Actions

Work Header

Recompensa

Chapter 3: 🍄🍄🍄

Summary:

Mychael y tú descubren que quieren más, mucho más.

Chapter Text

– H-harás que me venga otra vez… –.

La voz temblorosa de Mychael hizo eco en tu cabeza.

– Dios, Mychael… Ah~ –.

Sus labios se encuentran en un beso feroz, mientras tu mano derecha se desliza con una rapidez asombrosa sobre su grueso y azulado miembro. Él no se queda atrás; la misma mano que hace apenas unos minutos te llevó al clímax, vuelve a hundir sus dedos en tu interior para continuar robándote el aliento.

Agradecías enormemente su rápida capacidad de aprendizaje, pues sus movimientos, ahora más seguros y precisos, duplicaban el placer que te brindaba.

Un gemido gutural y otro agudo resuenan a través de las paredes de madera de roble de la dichosa cabaña. Por segunda vez en la noche, ambos alcanzaron el orgasmo y, para su alivio, no habían manchado sus ropas está vez.

Aún agitado, Mychael reparte un par de besos en tu rostro y tú solo ríes por la adorable muestra de afecto. Te alegraba saber que él se sentia un poco más cómodo a tu lado.

– Eso fue maravilloso, luciérnaga –.

– Basta, ese apodo es demasiado para mí –susurras cerca de sus labios.

Era inevitable que Mychael desarrollara sentimientos por ti después de compartir momentos tan íntimos. No podías negar que algo en tu interior también había cambiado, pero aún era demasiado pronto para darle un nombre. No creías que fuese amor, más bien atracción.

Notas como él te mira confundido.

– Pero ese apodo te queda excelente –.

– No lo sé, Mychael. Siento que ese apodo es un poco… –no sabías cómo explicárselo, pues creías que este tipo de sobrenombres eran más adecuados para parejas, algo que tú y él no eran– Solo olvídalo, ¿si? –.

El ambiente se tensó en cuestión de segundos. Te apartate de el muchacho con cuidado y buscas el suéter que te había prestado. Él levanta sus pantalones con cuidado de no aplastar su cola al subirlos.

– ¿Porqué dices eso? ¿Acaso no te gustó el apodo? P-puedo cambiarlo si te incomoda –dice apresurado mientras se abrocha su pantalón.

– Preferiría que no me llames por ningún apodo –respondes vistiéndote con el gran suéter tejido.

Caminas hacia donde creías que se encontraba el baño, por fortuna acertaste. Él te sigue desde atrás. Lavas tus manos con jabón para deshacerte de los restos de semen, no entendías como diablos había jabón o agua potable en medio del bosque pero tampoco era momento de hacerse esas preguntas. Lo ves a través del espejo del lavabo apoyarse en el marco de la puerta, su expresión preocupada empezaba a entristecerte.

– Pero cuando te lo dije la primera vez no te molestó, ¿porqué ahora no te gusta? –.

Era cierto. De hecho, aquel apodo había sido el detonante que te llevó a masturbarle por segunda vez.

No podías simplemente decirle que no y dar por terminada la conversación. Él había sido tan dulce y atento contigo que al menos debías intentar explicarle el motivo de tu rechazo a esa muestra de afecto. Secas tus manos con una toalla cercana y volteas para ver sus ojos decaídos, suspiras.

– Escucha, Mychael. No es que no me guste tu apodo, lo adoro. Es solo que… ponerse apodos cariñosos es algo que usualmente hacen las parejas y… Tú y yo apenas nos conocemos –.

El aire se cargó de un silencio denso e incómodo.

Mychael fue el primero en romperlo.

– Oh… no lo sabía –rasca una de sus puntiagudas orejas avergonzado– lo siento –.

– Descuida, no tenías forma de saberlo –.

Otro silencio incómodo. Tratas de salir del baño pero si cuerpo te bloquea, él se quita de la puerta para que puedas pasar. No aparta la mirada ni un segundo de ti, podías sentirla en tu espalda. Encuentras tus bragas en una esquina de la habitación y te las colocas sin más.

Nuevamente Mychael rompe el silencio.

– ¿Cómo funciona eso? –.

– ¿De qué hablas? –.

– De las parejas –.

Lo meditaste por un instante. No había una respuesta única, ya que cada situación era distinta, pero intentaste poner en palabras lo que sentías y pensabas con respeto a ese tema. Tomas asiento en la cama y le señalas el espacio a tu lado para que él también se sentase, no tarda en hacerlo.

