Chapter 1: Teach me to forget, teach me to live without you
Notes:
Todo comenzó un día que venía de regreso a casa y me disocie mientras viajaba en la combi
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Chapter Text
— ¡No voy a darlo en adopción, padre! — Gritó el Omega furioso mirando al mayor frente a él.
—No voy a discutir esto contigo, William. — Sentenció el Alfa. — Estás así de cerca de entrar a la maestría, no dejaré que arruines tu vida por un error.
Ambos estaban en una cafetería, donde algunas personas ya los estaban observando. Abraham Graham se sintió decepcionado, su orgullo sureño estaba herido que se enteró que su único hijo se había dejado embarazar por un sujeto que ni conoce.
La única vez que le dio libertad de viajar solo por su cumpleaños y reconociendo su excelencia académica tuvo que cagarla.
— Podré con ambos, así como pude mantenerme vivo con un padre de mierda. — Se levantó lentamente, su pancita apenas y era visible a pesar de tener ya siete meses. — No te necesito, mi hijo y yo no te necesitamos.
Salió a toda prisa de la cafetería, escuchando a los gruñidos de su padre detrás suyo. Su paso era rápido, sus oídos zumbaban y estaba perdido en su ira.
Perdido en sus pensamientos, no escuchó al coche que venía a toda velocidad y lo golpeó con fuerza. Lo último que recuerda son los gritos alrededor y su necesidad de hacerse un ovillo para proteger a su cachorro.
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Luces blancas, personas corriendo a su alrededor, olor a hospital, jeringas… Es todo lo que puede sentir en ese momento. Escucha una voz lejana diciendo que deben hacerle una cesárea de emergencia.
"¡Hey! ¿Qué pasa con mi bebé? ¿Está bien? ¿¡Por qué nadie me escucha!?"
Trata de moverse pero lo sujetan, volviendo a quedar inconsciente, perdiéndose en la oscuridad de su mente.
Despierta unas horas después, está cansado y somnoliento. Lleva una mano perezosa a su vientre para sentir a su cachorro, pero lo siente plano y blando.
— No te toques, te abrirás los puntos. — Escuchó a su padre hablando firme.
— ¿Qué fue lo que pasó? — Su voz sonaba suave y débil.
—Tuviste un accidente, Will. Lograron salvarte, pero el cachorro recibió todo el impacto y tuvieron que hacerte una cesárea. No sobrevivió.
Escuchar eso fue como una puñalada en el pecho, sintió que las palabras se clavaban como cuchillos por todo su cuerpo. Soltó un grito desde lo más profundo de su garganta, juntando todas las fuerzas del mundo.
Era un grito Omega, uno que sólo ellos podían soltar para expresar su dolor. Toda la sala se llenó de un olor potente, agrio. Todos en el piso percibieron el dolor de un Omega.
Las enfermeras entraron rápido a atenderlo, sacando al padre de Will de la habitación. Él preguntaba a las enfermeras por su bebé, quería que fuera una mentira por parte de su padre pero todos decían lo mismo.
El cachorro de Will Graham murió por estrés fetal debido al accidente, mismo que lo dejó estéril por las complicaciones de traer al mundo un cachorro que todavía no estaba listo y que ni siquiera pudo conocer el mundo.
Durante todo el mes que estuvo internado en el hospital estuvo sedado, era un riesgo muy alto pues podría lastimarse a sí mismo o al personal. Will Graham no era un Omega débil, era todo lo contrario.
Había mordido a un par de doctores y casi apuñala a su propio padre con un tenedor de plástico que dejó una cicatriz en la cara de Abraham Graham.
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Tomó un suave suspiro al terminar su turno en el hospital, lo que significaba que podía ya irse a casa. Pero él no tenía ganas de ir a casa todavía, había algo que lo estaba inquietando desde el almuerzo y hacía que el hombro le ardiera.
Al no ser una marca de vínculo como tal, Hannibal no podía sentir lo que sentía ese Omega que lo marcó hace unos meses. Debía aceptar que había sido muy irresponsable haberse acostado con él en un momento donde ambos estaban ebrios.
Recuerda esa noche en Nueva York con claridad, jamás podría olvidar esos bellos ojos azules con motas verdes, esa linda figura, la plástica que tuvieron y que frente a él podía ver a un igual.
Ese Omega básicamente se veía como un “Omega tradicional”, pero sabía que no lo era. Tenía la misma oscuridad en su mirada que Hannibal había visto en sí mismo toda su vida, quizás necesitaba un empujoncito para dejarla salir.
Mientras, se acariciaba suavemente el hombro. Esperaba que eso calmara a su Omega angustiado, pero Hannibal también se sentía inquieto, le picaban las manos y un gruñido se atoraba en su garganta sin razón.
Quizás una cacería antes de irse a casa no le vendría mal, y ya tenía una víctima en mente. Ahora todo el mundo sabría que ese neonazi que decía ser “El Destripador de Chesapeake” no lo era.
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— Eliminando a la competencia, ¿Eh? — Escuchó a la mujer sentada a su lado.
— Me molestan los charlatanes, se roban el trabajo de otras personas y esperan andar por allí sin culpa. — Observó a su acompañante mientras daba un trago a su copa de vino. — Además, necesitaba sacarme una molestia que me ha estado perturbando todo el día.
Chiyoh alzó una ceja, era extraño que Hannibal expresara sus molestias pues él mismo podía con ellas.
— ¿Es por tu “marca de ganado”? — Soltó un poco divertida la japonesa.
Hannibal la miró seriamente, sin encontrar el humor en sus palabras pero consternado de que ella hubiera adivinado. Ambos eran Alfas, quizás era normal que ella lo entendiera.
— No es una “marca de ganado”, pero si tiene que ver con ella. — Dejó escapar un pequeño quejido. — Algo lo está molestando, pero no sé lo que es. He leído muchos libros y artículos del vínculo para saber que no está en el lugar correcto, yo no lo mordí y sólo puedo sentir ardor ante las fuertes emociones de ese Omega.
La chica lo escuchaba atentamente, mirándolo por un momento y luego observando el fuego de la chimenea frente a ellos.
— ¿Ya te rendiste en buscarlo?
— No. — Escapó en automático de su boca. — Sigo buscando, la tierra no se puede comer a un Omega tan bello como él.
— Quizás ya ni esté en el país. Dijiste que ese chico era estudiante universitario, debe haber algo en las bases de datos de las universidades.
— Lo he buscado pero, hasta donde recuerdo, él me dijo que era de Luisiana, eso está lejos de aquí y su nombre es increíblemente común en este país. — Su mirada se perdió en el fuego grabando a “John Smith”. — Comienzo a creer que nunca lo volveré a encontrar. Si no fuera por su mordida, podría jurar que lo soñé.
La chica observará a su acompañante con algo parecido a la lástima. Ella sabía que él era malo, ambos lo eran, sin embargo también sabía por lo que su hermano postizo había sufrido en el pasado, también merecía sentirse querido.
—No te desanimes, tigre. Si está en su destino, ambos estarán juntos de nuevo.
Le sonrisa cálidamente para darle apoyo, misma sonrisa que correspondió de forma suave. Después de pensar en el futuro, ahora sólo debía esperar a que el FBI encontrara un último cuadro.
— Estoy pensando en dejar la cirugía y dedicarme a la psiquiatría. — Cambio de tema para relajarse.
— ¿Demasiada tentación? — Volvió a sonar divertida.
—Creo que sabes la respuesta.
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Había mucho ruido, mucha gente a su alrededor, y tenía frío. La sacaron del vientre de su madre y ahora era una nueva vida en el mundo. No podía ver, sus pequeños ojos todavía no distinguían formas pero la luz la lastimaba.
Abraham Graham vio al pequeño bulto envuelto en una manta amarilla pastel, era muy pequeña aún para tener siete meses. Las enfermeras le explicaron que debería estar bajo observación durante un par de semanas y estaría perfectamente bien, como un bebé que llegó a término.
A pesar de que Will la tuvo escondida durante su embarazo, la pequeña estaba más que bien. Se sentiría orgulloso de su hijo y nieta, pero era más grande la decepción y el desprecio que sentía hacia ese pequeño bulto frente a él.
Una semana después del nacimiento de su nieta, llevando sólo una semana en la incubadora, el Alfa está junto a un hombre viendo al pequeño bulto que había estado agarrando color. Tenía el color de Will, su color de cabello, la forma de su rostro. Era como tener a Will de bebé una vez más mirando a esa niña, aunque esa nariz sea del bastardo que embarazó a su hijo.
— ¿Es ella? —Preguntó el hombre a su lado.
— Si, mi hijo cometió un error. Todavía es joven y tonto, necesita experimentar y un bebé en su camino va a entorpecerlo todo. —Habló secamente. — Pero, dadas las circunstancias de su esposa y usted, puedo cederle la paternidad de mi nieta a ustedes.
— Nuestra hija murió al nacer… — El hombre se tragó un sollozo. — Mi mujer sigue inconsciente y no sé cómo decirle que nuestra pequeña se fue.
—No tiene por qué hacerlo, señor Hobbs. — El Alfa tomó la pulsera de la mano de su nieta junto con el papel de identificación de la cuna de plástico. — Lleve esto a donde está su bebé y lo coloca allí, y me trae lo mismo de su hija.
— ¿No es ilegal esto? — Tomó con cuidado los papeles que le entregaban.
— Un poco, pero estamos aprovechando que las enfermeras están cambiando de turno. Usted haga lo que le pido y yo me encargo de lo mío.
Garret asintió y fue a dónde estaba su pequeña sin vida, cambiando los papeles. Sabía que estaba mal, pero era primero la felicidad de su esposa. Si ese hombre loco estaba dispuesto a ayudarle, lo aceptaría sin más.
Qué fácil es comprar a alguien con el dinero necesario. Abraham estaba molesto de gastar una parte de la herencia que le fue heredada a Will en arreglar su desastre, comprando a médicos y enfermeras por su silencio mientras su hijo sufría.
Era un mal necesario, en el futuro sabrá que habrá válida la pena al ver a su hijo como un gran docente, como él hubiera sido.
Unos cuantos días después, Louise y Garret Jacob Hobbs salieron con su pequeña Abigail a casa, mientras que Abraham y Will Graham visitaron la tumba de la pequeña Camille.
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Después de meses de recuperación, un día llegó Abraham a su casa y se sintió perturbado ante la calma y el silencio que reinaba en su hogar. No era el típico silencio de siempre pues Will ni siquiera le dirigía la palabra a menos que fuera necesario, pero se sentía su presencia.
Comenzó a buscar por la casa, afuera en la calle y en el río que quedaba cerca, pero nada. Tampoco estaba el carro de Will. Entró a la casa una vez más, pero lo recibió el silencio. En la habitación de Will ya no estaban sus cosas personales, ropa, documentos. Nada.
Sobre la cama estaba un álbum de fotos con una carta encima, la tomó con cuidado y comenzó a leerla. Era demasiado corta y hecha con rabia.
“No puedo quedarme más aquí. Tú mataste a mi hija y no puedo soportar verte. No me busques, déjé mis datos con la policía para hacerles saber que no estoy desaparecido para que me dejes en paz. No puedo verte, por tu culpa mi hija no conoció el mundo, me quitaste la única oportunidad de tener una familia. Aléjate de mí si valoras tu vida, te dejo atrás con los recuerdos, es lo único que no llevo conmigo.
-Will"
Comenzó a buscar desesperadamente por los alrededores, pero no había nada. Los vecinos le dijeron que tenían días sin ver a Will, y la policía no fue de mucha ayuda al decirle que Will Graham había dicho explícitamente que no deseaba ser localizado.
Mientras era buscado desesperadamente en su pequeño pueblo el Luisiana, Will estaba en un largo viaje en carretera hacia Virginia, parando a los costados de la carretera para dormir o comer algo. Desde hace meses había encontrado una linda casita en Wolf Trap que se adecuaba a todo lo que un hombre solitario y roto necesitaba en ese momento.
Claro que iba a extrañar toda su vida allí, pero desde hace años había perdido las razones para quedarse, incluso antes de quedar embarazado había pensado en mudarse apenas terminara la escuela. Y cuando esperaba a su bebé ya había planeado la mudanza después del nacimiento de su bebé.
Tras un largo viaje, llegó a su linda casita. Era demasiado acogedor, tenía lo básico como una cama, cocina integral, un par de sillones que dejó el antiguo dueño y junto con otras cosas como una lavadora y un pequeño juego de pesca.
El propietario le vendió esa casa a un precio demasiado accesible ya que estaba a punto de irse a una casa de reposo por su avanzada edad, no quería dejar su propiedad a cualquiera y extrañamente había confiado en Will, un foráneo.
A las pocas semanas de haberse mudado, mientras regresaba a casa después de ser aceptado en la Academia de Policía, encontró a una linda cachorra abandonada en una caja al costado de la carretera.
— Hey, hola criatura. — La cargó suavemente para meterla debajo de su chamarra y darle calor. —Ya estás a salvo.
Se levantó y subió a su auto, la llevaría al veterinario y después a casa. Después de todo, tenía un gran terreno para que pudiera explotar, y en su casa solamente habitaba él.
Esa pequeña bolita de pelos color crema fue el inicio de su manada.
Notes:
Q onda polinesios xd este fic no creo que sea muy largo, posiblemente las actualizaciones serán lentas, pero espero recompensarlo con la extensión de los capítulos, y quizás le di un poco de humanidad a GJH en este capítulo pero eso cambiará más adelante. De igual forma, si conocen la película en la que me estoy basando únicamente sacaré la problemática principal, lo demás es muy Hannigram XD en fin, espero que les guste, dejen su kudo y un comentario bonito :3
Chapter 2: My heart has lost all hope
Notes:
Denle las gracias a que la carretera se inundó y pude terminar el capítulo antes de lo que pensaba XD viva el Estado de México
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En esta sociedad tanto Alfas como Omegas pueden desempeñar los mismos trabajos, sean de alto riesgo o no. Con los Omegas es un poco más complicado ya que si uno quiere ser policía o bombero debe contar con el permiso del Alfa del hogar, ya sea por parentesco familiar o sea su pareja, en especial si no están vinculados.
Hay otra solución, por supuesto. Los Omegas deben contar con la cicatriz del vínculo para agilizar el proceso y no dar tanto papeleo.
Pero, de forma mal vista por la sociedad, un Omega esterilizado se salta todos estos pasos. Tanto un Alfa como un Omega esterilizados son más fáciles de manejar en términos legales. Físicamente ya no dependen tanto de la necesidad de aparearse, su olor es más suave y los hace menos susceptibles a los aromas. Siguen teniendo su ciclo de celo pero es más fácil de regular con supresores, aunque dicen que son más dolorosos.
Esta tiende a ser la última opción de los Omegas fértiles, en especial para aquellos que aún no cuentan con una familia o porque el sistema les pide lo mismo que a las mujeres Beta para realizarse el procedimiento: la autorización de su Alfa o esposo Beta.
Y, por último, quedan los Omega estériles. A nivel legal son más fáciles de tramitar ya que no tienen el instinto protector, son perfectos para los trabajos más violentos, un Omega puede igualar la violencia de un Alfa al tener cachorros que proteger o, todo lo contrario, no tienen el instinto de madre pero sí el asesino. Un Omega estéril entra en automático en las siglas OPP (Omega Potencialmente Peligroso), por eso es más fácil encontrarlos en movimientos turbios como el narcotráfico o el crimen organizado.
Para las Instituciones es preferible tener en sus filas a un Omega esterilizado que uno estéril, al menos los primeros siguen con ese instinto salvaje pero a la vez su humanidad.
Cuando la Academia de Policía ve que hay un Omega aplicando para el programa, quieren rechazarlo por todo el papeleo que no estaban dispuestos a hacer hasta que ven el informe médico, el Omega está esterilizado. Perfecto, no habrá papeleo y el pase es en automático.
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Will, después de escapar de casa, acudió al médico para hacerse los estudios médicos que le solicitaban para aplicar en la policía y, entre la cantidad absurda de estudios y pruebas de drogas también le pidieron un ultrasonido, donde el doctor que lo examinaba le daría las malas noticias.
— No, esto debe ser un error. — Temblaba viendo la pantalla de la máquina de ultrasonidos.
— Quisiera decirle lo mismo, pero no es así. — Movió un poco el aparato sobre el vientre de Will, encima de la cicatriz de su cesárea. — Aquí se ve que sus trompas están cortadas y quemadas. Cuando un Omega o una mujer Beta pierden un bebé de la forma en que usted perdió al suyo su útero queda funcional.
Unas lágrimas escaparon de los ojos de Will ante las palabras del doctor, eran lágrimas de rabia.
— Los médicos me dijeron que quedé estéril por el accidente…
— El golpe que usted recibió sí fue bastante duro, pero no lo hubiera dejado estéril, no hubo perforación ni daño interno severo. Usted hubiera podido gestar un cachorro a término sin dificultad con la supervisión de un médico. — El doctor hizo una pequeña mueca. — Quien le haya hecho esto no quería darle la oportunidad de tener una familia.
Will parpadeó un par de veces, dejando que sus lágrimas salieran y comenzando a hiperventilar. El nudo en su garganta buscaba la forma de salir hasta que la encontró.
Un grito Omega escapó de lo más profundo de la garganta, siendo tranquilizado por el doctor y una enfermera a su lado que se asustaron al igual que se desorientaron. No habían experimentado la fuerza que tenían las cuerdas vocales de un Omega, fuerza que les permitía alcanzar tales notas que helaban los huesos de quien los escuchara.
Esos gritos eran para pedir consuelo de su Alfa, la necesidad biológica de sentirse seguros o pedir auxilio. Aunque esta vez, como la primera, no había nadie que lo consolara.
— Señor Graham, tranquilo. — Susurraba inútilmente el doctor. — Debe de haber una respuesta a-
— Mi padre… Él estuvo conmigo todo el tiempo en el hospital… — Trataba de mantener la calma para explicarse, interrumpiendo al hombre. — Él debió pedir esto.
— ¿Un padre esterilizando a su propio hijo? — Parpadeó asombrada la enfermera, recibiendo una mirada de reprimenda por parte del doctor. — Lo siento…
— No se preocupe. — Will le hizo un pequeño ademán para que se relajara. — Mi padre es un maldito, de hecho no me sorprende que lo haya hecho, sólo… Me duele. No hay nada que pueda hacer, ¿Verdad?
— Lo lamento, señor Graham. — Habló suavemente el doctor. — Lo único que podemos hacer por usted es recetar unos supresores y vitaminas. En una situación como la suya el daño es permanente.
El Omega asintió lentamente, le picaban las manos, quería gruñir, quería gritar, golpear lo primero que se le atravesara cerca. Sentía un gran vacío en el interior, el estómago revuelto y unas ganas de…
Matar, Will Graham quería matar.
No era culpa del doctor ni la enfermera a su lado, ellos estaban tratando de ayudarle lo mejor que podían con su situación. Se despidió de allí con su nueva tanda de medicamentos permanentes junto con los demás cuidados que debía tener a partir de ahora.
Unos días después un hombre que era parecido a Abraham Graham fue encontrado muerto en la carretera. Un hecho lamentable, pero con gran significado para el Omega que descansaba en su hogar rodeado de ahora dos perros.
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La vida de Will tomó un nuevo sentido cuando es aceptado por la policía. Un Omega que regularmente era confundido con un Beta gracias a su sutil aroma. Ya con veintiocho años era una celebridad en su departamento.
Will Graham era la definición de que un Omega no era sinónimo de debilidad, era feroz y no temía a enseñar los colmillos en la primera oportunidad. Eso le costó que ahora su cuerpo se estuviera llenando de cicatrices, no sólo la de su vientre. Ya no tenía carita de Omega, ahora una barba cubría parte de su cara, cabellos rizados rebeldes, tenía una cicatriz que iba desde el pómulo hasta la mitad de su mejilla del lado derecho.
Gracias a esta cicatriz tenía una sonrisa chueca, sonrisa que si se llegaba a ver era considerada un milagro. Todos en el departamento sabían que Will Graham no sonreía a menos que fuera de forma sarcástica, que era una mueca torcida que estaba muy lejos de ser una sonrisa.
Igual tenía cicatrices de apuñalamiento en la espalda, dos heridas de bala en diferentes lugares, manos callosas por trabajar con los motores de barco en sus tiempo libre, dedos picados por anzuelos de pesca, cuatro mordidas de perro, la lista es larga.
Todos en el departamento estaban enterados de la situación reproductiva de Will, al menos la parte que era importante para ellos. Era un Omega esterilizado.
De cualquier modo, todos apreciaban a Will. Algunos de sus compañeros Alfas buscaban protegerlo por su biología, pero más pronto que tarde se daban cuenta que Will no era un Omega en peligro, él ERA el peligro.
Tampoco era que Will evitara a los Alfas, se había hecho muy cercano a una chica Alfa que podría contar como la única integrante humana de su familia.
— Deberíamos meternos al FBI, escuché que están abriendo el programa de nuevo.
Están en su momento de descanso, tomando café dentro de la patrulla.
— No lo sé, Bev. Una cosa es la policía, pero el FBI…
— Oh, no me vengas con minimizarte. — Exclamó Beverly dejando su café a un lado. — Will, estás estudiando psicología criminal, podrías usar ese extraño don tuyo para ayudar a muchas personas.
Will le había confesado a Beverly Katz sobre su extraño trastorno mental llamado hiperempatia, donde podía meterse en la piel de las personas y sentir todo lo que ellos sentían. Al principio la Alfa lo tiraba de loco o que era el conocido “presentimiento Omega”, pero al verlo rastrear a un asesino y violador serial con sólo ponerse de pie en la escena del crimen la había dejado fascinada.
— Tengo miedo de que un día me atrape y no pueda salir de sus mentes. — Soltó un pequeño suspiro. — Nosotros seguimos el rastro, pero el FBI investiga. ¿Qué tal si tengo que analizar al Destripador de Chesapeake ?
— Lo atraparás y meterás a donde pertenece. — Sonrió para darle ánimo. — Sería genial que tú pudieras atrapar a alguien que el FBI no ha podido capturar en cinco años.
Los halagos de la Alfa hacían ronronear a la oscuridad de Will, tentado a hacerle caso.
— Pero estaríamos en campo, ¿No? — Ladeó un poco la cabeza.
— O quizás en el laboratorio en mi caso. — Volvió a beber de su café. — Estoy a un año de graduarme en Ciencias Forenses. Sólo imagínate, tú y yo en las filas del FBI, siendo los mejores.
Lo rodeó por los hombros con su mano libre mientras sonreía y lo acercaba a ella. Beverly Katz era la única persona en el mundo a quien Will le permitía acercarse de esa forma. Todos en la estación sospechaban de ellos, que tenían una relación más allá de la amistad, pero cuando Beverly llegó con una hermosa Omega a la fiesta de Año Nuevo, todo el mundo cerró la boca.
— ¿Seríamos un equipo imparable? — Sonrió de forma genuina.
— ¡El más imparable de todos los tiempos! — Soltó en una carcajada.
Beverly Katz era la única persona en el mundo que, sin saberlo, no dejaba que Will Graham entrara totalmente a la oscuridad de su mente.
— Bien, vamos a ser unos malditos agentes del FBI. — Soltó con una risita.
— ¡Equipo Graham-Katz juntos en una nueva aventura!
Hubieran seguido en su momento de júbilo de no ser por la radio que los sacó de su celebración, reportando un asalto a un banco que estaba cerca de su ubicación.
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Sonreía satisfecho al ver su consultorio recién instalado, nada en comparación al común consultorio clínico que solían tener los psiquiatras convencionales. Que Hannibal Lecter se sintiera cómodo en su espacio de trabajo hacía que sus pacientes estuvieran más relajados al momento de abrir sus más oscuros pensamientos.
— Me parece demasiado… Ostentoso. — Habló la mujer rubia a su lado.
— Viniendo de ti, Bedelia, voy a tomarlo como un cumplido. — Se acercó a ella con un par de copas de vino, entregando una a su acompañante. — Necesitaba tener un espacio más hogareño para mi.
— Y por eso no me sorprende que se parezca a tu casa, Hannibal.
Bedelia Du Maurier era una mujer Alfa demasiado imponente, tenía a cualquier Omega que ella quisiera con sólo chasquear los dedos, pero ella estaba interesada en el Alfa que tenía a su lado. Desde que se conocieron en las prácticas de Hannibal habían formado una curiosa amistad y era agradable.
La mujer quería una relación mucho más allá que una amistad, pero el simple hecho de que no podría darle a Hannibal un hijo y que ya contara con una marca de reclamo lo hacía inalcanzable.
Para los Alfas y Omegas convencionales, una marca de reclamo que no es la propia del vínculo es una sentencia a la soledad. En ambos es como si en sus frentes se pusiera una enorme equis roja. Claro, pueden seguir apareandose y es fácil de quitar al formalizar el vínculo con la pareja permanente, pero para eso pueden pasar años e incluso décadas.
— Este va a ser mi segundo hogar, tiene que brindarme la misma satisfacción.
— Hablando de tu satisfacción. — Dio un pequeño trago a su copa para generar suspenso. — ¿Has pensado en ese Omega que te perturba?
Hannibal ahogó su respuesta en su propia copa, necesitaba pensar antes de decir algo que lo dejaría mal parado.
— Sinceramente no. — Mintió. — Siento sus emociones, apenas una molestia que un masaje muscular no pueda aliviar.
Lo último sí era verdad. Hannibal no había vuelto a sentir el ardor en su piel que le provocaba querer arrancarse el trozo de carne desde hace unos años. Quizás esa situación tan fuerte que haya vivido su Omega ha pasado. Posiblemente la muerte de su padre o algo tan brutal que le ocasionó tanto dolor.
— Eso es bueno, aunque… Pienso que es momento de que decidas qué hacer con eso. Hay muchas personas interesadas en ti.
Eso hizo aparecer una mueca en el rostro del psiquiatra. No le gustaba sentirse como esa clase de objeto de deseo. Los padres de Omegas jóvenes siempre le lanzaba a sus hijos en las reuniones de sociedad a las que asistía. Todos queriendo ganarse el honor de ser desposados por Hannibal Lecter.
Hannibal no es un Alfa convencional, jamás lo ha sido desde que su segundo género se manifestó. Solamente había un Omega al que esperaba unirse y ese era ese chico de ojos azules y oscuridad interna.
— Lo pensaré. Estoy iniciando mi carrera en la salud mental y una pareja podría retrasar mi progreso. — Volvió a beber de su vino. — Cuando se dé la oportunidad de conocer al indicado, serás la primera en saberlo.
Eso fue un golpe bajo en el ego de Bedelia. Hannibal no era ciego, por algo había podido graduarse tan rápido, era obvio que tenía presente los sentimientos de Bedelia por él.
“En otra vida, querida”. Pensaba en sus adentros.
La rubia le dedicó una mirada de furia y dolor, viendo como en esos preciosos ojos azules se tornaban alrededor del iris de un rojo sangre.
Hannibal no era un Alfa convencional, estaba dispuesto a pasar el resto de su vida soltero en espera de su preciado Omega.
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Ya eran alrededor de las tres de la mañana cuando la molestia en su hombro regresó. Hannibal se había acostado temprano y esa extraña sensación lo despertó. Su piel ardía suavemente, como una quemadura por el sol.
No, no era dolor u otra emoción fuerte en su Omega, pero sentía la molestia que lo hizo sentarse en la cama y comenzar a sobarse la zona.
Se preguntaba cómo estaría su Omega, aceptando hace años que le habían dado un nombre falso. No le hizo falta investigar mucho para descubrir que “John Smith” era sólo un engaño. Un nombre que ocupaban las personas a veces para esconder su identidad.
— Sólo déjate ver… — Susurraba a la oscuridad. — Tú y yo seríamos imparables juntos.
Fue a la cocina a servirse una copa de vino, ya estaba despierto y debía estar listo para cuando la policía descubriera su nuevo cuadro.
Ahora que lo analizaba detenidamente, no sabía porqué lo había hecho. Sí, el pobre diablo al que asesinó era un Omega que había sido muy grosero con él cuando fue a recoger su ropa de la tintorería y su hígado había agarrado un sabor exquisito, pero eso no era lo que le incomodaba.
El cuerpo lo había exhibido como un cuadro de la Virgen María, cargando entre sus brazos a su hijo. Obviamente el “bebé” en ese cuadro eran los órganos del chico.
Hannibal se había sentido extrañamente paternal desde hace cuatro años más o menos. No era un Alfa convencional, no pensaba en reproducirse con cualquier Omega para seguir con su linaje, donde él era el último de su legado.
Ese pensamiento nunca lo había atormentado, pero últimamente era un poco molesto. Le hacía sentirse melancólico, porque no podía calmar ese deseo profundo, porque él quería que ese Omega fuera la madre de sus cachorros.
Se dirigió a su estudio, sentía la necesidad de dibujar un poco las ideas que llegaban a su mente, retratar ese anhelo que quizás pueda llenar cuando encuentre a ese chico precioso.
Mientras volvía a dibujar a su Omega por… No recuerda el número de veces, viene a su mente un escenario que hace ronronear su oscuridad interna.
El propio Hannibal junto a su Omega, vestidos con trajes elegantes a medida, sobre estos sus trajes de plástico para evitar que la ropa se manchara. Ambos armados con los cuchillos más grandes y filosos, y cuando van a atacar, detrás de ellos sale una chica de igual forma vestida.
Hannibal sabe que ella es su hija.
Ella mira a ambos y sonríe, mirando a sus padres con admiración. Se acerca y se deja guiar por sus padres en el asesinato, siempre es una persona diferente en su mente, esta vez es el mismo Omega que había matado hace unas horas.
Ve el rostro de su hija manchado de sangre, es idéntica a su madre. Esos bonitos ojos azules y cabellos rizados, sonríe enseñando sus pequeños colmillos y él le regresa la sonrisa con tanto orgullo.
Cuando regresa a la realidad, ve que ha dibujado a la chica de su fantasía. Ella es hermosa, le enternece el corazón verla. Él no es un Alfa convencional, no siente nada al ver a los cachorros de otra persona, pero cuando ve la idea de lo que puede ser su hija, se le agita el corazón.
Es una emoción fuerte, unas ganas de proteger a esa criatura inexistente, el amor de padre que no era capaz de procesar. La única persona que había amado de una forma similar había sido su pequeña hermana.
Se estremeció un poco, quería borrar esa idea de su mente. Cerró la libreta donde había estado dibujando y la guardó, terminó su copa y regresó a la cama. Debía descansar.
— Pronto, mi dulce Omega, pronto. — Susurró a la oscuridad de la habitación. — Tendremos una familia hermosa, sólo déjame encontrarte.
Su último pensamiento fue la visión de su Omega abrazando a la hija de ambos, con una bonita sonrisa en sus rostros manchados de sangre.
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Una pequeña de apenas cuatro años gritaba aterrada en medio de la noche, sosteniendo su frazada con fuerza mientras de sus ojos escapaban lágrimas de terror.
— ¡Mamá, papá! — Miraba atenta a la puerta, temblando de miedo.
Los padres de la niña entraron a la habitación corriendo, prendiendo la luz para verificar que su hija no se haya lastimado.
— ¿Qué pasa, cariño? — Habló suavemente su madre mientras se sentaba a su lado, abrazándola.
— T-tuve un sueño feo… — La pequeña se acurrucó en los brazos de su madre.
— ¿Qué soñaste, Abby? — Su padre se sentó junto a su madre.
— S-soñé que estaba en el bosque, en el lago. — Comenzó a jugar con sus dedos suavemente. — Vi a una mamá venado con un papá venado y un bebé venado. Como los de Bambi…
— Eso es muy tierno, dulzura.
— Pero luego el bebé venado era jalado por una mano grande con uñas feas, se lo quitaba a sus papás… — Sus ojitos volvieron a llenarse de lágrimas. — Cerré los ojos y cuando los abrí, la mano fea me jalaba a mi, lo último que vi fue a los papás venado mirándome…
Louise se agachó y le dio un suave beso en la frente para calmarla, acariciando suavemente sus cabellos.
— Tranquila mi corazón, fue un sueño y ya pasó. Seguramente el bebé venado ya debe estar de regreso con sus papis sano y salvo, ¿Verdad, amor?
Volteó a ver a su esposo, quien se había perdido en sus pensamientos. Le dio un leve codazo a lo que el hombre reaccionó moviendo ligeramente la cabeza y asintiendo para reafirmar las palabras de su mujer.
— Tu mamá tiene razón, Abby. Ya el sueño feo se fue y no volverá.
— ¿Y cómo sabré que el bebé venado está a salvo con sus papás? — Sus enormes ojos azules lo miraban, atenta a su respuesta.
— Bueno, ahm… Quizás venga a visitarte en un sueño y los veas juntos de nuevo.
Esa respuesta pareció tranquilizar a la menor, quien poco a poco comenzó a quedarse dormida en los brazos de su madre por su calor. Una vez que dejaron a su hija bien arropada y tranquila, la pareja se dispuso a ir a la cama.
— Tú adelántate, linda. Iré por un poco de agua.
— Está bien. No tardes, cielo. — La mujer le dio un beso en la mejilla a su esposo y entró en la habitación.
Llegó a la cocina en un leve estado de shock. Garret había reconocido el grito de su hija, era un grito que jamás iba a olvidar.
La primera vez que mató fue a una mujer Omega, misma que lanzó ese grito estremecedor de huesos que lo aturdió.
Había investigado después de eso, los gritos Omega enfurecen a los Alfas y sofocan a los Beta, una necesidad biológica de confianza donde buscarán al Alfa más cercano que a un Beta, siendo vistos como la amenaza.
Su hija, su Abigail… ¿Estaba destinada a ser una Omega?
Si bien el segundo género se manifiesta en la pubertad, hay pequeñas cosas sutiles que lo dejan salir desde muy pequeños. En los Omegas y en los Alfa es el tamaño de los colmillos de hueso una vez que cambian los de leche, son más grandes que el promedio y más resistentes, en los Alfas son más largos y en los Omegas más picudos.
Y estaba la otra, a los Omegas les da ese horrible grito mientras que a los Alfa les da más sensibilidad en la nariz a los olores.
Bueno, podía vivir con eso. Mentirle a su mujer con un hecho que ya sabía: su difunta abuela era una Omega. Podría decirle que Abigail heredó esa condición y lavarse las manos, su esposa no era tonta y había visto cómo se estremecía al igual que él cuando escucharon a su hija gritar, comenzaría a sospechar.
Por ese lado estaba cubierto, pero por el otro…
Desde hace unos días había comenzado a sentirse extraño junto a su hija, verla ya no le generaba la culpa del principio, sólo un leve sentimiento de rechazo porque sabía que esa niña NO era su hija.
Y luego estaba el sueño que asustó a su hija, él no era psicólogo pero se daba una idea a esa interpretación. Abigail era ese bebé venado, siendo arrebatada de sus padres, él era la mano fea que la arrastraba.
Cada día que veía a su hija crecer, veía los ecos de su mentira. Ella no se parece a ninguno de ellos, se pregunta cómo hubiera sido ver crecer a su verdadera hija.
Ese pensamiento molesta su cabeza, le crea la necesidad de matar, pero él no mata cachorros y no le haría daño a su familia. Necesitaba pensar en algo para aliviar su culpa y su deseo de matar.
Notes:
Las siglas de APP y OPP no me las saqué tanto del fundillo como parece. Es una invensión mía a partir de las siglas PPP (Perro Potencialmente Peligroso), se me ocurrió mientras veía un TikTok de pitbulls :c ellos no son malos, tienen mala reputación y dueños que los crían mal, acá los APP y OPP es algo similar, es instinto
Chapter 3: Betting on the losing dog
Notes:
TW: Representaciones gráficas de violencia una disculpita
Según yo iba a actualizar el sábado pero mejor de una vez chinguesu
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Will Graham es uno de los hombres más pacientes que ha pisado la Tierra, pero hasta él tiene sus momentos de locura ante la ansiedad. Beverly y él están esperando pacientemente a que la Dra. Bloom, la psiquiatra que los estaba examinando, saliera con los resultados de sus pruebas psicológicas.
— ¿Crees que lo logremos? — El Omega miró a su compañera.
— Estoy segura, aprobamos toda la demás mierda que nos pusieron. Sólo recuerda la cara del entrenador en la prueba física. — Le dio unos pequeños codazos para levantarle el ánimo.
Will sonrió al recordar el evento al que su amiga hacía referencia. Solamente habían tres Omegas aplicando para el programa y los tres pasaron la prueba, pero el entrenador se puso más brusco con Will debido a la marca en su rostro. Había dicho que esa herida no lo hacía más rudo que los demás y lo retó a una pelea de box. Ese Alfa era más alto y pesado que Will, y aún con la ventaja física le partió el culo, dejando a Will como el ganador.
— Tienes razón, esto sólo es un requisito más. — Se recostó suavemente en la silla, pensando. — ¿Y si no paso la prueba?
— No es el fin del mundo. — La chica lo abrazó por los hombros. — Nunca te dijeron que no podrías unirte, solamente te ubicarían en un lugar diferente.
— ¿No sería un agente? — Alzó una ceja.
— Quizás seas más que un agente. — Le sonrió suavemente. — No pienses en negativo. Si Dios te cierra la puerta, tú te metes por la ventana.
Ambos soltaron una pequeña carcajada ante el comentario de la Alfa, Will se preguntaba muchas veces de dónde su amiga se sacaba tanta ocurrencia.
Entonces la puerta de la habitación se abrió, la Dra. Bloom haciendo acto de presencia para al fin darle los resultados a ambos. Su cabello negro ondulado cayendo suavemente sobre los hombros de la Beta, un vestido azul, tacones bajos y maquillaje sutil. Will se quedó un momento observándola, era muy bonita.
— Señor Graham, señorita Katz. — Los saludó cálidamente.
— Dra. Bloom. — Respondió el par al mismo tiempo.
— Ambos fueron seleccionados para sus áreas correspondientes. — Le entregó a cada uno un folder color paja. — Señor Graham, departamento de perfiladores. Señorita Katz, departamento forense.
Ambos tomaron su respectivo folder y chocaron los cinco con la mano libre, celebrando el logro del otro.
— ¡Te lo dije! Deberías escucharme más seguido.
— Tal vez lo haga.
— Sólo una cosa más. — Habló para hacerse notar. — Solamente me gustaría conocer el estado de su relación. Ya saben, para evitar problemas en el futuro.
Genial, otra persona que pensaba que eran pareja. A pesar de que ambos conocían la situación del otro, no evitaba que las mejillas pálidas de Will se tornaran rojas.
— Felizmente comprometida con mi chica. — Habló la Alfa mientras le mostraba su fondo de pantalla donde estaba ella dándole un beso en la mejilla a su Omega. — Nos casaremos en octubre.
— Yo, ahm… Soltero desde la preparatoria. — Alzó los hombros levemente.
No había tenido una pareja formal en años, y no contaba a su compañero sexual como una pareja. Matthew Brown, un Alfa igual esterilizado, era con quien Will pasaba sus celos. Ambos se conocieron por casualidad en un bar, compartieron su situación y Will prefería mantener relaciones sexuales sin compromiso, cada quien haciendo su vida por su lado hasta sus encuentros casuales cada mes.
Era eso o volver a tomar los supresores que le estaban provocando alucinaciones, o pasar por los celos tan dolorosos que le provocaban vómitos, dolor de huesos y temperaturas de 40° que matarían a un Beta en cuestión de horas.
— Oh, lo siento. — La doctora se sonrojó de vergüenza.
— No se preocupe, no es la primera persona en suponerlo ni la última. — Abrazó a Will por los hombros y lo apretó un poco. — Yo veo a esta pequeña bestia como un hermano, y sé que él me ve como a uno de sus perros.
Will asintió con una sonrisa, tratando de escapar del abrazo asfixiante.
— Por la forma en que lo dices, debo creer que es un cumplido.
— Lo es, Will no quiere a nadie que no sean esos demonios peludos.
Los tres soltaron una pequeña risa, aunque Alana no era psiquiatra en el FBI por nada. La mujer ya se encontraba elaborando el perfil del nuevo agente. Sin mordida de vínculo, sin pareja, sin hijos para su edad y, como lo decía su expediente, esterilizado sin su consentimiento.
Era poco ético que un profesional sintiera lástima por un paciente o un agente, pero se ponía en su lugar. Ella también buscaría aferrarse a algo que llenara el vacío en su corazón.
— Es encantador, me gustaría conciertos algún día.
— Algún día, Dra. Bloom.
๑ . ๑ . ๑ .
— En verdad me preocupa un poco, Hannibal. — Suspiró mientras le daba un trago a su cerveza.
— ¿El hecho de que esté formando su propia familia poco convencional o que esté esterilizado? — Alzó una ceja, intrigado.
Alana a veces visitaba a su viejo compañero de prácticas, sobre todo cuando su mente se sentía tan atormentada por su corazón.
— Que fue sin su consentimiento. Tú fuiste cirujano, supongo que sabes cómo funciona eso.
— Si bien la ginecología fue un campo en el que estuve por una cantidad limitada de tiempo, puedo decirte la cantidad enormemente alarmante de familiares o parejas que solicitan esto. — Le dio un trago a su vino para generar suspenso. — Pagan una cantidad absurda de dinero por ello y, si no me equivoco, este Omega tuyo estuvo embarazado al menos una vez.
— Es lo que dice el informe, pero no dice más.
— Un cachorro muerto, tal vez. Alfas y Omegas se niegan a hablar de un embarazo fallido, es un golpe muy duro para nosotros.
Dejó que el sentimiento de vacío se quedara unos segundos en su cuerpo, él mismo se sentía afectado por ello aunque nunca hubiera tenido hijos.
— Y por eso busca llenar ese vacío con perros.
— La necesidad de cuidar de alguien es una de las bases de los Omegas, y como este chico que me describes es uno auto condenado al ostracismo ha encontrado la forma de alimentar esa necesidad con los animales. Es un aspecto positivo, muchos llegan a caer en adicciones.
— ¿Y la esterilización? — Su mirada se mantenía fija en Hannibal. — No sucedió por arte de magia.
— Algún familiar debió solicitarla ya que no está vinculado. Necesitaría acceder a todo su historial médico para ayudarte mejor. — Le regresó la mirada mientras bebía un poco.
— Creo… Que por ahora es suficiente. — Pasó suavemente un mechón de cabello detrás de su oreja. — Me siento mal por invadir de esa forma la privacidad de alguien.
— No lo veas así, Alana. — Le sonrió levemente. — Este Omega tuyo está marcado en su carta de aceptación con el “vigilancia permanente”, es especial.
— Su prueba psicológica dio positivo a rasgos de neurodivergencia, hiperempatia y tendencia a la agresividad. — Miró sus manos, haciendo un leve movimiento para acentuar todo lo que decía. — Jack quiere ponerlo a prueba, por las referencias que obtuvimos del departamento de policía en Virginia.
— Así que el tío Jack quiere entrenar a su nuevo sabueso. Debe estar muy desesperado por ayuda.
Suspiró levemente para ocultar las ganas de sonreír burlonamente, sería inapropiado. Quería ver de primera mano el caos que generaban sus obras de arte.
— Teme que aparezcan imitadores. Al menos un par de asesinatos no han sido provocados por él.
Que existiera gente que quisiera replicar su trabajo le daba en el ego, solamente había un Destripador de Chesapeake, nadie debía llevarse el crédito.
Decir eso obviamente le traería problemas, y no era tan tonto como para caer en el juego del egocentrismo y tirar décadas de encubrir sus huellas por pequeñeces así.
— Puede ser una coincidencia, muchos asesinos tienen patrones similares y frecuentemente se les adjudican crímenes de terceros.
— Pienso lo mismo, pero trata de hacer entender a Jack.
Hannibal no conocía de manera directa a Jack Crawford, pero por las cosas que le ha llegado a contar Alana sabe que es un Alfa demasiado terco, de esos Alfas que utilizan a otros para sus propósitos personales, escondiendo su imprudencia bajo el escudo de estar haciendo lo correcto para capturar a los malos.
— Lamento mucho la situación en la que te encuentras, querida Alana. — La miró atentamente a los ojos. — Sólo espero que este Omega sea lo suficientemente bueno como para darle paz a Jack.
— Tengo fe en él. Quizás lo que necesite es alguien que lo entienda.
— Tú podrías ser esa persona que ese Omega necesita.
— No puedo comprometerme a un trabajo así. — Desvió la mirada. — Hay algo en él que…
— ¿Te inquieta? Quizás solamente sea preocupación por su desafortunada situación.
— Esconde algo, pero la prueba psicológica dio ese resultado.
— Sólo déjalo ser, si pasó la prueba es porque tiene tendencias homicidas o suicidas.
“Deberían de mejorar esas pruebas”.
— Tienes razón. — Le dio un nuevo trago a su cerveza. — Quizás estoy un poco estresada y estoy sobreanalizando las cosas.
— Deberías dejar que tu mente se desconecte de tu corazón, sólo un poco. Eres buena, Alana. No dejes que tus emociones te dominen.
La Beta le sonrió suavemente, poniendo su mano sobre la del Alfa.
— Gracias, Hannibal. Sabía que me ayudarías con mi problema.
— Para eso estamos los amigos.
Después de ese momento, ambos comenzaron un debate sobre un nuevo estudio que ambos habían leído recientemente. Alana Bloom era la persona a la que Hannibal acudía cuando quería sentirse “normal”, alguien a quién copiarle su falso sentimiento de humanidad.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¿Will?
— …
— ¡Will!
— ¡Shhhh! No interrumpas, Jimmy.
Beverly y uno de sus compañeros de laboratorio, un Beta llamado Jimmy Price, estaban observando al Omega no muy lejos de él.
Habían acudido con todo el equipo a una escena de lo más desastrosa. Habían asesinado a toda una familia, una “familia tradicional”. Padre Alfa, madre Omega y dos cachorros pequeños, sin segundo género aún.
Los padres recibieron un disparo en la frente, la pared donde habían sido asesinados estaba cubierta con pedazos de carne, huesos y sesos. Movieron los cuerpos, al Alfa lo dejaron en la cocina, pero al Omega lo dejaron totalmente expuesto en la sala, para quienquiera que entrara se llevara con una desagradable sorpresa.
Estaba colgado del ventilador de techo, abierto por el torso para dejar expuesto sus órganos. El corazón deshecho por múltiples puñaladas, los intestinos saliendo de su cuerpo sin cuidado alguno, el útero había sido extraído y pisoteado hasta que sólo quedó una masa gelatinosa y chorreante en el suelo, sus ojos abiertos totalmente y sangre escurría por su boca.
Con los cachorros igual hubo ensañamientos, ambos siendo apuñalados hasta la muerte y dejados en una habitación, cubiertos con una manta para esconderlos. Los espejos de toda la casa estaban destrozados y no había señales de robo.
— ¿No deberíamos preocuparnos por él? — Se acercó otro Alfa, llamado Brian Zeller. — Lleva diez minutos allí parado.
— Y estará más tiempo si no cierras la boca. Está haciendo la magia Graham.
— Cállate, Beverly. — Exclamó el Omega y se giró para ver a los tres. — Si no tienen nada qué hacer, váyanse.
— Enseguida, jefe. — Sonrió divertida mientras empujaba al otro par. — Vamos por café para el patroncito.
Cerró los ojos de nuevo, satisfecho de estar solo al fin. El péndulo se movía lentamente, dejando que Will se perdiera lentamente en él. Su oscuridad lo envolvía, le hacía ver lo que otros no, gracias a el propio caos de su mente.
Tienes algo que yo no, algo que quiero y deseo. No eres el primero a quien le hago esto, pero ya me cansé de esconderme. Todos creen que pueden regodearse frente a mí, con sus vidas perfectas y parejas amorosas. Hoy voy a cambiar eso, todos van a temer ser el siguiente. ¿Amas a tus hijos? ¿A tu Alfa? Mira lo que hago con ellos, te dejo hasta el final para que veas cómo te lo quito todo. No, no es suficiente, tú tienes algo que yo no, algo que se me negó desde antes que pudiera tenerlo, te abro mientras vives, sacó lo que debería ser mío y lo desaparezco ante tus ojos. ¿No te gusta? Tranquilo, cariño. Vas a morir pronto, pero antes voy a dejar una pista falsa para que la sigan.
Ese es mi diseño.
Entonces Will abre los ojos de golpe, puede sentir a Jack Crawford detrás de él. Su imponente figura nunca pasa desapercibida.
— Es un OPP. — Escapó de sus labios sin girar a mirarlo.
— ¿Por la brutalidad con la que mató al Omega?
— No es brutalidad, es la necesidad de ser cruel con la víctima. Siente envidia, no es la primera vez que mata pero sí la primera que lo hace público. Posiblemente mató primero a madres solteras que no le importan al sistema pero él o ella quiere más, quiere una familia y nadie quiere juntarse con un OPP.
El Alfa asintió lentamente ante la observación del más joven. No era fácil de impresionar, pero ese Omega acababa de rastrear a un OPP sin muchas pistas.
— ¿Y por qué un OPP? En Londres hubo un caso similar y el asesino fue un APP.
Así como existen los OPP, los APP (Alfas Potencialmente Peligrosos) son igual de violentos y feroces. Estériles sin la posibilidad de embarazar a un Omega, son igual de desdichados que sus contrapartes, lo que los hace peor que un OPP son las tasas de violación, ya que es más común ver un APP que un OPP, y es fácil encontrarlos envueltos en los mismos delitos de narcotráfico, pero su especialidad es la trata de personas, no sienten empatía hacia los demás.
Estas etiquetas no son exclusivas de los estériles, cualquier Alfa u Omega puede ser fichado de esta forma, pero es más común en este sector de la población. Un APP u OPP tiene tendencias homicidas, historial delictivo entre muchas cosas, como cualquier criminal. Es la fuerza y brutalidad de sus actos los que los hace más peligrosos de un Beta, por eso no existen las siglas BPP.
Ningún acto de violencia ejercido por un Beta igualará la violencia a la que pueden llegar un Alfa o un Omega.
— Porque un APP dejaría el cadáver botado en la calle, se limitaría a la humillación pública. Además, amenos que las prueban den positivo, no se ven rastros de violencia sexual. Sólo veo odio, envidia, resentimiento, es meticuloso y se tomó la molestia de dejar un señuelo falso para nosotros.
El Alfa miraba al Omega, examinándolo. Will comenzó a incomodarse, desviando la mirada.
— Espero no te equivoques, Graham.
— Yo nunca me equivoco, señor. — Will volvió a mirar al Alfa, clavando sus filosos ojos azules sobre el agente. — Su OPP no atacará de nuevo así en un tiempo, está arrepentido.
— ¿Por matar al Omega?
— A los cachorros. — Una sutil mancha dorada comenzó a botar en sus ojos. — Es algo que desea, quitarles la vida fue en un momento de adrenalina y después se arrepintió. Por eso los tapó, estaba escondiendo lo que hizo.
Jack Crawford no era jefe de la BAU solamente porque sí, era un experto en leer a la gente aún así sean tan retorcidos y misteriosos como Will Graham. Lo había observado de lejos, mirando su tristeza y dolor al ver los cadáveres de los cachorros. Quizás recuerde al suyo, curioso de saber qué había pasado con el cachorro de Will.
— ¿Tienes hijos, Will? — Preguntó el agente. No era una pregunta maliciosa, sólo llena de insana curiosidad.
Will se congeló un momento en su lugar, el aroma se volvió ácido y esas hermosas motas doradas se hicieron más grandes, delatando su mentira.
— No, y no me gusta que la gente se meta en mis asuntos, jefe. — Se giró y comenzó a caminar lentamente. — Debemos estar atentos a los casos de Omegacidio, puede que uno de los casos sea de su OPP.
Se acercó lentamente a donde estaban Beverly y los chicos, sintiendo cómo el aire de diversión cambiaba debido a la molestia del Omega.
— ¿Will? — Preguntó la Alfa con preocupación, sosteniendo un vaso de unicel con café.
— Dame mi chamarra. — Pidió el Omega, molesto.
La chica asintió mientras le entregaba la prenda. Will comenzó a buscar en sus bolsillos hasta que encontró su cajetilla, sacó un cigarro y luego lo encendió, soltando el humo molesto.
— Se puso difícil, ¿Eh?
— No es la palabra que yo ocuparía. — Miró a su amiga, dejando que sus ojos hablaran.
— Ah, eso... — Beverly suspiró lentamente, captando el mensaje. — Tranquilo, discutiremos eso después.
Beverly Katz era la única persona en su manada aparte de él, confiaba en ella y en una plática se dio el tema. Fue la primera persona que habló de lo sucedido, la única persona en la Tierra que sabía todos los detalles de ese tan desafortunado en la vida del Omega, la única persona con la que pudo llorar.
Brian y Jimmy se miraron entre ellos con curiosidad y luego miraron al otro par. Brian ya estaba abriendo la boca para preguntar qué demonios estaba pasando pero se detuvo, con la mirada de la Alfa clavada con severidad en el par.
— ¿Por qué no vamos a comer algo? Me muero de hambre. — Habló Zeller para despejar un poco el ambiente. — Escuché que hay unos burritos muy buenos por aquí cerca.
— ¿En serio estás pensando en burritos después de ver el homicidio de una familia? — Preguntó Price confundido.
El Alfa alzó los hombros para restarle importancia.
— Pues yo sí tengo hambre. — Dijo Will dándole una calada a su cigarro. — El café en la oficina es una mierda y no desayuné bien hoy.
Will solamente había comido una sopa instantánea esa mañana y un café del Quantico, contando al cigarro en sus manos como el almuerzo.
— ¡Vamos por esos burritos! — Price lo abrazó por los hombros para andar.
En el camino iban Beverly, Will, Brian y Jimmy, resaltando lo físicamente diferente que era Will al resto de sus compañeros. Era unos pocos centímetros más bajo que Brian, el único sin género secundario, su estructura era similar a la de un Beta mediano, con las caderas un poco anchas.
Sus compañeros sabían que su físico engañaba. Will, si se lo proponía y esperaban que eso nunca pasara, podría matar a un Alfa del tamaño de Jack Crawford con sus propias manos.
De todas formas, Will no se atrevía todavía a matar a alguien con sus manos, prefería disparar. Más fácil de despistar, más fácil de limpiar. Si se le ocurriera a alguien hacerle pruebas de pólvora tenía siempre una coartada: Practicaba sus tiros todos los viernes.
Will Graham no sabía apuntar, no era un acto para disimular, de verdad no sabía. Era un experto en la imitación, por lo cual pasó la prueba de tiro y, cuando mataba a alguien, se aseguraba que esta persona tuviera antecedentes de delincuencia, nadie haría preguntas al respecto, lo mataron de alguna pandilla rival o en un ajuste de cuentas. Múltiples disparos significarán ensañamiento, a la vez que la sociedad vería un pandillero menos, encubriendo perfectamente su mala puntería.
Esperaba nunca tener que usar su arma en operación estando solo. No sería tan tonto como para disparar por su cuenta.
๑ . ๑ . ๑ .
Will Graham fue muy tonto y casi mató a un hombre frente a los agentes del FBI. Lo bueno, era el tipo que buscaban desde hace meses por tráfico de drogas en las escuelas. Lo malo, era un Alfa y Will Graham lo estranguló hasta que se desmayó.
Lo peor, cayó bajo el ojo público, donde una periodista novata le tomó una foto en el momento en que sucedían los hechos. Fue la primera vez que Will Graham apareció, de forma borrosa, en el TattleCrime.
Es la primera vez que el mundo conoce al nuevo sabueso de la BAU, con identidad anónima pues la joven todavía es verde, no tiene los contactos para descubrirlo… Aún.
Hannibal ve el artículo con nulo interés, sólo un Beta más en las filas del FBI al que Jack Crawford explotará hasta que pierda la cabeza, lo maten o termine suicidándose del estrés. Lo pasa de largo y busca mejor la nota más reciente sobre su último cuadro.
๑ . ๑ . ๑ .
Garret Jacob Hobbs siempre había sido un hombre que callaba sus instintos más profundos y oscuros. Sus ganas de matar las controlaba cazando animales, los venados se habían vuelto su animal predilecto. El sueño de su hija lo había dejado totalmente perturbado, le había provocado repudiar a ese animal, pero Garret no desperdiciaba, con los restos de sus cazas los ocupaba para decorar su hogar, cocinaba la carne en asados, usaba los huesos para extrañas manualidades, la sangre y grasa para el mantenimiento de sus herramientas.
Pero ahora eso no era suficiente, necesitaba hacer algo más.
Abigail ya había cumplido siete años, sus rasgos de niña se mantenían pero cada vez que la veía le llegaba un profundo rechazo hacia ella. Cuando miraba a esa niña, esos destellantes ojos azules le recordaban a los fríos ojos de Abraham Graham, el odio que tenía por su hija solamente lo compartía con otra persona y estaba a varios estados de distancia.
Había mantenido sus instintos dormidos durante mucho tiempo, como cualquier asesino serial que contaba con la responsabilidad de una familia junto con una vida laboral.
Un día se presenta la oportunidad de matar después de tanto tiempo, por supuesto que va a aprovecharla. Su esposa había salido a visitar a su padre y Abigail había ido con ella, tenía la casa para él solo.
Lo que no se esperaba, y lo deja en estado de shock aún con el trasfondo del porqué escogió a esa víctima en particular.
En su camino a aliviar sus ganas de matar cazando venados en una zona retirada de su hogar, ve a una niña pequeña en su bicicleta. Es de la edad de Abigail, misma complexión, misma altura, mismo cabello lacio y castaño.
Se acerca lentamente a bordo de su camioneta, siguiendo el paso de la niña.
— Hey, no deberías de andar por la carretera sola.
— Siempre paso por aquí. — La niña detuvo su bicicleta al mismo tiempo que Garret detenía el carro. — Mamá me está esperando.
Al verla, se pierde en los ojos azules y rostro pecoso de la menor, es similar a su hija. No una copia exacta pero sí lo suficiente para confundirla con ella.
— Está bien, sólo ve con cuidado. — Las manos le temblaban, provocando que ajustara su agarre en el volante de su camioneta. — Y no vuelvas a detenerte cuando un extraño te hable.
— No lo haré, señor. — Le sonríe con toda la inocencia de una niña y emprende su camino a casa.
Hobbs deja que la niña avance con su bicicleta al menos un par de metros, tiempo en el que prepara su rifle. Sale de la camioneta, apunta lentamente y… Dispara.
Ve el cuerpo de la pequeña caer en el pavimento, la herida en su cabeza comienza a crear un charco de sangre. Deja el rifle en el asiento de la camioneta y corre hacia ella, cargando el cuerpo de la niña y la mete en su camioneta, cubriendola con plásticos como si fuera un venado.
Caza dos venados más y un zorro para ocultar el cadáver.
Garret Jacob Hobbs no desperdicia nada, con los restos de sus cazas los ocupa para decorar su hogar, cocinaba la carne en asados, usaba los huesos para extrañas manualidades.
El día que regresa su familia, hace un caldo de venado con un ingrediente especial.
Un par de meses después, Garret Jacob Hobbs acepta trabajos en constructoras lejanas a su casa.
La excusa es ganar más dinero.
La razón es estar lo más lejos posible de su hija para sofocar el deseo de matarla.
Notes:
Cha cha chaaaaaaaaaaaaan
Chapter 4: I was far from thinking that you would be my penance
Chapter Text
Tres años han pasado desde que Hannibal Lecter escuchó de la boca de Alana Bloom sobre su peculiar Omega. Cada que la psiquiatra se siente afligida por la “rareza” de dicha persona, corre a buscarlo. Le pica la curiosidad, no lo va a negar, pero sólo puede ver a un Omega afligido por una pena que apenas puede cargar en su alma.
Él mismo batalla con sus propios demonios como para preocuparse de alguien que ni siquiera conoce. Puede vivir con la información de Alana, no debe dejar que su impulso sea mayor que su voluntad y vaya a buscarlo por él mismo.
Al mismo tiempo, ha dado una pauta a su búsqueda por el amor de su vida. Su vida como Alfa y parte de la alta sociedad lo habían tenido muy ocupado, tenía que mantener su máscara de persona bien puesta.
Igual ser un asesino serial es un trabajo de tiempo completo, sobre todo si quería que su arte como el único e irrepetible Destripador de Chesapeake fuera reconocido y que ningún charlatán quisiera hacerse pasar por él, demasiado narcisista pero nadie que se atreviera a robarse su trabajo debía vivir para contarlo.
Era la estrella principal del TattleCrime, debía reconocer el trabajo de Freddie Lounds al tomar fotografías. Él había visto crecer a la Alfa y en ella podía encontrar una leve admiración por hacer hasta lo imposible por obtener los mejores planos de sus obras.
Cuando otra persona ocupaba su lugar en la primera entrada al blog o en el periódico impreso se molestaba, pero esta vez lo consterna ver a un Omega en la portada, una foto difuminada por la lejanía, donde el hombre estaba sentado en una ambulancia y atendido por un paramédico. En letras grandes y negras se leía el encabezado.
“Will Graham: La muestra de la falta de vigilancia a los OPP”
[...] El inestable agente ha demostrado más de una vez ser un peligro para los servicios públicos y la sociedad, desde su primera vez visto estrangulando a un Alfa, ahora ha mandado al hospital a tres Betas, donde uno posiblemente pierda la vida gracias al altercado con ese Omega sin supervisión.
¿Esta es la gente en la que debemos confiar nuestra seguridad? Si yo fuera Jack Crawford pondría a ese OPP en una institución mental y no en un salón de clases a enseñarles a nuevos agentes el cómo se puede tener a un psicópata en sus filas.
¿El FBI ahora también reclutará APP? Yo me estaría preparando para defenderme en cualquier momento que Will Graham o cualquiera de sus alumnos se presente frente a mí.
Esta es una llamada de atención para que el Estado tenga mayor cuidado al momento de seleccionar a quienes van a salvaguardar nuestra integridad.
Hannibal reconocía que el trabajo de Freddie Lounds se basaba principalmente en tener la boca muy grande y una lengua filosa, dispuesta a escupir veneno para lograr sus objetivos, es por eso que el TattleCrime la adoraba.
Ella les daba las vistas que no habían tenido en años.
Le impresionaba cómo aún no podía tener una foto clara del Omega, solamente conociendo su complexión y su cabello rizado. Tampoco era que le interesara. Había aprendido que Freddie lo único que buscaba era vender y la mayoría de lo que escribía era basura. Si hablaba del Destripador tenía todo su interés, más allá de eso Freddie Lounds podía irse a donde quisiera mientras fuera lejos de su vista.
De cualquier forma, Hannibal tenía cosas más importantes que hacer en lugar de fijarse en la gente del FBI. Quería encontrar a su Omega, necesitaba estar con él. Hannibal era un Alfa paciente, todavía faltaba mucho tiempo para caer en la locura, pero Chiyoh no opinaba lo mismo.
Ella era la confidente de Hannibal, la única persona en el mundo en la que confiaba, a quien le contaba todos sus pesares y males, y la única que quizás podía entenderlo. Bedelia veía su oscuridad interna, pero le tenía tanto miedo y amor que no decía ni una palabra al respecto.
Se había colocado perfectamente el traje de persona, uno que Chiyoh le había visto construir con los años, uno que apenas y Bedelia podía escarbar sobre la superficie. Se permitía regodearse entre los cerdos. Amaba sentir el poder sobre sus vidas, poder elegir quién sería el siguiente en acabar en su mesa o quién era digno de su compasión.
Aún así, sentía cierta intriga por aquella persona a la que Freddie Lounds le dedicaba su atención. ¿Qué podía tener ese Omega que tanto le provocaba hablar pestes de él? Se limitaba a alzar los hombros mentalmente, restándole importancia a esa persona.
De todas formas, esta noche tenía una cena muy importante con la alta sociedad de Baltimore.
๑•◦•──๑≪•✦•≫๑──•◦•๑
Siete años más tarde
Desde que inició su última cita de la tarde, Hannibal podía sentir la hostil presencia de Jack Crawford en su consultorio, en la salida exclusiva para sus pacientes. Le irritaba la entrometida presencia del Alfa en su territorio sin su consentimiento, pero también estaba bastante intrigado. Si bien había logrado manipular un poco a Alana para que hablara maravillas de él para ser un consultor externo, pero no esperaba que funcionara.
Bueno, la verdad sí lo esperaba si era sincero consigo mismo, sólo se decepcionó el hecho de que haya tardado tanto tiempo. Por otro lado, eso significaba que estaba buscando el último recurso para poder atrapar al Destripador de Chesapeake, sin saber qué le pediría la consulta al mismísimo asesino.
Prefería mil veces detener a Franklyn cuando comenzaba a divagar en sus pensamientos de soledad e inseguridad, pero esta vez no lo haría, con tal de tener a Jack Crawford impaciente en su sala de espera, que él era quien tenía el control en su territorio.
— No entiendo porqué nadie quiere estar conmigo, ¿Tan poco interesante soy? — Se limpió las lágrimas con un pañuelo de papel que Hannibal le había dado.
— No has encontrado las amistades correctas, Franklyn. — Contuvo con todas sus fuerzas un suspiro de exasperación. — Debes dejar que las cosas fluyan a su ritmo, dejar de intentar encajar forzosamente como un calzado que no está diseñado para ti.
— ¿Debo cambiar mi personalidad? Tobias dice que suelo ser muy insistente y entrometido.
“No está del todo equivocado”, piensa en sus adentros.
— Debes abrir más tus canales de comunicación, dejar de esperar a que todo te caiga en las manos sólo porque lo deseas.
Antes de que Franklyn hablara de nuevo, se escuchó un golpe en la puerta de salida, desviando la atención de su no tan querido paciente al reloj de pared que estaba junto a la puerta. Ya habían pasado treinta minutos, se tomó treinta minutos más en impacientar al agente.
— ¿Espera a alguien, Dr. Lecter? — Lo miró en busca de crear conversación trivial con el psiquiatra.
— No. — Le respondió con sinceridad. — Nos hemos pasado de tu hora, podemos seguir con lo que te aflige en nuestra próxima sesión.
Ambos se levantaron y avanzaron a la puerta, dejando salir primero al Beta. En cuanto se abrió la puerta, Jack se levantó y miró atentamente a Franklyn, obviamente el hombre no tenía el porte seguro y confiado que Alana le había descrito, pero no debía juzgar la apariencia de una persona. Eso mismo le ocasionó una lesión en la pierna, un regalo de un Omega malhumorado llamado Will Graham.
— Dr. Lecter. — Extendió su mano al hombre rechoncho frente a él.
— Yo, eh…
— Lamento la demora. — Habló Hannibal detrás de su paciente. — Pero no atiendo a pacientes fuera de mi horario de trabajo.
Jack miró al otro hombre, un verdadero Alfa por su porte y la colonia que usaba, diseñada para acentuar su aroma. Se puso rígido ante su confusión, a veces juzgar a la gente sí podría ser beneficioso para evitar este tipo de malentendidos.
Franklyn aprovechó esa oportunidad para escapar, estar en presencia de dos Alfas dominantes a menudo suele ser un problema y quería mantener su trasero alejado de alguna confrontación.
— Me disculpo por llegar de esta forma, pero necesito hablar con usted. — Sacó su placa a manera de presentación. — Jack Crawford, FBI. Mi compañera, la Dra. Bloom, me ha hablado mucho de usted.
— Estamos en la misma situación, agente Crawford. — Sonrió con cortesía. — Alana está muy comprometida trabajando para ustedes.
— La Dra. Bloom es única, pero incluso ella necesita ayuda de vez en cuando. Es por eso que vine a buscarlo, por recomendación suya.
— ¿A mi? — Fingió sorpresa. — Por favor, pase. No creo que el pasillo de mi consultorio sea el lugar indicado para una conversación.
El otro Alfa asintió mientras se dejaba guiar por el psiquiatra hasta el sillón donde anteriormente había estado Franklyn, ofreciéndole algo de beber que Crawford declinó amablemente.
— ¿A qué debo su inesperada visita? — Tomó asiento en su propio lugar.
— Necesito su ayuda en la elaboración de un perfil, me gustaría una segunda opinión de algún profesional y la Dra. Bloom dice que es el indicado.
— Haré lo mejor que pueda, sólo necesito un poco de contexto.
Jack asintió y le entregó a Hannibal un folder color paja con toda la información que tenían hasta ahora. Lo abrió con cuidado, paseando su vista sobre las fotos de las chicas y los lugares donde habían desaparecido.
— Ocho chicas han desaparecido en el lapso de ocho meses, todas similares entre sí. La Dra. Bloom tiene la teoría de que el perpetrador es un ex novio celoso, pero mi consultor de confianza dice que no es el caso.
— Y este consultor, debo suponer, se trata de Will Graham. — Alzó la vista de la carpeta.
Jack no se mostró sorprendido ante la mención del Omega, sino que su rostro cambió a una mueca de disgusto, tal vez por lo que los medios han dicho de él.
— No es como el TattleCrime quiere pintarlo, es muy bueno en lo que hace. — Suspiró pesadamente. — Solamente se deja llevar por sus emociones.
— Y no lo culpo por eso, debe ser bastante agotador incluso ahora que el señor Graham es profesor en su Academia.
— El único pecado de Will es no saber manejar un arma correctamente y herir de gravedad a un delincuente. — Expresó con aire cansado. — Solamente cumplía con su deber, sería atacado también si no hubiera hecho nada al respecto.
Le encantaba sentir la desesperación del otro Alfa, tan necesitado de ayuda que hacía a un lado su ego para verse vulnerable, cansado por no sólo tener que lidiar con el asesino serial que ha perseguido por quince años, sino ahora también con desapariciones de las que puede jurar no encontrará cadáveres.
— Puedo ayudarle con su Omega problemático también, quizás hablar con un desconocido pueda tranquilizarlo y no sentirse atacado por su entorno.
— ¿Haría eso por nosotros?
— Tómelo como un favor, en agradecimiento por tomarme en cuenta para su investigación.
— Se lo agradezco, Dr. Lecter. — Estrechó su mano con la del psiquiatra, esperanzado.
En ese momento, en ese consultorio, Jack Crawford estaba sellando el destino de dos personas no tan desconocidas.
๑ . ๑ . ๑ .
Se presentó en la oficina del agente vestido de manera casual para él, cancelando sus citas de la tarde para dedicarle todo el tiempo del mundo al caso. Alana lo había llamado por la mañana para agradecerle su disposición, conociendo el apretado horario de Hannibal. Obviamente tenía sus propias razones para estar allí; la principal era poder pasearse en los pasillos del FBI como el asesino serial que era sin que nadie lo supiera, ver cómo, por su culpa, se estresaba todo un departamento.
La otra, muy en segundo plano, era conocer en persona a ese dichoso Omega que tantos dolores de cabeza le habían ocasionado a Jack Crawford.
Tocó suavemente la puerta cerrada de la oficina de Jack, siendo abierta por el mismo casi de inmediato.
— Dr. Lecter.
— Agente Crawford. — Le sonrió levemente.
— Tome asiento. — Caminó de vuelta a su escritorio. — Me temo que tendremos que esperar unos minutos, Will-
— Aquí estoy, Jack. — Habló el Omega entrando en la oficina, colgando su chamarra en el perchero. — Más te vale que sea bueno, tengo que dar clase en una hora.
Hannibal se molestó por la forma tan pedante con la que hablaba el Omega y se giró en su asiento, dispuesto a reclamarle por ser tan grosero cuando lo vio a los ojos. Esos hermosos ojos azules que jamás iba a olvidar que ahora estaban protegidos con lentes, sentía que estaba viendo un fantasma, y la herida en su hombro le ardía con fuerza.
Frente a él tenía a ese chico que se había robado su corazón desde hace años, aunque su cara joven ahora esté cubierta con barba, líneas de expresión y una cicatriz, sin embargo allí estaba. Era perfecto aún así, era hermoso y su suave aroma solamente llenaba sus fosas nasales, también podía oler una cantidad absurda de perros, los supresores que tomaba el Omega, una marca genérica que era para quienes querían reducir la intensidad del celo, su colonia después del afeitado que seguramente salió de un frasco con un barco en la etiqueta…
Aún con esos olores químicos en el Omega, percibía la perfección en él. Frente a él tenía a su “John Smith”, que ahora tenía un nombre real y era Will Graham. El mismo Will Graham del que Alana le hablaba con frecuencia, había encontrado a su Omega desde hace años sin saberlo y ahora podía verlo.
En ese momento, recordando que su colega le había contado sobre el estado de salud de Will… Sintió furia al pensar que Will tuvo un cachorro antes, furia qué se transformó en compasión al saber que ese cachorro no vivió. Le dejó un un sabor amargo den la boca.
Su cambio en sus expresiones no pasó desapercibida por el hombre frente a él, quien se limitó a sólo alzar una ceja para después entrecerrar los ojos, al parecer él también estaba sintiendo esa conexión.
— Will, te quiero presentar al Dr. Lecter. — Hablaba Jack mientras Hannibal se levantaba. — Dr. Lecter, le presento a Will Graham, mi consultor de confianza.
— Su perro de caza, pero no es ético llamarme así. — Soltó una risa burlona mientras tomaba asiento. — Bien, te tengo una actualización, Jack. Este asesino tuyo es un caníbal.
Ambos Alfas miraron atentos al Omega, en espera a que se justifique su teoría.
— El último ataque, Elise Nichols… — Cerró un momento para ordenar sus pensamientos. — Bev descubrió que al cuerpo le sacaron el hígado y lo volvieron a meter, por eso la regresó a su casa, como un trozo de carne del supermercado podrido.
— ¿Qué tiene que ver el que la hayan regresado con que sea un caníbal? — Preguntó Jack.
— Tú no comerías carne podrida, nuestro caníbal no comería carne en mal estado. Elise tenía cáncer de hígado y, así como tiras todo el pedazo de carne podrida, se deshizo del cadáver que no puede consumir.
Hannibal, en secreto, asentía ante las palabras del Omega. Por eso se aseguraba de seleccionar bien a sus cerdos, sería un desperdicio de comida descubrir que su caza fue un fracaso al descubrir que no podría consumir nada de su víctima.
— Es interesante su observación, señor Graham. — Habló calmadamente. — ¿Por qué cree que las come?
— Yo… — Dio un trago distraído al café que Jack le había servido. — No puedo darme una idea, pero las mata porque las ve como el sustituto a quien de verdad quiere matar.
— Como un ex novio. — Dijo Hannibal para picar al Omega, quien frunció el ceño rápidamente.
Se levantó de su asiento para ver la pared llena de tachuelas, fotos, papeles e hilos, dejando trabajar a su Omega mientras él llegaba a sus propias conjeturas.
— No es un ex novio. Si lo fuera, dejaría los cadáveres botados por allí a manera de advertencia, humillación, venganza. Este asesino no quiere eso, si las esconde es porque se siente humillado… — Will abrió los ojos ante una revelación. — Puede… Puede ser que este asesino se sienta avergonzado, ¿Quizás descubrió que su pareja lo engañó?
— Pero eso nos remonta al ex novio.
— Si, pero no descarga su odio con su pareja, a este asesino... — Cerró los ojos, dejando que el péndulo se moviera. — A este asesino le cargaron un cachorro que no era suyo, su odio va a ese cachorro, no a su pareja por una muy extraña razón.
— Es extraño, normalmente el rencor va a la pareja. Debe tenerle demasiado odio a este cachorro al que se vio obligado a cuidar.
Will hizo una mueca, recordando a su propio cachorro y que él daría la vida misma por tenerla a su lado. Hannibal podría sentir las emociones turbias de su Omega, quemando en su piel, afectado por la involucración de un cachorro, un instinto Omega de proteger a las crías.
— Qué mal gusto. — Arrugó un poco la nariz, molesto.
— ¿Le molesta el mal gusto? — Hannibal lo miró con curiosidad.
— Mis pensamientos no suelen ser de buen gusto. — Apretó ligeramente los dientes, dejando ver sus pequeños colmillos.
— Los míos tampoco. — Se sinceró observando la tabla con más interés ante los detalles del Omega. — Prefiero evitarlos dentro de lo posible.
— Que suerte tienen algunos. — Comenzaba a sentirse incómodo ante la presencia del Alfa, sus colmillos ardían. — Yo construyo fuertes donde pueda almacenarlos, estoy demasiado ocupado para encargarme de ellos.
Hannibal caminó lentamente a su lugar, observando al Omega tomar café para distraerse, él también tomó su propia taza y observó atentamente a su acompañante, la forma en que evitaba mirarlo.
— No le agrada el contacto visual, ¿Cierto?
Will soltó un suspiro molesto, dejando la taza en el escritorio con fuerza.
— Los ojos distraen. — Comenzó a moverse en su asiento, impaciente. — Uno ve mucho o no lo suficiente. Es muy difícil concentrarse cuando se está pensando…
En eso volteó a verlo al fin, sus bellos ojos azules como un océano profundo con ligeras motas doradas. Hannibal aprovecharía ese momento para recordar cada facción de ese hermoso rostro, ya madurado, para dibujarlo más tarde.
— Tiene muchas canas. — Su mirada se volvió severa, fría. — O debe tener hepatitis, ¿Quizás una vena reventada? — Suspiró molesto. — De modo que sí, trato de evitar los ojos en lo posible.
Hannibal Lecter había sido insultado por su Omega sin que él supiera. De otra persona no lo había permitido, de nadie, era un lugar asegurado en su mesa, pero viniendo de él lo encontraba maravilloso. No se veía ya como ese Omega vulnerable de hace tantos años, le gustaba esta versión.
— Me imagino que verse como alguien al que le han arrebatado algo afecta su mente. — Observó atento al Omega, quería ver la reacción de su instinto. — Sus valores y su decencia están presentes pero en su cráneo no hay espacio para las cosas que ama.
Las palabras del psiquiatra lo molestaron, cayendo en cuenta que estaba hablando de él y no del asesino por el que estaban reunidos en primer lugar. Sobre todo estaba el hecho que Hannibal suponía la ausencia de un cachorro en su vida, algo que socialmente está mal visto para alguien de la edad de Will.
Sus palabras calaron en lo más profundo de su ser, como si Hannibal pudiera ver a través de él. En cierta forma era verdad, Hannibal conocía más detalles de Will que al Omega le gustarían. Y Will tomó sus palabras como si él fuera un Omega desesperado por cuidar cachorros aunque no fueran suyos.
— ¿En cuál perfil está trabajando? — Miró severamente a su jefe. — ¿¡En qué perfil está trabajando!?
— Lo siento, Will. Nuestro trabajo es observar, no puedo evitarlo y usted tampoco puede. — Lo miró atentamente, viendo cómo en esos hermosos ojos las motas doradas se hacían más presentes junto a la oscuridad en su ser.
— Por favor, no me psicoanalice. — Se levantó de su asiento a la vez que tomaba sus cosas. — No les agradaré cuando me hayan psicoanalizado.
— Will. — Habló Jack en forma de regaño.
— Si me disculpan, debo ir a dar clase. — Se acercó rápidamente a la puerta. — Sobre psicoanálisis.
Y sin más, el Omega salió de la habitación, dejando a ambos Alfas con un sabor agrio en la boca.
— Quizás no debamos molestarlo así, doctor. Tiende a ser demasiado aprensivo cuando se trata de él.
— Lo que tiene, además de la hiperempatía de su informe, es un instinto Omega demasiado agudo, va a percibir cualquier punto de vista que se le ponga enfrente y se sentirá hostigado como un ataque personal.
— Eso ya es algo que todos en el departamento hemos notado.
— Sin embargo. — Se acomodó en su asiento. — Puedo confirmar mi suposición en que Will Graham no es un OPP.
— Eso lo tengo muy en claro, Will es inofensivo.
“No es un OPP, pero Will es todo menos inofensivo”, pensó en sus adentros.
— Creo que podemos dejar que se ocupe de sus propios asuntos, Will no necesita que alguien lo salve del exterior, necesita que lo salven de sí mismo. Un Omega en duelo es inestable si no ha llevado un tratamiento tanatológico adecuado.
— ¿Cree poder ayudarlo? En momentos como este es donde más necesito de su mente y en ese estado inestable no me ayuda.
Oh Jack, Jack, Jack. El cree que todos están a su disposición por su cargo, por su segundo género, por ser mayor.
— Si Will no se deja ayudar, no puedo hacer nada por él. — Soltó un suspiro angustiado. — Pero haré lo mejor que pueda si vamos a seguir viéndonos.
— Se lo agradezco en el alma, Dr. Lecter.
Por supuesto que Hannibal iba a estar allí para Will, era su Omega. Aunque en términos biológicos, él era quien estaba marcado. Sentía que Will seguía molesto, su hombro ardía como el Infierno y lo único que quería era llegar a casa y darse un masaje en la herida, también en planear cómo hacer que su Omega lo recordara.
Podría aprovechar esta oportunidad que el destino le había puesto enfrente, aunque pensaba más en que la gravedad los atrajo de nuevo, porque Will Graham era el centro de su Universo desde hace quince años, y Hannibal Lecter se volvería el centro de su Universo.
Notes:
El título de este capítulo salió de una cumbia, quien lo adivine se gana un tostielote 😶🌫️
Chapter 5: I would adore you even if you didn't love me
Notes:
Un saludito y un tostielote para Alice que adivinó la cumbia tqm <3
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
— Papá ha estado actuando muy raro… — Soltó Abigail en un suspiro. — Más distante conmigo.
— Entiéndelo, Abby, a ningún padre le gusta la idea de que su única hija sea una Omega. — Habló Marissa sentada a su lado. — No es que tenga nada de malo.
— Qué gran ayuda eres, neta.
Ambas chicas estaban sentadas en una banca junto a las jardineras en la escuela, tomando el almuerzo con desinterés mientras la castaña le externaba su malestar.
— Lo siento. Recuerdo que cuando me presenté como Alfa, papá estaba muy feliz. — Le dio una mordida a su sándwich. — Prácticamente dijo que era ser Alfa o Beta para no correrme de casa.
— Qué mierda. — Soltó un gruñido mientras mostraba sus colmillos. — Pero, no sé, no lo siento tan distante como antes.
— ¿Qué tal si ya descubrió que no eres su hija? — La chica casi se ahoga al tragar.
Era una teoría que tenían ellas desde el sexto grado que comenzaron con el tema de la sexualidad, género secundario y reproducción. Los genes no le habían dado el rostro de su madre, los ojos de su padre, el cabello rubio de su abuela, nada…
Muchas veces, Abigail se llegó a sentir como una impostora en su propia casa, no era bienvenida en su hogar y desconocía el motivo, se sentía rechazada y aislada. Al principio era por su padre, de allí pensó que su madre le había sido infiel y que ella era producto de una aventura, pero ahora su madre estaba distante desde que se manifestó su género secundario.
— Es que… Mamá ama mucho a papá, no la creo capaz de hacerle eso. — Suspiró lentamente.
— Pero no te pareces a él.
— Si a esas vamos, tampoco me parezco a mamá… A nadie, en realidad. — Se hizo un poco hacia atrás, con su espalda tocando la jardinera. — Ni siquiera a la abuela, que se supone que es de donde salió mi lado Omega.
— Vamos a encontrar una explicación, seguramente te pareces a un pariente lejano que debe de ser un cascarrabias.
— Mary, basta. — Miró a su amiga con ojos tristes. — Incluso estoy pensando en que soy adoptada y no me lo quieren decir, por más que les pregunte.
— Porque no te lo van a decir, tonta. — Puso los ojos en blanco. — ¿Crees que van a llegar y decirte “Ay si, te encontramos en el bote de basura y te trajimos a casa porque tus padres no te quisieron”? Suena cruel, Abby.
— Al menos sería la verdad… — Unas lágrimas comenzaron a juntarse en sus ojos. — Ya no quiero sentirme engañada.
La Alfa miró a su amiga, su expresión cambió a una de angustia al verla tan vulnerable y su olor amargo. La acercó suavemente para abrazarla con cariño, buscando darle consuelo, incluso soltó un poco de su aroma para relajarla.
— Lo siento, no se me da esto de consolar a la gente. — Suspiró mientras acariciaba su espalda. — Pero te prometo que vamos a encontrar la respuesta a tu problema.
Abigail se sonrojó levemente ante la cercanía y el suave aroma a pay de calabaza que se desprendía de su amiga, sintiéndose más tranquila ante su propio torbellino de emociones.
— Gracias, Mary. — Soltó con un ronroneo.
Ese día, por la tarde, Abigail le preguntó a su padre por qué no la quería, después de escucharlo renegar de su paternidad cuando fue a buscarlo para decirle que la cena estaba servida.
Esa misma noche, se encontró otro cuerpo exhibido cerca de casa con las mismas señas que encontraron al de Elise Nichols, pero ahora la víctima estaba expuesta. Una cabeza de ciervo a la mitad del campo con el cuerpo de una chica que era la copia fiel de Abigail.
๑ . ๑ . ๑ .
Beverly estalló en carcajadas ante la noticia que le estaba dando su amigo. Habían salido a tomar después del trabajo junto a Brian y Jimmy, como buenos compañeros y amigos, pero ahora parece que la reunión fue “Vamos a burlarnos de las desgracias de Will Graham”.
— No es gracioso. — Frunció el ceño mirando al trío.
— ¡Es muy gracioso! — Dijo Beverly mientras se limpiaba las lágrimas. — Quieres estar lejos del viejito con hepatitis y Jack te lo pone como compañero para atrapar a nuestro pájaro.
El otro par comenzó a reír junto a la Alfa, y Will tenía ganas de ahorcarlos con sus propias manos mientras su rostro se ponía rojo. Además de estar molesto por el apodo para su asesino… "Alcaudón de Minnesota".
— Tienes que admitirlo, Will. — Habló Brian tratando de controlar su risa. — Es demasiado gracioso.
— Pero en serio. — Carraspeó Jimmy. — ¿No quieres estar cerca de él porque te psicoanalizó, porque es un Alfa o porque es un cretino?
Will le dio un trago largo a su vaso de whiskey, decidiendo ser sincero con ellos.
— En parte es por eso, por el otro… — Se frotó la nuca suavemente. — Cuando estuve con él, me sentí extraño. Al principio pensé que era por ser un psiquiatra de mierda que no respeta el espacio personal… Pero después fue más extraño, no sé cómo explicarlo.
— Vamos, pequeño Willy, puedes hacerlo. — Lo animó Zeller.
— Me ardió el hombro y sentí como si me hubieran metido un golpe en la boca, justo en los dientes. — Desvió la mirada. — Quería salir corriendo de ese lugar, pero también quería quedarme, su cara se me hizo tan jodidamente familiar y me duele la cabeza de tan sólo pensar dónde lo he conocido antes.
— Quizás en alguna conferencia de la Dra. Bloom. — Trató de razonar Price.
— No, Alana me lo hubiera presentado. — Soltó un gruñido de frustración. — Es… Distinto, como un deja vú.
— El tipo es relativamente conocido, seguramente lo has visto en otro lado.
— No es así, lo recordaría. — Cerró los ojos. — El bastardo tiene una cara que no podría olvidar tan fácil, por eso me frustra no reconocerlo. Y sé que él debe de conocerme por las caras que puso apenas puse un pie en la oficina de Jack y, hasta donde yo sé, no estoy tan feo como para asustar a la gente.
— Uno, eres hermoso así con tu cara de odio a la humanidad. — Le dio unos golpecitos en la espalda a manera de apoyo. — Y dos, quizás te haya visto por culpa de esa perra de Freddie, ahora sí estuvo bastante cerca de tomarte una buena foto.
— No lo sé, no lo creo…
Beverly lo observaba atentamente, pensando en cómo ayudar al afligido Omega, aunque la ayuda vino de Brian.
— Cuando estuve en la Universidad, me acosté con una Omega. — Le dio un trago a su bebida, recibiendo la mirada confundida de sus compañeros.
— ¿Y eso qué tiene que ver con el problema de Will? — Jimmy le dio un golpe en el hombro.
— Ahí va. — Suspiró lentamente. — La muy bestia me marcó, me mordió en el pecho. Fue una noche loca de excesos en esas fiestas de fraternidad. Nunca la volví a ver… Hasta hace un par de años.
El cuerpo de Will se erizó, sintiendo cómo memorias antiguas que creía sepultadas salían a flote, Beverly lo observó atenta, como si tuviera una especie de presentimiento.
— Sigo sin entender tu punto. — Exclamó cansado Price.
— Cállate, no me dejas concentrarme. — Bufó molesto. — El chiste es que años después la encontré, estaba en una conferencia de fauna mortuoria y en un momento sentí que me quemaba la piel del pecho, quería arrancarla. Y entonces la vi, era ella. Quería lanzarme sobre ella, y ella quería hacer lo mismo.
— ¿Te describió cómo se sentía? — Preguntó Will, atento a sus palabras.
— Como si le hubieran metido un golpe en los dientes… Y como si quisieran sacarle los colmillos con unas pinzas. — Miró atento a su amigo. — ¿Es eso lo que sentiste, Will?
— ¿Tal vez? — Suspiró cansado. — Quería… Morderlo, arrancarle la piel para aliviar mi propia molestia.
— Will… — Beverly lo miró atenta, como si un foco se hubiera prendido en su cerebro. — ¿Crees que sea… Él?
— ¿Él? — Preguntaron los dos hombres al mismo tiempo.
Las mejillas se pusieron rojas y después pálidas, cayendo en cuenta ante lo que quería decir Beverly.
— ¿Qué posibilidad existe? — Comenzó a temblar un poco. — Él dijo que era europeo, que iba de paso…
— El mundo es pequeño, Will. — Alzó los hombros suavemente. — ¿Qué no escuchaste al viejo loco en el parque el otro día? Quizás esa mierda de la gravedad exista.
— Si, estamos pegados a la Tierra gracias a ella. — Giró los ojos molesto.
— Ya sabes a qué me refiero. — Soltó burlona.
— ¿Nos estamos perdiendo de algo? — Preguntó Jimmy.
— ¿Del pasado ardiente de Will, tal vez?
Con los años había aprendido a vivir con la muerte de su cachorro, y en parte podía utilizarla para las personas que hacían preguntas incómodas sobre su edad y su falta de familia.
— Oh, no es nada. — Tomó su vaso y movió ligeramente el contenido. — Tuve una aventura con un Alfa hace años, me embaracé y perdí a mi hija cuando un carro me atropelló.
La cara de los hombres se transformó en una expresión vacía, imposible de descifrar pero que a Will y Beverly les causó bastante gracia. Si iban a incomodar a uno, que se incomoden todos.
— Y… — Trató de hablar Brian, buscando las palabras. — ¿Crees que sean el mismo tipo?
— No lo sé. — Le dio el último trago a su vaso. — El “Dr. Lecter” se ve como un Alfa estirado, un snob. No se metería con un Omega desconocido por muy cachondo que esté. Creo que estoy alucinando.
— Yo vería la posibilidad, podrías hablar con ese tipo de forma casual y, si en realidad es el mismo, debe tener una marca para que te sientas así. — Dijo Brian. — Esa mierda puede ser real, veme a mí.
— ¿Qué tal si me equivoco?
Los tres guardaron unos segundos de silencio antes de estallar en carcajadas.
— ¿Equivocarte? ¿Tú? — Señaló Beverly. — Nunca has tenido miedo en equivocarte al atrapar delincuentes, pero sí en equivocarte en saber si marcaste a un snob.
— Will marcó a un snob, Will marcó a un snob. — Cantó de forma infantil Brian.
— Son unos idiotas, los tres. — Bufó mientras prendía un cigarro. — Váyanse a la mierda.
Una nueva ola de carcajadas salió del trío frente al Omega, y Will se permitió reír con ellos y lo ridículo de su situación.
๑ . ๑ . ๑ .
Estaba a miles de kilómetros de su hogar, de sus perros, de todo lo que era su normalidad. Había llegado una tarde antes y se había instalado en el cuarto de hotel de mierda que había alquilado el FBI para él. Soltó un suspiro mientras se movía de un lado a otro en la cama, las sábanas eran ásperas para su gusto.
Quería estar en Wolf Trap, en su nido, calientito con sus frazadas y sus perros, y no en Hibbing como estaba ahora. Por fortuna había viajado solo en el avión, Hannibal había viajado por su cuenta así que solamente hablaría con él más tarde.
Algunas pistas los habían llevado a las zonas de construcción en Minnesota, como restos de material en la ropa de Elise y los agujeros en su cuerpo. Ella había sido clavada a una especie de asta por los residuos que quedaron en las heridas y más detalles de los que en ese momento no recordaba.
Estaba escondido bajo un montón de sábanas, gruñendo levemente hasta que tocaron en su puerta. Quizás era Jack, jodiendo tan temprano como era su costumbre.
Se levantó con pereza de la cama y abrió la puerta, abriendo los ojos de sorpresa al ver frente a él a Hannibal Lecter, impecable y con una lonchera térmica en su mano y en otro brazo descansaba su abrigo.
— Buenos días, Will. — Le sonrió con cortesía. — ¿Puedo pasar?
Asomó un poco la cabeza para ver si el otro Alfa andaba por allí, pero no era el caso.
— ¿Dónde está Jack? — Preguntó en un tono menos amistoso.
— Nos alcanzará más tarde, él y otros muchachos van a la otra construcción que está en la frontera.
Will sentía las mismas ganas de morder a aquel hombre, arrancarle la piel de la cara y estrangularlo con sus propias manos. Lo miró atentamente, notando que estaba un poco tenso y movía el hombro, el mismo que en ese momento le estaba doliendo.
Soltó un suspiro y se hizo a un lado, dejando que entrara Hannibal. Se alegró de haberse puesto una pijama decente a lo que normalmente hacía, que era dormir en ropa interior. Usaba una bermuda vieja de color gris y una camiseta blanca un poco holgada. Hannibal parecía de la realeza comparando su vestimenta con la de Will.
— Lo siento por el desorden, no esperaba a nadie tan temprano. — Cerró la puerta detrás suyo. — Ahmm… Deja hago un lugar.
Rápido quitó la ropa que estaba en el sofá para que Hannibal se sentara, todo mientras el Alfa miraba alrededor de la habitación. En la mesita de la habitación había un vaso de unicel vacío de una sopa instantánea, un envase de refresco, una cajetilla cerrada y un paquete de galletas que podía adivinar que iba por la mitad.
— No creo que esto sea bueno para tu cuerpo, Will.
El Omega se sonrojó y recogió la basura de la mesa, guardando las galletas y la cajetilla en su chamarra y el resto lo tiró al bote de la habitación.
— Normalmente como mejor que esto, pero salí de prisa ayer. — Sostuvo sus ganas de soltar un gruñido.
— Que bueno que traje el desayuno, nos espera un largo día. — Habló mientras dejaba la lonchera en la mesita.
— No tenías que hacerlo. — Su tono de voz salió más hostil de lo que le hubiera gustado.
— Quise hacerlo, a manera de disculpa por nuestra primera interacción. — Le sonrió cálidamente. — Admito que indagar descaradamente en ti fue muy descortés.
El dolor en el hombro de Will se tranquilizó un poco, relajando el resto de su cuerpo.
— Bueno, me alegra que lo reconozcas. — Sonrió levemente, más tranquilo. — Siéntate, siento raro que te quedes allí de pie.
El Alfa soltó una risa, tomando asiento en la silla libre en la mesita, Will hizo lo propio en su lugar, perdiendo un poco la propiedad.
— Cuido siempre lo que meto a mi cuerpo. — Hablaba al mismo tiempo que sacaba los tuppers. — Hago mis propias comidas en medida que me sea posible.
— Entonces no conoces las glorias que una hamburguesa de Burger King te pueden dar. — Soltó una risita burlona, mostrando sus colmillos.
El cuerpo de Hannibal se estremeció ante el disgusto de la idea, Will podía sentirlo y eso le ocasionó una carcajada. El Alfa sentía la alegría del Omega, a costa suya, pero se sentía demasiado bien.
— Nunca he probado esa imitación barata a la que llaman comida, pero un día puedo cocinarte una hamburguesa de verdad, sólo para ti. — Lo pensó unos segundos antes de continuar. — Claro, si gustas.
— Primero tengo que probar tu cocina antes de confiar en ti.
Hannibal sonrió, mostrando sus colmillos torcidos. Eso le daba cierta belleza europea que era familiar para él, teniendo que hurgar en sus memorias para recordar a ese Alfa en Nueva York, y las palabras de Brian llegan a su mente como un torrente. Sería demasiado intrusivo hacerle preguntas si apenas se conocen, al menos en este contexto.
Hannibal le sirve un poco en un plato y después para sí mismo.
— Huevos y salchichas, algo sencillo para el poco tiempo del que disponemos. — Le hizo una seña para que fuera el primero en tomar un bocado.
Will asintió levemente y obedeció, comenzando a comer lentamente. Un ronroneo escapó de su garganta y sonrió complacido.
— Está delicioso, gracias. — Siguió comiendo, entretenido.
El Alfa interior de Hannibal se sentía feliz de complacer a Will, y la molestia en su hombro era agradable si era provocada por la alegría del Omega. Le complacía tanto que su pareja no ocultara su segundo género, aunque le inquietaba que su aroma apenas y fuera perceptible, incluso él con su hiperosmia le era difícil detectarlo a la primera. Tenía que recordarse a sí mismo que Will estaba esterilizado, con su oscuridad ardiente de odio.
— ¿Me gané tu aprobación?
— Joder, si. — Sonrió mientras se servía más, al mismo tiempo que Hannibal le pasaba una taza con café. — Tenía mucho que no comía algo tan rico.
— ¿En serio? — Se sintió halagado, a pesar de la mala palabra empleada.
— Si, creo que la última vez que comí algo con tan buen sazón fue cuando me cuidaba mi vecina en Luisiana… Hace como veinte años.
— ¿En serio tanto tiempo?
— Si. — Le dio un pequeño trago al café, ronroneando de nuevo. — Rara vez me cocino, prefiero alimentar a mis perros.
— Dios, Will. — Le habló en tono de reclamo. — Debes alimentarte bien, no puedes andar así todo el tiempo.
— No te preocupes, en serio. — Desvió la mirada hacia la ventana. — Mis alumnos a veces me traen comida o yo mismo los mando a la cafetería del Quantico.
— Me causa un poco de ruido tu alimentación. — Dio un trago a su propio café. — Y también que hayas pasado de ser un agente a maestro.
— Te prometo que estoy comiendo bien, aunque si quieres cocinar para mi, serás un ángel para mi bolsillo. — Se recostó en su sitio, dejando a la vista del Alfa su torso. — Lo otro… Orden del juez, igual que los supresores de mierda.
— Lenguaje. — Lo miró entre serio y confundido.
— Lo siento, es sólo que me molesta. — Negó suavemente con la cabeza. — Recursos Humanos me vio como un animal rabioso, Jack me ve como su perro rastreador… ¿Tú cómo me ves?
— Hmmm… — Lo miró atentamente. — Me tendría que disculpar por psicoanalizarte otra vez, pero temo que se volvería increíblemente tedioso y tendría que limitar las disculpas.
— Te estoy dando permiso. — Se enderezó para mirarlo fijamente a los ojos. — ¿Tú cómo me ves?
Hannibal se tomó su tiempo para apreciar esos hermosos ojos azules, los había extrañado tanto por quince años y ahora los tenía de vuelta. Esa oscuridad tan hermosa que calentaba en lo más profundo de su corazón y sus entrañas, quería abrirse el pecho y meter a Will entre sus costillas, conservarlo para siempre, en el fondo de su alma. Aunque él no lo recuerde, puede vivir con esos pocos acercamientos, por ahora.
Había esperado quince años, podría aguantar un poco más. Por más que quería tomar al Omega y hacerle recordar todo.
— Te veo como una mangosta, una que metería debajo de la casa para sacar a las serpientes.
Will lo miró unos segundos antes de comenzar a reír, dejando visibles sus hermosos colmillos. Quería ser siempre el causante de esa mueca en el rostro del Omega, podía deducir que no sonreía mucho o muy a menudo.
— Lo voy a tomar como un cumplido. — Retomó su comida. — Eres agradable cuando no estás en tu papel de psiquiatra.
— Quizás podamos tener una relación fuera del ámbito laboral. — Desvió la mirada a su desayuno. — Me agradas, Will.
El pecho de Will se llenó de un extraño sentimiento, se sentía tan correcto estar con ese Alfa que podría arrancarse la piel para fundirse a ese hombre. Deseaba con todas sus fuerzas que Brian tuviera razón, debía indagar más para no sentirse como un acosador ni ser tan directo, deseaba con todas sus fuerzas buscar más en sus memorias bloqueadas a ese Alfa, todo su cuerpo le gritaba que sí, pero su cerebro tonto decía que debía ser cuidadoso.
— Tú también me agradas, cuando no estás siendo un idiota.
Un gruñido escapó de los labios de Hannibal. Por más que amaba a ese Omega, un par de lecciones sobre modales no le caerían mal.
— Termina tu desayuno. — Pronunció con tono cansado.
Ambos compartieron un momento íntimo mientras terminaban sus alimentos y, mientras Will tomaba una ducha, Hannibal lo esperaba afuera en su auto para darle privacidad a su Omega.
Ya tenía el dato de los supresores y la excusa para seguir buscándolo, necesitaba ganarse más su confianza para tener la certeza del momento específico de confesarse al Omega, decirle que estaban conectados, que eran el uno par el otro aunque Will ya debía sentirlo en su propio cuerpo si todo lo descrito acerca del vínculo era cierto.
๑ . ๑ . ๑ .
— Aquí están todos los registros, señor Graham. — Habló la Beta cansada mientras le entregaba la carpeta con papeles. — Apenas reclutamos trabajadores, espero que encuentren lo que buscan.
— Gracias. — Will prefirió ver al Alfa que a la mujer, se sentía más en confianza con él. — Veamos…
Ambos comenzaron a revisar las notas, notando las ausencias de varios trabajadores con o sin justificación hasta que llegaron a uno que llamó la atención del par.
— Garret Jacob Hobbs… — Leyó Will.
— Ah, Hobbs. — Exclamó cansada.
— ¿No es de su agrado? — Hannibal la miró seriamente.
— Aquí entre nosotros, no. — Susurró. — El tipo entró hace ocho meses y ya tiene varias faltas, parece siempre estar en un trance pero RH no hace su trabajo correctamente.
— ¿A qué se refiere? — Will observó a la mujer.
— Siempre parece tener problemas, como que está peleado con la vida. — Alzó suavemente los hombros. — Aunque a veces hace reuniones con asados y, Dios, es la carne más rica que he probado en toda mi vida.
— ¿Puede decirnos algo más? ¿Algo que haya visto en esas reuniones? — Fue turno de Hannibal, sintiendo la tensión de su Omega.
— Mmmmh… — Entrecerró los ojos mientras pensaba. — Ah, sí. La forma tan fea en que le habla a su hija, todo seco. Aunque si les soy sincera, no porque sea chismosa, esa niña se la cargaron.
El dolor en el hombro de Hannibal se hizo tan intenso que tuvo que llevarse una mano a la zona de forma discreta.
Will tenía razón.
— ¿Qué?
— Así como lo oye. Esa niña no se parece a Garret, reconozco una infidelidad cuando la veo.
— ¿C-cree poder darnos la dirección de los Hobbs? — Las manos de Will temblaban suavemente.
La mujer asintió mientras escribía en un papel el número de casa de los Hobbs y les daba indicaciones de cómo llegar, ambos salieron de allí hacia el auto de Hannibal, mientras Will llamaba a Jack para alertar a la policía, al FBI.
Hannibal iba serio, no le gustaba sentir la angustia de su Omega y del olor ácido que desprendía, por lo cuál él soltaba un poco del suyo para tranquilizarlo, cosa que funcionó hasta cierto punto. Verlo así le daba una extraña sensación.
Quizás este día vea la oscuridad de Will a flote.
Notes:
Maldita seas, Gomita
Chapter 6: Don't feel bad when these fuckers all drown
Notes:
TW: Escenas gráficas de violencia y daño a un menor una disculpita
Iba a actualizar más tarde pero ganó el Cruz Azul AUUUUUU
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Chapter Text
Garret sentía que todo estaba mal desde la mañana, incluso veía sobre su casa una inmensa oscuridad, como si ese día todas las nubes se hubieran puesto de acuerdo para juntarse en su techo.
— ¿Qué pasa, amor? — Preguntó Louise al ver la cara de susto de su marido.
— No lo sé, me siento extraño… — Suspiró. — No es nada, ya se me pasará.
— Si tú lo dices… — La mujer le dio un beso en la mejilla y se alejó a la cocina. — Ve por Abby, se le hará tarde.
— Ve tú, linda. Yo me quedo a cuidar los huevos. — Le sonrió cálidamente a su mujer.
Louise asintió con una sonrisa, subiendo a la habitación de su hija, pero su camino se vio interrumpido cuando escuchó sirenas de policía acercarse a toda velocidad.
— Dios mío, ¿Qué habrá pasado? — Corrió hacia la ventana, viendo como las patrullas pasaban de largo.
Garret sabía que eso no era casualidad. Había sido muy descuidado no una, sino dos veces. Algo en su interior le gritaba que iban por él y primero muerto se iba a dejar arrestar.
Tomó un cuchillo de la cocina, acercándose lentamente a su mujer que seguía distraída.
“No voltees, Louise…”, repetía en su mente una y otra vez.
— Se fueron hacia el fondo. — Habló su esposa alejándose de la ventana. — De seguro es esa pandilla otra vez.
Se giró para ver a su esposo, siendo recibida por una puñalada en el estómago. La sangre salió al mismo tiempo que sus lágrimas, observando con horror a su marido.
— ¡Garret!
— Lo siento… — Comenzó a llorar mientras enterraba más el arma en su esposa.
— ¡Papá!
El Beta giró en dirección a las escaleras, donde su hija lo miraba con horror desde el piso de arriba.
— Tú… ¡Tú causaste esto, Abigail! — La rabia juntada con los años escapaba en su voz.
— ¡Yo no hice nada! — Temblaba con fuerza.
— ¡Tú debiste morir y no ella! — Se llevó las manos a la cabeza, dejando caer a su mujer en el suelo. — ¡Maldita sea la hora que hice ese maldito trato!
— ¿D-de qué estás hablando?
Garret sacó el cuchillo del cuerpo de su esposa y comenzó a correr escaleras arriba, Abigail también salió corriendo para esconderse de su padre, sintiendo una mezcla de confusión y terror. Primero entró a su cuarto para desviarlo del camino, el hombre se lanzó sobre ella pero cayó en la cama, metiéndose debajo de la cama para salir de la habitación.
Abigail pudo ver a su madre tirada en el suelo cerca de la entrada, sosteniendo la herida de su estómago. No estaba segura, pero posiblemente vio los órganos de su madre por fuera y cómo la sangre comenzaba a cubrir el suelo.
Sus pasos eran torpes, chocando con los muebles y paredes. Debía llevarlo a la cocina, allí había muchas cosas con las que podría defenderse. El Beta la seguía a paso rápido, la tomó del cabello y presionó ligeramente el cuchillo contra su garganta.
— Debí hacer esto hace tantos años, Abigail… — Hablaba con la mandíbula apretada. — ¿Qué se siente saber que eres la culpable de tantas muertes?
— ¿Qué? — Comenzó a temblar con fuerza.
— Ya no tendrás que preocuparte por eso, ni yo. — Sonrió presionando más el cuchillo.
Abigail sintió cómo el filo la cortaba, trató de contenerse lo mejor que pudo pero no pudo más, un grito Omega salió de su boca, el primero en su vida. Ese gritó fue lo suficientemente fuerte para que su padre la soltara y ella volviera a correr; cuando Garret recobró el sentido, Abigail ya estaba a mitad de escaleras.
Sus pasos iban escaleras arriba, pero se detuvo cuando la puerta de entrada fue abierta con fuerza.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¡Conduce más rápido, mierda! — Gritó Will mientras cargaba su arma con manos temblorosas. — ¡No tenemos mucho tiempo!
— ¡Will, cálmate! — Hannibal le dio una rápida mirada. — ¿Qué fue lo que viste?
— ¡Él va a matarla! — Miró al Alfa molesto, soltando sus feromonas con fuerza. — ¡Había estado abriendo paquetes de chocolates y ya encontró su boleto dorado!
El Alfa lo miró unos momentos, confundido por la muy extraña analogía que había hecho Will en ese momento.
Detuvieron el auto frente a la casa de los Hobbs, Will salió a paso torpe y apresurado mientras sus manos temblaban. El Omega ya iba a patear la puerta cuando fue detenido por la mano de Hannibal en su hombro.
— Will, necesito que te calmes. — Lo miró fijamente a los ojos. Ver su furia Omega era encantadora.
— ¿Y si ella está en peligro? — Su voz sonó cortada, asustado.
— La salvaremos, pero debes estar tranquilo.
Hannibal apenas acababa de hablar cuando, desde el interior, se escuchó un grito Omega que los hizo estremecer a ambos, sacando su naturaleza más violenta. Ambos se pusieron a empujar la puerta hasta que cedió y se abrió, ambos hombres entraron y observaron la escena.
Louise Hobbs estaba tendida en el piso, temblando un poco mientras se agarraba una herida en el estómago. En las escaleras se encontraba Garret Jacob Hobbs, sosteniendo un cuchillo ensangrentado, giró la cabeza en dirección al par, sintiendo cómo su cuerpo se ponía rígido, agarrando con fuerza el cuchillo en su mano.
El agente frente a él se parecía a ese estúpido Alfa que le propuso ese trato que lo había condenado a ser ese monstruo.
— Abraham… — Susurró para él mismo.
— ¡FBI, baje el arma! — Will no dudó en apuntar, creyendo estar alucinando con haber escuchado el nombre de su padre.
Hobbs tomó a su hija del cabello y la jaló hacia él, volviendo a poner el cuchillo en su cuello ya manchado de sangre. Era él, el Omega que había parido a la impostora que estaba en su hogar. Eso le hizo agarrar más coraje contra su hija, esos mismos ojos azules tan profundos que ambos compartían se le clavaban en el alma.
El Omega sintió una extraña corriente recorrer su cuerpo cuando vio a la chica. Algo le decía que no se alejara de ella, que debía protegerla a toda costa como si fuera su cachorra. Su cabeza y su corazón se conectaron en ese momento, eran uno solo por primera vez en su vida y todo lo que pensaba era “¡Aléjala de él inmediatamente, nuestra bebé va a morir en sus manos!”.
— ¡Váyanse, o la mato!
— Señor Hobbs, podemos hacer esto de manera civilizada… — Habló Hannibal mientras alzaba las manos, demostrando que él no estaba armado.
— Baja de la escalera y suéltala. — Bajó lentamente su arma para que cooperara.
Garret bajó lentamente, arrastrando a Abigail consigo. La Omega menor se movía un poco, buscando zafarse del agarre de su padre que se había vuelto más flojo.
— Bien, ya estás abajo… — Suspiró Will, sintiendo la adrenalina. — Ahora suéltala.
— No… Ella es la causa de todos mis problemas. La voy a matar.
Movió tan rápido el cuchillo que la chica se asustó, volviendo a gritar de la forma que su lado Omega se lo pedía. Will apuntó de nuevo hacia el hombre mientras Hannibal se acercaba por otro lado y jalaba a la chica, aprovechando el aturdimiento del Beta.
Bendita sea la biología.
Will disparó, entrando en una especie de trance ante la amenaza. Era su instinto que le indicaba qué hacer para proteger a esa cachorra.
Uno, dos, tres…
En total fueron diez disparos que acabaron con la vida de Garret Jacob Hobbs, mientras Hannibal cubría a la adolescente con su cuerpo para que no viera la escena.
Él estaba maravillado, no estaba preparado para ver la furia de Will tan pronto pero se sentía tan bendecido de ver en primera fila la oscuridad de su Omega.
Un Omega común habría disparado dos veces, una para defender a la adolescente y otra como advertencia para mantener a raya la amenaza. Will ya había matado antes, lo sabía, pero debía ser su primera vez con público.
— ¿Está bien, señorita Hobbs? — La tomó suavemente del rostro, quedando inquieto por ver los ojos de Will en ella.
Desde que entraron a la casa, se había sentido inquieto porque Will se sentía inquieto, pero ahora también angustiado por el miedo que veía en la Omega. Esos ojos de venado faroleado por las luces de un carro que la chica le daba lo hacían estremecerse, unas ganas de protegerla y alejarla de todo mal, pero a la vez enseñarle a cazar pasaron en dos segundos que contempló sus ojos azules.
— A-Abigail… — Susurró mirando al Alfa a los ojos, sintiéndose segura con él. — M-me cortó.
Señaló su cuello, donde estaba la herida escurriendo sangre. Hannibal rápido presionó la zona. Por fortuna no era tan profunda, aunque sí era necesario atenderla.
— Bien, Abigail, la ayuda ya viene. — Miró a su Omega, que estaba temblando. — ¿Will?
El Omega comenzó a reír, era una risa nerviosa, una risa de miedo.
— No tenías que ver eso… — Susurró lentamente, temblando. — Mierda, no debías ver eso…
— Will…
La suerte que siempre lo acompañaba se hizo presente ya que en ese momento un escuadrón del FBI entró a la casa junto con paramédicos, quienes tomaron a Abigail para atender sus heridas. Hannibal, quien nunca había sido afectuoso con otras personas desde que su hermana falleció, sentía un hueco en su pecho. Le inquietaba estar separado de Abigail, le inquietaba dejarla con desconocidos que no harían bien su trabajo.
¿Por qué se sentía así? No eran sus instintos, nunca había reaccionado así hasta hace unos minutos que la escuchó gritar. Había matado a Omegas y sus gritos nunca le habían ocasionado nada… ¿Por qué esta vez sí?
Mientras los paramédicos revisaban los cuerpos y a Abigail, Hannibal se acercó a Will y lo tomó del brazo para sacarlo de la casa. Necesitaba sacar a Will de su shock de una forma u otra.
— ¡Will! — Escuchó la fuerte voz de Jack Crawford.
Hannibal le dedicó una mirada de furia, sus ojos granates se fueron tiñendo de rojo mientras los de Will estaban casi dorados en su totalidad. El aroma del Omega desprendía angustia y el del Alfa era indescifrable, pero lo más seguro es que fuera para tranquilizar al Omega. Observó la cara de shock de Will, junto al temblor en su cuerpo.
— Necesita un momento, Jack.
— Lo maté… — Susurró Will, temblando mientras se aferraba al brazo de Hannibal.
— ¿Qué estás diciendo, Will? — El Alfa moreno habló duro.
Para un Alfa u Omega convencionales, la actitud de Will sería la de un Omega asustado por quitarle la vida a alguien. Para Hannibal, la actitud de Will era la de un asesino que había sido descubierto, que había sido visto sin estar listo para ello. La oscuridad de Will había salido a la par de su instinto materno, uno más enterrado que otro.
Will alzó la mirada, de shock para el mundo pero para Hannibal era una de orgullo y miedo.
— Acabo de matar a Garret Jacob Hobbs. — Habló pausadamente. — No pudo agarrar su boleto dorado.
Apuntó con la cabeza a donde estaba Abigail, en una camilla mientras era vendada del cuello para detener el flujo de sangre en su cuello.
— Maté a Garret Jacob Hobbs, Jack…
๑ . ๑ . ๑ .
“Cae el ‘Alcaudón de Minnesota’ a manos del OPP favorito del FBI, Will Graham”
Esta mañana, alrededor de las 9:00 a.m., la policía recibió un reporte de un altercado en un suburbio de Hibbing, Minnesota. Una de esas pocas veces donde el FBI realiza bien su trabajo en cazar asesinos en serie, pero esta noticia tiene un sabor agridulce puesto a que el asesino, identificado como Garret Jacob Hobbs, fue ultimado por Will Graham.
No me malentiendan, la muerte de un asesino siempre será un deleite para compartirlo con los lectores, pero este hecho sólo nos rectifica el deplorable estado mental en el que pueden encontrarse varios agentes que el FBI recluta, tal es el caso de nuestro OPP favorito.
El saldo del suceso fue de dos Betas muertos y una Omega menor de edad lesionada, ya bajo vigilancia médica. Por testimonio de la menor, su padre fue quien mató a su madre, identificada como Louise Hobbs y fue herida por Garret Hobbs. Gracias al Cielo había alguien que controlara al OPP, un agradecimiento al Dr. Hannibal Lecter, de no ser por él esta historia habría acabado de forma muy diferente.
