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Entre los Clanes

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     —¡Fauces Amarilals ha asesinado a nuestra curandera y robado a los cachorros de escarcha! —bufó Garra de Tigre muy convencido de sus propias palabras—. Seguro que por eso venció a Patas Negras, porque todo era un Plan del Clan de la Sombra. ¡Y lo más seguro es que por ella sabían cuando Estrella Azul no estaba en el territorio!

 

Al escuchar a su mentor de esa acusación frente a todo el clan y sabiendo que se equivocaba no pensó quedarse callado.

 

     —¡Eso no es cierto! ¡Fauces Amarillas no es culpable de la muerte de Jaspeada!

 

Apenas lo dijo sintió los ojos del lugarteniente clavados en él, molesto por su interrupción y sobre todo por poner en duda su palabra su palabra al contradecirlo.

 

     —¿Qué es lo que te hace pensar eso? —Estrella Azul le preguntó con interés, mostrándose dispuesta a escucharlo.

 

     —Mientras peleaba contra un gato del Clan de la Sombra, alcancé a ver a Cara Cortada y a Jaspeada a punto de luchar. No pude intervenir porque estaba ocupado peleando. —La culpa lo golpeó, tal vez era de forma indirecta responsable por la muerte de la gata carey— Fíjense entre sus garras, tiene mechones de un pelaje marrón y Fauces Amarillas tiene un pelaje gris oscuro.

 

Tormenta Blanca fue quien se encargó de corroborar la información del aprendiz, dándose cuenta de que si habían mechones del pelaje de Cara Cortada.

 

     —Es verdad. Cara Cortada es uno de los guerreros más fieles de Estrella Rota, tiene sentido que fuera él quien acabara con Jaspeada.

 

     —Pero si no es Fauces Amarillas ¿Por qué desapareció al mismo tiempo en el que los guerreros del Clan de la Sombra lo hicieron? Puede que no sea asesina, pero no quita las sospechas de que ella esté involucrada en todo esto.

 

Garra de Tigre buscó la opinión de Estrella Azul. La líder mantuvo la mirada para luego cerrar los ojos.

 

     —No se puede decir que Fauces Amarillas sea la culpable o asegurar de que esté involucrada en este asunto, pero… —hizo una pausa— tampoco podemos estar seguros de que es inocente con algunos factores que juegan en su contra.

 

     —Deberíamos seguir el rastro del Clan de la Sombra y descubrir a donde tienen a los cachorros —sugirió el lugarteniente—. Debemos darnos prisa, empezando ahora.

 

     —¿Con este clima? Es obvio que habrá una tormenta y no estoy dispuesta a poner en riesgo la vida de mis guerreros, no después de que se hayan perdido tantas en muy poco tiempo y de forma innecesaria.

 

La respuesta de la felina no complació a Garra de Tigre.

 

     —Si esperamos más tiempo perderemos el rastro. ¿Qué haremos si eso sucede?

 

     —Si partimos ahora nos atrapará la tormenta, el rastro se perderá de igual forma y nuestros esfuerzos serán en vano. Si esperamos nuestras posibilidades serán más altas y sin poner en riesgo a nadie. Una vez acabe la tormenta una patrulla irá tras Fauces Amarillas.

 

Hubo murmullos de conformidad entre los miembros del clan. Incluso aunque el sol estaba en lo más alto, el cielo se veía cada vez más negro. Los gatos se sentían inquietos con los relámpagos y truenos, y parecían inclinados a escuchar los consejos de su líder. El lugarteniente debía de admitir que la decisión de Estrella Azul ya había sido tomada y que era la opción más sabia.

 

     —Me gustaría discutir mis planes contigo, Garra de Tigre.

 

El guerrero asintió y siguió a la líder hasta su guarida.

 

Zarpa Manchada volvió a dirigirse hasta donde estaba el cuerpo de Jaspeada. Se sentía culpable por la muerte de la curandera, él había visto que estaba a punto de pelear contra Cara Cortada y no fue a ayudarla, si lo hubiera hecho ella seguiría con vida, no hubiera perdido a quien era como una madre para él. Su mala decisión fue la causa de la muerte de un ser querido y lamentarse no la traería de vuelta. No se podría hacer nada para traer de nuevo a la vida a Jaspeada, pero había algo que hacer. Del sentimiento de lamento apareció la necesidad de buscar a l verdadero culpable, al asesino de la gata. El sentimiento de tristeza fue acompañado con el deseo de vengar la muerte de su madre, de que el asesino recibiera lo mismo que le hizo a la curandera.

 

Algunos guerreros se acercaron para lamentar la muerte de Jaspeada. La mayoría ahí eran reinas, agradecidas de que ella hubiera protegido la maternidad donde estaban sus cachorros, pues no todos los pequeños habían sido raptados.