– Pues creo que cuando dos personas se quieren mucho y deciden estar juntas es cuando se forma una pareja –.

Él asiente en silencio no muy convencido de entender lo que eso significa, así que prosigues con la explicación.

– Las parejas suelen compartir muchas cosas que no comparten con otras personas, como por ejemplo, besos en los labios, caricias en… –.

– Nosotros nos hemos besado y acariciado muchas veces, ¿eso no nos hace una pareja? –te interrumpe con un ligero sonrojo en sus mejillas.

– Déjame terminar, Mychael. Las parejas también suelen ir a citas, salir a comer… –.

– Si te llevo a mi lugar favorito del bosque, ¿eso sería una cita? –.

– Sí, pero primero escúchame. También viven jun…–.

– S-si quieres puedo hacer un espacio para ti en mi habitación –sostiene una de tus manos, pero tú la apartas con rápidamente.

– ¡Detente, ni siquiera me dejas terminar de hablar! –te colocas de pie y sin querer alzas demasiado la voz, asustando al pobre muchacho– Lo siento, no quería asustarte –.

– Está bien –susurra Mychael más calmado– Pero muchas de las cosas que dijiste las hemos hecho, solo faltarían hacer otras para poder serlo –.

– ¿Ser qué? –.

– Ser una pareja –.

El estado de shock en que te encontrabas era latente.

Mychael quería ser tu pareja.

No podia ser cierto. Él tenía que estar bromeando.

Apenas se conocieron ayer, y él ya estaba pensando en ser tu novio. Bueno, debías admitir que, en parte, era tu culpa. Te aprovechaste de la amabilidad de tu salvador para entregarse al placer y, aunque ambos estuvieron de acuerdo, fuiste tú quien dió el primer paso. Tal vez él solo buscaba una amistad, pero fuiste tú quien cruzó la línea y llevó las cosas mucho más lejos.

Notaste como unas manos verdosas se sacudían frente a ti, tratando de llamar tu atención.

– Ey, ¿estás bien? –.

– Sí, solo… estaba pensando en lo que dijiste –suspiras y miras el techo de la habitación, en busca de algo que te ayudara en esta situación– No sé si sea buena idea –.

– ¿P-porqué lo dices? –.

– Porque para ser pareja las dos personas deben amarse, Mychael –.

Ahora era él quien estaba sorprendido.

– ¿Amarse? Leí un poco sobre eso hace tiempo –notas como la mirada de él se pierden en el fuego de la chimenea que brindaba luz y calidez a la habitación– Dicen que amar es sentir un cariño muy fuerte por alguien. Te hace feliz ver a esa persona, piensas mucho en ella y quieres compartir momentos especiales juntos. Te preocupas por su bienestar y quieres que sea feliz –.

– ¿Dónde aprendiste todo eso? –.

– Lo leí en muchos libros, me daba curiosidad saber qué era el amor –murmura con una sonrisa amarga– Al inicio me preguntaba porque nunca lo sentí y luego entendí el porqué. ¿Cómo alguien podría llegar a amar a un monstruo como yo? Todos me ven como si fuera algo extraño, algo que no merece ser querido. Me convencí de que jamás conocería lo que era ser amado –.

Estabas apunto de interrumpir cuando él sostuvo tu mano.

– Pero entonces llegaste tú… apareciste de un día para otro y cambiaste todo. Me hiciste sentir algo que nunca creí posible: amor, cariño e incluso placer. En tus caricias y besos jamás hubo duda, nunca pusiste ninguna expresión de asco ni rechazo. Fuiste la primera persona en este mundo que me aceptó por completo. Por eso te llamo luciérnaga, porque brillas incluso en la más profunda oscuridad… –besa tu mano con cariño y sientes tu corazón saltar en tu pecho– No sé si sea muy pronto pero no quiero que te vayas de mi lado… No sé si esto es amor, pero me gustaría poder descubrirlo a tu lado –.

De repente, todo había desaparecido a tu alrededor. El ambiente se sentía tan ligero, pero cargado a su vez de algo indescriptible, todo mientras sus miradas transmitían todo tipo de emociones.

Tal vez no se conocían de mucho tiempo, pero ¿acaso el corazón entiende de tiempos y reglas? ¿Era realmente el tiempo un obstáculo para lo que empezaba a nacer entre ellos?