Yo pondría a Will Graham en una institución mental antes de que sea demasiado tarde y lastime a algún inocente.
Abraham Graham lanzó su tablet con fuerza contra el piso, estaba tan enojado por lo que esa periodista amarillista había publicado de su hijo, pero también estaba en shock. Will, sin saberlo, había matado al padre postizo de su bebé. Will Graham había cometido venganza sin saberlo.
Comenzó a gruñir enojado, siendo mala idea pues una tos infernal comenzó a atacarlo.
— ¡Señor Graham! — Entró corriendo la enferma para asistirlo. — ¿Se encuentra bien?
— Si… — Respondió entrecortado. — Sólo… No puedo creer la audacia que tienen los periodistas hoy en día.
— Bueno, “el morbo vende” dicen por allí. — Le pasó un vaso de agua. — Usted no haga cojares.
— No los hago, querida. — Le sonrió levemente.
Abraham Graham ya llevaba años enfermo, una vida de malos hábitos como fumar y un trabajo con tornos le habían consumido los pulmones hasta el punto que tenía “pelusas” en ellos. Ahora estaba solo, su única compañía era una enfermera a la que le pagaba por cuidarlo.
Quizás la historia sería diferente si no la hubiera cagado. Ahora tendría a su hijo y a su nieta cuidando por su salud en vez de haber metido a una extraña.
Ahora la única forma en que podía ver a su hijo era a través de una foto de archivo que Freddie Lounds había sacado de lo más profundo de su culo. Su niño ya no parecía un niño, ahora era un señor con barba y cicatrices en la cara. ¿Qué ganaba con esa apariencia? Nada, ningún buen Alfa lo tomaría en serio con ese aspecto. Igual ya se le había pasado la edad y, gracias a él, no tenía nada que darle a un Alfa.
— ¿Tiene algo, señor Graham? Se ve pensativo.
— Oh, no es nada. Sólo me perdí en el pasado.
— Debería descansar un poco, mañana tenemos cita con el médico.
La enfermera le sonrió levemente, sintiendo pena por el pobre anciano. Su esposa y su único hijo habían muerto, ahora no tenía a nadie en el mundo, eso a ella la hacía sentirse bendecida por aún tener a su familia entera.
— Si, gracias… — Suspiró. — Me gustaría ir a D.C., lo visité con mi mujer hace varios años, sería lindo recordar esos momentos.
— Podría preguntarle al doctor y con gusto vamos, yo nunca he ido pero debe ser muy bonito.
— Jejeje si, lo es. Aunque me gustaría hacer este viaje solo, ya sabes… Quiero recoger mis pasos.
— Oh… — Se quedó callada unos segundos. — Podríamos ir los dos y usted hace sus cosas por aparte mientras yo turisteo, rentamos un hotel o un Airbnb para su comodidad.
— Esa es una excelente idea, la apoyo. — Le sonrió secamente. — Ahora, me gustaría dormir un poco.
— Ah, si. — Se encaminó a la puerta. — Estaré en mi habitación si me busca.
El Alfa la miró salir y se recostó en su cama, molesto. Necesitaba pensar en cómo entrar al Quantico, lugar donde Will daba clases, para hablar con él. Se iba a morir y no tenía a nadie que realmente le importara en su funeral.
๑ . ๑ . ๑ .
Hannibal y Will estaban en el consultorio del psiquiatra después de haber dado sus declaraciones a la policía, dejando que el FBI registrara la casa de los Hobbs. Will no sería enjuiciado pues estaba cumpliendo con su deber, y para proteger a Abigail Hobbs había tenido que llegar a una medida desesperada.
Hannibal, por su parte, había declarado que el señor Hobbs habría logrado su cometido de no ser por las detonaciones del arma del Omega y que, si bien acabó con la muerte del Beta, era lo mejor para salvar la vida de la menor. Will había actuado en defensa propia y de la Omega, nada más.
— Me siento consternado… — Susurró mientras se cubría la cara con ambas manos.
El Alfa se acercó lentamente al Omega y le extendió un vaso con un poco de whiskey, Will miró en su dirección y tomó el vaso.
— ¿Qué esto no está permitido? — Dijo señalando el vaso con la mirada.
— No eres mi paciente, somos conocidos que se están agarrando confianza para ser amigos. — Habló mientras se servía un poco de vino para él. — Además, necesitamos relajarnos un poco.
Will asintió y dio un pequeño trago a su bebida, sintiendo cómo el licor quemaba su garganta.
— Gracias… — Desvió la mirada. — Pero eso no quita el hecho que maté a un hombre.
Hannibal sabía que era un intento de manipularlo, hacerlo creer que estaba asustado por el asesinato en sí y no porque alguien lo vio matando.
— No lo hiciste con la intención de matarlo. — Giró un poco el vino en su copa. — Era para proteger a Abigail, fue una suerte que sus instintos le hayan provocado ese grito. Un poco más de presión en su herida y podría haberla matado.
— Es lo que me tranquiliza. — Alzó un poco los hombros. — Pero la dejé huérfana, Hobbs era su padre. Un padre de mierda, pero era su padre.
Se decidió en observar al mayor, quien le dedidaca una mirada de desaprobación por el lenguaje antisonante.
— Veo que tienes una palabra favorita.
— Jajajaja lo siento. — Sonrió por unos segundos. — Es sólo que me pongo en su lugar.
— ¿Quieres hablar de ello?
Will había estado sentado en el diván, Hannibal tomó asiento a su lado mientras mantenía su distancia. Quizás hablar del asunto podría tranquilizar a su Omega y hacer que el dolor en su hombro se dispara un poco.
— ¿Prometes no escuchar como psiquiatra?
— Lo prometo, Will. Respetaré tus límites, puedes parar cuando quieras.
Suspiró y dio un trago más a su whiskey para darse valor y hablar.
— Mi mamá murió cuando nací. — Su mirada se fijó en la puerta frente a ellos. — Y mi padre nunca lo superó, me culpa por haberle quitado al amor de su vida. Me agarró coraje, más cuando me presenté como Omega.
— Él esperaba que fueras un Alfa.
— Él lo deseaba. Pensaba que esa sería la única forma de arreglar lo que “rompí”. — Bufó molesto, apretando un poco el vaso. — Nos mudábamos con frecuencia, creo que el único lugar donde viví más de tres años fue en Nueva Orleans.
— ¿Por qué te alejaste? — Se acercó un poco más, cuidando de no invadir su espacio personal.
— Aparte de lo obvio… — Aún era muy pronto para hablarle de su hija, no lo haría. — Nunca he sido un Omega normal, quizás en mi juventud lo fui pero ese no era yo. Recuerdo que cuando iba a un lugar nuevo me ponía un nombre falso para que nadie me buscara después.
— ¿Por qué? — Salió de forma automática de su boca, sin capacidad de controlarse.
— No quería que me vieran como el Omega débil que necesita de alguien, que espera que cualquier tipo se lo folle. Una vez lo permití y fue porque yo realmente quería. — Volteó a ver a Hannibal a los ojos. — Y si te soy sincero, es la única vez que realmente lo disfruté.
Hannibal podía ver cómo los ojos de Will se llenaban con motas doradas, estaba diciendo la verdad. Su Omega le estaba lanzando una indirecta y quería corresponderle, pero no debía ir tan deprisa o lo alejaría de nuevo.
— Encuentro eso muy admirable, en serio. — Le sonrió levemente. — Cualquiera en tu posición habría ocultado su segundo género del mundo, pero veo que tú has aprendido a vivir con él.
— En mis tiempos de secundaria sí lo hacía. — Se sonrojó un poco, avergonzado. — Comencé a tomar supresores sin receta y me dio una convulsión. Mi padre comenzó a registrar cada cosa que ingería para evitar que eso sucediera otra vez.
El ambiente se sintió extraño entre ellos, no precisamente pesado pero sí algo incómodo. Hannibal sabía que tenía que hacerlo hablar sobre lo de Hobbs y quizás sería una buena forma de cambiar el tema.
— ¿Puedo hacerte una pregunta?
— Ya la hiciste. — Lo miró con una sonrisa sarcástica.
El Alfa soltó un suspiro entre cansado y divertido por su Omega, era todo un encanto sureño. Se había ganado la lotería con ese hombre y cada que lo veía o interactuaba con él lo confirmaba. En cualquier otra persona, su actitud sería nefasta y reprochable, pero en Will era un encanto.
— Me gustaría hacerte una pregunta, pero puede sonar como psiquiatra.
— Mientras no me pongas a dibujar el sol, puedes hacerla.
— Will. — Se puso un poco serio, mirando su copa. — ¿Qué sentiste cuando mataste a Hobbs? No voy a decirle a Jack o al FBI, te estoy dando mi silencio.
Will lo pensó unos segundos, moviendo el líquido de su vaso antes de ingerirlo totalmente. Dejó que el whiskey quemara su garganta, quizás estaba frente a la primera persona a la que podría decirle de verdad lo que sentía cuando mataba, aunque sólo supiera de un asesinato.
— Me sentí poderoso. — Susurró sin ver a Hannibal. — Tenía el control del mundo en la palma de mi mano.
Hannibal sonrió para sus adentros, satisfecho.
— ¿Se sintió bien tener el control?
El Omega alzó la mirada, clavando sus ojos con los de Hannibal. Azul y granate, rojo y dorado, luchando por tener el control, deseando ser vistos por el otro.
— Si, se sintió bien.
Notes:
El lunes ya entro a la escuela 😔 desenme suerte este semestre, es mi último de la uni wiiiiii 🤧 díganme "felicidades pvta" okno espero poder seguir el ritmo a las actualizaciones, de todas formas escribí algo para cuando lleguemos a los 50 kudos 😝
Chapter 7: I will pretend to be a normal man
Notes:
Si la Inteligencia Artificial es tan chingona, ¿Por qué no lava los trastes por mi? 🤨
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Chapter Text
Habían pasado un par de semanas, unas algo tensas para el personal del FBI que se encargaba del caso del Alcaudón de Minnesota, sobre todo para un Omega furioso que quería lanzar a quien se pusiera en su camino por las escaleras.
— No.
— Will…
— ¡Ya dije que no! Estoy bien, estoy jodidamente bien.
— No, no lo estás.
Jack y Will estaban discutiendo en la oficina del Alfa, y al parecer no estaban llegando a nada.
— ¿Quién va ganando? — Se acercó Brian, parándose junto a Beverly y Jimmy.
Los tres habían estado allí desde que Jack prácticamente jaló a Will hacia el interior de su oficina, los tres querían estar enterados de todos los detalles del porqué el jefe regañaría a Will en privado.
— No lo sé, desde hace cinco minutos dejaron de gritarse. — Sonrió la Alfa y le dio un trago a su café.
— No sé si me da miedo que Will grite o no. — Alzó los hombros Jimmy. — Al menos cuando grita sabemos que Will está furioso.
— Hemos conocido otra faceta de Will… Y no sé cuál es la que menos me gusta. — Suspiró Brian. — ¿Deberíamos meternos?
— No, yo quiero ver qué tanto aguantan sin matarse.
— ¡Que no, mierda! — Se escuchó a través del pasillo, después un fuerte golpe en un mueble.
— Eso le da dos puntos a Will. — Sonrió victoriosa Beverly.
— ¡No es lo que tú digas, es lo que dice el juez!
— ¡El juez puede meterse su terapia por el culo!
Llevaban alrededor de veinte minutos discutiendo sobre la situación de Will con el más reciente caso. La prueba psicológica había dado positivo en señales de trauma y querían (más bien le exigían) que tomara una terapia obligatoria para evaluar su estado mental.
Jack había sugerido que fuera el Dr. Lecter quien se la diera pero, debido a que ambos habían vivido la misma experiencia y ya tenían una relación amistosa, el juez lo refirió con el psiquiatra Frederick Chilton, todo por motivos de ética. Will ya había tenido un par de conflictos con este mismo doctor pues él fue el primero en señalar como un OPP al inicio de su carrera como agente del FBI.
De todas las personas que Will no quiere volver a ver en su vida, Chilton estaba en su top 3.
El trío se acercó más a la oficina, viendo que la puerta estaba un poco abierta y podían asomarse sin problema. Will estaba sentado mientras Jack estaba de pie, rondando por su oficina.
— No voy a ir con ese hijo de puta que lo primero que hará es ponerme un bozal.
— Nadie te pondrá un bozal, Will. — Soltó un suspiro molesto mientras se sobaba el tabique de la nariz. — Yo me aseguraré de eso, solamente no le des más razones a Chilton para que te lo ponga.
Un gruñido salió de los labios de Will, mostrando sus colmillos ante la frustrante idea de convivir con Chilton más de cinco minutos.
— Jack, ese tipo espera ponerme dentro de su maldito psiquiátrico apenas ponga un pie allí. Lo sé y lo sabes.
— Vamos, Will. Sólo hay que darle a la corte lo que quiere, apuesto a que puedes hacerlo. Solamente te piden dos citas obligatorias para asegurarse de que estés bien mentalmente.
— ¿Cuándo he estado bien mentalmente?
Los tres asintieron con la cabeza, dándole la razón al Omega.
— ¿Al menos puedes hacer esto por el Dr. Lecter? — Bufó molesto.
— ¿Qué tiene que ver Hannibal en esto? — Alzó una ceja confundido.
— Él estaba dispuesto a darte el documento sin que asistieras.
— Yo no se lo pedí. — Giró un poco los ojos.
— ¿Nunca te habían tratado con decencia humana? — Habló con un tono burlón.
Will se mantuvo callado mientras se levantaba, haciendo lo que nadie lo había visto hacer con otro ser humano.
Will miraba a Jack Crawford a los ojos.
— No.
Y sin más, iba a paso decidido a la salida, hasta que la voz de Jack se hizo presente detrás de él.
— Si no lo haces por él, hazlo por la chica Hobbs. Ella es la más traumatizada de todo el asunto y la necesito dispuesta para testificar.
Jack sabía que Will era incapaz de decir que no cuando había un cachorro en juego, y más ahora que sentía una enorme culpa por dejarla sin su padre.
— Si lo hago, ¿Podré ir a verla? — Habló sin girarse a verlo.
— Si, sin restricciones. Igual el Dr. Lecter está invitado a acompañarte.
Se giró a ver al Alfa, el dorado de sus ojos mostraban la furia que sentía hacia su jefe por ocupar una carta tan sucia en su contra. Iba a matarlo por eso, tenía ganas de hacerlo y quizás esa noche aparezca alguien idéntico a Jack Crawford muerto por allí.
— Bien, haré tu mierda esa. — Se giró para verlo. — Pero si vuelves a usar un cachorro para manipularme, te sacaré los ojos con mis propios dedos.
— No lo haré, tienes mi palabra. — Se llevó una mano al pecho.
— Bien, ahora vete a la mierda.
Se acercó a paso rápido a la salida, donde sus compañeros salieron corriendo a toda prisa para hacerse los disimulados, sin duda tenían miedo de lo que representaba un Will Graham enojado.
Habían visto los balazos en Garret Jacob Hobbs para darse una idea.
Beverly se giró, fingiendo revisar unos documentos para después alzar la mirada, fingiendo sorpresa.
— Oh, Will. No te sentí. — Sonrió nerviosa.
— Ajá sí, hazte la tonta. Te sentí a ti y al otro par de idiotas. — Gruñó. — Deberían aprender a no meter su culo donde no los llaman.
— Lenguaje.
Se giró para encarar a la persona metiche, quedándose callado al ver a Hannibal frente a él. No se sonrojó como un Omega cliché, sólo le dedicó una “sonrisa” Graham.
— Lo siento, no sabía que vendrías. — Desvió un poco la mirada.
— Vine a traerte el almuerzo y ver cómo estabas. — Movió un poco su hombro, sintiendo que su Omega estaba tenso. — Pero puedo ver que no muy bien.
— Oh, no es nada. — Bufó. — Sólo manipulación de Jack, su mismo truco de mierda.
— Will…
— Lo siento, sólo estoy enojado.
— Puedo verlo.
“Puedo sentirlo”.
— No quiero hablar donde Jack pueda escuchar. — Suspiró. — Vamos a mi salón, allí no hay gente metiche.
Caminó a paso rápido, con Hannibal detrás de él. Beverly salió corriendo a donde estaban sus compadres para contarles que le habían traído el almuerzo a Will. Las salas del FBI al final eran unas oficinas con un montón de gente chismosa.
Ambos iban a paso lento una vez que se alejaron de la zona, sin prisas. Will se veía demasiado tranquilo cuando no trataba de matar a alguien, aunque prefería al Will enérgico que soltaba malas palabras por estar enojado, lo sentía más realista.
— ¿Pasó algo? — Cerró la puerta detrás de él cuando ya estaban en el aula.
— Jack quiere mandarme a que Chilton me haga terapia.
— Si, me había comentado algo al respecto.
— Yo le dije que se fuera a la mierda. — Hablaba mientras tomaba una silla y la llevaba a su escritorio para tener dónde sentarse. — Pero entonces dijo que lo hiciera por ti, ¿Cómo por?
Le hizo una seña para que Hannibal se sentara en su lugar habitual, una extraña muestra de confianza por parte de Will. Era un Omega muy territorial, así que dejar que Hannibal se sentara en su sitio era parte de su vínculo, sólo faltaba reafirmarlo.
— ¿Y por qué no lo harías por mi? — Alzó una ceja curioso.
— Apenas te conozco. — Esa era una verdad a medias.
— Te doy la razón. — Sonrió levemente. — Pero esa no es la razón por la que te molestaste.
— No. — Contuvo un poco el aire. — Uso a Abigail para obligarme.
Un silencio se formó entre ellos, uno muy tenso. No estaban molestos entre ellos, estaban molestos con Jack por atreverse a tan siquiera usar a la víctima como un cebo para Will, un arma demasiado sucia. El propio Hannibal, que jamás había experimentado tales emociones, sentía su sangre hervir por tal falta de respeto.
— Y tú le dijiste que sí.
— No tuve otra opción. — Se recostó en su asiento. — Abigail… Me hace sentir extraño.
Hannibal también se sentía extraño. Quizás estaba a punto de tocar la fibra más sensible en el corazón de Will.
— ¿Quieres hablar de ello? — Mientras hablaba, iba sacando sus tuppers de la lonchera térmica.
Will lo pensó unos segundos, indeciso.
— No, sólo… — Bufó suavemente. — Me molesta la forma tan descarada de Jack para aprovecharse de la situación…
Eso era mentira, el dolor en su hombro se extendía hasta su espalda baja. A Will le dolía, le dolía saber que no era capaz de tener cachorros, que jamás podría tener una familia por más que la quisiera.
— Entiendo tu molestia, es demasiado incluso para los métodos de Jack Crawford. — Le entregó un plato a Will. — Y si te hace sentir mejor, yo también me siento extraño alrededor de Abigail.
— Jack dijo que podríamos ir los dos. — Tomó el plato. — Claro, si te gustaría acompañarme.
Hannibal miró al Omega, el encanto en sus ojos dorados era precioso, tenían algo que lo había hechizado desde el primer momento, jamás podría decirle que no.
— Me encantaría ir contigo. — Mostró un poco los colmillos. — Me siento terriblemente comprometido con ella.
Will se quedó mudo ante eso. Era el mismo sentimiento que tenía en su pecho desde hace dos semanas.
— Yo también… — Suspiró. — Podríamos ir mañana, no daré clase hasta que Chilton apruebe que no estoy mentalmente dañado.
— Cancelaré mis citas de inmediato. — Le dio una sonrisa sincera. — Y Will…
— ¿Qué? — Ladeó un poco la cabeza.
— Puedes actuar como un hombre normal, sé que puedes. — Le tomó de la mano suavemente. — Pero si no te sientes capaz de tolerar a Frederick, puedo hablar con una colega mía. Tiene mi absoluta confianza.
Los ojos de Will se iluminaron. Odiaba la terapia, no era para él si era sincero consigo mismo, pero poder fingir que estaba mentalmente estable con una persona que no pensara que era un OPP ya era una bendición.
— ¡Maldición, si! — Su voz sonó más desesperada de lo que le gustaría. — Digo, si. Con tal de alejarme de las garras mañosas de Chilton.
Hannibal sonrió complacido.
— Te daré su número, Bedelia es excelente.
Bedelia vería el monstruo que habitaba en Will, pero le tendría miedo, el Omega podría fingir con ella todo lo que quisiera. Bedelia no era tonta, era muy lista, y por eso es que mantendría la boca cerrada.
— Gracias, Hannibal. — Se permitió escapar un ronroneo.
El Alfa interior de Hannibal se sintió extasiado por esa muestra de afecto, a lo que le ronroneó de vuelta.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¿¡Qué hiciste qué!? — Gritó una muy enojada Alana a su jefe.
— Mira, entiendo que no es la mejor manera de-
— ¡Jack! — Lo interrumpió. — ¡Sabes lo delicado que es ese tema para Will y tú lo pisaste en su cara!
— Esa chica no me engaña. — Gruñó Jack. —En toda su casa encontraron restos de las víctimas. Cabello, huesos, ropa. Will tenía razón, se las estaban comiendo.
— Las chicas se parecen mucho a Abigail, debe haber una razón más grande por la que su padre las estaba matando.
El Alfa miró hacia otro lado, negando con la cabeza suavemente.
— Las chicas son de los institutos cercanos, ¿Cómo es que Hobbs las conocía?
— Jack, el tipo era cazador. Puede que las haya visto rondando por allí y las estuviera cazando hasta matarlas. ¿Qué es lo que hacen los asesinos en esa situación?
Jack pareció pensarlo un segundo, un poco frustrado. Ese argumento de Alana era demasiado bueno, pero no le cuadraba.
— Vi maldad en ella, lo sé. — Gruñó. — Es hija de un asesino, eso se transfiere.
— O quizás estás siendo un poco paranóico con todo el asunto de Will y Hobbs, debes aprender a no desconfiar de todos a tu alrededor. — Suspiró cansada. — Deja que todos hagan su trabajo y tú encárgate del tuyo.
— La ves con ojos de lástima, pero no ves lo que yo veo.
— Veo que te estás comportando como un cretino con una niña inocente. — Se levantó de su asiento, molesta. — No todo el mundo está pensando en cómo matar a alguien, Jack.
La mujer sale de la oficina sin más, dejando a un Alfa con una molestia por ser retado. Él sabe lo que ve, o al menos de eso está seguro la mayoría del tiempo, por eso mismo cree que las ideas sobre que Will es un OPP le parecen una tontería, Will solamente es un chico con problemas de comunicación y algunos traumas, ¿Quién no los tiene?
Will es un hombre, un Omega, una persona perfectamente normal.
Oh, tío Jack, pobre e ingenuo tío Jack.
๑ . ๑ . ๑ .
Will ya ha tomado su terapia tanto con Beledia como con Chilton, porque el juez fue muy claro al respecto y quería tener la opinión del Alfa. Aunque, gracias a la terquedad de Will, tenía la perspectiva de dos Alfas.
— Yo encuentro al señor Graham en sus facultades mentales. — Habló tranquilamente la rubia. — Por eso he firmado su alta clínica.
— ¡Es un peligro! — Frederick golpeó el escritorio. — Parece que no puede ver sus ojos de loco.
— Dr. Chilton. — Bedelia lo miró, su mandíbula estaba tensa. — Usted se deja llevar demasiado por las ideas de su pareja, pienso que mi opinión es imparcial con respecto a la suya.
— Usted es conocida del Dr. Lecter, su opinión también puede estar sesgada.
— Si bien tengo una relación amistosa con Hannibal, es la primera vez que interactúo con el señor Graham.
— Pero ha escuchado de él.
El juez asiente ante las palabras de ambos psiquiatras, pensando mientras lee ambos informes. Piensa seriamente que Chilton actúa exageradamente mientras que Bedelia parece ser una mujer más sensata.
— Ya he oído suficiente. — Deja ambas hojas en el escritorio y observa a ambos Alfas. — Por lo que a mi respecta, estoy de acuerdo con la Dra. Du Maurier. Sus pruebas psicológicas anteriores han dado negativo a todos los signos de un OPP, y no ha tenido un ataque posterior al incidente con el señor Hobbs.
— Él puede fingir, su trastorno hace que imite a quien tenga enfrente, copia su sentir y lo utiliza a su favor.
— En ese caso, usted está afirmando la actitud aprensiva del señor Graham debido a que usted descargaba su frustración en él, y no al revés. — La Alfa alzó una ceja.
Los ojos de Chilton se tiñeron de rojo, molesto por ser cuestionada su opinión e incluso su juicio.
— Reitero mi opinión. — Exclama el juez mientras los mira. — La Dra. Du Maurier tiene la opinión más imparcial con respecto al señor Graham. Su prueba queda validada por el Estado.
— ¡Ustedes cometen un grave error!
— ¡Dr. Chilton! — Habló el hombre de manera más agresiva. — No voy a tolerar ese comportamiento en mi oficina, la última palabra es de la Dra. Du Maurier y así se queda. Le pediría que sea tan amable de separar su vida personal con su opinión médica.
Bedelia ve al hombre a su lado con aire victorioso, una orgullosa Alfa había ganado sobre el más débil y ese era un logro muy grande. Pero tenía un sabor ácido en la boca.
Chilton tenía razón, ese Omega se había mostrado hostil hasta que se sumergió en la tranquilidad de la rubia. Podía imitar y asumir las emociones de otra persona, y era una suerte para ella que haya aprendido a esconder todas sus emociones de sus pacientes y cercanos.
Sabía que Hannibal envió a Will Graham con ella para que conociera a su Omega. Lo había visto en los bocetos de Hannibal, la descripción de su rostro hasta daba miedo por lo precisa que era. Aunque ya la edad estuviera causando afecciones en Will, sabe que es él.
Hannibal quería que Bedelia conociera de primera mano al Omega que lo había marcado hace tantos años, que fuera consciente de que el corazón de Hannibal ya estaba ocupado, que ya había encontrado a su tan anhelada pareja.
Notes:
No he muerto aún wiiii manifiesten xfi estoy esperando a que se me haga la chamba de mis sueños
Chapter 8: That's why it can't be now, facing life is maturity
Notes:
Y de repente alv sacaron al pinche Adrián y México está de fiesta es un triunfo nacional 🎉👯♂️
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Chapter Text
— ¿Me veo bien? — Preguntó Will mientras alisaba un poco su suéter y guardaba sus lentes.
— Estoy seguro que a Abigail no le molestará. — Le sonrió levemente Hannibal. — Si, te ves bien.
A la nariz de Hannibal llegó el suave olor de Will, que en sus mejores días seguramente se debió de sentir como una brisa fresca del mar.
— Gracias. — Sonrió de igual forma. — Tú te ves… Joder, ¿Cómo haces para verte tan bien en esos trajes raros?
— Tengo un buen sastre que conoce mis medidas y qué colores me sientan bien. — Acomodó un poco su corbata. — Un día podríamos ir a hacerte un traje a tu medida.
El Omega se sonrojó un poco, avergonzado. Las palabras de Jack pasaron rápidamente por su mente antes de hacer un comentario sarcástico.
“¿Nunca te habían tratado con decencia humana?”
— Eso me gustaría, en otro momento. — Sonrió levemente. — Quizás te lo acepte si es un regalo de cumpleaños.
— Podríamos ir a la ópera algún día, sería una ocasión especial donde podrías usarlo. — Lo miró de reojo. — Siempre es agradable tener compañía.
Will no dijo nada, dejando que su sonrojo se hiciera más intenso y respondiera por él, eso le ayudaba a tranquilizar un poco sus nervios. Iban en el Bentley de Hannibal ya que era más fácil encontrarse en Baltimore que en Wolf Trap, el Volvo de Will se quedó en el garaje de Hannibal, se veía un poco extraño allí por lo desentonado que estaba su carro con el resto de la casa del Alfa. Él mismo se sentía extraño en el carro de Hannibal, demasiado elegante para transportar a alguien que usaba un suéter color ladrillo con un traje gris sencillo en comparación al traje gris con cuadros de Hannibal.
En sí, esperaba que el auto de Hannibal fuera un Bentley clásico que utilizaría algún demonio, pero no se lo diría.
Iban de camino a ver a Abigail, y ambos se sentían nerviosos por ello. Era una extraña emoción compartida, más allá de una marca. Will sentía cosas en el estómago, mientras que Hannibal sentía el ardor en su hombro. El Omega iba pensando, más disociado de la realidad que otros días, y Hannibal podía hacerse una idea del porqué.
La edad de Abigail concordaba mucho con la edad que hubiera tenido la hija de Will, y Hannibal había pasado algunas noches en vela pensando en que quizás esa niña hubiera sido suya. Se perdía en los pasillos de su palacio de su memoria, imaginando cómo hubiera sido una vida si no se hubieran separado, si se hubieran encontrado mucho antes del incidente de Will. Quizás tendrían una familia más grande, con tres cachorros por allí, una mini copia de Will, otro más parecido a él y esa niña que había imaginado hace tantos años.
Que Hannibal se sintiera extraño alrededor de Abigail era lo más raro que había experimentado en su vida, como si su cuerpo le estuviera mandando señales de algo que no comprendía del todo, porque sabía perfectamente el diferenciar sus emociones de las de Will, por muy intensas que estas sean. Abigail le provocaba un instinto de protegerla, de alejarla de todo el mundo que fuera capaz de hacerle daño nuevamente. Un sentimiento que no había experimentado desde que Mischa se fue de este mundo.
— ¿Cómo crees que esté? — Preguntó Will para cambiar de tema.
— Asustada, está enfrentando un cambio significativamente grande en su vida, no debemos presionar heridas que aún no sanan.
— ¿Y si ella las saca? — Volteó a ver al Alfa. — Yo maté a su padre…
— Y la salvaste de que ella fuera asesinada por él. Salvaste a una niña de sufrir un filicidio. — Apretó de forma inconsciente el volante. — Ella estará agradecida de por vida contigo.
— ¿Y si me odia? — Un vacío se sintió desde su vientre hasta la boca del estómago.
— No hay que ser pesimistas. — Puso su mano sobre la de Will, sin dejar de ver el camino. — Dejemos que las cosas sigan su curso natural.
— Gracias, Hannibal… — Vio sus manos unos segundos, sintiendo reconfortante el calor de Hannibal.
Un par de segundos después, el Alfa tuvo que ocupar ambas manos para manejar, moviendo suavemente su hombro de vez en cuando para amenizar el dolor provocado por la ansiedad de Will.
Pasaron el resto del viaje en silencio, cada uno sumergido en su propio miedo de la reacción de la Omega menor al verlos.
Llegaron a Fort Haven, un hospital psiquiátrico especial para niños y adolescentes con traumas. Desde que se estacionaron, algo les olía mal apenas vieron un auto rojo y llamativo en la entrada. Freddie Lounds estaba allí, había ido a molestar a una niña para su sucio beneficio. Los instintos de Will rápidamente saltaron y entró rápido, preguntando por la habitación de Abigail Hobbs.
Hannibal lo seguía de cerca, emocionado en el interior por ver a Will furioso. Siempre era una bendición ver a su Omega feroz.
Entró de golpe a la habitación, viendo el cabello rizado de Freddie, quien se giró para ver a la pareja llegar.
— Oh, eres tú. — Lo miró de arriba a abajo de forma despectiva. — ¿Ya te pusieron escolta, Graham?
— Quien va a necesitar un guardaespaldas serás tú si no sacas tu culo de aquí, ahora. — Gruñó el Omega.
— Yo sólo hago mi trabajo. — Dijo la Alfa con fingida inocencia y se giró para ver a Abigail. — Cuando estés lista para una entrevista, este es mi número, linda.
Le entregó una tarjeta a la menor, que se notaba visiblemente incómoda. Will se la arrebató de las manos, la rompió a la mitad y la guardó en su saco.
— ¿Terminaste?
— Si, ya terminé. — Miró a la chica una vez más. — Mantén tu distancia, es un OPP. Tienes suerte de que venga con compañía.
— Señorita Lounds. — La voz del Alfa sonó grave. — Le pediré que se retire y no hable de nosotros como si no estuviéramos en la habitación.
La mezcla de los aromas de Will y Hannibal incomodaron a Freddie, quien arrugó la nariz y miró a la menor para ver si ella sentía lo mismo, pero Abigail se veía más tranquila, cómoda incluso. La tensión en su cuerpo se había disipado un poco. La pelirroja gruñó mostrando los colmillos y salió rápido de la habitación.
— ¡Saluda a Frederick por mi! — Sonrió Will de forma burlona al ver cómo lo miraba con odio.
— Will… — Habló serio el Alfa.
— Lo siento. — Respiró profundo, encontrando calma en el aroma de Hannibal.
— Lamentamos que hayas visto eso, Abigail. — Se giró Hannibal a la menor, que seguía sentada en su cama. — Esperamos no haberte incomodado.
— La verdad me salvaron, comenzó a preguntarme muchas cosas raras. — Desvió la mirada hacia el Omega. — Gracias, ammm…
— Oh. — Will se puso nervioso. — Soy Will Graham y el Alfa aquí a mi lado es Hannibal Lecter.
— Doctor. — Exclamó mirando al Omega. — Hannibal Lecter.
La menor soltó una pequeña risita, mirando curiosa a ambos adultos.
— Mucho gusto, Abigail Hobbs. Los recuerdo pero se siente bien saber sus nombres. — Se hizo a un lado para que ambos tomaran asiento junto a ella. — Es lindo conocerlos sin sangre de por medio.
Will se permitió reír por el comentario de la chica, su humor era similar.
— Estoy de acuerdo. — Ambos se sentaron, con Will un poco tenso. — Yo… Quería disculparme contigo, aunque no sé si eso te ayude de algo…
La Omega ladeó la cabeza, sintiendo como el parche en su cuello se estiraba un poco.
— No tienes que disculparte. — Suspiró un poco. — Yo… La verdad no sé cómo sentirme. Desde hace años que no me sentía cercana a mi papá.
— ¿Quiere hablar de ello? — La pregunta, aunque clínica, tenía otro significado para Hannibal.
Le había molestado la mención de Garrett Jacob Hobbs, y no entendía el porqué.
— No lo sé. — Agachó la mirada a sus manos, jugando con sus dedos. — Debería de dolerme, y en cierto punto es cierto, pero no me duele como me debería de doler, ¿Me entienden?
Hannibal ladeó la cabeza un poco confundido con la cabeza, descifrando las palabras de Abigail. Era una rara forma de expresarse pero Will asintió con la cabeza.
Will le había entendido a la primera.
— Si, sé lo que se siente. Es una mierda. — Alzó un poco los hombros. — Te afecta, pero te sientes culpable por no sentirte afectada “como debería ser”.
— ¡Exacto! — Alzó la mirada para encontrarse con la de Will. — Es una mierda, siento como si quien hubiera muerto fuera un vecino y no mi padre.
— Lenguaje. — Hannibal frunció el ceño por la mala palabra, pero luego se suavizó por lo sincronizados que se veían. — ¿Y cómo te sientes respecto a tu madre? Ella también murió.
— Me siento igual… Bueno, me duele un poco más pero no lo suficiente para llorar. — Volvió a agachar la mirada. — ¿Es normal que no me sienta cercana a ninguno de ellos?
Hannibal se sintió reflejado en la chica, en su propio pasado y su pecho quería explotar por una razón.
— Si, yo mismo me he sentido así. — Movió un poco sus manos, pensando. — Mis padres fallecieron cuando era chico, más joven que tú, pero no me sentí exactamente afligido por ello.
— Wow… — Parpadeó un poco, uno que se le hacía extrañamente familiar. — ¿Y tú? — Miró a Will.
— ¿Yo? — Ladeó la cabeza. — Mi madre murió cuando nací así que no me siento mal por eso si no la conocí, y mi padre… No lo sé, debe andar por allí.
El Alfa sintió una punzada molesta en el hombro, era un tema demasiado delicado para el Omega. Podría intentar sacar el tema más tarde, cuando Will se sintiera seguro de poder maldecir con todas las palabras altisonantes que quisiera ocupar.
La menor pudo sentir cierta tensión en el castaño, así que podía mover la situación para que los tres tuvieran un momento más agradable.
— ¿Creen que podamos salir al jardín? — Miró hacia la ventana. — A veces salgo con una enfermera o cuando viene Marissa a verme.
— Iré a preguntar. — Se levantó Hannibal para darles privacidad. — Ya vuelvo.
Ambos miraron al Alfa salir, Will al principio se sintió inquieto por pensar que la mejor lo confrontaba, pero no parecía el caso. Ella se veía demasiado tranquila a su lado.
— Will… — Volteó a verlo. — ¿Qué sentiste al matar a mi papá?
Esa pregunta no era la que esperaba, no sólo por la pregunta en sí, sino por el tono empleado. No había ira, miedo, consternación, nada. Sólo curiosidad como si un niño hubiera preguntado porqué el sol es amarillo.
— Yo, ahmm… — Entrelazó sus dedos y comenzó a jugar con ellos. — Al principio, miedo… No había matado a nadie antes.
“Nadie me había visto hacerlo”.
— ¿Y después? — Ladeó la cabeza. — ¿Qué sentiste?
Él de igual forma ladeó la cabeza, del mismo lado que Abigail lo hacía.
— Se sintió bien… — Cerró los ojos, reprimiendo un gruñido. — Pude salvarte, y cuando salgas de aquí podrás irte a vivir con tus abuelos o tíos.
Will no quería que se la llevaran, quería estar cerca de ella lo más que pudiera, no dejarla sola. Su instinto le decía que debía protegerla del mundo exterior, llevársela lejos. Quizás era su propia consciencia, veía en ella a su hija que no pudo proteger, pero quizás a ella sí la podría proteger.
— Oh, no creo que eso suceda… — Hizo una mueca, arrugando la nariz. — Ya no tengo abuelos maternos, mi abuelo paterno ya es muy grande y mis tíos ya tienen sus propios problemas como para lidiar conmigo.
Quería dejar de sentirse identificado con ella, pero no podía. Su padre le había dicho unas palabras similares cuando le rogaba por quedarse en algún lugar ya estables, que los vecinos podrían vigilarlo mientras él trabajaba.
— Te mandarán a una casa de acogida.
— Pienso que es lo mejor… — Alzó los hombros con indiferencia. — Siento que nadie me recibiría bien.
— ¿Por qué lo dices?
La Omega se sintió nerviosa, insegura de hablarlo. Aunque ahora podía hacerlo, no había nadie que le dijera que estaba loca o que pensaba en pura estupidez.
— Desde niña… Me sentí como una impostora en mi propia casa. — Agachó la mirada a sus manos. — Había hablado con mi amiga que quizás yo era adoptada o que mi mamá le había sido infiel a mi papá.
Suspiró un poco, haciéndose una pequeña bolita mientras se abrazaba. Era un mecanismo Omega para sentirse protegidos.
Y Will sentía que esa era la clave a porqué las chicas asesinadas eran igual a ella, Garret Jacob Hobbs quería matar a su hija porque no era suya. Un comportamiento más habitual de ver el Alfas, pero era “entendible”.
— Y por eso te sentías así.
— Me sigo sintiendo así, por eso creo que nadie me quiere en su casa. Me doy cuenta cómo me ven, no me parezco a mis padres, ni a mi abuela de quien se supone que es la culpable de que sea Omega, a nadie…
Comenzó a lagrimear un poco, soltando un suspiro entrecortado. Will se acercó a ella y la abrazó con torpeza, sin saber los límites de la menor, pero ella rápido se escondió en su pecho, abrazando con fuerza a Will. Se sentía tan correcto tener a Abigail entre sus brazos.
— Abigail… — Susurró mientras acariciaba su cabello. — Cuando maté a tu padre… Sentí que tenía poder sobre todo…
— Yo… Quiero sentir eso. — No sabía porqué hablaba así. — Veía a mi padre cazar, era demasiado perfeccionista, pero yo quería sentir el poder que él tenía sobre los animales…
— ¿Lo viste cazar a las chicas?
— No, jamás me di cuenta de lo que hacía… — Tembló en el abrazo, aferrándose a Will.
Escuchaba la sinceridad en sus palabras, ella realmente no sabía lo que hacía su padre, pero era hija de un asesino y ella también quería matar. No iba a culparla si ese mismo instinto corría por sus venas, al contrario, iba a protegerla a como diera lugar.
— Te creo…
Hannibal veía esa escena desde la entrada de la habitación. Se sentía tan correcto tener a Abigail y Will de esa forma, en esa unidad. Era tan incómodamente familiar que la guardó en su palacio de memoria, en la sala que tenía construida únicamente para Will, quizás la dibujaría más tarde. Y allí estaba esa necesidad enfermiza de protegerlos, a ambos, de cazar con ellos, cocinar para ellos, los instintos más primitivos de cuidar y proveer para su familia salían a flote.
Debía hacer algo al respecto, pero no lo haría ahora.
Cuando ambos Omegas se separaron, Hannibal aprovechó para entrar.
— ¿Listos? La enfermera dijo que no había problema en salir. — Sonrió levemente.
— Si, gracias. — La menor sonrió mientras se enderezaba.
Le ayudaron a calzarse y a ponerse un abrigo mientras ella se hacía una trenza. Los tres salieron al patio, un lindo jardín en forma de invernadero, a Will le recordaba un poco al jardín de sus vecinos en Wolf Trap.
— ¿Y ustedes qué son? — Abigail había tomado asiento en una banca, mirando a ambos con curiosidad.
Will se sonrojó un poco, sonriendo de forma nerviosa mientras Hannibal parecía un poco desubicado.
— Somos amigos y compañeros temporales de trabajo. — Habló Hannibal por ambos. — ¿Parecemos otra cosa?
— No sé, pero se ven muy unidos. — Ladeó de nuevo la cabeza. — ¿Desde cuándo se conocen?
Ambos se miraron, entrecerrando los ojos mientras se analizaban.
— ¿Cómo un mes?
— Si, aproximadamente un mes.
— Hmmm… Parece que se conocen desde hace más tiempo.
“Mentira no es, pero necesito reafirmarlo”.
“Mentira no es, pero necesito recordarlo”.
— Eso se llama conexión, Abigail. — Le sonrió. — Es algo que pueden experimentar todos, no sólo de forma romántica, puede venir incluso derivada de los traumas.
— ¿Y ustedes la tienen?
Hannibal movió un poco el hombro, sintiendo una extraña sensación. Como si le hubieran tirado agua fría en esa zona.
— Podría decirse que sí. Es el segundo psiquiatra que no mando a la mierda. — Se permitió reír Will.
Abigail también se rió, sobre todo por la cara que hizo Hannibal.
— ¿Quién es el primero? — Sonrió divertida.
— Alana Bloom. — Suspiró levemente. — Quizás la conozcas, trabaja aquí cuando no está en el FBI.
— Si, la he visto un par de veces.
Los tres seguían con su paso tranquilo, incluso comieron con Abigail. Ya de salida, Hannibal se quejaba con Will en voz baja sobre la calidad de la comida.
— Es comida de hospital, no puedes ser tan pretencioso.
— Sólo quiero que ella se alimente bien.
— Podríamos pedir un permiso para llevarla a comer a tu casa… O sacarla a escondidas.
Ambos soltaron una risita cómplice hasta que se iban acercando al Bentley de Hannibal, donde Freddie Lounds estaba recargada.
— Vaya vaya, no sabía que Will era capaz de sonreír. — Sonrió de lado. — Yo pensé que tu cara se había deformado.
— ¿Qué mierda haces aquí? — Se cruzó de brazos.
— Oh, no es nada. Sólo quería ver si ahora sí podía ver a Abigail sin que tenga tu sombra oscura sobre ella.
— Lo que menos necesita Abigail es estrés y usted, señorita Lounds. — Habló un poco más fuerte Hannibal. — Y usted la está estresando de más.
— ¿Usted se va a poner de su lado, Dr. Lecter? Pensé que era una persona más sensata.
— Hannibal no es como tu noviecito. — Le mostró los colmillos. — Así que si yo fuera tú, mantendría mi culo fuera de aquí.
— ¿Y quién eres para detenerme?
Freddie se acercó ferozmente a Will, quedando frente a frente donde ella tenía que agachar un poco la mirada. Sus ojos estaban con ese borde rojo, soltando su aroma para intimidar mientras Will la miraba fijamente. Hannibal agradecía la hiposmia de Will, sino ya se hubiera lanzado sobre la pelirroja.
— Yo sólo te digo que tengas cuidado, Freddie. No es muy listo hacer enfadar a un tipo que piensa en matar a personas para ganarse la vida.
Hannibal sonrió orgulloso por el comentario de su Omega, no lo iba a ocultar. Freddie se dio cuenta y miró a ambos, frunciendo el ceño.
— Claro, un OPP perfecto para un APP. — Sonrió molesta. — Todo el mundo sabrá de ustedes, son peligrosos juntos.
— Puedes decir toda la basura que quieras, tu periódico de mierda la necesita para pagarte porque Chilton es demasiado tacaño como para mantenerte.
— Tú, pequeña mierda…
— Le invito a que se retire, señorita Lounds. — Volvió a hablar Hannibal. — Ya tuvimos bastante de esta conversación que no está llevando a nada.
La mujer iba a replicar, pero se limitó a soltar un gruñido e irse hacia su coche, zapateando con fuerza.
Will suspiró, quitándose un poco de la tensión en sus hombros. Quizás era por el olor suave de Hannibal que llegaba a su nariz, una rara mezcla de corteza de árbol y granada, era agradable.
— Gracias, por no defenderme. — No estaba siendo sarcástico.
— Sé que eres capaz de librar tus propias batallas. — Sonrió mientras lo guiaba al asiento del copiloto y abrirle la puerta. — No necesitas a nadie que te defienda, pero me sentiría honrado poder hacerlo con tu permiso.
Will entró a su lugar y esperó a que Hannibal entrara al auto para seguir hablando.
— Me gustaría que lo hagas, sólo cuando se ponga pesada. Ella quiere que la ataque para demostrar su punto.
Sonrió, tomando la mano de Will y apretando suavemente.
— Lo haré, Will.
๑ . ๑ . ๑ .
Abigail miraba por la ventana de su habitación, ya era de noche y le gustaba ver las estrellas. El aire entraba por la pequeña abertura de la ventana y la despeinaba un poco. Pesaba en la escena de toda la tarde, los momentos que había compartido con esa extraña pareja.
Eran unos desconocidos y se sintió más a gusto con ellos en unas pocas horas que con sus padres en el último año. Se sentía comprendida, completa, querida.
Cerró los ojos un momento, dejando que la brisa moviera sus cabellos sueltos. Cuando los volvió a abrir, ladeó un poco la cabeza.
A lo lejos, en el invernadero, veía a un enorme ciervo emplumado y negro junto a otro de aspecto similar pero más pequeño tanto en su estructura como en sus cuernos, entre ellos estaba uno más pequeño aún, un bebé que todavía no tenía cuernos.
Le recordó a un extraño sueño que había sido muy recurrente desde que era niña, los conocía desde hace tanto tiempo que no se le hacía extraño verlos, pero sí era extraño verlos cuando ella estaba despierta. Quería dibujarlos, necesitaba plasmarlos.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¿Creen que esté lista para testificar? — Preguntó Jack mirando a las tres personas frente a él.
— Pienso que debemos darle un poco más de espacio. — Habló Alana. — Puede seguir muy afectada.
— Necesito que hable ya, no podemos seguir esperando.
— Podría sugerir que la llevemos al lugar donde todo sucedió. Es un método que ayuda a las víctimas de trauma a despejar su mente y tener todo más fresco. — A pesar de sus palabras, Hannibal se sentía tenso.
Will se mantenía callado, quería responderle a Jack y a Hannibal sobre que ambos debían cerrar la boca pero las palabras no salían de su boca y, aunque no quisiera admitirlo, Hannibal tenía razón.
— Podríamos… Ir los tres, Hannibal y yo vivimos con ella el suceso y Alana como mediadora.
— Bien, eso sí parece un plan. — Sonrió satisfecho con las palabras del Omega.
— Will… — Alana lo miró un poco preocupada.
El castaño quería hablar, decir que conocía ya el motivo por el cual Garret Jacob Hobbs estaba dispuesto a matar a su hija, pero era algo que Abigail le había confiado y que no se lo diría a nadie hasta que ella lo hiciera.
— Tengo una corazonada, sólo debemos darle un poco de tiempo y confianza.
La Beta suspiró un poco, sintiendo por primera vez lo que Will sentía todo el tiempo cuando su opinión no era validada.
— Los enviaré a los cuatro en un avión a Minnesota para el lunes.
Hannibal y Will se emocionaron por dentro, escondiendo sus emociones del otro par en la habitación. Ambas oscuridades se habían unido, sonriendo emocionadas de volver a estar cerca de Abigail.
Notes:
Yo a veces escucho a La Arrolladora para escribir 😗 quizás en un futuro capítulo haya traverusa xq no es omegaverse sin travesura ;) me sentí ruco por decir eso xd ¿De qué edad me ven?
Chapter 9: It strikes me that I don't belong here anymore
Notes:
Buenas noches a los que me leen, menos a los gringos. A ellos good night SJSJSJSJSJ estoy publicando esto a las 12:30 a.m CDMX y yo me levanto a las 4 pero no le digan a nadie
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Chapter Text
Abigail se sentía un tanto incómoda por la presencia de otra persona con la que no había interactuado en su vida, Hannibal podía sentir esa hostilidad demasiado familiar cuando veía a su Omega interactuar con extraños. Quizás a él se le hacía extraño por la facilidad que tenía para mezclarse con la gente, aunque tenía sus excepciones.
Mason Verger era una de ellas, se alegraba tanto de tener que cancelar sus dos últimas citas.
La había notado especialmente pegada a Will, lo cual asociaba a un comportamiento Omega normal. Era menor aún y buscaría refugio en la figura más cercana a la maternidad, aunque se preguntaba por qué con Will y no con Alana. Will era la persona menos maternal del mundo.
Sin embargo, confiaba en él. Era su chico rudo y sería el primero en lanzarse sobre los lobos con tal de defender a Abigail.
Los cuatro ya estaban en la residencia Hobbs, que ya había sido vandalizada. La palabra “caníbales” estaba en la puerta del garaje con letras enormes y negras. Hannibal se limitó a alzar una ceja, observando a su Omega que miraba la palabra con indiferencia.
“¿A Will le dará igual el canibalismo?”, se lo preguntaría más tarde.
La que se notaba más cohibida por la palabra era Abigail, abrazándose a sí misma.
— Yo no soy caníbal… — Arrugó la nariz y un poco la boca.
— Quien hizo esto es un idiota. — Dijo Will haciendo exactamente el mismo gesto. — Todos practicamos el canibalismo.
— ¿Qué? — Alana lo volteó a ver confundida.
— Si. — Recalcó el Omega. — Te comes las uñas, los pellejos de los labios, las costras… Eso también es canibalismo y lo vemos normal porque es contra uno mismo.
La respuesta de Will era una diseñada para incomodar, pero Hannibal sabía que esa no era toda su opinión respecto al tema, ahora tenía más curiosidad.
— Will… — La Beta lo miró preocupada.
La expresión de Alana era demasiado cómica, pero no se permitía reír por educación. Sin embargo, Abigail dejó escapar un bufido que se transformó en una carcajada ahogada.
— ¿Entonces yo no podría comerme el dedo de una persona porque está mal, pero si yo me como mi propio dedo está bien?
— Si lo pones así se escucha muy mal… Pero si, tienes razón. — Se rascó la nuca. — Escuché por allí de un tipo que hizo tacos con su propia pierna, eso si también contamos el canibalismo por supervivencia.
Abigail dejó escapar una risita nasal, viendo como Will trataba de justificar el canibalismo.
— Will, ¿Te estás escuchando? — Alana se veía perturbada. — No creo que sean cosas que deba escuchar Abigail ahora.
— La verdad es divertido. — Se veía menos tensa, menos pálida. — No el canibalismo, sino su manera de explicarse.
— No me ayudes, Abigail. — Suspiró cansado. — Bien, hagamos ya esto para ir a almorzar.
Los tres asintieron y entraron a la casa. Los pasos de Abigail eran suaves, como si temiera hacer algún ruido. Un comportamiento que Will había notado en los perros cuando no querían ser vistos.
“¿Así se sentiría Abigail?”
— Me siento como una intrusa…
— ¿Tu padre te hacía sentir así? — Preguntó Alana con cautela.
— Si… — Alzó un poco los hombros. — Me hacía sentir extraña, que no era bienvenida.
Observaba a su alrededor, se veía extraña ya sin las decoraciones, sólo los muebles abarcando sus lugares habituales aunque se notaba que algunos cojines habían sido abiertos, seguramente para buscar cosas allí dentro.
— ¿Había restos de las chicas en la casa? — Ladeó un poco la cabeza. — Escuché a una enfermera en el hospital decir eso.
La mueca que hizo Alana era una que casi siempre le dirigía a Jack cuando estaba siendo imprudente, el propio Will también la hizo por la poca decencia que tenía al hablar del tema cerca de una niña. Hannibal estaba decidido a buscar quién era esa enfermera y darle un par de lecciones sobre modales.
— Si. — Se animó a decir Will. — Lo que en términos criminólogos llamamos “trofeos”, tu padre tenía la casa llena de ellos.
Abigail negó suavemente.
— Papá era cazador. — Tomó asiento en el sofá. — Todo en el animal que cazaba era aprovechado, nada se desperdicia… “Debes honrar al animal, o sólo será un asesinato”, era lo que decía.
— ¿Tu padre te enseñó a cazar, Abigail? — Preguntó Hannibal, tomando asiento a su lado izquierdo.
— No, nunca quiso. Si acaso me enseñó a disparar en el bosque contra unas latas pero eso era todo. Creo que nunca quiso crear un vínculo conmigo, yo veía que mis compañeros salían de pesca o caza con sus padres y eso les daba historias, lazos. — Torció la boca. — Yo nunca tuve eso.
Will, por instinto, se sentó a su lado derecho y comenzó a frotarle la espalda suavemente, para darle confort. Era una muestra de afecto sutil para tranquilizarla, quería calmarla por los recuerdos tan dolorosos. Hasta él con ese padre de mierda había tenido esos momentos donde sentía que el mundo estaba bien aunque sólo fueran Will y su viejo.
— No es tu culpa, Abigail. — Alana se puso en cuclillas frente a ella. — Lo que haya hecho tu padre no es algo que esté en tus manos.
— Entonces, ¿Por qué se siente como si fuera mi responsabilidad? — Comenzó a lagrimear. — Quizás, si yo no estuviera…
— No, Abigail. — La detuvo Will en seco. — No te culpes por errores de los adultos, tú no las pusiste al alcance de tu padre.
La chica asintió repetidas veces mientras se hacía bolita en su asiento, limpiando sus lágrimas para ya no llorar.
— Yo… — Suspiró. — De un tiempo para acá he pensado que no soy hija biológica de mi padre… O de mi madre.
— ¿Estás segura? — Ladeó la cabeza Hannibal. La intención de su pregunta iba más a que si estaba lista para hablar.
— Si, necesito sacarlo… — Se pegó más a Will, sintiéndose segura así.
๑ . ๑ . ๑ .
— Genial, esto es jodidamente genial. — Refunfuñaba el Omega, dando vueltas en el estacionamiento.
Habían regresado a Washington, a la oficina del FBI. Abigail había sido llevada a hacerle unos análisis para comparar el ADN de sus padres con el de ella para comprobar su parentesco. Eso sería una buena noticia, si Will no supiera lo que significa eso.
La llevarían con una familia de acogida en Minnesota, eso en el mejor de los casos donde no la mandaran a un orfanato. El sistema era una mierda y por más que Jack y el FBI le aseguraran que Abigail estaría bien, él no estaría tranquilo.
— Will… — Hannibal estaba de pie, observando.
El Omega llevaba ya cuatro cigarros en ese rato que llevaban, Hannibal había tomado nota de los cigarros que diariamente consumía Will y no pasaba de dos, sin duda el tema le estaba estresando demasiado y no tenía control sobre sus propias emociones.
— No, cállate. — Gruñó. — Sólo quiero saber que ella estará bien, que sus suposiciones son ideas de adolescente dramática y…
— Will. — Se acercó y lo tomó de los hombros, mirándolo a los ojos. — No seremos de ayuda si estamos estresados, debes tomar un respiro.
— Pero…
— Termina ese cigarro.
El castaño lo miró molesto pero obedeció, tirando la colilla al bote de basura más cercano, donde estaban las otras. Iba a encender otro que rápidamente le quitó Hannibal, guardándolo en el bolsillo de su traje.
— ¡Hey, ese es el último!
— Mucha nicotina puede estar afectando tus nervios ahora, necesito que te relajes lo más que puedas. — Le sonrió levemente. — Te necesito centrado, Abigail te necesita centrado.
Will cerró los ojos y suspiró con fuerza, sintiendo el aire entrar y salir de sus pulmones. El viento fresco junto al aroma natural de Hannibal le causaban cosas en su cuerpo, como especie de sedante diseñado únicamente para él en ese momento. Lo que adormecía cada parte de la bestia en su interior.
— Bien… — Lo miró a los ojos, sintiendo cálido ver ese color granate.
— Bien. — Ensanchó su sonrisa.
— ¿Y si nos la quitan? — Desvió la mirada. — No sé qué pasaría si la alejan de nosotros.
El Alfa entrecerró los ojos, analizando la formulación de su pregunta. Era como si la mente de Will ya asociara a Hannibal, Abigail y él mismo en el concepto de “familia”.
— Eso no pasará, Will. Podremos ir a visitarla, tener contacto con ella.
Will soltó un gruñido, molesto. Hannibal no iba a desperdiciar esta oportunidad, de escuchar de primera mano lo que tanto dolor le causaba a Will.
— ¿Te sientes paternal, Will? — Lo soltó suavemente.
Una mueca apareció en la cara del perfilador, no podía ocultar más su sentir con simple culpa, instinto Omega o frustración.
— Si, quizás es porque ya soy demasiado viejo para formar una familia…
— Will, esa no es la razón.
Los ojos del Omega se tronaron dorados por el Alfa metiche en sus asuntos, pero sabía que no iba a poder esconderse por siempre. De todas formas, Hannibal podía acceder a su información personal desde que Jack lo había puesto como su compañero, perro guardián al pendiente de todos sus movimientos.
Will soltó un gruñido nasal y tomó asiento en la banqueta, se quitó la chaqueta y la puso a su lado para que Hannibal se sentara sobre ella. El traje del Alfa era costoso y a él no le importaba ensuciar su ropa.
Pero Hannibal la tomó a la vez que se sentaba directo en el suelo, colocando la prenda en su regazo y perfumarla sutilmente.
— Hey, podemos movernos a otro lado.
— Aquí está bien, la brisa es agradable. — Le sonrió levemente. — ¿Qué pasa, Will?
El Omega tragó en seco, mirando a los carros y cómo el sol se iba escondiendo para dar paso a la noche.
— Abigail tiene la edad que hubiera tenido mi hija. — Cerró los ojos para seguir hablando. — Tuve un accidente y ella murió… Por eso me siento comprometido con ella, quiero salvarla.
— Y lo hiciste. — La mirada de Hannibal estaba clavada en Will.
— No. — Abrió los ojos lentamente, dejando caer un par de lágrimas. — Salvarla en serio, la llevarán a un lugar horrible, no lo entenderías.
— De hecho, lo entiendo perfectamente. — Miró al frente, dejándose perder entre los recuerdos. — Cuando mis padres murieron, mi tierra estaba en un conflicto civil. Me secuestraron a mi y a mi hermana, luego ella murió. Me rescataron y pasé tres años en un orfanato hasta que mi tío me encontró.
Entre los carros, Hannibal podía ver los cabellos rubios de Mischa danzando con la brisa.
— No pude salvar a mi hermana, como tú no pudiste salvar a tu hija. — Sintió cómo Will se acercaba más a él. — Ambos tenemos esa necesidad de proteger a Abigail porque nos recuerda a la niña que perdimos.
Hannibal sentía frío, era la primera persona con la que realmente podía externar lo que sentía con respecto a su hermana. Will era la única persona en el mundo que comprendía su dolor, ambos cargando con la misma cruz.
— No dejaremos a Abigail sola. — Miró de reojo a Will, quien estaba inclinado hacia su hombro. — Haremos lo posible por mantenerla a salvo.
— Cerca de nosotros. — Will cerró los ojos una vez más, recargando su cabeza en el hombro de Hannibal. — Siento mucho lo de tu hermana.
— Y yo lo de tu hija… — Se quedó quieto, procesando ese momento. — Gracias, Will.
El Omega emitió un pequeño ronroneo en respuesta, uno que no esperaba que fuera correspondido. Hannibal de igual forma cerró los ojos, sintiendo la brisa del mar golpear su cara, el dolor en su hombro había cesado junto con la angustia de Will.
Se mantuvieron así por un rato, disfrutando de su compañía, ajenos al lazo que se estaba formando entre ellos.
๑ . ๑ . ๑ .
Beverly les había informado que los resultados tardarían al menos un par de días en salir, así que por el momento Abigail se quedaría en Fort Haven donde estaría vigilada por el personal, aunque ya se estaba llevando una disputa en los pasillos del hospital.
— ¡Mi hermana no es una zorra, viejo decrépito! — Gritó un Beta.
— ¿¡Entonces por qué Abigail está suponiendo que no es mi nieta!? — Bufó molesto un anciano en silla de ruedas.
Abigail escuchaba a sus parientes gritarse desde la lejanía. Nunca le había gustado que los adultos gritaran, le alteraban los nervios.
Se sentía culpable, todo ese alboroto era su culpa por no poder llevarse esa inseguridad a la tumba. Rápido buscó una salida, necesitaba despejar su mente y lo último que quería era sentirse acosada por los familiares que habían sido informados de la solicitud del FBI.
No quería pensar mal de su madre, pero la evidencia posiblemente allí estaba.
Había aprendido a escapar del hospital desde hace unos días, cuando se sentía demasiado aturdida por el silencio o las miradas de lástima hacia ella, pero no iba sola.
De su viaje a Minnesota del día anterior, había agarrado una navaja que era de su padre para poder defenderse en cualquier momento, sobre todo porque estaba en un lugar desconocido.
Iba andando a paso tranquilo, la tarde se estaba esfumando para dar paso a la noche. Desde que salió del hospital se sentía perseguida, acosada. No era alguno de sus familiares, ellos estaban ocupados peleando o recorriendo la ciudad como para prestarle atención, nadie quería verla después de sus “difamaciones”.
Poco a poco fue guiando a quien quiera que fuera a un callejón algo oscuro, dejando que el manto de la noche la escondiera.
Se detuvo entre unos botes de basura, deteniéndose en seco sin girarse a ver a la persona.
— ¿Qué es lo que quieres?
— Tú… — Escuchó que esa persona, un hombre, sacaba algo de su ropa. — Tú debiste morir, la policía debió capturar a tu padre después de haberte matado a ti, no a mi hermana.
Abigail igual sacó su navaja suavemente, discreta.
— Lo que él haya hecho no es mi culpa. — Se puso tensa. — Ni siquiera sé quién es tu hermana.
— Tu padre me quitó a mi Cassie. — El hombre era un Alfa, lo sentía por su olor. — Ahora estás sola, no hay nadie que te defienda.
El hombre se acercó rápidamente, apuntando con su propia navaja, pero Abigail fue más rápida y se agachó, desviando el ataque y empujando al tipo. El Alfa gruñó, tomando a Abigail del cabello y jalando con fuerza para meterla más en el callejón.
La abrazó de tal forma que su espalda pegaba con el pecho del chico, dejando expuesta la herida de su cuello.
— ¡Vas a sentir lo que mi hermana sintió! — La navaja hacía presión en su mejilla debido al agarre, bajando la cuchilla hasta cortarla.
— ¡Vete a la mierda! — Gritó mientras clavaba su navaja en el abdomen del Alfa.
Se escuchó un lamento ahogado, a la vez un gorgoteo de sangre saliendo de la garganta de ese hombre. Cuando fue liberada se giró para quedar de frente, clavando más la navaja y moviendo hacia un lado, cortando su estómago en una línea horizontal.
Podía ver cómo la sangre salía de la herida, y quizás una parte de sus órganos también. Sacó la navaja y lo dejó caer al suelo, comenzando a jadear.
Se sentía poderosa, la sensación de tener al mundo en la palma de su mano. Justo como lo describió Will.
— ¡Abigail! — La voz del Omega llegó a sus oídos.
Se giró rápidamente, viendo que en la entrada estaban tanto Hannibal como Will, ellos la habían visto matar.
— Y-yo… Yo no quería… — Dejó caer la navaja mientras temblaba, asustada. — Él me amenazó y-
— Abigail, ven. — La voz de Hannibal era fuerte.
La Omega se acercó temblorosa a los mayores, agachando la mirada mientras lloraba. No era un llanto de arrepentimiento o algo similar, era más bien como el puchero de un niño que había sido cachado en una travesura.
— ¿Cómo me encontraron?
— Recibimos una llamada sobre los disturbios que están armando tus familiares. — El tono del Alfa cambió a uno más suave. — Llegamos al momento que salías del hospital.
— Cuando íbamos a acercarnos vimos a ese hijo de puta seguirte. — Fue el turno de Will ahora. — Pensábamos que era peligroso acercarnos así, esperábamos no llegar tarde.
— ¿Por qué no lo detuvieron? — Alzó la mirada, sus bellos ojos azul de venado asustado allí estaban.
Hannibal y Will se miraron al mismo tiempo, luego a la menor.
— Teníamos curiosidad de lo que harías. — Hablaron al mismo tiempo.
La oscuridad de ambos se mezclaba perfectamente al ver a Abigail, luego al cuerpo agonizando atrás de ella. Estaban orgullosos pero no podían decirlo.
— Vamos, iremos a casa. — Señaló Hannibal con la cabeza la salida del callejón.
— ¿Qué pasará con él? — Recogió rápido la navaja.
— Nos encargaremos más tarde. — Will alzó los hombros con indiferencia. — Nuestra prioridad eres tú.
De alguna forma, Abigail se sentía bien. Estaba siendo apoyada por las dos personas a las que sentía tal cercanía y paz que jamás había sentido antes, a pesar de lo que había hecho.
El auto al que subió era el Volvo de Will, manchando el asiento de sangre al igual que la manilla de la puerta. Will la limpió con la manga de su franela y ambos adultos subieron a los asientos respectivos de cada uno.
Will conducía hacia su casa mientras se deshacían del cuerpo y después irían a casa de Hannibal para fingir que había pasado allí toda la noche, al ser la más cercana y crear una coartada creíble para ella.
La pequeña oscuridad de Abigail se regodeaba al sentirse apoyada, pero estaba demasiado confundida.
La familia de ciervos la seguían una vez más, los tres juntos jugando y corriendo entre los carros.
Se sentía correcto estar allí.
Notes:
Wow pasaron muchas cosas auuu perdón si está medio del culo, escribí la mayoría en mi travesía del día. En fin, viajen por cablebús es un paseo interesante xd
Chapter 10: You are teaching me to be a human beast
Notes:
TW: Una pequeña mención al suicidio una disculpita
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Ya había salido de su shock después de matar a ese hombre, que más tarde descubrieron que se llamaba Nicholas Boyle, ahora estaba en la fase de fingir que nada había pasado. Si hubiera ido Hannibal solo definitivamente le habría ayudado, pero Will no lo dejó hacerlo. Ellos veían la misma oscuridad de sus almas en ella, sólo debía dejarla salir.
Ambos fingían entre sí en la satisfacción de ver a su retoño matar, era un placer que los hacía ronronear pero que tenían miedo de externar con el otro.
— Will… — Suspiró algo cansado el Alfa. — Necesito que te relajes y me expliques por qué no rescatamos a Abigail, pudo haberla lastimado.
Ambos sabían que eso no era del todo cierto, pero era una conversación para despistarse mutuamente.
— La van a mandar lejos, Hannibal. — Frunció el ceño y miró al mayor. — Debe saber cómo defenderse en cualquier caso, cuando no podamos rescatarla.
— Pudimos enseñarle de otra manera.
— No hay otra manera, no hay clases para matar. — Frunció el ceño.
Estaban arrastrando el cuerpo de Nicholas Boyle hacia un río en Riverside, una ubicación lo suficientemente lejana de Abigail. Antes, llevaron a la menor a casa de Will en Wolf Trap para que se quedara allí con los perros, al menos ellos la protegerían en cualquier caso que las cosas salieran mal.
También por ir por algunas herramientas de Will como una lona que ocupaba para arreglar sus motores, unos ladrillos y una cuerda. El cuerpo con los ladrillos ya estaba dentro de la lona y amarrado, le quitaron la ropa pero lo dejaron con ropa interior, todo mientras usaban guantes de látex gruesos.
— Bien, con esto no debería salir a flote hasta que se pudra. — Soltó un jadeo mientras jalaba. — Lo cual tardará mucho y…
— Will. — Gruñó levemente. — Tiene seis ladrillos junto con él y lo rellenamos con piedras, esto debe pesar lo suficiente como para mantenerlo en el fondo.
Hannibal le había sacado los órganos, guardandolos en una hielera en casa de Will. No le importaba ya que él viera su naturaleza, esperaba que lo hiciera y entendiera que se complementaban.
Había visto la precisión y el éxtasis de estar extirpando los órganos, como él lo hacía con los pescados.
— Ahora, sigue avanzando.
Llegaron a un pequeño local de lanchas, que estaba cerrado por la hora. Mientras Hannibal subía el cuerpo, Will se encargaba de encender el motor mientras le jalaba la cuerda, una vez listo manejó hasta la mitad del río.
Iban en silencio, perdidos en sus pensamientos entre el ruido del motor y el agua hasta que Will comenzó a soltar una risita que poco a poco se transformaba en una carcajada.
— ¿Qué te parece gracioso, Will? — Preguntó Hannibal mientras lo miraba con curiosidad.
— No es nada. — Alzó los hombros mientras suspiraba. — Es sólo que me recuerda a una vez que mi padre me escondió en casa después de que le lanzara piedras a la casa del vecino. Hacía mucho ruido y yo tenía que estudiar.
Hannibal alzó una ceja antes de comenzar a reír sutilmente.
— Una vez mi hermana robó galletas de la cocina antes de la cena y mi madre se dio cuenta. — Miró al horizonte, la oscuridad de la noche. — Hice un pequeño rastro de migajas para que pensara que teníamos ratones en casa.
Ambos rieron al compartir sus propias travesuras, con un sentimiento cálido.
— Siento que hubieras sido muy condescendiente con tu hermana. — Sonrió de lado el menor. — Si ella hubiera matado a alguien, te echarías la culpa.
La sonrisa de Hannibal se borró lentamente, negando las palabras de Will.
— No, ella no sería capaz de hacer eso. — Suspiró pesadamente. — Ella era una luz en la oscuridad de este mundo.
Will se sintió mal por ello, así que se detuvo cuando llegaron al punto más profundo del lago y se acercó a Hannibal, sentándose a su lado. Sacó su cajetilla, tomó un cigarro y lo encendió para después ofrecerle uno a Hannibal, quien lo aceptó en silencio y le dio una larga calada.
— Cuando la perdiste… — Miró al horizonte, quizás el mismo punto que miraba Hannibal. — ¿Sentiste que ya no podías seguir?
— Nunca. — Su voz salió algo ronca. — Si estaba vivo era por algún orden divino y, después de que me encontraran mis tíos, decidí vivir cada día como si fuera el último. No me da miedo morir, mi libertad es más importante.
El Omega se acercó lentamente, sintiendo como los hombros de ambos chocaban pero no le daban importancia, disfrutaba del contacto.
— Es una linda forma de ver la vida.
— ¿Tú lo sentiste cuando perdiste a tu hija? — Hannibal lo miró de reojo.
El cuerpo de Will se tensó, cerró los ojos unos segundos y suspiró antes de relajarse.
— Si, me quería morir. — Abrió los ojos sin mirar al Alfa. — Cuando recién me mudé a Wolf Trap, pensé en suicidarme varias veces. Estaba lejos de lo que consideraba mi hogar, sin nadie a quien le importara.
— ¿Y por qué no lo hiciste? — El corazón de Hannibal se estrujó al pensar que pudo haber perdido a Will.
— Sigo sin saberlo. — Dio una calada. — A veces tomaba mi escopeta, prendía las luces de mi casita y salía, caminaba hasta el árbol más lejano y la veía como un enorme faro, un lugar seguro.
Las manos del Omega comenzaron a temblar, pero no sabía si era de frío o de nervios.
— Me apuntaba con la escopeta, pero al ver mi casa como un barco entre la neblina me acobardaba. — Sonrió de forma apagada. — Cuando entré a la Policía de Virginia, pensaba en hacerlo si no me aceptaban, luego un par de veces más donde mi perrita Ellie, la primera que llegó, y Beverly me salvaron.
Hannibal pasó su cigarro a su mano contraria para abrazar a Will por los hombros, haciendo que Omega recargara su cabeza en su hombro.
— ¿Beverly lo sabe? — Lo miró de reojo.
— ¡Ja! — Sonrió de forma burlona. — Jamás podría decírselo. Ella no tiene ni idea de que, si no me hubiera llamado para sacar al mapache de su ducto de ventilación, ya estaría muerto.
Ambos miraban al frente una vez más, donde Will podía ver una familia de ciervos negros y emplumados, dos padres con una cría, entre los árboles. Se preguntaba si Hannibal también la vería.
— ¿Aún piensas en hacerlo? — Se aferró al hombro de Will, sintiendo su calor.
El Omega poco a poco le correspondió el abrazo, dejando que su colilla cayera en la lona con el cadáver detrás suyo.
— Todavía quiero irme, pero cada día es menos. — Se acomodó contra el cuerpo de Hannibal. — Ahora ya tengo muchas razones para quedarme.
— ¿Puedo saber cuáles son? — Lo miró con curiosidad, aunque por la forma en la que estaban sólo podía ver sus rizos castaños.
— Mis perros, mi trabajo, Beverly, hacer que Freddie se trague sus palabras sobre mí, poder viajar por Europa tal vez, ahora también cuidar de Abigail. — Suspiró mientras se separaba para verlo a los ojos. — Y quizás, si sigues así sin ser un psiquiatra de mierda, tú.
Podría enojarse por las malas palabras, pero eso sólo le daba más sentido a las palabras de Will. Estaba hablando con el corazón, quizás la primera vez que lo hacía en años y eso le estremecía.
Will Graham estaba siendo sincero con él, y él le correspondería de la misma forma.
— Prometo seguir siendo un amigo y no un psiquiatra. No dañaría la confianza que estás depositando en mí.
— Gracias, Hannibal.
Se enderezó y lo miró unos segundos a los ojos, perdiéndose en las motas rojas que los salpican. Suponía que los suyos estarían dorados debido a toda la adrenalina del momento, pero eso le hacía creer que todo estaba bien. Soltó un suspiro para darse valor y acortó la distancia entre ambos, poniendo sus labios de forma torpe sobre los del Alfa.
Hannibal abrió los ojos con sorpresa, sintiendo la calidez de la boca de Will sobre la suya, la brisa de mar golpeando en su nariz mientras saboreaba el sabor a mentolado y tabaco del cigarro. Cuando sintió que Will se alejaba, lo tomó de la mejilla para mantenerlo cerca y corresponder el beso.
Will ronroneó en los labios del mayor, sonriendo. No era un beso caliente, ni pretendía transformarse en algo más. Era la prueba de que Will Graham podría abrir su corazón.
— Deberíamos tirar ya esa cosa. — Habló Will una vez se separaron. — No quiero dejar a Abigail más tiempo sola.
— Vamos.
Ambos se levantaron con torpeza para mantener el equilibrio en la lancha, tomaron el cuerpo con todas sus fuerzas y lo arrojaron, siendo salpicados por el agua. Vieron como poco a poco comenzaba a hundirse la lona hasta que el bulto se volvió imperceptible para sus ojos.
Regresaron al muelle, dejando la lancha en su lugar, no sin antes recoger las colillas de cigarro que los delatarían si no se las llevaban.
Subieron rápido al Volvo de Will, manejando a toda velocidad hacia Wolf Trap. Ninguno de los dos tocaba el tema del beso, no era necesario.
Cuando llegaron a casa de Will, Abigail seguía despierta y escondida en el ático de Will. Había escuchado ruidos y se había escondido, pero suspiró aliviada al ver que eran la pareja.
Condujeron hacia Baltimore, a casa de Hannibal. Abigail fue a dormir en la habitación de invitados mientras los mayores repasaban la coartada de Abigail.
๑ . ๑ . ๑ .
Por más que quisieran, sus vidas estaban ya hechas a partir de sus trabajos, así que el tiempo que podían dedicarle a Abigail se veía comprometido, ya sea por los pacientes de Hannibal o los casos que atendía Will ahora que Jack lo estaba agarrando a cada rato para consultarle. Ambos se sentían frustrados, pero después podían dedicarle un par de horas al día a Abigail.
Desde su pequeña “aventura”, tenían bajo más supervisión a la Omega. El hospital había descubierto que había escapado y que llegó a casa de Hannibal para pasar la noche. El psiquiatra lo permitió y al día siguiente la llevó de regreso junto al perfilador que le había salvado la vida.
Todos pensaban que era un poco tierno y triste el hecho de que Abigail estuviera buscando consuelo en los brazos del par que le salvaron la vida. A las enfermeras les daba pena verla buscar refugio en ellos, en cómo los veía ahora como sus figuras paternas.
Eso en una parte era verdad, la menor buscaría cobijo donde se sintiera segura, y tanto como Will Graham como Hannibal Lecter se la daban.
Trataban de pasar una vez al día al verla, aunque sus ocupaciones los tenían tan atareados que era casi imposible, sobre todo para Will que ahora se veía obligado a viajar más.
Hoy sería una de esas noches donde sólo cocinará para Abigail y para él mismo, esperaba ver a Will pronto para estar a su lado una vez más, lo extrañaba.
Mientras eso sucedía, estaba frente a Mason Verger. La Corte lo había mandado con él para darle terapia después de haber aprobado varias pruebas a señales de ser un APP, y ciertamente lo era. Esperaban que la terapia lo arreglara ya que tenía una enorme fortuna y un negocio que mantener.
— Y este tipo me estuvo mintiendo durante meses. — Exclamó molesto. — Por más que lo follaba, no había bebé hasta que descubrí que el maldito es uno de esos defectuosos.
— Ya encontrarás a tu Omega, Mason. — Se aguantó las ganas de soltar un suspiro. — Debes ser más abierto para que tu próxima pareja tenga la confianza de hablar contigo.
— Oh, ya no habrá una próxima pareja, Dr. Lecter. — Le miró con esos ojos desquiciados que le daban mala espina. — Encontraré otro método, ese Omega ha roto mi confianza hacia ellos. Maldita sea Francisco, ¿O era Francis?
El hecho que Mason no recordara el nombre de su antigua pareja era algo que lo dejaba, cuanto menos, confundido. Él mismo aún tenía grabado en su memoria el nombre falso de Will, lo tuvo presente durante catorce años.
— Veo que no te interesa formar un vínculo de pareja con un Omega. — Se acomodó un poco en su asiento, mirándolo. — ¿Por qué? Si puedo saber.
Mason se levantó de su asiento y comenzó a vagar por la oficina de de Hannibal, un comportamiento que solamente veía aceptable en una persona de cabellos rebeldes y camisas de franela.
— Ya no soy tan joven para seguir el negocio de la familia. Papá dejó en claro que la fortuna pasaría a mis manos una vez él muriera junto con la administración y lo estoy llevando como él me enseñó. — Infló el pecho con orgullo. — Pero ahora necesito un heredero, el testamento de papá dice que debe ser un hombre Alfa el siguiente sucesor.
— Y estás buscando un hijo para lograrlo, ¿No es así? — Hannibal miró de reojo a su paciente. — Tienes tiempo aún, a pesar de las sustancias psicoactivas que metes en tu cuerpo, eres un Alfa relativamente sano.
— Estoy consciente de eso, Dr. Lecter, incluso tengo un par de muestras congeladas por si acaso, pero ahora tengo un problema. — Tomó asiento en el diván para después acostarse. — Mi hermana, oh la dulce Margot, descubrió esa cláusula y ahora busca embarazarse.
Hannibal se mantenía a raya, juntando todo su control mental para no lanzarse sobre Mason y matarlo por ser un idiota.
— Tengo entendido que tu hermana es una Omega, eso le da más posibilidades de tener un hijo Alfa si encuentra un buen candidato.
— Lo sé, pero ella… ¡Ella está interesada en las mujeres Omega o Beta! Esto lo hace para humillarme, para quitarme lo que es mío. — Hizo un gesto demasiado exagerado con las manos.
— Que tu hermana tenga esas preferencias no quita que tenga el deseo de formar su propia familia, es hasta un instinto buscarla. No tiene que ser algo enteramente en contra tuyo.
Mason se levantó y volvió a tomar asiento frente a Hannibal, sus ojos estaban rojos tanto por la furia como por la adrenalina que corría por sus venas en ese momento.
— La conozco, es una pequeña tramposa envidiosa que no soporta la idea de no tener nada. Mamá siempre la estaba cubriendo y ahora que no tiene a nadie, busca quitarme lo que es mío.
El Alfa mayor se mordió la boca por dentro, estaba tan agradecido que su hora estaba a punto de terminar.
— ¿Y qué piensas hacer al respecto? No puedes controlar los instintos de tu hermana. Si quieres “ganarle en este juego”, puedes intentar con una madre subrogada.
Mason sonrió, mostrando los colmillos de una forma que incluso a Hannibal lo hacía estremecer. Mason Verger estaba loco, quizás podría hacer que lo cambiaran con otro psiquiatra, uno que no dude en mandarlo a un manicomio.
— Oh, Dr. Lecter, tengo una idea para mostrarle a Margot que no siempre puede tener lo que quiere.
Y con eso terminó su hora, Hannibal suspiró de alivio una vez se retiró el otro Alfa. Su consultorio quedó con un olor rancio, a la colonia cara que usaba el contrario sólo porque era cara y ese olor a furia que transmitía.
Se sirvió un pequeño trago de vino en espera de su siguiente paciente, tenía aproximadamente una hora para tranquilizarse y despejar un poco la tensión, así que tomó su iPad del cajón de su escritorio y decidió ver qué había de nuevo.
Él ya había dejado un par de cuadros por allí, uno en especial como un regalo para Will que seguramente era uno de los casos que lo mantenían fuera, pero frunció el ceño cuando en el TattleCrime venía una nota que no tenía nada que ver.
๑ . ๑ . ๑ .
“¿Está seguro de estar criando a sus propios hijos?”
Durante las últimas semanas hemos cubierto de cerca el caso del “Alcaudón de Minnesota”, donde el victimario, Garret Jacob Hobbs, mató a nueve jovencitas idénticas a su hija. La razón era desconocida hasta este momento.
Abigail Hobbs, la sobreviviente de este caso, confesó al FBI que tenía sospechas de no ser hija biológica de Garret Hobbs y se le realizó la prueba de ADN, cuyo resultado fue negativo.
Si bien casos como este son el pan de cada día, es la primera vez en años que vemos esta reacción violenta por parte de un Beta, siendo un comportamiento más visto en Alfas hacía cachorros que no son suyos.
¿Garret Jacob Hobbs lo sabía? ¿Por qué no mató a su “hija” en primer lugar en vez de a estas chicas inocentes? Son preguntas que jamás tendrán respuesta ya qué Will Graham se encargó de matarlo.
¿Cuántos más casos habrá como estos? Si usted, querido lector, quiere hacer que su pareja mantenga al producto de una infidelidad le pido amablemente que lo piense dos veces. Usted no es el único afectado, le estamos mostrando cuál sería el peor de los casos. [...]
— ¡Maldita hija de puta! — Gritó Abigail mientras daba vueltas por la habitación, temblando. — ¿¡Cómo es que lo supo!?
— Freddie Lounds tiene… Sus métodos. — Hannibal trataba de calmarla.
Ambos estaban en la sala de estar de Hannibal, había pasado por Abigail al Fort Haven para que no tuviera que tomar un taxi, aunque en el camino tuvo que cazar para calmar la ira que sentía en su interior.
— ¿¡Qué derecho tiene de meterse en mi vida!? — Sus lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. — ¡Ella no tiene ningún derecho, por su culpa todo el mundo me ve con lástima o de forma horrible! Yo quiero, quiero…
La menor se detuvo en seco, abriendo los ojos de sorpresa mientras miraba sus manos temblorosas, su rostro se puso pálido y miró a Hannibal.
— ¿Quieres matarla, Abigail? — Se acercó lentamente a la Omega.
— Y-yo… — Desvió la mirada. — Si… Maté a ese chico y ahora quiero hacerle lo mismo a Freddie Lounds… Dios mío, soy un monstruo…
Algo en el pecho del Alfa dio un tirón, sintiéndose mal por ver a la Omega sufrir. Él sabía la oscuridad que albergaba en ella, pero era demasiado para afrontar de una vez durante un momento tan fuerte en su vida.
Se acercó lentamente a ella y la tomó entre sus brazos, abrazándola con fuerza, su mano fue a su cabeza y comenzó a darle pequeñas caricias.
— No, Abigail. No eres un monstruo, sé cómo lucen los monstruos. — Se permitió recordar a Mason en ese momento. — Cometiste un acto en defensa propia y lo que sientes es normal, una persona te está haciendo daño y quiere que pare.
— Soy una mala persona, yo… — Se detuvo al no saber qué decir.
— No lo eres. — Susurraba suavemente. — Y aunque lo fueras, Will y yo vamos a protegerte.
Abigail comenzó a llorar con fuerza en los brazos de Hannibal, aferrándose a la camisa del mayor mientras temblaba. Hannibal cerró los ojos sin soltarla, sintiendo el suave olor a agua de río y frutos rojos de la menor.
Escuchó la puerta de entrada abrirse, pero no se separó de ella. Sabía que era Will, él le había dado una llave de su casa por si llegaba antes de su viaje, todo con fin de que pasara por Abigail y ambos lo esperaran en su hogar.
Abrió los ojos para encontrarse con los del Omega una vez los encontró. Se encontró con unos bellos ojos dorados y el olor a pólvora en las manos de Will, había disparado recientemente. Igual podía oler la sangre en sus manos.
El pecho del perfilador subía y bajaba rápidamente, estaba furioso. Leyó la nota de Freddie, ese era un hecho.
Señaló con los ojos a Abigail, que seguía escondida en sus brazos mientras lloraba. Eso fue suficiente como para relajar al Omega y acercarse lentamente, Abigail se separó de Hannibal y directamente se lanzó a los brazos de Will. El Omega le correspondió el abrazo mientras ronroneaba suavemente para tranquilizarla.
Hannibal no quería sentirse tan bien al ver esa escena tan malditamente hogareña, pero su corazón se sentía tan completo en ese momento. Se volvió a acercar, abrazando a Abigail de tal forma que la menor quedó en medio de ellos. Ella estiró un brazo para abrazar a ambos con fuerza.
Will se permitió imaginar que estaba abrazando a su hija, que catorce años habían sido sólo una pesadilla y que estaba con su pequeña.
๑ . ๑ . ๑ .
Freddie iba abrazada del brazo de Chilton, ambos habían tenido una cita donde el terapeuta y la periodista habían compartido una plática extensa de los chismes en sus respectivos trabajos.
A pesar de que muchos veían la relación como de conveniencia, Freddie sí sentía cariño por Frederick y viceversa. Que las cosas se hayan dado de esa forma no era culpa suya.
Iban llegando al edificio de departamentos donde vivía la pelirroja, pero se vieron interrumpidos por una serie de patrullas que rodeaban el lugar. Se miraron el uno al otro y corrieron para enterarse del chisme.
— ¡Escena del crimen, no se puede acercar! — Los detuvo en seco un policía.
— ¡Yo vivo aquí! — Gruñó la Alfa. — ¡Exijo saber porque no puedo ir a mi casa!
Comenzó una pequeña discusión donde el policía los terminó corriendo, sin llegar a nada. Frederick tomó la mano de Freddie para llevarla por el otro lado y rodear a los policías.
En lo que se acercaban, logró ver cómo los forenses recogían de la entrada un cuerpo de una mujer. Era pelirroja como la Alfa pero con el cabello más lacio, de su misma complexión aunque fuera una Beta.
Tenía sangre en el pecho, lo cual indicaba qué quizás fue apuñalada o le dispararon, al igual que se veía que sus manos fueron cortadas, tenía que saber más. Eso, en vez de asustarlos, los molestó.
— ¿Crees que sea una advertencia? — Habló el Alfa mientras se cruzaba de brazos.
— Oh sí, y sé quién mandó ese mensaje. Esa pequeña rata me las va a pagar. — Freddie hizo una mueca de disgusto.
Al día siguiente, al otro lado de la ciudad, se encontró el cuerpo de una mujer igualmente pelirroja expuesta en un paraje. Ella estaba con las muñecas amarradas juntas, que a la vez estaban amarradas en una rama de árbol, abierta del pecho, sin pulmones.
En el lugar de los órganos, había un montón de piedras lisas. Estaba vendada de los ojos, las manos tenían heridas provocadas por varios cortes en las palmas, la boca cosida y en los oídos tenía tapones.
Era otra advertencia mucho más fuerte. No debía ver, hablar, escuchar ni escribir lo que no le importaba.
Se detectó el segundo trabajo como obra del Destripador de Chesapeake, mientras que el primero fue adjudicado hacía alguien que comenzaron a llamar The Copycat , por lo mismo que imitó a la víctima y el daño en las manos.
El FBI ahora tenía otro problema, al igual que una exigencia por Freddie Lounds pidiendo protección.
Notes:
Te quiero mucho Rabanito. Cuídate, Dios te bendiga. Te quiere tu compa Pesito, chau ✨
Chapter 11: The misfortunes you can tell happen for a reason
Chapter Text
La vida tiene una extraña forma de seguir su curso, era demasiado lenta pero a la vez rápida, dejando una extraña sensación de vacío e insatisfacción, como un sabor amargo en la boca.
Después de que los resultados de Abigail dieran negativo a ambos padres, sus familiares decidieron dejarla al abandono, un trato demasiado injusto para una niña que no había tenido la culpa de tal cruel juego del destino.
Podía escuchar los gritos en el pasillo desde su habitación en el hospital, donde se había encerrado con Marissa apenas puso un pie en el sitio.
— Desearía tanto haberme equivocado… — La Omega se abrazaba a sí misma para buscar consuelo. — Quizás las cosas serían diferentes.
— Hey, esto no es tu culpa. — Se acercó lentamente la Alfa. — Que tus padres no fueran sinceros contigo no estaba en tus manos.
— Lo sé, pero hay algo más que no me cuadra… — Tomó asiento en la cama. — No soy de una infidelidad, pero nadie sabía que soy adoptada… Ni tenían idea de eso.
— ¿Crees que el hospital se haya confundido? — Se sentó a su lado. — Es algo que suele pasar. Quizás te cambiaron por otro bebé y por eso nadie tiene idea de quiénes pueden ser tus padres.
— Tal vez… Pero eso no explica por qué papá mató a todas esas chicas, es ilógico. — Hizo un gesto con las manos. — Si papá sabía que no era su hija, ¿Por qué no se lo dijo a mamá? Además, eran Betas, ninguno de los dos tenía estos instintos de mierda.
Ambas suspiraron de cansancio y se recostaron en la cama, mirando al pecho mientras pensaban.
— Tienes razón… Tu papá no sabría si eres su hija o no. Más allá de que no tienes parecido físico con ninguno, ellos no podían olerte.
Abigail se llevó las manos al pecho, apretando un poco su suéter.
— Quizás esté por allí otra familia cuidando de la hija de mis padres sin tener idea de esto. — Comenzó a lagrimear. — Y yo aquí, le arruiné la vida a muchas personas…
— Hey, no digas eso. — Se giró un poco para apoyarse en su brazo y mirar a la Omega. — Lo que haya pasado es error de los adultos, eres la víctima aquí. Podríamos ir al hospital donde naciste y averiguar todo.
— No creo que sea posible. — Cerró sus ojos para dejar salir sus lágrimas.
— No seas pesimista…
— No es por eso, yo nací en Luisiana. Nos mudamos a Minnesota cuando tenía dos años, cuando le comenzaron a dar más trabajos a papá de este lado.
— Wow, entonces naciste del vudú~ — Soltó divertida Marissa.
Abigail le dio un golpe en el brazo para después girarse y darle la espalda.
— Eres una idiota, no tomas nada en serio…
La Alfa se acercó a ella, abrazándola de cucharita mientras soltaba un poco de su aroma para tranquilizarla. Abigail se puso rígida ante su toque, pero conforme sentía las feromonas de la chica comenzó a relajar su cuerpo.
— Lo siento, no quería insultarte. — Escondió su nariz entre los cabellos castaños. — Quería distraerte… Pero ya en serio, ¿Crees que en Luisiana tengan información?
— Es lo más seguro. — Suspiró cansada. — Pero dudo que me dejen viajar hasta allá, ahora que la investigación ha terminado soy problema de los Servicios de Protección Infantil.
Eso a Marissa no le gustó, lo que provocó que un gruñido saliera a medias de su garganta.
— ¿Te mandarán a un orfanato?
— No estoy segura, pero sea cual sea el lugar a donde me manden, tengo que escapar. — Su mirada se volvió fría, determinada. — Tengo que encontrar a mis padres.
— ¿Y si le pides a Hannibal y Will que te adopten? Ellos estarían muy felices.
— Fue mi primera opción, pero no se puede. — Dejó escapar un sollozo. — No están casados, Will tiene antecedentes penales y Hannibal no tiene la disponibilidad de tiempo para cuidarme…
La Alfa la abrazó por el pecho, colocando sus manos sobre las de Abigail, ella suspiró suavemente y le dio unos golpecitos para que la soltara, cosa que hizo Marissa. Ya libre, se giró para quedar de frente, su mirada azulada se perdió en el café de su acompañante por unos segundos.
Rápido se escondió en el pecho de ella, sintiendo su pecho subir y bajar. Su aroma suave a avellana llenaba sus fosas nasales, el sonido de su corazón la relajaba, se perdió en él mientras cerraba los ojos.
Ese sonido… Se imaginaba un río con el agua más pura y clara del mundo, que poco a poco se teñía de rojo, los cadáveres amontonados en un extremo del río pintaban las aguas y, para ella, era la imagen más hermosa que hubiera visto jamás. La familia de ciervos qué siempre la seguía estaba bebiendo de esa agua sangrienta.
Volvió a la realidad cuando la mano de Marissa comenzó a acariciar su cabello, haciendo que abriera los ojos suavemente. Su mirada se encontró con la de ella nuevamente, la mano en su cabello pasó a su mejilla y la mayor se acercó hasta que la distancia dejó de existir y sus labios se unieron.
Era el primer beso de Abigail.
Cerró los ojos mientras movía sus labios con torpeza, siendo guiada por la Alfa. No era un beso que buscaba llegar a otra cosa, era dado con cariño, inocente.
Se separaron lentamente y sonrieron de forma cómplice, Abigail volvió a esconderse en el pecho de Marissa mientras se dejaba llevar por la oscuridad de su mente. En el río, al bebé ciervo se le acercaba un zorro, el ciervo se veía bastante cómodo con esa cercanía.
— Lo siento… — Habló la Alfa. — No estaba pensando.
— Está bien, puedo pensar en otra cosa ahora… — Sonrió levemente. — Gracias, Mary.
๑ . ๑ . ๑ .
Todos en el laboratorio habían notado al Omega extraño desde el caso de Garret Jacob Hobbs, pero no habían visto con certeza cómo le había afectado. Will se veía estresado, cansado, más irritable de lo normal.
El salón de clases del Omega, después de finalizar las mismas, se volvía un terreno prohibido en el que Jack Crawford se sentía con la libertad de invadir.
Ahora estaban lidiando con varios niños desaparecidos y las familias de dichos niños aparecían muertas. Will no quería tomar ese caso, era difícil lidiar con niños pero tampoco había mucho que pudiera hacer si Jack le estaba llamando y le iban a pagar con ello.
— Maldita sea, Jack. — Gruñó el Omega. — Si te estoy diciendo esto es porque tengo razón.
— Will, no es que no confíe en ti, pero no puede ser que estos niños estén con un OPP.
— ¿Ah no? — Frunció el ceño. — Tú no sabes de lo que es capaz un OPP con tal de tener una familia, nunca lo entenderías.
Ambos estaban discutiendo en la oficina de Jack, con Hannibal y Alana escuchando su pelea sin hacer muchos movimientos si no querían que el Omega arremetiera contra ellos.
Will había explicado sus puntos al externar qué los niños perdidos estaban siendo guiados por alguien más para matar.
— Jack, Will tiene razón. — Habló Alana. — Los niños desaparecidos son hermanos de en medio, regularmente los más desplazados. Que alguien les ofrezca ese sentido de pertenencia y relevancia es como una bendición.
— ¿Ves? Alana puede verlo aunque sea Beta, ¿Por qué tú no?
— Los OPP son dominados por la envidia, algo que no pasa con los APP o los Betas. — Señaló Hannibal. — Que haya ensañamiento con las madres no es casualidad, quiere ser ellas.
— En caso de ser cierto. — Miró al Omega de forma retadora. — ¿Nos enfrentamos a un OPP masculino o femenina?
— Es femenina. — Se cruzó de brazos mientras lo miraba serio. — Nuestra madre sustituta busca reemplazar la figura materna de esos niños, por eso los roba cuando la madre Omega es femenina.
El Alfa moreno soltó un suspiro que era similar a un gruñido, podía sentir a su agente especial más tosco de lo normal, más grosero y altanero. Si bien la personalidad de Will Graham era así, algo había cambiado en él desde el caso de Abigail Hobbs.
Hannibal y Alana también lo habían notado, la mujer estaba preocupada por lo afectada que debía de estar la mente de Will, mientras que Hannibal sabía por el olor de su Omega que era otra cosa.
Will le había dicho que estaba tomando supresores por órdenes del juez, no por elección propia. Jack le había dado el acceso a todos los historiales del Omega y sabía de su condición, quizás Will tuvo un Alfa que lo ayudara a lidiar con esos días pesados pero ahora ya no estaba.
Le hacía hervir la sangre el sólo pensar en otras manos tocar lo que era suyo, pero ahora con el celo del Omega estando cerca, podría remediarlo. Puede ser que él haya cooperado en las molestias recientes del Omega al haber tomado sus supresores la última vez que estuvo en su casa.
Si era justo, estaban abandonados en el escritorio del Omega debajo de papeles y fotografías, sólo le había ayudado a deshacerse de ellos, incluyendo también que había dejado de tomar los suyos para que sus celos se sincronizaran y al fin tomarlo como era debido. Quizás dentro de unas semanas ambos cuerpos estén desintoxicados del medicamento.
Mientras, se sobaba su hombro para relajar a Will ante la situación estresante, notando como la tensión de su cuerpo se disipaba.
— ¿A dónde crees que pueda ir ahora? — Jack apartó la mirada hacía la carpeta en su escritorio, dándole un descanso al Omega. — Necesitamos planear el rescate de esos niños.
— Van por orden de desaparición, tenemos que corroborar el orden y ver si coinciden con los asesinatos.
Un rato después de esa reunión, Will se encontraba en su salón de clase, soltando pestes en francés, era el segundo idioma que hablaba debido a su tiempo viviendo en Luisiana y el idioma donde se sentía más cómodo para insultar sin ser regañado.
— Bon sang, je maudis le jour où Jack Crawford est entré dans mon foutu bureau... — Soltó un suspiro de exasperación, que más parecía un gruñido. — Je dois trouver… ¹
— Je n’avais pas entendu autant de malédictions dirigées contre quelqu’un depuis de nombreuses années, mais je suppose que la situation le justifie. ²
Se giró rápidamente mientras se sonrojaba, viendo esos ojos granate que se clavaban en los suyos con diversión, parece que Hannibal quiere seguir con esa racha de no llamarle la atención por su comportamiento.
— Hannibal…
— ¿Te desespera el tío Jack? — Daba pasos sutiles para entrar en el territorio de Will.
— Si… — Desvió la mirada pero frunció el ceño. — ¿Y tú por qué me entiendes?
Hannibal se tomó unos segundos para entender la oración, Will se refería al idioma.
— Viví en Francia varios años, tuve que aprender su dialecto si no quería ser insultado en mi cara.
Las mejillas de Will se pusieron más rojas, rascando su brazo con vergüenza.
— Lo siento, no quería que alguien me escuchara…
— Asumo la responsabilidad, entré sin avisar. — Se detuvo cuando estuvo frente al Omega. — Quería ver cómo estabas.
El Omega “sonrió” de forma torcida, para después desviar la mirada y soltar un gruñido frustrado.
— No muy bien. Me molesta que primero Jack me obligue a ver, me saca de mis clases y cuando “veo” algo, lo cuestione. — Se apoyó en su escritorio. — ¿Entonces para qué me necesita si al final hará lo que salga de su culo?
Hannibal lo miró entre una mezcla de preocupación y burla por sus expresiones.
— ¿No te gusta ver, Will? — Se puso a su lado mientras lo miraba de reojo.
— No. — Suspiró cansado. — Siento que cuanto más veo, más me pierdo. No sé en qué momento terminan los pensamientos de estos asesinos y cuando comienzan los míos..
Podía sentir a su Omega afligido, lo veía en su rostro. Will disfrutaba matar cuando él tenía el control de la situación, no cuando alguien más, en el fondo de su cabeza, le decía lo que debía hacer. Por eso Will no exhibe sus asesinatos, los guarda para sí mismo.
Si sigue la pista de Will y lo que le ha dicho, él mata a personas que se lo merezcan. No como él que ante la mínima falta de respeto condena a cualquier individuo a estar en su mesa como el plato principal. No, Will es una especie de justiciero social, satisface su necesidad de sangre con quienes no aportan a la sociedad.
— ¿Tienes miedo en convertirte en uno de ellos?
Observó con detalle el rostro de su Omega, que pasó de la estática a fruncir el ceño molesto.
— No, soy mejor que ellos.
— Te sentiste bien matando a Hobbs.
Will parpadeó un par de veces, pensativo. Lo había disfrutado más de lo que le gustaría admitir o más de lo que había disfrutado matando a otras personas.
— El bastardo se lo merecía. — Enterró un poco las uñas en la madera del escritorio. — Jack subestima la fuerza de los Betas y los Omegas, no se da cuenta de lo que somos capaces de hacer.
— Yo te creo, Will. — Se acercó más, haciendo su ya tradicional roce de brazos. — La hermana de un paciente es una Omega y ha tratado de asesinarlo tres veces, quizás la cuarta sea la vencida.
Es castaño lo volteó a ver de forma incrédula, por la tranquilidad con la que hablaba. No había preocupación, más bien estaba expectante. Hannibal tenía características de ser un asesino serial y Will sabía que estaba jodido porque no le importaba en lo absoluto.
Bueno, sí le importaba. Si lastimaba a Abigail le sacaría las tripas con sus propias manos mientras estuviera vivo y después se las daría de comer a sus perros.
— Veo que no te preocupas de perder a ese paciente. — Alzó una ceja mientras sonreía burlón.
— En lo absoluto. Me gustaría contarte sobre él pero el código ético me lo prohíbe. — Sonrió levemente. — Lo único que puedo decirte es que es un APP registrado, por eso entiendo tu frustración con Jack.
Will asintió lentamente, sintiéndose comprendido.
— Jack cree que los OPP son igual de huecos que los APP. — Mostró ligeramente sus colmillos. — No se ha enfrentado a uno de verdad.
— Dale tiempo, todos nos enfrentamos con algún miedo o algo que nos ciegue en algún momento de nuestras vidas. Jack tiene miedo de ensuciar la imagen frágil que tiene de los Omegas, tiene uno en su vida.
— Bella. — Inclinó un poco la cabeza para enseñar su cuello. — Es la luz en la vida de Jack, quizás la única persona en la Tierra que lo hace borrar ese ceño fruncido.
— ¿Es eso posible? — La mirada de Hannibal se concentró en ese pedazo de piel y luego en los ojos del Omega. — Debes estar mintiendo, Will.
El Omega dejó escapar una carcajada mientras asentía, seguido por un leve ataque de tos.
— Mierda. — Aclaró un poco la garganta. — Yo también lo dudaba, pero al parecer es posible.
— Así como lo es ahora escuchar la risa de Will por el pasillo. — Sonrió Beverly mientras miraba a ambos. — En los once años que tengo de conocer a esta pequeña rata, son contadas las veces que lo he escuchado reír… O demostrar emociones humanas.
Will volteó a verla mientras se sonrojaba de vergüenza, estaba en la entrada de su salón con una risa burlona, recargada en el marco de la puerta desde hace quién sabe cuánto tiempo. Hannibal lo sabía, llevaba tres minutos allí de pie.
— Va te faire foutre, Beverly. ³ — Le mostró el dedo medio.
Hannibal se permitió sonreír de forma burlona por el comentario de Will.
— ¡Hey! Sabes que odio cuando hablas en idioma croissant. — Le regresó el gesto. — No puedo creer que aún con el Dr. Lecter aquí seas tan grosero.
— Es parte de su encanto. — Hannibal soltó de forma burlona. — La grosería en otra persona lo vería mal, pero en Will demuestra su autenticidad.
El Omega se sonrojó notablemente, mirando a Hannibal a los ojos.
— ¿Lo dices en serio?
El Alfa sonrió una vez más, mostrando sus dientes.
— Toujours. ⁴
Will se puso rígido y se dirigió a Beverly. Ella no solía salir del laboratorio en su horario laboral sólo para molestarlo. Habían encontrado algo.
— ¿Qué quieres, Bev?
— Como amo tu cerebro, espero que mis hijos sean como tú. — Se acercó bien a ambos. — Los niños los están matando, como dijiste. Por el orden de la escena del crimen, la dirección del disparo es por alguien bajito, quizás de un niño. Y la madre fue la última en morir, hay ensañamiento con ella.
— ¿¡Ves!?
La Alfa soltó una risita antes de continuar.
— Se acaba de ver por una cámara de seguridad de un supermercado en Fayetteville a Chris O'Halloran, otro de los niños desaparecidos, el último en desaparecer hasta ahora. Quizás su familia sea la siguiente.
— ¿Y qué hacemos perdiendo el tiempo aquí? — El Omega tomó su chamarra del escritorio y se separó dejando a Hannibal atrás. — ¡Vámonos!
Hannibal acomodó un poco su traje mientras soltaba un suspiro, por más que quisiera ahora no podría acompañar a su Omega.
— Me temo que esta aventura será sólo para ustedes, tengo un par de citas pendientes.
Beverly se adelantó para darle espacio a la pareja, aunque se ocultó en un muro cercano para poder escuchar sin verse muy obvia.
— ¿Te irás? — Lo miró a los ojos, deseando que no se fuera.
— Podemos cenar hoy después de que regreses. — Le sonrió levemente. — Seguramente será agotador.
— Eso… Me parece bien, llegaré a tu casa. — Habló mientras se ponía la chamarra. — Llevaré whisky.
— Haré algo que haga juego con el whisky.
Will sonrió, acortando la distancia entre ambos a la vez que se ponía de puntitas y besaba suavemente los labios de Hannibal. Últimamente esa era su forma de despedirse o saludarse cuando estaban solos, desde esa vez en Riverside.
— S'il vous plaît soyez prudent.⁵— Susurró contra sus labios.
El perfilador asintió mientras se separaba y se ponía los lentes, una frontera entre lo que era ser Will Graham y el perfilador.
— Je l'aurai, tu t'inquiètes de bien cuisiner. ⁶
Ambos se sonrieron y salieron del salón de Will, tomando rumbos diferentes. El castaño de verdad no quería ir, pero era necesario si no quería ser molestado por Jack y ponerle fin a su travesía, sólo quería volver a dar sus clases, ir a casa con sus perros, cenar con Abigail y Hannibal antes de que fuera llevada con una familia de acogida.
Sólo quería irse a casa.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¡No me los van a quitar, son mis hijos! — La mujer apuntaba con su arma al niño, quien a su vez le apuntaba a Will. — ¡Ellos me necesitan!
— ¡No, esos niños no son tuyos! — Will estaba nervioso, con un niño en medio no podía hacer mucho. — ¡Vas a lastimar a Chris, deja que se vaya!
Podía escuchar los pasos de alguien acercarse, era Beverly. Necesitaba distraer más a la mujer.
— ¡Son mis hijos! — La mujer comenzó a llorar. — ¡Yo no los tuve pero son míos, son mis bebés!
Beverly llegó por otro lado y disparó hacía la mujer en el hombro, quien soltó al chico mientras caía al suelo junto con el arma. Chris salió corriendo en dirección a Will, quien rápido lo atrapó en sus brazos para hacerlo sentir seguro.
— ¡No, no te lo lleves! — Gritó la mujer mientras dos agentes del FBI la tomaban. — ¡Es mi bebé, no me lo quites!
El chico se escondió en el pecho de Will, susurrando cosas que no podía entender bien debido a los sollozos que se atoraban en su garganta. El Omega le abrazó lentamente, una forma de ocultarlo de la mujer.
— No, no es tuyo. — Le mostró los colmillos.
Se llevaron a la mujer a una ambulancia para trasladarla al hospital mientras que al chico lo metieron en una patrulla para llevarlo a testificar. Sus padres estaban en otro lado dando su declaración a la policía mientras Will se mantenía alejado.
El Omega iba a acercarse a Beverly, pasando cerca de la ambulancia que seguía abierta. La mujer le llamó, Will iba a ignorarla pero igual si decía algo revelador para el caso le ayudaría mucho así que volteó a verla, exigiendo con la mirada que hablara.
— Te crees muy listo, ¿Verdad?
— ¿A qué te refieres? — Se cruzó de brazos para verla.
— Eres como yo. — Sonrió burlona. — La naturaleza nos quitó algo, pero podemos tenerlo de otra forma. No eres diferente a mi, si estuvieras en mi lugar también lo harías, crear a tu propia familia que te fue negada.
Will lo pensó unos segundos. No, él no era igual a ella, él ya tenía a su familia, tenía a sus perros, y ahora contaba con Abigail y Hannibal.
— Te equivocas, no soy un maldito OPP como tú, yo ya tengo a mi familia.
La Omega sonrió burlona, mostrando sus colmillos de forma amenazante, lo estaba desafiando. El camillero le inyectó un sedante para que se callara, a la vez que le ponían un bozal.
— Algún día el mundo verá a través de ti, verán que no eres muy diferente a un OPP. Eres uno de nosotros, te guste o no.
La subieron a la ambulancia y se la llevaron, dejando a Will en un leve estado de shock, allí de pie observando cómo se iba.
— Will, Chris quiere testificar si estás a su lado. — Se acercó Beverly para sacarlo de su trance.
— ¿Crees que soy un OPP? — Habló sin mirarla.
— ¿Qué?
— Lo que oíste.
La Alfa suspiró, negando con la cabeza mientras lo abrazaba por los hombros.
— Un OPP actúa desde el egoísmo, no tiene nada que ver lo que tenga o no entre las piernas. Tú das amor… A tu extraña y sureña manera, pero lo haces. — Le dio un leve apretón. — No eres malo, Will.
El Omega sonrió levemente mientras asentía con la cabeza, su angustia había bajado un poco gracias a su amiga. Will no era malo. Si, era un asesino serial del que nadie sospechaba pero no era malo, tenía una justificación detrás.
— Será mejor que vayamos, Jack debe de estar ansioso por escuchar a Chris.
— Si, va a ser un dolor en el culo en la siguiente media hora.
Ambos se iban burlando del jefe, de la forma que sabían hacerlo sin que nadie se diera cuenta realmente.
Will tenía una familia. Sus perros, Beverly, Hannibal, Abigail. Él mismo la construyó de una extraña manera, pero era su familia y nadie se la iba a quitar.
Notes:
Traducción de los diálogos en francés uwu
1.- Maldita sea, maldigo el día en que Jack Crawford entró en mi maldita oficina... Tengo que encontrar...
2.- Tenía muchos años sin escuchar tantas maldiciones hacía una persona, pero supongo que la situación lo amerita.
3.- Vete a la mierda, Beverly.
4.- Siempre.
5.- Por favor, ten cuidado.
6.- Lo tendré, tú preocúpate de cocinar bien.
Chapter 12: Especial 100 kudos: What once was, will never be...
Summary:
Este capítulo es un What If, por lo cual no es canon en la historia original... Bueno si, pero de una forma diferente.
Antes eran dos especiales pero decidí unirlos al seguir la misma trama xd
Notes:
¿Cómo ven al Rey de España ardido por no ser invitado a la toma de poder de Sheinbaum? 🤨 La única corona que México reconoce es la cerveza y que soporte ✨
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Hannibal caminaba a paso tranquilo por la casa, su esposo trabajaría hasta tarde y él debía cuidar a Abigail. Estaba encantado de pasar tiempo con su pequeña, aunque cuidar a una niña de cinco años con siete perros era bastante complicado.
No era que no le gustaran los perros de su pareja, eran muy bien portados y eran unas niñeras excelentes para su hija, pero a veces son unos cómplices para las travesuras.
Desde hace diez minutos había estado buscándola, hurgando en sus lugares habituales donde ella solía meterse y dibujar, jugar con sus muñecas o tomar una siesta. Ahora no estaba en ninguno de ellos.
Se tranquilizaba a sí mismo. Si, era una niña de cinco años andando por una casa que podría ser peligrosa para cualquier niño pequeño sin supervisión, pero era su hija. Ella sabía cuidarse por los largos pasillos de la casona y nunca iba sola. Por lo general iba en compañía de Winston, ese perro llegó cuando Abigail tenía ocho meses de nacida y desde entonces se volvió su guardaespaldas.
— Abigail, señorita, es momento de que salga de donde quiera que esté. — A Hannibal le daba algo de gracia hablarle a su hija como si fuera una adulta, pero ella entendía que el juego había terminado. — Si viene ahora, le tocará postre en la cena.
Pero nada, eso comenzó a inquietarlo.
Casi puso la casa patas arriba, buscando en cada closet, armario, debajo de las camas, en el ático, en el estudio, en la sala de estar… No había señales de ella hasta que pensó en salir al patio trasero. La puerta estaba cerrada, pero recientemente Abigail había aprendido a salirse por la puerta para perros ya que era lo suficientemente pequeña como para entrar allí.
Salió a ese lugar y estaba vacío, no estaba entre los arbustos ni en la banca. Suspiró frustrado hasta que el olor a bebé llegó a su nariz, siguiéndolo hasta la casita para perros, que más bien parecía una casa para niños, y allí vio a su pequeña.
Estaba dormida, abrazando a Winston y ambos estaban rodeados por los demás perros. Hannibal no era tan fanático de que su hija estuviera dormida entre los canes, pero le daba ternura verla allí. Tomó su celular y le sacó una foto que inmediatamente le envió a su marido, estaba seguro que la apreciaría.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¿No es la cosita más linda del mundo?~ — Sonrió Will mientras le enseñaba la foto a Beverly, quien sonrió. — La voy a imprimir.
— Se me hace extraño ver que, en tu oficina, de un lado tienes fotos de cadáveres y vísceras mientras que en otro tienes fotos de tu hija. — Alzó una ceja Zeller.
— Cállate, no lo entenderías. — Gruñó el Omega. — Mi pequeña es lo más lindo de todo el mundo, y ningún cadáver podrá quitarle la belleza.
Will sabía a qué fotos se refería su compañero, pero no iba a decirles que eran los regalos de su marido para él, ese dato sólo lo tenía para él.
Ese día, por la tarde, la foto de Abigail dormida alrededor de sus cuidadores peludos estaba en su escritorio, junto a la foto de su boda.
๑ . ๑ . ๑ .
Will entró a casa soltando un bufido de fastidio, estaba cansado de lidiar con asesinos todo el día. Lo único que quería hacer era acurrucarse con el asesino serial con el que se casó y su cachorra, dormir hasta medio día y comer un poco de ese guiso extravagante que Hannibal hizo con los restos de un policía muy pedante.
Dejó sus cosas en su sitio, percatandose que todo estaba muy silencioso. Recientemente le había estado enseñando a escalar árboles a Abigail, y ahora la pequeña quería escalar cada mueble de la casa. Obviamente su hija era lista, primero verificaba la estabilidad del mueble antes de comenzar con su travesura.
Eso había causado dolores de cabeza a Hannibal, pero él mismo había aceptado que era un encanto ver a su pequeña tan energética como Will.
