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∘° 003: entrevista y comienzos °∘
Estaba que no podía con los nervios. Nunca se me había dado bien esto de interpretar un papel, debe ser perfecto para que la gente del Capitolio (los de altos rangos, el público tiene un cacahuete por cerebro) me creyera. Cassian me había dejado minutos atrás en la habitación, sola, para relajarme y eso, pero lo único que podía hacer era observarme en el espejo. La persona que veía reflejada no era yo.
El vestido era negro profundo con reflejos metálicos, siguiendo el patrón que en el desfile. Pero esta vez la tela reflejaba tonos azulados como la noche en vez de blanco como las luces de los trenes. Me recordaba al cielo de mi distrito cuando estaba despejado, osea, que era algo especial. Luego, en cuanto al diseño, era ajustado en el torso con un escote un poquito demasiado pronunciado. Tenía 15 años, por favor. Mis brazos estaban cubiertos por unos guantes plateados de encaje, con patrones que imitaban las líneas de un circuito de tren. La parte de la falda cae con gracia hasta el suelo con una leve apertura en la pierna izquierda para que me fuera más fácil caminar, y en su borde brillaba de neón azulado. Con cada movimiento que hacía brillaba como una estrella. Y mi amuleto volvía a destacar en ese pedazo de escote.
Ahora bien, mi pelo estaba suelto en todo su esplendor, llevaba algún adorno enganchado de plata y azul. Luego, es el maquillaje lo que me hacía ver mayor. Tenía un delineado afilado y metálico que me daba el toque de fortaleza junto con un leve tono azul en las puntas. Luego el pintalabios era también plateado. Dios… parecía una señora de 20 años por lo menos.
Además, estaba deseando quitarme los tacones, son súper incómodos. ¿Cómo lo hacen para estar con esto todo el día? Eran bonitos, simulaban los cristales de los vehículos y una rueda en la parte del tacón, pero incómodos a más no poder.
Hoy por la mañana nos habían estado entrenando entre Tressa, Pictor e Isolde para que la entrevista fuera al pie de la letra. Tressa me ayudó con lo que diría en la entrevista e Isolde en cómo comportarse y cómo caminar en tacones. Me tropecé varias veces y solo nos quedaba rezar para que no me pasara en el escenario.
Salí de la habitación mentalizando lo que iba a suceder ahora. Jaxon, una vez más, iba vestido igual que yo, pero remarcando sus desarrollados brazos. Si el ganaba los Juegos se podría dedicar a ser modelo. Alejé esos pensamientos de mi cabeza.
— Te ves bien, Holloway —comentó él ofreciendo su brazo. Alcé una ceja, pero la tomé igualmente. Nuestros mentores nos esperaban en el ascensor.
— Esta noche seguro triunfáis —sonrió Pictor mirándose al espejo para retocarse sus pelos despeinados. Ahora me preguntaba, ¿ellos tenían estilistas?
Bajamos en silencio, cada uno en su mundo. Los mentores habían decidido bajar con todos los demás porque así veíamos al resto de tributos llevar trajes ridículos, dijeron que nos suele relajar. Y vaya que funcionaba. Los chicos del 4 llevaban una red de pescar como si fueran pescado y los del 2 parecían soldados listos para la guerra en los días oscuros. La chica del 2 no parecía muy feliz con ello. Los del Distrito 7 parecían árboles. Los trajes que más me gustaron eran los del 8, porque se dedicaban a la ropa y eran los más bonitos que podían tener.
Nuestros mentores se van con los del resto y nos quedamos Jaxon y yo solos en medio de la multitud. Esperando nuestro turno para salir a brillar.
Primero pasan los del Distrito 1. La chica, Lumia Crestwell, pasa desfilando con confianza, con una elegancia impecable, sin apurarse, como si el tiempo le perteneciera. Se sienta con la espalda recta, cruzando las piernas con gracia. Me cruzo de brazos observando la pantalla, esta gente sabe lo que hace.
— Lumia, qué presencia —exclamó Caesar sonriendo—. Pareces estar hecha para este momento.
— Es parte del espectáculo, ¿no? —contestó sonriendo con una leve inclinación de cabeza dejando ver sus costosos pendientes de diamantes.
— ¡Por supuesto! Dime, ¿cómo has encontrado la competencia hasta ahora? ¿Alguna impresión de los otros tributos?