La respuesta era simple.

Una ligera sonrisa se extiende en tu rostro cuando mantienes el agarre sobre su mano.

– A mí también me gustaría descubrirlo, Mychael –.

Él sonríe ampliamente. Notaste sus ojos un poco húmedos, como si estuviese a punto de llorar.

– Lo siento, solo estoy tan feliz, luciérnaga –comenta al ver tu expresión alarmada y besa tu frente mientras te abraza.

Correspondes el abrazo, hundiendo tu rostro en su cálido pecho. No supieron cuando tiempo estuvieron así, pero no importaba realmente. Sentiste cómo su cola también se unía al abrazo y reíste un poco por ello.

– Entonces, lo intentaremos, ¿no? Eso de ser pareja –pregunta él sin deshacer el abrazo.

– Claro que sí, pero tengo una sola condición –te separas y lo miras seriamente.

– Dime, luciérnaga –.

– Mañana a primera hora, me ayudarás a buscar a mi gato –.

Ya te habías distraído bastante con Mychael, no podías olvidar que tú gato seguía perdido y debías encontrarlo. Él te sonríe y asiente.

– Por supuesto que te ayudaré, eso dalo por hecho –deja un beso fugaz en la comisura de tus labios.

Pero no fue suficiente para ti. Vuelves a unir tus labios con los suyos, chocando sus lenguas una con la otra, iniciando una pequeña batalla por ver quien tomaba control del beso.

Él te toma por la nuca, viéndose más dominante que antes. No te quedas atrás, tomas sus mejillas. El aire era lo de menos, sus respiraciones irregulares se mezclaban mientras caes poco a poco sobre la cama con él encima.

Levantas la cadera, haciendo contacto con la dura erección de Mychael bajo su pantalón. Él gime contra tus labios.

– ¿Podrías volver a hacer eso? –.

Sabías a lo que se refería y no dudaste en volver a frotarte contra su erección. Él no tarda en imitar tus movimientos desde arriba.

– Espera un momento –colocas una mano sobre su pecho y tratas de empujarlo, pero él no cede– por favor, Mychael, sería complicado desvestirme contigo encima –.

Él asiente, te da espacio. Te deshaces del suéter y tu ropa interior más rápido de lo que pensaste y los dejas en el suelo. Su mirada no solo transmitía cariño sino un profundo deseo de poseerte en es mismo instante.

Es tan hermosa, piensa. No podía esperar a tocarte.

– Te toca –.

– ¿Qué? ¡Oh, cierto! –sacas al chico de sus pensamientos, era su turno de deshacerse de su ropa.

Se quita el suéter con facilidad, para quitarse el pantalón tuvo que ponerse de pie por un momento. Aprecias el cuerpo desnudo de Mychael quien, trata de no avergonzarse tanto de que lo vieras tan fijamente, como un depredador acechando a su presa.

Su cuerpo no era delgado, reflejaba la vida en el bosque: fuerte y resistente, esculpido por necesidad, pues para poder sobrevivir en un ambiente tan hostil debía estar en forma. Sus brazos, marcados por el esfuerzo de cargar leña y cazar, y su torso mostraban músculos trabajados sin exageración.

Sabías que tenía un buen físico cuando lo tocaste y sentiste su firmeza por primera vez, aún así te sorprendiste. Era difícil creer lo que ocultaba ese suéter holgado y que ahora podías apreciar muy bien.

Sonreiste y extendiste tus brazos hacía él.

– Ven aquí –.

Sin espera un solo segundo, vuelve encima tuyo, dónde tus labios no tardan en recibirlo con dulces y embriagadores besos.

Una de sus manos baja hacia tu entrada, dispuesta a hacerte suya otra vez, pero la detienes.

– Hay algo más que hacen las parejas y olvidé decirte, Mychael –murmuras contra sus labios– verás, las parejas suelen darse placer mutuamente de muchas formas. Tú y yo hicimos una de ellas al tocarnos, pero hay otra manera que suele ser la más placentera de todas –.

– ¿Si? ¿Cuál es? Enséñame… –insiste jadeante, pues el calor dominaba en su cuerpo.

Sueltas tu mano y tomas su pene con cuidado, él suelta un gemido al volver a sentir tu agarre y se endurece. Lo acomodas contra tu entrada, él abre los ojos con sorpresa.