Comenzó a buscar en todos los alrededores de la casa, llegando a la habitación que ambos compartían. Hannibal estaba dormido, abrazando a Abigail que igual estaba dormida y en forma de un ovillo, con un dedo en su boca. Alrededor de la cama estaban los perros, cuidando el sueño de padre e hija.
Will sonrió, se quitó rápido los zapatos y se acostó a su lado, dejando a Abigail en medio de los dos, así se sentía cálido el nido de la familia. Hizo un pequeño chasquido con la boca para que los perros se subieran a la cama, sonriendo ante el calor de sus cuerpos peludos.
Su familia estaba completa.
— Will, los perros… — Murmuró entre sueños.
— Shhhh. Yo lavo las sábanas después. — Pegó su frente con la de Hannibal. — Ahora duerme.
Hannibal le dio una sonrisa dormida, volviendo a quedarse dormido. Will le siguió al poco rato, sintiendo cálido en su pecho por su familia unida.
Sólo eran él, Hannibal, su preciosa Abigail y sus perros. No podía pedir nada más.
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— ¡Te voy a atrapar, niña malvada! — Corría Will detrás de su hija con una sonrisa.
— ¡Jamás! — Abigail corría rápido hasta llegar a un árbol y comenzaba a escalar.
Will le siguió, admirando como su pequeña, de siete años ya, lograba subir con gran agilidad por las ramas del enorme árbol. Obviamente no sería tan descuidado como para exponerla a un peligro, le había mostrado desde antes los árboles a los que podía subir y a los que no, al igual que a comparar su resistencia.
Llegó hasta la copa del árbol, siendo seguida por Will. Ambos se miraron y sonrieron, con Abigail abrazando a su madre con fuerza mientras el Omega la llenaba de besos en su mejilla.
Se sentaron en una de las ramas más grandes, mirando hacia el horizonte mientras su cachorra se acomodaba en su regazo, con su cabeza pegada a su pecho. Es por estas vistas que amaba Virginia, eran preciosas y el clima frío que se filtraba entre sus huesos lo hacían el lugar perfecto para vivir. Le hacía feliz que Hannibal accediera a quedarse allí, aunque ahora su casita se veía diferente a cuando la compraron hace siete años.
Acariciaba el cabello de Abigail mientras se perdía un poco en sus pensamientos, divagando entre su propio palacio de memoria. Sonrió levemente al recordar la llegada de Hannibal a sus vidas, casi un año después del nacimiento de Abigail.
๑ . ๑ . ๑ .
Cuando su padre había insinuado dar en adopción a su hija una vez que naciera, decidió huir de ese lugar que por unos años pudo llamar “hogar”. Saliendo de esa cafetería fue a casa a hacer las maletas, juntar todo el dinero que tenía escondido en su habitación y en el garaje para esperar a que cayera la noche. Subió su maleta a su auto y manejó en la oscuridad de la noche, con su destino siendo Virginia.
Ser un Omega embarazado tenía sus ventajas, la gente con la que se topaba en sus descansos a comer era demasiado amable con él, le servían un poco más de comida de cortesía o le ayudaban a cargar sus cosas al auto. Ese tipo de atenciones jamás las recibió en Luisiana y no culpaba a la gente de su comunidad, había tenido que ocultar su embarazo todo el tiempo, pero lejos de allí ya no tenía de qué esconderse.
Con el dinero ahorrado pudo rentar un departamento lo suficientemente grande para él y cuando naciera su bebé, mientras trabajaría para después comprar una casita para ellos dos. Aunque parecía tener la situación bajo control, la verdad era que tenía mucho miedo, estaba aterrorizado de criar a un niño solo y siendo tan joven, a pesar de tener la edad para tener un hijo.
El día que nació Abigail fue el más hermoso pero a la vez el más aterrador que había vivido.
Estaba en el trabajo cuando comenzó su labor. Por fortuna para él había encontrado un trabajo como secretario en el Departamento de Policía, por lo cual su bebé recibiría la atención necesaria. Había corrido con muchísima suerte, encontrar un trabajo en un puesto público siendo un Omega y además esperando un cachorro solía complicar mucho las cosas, pero ahora la suerte corría de su lado.
Tenía la fortuna de no haber estado solo en ese momento, una Alfa llamada Beverly Katz, que se había vuelto su amiga, estaba con él en el momento que a Abigail se le ocurrió que sería gran idea llegar al mundo, mientras se estaba llevando a cabo un asalto en otro lado. La Alfa, a pesar de los regaños del comandante, decidió acompañar a su amigo al hospital y quedarse allí hasta que supiera que todo estaba bien.
Beverly se quedó en la sala de espera hasta que le informaron que la bebé de Will había nacido bien, era pequeña pero sana, y parecía que había nacido con sueño y el ceño fruncido, mismo que Beverly logró reconocer en la cara de Will.
— ¿Y cómo piensas llamarla? — Le sonrió mientras miraba a ambos.
— Abigail Marie. — El Omega sonrió mientras descubría su carita para que su acompañante la mirara. — Abigail porque me gustó su significado, Marie por mi abuela.
— Awww es un lindo nombre. — Sonrió enternecida hasta que comenzó a borrarla. — ¿Y su padre? Perdón si es muy invasiva…
Will se tensó, pero al final decidió ser sincero con ella y explicarle toda su situación. Al final del día, Beverly era la única persona que tenía en el mundo ahora.
— Y eso es todo… — Suspiró. — Desde hace meses encontré su contacto en una página de psiquiatría, el imbécil tiene un nombre demasiado exótico como para olvidarlo y me siento muy imbécil por haberlo olvidado tanto tiempo.
— ¿Y por qué no lo buscas? Digo, al menos para que sepa la existencia de esta pequeña cosita linda y no te deje solo.
El Omega lo pensó bastante, soltando un suspiro al pensar que su amiga tenía razón y asintió levemente. Lo haría al salir del hospital, necesitaba aclarar su mente un poco más.
Esa reflexión le tomó casi nueve meses.
๑ . ๑ . ๑ .
Para: Dr. Hannibal Lecter.
De: Will Graham.
Dr. Lecter, con toda la pena que cargo en mi espalda le envío este mensaje en espera de su respuesta…
Va a sonar extraño, pero usted y yo ya nos conocemos. Quizás no me recuerde pero yo a usted si, en parte. Primero me quiero disculpar al mentirle sobre mi identidad, me presenté con usted bajo el nombre de “John Smith”, pero mi verdadero nombre es Will Graham.
Un gusto.
No quiero extenderme más de lo necesario, yo a usted lo conocí en Nueva York hace casi dos años y tuvimos un momento íntimo, del cual resultó nuestra hija, Abigail Marie Graham. No lo culpo si no quiere ser parte de la vida de ella, pero quería que lo supiera. Mi dirección es la adjunta en esta carta, no espero respuesta suya, es más no sé porqué le estoy mandando esto, mis manos tiemblan mientras escribo pero quiero informarle de todo.
Sé de usted desde hace meses, pero tenía… TENGO miedo.
-Sin más que decir, Will Graham.
Hannibal, desde que leyó el nombre en la carta, sabía de quién se trataba. Le perdió el rastro cuando logró localizarlo en Luisiana, soltando un grito de frustración cuando descubrió que su Omega ya no vivía allí. Ahora él se había comunicado con él, y ya era padre.
Dios mío, ya era padre y no estaba allí.
Vio las fotos que le mandó el Omega en la carta, en una era aquel rostro hermoso del que se había enamorado, con esos ojos azules tan enigmáticos. La otra era de una bebé dormida con un mameluco de pollito amarillo pastel, su cabello castaño revuelto y sobre la cama. El corazón del Alfa se apretó contra su pecho, agradecido por decidir revisar el correo esa mañana en vez de esperar a la noche para leerlo.
Hizo unas cuantas llamadas a prisas para cancelar sus citas, entrando casi corriendo a su vehículo con el único propósito de llegar con el Omega. Se sentía como estar en una nube, flotando y alucinando por algo que había estado deseoso desde hace muchos meses.
El camino de Baltimore a Wolf Trap, donde residía el Omega, era aproximadamente de dos horas, él lo hizo en 50 minutos.
Cuando llegó al bloque de departamentos buscó el de su pareja, marcado con el número 86, y tocó desesperadamente la puerta. Escuchó el ladrido de un perro y luego unos pasos, la puerta se abrió con violencia y dejó ver a un Omega en pijama que le apuntaba con un arma directo a la cabeza mientras un perro, un cachorro de pelaje esponjoso y pinto, le ladraba.
El Omega abrió los ojos de sorpresa al encontrar aquellos ojos granate que lo cautivaron la primera vez, bajando lentamente el arma y haciendo un ruidito para que su mascota dejara de ladrar.
— Dr. Lecter…
— John. — La voz del Alfa sonó un poco burlona, pero era más en son de bromear. — El gusto es mío, señor Graham.
Will abrió la boca para hablar, pero las palabras se quedaron en su garganta cuando escuchó el llanto de su bebé. Tomó a Hannibal de la muñeca y lo jaló para meterlo a la casa, cerrando la puerta tras de sí y dejó el arma en la mesita de la sala para correr a la habitación, donde tenía a su pequeña en el nido que había construido. La tomó con delicadeza y comenzó a mecerla suavemente a la vez que liberaba su aroma para calmarla.
Hannibal lo había seguido de cerca, observando los movimientos de Will en cada momento. No iba a cuestionar el porqué tenía un arma justo donde estaba su hija, admiraba que su pareja estuviera dispuesto a defender a su hija hasta las últimas consecuencias.
También se dejó llevar por el aroma qué invadía el lugar, sin duda era el olor de su Omega combinado con el aroma a bebé y a leche, estaba frente a su familia y la vida de Hannibal acababa de cambiar en apenas dos horas.
— ¿Es ella? — Por muy tonta que fuera la pregunta, era peligroso invadir el territorio de un Omega con su cachorro cerca.
— Si. — Se sonrojó un poco al sentir el aroma del Alfa. — Ella es Abigail… ¿Quieres cargarla?
Hannibal asintió rápidamente con la cabeza, Will sonrió y le entregó a la bebé con suavidad una vez que había dejado de llorar. Se había asustado por los repentinos movimientos pero ya con las emociones de su madre controladas, ella estaba en paz.
El Alfa la miró, con sus mejillas regordetas y rojas por el llanto… Le recordaban a una ardilla roja, le recordaban a Mischa.
Por un momento recordó el momento en que su hermana nació, sintiendo un sentimiento más fuerte y puro que esa vez. Estaba sosteniendo a su hija, su carne y sangre, su niña.
Y esta vez nadie se la iba a quitar, nadie.
La mano del Omega se posó en su cara, limpiando las lágrimas que no se había dado cuenta que habían salido de sus ojos.
— Es perfecta, Will. — Sonrió mientras sus ojos se encontraban. — Ella es más que perfecta.
— Y es nuestra. — Will comenzó a llorar también. — Perdón mis modales, ahmm… ¿Te gustaría un café?
— Me encantaría.
Las oscuridades de ambos se sonrieron desde lo más profundo de sus almas, estaban contentas de volverse a unir y creando esa unión que los acompañaría por siempre, listos para proteger a su hija del mundo que la rodeaba.
๑ . ๑ . ๑ .
— Ahora, debes apuntar así. — Willl le ayudó a corregir su postura. — Recuerda lo que Beverly te enseñó.
— Lo recuerdo, pa’. — Sonrió sin quitar los ojos de su objetivo.
Cerró uno de sus ojos mientras veía a su presa correr, apuntando hacia su cabeza y disparando, viendo cómo la bala daba en el punto exacto de su cráneo, haciendo que cayera al suelo con un grito de miedo y un ruido sordo.
— ¡Le di! — Sonrió emocionada y se giró para ver al mayor. — ¿Lo viste, pa’?
— ¡Esa es mi niña! — El Omega la abrazó y comenzó a llenar su mejilla de besos. — Ahora vamos a llevarlo con papá para la cena, debe estarnos esperando.
Abigail, ya de trece años, asintió mientras se acercaba con su madre hacia el cadáver de aquel joven que le había hecho insinuaciones a su esposo en el supermercado aún con Will enfrente y que Hannibal había dicho que cazaría, pero él quería darle una sorpresa.
Desde hace un año Abigail había descubierto el pasatiempo y la manera de recolectar “carne” de sus padres y, en vez de estar asustada, estaba interesada en la actividad familiar. Pescar era una cosa, lo que hacían las vacaciones de verano cuando el clima se prestaba aunque a veces Will salía con sus amigos del FBI una vez al mes, pero cazar era algo que hacían regularmente, era como ir de shopping.
Sus padres le habían dicho que nunca lo hiciera sola hasta que cumpliera dieciséis años, hacer sus propios cuadros cuando cumpliera dieciocho y que sólo podía matar personas malas, gente descortés o en defensa propia.
Abigail Marie Graham-Lecter era hija del Destripador de Chesapeake y del Copycat. Esperaba que a ella también le dieran apodo cool, aunque ya había pensado en ahorrarle ese trabajo a la policía y ya tenía el suyo.
The Muse.
Posiblemente lo cambiaría más adelante, pero todavía había tiempo para eso.
Llegaron a casa, donde Hannibal estaba revisando su repertorio de recetas para la cena de esa noche, cuando escuchó que su marido le llamaba desde la cochera.
— ¿Qué pasa, Mylimasis ? — Miró a su esposo con curiosidad.
— Lo que pasa, mon amour, es que Abby y yo trajimos la cena. — Alzó la lona que cubría la parte trasera de la Cheyenne. — De nada.
— ¡Pa’ me dejó disparar! — La pequeña dio unos brinquitos en su lugar. — ¿Lo hice bien?
Hannibal parpadeó un par de veces, perplejo, y luego miró a Will. Su hermoso rostro estaba cubierto por una ligera barba y ya no se veía tan joven, pero seguía siendo igual de hermoso. Sonrió cautivado mientras lo tomaba de la cintura y después miraba a Abigail.
— Lo hiciste excelente, ma vie. — Acarició la mejilla de su hija con su mano libre. — Ahora ve a limpiarte, para que me ayudes a cocinar.
— ¡Ya voy, papá! — La menor asintió y salió corriendo a su habitación y al baño.
Will abrazó a Hannibal y lo besó delicadamente en los labios, se separó y lo miró a los ojos con amor.
— ¿Alguna vez te imaginaste que estaríamos así? — Sonrió enamorado.
— De hecho, si. — Sonrió mientras sentía que todo se movía en cámara lenta. — Si nos hubiéramos encontrado antes…
— ¿A qué te refieres?
Comenzó a sentir frío, y no del que le gustaba. La sensación de ardor en su nariz y el dolor de huesos no estaba allí, en su lugar estaba un dolor tan fuerte en el estómago que quería hacerlo vomitar, una pesadez en cada parte de su cuerpo que le provocaba hiperventilar.
Todo a su alrededor se volvía oscuro, se derretía en una especie de brea que escurría por las paredes y lentamente los cubría, pero Hannibal ya no estaba entre sus brazos, estaba abrazando a una extraña bestia alta con astas enormes. Quería salir corriendo para proteger a Abigail pero sus piernas estaban atrapadas en la extraña masa, cubriéndolo lentamente y haciendo que fuera bajando lentamente al suelo.
Su cuerpo estaba siendo cubierto y atrapado, dejando su rostro hasta el final mientras la criatura extraña lo miraba con esos ojos blancos endemoniados. Un grito salió desde lo más profundo de su garganta, llamando a su Alfa, buscando a Hannibal.
. ⸸ .
Abrió los ojos de golpe, despertando por la fuerza de su propio grito Omega. Observó a su alrededor, estaba en su casita de Wolf Trap, los perros desde sus camitas lo miraban preocupados e incluso Winston y Harley se habían acercado a la cama para darle consuelo por lo asustado que se veía.
Estaba empapado en sudor, asustado y angustiado. Se llevó la mano a su vientre y pudo sentir la textura de su cicatriz. Will Graham se había prometido hace años ya no llorar, pero esa noche no pudo más. Se sentó en la cama y juntó sus rodillas en su pecho, abrazando sus piernas mientras su frente descansaba en sus rodillas y lo hizo, lloró amargamente durante un rato, soltando gritos de frustración.
Esa pudo haber sido su vida si no hubiera sido un cobarde, si el destino no hubiera sido cruel con él, si la gravedad hubiera actuado a su favor una sola vez.
Pero el “hubiera” no existe, como la familia que Will había construido en su cabeza con Abigail y con Hannibal.
Notes:
Esa no se la esperaban, ¿Verdad?
Estaba preparando el sig cap cuando vi que ya son 100 kudos KEEEEEEEEEEEE
Neta muchas gracias, me emociona mucho ver que hay gente que disfruta de esta historia que me estoy sacando del culo, me hace feliz que la disfruten mucho uwu ❤❤
JAJAJAJAJAJA gracias por leer, ya somos más de 1,500 lecturas y 100 kudos, 100 personas que les gusta esto y lo agradezco mucho :')
Bueno ya, que parezco político en campaña.Los quiere mucho, Coatl Uzumaki 💕
Chapter 13: What you and I need is just time to start our lives over again
Notes:
México no conoce puntos medios entre morir deshidratados o ahogados... México es un server de Roblox ಠ_ʖಠ
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Un par de semanas después, Abigail se encontraba en su antigua casa una vez más, armando sus maletas con todas las pertenencias que quisiera llevar. Le habían encontrado ya una familia de acogida que cuidaría de ella hasta que fuera a la universidad y eso era bastante alentador en cierto punto.
Lo sería aún más si ese sentimiento de ser una impostora se alejara de ella. Por más que hablara con su terapeuta, con Hannibal y Will, con Marissa o consigo misma, no lograba alejarlos de su ser. Sentía que estaba mal el llegar a invadir otro hogar, aunque fuera consciente de que la familia a donde iría habían puesto sus datos para recibirla, que los habían entrevistado y estaban de acuerdo en recibirla y que estaría bien.
Tendría una vida normal, como si fuera una adolescente normal de casi quince años que estaba traumatizada y no como una chica rara que sentía deseos de hacerle daño a los demás.
Ella no compartía sus pensamientos bañados de sangre con nadie más, ni siquiera con quienes le ayudaron a encubrir su crimen.
Pensaba que ellos la juzgarían, la atacarían o posiblemente hablaran con el FBI para internarla en el Hospital de Baltimore para Criminales Dementes. No tendría sentido que la envíen allí, pero su mente le jugaba malas pasadas al imaginar que la encerrarían en ese lugar.
— Hey, nos seguiremos viendo. — Le sonrió Marissa para tratar de animarla. — No te mudarás muy lejos de aquí, puedo ir en autobús.
— Lo sé, es sólo que me siento mal con toda esta mierda. — Se pegó a la pared, mirando su antigua habitación. — Me siento como una rata en la alacena de alguien…
— Bueno, puede ser que así sea al principio pero después te podrías acostumbrar.
— Voy a intentarlo. — Le sonrió levemente.
— ¡Abigail! — Le llamó una suave voz desde el piso de abajo. — ¿Ya estás lista?
— ¡En un momento, Sra. Foster! — Se apresuró a cerrar su maleta. — Al menos ellos son cálidos, una familia tradicional.
— ¿Alfa y Omega?
La menor asintió mientras bajaba su maleta de la cama al piso. En ella llevaba varias mudas de ropa, cosas esenciales, sus documentos, algunas fotos con sus padres de cuando era pequeña y el peluche de Bambi que le había dado su padre en Navidad cuando tenía cinco años.
Quizás no eran sus padres biológicos, pero ellos la habían querido durante toda su vida y siempre mantendría esos recuerdos en su mente. A veces, le gustaba imaginar su mente como una enorme casona con varias habitaciones, en cada una almacenaba los momentos buenos, los malos, los que le daban vergüenza y con los que le gustaba deprimirse de vez en cuando.
Incluso tenía una habitación dedicada a Hannibal y Will, la que tenía la puerta más bonita por la perilla de plata y de caoba. Todos los momentos con ellos, iniciando con el momento en que se conocieron, estaban preservados allí y, cuando se sentía sola, podía cerrar los ojos y estar con ellos un rato.
Ahora, mientras se iba hacía lo que sería su vida hasta cumplir la mayoría de edad, se estaba guardando en una vitrina que se parecía a una que tenía su tía, donde se guardaban los platos para las “ocasiones especiales” que nunca se usaban. Así se sentía ella, metiendo las manos donde no debía meterlas.
Ambas adolescentes bajaron, encontrándose con los Foster: Molly y Sam. Eran una pareja adorable y ambos tenían un hijo llamado Walter. Habían decidido ser una familia de acogida desde antes del nacimiento de su hijo y lo seguían siendo hasta la fecha. Primero como un hogar temporal y ahora, con Abigail, era la primera vez que cuidaban a un cachorro hasta la edad adulta.
— Ya estoy lista. — Se puso frente a la mujer de forma nerviosa.
— Muy bien, querida. — Le sonrió cálidamente la mujer rubia. — Vamos, Sam ya nos espera en el auto.
La chica asintió y siguió a la mujer junto con su amiga. Molly le ayudó a subir su maleta mientras ella se despedía de Marissa.
— Va a ser raro estar en la escuela sin ti. — Suspiró la Alfa. — Me tienes que poner al tanto de lo que pase en tu nueva escuela, y no tengas otra mejor amiga o voy a enfadarme.
— No lo haré. — Sonrió divertida para después abrazarla. — Tú tampoco me olvides.
— Jamás, iré a molestar cada vez que pueda. — Sonrió para después separarse. — Cuídate, Abby. Manda un mensaje cuando llegues.
La Omega asintió y se subió al carro con la mujer, metiendo su maleta en la cajuela y viendo por la ventana su antiguo hogar, que estaba custodiado por una patrulla de policía en lo que iban por sus pertenencias.
Al menos tuvo la fortuna de poder despedirse de Hannibal y Will esa mañana. Habían ido de forma exprés al enterarse que ya habían encontrado un hogar para ella, al parecer el FBI quería limitar el contacto de Abigail con Will debido a la cercanía que se estaba formando.
La casa se hacía cada vez más pequeña conforme se alejaban, la vida que Abigail había tenido hasta ese momento estaba cambiando en dos meses y se sentía sola. No tenía a nadie con ella, y eso causaba un sentimiento de soledad.
Sus primos de vez en cuando le mandaban mensajes pero era de incógnito, los adultos en su familia la culpaban como lo hacía su padre, y eso le causaba un hueco en el estómago.
Desvió la mirada al lado izquierdo, los árboles se veían secos por el cambio de estación. La familia de ciervos emplumados corrían detrás de ellos, no querían dejarla sola y ella se sentía acompañada.
Quizás eran sus padres biológicos cuidando de ella, aunque pensar en ellos le causó un sentimiento extraño, como si el vacío de su interior creciera más al pensar que no fue deseada.
Hasta ahora tenía muy pocas pistas. Nació en Luisiana, sus familiares no sabían que era adoptada, sus padres no lo sabían… ¿Sus padres no lo sabían?
Cerró los ojos para fingir que estaba dormida, cuando en realidad estaba buscando en las habitaciones de su casona mental. Llegó a la puerta vieja que tenía agujeros de bala y entró en ella.
Podía ver y sentir la escena, los brazos de su padre agarrándola con fuerza, la navaja en su cuello, la sangre brotando, la furia en los rostros de Hannibal y Will. Todo.
Se concentró en los gritos, en los reclamos de su padre hacía ella que no tenían sentido.
“¡Tú debiste morir y no ella!”
“¡Maldita sea la hora que hice ese maldito trato!”
“Debí hacer esto hace tantos años, Abigail…”
Okay, esas eran palabras sueltas que de primera mano no tenían sentido. Su padre hablaba de otra persona, de otra bebé. Quizás tuvo una hermana mayor y ella era “el bebé de repuesto”.
No, lo sabría. Un detalle así, por muy oscuro que sea, no se le podría esconder a un hijo y su madre le había contado las dificultades que había tenido para quedar embarazada, incluso sabía que ella era un “bebé arcoíris” debido a un aborto previo.
Entonces, ¿Por qué su padre le habló de esa forma? ¿De dónde venía todo ese rencor? Ella no era producto de una infidelidad, las pruebas de ADN allí estaban y no era hija de ninguno.
Le dolía la cabeza el sólo pensarlo, pensar en cosas que no la estaban llevando a nada.
Comenzó a plantearse la idea de ir a Luisiana. Ella recordaba que en su acta de nacimiento decía que había nacido en un hospital de Baton Rouge.
Bien, eso estaba cerca del Río Mississippi. No habría forma de perderse si seguía la carretera cerca del río. Los Foster vivían en Clearwater, sería fácil iniciar la travesía desde donde iba a vivir hasta Baton Rouge.
Un vuelo en avión sería mucho más barato y sencillo, pero dudaba mucho que los Foster la dejaran ir, aunque fuera con ellos. No podía pedirle ese favor a Hannibal y Will por las implicaciones legales, la ley pensaría que la estaban secuestrando.
Soltó un suspiro pesado, debía plantearse bien su plan para ir hasta allá.
— Abigail. — Se escuchó un suave susurro de mujer hablarle. — Hemos llegado.
La Omega fingió abrir los ojos con pereza, observando a su alrededor. La casa de los Foster se veía muy acogedora y cómoda, era muy linda a decir verdad y eso la hacía sentirse peor.
Los tres salieron del carro, al mismo tiempo un niño de apenas seis años salió corriendo de la casa y se acercó a los mayores.
— ¡Mami, papi! — Se abrazó a la pierna de su madre con una sonrisa.
— Wally, pequeño. — La mujer lo cargó y se acercó a la chica. — Abigail, él es nuestro hijo Walter.
— Hola. — Le sonrió tímidamente.
— Abigail va a vivir con nosotros ahora, campeón. — Habló Sam mientras le revolvía el cabello al cachorro. — Tienes que portarte bien con ella.
El niño asintió levemente, pensando más en que ahora tendría una compañera de juegos a su lado, alguien con quien divertirse después de la escuela.
— ¿Va a ser como Irene? — Miró a su madre.
— Algo así. — Le sonrió con amor. — Vamos, hay que mostrarle su habitación a Abigail.
Bajó al cachorro, quien salió corriendo de nuevo a la casa mientras le llamaba a su abuela para que fuera a conocer a su nueva amiga.
— ¿Irene? — Preguntó la chica.
— Era una pequeña que vivió con nosotros mientras sus tíos la recogían. — Sonrió levemente Molly. — Espero que te sientas en casa.
— Si necesitas algo, te ayudaremos. — Sam abrazó a su mujer por la cintura. — No dudes en acercarte a nosotros para pedir ayuda.
— Gracias, se los agradezco mucho. — Sonrió levemente. — Por ahora me gustaría llamar al Sr. Graham y al Dr. Lecter, les había dicho que les avisaría cuando llegara.
— Oh, claro. — La mujer se separó de su esposo y guió a la chica a la casa.
Los tres entraron a la casa, donde una mujer mayor los recibió con una leve sonrisa y comenzó a platicar con los adultos mientras se dirigían al comedor. Primero era comer, mostrarle la casa a Abigail y después le darían su espacio para instalarse.
Y Abigail necesitaba energía, ya tenía un plan que necesitaba perfeccionarse, aunque su planificación le llevaría meses. Necesitaba tener una cabeza fría, insumos y dinero.
Iba a encontrar a sus padres biológicos, quería respuestas y las iba a obtener.
๑ . ๑ . ๑ .
— Eso es genial, Abigail. — Sonrió nostálgico Will. — ¿Cómo es tu habitación?
— Más grande que la anterior. — La Omega estaba recostada en la cama.
Hannibal y Will estaban en la oficina del Alfa. Will había llegado allí apenas tuvo tiempo de escaparse de Jack Crawford y había estado esperando pacientemente la llamada de Abigail, aunque había tenido que encerrarse en el baño privado de Hannibal cuándo llegaba un paciente.
Ya se estaba desesperando cuando su teléfono sonó al mismo tiempo que el Alfa estaba despidiendo a Franklyn, contestando al segundo timbre y poniendo el teléfono en altavoz para que ambos escucharan y hablaran.
— Nos alegra que estés cómoda. — Habló Hannibal. — Recuerda portarte bien, estás en un lugar desconocido.
— Lo haré, papá. — Sonrió de forma sarcástica.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de la pareja, se escuchaba tan natural en Abigail llamarlos así que lo más profundo de sus almas se sintió complacido.
— Y ten cuidado, pero trata de hacer amigos allá.
— Si, mamá. — Volvió a soltar sarcásticamente pero sonriente.
La ventaja de estar a miles de kilómetros es que Abigail no podía ver lo que esas palabras habían causado en ellos. Como sus oscuridades internas ronroneaban complacidas por las palabras de la adolescente.
— ¿Estás emocionada? — La voz de Will salió un poco quebrada.
— Consternada es la palabra correcta… — Soltó un pequeño gruñido. — Mi cara salió en televisión nacional y tengo una herida en el cuello que pensé que era menos obvia. Walter me hizo muchas preguntas sobre ella.
— ¿Walter? — Hablaron los dos al mismo tiempo.
— El hijo de los señores Foster, es agradable aunque hace muchas preguntas. — Alzó un poco los hombros. — Quizás porque no he convivido con niños desde la primaria.
— Aún así no seas grosera con él. — Habló Hannibal. — Iremos a visitarte en la primera oportunidad.
— Los estaré esperando con ansias. — Sonrió levemente. — Los extraño…
Un nudo se formó en la garganta de Will mientras el dolor en el hombro de Hannibal se extendía por todo su omóplato. Tener a su Omega así de cerca hacía que sus angustias se sintieran más fuerte, el dolor a carne viva.
— Y nosotros a ti. — Respondió Will. — Estaremos pronto allí contigo.
— Lo sé. — Un pequeño ronroneo escapó de su garganta. — Debo irme, tengo que terminar de acomodar mis cosas.
— Descansa, Abigail.
— Descansen ustedes también. — Sonrió cálidamente.
La llamada terminó, pero tanto el Alfa como el Omega estaban en shock por lo que habían escuchado. Si, sabían que era un tono sarcástico el que había usado, una forma de burlarse, pero ellos lo sintieron tan natural, las bestias en su interior estaban dopadas y contentas.
— ¿Crees que Abigail nos vea como sus padres? — Se animó a decir Will, guardando el teléfono.
— Instintivamente, somos sus padres ahora. Su subconsciente nos relaciona con seguridad, hogar, protección. Algo que los cachorros buscan en sus padres.
— Y nosotros se lo damos….
— Es correcto.
Ambos se quedaron en silencio unos minutos que se sintieron horas, estaban procesando la información.
— Pero… No somos normales.
— ¿Qué?
— Abigail merece estabilidad, alguien que esté en sus cinco sentidos para guiarla, y nosotros… — Se levantó de golpe. — Tú eres capaz de encubrir un asesinato, yo pienso en matar gente todo el tiempo, ¿Qué clase de vida sería esa?
— Will, nosotros hacemos lo que creemos que es correcto para ella. — Le siguió por toda la habitación. — No haríamos nada que no fuera para protegerla.
— ¿Y si algún día pienso en matarla? ¿Matarte a ti? — Los ojos del perfilador estaban llorosos, en medio del ataque de ansiedad. — ¿Qué tal si lo hago?
— Will…
Hannibal se acercó y lo tomó de la mandíbula con ambas manos para que lo viera a los ojos. Podía ver cómo el dorado tomaba poder en el azul del iris del Omega, estaba presentando los cambios de humor esperados al estar cerca de su límite. Quizás una semana más y su cuerpo empezaría a manifestar el celo.
— No va a pasar nada de eso. — Lo tomó con firmeza. — Abigail va a estar a salvo dónde está, y nosotros estaremos para ella cuando lo necesite.
Will se quedó embobado en esos ojos granates y rojos, asintiendo con la cabeza y bajaba la mirada.
— Lo siento. — Suspiró. — Me siento cansado, estresado. Jack no deja que haga mi trabajo, y ahora están Freddie y Frederick jodiendo por protección.
— Bueno, que el Destripador de Chesapeake y el Copycat hayan dejado dos cuerpos de mujeres pelirrojas es un descuido de su parte.
Lo soltó suavemente, guiando a ambos hacía el diván donde antes estaban sentados.
— Si, qué tontería. — El aroma de Will se asentó un poco. — Son unos idiotas, y Jack quiere hacerme regresar al trabajo de campo gracias a ellos.
— Confía en ti para atraparlos.
— Pues que se busque a otro perro rastreador para eso, yo estoy muy bien con mis clases y ayudar en consultas de vez en cuando.
Hannibal podía sentir la molestia en la voz de Will, era una persona que estaba acostumbrada a vivir a su ritmo y que alguien como Jack Crawford se metiera en la paz mental del Omega era demasiado.
Tenía el regalo perfecto para cortejar al Omega, sólo debía esperar un poco más a que se estabilizara todo a su alrededor y tener el golpe final, por ahora debía cortejarlo de otra forma.
— Hay una función de ópera la próxima semana, me gustaría que me acompañaras.
— ¿Qué? ¿Por qué? — Lo volteó a ver con curiosidad.
— Normalmente voy solo, pero sería agradable ir con alguien. — Le sonrió levemente.
El Omega lo pensó un momento. A ese tipo de eventos iba gente extravagante como el Alfa, gente de dinero que iba a pavonearse, beber vino, presumir de sus parejas jóvenes y a hacer negocios. Sabía que Hannibal no era así, no iba a guardar las apariencias, él iba porque de verdad disfrutaba del espectáculo.
Declinar sería grosero, después de todo él ha estado ayudándole con todo este problema desde el caso Hobbs, están formando un vínculo que ya estaba iniciado. Si ya lo había escogido como pareja en el pasado y aún lo quería era por la compatibilidad de ambos.
Necesitaban conocer todos sus mundos, Will debía entrar al suyo como Hannibal lo hacía.
— Bueno, está bien. — Le correspondió la sonrisa. — Iré contigo, pero con una condición.
— Haré lo que me pidas, Will.
— Después iremos a pescar. — Su sonrisa se agrandó. — Tiene mucho que no lo hago y el río se está congelando, es perfecto para pescar.
Hannibal pensó que le pediría otra cosa, quizás que no se “comportara como un idiota”, pero eso era lo que le encantaba de Will, lo impredecible que a veces llegaba a ser.
— Trato hecho.
La sonrisa de Will iluminó más su rostro, se acercó al Alfa y le dio un beso rápido en los labios.
Hannibal iniciaba el contacto físico, sentirse en confianza de tocar a Will cuando todo el mundo sabía que él no dejaba que nadie se acercara lo hacía sentirse con poder sobre el Omega, nunca esperaba que fuera correspondido.
Pero que Will lo besara por su propia voluntad era algo que le calentaba el pecho, lo hacía feliz y ronronear aunque tuviera que tragarselos. Él nunca lo había besado primero, sólo correspondía.
Quizás el día de la ópera sería el Alfa quien lo besara primero.
— Creo que debería irme. Los perros no han comido y deben estar esperándome. — Sonrió levemente.
— Entonces ve, no quiero romper la confianza que han puesto en mi al robarte más de la cuenta. — Le correspondió la sonrisa.
Ambos se levantaron, Will tomó su chamarra del diván y se la puso mientras Hannibal se acercaba a su escritorio para acomodar sus notas. El perfilador se acercó al psiquiatra y volvió a besarlo para despedirse de él y luego se marchó.
Hannibal se sentía inspirado, enamorado. Tenía varias emociones encima que necesitaba procesar y sacarlas, lo haría de la forma que sabía hacerlo.
Ya tenía a una víctima en mente.
๑ . ๑ . ๑ .
El cuerpo estaba dentro de un ataúd abierto, su torso estaba abierto de igual forma y cubierto de flores amarillas, con algunas pintadas de rojo debido a la sangre brotando del cadáver. En donde debía estar el corazón había rosas blancas, algunas con sus pétalos ya decolorados en rojo.
Estaba cubierto con una tela de seda blanca que igualmente se pintaba de rojo, a su alrededor en el interior del ataúd tenía varias flores de colores, en especial rojas y azules.
Era un hombre Omega, quizás cerca de sus cuarenta. No era estadounidense, el documento de identidad que encontraron en un callejón cercano decía que era italiano y respondía al nombre de Anthony Diamond.
Su rostro se veía tranquilo, sereno. Quizás murió mientras estaba dormido, lo cual es el mejor de los casos.
— ¿Esto es obra del Destripador? — Preguntó Jack, mirando al Omega agachado en la escena.
Will, escondido detrás de sus lentes, observaba el rostro de la víctima. Era similar a él, y algo en el interior le decía que eso era para él. Era un regalo para Will Graham.
— ¿Will? — Se acercó Beverly.
— Dame espacio, Bev. — El Omega volteó a verla y le sonrió levemente.
La Alfa asintió y se alejó junto con Jack. El Alfa feliz de que su perfilador quisiera cooperar al fin.
Will se incorporó y cerró los ojos, dejando que el péndulo se moviera y todo a su alrededor se desvaneciera. Estaba él y el ramo de flores, su regalo.
Este Omega se ha acercado a mi, pero no eres tú. Mi Omega es especial, es igual a mi, tú eres una copia de él y le faltas al respeto con tu sola presencia y tu coquetería.
Te he tratado de alejar de mi, pero no respetas límites. Es una pena, me agradabas al principio, incluso conozco a un Alfa que sería el indicado para ti pero no me das más opción.
Serás un lindo detalle para ese Omega que tanto quiero, que tanto anhelo. Él sabrá apreciarte.
Este es mi diseño.
— ¿Y bien? — Se acercó Jack cuando lo vio abrir los ojos, a su lado estaba Beverly.
— Si, es el Destripador. Al parecer está enamorado.
— ¿Enamorado?
“De mi”, dijo para sus adentros.
— Si, quiere cortejar a un Omega que ha llamado su atención.
— ¿Crees que ese Omega sea el Copycat ? — Preguntó Beverly.
— ¿El Copy Cat es un Omega? — Alzó la ceja el Alfa.
Ambos se miraron entre sí y luego al Alfa, asintiendo con la cabeza. La oscuridad de Will se había sentido tremendamente ofendida ante sus dudas.
— Tu imitador es un Omega, Jack. No tiene la fuerza de un Alfa, pero eso no quita de lo que es capaz.
Will se alejó de la escena, estaba algo conmocionado por lo que acababa de ver. El Destripador de Chesapeake quería cortejarlo y él no estaba asustado, no quería salir corriendo, él estaba pensando en cierta persona en ese momento.
Estaba seguro de ello, pero quería escucharlo de él.
Notes:
El futuro de México decidió no ir toda la semana a la escuela XD jajajaja nunca había usado tanto un mapa de USA hasta ahora y se siente raro, pero es muy bonito Luisiana, me gustaría ir un día allá
Chapter 14: I've smelled the plastic daisies
Chapter Text
La semana había pasado sin mayor incidentes para los tres, sólo un par de asesinatos por allí y por allá, entre ellos un “regalo” que el Copycat le había dejado al Destripador de Chesapeake, que había sido un hombre arrodillado frente a la iglesia, en sus manos tenía su corazón aunque le faltaba un pedazo considerable.
Will Graham había interpretado eso como un “te ofrezco la mayor parte de mi corazón”, este asesino imitador había aceptado corresponder el cortejo del Destripador, gracias a esto al fin Jack Crawford había entendido que su nuevo dolor de cabeza era un Omega, para su muy mala suerte.
Igual el instinto asesino de Abigail Hobbs se había despertado, recordaba con extraña satisfacción el haber matado a Nicholas Boyle y quería repetirlo, eso la hacía sentirse como un monstruo por más que trataba de grabarse las palabras de Hannibal en que no lo era.
Trataba de enfocarse más en ella misma, en su nueva vida, en su nueva escuela.
Empezó a construir un traje de persona para camuflarse entre las personas, sobre todo para escapar de los chismes de la gente que la veían con lástima. El vecindario donde vivían los Foster era pequeño, por lo cual la mayoría de la gente sabía al menos lo importante.
Eso no le gustaba, le hacían sentirse extraña, observada todo el tiempo. Su primer día de clases fue básicamente ella escondiéndose de las miradas chismosas, cubriendo lo mejor que pudiera su cuello si es que se llegaba a asomar la pequeña rajada en su cuello, no se imaginaba cómo serían las cosas si esa herida fuera más grande.
Para su fortuna, la atención se desvió a otro Omega que tenía el lado izquierdo de la cara llena de pequeñas cicatrices; una estaba en su ceja, otras dos cerca de su boca y mandíbula, dejando al último la más grande, que iba desde mitad de su mejilla hacia su oreja. Su cabello negro las ocultaba bien de los mirones, aunque no siempre era eficiente.
— Este país es una porquería. — Soltó en un suspiro.
— Sé a lo que te refieres. — Le dio la razón Will. — Malditos insensibles, como si no hubieran visto heridas antes.
Había estado en llamada alrededor de diez minutos, la Omega necesitaba hablar con alguien y Molly Foster había sido su primera opción, pero no sentía que ella fuera a entenderla como lo hacía el perfilador.
— Pero una cosa son las cicatrices del celo y otra muy distinta… Estas cosas. — Se rascó un poco el cuello, soltando una que otra costra pequeña que quedaba. — ¿Cómo le hiciste para que dejaran de verla?
El castaño pensó un momento, buscando la respuesta.
— A decir verdad, nunca me ha importado. — Alzó los hombros. — Si me dejé la barba fue para dejar de tener cara de bebé, un policía no puede tener cara de bebé.
La menor soltó una risita, esa respuesta era una de esperarse por parte del mayor.
— Quizás deba hacer lo mismo… Que no me importe la opinión de otros. — Suspiró cansada. — ¿Qué crees que Hannibal opine?
— Va a sacar una analogía de mierda sobre la belleza interna o algo así, te va a tocar preguntarle.
— ¿Cuándo crees que regrese?
El Omega hizo una mueca al no tener una respuesta para esa pregunta. Desde hace días no había visto al Alfa y apenas le respondía los mensajes de forma rápida. Supuso que estaría ocupado, pero le recordaba que tenían una cita pendiente para el sábado en la noche.
Se sonrojó levemente al imaginar que estaba liberando espacio en su agenda para su “cita”.
¿Era una cita de verdad?
— Quizás lo vea el fin de semana. — Sonrió levemente. — Hicimos un trato, él me llevará a uno de esos eventos de estirados ricos y yo lo llevaré de pesca, es un trato demasiado justo.
Sonrió más al escuchar una risa divertida por parte de la Omega.
— No me imagino a ninguno de ustedes en ese tipo de lugares, deben quererse mucho como para aceptar.
— ¿Y por qué aseguras que nos queremos? — El sonrojo de Will se hizo más marcado. — Puede que simplemente nos caemos bien y ya.
— Porque nadie que “le cae bien una persona” miraría con tanta adoración a otra persona que “le cae bien”. — Abigail sonrió, mirando al techo. — Ya quisiera que alguien me mirara así.
— Algún día te llegará… — Frunció el ceño rápidamente. — Cuando tengas sesenta.
— Okay mamá. — Volvió a soltar de forma sarcástica.
Will se estremecía cuando Abigail lo llamaba así, era algo cálido en su pecho que le llenaba de un lindo sentimiento, una forma de llenar el vacío que su oscuridad protegía con garras y dientes.
— Muy bien, señorita. — Will soltó una risita divertida. — Ahora ve a hacer tu tarea o lo que sea que hacen los adolescentes.
— Beber y fumar hierba, entendido. — Sonrió de forma burlona. — Los llamo después, me cuentan cómo fue su “salida de gente que se cae bien”.
— Hasta luego, Abigail.
— ¿Y por qué no “adiós"? — Soltó confundida.
El castaño no lo pensó, era un pensamiento con el que había crecido.
— Porque no me gusta decir “adiós”.
“No quiero decirte adiós…”
La menor parecía entender, a lo cual simplemente asintió y sonrió.
— Hasta luego, Will.
Ambos colgaron casi al mismo tiempo y el Omega suspiró pesadamente, frotándose la cara con ambas manos una vez que el celular cayó en el asiento del sillón. Se sentía a la deriva en ese momento, sin saber qué demonios estaba haciendo ahora.
Se levantó de su lugar y se sirvió un vaso de whiskey para después encender todas las luces de su hogar, saliendo del mismo y caminar hasta el árbol más lejano, seguido por sus perros que querían jugar en la nieve a excepción de Ellie, que lo miraba con ojitos tristes desde la puerta.
— No Ellie, esta vez no voy a intentarlo. — Dejó el vaso en el suelo y le enseñó las manos para que viera que estaban libres. — Sólo necesito pensar.
La perrita pareció satisfecha con esa seña pues no podía escuchar las palabras de su dueño, así que se recostó en el cojín que tenía allí, quedándose dormida al poco rato.
El Omega miraba su casa, definitivamente era más un barco que un faro. Verla entre la neblina de la tarde parecía entonar perfectamente en cómo se sentía en ese momento, perdido y desorientado.
Le dio un trago a su vaso, sintiendo el líquido frío gracias a haber estado en la nieve, y cerró los ojos, sintiendo como un perro, posiblemente Winston, recostaba su cabeza en su muslo. Seguía idealizando el pensamiento de familia que tenía ahora gracias a los recientes hechos.
Había hablado de lo que sentía con otras personas además de Hannibal, siendo Alana y Beverly. Si bien el Alfa le daba una respuesta que se adecuaba a toda esa mierda biológica e instintiva, Alana le había dicho que era su forma de sobrellevar el luto que cargaba sobre sus hombros y que tantos años había sido reprimido.
Beverly, siendo Beverly, había sido más idiota y le había dicho que debería casarse con Hannibal para que ambos adoptaran a Abigail y tuvieran su familia tradicional.
No hace falta decir que cierta Alfa terminó con un moretón del tamaño de una naranja en el hombro.
Su meditación se vio interrumpida cuando los perros comenzaron a ladrar, sintiendo como Winston se levantaba de su sitio e iba con el resto de sus hermanos. Cuando abrió los ojos vio al Alfa que estaba ocupando sus pensamientos en ese momento, saludando tranquilamente a los caninos y acercándose a Will.
El perfilador no hizo un esfuerzo real por levantarse, simplemente sonrió cuando Hannibal se sentó a su lado y ambos miraban la casa.
A Will, teniendo a Hannibal tan cerca de esa forma, le llegó el olor a adrenalina del mayor junto con un olor demasiado familiar para él.
Hannibal Lecter olía a sangre, pero no era su sangre.
De donde quiera que haya salido o estado, había pasado una cantidad absurda de tiempo para que el olor a sangre se pegara a él.
Quería preguntar, tenía unas ganas demasiado insanas de meterse en lo más profundo de su mente y averiguar de dónde había sacado ese olor. No podía hacerlo, debía disimular lo mejor que pudiera mientras obtenía esas respuestas.
— ¿Estás armado?
— Normalmente la gente se saluda con un “hola”. — Sonrió de forma burlona. — No.
El rubio sonrió de igual forma.
— Hola, me alegro. — Volteó a mirarlo. — Lamento mi ausencia, tenía que arreglar algunas cosas.
— No te preocupes, no te había extrañado. — Mintió mientras le regresaba la mirada.
De todas formas, Hannibal sabía que eso era una mentira.
— Yo sí lo hice. — Su vista regresó al frente. — Aun así quiero disculparme, los he dejado de lado.
— Abigail preguntó por ti, ¿No la has llamado?
— Hablé con ella el martes y ella me preguntó por ti.
— Jajajaja ella trata de unirnos. — Suspiró suavemente regresando su vista a la casa. — No es que no me guste tenerte aquí, pero… ¿Qué haces aquí?
— Había extrañado tu mal genio todo este tiempo. — Sonrió. — Y también para darte algo.
— ¿Darme algo? ¿Cómo que? — Volteó a verlo ahora con curiosidad.
— Vamos adentro.
Ambos se levantaron y limpiaron un poco la nieve de sus ropas para avanzar. Will entró a la casa para poner un poco de café en la cafetera mientras Hannibal iba a su auto. Cuando salió de la cocina, el Alfa ya estaba en la sala.
A Will no le dio tiempo de buscar una respuesta al olor a sangre, pero ahora con el Alfa de regreso ese olor parecía disiparse, solamente estaba el olor a madera y granada del mayor y eso pareció ser suficiente para relajar su cuerpo.
Quizás estaba oliendo cosas de nuevo. Un efecto secundario de su “condición”.
Miró las manos del Alfa, traía una de esas bolsas para ropa y se veía abultada. Ahora tenía curiosidad.
— ¿Qué es? — Ladeo un poco la cabeza.
— Perdón por el atrevimiento, pero te había prometido un traje para la ocasión. — Sonrió estirando un poco la bolsa. — Quizás necesite unos ajustes para amoldarse a tus medidas, pero podemos ir en una hora.
— Hannibal… — Las mejillas del castaño se pusieron rojas. — Joder, no debiste-
— Quise hacerlo. — Le estiró la bolsa al Omega. — Anda, ve a probartelo.
Will asintió y tomó el traje para después caminar rápido al baño.
— ¡En la cocina hay café! — Gritó antes de cerrar la puerta.
El Alfa hizo un movimiento con la cabeza en señal de agradecimiento y entró a la cocina del Omega, dándole su espacio.
Will, de manera torpe por el espacio reducido, se puso el traje, siendo de lo más cuidadoso, quería mantenerlo lo más pulcro que podía.
Se miró al espejo. El traje era de un color azul petróleo con una camisa negra rayada, que eran de color gris. Las prendas se moldeaban a su cuerpo y agradecía al cielo que no tuviera un chaleco, le daba más libertad de movimiento a su perspectiva.
Lo observó con más detalle, le quedaba un poco grande el pantalón, algo que podría solucionar normalmente con un cinturón pero ese tipo de ropa no era para eso. Igual la camisa le quedaba algo suelta, pero buen fajada nadie se daría cuenta, lo que le quedó perfecto era el saco.
Encontró una corbata igual en gris más oscuro en la bolsa, pero sintió qué no quedaba con su estilo.
Salió del baño y se acercó con Hannibal, quien lo esperaba en una silla de la sala. A su alrededor estaban los perros, quienes lo miraban mientras movían sus colitas emocionados pero sin acercarse.
Will quería enmarcar esa imagen en su memoria. Ese Alfa que tantos dolores de cabeza le causaba, luciendo tan hermoso con su manada alrededor.
— ¿Qué opinan? — Estiró los brazos en forma de cruz y después dio un par de vueltas lentas.
Miró a Hannibal a los ojos, lo miraba con la misma adoración que Abigail le había dicho y no pudo evitar sentirse sonrojado, pero se sentía bien.
— Debemos arreglar el pantalón, pero de lo demás te queda perfecto. — Sonrió el Alfa.
— ¿Cómo es que casi supiste mis medidas? ¿Te vas estado metiendo a mi casa para husmear en mi ropa? — Soltó de forma burlona, sintiendo en su hombro cómo el Alfa se tensaba un poco.
— ¿Y si así fuera? — Soltó en un tono serio antes de soltar una risa divertida. — No eres difícil de medir, tienes la complexión de un Beta, lo único que sabía con certeza era la medida del saco.
— Jajajajaja. — Sonrió burlón hasta suavizarla. — Gracias, Hannibal. Es muy hermoso, pensé que me pondrías listones y todas esas mierdas.
— Will, si fuera por mí te vestiría con oro, pero no con algo que te hiciera sentir incómodo. — Se levantó y se acercó al Omega. — Quiero transformarte, que saques todo el potencial que hay en ti.
Esta vez el Omega no se sonrojó, sólo observaba al Alfa frente suyo con una expresión que era difícil de descifrar. Quizás Hannibal se había excedido un poco en demostrarle su afecto al perfilador.
Quizás sus palabras tenían otro significado por detrás.
— Lo siento, creo que sobrepasé el límite.
— No es eso, es sólo que los cumplidos no son lo mío. — Desvió la mirada mientras jugaba con sus dedos de forma nerviosa. — Digamos que dijiste que el traje me queda bien.
— Bien, estoy de acuerdo con eso.
Ambos se sonrieron de forma cómplice, donde el rojo y el dorado de sus ojos poseía sus iris.
๑ . ๑ . ๑ .
Una visita rápida con el sastre de Hannibal y el traje estaría listo para el sábado. Will había dicho que pasaría por él y después iría a casa de Hannibal para vestirse, así ambos saldrían de casa del Alfa para el recinto donde se llevaría a cabo dicha ópera.
Hannibal había sido muy cuidadoso con su elección, irían a una función llamada “El castillo de Barbazul”, dicha elección le había causado gracia al Omega pues era algo pensado para él. Una función con un pirata, que tenía mucho que ver con el mar, y a Will le gustaba mucho el mar.
Sólo por eso le cocinaría la receta más sofisticada que encontrara con la pesca que harían.
Will llegó a casa de Hannibal alrededor de las cinco, dispuesto a ducharse en casa del psiquiatra para no ensuciar de más el traje. El Alfa, siendo el idiota que era, le preparó a Will una comida rápida para no irse con el estómago vacío ya que, adivinó, el Omega no había tenido tiempo de comer gracias al trabajo que le asignó Jack Crawford.
— Siéntete libre de andar por la casa, Will. — Le sonrió Hannibal. — Iré a darme una ducha mientras tu comes.
— Sólo no te tardes “enchinándote las pestañas”. — Soltó burlón. — Anda corre, te espero.
Hannibal le dedicó una mirada entre sería y divertida para después irse al segundo piso de la casona.
Will terminó rápido su comida y comenzó a curiosear. Ya tenía el permiso de Hannibal.
La casa era extraña, no iba a negarlo. Las paredes oscuras, la decoración escalofriante, la cantidad absurda de objetos filosos. Will podía verlo, Hannibal escondía algo y lo comprobó cuando describió que la puerta del sótano estaba cerrada con llave.
Eso siempre estaba mal, y a Will le sorprendía lo poco que le importaba. Hannibal podía hacer lo que le saliera del culo, solamente esperaba que no fuera tan idiota como para matar inocentes. Quería una justificación, como él se la daba a sí mismo.
Desde el día uno sabía que Hannibal era un asesino, podía olerlo en su sangre aunque necesitaba descubrir más, incluso ahora que había decidido entrar en el juego del Destripador de Chesapeake. Al principio era solamente una opción para atraer al Destripador, pero ahora se sentía extrañamente atraído por los trucos de dicho asesino.
Las cosas en Hannibal sólo delataban que era un asesino, no sabía más si era serial, de qué tipo sería, qué es lo que haría y de lo que sería capaz de hacer.
Llegó al estudio del psiquiatra, viendo que sobre el escritorio estaba un dibujo sin terminar, donde estaba Will abrazando a Abigail, aunque ella se veía un poco más pequeña, como si fuera una niña. Su pecho se estrujó un poco, Hannibal había captado todas las facciones de ambos, incluso esa herida que en sus primeros años le había dado tanta inseguridad.
Lo dejó a un lado y siguió observando los bocetos, quizás después el mayor se lo mostraría cuando estuviera terminado. Observó otro de los dibujos sueltos en el escritorio, era una recreación del diagrama de El Hombre Herido, aunque su rostro era muy similar a una de las víctimas del asesino serial favorito de Jack. Tomó el boceto para analizar el rostro de cerca, viendo que era idéntico a Abel Gideon, un doctor Beta que asesinó a su esposa y después dijo que él era el Destripador de Chesapeake, palabras que dijo una vez estuvo internado en el hospital psiquiátrico de Frederick Chilton.
Will, entre otros perfiladores y psiquiatras, habían dado a conocer que la influencia del Alfa había daño la psique del Beta para hacerlo creer dichas ideas, Gideon fue liberado al no saber exactamente cómo recrear el asesinato que tanto presumía.
Unos días después, expuesto en una plaza pública, estaba el cuerpo de Gideon exactamente como el dibujo que tenía en sus manos. Estudió ese caso con sus alumnos, donde ellos habían concordado con su teoría de que el Destripador era alguien celoso. No quería que nadie más se adjudicara su trabajo, quería que todo el mundo supiera que sólo había un Destripador de Chesapeake, no aceptaría a ningún imitador.
El Copycat no estaba en su lista, porque el objetivo del imitador era ese, imitar, no plagiar.
— ¿Will? — Escuchó la voz de Hannibal en el corredor.
— ¡Voy! — Salió del estudio, dejando el dibujo en el escritorio encima de los otros.
Se encontró con el Alfa, apenas tenía puesto el pantalón y la camisa mientras la corbata descansaba en su cuello, lista para atarse. El traje de Hannibal era negro con franjas grises, mientras la camisa era roja clara y la corbata de un rojo más oscuro.
Aún así, Will no iba a dudar que el maldito se veía guapo de esa forma desalineada, quería verlo más así.
— En la habitación de invitados hay un baño, por si gustas usarlo. — Señaló mientras lo miraba curioso.
— Si, gracias. — Se acercó a él con paso lento. — ¿Quieres que te ayude?
Señaló la corbata, a lo cual Hannibal asintió. Will la tomó con delicadeza, haciendo un nudo casi perfecto. Lo hacía de forma lenta, sintiendo la mirada atenta de Hannibal sobre él.
Cuando terminó, miró directamente a esos ojos granates. Estaban jodidamente cerca y Will sólo pudo hacer lo primero que se le vino a la cabeza. Lamió un poco su labio inferior y se acercó al Alfa, dándole un beso lento que de inmediato fue correspondido. Era la primera vez que se besaban así, sin prisa.
Will se separó y sonrió mientras lo miraba a los ojos.
— Será mejor que me de prisa, llegaremos tarde. — Se separó de él.
Sonrió mientras se alejaba por el pasillo hacia la sala y buscar el pequeño morral que tenía sus cosas personales.
Quizás el despiste funcionaría por mientras, en lo que podía investigar más y desviar la atención de Hannibal por un momento.
Lo que nunca pensó que sucedería estaba pasando al fin, Will Graham quería ser visto por Hannibal Lecter.
Notes:
Una disculpita por la tardanza, don pendejo según dijo que aprovecharía para actualizar por faltar a la escuela y al final tuve que hacer todo el trabajo pendiente me lleva la chingada. No lo hagan banda, asistan a clases
Chapter 15: It's all the same, I was wrong, you were right
Notes:
Tranquilízate Pecas, nomas voy a ir a una consulta de rutina en el IMSS. No va a pasar nada, voy a regresar intacto, limpio. Ahorita vengo ✌😎
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Llegaron rápido al recinto donde se daría la función, Will lo conocía perfectamente debido a que allí, hace un mes, se encontró el cadáver de un hombre en el piano. De lejos parecía que el hombre simplemente se había quedado dormido sobre el instrumento, pero al inspeccionar descubrieron que sus intestinos habían sido robados y sus manos habían sido aplastadas al punto de tener los huesos rotos.
Jack quiso adjudicarle ese asesinato al Destripador de Chesapeake, pero tanto Will como Beverly le habían dicho que no era posible por una sencilla razón: cuando lo abrieron, no lo hicieron con la delicadeza de un cirujano, lo que había en esas heridas eran rabia y desesperación, también que el autor era nuevo haciendo esto, quizás no la primera persona que mataba pero sí la primera en llevarse un trofeo.
— Me sorprende lo rápido que decidieron abrir el teatro de nuevo. — Dijo Will mientras se acomodaba en su asiento. — Yo esperaba que al menos estuviera tres meses sin usarse.
— El tipo de gente que acude a estos lugares los hace insensibles a ciertas cosas, ponen antes de todo sus necesidades o placeres. — Suspiró Hannibal. — No hay nada que el dinero no pueda hacer.
— Por este tipo de cosas me hace feliz no tener dinero. — Soltó de forma burlona.
— Romantizar la pobreza también puede ser un problema.
— Nunca dije que fuera pobre. — Lo miró divertido. — Vivo con lo necesario y mis perros nunca pasan hambre, puedo darme por bien servido con eso.
— Eres bastante sencillo, Will. — Lo miró de reojo. — Por eso me agradas, eres auténtico a tu manera y eso te hace resaltar entre los demás.
El Omega se sonrojó un poco. Al principio pensaba que Hannibal sacaría un comentario clasista y que seguramente lo lanzaría del auto en movimiento, pero se recordó a sí mismo que el Alfa no era ese tipo de personas.
— Tú también eres sencillo… A tu extravagante manera. — Su mirada se posó de nuevo al frente.
— ¿Cómo puede ser así? — Fue el turno de Hannibal de sonar confundido.
— Digo, tienes el dinero suficiente para fanfarronear y hacer toda esa mierda de gente rica, pero no lo haces. — Hizo un gesto con la mano. — Quizás tu casa parezca más la cueva de un vampiro o una exhibición para el Museo de Ripley, pero te mantienes a raya. No eres como Mason Verger.
Escuchar eso le provocó al Alfa apretar el volante y voltear a ver con sorpresa a Will cuando llegaron a un semáforo en rojo.
— ¿Conoces a Mason Verger? — Se molestó consigo mismo por el tono escéptico de su voz.
— Si. — Alzó los hombros para restarle importancia. — Es sospechoso de tres desapariciones a trabajadores suyos pero los mató y se los dio de comer a sus cerdos.
— ¿Cómo llegaste a esa conclusión? — Puso en marcha el auto con el semáforo en verde.
— No hay cuerpos, ya registraron su casa y sus establos, pero el hijo de puta es muy listo y se los dio de comer a sus cerdos. Ellos comen cualquier cosa… Absolutamente cualquier cosa. Además de que desaparecieron después de denunciar a Mason por explotación laboral.
— Tienes un buen punto, aunque no encaja con la personalidad mezquina de Mason. Él es del tipo de Alfa que armaría un escándalo para darse a conocer.
— ¿Y tú por qué lo conoces? — Ahora fue turno de Will de verlo curioso.
— Además de que suele ser de esos “ricos pretenciosos” y asiste a eventos de la alta sociedad, la Corte me lo asignó para evaluarlo. — Mostró sus colmillos molesto. — Voy a referir su caso para internarlo en una clínica de alta seguridad.
— ¿APP?
— Ni una letra más ni una letra menos.
— Vaya mierda… — Se recostó en su asiento, cerrando los ojos.
— ¿Qué pasa, Will?
— Me gustaría dejar de tener razón con todos ellos… — Soltó un gruñido frustrado. — Quisiera equivocarme aunque sea una vez.
— Tienes un gran don, Will. — Suspiró Hannibal. — Muchos quisieran tenerlo.
— Sólo quisiera que se detuvieran cinco minutos, hay cosas que no quiero ver, voces que no quiero oír, cosas que no quiero sentir.
— ¿Te hace sentir como un mártir? — Alzó una ceja mientras entraban al estacionamiento.
El Omega pensó un poco, dejando que el significado de la palabra se asentara en su cerebro y abrió los ojos cuando estuvo seguro, notando que ya no estaban en la calle.
— Si. — Se enderezó. — Ya estoy acostumbrado, puedo soportarlo. Yo veo lo podrido de todos estos asesinos para salvar vidas, quizás soy el mártir más grande del FBI, me siento mal por aquella pobre alma que tomará mi lugar una vez muera.
Estacionaron en un lugar apartado de los otros autos ya que los lugares cerca de la entrada estaban ocupados, y a Hannibal le gustaba la privacidad de ese espacio.
— Quizás no debas morir para descubrirlo. — Sonrió mientras apagaba el carro. — Puede que lo veas cuando te retires.
— Quizás, o tal vez pase cuando Jack muera. No importa a dónde vaya, él me encontrará.
— No siempre podrás estar en la mira de Jack, en algún momento él te dejará en paz.
— Espero que tengas boca de profeta. — Suspiró de nueva cuenta.
Hannibal se desabrochó el cinturón y salió del auto, dando la vuelta hacia el asiento de Will para abrirle la puerta. El Omega, cautivado, hizo lo propio con su cinturón y aceptó la mano que le ofrecía el Alfa, saliendo del vehículo.
— Gracias.
— Un placer, querido Will. — Sonrió satisfecho por el sonrojo en el perfilador. — Es por aquí.
Lo guió hacia un pequeño elevador que los sacaba del estacionamiento hacia la parte de arriba. Ambos están juntos, sus brazos se rozan pero, apenas se abre la puerta, Will mete su brazo debajo del de Hannibal y el Alfa lo alza un poco. Un agarre tradicional para las parejas que él está más que feliz de compartir con su acompañante.
Quiere que todos sepan que Hannibal Lecter al fin encontró a su Omega. Sólo espera que Will no se sienta demasiado incómodo de ser el protagonista del cotilleo de la alta sociedad de Baltimore.
Toda la seguridad que había construido Will esa mañana quería alejarse apenas vio a toda la gente allí. Puede que su sentido del olfato esté dañado, pero puede percibir el aroma de la pretensión, perfumes caros, spray con feromonas Alfa, ropa cara y todas esas mierdas que hacen los ricos para mantener su apariencia joven como el botox y bañarse en sangre de vírgenes.
Y no estaba siendo sarcástico con eso último, en Nueva Orleans había escuchado muchas cosas raras.
Hannibal le dio un ligero apretón para hacerle saber que estaba con él, no lo dejaría solo y que confiara. Puede que el Alfa haya entablado amistad con algunas personas de allí, pero no lo creía tan hipócrita como para juntarse con cierto tipo de personas.
Aunque estaba molesto por su relación con Mason, no podía hacer nada si únicamente era laboral, esperaba que pronto se pudiera deshacer de él.
Y justo cuando pensó que la tensión se había disipado, el olor a prepotencia que tanto odiaba se acercaba a ellos. El canoso a su lado también lo captó y ambos voltearon a ver a la persona.
— ¡Dr. Lecter! ¡Qué sorpresa!
Mason Verger se iba acercando a paso presuroso, a su lado estaba su escolta personal y, un poco más alejada, estaba Margot Verger.
La personalidad de ambos destacaba incluso con la ropa. Había visto los trajes y corbatas ridículas que tenía Hannibal, pero el Alfa sabía portar cada prenda, mientras que el traje blanco con abrigo de piel que portaba Mason parecía algo que El Pingüino de Batman Returns usaría, y aún así se ve mucho mejor cuando El Pingüino lo porta.
Margot iba con un vestido de noche azul rey, quería pasar desapercibida entre la multitud, aunque con un hermano así era una tarea sencilla.
— Mason, no esperaba encontrarte aquí. — En verdad no deseaba encontrarlo allí.
— Ya sabe, doctor, uno no puede estar encerrado y aislado del mundo. — Le dio un trago a su copa de champaña. — Y veo que esta vez no viene solo.
Hannibal sonrió orgulloso, quizás la primera sonrisa que le daba a su paciente que no era falsa.
— Si, de vez en cuando es buena la compañía. — Sentía la rigidez de Will, liberando muy sutilmente su aroma para relajarlo. — Les presento a Will Graham. Will, ellos son Mason y Margot Verger.
— Si, he escuchado de su empresa de carne, aunque soy más de res o pescado. — Puso su cara lo más neutra que pudo.
— ¿Will Graham? — El Alfa contrario alzó una ceja, curioso. — ¿El mismo Will Graham que mató a ese pobre diablo?
Tanto Hannibal como Will se molestaron de la mención de Garret Jacob Hobbs, por todo lo que implicaba en el Omega, la ruptura de su psique y todo el trabajo de estarle dando apoyo moral con todo lo relacionado al caso del Beta. A Hannibal no le molestaría la perturbación de la paz de Will si fuera él quien la provocara, pero se había limitado a sí mismo por la razón de ganarse la confianza del Omega.
— El mismo… — Apretó un poco los labios.
— Vaya, vaya. — Se acercó a su rostro, analizando cada facción del castaño. — Freddie Lounds no sabe lo que hace, no supo captar ese encantador ceño fruncido.
Un gruñido doble se hizo presente, provocando que Mason se apartara y Margot los mirara entre incrédula y confundida. La pareja le había gruñido a Mason Verger, algo que ninguna persona había hecho antes.
— Sr. Verger. — La voz de Will sonó golpeada. — Le pido por favor que mantenga su distancia, no soy fanático del contacto.
— Estás agarrando al Dr. Lecter.
— Es distinto. — Su agarre se hizo más fuerte en el brazo del Alfa. — Hannibal ha trabajado para que logre eso.
— ¿Hannibal? — Una voz, que se escuchó en la cabeza de Hannibal con un coro de ángeles, se hizo presente.
Los cuatro miraron al pequeño grupo que se acercaba, encabezado por una mujer Alfa alta y que parecía conocer muy bien al psiquiatra. Hannibal le dedicó una pequeña sonrisa para después mirar a los hermanos.
— Si nos disculpan, nos retiramos. — Hizo un gesto de despedida. — Pasen una excelente velada.
El Alfa le dedicó una mirada extraña a Mason, que parecía aún incrédulo ante lo sucedido mientras Margot miraba con súplica al Omega, era una mirada pidiendo ayuda, necesitaba ayuda y Will lo sabía, pero no sabía qué podía hacer por ella.
Se acercaron al grupo, donde Will pudo apreciar porqué Hannibal se sentía cómodo a su alrededor. Analizando a cada uno parecían más personas que habían venido desde abajo y que mantenían sus pies en la tierra, aunque de vez en cuando daban pequeños brincos de soberbia que los alejaban del piso pero nada en comparación a lo que Mason le hizo sentir hace escasos momentos.
La Alfa que los había sacado de ese apuro, que sólo entendió que se apellidaba Komeda, era demasiado agradable y risueña, lo hacía sentir cómodo. Incluso su marido, un Omega masculino, era agradable para entablar una conversación. Además, en ese grupo las parejas eran de edades cercanas así que Will no se sintió extraño de ser un poco mayor. De hecho, él y el esposo de la Sra. Komeda no eran los Omegas más grandes en la sala, pero sentía un montón de miradas molestas taladrando en su nuca.
— No te sientas mal, querido. — Le sonrió la Alfa. — Te tienen envidia.
— ¿Envidia? — La miró confundido. — Envidia debería tener yo de su piel tersa. No es que la sienta, pero…
— Pero nada. — Le dio unos pequeños golpecitos en el hombro. — Eres hermoso, una belleza sin igual, el único que logró enamorar a Hannibal.
Ya se habían soltado, donde el Alfa ahora hablaba con un par de hombres, seguramente cosas médicas porque escuchó a uno decir que era doctor. Estaba a una distancia en que ninguno de los dos podía escuchar su conversación.
— ¿Hannibal está enamorado de mi? — Sus mejillas se sonrojaron un poco.
— Hasta la pregunta ofende. — Soltó una risita divertida. — Lleva enamorado de ti catorce años, John Smith.
El Omega se quedó congelado, su mente trabajaba a mil por hora. Su mente al fin se estaba despejando de las dudas que lo atormentaban desde hace más de un mes, cosas que su biología le gritaba pero su cerebro no captaba y se sentía como un gran imbécil.
¿En serio era uno de los mejores perfiladores del FBI si tardó tanto tiempo en darse cuenta de que sus suposiciones eran correctas?
Eso quería decir que…
Si no fuera porque estaban en público y debía controlarse, habría entrado en pánico en ese momento y se habría llevado a Hannibal lejos de allí. Había un tema que debían tratar pero no estaban en el lugar adecuado, necesitaban privacidad.
— ¿U-usted cómo sabe? — Odió tanto el titubeo de su voz.
— Hannibal suele dibujar para mi y para mi esposo, una vez encontré un boceto tuyo y digamos que le insistí para que me hablara de ti. — Sonrió mirando al Omega. — No has cambiado nada, bueno, apuesto que sin la barba lucirás idéntico a un dibujo que una vez vi.
— Dios… — Pasó las manos por su cara, desesperado.
— Tranquilo. — Su sonrisa se suavizó. — No sé si le correspondas, pero yo creo en el destino y si los volvió a unir después de tanto tiempo es por algo.
— Bueno, creo en la gravedad, así que supongo que esa cosa me atrajo a él desde Luisiana. — Alzó los hombros. — Sólo espero no equivocarme.
— Si son destinados, no habrá errores. — Sonrió para tranquilizarlo. — A veces es bueno pensar con el corazón, no con el cerebro.
Aquella mujer lo leía tan bien que le daba miedo, pero el hecho de que fuera agradable contrastaba con su aterradora intuición.
— Deberías decirle a Hannibal que organice una de sus cenas para cuando formalicen su relación. — Su tono era travieso. — Es un arte verlo cocinar, además del excelente sazón que tiene.
Iba a contestar con algo más, pero un hombre de traje llamó la atención de los presentes para que fueran tomando sus lugares, la obra ya estaba por empezar. La Sra. Komeda caminó presurosa hacia su esposo, que la miraba con la misma adoración con la que Hannibal lo miraba a él.
Hablando del Alfa, se acercó a él y lo tomó de nueva cuenta del brazo, sintiendo de nuevo las miradas sobre ellos. Esta vez no trató de esconderse, se puso derecho mientras caminaban a sus asientos, recibiendo la atención de los ojos granates sobre.
Si le iban a tener envidia, les iba a dar razones.
๑ . ๑ . ๑ .
Will no era un experto en ópera, pero estaba seguro que debería de durar más. Hannibal, entre susurros, le explicó que esta ópera en particular era de un sólo acto. Ese tipo de funciones eran más para el cotilleo pero a Hannibal le gustaba acudir a cualquiera que se le presentara la oportunidad, sin importar la duración de la misma. Además le había dicho a Will que sería un buen comienzo para él y no abrumarlo.
Algo se apretaba en el pecho del Omega al saber que el Alfa había pensado en él todo el tiempo aún cuando se trataba de su pasatiempo, eso le enterneció el corazón y lo hacía creer más en las palabras de la Alfa.
Durante la función sentía las miradas incómodas y desafiantes de los otros Omegas y hasta de algunos Alfas mayores que esperaban casar a sus hijos con Hannibal pero eso poco le podía importar. Aunque sí hubo un par que lo dejaron inquieto.
Mientras, se dedicó a apreciar la historia en el escenario donde una mujer Omega, llamada Judit, descubre todos los oscuros secretos de su Alfa, el temible pirata Barbazul, y aún así lo ama. A pesar de que el tipo mató a sus anteriores esposas pero no a ella, ella amaba al monstruo que era y eso lo pudo comparar con su relación actual con el psiquiatra sentado a su lado.
Hannibal y Will estaban en el lugar tanto de Judit como de Barbazul, los dos tenían sus secretos, sus cadáveres ocultos, y a pesar de todo se estaban amando desde hace tantos años, aunque Will no sabía si lo que sentía era amor, pero su oscuridad le decía que al menos había una atracción más allá de la física, tenían un vínculo sentimental, más allá de la familia que pudieron ser si el destino no fuera un hijo de puta.
Hubo un momento donde sus lágrimas salieron un poco, sintiendo sus propias emociones al máximo junto a las de Hannibal. Maldito sentido Omega, maldito vínculo.
Se limitó a limpiarse las lágrimas y apoyar un poco la cabeza en el hombro de su acompañante, entrelazando sus manos.
Terminó la obra y se puso de pie junto a Hannibal mientras aplaudían, el Omega notaba lo conmovido que estaba el Alfa mientras que él sintió el espectáculo más personal, una especie de epifanía para lo que era su relación con el psiquiatra.
Ciertamente podía amar a la bestia a su lado, como él lo amaba.
Salieron hacia el vestíbulo, siendo detenidos por el grupo de Hannibal para ir a beber algo que el Alfa declinó con amabilidad, caminando con Will a la salida para ir a caminar alrededor un rato, quizás lo llevaría a cenar a uno de los pocos restaurantes de la zona que servían comida decente.
Mientras tanto, caminaban sin rumbo fijo, sólo se dieron cuenta de lo lejos que estaban cuando entraron a un pequeño parque.
— Oye, si quieres ir podemos hacerlo. — Le sonrió levemente. — No tengo problema.
— Descuida, Will. — Le regresó la sonrisa. — Esta es nuestra noche, nuestra cita.
— Eres un gran imbécil, ¿Lo sabías? — Soltó una risita divertida.
— Tomaré eso como un extraño cumplido. — Su paso comenzó a ser más lento.
Ambos se detuvieron cuando estuvieron frente a un estanque, donde la luz de la luna brillaba con fuerza y el sonido de los grillos, el agua moviéndose con la brisa y los carros a lo lejos era lo único que ocupaba el lugar.
— Hannibal, hay algo que quiero decirte… — Lo soltó para ponerse frente a él.
— ¿Qué pasa, Will?
— Creo que ya te conozco, desde antes de la oficina de Jack y sé que va a sonar extraño. — Su voz titubeó un poco. — ¿Recuerdas a un tal John Smith en Nueva York hace casi quince años?
— No lo he olvidado. — Lo miró directamente a los ojos.
— Yo… Quiero que sepas que soy yo. — Su mirada se perdió en la de Hannibal. — Un gusto, Dr. Lecter.
— El gusto es mío, John.
El Omega soltó una risita antes de tomar aire y retomar su discurso.
— Y que si hubiera sabido todo lo que iba a pasar no me hubiera alejado de ti, nunca. O te hubiera buscado hasta el fin del mundo.
El mayor lo tomó de las mejillas, notando como Will parecía entrar en pánico. Sus ojos no se alejaron, mantuvieron la mirada fija uno en el otro hasta que Hannibal besó los labios de Will suavemente, con toda la delicadeza que podía. El Omega se sorprendió debido a la acción, era la primera vez que Hannibal lo besaba y se sentía tan bien que no dudó en corresponderle.
Rodeó su cuello mientras Hannibal lo tomaba de la cintura para acortar la distancia entre ambos, sintiendo la calidez de sus cuerpos.
Del cuello bajó sus manos a sus hombros de Hannibal para separarse un poco y seguir viéndolo a los ojos.
— Hannibal, quiero verte y quiero que tú me veas…
— Te mostraré todo de mí, si tú me regresas la cortesía.
El Omega asintió varias veces, tomándolo de las mejillas para volver a besarlo con más intensidad. No estaba seguro de amarlo, pero lo quería y ese era un buen inicio.
Se abrazaron un poco más mientras sentían la brisa de la noche, despeinando un poco sus cabellos. Había algo más que Will debía hablar con Hannibal, necesitaba encontrar las palabras para decírselo pero no salían.
— Hay algo más que quiero decirte… — El nudo en su garganta se hizo presente.
— Ya habrá tiempo para eso, lo hablaremos cuando estés listo.
— Gracias, Hannibal.
Volvió a esconder su cara en el pecho del Alfa, compartiendo su calor sin notar que habían dos pares de ojos curiosos mirándolos a lo lejos.
Notes:
Me dio gripe y tengo tapado un oído, además de que la migraña regresó... Pero también fui a una fiesta infantil y me dieron dulcero :D -sonríe en chava de 24 años- por cierto, no sé si en otro lado ya esté pero me encanta el HC de que Will padece de hiposmia (su sentido del olfato está del culo) para hacer contraste con el de Hannibal. ¡A la mierda el moon x sun, impriman más hiposmia x hiperosmia!
Por otro lado, estoy pensando seriamente en adaptar esto al inglés una vez que lo termine pero no c dependo mucho del traductor de Google :s lo veré con el tiempo
Un último detalle, es que menciono mucho la "gravedad", un concepto que me robé de Stone Ocean XD (de los jojos pues), yo creo en esa cosa, luego la detallaré más a profundidad
Chapter 16: Do you believe in gravity?
Notes:
Ya regresé Pecas. No, pos no lo recomiendo hacer esto, está muy extremo 😪 -llora en SOP-
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El resto de la noche fue de ellos dos actuando como dos adolescentes enamorados, tanto así que se olvidaron de cenar afuera. Esa noche cenaron recalentado en casa de Hannibal y durmieron acurrucados, pasaron el domingo juntos hasta la tarde que ambos tuvieron pendientes que hacer.
Uno pensaría que habrían ocupado ese tiempo juntos para aparearse, pero ellos no volverían a cometer el mismo error dos veces. Quizás por el trauma y el miedo de pensar que se separarían otra vez, quizás porque su biología les decía que debían esperar, no lo sabemos.
Lo que sí pasó es que ambos, recostados en la gran cama de Hannibal, se perfumaron mutuamente. El olor de Hannibal era increíblemente fuerte y se pegaba a la piel del Omega, mientras que Will tuvo que llevarse un par de prendas del Alfa para llenarlas con su aroma debido a la suavidad del mismo.
El lunes empezó con otro asesinato en el teatro, pero ahora el hombre expuesto parecía un bizarro violonchelo, parte del instrumento estaba clavada en su garganta y, como el cuerpo anterior, le habían robado los intestinos.
Jack Crawford presionó a Will para verlo, donde el Omega observaba el espectáculo desde las butacas para analizarlo todo. Se sintió abrumado por lo que veía, este tipo intentó tocar una melodia con el cadáver y eso lo había perturbado más de lo que le gustaría admitirlo.
Una vez que terminó su trabajo, escapó como pudo hacia la parte de atrás de las butacas, donde estaban Zeller y Price discutiendo de alguna tontería hasta la llegada del Omega.
— Si es el mismo que el sujeto del piano, nuestro asesino busca hacer una sinfonía. — Se puso los lentes sin mirar al grupo. — Busca el sonido perfecto.
— Antes se hacían cuerdas para instrumentos con tripas de gato. — Alzó los hombros Price. — Quizás nuestro chico busca hacer lo mismo.
— ¿Y por qué no va y las compra en vez de robarlas de los cadáveres? — Lo miró confundido Zeller.
— Porque ya no las hacen, bruto. — El Beta soltó en tono de burla. — ¿Cómo crees que se obtienen las cuerdas de tripa de gato? ¿El nombre no te da una idea?
El Alfa iba a retar a su compañero, pero rápidamente se echó para atrás al darse cuenta que tenía razón sobre eso.
— El tipo era parte de la Orquesta. — Se acercó Beverly al trío.
— Que la policía investigue a cualquiera que quiera unirse a la Orquesta desde hoy. — La miró Will. — Puede que nuestro asesino quiera formar parte de ella y esté eliminando a la competencia.
— Will… ¿Intentó tocarlo? — Su amiga miró al más bajito.
— Si, y el sonido no le gustó. Necesita afinarlas mejor o qué sé yo.
— Bueno, no creo que se puedan hacer buenas cuerdas con tripas humanas. — Bromeó Brian.
— Quizás el Destripador de Chesapeake sabría cómo hacerlas. — Concuerda Jimmy con el mismo tono divertido.
Will los mira con su típico toque de “están siendo unos idiotas”, esa linda mirada Graham que era una herencia familiar.
Aunque se suavizó un poco al imaginarse a cierto Alfa tocando una melodía para él en esa cosa, tocando una canción para los dos y eso hizo que se le calentara el corazón. Él mismo tenía experiencia con la música, tocaba el piano e incluso tenía uno en casa, un detalle que le había dejado el antiguo dueño de su casita en Wolf Trap debió a que el anciano ya no escuchaba bien y la última vez que lo había tocado era cuando su esposa vivía.
A Hannibal le gustaba la música clásica, quizás podría componer una canción para el Alfa, una melodía que acompañe el danzar de sus almas, de sus oscuridades.
— No creo que el Destripador esté interesado en la música, yo lo veo más en la pintura. Muchos de sus asesinatos se ven… Artísticos. — Soltó la Alfa. — A su muy escalofriante manera, pero si fueran pinturas seguramente sería algo que estaría en un museo.
A Hannibal le gustaba dibujar y el arte, tenía varios cuadros en su hogar y había visto los dibujos del mayor, el maldito tenía talento y podría llegar a ser un ilustrador famoso si publicara sus trabajos en Instagram, pero prefería más compartir su arte en su círculo.
— Increíblemente un cuadro del Destripador sería más llamativo y emocionante que todas esas pinturas con puntos y rayas al azar que no entiendo. — Alzó los hombros Zeller. — No soy fan del minimalismo.
— Yo no soy nadie para juzgar el arte, cada quien tiene lo suyo. — El Omega se cruzó de brazos. — Si pudieran hacer algo con menos desastre, por mi estaría bien.
Los cuatro soltaron una risita antes de ser regañados por su jefe y ser mandados a buscar más pistas, pero aún así Beverly aprovechó para acercarse a Will.
— ¿Ya formalizaron? — Sonrió de forma pícara.
— ¿Qué? — Las mejillas de Will se pusieron un poco rojas.
— No te hagas el tonto, apestas a Hannibal. — Le dio unos golpecitos con el codo. — De hecho iba a preguntar por él cuando llegué, pensé que estaba aquí.
La cara de Will se puso más roja debido a la vergüenza que sentía en ese momento.
Si bien el fin de ser perfumados era que la demás gente supiera que ya había alguien en sus vidas, todavía era muy nuevo para el castaño.
— Digamos que sí. — Evitó verla a los ojos. — El sábado me llevó a la ópera y al salir de allí se dieron las cosas.
— ¡Al fin ya no más del solterón Will Graham! — Sonrió mientras lo abrazaba por los hombros. — ¿Y hubo diversión?
Will se apartó de ella, con su rostro totalmente rojo de vergüenza ante las insinuaciones de su amiga.
— ¡Joder, Beverly! — Acomodó un poco sus lentes. — No somos de ese tipo de gente.
— Bueno, no puedes culparme si llegaste de buen humor hoy. — Alzó los hombros para restarle importancia. — Pero ya en serio, me alegra mucho que al fin estén juntos.
— A mi también, y no pensé que fuera a gustarme.
Ambos se sentaron en las bancas del medio, muy cerca de donde Hannibal y Will se habían sentado el sábado.
El Omega cerró los ojos, el asesino seguía rondando su mente, tocando una melodía que estaba diseñada para llamar la atención de algún Omega, una forma de conquistarle y más si tenía la misma mente perversa que el asesino. Lo rondaba, lo molestaba, quería hechizar a Will con sus notas oscuras, quería atraerlo.
Sin embargo, la mente de Will llevó al asesino a un segundo plano. Ya no se veía a sí mismo ni a Hannibal tocando el grotesco instrumento, ahora había un esqueleto en su lugar, quedando atrás. Frente a él tenía a Hannibal, vistiendo uno de sus ridículos trajes, negro con cuadros rojos, que lo miraba con una sonrisa.
Se perdió en sus ojos granate, en la apariencia pulcra del Alfa mientras le estiraba la mano. Él no se veía a sí mismo tan elegante, solamente bien peinado y con la camisa salmón que una vez Hannibal le dijo que le quedaba excelente.
Tomó suavemente la mano de su pareja y lo atrajo hacía su cuerpo, donde ambos comenzaron a bailar al ritmo de la música que el esqueleto tocaba para ellos.
— ¿Qué es lo que ves, Will? — La Alfa habló suavemente.
El Omega abrió lentamente los ojos, agradecido de la interrupción. De no ser por eso, un ronroneo habría escapado de su garganta y no se creía lo suficientemente listo para disimularlo.
Soltó un suspiro mientras se quitaba los lentes. Beverly sabía que ese era su intento de poner un límite entre los asesinos y Will.
— Nuestro músico quiere conquistar a una posible pareja, ve que es igual a él o al menos eso cree. — Mostró un poco sus colmillos. — Pero no es su objetivo principal, conquistar a esta persona sólo sería un extra.
— Que rarita es la gente. — Suspiró. — Podría simplemente practicar y tratar de ganarse su corazón.
— La gente liga de manera muy extraña. — Ladeó un poco la cabeza. — Aunque no me siento capacitado para juzgar.
— ¿Por qué no sabes ligar y aún así ya tienes pareja? — Soltó divertida.
Will pensó un poco, limitándose a alzar los hombros con indiferencia.
Si había alguien con quien podía ser lo suficientemente sincero que no fuera Hannibal, era Beverly. Era su amiga, a quien más confianza le tenía en el mundo, la primera en saber de su situación cuando el dolor era tanto que se pegaba a sus huesos.
— Al parecer ese viejo loco tenía razón en todo. — Suspiró cansado. — Hannibal es el Alfa con el que estuve, el que marqué, el papá de mi hija…
La chica lo miró incrédula, incluso se puso un poco pálida ante sus palabras.
— No jodas… — Se llevó una mano a la cabeza. — ¿Cómo es eso posible?
— No lo sé, simplemente pasó. — Soltó un gruñido bajito. — Tampoco tengo todas las malditas respuestas, se supone que la gravedad nos une a la Tierra para no salir volando hacia el espacio, no esta clase de estupideces. Sólo somos pequeñas partículas en un Universo indiferente.
— Quizás al Universo no le interese tu vida amorosa, pero quizás a tu destino sí. No lo sé.
— ¿De qué hablan ustedes dos? — Se acercó la pareja al otro par.
— Que al fin nuestro pequeño Will se está volviendo un hombre. — La Alfa fingió limpiarse una lágrima de los ojos.
— ¿Qué? — Se acercó Brian, al fin percibiendo el olor en el cuerpo de Will. — No jodas…
— Brian…
— ¿¡Al fin estás saliendo con el Dr. Lecter!? — Gritó el Alfa de forma exagerada. — No quería decirlo, pero apestas a snob.
— Eso, amigos míos, es el olor de la gravedad. — Sonrió orgullosa Beverly.
— ¿Gravedad? — Preguntaron los dos al mismo tiempo.
— Una tontería que Bev y yo escuchamos hace tiempo y que después empezamos a creer. — El Omega se acomodó en su asiento. — Un día arrestamos a un sacerdote junto con tres pandilleros, cuando aún éramos policías. Este tipo loco nos dijo algo como “la gravedad nos atrae a las personas, ningún encuentro es casualidad. Dos almas destinadas a conocerse se seguirán atrayendo hasta el fin de sus días”. Es como otro concepto de destino.
— ¿En serio creen en eso? — Se burló Brian.
— No quería, pero se dio. — Se frotó un poco la cara con las manos. — Y no pienso dar más detalles de eso frente a un cadáver.
— Si ya terminamos aquí, podemos ir a almorzar. — Sugirió el Beta.
— ¡Ya váyanse! — Gritó Jack desde el otro lado del teatro, estaba rodeado de policías.
— ¡Como usted diga, jefe! — Sonrió Brian mientras les hacía una seña a sus compañeros.
Los cuatro salieron del lugar y Will se giró para ver la entrada. Se podía ver a sí mismo salir del recinto agarrado del brazo de Hannibal, podía sentir la brisa fresca en su rostro y el calor del Alfa. También podía sentir su olor en la nariz.
Estaba lleno de él, debía recordarlo, pero cuando el recuerdo llegó a su memoria simplemente se estremeció al poder sentirlo así de cerca. Un pequeño jadeo quiso escapar de sus labios, pero se contuvo lo mejor que pudo.
— ¿Will? — Beverly lo miró preocupada.
— No es nada, es sólo que, aunque estuvimos cerca de ese violonchelo humano, no manchó mi recuerdo de la cita con Hannibal.
— Tu mente se está volviendo poderosa, Will. — Sonrió orgullosa. — Sólo por eso te ganaste un Subway de 30 cm.
— Que honor. — Soltó de forma divertida.
Los cuatro avanzaron en la calle en busca de un lugar para comer. Will quería encender un cigarro como era de costumbre, pero no quería quitarse el olor de Hannibal, lo sentía cerca y no quería quitarse de eso hasta la noche. Se verían mañana, así podrían entregarse su ropa perfumada.
Se sonrojó un poco al pensar en la ropa. Hannibal ya le había perfumado una chamarra y ahora la tenía en su cama como funda de almohada. Se sentía extraño por todos los instintos Omega que le gritaban el hacer su nido, en otro momento los habría mandando a la mierda y tomar un supresor, pero ahora no quería.
Además de que no recordaba dónde los había dejado. Faltó a las últimas citas médicas y no tenía receta resurtible. Se frustró un poco consigo mismo pero ese sería problema para el Will del futuro, Will del presente quería disfrutar de sus sentidos e instintos que iban dirigidos a Hannibal.
Por una vez en mucho tiempo, Will estaba disfrutando de sus sentidos Omegas, tenía al Alfa correcto a su lado y eso era todo lo que necesitaba.
๑ . ๑ . ๑ .
Hannibal iba abriendo su oficina después de salir a almorzar con unos colegas. Habría preferido mil veces viajar al Quantico a almorzar con su pareja, pero había surgido un nuevo caso y lo tenía bastante ocupado.
Al principio se sintió un poco frustrado, pero se relajó al pensar que lo vería al día siguiente y podría pasar tiempo con él. Habían hablado de ir a comprar insumos para su viaje de pesca ya que Will le enseñaría a hacer anzuelos y también comprar una hielera.
Se detuvo cuando metió la llave en la cerradura, desde hace raro había sentido una presencia detrás suyo que lo venía siguiendo por varias calles. Primero en su auto y ahora lo sentía tan pegado a sus pasos.
— Es una falta de educación perseguir a una persona en vez de hablarle de frente. — Abrió su oficina y se giró a ver al hombre, un Alfa. — ¿Hay algo en que pueda ayudarle?
— Dr. Lecter, es justo usted la persona indicada para ayudarme con mi problema, me disculpo por la manera tan intrusiva en que llegué.
Hannibal lo miró atentamente, era un Alfa de casi su misma complexión de piel morena. Ya lo había visto en anteriores ocasiones en sus idas a la ópera.
Tobias Budge.
El mismo Alfa del que solía hablar Franklyn en sus eternas sesiones, sobre todo ahora que habían terminado lo que sea que hubieran tenido que estaba muy distante de ser una relación, aunque tampoco podía opinar sobre ello si la referencia más cercana a una relación estable y compatible era con Will Graham.
Una relación para nada convencional.
— ¿En qué puedo ayudarle? — Repitió con todo cauteloso.
— ¿Me permite pasar? — Su tono de voz era áspero.
Hannibal pudo ver que en ese Alfa había un instinto asesino y tenía el ego demasiado alto, algo que detestaba en la gente, sobre todo con aquellos con los que compartía segundo género.
Verlos tan regodeantes de lo que no tienen, presumir de su fuerza ante el débil, violencia sin justificación válida y arrogancia escurriendo por cada uno de sus poros.
Ese era el tipo de presa que le gustaba tener en su mesa. Mata al arrogante, come al maleducado, disciplina al grosero.
Quería analizarlo más, ver qué era lo que quería además de mostrarse ante él. Se hizo a un lado y le dio una señal para que entrara a la oficina, todavía quedaba poco más de media hora para su siguiente cita, tiempo que ocupaba para dibujar o pasar sus notas.
Ambos entraron y se quedaron en la sala de espera, Hannibal miraba al Alfa, pidiendo con su silencio que hablara de una vez por todas y se fuera para poder pensar cómo cazarlo más tarde.
— Lo he visto, Dr. Lecter. — Sonrió de manera extraña. — Lo he visto a usted y al Copycat, son iguales a mi.
— Exactamente, ¿Qué es lo que has visto?
— La admiración que el Copycat siente por usted, y el respeto que él siente por el Destripador.
Eso hizo que el cuerpo de Hannibal se tensara, moviendo un poco los hombros para alejar la sensación, el moreno no debía ver lo que ocasionaba en su persona.
— ¿Y qué te hace creer que el Destripador admira a un simple imitador? — Se giró para entrar en su oficina. — Quizás no esté interesado en su trabajo como para verlo como un rival.
Tobias lo seguía de cerca, ambos quedando separados por el marco de la puerta.
— Porque usted no dejaría que cualquiera copiara su trabajo. — Sonrió mostrando los colmillos. — Los he visto a ambos, de lo que son capaces, me sorprende la sangre fría que puede tener un Beta. Aunque, siendo honesto, su trabajo necesita pulirse. Se ve que es un novato en el arte, sus manos son torpes y movimientos bruscos.
¿Este tipo, quien dice haber visto al Copycat, piensa que es un Beta? Entonces no lo ha visto bien.
— Quizás debería poner a prueba a ambos, Sr. Budge. — Acomodó un poco su traje. — Usted está viendo lo que no es.
— Ya he dejado un presente para su imitador, Dr. Lecter. Él podrá verme, podrá entenderme incluso mejor que usted.
— Si piensas eso, veo muy innecesario que hayas venido a buscarme. — Ahora la mirada de Hannibal era de indiferencia. — Vaya detrás de su asesino, Sr. Budge.
— Usted lo verá, Dr.Lecter. — Se dio la vuelta para comenzar a caminar a la entrada. — Usted ha convivido con el Copycat, incluso me sorprende que no lo haya visto si estaban tan cerca.
— Nunca he estado cerca de ese imitador.
— Debería abrir más los ojos, doctor. Piense en la gravedad, lo atrajo al Copycat, y eso los atrajo a mí.
— ¿Gravedad? — Frunció el ceño confundido. — ¿Qué tiene que ver la gravedad con esto?
— Más de lo que usted piensa. — Le dio una última mirada, sonriendo de forma burlona. — Nos vemos, Dr. Lecter. Le haré ver a su imitador, lo motivaré y después vendré por usted.
El moreno salió del lugar y Hannibal esperó un poco para entrar a su oficina. No iba a negarlo, estaba demasiado confundido con todo el palabrerío de Tobías. Sus tonterías no tenían sentido.
Tomó asiento en su escritorio, sacó el último boceto en el que había estado trabajando para seguir con él. Era el cuadro que el Copycat había hecho para él. Se sentía halagado por el trabajo de dicho asesino y por eso lo dejaba vivir. Había algo en él que no le provocaba las ganas de matarlo, no veía la necesidad en ello si le estaba rindiendo un tributo.
Acomodó unas cuantas hojas sueltas que tenía y una cayó al suelo, cuando se agachó para recogerla sonrió al ver que era un dibujo que Will le había hecho el día que Abigail había sido llevada con su familia de acogida. En la hoja estaban plasmados Hannibal, Abigail y uno de los perros de Will, a palabras suyas, el recién llegado.
Will le había dicho que había dibujado a los miembros recién llegados a su manada.
Al lado del dibujo había uno de Will que Hannibal había hecho cuando el Omega le dio la hoja, diciendo que para que la manada estuviera completa debía estar el líder. Will se burló de Hannibal al decirle que eso “no era propio de un Alfa”, pero Hannibal le había dicho que era un Omega lo bastante dominante para ser el líder de la manada formada por los tres humanos y los siete perros.
Viendo el dibujo, Will no era mal dibujante, solamente debía pulir sus habilidades, reducir sus trazos toscos y encontrar un estilo propio.
Y eso le hizo recordar las palabras de Tobias, luego una plática extraña donde Will le contaba algo similar a la tontería de la gravedad. Will creía en esa filosofía, absurda por donde más la pensara, pero al final de cuentas eran las creencias de su Omega.
Will tenía trazos torpes, el Copycat también.
Will no tenía experiencia haciendo cuadros, jamás lo había pensado haciendo un cuadro más allá de sus fantasías de sacar todo el potencial de Will. Sería un perfecto asesino, un gran artista si se daba la oportunidad de practicar.
Lo había visto tratar de imitar su estilo de dibujo en ese tiempo que estuvieron esperando la llamada de Abigail y podía imitarlo casi a la perfección en cuanto a los movimientos de su mano mientras que al hacerlo solo le había costado trabajo, también lo había visto imitar ademanes de sus compañeros, acciones de algunos policías, incluso una vez lo vio imitar la postura de Beverly en la práctica de tiro y dando casi en el blanco, mientras que él estando solo no había estado ni cerca de darle al centro.
El Copycat imitaba cada corte, cada detalle relevante en sus obras, pero incluso un agente novato se daría cuenta que eran trabajos totalmente distintos.
Su mirada siguió en el dibujo que Will hizo solo, luego en uno donde había imitado los movimientos de Hannibal para copiar la figura de ciervo negro que tenía en su oficina y que tanto a Will como a Abigail les había gustado.
Las piezas comenzaban a encajar, dándole un propósito para mantener vivo a aquel imitador.
— Oh, Will…
Notes:
Este es el primer capítulo del que no saco su nombre de una canción xd
Llovió mucho y mi rodilla no soportó, maldita luxación. Alguien que me patrocine una rodillera nueva muchas gracias de antemano uwu
Chapter 17: Traded a merciful heart for a murderer's brain
Chapter Text
Las pistas los fueron guiando a una tienda de instrumentos en Baltimore, donde su dueño era un Alfa que Will podía meter en la categoría: Estúpido egocéntrico pero no llega al nivel de Frederick Chilton.
Joder, ni siquiera Mason Verger llegaba a ese nivel de estupidez egolatra, y eso era mucho decir.
Mientras, el equipo estaba reunido en la oficina de Jack Crawford para leer todos los informes y tener la preciada tabla de corcho donde tenían clavadas todas las pistas. La que ellos tenían en el laboratorio ahora era propiedad del Destripador de Chesapeake y del Copycat.
Cuando Will vio la foto del Alfa, lo pudo reconocer vagamente como un personaje de fondo en su cita con Hannibal, pero como su atención estaba fija en su pareja y nada más, no había sido relevante hasta ese momento.
— Tobias Bugde, fue rechazado por la Orquesta el año pasado. — Habló Brian mientras le pasaba el informe a Will. — Alfa, soltero, da clases de música en su tienda.
— Me pregunto cuál fue el motivo para que lo rechazaran. — Soltó Beverly.
— Su música no era perfecta. — Contestó Will mientras leía. — El sonido no era lo suficientemente bueno como para aceptarlo y por eso decidió practicar con otro tipo de cuerda.
— De tripa humana… — Se estremeció Jimmy.
— Es correcto. — Se quitó los lentes para frotar un poco sus ojos.
Ese día no había amanecido particularmente bien. Había tenido pesadillas de nuevo y sólo encontró la calma cuando se envolvió en el saco que Hannibal le había dejado para perfumar, sintiendo la calidez de su aroma.
Ya no se había negado a sí mismo y comenzó con la construcción de su nido, un lugar cómodo en el que podía buscar refugio gracias al olor de Hannibal en él junto con algunas mantas suaves y un montón de almohadas. Si alguien lo viera, diría que era más una pila de ropa amontonada pero para Will era perfecto, poder sentir el peso sobre su cuerpo le daba tranquilidad.
Seguridad no, esa se la daba la escopeta que tenía escondida en una trampilla de su escritorio donde hacía sus anzuelos.
— He escuchado que en algunos lugares comen tripas. — Alzó los hombros Brian.
— Si, Will y yo comimos tacos de tripa una vez en un restaurante de mexicanos. Fue una experiencia… ¿Cómo la clasificarías, Will?
— Extrañamente interesante. Las tripas tenían un buen sabor.
— Guacala, yo no podría comer eso. — Se estremeció Jimmy al imaginar el sabor.
— Yo tampoco lo volvería a hacer. — Le dio la razón Beverly. — Pero no puedo opinar mucho si me gusta el hígado encebollado.
— No sé cómo pueden comer todo eso. Digo, no es que esté mal, pero me imagino el sabor y la textura y es tan…
— Las vísceras tienen un sabor interesante y más con la preparación adecuada. No cierre su paladar a lo desconocido por el lugar de procedencia de los alimentos, señor Price.
Los cuatro voltearon en dirección a la voz, viendo que allí estaba Hannibal, tan pulcro como siempre mientras sostenía su ya conocida lonchera con el almuerzo para Will.
Beverly, al estar más cerca del Omega, sonrió al verlo sonrojarse un poco y también por sentir el suave aroma a mar que desprendía el perfilador. Tuvo que aguantar una risita burlona al ver las expresiones de Will.
— Hannibal… — Le sonrió de forma torcida.
— Hola, Will. — Correspondió esa sonrisa.
Se enderezó para acercarse a él, pero se vio interrumpido por sus propios pensamientos y se detuvo, mirando a sus compañeros. Una mirada entre que les pedía permiso y entre que no fueran unos idiotas.
— Anda, vete. — Sonrió Beverly. — Nosotros le diremos a Jack que saque la orden para ir a darle una visita a nuestro músico.
— Gracias, Bev. — Se acercó más a su pareja mientras su sonrisa crecía un poco.
— Con su permiso. — Se despidió Hannibal una vez el Omega estuvo a su lado.
Ambos recorrían los pasillos del FBI hasta llegar al salón del castaño, su lugar privado donde pintaban los límites entre lo que Jack Crawford podía o no podía hacer, entre ello interrumpir el almuerzo del Omega.
Hannibal se dejaba llevar por sus instintos Alfa, alimentando a su Omega como era debido y estaba surtiendo efecto. Cuando Will regresó a su vida, se veía delgado pero delgado enfermo, incluso pálido, ahora estaba recuperando color y peso.
Nunca le había gustado sentirse como un Alfa protector, sólo lo era con una persona que ya estaba muerta y ese deseo jamás había vuelto a surgir en él.
Claro, hasta que Will y Abigail aparecieron en su vida. Su necesidad de mantenerlos a salvo y seguros, de su bienestar era tan hogareño que podría dolerle en lo más profundo de sus huesos, pero increíblemente se sentía tan satisfactorio.
Era la biología, por supuesto que lo sabía, los adultos estaban llenando un vacío con Abigail y ella llenaba el suyo con ellos, pero no se sentía fuera de lugar. Así como los Omegas veían en Hannibal una familia, él la veía en ellos. Seres iguales a él, que podía comprender cada rincón oscuro de su mente.
Llegaron a esa reflexión era al principio incómoda, pero poco a poco se sintió cómodo con ella. Todas las piezas de su rompecabezas se estaban armando al fin. Él, Hannibal Lecter, al fin se sentía completo, ya no sentía la soledad pegada en lo más profundo de su alma.
Hannibal Lecter era capaz de sentir emociones.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un beso en los labios, dándose cuenta que al fin estaban en el salón de Will. El “nido” que ellos habían construido en las oficinas del FBI.
— Tenemos a nuestro músico, Hannibal. — Sonrió mientras hacía espacio en su escritorio. — Y, conociendo mi suerte, Jack hará qué vaya a verlo en persona.
— Es un hecho muy desafortunado. — Para Will apenas fue notorio cómo el Alfa torcía la boca. — ¿No hay otro agente que pueda ir en tu lugar?
— Los hay, pero Jack quiere que vaya yo porque yo “lo vi”. — Alzó los hombros para restarle importancia. — No me molesta en realidad, siempre es una buena oportunidad para patearle el culo a un Alfa pretencioso.
— Entonces lo dejo todo en tus manos. — Sonrió mientras le extendía un tupper. — ¿Estarás bien?
— Si, no iré solo. — Le ronroneó suavemente. — Te mantendré informado, aunque puede que conozcas a nuestro asesino.
Por alguna razón, un escalofrío recorrió la columna de Hannibal, eso le daba mala espina y más al saber que Will Graham, el Omega que tenía miedo de ser visto matando, era el Copycat.
— ¿En serio?
— ¡Si! No te puedo decir bien los detalles hasta que vayamos a verlo por la maldita confidencialidad de mierda, pero lo reconocerás cuando lo arrestemos.
Hannibal miró esos ojos azules tan profundos como el mar llenos de determinación a pesar de no querer hacer su trabajo. Había algo más que Will había visto y lo tenía tan ilusionado pero no quería decirle.
— Estaré atento a todos los detalles, y al pendiente de ti.
El Omega soltó un gruñido bajito, mirando de forma acusadora al Alfa. No era una mirada en especial para Hannibal, era más un “no necesito a nadie que me cuide”. Incluso en su hombro sintió una ligera punzada, la cicatriz daba comezón.
— Por si quieres que pase a recogerte y después ir a cenar, no creo que tu asesino te haga el trabajo más fácil. — Trató de cambiar la dirección de sus palabras. — Dime algo en específico que te gustaría comer y te lo haré.
Al parecer tuvo el efecto deseado debido a que su pareja parecía más relajado conforme hablaba y su ceño fruncido se borraba.
— Eso estaría bien, este tipo se ve de carácter horrible. — Comenzó a comer lo que Hannibal le había servido. — Te dejaré elegir, yo soy malo en pensar algo de comer que no sea sopa de pollo instantánea o macarrones con queso.
Hannibal sonrió, complacido por la respuesta de su Omega. Le gustaba que su pareja no estuviera cerrado a nada, podría prepararle todos los platos que quisiera y sería feliz de ver a su pareja comer.
— Espero poder sorprenderte.
Sonrió mientras tomaba un bocado de su tupper.
๑ . ๑ . ๑ .
El Omega llegó en compañía de otros dos Alfas que eran agentes del FBI a la tienda de Tobias Budge, donde el moreno los recibió un tanto molesto por ser interrumpido en su clase. De por sí ya estaba molesto con el poco desempeño que estaba teniendo su alumno y ahora no podría disciplinarlo por las visitas inesperadas.
Grata fue su sorpresa al ver al Copycat frente a él.
— Agente especial Will Graham, FBI. — Mostró su placa ante el Alfa.
Las sorpresas no terminaban, se acababa de dar cuenta que se había ganado la lotería si cautivaba al castaño. Un Omega perfecto para tener su descendencia.
— ¿En qué puedo ayudarle? — Sonrió levemente, mostrando sus colmillos pulcros.
— Estamos investigando un caso, sucedió en el teatro.
— Un hecho desafortunado, que pesar. — Le hizo una seña a su alumno para que se retirara. — Un miembro destacado de la Orquesta.
— Ustedes debe conocer bien el ámbito de la música.
— No por nada tengo varios alumnos bajo mi tutela, pero todavía falta mucho para que alcancen la gloria. — Miraba desafiante al Omega. — Nadie llega al sonido perfecto.
— Usted enseña instrumentos de cuerda, ¿Ha escuchado de las cuerdas de tripa de gato?
— ¿Escuchar sobre ellas? Yo mismo las hago, su sonido es perfecto, ningún material sintético podría igualar el sonido.
— ¿Cómo es que las hace? ¿Puedo ver? — Todos los sentidos de Will se activaron.
— Adelante, mi taller está abajo. — Señaló un pequeña puerta que daba al sótano. — No se preocupe, las tripas vienen de gatos que lamentablemente fueron sacrificados.
Esa era una verdad a medias.
Will se fue en esa dirección, dejando al Alfa con los policías. No se percataba de los movimientos del moreno debido a su concentración en lo que las voces en su cabeza le gritaban.
Cuando la silueta del Omega se perdió en la oscuridad de su taller, el Alfa apuñaló a uno de los policías con el arco de un violín y al otro le cortó la garganta con la cuerda del mismo, sacando un sonido ahogado y burbujeante por parte de ambos y la sangre que salía de ellos.
El apuñalado miraba con horror como su compañero chorreaba sangre por su herida, salpicando la ropa de Tobias en el proceso. El Alfa sonrió complacido, tendría cuerdas nuevas muy pronto, pero primero tenía una cita.
Necesitaba probar al Copycat, quería ver de qué era capaz ahora que lo tenía en su territorio. Tomó una cuerda y la enredó en sus manos mientras se acercaba al taller, donde Will daba pasos pequeños, pasos de perro asustado.
Si no estuviera en investigación, me parecería hasta gracioso como es que sus pasos de perro se parecían a los de Abigail cuando no quería ser escuchada, cuando no quería ser vista.
En su andar se iba alumbrando con una pequeña lámpara, ajeno a la oscuridad del cuarto hasta que llegó a un pequeño tendedero donde descansaban las cuerdas ya procesadas, junto con una luz roja. Seguramente se les daba el mismo tratamiento en la oscuridad como se hacía con las fotos.
Se acercó lentamente a una tina, donde se encontraba un hombre abierto como canal de res, sus órganos estaban todos revueltos pero podía ver que faltaban los intestinos.
El Omega hizo una pequeña mueca de asco, incluso sacó la punta de su lengua y sintió el sabor fuerte del hierro en el ambiente. El cadáver malbaratado se veía grotesco y ya un poco hinchado, quién sabe cuánto tiempo ha estado allí.
No se necesitaba ser muy listo para saber que aquel hombre era su músico, ahora la visión en su mente, el esqueleto tocando para ellos, para Hannibal y él, ya tenía piel. Arrugó un poco la nariz, le agradaba más el esqueleto.
Tobias se acercaba lentamente a él, tensando la cuerda para usarla como arma. Sus pasos eran lentos, procurando no hacer ruido para no alertar a su preciosa joya, pero la suerte que rara vez acompaña al Omega se manifestó en forma de un pequeño sonido que hizo la cuerda.
Una de las ventajas de tener el sentido del olfato jodido, era que su sentido del oído se había mejorado un poco, por eso las voces en su cabeza habían subido la intensidad de su tono estos años.
La presencia era fuerte, sintiendo el aliento caliente en su nuca y las feromonas Alfa a las que no estaba acostumbrado. Soltó un pequeño gruñido de advertencia, que mantuviera su distancia.
Tobias al fin cortó la distancia entre ambos, casi atrapando el cuello de Will con la cuerda, pero por suerte el Omega había metido las manos y ellas recibieron los cortes por la fricción.
Eso no impedía que el cuerpo del moreno se pegara al suyo, sintiendo en de su espalda el torso duro del mayor.
El perfilador hizo para atrás la cabeza con fuerza, dándole un golpe con la cabeza en la frente. El golpe fue suficiente para alejarlo y darle oportunidad de tomar su pistola y apuntarle.
— ¡Aléjate o te vuelo los sesos!
El Alfa sangraba por la nariz, pero sonrió con prepotencia mientras miraba al castaño.
— Me gustaría saber cómo lo harías, Copycat.
Eso fue suficiente para que Will bajara un el arma, en estado de shock. ¿Cómo es que ese bastardo sabía de él?
— ¿Eh?
— Te he visto, y al Destripador. — Sonrió mientras tensaba de nueva cuenta la cuerda. — Sólo me estoy encargando de la competencia, y sus vísceras me ayudarán con mi sonido.
— ¡Estás delirando! — Mostró sus colmillos para alejarlo.
— No, yo sé lo que he visto y me sorprende que el “mejor” perfilador no se haya dado cuenta del Destripador. El amor es ciego, agente Graham.
Un escalofrío recorrió la columna de Will, provocando que soltara un gruñido de rabia mientras apuntaba a la cabeza de Tobias y disparaba, pero su bala estuvo lejos de darle en el blanco.
Hannibal no podía ser el Destripador. Sí, Hannibal era un asesino, un psicópata que no tenía ni el más mínimo remordimiento en esconder un cuerpo, narcisista, pero no podía ser él.
No podía ser tan ciego como para no verlo, y que otra persona lo haya descubierto antes que él le había causado molestia.
— En defensa de usted, el Destripador es astuto, tuve que seguirlo para verlo. Y, si me permite reconocerlo, usted también es difícil de ver. — Se acercaba mientras el Omega caminaba hacía atrás. — Alguien tiene que verlos con sus propios ojos para descubrirlos, y es gratificante encontrar iguales a mi.
Eso a Will no le cayó bien. Los sentimientos negativos se hicieron más fuertes, a la vez que su espalda chocaba con un mueble y le hicieron soltar su arma, disparándose sola y rozando el muslo del Alfa lo bastante cerca para dañar una cantidad considerable de piel.
El moreno soltó un grito de dolor mientras una mano soltaba la cuerda para agarrarse la herida, cosa que aprovechó Will para soltar una patada en el estómago que lo hizo caer al suelo.
— ¡No, mierda! — Gruñó con fuerza. — ¡No somos iguales a ti!
Tobias se incorporó lentamente, tratando de respirar. Sonrió mirando la ira en el Omega, sus ojos dorados y el delicioso olor a la adrenalina de ese cuerpo. Will, a tientas, tomó un cuchillo de una mesa cercana y lo sostuvo con fuerza.
— Los tres hacemos arte, agente Graham. — Se enderezó totalmente. — Aunque usted es un plagiador. Quizás deba buscar su propia inspiración.
El Alfa brincó sobre el Omega y ambos cayeron al piso, comenzando a forcejear y haciendo que el cuchillo de Will cayera al suelo. Will arañaba la cara de Tobias con fuerza, sus garras dejarían cicatrices profundas en la piel del Alfa.
Tobias le dio un empujón para quitárselo de encima, su cara sangraba pero parecía complacido pro el daño recibido en su piel, ese Omega sí era digno de un Alfa como lo era él.
Ya no más estar con Betas u Omegas inferiores.
Will también se levantó y lanzó un puñetazo hacía el moreno, pero este se movió y el golpe dio en un estante, donde la marca de su puño quedó marcada.
El castaño soltó un grito que, de ser más fuerte, sería un grito Omega. Nuevamente, estaba solo, nadie lo escucharía y ese Alfa quería matarlo.
— Golpea bien, Graham. — Tomó un frasco y golpeó a Will con fuerza en la cabeza.