— Hay algunos interesantes… aunque la mayoría solo parecen estar sobreviviendo al momento.
— Hay algo en ti que me dice que los demás deberían tener cuidado.
— No es mi culpa si subestiman a las personas equivocadas —contestó encogiéndose de hombros con falsa modestia.
— ¿Entonces nos recomiendas que apostemos por ti?
— Solo digo que el Capitolio aprecia el talento… y yo sé dar un buen espectáculo.
— Damas y caballeros, Lumia Crestwell, una tributo que claramente sabe lo que hace. ¡Démosle un fuerte aplauso!
Lumia se levanta con la misma calma con la que llegó, despidiéndose con una leve inclinación de cabeza antes de retirarse. Joder, qué bien lo hizo.
Así continúan las entrevistas, algunas más emotivas que otras por las preguntas sobre su familia y qué le aportan los Juegos a ellos. Nunca había escuchado respuestas más falsas, pero a los capitolinos les encantaban, porque cada vez que uno de los tributos dejaba caer una lágrima de cocodrilo, ellos exclamaban y vitoreaban para animarlo. Qué asco me daban.
Luego llegó el turno de una tributo que me llamó la atención en el desfile y en la puntuación. Había obtenido un 9, algo bastante inesperado para aquellos que no son profesionales.
— ¡Ahora recibamos a Nova Quinn! —Nova entra con paso tranquilo, sin prisa. Se sienta y cruza las piernas con una expresión indiferente—. Nova, tienes una mirada que parece decir "esto es un desperdicio de tiempo". ¿Es así?
— No lo llamaría un desperdicio… —sonríe levemente mirando a Caesar—, pero prefiero hablar cuando hay algo interesante que decir.
— ¡Espero que eso signifique que esta entrevista te resulta interesante!
— Eso depende de ti —comentó inclinándose hacia el presentador.
— ¡Vaya! ¿Serás tan astuta en la Arena como con las palabras?
— Digamos que no planeo ser la primera en caer.
— ¡Entonces estaremos atentos! ¡Nova Quinn, damas y caballeros! —Nova se despide con un leve asentimiento y se retira sin apresurarse.
Luego, otra entrevista que llamó mi atención fue la del tritón del 4. El odioso Kai Mariner.
— ¡Vaya, vaya! Si la elegancia tuviera un nombre, sin duda sería Kai Mariner. ¿Cómo te sientes esta noche?
— Pues, Caesar, digamos que esta es la primera vez que me siento cómodo en una situación con tanta gente mirándome… porque en la Arena, bueno, esas miradas no serán tan amistosas —la audiencia ríe ante su comentario. Razón no le faltaba.
— Eres un voluntario, ¿cierto? ¿Siempre quisiste estar aquí?
— Desde pequeño. En el 4, sabemos que representar a nuestro distrito es un honor. Y yo… —pausa dramática—, quería demostrar que puedo ser más que un simple pescador.
— Y cuéntanos, ¿es cierto que nadas como un tritón? —Kai sonríe con picardía, y me da asco.
— Bueno, eso dicen. Pero solo lo sabremos si en la Arena hay agua. Si la hay… —se inclina hacia Caesar con una mirada intensa—, los demás tributos deberían empezar a preocuparse —el público estalla en vítores.
— ¡Damas y caballeros, un tritón y un luchador! Kai Mariner del Distrito 4, ¡denle un fuerte aplauso! —Kai se levanta y saluda con su aire de estrella antes de dejar el escenario.
Y solo me queda rezar para que la Arena no sea de agua. Pronto llegó mi turno. Jaxon me dio un apretón de manos dándome la confianza suficiente para empezar a actuar. Camino saludando al público con una leve sonrisa y elegancia. Me siento con calma cruzando una pierna sobre la otra como me enseñó Isolde, dejando ver mis largas piernas por el corte del vestido.
— Màiri Holloway, del Distrito 6 —su tono es animado, pero hay curiosidad en su mirada—. Has sido un misterio hasta ahora. Callada en el entrenamiento, sigilosa en la puntuación. Hay algo en ti… intrigante. No sé si es tu mirada o la forma en que te mueves, pero siento que hay más de lo que vemos.
Incliné la cabeza a un lado sonriendo, tal como lo hizo la del Distrito 1, pero con otro propósito, quería reflejar que tenía todo bajo control.
