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Yo voy a protegerte, pues no hay nada igual

Summary:

Tal y como Charlie dijo "Tuvieron una reunión y él dijo ¡adelante matadlos a todos!" pero ¿Cómo vivió eso Lucifer?

Notes:

¡Hola a todos! Esta serie serán unos fics cortos desde el punto de vista de Lucifer. Siento que la serie omitió varios detalles y me gusta escribir cosas que puedan ser compatibles con el canon

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Chapter 1: La reunión

Notes:

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Chapter Text

Hacía años que Lucifer no salía de casa. No sabría decir exactamente cuándo se habían torcido las cosas. Sus hermanos arcángeles le dieron la espalda, el cielo que había sido su hogar le dio la espalda. A pesar de ello: del odio y la condena del mundo, había podido encontrar la serenidad y felicidad que daba el amor, pero por desgracia, aquello tampoco fue eterno. Se había distanciado de Lillith y de su hija pequeña y no sabía cómo volver recomponer esa relación.

 

En cierto modo, creyó que su familia estaría siempre unida, que al menos podría conservar eso. Aunque tampoco era la primera vez que se equivocaba, después de todo, nunca creyó que el libre albedrío pudiera corromper a la humanidad... “Eres un experto en destrozar las cosas ¿eh?” solía pensar con amargura. Estaba donde le correspondía, alejado de la luz de su hogar y encerrado en un reino donde iba la escoria que dañaba la creación. Estaba cansado de los pecadores: aquellos a quienes él había intentado guiar y que solo habían desatado su mayor maldad al llegar al infierno. Había intentado hablar con el cielo; quería descubrir si había posibilidad de redimirlos, pero nada había funcionado. ¿Cómo podía ser la creación tan maravillosa y horrible al mismo tiempo? 

 

De modo que había dejado de salir de casa. Después de todo, tenía todo lo que necesitaba en su palacio. Estar en casa era seguro, estar en casa le protegía… incluso si eso le alejaba de aquellos a los que quiso.

 

Y así, con el pasó el tiempo y las distracciones triviales, se fue esfumando todo lo que le había motivado… su familia… su reino… sus sueños…

 

Fue en un día corriente cuando, después de muchos años, el portal se iluminó. Lucifer lo sintió al instante; el portal era un círculo sagrado que había en una de las habitaciones de su palacio. El mismo cielo lo había puesto allí y era una vía de comunicación con ellos. Al fin y al cabo, ser el diablo no le impedía hablar con el cielo. Aunque a veces Lucifer había sospechado que ese portal servía para espiarle (razón por la cual estaba en la habitación más abandonada del palacio) su función era la de convocar reuniones. Reuniones que a Lucifer le aburrían muchísimo, se dedicaban a hablar de la gestión de las almas y los progresos de cada reino. Era una pérdida de tiempo. ¿Qué esperaban que les contara del infierno? ¿Qué habían descubierto nuevas formas de matarse entre ellos?

 

Lucifer suspiró con hastío cuando se asomó a la habitación. Esperaba haberse equivocado, pero no, el estúpido círculo sagrado estaba brillando.

 

“¡Por todo el infierno! ¿Qué es lo que quieren ahora?” pensó mientras se adentraba en el círculo de luz, miró hacia arriba y cerró los ojos esperando la respuesta.

 

“Lucifer Morningstar. Rey del infierno. El cielo solicita reunirse con usted” dijo una voz suave que manaba de aquella luz.

 

—¿Es necesario? Lo cierto es que no me importa lo que pase en el cielo, y el infierno sigue igual que siempre…— dijo Lucifer.

 

“Por favor, le rogamos su asistencia al punto de reunión dentro de veinticuatro horas. Es de vital importancia.” respondió la voz.

 

—Bien… allí estaré— respondió Lucifer con desgana.

 

El portal se apagó, sumiendo la habitación en penumbras.

 

—El cielo nunca escucha…— murmuró Lucifer con aburrimiento mientras salía de la habitación.

 

Habían dicho que su asistencia era de vital importancia. Lucifer no podía evitar poner los ojos en blanco con aquellas excusas. Seguramente solo sería otra estúpida reunión sobre los progresos de los reinos y el cuidado de las almas. Parecía como si el cielo no supiera que en el infierno las almas seguían destruyéndose entre ellas. Se consoló pensando en que seguramente la reunión no duraría más de una hora y que solamente tendría que sonreír a algunos ángeles que acapararían toda la atención.

 

 

 

El tiempo pasó con ligereza y, llegada la hora acordada, Lucifer materializó un portal para llegar al punto de reunión. No deseaba ir andando, y mucho menos pasear entre las almas de los pecadores que, seguramente, estarían destrozándose unos a otros por las calles.

 

El punto de reunión era un edificio de aspecto majestuoso. A aquel lugar no podían acceder las almas corrientes, solo aquellas que estuvieran autorizadas; era una zona neutral. Conforme avanzaba, se adentraba más y más en el silencio y la calma que reinaban en aquel edificio. La hoja de asistencia se materializó ante él. Era obligatorio firmar la entrada.

 

“Tan disciplinados como siempre”, solía pensar Lucifer.

 

La puerta de la sala de reunión se abrió ante él, quien avanzaba con paso seguro. Sin embargo, ni en el infierno ni en el cielo pudo imaginarse lo que iba a encontrar…

 

Cuando lo habitual en aquellas reuniones era encontrar a dos o tres ángeles que actuaban en representación del cielo, en esa ocasión se encontró a todo un séquito. Había al menos unos veinte ángeles, todos vestidos con ropajes celestiales que eran de un color perlado. Entre ellos, destacaba un individuo alto al que Lucifer no estaba seguro de conocer; sus vestimentas eran similares a la de los ángeles, pero con la distinción de bordados dorados. Y finalmente, lo que más le impactó, ante él se encontraba un serafín de apariencia femenina y gran altura.

 

Lucifer nunca supo cómo pudo ocultar su asombro. Esa no era la reunión que él esperaba. Por unos instantes se preguntó si había hecho algo para que lo apresaran… pero no podía ser eso ¿verdad? Sonrió para sí mismo. La idea de que el cielo lo convocara para arrestarlo tampoco era muy descabellada.

 

—Saludos Lucifer Morningstar— dijo el serafín con amabilidad —Agradecemos su asistencia, a pesar de que le hemos avisado con poca antelación.

 

—Ya. No importa— dijo Lucifer tomando asiento. Aunque las palabras de aquel Serafín eran amables, una sala rodeada de ángeles no le transmitía confianza. Por no hablar de aquel tipo que vestía parecido a ellos y que no dejaba de mirarle con expresión burlona.

 

—Soy Sera. Nos conocimos brevemente cuando usted vivía en el cielo, no sé si usted me recuerda— dijo el serafín.

 

Los ojos de Lucifer se abrieron de sorpresa. Realmente le resultaba familiar, pero el nombre Sera lo asociaba a un serafín mucho más joven y de rasgos más inocentes ¡El paso del tiempo es increíble!

 

—¡Vaya! Si que te recuerdo, aunque has cambiado bastante. Puedes tutearme, no me van las formalidades— dijo Lucifer.

 

—¡Oh! Gracias. Ahora soy un alto serafín. Me ocupo de la protección del cielo— puntualizó Sera.

 

Tras unos minutos de charla intrascendente, durante los cuales Lucifer se habría sentido cómodo de no ser por la presencia de todos aquellos ángeles, Sera finalmente abordó el tema de la reunión.

 

—Como sabrás, Lucifer. La población en tu reino ha aumentado considerablemente— dijo Sera adquiriendo un tono más serio.

 

—Ah, claro— respondió Lucifer, ocultando que en realidad no tenía ni idea, porque no había salido de su palacio en años.

 

—Verás, hemos estado pensando durante mucho tiempo que hacer— siguió Sera —La protección del cielo es algo vital—

 

Lucifer no pudo evitar poner los ojos en blanco. Si ¿Cómo no? Las necesidades del cielo eran siempre lo primero.

 

—Hemos llegado a una solución. Una que puede ayudar a la sobrepoblación en tu reino y nos gustaría contar contigo— dijo Sera, materializando en sus manos un pergamino que le entregó a Lucifer.

 

Lucifer miró a Sera con duda antes de empezar a leer aquella especie de formulario. Cada palabra que leía hacía que su ceño se frunciera aún más. La diferencia numérica entre las almas que entraban al infierno y las que ingresaban al cielo era abismal. Tanto que el cielo temía que pudiera producirse una rebelión. Lucifer se habría reído ante aquella suposición, de no ser por el horror que implicaba la solución que el cielo quería aplicar…

 

—Esto es absurdo— dijo Lucifer, incrédulo.

 

—Tienes que entenderlo, Lucifer— dijo Sera en tono serio —Nosotros preservamos almas puras. Tienen que estar a salvo—

 

—Y me parece bien, pero no sabéis cómo funcionan los pecadores. Son almas desordenadas, dolidas y en caos. No escuchan y apenas son capaces de organizarse entre ellos. Es imposible que logren organizarse para derrocar al cielo— dijo Lucifer, esperando encontrar algo de compresión en Sera. Ella solo suspiró.

 

—Lucifer, sabemos que no tienes intenciones hostiles hacia el cielo. Pero hay otros demonios ¿no es así? Pecadores que se han hecho poderosos sometiendo a otras almas ¿Qué crees que pasará cuando sientan que el infierno no es suficiente para ellos? ¿Cuándo ambicionen más? — preguntó Sera.

 

—Que no lograrán nada, nunca van a alcanzar un poder semejante al del cielo y son incapaces de crear alianzas que puedan suponer una amenaza para vosotros—

 

—Lucifer se razonable…— susurró Sera.

 

—¡Lo estoy siendo! — replicó Lucifer con vehemencia.

 

—No estamos hablando de desestabilizar tu reino. Tanto el infierno como el cielo son esenciales para el equilibrio de las almas humanas. Solo se trataría de eliminar algunas almas echadas a perder— dijo Sera, manteniendo la calma.

 

“¿Solo?” musitó la mente de Lucifer.

 

—Esto es ridículo— dijo Lucifer, sin dar crédito a aquella situación— ¿Y para que me habéis llamado? Si siempre hacéis lo que os da gana— dijo, fulminando con la mirada a todos los que había en la sala.

 

—Queremos pedirte que no intervengas, Lucifer. Sé que es duro hablar de exterminar a tu gente, pero debes comprenderlo— dijo Sera en un tono que intentaba ser conciliador.

 

Lucifer desvió levemente la mirada. No es que considerara a los habitantes del infierno su gente. Lo cierto es que después de tantos años intentando encauzarlos, los había terminado aborreciendo. Pero una cosa era su desencanto con la humanidad y otra muy distinta exterminar almas.

 

—¿Y en el cielo aprueban esto? —preguntó Lucifer —Quiero decir… son almas. También fueron humanos en la Tierra, no son tan diferentes…—

 

—El cielo está dispuesto a hacer lo que sea necesario— dijo Sera, desviando levemente la mirada. Lucifer no supo si era por vergüenza o porque estaba mintiendo.

 

—¿Y si pudieran ser redimidos? — Lucifer se arrepintió casi al instante de haber dicho eso. Pudo captar algunas miradas incrédulas y sonrisas burlonas entre los ángeles que le rodeaban; por otro lado, Sera mantuvo su rostro impasible.

 

—Mi antecesor ya me habló de esa idea tuya. Un proyecto algo descabellado, siento decir— dijo Sera. No estaba seguro de si era su actitud normal, pero realmente parecía no querer ofenderle —Lucifer, tú mejor que nadie sabes que un alma que llega al infierno está corrompida. No va a cambiar nunca—

 

—No tiene por qué ser así. Es cierto que hay algunos que jamás cambiarán y por ello no deben salir de aquí, pero hay otros muchos que cometieron errores o ni siquiera tuvieron el suficiente tiempo en la Tierra para vivir una vida plena que les hiciera ser dignos del cielo— Sera entrecerró los ojos, claramente incomoda de adonde iba aquella conversación —Mira, lo que digo es que si hubiera forma de que fueran al cielo, no habría necesidad de esto—

 

—¿Has puesto en práctica esa idea? ¿Tienes algún resultado? — preguntó ella.

 

—No. Aún no lo he intentado— mintió de forma descarada. Lo cierto es que lo hizo hace años. Esa idea le había rondado desde el inicio de la entrada de almas a su reino. Cuando por fin fue consciente de las diferencias entre las almas que iban llegando. Pero los pecadores apenas escuchaban; acabó siendo muy frustrante no poder obligarles a comportarse, pero eso era el libre albedrío después de todo.

 

—Quizás pueda hacerse, pero necesitaría tiempo…— empezó Lucifer.

 

—¡Menuda gilipollez! —

 

Sera se sobresaltó brevemente ante la intervención del tipo con vestimentas angelicales con bordados dorados.

 

—Adán, ¡ten respeto! — lo reprendió ella.

 

Lucifer se quedó boquiabierto ¿Adán? ¿Acababa de llamarle Adán? ¡Por todo el infierno! Ahora entendía porque ese idiota le resultaba familiar.

 

—¿Qué? ¡Estoy diciendo lo que todos estáis pensando! Solo estáis perdiendo el tiempo en algo que es una gilipollez— dijo Adán acercándose a Lucifer con expresión desafiante.

 

—Cuida tu lengua, chaval— dijo Lucifer en tono amenazador.

 

—¿O qué? ¿Me vas a matar? — Adán sonrió burlonamente.

 

—¡Adán! — le regañó Sera.

 

—¿Qué? ¡Estoy hablando en serio! El problema aquí es que a nuestro amigo Morningstar hay que explicarle las cosas como si fuera un niño— Adán se encaró a Lucifer —Mira, amigo, esto va a pasar te guste o no. La única razón por la que estamos aquí es porque algunos de ahí arriba aún tienen consideración hacia ti —hizo una pausa mirando a Sera —Pero estoy seguro de que sabes lo que te conviene ¿No querrás que el exterminio afecte a…? ¿Cómo se llama…? Es un nombre que suena a marimacho… ¿Charity? ¿Charlotte? —

 

Un fogonazo de fuego estalló en la sala.

 

—¡No, por favor! ¡Lucifer! — gritó Sera, pero Lucifer no escuchaba.

 

La reacción fue tan rápida que ni él mismo fue consciente de lo que hizo. Su silla volcada en el suelo, sus pupilas teñidas de rojo, el fuego ardía en su cabeza y sus manos apretando la garganta de Adán, a quien había estrellado contra la pared. Pudo oír como todos los ángeles sacaron sus armas apuntándolo. Un quejido de dolor emergió de Adán, seguido de una risa divertida.

 

—¡Vaya! ¡Parece que he tocado un nervio sensible! — dijo Adán fingiendo diversión mientras intentaba quitarse las manos de Lucifer de encima.

 

—¡Suéltele ahora mismo! — gritó uno de los ángeles. Adán no dejaba de reir.

 

—Lucifer, no tenemos que llegar a esto…— dijo Sera con un tono de voz que delataba pánico.

 

—¿¡Te parece divertido!?— rugió Lucifer usando su voz demoniaca.

 

—No, pero me parece interesante ver como un demonio se descontrola en presencia del cielo. ¿No te das cuenta de dónde estás? — dijo Adán sin perder su expresión burlona.

 

Lucifer lo sabía, era consciente de todas las armas angelicales que le estaban apuntando, pero no pensaba dejar que ese idiota le intimidara.

 

—¿Y crees que no soy capaz de destriparte antes de que ellos me ataquen? — gritó, poniendo más nerviosos a los ángeles que le rodeaban.

 

—¡Claro! No eres más que un salvaje ¡Seguro que puedes hacerlo! —dijo Adán sin perder su tono divertido —Pero ¿qué crees que pasará después? —

 

Un atisbo de duda se filtró entre la ira de Lucifer. La imagen de su hija Charlie siendo apuntada por todas las armas que ahora le amenazaban a él. Si, podía defender a Charlie de una veintena de ángeles, pero ¿protegerla del cielo? Era un sabor amargo, la inevitable realidad de ser consciente de que su poder no era suficiente para proteger a su hija.

 

¿Por qué estaba luchando? Bueno… ese gilipollas le había provocado, pero habían ido a hablar sobre los pecadores. Esas almas que tanto le habían decepcionado. No, no valían la pena… El fuego se fue disipando y las pupilas de Lucifer volvieron a aparecer entre el rojo de sus ojos, sus manos se aflojaron lentamente soltando a Adán.

 

—Buen chico— dijo Adán saboreando su victoria.

 

—Cierra la boca, Adán— dijo Sera en tono severo, fulminándolo con la mirada.

 

Con movimientos lentos y sin mirar a nadie, Lucifer se dio la vuelta, colocó su silla y volvió a sentarse, dejando atrás su forma demoníaca.

 

—Lucifer, yo…— empezó Sera.

 

—No quiero hablar más de esto— murmuró Lucifer, sintiéndose derrotado —Lo firmaré, pero solo con una condición: No podréis hacer daño a ningún nativo del infierno y eso incluye a mi hija. Si no cumplís esa norma, os las veréis conmigo—

 

—Me parece razonable— respondió Sera — Colocaremos un sello sagrado en tu palacio. Durante los días previos y posteriores al exterminio, deberás permanecer allí, en caso de que salgas perderás parte de tu poder. Entiendo que es algo drástico, pero necesitamos asegurarnos de que cumples tu parte del acuerdo—

 

Claro ¿Cómo iban a confiar en él? A Lucifer ya no le sorprendía nada de lo que el cielo hiciera. Sera tomó el pergamino que le había entregado y fue modificando las condiciones del acuerdo. Se lo volvió a pasar a Lucifer, quien, en silencio, se tomó su tiempo para leer línea por línea. Todo parecía bien, no parecía haber nada que pudiera poner en peligro a Charlie, aunque no pudo evitar hacer una mueca ante una de las últimas condiciones.

 

—¿No podré decir nada sobre el acuerdo que voy a firmar? — inquirió.

 

—Pienso que es lo mejor para tu seguridad. Ningún demonio se podrá aprovechar de tu confinamiento durante el exterminio— dijo Sera en un tono que sonaba amable, o al menos lo intentaba.

 

“Otra forma de decir que no queréis que sepan que teméis que intervenga”, pensó Lucifer.

 

Pero ya no importaba. Estaba cansado, quería marcharse de aquel lugar y, a ser posible, no volver a ver a un ángel jamás. Era una condición que podía cumplir.

 

—Está bien— murmuró.

 

Lucifer volvió a tomar su forma demoniaca. Con una de sus garras se hizo un corte en el pulgar y llevó la sangre hacia el pergamino para dejar su marca. Una vez firmado el documento, Sera pareció relajarse.

 

—Has hecho lo correcto— dijo ella mirándole con una compasión que a Lucifer le repelía —Solo son almas que se desperdiciaron, no serán una gran pérdida y…—

 

Sera detuvo su frase al notar la forma en la que Lucifer la miraba. Este soltó una risa sarcástica mientras negaba con la cabeza.

 

Lucifer se levantó con ligereza mientras se colocaba el sombrero. Se dio media vuelta y se marchó sin decir nada. Materializó un portal en el pasillo. Se sentía exhausto y lo último que deseaba era salir a la calle y ver a los pecadores que rondaban por allí.

 

 

La tranquilidad de su palacio le abrazó; al menos, era un consuelo. Intentó distraerse con sus hobbies: pintaría sus patitos. Estaba seguro de que alguno le gustaría a Charlie, quizás debería hacer alguno que moviera las alas… pero lo sucedido en la reunión acudía a su mente una y otra vez. Su mano tembló con el pincel, estropeando el quinto patito que había intentado pintar en la última media hora…

 

Dejó caer el pincel, dándose por vencido. Se llevo las manos a la cara apoyandose en la mesa del taller…

 

—¡Maldición! — gritó furioso, golpeando con ambas manos la mesa.

 

Aquello no fue suficiente: lanzó su silla lo más lejos que pudo, golpeó los muebles con fuerza y destruyó sus creaciones.

 

Los odiaba, los odiaba ¡los odiaba a todos! Odiaba a Sera con su condescendencia y falsa amabilidad, odiaba al imbécil de Adán y su fanfarronería, odiaba a los estúpidos ángeles, odiaba al cielo que le había dado la espalda, odiaba a los pecadores que eran viles e incapaces de cambiar, pero, sobre todo, se odiaba a sí mismo por dejar que ellos aplastaran su espíritu…

 

Se dejó caer contra la pared. Se miró las manos; las tenía ensangrentadas, se las había destrozado golpeando sus cosas, pero no sentía el dolor…

 

En su mente solo se repetía la misma pregunta…

 

“¿Qué pensará Charlie cuando sepa que yo he permitido esto?”

Notes:

Espero que te haya gustado, si es así deja tu kudo o comentario. Estoy más que encantada de leerte.

Chapter 2: El exterminio...

Summary:

Lucifer es testigo de las consecuencias de sus acciones...

Chapter Text

Lucifer echó una mirada a la botella de licor que había abierto mientras trabajaba en su taller. Estaba a medio terminar y había esperado poder emborracharse algo más rápido. No es que él fuera un bebedor habitual, era más bien una mala costumbre que se le había pegado de los pecadores. No se sentía orgulloso de ello, pero tampoco estaba con ánimo de aguantar el día que se avecinaba sin algo de ayuda.

 

Se asomó a uno de los balcones más altos del palacio; desde allí podía verse toda la Ciudad Pentagrama. Pudo ver a lo lejos aquel enorme reloj que había surgido el día que firmó el acuerdo sobre los exterminios anuales. Apenas quedaban unos minutos para que comenzara el primero…

 

Tal y como le había dicho Sera, el sello se había activado: en los días previos había aparecido flotando en el aire una especie de arena dorada que rodeaba el palacio. Salir por un portal o atravesar aquella arena solo daría lugar a la perdida de sus poderes.  Nadie había dicho nada sobre aquella arena, así que dedujo que solo él era capaz de verla.

 

Se sentó en el suelo del balcón con la botella en la mano ¿Qué pretendía hacer? ¿Qué esperaba ver? Ni él mismo lo sabía, una parte de él deseaba esconderse en lo más profundo de su hogar, otra en cambio, quería ver lo que iba a suceder… Algo que había aprendido hace tiempo era a asumir su culpa; así que iba a hacerlo, escucharía cada grito que hubiera. Era su penitencia, se lo merecía… él lo había provocado… él trajo la desdicha a aquellas almas… él no los había protegido… ellos le habían hecho daño… ellos habían destrozado todo lo bueno que él había querido construir…

 

“Lo has hecho por Charlie, así ella no estará en peligro ni tendrá que tener miedo”, dijo una voz recóndita en su cabeza.

 

 Dio un largo trago a la botella.

 

“Ella solo tendrá que ver sufrir a la ciudad una vez al año el resto de su vida”

 

La mano con la que sujetaba la botella empezó a temblarle.

 

“¿Pones de excusa a tu hija? ¡Lo has hecho genial! ¡Eres el padre del año!” dijo otra voz en tono sarcástico desde otro lugar de su mente.

 

“Ni siquiera mereces volver a mirarla a la cara” dijo la voz en tono severo.

 

Salió de sus pensamientos al ver una luz dorada en el cielo. Se estaba abriendo un portal, algo similar a un enjambre de moscas estaba cruzando el umbral. El exterminio iba a empezar…

 

“Que extraño”

 

Aguzó la mirada hasta que pudo distinguir a los ángeles que formaban aquella masa de color negro que se cernía sobre la ciudad. Parecía como si los ángeles se hubieran disfrazado. En lugar de llevar los típicos ropajes blancos, todos vestían de colores grises y llevaban máscaras a juego de color negro. Pareciera que quisieran imitar la apariencia de un demonio…

 

Conforme aquella masa negra descendía a la ciudad, empezó a oír los ruidos. Sonidos de batalla: algunos se estaban resistiendo… como si pudieran hacer algo contra las armas del cielo…

 

Luego llegaron los gritos. Lucifer cerró los ojos…

 

“Esto es culpa tuya. Tu culpa. Tu culpa”

 

Oyó llantos. Lucifer apretó las manos hasta clavarse las uñas…

 

“Es por tu culpa. Tu culpa. Tu culpa”

 

Solo duró algunas horas, pero pareció una eternidad. A pesar de todo, Lucifer se obligó a escuchar hasta el último grito de cualquier pobre desgraciado al que los ángeles hubieran alcanzado.

 

Cuando todo terminó y los ángeles desaparecieron por el portal, la ciudad se sumió en un silencio que parecía capaz de engullirlo…

 

Al cabo de una hora más o menos, Lucifer se puso en pie. Se tambaleó un poco, aunque no se debió al alcohol. Con pasos torpes y pesados entró en casa de nuevo.

 

Nunca volvería a salir al balcón durante los exterminios.

Chapter 3: El paso del tiempo

Summary:

El tiempo pasa. Los exterminios continúan y Lucifer se deja llevar por la monotonía...

Notes:

¡Hola a todos! Por fin retomo esta historia. Siento mucho haber tardado tanto en actualizar. El caso es que tenía más o menos planeado como iba a ser este fic; había pensado en una historia mucho más corta, pero se me han ocurrido otras ideas que deseo explorar, por lo cual esto será un poco más largo. Espero que lo disfrutes

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Chapter Text

—¿Por qué interviniste? —

 

—No lo sé… no… no me pareció justo—

 

—Tú no eres quien decide eso—

 

—Lo siento padre— susurró Lucifer, bajando la mirada —Pero iba a golpear a la mujer, me vi incapaz de no hacer nada… ¿por qué le permites hacer eso? —

 

Su padre se giró, dirigiendo una mirada escrutadora que hizo que Lucifer quisiera encogerse hasta que nadie fuera capaz de verle.

 

—Lo siento— volvió a susurrar, desviando la mirada.

 

—Digamos que quiero ver como se desarrollan los acontecimientos—

 

—No lo entiendo— dijo Lucifer —Cuando los vimos por primera vez, dijiste que solo debíamos amarlos. Quiero cumplir tus deseos, padre, pero no soy capaz de amar a Adán cuando trata así a Lilith—

 

Una risa suave y melodiosa escapó de la boca de su padre y Lucifer se sintió levemente aliviado de no haberlo enfurecido demasiado.

 

—¡Oh! Mi querido Lucifer— arrulló—Siempre tan amable y perspicaz.

 

Una de las manos de Dios fue al hombro de Lucifer, mientras que otra tomaba su barbilla haciendo que alzara la mirada.

 

—No debes preocuparte por esas cosas. Recuerda tu cometido— dijo su padre suavemente.

 

Su mirada era cálida y su expresión tan reconfortante que Lucifer no pudo evitar sonreír, amaba tanto a su padre…

 

—Mi deber es hacerlos a todos felices y amar la creación— dijo, deseando cumplir aquellas expectativas.

 

—Así es, y estoy seguro de que lo puedes hacer, aunque haya cosas que no entiendas—

 

Lucifer asintió sonriendo de nuevo. Hizo una leve reverencia cuando su padre le dio permiso para marcharse. Aunque la conversación había sido tranquila, a diferencia de otras ocasiones en las que había metido la pata, había algo que le inquietaba...

 

Había intervenido en una pelea entre Adán y Lilith, ni siquiera sabía el motivo de la discusión, pero en el momento en que vio a Adán alzar la mano contra ella no pudo quedarse de brazos cruzados. Solo había sostenido la muñeca de Adán y, a pesar de tener fuerza suficiente como para romperle el brazo, no le había causado ningún daño. Sin embargo, eso no evitó que sus hermanos enfurecieran y su padre lo llamara para hablar.

 

Él y sus hermanos no tenían prohibido hablar con los humanos, pero no podían intervenir en su día a día. Lucifer no lo comprendía: Adán y Lilith tenían un gran paraíso donde no les faltaba de nada ¿Por qué tenían que discutir? ¿Por qué los habitantes del cielo tenían tantas normas acerca de cómo podían interactuar con ellos? Simplemente no lo entendía…

 

Lucifer suspiró. Sabía que debía cambiar su actitud; su deber era hacer que todos fueran felices no hacer preguntas estúpidas. No podía permitirse estar apático…

 

Miró hacia los bancos de nubes que formaban los refugios del cielo. Debía volver a su habitación, pero no se sentía con fuerzas para enfrentar a sus hermanos o dar explicaciones sobre lo que había hablado con su padre. Miró hacia abajo, hacía la Tierra, donde se hallaba el precioso jardín del Edén que su padre había creado. Una sonrisa traviesa afloró en sus labios. Volar por el cielo del Edén siempre era un placer; quizás era eso lo que necesitaba para despejar las ideas y volver a sonreír. No podía pasar nada malo por desviarse un poco del camino…

 

 

 

—Es precioso…—

 

Aquella voz sobresaltó a Lucifer, quien se giró sorprendido al ver a la mujer que habitaba el Edén. Llevaba días sin ver a los humanos; había encontrado un lugar escondido cerca del río y había estado practicando con su violín durante horas, creyendo que nadie le escucharía allí. Se apresuró a esconder el instrumento detrás suyo, como si fuera un niño al que le han pillado haciendo una travesura.

 

—Por favor, ¡no te vayas! —dijo la mujer, alzando las manos —Perdóname si te he molestado. Solo quería seguir escuchando—

 

Lucifer ladeó levemente la cabeza. ¿Estaba hablando en serio? ¿a ella le gustaba su violín?

 

—¿Co… como estás hoy, Lilith? —

 

—Muy bien. Ha sido un día tranquilo— respondió ella, sumergiendo los pies en el río lentamente —Eres Lucifer, ¿no es así? Tenía esperanzas de volver a verte. No te he dado las gracias por lo del otro día—

 

Lucifer la miró sorprendido, sin saber que responder.

 

—No… no estuvo bien lo que hice— murmuró Lucifer, bajando la mirada —No quería hacer daño a Adán—

 

Una leve sonrisa afloró en el rostro de Lilith.

 

—No le hiciste daño— dijo con suavidad —Aunque a veces pienso que se lo merece—

 

Lucifer mantuvo la mirada fija en el agua del río, fingiendo que no había escuchado eso ultimo. Al menos le tranquilizó la certeza que tenía de que su padre no estaba escuchando esa conversación.

 

—¿Por qué discutíais? —se aventuró a preguntar Lucifer.

 

Lilith cerró los ojos, reflexiva, se encogió de hombros y se sentó en el lecho del río. Lucifer, quien solía verlos siempre de lejos, se percató de la altura de la mujer. Estando casi a su altura incluso cuando ella estaba sentada.

 

—Es difícil convivir con alguien que te anula constantemente… que solo señala tus fallos y te dice que eres incapaz de llevar a cabo lo que te propones—

 

Lucifer miró fijamente a Lilith. ¡Cielos! No quería decirlo en voz alta, pero comprendía tan bien ese sentimiento. Siendo el más joven de los serafines, sus ideas apenas eran tenidas en cuenta, por no hablar de cómo sus hermanos y otros habitantes del cielo a menudo lo habían catalogado como alborotador. La expresión en los ojos de la mujer hizo que la apatía que había en su pecho se retorciera, dando paso a una tristeza que raras veces sentía.

 

—Me siento mal cuando veo a Adán tratarte así, por eso intervine— dijo en voz baja casi sin pensarlo.

 

¿Qué estaba diciendo? No… no podía hacer eso. Él no debía estar triste, y menos aún delante de la humana.

 

—Te doy las gracias por ello— dijo ella, sonriente.

 

Notó como sus mejillas se calentaban. ¿Por qué de pronto se sentía tan bien?

 

—¿Puedo preguntar qué es eso que escondes? —inquirió Lilith, cambiando de tema.

 

Lucifer dudó unos instantes antes de sentarse en el lecho del río junto a la mujer y revelar el instrumento musical.

 

—Bueno…no es nada importante. Es solo una tontería en la que he estado trabajando…— se excusó avergonzado.

 

—¿Cómo hace ese sonido? ¿Acaso funciona con magia angelical? — preguntó con curiosidad.

 

—¡Oh! No, no es nada de eso. Es más bien algo manual, es…— Lucifer dudó unos instantes —Verás, se sostiene así…— dijo, mostrando la pose a Lilith —Las cuerdas deben estar tensas y cuando las tocas con el arco…— hizo la demostración tocando con suavidad unas notas —puedes hacer diferentes sonidos, dependiendo de cómo lo toques—

 

Lucifer no estaba muy seguro de si se había hecho entender, pero al volver a mirar a Lilith vio como su expresión se iluminaba.

 

—Entonces ¿puedes hacer que salgan cánticos de ese objeto? ¡Es increíble! —

 

Las mejillas de Lucifer se encendieron de nuevo. Había decidido esconder su última invención antes de que sus hermanos u otros habitantes del cielo volvieran a dedicarle miradas de desdén.

 

—¿Hablas en serio? — preguntó incrédulo.

 

—¡Por supuesto! Es maravilloso que con unos movimientos puedas hacer cánticos diferentes a las voces— dijo Lilith con fascinación.

 

La mirada de Lucifer se enterneció.

 

—¿Te gustaría probarlo? — sugirió.

 

—¿Me dejarías intentarlo? — preguntó sorprendida.

 

Lucifer le ofreció el instrumento, y Lilith imitó la pose y los movimientos que Lucifer había hecho. Un chirrido salió del instrumento, taladrando los oídos de ambos. Esta vez fue el turno de Lilith para sonrojarse y Lucifer solo pudo mirarla con ojos piadosos.

 

—Bueno… el único defecto que tiene es que requiere practica— dijo Lucifer, intentando consolarla.

 

—Entiendo…— dijo ella, medio riendo.

 

—Deja que te ayude—

 

Lucifer ayudó a Lilith a sostener el instrumento, explicando cómo debía colocar los dedos y usar el arco. Pasó casi una hora antes de que Lilith lograra arrancar unas notas agradables del violín; eran notas sueltas, incapaces de formar una melodía como las que tocaba Lucifer, sin embargo, ambos se mostraron emocionados por aquel sonido.

 

—Es precioso— murmuró Lucifer.

 

—No tanto como lo que tu tocabas— dijo Lilith.

 

—Pero puedes mejorarlo— dijo Lucifer animado —¿Sabías que los ángeles podemos llegar a cantar durante horas o incluso días? Lo hacemos para alabar a Dios… —

 

Lilith lo miró con curiosidad.

 

—Me di cuenta de que los humanos tenéis una limitación. Os agotáis rápido y no podéis forzar la voz tanto tiempo. Pensé que sería maravilloso que tuvierais algo con lo que expresar vuestro amor por Dios...— Lucifer hizo un gesto con la mano hacia el violín— Por eso he estado intentando fabricar objetos que con los que hacer melodías con las materias que hay en el jardín— concluyó.

 

—Espera, ¿estás diciendo que tienes más objetos como este? — preguntó Lilith.

 

Lucifer abrió los ojos con sorpresa, dándose cuenta de que había hablado de más.

 

—Bu…bueno… no están terminados— puso de excusa.

 

—¿Me los enseñarías? — preguntó Lilith animada.

 

—Es que no suenan bien… este es el único que es aceptable— dijo, intentando buscar una salida.

 

—¿Puedo ayudarte a mejorarlos? — se ofreció ella.

 

Sus ojos mostraban una emoción tan sincera que Lucifer sintió como si en su pecho aletease un pájaro.

 

—Está bien… la próxima vez traeré alguno y podemos ver cómo mejorarlo—

 

Lilith emitió un chillido de emoción.

 

—Muchísimas gracias, Lucifer. Estoy ansiosa por ver…—

 

—¡Lilith! — un grito atravesó los árboles, sobresaltando a ambos.

 

La mujer frunció el ceño mientras echaba una mirada a sus espaldas.

 

—Adán me está buscando— suspiró —Es mejor que me vaya. No quiero causarte problemas—

 

El aleteo en el pecho de Lucifer se detuvo, como si lo hubiera atravesado una descarga eléctrica. ¿Por qué causaría problemas que él volviera a ver a Adán? ¿Pensaba mostrarse violento por lo sucedido días atrás? ¿O acaso Lilith se culpaba, creyendo que ella le había causado problemas? De nuevo, varias preguntar asomaron por su mente, preguntas que no solían tener respuesta. Quería decirle algo que la animara, que la hiciera feliz, pero no tenía palabras.