Esta vez su grito Omega sí salió, siendo interrumpido por un lamento de dolor y cayendo al suelo inconsciente. Uno de los vidrios le cortó en la frente, era demasiado grande y se incrustó en su piel.
Tobias se hincó a la altura del Omega y le sacó el vidrio de la frente, dejando que la sangre comenzará a caer en el piso. La herida no era profunda, pero dejaría una marca enorme.
— Vendré por ti más tarde, tengo que encargarme de un psiquiatra.
Le dio un beso en la frente y luego se incorporó, saliendo del taller. Tenía mucho trabajo por hacer pero tenía más material para su Orquesta, sería más que perfecta ahora.
๑ . ๑ . ๑ .
Hannibal podía oler la sangre de Will en el músico, apestaba a ella.
Tobias había entrado a su oficina mientras estaba atendiendo a Franklyn, el Beta había tratado de tranquilizarlo pero cuando se volteó para pedirle ayudar a Hannibal, el Alfa lo tomó del cuello y se lo torció, rompiéndolo y matando al hombre en el acto.
— Yo quería hacer eso. — Soltó en un gruñido.
— No más que yo, Dr. Lecter. — Sonrió sacando el cuchillo que Will había tomado anteriormente. — Maté a dos agentes del FBI, y no dudo que el Copycat haya caído también.
Hannibal, que había estado hasta indiferente frente al otro Alfa, escuchar que su pareja estaba lastimado, le provocó una rabia que apenas pudo contener. Lo único que lo detuvo de dar el primer golpe fue que Tobias se lanzó encima suyo, golpeando su mejilla con fuerza.
Ambos comenzaron a pelear a golpe limpio, pero Hannibal permitía que el otro Alfa le pegara con ganas, debía mantener su máscara bien puesta. Un Alfa que sabe pelear pero no lo suficiente como para hacer más daño del que sabía que era capaz de hacer. Terminó con un golpe en la nariz, un corte en la pierna que el contrario le hizo con el cuchillo que traía y seguramente tendría moretones por todo su cuerpo.
Aunque había tiempos en que lo golpeaba con fuerza para desquitar el creciente odio que sentía por aquel sujeto que se atrevió a lastimar a su pareja.
Tobias lo lanzó con fuerza contra la escalera que lo llevaba a la pequeña biblioteca, aprovechando la posición para patearlo y empujarlo hacia la entrada, cayendo al suelo en un golpe seco.
Ambos, jadeantes y sangrando, daban por hecho a Hannibal como el ganador debido al olor que el Alfa desprendía, toda esa adrenalina estaba limpiando su cuerpo de los restos que pudieron haber quedado de los supresores y su olor, marcando su territorio, era fuerte, era de un Alfa enojado al que se le podría justificar la muerte de un agresor.
Se acercó cojeando a la estatua favorita de Will, la tomó con cuidado mientras la cubría con el pañuelo de su traje y la lanzó con fuerza sobre su cabeza. El ciervo se rompió a la mitad, tiró la mesita donde antes estaba y se acercó lentamente a su escritorio para tomar su celular, había una persona a quien debía informarle del incidente.
— Jack, encontré a tu músico… O él me encontró a mi.
๑ . ๑ . ๑ .
Ya el equipo de urgencias acababa de atender las heridas de Hannibal, afortunadamente eran Betas y no podían sentir las feromonas violentas en el aire, solamente el olor penetrante a sangre y los sesos regados por allí de lo que alguna vez fue Tobias Budge.
Miraba a la nada mientras esperaba la llegada de Jack Crawford con otro par de agentes del FBI, pero eso no fue lo que llamó su atención. A Jack Crawford le seguía un olor a mar, agua salada y espumosa que se hacía cada vez más fuerte. Su cuerpo se sintió frío y después cálido, una satisfacción que le duró muy poco al ver el estado del dueño de esa fragancia.
Detrás de Jack, entró su pareja. Will estaba vivo pero no intacto. Igual caminaba despacio, una de sus manos estaba vendada y una enorme gasa cubría su frente. Quizás estaba más lastimado que el propio Hannibal, pero estaba orgulloso de ver las heridas que su Omega había causado en el Alfa rival. Aunque por su semblante no se veía muy contento que digamos, igual podía sentirlo en la punzada constante en su hombro.
Jack le hizo un par de preguntas con respecto a lo ocurrido, resumiendo en que Franklyn ya sabía de los delitos del Alfa, se los confesó a Hannibal y cuando el Alfa le había dado el consejo de ir con la policía, Tobias apareció, mató a su paciente y después a él para no revelar información.
Will estaba callado, observando atentamente. Su cuerpo ya no desprendía el ligero olor a medicamento de antes, la pelea lo había liberado al fin de esa peste que se cargaba.
Ambos estaban limpios al fin, ahora sólo quedaba esperar.
— Creí que estabas muerto. — Lo miró a los ojos, estaban más dorados que azules. — Él dijo que había matado a dos agentes.
— No me creas tan débil, él acabó peor que yo. — Soltó una risa seca y después miró a su pareja. — Lo siento, te he arrastrado a mi mundo.
— Entré por mi cuenta, pero aprecio la compañía. — Le sonrió levemente y puso su mano sobre la de Will. — Tenía miedo de perderte.
— No te podrás deshacer tan fácil de mi, ya te marqué.
Will lo decía en forma de burla, pero ambos sabían que esa broma era más significativa.
— ¿Cómo te sientes?
— Mejor ahora que estás aquí. — Miró la gasa de su pareja. — ¿Te duele?
— No mucho, al parecer mi cara es un sitio perfecto para dejar cicatrices.
Ambos rieron del comentario de Will, pero luego se tornó el ambiente serio entre ellos, donde el aroma del Omega se hizo más penetrante y los ojos de Will se pintaron más de dorado.
— Tú y yo vamos a tener una conversación muy seria, Dr. Lecter.
El tono de Will era oscuro, y Hannibal no sabía cómo sentirse al respecto. Sentía gloria de que, al parecer, Tobias ayudó a Will para verlo, y por el otro sentía algo cercano a la ansiedad al pensar que Will estará molesto porque Hannibal no se lo dijo.
— Hablaremos con calma en la cena.
๑ . ๑ . ๑ .
La respiración de la Omega era acelerada mientras miraba sus manos llenas de sangre, a sus pies el cuerpo inerte de uno de sus compañeros de escuela estaba derramando sangre de una herida que le había provocado en el cuello.
Ella trataba de calmarse a sí misma, lo había hecho porque ese tipo la estaba siguiendo desde hace un buen rato mientras la molestaba, picando más la herida que recién estaba sanando. Había tomado una botella de cristal, la rompió y con un trozo del cristal lo cortó.
Ese tipo no sabía lo que hacía, creyendo que únicamente estaba siguiendo a una Omega indefensa y que podría aprovecharse de ella, sin saber que terminaría siendo comida para la oscuridad de Abigail.
Pero en vez de sentir el mundo en la palma de su mano, Abigail tenía miedo. Miedo porque estaba sola, miedo porque no podía recurrir a Hannibal y Will.
— Papás… Necesito a mis papás…
Notes:
Un día tarde, lo siento u.u me dio un mini episodio depresivo, luego me dio migraña... Pero esta vez no vomité y conseguí una rodillera nueva :D La vieja se perdió en un backroom... O eso quiero creer
Una disculpita, no sé escribir peleas, normalmente soy el protagonista ;-;
BEBESUKYS!! Puede que haya tardado en actualizar, pero también por otra razón. El viernes voy a publicar un OS ajeno a esto con motivo del Día de Muertos porque es mi fecha favorita, aunque me engenté hoy en el centro, sentí bonito de ver todo lleno de calaveras, papel picado y flores :') me gustaría decir que oler el copal también, pero mi sentido del olfato se fue hace 84 años :c
Como sea, igual si me pueden seguir en IG como @uzumaki_coatl_art me harían muy feliz, o si quieren ver en qué lío tercermundista me meto pueden hacerlo en @kahd6661
Y pues nada, se lavan la cola y nos vemos el viernes uwu
Chapter 18: Don't let the devil eat us, mylimasis
Notes:
Como se me antoja una torta de tamal de mole con una coca bien fría
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Abigail había intentado llamar a la pareja para pedirles ayuda, pero no sabía si su teléfono sería rastreado cuando la descubrieran y el contenido de la llamada incriminara a sus padres por sus tonterías.
Ya había pasado una vez, no podía ser tan tonta como para equivocarse de nuevo y que esta vez sí los atraparan, arrestaran a los mayores y le prohibieran verlos.
Eso era lo que más temía, no volver a verlos. A ella le podría pasar lo que fuera, lo aceptaría, pero no a sus padres, no cuando lo único que han hecho es quererla y protegerla.
Se pasó las manos por la cara debido a la frustración, el cuerpo no iba a desaparecer por arte de magia, por mucho que cerrara los ojos con fuerza y los abriera, sólo para verlo tendido a sus pies.
Arte… Podría hacer arte con él.
“Debes honrar al animal, o sólo será un asesinato”.
Si algo podría aprender de su padre Garret, es no dejar que la carne se desperdicie, pero ella no era un caníbal, ella haría algo mucho mejor.
Tomó al chico del cuello de la camisa y comenzó a jalarlo, sus manos se llenaban más de sangre y dejaba un pequeño rastro a su paso. No sabía si alguien lo descubriría pues estaban en un terreno baldío, lo suficientemente alejado del pueblo pero al final de cuentas estaba en el mismo territorio. Un pequeño destello de esperanza llenó sus ojos cuando comenzó a escuchar truenos en el cielo, pronto llovería y el agua limpiará la sangre.
Con todas sus fuerzas colocó el cuerpo recargado de una pared. Buscó en el piso algo que le ayudara a cortar y encontró un trozo de fierro, mismo que utilizó para abrir más la herida en el pecho, salpicando toda su ropa y cara entre más abría hasta dejar expuestas las costillas y el corazón, mismo que sacó con cuidado y dejó sobre las piernas del cuerpo mientras pensaba qué más hacer.
Vagó por el terreno, buscando qué más usar pero entre la basura no había nada. Soltó un suspiro de frustración hasta que se le ocurrió ocupar la camisa rota del chico para amarrar sus manos a la altura de su pecho, recargando los codos con ladrillos para que se quedaran quietos en el lugar. En las manos vacías puso el corazón, de manera que parecía lo estaba exhibiendo, salido de su pecho, cortó un poco las esquinas de su boca para que pareciera que sonriera.
Lo último que agregó a su cuadro fueron unas pequeñas flores que había en el terreno, flores que utilizó para decorar el corazón y que no se viera tan vacío. Fue allí donde dejó de tener miedo, estaba haciendo arte, su propia inspiración, algo que necesita pulirse y que la práctica sin duda ayudarán a mejorar sus habilidades pues los cortes se veían toscos, nada parejos, quería agregar más flores, le gustaban demasiado y las flores eran algo que casi no había en su casa más que en los aniversarios de sus padres.
Soltó un suspiro al recordarlo, imaginando que Hannibal le llevaría flores a Will todo el tiempo, Will le diría que era un idiota cursi y ridículo pero aún así las aceptaría con todo el gusto del mundo porque Hannibal le llevó flores. Sonrió de forma tonta al imaginarse la escena, era demasiado cursi y le calentaba el pecho.
— Mis padres son demasiado cursis en mi imaginación. — Soltó una risita mirando al cadáver. — ¿Tú crees que si le digo a papá Hannibal que le flores a papá Will diga que si?
La cabeza del chico se inclinó levemente hacia la derecha, a lo cual Abigail sonrió emocionada.
— Entonces se lo diré la próxima vez que hablemos, estoy segura que papá Will lo apreciará.
Sonrió hasta que una gotita de lluvia cayó en su nariz, miró al cielo y más gotas comenzaron a caer en su cara. Entonces cayó en cuenta que estaba lejos de la casa de los Foster, ellos habían salido al supermercado por la despensa y se habían llevado a Walter con ellos. Ella se había escapado de esa salida debido a su taller de literatura.
Soltó una maldición y salió corriendo de allí, dejando su obra para que algún desafortunado la encontrara y llamara a la policía. Ella era más reservada, no quería que nadie la mirara, pero le había gustado el arte que hizo con sus manos, quería exponerlo y recibir los más oscuros elogios del mundo, quizás de sus padres, quizás de Marissa. Tal vez más adelante le haga un arreglo a Marissa, porque sus cuadros los visualizaba más como arreglos florales, algo que una pareja normal se regalaría.
Mientras corría y el agua comenzaba a caer sobre su cuerpo, no se dio cuenta que su pañoleta cayó al suelo, justo cuando iba saliendo del terreno para dirigirse a la ciudad.
๑ . ๑ . ๑ .
— Es un asesino inexperto. — Habló Will mirando la foto del cadáver de cerca. — Quizás esta sea su primera o segunda víctima.
— En matar no, en exhibir si. — Le siguió Hannibal. — Sus cortes son muy torpes y toscos, no hay un plan detallado en lo que buscaba hacer, todo fue en el momento. Los materiales son de aquí mismo o de sus prendas.
La pareja estaba demasiado junta mientras observaban la pizarra de corcho frente a ellos. Su cena y plática había estado en pausa desde hace unos días debido a los casos del Destripador y el Copycat. Ambos asesinos habían estado demasiado activos, habían aparecido al menos dos cadáveres más en el lapso de dos semanas, parecía más un coqueteo puesto a que el primer cadáver tenía una corona de rosas rojas incrustadas en el cráneo mientras que las flores del otro eran margaritas blancas, cuyos pétalos se pintaron de rojo por la sangre.
Hannibal igual había sentido a Will un poco más hostil que de costumbre, un pensamiento que hacía ronronear a su Alfa interior al pensar que poco a poco se acercaba el celo del Omega, su olor a mar salado era más intenso cada día al igual que los cambios de humor, aunque había notado que tenía una tendencia a la agresividad, mucho más que las especificadas en su expediente psiquiátrico, haciendo la comparativa incluso con el de años atrás realizado por Alana.
Hannibal se estaba esforzando por mantener la calma en su Omega, apenas habían pasado un par de días desde que notó los cambios más potentes, pero era suficiente para haber visto al Omega pelearse con dos policías, un hombre en el estacionamiento e incluso con el mismísimo Jack Crawford, el Alfa al que nadie se atrevía a alzar la voz, Will le había dicho que se fuera a la mierda por querer arrastrarlo a la escena del jarrón humano, como Brian le había llamado al cuerpo.
Ese día toda la sala del FBI aprendió más de diez insultos en francés y que si Will Graham decía que no sería arrastrado a ver un cadáver, no iría.
El único que parecía calmarlo era Hannibal, como era de esperarse. Eran pareja ahora, se buscaban mutuamente y, por lo que Hannibal podía ver, Will no hacía el intento por alejarse de él aunque estuviera molesto y corriera a todo el mundo. Lo que sí es que lo estaba notando más distante, más serio con él. Los besos de saludo y despedida sólo se quedaban en eso, y cuando el Alfa iniciaba el contacto físico no duraba mucho.
Sabía que esas acciones eran propias de un Omega molesto con su pareja, aunque desconociera la razón de su querido Will. Al menos no recordaba haber hecho algo, pero quizás eran por los mismos cambios de humor del Omega que incluso él salía mal parado.
— Tal vez está encontrando su propio estilo, pero no es un imitador. — Will miró a su pareja. — ¿Una fuente de inspiración?
— Puede ser, debe ser alguien joven. — Los ojos de Hannibal se encontraron con los de Will. — Debe estar buscando una guía, alguien a quien seguirle sus pasos.
— ¿Creen que vaya a ser el nuevo Copycat ? — Habló una voz suave detrás de ellos.
Ambos voltearon a ver en dirección a la voz, donde estaba una Omega parada junto a Jack Crawford, usando su uniforme de la Academia del FBI. Will alzó una ceja al verla, enderezándose junto a Hannibal. Will recordaba su cara, estuvo en un par de sus clases pero olvidaba su nombre.
— ¿Qué mierda eres tú y qué haces aquí? — Soltó el castaño en un gruñido.
— Will, Dr. Lecter. — Habló el Alfa. — Les presento a Clarice Starling, una aprendiz de la Academia.
— Una novata, no necesitamos a una jodida novata. — Se acomodó los lentes. — Podemos hacer esto.
— Esto no lo hago por ustedes, lo hago por ella. Necesito que la mente de Will se enfoque en el Destripador y su imitador, Clarice recién va a graduarse y ella nos puede ayudar con este joven asesino.
Clarice sonrió nerviosa, mirando a la pareja con cierto temor.
— Un gusto trabajar con ustedes, se ha hablado mucho de ustedes en los pasillos de la Academia.
— El gusto es nuestro, señorita Starling. — Sonrió sin emoción. — ¿No es así, Will?
Volvió a ver a Will, quien se veía visiblemente molesto ante la presencia de la Omega. No era una cuestión de celos, ambos se conocían perfectamente y, hasta donde él tenía entendido, la única persona que le provocaba celos a Will era Bedelia por lo altanera que llegaba a ser en presencia de ambos, por más que Will pudiera regresarle los insultos a su muy sureña y directa manera.
Esto era distinto.
— Me estás reemplazando.
— ¿Qué? — El Alfa moreno se puso tenso.
— ¡Me estás reemplazando! — Mostró sus colmillos. — ¡Mierda, Jack!
— Will, necesito que te calmes…
— ¡No me voy a calmar! — Iba a lanzarse sobre Jack, pero fue agarrado por Hannibal. — ¡Suéltame! ¡Joder, Hannibal, sueltáme!
— Will, si te dejo golpear a Jack te darán una amonestación. — Los brazos de Hannibal rodeaban su estómago. — O peor aún, te darán de baja. ¿Quieres que te den de baja?
El Alfa comenzó a ronronear sutilmente para calmar a su pareja, mientras miraba molesto a Jack Crawford por las decisiones que estaba tomando. No era correcto meter a un externo a su juego.
Los ronroneos, junto con el suave olor de Hannibal y el agarre seguro alrededor de su cuerpo parecían surtir efecto en el perfilador, ya que sus instintos Omega estaban a flote, tener ese tipo de atenciones calmaban a la bestia aunque fuera de forma momentánea hasta la siguiente explosión de ira en Will.
— No… — Desvió la mirada hacia los zapatos de Jack, y frunció el ceño. — Estás entrenando a tu nuevo perro rastreador, ¿No es así?
— No, Will. — Jack se enderezó, alzando la barbilla. — Clarice es de las mejores alumnas en la Academia, quería mostrarle cómo trabaja uno de mis mejores perfiladores.
Will volteó a ver a la Omega de arriba a abajo. Cabello castaño claro y lacio, piel blanca, ojos azules, la viva imagen de un estereotipo Omega, algo de lo que él estaba muy lejos de llegar a ser. Podía ver esos ojos de cordero a medio morir, llenos de miedo, no había una bestia en ella. No era como él, jamás lo sería por muy buena que fuera, se veía más como un intento desesperado por parte de Jack Crawford para al fin atrapar a sus dos asesinos que tanto dolor de cabeza le estaba causando.
Se movió en los brazos de Hannibal para que él lo soltara, cosa que hizo al ver que ya no saltaría encima de Jack para sacarle los ojos.
— Escucha, mocosa. — Se acercó a la Omega, que era más bajita que Will. — Ahorita crees que estás en el mundo de los grandes pero no es así. Jack primero te verá como la nueva tacita de té que acaba de comprar de la maldita tienda, te sacará para sus invitados especiales hasta que dejes de ser novedad.
Se alejó de ella y buscó en el aire la mano de Hannibal, era su señal para cuando quería irse de algún lugar. El Alfa tomó con gusto la mano de su pareja, observando cómo Clarice se hacía más pequeña en su lugar.
— Si yo fuera usted, señorita Starling, tomaría a otro mentor en la Academia, incluso me tomo el atrevimiento de recomendar al agente Graham. — Apretó ligeramente la mano de su pareja y miró al otro Alfa. — No es nada personal, Jack. Pero creo que el disciplinar y entrenar a los alumnos debería ser dejado a sus maestros, maestros como Will.
Hannibal estaba terriblemente enojado, Will podía sentirlo en su propia piel aunque no tuvieran una marca de vínculo como tal todavía. Ellos ya habían construido un lazo emocional, uno que incluso llega a ser más potente que cualquier marca en la piel.
Eso no quitaba el hecho de que Hannibal quería marcar a Will, demostrarle al mundo que ese Omega de mal genio era su pareja, con quien él pretendía estar el resto de sus días. Quería ver para siempre las cicatrices que dejarían sus dientes en la piel de Will, y él también se moría de ganas por ser marcado en el lugar que le correspondía.
Actualmente, tanto Alfas como Omegas se muerden mutuamente, es como extender más la unión, aunque cierto grupo de personas mayores se negaran a creerlo, y entre esas personas mayores y desagradables eran con las que Hannibal se veía obligado a convivir. Siempre agradecido con la sra. Komeda, que fue la primera en romper el tabú del círculo al lucir siempre la marca de su marido con orgullo. De no ser por el lugar tan incómodo y poco accesible en el que estaba, Hannibal también presumiría la pequeña mordida de Will.
Salieron de la oficina y entraron al salón de clases de Will, donde el Omega comenzó a gritar en ambos idiomas, mezclando las palabras que incluso a Hannibal se le complicaba entender.
— Will, entiendo tu molestia. — Hannibal se había acercado y lo tomó de las muñecas para verlo a los ojos. — Pero necesito que te relajes por lo menos cinco minutos.
— ¡No me puedo calmar! — Soltó en un gruñido. — ¡Tú no entiendes lo que siento!
— No, Will. No lo entiendo. — Admitió. — Pero podemos hablarlo, no cargues con ello tú solo.
Los ojos dorados de Will se encontraron con los de Hannibal, le sostuvo la mirada hasta que no pudo más y se obligó a relajarse, siguiendo la técnica de respiración que le había enseñado su pareja.
— No sé lo que me está pasando, ¿De acuerdo? — Tomó asiento en el escritorio. — Luego aparecen más asesinos que Jack me obliga a ver, y ahora que me siento mal está buscando mi nuevo reemplazo para cuando me lleven al jodido hospital psiquiátrico.
Hannibal asentía lentamente a las palabras de Will, escuchando con atención.
— Nadie te llevará a un hospital psiquiátrico, mylimasis. — Con ambas manos lo tomó de las mejillas, acariciando un poco las mismas y su sutil barba. — No dejaré que nada te pase, sólo tienes que escuchar tu voz de la razón.
— ¿Y si esa voz me pide matar a Jack Crawford?
Los ojos de Hannibal se tornaron rojos ante la idea de que su Omega buscaba su aprobación para matar al otro Alfa, su oscuridad le gritaba que le hiciera el amor en ese momento por ser el chico perfecto, pero aún no era tiempo, debía aguantar hasta que el celo de Will comenzara a salir totalmente.
— Entonces hazlo. — Le susurró para después besarlo. — Elimina lo que te haga mal.
Las palabras de Hannibal eran reconfortantes a la vez que un extraño recordatorio de sus sospechas. Hannibal era su pareja, su pareja era un asesino en serie, su pareja entraba en el perfil que había estado armando por años acerca del Destripador de Chesapeake, y a Will lo único que le molestaba era que no se lo dijera, que le mintiera.
Se separó del Alfa y le dio la espalda, atormentado por sus propios pensamientos.
— Vete, necesito estar solo.
Hannibal sintió una punzada en su hombro, posiblemente los pensamientos negativos en Will estaban siendo tan fuertes que un descanso de la gente no le caería mal, aunque eso significaba estar lejos de él.
— Como gustes, Will. — Se acercó y le dio un pequeño beso pero en la mejilla. — Sabes que puedes llamarme si necesitas algo, por favor hazlo.
— Si, lo haré.
Y sin más, Hannibal tomó sus cosas y salió del lugar, sin querer irse realmente.
๑ . ๑ . ๑ .
Un hombre arrastraba como podía un cuerpo que era más grande que él, pero se las arreglaba para avanzar. A pesar de estar ocupado, podía sentir una presencia que lo seguía de cerca.
— Maldita sea, Jack. — Susurró Will. — Como lanzaste tu maldita tacita de té contra la pared, ahora buscas reemplazarme con una mocosa que tiene miedo de matar.
Llegó al sitio poco iluminado en el bosque al que estaba avanzando, descubriendo su rostro al ya estar solo. Su “ropa de manualidades” eran totalmente negras, aunque ahora también tenía manchas imposibles de quitar debido a la sangre adherida a la tela. De la mochila que traía, comenzó a sacar los cuchillos que tenía para sus obras, recién afilados para recrear el último cuadro del Destripador de Chesapeake.
El último cuadro de Hannibal.
El regalo que Hannibal le había hecho era un hombre, mismo sujeto que lo había rebajado por ser un Omega y se negó a atenderlo, que había sido abierto del pecho para que el mismo sirviera de florero. Estaba cubierto de Sweet Williams, unas flores que a Will siempre se le han hecho lindas y que alguna vez le comentó a Hannibal que le gustaban.
Él traía unas flores que seguramente serían del gusto del Alfa, unos bellos alcatraces blancos. Eran hermosos y elegantes, justo como Hannibal.
El hombre que había estado arrastrando Will era un Alfa que se parecía a Jack Crawford, justo como lo habían sido varias víctimas del Copycat. Tampoco era que sintiera arrepentimiento por tomar esa vida, era un delincuente que nadie extrañaría, y ahora en su muerte aportaría la advertencia para Jack y, pese a que estaba molesto, como un regalo para Hannibal.
— Algún día, Jack. — Susurraba mientras cortaba la piel. — Llegará el día que pueda matarte y cobrarme todas las que me debes.
— Por un momento pensé que el Copycat estaba siendo racista. — Habló una voz familiar detrás de él. — Debí suponer que era tu forma de desquitar tu enojo con el tío Jack.
Will se enderezó y volteó a ver al Alfa dueño de esa voz, encontrándose con el porte elegante de Hannibal. Vestía el mismo traje que esa tarde, con el añadido de llevar encima un traje de plástico que hacía sonido al andar, se sorprendió de no poder escucharlo hasta que recordó que Hannibal podía ser silencioso si se lo proponía.
— Hannibal…
— Hola, Will. — Le sonrió levemente.
— ¿Qué mierda haces aquí? ¿Cómo me encontraste? — Se acercó lentamente.
— No podía quedarme tranquilo sabiendo que estabas alterado por lo de esta tarde.
— Y decides aparecerte así, genial. — Desvió la mirada al cadáver detrás suyo, Hannibal lo sabía, no podía ocultarlo. — ¿Desde cuándo lo sabes?
— Desde el ataque de Tobias. — Suspiró. — ¿Puedes verme, Will?
El Omega se enderezó, mirando molesto a Hannibal.
— Desde el primer día, desde hace quince años. — Gruñó suavemente. — Pero nunca me lo dijiste.
— Esperaba el momento oportuno.
— ¡Pudiste haberme dicho el mismo jodido día del ataque! — Gritó. — ¿¡Qué esperabas!?
Hannibal le dio un par de segundos de silencio a Will, pensando en sus palabras.
— Tenía curiosidad de saber qué harías.
— Bien, pues ya lo viste. Correspondí a tus malditos coqueteos raros porque me hacen sentir bien, porque en ti me encontré a mi.
Eso calentó el pecho de Hannibal, su Omega le correspondía en todos los aspectos, al hombre y a la bestia, no podía pedir más.
— Lo que me enoja es la mentira, ¿De verdad no pudiste decirme?
— Si aplicamos esa lógica, tú tampoco me dijiste lo que eras. — Se acercó más hasta estar frente a frente con Will. — Tú omitiste ese detalle tuyo, y yo omití el mío.
El Omega gruñó de nueva cuenta, la lógica de Hannibal era verdadera, pero se sentía en extremo atacado, sin tener control real de sus propias emociones y eso lo hacía sentirse como un estúpido que no sabe realmente qué era lo que le molestaba.
— Pero tú llevas siendo el Destripador de Chesapeake más años.
— He matado más gente de la que crees. — Rodeó el cuerpo de Will lentamente. — Como tú has matado también, antes de ser conocido. Dime, Will, ¿Qué buscas en tus víctimas?
— No son víctimas, son parásitos. — Soltó a la defensiva. — Gente que es mala, nuestra sociedad está podrida, la limpio un poco.
— Es similar a lo que yo hago. — Se alejó del Omega. — Pero, a diferencia de ti, también me encargo de los groseros, de los maleducados. Tú los ves como parásitos, yo los veo como cerdos.
Los ojos de Will se abrieron de par en par al caer en cuenta del significado de sus palabras. Podía ver a Hannibal matando, cortando, despellejando, cocinando, sirviendo, comiendo, disfrutando.
— No me jodas…
— Es mi momento de mayor sinceridad, Will. — Volvió a acercarse para tomarlo de las manos. — Te prometí que te mostraría todo de mi si me devuelves la cortesía. Me has visto, te he visto, ¿Vas a alejarte de mí?
Los ojos de Will se clavaron en los rojizos de Hannibal, el olor entre ambos había cambiado y ahora tenía un propósito. Ya no podía estar alejado de Hannibal, por mucho que le haya ocultado la verdad, pero tampoco se lo iba a dejar fácil, por omitir cosas que eran tan importantes, no era como si le estuviera ocultando un tatuaje vergonzoso o las vivencias con alguna ex pareja, esto era más significativo.
— Lo único que veo es alguien que me oculta cosas. — Frunció el ceño. — ¿Cómo carajos quieres que confíe en ti?
Ambos sentían el corazón roto, pero más allá del enojo de Will, estaba la culpa.
— Y lo peor es que no me molesta que mates, joder eso te hace hasta más ideal para mi. — Lo miró seriamente. — Somos asesinos, Hannibal, pero si vamos a estar juntos no quiero que me ocultes nada.
El Alfa abrió la boca para hablar, pero Will lo calló inmediatamente, dando un par de pasos hacia atrás y después comenzó a correr. Se sentía tan abrumado por el momento, por la situación, por no saber qué realmente sentía o debería hacer.
Era pareja del Destripador de Chesapeake, debería tener miedo, pero lo que sentía ahora era enojo y consternación. Al fin había visto las caras de Hannibal.
Estaba enamorado del hombre, del Alfa, del asesino, del depredador, del caníbal.
Joder, Hannibal era un maldito caníbal y lo había estado alimentando con carne humana. Eso sí fue el punto de quiebre para lo que era su estatus de “moralmente correcto”, incluso alguien como Hannibal debía tener límites.
— ¡Maldita sea, Hannibal!
Su grito Omega salió de lo más profundo de su garganta, mismo grito que le provocó el vómito, aunque no podía estar seguro si fue el grito o la náusea de caer en cuenta que ahora él también era un caníbal.
Se pudriría en el Infierno.
Notes:
Por si alguien no lo notó, el título de este cap es el coro de "No dejes que..." de Caifanes xd lo siento si estos dos últimos capítulos han estado medio del culo, pero han pasado cositas y mi mente anda por otro lado. Espero pronto resolverlos u.u lo bueno es que ya estoy en la recta final de mi semestre así que manifiesten para que encuentre asesor para mi tesina (que por cierto es de los fanfics lol). No sé si la próxima semana pueda actualizar, yo espero que si 🥺 mientras, apareció la nena Clarice :3
Chapter 19: Save everything, and let nothing happen here
Chapter Text
Después de ese incidente en la oficina de Jack, el Alfa había invitado a la Omega a tomar un café en la cafetería del FBI. Ella se veía nerviosa, quizás no estaba acostumbrada a la confrontación.
Aunque se ponía en su lugar, Will Graham era una persona difícil de tratar la mayoría del tiempo, todos en el equipo habían recibido al menos una amenaza de sacarles los ojos por parte del perfilador. La única que salía bien librada de ello era Beverly Katz, pero eso le tomó años de trabajo duro en ganarse la confianza de Will.
— Creo que no le caí bien... — Golpeteo sus dedos contra su vaso de café.
— Él es así. — Suspiró cansado. — Will es sólo un poco explosivo. Incluso con su pareja, el Dr. Lecter, su primer encuentro terminó de la misma forma.
La relación del psiquiatra y el perfilador no había pasado desapercibida por la gente del departamento. Will tenía impregnado el olor de Hannibal en la piel, y se había visto al Alfa andar por los pasillos del FBI usando alguna chamarra del Omega, chamarras que a él le quedaban grandes pero al Alfa le quedaban casi a la perfección, las mangas no llegaban al lugar que les correspondía.
Desde que ese par comenzó a salir, el olor del Omega comenzó a ser más notorio con la gente a su alrededor. Si bien Will no mantenía oculto su segundo género, tampoco era como si lo estuviera gritando al aire, así que los nuevos policías y agentes de la Academia estaban descubriendo que el agente especial Will Graham era un Omega, no un Beta.
Además de que Hannibal era el único que podía rotar a su alrededor sin recibir miradas frías, golpes o gruñidos de advertencia. RRHH había confirmado su teoría sobre el parecido de Will Graham con un perro rabioso.
— Pero esa no es la razón por la me llamó en primer lugar. — Torció la boca. — Usted me está probando, quiere que vea algo en él… O en ellos.
— Y si ese fuera el caso, ¿Qué viste? — La miró fijamente.
Jack Crawford no era tonto, por algo era el jefe del departamento de la BAU. Tenía las fotos del Copycat en su oficina, veía todos los días a todas esas personas parecidas a él en la pizarra de corcho, sus agentes se lo habían dicho.
El Copycat le tenía coraje a Jack Crawford, tenía algo en su contra y sabía que si atrapaba al imitador, atraparía al Destripador de Chesapeake.
También había notado las cosas extrañas en Hannibal, como la extraña casona del Alfa, aunque su sospecha no caía del todo en la pareja de Will acerca de la identidad del Destripador , más bien se preocupaba por si en algún momento el Copycat decidiera atacar, en caso de que fuera Will. Aunque existía la posibilidad de que Hannibal fuera el imitador y Will simplemente lo estaba imitando, como a todos.
Clarice era similar a Will, más no era su igual, por eso estaba confiando en ella para el caso del imitador.
— Por lo poco que vi, el señor Graham tiene tendencias a la violencia. No es algo que sea desconocido, sólo que aún no sé si entre en la categoría de OPP.
— ¿Qué te hace dudar de eso? — Jack la miró interrogante. — Tiene el McTrío Omega para ser uno.
— El señor Graham todavía tiene algo de humanidad, pero esa no viene por parte del Dr. Lecter o Abigail Hobbs. — Acercó el vaso de unicel a sus labios. — Si pierde a esa persona, puede que salga la bestia de su interior.
— ¿Quién crees que pueda ser esa persona? — Alzó una ceja con mirada interrogante. — Will es muy reservado, me sorprende que pueda hablar con-
Se interrumpió a sí mismo mientras abría los ojos por la sorpresa. La única persona además de Hannibal a quien Will veía como su igual era la forense, que ahora estaba siguiendo a Mason Verger.
Habían recolectado varias muestras de los desechos de sus cerdos para analizarlos, y la cantidad de restos humanos encontrados era enormemente alarmante. Ya tenían armado un caso.
— Quizás te refieras a Beverly, ella es la única persona que conoce a Will lo suficiente como para molestarlo y salirse con la suya. — Le dio un trago a su café. — Will y ella se conocen desde antes de entrar al FBI, la única persona en el mundo que él podría llamar “familia”.
— ¿No tiene familia de sangre? — La Omega lo miró atenta. — Debe haber algo en las profundidades del señor Graham.
— No habla mucho de su pasado, con suerte y sabemos que su padre fue quien lo crió. La única psiquiatra con la que ha hablado por su propia voluntad es la Dra. Bedelia Du Maurier y que, como si esto no fuera una maldita coincidencia, es conocida del Dr. Lecter. Ve a hablar con ella.
— Lo haré, señor. — Se levantó mientras tomaba sus cosas, tenía una misión.
— Y Clarice.
— ¿Si?
El Alfa la miró, era como tener de nuevo a un joven Will Graham frente a él, totalmente lleno de entusiasmo y ganas de atrapar a los malos, como lo hacía siendo policía, aprovechar al máximo el don que Dios le había dado para proteger vidas inocentes. Esperaba que Clarice no cayera en las garras de la oscuridad, la misma que estaba consumiendo a Will.
Tal vez con ella podría obligarla a las sesiones de terapia a las que el Omega siempre se vio renuente a asistir, forzar esa mente prometedora a escarbar en los pensamientos de los asesinos pero a la vez la protegería a toda costa. La ventaja de Clarice es su muy desarrollado sentido Omega, más no tenía el combo como Will de la hiperempatía, el autismo, la esterilización, nada.
Clarice Starling era una joven Omega con un alto deseo de justicia, un sentido de la moral inquebrantable, su sentido Omega y esos ojos de cordero a medio morir que provocaba en cualquier Alfa y Beta la necesidad de protegerla. Clarice era la viva imagen de cómo debía ser un Omega.
Esa reacción no la vió en Hannibal, pero supuso que era por el simple hecho de que ya tenía una pareja, y ningún Omega que lo quisiera engatusar lograría su cometido con el Alfa.
Claro, ningún Alfa era como Hannibal Lecter, y ningún Omega era como Will Graham.
— Ten mucho cuidado, con ambos.
La Omega asintió con la cabeza, agradecida por el cuidado que tenía su jefe con ella.
— Lo tendré, agente Crawford.
Salió a paso rápido de la cafetería, con la misión de poder entrevistar a la Dra. Du Maurier y poder sacar más de Will Graham. Ella lo había visto, no tenía esos “ojos de loco” como los describe Freddie Lounds, pero claramente ocultaba algo en su mirada que no la dejaban pensar con claridad al respecto, esos dos estaban ocultando algo y ella lo descubriría, sería la primera novata en lograr resolver un caso de esa magnitud.
Quizás, y con suerte, sea la primera en resolver el caso del Destripador de Chesapeake y del Copycat.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¿Puede creerlo, Dr. Lecter? — La voz de Mason hacía eco en el ambiente. — Quieren hurgar en mi propiedad como si yo fuera un miserable ladrón, ¿Qué quieren encontrar?
— No debemos actuar como si estuviéramos haciendo cosas malas, Mason. — Contuvo un suspiro por quinta vez en la sesión. — ¿Estás haciendo algo malo como para que la policía sospeche de ti?
Desde hace un par de meses, Hannibal apartaba dos horas para atender al Alfa contrario. Siempre se pasaba de su tiempo y sabía que si lo cortaba antes de que pasara hora y media, Mason se volvería irritable y comenzaría a hablar de su padre o volvería a apuñalar uno de sus muebles.
Su pobre silla ya había pagado las consecuencias, no quería más daños o se vería en la penosa necesidad de atacarlo, no podía hacerlo después del ataque de Tobias.
Eso había sido otro punto para que ahora su excéntrico paciente esté más parlanchín. Como había tenido que cerrar su consultorio por unos días debido a la investigación y pequeña remodelación, Mason Verger no había tenido con quién hablar sus delirios, sus pobres empleados y lacayos sufrieron las consecuencias de ello.
— ¿Me cree capaz de ocultar algo, Dr. Lecter? — Lo miró con esos ojos de loco y sonrisa de cocodrilo.
Sus ojos se encontraron, la mirada muerta de Hannibal contra la llena de adrenalina por parte de Mason. Por más que quisiera matarlo, no podía hacerlo. Mason Verger era el tipo de Alfa que a Hannibal le encantaba manipular para que cayera por su propio peso.
— Actúas como si así fuera, pero no te juzgaré por ello. Soy tu psiquiatra, no la policía. Cualquier cosa que quieras compartir conmigo, no saldrá de estas cuatro paredes.
— ¡Usted me entiende! — Se recostó en su asiento sin dejar de mirar a Hannibal a los ojos. — Pero le aseguro que no encontrarán nada en mi propiedad, simplemente me siento estresado.
— ¿Qué es lo que te perturba, Mason?
El Alfa más joven pareció pensarlo, Hannibal podía sentir el deseo narcisista de compartir sus más oscuras fantasías y perversiones, como un puberto que acaba de comprar alcohol con una identificación falsa y querer presumir a sus amigos su gran hazaña.
Pero está vez decidió callar, sólo un poco más.
— Ya sabe, Margot y sus tonterías del bebé, pero también hay algo que me molesta. — Se acomodó en su asiento. — El FBI quiere mandar a una mujer para investigarme, creen que no lo sé pero yo sé todo lo que pasa alrededor de mis granjas. Quieren mandarme a alguien para hacerse la coqueta y darles acceso a todo lo mío.
A su mente llegó la frágil imagen de Clarice Starling, era una Omega indicada para este tipo de trabajos, con sus ojos azules que descongelarían hasta el corazón más frío. Jack jugaba sucio, pero no podía juzgarlo si ahora tenía esa elegante tacita de té nueva, una que no tiene fisuras, una que apenas va sacando de la caja.
Clarice no estaba maleada, necesitaba abrazar la propia oscuridad que ella cargaba. No era la misma de Will, su pareja era capaz de matar y hacer arte, tener los pensamientos más oscuros del Universo y volverlos realidad, Clarice no se permitía ni siquiera maldecir, menos tener ni la pequeña idea de cómo matar a alguien.
Ser agente del FBI, ser aprendiz de Jack Crawford, en algún momento ella será azotada contra la pared para comprobar su resistencia, ver que no se quiebre con los golpes.
Era mejor darle un pequeño empujón.
— ¿Y qué pretendes hacer con ella, Mason?
Una sonrisa torcida se mostró en el rostro de Mason, Hannibal incluso pudo percibir un ligero aroma a la excitación del Alfa y eso estuvo a punto de hacerle arrugar la nariz por el disgusto.
No había persona en el mundo qué él más detestara que Mason Verger, tal como su pareja despreciaba a Frederick Chilton.
— Enseñarle quién es el que manda aquí. — Una risa casi gutural salió de su garganta. — Debe conocer su lugar en la cadena alimenticia.
Hannibal le dedicó una mirada seria y seca, pero a la vez tenía curiosidad de ver hasta qué límites sería capaz de llevar la mente de Clarice.
๑ . ๑ . ๑ .
Abigail estaba recostada en su cama mientras hablaba por teléfono con Hannibal, era su llamada de rutina y, por suerte para ella y no hacer dos llamadas, Will estaba con el psiquiatra. Por sus tonos de voz al principio, parecía que estaban en una discusión pero poco a poco se vio rebajada, incluso comenzó a hacer bromas para relajar a la pareja.
Era algo que llegaba a hacer cuando sus padres discutían, cambiarles el tema para que pensaran en otra cosa y no en el problema que los tenía enredados, y sonrió al ver que estaba funcionando.
— Quizás Freddie Lounds deba dedicarse a escribir fanfics sobre ustedes, se ve que está muy enganchada en su relación. — Sonrió de forma burlona.
— Pero no ha publicado nada en su periódico de mierda. — Se escuchó la voz confundida de Will.
— Jajaja no, pero ella publica mucho en su perfil personal de Twitter , teorías sobre su relación e incluso armó una encuesta para saber en qué momento tendrían su primer bebé. Yo voté que para primavera habrá un bebé con el ceño fruncido de Will.
La menor soltó una pequeña risa de burla, pero se sorprendió al no escuchar una respuesta alguna por parte de los mayores. Esperaba algún comentario sarcástico por parte de Will o alguna tontería intelectual por parte de Hannibal, pero el silencio en el otro lado de la línea se hizo presente por más tiempo del que se consideraba cómodo.
— ¿Dije algo malo? — La voz de Abigail sonó bajita.
— No. — Habló Will, un poco tosco. — ¿Sabes por qué no pudimos tener tu custodia aunque fuera compartida?
— No, ¿Hice algo malo? — La Omega abrió sus ojos asustada. — ¿Encontraron esa cosa?
— ¿Qué? ¡No! — Gritó Will.
— Y si la llegan a encontrar, la responsabilidad es nuestra. — La voz de Hannibal era más suave a comparación de Will.
Will se acercó a Hannibal para acurrucarse a su lado, necesitaba el calor de su pareja en ese momento, y el brazo del Alfa lo rodeó suavemente a la par que un poco de su aroma llegaba a la nariz de Will.
— Además del inconveniente de que no estamos casados y otros inconvenientes, las autoridades pensaron que sería mejor dejarte con una familia ya sólida. — Las palabras de Hannibal eran lentas.
— No puedo tener bebés, Abigail. — La voz de Will seguía tosca. — Ese es el inconveniente principal. Si quisiéramos darte un hermano, serían hermanos perrunos.
La menor parecía recordar las palabras de Freddie Lounds al finalizar su primera reunión, algo a lo que no había estado expuesta en su hogar pero ahora, que entró a la fuerza al mundo de los adultos, conocía esos términos que tanto escalofrío le causaban a sus padres de acogida.
— ¿Por eso Freddie te llamó “OPP”? — Apretó el teléfono suavemente.
— Si… — Gruñó bajito. — En criminología, de manera burda, lo llamamos el McTrío porque decir "Tríada de Macdonald" todo el tiempo es muy largo.
Abigail soltó una risita triste ante el término tan cómico que le daban a ello, mientras que Hannibal arrugó un poco la nariz ante la mención de ese combo de comida rápida.
— ¿Y en qué consiste? — Sonó más curiosa de lo que le hubiera gustado. — ¿Qué son la hamburguesa, las papas y el refresco?
— Para un perfil más ámplio son tres características que una persona tiene que puede convertirla en un asesino en serie. — Le respondió Hannibal. — Estos son la crueldad contra los animales, la piromanía y la enuresis, acompañado con conductas homicidas y sexuales, aunque no todos los asesinos en serie cumplen con ellas. En el caso de los Alfas y Omegas cambia.
— ¿Cómo?
— La “hamburguesa” es la incapacidad del Omega para tener hijos, ya sea por esterilización o propia del cuerpo, las “papas” son las conductas violentas o tendencias suicidas, y el “refresco” es la psicopatía, la falta de reconocer las emociones del otro. — Respondió Will con tranquilidad.
— Pero tú puedes sentirlas, más que cualquiera.
— Es por eso que Will no entra en la casilla de OPP, desde mi punto de vista médico. — El Omega soltó un pequeño gruñido por ser psicoanalizado sin su consentimiento. — Pero para otros psiquiatras, parece que Will es el mayor exponente de un OPP.
— Como el Dr. Chilton.
— Maldita sea, Frederick. — El Omega gruñó mientras que el otro par se reía.
— Si, es un tonto al creer que pa- Will, es un OPP.
Ambos se miraron entre ellos, con un nudo en el estómago por lo que estaban a punto de decirle a Abigail, pero era algo que sentían en sus corazones, algo que importaba más que descubrir que el otro era un asesino en serie, los que ahora tenían en la mira y se apoderaban de los pensamientos de Jack Crawford.
— Abigail, Hannibal y yo hemos estado discutiendo sobre algo. — Sonrió mientras sentía su corazón latir fuerte.
— ¿Es algo malo?
— No, es todo lo contrario. — El Alfa sonrió. — Dado que nuestros cuerpos y mentes están respondiendo a una necesidad biológica, nos hemos vuelto una familia.
— Nosotros te vemos como una hija. — El corazón de Will se estrujó un poco. — Y supongo que tú nos ves como tus padres.
La menor asintió en el aire al sentirse descubierta.
— Creo, aunque después nos vamos a arrepentir de esto. — La voz de Will titubeó. — Qué nos puedes llamar “papás”.
— ¿¡En serio!? — Sonrió emocionada. — ¡Sí quiero!
Ambos sonrieron satisfechos de su respuesta, querían imaginar esa cara pecosa y ojos azules llenos de emoción.
— Sólo una condición. — Soltó Will. — Si me llamas “mamá” me encargaré de avergonzarte frente a tu amiga.
— No lo haré, papá Will. — Soltó una risita.
Siguieron conversando con ella un poco más, el aroma en la habitación era una mezcla del de amos, granada y agua de mar. Que Abigail les llamara había tranquilizado un poco sus propias tensiones hasta que la llamada terminó y ambos recordaron el asunto por el que se habían reunido en primer lugar. Estaban en el estudio de la casa de Hannibal, donde ambos llevaban un rato bebiendo vino mientras discutían.
Que Will haya descubierto ya que Hannibal era el Destripador de Chesapeake fue una sorpresa para sí mismo por lo tonto que fue para no haberse dado cuenta antes. Quizás porque estaba más abrumado con el hecho de que alguien lo vio matando, lo vivido con Abigail y Garret Jacob Hobbs, que necesitaba pulir más su máscara de humano, aunque si era sincero consigo mismo, se alegraba de ser reconocido sólo por Hannibal, a pesar de que ambos necesitaron una ayuda externa para darse cuenta.
Quizás eso era lo que más le molestaba.
— Parece que hicimos muy feliz a Abigail. — Se acercó a Will con una copa de vino servida. — Ella llena nuestros vacíos y nosotros el de ella.
— ¿Le diremos lo que somos? — La mirada de Will se clavó en la de Hannibal. — ¿Ella tiene que saberlo?
— Podemos omitir ese detalle hasta que ella sea mayor de edad, para comprender la situación. — Le dio un trago a su propia copa. — Ella está en una edad que puede ser impresionable, más aparte su historial y el reciente trauma de haber matado a alguien, creo que por ahora podemos omitir eso.
— Omitir, omitir, omitir. — Soltó en un gruñido. — No podemos omitir más de lo que ya hemos hecho.
— Tú le estás omitiendo datos sobre ti, Will.
— Una cosa es que no le diga que ella me recuerda a mi bebé muerta, que le digamos que somos asesinos seriales y que algún día nos atraparán, nos llevarán a prisión y la dejaremos sola.
— Lo omitimos para protegerla, Will. — Sus ojos se pintaron de rojo. — No nos atraparán, pero si eso llegara a pasar tengo un plan de respaldo, no dejaré que les hagan nada.
La mirada dorada de Will se encontró con la de Hannibal, estaba en parte de acuerdo con él, pero estaba molesto de todas formas. Sabía que su enojo era irracional, pero no podía dejarlo pasar sólo porque sí, no era un Omega que se doblegan ante su Alfa, y Hannibal lo sabía.
— Si las cosas salen mal, será todo tu culpa. — Mostró sus colmillos. — Te haré la vida imposible, Hannibal.
— Me quedaré atento a las consecuencias, Will.
— Y espero que sea así. — Le dio un trago a su vino. — Ya ni siquiera lo hagas por mí, hazlo por Abigail. Si nos atrapan, ella se quedará sola.
Normalmente Hannibal no hacía nada más que por él mismo, pero con la llegada de esos dos Omegas a su vida, sabía que no sería capaz de dejarlos abandonados así nada más. Eran su familia y los protegería de todo, incluso de Jack Crawford, su nueva aprendiz y del FBI. Pobre de aquel que se atreva a tocarle un sólo cabello a su pareja y a su hija.
— Lo haré, Will. — Sonrió levemente. — Pero si seguimos haciendo esto, debemos ser el doble de cuidadosos, no debemos dejar que nadie nos vea otra vez, más si el tío Jack tiene a un nuevo perro rastreador.
— ¿Me crees tan idiota como para descuidarme así?
— No, Will. Sólo creo que a veces eres muy impulsivo, necesito que tengas cuidado.
Lo miró unos segundos a los ojos, asintiendo con la cabeza suavemente.
— Lo tendré, Hannibal. — Suspiró un poco. — Tú no seas tan imbécil.
Ambos sabían que debían componer lo que estaban peleando, porque no eran unos idiotas que se conforman con palabras, querían ver acciones por parte de ambos.
Lo mejor era hacerle un regalo, un detalle, para su pareja.
Notes:
Quizás me estoy pasando un poquito de riata con los personajes, una disculpita u.u pero las cosas van a mejorar, y habrá pollo rostizado para celebrar :D
Chapter 20: They want to look at you, but you don't even let them blink
Notes:
¿Ustedes creen que si Will le hubiera preparado el guacalome de Juan Da a su papá cuando le dijo que estaba embarazado no se hubiera puesto bravo? Yo digo que si
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Chapter Text
Muy a su pesar, ahora Will tenía a Clarice a su lado en su salón de clase. Ella ya no portaba el uniforme de la Academia y sólo se concentraba en ver atentamente al Omega mayor a su lado.
— Este caso ha estado abierto por más de quince años. — Le mostraba las fotos de las familias destrozadas. — Sin embargo, la primera vez que nuestro OPP se dejó ver fue hace casi diez años. Si sabes por qué es un maldito OPP, ¿Verdad?
— Si, señor Graham. — La mirada de Clarice estaba clavada en las fotos. — ¿Hace lo mismo con todos los cachorros?
— ¿De esconderlos? Si. — Movió un poco la cabeza, provocando que su cuello tronara. — Nuestro OPP se tienta el corazón y los mata a ellos primero.
— ¿Para hacer sufrir a los padres?
— No, para no traumar a los cachorros. — Tomó una de las fotos que había tomado Brian y se la entregó. — Si te das cuenta, con ellos no es brusco, busca una muerte rápida para ellos y sólo les dispara. Busca que sus últimos momentos sean lo menos agonizantes.
La Omega miró atenta la foto en sus manos, en ella estaban los cuerpos de dos pequeños con disparos en el pecho, envueltos con cuidado debajo del edredón grande, agujeros de bala se veían en los pechos de ambos niños y habían sido colocados debajo de la cama con mucho cuidado. Con los padres, era otra historia.
Los cuerpos estaban destrozados, ensañamiento con el Omega y la escena más brutal que Clarice haya visto. Will la miraba en silencio, sabiendo que él era capaz de hacer cosas peores, siempre y cuando tuviera de referencia las ideas de Hannibal.
“¿Qué puedo regalarle a Hannibal?”
Estos últimos días tanto el Destripador de Chesapeake y el Copycat habían entrado en lo que se llama “época de enfriamiento”, que es el periodo donde un asesino deja de matar. Ya sea por ocupaciones personales o no querer alterar a la policía, más de lo que ya lo habían hecho.
Jack Crawford pensaba que esto era bueno y malo. Bueno porque ya no había más víctimas y malo porque no había más pistas que seguir.
Will sabía que Hannibal le haría un regalo ostentoso, alguna referencia para el Omega, pero él quería crear su propia obra de arte, algo para decirle que lo aceptaba totalmente, que le entregaba su corazón, al menos la mayor parte.
La voz de Clarice sonaba de fondo, pero él no le prestaba atención. Estaba perdido en sus pensamientos, en la forma que quería hacer su diseño.
— ¡Señor Graham! — Clarice soltó más alto.
— No te hará caso, novata. — Entró Beverly con un vaso de café qué dejó al lado de Will. — Se disoció, sólo Dios y Will saben lo que pasa por su cabeza en esos momentos. No suele compartir lo que piensa.
— ¿Hace eso muy a menudo? — Hizo una pequeña mueca por sentirse ignorada.
— Demasiado, pero cuando sucede en las escenas del crimen es demasiado útil. La primera vez que lo vi, estábamos en lo que parecía ser un robo a una casa, pero Will dijo que el Alfa golpeó a su pareja, la mató y después quiso encubrir las cosas de esa forma.
Los ojos de la Omega iban de Will a Beverly, la Alfa hablaba con tanto cariño del Omega, cosa que no había escuchado por parte de los demás agentes debido a la ferocidad de Will. Eso le hizo plantearse la duda sobre Will y su lado OPP. Ellos no forman vínculos con las personas, Will Graham los tenía.
— ¿Desde cuándo usted conoce al señor Graham? — Miró a la Alfa una vez más.
— Jhmmm… Creo que desde hace casi trece años. — Alzó un poco los hombros mientras miraba a su amigo. — Lo conocí antes de esas cicatrices, siempre ha tenido ese mal genio.
Soltó una pequeña risa mientras le regresaba la mirada con una sonrisa un tanto nostálgica. Clarice se sentía horrible, pero quizás podría aprovecharse un poco de la conexión que tenían ese par para indagar más a fondo en la vida del Omega.
— ¿Cómo se las hizo? — Los ojos de Clarice recorrieron lentamente cada marca mientras Will seguía con la mirada fija en las fotos.
— Este pequeño demonio nunca ha aprendido a quedarse quieto, de hecho si repites algún movimiento o tic cerca de él, comenzará a imitarlo al poco rato. Es gracioso verlo y darse cuenta, por eso es malo pelear contra él. — Sonrió mirando el parche en su frente. — Así como atacó a Tobias Budge, se lanza a todos los que considere amenaza, no espera refuerzos el muy imbécil.
Tomó a Clarence del brazo para sacarla de allí, sabía que si Will salía del “limbo” y se daba cuenta que estaban hablando de él en sus narices terminaría con la Omega en RRHH pidiendo terapia debido al trauma de haber sido insultada en inglés y en francés.
La llevó por los pasillos hasta una esquina para poder hablar mejor. A Beverly le gustaba hablar de Will cada que tenía la oportunidad, odiaba que la gente se llevara la mala impresión de su actitud en vez de ver que él era un Omega asustado y solitario, cargando con mucho dolor a sus espaldas y que solamente reaccionaba a sus más puros instintos de supervivencia, mismos que habían sido dopados con los supresores a los que se veía obligado a tomar.
— Desde que éramos policías ha sido así, quizás porque nunca ha querido dar esa impresión de ser un Omega débil. — Se recargó de la pared. — Yo nunca lo he visto de esa forma, pero no conozco todos los detalles de cómo era su vida en Luisiana.
— ¿Luisiana? — La Omega ladeó la cabeza hacia un costado.
— ¡Si! — Sonrió un poco. — Will es de la tierra del vudú y la comida cajún, así que te advierto de una vez que puede insultarte en tu cara en francés sin que te des cuenta.
— ¿Qué más sabe de él? Lo cuenta con mucho cariño.
La expresión de Beverly fue borrando poco a poco su sonrisa, mirando a un punto fijo en el piso mientras pensaba en todas las anécdotas que habían vivido, en lo que se conocían el uno del otro, los traumas de ambos, que Will era su confidente y ella era su perro fiel, un miembro más de su manada y que nunca dañaría la confianza que el Omega había depositado en ella.
En ese momento, la Omega a su lado le recordaba a Freddie Lounds cuando era joven.
— Muchas cosas. — Suspiró suavemente. — Las suficientes para saber que mi amigo no es mala persona, sólo un poco problemático pero no al punto tan exagerado que lo ponen las autoridades.
Se despegó de la pared y miró a Clarice a los ojos, la Alfa podía sentir esa mirada de cordero moribundo. Ella podía empatizar con esos ojos, si Will tenía la agresividad como mecanismo de defensa, Clarice tenía esos ojos asustadizos. Otro Omega traumado en las filas del FBI, quizás.
— Solamente te diré que pises con cuidado el terreno en el que estás parada, o podrías caerte al lodo. — Su mirada se suavizó un poco y se separó de ella. — Hablando de lodo, hay un cerdo del que debo encargarme… No quiero, deséame suerte.
Sonrió un poco más a la vez que dejaba sola a Clarice en su lugar, con los ojos abiertos y tratando de llegar a varias conclusiones en ese momento. O Will Graham era un astuto hijo de puta que había manipulado a la Alfa por años, o quizás no era la persona terrible que todos parecían creer. Aunque si era justa con el Omega, las personas exteriores a su alrededor parecían tener la misma opinión de Beverly, tal vez Jack Crawford estaba teniendo sus sospechas, pero tampoco hablaba mal de Will, ni sus alumnos, ni Brian y Jimmy, ni el Dr. Lecter o la Dra. Bloom.
La única persona que parecía tener una opinión totalmente imparcial era Bedelia Du Maurier, por algo Jack la había enviado a hablar con la psiquiatra. Todavía no iba a verla, necesitaba hablar con todas las personas que conviven con Will en su trabajo, igual que había leído cada informe médico, cada carta de RRHH, incluso cada artículo que ha escrito Freddie Lounds en el TattleCrime con respecto a Will. Cada pedacito de información era valioso para la Omega para tener saber dónde dirigirse.
Además, se quedó con la intriga acerca de la imitación. Will estaba en el espectro, en personas como él era común imitar a la gente a su alrededor para acoplarse al entorno, no era extraño.
— ¡Oye mocosa! — Se escuchó la voz de Will en el pasillo. — ¿Dónde estás?
El Omega había salido de su trance y se había dado cuenta de la ausencia de la chica, lo cual le pareció un acto un tanto grosero de su parte pero iba a dejarlo pasar únicamente porque fue su culpa, se había ido al limbo mientras estaban juntos por pensar en algo para su pareja. Pensamiento que lo hizo sonrojarse un poco, de por sí su cuerpo ya se sentía extraño, ahora más que parecía necesitar de la presencia del Alfa a su lado, se sentía incompleto.
Su cuerpo se sentía extraño, como la sensación de que estaba a punto de darle un resfriado y el primer síntoma que llegaba era el cuerpo cortado, su estómago dolía, sus tripas parecían apuñalarlo desde dentro, tenía asco y podría jurar que tuvo temperatura en la mañana. Ya había tomado un par de pastillas y con eso se había relajado un poco su cuerpo, ahora se sentía un poco más estable, aunque la temperatura quería regresar.
Cerraba los ojos y los sentía calientes, sus manos estaban frías y sentía su cuerpo sudar poco a poco. Luego estaba la mocosa que había cambiado de opinión y quería aprender de él, que en cierto modo su oscuridad interna se sentía halagada pero eso no evitaba que Clarice fuera una pesada preguntona o sus suaves pasos que le provocaban ansiedad.
Sus compañeros, su jefe e incluso su pareja hacían ruido para hacerse notar en la habitación, pero Clarice no, parecía dar pasos de ratón, no ser vista ante los ojos interrogantes del mundo a su alrededor. Le recordaba a sí mismo en sus tiempos de juventud, queriendo ser discreto a la hora de matar y hasta ahora había funcionado.
Bendito sea la persona que inventó los silenciadores.
— ¡Aquí, señor Graham! — Los pasitos de Clarice hicieron eco mientras se acercaba a su nuevo mentor.
Will sólo giró los ojos mientras regresaba al interior de su salón, con Clarice pisándole los talones para aprender más de él. Ahora tenía que comprobar si lo dicho por la agente Katz era tan fuerte, aunque esperaba no hacerlo enojar más de lo que suponía que eran los límites del Omega mayor.
— No te vayas hasta que yo te lo indique. — Bufó. — Si vuelvo a quedar así, sólo muéveme o algo, no te salgas de la habitación como una rata sucia.
— Lo siento, señor Graham. — Clarice quiso verlo a los ojos, pero los del Omega miraban hacia el costado de Clarice. — La agente Katz estaba hablando conmigo, le trajo café.
Un pequeño silencio se hizo presente, donde Will le dio esa rápida mirada a los ojos de Clarice que tanto buscaba la más joven. Ella notó que el iris del Omega tenía un intenso dorado, era como mirar dos piedras de lapislázuli en la cara de Will Graham.
— Ah, gracias. — Volvió a desviar la mirada hacia el suelo mientras señalaba el salón de clases. — Sólo entra ya, maldita sea.
Y la Omega entró como alma que se llevaba el diablo al aula, no quería abusar más de su suerte, no ahora que parecía que el mayor estaba llegando a un estado que no era muy agradable para ese segundo género.
๑ . ๑ . ๑ .
Hannibal, como cada vez que necesitaba acercarse un poco a la humanidad pero no podía producirla él mismo, había invitado a Alana para cocinar y cenar. Alana era su persona favorita para este tipo de cosas por la bondad en su corazón, misma que le ha nublado en juicio más de una vez y que le hacía ver cosas buenas en las personas cuando no las había, por eso Alana Bloom era su herramienta, agradecía tanto que ella no pudiera ver la oscuridad de su Omega.
Pero ahora la necesitaba para saber cómo remediar la situación tensa entre ellos. No habían discutido, pero las emociones de ambos ahora eran muy extremas. Esa mañana, el Alfa había experimentado una pequeña oleada de calor por todo su cuerpo que lo hizo jadear un poco, un calor en el estómago y la necesidad de morder, se había desquitado con unos pedazos crudos de su última cacería, pero no había sido suficiente para calmar esa sensación.
Eran los síntomas del inevitable celo que se acercaba, podía sentirlo en su ser y también que su pareja estaba experimentando el mismo problema gracias a su mordida en el hombro, que ahora era más pequeña pero con el mismo efecto. Toda esa zona se sentía adormecida y hormigueante, como si miles de pequeñas espinas se clavaran en su piel desde el hombro hasta su espalda baja. Era una sensación incómoda, pero sabía que valdría la pena en el momento que pudiera morder a su Omega para reclamarlo como su pareja, él deseaba tanto eso.
Sentir la suave piel de Will en sus dientes, haciéndole saber al cuerpo del Omega que serían pareja hasta que la muerte los separe. Él igual deseaba tanto sentir los pequeños colmillos de su compañero en su propio cuello, de hacerle notar al mundo que al fin había encontrado a alguien que consideraba su igual, ya tenía su vínculo.
Esperaba tanto ese momento que su cuerpo se estremecía y un ronroneo llegaba a escapar de su garganta, incluso con Alana cerca de él. Ella no podía percibir el aroma a celo territorial en el aire, pero no era sorda. Por más débil que sea su oído, el ronroneo de Hannibal había sido lo suficientemente fuerte como para escucharlo.
— Parece que alguien está contento. — Sonrió mientras picaba las verduras, sin ver al Alfa.
— No entiendo a qué te refieres, Alana. — Se acercó al refrigerador a sacar la carne. — Quizás estás escuchando cosas.
— Puede ser, pero he convivido con suficientes Alfas comp para identificar un ronroneo. — Su sonrisa era suave ahora. — Es por Will, ¿No es así?
Alana le estaba dando una oportunidad en bandeja de oro, no iba a desperdiciarla ahora que la tenía en su cara.
— ¿Qué tanto sabes? — Se acercó con un par de corazones que dejó en la tabla.
— Lo suficiente como para saber que la gente en el FBI está al tanto de ustedes. — Ella seguía en su labor, sin mirarlo. — Quieren saber qué fue lo que hiciste para “domar a la bestia”.
— Precisamente eso, querida Alana. — Fue su turno de sonreír. — No tratarlo como una bestia, ni como un Omega débil. Lo trato como un igual.
— ¿Y qué pasa con aquella pareja de la que me hablaste?
Un pequeño escalofrío llegó a su espalda, quizás era demasiado pronto para hablar de la verdadera naturaleza de su relación, sobre todo si seguía siendo tan personal, tan íntima que solamente se dejaba ver por las ganas del Omega de marcar territorio. Will no era celoso, sólo era territorial. A opinión de externos a ellos dirían que es lo mismo, pero Hannibal sabía que no era así.
Él también era territorial con su Omega, se encargaba de llenarlo con su olor cada que lo veía, siempre sus cuerpos estaban en contacto, ya sea con un suave agarre, sus hombros o piernas rozándose, como el meñique de Will buscaba a tientas su mano para agarrar aunque sea un dedo.
Ambos eran territoriales e íntimos, incluso comenzó a cuestionarse si Beverly Katz sabía ya de toda su relación, aunque podría decir que si. Él mismo había hablado con Chiyoh acerca del tema, donde la indiferencia de la japonesa se había vuelto vulnerada al saber que Hannibal al fin había parado con aquella búsqueda que la había dejado harta.
Ahora, tenía que arreglar la situación con Alana.
— He desistido de mi búsqueda, me di cuenta que aquello que perseguía era un sueño imposible con una persona que desapareció hace quince años de mi vida, así que ahora me estoy abriendo a una nueva posibilidad de encontrar afecto.
— Y ese lo encontraste en la persona menos afectiva del mundo. — Soltó una pequeña risita burlona. — Vaya ironía de la vida.
— Will puede ser afectuoso a su manera, deberías de saberlo si lo conoces desde más tiempo que yo. — Miró a la Beta con una ceja alzada. — ¿No lo crees?
Alana se sonrojó un poco por la vergüenza, pero no iba a dejarse ganar tan fácil.
— Bueno, nunca lo había visto con una pareja sentimental en todo este tiempo, la única vez que lo escuché hablar de eso tiene que ver con el resto de cosas que lo hacen un Omega hostil.
— Estoy enterado de ello, pero no es algo que me moleste. — Regresó su mirada a la carne. — Sabes que yo tampoco he tenido una pareja en todos estos años, así que ambos somos inexpertos en este tema.
— Supongo que tienes razón. — Alzó los hombros mientras le daba un trago a la cerveza que Hannibal le había servido previamente. — Aunque no creo que me hayas llamado solamente para hablar de Will, al menos no de esta forma.
Hannibal estaba consciente de los sentimientos de la Beta desde hace años, pero ella no había intentado nada por los límites del Alfa, así que ahora se sentía un poco traicionada por el hecho de que Will Graham haya llegado tan lejos, más que cualquiera que haya puesto su atención en él.
— Siempre tan intuitiva, Alana. — Comenzó a cortar los corazones. — Digamos que sobreanalicé de más a Will sin su consentimiento, crucé sus límites y eso lo molestó, ahora no sé por dónde puedo disculparme con él.
La atención de la mujer estaba en los corazones, que tenían una forma demasiado singular, una que ella conocía perfectamente desde la universidad y su constante contacto con la muerte. Hannibal le había dicho que cocinaría corazones de res en alguna receta francesa de la cual no podía pronunciar el nombre por lo raro que era, pero la forma, la forma la hacía sentirse nerviosa.
Ella misma lo había sostenido, había tenido en sus manos un corazón humano, idéntico al que el Alfa tenía en sus manos.
Sabía que era una idea muy mala confrontarlo en su cocina, en un sitio que sabía de sobra que era territorio de Hannibal y que, en caso de un ataque, el Alfa tenía ventaja sobre ella en fuerza, por más objetos que podría usar como armas en su contra.
Necesitaba hablar con Jack Crawford, pero mientras iba a hacerse la tonta, si eso significaba comer esos extraños corazones, engañando a su mente en que solamente el parecido era eso, un parecido, las vísceras de los animales llegaban a ser idénticas a las humanas, por eso muchos dealers las colocaban en sus puntos de entrega para asustar a la gente.
— Bueno, sé que ama la comida cajún, creo que una buena receta con ese sazón le caería muy bien. — Se acercó a su mesita para tomar más de su cerveza. — Podrías cocinarle un poco para calmar a la bestia.
Ambos soltaron una pequeña risa y Hannibal lo pensó más a detalle, cocinar algo de las tierras de su pareja sonaba a una buena idea. Alana era maravillosa en el aspecto de hacer sentir bien a la gente, sin duda quien fuera su pareja sería muy afortunado o afortunada.
— Eres un genio, Alana. Sabía que era una buena idea hablar contigo. — Sonrió levemente. — Tengo ahora un par de recetas en mente.
El cuerpo de la Beta se estremeció un poco ante la idea, tragando saliva un tanto nerviosa.
— Oh, por supuesto que la tienes.
๑ . ๑ . ๑ .
Una joven pareja iba tomada de las manos mientras andaban por el parque en Baltimore. Sus sonrisas eran contagiosas, cualquiera que los viera se sentiría enamorado sólo por el aura que desprendían, demasiado cursi, demasiado amor.
La Alfa miró con ojos de amor a su lindo Omega de cabellos rizados y comenzó a llenarlo de besos cariñosos. Poco a poco lo fue llevando a un callejón donde le acorraló para seguirlo besando con cariño, besos que se vieron interrumpidos por un sonido a metal chocando. Ambos se separaron para buscar de dónde carajos venía eso.
— Maldita sea, justo en nuestro momento especial. — La Alfa gruñó molesta. — Vámonos de aquí, amor.
Su pareja asintió y volteó a ver el fondo del callejón, quizás con morbo de ver si había algún vagabundo observando por allí. Su mirada no fue hacia abajo, como sería lo normal para ver si había alguien en la basura, sino fue hacia arriba, soltando un grito Omega que alteró a su pareja y la hizo voltear en esa misma dirección para proteger a su pareja, pero ella igual se quedó tiesa al ver lo que había.
Un cuerpo colgaba, sostenido con unos alambres en las paredes. Era una persona blanca, con la mandíbula rota y la cabeza inclinada hacia un lado, sus brazos estirados y el pecho abierto. Donde debían estar sus órganos vitales, había un montón de rosas blancas, alcatraces y lirios, donde los pétalos estaban teñidos de rojo, ya sea por las gotas de sangre que caían sobre ellos o porque las flores estaban absorbiendo la sangre para hidratarse.
De los brazos del cadáver colgaban varios hilos pequeños que tenían atados diamantes de anillos y aretes de distintos colores, haciendo que la luz de las calles y de la Luna reflejaran sobre ellos. Sus dedos estaban con anillos de oro al igual que su cuello portaba una cadena gruesa del mismo material, combinado con la sangre que goteaba hacia el suelo.
— ¡Maldita sea, hay que llamar a la policía! — Gritó la Alfa mientras sacaba su celular.
El Omega temblaba, pero eso no fue impedimento para sacar su propio celular y tomarle una foto al cuerpo. Sería un gran post en Twitter.
๑ . ๑ . ๑ .
Un sudoroso Will Graham estaba escondido entre las sábanas y mantas de su cama, buscando el calor humano que su cuerpo necesitaba con tanta urgencia. Ya se había duchado, pero había dejado sus herramientas en el piso y ropa sucia en el baño.
Lo único que podía hacer era gemir muy quedito, moviendo su cuerpo hasta hacerse un ovillo.
Estaba con fiebre de 38°, sus entrañas lanzaban espasmos al azar que lo lastimaban y se limitaba a morderse el labio inferior. Lo único que le traía consuelo a su cuerpo era el saber que tenía cerca el saco de Hannibal, mismo que le había dado para perfumarlo pero que seguía con el aroma tan potente del Alfa que parecía tenerlo cerca, sólo esperaba que le gustara su regalo.
“Will, si fuera por mi te vestiría con oro”.
Will no sentía que fuera merecedor de tal afecto, pero podía ofrecerle un poco a su Alfa, Hannibal no necesitaba vestirlo con oro, simplemente quedarse a su lado. Le había dado un ramo de flores ostentoso y brilloso, cosas que sabía que le encantarían a su pareja.
Su cuerpo ardía, sus piernas dolían y la fiebre lo acosaba, pero sabía que todo ese esfuerzo extra por hacer su propio arte habrá valido la pena al ver la cara de su pareja.
Cuando pudiera verlo.
Mientras, seguía gimiendo y tratando de calentar su cuerpo, tenía miedo de haber pescado una infección, o peor aún.
Después de algunos años, estaba volviendo a experimentar un celo.
Notes:
¿Qué? ¿Actualización en sábado? Primero que nada, esta actu se movió para hoy porque no iba a tener tiempo de escribir, el domingo debo ir a una práctica obligatoria de fotografía (a la que no quiero ir alch) y el lunes me toca trabajar :c otra cosa, debido a que se me estaba complicando seguir con las actualizaciones (sólo a mi se me ocurre actualizar todos los lunes bravo viva yo), se pasarán a los sábados ya que es más cómodo para mi, solamente que no había pensando en la forma de acomodarlo sin dejar casi dos semanas sin cap xd así que digamos que las cosas pasan por algo :3 en fin, a partir de hoy se actualizará cada sábado, no lo olviden uwu
-Coatl Uzumaki
Chapter 21: The tips of your teeth fit perfect in me
Notes:
Sexo limpio, seguro y lo siento, pero... Bajo mis condiciones 🔥🔥
TW: El siguiente capítulo tendrá contenido sexual explícito al igual que un poco de sangre, se requiere la discreción del espectador
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Habían pasado al menos cinco días desde la última vez que Hannibal y Will se vieron.
El Alfa había tenido problemas para saber qué regalarle a su Omega después del presente que le había dejado para él, porque desde el momento uno que vio el cuerpo en el blog de Freddie Lounds había reconocido los trazos toscos de su pareja, eran inconfundibles a sus ojos. Se sintió todavía más halagado de poder verlo de cerca gracias a una llamada de Jack, Will había estado indispuesto y extrañamente nadie lo había visto en la misma cantidad de tiempo.
— Pensábamos que usted sabía algo sobre Will, dada su relación. — Habló Jack mientras le entregaba la carpeta con las pruebas.
— Si bien somos pareja, Will tiene total libertad de ir y venir si así lo desea. — Abrió la carpeta para sacar las fotos. — El espíritu libre de Will fue lo que me cautivó, ¿Quién soy yo para reprimir ese espíritu?
Jack se quedó callado unos segundos, procesando las palabras de Hannibal.
— Cierto, nadie ha logrado domar a la bestia que vive dentro de Will.
— Más que él mismo, conoce sus propios límites y los moldea a sus necesidades, que usualmente se desatan cuando alguien cruza esos límites. Trato de mantenerme al margen para no defraudar la confianza que ha depositado en mí durante estos meses, deberías saber de antemano lo difícil que es ganarse esa confianza.
Jack parecía un tanto complacido con su respuesta al ver al punto que quería llegar, Hannibal tenía razón. Sobre todo ahora que Will ha estado actuando tan extraño estos últimos días, extraño incluso para los estándares de Will Graham.
Hannibal tampoco se notaba tan pulcro como se acostumbraba verlo, se veía un poco más tenso y en sus ojos, aunque un poco disfrazados por el color de sus iris, había motas rojas que denotaban su estado no era el más estable. Su olor estaba oculto, quizás dormitando en la espera de encontrar a su Omega y después poder llenarlo de él.
No iba a hacerle perder más el tiempo, si era necesario dejarlo ir para que Will estuviera de regreso en el trabajo y a la vez pudieran seguir con la investigación, era mejor.
— Cierto. — Se aclaró la garganta. — No quisiera quitarle más tiempo, Dr. Lecter.
— En lo absoluto, Jack. — Le sonrió de forma cortés. — Quiero ayudarte con su caso para que el regreso de Will sea lo más tranquilo posible, dado al tiempo que ha estado ausente, debe tener una carga emocional.
— Si, creemos que se fue a un pueblo pesquero aleatorio y regresará en dos semanas diciendo ser “el maldito amo de los cuchillos” o algo así. — Se coló Zeller en la conversación. — Will no sabe disparar, ¡Pero vaya que sabe destripar pescados!
Hannibal miró al otro Alfa con un poco de disgusto por colarse en una conversación privada, pero debía admitir para sí mismo que les tenía cierto aprecio a los compañeros de Will, los dos Alfas y el Beta eran carismáticos y eran los únicos que trataban a Will con delicadeza, pero no como lo hacían el resto del FBI de tratarlo como una tacita de té, la favorita de Jack para lanzar contra la pared.
Beverly, Brian y Jimmy sabían que Will no era frágil como una pieza de porcelana, Will era frágil como una bomba. Clarice también comenzaba a tratarlo así, ella le tenía miedo de hacerlo enojar. Era como ver a un perrito amistoso acercarse a un gato gruñón para jugar, donde el final era que el perro terminaba con un zarpazo en la cabeza y el gato lamiendo su pata para quitarse la inmundicia de haber tocado al perro.
— ¿Lo ha hecho antes? — Hannibal miró al Alfa más joven.
— Si, la última vez regresó de Colorado con salmón, creo que nos estuvo alimentando con salmón durante una semana. — Alzó un poco los hombros. — No sé cuánto tiempo estuvo comiendo salmón.
Hannibal sonrió levemente ante la visión más hogareña de su pareja, una que ya era suya y que ya había podido disfrutar en las pocas veces que Will iba a su consultorio con un almuerzo sencillo para él. Han pasado casi cinco meses desde que se habían reencontrado y él valoraba cada pedacito del corazón de Will que le era entregado poco a poco. Hannibal era un depredador en toda la extensión de la palabra, pero cuando se trataba de Will Graham era una garrapata, a la espera del Omega, quieto e inerte en su lugar.
— Es su manera de decirles que los aprecia. — Aclaró un poco la garganta para regresar a las fotos. — ¿Ya lo identificaron?
— Matthew Brown, un Alfa esterilizado. — Habló Jack. — Trabajaba en el hospital del Dr. Chilton como ordenanza, la última vez que se le vio con vida fue dos noches antes de su desaparición, cuando salió del trabajo.
El Alfa rubio asintió mientras miraba las fotos, conocía a Matthew, lo había visto algunas veces en sus visitas al hospital de Frederick cuando el juez pedía una segunda opinión, sabía que había algo oscuro en él, pero era inferior a él que poco le daba importancia.
— ¿Alguna pista? — Miró a ambos Alfas. — ¿Tenía problemas con alguien?
— Nada hasta ahora. — Suspiró Brian. — Lo único que se tiene registro es que iba a reunirse con un antiguo amante, pero el contacto se hizo a través de un teléfono desechable y nunca llamó a su amante por su nombre.
Eso provocó que Hannibal alzara una ceja, este Alfa seguía enamorado de su antiguo amante, este Alfa seguía enamorado de su Will. Por eso se lo había ofrecido como regalo a Hannibal, tenía la historia a medias, no tenía el resto del contexto, pero sabía que Will se lo daría.
Necesitaba buscarlo.
— Quizás fue un encuentro desafortunado. — Dejó las fotos a un lado y se enderezó, sintiéndose mareado de repente.
Se tambaleó un poco, apoyándose del escritorio con una mano mientras que con la otra se agarraba la cabeza.
— ¡Dr. Lecter! — Exclamó Brian. — ¿Se encuentra bien?
El Alfa asintió mientras se enderezaba, sintiendo una oleada de calor invadir su cuerpo. Necesitaba mantener la calma hasta encontrar a Will, esperaba que él también estuviera en el estado febril del celo, de lo contrario se vería obligado a provocarlo y no quería eso. La condición de su pareja hacía que todos los síntomas se sintieran multiplicados por 50, no se perdonaría a sí mismo ver a su pareja retorcerse de dolor en una fracción de segundo.
Para él era más fácil ver a Will retorcerse de dolor por un tiempo prolongado, al menos allí sabría qué hacer. Mientras, debía obligar a su cuerpo a no entregarse al estado total del celo. En momentos como esos, agradecía tanto los consejos que su tía Murasaki le había dado para el control de su cuerpo.
— Si, pero quizás deba retirarme. — Acomodó un poco su traje para recomponerse. — No me he sentido bien estos últimos días, creo que la ausencia de Will me está afectando más de lo que pensé. Debería ir a buscarlo.
— Le espera un camino complicado, doc. — Habló el Alfa más joven. — Will es difícil de rastrear.
— Confío en mis instintos, y en la filosofía de Will. La gravedad me llevará a él. — Le dio una sonrisa cómplice a Brian. — Con su permiso, me retiro.
— Avísenos si logra encontrar a Will, doctor. — La voz de Jack sonó profunda, de mando. — Nos preocupa su bienestar.
— No te preocupes, Jack. — Sus ojos se tornaron rojos mientras miraba al Alfa contrario. — Serás el primero en saber que Will está bien. — Caminó despacio hacia la puerta.
Ambos Alfas lo miraron irse, con un Jack Crawford un tanto confundido mientras Brian soltaba una risita cómplice una vez que dejó de sentir la presencia de Hannibal cerca.
— ¿Qué te parece tan gracioso, Zeller? — Alzó una ceja.
— Querido Jack, estamos frente a un folie à deux. — Sonrió tontamente. — Will le está contagiando su locura al doc Lecter, no me sorprendería verlos después llenos de perros o alguna de las extrañas manías de Will.
Los ojos de Jack se abrieron un poco ante la sorpresa en las palabras de su agente. El simple hecho de saber que Will podría estar influyendo en Hannibal le dio un escalofrío. Porque eso quería decir que Hannibal se vería orillado a matar, si es que Will resultaba ser un asesino.
Debía pensar con claridad, pero no podía hacerlo frente a Brian, él no estaba enterado de toda la investigación detrás de Will Graham y era capaz de estropearlo todo con su enorme boca. Tenía que ser cuidadoso, rezando cada día para que otro cuerpo no apareciera y que tuviera el sello tan característico de sus dos dolores de cabeza.
Mientras tanto, que Dios proteja a Hannibal Lecter.
A tientas había podido llegar a su Bentley, jadeando roncamente apenas estuvo dentro del vehículo. El celo le recorría cada poro de su cuerpo, él mismo se sentía como una bomba de tiempo que iba a explotar si no encontraba a su preciado Omega. De todos los lugares a los que Will pudiera irse, le hizo pensar en la casa del Omega.
Necesitaba llegar lo antes posible a Wolf Trap.
๑ . ๑ . ๑ .
Quizás Hannibal había conducido un poco muy a prisa, pero necesitaba llegar a la casa de su Omega.
Bajó del auto rápido, notando que la casa se veía tranquila, sin ningún movimiento. Fue avanzando hasta la entrada, donde los perros de Will comenzaron a rascar la puerta para salir a la vez que chillaban un poco. El olor a agua marina inundó las fosas nasales del Alfa, su Omega estaba allí adentro, en el punto más alto de su celo y él también comenzaba a sentirse desesperado.
A tientas comenzó a buscar el juego de llaves que Will mantenía escondido entre las vigas de la entrada, abriendo tanto el mosquitero como la puerta principal. Los perros no salieron corriendo, comenzaron a rodearlo mientras chillaban preocupados, ellos habían sido alertados por sus propios instintos sobre el malestar de su amo y esperaban que Hannibal hiciera algo al respecto.
— Tranquilos, no le haré nada. — Miró a Winston, quien parecía más a la defensiva. — Vengo a ayudarlo, les prometo que estará bien.
Los perros se miraron entre sí y de apoco salieron de la casa para darles algo de privacidad, con Winston dándole una mirada de “trátalo bien o yo morderé tus partes nobles” antes de salir detrás de la manada de Will.
Hannibal no se preocupaba tanto por ellos, sabía que la puerta trasera de la cocina estaba abierta y que ellos podrían subir a las habitaciones de arriba donde había camitas para ellos. Will pensaba en todo para la comodidad de sus perros.
Cierto, Will.
A su nariz le llegó el olor de su Omega, tan fuerte como nunca lo había sentido, pero también llegaba el olor a jabón, sudor y el lubricante natural de Will. El Omega ya se había complacido a sí mismo estos últimos días y había tomado un baño, eso era algo bueno, el celo no lo había dejado totalmente inconsciente.
Se acercó con cuidado a la cama de Will, viendo como la pila de mantas subía y bajaba lentamente por la respiración del Omega, incluso se sonrojó y sintió su excitación más presente al ver que tenía un par de prendas suyas en el nido, las mismas que él le había dado a perfumar pero que, al parecer, todavía conservaban el aroma de Hannibal.
Will le daba la espalda, estaba dormido y acurrucado en un ovillo. Hannibal no podía verlo de frente, pero suponía que el pobre Omega tenía fiebre, se veía en el leve tiritar de su cuerpo. Pese a que su naturaleza le decía que se lanzara sobre él y lo mordiera, no lo haría. Se recostó con cuidado a su lado, abrazando a Will por detrás en forma de cuchara, quitándose los zapatos y el saco para estar más cómodo en el nido. Su nariz se pegó a la nuca de Will, donde su aroma era más fuerte, como si le estuviera haciendo una invitación.
Cerró los ojos mientras sentía su propio estado febril ir en aumento, el dolor en su hombro se hacía cada vez más insoportable, la ropa ya comenzaba a estorbar en cierta parte que quedaba bien pegada en el trasero de Will, pero se repetía a sí mismo a no cruzar los límites de Will, no quería alejarlo nuevamente.
El Omega se movió un poco, para darle a entender que estaba despertando.
— Hannibal… — Soltó en un susurro.
— Hola, Will. — Le respondió ronco.
— ¿Cómo supiste que estaba aquí?
— La gravedad, querido. — Dio un suave beso en su cuello. — Tú mismo dijiste que la gravedad nos atrajo para estar juntos, eso nunca va a cambiar.
— Cierto. — Trató de contener un gemido. — Maldita sea, me siento…
— ¿Enfermo? — Pegó más ese precioso bulto de mantas a su cuerpo. — Yo también… Estamos en celo.
— Lo sé, tu maldito olor te delata. — Esta vez un ronroneo llegó a oídos de Hannibal. — No había sentido uno en dos años.
— Y yo desde hace cinco. — Llegó otro beso. — No quería volver a sentirlo hasta encontrarte.
El ronroneo por parte de ambos se hizo más intenso, Hannibal comenzó a sudar cada vez más y su miembro ya erecto demandaba atención. Will, como pudo, alzó el montón de mantas para que Hannibal entrara debajo de ellas. El Alfa sabía que eso estaba mal, pero ese sería un problema para ellos en el futuro, por lo cual entró y abrazó de forma directa a Will, sintiendo la pijama ligera del Omega que sólo eran una camiseta interior y un bóxer, mismo que ya estaba húmedo.
— Perdí las malditas pastillas, Hannibal. — Un chillido de dolor suplantó al ronroneo. — Me duele…
— ¿Dónde te duele, Will? — La mano de Hannibal comenzó a acariciar lentamente su vientre.
— P-por dentro. — Soltó otro chillido. — Siento que mis tripas me están apuñalando.
— Puedo ayudarte con eso, mylimasis. — Volvió a besar su cuello. — Sólo necesito tu permiso.
Will soltó otro chillido de dolor, que fue consolado por los brazos de Hannibal rodeando su cuerpo. Su espalda chocaba en el pecho del Alfa, sentía la erección de Hannibal en su parte baja y él mismo ya se sentía duro, incluso su lubricante había comenzado a salir más y las contracciones en su interior eran más fuertes, más necesitadas.
— Tómame… — Gruñó bajito. — Maldita sea, Hannibal, tómame.
El Alfa sonrió complacido, metiendo una mano debajo de la camiseta sudada de Will para tocar su pecho mientras la otra se metía en su bóxer y comenzaba a complacerlo. La respuesta de Will fue comenzar a gemir al sentirse tocado, no se sentía solo, no volvería a pasar por un celo tan doloroso nuevamente con Hannibal a su lado.
— Will, hueles muy bien. — La voz de Hannibal era tan ronca en ese momento.
— Cállate. — Susurró avergonzado. — Sólo tócame.
Hannibal sonrió complacido sin dejar de hacer sus movimientos. Con una mano rasguñaba suavemente la piel de Will mientras que la otra masturbaba la erección del Omega, sin dejar de darle besos e incluso pequeñas mordidas en la nuca y cuello de Will. El castaño soltó otro pequeño gruñido y quitó las manos de Hannibal de su cuerpo, el Alfa gruñó en respuesta pero se tranquilizó al ver a Will girar, quedando frente a frente.
El rostro de Will estaba totalmente sonrojado, los ojos del Omega estaban totalmente dorados, unos rizos se pegaban a su frente sudorosa y su respiración era irregular. Era la primera vez que veía a Will así de vulnerable y eso era en parte su culpa, por quitarle los supresores y encargarse de llenar al Omega de su aroma, la biología de Will ya lo reconocía abiertamente como su pareja.
— Hannibal… — Gimió a la vez que se acercaba a sus labios y lo besaba con deseo.
El Alfa correspondió el beso con deseo, sintiendo como las manos temblorosas y ansiosas de Will comenzaban a desabrochar los botones de su traje, de su pantalón, de su camisa. Se separó un poco para ayudarle con eso hasta que su torso estuvo expuesto para el Omega, quien comenzó a morder el pecho de Hannibal con fuerza, dejando marcas rojas y uno que otro punto sangrante en esa piel. Los colmillos de Will se estaban afilando y Hannibal portaría las cicatrices dejadas por su pareja con orgullo. Porque Hannibal Lecter se dejó marcar por el Omega perfecto para él.
Will se puso encima de Hannibal y se quitó la camiseta, lanzándola hacia un lado mientras Hannibal se enderezaba para abrazarlo y volver a besarlo con deseo. El Omega comenzó a mover su cadera contra la dureza del Alfa, soltando gemidos ahogados en los labios del mayor. Los besos de Hannibal comenzaron a bajar desde sus labios, luego a su mentón, para finalmente terminar en su cuello, donde comenzó a lamer y a dejar pequeñas marcas rojas. Tan rojas como las iris de su pareja.
Una bella mezcla de dorado y rojo estaba en ambos.
— Vi tu regalo, Will. — Susurró contra la piel húmeda. — ¿Por qué Matthew Brown?
— Ese hijo de puta quería volver. — Sus movimientos comenzaron a ser más rápidos. — Pero yo te tengo a ti, Hannibal. Es mi manera de decirte que eres el único, al que yo quiero a mi lado aunque sea un maldito censurador.
La emoción ya no se pudo contener, toda la fragancia de Hannibal salió de su cuerpo para llenar la habitación, provocando un gemido más alto y necesitado, a la vez que un escalofrío lo cubría por una contracción en su interior. Hannibal lo abrazó con fuerza y lo hizo rodar por la cama, quedando ahora él arriba de Will mientras dejaba ver su torso ya descubierto, su camisa ya tenía unas gotas de sangre por las pequeñas mordeduras de Will.
— Mi turno. — Sonrió mientras se quitaba la ropa hasta quedar en interiores, justo como Will. — Te he dado un raro regalo, y lo has aceptado.
La cara de confusión que puso Will enterneció al Alfa, apartó unos rizos de la frente de Will y le dio un beso en la herida recién sanada.
— Te dejé verme. — Sonrió ronroneante. — Sólo tú puedes verme. Quiero que sólo tú me veas.
— Eres un narcisista de mierda. — Sonrió mordiendo su labio. — No vas a lograr convencerme sólo con eso.
— Te daré el mundo entero, Will. — Se acercó lento a sus labios. — Sólo tienes que pedírmelo y te lo daré.
El Omega sonrió entre avergonzado y cautivado, tomando al Alfa por las mejillas para acortar la distancia entre ambos y besarlo. Besos que se fueron haciendo más intensos mientras ambos se mordían los labios hasta hacerlos sangrar. Ambos sentían el sabor metálico en sus bocas, y eso los hizo ponerse más necesitados.
Will abrió sus piernas para darle más acceso al Alfa, comenzando a frotarse entre sí para calmar un poco sus ansias. Hannibal bajó al cuello del Omega para volver a besarlo, dejando marcas mucho más notorias mientras que se ocupaba de la ropa interior que estorbaba, al fin estaban libres.
Bajó la mirada a sus miembros duros y expuestos, pero decidió separarse para poder apreciar el cuerpo de Will a detalle, recordando y encontrando las diferencias que había sufrido su pareja a lo largo de los años. Su primera observación fue que en efecto, Will podría hacerse pasar por Beta hasta en el sexo.
Viejas cicatrices de golpes o cortes accidentales estaban allí, algún rasguño por otro lado, una marca de bala en el brazo, una puñalada en la costilla, más abajo estaban unas pequeñas estrías en su vientre, y luego estaba la extensa cicatriz de la cesárea en su vientre, casi hecha al propósito para recordarle a Will que, ante la sociedad, era un Omega inútil.
Hannibal comenzó a besar cada marca que veía en el cuerpo tembloroso de Will, sonriendo ante los espasmos del mismo que demostraban su excitación o su necesidad de tenerlo dentro. Hannibal no quería ser la bestia que podía llegar a ser, era un romántico al final del día y quería que su reencuentro fuera especial, un inicio perfecto para su historia.
Dio besos en la cicatriz de Will, diciendo en forma silenciosa que no le importaba si no podía darle hijos, él lo amaría por todo lo que le quedara de vida e incluso más allá del plano terrenal.
Finalmente llegó a la erección de Will, que comenzó a besar y lamer para complacerlo, sonriendo satisfecho al escuchar los suspiros que salían de boca del Omega. Las piernas de Will se acomodaron de tal forma que le daba más acceso a Hannibal, agarrándose de los muslos de Will para seguir con su trabajo. Una vez que los gemidos de Will se volvieron más suaves, una de sus manos soltó el muslo de Will y la llevó a la cavidad de su pareja, tomando un poco del lubricante del Omega para humedecer sus dedos y meter dos lentamente.
Un grito de placer y alivio salió por parte del Omega, por más que esta podía ser una señal de que Will lo estaba disfrutando, no quería lastimarlo por el miedo a ser alejado, así que las embestidas con sus dedos eran suaves y lentas, sintiendo lo estrecho de Will a la vez se dejaba cautivar por sus gemidos. Mientras más movía sus dedos, más sentía el cuerpo de Will relajado, incluso el Omega movía sus caderas para sentirlo más y le lanzaba esas miradas de necesidad a las que Hannibal no podía decirle que no.
Sacó sus dedos del interior de Will a la vez que se acomodaba para al fin entrar, pero el Omega se giró rápido, tomando la típica pose del apareamiento. Eso provocó un pequeño ladeo de cabeza por parte de Hannibal, a lo cual Will dejó escapar una pequeña risa al verlo así.
— Si me vas a morder, que sea en el jodido lugar correcto. — Escondió su rostro entre las almohadas. — Sólo entra ya, maldita sea… Por favor…
Más tardó Will en darle permiso de morderlo que Hannibal en entrar, haciéndolo en un inicio lentamente hasta que todo su miembro estuvo dentro. Ambos soltaron un gruñido complacidos, al fin el dolor en el interior de Will se había calmado, apretando a Hannibal con fuerza para que ni se le ocurriera salir de su interior, cosa que Hannibal no quería hacer de cualquier forma.
Una de sus manos lo sostuvo de la cadera y la otra en la espalda baja, marcando un ritmo lento hasta que comenzó a ir en aumento, el Alfa sólo quería escuchar la voz de Will pidiendo por más, cosa que el castaño hacía pero en su francés criollo. Que Will le dijera cosas sucias en su segundo idioma lo excitaba más, era como si Will quisiera mantener sus pervertidas palabras entre ambos y, por supuesto, él estaba satisfecho.
Las manos de Hannibal dejaron la parte baja de Will para ir subiendo por todo su cuerpo, llegando a las muñecas del Omega, Will tenía a Hannibal prácticamente sobre su espalda y no le molestaba, podía disfrutar de los sonidos roncos que salían de la garganta de Hannibal al igual que un poco de palabras sucias en lo que Will asumió que era luitiano.
Las embestidas subieron su intensidad, llegando al punto especial de Will que lo hizo encorvar la espalda y gritar de placer.
— ¡Joder, Hannibal! — Ronroneó. — ¡S-sigue allí!
El Alfa dejó salir un gruñido casi gutural, apretando las muñecas de Will mientras su boca se acercaba a la nuca del castaño y comenzaba a lamer la piel sensible de la zona, preparando la piel.
— Dime, Will… — Susurró ronco. — ¿Qué es lo que quieres?
— ¡Tu marca, Alfa! — Lagrimeó un poco al sentir el orgasmo cerca. — ¡Quiero tu mordida en mi, Hannibal!
Sonrió por última vez antes de morder el cuello de Will con fuerza, enterrando sus colmillos hasta que la piel del Omega tocó su encía y la sangre llenaba su boca. Sus últimas embestidas fueron lentas pero duras para meter su nudo en su pareja, dejando salir su orgasmo en el interior de Will, quien se estremecía y gemía tanto por el placer al que había llegado como al dolor por la nueva marca que lo enlazará a Hannibal Lecter por el resto de su vida.
Estarían unidos al menos unos diez minutos, en lo que bajaba el nudo de Hannibal, tiempo que ocuparon para descansar, Hannibal se separó lentamente, viendo la sangre salir de la herida abierta y bajar por el cuello de Will. Le dio un par de lamidas a la herida, un poco para hacer que ésta sanara más rápido, como lo dictaba su propia biología, pero lo hacía más para degustar del sabor de Will.
Una vez pasado el tiempo en el que Hannibal pudo liberarse del cuerpo de Will, lo giró para quedar frente a frente, separando sus piernas para meterse entre ellas y tomando su miembro para volver a entrar en su pareja.
— Ya usamos tu posición, ahora ocupemos la mía. — Se recostó sobre el Omega mientras metía su dureza en él. — Me parece un trato justo.
— Te excita verme gemir, ¿No es así? — Soltó una extraña mezcla de risas y gemidos.
— Si.
Will tomó de las mejillas a Hannibal y lo besó con todo el amor y el deseo que sentía en ese momento. La piel de su nueva mordida se tensaba, sentía la sangre salir y manchar sus almohadas, pero eso tenía tan poca importancia ahora.
Hannibal siempre empezaba con movimientos lentos, pero cuando comenzaba a hacerlos rápido ahora era turno de Will para gemir alto, sintiéndose tan complacido en ese momento, como nunca lo había estado, exactamente como su memoria lo recordaba. Hubo un momento donde las garras de Will salieron y se aferró a las espalda de Hannibal, comenzando a rasguñar para hacerlo sangrar. El Alfa no se quedó atrás, comenzó a morder las clavículas y el pecho de Will, mordidas más grandes que provocaban la salida de sangre.
La cama ahora parecía la escena del crimen de dos perfectos asesinos.
Will sentía el orgasmo cerca una vez más, y podía ver que Hannibal igual. El Alfa lo abrazó con fuerza para hacer sus embestidas más toscas, haciendo que por la posición Will tuviera acceso al lado izquierdo de su cuello, lado contrario a donde estaba la marca de territorio que había dejado en Hannibal hace tantos años. Él también quería reclamar a Hannibal, hacerlo enteramente su pareja.
— Joder, Hannibal. — Susurró. — Déjame morderte…
— No tienes que pedirlo, querido. — Ronroneó el mayor. — Hazlo.
La idea había emocionado mucho a Hannibal, pues el Alfa comenzó a embestir con más fuerza otra vez. Will había soltado unos cuantos gemidos altos hasta que pudo estabilizarse y acomodarse, quedando justo en el costado del cuello de Hannibal. Soltó un par de suspiros para darse valor y mordió con fuerza, la suficiente para que sus pequeños colmillos perforaran la piel de su pareja. Descubrió allí lo mucho que le gustaba morder a Hannibal, poder sentir la sangre del mayor en su boca.
Ambos llegaron al orgasmo juntos, quedando unidos nuevamente por sus cuerpos. Pero ahora no era sólo en ese momento de intimidad del apareamiento, era algo más allá de la misma biología.
Hannibal Lecter y Will Graham estaban unidos como pareja, sus almas y espíritus ahora eran uno mismo. Ya no eran seres individuales, eran la mitad del otro.
Cuando al fin pudieron recostarse en la cama, Will recargó su cabeza en el pecho del Alfa, quien ronroneó gustoso mientras su mano acariciaba esos rizos rebeldes. Ambos estaban cubiertos por una manta, disfrutando del calor corporal de su pareja. En ese momento, ambos estaban sintiéndose, experimentando sentir al cien lo que el otro sentía. Podían sentir su felicidad, su tristeza, su enojo, todo.
— Hannibal, perdí a nuestra bebé…
Si ya estaban unidos, Hannibal debía saberlo, aunque Will sabía que Hannibal se hacía una idea.
— No fue tu culpa, Will. — Lo juntó más a su cuerpo. — Hiciste todo para protegerla.
— Pero…
— No fue tu culpa. — Ambos se tensaron al sentir la tristeza del otro, todo era nuevo.
— Debí decírtelo, pero no sabía ni cómo contactarte, igual yo fui un idiota por creer que podía hacerlo solo.
— Hubieras podido hacerlo solo. — Dejó salir un poco de sus feromonas para tranquilizarlo. — Me trae consuelo saber que era mía. Quizás nos hubiéramos podido encontrar los tres en el futuro y formar una familia.
— Quizás… — Soltó una pequeña risita. — Quizás la gravedad nos hubiera juntado, así como ahora.
Hannibal se quedó unos segundos callado, mirando al techo sin dejar de acariciar el cabello de Will. La gravedad…
— Quizás ya lo hizo, nos dio una familia. — Sonrió levemente. — Somos tú, yo, Abigail y tus perros.
El Alfa sonrió al sentir la emoción de Will, al igual que su aroma salir con un poco de fuerza ante la idea. El Omega alzó la mirada y miró a Hannibal con una sonrisa torcida, esa sonrisa que Hannibal amaba tanto.
— ¡Es cierto, la maldita biología nos hizo una familia! Podemos ser una familia.
— Podríamos casarnos y adoptar a Abigail. — Lo tomó del mentón y lo besó con delicadeza en los labios. — ¿Qué opinas?
— ¡Hay que hacerlo! — Las mejillas de Will se pintaron de rojo sin dejar de mirar a Hannibal. — Y después irnos de aquí, a un lugar donde nadie pueda atraparnos.
Ambos soltaron un ronroneo cómplice mientras se daban una serie de besos cortos. Will se separó y miró los ojos granate rojizo de su pareja, sentía tanta vergüenza por lo que iba a decir, así que optó por hacerlo en su segundo idioma.
— Je t’aime, Hannibal.
Fue turno del Alfa de sonrojarse, mirando a Will con esa misma adoración y amor que sentía por él desde el día de su reencuentro.
— Myliu tave, Will.
Will no hablaba luitiano, pero no era necesario para entenderlo. Ambos compartían un sentimiento creciente en sus pechos que nadie podría entenderlo. Se habían entregado la mayor parte de sus corazones, donde el pedacito sobrante era para darle el cariño y amor a su cachorra adoptada, a su Abigail.
Abigail Lecter-Graham sonaba muy bien.
Siguieron abrazados toda la tarde, arrullándose con sus ronroneos hasta que la necesidad física atacó en la noche.
Los siguientes días solamente salían de la cama para alimentarse, alimentar a los perros y ducharse.
— Je t’aime, mon amour.
— Myliu tave, mylimasis.
Notes:
¿Ustedes tienen una canción que no es para culear pero sienten que es para culear? Yo si, mientras escribía este capítulo estuve escuchando en bucle Stairway To Heaven de Led Zeppelin XD es que no la veo como una canción para culear salvaje, sino para culear de forma romántica, donde ambas partes se entregan mutuamente (?). En fin, espero que les haya gustado, al fin esos dos se marcaron wiiiii 🥺🎉 por cierto, lo que se dicen al final es "te amo" en francés y luitiano xd
Una disculpita si no está bien escrito el NSFW, solamente lo he roleado, nada para el público 👉👈
Chapter 22: The devil came to take me to hell
Notes:
Y como último acto de amor, maldigo a Cristian Nodal
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Casi quince días después de la ausencia de Will, el Omega hace presencia en su salón de clases para seguir con su rutina normal, aunque desde el momento en que puso un pie en el Quantico ha sentido las miradas descaradas sobre él.
No puede enfadarse mucho por eso, al fin y al cabo es una respuesta casi natural debido a su condición actual, y como las oficinas del FBI están llenas de gente chismosa, más tarda en llegar al aula y acomodar sus materiales para la clase que en lo se esparce el rumor que provoca que sus estudiantes entren a tiempo.
Will Graham, el Omega indomable, ha sido marcado.
El perfilador había decidido correr el riesgo de mostrar su mordida ante todo el mundo, como se esperaba de los Omegas marcados. Tampoco era que su relación con Hannibal era un secreto, no le gustaban los secretos. Él, al igual que su Alfa, era más de decir la verdad a medias, era más de omitir porque nadie necesita conocer los detalles.
Al terminar sus primeras clases, casi sacó a la fuerza a sus estudiantes porque sabía que esa bola de mocosos querrán saber de su mordida, y es que Hannibal no había mordido exactamente en el centro de su nuca, la marca de sus dientes se veían un poco en su lado derecho, no era una mordida descuidada, estaba en el lugar exacto para entrelazarlos y a la vez hacerla notoria sin la necesidad de mirar a Will por detrás.
Por más que estuvo huyendo de las preguntas invasivas, no tuvo la misma suerte cuando una Alfa muy emocionada apareció con un par de cafés y muffins de la cafetería cara a cinco cuadras del Quantico, era una situación para celebrar.
— ¡Will! — Sonrió al ver al Omega. — He escuchado por ahí que marcaron a alguien de aquí.
— Si, seré yo pateando tu maldito culo chismoso. — Sonrió mirando a su amiga, dejando a un lado sus papeles. — ¿Qué has escuchado?
— Que van a agradecer al Dr. Lecter por haber domado al león, incluso RRHH están felices de firmar tus documentos de incapacidad. — Tomó asiento en una de las bancas, seguida por Will. — ¿Qué le has hecho a esta pobre gente, Will?
— Tratarlos exactamente como te trato a ti. — Soltó una risita. — Todos están siendo un montón de exagerados, no soy tan malo como la gente cree.
— Es porque no encajas en su estúpido estereotipo del Omega “pequeño y delicado”. — Le entregó su café y muffin al castaño. — La gente ve un Omega libre e independiente y eso les asusta, luego agrégale ese “dulce” carácter que tienes.
Will alzó una ceja mientras le daba un trago a su café y asentía mentalmente. Si se ponía a pensar, incluso las estadísticas estaban en su contra al entrar en ese pequeñísimo grupo de Omegas (que no son OPP) en cometer crímenes, haciendo a un lado sus asesinatos. Porque él no asesinaba, limpiaba de la inmundicia conforme a sus posibilidades.
Aunque tenía sus casos que él mismo podría considerar asesinatos, e increíblemente la muerte de Garret Jacob Hobbs no lo era. Will veía ese encuentro como el inicio de su vida, ese caso le dio más de lo que podría desear, le dio una hija y le dio una pareja. Esa muerte fue su efecto mariposa, fue su muestra de que la gravedad era real en el sentido filosófico, era su catarsis, era el inicio de su transformación.
Él sabía que el día que matara a Frederick Chilton y Freddie Lounds sí serían asesinatos, y los iba a atesorar por el resto de su vida.
— Bueno, en mi defensa diré que no siempre fui así. — Se acomodó en su asiento. — Supongo que comencé a cambiar cuando entré a la secundaria, malditos mocosos.
Soltó una sonrisa torcida al recordar cómo había golpeado a un chico Alfa en la cara por querer pasarse de listo con él, desde entonces le hicieron el comentario a su padre que Will podría ser un OPP por sus conductas agresivas. Cree que esa fue la única vez donde su padre le mostró apoyo por ser un Omega, diciéndole que le partiera el culo a cualquiera que quisiera sobrepasar los límites de Will.
Antes de eso le dijo que no le estuviera abriendo las piernas a cualquier Alfa que se pusiera en su camino porque Abraham Graham estaba criando a un Omega decente para cubrir la decepción de no haber tenido un hijo Alfa. Nunca mencionó eso último, pero Will no era tonto, sabía leer entre líneas.
Su padre también omitía detalles, justo como Will. Quizás era lo que más agradecía de parecerse al Alfa.
— Si, los pubertos pueden ser unos idiotas, pero me alegro que no te dejaras. — Le dio un trago a su café. — Ahora mírate, te estarás merodeando con la crema y nata de la sociedad.
— ¡Ja! Solamente en los momentos donde se requiera mi presencia. Hannibal es muy comprensivo conmigo. — Alzó un poco los hombros. — Conoce mis límites, sabe que si los rebasa, le patearé el culo.
— Me gustaría pensar que no es una broma, pero ni a Hannibal respetas.
— Te equivocas, Bev. A los únicos seres humanos que respeto en este mundo son Hannibal, Abigail y tú. — Se quedó pensando un poco. — Y quizás, sólo un poco, Brian y Jimmy.
Ambos soltaron risitas cómplices, para después tener a Will dándole detalles dispersos de su semana alocada con Hannibal. En un Omega común, el celo dura tres días, pero en los casos como el de Will suele ser más largo, máximo una semana. Beverly escuchaba atenta, viendo de vez en cuando cómo se le ponían rojas las mejillas a Will.
— Entonces sí estuvieron muy ocupados, con razón te ves muy contento.
— Sólo un poco de diversión para adultos, Hannibal tampoco se fue limpio.
— No jodas… — Beverly lo miró perpleja. — ¡¿Lo marcaste?!
Will asintió orgulloso, como el niño que le enseña a sus padres el castillo de arena que acaba de hacer.
— No me puedo enojar con él por la mordida si yo se la dejé mucho más notoria.
— Sabía que eras un Omega territorial, pero no pensé que eras posesivo.
— No soy posesivo, solamente… — Se sonrojó al no saber cómo defenderse. — Me parece un mutuo acuerdo, una forma de estar a mano.
— Está bien, está vez te la compro. — Soltó una risita. — Aún así, me siento muy feliz por ti, Will. No sólo porque no te juntaste con el rarito ese de Matthew, sino que estás con quién siempre debiste estar.
Will se sonrojó un poco y golpeó a Beverly con fuerza en el brazo, todo ante la risa divertida de la Alfa por la reacción de su amigo.
— Si, la maldita gravedad está de nuestro lado.
La sonrisa de Beverly se hizo más grande y abrazó a Will por los hombros.
— Y me da gusto que hayas encontrado a tu igual, todo este tiempo creí que te quedarías solo para siempre.
Ambos soltaron una risa burlona hasta que fueron interrumpidos por la llegada de Clarice al salón, quién miró al par un poco incrédula por la confianza que tenía Beverly para abrazarlo. Ella apenas podía mirarlo a los ojos aunque, para su suerte, Will escapaba de su mirada.
Beverly la miró con una expresión divertida mientras soltaba a Will y marcaba distancia, sonriendo más amplio cuando la Omega pudo ver la herida apenas sanada en el cuello de su amigo.
— ¿Qué quieres, mocosa? — Habló Will mientras se cruzaba de brazos.
— Oh, lo siento. — Miró a Beverly. — El agente Crawford quiere verla, señorita Katz.
— Mierda… — Susurró cerrando los ojos y después miró a Clarice. — Voy en cinco minutos, dile que no se desespere.
La Omega asintió con la cabeza y salió rápido del aula, jamás entendería cómo es que Beverly Katz podía tener esas confianzas con Will Graham sin recibir gruñidos de advertencia. Quizás era el resultado de esa amistad tan duradera que todo el mundo le cuenta y que había escuchado de la boca de Beverly.
Mientras avanza hacía su cubículo, puede pensar más a detalle en eso. Will Graham parece tan tranquilo estando con ella, no era la tranquilidad que había notado en el perfilador cuando el psiquiatra, su pareja, estaba cerca.
No, era diferente. Tenía razón, quién le daba humanidad a Will Graham era Beverly Katz, y que Dios proteja siempre a Beverly Katz.
El par de amigos se miró unos segundos antes de comenzar a reír con fuerza, una risa sonora que fue cortada por la tos en el Omega, cosa que provocó más risas por parte de Beverly. Ambos encontraban mucha diversión al ver cómo Clarice escapaba de Will.
Les daba risa su miedo.
— ¡Will! — Trató de tranquilizarse para ayudar al Omega. — Dios, te ahogas como un anciano.
— Y tú te ríes como un cerdo. — Su voz sonó grave.
— Esa no es mi culpa. — Soltó un suspiro para ya calmarse. — Pero ya que lo mencionas… Seguramente Jack va a mandarme de nuevo con el maldito de Mason Verger.
Eso le causó un sentimiento de vacío en el estómago, mirando a su amiga con preocupación ya que no pudo controlar su boca.
— No vayas.
— De verdad que no quiero, pero Jack me ha tenido atada a ese maldito. — Suspiró mientras se levantaba de su asiento, seguida por Will. — Ya tengo a ese hijo de puta acorralado, pero el jefe ocupa más entrevistas a sus trabajadores.
Que Beverly estuviera tan metida en el caso no lo tranquilizaba, todas las alarmas en su cabeza se encendían y quería irse con ella, porque algo en el fondo de su cabeza le gritaba sobre el gran error que era dejarla irse sola.
— Déjame acompañarte.
— Tranquilo, no iré sola. — Le sonrió con cariño. — Estaré de vuelta en la tarde, más tardar en la noche. Podemos ir a tomar al bar de siempre cuando regrese.
La mirada de Beverly era de confusión y sorpresa, Will ya había actuado así muchas veces cuando eran policías y también cuando entraron al FBI, pero esta vez lo sentía extraño, demasiado extraño.
— ¿Y me invitas los tragos?
— Todos los que tú quieres. Al fin y al cabo, tenemos que celebrar que no serás un solterón para siempre.
Ambos soltaron una risita cómplice, donde Will la miró unos segundos, como si estuviera buscando memorizar cada detalle en el rostro de Beverly y guardarlo en su palacio de memoria. Apretó un poco los labios y se acercó a ella para abrazarla con fuerza, mismo abrazo que fue correspondido con cariño, recibiendo unas cuantas risitas por parte de la Alfa, quien despeinó suavemente su cabello, alterando más esa maraña de rizos.
— Wow, todavía estás muy hormonal. — Soltó burlona. — Vas a necesitar una visita de tu queridísimo Dr. Lecter.
