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El primer dibujo animado que salió al mundo real

Summary:

Esta historia está dentro del mismo universo de "Keck (o cómo la ficción se convirtió en realidad)", una historia aparte que estoy escribiendo. Se menciona que Oswald el conejito de la suerte fue el primer personaje animado en cobrar vida de la historia y las consecuencias que trajo. Hay algo de verdad de ella, pues más o menos es lo que le pasó al personaje con el estudio Universal y con la franquicia de Disney. Va a ser triste.

Chapter Text

1927

Universal es una de las grandes compañías audiovisuales emergentes de América. ¿Quien no querría trabajar en universal? Animadores de todas partes del mundo ambicionaban un puesto en la empresa, por pequeño que fuese, y así, van escalando. Por aquel entonces, los dibujos y animaciones no estaban "protegidos". Una cosa tan nueva, en una fase tan primitiva, no se contemplaba como algo que se debía guardar con recelo. Nuestro querido amigo y empresario, Walter Elías Disney, todavía era un pobre e ingenuo bisoño en la materia.

Walt era un hombre ambicioso, algo pagado de sí mismo, pero con un fuerte vínculo con su mejor amigo y compañero. Ub iwerks, inmigrante alemán, de su misma edad, sin embargo, no tan ambicioso, descubrió su verdadera vocación en la animación, algo de lo que, aunque sonara imposible, se podía vivir. Él dibujaba más con el corazón que con la cabeza. Su imaginación no conocía límites.

El gran éxito de esa época, "Las comedias de Alicia", fue lo que los mantuvo años en el estudio. Básicamente, una idea de Walt. Solía ​​ser el de las ideas. Los ejecutivos del estudio les dieron un toque acerca de un nuevo proyecto entre manos.

-Nos cansamos de las mismas premisas de los cortos esos de Alicia -explicaba charles mintz, el gran productor-. La gente está harta. Buscamos algo más fresco, innovador, un personaje gracioso, de los que arrancan la risa fácil.

-¿Alguien como Félix el gato?-preguntó Walt.

-No, los gatos ya están muy vistos, pensamos en un animal diferente, pero tampoco exótico. Mientras tanto, nuestro equipo pensará en un nombre.

-Pues eso haremos, señor. ¿Qué, Ub, no es un reto increíble?

-Mmm, bueno, sí, lo es-su tono no sonó convincente.

-En fin, trabajaremos en ello. ¡Tenga buen día, señor mintz!

Walt empezó a discutir con ub en su salida del estudio.

-Oye, no pareces muy animado, ¿no te gusta crear un nuevo personaje?

-No, no es eso, es que...bueno, ya sabes cómo soy. Al final esto no deja de ser un dibujo por encargo, y los dibujos por encargo no me apasionan.

-Ay, ubbie, eres demasiado idealista-su amigo meneó la cabeza-. A veces, la vida es así, una porquería, y te la tienes que comer con patatas.

-No crearé ese dibujo, lo crearán por mí o por ti, no tendrá nada nuestro.

-Solo será el comienzo. Después le cambiamos cosas a nuestro gusto, nos hacemos famosos, y ya desde ahí...a la cima.

¿Cómo fue bautizado nuestro querido Ozzy? Pues el señor mintz, junto con los demás señores de la Universal Corporated, rellenaron unas papeletas con diferentes nombres de varón al azar. Los 24 papeles se metieron en un sombrero, se mezclaron, y mintz sacó el primero que se asomaba en el pico del montón. Lo abrió y leyó:

-Oswald.

Todos los ejecutivos se miraron entre sí.

-Ese no es nombre de dibujo animado, saque otra-protesto uno.

-¿Quién escribió Oswald?

El más joven, tímidamente, alzó la mano.

-Fui yo, señor.

-¿Por qué ese nombre?

-Oh, pues, por nada en especial. Pienso que si un personaje debe ser memorable, su nombre tendrá que ser llamativo, la mayoría no esperaría que se llamase oswald, está en desuso. Además, se parece mucho a Óscar, como los premios de cine que darán dentro de un año.

-Es verdad. Un nombre con estrella. Recuerda a los Óscar, pero sin ser los Óscar. Buena idea, Peterson.

Así se quedó el nombre. Walt y ub cavilaron durante días hasta decidir que oswald sería un conejo. Animal doméstico no exótico. Pero no sería un conejo cualquiera. Oswald representaría la buena fortuna, las patas de conejo, y eso constaría en su personaje. Los bocetos de Walt resultaron mediocres, así que ub trabajó como un condenado hasta lograr el diseño deseado. No fue el definitivo. Los ejecutivos buscaban un personaje de aspecto joven, un conejito de apariencia más inocente, atractivo para los niños. Ub dibujo los bocetos de lo que sería el oswald definitivo, por fin, después de horas y horas con el lápiz, estaba satisfecho. Lo último fue quitarle los bigotes. Walt escribió la mayor parte de las premisas de sus cortos, o establecia la personalidad, así que sí, también lo creó.

Ub, una noche que quedó despierto hasta muy tarde en el estudio, quería perfeccionar los retoques de unas viñetas. La verdad es que se tomaba su trabajo muy en serio, aquel conejo era divertido, le tenía cariño. Sus creaciones anteriores no le habían dado el mismo juego. Se estiró en su silla y suspiró. Mintz les exigía una tarea a contrarreloj, como si lo que hiciesen fuese tan fácil. Estaba claro que no era animador. Se puso a mirar fijamente uno de los bocetos, el que ya había repasado con tinta. Oswald le sonreía. Oswald...espera. ¿Acababa de...? No, una alucinación, estaba cansado. Entonces, le volvió a parecer que se movía. Acerco más el rostro al papel. De repente, la ilustración tomó vida propia, pero saliendo de ella de un modo que la original se mantuvo en la hoja. La cabeza se hizo más grande, asomó por fuera de la hoja. Ub se echó atrás en la silla.

-¡Ahhhhh!

-Hola-saludó el conejo, sacando un brazo del papel.

-¡Ahhhhh! ¡Oh dios mío, oh dios mío! ¡Socorro!

Ub cayó de la silla y gateó hasta la puerta. Se apoyó en ella, contemplando atemorizado al conejo sacando la mitad del cuerpo que aún faltaba. Saltó a la silla, se sacudió el cuerpo y luego las patas. Unas gotas de tinta salieron despedidas por el aire.

