Palpatine. Decidido a no ser parte del trauma que torturaba a su mejor amigo, Quinlan iba a esperar. El profundo amor que sentía por él y los gemelos nublaba cualquier impulso sexual por poseerlo. Muchas veces se encontraba luchando contra eso, pero su seguridad y paz -al menos la poca que Obi-Wan podía conseguir- era más importante que cualquier cosa.
Cuando Obi-Wan estaba borracho, afloraba su vulnerabilidad y actitudes sexuales que Quinlan atribuyó al mismo trauma, casi como si se sintiera en la obligación de servirle, de pagar por lo que hacía por él. Pero Quinlan siempre se negaba.
En los últimos años, el alcoholismo de Obi-Wan se había intensificado. Bebía a todas horas del día. A veces sus borracheras eran una fiesta: jugaba con los niños, su sentido del humor era un mar de carcajadas para todos; otras veces Obi-Wan lloraba, se descompensaba, gritaba airoso o se lamentaba entre sollozos desenfrenados por extrañar a su abusador. También tenía momentos de trance donde se comportaba como un niño. Como el chiquillo de 5, 9, 12, 13 años que había sido. Quinlan había logrado identificar el rango de edad donde comenzó el abuso sexual.
En otras tantas veces, mucho más preocupantes por la exposición que significaban, Obi-Wan se perdía en el desierto durante horas. Usualmente, Quinlan lo encontraba desmayado, luego de una intensa búsqueda.
Esa noche, parecía que era una borrachera intensa, en la que Obi-Wan quería sexo.
“Estoy húmedo…” Le susurraba, intentando llevar las manos de Quinlan a su entrepierna, o rozando el vientre en sus piernas. Quinlan se refugiaba en la Fuerza, con tal de resistir las tentaciones. “Tócame, Maestro…” le decía. Ocasionalmente, como esa vez, Obi-Wan le llamaba Anakin.
Eso le destrozaba el corazón.
Luego de un rato de caricias no correspondidas y rechazos a besos, Obi-Wan sucumbió a la inconsciencia. Bajo la luz tenue y dorada de un candelabro eléctrico que reposaba en una de las paredes de su habitación, -que era literalmente una división rústica de arena mezclada con cemento para separar la habitación de los niños y la de ellos- Quinlan observó su hermoso rostro.
Obi-Wan se estaba dejando crecer la barba, una maravilla pelirroja. Su cabello estaba corto, pegado al cuero cabelludo, dándole un aspecto más varonil. Quinlan adoraba verlo dormir, le traía paz.
Jurándose lo mismo todas las noches, Quinlan se permitió descansar.
Le dio la espalda y sacó su erección. Como siempre, se masturbó furiosamente.
°°°
Pasaron 14 años desde la Batalla de Coruscant.
Vader era un hombre de 50 años. Las quemaduras habían sanado, pero su cuerpo estaba profundamente marcado por cicatrices horribles, que lo desfiguraron. Su cabello nunca más volvió a crecer.
Ingresó a sus amplios aposentos en las profundidades de la Estrella de la Muerte.
Ese día, como miles de veces, el ritual también había fallado, pero Vader sabía que tendría al menos unos minutos de desahogo.
El resultado de la magia Sith con la que trabajaba en su Fortaleza -ubicada en el planeta volcánico de Mustafar- estaba tendida la cama, al centro de la estancia.
Yacía inmovil como un cadáver.
Vader lo había vestido con ropas Jedi. Una trenza reposaba en su pecho.
Era una copia exacta de Obi-Wan como la última vez que lo vió hace 14 años en sus aposentos del Destroyer Resolute.
Vader lo observó por largo rato.
Los ojos de la copia de su ex padawan estaban rojos, ensangrentados. Vader sabía que el cuerpo no iba a durar mucho.
Por años, intentó crear su propio Obi-Wan Kenobi, uno que nunca iba a abandonarlo; pero no importaba lo que hiciera, siempre resultaban defectuosos.
“Ángel…” Le llamó.
La copia no reaccionó. Tenía los ojos abiertos, respiraba, pero no había vida en él.
Vader se sentó en la cama, a su lado. Se imaginó la voz de Obi-Wan, respondiéndole Maestro.