— Cállate…
Will se aferró a ella, recibiendo más el abrazo por parte de la Alfa, debía comprenderlo, su amigo no era la persona más mentalente estable en, al menos, 15 km a la redonda, ahora más que acababa de pasar un celo, su marca, su hiperempatía. Eran muchas cosas que ella no podía comprender, pero tampoco iba a juzgarlo por sentir demasiado.
— Me callaré cuando me compres un burrito. — Sonrió soltando un suspiro. — Voy a regresar, enano.
Recibió un gruñido por respuesta, a lo que ella siguió abrazándolo y meneándose levemente, como una hermana mayor abrazando a su hermanito después de haber tenido una pesadilla.
Justo iba entrando Jimmy para poder molestar a Will con los chismes que se corrían por los pasillos, cuando vio aquella escena que jamás habría esperado ver, ni en sus sueños más febriles.
— ¡Brian, trae tu cámara! — Salió corriendo del salón. — ¡Will está abrazando a otro ser humano!
๑ . ๑ . ๑ .
Clarice se encontraba sentada, esperando. Había llegado desde hace casi una hora, momento en que la Dra. Du Maurier había ingresado a un paciente para consulta. Ella trató de robarle unos minutos, pero fue interrumpida por la Alfa, quien le dijo que debería esperar y que debería agradecerle al cielo que un paciente suyo canceló de última hora y ahora tenía cerca de hora y media libres.
La asistente de Bedelia ya le había dado un vaso con agua y habían cruzado un par de palabras, pero ahora la Omega movía un pie de forma nerviosa, sintiendo cada segundo como una eternidad sin poder dejar de pensar en lo que le esperaba apenas se abriera esa puerta.
Entonces al fin llegó ese momento. Bedelia abrió la puerta de su consultorio al paciente a quien Clarice le estaba deseando la muerte con cada minuto que pasaba allí. Bedelia le hizo una pequeña seña con la cabeza para que la siguiera, cosa que la Omega hizo mientras sostenía su bolso con fuerza.
— Entonces, Jack Crawford te mandó. — La vio servirse algo en una copa, el olor a vino blanco llegó a su nariz. — ¿Para qué? Si se puede saber.
— El agente Crawford me dijo que usted fue quien evaluó al señor Graham después del incidente con Garret Jacob Hobbs. — De su bolso sacó una copia del informe médico de Will. — Su opinión imparcial del señor Graham nos será muy útil.
— Supongo que es porque ustedes creen que Will Graham es el Copycat, ¿No es así?
Un escalofrío recorrió la espalda de Clarice mientras Bedelia le hacía una seña para que tomara asiento. Clarice, que en su momento era considerada una Omega rebelde por no seguir órdenes a la primera, con la Alfa frente suyo era casi en automático, su cuerpo obedecía para hacer sentir satisfecha a la mujer que tenía delante. No iba a negarlo, Bedelia Du Maurier era una mujer hermosa que le hacía preguntarse el porqué seguía soltera.
— ¿Usted cómo lo sabe?
La Alfa tomó asiento frente a la Omega, dando un pequeño trago al contenido de su copa.
— Después de mi evaluación, este dichoso imitador comenzó a aparecer por la ciudad, obsesionado con recrear las “obras” del Destripador de Chesapeake.
— Y eso le dio por sentado que era el señor Graham.
La Alfa se quedó callada, organizando sus pensamientos sin ver a Clarice hasta que la idea se formó bien en su cabeza y sus ojos se encontraron. Aquellas piedras grises verdosas contrastaban con los azules asustadizos de la Omega, incluso pudo ver un pequeño reflejo rojo en ellos, la Alfa la encontraba interesante.
— Will Graham es un Omega marcado por la tragedia, uno que me hace cuestionar muchas veces cómo es que el sistema no lo valida como un OPP.
— Usted pudo dar esa validación. — La Omega apretó más su bolso contra su cuerpo. — ¿Por qué no lo hizo?
— Ese no fue el trabajo que se me asignó. — Contuvo un pequeño suspiro. — Mi trabajo era determinar que el señor Graham era apto para regresar a trabajar, y así fue.
— Pero usted piensa que es un OPP, como lo ha dicho el Dr. Chilton.
Bedelia se levantó y caminó de forma elegante pero firme hacia la ventana, observando los árboles en el exterior.
— Yo no doy una opinión que no se me fue solicitada y mucho menos sesgada por la palabrería de un egocentrista como lo es Frederick, pero puedo afirmar que el señor Graham necesita un detonante para sacar la maldad en su interior.
— Así que es un OPP.
La cabeza de Bedelia se movió ligeramente a la izquierda y, antes de que Clarice se diera cuenta, ya estaba en ese lugar.
— ¿Quién es más peligroso? — Habló sin mirarla. — ¿El monstruo o quién sostiene la correa del monstruo?
— ¿Hay alguien sosteniendo la correa del señor Graham? — Un nuevo escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
Bedelia asintió levemente, apretando un poco la mandíbula y tratando de mantener esa mirada muerta que no daba señas de nada, pero que si esa Omega era intuitiva, podría ver a través de ella.
Clarice abrió los ojos de sorpresa sin apartar la mirada del perfil de Bedelia.
— Dios mío, usted conoce quién sostiene esa correa.
Volvió a asentir mientras cerraba los ojos.
— Son dos bestias que se sujetan la correa mutuamente, como dos perros amarrados a los extremos opuestos de la cadena. — Movió un poco su copa. — El día que decidan soltarse, no se atacarán, buscarán corromper el mundo.
— ¿Usted se da una idea de cuándo eso podría pasar? — El papel que tenía en sus manos hacía ruido, lo estaba apretando con fuerza.
— Sólo tengo algo que decirte, niña. — Bedelia se acercó a ella, lo suficiente para que la Omega pudiera sentir el aliento de la rubia en su oreja y su fragancia en la nariz. — Folie à deux, cuando lo comprendas, podrás verlo.
El cuerpo de Clarice se estremeció una vez más, pero esta vez no era por el miedo, era una sensación mucho más placentera y que, seguramente, tendría que recurrir a tomar sus supresores al terminar la reunión con Bedelia. La Alfa se separó y se acercó al pequeño armario donde guardaba sus licores.
— ¿Te gusta el vino?
— Yo no bebo en horario laboral. — Miró por la ventana.
— Jack Crawford no lo sabrá. — Cambió el vino por whiskey. — Pero si se entera, tendrá que darse a la idea que sus métodos de investigación están pudriendo a su gente.
Le entregó el vaso frío, guiando de nuevo a la Omega al sillón donde había dejado abandonado su bolso. Y allí estaba Clarice, con su copia arrugada en una mano y un vaso con un dedo de whiskey en la otra.
— El día que Will Graham se deje ver por alguien más que no sea por aquel que sostiene su correa, será cuando el Destripador de Chesapeake se deje ver. Por el bien de todos nosotros, será mejor que eso tarde.
— El señor Graham sólo necesita un detonante para perder su humanidad…
— Aún así, si lo pierde, me atrevo a decir que no sería un OPP en su totalidad.
— ¿Cómo es eso? — La cabeza de Clarice se ladeó hacia la izquierda, típico gesto Omega.
— Tiene vínculos afectivos, por más que me desagrade el admitirlo.
No tuvo que pensar mucho para que su mirada se quedara totalmente fija en Bedelia, la Alfa se había abierto con la Omega y lo único que tenía por hacer era darle el último trago a su copa mientras escapaba de la analítica mirada de Clarice.
— Usted siente algo por el Dr. Lecter.
— Más bien sentía. — Dejó su copa en la mesita a su lado. — Esa es una batalla que perdí hace mucho tiempo, pero esperaba el golpe en la cara de una forma más sutil.
El labio de la Omega tembló un poco, estaba incrédula ante la información que acababa de recibir. En ese momento sintió su cabeza dar vueltas, estaba demasiado aturdida por toda la información que estaba recibiendo tan de repente y ahora que estaba uniendo los hilos, barajando las posibilidades que incluso le estaban causando náuseas.
— El Dr. Lecter es esa persona, el Dr. Lecter es quien sostiene la correa del señor Graham.
— O puede ser al revés. — Cruzó sus piernas con elegancia. — Sé lo que es capaz Hannibal, pero no sé hasta dónde es capaz de llegar. Supongo que Hannibal es lo que hace que Will Graham tenga los pies en la tierra… O que tal vez le dé el impulso para volar.
Las palabras de Bedelia la revolvían un poco. Es decir, debían de proteger al Dr. Lecter de Will, pero a la vez protegerse de Hannibal porque podría ser peligroso.
— ¿Usted catalogaría al Dr. Lecter como un APP?
Bedelia asintió cerrando los ojos. Ella no era la persona más comunicativa con los extraños, de hecho era muy seca, pero a Clarice le estaba brindando las herramientas de comunicación que tanto había aprendido a mantener ocultas, donde sólo sus allegados podrían entenderla.
— Hannibal no es uno de esos locos dementes que Frederick tiene en su hospital, pero no es un santo, no es quién dice ser para el mundo. Fíjate en la máscara de persona de ambos, en algún momento se les caerá, y quizás veamos más allá de lo que nosotras podemos imaginar ahora. Si yo fuera tú, Clarice Starling, daría mis pequeños pasos de cordero con todo el cuidado del mundo, no quisiera estar en tu lugar si es que se te ocurre hacer ruido para despertar a las bestias.
Clarice iba a hablar, pero fue callada cuando Bedelia se levantó y caminó hacia la entrada con ese elegante andar. La Omega rápido tomó el whiskey de un trago y tomó sus cosas, imitando a la Alfa.
— Espero haberte ayudado, Clarice. — Ambas se detuvieron en la entrada, antes de que Bedelia abriera la puerta.
— Bastante, de verdad gracias por su tiempo.
— Al contrario, me gustaría que algún día pasaras por aquí, mientras no tenga trabajo. — Le entregó una tarjeta donde sólo venía un número de teléfono. — Mi número personal, no dudes en contactarme.
Clarice lo tomó con suavidad, rozando sus dedos con los de la Alfa.
— Muchas gracias, Dra. Du Maurier. — La miró a los ojos. — Pero, ¿Por qué?
La Alfa sonrió de lado, haciendo que el movimiento mostrara su colmillo del lado derecho con sutileza.
— Me pareces interesante, Clarice. Estoy segura que ese par y Jack Crawford te encuentran interesante. — Tomó la perilla de la puerta. — Sólo ten cuidado, o te estrellarán contra la pared para ver si puedes romperte.
Clarice asintió suavemente con la cabeza y salió por la puerta apenas le abrieron, se despidió de la mujer en la recepción y corrió a su auto, donde se encerró y comenzó a jadear mientras se abrazaba a sí misma. Bedelia Du Maurier era una de las Alfas más intimidantes con las que se había encontrado en toda su vida, era escalofriante e incluso le inspiraba más terror que Will Graham, pero eso no explicaba la extraña sensación en su estómago, cálida y a la vez dolorosa.
Con prisas sacó un supresor de su bolso y lo tragó, mirando por el espejo retrovisor sus pupilas azules cubiertas de motas doradas.
๑ . ๑ . ๑ .
Había llegado al terreno de los graneros Verger al menos desde hace una hora. Estaba aburrida y ya había terminado el café que había llevado consigo cuando dejó los laboratorios. Se supone que debía esperar los refuerzos para hacer valer su orden de cateo, pero estar en su vehículo sin hacer nada por una hora ya le estaba pasando factura a su ansiedad.
Tomó su arma, su placa y su radio, saliendo del auto para avanzar hacia los corrales de los cerdos. El lugar tenía el olor característico de ese tipo de lugares, a su nariz llegaba la suciedad, la angustia, el miedo y la sangre. Ella había crecido en una granja que se dedicaba a la crianza de ovejas, ese tipo de olores no le disgustaba, pero había algo en el ambiente que le hacía estremecerse. No era el olor a muerte y sangre al que estaba familiarizada, ni siquiera al hedor que salía de los cadáveres que analizaba en el laboratorio.
Beverly podía oler la inmundicia de Mason Verger, misma que predominaba en el ambiente.
Ella llevaba una pequeña cámara a todos lados cuando se trataban de las escenas del crimen, para tomar sus propias fotos por si a Brian se le pasaba algún detalle. En ese momento la sacó y comenzó a fotografiar todo lo que estuviera a su paso, notando las cosas extrañas que había entre los corrales, como la abundante cantidad de huesos como para ser desperdicio de los cerdos.
Sus pasos eran lo más delicados y suaves posibles, aunque sus botas hicieran ruido al andar.
Se detuvo para mirar las fotos que había sacado hasta el momento, observando que en algunos de los corrales habían cráneos humanos a medio masticar por los cerdos, los huesos humanos junto con restos de ropa.
— Maldito cerdo asqueroso… — Arrugó la nariz con disgusto.
Casi soltó su cámara del susto al escuchar un pequeño sollozo de dolor, pidiendo ayuda. Guardó la cámara y la cambió por su arma, corriendo entre los corrales de los cerdos hasta una habitación que tenía el letrero “sólo empleados”, Beverly pateó la puerta para entrar porque ninguna tonta señal la iba a detener.
Al entrar, pudo ver a una Omega recostada en lo que parecía una plancha para autopsias, pero estaba conectada a una intravenosa y se veía su respiración suave, estaba sedada. Podía ver que usaba una bata de hospital blanca, que había perdido mucho peso y sangre, sobre todo porque a través de la bata se veía sangre en el estómago.
— Ayuda…
— ¡Mierda! — Gritó mientras corría hacia la Omega. — Tranquila, pediré ayuda.
Sacó su radio y comenzó a gritar enojada, pidiendo más refuerzos y una ambulancia para la Omega mientras le tomaba de la mano para hacerle saber que no estaba sola, que ella la salvaría.
— Está bien, emm…
— Margot… — Susurró la Omega, sus manos estaban frías.
— Bien, Margot. — Le sonrió suavemente. — Ya viene la ayuda, quédate conmigo.
Margot asintió suavemente mientras miraba a Beverly, pero miró algo detrás de ella que la hizo palidecer aún más, si es que eso era posible. La Alfa lo notó y volteó en esa dirección, pero lo único que recibió fue un golpe en la cabeza que la hizo caer al suelo, inconsciente.
La Omega miraba con miedo al hombre detrás de la agente, juntando las fuerzas de lo más profundo de su ser para soltar un grito Omega que se escuchó en el otro lado del radio.
Notes:
Mejor tarde que mañana xd por motivos de la administación tan culera de mi universidad, adelantaron todo para la siguiente semana y he estado frente a la computadora terminando tareas, ya no siento el culo ayuda
Por cierto bbsukis, ya casi llegamos a los 200 Kudos, esperen algo especial para cuando lleguemos a esa cifra 😜
Chapter 23: Especial 200 kudos: You took a piece of me the day you went away
Summary:
A diferencia del primer especial, este sí es canon :3
Notes:
El mundo sería un lugar más bonito si J Balvin sacara un Colores Vol. 2
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Había pasado cerca de una semana, el Omega ya estaba de regreso en su hogar después de quince días demasiado alocados, dándose golpes mentales por meterse con un Alfa desconocido y mayor que él, admite que eso fue demasiado estúpido e irresponsable de su parte.
Pensaba que las cosas no iban a escalar a mayores, pero no es así.
Will se da cuenta desde antes de hacerse la prueba. Despertó una mañana y se sintió extraño, como si algo en él hubiera cambiado.
Se miró en el espejo por un largo rato, sin encontrar nada diferente en él. Sus pupilas tenían un leve rastro de dorado, como pequeños rastros de tierra que apenas él los notaba, las demás personas no los verían.
Lavó su rostro y se alistó para ir al trabajo, que era siendo cajero en un supermercado cercano a su casa, por suerte ya había dejado de trabajar en el muelle y ahora tenía un entorno un poco menos machista. Aunque extrañaba la brisa del mar en su cara, no por nada sus feromonas tenían ese olor.
No tenía Alfas rondándole o diciéndole a su padre cuál era el precio por su culo, simplemente tenía que lidiar con gente nefasta, que para su mala suerte de ellos, Will Graham tiene un carácter de mierda, eso mismo le agrada a su jefe, que no se deja por toda esa gente.
Tenía que hacer algo en lo que entraba a la maestría, al fin y al cabo ya había terminado la universidad y necesitaba el dinero. No estaban mal económicamente, pero su padre solamente lo apoyada financieramente mientras estudiara.
El resto del día no dejaba de sentirse extraño, con un vacío en el estómago pero creía que era por no haber desayunado más que un cigarro y media manzana.
Su mente estaba en piloto automático, simplemente se concentraba en pasar los productos que llegaban a su caja y después cobrar, pero sintió algo muy extraño cuando una señora de avanzada edad lo miraba fijamente.
— ¿Puedo ayudarle en algo más? — Alzó una ceja confundido.
— Oh, no es nada. — Le sonrió de forma agradable. — Me alegra que jovencitos como tú sigan activos, muchos Omegas prefieren quedarse en casa y servirle a un Alfa.
— Ahmm… Gracias. — Eso no lo hizo sentirse mejor.
La anciana le dio una pequeña propina de dos dólares y tomó sus compras.
— Muchas felicidades. — Su sonrisa se hizo más cálida.
Así como llegó, se fue. Will ladeó la cabeza, tenía muchas preguntas en la mente pero ninguna se respondía correctamente en su subconsciente. No le dio importancia, tenía cosas más importantes en las que pensar en vez de las palabras de una extraña anciana.
Quizás, en sus tiempos de juventud, era una Omega revolucionaria, quién sabe, no había hablado con ella lo suficiente como para meterse debajo de su piel.
๑ . ๑ . ๑ .
Movía su pie de forma nerviosa, sentado en el inodoro de un baño público de una cafetería a una hora de distancia de su casa.
Había pasado un mes desde el encuentro con esa anciana Omega que le dijo cosas raras, y desde hace una semana había estado con muchas náuseas, los olores fuertes le disgustaban y el vacío en el estómago se hacía cada vez más fuerte.
Trató de convencerse a sí mismo que no era nada, quizás era una maldita infección en el estómago que lo hacía sentir tan enfermo.
Es entonces cuando dos pequeñas franjas rosas aparecieron en la prueba. El Omega las observaba con terror, tomando la cajita para ver si no estaba malinterpretando el resultado.
Positivo.
En esa maldita cosa de plástico había dos franjas que indican el positivo.
Pero esas cosas fallan, ¿No? Quizás era un falso positivo.
Notó que la otra prueba, que era más cara y que por ende debía ser de más confianza, ya había lanzado el resultado.
En la pantalla digital se vería en letras negras “Embarazo +4 semanas” .
Will Graham, un joven Omega, tenía sobre sus piernas dos pruebas que habían dado positivo. Dejó caer ambas pruebas mientras se llevaba las manos a la cabeza, tirando con fuerza de su cabello, sus manos se enfriaron y un pitido comenzó a sonar en sus oídos. Con todas las fuerzas del mundo estaba conteniendo un grito Omega, sabía que si lo hacía alguien entraría a auxiliarlo y eso significaban muchas preguntas que no quería contestar.
De un momento a otro, el cubículo donde estaba se hacía más pequeño. Se levantó de golpe, dejando caer las pruebas mientras su respiración se hacía más agitada.
¿Qué haría ahora? ¿Debería abortar? ¿Debería posponer sus estudios hasta que el bebé fuera grande? ¿Cómo sería su vida siendo “madre” soltero? ¿Qué podía ofrecerle a ese bebé?
Dios… ¿Cómo le diría a su padre que estaba embarazado de un completo desconocido?
Se pegó a la pared del cubículo y poco a poco fue bajando hasta quedar en cuclillas, apretando un poco su estómago por la posición. Una mano cubrió sus ojos mientras la otra iba a su aún plano estómago, apretando la tela de su camiseta mientras soltaba sollozos.
— Hey, ¿Estás bien? — Se escuchó una voz afuera del cubículo, seguramente otro Omega.
Will se quedó callado, su mano bajó de sus ojos a su boca, mirando al suelo donde se veían un par de tenis afuera y junto a ellos la prueba que tenía la pantalla con el resultado al aire.
— Oh… — El sonido de un cierre siendo abierto se hizo presente al igual que varias cosas siendo movidas. — Dirás que a mí qué me importa, al final es tu decisión, pero siempre es bueno tener todas las opciones a la mano.
Vio como una mano recogió la prueba y se la extendió junto con un papel. Estiró la mano que estaba en su torso y tomó ambas cosas, al ver el papel tenía un número escrito, eran torpes pero legibles.
— Si decides no tenerlo, esta chica te puede ayudar a conseguir las pastillas o la clínica, no tienes que pedirle autorización a tu Alfa. — De nuevo el sonido de cosas moviéndose se hizo presente. — A mi me ayudó mucho, te acompaña durante todo el proceso. Suerte.
Escuchó los pasos del extraño irse, cerrando la puerta con fuerza para indicarle que se había ido. Rápido tomó la otra prueba del suelo y las guardó en su pantalón. Esperó al menos cinco minutos, los cinco minutos más largos de su vida, sólo para asegurarse de que el extraño se había ido. En ese tiempo, miró atentamente el número en el papel.
Tener todas las opciones a la mano…
El cachorro todavía ni era un ser humano, solamente eran un grupo de células que jamás se enterarían de que existieron, no sentirían nada, y la pastilla se ocuparía de ellas, dejando en paz a Will.
Dejarlo en paz…
๑ . ๑ . ๑ .
Un cansado Will viajaba con la cabeza apoyada en la ventana del autobús, mirando a la gente que iba subiendo y bajando. Una sudadera holgada cubría su cuerpo y tenía el gorro puesto, esa mañana había estado vomitando, casi no había dormido por la ansiedad que recorría su cuerpo y apenas había probado bocado en todo el día.
Por fortuna era su día de descanso, así que su padre no notaría su ausencia, aunque casi siempre parecía que no notaba su presencia. Trataba de mostrarse indiferente, pero eso le causaba un pequeño sentimiento de soledad que solía llenar con cigarros o whiskey, pero ahora no podía hacerlo.
Aprovechó para ir a buscar a la chica del número, quien lo citó en un parque cercano a la cafetería donde se había enterado del bebé. La chica, una Omega como él, pensaba que vivía cerca de allí, pero Will prefería que pensara eso, que nadie conociera su ubicación, para el mundo ajeno a su realidad era John Smith, como lo era para el padre Alfa de la criatura que ahora crecía dentro de él.
Seguía dándose de golpe mentales, no habían sido cuidadosos, el alcohol inundó los sentidos de ambos, tanto que ninguno había pensado en la protección, simplemente se entregaron mutuamente, incluso recordaba haberlo mordido pues cuando despertó tenía un sabor metálico en la boca, mismo que correspondía a la sangre. Se había peleado muchas veces como para reconocerlo.
Tampoco se había preocupado mucho, fue sólo una vez. Conocía gente que follaba todo el tiempo sin protección y no tenían cachorros, quizás él también sería uno de ellos, ni siquiera había estado cerca de su celo como para elevar esa posibilidad.
Que estúpido fue.
Ahora estaba en un autobús en dirección a su casa, pensando en las miles de cosas que había hecho mal desde su nacimiento. Incluso llegó a pensar que si él hubiera muerto en vez de su madre, ahora no estaría lidiando con toda esa ansiedad.
Su mente lo estaba llevando a los escenarios más horribles, su mente llena de sangre. Él pensaba en matar, en lo bien que debería sentirse tener a su disposición la vida de alguien, poder llenarse las manos de sangre y ver que era negra en la oscuridad… Y esos pensamientos le daban miedo.
¿Qué vida le daría a un cachorro si pensaba en matar gente? ¿Por qué hacerle pasar esa tortura a un hijo suyo de que algún día su madre no regresaría a casa? O peor aún, ¿Qué clase de vida sería esa donde tengas que cuidarte de tu progenitor porque puede pensar en cómo sería matarte?
La ansiedad le estaba atacando de nuevo, apretando con fuerza la caja de pastillas que estaba en el bolsillo de su sudadera, donde tenía escondidas sus manos sudorosas. Cerró los ojos con fuerza para tratar de olvidarse de esos pensamientos tan oscuros cuando escuchó cerca suyo la risa de un bebé.
Abrió los ojos y miró en dirección de donde venía esa risa, a un par de asientos frente a él había un Omega masculino con su bebé en brazos. Le estaba haciendo caras graciosas para hacerlo reír, logrando ver su pequeña sonrisa sin dientes aún y cómo ese Omega veía con tanta adoración a ese cachorro. No se veía marca visible, en su lugar estaba un collar anti-mordidas. Era una madre soltera, justo como él.
Esa imagen se fundió en el cerebro de Will, ese Omega se veía de su edad y, a pesar de su apariencia cansada, se veía feliz con el cachorro en sus brazos. Sus ojos se llenaron de lágrimas y rápido los cerró para detenerlas, no quería llorar y menos en público, no cuando podía sentir todo el amor de ese Omega.
Si su madre hubiera vivido, ¿Así habría sido su madre con él?
๑ . ๑ . ๑ .
Como lo supuso, su padre todavía no había llegado del trabajo. La casa estaba en penumbra y en silencio, Will odiaba ese silencio. Siempre le había pedido a su padre tener un perro que les hiciera compañía, que los recibiera con alegría para no sentir la casa sola, pero su padre siempre se había negado, diciendo que no tendrían tiempo de cuidarlo y que un perro sólo sería otro problema.
Suspiró cansado, caminando hacia la cocina mientras se quitaba el gorro de la sudadera y dejaba la caja de las pastillas en la barra de la cocina. La chica le había dicho que, antes de tomarlas, debía comer algo sino sería muy agresivo el efecto en él. Se preparó unos huevos estrellados y los acompañó con un poco de atún y mayonesa, eso lo hacía sentirse un poco mejor y era de los pocos alimentos que su estómago podía retener.
Cuando terminó de comer, se sirvió un vaso de agua y sacó una pastilla de la tira, observándola detenidamente. Sus manos volvieron a enfriarse y estaba nervioso, su cuerpo temblaba y quería vomitar, pero esta vez no era náusea.
Cerró los ojos y poco a poco iba acercando la pastilla a su boca mientras apretaba el vaso con fuerza, podría jurar que si lo apretaba con más fuerza, lo rompería. Sus manos temblaban y, cuando la pastilla estuvo a punto de tocar su lengua, la imagen del Omega en el autobús volvió a su mente. Podía sentir en su piel todo el cariño que le daba a su cachorro, era la primera vez en mucho tiempo que podía ponerse en los zapatos de alguien y no sentir dolor, quería sentir esa felicidad por él mismo, sin que su cerebro la copiara de otra persona.
Apretó los ojos y lanzó la pastilla contra la pared, dejando caer el vaso contra el piso y dejando escapar un grito Omega, quizás el mismo que se había alojado en su garganta desde hace unos días.
— ¡Mierda! — Comenzó a llorar mientras se llevaba las manos al vientre para abrazarse. — ¡No puedo hacerlo!
Rápido tomó la pastilla del suelo y el resto de la caja, yendo al baño. Sacó de una en una las pastillas hacia el inodoro, jalando la cadena una vez estuvieron todas en el agua. Lloraba en silencio mientras pasaba su mano por su vientre, sentado en el suelo y pensando en lo que estaba a punto de hacer. Por un lado, estaba en el mismo punto que al principio, por el otro, estaba considerando la idea de conservar al cachorro.
Era un accidente, hacerse el tonto no lo iba a librar de su realidad, pero había aprendido a reconocer un sentimiento en su pecho que no pensó sentir.
Will Graham ya no se sentía solo.
Era egoísta traer un bebé al mundo con el fin de buscar compañía, pero por sus ojos pasaban todas las posibilidades que podrían suceder en el futuro. Verlo crecer, sus primeras palabras, enseñarle a pescar, tener un montón de perros y criarlos juntos, darle un hogar estable.
Quería darle lo que él no tuvo.
Sus pensamientos se vieron frustrados cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse y los pasos de su padre, para después escucharlo gritar.
— ¡William! — Sonaba molesto. — ¡Ven a recoger tu desastre!
Cierto, había dejado el vaso roto en el piso. Por fortuna tenía la caja y tiras de pastillas con él. Las guardó en su sudadera y se levantó, limpiando su rostro para que no se vieran los rastros de lágrimas y salió del baño. Con suerte, su padre no notaría que había llorado.
— ¡Voy!
๑ . ๑ . ๑ .
Habían pasado un par de meses desde que decidió que tendría al cachorro, y si hacía bien sus cuentas, debería tener al menos tres meses. Para su fortuna, las náuseas habían disminuido un poco, solamente en las mañanas era cuando las sentía con más fuerza pero en el día podía sobrellevarlas. Su tratamiento era a base de blogs de Internet y vitaminas sin receta, aunque había descubierto una clínica para Omegas de escasos recursos, donde la atención era gratuita o de bajo costo, así que allí le daban el resto de las pastillas que necesitaba para un embarazo estable.
Hasta ahora no había tenido complicaciones, todo estaba marchando excelente. Aunque le preocupaba un poco que su cachorro aún no se moviera, le ponía de nervios. Se daba consuelo a sí mismo al recordar las palabras de una Omega que había conocido en la clínica.
“Disfruta estos momentos de paz, luego se moverá tanto que le pedirás que se detenga”.
Estaba pensando en ello cuando sintió un leve movimiento en su estómago, muy sutil. Si pudiera describirlo, sería si alguien le estuviera haciendo cosquillas por dentro, y cada que pasa se estremece, pero es un estremecimiento agradable.
Lo interpreta como un “Hey mamá, estoy aquí”.
La primera vez que lo sintió fue despachando a un cliente, donde le tuvo que pedir a su compañero que lo cubriera mientras iba al baño. En la seguridad de la sala de descanso, donde por suerte no había cámaras, pudo sentarse en espera del movimiento una vez más, soltando un ronroneo cuando se hizo presente. Se descubrió un poco el estómago y miró su reflejo en la puerta del microondas, se veía como si tuviera colitis o si hubiera comido de más, aún así no corría el riesgo de que se notara y había cambiado a usar prendas un poco más sueltas, y ayudaba que su uniforme le quedara grande.
Unas cuantas noches después, estaba recostado en su cama mirando al techo, con sus manos paseando suavemente sobre su ligera hinchazón.
— Hey, renacuajo. — Le susurraba con cariño. — ¿Estás despierto?
Dio unos golpecitos con su dedo cerca de su ombligo, recibiendo un ligero movimiento en respuesta.
— Genial. — Sonrió. — Oye… No te voy a mentir, estoy asustado, y ni siquiera sé cómo decirle a tu abuelo que existes.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, últimamente lloraba mucho por las noches y no quería hacerlo, decían que llorar mucho le hacía daño a los cachorros, pero tampoco podía evitarlo.
— Pero quiero que sepas que estoy feliz, te tengo a ti ahora. — Su mano se detuvo en su vientre, donde supuso que estaría. — Y me quiero disculpar por no poder darte un padre, ese error me perseguirá por siempre…
Suspiró levemente, viendo las estrellas de plástico que estaban pegadas en el techo, brillaban en la oscuridad. En esa casa antes vivía una familia y su habitación antes era del cachorro del hogar, había pensado en quitarlas pero se veían lindas, le gustaba perderse en ellas durante sus noches de insomnio.
— Ya estoy buscando una linda casita para nosotros. — Limpió sus lágrimas con su mano libre. — Te va a encantar, es frío. Me gusta el frío.
Se puso a pensar en cuál sería la reacción del Alfa con el que estuvo. Quizás habría reaccionado bien y ahora vivirían juntos, armando su nido en una linda casa fría, donde el calor provenga de sus corazones. O quizás habría reaccionado mal, le habría pedido que lo abortara para no arruinar su reputación.
Estaba mejor así.
— ¿Sabes? Cuando nos mudemos a Virginia, voy a meterme en la Academia de Policía. Yo siempre he querido ser policía pero tu abuelo es un tonto que quiere que sea maestro. No voy a ser un jodido maestro. — Se quedó callado unos segundos. — Hey, tú no vayas a decir malas palabras hasta que tengas 16, ¿Me oíste?
Sintió un movimiento y sonrió, pensando que era su forma de decirle que sí.
๑ . ๑ . ๑ .
Su respiración es agitada, mirando el cuerpo tendido a sus pies mientras apretaba el pedazo de metal en su mano. Estaba temblando mientras el cuerpo inerte estaba botando sangre a borbotones, la misma sangre que había manchado su rostro y su ropa.
Era la primera vez en la vida de Will Graham que había hecho caso a sus pensamientos intrusivos.
Era la primera vez que Will Graham mataba a un hombre, y se había sentido bien.
Se había sentido tan bien, que sentía culpa.
Pero ese hombre, un Alfa mucho más alto que él, se lo merecía. Lo había estado siguiendo durante tres calles y casi lo acorrala en un callejón, mismo donde Will lo había matado. Recordó vagamente las palabras de su padre cuando le estaba enseñando a pescar:
“Mira, Willy, nosotros en este momento somos Dios para los peces. No digas en la Iglesia que dije eso. Nosotros disponemos de su vida en este momento… Y ahora tenemos el poder del mundo en la palma de nuestras manos”.
Sí, se sentía poderoso, pero también asustado.
Y también asqueado de sí mismo. En ese momento veía la sangre de ese hombre salir y sentía su boca salivar, tenía muchas ganas y curiosidad de lamer la sangre, morder la piel, tragar un pedazo de su carne.
Negó rápidamente con la cabeza, pensando que quizás el embarazo le estaba provocando antojos extraños. Había Omegas embarazados que tenían el gusto por oler gasolina, tierra mojada, anticongelante, thinner, olores raros que al final del día se aguantaban las ganas por lo dañinos que podían ser, así que eso debía ser. Unos quieren oler disolventes, él quiere oler sangre.
Al fin y al cabo, tenía seis meses de embarazo. Su pancita apenas y se notaba debajo de la ropa ancha, quizás hablar con su bebé para que se escondiera había sido muy útil.
Mientras, debía esconder el cadáver de ese hombre.
๑ . ๑ . ๑ .
Un mes después, todo el mundo de Will Graham se volteó.
— ¿Me puedes explicar qué mierda es esto? — Habló Abraham mientras alzaba una pequeña mochila.
Will se puso algo pálido al verla, en ella tenía todos los papeles de su cachorro, incluidos sus medicamentos y un pequeño libro de nombres con una listita donde habían algunas opciones.
— Yo, eh…
— Te acabo de preguntar qué mierda es esto. — Lanzó la mochila al suelo. — ¡Responde!
— ¡Iba a decírtelo! — Respondió con miedo. — Es sólo que…
— ¿Qué? — Gruñó. — ¿Quién es el padre?
Will agachó la mirada, apretando un poco las mangas. Tenía miedo y se sentía patético por no poder darle a su padre una respuesta.
— ¡Responde! ¿¡Quién es el padre de ese bastardo!?
El menor alzó la mirada mientras fruncía el ceño. Sus ojos ya estaban tornando un dorado mucho más marcado.
— No te lo voy a decir.
Los ojos azules profundos de Abraham se clavaron en su hijo, analizando su rostro detenidamente.
— No lo sabes… — Mostró sus colmillos, furioso. — ¡Maldita sea, William! ¡Sólo te pedí una maldita cosa y lo hiciste!
— ¿Y qué si lo hice? — Sacó sus colmillos también. — ¡Es mi hijo y yo lo voy a cuidar!
— ¡Estás arruinando tu vida!
— ¡Y a ti qué te importa! — Gruñó. — ¿¡Alguna vez te he importado!? ¡Tú hubieras preferido que yo muriera en vez de ella!
Un silencio se hizo presente en la sala. Will aprovechó el silencio para tomar su mochila y subir a su habitación para tomar más cosas. Esa misma semana dejaría Baton Rouge para irse a Wolf Trap, ya tenía su casita casi lista, estaba en tratos con el dueño, solamente era cuestión de ir para allá. Mientras eso pasaba, se quedaría en un hostal para refugiarse, iría un día a la casa para recoger sus cosas y llevarlas en su auto.
Miró a su padre molesto, que parecía estar en un estado de shock. Tomó las llaves de su auto y salió de su casa, manejando hacia el hostal sin mirar atrás.
Un par de días después, le llegó un mensaje de su padre, pidiendo reunirse en una cafetería para hablar.
๑ . ๑ . ๑ .
La violencia obstétrica era real, y eran aún más crueles con aquellos que perdieron un bebé.
Habían puesto a Will en la misma sala de maternidad, donde escuchaba a los bebés llorar y a las madres cantarles para calmarlos. No paraba de llorar en silencio, porque ya no tenía fuerza para llorar con ganas, igual estaba muy drogado como para sentir algo más que no sea su propio dolor.
— Oiga… — Preguntó a una enfermera que había estado en su cesárea. — ¿Podré… Tener cachorros en el futuro? El doctor dijo que no…
Aquella mujer, alta y de cabellos castaños ondulados, estaba más concentrada en revisar el suero de Will para suministrarle más sedantes para que se quedara callado.
— Lo siento. — La enfermera lo miraba con indiferencia. — Un accidente como el tuyo hicieron que tu útero sea inservible, será muy difícil que logres un embarazo a término.
— Oh… — Fue lo único que pudo decir.
Lo único que podía sentir Will en ese momento era puro dolor, su corazón estaba roto, no podría formar una familia nunca más. Su oportunidad se había perdido totalmente, y todo era por culpa de su padre. Ahora estaba solo de nuevo, no pudo proteger a lo único que lo estaba manteniendo con vida.
No tenía sentido, las drogas no podían callar los pensamientos en su cabeza, quería ver el mundo arder, pintarlo de rojo y hacer colgantes con las tripas de quien se pusiera en su camino.
Y lo peor era que ni siquiera pudo nombrar a su bebé, él ya tenía el nombre perfecto para ella y su padre le quitó eso también.
Le quitó todo.
Notes:
Y así es como el pequeño Will vivió su embarazo 🤧
Muchas gracias de verdad, me hace muy feliz ver todo el apoyo que tiene esta historia. Les he de confesar que este es mi trabajo más largo y, si todo sigue su curso, el primer fic que termine en mi vida. Valoro mucho su apoyo, tanto los comentarios en inglés como en español, saber que hay gente que habla inglés traduciendo esto para leerlo hace que mi mente explote 🤯 de verdad significa tanto para mi, incluso escribir este fic me ha ayudado con mis episodios depresivos 🥺
Gracias por tanto apoyo, los amo de verdad 💕
-Coatl Uzumaki
Chapter 24: Cannot end what has begun
Notes:
Ahmmm... ¿Alguien recuerda esa escena en "Se Vale" donde una de las participantes se suelta de la tirolesa, cae en un cojin lleno de harina y se lastima la cadera y en chinga salen los demás conductores a cantar para distraer al público?
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
— ¿Alguna señal de Katz? — La voz del Alfa sonó pesada.
— Negativo, jefe. — Habló un policía Beta. — La última persona que la vio fue la señorita Verger, pero sigue inconsciente en el hospital. La Dra. Bloom hablará con ella apenas despierte.
— Maldita sea… — Soltó en un gruñido. — ¿Y Graham?
El equipo había llegado a las granjas Verger unos quince minutos después del aviso de Beverly, donde solamente se encontraron a la hermana de Mason y la habían trasladado al hospital, su herida estaba ya con pus y podía ser peligroso, necesitaban evaluar el daño y ver qué o quién se la hizo.
Jack Crawford estaba en la escena del crimen, buscando algún rastro de la Alfa imprudente que creyó que sería buena idea irse sola a la casa del diablo, porque no sólo debía preocuparse por su bienestar, también de que Will no se enterara de la desaparición de Beverly.
Como si no fuera suficiente con la preocupación de la estabilidad de Beverly, debían asegurarse de que estuviera viva para evitar un daño colateral en el futuro.
Por más que quisiera equivocarse, sabía que confiar en las palabras de Clarice era lo mejor que podía hacer.
— Sigue cubriendo el caso del tipo que se cree Jeffrey Dahmer, es una suerte que haya aparecido al fin ese desgraciado. — El agente suspiró. — Aunque ahora nos hace falta, el maldito es un buen rastreador.
Eso puso tenso al Alfa junto a otros agentes que estaban cubriendo el caso del Copycat, eran muy reducidos por lo mismo que querían mantener la situación lo más discreta posible, más que nada porque había más de un boca floja en toda la BAU que podría hablar de más, y no precisamente porque les agradara el Omega, más bien todo lo contrario. Cualquiera que conociera a Will Graham y supieran de las sospechas que se tenían en su contra, se lo tomarían a broma. Jack incluso podía escuchar las palabras de sus agentes más altaneros si supieran de la investigación.
“¿Graham? ¿Es en serio, jefe? El pobre tipo no sería capaz de matar a una mosca. Claro, nos ha amenazado con destriparnos como si fuéramos pescados y luego hacer adornos con nuestras vísceras o comerse nuestros ojos con pan tostado, pero sólo está bromeando. Lo de Hobbs fue pura suerte, si no hubiera estado la cachorra allí, posiblemente el Dr. Lecter hubiera acabado con el maldito”.
— Manténganme informado de cualquier novedad, si Mason Verger aparece por allí, por sí Katz se comunica con alguien y en qué momento se desocupa Graham. — La voz del Alfa denotaba preocupación. — Por lo que más amen en este mundo, necesito que me avise cuando Graham se desocupe. Lo necesito aquí.
— Sí señor.
El agente se fue, dejando solo a Jack con sus pensamientos. En la mente tenía las palabras de Clarice, haciendo que la mandíbula le doliera por lo fuerte que la estaba apretando. Le dolía pensar en que su mejor agente podría ser un asesino serial, y más ahora que temía por la seguridad de una agente. Que, en parte, lo viera como el hijo que nunca tuvo tampoco ayudaba a la situación.
Se sentía como un padre decepcionado de su hijo drogadicto. Incluso se sentiría mejor si Will fuera culpable por posesión de drogas que por ser sospechoso de matar gente.
Pero no debía pensar en negativo, quizás el Copycat era un extraño demente que estaba encantado con el Destripador de Chesapeake, el mismo Will estaba cubriendo el caso de un imitador del Caníbal de Milwaukee, puede que sea el mismo caso entre el Destripador y su imitador … Caníbal.
Últimamente ha habido demasiados casos relacionados con caníbales, de alguna forma se sentía atado a ellos.
Salió de la granja, estaba tan estresado que necesitaba un cigarro. Caminó a paso lento hasta llegar a sus propias patrullas donde al fin pudo sacar un cigarro y comenzar a fumar, viendo el gran terreno que abarcaba la empresa de los Verger, incluso desde allí se podía ver la imponente mansión, que le recordaba a esas casas abandonadas de las películas de terror modernas.
Se recargó de una patrulla mientras pensaba, gracias al caso que mantenía a Will ocupado volvió a recordar las palabras de Alana. Esa conversación fue por demás extraña, porque Hannibal Lecter no se veía como un psicópata que gustaba de comer órganos humanos.
Quizás el incidente en esa cena fue eso, un incidente. O quizás Alana habría visto mal la víscera y la confundió con un corazón humano, no podría juzgarla si ese fue el caso. Hannibal lo había invitado a él y a su esposa a cenar en contadas ocasiones y la comida era deliciosa, nada que le hiciera sospechar sobre el contenido de la misma.
No era como esos lugares turbios a los que solían acudir sus agentes después de un día de trabajo, o donde muchas veces habían realizado redadas en las que sí habían encontrado dichos órganos. Simplemente todo se veía tan fuera de lugar que incluso le dejaba un sabor amargo en la boca, el cigarro sabía amargo entre sus labios.
— Jefe…
Una suave voz se hizo presente a su lado, haciéndolo brincar por lo repentino de su presencia.
— ¡Maldita sea, Clarice! — Volteó a ver a la Omega. — ¡No te aparezcas así!
La chica tragó saliva al ver a su jefe tan alterado. Ella sabía que sus pasos eran de ratón, apenas audibles, pero no pensaba que sería para tanto. Quizás Will Graham tenía razón y debía hacer que no fueran de ratón, que fueran más sonoros como los pasos de cordero.
— Lo siento , jefe. No era mi intención. — Comenzó a jugar con unos hilos sueltos de su suéter. — Un agente me dijo que me estaba buscando.
— Pensé que estarías con Will. Ya sabes, ahora eres su “alumna”.
— Él me considera más una carga, pero es bueno explicando. He aprendido mucho de él. — Alzó un poco los hombros. — Hoy dijo que me daría un descanso, el Dr. Lecter le dijo que no me “sobre estimulara” de más.
Jack sonrió, sonrisa que de poco en poco fue borrando hasta tener una mueca inexpresiva en su rostro.
— Clarice. — Le dio una calada a su cigarro. — ¿Qué has visto en el Dr. Lecter?
— ¿En el Dr. Lecter? — La Omega se recargó en la patrulla, pensando. — Él oculta algo, tiene una máscara de persona, justo como el señor Graham, pero no es la misma.
— ¿A qué te refieres con eso?
Clarice cerró los ojos, dejando que el movimiento del péndulo guíe sus labios y sus palabras.
— Will Graham tiene una máscara de persona con la que oculta sus pensamientos más oscuros para sí mismo, tiene miedo de lo que ello pueda significar, no se deja… O dejaba llevar por ellos. La máscara del señor Graham está hecha para alejar al mundo, muy pocos pueden entrar en él pero no todos saben lo que él esconde. Nosotros lo sospechamos, el Dr. Lecter lo sabe.
Jack asintió ante las palabras de Clarice aunque sabía que ella no podía verlo.
— ¿Y Hannibal? — Preguntó ansioso.
El cuerpo de la Omega se estremeció, tratando de ver al Alfa que le fue mencionado. Las palabras de Bedelia le llegaron a su memoria, tan ciertas que incluso le provocaba un vacío en el estómago.
— Hannibal Lecter tiene una máscara de persona con la que oculta sus pensamientos más oscuros del mundo exterior, para que nadie lo vea. Se apoya en esa imagen tan pulcra y perfecta, haciéndose el tonto… Bueno, el desentendido, para que nadie sospeche de él. Usa su máscara para ganarse a la gente con su encanto, solamente Will Graham ha visto lo que verdaderamente oculta.
Jack cerró los ojos mientras terminaban lo último de su cigarro, lanzando la colilla al suelo sin poder callar los pensamientos que se formaban en su cabeza.
El sabor tan amargo en su boca solamente se hacía más y más presente, era como si hubiera metido lejía en su boca.
— ¿Cómo matarían? Mejor aún, ¿Cómo matan? El Destripador de Chesapeake se lleva trofeos, el Copycat no lo hace.
Clarice asintió, jugando nuevamente con los hilos de su suéter mientras el péndulo se movía más rápido, torciendo la boca ante las formulaciones en su cabeza.
— El Destripador sabe cómo hacerlo, son años de práctica lo que lo han llevado a lo que es ahora. Es o era cirujano, por la precisión de sus cortes y a la hora de suturar los puntos, los órganos que se lleva no son al azar, deben estar sanos.
El Alfa sabía que Will le había estado explicando el caso del Destripador para guiarla, pero el Omega le omitía cosas a la menor, lo sabía porque se las estaba omitiendo a su jefe.
Era la primera vez que se le recalcaba el estado de los órganos que el Destripador se llevaba, si los quería en buen estado eran por algo, y eso hacía demasiado ruido junto con el testimonio de Alana.
Tanta fue su angustia que sus feromonas salían agrias, provocando una arcada por parte de la Omega.
— Clarice, te voy a decir algo, y necesito que seas lo más honesta que se pueda, nos ayudaría muchísimo.
— S-si, jefe. — La Omega cubrió su nariz y boca con la manga de su suéter.
— El Destripador usa los órganos que roba para un fin, ¿No es así? — Bufó. — ¿Qué pensarías si te digo que ese fin es comérselos?
La Omega abrió los ojos y miró hacía un punto en el suelo, moviendo sus azulados ojos de un lado a otro.
— Eso tendría mucho sentido, porque así justificaría por qué sus víctimas tienen partes faltantes. El Destripador sabe cocinar vísceras, otros caníbales prefieren llevarse partes del cuerpo que se pueden partir en trozos o hacerse en filete, carne molida y demás, comida convencional.
— Cosa que es poco común en la comida gourmet.
— Así es. — Suspiró y al fin pudo ver a su jefe. — El Destripador se lleva órganos, el Copycat debe llevarse trozos más “normales”. Uno tiene un paladar más refinado, el otro prefiere las cosas simples, aunque se puede adaptar por mucho que le gusten las chuletas fritas.
— Asumiendo que los dos sean caníbales.
— Si. — Descubrió un poco su nariz para respirar bien. — Ambos lo son, hasta eso el Copycat le imita.
El tono de esa conversación era demasiado turbio, el pensar en Will cazando gente para hacer estofado con su carne, o incluso en seguir la teoría que se estaba hilando en su cabeza con todas las pruebas que se hacían más y más contundentes.
Solamente había una forma de poder comprobar las sospechas que Alana Bloom estaba sembrando en su cabeza.
— Necesito que regreses al Quantico y vayas al salón de clases de Will. — Su mirada era seria, decidida. — Esta mañana vi que llegó con una lonchera, seguramente el Dr. Lecter le puso el almuerzo. Necesito que tomes esa lonchera.
— ¿En serio la comida del Dr. Lecter es tan buena como para robarla? — Soltó en tono de burla, callándose en el acto al notar que su jefe no se reía. — Lo siento…
— Una vez que lo tengas, llévala al laboratorio. — Ignoró la pequeña broma de su agente. — Es muy importante que nadie te vea sacarla y regresarla, ¿Entendiste? Usa tus pasos de ratón.
La Omega asintió repetidas veces, se sentía muy importante por estar cubriendo un caso así de importante como lo era el que se estaba armando contra Will Graham, aunque no entendía qué tenía que ver Hannibal Lecter en todo esto, aún con el ataque de Tobias Budge fresco entre la alta sociedad de Baltimore, que veían a Hannibal como un Alfa recatado que seguiría sus instintos en el momento necesario, no se veía peligroso.
Justamente era eso lo que Hannibal Lecter quería que el mundo viera, una máscara de persona, una cortina de humo. Que Hannibal estuviera escondiendo cosas turbias no le hacía ruido, pero ahora que su jefe le había dado esa misión, estaba dudando.
— Sí, jefe. — Se enderezó para separarse del vehículo. — Pero, ¿Por qué? Si fue el Dr. Lecter el que, probablemente, hizo esa comida.
— Tengo una corazonada, Clarice. — Habló con tono cortante. — Tú sólo cumple con tomarla, dejar que la gente del laboratorio tome una muestra y la regresas antes de que Graham se de cuenta.
Clarice asintió con la cabeza y rápidamente tomó sus cosas para correr hacia su automóvil, en parte sintiendo toda la adrenalina de tener una misión secreta para ella, pero ahora necesitaba meterse bien en la cabeza de su jefe para entender qué era lo que estaba pasando por su cabeza.
Jack la miró irse, sin saber exactamente qué era lo que debía sentir, o las cosas que debía compartir con su esposa, ella había comido múltiples veces de esas exquisitas cenas, no tenía el corazón para hablar con ella de lo que posiblemente habían estado comiendo. Mejor era dejarle eso a otra persona.
Jack Crawford era una persona que prefería dejarle las tareas difíciles a otras personas.
๑ . ๑ . ๑ .
Alana Bloom se había quedado en el hospital junto a Margot Verger, había convencido a Jack de dejarla ir con la excusa de que alguien debía estar con ella para tomar su declaración una vez recobrara la conciencia , pero la verdad era que no quería dejarla sola.
Los Betas, aunque más dormidos o poco desarrollados, tienen instintos hacia ambos géneros secundarios, donde estar con un Alfa les provoca servirles y estar con un Omega les provoca defenderlos. No en mayor medida, solamente es una leve molestia que les genera no poder desempeñar estos instintos.
Alana los estaba teniendo en ese momento con aquella Omega que había sufrido demasiado. Alana había visto a Omegas sufriendo, no por nada trabajaba con distintas fundaciones en pro de los derechos Omegas, pero con Margot Verger era diferente.
Movía su pie contra el suelo de forma nerviosa, haciendo sonar un poco su tacón al chocar con el azulejo pulcro del piso. De vez en cuando alzaba la mirada, esperando que el cirujano que estaba tratando a la otra mujer saliera a darle noticias. Por fortuna para el alma de la pobre Beta angustiada, eso no tardó mucho en pasar gracias a una enfermera.
— Dr. Bloom.
Alana se levantó a toda prisa, acercándose a la Omega frente suyo.
— ¿Qué pasó, doctor? — Su voz sonó más ansiosa de lo que le hubiera gustado. — ¿Cómo está ella?
La enfermera suspiró un poco, haciendo una mueca angustiada. Movía suavemente los papeles que tenía en sus manos de forma nerviosa hasta que vio que no podría retrasar más lo inevitable.
— Le voy a ser sincera, no muy bien. — Un nuevo suspiro escapó de sus labios. — Se le extrajo aproximadamente un litro de pus y sangre molida de la herida, quien la haya lastimado era un cirujano, eso es un hecho.
— ¿Y por qué la herida está así? Eso no parece ser hecho por un cirujano. — Su tono cambió a uno molesto.
La Omega apretó los labios, casi siempre dar este tipo de noticias es muy complicado, ya sea para el paciente o a los familiares, amigos o conocidos.
— Para los Omegas hay diferentes tipos de esterilización para la planificación familiar, usted los debe de conocer. — Alzó la mirada para verla directo a los ojos. — A esta Omega la castraron.
La sangre de Alana se enfrió y calentó de un segundo a otro, el instinto “Alfa” en ella estaba despertando con fuerza.
— ¿Cómo fue castrada?
— El cirujano que la operó le hizo una histerectomía completa. — Habló firme. — No hay útero, matriz, nada. La infección fue porque le dejaron gasas dentro de ella, se estaban pudriendo. Quien la haya operado, o pidió esa operación, quería dejar su cavidad uterina lo más inútil que se pudiera.
La pobre enfermera estaba a punto de sentir la ira de una Beta enfurecida, de no ser porque otro enfermero se acercó para rescatarla.
— La señorita Verger ya la trasladaron a piso, puede pasar a verla cuando despierte.
Alana se relajó un poco, tomando asiento nuevamente para esperar, esperaría las horas que fueran necesarias. La suerte estaba del lado de Alana Bloom pues solamente esperó cerca de hora y media para que despertara.
La Beta entró suavemente a la habitación, guiada por el enfermero. Cuando la vio, sintió que el corazón se le detenía. En esa cama de hospital se veía tan pequeña por lo delgada que estaba, pero su rostro era frío y estático hasta en las circunstancias en las que estaba.
Era toda una reina del hielo, y Alana Bloom podría dejar congelar su corazón si era ella quien lo tocara.
— Hola, señorita Verger. — Escuchó la puerta cerrarse tras de sí. — Mi nombre es Alana Bloom, vengo por parte del FBI.
Escuchó que el monitor cardíaco de Margot comenzó a pitar un poco más rápido, la Omega estaba asustada. Ella no tenía feromonas para tranquilizarla, pero sí una voz suave.
— No se preocupe, ya está a salvo con nosotros. No haremos ni diremos nada que usted no quiera, estamos aquí para ayudarla.
La Omega miró a Alana, con sus ojos verdes y vacíos, incluso se cristalizaron un poco por las lágrimas que se iban juntando, quizás era la primera vez que alguien la trataba con tanta compasión y ternura en mucho tiempo.
Una Omega maltratada.
Con la mirada señaló la silla al lado de su cama, haciendo que Alana captara el mensaje y se sentó a su lado.
— Margot… — Susurró con voz adormilada.
Alana lo interpretó como un gesto para que perdiera la formalidad con la Omega.
— Bien, Margot… — Suspiró la Beta, juntando las palabras de toda la información que tenía que decirle. — Antes qué nada, hay algo que debo decirte. Quien te lastimó, te hizo una histerectomía… Si tus planes eran tener cachorros en el futuro, me temo que ya no podrás.
Margot apretó la mandíbula con fuerza al igual que cerraba los ojos, dejando escapar las lágrimas que tanto se estaba esforzando por retener enfrente de Alana, quien rápido tomó su mano y la apretó delicadamente.
— Pero no estás sola, saliendo de aquí no irás a casa. — Le sonrió levemente. — Estarás un rato en una residencia para Omegas mientras se soluciona tu caso.
La Omega asintió levemente con la cabeza, sintiendo bien el calor de la Beta en su mano tan fría.
— Mason… — Susurró.
Los ojos de Alana se abrieron más, al fin tenía a un causante, sólo faltaba el motivo. Margot estaba muy sedada y cansada como para responder todas las preguntas que quería hacerle.
— ¿Tu hermano te hizo esto?
La Omega volvió a asentir con la cabeza, sorbiendo un poco por la nariz debido al llanto que quería mantener todavía dentro de sí.
— Yo esperaba un bebé, pero Mason me lo quitó.
Pudo ver la angustia en la Omega, pero no podía abrazarla así nada más, así que se limitó a apretar un poco más su mano para darme apoyo y que no se sintiera sola, quizás un poco también para atrapar sus propios sentimientos de ira.
— Ya todo pasó, Margot. Ahora estás a salvo, la agente Katz buscó ayuda y estás bien, un poco más y no estarías aquí con nosotros.
Los sollozos de la Omega se detuvieron, mirando casi con horror a la Beta. Su monitor cardíaco comenzó a hacer más ruido mientras Alana sentía la mano de Margot más fría.
— ¿Ella fue la que entró a la granja?
Alana asintió rápidamente mientras apretaba el botón junto a la cama de Margot, necesitaba ayuda. Estaba sufriendo un ataque de pánico, rápido entraron un enfermero y un doctor a estabilizar a la Omega, dándole un poco más de sedante en el suero al que estaba conectada.
— Mason, Mason…
Su cuerpo comenzó a ceder al medicamento, quedándose dormida en unos pocos minutos. Su deber ahora era llamar a Jack Crawford, necesitaba que buscaran a Beverly cuanto antes.
๑ . ๑ . ๑ .
Un cuerpo había sido encontrado cerca de una oficina de correos, estaba metido en bolsas de basura y los recolectores fueron quienes lo encontraron, al igual que llamaron a la policía.
Will Graham iba de nuevo en contra de su voluntad a perfilar el crimen y a quién lo cometió, pero él sabía que posiblemente era otro Omegacidio debido a las circunstancias del cuerpo.
— Yo estoy con Will. — Habló Zeller. — Vivimos en una sociedad donde esa mierda es esperable, somos unos malditos por tenerla tan normalizada.
— No lo sé… — Habló Price. — Tengo un mal presentimiento, ¿Ustedes no lo sienten? Ya saben, con sus instintos animales y toda esa mierda.
— Otra vez sacando tus porquerías. — Gruñó el Alfa. — Si no tienes nada amable qué decir, cállate.
— La verdad… Está vez estoy con Jimmy. — Habló Will mientras se acomodaba en su asiento. — El aire se siente pesado, como ir a pescar y que el clima te susurre la mala suerte.
— ¿Ves? — Exclamó el Beta. — Prefiero guiarme con Will, sus sentidos están bien desarrollados.
El Alfa se limitó a insultar al par mientras la camioneta del FBI llegaba a la escena del crimen ya acordonada por los policías, donde había varios periodistas rondando la zona para poder captar algo, Will frunció el ceño cuando vio a lo lejos la cabellera anaranjada y rizada de Freddie Lounds. Le pidió a un policía que iba con ellos que alejaran a todos, pero que en especial vigilaran a Lounds para mantener su culo entrometido lejos de ellos.
La policía casi no había movido el cuerpo, solamente lo habían descubierto para ver si en efecto era humano y no un perro o algo más. Se veía que estaba cortado a la mitad, sin órganos visibles, una de las bolsas tenía una etiqueta a la cual ya se estaba acostumbrando debido al caso reciente en el FBI, la cual era un cerdo rodeado de pequeñas plantas y la palabra “VERGER” en grande. Quizás era una extraña coincidencia, como la vez que encontraron una cabeza humana dentro de una bolsa de McDonald 's.
No admitiría ante el mundo que eso le había dado un poco de gracia.
— ¡Despejen, señores! — Gritó un policía Alfa.
El equipo del FBI comenzó a tomar fotos y marcar pruebas en la zona, mientras Will miraba a lo lejos la bolsa, verla le daba mala espina y sentimiento de rechazo, no se quería acercar a ella pero debía hacerlo.
— Brian, ve a registrar el área, necesito ver. — Miró al Alfa mientras se ponía los guantes azules de látex.
— Como ordene, jefe. — Sonrió mientras se alejaba.
El Omega se puso de cuclillas, mirando de cerca la cortada del cadáver, estaba hecha con saña, quien fuera el asesino quería desquitar toda su frustración con la víctima, notando que era una Alfa, no una Omega. Eso no hizo más que darle una sensación horrible en el estómago.
Mantuvo los ojos abiertos mientras dejaba que el péndulo se moviera en su cabeza, abriendo con cuidado la bolsa para descubrirla. En el muslo tenía quemado el logo de la compañía carnicera.
Eres una molestia, me has estado dando dolores de cabeza y partiéndome las bolas lo suficiente para hartarme. Oh, viste algo que no debías ver. Quieres hacerte valiente, pero no eres nada, ¿Has visto cómo matan a los cerdos? Oh, por supuesto que lo sabes, puedo ver la compasión con la que ves a mis animales.
Will hizo una mueca, se sentía tan asqueado por el curso al que se movía el péndulo, como si lo estuviera metiendo en la cabeza de Mason Verger, se estaba sugestionando, por la bolsa y la quemadura, o quizás sí había sido Mason y esa pobre Alfa era alguien con demasiada mala suerte como para echarse de enemigo a Mason.
Descubrió la parte de abajo, notando que en el tobillo tenía amarrada una etiqueta como las que suelen ponerle a los animales de ganado.
Eres un animal sucio, no te mereces la piedad con la que sacrifico a mis cerdos, eres solamente una perra entrometida.
Las manos de Will temblaban mientras subían para seguir abriendo la bolsa. El torso estaba abierto y el interior del cuerpo estaba vacío, no había órganos allí, era como ver un canal de res en las carnicerías… En las carnicerías Verger. Podía ver ya un cabello negro y largo, sintiendo cada vez más grande el nudo en el estómago, quería alejars de allí y ya no ver más.
Cuando descubrió la cabeza, se quedó mudo.
Era Beverly, con los ojos y la boca entreabiertos, había rastros de sangre seca en su nariz y boca. El cuerpo, además de estar abierto y mutilado, estaba lleno de golpes, el pómulo de Beverly se veía inflamado al igual que su labio partido.
Will se enderezó de golpe, soltando un grito Omega que capturó la atención de todos. El primero en acercarse fue Brian para socorrer a su amigo. Debía ser demasiado grave como para provocar esa reacción en Will, el mismo Omega que cerraba los ojos y veía cadáveres.
— ¡Mierda, Will! — Lo tomó de los hombros. — ¿¡Qué viste, viejo!?
Los ojos de Will no se apartaban de la bolsa, estaba temblando y sudando mientras comenzaba a hiperventilar. Brian agachó la mirada y quedó sorprendido al ver lo mismo que Will.
— ¡MIERDA! — Miró a un agente cerca. — ¡Oye, tú! ¡Llama a Crawford y dile que encontramos a Katz!
— ¡BEV! — Su voz salió en el mismo grito Omega.
Los gritos de Will eran desconcertantes para todos, el Omega estaba en un estado de shock que lo llevaba al estado de vulnerabilidad del cual quería alejarse siempre, pero ellos sabían que no eran gritos de miedo.
Eran gritos de dolor.
Alguien se acercó a Will, que era sostenido por Brian para que no se desplomara en el suelo, y le inyectó un sedante que llevaban para los casos en que un APP ponía resistencia.
— ¡Alguien busque a Lecter! ¡Ahora!
Los ojos del Omega comenzaban a cerrarse mientras era arrastrado a la camioneta del FBI, dejando que el péndulo siguiera su curso.
El maldito de Crawford te mandó para atraparme, pero le daré una pequeña advertencia. No estoy para esta mierda, tengo mis propios problemas para andar lidiando con esto. El FBI no sabe, nadie debe saber. Oh, querida, serás una buena advertencia para aquellos que quieran volver a meterse conmigo, esto les pasa a los entrometidos que no saben mantener sus narices lejos. Como papá siempre decía “Elimina el estorbo, quita las piedras del camino”.
Este, y que te quede claro Jack Crawford, este es mi diseño.
Notes:
¡Ay!, arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala
Arremángala, arrempújala-Bailecito sensual- 👯♀️👯♂️
Chapter 25: The pain has left a hole in which my heart should have been
Notes:
Escuchamos pero no juzgamos... A veces se me olvida que quien escribe esto soy yo y estoy como estúpida esperando a que actualice
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Will no recuerda exactamente la última vez que fue a un funeral, el que más tiene en su memoria es cuando falleció su abuela, Marie Graham. Le dolió mucho perderla pues fue la única constante en su vida además de su padre.
La única constante positiva.
Mientras se oficiaba el funeral de Beverly Katz, no estaba completamente consciente. Le habían estado suministrando calmantes puesto a que había estado actuando muy agresivo. Desde que los forenses se llevaron el cuerpo hasta ahora que estaban en la funeraria. Sobre todo por su historial de tendencias violentas y que veía a todos como una amenaza, solamente Hannibal y la esposa de Beverly se salvan de los colmillos de Will.
Si Will estaba destrozado, la esposa de Beverly lo estaba aún más.
Ella era una Omega que normalmente era muy tranquila, la cabeza fría de la relación que contrataba con la personalidad irreverente de Beverly, pero ahora parecía que tenía el diablo adentro.
Jack Crawford había intentado darle el pésame, pero ella lo terminó corriendo, culpandolo de todo lo que estaba pasando. Habían intentado darle calmantes a ella también, pero no habían tenido el efecto deseado y era mejor para ella sacar su dolor de una vez.
Con Will era distinto, Hannibal sabía que en cualquier momento el Omega podría liberar el odio que estaba en su sistema matando a cualquier pobre diablo que se le pusiera enfrente, pero mientras debía quedarse quieto y dócil, por eso aceptaba los calmantes si no quería cometer un genocidio en la ciudad.
Hannibal se sentía extraño. Había acudido a funerales antes, desde el fallecimiento de sus tíos Robert y Murasaki hasta de la gente con la que se codeaba en Baltimore, pero solamente con su tía Murasaki había sentido la pena real de perderla. Ahora había algo extraño en su pecho, le había tomado aprecio a Beverly por todo lo que significaba para Will.
Y podía sentir algo muy cercano a la culpa, sólo un poco. Él fue quien le dijo a Mason que se encargara de la molestia, jamás pensó que sería la amiga de su pareja, esperaba que fuera Clarice, eso habría sido el mejor de los casos. Clarice hubiera utilizado sus “encantos Omega” junto a esos ojos de borrego a medio morir, hubiera podido domar a la bestia que era Mason Verger.
En la mente de Mason sería más un “Que quede en tu consciencia que YO te dejé vivir”, pero estaría viva.
Omitir ese detalle sería lo mejor, por el bien de su pareja.
Los hilos de pensamiento en su cabeza iban hacía muchos rumbos y a la vez a ninguno, todo pensamiento era cortado por la sensación en su cuello por sentir la tristeza creciente en el sistema de Will. Hannibal era un buen Alfa, estaba al pendiente del estado de su pareja y cuidaba de él.
Estaba pensando en eso cuando sintió el movimiento de Will a su lado. Habían salido a tomar un poco de aire para no sobre estimular a su pareja y la fría corriente de aire de Virginia ayudaba bastante. El Omega estaba recargado en su hombro, mirando a un punto en la lejanía.
— ¿Ahora quién me va a pedir que saque a los mapaches de su ducto de ventilación?
Hannibal soltó una pequeña risita seca, entendiendo el punto de su pareja. Lo que esa acción significaba para él.
— Bueno, siempre podremos sacarlos de otro lado, no precisamente de un ducto de ventilación.
Ambos sonrieron levemente de forma cómplice, hasta que vieron un taxi llegar y estacionarse frente a la casa de las Katz. La pareja alzó la vista para ver salir del vehículo a una mujer de cabello rubio junto a una chica, reconocieron la cabellera de la menor de inmediato.
Abigail se separó rápido de Molly Foster para correr hacía la pareja, abrazando con fuerza a ambos. Hannibal y Will se miraron antes de corresponder el abrazo de la menor, sintiendo la calidez del abrazo. Tenerla allí, con ellos, se sentía tan correcto.
— ¿Qué haces aquí, renacuajo? — Le preguntó Will con dulzura.
— Papá Hannibal me avisó, y pensé que necesitarías un abrazo. — Se acomodó mejor en los brazos de Will, observando a ambos con sus profundos ojos azules. — Molly me trajo, Wally se quedó en casa con Sam.
Cuando la Omega contraria fue mencionada, el perfilador y el psiquiatra la miraron. Estaban agradecidos con ella y su pareja, por cómo cuidaban de su pequeña cuando la ley no les permitía a ellos llevársela a casa.
— Lo siento mucho por su pérdida, señor Graham. — Habló suavemente la Omega.
Will hizo una pequeña seña con la cabeza, sin saber qué hacer después. Para suerte de Will, Alana hizo su aparición y Molly se acercó a ella de forma educada, dejando solos a la pareja con su cachorra.
— ¿Cómo te sientes? — Preguntó Abigail mirando a Will.
— No lo sé, los calmantes hacen que tenga todo dormido, me hormiguean las manos…
Estaba medio agradecido de estar medio drogado en ese momento, le hacían olvidarse un poco de que él fue quien la encontró. Cerró los ojos con fuerza, quería concentrarse en su última plática y ese último abrazo que tuvo la oportunidad de darle.
— Maldita sea. — Soltó en un gruñido. — Debí ir con ella, no estar con esa imitación barata de caníbal, no me necesitaban allí.
Hannibal alzó levemente una ceja, intrigado por esas palabras a pesar de conocer el caso al que su pareja se refería.
— ¿Harán algo al respecto? — La pregunta iba para los dos.
— Bueno, querida. — Hannibal se enderezó un poco, protegiendo a su pequeña familia en sus brazos. — No tenemos una idea clara, pero no dejaremos pasar esto. Tu papá y yo tenemos muchas cosas que hacer.
— ¿Y puedo ir? — Sonrió levemente, mostrando sus colmillos con entusiasmo.
— ¿Qué? — Will la miró frunciendo el ceño. — De ninguna manera, Abigail.
— Lo sentimos mucho, Abigail. — Le sonrió levemente Hannibal. — Pero sigues castigada por el último incidente.
— Eso ya tiene meses, no sean malos. — Les hizo ojitos de cachorro a ambos.
— No. — Dijeron al mismo tiempo.
La menor soltó un pequeño suspiro de cansancio y rendición por no obtener lo que quería mientras los mayores se reían. Alana y Molly los miraban a la distancia, sin poder escuchar su conversación, aunque Alana trataba de analizar el movimiento de labios de los tres, buscando entre líneas algún significado oculto.
— Son encantadores, ¿No lo cree? — Sonrió Molly mirando al trío a lo lejos.
— Oh, si. — Le respondió Alana. — Parecen una familia… Bueno, por cuestiones biológicas, lo son ahora.
— Si, lo sé. — Miró a la Beta. — Pero qué rara es la biología, hasta parece que Abigail está adquiriendo rasgos del señor Graham, pero con la nariz y el perfil del Dr. Lecter.
Alana los miró con un poco más de detalle, y si bien era cierto que Abigail parecía una leve mezcla de ambos, ella tenía rasgos distintivos que no la hacían idéntica a ninguno. Debía recordarse a sí misma que los padres biológicos de Abigail debían andar rondando por allí y que todo era una serie de coincidencias. Al final del día, el rostro de Abigail aún era joven, sin sus rasgos definidos en su totalidad.
— Bueno, las coincidencias por aquí abundan. — Miró a la Omega. — Yo los llamo casualidades nada más, pero Will y Beverly lo llaman “gravedad”, jamás entenderé a qué se refieren.
— Abbie también comenzó a utilizar ese término, creo que ya vi de dónde lo sacó. — Alzó un poco los hombros. — Es muy extraño, pero si eso le da un sentido de pertenencia con sus padres postizos, opino que está bien.
La Beta asintió con cuidado. Ella había tenido la fortuna de crecer en un hogar con padres amorosos, pero sabía que la nueva pareja no había tenido esa estabilidad que ella había gozado.
Al final, como Will le decía, su manada estaba hecha a partir de retazos, de los abandonados, al parecer eso empezaba a incluir personas.
— Al final, el humano es un ser sociable, algunos bajo sus condiciones, pero forman sus propios lazos.
Dejó a un lado sus pensamientos como psiquiatra y como consultora del FBI, y se dejó guiar por su corazón. Se permitió imaginar a Hannibal y Will como un matrimonio con su pequeña hija, no como un par de sospechosos de ser asesinos seriales caníbales y una niña huérfana.
Clarice, desde la distancia en su auto, pensaba lo mismo que Alana. No se había atrevido a acercarse después de la llamada de Jack Crawford. Ella ahora era los ojos, nariz y oídos para el jefe de la BAU cuando no podía estar cerca, justo como ahora. Desde la distancia, podía ver la oscuridad que cubría a tan pintoresco trío, pero no era una oscuridad que los ahogara, era una que los abrazaba, que eran uno mismo.
Una visión de una familia de ciervos negros y emplumados llegó a su mente, donde un pequeño cordero miraba a la distancia, tal vez con anhelo.
Ella, muy en el fondo y que jamás admitiría en voz alta, deseaba tanto una familia que un sentimiento parecido a la envidia se formaba en su pecho, porque incluso Abigail Hobbs tenía padres.
Padres asesinos, pero al final del día padres.
Suspiró pesadamente y prefirió irse de allí. Como le diría Will cuando andaba de metiche “no tenía vela en ese entierro”. Aunque ahora la frase había adquirido un tono siniestro, debido a las circunstancias.
๑ . ๑ . ๑ .
La vida no se detiene por nada ni por nadie, el tiempo sigue su curso en un Universo indiferente ante los problemas personales de las personas que lo habitan, como el perro lleno de pulgas que ha aprendido a vivir con ellas.
Will y todo el equipo del FBI ya estaba de vuelta en su trabajo normal después de unos días, solamente había cosas que se sentían extrañas. No era la simple ausencia de Beverly lo que se sentía en el aire ni el olor agrio por parte de Brian y Will, que seguramente también vendría por parte de Jimmy si no fuera Beta, era algo más.
Algo había cambiado, y todos lo sabían, pero no sabía qué era exactamente.
— El señor Crawford quiere que vayamos a ver a la señorita Verger. — Habló Clarice.
Los Omegas estaban en la sala de descanso para profesores, Clarice lo había seguido desde que había terminado la clase de Will, donde el Omega sólo quería comer el almuerzo que su novio había hecho para él, calificar exámenes y reprobar a los tarados.
— ¿Y por qué quiere que vaya yo? — Bajó el tenedor para dejarlo en el tupper y cruzarse de brazos. — Si me permites recordarte, mocosa, la última vez el FBI fue a ver a un Verger las cosas acabaron con un paquete de carne de supermercado demasiado grande.
La chica miró el tupper, sintiendo el estómago revuelto por pensar de qué estaba hecha la comida. Se veía y olía delicioso, pero no era lo que parecía, los pequeños trozos de carne revuelto con verduras le daban tanto miedo en ese tupper.
— Lo sé, señor Graham. — Tragó saliva. — P-pero el jefe dijo que usted podría entender a la señorita Verger, más allá de su empatía. Además, iremos a la residencia donde ella se está quedando, no tocaremos la mansión Verger o las granjas.
Will pareció pensarlo un poco, desviando la mirada de los ojos de Clarice y concentrarse más en el botón de su camisa. Su número de personas que podía ver a los ojos se había reducido a tres.
— Le prometo que lo dejaré en paz, y estará la Dra. Bloom cerca. — Le sonrió para convencerlo. — No se ha despegado de la señorita Verger en todo este tiempo.
La idea de dejar a Will en paz era demasiado atractiva, una oportunidad que no podía dejar pasar.
Además, necesitaba una coartada para que Jack Crawford no lo llevara a ver el pequeño presente que había dejado.
— Bien. — Suspiró cansado. — Iremos a verla después del almuerzo, así que tienes media jodida hora para comer, fumar o rondar por allí pero fuera de mi vista.
— ¡Gracias, señor Graham! — Sonrió un poco emocionada. — Provecho.
El Omega mayor asintió con la cabeza mientras movía su mano para decirle a Clarice que se fuera mientras regresaba la vista a sus exámenes por calificar.
Clarice salió casi corriendo y entró rápido al primer baño que se le presentó. Quería vomitar pero no podía, debía ser fuerte. Se apoyó en el lavabo mientras sentía la arcada en su garganta, pero la tragó lo mejor que pudo. Sacó un poco de agua del grifo para darle un sorbo y hacer gárgaras, esperaba que eso le ayudara.
Todavía no salían los resultados de las pruebas de laboratorio, pero la mente humana era muy poderosa. Ella podía imaginar a Will Graham llegar con Hannibal Lecter, triunfante con los restos de su pequeña cacería para que el psiquiatra los cocinara sin saber su procedencia.
O peor aún, que lo supiera e incluso que el Alfa le hubiera hecho ese encargo en específico al Omega.
Ya no se pudo aguantar y corrió a un cubículo a vaciar el contenido de su estómago. El almuerzo definitivamente no estaba en sus planes durante la siguiente media hora.
๑ . ๑ . ๑ .
Cuando Will Graham no quería ser una persona íntimamente o grosera, era bastante serio, en su propio mundo. Clarice había escuchado que al Omega le gustaba pescar, así que imaginaba a Will en un arroyo pescando, dejando que todos sus males se fueran con la corriente del arroyo. Eso era lindo hasta cierto punto, ella prefería más meterse en la nieve.
Fueron hacía la residencia para Omegas violentados en el auto de Will, donde Clarice descubrió los gustos musicales variados de Will, pero en particular había notado que su álbum favorito era In Utero, de Nirvana. Ella lo conocía perfectamente porque un ex novio suyo era fan de Nirvana y cada que iba a su casa, escuchaban esa banda.
— Entonces, ¿Alana ha estado aquí desde que esa Omega llegó? — Tomó sus lentes para ponérselos. Era un extraño hábito que tenía de poner y quitar.
— Si, la Dra. Bloom no ha querido dejarla sola desde entonces. — Se enderezó mientras acomodaba su blusa. — Le ha tomado cierto aprecio, al parecer.
Will asintió con la cabeza y ambos salieron del auto, con Clarice cargando su pequeño portafolio cruzado que siempre llevaba consigo a todos lados. El Omega mayor lo veía demasiado útil, no iba a negarlo.
— Bien, vamos de una vez. — Suspiró para comenzar a caminar. — Antes de que el culo entrometido de Freddie Lounds aparezca por aquí.
Brian y Will la habían visto el día del incidente, pero ese día estaba demasiado confuso en su memoria como para recordar algún detalle en específico. Lo que sí sabía era que varios policías habían resguardado a los periodistas, tanto que ni la Alfa se pudo colar a tomar sus morbosas fotos.
Los pasos de Will resonaban en la loseta del piso mientras los de Clarice apenas eran audibles, y eso gracias a que sus zapatos tenían un poco de tacón. La enfermera estaba agradecida de que fueran dos Omegas los que entrevistarían a Margot, usualmente la presencia de los Alfas en sitios como ese solía ser un problema.
— La señorita Verger está aquí. — Sonrió levemente mientras los guiaba al jardín. — El sol le ha caído bastante bien, desconozco cuándo fue la última vez que salió al exterior, pero por el tono de su piel eso parece que fue hace mucho.
— Gracias. — Fue lo único que pudo decir Will.
Era grosero, pero no maleducado.
Pudieron ver a Margot bajo la sombra de unos árboles, con ese pants cómodo que daba la residencia y una pequeña banda de hospital con sus datos. A su lado estaba Alana, haciéndole pequeñas trenzas en ese cabello tan lacio que tenía la Omega. Sintió la presencia de los Omegas y volteó a verlos, sonriendo levemente al verlos.
— Hola, no esperaba verlos tan pronto.
— Jack nos mandó para “fines prácticos”, supongo que entiendes a lo que me refiero. — Explicó Will mientras tomaba asiento.
La Omega no los veía, su mirada estaba en sus lastimadas manos, quizás había tratado de defenderse de su atacante.
— Hola, señorita Verger. — Sonrió Clarice mientras tomaba asiento junto a Will. — Somos los agentes Will Graham y Clarice Starling, del FBI.
Margot se tensó ligeramente, pero Alana le tomó la mano suavemente en un gesto tranquilizador.
— Yo los conozco, Margot. No pasa nada.
Finalmente Margot pudo alzar la vista para observar al par recién llegado. Miró a los ojos a ambos, y luego su mirada se clavó en el cuello del castaño.
— Estás marcado.
La mano de Will fue a su mordida y la tapó sin ganas, era más como un gesto de “no hagas preguntas innecesarias”.
— Mi pareja era el psiquiatra de tu hermano, el que le asignó el juez después de los cargos en su contra. — Quizás revelar esa información podría ayudarlos. — Su nombre es Hannibal Lecter.
— Si, lo conozco. Mason no dejaba de hablar de él los días que tenía citas con él. — Alzó suavemente una ceja. — Al parecer le caía bien.
Clarice tomaba nota, mirando de vez en cuando a la reina del hielo que parecía ser Margot.
— ¿Tienes alguna idea de dónde puede estar? Ya no será trasladado al penal para APP, ahora será llevado a una prisión de máxima seguridad en medio del mar.
Margot se quedó callada unos segundos, volviendo a agachar la mirada hacía un punto en el césped.
— Después de lo que me hizo y de golpear a la agente Katz, no sé dónde fue a esconderse. — Se encogió de hombros. — Mason suele ser astuto a la hora de esconderse, pero su narcisismo puede más con él.
— Escuchamos que usted estuvo hospitalizada antes de venir aquí. — Fue el turno de Clarice para hablar. — ¿Su hermano la golpeó o le hizo algo?
Margot frunció el ceño, molesta. A Clarice le impresionó que el aroma a enojo de Margot apenas y fuera un suspiro, no el aroma agrio que haría a cualquiera vomitar, se giró levemente para ver a Will, quien la miraba atento, se estaba metiendo en su mente y eso podía más que cualquier olor.
— Mason se enteró de que estaba embarazada. — Suspiró con pesar. — Él me lo quitó.
El corazón de Will se rompió por un momento. En ese momento el perfilador se fue, ahora estaba el Omega en luto que la miraba con el mayor entendimiento del mundo, uno que Margot no había visto en su estadía hasta ahora.
— ¿Le hizo un aborto? — Preguntó Clarice.
— Si. — Tragó saliva mientras un nudo se formaba en su garganta. — Y luego me dio una “lección”.
Un escalofrío de ira recorrió la columna vertebral de Will, sintiendo la mayor empatía del mundo sin tener que utilizar su “don”.
Juegas sucio Jack Crawford, juegas muy sucio.
— Él te esterilizó. — Habló Will mientras se quitaba los lentes para verla a los ojos.
Margot negó con la cabeza, dejando salir unas lágrimas de tristeza mientras sus ojos se clavaban en los de Will.
— Él me castró. — Sacó sus colmillos con rabia. — Lo escondí casi cuatro meses, era un niño. El niño que iba a darme mi libertad.
Clarice se quedó fría ante tales palabras, mientras parecía que el diablo que se le había metido a Will Graham el día del hallazgo de Beverly volvía a su cuerpo.
— ¿A qué se refiere con eso? — Se atrevió a preguntar Clarice.
— Mi padre dejó toda su herencia para el siguiente Verger hombre, ya fuera Alfa u Omega, aunque si fuera Alfa tendría muchos más privilegios que si fuera un Omega. — Limpió las lágrimas de su rostro. — Mason ha intentado procrear, pero es tan hijo de puta que los Omegas huyen de él, a pesar del dinero y los beneficios de gestar un hijo de los Verger.
— Él tiene miedo de perder su poder. — Hablaron los agentes al mismo tiempo.
La Omega asintió, buscando con su mano la de Alana para tomarla, y la Beta ya tomó con gusto. Alana había permanecido callada, de igual manera molesta por el truco sucio de Jack para que Will le sacara información a una pobre Omega traumatizada.
— Se sintió amenazado por mi bebé. — Suspiró. — Porque sabe que si naciera, el control de todo caería en mis manos hasta que él fuera mayor de edad. Y lo primero que haría sería correrlo y tratar a los animales con el trato digno que se merecen, gracias a ellos es que comemos.
Clarice parpadeó repetidas veces, quizás juntando valor para las preguntas que harían a continuación.
— ¿Qué hace con ellos?
La Omega apretó con fuerza la mano de Alana, mucho menos molesta que antes pero aún así podría explotar.
— Abusa de ellos. — Soltó un gruñido. — De muchas formas que no quiero pensar ahora, pero supongo que se dan una idea.
Will asintió, captando el mensaje. Maldita sea, ni siquiera él o Hannibal trataban a sus “cerdos” así, por más que se lo merecieran.
— Además, comenzó a alimentarlos con carne humana. — Soltó una risa sarcástica. — Si un trabajador ya no le funcionaba o quería denunciarlo, pues ya sabrán donde acabaron.
— Pero, no se encontraron restos de personas en las granjas.
Tanto Margot como Will soltaron una risa sarcástica, una que incluso hizo a Alana estremecerse.
— Mocosa. — Will volteó a verla. — Los cerdos comen cualquier cosa, y por cualquier cosa me refiero a CUALQUIER COSA.
— Un cerdo hambriento podría comerse tu cara si se le presenta la oportunidad. — Ahora fue el turno de Margot para hablar.
Clarice se hizo pequeña en su asiento, dos Omegas con carácter fuerte en el mismo espacio usualmente representaba problemas, pero Margot Verger y Will Graham compartían el mismo dolor, uno que sólo pocos entenderían. Y entre esos pocos no estaban ni Clarice ni Alana.
๑ . ๑ . ๑ .
Después de esa ida a la residencia Omega, regresar al Quantico para maldecir a Jack Crawford en su cara y dar la información que habían obtenido, Will había ido a casa de su pareja a refugiarse en el nido que ahora estaba sobre la cama de Hannibal. Para fortuna del Alfa, tenía muchas mantas y sábanas que ofrecerle al Omega, así su guardarropa no se vería asaltado del todo.
No habían corrido con la misma suerte su suéter rojo favorito y un saco, pero su pareja se veía tan precioso con ese suéter puesto que ninguna palabra negativa salió de su boca.
Después de la cena, ambos estaban metidos en el nido. Will se había acurrucado en el pecho de Hannibal mientras le contaba todos los detalles de su visita con Margot.
— Eso explica porqué mi mordida ardió esta tarde. — Rascaba suavemente el cuero cabelludo del Omega. — Supuse que te hicieron enojar, y veo que tenía razón.
— Ese maldito bastardo. — Gruñó mientras alzaba la mirada. — Si lo que pienso hacerle se volvió personal por Bev, esto selló su ataúd.
Los ojos de Will se tornaron de ese hermoso dorado que Hannibal amaba, así que le dio un beso en los labios mientras lo tomaba de las mejillas.
— ¿Y qué es lo que tienes en mente, querido?
— Tú me ayudarás, Han. — Sonrió mostrando sus colmillos. — Quiero venganza.
Hannibal había sentido todo el dolor de Will por la pérdida de Beverly, pero también lo veía como la ruptura de la poca humanidad que quedaba en Will para ahora sí sacar todo el potencial que tenía. Le mostraría lo más hermoso que podía llegar a ser, a poder crear con sus manos.
— Y la tendrás, mylimasis.
Notes:
Yupi pude actualizar a tiempo jajajaja lo siento si hay partes mal escritas, escribí esto en el trabajo en los ratos muertos. Al fin terminé la escuela, y se supone que ya tengo tiempo de actualizar pero primero tengo que ordenar un poco mi mierda, entre eso mi habitación y es algo que he estado procrastinando más de lo que me gustaría admitir, pero al fin soy libre :D (¿De qué hablas puta? Te falta el Servicio Social y las Prácticas). Como sea, ahora sí puedo aplastar mi culo para escribir esta historia wuuuuu
Chapter 26: But mama I'm in love with a criminal
Chapter Text
Unos pequeños pasos hacían eco en el bosque, junto al sonido de las ramitas rompiéndose bajo sus pies al igual que el sonido de algo siendo arrastrado llenaba el ambiente, rompiendo el silencio de la noche junto con la penumbra del bosque.
Una pequeña Omega iba jalando un costal que quizás le duplicaba el tamaño, pero ella no era débil, podía con la carga.
Mientras caminaba, llevaba puestos unos audífonos a bajo volumen, para poder escuchar el exterior y, en caso de ser descubierta, poder esconderse, pero a la vez quería música de fondo y tener el altavoz era mala idea.
Abigail Hobbs iba jalando una pieza más para sus floreros mientras cantaba en voz baja.
— Oh baby here comes the soundtrack I took a train outta New Orleans and they shot me full of ephedrine . — Sonrió mientras cantaba, mostrando sus colmillos Omega más marcados, dejando la pubertad para ya entrar en la adolescencia. — This is how we like to do it in the murder scene.
Pronto llegó a donde tenía los otros dos cuerpos de sus cacerías anteriores, uno ya estaba entrando en estado de descomposición y algunos animales ya habían robado pedazos de piel, dejando expuestos los huesos.
Dejó el nuevo cadáver cerca para después quitarse la mochila de su hombro donde tenía sus herramientas.
— Can we settle up the score? If you were here, I'd never have a fear. — Sacó un pequeño cuchillo de caza con el que empezó a quitar la carne suelta de un cuerpo. — So go on live your life but I miss you more than I did yesterday.
Se calló un momento, tarareando mientras trabajaba en limpiar los restos de la carne putrefacta. Usaba un cubrebocas para no recibir de golpe todo ese olor pútrido.
— Será todo un caos llevarlos a la cabaña del guardabosques… Va a ser mejor llevarlos a la zona de campamento.
Una vez que terminó de limpiar, se acercó al costal y lo abrió para ir sacando lentamente el cuerpo de un chico, un Alfa que era parte del equipo de basquetbol con el que había tenido un par de encuentros desafortunados en los pasillos de la escuela.
Había acosado y manoseado a dos Omegas, luego intentó hacerle lo mismo a ella pero no se dejó. Lo atrapó apenas tuvo la oportunidad al terminar los entrenamientos.
No sabía si era una cazadora o una pescadora, pero había aprendido a tener paciencia en espera de su presa. Este último asesinato le había tomado casi dos semanas para que saliera perfecto y no dejara rastros. Ya suficiente había sido con perder su pañoleta con el primer cadáver que posó.
Los otros dos igual habían sido improvisados, sobre todo el anterior a este. De eso no se sentía tan orgullosa pues fue en un momento de debilidad. Esa chica era una Omega que comenzó a burlarse de su marca en el cuello, diciendo que así ningún Alfa querría acercarse a ella.
Recientemente había pasado lo de Beverly, y tanto ella como Hannibal habían tratado de absorber como esponjas el dolor de Will para hacerlo más llevadero, así que tenía demasiadas emociones negativas encima como para lidiar con las tonterías de una niñita malcriada.
Ella quería que sus cazas fueran elegantes, sin tanto drama, pero con esa Omega se había ensañado demasiado al punto que su caja torácica estaba muy abierta. Al principio lo había visto como un error, pero ahora podía ver la ventaja en eso. Podía ocupar ese cadáver como la parte central de su cuadro, llenar ese espacio con muchas flores bonitas.
— Eres una tonta, por supuesto que algún Alfa querrá ser mi pareja. — Le hizo una trompetilla a la chica en un momento infantil.
A su mente llegó Marissa, esa Alfa a quien había conocido toda su vida. Ella era su amiga, la había besado y había estado con ella a pesar de todo. Las mejillas de Abigail se pusieron rojas al pensar en ella de una forma más romántica, que su amistad se podría transformar en algo más.
Eso calentó el corazón de la Omega, hasta que llegó la parte que no le gustaba de ella. Se estaba volviendo una asesina en serie, disfrutaba tanto matar como hacer arte con los restos que le hacía sentir mal el pensar en meter en su mundo a Marissa.
— Oye, quizás tengas razón. — Frunció el ceño y le dio una cachetada al cadáver. — Pero quizás encuentre a mi Alfa, a alguien que no le miedo mi verdadero yo. Will encontró a Hannibal, ¿O Hannibal encontró a Will?
Se puso a pensar en la relación de sus padres, tanto la de Hannibal y Will como la de los Hobbs. Era obvio que ellos se amaban, y la habían criado con amor hasta que pasó el incidente. Se sentía tan lejano pero a la vez como si hubiera sido ayer.
Garret y Louise Hobbs se amaban muchísimo, ella estaba segura de que si hubieran sido Alfa y Omega en vez de Betas, hubieran estado igual con las marcas de apareamiento que ahora lucían Hannibal y Will. A una parte de ella le hubiera gustado ver eso, pero la otra se estremecía.
Si Garret Jacob Hobbs reaccionó de una forma tan violenta por no ser su hija biológica siendo Beta, las cosas hubieran terminado mucho peor si él hubiera sido Alfa. Quizás su padre la hubiera matado desde antes, hubiera detectado su olor diferente al de su pareja.
Aunque quizás ella nunca fue perfumada como normalmente hacen con los bebés, si es que su madre biológica era Omega.
Tomó asiento frente a los tres cuerpos y se quitó los audífonos para poder escuchar los sonidos del bosque.
— ¿Ustedes creen que él o ella me quiso? — Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras pensaba. — Digo, no me perfumó, no puedo sentirle.
Abrazó sus rodillas mientras dejaba salir sus lágrimas en silencio. Ella era una huérfana a la que nadie quiso, ni siquiera el día que nació, tal vez era una apestada y por eso su mamá no se atrevió a cargarla en sus brazos, para tener presente en ella el olor de su madre.
— Maldita sea… — Susurró mientras limpiaba una lágrima de forma agresiva. — Mamá no me quiso, quizás fui un maldito embarazo no deseado.
Se recostó en el suelo y miró al cielo, se veía tan precioso cubierto de estrellas, lejos de las luces de la ciudad que las opacaban. La idea de ser un bebé no deseado se asentó en su cabeza, pegándose en su cerebro mientras un pequeño péndulo se movía en su cabeza.
— Tal vez sí lo fui, y él o ella decidió darme en adopción. — Suspiró lentamente. — Bueno, eso es menos crudo que pensar que me abandonó.
Volvió a cerrar los ojos sin dejar de pensar, entre más lo hacía le ayudaba a seguir un hilo de pensamiento dentro de su cabeza.
En vez de irse por la visión trágica, quería seguir la idea de que su madre la amaba tanto que prefirió renunciar a ella para darle un futuro mejor. Imaginaba a su madre biológica, con el rostro borroso, firmando los papeles donde renunciaba a sus derechos y después era entregada a los Hobbs. No la cargó, no la perfumó, no la miró con tal de no formar el vínculo tan especial que un Omega tiene con sus cachorros.
Esa historia estaba siendo más convincente en su mente hasta que llegó a un detalle al que ahora, con cabeza fría, podía analizar.
Cuando tenía doce años, edad donde comenzó a darse cuenta que no era igual a sus padres, comenzó a buscar y rebuscar en la casa algo que le diera una señal de ser adoptada. Se había interesado tanto en el tema una vez que su padre la castigó por preguntar eso.
Toda su documentación parecía estar en orden, no había nada que la pusiera como una cachorra adoptada. Revisaba una y otra vez los papeles de cuando salió del hospital, allí debía haber algo de una renuncia de tutela pero no. Ni una pequeña nota había.
Ella conocía al derecho y al revés su acta de nacimiento del hospital y la del registro civil, cada letra a máquina que estaba allí, cada detalle. Igual con las fotos de su nacimiento, aunque se veía extraña pues no se veía como un bebé de las medidas descritas allí. Se veía muy pequeña, y todavía lo era.
Abigail había estado yendo al médico cuando iba en primaria debido a que no podía subir de peso ni crecer a la par de sus compañeros. Si bien ahora ya estaba en una altura aceptable, su peso seguía por debajo del ideal al igual que su altura. Quizás eran antecedentes de su familia biológica.
— De verdad estoy considerando ir hasta Luisiana, necesito saber la verdad… — Se enderezó para ver los cuerpos. — Tengo dos opciones, ir a pie o ir en un auto.
Comenzó a dibujar en la tierra con un cuchillo de los que tenía en su mochila. Era la forma del Río Mississippi, ella estaba cerca de allí y podría seguirlo para no perderse. Que ese río estuviera tan cerca de ella como de su lugar de nacimiento era una bendición.
— Si yo estoy aquí, y necesito ir hasta allá… — Pensaba en voz alta mientras seguía su trazo. — El viaje en auto sería mejor, no tardaría tanto tiempo.
Bien, ya tenía una idea inicial.
— Pero el detalle es… No sé conducir. — Soltó un gruñido nasal. — ¿Cómo puedo ir hasta allá en auto sin saber conducir?
Cerró los ojos con frustración hasta que llegó a su mente una idea. Sam y Molly le habían dicho que podía pedirles lo que necesitara o poder hacer alguna actividad. Podría pedirles que le enseñen a conducir para poder sacar su licencia.
Para que tuviera la edad permitida por la ley le faltaba año y medio, pero usar la excusa de “saber de una vez para sólo ir a sacarla” le parecía bastante creíble. Claro, prometer que sería un conductor responsable y que no conduciría fuera de Clearwater ayudaría bastante.
No habían tenido ni una sola queja de su comportamiento, era cooperativa, bien portada, agradable. Ella no era una niña problema y eso podía usarlo a su beneficio de múltiples formas gracias a su comportamiento.
Porque pedirle a Hannibal y Will que la llevaran hasta allá, fuera de todos los permisos legales que seguramente debían sacar, le hacía sentirse mal. Ellos le habían ofrecido su cariño y amor, técnicamente la habían adoptado y decirles “¿Saben qué? Voy a buscar a mis padres biológicos. Si, ustedes me han dado un hogar pero necesito respuestas” lo veía muy mal, se podían malinterpretar sus intenciones.
Después de todo, si ellos pudieran llevársela a casa, ya lo hubieran hecho desde antes de conocer a los Foster.
— Mis papás no deben saber. Será una escapadita de dos días. — Sonrió levemente. — Sólo iré hasta el hospital, preguntaré amablemente sobre mí y regresaré a casa de los Foster antes de que alguien note mi ausencia.
Trataba de convencerse a sí misma que era un gran plan. No quería buscar a su madre biológica, debía tener sus razones para no quererla en su vida y aparecer de la nada pues no era exactamente lo mejor.
Solamente quería saber quién la trajo al mundo y qué demonios había pasado para que terminara en casa de sus padres “adoptivos”.
Otra opción que tenía era que la confundieron al nacer con otro bebé y la entregaron a la familia equivocada. Por eso su madre no pudo perfumarla, porque jamás estuvo en sus brazos.
— Que desastre es todo esto… — Suspiró pesadamente y miró los cuerpos. — Tengo que pensarlo fríamente.
Miró sus herramientas y se levantó para seguir con sus floreros, ya casi terminaba la estructura, las flores podría conseguirlas después. Se puso de nuevo los audífonos para no ahogarse tanto en sus pensamientos, sonriendo por la canción que se estaba reproduciendo.
— Oh, ese es un temazo. — Sonrió comenzando a cantar. — If you marry me… Would you bury me? Would you carry me to the end?
Mientras trabajaba, llegó a su mente la pregunta más importante del mundo.
¿De dónde carajos sacaría un auto para ir hasta Baton Rouge sin que lo reportaran como robado? No podía ocupar el auto de los Foster, sería demasiado obvio.
— Mierda.
๑ . ๑ . ๑ .
Abigail estaba ansiosa, esperando a que llegara el autobús donde venía Marissa. Jamás había estado tan entusiasmada por verla, pero ahora parecía casi una necesidad.
Movía su pie de forma nerviosa mientras daba caladas a su cigarro, mismo que había robado de la cajetilla de Will el día que fue a verlos. Su madre tenía buen gusto, no sabía tanto a tabaco como otros. Había escuchado que eran mentolados.
Garret les hubiera llamado “cigarros para señoritas”, pero ella era una Omega así que para ella estaban perfectos.
Finalmente vio llegar el autobús, apagó el cigarro en la banca para después guardarlo en su bolsa, después tiraría la colilla a la basura.
El autobús se detuvo y la gente comenzó a bajar, Abigail se veía hasta que al fin vio a la Alfa bajar, lo que la hizo sonreír. Había pedido permiso para hacer una pijamada con Marissa, así que estarían juntas todo el fin de semana.
— ¡Abbie! — Gritó emocionada apenas se asomó.
— ¡Mary! — Corrió hacía ella para abrazarla con fuerza.
A la Alfa no le importó estorbar en el camino, estaba de vuelta con su amiga y poder tenerla entre sus brazos era extraordinario.
— ¿Cómo has estado, pequeña cosa? — Se separaron del abrazo para verse de frente.
— Bueno, han pasado muchas cosas estos días. — Alzó un poco los hombros. — Pero creo que ando bien. ¿Y tú? ¿Qué tal la escuela sin mi?
— ¡Aburrida! — Soltó en un gruñido. — No hay nadie que se ría de los chistes de necrofilia, ahora soy la rara del salón.
— Ya somos dos. — Se separó de ella para comenzar a caminar. — Todo el mundo me mira, no me gusta que me miren.
Sus pasos iban tranquilos, conversando para ponerse bien al día con todo lo que estaba pasando en sus vidas desde la última vez que se vieron. Hablaban por mensaje y videollamada, pero era mejor ahora que se tenían cerca.
Podía sentir su aroma cerca y eso le hacía ronronear, aunque intentara esconderlo a primera vista. Iban tomadas de las manos, era más un roce inocente, de vez en cuando se soltaban por vergüenza pero se tomaban del dedo meñique.
Abigail se sentía como hechizada, olvidando por un momento las voces en su cabeza que le pedían que matara. Quería sentirse como una chica normal por un día, esperaba que con Marissa cerca se pudiera lograr su cometido.
Cuando llegaron a casa, ambas tomaron el almuerzo con Molly y Wally. El pequeño, como todo niño, comenzó a preguntarle a Marissa si era novia de Abigail, cosa que hizo a ambas chicas sonrojarse mientras negaban todo a la par que recibía un regaño de la Omega mayor.
Apenas se les presentó la oportunidad, ambas escaparon a la habitación de Abigail para seguir con su plática. Necesitaban hablar de muchísimas cosas.
— Entonces los tipos de por acá son unos idiotas. — Dijo Marissa mientras tomaba asiento en la cama. — Wow, tu habitación es más grande que la otra.
— Si, al principio me sentía tan rara por tener mucho espacio. — Se sentó a su lado. — Argh, no sé qué decir de lo otro. Quizás porque todos tienen ya su grupos y yo apenas puedo hablar con los del club de lectura, pero hasta allí.
— Que porquería, si se dieran la oportunidad verían que eres linda y agradable.
La Omega se sonrojó un poco ante los comentarios de la Alfa, ella no se sentía tan así.
— Bueno, hay cosas que no me gustarían que estuvieran en el medio. — Suspiró pesadamente. — Prefiero ser la “niña rara” porque se acaba de mudar a un nuevo vecindario a “la niña rara que ahora es huérfana y su padre era un asesino serial”.
Aunque las cosas no eran tan diferentes. Quizás era más una conducta aprendida o un trauma. Ella no tenía ni idea de dónde viene ese instinto asesino.
— Hey, si lo pones así suena muy mal.
— Pero es lo que es, es mi realidad. — Torció un poco la boca. — Y no hay nada ni nadie que pueda cambiarlo, a menos que exista un milagro y me de mágicamente unos padres, unos padres que realmente me amen.
Hizo un pequeño puchero mientras lagrimeaba, odiaba la idea de sentirse tan débil y vulnerable, siempre estaba la carta de culpar a la naturaleza de su género secundario, pero esa era una excusa de mierda que detestaba desde que se manifestó, ver a sus compañeros Omegas usarla para cagarla era un truco barato.
Prefería culpar a sus traumas por su ahora creciente historial delictivo.
— Lamento no poder ayudarte con eso… — La abrazó suavemente.
En la cabeza de Abigail se encendió un foco, acababa de tener una idea.
— De hecho, sí puedes ayudarme con algo. — Sonrió mostrando sus colmillos con emoción.
— ¿Qué es? — La miró confundida. — Sea lo que sea, te ayudaré.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¿¡Quieres que haga qué!? — Gritó la Alfa mirando a la menor.
— ¡Shhhh! No hables tan alto. — Gruñó molesta.
Habían decidido salir al centro comercial cercano a casa de los Foster con la excusa de comer papas fritas con helado y después ver las tiendas de ropa, el plan de Abigail no era algo que le gustaría discutir con un niño pequeño cerca. No le caía mal Walter, era un pequeño muy agradable pero podía ser un poco entrometido y escuchar conversaciones ajenas. La misma Abigail había tenido que alejarlo de la habitación de los Foster cuando los escuchaba discutir.
Obviamente haría demasiadas preguntas a sus padres.
— No, Abigail. — Frunció el ceño para después susurrar. — Puedo ayudarte a comprar alcohol con mi licencia falsa, pero no robar un jodido auto.
— No lo vas a robar, sólo vas a “tomarlo prestado” y cuando regrese vas a devolverlo a su sitio. — Le hizo ojos de perrito a la mayor. — Además, tu padre no se dará cuenta.
— El viejo se dará cuenta. — Gruñó bajito. — Se da cuenta cuando falta un jodido elote, ¿Cómo esperas que no se de cuenta que falta un auto?
Los padres de Marissa tenían una pequeña granja y se dedicaban a la agricultura, así que tenían un par de pickup, junto con la camioneta familiar y la motoneta que usaba Marissa para ir a la escuela. Por su trabajo, usaban más las pickup que la camioneta, así que Abigail pensó que sería una buena idea.
— Por favor. — Juntó ambas manos en señal de súplica. — O ayúdame a conseguir un auto, una moto, lo que sea.
— Abbie, te quiero, pero tu plan es demasiado loco y absurdo. — Soltó en un suspiro. — ¿Qué harás allá? ¿Sabes dónde queda ese hospital?
— ¡Si! Lo busqué en Google Maps, cuando esté allá será más fácil encontrarlo. — Trataba de alentarla.
— Bueno, ¿Y qué harás cuando descubras quién es tu madre? — Alzó una ceja mientras tomaba una papa frita. — ¿Vas a ir a buscarla y decirle “mamá, soy tu hija y ya llegué”?
Abigail se quedó callada unos segundos, apretando los labios para evitar soltar un quejido Omega, los que estaban diseñados para doblegar a cualquier Alfa.
— No voy a hacer eso, tonta. — Volvió a apretar los labios. — Al menos no hasta investigarla o investigarlo.
— ¿Y cómo estás segura que tu madre es un Omega?
La menor gruñó en protesta, a veces Marissa podía ser demasiado tonta.
— Estadísticas, idiota. — Soltó secamente. — Un Beta tiene 20% de probabilidad de dar a luz a un Omega, mientras que los Omegas tienen el otro 80%, y yo sé que no entro en esa estadística.
— Bien, bien. Ya tienes eso. — Al fin comió su papa frita. — ¿Y luego qué? ¿Sí irás a buscarla?
La menor tomó una papa y la remojó en helado antes de comerla, quería evitar responder esa pregunta y hacer un poco de tiempo le ayudaría a pensar en su respuesta.
— No lo sé. — Suspiró resignada. — ¿Tal vez? Por eso quiero saber quién es, saber si ya tiene una familia, si murió en el parto, si también me está buscando. Saber la verdad.
Sus ojos se clavaron en los de Marissa, necesitaba tanto persuadir para que le ayude. Pareció funcionar pues la mirada de la Alfa se volvió más suave mientras miraba a la Omega, no sabía si era lástima o pena, pero había logrado algo en su amiga.
— ¿Qué verdad quieres saber, Abbie?
— Si mi madre no me quiso, sí me abandonó en ese hospital, qué es de ella ahora. — Comenzó a jugar con sus dedos. — O aún más importante, comprobar mi teoría de que me cambiaron en el hospital por otro bebé. — Suspiró triste. — Mis padres no sabían eso, de haberlo sabido quizás lo hubieran mencionado y tal vez, no lo sé, papá no hubiera matado a tantas chicas… Will dice que lo hizo porque me veía a mí como el reemplazo de su verdadera hija y que, si no podía matarme a mí, buscó otra salida.
— Entre más lo dices, más turbio se escucha. — Hizo una mueca mientras le tomaba de las manos. — Bien, te voy a ayudar con toda esta locura, pero quiero que sepas que pienso que es una mala idea.
La Omega sonrió e iba a lanzarse a sus brazos para abrazarla, pero otra chica se acercó a ellas y dejó un papel de forma muy descarada junto a Marissa. Ambas miraron el papel y luego a la chica, era una Omega demasiado linda, pero a Abigail le pareció una falta de respeto que otra chica estuviera coqueteando con su amiga en su cara.
— Llámame, tesoro. — Le hizo la seña del teléfono con la mano mientras se alejaba, moviendo de forma provocativa su cadera y descubriendo su nuca.
Los ojos de Abigail miraron un momento el papel, para grabarse el nombre de esa Omega.
Victoria.
Marissa lo tomó y lo arrugó para después tirarlo en el bote de basura cerca a ellas mientras fruncía el ceño.
— ¿Quién se cree esa loca? — Tomó otra papa frita y la comió. — ¿Tú qué opinas, Abbie?
Abigail no escuchó bien, sólo comió otra papa mientras esperaba a que el dorado de sus ojos se bajara un poco. Debía mantener la compostura antes de cometer una locura frente a Marissa.
๑ . ๑ . ๑ .
La Alfa iba a pasar la noche en casa de los Foster. Ambas ya se habían ido a la cama desde hace un buen rato, pero a Marissa la despertó una corriente de aire helado que se colaba en la habitación.
— ¿Abbie? — Se incorporó lentamente. — ¿Abriste la ventana?
Ella estaba en un saco de dormir así que podía ver perfectamente la cama de Abigail desde abajo, pero cuando se giró no vio a la menor allí, sin embargo vio que la ventana estaba abierta de par en par. La Alfa se levantó rápidamente y se asomó por la ventana, notando que había una cuerda que iba hasta el suelo. No dudó dos veces y bajó por ella, pensando lo peor.
No sabía si se podía tratar del asesino que gustaba de matar familias tradicionales o si alguien la había secuestrado.
Una vez en el suelo, inhaló con fuerza para rastrear el aroma de Abigail. Podía sentir la corriente de aire, el agua del arroyo, los múltiples aromas del bosque hasta que localizó la fragancia de Abigail combinada con el olor a hierro tan característico de la sangre.
Eso asustó a Marissa, quien salió corriendo en esa dirección para meterse en lo más profundo del bosque mientras miles de escenarios llegaban a su mente donde Abigail estaba herida. Los gritos que cada vez se hacían más altos no le ayudaban.
Nada la preparó para lo que vería.
Cuando llegó a esa parte tan profunda del bosque, se escondió detrás de unos árboles para saltar cuando viera al atacante de Abigail, se asomó para ver bien pero se quedó congelada ante la escena.
Era Abigail con ese cuchillo de caza que había llegado a ver en la casa de los Hobbs, apuñalando una y otra vez a la Omega del centro comercial.
— P-por favor, ya basta… — Ahora su voz era un susurro.
— Necesitas aprender modales, lo siento si estoy siendo muy brusca. — Le dio una apuñalada nueva. — Odio a la gente grosera, y coquetear frente a alguien es una forma muy descarada, debo decirte.
Vio a la Omega moverse por última vez, escuchando un gorgoteo de sangre por parte del ahora cuerpo inerte debajo suyo.
— Que poco aguantaste. — Negó suavemente con la cabeza mientras se enderezaba. — Debo encargarme de ti antes de que alguien te vea.
Marissa la miraba a lo lejos. La nieve cubierta de sangre al igual que las manos de Abigail, unas manchas de aquel líquido también estaban en su rostro al igual que en las ropas negras y viejas que vestía. Vio cómo tomaba el cuerpo por los pies y comenzaba a arrastrarlo.
— When I was a young boy, my father took me into the city to see a marching band. — Comenzó a cantar mientras se alejaba.
Una persona normal seguiría a Abigail mientras llamaba a la policía, hacer algo ante ese derramamiento de sangre. Sin embargo, Marissa no lo hizo.
Dio marcha atrás sobre sus pasos hasta regresar a casa de los Foster y meterse de nuevo por la ventana. Esperaría el regreso de Abigail despierta.
— Mierda, Abigail es una jodida criminal. — Miró al techo pensativa. — No debería gustarme tanto.
Cubrió su boca ante el pensamiento tan oscuro que se formaba en su mente. Ella también estaba jodida.
Notes:
Ya usamos mucho a Hannibal y Will, hay que darles un descanso JAJAJAJAJAJA ahora sí me mamé en actualizar, pero en mi defensa estos días han estado bastante agetrados por la Navidad y eso que esta vez no vamos a hornear el pavo nosotros en casa (mi mamá nos prohibió a mi papá y a mi usar el horno después de haberle quemado un tupper), al igual que son fechas pesadas para mi emocionalmente hablando. Para compensarlo, voy a actualizar también el 31 para que tengan algo que leer para evitar convivir con sus familiares, igual pueden pasarse por mis otros escritos xd En fin, espero que tengan una linda cena hoy y una bonita Navidad, los quiero mucho. Recuerden darse su rascadita navideña frente a su árbol de Navidad todo pachichi🎄✨
Por cierto, las canciones que canta Abigail al inicio son Give ’em Hell, Kid, To The End y Welcome To The Black Parade de My Chemical Romance uwu
Chapter 27: Within three moons I will return for you
Chapter Text
— Y entonces le das un golpecito aquí. — Tomó un pequeño destornillador y golpeó al pescado cerca de las branquias. — Y listo, ya está muerto.
Abigail soltó una risita al ver cómo el pescado abría la boca ante el golpe y dejaba de moverse. Will le quitó el anzuelo de la boca para después ponerlo en un recipiente con el resto.
Hannibal, Will y Abigail habían salido de pesca el fin de semana un par de semanas después de la visita de Marissa con los Foster. Tanto el Alfa como la Omega querían distraer un poco al perfilador para que se sintiera mejor, y al parecer estaba funcionando.
Abigail comprobó que pedir permiso para un par de días era demasiado trabajo y papeleo cuando ellos no eran sus tutores legales, y el historial de Will no cooperaba mucho. Hannibal era conocido de alguien en Servicios Sociales así que le agilizó el permiso para que la menor estuviera con ellos.
— ¿Así muere más rápido? — Miró a Will con sus enormes ojos azules.
— Es la manera más humana de terminar con una vida que usarás para tu consumo. — Se acercó Hannibal a ellos. — Además de que es una forma de agradecimiento al animal, hace que su sabor sea mejor. El miedo hace que la carne tenga un sabor extraño.
El Alfa recordó las múltiples veces que había matado a sus cerdos de esa forma, a los que realmente valían la pena darles un final digno para alimentar a su familia.
— Oh… — Miró al pescado que Will había metido en el recipiente. — ¿Y eso aplica con todos los animales?
— No. — Respondió el Omega mayor. — Depende de muchos factores y el tipo de animal, pero hay unos que con un golpe en la nuca es suficiente, si das en el lugar correcto.
Will recordó a ese pervertido al que golpeó con la base de su arma y cayó convulsionando en el suelo para después morir frente a sus ojos.
— Todo tiene un qué y un porqué, Abigail. — La mano de Hannibal acarició suavemente su cabello. — Algún día lo entenderás, aún eres joven.
— ¡Hey! Ya voy a cumplir quince.
Un pequeño nudo se formó en la garganta de Will. ¿Tan rápido habían pasado quince años?
— Sigues siendo un renacuajo. — Se burló Will mirando a la menor. — Pero eres nuestro renacuajo.
La Omega soltó un ronroneo de alegría por sentirse tan a gusto con los adultos junto a ella. Podía sentir esa conexión especial entre los tres, una que no había sentido con sus padres Hobbs ni con sus padres de acogida.
Era diferente, era especial.
— ¿Me van a regalar algo para mi cumpleaños? — Sonrió tomando los anzuelos.