 

—Podemos volver a vernos en este lugar— fue lo único que se le ocurrió decir.

 

—Eso sería estupendo—

 

Ella sonrió y Lucifer le devolvió la sonrisa, aunque ya no había rastro del entusiasmo que ambos habían compartido antes. A pesar de todo, Lucifer se marchó a casa con la mente llena de ideas sobre los instrumentos que podía enseñarle a Lilith, nunca había tenido ayuda en sus invenciones y quizás un punto de vista diferente sirviera para arreglar los fallos. Puede que incluso ella aprendiera a hacer música con ellos, seguro que eso la haría feliz…

 

 

 

 

Un sonido atronador despertó a Lucifer; se había quedado dormido en su mesa de trabajo y ahora tenía la espalda terriblemente dolorida. Gruñó mientras se desperezaba en el asiento. “Qué sueños tan extraños” pensó. Hacía tiempo que no dormía lo suficiente como para soñar y menos aún soñar con el pasado.

 

De nuevo, un sonido atronador atravesó los oídos de Lucifer, esta vez pudo identificarlo como el sonido de una campana. Se incorporó lentamente y se asomó por la ventana aún adormilado. Pudo ver a lo lejos el reloj que marcaban los días que quedaban para el próximo exterminio. Las casillas de los números estaban girando rápidamente, pasando de marcar 0 a 365 de nuevo; un exterminio más había finalizado. Corrió las cortinas, no deseaba ver nada de lo que hubiera quedado por las calles tras el paso de las huestes angelicales.

 

Tenía algo más importante en mente. Agarró su móvil, buscando ansioso el número de su hija Charlie. Se había convertido en una costumbre llamarla tras cada exterminio. En verdad una parte de él sabía que no podía haberle sucedido nada; el sello celestial seguía rodeando su palacio, indicando que el cielo no había roto el trato que tenían. Sin embargo, no se sentía tranquilo hasta que escuchaba la voz de su pequeña al otro lado del teléfono.

 

Un pitido, dos pitidos, tres pitidos…

 

—¿Hola? — dijo la voz de Charlie y Lucifer por fin pudo respirar.

 

—¡Ho…hola! ¡Char…Charlie! ¿Cómo estás? —farfulló Lucifer apresuradamente.

 

—Hola papá. ¿Ha sucedido algo? — preguntó su hija.

 

—No… nada, cariño. Solo quería saber si estabas bien—

 

—Bueno. Todo lo bien que se puede estar después de un exterminio ¿no te parece? —

 

Lucifer entrecerró los ojos, no estaba seguro de lo bien que eso podía ser.

 

—Estoy algo ocupada, he estado ayudando a alguien herido. ¿Necesitas algo, papá? — siguió Charlie ante el silencio de Lucifer.

 

—¿A…ayudando? Espera ¿hablas de los pecadores? Charlie deberías tener cuidado, pueden aprovecharse de ti y…—

 

—Lo sé, lo sé, papá. No pasa nada, estoy bien. Es de fiar. ¿Necesitas algo? — le interrumpió Charlie apresuradamente.

 

Se hizo el silencio durante unos instantes. “¿Quieres tortitas?” dijo la mente de Lucifer “Puedo prepararte tortitas. Ven a casa y desayunamos juntos”. Tenía las palabras justo en su cabeza, pero era incapaz de pronunciarlas.

 

—No… Estoy bien. Solo quería saber cómo estabas— dijo de forma automática.

 

—Estoy bien, papá. Tengo que colgar, ¿vale? —

 

—Claro, tesoro. Ya nos veremos—

 

El teléfono se colgó y Lucifer se quedó paralizado unos instantes, sosteniendo el aparato contra su oreja. Lentamente, volvió a sus quehaceres o, mejor dicho, a sus aficiones. No tenía apetito para comer. Sentado en la mesa de su taller, iba fabricando sus pequeños patitos.

 

“Charlie está bien”

 

Pero la añoraba tanto…

 

“Está a salvo. Eso es lo único importante” repetía su mente una y otra vez. Le inquietaba el hecho de que estuviera involucrándose con los pecadores y temía que pudieran aprovecharse de ella, pero, por otro lado, sabía que ninguno de ellos tenía fuerza para hacer daño a la princesa del infierno.

 

“No, todo está bien” dijo su mente de nuevo. Su hija estaba a salvo, los nativos del infierno estaban a salvo y él seguía dedicándose a sus inventos, como había hecho siempre…

Notes:

Espero que te haya gustado.

Por si hay dudas, la persona a la que Charlie dice ayudar es Vaggie

Chapter 4: Llamada Celestial

Summary:

Lucifer hace su llamada habitual a Charlie tras un exterminio, aunque esta vez necesita pedir un favor...

Notes:

Me sorprende la cantidad de amor que está recibiendo este fic ¡me hacéis muy feliz!

Perdón por tardar tanto en actualizar. La razón es simple, al principio este fic estaba planeado como algo muy corto: iban a ser unos pocos capítulos contados desde el punto de vista de Lucifer. Sin embargo, conforme he empezado a escribir, se me han ido ocurriendo muchos más sucesos que quiero añadir, así que lo más probable es que esto quede en más de los 5 capítulos que al principio tenía planeados. No puedo decir un número fijo de capítulos, pero si puedo adelantar que habrá dos capítulos "especiales" uno será contado desde el punto de vista de Sera y otro desde la perspectiva de Charlie.

¡Tengo muchas ganas de escribir esos capítulos! Espero no tardar mucho en terminar este fic.

Mientras tanto, disfrútalo.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Sucedió cuando Lucifer estaba trabajando en el mecanismo de uno de sus patitos de goma.

 

—Bien, ya está… un poco más— murmuraba el rey, mientras ajustaba un diminuto lanzallamas dentro de uno de sus patitos. Las pinzas que estaba usando se le resbalaron activando el dispositivo. Lucifer cayó hacia atrás con un quejido mientras el aparato expulsaba fuego.

 

Fue en ese momento, cuando Lucifer estaba en el suelo con algunos cabellos chamuscados, que lo sintió. El portal celestial que había en el palacio estaba emitiendo su luz. Se incorporó lentamente, quedándose sentado en el suelo. “Quizás me lo estoy imaginando”, pensó, intentado convencerse a sí mismo. Sintió un nudo en el estómago mientras se ponía en pie “¿Qué pueden querer ahora?” Su mente bullía de ideas y pensamientos intrusivos. La última vez que se comunicó con el cielo, acabaron acordando los exterminios anuales. Desde entonces, el cielo no se había molestado en mantener una fachada diplomática con el infierno. En cierto modo, para Lucifer fue un alivio no tener que soportar más reuniones aburridas con los ángeles, aunque una parte de él se reprochaba el no estar preocupándose más por saber lo que los altos mandos del cielo hacían.

 

Caminó por el pasillo dudando, la sensación era cada vez más intensa. Sin duda alguna: era una llamada del cielo. Su mirada se desvió por una ventana que daba al exterior; la arena dorada que formaba el sello aun continuaba rodeando el palacio. Si estaba por llegar un exterminio o ya había sucedido, Lucifer no lo sabía. Había pasado tanto tiempo desde que expulsó al personal del palacio y se había recluido, que a menudo perdía la noción del tiempo. Irónicamente, lo más constante y que le indicaba el paso del tiempo, o al menos, el paso de los años, era la aparición del sello en su hogar. Aunque Lucifer cerraba las ventanas y corría las cortinas cada vez que aparecía, no podía negar que cada vez le pesaba más la cantidad de veces que había visto aquella maldita arena dorada. No quería pensar en cuantas veces la había visto: habían sido demasiadas...

 

Asomó la cabeza lentamente por la puerta de la habitación del portal, confirmando sus temores. Aquel estúpido círculo estaba brillando. Suspiró, no deseaba hablar con nadie… tal vez con Charlie… en ese mismo instante recordó que debería haberla llamado para saber cómo había pasado el ultimo exterminio. Con pasos cansados y expresión aburrida, se colocó dentro del portal con la vista fija en la luz blanca.

 

—Saludos Lucifer Morningstar— le dijo una voz familiar.

 

Lucifer frunció el ceño extrañado.

 

—Eh… ¿hola? ¿eres Sera? —

 

—¡Oh! ¡Vaya! Me alegra ver que aún me recuerdas Lucifer— respondió Sera en un tono amable.

 

Por supuesto que Lucifer no había olvidado a Sera; tras la última reunión que habían tenido, era imposible. Aunque había algo que le inquietaba: el deber diplomático de Sera como alto serafín era acudir y hablar en reuniones. Entonces ¿qué hacía hablando con Lucifer en una comunicación tan tosca?

 

—Siento molestarte. Prometo que no te robaré mucho tiempo— se excusa Sera de forma educada.

 

—Si, bueno, no importa ¿A qué se debe esta llamada? – pregunta Lucifer con curiosidad.

 

—Verás, el líder de las huestes angelicales desea convocar una reunión urgente. Necesita discutir un asunto importante— explica Sera en tono neutro.

 

—¿El líder de las huestes angelicales? ¿Te refieres a Adán? — preguntó Lucifer levantando una ceja.

 

—Eh…sí. Adán es quien coordina a los ángeles— dice la voz de Sera, en un tono incómodo que delataba que no le gustaba la idea de meter a Lucifer y a Adán en la misma reunión.

 

Lucifer resopló, pasándose la mano por la cara.

 

—Mira, Sera. No quiero ser grosero, pero en verdad esas reuniones no me interesan. Ya hicimos un trato, tenéis luz verde para los exterminios anuales. Tus ángeles no me necesitan para nada y yo no quiero saber los detalles, así que…—

 

—Por favor Lucifer, esto es importante— le interrumpió Sera.

 

—Si es tan importante ¿por qué no me lo decís aquí mismo? — inquirió Lucifer.

 

—Bueno…— La voz de Sera empezó a dudar—No conozco los detalles, pero desean discutir un asunto importante…—

 

—¿Acaso has olvidado lo que sucedió la última vez que vi a Adán? —

 

—Confío en que ambos sabréis comportaros. Por lo que tengo entendido, no será una reunión muy extensa— dice Sera en un tono que no admite discusión.

 

Lucifer está a punto de ceder, pero entonces recuerda un detalle importante.

 

—¿Y cómo quieres que vaya a la reunión? Ese maldito sello celestial que colocasteis me impide salir de mi palacio—

 

—¡Oh, es cierto! — dice Sera, quien parecía no haber reparado en ello —Bueno, supongo que basta con que envíes a un representante. Cualquiera de tus siervos de confianza bastará—

 

Lucifer hace una mueca y, por unos segundos, da gracias a que el portal celestial solo transmita las voces y Sera no pueda ver su cara.

 

—Cla…claro, enviaré a alguien de mi confianza. Tengo muchos ayudantes aquí en palacio— añadió en tono seguro. Pareciera que cada vez que hablaba con Sera estaba destinado a mentir.

 

—Perfecto entonces. La reunión será dentro de una hora. Gracias por tu tiempo Lucifer— se despidió Sera apresuradamente.

 

La mueca de desagrado en la cara de Lucifer se hace más evidente cuando el portal se cierra.

 

—Maldita sea…— murmura con fastidio.

 

“¿Por qué he tenido que mentirle?” piensa “Porque no quieres que vean lo patético que eres realmente” le responde otra voz en su cabeza. En realidad, no había nadie en palacio desde hacía años. Desde su caída del cielo, el ánimo de Lucifer había sido como una montaña rusa: hubo muchos momentos buenos y divertidos, pero también caídas y recaídas oscuras y agotadoras.

 

No es que Lucifer no tuviera amigos, al menos los tenía entre la nobleza y los nativos del infierno. Es simplemente que nunca había llegado a conectar con el alma de algún pecador. Todo el personal que había habido en palacio habían sido pecadores y Lucifer nunca halló en ellos la amistad o la belleza que vio en las primeras almas humanas que poblaron el mundo. Cuando Lilith se marchó todo se complicó aún más, su apatía aumentó y no aguantaba tener sirvientes por casa. Siempre había sido Lilith la que los controlaba, a quien ellos respetaban…

 

Terminó por expulsarlos a todos cuando se distanció de Charlie… Charlie… su dulce Charlie…

 

Sus ojos se abrieron, sorprendidos, ante la idea que se estaba formando en su mente y su mueca de desagrado se acentuó aún más. “¡Ah, no! ¡No, no, no, no! ¡NO!” ¿Cómo se le podía haber ocurrido algo así? Sin embargo, ¿qué otra opción tenía?

 

Sacó su móvil, mirando el número de teléfono de su hija, con la mente llena de dudas “¿En serio quiero mandarla a una reunión con el cielo? ¿Acaso no he accedido a los exterminios por alejar a Charlie de todo esto? ¿Y si Adán se comporta como un gilipollas delante de ella? ¿Y si en realidad todo esto es una trampa del cielo para arrebatármela? ...” su respiración se aceleró. Se sentó en el suelo del pasillo intentando calmarse y aclarar la neblina de su mente. No, eso último que había pensado no tenía sentido, él había cumplido su parte del trato y ellos eran los primeros a los que les beneficiaba mantener intacto aquel acuerdo.

 

Volvió a mirar el móvil ¿A quién más podía acudir? Bueno, tenía amigos entre la realeza demoniaca que le harían cualquier favor. Sin embargo, pedirle algo a ellos levantaría sospechas y lo que menos deseaba era que lo acribillasen a preguntas; si contaba a alguien la razón de porque no podía salir de su palacio en los días cercanos al exterminio rompería el trato y aquello conllevaba la pérdida parcial de sus poderes. No podía permitirse eso…

 

Sin amigos y sin sirvientes en los que poder confiar. Solo le quedaba ella, su pequeña Charlie. Suspiró mientras pulsaba el botón de llamada.

 

No pudo evitar inquietarse cuando el teléfono llegó hasta los ochos pitidos de llamada ¿Por qué tardaba tanto?

 

—¿Hola?... ¿Papá? —respondió la voz de Charlie.

 

Lucifer respiró aliviado.

 

—¡Hola! Char…Charlie. ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Cómo has pasado este último exterminio? ¿Dónde vives ahora? — dijo Lucifer de forma atropellada y sin pararse a pensar.

 

—Oh… bueno, me pillas ocupada con algo importante. Veras, tenía pensado contártelo más adelante, pero he arreglado un viejo edificio y lo he convertido en un hotel para los pecadores. Creo que podía ayudarles…— Charlie dejó la frase a medias.

 

Lucifer movió la cabeza de medio lado ¿un hotel para ayudar pecadores? ¿de qué estaba hablando?

 

—De modo que… estoy pensando en cómo promocionar este sitio y estamos grabando un anuncio y es todo un caos— siguió Charlie.

 

Lucifer hizo una mueca. No estaba seguro de lo que estaba hablando Charlie y empezó a preguntarse si debería de preocuparse por averiguarlo.

 

—Vale, cariño. Entiendo que estas ocupada y siento pedirte esto. Verás, el líder de las huestes angelicales quiere reunirse con un representante del infierno. El caso es que yo no puedo ir ahora mismo porque…— la mirada de Lucifer se desvió de forma automática hacia la montaña de patos que sobresalían por la puerta de su taller —Estoy muy ocupado… Y me preguntaba si tú puedes ir en mi lugar—

 

Hubo un momento de silencio.

 

—¿Charlie? —

 

—¿El líder de las huestes angelicales desea hablar con nosotros? — preguntó Charlie atónita.

 

—Eh…si, tesoro. Pero no te asustes. No es nada grave. Es solo que el cielo es así de protocolario. Solo tienes que ir allí. Fingir que te interesa lo que están diciendo y terminará más rápido de lo que crees— dijo Lucifer de forma atropellada —Entonces ¿puedes ir? —

 

—¡Si…si! ¡Puedo! ¡Por supuesto! – el tono de Charlie se elevó hasta un entusiasmo que desconcertó a Lucifer.

 

—Bueno, tú solo tienes que fingir que los escuchas, nada más…— repitió Lucifer.

 

—¡Si, si! ¡Voy para allá ahora mismo! —respondió Charlie eufórica.

 

—¡Ah! Y avísame cuando termines—

 

—¡Vale! —

 

Antes de que Lucifer pudiera decir algo más Charlie colgó el teléfono. Lucifer se quedó pensativo echando una mirada a la pantalla del móvil con gesto preocupado. ¿Por qué Charlie se mostraba tan entusiasmada? No llegaba a entenderlo. Notó un nudo en la garganta y un peso en el estómago. Tenía un mal presentimiento ¿habría sido buena idea pedirle eso a su hija?

 

“¡Claro que sí!” grito su mente. Charlie era una buena chica, quizás lo que más le inquietaba era que fuera a reunirse con Adán…

 

—Todo está bien— se dijo a sí mismo.

 

“¡Claro! Porque siempre has podido confiar en el cielo ¿verdad?” dijo la voz traicionera de su mente en tono sarcástico.

 

Durante el resto del día Lucifer no pudo mantener la concentración. Su mirada se desviaba una y otra vez hacia su teléfono, esperando algún mensaje o llamada de Charlie para avisar de que la reunión había terminado.

 

Pasaron las horas y no hubo nada… Charlie no llamó…

 

Descorrió las cortinas y miró por la ventana. El cielo se tornaba de un rojo más oscuro cuando anochecía en el infierno. Vio la arena dorada que flotaba alrededor del palacio, la presencia de aquel elemento era un consuelo: si seguía allí era porque el cielo no había roto su acuerdo.

 

La reunión debía haber terminado hace horas, seguramente a Charlie se le había olvidado avisar.

 

—Mi pequeña a veces es tan despistada— se dijo a sí mismo en un tono animado que no logró ocultar una sonrisa triste. Le hubiera encantado que Charlie llamara y haber hablado algo más con ella…

 

Cerró las cortinas y se fue a descansar. Había estado tan centrado en mirar el teléfono y en la presencia de la arena dorada alrededor del palacio que no se dio cuenta de cómo el reloj, que marcaban el tiempo restante para el exterminio, había pasado de marcar 365 días a 182 días…

Notes:

¿La razón por la que Charlie no llama? Simplemente se le olvidó y tampoco es consciente del malestar de su padre por ello. Como ya sabéis la reunión con Adán salió muy mal. Siento que en esta historia estoy escribiendo a Charlie como muy mala hija, pero es solo que la relación con su padre es extraña. Ambos se sienten como desconocidos. No sé si estoy siendo muy fiel al canon...

 

Espero que te haya gustado. Si es así déjame tu kudo o comentario ¡me harás muy feliz!

Chapter 5: La visita

Summary:

¡¡Es hora de que Lucifer visite a su hija!!

Notes:

No se si hace falta aclararlo, pero allá va: este capítulo es el episodio 5 de la serie desde la perspectiva de Lucifer. Los diálogos y frases son una combinación de los diálogos de la versión original y del doblaje que tenemos en España. He añadido las partes que más me gustan y que considero que quedan mejor. Después de todo, al ser un fic es un formato distinto.

¡Espero que te guste!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Pasaron unos meses tras la última vez que Lucifer habló con su hija. Apenas fue consciente de ello, a veces el tiempo se sentía extraño: un año podía pasarse en un suspiro y una semana podía durar un lustro. Montañas y montañas de patitos de goma rodeaban su mesa de trabajo, la mayoría era proyectos olvidados, defectuosos o imperfectos. Sin embargo, esta vez era distinto, estaba trabajando en algo maravilloso…

 

—Eso es… ¡ya casi está! —murmuraba— ¡Ahora! ¡Os presento el patito de goma acróbata magicotástico! ¡Y además escupe fuego! — anunció activando el mecanismo que por fin había logrado implementar en el pequeño juguete.

 

Se echó a reír, divertido de que por fin hubiera podido hacerlo funcionar sin chamuscarse la cara. Ese patito era perfecto, estaba seguro de que lograría impresionar a Charlie.

 

—¡Gracias! ¡No aplaudáis, por favor! ¡Vale, gracias! —

 

“¿Un pato que escupe fuego? ¿es lo mejor que se te ha ocurrido en todo este tiempo?” dijo su mente.

 

—¿A quién quiero engañar? ¡Es una mierda! —

 

Lanzó el pato con frustración. Este rebotó en una vieja foto familiar, una imagen que le recordaba los buenos tiempos que ya había dejado atrás. Una mueca de desánimo se formó en su cara. Sin previo aviso, notó una vibración en su bolsillo, seguida del tono de llamada de su teléfono ¿Quién podría ser ahora? Quizás Asmodeo, tal vez Beelzebú o quizás…

 

—¿Charlie llamando? Charlie… ¡Charlie llamando! — gritó, sin creer lo que veía en la pantalla.

 

Sostuvo el móvil con manos temblorosas.

 

—Uh…eh… ¿qué digo? ¿Hola, Charlie? ¿Qué tal? ¿Hola, Charchar? ¡No, no! ¡Suena fatal! —

 

Había esperado algo así tanto tiempo ¿cómo podía no saber que decir?

 

—No. Es la primera vez que te llama en años. Debe ser perfecto—

 

“¿Cómo era aquel saludo que Charlie usaba con sus compañeros del colegio?”

 

–¡Hola, perra! —

 

—Hola, papá— oyó decir a Charlie al otro lado del aparato.

 

Lucifer sintió un aleteo de emoción en el pecho.

 

—¡Hola! ¿Cómo estás? ¿qué… qué pasa? ¿Dónde vives ahora? —preguntó de forma nerviosa.

 

—Lo sabes perfectamente, papá. Ya te lo dije— respondió ella en tono cansado.

 

—Ah, ¿sí? Yo… bueno… verás, he tenido…—

 

Lucifer intentó hacer memoria, pero su cabeza en ese instante era un caos. La niebla, que solía persistir en su mente, cubría los recuerdos de días, semanas e incluso meses atrás. Cuanto más intentaba recordar algo en concreto, más rápido se iba. Había hablado con Charlie hace poco ¿verdad? ¿Sobre qué había sido?...

 

—Te lo dije cuando me llamaste hace cinco meses ¿O no me escuchaste? —preguntó Charlie.

 

La niebla se disipó levemente, dejando que su mente trabajara a toda velocidad. ¿Ya habían pasado cinco meses? Si, Lucifer lo recordaba, había mandado a Charlie a una reunión con Adán. ¿Qué había dicho ella antes? “He arreglado un viejo edificio y lo he convertido en un hotel para los pecadores” ¡Un hotel! ¡Era eso!

 

—Si, claro que sí. Pero se me había olvidado, he estado muy ocupado con…—su mirada fue de forma instintiva a una de las montañas de patitos que había por su taller “Mejor no mencionarlo” —Con cosas importantes…—

 

—Verás, dirijo un hotel para rehabilitar a los pecadores. Quizás has visto el anuncio—

 

“¿Anuncio? ¿Está hablando de la tele?”

 

—Me lo perdí, por desgracia. Últimamente veo muy poco la tele, te fríe el cerebro— añadió intentando justificarse, mientras hacía un sonido disparatado —Pero, ¡vaya! ¡un hotel! ¡Qué bien! —

 

—Escucha, papá, tengo que pedirte algo… complicado— dijo Charlie algo tensa. Lucifer tosió, sin entender el tono de voz de su hija.

 

—Si… por supuesto— respondió Lucifer sin dudarlo —Todo lo que esté en mi poder es tuyo con solo pedirlo—

 

Volvió a sentir aquel aleteo de emoción en el pecho. Por fin ser rey del infierno le iba a servir para algo.

 

—Necesito hablar con el cielo. Con quien sea que mande allí por encima de Adán ¡necesito llegar a lo más alto! — dijo Charlie entusiasmada.

 

Lucifer sintió como si el suelo a sus pies desapareciera y al mismo tiempo una descarga eléctrica atravesara su cuerpo.

 

—¡Oh, no! ¡No, no, no! ¡Charlie, no! ¡No! No, es imposible—

 

Su mente se inundó de imágenes del pasado: las miradas de decepción de su padre y sus hermanos, las lanzas angelicales, las amenazas de Adán…

 

—Mira, papá. No te pido mucho, nunca lo he hecho. Pero esto es importante para mí— dijo Charlie.

 

“Podría darte cualquier cosa que quisieras del infierno ¿Por qué me tienes que pedir precisamente esto?” pensó Lucifer en tono suplicante, pero sin atreverse a decirlo en voz alta. No sabía que responder.

 

—Es lo más importante que he hecho en mi vida y yo… te necesito. Necesito tu ayuda— le suplicó Charlie.

 

—No sé, Charlie…—

 

¿Cómo podría explicarlo? ¿Cómo podía hacerle entender lo que el cielo le había hecho? ¿Cómo mostrarle que su mayor deseo era mantenerla alejada de aquellos que alguna vez fueron su familia? Era doloroso, no soportaba la idea de pensar que le hicieran daño, que aplastasen a Charlie como hicieron con él o algo peor.

 

—Por favor… Solo… solo ven a ver lo que estamos haciendo y verás que es una idea genial. Fijo que el cielo acepta si puedo hablar con ellos— siguió hablando Charlie.

 

La mirada de Lucifer se desvió hacia los retratos familiares, esto no le daba buena espina.

 

Charlie quería que fuera a ver lo que estaban haciendo… que fuera a ese hotel… donde Charlie estaba viviendo… ¿Cómo?...

 

—Por favor, papá— volvió a insistir Charlie.

 

—¿Espera?... ¿Me estás invitando? —a Lucifer le invadió el entusiasmo— ¡Por supuesto! ¡Llegaré en una hora! — colgó el teléfono sin ni siquiera despedirse.

 

Apenas podía respirar de la emoción. Iba a ver a Charlie ¡a su pequeña Charlie! Podía pasar el día con ella, ambos podrían ponerse al día o hacer algo juntos ¡Cualquier cosa podía pasar!

 

—¡Mi hija quiere verme! —canturreó —¡A tomar por culo, depresión! —

 

 

 

 

Una hora después Lucifer llegó a la ubicación que Charlie le había enviado al teléfono. Llegó a un edificio… un tanto peculiar, pero ¿Qué importaba? ¡iba a ver a su pequeña!

 

Fue incapaz de contener su emoción cuando la puerta se abrió. Su pequeña estaba allí y, aunque ya no era tan pequeña como él la recordaba, pudo abrazarla como había deseado tantas veces.

 

Lucifer hizo gala de todo su entusiasmo. No podía desaprovechar esta oportunidad, todo debía salir bien. Aquel hotel no era gran cosa; no encontró nada bueno que decir, no quería ser grosero, era obvio que el edificio estaba viejo y Charlie había hecho todo lo que había podido.

 

En cuanto a los residentes… bueno… aquel tipo vestido de rojo no le daba buena espina. Parecía ser alguien poderoso, no tanto como Charlie, pero si algo más de lo normal, tampoco le agradaba la familiaridad con la que trataba a su hija ¿acaso sería su…? Aquel temor se disipó de inmediato cuando Charlie le presentó a ¿Cómo la había llamado? ¿Maggie? ¿Qué más daba? ¡Era la pareja de su hija! ¡a su pequeña le gustan las chicas igual que a él!

 

Abrazó a Maggie con entusiasmo, parecía una chica amable y le transmitía cierta familiaridad. El resto del grupo parecían pecadores comunes. Charlie les había presentado tan rápido que Lucifer apenas pudo retener algún nombre. Tampoco le dio mucha importancia, quería centrarse en su pequeña y en aquel lugar que parecía ser importante para ella…

 

Si, definitivamente, aquel lugar era un desastre. Ese tipo del traje rojo que decía ser el director podría ser muy poderoso, pero no había sido capaz de darle vida propia al sitio. No importaba, es más, esta situación le venía de perlas. Por fin podía ser útil para su hija…

 

Con soltura Lucifer hizo gala de su poder, un orgullo que no sentía desde hace tiempo le invadió. Con un gran despliegue de sus poderes le mostró a su hija grandes ideas que podía aportar a su proyecto y hasta dejó a aquel botones vestido de rojo a la altura del betún.

 

Habría hecho mucho más de no ser por la interrupción de aquella pecadora bajita, al parecer era amiga del botones. Lucifer empezaba a agobiarse, había demasiada gente en aquel lugar y él solo deseaba pasar el día con su hija. Fue un alivio cuando sugirieron una visita guiada por el edificio, podría estar a solas con Charlie… y bueno también Maggie, pero no le importaba: ella era agradable. Aunque, para su desgracia, tendría que aguantar aún más la presencia de aquel charlatán pelirrojo.

 

Charlie hablaba entusiasmada sobre lo que había estado haciendo los últimos meses: le mostró las habitaciones y las zonas comunes con una decoración de lo más peculiar, al parecer habían usado materiales de otros edificios abandonados para la restauración del hotel; le enseñó los menús que habían ideado para el comedor, habló sobre ejercicios y dinámicas de grupo que habían realizado y sobre muchos detalles más que Lucifer no pudo concretar porque había empezado a distraerse. Odiaba aquello, estaba haciendo su mayor esfuerzo por escuchar a su pequeña, sin embargo, su mente divagaba y se distraía cada vez con más facilidad… Al menos supo disimularlo. Charlie y Maggie parecían tan entusiasmadas hablando sobre aquel lugar que solo requerían de él una mirada, algunos asentimientos y una sonrisa… ¿qué era lo que estaba mencionando su hija? ¿una prueba de la redención?... ¡Ah, claro! Charlie había dicho que aquel lugar estaba hecho para ayudar a los pecadores… empezó a incomodarse. Debía hacer algo para quitarle esa idea de la cabeza.

 

Parece que el tipo pelirrojo se distrajo a mitad de camino mientras hablaban y lo dejaron atrás, un problema menos…

 

—Y hemos logrado encontrar los alijos de droga de Angel… bueno, casi todos…— concluyó Maggie mientras salían a una terraza.

 

—Con eso al margen, todo será mucho más fácil— añadió Charlie.

 

—Si, algo es algo— respondió Lucifer vagamente.

 

—Papá ¿Qué te parece? — preguntó Charlie nerviosa.

 

—¿El qué? —

 

—¡El hotel! —

 

—¡Ah, sí! ¡Está mucho más aseado! — sabía lo que Charlie estaba preguntando y no quería hablar de ello porque no deseaba contrariarla —Pero esta barandilla necesita un arreglillo, ya sabes… un empujó ¡y te caes por el borde! —

 

—¿Qué? ¡No! ¡El plan, papá! ¿Qué te parece usarlo para ayudar a los pecadores? —

 

Lucifer suspiró cansado. No tenía salida. Charlie le iba a hacer hablar de aquello.

 

—Mira, me encanta que quieras ver lo mejor de la gente, pero ¿ellos? Los pecadores son lo peor. Honestamente, no creo que hagan mucho por ganarse el cielo… Además ¿el cielo? No es tan despreocupado como crees. Si, tienen reglas ¡muchas reglas! Y son bastantes estrechos de miras…—

 

—Es nuestra gente, papá. Debo intentarlo—

 

Lucifer sintió una punzada de ira ¿había dicho que era su gente? “¡No! ¡tú no eres como ellos!” Definitivamente, debía quitarle esas ideas a su hija por su propia seguridad.

 

—¿Nuestra gente? Charlie ¡son la peste! ¡Se les regaló el libre albedrío y mira lo que hicieron con él! ¡Todo es horrible! —

 

No hubo vuelta atrás, las palabras ya habían salido de su boca. “Nunca debiste crecer entre esta gente. Te merecías algo mejor, te mereces estar con nuestra familia, en un lugar seguro y tranquilo como el cielo” no se atrevió a decir eso ultimo.

 

—No…no…no quiero que te arriesgues por gente como…—

 

BOOM

 

Un estruendo sacudió el hotel.

 

—Joder, ¿y ahora qué? — protestó Maggie.

 

Lucifer echó una mirada abajo: había una pandilla de pecadores en la entrada, tenían aspecto de matones… Lucifer no necesitó más para imaginar lo que sucedía.

 

—Como esa…— añadió señalando abajo.

 

Era duro. No le gustaba la idea de desilusionar a su hija de esa forma, pero era necesario, debía mantenerla a salvo.

 

Lucifer abrió un portal hacia la planta baja: allí estaban todos, incluida aquella pecadora que se había presentado por sorpresa. Al parecer ella era la culpable de aquel alboroto. Proyectiles de fuego empezaron a caer contra el edificio, rompiendo las ventanas y destrozándolo todo.

 

Lucifer casi se ríe. Aquella panda de idiotas le estaba dando la razón, seguro que ni siquiera se preocupaban por Charlie. Estaba claro que ella se había esforzado en que aquella reunión fuera un éxito, pero a ellos no les importa nada… Sintió algo de lástima por su hija porque él entendía mejor que nadie lo que era tener buenas intenciones y que lo demás lo destrozaran todo.

 

—¿Ves lo que te decía? Esto es precisamente a lo que me refería, Charlie— añadió Lucifer en medio del caos — Construyes algo bonito, quieres compartirlo con otros, invitas a gente, les ofreces de todo y ellos te lo pagan trayendo violencia y caos a tu puerta—

 

Lucifer estaba tan centrado en sermonear a su hija, que no se percató de como Husk cubrió a Angel debajo de una mesa o de como Sir Pentious apartó Niffty antes de que los escombros la aplastaran. No, lo único que le preocupaba en ese momento era hacer entrar en razón a Charlie, aunque le hiciera daño… aún si llegaba a odiarle… debía apartarla de la mirada del cielo.

 

—No importa lo bienintencionada que seas, siempre te decepcionan— concluyó.

 

Por si aquel caos no fuera suficiente, aquel botones pelirrojo desató su furia sobre los matones de la entrada. Tal y como Lucifer había imaginado, aquel tipo no era un pecador cualquiera. No tenía ni idea de cómo Charlie se había llegado a asociar con alguien como él, pero eso ya no importaba, seguro que su hija recapacitaba al ver aquella carnicería en la puerta.

 

—¿Lo ves? ¿Qué te decía? Charlie, los pecadores son psicópatas violentos empeñados en causar todo el dolor y sufrimiento posible. No tiene sentido, hija mía. No merecen el esfuerzo…—

 

—¡Papá, para! —gritó Charlie— Está defendiendo el hotel. Puede que sea más sádico de lo que esperaba, pero lo está haciendo por mí ¿Cómo puede él tener fe en mí, pero mi padre no? —

 

Esa pregunta le atravesó el pecho como si fuera un puñal. No, no se trataba de no tener fe. Él jamás menospreciaría los sueños de nadie y mucho menos los de su hija. No, él no era así… él no era… él no era como…

 

Solo quería ayudarla, no podía dejar que le hicieran daño, pero ¿cómo hacérselo entender? El alboroto de la entrada se calmó sumiendo aquel lugar en un silencio aterrador.

 

—Papá… por favor… ayúdame— oyó decir a Charlie.

 

¿Por qué? ¿Por qué era así de insistente?

 

—No… puedo— respondió, sintiéndose acorralado.

 

—¿Por qué no? — preguntó ella con la voz quebrada.

 

—¡Charlie, tú no lo entiendes! —gritó cansado y frustrado —¡El cielo nunca escucha! No me hicieron caso a mí y tampoco te lo harán a ti—

 

—¡Eso no lo sabes! — le respondió.

 

Lucifer lo veía todo negro y no sabía qué hacer “¡La matarán, la matarán! ¡Todo porque tú no eres capaz de protegerla!” gritaba aquella voz en su cabeza. Solo le quedaba una opción: ser sincero y hablar con el corazón. Charlie era una chica lista, seguro que entendería el peligro que les acechaba. Así que Lucifer habló como no lo había hecho en años. Habló de sus sueños, de cómo había luchado por ellos y fracasado, de cómo se quedó solo frente a quienes que fueron su familia, de cómo lo había perdido todo y no podía soportar la idea de que eso volviera a ocurrir. No quería arriesgarse, no podía permitir que le hicieran lo mismo a ella.

 

—Tú eres lo único por lo que vale la pena luchar. No hay nada igual, no hay nada igual. Yo voy a protegerte, pues no hay nada igual—

 

—Papá no necesito que me protejas de esto—

 

—Hija, no quiero que te aplasten como hicieron… conmigo—

 

—Papá…—

 

Lo que no esperaba es que Charlie tuviera una respuesta a eso. Pues ella también empezó a hablar con el corazón, hablando de su infancia: de cómo, a pesar no haber conocido mucho a su padre, recordaba las historias que él le había contado y como le hicieron soñar con un futuro prometedor.