-Parece que ahora este es mi hogar-decia el conejo despreocupado-. ¿Como te llamas? ¿Estás asustado? ¿Por qué?

Ub tenía tanto miedo que no podía ni hablar. Hacía amago de alcanzar el pomo de la puerta, pero le fallaron las fuerzas. Tenía la sensación de que, si desviaba la mirada por un segundo, el conejo le haría algo.

-No, no, estoy soñando. Esto no puede ser. Es una pesadilla.

-¿Pesadilla? Siento decirte que no. Aunque me ofende, en cierto modo. Creí que te alegrarías de verme.

-¿Eres Oswald?

El impelido ladeó la cabeza y bajó una de las orejas.

-Pues... sí, soy yo, el conejo de la suerte. ¿Que pasa?

-P-pero tú eres un dibujo, no eres real.

-¿Qué? ¿Y qué hago aquí?-replicó, ofendido- Crees que si no fuese real podría hacer esto?

Oswald bajó de la silla y la pateó. Esta se movió unos centímetros, pero la patada le hizo daño.

-¡Agh! Ayayay, ¡qué daño me he hecho!

Él se quitó la pata dolorida y la besó. Ub abrió los ojos como platos. Era lo mismo que hacía en los cortos, podía quitarse la pata y volver a ponersela como si nada. Sí, justo como él y Walt lo imaginaron. Sintió una especie de mezcla entre admiración y miedo, orgulloso de su creación.

-Oh, eres...eres exactamente como...

-¿Eh?

-Ven aquí.

Oswald fue junto a Ub a pequeños saltitos. Extendió el brazo y le tocó la cara.

-Es increíble -decia el animador-. Si esto es un sueño, se ve muy real.

El conejo sonrió.

-¿Eres mi padre?

-Sí, se supone. Mi amigo Walt también es tu padre. 

Oswald le tendió la mano, y él se la dio. En seña de aceptación, también le dio la otra.

-Me llamo Ub.

-Qué nombre tan raro.

-Es alemán. En realidad me llamo Ubbe, pero nadie me llama así.

Ub miró al conejo a los ojos.

-Bienvenido, Oswald.

 

Por un momento, ub olvidó su susto inicial y adoraba su caricatura cobrando vida. Luego, obviamente, se acordó de lo que suponía. A lo mejor él era el único que lo veía, o Walt también, pero a menos que se lo mostrase, no lo sabría. Si resultaba ser lo primero, se cercioraria de haber vuelto loco. No, no quería. No podía estar loco. ¿Quien se encargaría de diseñar las animaciones si lo metían en un psiquiátrico? También se le pasó por la cabeza que la aparición de Ozzy fuese temporal, dentro de unas horas, o cuando amaneciese, desaparecería, como un hechizo. ¿Podría devolverlo a las viñetas por su cuenta? La verdad es que no tenía ni idea de qué fue lo que hizo para que saliera. Decidió no salir del estudio toda la noche, se inventó que se quedó dormido y oswald iría en una caja. Entonces, se lo presentaría a su amigo.

Antes de que alguien entrara en las oficinas, agujereó una caja de cartón y se la enseñó al conejo.

-Ozzy, métete aquí, rápido.

Oswald, que aún estaba somnoliento, preguntó, frotándose un ojo:

-¿Para qué?

-Quiero llevarte junto a Walt, pero nadie puede verte.

-No voy a meterme ahí, está oscuro y estrecho.

-Venga, hazlo por mí, solo serán unos minutos.

-Vale-rezongó-, pero si me pasa algo será tu culpa.

El se metió y ub lo llevó con cuidado bajo el brazo. Estuvo bastante quieto y callado para su sorpresa, pues de acuerdo con su personalidad, no podía parar quieto. ¿Desaparecería en cualquier momento? No, tenía que dejar de pensar eso. Oswald seguía ahí. 

Buscó de arriba abajo de los edificios a su compañero, preguntaba por él, hasta que lo halló en la sala de guiones. Le dijo a bocajarro, son saludarlo:

-Walt, te he estado buscando! Tienes que ver una cosa. 

-Buenos días, ¿eh? Por dios, ub, estás hecho unos zorros, que te ha pasado?

-No he dormido bien, pero, eso ahora no importa. Quiero hablar contigo en privado.

Walt miró en derredor a los tres empleados de las otras mesas.

-Chicos, salid un momento, por favor.

Ellos, con cierta resignación, obedecieron. Ub cerró la puerta y dijo, ansioso:

-¿Estás preparado?

-Sí, y más vale que sea importante, porque hay mucho que hacer.

-Vale, pase lo que pase, por favor, no grites, ni te asustes, ni nada. Si no ves nada, no creas que estoy loco, estoy perfectamente en mis cabales.

-No lo parece.

-Bien, voy a abrir la caja.

Oswald salió lentamente, sonriendo, con sus orejitas levantando la tapa. Básicamente, Walt tuvo la misma reacción. Se agarró de espaldas a una mesa, con expresión de horror.

-¡Me cago en la leche! ¿Pero qué cojones...?

-Hola, Walt.

-¿Qué? ¿Pero qué, cómo, cómo ha…?

-Prometiste que no gritarias-dijo Ub.

-Qué coño está pasando?

-Menos mal, no soy el único que lo ve.

-Ub me ha dicho que tú también me creaste.

Ub se acercó a Walt para hablarle en confianza:

-Escucha, no sé cómo demonios ha pasado. Estaba anoche repasando las viñetas, y apareció. Literalmente, saltó del papel. Lo he mantenido oculto. No sé cómo devolverlo a su sitio.

-Joder, ¡más vale que se te ocurra una manera! Como si un dibujo pudiera andar alegremente por ahí!

-Te está oyendo.

-Me da igual, ¿qué vamos a hacer mientras tanto? Tiene que haber algún modo de devolverlo o...¿Seguro que no hay más?

-¿Qué? No, por supuesto que no-Ub pareció ofendido con la pregunta.

-Tenía que saberlo, si ha cobrado vida puede pasar cualquier cosa, ¿no?

-¿Podría quedarme contigo un rato?-intervino Oswald- Me gustaría conocerte.

-Oh dios no...-walt se llevó una mano a la frente-.No puedo quedarme con él, Liliam lo vería.

-Mi mujer también lo veria-adujo Ub.