— No, no te has portado bien. — Respondió Will con burla.
— ¡Grosero! — Se giró para ver al Alfa. — ¡Papá! ¡Papá me está molestando!
El Alfa la miró y sonrió de manera divertida ante las expresiones de su hija. Desde que perdió a su hermana, no se había aferrado tanto a ningún ser humano en el mundo, después llegaron Will y Abigail, ahora eran toda su vida aunque no quisiera decirlo en voz alta por lo extraño que se sentía.
Era como sentir un cosquilleo en los labios decir ante el mundo que Hannibal Lecter, un hombre que se consideraba como un lobo solitario, ahora tuviera una familia.
Incluso un hombre que no se consideraba de mascotas ahora consentía a siete perros.
— Su papá tiene razón, señorita. — Sonrió levemente. — Pero quizás podamos levantarle el castigo si sigue portándose bien y sin meterse en problemas.
La menor apretó los labios mirando al Alfa, justamente portarse bien no era exactamente lo que había estado haciendo los últimos días.
Al menos su florero estaba quedando lindo.
— Si, les prometo que voy a portarme bien. — Sonrió mostrando todos sus dientes.
Los mayores soltaron una risita cómplice, pero una gota de lluvia golpeó la nariz de Will, quien alzó la mirada hacía el cielo. Nubes grises ya lo estaban cubriendo.
— Debemos movernos antes de que comience a llover.
Hannibal asintió y puso a andar la lancha que habían rentado. Una vez llegaron a la orilla, Will le ayudó a Abigail a bajar y después a Hannibal, tomó el recipiente con la pesca y los tres entraron a la casa rodante que el Omega había conseguido.
Normalmente, cuando iba de pesca, prefería dormir en su camioneta o en una tienda de acampar, pero ahora estaba con su familia y quería que estuvieran cómodos. Era grande así que los tres podían andar con una pequeña libertad por todo el espacio.
Mientras Will limpiaba los peces, Hannibal los cortaba de diferentes formas para poder cocinarlos. Abigail estaba en medio de ambos, ayudando a picar las verduras o aprendiendo los trucos del perfilador para quitar escamas.
Ambos le estaban mostrando una escena tan familiar que le dolía el pecho. Su padre cazaba, y nunca quiso enseñarle cómo hacerlo, nunca tuvieron esa excursión que ahora tenía con Hannibal y Will.
— Mi papá nunca me quiso enseñar a cazar. — Habló mientras cortaba unos tomates. — Pero ustedes me están enseñando a pescar, es lindo.
Tanto el Alfa como el Omega se miraron entre ellos antes de mirar a la cachorra.
— Cuando sea tiempo, Abigail. — Le respondió Hannibal. — También podemos enseñarte a cazar.
— Sólo debes ser paciente. — Ahora fue el turno de Will para hablar. — Y también…
— Portarme bien. — Respondió con un pequeño tono de burla.
Hannibal consideraría eso como usas grosería y falta de respeto, pero no podía enfadarse tanto con Abigail. En otro momento la regañará, ese será un problema del futuro.
Mientras, ya estaban terminando de hacer la cena entre los tres.
— Eso es lo principal. — Soltó Will sonriendo. — Debes aprender a ser cautelosa. Oye, quizás debas aprender de Clarice y sus jodidos pasos de ratón.
La Omega soltó una risita mientras escuchaba a su “papá Will” hablar de lo molestos e irritantes que eran esos pasitos de ratón de la nueva agente que estaba a su cuidado. Jamás pensó ver al Omega en tal situación.
— Ella me agrada. — Habló Hannibal. — Tiene potencial, pero debe aprender a sacarlo.
— Ella se volverá la jodida mártir de Jack Crawford.
— Puede que sí, o puede que no. — Sonrió Hannibal volteando a ver a su pareja. — Estamos jugando nuestro propio juego de ajedrez contra el tío Jack.
— ¿Somos los blancos o los negros? — Preguntó Abigail mientras sostenía su taza de té.
Hannibal lo pensó unos segundos, poniendo frente a la menor un plato de pescado y arroz con ensalada frente a ella.
— Depende de perspectivas. — Hizo lo mismo para Will. — Yo no tengo un color definido para nuestras piezas, pero Jack Crawford las ve negras. El ser humano no está acostumbrado a ver los grises, únicamente negro o blanco, no hay más.
— Qué porquería. — Arrugó la nariz suavemente, como si un mal olor se hubiera colado en el ambiente.
Hannibal sintió un hueco en el estómago cuando la vio hacer eso, esa misma expresión hacía su querida Mischa cuando algo no era de su agrado.
— Lo sé. — Bufó Will. — Pero es lo que tenemos, no nos queda de otra más que adaptarnos.
— Entonces… — Abigail apretó un poco su taza. — ¿Somos los malos de este juego?
La pareja se volvió a ver, ahora con el Alfa sentado en la otra cabecera de la pequeña mesa redonda y con Abigail en medio de ambos.
— No, querida. — Le sonrió levemente el mayor. — Simplemente pensamos diferente.
Para el Alfa no era ningún secreto que el FBI estaba buscando al Destripador de Chesapeake, es más, se pavoneaba cada vez que pisaba aquellas oficinas para ser consultor externo o llevarle el almuerzo a su pareja, mostrando una superioridad más allá del segundo género.
Y ahora el FBI estaba detrás de la pista del Copycat, aunque sabía que aquello duraría muy poco. Jack Crawford no tenía ni la más mínima idea de que confiaba ciegamente en un par de asesinos en serie.
Sobre todo, ahora que el Copycat estaba terminando su transformación. Solamente necesitaba ser paciente para que su pez gordo mordiera el anzuelo.
— ¿Por qué somos diferentes? — Ladeó la cabeza, justamente como lo hacía Will.
— Porque no somos convencionales, corazón. — Le habló Will suavemente. — No somos exactamente lo que la gente espera de nosotros, ni siquiera Hannibal y toda la bola de de snobs con los que se junta.
— ¿Sólo por eso? — Entrecerró los ojos como lo solía hacer Hannibal. — No lo veo justo.
— Nos regimos más por lo que, para nosotros, es correcto o no. — Le habló Hannibal. — Y lo que hacemos para solucionarlo no es el método convencional para el resto.
Hannibal y Will se miraron de forma cómplice. Todavía era muy joven para entenderlos, necesitaba experiencia. Ella tenía sus instintos muy verdes, pero la pareja sabía que su pequeña era igual a ellos.
Debía aprender a diferenciar a los cerdos y a los parásitos del resto.
— Lo entenderás cuando seas mayor. — Habló Will.
Abigail comió un poco de su cena antes de asentir levemente, mirando a los mayores con todo el cariño que les tenía.
— Está bien, papá.
๑•◦•──๑≪•✦•≫๑──•◦•๑
Tres meses más tarde
— Muy bien, señor Graham. — El doctor lo miró con entusiasmo. — Usted ha tenido una mejoría increíble. Si el próximo mes tiene estos mismos resultados, usted podrá desplazarse con mayor comodidad.
— ¿Y no será necesario el oxígeno? — Habló una mujer.
— Si, pero ya con un pequeño tanque portátil podrá andar con total libertad en la calle.
— ¿Ya lo escuchó, Sr. Graham? — La mujer lo miró con entusiasmo. — Pronto podremos ver a su hijo.
El doctor se contuvo las ganas de maldecir frente a su paciente, pero pensaba que el hijo de aquel Alfa era un maldito idiota por no ir a verlo cuando su padre, un pobre pescador retirado, estaba viejo y enfermo.
Sólo la mujer y el Alfa sabían la verdad.
— Le recomiendo un viaje lo más cómodo posible, en especial para el traslado de los aparatos. — El médico le entregó los papeles a la enfermera. — Y que siga cuidándose así como ahora.
Abraham Graham escuchaba sin realmente prestar atención, la parte que más le importaba ya la había escuchado y con eso era más que suficiente para él. Después de un par de papeleos y recoger el medicamento para el Alfa, ambos estaban de camino a tomar el almuerzo en un pequeño restaurante que estaba cerca de la clínica y siempre comían allí después de cada consulta.
— ¿No está feliz, Sr. Graham? — Le sonrió la enfermera una vez tomaron asiento en su mesa. — Creo que William estará feliz de verlo.
— No lo creo tanto, querida. — Le dio un trago a su café. — Conque no intente asesinarme me daré por bien servido.
— ¿Qué cosas dice? — Soltó una risita por la “broma”. — Han pasado casi quince años, su hijo entenderá que lo hizo por su bienestar, y que al final su nieta tiene una mejor vida con una familia que realmente puede darle todo lo que necesita.
El anciano se quedó callado mientras escuchaba y analizaba las palabras de la mujer frente suyo. Le había dicho la verdad a medias cuando el nombre y la foto de su hijo salieron en televisión después del horrible caso de Garret Jacob Hobbs, pensó que la mujer podría simplemente olvidarlo, pero cuando apareció esa agente muerta y envuelta como un paquete de carne y los reporteros grabaron cómo sacaban a Will a cuestas, la joven Beta no pudo evitar hacer más preguntas de las necesarias, donde se vio forzado a contarle la verdad a medias.
Le dijo que Will era un chico de 19 años cuando pasó lo de su embarazo no planeado, y el día del parto lo había presionado tanto para que diera a su hija en adopción, después Will se marchó de casa para tener su vida independiente pero le tenía rencor a Abraham por haberle casi obligado a renunciar a su hija así que por eso no lo había buscado. El hombre, como un buen Alfa, había reconocido su error y pensó que lo mejor era que él lo buscara para disculparse.
A los ojos de esa mujer, Abraham era un hombre arrepentido por sus errores pero que era un Alfa noble por reconocerlos y dar su brazo a torcer para buscar la reconciliación.
No le había dicho la verdadera edad de su hijo, ni que le mintió diciendo que su nieta nació muerta por un accidente del que él se siente responsable, ni que los padres con quien cambió a su nieta estaban muertos, que el hombre con quien hizo ese cambio se volvió un asesino que mataba niñas y que ahora su nieta estaba bajo el cuidado de los Servicios Sociales porque su hijo, su Will, cometió justicia por su propia mano sin saberlo.
Ya había caído ese hombre, el siguiente podría ser él. Aunque no quería aceptarlo, él sentía remordimiento por lo que hizo. Buscaba desesperadamente poder acercarse a Will para decirle toda la verdad, al final había encontrado a su hija y, con unos exámenes y papeleo, podría tenerla bajo su custodia y fingir que nada pasó, ser una familia otra vez.
Abraham Graham sabía que pronto moriría, no le quedaba mucho tiempo. Por eso se había esforzado tanto por mejorar su salud. Él tenía miedo de morir solo.
— Si, tienes razón. — Sonrió levemente. — Will estará feliz de verme, hay tantas cosas con las que debemos ponernos al día. Espero que le esté yendo muy bien en el FBI, al fin ser un Omega le ha traído cosas buenas.
La enfermera soltó una risita incómoda. Por muy dulce que sea su acción, seguía siendo un viejo machista de mierda, pero le pagaba por cuidarlo y escucharlo. Le había tomado cierto cariño.
๑ . ๑ . ๑ .
Un cuerpo nuevo había sido encontrado en el callejón de un edificio de departamentos.
Tenía un enorme gancho de carnicería metido en la boca, mismo que sostenía su peso. Colgaba igual que una piñata, tenía brazos y piernas amarrados con cuerdas, dando la ilusión en la sombra que era la silueta de un pez, Brian Zeller había dicho que le recordaba a un salmón. La boca se mantenía abierta por dos anzuelos de pesca, bien clavados en las mejillas para que no se movieran de lugar.
Will miraba la escena con Clarice a su lado, ambos pares de ojos azules observaban cómo colgaba, las cuerdas amarradas desde varios puntos de las escaleras para mantener el peso bien equilibrado y que no cayera.
— ¿Qué cree que quiera representar el asesino, Sr. Graham? — Volteó a verlo después de tomar un par de fotos.
— Los está pescando. — Alzó los hombros mientras rodeaba lentamente el cadáver. — Si mal no recuerdo, este bastardo es uno de los hombres que trabajan para Mason.
— ¿Esto lo hizo el Destripador o el Copycat ? — Preguntó Jack Crawford, llamando la atención de los Omegas.
Clarice negó con la cabeza rápidamente mientras Will soltaba una risa pesada, girándose para ver a su jefe de una forma un tanto divertida.
— El Destripador no está interesado en Mason, no tiene un porqué, por lo tanto el Copycat no tiene nada que imitar. — Desvió la mirada al cuerpo, ya lo estaban bajando para verlo de cerca en lo que se lo llevaban al laboratorio. — Mocosa, dile.
Clarice dio un pequeño brinco en su lugar y se aclaró la garganta para hablar.
— Quién hizo esto está muy enojado con Mason. — Observó al cuerpo más de cerca, entrecerrando los ojos. — Es una llamada de atención.
— Esto es un cebo. — Will miró sin emoción el cuerpo. — Esto no es un pez, es un gusano para atraer al verdadero pez grande y gordo.
— Y ese pez es Mason Verger. — Habló Clarice. — ¿Quién podría estar tan enojado con Mason como para arriesgarse a sí mismo para encontrarlo?
— Debo recordarte, mocosa, que el muy imbécil tiene enemigos, no sólo nosotros. — La miró Will con sus ojos muertos. — Y varios quieren verlo muerto, nosotros también pero somos “éticos” así que sólo lo meteremos a la cárcel.
— Entonces debemos ser más listos que nuestro asesino. — Carraspeó Jack. — ¿Podremos hacerlo?
— Soy un buen pescador, Jack. — Will parecía ignorarlo.
El Omega se agachó a analizar el cuerpo más de cerca, mientras que Jack miraba a Clarice negando suavemente por el tipo de pregunta que había dicho. Era como recalcar lo que era obvio para todos, Will Graham era una de esas personas que quería matar a Mason Verger. Había entrado en el tiempo de enfriamiento y se preparó para este momento.
Sólo era cuestión de esperar una respuesta por parte del Alfa.
Era lo que Will pensaba mientras veía su último cuadro a sus pies. Comprobando lo que le había dicho a Abigail meses atrás: Un buen golpe podía acabar con al vida de cualquier animal, eso aplicaba con las personas. Él no quería hacer sufrir a ese hombre.
Will iba por el pez gordo.
๑ . ๑ . ๑ .
Era la semana de Hannibal para quedarse en casa de Will, era un acuerdo al que había llegado la pareja en lo que se decidían si mudarse a la casa del otro o mudarse a otro sitio donde puedan construir su nido, un hogar para Hannibal, Will, Abigail y los perros.
Incluso ya estaban viendo lo de casarse por el civil, una ceremonia sencilla para poder adoptar a Abigail de forma legal. La pequeña Omega los veía como sus figuras paternas y ellos como su hija, solamente era un trámite burocrático para no tener problemas con la ley y que el Estado les permitiera llevarla a casa.
Les pagarían a los Foster por cuidar bien de su hija en estos momentos de necesidad.
Mientras esos planes estaban en el tintero, estaban conduciendo hacia el consultorio de Hannibal, iban en el Bentley del Alfa, y allí en el consultorio estaba estacionado el auto de Will para que él pudiera irse al Quantico de forma cómoda.
De verdad necesitaban mudarse juntos.
Lo que pensaron que sería una mañana tranquila, cambió cuando vieron un montón de gente frente al consultorio del psiquiatra, incluso había un par de patrullas en el lugar. La pareja intercambió miradas antes de estacionarse y bajar a toda prisa del vehículo.
— Hey, no pueden pasar. — Los detuvo un oficial.
— Es mi oficina. — Dijo Hannibal mirando seriamente a ese Alfa. — ¿Qué pasó?
Un pequeño escalofrío recorrió el cuerpo de ambos, pensando que habían sido descubiertos, pero todo pareció en orden cuando el oficial relajó la expresión en su rostro.
— Así que usted debe ser el Dr. Lecter. — Miró a la pareja. — Dejaron restos de un animal frente a su oficina, creemos que fue algún bromista.
Ambos miraron en dirección a donde el policía señalaba, donde había un par de cabezas de cerdo decapitadas en la puerta del Hannibal, ambas escurriendo sangre y expuestas para que la gente las viera. Will soltó un gruñido molesto y se apartó un poco para hacer una llamada.
El maldito de Mason había entrado en el juego.
— ¿Will? — Se escuchó al otro lado de la línea la voz de Jack Crawford.
— El bastardo regresó. — Escondió su ira con agitación. — Dejó unas cabezas de cerdo en la oficina de Hannibal y-
— Will, cálmate. — Soltó el Alfa en un gruñido, mirando al suelo mientras su esposa miraba también y se aferraba al brazo de Jack. — No son los únicos.
Jack y Bella Crawford estaban viendo una cabeza de cerdo en su entrada, mientras un par de policías miraban la escena y otro par recorría el área en busca de alguna pista o indicio de que alguien más estuviera allí.
Igualmente en las cercanías del FBI aparecieron varias cabezas por allí, mientras que en el centro donde Margot seguía internada dejaron un cerdo totalmente destripado y cortado en partes. Mason Verger estaba haciendo una entrada dramática, quería llamar la atención.
Y para su mala suerte, le jaló la cola al diablo de dos cabezas.
Notes:
Wow ya el útlimo día del año 🤯 ¿Cómo los trató el 2024? A mi como una puta mierda, pero sigue sin superar al 2012, neta que año tan horrible fue ese 😖 pero dentro de me pasaron cosas buenas, espero que el 2025 sea uno mejor para todos, lo deseo de corazón 💕 muchas gracias por acompañarme en esta aventura que es escribir este fic todo rancio, se merecen lo mejor del mundo mis amores. Les deseo un Feliz Año Nuevo, que nos deparen muchas cosas buenas, y si usted siente que este año no logró nada, sobrevivió y sigue aquí, eso es más que suficiente ❤✨
Como regalo de Año Nuevo, actualizaré el sábado o el domingo wuuuu nos vemos en el 2025-De Ixtapaluca para el mundo, Coatl Uzumaki. 🎉✨
Chapter 28: Don't think this knife is for me, I brought it to scratch you
Notes:
Banda, me cancelaron las swifties en TikTok, Emilia Pérez unió a México como nación una vez más en una cancelación masiva, pero aún así no vamos a pagar esos pasteles, y por primera vez en la historia enero nos metió 18 días de golpe.
Por si las dudas, TW: Escenas de violencia una disculpita jsjsjsjs
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Era una mañana tranquila, muy temprano a decir verdad, no daban ni las 5:00 a.m. cuando el ruido de un carro en movimiento hacía eco en el ambiente. Un muy serio Will Graham iba manejando mientras a su lado estaba su Alfa.
— ¿Tienes todo lo que necesitamos? — Miró a su pareja con intriga.
— Si. — Habló sin voltear a verlo. — Y lo que no tenemos podemos tomarlo prestado de Mason.
— Parece que tienes una idea de lo que quieres hacer. — Sonrió levemente, disfrutando la sensación de la ira del Omega en su marca. — ¿Qué planeas hacer, querido?
Will parpadeó un par de veces, moviendo sus dedos de forma nerviosa en el volante.
— Él nos dejó cerdos, entonces le daremos uno. — Le dio una rápida mirada a su pareja. — Un poco de su propia medicina.
— Haremos lo que tú ordenes, es tu diseño. — Llevó una mano a uno de los rizos de Will y lo acomodó detrás de su oreja. — Sólo hay que darnos prisa, no tardarán en descubrir nuestro último cuadro.
El Omega asintió y pisó el acelerador. Había trabajado tan duro para seguirle la pista a Mason, noches sin dormir y de meterse en los archivos del FBI como para dar al fin en la ubicación del Alfa. El muy imbécil se había creído muy inteligente y se había escondido en una de las propiedades de su padre, una que el gobierno había dado por perdida debido a que fue invadida por unos vagabundos y que al señor Verger no le interesó recuperarla.
¿Por qué pelearía por una casa a las afueras que, para él, era insignificante?
Mason, siendo Mason, mandó a sacar a los vagabundos que terminaron en los corrales de sus cerdos. La policía no lo sabía, porque no era el primer lugar que se les venía a la cabeza, pensaban más en otros lugares donde ya lo habían buscado, al igual que los aeropuertos estaban avisados por si decidía escapar del país, pero Will había visto más de allá de lo que la policía era capaz de ver.
Porque todos ellos no podían ver más allá de sus narices, Will se había metido en su cabeza. Perder a Beverly le hizo ver y sentir las cosas con una mayor claridad de la que jamás había podido alcanzar, era como si todas las posibilidades estuvieran a su alcance de una forma de la que jamás se sintió listo de poder alcanzar.
No podía describir esa claridad mental, iba más allá de su propia comprensión. La primera vez que lo sintió fue justo con Margot Verger, pero creyó que era simplemente porque eran Omegas con el mismo trauma y daño permanente, él podía empatizar con Margot de una forma muy extraña, una a la que jamás llegaría con ningún otro ser humano.
Porque ser esterilizado o castrado sin tu consentimiento es una mierda.
Will no se consideraba un justiciero social, no lo sería nunca por más gente mala él matara. Era un delincuente más, pero mejor, uno mejor que cualquier otro, y ahora tenía a alguien que le entendía e incluso le apoyaba. Hannibal Lecter era alguien con quien podía entenderse mejor que con cualquier ser humano, porque parecía ser el único que no buscaba un beneficio de él, de su género secundario, de su condición mental, nada.
Hannibal quería a Will por ser Will Graham, ninguna otra persona más que él mismo.
— ¿En qué piensas ahora, Will? — El Alfa le dedicó una mirada llena de cariño.
De las pocas veces que Will llegaba a sentir vergüenza, este momento contaba como uno de ellos. Experimentar las emociones de su pareja en su propia piel jamás dejaría de sorprenderlo.
— En que… — Sonrió levemente, deteniendo el avance del auto a unas cuantas calles de su destino. — Mierda, odio admitirlo, pero jamás pensé que sentirte me haría sentir así de bien. Siempre he sido consciente de mi propia soledad, y que tú estés conmigo ahora es como si esa soledad ya no estuviera. Jamás me había conocido a mi mismo tan bien como lo hago ahora contigo a mi lado.
Esas palabras calentaron el corazón de Hannibal. Él siempre, desde su primer encuentro, había visto a Will como su igual, pero no estaba seguro de que si el Omega sentía lo mismo por él. Sabía que ahora era parte de la manada de Will, así como lo fue Beverly y ahora Abigail, pero que se estuviera abriendo con él de esa forma es un nuevo nivel de acercamiento, quizás el primero que el Omega haya tenido en toda su vida.
— Oh, Will. — Se acercó a su pareja y lo besó suavemente en los labios. — Una vez te dije que había entrado a tu mundo por mi cuenta, y me alegra haberme quedado. Comparto el mismo sentimiento que tú; por muchos años no me di cuenta lo solo que estaba en el mundo, hasta que tú me hiciste falta.
El Omega soltó un pequeño ronroneo de satisfacción por las palabras de su pareja, regresando el beso de hace unos momentos.
— Maldita sea, Hannibal Lecter. — Sonrió mirando a los ojos del Alfa. — Eres un maldito cursi, y yo también lo soy por sentirme tan enamorado de ti.
De no saber que es humanamente posible, Hannibal habría jurado que su corazón se detuvo al escuchar aquella confesión del Omega. Lo tomó de las mejillas para darle varios besos en los labios mientras su propio ronroneo salía de su garganta.
— Te amo, Will Graham.
— Y yo a ti, Hannibal Lecter.
Ambos sonrieron y se dieron un último beso antes de ver al frente, sería una buena idea dejar el auto en ese lugar porque acercarlo al escondite de Mason era casi una sentencia de muerte, era mejor así, por su propia seguridad.
Antes de bajar, se quedaron viendo el amanecer, cómo unos suaves rayos de sol comenzaban a iluminar la vista frente suyo, sentir la calidez del sol era algo que el Alfa amaba más que nada en este mundo, a él le disgustaba el frío, solamente por Will lo soportaba cuando iba buscarlo a Wolf Trap o cuando le ponía las manos en las mejillas.
Los Omegas suelen tener la temperatura de sus cuerpos alta, por lo que sus cuerpos son cálidos, y orbitan cerca de las fuentes de calor, justo como lo hacía Will cada que estaba con Hannibal. Ya sea pegado al cuerpo del Alfa, en la chimenea, en el lugar donde antes estuvo sentado, bajo las mantas de su nido. Lo mismo cuando estaban en Wolf Trap. A Hannibal le parecía un tanto curioso cómo es que Will no solía apegarse a su biología.
Incluso su propio cuerpo, que debería ser cálido como el de los Omegas normales, era frío. Sus manos siempre estaban heladas, por eso era tan feliz cuando Will lo buscaba para calentarse.
Aunque sabía que algo había cambiado en el interior del Omega, algo que le frustraba no saber con claridad qué era. Él era un libro abierto a los ojos de Will, pero para Hannibal su Omega seguía siendo una caja de sorpresas.
Tomó suavemente la mano de Will y besó sus nudillos con delicadeza, acción que al perfilador lo tomó por sorpresa. Volteó a ver a su pareja con intriga pero a la vez con cariño, porque Will Graham jamás diría que amaba las atenciones de Hannibal.
— Will. — Suspiró lentamente. — Si algo cambia después de lo que hagamos, siempre estaremos juntos. No importa lo que pase.
Will asintió lentamente para después darle un beso a su Alfa con cariño.
— Que no cambie nada más, no me gustan los cambios…
— Has cambiado, querido mío. — Le dijo con firmeza. — Estás terminando tu metamorfosis, ser lo que realmente eres.
Las palabras de Hannibal lo conmovieron un poco, porque Hannibal era el único que podía ver a través de las paredes que había construido para el mundo y estaba picando para ver hacia dentro, donde todo lo que era el Omega estaba sepultado para sí mismo y la oscuridad de su alma que poco a poco se filtraba a través de los huecos hechos por Hannibal.
Ambos veían a través de sus trajes de persona.
— Será mejor que nos demos prisa. — Soltó una risa y le dio un último beso a su pareja. — Tenemos mucho trabajo que hacer.
El Alfa asintió con la cabeza y avanzó un poco más hasta llegar a una zona arbolada, lo suficientemente abandonada como para esconder el auto y ellos poder andar sin ser vistos por el resto de la gente o una cámara de seguridad.
Ambos bajaron del auto, fueron a la cajuela y sacaron el par de mochilas que Will había empacado con todas las herramientas que tenía en su cobertizo, al igual que para colocarse los trajes de plástico que Hannibal tenía para ambos. Por insistencia del Omega, también llevaban ropa vieja debajo de esos trajes, por si algo salía mal.
Hannibal le concedió ese pequeño deseo para tranquilidad de su pareja, ya después le daría el traje para sus “noches de cita” que ya tenía confeccionado para él.
Sus pasos eran rápidos entre los árboles, solamente el ruido de sus pisadas rompía el silencio del ambiente, junto con los ruidos de los animales a su alrededor que no les prestaban atención. La carga de adrenalina que tenía Will en su sistema era aún más grande que cualquier otra cosa que hubiera sentido con anterioridad, ninguna de sus pescas era igual a esta, porque no era una pesca.
Esto era una cacería.
๑ . ๑ . ๑ .
En la casa se escuchaba ruido, como si hubiera una fiesta en alguna habitación de aquel lugar. Había restos de jeringas usadas al igual que rastros de cocaína en la mesa, colillas de cigarros y botellas de alcohol vacías.
Mason inhaló la recién hecha línea del polvo blanco para después soltar un jadeo pesado.
— ¿Pueden creerlo? — Soltó de forma burlona. — La policía me subestima demasiado. Incluso si encontraran este lugar, tengo el escape perfecto. Mañana saldremos de este maldito país sin que el jodido FBI se de cuenta, huiremos en sus narices.
— Así es, señor. — Habló Cordell, un Beta corpulento que trabajaba para él. — Pero, ¿Por qué dejó esos cuerpos?
— Oh, querido amigo. — Miró al Beta con arrogancia. — Esos hijos de puta quieren una pista qué seguir como los cerdos a las trufas, pero muchas veces los cerdos siguen rastros falsos y no encuentran nada, eso mismo es lo que pasará con nuestros amigos.
— Ya entiendo, señor. — El Beta sonrió despreocupado. — Avisaré en el puerto que tengan todo listo mañana a primera hora.
— Eso ya será problema en unas horas, amigo mío. — Le señaló la mesa donde habían todavía botellas de alcohol llenas. — ¡Disfruta por ahora! Este es nuestro último día en Estados Unidos.
Ambos hombres comenzaron a reír muy fuerte, ajenos a aquellos ojos dorados y rojos que los observaban desde las sombras. La pareja ya había entrado en la casa, matando en silencio a los dos hombres que custodiaban la entrada, un corte en el cuello de ambos bastó para dejarlos morir lentamente en el suelo. Después comenzaron a buscar en toda la casa hasta llegar a una habitación que, en sus mejores tiempos, debió ser ocupada por los padres de los Verger. Amplia, gran ventanal hacia el bosque, con los muebles más finos deteriorados por el paso del tiempo y los antiguos ocupantes. No se preocuparon en limpiar mucho pues no estarían allí más tiempo.
Quien la encontró fue el Alfa, notando que aquel par estaba en un sofá que le daba la espalda a la entrada de la habitación, puesto así para tener una vista del panorama en el exterior.
Will le dio a Hannibal una mirada rápida antes de apuntar con su arma y dispararle en la cabeza al Beta. Por la posición en la que estaban, aquella bala entró por la coronilla de Cordell y salió por enmedio de sus ojos, cayendo al suelo de un golpe abrupto. Mason se levantó rápidamente de su lugar, mirando hacia atrás.
— ¿¡Quién carajos está allí!? — Tomó un arma que estaba en la mesa frente a él y apuntó hacia atrás de él, su aroma salía agrio por el miedo. — ¡Sal de allí!
Los pasos comenzaron a sonar, dejando a la vista tanto a Hannibal como a Will. El Omega había bajado su arma, mientras el Alfa tenía las manos detrás de la espalda, mirando con superioridad al contrario.
— Hola, Mason. — Habló con voz tranquila. — Tiene mucho que no nos vemos, tengo una política de cancelación de mínimo 24 horas de antelación. Me parece una falta de respeto que hayas desaparecido sin decir nada.
— Oh, Dr. Lecter. — Sonrió con arrogancia. — Una disculpa, ya sabe cómo son estas cosas con la familia, con tantos problemas a veces uno olvida esos pequeños detalles.
Bajó lentamente el arma, pero sin quitar su dedo del gatillo. Su mirada se enfocó ahora en el Omega, con ese porte tan serio que siempre lo distinguía de los demás Omegas y que, de algún modo, siempre había llamado su atención durante las pocas veces que lo llegó a ver en el periódico amarillista de Freddie Lounds.
— ¿Agente Especial Will Graham? ¿En persona? — Lo miró de arriba a abajo. — Sin duda Freddie Lounds no le hace justicia, siempre he pensado que es más un Beta que un OPP.
— Cierra la boca, Mason. — Soltó en un gruñido. — No venimos a hablar, vengo a saldar cuentas contigo.
Tanto el Alfa como el Omega comenzaron a rodearlo, cada quien de cada lado mirando de forma seria a Mason, los pasos de Hannibal eran tranquilos mientras que los de Will eran un poco más toscos. En ese momento los ciervos se convirtieron en lobos rodeando al cerdo.
— ¿De qué hablas? — Seguía al Omega de forma retadora. — Hasta donde yo sé, es la primera vez que hablo contigo.
Will soltó una risa burlona, negando con la cabeza repetidas veces mientras miraba al suelo. Su sonrisa se transformó en una mueca torcida, dejando ver sus colmillos de forma amenazante.
— Quizás, pero tú me quitaste algo. — Suspiró mientras se acercó violentamente y lo tomaba del cabello con fuerza. — ¿Debería recordárselo?
Hannibal, maravillado por la visión frente a sus ojos, le entregó una navaja que ya tenía en sus manos, la cual ya estaba llena de sangre de los guardias de la entrada. Mason le caía mal, y por más que quisiera matarlo, ese era un privilegio que le había cedido a su Omega con tal de dejarlo sacar el odio de su interior, terminar de liberar todo el potencial que él tenía por dentro.
La navaja terminó en el cuello de Mason, quien soltó el arma cuando el filo tocó su piel, mirando de reojo a Will y esa ira asesina en sus ojos. Por más que quisiera verlo totalmente en acción, tenía que ayudarle a su Omeg con su plan, así que comenzó a rondar por la habitación.
— Quizás debería hacerlo, agente Graham. He estado tan ocupado estos días que he tenido la cabeza en tantos lados. — Soltó de forma burlona.
La navaja comenzó a entrar en su piel, dejando salir una pequeña gota de sangre.
— Oh, déjame ayudarte con esa memoria.
Empujó a Mason hacia atrás, pero en vez de sentir el golpe del suelo en su espalda, fue sentado a la fuerza en una silla detrás suyo que Hannibal había puesto para él y después sujetarlo con fuerza de los brazos. Will, al verlo desarmado y vulnerable, se sentó en su regazo para una cercanía más… íntima.
— Tú mataste a mi familia, mataste a Beverly Katz. — Soltó con la mandíbula apretada. — Y la envolviste como un paquete de carne, ella no era uno de tus cerdos.
— ¿Beverly? — Ladeó la cabeza confundido hasta que su mente se aclaró. — ¡Oh, si! La recuerdo, esa agente entrometida. La verdad agradezco que haya aparecido, sería una pena que Margot se hubiera muerto allí y hubiera apestado todo el corral.
— ¡Cállate, mierda! — Le dio una cachetada. — Eres un maldito cínico, y acabarás peor que tus cerdos.
— ¡Hey! No es mi culpa. — Gruñó mientras lo miraba con odio. — Yo sólo hice lo que el Dr. Lecter me aconsejó, no sabía que era tan malo escuchar a mi psiquiatra.
La mirada de Will se tornó oscura, el dorado en sus ojos se volvió opaco mientras desviaba la atención de Mason a Hannibal. El Alfa estaba experimentando algo extraño en su interior, era la primera vez que sentía algo parecido a la culpa y al arrepentimiento. Su rostro, que se había mostrado neutral durante ese encuentro, cambió a uno arrepentido y angustiado.
— Hannibal… ¿Qué está diciendo este bastardo? — Gruñó mientras sentía sus ojos lagrimear. — ¡Habla!
Las palabras se quedaron atoradas en la garganta del Alfa, y cuando tuvo el valor para hablar, Mason interrumpió. Odiaba que la gente hablara encima de él, como si no estuviera en la habitación.
— Hice lo que exactamente le dije que haría, Dr. Lecter. — Sonrió entre burlón y molesto. — Le comenté de esa maldita que estaba rondando donde no le importaba, usted me preguntó qué haría con ella y eso hice, hice exactamente lo que me propuse, demostrar quién mandaba aquí.
Hannibal enterró sus dedos en los brazos de Mason, sintiendo la mirada fría de Will sobre él. Estaba muerto, estaba muerto por culpa de Mason Verger y juraba por Dios que buscaría a Mason en el Infierno para matarlo con sus propias manos.
— Yo no sabía que hablaba de Beverly, Will. — Sus ojos se clavaron en los del Omega. — Pensé que era Clarice de quien hablaba… Si hubiera sabido que era Beverly…
Unas pequeñas lágrimas salieron de los ojos de Will, sintiéndose traicionado por más que sabía que Hannibal decía la verdad, la marca en su cuello lo delataba. Pero igual sabía de lo que era capaz su pareja, porque sabía que el Alfa era capaz de manipular a la gente para matar.
— Will…
— Oh, vamos. — Interrumpió Mason. — ¿En serio vas a crear todo un drama por un muerto?
Puede que Hannibal haya manipulado antes para matar, pero quizás con o sin intervención de Hannibal, las cosas hubieran terminado de la misma forma porque Mason Verger era un maldito. En ese momento le llegaron como bombas todos los recuerdos del caso de Mason, de lo que le hizo a su propia hermana, Mason era solamente alguien que buscaba justificaciones de sus acciones.
Will soltó un gruñido y, con ambas manos, empuñó bien su navaja y comenzó a clavarla repetidas veces en el pecho del Alfa mientras Hannibal lo sostenía con más fuerza. Los gritos de odio que salían de la garganta de Will eran muy altos, después dejó el pecho de Mason para comenzar a apuñalar la cara del Alfa. La sangre y pedazos de carne botaban por todos lados, cayendo en su cara y en su ropa bien protegida por el traje de plástico.
Mason, con sus últimas fuerzas, le quitó la navaja a Will y se la enterró en el brazo, haciendo que Will al fin lo dejara. Hannibal lo soltó y lo tomó del cuello para ahorcarlo, haciendo que los tres cayeran al suelo y comenzaran a rodar allí mismo. Tiraron algunas botellas de vidrio y los vidrios rotos rasgaban sus trajes, unos cuantos se clavaban en su piel y los hacían sangrar sin que se dieran cuenta de ello.
El Omega volvió a tomar su navaja y regresó con las puñaladas llenas de rabia. Iba a dar otra, pero fue detenido por su pareja. Mason le había robado el momento de satisfacción de ver a su Omega en la mayor de sus glorias.
— Está muerto, Will. — Lo miró con expresión relajada. — Ya está hecho.
En vez de recibir una mirada de gloria, recibió una de enfado que cambió levemente a preocupación. Varios vidrios habían lastimado la mejilla de Hannibal y ahora sangraba, al igual que Will en la frente, por fortuna no eran tan profundas como la herida hecha por Tobias.
— Tú… — Habló entre dientes. — Tú y yo tenemos mucho de qué hablar, pero lo haremos cuando acabemos con este cerdo.
— Está bien, Will… — Ambos se pusieron de pie, mirando el cuerpo de Mason. — ¿Qué deberíamos hacer?
La mirada de enfado cambió a la oscuridad que tanto adoraba Hannibal, pasando del rostro deformado y ensangrentado de Mason a Hannibal.
— Es su paciente, Dr. Lecter. — Sonrió de forma torcida. — Haga lo que crea que es mejor para él.
Hannibal asintió con la cabeza, mirando alrededor de la habitación hasta que se encontró con la cabeza disecada de un cerdo en la pared, justo como esos trofeos de caza. Las patas del animal también estaban allí, como un morboso perchero en sus mejores días.
— ¿Me ayudarás, mylimasis ? — Volteó a ver a Will.
El Omega asintió, yendo a la entrada de la habitación por sus herramientas abandonadas.
๑ . ๑ . ๑ .
Una pequeña Omega movía su pie desesperadamente mientras esperaba ansiosa en la entrada del pueblo. Varios autos pasaban frente a ella pero ninguno era de su interés, no hasta que llegó un viejo Chevy de color negro al que le faltaba un retoque en su pintura.
La bocina sonó al ritmo de un timbre reconocido para ella, quien se levantó rápido y entró en el auto apenas se abrió la puerta del copiloto. Abigail le sonrió feliz a Marissa, y viajaron en silencio hasta un punto del bosque, lo suficientemente lejos como para que alguien descubriera el vehículo escondido entre los árboles pero lo suficientemente cerca de la casa de los Foster.
Ambas bajaron del auto y allí la Alfa pudo darle todos los detalles del auto.
— Me costó mucho, pero lo pude conseguir. — Sonrió orgullosa. — Lo compré en el deshuesadero, al parecer esta chatarra se niega a morir y el del lugar me hizo un descuento porque conoce a mi papá.
— ¡Por Dios, Mary! — Sonrió emocionada abrazando a su amiga. — De verdad no sé qué hubiera hecho sin ti, estaba a punto de cometer una estupidez.
— ¿Robar el auto de los Foster? — Soltó una risita burlona.
La Omega se sonrojó de vergüenza y asintió con la cabeza, comenzando a jugar con las mangas de su suéter.
— Estaba desesperada, tu llamada me salvó de hacer una tontería. — Le dio un pequeño beso en la mejilla. — Pero ahora… Estoy tan cerca de la verdad.
La Alfa sonrió enternecida por ver el entusiasmo en Abigail, le hacía sentir calidez en el pecho y quería que su amiga fuera feliz. Ella se merecía saber de dónde venía después de todo el mierdero que había sido el casi último año.
— La descubrirás, Abbie.
Ambas miradas se encontraron, Abigail tomó valor para besar a Marissa en los labios. Era un roce tierno, sin intención de llegar a más.
— Gracias, de verdad no podría hacer esto sin ti.
Tanto el Alfa como el Omega interno de ambas ronroneaban felices por complacer a la otra, a su compañía. Marissa sabía que había valido la pena haberle cambiado los rifles de caza de su padre a ese anciano ambicioso, con tal de ver la sonrisa de Abigail en ese rostro pecoso.
Notes:
Les dije actualizaría el sábado o domingo, pero nunca les dije cuál 😜 FELIZ AÑO 🎉✨ Antes que nada, espero que hayan tenido un buen inicio de año uwu yo decía "Ay, lo que tengo pendiente lo resuelvo en enero 😜🤭" PERO YA ES ENERO PUTA MADRE AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Por otra parte, ya nos estamos acercando a la recta final. No sé exactamente cuántos capítulos queden, pero ya nos vamos acercando al final de esta historia. La verdad me emociona mucho estar llegando a este punto porque pensé que la dejaría abandonada al poco tiempo xd Como sea, usted siga leyendo Catalina, que este 2025 nos vaya excelente :3 todavía no me entra en la cabeza que este año muchas cosas que yo presencié de adolescente cumplirán 10 años, y no me gusta lo seria que se está escuchando mi edad 😭😭😭
Chapter 29: It gives the weak flight, it gives the blind sight until the cops come
Notes:
-Inserte notita tercermundista aquí- Si todos fingimos que actualicé el sábado les daré una Scooby galleta y un sándwich de Choco Milk a cada uno okei
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Todo el equipo del FBI estaba en presencia de otro par de cadáveres que habían sido posados como si fueran pescados, provocando en todo alrededor muchas dudas al respecto.
— ¿Tienes idea de por qué los pone así? — Habló Jack Crawford mirando a la Omega a su lado.
— Yo, eh… — Apretó los labios un poco sin dejar de verlos, la brisa los movía suavemente. — Pienso que son una clase de cebo. Comparto la opinión del sr. Graham que nuestro asesino busca llamar la atención de alguien.
— Muchos pescadores usan distintos tipos de carnada. Por ejemplo Will, lo he visto hacerlo con moscas y gusanos. — Se coló en la conversación Zeller. — Hace anzuelos bonitos también, quizás estos tipos son un anzuelo para el pez gordo.
Los tres volvieron a ver los cuerpos que eran bajados por los peritos, notando que en los ganchos de sus bocas tenían un montón de plumas de colores brillantes que no eran muy visibles cuando estaban colgando.
— ¿Hay alguna relación entre estos hombres y los antes encontrados? — El Alfa habló con tono serio.
— Sin incluir el modo en que fueron hallados, no. — Clarice se acercó con curiosidad a uno, ladeando la cabeza. — Este, por ejemplo, estaba en la lista de delincuentes sexuales.
— Y el otro sujeto estaba bajo libertad condicional por homicidio en segundo grado, salió por buen comportamiento hace unos meses con el rastreador. — Le siguió Brian.
— ¿Nuestro pescador es una clase de justiciero social? — Jimmy, que se había mantenido un poco alejado, se acercó a la conversación. — Eso es algo que el Copycat haría.
La Omega asintió a las palabras de su compañero, donde el jefe miró con cierta incredulidad a los tres.
— ¿De qué han estado hablando ustedes tres? — Crawford los miró serio mientras alzaba una ceja.
— Oh, de muchas cosas, Jack. — Sonrió Price. — Como Will nos tuvo abandonados medio mes, no había nadie que cuidara de Clarice así que la adoptamos en lo que “mamá gallina” regresaba con su pollito.
La Omega se sonrojó un poco y le dio un codazo a su compañero, se sintió avergonzada por aquella referencia, sobre todo porque ella no tuvo una “mamá gallina” a su lado.
— Lo que el sr. Price trata de decirle que ellos me estuvieron supervisando durante la ausencia del sr. Graham. — Trató de mantener la compostura. — Estuvimos revisando todos los asesinatos del Copycat y encontramos un patrón, él mata a delincuentes registrados. Quienquiera que sea nuestro imitador, tiene acceso a los registros. Quizás fue policía o algo similar.
— Un asesino que mata delincuentes… — El Alfa hizo una mueca. — ¿Podremos predecir quién será su próxima víctima?
— No estoy segura, señor. — Clarice comenzó a jugar un poco con sus dedos. — Pero recomiendo mantener bajo vigilancia a cualquier persona fichada en cualquier caso.
Jack asintió mirando a Clarice, necesitaba hablar con ella en privado y no podían hacerlo con el par de agentes a su lado.
— ¡Brian, trae tu cámara! — Escuchó a uno de los policías hablar. — Ya los van a subir a la camioneta.
— Bueno, el deber manda. — El Alfa suspiró mientras avanzaba hacia el policía con Jimmy detrás suyo.
Crawford se limitó a ladear la cabeza mientras los miraba irse, eso había sido demasiado conveniente para todos.
— A veces no sé cómo funciona la vida.
— Yo tampoco lo sé, señor. — Alzó los hombros para restarle importancia.
— Viste algo más, ¿No es así? — La mirada de Jack pasó de sus agentes a la Omega. — ¿Qué viste?
Clarice tragó saliva un poco nerviosa, mirando cómo subían los cuerpos a la camioneta especial para trasladarnos al laboratorio.
— Este fue un señuelo para nosotros, jefe. — Volvió a alzar los hombros. — Quién sea este pescador, quería mantenernos lejos de lo que sea que vaya a hacer, de su pez gordo.
— ¿Es Will?
Los hombros de la Omega se tensaron un poco, cerrando los ojos para repasar las imágenes en su mente. No quería perder ningún detalle por muy pequeño que fuera, necesitaba mantener la idea fresca en su cabeza.
— Tal vez, es muy probable. — Volvió a abrir los ojos. — No es un cuadro del Copycat, el Destripador se ha mantenido tranquilo, por lo cual el imitador no tiene nada que copiar, los detalles meticulosos, nada. Este asesino es burdo, tosco.
— ¿Y eso te recuerda a Will Graham?
La Omega asintió con la cabeza, mordiendo un poco su labio por el nerviosismo.
— Lo he visto solo, es muy poco cuidadoso con muchas cosas cuando no tiene a quién copiarle los movimientos. — Suspiró. — Por ejemplo, cuando está con el Dr. Lecter es sumamente cuidadoso y hasta elegante.
Jack asintió para darle a la razón, él mismo había visto aquellas acciones de primera mano.
— El Destripador es un amante del arte y de los pequeños detalles. Cada flor, cada costura, cada pose está planeada, con un propósito. Este asesino es más uno de dejarse guiar por sus sentimientos, no quiere ser perfecto, quiere ser diferente.
Un sabor amargo se quedó en la boca de Jack, imaginando que ese Omega, al que había decidido proteger como si fuera un hijo y que había fallado enormemente, era un asesino en serie. Podía sumar sus víctimas en los últimos meses y llegaban a las quince si contaba los cuatro cuerpos carnada.
Era una presión en el pecho que no podía contener del todo, porque nunca se esperaba que una persona tan cercana a él fuera uno de los sujetos más buscados por el FBI junto a su pareja.
— Ya salieron los resultados del laboratorio. — Decidió cambiar ligeramente de tema. — Encontraron carne humana en la comida de Will, la que robaste.
Clarice se volvió a tensar y miró con incredulidad a su jefe, sintiendo que la sangre se le bajaba a los pies.
— ¿Qué? — Sus manos se pusieron frías. — ¿Entonces el sr. Graham los está cocinando?
— Oh, no. Sólo los está comiendo. — Sacó un cigarro de su abrigo y se lo llevó a los labios. — Hannibal es quién los está cocinando… La Dra. Bloom tenía razón, pero hay algo que no me entra en la cabeza, ¿Por qué lo hace?
— Bueno… Todo se puede derivar de muchas cosas… — La Omega cubrió su boca ante la sorpresa. — La Dra. Du Maurier me ha dicho que el Dr. Lecter no es quien parece ser, su máscara…
— Cómo la que porta Will, ambos lo sabemos. — Chasqueó la lengua mientras pensaba. — Necesitamos revisar su casa, de ambos, pero no podemos meternos así porque sí.
— Quizás la gravedad nos mande una señal…
— Oh por Dios, Clarice. — El Alfa sacó el humo del cigarro por la nariz mientras miraba a la Omega con incredulidad. — No me digas que tú también crees esa tontería.
Clarice se limitó a alzar los hombros pero de una forma más temerosa por la reacción de su jefe.
— No tenemos muchas opciones, y siento que de alguna forma el tiempo se nos está acabando y-
Fueron interrumpidos por una llamada entrante al teléfono de Jack, quien lo sacó de su bolsillo con cansancio y después frunció el ceño al ver que el nombre de “Freddie Lounds” iluminaba la pantalla. Iba a dejar perder la llamada, pero sabía que ella volvería a llamar y prefería terminar con todo ese asunto de una vez por todas para volver a lo importante.
— Habla Crawford. — Contestó sin mucho entusiasmo. — ¿Qué necesita, srita. Lounds?
— ¡Mierda, Jack! — La escuchó gritar al otro lado de la línea. — ¡Trae tu maldito culo y a tus malditos perros a la ubicación que te voy a enviar!
— ¿¡Qué!? — Frunció el ceño molesto. — ¿Quién crees que eres para hablarme así?
Se escuchó que el teléfono pasó a otra persona, donde una respiración agitada se hizo presente.
— ¡Jack! — Una voz masculina se escuchó ahora. — ¡Habla Frederick! No creerás lo que encontramos.
— ¿Qué? — Su cara de desconcierto llamó la atención de Clarice, quien se acercó más. — ¿Qué es tan importante para que tu novia me hable así?
Se escuchó un silencio en el teléfono, sólo una respiración nerviosa por parte de las otras dos personas al otro lado de la línea.
— Creo que encontramos los restos de Mason Verger.
El Alfa abrió los ojos de sorpresa, mirando a la chica a su lado qué tenía la misma expresión que él, ella lo había escuchado todo.
— Iremos para allá. — Colgó la llamada, casi al mismo tiempo un mensaje llegó a su celular con la ubicación de la periodista.
— Oh, mierda… — Escapó de los labios de Clarice.
Cómo si el día no fuera a ponerse más extraño, pasó algo que lo dejó totalmente en blanco.
— ¡Jefe! — Gritó un agente que se acercó rápidamente a ambos. — ¡Encontraron un cuerpo en la granja de los Verger!
El Alfa soltó un gruñido, sin pensar con claridad en qué dirección ir. Miró a Clarice y luego al agente a su lado.
— ¡Llamen a Graham y llévenlo a la granja Verger, necesito otro equipo que me siga! — Soltó molesto mientras avanzaba hacía su auto con Clarice detrás suyo. — ¡Starling irá conmigo, el resto al laboratorio!
— ¡Si, señor! — El agente corrió hacía sus compañeros.
Jack también lo hizo para la gente que necesitaba e ir a la dirección que le mandó aquella Alfa pretenciosa. Una camioneta iba al FBI, la otra estaba localizando a Will Graham y por último estaban Jack y Clarice con la última.
Ese día sin duda iba a ser muy interesante.
๑ . ๑ . ๑ .
Will miraba el cuerpo frente suyo, con aquellos ojos muertos que muchas veces llegaban a asustar a sus compañeros pero casi nadie tenía el valor de decírselo a la cara. A su lado solamente estaba Brian, Jimmy tuvo que quedarse en el laboratorio.
— Dios, Will… — Exclamó sin quitar la mirada del cuerpo, mejor le tomó un par de fotos. — Esto es asqueroso.
— Concuerdo contigo. — Se puso a la altura del cadáver. — Pero he visto peores cosas, en mis sueños.
Eso le provocó un escalofrío al Alfa, tragando saliva ante el nerviosismo de su propio ser.
— Mierda, viejo, de verdad estás trastornado.
— Tiene una imaginación muy vívida, sr. Zeller. — Una voz se escuchó detrás de ellos. — Eso mismo hace a Will tan bueno en su trabajo.
Tanto Will como Brian voltearon hacía atrás, observando a Hannibal con una pequeña sorpresa pues no esperaban verlo. Will no había hablado con Hannibal después de lo sucedido en casa de Mason, necesitaba controlar sus emociones y le ayudaba mucho aislarse de la gente que lo había abrumado, pero ahora no sería el caso.
— Dr. Lecter…
— Hannibal. — La voz de Will salió suave, algo inusual en el Omega.
Hannibal se acercó casi al lado de su pareja, pero mantuvo una pequeña distancia. Sentía en su marca que el Omega todavía no acababa de procesar su duelo y acercarse más de lo necesario sería contraproducente.
— Jack me envió un mensaje, podrían necesitar ayuda.
— No se preocupe, tenemos todo bajo control… Creo. — Respondió el Alfa titubeando.
— No necesitamos ayuda, Hannibal. — Gruñó bajito el Omega mientras se enderezaba. — Pero si quieres ver, eres bienvenido.
El Alfa asintió con la cabeza y los tres volvieron a ver el cuerpo mientras los demás agentes buscaban pistas alrededor. Frente a ellos, en una de las enormes mesas metálicas de trabajo estaba posado el cuerpo de Mason Verger de una manera grotesca.
Sus brazos y piernas habían sido cortados hasta los codos y rodillas respectivamente, en su lugar habían unas pezuñas de cerdo. En su rostro estaba cocido el hocico de un cerdo, dejando a la vista sus ojos, era una especie de bozal en el rostro de Mason.
La forma en que estaba acomodado sobre la mesa recordaba a las cenas de Navidad, solamente le faltaba la manzana en la boca y estar cocinado para ser un platillo macabro.
El Omega se acercó al cuerpo y apretó la nariz del cerdo, para después mirar al Alfa de la cámara.
— Está disecada, el que le hizo esto a Mason no mató a un cerdo.
— Ay, gracias a Dios… — Soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo. — Los Verger tienen muchos de esos en su casa, quizás pudo tomarlo de allí.
Will asintió mientras cerraba los ojos, disfrutando de meterse en su propia piel ante los sentimientos que me provocaba recordar cómo había creado el diseño perfecto para Mason. Como iba encontrando su propio estilo, sus propios cuadros.
Con todas sus fuerzas contuvo un ronroneo, pero las emociones de Hannibal también estaban presentes en él y calentaban su corazón. El Alfa estaba orgulloso de su pareja.
— ¿Qué ves, Will? — Se atrevió a interrumpir Hannibal.
— Esto es… Íntimo. — Abrió los ojos para mirar a su pareja. — Quien le hizo esto a Mason, tenía cuentas pendientes con él.
— ¡Podría ser cualquiera! — Exclamó Brian. — Debe ser alguien que le tuviera demasiado odio.
— Aquí la pregunta, sr. Zeller, es ¿Quién no le tendría odio a Mason Verger? — Hannibal alzó una ceja mientras miraba al castaño. — Es buscar una aguja en un pajar, no sabemos qué panal equivocado golpeó.
El Alfa más joven asintió ante las palabras de Hannibal.
— Sólo necesitamos un milagro para descubrir quién fue el que hizo esto… Porque no se ve como un trabajo del Destripador de Chesapeake. — Caminó hacía atrás de la mesa para tomarle fotos desde otro ángulo, donde Hannibal y Will se hicieron a un lado para no salir en la toma. — Él es cuidadoso, esto se ve con odio.
Hannibal buscó la mirada de su pareja, quién asintió levemente con la cabeza en un gesto cómplice. Por supuesto que Hannibal no haría algo como eso con Mason, porque para Hannibal ese tipo de cerdo no valía la pena. No habían podido sacar nada comestible de él, la verdad preferían ir detrás de otras presas para su alimentación.
Matar a Mason fue un ajuste de cuentas, venganza, un capricho.
— No seas imbécil, Brian. — Will volvió a ver al chico de la cámara mientras se cruzaba de brazos. — El Destripador no perdería el tiempo con alguien tan patético como Mason, él prefiere otro tipo de “cerdos”.
Hannibal sonrió, su pareja lo conocía perfectamente.
๑ . ๑ . ๑ .
Jack miraba furioso a la pareja de Alfas, había estado gritándoles durante aproximadamente cinco minutos desde que llegaron al lugar.
Freddie y Frederick habían esperado al FBI afuera de la casa en lo que llegaban para no contaminar más la escena por su maldita curiosidad, así que cuando los agentes comenzaron a registrar, el Alfa junto a la pequeña Omega habían estado hablando con Jack.
— ¿¡Saben lo imprudente y estúpido qué fue haberse metido así a un lugar como este!? — Gruñó molesto. — ¿Qué hubiera pasado si toda esta gente siguiera viva?
— ¡No puedes culparnos, Jack! — Los ojos de Freddie se pusieron rojos. — ¡Nosotros hicimos el trabajo que tu gente no hizo bien, encontramos el escondite de Mason!
Miró hacía la entrada de la casa, donde dos cadáveres degollados estaban en el suelo. La fachada de la casa tan abandonada solamente daba mala espina, no era el primer lugar en el que hubieran pensado si no conocieran a Mason.
— Yo lo pensé. — Habló Clarice detrás de su jefe. — Se lo mencioné a un par de agentes y nadie me escuchó.
La pareja de Alfas cubrió sus bocas para ocultar una risa burlona por las palabras de la Omega. Ella no tenía el porte ni el carácter de Will Graham y eso que era su alumna, incluso sintieron algo de pena y ternura por la chica, quien ahora tenía la mirada seria de su jefe sobre ella. Clarice se limitó a agachar la cabeza ante el regaño no verbal.
— Bien, quitando eso de la mesa. — El Alfa regresó la mirada al otro par. — ¿Por qué no avisaron a la policía? Pudieron haber muerto por su estupidez.
— Era una corazonada, Jack. — Habló Frederick ahora. — Freddie y yo pasamos dos noches pensando en dónde podría haberse escondido ese bastardo y llegamos aquí.
— Tampoco fue que llegamos a la primera, quedamos como idiotas buscando en las otras propiedades Verger. — Complementó Freddie. — Ni siquiera ustedes mismos pudieron encontrarlo antes, de no ser por nosotros ese hijo de perra hubiera escapado.
— Disculpe que la corrija, srita. Lounds. — Clarice miró a la Alfa. — Pero alguien lo encontró antes que nosotros y mucho más antes que ustedes. Dijeron que encontraron los “restos” de Mason, ¿Por qué están tan seguros?
Ambos Alfas se miraron con arrogancia y burla antes de contestarle a la Omega, les daba cierta pena y ternura lo linda y torpe que era, mucho más fácil de tratar que Will Graham. Por más que Freddie quisiera fastidiarlo, agradecía que en ese momento no estuviera o sería un dolor en el culo.
— Porque adentro hay partes humanas, mocosa. — Sonrió mostrando sus colmillos. — Hay gente de Mason y otras cosas que nos hace pensar que iba a escapar pero alguien se nos adelantó.
Jack miró a la Omega a su lado y, sin decir palabra alguna, le hizo una seña con la cabeza para que ambos entraran, pasando junto a los cuerpos desangrados de las personas en la entrada de la casa. Era un corte limpio, sin el afán de ser escandaloso, cumpliendo su cometido. Sus pasos eran cuidadosos como los del resto de los agentes registrando la casa, sacando fotos por todos lados de cada detalle en el lugar.
Clarice sentía las miradas de Lounds y Chilton seguirlos desde afuera, mientras eran vigilados por un policía para que no volvieran a entrar a la casa.
Sus pasos fueron hacia una de las habitaciones del fondo donde había un par de agentes abriendo la puerta. Tanto Jack como Clarice miraron con sorpresa lo que quedaba en aquella habitación. El lugar estaba hecho un desastre, una mesa rota junto con varias botellas de alcohol, un hombre con un disparo en la cabeza tirado en el suelo y apartado, como si lo hubieran movido para “no estorbar”, un par de brazos y piernas cercenados junto a una segueta ensangrentada, una navaja cubierta de sangre y unos pequeños pedacitos de plástico.
— Dios mío… — Exclamó un agente. — Bueno, esto no es nada comparado a lo que hemos visto, ¿Verdad, jefe?
— Porque esto no es el trabajo final, es el taller. — Dijo Clarice mirando uno de los brazos en el suelo. — Lo que realmente importa está en otro lado… En la granja Verger.
— ¿Cómo puedes estar segura de eso, Omega? — Cuestionó otro agente mientras se cruzaba de brazos. — No eres ni de cerca el perro rastreador que es Graham.
Una oscuridad cubrió los ojos de Clarice, la misma que Jack ha visto en los ojos del Omega mencionado y una que lo hace estremecer cada que la recuerda.
— Porque no lo soy, yo soy Starling. — Soltó un pequeño gruñido que dejó expuestos sus colmillos. — Que sea su aprendiz no quiere decir que seré una copia idéntica a él.
El Alfa estaba sorprendido por cómo su agente se defendió, pero igual estaba un tanto preocupado por ella. No quería que otra agente con tanto potencial fuera absorbida por la oscuridad de su propia mente, no como le estaba pasando a Will, a ella todavía podía salvarla.
La tensión en el ambiente se cortó gracias a una llamada entrante al teléfono de Jack.
— Jack. — Se escuchó la voz de Brian al otro lado de la línea. — El cuerpo encontrado donde los Verger… Dios, no podrás creer cómo lo encontramos. El lado positivo de esta mierda es que encontramos a Mason.
— ¿Es él? — Suspiró cansado. — Creo que encontramos lo que queda de él.
— Espera, ¿Cómo sabes que le faltan partes? — La voz del Alfa sonaba entrecortada.
— Porque lo estoy viendo. — Su mirada fue a esas partes cercenadas. — Lo llevaremos todo al laboratorio para analizarlo, los veré allá.
— Como ordene, jefe. — Y la llamada finalizó.
— Tomen una muestra de cada gota de sangre, sustancia, tejido, tela, lo que sea, para llevarlos a analizar. No quiero que ni el más mínimo detalle pase desapercibido.
— ¡A la orden, jefe!
— ¡Encontré unas herramientas con sangre! — Gritó un oficial desde otra habitación.
— ¡Todo lo que encuentren llévenlo al laboratorio, por muy ridículo que parezca.
Ese día estaba lleno de llamadas con respuestas, en el fondo Jack Crawford estaba sintiendo que un rompecabezas mucho más grande se estaba armando lentamente y eso era un consuelo para su alma, podía sentir la proximidad de cerrarse el caso que tanto tiempo lo tenía sin dormir, pero primero debía encargarse de algo.
— Clarice. — Llamó a la Omega. — Ve a ver a la Dra. Du Maurier la próxima semana.
— ¿Quiere que investigue más con ella? — La chica ladeó la cabeza confundida. — No creo que pueda ayudarnos hasta que podamos confirmar nuestras sospechas.
— No es por eso. — El hombre la tomó suavemente del brazo para apartarla de la multitud. — Quiero que tomes terapia con ella, o con otro psicólogo o psiquiatra, con quien quieras, pero necesito que lo hagas.
— Estoy bien, señor…
— ¡No te estoy preguntando si estás bien! — Soltó entre molesto y preocupado. — Lo estoy haciendo por tu bien, es una orden.
De nueva cuenta pudo apreciar en los ojos de la Omega aquella mirada Graham, una que incluso llegó a ver un par de veces en Abigail Hobbs durante los interrogatorios. Parecía que Will les prestaba aquella mirada a los Omegas. Pero no debía dejar que sus propios sentimientos e interrogantes se reflejaran en los demás, debía cumplir con su papel de Alfa y líder. Retó a la Omega con la mirada, donde la chica no pudo sostenerla mucho y al final agachó la mirada, asintiendo con la cabeza.
— Si, jefe. — Suspiró quedito. — Lo haré…
๑ . ๑ . ๑ .
Casi había pasado una semana desde el hallazgo del cuerpo de Mason, donde todo se estaba complicando un poco por la cantidad absurda de objetos para analizar. Unos no eran del conocimiento de todo el personal, no querían levantar sospechas al respecto de su investigación secreta y que todo se fuera a la mierda por un error.
Mientras, era un sábado tranquilo. Will estaba en su escritorio haciendo nuevos anzuelos mientras bebía un vaso de whiskey, disfrutando de su mañana junto a sus perros y sus anzuelos. Había decidido encerrarse un poco más mientras trataba de asimilar sus propios sentimientos con respecto a todo lo sucedido en los últimos días.
Había cometido su tan deseada venganza, había podido al fin encontrar su propia identidad sin llegar a copiarla de alguien más, pero el sentimiento de rabia alojado en su cabeza y en su corazón aún era muy presente, y más que su subconsciente seguía culpando a Hannibal por algo que ni siquiera había sido su culpa directa. Todo fue una especie de unión de casualidades que habían terminado con su amiga muerta, como si la gravedad le hubiera jugado chueco esta vez.
Soltó un gruñido de frustración por pensar en ello, porque culpaba a Hannibal por no decirle que Mason era paciente suyo hasta que sucedió lo de Beverly. Su mente buscaba un culpable y había agarrado a Hannibal, aunque no fuera el principal causante.
De igual forma lo extrañaba, era su pareja al final del día. Parecía que lo estaba invocando con la mente, pues se escuchó el ruido tan característico del Bentley del Alfa como para ignorarlo. Iba a dejarlo esperar afuera, pero sus perros ya estaban rascando la puerta, ellos también habían echado de menos al psiquiatra. Will no iba a ser cruel con sus perros así que se levantó y le abrió la puerta al Alfa, donde los perros salieron al mismo tiempo que Hannibal bajaba de su auto.
— Will… — Se acercó el Alfa mientras les daba pequeñas caricias a los perros.
— No digas nada. — Suspiró mientras le daba espacio al psiquiatra y a los perros para entrar en la casa y cerrar la puerta detrás suyo. — Gracias por darme mi tiempo.
— No tienes que agradecer, sólo tú sabes lo que estás sintiendo. — Se acercó a su pareja mientras lo miraba a los ojos. — Siento que te debo una enorme disculpa, pero eso no arreglará lo que pasó.
— Lo sé, pero tampoco voy a ganar nada si te doy todo el crédito. — Le sostuvo la mirada con su labio temblando un poco. — Me enfada que hayas omitido el detalle que le dabas terapia a ese hijo de puta, pero al final es tu maldito trabajo y eres profesional, es más cuestión mía.
Desvió la mirada mientras se cruzaba de brazos, Hannibal abrazó lentamente al perfilador, en caso de que decidiera empujarlo y alejarse podría hacerlo, pero le sorprendió que al minuto de estarlo abrazando el Omega también le correspondiera.
— No habrá más secretos, lo prometo. — Le dio un beso en la cabeza, provocando un ronroneo por parte del Omega. — No quiero perderte otra vez.
— Que sea la última vez, ¿Me oíste? — Alzó la mirada para verlo a los ojos. — O yo mismo me encargaré de que el Destripador sea destripado, ¿Entendiste?
— Fuerte y claro, mylimasis.
El perfilador le dio una sonrisa torcida para después besarlo, había extrañado sentir sus labios durante esos días de distanciamiento. Se había acostumbrado tanto a tener al Alfa a su alrededor que le daba vergüenza admitirlo, pero esperaba que ahora todo estuviera bien. Mientras, rodeó el cuello del psiquiatra para seguir con los besos mientras unos golpecitos sonaban de fondo, pretendía ignorarlos hasta que se hicieron más fuertes y el momento se vio interrumpido por los ladridos de los perros hacia la puerta.
La pareja se separó y ambos miraron la puerta, donde el Omega soltó un gruñido molesto y se separó de Hannibal, se acercó a su escritorio y tomó la escopeta que estaba debajo del mismo.
— Maldita sea, Jack. — Soltó con enojo. — Hannibal, abre la puerta.
El Alfa asintió y esperó a su pareja junto a la puerta mientras el Omega cargaba el arma, siempre era un deleite ver cómo se ponía a discutir con su jefe, pero ahora estaba también sorprendido por el uso del arma. Parecía que no era la primera vez que hacía eso, puesto que los golpes en la puerta molestaban a Will, podía sentirlo en su marca.
— ¿¡Cuántas veces te he dicho que me dejes en paz durante los jodidos fines de semana a menos que sea una situación de vida o muerte!?
Hannibal abrió la puerta al mismo tiempo que Will apuntó con su arma a la persona que estaba afuera, pero el Alfa observó cómo el ceño fruncido de su pareja cambiaba a una expresión de asombro mientras el grito de una mujer se escuchaba al fondo.
— ¿Así es como recibes a tus invitados, William? — Una voz masculina se hizo presente. — Yo no te críe así.
Los perros comenzaron a ladrar con fuerza, Hannibal se asomó detrás de Will para observar al hombre afuera. Era como ver a Will con el cabello gris y con entradas en la frente, esos mismos ojos muertos y expectantes que mostraban indiferencia y el porte de un Alfa que se creía mejor que las personas a su alrededor.
— Oh, mierda…
Notes:
Papus no les voy a mentir... La verdad tengo miedo con todo lo que está pasando, esperemos que nomas sea un ratito. Que Dios bendiga a México y Latinoamérica.
Chapter 30: Don't speak, I know what you're thinkin' and I don't need your reasons
Notes:
Alch esto de ser patriota está bien difícil :c (no ha tomado Coca-Cola en una semana)
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
En el bello consultorio de Bedelia se encontraba Clarice, esta vez como una paciente más. La Alfa estaba cerca de retirarse y solamente atendía a quienes ya eran pacientes suyos con más años, los demás los había referido con otros colegas suyos, pero había decidido abrirle un horario a aquella Omega que tanta intriga le causaba. Clarice Starling tenía algo en su interior, en su personalidad tan atrayente, era como si un imán la atrajera a la Omega y a esa aura tan misteriosa que quería desmenuzar con sus propias manos.
La chica se veía algo incómoda en su asiento frente a ella, avergonzada por la posición tan vulnerable que sentía que desprendía frente a la mayor.
— Gracias, Dra. Du Maurier… — Agachó la cabeza suavemente. — Por recibirme.
— No tiene nada qué agradecer, señorita Starling. — Sonrió mientras se cruzaba de piernas con elegancia. — Le había dicho que me parecía muy interesante.
La Omega se sonrojó levemente, esta vez mirando a la Alfa a los ojos. El porte tan elegante de Bedelia hacía contraste contra el pequeño y frágil que Clarice aparentaba.
— ¿Ya no me tutea, doctora? — Alzó una ceja con un poco de curiosidad.
— Nuestra relación pasó de agente-consultora a psiquiatra-paciente, ha cambiado drásticamente. — Infló un poco el pecho para sostener un suspiro. — Es mejor mantenernos profesionales en nuestros ámbitos, nuestras casillas.
Clarice la observaba atentamente, cosa que a la Alfa le complacía, el poder tener frente a ella esos ojos de cordero que no buscaban pistas, que no buscaban ser una herramienta más. En ese momento no era la nueva agente del FBI, no era la aprendiz de Will Graham, no era el perro rastreador de Jack Crawford.
En ese momento sólo era Clarice Starling.
— Gracias… Sólo una pregunta más. — Se acomodó en su asiento. — ¿Por qué?
— Pensé que ya había respondido esa duda.
La Omega movió sus pies con algo de impaciencia por no darse a entender, un problema que no era tan común en ella, solamente cuando estaba nerviosa. Suspiró por la jugada sucia que estaba a punto de hacer, pero era necesario si quería respuestas.
— Usted mató a un paciente el año pasado, dijo que fue en defensa propia. — La miró a los ojos de nueva cuenta. — Después de eso dijo que no aceptaría a ningún otro paciente y recientemente anunció su retiro, ¿Por qué me aceptó? Que le sea “interesante” no es suficiente.
La Alfa alzó una ceja, mirando atentamente a aquella Omega que tenía en sus bellos ojos aquella mirada tan desafiante, era un encanto. ¿Acaso eso era lo mismo que Hannibal sentía por Will Graham?
— Señorita Starling. — Sonrió de lado. — Cualquiera que ha tenido relación cercana con Hannibal Lecter comete algún acto peor que matar a su paciente. Jack Crawford me habló de usted, ya no sólo como agente. Es la primera vez que lo veo realmente preocupado por el bienestar mental de un agente suyo, no quiere que termine como Will Graham.
— El caso del señor Graham es… Diferente. — Se enderezó con el mismo porte de la Alfa. — Él está en la cuerda floja de ser un individuo mentalmente inestable a un OPP.
— Eso justo es lo que quiere evitar su jefe. — Tomó con elegancia el pequeño cuaderno de notas que tenía en la mesita junto a ella. — Teme que usted adquiera alguna de las conductas de Hannibal o el señor Graham, sobre todo por su reciente exposición a los crímenes de ciertos asesinos. Una cosa es ver fotos de los crímenes y otra cosa es presenciar el estado de los cadáveres.
La Omega apretó un poco los labios, pensando con cuidado en las palabras de la psiquiatra frente suyo. Si bien tenía razón, no tenía ni un año incorporada en el FBI, no había visto ni de cerca las cosas que muchos de sus compañeros han de haber presenciado, ella era más fuerte que todos ellos, o eso era lo que quería llegar a creer con tal de no caer en la locura.
— Mira, Clarice. — La Alfa utilizó ese tono de mando característico en su segundo género, sin dejar de verla. — No eres la única persona a la que han traído a terapia a la fuerza, y te entiendo, pero también sé que estás en medio de una bolita de nieve que se volverá aún más grande. No queremos que suceda eso.
La postura de Clarice se relajó un poco sin dejar de ver a la rubia, soltando un suspiro de cansancio y frustración, pero tenía razón por mucho que no quisiera admitirlo del todo. Quizás un poco del orgullo Graham se le estaba pegando.
Sus ojos se abrieron de sorpresa al caer en cuenta la preocupación de su jefe y la insistencia de Bedelia por entrar en su mente. Creen que algo de la oscuridad de Will Graham o Hannibal Lecter puede adherirse a ella, como un tipo de infección.
No quieren que el cordero sea comido por el demonio de dos cabezas.
Cerró los ojos con una expresión cansada, misma que parecía complacer a la Alfa frente a ella, quien también relajó su cuerpo para crear un ambiente de confianza donde la Omega se sintiera libre de hablar sobre todo aquello que quisiera, poder explayarse en lo más recóndito y oscuro de su mente, dejar expuesta la herida para que Bedelia ponga agua oxigenada en ella… O quizás sal, dependiendo de las circunstancias.
— Podemos empezar por algo menos agresivo, lejos de los cadáveres y vísceras. Sólo por un rato. — Tomó su pluma e hizo una anotación rápida. — Háblame de ti, ¿Por qué entraste al FBI? Los requisitos que les piden a los Omegas para entrar son estúpidamente estrictos.
— Mi madre fue policía, quería seguir el camino del orden y la justicia como él.
— ¿Su padre estuvo de acuerdo en su decisión? — Alzó levemente una ceja, como un tic.
— No lo sé, no es como si pudiera preguntarle sobre lo que opina. — Soltó una pequeña risa, una mezcla de tristeza y burla.
— ¿Dónde está su padre, señorita Starling?
La Omega alzó los hombros con indiferencia, mirando hacia el gran ventanal en el consultorio, perdida entre los árboles del exterior.
— ¿Muerta quizás? — Torció la boca mientras pensaba. — La última vez que la vi tenía seis años, dijo que iría a Arkansas a visitar a la abuela, que volvería en unos días… Creo que olvidó el camino de regreso. — Soltó eso último con sarcasmo.
Bedelia anotaba menos conforme se iba desarrollando la conversación, mejor observaba con más detalle a la Omega frente suyo que tanta intriga le causaba. A los ojos de los demás era ver a un Omega más, frágil y temeroso del mundo a su alrededor en espera de que llegue el Alfa correcto que la salve de lo que sea que la atormente, pero Bedelia ve que eso es sólo una fachada más, una máscara.
¿Dónde ha visto máscaras antes?
Clarice busca que la salven de ella misma, de los pensamientos oscuros que pueden llegar a su mente y se castiga por ellos. Tampoco es muy diferente a los deseos e instintos de otros Omegas, pero ella no busca una pareja, ella quiere una familia, una propia, porque la suya está rota y no hay forma de encontrar todas las piezas faltantes en el corazón de Clarice Starling.
¿Qué otro Omega conoce en esas mismas circunstancias?
Si Will Graham pudiera ver a Clarice como lo que es, una Omega al igual que él, vería que tienen muchas cosas en común. No era su estorbo, era la versión suya que no ha caído en la oscuridad. Una muy linda y tierna mente que expandir, más allá de todo lo que el mundo espera que sea, más allá de ser lo que su entorno espera de ella. La sociedad espera que sea una Omega sumisa, y aquella pareja espera que sea una asesina, una manipulación en la que la propia Bedelia cayó y que, como muchos otros secretos ocultos entre los huesos de sus costillas, se irán a la tumba junto con ella.
— ¿Hay algo malo conmigo, Dra. Du Maurier? — Preguntó con cierta timidez.
— Para nada, señorita Starling. — Cerró su libreta de anotaciones y la dejó sobre su regazo. — Usted no ha vivido correctamente su duelo, y también tiene inicios de un TEPT, algo normal con las personas que están en la misma rama que usted. Afortunadamente está a tiempo de ser más llevadero si lleva la terapia correcta.
Clarice asintió lentamente con la cabeza. La voz de Bedelia era autoritaria pero a la vez suave, no era un Alfa demostrando su soberanía sobre el Omega, era más… Cálida.
— Me alegra saber que no estoy al borde del colapso. — Soltó en tono sarcástico.
— Y, si me lo permite y a usted misma también, eso no pasará. — Sonrió levemente. — Me alegra poder escuchar tus pequeños pasos de cordero en la madera, Clarice.
La Omega, que había tratado de mantener la compostura, se puso tensa mientras un sonrojo comenzaba apoderarse de su rostro.
— Me cansé de los pasos de ratón, doctora.
Bedelia sonrió complacida sin dejar de mirar a Clarice a los ojos.
๑ . ๑ . ๑ .
Will estaba sentado en su sofá, rodeado de sus perros quienes miraban cautelosos al hombre sentado suyo. Abraham alternaba su visión de los perros a su hijo, cuya expresión no cambiaba ni un poco, esos ojos tan azules lo miraban con todo el odio del mundo, uno que se calaba en lo más profundo de sus huesos y que no admitiría en voz alta que le afectaba todo el rencor de Will desprendía de cada poro de su piel, después de haber pasado tantos años criando.
Hannibal, por su parte, había tomado a la enfermera y ambos habían ido a la cocina a preparar café, ambos suponían que se venía una conversación extensa y que quizás una bebida caliente podría aligerar el ambiente tan tenso que había en la atmósfera, uno que se sentía hasta afuera de la casa por la carga de feromonas. Hannibal podía sentir la furia de su Omega a través de su marca, igual que en el aire se podía percibir el sutil aroma agrio de Will.
— ¿No deberías ser tú quien esté en la cocina? — Gruñó el Alfa.
Fueron las primeras palabras que salieron del anciano después de que Will bajó el arma y los cuatro pasaron al interior, una muy mala elección por parte de Abraham pues también habían molestado a Hannibal.
— Mi casa, mis reglas. — Uno de los perros, que Hannibal pudo reconocer como Harley, gruñó para seguir a su amo. — Hannibal también vive aquí, así que puede hacer lo que le plazca y él se ofreció amablemente a hacerlo, deberías ser un poco más considerado, eres un invitado. Uno indeseado, por sí debo mencionarlo.
Un gruñido salió de nueva cuenta, que fue callado por el ladrido del perro más pequeño de todos, Buster.
— Estar lejos te ha vuelto un irrespetuoso con tus mayores, ¿Qué demonios pasa contigo?
Hannibal entró en la habitación con la pequeña bandeja que dejó en el escritorio del Omega y le entregó la taza al mayor y luego a su pareja, la enfermera le dio la suya y tomó la propia antes de sentarse junto a su paciente. El Alfa tomó asiento en la silla junto a Will y, como si les hubiera dado una orden, tres de los perros se acomodaron junto a él. La mitad con Will y la mitad con Hannibal mientras Ellie miraba la escena desde la comodidad de la cama, ajena a todo el drama que pronto caería.
— Señor Graham. — Habló Hannibal por segunda vez en todo ese tiempo mientras miraba al Alfa. — Podemos tener una conversación civilizada si todos ponemos de nuestra parte, Will estará dispuesto a escucharlo si usted está dispuesto a ceder a esa actitud soberbia.
El Alfa miró a Hannibal con el ceño fruncido, pero los mismos ojos muertos de Will fue lo que encontró en su lugar en vez de una mirada que le mostrara respeto. Hannibal era cortés, pero no se iba a rebajar a agachar la mirada ante aquel que le hizo tanto daño a su pareja de forma indirecta. Él también tenía sus cuentas pendientes con él, por lo que Will le ha contado, pero lo guardará para él mismo.
— Basta de rodeos, ¿Para qué mierda viniste hasta acá? Estabas muy bien allá en Louisiana. — Apretó un poco la taza entre sus manos.
— ¿Crees que para mí es muy agradable tener el culo congelado aquí? — Soltó en un gruñido. — ¿Por qué te mudaste tan jodidamente lejos?
— Para alejarme de ti, siguiente pregunta.
— ¡Oigan! — Alzó la voz la enfermera, sintiendo la tensión en el ambiente y mirando de forma seria al Omega. — El Dr. Lecter tiene razón, no van a llegar a nada si se siguen insultando. Usted debería respetar más a su padre, después de todo lo que ha hecho…
Hannibal y Will voltearon a ver a la enfermera al mismo tiempo, eso hizo estremecer a la mujer pues el movimiento había sido muy sincronizado, como si fueran uno mismo.
Abraham, gracias a ese movimiento, pudo ver que en el cuello de su hijo ya había una cicatriz de la mordida que unía a la pareja. Su hijo ya tenía una pareja estable, y él se había perdido de eso. Se había perdido de muchas cosas, y eso le hizo bajar un poco la guardia, incluso cuando la voz furiosa de Will lo sacó de sus pensamientos.
— ¿Respeto? ¿Hacer algo por mí? — Frunció el ceño. — ¿Qué mentiras le has dicho a esta chica, papá?
Abraham iba a hablar, pero la imprudencia de la enfermera fue mucho más rápida.
— De no ser por su padre, su hija hubiera crecido con carencias. Él le dio la oportunidad de vivir una vida mucho mejor. — Frunció el ceño molesta.
A Will le recorrió un escalofrío helado por la espalda y un pitido comenzó a sonar en el interior de sus oídos, el mundo comenzó a moverse más lento incluso. Ahora el demonio de dos cabezas volteó a ver al anciano mientras Will comenzaba a hablar, arrastrando las palabras.
— Mi hija murió por tu culpa, ¿No lo recuerdas? — Apretó la mandíbula tratando de mantener su furia. — “Estás así de cerca de entrar a la maestría, no dejaré que arruines tu vida por un error”, eso fue lo último que me dijiste antes de que ese jodido auto me atropellara, ¿Lo recuerdas?
El mayor agachó la mirada, recibiendo las miradas de las tres personas en la habitación por sentirse juzgado ante aquellos ojos que lo observaban. La chica, incrédula todavía, esperaba que las palabras de Will fueran mentiras, algo para hacerlo quedar mal ante todos los presentes, pero él no se movió ni un poco.
— ¿A quién le está mintiendo, señor Graham? — La voz de Hannibal sonó pesada, su piel quemaba por la ira de su Omega y por la suya propia. — Por favor, sea más claro. Estamos hablando sin llegar a un fin, y dudo que haya viajado desde tan lejos y en su estado para no hablar con claridad.
Los ojos de Will poco a poco se estaban volviendo dorados por la ira, al igual que los de Hannibal se pintaban de ese rojo sangre, pero debía mantener la compostura en caso de que su Omega quisiera matarlo. Habían logrado evadir por mucho a la policía como para dejarse llevar por un error así.
El Alfa, incómodo, se acomodó en su asiento y bebió el café de su taza de un sólo trago. Era la conversación más difícil que iba a tener en su vida y quería irse de este mundo sin nada, libre de culpas.
— Rose tiene razón, en parte… — Habló lento, evitando ver a su hijo. — Tu hija está viva, y técnicamente la adoptaron…
Las manos de Will se pusieron frías, tan frías que dolían. Su ceño fruncido cambió a tener las cejas alzadas, la mirada clavada en el cuerpo de su padre, era como si una chispa acabara de encender una hoguera en su pecho, al mismo tiempo que sentía las emociones de Hannibal como suyas.
— ¿Qué?... — Se levantó de su asiento furioso. — ¡Repite lo que acabas de decir, mierda!
Abraham se levantó de igual forma, más lento y miró a su hijo a los ojos, haciendo una mueca de orgullo pero a la vez con arrepentimiento en su mirada. Infló el pecho con soberbia, recordando la decepción de aquella noticia.
— Tu hija está viva, William. — Habló serio. — La cambié en el hospital con un hombre desesperado, su hija nació muerta. Hicimos un trato y él se llevó a tu hija con su esposa, y nosotros enterramos a la suya.
Las piernas de Will temblaron un poco, mientras la enfermera los observaba atónita y Hannibal se levantaba para ver al padre del Omega, dejando expuesto un poco de su ser.
— ¿Por qué lo hizo? — Su voz sonó ronca, llena de ira. — ¿Se da cuenta de lo que hizo?
El Alfa mayor frunció el ceño ante ese cuestionamiento. ¿Quién era ese para atreverse a interrogarlo? Sólo un maldito snob que se folla a su hijo, apestado a pretensión y dinero. Will fue afortunado de aparearse con él.
— Porque era lo mejor para William, y aún así vea dónde terminó.
— ¿Y la esterilización? — Gruñó Will. — ¿¡Eso era necesario también!?
El semblante arrogante de Abraham cambió, incluso se puso un poco pálido ante esas palabras.
— No sé de qué estás hablando. — Desvió la mirada fingiendo demencia.
— ¡Lo sabes! — Gritó el Omega. — ¡Me arruinaste la vida! ¡Me quitaste a mi hija y me destrozaste!
— ¡Era la forma de darte una lección, de que aprendieras que dándole el culo a cualquier hijo de puta ibas a terminar mal! — Soltó de golpe. — ¡Sólo piensa en el bastardo que te embarazó, debe estar por allí haciendo su vida y tú hubieras cargado con ese estorbo!
— Ese “bastardo”. — Habló Hannibal, enojado mientras tomaba la mano de su Omega con fuerza. — Está aquí con él, en todos estos años no dejé de buscarlo.
Abraham miró incrédulo al Alfa frente a él, observando que justo tenía la nariz de su nieta y esos rasgos afilados, era él.
— Tú… — Frunció el ceño. — ¿¡Y dónde habías estado todo este maldito tiempo!?
— Lo que Hannibal y yo hicimos en el pasado no es de tu incumbencia, ni siquiera estuviste allí y no tienes derecho de reclamar. — Soltó gruñendo. — ¿¡Dónde está mi hija!? ¿¡QUIÉN TIENE A MI HIJA!?
El Alfa suspiró con pesadez, observando a la pareja con más arrepentimiento que enojo, sabiendo que sus palabras podrían ser las últimas.
— Al hombre a quien se la di es… Lo conoces, William, o lo conociste. — Infló el pecho una vez más para demostrar que afrontaría las consecuencias al respecto. — Lo mataste, si debo ser precioso.
Si las miradas fueran cuchillos, Hannibal y Will ya hubieran apuñalado cincuenta veces a Abraham antes de que siquiera pudiera pronunciar otra palabra.
— No…
Hubo un silencio por unos largos segundos que se sintieron como horas, hasta que Abraham se atrevió a hablar nuevamente.
— Se la entregué a Garret Jacob Hobbs. — Dejó salir junto con su orgullo. — Su esposa y tú dieron a luz en el mismo hospital.
El mundo de Will comenzó a caerse sobre sus hombros, todo este tiempo había estado cerca de su hija, por eso es que con ellos la cercanía era más profunda que cualquier otra cosa. Era el lazo familiar que los unía, era la gravedad que los había juntado pese al destino.
Esos pensamientos se detuvieron al recordar su primer encuentro. Las manos de Hannibal manchadas de sangre, los balazos en el cuerpo de Hobbs, la vida de Abigail pendiendo de un hilo… Si Will no hubiera disparado a tiempo, su hija pudo haber muerto.
Un grito Omega escapó de la garganta de Will al mismo tiempo que lanzaba la taza en sus manos hacía Abraham, pero el Alfa logró esquivarla, haciendo que chocara con la pared y se rompiera en pedazos.
— ¿¡Por qué hiciste eso!? — Se lanzó a atacarlo pero los brazos de Hannibal le rodearon del estómago y lo pegaron a su cuerpo, junto con los ladridos de los perros. — ¡Ese maldito casi mata a nuestra hija! ¡Por su culpa mi niña sufre y está lejos de nosotros! ¿¡Sabes cuántas chicas murieron por tu culpa!?
— ¡No es mi culpa que ese bastardo fuera un psicópata!
— ¡Pero sí es tu culpa que se despertara ese psicópata!
— Está bien, me di cuenta que cometí un error, pero tenía que hacerlo. — Frunció el ceño. — ¡Lo hice por ti!
— ¡Basta! — Se detuvo de sus movimientos mientras tapaba sus orejas con sus manos. — ¡No quiero escucharte, no quiero oír ninguna palabra de ti! ¡No necesitamos tus malditas razones, nos quitaste a nuestra hija y eso no te lo voy a perdonar!
El silencio se hizo presente en la habitación, los perros guardaron silencio pero soltaban gruñidos ante el menor movimiento. Los ojos de Hannibal, furiosos, no le quitaban la mirada al Alfa mayor.
— Señor Graham, señorita Rose, les pido que se retiren de nuestra casa. — El agarre de Hannibal se volvió flojo, soltando a Will. — Por favor.
— ¿Y tú quién eres para mandarnos?
— No lo hago por ustedes, lo hago por Will.
En un rápido movimiento le pasó la escopeta a su Omega, quien la tomó y apuntó a aquel par, con su dedo ya puesto en el gatillo para dar el primer tiro.
— ¡Lárgate ahora, nunca vuelvas por aquí!
La enfermera tomó la mano del anciano y ambos salieron de la casa, con Will corriendo detrás de ellos apenas cruzaron el umbral de la casa. El Omega soltó un disparo al aire, viendo como rápido entraban a un auto estacionado cerca del camino que conducía al pueblo.
Otro disparo se hizo presente mientras la mujer ponía en marcha el auto, avanzando a gran velocidad para dejar atrás aquella casa. Los perros comenzaron a ladrar y a seguir el auto al menos una calle hasta que desapareció en la lejanía. Con un silbido por parte de Hannibal regresaron a casa, esperando recibir su recompensa por alejar a los intrusos.
Will había caído sobre la nieve de rodillas, llorando amargamente y soltando gruñidos molestos, agachándose para hacerse un ovillo en el suelo y golpear la nieve con sus puños con fuerza.
Hannibal se hincó a su lado y lo abrazó con fuerza, para hacerse saber que estaba allí con él. Los perros lo rodearon y chillaron preocupados por su amo, mirando a Hannibal confundidos para que hiciera algo.
— Nuestra niña, nuestra Abbie… Ese maldito hijo de puta pudo haberla matado…
— Pero ahora podemos recuperarla, Will.
El Omega asintió pero el llanto pudo más con él y no lo aguantó más, llorando en los brazos de Hannibal. La nieve comenzaba a caer de nuevo, Hannibal odiaba la nieve, pero ahora le traía un sabor semi amargo en la boca.
Su hija estaba viva, su pequeña Abigail.
Notes:
No tengo excusa ahorita, alch me hice bien wey para publicar xd pero el Cruz Azul va ganando ME VOY A ILUSIONAR ESTE AÑO ES LA DÉCIMA
Chapter 31: Take a trip with me, but don't be surprised when things aren't what they seem
Notes:
El día que deje este mundo sólo pido una cosa… Una imagen photoshopeada del Pirata de Culiacán llevándome al cielo en su camioneta
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Una Omega muy ajena a todo el drama que estaba sucediendo en casa avanzaba a paso tranquilo por la noche. Abigail había decidido partir de su casa de acogida a esa hora, afortunadamente los Foster habían salido esa mañana a un viaje a otro estado, incluso la habían invitado, pero ella había rechazado la invitación con la excusa barata de que necesitaba estudiar para los exámenes finales.
Ella no necesitaba estudiar, era lo suficientemente inteligente para pasarlos sin problemas.
Tenía que calcular bien su ruta y el tiempo, por lo cual había decidido conducir toda la noche con mucho cuidado, Sam le había enseñado lo básico de conducir y había visto unos cuantos tutoriales de YouTube , pero su mayor temor era ser atrapada por la policía, sería muy arriesgado y todo su plan se vería afectado por eso, no había estado casi cuatro meses calculando distancias y en cómo meterse al hospital para nada.
No quería estar sola con sus pensamientos, así que tenía puesta la radio del auto a bajo volumen para estar alerta, aunque el sueño comenzaba a llegar a su cuerpo. Era una mocosa de casi quince años al final del día.
Miró la hora, eran alrededor de las cinco de la mañana y ya había dejado atrás Minnesota y estaba ya a la mitad de Iowa, así que tal vez podría orillarse y dormir un poco en alguna de esas paradas de camión. Avanzó unos cuantos kilómetros más hasta que llegó a una y se metió entre los grandes camiones de carga y camionetas, su pequeño Chevy estaba estacionado de manera discreta.
Tomó un par de mantas y cubrió los vidrios de las puertas, tomando una tercera para cubrirse y dormir en el asiento trasero, poniendo una alarma para despertar en unas dos horas, era poco tiempo pero necesitaba descansar sus ojitos, los Foster estarían fuera por tres días, así que tenía al menos 16 horas para poder dormir después.
Veía por la ventana del frente cómo el cielo nocturno comenzaba a alistarse para dar paso al día, y un ronroneo salió de su garganta ante la cálida idea de que pronto sabría quiénes eran sus padres.
— Sólo entras, averiguas todo lo que necesites saber y te vas, Abbie. — Soltó en un bostezo. — Y luego, convences a Hannibal y Will de adoptarte y nos vamos a vivir todos a Baltimore.
Su corazón se sintió cálido ante esa idea, poniendo sus manos en su pecho ante ese anhelo que había tenido durante tanto tiempo. Ellos la hacían sentirse parte de una familia, algo que lamentablemente ya no estaba pasando con los Hobbs.
Recordó las últimas palabras de su padre, llegando a su mente, lo totalmente rígido que se puso cuando Will entró a la casa y le apuntó con el arma. Lo tan cerca que había estado de la muerte y lo afortunada que había sido al poder salir con vida de eso. Sus padres postizos la habían salvado de una muerte tan dolorosa que se los iba a agradecer toda la vida.
Se llevó una mano a la cicatriz de su cuello, obviamente Garret no se iba a ir de este mundo sin dejarle un pequeño recordatorio de que la culpaba por todas sus tragedias, de todas las muertes que ocasionó.
En el fondo de su mente buscaba justificarlo, quizás él al igual que su madre no sabían del error cometido en el hospital, pero a la vez no tenía sentido. La biología habría hecho lo suyo si Garret hubiera sido un Alfa, porque ella no tendría el olor de él o uno parecido.
Había crecido con él, lo quería al final del día, la había educado y le había dado una crianza más o menos decente hasta que su lado Omega se manifestó, eso fue lo que cambió todo. Quizás, si hubiera sido Beta, no hubiera pasado nada de eso, aunque el FBI había determinado que su padre había hecho que, de forma discreta, ella y su madre comieran carne humana desde antes de los asesinatos de las chicas.
Sospechaban que desde hace muchos años su padre ya mataba gente, porque sus asesinatos no eran de novatos. No era como cazar animales en el bosque, los humanos son más difíciles de cazar, matar a una persona no era para novatos.
Garret, sin importar el segundo género de Abigail, hubiera matado gente, porque no era su hija. Se estaba preparando para el momento en que Hobbs decidiera quitarle la vida.
Y nada ni nadie en el mundo lo hubiera cambiado.
Apretó los ojos para alejar ese pensamiento de su cabeza, no necesitaba que una idea así le viniera a la cabeza ahora, en el momento que buscaba descansar.
Simplemente se acomodó en el asiento y comenzó a distraerse con otras cosas en su mente, viendo a la familia de ciervos que siempre aparecía en sus sueños, pero esta vez no estaba su bebé con ellos, ¿A dónde se habría ido su bebé?
— Sólo estás cansada, Abbie. — Suspiró quedito. — Mañana te espera un gran día…
Su cuerpo terminó de relajarse y se quedó dormida en el asiento, hecha bolita mientras se aferraba a la manta que cubría su cuerpo, se sentía mucho frío.
Le gustaba el frío, le recordaba a sus padres.
๑ . ๑ . ๑ .
Los tres ciervos corrían libremente por el bosque, los padres veían a su bebé dar pasos más seguros en el suelo, moviendo su colita ante el descubrimiento de nuevas cosas en su entorno.
La pequeña familia seguía su paso hasta llegar a lo que era una pradera donde podían pastar y disfrutar el clima, pero el padre detuvo su andar, volteando a los lados con sus orejas en alto para captar cualquier ruido. La mamá observó a su pareja, primero con curiosidad y luego con horror.
El bebé miró a sus padres con confusión, tratando de entender qué era lo que pasaba, pero antes de que pudiera entenderlo fue empujado para comenzar a correr a toda prisa. Primero iba el bebé, luego la madre y al final el padre.
La cría corrió hasta esconderse entre unos árboles, esperando a sus padres que venían detrás, pero un enorme perro de caza se puso frente a ellos, gruñendo con furia mientras eran rodeados por más perros, luego un par de cuerdas salieron de las sombras para amarrarlos del cuello y jalarlos lejos.
La mamá miraba a su cría, que estaba a punto de salir, pero con su mirada le decía que se mantuviera a salvo, que ellos iban a estar bien. El bebé simplemente se refugió entre los árboles, con pequeñas lágrimas saliendo de sus ojos. Mientras observaba, otro perro se acercó a su escondite.
El bebé se quedó quieto pero, cuando observó al perro, algo cambió. No era un perro, era un cordero vestido de perro que la miraba a los ojos atentamente. Ambos se quedaron quietos, hasta que el cordero dio pasos hacía atrás y se alejó junto a los perros, dejando a la cría atrás.
Lloraba, en el silencioso bosque. La habían separado de su familia.
๑ . ๑ . ๑ .
Abigail se despertó de golpe a la vez que se enderezaba, soltando un pequeño grito y comenzando a jadear. Miró hacía la ventana, ya el sol estaba iluminando todo a su alrededor. Su mirada bajó al tablero del auto para ver la hora, 6:39 a.m.
Se pasó las manos por la cara mientras soltaba un suspiro cansado, ese sueño había sido un poco extraño, porque sentía el dolor del bebé ciervo por ser separado de sus padres. Ellos siempre habían estado juntos en sus sueños y cuando los imaginaba despierta, que ahora los hayan separado le dolió.
— Sólo fue una pesadilla, Abbie. — Se frotó los ojos para quitarse el sueño. — Debemos irnos.
Su estómago gruñó, a lo que ella bufó y salió del auto hacía una máquina expendedora que había visto cuando llegó al lugar. Sacó un sándwich y una botella de agua, ya se venía el viaje pesado. Si la suerte estaba de su lado, estaría en Baton Rouge para el anochecer así que debía darse prisa.
Comenzó a manejar de manera tranquila mientras comía su sándwich, pensando en seguir unos kilómetros más para después hacer una pequeña parada de nueva cuenta a estirar las piernas. Tenía ya casi todo cubierto, sólo esperaba que Molly no quisiera hacerle videollamada para comprobar que todo estuviera en orden.
No iba a mentir, tenía miedo. Quizás esa era la misma descarga de adrenalina que sentían los chicos de su edad al hacer fiestas en casa cuando sus padres no están en casa o quizás más, porque cabía la posibilidad de que cuando los Foster llegarán no encontraran nada.
Esperaba no llegar a una casa vacía, porque estaría metida en graves problemas con el Estado.
— ¡Mierda! — Bufó quedito golpeando el volante. — No, Abbie. No va a pasar nada de eso, cerraste bien la casa, igual no creo que nadie se acerque.
Soltó una risita para ella misma mientras recordaba su última travesura. Había dejado un cuerpo en el perímetro de la casa de los Foster, lo suficientemente lejos para evitar sospechas pero lo suficientemente cerca para que la policía cubriera el área buscando pistas. Al fin le iba a servir de algo esa chica Victoria, no la quería como parte de su jarrón, ese era para una ocasión más especial.
— Sólo es estrés, debes calmarte. — Suspiró una vez más. — Oh, otro estado al fin.
Su sonrisa se hizo presente ante el enorme cartel que decía “¡Bienvenido a Misuri!”.
El viaje, según Google Maps, debería durar al menos 18 horas, ya llevaba cinco desde que salió de casa a medianoche hasta detenerse en Iowa para dormir, eso le llevó 5 horas más la hora y media que durmió, le quedaban al menos otras 13 horas para andar, así que debía darse prisa y evitar los controles en las carreteras. Sentía el tiempo encima, pero debía confiar en el proceso, porque de regreso debía conducir mucho más rápido que ahora, quitando el tiempo que le tomaría entrar al hospital que venía anotado en su certificado de nacimiento.
Se dio cuenta que comenzaba a hiperventilar, así que comenzó a tranquilizarse mentalmente. Estaba avanzando y hacía un buen tiempo, nada podría salir mal, aunque esperaba una ayudita del destino si es que algo salía mal o de imprevisto en sus planes. Además la vista del Río Mississipi que de vez en cuando aparecía a su vista le daba la señal de que iba por el camino correcto.
El río comenzaba a gustarle, el significado de que sus aguas la llevaban a su destino era una metáfora que seguramente a Hannibal le gustaría escuchar, su torpe analogía con respecto a su propia situación.
— Dios, destino… — Cerró un momento los ojos. — Gravedad, o esa cosa rara en la que cree papá Will, ayúdenme…
Abrió nuevamente los ojos, fijando su mirada en la ruta que tenía por delante. Cada kilómetro lejos de Minnesota, era un paso más cerca de la verdad.
๑ . ๑ . ๑ .
Las oficinas del FBI siempre han estado atareadas, mucha gente corriendo de un lado a otro con papeles sobre nuevos casos, siempre hay trabajo, sea bueno o malo el significado de eso.
Por más que el jefe de la BAU quiera centrarse en su fijación, debe atender otros asuntos que quedan pendientes, entre ellos mantener a Will Graham lejos de las investigaciones en su contra, afortunadamente la suerte ha estado de su lado gracias a la presencia de varios casos que puede usar de excusa para mantener lejos al perfilador. Eso no durará para siempre, pero al menos el tiempo suficiente. Agradecerle al asesino de familias sería tan poco ético que prefiere guardarse ese comentario para sí mismo.
Jack Crawford siente, en lo más profundo de su ser, que algo muy grande se viene. Su instinto Alfa nunca le ha fallado, por eso es el jefe de la BAU, aunque no puede evitar sentirse melancólico ante todo el asunto. Piensa en Will, en lo mucho que él ha sido como un hijo para él desde hace más de siete años. Cuando lo vio la primera vez, un Omega flaco y de piel ligeramente maltratada por aquella cortada en su pómulo, una apariencia que estaba lejos de lo que él había estado acostumbrado a ver, y casi se deja llevar por sus propios juicios en querer mandarlo al área administrativa de no ser por la Alfa que entró a la par que él.
Beverly Katz había sido una pieza importante para que el departamento aceptara a un Omega, hablando maravillas de ese trastorno de empatía con el que vivía Will, que en su momento fue su mejor arma hasta que todo comenzó a salir mal. Recuerda la primera llamada de atención por un juez, el cómo Frederick Chilton fue el primero que le dio terapia al perfilador y que lo había catalogado como un individuo mentalmente inestable, al punto que la Corte pensó que era más sano para Will estar lejos de las escenas de crimen.
Como maestro era muy hábil también, por eso su clase de psicoanálisis y psicología criminal era tan aclamada, sus conferencias llenas y su “encantadora” personalidad habían convertido a Will Graham en una leyenda del Quantico, sus alumnos tenían una efectividad del 97%. Will Graham, pese a su condición, era de las pocas personas que llegaban a romper los estereotipos Omega, nunca ocultó su segundo género, se volvió en uno de los Omegas más importantes de la Academia y sin duda dejó huella, en agentes y aprendices por igual.
Y ahora…
Todo parece ser una mentira. Will no había cambiado, estaba dejando ver su verdadera naturaleza, que quizás era más terrible que la propia del Destripador de Chesapeake, que al parecer es la pareja de uno de sus mejores perfiladores. Hannibal Lecter, un psiquiatra del que había escuchado tantas cosas buenas, y que incluso llegó a engañar a Alana Bloom. El estómago se le revolvía al pensar que aquel hombre tan educado y cortés era su dolor de cabeza, las veces que llegó a compartir la mesa con él, los alimentos que cocinaba para él y su esposa, y un montón de gente más.
Necesitaba tanto los resultados de esas malditas pruebas encontradas en casa de los Verger, que los direccionara hacia otra pista, otra persona, algo que pudiera hacerlo retroceder, apartar la vista de la pareja y, tal vez, sólo tal vez… Dejar que se fueran. Su corazón estaba nublando su juicio, quizás por ver a Will al fin en paz, con una pareja, que ya no se sentía tan solo como la primera vez que lo vio, entrando a su oficina y evitando verlo a los ojos.
Quería a ese muchacho de vuelta, ser el padre que justifica las travesuras de su hijo, no pensar en ser el encubridor de no sólo uno, sino de dos asesinos seriales.
Ser quien atrape al Destripador de Chesapeake y el Copycat.
¿Quién debe ser? ¿El héroe o el encubridor?
Sus pensamientos eran lo único que tenía mientras miraba por la ventana de su oficina, con vista a uno de los campos de entrenamiento para los nuevos agentes. ¿Alguna vez llegó a ver a Will Graham allí? ¿Cuántas cosas estaban pasando frente a sus ojos sin que él se diera cuenta?
Unos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos, algo que normalmente lo enfadaría, pero ahora eran como un respiro.
— Pasa. — Habló sin apartar la mirada de la ventana.
La puerta se abrió y cerró rápidamente, unos pequeños pasos de tacón se hicieron presentes, eran el sonido de los tacones de Clarice.
— Jefe, tenemos los resultados… — Se acercó lentamente a su jefe, observando por la ventana al igual que él.
— Míralos. — Su tono era seco, distante. — Allí estuviste tú, y antes de ti estuvo Will. Cuántas cosas han pasado en estos años, ¿No crees? Quien sabe, quizás algún día estés en mi lugar.
La Omega asintió levemente con la cabeza, con sus pensamientos un tanto dispersos, no sabía cómo darle las noticias a su jefe.
— ¿Hay un antes y un después, Clarice?
— Si, señor. Lo hay. — Sus manos apretaron el folder. — Todos cambiamos con los años, usted lo ha hecho, no es el mismo hombre que fue en su juventud.
— ¿Qué insinúas? — Soltó una risita divertido. — ¿Qué soy viejo?
— Mayor que yo sí lo es, jefe. — Comenzó a reírse con él. — Y que Will Graham.
Ambos se quedaron callados a los pocos segundos, con su mirada atenta todavía al exterior. Nubes grises se estaban formando en el cielo, pronto llovería.
— No retrasemos más esto. — Miró a la Omega. — ¿Me va a gustar el resultado?
La Omega lo miró a los ojos antes de negar suavemente con la cabeza y entregarle el folder al mayor, con las manos un poco temblorosas.
— En la escena se encontraron rastros de sangre, entre las muestras se reconocieron a cuatro individuos. El propio Mason Verger, un Beta llamado Cordell Doemling, al menos con dos órdenes de arresto en dos estados diferentes, y los últimos…
Jack abrió el folder, moviendo los papeles en su interior. Primero Mason, luego Cordell, y al último estaban aquellos nombres que tanto temía de ver.
— Will Graham y Hannibal Lecter. — Suspiró lentamente. — En la navaja que utilizaron para apuñalar a Mason Verger tenía sangre tanto del Mason como de Will, al igual que en los restos de plástico había sangre del Dr. Lecter y de Will. En la bolsa de herramientas se encontraron rastros de pelo de perro. Que haya pistas en la escena es porque se confiaron, pensaron que nadie iría a ese lugar, o quizás fue el deseo de venganza, hay una posibilidad de-
— Starling. — La detuvo Jack. — Alerta a los agentes de que la operación “Pasos de ratón” ha iniciado. Busca una orden de aprehensión contra esos dos, una orden de allanamiento para las casas de ambos y que todo lo manden a laboratorio. Graham no debe sospechar.
La Omega observó al mayor, en cómo su ceño se frunció más y sus ojos se volvían de ese rojo tan característico de los Alfas. Contenía el aire, contenía sus emociones. Clarice asintió levemente mientras recibía de nueva cuenta el folder en sus manos, mirando a Jack.
— El señor Graham debe tener una herida en alguna parte de su cuerpo, solamente hay sangre suya… En la mañana lo noté cojeando, debe estar en su pierna.
— Tiene un doctor que lo cure, no me sorprende que no haya ido a un hospital. — Su voz se escuchaba apagada. — Haz lo que ordené, no hay tiempo que perder.
La menor volvió a asentir con la cabeza y salió de la oficina, dejando a Jack una vez más a solas. Sus manos estaban frías y estaba nerviosa, sería de las primeras novatas en resolver uno de los casos más importantes para el FBI, y eso la ponía un tanto ansiosa, quizás debería platicar con Bedelia en su próxima sesión.
Mientras la Omega sentía que estaba en el punto alto de su carrera, Jack se acercó a su escritorio y de allí sacó una botella de whiskey junto a un vasito. Al principio puso solamente dos dedos, pero negó con la cabeza antes de casi llenarlo por completo, bebiendo su contenido en dos largos tragos pausados.
Las travesuras de Will iban más allá, y una parte de él sintió morirse.
๑ . ๑ . ๑ .
Después de haber conducido todo el día con cuatro paradas cada media hora para descansar, comer, recargar gasolina e ir al baño, finalmente estaba dejando Mississippi atrás y estaba entrando a Kentwood, Luisiana. La Omega soltó un pequeño grito victorioso, Abigail había logrado burlar a la policía y todo marchó en orden. Ahora sólo quedaba una hora para llegar a Baton Rouge.
Durante esa hora toda la música que sonaba en la pequeña radio del auto era feliz, sus emociones estaban desbordando por todo su cuerpo mientras sonreía tan emocionada, y a la vez estaba ansiosa, necesitaba esconder su pequeño Chevy y evitar que lo robaran o remolcaran, si hacían eso no podría regresar a casa a tiempo.
Esa hora pasó tan rápido, ya casi eran las siete de la tarde cuando estaba en Baton Rouge. Logró encontrar un pequeño motel de mala muerte donde pudo rentar una habitación sin tantas preguntas, de todas formas iba armada por cualquier duda que cualquiera quisiera entrar a la habitación, aunque no sería necesario. Solamente necesitaba estacionar su auto de la forma más o menos segura, y un sitio como esos no hacían preguntas, ni que se veía más joven para decir que tenía 18.
Ya “instalada”, salió por la ventana para bajar por la escalera de incendios, con una sudadera que cubría su cabeza. Caminaba a paso rápido, guiándose con su celular para encontrar el dichoso hospital, llevando consigo su navaja y una copia de su acta de nacimiento, en ella venía un folio de su registro, eso le ayudaría bastante para buscar en las pilas de documentos.
En cuanto llegó al hospital, se escondió entre unos arbustos, acechando la salida de personal. Necesitaba entrar a toda costa, y ver a una enfermera solitaria le dio la llave de entrada y esa estaba en esa maleta que cargaba. Sonrió mientras la seguía de lejos, tratando de mantenerse oculta de las cámaras de seguridad. La mujer se dio cuenta de que la seguían y comenzó a caminar extraño, metiéndose entre callejones hasta que Abigail la acorraló.
— ¿¡Qué quieres de mi!? — Se giró molesta y asustada para encarar a su acosador. — ¡Déjame en paz!
— No quiero hacerte daño. — Hizo su voz un poco más ronca, sacando su navaja. — ¡Dame tu bolso!
— ¡Vete a la mierda!
Ambas comenzaron a pelear por el bolso de gimnasia de la enfermera, hasta que Abigail jaló con fuerza y empujó a la mujer, haciendo que chocara con la pared y se pegara fuerte en la cabeza. La Omega se acercó y con suavidad checó su pulso, estaba viva pero inconsciente. Una pequeña chispa de remordimiento llegó a ella, comenzando a hurgar en el bolso hasta encontrar un uniforme limpio y bien guardado en una bolsa de plástico, al igual que un gafete de identificación.
— Algún día vas a perdonarme, amiga. — Torció la boca mientras la acomodaba bien y guardaba sus cosas de nuevo.
Tomó la bolsa y salió corriendo de allí, hasta llegar al hospital de nueva cuenta. Se escondió detrás de unos enormes contenedores de basura para cambiarse de ropa, usando un cubrebocas para cubrir una parte de su rostro, su cabello en un chongo un poco mal hecho como lo traía la chica cuando salió y subir bien el cierre, con tal de cubrir bien su cicatriz, de su sudadera sacó la navaja y la copia, una por si acaso y la otra era su guía. Al terminar y salir de su escondite, se vió en el reflejo de una ventana, lucía como toda una enfermera.
Sonrió levemente y avanzó más a la entrada, abriendo la puerta con ayuda del gafete robado. Entró dando pequeños pasos, pasos de ratón.
— Okay, Abbie. — Susurró mientras limpiaba sus manos sudorosas en el uniforme. — Sólo una miradita y nos vamos.
Comenzó a caminar entre la gente, nadie la notaba, solamente una que otra enfermera la saludaba y le deseaban un buen turno o le preguntaban cosas a las que ella podía dar respuestas vagas. Una enfermera alta con su cabello castaño ondulado y con algunas canas la miró detenidamente, escaneando su cuerpo. En su gafete sólo alcanzó a leer el apellido “Sanders”.
— Tú. — Le entregó unos papeles de forma brusca. — Lleva esto al archivo, ahora.
— S-si. — Susurró mientras los apretaba contra su cuerpo. — ¿Dónde queda el archivo?
La mujer giró los ojos y se alejó de ella.
— Molesta a alguien con tus preguntas, pero haz lo que te pido.
La Omega soltó un gruñido, después de buscar lo que necesitaba, iba a encargarse de esa mujer tan nefasta y grosera. Mientras, le pidió ayuda a un par de chicas que le dieron algunas indicaciones, y después de perderse un par de veces al fin llegó a aquella habitación. La falta de sueño había provocado que hiciera muchas tonterías, pero al fin estaba tan cerca, que incluso se sintió con más miedo que en su primer asesinato.
— Ay, gravedad… — Susurró mientras empujaba la enorme puerta. — Me has ayudado mucho, no me dejes sola ahora…
Con paso tembloroso y, por primera vez sintiendo inseguridad por lo complicado de su plan, entró en la habitación.
Notes:
Perdón por la tardanza, me dio una crisis por San Valentín y se me bloqueó el cerebro, tampoco ayudó mucho que estuve escuchando Light Shower en bucle por 15 minutos, por eso anda medio del culo este cap xd espero que ustedes se la hayan pasado mejor que yo. Prometo que ya las actualizaciones se van a regular, leer sus comentarios me levanta los ánimos 💕 Por otro lado, váyanse a la verga, ya casi llegamos a los 300 kudos 🤯 neta me hace muy feliz eso, gracias por todo el amor y el apoyo :'3 no sé si haré especial por los 300, pero lo más seguro es que el sig cap sea el especial... No sé, será cuestión de ver cómo avanzan las cosas jajaja en fin, un beso en la cola vvs gracias por todo el apoyo y el amor uwu
Chapter 32: You should never have crossed the Mississippi
Summary:
MUCHAS GRACIAS POR LOS 300 KUDOS AAAAAA la actualización de hoy es como un mini especial, por eso es más largo de lo normal uwu los amo, mi corazón es para ustedes
Notes:
Si tienen la oportunidad de ver Dogman, no la desaprovechen pinche película toda tonta me encantó
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Chapter Text
Debía de suponerlo, buscar en un archivo de hospital le tomaría más tiempo del pensado. En primer lugar, la iluminación del lugar era horrible hasta inexistente en algunos puntos, y la pequeña lámpara de la enfermera alumbraba muy poco, lo suficiente para poder leer los nombres de los archivos. Ese había sido otro detalle que casi no tuvo en cuenta, pensando que en un hospital la organización estaría mejor que en otros lugares, sobre todo al ver los enormes anaqueles llenos de cajas y carpetas.