 

     —¿Qué destino le espera al Clan del Trueno sin curandera? —murmuró Flor Dorada.

 

     —Es peligroso no tener un curandero. ¿Sin uno quien atenderá a los heridos y enfermos? ¿Qué pasará a las reinas embarazadas y a las que necesiten ayuda para dar a luz?

 

     —Seguro que Estrella Azul tiene algo pensado.

 

La pérdida de Jaspeada no solo traía tristeza al clan, también preocupación e incertidumbre.

 

Zarpa Manchada ayudó a trasladar el cuerpo de la curandera a su antigua guarida para evitar que su cuerpo se moje con la lluvia.

 

     —¿Vas a quedarte con Jaspeada?

 

La voz de Arenisca sonó detrás suyo. Al lado de su amiga se asomó Polvoroso. Ambos lo miraban con pena porque sabían lo cercano que Zarpa Manchada era con Jaspeada.

 

     —Estaré aquí un rato más, quiero… necesito estar junto a ella.

 

Sus amigos compartieron una mirada comprensiva y se acercaron a él, entendiendo su situación. Polvoroso le dijo que luego le traería una pieza de carne fresca para que comiera algo —aunque la angustia causaba que sintiera asco a la idea de comer—.

 

Una vez solo, el aroma de las plantas se mezclaba con el de Jaspeada, el mismo que iba desapareciendo mientras que el olor a muerte se intensificaban, creando una extraña mezcla. Miró a su alrededor, preguntándose que en el caso de que Estrella Azul busque un reemplazo ¿Quien sería ese reemplazo?

 

     —Zarpa Manchada. —Su mentor entró a la guarida del curandero para hablar con él— Quiero que seas parte de la patrulla que irá en busca de los cachorros de Escarcha.

 

Zarpa Manchada lo miró al escucharlo y le mostró determinación. Quizás esa sería su oportunidad para saciar el deseo de vengarse y no pensaba desperdiciar tal oportunidad.

 

     —Come algo ahora para que tengas fuerzas, quiero emprender camino apenas pase la tormenta.

 

     —Entendido.

Zarpa Manchada asintió y vio como Garra de Tigre salía de la guarida del curandero. El aprendiz se volvió hacia el cuerpo de la curandera y apoyó su cabeza contra la de ella, murmurando una promesa que estaba dispuesto a cumplir ese mismo día.

 

     —Cara Cortada recibirá el castigo que merece.

 

 


 

 

Los sonidos de los truenos fueron desapareciendo y el fuerte viento empezó a calmarse, poniendo fin a la tormenta. Un grupo de guerreros se reunió y Zarpa Manchada fue hacia ellos. La patrulla al notarlo lo miraron incredulidad al ser él único aprendiz del grupo.

 

     —¿Por qué un aprendiz nos va a acompañar? —dudó Viento Veloz.

 

     —Porque así lo decido yo y estoy seguro que esta es una buena elección.

 

Respondió Garra de Tigre poniéndose al frente. Pese a que la respuesta no convenció a muchos prefirieron no cuestionar al lugarteniente.

 

Con todos listos Tigerclaw lideró la patrulla, cruzando por el territorio húmedo del Clan del Trueno. Cuando llegaron al sendero atronador Zarpa Manchada dudó en cruzar por el temor de que un monstruo apareciera y le atacara.

 

     —Cruzaremos juntos.

 

Tormenta Blanca se colocó a su lado.

 

     —Cuando te diga vas a correr tan rápido como puedas y no te detendrás hasta que estés del otro lado. ¿Entendido?


Zarpa Manchada asintió y se preparó para cuando el guerrero alvino diera la orden. Un monstruo pasó por el camino rugiendo tan fuerte que llegó a asustarlo.

 

     —¡Ahora!

Apenas escuchó las palabras del guerrero empezó a correr tan rápido como sus patas le permitían. Cuando faltaba poco para llegar pegó un salto, alcanzando un lugar más seguro donde los monstruos no iban a poder alcanzarlo. Su corazón latía tan rápido que creía que se le iba a salir por la boca, cosa que no sucedió.

 

     —Lo hiciste bien

 

Lo felicitó Tormenta Blanca.

 

     —Ahora que estamos todos hay que seguir camino.

 

Zarpa Manchada se incorporó, tomando el último bocado de aliento para volver a tener una respiración calmada. Se acercó a Garra de Tigre, quedando al lado de su mentor y siguiendo su ritmo de forma constante. Estaba alerta ante cualquier sonido u olor ahora que estaba en territorio enemigo.

 

Su pelaje se erizó y se puso en una posición listo para el ataque cuando escuchó que alguien se acercaba, pero reconoció ese pelaje naranja.

 

     —¿Zarpa de Fuego?

 

«¿Qué hacía él en el territorio del Clan de la sombra?»