-Walt, prometo que me portaré bien, será como si no estuviera. Mientras no esté en mi mundo, será una persona educada aquí.

-¿Ves? Él se portará bien. Yo ahora estoy cansadísimo y tengo que dormir algo, hazte cargo de él.

Oswald miró con dulzura a uno de sus creadores. Walt se ablandó un poco. Veia a ese conejito de ojos negros grandes, orejas largas y cuerpo redondo, dándole la necesidad de protegerlo.

-La verdad es que es....mono.

Se agachó y lo aupó por las axilas. Estaban a la misma altura. Walt irritante. Ozzy lo imitó.

-Te llevaré a mi casa, pequeño.

 

 

 

Chapter Text

Suerte, conejo

Ese conejo afortunado de Oswald 

El conejo más bonito 

Que alguna vez supiste

Suerte, hábito

Ese hábito de Lucky Oswald

Si tú lo quieres

Esto es lo que debes hacer

 

1928

No desapareció. Ub y Walt (sobre todo este último), intentaron deshacerse de él, pero no hubo manera. Lo empujaron contra los bocetos de los que había surgido, y no lograba volver a meterlo. La culpa solía caerle a ub, porque era a él a quien se le apareció, lo que no sabían es que eso era irrelevante, porque pudo haberle sucedido a Walt. Finalmente, se dieron por vencidos. Tardaron en hacerlo, pero se hicieron a la idea de que Oswald, el querido conejo de la suerte, había venido para quedarse.

Tuvieron muchísimo cuidado en que no lo descubrieran. Liliam Disney y Mildred iwerks lo vieron, se asustaron, pero lo aceptaron. Mildred solía temblar o callarse cuando lo veía, por muy inofensivo que le dijesen que era. Poco a poco, los cuatro se habituaron a su aspecto caricaturesco. Era extraño ver una imagen en 2d en un espacio en 3d: un entorno en el que no encaja, pero está, y a su vez, interactúa con lo que está a su alrededor. Les explicaron que, rara vez, sentía dolor. Por muchos golpes que le dieran, era de goma, nada (o casi nada) podía lastimarlo. Tendía a ser hiperactivo, lo cual causaba ciertos problemas. Si no le daban un toque de atención, su comportamiento podía ser de lo más errático. A veces, se desesperaban con él, pero lo querían. Ub lo quería mucho.

Decidieron que lo mejor para no llamar la atención era llevarlo a Kansas City, la tierra natal de sus autores. La casa de Walt era amplia, no se aburriría. Cuando regresaban a los ángeles, era complicado. Por suerte, en esa época, había escaso material audiovisual para documentar lo que pasaba, así que oswald, aún si era visto por alguien, ese alguien no sería creído, no tendría pruebas. Ub temía por él; era tan bonito e inocente...Si caía en manos equivocadas, si mintz lo descubría...prefería alejar esos pensamientos.

Durante los dos años posteriores, oswald fue toda una estrella de la animación. Protagonizó (su versión en el celuloide, no en este mundo), más de cien cortos, cada cual más exitoso. Se veía a sí mismo en dichos cortos, y se "pavoneaba" de ser tan querido. O directamente, veía a sus creadores en el estudio, observaba a ub por encima del hombro mientras lo dibujaba, soltaba algún comentario, hasta que ub le decía que era mejor no desconcentrarlo.

Esos dos años fueron relativamente felices. En Kansas, Mildred le tuvo el mismo cariño, le perdió el miedo.

-Ozzy, ¿hay algo que echas de menos de tu mundo?-preguntó con genuina curiosidad.

-Mmmm, sí, solo una cosa: a Ortensia.

-Esa es tu novia?

Oswald asintió. Ortensia la gata fue bautizada con tal nombre por empezar también con la O, una nueva versión del prototipo de Fanny Cottontail. Ortensia nunca cobró vida, pero existió de otra manera en las animaciones. Eso a oswald lo tranquilizaba.

Mientras tanto, en la Universal, estaban al tanto de las últimas noticias en hollywoodland (todavía con ese nombre), y los cambios que se sucedieron fueron en muy poco tiempo y vertiginosos. El cine sonoro comenzaba a tomar fuerza, tanto en imagen real como en animación. Había que renovarse constantemente. Se inventaban nuevos personajes, pero ninguno tenía el gancho del conejo. Mintz y sus ejecutivos aumentaron el presupuesto de las realizaciones, en general, todo se encareció. En la primavera de ese mismo año, aconteció una de las mayores tragedias de nuestros protagonistas. La tragedia que cambió el curso de la historia.

Charles mintz llamó a su despacho a ub. Un mal presentimiento. Se le hizo un nudo en la boca del estómago. Allí estaba su jefe, fumando en pipa.

-Señor iwerks, tenemos muy malas noticias que darle. En nuestro contrato, figuraba que las regalías del conejo oswald tendrían una subida del 40 por ciento, y me temo que usted y su amigo no pueden pagarlo.

-A cuanto están ahora?

-A 30000 dólares.

-¿Qué? 30000? ¡Imposible, no puede haber subido tanto!

-Lo ponía en el contrato, si ustedes no pagan, oswald es nuestro.

-Enséñeme ese contrato!-le exigió.

Mintz sacó de uno de sus archivadores una copia y se la entregó. El leyó con calma de principio a fin. Efectivamente, la cláusula lo decía con rodeos y eufemismos, pero lo decía. El maldito lenguaje jurídico era traicionero.

-Usted...!No puede hacernos esto! ¡Es la imagen de la compañía!

-Haberlo pensado antes de firmarlo.

-Nos engañó!

-¿Engañar? ¿Quién habla de engañar?-mintz se volvió a sentar- Así son los negocios. No leisteis la letra pequeña y ahora pagáis las consecuencias.

-Es usted un cabrón.

Ub se levantó bruscamente y marchó solo hasta la puerta. Antes de cerrar, dijo:

-Podremos arreglarnoslas sin usted. Ya verá, hablará con nuestros abogados.

Inmediatamente se arrepintió de decirlo. ¿Qué abogados? Si no conseguirían uno decente, aunque así fuera, era un estudio pequeño contra un imperio. David contra Goliat. No merecía la pena ir a los juzgados.

Si ub se enfadó, el cabreo de Walt fue aún mayor. Habló personalmente con mintz, pero eso no cambió nada. El estudio risa o gramo ya no podía usarlo. 