— Vaya, no todo el mundo presta atención a los detalles. Me alegra que tú sí lo hagas.
— Oh, créeme, yo lo noto todo —contestó fascinado—. Pero hablemos de ti. Has obtenido un 7 en la evaluación de los Vigilantes. ¿Cómo lograste esa puntuación?
— Las máquinas más silenciosas son las más peligrosas.
El público guarda silencio por un segundo antes de que un murmullo recorra la sala. Caesar parpadea, sorprendido, y luego suelta una risa divertida.
— ¡Eso suena como una advertencia para el resto de los tributos! —me encogí de hombros, para que cada uno se imaginara lo que quisiera—. Dinos, Màiri… ¿Cuál es tu mayor ventaja en la Arena?
— Eso sería decir demasiado, ¿no crees?
— ¡Misteriosa hasta el final! Pero dime, Màiri, ¿cómo ha sido esta experiencia para ti hasta ahora?
Hice una falsa pausa, como si estuviera considerando de verdad lo que me gustó, cuando en realidad todo era una mierda.
— Extraña. La gente habla, sonríe, se emociona por todo esto… como si fuéramos piezas en un tablero —encontré duda en la expresión de Caesar.
— Bueno… Cuéntame de tu familia —y ahí estaba la maldita esperada pregunta. ya decía yo cuándo la iba a hacer—. Todos vimos ese precioso momento de despedida con tus padres.
— Sí… fue una pena que no me dejaran despedirme de ellos como era debido.
— ¿Y eso?
— Creo que prefiero mantener eso privado —obviamente no les iba a decir que estaban encerrados por negarse a seguir la ley. Eso no me ayudaría nada para conseguir patrocinadores. Por mucho que quisiera decirlo.
— ¡Damas y caballeros, Màiri Holloway! ¡Una tributo que definitivamente nos tendrá atentos en la Arena!
Me levanté agradeciendo una última vez a Caesar, miré al público observando algún que otro rostro con muchas preguntas y otros ya tomando nota de mi apariencia y nombre para seguramente patrocinarme. Dejé que Jaxon terminará su entrevista mientras subía al piso, con mis mentores esperándome. Tressa me observa con orgullo y Pictor sonríe abiertamente.
— No lo hiciste mal. Los patrocinadores aman a los tributos que los dejan con preguntas.
— Espero que eso sea suficiente para que me ayuden, porque no sé qué más hacer.
[...]
No me quería despertar, había tenido un buen sueño. Que todo esto era mentira y que estaba en casa con mi familia. En la cosecha había salido otra chica y yo estaba ahora jugando con el perro del distrito. Pero no, Isolde tenía que venir a tocar la puerta para despertarme, porque según ella era “el gran día”. Ojalá meterla a ella en esa Arena.
Me preparé con un conjunto sencillo, luego nos vestirían con lo necesario para la Arena. Espero que fuera cómodo y con nada que ver con el agua. Llegué al salón donde estaban comiendo, pero en silencio. Había tanta tensión que la más fuerte de las tijeras no podría cortarla. Agarré una de las tantas tazas que había en la mesa y lo rellené de café, total, sería la última vez que lo tomaba. Quería disfrutarlo como era debido.
— En unos minutos os mandarán a la Arena —comenzó Tressa—. Hace mucho tiempo que no digo esto, pero tenéis una oportunidad. Veo potencial en vosotros, sois capaces, uno de los dos, de ganar estos Juegos. Aunque ahora mismo me toméis como una loca, pero es la verdad.
— Ella no me dijo eso, así que confiad en sus palabras —trató de bromear Pictor mientras se comía su bollo redondo con un agujero en medio. Descubrí que se llamaban donuts. También los echaré de menos.
Asentí sin saber qué decir, estaba tratando de mentalizarme, pero creo que eso no iba a ser posible.
— Cuando suene el gong quiero que corráis en dirección contraria. No quiero que os perdáis en el baño de sangre.
— Y buscad agua.
— A no ser que de eso consista la Arena —bromeó Jaxon cruzándose de brazos.