 

     —¿Qué haces aquí? ¿No que fuiste a buscar una planta para los cachorros de Pecas?

 

Zarpa Manchada notó como a Zarpa de Fuego se le erizaba el pelaje al darse cuenta de la presencia del lugarteniente, cuestionando por qué tuvo una reacción como esa.

 

     —Estrella Azul me ha enviado.

 

Antes de que Garra de Tigre tuviera la oportunidad de hacer más preguntas, Tormenta Blanca se acercó al lugarteniente.

 

     —Antes de salir Estrella Azul dijo que podía ser que nos encontremos con un amiguito. ¿Recuerdas?

 

Garra de Tigre pareció recordarlo, esperando ahora que Firepaw explicara que tenía que decirles.

 

     —Necesitamos su ayuda. Sabemos cómo llegar hasta los cachorros y Zarpa Gris ya me está esperando.

 

     —¿Pues qué esperas? Llévanos hasta los cachorros

 

     —Yo no los llevaré —Zarpa de Fuego pareció dudar de algo, pero continuó— Fauces Amarillas será nuestra guía.

 

El nombre de la gata vieja causó desconfianza y sorpresa. Quien no se tomó bien esa noticia fue el lugarteniente, pero Tormenta Blanca se colocó entre el atigrado marrón y el aprendiz nuevamente.

 

     —Fauces Amarillas fue quien se llevó a los cachorros —le recordó Tormenta Blanca a Zarpa de Fuego—. ¿Por qué va a querer ayudarnos?

 

     —Ella no fue quien se llevó a los cachorros, siguió el rastro apenas escuchó que los cachorros de Frostfur habían desaparecido. Va a traer ayuda del Clan de la Sombra.

 

     —¡El Clan de la Sombra! —Bufó Garra de Tigre— ¿No has pensado que es una trampa?

 

     —Fauces Amarillas lo explicará mejor.

 

Zarpa Manchada dudó de la decisión de confiar en la vieja gata. Luego de pensarlo se acercó a los dos guerreros y al otro aprendiz.

 

     —Sabemos que Yellowfang no es una asesina, quizás tampoco sea una traidora. Si dices que tiene una explicación para que los propios miembros del Clan de la Sombra quieren devolvernos a los cachorros, entonces deberíamos escucharla.

 

Garra de Tigre gruñó molesto, aunque al menos se mostró dispuesto a confiar en Zarpa de Fuego.

 

     —Los llevaré hasta Fauces Amarillas.

 

Todos asintieron y siguieron a Zarpa de Fuego. Llegaron hasta encontrarse con Zarpa Gris, el cual estaba caminando de forma impaciente alrededor de un tronco podrido. Cuando se dio cuenta de que la patrulla había llegado se acercó hasta Zarpa de Fuego.

 

     —¿Alguna noticia de Fauces Amarillas? —preguntó Zarpa de Fuego.

 

     —Todavía no —respondió Zarpa Gris.

 

     —No sabemos a qué distancia está el campamento del Clan de la Sombra —señaló Zarpa de Fuego, quien parecía afectado por las miradas desconfiadas de la patrulla—. Seguro que está en camino para venir aquí.

 

     —¿Y qué pasa si miente? —le cuestionó Garra de Tigre— Seguro que notó tu inocencia o tu estupidez y te mintió. Quien sabe, quizás esté descansando en su campamento junto a sus compañeros burlándose del clan que confió en ella y del aprendiz que creyó que ella traería ayuda.

 

Zarpa Manchada escuchó las palabras del guerrero, empezando a desconfiar también de la vieja gata. Ella siempre se mostraba gruñona y algo hostil, hasta que recordó cómo llegó a ser dulce, teniendo la esperanza de confiar en ella. Puso su confianza también en Zarpa de Fuego, deseando que tuviera razón sobre Fauces Amarillas, incluso si también tenía las mismas dudas de Garra de Tigre.

 

     —Fauces Amarillas volverá —aseguró.

 

     —Bien dicho, Zarpa de Fuego —Fauces Amarillas salió de detrás del fresno y se sentó ante ellos —. Tú no eres el único que puede aparecer de repente —le dijo al aprendiz—. ¿Recuerdas el día que nos conocimos? Aquella vez también estabas mirando en la dirección equivocada.

 

Otros tres gatos aparecieron por detrás del árbol y se acomodaron tranquilamente a los lados de Fauces Amarillas. A Zarpa Manchada se le erizó el pelaje al verlos, desconfiado de los gatos del Clan de la Sombra, a pesar de que en el estado en el que estaban no parecían una amenaza. Hubo un silencio hasta que finalmente uno de los compañeros de Fauces Amarillas habló. Era un macho gris, de apariencia delgada, de un pelaje algo sucio y flaco.

 

     —Venimos a ayudar —maulló—. Buscáis a sus cachorros; nosotros les ayudaremos a recuperarlos.