-Jamas pensé que diría esto, pero echo de menos a Winkler, su mujer-comentó Walt-. Ella al menos era comprensiva.

Decidieron irse del estudio para siempre, crearían uno propio en donde nadie les haría la jugada de robar los derechos. Como era lógico, ub siguió a su amigo. Marcharon de vuelta a Kansas por una temporada. En el tren, Ub dijo:

-Esto es duro, pero lo verdaderamente duro será decírselo a Oswald.

Walt no contestó. Volvio a centrarse en la ventanilla.

Cuando Oswald se enteró, lloró como una fuente. Ub lo cogió en brazos mientras se desahogaba en su hombro. Le acariciaba las orejas caídas.

- Entonces, ¿Mintz vendrá y me llevará?

-No, Ozzy, tu imagen es suya, pero no tú. Pase lo que pase, no dejaré que nadie te lleve, ni te hará daño.

-Sniffff, sniffff...

-Estoy aquí, no pasa nada.

En los días venideros, dejó de llorar, pero lucía alicaído, como si algo en él se hubiera apagado. Por suerte, ese año también nació el primer y único hijo de ub, Donald, y a Ozzy le encantó la llegada del bebé. Ayudó a Mildred con la calceta, sosteniendo el ovillo al tejer los patucos para Don. Por una temporada eso lo mantuvo distraído.

El emprendimiento de un estudio de animación propio podía salir terriblemente bien o terriblemente mal. Walt empleó todos sus ahorros, contactos, lo que hiciese falta. Fundó los iwerks estudios de animación de Disney. En la vuelta a los Ángeles, se pusieron manos a la obra, pero debían tener en cuenta una cosa: su mascota no podía ser oswald. Por mucho que esto le doliera a Ub, por mucho que detestara empezar de cero. No tenían por qué hacer algo totalmente distinto, partirían de la misma idea de un roedor. Una rata o un ratón. No sonaba muy atractivo, pero se encargarían de darle una forma agradable como se hizo con oswald, para que los niños se entusiasmaran al verlo.

Sin embargo, una duda corroía a Ub. 

-Walter, temo una cosa. ¿Y si...él también sale?

-¿Qué quieres decir?

-Si el ratón, ya sabes, sale de la página.

-Crees que volvería a pasar?

-No estoy seguro, es una sosias de Ozzy, después de todo.

-Correremos el riesgo. Si no...lo haré desaparecer.

Ub levantó una ceja.

-¿Lo matarías?

-Si es necesario, sí.

A Ub se le revolvió el estómago con la idea, aunque en el fondo tenía razón, había que ser prácticos.

Los bocetos del ratón fueron cambiando, todos con orejas redondas, pantalones cortos de botones amarillos y una naricita de roedor prominente. Se cotejaron diferentes diseños, hasta que se pusieron de acuerdo, ganó, curiosamente, el de aspecto menos ratonil. Casi tuvieron la sensación de deja vu por lo similar al proceso creativo del conejo. Ya tenían protagonista para el corto Plane Crazy.

-Ahora solo nos falta bautizarlo. ¿Cómo lo llamaremos?

Walt pensó unos segundos y contestó:

-Mortimer.

Mortimer no salió de su mundo, afortunadamente. Ambos teorizaron que la causa era el amor o la dedicación al personaje. Sí, le habían puesto emoción a la creación de ese ratón, pero...no era lo mismo. Solo era una copia. 

Posteriormente, a finales de 1928, Disney viajaba con su esposa de vuelta a Kansas por Navidad, hablando tranquilamente sobre la nueva mascota. Cuando le dijo el nombre, ella, con cierto desagrado, replicó:

-¿Mortimer? ¡Oh, qué nombre tan feo! Yo no lo veo, cariño.

-¿Como que no lo ves? Sería Mortimer mouse, la misma inicial que la del apellido, es marca de la casa.

-Si le pones un nombre tan largo, la gente lo acortará, se referirían a él como Mort o Morty. Morty mouse no suena bien.

Su marido se cruzó de brazos.

-Vale, entonces, ¿qué nombre sugieres?

-Otro corto que empieza por M. Pienso en... Mickey.

-¿Mickey?

-Mickey Mouse. ¿Suena bien?

-Lo abreviarían a Mick.

-Sigue siendo mejor que Mort.

-Sí, debo admitirlo. Vale, no lo pensaré más. Pues así se quedará, será Mickey Mouse.

Plane Crazy y Steamboat Willie supusieron un gran salto a la fama para el estudio. Disney aumentó su plantilla y demandó animaciones más complejas. Nuevos personajes como Donald el pato, Goofy, Minnie y Daisy se sucedieron, dando una complejidad al universo. Por desgracia, ub trabajaba más que antes. Walt apenas aportaba en las animaciones en sí, en realidad, el solo proponía, fijaba el presupuesto, pero no creaba. Paulatinamente, las creaciones pasaron a ser exclusivamente de sus empleados, los cuales ni eran reconocidos ni se les daba ningún mérito aparte del sueldo. Algo innegable, algo que Ub siempre vio en él, es que le gustaba chupar cámara. Walt era un hombre con don de gentes, un hombre que sabía vender, por tanto, él era la cara visible de la compañía. La única cara visible. A diferencia de él, se mantenía al margen de los focos, las entrevistas, los periodistas, etc. Ahora se notaba un montón.

Oswald vivía felizmente en Kansas, pero solo con Ubbe. Walt ya ni le reclamaba, ni lo buscaba, ni preguntaba si podía verlo un rato. A medida que la fama del ratón crecía, más inservible se sentía. En ocasiones, lloraba a solas, con las orejas delante de la cara para secar las lágrimas. El sentimiento de verse reemplazado, de ver que su existencia ya no era deseada por nadie, le rompió el corazón. Llegó a creer que uno de sus padres no lo quería. Solía ​​​​verlo como una molestia, como un experimento fallido que tenía la desgracia de recordarle que existía. Liliam se sintió mal por él y lo invitaba a casa cuando su marido no estaba.

Ub reprochó a Walt un día su indiferencia hacia el conejo.

-¿Por qué ya no quieres verlo? ¿No ves que está sufriendo por ti?

-Ese conejo nunca debió existir, ¿por qué no desaparece de una vez, ahora que ya no es nuestro?

-¿Por qué eres tan cruel? ¿Te importa más un ratón que ni siquiera existe?