 

—Y al final, tu recuerdo me enseñó, que hay sueños que debemos perseguir—

 

Lucifer sintió un nudo en su garganta ¿de veras él la había inspirado de esa forma? La voz de Charlie empezada a silenciar a aquella voz de su cabeza que le despreciaba y que constantemente decía que todo iba a salir mal.

 

—No hay nada igual, no hay nada igual. Yo lucho por mi gente, pues no hay nada igual—

 

Ella seguía llamándolos “mi gente”, y Lucifer se dio cuenta de lo equivocado que había estado. Ciertamente, Charlie merecía haber crecido en otro lugar; ella no era como los pecadores… pero tampoco era cómo los ángeles. Alguien capaz de encontrar esperanza y compasión en un lugar como aquel era mucho mejor que cualquier habitante del cielo.

 

Los ojos de Lucifer se empañaron.

 

—Siempre te he querido conocer—

 

Dejó de oír aquella voz autodestructiva.

 

—Yo he querido siempre lo mismo—

 

¿Lo decía en serio? Si, sabía que ella no le mentiría.

 

—De tal padre, tal hija. Parece que la manzana no ha caído muy lejos del árbol—

 

—Has tardado en darte cuenta—

 

—Echaba de menos esa sonrisa—

 

Se acercó a su hija, sintiendo una paz y tranquilidad que creía haber olvidado.

 

—Podemos empezar de cero…—

 

—…Y no separarnos de nuevo—

 

Las alas de Lucifer se desplegaron y echó a volar por primera vez en siglos, llevando a Charlie en sus brazos atravesaron un portal que los condujo a lugares oníricos, un remanso de paz lleno de luz.

 

—Pues al final para mi eres esencial…—

 

—…y tus sueños deseo apoyar—

 

—¿Y que más podría pedir? —

 

—No hay nada igual—

 

—No hay nada igual—

 

—No hay nada igual—

 

—¡Que suerte ser tu padre, pues no hay nada igual! —

 

Cuando sus pies tocaron el suelo de nuevo Lucifer se sintió tranquilo, una extraña felicidad y paz inundaban su ser. Para bien o para mal, ya no había vuelta atrás. Y, aunque no creía en el propósito de su hija, estaba decidido. Ella estaba dispuesta a todo y no iba a ser él quien se interpusiera entre sus sueños. Él era mejor que eso… él no era su padre.

 

—Vale, te concertaré una reunión, pero una vez en el cielo… yo no… podré estar a tu lado ¿te las apañarás? —

 

—Sin problema— respondió ella con seguridad.

 

La calidez de su expresión rodeó a Lucifer ¿cómo hacía su hija para hacerle sentir que todo iba a estar bien?

 

—Esa es mi chica…— murmuró Lucifer. Suspiró levemente, era hora de marcharse y, aunque esta vez no se sentía tan separado, no podía negar que seguía preocupándose por ella.

 

—Papá, ven a visitarme siempre que quieras— murmuró Charlie de forma que solo su padre pudo oírla.

 

Los ojos de Lucifer se empañaron.

 

—Suerte, pequeña— se despidió antes de desaparecer en un portal dorado.

Notes:

Por si las dudas: lo de Maggie no es error mío, sino de Lucifer...

Chapter 6: Llamada infernal

Summary:

Simplemente Lucifer cumpliendo la promesa que le hizo a su hija.

Notes:

¡¡Que ganas tengo de escribir los siguientes capítulos!! Esta vez la actualización ha llegado rápido, pero porque esto ha sido un capítulo muchísimo más corto. Espero no tardar mucho con los siguientes.

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Chapter Text

El portal llevó a Lucifer de nuevo a su palacio. Por primera vez en mucho tiempo, sentía una paz profunda en su corazón y el mundo no se le antojaba un lugar tan oscuro. ¿Cómo podía tener una hija tan maravillosa? Pequeñas lágrimas acudieron a sus ojos al recordar lo que ella había dicho “ven a visitarme siempre que quieras” ¿Cómo podía seguir queriéndolo después de todos sus errores? ¿Cómo podía perdonarle los años de apatía y distanciamiento?

 

Negó con la cabeza para sí mismo. No, no debía pensar de esa forma. No debía volver a dudar, al menos no iba a dudar de los sentimientos de su hija. No ahora, no después de como ella había se había expresado ante él. Se sentía afortunado de tenerla, de poder empezar de nuevo…

 

Se secó las lágrimas de la emoción y suspiró. Se había comprometido a conseguir una reunión con el cielo, así que debía ponerse manos a la obra. Seguía pensando que era una mala idea, pero Charlie ya era mayor, ella había elegido sus batallas, sus sueños y él no era nadie para impedírselo.

 

Se encaminó hacia la sala donde se hallaba el círculo sagrado. Aunque ese portal había sido colocado allí para establecer una línea de comunicación, irónicamente, esta línea solo funcionaba en una única dirección: el portal nunca reaccionaba ante los poderes de Lucifer. Sin embargo, él tenía sus trucos; después de todo, el paso de los siglos no cambiaba la comunicación entre los habitantes del cielo, y él seguía siendo un ángel… caído, pero un ángel, al fin y al cabo.

 

Una vez en la sala, dibujó un nuevo círculo con tiza en el suelo. Era similar al portal sagrado que usaba el cielo, con la diferencia de que era mucho más pequeño y algunos símbolos dibujados en su interior eran diferentes.

 

Una vez verificó que todo estaba correcto, Lucifer hizo emerger de su mano una llama, la cual lanzó al interior del círculo. Desplegó sus alas, arrancando de un suave tirón una de sus plumas para, seguidamente, lanzarla dentro del fuego, esta fue devorada por las llamas al instante. Ahora solo quedaba esperar…

 

Pasaron los minutos, no respondían. Lucifer se echó a reír, imaginando lo nerviosos que estarían los ángeles que estuvieran oyendo una llamada del infierno. Los minutos empezaron a hacerse eternos y no obtenía respuesta, pero no le importó, siguió insistiendo quemando otro par de plumas…

 

De pronto, entre las llamas, se materializó el rostro de un ángel joven, de piel blanca, ojos verdes y cabello azulado.

 

—Ho…Hola, quiero decir… saludos ¿se…señor Morningstar? — tartamudeó el ángel nervioso.

 

Lucifer casi se echa a reír de nuevo, aquel pobre ángel parecía ser un novato y, por su expresión, podía adivinar que no estaba seguro de si había cometido un error al responder esa llamada.

 

—Buenas tardes, muchacho ¿con quién tengo el gusto de hablar? — dijo Lucifer.

 

El chico se puso más nervioso aún ante el tono educado de Lucifer.

 

—So… soy Damiel, señor. ¿A… a qué se de… debe esta llamada? — preguntó el ángel.

 

—Si, verás Damiel. Llamo porque necesito hablar con Sera, te agradecería que fueras a buscarla—

 

Damiel enmudeció, sin creer lo que Lucifer le estaba pidiendo.

 

—Lo siento, señor… pero no hay reuniones concertadas con usted—

 

—Por eso mismo estoy llamando—

 

—¡Oh! De ser así, yo mismo le puedo dar una fecha para reunirse con un representante en el punto de reunión. Seguro que el líder de las huestes angelicales le recibirá con gusto…—

 

—No, de eso nada— interrumpió Lucifer —Nada de ir al punto de reunión. Quiero hablar con Sera, aquí y ahora—

 

La inquietud invadió al joven ángel.

 

—Señor, esto es irregular. Como entenderá, la gran Serafín está ocupada con labores importantes. No puedo cumplir su petición, pero si puedo darle fecha para…—

 

—Muchacho— volvió a interrumpir Lucifer —Si no traes a Sera aquí ahora mismo te aseguro que no te va a gustar lo que pasará—

 

Damiel palideció aún más y miró a ambos lados, nervioso.

 

—Veré que puedo hacer— murmuró esfumándose con rapidez.

 

Lucifer se quedó mirando las llamas con expresión divertida. Los ángeles novatos solían ser tan fáciles de intimidar, al menos había cosas que ni el paso del tiempo cambiaba. Se sentó frente al fuego y esperó varios minutos más, preguntándose qué demonios estaría haciendo para tardar tanto.

 

Sera apareció finalmente antes de que Lucifer perdiera la paciencia. Su expresión era una mezcla de amabilidad condescendiente e incomodidad.

 

—Puedes retirarte, Damiel— ordenó al ángel —Lucifer ¡qué sorpresa volver a verte! —

 

—¡Un placer, Sera! Siento llamar de improvisto, prometo que no te quitaré mucho tiempo— respondió Lucifer imitando la condescendencia que solía usar la serafín.

 

—Oh, no te preocupes por ello. Dime ¿de qué querías hablar? — preguntó Sera forzando una sonrisa.

 

—Oh, es algo simple. Deseo convocar una reunión— respondió Lucifer sin rodeos.

 

—Eso es sencillo. Mi asistente puede darte fecha para…—

 

—No, Sera. Lo siento. No lo estas entendiendo. No deseo convocar una reunión ordinaria en un sitio neutral. Quiero una audiencia en el cielo, sin huestes angelicales: solo tú y los demás altos mandos—

 

La sonrisa de Sera se esfumó al instante. Con el nerviosismo presente en sus ojos, abrió y cerró la boca varias veces sin saber que decir.

 

—Esto… ah… eh… Lucifer, lo que me pides es altamente irregular. Tu padr… quiero decir… tus herma…— Sera parecía incapaz de formular una frase completa y Lucifer se alegró, por una vez, de ser él quien incomodaba al serafín —No puedes volver aquí —terminó diciendo de forma tajante— Tu familia no está, pero no creo que consideren adecuado que en su ausencia se te permita…—

 

—¡Oh, por todos los demonios del infierno! Sera tranquilízate, no estoy convocando una audiencia para mí. Créeme, no deseo ver a mis hermanos y menos aún a mi padre—

 

Esas palabras parecieron molestarla, pero, a pesar de ello, no dijo nada.

 

—La reunión es para mi hija. Es ella quien desea hablar con vosotros— aclaró Lucifer.

 

Sera frunció el ceño.

 

—¿Tu hija? ¿Qué es lo que desea? A lo mejor podemos hablarlo con tranquilidad en el punto de reunión— dijo Sera intentando ser conciliadora.

 

Esta vez fue el turno de Lucifer para mostrarse desconfiado: a Sera parecía incomodarle más de lo normal la idea de reunirse en el cielo con un habitante del infierno.

 

—Simplemente desea hablar de algo que tiene entre manos. No soy quién para concretar los detalles, pero sabes que no tengo intenciones hostiles hacia el cielo y, por supuesto, mi hija tampoco— dijo Lucifer en tono conciliador.

 

—Si, claro. Confío en vuestra buena fe, pero… que un habitante del infierno se pasee por el cielo es inusual. Puede alterar a las almas que protegemos. Entiéndelo, es por el bien general. El punto de reunión es zona neutral y siempre hemos tratado allí los asuntos importantes, será mucho más tranquilo…— Sera dejó la frase a medias pues, al ver la expresión de Lucifer, comenzó a inquietarse de nuevo.

 

Lucifer imaginaba que pasaría algo así, que no cederían tan fácilmente. En el cielo siempre hacían lo que querían y, a pesar de su fachada diplomática, solían mirar a Lucifer por encima del hombro. Él nunca le había dado importancia, hacía tiempo que no le importaba la gestión de su reino o lo que el cielo pensara de él. Sin embargo, esta vez era diferente. Charlie necesitaba hablar con los altos mandos, de nada servía solicitar una reunión en la zona neutral cuando sabía que lo normal era que no acudiesen, sino que mandasen a alguien en representación… seguramente a Adán.

 

Lucifer se inclinó de forma intimidante, dispuesto a presionar por conseguir aquella reunión para su hija hasta la última consecuencia. Dejó que el silencio se prolongase otros instantes con una tensión palpable en el ambiente.

 

—Aquel día pude haberlo matado ¿entiendes eso, Sera? — dijo finalmente Lucifer.

 

Sera abrió los ojos con pavor al oír el tono de Lucifer.

 

–Hablo de Adán. Recuerdas lo que dijo ¿verdad? ¿Recuerdas cómo me habló? ¿Qué hubieran pensado allí arriba si uno de los favoritos de mi padre hubiera muerto? —siguió Lucifer.

 

—¿Me estás amenazando Lucifer? —preguntó Sera, endureciendo su voz.

 

—Oh, no, para nada— dijo Lucifer de nuevo en tono casual —Solo estoy exponiendo los hechos. Lo cierto es que, desde que caí aquí, lo que menos he deseado es tener problemas con vosotros. He accedido siempre a ir a las reuniones, daba igual cuándo y dónde las convocaseis, siempre he acudido y os he escuchado. No maté a Adán en aquella ocasión, a pesar de que amenazó a mi hija. Os di luz verde para los exterminios, accedí a un acuerdo para no intervenir. Habéis cambiado los plazos de exterminios sin consultármelo y no os he dicho nada. Siendo sinceros, creo que no estaríamos en esta situación si Adán se hubiera comportado en la última reunión y hubiera escuchado a Charlie. Creo que he sido bastante complaciente ¿no te parece, Sera? —

 

—Bueno, lo sucedido con…—

 

—Lo que quiero decir— le interrumpió Lucifer —Es que vais a organizar una reunión con mi hija en el cielo, vais a ser amables, le enseñareis aquel lugar y vais a escuchar lo que tiene que decir. De lo contrario, tú y yo vamos a tener un problema— concluyó Lucifer, mostrando una seguridad que creía olvidada.

 

Sera se quedó estupefacta, sus ojos reflejaban nerviosismo y necesitó unos segundos antes de responder.

 

—Cla… claro, Lucifer. Te entiendo. Me disculpo, no había reparado en todos los percances que esto te ha generado. Lo último que deseo es ofenderte—

 

La serafín intentó esbozar una sonrisa sin mucho éxito.

 

—Por supuesto, estaré encantada de recibir a tu hija, pero… tal y como te he dicho antes, no podrás acompañarla— añadió Sera, en un tono de voz que mezclaba disculpa y súplica.

 

—Lo sé, no importa. Seguramente vaya acompañada de alguien, pero no será de mí. Espero que todos, sobre todo Adán, se comporte como debe…— respondió Lucifer.

 

—De verás, siento las molestias que te hemos podido causar —repitió de nuevo Sera —Tienes mi palabra de que tu hija será bien recibida y atendida como se merece— dijo Sera con un tono apaciguador.

 

—No espero menos— respondió Lucifer.

 

Sera sonrió levemente, aunque aún había un atisbo de incomodidad en su cara.

 

—Dentro de veinticuatro horas ¿te parece bien? Necesito algo de tiempo para los preparativos—

 

—Perfecto— respondió Lucifer —Charlie vive en la colina, al norte del pentagrama. Es un edificio solitario ¿podéis abrir un portal allí? —

 

—Si, no habrá problema— contestó Sera. Se hizo el silencio durante unos segundos —Creo que lo ideal es que pase un día entero aquí. Los altos mandos tardan un poco en reunirse… ya sabes, están muy ocupados… pero, al menos, durante ese tiempo ella podrá conocer el cielo. Tengo a alguien ideal para guiarla. Te aseguro que estará en buenas manos—

 

—Me parece bien— respondió Lucifer en tono seco.

 

La idea de que Charlie pasara un día entero en el cielo no le gustaba, pero ya conocía lo protocolarios que eran los altos mandos y también lo difícil que era reunirlos a todos. Al menos parecía que Sera no estaba intentando engañarle: iban a recibir a Charlie tal y como él estaba pidiendo.

 

—Bien, esto era todo lo que quería hablar. A no ser que tengas algo más que decir— añadió Lucifer, dando por concluida la conversación.

 

—No, creo que todo ha quedado claro. Entonces, veré a tu hija en veinticuatro horas. Ya hablaremos, Lucifer— se despidió.

 

Las llamas se disiparon, la luz y el rostro de Sera desaparecieron, sumiendo a Lucifer en el silencio de la habitación. Suspiró, relajándose por fin: lo había conseguido. Se quedó unos segundos sin mirar a nada en concreto. Su cabeza no dejaba de darle vueltas a la idea de que Charlie iba a tener una reunión en el cielo con los altos mandos… y no podía evitar sentirse inquieto.

 

Quiso confiar en las palabras de Sera: en que recibirían a Charlie como es debido, en que ella controlaría que Adán se comportara… pero una parte de él siempre pensaba en lo peor.

 

—Solo será un día— dijo en voz baja para sí mismo —Estará un día con ellos y luego volverá. No le harán nada, no le pasará nada. Adán no hará nada. Seguramente Sera lo mantenga bajo control…—

 

Quería confiar en Sera, mejor dicho, necesitaba confiar en ella. Suspiró de nuevo, asumiendo que ya no había vuelta atrás, todo estaba en marcha y ahora era el turno de su hija. Hizo una mueca de desagrado: el tiempo se le iba a hacer eterno hasta que Charlie volviera de la reunión…iban a ser dos días muy largos “Ojalá tenga suerte. Ojalá logre que alguien le escuche”

 

Se puso en pie y salió de la habitación mientras sacaba su teléfono móvil y buscaba el número de su hija. A pesar de sus miedos y sus pensamientos oscuros no pudo evitar que una sonrisa aflorara en sus labios, había podido ayudarla después de tanto tiempo. Había conseguido aquella dichosa reunión: Charlie se iba a poner tan contenta…

Notes:

Cada vez amo más escribir a Lucifer.

 

*Añado un poco de headcanon sobre el cielo: Aunque todos los nativos del cielo son creaciones de Dios o, mejor dicho, sus hijos. Lucifer solo llama hermanos a los primeros arcángeles que nacieron junto a él (con esto me refiero a que nacieron en periodos de tiempo cercanos. Lucifer es el más joven de sus hermanos). Sera también hace lo mismo con Emily. Dios, actualmente, no está en el cielo; se retiró por motivos desconocidos. Los hermanos de Lucifer también, aunque de vez en cuando se dejan ver por el cielo. Lucifer no ha hablado con ninguno de ellos desde su caída, algunos hasta desconocen la existencia de Charlie*

 

Me gusta mucho la idea de la familia que puede tener Lucifer, ojalá la serie se arriesgue un poco en el futuro y nos muestre algo sobre Dios y el cielo.

Chapter 7: Raices del pasado

Summary:

Tal y como pensó Lucifer; el tiempo de espera hasta que Charlie volviera de la reunión iba a ser muy largo

Notes:

Este capítulo estaba planeado de otra forma, pero al final ha resultado así.

¡¡Espero que te guste!!

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Chapter Text

Parecía cualquier día monótono y corriente en el palacio de Lucifer, pensándolo bien, habría sido como un día cualquiera de no ser por la llamada de Charlie que había desencadenado que su padre solicitara por ella una reunión en el cielo. Lucifer se hallaba en su taller trabajando en sus patitos, intentando pensar lo menos posible en lo que estaba pasando.

 

Las primeras veinticuatro horas fueron fáciles: informó a Charlie del momento en el que el portal aparecería para llevarla al cielo, le pidió que le avisara cuando volviera y le deseó suerte una vez más. Decidió no volver al hotel aquel día, aunque deseaba estar con su hija, sabía que ella estaba casi tan nerviosa como él y, ahora que habían dado este paso, no quería que su inquietud la desanimara.

 

Intentó dormir, pero fue en vano; se obligó a comer, aunque no tenía apetito e intentó hacer cualquier cosa en el palacio que distrajera su mente.

 

Lo peor fue cuando pasó el primer día, cuando fue plenamente consciente de que su hija no estaba en su reino, sino en el cielo… No pudo evitar la desazón que se apoderó de él. Su mente se inundó de pensamientos intrusivos sobre Charlie encerrada en el cielo, donde él no podía alcanzarla ni protegerla ¿y si decidían que las ideas de Charlie eran demasiado peligrosas? ¿Y si se topaba con sus hermanos? ¿O su padre? Se dio cuenta del miedo que le producía esa idea ¿Y si la retenían para usarla en su contra y asegurarse tener control sobre él? ¿y si le hacían daño?

 

A cada pensamiento intrusivo que surgía, se obligaba a sí mismo a detenerse y a concentrarse en su respiración antes de que todo derivara en un ataque pánico. Una parte de él sabía que todas esas ideas negativas solo estaban en su cabeza, pero estas habían estado tanto tiempo arraigadas en su mente que era difícil ignorarlas. Y, siendo justos, el cielo nunca le había dado motivos para confiar en ellos.

 

Intentó usar la lógica para aclarar su mente: Charlie no tenía ideas tan diferentes a las que él había tenido. Los altos mandos podrían catalogarla de alborotadora, pero no le harían ningún daño por ello. Había oído años atrás que su padre y sus hermanos se habían retirado del cielo de forma temporal, y Sera le había confirmado esto en su última conversación. De modo que era imposible que se encontraran con Charlie, esa idea le alivió profundamente. La única posibilidad viable, si es que el cielo quería hacerle daño, era que apresaran a Charlie y la usaran en su contra. Sin embargo, quería confiar en Sera, quien le había dado su palabra de que estaría a salvo. Sabía muy bien que los ángeles no mentían con facilidad… bueno, no todos.

 

“Si se atreven a retenerla allí, tiraré las puertas de San Pedro, aunque sea a patadas”

 

Miró la hora varias veces al día de forma automática, consciente de que eso no haría que el tiempo pasara más deprisa. Finalmente, entró en su taller y se dispuso a trabajar en sus patitos. Se los enseñaría a Charlie cuando las cosas se calmasen, seguro que alguno le gustaría… Aunque era un hobbie que le solía ayudar, esta vez no estaba dando buenos resultados. Suspiró, mientras descartaba el octavo juguete que había estropeado en menos de veinte minutos. Estaba agotado, pero había sido incapaz de pegar ojo. Simplemente nada le funcionaba y, aunque siguió intentando concentrarse en su afición, se resignó a que ese día no sería tranquilo…

 

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—¿Qué estás haciendo ahora? —

 

Lucifer se sobresaltó al oír una voz. Rápidamente se giró escondiendo a sus espaldas el pato en el que había estado trabajando durante días.

 

—¡Cielos! ¡Gabriel! ¡me has asustado! — protestó Lucifer con una mano en el pecho.

 

No tenía ni idea de cómo su hermano había entrado en su habitación sin que se diera cuenta, este le observaba con expresión burlona, pero amigable al mismo tiempo.

 

—¿Planeas alguna nueva travesura, hermanito? — preguntó Gabriel, clavando sus ojos verdes en él.

 

—¿Qué voy a planear? Solo iba a…—

 

—¡Te tengo! — gritó otra voz a sus espaldas.

 

Antes de que Lucifer pudiera reaccionar una mano le arrebató el patito que escondía. Se giró para ver a Rafael, quien estaba sobre su mesa de trabajo y sostenía el juguete con diversión.

 

—¿Otra vez has vuelto a fabricar uno de estos? ¿Cuántos tienes ya? ¿Cientos? ¿miles? — preguntó Rafael.

 

Lucifer intentó arrebatarle el juguete, pero Rafael estiró el brazo todo lo que pudo. Detestaba que hicieran eso, siempre aprovechaban su baja estatura para dejar las cosas fuera de su alcance.

 

—¡Devuélvemelo! — gritó empezando a frustrarse.

 

—Deberías dejar de perder el tiempo en estas tonterías— dijo Gabriel en tono de reproche —He oído que has vuelto a meterte en un lío, hermanito ¿Qué le hiciste al hombre? — inquirió.

 

—¿Qué? No le hice nada— respondió Lucifer, aun intentando recuperar el patito de las manos de Rafael.

 

—Ah, ¿no? Me han dicho que Miguel se puso hecho una fiera—

 

—¡Miguel siempre está enfadado! — respondió Lucifer aun forcejeando con Rafael.

 

—¿Qué te dijo padre? ¿Te ha echado un buen sermón? — preguntó Rafael riendo de forma burlona.

 

—Eso no es asunto vuestro. Devuélvemelo, Rafael, lo vas a romper— protestó Lucifer.

 

—¿Así que no es asunto nuestro eh? —preguntó Rafael con un tono de voz que no auguraba nada bueno —Esta bien, si lo quieres ¡ve a por él! —

 

Le lanzó el pato a Gabriel, quien salió corriendo por la puerta de la habitación riendo a carcajadas. Rafael empujó a Lucifer, sin llegar a tirarlo y echó a correr detrás de Gabriel.

 

—¡Demasiado lento, Luci! — gritó antes de salir del cuarto.

 

—¡Devolvédmelo! — gritó Lucifer.

 

Corrió tras ellos por los pasillos del palacio celestial, pudo ver como se lanzaban el patito entre ellos mientras se burlaban. La carrera terminó en el salón, donde Raguel estaba sentado en un sillón leyendo.

 

—¿Qué estáis haciendo? — preguntó con tranquilidad al ver como Lucifer se abalanzaba sobre ellos.

 

—Luci ha vuelto a fabricar otro pato de estos— dijo Gabriel manteniendo el juguete lejos del alcance de su hermano menor.

 

—Seguro que vuelve a descuidar sus deberes si se distrae con esas tonterías— añadió Rafael, mientras sujetaba a Lucifer.

 

—¿Otra vez? ¿No tienes suficientes ya? — preguntó Raguel, en tono aburrido, mientras volvía a su libro. No solía importarle lo que hiciera su hermano mientras no se metiera en problemas.

 

Pasaron unos minutos en los que Rafael y Gabriel iban esquivando a su hermano pequeño por todo el salón, mientras se burlaban de sus torpes intentos por recuperar el juguete.

 

—Deberías buscarte aficiones más normales, hermanito— dijo Gabriel en tono burlón.

 

—¡Basta ya, chicos! ¡lo vais a romper! —

 

Casi como si Lucifer lo hubiera predicho: Gabriel le lanzó el pato a Rafael, quien falló al intentar recibirlo. El pequeño juguete rebotó en las manos de Rafael y fue directo al suelo, produciendo un pequeño chasquido que puso nervioso a Lucifer.

 

—¡No! —

 

Lucifer se arrodilló justo donde había caído el patito. El pico, que no estaba hecho de goma, se había roto dejando caer varias piezas diminutas que tenía en su interior. Lucifer hizo una mueca de desilusión, le había costado mucho colocar las piezas y ni siquiera había podido probar el funcionamiento del artefacto.

 

—¿Se… se ha roto? —preguntó Rafael con una expresión de culpabilidad —Creí que era todo de goma…— añadió a modo de excusa.

 

Raguel lanzó una mirada de desaprobación a sus dos hermanos. Lucifer no dijo nada, simplemente miró el juguete roto con desánimo.

 

—Vamos, Luci. No te pongas así— dijo Gabriel en tono amigable —No era nuestra intención… Además, ya tienes muchos, así que…—

 

—¿Qué estáis haciendo? —

 

Una voz firme les sorprendió. Miguel, el hermano mayor acababa de aparecer por la entrada. Tal y como decía Lucifer, parecía estar siempre enfadado. No pudo evitar desviar la mirada ante los ojos penetrantes de su hermano, eso por no hablar de la altura que le sacaba a Lucifer, en ocasiones su presencia le imponía tanto como la de su padre… al menos su padre solía sonreír más veces.

 

—Se os oye gritar por todo el palacio ¿se puede saber que hacéis? — preguntó.

 

—No pasa nada hermano. Solo estábamos tomándole el pelo a Luci— contestó Rafael.

 

Los ojos de Miguel fueron directos a las manos de su hermano menor, las cuales sostenía el patito de goma. Lucifer contuvo el impulso de esconder el juguete, consciente de que su hermano ya lo había visto.

 

—¿Otra vez estas jugando con esa basura? —preguntó, sus palabras afiladas como una cuchilla —Siempre acabas descuidando tus deberes por esas aficiones raras—

 

Lucifer no dijo nada. Se mantuvo con la mirada apartada, esperando a que pasara la tormenta.

 

—Vale, Miguel. Es suficiente— intervino Gabriel en tono conciliador —Hemos sido nosotros los que estábamos gritando. Para colmo, le hemos roto el juguetito por accidente— añadió con un deje de culpabilidad en su voz.

 

Miguel le arrebató el pato de goma de las manos, fulminando a Lucifer con la mirada.

 

—Haz el favor de mirarme cuando te hablo, Lucifer— exigió Miguel.

 

Con un gran esfuerzo Lucifer alzó la mirada hacia su hermano mayor. Pudo ver las expresiones de Gabriel y Rafael, quienes parecían sentirse culpables por haberle metido en un lío. También pudo ver de reojo como Raguel cerraba su libro, pendiente de la conversación.

 

—Te digo estas cosas por tu propio bien. No puedes estar siempre haciendo lo que te da la gana o perdiendo el tiempo en estas tonterías— blandió el juguete de goma con tal fuerza que Lucifer pensó que iba a tirarlo —Padre es muy permisivo contigo, pero yo no. Lo que le hiciste el otro día al hombre es inaceptable—

 

—No le hice nada— protesta Lucifer con un hilo de voz.

 

—Interferiste es su día a día. Agarraste del brazo a Adán. Tú mismo sabes los frágiles que son los humanos ¡podías haberle hecho daño! —

 

—¡Pero no se lo hice! No sé porque sacas este tema ahora, ya hablé con nuestro padre y todo está bien— dijo Lucifer dando por zanjada la conversación.

 

Alargo la mano para recuperar el patito de goma, pero Miguel alzó el brazo dejándolo fuera de su alcance. Una sonrisa de suficiencia apareció en el rostro de Miguel, augurando que aún no había terminado con su regañina.

 

—Si te dedicaras más a entrenar y no perdieras el tiempo con estas tonterías serías lo bastante rápido y ágil para recuperar tus cosas. Más te vale ser responsable, Lucifer. O tendré que estar vigilándote hasta que sepas comportarte—

 

Miguel le devolvió el juguete de goma con un movimiento brusco. Lucifer se sentía incapaz de alzar la mirada. Se encaminó hacía su habitación, examinando el patito para ver de qué forma podía arreglarlo.

 

—¡Lucifer, espera! —

 

Gabriel le alcanzó en mitad del pasillo.

 

—¡Ey, vamos! Estábamos de broma, no te enfades— le dijo su hermano en tono de disculpa.

 

—No estoy enfadado…— murmuró Lucifer, aunque una parte de él sentía que estaba mintiendo.

 

—No le hagas caso a Miguel. Tú mismo lo has dicho: siempre está enfadado— le dijo su hermano en tono bromista

 

—Si, ya lo sé— intentó esbozar una sonrisa, pero no estaba muy seguro del resultado.

 

—Déjamelo, voy a arreglarlo— dijo su hermano extendiendo la mano.

 

—No. Gabriel, no es necesario…—

 

—No pasa nada. No me importa hacerlo. Mi magia lo repara todo y, tranquilo, no se lo diré a Miguel— respondió Gabriel guiñando un ojo.

 

—No. No se trata de eso, hermano. Es que cuando son reparados con magia no quedan bien del todo— argumentó Lucifer.

 

Gabriel frunció el ceño.

 

—¿En serio? Vaya, no lo sabía — hizo una mueca —En fin, tú eres el que sabe de estas cosas...—

 

Se hizo el silencio entre ambos durante unos segundos.

 

—Oye, lo siento. Solo estábamos bromeando. No esperaba que Miguel te echara la bronca…—

 

—Ya… no pasa nada— respondió Lucifer de forma complaciente.

 

—Mira, si alguna vez te puedo ayudar en algo. Quizás a practicar con tus poderes. Solo dímelo. Y no le des muchas vueltas a las exigencias de Miguel, él es un combatiente, siempre está alerta. Pero tus deberes son otros, no te preocupes si tus poderes no se desarrollan tan rápido—

 

—Lo sé. Gracias por tus ánimos, hermano—

 

Se despidió de Gabriel en el pasillo. Una vez más, aquella extraña apatía volvió a hundirse en su pecho. Desconocía las razones por las que a veces se sentía de esa manera y era incapaz de compartir esa preocupación con alguien más. Esto era de locos, se supone que él debía hacer felices a los habitantes del cielo ¿Cómo podía sentirse así? ¿Acaso estaba defectuoso? No llegaba a entenderlo.

 

Una vez en su habitación examinó el patito de goma, había insertado un mecanismo diminuto dentro de la cabeza del pato para que, al apretarlo, escupiera un ramo de flores en miniatura. Seguramente la magia de Gabriel, incluso la del propio Lucifer que no estaba demasiado pulida, podría reparar el juguete, pero a ojos de Lucifer no quedaría igual. No es que despreciase sus poderes o los de sus hermanos, es solo que sentía que las cosas hechas a mano tenían una esencia única a comparación de las que ellos podían materializar o reparar. Quizás solo fueran manías suyas ¿Quién sabe?

 

Extrajo lentamente todas las piezas diminutas del pico, tenía que comprobar si alguna podía reutilizarse. Suspiró algo desanimado. Sus hermanos tenían razón: tenía muchos patos, sin embargo, aquel era diferente. Iba a ser un regalo para Lilith…

 

Había pasado casi tres meses desde que Lilith le había sorprendido tocando el violín en el jardín del Edén. Desde entonces habían empezado a reunirse en secreto. Lilith había vuelto a practicar con el violín y Lucifer le había mostrado distintos instrumentos que había estado fabricando. Fue todo un descubrimiento darse cuenta de que ella no le juzgaba, al contrario, aportaba más ideas a sus creaciones. Juntos recolectaron materiales y diseñaron más instrumentos. Lilith era amable, ingeniosa, creativa y divertida. Encontraron sonidos nuevos para componer, reían y se divertían durante horas en aquel rincón del Edén. Durante su último encuentro habían visto patos por el río, los cuales fueron atraídos rápidamente por los trozos de fruta que ella les había lanzado para comer. El corazón de Lucifer se enterneció ante aquella visión. Resultó que también le gustaban aquellos pájaros tanto con a él, así que pensó en fabricar uno para ella.

 

Lucifer nunca imaginó que pudiera llegar a entablar amistad con la humana. Aquellas horas que pasaba con ella a la semana le hacían muy feliz, aunque no podía evitar sentirse egoísta por ello. Había mantenido en secreto sus escapadas al Edén: sabía que sus hermanos no lo entenderían, quizás incluso vieran algo pecaminoso en aquella amistad. Si su padre lo sabía, había decidido mantenerse en silencio sobre aquella cuestión. Por otro lado, tampoco quería meter en problemas a Lilith, lo último que deseaba era provocar otra pelea entre Adán y ella.

 

Lucifer comenzó a reparar el patito. Si se apresuraba tal vez pudiera terminarlo antes de volver a verla. No podía esperar a ver la cara de Lilith cuando lo viera…

 

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Estaba rodeado por una oscuridad densa que nunca antes había visto. El único sonido que escuchaba eran unos sollozos nerviosos que rompían el silencio de aquel lugar. Le dolía todo el cuerpo, sentía sus alas rígidas, doloridas y empapadas de algo que no supo identificar.

 

—No… no por favor— lloraba aquella voz a su lado —Por favor, quédate conmigo. Lo siento, lo siento tanto…—

 

Estaba tan cansado, tan dolorido… sentía el deseo profundo de dormir para siempre, sin embargo, sabía que los seres como él no tenían ese lujo. Tuvo que esforzarse para abrir los ojos.

 

—¡Oh, gracias! Gracias… gracias… gracias. No me dejes sola, Lucifer. Lo siento… lo siento. Quédate conmigo…—

 

Fue difícil enfocar su visión en aquella oscuridad, pero lentamente se estaba recuperando y pudo distinguir la silueta de Lilith a su lado.

 

Los recuerdos acudieron a su mente: la furia de su padre, el miedo, los gritos, las armas… sintió la pena brotar en su pecho, la pena de quien que ha sido dejado atrás por sus seres queridos… pero quizás las cosas no fueran así.