Vader lo tocó sobre la túnica.
Se imaginó los gemidos excitados de Obi-Wan.
Le quitó el cinturón y abrió la túnica. Ahí estaban sus pezones, pero no eran aquellos rosados, hermosos como los recordaba. Estos no tenían coloración.
Tocó sus labios blancos. Metió dos dedos en la boca para abrirla. No había saliva, estaba totalmente seca.
Vader gimió.
Su mano se cerró alrededor del cuello y ejerció suficiente presión para asfixiarlo. Pero la copia no respondía a ningún estímulo. Se permitió ahorcarlo con toda su fuerza.
Terminó por desnudarlo. El cuerpo se mantenía tendido, inmovil y mortalmente silencioso.
Vader abrió sus piernas. Vio el coño pálido, sin coloración, seco, pero lo suficientemente parecido, como lo recordaba.
Las orejas de la copia empezaron a sangrar.
Sangre empezó a correr por las comisuras de sus labios.
La mano enguantada tocó el clítoris y lo estimuló, como si fuera a conseguir respuesta. Su otra mano estrujó su propia entrepierna, pero ahí no había nada. Todo se había quemado aquel fatídico día. No había erección qué trabajar.
Metió un dedo por el canal vaginal. Luego, dos, tres, cuatro, cinco.
De repente, por ahí también empezó a salir sangre.
Vader sintió olor putrefacto.
“Te amo, Obi-Wan.” Dijo con su voz artificial, profundamente necesitada. “Siempre te amaré.”
Vader jugó con la copia, hasta que la carne empezó a separarse de los huesos.
°°°
“Te ves increíble.” Dijo Obi-Wan, mirando amoroso a su hijo Alfa, Luke Kenobi, ahora un adolescente de 14 años, vestido de piloto de la Resistencia.
Hace tres años que vivían en Yavin 4, el núcleo secreto de la rebelión.
“Hoy es el día, mamá.” Dijo Luke, con la sonrisa más brillante y honesta que llenó de amor el corazón de Obi-Wan.
“Sí, cariño.” Dijo Obi-Wan, sosteniendo su rostro entre sus manos. “¿Dónde está tu hermana?”
“En la vanguardia, como siempre.” Contestó, con una amplia sonrisa. “¿Tú estás listo?”
“He esperado por esto toda mi vida, mi amor.”
Obi-Wan ya tenía 31 años. Hacía 3 años que llegaron a Yavin para unirse formalmente a la rebelión, por la que había dejado el alcohol por completo. Se sentía en un mejor lugar mental y emocionalmente; la Resistencia le había devuelto el propósito a su vida. Sus hijos se habían convertido en guerreros valientes, capaces de defenderse a sí mismos, por eso, Obi-Wan se sentía muy orgulloso.
“No te preocupes por Leia” Dijo Luke al ver la expresión reflexiva de su mamá. “Está rodeada de compañeros tan buenos como ella.”
“Tú me preocupas más que Leia.” Respondió Obi-Wan juguetón, mintiendo para fastidiarlo. Por supuesto que los dos le angustiaban por igual.
“Tonterías. Deberías haberme visto esta semana en el entrenamiento.” Los hermosos ojos celestes vigorosos de Luke resplandecieron de vida y orgullo. “Soy mejor que esa boba.”
“Eso dilo frente a ella.” Dijo entre risas.
“¡Hey!” Luke se puso las manos en la cintura, jugando al ofendido. “¡Hablo en serio!”
“No le des ideas.” Quinlan salió de la cocina. “La última vez fue humillante para este bobo.”
Quinlan le entregó un morral con barras energéticas.
“Para ti y tus compañeros.”
“Muchas gracias, Quin.” Luke las recibió con una sonrisa cálida en el rostro.
Obi-Wan los observó interactuar.
Cuando los chicos cumplieron 11 años, Obi-Wan resolvió que debía contarles la verdad.
Durante toda la corta vida de los gemelos, ni Quinlan ni Obi-Wan intentaron imponerles una paternidad. Quinlan siempre los trató como familia, pero nunca se autonombró padre. Ambos tuvieron largas discusiones y reflexiones sobre si los gemelos debían o no saber quién era su padre biológico. Muchas veces tomaron decisiones definitivas: Si. No. Mentir. Decir medias verdades, decir medias mentiras.