-Oswald no existe!-le espetó- ¡Que esté aquí no significa que exista! ¡No cambia nada! Es una mascota, un símbolo, una imagen, punto.

-Es tu creación, tu hijo.

-¿Hijo? !Un hijo es un niño o un bebé de carne y hueso, no esa...cosa!

Ub se sintió tremendamente dolido. Oswald no era una "cosa". 

-Yo no lo creé, fuiste tú- añadió.

-Le diste la personalidad, tú también lo creaste!

-Eso no...-Walt calló. No supo qué decir.

-¿Qué? ¿Ibas a decir "no es crear"?-su amigo no respondió-Está bien, pues ya no lo verás. Me quedaré con él.

Aquel fue el principio del fin del olvido a oswald, a la par que del declive de la amistad entre Iwerks y Disney.

 

 

 

 

 

 

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1930-1950

-Tendremos que censurar algunas escenas, señor Disney.

-Ordenes de arriba?

-Si.

-Ay, por si no teníamos suficiente con esta Depresión, nos ponen el puto código hayes de los cojones-Walt se frotó la frente aún con el cigarrillo en la mano.

Estaba claro que durante la hambruna y pobreza en los estados del sur, ninguno de los habitantes famosos de Hollywoodland se veía afectado. Únicamente, en los presupuestos de las películas. El código hayes surgió, como todo, a base de una regularización de la industria. El cine ya no podía ir a su aire, tenía restricciones. 

Como dijimos anteriormente, la relación entre los dos animadores entró en declive. Cada vez iba a peor, porque apenas se hablaban. Ub soportó muchas humillaciones por parte de él, pero la gota que colmó el vaso fue en 1934 (aproximadamente, puesto que no se sabe con certeza), cuando se celebraba una fiesta de fin de rodaje con toda la compañía. Estaba el animador tranquilamente charlando con uno de ellos. Se apoyaba en la mesa con el codo de manera casual, inclinando el cuerpo. Era de esas veces en las que se veía atractivo, pero no era consciente de ello. Mildred se había enamorado de él por eso, esa seguridad que mostró sin intentarlo siquiera. En medio de la fiesta, vino uno de los hijos de los ejecutivos, un crío de seis años, muy fan de los cortos de Mickey. Él, tímidamente, se acercó a Walt con un papelito en la mano, lo abordó cuando se dirigió a la esquina, y preguntó:

-Señor Disney, ¿podría hacerme un dibujo del ratón, por favor?

-Oh, por supuesto, ¿cómo te llamas?

-Chris.

-Vale, eh, espera un momento.

Walt dejó al niño y fue a la mesa de Ub. Interrumpió su conversación pidiéndole que dibujase a Mickey. En lugar de acceder a su petición, ub lo miró de arriba a abajo con desprecio. Lleno de ira, contestó:

-¡¿Me tomas el pelo?! 

-¿Qué?

-No, ¿qué es esto, una puta broma?-algunas personas de la fiesta se volvieron -!No soy un esclavo al que puedas pedir dibujos cuando te dé la gana!

-Shhh, ubbie, yo no sé hacerlo, es decir, no como lo haces tú...

-¿Pues sabes qué? ¡Aprende a dibujarlo tú mismo, idiota!

Ub agarró el papelito y lo rompió en pedazos, tirando los trozos al suelo. Todo el mundo lo observó.

-Me voy de aquí, dimito!-se volvió al animador con el que estaba hablando antes-. Lo siento, Tom.

Ub iwerks se marchó por la puerta y no volvió a pisar los estudios Disney por una temporada. Decidió crear el suyo propio, el estudio Iwerks. Dirigió, en toda su vida, más de 300 cortos. Uno de sus personajes más famosos fue flip the frog. Sin embargo, no es le duró mucho. Carecía de la misma visión de negocio que su amigo, así que se declaró en quiebra años más tarde, y se vio obligado a volver a Disney. La relación seguía siendo tensa, pero por lo menos ya no se sentía humillado.

En esa década, nacieron las dos hijas de Walt, Diane y Sharon. La primera fue biológica, después de mucho intentarlo, y la segunda adoptada, ante la noticia de que Liliam no podía tener más hijos. Las dos niñas eran una dulzura. Si bien se mostró reticente, Walt permitió que oswald jugara con ellas cuando estas crecieron. Se maravillaron con ver un dibujo en su mundo, preguntándose donde estaba el truco, y costó convencerlas de que no había truco. Al saber que ningún otro niño excepto Don lo tenía, se dieron cuenta de lo afortunadas que eran. Oswald se metía en la bañera con ellas quitándose antes los pantalones cortos. A diferencia de lo que esperaron, no dejaba pelos en ella. Diane y Sharon se entretenían con sus tonterías. Oswald cogía la alcachofa de la ducha y la usaba a modo de micrófono, como si fuese un entrevistador. Ponía una voz gutural con la que no paraban de reír.

-Oh, mire a quién tenemos, señorita Sharon, la gente querría saber qué desearía hacer un futuro. Dígame, ¿qué le gustaría hacer a usted, señorita?

-Pues, yo querría...querría ser famosa, como papá.

-¿Quiere ser dueña de la empresa?

-No, no, yo quiero ser...una actriz, como las de las pelis.

-¿Como Shirley Temple?-preguntó Diane.

-Sí, pero cuando sea mayor, no ahora.

-Vale, ahora me toca a mí. Oswald, pregúntame.

-Bien, señorita Diane, querríamos saber...

-Niños, lleváis mucho tiempo ahí dentro, ¡salid ya!

Liliam golpeaba la puerta del baño con los nudillos.

-Mejor lo dejamos para otro día-dijo oswald a las niñas-.Salgamos, o si no se enfadará.

 

Walt empezó a fumar como un carretero. Probablemente, el estrés del trabajo, combinado con la frustración, lo empujaban a fumar más y más. Comentaron en la empresa que parecía una chimenea andante. Se encerraba en su despacho durante quince minutos para darle caladas a tres pitillos y luego salía apestando a nicotina. El tabaco y el alcohol arruinaron su capacidad para hacer voces. El falsete para la voz de Mickey ya no le salía. Le insistía en que lo dejase, pero era incapaz. Oswald solía disgustarse con eso. Llegó un punto en que se acostumbró, ni se lo reprochaba. Ese estrés que provocaba sus vicios se agravó con la segunda guerra mundial, cuando se enteraron del ataque de los japoneses a Pearl Harbor. Había estado en una guerra de joven, y ahora, empezaba otra.