 

     —¿Cómo sabemos que todo esto no es una trampa? —Tigerclaw mostró sus colmillos— ¿Qué ganarían ustedes al ayudarnos?

 

     —Estrella Rota ha quebrantado el código del guerrero y el clan ya no es lo mismo. Por su culpa, muchos cachorros con él título de guerrero han muerto.

 

     —¿Cómo se supone que logremos vencer a Estrella Rota? —preguntó Tormenta Blanca.

 

     —No hay tanta resistencia como podrían pensar —murmuró el gato gris.

 

Fauces Amarillas se puso en pie.

 

     —Dejad que os presente a mis amigos —maulló, moviéndose entre los gatos del Clan de la Sombra. Pasó junto al macho gris—. Éste es Cenizo, uno de los veteranos del clan. Y éste es Nocturno, un experimentado guerrero antes de que mataran a Estrella Mellada.

 

Rodeó a un magullado gato negro, que saludó con la cabeza.

 

     —Y ésta es una de nuestras reinas de más edad, Nube del Alba. Dos de sus hijos murieron durante la expulsión del Clan del Viento.

 

Nube del Alba, una pequeña gata atigrada, saludó con un maullido.

 

     —No deseo perder más hijos —dijo.

 

Tormenta Blanca se dio un rápido lametón al pecho para alisarse el pelo.

 

     —Sois guerreros muy hábiles, pues habéis logrado acercaros hasta nosotros con total sigilo. Pero ¿sois suficientes? Necesitamos saber a qué vamos a enfrentarnos cuando irrumpamos en el campamento del Clan de la Sombra.

 

     —Los viejos y los enfermos están muriendo de hambre lentamente —maulló Cenizo—. Las bajas entre nuestros cachorros son más de las que podemos soportar.

 

     —Pero si el Clan de la Sombra es un desastre tal —espetó Cebrado—, ¿cómo es que últimamente ha dado muestras de tanta fuerza? Y ¿por qué Estrella Rota sigue siendo vuestro líder?

 

     —Estrella Rota está rodeado por un pequeño grupo de guerreros de élite —respondió Cenizo—. Ellos son los temibles, porque morirían por él sin cuestionarlo. Los otros guerreros obedecen sus órdenes sólo porque tienen miedo. Lucharán al lado de Estrella Rota mientras crean que va a vencer. Pero si pensaran que su líder va a perder…

 

     —¡Entonces lucharían contra él, no por él! —acabó Cebrado, asqueado—. ¿Qué clase de lealtad es ésa?

 

A los gatos del Clan de la Sombra se les empezó a erizar el pelo.

 

     —Nuestro clan no ha sido siempre así —intervino Fauces Amarillas—. Cuando Estrella Mellada. dirigía el Clan de la Sombra, éramos temidos por nuestra fuerza. Pero, en aquellos días, nuestra fuerza procedía del código guerrero y la lealtad al clan, no del miedo y la sed de sangre. —La vieja curandera suspiró—. Ojalá Estrella Mellada hubiese vivido más tiempo.

 

     —¿Cómo murió Estrella Mellada? —inquirió Tormenta Blanca—. Ha habido muchos rumores en las Asambleas, pero nadie parece saber la verdad.

 

Los ojos de Fauces Amarillas se empañaron de pesadumbre.

 

     —Una patrulla de otro clan le tendió una emboscada.

 

Tormenta Blanca asintió pensativo.

 

     —Sí, eso es lo que la mayoría de los gatos parecen creer. Pero éstos son muy malos tiempos si los líderes son aniquilados en la oscuridad, en vez de en una batalla justa y honorable.

 

     —¿Hay algún modo de llevarse a los cachorros sin alertar a todo el clan? —preguntó Garra de Tigre.

 

     —Están muy vigilados —respondió Nube del Alba—. Estrella Rota espera que el Clan del Trueno intente recuperarlos. No podréis llevároslos en secreto. Vuestra única esperanza es un ataque directo.

 

     —Entonces debemos concentrarnos en el ataque a Estrella Rota y su guardia personal —maulló Tormenta Blanca.


Fauces Amarillas tenía una propuesta:

 

     —Los guerreros del Clan de la Sombra deberían conducirme al campamento. Podrían decir que me han capturado. Tenemos que asegurarnos de que Estrella Rota y sus guerreros estén fuera de sus guaridas. La noticia de mi captura atraerá a todos al claro. Una vez que todos hayan salido, os daré la señal de atacar.

 

Garra de Tigre se mostró menos desconfiado, aunque guardó silencio un momento. Luego asintió con cara seria, pues iba a enviar a sus guerreros a la batalla.

 

     —Muy bien, Fauces Amarillas —maulló—. Guíanos hasta el campamento del Clan de la Sombra.

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