Pero fue una noche en medio de una de sus borracheras cuando Leia lo presionó porque le dijera quién era su padre. Fue entonces que Obi-Wan vio el fuego Alfa en los ojos de su hija, y decidió que debía decirles la verdad, en algún momento.
Obi-Wan sabía que era el camino correcto, aunque el más duro. Amaba tanto a sus hijos que no quería mentirles. Él había sido cruelmente manipulado durante todos los años más importantes de su vida, esos años que lo plagaron de defectos, pero que también forjaron los rasgos más valiosos de su personalidad. Pese a ello, se negaba a trasladar a sus hijos las heridas que le había dejado su propio abusador por una decisión egoísta. Su historia era suya, era la verdad, eran las experiencias que lo habían hecho ser quien era.
La Noche de la Verdad. Así la bautizó junto a Quinlan.
Esa noche llegó junto a una invitación para unirse a la Resistencia.
Ambos tomaron la decisión. Le contarían la verdad a los gemelos y al amanecer abandonarían Tatooine para ingresar a las filas de héroes comunes y apasionados de todos los rincones de la Galaxia que le pondrían fin a la tiranía del Imperio.
Los cuatro lloraron abrazados en las últimas horas oscuras del planeta natal de Anakin.
Partieron con los primeros rayos de luz de los soles gemelos bañando implacables la superficie de Tatooine.
Bajo ese amanecer fue la primera vez que Obi-Wan se dio cuenta que no estaba tan roto como pensaba.
Que aún había esperanza.
Esa perspectiva la vio materializada en los ojos azabache de Leia, tan parecida a Anakin. En los ojos celestes de Luke, tan parecido a él.
Había esperanza para su familia.
Para toda criatura común y corriente que sufría a diario el yugo del Imperio Sith.
Cuando llegaron a Yavin, los combatientes los recibieron con calor hogareño.
Desde entonces, Obi-Wan se refugió -él mismo y a sus hijos- en los curadores de la Fuerza, que eran los sensibles que nunca tuvieron formación Jedi. Eran los nuevos usuarios que se dedicaban a sanar las heridas físicas y emocionales de los combatientes, así como de cualquiera que acudiera a su auxilio.
“Debemos prepararnos nosotros también, bobo.”
La voz de Quin lo sacó de sus pensamientos.
“Sí.” Dijo Obi-Wan, recibiendo la mano de su pareja.
Era el día de la Operación Rogue One.
Si fallaban, todos estaban dispuestos a morir.
Si la Operación terminaba en victoria, habría toda una nueva vida por delante.
En ese momento, Obi-Wan decidió no contarle a Quinlan que estaba en gestación, de nuevo.
Lo había descubierto hacía una semana, con una prueba de embarazo que escondió en un lugar que no le reveló a nadie.
Desde la llegada a Yavin, Obi-Wan se permitió experimentar el amor de nuevo.
Se dio cuenta que no lo conocía. Que lo que él pensó que era amor, estuvo muy lejos de serlo.
A partir de ahí, Obi-Wan se equivocó muchas veces, pero con esa misma intensidad, tuvo paciencia en su proceso de sanación. Quinlan siempre fue comprensivo.
Durante todos sus años juntos habían usado supresores de celo y parches de emergencia. Cuando las cosas se ponían complicadas, se veían en la necesidad de separarse.
Sin embargo, fue en el segundo celo de Obi-Wan en la jungla de Yavin donde finalmente se permitieron disfrutar de su deseo sexual.
Lo planificaron con antelación.
Marcaron los ciclos de Obi-Wan y el día llegó.
Quinlan sugirió usar protección anticonceptiva, pero ambos decidieron que permitirían que la Fuerza tomara su rumbo.
Luke y Leia se marcharon esa noche, quedándose en los campamentos de sus amistades.
Obi-Wan había pasado con calores intensos todo ese día que había dedicado para preparar el nido. Quinlan proveía de comida e hidratación, permitiendo que el Omega hiciera su trabajo.
Entrada la madrugada, entre besos y caricias amorosas, el celo se instaló.
“Estoy listo, Quinlan Vos.” Susurró Obi-Wan, fundiéndose en los besos de su pareja.