– ¿A-acaso debo meterlo ahí…? –.

– Así es, es el mismo sitio donde estaban tus dedos –ahoga un suspiro cuando siente los húmedos labios de tu vagina entrar en contacto con la punta de su azulado miembro– necesito que metas tu pene en mí –.

Mychael creyó que por un momento se desvanecería al escuchar ese pedido. No podía creer lo lejos que habían llegado.

Estaba a tan solo centímetros de entregarte su virginidad.

El aire le faltaba y el sudor recorría su piel, no por el esfuerzo físico, sino por los nervios que lo consumían.

Pero no iba a dar un paso atrás. Quería demostrarte que podía ser la pareja perfecta, que él era el hombre capaz de superar a cualquiera que hubiera formado parte de tu vida. Estaba decidido a hacerlo.

Siente una de tus manos en su mejilla y conectan miradas.

– Descuida, lo harás bien –la calidez en tu toque logra calmar sus nervios y respira profundamente.

Con cuidado, hunde poco a poco su erección en tu interior. Queda sorprendido de lo húmedo y caliente que se siente, sus gemidos delatan lo mucho que le gustaba la sensación de tus paredes envolviendo su pene.

– Ah…~ –tus jadeos y la forma en que te aferraste a su espalda lo descolocaron, sigue hundiéndose en tu interior.

– L-luciernaga… e-esto se siente demasiado… Ah…~ –.

Ahora eras tú quien temblaba. No era tu primera vez, pero había pasado tanto tiempo desde la última experiencia sexual que tuviste que te había dolido un poco cuando ingresó en ti.

Una vez con todo su pene dentro, él esperó unos segundos para poder calmarse. La sensación era tan placentera que creyó que terminaría en ese mismo instante. Debía calmarse un poco para poder proseguir.

No fue necesario indicarle cómo moverse, él recordó cómo disfrutabas que sus dedos entraran y salieran de ti, por lo que replicó el mismo movimiento con su pelvis. Ambos gimieron al unisono, perdiéndose en la exquisita sensación que recorría sus cuerpos.

Repitió el movimiento otra vez, sintiendo cómo tus paredes lo apretaban y tus gemidos se elevaban. Inició un vaivén de movimientos, saliendo y entrando de tu interior lentamente.

– D-dios, luciérnaga… –le costaba hablar, incluso pensar– tu interior me está apretando mucho… Quiero más~ –.

Sin esperar respuesta, aumenta la velocidad de sus movimientos, consiguiendo que sus pieles producieran un sonido húmedo al chocar.

El placer nublaba tu visión, y por un instante, sentiste que podrías desmayarte bajo la intensidad de las sensaciones.

La cama rechinaba por los movimientos de sus cuerpos sobre el colchón. Tus gemidos poco a poco se transformaron en pequeños gritos que eran música para Mychael, quien solo buscaba sentirte más.

Sujeta tus caderas con firmeza, empujando más profundamente, sin rastro de autocontrol, entregándose por completo a sus instintos más primitivos. La vista de tus pechos rebotando, tu rostro contorsionado por el éxtasis, tu piel cálida y suave, y tus gritos entrecortados despertaban algo oscuro y profundo en él. Saber que él era el causante de tu estado actual lo llenaba de una extraña satisfacción.

– ¡M-Mychael~! ¡Ah~! P-por favor, espera un segundo… –suplicaste jadeante, la abrumadora sensación te superaba y estabas a punto de terminar.

– Ngh…~ Lo siento mucho, luciérnaga… pero te sientes tan bien que no puedo parar… –.

Da un par de embestidas fuertes a tu centro, tocando ese punto sensible que fue tu límite. Sale de tu garganta un agudo grito de placer que lo hace estremecer, siente como tus uñas se hunden en su espalda. Habías terminado. Saca su pene de tu interior algo preocupado.

– ¿Estás bien, luciérnaga? –.

Tardas unos segundos en contestar, pues necesitabas recuperarte.

– … Sí, estoy bien –tu voz sale como un débil murmullo.

– Que alivio, pensé que te había lastimado –deja salir el aire que retenía y sonríe aliviado.

– Oye, tú… todavía no has terminado –.

– No, me preocupaba haberte hecho daño porque no me detuve cuando me lo pediste –agacha un poco la mirada sintiéndose culpable por haberse dejado llevar por sus instintos.