 

Volvió a oír los sollozos a su lado…

 

—Lo siento… lo si… lo siento tanto— dijo con un hilo de voz Lilith, quien lloraba desconsolada a su lado— Por… por mi culpa… lo has perdido todo—

 

Lucifer sintió tristeza de que ella lo viera de esa forma. Si, lo había perdido todo, pero no era culpa de Lilith. Su mente divagó unos segundos, quizás siempre estuvo destinado a esto: nació en el cielo, amó el cielo, amó a su familia… pero siempre hubo algo mal. Ahora era consciente de ello, aquella sombra que siempre le había acompañado desde el principio: nunca sintió que encajara en el cielo, había sido tan diferente a sus hermanos y apenas se había entendido con su padre…

 

Quizás esto era lo que debía pasar, sin embargo, ese pensamiento no le consoló. La tristeza de pensar en su familia en ese momento era demasiado dolorosa.

 

El llanto de Lilith le trajo de vuelta al presente. Alargó una mano hacia su cara, no quería que ella llorara, no quería que sufriera ¡la amaba tanto!

 

Lucifer esbozó una leve sonrisa.

 

—No lo he perdido todo… aún te tengo a ti— dijo Lucifer con voz ronca.

 

Ella se aferró a Lucifer hundiendo la cara en su hombro.

 

—Te quiero Lilith y no me arrepiento de nada— dijo Lucifer correspondiendo al abrazo.

 

—Lo siento… lo siento tanto— musitó ella.

 

—No ha sido culpa tuya. Todo estará bien. Estaremos bien— dijo, aunque no estaba muy seguro de su afirmación.

 

No quería que ella llorara, no se lo merecía. En ese momento recordó su deber: hacerlos felices a todos y Lilith era la única que estaba allí con él. La haría feliz, no permitiría que nadie jamás volviera a hacerle daño. Se obligó a tragarse aquella tristeza: no necesitaba a su padre ni a sus hermanos. Construirían su propio Edén, su propio cielo: su reino. Estarían bien…

 

Permanecieron abrazados en medio de aquella oscuridad.

 

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Un sonido rítmico sobresaltó a Lucifer, quien se despertó aturdido y sin saber donde estaba. Miro a su alrededor: estaba en su taller, a oscuras y apoyado en la mesa de trabajo.

 

—Maldita sea ¿por qué siempre acabo durmiendo aquí? —murmuró entre dientes.

 

Su mente divagó unos instantes: otra vez aquellos sueños. A veces sentía como si su mente estuviera enraizada en viejos recuerdos, aunque él quisiera borrarlos todos.

 

El sonido rítmico le sacó de sus pensamientos, era su móvil. Comenzó a rebuscar entre sus cosas, aún somnoliento ¿Qué hora era? necesitaba un reloj cuanto antes, no estaba seguro de cuanto había estado dormido, pero por la poca luz que entraba por la ventada pudo deducir que estaba atardeciendo.

 

El móvil dejó de sonar justo cuando lo encontró. Con movimientos lentos, consultó la pantalla del aparato, mientras terminaba de despertarse. El pavor inundó su mente al darse cuenta de que tenía varios mensajes de Charlie sin leer.

 

—¡No, no, no! ¡Mierda! —

 

“¡Perfecto! Apenas sueles dormir y hoy casi ni te despiertas” se regañó a sí mismo. Empezó a consultar los mensajes intentando ignorar a aquella vocecita persistente.

 

*Papá, ya he vuelto. Estoy a salvo, pero las cosas no están bien. Espero no haberte metido en problemas. Lo siento*

 

*No quiero preocuparte. Estoy intentando arreglar esto. Voy a estar unas horas fuera del hotel. No te preocupes*

 

*¿Puedes venir a verme en cuanto puedas? No me siento bien para hablar de esto por teléfono*

 

Lucifer casi lanza el móvil contra la pared de pura frustración. No podía creer que se hubiera dejado llevar por el cansancio en un momento así. Pero no tenía tiempo para eso, ya se fustigaría más tarde, mucho más tarde cuando supiera que demonios había ocurrido en el cielo. Sin precaución alguna materializó un portal desde su taller a la colina donde se situaba el hotel. Necesitaba ver a Charlie cuanto antes.

 

Notes:

Vamos con un poco de headcanon: Lucifer sufre de insomnio (diría que esto sucede realmente en la serie). Por lo general, no duerme bien y las veces que duerme de forma profunda sueña con algún evento del pasado, aunque rara vez sueña con alguno de sus momentos felices. Miguel, Gabriel, Rafael y Raguel. Hay muchísimos arcángeles en las escrituras, sin embargo, he usado los que más conozco. A su manera, ellos querían a Lucifer. Era su querido hermanito, pero nunca lo entendieron. Sobre Lilith, actualmente desconocemos sus intenciones, pero creo que, al principio de todo, ella amaba de forma genuina a Lucifer y durante un tiempo se sintió culpable de su caída.

No sé si la autora tiene pensado usar a Dios y a los arcángeles para la serie, pero veo a una parte del fandom tan entusiasmada con esa idea que espero que llegue a suceder de verdad.

Este capítulo iba a ser diferente, pero, conforme iba escribiendo, decidí añadir los sueños de Lucifer. En realidad, son situaciones que me había imaginado de forma aislada, pero siento que encajaban bien en esta historia.

Espero que te haya gustado. Tengo ganas de escribir el siguiente, espero no tardar mucho. Gracias por todo el amor que le estáis dando a esta historia ¡me hacéis muy feliz!

Chapter 8: Las cartas sobre la mesa

Summary:

Lucifer descubre lo sucedido en la reunión entre Charlie y el cielo...

Notes:

¡¡Me encanta escribir interacciones entre Lucifer y Charlie!!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Lucifer atravesó el portal lo más rápido que pudo, sin embargo, al llegar a la entrada del hotel no dio crédito a sus ojos. Había tal bullicio que, por unos segundos, creyó que se había equivocado de lugar. Sin embargo, sus ojos no le engañaban: había cientos de pecadores merodeando por la entrada y el vestíbulo.

 

“¿Qué demonios…?” pensó atravesando la multitud, no reconocía a ninguno de ellos. Cierto era que apenas recordaba los nombres de todos los pecadores que Charlie le había presentado en su breve visita, pero recordaba sus caras. Conforme avanzaba se percató de los gestos educados, dientes afilados, los ropajes clásicos y los ojos negros de aquellas gentes. “Caníbales…” concretó su mente, cada vez más confundido ¿Qué demonios hacían allí? No es que no tuviera fe en su hija, pero era imposible que la popularidad de su hotel se hubiera disparado en tan solo dos días, menos aún entre la población caníbal.

 

Entre la multitud del vestíbulo logró ver a aquel barman que Charlie le había presentado, estaba subido a una escalera alta clavando tablones de madera en una ventana.

 

—¡Ey, hombre felino!  — le llamó Lucifer incapaz de recordar su nombre —¿Sabes dónde está Charlie? — se apresuró a preguntar.

 

El barman se giró con expresión de hastío.

 

—¿Huh? Hola, señor. Creo que la princesa está en su habitación. Está a la derecha de la cuarta planta— le indicó el pecador con gesto aburrido.

 

Sin decir nada más, Lucifer echó a andar a paso ligero: necesitaba hablar con Charlie, no le importaba nada más de lo que estuviera sucediendo, aquellos mensajes en su móvil le habían inquietado más de lo que estaba dispuesto a admitir. Se cruzó con aquel tipo pelirrojo en mitad de la escalera, ni siquiera lo miró, tenía asuntos más importantes. Llegó a la puerta que le habían indicado y llamó con nerviosismo y precaución. La puerta se abrió y tras ella apareció Charlie, su rostro iluminándose al ver a su padre.

 

—Hola, papá— saludó con voz cálida.

 

Lucifer respiró aliviado, había necesitado verla en persona para sentir que estaba a salvo realmente. Aunque pronto se dio cuenta de que pasaba algo raro; su pequeña tenía los ojos hinchados, como si hubiera estado llorando y, aunque su expresión era cálida, notó un atisbo de preocupación en su cara. Charlie le dio paso a su habitación, donde también estaba Maggie.

 

—¡Oh, lo siento! ¿interrumpo algo? — preguntó Lucifer.

 

—No, para nada. No se preocupe, yo ya me iba— contestó Maggie.

 

Fue cuando ella avanzó unos pasos a la salida que pudo ver las dos alas de un color blanco y gris que sobresalían de su espalda.

 

—Oh, demonios…— musitó Lucifer sin querer.

 

Empezó a entender porque Maggie le había transmitido una sensación tan familiar cuando la conoció. La chica abrió los ojos sorprendida al oír al rey, parecía haberse dado cuenta de que no había guardado sus alas.

 

—Si… bueno, eso. Resulta que Vaggie es…— Charlie parecía estar buscando las palabras adecuadas.

 

—Es… es complicado…— continuó Maggie, avergonzada ante la mirada del rey.

 

Tras unos segundos Lucifer dejó escapar una pequeña risa de alivio. Su pequeña se había enamorado de un ángel caído. Tener amores peculiares parecía ser otra particularidad que   había heredado de su padre. A Lucifer no le importó, él era el menos indicado para juzgar que fuera un ángel caído. Si hacía feliz a su querida Charlie, la aceptaría sin dudar.

 

—Si, estas cosas suelen serlo— contestó Lucifer intentando no incomodarla.

 

“Un momento… ¿Charlie acaba de decir que se llama Vaggie?” dijo por otro lado la parte de su mente que solía distraerse, definitivamente debía trabajar un poco la atención a los demás…

 

—Bueno, cari. Te dejo que pongas al día a tu padre. Voy a hablar con Alastor y Rosie para trazar una estrategia— dijo Vaggie despidiéndose antes de salir por la puerta.

 

Una vez se quedaron solos, Charlie se sentó en la cama soltando un profundo suspiro.

 

—Papá, perdona que no te haya llamado en cuanto regresé. Las cosas no han salido precisamente bien y tenía la cabeza hecha un lío al volver— dijo Charlie en tono culpable.

 

Lucifer se sintió mal en ese momento por haberse quedado dormido en su taller. Quizás debería haber pasado el día en el hotel, pero pensó que su influencia en aquel momento solo perjudicaría a su hija.

 

—Soy yo quien debería disculparse, manzanita. No he visto tus mensajes a tiempo ¿qué es lo que ha pasado? — preguntó Lucifer sentándose en la cama junto a ella.

 

Charlie miró a su padre, sonriendo con una extraña tranquilidad. Comenzó a hablar de su día en el cielo. Tal y como Sera había prometido a Lucifer, su hija fue bien recibida en el lugar. Habían pasado el día bajo el cuidado de una serafín llamada Emily. Lucifer repasó mentalmente todos los conocidos y antiguos amigos que había tenido en el cielo, pero no reconocía a aquella chica.

 

Charlie prosiguió, hablando del juicio que se celebró al final del día, con los serafines y los altos mandos del cielo presentes. Pudo exponer su defensa y demostrar los avances que Angel estaba haciendo.

 

—Espera… ¿hablas del chico araña? ¿está mejorando? — preguntó Lucifer estupefacto.

 

—Si, papá. No te haces una idea de lo que ha cambiado. Estoy tan orgullosa de él. Cumplió las condiciones que dijo Adán y el resto de ángeles no supieron rebatirme— contestó Charlie con pequeñas lágrimas de emoción.

 

Siguió hablando del juicio, cómo Emily la escuchó y empezó a apoyarla. Aunque no sirvió de mucho, pues Sera sentenció que no contaban con suficientes pruebas para demostrar que un pecador podía redimirse.

 

—Entiendo— dijo Lucifer mirando con tristeza a su hija —Pero, oye, has conseguido que un serafín te escuche. Desde luego, eso es mucho más de que yo pude hacer— añadió en un intento de consolarla.

 

Fue de las pocas ocasiones en las que Lucifer no vio las cosas tan negras. Si de verdad era posible la redención de un alma, aunque por ahora solo tuvieran indicios, sería cuestión de tiempo que pudieran demostrarlo. Charlie debía seguir trabajando en ello, aunque tuvieran que vivir más exterminios. Se aseguraría de conseguir otra reunión más adelante. Estaba convencido de que para la próxima ocasión su hija habría reunido las pruebas suficientes para que Sera no tuviera más remedio que aceptar.

 

—Las cosas hoy han sido muy caóticas— masculló Charlie, dejándose caer en la cama con cansancio —Acabo de hacer las paces con Vaggie. Me ha contado que el idiota de Adán la chantajeó para que me saboteara en el juicio y bueno… como el juego no le ha salido bien me ha contado que ella era un ángel…—

 

—¿Estás bien? —preguntó Lucifer, imaginando lo duro que debía ser para ella esa revelación.

 

—Si… ahora sí, papá— contestó Charlie mirándolo con calidez —He dudado… las cosas estaban raras, pero lo hemos hablado. Ella también busca la forma de enmendar el pasado y yo… la sigo amando— añadió con un leve sonrojo.

 

Lucifer sonrió ante la expresión serena de Charlie.

 

—Ese idiota de Adán— dijo riéndose —Siempre celoso de las relaciones ajenas ¿acaso tenía tan poca fe en ganar el juicio? — preguntó Lucifer de forma retórica mientras se reía.

 

—Más bien, creo que estaba preocupado por lo que pudiera revelarse— dijo Charlie, riendo con su padre.

 

Lucifer frunció un poco el ceño ¿de qué se iba a preocupar ese imbécil?

 

—¿Cómo va a preocuparse de que un pecador pueda redimirse? —dijo Lucifer.

 

—No, hablo de lo que podían descubrir los demás habitantes del cielo— contestó Charlie, mirando hacia el techo de la habitación.

 

Lucifer miró a su hija extrañado.

 

—¿De qué hablas? —

 

—Parece que el cielo no estaba al corriente sobre los exterminios. Solo lo sabían Sera y el ejercito angelical— aclaró Charlie.

 

Lucifer sintió como si un rayo le atravesara de pies a cabeza. Giro la cabeza, evitando mirar a su hija. Su rostro se ensombreció, debía haber oído mal ¡tenía que haber escuchado mal!

 

—E…¿Estás segura de eso, cariño? —preguntó Lucifer, intentando ocultar la inquietud de su voz.

 

Charlie se incorporó en la cama, mirando a su padre, extrañada por el leve temblor que había notado en su voz.

 

—Si, completamente segura. De hecho, Emily se horrorizó cuando supo que hacían exterminios anuales— respondió Charlie con precaución.

 

Lucifer apretó los puños, clavándose las uñas para contener su reacción. No, esto no podía ser así, debía haber un error. Su mente viajó siglos atrás, a aquella condenada reunión…

 

—¿Papá? — la voz de Charlie le trajo de vuelta —¿Estás bien? Tienes mala cara…—

 

—¿Eh? Si, por supuesto, manzanita…—

 

Lucifer intentó aparentar normalidad, pero su mente estaba gestando una nueva idea, una que le aterraba, recordando los mensajes que Charlie le había enviado y los caníbales que había en la entrada.

 

—Cariño. Acabo de recordar ¿puedes explicarme por qué la entrada de tu hotel está llena de caníbales? — preguntó Lucifer, logrando aparentar tranquilidad.

 

Charlie se mordió el labio inferior, con expresión culpable y Lucifer temió más que nunca en su vida lo que ella iba a responder.

 

—Adán ha amenazado con destruir este sitio en el próximo exterminio—

 

Fue como si el tiempo se parara y al mismo tiempo un puñal le atravesara el pecho. Dejó de oír lo que tenía a su alrededor, no reconocía el lugar en el que estaba y sintió como si estuviera reviviendo su caída en el infierno.

 

—¿Papá? —

 

Lucifer se percató de que se había puesto en pie sin darse cuenta. Miró a su hija, quien estaba asustada por su reacción.

 

—Char…Charlie— dijo, intentando aparentar tranquilidad.

 

¿A quién quería engañar? Ya no había tranquilidad ni seguridad que aparentar. Le costaba respirar y tuvo que mantener los puños apretados para ocultar el temblor.

 

—Papá, no te preocupes. Lo tengo bajo control. Hemos descubierto que el acero angelical puede matar ángeles ¡nos defenderemos! —

 

¿Defenderse? ¿De qué estaba hablando? ¿Acaso creían que tenían alguna posibilidad? Lucifer la miró como si no la reconociera, perdido en la inmensa niebla que había inundado su mente.

 

—¡Lo siento, papá! — dijo Charlie —Yo no quería provocar esto, pero ya no hay vuelta atrás— sus ojos volvieron a empañarse —Lo siento de veras—

 

Lucifer sintió un nudo en la garganta. Agarró a su hija por los hombros, mirándola fijamente y haciendo un gran esfuerzo por hablar.

 

—¡Oh, mi niña! Tú no tienes culpa de nada de esto. No dejes que te hagan sentir culpable— dijo Lucifer con un hilo de voz.

 

Sintió la punzada del pánico en su pecho. Tenía que salir de aquel lugar antes de que todo se desbordara, echó a andar hacia la salida. Necesitaba respirar. Se negaba a creer que no hubiera vuelta atrás, debía haber una explicación para esto ¡él debía solucionar esto!

 

—¡Papá, espera! ¿adónde vas? — preguntó Charlie, siguiendo a su padre por el pasillo.

 

—Te… tengo que hacer algo— logró responder.

 

Por el pasillo se cruzaron con Vaggie, el tipo vestido de rojo y aquel chico araña. Lucifer ni los miró, toda su concentración estaba centrada en no perder el control.

 

—No te preocupes, volveré enseguida— le dijo a Charlie, mientras materializaba un portal, que atravesó antes de que su hija pudiera alcanzarlo.

 

El silencio del palacio le abrazó, pero seguía sintiendo como si estuviera en un lugar desconocido. Apoyó la espalda contra la pared. Se miró las manos, las cuales ahora temblaban sin inhibiciones. Su respiración se aceleraba.

 

—Van a por Charlie…. Van a por Charlie… van a por Charlie— farfulló entre bocanadas de aire.

 

¿Cómo había sucedido esto? ¿cómo habían llegado a esto?

 

La niebla de su mente, la cual había podido mantener a raya durante los últimos días, le engulló, desatando todas sus emociones. Las voces del pasado volvieron a él, atravesándolo como si fueran cuchillos.

 

*¡Traidor! *

 

*Ponte de rodillas y ruega el perdón*

 

Sintió las lanzas, cerniéndose sobre él…

 

Su forma demoníaca se manifestó sin control alguno.

 

*¿Y en el cielo aprueban esto? *

 

*El cielo está dispuesto a hacer lo que sea necesario… lo que sea necesario… lo que sea necesario*

 

—¡MENTIROSA! —gritó con la voz quebrada.

 

Los bordes de su visión se desdibujaron, trastabillaba de un lado a otro, los latidos de su corazón resonaban como un zumbido en sus oídos, su respiración se volvió superficial y un sudor frío comenzó a caer por su frente.

 

No podía creer lo que estaba ocurriendo ¿De qué había servido todo esto? ¿A cuántos pecadores había entregado a la muerte a cambio de proteger a su hija?

 

*Solo son almas que se desperdiciaron, no serán una gran pérdida…*

 

—Mentirosa…— masculló, sintiendo como sus piernas perdían fuerza para sostenerlo.

 

¿Cómo podía haberse dejado engañar de esa forma? ¿Por qué no hizo más preguntas? ¿Por qué no exigió hablar con los altos mandos para tomar una decisión así? Se preguntaba en silencio, sentado en el suelo, con las manos en la cabeza y mirando a la nada…

 

Él no había estado bien en aquel momento… demasiado agotamiento, demasiada apatía, demasiada tristeza… mejor dicho, estaba mal casi todo el tiempo…

 

“¡Céntrate!” gritó la parte lógica de su mente “Lamentarse ahora no tiene sentido”. No podía hundirse en la autocompasión. No ahora, no cuando Charlie le necesitaba. Debía mirar al frente y lo que tenía delante: un ejército de ángeles que iban a por su hija. “Debes ayudarla. Tienes que solucionar esto”

 

—Esto aún tiene solución— se dijo a sí mismo, intentando encontrar una salida.

 

Comenzó a respirar de forma más consciente, sabiendo que debía calmarse. No podía delatar sus sentimientos delante de otros; dejarse llevar por las emociones en aquel momento era peligroso…

 

De modo que se obligó a respirar… una… dos… tres... y siguió así hasta que sintió que por fin tenía algo de control. Se puso en pie, con una ira renovaba surgiendo en su pecho. Echó a andar a paso ligero hacia la sala donde se hallaba el portal celestial. Lucifer arrojó con furia una bola de fuego sobre el círculo que había dibujado un par de días atrás. Desplegó sus alas para soltar una pluma sobre las llamas. Dio vueltas alrededor del fuego durante unos instantes, incapaz de mantenerse quieto.

 

“No lo hagas. No te atrevas a ignorarme…”

 

Estiró la mano, arrancó más plumas de sus alas para arrojarlas al fuego.

 

—¡SERA! — gritó, incapaz de contenerse— ¡Da la cara! ¡Maldita traidora! —

 

Siguió dando vueltas alrededor del fuego ¿cómo se atrevía a ignorarlo de esta forma?

 

—¿¡Qué crees que estás haciendo!? —gritó de nuevo a las llamas.

 

¿Qué podía hacer? ¿y si subía él mismo al cielo? Eso era un suicidio en toda regla, pero no sabía qué hacer.

 

—Maldita sea… maldita sea… maldita sea…— farfulló, dando vueltas por la sala, mientras su mente buscaba una solución.

 

—¿Disculpe? —

 

Lucifer se giró rápidamente, entre las llamas pudo ver la cara de aquel ángel novato que le había atendido la última vez.

 

—Es… ¿es usted, señor Morningstar? —preguntó Damiel sin llegar a reconocer su forma demoniaca.

 

—¡Ey, muchacho! —dijo Lucifer esperanzado, abalanzándose al fuego —Tengo que hablar con Sera ¡Ya! —

 

—Se…señor, no puedo, ahora mismo está…—

 

—¡Que la traigas aquí ahora mismo! —bramó Lucifer, perdiendo la poca paciencia que le quedaba.

 

Con un “Lo intentaré”; el ángel se esfumó ante la ira del rey del infierno. Lucifer mantuvo los puños apretados. Sabía que debía medir su temperamento, pero no estaba dispuesto a soportar más protocolos por parte de los ángeles. Tenía que hacer que Sera detuviera a Adán, recordarle el acuerdo que tenían. Incluso estaba dispuesto a pasar por alto el hecho de que le hubieran mentido, haría lo que fuera necesario para mantener a salvo a su hija…

 

Antes de que se diera cuenta, Damiel apareció de nuevo entre las llamas. Su expresión no auguraba nada bueno.

 

—Lo siento, señor. La Gran Serafín no puede atenderle en este momento. Quizás si llama otro día…—

 

El zumbido volvió a los oídos de Lucifer “Te está ignorando. No va a detener a Adán… no quiere detener esto... Cree que nuestro acuerdo ya no le beneficia o, peor aún, ha visto un peligro latente en Charlie” Apretó los puños con más fuerza, haciéndose sangre en las manos, mientras su mente se fustigaba. “Has cedido. Cumpliste sus exigencias y, aun así, te van a arrebatar lo que más quieres. El cielo nunca escucha; hacen lo que quieren. Sera siempre hace lo que quiere, mientras te sonríe con esa condescendencia”

 

—Lo siento, señor, pero debo cortar la llamada— se excusó Damiel.

 

Como una chispa, una idea surgió en la mente de Lucifer y una extraña tranquilidad se apoderó de él, proporcionándole la seguridad que difícilmente solía encontrar. Era su última esperanza y el aplomo de quien sabe que todo está perdido, pero aun así se niega a rendirse.

 

—Espera, muchacho— dijo Lucifer, alzando la mano en gesto de paz. No tenía sentido volcar su ira contra aquel pobre ángel que solo seguía ordenes —Necesito que le entregues un mensaje a Sera ¿Puedes hacerme ese favor? —

 

Damiel dudó unos instantes, desconfiando por la repentina amabilidad de Lucifer.

 

—Si… puedo hacerlo— respondió finalmente el ángel.

 

—Bien, es algo importante. Quiero que le digas que recuerde nuestra ultima conversación—

 

—Entiendo…— dijo Damiel frunciendo el ceño —¿algún detalle en concreto? —

 

—Oh, no te preocupes. Ella sabrá de lo que hablo— aseguró Lucifer sonriendo.

 

—Esta bien… si eso es todo, se lo diré. Que tenga un buen día señor Morningstar—

 

Las llamas se disiparon, dejando a Lucifer en medio de la oscuridad. Salió de la sala con lentitud y fue a su dormitorio, desplomándose pesadamente en la cama. Se sentía cansado, no lo suficiente para dormir, pero sí para tomarse unos minutos en silencio. Aunque había logrado serenarse, el miedo persistía y una parte de él sentía que estaba en medio de una pesadilla.

 

Solo le quedaba una opción: que Sera fuera consciente de lo que iba a pasar. Estaba seguro de que entendería el mensaje. Ella era la única que podía detener esta locura y esperaba que no fuera tan inconsciente como para subestimarlo.

 

Solo quedaba esperar al día del exterminio. Para bien o para mal, todo estaba en marcha…

Notes:

Creo que últimamente digo mucho esto, pero ¡este capítulo estaba planeado de otra forma! Aunque no estoy cambiando demasiado mi idea principal, si estoy estructurándola de otra forma.

Normalmente, cuando empiezo una historia, tengo planeados tanto el principio como el final. Al principio, este fic iban a ser solo unos capítulos cortos desde el punto de vista de Lucifer, pero conforme estoy avanzando se me ocurren varias ideas y escenarios que quiero explorar. Y la verdad sea dicha, me gusta Lucifer y me gusta explorar el lore que puede llegar a tener. Es un personaje que necesita más amor y abrazos.

Pequeño adelanto: El siguiente capítulo será "especial" por así decirlo, porque estará escrito desde el punto de vista de Sera.

¡Espero que os guste! Gracias por el amor que le estáis dando a esta historia ¡me hacéis muy feliz!

Chapter 9: Las mentiras que nos protegen

Summary:

Algunos mienten para traer alegría, otros para sus propios intereses y algunos para ambas cosas. Si te vuelves un mentiroso patológico ¿es posible que termines engañándote a ti mismo?

O

La historia desde el punto de vista de Sera

Notes:

Ooooh Dios mío!!! he tardado mucho en actualizar, pero no esperaba que este capítulo fuera tan largo. Aquí ya me he salido bastante del canon, pero es lo único que tenía en mente para desarrollar a Sera.

¡Espero que os guste!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

En el cielo todos los días eran felices. Era lo habitual, lo que Sera siempre había conocido desde el mismo momento en que nació. Todo ser celestial oye la voz de Dios al nacer. Al principio, cuando apenas son un ente consciente, es la voz del Creador la que les guía y da una forma completa.

 

“Despierta, hija mía. Estás destinada a grandes propósitos. Traerás nobleza, paz y armonía a mi creación”

 

Ella jamás olvidó las palabras de su padre y desde su mismo nacimiento supo que estaba destinada a proteger su reino. Fue la que más se esforzó de entre todos sus compañeros, estaba dispuesta a cumplir las expectativas de su padre. No pudo evitar sentirse orgullosa cuando alcanzó el rango más alto entre los serafines. Aunque su padre no estuviera allí para verla, se sentía bien, pues sabía que él estaba a su lado. Traería paz y armonía a sus gentes ¡y esa sería su felicidad!

 

Sin embargo, el paso de los siglos, su madurez y los grandes cambios que presenció en su mundo le hicieron entender algo crucial: la felicidad y la tranquilidad eran un lujo del que apenas eran conscientes los habitantes del cielo.

 

Parecía que nadie reparaba en lo que había fuera de su hogar: por un lado, un reino humano descontrolado y en caos por culpa del libre albedrío; por otro, un lugar donde iban a parar las almas malvadas que dañaron la creación en vida y donde nacían seres formados de las más bajas pasiones, pecados y deseos humanos. Un reino de oscuridad y plagado de mal.

 

Mucho antes de alcanzar la posición más alta en la corte, Sera compendió que nunca más podría gozar de la tranquilidad y felicidad que había tenido durante sus primeros años de vida, pues, una vez que miras al mal de frente, ya no hay vuelta atrás.

 

A pesar de ello, Sera aceptó su destino. Esa sería su carga, un precio pequeño a pagar a cambio de traer paz a quienes quería. Incluso aprendió a valorar más los momentos felices a raíz de aquella epifanía. Eso era lo que siempre había deseado para su reino. Cierto es que tuvo que hacer sacrificios, pero, ¿Quién no los hace? Incluso su padre los hizo por el bien de la creación, el cielo siempre prevalecerá…

 

Entonces ¿por qué de repente la miraban como si ella hubiera obrado mal?

 

“No os lo tendré en cuenta, os perdono. No sois conscientes de lo que os he protegido durante todo este tiempo”

 

Durante siglos había podido mantener a raya a Lucifer. El ángel caído había sido fácil de manejar. Sera se dio cuenta enseguida de lo poco que le importaba su reino; “igual de irresponsable que cuando era un serafín” pensaba con desdén. Esa actitud le benefició: controlar la población del infierno fue algo sencillo, solo había que ignorar a los nativos. Sera casi se echó a reír ante aquella exigencia, como si esa escoria le importara “Que se queden en su pozo de oscuridad” Mientras los pecadores no alcancen el cielo, todos estarán a salvo…

 

Sin embargo, las cosas se habían torcido. No podía creer que todo se hubiera descontrolado en tan poco tiempo. Todo empezó con la muerte de un ángel en el último exterminio. Las únicas exorcistas que fueron testigos de ello afirmaron que una pecadora la había logrado decapitar y, aunque la persiguieron, logró escapar. Nadie supo que pasó, no había nada en la creación que pudiera dañar de esa forma a un ángel.

 

Su primer impulso fue buscar el pergamino que recogía el pacto que había firmado con Lucifer. Este seguía intacto, confirmando que el rey del infierno no había intervenido.

 

Esto no tenía sentido: las chicas de Adán eran exorcistas entrenadas y dotadas de gran poder. Lo único que podía hacerles un daño permanente o mortal sería un habitante del cielo de mayor rango. Sin embargo, Lucifer no había sido…

 

Aunque era una cuestión inquietante, no pudo hacer mucho más que lamentar aquella pérdida. Esa noble chica había muerto en acto de servicio, en pos de proteger a las almas inocentes y a la creación. Nunca había ocurrido algo así en siglos; quizás solo fuera un incidente aislado. Dejó que Adán lo investigara, ya que siempre había gestionado muy bien los exterminios. Seguro que lo solucionaría y todo volvería a la normalidad.

 

O eso pensaba hasta que, de repente, Lucifer llamó exigiendo una audiencia para su hija en el cielo. ¿Cómo podía tener semejante descaro? Debería de estar agradecido de que ella se dignara a escucharlo. Se había sentado a hablar con él desde el principio por respeto a sus hermanos, quienes la habían tratado muy bien en su juventud. Pero ¿molestar a todos los altos cargos celestiales por una niñata consentida? ¡menuda desfachatez!

 

Sin embargo, se vio obligada a conceder esa reunión. No estaba segura de que había sucedido, pero Lucifer había insistido demasiado y Sera no era estúpida. No les beneficiaba tener al ángel caído en su contra mientras los exorcistas investigaban la muerte de un ángel.

 

Imaginaba lo que aquella chica iba a contarles. Había oído a Adán jactarse de ella con las exorcistas por todas las idioteces que dijo en su primera reunión. “Las mismas tonterías que su padre”. Sera no se preocupó demasiado, quizás lo que más le inquietaba era que en la reunión saliera el tema del exterminio, pero eso no tenía por qué suceder…

 

El plan era sencillo: recibiría a la chica, sería amable con ella, la dejaría exponer sus argumentos, los cuales seguramente serían muy pobres y, tras fingir que lo meditaba, sentenciaría que no había pruebas suficientes para confirmar que un pecador pudiera redimirse. Esa chica se marcharía, sana y salva a su hogar. Nadie más se enteraría de los exterminios y ella habría cumplido su deber con Lucifer. Seguro que después de esto no volverían a organizar más alboroto y vendrían de nuevo otros años, incluso siglos, de paz y armonía.

 

Sin embargo, no contó con la intervención de Emily, la pequeña serafín de la alegría. Mucho más joven que Sera, pero a quien ella amaba tanto como a una hermana.

 

—Era verdad, Sera. Ahora es mucho mejor. Se puede cambiar, Sera. Él no iba bien y ha visto la luz ¡Demuestra que un alma está a tiempo de cambiar! ¡Y les estamos dando la espalda sin piedad! — dijo Emily ante toda la sala.

 

Sera intentó argumentar, pero la hija de Lucifer insistió.

 

—No es justo, Sera—

 

¿Cómo se atrevía a cuestionarlos? Adán y Lute comenzaron a ponerse nerviosos. Empezaron a hablar, cada vez de forma más agresiva, hasta que Adán se fue de la lengua…

 

El grito horrorizado de Emily hizo que el mundo de Sera se detuviera.

 

—¡Espera! ¿Qué estás diciendo? ¡¿Bajáis y matáis a esas almas con tanto dolor?! —

 

El resto de altos cargos murmuraron consternados por aquella revelación. Pero la verdad ya estaba dicha y no había vuelta atrás.

 

—Sera, dime que tú no lo sabías— dijo Emily, casi suplicando.

 

“Pobre Emily. No tenías porqué saber esto” se lamentó Sera. Su dulce Emily no conocía la dura realidad, pero debía explicarse, defender su posición y hacerle entender que había hecho todo eso por ellos.

 

—En realidad, quería protegeros. No teníais porque sufrir la carga de hacer lo que hace falta— argumentó Sera tomando las manos de Emily.

 

A pesar de todos sus años y experiencia, nunca pudo imaginar la reacción de la serafín, nunca había vistos sus ojos abiertos con tal furia.

 

—¡No necesito tu condescendencia! ¡No soy una niña que debas proteger! ¡no ha sido virtud, sino mentiras! —

 

Sintió como si su pecho se desgarrara por dentro ante aquellas acusaciones.

 

—He sido una ingenua al pensar que cumplías la moral que predicabas— dijo Emily con tristeza.

 

—¡Joder! ¡Es la mierda de la que yo me quejaba! — gritó la princesa del infierno.

 

Entonces Emily hizo algo que la aterrorizó: agarró de las manos de la princesa y ambas comenzaron a gritar a todos los presentes en la sala. Cuestionando a los altos cargos del cielo ¡repitiendo las mismas palabras que la chica demonio!

 

Sera tuvo que mantener los puños apretados para ocultar su temblor. Nunca había visto hablar a la serafín de esa forma y le aterraba en lo que aquello pudiera desembocar. Todos en la sala empezaron a discutir: unos preguntaban a otros si conocían sobre los exterminios, otros cuestionaban por qué no se les había informado de algo así, incluso algunos mencionaron que, para tomar una decisión de tal magnitud, deberían haber convocado al mismo Lucifer.

 

Sera alzó la mano, pidiendo silencio, este espectáculo había llegado demasiado lejos…

 

—Lo siento, pero este tribunal no ha hallado pruebas de que las almas del infierno puedan redimirse—

 

—¡Si, joder! ¡Gano yo! ¡a cascarla, guarras! —gritó Adán.

 

Sera hizo una mueca de desagrado “Qué poca educación”

 

—Acordaos de esa fecha, putones. Porque vamos a empezar por vuestro hotel— dijo Adán, abriendo un nuevo portal.

 

“Espera ¿Qué estás diciendo, Adán?”

 

—¡No! ¡No puedes hacer eso! —

 

—¡Cabrón! —

 

—¡Charlie, no te rindas! ¡algo se me ocurrirá! ¡lo prometo! — gritó Emily, antes de que el portal se cerrara.

 

“¿Emily?”

 

—Eso era innecesario— masculló Sera, fulminando a Adán con la mirada. “Ya rendiré cuentas contigo después”

 

La sala de reuniones se fue despejando. Sabía que tendría que dar algunas explicaciones más adelante, pero ahora mismo solo le preocupaba Emily. La pequeña serafín estaba encogida, de brazos cruzados y con una expresión que mezclaba furia y tristeza.

 

—Exterminios… ¡de almas humanas! —

 

“¿Cómo puede llamar humanas a esas cosas?”

 

—Demonios o no ¡no hay motivo para hacer eso! — dijo Emily, sus ojos irradiando una furia que nunca había visto.