Ambos estaban en forma. Brazos musculosos prensaban al otro, piernas fornidas se entrelazaban, dispuestas a capturar a la presa.
¿Quién era la presa? Obi-Wan no lo supo reconocer. También se sentía hambriento por poseer.
Quinlan besaba las arrugas de expresión que se formaban en la esquina de sus ojos. “Eres tan hermoso…” suspiraba, y Obi-Wan se entregó al contacto, totalmente mojado de slick.
Quinlan lo desnudó con devoción. Su boca se prensó en los pezones de Obi-Wan, quien gemía desenfrenado, sin importarle ser escuchado en todo el campamento. La erección del Alfa estaba presionada sobre su pubis. Obi-Wan se apresuró a desnudarlo.
“Te he deseado toda mi vida, amor mío. Si hubiera tenido que esperar otros veinte años más, lo haría, por ti.” Quinlan lamió su cuello sobre la glándula de olor, donde reposaba la vieja cicatriz de los colmillos de Anakin, ahora pálida por el pasar de los años.
Obi-Wan lloriqueó.
“Oh, cielo…”
Quinlan tomó su gruesa erección y con la punta húmeda de pre semen, empezó a estimular el clítoris de Obi-Wan, con movimientos circulares.
“Ahhhh…”
“Te amo, Obi-Wan Kenobi, te amo con mi vida…”
Obi-Wan tuvo su primer orgasmo.
Luego cambiaron de posición. Obi-Wan se arrodilló entre las piernas de Quinlan. Tomó su pene con sus manos callosas.
“Voy a ordeñarte, Quin… dame tu leche…”
Esa fue la primera vez que Quinlan se dio permiso de ver los ojos celestes de Obi-Wan en llamas, ardientes de lujuria.
Los labios rosados de Obi-Wan se cerraron en la punta de su verga, y succionaron. Quinlan arqueó la espalda. Gruñidos profundos salían de la profundidad de su pecho.
Su lengua masajeó su uretra, después, lamió su largo, sus labios moviéndose de arriba a abajo. Obi-Wan disfrutó de la textura de las venas que se elevaban poderosas, pulsantes por la estimulación.
En medio de la mamada escandalosamente húmeda, Quinlan prensó sus dedos en el cabello pelirrojo. “¡Me voy a correr!” Advirtió.
Obi-Wan profundizó su follada bucal. De pronto, el líquido de la corrida a presión llenó su garganta, que lo hizo jadear junto a su compañero.
La siguiente posición fue Obi-Wan sobre su espalda. Quinlan movió sus rodillas hasta presionarlas a sus hombros.
“Quiero estar dentro de ti.” gimió.
”Te quiero dentro de mí, amor mío.”
Quinlan se posicionó en la entrada. Se refugió en la Fuerza para ser delicado. Lo que quería era enterrar su verga de una vez , pero estaba decidido a no lastimarlo, bajo ninguna circunstancia. Eso no iba a pasar porque Obi-Wan era una cascada entre sus piernas, pero aún así, Quinlan quería que esta primera vez expresara lo mucho que lo amaba.
Pulgada por pulgada, lo penetró.
Hogar. Pensaron los dos. Las embestidas fueron suaves al inicio, luego se hicieron bestiales. Obi-Wan entrelazó sus dedos en las trenzas de Quinlan y lo atrajo hacia sí, apretando sus paredes vaginales.
De pronto, el pene de Quinlan encontró el botón de nervios que nadie más había estimulado desde hacía años, excepto los dedos desesperados de Obi-Wan, en las noches de soledad.
“¡Carajo!” Maldijo Obi-Wan, con sus ojos en blanco.
“¡Obi-Wan!” lloró Quinlan.
El líquido a presión salió de la uretra de Obi-Wan, mojando el abdomen de los dos. La mano de Quinlan se mojó del líquido y se lo llevó a la boca, para lamerlo.
“¿Quieres mi Nudo, Obi-Wan?” Preguntó.
“Soy tuyo, Quinlan Vos.”
Quinlan volvió a correrse y en el acto, enterró sus colmillos en la glándula del Omega, borrando para siempre la marca del abusador.