– De hecho, me encantó cómo se sintió… –admitiste para tranquilizarlo, una de tus manos roza sus labios.

– ¿En serio? –te mira algo sorprendido por tus declaraciones, aunque le gustaba saber que te había hecho disfrutar el momento– Entonces, ¿puedo seguir? –.

Sin mediar palabras, sostienes tus muslos con tus manos, levantando tus piernas y dándole a Mychael la vista perfecta de tu entrada chorreante de tus fluidos. Sus ojos recorren cada detalle con avidez: tus labios vaginales ligeramente abiertos, tu clítoris húmedo y esa pequeña abertura que le llamaba a gritos para que la profanase otra vez.

La vista fue tan erótica que notaste como su pene chorreaba líquido preseminal y su mandíbula se tensaba.

– ¿Y qué esperas? Tu recompensa te espera aquí~ –.

La mirada oscurecida por el deseo de Mychael se cierne sobre tu cuerpo y no tarda nada en abalanzarse sobre ti, introduciéndose nuevamente en ese delicioso agujero que sería su perdición.

El ritmo de sus movimientos era fuerte y duro, arrancándote los quejidos más sublimes que había escuchado.

– ¡A-ah~! ¡Mychael! –gimes su nombre una y otra vez, él estaba fascinado por ello y mantiene la velocidad y fuerza en sus embestidas.

Decides atacar su cuello, con besos y mordidas, dejando marcada su piel y reclamándolo como tuyo. Esto solo aumenta la ferocidad de sus embestidas y suelta un gruñido. Él devuelve el gesto, dejando chupetones en tu clavícula y cuello, al igual que marcas de mordidas. Ambos se habían transformado en unas bestias hambrientas del placer que se brindaban.

– E-estoy tan cerca, luciernaga…~ –comenta volviendo a tocar ese punto sensible en tu interior que te hace retorcer.

Aún estabas sensible por tu reciente orgasmo, por lo que la brutalidad de las estocadas y mordidas de Mychael estaban arrastrándote a un delicioso clímax por segunda vez.

Entonces mueves tus caderas y piernas con ayuda de tus manos al compás de sus embestidas, logrando que la sensación alcance su punto máximo.

– S-si te mueves así voy a… –.

No consigue terminar la oración pues atrapas sus labios con un beso salvaje y apasionado, el cual ahogaba sus sonidos.

Esto hizo que Mychael te diera una última estocada masiva y ahogara el gemido más candente que habías escuchado en mucho tiempo, llenando tu interior con una desbordante descarga de semen. A su vez, tú te retorcias y soltabas un grito ahogado debajo suyo, pues tus fluidos salían rebosantes de tu vagina, mezclándose entre sí en tus paredes.

Ambos llegaron al clímax a la vez y les encantó.

Él se derrumba agotado a tu lado, saliendo de tu interior. Ambos buscaban oxígeno con dificultad por el agotamiento, tus piernas temblaban, ya las habías soltado.

Por varios minutos, lo único que se escuchó en la habitación eran sus respiraciones.

No supiste cómo iniciar una conversación luego de semejante experiencia. Tampoco era necesario, pues el silencio en esta ocasión no era incómodo, transmitía calma y serenidad, lo que más necesitaban en este momento.

Sentiste cómo los brazos de Mychael te envolvieron, correspondiste encantada y apoyaste tu cabeza contra su pecho, sintiendo sus latidos y respiración. Él acariciaba tu cabello, mientras tus manos recorrían su espalda con suavidad.

– No sé si esto sea amor, pero realmente te quiero a mi lado… –susurra el chico en un suspiro.

– Creo podemos llegar a ser una linda pareja, Mychael –dices mientras sonríes.

– Yo también lo creo… –deja un corto beso en tus labios con una hermosa sonrisa que siempre se quedaría marcada en tu corazón.

Se acurrucaron el uno contra el otro, dejando que el calor compartido los envolviera hasta quedar dormidos. En ese abrazo silencioso nació la promesa de algo más, una relación que anhelaban fuera duradera, una merecida recompensa tras tanta soledad, llena de momentos compartidos y de la felicidad que ambos habían buscado durante tanto tiempo.

Notes:

Esta es literalmente la primera historia con contenido sexual que he escrito. Ya estaba en Wattpad desde hace rato, me faltaba subirla aquí, jsjsj. Espero la hayan disfrutado.