Se equivocó.
Revisar documentos de hace quince años de un hospital relativamente grande se había convertido en una tarea tediosa, y eso que ya había estado buscando en los libros de las salas de ginecología y obstetricia, al parecer necesitaban una mejor organización porque todo estaba demasiado revuelto. Había papeles de enero en las carpetas de octubre y cositas así.
Lo único bueno es que ese lugar no tenía cámaras. ¿Para qué necesitarías cámaras en un archivo?
Abigail soltó un suspiro de frustración después de haber pasado treinta minutos sin leer nada, hasta que finalmente cayó en cuenta al ver unos papeles juntos en el suelo. Que estuviera todo revuelto por fechas era porque los archivos de obstetricia estaban revueltos con los de maternidad y pediatría para armar la carpeta de un sólo parto, una madre y su hijo.
— Maldita organización. — Soltó un suspiro. — Bien, sólo hay que buscar el de mamá…
Recargó su espalda contra uno de los anaqueles, provocando que una caja cayera sobre su cabeza. Estaba totalmente sellada con cinta adhesiva de la tapa, así que el contenido estaba a salvo en el interior. Se sobó la cabeza mientras observaba la caja y después hacia arriba, donde vio más cajas selladas de esa forma. Se hincó frente a la caja y buscó alguna etiqueta que le diera alguna señal. El exterior estaba maltratado por los años, olvidada en un rincón como muñeca vieja, y solamente tenía garabateado un “MATERNIDAD $”.
Con su navaja quitó la cinta con cuidado, tomando el primer archivo y comenzó a leerlo sin prestarle atención. Eran historiales médicos de Betas y Omegas que habían sido atendidos en ese hospital, ordenados alfabéticamente.
En vez de buscar por su mes de nacimiento, comenzó a buscar la H de Hobbs, pero antes de llegar a esa letra se sorprendió al ver una carpeta, de la cual sobresalía una etiqueta que decía en mayúsculas “GRAHAM W.”, eso era extraño, aunque el apellido Graham era un poco común, la W le generaba gran curiosidad.
Soltó un suspiro pausado mientras tomaba la carpeta y la dejaba a un lado, la revisaría más tarde para sacarse de las múltiples preguntas que estaban llegando a su cabeza.
¿Qué significaba eso? Will no podía tener bebés, algo dicho por él mismo. Entonces, ¿Qué hacía una carpeta con el apellido de Will en los archivos de maternidad? Quería pensar que todo era una loca coincidencia, porque Will le llegó a platicar que antes de llegar a Wolf Trap vivía en Luisiana, pero nunca le dijo en qué parte de Luisiana. No había forma de que orbitara todo alrededor de ellos, que su relación con Hannibal y Will era por puras relaciones biológicas y de conducta, nada más.
Sin dejar de revisar papeles, al fin llegó a la carpeta con el “HOBBS L.”, el archivo de su mamá. Sus manos temblaban mientras comenzaba a leer el documento, que consistía en mayor instancia de sus chequeos prenatales, ultrasonidos, medicamentos y demás, hasta que llegó el archivo de su día de nacimiento.
— Okay, Abbie… No te pongas nerviosa. — Susurró tomando la hoja entre sus manos. — Si aquí no hay una respuesta, puedes encontrarla en otro lado.
Cerró los ojos con fuerza antes de comenzar a leer, frunciendo el ceño molesta al ver que algo simplemente no cuadraba. Según decía que su madre dio a luz a las 38 semanas, pero se mostraba que el bebé había nacido sin signos vitales y se le realizaron reanimaciones, destacando lo difícil que había sido el parto y que Louise quedó inconsciente por la pérdida de sangre, recobrando el sentido al día siguiente del nacimiento. Arrugó la nariz mientras tomaba otro papel, pero cuando consultó el archivo siguiente, decía que el bebé había nacido con vida y que fue registrado como “Abigail Hobbs”, siguiendo con su acta de nacimiento y su papel del alta pero, de nuevo, las cuentas simplemente no cuadran.
En su acta de nacimiento decía que ella había nacido con bajo peso, mientras que en el papel donde decía que ella había nacido muerta tenía el peso de un bebé sano. No pudo haber bajado tan drásticamente de peso de un momento a otro, en horas.
Soltó un suspiro de frustración dejando caer por accidente los papeles, regándose por todo el suelo. La Omega soltó un grito silencioso mientras los recogía, tomando uno que cayó sobre la dichosa carpeta con el “Graham”. Eso era una señal, e iba tomarlo como lo que era.
— ¿Eres tú, gravedad? — Tragó saliva mientras guardaba los papeles en la carpeta de su madre y se acomodaba en el suelo. — Sí aquí están las respuestas que busco, dame una señal.
Volvió a cerrar los ojos al mismo tiempo que abría la carpeta, al abrirlos un papel muy distinto la recibió. No era la misma hoja de ingreso de su madre, incluso se sentía tosca en comparación a la suavidad que transmitía la hoja de maternidad, si es que eso tenía sentido. Aquella hoja de ingreso venía del área de urgencias, incluso estaba un poco arrugada por marcas de dedos que la habían apretado con fuerza. No leyó los datos más que el nombre, que para este punto ya no podía ser una maldita coincidencia.
“William Graham”.
Comenzó a sentir que el aire le faltaba, así que bajó su cubrebocas y bajó un poco el cierre del uniforme para sentir mejor la entrada de oxígeno a su sistema. Sus manos temblaban y un sudor frío comenzaba a recorrer su frente mientras leía con torpeza.
“Ingresa Omega de 24 años de edad con 29 semanas de gestación tras ser impactado por un vehículo en la calle. Viene acompañado de su padre. Presenta fuertes dolores abdominales al igual que sangrado en la parte baja, se programa a cesárea de emergencia para sacar al producto, se prioriza el bienestar de la madre”.
Ladeó la cabeza confundida, si es el mismo William Graham que ella conoce, entonces…
Se fijó en la fecha del papel de ingreso, ese accidente sucedió al menos dos semanas antes de que naciera, o la fecha que figuraba en su certificado de nacimiento. Leyó la parte de atrás del documento, donde especificaba las lesiones que había sufrido Will en el accidente, ver si podía relacionarlas con alguna dolencia de Will del presente.
Esguince en el cuello, fractura menor en la pierna izquierda, cadera y cóccix lastimados pero sin rastro de fracturas, cesárea de emergencia, torcedura de la mano derecha.
Quitando la cesárea, recordaba las veces que Will llegaba a caminar raro después de estar mucho de pie, en cómo recargaba su peso en su pierna derecha o en cómo decía que le dolía la espalda baja. Bueno, eran cosas que no probaban casi nada, Will era demasiado imprudente cada que podía y se lastimaba, no por nada ahora tenía esas marcas en la cara.
Llegando a los papeles de su interés, tomó la hoja de maternidad donde se especificaba que el bebé de Will nació prematuro y estuvo un par de semanas en la incubadora, que no había recibido sus cuidados prenatales en el hospital, solamente marcando un tipo de clínica de beneficencia en la ciudad vecina. Volviendo a hacer sus cuentas, esas dos semanas cuadraban con la diferencia que ella tenía con el bebé de Will.
Algo más que llamó su atención fueron las observaciones, un detalle que la hizo sentirse horrible por dentro.
“Durante el procedimiento, se le realizó al paciente una salpingoclasia, donde ambas trompas fueron cortadas y posteriormente cauterizadas”.
Will nunca lo había mencionado antes, simplemente sabía que el perfilador no podía tener hijos. ¿Él habría pedido esa cirugía a los doctores? No lo veía probable si todo eso pasó de emergencia, quizás Will ni siquiera estaba consciente cuando eso pasó, por todo lo descrito en el informe, Will estuvo tres semanas internado en el hospital y sedado por agredir a un par de enfermeras y a un doctor.
Okay, eso se escuchaba muy “Will Graham”.
Ella sabía lo mucho que sus padres querían un bebé, por algo la habían “adoptado”, porque Abigail llenaba un hueco en sus almas que quizás nunca podría sanar.
Soltó un suspiro cansada, le estaba dando sueño y leer todos esos papeles le estaban dando dolor de cabeza. Cuando pasó a los papeles de maternidad igual notó las mismas inconsistencias que estaban en los papeles de su madre. Por un lado, los datos de “Camille Graham” decían que había nacido viva, puesta en cuidados neonatales por nacer prematura y que el único que había entrado a verla era un tal “Abraham Graham”. En los datos del bebé tenía casi el mismo peso que en su acta de nacimiento y defunción, al igual que era un peso más cercano al que se lee en el acta de nacimiento de Abigail.
Estaba segura que en algún lado leyó ese nombre, pero no lo recuerda bien.
El documento posterior era un acta de defunción, donde la causa de la muerte fue el nacimiento prematuro y estrés fetal debido al accidente, combinado con el golpe. Todo estaba demasiado revuelto, su cabeza le dolía por toda la información que ahora tenía en compañía de todas las dudas que no la dejaban en paz, que empeoraron su malestar.
¿Por qué estaba todo tan puesto de esa forma? ¿Qué clase de hospital tiene estas cosas tan turbias? Porque todo se ve tan natural, que esos casos no eran los únicos en el hospital, ¿Qué cosas eran verdad y qué eran mentiras? ¿Cuáles eran todas estas coincidencias?
Se dejó caer de espaldas en el suelo, sobre toda esa pila de documentos. Sabía que, lamentablemente, en su país la salud era un negocio, una gran cantidad de dinero debió de estar en medio de esta situación, donde era obvio que su padre no estuvo involucrado, al menos no financieramente. El mundo estaba en su contra de alguna forma, porque Garret Jacob Hobbs no hubiera pagado tanto dinero por un bebé que al final terminaría matando, o quizás no estaba pensando en eso hace casi quince años.
— ¿Qué está pasando? — Cerró los ojos cansada. — Maldita corrupción… Sólo dame una pista más, una nada más, algo que despeje mis dudas…
Estaba comenzando a quedarse dormida, abrazando la carpeta de Will contra su pecho, hasta que escuchó el sonido de la puerta abriéndose. La Omega se levantó rápidamente, aún con los papeles en sus manos. Trataba de imitar los pasitos de ratón, aquellos de los que Will se quejaba hasta el cansancio, pero eran demasiado útiles.
Caminó entre los anaqueles, acercándose más a la fuente de luz más cercana que justo era la entrada. Un golpe seco se escuchó contra uno de los anaqueles, cosa que casi hizo gritar a Abigail hasta que estuvo a una distancia prudente. Observó entre las pilas de papeles y carpetas, tratando de mantener su respiración tranquila para no ser descubierta.
Una pareja se estaba besando con deseo, viendo que se trataba de un doctor y una enfermera… La misma enfermera que se había encontrado con ese horrible carácter. El doctor se veía alto, seguramente era un Alfa.
— Dios, ¿Dónde estabas hace veinte años? — Susurró de forma lasciva sin dejar de besar al doctor.
— Ya ves, nena, así son las cosas.
Abigail hizo una mueca de asco, hasta que una idea llegó a su cabeza mientras empuñaba su navaja. Mierda, esta vez no era su intención matar a nadie, pero si así tenían que ser las cosas. Esa enfermera podría ser su única ruta para las respuestas que tanto deseaba.
Mientras ellos seguían ocupados en lo suyo, Abigail se acercó por detrás con mucho cuidado. La vista de la enfermera estaba cubierta por el cuerpo del doctor, más lo ocupados que estaban no sintieron la llegada de la Omega. Se puso detrás del doctor e inhaló profundamente.
— Oh, eres perfecta mi amor. — Se separó un poco para verla con ojos llenos de deseo. — Voy a meterte toda mi ver- — Los abrió de sorpresa, soltando un gemido de dolor.
— ¿James? — Entrecerró los ojos mientras el Alfa se aferraba a su cuerpo. — ¿Qué te pasa?
La gravedad hizo lo suyo, las piernas del médico cedieron a su peso y cayó de lado, dejando ver a la Omega sin cubrebocas y con su chongo ya un poco suelto. Su mano derecha sosteniendo su navaja con fuerza, ya manchada de sangre al igual que unas pequeñas manchas salpicadas en la ropa. Abigail miraba al suelo y luego a la mujer, quien parecía estar en estado de shock.
— ¿Q-qué hiciste? — Miraba al doctor, donde se podía ver una herida bastante profunda y horizontal en su espalda, posiblemente perforó un pulmón. — ¿¡Quién eres!?
La Omega alzó su navaja de forma amenazadora, haciendo que la Beta se separara del anaquel y caminara para alejarse de ella, sin saber que estaba siendo guiada por Abigail hasta la parte de atrás de la habitación, donde la luz comenzaba a faltar. Corría con miedo, hasta que tropezó con sus propios pies y cayó al suelo en un golpe sordo, mirando asustada a la menor.
— ¡No me hagas nada!
— Shhhh. — Puso sus manos detrás de su espalda mientras miraba a la enfermera de forma calmada. — Usted y yo podemos llegar a una conversación civilizada y nadie saldrá herido, solamente necesito que confirme o niegue mis suposiciones.
La Beta la miraba un tanto asustada, perdida en aquellos ojos azules que, al notarlos mejor con la pobre iluminación que cubría el lado derecho del cuerpo de Abigail, le dio un escalofrío por todo el cuerpo. La Omega ladeó la cabeza, donde la cicatriz en su cuello se tensó un poco, la luz daba perfectamente en esa línea rosada oscura, no quería pasar desapercibida.
Un pensamiento rápido llegó a la mente de la mujer, uno muy oscuro que tenía miedo de confirmar.
— ¿Eres la hija de ese monstruo? — Su voz salió como un susurro. — ¿Del Alcaudón de Minnesota ?
— Hmmm… — Se llevó la mano libre a la barbilla, fingiendo pensar. — En el papel dice que sí, pero usted y yo sabemos que eso no es cierto, a menos de que yo estoy confundiendo las cosas o usted está mintiendo, así que podemos hablar como la gente decente, o…
Se puso encima de la mujer, una pierna de cada lado de la Beta y casi sentada sobre su regazo. La curva de su navaja encajaba perfectamente con la forma del cuello de la mujer.
— Usted verá su final de una forma trágica. — La Omega le dio una mirada penetrante. — Usted decide.
La mujer tragó saliva, sintiendo un sudor frío recorrer su piel.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¡Ella está viva, Hannibal! — Miró a su pareja con los ojos llorosos. — ¡Está viva, y la tenemos cerca!
La pareja estaba de regreso en la casa del perfilador, donde estaba envuelto en una manta y Hannibal le había preparado un té para calmar sus nervios. Will apretaba la taza con fuerza en sus manos mientras estaba sentado en la cama, con los perros a su alrededor. El Omega no estaba totalmente consciente del tiempo que había pasado desde que su padre se fue de su hogar, solamente que afuera de la casa se veía que ya estaba oscureciendo.
Y por lo lastimadas que estaban sus nudillos, se dejó llevar por la furia en su interior. Esperaba que su víctima no fuera su pareja o una persona. Pero, por lo que podía sentir, no habían salido de casa del Omega.
— Así es, Will. — Sonrió con extraña ternura. — Necesitamos arreglar todo para poder traerla a casa con nosotros.
Hannibal no se había despegado de su pareja en todo el tiempo que estuvo en ese estado mental, y al parecer su mente ya estaba recuperando la nitidez que la ira le quitó.
— Si, lo haremos. — Sonrió levemente ante el mimo de su pareja. — No saldremos a cazar en un tiempo, por si la policía o el Estado decide investigarnos.
— Lo que tú ordenes, querido. — Lo tomó suavemente de las mejillas. — Tenemos que casarnos cuanto antes, para facilitar el papeleo.
— ¡Mierda, si! — Su sonrisa se hizo más grande. — Hay que casarnos hoy y después podemos hacer la fiesta más jodidamente grande y pretenciosa que quieras.
Dejó su taza y comenzó a besarlo repetidas veces en los labios. Una vez que su padre estuvo lejos de su casa, al fin pudo pasar por todo el colapso emocional que seguramente llevaba años dentro del Omega. Hannibal, como buen Alfa y psiquiatra, estaba preocupado por su pareja. Sabía que necesitaba desquitarse con algo más, porque todavía tenía furia dentro de él, podía verlo en sus ojos. Soltar gritos y disparos al aire sin duda habían servido de algo, pero no sería suficiente.
Quizás una cacería como propuesta de matrimonio le ayudaría bastante, además de que tenía que buscar el anillo perfecto para Will.
— ¡Tenemos que llamar a Abbie! — Los ojos de Will se llenaron de un brillo especial, era precioso. — Tenemos que darle la buena noticia.
Los perros movían sus colitas emocionados por ver que su dueño se notaba más tranquilo, y que incluso ya se notaba más feliz y eso los tranquilizaba. El psiquiatra tomó la taza de las manos de Will y le dio un beso en la cabeza, dejando la taza a un lado.
— Tal vez… O podemos decírselo en persona. — Lo abrazó suavemente para comenzar a ronronear. — Cuando vayamos a buscarla a casa de sus padres de acogida. Necesitamos hacerle una habitación, adaptar un espacio para ella y tener todo listo para su llegada.
Will asintió repetidas veces con la cabeza ante las palabras de Hannibal, que el Alfa estuviera allí a su lado le daba la paz que seguramente ya hubiera perdido desde el momento en que su padre se presentó en su casa. Quizás su padre estaría tirado en el suelo con un plomazo en la cabeza después de aquella revelación.
— Tienes razón, hay muchas cosas que hacer por aquí… O allá en Baltimore. — Soltó un suspiro un tanto cansado. — Quizás necesitamos dormir, son muchas cosas por un día…
Hannibal asintió de nueva cuenta, abrazando con fuerza a su pareja mientras le dedicaba más ronroneos para tranquilizarlo, cosa que estaba funcionando pues la actitud aprensiva de Will ya se estaba disipando, podía sentirlo en la marca en su cuello. Sin embargo, algo dentro de él le decía que algo no estaba bien.
Ambos se acurrucaron en la cama, eran alrededor de las ocho de la noche, una hora muy temprana para irse a la cama por parte de unos asesinos en serie, pero normal en adultos cansados después de una bomba de información tan grande como la que habían vivido ese día.
Pero Hannibal se sentía inquieto, por más que se pegaba a Will en la cama o daba vueltas en la misma, no cambiaba nada. Ese mal presentimiento se alojaba en la boca del estómago que lo hizo levantarse y mover un poco a Will, ambos seguían vestidos así que, tal vez, ponerse algo más cómodo, le quitaría aquella molestia.
— Así que tampoco puedes dormir, ¿Eh? — Will frotó un poco sus ojos y después miró a su pareja.
— ¿También lo sientes? — El Alfa clavó su mirada en esos bellos ojos azules. — Lo siento, es mi culpa.
— No, tranquilo. — Se acercó a su pareja y lo abrazó suavemente. — Pensé que era yo el que no te dejaba dormir.
Ambos voltearon a ver el reloj en la mesita de noche de Will, apenas habían pasado unos escasos diez minutos desde que se habían metido en la cama, y Will sentía la misma sensación que su pareja, ajena a la marca en su cuello, era algo más. Era su instinto, algo en el aire se sentía pesado, como un susurro de advertencia que los tenía al filo de la incertidumbre.
Afuera, entre los árboles del bosque que rodeaban la casita de Will, estaba Jack con todo un equipo preparado, observando hasta esperar el momento adecuado para acercarse a la entrada. Clarice estaba a su lado, cubriéndose lo mejor que podía con la enorme chamarra del FBI que llevaba puesta. Ella igual sentía la presión en el estómago, un movimiento en falso podría costarles toda la operación. A lo lejos, muy a lo lejos pero listos para la acción, estaban Freddie Lounds y Frederick Chilton en un auto rentado, obviamente ellos no correrían el riesgo de llevar el tan llamativo auto rojo de Freddie o el Mustang de Frederick.
Ya suficiente estaban arriesgando con la fuente anónima que tenían en el FBI. Jack tenía su ratón, Freddie también lo tenía.
— ¿Cuánto crees que vayan a tardar en salir? — Soltó el psiquiatra en un suspiro pesado. — Los llevamos siguiendo desde Washington, y ya me está dando hambre.
— Oh, bombón, debes tener paciencia. — La pelirroja ajustaba su cámara. — Ellos lo sienten. Velo de esta forma: Encontramos el escondite de las ratas y afuera hay un gran trozo de comida, pero también una trampa. La curiosidad mató al gato, y eso hará que esos dos también caigan.
— Me encanta cómo piensas, mi reina. — El Alfa se acercó a su pareja y le dio un beso en aquellos rizos. — Espero tu señal, jefa.
La Alfa soltó un ronroneo de satisfacción, alzando la mirada para observar la casa de Will. Parcialmente estaba a oscuras, solamente un foco alumbraba la entrada. Freddie observó cómo algunos agentes armados salían de entre los árboles, hasta que algo los detuvo y tuvieron que regresar a su escondite.
— ¿Qué carajos está pasando? — Exclamó Jack al ver las luces rojas y azules que iluminaban la calle.
— No, esto no está pasando. — Soltaron al mismo tiempo la pareja ajena.
Una patrulla se detuvo justo en la entrada de la casa, de su interior salieron un par de policías y llamaron a la puerta. Hannibal se sorprendió un poco, pero quizás alguno de los vecinos había llamado por los disparos de Will y los policías apenas se dignaban a aparecer, a pesar de que aquello pasó cerca de las cuatro de la tarde, y después de eso siguió el colapso de Will, que pasó de desquitar su furia contra un árbol hasta pasar una hora sentado en la entrada de su casa con la mirada perdida en la nieve.
El Alfa abrió la puerta, observando a aquellos hombres con su rostro neutro, inexpresivo.
— Buenas noches, oficiales. ¿Hay algo en que pueda ayudarlos? — Hannibal se quedó en el umbral de la puerta, con Will observando desde la cama.
— Buenas noches, eh, si. — Habló el que parecía ser un Alfa. — Nos llamaron por ruidos de disparos y venimos a corroborar si todo estaba en orden.
— Gracias por la preocupación. — Dijo con un falso alivio. — Mi pareja y yo fuimos molestados por un intruso, pero no pasó a mayores. No volverá a pasar.
El aroma en el ambiente era abrumador para alguien con el sentido del olfato tan desarrollado como el de Hannibal. No solamente eran aquellos hombres frente suyo, podía sentir las feromonas llenas de adrenalina de otros Alfas cerca, disfrazando el inhalar el ambiente con un suspiro, fue allí donde los sintió.
El aroma tan penetrante de Jack Crawford y la ya no tan sutil fragancia de Clarice Starling. Estaban cerca, los tenían rodeados.
— Bien… — El oficial miraba extrañado al Alfa. — Si sucede un incidente así de nuevo, por favor llamen a la policía en vez de lidiar con el problema ustedes solos.
— Lo haremos, que tengan una buena noche.
El policía ajustó su gorra en forma de despedida y se alejaron de aquella casa. Hannibal se quedó en la entrada, observando cómo se retiraban y les hizo un pequeño gesto despedida con la mano. Will ya estaba detrás de él, siguiendo con la mirada la retirada de la patrulla.
— Están aquí, mylimasis. — Susurró con cautela. — Lo saben.
Todo el cuerpo del Omega se tensó al escuchar aquellas palabras, apretando los puños con algo de fuerza. La piel lastimada de sus nudillos se estiró un poco, provocando que soltara un quejido de dolor.
— ¿Puedes verlos? — Susurró de igual forma.
— Puedo olerlos. — La patrulla se perdió en la lejanía, dejando “solos” a la pareja. — Escucha, voy a cerrar y vamos a salir por la puerta de atrás, podemos perderlos si nos metemos en el bosque y corremos hacia el lago, hay distintos caminos. Allí los perderemos.
Hannibal al fin cerró la puerta para mirar a su pareja, quien lo miraba preocupado y asustado.
— ¿Y si te atrapan?
— No lo harán, pero si sucede eso… — Lo tomó de las mejillas y le dio un tierno beso en los labios. — Ve a Minnesota por Abigail, huyan de aquí… Hay un lugar para todos nosotros.
— ¿Simplemente te entregarás? — El Omega soltó un gruñido molesto. — ¿Nos vas a dejar solos a Abigail y a mi?
— No, confío en que ambos podremos ir por ella.
Will tragó saliva y asintió con la cabeza, tomó al Alfa por las mejillas y lo besó con todo su amor, un beso doloroso a manera de despedida. El corazón se le hundía en lo más profundo de su pecho, sintiendo la necesidad de aferrarse a Hannibal todo lo que pudiera. Ya lo había perdido una vez, no quería pasar por eso de nuevo.
Con cautela, ambos salieron de la casa de Will, seguidos sin darse cuenta por los perros. El equipo de Jack ya estaba listo, rodeando igual por la parte trasera. Como si hubiera algún tipo de señal, Hannibal y Will salieron corriendo de la casa con los perros detrás suyos, acción que provocó que los agentes armados corrieran detrás de ellos, lanzando disparos hacia la pareja para derribarlos sin matarlos.
Freddie y Frederick salieron corriendo de igual forma detrás de todo el equipo, donde la periodista seguía el rastro de Will y el psiquiatra el de Hannibal. Los cuerpos de la pareja se perdían entre los árboles y la oscuridad, y Will sintió su corazón romperse cuando escuchó a uno de sus perros soltar un chillido de dolor, eso lo hizo voltear, sin lograr ver nada.
Un par de balas llegaron a golpearlos. A Will le dieron en el hombro, mientras que a Hannibal una bala le rozó la pierna y ahora sangraba.
A través de su radio, Jack daba instrucciones que sólo los agentes podían escuchar.
— ¡Atrapen primero a Graham!
En un punto de su escape, Will pudo ver la silueta de Hannibal corriendo entre los árboles, con un agente muy de cerca. El Omega no lo pensó, se dejó llevar por sus instintos. Corrió en esa dirección y saltó encima del agente, tapando su vista con las manos. Otro par de agentes se acercaron para retirar al Omega, poder esposarlo al fin.
El Alfa corrió un par de metros hasta que se dio cuenta que todo el escándalo era de los tres agentes peleando contra Will, donde uno lo tomó del cuello de la camisa y lo jaló con fuerza hasta tirarlo al suelo. Al estar boca abajo sobre la nieve, tomaron sus manos y las pusieron detrás de su espalda, posteriormente otro oficial le puso las esposas.
Hannibal, observando cómo capturaban a su pareja como si fuera un animal, regresó sobre sus pasos con furia en sus ojos, sin notar a un cuarto agente que lo tackleó, derrumbando al Alfa hasta que estuvo en la misma posición que su pareja. Cerca de otros diez agentes más los rodearon con sus armas apuntando a la pareja.
De entre las sombras, Jack Crawford se acercó en compañía de Clarice y otro par de agentes armados.
— Hannibal Lecter, Will Graham. — Se quedó callado unos segundos, observando al par en la nieve. — Quedan bajo arresto por el homicidio de Mason Verger. Tienen derecho a guardar silencio…
Daba aquel discurso con un sabor amargo en la boca. Su mejor perfilador, al que llegó a considerar parte de su familia, ahora estaba esposado, con una herida en el hombro, rasguños en la cara gracias a su pelea con los agentes. Hannibal, el psiquiatra en el que puso tanta fe para la recuperación de Will, parecía ser el inicio de su perdición. Clarice no se sentía mejor, de alguna forma sentía que estaba traicionando a la pareja, así que desvió la mirada.
Quienes estaban atentos a la situación eran Lounds y Chilton, donde la pelirroja tomaba fotos a diestra y siniestra, teniendo un plano en secuencia de cómo la pareja era levantada de la nieve para trasladarlos a una de las camionetas blindadas.
— Dios mío, mi chica ardiente. — Exclamó el psiquiatra. — Esto es más que perfecto.
— Lo tenemos todo, mon chéri. — Sonrió emocionada. — Tengo el reportaje de mi vida.
La pareja se dio un pequeño beso para disfrutar del espectáculo. Hannibal y Will eran llevados casi a rastras, con todo un equipo SWAT rodeándolos.
๑ . ๑ . ๑ .
Abigail sentía una extraña opresión en el pecho mientras escuchaba las confesiones de la mujer, y eso que ya la había abofeteado un par de veces cuando puso una actitud altanera con ella. Por alguna razón sentía que todo estaba mal en casa, algo había pasado y el aire se sentía contaminado.
O quizás, era que al fin estaba descubriendo la verdad que era tan amarga acerca de los hospitales de mierda. Que todos esos registros de las cajas selladas eran los que debían desaparecer, pero parecía que ni eso podían hacer bien.
— ¿Qué fue lo que pasó ese día? — Soltó un gruñido molesta, apuntando su navaja hacia el pecho de la mujer. — No el día de mi “nacimiento”, sino el día del accidente de William Graham.
La enfermera parpadeó, sorprendida. Claro que recordaba a ese Omega.
— Él entró a urgencias, lo trajo una ambulancia. — Tragó saliva de forma nerviosa. — No estaba herido de gravedad a pesar del golpe que le dio el carro, pero el mocoso venía preñado.
La Omega le hizo un corte rápido en la mejilla, con el ceño fruncido.
— No te desvíes. — Gruñó molesta. — ¿Qué pasó con el bebé?
La mujer se quedó callada de nueva cuenta, evitando ver a la adolescente encima suyo. Incluso sus labios se pusieron rojos por la fuerza que hacía para no hablar.
— ¡Responde!
— Se le practicó una cesárea de emergencia, para salvar la vida del bebé. — Cerró los ojos mientras hablaba.— Fue una niña, nació con vida pero era prematura, incluso era pequeña para un bebé de siete meses, pero eso sucede cuando un Omega oculta su embarazo, al menos eso se cree.
— Y esa niña… — Sintió sus ojos lagrimear. — Soy yo, ¿Verdad?
La enfermera asintió con la cabeza, abriendo los ojos para ver a la Omega.
— Un tal Abraham Graham te iba a ver a la incubadora todos los días que estuviste allí. — Habló despacio. — Él no te miraba con amor y cariño, era… Algo menos agradable.
— Odio, señorita Sanders. — Dejó salir sin rodeos. — Él me miraba con odio.
La Beta asintió de nuevo.
— Jamás había visto tanta rabia en una sola persona en los cinco años, en ese entonces, que tenía de servicio. — Suspiró. — Y eso que me tocó un caso donde un Alfa descubrió que el cachorro no era suyo por el color de piel.
— Si, si, puedo imaginarlo. — La menor hizo una seña con la mano para que siguiera hablando.
— Cuando llevabas una semana allí, encerrada y aislada… Aparecieron los Hobbs. — Su mirada rápidamente fue a la cicatriz de la Omega. — Todos los controles de la señora Hobbs estaban perfectos, pero a veces pasa que un parto se complica y uno, o los dos, mueren.
— Y así murió la hija de los Hobbs.
— Si… — Cerró los ojos mientras suspiraba. — Entonces, Graham padre nos propuso un trato, hacernos de la vista gorda mientras él cambiaba los documentos de su hija con los tuyos…
Algo no cuadraba en la mente de Abigail, al menos alguien debió darse cuenta de aquel cambio, además los registros estaban alterados.
— ¿Quién más lo sabe?
— Oh, querida, casi todo el departamento de maternidad lo supo. En ese entonces no éramos tantas como ahora, y bien dice ese dicho “Con dinero, baila el perro”.
— ¿Ese tal Abraham les pagó por su silencio?
— Se lo cobré, si somos precisas. — La miró de forma arrogante. — Se creía muy listo, pero le sacamos mucho dinero, por nuestro silencio y los documentos alterados. También nos ayudó mucho tu madre, es un caos. Me sorprende que no haya estado fichado como OPP, ahora por su culpa tengo una marca en el brazo. — Le mostró una cicatriz en el antebrazo de unos rasguños.
Era la primera vez en la vida que escuchaba que se referían a otra persona como su madre, alguien que no fuera Louise, y se sentía… Correcto. Un pequeño sentimiento de satisfacción cubrió su pecho, hasta que se interrumpió por unos suaves quejidos de la enfermera.
— Me estás aplastando…
— Dilo.
— ¿Qué? — La Beta la miró confundida.
— Quiero que lo digas, que salga de tu boca. — Miró a la mujer a los ojos. — Dime quién es mi mamá.
La mujer observó con temor aquellos ojos muertos, aquella mirada que desde hace casi quince años le quitaba el sueño en sus momentos de arrepentimiento. Vacía, muerta, fría.
— Ese tal William Graham es tu madre… — Soltó en un susurro. — Pero no sé dónde está.
— Pero yo sí… ¡Sé dónde están mis padres! ¡Mi mamá me quiere, mi mamá está en Wolf Trap!
Antes de que pudiera detenerlo, sus ojos comenzaron a soltar lágrimas, una mezcla de emoción y dolor, pensando en que al fin sabía la verdad, pensando en lo que no pudo ser, en cómo hubiera sido su vida, en todo. Pero, ahora, necesitaba saber más.
— ¿Y mi papá?
— No lo sé. — La miró indiferente hasta que la presión de la navaja en su cuello la asustó. — ¡Te juro que no lo sé! William Graham tenía toda su documentación en la clínica externa como madre soltera, lo juro.
La Omega alejó la navaja de nuevo, soltando un suspiro. Quizás eso podría preguntarle a Will una vez regresara a casa.
— Bien, creo que eso es todo. — Relajó un poco los músculos de los hombros. — Muchas gracias, me has sido de mucha ayuda.
— ¡Genial! — Sonrió de forma nerviosa. — ¿Ya puedo irme?
— Jhmmm, no. — Alzó su navaja hasta más arriba de su cabeza, tomándola con ambas manos. — No me gusta la gente grosera.
Comenzó a apuñalar a la mujer repetidas veces, quizás con todo el odio que sentía por ser separada de su madre, el odio que tenía hacia esa gente que prefirió el dinero a la felicidad de una familia. Quizás estaba liberando a su cuerpo de todo reprimido desde que Garret Jacob Hobbs comenzó a tratarla de manera diferente, cuando dejó de quererla.
No supo cuántas veces la apuñaló, pero se detuvo cuando escuchó ruidos en la entrada. Tomó la carpeta con los documentos de Will y se escondió entre los anaqueles mientras la puerta era forzada desde afuera. Vio una rejilla, seguramente era de un ducto de ventilación.
Como pudo, y con ayuda de su navaja, lo desatornilló rápido y se metió por aquel hueco, escalando con algo de dificultad las paredes hasta que por fin llegó a una zona donde podía ver el exterior. Se acercó a toda prisa, pateando la rejilla hasta que cedió y salió disparada hacia el frente. Salió del ducto y corrió hacia los contenedores de basura, no tenía tiempo de cambiarse así que se puso la sudadera y salió corriendo de allí hasta el hotel, subiendo de nuevo por las escaleras de emergencia. Había metido los papeles en la bolsa del gimnasio de la enfermera a quien le robó, así que estaban a salvo, un poco arrugados y manchados de sangre, pero a salvo.
En su huída, pudo escuchar muchos gritos que venían del interior del hospital, la habían encontrado.
Entró en la habitación con la adrenalina al tope, dejando el bolso en el suelo y comenzó a desvestirse, necesitaba darse un baño y deshacerse del uniforme de enfermería, estaba inservible ahora. Terminó de ducharse y se puso la ropa de gimnasio limpia que encontró en el bolso, así podría viajar cómoda.
Y, casi como si se hubiera acomodado el destino para ella, un mensaje de Molly le informaba que llegarían hasta el lunes en la noche debido a que hubo un problema en casa de Sam y necesitaban arreglarlo.
Abigail decidió pasar lo que quedaba de la noche allí, dormir un poco para partir a primera hora en la mañana. La Omega tomó su celular, observando el contacto de Will, lista para marcar, pero el sueño la venció, gracias a toda la descarga de adrenalina esfumada por el baño.
Abigail se quedó dormida con una sonrisa en el rostro. Ella no era una Hobbs, era toda una Graham y ahora conocía la verdad, al menos de su nacimiento, la otra mitad se la preguntaría a Will más tarde.
O tal vez no.
Notes:
Al menos actualicé en sábado jajajaja ay vvs la primera parte del capítulo súper me la saqué del culo, pero en parte está basado en cosas de la vida real. En resumen, una vez que mi mamá acabó en urgencias el pendejete del triage la canalizó mal, por suerte ese día no había tanta gente y pasó rápido, y ya cuando salieron del hospital resulta que la primera hoja de entrada "mágicamente" desapareció y mis padres no se dieron cuenta hasta que llegaron a casa, así que mucho ojo con esos detalles, más en aquellos lugares donde la Salud Pública es más un negocio que un derecho, pero aquí no es el lugar para ponernos políticos, aquí venimos a leer tragedias homosexuales jsjsjsjs POR CIERTO, posiblemente inicie mis prácticas en UnoTV 🤯 el logro de cualquier comunicólogo es estar en cualquier medio de comunicación, a lo mejor y ya me dan trabajo allí jajaja desénme suerte porfa. Y ya para terminar con los anuncios parroquiales, YA SOMOS 300 KUDOS, no saben lo feliz y agradecido que estoy por tanto amor y apoyo, neta que jamás pensé que a tanta gente le gustara mi historia y les estaré eternamente agradecido por todo su amor ❤💕
Chapter 33: I thought you were good, now you leave and leave me with my sorrow
Notes:
CONFIRMARON ANIMACIÓN DE STEEL BALL RUN SIIIII CABALLO HOMOSEXUAL DE LAS MONTAÑAS AUUUUU 👨🦽🏇🐴🐴✨
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Jack Crawford se encontraba en su oficina después de la captura de Hannibal y Will, con Clarice a su lado mientras revisaban la documentación de la pareja, detallando los cargos por los cuales habían sido detenidos.
Mientras que el Alfa leía los papeles sin prestarles la debida atención, la Omega leía cuidadosamente cada letra, cada punto, cada coma. Era el primer caso donde su participación había sido totalmente activa, donde se demostraba a sí misma que era capaz de sobrevivir en un mundo que no estaba hecho para ella, en un lugar donde reinaban los lobos y era vista como la débil presa.
Donde había lobos disfrazados de ovejas, ella era el cordero con traje de lobo. El humano vestido de bestia.
Cuando llegó a la parte donde se detallan los cargos en Hannibal Lecter, notó que no estaba la parte de la carne humana en las pruebas que habían realizado en la comida de Will.
— Jefe… Aquí hay un error. — La Omega le acercó el documento a su jefe, que parecía estar saliendo de un trance. — No están las pruebas de laboratorio…
Jack, suspirando un tanto pesado, tomó el papel de la mano de Clarice mientras leía sin prestar atención a las palabras.
— No podemos usarlas, Clarice. — Hizo una pequeña mueca. — No fueron tomadas al momento de la investigación, podrían usar eso en nuestra contra si lo descubren, fue más para confirmar una corazonada. Sin contar que no es ilegal el canibalismo más que en Idaho, simplemente no nos sirve.
— Pero su corazonada nos llevó a encontrar a dos asesinos en serie. — La Omega golpeó el escritorio. — Quizás, sólo quizás… Tengamos al Destripador de Chesapeake y al Copycat en nuestras manos.
Los hombros del Alfa se tensaron al escuchar las palabras de la Omega, mirándola de forma seria mientras el nudo en su garganta comenzaba a incomodarlo.
— Eso es algo que solamente tú y yo sabemos, o que sospechamos. — Carraspeó suavemente. — La prensa, los demás agentes, el mundo entero, hasta ahora, saben que ellos fueron los asesinos de Mason Verger, y así se debe de mantener hasta que el registro de sus viviendas y pruebas de laboratorio digan otra cosa.
La Omega iba a protestar, pero se limitó a apretar los labios por las palabras de su jefe. Si, tenía razón en ese aspecto, pero igual ella quería que la verdad fuera descubierta de una vez por todas, el mundo necesitaba saber qué clase de bestias habían estado a su alrededor.
— Pero, señor…
— Le he dado una orden, Clarice. — Dijo de forma tajante. — Se hará la debida investigación, la verdad saldrá por sí sola.
La chica parpadeó un par de veces de forma incrédula, pensativa. Soltó un suspiro mientras se levantaba de su lugar, dejando los papeles en el escritorio y tomando su bolso. Le dio una mirada de intriga a su jefe, queriendo hacerle más de una pregunta en tan corto tiempo.
— ¿Lo hace por el Dr. Lecter o por Will Graham?
El hombre soltó un suspiro un tanto pesado, sintiendo la respuesta a esa pregunta en el fondo de su garganta.
— Lo hago porque así es mi trabajo, Clarice. — Tomó los papeles que anteriormente estaba leyendo la Omega. — Hay veces que debes poner primero tu cerebro y luego tu corazón. Tienes un gran sentido de justicia, pero debes aprender a cuándo es bueno dejarlo salir.
Eso dejó más intrigada a la Omega, pero no dijo nada más y salió de la oficina, dejando a Jack con sus pensamientos revueltos, leyendo sin leer los documentos en sus manos con la excusa para sí mismo de estar haciendo algo. Había conocido por tanto tiempo a Will Graham, le había abierto las puertas de su casa, pero ahora todo eso parecía quedarse en nada. Trataba desesperadamente de seguir su propia orden, pero era un tanto imposible para él.
La paz no era una opción en este momento, se aproximaban días tan ajetreados para todos, y él simplemente quería olvidarse de todo por cinco minutos. No solamente del caso abierto en contra de Will Graham, también de los sentimientos que estaban taladrando en su pecho. Un orgullo roto, decepción, incredulidad. Tantos años dedicados a su carrera que la idea de tener hijos se veía lejana, hasta que el malhumorado Omega apareció en su oficina.
Al verlo la primera vez creyó que era un Omega víctima de abuso por la herida en su rostro, pero más temprano que tarde se dio cuenta de todo el potencial de aquel chico, uno que al principio le daba miedo, pero poco a poco comenzó a apreciar, a veces incluso lo asustaba pero ese Omega le demostró tantas cosas que tenía erróneas sobre aquel género secundario.
Llegó a verlo como un hijo, y pensó que Will lo había llegado a ver como un padre, pero al parecer el asesino en el Omega ganó más que la buena persona, y quizás parte de ello era culpa suya también. Recursos Humanos le advirtió de la inestabilidad de Will, incluso el Dr. Lecter se lo advirtió.
Si él no hubiera sido un idiota en lanzar a su perro rastreador a los lobos, quizás ahora mismo se estaría contanto otra historia totalmente distinta. Tal vez hasta Beverly seguiría con vida.
Y allí fue cuando lo comprendió. Una de las razones por las que estaba dudando tanto en el caso era porque le estaba dando el beneficio de la duda que Beverly le hubiera dado a Will. Ella sabía que su amigo no era perfecto, pero estaría de su lado hasta el final.
Eso lo hizo sentirse aún más culpable.
Por su culpa, Mason había asesinado a la Alfa, eso terminó de romper a Will hasta la última fibra de su ser. Puede que Hannibal haya aprovechado esa vulnerabilidad en el Omega para manipularlo y llevarlo a los rincones más profundos de su mente, porque en el subconsciente de Jack Crawford no estaba la idea de que Will podría matar por voluntad propia, era presa de las circunstancias.
Los restos humanos en la comida de Will estaban allí porque el psiquiatra lo había cocinado. Will podría haber comido carne humana sin saberlo, al igual que él mismo y su esposa lo habían hecho al ir de visita a casa del Alfa. Will era una víctima de las circunstancias, incluso ahora que su libertad había sido arrebatada. Era un cómplice, Will debía ser un cómplice.
Se estaba aferrando a ese pensamiento cuando Brian y Jimmy entraron a la oficina, interrumpiendo los pensamientos de Jack.
— Espero que sean cosas buenas. — Se acomodó en su asiento para ver a los dos agentes.
Ambos intercambiaron una mirada un tanto incómoda, peleando con las miradas por ser el portador de las malas noticias, cosa a la finalmente sucumbió Zeller.
— No, de hecho todo lo contrario… — Dejó una serie de papeles en el escritorio. — En casa de ambos se han encontrado restos humanos en los refrigeradores, unos que ya fueron analizados y han dado positivo con algunos de los cuerpos de las víctimas del Destripador de Chesapeake y del Copycat. El resto no han sido identificados, por ser víctimas desconocidas.
— Igual, en casa del Dr. Lecter, se encontraron las máquinas que tendría un carnicero para, pues, ya sabe… — Habló el Beta. — Igual tenemos un nuevo cuerpo.
— ¿Otro? — Soltó con exasperación y cansancio. — ¿Dónde?
— Riverside.
— ¿Y qué tiene que ver con el Dr. Lecter y Will?
— Es el cuerpo de Nicholas Boyle, su hermana fue la última víctima de Garret Jacob Hobbs. — Habló Brian mientras le mostraba algunas fotos de la escena. — Una pareja lo encontró mientras hacían voluntariado buceando bajo el agua para sacar la basura.
— Bien, pudo ser una coincidencia. — Crawford observaba las fotos detenidamente.
— Su cuerpo fue escondido de tal forma que esa persona no quería que lo encontraran… — El Alfa joven se rascó un poco la mejilla. — Estaba envuelto en una lona, las suturas con las que estaba cosido eran de grado médico.
— Y los nudos de cuerda para asegurar la lona son de un tipo especial, de alguien que ha trabajado en los muelles… — El Beta torció la boca un poco. — Y, si unimos todas las piezas…
— Podemos deducir que ellos tienen algo que ver con la muerte de Nicholas Boyle.
— ¿Ellos no lo mataron? — Jack se sentía frustrado, cansado y su cabeza comenzaba a doler por tantas cosas encima en tan poco tiempo. — Sean más claro, no estoy para sus jueguitos de adivinanzas.
— Él murió destripado, pero no es como las heridas que dejarían el Destripador o el imitador, el corte es muy torpe, no fue una situación premeditada. — Habló Brian mientras le mostraba un par de fotos. — El asesino es cercano a ellos, por eso ellos lo encubrieron.
— No es un “él”. — Respondió Jack. — Si alguien pudo matar a Nicholas Boyle, debe ser esa chica por la que Will se ha esforzado tanto por proteger.
— ¿Abigail Hobbs? — Preguntó Price. — Ella es prácticamente una niña traumatizada, no tiene malicia.
— ¿Y si no fue malicia? — Inició el debate Zeller. — Nicholas pudo estar buscando venganza por lo sucedido con su hermana y Abigail se defendió.
El Alfa mayor asintió con la cabeza mientras imaginaba la escena, aunque no le cuadraba totalmente en la ecuación que estuvieran el psiquiatra y el perfilador. Ellos debieron de estar cerca de Abigail para ayudarle a esconder el cuerpo, incluso ellos mismos pudieron estar supervisando sus movimientos, porque era muy extraño que en esta suposición todos estuvieran incluídos.
— No es un dato de relevancia, puede ser una coincidencia. — Sentenció Jack. — No lo descarten, pero no creo que tenga algo que ver con nuestros asesinos, o tan siquiera con Abigail Hobbs.
El dúo observó con curiosidad a su jefe. Estaba actuando un tanto extraño, pero en parte no lo podían juzgar totalmente, ellos habían estado enfrascados con el trabajo desde que comenzaron los análisis en el laboratorio para olvidarse por cinco minutos que estaban buscando restos humanos en la casa de su amigo, aquel Omega huraño al que le habían tomado tanto cariño y no en el aspecto protector de un Alfa o Beta con el género más débil, cariño genuino, porque era lo que pensaban sobre Will.
Era un Omega difícil de querer, como el perro que crece en la calle y querer meterlo a una casa dificulta las cosas, pero al final se gana el amor de todo el mundo.
Ellos jamás se imaginaron que una persona tan cercana sería un asesino serial, nadie quiere tan siquiera pensarlo, pero esa era su triste realidad. Todavía con Hannibal podían hacerse una idea, era una persona nueva en sus vidas, a pesar de ser alguien de quien menos se esperaría que matara gente. Los asesinos estaban escondidos en todo el mundo, unos destacan más que otros y ese era el caso de Hannibal Lecter, un hombre del que ninguno sospecharía, pero no sería demasiada sorpresa descubrir que escondía algo turbio entre esos trajes extraños y sofisticada comida. Era un enigma, como el propio Will. Quizás por eso habían congeniado tan bien, porque se notaba desde la distancia aquella conexión entre ambos, estaban hechos el uno para el otro.
— ¿Tienen algo más? — La voz de Jack interrumpió los pensamientos de ambos.
— No, jefe… — Habló el Alfa, dejando el resto de papeles sobre el escritorio.
— Bien…
Un oficial Beta entró a la habitación, con un poco de tensión en sus hombros. Su rostro mostraba serenidad, pero podía verse conteniendo varias emociones.
— Jefe, la Dra. Bloom ya está interrogando al Omega. — Se quedó parado en la entrada. — Lo están esperando junto con la señorita Starling y la investigadora Kade Prurnell del departamento de Investigación General.
— ¿Por qué Investigación General? — Alzó una ceja con curiosidad.
— Será mejor que le pregunte usted mismo en persona.
Crawford soltó un suspiro cansado, era la gotita que necesitaba para entrar totalmente en un estado de frustración total. Kade Prurnell lo había estado siguiendo de cerca desde una serie de incidentes con Will donde dos psiquiatras, entre ellos Chilton, habían destacado que el Omega no podía seguir tan expuesto a la violencia, ya que corría el riesgo de caer en un estado de psicosis por el deterioro de su psique gracias a su empatía, temiendo que llegara el momento donde él cometería una locura como el asesinato.
Will Graham ya estaba en la mira para ser un OPP, y él lo supo antes que el propio Omega.
Jack no había escuchado esa advertencia, obligando a Will ver escenas que superaban hasta al Alfa más valiente.
Cada gota de sangre, cada hueso expuesto, cada cadáver, cada destrozo… Cada uno fue una gota en la piedra, desgastando la superficie hasta quebrarla.
Hannibal no había sido el detonante, él lo sabía. Hannibal era un complemento a la mente de Will, el que lo motivaba a seguir sus pensamientos intrusivos, pero Jack Crawford era el causante de esos pensamientos en primer lugar.
— Iré en seguida, gracias.
Tanto el agente como los dos encargados del laboratorio salieron de la oficina del Alfa mayor, quien se cubrió el rostro con las manos y soltó un gruñido potente una vez estuvo solo, uno que retumbó en su garganta y hacía eco en la habitación. Se enderezó y acomodó su corbata, tomó su saco y salió de su oficina.
๑ . ๑ . ๑ .
— Will… — Habló suavemente Alana. — Si alguien te obligó a algo…
— Nadie me obligó a nada. — Soltó un gruñido bajito. — ¿Crees que soy un Omega manipulable?
Solamente llevaban unos diez minutos conversando en la sala de interrogatorios, con Will esposado a la mesa mientras Alana le mostraba algunas de las pruebas encontradas en sus escenas del crimen de sus víctimas junto a las imágenes de los “cuadros” del Destripador de Chesapeake. En un torpe intento de defender a Hannibal, había admitido ser el Copycat, porque sabía que su pareja correría el riesgo de adjudicarse los crímenes cometidos por Will y eso era algo con lo que el perfilador no estaba dispuesto a vivir.
En parte había funcionado, donde varios agentes ya estaban corroborando las muertes causadas por Will y las causadas por Hannibal. Pero ahora, lo estaban victimizando por su género secundario y su débil estado mental, donde Will había dicho más de una vez que él era consciente de sus acciones, que solamente él había participado en lo propio y bajo su propio criterio, pero Alana parecía querer convencerlo de lo contrario.
Esa conversación no estaba llevando a nada.
— Entonces dime, ¿Por qué son idénticas todas estas muertes? — Le mostró un par de fotos. — No me salgas con que es una coincidencia porque no lo creo.
— Porque no lo es. — Le mostró levemente los colmillos. — Yo decidí imitar esos cuadros del Destripador, nadie me obligó a hacerlo. Esa persona no era más que un parásito, yo le di un nuevo diseño.
— A tus ojos, ¿Qué es un parásito, Will? — La Beta dejó a un lado las fotos para cruzarse de brazos y verlo a los ojos. — ¿Qué persona entra en esa categoría?
— Ya sabes, criminales… — Desvió la mirada. — Hay personas que no tienen escrúpulos, no se tientan el corazón.
— Tú tampoco te lo tentaste al momento de acabar con ellos.
— Es diferente, sólo quiero un mundo libre de ellos. — Sus ojos se concentraron en una grieta en el suelo para evitar ver a la mujer. — Quería hacer lo correcto.
— Pero no lo es, nadie somos verdugos ni dueños de nada, mucho menos alguien que cree que matar es la solución para erradicar la maldad en el mundo, no funciona así. — Suspiró tranquilamente. — Will… Si hay algo que te atormente sólo dilo…
El Omega miraba el suelo hasta que al fin alzó la mirada para ver a Alana a los ojos, ladeando un poco la cabeza mientras sus irises se iban pintando con pequeños destellos dorados y una mirada llena de determinación y algo similar al rencor se hacía presente, soltando un gruñido ronco desde lo más profundo de su garganta, era débil a comparación de un gruñido Alfa, pero bastante poderoso para ser de un Omega.
— Casi siempre he sido así, Alana… — Comenzó a juguetear un poco con la cadena de sus esposas. — La muerte siempre ha estado presente en mi mente, pero nunca maté a nadie… Hasta que un hijo de puta creyó que era la víctima perfecta, ¿Para qué? No sé, quizás violarme, quizás matarme, quizás ambos.
Alana parpadeó un par de veces, asombrada por las palabras de Will cargadas de odio. Jamás, en todo el tiempo que llevaba de conocerlo, lo había escuchado hablar de esa forma.
— ¿Por qué no pediste ayuda? ¿Cómo te sentiste al matar a ese hombre?
El dorado se extendió por los ojos de Will, era más potente por el odio y ese tipo de dorado ya lo había visto en los ojos de Margot cuando hablaba de su hermano.
— Era joven, saliendo de mi trabajo de noche y embarazado, ¿Qué clase de ayuda me hubieran dado? — Volvió a mostrar sus colmillos. — Me habrían culpado de lo que me pasó y mi caso se hubiera archivado.
Alana tragó saliva, con un nudo en la garganta al escuchar tal declaración. Su ira está totalmente justificada a los ojos de Will.
— Bien, en eso puedo darte un poco la razón… ¿Y después? — Tomó una de las manos de Will entre las suyas. — ¿Por qué seguir?
El dorado se apagó un poco, sin dejar de mirar a Alana a los ojos pero con una determinación que ella jamás había visto en el Omega, ni siquiera cuando enfrentaba a Jack o a la pareja de Alfas, quienes basaban su vida en estarlo jodiendo.
— Porque me sentía poderoso. — Dijo casi en un susurro. — Pero soy un desastre, para encajar tengo que imitar, en todos los ámbitos, incluso en este. Y no quiero hacerlo, pero debo darle créditos a Jack por mostrarme al Destripador de Chesapeake. — El Omega giró la cabeza hacia el espejo de la habitación. — Me dio una fuente de inspiración.
Alana sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras volteaba a ver el espejo, ambos sabían que detrás de él estaría Jack observando el interrogatorio, quizás con el jodido ratón de Clarice y otros agentes.
El Alfa se llevó una mano a la cara, cubriendo sus ojos mientras los frotaba con desesperación. Clarice tenía la boca abierta ante esa declaración junto con otro par de agentes que estaban viendo el interrogatorio, pero la que menos parecía impresionada era Kade.
La Alfa se cruzó de brazos, observando a Jack con una mueca de disgusto y rechazo, pero también estaba un muy ruidoso pero a la vez silencioso “te lo dije”. Negó con la cabeza antes de volver su mirada al Omega esposado.
— Usted y yo tenemos mucho de qué hablar después de esto, agente Crawford.
Sentenció, escuchando cómo Will terminaba con su declaración diciendo que Mason era un hijo de perra por haberle arrebatado a su familia. Si él no hubiera asesinado a Beverly, seguiría en las sombras, porque ese crimen fue hecho por venganza, no para limpiar el mundo de la peste que era Mason Verger.
— La gravedad nos guía a puntos extraños, ¿No lo crees, Alana?
๑ . ๑ . ๑ .
Era una hermosa mañana en Baton Rouge, podía escuchar los pájaros cantar afuera de la ventana junto con el ruido de una ciudad que se movía por sí sola, sin importarle la presencia de la pequeña Omega en las calles. Abigail se había levantado temprano, se dio una ducha, empacó sus cosas y salió de la ciudad antes de las 7:00 a.m.
Había empacado unos cuantos bocadillos de la máquina expendedora antes de partir, pero su cuerpo le pedía algo más consistente. Pensó en aguantar el hambre, pero no duraría mucho y debía hacer el viaje de casi 18 horas con apenas dos o tres paradas para rendir todo el camino.
Encontró un pequeño restaurante diner modesto en su camino a la salida de la ciudad, así que se detuvo allí y bajó a comer. Nadie le prestaba atención, igual no había mucha gente en el local. Tomó asiento en la barra y fue atendida por una camarera un tanto cansada, pensando en que tal vez ya estaba a punto de irse a casa, el lugar era de 24 horas.
Ordenó el típico desayuno americano que le provocaría un infarto a su papá Hannibal, pero no importaba por el momento, lo que no sepa no le hará daño.
Sonrió y le agradeció a la mesera cuando puso el plato frente a ella, olfateando con cuidado los huevos, el tocino, los hot cakes y el jugo de naranja. Comenzó a desayunar lentamente, ajena al mundo a su alrededor mientras trataba de aguantar sus propias emociones. Ya había estado gritando en el auto un rato por la emoción de su descubrimiento, con muchas ganas de no regresar a Minnesota, ir directamente a Wolf Trap a abrazar a sus padres.
Mientras la Omega estaba perdida en sus pensamientos, un anciano y una mujer entraron al diner, tomando asiento de igual forma en la barra mientras conversaban.
— ¿Está seguro que se encuentra bien? Lo veo afligido. — Preguntó la mujer.
— Si, querida Rose. — Suspiró pesado mirando sus manos. — Simplemente estoy molesto, esperaba otro final para esto.
— ¿Uno donde su hijo no lo hubiera amenazado con un arma? — Soltó una risa sin gracia.
— Uno donde no fui un estúpido y no lo eché a perder desde el inicio. — Suspiró cansado. — Ojalá hubiera una máquina del tiempo para…
Su mirada se clavó en la chica a dos bancos de distancia de ellos, era muy joven como para estar sola, pero sabía bien quién era. La había visto en las noticias, reconocería esos ojos azules donde fuera, incluso esa nariz y perfil desafiante. Pero, sobre todo, la reconocía por ser una copia casi idéntica de su Gabrielle, su esposa y gran amor que seguramente debe estar odiándole desde el cielo.
— ¿Señor Graham? ¿Se encuentra bien? — Preguntó la Beta con preocupación.
La misma mesera se acercó a ellos, con un aire más familiar y relajado por ver caras conocidas.
— Rose, mi lindo y hermoso bombón. — Sonrió para la enfermera. — Y Abraham, viejo cascarrabias, tenía mucho tiempo que no los veía por aquí, ¿Lo de siempre?
— ¿Ah? Si, si, sabes lo que me gusta, Fanny. — Le respondió vagamente a la mujer mientras seguía observando a la menor.
La mesera y la enfermera se miraron confundidas, pero ninguna dijo nada. La chica se fue mientras la enfermera seguía observando al hombre mayor con ganas de regañarlo por ser tan imprudente. Abigail sintió la mirada sobre ella, tragando su bocado y volteando a ver a aquel hombre. Tenía un rostro un tanto familiar, era como ver a Will un poco mucho más mayor, pero también era muy diferente, tosco por sus rasgos de Alfa y de un hombre ya cansado, azotado por la enfermedad y una vida que estaba llegando a su fin.
— Ammm… ¿Puedo ayudarle? — Habló de manera tajante.
“Justo como Will” , pensó el Alfa.
— No, pequeña, tranquila. — Frunció un poco el ceño al caer en cuenta de la situación. — ¿Qué haces aquí sola? ¿Dónde están tus padres?
Abigail se puso un tanto pálida, mientras que Abraham se mostraba muy preocupado. Su nieta no estaba con sus padres, en ningún momento la vio y había notado la tensión en casa de su hijo, aunque debía recordarse a sí mismo que ellos no sabían sobre su parentesco con Abigail. Entonces había escapado de su casa de acogida.
La Omega se puso un poco nerviosa, el Alfa era demasiado intrusivo y temía por su seguridad. Afortunadamente llevaba su navaja en su suéter por si aquel hombre decidía perseguirla hacia su auto.
— E-ellos… Están en casa, me dejaron viajar a casa de mi amiga pero ya voy de regreso a casa. Me dio pena desayunar allí con ella y por eso estoy aquí…
Ambos sabían que esa historia no era creíble, pero ninguno iba a decir nada.
— ¿Por qué no desayunas con Rose y conmigo?
La Omega miró detrás del mayor y allí estaba una mujer de mediana edad que los miraba atenta, eso de alguna forma la hizo sentirse segura, la mujer podría pararlo si se le ocurría hacer alguna tontería. Abigail asintió y se acercó a la pareja con su plato y jugo, comenzando a hablar de manera un tanto incómoda mientras se adaptaban a la plática.
Abraham pudo ver algunos ademanes de Will en ella, como la forma de alzar el labio, la manera en que movía el tenedor al hablar o evitar ver a las personas a los ojos. Era como ver a Will en pequeño, y eso provocó que su corazón se apretara contra su pecho. El peso de la culpa lo estaba atormentando por haberle quitado lo más preciado que había tenido Will y él mismo en su vida. En esa incómoda plática, pudo pensar en alguien que no fuera él mismo.
Olvidó que su motivación para ir a Wolf Trap era para obligar a Will y a Abigail a irse con él a Baton Rouge para atenderlo en sus últimos momentos de vida. Genuinamente quería disculparse con su hijo por apartarlo de su nieta, poder formar una familia aún si eso significaba que la pareja de Will y padre de Abigail fuera un Alfa estirado sin modales con los mayores.
— Oiga, ¿Por qué me estaba observando hace un momento? — Preguntó Abigail sin mirarlo a los ojos. — Fue extraño.
— Oh, me disculpo por eso… — Se rascó un poco la nuca. — Es sólo que te pareces a alguien que conocí en mi juventud. Escucha, cuando te vayas de aquí no te desvíes a ningún lado, ve directo con tus padres.
La Omega asintió con la cabeza, sintiendo la emoción y la adrenalina en su cuerpo al recordar a sus padres y lo mucho que quería abrazarlos.
— Lo haré, señor. — Sonrió emocionada. — Tengo mucho que contarles, los extraño mucho.
Un ronroneo sutil salió de ambos, compartiendo un momento íntimo sin que la Omega sospechara. Pero claro, no todo en esta vida podía ser feliz y alegre por cinco míseros minutos, la vida está llena de drama y la poca paz que existe se ve perturbada por externos.
— ¡Fanny! — Gritó un hombre, un camionero, desde una mesa lejana. — ¡Sube el volúmen de la televisión!
— ¡Ya voy, Joe! — Soltó la mujer molesta mientras se acercaba y hacía lo solicitado. — ¡Joder, aprende a pedir por favor! Idiota.
Abigail se molestó por lo grosero que era el camionero, pero esta vez lo dejaría pasar. Únicamente quería llegar a casa, estar con sus padres y sentirse en casa. Pero la voz de la mujer en el noticiero hizo que tanto ella como el anciano y la Beta dirigieran su vista a la televisión.
— Anoche se llevó a cabo el operativo y posterior arresto de los implicados en el asesinato y desmembramiento del empresario cárnico Mason Verger. Se trata de una pareja conformada por un agente del FBI llamado William Graham y su psiquiatra, Hannibal Lecter. Ambos intentaron huir pero fueron aprehendidos en la residencia del Omega. Las autoridades ya están investigando para mandarlos a juicio. — En la pantalla se mostraba un video demasiado movido por la persona que estaba grabando y después varias fotos en secuencia de cómo esposaban a la pareja, junto a la presentadora en pantalla. — Las imágenes fueron compartidas por el TattleCrime a través del diario virtual. Los tendremos actualizados con los detalles del caso.
— ¡Al fin arrestaron a esos desgraciados! — Gritó el camionero desde su lugar. — Ya no se puede confiar en nadie, carajo.
Abigail se había quedado muda mientras observaba la pantalla con sus ojos llenos de lágrimas, observando las fotos de los rostros de sus padres. Su corazón se hizo pequeño en su pecho, tenía que liberarlos, ahora más que nunca. No había corrido tantos riesgos como para ser separada de su familia.
— Mamá, papá… — Dejó escapar entrecortado de su garganta, de repente se sentía seca.
— Oh, Will… Tú no… — Susurró muy quedito el Alfa.
Abigail comenzó a comer rápido su desayuno y sacó torpemente su cartera, pero el anciano la detuvo cuando vio lo que hacía.
— No te preocupes, querida, nosotros lo pagamos.
— Pero… — Su labio tembló un poco.
— Pero nada, debes volver a casa de tus padres y se hará tarde.
Abraham había interpretado la angustia de Abigail con miedo, miedo a lo que sus padres tenían bien escondido y que regresar con su familia de acogida sería lo mejor. Su instinto Omega buscaba ponerla a salvo, y quería aferrarse a esa idea aunque sus alertas le decían que estaba equivocado.
— Gracias, de verdad…
El mayor le hizo una seña con la mano para que no se preocupara y siguiera con lo suyo, él quería que la menor se fuera para refugiarse en casa. Quizás ella todavía no estaba enterada de la verdad y solamente había sido una niña tonta como su madre y escapó de casa por un fin de semana alocado. Por favor, que fuera es la razón por la que estaba tan lejos, que solamente quería sentirse aventurera.
La menor tomó sus cosas y salió del diner hacia su Chevy, entrando y soltando un grito Omega apenas perceptible en el exterior gracias a que los vidrios estaban arriba. Dejó salir sus lágrimas mientras golpeaba el volante con fuerza, estaba enojada. Con el FBI, con ese periódico de mierda, con todo el mundo, con el hombre que debería llamar abuelo por hacer tremenda estupidez de entregarla con un monstruo, en fin, con todo el mundo.
Apretó el volante del auto con fuerza y arrancó, con una misión en mente y una determinación en su mirada.
Debía liberar a sus padres, irse juntos a casa y ser una familia como siempre debió ser.
Notes:
Hey actualicé a tiempo (finjamos que no desaparecí) :3 si, ya sé que me desaparecí como por un mes, pero sigo viva lo prometo uwu pasaron varias cositas que me desmotivaron un poco: no me quedé en UnoTV, me encontraron bolitas en la tiroides (afortunadamente solamente hay que vigilarlas), mi rodilla se salió dos veces y otros pedillos más que nada emocionales, pero seguimos aquí, sigo yendo a mis citas médicas :3 el lado positivo es que veré a Avenged Sevenfold (mi banda favorita) en octubre y, si consigo dinero antes de la fecha, pueda ver a Mads Mikkelsen en junio así que manifiesten conmigo 🥺🥺 a grandes rasgos, eso sería todo vvs la historia continúa y este pequeño descansito me ha ayudado un poco uwu los amo y gracias por la espera 💕✨
Chapter 34: Who wants to come with me and hide in the sky?
Chapter Text
Si el interrogatorio con Will había sido difícil, con Hannibal había sido de lo más agotador que Jack ha experimentado en todos sus años en el FBI. Todo recae en Jack queriendo culpar a Hannibal por su “descenso a la locura” y convertirse en lo que ahora era, pero el psiquiatra lo miraba profundamente, dispuesto a proteger a su Omega a toda costa.
— ¿Quebrar la psique de Will Graham fue algún juego sucio, Dr. Lecter? — La mirada de Jack era profunda.
— No podría llevarme el mérito de aquello, Jack. — Juntó sus manos y las puso sobre la mesa. — Fueron años de negligencia médica en su caso, en eso será lo único que le daré la razón al Dr. Chilton, incluso yo mismo te dije la primera vez que vi a Will que él no necesitaba a alguien que lo salvara del exterior, sino de sí mismo, ¿Lo olvidas?
El Alfa, detrás del vidrio, infló el pecho con orgullo ante su reconocimiento. Al fin alguien le daba la razón y la validación que tanto había estado deseando, aunque ahora viniera más por parte de un posible asesino serial. Kade simplemente negaba con la cabeza y anotaba algunas cosas en una pequeña libreta que llevaba consigo, Clarice sólo se limitaba a observar.
— Y todo empeoró cuando apareció en el cuadro.
— No fui yo el que apareció, yo llegué desde mucho antes a la vida de Will. — Ladeó la cabeza un poco. — Te estás inclinando al lado equivocado de la balanza, Jack. Tienes el juicio nublado, ¿Es el aprecio que le tienes a Will? ¿Tu propio instinto que es incapaz de verlo de otra forma? De la forma que yo lo veo, quizás.
— ¿Y cuál es esa forma?
Hannibal entrecerró los ojos, clavando su mirada en la del agente. En la habitación, Hannibal era el Alfa más imponente, pero Jack no se rendiría tan fácil, quería verlo flaquear aunque sea por un poco.
— Tú lo ves de dos formas: Como el Omega indomable o como una herramienta. — Pegó más su espalda al respaldo de la silla. — Gracias a ti, él se autopercibe como un mártir… Tu mártir. Yo lo veo como lo que es, un ser humano, un ser igual a mi.
Jack apretó los puños molesto, tratando de mantener la compostura frente al contrario para no darle la satisfacción de verlo errático, pero Hannibal podía oler la molestia del Alfa, sonriendo muy levemente, apenas y alzó las comisuras de los labios.
— Alguien golpeó el panal equivocado, Jack. — Ladeó la cabeza hacia el otro lado, sin quitarle la mirada al contrario. — Podrías preguntarle a Mason Verger las consecuencias de ello, pero me temo que eso es imposible. O tal vez a Abel Gideon, es una lástima que nos haya dejado hace tantos años.
Esa confesión lo hizo cambiar su ceño fruncido para ver a Hannibal a los ojos con incredulidad. Abel Gideon, un Beta que había asesinado a su esposa y luego haber gritado a los cuatro vientos que él era el Destripador de Chesapeake, y después apareció muerto y expuesto frente al Hospital Estatal de Baltimore para Criminales Dementes, mismo que era administrado por Frederick Chilton. El Beta estuvo encerrado en dicho hospital hasta que la Corte falló a favor de Gideon y lo dejaron libre. Su destino fue morir y ser una brutal representación del Hombre Herido, mostrado ante todo el mundo sin más, como una advertencia.
El caso se había tomado como una especie de venganza por parte del verdadero Destripador de Chesapeake, alguien celoso de que otra persona se robara el crédito de su trabajo, algo que no concordaba con la personalidad de Hannibal. O lo que el Alfa dejaba ver a través de su máscara de persona.
¿Cuál era la verdadera cara de Hannibal Lecter?
— Ese fue un asesinato. — Carraspeó un poco. — Fue cometido por el Destripador hace muchos años, una advertencia para los plagiadores y quien fuera a robarse el crédito.
— Y que por tantos años no has podido capturar, Jack. — Se puso recto sin dejar de ver al Alfa. — Pero si estoy aquí, es porque la gravedad así lo quiso.
La expresión de Jack se torció ante las palabras de Hannibal junto a la gente en la otra habitación escuchando el interrogatorio. Clarice tuvo que cubrirse la boca para evitar gritar por la sorpresa, otro agente comenzó a moverse ansioso de un lado a otro. El Destripador de Chesapeake al fin había caído, de la manera más estúpida y hasta cómica, porque Jack Crawford no se veía a sí mismo capturando al asesino que le dio tantos dolores de cabeza de una forma tan ridícula, que incluso para Hannibal debía ser una vergüenza.
Si el Alfa se había desenmascarado de esa forma frente a Jack era por una razón: Proteger a Will. Si no lo vinculaban a proceso, podría salir de prisión e ir a buscar a Abigail, ir a un lugar seguro donde ni Jack, Freddie Lounds o el FBI fueran a encontrarlos. No estaba consciente de la confesión de su Omega como el Copycat, incluso rezaba en su mente para que Will no dijera nada.
Hannibal tenía años sin rezar o encomendarse a Dios, y ahora lo estaba haciendo.
El Alfa frente suyo volvió a su postura rígida, mirando de manera desafiante al psiquiatra antes de levantarse de su silla.
— Tomaremos las declaraciones de ambos, Dr. Lecter. — Infló un poco el pecho. — Will tendrá suerte si lo trasladan a Green Dolphin, pero usted tendrá un lugar en el BSHCI.
Ninguna de esas dos opciones le gustaba a Hannibal. Él podía lidiar con la presión de estar encerrado, siempre podía perderse en los pasillos de su palacio mental, pero Will no soportaría el encierro, odiaba sentirse preso, era capaz de matar a cualquier compañero de celda con sus calcetines y tenerlo en aislamiento era aún peor.
— El único crimen donde Will es culpable es lo que hicimos con Mason Verger, un ajuste de cuentas si quieres verlo de esa forma.
— No trate de cubrirlo, doctor. — Sentenció Jack. — Él ha dicho todo lo que necesitábamos saber.
La expresión de Hannibal cambió de una casi burlona a la incredulidad, mirando al Alfa frente suyo. Jack pudo sentir esa victoria semi amarga en la boca al verle caer aunque sea un poco de su serenidad.
Oh, Will…
— Les espera un juicio muy largo, les recomiendo que descansen todo lo que puedan. — Se levantó de su asiento. — Usted podría testificar en contra de Will en el caso de Mason Verger y viceversa, pero sería incriminarse el uno al otro.
El moreno sabía dónde atacar, Hannibal haría mil y un cosas con tal de proteger a su pareja, era un instinto tan primitivo que incluso él lo entendía perfectamente, en caso de que alguien buscara lastimar a su adorada esposa. Pero el psiquiatra era todo un misterio a sus ojos, no sabía si reaccionaría como un buen Alfa o sería un hijo de puta.
Pero, por el color rojo oscuro en los ojos de Hannibal, pudo darse cuenta que él no sería un desgraciado que lanzaría a su Omega a los lobos. No dejaría al perro rodeado de leones para morir solo, porque la furia en la mirada del Alfa delataba que sería capaz de quemar el mundo entero si alguien se sentía lo suficientemente valiente como para tocarle un sólo rizo a Will de manera inapropiada.
El rubio cerró los ojos y soltó un suspiro pesado, despejando la ira de su interior para darle paso a la indiferencia.
— Si no te molesta, Jack. — La voz de Hannibal sonó un tanto fría, seca. — Me gustaría hacer una llamada.
Jack miró a Hannibal, buscando algo en su actuar que lo fuera a delatar más en los crímenes que ha cometido, pero no había nada en el Alfa. Clarice le había mencionado la habilidad del Alfa de mantener la calma hasta el último momento, antes de dejar salir a la bestia, pero no sería tan descuidado para hacerlo en un lugar donde no tenía la ventaja.
— Si, en un momento lo escoltarán a la zona de teléfonos. — Jack se acercó a paso lento a la salida, volteando a ver a Hannibal por última vez. — ¿Puedo preguntarle el por qué de sus acciones?
El Alfa no lo miraba, simplemente se mantuvo callado en los segundos más eternos tanto para Jack Crawford como para los oyentes en la otra sala.
— Me molesta la gente grosera.
Ambos se dieron una extraña mirada, cerrando la conversación entre ellos. Jack cerró la puerta y observó al par de agentes que resguardaban la puerta.
— Quiero que cada una de las palabras que salgan de su boca queden grabadas.
— Así será, jefe. — Habló un oficial mirando serio al Alfa. — ¿Y Graham?
— También, no quiero que le quiten los ojos de encima a esos dos, puede que digan algo de forma inconsciente. — Los pasos del Alfa resonaron por el pasillo.
— ¡Lo haremos, jefe! — Gritó el otro guardia mientras Jack se alejaba.
Kade y Clarice salían de la otra habitación, con la Omega todavía en shock ante la confesión de Hannibal. Ella lo había notado, pero a la vez había sido tan ciega que le dolía el pecho de pensar en todas las veces que estuvo cerca de ese par, que si hubiera prestado más atención lo habría descubierto desde mucho antes, quizás sin tanta sangre derramada. En el fondo se sentía culpable, se estaba cargando en la espalda una responsabilidad que no era directamente suya, impuesta por Jack Crawford.
— Eres excelente, niña. — Habló la Alfa. — Alguien tan joven, alguien cuerdo al fin en este sitio de locos. Tienes un gran futuro, pero más te vale mantener esa mente tuya limpia, no quiero que otra joven promesa se pierda en las aguas negras de su propia mentalidad.
— Si, jefa… — Soltó un suspiro pesado. — Lo haré, ya estoy en terapia…
— ¡Excelentes noticias! — Sonrió mostrando los colmillos. — Deberías ir a contarle a tu terapeuta tu gran hazaña. — Golpeó la cabeza de Clarice con su pluma. — Cuida bien esa mentecita tuya.
El sonido de los tacones de Kade hizo eco mientras se alejaba del lugar, dejando a la Omega con más de una emoción encontrada, pero seguiría el consejo de su superior en ir con su psiquiatra. Sus pasos siguieron el lado contrario de las oficinas, directo a la salida con un único objetivo en mente.
Había muchas cosas que tenía que contarle, y otras más que discutir con ella.
๑ . ๑ . ๑ .
— ¡Bedelia! — Entró molesta a la oficina.
La Alfa estaba sola, anotando algunas observaciones de sus pacientes mientras bebía un poco de vino. Su próxima cita sería en dos horas así que podía darse ese pequeño trago mientras tanto. Alzó la mirada del papel al ver a la Omega entrar furiosa y jadeante a su oficina, parecía que había corrido todo un maratón hasta llegar con ella.
— Señorita Starling, no tengo registrada una cita con usted para hoy. — Se enderezó mientras tomaba su copa.
— ¡Lo sabías! — Se apoyó en el escritorio, quedando cara a cara con la rubia. — ¡Sabías lo que eran desde un principio y nunca dijiste nada!
— Hey, aguarda. — Dejó su copa de regreso en el mueble y se levantó. — No tengo idea de lo que sea que me estás acusando, así que te pido que seas clara.
La Omega bufó, acercándose más a la Alfa con el dorado cubriendo sus ojos azules.
— ¡Sabías que el Dr. Lecter y Will Graham eran asesinos y nunca dijiste nada!
Bedelia no cambió su expresión en lo más mínimo, observando de forma seria a la Omega frente suyo. Se separó de ella y caminó al pequeño armario donde tenía su minibar, con pasos suaves y el leve sonido de sus tacones. Sirvió un poco de whiskey para la menor y le entregó el vaso, todo en silencio. Con una mano señaló el diván donde sus pacientes se recostaban para sacar todos sus traumas, y ahora Clarice tomaba asiento en ese lugar.
— Te dije Clarice. Folie à deux. — Tomó asiento en su habitual sillón. — Llegará el día en que Will Graham se dejará ver más allá de quien sostenía su correa, es allí cuando el Destripador de Chesapeake se dejará ver.
Clarice miraba furiosa a Bedelia hasta que las feromonas de la Alfa comenzaron a liberar la tensión en sus hombros, como una especie de sedante al fuego que crecía en su interior ante la frustración.
— Pero, no lo entiendo… — Miró el vaso entre sus manos. — ¿Tú sabías que el Dr. Lecter era el Destripador?
La rubia le dio un trago suave a su vino, pensando un poco en su respuesta.
— Sé de lo que es capaz, simplemente por saciar su curiosidad. — Alzó un hombro para restarle importancia. — Si alguien le parece interesante, lo moldeará a su gusto hasta que logre su cometido, justo como el chico bestia de hace unos años… Ese tal Randall Tier. Era un paciente peculiar, después de pasar por las terapias de Hannibal terminó siendo lo que conocemos ahora, e incluso el mismo Mason Verger.
— ¿Y Will Graham? — Preguntó de forma desesperada, una pequeña justificación para las acciones del Omega mayor. — ¿Él también fue una víctima del Dr. Lecter?
Bedelia suspiró con pesadez, buscando darle suspenso a la situación sin mirar a Clarice a los ojos hasta que al fin encontró las palabras adecuadas.
— Will Graham fue víctima de su propia mente. — Se enderezó en su lugar. — Hannibal no necesitó hacer nada, porque en Will no encontró diversión, encontró un igual. Ellos no son una moneda de dos caras, ellos son el Rey de Picas, ambos sostienen la espada.
La Omega parpadeó confundida, bebiendo el contenido de su vaso de un sólo trago mientras temblaba ante el sabor amargo del licor quemando su garganta.
— El detonante del señor Graham fue la muerte de Beverly Katz…
— Eso fue lo que provocó que saliera al mundo, y Hannibal fue detrás de él, porque los dos juntos son la bestia de dos cabezas.
Clarice se dejó caer en el diván, mirando el techo con un nudo en la garganta mientras el peso del mundo caía sobre sus cansados hombros. Sólo quería dormir, pero antes de tan siquiera considerar el descanso, se enderezó para encarar a Bedelia una vez más.
— Pero sigues sin contestar mi pregunta. — Entrecerró los ojos. — ¿Sabías que Hannibal era el Destripador ? ¿Si o no?
La Alfa negó con la cabeza, mirando a Clarice a los ojos para reforzar lo que ella decía, la confianza que quería que se mantuviera en ella.
— No pensé que sería capaz de matar gente, al menos no con sus propias manos. — Volvió a beber de su vino. — La noticia me tiene en shock al igual que a todo el mundo… Sin embargo, estoy sorprendida, más no asombrada. No es el tipo de situación en la que esperaba verlo, sinceramente.
La Omega parpadeó pensando, quizás era la primera vez que la psiquiatra no le estaba hablando de esa forma tan confusa y revuelta como solía hacerlo en sus terapias o en sus consultas, la enredadera se iba cortando poco a poco para dejar crecer las pequeñas hierbas.
— ¿Tenemos que esperar lo peor? Ya sabes, que algo salga mal…
La mujer asintió con la cabeza, como si pudiera adivinar que en el futuro las cosas podrían cambiar drásticamente en cualquier paso en falso, como si su instinto le estuviera advirtiendo de algo mucho más grande que se avecinaba, algo incluso más grande y temible que la captura de dos asesinos seriales, quizás habían molestado a la bestia oculta.
— Nunca está de más estar preparados, Clarice. — Bedelia se levantó para tomar el vaso de la Omega. — Siempre hay algo más grande que nosotros en la oscuridad, incluso más grande que Hannibal y Will.
— Jamás se puede estar lo suficientemente preparado para el caos…
— Mejor que nos tomen de exageradas, ¿No lo crees?
Clarice miró a Bedelia y asintió con la cabeza, dándole la razón una vez más ante sus preocupaciones a pesar de que ahora tenía una duda más grande rondando por su cabeza.
¿Qué podría ser tan grande que opacaría a Hannibal y Will? ¿Qué era eso que acechaba en la oscuridad?
— ¿Hay algo más que me escondas?
Bedelia se puso atrás de ella, dejando el vaso a un lado y la sostuvo de los hombros, las feromonas a Alfa llenaron las fosas nasales de Clarice y una corriente eléctrica recorrió su espalda y le hizo temblar un poco. El olor a alcohol, feromonas y el propio perfume de Bedelia eran demasiado para ella.
— Por ahora no hay que preocuparnos por eso, querida. — Hizo que la Omega se enderezara y mirara al frente. — Por ahora disfruta de tu gloria, de tu éxito. Lograste algo que ni siquiera tu mentor en el FBI pudo hacer, atrapaste dos pájaros de un tiro.
Clarice infló el pecho con orgullo, tratando de esconder sus miedos más profundos, dejar a un lado sus preocupaciones y centrarse en el ahora. Era cierto, estaba haciendo historia como la Omega novata del FBI que logró resolver el crimen que le ha dado tantos dolores de cabeza a Jack Crawford, la segunda Omega en el Quantico en ser escuchada y tomada en serio, y la primera en hacer sonar su voz sin recurrir a la violencia y al miedo.
— Disfruta de tu gloria, Clarice Starling.
๑ . ๑ . ๑ .
La noticia se había regado por todo el país, hasta el punto que los Foster ya conocían la clase de personas que eran aquellos en los que habían confiado la seguridad de Abigail más de una vez, que serían los primeros en testificar a su favor en caso de una posible adopción en el futuro. Ahora estaban aterrados ante la idea que la pequeña Abigail Hobbs pudo ser una víctima del Destripador de Chesapeake o del Copycat , donde ellos la hubieran entregado en bandeja de plata sin saberlo.
Una vez que regresaron de su viaje, tuvieron que explicarle todo a la menor, omitiendo los detalles del arresto de forma inútil pues las fotos tomadas por Freddie Lounds estaban por todos lados, ella tarde o temprano las vería. La pareja estaba tan asustada por el bienestar de Abigail, sobre todo por el cadáver de la jovencita que apareció en las cercanías de su casa. La culpa los llenaba por haberla dejado sola y asustada, muchas cosas que se juntaron en un sólo fin de semana.
La Omega tuvo que actuar como una mocosa asustada para ocultar sus verdaderos sentimientos. Sus lágrimas de rabia disfrazadas de miedo y shock, era una buena actriz si se lo proponía, Sam y Molly le habían creído ciegamente e incluso la abrazaron con fuerza en busca de darle consuelo. Ella lo aceptó porque realmente lo necesitaba, la habían separado de su familia una vez más, ahora consciente de su procedencia, pero estaba decidida en hacer algo al respecto.
Ya habían pasado quince días desde el arresto de sus padres, se encontraba en el bosque tallando pequeñas figuras de madera con la navaja que le había regalado Will. No era muy buena, pero necesitaba pensar en algo, distraer su mente en lo que llegaba el plan maestro, tratar de meterse en el arroyo, justo como lo haría su madre.
Por esa misma razón estaba cerca del río, el inicio de su viaje, lo que muchos consideraban como el inicio del Mississippi. Escuchar la calma del río le traía paz a su atormentada mente, que solamente pensaba en todo el daño que quería hacerle a Freddie Lounds, aquella Alfa pelirroja llegó al colmo de su paciencia.
Mientras la Omega pensaba en las miles de formas que podría exponer el cadáver de la pelirroja frente las oficinas del FBI, unos pasos se escucharon a lo lejos, apenas el sonido suave de ramitas rompiéndose debajo de los pies de algo o alguien. Había aprendido a identificar los sutiles ruidos del bosque, de las muy escasas veces que llegó a ver cazar a Garret Jacob Hobbs, sus escuetas lecciones junto con las de su madre a la hora de pescar le estaban sirviendo de algo.
Su cuerpo se tensó, pero trató de fingir que nada estaba pasando, no iba a dejar que aquello en la oscuridad la viera vulnerable. Ese era su bosque ahora, su lugar seguro, y nadie iba a quitarle la poca paz que le quedaba.
— Father, into your hands I commend my spirit. Father, into your hands… — Comenzó a cantar suavemente. — Why have you forsaken me? In your eyes forsaken me… In your thoughts forsaken me… In your heart forsaken me…
Los pasos se hicieron más ruidosos hasta que se silenciaron. Abigail se levantó de su lugar, dejando caer la figura a medias y mal hecha de un oso. Sostuvo su navaja con fuerza, bloqueando el sonido del río, por un momento pudo escuchar su propia sangre en su cabeza hasta que al fin lo escuchó.
Una rama rompiéndose, pero esta vez de un árbol.
Volteó hacia atrás, donde una figura se lanzó hacia ella y la tumbó en el piso. Gracias a su aroma, pudo deducir que era una Alfa femenina. Comenzó a forcejear con ella en el suelo, rodando hasta llegar al río. Golpeaba con fuerza con un puño, ya que la otra mano, la que sostenía su arma, era sostenida con fuerza.
La mujer, con la cara un poco cubierta gracias a una bufanda roja, luchaba contra ella para tenerla sometida debajo suyo, pero Abigail comenzó a patearla en el estómago hasta que logró quitársela de encima. La extraña cayó de espaldas y ahora fue turno de Abigail de ponerse arriba suyo, empuñando su navaja con destino al pecho de la mujer.
— ¿¡Quién mierda eres y qué es lo que quieres!? — Descubrió el rostro de la mujer, viendo que tenía rasgos asiáticos. — ¡Habla! ¿Te mandó uno de esos perros del FBI?
Sólo obtuvo silencio por parte de la extraña.
— ¡Habla ya, joder! — Colocó la navaja en la garganta de la Alfa. — ¡Será mejor que hables o contigo voy a practicar mi próximo cuadro!
La mujer cerró los ojos y, en un rápido movimiento, giró a ambas para volver a quedar como al principio, con la asiática encima de la Omega, sus ojos se tornaron un poco rojos, escaneando el dorado en la mirada de Abigail.
La Omega ya estaba pensando en cómo destrozarla, hasta que la extraña se dignó a hablar.
— Eres igual a tu padre. — Habló tranquilamente. — Aunque la brusquedad la sacaste de tu madre.
Eso provocó que la Omega soltara un gruñido molesta, sus ojos se pintaron más de ese dorado asesino mientras empujaba a la mujer sin mucho éxito.
— ¿¡Quién demonios te crees para hablarme así!? — Gruñó. — ¡No sabes quién soy!
La mujer ladeó la cabeza, dejando que su cabello sucio cayera hacia un lado.
— Por supuesto que sé quién eres, Abigail Lecter.
La Omega abrió los ojos de sorpresa, abriendo la mano que tenía su arma y dejando de poner resistencia mientras miraba a la mujer, como si un fantasma se hubiera manifestado frente a ella.
— ¿Qué? — La mujer le dio la libertad de enderezarse, cuando ninguna iba a atacar. — Corrección, es Lecter-Graham.
— Mil disculpas. — Hizo una muy pequeña reverencia. — Tu padre no me dio muchos detalles cuando hablamos.
Abigail dejó escapar un pequeño grito Omega debido al impacto, pero su boca fue cubierta por la mano de la mayor para silenciarla.
— ¿Qué haces? — Frunció el ceño. — Vas a atraer a alguien indeseado.
— L-lo siento. — Quitó la mano de la mujer de su boca. — Pero, ¿Quién demonios eres? ¿Cómo hablaste con mi papá? Mi mamá y él…
— Están encerrados, lo sé. — Se sentó frente a ella, Abigail la imitó. — Digamos que soy una vieja amiga de su juventud. Me presento, Abigail, mi nombre es Chiyoh. Tu padre me envió a cuidarte en su ausencia, en ausencia de ambos.
La menor observó a la Alfa por unos segundos eternos para ambas, hasta que comenzó a llorar, juntando y abrazando sus rodillas para esconder su rostro de la mayor.
— Mis papás… — Sollozó. — Justo cuando descubrí la verdad, me quitaron a mi mamá otra vez…
Ahora fue turno de Chiyoh de mostrarse confundida, volviendo a ladear la cabeza en espera de más respuestas por parte de la Omega. Abigail alzó la mirada, con sus ojos llorosos y la cara roja debido al llanto. Se sentía débil por llorar frente a esa desconocida.
— Ellos no lo saben, pero resumiendo… — Limpió sus ojos con la manga de su ahora sucia sudadera. — Hice un viaje muy exprés al hospital donde nací, tengo mi certificado de nacimiento original… Will Graham es mi madre.
La mujer colocó suavemente su mano en el hombro de la Omega, para darle una especie de consuelo torpe.
— Y Hannibal Lecter es tu padre. — Habló bajito. — No sólo por ser pareja de tu madre, es tu padre biológico.
Abigail abrió más los ojos, llenos de sorpresa ante las declaraciones de aquella mujer. Su pecho se llenó de emociones encontradas, ahora con más determinación e ira en su ser. Al salir de Luisiana, salió con una madre, y ahora en Minnesota descubrió a su padre. En un lapso de dos semanas dejó de ser una huérfana, la cachorra de una madre soltera, ahora tenía una familia completa. No importaba si sólo eran ellos tres, era más de lo que jamás soñó en esas noches en vela en casa de los Hobbs, donde no se sentía bienvenida.
Ahora todo estaba claro, ese lazo que los unía desde la muerte de su padre adoptivo no era una simple casualidad del trauma, de la necesidad biológica de proteger a la cría o de sentirse a salvo, era el puro instinto y unión familiar manifestándose desde antes de descubrir todo, poco a poco los muros iban cayendo.
Necesitaba liberar a sus padres, tenerlos cerca una vez más para ser una familia.
— ¿Tú cómo lo sabes? ¿Él te lo dijo?
La mujer asintió con la cabeza.
— ¿¡Cómo!?
— Él me llamó desde el lugar donde lo tienen encerrado, me dio muy poca información para localizarte. — Alzó un poco los hombros. — Eso y que tanto las casas de tus padres como el consultorio de tu padre están custodiados por la policía hizo esto más difícil, pero al fin te encontré. Una niña no debería estar jugando sola en el bosque.
— Sé cuidarme yo sola. — Soltó un gruñido, mostrando sus colmillos. — Si sabes todo de mi, entonces debes saber a lo que sobreviví.
— Sólo los detalles en televisión, conozco más de tu madre aunque no sé qué tan bueno lo sea. — Hizo un movimiento con la mano para restarle importancia. — Tu padre lo estuvo buscando como desesperado por quince años, y cuando lo encontró me mencionó una tontería de la “gravedad” o no sé qué cosa.
— ¡Eso se lo enseñó mamá! — Soltó incrédula. — Mamá habla de la gravedad cada vez que puede.
Chiyoh se limitó a asentir con la cabeza. No había lidiado con adolescentes desde que ella misma lo fue, y en ese entonces no eran tan ruidosos como la Omega frente suyo.
— Bien, espero que con eso me haya ganado tu confianza. — Sacudió un poco su bufanda, llena de ramitas y hojas secas. — A partir de ahora, mi papel es cuidarte durante el tiempo que ellos estén en prisión, tu padre está usando todos sus recursos para que tu madre salga, y así ustedes puedan reunirse y escapar a salvo.
Abigail agachó la mirada, analizando las palabras de la mujer hasta que algo se encendió en su cabeza, alzando la mirada para ver a la mujer a los ojos con una determinación que alertó a la asiática. Esa era la misma mirada de Hannibal cuando estaba pensando en cómo salirse con la suya.
— Dijiste que estabas aquí para cuidarme mientras mamá salía de prisión, ¿Verdad? — La Alfa asintió con la cabeza. — Entonces… No sólo harás eso, haremos algo mucho mejor.
Chiyoh cambió su expresión un tanto indiferente a una de ligera sorpresa, sin dejar de escuchar a la menor.
— ¿Qué planeas hacer?
Abigail la miró con una sonrisa de lado, la misma determinación que había visto en Hannibal tantas veces cuando alguien quería adueñarse de su trabajo.
— Vamos a sacar a mis papás de allí, a los dos. — Tomó su navaja con suavidad. — Tú vas a ayudarme, ¿Verdad?
La mujer la miró unos escasos segundos, para después hacer una reverencia ante la menor, dispuesta a seguir sus instrucciones. Tal vez se arrepentiría de aquello toda la vida, pero Hannibal era como un hermano para ella, alguien que podía verlo como su igual en un mundo que jamás estuvo hecho para ellos. Esa niña, de una manera muy extraña, le recordaba al psiquiatra en sus épocas de juventud, cuando pudo volver a hablar y ambos tomaban sus lecciones con Lady Murasaki.
Era un favor silencioso, un agradecimiento, un acto silencioso de hermandad aunque eso significara liberar a la bestia de dos cabezas.
— ¿Cuál es tu plan, Abigail?
Notes:
OMG KEEEEEEE ¿Actualicé a tiempo? Es un milagro de Dios y de las filas del IMSS 🤭 (cero recomiendo sacarse análisis de sangre y desvelarse 🥺) vvs les quiero compartir que oficialmente me han dado de alta de ginecología yupiiii ahora sólo debo tomar mi tratamiento por un año, pero todo va en orden 🥺 pero en cosas más importantes ¿¡YA VIERON EL ÚLTIMO POST DE BRYAN FULLER!? VAYAN AL IG DEL PATRÓN
Chapter 35: We on the fence between right and wrong, it's the same old thing
Notes:
Quien diga que el karma es una perra, sin duda no han probado la Metformina
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Sentía que habían pasado años desde que los encerraron hasta el momento del juicio, con el cuerpo entumecido en la fría celda, apartado de Hannibal. La tranquilidad que el Alfa le transmitía desde su marca era un consuelo para su atormentado corazón, pero no era suficiente, estaba preocupado por Abigail, el cómo habrá tomado la noticia, quizás nunca más vuelvan a verla y eso lo tenía de nervios.
Will cerraba los ojos, dejándose llevar por las aguas del arroyo, donde estaba con su hija pescando y con Hannibal esperando en la orilla junto a los perros con una fogata, listo para preparar una deliciosa cena y después ir a cazar en la ciudad, los tres juntos como familia.
Eso era lo que lograba mantenerlo cuerdo, porque cuando uno de los custodios pasaban junto a su celda lo sacaban de su pequeña fantasía, al igual que las visitas de su abogado, el hombre quería que Will testificara en contra de Hannibal, una forma de salirse con la suya y poder salir de prisión en menos tiempo, pero el Omega rechazaba la oferta.
No había forma en que pudieran incriminar a Hannibal por los asesinatos que él mismo había cometido, descrito con cantidad de detalle que, obviamente, sólo el perpetrador conocería. La evidencia en su casa tampoco ayudaba, solamente lo dejaban más en evidencia de la clase de monstruo que habitaba debajo de la piel del Omega, mentalmente inestable, presa de sus propios pensamientos.
La propia conciencia del perfilador le decía que no había cometido nada “tan malo”, guiándose por su propia moralidad en una forma para nada convencional, incluso Hannibal lo había hecho por tanto tiempo, quizás desde antes de conocerse.
Al Omega le encantaba la idea de imaginarlo de tal forma, un poco más joven e inexperto, dejándose llevar por su propio ego y sentido de la justicia, de lo que el Alfa creía que era lo correcto, de la visión del mundo que comenzaba a crecer en su interior a través de la experiencia propia y la putrefacción de un mundo que jamás lo entendería, porque esa era la percepción que tenía de sí mismo.
Dos mitades de uno que estuvieron buscándose el uno al otro por tanto tiempo, necesitando del otro para coexistir en un Universo indiferente.
Era en esos momentos donde las palabras que Beverly y él escucharon hace tantos años encontraban más sentido, algo que podía simplemente creer como casualidad dejó de serlo para él hace mucho tiempo, era el destino, la gravedad. Aquellos que estén destinados a conocerse, lo harán, y siempre volverán a encontrarse, sin importar el tiempo o la distancia. Como las piezas de un enorme rompecabezas que lentamente se iba acomodando hasta dejar un cuadro en escena, solamente que la imagen estaba difusa.
Quizás, cuando todas las piezas estuvieran juntas, podría verlo con claridad. Esperaba que eso sucediera pronto, que las piezas de su corazón volvieran a juntarse. Una estaba a metros suyo, y la otra estaba a kilómetros de distancia, en Minnesota. Pensar en su familia lo ayudaba, le calentaba el corazón.
Un ronroneo escapó de la garganta de Will, recostado en su celda mirando hacia el techo.
— ¡Graham! — Un grito y un golpe a las rejas de la celda lo sacaron de sus pensamientos. — Tu abogado quiere verte.
El Omega le mostró los colmillos al custodio, le molestaba la forma tan prepotente que usaba para hablarle, no sólo a él. Todos los presos cercanos a su celda tenían sus propios problemas con el guardia, Will pensaba en las formas en que podría deshacerse de su presencia molesta, en compañía de Hannibal.
Extrañaba muchísimo al Alfa, en todo ese tiempo que llevaba encerrado no lo había visto más que una vez en el careo que les hicieron a ambos para reconstruir el asesinato de Mason Verger, y eso lo hacía sentirse como una bestia enjaulada. Se comunicaban por la marca en sus cuellos, pero era más una insistencia por parte del psiquiatra en que todo saldría bien, que mantuviera la calma y no se estresara de más.
Se preguntaba a sí mismo cómo Hannibal lograba mantener la calma en momentos como ese, donde todo parecía estar tan mal. La experiencia, los años, la propia historia del Alfa antes de la presencia de Will en su vida, incluso antes del nacimiento del Omega por los diez años de diferencia entre ellos.
Le quedaba mucho por aprender de su pareja, confirmando que cada día se enamoraba de él, a pesar de estar separados por el concreto de la prisión. Si era sincero consigo mismo, no sabía dónde carajos estaba, porque no era el BSHCI, ya había estado en ese lugar antes y los custodios no eran guardias, eran enfermeros. Quizás por la cantidad de locos que estaban allí.
Mientras caminaba por el frío pasillo con las manos esposadas, iba pensando en la alta probabilidad de terminar en ese lugar. El lado bueno es que estaría cerca de Hannibal, puesto que si ambos son fichados como mentalmente inestables y no APP y OPP, no estarían bajo tanta vigilancia y podrían planear algo para escapar y reencontrarse con su pequeña Abigail, aunque tal sentencia no sonaba mejor, los tendrían drogados todo el tiempo y seguramente separados, no por ser pareja, sino porque Will ya estaba marcado con tendencia a la violencia, era en esos momentos donde se arrepentía de sus acciones pasadas.
Soltó un suspiro nasal mientras entraba a la pequeña habitación donde ya lo esperaba su abogado, un Alfa bastante serio con problemas de la vista, quizás le quedarían uno o dos años de visión “decente” antes de quedarse totalmente ciego. Will podía empatizar un poco con él, sabía lo que era tener un sentido debilitado, él mismo había aprendido a vivir con el sentido del olfato tan inútil.
— Will. — Habló el hombre al otro lado de la mesa.
— Matt. — Tomó asiento frente suyo. — Dime, ¿Qué traes para mi hoy?
— No sé qué tan buenas noticias sean, pero ya estamos más cerca del veredicto del jurado. — Suspiró lentamente. — Una semana más y llegaban al límite del tiempo, se la dejaron muy difíciles, más por tu noviecito. No sé qué provocan en las personas, pero las dejan confundidas con sus acciones.
— ¿Y las fichas? Dime que ese bastardo de Chilton no está metiendo su culo en eso.
— Tranquilo. — Hizo un movimiento con la mano para restarle importancia. — Esa tal Bedelia, la que te evaluó después del incidente con Hobbs, abogó por ti. Ella le dijo al juez que la opinión del Dr. Chilton estaba sesgada por culpa de esa reportera metiche, así que otros psiquiatras están leyendo todo tu historial clínico, tanto físico como mental.
Will soltó un pequeño suspiro, sintiendo el alivio en su ser al no tener que sentirse tan acorralado. Era cómo quitarse una piedra de su zapato.
— Vaya, eso hace que me sienta mejor. — Se recostó un poco en su silla. — ¿Y Hannibal?
El Alfa se tensó un poco, torciendo un poco la boca ante la mención del psiquiatra.
— Bueno, he hablado con su abogado muy pocas veces, fuera del tribunal. — Acomodó un poco su corbata para tranquilizar sus nervios. — Se ha mantenido… Tranquilo. No se ve su desesperación, es como si estuviera en una especie de trance.
— Así es él… — Comenzó a jugar con sus dedos, evitando ver al hombre. — Es un idiota, pero lo extraño…
— Si, se nota. — A pesar del sarcástico comentario, no tenía intención de serlo. — Estar tanto tiempo separado de tu lazo puede podrirte el cerebro.
A Will le agradaba el Alfa frente suyo, de alguna forma se sentía comprendido por ese hombre, aunque quizás lo era más porque el trabajo del abogado era que no le dieran una sentencia tan alta. Creía que la simpatía del hombre era más para mantener su reputación como abogado y tener más trabajo. No lo culpaba, sinceramente.
Ese hombre no ponía barreras, era demasiado transparente que podía ponerse en sus zapatos con una facilidad que le era extraña, no era lo mismo calzarse la piel de un asesino que de una persona que buscaba ayudar a los demás… A conveniencia propia.
— Mi cerebro ya lo está, aparentemente. — Suspiró. — A veces siento que está en llamas, quiero apagar el fuego de mi mente.
El hombre lo miró fijamente, como si estuviera estudiando sus palabras.
— ¿Apagas el fuego de tu mente con la sangre de las personas que mataste?
Will alzó la mirada, viendo por primera vez al abogado a los ojos desde que llegó a la habitación.
— ¿Ahora resulta que eres psicólogo? — Gruñó. — No me gusta que me psicoanalicen, por esa misma razón quiero patearle el culo al maldito de Frederick.
Matt alzó las manos, una seña inocente para que bajara un poco la guardia con respecto a su conversación, no quería tocar puntos sensibles en el Omega.
— Disculpa, creo que no fue una buena pregunta. — Bajó las manos sin quitarle la mirada, el borde de los ojos de Will ya estaba dorado. — Hace un par de años me tocó representar a una mujer Omega, la pobre había sufrido muchas torturas a manos de su ex marido. Las circunstancias de la vida hicieron que terminara trabajando en un centro de ayuda a víctimas de abuso doméstico, y ella mató a varios de los hombres y Alfas denunciados.
El enojo en Will se calmó un poco, mirando al Alfa ahora con interés mientras lo escuchaba, le perturbaba un poco la calma de su voz. Quizás eso era lo mismo que sentía la gente al escucharlo hablar con ese tono áspero y sin filtros.
— ¿Y qué pasó con ella? — Ladeó la cabeza con curiosidad.
— Trasladada a una prisión Omegana en Texas, de vez en cuando me manda cartas. — Le sonrió levemente. — Cuando le pregunté en privado si se arrepentía, me dijo que no. Matar a esa gente fue una especie de consuelo a su alma, una forma de dar justicia por su propia mano, me recuerdas a ella por eso. La sangre derramada apagaba las llamas ardientes de su corazón. Dime, Will, ¿Qué causaba en ti ver a esa gente morir?
Will se quedó callado unos segundos, no podía confiar totalmente en nadie, a pesar de ser una persona que estaba trabajando justamente por su libertad.
— Justicia. — Mintió. — Comprender los actos de todos ellos me enferma, no es correcto. Siento que le quito un peso a una sociedad que ya está podrida y lo ocultan bajo una moralidad falsa. Me juzgan a mí por hacerlo, por quitarle la vida a una persona y por la forma en que la expuse, pero ellos harían exactamente lo mismo que yo. Si Margot Verger hubiera matado a su hermano, ella sería vista como la víctima.
Ambos se quedaron callados un momento, si acaso dos minutos que se sintieron como horas. Matta apretó los labios, apartando la mirada del Omega frente suyo. Por más que Will había dicho la verdad, que él mismo sabía de lo el ser humano era capaz de hacer, seguía siendo cruel a sus ojos la forma en que terminaron esas personas.
— Pero Mason Verger no te lastimó a ti o al Dr. Lecter, ¿O si? — Lo miró interrogante. — Beverly Katz no tenía ningún vínculo de sangre contigo.
— Me sorprende que, a pesar de la historia que me acabas de contar, no sepas lo que uno es capaz de hacer por los suyos. — Le mostró los colmillos en forma de defensa. — Beverly era mi familia, parte de mi manada, y un cabrón maltratador, pedófilo y drogadicto me la quitó, sólo porque ella estaba haciendo su jodido trabajo. Fui piadoso con él, le dimos un nuevo diseño a ese cerdo, y Margot me lo agradecerá… Tal vez.
Muertas no era el problema, nunca lo sería, era la forma en que su cadáver terminó como una simple exposición para alentar el morbo de la gente. En su mente pasaron las fotos de algunos de los casos más sonados del Destripador de Chesapeake, el que ahora se le conocía como Hannibal el caníbal; Will lo imitaba, entonces el reconocido psiquiatra seguía la misma línea que el perfilador. Él podía ver lo que los medios se negaban, la historia del pobre Omega manipulado y obligado a matar a Mason Verger no era verdad. Se estaba aferrando tanto a la idea de la manipulación hasta que al fin entendió que su cliente estaba actuando bajo su propia guía moral, que el Copycat estuvo allí desde antes de ser conocido por ese nombre.
Destazados, expuestos, humillados, canibalizados. Eso era lo que habían hecho Hannibal Lecter y Will Graham.
— Y por esa razón… ¿Hicieron lo que hicieron con los demás?
Will no hizo ningún movimiento, solamente se quedó callado mientras se dejaba llevar por el arroyo una vez más. Su pareja, su hija, sus perros… Su familia, su paz.
— Violador muerto no viola más, abusador muerto no golpea más. — Se inclinó un poco hacia el Alfa, mirándolo a los ojos una vez más. — El grosero no falta al respeto nunca más. Esa es la razón por la que hicimos lo que hicimos, ese fue nuestro diseño.
Matt no se inmutó en presencia del Omega, pero reconoció que sus palabras lo sacaron de sus casillas. Acostumbrado a los clientes que estaban locos y por eso mataron, o estaban indefensos y por eso mataron. Will era un caso único, y el abogado del psiquiatra le había dicho lo mismo.
Estaban hechos el uno para el otro, no había forma de negarlo.
Y eso daba miedo.
๑ . ๑ . ๑ .
Siempre trataba de mantenerse duro como roble ante la adversidad, por él mismo y ahora lo hacía por su familia, pero tenía que ser sincero consigo mismo. Esta vez la situación iba más allá de su propia comprensión, porque ya no estaba solo. Si bien los sucesos actuales no se comparaban a los días que estuvo secuestrado con su hermana en su natal Lituania, tenía la misma sensación de aquellos días oscuros.
El lado más racional en la cabeza de Hannibal contaba los días, las semanas, los meses. Sabía el número del día correspondiente, en qué mes estaban, las horas, el número de pasos que daban los custodios para llegar a su celda, la hora exacta en que salían o en qué momento el guardia nocturno se quedaba dormido.
El otro, el lado sentimental y enterrado de sí mismo, no era capaz de procesarlo todo. La preocupación por su pareja y su hija le quitaba el sueño, no podía concentrarse bien. El lugar donde ahora estaban era en el que su pareja tenía tanto miedo de terminar.
Hannibal Lecter y Will Graham estaban presos en el Hospital Estatal de Baltimore para Criminales Dementes.
Era consciente de lo lento que pasaba el tiempo entre esas paredes, pero a la vez se le escurría como agua por las manos. Estuvieron tres meses encerrados en esa prisión provisional mientras se llevaba el proceso del juicio, más los cinco que ya llevaban en ese oscuro lugar. Les esperaba una larga vida allí, puesto que los habían condenado a cadena perpetua en aquel lugar, alegando los claros signos de psicopatía en ambos.
Ocho meses separados, ocho meses donde solamente podía verlo una vez al mes después de lograr casarse una vez estuvo finalizado el juicio, esto solamente lo sabían sus abogados, el juez que los casó y, como no podría ser mejor, lo sabían Jack Crawford y el jodido de Frederick Chilton, y si lo sabía Frederick, lo sabía también Freddie Lounds.
Para suerte de ellos, una activista a favor de los derechos de las personas privadas de su libertad obligó al juez y a la pareja de Alfas a firmar un acuerdo de confidencialidad para que ninguna intimidad fuera relevada ante el público, puesto que Freddie Lounds había titulado su nota acerca del juicio de forma irrespetuosa.
“¿Hasta que la muerte los separe? Los Maridos Asesinos sentenciados después de meses de incertidumbre”
La pelirroja hizo todo un escándalo, pero no hubo nada más que hacer si no quería meter en problemas a Chilton. Aceptó a regañadientes.
Hannibal sonreía como un tonto enamorado cuando recordaba la risa burlona que soltó en la cara de Freddie Lounds, aunque después le llamaron la atención por aquella acción.
Ambos habían solicitado que su día y noche de visita conyugal fuera el mismo, el día que se casaron. Era la forma de recordar la fecha y también que Will fuera consciente del tiempo, porque se estaba desesperando del pasar de los días sin sentido, podía sentirlo en cuello.
Ese día era su aniversario mensual, ambos estaban recostados en la cama de la habitación, vestidos y viendo por la ventana el cómo se iba poniendo el sol para darle paso a la noche. Estaban uno junto al otro, en silencio.
— ¿Cómo crees que esté ella? — Preguntó Will en un susurro.
— Confundida, quizás… — Le respondió Hannibal mientras lo abrazaba por los hombros. — Los Foster la han cuidado muy bien, al menos físicamente puedo asegurar que está sana.
— ¿Nos extrañará? — La voz del Omega sonaba ahogada, conteniendo el llanto.
— Si, de eso estoy seguro. — Suspiró profundamente. — Nos queda un largo rato por delante aquí, sólo espero que cuando llegue a la mayoría de edad… Venga a vernos.
Al Alfa se le hizo un nudo en la garganta. Faltaban tres años para que Abigail alcanzara la mayoría de edad para tomar decisiones por ella misma, sin ningún tutor tras ella. Contaba los meses para volver a verla, si es que eso llegaba a suceder. No estaba seguro de la reacción de su hija, aunque sabía que ella era igual que ellos, no por nada sus bestias internas se llevaban tan bien, una conexión puramente familiar, un lazo de sangre inquebrantable para los tres.
— No quiero esperar tanto tiempo. — Bufó quedito. — Cuando salgas de aquí, ve a buscarla y vengan a verme.
Hannibal observó con curiosidad a Will. A su Omega le habían cortado el cabello como a él, ya no estaba esa bola de rizos en su cabeza lo tenía encantado, ahora sólo unos pequeños mechones rizados descansaban sobre su frente y su barba se veía más desalineada.
— ¿Y por qué crees que saldré antes que tú? — Le dio un beso en los labios. — Saldremos de aquí los dos. Entramos juntos, saldremos juntos.
Will quería dejar escapar una pequeña risa burlona, pero ver la esperanza en los ojos de Hannibal provocaba que él mismo la sintiera en la piel. Se notaba tan seguro de sí mismo, mientras que la mente del Omega le jugaba malas pasadas al recordarle todas las veces que lo catalogaron “mentalmente inestable” y que su lugar estaba en una celda acolchada. Se quería aferrar a las palabras de Hannibal, pero el Alfa sabía manipular a la gente a su alrededor, lo había hecho por tantos años que ahora le parecía extraño.
¿Tendría algún plan detrás de todo esto? ¿Se quedaba en ese horrendo lugar sólo por él?
— Una vez me dijiste que tu libertad era más importante… ¿Por qué no usas tus mierdas raras para salir de aquí?
En lugar de enojarse, Hannibal soltó una pequeña risa divertida. Abrazó de nueva cuenta a su pareja, cerrando los ojos mientras el olor a brisa marina de Will lo guiaba por los pasillos de su palacio mental, jamás se cansaría de aquel particular aroma en las feromonas de Will.
— No puedo, milymasis, no mientras estés aquí. — Alzó un poco los hombros. — Mi cuerpo estaría afuera, pero mi corazón no.
Eso conmovió al Omega, separándose del Alfa para ponerse sobre su regazo y verlo a los ojos, enamorado y al borde de las lágrimas. La empatía de Will a veces le provocaba sentir las emociones al doble, pero ahora era un peso enorme, porque no era su cerebro el que las sentía en ese momento, era su corazón.
— Vamos a salir de aquí, Han. — Lo tomó de las mejillas y acercó su rostro al de su pareja. — No sé cómo carajos lo haremos, pero nos iremos de aquí a algún lugar lejano, donde nadie pueda encontrarnos, ni a nosotros ni a nuestra hija.
Hannibal sonrió, acortando la distancia para besarlo con amor en una forma de asentimiento ante sus palabras. Darle esa seguridad a su Omega era lo que quería lograr.
— Lo haremos, Will. — Susurró contra sus labios. — No pierdas la esperanza.
— Si tú no la pierdes, yo no tengo una razón para perderla.
Ambos ronronearon antes de volver a besarse, entregándose al deseo de sus almas en las escasas horas que les quedaban juntos. A la mañana siguiente, serían separados una vez más hasta el próximo mes, un mes sin saber del otro más que por pequeños chantajes y sobornos a los guardias.
