Chapter Text
Desde que el tiempo mismo existe, incontables civilizaciones han afirmado que, en lo más recóndito del mar, residen unos enigmáticos seres pisciformes, con rostros y torsos que asemejan a los de los humanos. Para protegerse de los peligros que el mundo exterior alberga, estas entidades míticas permanecen alejadas de la vista de los habitantes de la superficie durante la mayor parte del tiempo.
Por supuesto que, considerando la vastedad y profundidad del océano, no debería ser una sorpresa que, entre los muchos misterios que éste todavía encierra, aquellos mitológicos seres pudieran, no sólo existir, sino tener vidas y emociones tan complejas como las de aquellos que viven en tierra firme.
En un remoto y cálido mar del noreste, rodeado de algunos altos montes submarinos, desde hacía siglos, se había establecido una próspera pero aislada sociedad pisciforme, denominada por sus fundadores como el “Reino de Valla”. Era una comunidad pequeña y pacífica que, si bien no tenía un sistema de creencias estructurado, consideraba que el Dragón Marino, un antiguo y poderoso ser mitológico, era quien bendecía sus existencias.
Su actual dirigente era Lady Mikoto, una sensata soberana que siempre velaba por el bienestar de su pueblo y, de forma recíproca, era genuinamente adorada por éste. Unos días antes, una peligrosa situación superó las capacidades de su limitado ejército, por lo que tuvo que recurrir a la ayuda de un afamado mercenario extranjero para solucionar ese problema; por suerte, aquel joven guerrero cumplió con su deber, y la amenaza que asechaba al reino, fue eliminada con éxito.
- El Reino de Valla tiene una deuda de gratitud con usted, Lord Ike. – Mikoto, en la sala del trono de su palacio, declaró con humildad. – Gracias a usted, todo mi pueblo está a salvo.
- No he hecho nada extraordinario, Su Majestad. – el alto y musculoso tritón de cabello cerúleo respondió. – Usted necesitaba ayuda, me explicó la situación, y cumplí con lo que solicitó. Sólo hice mi trabajo.
- Por favor, no reste importancia a su proeza. Protegió muchas vidas, incluyendo la mía, y la de mi familia. – hizo un gesto a una de sus doncellas, ésta se acercó con prontitud, le habló al oído, y se fue nadando unos segundos después. – Y sé exactamente cómo recompensar sus valiosos esfuerzos. – dirigió su mirada a la derecha, y él la imitó.
Nadando desde esa dirección, llegó una hermosa sirena joven, un par de años menor que el tritón que la contemplaba. Su cabello celeste era bastante largo, adornado por un elegante velo blanco; sus ojos dorados eran cautivadores y brillantes, sus pechos estaban cubiertos por un par de blancas e iridiscentes conchas marinas, y su cola de pez turquesa era casi del mismo tono que la de él.
- Ya estoy aquí, tía. Una de tus doncellas me dijo que requerías de mi presencia. – la dama hizo una reverencia ante la reina, y volteó a ver al tritón que estaba con ella. – Usted debe ser Lord Ike. Mi tía me contó que hoy tendría una audiencia con el nuevo héroe de Valla. – educadamente, se inclinó un poco. – Es un placer conocerlo.
- … – al enterarse de que esa sirena era un miembro de la familia real, también él hizo una reverencia. – El placer es mío… – ya que desconocía su nombre y su rango, no sabía exactamente cómo terminar su saludo.
- Ella es la princesa Azura, mi sobrina. – la reina intervino. – Es la hija de mi hermana menor, Lady Arete. Mi querida hermana falleció hace quince años, justo un año después de que su esposo también muriera y, desde entonces, me he hecho cargo de la crianza de su hija. – hizo una pausa, preparándose para lo que estaba por decir. – A partir de mañana, ella será su esposa.
- ¡¿Qué?! – escandalizados por sus abruptas palabras, los jóvenes pisciformes exclamaron al unísono.
- Lo que escucharon. – replicó con firmeza. – En agradecimiento por su heroica labor, le concedo la mano de mi sobrina en matrimonio, Lord Ike.
- … – todavía en shock, el tritón buscaba las palabras correctas para salir bien librado de esa situación. – Es muy considerado de su parte, Su Majestad, pero no necesita hacerlo. Yo…
- ¡Tía, por favor, no lo hagas! ¡No arregles un matrimonio para mí! – desesperada, la sirena se acercó a su tía, casi suplicando. – ¡En honor al recuerdo de mi madre, no lo hagas, por favor!
- Precisamente estoy haciendo esto porque deseo honrar el recuerdo de tu madre. – palmeó suavemente su cabeza, tratando de calmarla. – Cuando mi hermana estaba agonizando, se sentía angustiada porque te dejaría sola, y yo le juré que velaría por tu bienestar. Por esa razón, mi querida niña, escogí un esposo fuerte y valeroso para ti.
- Pero…
- Y, al mismo tiempo, saldaremos nuestra deuda de gratitud con Lord Ike, volviéndolo un miembro de la realeza de Valla.
- Tía, sé sincera con Lord Ike, por favor. – una sutil furia se filtraba por su dulce voz. – Nunca dejaré de ser una princesa de rango menor, sin ningún poder verdadero. Corrin es quien heredará el trono eventualmente y, en cuanto sea reina, su primer hijo será el siguiente heredero. – agregó. – No creo que Lord Ike esté interesado en casarse con alguien que jamás podrá ser una reina. Eso sería un desperdicio. – giró su cabeza, viéndolo con ojos suplicantes, para intentar conseguir su apoyo. – ¿Verdad, Lord Ike?