 

¿Por qué está tan molesta? ¡Lo ha hecho por ellos! “Ella no lo entiende, no ha visto como es el infierno”

 

—Iban a revelarse, Emily— contestó Sera.

 

Debía hacérselo entender. Ella era quien les daba paz y armonía, debía explicarle el peligro del que les protegía.

 

—Mi posición como Alto Serafín requiere que proteja a los nuestros a toda costa— se defendió Sera, abriendo sus ojos con nerviosismo. Se inclinó hacía Emily con ternura —Y tú debes mantenerlos felices a todos—

 

—¿Cómo voy a traer felicidad cuando sé que somos portadores de desgracia a miles de personas inocentes? —

 

La voz de Emily casi se quebró de una forma que le heló la sangre. Sonaba idéntica a un eco del pasado, algo que no quería volver a ver por nada del mundo…

 

—El cielo nos necesita, Emily— dijo, apelando a la responsabilidad de la pequeña —Todos nos miran y no podemos dudar de nosotras misma, ni preocuparnos por los demonios cuando tenemos almas que proteger—

 

Emily desvió la mirada con tristeza. Una tristeza que inquietó al Alto Serafín, ya había visto esa expresión antes, muchos siglos atrás…

 

—Por favor, si empiezas a cuestionar las cosas podrías acabar como Lucifer… y caer— le explicó. Volvió a inclinarse hacia ella de forma protectora —No soportaría verte sufrir ese destino—

 

Su pequeña Emily, era tan buena, tan empática… debería haber previsto que se apiadaría de aquella chica demonio. Sin embargo, esto era algo que debía hacer ella, no estaba dispuesta a dejar que Emily se expusiera a cualquier peligro.

 

—Así que, por favor, deja que yo me ocupe de esto ¿vale? — pidió con suavidad.

 

Ella no le respondió se limitó a mirarla con esa tristeza, una expresión que hizo que le provocó un dolor profundo en el corazón. Debería haberla protegido de esto.

 

—Lo siento— añadió, besando su frente con ternura.

 

Se giró, antes de que las lágrimas de Emily cayeran, no tenía fuerzas para semejante visión. Oró en silencio porque la serafín le pudiera perdonar. La pequeña se marchó sin decir nada más, llevándose aquel papel en el que habían anotado las condiciones que hace a un alma digna.

 

Apretó los puños “Ojalá no cometa ninguna imprudencia”. Suspiró, ahora debía enfrentar a los demás.

 

Algunos de los altos cargos la esperaban en la salida de la sala de reuniones. Sera caminó con elegancia hacia uno de los salones del palacio, donde tendrían más tranquilidad para hablar. Por el camino fue explicando los hechos. Como aquella había sido la mejor decisión para proteger el cielo, como había indicios de rebelión en los pecadores y, por ello, las purgas eran necesarias. Algunos se mostraron de acuerdo con ella e incluso se disculparon por dudar, otros en cambio no parecían tan convencidos.

 

—¿Cómo es que Morningstar ha consentido esto? — preguntó un serafín más joven —Bueno, sabemos que no está en su sano juicio, pero es extraño que permita a las huestes angelicales atacar sin ni siquiera protestar—

 

Sera miró directamente al joven, debía evitar mencionar las condiciones en las que el rey del infierno había accedido a aquello.

 

—A Lucifer no le importa nada, tampoco su reino— respondió con dureza —Y sabe que no puede igualar nuestro poder. No se atreve a volver a desafiarnos— era una mentira piadosa. No tenían por qué temer una posible represalia por parte de Lucifer.

 

—El infierno es de locos…— comentó con desdén un alto cargo de más edad.

 

—Por eso debemos valorar la felicidad y la paz que tenemos aquí. Debemos luchar por preservar eso para nuestras almas. El cielo prevalecerá— dijo Sera, sonriendo con calidez —Lamento no haberos informado de todo esto, consideré que era un asunto menor y no quería preocuparos—

 

El resto de altos mandos respondieron con comprensión a sus palabras. Ella siguió explicando y respondiendo las posibles dudas que pudieran tener y, tras una larga charla, logró calmarlos a todos.

 

“Un problema menos. Ahora solo queda… Adán” no pudo evitar una mueca de desagrado “¿en qué está pensando? ¿Cómo se le ocurre amenazar a la hija de Lucifer?”

 

Cruzó los jardines celestiales, encaminándose a los lugares que Adán y sus exorcistas solían frecuentar. La charla con los altos cargos había durado más de lo creía, pero esperaba alcanzarle antes de que comenzaran sus entrenamientos. No soportaba escuchar todas las groserías que decían en el fragor del combate…

 

“¿Dónde está Emily?” ese pensamiento interrumpió su caminata.

 

Miró de un lado a otro de los jardines donde las almas paseaban. “Que extraño…” A esas horas Emily solía estar por la zona, cuidando de las almas, jugando con ellas y haciéndolas felices.

 

“No puede ser” dijo su mente poniéndose cada vez más nerviosa “¡Está descuidando sus deberes!”

 

Echó a volar de vuelta al palacio, encaminándose a la habitación de Emily. Antes de llamar a la puerta pudo oírla: un llanto en voz baja que la desgarró por dentro.

 

“No, tú no debes sufrir por esos indeseables…”

 

Llamó con suavidad a la puerta. Esperó con paciencia, pero no obtuvo respuesta.

 

—Emily— la llamó, volviendo a golpear la puerta un poco más fuerte —Querida mía, deberías estar en el jardín, hace un día precioso…—

 

La puerta se abrió revelando a una Emily que no conocía. Su expresión marcada por la furia y lágrimas de impotencia que hinchaban sus ojos.

 

—Parece que no te quieres enterar de lo que has hecho ¿verdad? —

 

Dudó unos instantes ante aquel frío tono de voz.

 

—Entiendo tu dolor. Precisamente esto era lo que quería evitar —le explicó ella —No tienes por qué sufrir de esta forma. Sécate esas lágrimas y sal al jardín, las almas se alegrarán de verte…—

 

Se inclinó para quitar las lágrimas de la serafín, pero esta apartó su mano antes de que tocase su cara.

 

—Deja de tratarme como a una niña— dijo Emily con un tono de voz cortante.

 

Sera se quedó paralizada, iba a disculparse por lo que fuera que la hubiera ofendido, pero un alboroto al final del pasillo las interrumpió. Tres chicas correteaban por el pasillo riendo a carcajadas. Sera las reconoció enseguida, eran unas recién llegadas. Emily desvió la mirada, escondiéndose levemente tras la puerta.

 

—Disculpad, pero no podéis estar aquí. Esta zona del palacio es solo para los celestiales— dijo Sera con amabilidad y paciencia. No se lo tuvo en cuenta. A veces los novatos solían despistarse y entraban a zonas a las que no debían.

 

—Oh. Disculpe, alteza. No lo sabíamos— dijo una de aquellas almas, parando en seco su carrera.

 

Se dieron media vuelta para regresar por donde habían venido, cuando una de ellas saltó alegremente cerca de la puerta del cuarto de Emily.

 

—¡Señorita Emily! ¿Bajará hoy al jardín? He aprendido la canción que nos cantó el otro día— dijo la chica con entusiasmo.

 

Sera sonrió con ternura. “Qué criatura tan entrañable”. Estaba segura de que eso animaría a la serafín.

 

—Lo siento Nikky, pero hoy no puedo acompañaros— contestó Emily ocultando su rostro en las penumbras de su habitación —Debo ayudar a Sera con labores importantes—

 

La sonrisa de Sera se congeló “¿Acaba de mentirles?”

 

—¡Oh, vaya! Qué lástima. Bueno, esperamos verla pronto. ¡Que tengan un buen día! — contestó la chica.

 

Sera hizo un gesto con la mano, despidiendo a las chicas. Ambas serafines se mantuvieron en silencio hasta que vieron desaparecer a aquellas almas al final del pasillo.

 

—Eso no ha estado bien, Emily— comentó Sera, intentando evitar tener un tono de reproche —Debes estar con ellos, no puedes descuidar tus deberes—

 

—¿Por qué crees precisamente que estoy escondida aquí? — preguntó Emily, endureciendo su tono de voz —Mis almas no tienen que verme así. No merecen sufrir por lo que vosotros habéis hecho—

 

—En eso estamos de acuerdo. Emily quería protegeros de esta angustia…—

 

—No intentes justificarlo con virtud— masculló.

 

Sera no sabía que decir, la serafín nunca le había hablado de esa forma.

 

—Le das tanta importancia a esa escoria, que ni merecen llamarse almas, que descuidas tus propios deberes— dijo Sera, con frustración.

 

—¿Es que no lo entiendes? — preguntó Emily en un susurro ahogado.

 

Alzó el vuelo para ponerse a su misma altura.

 

—Toda alma nace siendo pura. Las almas que ordenas aniquilar fueron, en algún momento, iguales a las que yo cuido. ¿Crees que ahora puedo mirarlos sin pensar en ello? —

 

—Lo que hay en el infierno no se parece a tus almas ni de lejos— contestó Sera de forma tajante —Puede que nacieran siendo puros, pero ahora son demonios. Almas desperdiciadas que no valen nada—

 

—¡Eso no lo sabes! — exclamó Emily con la voz quebrada —Viste lo mismo que yo. Charlie ha demostrado que pueden cambiar, pero tú te has negado a escucharla…—

 

—¡Oh, por favor! No me digas que has creído esas mentiras— dijo Sera intentando no gritar.

 

—No he necesitado creer nada ¡lo he visto! — dijo Emily alzando la voz a cada palabra que pronunciaba —¡Están en un lugar vil, oscuro y lleno de dolor! ¿eso no te parece suficiente castigo? —

 

Sera iba a responder, pero Emily no le permitió hablar.

 

—¡Viven rodeados de mal y alejados de toda la gracia divina! ¡Y a pesar de ello, son capaces de ver la luz! Algunos intentan cambiar y tú les das la espalda. ¡Peor aún! ¡Permites que vayan a por Charlie solo porque te ha dicho la verdad a la cara! —

 

Sera apretó los puños. “Tranquilízate, está dolida. No tiene sentido intentar razonar con ella en ese estado”

 

—Descansa, Emily. Hoy ha sido un día muy largo para ambas. Mañana estaremos bien y volverás a sentirte feliz para cuidar de tus almas—

 

A pesar de que dijo esas palabras con tranquilidad y amor, Emily entrecerró los ojos con disgusto y cerró la puerta de su habitación sin decir nada.

 

Cuando avanzó unos pasos, volvió a oírla llorar. Sera intentó mantener la compostura, pero no soportaba ver a la pequeña así. Siguió andando, su día aún no había terminado: debía hablar con Adán…

 

No podía evitar preguntarse una y otra vez cuanto tardaría Emily en olvidar este incidente. Apretó los puños enfadada… “¡Todo ha sido culpa de esa niñata descarriada!” ¿Cómo se atrevía? ¿Acaso no había sido amable con ella? ¿acaso no había cumplido con las exigencias de su padre? ¿Cómo tenía la osadía de ir a su hogar a llenarle la cabeza de ideas estúpidas a su querida Emily? “De tal palo, tal astilla…”

 

* ¡No es justo, Sera! *

 

¡Esas palabras la enfurecían! ¿Quién se creía que era ella para decir lo que era justo y lo que no? ¿Cómo se atrevía a cuestionarla?

 

* ¡No es justo, Sera! *

 

Odiaba esas palabras ¡las odiaba tanto!... le dolían… no quería volver a escucharlas jamás… le traían un recuerdo muy amargo… Algo que había enterrado en lo más profundo de su mente siglos atrás…

 

 

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*No rogaré perdón… por algo que no es justo…*

 

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Sucedió en su más tierna infancia. En aquellos años, donde todo eran aventuras y nuevos descubrimientos. Ella solía escaparse al palacio celestial en sus ratos libres. Podría decirse que fue su “etapa rebelde” pues le encantaba explorar las zonas del palacio a las que no tenía permitido acceder. En las zonas más altas solo habitaban los primeros ángeles, los hijos más allegados a Dios. Aquellos lugares eran tan calmados y tenían un aura tan etérea que Sera no podía resistir la tentación de perderse en sus pasillos y salas.

 

Por suerte los arcángeles solían ser indulgentes y se tomaban sus intrusiones como lo que eran: las simples travesuras de una niña curiosa.

 

Cuando la pillaban donde no debía, Gabriel solía fingir enfado y la perseguía por los pasillos, mientras ella reía a carcajadas. Jofiel le daba algún caramelo cada vez que la descubría en un nuevo escondite. Miguel le sonreía divertido antes de decirle que debía volver con los demás niños. Rafael se reía con cariño cada vez que la encontraba merodeando de improvisto y le guiñaba un ojo antes de chasquear los dedos, haciéndola aparecer en los jardines celestiales. Uriel y Raguel solían llamarla “pequeña exploradora” y eran tan altos y fuertes que podían sostenerla con una sola mano, cosa que siempre hacían para llevarla de vuelta a las zonas comunes. Curiosamente, Lucifer era a quien menos encontraba por el palacio...

 

El más joven de los hermanos era un serafín de la alegría, solía pasarse los días en los jardines jugando con los jóvenes ángeles, aunque, en ocasiones, podía perderse durante horas en el jardín del Edén. Había oído en muchas ocasiones a sus hermanos mayores bromear o regañarlo por cómo se distraía demasiado y acababa descuidando sus deberes.

 

Era alguien peculiar que, a menudo, se metía en líos por sus ideas disparatadas. Sin embargo, ella apreciaba mucho al serafín. Los días en los que Lucifer bajaba al jardín solían ser los más interesantes, solía cantar y a veces les contaba historias del mundo humano ¡era tan divertido!

 

—¿Sabías que en la luna hay ratones? — dijo una vez Lucifer sentado cerca de un árbol.

 

—¿Qué? ¡No puede ser! ¿cómo pueden vivir allí? — preguntó Sera, quien estaba tumbada entre las flores del jardín celestial.

 

—¡Oh! ¡Son una nueva especie de ratones! Son muy grandes y devoran partes de la luna haciéndole agujeros— contó Lucifer con emoción.

 

—¡Vaya! ¡Que interesantes! ¡Yo quiero verlos! — dijo la niña incorporándose.

 

—¡Oh! Pero son difíciles de encontrar ¡yo tuve la suerte de ver uno de ellos! — afirmó Lucifer, haciéndose el interesante.

 

—¿Qué es lo que dices que has visto? — preguntó una voz a sus espaldas.

 

Lucifer se giró con sorpresa al oír a su hermano Gabriel, quien había aparecido de pronto acompañado de Rafael y Jofiel. Los tres arcángeles parecían haber estado escuchando la conversación y reían divertidos.

 

—¡Gabriel! ¡Me has asustado! —

 

—Menudas historias tienes, Lucifer…— dijo Jofiel intentando disimular su risa.

 

Rafael se adelantó, abrazando por detrás a Lucifer mientras le pellizcaba las mejillas de forma juguetona.

 

—¡Au! — se quejó el serafín mientras reía.

 

—No le hagas caso, Sera. ¡Es un pequeño mentiroso! — dijo Rafael abrazando con más fuerza a su hermano.

 

—O vosotros sois demasiado aburridos— respondió Lucifer guiñándole un ojo a Sera.

 

Gabriel le revolvió el pelo a su hermano menor mientras reía.

 

—¡Vamos hermanito! Tenemos cosas que hacer— dijo Gabriel.

 

—¡Voy! — respondió Lucifer sonriendo.

 

El más joven de los hermanos se puso en pie de un salto.

 

—Nos vemos mañana, pequeña— se despidió Lucifer con un gesto de su mano, mientras seguía a sus hermanos mayores.

 

Sera se despidió de los arcángeles con entusiasmo. Se tumbó de nuevo entre las flores, podía oír a lo lejos al resto de los niños jugando. El sol brillaba de forma agradable y una suave brisa corría por el jardín. Estaba tan cómoda y se sentía tan en paz en aquel lugar.

 

“Así que en la luna hay ratones…” su mente bullía de emoción.

 

*¡Es un pequeño mentiroso! *

 

¿Por qué habría dicho aquello Rafael? No tenía sentido. Mentir estaba mal, seguro que Lucifer lo sabía…

 

Sin duda alguna, lo primero que haría cuando le permitieran volar al mundo humano sería ir a la luna. Quizás incluso pudiera pedirle a Lucifer que la guiara en su primer viaje…

 

 

Aquel día fue como otro cualquiera, un día más para explorar... Sera se había vuelto a colar en las zonas altas del palacio celestial, su corazón latía con fuerza y la emoción le embargaba. Había recorrido los largos pasillos y había pasado cerca de las habitaciones de los arcángeles. Aquella vez había llegado más lejos de lo que había llegado jamás sin ser vista. Había descubierto una enorme sala con grandes pilares y unos ventanales que inundaban la estancia de luz, con un patio interior en la zona alta del palacio. Allí se hallaban las flores más hermosas que jamás había visto. La belleza del sitio, su tranquilidad y los aromas de las plantas hizo que perdiera la noción del tiempo.

 

El ruido de un portazo rompió la armonía de aquel lugar y Sera se giró con nerviosismo. La entrada que comunicaba el patio y la sala era un arco sin puerta. Oyó voces agitadas provenientes de la sala. Asustada, se ocultó tras la pared de la entrada al patio, sin saber que hacer. Quizás pudiera escabullirse por encima de uno de los muros del patio, pero estaba a demasiada altura como para volver volando a las zonas comunes.

 

—¡Silencio! — tronó una voz.

 

Se hizo el silencio. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la pequeña serafín, era su padre quien había hablado y nunca lo había escuchado usar ese tono de voz. Se asomó lentamente por el borde de la entrada, intentando buscar una salida, pero fue inútil: la entrada se había cerrado y la sala estaba ocupada, no podía salir sin ser vista.

 

Dios había entrado seguido por sus primeros hijos, todos parecían tensos. El más joven de los hermanos, Lucifer, estaba en el centro de la sala, rodeado por sus hermanos, se mantenía cabizbajo y con los puños apretados.

 

—¿Se puede saber qué es lo que pretendías? — preguntó Dios —¿¡te das cuenta de lo que has hecho!? — gritó, con una voz que resonó en todo el palacio.

 

El corazón de Sera se encogió ante aquel sonido. Todos en la sala, a excepción de Lucifer, retrocedieron unos pasos. Lucifer, quien parecía estar cargando con el peso del mundo entero, levantó la mirada lentamente.

 

—Padre, yo solo quería liberar su potencial… lo que ha sucedido… esa maldición, no… no sabía…— tartamudeó el joven serafín.

 

—¡Me desobedeciste! — bramó Dios.

 

Lucifer cerró los ojos como si esperase un golpe que nunca llegó y tras unos instantes habló.

 

—La primera vez que los vimos…— murmuró Lucifer, con una expresión y una voz teñida de tristeza —Dijiste que solo debíamos amarlos y eso es lo que he hecho. Son seres maravillosos… son… Son tu mejor creación y sin embargo limitas su potencial… Limitaste a Eva, e ibas a limitar a su descendencia ¿por qué crear criaturas tan hermosas si no les permites ser libres? —

 

—¿Y crees que esa libertad justifica lo que ha pasado? — preguntó Rafael con expresión temerosa.

 

—No quería que sucediera esto…—respondió Lucifer en tono apático —Creí que hacía lo correcto… liberarlos. Darles la oportunidad de expandir el mundo por sí mismos, que puedan realizar actos maravillosos sin estar atentos a nuestro juicio… que tuvieran la oportunidad de amarnos por voluntad propia y no por imposición… Pero no… no sabía que ocurriría…—

 

—¡Por supuesto que no lo sabías! — bramó Miguel furioso encarándose a su hermano.

 

Lucifer apretó los puños, ignorando a todos los presentes, su mirada solo fija en Dios.

 

—Haré lo que haga falta para solucionar esto…— dijo Lucifer.

 

—¡Ah, no! ¡Tú no vas a volver a hacer nada! — gritó Dios.

 

Un brillo surgió de la mano de Dios y este lo miró durante unos instantes con sus múltiples ojos.

 

—El orden está roto… ya no hay vuelta atrás…— dijo Dios en voz baja.

 

Un murmullo nervioso recorrió la sala y Sera pudo ver las expresiones de los arcángeles “¿Qué está pasando?” se preguntó. Nunca los había visto así de aterrados… Dios avanzó unos pasos, mirando a Lucifer con severidad.

 

—No puede ser…— dijo Lucifer con un hilo de voz.

 

—¿Por qué lo hiciste? — preguntó Dios, con un tono de voz que delataba frustración.

 

—¡Tiene que haber una solución! — exclamó Lucifer.

 

—¿No te bastaba con tener a Lilith? — dijo Dios en voz baja.

 

Aquella pregunta enmudeció de nuevo a la sala. Los primeros hijos de Dios se mostraron extrañados sin entender lo que estaba sucediendo, solo Lucifer abrió los ojos con sorpresa.

 

—¿De qué estás hablando, padre? — preguntó Miguel, atónito y siendo el único que se atrevió a romper ese silencio.

 

Dios no respondió. Su mirada estaba fija en su hijo más joven, cuyas mejillas se habían sonrojado y su mirada se había desviado con vergüenza.

 

—¿Creías que no me había dado cuenta? —preguntó Dios dirigiéndose a Lucifer, quien miraba fijamente el suelo.

 

Las miradas de los arcángeles fueron directas a su hermano menor y, de pronto, todos parecieron entender algo que a Sera se le escapaba.

 

—Oh… Hermano…— suspiró Uriel con tristeza llevándose una mano a la cabeza.

 

— Oh, cielos… preferiría que te hubieras quedado ciego…— masculló Raguel con un gesto de resignación.

 

—¡No me lo puedo creer! —farfulló Miguel con hastío mientras reía sarcásticamente —¡Si querías una mascota, podías haber adoptado uno de esos patos! —

 

Lucifer apretó los puños, pero no levantó la mirada.

 

—¿En serio, Lucifer? ¿Todo este caos por un capricho? — preguntó Jofiel incrédulo.

 

—No es un capricho…— musitó el serafín tragando saliva y sin atreverse a mirar a nadie.

 

—Claro que lo es, Luz— dijo Rafael con una mezcla de tristeza y compasión.

 

—¿Qué vas a tener tú en común con una humana? — dijo Gabriel mirando a su hermano de forma piadosa.

 

—Más de lo que creéis…— respondió Lucifer fulminando a sus hermanos con la mirada.

 

El sonido de la puerta alertó a todos en la sala y dos ángeles entraron por ella.

 

—La hemos traído, señor— dijo uno de los ángeles.

 

A medida que se iban acercando, Sera pudo ver que llevaban a una mujer sujeta por los brazos. Se percató rápidamente de la ausencia de halo en su cabeza y la poca aura que transmitía a comparación de los demás presentes en la sala.

 

“¿Es una humana? ¿La primera mujer?”. Sera había oído hablar de ella a los adultos: era una rebelde que había abandonado el Edén. Fue la primera vez que Sera vio a un humano y su primera fue un poco decepcionante: tenía una larga melena rubia y una figura elegante que contrastaba con un aspecto sucio y desaliñado. Cubría su cuerpo con ropajes toscos cómo si quisiera imitar a los ropajes celestiales.

 

En cuanto los ángeles la soltaron se desplomó de rodillas en el suelo y allí permaneció, sin levantar la cabeza. Lucifer la miró con una expresión nerviosa y un temblor empezó a sacudir sus manos.

 

Dios avanzó unos pasos con la mirada fija en ambos mientras los ángeles se retiraban. La tensión en el ambiente fue palpable hasta que, finalmente, Dios rompió aquel silencio.

 

—¿A cuál de los dos se le ocurrió la idea de la manzana? —

 

Hubo unos segundos de tenso silencio antes de que Lilith y Lucifer levantaran la mirada.

 

—Fue idea mía, señor / Fue culpa mía, padre— respondieron al unísono.

 

Una risa de exasperación escapó de los labios de Dios.

 

—¿Tenéis la osadía de mentirme? — su voz tronó haciéndolos estremecer.

 

Tras unos segundo Lucifer reaccionó.

 

—Padre… reconozco que he estado viendo a Lilith en secreto, la amo... Pero ella no tiene nada que ver en esto. Por favor, tienes que creerme…— dijo con un hilo de voz, mientras avanzaba unos pasos hacia su padre.

 

—Es noble por tu parte mentir por ella, hermano. Pero es obvio quien empezó a dar problemas desde el principio…— dijo Miguel atrayendo la atención de todos. Se detuvo delante de Lilith, quien se redujo a temblores en presencia del arcángel.

 

—Tú le diste la manzana a Eva, hermano. Pero quien ha traído la corrupción y el deseo es sin duda este engendro…— dijo Miguel alargando la mano hacia la cabeza de Lilith.

 

—¡NO LA TOQUES! — gritó Lucifer.

 

Un fogonazo de luz inundó la sala. Sera se tapó lo ojos asustada, oyó un grito, seguido de las voces asustadas de los arcángeles. Cuando la luz se disipó y tuvo que parpadear varias veces para enfocar su visión. Lo primero que vio fue la silueta de Miguel, que había retrocedido unos pasos y estaba encorvado, con ambas manos tapando la parte izquierda de su cara. Sera tuvo que contener un grito al darse cuenta de la sangre dorada que resbalaba entre sus dedos. Enfrente de él estaba Lucifer, el más pequeño y menos poderoso de sus hermanos, con su lanza en ristre y una expresión deformada por el odio. Lilith se hallaba de rodillas, al lado de él e incapaz de moverse.

 

El silencio que inundó a toda sala parecía capaz de engullirlos.

 

—Lucifer…— la voz de Rafael sonó ahogada.

 

—No la vais a tocar…— dijo Lucifer con voz temblorosa.

 

Gabriel se tapó la boca sin creer lo que estaba viendo.

 

—¿Qué has hecho…? — dijo Miguel con un tono de voz que Sera nunca le había escuchado.

 

—¿Qué te ha hecho esa mujer…? — preguntó Jofiel con temor.

 

—Ha sido culpa de ella— dijo Raguel poniéndose en guardia.

 

—¡Ella es el mal! — gritó Uriel.

 

—¡NO! —

 

Un fogonazo de luz más intensa volvió a inundar la sala. Sera se cubrió justo antes de quedar cegada, reconociendo el momento en el que los arcángeles invocaron sus lanzas de combate. Cuando se atrevió a mirar, tuvo que taparse la boca con todas sus fuerzas para contener un grito.

 

Lucifer, incapaz de enfrentar a todos sus hermanos, había tirado su lanza y se había abalanzado sobre Lilith para protegerla con su cuerpo. Sus alas, las cuales envolvían el cuerpo de la mujer, y parte de su propio cuerpo recibieron el impacto de las seis lanzas.

 

—¡No! ¡Lucifer! ¡Lucifer! —gritó Lilith con la voz quebrada.

 

—¡Hermano! — gritó Rafael horrorizado.

 

—¡No! — gritó Gabriel.

 

—Cierra los ojos… no mires…— dijo Lucifer, respirando entrecortadamente mientras abrazaba a Lilith cubriendo su cabeza —Habéis perdido… la cabeza…— dijo, dirigiéndose a sus hermanos.

 

Las lanzas salieron de su cuerpo rápidamente y la sangre dorada empezó a caer por el suelo.

 

—¡¿Qué has hecho, idiota?!— bramó Miguel.

 

—¡Basta! — la voz de Dios se impuso a la de todos —Suelta a Lilith ahora mismo…—

 

Lucifer negó con la cabeza, su expresión era una mezcla de incredulidad y tristeza.

 

—No… no la vais a tocar…— musitó.

 

—Lucifer, por favor, no pasará nada…— dijo Lilith, aterrorizada, pero intentando calmar al serafín.

 

Sin embargo, él volvió a negar con la cabeza estrechándola más fuerte entre sus brazos. Miguel, furioso, se abalanzó contra su hermano, agarrándolo del pelo con fuerza.

 

—¿¡Eliges a una humana antes que a tu propia familia!?— gritó tirando hacia atrás de su hermano y logrando apartarlo de la mujer —¡Obedece! —

 

—¡No, por favor! ¡No le hagáis más daño! —gritó Lilith intentando alcanzar a Lucifer.

 

—¡Cierra la boca! — bramó Uriel.

 

—Todo esto es culpa tuya, mujer— dijo Raguel.

 

Ambos arcángeles agarraron a Lilith de los brazos separándola de Lucifer.

 

—¡Ella es quien le ha corrompido, padre! — gritó Raguel.

 

Las manos de Raguel y Uriel se incendiaron con un fuego dorado, que se expandió por el cuerpo de Lilith y, al instante, los gritos de la mujer inundaron la sala.

 

—¡NO! ¡LILITH! ¡LILITH! —gritó Lucifer, intentando zafarse de Miguel con todas sus fuerzas.

 

Pronto las llamas se expandieron y todo el cuerpo de Lilith quedó envuelto en fuego.

 

—¡Quédate quieto, idiota! — gritó Miguel, intentando contener a su hermano.

 

Sera logró ver cómo, en mitad del forcejeo, Miguel agarró una de las alas de su hermano hasta que…

 

CRACK

 

Sera cayó de rodillas, repugnada por aquel sonido, mientras oía el alarido de dolor de Lucifer. Apretó sus manos con más fuerza contra su boca reteniendo todos los gritos de horror que amenazaban con salir.

 

El ala inferior de Lucifer se veía en un ángulo extraño, a pesar de ello, él seguía forcejeando con su hermano. Con un golpe directo a su cara, Lucifer se quitó de encima a Miguel.

 

—¡Lucifer, no! —gritó Gabriel.

 

Pero era demasiado tarde; el serafín ya se había lanzado sobre Lilith, a quien volvió a envolver con sus brazos y alas, por los cuales, el fuego empezó a propagarse. Hubo tantos gritos que Sera ya no distinguía las voces.

 

—¡Suéltala, Lucifer! —

 

—¡Hermano, no! —

 

—¡Te consumirá! —

 

—¡Idiota! —

 

De pronto, la luz del fuego dorado se disipó dentro de las manos del serafín y Sera pudo distinguir su figura temblorosa, aun sosteniendo a Lilith.

 

—Sana, sana, sana…— farfullaba con desesperación.

 

Lucifer se había quemado parte del cuerpo intentando detener aquel fuego. Una respiración fuerte sacudió el cuerpo de Lilith, quien, consciente de nuevo y entre toses, alzó los brazos temblorosos y llenos de quemaduras, correspondiendo al abrazo del serafín. Los arcángeles más jóvenes retrocedieron intimidados. Dios avanzó unos pasos y durante unos segundos solo se escuchó las respiraciones entrecortadas de Lucifer y Lilith.

 

—¡Traidor! —masculló Miguel, apretando los puños con furia.

 

—Habéis perdido la razón…— dijo Lucifer con la voz quebrada.

 

—Lucifer… ponte de rodillas y ruega el perdón…— dijo Raguel mirando a su padre con temor.

 

—No rogaré perdón… por algo que no es justo…— contestó Lucifer, su voz quebrándose en un sollozo.

 

—Bas… ta…— la voz de Dios sonó cansada.

 

Tenía una expresión que Sera nunca había visto. Su figura alta e imponente hizo retroceder al resto de arcángeles, menos a Lucifer, quien no retrocedió ni bajó la mirada.

 

—La idea de la manzana… fue cosa de ambos— concluyó Dios con voz apagada —Y ni siquiera has sido capaz de ser honesto conmigo… Esto es culpa mía, te hice demasiado… orgulloso… Me rompes el corazón, hijo mío…—

 

La forma en la que Dios dijo esas palabras hizo que el corazón de Sera se sintiera dolorosamente pesado. Quería llorar de pura pena, pero tuvo que usar toda su concentración en no hacer ningún ruido que la delatara.

 

Un sonido aterrador emergió de Lucifer, un sonido entrecortado y extraño que Sera tardó en identificar como una risa. Reía de una forma que nunca había escuchado, con una mezcla de amargura y desquicie. Lucifer alzó la mirada entre temblores y unos hilos de sangre dorada cayeron por su boca cuando sonrió.

 

—La primera vez… que los vimos… dijiste que solo debíamos amarlos. Eso es lo que siempre he hecho— la voz de Lucifer sonaba ronca —A partir de ahora… todo humano que te busque… lo hará por voluntad propia —Una tos sacudió su cuerpo —Creí… que eso te haría feliz… pero tú dices que te he roto el corazón…—

 

Una nueva risa amarga sacudió a Lucifer quien, parecía haber olvidado el dolor de todas sus heridas.

 

—Jajajajaja…. me alegro… jajaja… de que puedas sentir algo así… Porque vosotros habéis roto el mío… Día tras día…— dijo con una sonrisa amarga.

 

Se hizo el silencio. Lucifer inclinó la cabeza, no como señal de respeto, sino para dirigir su mirada a Lilith…

 

—Tu imprudencia ha supuesto una amenaza impredecible para la creación y para nuestro reino. Me desobedeciste y con ello te has puesto por encima de mí, tu propio padre— la voz de su padre comenzó a alzarse —Por vuestra insolencia vais a ser testigos de las consecuencias de vuestros actos. Quedas desterrado a ese abismo y el alma humana también— sentenció Dios.

 

La agitación recorrió a los arcángeles. Gabriel se tapó la boca con ambas manos, Rafael desvió la mirada, Jofiel se echó a temblar y Uriel se llevó una mano a la cabeza con frustración. Solo Miguel y Raguel mantuvieron impasibles.

 

—Pues que así sea— contestó Lucifer con desprecio.

 

—Miguel— llamó Dios.

 

—Si, padre— contestó el arcángel en tono sereno.

 

Miguel recogió su lanza del suelo. Con un movimiento suave, la punta del arma brilló y se separó en dos puntas distintas. Lucifer fulminó a Miguel con la mirada, como si supiera lo que estaba a punto de ocurrir.

 

—Si soltaras a tu mascota esto te dolería menos— dijo Miguel.

 

Lucifer no obedeció, sino que volvió a mirar a su padre con un desprecio que Sera jamás había visto. La lanza de Miguel descendió, atravesando su espalda justo a la altura de sus alas. Un grito de dolor contenido emergió de Lucifer, pero se negó a soltar a Lilith.

 

—Quedas desterrado…—

 

El suelo se abrió bajo sus pies y la oscuridad los engulló…

 

Sera jamás olvidará la última visión del ángel caído. Fueron unas milésimas de segundo, justo antes de su caída, cuando pudo ver los ojos de Lucifer teñirse de rojo.

 

“El mal…”

 

Sera se acurrucó tras la pared, aterrorizada hasta de respirar por el horror del que acababa de ser testigo. Todos en la sala quedaron en silencio. Oyó algunas respiraciones nerviosas, pero no supo identificar a quien o quienes pertenecían. Tras unos eternos minutos en los que nadie dijo nada, pudo oír la voz de su padre.

 

—Dejadme solo…—

 

Sera se asomó con lentitud, vio a los arcángeles salir por la puerta en silencio. El pánico la invadió, recordando que ella se había quedado atrapada en aquel lugar. Tenía que esperar a que su padre se retirara, pero ¿y si la encontraba? Miró los muros que rodeaban el patio interior y, por un momento, la idea de lanzarse por encima de ellos ya no le pareció tan descabellada.

 

—¿Quién anda ahí? — oyó decir a Dios de repente.

 

Aunque su voz no sonaba tan furiosa e intimidante como unos instantes antes, Sera no pudo evitar temblar de miedo. Se levantó torpemente, consciente de que era absurdo intentar esconderse cuando su padre ya había captado su presencia. Salió lentamente, con pasos pesados y haciendo un enorme esfuerzo por contener las lágrimas.

 

—¿Sera? —

 

Cuando Sera se atrevió a mirarlo pudo distinguir la sorpresa y la tristeza en su rostro.

 

—¡Oh, cielos! ¿Qué hacías tú aquí, pequeña? — dijo su padre.

 

La compasión que había en su voz caló en el corazón de Sera, quien ya no pudo contenerse. Las lágrimas cayeron sin control alguno.

 

—Lo sien…siento… mucho, padre. No… no quería… molestar. So… solo estaba… explorando—

 

El nudo de su garganta le impidió decir nada más. Se sentía tan pequeña, tan impotente, tan dolida, lloró consumida por la tristeza. Solo cuando Dios se inclinó y la abrazó sintió que parte de ese dolor desaparecía.