Oswald trepó por Liliam y se abrazó a su cuello, muerto de miedo.

-!Los japoneses! ¿Van a matarnos? ¿Han dicho que los japoneses están bombardeando el país?

-Ozzy, Ozzy, cálmate-Liliam lo bajó de su cuello y lo sostuvo en sus brazos, tembloroso-. Ha sido solo un puerto militar, no van a bombardear Hollywoodland.

-¿Y si lo hacen?

-¿Quién te ha dicho eso?

-Walter.

Liliam, a lo lejos, lanzó una mirada asesina a su esposo sin que este se percatase.

-Hablaré con él.

Al parecer, Walt dijo unas palabras fácilmente malinterpretables sobre los bombardeos. El solía exagerar las cosas. Claro, Ozzy escuchó sin querer cuatro frases fuera de contexto y se alteró. Muchos se reirían en este punto si no llegaran a la conclusión de que, en realidad, habrían reaccionado como el conejo si no tuviesen filtro. Él, simplemente, era consciente del peligro. Una guerra nunca era para tomarla a la ligera.

Cuentan las leyendas que el gobierno de los EEUU supo de la existencia de oswald. Si uno reflexionaba unos segundos, tenía sentido, era imposible que, durante tanto tiempo, no fuera visto por nadie ni aunque fuese por accidente. Actores, actrices, productores, directores y peces gordos de la industria sabían, ya fuera por verlo con sus propios ojos, ya por testimonios de un tercero, que el hermano mayor de Mickey, la mascota de Disney, vivía con uno de sus creadores. Era un secreto a voces, ese algo que conocían, pero preferían ignorar, ya fuese por miedo o extrañeza. La incomodidad que generaba la mascota de la Universal hizo incluso que intentaran matarlo. Así es, lo que estáis leyendo. Se rumoreó que la cia quería acabar con él, o en el peor de los casos, que el propio Walt Disney lo ordenó. Los francotiradores que intentaron dispararle siempre fallaron. Era un conejo de la suerte, no podía morir con tanta facilidad. En general, los toons eran "inmortales" ante artefactos mundanos. La cia archivó los documentos en relación al personaje y se dieron por vencidos. La pregunta es, ¿llegó a saberlo charles mintz? Seguramente sí, pero no quiso creerlo, como la mayoría.

Lo triste de ser inmortal, era no envejecer al lado de los humanos. Los años pasaron, Don crecía, Diane y Sharon crecían, Ub y Walt envejecían, pero oswald seguía exactamente igual. Incluso con la llegada del color, se mantenía en blanco y negro. Ya estaba desfasado. En 1943, Universal dejó de emitir cortos del conejo, ya estaba oficialmente en el olvido, tanto por el estudio como por la gente. Ahora bien, al oswald que conocemos nunca le faltó amor en casa de sus padres. Todo padre desea, en el fondo, que sus hijos no crezcan y se queden como niños para siempre. Ub no quería que Don creciese, pero era el curso de la naturaleza. En cambio, oswald sería siempre un niño, por así decirlo. Tenía cosas de adulto y de niño. Ub prefería verlo como lo segundo, un hijo que nunca crece. Las niñas de Disney, ya adolescentes, disfrutaban de su compañía muy de vez en cuando.

-Eh, Diane, ¿a qué quieres jugar? ¿A saltar a la comba? ¿A las palmas? A ti te encantaban las palmas. Oh, espera, mejor aún, al escondido.

Diane levantó los ojos de la revista que leía sobre la cama.

-Oswald, ya soy mayor, no juego a esas cosas.

Él se rascó la cabeza, confuso.

-No entiendo, ¿dónde está el problema?

-Tienes razón, no hay ninguno-dijo, sonriente-Espera, sé a lo que podemos jugar. ¿Te gustan los juegos de mesa?

-Nunca los jugué.

Diane sacó una caja de una de sus estanterías.

-Es el cluedo. Con él descubres quién es el asesino.

-Suena divertido. ¡Juguemos!

Con el tiempo, oswald tuvo preferencia por otros juegos de mesa que estaba probando. Decía que era más divertido el Monopoly, porque podía durar horas. No le costaba adaptarse a los cambios.

En cuanto a su relación con ub, no había cambiado mucho, pero le costaba seguirle el ritmo. Su creador ya era considerado "viejo". Don lo seguía tratando como a un hermano, o un amigo íntimo de toda la vida. A los 17, expresó ante sus padres su deseo de trabajar en el cine. Deseaba estar tras las cámaras, controlar los aspectos técnicos, todas esas cosas que, al igual que su padre, no requerían ser el centro de atención. El trabajo perfecto. El día que le tocó ir a la prueba, salió a toda prisa por la puerta y le dijo a oswald:

-Deprisa, dame tu pata.

Se arrancó la pata, se la lanzó y él la atrapó en el aire. Le dio un beso y se la devolvió.

-Gracias, Ozzy.

-De nada, colega.

La pata de la suerte funcionó. Don consiguió el puesto.

 

 

 

 

 

 

Chapter 4

Summary:

Disney se está muriendo.

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1951-1966

El imperio cinematográfico de Disney no se iría cuando él lo hiciera. Incluso mucho antes de llegar a su hora, fue consciente del gran legado que había dejado. Parques de atracciones, temáticos, productos, mercancías, publicidad, música, los sueños, la imaginación, mantener al niño interior. Ese lugar donde los sueños se hacen realidad. Donde todo es alegría, juegos y diversión, donde la muerte, el dolor, el hambre o la tristeza no existen. Donde todo lo feo de este mundo brilla por su ausencia. Su cara también estaba en todas partes, en solitario o con el ratón.

Su salud empeoró allá por los años 60. Walt no se cuidaba en absoluto, lucía como una rosa en los vídeos de promoción o de entrevistas, pero nada más lejos de la realidad. Del mismo modo, desarrolló un carácter irascible, de tanto tomarse fotos con niños, comenzó a aborrecerlos, se volvió solitario en su casa de los ángeles, excepto por sus familiares o allegados, que acudían a visitarlo. Llevaba años sin hablar con ub. Se veían o cruzaban puntualmente en el estudio, pero solo se decían hola y adiós. Eso no contaba como hablar. Tosía muchísimo debido al tabaco. 