- Yo…
- Sus opiniones son irrelevantes. – su voz se tornó seria e impositiva. – Esta boda se efectuará el día de mañana, sólo con la sacerdotisa Silque y yo como testigos. Tal vez Corrin y su prometido podrán acompañarnos. Será una boda sencilla, únicamente para formalizar este matrimonio bajo las leyes de Valla.
- Tía…
- Después de la ceremonia, los mandaré a la mansión de verano de la familia real, para que vivan sólo ustedes dos. Ése es mi regalo de bodas para ustedes, y será su hogar ahora. – suspiró. – Por desgracia, hemos tenido problemas para completar la plantilla de sirvientes, y no hay suficientes para que puedan acompañarlos, así que tendrán que encargarse de todo lo concerniente a la comida y la limpieza de la mansión.
- Su Majestad…
- Ésta es mi decisión final, y nadie me hará cambiar de opinión. ¿Quedó claro?
- … – los ojos dorados se encontraron con los azules, viéndose con angustia e impotencia. – … Sí. – contestaron resignados.
- Muy bien. – hizo un movimiento con las manos. – Por favor, vayan a sus habitaciones, y preparen todo lo que necesiten llevar con ustedes a la mansión de verano. – en un instante, aparecieron dos guardias. – Para asegurarme de que llegarán a la boda, serán escoltados y vigilados desde ahora, hasta mañana en la mañana, cuando serán llevados a la ceremonia, en la capilla privada del castillo.
- … Sí. – con pesar en sus ojos, la sirena y el tritón se retiraron a sus alcobas, resguardados por sus respectivos escoltas.
Unos momentos después, Ike, quien realmente no llevaba consigo demasiadas pertenencias, dada la naturaleza itinerante de su trabajo, seguía procesando la increíble sucesión de eventos que acababa de ocurrir.
- “¿Qué demonios fue lo que pasó?” – el tritón pensó, mientras terminaba de guardar sus artículos personales en un baúl. – “No pensé que la reina querría pagar mi trabajo con una esposa. No sé si es una tacaña, o estaba buscando una excusa para deshacerse de la custodia de su sobrina. Sea como sea, ¡eso no es correcto!” – negó con la cabeza. – “A mí no me interesa ser miembro de la realeza. ¿Para qué querría yo eso? La mayoría de los miembros de la realeza son unos buenos para nada, pomposos, caprichosos, y vanos… como, seguramente, la princesa Azura es.” – suspiró. – “No negaré que es muy hermosa, pero seguro querrá que yo haga todo por ella. ¡Ugh! ¡Ya la estoy imaginando! ¡Qué horror!” – volvió a negar con su cabeza, y se quitó la banda roja que adornaba su frente. – “No quiero hacer esto, pero no tengo alternativa. Si no accedo a este matrimonio, ofenderé gravemente a la Reina Mikoto, y ella pedirá mi cabeza.” – se recostó en la pequeña cama de la habitación que habían preparado para él, desde su llegada, hacía unos días. – “Haga lo que haga, estoy condenado.”
Mientras tanto, Azura, con el ánimo por los suelos, comenzaba a guardar todas sus cosas en cuatro maletas diferentes.
- “¡¿Por qué?! ¡¿Por qué mi tía hizo esto?!” – la muchacha continuaba empacando. – “No necesito un esposo. ¡No quiero un esposo! Y, si lo quisiera, preferiría ser yo quien lo seleccione.” – reflexionó por un instante. – “¿Habrá escogido a Lord Ike porque nuestras colas de pez son casi del mismo color? Un viejo dicho versa que, si una sirena y un tritón tienen colas de pez del mismo color, están destinados a estar juntos. Pero, de todos modos, ¡eso es sólo un tonto mito!” – con delicadeza, tomó el collar favorito de su madre, el cual tenía un medallón dorado con una resplandeciente aguamarina en el centro. – “Tú no hubieras permitido esto, ¿verdad, madre?” – suspiró profundamente. – “Sé que nunca me habrías hecho esto, pero no estás aquí. Estoy completamente sola, sometida a la voluntad de mi tía.” – buscando consuelo, lo puso en su cuello, y lo acarició con afecto. – “Madre, dondequiera que te encuentres, por favor, protégeme de todo mal. Tengo miedo de lo que Lord Ike pueda hacerme. Él solo acabó con el gran problema que ni todo el ejército de Valla pudo vencer. ¡Es un guerrero muy fuerte! ¡Si lo quisiera, podría lastimarme en cualquier momento! ¡Incluso podría…!” – aterrada, su piel se erizó. – “¡No puedo permitir que eso pase! ¡Debe haber algo que pueda hacer!” – de repente, recordó un dato valioso, que podría ser su salvación. – “¡Por supuesto! ¡Ya lo tengo! Necesito hablar con Lord Ike mañana, y esperar a que esté de acuerdo conmigo. ¡Tengo que lograrlo! ¡Es mi única oportunidad!”
La noche finalmente llegó al mar, y los improvisados prometidos, en sus respectivas recámaras, sucumbieron al sueño, mientras la incertidumbre permanecía en sus corazones. Estaban atrapados en un compromiso que ninguno de los dos pidió, con alguien que acababan de conocer, destinados a vivir en un lugar aislado, sin otras alternativas… excepto una, que necesitaban discutir primero, después de su boda.