 

—Lo siento, pequeña. Tú no tendrías que haber presenciado esto— murmuró Dios con pesar.

 

Pero ella no lo vio así, aquello era culpa suya por haber desobedecido las normas. Se dio cuenta de la tristeza con la que hablaba Dios. Su padre era bueno, bondadoso y justo ¿cómo había tenido ella la osadía de saltarse sus normas? ¿Cómo pudo Lucifer hacerle un daño así y ni siquiera mostrar arrepentimiento?

 

 

Sera no volvió a subir jamás a las zonas altas del palacio.

 

 

Los días que sucedieron fueron algo inusuales. Los adultos empezaron a comportarse de forma extraña y no volvió a ver a los arcángeles pasear por los jardines. Una noche, mientras dormía, una mano tocó su hombro con suavidad. Lo primero que vio al abrir los ojos fueron los rizos pelirrojos y la sonrisa cálida de Jofiel.

 

—Despierta, pequeña— susurró Jofiel.

 

—¿Qué pasa? —

 

Sera se frotó los ojos, somnolienta, mientras se incorporaba en la cama. Cuando su visión se aclaró pudo ver a otros ángeles deambulando de un lado a otro por la habitación, iban de cama en cama, despertando a cada uno de los niños.

 

—No pasa nada, querida. Simplemente hoy vamos a pasar el día todos juntos— le explicó el arcángel.

 

Sera se incorporó uniéndose al resto de niños, entre todos podrían ser unos treinta. Sera, quien ya era algo más mayor, sintió que había algo extraño: aún era de noche y tanto Jofiel como el resto de ángeles hablaban en voz baja, a pesar de que ya habían despertado a todos. Si el resto de sus compañeros se dieron cuenta de esto, ella nunca lo supo.

 

Durante unos minutos Jofiel se mantuvo apartado hablando en susurros con el grupo de ángeles, dos de ellos se quedaron con él y el resto se marcharon.

 

—Bien, pequeños míos. Vamos a ir a un sitio especial, pero debéis hacerme caso— les explicó el arcángel con entusiasmo —No podemos hacer ruido. Así que quiero que os deis la mano y no os separéis del grupo ¿lo habéis entendido? —

 

Los niños obedecieron no sin ciertas dudas, pero habían aprendido a cumplir las órdenes de un arcángel sin cuestionar. Jofiel y los ángeles guiaron al grupo por los pasillos del palacio. A medida que avanzaban, Sera se percató de que cada vez estaban subiendo más pisos, hasta que llegaron a una zona desconocida. Bueno, desconocida para el resto de niños, porque ella pudo identificar rápidamente las zonas donde vivían los primeros ángeles. Finalmente, Jofiel les guio hasta una enorme sala con camas, mantas, juguetes y todo lo que solían tener en la zona infantil del palacio. Los ángeles se encargaron de acostar a los más jóvenes y Jofiel empezó a hablar con los más mayores.

 

—Vamos a pasar aquí juntos un tiempo. Es una prueba, así aprenderemos a valorar la amistad y a nuestros hermanos— les explicó el arcángel —Será como una fiesta, podemos hacer lo que queráis—

 

Los niños se mostraron entusiasmados, algunos empezaron a jugar en pequeños grupos, otros rodearon a Jofiel pidiendo que les contara historias o cantara alguna canción. Sin embargo, la inquietud invadió a Sera. No pudo evitar fijarse en como los ángeles que habían acostado a los más pequeños se habían colocado en la puerta. Casi como si estuvieran esperando a alguien. Un sonido lejano le llego de una ventana cercana “¿Qué ha sido eso?” ahora que se fijaba, todas las ventanas estaban cerradas y con las cortinas corridas. Alargó la mano hacia la cortina con curiosidad.

 

Apenas pudo vislumbrar unos segundos el exterior antes de que otra mano agarrase su muñeca. Su corazón se encogió, mientras una de los ángeles la apartó de la ventana con suavidad.

 

—Deberías estar con el arcángel, pequeña— le dijo aquella chica amablemente —Recuerda, estamos en una prueba—

 

—Estoy cansada— dijo Sera por impulso —¿Puedo dormir? —

 

—Por supuesto, querida. Han quedado varias camas libres al fondo. Escoge la que tú quieras—

 

Sera dio las gracias a la chica y se alejó, buscando una cama. Había mentido, sabía que eso no estaba bien, pero lo que había visto por la ventana la había aterrorizado y no quería que los demás se dieran cuenta. Fuera, donde las nubes siempre solían ser de colores claros o blancos ahora eran negras como el carbón y caía una lluvia fuerte azotada por el viento entre fogonazos de luz. Aquello era extraño, en el cielo no solía llover de aquella forma, allí la lluvia era suave, fresca y amable.

 

“¿Tormenta?” pensó. Ella nunca había presenciado una tormenta, pero había oído a los adultos describirla en algunas ocasiones. Por lo que tenía entendido: la tormenta solía caer en el mundo terrenal, su padre la había usado para mostrar a los humanos la existencia del fuego y para limpiar las impurezas del mundo. Se tumbó en la cama con aquella visión rondando su mente y, por unos instantes, se preguntó si esto tendría algo que ver con lo que le había sucedido a Lucifer.

 

El resto del día se desarrolló con cierta normalidad: dormitó un poco en la cama, jugó con los niños, le pidió Jofiel que cantara, comieron juntos… y antes de que se diera cuenta la noche había vuelto a caer.

 

Sera se veía incapaz de dormir. Durante el día había podido distraerse de la sensación de que algo malo estaba ocurriendo, pero una vez la noche hizo su presencia la inquietud volvió a invadirla. Los ángeles que habían estado en la puerta se marcharon. Ahora estaban solos con Jofiel, quien deambulaba a oscuras por la habitación.

 

“¿No va a dormir?” se preguntó la serafín cuando oyó al arcángel pasar cerca de su cama.

 

Abrió levemente los ojos, la figura de Jofiel se movía con suavidad en la oscuridad. Contuvo el aliento, al darse cuenta de que el arcángel empuñaba su lanza de combate. Un escalofrío le recorrió el cuerpo recordando a Lucifer atravesado por todas aquellas lanzas…

 

Vio como el arcángel avanzaba hasta la salida, la puerta quedó entreabierta y unos sonidos se colaron por ella despertando la curiosidad de la pequeña. Se levantó en silencio y avanzó con cuidado de no despertar a nadie. Se apoyó en la pared cerca de la puerta y pudo ver a Jofiel hablando en el pasillo con alguien que estaba sentado en el suelo.

 

—La situación es crítica— susurró la figura que estaba en el suelo, cuya voz Sera pudo identificar como la de Gabriel —A raíz de su caída, muchos se están revelando… han empezado a cuestionar lo que hemos hecho… de si tenemos esto bajo control… hablan de como esa maldición llegará a nuestro reino y no podremos impedirlo…—

 

“¿Maldición?” Sera contuvo la respiración, recordando la mirada de Lucifer teñida de rojo justo antes de su caída.

 

—¿Cómo están nuestros hermanos? —preguntó Jofiel.

 

—Miguel está furioso— Gabriel soltó una risita triste —Está comandando las huestes angelicales. Por lo que sé aún está combatiendo. Raguel y Uriel le acompañan. Rafael y sus ángeles se están encargando de los heridos, pero cada vez llegan más… Ahora todo es un caos, no sabemos cuántos más pueden corromperse. Algunos ni siquiera han combatido, sino que se han lanzado al abismo… —

 

Sera se tapó la boca con las manos horrorizada e incapaz de imaginar que alguien pudiera elegir semejante destino por voluntad propia.

 

—¿Cómo estás tú, hermano? — preguntó Jofiel posando una mano en su hombro.

 

—Cansado…— murmuró Gabriel frotándole los ojos con una mano —He estado volando todo el día cumpliendo las ordenes de padre. Aunque tal y cómo están las cosas no tengo derecho a quejarme…—

 

—Debería estar ayudando con todo esto— suspiró Jofiel.

 

—No, hermano. A la larga lo solucionaremos, pero tú debes permanecer aquí. Si alguno de ellos alcanza esta zona los niños necesitarán a un arcángel que les proteja— dijo Gabriel.

 

Sera retrocedió unos pasos aterrorizada. No solo se estaban desatando peleas entre ángeles, sino que ¿ellos mismos estaban en peligro? Volvió a acercarse a la rendija de la puerta y aguzó el oído de nuevo. Asustada por lo que estaba oyendo, pero incapaz de ignorar aquella conversación.

 

—Los he mantenido distraídos durante el día, pero no se cuanto más podré seguir así. No podemos tenerlos aquí para siempre. Deberían saber lo que ha pasado…— dijo Jofiel con voz cansada.

 

—Lo sé, hermano, pero aún no están listos para enfrentar la verdad. Son tan inocentes…— murmuró Gabriel

 

—¿Cómo hemos llegado a esto? — susurró Jofiel con pesar.

 

El silencio invadió el pasillo durante varios minutos con cada arcángel perdido en sus propios pensamientos. Un sonido silencioso llegó a los oídos de Sera y pudo atisbar la figura de Gabriel con las manos en la cabeza tapando sus ojos. Su boca temblaba con sollozos que apenas eran audibles, pequeños jadeos y respiraciones temblorosas que luchaban por mantenerse ocultos.

 

—¡Oh, no! De eso nada. No dejes que esto te venza, Gabriel. No tienes derecho a llorar por él aquí, no ahora…— dijo Jofiel inclinándose hacia su hermano e intentando no alzar la voz.

 

Gabriel alzó la mirada con el rostro enrojecido y los ojos llenos de lágrimas.

 

—Pero Jofiel…— dijo en un susurro ahogado —Es nuestro hermano ¿cómo no voy a llorar? Ha sido una caída muy alta… estaba herido y no podía volar…— Gabriel bajó la mirada de nuevo —No he podido quitarme ese pensamiento de la cabeza durante todo el día. No dejo de pensar en cómo estará…—

 

Jofiel se incorporó con una expresión que mezclaba furia y tristeza.

 

—Precisamente porque es nuestro hermano, ¿cómo ha podido hacernos esto? ¿Has visto como está padre? Todo este caos es culpa suya— dijo Jofiel apretando los dientes.

 

—Lo sé— dijo Gabriel con un hilo de voz —Pero llorar a un ser querido no es pecado… han sido demasiadas cosas…—

 

Sera se dio cuenta de cómo las manos de Jofiel temblaban sin control mientras intentaba consolar a su hermano. Sintió un peso en el pecho y una tristeza que inundaba su ser. Jamás había visto derrumbarse de esa forma a dos de los seres más poderosos y admirables del cielo. Sentía tanta impotencia…

 

—Tienes que recomponerte…— oyó decir a Jofiel con voz quebrada mientras luchaba contra sus propias lágrimas —Debes centrarte… me da igual como lo hagas, pero no puedes hundirte ahora… nuestra gente nos necesita, hermano… el cielo prevalecerá…—

 

Los ojos de Sera se inundaron de lágrimas. Se alejó de la puerta en silencio, ya había escuchado demasiado. Al volver a la cama pudo oír el sonido lejano de la tormenta, el cual estaba contenido por los gruesos ventanales. Su mente procesando todo lo que había escuchado. Sintió pena por Jofiel y Gabriel…

 

Apretó los puños bajo las mantas temblando con rabia contenida. “Todo ha sido culpa de Lucifer” Él había elegido el mal, él le había hecho daño a su padre, él había dejado a sus hermanos destrozados y ahora su hogar estaba consumido en el caos por su culpa. Por unos instantes se lo imaginó: caído, herido y sin poder volar y, aunque una parte de ella deseaba sentir compasión, su odio fue más fuerte “Se lo merece. Merece sufrir por todo el dolor que ha causado” pensó con dureza. Las lágrimas comenzaron a caer mientras luchaba contra sus propias emociones con un dolor y una tristeza que a la larga se transformarían en resentimiento. “Ha destruido nuestra paz. Es malvado… es cruel… Nunca le hemos importado…” pensó, cubriendo su cabeza con las mantas para que nadie la oyera. Lloró en silencio hasta quedarse dormida, sabiendo que las cosas nunca volverían a ser como antes.

 

Cuando despertó la habitación seguía iluminada por las lámparas. Aunque parecía más lejano, aún podía escuchar el murmullo de la tormenta en el exterior. Algunos de sus compañeros seguían dormidos, otros jugaban en silencio y otros se habían reunido alrededor del arcángel quien les estaba contando historias. Jofiel estaba radiante, como siempre, con una sonrisa y una actitud serena. Pero Sera, habiendo escuchado la conversación de la noche anterior, pudo ver las grietas en aquella fachada alegre. La tensión en sus hombros, las miradas a la puerta y como sus ojos evitaban las ventanas delataban la lucha interna que el arcángel tenía contra su propia tristeza.

 

No pudo evitar admirar aquella actitud “Se están sacrificando para protegernos del horror que hay fuera” Sera se levantó, miró a sus compañeros y se obligó a sonreír “Ellos no están preparados para conocer la verdad. Tengo que protegerlos” pensó con una única resolución en mente: mantener la calma y felicidad entre los niños.

 

Aquel día puso todo su empeño en mostrarse entusiasta, sonriendo, proponiendo juegos, cantando y distrayendo a cualquiera de sus compañeros que pudiera hacer alguna pregunta incómoda para Jofiel. En cierto modo, su plan dio resultado; sabía que no podía calmar la tristeza del arcángel, pero si podía aligerar la carga que suponía cuidarlos.

 

A mitad del día llegaron dos ángeles, ambos se quedaron en la puerta hablando con Jofiel en voz baja. Esta intrusión en la armonía que habían creado hizo que los niños comenzaran a alborotarse. Sera se inquietó; sin la vigilancia del arcángel, algunos niños empezaron a curiosear cerca de la puerta, otros empezaban a preguntar en voz alta cuando podrían salir al jardín y algunos intentaron alcanzar las ventanas. Actuando por puro instinto Sera se subió a una de las camas con las manos en alto.

 

—¡¿Sabíais que en la luna hay ratones?! —gritó, captando la atención de todos los niños.

 

—¿Qué? — preguntó una niña a su lado.

 

—¡Eso no puede ser! — exclamó otro de los niños que había intentado abrir la ventana.

 

—¡Claro que sí! — respondió Sera —Son una especie nueva que puede vivir allí. Devoran partes de la luna haciéndoles agujeros—

 

—¿Y tú cómo lo sabes? —

 

—¡Porque tuve la suerte de ver uno de ellos! — afirmó con seguridad.

 

“Las mentiras con buenas, porque sirven para proteger a nuestros seres queridos”

 

La distracción funcionó y durante el resto del día gozaron de aquella armonía, ajenos a lo que había fuera. Al anochecer Sera ayudó a acostar a los niños más pequeños. Estaba agotada, pero se mantuvo firme, cantando las nanas que otros ángeles habían cantado para ella cuando era más pequeña. Cuando terminó de arropar a uno de sus compañeros unas manos firmes la levantaron.

 

—Ven aquí, pequeña exploradora— dijo Jofiel alegremente llevándola en brazos —Hoy te has portado muy bien, eres una buena chica—

 

Sera sonrió con una mezcla de felicidad y timidez. El arcángel seguía mostrándose afable y a Sera le pareció que estaba más relajado. Quizás lo que había hecho si hubiera servido de algo…

 

—Pero es hora de que tú también descanses— dijo Jofiel arropándola en su cama.

 

—Gracias por todo, Jofiel— dijo Sera con ojos adormilados.

 

El arcángel la miró extrañado, pero finalmente sonrió.

 

—Que duermas bien, Sera—

 

 

 

Pasaron unos días más antes de que un ángel les informara de que ya podían salir. Cuando salieron al exterior el cielo parecía estar como siempre, aunque se echaban en falta a algunos habitantes y el ambiente estaba cargado con un aire de tristeza. Durante los siguientes días fueron los propios arcángeles los que informaron a los niños más mayores sobre lo sucedido, algunos se mostraron inquietos y empezaron a hacer preguntas sin control alguno. Miguel, con una máscara plateada que tapaba sus ojos y que le daba una presencia más imponente, se adelantó a sus hermanos.

 

—No tenéis porque tener miedo— dijo en voz alta y con la diligencia que se esperaba del líder del ejercito —Esto no volverá a suceder, pero hemos considerado conveniente que lo supierais. Pronto seréis adultos y debéis ser conscientes de vuestros deberes y lealtades— sonrió a los niños con calidez —Solo si permanecemos juntos podemos proteger nuestro hogar—

 

Sera sabía que los adultos estaban suavizando la verdad, pero tampoco podía culparlos. Sonrió, haciendo su mayor esfuerzo por transmitir tranquilidad, ella haría todo lo posible por proteger su hogar. Estar allí era seguro, estar con los suyos era su felicidad. No necesitaba nada de fuera, no quería saber nada de aquel nuevo reino que se estaba formando, tampoco deseaba bajar al mundo que creó su padre y que ahora se consumía por la maldición del libre albedrío… la idea de ir a la luna ahora le parecía absurda. Todo lo que quería estaba allí, entre los suyos…

 

Las semanas sucedieron y, poco a poco, parecía que la normalidad estaba volviendo al cielo. Aunque no podía dejar de sentir que las cosas nunca serían como antes. Su padre se retiró a la cima del palacio y solo recibía las visitas de los primeros hijos. No veía a los arcángeles tan a menudo y cuando los veía parecían estar distraídos. Sera intentó no darle importancia, seguramente necesitarían tiempo tras lo ocurrido…

 

—Sera— la llamó Gabriel semanas después.

 

Ella se incorporó, había estado jugando con un grupo de ángeles más jóvenes, pero dejó todo atrás y acudió a la llamada del arcángel.

 

—Siento interrumpir tu juego, pequeña. Pero tengo una tarea para ti—

 

Ella siguió al arcángel sin cuestionar, mientras este la guiaba por los pasillos del palacio.

 

—Veras, va a nacer uno de los nuestros y necesitamos que alguien permanezca a su cuidado. Ahora los ángeles están muy ocupados y mis hermanos y yo tenemos otras tareas— explicó Gabriel.

 

—Entiendo ¡puedo hacer eso sin problema! —dijo Sera con entusiasmo.

 

Gabriel rio y le revolvió el pelo con cariño.

 

—Estoy seguro de que puedo confiar en ti. Jofiel me ha dicho que te has portado muy bien últimamente—

 

Ambos llegaron a una sala blanca llenas de cunas ovaladas. Sera recordaba vagamente aquel lugar, allí era donde nacían todos los seres celestiales. Gabriel la condujo hasta la única cuna que emitía luz.

 

—No sabemos cuánto tardará en despertar. Dios aún la está guiando— explicó Gabriel haciendo que Sera se asomara por el borde del óvalo.

 

La forma que estaba en su interior apenas se distinguía entre la luz, pero podían verse unos rasgos delicados y la forma de un cuerpo pequeño.

 

—¿Es una chica? — preguntó Sera.

 

—Eso parece— contestó Gabriel riendo.

 

—¡Una serafín! —exclamó Sera alegremente al ver la silueta de sus alas.

 

—Si… un serafín de la alegría…— contestó Gabriel con la mirada distante.

 

Sera sintió que su pecho se encogía. Se mordió el labio, pensando en que quizás había hablado demasiado. Tomó las manos de Gabriel con ternura.

 

—No te preocupes, Gabriel. Yo me encargaré de ella, estará segura y no le faltará de nada— le aseguró la niña.

 

—Sé que lo harás— respondió Gabriel con una sonrisa extraña —Gracias, pequeña— se despidió revolviéndole el pelo con cariño.

 

Gabriel se marchó dejando a Sera vigilando la cuna. Ella observaba fascinada a la criatura que aún dormía: era muy pequeña, mucho más que los infantes que había conocido hasta ese momento. Recordó vagamente haber oído a un adulto decir los serafines de la alegría solían ser pequeños.

 

El tiempo pasó de forma lenta, mientras la cuna emitía de vez en cuando nuevos brillos. Sera se mantuvo paciente, sabía que el milagro de la vida no era algo que tomarse a la ligera. Durante unos instantes se preguntó si aquella niña podría escucharla. Ella no recordaba exactamente lo primero que había oído al abrir los ojos, pero recordaba que había otros ángeles. Sabía lo aterrador que podía ser dejar de escuchar la voz de Dios al nacer y lo reconfortante que era darte cuenta de que no estabas sola al despertar. Sera se apoyó en la cuna y empezó a entonar un arrullo enoquiano, algo que recordaba de tiempos más lejanos y felices. Durante horas cantó y habló de las maravillas de su hogar. Finalmente, cuando la cuna dejo de emitir brillos y la luz que la inundaba se fue apagando, pudo vislumbrar la figura que había en su interior.

 

Tal y cómo Sera había dicho; era una chica. Aún estaba dormida y envuelta en sus propias alas, sus cabellos de color claro estaban enredados, poseía otro par de ojos, además de los habituales: uno en su halo y otro en su pecho.

 

—Hola, pequeña…— saludó Sera con suavidad al notar el temblor en sus ojos al abrirse —Tranquila, estas a salvo, tómate tu tiempo. Abrir los ojos por primera vez puede ser una impresión muy fuerte. Soy Sera y estoy aquí para lo que necesites—

 

Los ojos de la niña, claros y azules como el cielo despejado, recorrieron la sala, mientras se incorporaba lentamente. Finalmente, su mente pareció aclararse y su vista se enfocó en Sera a quien le sonrió con ternura.

 

—¿Puedes decirme tu nombre? ¿Recuerdas cuál es? — le preguntó a la niña.

 

—Claro… me llamo Emily— respondió ella con voz dulce — Aunque puedes llamarme Em, Emmy, E… bueno, a mí me vale todo…— su sonrisa se mostró más animada —¡Quiero haceros felices a todos! —

 

El corazón de Sera se enterneció y sus ojos se empañaron de emoción. Parecía increíble que tras todo lo que había vivido pudiera seguir existiendo cosas tan bellas en el mundo…

 

 

 

Los años se sucedieron y la armonía volvió al cielo. Las almas puras comenzaron a ascender y los días volvieron a ser felices y tranquilos. Sera se mantuvo fuerte, se esforzó por destacar, por ser fuerte, justa y sabia. Nunca perdió de vista su objetivo, siempre teniendo en mente las palabras de su padre: traer paz y armonía. Ella era quien debía hacerlo, ya había visto el mal de frente, de modo que su deber era proteger a los inocentes…

 

Fue años después cuando, siendo aún una aprendiz del Alto Serafín, el arcángel Gabriel les llamó para hablar. El Alto Serafín de aquellos tiempos era un anciano sabio y de aspecto bonachón. Sera había logrado tantos méritos que prácticamente era seguro que ella sería quien sucediera a aquel alto cargo. Al atardecer los tres se reunieron en el jardín celestial, el cual se hallaba desierto. Gabriel habló largo y tendido, sentado en la rama de un enorme árbol, sobre lo que él y sus hermanos iban a hacer.

 

—¿Se marchan? — preguntó el Alto Serafín con voz temblorosa tras escuchar al arcángel.

Aquella revelación inquietó a Sera, pero se mantuvo impasible y en un silencio educado.

 

—¡Oh! No lo digas de esa forma, amigo mío— dijo Gabriel riendo.

 

Hacía años que el sonido de aquella risa era extraño para ella. Algo había cambiado en Gabriel años atrás, aunque no sabría decir exactamente que era.

 

—Pero os necesitamos…— dijo el Alto Serafín.

 

—¡Que va! Hacéis un trabajo estupendo. Nosotros ya no somos algo esencial en este lugar— dijo Gabriel con la vista fija en el atardecer.

 

—Oh, por favor. No diga eso, Gabriel. Hemos prosperado gracias a usted y sus hermanos. Este reino se ha mantenido gracias a ustedes— argumentó el Alto Serafín con nerviosismo.

 

—Si, pero ya no somos necesarios. Los altos mandos y la corte de serafines pueden hacerse cargo de todo el reino. Los sanadores de Rafael ya pueden igualar sus habilidades y Miguel lleva entrenando a Adán desde hace siglos, las huestes angelicales estarán en buenas manos. Además, seguirán naciendo celestiales, todo seguirá igual que siempre. No notareis nuestra ausencia— explicó, mientras descendía del árbol.

 

—¿Y el padre celestial? — preguntó el Alto Serafín con pesar.

 

—Desea meditar, estar tranquilo…— Gabriel desvió la mirada —Quizás observar la vida durante un tiempo sin intervenir directamente… lo cierto es que no estoy del todo seguro…— admitió Gabriel riendo levemente.

 

Durante unos minutos se hizo el silencio, mientras la mirada del arcángel se perdía en el horizonte.

 

—No estéis tristes, esto no es una despedida— dijo con solemnidad —Nos pasaremos por aquí de vez en cuando y… algún día volveremos a casa—

 

El Alto Serafín se inclinó con respeto, pero sin poder ocultar su pesar. Gabriel le estrechó la mano al mismo tiempo que le daba un toque en el hombro.

 

—Nos marchamos tranquilos. Sabemos que lo haréis bien— dijo el arcángel antes de dirigir una mirada a Sera y extender su mano hacia ella.

 

—Cuídate, pequeña— le dijo el arcángel guiñándole un ojo.

 

Sera le sonrió con cariño mientras le estrechaba la mano. Era irónico que la siguieran llamando pequeña ahora que debían alzar la mirada para ver su cara…

 

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Sera suspiró, hacía siglos que no pensaba en aquellos días. El caos que se desató en aquel momento fue tan horrible… A pesar de las palabras de Gabriel, la ausencia de los arcángeles y Dios fue algo que todo el cielo lamentó. De forma esporádica Gabriel, Uriel y Jofiel volvieron, pero fueron solo visitas breves e intrascendentes. Ninguno de ellos habló de lo que estaban haciendo o donde estaban y, con el tiempo, las visitas se fueron espaciando, hasta que dejaron de aparecer. La realidad era que nadie, ni siquiera los altos cargos celestiales, sabían dónde estaba Dios y sus primeros hijos.

 

Sera aún los añoraba. Ella había nacido sola, tuvo compañeros, pero ningún hermano cercano, quizás fuera por eso que los arcángeles fueron tan permisivos con ella en su niñez. Ellos fueron una figura a la que admirar y amar, pero se habían marchado y lo único que quedaba para recordar su existencia era aquel odioso hermano que había caído al abismo. Aunque sabía disimularlo, sentía asco cada vez que miraba a Lucifer a la cara e identificaba los rasgos que compartía con su hermano Miguel “Ojalá hubieras desaparecido tú…”

 

Respiró hondo y alejó aquellos pensamientos de su mente, no podía perderse en su propia melancolía. Aún tenía cosas que hacer, apretó los dientes “Adán…”

 

—Disculpe, alteza—

 

Sera se giró y vio a Damiel corriendo por el pasillo hacia ella.

 

—¿Hm? Damiel ¿qué sucede? —

 

—Discúlpeme…— dijo Damiel jadeando —Verá, hay una llamada del infierno. El señor Morningstar dice que necesita hablar con usted…—

 

Sera entrecerró los ojos. Seguramente Lucifer ya estaba al tanto de la amenaza de Adán.

 

—Dile que si quiere hablar que concierte una reunión, ahora mismo tengo asuntos importantes que tratar—

 

Se dio media vuelta y siguió su camino, hoy no tenía paciencia para aguantar las tonterías de más habitantes del infierno.

 

—Con todo el respeto, señora. Esta bastante alterado, parece que esto es algo urgente— le dijo Damiel.

 

Sera no pudo evitar sonreír y tuvo que girar la cabeza para que su asistente no se diera cuenta de ello. “Así que está alterado…” se divirtió durante unos segundos imaginando la angustia del rey del infierno al saber que el ejército celestial iba a por su hija “Se lo tiene merecido, así aprenderá a controlar a esa niña descarriada”

 

Por supuesto que ella no tenía intención de romper el acuerdo que tenían, pero Lucifer no tenía por qué saber eso ¿verdad? “Un pequeño pago por tus últimos descaros, viejo amigo”

 

—¿Le atenderá entonces? —

 

Sera volvió a mantener su semblante serio mientras se giraba para mirar directamente a su asistente.

 

—Damiel ¿puedes responderme algo? ¿Para quién trabajas? —

 

El ángel se puso nervioso ante el tono de voz de Sera.

 

—Pa… para usted, señora— respondió dudoso.

 

—Pues entonces ¿por qué últimamente pareces tan empeñado en seguir las ordenes de Lucifer? Si quiere hablar, le das una fecha para una reunión, pero no vengas a molestarme por sus tonterías ¡Tengo cosas más importantes que hacer que estar pendiente de los caprichos del rey del infierno! — exclamó abriendo todos sus ojos.

 

—Va… vale. Lo entiendo. Le pido disculpas, alteza…— respondió Damiel de forma atropellada.

 

Sera suspiró, dándose cuenta de la forma tan llamativa en la que estaba perdiendo los papeles.

 

—No importa, Damiel. Dile que llame otro día o dale cita si desea reunirse en la zona neutral. Pero no cedas tan fácilmente a sus exigencias. Es un demonio de la peor calaña, no podemos fiarnos de él— le explicó mientras se serenaba —Por cierto, ¿sabes dónde está Adán? —

 

—¡Oh! Creo que está con las exorcistas en el campo de entrenamiento— le respondió su asistente.

 

—Gracias, Damiel. Puedes volver a tus deberes— le respondió en tono calmado.

 

Echó a volar evitando cualquier nueva distracción. El campo de entrenamiento se hallaba en una zona más apartada de la ciudad formada por bancos de nubes y edificios de piedra blanca. A aquel lugar solo podían acceder unos pocos. Adán estaba sentado con un refresco y dando órdenes a voces mientras las exorcistas practicaban con sus lanzas.

 

—¡Adán! — gritó Sera aterrizando a su lado.

 

—¡Joder, Sera! Es el segundo susto que me das—

 

Algunas exorcistas desviaron la mirada hacia ella. Su sonrisa se tensó, lo último que le apetecía era montar un numerito delante de los ángeles. Con un gesto de sus alas y un fogonazo de luz ambos fueron teletransportados al despacho de Sera.

 

—¿Qué? ¡Mierda! Oye, que estaba entrenando— se quejó Adán indignado.

 

“Hace siglos que no entrenas”

 

—¡Olvídate de eso! Te exijo una explicación sobre lo que ha pasado en el juicio ¡¿Se puede saber en qué estabas pensando?! — exclamó Sera.

 

—Vale, lo reconozco, la he cagado. Pero esas zorras me estaban provocando— se excusó Adán retrocediendo unos pasos, con las manos en alto en gesto de rendición.

 

—¿Qué te estaban provocando? —golpeó la mesa con el puño— ¡¿Cómo se te ocurre hablar de los exterminios delante de toda la corte?! ¡¿TE DAS CUENTA DE LA POSICIÓN EN LA QUE ME HAS DEJADO?!— gritó, consciente de que en ese lugar nadie los escuchaba y que por fin podía desahogarse.

 

—Oye, Sera, tranquila, no va a…—

 

—¡Te dije que solucionaras esto! ¡No que alborotases a toda la corte con cuestiones que no tenían por qué saber! ¡Solo teníamos que desacreditar a esa niña delante de todos y mandarla a su casa sana y salva! ¡Por tu culpa hay quienes están empezado a dudar de nuestra forma de proceder! — gritó abriendo todos sus ojos con furia.

 

Adán había ido retrocediendo marcha atrás a cada grito hasta que su espalda tocó la pared. Se hizo el silencio durante unos segundos, solo roto por la respiración agitada de Sera.

 

—Vale… ¿puedo hablar? — preguntó Adán intentando aparentar normalidad.

 

—Más te vale que empieces a hacerlo— masculló Sera.

 

—Oye, te juro que no quería irme de la lengua. Pero esa niñata estaba captando demasiado la atención de todos, no podía permitir que siguiera con esas memeces. Así es como traen el mal la gente del infierno, te empiezan a contar gilipolleces para meterse dentro de tu cabeza…—

 

—No te atrevas a explicarme cómo actúan los demonios ¡lo sé de sobra! — dijo dando un nuevo golpe a la mesa.

 

—Ah, ¿sí? Pues no parecías muy convencida para callar a esa criaja y…—

 

Adán enmudeció ante la mirada fulminante de Sera.

 

—¿Qué es lo que te has creído? No pienso mancharme las manos por la hija de Lucifer…— dijo Sera con un tono de voz afilado.

 

—Vale… mira, lo que quiero decir es que Lucifer ya se comportaba así cuando vivíamos en el Edén. Le llenó la cabeza de ideas estúpidas a Lilith hasta el punto de que ella abandonó todo por él… y, no contento con eso, engañó a Eva para que se comiera esa puta manzana…— se hizo el silencio unos instantes —Y su hija es igual, ya has visto lo que le ha hecho a Emily. Ella siempre ha respetado a la autoridad, pasa menos de un día con esa bazofia del infierno y empieza a gritar a todos en la corte—

 

Sera se dio media vuelta, dirigiendo su vista a la ventana, contemplando el exterior mientras intentaba sosegarse. Apretó los puños con fuerza… o más bien con rabia…

 

—Pues más motivos para que hubieras cerrado la boca. Como venganza, podías haber matado a todos los residentes de su hotel en el próximo exterminio— dijo Sera en tono frío.

 

—¡Oooh, joder! ¿Cuántas veces voy a tener que decir que lo siento? — se quejó Adán.

 

—Dudo mucho que tus disculpas solucionen esto. Por tu culpa, ahora tenemos a todos los altos mandos preocupados por vuestras actividades, harán preguntas sobre los procedimientos y seguro que algunos ven como un acto de mala fe ir a por la hija de Lucifer si ella no tiene intenciones hostiles hacia nosotros— dijo Sera sentándose en su mesa.

 

—Espera ¿no estarás diciendo que…? —

 

—No vas a atacar ese hotel, Adán—

 

—¿¡Qué!?—

 

—Lo que has oído—

 

—¿Me puteas porque se me ha escapado lo de los exterminios en el juicio? ¡Vamos, no me jodas! Dudo que a la mayoría de los altos cargos les importe una mierda que un pecador pueda redimirse. Lo olvidarán enseguida y no volverán a molestarte— dijo Adán avanzando a la mesa.

 

—No se trata solo de ellos ¡Tengo a Lucifer atado por un contrato! ¿Qué crees que haces amenazando a su hija? — preguntó Sera llevándose una mano a la cabeza.

 

—Precisamente por eso lo he hecho. ¿Recuerdas cómo reaccionó ese imbécil cuando hablé de su niñita en nuestra primera reunión? ¿No te das cuenta de las cosas que hace por ella? El muy idiota nunca ha querido hablar con nosotros, pero se atreve a pedir una reunión solo porque su hija lo desea…—

 

Sera abrió los ojos con sorpresa al mismo tiempo que fruncia el ceño.

 

—Un momento ¿Qué estas insinuando…? —

 

—Mataron a una de mis chicas, Sera. Esto no va a quedar así— dijo Adán, usando un tono más serio.

 

—La muerte de ese ángel ha sido algo horrible, pero Lucifer no tuvo nada que ver en eso. El acuerdo sigue intacto— argumentó Sera.

 

—Lo sé, no es cosa suya, pero su hija ya me ha tocado mucho los cojones y ahora van a pagarlo— dijo Adán con una expresión sádica.

 

—¿Estás loco? —preguntó incrédula. Casi se ríe, definitivamente Adán debía haber perdido la cabeza —Nos guste o no, necesitamos a Lucifer al mando del infierno. Mientras lo mantengamos dócil, no habrá problemas—

 

—¡Claro! ¿Y esperar que otro de esos cerdos vuelva a matar a una de mis chicas? — preguntó Adán con un tinte de ira.

 

—Ya te dije que lo investigaras…—

 

—¡Y no he conseguido nada! Adelanté el puto exterminio como forma de escarmiento, pero he pensado en algo mejor…— añadió Adán sentándose frente a Sera —Ahora mismo ese idiota debe estar histérico sabiendo que vamos a por su princesita. No se va a separar de ella ni un solo minuto, estoy seguro de que sacrificará sus poderes por protegerla…—

 

—Te estoy diciendo que no podemos tener en nuestra contra a Lucifer— dijo Sera con los dientes apretados e inclinándose de forma amenazante — ¡Le necesitamos! —

 

—No me estás entendiendo, Sera. Ese idiota no puede morir, pero su niñita si…— dijo Adán con una sonrisa burlona.