Me llevé la mano a la boca para morderme los pellejitos de los dedos. Solía hacer eso cuando estaba ansiosa, ahora me podría arrancar un dedo de un mordisco. Por la puerta aparece Isolde con una gran sonrisa avisando de que ya es la hora y que la sigamos. ¿Aún hay tiempo de ir a la azotea y tirarme? Siento una mano en mi hombro y ya sabía quién era: Tressa. Ha sido como una forma silenciosa de preguntarme si estaba bien durante estos días. Y se lo agradezco enormemente, porque no sé expresar lo que siento con palabras, soy pésima en eso.
Nos despedimos de nuestros mentores para seguir a Isolde a donde nos prepararían para la Arena. Espero que Cassian sea amable, porque será la última cara que vea de mi pasado antes de entrar al infierno y todos cambiemos a mal. Nos meten a Jaxon y a mí en un aerodeslizador y nos colocan un rastreador en el brazo, dentro de él. Fue bastante doloroso para alguien que odia las agujas.
Una vez que aterrizamos, me conducen a un túnel y finalmente a través de una puerta. Dentro de la pequeña habitación hay una mesa, sillas y el tubo que me elevará a la Arena. La puerta se cierra tras de mí y miro alrededor.
— Hola Màiri —saludó con suavidad Cassian entrando por la puerta con una bolsa colgada del hombro—. La Arena no es de agua, por el uniforme que me han entregado.
— Menos mal, no sé nadar —reí nerviosa mientras me desnudaba. Ya con él había confianza.
— Es un alivio, sí.
El uniforme era bastante cómodo, el tejido era poroso, entonces iba a ser un sitio donde haría mucho calor. Era de manga larga, pero ligero. El color era verde oscuro, como las hojas de un bosque al anochecer. Mientras me acomodo el uniforme, Cassian recoge mi pelo en una trenza para que mi largo pelo no sea una molestia en peleas y demás.
— Gracias.
« 1 minuto para el lanzamiento ». Dicen por los altavoces de la sala.
— Recuerda todo el entrenamiento, sé que puedes.
Le di una última sonrisa antes de entrar al tubo que me llevaría a la muerte. Sí, lo sé. Qué pesimista eres Màiri. ¿Qué se puede esperar de una niña de 15 años que lo único que sabe hacer es esconderse y construir cosas? ¿Siquiera me atrevería a matar cuando llegue el momento? Miró a Cassian con pánico cuando la plataforma comenzó a subir. Él me hace un gesto de respiración y un beso volado.
— Adiós —gesticulé cerrando los ojos.
Llegó el momento. La plataforma llegó a su tope. Cuando abrí los ojos esperaba ser cegada con la luz del sol, pero en cambio me recibió la niebla y poca luz solar. Esto complicaba un poquito las cosas, porque la visibilidad hacia otros tributos era casi nula. Solo se veían las siluetas de los más cercanos. Joder. El ambiente era húmedo, pero a la par hacía calor. Una mezcla horrible. Miro a mi alrededor, el tributo femenino del 12 está a mi derecha y el masculino del 7 a mi izquierda. Pero me centro más en el resto de la Arena. Había muros altos de vegetación, pero no todos de la misma altura, un poco asimétricos para lo perfeccionistas que eran los capitolinos con estas cosas. Me encontré con 3 huecos alrededor de la cornucopia. Entonces me di cuenta, esta Arena era un maldito laberinto. Es lo único que puede ser.
Busqué a Jaxon con ansiedad, al menos quería saber a quién no matar si se daba el momento. No me sentiría bien haciendo daño a mi compañero de distrito. Lo encontré a unas 5 posiciones. Vale, estaba cerca, pero junto con los profesionales.
Con esto resuelto, otra duda apareció: ¿por cuál de los tres caminos debía ir? Porque no pensaba acercarme al cuerno este ni de broma. Suerte que había algunas mochilas en la periferia perfectas para los cobardes que no buscan acción el primer día.
CINCO… Mierda, la cuenta atrás ya comenzó y no me había dado cuenta.
CUATRO… Me quité los mechones sueltos de la trenza de la cara mirando fijamente la cornucopia lista para correr, iba a engañar a los dos de mis lados.
TRES… Respiré hondo.
DOS… Mi corazón se saltó un latido.
UNO… Os quiero familia.
Suena el gong y corro en dirección contraria confundiendo a los dos tributos. Recojo la mochila y me meto en la salida más cercana que tenía. Me la coloco en la espalda y desaparezco entre la niebla del baño de sangre que ya había comenzado por los cañonazos.
Y que la suerte siempre esté de nuestro lado…