Una mañana se dirigió a la cocina y miró fijamente el dibujo de Sharon pegado con un imán en la nevera. Sharon ya tenía 21 años. Se conservaron la mayor parte de dibujos o garabatos que hizo con ceras de colores. En el de la nevera, Diane y ella aparecían garabateadas sobre un prado, y allí, a su izquierda, estaba oswald, igual de risueño. Sharon hizo muchos dibujos con él, pero ese era su favorito. Walt estuvo delante de ese frigorífico sin hacer nada un buen rato. Miles de recuerdos se le agolparon, entonces, se rompió por dentro, y se echó a llorar. Quería volver a verlo, pero no tenía el valor para decirlo.

Después de aquel lanzamiento, sus ataques de melancolía ocurrían de manera intermitente. Se ponía a llorar sin motivo alguno, se encerraba en su habitación. Liliam ya no sabía qué hacer. De tanto llorar, Walt tosió más fuerte que nunca, retiró el pañuelo de su boca: unas gotas de sangre lo mancharon. Llamaron inmediatamente al médico.

-Lo siento, señor Disney, usted tiene cáncer de pulmón.

-¿Cáncer de pulmón? Doctor, ¿hay alguna cura?-preguntó Liliam.

-Me temo que no. El cáncer está muy avanzado.

-Cuanto tiempo me queda?

-Eso no se sabe nunca con certeza. Podría ser un año, o poco más de un año.

Walt ascendiendo, asumiendo la información recibida.

Pese a su hospitalización, Walt prefirió pasar sus últimos días en casa. Su hermano Roy lo visitaba siempre que podía. La noticia de su enfermedad no era conocida por la opinión pública, solo la gente de su círculo íntimo. Ni siquiera ub lo sabía. En algún momento se lo tendrían que decir.

-Cariño, ¿me acercas al vaso de agua?

Liliam se lo dio.

-¿Crees que dios me está castigando?

-Castigando por qué?

-Por todo lo que he hecho-walt parecía a punto de volver a sollozar-. No sé, dios, o lo que sea, me lo está devolviendo. ¿Será porque fui un arrogante? ¿Por los comunistas a los que denuncié? 

-Ha sido por fumar.

-Hay personas que fuman más que yo y están sanas.

-Necesitas descansar, Walter-le ahuecó la almohada-,duerme un poco.

La obedeció, pero le costó dormirse.

 

-Se está muriendo?

-Sí, estoy seguro de que querrás verte-contestó Roy.

-Hace mucho que no...

-A él no le importará.

Ub fue por su cuenta de improviso. Lo vio en su cama, pálida y demacrada, la habitación práctica a oscuras. Antes de pronunciar la palabra, Walt dijo:

-Sabía que vendrías.

Ub se sentó al borde de la cama.

-Mirate, estás fatal.

-Estoy viejo, como tú.

Los dos rieron.

-Todos estos años con el estrés encima, ¿y para qué? Para morirme de un tumor. Tú has tenido suerte, ubbie. Vivirás más que yo.

-He tenido suerte porque tenía un Os...

Se interrumpió.

-Qué ibas a decir?

-Nada.

Walt dedujo a quién se refería.

-¿El sigue contigo?

-Si. 

Walt, por enésima vez, lloró delante de su amigo.

-Oh, ubbie, lo echo tanto de menos...Echo de menos a ese estúpido conejo! Quiero que vuelva. No hago más que llorar. A vosotros dos os extraños, realmente os extraños. Si no dije nada es porque soy un imbécil.

Ub le dio un pañuelo y lo tranquilizó. De repente, todas sus antiguas rencillas fueron olvidadas. 

-Yo lo traeré.

-¿En serio?

-Mereces verlo antes de morir. Él solo cree que estás enfermo, debo decirle la verdad.

Walt esperó pacientemente su llegada. Oswald asomó tímido por la puerta. Pequeño, redondo, en blanco y negro, como el primer día.

-Hola, padre.

Padre, qué bonita palabra.

-Acercarse.

Oswald, a brincos, se puso de pie sobre una silla al lado del lecho. Walt le dio la mano.

-Ozzy, me alegro de que hayas venido.

Tuvo otro ataque de tos. Bebio rápidamente del vaso, antes de que Oswald hiciera amago de ayudar.

-¿Estás bien?

Él no contestó.

-No quiero que te mueras.

-Todavia tienes una ub.

-Y cuando no esté ub?-a oswald le tembló el labio-Yo no envejezco, tampoco moriré. Se supone que soy inmortal.

-Por desgracia, siento decirte que en eso no puedo hacer nada.

El conejo bajó las orejas, monoadumbrado.

-¿Qué tal Diane y Sharon?

-Muy bien, ellas vienen a verme todos los días. Son ya unas mujeres independientes.

Agarrando su mano, oswald lloró por él en esa habitación, el rostro enterrado sobre la manta. Walt le acarició la cabeza.

-¿Sabes? En el fondo me alegre de que la Universal te comprara-dijo-. Piénsalo: si no era Mickey, habrías sido tú, serías una mascota sobreexplotada, no vivirías pacíficamente aquí con nosotros. Te quiero más que ese ratón. Tú fuiste el primero, el original, el verdadero. Eres...eres más especial que todos ellos, oswald.

No creía lo que oía. Walt nunca detestó a Oswald, en realidad, había una simple razón. Su vida cambió drásticamente con la compra de esos derechos, lo que lo llevó a guardar con sumo cuidado la propiedad intelectual de sus personajes. Oswald le recordaba constantemente ese trauma, por ello lo rechazaba. Sobre imaginar cómo habrían sido las cosas si no lo hubieran comprado, a estas alturas, ya no tenía sentido. Quizás alejarlo de la fama fue lo mejor.

-¿Me quieres?

-Claro que te quiero, conejito tonto.

Walt Disney expiró una semana después en su casa de California. Sus hijas heredaron la fortuna, pero otros empresarios y directores ejecutivos tomaron su relevo. La última película en la que participó de su estudio fue El libro de la selva.

Ub iwerks sólo vivió unos cinco años más. En 1971, falleció de un infarto fulminante, también en su casa. Estuvo tumbado en el pasillo, y oswald acudió a socorrerlo. En el momento en que exhaló su último suspiro, oswald se desvaneció. En cuanto se lo llevó la funeraria, Mildred y don lo buscaron por todas partes.