Los sonidos fueron desquiciados, como de perros en celo.
Miel
Lilas
Vainilla
Amor.
Quinlan quedó prensado en el interior de su mejor amigo. Ambos descansaron, abrazados. Obi-Wan ronroneaba contra su pecho.
Cuando el Nudo se desinfló, Quinlan comió del coño de Obi-Wan hasta que el sol se coló por las cortinas.
Perdió la cuenta del número de orgasmos que sucedieron esa noche.
Luego de la primera vez, muchas, muchas otras pasaron sin protección. No fue sino antes de la Operación Rogue One, que Obi-Wan descubrió que finalmente estaba en gestación de nuevo.
°°°
La contundencia de la Rebelión fue arrolladora.
Tantos años trabajados, tantos sufrimientos y pérdidas, tantos mártires a cuestas, dieron sus frutos.
Los Gemelos, así había bautizado la rebelión a Luke y Leia. Ambos empuñaban los sabers de Obi-Wan y Quinlan. En el ocaso de la Estrella de la Muerte, Leia se enfrentó al Emperador Palpatine, con su Escuadra de Brujas Rebeldes, como eran famosas por el terror que generaban en el Ejército Imperial. Ellas portaban el sobrenombre con orgullo.
Palpatine resultó inferior a las cualidades de batalla de Leia Kenobi. La combatiente, con el sable verde de Quinlan y asistida por sus compañeras, descabezó al Emperador frente a su trono. Ni una pizca de arrepentimiento se asomó por sus ojos. Leia se dio cuenta que le habían estado temiendo a un hombre pequeño.
Luke combatía a Vader.
“Puedo sentir tu huella,” Gruñia Vader. “¡TU ERES SKYWALKER!”
Sus sables chocaron: el rojo era ofensivo, el azul, defensivo. Pero en un momento de la batalla, la realización de Vader superó su fuerza. No podía asesinar a su propia sangre. No fue capaz.
“¡TU ERES MÍO! ¡YO SOY TU PADRE!”
En una de las cargas agresivas, Luke desarmó a Vader de sus dos manos robóticas. El sable rojo cayó al suelo, muerto.
Vader cedió a sus rodillas.
Un ejército de personas comunes, armadas, combativas, lo rodeó.
Ante Vader arrodillado, Luke cedió el paso.
Gracias al monstruoso casco, nadie más que el propio Vader fue testigo de cómo su rostro se retorció de impresión, destruído por la imagen que vio.
Obi-Wan Kenobi.
Padawan.
Su cara era diferente. Nada parecida a las miles de copias que intentó reconstruir en Mustafar.
Había una diferencia desastrosa. El chico que crió, ya no era.
Cabello corto que cubría ligeramente sus orejas perfectas, estilizado, muy cuidadosamente peinado, a pesar de las circunstancias. Hermoso. Como nunca antes lo había visto. Como nunca antes lo imaginó. Barba pelirroja, impecable. Arrugas de expresión surcando el rostro bello que lo torturaba cada segundo de su vida. Obi-Wan Kenobi se había transformado en la cosa más bella que sus ojos habían visto jamás... demasiado tarde.
Maduro.
Hombre.
Peligroso.
Decidido.
“Obi-Wan…” Dijo la voz artificial.
Luke le entregó el sable a su madre.
Obi-Wan lo recibió con firmeza.
La victoria era una realidad. Tanto que las personas a su alrededor contuvieron la respiración y pudieron disfrutar del lujo de ver a Obi-Wan, el Jedi más famoso de la Galaxia, enfrentarse al Último Señor de los Sith, el temido Darth Vader, otrora legendario General Anakin Skywalker.
Obi-Wan apagó el sable. Se acercó lentamente a su antiguo Maestro, quien se mantenía de rodillas, hace ratos derrotado.
Sus manos se dirigieron al casco oscuro, que tanto dolor colectivo había causado. La fachada del terror Imperial fue levantanda por Obi-Wan Kenobi, para revelar un rostro viejo, humano, desfigurado más allá de las cicatrices.
Desfigurado por el dolor y la obsesión, surcado por los años.
Obi-Wan se tomó el tiempo de observarlo. Sintió lástima, pena, compasión.
Los ojos amarillos del Sith, que lo violaron durante años, fueron inundados por las lágrimas.