 

—¿Ese es tu plan? ¿Matar a su hija? ¿Crees que colaborará con nosotros después de eso? — preguntó Sera en tono sarcástico.

 

—No, pero cuando le demuestre cuál es su lugar, cuando esté al borde de la desesperación lo tendrás comiendo en la palma de tu mano— la sonrisa de Adán se ensanchó —Escúchame bien, pienso matar a todos los gilipollas que hay en ese hotel. Incluida esa zorra de Vaggie, ha vivido más de lo que le tocaba—

 

Adán se reclinó en la silla saboreando cada momento de expectación.

 

—Y en cuanto a la princesita arcoíris— añadió, hablando lentamente— no la mataré, pero pienso hacerla pedazos de las formas más creativas posibles delante de su papaíto. Hasta que ambos entiendan con lo que han estado jugando. Y cuando estén en ese punto, ese idiota se dará cuenta de lo compasivos que fuimos con él al ofrecerle un acuerdo desde el principio. Le haré rogar por su niñita y haré que se arrodille ante mí. Y cuando todos esos cerdos del infierno vean lo que he hecho con su rey… bueno, apuesto a que ninguno de ellos se atreverá a contraatacar durante los exterminios. Volverás a tener a Lucifer dócil y complaciente, como a ti te gusta, y esa niñata no se atreverá ni a pensar en la redención sin echarse a llorar—

 

Sera se quedó atónita, asimilando todo lo que Adán acababa de decir. Sin duda era un plan arriesgado. Por otro lado, Adán tenía razón: a Lucifer solo le importaba su hija. Era capaz de renunciar a parte de sus poderes por ella.

 

“Es un orgulloso sin remedio. Seguramente piense que puede enfrentarse a las huestes angelicales sin la totalidad de sus poderes. Adán es fuerte, podrá dar cuenta de él cuando esté en ese estado. Es un buen plan…”

 

Aunque debía reconocer que no le gustaba el destino que le esperaba a la princesa, prefería ignorar los detalles, eso sería asunto de Adán y sus exorcistas. Sin duda era una buena idea para doblegar a Lucifer, quizás esta vez para siempre… y entonces volverían los años de paz y tranquilidad.

 

—Supongo que… una demostración de… nuestra fuerza sería un buen recordatorio al infierno de porqué deberían valorar la compasión que les ofrecemos— dijo Sera lentamente.

 

—¡Cojonudo! ¡Ahora hablamos el mismo idioma! Sabía que lo entenderías— dijo Adán echándose a reír.

 

—Pero, Adán…— Sera volvió a inclinarse de forma amenazante —Esta vez no quiero fallos. Nadie debe conocer los detalles de lo que le sucederá a Lucifer y a su hija—

 

—Si, mierda, Sera. Lo entiendo ¡no volveré a hablar de más! — respondió en tono cansado —Tú mantén tranquilos a los altos mandos y yo me encargaré de traerte a Lucifer amaestrado—

 

—No le subestimes tan fácilmente. Márchate y entrena, asegúrate de nadie de los nuestros muera en combate. Más te vale no fracasar —

 

—Entendido—

 

Una vez Adán se marchó Sera cerró los ojos con cansancio, había sido un día largo. No se sentía orgullosa de dar luz verde al plan de Adán, pero había que hacer lo necesario para proteger el cielo, no le habían dejado otra opción. Debía hacer todo lo posible para nadie, especialmente Emily, supiera lo que iba a suceder en el próximo exterminio. Y, en caso de que alguien se enterase y cuestionara la forma de proceder siempre podría argumentar la muerte de aquel ángel cómo causa.

 

“Todo ha sido culpa de esa niña. Hubiera sido tan fácil que se quedara en casa sin molestar” pensó con hastío.

 

*¡Están en un lugar vil, oscuro y lleno de dolor! ¿eso no te parece suficiente castigo? * dijo la voz de Emily en su mente.

 

“Se lo merecen. Su padre es la mayor desgracia que le ocurrió al cielo…” por unos segundos su mente volvió al pasado, a aquella conversación que había escuchado entre Jofiel y Gabriel en el pasillo. “Seguro que ellos hubieran hecho lo mismo” Le vino a la mente la imagen de Gabriel derrumbado en el suelo y llorando amargamente en silencio “Ellos lo entenderían. Conocen mejor que nadie la importancia del sacrificio…”

 

Un golpeteo en la puerta la sacó de sus reflexiones.

 

—Adelante—

 

Por la puerta apareció su asistente, con aspecto nervioso y cargado de papeles.

 

—Disculpe, Alteza. Le traigo el archivo de las nuevas almas que están ingresando este mes. También he organizado su agenda; algunos serafines de la corte desean hablar con usted en privado, también me ha pedido reunión uno de los ancianos y… bueno, no es que quiera molestarla con los asuntos del señor Morningstar, pero me ha pedido que le dé un mensaje…— añadió Damiel en tono dudoso.

 

—¿Lucifer? ¿Qué te ha dicho? — preguntó Sera con curiosidad.

 

—¿Eh?… si, verá… no ha sido muy detallado. Solo me ha pedido que le recuerde la última conversación que tuvieron— dijo el asistente dubitativo.

 

* Aquel día pude haberlo matado ¿entiendes eso, Sera? *

 

—Entiendo… — una sonrisa afloró en los labios de la serafín —Puedes retirarte, Damiel —

 

Su asistente ladeó la cabeza, no muy seguro del tipo de mensaje que había dado. Dejó los papeles en la mesa y se marchó.

 

“Insolente, orgulloso…” pensó Sera riendo. Tenía a Lucifer justo donde quería. Ya lo vio hundirse en la oscuridad una vez y, tras tantos años, parecía no haber aprendido cuál era su lugar. No importa… Adán se lo recordaría.

 

“Perdió a su familia por aquella insolencia. Esta vez perderá sus poderes…”

 

Una vez que tuvieran a Lucifer de rodillas no tendrían por qué volver a preocuparse por el infierno. El cielo siempre prevalecería…

Notes:

No me puedo creer que haya escrito un capítulo tan largo...

Vamos con un poco de Headcanon y demás detalles:

-Tanto los arcángeles cómo Lucifer poseen los mismos poderes, pero desarrollados en diferentes medidas. Tienen dones como la curación, la materialización de espacios u objetos (o reparación, como mencionó Gabriel capítulos atrás), velocidad, etc. Cada cual desarrolló las habilidades más útiles para su función (por ejemplo: Rafael es un sanador). Sin embargo, Lucifer es quien menos desarrolló sus habilidades, ya que, su función en el cielo era la de hacer felices a sus habitantes. Lo que más desarrolló fue su capacidad de transformarse. Tras su caída, Lucifer acabó desarrollando más sus habilidades y algunas fueron sustituidas por otros tipos de poderes demoníacos.

-Explico esto por aquí, porque siento que lo he hecho muy mal en la historia. Cuando Lilith está en llamas y Lucifer vuelve a cubrirla, lo que este hace es sanarla, pero en el proceso se quema las manos y parte de sus alas. Como ya he dicho, esto se debe a que Lucifer no había desarrollado del todo sus poderes durante su vida en el cielo.

-Emily es quien reemplaza a Lucifer. Se toma mucho más en serio su trabajo, memorizando exactamente todos los nombres de las almas que cuida.

-Al principio solo presenté a cuatro arcángeles (Miguel, Raguel, Gabriel y Rafael). Cómo me comentasteis, en el fandom se interpreta que las sombras que aparecen en los recuerdos de Lucifer podrían ser los arcángeles. ¡No me había dado cuenta de ello! decidí añadir a dos más para que en total sean siete hermanos, contando a Lucifer. Gracias a la persona que me lo dijo, desde entonces la idea de los arcángeles en la serie me obsesiona más jajajajaja!!! Añadí a Uriel, porque me suena haberlo visto en el manga Saint Young Men y a Jofiel porque leí en internet que era el encargado de proteger a los inocentes y me pareció un cargo apropiado para alguien que realiza las tareas de Lucifer de forma temporal, cuidando de los más jóvenes del cielo.

-No confiéis en todo lo que hay en este capítulo. Recordad que esto está escrito desde el punto de vista de Sera y ella tiene una visión muy sesgada de la realidad. Por ejemplo, cree ser cercana a los arcángeles y le gusta pensar que tiene un vínculo especial con ellos, pero lo cierto es que apenas conoce como son en realidad y cómo se comportan entre sí. Los arcángeles la trataron bien por dos sencillos motivos: era una niña curiosa y ellos son de los seres más antiguos de la creación. En realidad trataban bien a todos los niños.

-En realidad, ningún arcángel quiso supervisar el nacimiento de Emily (parece que Lucifer no era el único que eludía sus deberes)

-Cuando se menciona el Mal durante el flashback, tened en cuenta que el equilibrio del mundo acababa de romperse, de modo que los personajes aún no están seguros de que forma se manifiesta el mal.

Chapter 10: Mente fría

Summary:

Lucifer reflexiona sobre cómo debe proceder, mientras el hotel se prepara para la batalla que se avecina

Notes:

¡Oh, joder! ¡Me ha costado mucho terminar esta capítulo! Estoy algo ocupada con los exámenes, pero espero no volver a tardar tanto en actualizar.

Algo que se me olvidó mencionar en el capítulo anterior; así es como imagino a Dios en mi headcanon ¡me gusta muchísimo este diseño! https://i.pinimg.com/originals/a4/01/5c/a4015cdbdef0069f47e940ed28ed8c8d.jpg

También me he dado cuenta de que no he descrito mucho cómo son los arcángeles físicamente. Aunque tengo algunas descripciones para cada uno de ellos, me los imagino con formas humanas al igual que Lucifer.

Una vez más, me sorprende el recibimiento que ha tenido este fic ¡muchas gracias por todo el apoyo!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Lucifer aún estaba tumbado en su cama y mirando hacia la nada. Su respiración había empezado a calmarse y la sensación de irrealidad que le había invadido parecía estar desapareciendo. Su mente no dejaba de darle vueltas a la idea de si Sera recapacitaría. Suspiró pesadamente, llevándose una mano a la cabeza.

 

—Creo que no debería hacerme ilusiones…—

 

Era una estupidez pensar en ello, si Sera no se comunicaba con él tendría que asumir que el ataque al hotel no se cancelaría. Su forma demoníaca se fue disipando dejando solo sus alas al descubierto. Con la mirada perdida en el techo y un profundo suspiro empezó a reflexionar sobre lo que debía hacer.

 

Su primera idea fue la más simple e impulsiva: volver al hotel y no separarse de su hija hasta el día del exterminio… pero no tardó en descartar esa idea, preguntándose cuanto de su poder llegaría a perder si rompía el acuerdo que tenía con el cielo… ¡Él era poderoso! Había sido uno de los primeros hijos de Dios. A pesar de no haber entrenado sus habilidades cuando vivía en el cielo, su poder había rivalizado con el de otros ángeles, eso por no hablar de toda la fuerza y poder que desarrolló tras su caída… lo único que podría rivalizar contra él sería uno de sus hermanos. Se sintió aliviado de que ninguno de ellos estuviera en el cielo actualmente.

 

“No tientes a la suerte” dijo aquella voz traicionera de su cabeza.

 

Se sentó en la cama, pensativo y se envolvió a sí mismo de forma inconsciente en sus propias alas. ¿Y si llamaba a Beelzebub? ¿O a Asmodeo? Eran buenos amigos, si les pedía ayuda para proteger a Charlie seguro que accederían.

 

“No, eso no funcionará”

 

Aunque no saliera del palacio, pedir ayuda podría considerarse una intervención por su parte y perdería sus poderes igualmente.

 

“Estas solo en esto” le dijo la voz de su mente de forma burlona.

 

—Grrrr… ¿por qué firmé aquella basura? — gruñó para sí mismo.

 

Charlie había reunido a muchos pecadores para combatir ¿Qué era aquello que había dicho? “Hemos descubierto que el acero angelical puede matar ángeles”

 

—Bueno, esto es nuevo…— murmuró.

 

Sin duda debía preguntarle a su hija cómo habían hecho tal descubrimiento. Si los ángeles pueden morir por sus propias armas ¿lo sabrían en el cielo? Él sabía que el poder de un arcángel podía herir gravemente a un ángel, pero ¿matarlo? Nunca había presenciado algo así. Por otro lado, sabía que la creación no era perfecta; él era la prueba viviente de ello, se había saltado los mandatos divinos al darle la manzana a Eva. Lilith y él habían escapado al control que su padre había esperado tener sobre ellos.

 

Por un momento, su mirada se desvió hacia sus propias alas, en las que había tres cicatrices repartidas por la zona interior. Él era inmortal y se curaba rápidamente de cualquier lesión sin dejar marca. Pero esas heridas no eran comunes, fueron infligidas por las lanzas angelicales de sus hermanos: tres de las armas habían atravesado sus alas, dos su espalda y una su hombro derecho, eso por no hablar del último golpe que le asestó Miguel. Las heridas habían sanado con el paso de los años, pero dejaron cicatriz…

 

“¿Habría sobrevivido un ángel común a ese ataque?”

 

Le vinieron a la mente los días en los que, en su juventud, había entrenado con sus hermanos y otros ángeles; en los entrenamientos más duros llegaron a usar acero angelical. Negó con la cabeza. Si su padre hubiera sabido que podían matarse entre ellos, jamás les habría permitido entrenar así...

 

Eso le dejó con otra duda ¿acaso podía morir él también?

 

“¡Ooooh! ¿buscas librarte de tu condena eterna?” dijo la voz de su mente, divertida con la idea.

 

—Grrrr— gruñó Lucifer de nuevo, llevándose las manos a la cabeza y envolviéndose más aún con sus alas —Esto no tiene sentido…—

 

Tenía ordenar sus ideas: iban a atacar el hotel, la vía diplomática había fracasado, tenía la suerte de que ni Dios ni sus hermanos intervendrían en esto, Charlie tenía un ejército y acero angelical para defenderse…

 

“¿Qué debo hacer?”

 

Debía asumir que el mayor problema de las huestes angelicales sería Adán: uno de los favoritos de su padre y entrenado por Miguel, sin duda alguna debía ser poderoso…

 

¡Sin embargo, él también era poderoso! ¡Era el rey del infierno! Por mucho que el cielo lo mirara con desdén o le menospreciara, él era fuerte ¡siempre había sido fuerte! ¿en serio se iba a dejar amedrentar por el pacto burocrático de una serafín que nunca había combatido o pisado otro lugar que no fuera el cielo?

 

—Voy a combatir— farfulló.

 

¡Se quedaría en el hotel hasta que llegaran! ¡Nadie tocaría a Charlie!

 

*¡Imprudente! * dijo una voz burlona en su cabeza.

 

Se quedó paralizado al instante. A diferencia de otras veces, aquella no era su propia voz, ni siquiera esa voz traicionera que solía atormentarlo. Era una voz que detestaba a más no poder… y que una parte de él también añoraba, aunque eso es algo que no estaba dispuesto a admitir…

 

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—¡Eres un imprudente! —

 

Una risa atronadora siguió a aquellas palabras. Cayó hacia atrás de forma brusca llevándose las manos al pecho.

 

—Siempre dejas un flanco abierto ¡es fácil derribarte! —

 

El golpe había ido directo a su pecho, dejándolo sin aire de forma brusca. Sin duda alguna, Miguel no tenía reparos a la hora de entrenar con sus hermanos.

 

—Vale… me rindo, tú ganas hermano…— dijo Lucifer, intentando recuperar el aliento.

 

Miguel soltó una risita mientras se acercaba a él. Ambos se hallaban en el campo de entrenamiento y Lucifer se estaba llevando tal paliza que agradeció en silencio no tener espectadores.

 

—¡Vamos! Tómatelo en serio— dijo Miguel, mirándolo con una pizca de compasión.

 

—Lo hago… pero es inútil— dijo Lucifer, intentando tomarse su derrota con filosofía —Por algo eres el líder de las huestes angelicales—

 

Miguel sonrió divertido, antes de darle un golpe juguetón con su lanza.

 

—No creas que adulándome te vas a librar del entrenamiento, hermanito— dijo Miguel riendo —¡En pie! —

 

Lucifer obedeció y recogió su lanza la cual había rodado por el suelo. A diferencia de las lanzas que usaban en combate, esta tenía la punta achatada. No podían hacerse un daño real con esas armas, sin embargo, cualquier objeto en manos de Miguel se convertía en un arma a temer.

 

—¡En posición! — gritó su hermano antes de lanzarse al ataque.

 

Los movimientos de Miguel eran rápidos y precisos haciendo retroceder a Lucifer, este esquivaba todo lo que podía e intentaba atacar. Era difícil seguir el ritmo de Miguel y a la vez contratacar, eso por no hablar de la fuerza tan abrumadora que tenía el arcángel. Lucifer esquivó un golpe que iba directo a su hombro, entonces vio su oportunidad, sin embargo…

 

—¡Imprudente! — gritó de nuevo Miguel cuando su hermano dio un paso en falso.

 

Con un rápido movimiento golpeó a Lucifer en el abdomen derribándolo en el acto.

 

—¡Agh! — se quejó, doblado de dolor.

 

Miguel sonrió dejándole unos instantes para que se recuperara. Por su expresión, Lucifer dedujo que quizás su hermano empezaba a sentirse culpable de la paliza que le estaba dando.

 

—Eres fuerte Lucifer, pero no te lo tomas en serio— dijo Miguel.

 

—A mí no me engañas— dijo Lucifer, mientras se levantaba con dificultad y fingía indignación —Lo que quieres es que no pueda cumplir mis deberes durante una semana para que padre me eche la bronca…—

 

Miguel soltó otra carcajada.

 

—¡Vamos, hermanito! Estoy intentando enseñarte…— Tras unos segundos de silencio, añadió —Está bien, vamos a practicar sin la intención de derribarnos. Voy a moverme como si fuera a combatir, pero voy a hacerlo lento. Quiero que me digas donde atacarías. Así podré corregir tu postura…—

 

Ambos volvieron a adoptar la posición de combate y durante los siguientes minutos el entrenamiento fue algo más suave. Miguel le iba dando indicaciones a su hermano de cómo atacar y defenderse, al mismo tiempo que señalaba sus fallos.

 

—Si me golpearas en este momento por la derecha, podría hacer esto…—

 

Con un movimiento rápido, Miguel dejó su arma a pocos centímetros de la cabeza de Lucifer. Un golpe que, en un combate real, provocaría una herida severa. Lucifer intentó golpear por otro flanco, pero Miguel repelió su ataque con ligereza.

 

—Es inútil— dijo Lucifer con un tono que mezclaba resignación y humor mientras retrocedía —Eres demasiado hábil, es imposible superarte…—

 

—¡Oh! Eso ya lo sé— contestó Miguel, mientras corregía la postura de su hermano —Pero quiero que aprendas a defenderte. ¿Sabes? Gabriel, Rafael y Jofiel decían lo mismo, pero al final lo consiguieron—

 

—¿Y qué sentido tiene? — preguntó Lucifer, intentando golpear a su hermano —Si eres el más fuerte ¿por qué entrenar? —

 

Miguel lanzó un nuevo golpe, sin embargo, en esta ocasión Lucifer logró esquivarlo.

 

—Porque soy fuerte, pero no infalible. Dime hermanito, si nuestros hermanos y yo cayéramos en combate ¿Qué harías? — preguntó Miguel, poniéndose en guardia de nuevo.

 

—Eso nunca sucederá— dijo Lucifer, intentando asestar un nuevo golpe.

 

—Estoy seguro de ello— respondió Miguel, al mismo tiempo que esquivaba a su hermano —Pero suponiendo que llegara a ocurrir ¿Qué harías? —

 

Lucifer pensó durante unos instantes… ¿perder a todos sus hermanos? Era algo que ni se le había pasado por la cabeza. Habían estado juntos desde que tenía uso de razón, la simple idea de perderlos le encogía el pecho.

 

—¡Haría todo lo posible por salvaros, aunque me costara la vida! — contestó, lanzando un nuevo golpe.

 

—¡Imprudente! — gritó Miguel una vez más.

 

Con un golpe certero derribó la lanza de Lucifer de sus propias manos.

 

—¡Au! — se quejó Lucifer, mirando sus dedos doloridos —¡Oye! Eso ha sido trampa—

 

—¡No hay reglas en la batalla! — dijo Miguel, con una risa que acabó convirtiéndose en una sonrisa amarga —Aunque te cueste la vida ¿eh?... ¿De qué serviría eso? —

 

Lucifer frunció el ceño, sin entender a lo que su hermano quería llegar ¿acaso se estaba burlando de él?

 

—Si hubiera una amenaza que os derrotara a todos, haría todo lo posible por salvaros y si caigo sería sabiendo que hice todo lo que estaba en mi mano por los que amo ¿qué más podría hacer? ¡No tengo nada más! — contestó Lucifer, recogiendo su lanza con frustración.

 

—¡Te tendrías a ti mismo! —exclamó Miguel, lanzando otro golpe que Lucifer logró esquivar —¡Que te quede claro! ¡Yo no lucho para que desperdiciéis vuestras vidas! El sacrificio es un acto noble ¡Pero inútil si se hace sin pensar! —

 

Por unos instantes se hizo el silencio solo roto por el sonido de sus respiraciones.

 

—No te entiendo…—

 

—Lucifer, tienes que aprender que el mal adopta muchas formas… En pocas ocasiones es un monstruo que ataca de frente— dijo Miguel, pensativo.

 

Lanzó una nueva tanda de golpes y Lucifer se vio obligado a retroceder para defenderse. Los movimientos de ambos empezaban a ser lentos debido al cansancio.

 

—Si alguna vez debes enfrentarlo, no lo verás con facilidad, te pondrá a prueba y te aseguro que intentará manipularte. Aprovechará sentimientos cómo el amor y actos como el sacrificio…—

 

—Yo no soy un guerrero, Miguel…—se quejó Lucifer con un toque de resignación —Si alguna vez me topo con algo así, lo tendré crudo…—

 

—Sé que es cruel decirlo de esta forma, pero será en esos momentos cuando tendrás que mantener la mente fría. Valorar todas las posibilidades y, sobre todo, pensar en ti mismo, porque si no te salvas tú primero, no podrás salvar a nadie—

 

Lucifer se sorprendió por estas palabras. Jamás había oído hablar a su hermano mayor de esa forma. Miguel, el arcángel más poderoso y disciplinado ¿considerando la seguridad propia más importante que el sacrificio por los prójimos? Desde luego aquello era nuevo.

 

Por su parte, Miguel, con un par de movimientos ágiles, volvió a derribar a su hermano. Lucifer cayó hacia atrás, agotado y con las manos doloridas.

 

—Espero que vuestra seguridad no llegue a depender nunca de que yo deba enfrentarme al mal…— dijo Lucifer con media sonrisa.

 

Miguel se echó a reír de nuevo, mientras extendía una mano hacia su hermano.

 

—Está bien, vamos a descansar. Seguiremos mañana—

 

Lucifer se puso en pie con ayuda de su hermano. Ambos se encaminaron hacia la salida del campo de entrenamiento mientras charlaban. Miguel, intentando animarlo, le habló de los tipos de combate en los que cada uno de sus hermanos acabó destacando.

 

—Pero Raguel, Uriel y tú estáis a otro nivel. Nacisteis para ser guerreros— argumentó Lucifer con un poco de envidia.

 

—Si, pero Gabriel, Rafael y Jofiel no son guerreros y pudieron seguir el ritmo de mi entrenamiento. No te desanimes, te aseguro que tú también podrás con ello…—

 

Lucifer no podía decir que estuviera muy seguro de eso; en lo concerniente al combate se sentía muy torpe en comparación a sus hermanos. Sin embargo, sabía que en algún momento debía a empezar a entrenar. Todos los celestiales, fuera cual fuera su rango y poder, recibían adiestramiento tarde o temprano. Eso por no hablar del entusiasmo que mostraba Miguel por entrenarlo…

 

—Está bien. Tendré que confiar en tus palabras, hermano— dijo finalmente Lucifer.

 

Miguel le pasó un brazo por los hombros, al mismo tiempo que le revolvía el pelo con fuerza.

 

—¡Au! — se quejó Lucifer riendo.

 

—Tranquilo, hermanito— susurró Miguel —Mientras yo haga bien mi trabajo vosotros jamás tendréis que combatir…—

 

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Lucifer permaneció sentado en la cama, envuelto en sus propias alas, cómo si estas fueran una coraza capaz de protegerlo del exterior. Un suspiro resignado escapó de sus labios… Su respiración se había acompasado, dando paso a una sensación de alivio en su pecho. 

 

Lentamente separó sus alas, encontrando su reflejo en el espejo de la habitación. Salvo que en esa ocasión no se vio a sí mismo; sino a su hermano Miguel, aquel que siempre había destacado, aquel que impartía la justicia de su padre, aquel que siempre les había cuidado… y el primero de quien empezó a desconfiar en su juventud… recordó cómo solían comentar en el cielo el parecido que ambos tenían…

 

*El padre celestial los hizo cómo dos gotas de agua* era lo que más solían repetir los celestiales.

 

La mayor diferencia entre ellos siempre fue la altura, aunque, con el tiempo, Miguel empezó a dejarse el pelo largo, quizás buscando acallar a todos los que le decían que era idéntico a su hermano menor. Sin embargo, en actitud, no podían haber sido más distintos: por un lado, Miguel era serio, pragmático y disciplinado; por otro lado, Lucifer había sido bromista, creativo, soñador y no muy amigo de las normas…

 

—¿Quién diría que, después de tanto tiempo, uno de tus consejos me iba a ser útil? — murmuró Lucifer con la mirada fija en su reflejo.

 

Sabía lo que debía hacer, pero no le gustaba nada… Respiró hondo.

 

“Mira las cosas con perspectiva y valora todas las posibilidades”

 

Si Sera aún no le había contactado debía asumir que iban a atacar el hotel. Ni su padre ni sus hermanos iban a intervenir. Charlie tenía un ejército y acero angelical para defenderse. Él estaría limitado por el sello celestial que aparecía en su palacio los días previos al exterminio. El mayor problema para Charlie sería Adán…

 

—Debo ser yo quien se ocupe de él— murmuró, cerrando los ojos y sintiéndose miserable por la idea que se estaba formando en su mente —Pero no puedo renunciar a parte de mis poderes… no si quiero salvar a Charlie…—

 

*Tendrás que mantener la mente fría* dijo la voz de Miguel en su cabeza.

 

Él era fuerte, ya no era aquel serafín al que le costaba seguir el ritmo de sus hermanos; por no hablar de todo el poder que había desarrollado después de siglos y siglos reinando en el infierno. Si, sin duda alguna era fuerte… pero no era tan inconsciente…

 

“Sera no es estúpida, me hizo firmar aquel acuerdo para mantener a salvo a Adán… Eran ellos los que tenían miedo desde el principio”

 

—Salvarme a mí en primer lugar, para poder salvar a otros…— concluyó el rey del infierno en un susurro.

 

“El acuerdo va a romperse, pero no debo ser yo quien dé el primer paso. Los únicos nativos que hay en el hotel son Charlie, Razzle, Dazzle y Keekee… debo… esperar a que hieran a uno de ellos”

 

Volvió a cerrar los ojos con resignación. No quería que eso sucediera, pero debía permitirlo…

 

—Es el precio por mi dejadez— dijo Lucifer, apesadumbrado, dirigiendo de nuevo su mirada al espejo — Nunca debí acceder a esto… y ahora otros tendrán que pagar por mis descuidos—

 

Apretó los puños hasta notar como sus uñas atravesaban la piel. “¿Y si es a Charlie a quien hieren? ¿Y si la hieren de forma mortal?” dijo un pensamiento intrusivo en su cabeza. Negó con la cabeza cerrando los ojos de nuevo.

 

—Debo confiar en ella— se dijo a sí mismo.

 

Puede que Charlie fuera dulce y bondadosa, pero no era un demonio cualquiera. Era la princesa del infierno, era fuerte cómo su madre y poderosa cómo su padre, y estaba luchando por sus sueños con todo lo que tenía, había reunido un ejército y armas para la batalla.

 

“Debo confiar en que se defenderá con uñas y dientes si es necesario, que no se dejará matar…”

 

Una vez tuvo las ideas claras, se levantó de la cama con lentitud, mientras guardaba sus alas. Una parte de él temía lo que se avecinaba, otra se mantuvo serena y esperanzada en que podía manejar esta situación.

 

Y, sin embargo, ambas partes de su mente llegaron a la misma conclusión “Si osan atacar el hotel, mataré a Adán… Debí haberlo hecho hace siglos, cuando se atrevió a amenazarme…”

 

— Seguro que así Sera captará el mensaje— dijo en voz alta con tono amargo.

 

Suspiró, no quería volver a pensar en aquel acuerdo. En la forma en la que se había dejado amedrentar y engañar en aquella reunión. Había hecho lo posible por librar de la ira del cielo a sus compatriotas y, sobre todo, a su hija. Pero ya no había salida ni diplomacia que valiera, iban a ir a la guerra y estaba dispuesto a hacer que Sera lamentara esa decisión.

 

Salió de su habitación con las ideas más claras y abrió un portal en el pasillo hacia el hotel, aún debía ir a ver a su hija. Sabía que seguramente había preocupado a Charlie por la forma en la que se había marchado…

 

 

Caminó en silencio por la colina del hotel, la cual parecía muchos más tranquila. Los pecadores aún estaban por el vestíbulo, pero el alboroto se había calmado un poco y todos escuchaban atentamente las instrucciones de Vaggie, aquel tipo del traje rojo y una mujer que Lucifer no supo identificar, pero de la cual sentía una fuerte presencia.

 

Charlie estaba al pie de la escalera hablando con el chico araña y el hombre felino que había conocido en su visita al hotel. Al captar su presencia, interrumpió su conversación y casi se abalanzó sobre su padre.

 

—Papá ¿Dónde estabas? — preguntó Charlie con nerviosismo.

 

—Oh… me he pasado por casa un momento— contestó Lucifer, intentando calmar a su hija sin mucho éxito.

 

Charlie miró de reojo detrás suya, donde sus amigos, claramente, estaban cotilleando la conversación. Ella carraspeó de forma escandalosa girándose hacia ellos.

 

—Angel, Husk. Me parece buena idea. Deberíais ir a la cocina, creo que en el almacén aún nos quedan tablas de las que usamos para las reparaciones— dijo Charlie educadamente, dejando a ambos pecadores sin excusa para quedarse allí.

 

Una vez que desaparecieron de su vista, ella le hizo un gesto a su padre para que la siguiera. Entraron a una habitación de la planta baja, apartada del vestíbulo y de todo el alboroto o interrupciones que pudieran tener. Por unos instantes se hizo el silencio entre ambos y Charlie le dirigió una mirada de genuina preocupación.

 

—Papá ¿estás bien? —preguntó ella.

 

—Claro que sí, mi vida— respondió Lucifer con su mejor sonrisa.

 

—Mira, lo siento de veras, sé que esto era precisamente de lo que querías protegerme. No quería preocuparte… ni meterte en problemas…—

 

Lucifer suspiró, abandonando su entusiasmo.

 

—Charlie, no tienes que disculparte. Mira… soy tu padre… soy yo quien debe preocuparse por ti, no al revés— dijo Lucifer intentando sonar tranquilizador —Voy a ser sincero…—

 

“Al menos hasta donde puedo”

 

—…Me has sorprendido cuando has dicho que Adán atacará este sitio… Imaginé que Sera iba a ser estrecha de miras y que sería difícil dialogar con ella sobre lo que quieres hacer con este hotel… pero no imaginaba que autorizaría algo así… He intentado ponerme en contacto con el cielo, detener esto de alguna forma. Pero no ha dado resultado y…— dejó la frase a medias.

 

Hizo una mueca de resignación, sin saber que más decir. Sin embargo, Charlie se acercó sonriendo con calidez y le abrazó.

 

—Gracias por preocuparte por mí, papá. Gracias por hacer todo lo que está en tu mano para ayudarme. Lamento que las cosas hayan salido así…—

 

—Te he dicho que no vuelvas a pedirme disculpas, señorita— dijo Lucifer en un tono que mezclaba reproche y humor.

 

Charlie se separó del abrazo, aún con las manos en los hombros de su padre. Aunque sus ojos aún mostraban signos de haber llorado, una risa divertida escapó de sus labios.

 

—Nadie pudo prever esto— dijo Lucifer a modo de consuelo —Así que no permitas que te hagan sentir culpable por ello—

 

Al menos Charlie parecía más calmada que una hora atrás, cuando había hablado con ella.

 

—Por cierto, acabo de recordar algo que mencionaste antes ¿tienes armas para combatir a las huestes angelicales? —

 

—¡Oh! Eso…—

 

Charlie se sentó en un sillón e invitó a su padre a que hiciera lo mismo. Empezó a hablar de lo que habían averiguado en las últimas horas. Al parecer, una overlord llamada Carmilla había logrado decapitar a un ángel durante el último exterminio. Había sido difícil, pero Vaggie había conseguido que aquella pecadora les confiara ese secreto y de paso, les había dejado muchas armas por buen precio.

 

—Y Alastor me llevó a Ciudad Caníbal, allí hemos podido reclutar a todos esos pecadores que están dispuestos a luchar— terminó de explicar Charlie.

 

—Una vendedora de armas ¿Cómo no? Si alguien debía descubrir esa debilidad, sin duda sería alguien así. No imaginé que el cielo sería tan descuidado…— dijo Lucifer, reflexivo.

 

—Papá ¿sabías que los ángeles podían morir? —

 

—¿Hm? No…—

 

Charlie le miró como si no terminara de creerlo, pero Lucifer, que no paraba de repasar todo lo que su hija le había contado, tardó unos instantes en darse cuenta.

 

—¿Hm? ¿Qué pasa?... Charlie, de haberlo sabido no hubiera permitido esto— dijo Lucifer en su defensa.

 

“Hay tantas cosas que no hubiera permitido…”

 

—Vale, está bien— dijo Charlie a modo de disculpa —Es solo que me resultó extraño. No sé, tú viviste allí hace tiempo…—

 

—Si, bueno… cuando viví allí eran tiempos más… pacíficos, por así decirlo— se excusó Lucifer —En teoría, en el cielo no existe el dolor. Vi heridas leves, lesiones que se curaban en cuestión de minutos. Quizás lo más letal que vi fue…—

 

Lucifer dejó la frase a medias, su mente quedó en blanco por unos instantes, mientras se llevaba la mano de forma inconsciente a su hombro derecho.

 

—Entiendo…— murmuró Charlie.

 

Un silencio denso cayó sobre ambos. Ninguno supo que decir: Lucifer, acechado por la niebla que solía persistir en su mente y Charlie temerosa de haber traído algún mal recuerdo a su padre.

 

Sin embargo, Lucifer no estaba en sus horas más bajas y no estaba dispuesto a dejar que su mente se impusiera a él. Apretó su hombro derecho de forma disimulada, pellizcándose con fuerza; a veces el dolor físico le ayudaba a centrarse. No quería mostrar su versión más patética delante de su hija, de modo que se obligó a pensar en lo que tenía delante: lo que él había planeado y todo lo que su hija acababa de contarle. Fue entonces cuando reparó en algo...

 

—¿Has dicho Alastor? ¿Te refieres al botones pelirrojo? — preguntó.

 

—Papá, no lo llames así. Es el director del hotel— dijo Charlie riendo.

 

—¿Eh? Si, claro. Dices que te ha ayudado para reclutar a esos caníbales y que él os guio hacia la pecadora que pudo matar a un ángel—

 

—¿Hm? Si…— dijo Charlie con una expresión que a Lucifer no le gustó.

 

“Algo no encaja”

 

—¿Y por qué lo hizo? —

 

—Bueeeeno… porque somos amigos. Siempre está ayudando…— dijo Charlie desviando la mirada.

 

Una risa nerviosa escapó de los labios de Lucifer ante esa respuesta.