-Ozzy, Ozzy, ¿dónde estás?!-llamaban a voz en grito.

Don se percató de lo que pasó, o pudo pasar.

-Claro, su creador ha muerto, entonces, él también ha muerto.

-¿Tu crees?-preguntó su madre.

-Walt y papá eran sus creadores. Cuando le pasó a Walt, no desapareció, porque todavía quedaba un creador. Por eso se ha ido ahora. Ha vuelto a su mundo.

-Oh, si es así, espero que esté bien-mildred se consoló en los brazos de su hijo.

Ub iwerks fue enterrado en un modesto cementerio. La evidencia de la existencia de oswald, el conejo de la suerte, fue borrada (aunque no del todo).

 

 

 

 

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EPÍLOGO

Leslie iwerks, la hija de Don, mantuvo vivo el legado de su abuelo. Estrenaron el documental "La mano detrás del ratón", con un éxito considerable y reseñas positivas. Su padre le mostró una caja de cartón vieja guardada durante años. En ella conservaba antiguos enseres y recuerdos de su padre, incluidas algunas cartas con Walt Disney. Leslie se extraña por esa revelación tan tardía.

-¿Por qué no me hablaste antes de esta caja?

-No la consideré tan importante, son solo cuatro cachivaches.

Leslie la abrió y fue sacando cada objeto. Había productos tanto de la compañía iwerks como la Disney. De lo último que sacó fue un sobre amarillento.

-¿Que es esto?

-Ah, sí, es el testamento de Walt. No dejó nada a tu abuelo, pero quiso tener una copia.

-¿Por qué?

Don se encogió de hombros. Su hija sacó el testamento del sobre y comenzó a leer en voz alta. Decía lo esperado, dejaba la casa de California a su primogénita, a la segunda la de Kansas, objetos personales para ellas, para Roy, para su sobrino.

-"...y por último, dejo, en suma confianza, una pitillera plateada valorada en 200 dólares a...-frunció el ceño-...Oswald Rabbit, el conejo de la suerte".

Leslie levantó lentamente la vista del papel. Su padre esbozaba una pequeña sonrisa, como si eso ya lo hubiera leído. Ni siquiera pestañeó. Ella soltó una risita en respuesta.

-Ja, ja, ja, ¿A oswald? ¿Este testamento va en serio? ¿No era ese el conejo que me decías que vivía en tu casa y tú te imaginabas? ¿Ese que dibujó el abuelo?

-Sí, ese mismo.

-Pues sí que tenía un curioso sentido del humor el amigo del abuelo. Tal parece que lo escribe como si...

Don permaneció serio. No hizo ningún ademán de reírse.

-...Como si realmente hubiera estado aquí. Papá, ¿por qué escribiría esto? 

-Porque le dejó su pitillera en herencia.

-Pero si oswald no existe...-de repente, recapituló todas esas anécdotas de su padre con el supuesto amigo imaginario. Precisas, no cambiaban un ápice. Sus creadores discutiendo por él, su "desaparición" el día que el abuelo desapareció, los rumores de su presencia en Hollywood. Poco a poco, adoptó una expresión de sorpresa-.Espera, entonces, todas esas historias que me contabas, ¿eran ciertas? Oswald, ¿existió de verdad?

La sonrisa de don se ensanchó. Asintió despacio.

-¿Por qué crees que Walt construyó una estatua con Mickey en Disneyland, como si Mickey existiese? Fue en homenaje a oswald, pero no era la mascota, pertenece a Universal. Era su modo de expresarle su cariño.

-¿Qué pasa con los demás personajes?

-Ellos nunca salieron de su mundo-contestó-, esos son ficción.

-Pero es imposible, tendría que haber fotos o vídeos donde apareciese.

-Las hubo, pero todas se quemaron. La única foto que se salvó de Ozzy fue esta.

Don se inclinó hacia adelante sobre la caja y extrajo de una de sus esquinas una minúscula instantánea en blanco y negro. Su hija la cogió. En el patio trasero de casa, un Don de unos ocho años disfrazado de vaquero posaba alegremente con oswald. La imagen se veía irreal, y a la vez, real. Le pasaba el brazo alrededor del cuello.

-No, esto es Photoshop, me estás vacilando.

-El Photoshop se notaba mucho por aquel entonces. ¿Como explicas que no haya un solo error en mi brazo tocando a oswald?

-No me lo creo.

-Que me creas o no solo depende de ti.

Leslie apretó los labios.

-Es una pena que no lo conocieras-siguió-. El abuelo murió justo un año antes de nacer tú, muerto el creador, muere la creación.

Prefirió no seguir rebatiendolo. Aceptó las fantasías de su padre, sin embargo, una pequeña parte de su cerebro deseó la remota posibilidad, por pequeña que fuese, de que fuera cierto.

 

Actualmente, la buena suerte le sonríe al famoso conejo. Sí, fue muy tarde, pero no por nada se caracteriza por tener la fortuna de su lado. El primer paso fue recuperarlo en 2009. Uno de los CEO de Disney tuvo la idea de comprar los derechos a Universal. Técnicamente, se intercambió por un comentarista deportivo, cosa que suena bastante surrealista. Volvió al lugar que le correspondía, pero aún quedaba un largo camino por recorrer. El videojuego más esperado, el más querido por los fans: Epic Mickey. No solo se rescató del olvido, si no que se abordó directamente su historia sin tapujos. Mucha gente, adultos o niños, lo reconocieron y lo apreciaron. Aparecía en los parques de atracciones, hasta preferían hacerse la foto con él antes que con Mickey. Él, que había estado 60 años en un cajón acumulando polvo, volvió a ser iluminado por los focos. En Epic Mickey, la historia se consideraba canon dentro del universo, por lo que oswald recuperó su corazón al recibir otra vez el cariño de los fans (y tal vez de sus difuntos padres). Así como otros personajes en el Páramo, también ganaron ese corazón. Su popularidad se mantuvo gracias a los juegos, el merchandising y los antiguos cortos reestrenados. Ortensia también ganó popularidad.

Finalmente, oswald se reconcilió con su hermano, con Disney. Todas las heridas del pasado, dentro de lo posible, fueron sanadas. 

Existen más dibujos que salieron a nuestro mundo, pero esa es otra historia.

 

FIN