“Hasta nunca, Anakin Skywalker.”
La última cosa que Vader logró decir fue:
“Ayúdame, Ángel…”
"Estoy haciendo esto por mí." Le contestó.
El sable azul atravesó el pecho de Vader en una puñalada limpia, precisa. Cerró sus ojos entregándose a la paz de la muerte provocada por la única criatura que amó toda su vida y que en ese momento tuvo el privilegio de volver a ver antes de que sus ojos humanos se cerraran para siempre.
°°°
30 años después de la caída del Imperio.
Obi-Wan y Quinlan habían trabajado en el huerto toda la tarde. Su pareja roncaba plácidamente en una hamaca. La brisa tropical de Naboo los refrescaba.
Obi-Wan miró la canasta con la cosecha. Esa noche tendrían una celebración. No había una fecha especial. Su familia había logrado coincidir para poder reunirse, cosa que con el pasar de los años, se había vuelto más difícil. Leia acababa de comprometerse meses atrás con su pareja, Mon Mothma, una prominente negociadora de la Nueva República; esa era la temática de la celebración, solo por tener una excusa.
La brisa fresca se intensificó.
“Kenobi.”
El fantasma del Maestro Jinn apareció frente a él, entre la cosecha de fresas.
“Maestro.” Saludó, con una inclinación.
“Se presentará, si te sientes listo.” Dijo.
“Sí.”
Como siendo llamado, se volteó a un lado. Ahí, siempre entre las fresas, apareció el fantasma de Anakin. Era la primera vez que lo veía. Porque así lo decidió.
Congelado en el tiempo, Anakin conservaba su belleza juvenil, que siempre fue etérea, ahora más que nunca.
Sexagenario, con canas y arrugas propias de su edad, Obi-Wan sonrió.
“Anakin.” Dijo.
“Obi-Wan.” Respondió el fantasma de su muy antiguo Maestro.
Ambos hombres se observaron fijamente, por largo rato, tanto que el sol continuó surcando el cielo, moviendo la sombra de Obi-Wan. En algún momento Quinlan despertó de su siesta, pero le cedió privacidad.
Ninguno de los dos habló, simplemente se sostuvieron la mirada. Entrado el ocaso de la tarde, el fantasma de Anakin se desvaneció. Obi-Wan nunca más volvió a verlo ni a pensar en él. Se había terminado.
Esa noche, en particular, fue una gran celebración. La más importante para Obi-Wan, quien con mucha dedicación, logró construir una gran familia. Sus hijos de sangre, Skywalker y Vos -que sumaban 7-, acumularon descendencias y familias extendidas. Más de 60 personas se juntaron en su casa. Quinlan era feliz a su lado.
La Fuerza cantó, melodiosa.
Esa noche Obi-Wan lloró de felicidad, por carcajadas, por recuerdos. Quin lo besó en la frente. Sus hijos y nietos le dijeron "Te amo."
Eran uno con la Fuerza, y la Fuerza les acompañaba.
°°°
°°°
°°°
°°°
Notes:
Muchas gracias por leer. Este fic nació como una idea de unas cuentas páginas, luego terminé con 142, font calibri 11 jajajajaj.
Tengo algunos prompts para trabajar. Si les gustó mi estilo de escritura, lo aprecio :3
Incluiré algunos artes para los capítulos, en cuanto los tenga estaré actualizando.
¡Gracias y nos leemos en el próximo fic!

Lady_Evelin on Chapter 4 Fri 18 Jul 2025 02:57AM UTC
Comment Actions
skywalker92 on Chapter 4 Fri 18 Jul 2025 08:28PM UTC
Comment Actions
Romericzka on Chapter 8 Wed 23 Jul 2025 04:21AM UTC
Comment Actions
skywalker92 on Chapter 8 Thu 24 Jul 2025 12:07AM UTC
Comment Actions
RevanLaneri on Chapter 8 Wed 23 Jul 2025 11:50AM UTC
Comment Actions
skywalker92 on Chapter 8 Thu 24 Jul 2025 12:05AM UTC
Comment Actions
RevanLaneri on Chapter 8 Thu 24 Jul 2025 02:42AM UTC
Comment Actions