 

—¡Vamos, Charlie! Un tipo como ese no tiene amigos, ni hace nada desinteresadamente…—

 

Charlie le miró con una expresión que Lucifer conocía muy bien, era la misma que usaba de niña cuando había hecho alguna travesura y no quería admitirlo ante sus padres.

 

—¿Charlie? —insistió Lucifer ­—Llevo un día lleno de sobresaltos, así que si estas ocultándome algo ya puedes empezar a compartirlo—

 

—Esta… bien— dijo Charlie, llevando una mano a su cuello con incomodidad —El caso es… que Alastor me ha ayudado… porque he hecho un trato con él—

 

—¿¡QUE!?— gritó Lucifer de una forma que sobresaltó a su hija.

 

Antes de que se diera cuenta se había puesto en pie y avanzaba a paso ligero hacia la puerta. Su mirada estaba teñida de rojo y notaba el fuego arder en su cabeza.

 

—¡Papá! ¡Papá! ¡Espera, papá! —

 

Charlie se adelantó y colocó las manos sobre el marco de la puerta cortándole el paso.

 

—¡Voy a arrancarle la cabeza! —rugió Lucifer con su voz demoniaca.

 

—¡Papá, por favor! ¡No te lo he dicho antes porque esto era precisamente lo que quería evitar! —exclamó Charlie.

 

—¡Charlie! ¿Cómo se te ha ocurrido confiar en un demonio? ¡En alguien como él! —

 

—Escucha un momento, papá. No le he dado mi alma— dijo Charlie de forma atropellada y haciendo un gesto de paz con las manos.

 

Lucifer parpadeó incrédulo de lo que estaba oyendo. No podía ser que su hija le estuviera mintiendo con algo así, sin embargo, ¿por qué aquel overlord desperdiciaría la oportunidad de poseer un alma así?

 

—¿Cómo dices? — preguntó Lucifer dudoso.

 

—Te estoy diciendo la verdad. El trato era que él me daba información útil para defendernos de los ángeles y a cambio yo debo hacerle un favor en el futuro cuando él quiera, uno que no implique dañar o matar a alguien— terminó explicando Charlie.

 

Lucifer frunció el ceño, aunque sentía un profundo alivio de que Charlie no hubiera vendido su alma, pensar que le debía un favor a un tipo así no le dejaba precisamente tranquilo.

 

—Papá, por favor. Deja que yo me encargue de esto— dijo Charlie, manteniendo las manos en la puerta, como si estuviera dispuesta a no dejar salir a su padre hasta que se hubiera calmado.

 

—Está bien…— suspiró finalmente Lucifer —No me puedo creer que hayas hecho esto…—

 

—¡Vamos! Tampoco es para tanto. Alastor no es tan malo como parece. Normalmente se comporta como un capullo, pero diría que trabajar aquí le hace bien…—

 

No estaba muy seguro de las palabras de su hija… pero después de todo lo sucedido aquel día se había dicho a sí mismo que debía confiar en ella más que nunca.

 

—No hace falta que te preocupes, papá. Alastor es un vanidoso sin remedio. Le gusta sentirse por encima de los demás, pero no es de los peores overlords que hay. Seguramente me pida alguna tontería cómo por ejemplo sabotear alguna de las transmisiones de Vox o algo así…— añadió Charlie riendo.

 

Lucifer la miró sin saber que decir. Que su hija estuviera en deuda con un monstruo así no le gustaba ni un pelo, pero ahora tenía otras preocupaciones por delante. Además, parecía que ese idiota pelirrojo no iba a cobrarse aquel favor… por el momento…

 

“Los problemas de uno en uno…” pensó, frotándose las sienes.

 

—¿Prometes que no irás a matarlo? —preguntó Charlie con una sonrisa nerviosa.

 

—Grrr… te lo prometo— dijo Lucifer con un suspiro pesado mientras dejaba atrás su forma demoniaca —Pero nunca me había imaginado que harías algo así, pensé que te había advertido mejor sobre los demonios—

 

—Si, lo sé, pero también estamos en una situación excepcional… Lo siento, papá— añadió Charlie de forma apresurada con una sonrisa triste.

 

Lucifer le acarició la mejilla con cariño, no podía enfadarse con ella cuando ponía esa cara...

 

—Ya está bien de disculpas por hoy— murmuró.

 

El sonido de alguien llamando a la puerta los sorprendió a ambos.

 

—¿Hola? ¿Cari? Perdona que te interrumpa, pero es tu turno— dijo Vaggie, quien había entreabierto lentamente la puerta.

 

—¡Ah, joder! ¡lo olvidaba! — farfulló Charlie apresuradamente —Papá, ¿lo prometes de verdad? —añadió sin estar muy segura de sí apartarse de la puerta.

 

Lucifer no pudo evitar soltar una risita exasperada y divertida al mismo tiempo.

 

—Te lo prometo, manzanita. No te voy a causar problemas— respondió Lucifer con tranquilidad.

 

“Aunque no descarto hacer pedazos a ese tipo más adelante…”

 

Siguió a Charlie y a Vaggie hasta el vestíbulo donde Charlie empezó a hablar a la multitud sobre cómo se coordinarían los próximos días y cómo enfrentarían la batalla que se avecinaba.

 

Lucifer se quedó en la distancia, observando con meticulosidad cómo su hija se desenvolvía con soltura entre los pecadores. Notó cómo, a pesar de su juventud y su bondad, su hija transmitía toda la energía de un líder.

 

“Sin duda alguna eso lo ha heredado de Lilith…”

 

Un sonido suave por su lado derecho lo sacó de sus pensamientos. Miró de reojo frunciendo el ceño.

 

“¡Maldita sea! No, joder. He prometido no matarte…”

 

—Hola, señor— le saludó Alastor con un tono de falsa amabilidad.

 

Lucifer no respondió, intentando centrar su atención en Charlie. No iba a caer en las provocaciones de ese charlatán.

 

—Como puede ver, nos estamos organizando bien para la batalla. Si lo desea puedo ponerlo al día sobre nuestros planes— añadió Alastor tras unos minutos de silencio.

 

Lucifer abrió los ojos con sorpresa. Desde luego no esperaba un ofrecimiento así de un tipo como aquel. Sin embargo, fueran cuales fueran sus intenciones, cuanto menos supiera sobre lo que Charlie iba a hacer, mejor.

 

—No es necesario que me expliques nada. Estoy seguro de que Charlie lo tiene todo bien atado— respondió Lucifer, usando la misma falsa amabilidad de Alastor.

 

“No debo intervenir en la defensa del hotel hasta que el cielo rompa el acuerdo…”

 

—¡Oh, por supuesto! Pero pensé que desearía ver lo que hemos preparado. Después de todo, usted tiene experiencia enfrentándose a ángeles—

 

Lucifer se quedó paralizado unos instantes ¿qué demonios pretendía aquel tipo?

 

—Me temo que no sería de ayuda. La rebelión sucedió tras mi llegada al infierno, yo no llegué a combatir— respondió Lucifer usando todo su autocontrol para no agarrar del cuello a aquel tipejo.

 

Se dio la vuelta, avanzando unos pasos más y volviendo a centrar su atención en Charlie. Pero una risita maliciosa a sus espaldas lo dejó clavado en el suelo…

 

“Si sigue así voy a matarlo aquí mismo”

 

Se giró enfrentando cara a cara al overlord, mientras apretaba los puños con todas sus fuerzas concentrado en cumplir la promesa que le había hecho a su hija.

 

—Perdona ¿se puede saber qué te parece tan gracioso? —preguntó Lucifer, apretando los dientes.

 

—¡Oh! No es nada importante, señor. Solo estaba pensado… en esas ocasiones en las que uno puede acabar atado por las palabras— dijo el demonio pelirrojo con una sonrisa maliciosa.

 

Lucifer se quedó rígido con la voz atascada en su garganta ¿qué estaba insinuando aquel tipo? ¿Sabía algo sobre su situación? La sonrisa de Alastor se ensanchó aún más mientras miraba al rey.

 

—Jujuju ¡vaya! ¡parece que he acertado! — dijo el overlord con diversión.

 

—No sé de qué estás hablando— contestó Lucifer con rapidez.

 

—Claro. Seguro que si— respondió Alastor riendo más aún.

 

Lucifer se tensó ligeramente, aquel tipejo lo sabía ¿cómo era posible? ¿Acaso se había ido de la lengua sin darse cuenta? Repasó mentalmente todas las conversaciones que había tenido en los últimos días con los residentes del hotel. “No, tiene que ser un truco. Yo no he dicho nada, yo no…”

 

—Tranquilícese, majestad— dijo Alastor, dirigiendo su mirada a Charlie, quien seguía hablando a la multitud —Me he dado cuenta por mí mismo. En ocasiones, toda una vida haciendo tratos con otros individuos es muy útil—

 

Sintió que la tensión de su pecho se aflojaba levemente. Su acuerdo aún seguía intacto… Sin embargo, no pensaba arriesgarse a decir la más mínima palabra.

 

—Aunque debo reconocer que me ha sorprendido— añadió Alastor en tono burlón— ¿Cómo alguien de su posición se permite semejante imprudencia? Supongo que eso explica algunas cosas. Espero que valiera la pena—

 

Lucifer volvió a centrar la atención en su hija “¿Acaso no se calla nunca? Tiene suerte de que Charlie le proteja”

 

—Te repito que no tengo ni idea de lo que estás diciendo— dijo de nuevo Lucifer, al mismo tiempo que apretaba su bastón con ambas manos.

 

—Por supuesto…— dijo el overlord riendo de nuevo.

 

Sin duda alguna, en cuanto tuviera oportunidad iba a matar a aquel tipo. A pesar de su frustración, una idea empezó a rondar en su mente, había algo que no le encajaba desde el momento en el que Charlie le había hablado de su trato.

 

—¿Estás seguro de que soy yo el que está atado por las palabras? —preguntó Lucifer con desdén— ¿Sabes? Mi hija me ha hablado sobre el trato que habéis hecho y no puedo evitar preguntarme ¿cómo es que alguien tan sediento de poder desaprovecha la oportunidad de tener el alma de la princesa del infierno? —

 

La sonrisa de Alastor se sacudió con un leve tic. Fue solo unas milésimas de segundo, pero lo suficiente para que Lucifer pudiera confirmar sus sospechas, ahí había algo más… aquel tipo ocultaba algo.

 

—Charlie y yo somos amigos y socios en este negocio. Jamás estaría interesado en poseer su alma— respondió Alastor, manteniendo la mirada fija en Charlie.

 

—Claaaaro, sigue diciéndote eso, Bambi. ¿Qué pasa? ¿Tenías miedo que lo que pudiera hacerte si lo descubría o acaso el alma de Charlie te viene demasiado grande? —

 

Esta vez el tic sacudió ligeramente el ojo derecho de Alastor y fue el turno de Lucifer de reír.

 

“¿Acaso el botones no tiene poder para controlar el alma de Charlie? De ser así la única explicación lógica es…”

 

Su mirada fue automáticamente al cuello del demonio pelirrojo. Por supuesto, no vio nada inusual; para ello debería establecer algún contacto físico y desplegar algunos de sus poderes. Pero, sin duda, la falta de respuesta y la tensión en la sonrisa de Alastor le estaba delatando.

 

“Interesante… me guardaré esto para el futuro, Bambi”

 

—Lo cierto es que no sé porque estás con ella. Dudo que creas en su sueño y menos aún que merezcas la redención, si es que eso es posible en este lugar. Pero te aseguro que cómo le hagas daño o la perjudiques de alguna forma te mataré— dijo Lucifer en voz baja, pero lo suficiente para que el overlord lo escuchara.

 

Alastor no respondió y Lucfier lo dejó estar, lo que menos deseaba era romper la promesa que le había hecho a su hija instantes antes. Al menos había conseguido que aquel imbécil cerrara la boca.

 

Volvió a centrar su atención en Charlie, quien estaba terminando con su discurso de forma animada. Los pecadores la miraban embelesados, realmente parecían motivados por sus palabras. Hasta ahora no se había percatado de esa habilidad en Charlie. A pesar de su humildad, ella hablaba con convicción.

 

“Ojalá te hubiera tenido a mi lado cuando intenté hablar con ellos” pensó Lucifer, recordando a aquellas almas a las que intentó reconducir siglos atrás.

 

Sin embargo, tampoco quería ser tan optimista. Aquellos caníbales estaban allí por el motivo más simple del mundo: comida gratis...

 

—¡Chicos, he encontrado más tablones! —

 

Aquella sirvienta diminuta que había conocido días atrás pasó a su lado correteando mientras arrastraba un par de tablas. Lucifer la siguió con la mirada y fue entonces cuando recordó que los residentes estaban tapando todas las ventanas del edificio. Frunció el ceño, pensativo; era obvio que Alastor permanecía allí porque tramaba algo, los caníbales se habían motivado con Charlie y esperaban tener una recompensa si todo esto llegaba a buen puerto, pero ¿los residentes? ¿Por qué seguían allí? Charlie jamás les obligaría a pelear contra su voluntad ¿Qué sentido tenía? Ellos no ganaban nada con esto ¿por qué se mantenían fieles a su hija? Esto no era un juego, no estaban siendo condescendientes o burlones con ella, realmente estaban dispuestos a combatir…

 

Lucifer sintió una punzada de culpabilidad en el pecho al darse cuenta de lo mal que había juzgado a esas almas durante su visita… bueno, no es que el recibimiento que le hicieron días atrás hubiera sido el más adecuado para causarle una buena impresión. Pero, sin duda alguna, se había precipitado al tildar a aquellos pecadores de psicópatas y egoístas. Ahora, que podían perderlo todo, permanecían al lado de su hija.

 

“Esto no es solo la influencia de Charlie” pensó, dirigiendo su mirada al chico araña, quien estaba subido a una escalera mientras el hombre serpiente le iba pasando tablas y herramientas “¿Habrá de veras alguna posibilidad de redención para ellos?”

 

Le vino a la mente el acuerdo con el cielo, que aún seguía vigente. Debía esperar a que ellos atacaran primero para poder intervenir, pero ¿y si no era su hija a quien herían? ¿y si era alguno de ellos el que acababa herido o, peor aún, muerto? Eso destrozaría a Charlie. Cerró los ojos por un instante y apretó su bastón con más fuerza, sintiendo con más fuerza que nunca el peso de la decisión que tomó siglos atrás cuando accedió a los exterminios. Pidió en silencio que todo saliera bien para ellos, que Charlie no tuviera que afrontar la pérdida de uno de sus amigos. No soportaba la idea que el cielo lograra quebrar su espíritu.

 

—¿Participarás en la batalla? —preguntó Lucifer dejando atrás toda burla y desdén.

 

Alastor lo miró de reojo.

 

—Soy el director del hotel— respondió como si aquello lo aclarara todo.

 

—Bien…— musitó Lucifer, sin apartar la mirada de los residentes del hotel —Pues mantenlos a salvo hasta que llegue el momento adecuado—

 

No se atrevió a decir nada más, sabía que aquel tipo le había entendido. No estaba dispuesto a arriesgarse a romper el acuerdo, debía ser fuerte si quería que todos salieran con vida de esto.

 

Los aplausos y vítores inundaron el vestíbulo cuando Charlie terminó de hablar, hizo una leve reverencia mientras se retiraba dejando a Vaggie a cargo.

 

—¡Muy bien! ¡Mañana a primera hora empezaremos con el entrenamiento! — gritó Vaggie, adoptando una pose militar.

 

Charlie se acercó al lugar donde había dejado a su padre. Su expresión cambió al darse cuenta de que Alastor estaba cerca. Miró de reojo a Lucifer, con una expresión que parecía dar las gracias de que su padre no hubiera matado al demonio radiofónico.

 

—Has estado estupenda, mi vida— dijo Lucifer, sonriendo con calidez.

 

Charlie se sonrojó con una expresión apurada.

 

—Bueno, he hecho lo que he podido…—

 

—No seas modesta, Charlie ¡los tienes encandilados! — añadió Alastor en un tono que Lucifer no sabía identificar si era sincero o condescendiente.

 

Por suerte, aquel idiota pelirrojo se marchó al oír la llamada de la demonio elegante con vestido largo que Lucifer había visto antes en el vestíbulo. Suspiró aliviado, no se fiaba de tener a aquel idiota cerca y menos aún ahora que sabía su secreto.

 

Los días fueron sucediendo con una rapidez frustrante. Empezó a acudir al hotel a menudo para visitar a su hija, tuvo que usar todo su ingenio y repertorio de excusas para esquivar todas las preguntas o comentarios concernientes a la defensa del hotel y no involucrarse en los planes de Charlie. Y, aunque hubo momentos tensos e incómodos, también los hubo agradables y llenos de tranquilidad. Ambos se habían acostumbrado a desayunar juntos y, unas tres veces por semana, se sentaban en una de las terrazas del hotel mientras contaban anécdotas, hablaban del pasado o charlaban sobre cosas triviales.

 

Apenas quedaba unos diez días para el comienzo del exterminio cuando el ambiente se notó extraño. Charlie intentaba mantenerse firme y animada, pero Lucifer podía ver las dudas y el temor de su hija. Sintió el nudo de impotencia formarse en su pecho, ojalá pudiera asegurarle a que todo iba a salir bien, que todos estarían a salvo, que saldrían victoriosos… pero ni él mismo sabía que iba pasar…

 

Sintió miedo, impotencia y la frustración de saber que todo esto estaba pasando porque él había cedido a las exigencias de Sera siglos atrás. Mientras preparaba la mesa para el desayuno no pudo evitar pensar en la impresión que le había podido dar a Charlie durante esos días; prácticamente no se había interesado, ni había preguntado nada sobre cómo se defenderían.

 

“Cuando esto termine, seré mejor. Haré las cosas bien desde el principio, no volveré a permitir que esto se vuelva a repetir. No dejaré que te vuelvan a poner en peligro”

 

—¿Papá? —la voz de Charlie lo sacó de sus pensamientos.

 

—¿Qué pasa, mi vida? —

 

—¿Estas bien? —preguntó ella mientras se sentaba a la mesa.

 

—Claro, es solo que hoy no he dormido mucho— se apresuró a decir.

 

Charlie soltó una risita nerviosa que acabó en un suspiro.

 

—Tengo la sensación de que siempre te meto en problemas— musitó ella.

 

—De eso nada, manzanita— replicó Lucifer, mientras servía un par de tazas de café.

 

Aquel desayuno fue inusualmente tranquilo, con ambos disfrutando de la compañía silenciosa que podían ofrecerse. Lucifer pudo captar la melancolía en los ojos de su hija, pero se obligó a mantenerse sereno. Imaginaba los temores que estarían pasando por su cabeza y lo que menos necesitaba ella en aquel instante era que su padre perdiera la compostura.

 

—Todo va a salir bien, Charlie. Lo sabes ¿verdad? — preguntó Lucifer, tomando su mano con suavidad —Eres más fuerte de lo que crees—

 

Charlie pareció volver a sí misma al notar el tacto de la mano de su padre.

 

—Por supuesto— respondió sonriendo —Además… no… no estoy sola. Tengo a Vaggie, tengo a mis amigos… y te tengo a ti, papá—

 

Aunque había algo de inseguridad en su voz. Lucifer solo pudo sonreír, intentando insuflarle todo el ánimo posible. Quizás también estuviera intentando convencerse a sí mismo, pero igualmente necesitaba creer que todo iría bien.

 

Día tras día, siguió visitando a Charlie; hablaban a solas, en otras ocasiones paseaban y otras veces simplemente comían juntos disfrutando de la compañía mutua. A veces Lucifer veía a los caníbales y los residentes del hotel entrenando y organizándose para la batalla. Aparte de eso, no hubo nada que alterase aquella extraña rutina que habían estado siguiendo durante el último mes.  

 

Cuando apenas quedaban cinco días para el comienzo del exterminio, Lucifer ya no se atrevió a salir de casa. Sabía que el sello celestial aparecía en los días previos al ataque alrededor de su palacio, pero no estaba seguro de cuantos días eran exactamente y no quería arriesgarse. Inventó algunas de las excusas más disparatadas que jamás había dado para justificar su ausencia en el hotel. Charlie le mandaba mensajes todos los días, intentando sonar optimista y pidiendo a su padre que no se preocupara demasiado.

 

La arena dorada apareció alrededor del palacio, como un recordatorio del acuerdo que tenía con el cielo. Aunque la aparición de ese elemento siempre le había proporcionado tranquilidad, sabía que en esta ocasión no podía confiarse, tendría que permanecer atento a cualquier alteración que sufriera el sello celestial.

 

“Más vale que detengas esta insensatez, Sera…”

 

Faltaban unas quince horas para el comienzo del exterminio, cuando Lucifer decidió subir al balcón más alto del palacio desde donde podía ver toda la ciudad. En su ultimo mensaje Charlie había dicho que todos iban a pasar la noche juntos en el hotel, desde aquella altura alcanzó a ver las luces del viejo edificio en lo alto de la colina y por el movimiento lejano pudo imaginar la multitud que se había congregado. Una risa suave y un suspiro escaparon de los labios de Lucifer, quien, en silencio, dio gracias de que su hija no estuviera sola en un momento como este. Sacó su móvil, observando el mensaje unos instantes antes de escribir.

 

“Diviértete esta noche, pequeña. Todo va a estar bien, te quiero”

Notes:

La creación es imperfecta. Dios también comete fallos, aunque nadie lo dice en voz alta.

 

¡Espero que haya disfrutado este capítulo!

Chapter 11: La batalla

Summary:

El exterminio llega al Hazbin Hotel y Lucifer está preparado para ello

Notes:

¡Oh, dios mío! No me puedo creer que haya tardado tanto en volver a publicar y menos aún me puedo creer que queden solo dos semanas para el estreno de la segunda temporada.

No os quiero aburrir con explicaciones, simplemente se me ha ido el tiempo y cuando me he dado cuenta ha pasado un año desde mi ultima publicación. Muchas gracias a todos los que le estáis dando amor a este fic. Ya falta poco y tengo intención de terminar esta parte antes del estreno de la nueva temporada.

Este capítulo no es gran cosa, pero espero que te guste. Con un poco de suerte tendré las siguientes partes listas antes de que termine la semana.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La ciudad pentagrama se extendía a los pies de Lucifer, llevaba horas observando las luces de los edificios desde la altura del balcón. La arena dorada flotaba de forma perezosa sobre el palacio. Aquella noche no durmió nada, le fue imposible. Apoyado en la barandilla su mirada iba de un lado a otro, desde la actividad que había en la ciudad, hasta el portal que conectaba el cielo y el infierno, pasando por el edificio del Hazbin Hotel, desde el cual podía ver cierto movimiento a lo lejos.

 

Recordó la última vez que había salido a observar la ciudad desde ese balcón en las horas previas a un exterminio: había querido presenciar con sus propios ojos las consecuencias de sus actos. Sin embargo, tras aquella primera vez, no volvió a salir nunca a observar. Durante el resto de exterminios se había escondido en las entrañas de su palacio, protegido de las horribles visiones y sonidos que traían las huestes angelicales con ellos.

 

Pero esta vez iba a ser distinto, esta vez no podía ocultarse, esta vez tendría que marcharse las manos si quería proteger a su hija. Una parte de él, algo más optimista, intentaba convencerse de que Sera se arrepentiría en el último momento y detendría a Adán. Otra parte, parecida a aquella voz de su cabeza que disfrutaba de atormentarlo le repetía una y otra vez lo mismo…

 

“Van a por ella. No hay forma de detener esto… Va a correr la sangre”

 

–Será la sangre de Adán— susurró para sí mismo.

 

Pudo ver a la multitud de demonios que Charlie había reclutado saliendo a la entrada del hotel. El reloj que marcaba el tiempo restante para el comienzo del exterminio se alzaba imponente. El sonido de las campanadas resonó en toda la ciudad. El exterminio iba a empezar…

 

El portal dorado se abrió sobre el hotel y Lucifer ya no tuvo dudas. Sera no había intercedido para impedir el ataque. Apretó los puños, sin apartar la vista del edificio, en el momento en el que el sello celestial cayera él sería libre para combatir.

 

Los ángeles descendieron cómo un enjambre de insectos sobre la multitud del hotel. Lucifer vislumbró movimiento a lo lejos: los pecadores estaban combatiendo contra los ángeles. Una masa de energía oscura emergió del edifico, rodeando el hotel y protegido por extraños símbolos que Lucifer no logró identificar, pero supo a quien pertenecían.

 

“Al final ese idiota pelirrojo va a ser útil” pensó Lucifer, sonriendo al ver cómo las huestes angelicales eran incapaces de atravesar el escudo. Los ángeles revoloteaban alrededor entre explosiones y ataques que llegaban desde el suelo. Lucifer sintió una pizca de emoción, nunca había visto a pecadores combatir de esa forma.

 

“Si, aún hay esperanza”

 

Sin embargo, ese entusiasmo duró poco. Pudo vislumbrar a Adán volando de forma veloz hacía el escudo. Con un solo golpe destruyó la barrera negra. Lucifer suspiró, era de esperarse: era uno de los seres más antiguos de la creación, ninguno de ellos estaba preparado para enfrentar algo así.

 

Adán sobrevoló la azotea del hotel, debía haber alguien allí… Hubo fogonazos de luz celestial, sin duda quien estuviera peleando desde la azotea le estaba dando un buen combate.

 

“Parece que juzgué mal al botones pelirrojo” pensó Lucifer, aunque por nada del mundo lo admitiría en voz alta.

 

Sea como fuere, parece que un fogonazo de luz especialmente fuerte finiquitó aquel combate. Cada vez más ángeles aterrizaban en la entrada del hotel, empezaban a superar a los pecadores en fuerza de combate. Desde el cielo Adán lanzaba ataques proyectando su luz.

 

Entonces sucedió algo que Lucifer no esperaba, uno de los vehículos que estaba entre la chatarra que rodeaba al hotel se puso en marcha.

 

—¿Qué están haciendo? —

 

No estaba seguro de que pretendía el piloto, pero estaba dirigiéndose en dirección a Adán. Por unos instantes pareció que podría hacer algo. Sin embargo, un nuevo fogonazo de luz borró el dirigible de la vista de todos.

 

—No…— murmuró Lucifer, preguntándose a quien demonios se le había ocurrido realizar un ataque tan directo.

 

Una fuerte llamarada surgió a la entrada del hotel.

 

“¿¡Charlie!?”

 

Sin duda debía ser ella ¡¿qué estaba haciendo?! Razzle y Dazzle surcaron el cielo en su forma de bestia y Lucifer contuvo el aliento. Presentía lo que iba a suceder, aquello que no quería que sucediera y que al mismo tiempo lo liberaría.

 

La embestida de un ángel contra una de las bestias derribó a la criatura.

 

Fue cómo si el tiempo se detuviera. Lucifer lo sintió, la presión del aire había cambiado, quitándole un peso de encima del cual no había sido consciente de estar cargando. Su mirada se dirigió a la arena dorada que formaba el sello, esta ya no flotaba a su alrededor de forma perezosa, sino que se había quedado suspendida en el aire unos instantes hasta que empezó a caer.

 

—¡El trato se ha roto! — exclamó, al mismo que se lanzaba por el balcón manifestando sus alas.

 

Atravesó los cielos lo más rápido que pudo. El sonido de la batalla cada vez se hacía más fuerte. Ya estaba a poca distancia del hotel.

 

—¡Es él! — oyó que exclamaba alguien.

 

Varios ángeles se le abalanzaron. Lucifer esquivó y golpeó sin dejar de avanzar.

 

—¡Rápido, no dejéis que avance! —

 

—¡No pienso perder el tiempo con vosotras! — rugió Lucifer, quien con un giro brusco lanzó una ráfaga de energía que derribó a sus perseguidoras.

 

¿Dónde estaba Charlie? Tenía que encontrarla antes de que fuera tarde, su mirada vagó de la entrada donde los pecadores estaban siendo superados en número hasta el edificio.

 

“¡La azotea!”

 

Por fin lo vio ¡Adán la estaba agarrado por el cuello! Sin pensarlo voló lo más rápido que sus alas le permitían. Alzó el puño y…

 

PUM

 

“Oh, por todos los demonios. Llevaba siglos deseando hacer eso”

 

Charlie cayó en sus brazos.

 

—¿Papá? —

 

—Perdona la tardanza, mi vida— se disculpó Lucifer.

 

Sintió que algo dentro de su pecho se aflojaba. Su hija estaba magullada, pero viva y ahora nada ni nadie se acercaría a ella.

 

—¡Manda huevos! ¿A cuántos payasos me tengo que enfrentar? — gruñó Adán, saliendo de entre los escombros de la azotea.

 

Lucifer sonrió, ese idiota seguía siendo igual de vanidoso y bocazas. Llevaban mucho sin verse, pero él no había olvidado lo sucedido la última vez que se encontraron.

 

—Oh… yo soy el único importante. Te has metido con mi hija, así que ahora ¡te voy a dar por culo! —

 

¿Hm? ¿Por qué le miraban todos de esa forma tan extraña?

 

—Eso ha sonado raro… papá— murmuró Charlie a su lado.

 

—¿Hm? ¿Por qué? ¿Qué he dicho? —

 

Pero no alcanzó a oír la respuesta de su hija. Adán se abalanzó sobre él hecho una furia, estampándolo contra pared de piedra de la azotea. Lucifer levantó la mirada, intacto y sonriente “¿Y este es uno de tus guerreros más fuertes, Miguel?”

 

Dando rienda suelta a sus poderes, empezó a cambiar de formas esquivando a Adán, revoloteando a su alrededor y riendo sin parar.

 

—¿A esto te has dedicado desde los tiempos del Edén? ¡Pues debo decir que estas algo descuidado! —

 

—¿Tú? ¿Te atreves a juzgarme? ¡Si eres el ser más odiado de la creación!  — dijo Adán cada vez más furioso.

 

“Esto va a ser divertido” pensó con deleite. Adán no había cambiado ni un ápice después de tantos siglos…

 

—Bueno, a tu primera mujer no pareció disgustarle lo que le ofrecí… ni a la segunda… Bow chika wow wow…— añadió de forma burlona sacando a Adán de sus casillas.

 

—¡Te voy a reventar! ¡Cabrón! —

 

Pero le fue imposible. Adán era incapaz de acertar un golpe.

 

—¡Buen intento, capullo! ¡ni me has rozado! — gritó Lucifer adoptando la forma de un pulpo, listo para apresar a su rival.

 

—¡Estate quieto, tío mierda escurridizo! — farfulló Adán logrando zafarse del agarre de Lucifer.

 

Lanzó a Lucifer de nuevo hacia la azotea del hotel, este recuperó de nuevo su forma estabilizando su vuelo en el aire. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar un fogonazo de luz cayó sobre Lucifer. Pudo esquivarlo por los pelos, pero al mirar abajo vio cómo la luz atravesaba el edificio, haciendo que el suelo de la azotea cediera.

 

—¡Charlie! —

 

Lucifer se lanzó en picado a recoger a su hija, quien se precipitaba entre los escombros.

 

—¡Te tengo! — exclamó Lucifer sosteniéndola entre sus brazos.

 

No tuvo tiempo de decir nada más. En un parpadeo Charlie adoptó su forma demoniaca

 

—¡Papá! ¡Cuidado! —

 

Adán se había abalanzado sobre ellos, pero Charlie se adelantó, manifestando una energía de la que pocas veces hacía gala, paró el golpe. Lucifer se giró, furioso. Ese último ataque había ido directo a su hija y eso no pensaba pasarlo por alto. Ambos repelieron a Adán con un giro brusco, haciendo que este se estampara contra el suelo.

 

Lucifer descendió, aún con Charlie entre sus brazos.

 

—¿Vienes a atacarnos a mi hija y a mí? —rugió el rey del infierno, manifestando su forma demoniaca.

 

Soltó a Charlie en el suelo y se abalanzó sobre Adán.

 

—¡No olvides que estás en mi casa! ¡Cabrón! —

 

La lluvia de golpes no se hizo esperar. Adán ya no tenía nada que hacer. Lucifer ardía en colera “¡Esto se acabó!” Había llegado el momento. Iba a hacerlo. Iba a matarlo. Se acabó, nadie volvería a cuestionar su poder, nadie volvería a amenazarlo, nadie volvería a poner en peligro a Charlie. Ni Adán, ni las huestes, ni Sera, ni sus hermanos, ni su padre…

 

Invocó el fuego en sus manos listo para terminar lo empezado…

 

—Para, papá…—

 

La voz de Charlie se filtró entre la marea de sus pensamientos. Sus pupilas aparecieron entre el rojo de sus ojos.

 

—Ya es suficiente…— murmuró su hija.

 

Lucifer dirigió la mirada de nuevo a Adán, tenía un aspecto lamentable. Estaba destrozado, ya no podía combatir y era más que evidente que bando había ganado. Algo en la mente de Lucifer se tranquilizó… ¿de verdad valía la pena matar a ese idiota? Un hombre tan pequeño y con un ego tan frágil que había necesitado levantarle la mano a Lilith en los tiempos del Edén. Alguien que ni siquiera había aprovechado el poder que el cielo le había concedido o las destrezas que Miguel le había enseñado. Una sonrisa sarcástica le sacudió, de pronto se sentía muy imbécil. No… no valía la pena mancharse las manos por ese tipejo.

 

—Vale…— dijo, soltando a Adán y aleteando hacia Charlie —¿A qué sabe la piedad, mamón? — preguntó de forma burlona.

 

Le dio la espalda, dispuesto a dejar las cosas tal y cómo estaban, pero no esperaba que el ego de Adán fuera tan inmenso.

 

—¡No! ¡Esto no puede acabar así! — gritó el primer hombre saliendo a rastras del agujero —¡Soy el puto Adán! ¡Soy el puto amo! ¡Y tú solo eres un payaso de mierda! —

 

“Oh, esto se pone mejor” pensó Lucifer con diversión, por nada del mundo había podido imaginar que Adán se iba a arrastrar de esa forma.

 

—¡La Tierra empezó conmigo! ¡Toda la humanidad ha salido de mis jodidos huevos! ¡Deberíais venerarme! —gritó el primer hombre perdiendo todo ápice de dignidad.

 

Lucifer no pudo evitar imaginarse, con una sonrisa, la cara que pondría Miguel si viera a uno de sus pupilos haciendo semejante ridículo.

 

—¡Putos desagradecidos, asquerosos y…! ¡Agh! —

 

¿Hm? ¿Qué es eso?

 

—¡Guau! — exclamó Vaggie.

 

—Oye parece que te sobresale algo y chorrea…— comentó Lucifer distraído.

 

“Oh… mierda”

 

Adán cayó hacia delante, revelando a la diminuta sirvienta del hotel, la cual le había apuñalado por la espalda con una daga, no contenta con ello le atravesó la espalda varias veces.

 

“No va a recuperarse de eso” pensó Lucifer con una mueca.

 

Lute recuperó el conocimiento.

 

—¡No! — gritó, lanzándose sobre el cuerpo de Adán — No… ¡señor, señor! ¡No me deje! ¡ADAN! —

 

Hubiera querido sentir algo de lástima por ella, pero no podía olvidar que habían atacado a su hija y toda la sangre que ambos llevaban a sus espaldas.

 

—Se acabó— dijo Charlie de forma amenazante.

 

—Coge a tus amiguitas ¡y vete a casa!... Por favor—

 

Lute ordenó la retirada con la mirada baja pero amenazante. Los ángeles supervivientes ascendieron hacia el portal y Lucifer mantuvo la mirada fija hasta que se cerró.

 

“Por fin se ha terminado” miró de reojo el cuerpo de Adán, bañado en un charco de sangre y despojado de su halo “Hm… algo me dice que me van a culpar de esto” pensó haciendo una mueca “En fin, ¿Qué importa una culpa de más?”

 

Se giró con entusiasmo ¡habían ganado! ¡esto había que celebrarlo! “¿Hm? ¿A qué vienen esas caras tan largas?” Estaba claro que el grupo no había salido muy bien parado ¿Qué podría decir en una situación así?

 

—Bueeeeeno… ¿Quién quiere tortitas? —

Notes:

Espero que te haya gustado, si es así deja tu kudo o comentario. Estoy más que encantada de leerte.

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Espero que te haya gustado, si es así deja tu kudo o comentario. Estoy más que encantada de leerte