Mientras que Will estaba, por alguna razón desconocida para él, en el área común de los internos y conviviendo con demás convictos y enfermos, Hannibal estaba en una zona de máxima seguridad, en el sótano. Sabía que allí había otro asesino que gustaba de sacarle los ojos a sus víctimas y guardarlos en tarritos de cristal; un joven que mató a varios Omegas similares a su ex pareja, quien también asesinó. Entre ellos y Hannibal había otra celda vacía, dejando la del Alfa al fondo.
Will trataba de imaginarla, porque esa celda en específico era distinta. En lugar de los barrotes habituales, había una pared de cristal con agujeros para que circulara el aire, junto con una reja en el suelo que funcionaba como ducto de ventilación. Tenía una pequeña mesa de metal unida a la pared donde el Alfa podía dibujar, libros para leer. Por lo que él le contaba, no contaba con la misma libertad de salir por los pasillos como él lo hacía, saliendo únicamente para asearse y un par de horas a la semana para respirar aire fresco.
Su celda era pequeña, y en lugar de barrotes tenía una gruesa puerta de metal con una pequeña ventana que daba al pasillo, junto con una rendija por donde los custodios le pasaban el desayuno y la cena, la comida era en el enorme comedor donde no era visto como la carne fresca de un Omega recién llegado a un lugar podrido como aquel o una prisión normal. Podía escuchar los susurros a sus espaldas, la mayoría sabía que era pareja del caníbal del sótano.
— Quisiera estar más cerca de ti… — Susurró suavemente contra los labios del Alfa al despertar, por la mañana. — No quiero esperar un puto mes para verte.
— Will… — Hannibal lo miró a los ojos con esa típica mueca de querer regañarlo. — Necesito que te portes bien.
Ambos tuvieron un pequeño duelo de miradas hasta que el Omega soltó un suspiro rendido, observando a su pareja totalmente derrotado.
— Bien, prometo portarme bien y no hacer estupideces.
๑ . ๑ . ๑ .
Will lo había intentado, de verdad juraba ante Dios que lo intentó, pero un Alfa bastante molesto creyó que era buena idea molestarlo específicamente a él, cuando todos en su piso sabían las razones por las que estaba encerrado en ese lugar en primer lugar. Ese hombre lo siguió hasta el patio, pensando que el Omega no se daría cuenta o que simplemente pasaría de largo como lo hacía con los demás pacientes y reclusos.
Bueno, se equivocó.
Cuando iba a lanzarse sobre él, Will se giró sobre sus talones y le brincó encima, comenzando una pelea en el suelo, que finalizó con el perfilador mordiendo con fuerza la mejilla de aquel hombre hasta arrancarle un buen pedazo. El Omega incluso pudo ver la lengua del hombre a través de la herida y la sangre. Lo que más asustó a los guardias fue cómo tragó ese pedazo de carne cruda, y al hombre tendrían que sacarle piel de otro lado para reconstruir su rostro.
Ese día, para la deleite de Chilton, ficharon a Will como un Omega Potencialmente Peligroso, algo que llevaba años esperando, y había sucedido en su hospital, a su cargo. Había controlado, de alguna forma, al Omega indomable en su hospital.
Gustoso firmó el traslado de celda hacia el sótano, en la que estaba vacía al lado de Hannibal. La suya tenía barrotes, el lugar estaba húmedo y frío, oscuro. Ahora entendía porqué el Alfa parecía más molesto ante la luz de los enormes focos blancos de todo el lugar.
— Will…
— Lo siento, mon amour… — Suspiró cansado mientras se sentaba en el suelo de la celda, misma acción que fue imitada por Hannibal, separados por una gruesa pared de piedra. — Pero el otro sujeto terminó peor.
El silencio de Hannibal lo inquietaba, pensando en la decepción de su pareja, aunque en su cuello podía sentir algo distinto. No era molestia, era más un…
— ¿Qué voy a hacer contigo? — Soltó en tono divertido.
Will sonrió enamorado, apoyando la cabeza contra la pared.
— Amarme, eso es lo que deberías de hacer.
— Eso ya lo hago, milymasis.
El momento se sentía romántico, íntimo, pero una voz desde la primera celda les hizo regresar a la realidad donde no estaban solos.
— ¡Viva el amor! — Gritó el chico de los ojos, que más tarde descubrió que se llamaba Andrew. — Al fin algo interesante en este lugar.
— Oh, vete a la mierda. — Gruñó el Omega.
Hannibal, con la emoción de tener a Will tan cerca, no pudo contenerse y soltó una pequeña carcajada.
— Lenguaje, señor Graham.
Will ronroneó enamorado.
— Señor Graham-Lecter, para su información. ¿Y usted es…?
— Dr. Lecter-Graham, si no es molestia.
Ambos soltaron una risa cómplice, que ofendió a Andrew, molestó al otro inquilino de la celda restante y confundió a Chilton. Él tenía cámaras y micrófonos por todo el lugar, por supuesto que escuchaba y miraba cada pequeño movimiento en su hospital, en especial desde la llegada de ese par a sus instalaciones. Era como tener una telenovela en vivo para él solo, y que a veces compartía con su novia.
— Mierda, ese par están locos…
Notes:
Hola papus xd siempre ando buscando una excusa para explicar mi ausencia, y esta vez no será la excepción XD últimamente he tenido problemas con la escuela para iniciar mis prácticas y servicio social, y ese desmadre me ha desmotivado mucho webos sistema educativo, igual que el nuevo tratamiento me ha estado afectando un poco, tengo un buen de náuesas como embarazada 😩 pero bueno, más al rato tengo que hacer un extraordinario así que desénme suerte :3 y ya como anuncio parroquial, en todo este tiempo ya llegué a organizar todo, oficialmente estamos en la recta final 🤑
Chapter 36: I'm a marionette, everybody's pet
Notes:
Conocí a los coquis hace dos días, pero si les pasara algo mataría a todos en esta habitación y luego a mi mismo
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Chapter Text
“El mundo seguirá girando, Clarice. Con o sin ellos, sin ti o sin mí, sólo queda disfrutar de tus triunfos”.
Las palabras de Bedelia se quedaron grabadas en la mente de la Omega después de una de sus sesiones de terapia. Cada vez era más fácil acudir a la rubia cuando estaba sintiendo que la oscuridad la absorbía casi por completo. ¿Eso era lo que los demás agentes del FBI veían cuando Will Graham tenía uno de sus episodios?
A pesar de seguir caminando sobre la punta de sus dedos, sus pequeños pasos ya eran escuchados en todo momento, no había nadie de la Academia que no conociera a Clarice Starling, la Omega novata que atrapó al monstruo de dos cabezas y sin ninguna herida.
Ella misma se sorprendió por eso, sintiendo miedo de su bienestar. En los ocho meses posteriores a su captura, no había día en que no se despertara gritando en medio de la noche, soñando que ese par la despellejaba viva y dejaba su carne al rojo vivo, sangrando.
Al principio, cuando esos sueños comenzaron a volverse recurrentes, eran Hannibal y Will quienes cortaban pedazos de su piel hasta sangrar, a veces se les unía Abigail, a veces eran uno u otro, pero poco a poco la persona comenzó a cambiar.
La primera figura fue un hombre alto, de piel negra como la brea, con astas de ciervo y ojos muertos, luego se le unió una figura similar pero más pequeño, quizás representaciones retorcidas de Hannibal y Will. Pero ahora la persona que la despellejaba era nada más y nada menos que Jack Crawford.
Y todo el personal del FBI veía atentamente cómo pedazos de su piel y gotas de sangre caían al suelo.
— ¿Qué puede significar? — Preguntó mirando atentamente a la psiquiatra.
— Jack Crawford perdió a su mejor rastreador, Will Graham, así que ahora toda la carga emocional y expectativas están cayendo sobre ti. — Enderezó un poco su postura. — Jack encuentra muchas similitudes entre Will Graham y tú, más que incluso él mismo podría tolerar.
— Pero no he participado en un caso así de grande desde lo sucedido hace meses, no lo entiendo…
— Tu jefe no quiere cometer los mismos errores que llevaron al señor Graham hacia la locura, quiere mantenerte sana lo más que pueda hasta que no le quede más que recurrir a ti. — Alzó suavemente una ceja. — La tacita de té de Jack Crawford al fin se estrelló contra la pared, consiguió otra mucho más preciada para él, la sacará para el invitado perfecto.
— ¿Quieres decir que vendrá algo más grande? — Abrió los ojos de sorpresa ante esa declaración.
— No tan grande como el Destripador de Chesapeake, pero sin duda serás su herramienta en los casos poco convencionales, como lo era tu mentor. — Ladeó un poco la cabeza. — ¿Te sientes lista para eso?
— Y-yo… — Titubeó, desviando la mirada de la Alfa. — ¿Tal vez?
— Tienes que estar segura de resistir, Clarice. — Soltó un suspiro, desviando la mirada a la ventana. — Jack Crawford pondrá una carga muy pesada sobre tus hombros tarde o temprano, tienes unos zapatos muy grandes que llenar, ya que ese lugar ha quedado vacío para ti.
La Omega regresó la vista hacia la psiquiatra, mismo movimiento que imitó Bedelia, con una media sonrisa. Los ojos de la agente buscaron los suyos con desesperación, como si aquella mujer fuera una especie de salvavidas, quería sentirse a salvo.
— ¿Hay gritos en tu mente ahora, Clarice?
La chica negó con la cabeza, juntando sus manos para aferrarse a la realidad.
— No, mi mente está en silencio.
La sonrisa de Bedelia se hizo más grande, volviendo a centrar su cabeza y postura para la Omega, demostrando que era ella quien dominaba en la habitación.
— Disfruta del silencio, Clarice, pronto los gritos llenarán tanto tu cabeza como una parvada de pájaros cantando al mismo tiempo.
Clarice asintió con la cabeza, con un vacío en el estómago que llenó todos sus sentidos.
— ¿Y qué me dice del Dr. Lecter y el señor Graham? ¿También están en mi subconsciente o de verdad saldrán de allí para matarme?
— Oh, no seas tonta, Clarice. — Negó con la cabeza. — Frederick es demasiado egocéntrico para permitir que alguien escape de su hospital. Además, Hannibal y Will tienen algo más grande que perder que su libertad si eso llegara a ocurrir.
Ambas se quedaron en silencio mientras Clarice analizaba las palabras de Bedelia. ¿Perder algo más grande que su libertad? ¿Qué podría ser eso?
— ¿Se refiere a Abigail Hobbs? — Bedelia asintió con la cabeza. — Pero ella no es su hija, al menos no biológicamente. Ella llena un vacío en Will Graham y, por ende, en el Dr. Lecter.
— Nunca subestimes el poder y el amor de una madre Omega, Clarice. — Agachó la mirada a la pequeña libreta donde iba tomando nota. — Es algo que va más allá de nuestra comprensión psicológica, algo que tu género secundario solamente llega a entender cuando tiene sus propios hijos, porque ni siquiera nosotros como Alfas podemos entenderlo.
La agente asintió lentamente, todavía con un pequeño nudo en el estómago.
— Si yo fuera tú, querida, trataría de dormir más y descansar. — Volvió a mirar a la Omega. — No sabes en qué momento puede necesitarte Jack Crawford.
— Lo dice tan segura que pienso en que es verdad… — Se recostó en su asiento, mirando al techo. — Quisiera tener esa confianza que usted tiene en mí.
— Soy tu terapeuta, Clarice. Pensé que ya existía esa confianza.
— No es que no confíe en usted, no confío en mí. — Su labio tembló un poco. — ¿Y si me pierdo como le pasó a Will Graham? ¿Llegará el momento donde yo también disfrute de matar a alguien?
La Alfa volvió a alzar una ceja ante las interrogantes de Clarice, eran dudas entendibles después de todo lo que tuvo que vivir apenas finalizando su entrenamiento en el FBI, incluso sentía pena por aquella chica tan miedosa frente a ella. Su aroma delataba la necesidad de sentirse protegida, el más puro instinto Omega despierto y a flor de piel en ese cuerpo tan pequeño frente a ella.
— Para eso estamos aquí. — Le sonrió de una forma más amistosa. — Si me lo permites, puedo ser el faro en la oscuridad que necesitas.
Ambas miradas se volvieron a encontrar, donde el corazón de Clarice se hizo pequeño en su pecho, pero decidió abrirlo hacia esa mujer que parecía estar allí para ella en cualquier momento, mucho más dispuesta a escucharla y entenderla, algo que nadie intentó hacer por ella en el pasado, no desde que su madre murió.
— Si, voy a confiar en usted… — Soltó un suspiro mientras se enderezaba. — Todo esto es una mierda.
— Lenguaje, señorita Starling. — Habló en tono divertido. — Usted no es Will Graham.
Las palabras de la mujer se sintieron tan correctas en su interior, tanto que quemaba. En todo este tiempo se había sentido como la copia barata del Omega encerrado, escuchar aquello fue como un consuelo para su atormentada alma. No era indiferente a las miles de comparaciones que hacían entre ella y el perfilador, incluso conocía de las apuestas entre los agentes y personal sobre en qué momento perdería la cabeza.
— Tiene razón, gracias por recordármelo.
Si toda esta situación era una especie de juego, ella podía jugar también bajo sus condiciones, bajo sus propias reglas.
๑ . ๑ . ๑ .
La Omega había esperado tanto que Bedelia se equivocara, o que al menos le diera un poco más de tiempo para prepararse para el monstruo que se acercaba cada vez más.
Tanto ella como el equipo del FBI estaban en una nueva escena del crimen en McGregor, Minnesota. Aunque para algunos en el equipo no era nada nuevo, incluso sintieron extraño de no haberla contemplado en un buen tiempo, quizás demasiados distraídos en el caso de los Lecter-Graham como para prestarle atención, y eso había molestado a su misterioso asesino.
— Me pregunto si se sintió celoso. — Habló Brian mientras tomaba un par de fotos. — Nos olvidamos de él por completo.
— ¿Nuestro asesino Omega? — Habló Clarice tomando un par de muestras de sangre con ayuda de un cotonete. — No sé, no parece típico de él.
— La Omega tiene razón. — Habló otro agente que, si bien recordaba, se llamaba Matthew. — Aunque… Parece que esta vez no quiere llamar nuestra atención.
— ¿De quién más podría ser? — Soltó Jimmy. — No estarás intuyendo que esto es para llamar la atención del Destripador, ¿O si? Todo el maldito país sabe que el Dr. Lecter está preso, al igual que Will.
Los agentes se quedaron en silencio, todo mientras el péndulo en la mente de Clarice comenzaba a moverse lentamente para recrear la escena del crimen en su mente. Ya habían encontrado a los pequeños de la familia, escondidos por el asesino en el clóset, envueltos en mantas y sus caritas tenían una expresión suave, quien los haya asesinado tuvo compasión con ellos, pero eso no era suficiente.
Faltaba la pieza principal, las personas con quienes descargaba todo el odio que sentía por el mundo.
— ¿Los cuerpos de la pareja? — Preguntó Jack. — Ya tenemos a los cachorros escondidos, como siempre, ¿Y ellos?
— No lo sé, jefe. — Habló Matthew. — Los están buscando en los alrededores.
Mientras los demás deliberaban en dónde podrían estar los cuerpos de dos adultos, Clarice cerró los ojos para dejarse llevar por los sonidos de su mente, en la tranquilidad donde vivió con su madre hasta que él murió.
El péndulo se movía más rápido, mientras que su respiración se volvía más suave, más lenta.
La pregunta de Jimmy rondó por su cabeza. Era sabido que este asesino atacaba cuando el Destripador de Chesapeake llevaba un rato inactivo, en esos periodos de descanso donde la policía se tomaba un descanso y se ocupaba de otros crímenes cometidos por otras personas, claro, hasta que el Copycat apareció en la escena y se llevó todo a la mierda. Por supuesto, investigaron cada caso reportado después de cada ataque de Hannibal para vincularlo con Will, incluso querían adjudicarle al Omega los crímenes de este asesino, pero Margot Verger había abogado a favor de Graham. Este asesino se ensañó con cada una de las víctimas Omegas, algo que Will jamás hizo, él jamás dañaría sin razón, y menos por ese motivo de odio que carcomía el espíritu del asesino actual.
Will no mataría a otro Omega por la razón de tener algo que él no: la capacidad de gestar.
Por esa declaración a Margot la ficharon como “mentalmente inestable por TEPT”, y ahora tenía una tutela que, para sorpresa de absolutamente nadie, caería en manos de Alana Bloom, su futura esposa.
Gestar… Will ahora tenía una hija, una bajo sus instintos más primarios, una hija que no gestó en su interior pero su Omega interior la había tomado como tal.
El péndulo se mueve más rápido.
Están en un punto medio entre Hibbing y Clearwater. El último ataque de Garret Jacob Hobbs fue en Hibbing, la última residencia de los Hobbs; Clearwater era donde Abigail Hobbs vivía junto a los Foster, su familia de acogida.
El péndulo se detuvo ante el grito de un policía, sacándola de su trance.
— ¡Oigan, encontré al Alfa!
Todos salieron corriendo hacia la dirección del policía, quien estaba en el cobertizo de aquella familia. El cuerpo estaba expuesto como una versión mal hecha de El Hombre Herido, misma representación que había usado Hannibal para exponer a Abel Gideon.
Cercanía a Hobbs, misma exposición que Lecter.
La respiración de Clarice se cortó y agachó la mirada para ya no ver más, pero un rastro de sangre que salía por la puerta trasera hacia el cobertizo y luego hacia unos arbustos llamó su atención, causando curiosidad en la Omega. Dejó a sus compañeros allí, siguiendo el rastro hasta adentrarse en el bosque cercano a la casa, las gotas de sangre eran enormes, incluso en zonas se hacían pequeños charcos, como si el asesino se hubiera detenido a descansar hasta llegar a la zona deseada.
Cuando vio el enorme charco de sangre en la base de un árbol, supo que había encontrado al Omega. Con miedo alzó la mirada del suelo hacia el enorme árbol, donde el cuerpo de la madre de familia estaba clavado de las palmas de las manos y pies, con el rostro de lado y un poco despellejado, dejando a la vista sus intestinos y los músculos de sus extremidades.
Era tan familiar para ella… Recordando a cierto Omega y su gusto por un álbum en específico. Era una muy mal hecha representación de la portada de In Utero, Nirvana.
Cercanía de Hobbs, misma exposición que Lecter, álbum favorito de Graham.
Este asesino quería al Destripador de Chesapeake y al Copycat, y sabía cómo llamar su atención.
Su instinto le provocó soltar un grito Omega para llamar la atención de sus compañeros, al igual que el miedo comenzaba a recorrer el frágil cuerpo de la Omega. Rápido llegaron sus compañeros, siguiendo los gritos de Clarice y el rastro de sangre hasta dar con la escena.
— ¡Oh por Dios! — Gritó Price.
— ¡Joder, este tipo está loco! — Le siguió Zeller, para después comenzar a tomar fotos del hallazgo.
— ¡El asesino quiere a Hannibal y Will! — Gritó la Omega mientras Jack la alejaba de la escena. — ¡Quiere algo de ellos, pero no sé qué es, no lo entiendo!
— ¿¡Qué más viste!? — La tomó de los hombros con algo de fuerza. — ¿¡Podemos predecir el próximo ataque!?
La Omega asintió repetidas veces con la cabeza, agarrando las muñecas del Alfa con fuerza.
— ¡Va a ir por Abigail Hobbs! — Lo miró a los ojos. — ¡Él sabe que ellos harían cualquier cosa por Hobbs!
La mente de Clarice seguía en la granja, pero ahora no estaba en el agradable lugar de estar plantando verduras u ordeñando a las vacas, estaba detrás de la puerta del cobertizo, escuchando el sonido de los corderos al ser decapitados, se escuchaban como gritos.
En su cabeza había gritos, pero no sabía si eran los suyos o los propios de los corderos en su mente.
๑ . ๑ . ๑ .
Todo el mundo se preguntaba: ¿Qué demonios había visto Freddie Lounds en Frederick Chilton? Era un idiota narcisista que todos quería patearle el culo, y uno de sus pacientes lo hizo al punto de obligar al Alfa a usar un bastón.
Mismo bastón que hacía más ruido que los tacones de Clarice.
A pesar de la interrupción en el caso por el ataque de pánico de la agente, habían podido seguir con la investigación de la escena y ahora tenían suficientes pruebas, pero con muchas incógnitas, preguntas que esperaba con toda su alma fueran respondidas por la pareja.
— Will Graham es un revoltoso, se merece más estar en el hoyo que el propio Hannibal, pero el juez dijo que lo mejor sería mantenerlo en aislamiento por su baja tolerancia. — Hablaba el Alfa sin parar. — Así que ahora esos dos encontraron la forma de estar juntos.
— Esto parece un sótano… — Hizo una mueca mientras ambos se detenían frente a una enorme y gruesa puerta de metal. — ¿Quiénes más están aquí?
— Un APP y un fanático coleccionista. — Alzó los hombros mientras le hacía una seña al oficial para que abriera la puerta. — Nada de qué preocuparse. Todas las celdas son a prueba de idiotas, y la de Hannibal es especial, no hay riesgo de que ellos intenten escapar.
La Omega tragó duro, ella misma dudaba de las capacidades de Hannibal y Will juntos.
Ambos entraron al lugar, pasando por el par de celdas hasta llegar a una silla en medio de las celdas ocupadas por la pareja, quienes ya la esperaban de pie. Hannibal con las manos detrás de su espalda y Will con las suyas dentro de su ropa de prisión.
— Te dejaré a solas con ellos, querida. — Le sonrió de forma fanfarrona. — Cualquier cosa que necesites, sólo pídela. Solamente quédate en su asiento y no te acerques mucho a las celdas.
— Gracias, Dr. Chilton… — Tomó asiento en aquella silla, mirando al par frente a ella.
El sonido del bastón alejándose hizo que los hombros de la Omega se relajaran, mirando atentamente a la pareja. Iban a juego con la misma ropa de prisión en color azul oscuro.
— Hola, Clarice. — Saludó Hannibal con cortesía.
— Mocosa. — Will mantenía su misma hostilidad.
— Es un… Gusto, volver a verlos… — Sacó unos cuantos papeles con nerviosismo. — Gracias por aceptar esta consulta, prometo no tardar.
— Así que ahora el tío Jack te manda a ti a hacer el trabajo sucio. — El Alfa alzó suavemente una ceja. — Debería estar acostumbrado, pero simplemente me siento decepcionado.
— Pienso lo mismo. — Habló Will. — Quiere que vaya agarrando fuerza para el futuro.
La Omega soltó una risita nerviosa, cosa que también hizo reír a la pareja antes de adoptar una postura más seria.
— No vienes a saludar nada más, ¿Verdad? — El Omega se cruzó de brazos. — Habla.
Clarice se levantó, dejando su maletín en la silla y a cada uno le dio un juego de copias con el resumen del caso, las fotos tomadas y demás detalles, aunque se guardaba para ella misma sus propias conjeturas.
— Es el mismo asesino Omega, con el que usted me enseñó a perfilar, señor Graham. — Habló mientras metía los papeles para Hannibal en un pequeño compartimiento que servía de buzón. — Parece que volvió…
— Él siempre parece desesperado por llamar la atención de alguien. — La voz de Hannibal asustó a Clarice. — A riesgo de sonar ególatra como el Dr. Chilton, parecía buscar la mía.
— Pero, ¿De esa forma? Incluso el señor Graham llamó mejor su atención que… Esta forma.
Will ladeó la cabeza mientras observaba cada foto, llegando a la pareja vilmente masacrada y expuesta de esa forma tan burda y caótica.
— Hey, yo reconozco esto. — El Omega le enseñó ese par de fotos. — Esto lo hizo Han, y este es el mejor álbum de todo el maldito mundo.
Clarice asintió repetidamente con la cabeza mientras Hannibal fruncía un poco el ceño.
— Pero esto no está bien hecho. — Torció un poco la boca. — Tu asesino no es descuidado si es el mismo que ha matado a tantos Omegas.
— Él es un bruto, recuerdo que a unos cuantos les sacó el útero y los pisoteó. — Dijo Will, restándole importancia. — Este OPP odia a los Omegas fértiles, no a los cachorros. Incluso es curioso que haya escogido este álbum, nos quiere decir algo.
— ¿Querrá matarnos, querido? — Hannibal se apoyó en la pared que dividía ambas celdas. — A nuestro chico le gustan los juegos.
— Puede ser, aunque no entiendo por qué justamente somos nosotros a quien busca, si ese es el caso. — Will hizo lo mismo, era como si estuvieran recargados uno del otro.
— Yo también me pregunto eso… — Habló Clarice, quien no se volvió a sentar después de entregar las hojas. — No puedo dejar de pensar en eso, por eso el agente Crawford me mandó para acá, esperando que ustedes tuvieran una idea.
Will quitó su atención de las hojas y clavó su mirada en los ojos azules de Clarice, quien tembló un poco ante ese mar furioso que eran los ojos de Will Graham en ese momento.
— Dime, mocosa. — Se acercó hasta los barrotes para ver frente a frente a Clarice. — ¿Jack Crawford te está convirtiendo en una mártir?
La Omega lo miró atenta, tratando de no inmutarse ante la presencia hostil del mayor, con los ojos del Alfa sobre ella, escuchando con devoción a su pareja. El psiquiatra podía sentir la furia en el interior de Will, y la estaba disfrutando más de lo que debería, un placer que sólo él mismo podía entender.
— No entiendo a qué se refiere, señor Graham. — Desvió la mirada hacia el suelo, dando un paso atrás.
— Jack te romperá, te va a torturar obligándole a ver lo que no quieres y, cuando vea que tu mente se está cayendo a pedazos, te mandará con tu verdugo que te despellejará viva para que puedas ver a Dios a los ojos.
Hannibal estaba expectante, las palabras de su pareja se colaban en sus huesos y lo hacían ver aún más hermoso de lo que ya era, después miró a la Omega, cuyos ojos lagrimeaban un poco, estaba asustada.
Ella había sentido aquel despellejamiento en carne propia, en sus sueños.
— L-le diré al jefe que no tienen idea de lo que es todavía, les dejo las hojas, son copias… — Tomó su maletín con nervios, limpiando las lágrimas de miedo en un rápido movimiento. — ¿Puedo venir después?
Hannibal le sonrió con cortesía, mientras Will la miraba con indiferencia.
— Por supuesto, no recibimos muchas visitas a menudo.
— Y la próxima vez, trae algo importante o interesante, a este tipo ya lo conozco. — Soltó Will en un gruñido. — Está lleno de odio, odio porque nosotros los Omegas tenemos o tuvimos algo que él no tiene. Fertilidad.
La Omega abrió los ojos atenta por la información, parecía que no la estaban llevando a nada, pero con esos pedazos sueltos pudo juntar más hilos para ese perfil, y quizás así mantener a la hija de la pareja a salvo del nuevo dolor de cabeza de Jack Crawford, un caso tan viejo como el propio del Destripador, ¿Cómo pudieron estar tantos años dejándolo de lado?
— Lo tendré en cuenta, muchas gracias por su ayuda. — Apretó la correa de su maletín con fuerza. — Y felicidades, por su boda…
Ambos asintieron con la cabeza, sonriendo enamorados y mirando atentamente a la Omega.
— Muchas gracias, querida. — Habló Hannibal. — Saluda a Jack Crawford de nuestra parte, nos gustaría que venga a vernos en algún momento.
— Le daré sus saludos… Igual la Dra. Bedelia le manda saludos. — Sonrió con torpeza. — Bien, con su permiso…
Ya iba a retirarse hasta que Will le gritó para que se detuviera.
— Si quieres darte una idea de cómo es ese hijo de puta, en mi salón de clase hay varias carpetas con los expedientes de ese bastardo. Claro, si es que no los han tirado a la basura.
Los ojitos de Clarice se iluminaron, dando un rápido “gracias” antes de salir corriendo. La pareja suspiró, tomando asiento en el suelo “uno junto al otro”.
— Me agrada esta niña. — Habló Hannibal, dejando los papeles a un lado. — El tío Jack va a corromperla tarde o temprano.
— A mi también comienza a agradarme, ya no parece una rata miedosa. — Soltó una risa burlona.
Una voz desde la primera celda, interrumpió de forma grosera la conversación.
— ¿Y esa mocosa quién era? — Era Andrew, intrigado.
La pareja no necesitaba verse para saber que ambos pensaban lo mismo, podían sentirlo a través de lazo en sus cuellos.
— Nuestra hija mayor. — Hablaron al mismo tiempo, con un tono divertido.
Notes:
Maldita economía precaria, hubiera podido conocer a Mads hoy o mañana :c nomas por eso hoy si actualicé en tiempo y forma lol
Chapter 37: You should have never trusted D.C
Summary:
LLEGAMOS A LOS 400 KUDOS MUCHAS GRACIAS PAPUS LOS AMO
Notes:
Ahora entiendo porque mi mamá siempre andaba bien brava, pinche casa no dura limpia
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Las caminatas por el bosque se habían vuelto rutinarias para Abigail y los Foster lo sabían, ella necesitaba algo que la distrajera de su entorno ante la noticia que la había marcado muchísimo. Eso era lo que los adultos miraban en ella, una pobre niña que perdió a sus padres no una, sino dos veces.
Abigail Hobbs, la trágica historia de una Omega huérfana. Era como si el destino quisiera que ella estuviera sola el resto de su vida.
Eso era lo que todo el mundo miraba por fuera, pero solamente una persona en el mundo conocía de los verdaderos sentimientos de la chica, aquella Alfa que le sacó un buen susto en el bosque, una aparente conocida de su padre y en quien decidió confiar ciegamente por ser un faro de esperanza para volver a verlos. Esperanza que creyó perdida cuando les rogó a los Foster poder ir a visitarlos al BSHCI. Había hecho tan bien su papel de niña asustada que veían esa petición como una reacción al trauma, una confirmación que la pesadilla terminó.
— “Pesadilla”, mi culo. — Soltó un bufido molesto para después golpear un árbol. — Sólo quiero ver a mis papás… ¿Eso es mucho pedir?
— Bueno, ¿Qué esperabas? — Habló Chiyoh detrás de ella. — Hiciste todo ese teatro para librarte de las preguntas incómodas, ahora tienes que atenerte a las consecuencias.
La Omega se sonrojó de vergüenza, con las manos temblando.
— Tenía miedo, encontraron el cuerpo de Nicholas Boyle y me asusté, no pensé con la cabeza y tenía miedo, no quería que pensaran que mis padres eran los responsables de eso. — Comenzó a rascarse un poco los brazos. — Al menos la policía ya piensa que es un caso aislado, pero puede que no lo suelten tan fácil. O peor aún, ¿Qué tal si creen que es mi culpa y también me arresten a mi y no pueda sacarlos?
La japonesa alzó una ceja, juzgando a la menor por sus palabras antes de soltar una carcajada, recargándose en un árbol cercano a ellas. Abigail frunció el ceño, mirando a la molesta Alfa con coraje, tomó una piedra y se la lanzó, sin llegar a golpearla.
— ¿Qué es tan gracioso? — Mostró sus colmillos a forma de amenaza.
— Que a tu papá no le importaban ese tipo de cosas cuando era joven, era descuidado pero tan meticuloso a la vez. — Trató de recuperar la respiración. — Antes, cuando éramos jóvenes y vivíamos en Paris, hizo un montón de cosas locas, como matar al carnicero que se atrevió a insultar a Lady Murasaki.
— ¿En serio eso hizo? Bueno, no me sorprende. — Sonrió al pensar en Hannibal. — ¿Supieron que era él? Ya sabes, la policía.
— No, había un inspector demasiado metiche llamado Popil que le seguía la pista a tu padre, pero todo se quedó en nada, aún cuando comenzaron a aparecer otros cuerpos en los que, curiosamente, tu papá tenía mucho que ver allí.
— ¿Ah sí? — Abigail se mostró interesada mientras miraba atenta a la mujer. — ¿Qué le hicieron a papá para tenerlo así? Él no caza a lo tonto, tiene sus razones.
La mujer miró al horizonte con su sonrisa cada vez más baja hasta que desapareció, dejando una mueca seria en su expresión tranquila.
— No soy quién para contarte esa historia, pero en eso te pareces mucho a él. — Volvió a sonreír. — Quieres venganza, eso me agrada. Lo veo en tus ojos, eres fuerte.
— Gracias, agradezco mucho eso. — Sonrió levemente mirando a la mayor, aunque ahora estaba intrigada. — ¿Tan feo fue lo que le pasó a papá?
— Oh, vaya que lo fue. — Soltó un suspiro. — Espera el momento en que te lo cuente él, debe salir de su corazón contarte lo que pasó.
La Omega asintió lentamente y soltó un suspiro un tanto pesado, dejando escapar un poco el aire de su nariz. Se recostó en el suelo, con la mirada un tanto perdida entre las ramas de los árboles sobre ellas, sentía unas enormes ganas de gritar, pero no como aquellos gritos Omegas que lanzaban su género secundario, más como un grito de lo más profundo de su alma.
— Oye, Chiyoh. — Se enderezó un poco para ver a la Alfa. — ¿Tú crees en la gravedad?
La mujer volteó a verla con un poco de incredulidad, como si acabara de contar el peor chiste del mundo. Soltó una risa sarcástica antes de darse cuenta que la menor le estaba preguntando en serio.
— Bueno… — Carraspeó. — No sé qué entienden por “gravedad”, pero creo en el destino. Hay cosas que no son sólo casualidades, todo tiene un porqué en la existencia misma. Tú, yo, tus papás, incluso aquellas sombras que los acechan tienen un significado.
— ¿Sombras que nos acechan? — Repitió la Omega, ahora curiosa.
— Si, siempre hay algo detrás de nosotros. — Suspiró. — Unas veces está tan cerca de nosotros que no podemos verlo, mientras que otras es tan sutil que parece un suspiro.
— Mierda, todo es tan confuso, mucho que procesar. — Volvió a soltar un suspiro nasal. — ¿Por qué las cosas tienen que ser así?
— Quizás eso tiene que ver con tu preciosa “gravedad”. — Alzó los hombros de forma despreocupada. — ¿Qué es eso para ti?
— Bueno, es una fuerza que nos atrae a las personas, a los que estamos destinados a conocernos o a que pasen ciertas cosas, aunque sean jodidamente malas…
— ¿Cómo el arresto de tus padres?
La Omega hizo una pequeña mueca de disgusto.
— ¿Quizás? No lo sé, ¿Qué fin tendría eso? — Mantuvo el gesto en su cara. — Puedo entender todavía que mi pa- Garret haya perdido la cabeza y por eso me hizo esto.
— Quizás no tiene que ver contigo, más bien con tus papás.
— ¿Mis papás? — Alzó una ceja curiosa. — ¿Por qué serían ellos?
— Tus papás son una especie de celebridades ahora, pero al estar en el anonimato también les dio fans. — Volvió a alzar los hombros. — El ser humano es raro, le gusta idolatrar más a la gente “mala” o “moralmente incorrecta”, o gente como nosotros. Son pocos los que parecen admirar a la gente “buena”, la moral es muy frágil. Los medios adoran a tu mamá, lo ven como una especie de justiciero social, supongo que lo es.
— ¿Y papá? — Ladeó la cabeza confundida.
— Se reservan sus opiniones, ya sabes, es Alfa y lo ven como el más peligroso de los dos. Yo no soy quien para opinar lo contrario, tu papá puede ser peligroso si se lo propone.
La menor no dudaba en aquella afirmación, le daba más miedo ver a su papá sereno que a su mamá. Will era impulsivo, amenazaba en voz alta y uno podía esperar un ataque certero del Omega en cualquier momento, pero Hannibal era meticuloso, callado, nadie podía saber qué era exactamente lo que pasaba por su mente, nadie excepto Will.
Y eso no aclaraba cuál de los dos era más peligroso.
— ¿Tienes algún plan? — Cambió de tema, mirando a la nada. — Ya sabes, para sacar a tus papás de allí.
La Omega comenzó a dibujar en la tierra con el dedo, eran figuras sin sentido hasta que hizo un cuadrado, comenzando a trazar más pequeños en su interior. Sonrió feliz al tener ya una idea de qué hacer.
— ¿Crees que puedas conseguirme unos planos? — Miró a la mayor con ojos de cachorro.
Chiyoh la miró intrigada, hasta que captó lo que se refería a los planos de BSHCI. Iba a negarse, a decirle que aquello era una tontería y que no podría encontrarlos tan fácilmente, pero esa carita llena de pecas le provocó soltar un suspiro y asentir con la cabeza, un tanto frustrada.
— Veré qué puedo hacer, pero no te prometo nada.
Abigail soltó un chillido de emoción y saltó hacia la Alfa, abrazándola con fuerza y repitiendo la palabra “gracias” hasta que perdió su significado por el constante uso de la misma.
— ¡Eres la mejor tía del mundo! — Se separó de la mayor para verla a los ojos. — Si te puedo decir tía, ¿Verdad?
La mujer se quedó pensando, técnicamente no le correspondía ese papel, pero la menor ahora la veía de esa forma, porque era lo único que conocía y con lo que se sentía cómoda.
Entonces sería la tía genial.
— Si, claro que puedes.
La Omega volvió a sonreír emocionada, poco a poco su pequeña familia se iba reconstruyendo, solamente le faltaban sus padres, y tal vez los miembros peludos de la manada. Sabía que los perros estaban en refugios, así que dudaba mucho de volver a verlos, esperaba que les encontraran un buen hogar y los cuidaran tan bien como lo hacía Will.
Aunque, pensándolo bien, necesitaba buscar algunas cosas en casa de su madre, no podría hacerlo con sólo su navajita, necesitaba algo más grande como la escopeta de mamá, pero ella no sabía disparar… Bueno, las armas quedan descartadas por ahora, pero sí quería ir una vez más a aquel lugar que le daba tanta seguridad.
— ¿Crees que podamos ir a Wolftrap? — Miró a la mayor con curiosidad. — Hay unas cosas que quiero recuperar.
La mujer miró a la niña, quien estaba al borde de hacer sus ojos de cachorro hasta que soltó un pequeño suspiro de frustración, pero era con ella. No podía decirle que no a esa niña por más que quisiera, una fuerza interior se lo impedía y ella, ante su buen juicio, cedía.
— Bien, mientras sea rápido. — Suspiró. — Además, no podemos tardar mucho. Debe estar custodiado por la policía, no tardarán en buscarnos… Espera, no puedes desaparecer todavía. Ya tienes tu plan de sacar a tus padres a ese hospital de mierda, pero no sabes qué harás con el asunto de tus padres de acogida.
La menor comenzó a sentir algo de culpa al pensar en ellos y en todos los problemas que traería con su desaparición. Seguramente Servicios Infantiles les quitaría la confianza para cuidar de más niños como ella, los Foster no se merecían eso después del buen trato que le habían dado en todo un año, cuidando de ella como si fuera su propia hija, le daban su espacio. Joder, incluso Sam Foster es mucho mejor padre para ella de lo que fue Garret Jacob Hobbs.
— Ya pensaré en algo… — Soltó un suspiro pesado. — Ellos no serán los culpables si algo me pasa, tengo que hacer creerle a la policía que si me fui, ellos no tienen nada que ver ni será su culpa si yo me voy.
— Bueno, eso es algo en lo que tienes que pensar. — La mayor miró al cielo, sintiendo cómo el aire movía un poco sus cabellos. — El tiempo se acaba.
— ¿Por qué dices eso? — Sintió cómo su piel se erizó ante el comentario de la mayor.
Cerró los ojos, dejando que el aire fresco llenara sus pulmones y la soledad fuera un suave consuelo para ella.
— No lo sé, hay algo en el ambiente. — Alzó los hombros un tanto indiferente. — Quizás así se debe de sentir la gravedad, además de mantenernos unidos al suelo.
La Omega asintió con la cabeza, cerrando de igual forma los ojos y dejando que el aire moviera también su cabello. Abrió los ojos de nuevo, procesando la misma sensación en la boca del estómago que llegó a ella días antes de todo lo sucedido con Garret Jacob Hobbs, había algo dentro de ella que le avisaba del peligro inminente, aunque no sabía qué sería en esta ocasión. ¿Sería algo más grande que un padre adoptivo y resentido con su existencia y quisiera matarla?
Es posible, no era tan importante para el Universo.
๑ . ๑ . ๑ .
La escena no era extraña para nadie, al menos no ahora. Este asesino estaba sacando su verdadera naturaleza, el odio que corría por sus venas hacia su género secundario. Will le había dicho que este OPP era estéril, uno que deseaba tanto tener hijos que si él no podía tenerlos, entonces nadie debía tenerlos.
— ¿Todo esto lo hace por su naturaleza? — Habló Clarice frente a la pareja.
— Así es. — Contestó Will mientras miraba hacia el techo. — No debería sorprenderte, si estuvieras en Servicios Sociales te darías cuenta de la violencia que puede tener un Omega.
— ¿Has estado allí, querido? — Preguntó Hannibal desde su celda, de pie.
— Hice mis prácticas allí, estuve seis meses en ese lugar. Si a Chilton le parezco violento, se caería de culo si conoce a la gente que vi allí.
Ambos soltaron una risita cómplice, con amor.
La Omega estaba de regreso con la pareja más famosa del BSHCI, jamás pensó que los volvería a ver tan pronto, pero Jack Crawford seguía presionando para que les sacara la mayor cantidad de ayuda posible. Eso significaba picar un poquito más en el nido de avispas.
A veces se preguntaba cómo podían interactuar esos dos tan de cerca sin realmente estarlo, ¿Esa era la clase de conexión Alfa-Omega de la que se habla siempre?
Esperaba algún día poder sentirla ella también, con algún buen Alfa… Quizás con una rubia sarcástica que siempre olía a nueces y a vino blanco…
Negó repetidas veces con la cabeza para esfumar la idea de Bedelia como su pareja, porque eso no podía ser. Eran solamente paciente-psiquiatra, pero con ella se sentía tan a salvo… Como si fuera una esponja que drena la sangre de sus pensamientos.
— ¿Todavía estás con nosotros o te perdiste? — Exclamó Will mirando a Clarice, perdida en sus pensamientos.
— Yo, eh… — Volvió a negar con la cabeza. — Nada, lo que importa es lo que pasa con este tipo, necesito pensar en su siguiente movimiento. Cada vez los casos están más cerca de aquí, ¡Tuvimos uno en D.C.!
— ¿Cómo es posible que se desplace tan rápido de Minnesota a D.C.? — Cuestionó Hannibal. — ¿Acaso no dormirá?
— No cuando tienes un objetivo en mente. — Volvió a recargarse en la pared. — La pregunta es, ¿Qué carajos quiere?
— ¿No tienen idea de lo que puede querer este tipo? — La Omega arrimó más su silla hacia las celdas. — No sé, ustedes pueden pensar mejor que nadie en esta sala.
Eso lo dijo en voz alta, queriendo molestar de forma indirecta a Chilton por ser un dolor en el culo.
— ¡Hey! — Gritó Andrew desde su celda, quería cooperar. — ¿No sabes si este tipo se lleva algo?
La chica volteó hacia la celda, con cara de confusión ante la participación activa de Andrew, aquel Beta siempre le había parecido muy extraño por su fijación en guardar cosas, pero para Will era un autista más, no como él pero podía entenderlo en algunos aspectos.
— ¿Qué podría llevarse? — Le cuestionó la Omega. — Lo que debería llevarse, como los niños o los úteros, los deja.
— Si este lunático se está llevando algo, debe ser algo muy diferente. — Se sentó en el suelo cerca de las rejas. — Porque puede haber imitadores y por eso este hijo de puta “comete” más crímenes. Respondiendo la pregunta de mi estimado Hannibal, nadie puede moverse tan rápido, y menos sin ser detectado.
— ¿Lo dices por experiencia? — Preguntó la Omega de forma burlona.
— ¡Si! — Gritó enojado. — Por eso esos malditos puercos pudieron atraparme.
Mientras Clarice se mostraba un tanto sorprendida por las respuestas de Andrew, Will estaba pensando, mirando hacia la pared que lo separaba de su esposo, que a veces parecía no existir, solamente era la limitación física entre ambos.
— ¿Debería volver a revisar las autopsias otra vez? — Le preguntó al Alfa. — Si la teoría del frasquitos es cierta, entonces sí debe faltar algo en los muertos que son de él, busca qué es y dícelo a Jack, la metiche de Freddie no debe saberlo.
— Si se sabe ese detalle, entonces los imitadores lo harán y puedes perder a tu asesino. — Respondió el mayor. — No puedes dejar que se te vaya si es que está cerca de aquí.
La Omega asintió con la cabeza, mirando a la pareja. Siempre había leído los expedientes del Destripador de Chesapeake y del Copycat, se supone que ellos no se conocían hasta el caso de Hobbs, pero siempre había coincidencias tan alarmantes que la policía pensaba que eran el mismo asesino. Ahora los tenía de frente, quería cuestionar tantas cosas e iba a aprovechar ese momento que los tenía en sus narices.
— ¿Y por qué los asesinatos de Will son tan iguales a los de Hannibal?
Ambos soltaron una risita más bien cómplice, como si Chilton no se los hubiera preguntado antes.
— Porque solamente nosotros nos entendemos, eso es lo que enamoró de Will. — Hannibal sonrió con devoción. — Will no necesita estudiar meticulosamente mis pensamientos, simplemente pensamos igual. Él no es diferente, somos iguales en muchos sentidos, es la única persona que es capaz de entenderme realmente.
— Hannibal es una persona que me hizo ver más allá de lo que se supone que debo ser. — Alzó los hombros. — No tengo que fingir, no tengo que esconderme, no tengo que ser otra persona más que yo mismo. Cuando estoy con él me entiendo mejor que jamás lo había hecho, mis pensamientos son míos, mis emociones son mías, no las de él, me siento yo mismo.
El labio de Clarice comenzó a temblar, mirando al Omega mayor con mucha atención.
— ¿Aún cuando esos pensamientos son…?
— Velo como quieras, no te voy a asustar… Todavía. — Sonrió de forma burlona. — Bedelia se ha encargado muy bien de cuidar tu mente, se lo voy a reconocer.
La Omega desvió la mirada de forma nerviosa, comenzando a jugar con una hoja que tenía en las manos. Hannibal sonrió al verla de esa forma, entendía que aquella chica era otra igual a ellos de alguna forma, tenía tantas ganas de matar como su Will, solamente que ella jamás había cometido un asesinato, nunca. Quizás, en su mente retorcida, esperaba que aquella chica matara a aquel fanático o a uno de sus imitadores.
— ¿Por qué no lo dejas salir, Clarice? — Ladeó suavemente la cabeza el Alfa. — Veo que te está martirizando.
— Porque este caso me tiene harta, cada vez se pone más-
— No me refiero a eso. — La calló Hannibal. — ¿Por qué no dejas salir la oscuridad que hay en ti?
Will sonrió mientras asentía, mirando de la misma forma a Clarice.
— ¿Te da miedo que te guste? — Se burló Will. — A la larga te acostumbras. Cuando naces para esto, no puedes escapar de tu naturaleza.
Los tres parecían estar recordando a una persona en particular: Abigail Hobbs. Hannibal y Will sabían de lo que era capaz de hacer su hija sólo con sus manos y el instrumento correcto, quizás con algo de práctica y paciencia podría hacer obras espectaculares. Abigail es muy hábil con las manos, quizás y podría hacer un poco de taxidermia, o quizás como escultora, si Abigail quisiera dedicarse a las artes, el talento lo lleva en las venas.
Clarice tiene potencial, pero parecía no querer explorarlo. No sabía si era tan talentosa como su hija, pero veía algo en ella, como alguna vez lo vio en varios de sus pacientes que llevó al límite hasta que se quebraron como cascarones vacíos y salió su verdadera naturaleza. Él no estaba libre, no podría llevarla hasta ese límite pero, de nueva cuenta, esperaba que el nuevo dolor de cabeza de Jack Crawford; no puede evitar sentirse un tanto ofendido por aquello, porque encerrado no puede hacer mucho.
La Omega pensaba más en qué tanto podría afectar la compañía de la pareja en la chica, sabiendo que podría ser tan susceptible y manipulable ante su edad y el hecho de sus traumas la hace mucho más peligrosa por buscar un sentido de aceptación en una extraña familia. ¿Hasta dónde sería capaz de llegar para ser aceptada? Era una pregunta a la que no estaba muy segura de querer saber la respuesta.
— Pero yo no quiero que me guste, no voy a matar a nadie. — Se cruzó de brazos. — Nunca lo haré.
— Niña, en este trabajo tarde o temprano vas a terminar matando a alguien. — Exclamó Will. — A pesar de toda la gente que maté en las sombras, nunca maté a nadie ante el FBI hasta ese bastardo de Hobbs. Incluso las manos de Jack están llenas de sangre, nadie en el FBI tiene la conciencia limpia, y eso te pasará a ti también.
— ¿Crees que el tío Jack te mantendrá a salvo para siempre? — Le siguió Hannibal. — No estarás a salvo nunca, aunque creas que sí. — Los ojos de Hannibal se mancharon de carmesí. — En algún momento te lanzará contra la pared para probar tu resistencia y, por lo que veo, te romperás muy fácil.
La Omega los miró, ahora, un tanto fastidiada, ella necesitaba más apoyo y parecía que la pareja se estaba burlando de ella, como si fuera una tonta. Aunque le estuvieran ayudando, a veces parece que es más como un entretenimiento para ellos, aunque no los culpaba, estar en esas celdas alejados del mundo debe ser muy aburrido, y no cree que los gritos de Andrew sean una manera de mantenerse entretenidos.
— Yo seré diferente, se los voy a demostrar. — Entrecerró a los ojos. — ¡Se lo demostraré a todos! ¡Yo no voy a matar a nadie!
Se levantó de su silla y caminó a la salida, deteniendo el paso antes de llegar a la puerta. Soltó un suspiro y, sin voltear a verlos, les dio las gracias antes de salir por la puerta.
— Ay, pobrecita. — Exclamó Andrew. — Les apuesto mi postre de todo el mes si ella mata a ese bastardo que tanto anda jode y jode.
— ¿Ah sí? — Will caminó al lado derecho de la celda, donde estaba el Beta. — Yo apuesto mi postre de todo el mes si la mocosa hace eso Y que lo haga con sus propias manos.
— Will, Andrew. — Los regañó Hannibal. — No pueden estar jugando con la suerte, solamente la vida sabe en qué orden sucederán los acontecimientos.
— Vamos, Han. — Le habló Will ahora con un tono meloso. — Déjanos apostar, no le hacemos daño a nadie… Además, también puedes participar.
— ¡Si! — Gritó Andrew emocionado. — ¿Qué apuestas por el corderito?
El Alfa se quedó pensando una vez más, repasando las capacidades y habilidades de Clarice para enfrentarse al mundo.
— Ella lo matará con un arma, no tiene la fuerza para hacerlo con sus propias manos.
— Yo no estaría tan seguro de eso, es una Omega al fin y al cabo. Este hijo de perra debe meterse con algo suyo para sacar a la bestia que todos los Omegas tenemos dentro. — Alzó los hombros. — ¿Crees que se le pase por la cabeza la idea de atacar a Bedelia?
— ¿Y por qué Bedelia? — La curiosidad comenzó a picar a Hannibal. — ¿Qué tiene ella que podría interesarle a este muchacho?
— No lo sé, simplemente estoy divagando. — Le restó importancia. — Mejor dime, ¿Crees que este tipo venga por nosotros?
Hannibal se recargó de la pared, misma acción que hizo Will donde sus hombros estaban más o menos juntos, separados por la pared.
— Es probable. Si él quiere algo de nosotros, o a nosotros, sabe dónde buscarnos. Nuestra alternativa podría ser que nos trasladen, pero dudo mucho que Frederick nos deje ir ahora que tiene fama gracias a nosotros.
— ¡Jodete Chilton! — Gritó el Omega hacia las esquinas pues no sabía dónde estaban los micrófonos. — Tiene que haber una fuerza mucho más grande que su pequeño ego y bastón. Quizás una orden federal, Jesucristo o el mismo asesino.
— ¡Si, jodete Chilton! — Gritó el preso de la primera celda, él casi no hablaba, se mantenía en su lugar y rara vez mostraba interés cuando Clarice llegaba a esa zona del hospital.
Ambos suspiraron un tanto cansados e intrigados por el tema. Si, era algo muy curioso que este tipo se haya vuelto más activo a partir de su arresto, pero puede ser una simple coincidencia que cualquier otra cosa. Ese tipo simplemente le gustaba llamar la atención, quizás la suya, pero tampoco se sentían tan importantes como para que una persona desperdiciara toda su energía en querer llamar su atención, y si así fuera su objetivo, sería toda una pérdida de tiempo hacer eso si ahora eran un par de gorriones enjaulados.
No esperaban que las cosas fueran a cambiar en los próximos meses. Tenían toda una vida para averiguarlo, ahora lo único que debían hacer era portarse bien para que Chilton los dejara tener su momento de intimidad ese mes. Este tipo cada vez era más molesto, lo único que deseaba Hannibal era comerle la lengua, arrancársela de una sola mordida y que se callara para siempre.
Ronroneó de hambre, en ese lugar no daban buena carne.
๑ . ๑ . ๑ .
— Wow, el Dr. Lecter tuvo razón… — Las manos de Jimmy temblaban un poco.
— En realidad, fue un chico cerca de ellos quien me dijo eso de buscar partes faltantes en los cuerpos. — Clarice se sonrojó de vergüenza.
Estaban en el laboratorio con varios archivos y fotos de las autopsias, junto con cuatro cadáveres de los últimos asesinatos, los padres de dos familias cruelmente masacradas. Eso no era lo primordial aquí, sino las diferencias entre los cuerpos. Si bien había cosas similares, como la violencia sobre el pobre Omega, la más grande diferencia era que unos cuerpos no tenían los colmillos, como si los hubieran arrancado con unas pinzas de presión. Por las evidencias y por lo maltratado de la zona, fueron arrancados en vida.
— ¿Quién? — Preguntó Brian mirando a la Omega.
— Junto a ellos hay otro chico, en libertad coleccionaba ojos en frascos. Creo que habló a raíz de su experiencia. — Alzó los hombros para restarle importancia. — Ahora, ¿Cómo sabremos cuál es el nuestro?
— Es el “Hada de los dientes”. — Habló otro compañero que estudiaba la pizarra llena de fotos. — Revisé los informes de hace unos años y ya estaba presente esta falta de dientes en las víctimas. Graham lo recalcó en los archivos que tenía en su oficina.
— ¿Y por qué nadie lo dijo hasta ahora? — La fuerte voz de Jack Crawford resonó en la habitación.
— Porque este asesino tuvo periodos de enfriamiento demasiado largos, Jack. — Habló Brian de nuevo, mostrando los colmillos. — Aparecía después de algo relacionado con el Destripador, pero no era un imitador y por eso nadie le prestó la atención que quizás debimos hacer. — Sus ojos se tornaron de un leve tono rojo. — Pusimos la vista en cosas “más” importantes. No sé si recuerdas haber dicho “pongan toda su atención en el Destripador.
— ¡Exacto! — Le siguió Jimmy. — De no ser por Beverly, Will y todo el maldito departamento seguramente tendríamos a un montón de locos matando por allí, más de los que ya tenemos en estos momentos.
— Calma… — Susurró Clarice. — Lo importante es que ya el Dr. Lecter está sentenciado, no puede hacerle daño a nadie en dónde está ahora.
— ¡Pero cayó porque se enamoró del rarito de Graham! — Exclamó Matthew. — Si eso no hubiera sucedido tal vez y nunca hubiéramos dado con él. Igual con ese esquizofrénico, si ambos cayeron fue porque estaban enamorados y porque ese hijo de puta de Mason se metió con Will, de otra forma no los tendríamos pudriéndose en la cárcel.
Comenzó toda una oleada de gritos entre todos a causa de las decisiones de su jefe. Si bien Clarice sabía que Jack se equivocó en enfocar toda su atención en la captura de Hannibal durante tantos años, no lo podía culpar del todo. Sus “cuadros” eran mucho más grandes que cualquier masacre, cadáver expuesto y demás crímenes. Los asesinatos y exposiciones de Hannibal hacía que cualquier nuevo crimen quedara como un dibujo de un niño de preescolar junto a un cuadro de Botticelli.
Esto no era al azar, ahora su nueva “hada de los dientes” hacía un gran desastre y las piezas del Destripador de Chesapeake no tenían nada que ver. Si este tipo quería replicar el trabajo del Alfa, estaba haciendo un horrible trabajo. Aunque, tal vez, ese no era su objetivo.
— ¡Basta! No estamos llegando a nada. — Soltó Clarice, casi dejando salir un grito Omega para cambiar la atención de sus compañeros hacia ella. — Si nos echamos la culpa en lo que hicimos y lo que no, no vamos a llegar a nada.
— No llegamos a nada porque, al parecer, hay cosas más importantes en la agenda del agente Crawford. — Respondió otro laboratorista. — Pudimos haber detenido a este hijo de perra desde que estaba iniciando en vez de dejarlo pasar por tanto tiempo.
— No representaba una amenaza. — Intentó excusarse el Alfa.
— ¡Y Lecter tampoco y ve qué fue al final! — Contestó Zeller. — ¡Nada en este mundo es lo que parece y nosotros quedamos como idiotas! ¡Por eso la gente nos toma de incompetentes!
— Eso no es verdad, todos aquí se están dejando llevar por la situación. — Bramó Jack al intentar defenderse. — No se nos puede salir esto de las manos.
— No, no lo hará, porque esta vez no vamos a tardar quince malditos años en capturarlo.
— Sería una vergüenza que eso sucediera de nuevo, agente Crawford. — La voz de Kade, tan autoritaria como siempre, se hizo presente en la habitación. — Quizás viene siendo la hora que vaya pensando en su jubilación.
El jefe de la BAU volteó a ver a la Alfa, con el ceño fruncido ante sus insinuaciones.
— ¿Qué está tratando de decir? — Su voz sonaba ronca. — Estamos llevando el caso conforme van saliendo datos de la investigación.
— ¿Y para usted qué significa eso, Jack? — Su mirada era fría como el acero. — ¿Consultar con asesinos seriales aislados del mundo? ¿Qué sus investigadores creen que es mejor confiar en las palabras de un OPP que en sus propios criterios?
Todos en la habitación evitaban ver a la mujer, excepto Jack Crawford. Clarice particularmente se sentía avergonzada ya que ella era quien los iba a ver. Principalmente no era su culpa, su jefe le había encomendado esa tarea y ella simplemente la estaba cumpliendo. Aunque sí le gustaban las pláticas que llegaba a tener con el psiquiatra y el perfilador, se sentía más escuchada a su lado que con sus compañeros del FBI.
— Nosotros lo tenemos todo bajo control. — Sentenció el Alfa. — Vamos a capturar a este tipo y cumplirá su debida sentencia.
— Más le vale que eso suceda sin involucrar más al Dr. Lecter y al señor Graham. — Le entregó una hoja que estaba en la gruesa carpeta que cargaba en sus manos. — Y para que eso no suceda más, serán trasladados a la prisión de máxima seguridad de Green Dolphin. No sería tanto problema si solamente tuviéramos a uno en el BSHCI, pero con ellos dos juntos tan cerca es una bomba de tiempo.
La cara de Jack se torció en una extraña mueca, difícil de descifrar pero que a Clarice le pareció que eso era lo peor que le pudo pasar a su jefe.
— ¿Y por qué el tan repentino traslado hacia el acuario? — Se cruzó de brazos. — Y específicamente, ¿Por qué justo en ese lugar?
— Por la seguridad de todos. — Se acercó a Clarice y la sujetó por los hombros. — Por ella principalmente, la estás acercando mucho a Graham, una manzana podrida puede contaminar a la de al lado. Ya lo hiciste una vez, por tu arrogancia, no te dejaré hacerlo otra vez. Y si con eso tengo que llevarlos a la mitad del océano, al espacio o al mismísimo infierno, lo haré.
Jack trató de contradecirla, pero no pudo decir nada. Él era consciente de sus propias acciones y jugar con la Omega de esa forma; su salud mental estaba “bien”, pero no sabía cuánto tiempo duraría eso hasta que ella se rompa y decida matar a todos en esa sala y después suicidarse, terminar con el trabajo pendiente de Will.
— Además. — Habló Zeller. — Será lo mejor tenerlos lejos. Recuerdo que tú dijiste algo que su siguiente víctima podría ser Abigail Hobbs y, ya que todos estamos aquí, ¿Por qué no nos expones tu hipótesis?
Toda la atención se centró de nuevo en la Omega, quien sintió las manos sudadas por el repentino cambio en el ambiente.
— B-bueno… — Su mirada se centró en Zeller, ya que fue él quien le preguntó. — Antes que salieran los imitadores, el asesino hizo unas cosas… Peculiares. Las escenas tenían algo que ver con ellos, y la locación era un punto entre Abigail y ellos. Si este tipo, que es lo más seguro, quiere llamar su atención, les dará donde más les duela.
— Y, si es que lo sabe, debe estar sobre nosotros. — Jimmy miró a Brian mientras analizaba las palabras. — Debe estarnos espiando, a nosotros o a ellos.
— Bien. — Habló Matthew. — Ya tenemos un posible próximo ataque, ahora nos falta un “por qué”, ¿Por qué carajos este tipo quiere matarlos si se supone que los admira? ¿Qué busca ganar con eso?
Todos se quedaron en silencio mientras trataban de encontrar las razones por las que quisiera provocarlos, a menos que este tipo sea un suicida. Jalarle la cola a la bestia de dos cabezas era la peor equivocación que alguien podía cometer, a menos que quisiera terminar como Mason Verger.
— Si busca provocarlos, es porque él sabe que ellos pueden escapar del agujero. — Habló Kade. — Con mayor razón se debe hacer el traslado lo más pronto posible. Notifiquen a Chilton para hacerlo en un máximo de 24 horas, entre más tiempo los tengamos aquí, se irá acercando.
— Quiero que alguien esté vigilando la oficina de Chilton, no puede avisarle a Freddie Lounds para su periódico. — La voz de Jack seguía siendo tensa. — Si alguien da el pitazo, todo se puede ir al caño. No sólo el traslado, la investigación de tantos años y la liberación del Destripador de Chesapeake.
— ¿Sólo te preocupa tu propia investigación, Jack? — La Alfa miró al hombre, molesto. — Si, el Dr. Lecter fue un dolor de cabeza en todos estos años, pero no es lo único que existe. Siempre hay algo más grande, incluso que nosotros. Vivimos en una maldita cadena alimenticia, el más fuerte se come al más débil, y tanto el Dr. Lecter como el agente Graham lo hicieron de una forma muy literal.
Toda la sala se quedó en silencio una vez más, hasta que Brian habló en una sentencia para dar por terminada toda esa reunión en el laboratorio.
— No queremos perder a alguien más. — Suspiró. — Ya perdimos a varios, entre ellos a Beverly. Si el traslado de Will y el Dr. Lecter puede ayudar en algo, espero que lo haga. Se lo debemos a Bev y a todos los que murieron haciendo su labor, y a aquellos que perdimos en el camino por su descenso a la locura.
Por alguna razón, Clarice sintió que era más una indirecta hacia ella. No podía serlo, para eso era que ya llevaba meses en terapia, para “salvar su mente de la oscuridad” y que no fuera una nueva Will Graham.
— Bien, entonces no hay más que discutir. Es todo.
Poco a poco fueron saliendo del laboratorio, dispersando la tensión del ambiente lo mejor que podían. Clarice no podía negar que toda esa situación era asquerosa, la dejaba hastiada y hasta agotada mentalmente. Ojalá pudiera tomar una copa de vino blanco…
Mientras caminaba a su auto, repasaba los hechos de los últimos veinte minutos. Hubo algo en las palabras de la agente Kade que se quedaron grabadas en la cabeza de Clarice, era demasiado raro y específico, quizás porque era un divertido juego de palabras con referencia a los crímenes de sus “consultores”. Aún así no dejó de hacerle ruido por un largo rato en el transcurso en su camino a casa porque, por más que quería, no podía apagar su mente.
Cuando llegó a su hogar, comenzó a pegar papelitos en su pizarra de corchos con ayuda de unas tachuelas. Tenía tantas ideas sueltas, el cuerpo cansado y sin muchas ganas de pensar, pero su mente no paraba. Tenía un sabor amargo en la boca después de ese largo día, donde se dejó ver una cara en el FBI que jamás imaginó ver. Cada que escuchaba a Will quejarse de Jack o del resto de sus compañeros pensaba que era solamente alguna exageración por parte del Omega, ya que siempre parecía estarse quejando de algo, pero ahora pensaba que quizás no estaba del todo equivocado.
Quizás ahora estaba viendo la verdadera naturaleza de un sistema que ya estaba podrido, y del que ahora era parte. Si esto pasaba en una parte que ella creía que era “ética”, no se imaginaba cómo sería donde se llevaban a cabo situaciones de corrupción, donde se buscaba beneficiar a unos pocos a costa de otros.
Un sistema podrido fue lo que rompió la débil mente de Will.
No fueron los cadáveres, no fueron sus traumas, no fue su propia naturaleza, no fue el Dr. Lecter, no fue nada de eso, ni siquiera por las difamaciones de Freddie Lounds y Frederick Chilton.
Fue Jack Crawford y el sistema, y solamente Will Graham queda como el criminal.
๑ . ๑ . ๑ .
Una pequeña y menuda Omega estaba empacando una maleta con sus posesiones personales más importantes, entre ellas las navajas que le habían dado tanto Garret como Will, aunque lo pensó por un momento lo pensó mejor y dejó la navaja que su padre adoptivo le había dado. Su prioridad eran sus padres, aunque sin duda llevaba en el corazón los recuerdos que tuvo con sus padres adoptivos, al final ellos le habían dado una vida más o menos estable en los 14 años que estuvo con ellos.
Sabía que no iba a regresar con los Foster, pero eso no quitaba que los iba a extrañar muchísimo, ellos le dieron estabilidad cuando su vida estaba hecha un caos, cuando necesitaba un soporte emocional y un refugio. Por eso no podía dejarlos como los malos o quienes la descuidaron cuando era todo lo contrario.
Dejó un par de notas en su habitación, una para los Foster y otra para la policía, debía dejar toda la evidencia que ellos no eran los responsables de su huída. Bajó lentamente por la ventana, mirando a Chiyoh al otro lado de la calle en el auto que Marissa le había conseguido, su pequeño y lindo Chevy . Entró del lado del copiloto, apretando su mochila contra su pecho.
— ¿Ya estás lista? — La mujer miró a la niña a su lado.
— Si, estoy más que lista. — Miró a su acompañante y sonrió de forma decidida.
La mayor le sonrió y arrancó suavemente. Debían ser lo más sigilosas en sus movimientos para llegar a Baltimore, que afortunadamente no debían hacer todo el viaje que Abigail hizo para Luisiana. Aunque, por petición de Abigail, harían una pequeña parada en Virginia para que la Omega recuperara cosas de sus padres, eso mismo harían en casa de Hannibal.
Ambas iban en un silencio tranquilo sin saber que alguien las vigilaba en la lejanía, entre los árboles cercano a la casa de los Foster.
Un hombre, cubierto por las sombras, sacó su teléfono y marcó a un número que era demasiado público para todos los periodistas.
— Habla Lounds, TattleCrime. — Habló la Alfa mientras estaba frente a su computadora.
— Señorita Lounds, que gusto poder hablar con usted. — Sonrió. — Tengo una nueva primicia para usted.
La voz de Freddie cambió de tono al otro lado del teléfono, entusiasmada.
— ¿Y qué es? — Tomó su cuaderno para tomar notas. — Y más vale que no sea más de esos zombies drogadictos en la calle por ese maldito fentanilo, ya estoy harta de estarlos cubriendo todo el tiempo.
— No, no. — Le habló con voz suave. — Le tengo una noticia de una fuente muy confiable: van a trasladar a sus maridos asesinos del BSHCI a Green Dolphin a más tardar en dos días.
Los ojos de Freddie se abrieron de par en par, rayando la hoja de su libreta por la impresión.
— ¿Quién es tu fuente? — Estaba alterada pero a la vez emocionada.
— No se preocupe por ello. Si yo fuera usted, me preocuparía más por plantarme en el hospital del Dr. Chilton para tener todas las novedades e imágenes exclusivas que hablar con alguien como yo.
— ¡Pero-!
Cortó la llamada sin dejar terminar a la pelirroja, todo se estaba acomodando lentamente. Se alejó de la casa Foster, esta vez les daría una noche de descanso antes del caos que se avecinaba. Mientras, sus pasos eran suaves, justo como la velocidad a la que manejaba Chiyoh en esa noche tan tranquila.
El reloj estaba avanzando lentamente, paciente, así como lo estaba haciendo él. El “hada de los dientes” se irá pronto, llegará el Gran Dragón Rojo.
Notes:
Miren quien volvió en forma de ficha ;3 jajajaja los dejé bien abandonados, una disculpita por eso. Fue el pride, estuve de un lado al otro en cosas aburridas de adulto y luego me sacaron una muela, he estado bien dopada de medicamentos estas últimas dos semanas u.u pero por una parte ya estoy en mi Servicio Social yeih :D En otras noticias, en mi ausencia, llegamos a los 400 kudos y eso me emociona mucho 🥺 para celebrar, el capítulo de hoy fue más largo de lo normal 🥳 muchas gracias por su apoyo
Chapter 38: I'm going like the sea, slow and wild like you
Notes:
Ojalá el dinero me rindiera tanto como mayo del 2024 le rindió tanto a Nodal
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Un muy emocionado Andrew iba dando saltitos hacia su celda, escoltado por un par de oficiales. Ya había pasado su hora de recreación en el patio y ahora volvía con un buen chisme que involucraba a sus queridos amigos caníbales. Los custodios lo miraban raro, pero ellos sabían que era el más normal de agujero, solamente bastaba con drogarlo un poco para que se calmara. Andrew era el que más les agradaba a los custodios. Graham ya los había mordido y pateado un par de veces, el otro tipo ponía resistencia cuando era escoltado a las celdas, incluso tuvo una pelea a golpes con varios custodios, y Lecter les daba el suficiente miedo como para pensar en hacerlo enojar.
Entró a su celda, esperando a estar “solos” para poder hablar.
— ¡Psssst! — Trató de llamar su atención. — ¿Están aquí o en sus cabezas?
Varias veces había tratado de hablar con ellos cuando estaban en esos momentos “fuera de línea”, donde ellos le habían explicado que tenían una especie de “palacio mental” donde se ponían a divagar en sus pensamientos y recuerdos, donde solamente estaban ellos dos en sus propias cabezas y el tiempo era un concepto sin significado real cuando estaban allí.
Andrew, al principio, se había sentido ignorado e indignado cada vez que ellos estaban en ese trance pero, una vez que se los explicaron, pudo entender más o menos de qué se trataba, y él mismo lo había intentado unas cuantas veces. La última vez pudo estar en el campo de trigo donde solía esconderse cuando era niño, era un gran truco para desconectarte de la realidad.
— Estamos aquí, estimado Andrew. — Habló Hannibal con calma. — ¿Qué sucede?
— Tengo algo para ustedes, les va a interesar este chisme. — Se pegó a la parte izquierda de la celda, cerca de Will.
— ¿Ya al fin nos van a dar más de una hora de recreación? — Preguntó Will mientras se pegaba al muro cercano a su marido. — Estoy aburrido de sólo verlos jugar al baloncesto y que ningún equipo gane.
— ¡Pues a dónde irán tendrán muchísimo tiempo para poder hacer lo que quieran! — Exclamó el Beta.
La pareja puso una cara de confusión que, por supuesto, él no podía ver, pero lo supuso debido a que no era muy claro con sus palabras.
— ¿A qué te refieres? — La intriga atacó a Hannibal, por más que no quería mostrarlo.
— Bueno, al menos ya van a poder sentir la brisa fresquita en la cara mucho más tiempo que una estúpida hora. — Sonrió emocionado. — Los van a mover.
— ¿Qué? — Will se acercó a la celda de Andrew. — ¿Cómo que nos van a mover? ¿De aquí abajo?
Hannibal se acercó de igual forma, pero a la celda de Will. Era la única forma de poder escuchar más de cerca todo aquello que el chico quería decirles, porque de alguna forma ese Beta siempre se enteraba de las cosas, se seguía preguntando exactamente cómo fue que lo capturaron. Quizás era cierto lo que le dijo a Clarice sobre que los ojos eran su único error, aunque también era demasiado descuidado en algunas otras cosas. Un oído y astucias impresionantes en una mente tan inestable que, de haber sido otra persona más cuerda, quizás nunca los hubieran descubierto.
— No, los van a trasladar a otro lado, van a salir de este chiquero. — Dio brinquitos, emocionado. — No entendí bien a dónde, pero Alfred me dijo que Octavia le dijo que ella escuchó al hijo de perra de Chilton gritar como puta y haciendo berrinche. Ella solamente entendió “¡Sobre mi cadáver te los vas a llevar! ¡Ellos están muy bien aquí”, y sólo sé que los únicos que le interesa que se queden aquí, son ustedes. Si fuera alguien de nosotros, de inmediato firma el traslado.
Ambos estaban asombrados, sin entender exactamente por qué serían movidos. ¿Tanto así estaban metidos con ese asesino desconocido?
— ¿Tanto así nos aprecia Frederick? — Preguntó Hannibal en tono burlón. — Pensé que solamente eran sus aires de grandeza por tenernos aquí.
— Ese tipo es solamente un Alfa pedante. — Exclamó el Beta. — Nadie lo tomaba en cuenta hasta que llegaron, seguramente ahora está entre la crema y nata de la comunidad psicológica de esos doctores snobs. Sin ofender, doc, tú eres genial.
Hannibal sonrió levemente, ese chico solía ser extraño y con comentarios fuera de lugar, pero le agradaba por su manera de ver la vida. No tenía ninguna preocupación más que asegurarse de no tener anemia y recibir la suficiente vitamina D en su sistema cuando tenía la oportunidad. Él estaba condenado a cadena perpetua, más todo ese tiempo en el agujero, sin duda tenía una fuerza mental muy superior al resto de los internos que pisaron ese lugar. O quizás estaba muy roto como para quebrarse más.
— A todo esto. — Habló Will. — ¿Quién es Octavia?
— Una chica de limpieza. — Explicó el Beta. — Ella es la encargada de limpiar la oficina del viejo rancio ese, así que está lo suficientemente cerca cuando Chilton se pone a decir sus estupideces sin darse cuenta de su presencia y, como tanto ella como Alfred saben lengua de señas, entre los dos se comparten los chismes fresquitos de la boca de Frederick sin que el pobre diablo se de cuenta.
La pareja asintió con un pequeño sonido para darle a entender al chico que habían entendido. Al parecer nadie quería a Frederick Chilton, sólo Freddie Lounds.
Así como Hannibal y Will estaban hechos el uno para el otro, era lo mismo con ellos.
— Entonces… ¿Ya no estaremos aquí? — Preguntó Will, sintiendo un pequeño vacío en el estómago.
— Así parece, mylimasis. — Respondió el Alfa, sintiendo la ansiedad del Omega en su cuello.
— Abigail no podrá encontrarnos si nos mueven de aquí… — Su voz sonó quebrada, asustada.
Andrew se quedó quieto en su lugar. Siempre había escuchado a Will siendo sarcástico, meloso, enojado, e incluso bromista, pero jamás lo había escuchado con miedo. ¿Qué podría darle tanto miedo a Will Graham si estaba al lado de uno de los asesinos más peligrosos del mundo?
Claro, su hija. La Omega trágica Abigail Hobbs.
— ¿La niña Hobbs? — Preguntó Andrew. — ¿Ella sabe que ustedes están aquí?
— Dudo que alguien desconozca nuestra ubicación, Andrew. — La voz de Hannibal sonó apagada, como la de Will.
— Y si nos trasladan de aquí, no podrá encontrarnos, no podremos volver a verla…
Ahora todo estaba claro para el Beta. Él no entendía el funcionamiento de todo ese lío de hormonas, cachorros y demás, porque no podía sentirlo. Sin embargo, podía sentir un poco ese sentido de “familia”, él mismo había tenido una familia armada alguna vez, antes de que todo se fuera por el desague y se quedara solo, sumcumbiera a las voces en su cabeza y, cuando se dio cuenta, tenía demasiados frascos de cristal en su alacena llenos de ojos.
Hasta la fecha no está muy seguro si solamente sacaba los ojos o si todas esas personas están muertas ahora.
— ¿Y qué van a hacer? — La voz de Andrew ahora no era chillona, era suave.
— ¿Qué podemos hacer, frasquitos? — Suspiró Will. — Estamos atrapados aquí sin posibilidad de ir a buscarla, está muy lejos y lo último que vio de nosotros fueron esas malditas fotos que tomó Lounds donde nos amarran como animales.
No había la misma ferocidad de siempre en la voz de Will, se escuchaba apagado e incluso triste.
— Bueno… — Suspiró el Beta, buscando las palabras correctas en su cabeza. — Tal vez la cosa rara en la que creen les devuelva a su hija.
El Omega no lo tomó de mala manera, era su forma de decirles que estaba con ellos a su muy extraña forma. Sentía mucho consuelo, como si una pequeña parte de Beverly se estuviera manifestando en el chico raro.
— Gracias, Andrew, yo también lo espero… — Quería aferrarse a esa pequeña esperanza.
— No hay de qué. — Suspiró. — Algo me dice que no llegarán a donde sea que los manden.
— Gracias por tus buenos deseos, Andrew. — Ahora sí dejó salir su típico tono de sarcasmo.
— No, no. — Exclamó el Beta. — Es más bien un presentimiento, ya sabes. Esa cosa rara que te pica en la cabeza y no tienes ni idea de lo que significa hasta que pasa.
Will asintió con la cabeza ante las palabras del Beta, porque él mismo también lo sentía en el fondo de su estómago. No era aquel movimiento del péndulo en su cabeza, porque no era algo que él pudiera ver como lo hacía con los asesinos que se filtraban en las grietas de su mente, no, esto era tan diferente, ese mal presentimiento de que todo se irá a la mierda en unos cuantos minutos incluso si se atrevía a respirar mal.
— Como sea, espero que les vaya bien a donde quiera que vayan. — Suspiró el Beta. — Los voy a extrañar, son lo más cercano que tengo a unos padres.
Hannibal pudo sentir en su mordida los sentimientos de Will al respecto, que estaba muy conmovido por lo dicho. Cada vez tenía más personas en su pequeña manada. De ser un hombre solitario ahora tenía un esposo, una hija y ahora dos personas más, no los ve como sus hijos al cien, pero al menos los respetaba del mismo modo que a Beverly, al menos en cierto nivel.
— Nosotros también te vamos a extrañar. — Habló Hannibal. — Te hemos tomado cierto aprecio y nos harán mucha falta tus bromas.
— Y tus frascos… Si pudiéramos, te traeríamos más frascos. — Suspiró pesadamente. — Te mandaremos cartas, para que no nos olvides.
— Jamás podría olvidarlos, son mi familia ahora.
Eso tocó más el corazón de Will, al igual que el de Hannibal. Tantos años sumidos en la soledad hasta que se encontraron el uno al otro, y luego formaron su propia familia sin saberlo. Eran como un extraño rompecabezas donde las piezas estaban dispersas por todo el suelo.
— Si, somos familia… Una muy extraña. — Soltó una risita. — Espero que Chilton anote esto en sus informes.
— ¿Por demostrar que tenemos la suficiente capacidad mental para crear relaciones interpersonales con otros individuos con un modo de pensar similar al nuestro? — Will le habló con tono burlón. — Eso sin duda lo pondrá muy feliz.
Los tres se echaron a reír, las últimas risas que habría de ellos tres juntos. Por supuesto que lo iban a extrañar, era su pequeño alivio cómico cuando sentían que estaban perdiendo la cabeza por el encierro en ese lugar. No era por su cuerpo físico, era más por el hecho de que ambos están separados ahora.
Y no hay mayor castigo para un Alfa-Omega que mantenerlos separados de su pareja, sobre todo sabiendo que un muro de 50 cm los separa por completo. Donde el único consuelo que tienen es su voz y la esperanza de verse una vez a la semana durante unos segundos, cuando llevan a Hannibal al patio y de regreso para su hora de recreación.
— ¿Cuándo nos iremos, Andrew? — Preguntó Hannibal con amabilidad.
— No lo sé, Olivia no escuchó esa parte… Supongo que no deben tardar mucho, usualmente estas novedades son de un día para otro. Así fue cuando me trasladaron de Los Ángeles, estaba muy a gusto allá, pero me nombraron “mentalmente inestable” y ahora estoy aquí.
Will se encogió de hombros, más que acostumbrado a aquella descripción en sí mismo. Se volvía tan cliché que era abrumador.
— Ya somos dos, Andrew. — Suspiró levemente. — Ya somos dos.
๑ . ๑ . ๑ .
Un día y medio después, llegó el momento de ser trasladados a Green Dolphin. Le hicieron una pequeña seña de despedida a Andrew, iban a extrañar a ese chico de ojos azules tan claros como el agua de un cenote y cabellos negros tan negros como la noche. Él también se despidió con un movimiento de mano y se pegó a las barras de su celda mientras lo llevaban.
Incluso hasta el otro inquilino de la primera celda se despidió con un movimiento de cabeza. Casi no hablaba más que para maldecir, pero aún así ellos llenaban un poco del silencio en el agujero. Ahora no había nadie que tuviera entretenido a Andrew, volvería a llenarlo de palabras estúpidas por el resto de su vida, hasta que encontrara la forma de suicidarse o de escapar.
Freddie ya estaba más que puesta en un carro rentado frente al BSHCI, con cámara en mano. Le molestaba cuando no podía usar su bellísimo auto rojo, pero valió cada segundo estar esperando el momento en que sus “Maridos Asesinos” salían al exterior después de un poco más de un año desde que fueron arrestados y sentenciados.
Chilton, de igual forma, ya le había comentado de la noticia sobre el traslado. Aunque los dos se estaban comunicando al mismo tiempo debido a que la notificación del traslado llegó casi al mismo tiempo que su novia entraba de forma dramática en su casa, gritando exaltada por aquella llamada desconocida.
Fue una noche muy larga para ellos, discutiendo cómo Freddie podría obtener las fotos perfectas para su periódico sin que el FBI se diera cuenta de su presencia y la mandaran a la mierda. Fue por eso que tuvo que rentar un auto, más porque todo el FBI tenía las placas de los carros de ambos, así que usar uno de los autos de Frederick no era una opción.
— Vamos, deben de salir pronto… — Se movió incómoda en el asiento del auto. — No voy a tener culo después de esto.
Sacó su cámara mientras miraba hacia la entrada de pacientes, porque ni locos lo iban a sacar por la entrada principal. Era demasiado el riesgo, corrían el peligro de que alguno de ellos, por no señalar directamente a Will, sufriera algún ataque de histeria y se librara de sus ataduras, liberara al otro y mataran a todos antes de salir corriendo.
Mientras Freddie Lounds peleaba y se quejaba por tener que aguardar en el incómodo auto toda la noche y parte de la mañana, los agentes del FBI preparaban a la pareja.
A ambos les pusieron una camisa de fuerza, esposas en los pies y bozales, colocando estos últimos con muchísimo cuidado. No querían recibir una mordida por parte de ellos, los colmillos de Hannibal daban miedo y sólo bastaba ver la marca en el cuello de Will para ver la forma de la dentadura del psiquiatra, nadie quería una mordida de esos dientes.
Las mordidas de Will, no tan terriblemente estéticas, dolían como el infierno por la presión. Los guardias mordidos por el Omega recalcaban que era una experiencia que no querían volver a vivir aquello, mejor meter la mano en el triturador de basura.
Además de la constante amenaza de perder algún dedo o pedazo de carne, ellos mismos se tenían que recordar constantemente que estaban lidiando con caníbales.
Entre la gente del FBI para efectuar el traslado, estaban Clarice y Kade, quien era la encargada de supervisar que todo estuviera en orden y dar la orden directa de abatir a los esposos, por si acaso. Jamás se era lo suficientemente precavido en casos así, menos con el tipo de personas con las que estaban lidiando.
— ¿Cómo se encuentra hoy, Dr. Lecter? — Habló Prudell. — ¿Y usted, señor Graham?
— Estamos bien, muchas gracias por preguntar. — Sonrió el Alfa. — Aunque nos tiene un poco confundidos estos cambios tan repentinos.
— Si. — Le secundó Will. — ¿Qué mierda se traen entre manos? ¿Tiene que ver con su “Hada de los dientes”? — Esta vez se dirigió a Clarice.
La Omega desvió la mirada un tanto avergonzada sin saber realmente por qué.
— Eso es clasificado, la orden vino directamente del gobierno. — Se cruzó de brazos mirando a ambos, pero manteniendo su mirada fija en los ojos de Will. — Pero les aseguro que, a donde los trasladaremos, estarán mucho mejor que aquí.
— ¿A qué le tiene miedo el gobierno? — Cuestionó Will. — No podemos salir de aquí, no tenemos un motivo para hacerlo, más que nuestra hija, pero no somos tan estúpidos como para arriesgarla.
Clarice sabía que Will tenía razón, ellos darían la vida misma con tal de proteger a la niña Hobbs, todavía quería estudiar más aquel vínculo que ellos tienen. Ella no lo entendía, nunca había logrado esa conexión con su familia adoptiva cuando su madre murió, mientras que Abigail parecía que no era una huérfana, y no precisamente por su relación con los Foster.
— Es peligroso tenerlos aquí. — Suspiró cansada la Alfa. — Tenemos la fuerte sospecha que este “Hada de los dientes” quiere algo de ustedes, pero no sabemos qué es. Lo mejor es tenerlos fuera de su alcance.
— ¿Tiene miedo que nos liberen, agente Prudell? — Preguntó Hannibal con un tono burlón. — No creo que podamos salir de aquí con la vigilancia de Chilton.
— Preferimos no correr ningún riesgo, Dr. Lecter. — Su mirada se volvió más pesada. — Incluso ponerlos a ustedes en riesgo, al desconocer las intenciones de este asesino nos hace poner sobre la mesa la posibilidad que los planes del asesino es hacerles daño.
Ambos la miraban con escepticismo pero a la vez tenía sentido, Will incluso sintió un poco de orgullo porque esas deducciones eran de Clarice, por más que las conjeturas las mencionó Kate. Su niña era muy lista, demasiado lista, no le sorprendía que haya sido capaz de joderse a toda la burocracia con sus papeles y entrada al FBI, porque entró desde muy joven a la Academia, algo que muy pocos Omegas habían logrado.
— Bien, en ese caso sólo nos queda quedarnos callados. — Alzó los hombros para restarle importancia. — Solamente necesitamos saber a dónde seremos trasladados, para prepararnos mentalemente a las nuevas adaptaciones.
— Oh, Dr. Lecter, lo descubrirá muy pronto. — Le dio una muy pequeña sonrisa. — No coma ansias, les informaremos de todo en el proceso.
Ambos asintieron, no muy convencidos de las acciones de la mujer pero sin realmente prestarle la debida atención. Si les molestaba todo ese secretismo que tenían pero al final era burocracia, algo que Hannibal disfrutaba por la meticulosidad de los trámites, pero Will prefería saltársela, por eso la evitó todo lo que pudo mientras estuvo en libertad.
Una vez estuvieron bien asegurados, fueron trasladados hacia la camioneta blindada que los llevaría durante todo el viaje. Estaban sentados uno frente al otro, mirándose a los ojos. Kade cerró la pequeña reja que los separaba del personal de seguridad, por si acaso. En sí era para criminales más peligrosos, pero la bestia de dos cabezas imponía cuando estaban juntos.
Para Hannibal, Will se veía precioso con esa camisa de fuerza y el bozal, totalmente muy al estilo de Will Graham. La opinión de Will sobre su marido era la misma, que un hombre pudiera lucir tan bien una camisa de fuerza y ropa de prisión debería ser ilegal.
Seguramente se vería precioso en las notas amarillistas de Freddie Lounds.
Los dos se mantenían en ese estado inerte, callados. Kade estaba sentada adelante con el conductor, mientras que Clarice estaba con la pareja y tres guardias que los custodiaban, aunque parecía más que se estaban quedando dormidos, De no ser porque sabían de lo que eran capaces de hacer, tomarían todas las medidas de seguridad como una exageración por parte del FBI. Detrás de ellos los iban siguiendo dos patrullas más, y quizás estaba una al frente del camión, pero no estaban muy seguros de ese dato.
— Se está nublando, ¿No creen? — Preguntó uno de los guardias mirando por la pequeña ventana del camión.
— No digas, que el regreso va a estar jodido si llueve. — Habló otro dándole un codazo.
— Caballeros. — Llamó su atención Hannibal. — Si no es molestia, ¿Hacia dónde vamos?
Ambos se voltearon a verse y luego a la pareja, quienes los miraban expectantes ante la respuesta que fueran a darles.
— ¿De verdad no lo saben?
Ambos negaron con la cabeza.
— Kade se guarda muchas cosas, incluso las que son nuestro derecho. — Se quejó Will. — Mierda, hubieran mandado a Alana a hacer el trabajo, ella es más comunicativa.
Ambos guardias se miraron una vez más antes de contestar, ahora un poco más fastidiados por las acciones de la Alfa, porque al final era mucho más trabajo para ellos del que les gustaría.
— Green Dolphin, los llevamos a Green Dolphin. — Habló el tercer guardia al ver que los otros dos no decían nada. — Estoy de acuerdo con Graham, esta perra sólo nos tiene en la intriga, como a esos drogadictos del otro día, tan fácil que es decir que los llevará al puto centro de rehinseción de Idowa.
Clarice se encogió en su asiento, como lo hacía al escuchar cosas malas de sus superiores. Igualmente había hecho esa misma acción cuando estaba al cuidado de Will, le daba un poco de ansiedad cuando hablaban mal de las figuras de autoridad, quizás por las veces que escuchaba a su madre alegar con sus compañeros, y que ellos dijeran que era un lameculos.
— ¿El acuario? — Preguntó Will. — ¿No podían mandarnos a otro lugar?
— ¿Cuál es tu problema con ese lugar? — Uno de los guardias soltó medio burlón. — ¿No te gusta el mar?
— No me gusta el mar al que no puedo entrar, es como tener un frasco de morfina frente a un adicto detrás de una pared de cristal.
— Tal vez en un punto te dejen salir a poner los pies, si te comportas. — Se rió mirando al Omega, quien le soltó un gruñido. No se notaba la malicia en el comentario, simplemente usando datos de conocimiento general.
Will comenzó a discutir con el guardia, donde otro se unió a la discusión. El Omega peleaba con ambos guardias, el otro giró los ojos y negó con la cabeza a la par de Clarice, Hannibal miraba la escena entre molesto y divertido por lo ridículo de la escena… Era un rato un tanto agradable, si se ignoraba que en esa espacio habían dos asesinos seriales, una agente del FBI y tres guardias entrenados para matar si alguien respiraba mal.
La discusión se vio interrumpida cuando se escuchó un sonido de derrape en el exterior y el choque de algún vehículo.
— ¿Qué carajos? — Dijo el guardia fastidiado, tratando de asomarse por la ventanita.
No pudo lograr ver al exterior ya que un auto chocó contra el camión, haciendo que las personas en su interior se tambalearan en sus asientos.
— ¿Viste algo? — Preguntó uno de los guardias que discutía con Will.
— No sé, sólo veo las patrullas. — Soltó un gruñido mientras observaba al exterior y se sentó de nuevo. — Seguramente algún estúpido tenía una fuga de gasolina y ya dejó todo su cagadero.
Antes de poder soltar otro comentario al respecto, volvieron a ser chocados por otro auto, pero esta vez ya no se sentía tan accidental. Así siguieron una serie de golpes al camión, donde el chofer aceleraba para evitarlos, pero eso hacía que el atacante fuera más brusco con los golpes. Ya cuando sintieron el control, que seguramente había sido algún ebrio, sucedió otro golpe.
El golpe definitivo que volcó el camión de lado.
Notes:
Hey, que onda chavalines :3 esta vez desaparecí pero porque pasaron muchas cosas en tan poco tiempo ;-; me gradué, cumplí años y caí en la locura de haber cumplido 25, me inundé y casi me tocan los zocabones, mi unidad tercermundista salió en las noticias no por cosas buenas, me di un cocazo con una jaula y me salió un chichón, me enfermé del estómago, me corté el cabello en un ataque a la locura y sentirme chava, ahora tengo corte de Merlina al menos por seis meses, como estoy haciendo mi SS en el metro conocí al jefe de jefes 😎 pero también es andar corriendo porque ahorita andan valiendo tantita verga las líneas ☠ en fin, no me arranco los pelos de la cuca nomas porque Diosito es grande pero aquí estamos todavía, existiendo uwu estuvo medio de hueva el capítulo de hoy pero después de la calma viene la tormenta... ¿O era al revés?
FELIZ ANIVERSARIO DE TDILTW AUUUUUUU 🎉🎉🎊🎊🥳
Chapter 39: I was the outcast, the ghost of my muse
Notes:
Si me dieran un peso por cada vez que estuve cerca de la muerte en septiembre, tendría dos. Lo cual no es mucho pero fue muy curioso que tuvieran casi una semana de diferencia
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El avance del pequeño Chevy era lento pero conciso. Chiyoh había dejado que la menor pusiera música en la radio para distraerse un poco y la observaba cómo iba cantando las letras. Ella era de otro tipo de música, pero se sentía bastante cómoda con la música pop que Abigail escuchaba, incluso olvidaba que aquella niña que estaba cantando una vieja canción de Katy Perry era la misma que podía desollar un adolescente y abrirlo como si fuera un canal de res.
Se preguntaba si sería capaz de desollar un Alfa adulto, aunque lo más seguro es que si. Ella recordaba la capacidad de Hannibal para hacer lo mismo a la edad de Abigail, al menos de lo que ella podía recordar. Aunque la Omega era muy menuda, con dedos de pianista y esos ojos de borrego a medio morir, quizás necesitaría hacer ejercicios.
No tenía ni idea que ya había matado a un Alfa adulto, aunque ese no contaba porque no presentó un reto, y eso era lo que buscaba Abigail. Una Omega buscando venganza podría ser peligrosa.
Antes de llegar a su destino, dieron un breve paso por Wolf Trap, la menor quería ir a casa de su madre para ver si podía sacar alguna de sus cosas que todavía tuvieran allí. Quizás rescatar algunos de los anzuelos de pesca que le había enseñado a hacer ese día de la excursión al lago, quizás.
Lo que no esperaba ver era a uno de los perros de su madre, Winston, allí recostado en la entrada. Apenas se estacionó Chiyoh, Abigail bajó corriendo para encontrarse con el can. Lo abrazó mientras unas pequeñas lágrimas caían de sus ojos. Era como aferrarse a un pedacito de esperanza de tener a sus padres de vuelta.
— ¡Chiyoh! — Miró a la asiática. — ¡Mira, Winston supo regresar! — Siguió dándole mimos al perro.
La mayor, al igual que Hannibal, no había convivido mucho con animales en su vida así que le causaba un poco de rechazo ver al perro. Sabía que Hannibal les había agarrado cariño a los perros de su pareja, porque decía que esos animales eran más listos de lo que aparentaban.
— Si, es muy lindo. — Sonrió levemente.
— ¿Podemos llevarlo? — Lo pegó más a su cuerpo. — Es un buen chico y no va a darnos problemas.
La Alfa se quedó pensativa, observando al perro y luego a la Omega, que mantenía bien abrazado al perro.
— No lo sé… ¿Dónde lo pondremos mientras sacamos a tus padres del BSHCI? — Se cruzó de brazos mirando al can. — No creo que a tu mamá le guste que su perro esté encerrado en un auto durante tanto tiempo.
— ¡Por favor! — Volvió a hacerle ojos de cachorro. — Mamá estará muy feliz de ver a Winston, y papá también.
Chiyoh intentó ser fuerte y firme, tratando de mantener la calma ante la Omega. Había sobrevivido tantas cosas para que al final una niña de quince años fuera su perdición. No se dio cuenta en qué momento estaba dejando al perro en una habitación de hotel en Baltimore, cercano al hospital maldito. Le dejó la suficiente comida y agua para una tarde, pues no esperaba que tardaran tanto. Sin duda Lady Murasaki se reiría de ella, tan fuerte y estoica cayendo ante la mirada de una Omega menuda que la llamaba tía.
En cuanto llegaron a las instalaciones del BSHCI, detuvieron el Chevy entre unos arbustos. Había un par de autos en el estacionamiento, se sentía incluso un tanto desolado por estar sólo los tres autos.
— Se me hace extraño que no esté el auto de Freddie aquí. — Habló Abigail, buscando con la mirada el despampanante auto rojo. — Sabiendo cómo es ella, estaría esperando que su culo estuviera merodeando para tomarle fotos a mis papás.
— Es un zorro astuto, seguramente debe estar por aquí. — Alzó los hombros para restarle importancia. — Ahora, hay que enfocarnos para sacar a tus papás.
Sacó el mapa de las instalaciones y se lo entregó a Abigail, quien sonrió al verlo y tenerlo en sus manos. Chiyoh estaba tan feliz de ser un alma caritativa donde todo el mundo a su alrededor le debía favores, unas cuantas llamadas y tenía lo solicitado por la menor.
Lo desplegaron en el tablero del auto y comenzaron a leerlo con cuidado, aunque Chiyoh se quedó observando fijamente la determinación en los ojos de la Omega, tan familiar, esa mirada era de todo un Lecter.
Abigail estaba concentrada en los planos de aquella cárcel donde estaban encerrados sus padres, sus ojos no se movían de aquel pedazo de papel, analizando cada una de las partes que podía utilizar para entrar. Tan absorta estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta de la penetrante mirada de la japonesa en ella hasta que habló.
— Tienes la misma determinación de Hannibal, me alegro. — Sonrió levemente sin dejar de mirarla. — Tienes su perfil, su nariz, su porte.
— Oye... — La Omega al fin volteó a verla mientras fruncía un poco el ceño. — Es halagador escuchar de mi papá, en serio, pero creo que este es un mal momento.
Era la primera vez que Abigail le hablaba de esa forma, pero tampoco podía culparla si estaban a unos metros de llegar con Hannibal y Will, su instinto de cría era estar cerca de sus padres y, ahora que estaban tan cerca, no podía evitar querer salir de allí e ir a su encuentro. Era como un pollito, buscando el calor de su mamá gallina y de su papá gallo.
Las dos se mantuvieron en silencio unos segundos antes de que Abigail volviera a ver los planos, recogiendo su cabello en una coleta pues algunos mechones la distraían. Chiyoh de nuevo observaba, pero esta vez su mirada bajó de su rostro hacia el cuello de la Omega, donde aquella cicatriz rosada se tensaba ante los movimientos de la chica.
Ladeó la cabeza con un poco de curiosidad, entrecerrando los ojos sin apartar la vista de esa fina línea.
— Hobbs fue cuidadoso contigo. — Sonrió levemente. — Conozco una chica norcoreana que tiene la misma herida que tú pero en el otro lado, a ella se le nota más y está más torcida.
Abigail soltó un pequeño suspiro, tapando con su mano la herida pero después la quitó, no tenía sentido ocultarla si la Alfa ya estaba hablando de eso.
— Supongo que, si mamá no le hubiera disparado a tiempo, seguramente sería más larga... — Volvió a suspirar, mirando a la mayor. — ¿Y qué pasó con esa chica? Me gustaría conocerla, alguien que sepa lo que es vivir con esta cosa y que todo el mundo la vea.
La Alfa alzó los hombros con un poco de indiferencia.
— Le perdí el rastro hace mucho. — Apartó su mirada de Abigail. — Sólo espero que esté bien dondequiera que esté.
— Oh, que mal… — Soltó un suspiro pequeño. — Ambas volvieron al silencio, donde los músculos de Abigail se relajaron mientras trazaba el plan para entrar. — Chiyoh… ¿Crees que puedas armar una distracción? — Miró a la mayor con ojitos de cachorro.
La japonesa asintió con la cabeza, esperando a la idea que tuviera Abigail.
— ¿Sabes hacer explosivos?
Bueno, esa idea la tomó desprevenida.
— Bueno, tal vez un poco. — Desvió un poco la mirada ante la idea. — ¿Qué quieres que explote?
La Omega sonrió, pero una sonrisita malvada y traviesa. Si iba a matar a Chilton, primero le quitaría algo de su adoración.
— El auto de Chilton.
Chiyoh soltó una risita, le gustaba demasiado la iniciativa de su sobrina, esa sed de venganza era de Will, y esas medidas tan drásticas eran por parte de Hannibal.
Le dio una suave caricia en la mejilla y sonrió con cariño, asintiendo con la cabeza.
— Haré lo mejor que pueda, tú entra allí y saca a tus padres. — La abrazó suavemente y después la soltó.
La joven sonrió y salió corriendo del auto, acomodando bien la navaja entre sus ropas. Rodeó el edificio hasta encontrar un ducto de ventilación. Era lo suficientemente delgada para entrar perfectamente y arrastrarse lento por el lugar, sintiendo como el frío metal hacia fricción contra su piel, tratando de guiarse por los sonidos de las voces que la dirigieran a la oficina de Chilton.
๑ . ๑ . ๑ .
Se escuchaban disparos en el exterior, la cabeza de Will le daba vueltas y sentía que sangraba de la frente. Si se volvió a abrir la cicatriz de su frente mataría a alguien, ya estaba lo suficientemente sana para ser sólo una pequeña línea recta. Poco a poco se enderezó a como la camisa de fuerza le permitía, viendo que su esposo estaba a su lado con un corte en la mejilla, notando que estaba inconsciente. Todo estaba tan borroso y ruidoso, las luces lastimaban mucho y la gravedad no estaba funcionando.
El camión estaba de lado, los oficiales que los custodiaban estaban o muertos o inconscientes, pero no miraba a Clarice por ningún lado.
Aunque no podía verla, la escuchaba, sus gritos Omega se escuchaban a lo lejos. Esos gritos provocaron que Hannibal también despertara, quizás por mero instinto pensando que era su Omega el que gritaba. Comenzó a forcejear hasta que pudo levantarse y salir a rastras del camión, y allí lo vio frente suyo.
Un hombre, un Omega que fácilmente podría pasar por un Beta, sostenía a Clarice con fuerza. Miró a Will y le sonrió mostrando todos los dientes… Bueno, casi todos. El colmillo del lado izquierdo, donde su labio tenía una cicatriz, estaba roto; del lado derecho se destacaba la ausencia del colmillo.
— ¡Hey! — Gritó mientras se levantaba como si fuese un gusano. — ¿A dónde te la llevas?
Will salía a rastras, con pasos torpes para encontrarse con su marido y observar a aquel Omega que tenía a Clarice de rehén, cubriendo su boca para que ya no gritara.
— Oh, Dr. Lecter. — Miró al psiquiatra y luego al perfilador. — Señor Graham. Es agradable al fin conocerlos en persona. Ha sido muy difícil dar con ustedes, con lo ocupados que han estado estos meses.
— ¿Quién eres y qué carajos quieres de nosotros? — Exclamó Will. — Déjala en paz.
El hombre abrazó un poco más a Clarice, sin quitarle la mirada y la sonrisa a Will. A pesar de su expresión, los ojos del Omega estaban cargados de ira y recelo.
— Digamos que soy un viejo conocido, señor Graham. — Su voz era pesada y un tanto pastosa. — Tenemos unos… ¿Trece años de conocernos? ¿Más? ¿Menos?
Lo observó durante unos segundos, con el péndulo golpeando en su cerebro hasta que llegó a su mente ese primer caso, la primera vez que le dijo a Jack Crawford de la existencia de ese asesino, aquella persona con tanto odio hacia su género secundario que no quería ver a alguien más ser feliz con aquello que él no puede.
Will frunció el ceño, mirando seriamente a aquel hombre frente suyo.
— ¿Ah? ¿Ahora sí te sientes lo suficientemente valiente para mostrar la cara? — Le cuestionó Will, molesto.
— Digamos que no soy tan agraciado como usted, señor Graham. — Movió un poco el lado del labio donde estaba su cicatriz. — No es muy atractivo, pero impone respeto con esas marcas suyas.
— ¿Le tienes celos a mis marcas? Qué rarito eres, y eso ya es mucho viniendo de mi.
Aquel Omega soltó una risita, las actitudes erráticas iban totalmente de acuerdo con el perfil que Will había elaborado hace tantos años.
— A su autoestima, señor Graham. — Miró a Clarice, que se veía más pequeña en sus brazos. — Pero eso va a cambiar, el Gran Dragón Rojo está despertando, pero sólo ustedes pueden ayudar a transformarme, sacarlo de mi interior.
— ¿Podrías ser más claro con nosotros? — Preguntó Hannibal, sintiendo como la sangre escurría por el corte de su mejilla. — No podemos entender tus intenciones si hablas así.
— Oh, no es nada. — Alzó los hombros con indiferencia. — Antes era un fiel admirador del Destripador de Chesapeake, pero después le quitó su oportunidad de vengarse de Mason Verger al Dragón Rojo, eso no le gustó para nada.
Tanto Hannibal como Will se miraron entre sí, donde el Alfa recordó que ya sabía de la existencia de este Omega.
— ¿Francis? — preguntó el mayor. — ¿Tú eres Francis?
— Oh, veo que Mason habló de mí con usted. — Una sonrisa torcida apareció en el rostro del hombre. — Deje presentarme como se debe, disculpe mis modales. Francis Dolarhyde, un gusto.
Ambos asintieron con la cabeza a manera de saludo, aunque no estaban muy convencidos de estar cómodos frente a ese tipo que los miraba con cierto deje de superioridad. Quizás porque estaban vulnerables debido a sus ataduras.
— Ya, ya. Dejémonos de toda esta mierda. — Bramó Will. — Suelta al cordero y nadie saldrá herido.
Los ojos de Clarice se iluminaron por las lágrimas, temía por su vida. Era la primera vez en su vida que realmente sentía la muerte respirarle en la nuca, nunca mejor dicho. La respiración de ese Omega estaba tan cerca de su oreja que todos los vellos de su cuerpo se erizaron.
— Veo que eso no es posible, señor Graham. — Se fue alejando lentamente del lugar, hacia una patrulla que ya estaba chocada del frente. — Necesitamos saldar cuentas, pero no aquí. Diles adiós, Clarice.
Le destapó un poco la boca, donde la Omega aprovechó para gritar un poco más antes de que volvieran a cubrirle la boca y la subieran a rastras a la patrulla. Arrancó a toda velocidad mientras Will, un tanto desesperado, salió corriendo detrás del auto hasta que tropezó y cayó como un costal de papas.
— ¡Idiota! — Gruñó mientras trataba de levantarse, volteando a ver a su esposo. — ¡Tenemos que seguirlo!
— Will… — Se acercó como pudo. — Necesitamos quitarnos todo esto.
Hannibal se puso detrás de Will y, con ayuda de la barbilla del bozal y mucha dificultad, logró desabrochar las correas de la camisa de fuerza del Omega. Una vez Will se pudo liberar de las ataduras, ayudó a Hannibal a quitársela. Ambos respiraron aliviados cuando estuvieron libres de sus ataduras, al igual que se deshicieron de los bozales. Hannibal movió su mandíbula ya libre, esa cosa de plástico le había entumecido toda la cara y Will se veía igual.
— ¿Qué hacemos ahora, Han? — Miró a su marido con cara preocupada. — ¿Dónde buscaremos a ese bastardo? ¿A dónde habrá llevado?
Hannibal vio la patrulla a su lado, la que venía escoltando su camión. Los policías en su interior estaban muertos. Rápido sacaron los cuerpos y dejó que Will condujera, necesitaba el poco control que tenía al volante cuando estaba desesperado.
No tardaron mucho en encontrar la patrulla donde viajaban Francis y Clarice. La observaban de lejos, tratando de no perderla aunque a Will le daba la impresión de que esa era la intención de Francis, que lo siguieran y sabía cómo hacerlo.
— Bien, tenemos que trazar un plan y rápido. — Notó que seguían la misma ruta hacia una zona llena de acantilados. — No tardarán en darse cuenta que ahora somos fugitivos.
Hannibal asintió, pensativo, pero sabía que su marido tenía razón.
— Vamos a seguirlo hasta donde sea prudente. — Miró al frente, señalando el carril al que había cambiado la patrulla. — Si va a matarnos querrá hacerlo de otra forma más… Íntima.
— ¿Y la policía? — Volteó a ver rápido a Hannibal. — Tarde o temprano comenzarán a rastrear la patrulla.
— Si lo van a hacer, que lo hagan. — Le restó importancia. — Les estamos ayudando para capturar a su Dragón Rojo… O lo que dejemos de él.
Puso su mano en el muslo de Will y le dio un ligero apretón para tranquilizarlo, que no se preocupara, aunque él mismo se sentía bastante nervioso. Entre saber qué iba a hacerle Clarice, qué iba a pasar con ellos cuando la policía los encontrara, qué pasaría con su sentencia.
El lado bueno era que, si la policía preguntaba, ellos no habían sido quienes planearon su fuga. Es más, si escaparon fue en el rescate de un elemento del FBI, no para huir de su destino. Incluso puede que sus sentencias se vean reducidas por ayudar a capturar a otro asesino en serie que las autoridades no han podido atrapar en casi trece años.
O les den pena de muerte por haber matado a un asesino e inculparlos si Clarice muere.
Will pisó con fuerza el acelerador y prendió la sirena, necesitaban alcanzarlo para evitar que hiciera algo estúpido y ellos se vieran en más problemas de los que ya tenían y que con cada kilómetro se iban extendiendo más y más.
Los autos le daban el paso, lo cual fue una ventaja cuando se desviaron por una carretera con dirección a una zona arboleda. No le gustaba este juego del gato y el ratón, no era divertido cuando ellos eran el ratón y no el gato.
๑ . ๑ . ๑ .
Abigail había logrado entrar por una puerta de servicio que un empleado dejó abierta. Se iba escondiendo entre los carritos de los enfermeros con ropa y sábanas limpias y sucias, logrando robar un uniforme y ponérselo rápidamente para seguir con su camino. Chiyoh no tardaría en hacer explotar el auto así que debía actuar rápido. Entrar a la oficina de Chilton, tomar las llaves y apagar las cámaras, buscar las celdas de sus padres y huir mientras los demás salían corriendo a ver qué demonios estaba pasando afuera.
La primera parte estaba hecha, logró entrar a la oficina y comenzó a buscar las llaves, teniendo cuidado de no dejar caer su navaja por si la situación lo ameritaba. Las encontró y sonrió emocionada, pero su celebración se vio interrumpida por el sonido de la puerta y voces afuera. La menor se escondió en un pequeño armario de la habitación al tiempo que Freddie Lounds y Frederick entraban.
El Alfa soltó un suspiro profundo, frustrado y cansado mientras tomaba asiento en la silla de su escritorio.
— No lo puedo creer, no lo puedo creer. — Soltó cansado. — ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué va a ser de mi?
Mientras el hombre se lamentaba, la pelirroja se acercó a su novio y le ofreció una copa del vino especial que Chilton tenía escondido en una gaveta de su oficina. Se sentó sobre sus piernas y le dio una de las copas y dieron un brindis.
— Ya le mandé la nota y las fotos a mi editor, en máximo dos horas estarán publicados mis maridos asesinos en todas las plataformas del TattleCrime. — Sonrió triunfante. — Ellos han alzado mi carrera, y la tuya también, querido.
— Pero, ¿Qué dices? — Miró a su mujer con la cara apachurrada. — Se los llevaron, se llevaron mi prestigio. ¡Si aquí estaban tan bien!
Freddie dejó su copa a un lado y comenzó a darle besos a su novio en toda la cara y luego en los labios, sonriendo para animarlo aunque sea un poco. Abigail espiaba desde su escondite a través de una ligera apertura en la puerta.
¿Sus padres ya no estaban en el BSHCI?
— Ay, mi pobre tonto. — Le dio una suave caricia en el cabello. — No los sacaron de aquí por tu culpa, recuérdalo. Se los llevaron por un loco que podría hacerte daño si se quedaban aquí.
— ¡Aquí estaban seguros! — Se quejó como si fuera un niño. — Iba a solicitar mayor blindaje, estaban a salvo bajo tierra.
Freddie le dio una pequeña caricia en la mejilla, sonriendo con toda la paciencia y cariño del mundo, algo muy extraño en ella pues parecía no querer a nadie. Al parecer el corazón de Freddie sólo tenía lugar para Frederick.
— Vamos a verlo de otro modo. — Soltó un pequeño ronroneo. — Se comprobó que el BSHCI es el lugar perfecto para resguardar a todos los locos esquizofrénicos que andan por allí, sólo piénsalo. Asesinos reconocidos, encarcelados en el mismo lugar donde estuvieron Hannibal Lecter y Will Graham, dos de los asesinos seriales que aterraron a todo Estados Unidos.
Chilton parecía meditar, analizando las palabras de su novia. Dios, cómo quería casarse con esa mujer. En cuanto estuvieran más tranquilos, le pediría matrimonio.
— ¿Sabes qué? Tienes razón. — Sonrió. — Que se hayan llevado a Hannibal y Will a Green Dolphin puede beneficiarnos, porque ellos se portaron muy bien aquí, si quitamos la vez que ese loco de Graham atacó a otro preso que lo estaba molestando, son muy buenos. Jamás pensé que les daría las gracias a unos sucios caníbales.
La respiración de Abigail se cortó de golpe. ¿En qué momento se los habían llevado? La sangre se le bajó a los pies, abriendo la puerta del armario con una parada. La pareja soltó un grito de miedo, mirando a la Omega que respiraba agitada.
— ¡Abigail! — Gritó Freddie.
— ¡Niña Hobbs! — Chilton frunció el ceño. — ¿Qué demonios haces aquí?
— ¿Qué llevaron a mis papás a dónde? — Sacó discretamente la navaja de su ropa.
— No, tú no deberías de estar aquí. Regresa a casa, no te metas en donde no te corresponde. — Freddie la miraba seria.
— No, no me iré de aquí hasta que me digan a dónde se llevaron a mis padres.
Chilton frunció el ceño ante la insolencia de aquella chica, haciendo a un lado a Freddie para levantarse y estampar las manos contra el escritorio.
— ¿Qué no oíste, mocosa? — Le mostró los colmillos. — Si tanto estás de metiche, debes prestar atención. Se los llevaron a Green Dolphin. Gre-en Dol-phin. Una prisión de máxima seguridad en Florida, cerca del mar. Por culpa de ese maldito asesino de Omegas, me quitaron a mis estrellas.
Abigail los miraba con sus enormes ojos azules llenos de ira, mientras ambos Alfas la miraban desafiante hasta que un estallido se escuchó por fuera. Ambos giraron la cabeza para ver por la ventana la enorme columna de fuego y humo en el exterior.
— ¿¡Qué mierda fue eso!? — Gritó la pelirroja.
— ¡Mi auto! — Le contestó el hombre que se asomó más para ver cómo el vehículo ardía en llamas.
Un grito Omega les llamó la atención, donde Abigail se lanzó sobre el Alfa y comenzó a apuñalarlo con fuerza para descargar toda la ira que sentía en el fondo de su alma. Freddie le jaló del cabello para quitarla de encima, pero Abigail fue más rápida y corrió la misma suerte que su novio, donde su uniforme pasó de blanco a rojo.
Les mostró los colmillos a ambos en muestra de superioridad, donde una Omega menuda y débil era capaz de liquidar a dos Alfas. Freddie notó que tenía la misma mirada de odio y rabia que tenía Will Graham, y eso le provocó un vacío en el estómago antes de desmayarse por la pérdida de sangre.
Notes:
Hey que onda chispitines. Bla bla bla desaparecí bla bla bla ya regresé bla bla bla. La verdad es que septiembre no fue un buen mes para mi, si ven las noticias tal vez supieron lo de una pipa de gas que explotó, pues resulta que eso pasó en la ruta que uso para irme a casa, y de pura suerte no estuve en ese momento en la zona, pero sí muy cerca. Bien lo dicen por ahí "Cuando te toca, te toca. Cuando no, ni aunque te pongas". Afortunadamente hay trabajo, que es lo que importa jajajaja En fin, los quiero mucho vvs ya no me voy a desaparecer... Tanto tiempo
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I_live_for_this on Chapter 1 Sun 18 Aug 2024 04:14PM UTC
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